Acerca de La Biblia

October 10, 2017 | Author: Antonio Campo Buetas | Category: Jacob, Bible, Joshua, Biblical Canon, Old Testament
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Descripción: Recorrido por el origen de la bilia...

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Portada: Diseñada por Sandra Marzán La Fazienda de Ultramar, siglo XII, folio 6va.

l Esta obra está protegida por Creative Commons AttributionNonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License. Para ver una copia de esta licencia visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/ oenvie una carta a Creative Commons, 444 Castro Street, Suite 900, Mountain View, California, 94041, USA.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN El Antiguo Testamento La Biblia Hebrea…………………………………………… ¿Quién escribió el Antiguo Testamento? …………….. El Pentateuco.................................................................. Profetas anteriores…...................................................... La Profecía en Israel…………………………………... Profetas posteriores…………………………………… Los Escritos…………………………………………… Los libros Deuterocanónicos..…………………………

21 27 31 36 42 44 54 55

El Canon de la Biblia……………………………………… Canonicidad…………………………………………… Inspiración..................................................................... Interpretación………………………………………… El método histórico-crítico……………………………

68 69 76 80 81

Críticas a la historicidad de la Biblia……………………… Hipótesis sobre la autoria del Pentateuco..................... Teoría clásica documental………………....………… Otras hipótesis……………………………..………… ¿Qué dice la Iglesia Católica?........................................

87 89 91 95 97

La Biblia Cristiana…………………………………………. Otras Biblias cristianas…………………………………

99 104

ACERCA DE LA BIBLIA

Traducciones de la Biblia………………………………….. Los Targumin…………………………………………. Primeras traducciones de la Biblia cristiana………….. La Biblia impresa……………………………………...

109 112 114 118

La Biblia en España……………………………………..... Las Grandes Biblias españolas………………………. La Biblia en castellano……………………………….

121 128 134

Códices………………………………………………….... Códices hebreos…………………....………………... Los cuatro grandes códices griegos..………………... Los códices latinos.………………………………….. Códice Bezae Cartaginensis…………………………. Codex Washingtonensis……………………………… Escritos antiguos descubiertos en el siglo XX..............

138 143 145 153 155 157 158

Bibliografía………………………………………………..

165

El Nuevo Testamento Los autores del Nuevo Testamento……………………….. Mateo…………………………………………………. Marcos………………………………………………... Lucas y los Hechos………………………………….... Juan…………………………………………………… Los otros autores………………………………………

167 168 170 172 173 175

Los textos del Nuevo Testamento......................................... El Apocalipsis............................................................... Los Hechos de los Apóstoles........................................ Las Epístolas.................................................................. Los Evangelios...............................................................

176 177 183 186 201

INDICE

¿Cuándo se escribieron los Evangelios?...................... Proceso de composición de los Evangelios..................

208 215

Búsqueda de la historicidad en los Evangelios.................... El secreto mesiánico..................................................... La búsqueda del Jesús Histórico................................... Las diferentes búsquedas...…………………………… Situación actual..............................................................

220 223 226 227 238

Otros evangelios.................................................................... El evangelio de Tomás................................................... Otros textos apócrifos.................................................... El evangelio de Judas..................................................... Ágrafa............................................................................

241 243 244 248 250

Evidencias arqueológicas...................................................... Constatación de hechos.................................................. Supuestos descubrimientos............................................

252 252 256

Bibliografía............................................................................

261

ANEXOS Índice onomástico...................................................................

V

Cronología de la historia de Israel..........................................

XVII

Cronología de los primeros años del Cristianismo.................

XXXVI

Contextualización histórica....................................................

XLI

Términos relacionados con la Biblia......................................

XLIV

ACERCA DE LA BIBLIA

ABREVIATURAS DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA

ABREVIATURAS DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA Abdías Ageo Amós Apocalipsis Baruc Cantar de los Cantares Colosenses 1ª Corintios 2ª Corintios 1º Crónicas 2º Crónicas Daniel Deuteronomio Eclesiastés Eclesiástico Efesios Esdras Ester Éxodo Ezequiel Filemón Filipenses Gálatas Génesis Habacuc Hebreos Hechos Isaías

Abd Ag Am Ap Bar

Judas Judit Jueces Lamentaciones Levítico

Jds Jdt Jue Lam Lev

Cant

Lucas

Lc

Col I Cor II Cor I Cr II Cr Dn Dt Ecl Eclo Ef Esd Est Ex Ez Flm Flp Gal Ge Hab Heb Hch Is

Números 1º Macabeos 2º Macabeos Malaquías Marcos Mateo Miqueas Nahúm Nehemías Números Óseas 1ª Pedro 2ª Pedro Proverbios 1 Reyes 2 Reyes Romanos Rut Sabiduría Salmos 1º Samuel 2º Samuel

Nu I Mac II Mac Mal Mc Mt Miq Nah Ne Nm Os I Pe II Pe Prov I Re II Re Rom Rut Sab Sal I Sm II Sm

ACERCA DE LA BIBLIA

Jeremías Job Joel Jonás Josué Juan 1ª Juan 2ª Juan 3ª Juan

Jr Job Jl Jon Jos Jn I Jn II Jn III Jn

Santiago Sofonías 1ª Tesalonicenses 2ª Tesalonicenses 1ª Timoteo 2ª Timoteo Tito Tobías Zacarías

Sant Sof I Tes II Tes I Tim II Tim Tit Tob Za

INTRODUCCIÓN

Las tres religiones monoteístas, judía, cristiana y musulmana, así llamadas por creer en un solo Dios, tienen también en común que su forma de relacionarse con Él está escrita en un libro. Pero esa analogía es también la manifestación de una clara distinción entre ellas: mientras que para los judíos y musulmanes su libro sagrado, la Biblia y el Corán, es un fin en sí mismo, para los cristianos es la forma de conocer la vida y doctrina de la Persona a quien queremos imitar y seguir. Los judíos llaman a los cinco primeros libros de su Biblia la Toráh, es decir, la Ley, como afirmación de que su contenido es imperativo; en la Toráh está todo lo que el judío tiene que hacer en sus relaciones con Dios. Para los musulmanes, Alá es un Dios misericordioso e indulgente, pero sólo para los que obedecen las revelaciones de Mahoma escritas en el Corán. Sin embargo, los cristianos, como se nos conoce desde que empezó a utilizarse este apelativo en Antioquia, -según se menciona en los Hechos de los Apóstoles (Cfr. Hch 11, 26)1- somos seguidores de Cristo, nuestra religión no es la de un libro, es la de una Persona y las

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Para las citas biblicas hemos utilizado la Biblia on-line que se incluye en la pagina Web http://www.pastoralsj.org perteneciente a los Jesuitas, Provincia de Castilla.

ACERCA DE LA BIBLIA

relaciones con Dios no están limitadas con normas, no se puede poner límites al amor. Con los musulmanes, aparte de creer en un solo Dios, nos separan cuestiones muy fundamentales, incluso la percepción que tenemos de Dios es completamente diferente; los cristianos somos hijos de Dios y nuestra relación con Él está basada en esa filiación; los musulmanes, sin embargo, deben inclinarse ante Alá cinco veces al día en la reverencia de un esclavo al amo; la misma palabra Islam significa “sometimiento”, es decir, el acatamiento ciego a la voluntad divina; sus relaciones con Dios tienen como principio la servidumbre. Con los judíos existe una relación más entrañable, no solamente creemos como ellos en un solo Dios, sino que nuestro Dios es el mismo que el de los judíos. El Dios de Israel es también el Dios de los cristianos, como lo expresa San Pablo en su Epístola a los Romanos cuando dice que fue elegido para predicar el evangelio del Dios prometido por sus profetas en las Sagradas Escrituras (Rom 1, 1-4). La Biblia cristiana se compone, en su mayor parte, de las “Sagradas Escrituras” judías y de un conjunto de escritos que, al expresar la fe en Cristo Jesús, la ponen en relación directa con ellas. A estos escritos les llamamos “Nuevo Testamento”, expresión correlativa a la de “Antiguo Testamento”, que es como conocemos a las Sagradas Escrituras judías. Con la incorporación del Nuevo Testamento, la Antigua Alianza del pueblo hebreo, se transforma en la Nueva (Cfr. II Cor 3, 6) y Eterna Alianza de los cristianos. “El Nuevo Testamento reconoce la autoridad del Antiguo como revelación divina y no puede ser comprendido fuera de esa relación estrecha con él y con la tradición judía que lo transmite”.2 Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, son para los cristianos Palabra de Dios, no obstante, dentro del mundo cristiano, los católicos quizás hemos estado tradicionalmente algo desligados de una parte de la Biblia, habiendo prestado poca atención al Antiguo Testamento, 2

“El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana” Documento de la Pontificia Comisión Bíblica, 2002.

INTRODUCCION

quizás porque la Reforma luterana usó y abusó de ella. Fue una reacción a la libre interpretación protestante que sirvió para justificar doctrinas que nunca se habían escrito en la Biblia y por eso la Iglesia, en una actitud que hoy llamaríamos paternalista, creyó conveniente la existencia de una serie de condiciones para su lectura, en un intento de evitar que lectores carentes de una cierta formación cayeran en errores. Sin embargo, el Nuevo Testamento ha gozado de mayor atención, puede ser que nos resulte más comprensible o le veamos mayor utilidad adentrarnos en las narraciones de la vida de Jesús, en definitiva el modelo a imitar. La Biblia es la Revelación de lo que Dios le dice a los hombres, pero no podemos olvidar que en el contenido de la Biblia se refleja el contexto social, cultural, geográfico y temporal del momento en que fue escrita. Las narraciones fueron escritas hace más de dos mil años y cuentan hechos localizados en Israel, Egipto y Mesopotamia. Por tanto, será preciso no olvidarse de estas circunstancias concretas, además de tratar de conocer lo más posible el entorno y acontecimientos que rodeaban a los autores humanos del texto. Por la misma razón es conveniente tener algunos conocimientos sobre la geografía de esas zonas y de los principales acontecimientos históricos que allí ocurrieron, todo ello puede ayudar a la comprensión de lo que queremos leer. La lectura del Antiguo Testamento puede generar sorpresa e incluso escándalo en algunos lectores que olvidan que algunos hechos objetivamente malos allí descritos, se muestran para expresar la fidelidad de Dios a su Alianza con los hombres, a pesar de la maldad y de los pecados de éstos. No podemos olvidar que la Biblia fue escrita en hebreo, griego y en algunos casos en arameo, por tanto, nuestra versión vernácula procede de las traducciones de los textos más antiguos en esos idiomas, fundamentalmente del griego, esto nos obliga a buscar una Biblia

ACERCA DE LA BIBLIA

escrita en nuestro idioma que además de ser una buena traducción, esté de acuerdo con el canon del credo que profesamos. Todo lo anterior podría ser aplicable a cualquier libro de historia antigua, pero si nuestra intención al leer la Biblia se queda en la mera erudición no necesitaríamos decir nada más. Pero cuando leemos algo, lo que fundamentalmente queremos es saber lo que nos transmite quien nos escribe; en el caso de la Biblia el autor principal es Dios y no sacaremos el provecho adecuado de su lectura si no estamos en sintonía con Aquel que nos escribe. Cuanta mayor información tengamos de la Biblia mejor será su comprensión, por eso nos ha parecido útil resumir en este trabajo una serie de aspectos que pueden ayudar a facilitarnos su lectura. ¿Qué relación hay entre la Biblia hebrea y la de los cristianos? ¿Cuándo aparece la Biblia en nuestro país? ¿Cuándo se escribieron los distintos libros de los Evangelios? ¿Qué son los Evangelios Apócrifos? ¿Cuál es el texto más antiguo que tenemos de los Evangelios? ¿Y del Antiguo Testamento? ¿De dónde vienen los nombres de Antiguo y Nuevo Testamento? Estas son algunas de las preguntas que podremos contestar con la lectura de estas páginas. Es para nosotros importante destacar que la información que se expone en las siguientes páginas es de tipo descriptivo, no quiere plantear ninguna controversia, es un texto dirigido al público en general, que puede encontrar refundida aquí una información que, en muchos casos, está dispersa por razón de la especialización de los investigadores. Es decir, en estas páginas el especialista no encontrará nada nuevo, sin embargo, para los profanos en el tema, en el sentido secular del término, es decir, aquellas personas que carecen de conocimientos y autoridad en esta materia, puede serles de utilidad lo que aquí se cuenta y generar un interés que les haga mirar la Biblia como lo que es, la forma que Dios ha tenido de hablar a su pueblo. Hemos dividido el trabajo en dos partes, de la misma forma que en dos partes está dividida la Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento.

INTRODUCCION

En la parte correspondiente al Antiguo Testamento, se habla tanto de éste como de las Sagradas Escrituras hebreas, es decir, de lo mismo pero con distinta denominación. La diferencia entre los hebreos y los cristianos se reduce a la forma de denominar y clasificar los libros, mientras que para los judíos el Tanaj se divide en tres grupos, la Ley, los Profetas y los Escritos, para los cristianos la división se realiza teniendo en cuenta los contenidos. La única clasificación que coincide es la de los cinco primeros libros, a los que nosotros llamamos el Pentateuco, en referencia a su número. Los cuatro libros judíos de los Profetas Posteriores se transforman en seis en la Biblias Cristianas, al dividir estas en dos los libros de Samuel y Reyes. Los cristianos los llaman Históricos junto con que los libros de Rut, los dos de Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester y I y II de los Macabeos, mientras los judíos los clasifican a unos de ellos en los Escritos y a otros los denominan libros deuterocanónicos. Parte de los Escritos son llamados por los cristianos Libros sapienciales. Pero insistimos, estas diferencias y algunas otras existentes que mencionaremos en su momento, sólo son fundamentalmente de clasificación, no afectan al contenido, salvo pequeñas excepciones. Los métodos de clasificación en ambas religiones han atendido a diferentes criterios. Evidentemente esa duplicidad no existe con el Nuevo Testamento, que es privativo de los cristianos y de unos judíos que creen que Jesús (Yeshúa) fue el Mesías que esperaba el pueblo israelita, los judíos mesiánicos. Estos judíos, que no son reconocidos como tales por los propios judíos, pero que tampoco son cristianos, reconocen el Nuevo Testamento (B'rit Hadashah) como libro Sagrado. Además del Pentateuco o Toráh, como le denominan los judíos, existe una tercera versión, la de los samaritanos, que tiene pequeñas diferencias con las anteriores y que fue adoptada por los habitantes de Samaria al escindirse de la ortodoxia judía.

ACERCA DE LA BIBLIA

Estas diferencias se centran fundamentalmente en el cambio del Monte Moriah por el de Garizin, como lugar destinado por Dios para la edificación del Templo. Entre otras peculiaridades, los samaritanos solamente adoptan el Pentateuco como libro sagrado, consideran que el único Profeta es Moisés y que el centro de culto no está en Jerusalén sino en la Montaña de Garizin. 3 La Biblia es el libro del que se han realizado más ediciones -en la actualidad se ha traducido a 405 idiomas- y del que se han estudiado hasta los más mínimos detalles, por ejemplo, datos que podrían ser clasificados de normales, como que tiene 1.328 capítulos con un total de 40.030 versículos; pero también otros que podrían entrar dentro de lo que es pura anécdota, como saber que en el texto original hay 773.692 palabras y que contiene 3.566.480 letras o que la palabra Yahvé, aparece 6.855 veces y que el salmo 117 se encuentra justo en la mitad de la Biblia. Para aquellos lectores que quieran ampliar los temas que aquí se tratan, al final cada una de las dos partes en que se divide libro se ha incluido una pequeña bibliografía en castellano. Realmente la bibliografía es extensísima y más aún si incluimos textos en inglés u otros idiomas. Nosotros solamente hemos hecho referencia a ediciones en castellano. En vez de utilizar notas a pie de página para ampliar datos de algún personaje, hemos incluido en los Anexos un índice onomástico. Cuando detrás del nombre de una persona se incluye (*) indica que en el Índice Onomástico podemos encontrar más datos sobre ella.

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Para más detalles véase Luis Fernando Girón Blanc, “La versión samaritana del Pentateuco”, en Narraciones Bíblicas de la Creación (Edición y estudio comparativo), Colección ‘Anejos de ‘Ilu Revista de Ciencias de las Religiones’, nº VII, Madrid 2002. Págs. 75-82.

EL ANTIGUO TESTAMENTO

La Biblia Hebrea El Antiguo Testamento, común para judíos y cristianos y el Nuevo Testamento, continuación de la Revelación de Dios a los hombres, conforman la Biblia, nuestro libro Sagrado, el libro por excelencia. En el lenguaje habitual de los católicos no se hace referencia a la Biblia en su globalidad, es más corriente al citar algún texto identificarlo como perteneciente a uno u otro Testamento. Otras confesiones religiosas que también tienen a la Biblia como libro sagrado no suelen hacer estas distinciones, hablan genéricamente de la Biblia, de la misma forma que los judíos hablan de la Biblia (para ellos Tanaj) como algo propio. Esta forma de expresarse identifica, en cierta manera, las creencias del lector, puesto que son varias las confesiones religiosas que tienen a la Biblia como sustento de lo que Dios les dice. Por eso cuando se habla de la Biblia (biblioteca en griego, βιβλια, Biblia) se debería concretar a que Biblia nos estamos refiriendo, no es igual la Biblia hebrea que las Cristianas y dentro de éstas las Católicas y las Protestantes. Aunque para todas las confesiones la Biblia es la Palabra de Dios, para judíos y protestantes es la única Palabra de Dios, y en consecuencia única guía en todos los asuntos de fe y práctica religiosa, sin embargo, para los católicos, sin perder esta procedencia divina, no es la única fuente de la Revelación de Dios a los hombres, puesto que la Iglesia Católica considera que también la Tradición es fuente de Doctrina.

ACERCA DE LA BIBLIA

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Pero si hacemos referencia a su contenido, es decir, a los diversos libros que la componen, la diferencia cuantitativa entre la Biblia judía y la cristiana, o más exactamente entre la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento de las Biblias católicas, es que en éstas últimas se incluyen siete libros, llamados Deuterocanónicos, que no fueron aceptados por algunos judíos en la antigüedad y por ningún judío en los momentos actuales. Estos libros, denominados Apócrifos por los protestantes, que tampoco los incluyen en sus Biblias como más tarde veremos, son Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y I y II Macabeos. La Biblia católica, respecto a la hebrea, además de diferenciarse en el número de libros también lo hace en la clasificación de éstos. Estas diferencias se refieren a la totalidad de los libros en su conjunto, puesto que individualmente considerados no existen diferencias sustanciales de contenido entre unas Biblias y otras, pudiendo existir solamente pequeñas diferencias en algún caso concreto, como el conocido añadido de Lutero (1483-1546) en la Epístola a los Romanos o los últimos capítulos del Libro de Ester. La razón por la que algunos judíos, concretamente los de Palestina, no aceptaban los libros Deuterocanónicos como sagrados fue debido a que en el Concilio de Jamnia4 se establecieron una serie de criterios para determinar que libros eran aceptados dentro del Canon. Fundamentalmente fueron criterios aparentemente circunstanciales como que los libros hubiesen sido escritos en hebreo, antes del año 400 a. C. y en Palestina. 4

El primero en hablar de un “concilio de Jamnia” fue Heinrich Grätz en 1871 al decir que en Jamnia la sinagoga decidió cerrar definitivamente su canon de las Escrituras. A la caída de Jerusalén en el año 70 se logró establecer en Jamnia, cuidad situada a 16 Km. al sur de Judá, cerca de la actual ciudad de Yebna, una especie de escuela o academia rabínica. Sin embargo, desde la década de 1960 a la actualidad S. Z. Leiman, basándose en los trabajos de J. P. Lewis y otros especialistas, opinan que no existió realmente ningún concilio en el que los judíos fijaran el canon de sus Escrituras, ya que estas discusiones se prolongaron hasta años bastante posteriores.

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LA BIBLIA HEBREA

Sagradas Escrituras Bereshit Shemot Vayikra Bamidbar Devarim

Profetas anteriores

Toráh (La Ley)

Tanaj

Josué

Shoftim

Jueces

Shemuel

Yeshayahu Yirmiyahu Yejezkel Hoshea Yoel Amós Obadyah Yona Mija Najum Javakuk Tzefania Haggai Zejaria Maleakis

Trei Asar (Los Doce)

Profetas posteriores

Nebiim (Los Profetas)

Génesis Éxodo Levítico Números Deuteronomio

Yehoshúa

Melajim

Ketubim (Los Escritos)

Correspondencia A. T.

Tehilim Mishlei Iyovt Shir Hashirim Rut Eijá Kohelet Esther

I Samuel II Samuel I Reyes II Reyes Isaías Jeremías Ezequiel Oseas Joel Amós Abadías Jonás Miqueas Nahum Habacuc Sofonías Ageo Zacarías Malaquías Salmos Proverbios Job Cantar de los Cantares Rut Lamentaciones Eclesiastés Ester

ACERCA DE LA BIBLIA

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Daniel Ezra y Nejemiah Divrei Hayamim

Daniel Esdras Nehemías I Crónicas II Crónicas

Los libros rechazados incumplían algunos de esos criterios, como por ejemplo, el Libro de Judit que fue escrito en arameo y el Libro de Baruc que fue redactado en Babilonia. La Biblia judía o Sagrada Escritura, se divide, como podemos ver en el cuadro anterior en tres grupos, Toráh, Nebiim y Ketubim, es decir la Ley, los Profetas y los Escritos, recibiendo en su conjunto el nombre de Tanaj, acrónimo formado por las iniciales hebreas de cada una de las partes que la componen. Esta división se cree que fue establecida en la Mishná.5 En el prólogo que se incluyó alrededor del año 132 a. C. al Eclesiástico, encontramos que se menciona “la Ley, los Profetas y otros que los han sucedido”. Los libros de la Toráh6 reciben sus nombres de la primera palabra sobresaliente de cada libro. Sin embargo, los nombres utilizados para estos libros en las Biblias cristianas no son las traducciones del hebreo, sino del nombre en griego de la traducción llamada de los Setenta, así por ejemplo el libro del Éxodo es denominado por los judíos “Nombres” (Shemót) y el Levítico “Y llamó” (Vayikra). La Toráh, está compuesta por los cinco libros mosaicos: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio y contiene el conjunto de 613 mitzvot (preceptos) del Judaísmo, de los cuales, 248 son obligaciones y 365 son prohibiciones.

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Como más tarde se verá, la Mishná es el conjunto de seis libros que contienen comentarios a la Toráh. Los comentarios que complementan a la Mishná se incluyen en la Guemará. Ambos, Mishná y Guemará forman el Talmud. 6 Palabra hebrea que significa enseñanza, instrucción. En su sentido más amplio se utiliza habitualmente para designar a la totalidad de la revelación y enseñanza divina al pueblo de Israel. En un sentido más restringido se refiere únicamente al texto de los cinco primeros libros de la Biblia.

LA BIBLIA HEBREA

A estos cinco libros que llamamos Pentateuco, también los judíos los denominan Jumash (los cinco) y los dividen en 54 secciones llamadas "Sidrot" o "Parashot". Cada parte es leída el sábado por la mañana durante los Servicios, consiguiéndose de esta forma que sea leído completamente hasta el final durante el año Judío.7 Los Profetas se subdividieron en Profetas Anteriores y Profetas Posteriores, dentro de los cuales se incluyen los doce profetas menores, (los hebreos los consideran todos como un solo libro). Los Escritos abarcan todos los libros restantes de la Biblia hebrea. El Tanaj dependiendo del Canon (conjunto de libros que la forman) que se considere, es decir, el palestinense o el alejandrino, tienen diferente numero de Libros. Flavio Josefo(*) en su obra, “Contra Apión”, que el historiador judío escribió en el año 100 d. C., habla de veintidós libros que eran considerados como divinos, señalando cinco de Moisés, trece de los Profetas y otros cuatro libros que contenían libros de alabanza a Dios, sin embargo, el cuarto libro de Esdras, un apócrifo del Antiguo Testamento, escrito a final del siglo I d. C., habla de veinticuatro libros, en realidad los dos dicen lo mismo porque Josefo(*) une el libro de los Jueces con el de Rut y el de las Lamentaciones con el libro de Jeremías. En el siglo II d. C., el Talmud nos da la misma cifra de veinticuatro libros, lo cual nos indica que en esa época ya estaba cerrado el Canon de los libros judíos. La Biblia de los Sesenta, escrita en griego, conocida también como Alejandrina o Septuaginta, además de los libros protocanónicos, es

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En Palestina se dividió la Toráh en 155 porciones y se tardaba tres años en leer completamente los cinco Libros de la Toráh. En algunas comunidades se dividió en 175 porciones, de modo que tardaban tres años y medio en completar el ciclo de lectura. En Babilonia fue dividida en 54 porciones que correspondían al número de semanas del año embolismal (año bisiesto de 13 meses). Esta división llegó a ser la norma halájica (del hebreo halajá, Ley judía) aceptada por los judíos en todas partes.

