Adios a Ruibarbo

April 27, 2019 | Author: Jecica Silva Herrera | Category: Nature
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libro...

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Mañana a mañana, casi al filo del alba, el chico llegaba a sentarse en la acera empedrada, frente al portón de la  panadería. Adoptaba siempre la misma postura: cruzadas las  piernas, las manos cruzadas delante de ellas, la vista fija en el callejón que conducía a las caballerizas. us ojos eran hondos, eran negros, miraban de una manera e!trañamente intensa. "speraban, con esa mansa paciencia cristalina de los ojos de niño. A veces, la brisa del amanecer le producía en el cuerpo un leve estremecimiento. A veces era el sol reci#n nacido el que le penetraba con quieta caricia. $odo #l, sin embargo, se concentraba en la mirada en las pupilas inmóviles, atentas al  punto por donde habrían de asomar los caballos , % sólo  parecía retornar a la vida cuando se escuchaban desde dentro

maniobra, m(s quiz( por costumbre, por una especie de rito del gremio, que por estar airados de verdad. )ero el chico no los oía.  *os los veía. +l contemplara a los caballos nicamente, mientras en sus labios se insinuaba una sonrisa, o menos: la sombra, el soplo tierno de una sonrisa. i era posible, al pasar los tocaba. Apenas unas palmaditas fugaces en las paletas, en las ancas. Musitaba sus nombres, mu% serio, igual que si fuesen un secreto entre ellos % #l:  -)intado. . .  -anela. . .  -)enacho. . .  -/uibarbo. . .

las voces de los conductores, % restallaban las fustas, % sobre

"ran cuatro. 0os salían trotando hacia un lado % dos

los adoquines comenzaba a resonar el golpeteo de las

hacia el lado opuesto. "l muchacho tambi#n se

herraduras.

marchaba, en cuanto los veía desaparecer a la

&uego aparecía el primer carro

distancia. e iba paso a paso, % las piernas % el

'ba saliendo mu% despacio, pues el callejón era angosto, % al

cuerpo se prolongaban a su espalda en una sombra

dueño le molestaba que los ejes rasparan el adobe de los

interminable, imagen de su deseo de quedarse allí,

muros. &os hombres lanzaban imprecaciones a cada

 junto al portón, aguardando.

aminaba hacia la escuela, al lado oriente de la

 - )intado.

ciudad.

 -/uibarbo.

&a ciudad era pequeña, de no muchos habitantes.

0esentornaban los enormes ojos quietos para mirarlo.

ólo diez o doce casas grandes, unas cuantas

&os dos m(s jóvenes parecían entenderle mejor, como si

oficinas, un par de avenidas con pavimento de

recogieran la ternura, el tr#molo de bondad, que latía en su

concreto. "l resto era viejo o antiguo: calzadas

voz. )arecía que le escucharan, que le replicaran, en cierto

 polvorientas, construcciones de un piso, techos de

idioma silencioso. &os viejos no: alzaban a duras penas esos

tejas % verjas de hierro. $odavía algunos hombres %

 p(rpados bajo los cuales semejaban dormir unas pupilas

mujeres esquivaban ir al centro por recelo de los

desprovistas de visión, % grises de un largo % ancho desgano.

letreros luminosos, los automóviles, los dependientes

"stos eran sus predilectos, no obstante, % el chico escurría

 pulcros de las tiendas.

los dedos, acariciando a pausa sus pelambres hmedas de

"l chico no iba casi nunca.

sudor. 2&e agradaba el rastro que despu#s iba dej(ndole

0e la escuela bajaba al río, del río a almorzar, %

aquel sudor en la piel. &e gustaba olfatearlo, guardarlo en las

luego de nuevo a la panadería.

manos, dormirse por la noche percibiendo su eco3.

Ahora era la tarde las cuatro de la tarde, o las tres %

 - Manco, manco -murmuraba.

media % la sombra se le adelantaba, remedando a su

Algo quiz( si apenas otra forma de silencio- respondía en

impaciencia por volver. "ra el rato de la siesta: los

anela % )intado, mientras las orejas inmóviles de )enacho

caballos reposaban, desuncidos, en los pesebres.

% /uibarbo dejaban escurrir, resbalar, su compasión.

1asta su lado llegaba #l, con ese andar lento, que era

 -)enacho. . .

una e!cusa, % se les apro!imaba, % otra vez les

 *ada.

hablaba uno a uno:

 - 4/uibarbo5

 -anela.

'gual.

 -/uibardo.

"ra como si su voz se perdiera, ca%era en unos pozos sin

segundos, de esas horas inmóviles, que dan lo

eco. Miraba a los caballos fijo, fijo, largo, con un dolor su%o

mismo, que se acumulan % aplastan desprovistas de

 por los malos tratos que les adivinaba recibiendo, por los

alternativas % de esperanzas % de sorpresas.

interminables plantones quietos contra un muro, % luego ese ir % venir sin cambio calle abajo % calle arriba, % el nunca ver pasto vivo o agua que corre: todo aquello que a trav#s de

í, les perdonaba su frialdad. &os intuía incapaces de

quiz( cu(ntos años venía sec(ndolos, vaci(ndolos, lo mismo

otra reacción, de cualquier reacción: no le habrían

que si fuesen un par de charcos secos en verano.

 podido odiar, igual que no le podían agradecer,

 -Manco. . .

responder.

