Adios a Ruibarbo
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Mañana a mañana, casi al filo del alba, el chico llegaba a sentarse en la acera empedrada, frente al portón de la panadería. Adoptaba siempre la misma postura: cruzadas las piernas, las manos cruzadas delante de ellas, la vista fija en el callejón que conducía a las caballerizas. us ojos eran hondos, eran negros, miraban de una manera e!trañamente intensa. "speraban, con esa mansa paciencia cristalina de los ojos de niño. A veces, la brisa del amanecer le producía en el cuerpo un leve estremecimiento. A veces era el sol reci#n nacido el que le penetraba con quieta caricia. $odo #l, sin embargo, se concentraba en la mirada en las pupilas inmóviles, atentas al punto por donde habrían de asomar los caballos , % sólo parecía retornar a la vida cuando se escuchaban desde dentro
maniobra, m(s quiz( por costumbre, por una especie de rito del gremio, que por estar airados de verdad. )ero el chico no los oía. *os los veía. +l contemplara a los caballos nicamente, mientras en sus labios se insinuaba una sonrisa, o menos: la sombra, el soplo tierno de una sonrisa. i era posible, al pasar los tocaba. Apenas unas palmaditas fugaces en las paletas, en las ancas. Musitaba sus nombres, mu% serio, igual que si fuesen un secreto entre ellos % #l: -)intado. . . -anela. . . -)enacho. . . -/uibarbo. . .
las voces de los conductores, % restallaban las fustas, % sobre
"ran cuatro. 0os salían trotando hacia un lado % dos
los adoquines comenzaba a resonar el golpeteo de las
hacia el lado opuesto. "l muchacho tambi#n se
herraduras.
marchaba, en cuanto los veía desaparecer a la
&uego aparecía el primer carro
distancia. e iba paso a paso, % las piernas % el
'ba saliendo mu% despacio, pues el callejón era angosto, % al
cuerpo se prolongaban a su espalda en una sombra
dueño le molestaba que los ejes rasparan el adobe de los
interminable, imagen de su deseo de quedarse allí,
muros. &os hombres lanzaban imprecaciones a cada
junto al portón, aguardando.
aminaba hacia la escuela, al lado oriente de la
- )intado.
ciudad.
-/uibarbo.
&a ciudad era pequeña, de no muchos habitantes.
0esentornaban los enormes ojos quietos para mirarlo.
ólo diez o doce casas grandes, unas cuantas
&os dos m(s jóvenes parecían entenderle mejor, como si
oficinas, un par de avenidas con pavimento de
recogieran la ternura, el tr#molo de bondad, que latía en su
concreto. "l resto era viejo o antiguo: calzadas
voz. )arecía que le escucharan, que le replicaran, en cierto
polvorientas, construcciones de un piso, techos de
idioma silencioso. &os viejos no: alzaban a duras penas esos
tejas % verjas de hierro. $odavía algunos hombres %
p(rpados bajo los cuales semejaban dormir unas pupilas
mujeres esquivaban ir al centro por recelo de los
desprovistas de visión, % grises de un largo % ancho desgano.
letreros luminosos, los automóviles, los dependientes
"stos eran sus predilectos, no obstante, % el chico escurría
pulcros de las tiendas.
los dedos, acariciando a pausa sus pelambres hmedas de
"l chico no iba casi nunca.
sudor. 2&e agradaba el rastro que despu#s iba dej(ndole
0e la escuela bajaba al río, del río a almorzar, %
aquel sudor en la piel. &e gustaba olfatearlo, guardarlo en las
luego de nuevo a la panadería.
manos, dormirse por la noche percibiendo su eco3.
Ahora era la tarde las cuatro de la tarde, o las tres %
- Manco, manco -murmuraba.
media % la sombra se le adelantaba, remedando a su
Algo quiz( si apenas otra forma de silencio- respondía en
impaciencia por volver. "ra el rato de la siesta: los
anela % )intado, mientras las orejas inmóviles de )enacho
caballos reposaban, desuncidos, en los pesebres.
% /uibarbo dejaban escurrir, resbalar, su compasión.
1asta su lado llegaba #l, con ese andar lento, que era
-)enacho. . .
una e!cusa, % se les apro!imaba, % otra vez les
*ada.
hablaba uno a uno:
- 4/uibarbo5
-anela.
'gual.
-/uibardo.
"ra como si su voz se perdiera, ca%era en unos pozos sin
segundos, de esas horas inmóviles, que dan lo
eco. Miraba a los caballos fijo, fijo, largo, con un dolor su%o
mismo, que se acumulan % aplastan desprovistas de
por los malos tratos que les adivinaba recibiendo, por los
alternativas % de esperanzas % de sorpresas.
interminables plantones quietos contra un muro, % luego ese ir % venir sin cambio calle abajo % calle arriba, % el nunca ver pasto vivo o agua que corre: todo aquello que a trav#s de
í, les perdonaba su frialdad. &os intuía incapaces de
quiz( cu(ntos años venía sec(ndolos, vaci(ndolos, lo mismo
otra reacción, de cualquier reacción: no le habrían
que si fuesen un par de charcos secos en verano.
podido odiar, igual que no le podían agradecer,
-Manco. . .
responder.