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ACERCA DE LA BIBLIA

decir, los veinticuatro libros a los que nos estamos refiriendo, recoge los siete libros deuterocanónicos mencionados al inicio. La Septuaginta consideró como libros independientes los doce libros (Trei Asar) correspondientes a los profetas menores, dando como resultado que el total de libros de la esta traducción griega era de treinta y cinco, además los siete deuterocanónicos, en vez de los veinticuatro que se indicaba más arriba. (Véase el cuadro anterior). Cabria preguntarse qué opinaban antes del Concilio de Jamnia los judíos de Palestina en relación con los libros deuterocanónicos. Como siempre las opiniones son variadas, algunos autores sostienen que en realidad existía un Canon breve que no incluía estos siete últimos libros; otros creen que existía un solo Canon y que tanto palestinos como alejandrinos lo aceptaban, aunque más tarde los fariseos rechazaron los libros deuterocanónicos. Finalmente, la opinión que se acepta como más probable es que existiera un doble Canon, el Canon breve para los judíos de Palestina y un Canon más extenso para los judíos alejandrinos. No se tiene certeza de la autoridad que decretaba que libros eran Sagrados o no. Existen autores que piensan que era la clase sacerdotal y más concretamente el Sumo sacerdote el que ejercía este tipo de vigilancia, otros opinan que eran los profetas los que gozaban de autoridad para juzgar si un libro era inspirado. Se ignora también cuando fue cerrado el Canon judío, para unos seria en tiempos de Esdras (458 a. C.), el sacerdote-escriba y líder religioso, apoyado por Nehemías (445 a. C.), opinión que se basa en lo que cuenta Josefo(*) en su obra “Contra Apión”. Josefo(*) expresa su convicción, probablemente basada en la tradición, de que las escrituras de los hebreos palestinos formaban una colección cerrada y sagrada que data de los días del rey persa Artajerjes Longiamanus (465-425 a. C.), un contemporáneo de Esdras. Para otros autores la fecha de conclusión del Canon judío seria la época de los Macabeos, en el siglo II a. C. No obstante, existen documentos que atestiguan que casi todos los libros estaban reunidos

LA BIBLIA HEBREA

en colecciones y eran considerados sagrados después del destierro (año 586 a. C.). El libro del Eclesiástico, escrito en hebreo en Palestina por Jesús, hijo de Sirac, hacia el año 180 a. C. y traducido al griego en el año 130 a. C. por su nieto, contiene un prologo añadido por este último, en el que hace referencia que su abuelo Jesús ben Sirac “se dio mucho a la lección de la Ley, de los Profetas y de los otros libros patrios” es decir, existe certeza de que en esa época los Libros Sagrados estaban divididos en tres grupos, siendo muy probable que la Ley y los Profetas estuvieran completamente cerrados. No se sabe que colección de Libros Sagrados fue aceptada por Jesús, de lo que sí hay evidencias es que en el Nuevo Testamento se incluyen unas trescientas cincuenta citas del Antiguo, de las cuales unas trescientas corresponden al texto de los Setenta, de lo que se puede deducir que los evangelistas utilizaron esa traducción de la Biblia Hebrea y en consecuencia admitían como canónicos e inspirados todos los libros contenidos en ella.

¿Quien escribió el Antiguo Testamento? Como veremos más tarde, los autores humanos del Nuevo Testamento están más o menos identificados. No ocurre así con los redactores del Antiguo; la mayor lejanía en el tiempo y la gran cantidad de años transcurridos en su elaboración impiden, en muchos casos, conocer la persona o las personas que son responsables de los textos. El Nuevo Testamento lo forman 27 libros y se escribió en un periodo de tiempo de unos setenta años, los que van desde el año 50 al 120 y el número de personas se podría decir que está limitado a solamente siete,8 sin embargo, la redacción del Antiguo Testamento que consta 8

Hay dudas de sí la Carta los Hebreos fue escrita por San Pablo. Con relación a las cartas de Pablo solo hay certeza de que él fue el autor de siete de ellas, Romanos, las dos a los Corintios, Gálatas, Filipenses, primera a los Tesalonicenses y Filemón.

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ACERCA DE LA BIBLIA

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de 46 libros (24 en expresión hebraica), se realizó en más de mil años, en una época en que los datos históricos son confusos o inexistentes. Desde el Génesis, primer libro de la Biblia atribuido a Moisés, hasta la redacción del Eclesiástico, que como acabamos de decir es del año 180 a. C., muchos son los autores de los textos Sagrados. Más aún si incluimos los libros Deuterocanónicos, pues los dos libros de los Macabeos y el Libro de la Sabiduría, como veremos más adelante, se escribieron después del 180 a. C. Es más, si tenemos en cuenta que en pocas ocasiones aparece el nombre de quien lo escribió y que en otras, la tradición los ha atribuido a personajes importantes, es difícil saber con certeza el nombre de quién compuso algunos libros en concreto. Si a esto añadimos que durante la época de la formación de la Sagrada Escritura no había un concepto individualista de escritor, al considerarse que la composición de un libro tenía una dimensión comunitaria y un marcado sentido social, se acrecienta la dificultad. Como se puede observar no hemos querido utilizar hasta ahora el concepto autor, puesto que en ultima instancia el autor de la Biblia es Dios o dicho con una expresión litúrgica habitual la Biblia es Palabra de Dios. A continuación se detalla el contenido de las diferentes clasificaciones que se hacen en las Biblias cristianas, formando un conjunto de cuarenta y seis libros, en vez de los veinticuatro que incluyen las Biblias hebreas. La Ley

Narran el origen del pueblo judío y contienen el conjunto de leyes por las que tienen que guiarse los judíos en su vida pública y privada. Definen como debe ser el culto y dan normas morales. Contiene, los cinco libros conocidos como el Pentateuco, es decir, Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

LA BIBLIA HEBREA

Históricos

Poéticos y de Sabiduría

Profetas

Relatan la historia del pueblo de Israel. Describen las guerras en las cuales Dios ayuda a su pueblo. Como Israel se divide y vuelve a unirse con los Macabeos. De cómo va evolucionando el concepto de Alianza, la adoración a dioses falsos y de cómo Dios los castigó. Se incluyen los siguientes libros: Josué, Jueces, Rut, I Samuel, II Samuel, I Reyes, II Reyes, I Crónicas, II Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester, Tobías, Judit, I Macabeos y II Macabeos Estos libros son un canto a la grandeza de Dios, de su misericordia, de su lealtad hacia el hombre y de su sabiduría. Hay poemas y cánticos que alaban a Dios por su bondad, su poder y su gloria. Son los libros de Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduria y Eclesiástico. Su contenido nos muestra la predicación y la actuación de los Profetas. Los profetas son el medio que Dios utiliza para hablar a los hombres. Se dividen en Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Baruc, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel. Y Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

Para situarnos en el contexto histórico en el que se escribió el Antiguo Testamento, puede ser útil el resumen que se presenta a continuación y que también se incluye en los Anexos en forma de cuadro, en los que se muestran las diferentes etapas de la historia de Israel en conexión con los libros que la narran.

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También seria conveniente consultar la relación cronológica de los hechos más importantes de la historia de Israel que se incluye en los Anexos. La Biblia comienza con el Libro del Génesis, que en sus once primeros capítulos se dedican a describir la Creación, sin ningún hecho histórico contrastable. El periodo patriarcal que abarca desde los años 1850 a 1250 a. C., se relata en los capítulos 12 al 50 del Génesis. Abraham baja a Canaán. Jacob y sus hijos en Egipto. Estos dos periodos podemos denominarlos proto históricos, pues no existe ningún tipo de información ajena a la Biblia que nos permita contrastar los hechos que allí se narran.. El periodo del Éxodo (1250-1200) se relata en los otros cuatro libros del Pentateuco, siendo los hechos más destacados la salida del pueblo hebreo hacia Canaán dirigidos por Moisés, la Alianza en el Sinaí y la marcha por el desierto. El periodo de la conquista de la tierra se describe en los Libros de Josué y Jueces. Las guerras cananeas tienen lugar alrededor del año 1050 a. C. El periodo de la monarquía unida que comienza con el primer rey Saúl (1040-1010) sigue con David (1010-970) y termina con el Rey Salomón (970-930) lo encontramos en los Libros de Samuel, Reyes y Crónicas. En ellos se describe la división del gran reino de Salomón en el año 922 en dos reinos independientes, Israel al Norte y Judá al Sur. Las divergencias entre los dos reinos siguen narrándose en los libros de Samuel, Reyes y Crónicas. En esta etapa hasta el Exilio, hacen aparición los Profetas que tratan de reconducir al pueblo hacia su Dios, como podemos ver en los libros de Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Históricamente en esta etapa acontecen los siguientes hechos, el Reino del Norte entre los años: 930-721, dinastía de Omrí (885-841), dinastía de Jehú (841-735) que coincide con el periodo de máximo esplendor. Influjo idolátrico cananeo. Se narra la expansión de Siria en el año 721

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y la caída y fin del reino. La guerra sirio-efrainita. Decadencia Asiria. Reforma de Josías y la caída de Jerusalén. El exilio en Babilonia desde el año 587 al 538 lo describe el Libro de Ezequiel, el de Abdias y los capítulos 40 al 55 de Isaías. El edicto de rey Persa Ciro en el año 538 que permite la vuelta del destierro y la restauración del Templo lo podemos seguir por los Libros de las Crónicas y por los capítulos 56 al 66 de Isaías. En esta época podemos decir que surge un nuevo judaísmo con el descubrimiento del Deuteronomio en unas obras del Templo y el posterior desarrollo la escuela sapiencial y la recopilación de los escritos antiguos (538-331). Esta época denominada Periodo de la Restauración la completan los libros de los profetas Esdras, Nehemías, Ageo, Zacarías, Malaquías y Joel y en los Proverbios, Job, Eclesiastés, Ruth y Jonás. En los trecientos años anteriores a la vida de Jesús, el territorio judío pasa por el dominio de los griegos y los romanos. El dominio de los seléucidas, la persecución de Antioco IV, la rebelión de los Macabeos y el dominio romano que se inicio en el año 63 a. C. está narrado en los Libros de los Macabeos, Tobías, Ester, Judit, Eclesiástico, Cantar de los Cantares, Daniel y Sabiduría. Con el mismo fin de situar los hechos en relación con los textos, pero refiriéndonos al Nuevo Testamento, puede verse en los Anexos una relación cronológica de los hechos acaecidos en los primeros años del cristianismo.

El Pentateuco A pesar de que la primera referencia histórica sobre la existencia del pueblo de Israel la tenemos en La Estela de Merenptah, también llamada Estela de la Victoria o Estela de Israel, en la que el faraón Merenptah conmemora su campaña militar en las tierras de Canaán en los años 1210 a. C., los hechos que hemos relacionado y el resto que se incluyen en la Biblia fueron considerados históricos, no existiendo, ni

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entre los judíos ni cristianos, la más mínima duda de que, por ejemplo, el autor del Pentateuco era Moisés. La historicidad de la Biblia fue un tema incuestionable, hasta que con la llegada del racionalismo en el siglo XVII todo se cuestionó. Como más tarde veremos en el apartado “Críticas a la historicidad de la Biblia”, esta autoría y otros muchos aspectos de la Biblia, se han puesto en duda. En el llamado Siglo de las luces, con el predominio de la razón sobre otros valores, se cuestionaron las ideas y se reexaminaron a la luz de esta nueva metodología todas las cosas, incluida la Biblia. Las diferencias de estilo, de léxico y repetición de pasajes, que los estudiosos e investigadores encontraron en la Biblia propiciaron el cuestionamiento de la personalidad de los escritores bíblicos y concretamente se piensa que los autores reales diferían de los que tradicionalmente se venían asignando. En el caso concreto del Pentateuco se comienza a decir que los autores fueron varios, basándose sobre todo en la utilización del nombre de Dios.9 Es verdad que en unas partes se utiliza el termino Yahvé y en otras Elohim, no mezclándose nunca, lo que hizo suponer que existían varios autores que nombraban a Dios por apelativos distintos. En la hipótesis documentaria de Wellhausen, que más tarde enunciaremos, se reconocen en el texto cuatro fuentes distintas, que habrían sido objeto de síntesis por redactores tardíos de la época del cautiverio de Babilonia, obteniéndose la versión que conocemos actualmente.

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Además del nombre propio Yahvé, los hebreos tenían tres nombres comunes para Dios; El, Elohim y Eloah; Elohim es una forma en plural, pero los lingüistas lo llaman plural de majestad o rango, o de abstracción, o de magnitud. Elohim ha sido explicado como una forma plural de Eloah o como un plural derivado de El. Yahvé aparece más de seis mil quinientas veces en el Antiguo Testamento, mientras que todos los nombres comunes de Dios en conjunto no aparecen ni la mitad de las veces. El nombre Elohim se encuentra 2.570 veces; Eloah, 57 veces (41 de ellas en el Libro de Job), El 226 veces.

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Pero a este tema le prestaremos atención más adelante. Siguiendo esta fase descriptiva, digamos que el Pentateuco es la parte del Antiguo Testamento más conocida por los católicos en general y probablemente, dentro de el, los libros del Génesis y Éxodo. El Pentateuco podríamos dividirlo en dos grupos, los dos libros citados y los otros tres, Levítico, Números y Deuteronomio, porque en el Génesis y en el Éxodo se describe la intervención de Dios en la Creación y la historia del nacimiento del Pueblo de Dios y los otros tres forman una unidad temática, donde se describe la legislación hebraica. En los cincuenta capítulos del Génesis, los primeros once, como ya se ha comentado, se describe la Creación, pero curiosamente existen dos relatos de la misma. En el capitulo primero se describe el relato sacerdotal de la Creación en la que se dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1, 26). Se denomina sacerdotal porque se supone que fue escrito por un grupo de sacerdotes judíos del siglo VI a. C. En el capitulo segundo se nos presenta la Creación según la denominada fuente yahvista, porque sus autores, probablemente del siglo X a. C., llaman a Dios con el nombre de Yahvé. Vemos pues que la versión que se presenta en segundo lugar realmente fue la que se escribió primero. Si comparamos los dos relatos observaremos que existen diferencias sustanciales entre ambos, en el yahvista del capitulo segundo, Yahvé crea solo al varón y después de él crea a la mujer, lo primero que crea es al hombre y más tarde las plantas, los animales y finalmente la mujer, en un solo día. Sin embargo, en la versión sacerdotal del capitulo primero, Dios crea el mundo en seis días y luego descansa el séptimo, el hombre y la mujer son creados simultáneamente y en ultimo lugar, después de haber creado las plantas y los animales.

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Si son correctos los supuestos de los estudiosos, entre estas dos versiones existen cuatro siglos de diferencia y su redacción se realizó teniendo en cuenta las circunstancias concretas de los momentos en que se escribieron. Probablemente cuando se hizo una recopilación del Génesis se encontraron con dos relatos de la Creación y decidieron incluirlos los dos, dando preferencia al que se había escrito más tarde, porque quizás exponía una idea de Dios más de acuerdo con el sentir del momento. Estos once primeros capítulos se completan con la caída de Adán y Eva y la historia de Caín y Abel (Caps. 4 y 5), el Diluvio (Caps. 6-10) y la Torre de Babel (Cap.11). Continua el Génesis la narración con los orígenes del pueblo de Israel, contando la vida de los Patriarcas; Abraham (Caps. 12 al 25), Isaac (Caps. 26 al 27), Jacob (Caps. 28 al 36) y José (Caps. 37-50). Todos ellos son personajes conocidos, no obstante mencionemos, como recordatorio, una pequeña referencia sobre ellos. Abraham, Padre de todas las naciones, obedeció al Señor al salir de su tierra Ur y Dios le promete una descendencia numerosa y le asegura que sus descendientes recibirán la tierra de Israel en herencia. Volvió a obedecerlo cuando el Señor le pidió el sacrificio de su hijo Isaac, fruto de la confianza en Yahvé cuando este le prometió un heredero, a pesar de la avanzada edad y esterilidad de su mujer Sara. Isaac se casó con Rebeca, la hija de Bathuel, y tuvieron dos hijos mellizos, Esaú y Jacob. Esaú, el primogénito, fue el amado de Isaac, mientras que Jacob era el favorito de Rebeca. Jacob se quedó con el derecho de primogenitura y recibe la bendición paterna con la complicidad de su madre. Dios le cambia su nombre por el de Israel. Jacob se casó con Lía y Raquel, las hijas de su tío Laban, para quien trabajó durante muchos años, que junto a sus esclavas, Zilpá y Bilhá, le dieron doce hijos, que se convertirían en los Patriarcas de las doce tribus de Israel. Lía dio a luz a Isacar, Judá, Leví, Rubén, Simeón y Zabulón; Raquel, a José y Benjamín; Zilpá a Gad y Aser, y Bilhá a Dan y Neftalí.

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La historia de José es muy conocida, era el undécimo hijo de Jacob, su madre Raquel era la mujer amada por Jacob y como consecuencia de ello, el más querido por su padre, lo que produjo la envidia de sus hermanos que lo vendieron a unos mercaderes, convirtiéndose con el paso del tiempo en un alto personaje en la corte egipcia. El segundo libro del Pentateuco es el Éxodo, quizás es el más importante del Antiguo Testamento porque en el se incluyen los acontecimientos históricos del nacimiento de Israel como pueblo de Dios. Sin ninguna duda el personaje central es Moisés, que elegido por Dios saca a su pueblo de la esclavitud de Egipto. La Alianza que se establece entre Dios y Moisés es lo que convierte a Israel en Pueblo de Dios (Cfr. Ex 19, 3-8). Los siguientes tres libros del Pentateuco contienen las normas que tiene que seguir un buen judío, en el Levítico se indican las leyes litúrgicas o de culto, lleva este titulo porque el sacerdocio era ejercido por los miembros de la tribu de Levi. Los elementos más importantes del culto judío fueron el Templo, los sacrificios, la oración y las fiestas. Como sabemos el Templo fue destruido dos veces, la primera en el año 587 por Nabucodonosor y la segunda por Tito en el año 70 d. C. El libro de los Números recuerda la peregrinación del pueblo en el desierto y tiene este nombre porque empieza con el censo de los hijos de Israel. El Deuteronomio contiene en su mayor parte las leyes relativas a la conducta moral, esta estructurado en forma de tres discursos de Moisés a los israelitas en tierras de Moab. Actualmente no se puede atribuir su autoría a Moisés, como anteriormente había sido fijada por judíos y cristianos. El Deuteronomio es un sumario de textos escritos en diferentes épocas procedentes de diversas fuentes. Su nombre fue adoptado por la traducción de la Biblia de los Sesenta, “déuteros nómos” significa en griego “segunda Ley” por oposición a

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la “primera Ley” recibida por Moisés en el Monte Sinaí, los judíos lo denominan “Devarim” que significa “Palabras”.

Profetas anteriores Siguiendo la clasificación judía de la Biblia, el siguiente libro después del Pentateuco es el de Josué, sucesor de Moisés. También lo es en las Biblias cristianas pero su clasificación es diferente y en este caso está considerado como el primer libro de los Libros Históricos. Josué es mencionado en el libro del Éxodo por su valor en la batalla contra los amalecitas “Después vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Refidím. Moisés dijo a Josué: “Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios” (Ex 17, 8-10). Josué hizo lo que le había dicho Moisés y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Josué es uno de los hombres enviados por Moisés a explorar la tierra de Canaán según se menciona en el de los Números “Estos son los nombres de las personas que envió Moisés a explorar el país. Y a Oseas, hijo de Nun, Moisés lo llamó Josué” (Nu 13, 16) que significa “Yahvé es salvación”. Josué pertenecía a la tribu de Efraín. A pesar de aparentar ser un libro histórico que narra la conquista de la Tierra Prometida (Jos 1-12) y el reparto que se hace entre las distintas tribus (Jos 13-21), contiene demasiadas inexactitudes para darle esta categoría. Los tres últimos capítulos (22-24) dan cuenta de la asamblea de Siquem –donde todas las tribus renuevan la Alianza- y de las disposiciones de Josué. Realmente es un libro religioso que muestra como Yahvé es fiel a sus promesas y protege a los hebreos cuando estos lo respetan y cumplen sus mandamientos. En cuanto a su autoría, los críticos modernos le dan el mismo tratamiento que al Pentateuco, habiéndose incluso creado, a partir de la

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mitad del siglo XIX, el término Hexateuco para denominar a los seis libros formados por el Pentateuco y el libro de Josué. No fue este el criterio de los samaritanos, puesto que ellos no lo incluyen en su Pentateuco.10 Los católicos están divididos, muchos de los Padres Apostólicos11 asumen que el autor es Josué; aunque siempre hay católicos que asignan el trabajo a alguien que vivía poco después de la muerte de este gran líder. El séptimo libro de la Biblia Hebrea y segundo de los Profetas Anteriores del canon hebreo es el Libro de los Jueces, que narra la historia de los hechos que sucedieron en Israel entre la época de Josué y la de Samuel. El narrador no relata la historia como lo haríamos hoy en día, puesto que no sigue un orden cronológico. El historiador de Jueces tiene realmente una intención épica y como objetivo, el presentar que cuando Israel se aleja de Yahvé por la idolatría, Yahvé permite que los enemigos lo derroten. Se considera que el escritor de Jueces fue con probabilidad el profeta y el último juez Samuel, el cual pudo utilizar documentos preexistentes, siendo probable que su redacción fuese anterior a los últimos años del rey Saúl, que había sido precisamente ungido como rey por Samuel como respuesta al clamor del pueblo de Israel. En esta época, en la que el pueblo de Dios no está consolidado como nación, Dios hace intervenir a los jueces, que son llamados así porque eran instrumentos de la justicia divina para salvar al pueblo de los enemigos que les acechaban.

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Samaria es la región situada entre Galilea y Judea cuyos habitantes se separaron de la ortodoxia judía. Su ciudad santa es Siquem o Sicar (actualmente Nablus). 11 Reciben el nombre de Padres Apostólicos los autores cristianos de fines del siglo I y principios del siguiente, que representan el testimonio escrito más antiguo después del Nuevo Testamento. Entre ellos se incluyen Clemente de Roma, Ignacio de Antioquia, Papías de Hierápolis, Policarpo de Esmirna.

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Durante este periodo, que duró unos trescientos cincuenta años, Yahvé nombró a once jueces que van apareciendo a lo largo del libro, así por ejemplo, en el capitulo tercero se ve como el Señor nombra a Otoniel y a Aod. Los jueces más conocidos son la profetisa Débora (Caps. 4 y 5), Gedeón (Caps. 6-9) y Sansón (Caps. 13-16). El cántico de Débora del capitulo quinto es uno de los pasajes más antiguos de la Biblia, es un poema que celebra la victoria sobre el jefe cananeo Sísara. Exalta el poder de Dios que defiende a sus hijos y la valentía de las seis tribus que participaron en el combate: Efraín, Benjamín, Manasés, Zabulón, Isacar y Neftalí. Los dos siguientes libros de la Biblia Hebrea son Shemuel y Melajim, es decir, Samuel y Reyes. En las Biblias cristianas ambos están divididos en dos partes, formando un total de cuatro libros. Esta misma separación aparecía ya en la traducción de la Septuaginta, donde se les designa como primer, segundo, tercer y cuarto libro de los Reinos. Denominación que se mantiene en la primera versión de la Vulgata, donde se llama a los dos libros de Samuel primero y segundo de Reyes, señalando como tercero y cuarto de Reyes a los que nosotros nombramos como primero y segundo de Reyes. Los dos libros de Samuel constituyen la principal fuente de la historia de Israel durante los siglos XI y X a. C., continuando con la narración histórica donde la dejó el libro de los Jueces. Samuel se destacó por ser el guía espiritual de la nación durante la opresión filistea. Sus grandes objetivos fueron mantener las tradiciones religiosas de Israel y salvaguardar viva la fe en el Señor, sin dejar de estimular el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. A pesar de instaurar la realeza en la persona de Saúl, siempre afirmó que por encima de la autoridad del rey estaba la Palabra del Señor. En los libros de Samuel sobresalen tres figuras, Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel ungido por él y David, el elegido del Señor.