&e provocaba angustia notar el gesto amargo de sus

 -Manco. . .

 belfos. in saber sabía que era una amargura inerte,

u mano iba recorriendo morosamente las (speras

no nacida en nostalgia de los (rboles ni el viento ni

 pieles, sorteaba con afecto las mataduras, trataba de

de la alegría de los esteros, pues jam(s pudieron

decir, pulso a pulso, lo que no cabía en la voz: esa

conocer desde cerca esteros o (rboles, % en la

amistad intensa que es sentir el dolor en carne propia,

 pequeña ciudad el viento servía sólo para levantar 

vivir la fusta % la soledad % el tedio, palpar la

terrales.

opresión de las cuatro paredes % el imposible de la

&a nostalgia habría sido hasta un alivio contra el

sombra, los (rboles, el quieto frescor de los esteros.

tedio.

&o conocían %a los hombres de la panadería, % lo

"n cambio, cierta aridez %erta parecía haber ido

dejaban quedarse allí.

qued(ndose en los dos caballos-como ese polvo

 -"ntra, )otrillo -invitaban al verlo junto a la

sutil que acumula el tiempo en los rincones al

 puerta.

arrastrarse sobre ellos los días % los días % los días  parejos, hechos de horas parejas, sin minutos ni

+l pasaba sin articular palabra, con la clara

hadas: #l era rico, mu% rico, o mu% poderoso, dueño de un

elocuencia de sus ojos no m(s, % se movía suave,

reino con castillos % palacios % lagos tranquilos, % en medio

silenciosamente, % se ponía al lado de sus amigos.

del ma%or de los lagos había una isla ancha, lisa, entera

"n varias oportunidades le ofrecieron subirlo sobre el

cubierta de c#sped, % allí enviaba #l a los caballos, los de

lomo de algunos de los caballos.

todas las panaderías de la comarca, % les tenía esteros %

 -46uieres dar una vuelta, )otrillo5

(rboles % unos pesebres inmensos % hermosos, % nadie podía

 -*o.

maltratarlos ni montarlos, porque #l había impuesto pena de

 -4$ienes miedo5

muerte a quien lo hiciera, % en un lugar maravilloso de la

 -*o.

isla habitaban /uibarbo, )intado, anela % )enacho, % a los

 -4"ntonces5

ojos de anela % /uibarbo había vuelto la visión, % eran

 -*o quiero.

unos ojos vivos, alegres -mansos siempre: claro-,

 -7Ah, tienes miedo8

lustrosos de felicidad, plenos de paz, % #l los observaba % les

&o dejaban.

hablaba % ahora sí le entendían, % los dos se iban con #l,

)or qu# iba a tener miedo. &e daba, sí, una especie de

andando, andando, bajo los olmos % las higueras, % se metían

verg9enza la idea de trepar en ellos, cansados como estaban.

 por unos vados pedregosos, % entre las ramas que se

"ra humillante, % era cruel.

trababan por sobre sus cabezas veían el cielo, con un sol

 *o deseaba ser jinete, sino compañero su%o.

 perenne % tibio, que no daba calor sino sólo infundía en el

&e gustaba, por eso, que le llamaran )otrillo. )or eso le

cuerpo una sensación de gozosa tibieza, % cuando llegaba la

gustaba el olor que en su epidermis iba dejando el sudor de

noche, #l, el príncipe, dejaba a veces los asuntos de "stado

las (speras pelambres.

 para quedarse a dormir con sus amigos tendido en el pasto

uando iba al río, se echaba boca abajo sobre una piedra

entre los cuerpos enormes % suaves, % al amanecer siguiente

enorme -siempre la misma- % se dedicaba a soñar 

lo despertaban, en lugar de clarines, los relinchos de

despierto. 'maginaba una suerte de invariable cuento de

/uibarbo % anela, % al abrir los p(rpados se encontraba con

el m(gico espect(culo de las crines % las largas colas

&legó el chico al río, se puso a andar por la orilla.

flotando en el aire mientras los animales galopaban por la

na bandada de garzas alzó el vuelo sobre el cauce. n

llanura...

 perro lo siguió a corta distancia durante un trecho. 1abía un

n día, cuando salía al reparto el carro tirado por /uibarbo,

 piño de cabras. +l no percibía nada. ólo escuchaba

el anciano conductor dijo al chico:

retumbar en su mente la palabra matadero, % ante su vista

 -0espídete de #l, )otrillo.

flotaban el delantal manchado de rojo, el machete, la agonía

u mirada preguntó por qu#.

que imaginaba a /uibarbo.

 -"l patrón lo vendió.

"ra la hora de la escuela.

 -4A qui#n5

 *o fue a la escuela.

6uiso el hombre callar, pero las pupilas del niño no

)ermaneció la mañana entera tendido en su roca de siempre,

 permitían huirle.

aunque sin soñar, como siempre: meditando, obsesionado,

on voz ronca e!plicó que lo llevarían al matadero mañana

desesperado.
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