&e provocaba angustia notar el gesto amargo de sus
-Manco. . .
belfos. in saber sabía que era una amargura inerte,
u mano iba recorriendo morosamente las (speras
no nacida en nostalgia de los (rboles ni el viento ni
pieles, sorteaba con afecto las mataduras, trataba de
de la alegría de los esteros, pues jam(s pudieron
decir, pulso a pulso, lo que no cabía en la voz: esa
conocer desde cerca esteros o (rboles, % en la
amistad intensa que es sentir el dolor en carne propia,
pequeña ciudad el viento servía sólo para levantar
vivir la fusta % la soledad % el tedio, palpar la
terrales.
opresión de las cuatro paredes % el imposible de la
&a nostalgia habría sido hasta un alivio contra el
sombra, los (rboles, el quieto frescor de los esteros.
tedio.
&o conocían %a los hombres de la panadería, % lo
"n cambio, cierta aridez %erta parecía haber ido
dejaban quedarse allí.
qued(ndose en los dos caballos-como ese polvo
-"ntra, )otrillo -invitaban al verlo junto a la
sutil que acumula el tiempo en los rincones al
puerta.
arrastrarse sobre ellos los días % los días % los días parejos, hechos de horas parejas, sin minutos ni
+l pasaba sin articular palabra, con la clara
hadas: #l era rico, mu% rico, o mu% poderoso, dueño de un
elocuencia de sus ojos no m(s, % se movía suave,
reino con castillos % palacios % lagos tranquilos, % en medio
silenciosamente, % se ponía al lado de sus amigos.
del ma%or de los lagos había una isla ancha, lisa, entera
"n varias oportunidades le ofrecieron subirlo sobre el
cubierta de c#sped, % allí enviaba #l a los caballos, los de
lomo de algunos de los caballos.
todas las panaderías de la comarca, % les tenía esteros %
-46uieres dar una vuelta, )otrillo5
(rboles % unos pesebres inmensos % hermosos, % nadie podía
-*o.
maltratarlos ni montarlos, porque #l había impuesto pena de
-4$ienes miedo5
muerte a quien lo hiciera, % en un lugar maravilloso de la
-*o.
isla habitaban /uibarbo, )intado, anela % )enacho, % a los
-4"ntonces5
ojos de anela % /uibarbo había vuelto la visión, % eran
-*o quiero.
unos ojos vivos, alegres -mansos siempre: claro-,
-7Ah, tienes miedo8
lustrosos de felicidad, plenos de paz, % #l los observaba % les
&o dejaban.
hablaba % ahora sí le entendían, % los dos se iban con #l,
)or qu# iba a tener miedo. &e daba, sí, una especie de
andando, andando, bajo los olmos % las higueras, % se metían
verg9enza la idea de trepar en ellos, cansados como estaban.
por unos vados pedregosos, % entre las ramas que se
"ra humillante, % era cruel.
trababan por sobre sus cabezas veían el cielo, con un sol
*o deseaba ser jinete, sino compañero su%o.
perenne % tibio, que no daba calor sino sólo infundía en el
&e gustaba, por eso, que le llamaran )otrillo. )or eso le
cuerpo una sensación de gozosa tibieza, % cuando llegaba la
gustaba el olor que en su epidermis iba dejando el sudor de
noche, #l, el príncipe, dejaba a veces los asuntos de "stado
las (speras pelambres.
para quedarse a dormir con sus amigos tendido en el pasto
uando iba al río, se echaba boca abajo sobre una piedra
entre los cuerpos enormes % suaves, % al amanecer siguiente
enorme -siempre la misma- % se dedicaba a soñar
lo despertaban, en lugar de clarines, los relinchos de
despierto. 'maginaba una suerte de invariable cuento de
/uibarbo % anela, % al abrir los p(rpados se encontraba con
el m(gico espect(culo de las crines % las largas colas
&legó el chico al río, se puso a andar por la orilla.
flotando en el aire mientras los animales galopaban por la
na bandada de garzas alzó el vuelo sobre el cauce. n
llanura...
perro lo siguió a corta distancia durante un trecho. 1abía un
n día, cuando salía al reparto el carro tirado por /uibarbo,
piño de cabras. +l no percibía nada. ólo escuchaba
el anciano conductor dijo al chico:
retumbar en su mente la palabra matadero, % ante su vista
-0espídete de #l, )otrillo.
flotaban el delantal manchado de rojo, el machete, la agonía
u mirada preguntó por qu#.
que imaginaba a /uibarbo.
-"l patrón lo vendió.
"ra la hora de la escuela.
-4A qui#n5
*o fue a la escuela.
6uiso el hombre callar, pero las pupilas del niño no
)ermaneció la mañana entera tendido en su roca de siempre,
permitían huirle.
aunque sin soñar, como siempre: meditando, obsesionado,
on voz ronca e!plicó que lo llevarían al matadero mañana
desesperado.
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