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La narración de los hechos puede dividirse en tres partes principales, los que acaecieron en el periodo desde el nacimiento de Samuel hasta que ungió a Saúl como primer rey hebreo (I Sm 1, 7); los acontecimientos que se produjeron durante el reinado de Saúl (I Sm 8, II Sm 1) y los sucesos que ocurrieron durante el reinado de David (II Sm 2, 24). En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes. La tradición talmúdica considera a Samuel autor del primero de los libros que llevan su nombre. El capítulo de la obra que relata los sucesos que tuvieron lugar después de su muerte, se considera fruto del trabajo de los profetas Gad y Natán, ambos consejeros del Rey David. Natán aparece en la Biblia en el segundo libro de Samuel en un dialogo con el rey David, en el que éste le expresa su deseo de construir un templo para albergar el Arca de la Alianza. Yahvé le dice a Natán que será el descendiente de David, su hijo Salomón quien lo haga “El me construirá una casa y yo, por mi parte, afirmaré su trono real para siempre.” (II Sa 7, 13). Por lo general, los especialistas modernos coinciden en que los libros son obras compuestas por varios autores que recurren a fuentes muy distintas. Los libros de los Reyes continúan con la historia del pueblo hebreo, comenzando con el reinado de Salomón, que fue el periodo con mayor esplendor de toda la época monárquica y llega hasta el momento en que el pueblo israelita vivió sus instantes más dramáticos, la invasión de Jerusalén en el año 586 a. C. por las tropas de Nabucodonosor, el fin de la dinastía davídica 134 años después de que Samaria hubiese caído en poder de los asirios y la deportación a Babilonia. A la muerte de Salomón el Reino se dividió en dos, el del Norte, Israel, al principio con capital en Siquem y finalmente en Samaria, comprendía casi 10 tribus, Efraín, Manases, Rubén, Gad, Dan, Neftalí, Aser, Zabulón, Isacar y parte de la de Benjamín.

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Israel tuvo 19 Reyes de 9 dinastías distintas, comenzando con Jeroboam, hasta que fueron exilados a Nínive el año 722 a. C. El del Sur, Judá, con capital en Jerusalén, con 19 Reyes todos de la misma dinastía, descendientes de David, hasta que fueron exilados a Babilonia el año 586 a. C. por los asirios, que destruyeron Jerusalén y quemaron el Templo. La inspiración y canonicidad del libro de los Reyes no ha sido nunca puesta en duda ni por los judíos ni por cristianos. Históricamente algunos de los datos que se incluyen en el libro de los Reyes se han comprobado. La estela de Mesa, descubierta en el año 1868 por F. A. Klein, un misionero alemán de origen francés, cerca de Dibán (Jordania) y traducida por el investigador francés Charles Clermont-Ganneau (1846-1923), contiene 34 líneas de caracteres labrados que se pensaban eran hebreos y que posteriormente se comprobó que eran moabitas, una lengua muy parecida al hebreo. El gobierno francés pretendió comprar la piedra a los árabes, pero previamente éstos la rompieron, aunque se pudieron recuperar casi todos los fragmentos. Actualmente se encuentra expuesta en el Museo del Louvre. El bloque de piedra de basalto de 1,13 por 0,70 m., fue erigido por el rey moabita Mesa en el año 850 a. C., para dar gracias a su dios Kemós, por la victoria que había logrado contra Ahab y Joram, reyes de Israel, que le tenía sometido. Esta batalla se cuenta en el segundo libro de los Reyes en el capitulo tercero. En Qumrán se encontraron copias de estos libros escritos también en hebreo y se ha comprobado que se acercan bastante a la traducción griega de los Setenta, teniendo, sin embargo, algunas omisiones y variantes propias. Basándose en la fecha tardía del último relato del libro (562 a. C.) se piensa que existen dos fechas de redacción del texto, una después de la muerte de Josías en Megiddo (609 a. C.) y otra durante o después del exilio (587-535 a. C.).

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Los descubrimientos de Qumrán nos aseguran que los textos que conocemos de la Biblia son los mismos que se leían cien años antes de Cristo, fecha en que fueron copiados los textos descubiertos. Pero, dado que la Biblia no es un texto histórico, aunque obviamente describe muchos hechos históricos, podríamos preguntarnos si los acontecimientos narrados son pura fantasía o se ajustan a situaciones históricas reales. Al igual que las estelas de Merenptah y Mesa, que ya hemos comentado, se han encontrado múltiples pruebas arqueológicas que certifican la existencia de personajes o lugares descritos en la Biblia. Nos gustaría destacar entre ellas el descubrimiento de la ciudad de Ebla y las 20.000 tablillas cuneiformes datadas 2500 años a. C., por la referencia que hace de Abrahán y otros personajes. Al norte de Siria, a unos cincuenta kilómetros al sureste de Alepo, unos arqueólogos italianos dirigidos por Paolo Matthiae, Profesor de Arqueología e Historia del Arte de la Universidad de Roma de La Sapienza, descubrieron en el año 1964, en un lugar conocido hoy como Tell Mardikh, los restos de la ciudad estado de Ebla. Diez años más tarde se descubrieron las tablillas que hacíamos referencia más arriba, estaban escritas en un idioma desconocido, que se denomino eblaíta. Este idioma fue descifrado por Giovanni Pettinato, catedrático de Asiriología de la Universidad de Roma. Tal cantidad de información ha permitido conocer las estructuras políticas, económicas y sociales de esta ciudad estado, uno de los principales centros económicos y culturales del Próximo Oriente del tercer milenio a. C. y que fue destruido en los años 1600 a. C. por el rey hitita Mursilis I (1620-1590 a. C.). Pero lo que nos interesa destacar aquí es que en las tabillas se mencionan en el mismo orden que aparecen en el Génesis, las cinco ciudades de la llanura que siempre se había negado su existencia al no ser mencionadas por ningún texto extrabíblico, nos referimos Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela (Cfr. Ge 14, 2).

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La Profecía en Israel La colección de libros que se denominan Los Profetas (Nebiin) se completa con los de, Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas menores, los cuales se les conocen con el nombre de Profetas posteriores. El calificativo posterior se emplea para indicar que estos profetas realizaron sus profecías en tiempos posteriores a la división de Reino. Fue con los Profetas Posteriores con quienes comenzó la profecía clásica israelita, aunque en sentido estricto el primer profeta fue Samuel, que no está incluido entre ellos. La palabra “profeta” viene del griego y significa “hablar en nombre de”, indicando claramente la misión de estos hombres. El profeta es el que habla en nombre de Yahvé; es su voz en medio del pueblo. Abrahán y Moisés son bíblicamente denominados Profetas, en el Génesis cuando Abimélec, el rey de Guerar, mandó que le llevaran a Sara, mujer de Abrahán, al pensar que era hermana de este, Dios le dice al rey “Pero ahora, devuélvele la mujer a ese hombre. Él es un profeta, y va a interceder en tu favor, para que salves tu vida.” (Cfr. Ge 20, 7) y en el Deuteronomio Moisés dice de si mismo “El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre vosotros, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán.” (Cfr. Dt 18,15). Además de los profetas que estamos mencionando y cuyos libros se encuentran dentro del canon, existieron otros profetas que también escribieron, pero no se conservan sus escritos, como los anteriormente citados Natán y Gad, y Semaías, que es nombrado como profeta en los libros de Reyes (Cfr. 1 Re 12, 22-24) y Crónicas “Cuando Roboam volvió a Jerusalén reunió a toda la tribu de Judá y la de Benjamín, ciento ochenta mil combatientes escogidos, para pelear contra Israel, para que reconocieran la autoridad de Roboam y se sumaran a su reino. Pero la palabra de Yahvé fue dirigida a Semaías, hombre de Dios. Le decía: Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas de Judá y Benjamín, y diles de parte mía: No suban a combatir con sus hermanos; que cada uno se vuelva a su casa porque

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estos acontecimientos vienen de mí.” Ellos escucharon la palabra de Yahvé y abandonaron sus propósitos de marchar contra Jeroboam” (2 Cr 11, 1-4). Algunos de los mayores profetas, como Elías y Eliseo, no escribieron sus discursos proféticos y por lo tanto a veces se los llama “profetas orales”. Los escritos de los profetas posteriores abarcan unos 400 años, entre los siglos VIII y V a. C., comenzando poco antes de la caída del reino del Norte en manos de Asiria, pudiéndose dividir cronológicamente en cuatro grupos. Los profetas del siglo VIII a. C. fueron Jonás, Amós, Óseas, Miqueas e Isaías. Durante esta época la potencia dominante era Asiria, que capturó y mandó al exilio a las diez tribus del Reino del Norte, desapareciendo este como nación. En este siglo el papel principal de los profetas fue tratar de evitar la cautividad del Reino del Norte, clamando al pueblo para que volviese a la adoración del verdadero Dios, pero también, particularmente en el caso de Isaías, sostener al Reino del Sur en estos tiempos de gran crisis nacional. Los asirios desaparecieron como dominadores antes de terminar la centuria y el Imperio Caldeo o Neobabilónico ocupo su lugar. Durante los años de transición entre la caída de Asiria y el resurgimiento de los caldeos, varios Profetas fueron enviados por Dios para que el pueblo de Judá emprendiera una reforma completa que impidiera la inminente cautividad babilónica. Entre esos profetas estaban Nahum, Habacuc, Sofonías y, tal vez, Joel. Durante el periodo del exilio en Babilonia los Profetas fueron Jeremías, Ezequiel, Daniel y, quizás, Abdías. Los mensajes de los Profetas durante este periodo tenían una constante común, ayudar al pueblo de Judá a entender el porqué Dios permitía el cautiverio, generar esperanza en la restauración y hacerles entender la

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oportunidad que les esperaba, si eran fieles a Dios, al regresar de la cautividad. Jeremías se dedicó a propagar sus mensajes entre los habitantes de Jerusalén y de Judá, antes y durante el comienzo del cautiverio y Ezequiel se ocupó de los deportados en Babilonia. Cuando concluyó el exilio, los Profetas Hageo y Zacarías alentaron al pueblo a levantarse y construir el Templo (520-515 a. C). Zacarías recibió una serie de visiones apocalípticas que describían el futuro que aguardaba a Israel durante la era de la restauración si eran fieles a Dios (Za 6, 15). Alrededor de un siglo después de Zacarías vino Malaquías, siendo este el último de los Profetas del Antiguo Testamento. La procedencia de los profetas era muy variada, sirva como ejemplo que Isaías probablemente era de las clases altas de Jerusalén y sin embargo Amós era un campesino de una pequeña aldea de Judá. El elemento común a estos doce (trei asar) hombres, cuyas profecías se incluyen en un solo libro en el Tanaj e Isaías, Jeremías y Ezequiel fue que anunciaron el mensaje de Dios. Su misión les acarreó persecución, rechazo y hasta la muerte, porque Dios les pedía decir verdades que resultaban muy incómodas para los poderosos dirigentes y el pueblo, dado que denunciaban sus injusticias, su hipocresía religiosa y sus crímenes. Aunque no eran escuchados por el pueblo, los Profetas fueron fieles a su misión, ofreciendo esperanza a los israelitas y asegurándoles que si ellos rectificaban podrían salvar a la nación de la destrucción.

Profetas posteriores La clasificación de los libros que se incluyen dentro del apartado de los Profetas probablemente se realizó no atendiendo al contenido de los libros, sino teniendo en cuenta el oficio de su autor, puesto que hemos visto que en este apartado se incluyen obras de contenido histórico como son Josué, Jueces, Samuel y Reyes.

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Esto se pone de manifiesto cuando vemos que el Libro de Daniel no se encuentra incluido en este apartado, a pesar de que contiene algunos de los mensajes proféticos más importantes que encontramos en las Escrituras Daniel fue fundamentalmente un hombre de estado en la corte del rey Nabucodonosor y quizás por esta razón no fue considerado dentro de la clasificación de los Profetas, a pesar de haber recibido algunas de las mayores visiones de todos los tiempos. Su libro se encuentra dentro de los Escritos y no junto a los de aquellos que dedicaron sus vidas solo al oficio profético, como fueron, por ejemplo, Ezequiel o Jeremías. Para entender las preocupaciones de los profetas que se agrupan dentro de los calificados posteriores, concretemos un poco más el tiempo en que vivieron. Amós, Oseas y Miqueas realizaron sus profecías durante el siglo VIII, una época de prosperidad y riqueza en el Reino de Israel, pero con una mala distribución de la misma, lo que producía abusos, corrupciones e injusticias sociales. Nahum, Sofonías y Habacuc son tributarios de los enfrentamientos de los asirios, egipcios y caldeos que luchaban por tener la hegemonía del medio Oriente en el siglo VII: El mal gobierno de los reyes de Judea propicio el asedio de Jerusalén en el año 587 a. de C. y la deportación del Pueblo de Dios a Babilonia. Después de la dominación babilónica, los israelitas fueron conquistados por el imperio persa, siendo este el ambiente histórico que vivieron Ageo, Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel, Jonás, Baruc entre los siglos VI al III. Durante el dominio de los persas, que practicaron una política religiosa de tolerancia, el Pueblo de Dios vuelve a su tierra y se estabiliza en el territorio, ocupándose especialmente de la reconstrucción del Templo y de la restauración de la fe de los padres, predicada por Esdras y Nehemías.

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Abadías es uno de los casos extremos de carencia de datos personales que por regla general caracteriza a los Profetas. Del autor del Libro de Abdías, el más breve de los escritos proféticos del Antiguo Testamento, tiene solamente veintiún versículos, no sabemos nada relativo a su autor, puesto que de este profeta no existe ninguna descripción patronímica ni geográfica en la Biblia. No obstante, algunos autores han querido identificarle con el príncipe enviado por Josafat, junto con otros príncipes, sacerdotes y levitas, para adoctrinar al pueblo en la ley de Yahvé (Cfr. II Cr 17, 7). San Jerónimo relata una tradición judía, según la cual, Abdías no es otro que el mayordomo del rey Ajab, que llevaba el mismo nombre y que había ocultado a cien profetas (Cfr. I Re 18, 2). De Habacuc tampoco sabemos nada, su nombre significa hortaliza, del hebreo “hábagqúq”, excepto que es el autor de su libro porque su nombre aparece dos veces en el mismo, al comienzo de los capítulos primero y tercero, o lo que es lo mismo, del primer y último capitulo, ya que el libro tiene solamente tres. De la vida del autor no hay datos ciertos, sólo opiniones no contrastables con datos. En el libro de Daniel existe una referencia a un Habacuc profeta, pero es insuficiente para identificar al personaje con el autor del libro “El ángel del Señor le dijo: Lleva esa comida que tienes a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.” (Dn 14, 32-38). Habacuc, en un lenguaje duro interpela a Dios queriendo conocer hasta cuando, la justicia y la bondad de Dios permanecerán calladas frente a las injusticias y las opresiones. Jonás, (su nombre significa paloma en hebreo) parece ser que es el mismo profeta hijo de Amati o Amitai (Cfr. Jon 1, 1) que en tiempo de Jeroboam II (783-743 a. C.) profetizó una victoria sobre los asirios, “Él restableció las fronteras de Israel, desde la Entrada de Jamat hasta el mar de la Arabá, conforme a la palabra que había dicho el Señor, el Dios de Israel, por medio de su servidor el profeta Jonás, hijo de Amitai, que era de Gat” (II Re 14, 25).

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La tradición judía cree que Jonás fue el que ungió al rey Jehú por orden del profeta Eliseo, según se describe en el segundo Libro de los Reyes en el capitulo nueve. Los cuatro capítulos de su Libro no son profecías en sentido estricto, sino más bien el relato de un viaje del profeta a Nínive, probablemente escrito por él aunque habla en tercera persona, y de las aventuras que le ocurrieron con motivo de aquella misión. En el Evangelio de Mateo (Cfr. Mt 12, 38-40) cuando algunos escribas y fariseos le piden a Jesús una señal, él les responde refiriéndose a Jonás que estuvo tres días y tres noches en el vientre de una ballena, en clara referencia a su Resurrección después de tres días. Amós, como ya hemos comentado era un campesino originario de una localidad de Judá, Técoa, que estaba situada a 20 kilómetros al sur de Jerusalén. Recordamos que el pueblo de Israel desde los tiempos de Salomón estaba dividido en dos reinos: al norte el reino de Israel, con capital en Samaría, y el reino de Judá al sur, con capital en Jerusalén. Amós originario del sur fue llamado por Dios para predicar en Samaría, capital del Reino del Norte en tiempos del rey Jeroboam II, después de que lo hubieran hecho Elías y Eliseo. Amós, debido a sus orígenes humildes, queda deslumbrado por la riqueza y desigualdades del Reino de Israel, contra las que lucha. Se le llama el profeta de la justicia social, su libro contiene nueve capítulos y es el primero que en la literatura profética habla del “Día de Yahvé” como aquel en que la justicia de Dios pedirá cuentas al pueblo. Oseas fue casi contemporáneo de Amós. Cuando alrededor del año 750 a. C., Amós finalizaba su misión en Israel, comenzó Oseas, que era originario del Reino del Norte e hijo de Beeri. Ambos, que predicaron al final del reinado de Jeroboam II, fueron testigos de los mismos males, injusticia social, idolatría y olvido de Dios. Oseas establece un paralelismo con su propia situación personal, que describe en los tres primeros capítulos del libro, la infidelidad de Gomer su esposa y la situación de infidelidad que los israelitas venían

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practicando para con Dios desde la misma salida de Egipto. Así como su esposa lo abandona por otro hombre, los israelitas abandonan a Dios para irse con otros dioses (Baal). El resto de los catorce capítulos de su libro Oseas los dedica a esta situación, convencido de que el pueblo volverá a establecer una Nueva Alianza de amor basada en la fidelidad. Isaías fue el profeta más importante, tanto por su mensaje como por su personalidad, ejerció su ministerio en la segunda mitad del siglo VIII a. C., en Jerusalén, en los reinados de Jotán (740-734), Acaz (734-716) y Ezequías (716-687)12 de quien fue amigo y consejero. Como él mismo describe, inició su misión a la muerte del rey Ozías en el año 740 a. C. “El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono elevado y alto, y el ruedo de su manto llenaba el Templo... Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Y respondí: Aquí me tienes, mándame a mí.” (Is. 6, 1-9) Durante el reinado de Acaz interviene enérgicamente contra la corrupción de Judá y Jerusalén. No se sabe la fecha de su nacimiento; no obstante, como su vida profética comenzó, como hemos dicho, el año 740 a. C., es de suponer que debió nacer por lo menos dos décadas antes, es decir, entre los años 770-760 a. C., siendo por tanto, casi contemporáneo de la fundación de Roma como es sabido, se convino situarla el 21 de abril del 753 a. C. Pertenecía a una familia aristocrática, estuvo casado y tuvo dos hijos. Fue un hombre culto y cercano a círculos de sabios y de funcionarios reales. Exhortó a Judá, asediada por el ejército asirio, a confiar sólo en Dios y a conocer sus caminos. Una leyenda judía tardía recogida por la obra apócrifa La Ascensión de Isaías, narra su martirio bajo el reinado de Manasés (693-639 a. C.), quien lo habría aserrado por la cintura.

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Esta fecha es la que aporta el arqueólogo norteamericano Edwin R. Thiele (1895–1986), mientras que su compatriota y colega William F. Albright (18911971) ha datado su reinado entre 729 y 686 a. C.

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Es considerado como el más importante de los Profetas sobre todo por la importancia de las profecías que se refieren, tanto al pueblo de Israel, como a los pueblos paganos. San Jerónimo lo llama “el Evangelista entre los profetas” puesto que Isaías vio con toda claridad al futuro Redentor. El Libro de Isaías es muy extenso, consta de sesenta y seis capítulos. Los críticos racionalistas afirman que no se puede atribuir a Isaías en su totalidad, basándose en la existencia de tres estilos completamente diferentes; distinguen en él tres partes, que fueron escritas en el tiempo que va desde el siglo VIII al V a. C. Los capítulos del 1 al 39 se conocen como el primer Isaías o también como Proto-Isaías y contienen oráculos de esperanza y de juicio divino contra Judá y otras naciones, data del siglo VIII y fueron compuestos en parte por Isaías y en parte por sus discípulos. El segundo Isaías que comprende los capítulos 40 al 55, conocido también como Deutero-Isaías, parece fue escrito a finales del exilio de Babilonia (siglo VI) e incluye la predicación de un profeta anónimo que habla sobre la salvación, profetizando que la liberación de Judá estaba próxima. Los eruditos dicen que el denominado tercer Isaías o Trito-Isaías de los capítulos 56 al 66 fue escrito por varios autores posteriores al exilio. En estos capítulos se denuncian los pecados del pueblo de Israel y recuerda la restauración de Jerusalén. No obstante, tanto para judíos como para cristianos, durante muchos siglos Isaías fue reconocido como el único autor del Libro. La Pontificia Comisión Bíblica, el 28 de Junio de 1908, estimó que la “crítica” no ha dado suficientes razones para poder negar que Isaías escribió todo el Libro. Miqueas, contemporáneo de Isaías, fue un campesino originario de Moréset pequeño lugar situado cerca de Eleuterópolis (hoy Beit Dschibrin) la fértil llanura al suroeste de Judá; de donde huyó, por la ocupación asiria, refugiándose en Jerusalén.

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Suya es la profecía que se recoge en el evangelio de Marcos capitulo segundo, cuando el rey Herodes pregunta donde había de nacer el Cristo, “Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel...” (Miq 5,1-2). Miqueas vivió los mismos problemas que Isaías y sus otros contemporáneos Oseas y Amos. Su mensaje denunciando la explotación de los pobres impactó tanto a la gente de su tiempo, que sus palabras al rey Ezequías para que emprendiera la reforma religiosa serán citadas por Jeremías un siglo más tarde. “Miqueas de Moréset profetizaba en tiempos de Ezequías, rey de Judá. El habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los Ejércitos: Sión será arada como campo. Jerusalén será convertida en un montón de ruinas; y el monte del templo, en cumbres boscosas.” (Jr 26, 18). Miqueas tuvo el merito de resumir en un solo versículo toda la doctrina de sus contemporáneos, la justicia de Amós, el amor de Oseas y la humildad de Isaías. “Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios” (Miq 6, 8). Nahum, cuyo nombre significa “Yahvé ha consolado”, inicia la lista de los Profetas que vivieron en el siglo VII a. C. Según la tradición judía Nahum profetizo contra Nínive bajo el reinado de Manasés (693639), capital del Imperio asirio. Nínive fue destruida por los medos y los babilonios en el año 612 a. C. El único dato acerca de la vida de Nahum es el lugar de su nacimiento y tampoco hay certeza, pues a pesar de que inicia su libro diciendo “Oráculo sobre Nínive. Libro de la visión de Nahum de Elckosch.” (Nah 1, 1) no se sabe donde estaba situada esa población, según unos, en Galilea, según otros en Judea. En relación al tiempo en que vivió se sabe que fue después de Isaías, ya que en su obra cita algunos pasajes de este y antes que Jeremías que cita a Nahum en su libro. Sofonías, fue contemporáneo de Habacuc y descendiente directo, según parece decirlo él mismo, del rey Ezequías, “Palabra del Señor

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dirigida a Sofonías, hijo de Cusí, hijo de Guedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en tiempos de Josías, hijo de Amón, rey de Judá” (Sof 1, 1). Profetizó durante el reinado de Josías (638-609 a. C.), probablemente antes o en el curso de la reforma del culto que llevó a cabo este rey (II Re 22-23). Sofonías resume todos los pecados del pueblo en uno solo, el orgullo, del cual se derivan, según él, la idolatría y todos los males e injusticias sociales. “Eso es lo que recibirán a cambio de su orgullo, porque han insultado al pueblo del Señor de los ejércitos, y se han engrandecido a costa de él” (Sof 2, 10). Su libro tiene solamente tres capítulos. Si lacónicamente dijésemos, Joel hijo de Patuel, estaríamos indicando toda la información que tenemos sobre el Profeta Joel, puesto que nada más sabemos de él con independencia de los tres capítulos del libro que lleva su nombre, un libro escrito en un hebreo clásico. Su nombre significa “El Señor es Dios” y ni siquiera existe certeza de en que época vivió. El tiempo de su actividad ha de ser calculado después de separarse de la casa de David las diez tribus, pero antes del destierro. Aunque una minoría de exegetas sitúan a Joel en el periodo después del destierro. Jeremías es el profeta del que se conocen más datos biográficos. Hijo del sacerdote Helcías, nació en Anatot, ciudad levítica de la tribu de Benjamín, situada a unos cuatro kilómetros al noreste de Jerusalén. Como él mismo dice fue elegido por Dios para el oficio de Profeta “Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones” (Jr 1, 5). Empezó a ejercer su misión en el año decimotercero del reinado de Josías, es decir, en 625 a. C. durante un largo periodo de más de 40 años, en los que reprendió y consoló a su pueblo, reinando Josías, Joacaz, Joakim, Joaquín y Sedecías, hasta que la ciudad cayó en poder de los babilonios en el año 587 a. C. Jeremías no compartió con su pueblo la deportación a Babilonia, pero sus compatriotas lo obligaron a refugiarse con ellos en Egipto cuando

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asesinaron al gobernador Godolías, nombrado por el rey de Babilonia Nabucodonosor II. A la muerte de Sedecías el último soberano del reino de Judá, según dice la tradición, Jeremías fue muerto por sus compatriotas porque no cesaba de predicarles la Ley de Dios. Su libro se divide en dos partes, la primera de las cuales contiene las profecías que versan sobre Judá y Jerusalén (Caps. 2-45) y la segunda reúne los vaticinios contra otros pueblos (Caps. 46-51). El primer capítulo narra la vocación del Profeta y el último (Cap. 52) es un apéndice histórico. Ezequiel (cuyo nombre significa “Dios es fuerte”), hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá e internado en Tell-Abib cerca del río Quebar (Ez 1, 1; 3, 15) en Babilonia. Cinco años después, cuando tenía treinta años de edad, Dios lo llamó al cargo de profeta, en la visión que describe al inicio de su profecía (Ez 1, 4). Siguió el mandato de Dios “Hijo de hombre, te he puesto como un vigía para la casa de Israel: si oyes una palabra que salga de mi boca, inmediatamente se lo advertirás de mi parte” (Ez 3, 17) durante 22 años estará entre los desterrados, es decir, hasta el año 570 a. C. La misión de Ezequiel fue ardua, pues a pesar de sufrir las miserias del exilio, los cautivos no dejaban de pensar que su situación duraría poco tiempo y que Dios no permitiría la destrucción del Templo y de la Ciudad Santa. Muchos perdieron la fe, porque los hechos demostraron que sus deseos no se vieron cumplidos, Jerusalén fue conquistada y el Profeta Ezequiel tuvo que combatir la idolatría que nuevamente se apoderaba del pueblo y las ideas infundadas sobre el rápido regreso a Jerusalén. Con Ageo y Zacarías, que comienzan a profetizar el mismo año 520 a. C., empieza el periodo postexílico de la profecía de Israel, a los que sucederá, casi un siglo más tarde, Malaquías. Ageo no es conocido nada más que por algunas pocas noticias, como muchos otros de los profetas posteriores. Sus cuatro discursos se

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refieren todos al segundo año de Darío I (520 a. C.) y fueron pronunciados en menos de cuatro meses, como se puede comprobar en el mismo texto. Su mensaje está centrado en la reconstrucción del Templo, cuyos trabajos habían quedado interrumpidos. “Hay que construir para el Señor una Morada digna de su Nombre y todo cambiará”, es el mandato que el profeta repite una y otra vez. “La gloria última de esta Casa será más grande que la primera, dice el Señor de los ejércitos, y en este lugar yo daré la paz, oráculo del Señor de los ejércitos” (Ag 2, 9). Zacarías cuyo nombre se menciona junto al de Ageo en Esdras “Entonces el profeta Ageo y el profeta Zacarías, hijo de Idó, comenzaron a profetizar a los judíos de Judea y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos.” (Esd 5, 1) y “Los ancianos de los judíos llevaron adelante la obra, bajo el impulso del profeta Ageo y de Zacarías, hijo de Idó. Así terminaron la construcción, conforme a la orden del Dios de Israel y a los decretos de Ciro y Darío. (Esd 6, 14). En ambos pasajes a Zacarías se le llama hijo de Idó, dado que está expresado en un sentido lato. Zacarías era hijo de Baraquías y nieto de Idó. La actividad profética de Zacarías (“el recordado de Dios”) abarca dos años (520-518). Según otros, algo más. A diferencia de Ageo que exhortaba al pueblo para la restauración del Templo, Zacarías, que además de profeta era sacerdote de la tribu de Leví, anima y consuela al pueblo, mostrando el porvenir brillante que estaba reservado a Israel y las abundantes bendiciones que recibirían cuando el Templo estuviera restaurado. Malaquías es el último de los doce profetas posteriores que nos queda por mencionar, fue contemporáneo de Esdras y Nehemías, casi un siglo más tarde de la existencia de los profetas Ageo y Zacarías, cuando el Templo estaba ya reedificado y se había reanudado el culto.

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Con relación a Malaquías hay dos teorías, la primera, que mantuvieron Orígenes (*) y algunos Padres Apostólicos, que eran un ángel de Dios, basándose en la carencia de datos sobre su persona y en el significado de su nombre “Ángel del Señor”. La segunda, con más visos de realidad, que Malaquías era simplemente un nombre adoptado por el mismo Esdras para escribir la profecía. La actividad de Malaquías se centra alrededor del año 445 a. C., cuando Nehemías llega a Jerusalén para reformar política y religiosamente la comunidad judía. Su libro nos facilita información sobre las condiciones de vida del judaísmo a mediados del siglo V a. C., ampliando y confirmando la que nos dan los libros de Esdras y Nehemías.

Los Escritos La tercera colección de los libros de la Biblia hebrea los Escritos (Ketubim), no son un conjunto homogéneo. De los once libros que la forman destaca el Libro de los Salmos, hasta el punto de que en el Nuevo Testamento, siguiendo una costumbre judía, se designa a las tres partes de la Biblia como “la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos” (Cfr. Lc 24, 44). El Libro de los Salmos (en hebreo Tehilim, “Alabanzas”) es el primer libro, y como acabamos de decir, el más importante de los Escritos de las Sagradas Escrituras hebreas, en el Antiguo Testamento forma parte de los Libros Sapienciales y está situado entre los Libros de Job y de los Proverbios. El libro comprende ciento cincuenta composiciones poéticas con un gran contenido religioso, respondiendo a los más diversos géneros y situaciones; existen salmos públicos y privados, de alegría y tristeza, para eventos triunfales o graves derrotas, súplicas, lamentos, canciones de agradecimiento y numerosas alabanzas. Con independencia de estos, existe un salmo que aparece en algunas versiones de la Septuaginta que se le ha denominado con el numero

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151. Este salmo, que no aparece en los textos masotericos13 hebreos, es considerado como apócrifo por los católicos, protestantes y judíos, sin embargo está incluido en las Biblias ortodoxas y etíopes. Entre los documentos encontrados en Qumran se ha descubierto un papiro denominado 11QPSa que contiene dos pequeños salmos que son la base del salmo 151. En el original hebreo los 150 salmos están divididos en cinco libros o colecciones, al final de cada libro se incluye una doxología14 que probablemente fuera añadida por el compilador. Cada uno de los libros comienza respectivamente por los salmos 41, 72, 89, 106 y 150. Este último es todo el una doxología. Todas las versiones que incluyen los 150 salmos no son exactamente iguales dado que existen diferencias de numeración entre las versiones hebreas de la Septuaginta y la de la Vulgata. Los judíos fusionan los salmos 9 y 10 en uno solo, y hacen lo mismo con el 113 y 114. De forma contraria, dividen en dos el 116, llamando a las partes resultantes 114 y 115 y de la división del 147 hacen los salmos 146 y 147. Tradicionalmente se ha asignado la autoria del libro completo al rey David, aunque con seguridad solo pueden atribuírsele ochenta y cinco salmos y el resto a otros autores como Moisés, Salomón, el levita Asaf y Hemán, uno de los directores de coro de David; hijo de Joel y nieto de Samuel, de la tribu de Leví y uno de los directores de la música del templo. Los salmos 42-49 son todos atribuidos a los hijos de Coré, que ejercían su ministerio en el Templo y es citado en el primer libro de Crónicas (Cfr. I Cr 6, 22). 13

Se denomina masorética a la versión hebrea de la Biblia que es usada oficialmente por los hebreos. Fue compuesta, un grupo de judíos conocidos como masoretas entre el los siglos I y el X d. C. Los masoretas eran los escritores judíos que sucedieron a los escribas (soferim), teniendo, como ellos, la responsabilidad de hacer copias fidedignas de las Escrituras. Como más tarde veremos, el Códice Alepo del siglo X es el texto masotérico más antiguo que se conserva. 14 Fórmula de alabanza a la divinidad, especialmente a la Trinidad en la liturgia católica y en la Biblia. (Diccionario on line de la Real Academia española).

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El Libro de los Salmos es el más citado en el Nuevo Testamento, de las aproximadamente más de trescientas citas del Antiguo Testamento ciento dieciséis corresponden a los Salmos. En la Iglesia Católica los Salmos son el libro de la oración de los fieles. Después del Vaticano II, la Iglesia está fomentando entre los fieles que el Libro de los Salmos sea su libro de oración, aunque rezar con los salmos tiene una cierta dificultad, porque si exceptuamos a aquellos que expresan sentimientos personales, comunes para cualquier hombre, el resto reflejan la cultura, la moral y las costumbres de sus destinatarios primitivos, lo que obliga conocer su origen, dificultando su comprensión inmediata y obligando a un cierto estudio de los mismos. En el Oficio Divino (Liturgia de las Horas) que como se sabe es el conjunto de oraciones que la Iglesia ha organizado para ser rezadas en determinadas horas de cada día, los Salmos tienen una presencia importante. El siguiente libro de los Escritos es el de los Proverbios que agrupa en treinta y un capítulos un conjunto de refranes, comparaciones, máximas, enigmas y alegorías, para estimular al hombre a alejarse del mal y seguir el camino del bien y de la sabiduría. Existe un paralelismo entre los libros de los Salmos y los Proverbios, en el sentido de que si aquellos están orientados hacia la vida espiritual, estos los son para la vida practica, pues dan consejos para todo tipo de personas, con el fin de que lleven una vida prudente y honrada. Los Proverbios son atribuidos en su mayoría a “Salomón, hijo de David, rey de Israel” (Prov 1, 1). La tradición israelita consideraba al celebre rey como el “sabio” por excelencia, según el libro de los Reyes, Salomón “pronunció tres mil máximas" (1 Re 5, 12) y su sabiduría “superaba la de todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto” (1 Re 5, 10).

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El Libro de Job, es el tercer libro de los Escritos que en las Biblias católicas esta incluido dentro de la clasificación de los libros poéticos y sapienciales. Es un libro que en su mayor parte está escrito en verso. En el prologo, escrito en prosa así como el epilogo, nos presenta a Job como un “hombre perfecto, integro, temeroso de Dios y apartado del mal” (1,1). Job es víctima de una serie de infortunios que lo dejan sin hijos, sin hacienda, sin salud y sometido a una condición miserable, pese a lo cual sigue confiando y bendiciendo a Dios. A lo largo de los 42 capítulos del libro, se describen los diálogos que va manteniendo con tres amigos. Job, como hemos mencionado, aparece junto a Daniel y Noé en el Libro de Ezequiel, y en el Nuevo Testamento, en la Carta de Santiago se dice: “Habéis oído la paciencia de Job y habéis visto el designio del Señor, porque el Señor es compasivo y misericordioso” (Sant 5, 10). No se conoce el autor del libro, existen muchas atribuciones, desde el mismo Moisés, hasta Salomón o David, quizás porque este último plantea también en su libro la temática del dolor y del sufrimiento como instrumentos de redención. El cuarto libro de los Escritos es El Cantar de los cantares (Schir Haschirim), denominándose así como adaptación del superlativo hebreo que equivale al más hermoso de los Cantos, el Canto por excelencia. Su autor es desconocido y probablemente fue compuesto en la primera mitad del siglo IV a. C. En él se describe el amor apasionado de una pareja de jóvenes, que trata por todos los medios de llegar a la unión definitiva. Quizás pueda cuestionarse que significado tiene este libro dentro de la Biblia, cuando además, solo una vez y al final del libro se nombra a Dios. “Sus flechas son flechas de fuego, sus llamas, llamas del Señor” (Cant 8, 6). ¿Cuál es el mensaje nos transmite la Palabra de Dios contenida en él? Son muchas y muy variadas las interpretaciones que se han dado del

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mismo, tanto en el Judaísmo como en el Cristianismo. Pero parece que la más aceptada es que el Cantar es un poema alegórico que celebra el amor de Dios (el amado) hacia su Pueblo Israel (la amada), utilizando la imagen matrimonial que ya había sido utilizada por Óseas, Jeremías y Ezequiel. El Libro de Rut, que en las Biblias cristianas pertenece a la categoría de libro histórico, cuenta de forma novelada la historia de esta mujer moabita, viuda de un judío, que por seguir incondicionalmente a su suegra (Rut 1, 16) se traslada a Israel y abraza la fe de su esposo difunto. Allí se encuentra con Booz de Belén, pariente de su suegra Noemí “Ese hombre es pariente cercano nuestro, es uno de los que tienen el deber de responder por nosotros” Rut (2, 20) y este la toma por esposa en cumplimiento de la ley del “levirato”. De esa manera, Rut la moabita entró en la comunidad judía y de ella surgió el linaje de David, siendo la bisabuela de David. Nada sabemos de su autor y seguramente fue escrito después del exilio en Babilonia, entre el 520 y el 450 a. C. El pequeño libro de las Lamentaciones, atribuido unánimemente a Jeremías, está formado por cinco poemas que evocan la ruina de Jerusalén acaecida en el 587 a. C. Está escrito en el estilo de las elegías fúnebres de esa época y en ellas el autor expresa la triste suerte de su pueblo, la ruina del Templo y de la ciudad de Jerusalén, habiéndose compuesto bajo la impresión de la tremenda catástrofe que fue la caída de la ciudad en el año 587 a. C. Las Lamentaciones son utilizadas tanto por la liturgia judía como por la cristiana. Por parte judía, se leen sus textos en cada aniversario de la destrucción de Jerusalén y por parte cristiana se ha incorporado a la liturgia de la Semana Santa, para evocar la Muerte de Jesús. El Libro del Eclesiastés se incluye en las Biblias Católicas dentro de los sapienciales, puesto que su autor es un “sabio” de mediados del siglo III a. C. que expone sus reflexiones en el libro. El titulo de Eclesiastés, es una palabra griega que significa “predicador” o “presidente” de una asamblea religiosa.

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El autor utiliza el artificio de identificar al “predicador” con el rey Salomón, -exactamente utiliza la expresión “hijo de David”-, por lo cual las tradiciones judías y cristianas, que siempre reconocieron su canonicidad, lo atribuyeron a Salomón. No obstante la crítica y numerosos exegetas católicos modernos admitieron que ciertos pasajes podrían ser de una época posterior a Salomón, señalando que el lenguaje y el estilo no son los del tiempo salomónico, por lo que algunos opinan que el Eclesiastés sufrió posteriormente una trascripción al lenguaje más moderno y fijan su composición entre los años 300-200 a. C. El libro de Eclesiastés formaba parte con los de Rut, el Cantar de los Cantares, Ester y Lamentaciones de los cinco Meghillot, es decir libros pequeños que se escribían en rollos aparte para el uso litúrgico. El Libro de Ester, además de estar clasificado en diferente categoría en las Sagradas Escritura y en la Biblia Católica, tiene diferencias de contenido. El texto que hoy tenemos en la Biblia hebrea, sólo contiene diez capítulos, siendo más corto que el original, sin embargo, San Jerónimo añadió en su Vulgata los últimos capítulos (10, 4 al 16, 24), de acuerdo con la versión griega de Teodoción(*). En las Biblias protestantes tampoco se encuentran estos seis capítulos. En cuanto al momento que fue escrito existen discrepancias de opinión, algunos dice que lo fue en la época del reinado de Jerjes I (485-465 a. C.) y otros durante el tiempo de los Macabeos. El Concilio de Trento ratificó la canonicidad del Libro de Ester en su versión completa. El libro de Ester, lo mismo que el de Judit, considerado Apócrifo por los Protestantes y dentro de los Deuterocanónicos por los hebreos, cuenta cómo el Pueblo judío fue liberado de sus enemigos gracias a la intervención de una mujer. La judía Ester llegó a ser reina de Persia y esposa del rey Asuero (el libro denomina así al rey Jerjes) después de que este repudiara a su esposa y reina Vasti.

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Cuando el primer ministro Amán proyectó exterminar a todos los judíos, comenzando por Mardoqueo, padre adoptivo de Ester (realmente era su tío, pero este la adoptó cuando murieron sus padres), ella intercedió por su pueblo. Ester descubrió al rey su nacionalidad hebrea y pidió protección contra su perseguidor Amán para ella y para los suyos. El rey concedió lo pedido y Amán fue colgado en el mismo patíbulo que había preparado para Mardoqueo. En memoria de este feliz acontecimiento los judíos instituyeron la fiesta de Purim (Fiesta de las Suertes).15 La potencia extranjera dominante anterior a los romanos fue el Imperio seléucida, dinastía creada a la muerte de Alejandro Magno por su general Seleuco. Alejandro Magno había entrado en Jerusalén en el año 333 a. C. El rey Antíoco IV Epífanes (215-163) con una política completamente diferente a la de Alejandro pretendió helenizar por la fuerza al Pueblo judío, intentando que el pueblo abandonase la Ley de Moisés a favor del culto pagano que practicaban en el Imperio seléucida. Estos hechos dieron origen a la insurrección de los Macabeos. El Libro de Daniel fue escrito en este contexto hacia el año 165 a. C. Su autor, contemporáneo de esta revuelta, no apela a la resistencia armada contra el opresor extranjero, sino que espera y anuncia una intervención extraordinaria del Señor, que es capaz de salvar a su Pueblo incluso de la muerte. 15

Es una fiesta que se celebra el 14 de Adar del calendario judío. Su nombre viene de la palabra "pur", que significa "sorteo" como recuerdo de las suertes que echó Amán, ministro del rey persa Asuero, para determinar el mes y el día más favorables para la ejecución de sus planes de exterminar a los judíos de Persia. Es una fiesta alegre que comienza con un ayuno menor el día 13 y se conmemora las veces que Dios ha salvado al pueblo de Israel de sus enemigos y concretamente la salvación de los persas por la intercesión de Esther. En la actualidad las comunidades judías de diferentes países han instituido Purim locales para conmemorar la realización de un milagro que los rescataba de las manos de sus opresores.

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El libro está dividido en dos partes, en la primera (Caps. 1 al 6) cuenta la vida de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia, en la segunda (Caps. 7 al 12) se incluyen las visiones de Daniel. Daniel era de la tribu de Judá y Nabucodonosor, después de la toma de Jerusalén, se lo llevó cautivo a Babilonia, llegando a tener un alto puesto en la corte (Dn 1-6). La segunda parte se compone de cuatro visiones y su interpretación (Dn 7-12), es la parte estrictamente “apocalíptica” que tiene sus antecedentes en los escritos proféticos, sobre todo en las visiones de Ezequiel y Zacarías. Los dos últimos capítulos contienen tres relatos (Dn 13-14). Daniel, que es nombrado, junto a Noé y Job, como hombre justo (Ez 14,14), vivió, como Ezequiel, en Babilonia durante el cautiverio, fue un alto personaje en la corte de un rey pagano, como lo fueron José en Egipto y, como acabamos de ver, Ester y Mardoqueo en Persia. Su libro está escrito para infundir confianza en Dios al pueblo, en los momentos que estaban tiranizados por un rey extranjero. Con toda propiedad, este Libro se le denomina el “Apocalipsis” del Antiguo Testamento. Al igual que el del Nuevo Testamento atribuido a San Juan, el de Daniel presenta una interpretación religiosa de la historia universal y un mensaje de esperanza. Los dos Libros de las Crónicas formaron en su origen un solo libro. Fueron divididos en dos en la traducción de los Setenta, quizás por razones prácticas, formado una unidad con los Libros de Esdras y Nehemías. En las Biblias cristianas estamos frente a cuatro libros, Crónicas, divididos en dos (uno solo en las Sagradas Escrituras, Divrei Hayamimy) Esdras y Nehemías (Ezra y Nejemiah). Su autor fue un levita de Jerusalén, que escribió el texto hacia el 300 a. C. En la misma época que fueron compuestos los libros de Esdras y Nehemías. Los Libros de las Crónicas también se llaman Paralipómenos (así son nombrados en el Concilio de Trento) en referencia a su contenido. Se

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utiliza esta expresión que significa en griego “suplementos” o “cosas omitidas”, porque en el se incluyen temas no contenidos en los demás libros sagrados y además incorpora un resumen de la historia del Antiguo Testamento. San Jerónimo, les dio el nombre de “Crónica de las Crónicas”. Pero no deben confundirse con el Libro de las Crónicas de los Reyes de Judá que es mencionado numerosas veces en los dos libros de los Reyes y que se perdió. Los nueve primeros capítulos del libro primero tratan de las genealogías desde Adán hasta David, y el resto de los capítulos, hasta el veintinueve, de la historia de David. El libro segundo, también en sus nueve capítulos iniciales trata de la historia de Salomón y hasta el treinta y seis del reino de Judá hasta su caída, incluyendo el decreto de libertad dado por Ciro. El autor de los Paralipómenos es desconocido, dadas las similitudes de estilo con los libros de Esdras y Nehemías se piensa que cualquiera de los dos pudieron ser sus autores, aunque la tradición judía se inclina por Esdras. Probablemente estos dos libros fueron escritos en los tiempos de la restauración, después del exilio, estando, por su carácter didáctico, orientados a ilustrar sobre su historia sagrada a los judíos que habían vuelto a su tierra. Por eso el autor pone de manifiesto que los judíos son un pueblo elegido por Dios, que son diferentes a los demás pueblos de la tierra y que el culto debido a Dios es el signo de la Alianza que han establecido con Yahvé.

Los libros Deuterocanónicos Las diferencias existentes entre las Biblias judías, católicas y protestantes como venimos reiterando son fundamentalmente relativas

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al número de libros que contienen, ya hemos visto que en las Biblias católicas se incluyen siete libros, llamados Deuterocanónicos16, que no fueron aceptados por algunos judíos en la antigüedad y por ningún judío en los momentos actuales. Son los libros que los protestantes denominan Apócrifos. Existen otra serie de libros que podríamos llamarlos apócrifos, en el sentido que le damos a los apócrifos del Nuevo Testamento, es decir, que no han estado nunca en el canon cristiano, aunque son admitidos por otras confesiones ortodoxas orientales, como pueden ser los libros I Esdras, las Odas y los Salmos de Salomón, la Oración de Manasés y III y IV Macabeos. Ciertos libros fueron considerados como parte del canon por algunos de los Padres de la Iglesia y fueron considerados apócrifos sólo más tarde, como el Libro de Henoc. Éste es considerado parte del canon por la Iglesia ortodoxa etíope, como también era aceptado por los judíos que vivían anteriormente en Etiopía, los cuales consideraban como Escritura también el Eclesiástico o Sirácida y el Libro de los Jubileos, denominado a veces como “el pequeño Génesis” porque narra desde la creación del mundo hasta la legislación en el Sinaí. Los siete libros deuterocanónicos se incorporaron a la Biblia Católica en diferentes clasificaciones, Eclesiástico y Sabiduría; dentro de los Libros Sapienciales, el de Baruc como perteneciente a los Profetas Mayores y como libros Históricos los otros cuatro, es decir Tobías, Judit y I y II Macabeos. El Eclesiástico fue escrito por Jesús ben Sirac, hacia el año 190 a. C., que lo escribió en hebreo, posteriormente el libro fue traducido en Egipto al griego por su nieto, que llevaba el mismo nombre que su abuelo. La traducción se emprendió en el año 38 del rey Ptolomeo Evergetes II, es decir, en 132 a. C.

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Se les denomina así desde que fray Sixto de Siena (1520-1569) utilizó esta expresión en sus escritos, como más adelante veremos.

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El nombre de Eclesiástico fue adoptado por la Iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan “Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac” y de allí deriva el nombre de Sirácida, con el que también se suele denominar. El Eclesiástico es el único de los libros sapienciales que lleva la firma de su autor, “Una instrucción de sabiduría y de ciencia es la que dejó grabada en este libro Jesús, hijo de Sirá, hijo de Eleazar, de Jerusalén, que derramó como lluvia la sabiduría de su corazón” (Eclo 50, 27). Vemos pues que Jesús ben Sirac era un judío de Jerusalén, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, dirigió en Jerusalén una escuela destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 190 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia. El libro de la Sabiduría fue escrito muy probablemente entre los años 80 y 50 a. C., por un judío de Alejandría, se escribió en griego, siendo esta la causa por la que se le excluyó de los libros canónicos judíos, además de por ser escrito fuera de Israel. Actualmente existe una opinión generalizada de que este libro se escribió en la segunda mitad del siglo primero a. C., siendo, por tanto, el último libro del Antiguo Testamento. Por su cercanía a los tiempos de Jesús, es un libro muy interesante porque está muy próximo a la revelación del Nuevo Testamento, por ejemplo, menciona por primera vez en la Biblia la expresión “Reino de Dios”, “Al justo que huía de la ira de su hermano, ella lo guió por senderos rectos; le mostró la realeza de Dios, y le dio el conocimiento de las cosas santas; lo hizo prosperar en sus duros trabajos y multiplicó el fruto de sus esfuerzos” (Sab 10, 10). El autor, sobre todo cuando habla en primera persona, se presenta como si fuera Salomón, de hecho en algunas versiones viene titulado como el “Gran Libro de la Sabiduría de Salomón”. Este artificio

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literario, esgrimido también por otros escritores del Antiguo Testamento, es utilizado para mostrar que su contenido coincide con la auténtica tradición sapiencial de Israel, de la que el más célebre de sus “sabios” fue Salomón. El autor del Libro de Baruc, (bendito en hebreo), es el ayudante al que Jeremías le dictó sus profecías y luego, hallándose preso, le encargó que las leyera delante del pueblo, como lo hizo también más tarde ante los príncipes. Su libro comienza indicando su genealogía y la fecha de composición “Texto del escrito que Baruc, hijo de Nerías, hijo de Maasías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jilquías, escribió en Babilonia, en el año quinto, el séptimo día del mes, en la época en que los caldeos habían tomado Jerusalén y la habían incendiado” (Bar 1, 1-2). Después de la caída de Jerusalén, Baruc probablemente vivió durante algún tiempo con Jeremías en Masfat, ciudad cercana a Jerusalén, que según algunos estudios modernos, corresponde a la ciudad de Mispah que se cita en el capitulo veinte del Libro de los Jueces y donde Saúl fue proclamado rey. A pesar de que tanto la tradición cristiana como la judía, dicen que Jeremías y Baruc murieron antes de la campaña de Nabucodonosor contra la Ciudad Santa, el texto anterior desmiente esta teoría. La obra de Baruc es un pequeño libro con solo seis capítulos, el último de los cuales lleva el título de “Epístola de Jeremías”, existiendo dudas de su pertenencia al libro, puesto que tanto el estilo como el contenido no son propios de Baruc. Actualmente los críticos dicen que el texto no fue originalmente escrito en hebreo sino en griego, lo que contradice lo que se indica en el propio texto “Baruc leyó el texto de este escrito en presencia de Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y de todo el pueblo que había venido para escuchar esta lectura” (Bar 1, 3), de lo que resulta que si fue leído en publico, tendría que haber sido escrito en el idioma que el pueblo entendiera.

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A nivel descriptivo los cuatro libros históricos restantes se pueden dividir en dos, las historias de Judit y Tobías y la de los Macabeos. Judit, era una viuda de la tribu de Simeón, que habitaba en Betulia. La ciudad estaba sitiada por el general asirio Holofernes. Al saber que los magistrados iban a entregar la ciudad al enemigo, promete libertar a su pueblo. Para ello Judit se viste con sus mejores galas y acompañada de una sirvienta se introduce en el campamento de los asirios y logra captar la atención del general asirio. Después de la cena, “sólo Judit quedó en la carpa, mientras Holofernes, completamente ebrio, yacía tendido en su lecho” (Judit 13, 2). En el resto de este capitulo se describe como Judit decapita a Holofernes y volviéndose a Betulia cuelga su cabeza en la muralla de la ciudad. Los asirios al ver el cadáver ensangrentado de su general emprenden la fuga. Se ha puesto en duda la historicidad de la narración, considerándose que es un relato ficticio de carácter pedagógico, destinado a mantener el ánimo de la pequeña comunidad judía que luchaba incansablemente por conservar su independencia frente al avance helenista. Probablemente, fue escrito en hacia el año 150-100 a. C. y sólo se conservan las versiones griega y latina, no conociéndose datos del autor. El Libro de Tobías, como los de Ester y de Judit, pertenece al género de los relatos ejemplarizantes y didácticos, son narraciones realizadas con el objetivo de transmitir enseñanzas de carácter moral y religiosa. Narra la historia de una familia israelita deportada en Asiria, fue escrito hacia el año 200 a. C. y sólo se ha conservado en varias versiones griegas y latinas. Los protagonistas del libro son la familia formada por Tobit y Sara y su hijo llamado Tobías. Tobías pertenece a la tribu de Neftalí, que había sido deportada a Nínive. El protagonista es Tobías, quien guiado por el ángel Rafael, cumple un viaje para recuperar una suma de dinero que le debía el judío Gabael.

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La historia de Tobías es una invitación a confiar en la Providencia divina, destacando los valores de de la santidad del matrimonio, el respeto filial, la misericordia hacia los pobres, la práctica de la limosna, la aceptación humilde de las pruebas y la eficacia de la oración. Los dos Libros de los Macabeos son realmente históricos, narran de forma paralela la rebelión de los Macabeos. Han recibido su nombre del tercer hijo del sacerdote Matatías, Judas, a quien por su valentía le pusieron el sobrenombre de “Makkébet” (martillo). Ya se ha comentado que el rey seléucida Antíoco IV Epífanes (175164) pretendió helenizar al pueblo judío, llegando a suprimir la circuncisión e incluso dedicando el Templo al dios Zeus en el año 167 a. C. El sacerdote Matatías de Modín, hoy El Mediyeh, lugar situado a veinte kilómetros al norte de Jerusalén, junto con sus hijos, Judas Macabeo, Jonatan y Simón, se rebelaron ante esta situación y comenzaron una guerra de guerrillas. El primer Libro de los Macabeos describe estos hechos, comenzando en el año 175, año de la subida al trono de Antíoco, hasta el 134 a. C., año de la muerte del último de los hermanos macabeos, Simón. No sabemos nada de su autor, por el análisis del texto se puede decir que debió ser un judío fiel y leal a su patria y su a religión. La fecha de composición de este primer libro de los Macabeos es contemporánea con los hechos que narra, pues se cree que debió ser escrito entre los años 140 y 130 en hebreo, aunque sólo se conserva la versión griega de los setenta. El segundo libro de los Macabeos es bastante distinto que el precedente. Comienza también con los hechos del año 175 a. C., pero sólo llega hasta el 160 a. C. y aunque trata algunos temas del primero, es más un libro religioso que histórico, en el sentido que los temas históricos los trata bajo un prisma teológico. De una forma explicita el autor expresa su creencia en la resurrección de los muertos (II Mac 7, 9) y en el valor de la oración por los

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difuntos, “Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos” (II Mac 12, 44). Todo parece indicar que este libro se escribió en Alejandría, poco después del año 124 a. C.

El Canon de la Biblia La expresión “canon” que venimos utilizando, procede del griego y originalmente significaba caña, regla para medir, pero con el paso del tiempo esta expresión fue evolucionando a su significado actual de norma, regla o modelo. En este sentido, las normas o decretos de los concilios se llamaron cánones y más tarde también recibieron el nombre de cánones las leyes eclesiásticas, para diferenciarlas de las leyes civiles. En relación con la Biblia se denomina Canon al conjunto de libros que la forman, es decir, el Canon de las Sagradas Escrituras es el conjunto de libros inspirados que lo forman. No podemos olvidar que a pesar de que venimos utilizando de forma genérica la expresión Biblia, nos encontramos frente a un conjunto de libros que no solo se diferencian cuantitativamente, sino que teniendo el mismo contenido representan realidades diferentes para cada confesión religiosa. Los católicos unimos las verdades reveladas en la Biblia a las de la Tradición de la Iglesia, de forma que con ambas Tradición y Escrituras se alcanza la totalidad de la Revelación. Un segundo aspecto a considerar es el concepto inspiración, si bien es verdad que el autor es Dios, lo es en cuanto inspira a autores humanos. Este concepto de inspiración se complementa con la idea de que la Biblia, al contener lo que Dios le dice a los hombres, hay que “leerla e

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interpretarla con el mismo Espíritu con que fue escrita para sacar el sentido exacto de los textos sagrados”17. Los protestantes difieren totalmente de todo lo anterior, para ellos la Biblia es el único depósito de la Revelación, aplicando además el concepto de “libre examen”, es decir, eliminaron el concepto de interpretación al considerar que frente a la Escritura solo cabe la interpretación personal de lector. Si comparásemos la Biblia hebrea con el Antiguo Testamento cristiano veríamos que mientras para los judíos las Escrituras son la expresión de la vida de un pueblo y contienen los elementos para una practica religiosa, para el cristiano el Antiguo Testamento contiene todas las esperanzas que después se materializaron en Jesús. Vemos pues las diferencias son importantes bajo el punto de vista conceptual, pero bajo el punto de vista material, es decir de su contenido, no existen diferencia, por eso nosotros venimos haciendo una descripción paralela.

Canonicidad El concepto de canon referido a la Biblia comenzó a usarse en el siglo III, probablemente por Orígenes(*) cuando quiso indicar con el adjetivo “canónicos” a los libros que eran reguladores de la fe. En el Sínodo de Laodicea (alrededor el año 360) se utiliza el termino para indicar que “no se lean los libros acanónicos”. San Atanasio, el gran defensor de Nicea en el siglo IV, utiliza la misma expresión refiriéndose a un libro que fue muy valorado en la primitiva Iglesia, hasta el punto de que algunos Padres llegaron a considerarlo como canónico y él determina que a pesar de ser muy apreciado y de ser muy utilizado en las asambleas litúrgicas no lo es. Nos estamos refiriendo al “El Pastor de Hermas” un texto que, gracias al Canon de Muratori, sabemos que fue compuesto por Hermas, 17

Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación punto 12.

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hermano del Papa Pío I, en la ciudad de Roma entre los años 141 a 155, existiendo catálogos eclesiásticos posteriores que confirman esta noticia. “El Pastor de Hermas” es el escrito más largo de la época postapostólica y refleja el estado de la cristiandad romana a mediados del siglo II. El concepto de canonicidad es un tema teológico y está muy relacionado con el concepto de inspiración, pudiéndose hablar de la canonicidad de un texto sagrado cuando es inspirado, es decir, tiene a Dios por autor y además esta reconocido como tal por la Iglesia. Precisamente fue eso lo que ocurrió en el siglo tercero cuando surgieron algunas dudas sobre la inspiración de los libros Deuterocanónicos e incluso durante el siglo IV, cuando algunos Padres griegos, como San Atanasio, San Cirilo de Jerusalén, San Epifanio, solo admitían los Protocanónicos y le concedían menor autoridad a los Deuterocanónicos, aunque hay que aclarar que los defensores de esta idea eran una minoría y que, tanto en Oriente como en Occidente, la mayoría de los Padres incluían a los Deuterocanónicos como sagrados e inspirados. Estas discrepancias van desapareciendo con el tiempo y se puede decir que a partir del siglo VI, salvo alguna excepción, todos aceptan el Canon extenso judío como Canon cristiano. El criterio de canonicidad está relacionado con cada libro en particular, no basta que sea un libro inspirado, es necesario que la autoridad de la Iglesia lo declare como tal. Así mismo, la canonicidad de un libro no depende de la tradición, ni del contenido apostólico; no siendo ni siquiera criterio de canonicidad el origen apostólico del libro, a pesar de que todas estas circunstancias se consideren como aspectos a tener en cuenta para determinar la canonicidad de un texto. Podemos poner algunos ejemplos de obras que tuvieron mucha difusión y gozaron de la aceptación de muchos Padres, pero que no fueron consideradas canónicas por la Iglesia.

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La Didaché o Enseñanza de los Doce Apóstoles no ha sido incluida dentro del Canon, a pesar de ser uno de los escritos más venerables que nos ha legado la antigüedad cristiana. Su composición data en torno al año 70; contemporánea por tanto a algunos libros del Nuevo Testamento, situándose su redacción en suelo sirio o tal vez egipcio. Sabemos que la Epístola de San Clemente Romano(*) a los Corintios era leída en las asambleas litúrgicas y como hemos comentado también "El Pastor de Hermas”. Clemente de Alejandría aceptó como escritura inspirada la “Carta a Bernabé” y “El Pastor” de Hermas, incluso citó “El Apocalipsis de Pedro” como si fuera Escritura. Según Orígenes(*), se discutía la Carta a los Hebreos, la de Santiago, la Segunda de Pedro, las II y III de Juan y la de Judas en el período del 220 al 400. Serapión (obispo de Antioquia, 190 d. C.) prohibió a su diócesis leer el Evangelio de Pedro, sin embargo los fieles seguían apreciando este libro. En este lento proceso deformación del Canon, hacia fines del siglo tercero, aparecieron otras listas diferentes, como la de Mileto, Obispo de Sardis o la de Ireneo (130-202) Obispo de Lyón. En Oriente, Juan Crisóstomo (347-407) Patriarca de Constantinopla no dudaba de la segunda Carta de Pedro, la tercera de Juan, Judas y Apocalipsis. Sin embargo, finalmente el Espíritu Santo inspiro a la Iglesia para definir que libros debían ser aceptados como canónicos. Como hemos visto, la condición necesaria para que un libro entrara en la categoría de canónico era que previamente fuese identificado como inspirado, por tanto cabria preguntarse ¿está el Canon completo? o dicho de otra manera ¿se ha perdido algún libro inspirado?, la pregunta no es ociosa porque sabemos que en las Escrituras se hacen referencia a libros que no han llegado hasta nosotros, por ejemplo, en el Antiguo Testamento se habla del “Libro del Justo” o del “Libro de Samuel el vidente” entre otros y en el Nuevo Testamento podemos citar una carta de San Pablo a los Corintios que parece haberse perdido y de otra a los Laodicenses mencionada en la carta a los Colosenses, cuando Pablo

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recomienda que esta carta “sea leída en la Iglesia de Laodicea e igualmente también vosotros leáis la escrita a Laodicea” (Col 4, 16). Lo evidente es que la autoridad encargada de determinar la inspiración y posteriormente su canonicidad, es decir la Iglesia, no ha dicho nada respecto a estos textos. En este punto hay que recordar que la canonicidad de un libro concreto se conoce por revelación divina a través de la Tradición de la Iglesia. Precisamente esta es la razón por la que los Protestantes utilizan otros criterios de canonicidad; puesto que al rechazar la Tradición tuvieron que apoyarse en criterios puramente internos. Lutero para determinar la canonicidad, relaciona la enseñanza del libro y la doctrina de la justificación por la fe, y para Calvino el criterio de canonicidad era “el testimonio secreto del Espíritu” y el “consentimiento público” del pueblo cristiano. Se sabe con certeza que en el concilio Floretino se confirma el Canon completo de los Libros Sagrados que componen el Antiguo y el Nuevo Testamento; en su decreto “pro Iacobitis” del 4 de febrero de 1441 se relacionan todos los libros del canon, incluyendo los libros Deuterocanónicos. Se suele decir que en otros Concilios muy anteriores ya se había indicado el Canon de la Iglesia, hablándose del concilio Hiponense del año 393 y diversos concilios de Cartago de los años 397, 419 y 692, pero no se tiene certeza absoluta de ello, por ejemplo, en el Concilio Laodicense, hacia el 360, se relaciona el Canon del Antiguo Testamento, pero se ha demostrado que esta relación es una adicción tardía realizada a los cánones de ese concilio. La definición solemne del Canon la tenemos en el Concilio de Trento, en el que para salir al paso de los Protestantes, que siguiendo a Carlostadio(*) negaban la canonicidad de los libros Deuterocanónicos. En la cuarta sesión del 8 de abril de 1547 se dice: “El sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento, congregado legítimamente en el Espíritu Santo y presidido de los mismos tres Legados de la Sede Apostólica, […] Resolvió además unir a este

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decreto el índice de los libros Canónicos, para que nadie pueda dudar cuales son los que reconoce este sagrado Concilio. Son pues los siguientes. Del Antiguo Testamento, cinco de Moisés: es a saber, el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números, y el Deuteronomio; el de Josué; el de los Jueces; el de Ruth; los cuatro de los Reyes; dos del Paralipómenon18; el primero de Esdras, y el segundo que llaman Nehemías; el de Tobías; Judith; Ester; Job; el Salterio de David de 150 salmos los Proverbios; el Eclesiastés; el Cántico de los cánticos; el de la Sabiduría; el Eclesiástico; Isaías; Jeremías con Baruc; Ezequiel; Daniel; los doce Profetas menores, que son; Oseas; Joel; Amos; Abdías; Jonás; Micheas; Nahum; Habacuc; Sofonías; Aggeo; Zacharías, y Malachías, y los dos de los Macabeos, que son primero y segundo. Del Testamento nuevo, los cuatro Evangelios; es a saber, según san Mateo, san Marcos, san Lucas y san Juan; los Hechos de los Apóstoles, escritos por san Lucas Evangelista; catorce Epístolas escritas por san Pablo Apóstol; a los Romanos; dos a los Corintios; a los Gálatas; a los Efesios; a los Filipenses; a los Colosenses; dos a los de Tesalónica; dos a Timoteo; a Tito; a Filemón, y a los Hebreos; dos de san Pedro Apóstol; tres de san Juan Apóstol; una del Apóstol Santiago; una del Apóstol san Judas; y el Apocalipsis del Apóstol san Juan. Si alguno, pues, no reconociere por sagrados y canónicos estos libros, enteros, con todas sus partes, como ha sido costumbre leerlos en la Iglesia católica, y se hallan en la antigua versión latina llamada Vulgata; y despreciare a sabiendas y con ánimo deliberado las mencionadas tradiciones, sea excomulgado. Queden, pues, todos 18

Actualmente conocidos como libros de las Crónicas I y II, aquí se utiliza el nombre que le asigna la traducción de los Setenta. Los Padres de la Iglesia, los escritores eclesiásticos e incluso la Liturgia dedicaron escasa atención a estos libros, al considerar que eran prácticamente un duplicado de los libros históricos precedentes.

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entendidos del orden y método con que después de haber establecido la confesión de fe, ha de proceder el sagrado Concilio, y de que testimonios y auxilios se ha de servir principalmente para comprobar los dogmas y restablecer las costumbres en la Iglesia”. Además, el Concilio de Trento “para reprimir los ingenios petulantes”, decreta que nadie puede interpretar la Biblia, puesto que la Iglesia es la única a quien atañe juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas. El Concilio Vaticano I con el fin de disipar algunas dudas que se habían producido, vuelve a reiterar lo dicho en el Concilio de Trento y en el Vaticano II se afirma en La Constitución Dogmática Divina Revelatione c.23 n11. “La santa madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia”. La Iglesia copta etiope, conocida también como Iglesia unitaria ortodoxa etíope y que según la tradición es una Iglesia apostólica fundada por el evangelista San Marcos, en su canon “breve” del Antiguo Testamento formado por cincuenta y cuatro libros, no solamente incluye todos los libros de la Biblia de los Setenta sino también el “Libro de Henoc”, el “Libro de los Jubileos”, el primer y segundo “Libro de Esdras”, el tercer “Libro de los Macabeos” y el Salmo 151. Los tres libros de los Macabeos etíopes tienen una peculariedad diferenciadora, su contenido es completamente desigual a sus equivalentes de las otras iglesias cristianas. El tercer libro de los Macabeos lleva un titulo inadecuado, ya que relata la persecución de los judíos en Egipto bajo el reinado de Ptolomeo IV Filopator (222-205 a. C.), es una obra de ficción que intercala hechos históricos.

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Hay también diferencias en cuanto al orden de los libros. La Iglesia etíope tiene también un canon extenso, que incluye hasta ochenta y un libros. La iglesia unitaria ortodoxa etíope, es una iglesia oriental ortodoxa que tiene su propio jefe (desde 1959; antes formó parte de la iglesia copta). El jefe de la iglesia lleva el título de Abuna-Patriarca y reside en Addis Abeba; el actual, desde el 11 de julio de 1992, es el Abuna Pablo. Esta iglesia es una de las llamadas de los tres concilios o antiguas iglesias orientales, que tienen en común el credo monofisita19 y que rechazaron las conclusiones del Concilio de Calcedonia (451). Se les da el nombre “iglesias de los tres concilios” porque sólo aceptan como válidos los tres primeros concilios ecuménicos, Nicea I (325), Constantinopla I (381) y Éfeso (431). La Iglesia etíope presta mucha más atención al Antiguo Testamento que el resto de las iglesias cristianas y sus fieles practican ritos propios del judaísmo ortodoxo. El Libro de Henoc y el de los Jubileos, mencionados como integrantes del canon etiope son generalmente considerados por la Iglesia católica como apócrifos del Antiguo Testamento. Además de estos dos son considerados como apócrifos del Antiguo Testamento, “Oráculos sibilinos”, “Testamentos de los doce Patriarcas” “Salmos de Salomón”, “Asunción de Moisés”, “Ascensión de Isaías”, “Vida de Adán y Eva”, “Apocalipsis de Abraham”, “Testamento de Abraham”, “Testamento de Job”, “Apocalipsis de Baruc” (uno en siríaco y otro griego), etc. El más importante de todos ellos es el “Libro de Henoc” que se ha conservado íntegramente en etíope. Existen también fragmentos de la obra en griego y en las Cuevas de Qumrán se han encontrado fragmentos de una decena de manuscritos en arameo. 19

Los monofisistas sostienen que en Jesús solo estaba presente la naturaleza divina, negando la doble naturaleza de Cristo, divina y humana. La doctrina monofisita, predicada entre otros por el abad alejandrino Eutiques, fue declarada herética en el Concilio de Calcedonia de 451.

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Inspiración El concepto de la inspiración es un tema excesivamente técnico y cuyo estudio se apartaría de nuestros fines divulgativos, no obstante, es necesario hacer referencia a ella como elemento fundamental de la canonicidad de un libro, aunque solo sea esbozando someramente el tema y apuntando algunas ideas. Se ha comentado que para que un libro entre en el Canon es necesario que sea inspirado, es decir que tenga a Dios por autor. Quizás sea conveniente indicar que un libro inspirado y aceptado dentro del Canon, es independiente del autor que se haya considerado en el momento de su inclusión, es decir, la Epístola a los Hebreos es un libro canónico con independencia de que por los avances científicos actuales se este cuestionando la autoria de San Pablo. La inspiración no esta relacionada con el autor humano que se suponga lo ha escrito, recordemos que hay muchos libros del Antiguo Testamento que se desconoce su autor. Para el antiguo pueblo de Israel era una certeza que los libros sagrados eran obra de Dios, aunque no sabían en virtud de qué acción divina tenía lugar esta encarnación de la palabra. Es sólo el Nuevo Testamento en sus escritos más recientes, el que ha desarrollado una teología que atribuye la encarnación de la palabra divina en los libros sagrados a una inspiración del Espíritu Santo.20 La palabra inspiración tiene dos acepciones completamente diferentes, podemos referirnos a un sentimiento singular de inspiración poética o musical, o artística en general, es decir, “efecto de sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo”21 o como nos interesa aquí

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Véase Teología de la Biblia, J. M. Moreno, S. J., Universidad de Comillas, publicación “on line”. 21 Diccionario electrónico de la RAE.

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“ilustración o movimiento sobrenatural que Dios comunica a la criatura”.22 Técnicamente los teólogos afirman que la inspiración es un carisma que se produjo solamente cuando se escribieron los libros canónicos y lleva implícito que Dios los ha querido y ha asistido en su redacción. De ese modo Dios asume la responsabilidad de lo que se dice en esos libros. Los textos están dotados de autoridad divina, presentándonos cuanto en ellos se dice, como dicho por Él. La teología judaica plantea dos modelos distintos de inspiración. En uno de ellos se entiende la inspiración como un proceso de elección de un testigo humano y una autorización singular para la redacción de la revelación divina. El otro modelo, mucho más radical es de corte milagroso, insiste en la autoría divina desvirtuando la colaboración humana. La especulación rabínica llega a pensar que la Toráh era preexistente en Dios desde toda la eternidad e incluso encontramos la leyenda de que los setenta traductores23 fueron todos poseídos por una inspiración mántica24 y tradujeron la Biblia exactamente igual, palabra por palabra, como obedeciendo a un dictado superior. La expresión “Palabra de Dios” se encuentra doscientas cuarenta y un veces en el Antiguo Testamento. Para los antiguos israelitas, no se distingue entre la palabra de Dios y la del profeta, así vemos referencias en este sentido en varios textos de la Biblia, “No quieren escucharte porque no quieren escucharme” (Ez 3, 7). El profeta es la boca de Dios. “El será su dios, y tú serás su boca” (Ex 4, 16).

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Ibíd. Nos estamos refiriendo a los traductores de la Biblia de los LXX, conocida también como Alejandrina o Septuaginta, la primera traducción de la Biblia Hebrea al griego, a la que ya hemos hecho referencia. 24 Palabra de origen griego que se refiere al arte de la adivinación. Conjunto de prácticas mediante las cuales se trataba de adivinar el porvenir. 23

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En el Nuevo Testamento se afirma taxativamente que los apóstoles predican “todo lo que Jesús hizo y enseñó” (Hch 1, 2). Es tal el convencimiento de que el contenido de la Biblia es Palabra de Dios que el Apocalipsis termina con la prohibición de añadir o quitar ninguna cosa, como manifestación clara de la certidumbre que se tiene de la inspiración divina del libro. “...si alguno añade a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que están escritos en este libro” (Ap 22, 18-19). La Iglesia no se vio en la necesidad de analizar el concepto de inspiración hasta la llegada del racionalismo, porque incluso el Protestantismo no la había cuestionado. Fue en siglo XVIII cuando se planteó un debate sobre este tema. La Iglesia se limitaba a repetir que la Biblia era Palabra de Dios, es decir, que Dios es el autor principal y que los libros sagrados están inspirados por el Espíritu Santo, entendiendo como inspiración “un influjo sobrenatural de Dios, por el cual el hombre que materialmente lo escribe, es impulsado a comunicar a los demás las cosas que Dios quiere comunicarle”. Al igual que los antiguos israelitas, algunas corrientes teológicas acentúan más la intervención divina y otras inciden más en la intervención humana, aunque argumentadas de forma diferente. Existen doctrinas que exageran la autoría de Dios, asimilando al autor humano a un simple copista, considerándolo como un instrumento inerte que escribe “al dictado”. Por el contrario otras corrientes minimizan la actividad de Dios en el proceso de elaboración de redacción, limitándola meramente a una aprobación posterior o autorizando lo que los hombres ya habrían escrito independientemente de él. En ambos casos se estaría haciendo una simplificación que llevaría a confundir inspiración con infalibilidad, sin considerar que la inspiración divina es un don radicalmente diferente.

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Existen otras doctrinas que pretenden explicar el concepto de inspiración haciendo una separación del proceso, atribuyendo las ideas a Dios y la redacción literaria a los hombres, rompiéndose de este modo la unidad de la Escritura. Como vemos existe una cierta dificultad en explicar el don gratuito y específico de la inspiración, podríamos indicar de una forma muy sucinta que Santo Tomás decía que el instrumento, además de su propia capacidad, adquiere otra más elevada a su propia naturaleza. Cualquiera que sea el modo como se explica, lo que hay que indicar es que intervención divina en la redacción de la Escritura tiene unas características específicas que la diferencia rotundamente de cualquier otra intervención divina en la producción de otros escritos. La primera vez que se hablo en un concilio del concepto de inspiración fue en el de Trento, “Los santos de uno y otro Testamento han hablado bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo”. Entre los Concilios de Trento y del Vaticano I25 se desarrollaron diversas teorías sobre la inspiración que han sido puestas al día en la declaración Verbum Dei del Vaticano II que dice: “11. Las verdades reveladas por Dios que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La Santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por sagrados y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo tienen a Dios como autor, y como tales han sido entregados a la Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres que utilizó, usando ellos de sus propias facultades y fuerzas, de modo que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron como verdaderos autores todo y sólo lo que Dios quería. Como quiera pues que todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que 25

Primer Concilio celebrado en la ciudad del Vaticano. Convocado por el Papa Pío IX en 1869 para rebatir el racionalismo y el galicanismo. En este Concilio se aprobó como dogma de fe la doctrina de la infabilidad del Papa.

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confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente con fidelidad y sin error la verdad que Dios quiso que fuese consignada en las Sagradas Letras por causa de nuestra salvación” Así, pues, "toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17).

Interpretación26 En contraposición a las tesis protestantes de que la Escritura se interpreta a sí misma, se encuentra la definición de la Iglesia Católica que propone que solamente corresponde dar la correcta interpretación del texto bíblico al Magisterio de la Iglesia. Podríamos pensar que el problema de la interpretación de la Biblia es un tema que se ha planteado en tiempos modernos, como a veces se puede dilucidar a la luz de la gran cantidad de teorías existentes. Pero no es exactamente así, en ambos Testamentos tenemos ejemplos de personajes que se plantean este tema, como se puede comprobar en algunos oráculos de Jeremías, o cuando vemos que Daniel se interrogaba largamente sobre su sentido (Cfr. Dn. 9, 2). En los Hechos de los Apóstoles se cuenta la historia del eunuco etíope que iba leyendo al profeta Isaías y no entendió el significado del texto hasta que una persona con autoridad, Felipe, le explicó lo que quería decir la Escritura y le dio a conocer a Jesús y posteriormente lo bautizó. (Cfr. Hch 8, 28-37). De una forma expresa este tema ya es tratado en la segunda carta de Pedro, donde se dice que ninguna profecía puede interpretarse por cuenta propia: “Y así se nos hace más firme la palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en prestar atención como a lámpara que luce en 26

Para la redacción de este apartado nos hemos basado, entre otros, en el documento “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” de la Pontificia Comisión Bíblica del 15 de abril de 1993.

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un lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero ante todo tened en cuenta que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque ninguna profecía ha venido por voluntad propia, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios” (II Pe 1, 16-21). Esta misma carta nos previene frente a posibles malas interpretaciones que se pueden hacer acerca de los escritos de san Pablo. “Os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas sus cartas cuando habla en ellas de eso. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente, como también las demás Escrituras, para su propia perdición” (II Pe 3, 1516). Vemos que desde los orígenes los creyentes se han preguntado por el sentido de los textos bíblicos. Puesto que la Biblia es Palabra de Dios escrita en lenguaje de hombres y según la forma de los hombres, el método para hallar su sentido original será semejante al que se utiliza para interpretar otros libros antiguos. En el siglo XVII Baruj Spinoza (1632-1677) estableció la separación entre ciencia y teología. Según él, la Escritura no contenía nada por encima de la razón. Fue un precursor de la hermenéutica bíblica al considerar que para su estudio la Biblia debía ser tratada como cualquier otro libro de la antigüedad, sin utilizar ningún método diferente y teniendo en cuenta solamente al autor humano.

El método histórico-critico La hermenéutica, es decir, la ciencia de la interpretación de los textos para determinar el significado exacto de las palabras mediante las cuales se ha expresado un pensamiento, siempre ha estado presente en la Iglesia.

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Nos podríamos remontar hasta Orígenes (185-254) que ya en la Escuela de Alejandría utilizaba métodos específicos de interpretación bíblica, pero es realmente a partir del siglo XVIII, con el racionalismo, cuando esta ciencia adquirió una nueva dimensión con la aparición de un nuevo método científico para el estudio de textos antiguos, el método histórico-critico. Este método de interpretación, originalmente desarrollado en Inglaterra, surge en un momento de la historia cuando se considera a la razón como la única facultad valida para la explicación de los hechos y en consecuencia, era necesario despojar a los relatos bíblicos de todos los elementos sobrenaturales para poder acceder a la verdad histórica, tratando a los textos sagrados con una metodología similar a las de otras ciencias y en consecuencia, aplicándole los mismos métodos y herramientas de trabajo. El método histórico-crítico pretende comprender el texto, llegando a sus orígenes y en esa situación saber qué sentido tuvo para los lectores originales. Para ello, con las herramientas de la ciencia histórica y literaria, se pretende conocer la historia del texto y de su composición, mostrar su origen, descubrir las fuentes subyacentes, el sentido que tenía en su entorno original y las circunstancias en que surgió. La doble denominación se aplica porque es un método histórico, no solo porque se aplica a textos antiguos estudiando su alcance histórico, sino sobre todo, porque trata de conocer los procesos históricos de producción del texto bíblico. No hay que olvidar que en las diferentes etapas de su elaboración, los diferentes libros de la Biblia se dirigen a diferentes clases de lectores, que viven en situaciones temporales diferentes. Pero también es un método crítico, porque con la ayuda de criterios científicos tan objetivos como sea posible en cada uno de sus pasos, permite al lector actual entender el sentido de los textos bíblicos. La descripción de las diferentes etapas que un texto se ve envuelto cuando se le aplica el método histórico-crítico es técnicamente

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compleja y complicada y probablemente carezca de interés para el lector.27 Solamente indicar que intervienen una serie de disciplinas muy especializadas y que el proceso se inicia con un estudio de crítica textual para establecer un texto bíblico que sea el más próximo al texto original, es decir, el texto que sea más antiguo y fiable; después se somete al texto en cuestión a un análisis lingüístico (morfología y sintaxis) y semántico. A continuación, la crítica literaria trata de definir el comienzo y el final de las unidades textuales y de comprobar la coherencia interna de los textos. Cuando se establece el carácter compuesto de algunos textos, se trata de dividirlos en pequeñas unidades, para estudiar de una manera más sencilla la posibilidad de pertenencia a fuentes diferentes. Más tarde interviene la crítica de los géneros que procura determinar los géneros literarios, su contexto de origen, sus rasgos específicos y su evolución. Finalmente, la crítica de la redacción estudia las modificaciones que los textos han sufrido antes de quedar fijados en su estadio final y analiza ese estadio. Mientras las etapas precedentes han procurado explicar el texto por su génesis, en una perspectiva diacrónica o fuera del propio texto, esta última etapa se concluye con un estudio sincrónico, se explica allí el texto en sí mismo, gracias a las relaciones mutuas de sus diversos elementos, considerándolos como el mensaje comunicado por el autor a sus contemporáneos. Cuando los textos pertenecen a un género literario histórico o están en relación con acontecimientos de la historia, la crítica histórica completa la crítica literaria, para precisar el alcance histórico de los textos estudiados.

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Como ya indicábamos en nota anterior, para el lector interesado en estos temas sugerimos la lectura del documento “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” publicado el 15 de abril de 1993 por la Pontificia Comisión Bíblica, que hemos utilizado para la redacción de este apartado.

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En los inicios de la aplicación del método, la iglesia Católica manifestó una hostilidad evidente contra el mismo, ya que los resultados de su aplicación llevaban siempre a posiciones contrarias a la fe. No obstante, León XIII, Papa28 entre 1878 y 1903, con la encíclica Providentissimus Deus del 18 de noviembre de 1893, a pesar de que se muestra de manera predominantemente crítica, no excluye, sin embargo, lo positivo de las nuevas posibilidades que el método ofrece. Cincuenta años más tarde, Pío XII, en su encíclica Divino afflante Spiritu del 30 de septiembre de 1943, basándose en el trabajo de grandes exegetas católicos, anima positivamente a hacer fructificar los métodos modernos para la comprensión de la Biblia. La constitución del Concilio Vaticano II, Dei Verbum, del 18 de noviembre de 1965, sobre la Divina Revelación, retomó todas estas enseñanzas. El método histórico-crítico, que con independencia de sus excesos, es una herramienta válida de interpretación de los textos bíblicos, no contesta a las preguntas del hombre actual, lo que hace es saber qué sentido tuvo el texto para los lectores originales, pues llega a conocer el origen del texto, la historia de su composición, las fuentes subyacentes, el sentido que tenía en el momento de su composición, las circunstancias en que surgió, etc. Es decir, se constata que el método histórico-crítico es necesario pero no suficiente para explicar el sentido que los textos bíblicos tienen para los lectores de hoy en día. Actualmente se utilizan métodos centrados en el análisis literario, que se presentan como equivalentes (y a veces opuestos) al método histórico-crítico. El objetivo fundamental no es una lectura diacrónica, es decir, fuera del propio texto, como analizar las fuentes, ubicar históricamente a los autores o conocer las circunstancias en que fue elaborado el libro, sino centrarse en el propio texto para que este hable por sí mismo. 28

Como curiosidad y al margen del tema que estamos tratando, fue el primer Papa que apareció en una grabación cinematográfica.

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En lugar de la lectura diacrónica se propone una lectura sincrónica, leer e interpretar el texto tal como se presenta, sometiéndolo a un análisis de carácter literario, tratándolo como realmente debe ser tratado, como una obra literaria. Dentro de estas corrientes se encuentran los estructuralistas que se concentran sobre el estudio del texto bíblico en su estadio final. Actualmente más conocido como análisis semiótico, rechazan toda referencia del texto al mundo exterior, así como sus conexiones con el autor que lo produjo y con el lector que lo interpreta. Aunque los estructuralistas iniciales siguieron a Ferdinand de Saussure (18571913) creador de esta disciplina, los semióticos actuales que aplican esta disciplina al estudio de la Biblia ponen en práctica las teorías del lingüista e investigador francés Algirdas Julien Greimas (1917-1992). En los años sesenta del siglo pasado, los críticos comenzaron a analizar las relaciones entre el texto y sus lectores. Dado que el lector no pertenece a un espacio social y se sitúa en una tradición, el texto lo interpela con sus preguntas, opera una selección, propone una interpretación y finalmente, puede crear otra obra o tomar iniciativas que se inspiran directamente de su lectura de la Escritura. Dicho de otra forma, el lector dialoga con el libro, no con el autor. Por eso, cada lectura es una nueva creación de la obra. No hay que dejar de mencionar que las ciencias de la sociología y psicología son disciplinas que también tienen que intervenir en los estudios de interpretación bíblica. La primera investiga las condiciones socio-culturales que influyen sobre los lectores actuales en el proceso de interpretación y la segunda estudia la influencia de la propia personalidad y de la historia personal del lector en la interpretación. Recientemente ha nacido en Estados Unidos la crítica canónica, que mantiene que para llegar a comprender el sentido de la Biblia lo importante es el texto canónico que actualmente tenemos, no el texto hebreo que reconstruyeron los críticos comparando manuscritos y versiones. Solamente les interesa la forma final tal como ha quedado recogida en la Biblia considerando la lectura diacrónica como una

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distracción en cuanto aísla libros, fuentes o autores, o trata de conocer la intención de estos últimos. Volviendo al inicio y partiendo del deseo de los hombres de entender lo que Dios les dice en la Biblia, todo el problema se sustancia en que si la Biblia es Palabra de Dios, pero escrita en lenguaje de hombres y según la forma de los hombres, el método para hallar su sentido original será semejante al que se utiliza para interpretar otros libros antiguos, habiéndose terminado la polémica sobre el sentido literal de los textos bíblicos. El debate actual, en el que vemos que están involucradas muchas ciencias además de la exegesis teológica, se centra en buscar el camino para interpretar esta Palabra de Dios de manera que sea comprensible para el hombre moderno, e ilumine situaciones muy diferentes de las que rodeaban a los primeros destinatarios. El Papa Juan Pablo II señaló que la multiplicidad de métodos que se presentan en la actualidad, lejos de delatar inseguridad o confusión, son una prueba de la riqueza de esta Palabra para el hombre actual y de la limitación de la ciencia humana para captarla en su plenitud y expresarla adecuadamente. Mediante la Constitución Dogmática “Dei Verbum” la Iglesia Católica dice que la fuente única de la Revelación es la Tradición viva de la Iglesia formulada por escrito en los Libros Sagrados, lo que implica que todo lo que Dios quiere decirnos se encuentra en las Sagradas Escrituras y en consecuencia la Tradición nos lo trasmite de una forma más comprensiva para nosotros. Es decir, las verdades reveladas se encuentran repartidas en dos canales distintos. Unas nos llegan a través de la Escritura y otras a través de la Tradición (y por supuesto, la gran mayoría a través de ambas). Pudiéndose decir que la distinción entre las dos fuentes no es material, sino formal, no hay diferencia en lo que se afirma, sino en el modo como se hace. La materia contenida en la Tradición y en la Escritura es la misma, pero se encuentra expresada de un modo formalmente diferente,

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pudiendo tener un mayor grado de desarrollo de esas mismas verdades en la Tradición.

Críticas a la historicidad de la Biblia La forma más radical de demostrar la falta de veracidad histórica del Nuevo Testamento sería demostrar la inexistencia de Jesús y la del Antiguo Testamento mediante pruebas que determinasen que Moisés es una invención. En el primer caso, ningún autor serio pone en duda la existencia de Jesús, sin embargo, la existencia de Moisés no tiene una solución tan evidente, puesto que no existen fuentes externas a la Biblia para probar su indubitable existencia. Los orígenes egipcios de Moisés coinciden con el hecho de que la tradición dice que una parte de los antepasados de Israel estuvo en Egipto en esclavitud y una tradición que muestra una relación de dependencia total no puede ser fruto de una invención. Muchos nombres de levitas son nombres egipcios e históricamente se sabe que los egipcios emplearon a esclavos semitas en las construcciones faraónicas. La presencia de los hebreos en Egipto debería situarse entre los siglos XVII al XIII antes de Cristo (Ex 12, 40-41) y como dice expresamente el Génesis estuvieron unos cuatrocientos años, “Tienes que saber que tus descendientes emigrarán a una tierra extranjera. Allí serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años” (Ge 15, 13). El Génesis se refiere al hecho de que tras el deambular de los patriarcas por los bosques y praderas del Canaán se asentaron en Egipto, donde residieron durante varias generaciones. La presencia de los hebreos en Egipto pasó por dos etapas completamente distintas. En la primera gozaron del favor real del Faraón, de quien José había sido el primer ministro, sin embargo en la

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segunda “se levantó un rey nuevo que no había conocido a José” (Ex 1, 8) que sometió al pueblo hebreo a la esclavitud por razones raciales y religiosas, “Estuvimos en Egipto como esclavos del Faraón, sacándonos el Señor de allí con mano poderosa” (Dt 6, 21). Siguiendo al historiador Manetón, Sumo sacerdote de RA, del periodo Ptolomaico, que vivió en Helíopolis en los reinados de Ptolomeo I y II, se sabe históricamente que durante los siglos XVII o XVI a. C., Egipto estaba invadido por los hicsos, o pueblos pastores semitas, que establecieron su capital en Avaris (Tell ed Daba). Su hegemonía en Egipto puede coincidir con la dinastía XV, de los siglos XVII-XVI. Es verosímil pensar que durante el dominio hicso los clanes patriarcales hubieran podido asentarse en Egipto con todo tipo de facilidades al amparo de los faraones reinantes. Algunos hicsos llevan los nombres de Jacob y Hur. Vemos pues que nos estamos refiriendo a una época históricamente muy temprana ya que la primera evidencia arqueológica relacionada con los hebreos se remonta alrededor de los años 1210 a. C. y se refiere a la llamada “Estela de Merenptah” en la que en una línea de jeroglíficos se menciona el nombre de Israel. Esta estela fue hallada en 1896 por el egiptólogo británico William M. Flinders Petrie (1853-1942) en el templo de Merenptah en Tebas, mide 2,25 metros de altura y es de granito negro. Data de los años 12081207 a. C. y contiene un himno de victoria que conmemora la aclamación de Egipto sobre sus enemigos. El final de la estela se mencionan los enemigos de Egipto que se hallan en la región de Canaán, entre los que aparece “Israel”, diciendo: “Israel está derribado y yermo, no tiene semilla”. La estela se conserva en el Museo del Cairo. Aunque los hechos históricos son casi inexistentes y solamente podemos mencionar el que acabamos de citar, la pretensión de negar la existencia de Moisés tiene poca consistencia, en consecuencia, dado que seguir la línea de la no existencia de Moisés no podía conducir a ningún resultado satisfactorio, las críticas al Antiguo Testamento se

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desarrollaron por otros caminos: poner en duda la autoría del Pentateuco (Toráh).

Hipótesis sobre la autoría del Pentateuco Como ya hemos comentado, hasta el siglo XVIII, la tesis de la autenticidad mosaica del Pentateuco fue comúnmente admitida, pero, como también se verá más tarde, es en ese siglo y con la llegada el racionalismo, cuando empiezan a cuestionarse autorías y existencias de personajes. Antes del siglo pasado, solo unos pocos eruditos habían expresado sus dudas sobre la autoria del Pentateuco por Moisés. Se sabe que el sefardita Abraham Ibn Ezra (1092-1167) exegeta judío y gran intelectual realizó comentarios muy originales sobre la Sagrada Escritura, en sus obras “Comentarios sobre el Antiguo Testamento” y “Comentarios sobre el Talmud”, mencionando algunos pasajes que hacían pensar la existencia de varios autores. Pero el primer critico de la época moderna fue Bodenstein von Karlstadt(*), más conocido como Carlostadio(*). En su obra “De canonicis Scripturis” sostuvo que no se podía defender que Moisés fuese el que escribió el libro, indicando que Moisés no pudo escribir la narración de su muerte y que además el estilo coincide con el de otros pasajes del Deuteronomio, de los cuales no sería autor. El filósofo Baruch Spinoza, autor del célebre “Tractatus theologico politicus” en 1670, donde en los capítulos 6 y 7 dice que el autor del Pentateuco y de los Libros Históricos de Josue y Reyes fue Esdras, utilizando diversas fuentes, entre ellas de Moisés. Se comienza a hablar de una redacción o al menos de retoques posteriores a Moisés. Con la obra del Padre Richard Simon (1638-1712), se inició el estudio crítico de la Biblia. En su obra “Histoire critique du Vieux Testament” (1678) advirtió la existencia de duplicados, cambios de estilo y divergencias en el contenido; circunstancias que utilizaría como base para establecer su crítica literaria del texto.

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Ya en la época ilustrada, autores como el pastor luterano alemán Henning Bernhard Witter (1711) y el médico francés Jean Astruc (1753) esbozaron lo que vendría a llamarse “hipótesis documentaria antigua”. El pionero de esta hipótesis fue Witter (1683-1715), que en su estudio inacabado del Génesis “Jura Israelitarum in Palaestina” se dio cuenta de la diversidad de nombres divinos utilizados en pasajes similares. Este párroco alemán de Hildesheim, compara el relato de la creación de Ge 1, 1-2,4 con el del paraíso de Ge 2, 5-3, 24, señalando la diferencia de los nombres divinos, la diversidad de estilo y la presencia de repeticiones; llegando de este modo a formular la hipótesis de dos relatos paralelos, pensando en la posibilidad del empleo de diversas fuentes. Esta línea de trabajo fue seguida cuarenta años más tarde por Astruc, (1684-1776) médico del rey Luís XV, un protestante convertido al catolicismo y lector apasionado de la Escritura, que dejó una obra titulada “Conjectures sur les mémoires originaux dont il paroit que Moyse s'est servi pour composer le livre de la Genése. Avec des remarques, qui appuient ou qui éclaircissent ces conjectures” (1753). Astruc, propuso la “Hipótesis documentaria”, al observar la alternancia en el uso de los nombres de Dios (Yahvé, Elohim). En la misma línea continúa en 1780 Johann Gottfried Eichhorn, (17521827), Profesor en Göttingen en 1788, estudiando los relatos del Diluvio y el arca de Noé observa que puede ser separado en dos relatos similares, aunque distintos entre sí, en uno de ellos se utiliza un nombre para Dios y otro distinto en el otro. Eichhorn ha sido llamado el fundador de la crítica moderna del Antiguo Testamento. Fue un erudito muy versátil, en 1783 publicó su trabajo más famoso, “Introducción al Antiguo Testamento” y en 1814 escribió una “Introducción al Nuevo Testamento”. Fue el primero en aplicar sistemáticamente a toda la Biblia una metodología crítica más elevada que él denominó “Higher Criticism”. A partir de ese momento el termino “Introducción” ha sido usado

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técnicamente para describir un libro en el que se estudia el origen, el autor, la fecha y la historia literaria de los libros bíblicos.

Teoría clásica documental En el siglo XIX, se propone la “Hipótesis de los fragmentos” propugnada por varios autores, el teólogo católico escocés Alexander Geddes(*) en 1792; el protestante alemán Johann Severin Vater, profesor de la Universidad de Halle (1771-1826) en su trilogía “Comentarios sobre el Pentateuco” publicada en 1802-1805 y el teólogo alemán Wilhelm Martín Leberecht De Wette en 1840, entre otros, en la que se determina que el Pentateuco seria el resultado de una recopilación de varios fragmentos distintos. De Wette, se pasaría a la “Hipótesis de los complementos” que había sido propuesta por Kelle y H. Ewald (1823) que sostenía que el Pentateuco proviene de un “escrito fundamental”, es decir, textos que emplean para Dios el nombre Elohim, “complementado” con otros textos. A mediados de siglo, el danés Hermann Hupfeld (1853) recogió y reelaboró la “Hipótesis documental” y propuso una “Nueva hipótesis de los documentos”. Philip Kelle y Walter Elwel llamaron “elohista” al escrito o documento fundamental, que se correspondería con lo que más tarde se denominó “sacerdotal” (será el documento P), habría que admitir un documento yhawista (J), y por último un segundo elohista. Añadiendo todo esto al Deuteronomio resultaría el Pentateuco, con ello se sentaban las bases para la elaboración de la que se convertiría en la "Teoría clásica documental". En 1865 el erudito alemán Karl Heinrich Graf (1815-1869), propone cambiar el orden de los documentos de Hupfeld, afirmando que el documento básico era el más tardío, de la época del Destierro o después; antes estarían los documentos yahwista y elohista y en tiempos de Josías se compondría el Deuteronomio.

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Pero el que formuló con más éxito la “hipótesis documental” fue el filólogo Julius Wellhausen, que estaba notablemente influido por la idea hegeliana del evolucionismo religioso y opinaba que Israel pasó de formas primitivas a expresiones cada vez más elevadas de religiosidad. Como era sobre todo un historiador, -fue Profesor de Estudios Orientales-, le interesaba el problema de la distribución histórica de los documentos que sus predecesores ya habían señalado. Wellhausen desarrolló una teoría, que además de ser denominada con su nombre, alcanzó un éxito extraordinario entre los estudiosos de la exégesis bíblica. Éxito que tiene su aspecto paradójico, pues como veremos inmediatamente Wellhausen era ateo. Su teoría aun hoy en día goza del favor de muchos exégetas, aunque con el paso del tiempo las propuestas originales han sufrido modificaciones. Julius Wellhausen, protestante, nació en el año 1844 en Hameln, Alemania y murió en la ciudad de Gottinga en el 1918. Comenzó su carrera profesional como profesor de Teología, pero renunció a ello porque no creía lo que se suponía que debía enseñar. Wellhausen excluía que en la historia de la humanidad pudiera producirse ningún tipo de intervención sobrenatural o divina, no creía ni en Dios, ni en los milagros. A pesar de estas creencias, dedicó muchos años de su vida, con gran tenacidad, al estudio de los libros del Antiguo Testamento. Su teoría está basada en la afirmación de que la mayoría de los libros del Pentateuco tienen su forma actual después del retomo de la cautividad en Babilonia en el año 536 a. C. Según Wellhausen, el Pentateuco constituye una recopilación de libros previos, afirmando que adquirió su forma presente en una serie de etapas, de varios siglos, en las que se “ensamblaron” cuatro documentos distintos; Moisés no escribió ninguno de los libros que llevan su nombre, ni Isaías, ni tampoco Daniel. La obras más conocidas de Wellhausen son “Die Composition des Hexateuchs und der historischen Bücher des Alten Testaments”

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(Berlín, 1876-1877) y “Prolegomena zur Geschichte Israels” (Berlín, 1878). Bien es verdad que nunca faltaron opositores a la “Teoría clásica documental”, tanto entre los cristianos (protestantes y católicos) como entre los judíos, sin embargo, la estructura fundamental de la hipótesis documental ha seguido siendo sustancialmente la que indicó Wellhausen. Los elementos esenciales de su teoría pueden resumirse de la forma siguiente: en un inicio, alrededor de los santuarios tribales, se fueron transmitiendo las tradiciones religiosas constituidas en función del culto o bien como recuerdos de las diversas tribus; después apareció la redacción escrita más antigua que se denomina el documento yahvista (850-750 a. C.). Se llama así porque se menciona siempre a Dios con su nombre Yhwh, incluso antes de la revelación a Moisés (Ex 3, 6; Ge 4, 26). Se supone que este documento proviene del reino de Judá y se le denomina J. El siguiente documento es el elohísta (E), un documento más evolucionado, que la escuela de Wellhausen considera que procede del norte y tiene influencias de la predicación profética, que tendría sus orígenes en el siglo VIII a. C. Se trata de un documento teológicamente más elaborado, donde intervienen los ángeles como mediadores entre Dios y el hombre, asigna a los personajes principales, como Abrahán y Moisés, el título de profeta y concede amplia atención a las colecciones legislativas. Según la Hipótesis documentaria estos dos documentos se habrían unificado después de la caída de Samaría (año 722 a. C.), sirviendo como base el texto yahvista (documento J) armonizándose las dos fuentes. Este trabajo estaría ya ultimado en la época de Josías. En el 622 a. C., bajo el rey Josías, con ocasión de los trabajos de restauración del Templo, fue descubierto el “libro de la ley”, “El sumo sacerdote Helquías dijo entonces al secretario Safán: En la casa de Yahve encontré el Libro de la Ley. Después se lo pasó a Safán quien lo leyó” (II Re 22, 8). Realmente no se sabe a que libro se refiere el

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sacerdote, algunos lo identifican con el libro del Deuteronomio, al menos en su parte central y otros piensan que se refiere al Pentateuco. Para muchos seguidores de Wellhausen, el descubrimiento fue un “piadoso engaño” concebido para conferir autoridad al libro; según ellos se trataba en realidad de una primera redacción del Deuteronomio, a la que siguieron varias versiones sucesivas, con añadidos y modificaciones diversas. Finalmente, un redactor unió el Deuteronomio con los documentos J y E unidos. El último documento, el sacerdotal (sigla P, de la inicial de la palabra " Priester" que significa sacerdote en alemán), sería obra del ámbito sacerdotal; compuesto después del destierro, pudiéndose atribuirse a Esdras y dataría de alrededor del año 458 a. C. Por el año 400 a. C., un redactor sacerdotal habría intentado fusionar todo ello en un documento unitario (documento P). Según esta hipótesis, alrededor del año 400 a. C. un redactor habría compuesto los cuatro primeros libros tomando como base el documento P e interpolando J y E que previamente se habían fusionado. El documento D daría lugar al Deuteronomio y Josué. Como es natural, en el mundo académico se ha estudiado profusamente esta teoría, existiendo gran cantidad de seguidores, así como algunos que aceptan parcialmente o con modificaciones la teoría, como el teólogo evangelista Otto Procksch (1874-1947) y el teólogo Rudolf Smend (1851-1913), profesor de la Universidad de Göttingen, que han tratado de demostrar que los cuatro documentos originarios de Wellhausen no son los más antiguos, sino que pueden identificarse fuentes anteriores. Pero también existen detractores, como Martín Noth(*), que a pesar de aceptar inicialmente la hipótesis wellhauseniana de los cuatro documentos, se separó de éste al no estar de acuerdo con las relaciones entre las fuentes y conjeturó que tras el gran bloque de narraciones del Pentateuco podía descubrirse una tradición oral y Johannes Pedersen (1883-1977), teólogo y lingüista de la Universidad de Copenhagen, que en 1931 rechazó formalmente la teoría documental, apostando también por la tradición oral.

CRITICAS A LA HISTORICIDAD DE LA BIBLIA

Siguiendo a Norh, Ivan Engnell (1906-1964) refuto la teoría de Wellhausen, afirmando que el Pentateuco lejos de ser el resultado de una compilación de documentos escritos, es una combinación de tradiciones orales reunidas que nacen y se desarrollan en el culto. En la transmisión oral van paulatinamente adquiriendo forma histórica, sin llegar a ponerse por escrito hasta después del destierro, siendo las contradicciones que aparecen en el Pentateuco consecuencia de la transmisión oral y de las peculiaridades de la lengua hebrea.

Otras hipótesis Las investigaciones continuaron, apareciendo otras interpretaciones sobre la composición del Pentateuco entre las que se pueden mencionar las siguientes. La “Teoría de las formas” del alemán luterano Hermann Gunkel (1862-1932), que se interesa más por el estudio de las unidades literarias previas (relatos populares, poemas, leyendas...) procurando determinar la situación existencial de Israel mediante los distintos géneros literarios. Gunkel admitía la teoría de las fuentes, (los documentos J, E, D, P) de la escuela wellhauseniana, pero en su investigación utilizó un método diferente, no incidía en la formación histórica del texto, sino que analizaba el texto final para señalar en él la existencia de “pequeñas unidades”, cuyo “género literario” intentaba estudiar. Fue un giro radical en el estudio del Pentateuco, al que no se consideró ya como unidad de amplios documentos reunidos, sino como colección de muchas pequeñas unidades más o menos independientes. El interés no radica ya en la atribución de un versículo o de una palabra a uno de los documentos fuente, sino en la identificación de cada unidad literaria y de su lugar de inserción en la vida del pueblo de Israel. El más conocido sucesor de Gunkel fue el teólogo luterano Gerhard von Rad (1901-1971), profesor en Göttingen y Heidelberg, que intentó

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la combinación de los dos métodos: el de las fuentes-documentos y el de las formas literarias. Según von Rad, el Pentateuco está constituido por cuatro conjuntos de tradiciones, cada uno de los cuales desarrolla un tema fundamental: el éxodo y de la conquista; el Sinaí; la historia de los patriarcas y la historia primitiva. Antes de la época monárquica tan sólo existía, en su mayor parte, la tradición oral. En 1981, Jacques Vermeylen, profesor del Centro de Estudios Teológicos y Pastorales de Bruselas y de la Universidad Católica de Lille, propuso la Hipótesis de las relecturas sucesivas, no se trata de buscar diversos estratos en el Pentateuco, su formación se llevó a cabo no con adición de datos nuevos, sino a través de redacciones sucesivas. El antiguo profesor de Antiguo Testamento de las Universidades de Berlín y Heidelberg y actual Presidente de la Comisión Iglesia y Judaísmo de la Iglesia Evangélica alemana Rolf Rendtorff, en 1975 realiza el ataque más contundente a la teoría documentaria, indicando que en el Pentateuco se descubren cinco temas principales: la historia de los orígenes, la historia patriarcal, el éxodo y Moisés, el Sinaí, y la conquista de la tierra. Cada uno de estos temas eran independientes y con los años se fueron enlazando unos con otros hasta formar una sucesión lógica de relatos. Esto se realizó por medio de las “unidades-puente” provenientes del área deuteronómica y del área sacerdotal. Norman Whybray (1923-1997), pastor anglicano, Profesor de Antiguo Testamento y Hebreo en el Central Theological College de Tokio desde 1952 a 1965 y Director del Departamento de Teología de la Universidad de Hull hasta 1982, en su obra The Intellectual Tradition in the Old Testament (1974) hace la crítica más completa a la hipótesis de Wellhausen y afirma que el Pentateuco fue esencialmente el trabajo de un solo autor que utilizó múltiples recursos literarios, reflejados en la variedad de léxico, de estilo y de relatos repetidos.

CRITICAS A LA HISTORICIDAD DE LA BIBLIA

¿Qué dice la Iglesia Católica? Todo el catálogo de teorías que acabamos de mencionar pone de manifiesto la gran cantidad de estudios y tiempo que los eruditos han dedicado a tratar de discernir la historicidad y autoria del Pentateuco. Es un tema de indudable importancia en el orden académico pero de muy poco interés fuera de esos ámbitos. Para el católico, que cree en la Iglesia como depositaria de la Revelación, el problema se simplifica. La pregunta no es sí fue Moisés el autor del Pentateuco, la verdadera cuestión es ¿Qué dice la Iglesia? La Iglesia Católica sigue defendiendo la autenticidad mosaica, pero el acento no se pone tanto en lo que escribió o mandó a escribir, cuanto en el influjo que determinó el carácter y el espíritu de todo el Pentateuco. El Magisterio de la Iglesia no ha dado normas concretas para la interpretación del Pentateuco, haciendo excepción de la aceptación del método histórico-critico bajo un punto de vista católico. Pero ante la situación de las diversas teorías existentes, al aplicar el método bajo un punto de vista racionalista, viendo que se atacaba a la canonicidad de los libros del Antiguo Testamento, la Pontificia Comisión Bíblica en 1906 promulgó un documento sobre la autenticidad mosaica del Pentateuco en el que se salvaguarda la figura de Moisés y la veracidad histórica de los hechos que constituyen la base de la Biblia. La historicidad de los primeros capítulos del Génesis fue puesta en duda y aún negada a causa de los descubrimientos arqueológicos e históricos. La negación de la historicidad lleva a la negación de una parte de los principios dogmáticos en que se basa la religión cristiana. La Pontificia Comisión Bíblica, el 30 junio de 1909 redactó otro documento sobre el carácter histórico de los tres primeros capítulos del Génesis, precisando que: “Los diversos sistemas exegéticos inventados, con apariencia científica para excluir el sentido literal histórico de estos capítulos, no se apoyan en fundamentos sólidos”.

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Estos capítulos contienen narraciones de casos realmente sucedidos. No son fábulas tomadas de la mitología y acomodadas a la doctrina monoteísta o alegorías y símbolos faltos de fundamento y leyendas en parte históricas o en parte ficticias. No se puede poner en duda el sentido literal histórico cuando se trata de los hechos narrados en dichos capítulos que tocan los fundamentos de la religión cristiana. Frente a todas esas teorías, viciadas en origen en muchos casos, por la actitud a priori contraria a la religión en general, o a la judaica y cristiana en particular, habría que manifestar un hecho generalmente no considerado: que la fe es esencial en el Antiguo Testamento y es precisamente lo que otorga unidad a la dispersión de textos, de relatos y de pasajes que en él se contienen. La fe es muestra viva de una intensa experiencia espiritual, mística y profética que propicia el encuentro del Pueblo de Israel con la Divinidad en lo más profundo de su existir, historia de la confianza en la dirigencia poderosa de Yahvé como fundamento de la propia existencia e historia. Moisés simboliza, ante todo, la asunción del cometido y su cumplimiento. Moisés escucha la llamada de Dios en el Sinaí y se dispone a cumplir su misión. Yahvé, el Dios vivo, el Dios que habla al hombre y le trata como interlocutor, el Dios que se revela a Israel en su historia, es el artífice verdadero de las proezas de Moisés y del Pueblo de Israel. Se contempla la fe como un camino, un camino que libera a Israel de las ataduras de la Historia. La historia de Israel es una historia de fe, de confianza, de esperanza, de compromiso con la Divinidad.”

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La Biblia Cristiana La Biblia católica está formada por setenta y tres libros, cuarenta y seis pertenecientes al Antiguo Testamento y veintisiete al Nuevo Testamento. Bajo el punto de vista católico el Canon fue confirmado, como hemos visto, en el decreto de la cuarta sesión del Concilio de Trento del 8 de abril de 1546, aunque se venia utilizando el mismo Canon prácticamente desde los inicios del Cristianismo. La expresión “antiguo testamento” utilizada para referirse a los escritos de las Sagradas Escrituras del pueblo judío y que fueron aceptadas por los cristianos como Palabra de Dios, dirigida también a ellos, es una expresión del apóstol Pablo para designar los escritos atribuidos a Moisés (II Cor 3, 14-15), ampliándose su sentido desde fines del siglo II, para aplicarlo a otras Escrituras del pueblo judío, en hebreo, arameo o griego. Por su parte, “Nuevo Testamento” procede de un oráculo del Libro de Jeremías que anunciaba una “nueva alianza”. “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jr 31, 31) expresión que se convirtió en el griego de los Setenta en la de “Nuevo Testamento”. La fe cristiana, con la institución de la eucaristía, ve esta promesa realizada en el misterio de Cristo Jesús (I Cor 11, 25; He 9, 15). En consecuencia, se ha llamado “Nuevo Testamento” al conjunto de escritos que expresan la fe de la Iglesia en su novedad.29 Por sí mismo, este nombre manifiesta ya la existencia de relaciones con el “Antiguo Testamento”. El Nuevo Testamento fue el fruto del mandato “id pues, enseñad a todas las gentes” (Cfr. Mc 16, 17 y Mt 28,19) que los primeros cristianos recibieron de Jesús y la necesidad de poner por escrito la tradición que heredaron, es decir, lo que se iba predicando.

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Véase “El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana” Pontificia Comisión Bíblica, 2002.

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La variedad de las comunidades que se iban creando y la necesidad de comunicación entre ellas iban exigiendo la existencia de un texto o textos comunes, unido al hecho biológico de que iban desapareciendo los testigos oculares y convenía redactar recuerdos y esquemas de predicación. El Espíritu Santo inspiró a Pablo y a los demás autores del Nuevo Testamento a escribir para el bien de la Iglesia. La aceptación del Antiguo Testamento está refrendada en los propios escritos apostólicos que hacen múltiples referencias en sus escritos a él, aunque como siempre, no ha dejado de existir alguna persona que no consideraba al Antiguo Testamento como digno de tenerlo en cuenta, como Marción(*) de Sinope (actual Turquía) (c.85–c.160), un gnóstico, que en el año 110 d. C. escribió que los cristianos deberían rechazar en los escritos cristianos el Antiguo Testamento y todo lo que era “judío”, los Obispos lo condenaron y reconocieron que las Escrituras Hebreas continuaban siendo Revelación. Como hemos visto, en los primeros siglos de la Iglesia aún no se había determinado que libros formarían el Canon de la Biblia. Había mucha dispersión en lo que se creía era inspirado. En algunas ciudades del Medio Oriente rechazaban la Carta a los Hebreos. Además, en este tiempo, había muchos escritos falsos. En Antioquia, en el año 200, se utilizaba el llamado "Evangelio” de Pedro (considerado actualmente uno de los evangelios apócrifos). Personas opuestas a la Iglesia redactaron escritos, que por su similitud con las creencias aceptadas, sembraron confusión. Estos escritos tenían la misma estructura que la de los evangelios y las epístolas, siendo difícil de diagnosticar su falsedad en esos momentos iniciales del desarrollo de la fe, como por ejemplo, el “Evangelio de Tomás” (promovido por los gnósticos), el “Evangelio de María Magdalena”, cartas de San Pablo no escritas verdaderamente por él. La relación más antigua de los escritos canónicos del Nuevo Testamento es el llamado “Canon de Muratori”, que fue redactado por un personaje desconocido, posiblemente San Hipólito, alrededor del año 200. El documento está escrito en latín y fue descubierto por el

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jesuita Ludovico Antonio Muratori (1667–1750) en la Biblioteca Ambrosiana de Milán en el año 1740 en un manuscrito del siglo VIII, que está compuesto por 67 páginas en las que se incluyen diversos tratados de autores eclesiásticos de los siglos IV y V. El canon, como tal, comienza en el folio 10 y tiene unas 85 líneas, se escribió en los finales del siglo segundo porque el propio autor se refiere al reinado del Papa Pío I (muerto en el año 157) y constata que los cristianos ya reconocían como normativos la mayoría de los libros que posteriormente se llamarían de forma genérica Nuevo Testamento. Este texto indica que en aquel entonces (como ya se ha dicho, alrededor del 200) eran ya recibidos en Roma los cuatro evangelios, los Hechos de los Apóstoles, trece epístolas de Pablo (no está la Carta a los Hebreos), primera y segunda de Juan, la Carta de Judas y dos Apocalipsis, el de Juan y el de Pedro. El canon de Muratori sería el testimonio más antiguo de la aceptación de casi todos los escritos principales del Nuevo Testamento y una prueba irrefutable contra las modernas pretensiones de que los textos incluidos en el canon del Nuevo Testamento fueron elegidos por Constantino I, que como sabemos murió en el 22 de mayo del año 337. En aquellos comienzos, el idioma oficial de la Iglesia era el griego y aunque se hicieron traducciones al latín, de forma oficial la Biblia fue traducida al latín por San Jerónimo, a instancias del Papa Dámaso I (304-384), habiendo sido el texto bíblico oficial de la Iglesia Católica durante quince siglos, hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979. San Jerónimo de Estridón (340-420), nacido en Dalmatia, actual Bosnia, es considerado Padre de la Iglesia y uno de los cuatro grandes Padres Latinos. El Papa San Dámaso lo nombró su secretario y fue ordenado sacerdote a los 40 años. Sus últimos 35 años de vida los pasó en una gruta, junto a la Cueva de Belén. San Jerónimo fue un célebre estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego, siendo su maestro el más famoso profesor de su tiempo, Donato, que era pagano. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su

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proyecto de traducción, pero se marchó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma y por las envidias e incomprensiones padecidas en Roma como consecuencia de su enérgico carácter. Comenzó la traducción en el año 382 corrigiendo la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 tradujo el Antiguo Testamento del hebreo, completando su obra en el año 405. Su gran obra se denominó Vulgata, vulgata editio, edición para el pueblo, porque se escribió en un latín corriente en contraposición con el latín elegante de Cicerón, que San Jerónimo dominaba. El objetivo de la Vulgata era que fuera más fácil de entender y más exacta que sus predecesoras. San Jerónimo tradujo el Antiguo Testamento del hebreo y los Evangelios del griego. No se sabe con seguridad si tradujo otras partes del Nuevo Testamento o simplemente las revisó de las antiguas traducciones latinas. Antes de esta traducción, la Biblia latina que se utilizaba recibe el nombre genérico de Vetus Latina. Decimos genérico, porque no fue traducida por una única persona o institución y ni siquiera se editó de forma uniforme, existieron varias versiones de calidad y el estilo diversos. Algunos autores prefieren utilizar la expresión “versiones prejeronimianas” en vez del genérico Vetus latina. Existen evidencias de la existencia de Biblias traducidas al latín en épocas tan próximas a los hechos que describen como el año 180. En las Actas de los Mártires de Scillum en Numidia, África, consta que al ser preguntados sobre que libros leían, Sperantus, uno de los mártires respondió “Los cuatro Evangelios de Nuestro Señor Jesucristo y las Epístolas de San Pablo y toda escritura divinamente inspirada” lo cual hace pensar que, dado que eran campesinos, no podrían leer en griego y en consecuencia los libros que leían estaba escritos en latín. Los escritos de San Cipriano (200-258), Obispo de Cartago, son una colección de citas de la Sagrada Escritura, puesto que hacia uso de una traducción latina que hacia tiempo existía.

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Hoy en día los autores son de la opinión de que existieron varias versiones de la Biblia en latín, basándose que en los escritos de Noviciano, que vivió en Roma hacia el 250, se encuentran referencias a las Sagradas Escrituras que han sido tomadas de otra versión diferente a la de San Cipriano. La conclusión es que existieron, al menos, dos versiones latinas a mediados del siglo III, una usada en África y otra en Roma y quizás también en las Galias y en España. De hecho, existen en la actualidad muchos manuscritos de la Vetus Latina que son incluso más numerosos que los manuscritos griegos del Nuevo Testamento, lo que demuestra la amplia difusión de la Biblia en idioma del pueblo en los primeros siglos. En un manual de disciplina eclesiástica, probablemente compuesto en el norte de Siria hacia fines del siglo III, la Didascalia Apostolorum, se recomienda encarecidamente la lectura bíblica. San Agustín (354-430), que probablemente conoció la Biblia latina en Italia y la denominó Itala, más tarde, adoptó esta versión en su diócesis. En el siglo XVI fue el fraile Sixto de Siena (1520-1569), como ya se ha indicado, el primero que empleó los términos “Protocanónicos” para designar los libros que desde un principio fueron recibidos en el canon, pues todos los consideraban como canónicos y “Deuterocanónicos”, para significar aquellos libros que, si bien gozaban de la misma dignidad y autoridad, sólo en tiempo posterior fueron recibidos en el canon de las Sagradas Escrituras, porque su origen divino fue puesto en duda por muchos. En el apartado anterior hemos relacionado los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento, pero también existen en el Nuevo Testamento siete libros denominados deuterocanónicos, la: Epístola a los Hebreos, la Epístola de Santiago, la segunda Epístola de San Pedro, la segunda y tercera Epístola de San Juan, la Epístola de San Judas y el Apocalipsis.

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También es bastante frecuente considerar como Deuterocanónicos los fragmentos de Mc 16, 9-20; Lc 22, 43-44 y Jn 7, 53-8,11. Sin embargo, las dudas acerca de estos textos han surgido modernamente por el hecho de que dichos pasajes faltan en algunos códices y versiones antiguas. Los católicos y también los ortodoxos, como hemos visto, llaman Libros Deuterocanónicos a aquellos que no formaban parte del texto de la Biblia Hebrea en uso por algunas comunidades judías; pero que fueron incluidos en la versión de la Biblia aceptada por los católicos. También existe unanimidad entre católicos y los ortodoxos para denominar “libros apócrifos” a aquellos libros que, teniendo ciertas semejanzas con los libros inspirados, nunca fueron recibidos en el Canon.

Otras Biblias cristianas Los protestantes emplean una nomenclatura un poco distinta a la de los católicos, a los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento los denominan apócrifos, llamando Pseudoepígrafos a los libros que nosotros designamos con el término de Apócrifos. En lo que se refiere a los Deuterocanónicos del Nuevo Testamento, coinciden católicos y protestantes en su designación. La versión Ortodoxa oriental incluye setenta y siete o setenta y ocho libros (El cuarto Libro de los Macabeos es a veces incluido en un apéndice, otras veces no). La Biblia protestante consta de sesenta y seis libros, frente a la versión católica que cuenta, como hemos visto, de setenta y tres. En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán y agrupó los siete libros Deuterocanónicos bajo el título de “apócrifos”, señalando: “estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer”. Es así como los protestantes llegaron a considerar a los deuterocanónicos como libros no aceptados en el Canon.

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La exclusión de estos libros de la Biblia fue una actuación deliberada de Lutero, debido a que en ellos se indicaban prácticas que acababan de ser repudiadas por los luteranos, así por ejemplo, como se comentó en su momento, en el segundo libro de los Macabeos en el capitulo 12, se reza por las almas de los muertos, lo cual se opone a la justificación por la sola fe y apoya la idea del purgatorio, en el libro de Tobías en el capitulo12, versículo 12, el arcángel Rafael presenta las oraciones de Tobías y de Sara a Dios, siendo un ejemplo de oración de intercesión, en contra de la creencia de los protestantes de rezar directamente a Dios. La historia demuestra que los cristianos siempre habían reconocido esos libros como parte de la Biblia, siendo inválida, en consecuencia, la acusación de los protestantes de que los católicos habían añadido libros a la Biblia. Los libros Deuterocanónicos estaban incluidos en la Septuaginta y hemos visto que era la Biblia que adoptaron los Apóstoles. Los Concilios de la Iglesia en Hipona (393) y Cartago (397, 419), enormemente influenciados por San Agustín, listaron los libros deuterocanónicos como Escritura y el Concilio de Trento reiteró en términos más enérgicos lo que ya había sido decidido once siglos y medio antes, y que no había sido rebatido seriamente hasta el nacimiento del Protestantismo. La única excepción de aceptación de estos libros por una persona relevante fue la de San Jerónimo, como veremos un poco más adelante. Como prueba documental se puede aportar que los más antiguos manuscritos griegos del Antiguo Testamento, como el Códice Sinaítico (siglo IV), y el Códice Alejandrino (c 450) incluyen todos los libros Deuterocanónicos mezclados con los otros y no separados. Pero Lutero no solo eliminó libros del Antiguo Testamento sino que hizo cambios en el Nuevo Testamento. Dividió los libros del Nuevo Testamento en tres grupos, Libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan, otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas

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de Pablo, II Pedro y II de Juan y los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Con el mismo sentido, Lutero, llamó a la Carta de Santiago "epístola falsificada" porque Santiago dice explícitamente: "Ved, pues, como por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre" (Sant 2, 24). Sin embargo los protestantes no aceptaron los cambios de Lutero para esta parte del Canon y tienen en el Nuevo Testamento los mismos libros que los católicos. Pero la gran modificación de Lutero fue paradójicamente de una sola palabra, en su traducción alemana de Romanos 3, 28 añadió la palabra “solamente” después de la palabra “justificado”, “pues sostenemos que el hombre es [solamente] justificado por la fe sin las obras de la Ley”, para avalar su declaración de que las personas no se justifican por la fe obrando en el amor, sino sólo por la fe. Teológicamente el concepto “justificación” o "hacernos justos” es decir, llegar a ser un hombre recto y santo, tiene un significado diferente a como habitualmente se utiliza esa palabra en el lenguaje cotidiano, teológicamente hablando, justificación es el paso del estado de pecado a la amistad con Dios. La justificación es una acción salvadora de Dios, un cambio que Dios realiza en el hombre que comienza con el perdón de los pecados, “gratuitamente por su gracia [de Dios], por la redención de Cristo Jesús” (Ro 3, 24), y que culmina con la santificación o comunicación de la justicia de Dios. En el lenguaje bíblico, la “justicia de Dios” no es la justicia intrínseca de Dios, si no la justicia que Dios da a los hombres, es todo lo que Dios quiere realizar en el hombre. Haciendo un pequeño excurso, podemos indicar que en este sentido es como se entiende la frase del sermón de la Montaña “Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos” (Mt 5, 10). Vemos pues que los protestantes se encuentran en una posición contradictoria, reconocen el Canon establecido por los concilios del

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siglo IV para el Nuevo Testamento (los 27 libros que ellos tienen) pero no reconocen esa misma autoridad para el Canon del Antiguo Testamento. La Iglesia anglicana mantiene la misma postura en relación a los libros Deuterocanónicos, denominados apócrifos por ellos, a pesar de una postura inicial un poco más flexible. Según los Treinta y nueve Artículos de Religión (1563) de la Iglesia de Inglaterra, los libros Deuterocanónicos pueden ser leídos para “ejemplo de vida e instrucción de costumbres”, pero no deben ser usados para “establecer ninguna doctrina” (Artículo VI). La versión King James (1611) de la Biblia, imprimió estos libros entre el Nuevo y el Antiguo Testamento, pero John Lightfoot (1602-1675) Vice-Canciller de la Universidad de Cambridge, en 1643 criticó este orden alegando que de esta forma podrían ser vistos como un puente entre ambos Testamentos. La Confesión de Westminster30 (1647) decidió que estos libros, “al no ser de inspiración divina, no son parte del Canon de las Escrituras y, por lo tanto, no son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma aprobados o utilizados más que otros escritos humanos”. Como ya se ha comentado y más adelante detallamos, en 1534 Martín Lutero publicó su traducción de la Biblia completa, que fue impresa en Wittenberg por Hans Lufft(*). Existen dos aspectos en relación con la aportación bíblica de Lutero que han sido muy propagados y han llegado a ser aceptados como 30

La Confesión de Fe es un documento teológico apologético del credo cristiano protestante calvinista que se promulgó en 1646, como conclusión de las reuniones que durante cinco años mantuvieron en la Abadía de Westminster 121 teólogos protestantes, con el fin de recopilar las creencias de esta iglesia. Posteriormente fue aceptado por otras confesiones. En http://www.presbiterianoreformado.org/estandares/cfw.php puede leerse el documento en castellano, en el que además de indicar la existencia de solo dos sacramentos instituidos por Jesucristo, reconocer la validez del divorcio, consideran al Papa como Anticristo.

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ciertos, el primero que con su traducción Lutero fue el impulsor de la lectura de la Biblia entre los alemanes, permitiendo que numerosas personas de cualquier condición pudieran acceder al conocimiento directo de la Palabra de Dios. El segundo, quizás fomentado por el propio Lutero, que la Iglesia Católica, movida por un exceso de celo, no facilitaba la lectura de la Biblia, para impedir que se alterase su mensaje si se dejaba a la libre interpretación de cada persona. Ambos aspectos no son ciertos, aunque si es verdad que de su traducción de la Biblia se calcula que entre el período de 1534 a 1584 se vendieron unos 100.000 ejemplares, una cifra considerable en aquella época. En cuanto a la afirmación de que la Iglesia se oponía a la lectura de la Biblia fue rebatida por el historiador Francesc Falk que en 1905 publicó en Maguncia su obra “Las Biblias realizadas en la Edad Media”, en la que se describe que desde la invención de la imprenta en el año 1450 hasta el 1520, se tradujeron más de 156 ediciones de Biblias católicas, entre las que no se incluye la “Biblia Políglota Complutense” gran obra ordenada por cardenal Cisneros publicada en julio de 1517, como mas tarde veremos. Antes de que saliera publicada la Biblia de Lutero, ya habían sido catalogadas no menos de 18 traducciones; 14 traducidas al alto alemán y 4 al bajo alemán. De ellas se puede destacar la traducción completa que se hizo de la Biblia en 1466 en Baviera, cuya publicación tuvo tan buena acogida, que el impresor Johann Mentelin (1410–1478) realizó más de 13 ediciones, convirtiéndola en una especie de “Vulgata” alemana. Además hay que mencionar que entre finales del siglo XV y comienzos del XVI se imprimió más de 160 veces la denominada, por los estudiosos alemanes en 1930, “Biblia pauperum”. Se denomina Biblia de los Pobres a una especie de catecismo para personas menos ilustradas, o un devocionario cristiano de gran difusión entre 1300 y 1500, compuesto de imágenes del Nuevo Testamento a las que se contraponen sus “precedentes” del Antiguo Testamento y los Profetas. A diferencia de un simple “Biblia

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ilustrada”, donde las imágenes están subordinadas al texto, en estas Biblias la ilustración era el elemento central y contenían muy poco texto. Pueden considerarse como una simplificación de las Biblias moralizadas, Biblias que contenían ilustraciones con el fin de complementar la escritura o con objetivos didácticos. Las Biblias de los Pobres realmente no iban dirigidas a personas con pocos recursos, pues generalmente eran muy lujosas. Existían algunas más modestas que eran utilizadas por los sacerdotes como ayuda a la enseñanza a personas analfabetas, la mayoría en la época. El poco texto que contenían era en lengua vernácula.

Traducciones de la Biblia La primera versión o traducción de los libros de la Biblia Hebrea a otra lengua tuvo lugar alrededor del año 250 a. C. El segundo faraón de la dinastía tolomeica, Tolomeo II Filadelfo, que reinó en Egipto del 284 al 246 a. C., gran amante de las letras, mandó traducir, para su biblioteca de Alejandría, los libros religiosos de los hebreos. La traducción se hizo del hebreo al griego por 72 sabios judíos (seis de cada tribu) en 72 días, según la tradición judía transmitida en la Epístola de Aristeas a su hermano Filocrates. Aristeas fue un oficial de la guardia real egipcia que fue enviado a Jerusalén a solicitar al Sumo sacerdote Eleazar una copia de las Sagradas Escrituras. Además del texto, Eleazar envío a los traductores, que realizaron su trabajo en la isla de Pharos, la pequeña isla situada en frente de Alejandría, donde se construyó el famoso faro que fue considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Con anterioridad a la carta de Aristeas se tienen noticias de la existencia de la traducción de los Setenta por el filósofo judío

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Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado de Tolomeo VI Filometor (181-145 a. C.). Aquella traducción en la que además de los veinticuatro libros que componen la Biblia Hebrea, tradujeron otros quince libros que no habían sido considerados de inspiración divina, por lo que no formaban parte de la Biblia Hebrea, vino a llamarse la Versión Griega Alejandrina o Septuaginta. Recibe el nombre de Biblia de los “Setenta” por el número de traductores que, según la tradición, intervinieron en ella y “Alejandrina” por el lugar donde fue traducida y por ser usada por los judíos de lengua griega. Esta traducción se hizo para la lectura en las Sinagogas de la “diáspora”, comunidades judías fuera de Palestina, y quizá también para dar a conocer la Biblia a los paganos. Tras la destrucción en el año 70 d. C. del Templo y la imposibilidad de realizar las ceremonias cultuales, la identidad judía se basó en la transmisión del saber judío y la transferencia de los símbolos de la religión del Templo a otros aspectos de la vida judía. Los rabinos desarrollaron un sistema de leyes y costumbres a través de una intensa discusión sobre la tradición judía y su adaptación a las circunstancias que estaban cambiando. Estas decisiones rabínicas o “leyes orales”, que abarcaban todos los aspectos de la vida religiosa y secular, fueron recopiladas hacia el año 200 d. C. por el Rabí Yehudah, en la Mishná (La enseñanza). La Mishná se convirtió en objeto de posteriores discusiones en las distintas comunidades judías. Los amplios debates rabínicos sobre la Mishná, fueron compilados en el Talmud (Estudio). Existen dos recopilaciones diferentes: el Talmud de Jerusalén (Talmud Yerushalmi) hacia el año 400 d. C. y el Talmud de Babilonia (Talmud Bavli) hacia el 500 d. C. El Talmud babilónico se convirtió en la colección de tradiciones judías aceptada por la mayoría. Ambas versiones emplean el mismo texto de la Mishná, pero difieren en el relato de los debates.

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El Talmud es muy apreciado en círculos rabínicos y se le valora como un texto sagrado con una importancia similar al de la Toráh. Todo el conjunto de adiciones (Tosafot), y los comentarios, que han continuado hasta la época moderna, también se recopilaron, conociéndose con el nombre de Gemará, que fue compilada por Rabina y Rab Ashe. Es decir el Talmud esta formado por la Mishná y la Gemará, y aunque ambos términos son intercambiables conceptualmente, para la vida de un judío son diferentes. Así los rabinos que son citados en la Mishná son conocidos como Tanna'im (de la palabra aramea “estudiar”), mientras que los de la Gemará son denominados Amora'im (“interpretes”). En el primer siglo de la era cristiana existían tres versiones de la Biblia Hebrea, la utilizada por los palestinos compuesta de veinticuatro libros, la Septuaginta a la que se le habían añadido los libros Deuterocanónicos y la versión samaritana del Pentateuco. Tal situación preocupó a los escribas piadosos y respetuosos de las Sagradas Escrituras que decidieron tomar medidas para la preservación del texto original de la Biblia y acordaron adoptar un texto, un manuscrito fijo, normativo y autorizado de los libros de la Biblia. Este manuscrito se llamó Texto Masorético. Los defensores o preservadores de aquel manuscrito recibieron el nombre de masoretas. Los masoretas asumieron la responsabilidad de hacer copias de las Sagradas Escrituras y para evitar errores, contaron las palabras de cada libro y después de copiar un libro, contaban las palabras de la copia, para estar seguros de que no habían omitido ni añadido palabras. El texto masotérico es el más usado para hacer traducciones y es visto por muchos estudiosos como el más fiable de la Biblia. Los masoretas empezaron su trabajo siglos después de Cristo y lo siguieron hasta el siglo XI, con adiciones hasta el siglo XVI. Los masoretas añadieron una novedad a los textos escritos, concibieron una división en frases cortas, las cuales tenían un sentido completo, permitiendo que el lector pudiera seguir un cierto ritmo, dado que en los textos antiguos originales no había separación entre

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palabras, ni vocales ni signos de puntuación. Estos espacios no aparecían en los rollos de las sinagogas reservados al culto, dado que ellos no podían contener ningún signo añadido.

Los Targumin Existen otras traducciones de la Biblia hebrea al arameo que se conocen con el nombre genérico de Tárgum (plural Targumin). En los siglos inmediatamente precedentes y posteriores a Jesús la lengua que se utilizaba habitualmente en Palestina era el arameo. Por eso, para que las lecturas de la sinagoga fueran entendidas por los fieles se realizaron traducciones de la Biblia al idioma del pueblo. Con la excepción de los libros de Esdras, Nehemías y de Daniel, sabemos que existen “Tárgum” de todos los libros de la Biblia hebrea.31 En la actualidad estas traducciones más que para el mundo judío tienen una gran importancia para el mundo cristiano. Bajo el punto de vista de la forma de lenguaje que se utilizó existen dos grupos, el babilónico y el palestino. Este último está escrito en arameo palestino, un lenguaje muy evolucionado desde el arameo bíblico, mientras que el primero es lo que hoy se acostumbra a llamar arameo escolástico, por haber conservado más su raíz clásica. La traducción del Pentateuco se conoce con el nombre de Tárgum de Onkelos32 y la de los Profetas como Tárgum de Jonatam. Estos Targumin fueron publicados por las academias judías de Babilonia y se conocieron en Occidente hacia los finales del primer milenio. En cambio, todos los otros Tárgumin (no babilónicos)

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Para mayor información sobre este tema puede consultarse el articulo de Carlos D. Pereira, “Influencia del Tárgum Hebreo en el texto del N. Testamento. Algunas consideraciones”, Foro de Exégesis y Teología Bíblica del Instituto del Verbo Encarnado 32 En la Biblioteca del Monasterio del Escorial existe una copia donada a finales de 1576 por Diego Hurtado de Mendoza.

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tuvieron origen en tiempos diversos, en los círculos judíos occidentales. A pesar de que llevan los nombres de Onkelos y Jonatan existen dudas razonables de que ambos sean los traductores. Onkelos, hijo de Kolonikos, casi contemporáneo de Jesús, pues vivió entre los años 35 y 120, según fuentes tradicionales judías33, fue un noble romano convertido al judaísmo que era sobrino del emperador Tito (El que destruyó Jerusalén y el Templo el año 70 d. C.). Onkelos es mencionado en el Talmud de Babilonia como autor, pero tras diversas investigaciones surgen dudas de esta autoria, a pesar de lo cual se ha adoptado su nombre para este Tárgum, que entre sus características tiene que es una traducción muy literal del hebreo. En el siglo XVI se encontraron en Italia dos copias de un Tárgum que comenzaban con la misma expresión: “en el principio Dios creó”. Una de ellas parecía marcada por las iniciales T. Y., por lo que se interpretó que había sido escrito por Jonatan ben Uzziel, (Tárgum Yehonathan), discípulo de Hillel el Viejo (alrededor del 50 d. C.); hoy se sabe que nada tenia que ver con ese personaje, pero como en el caso anterior continua utilizándose su nombre, o en algunos casos se denomina Pseudo-Jonatan. Solamente se tienen pequeños fragmentos y citas del mismo en las obras de algunos judíos medievales. En 1517, Félix Pratensis un judío que nació Prato, Italia, a mediados del siglo XVI y murió en Roma en el 1539, publicó un manuscrito que contenía parte del Tárgum Palestino, concretamente las secciones relativas a los cinco libros del Pentateuco. Félix se convirtió al cristianismo en 1518 y llego a ser miembro de los agustinos. Al principio comentábamos que los Targumin son muy importantes para el mundo cristiano y la razón es que son una importante ayuda para la mejor comprensión de los evangelios.

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Talmud de Babilonia, Seder Nashi, volumen Gittin, pag. 56b. En http://comeand-hear.com/tcontents.html se puede consultar el Talmud de Babilonia en ingles.

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El arameo fue con toda probabilidad la lengua usada habitualmente por Cristo en su predicación y sus palabras fueron transmitidas en arameo durante el período de la Iglesia naciente. Se puede por lo tanto pensar, que el primer estadio de la formación de la tradición evangélica haya sido realizado en arameo. Los autores del Nuevo Testamento, a pesar de que usen la lengua griega, eran semitas por formación y tenían por lengua materna el hebreo y el arameo, es decir, tenían una estructura semítica de pensamiento que se refleja en sus escritos en griego. Con estas premisas, los estudiosos de lenguas semíticas han tratado de determinar los equivalentes (o los vocablos originales), arameos o hebreos, de las expresiones griegas del Nuevo Testamento. Es de suponer que estos autores semitas hayan utilizado incluso los Tárgum como fuente, ya sea para citar el Antiguo Testamento en el Nuevo, o para escoger palabras y modos de decir ciertas cosas. Por lo que no sólo la lengua aramea de dicho tiempo, sino los mismos textos de los Tárgum, son claves para el estudio del Nuevo Testamento.

Primeras traducciones de la Biblia cristiana Por parte cristiana, de la versión griega de la Septuaginta se hizo una traducción al latín, que vino a ser considerada como la versión Ítala. De los quince libros apócrifos que formaban parte de la versión griega, diez pasaron a la versión latina y fueron excluidos cinco: La Ascensión de Isaías, Los Jubileos, La Epístola de Jeremías, el tercero de Macabeos y Henoc. En el siglo segundo se hizo una versión conocida como la versión Peshitta siríaca (que significa “simple o común”) que es muy venerada por aquellos que hablan esa lengua oriental. Le falta la segunda Carta de Pedro y la segunda y tercera epístola de Juan, además de la Epístola de Judas y el Apocalipsis. Es muy valiosa debido a su antigüedad, ya que existen hoy importantes manuscritos de esta versión realizados en los siglos III y IV. El de mayor antigüedad actualmente existente data

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del año 464. Dicho texto contiene parte del Pentateuco y le falta el Levítico. El nombre de Peshitta le fue dado en el siglo IX por Moshe bar Kepha (813-903) escritor y uno de los más conocidos obispos de la Iglesia Ortodoxa Siria del siglo noveno. Existen evidencias de traducciones de la Biblia hechas a muchos otros idiomas en los primeros siglos cristianos, al arameo (los targumin del AT a partir del siglo II), al gótico (por el obispo godo Ulfila(*), c. 350; hay una carta existente entre Jerónimo y dos traductores de la Biblia al gótico), al armenio (400-415, por Mesrop), al céltico (s. V, por San Patricio), al lenguaje etiópico clásico, ge‘ez (siglos. V-VI), al persa (¿s. V?) y al georgiano (siglos. V-VI). Como ya sabemos, Dámaso, obispo de Roma, encomendó a Jerónimo, el cristiano más destacado de su época, que preparase una versión de la Biblia y éste se fue a Belén, en donde estuvo veinte años con gran celo y dedicación entregado a la tarea que le habían encomendado. De aquel trabajo surgió la Vulgata Latina, que vio la luz en el año 405. San Jerónimo se opuso a que se incluyeran en esta versión los libros denominados entonces apócrifos34, pero algunos que estaban familiarizados con la versión Ítala, ejercieron tanta presión para que se incluyeran los apócrifos en la nueva versión, que finalmente triunfaron, a pesar de tener la oposición de Jerónimo. En la actualidad existen unos diez mil manuscritos de la Vulgata. El mejor conservado de todos ellos es el Codex Amiatinus, fue realizado en Inglaterra al comienzo del siglo VIII, siendo este origen inglés descubierto solamente hace unos quince años, puesto que anteriormente se creía de origen italiano. Entre otros códices importantes de la Vulgata se encuentran, el Codex Fuldensis, escrito en el año 546 por el obispo Víctor de Capua, que contiene todo el Nuevo Testamento, incluyendo una epístola apócrifa de la epístola a los Laodicenses, como es sabido la epístola original 34

Recuérdese que se denominaban apócrifos en ese momento a los libros que hoy reciben el nombre de Deuterocanónicos.

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está perdida, y el Codex Cavensis del siglo nueve, escrito en España y el Codex Toletanus del siglo ocho muy similar al anterior. La Vulgata fue el texto de la Biblia en latín que se difundió en la Iglesia romana a partir del siglo VII y que obtuvo una sanción especial en la Iglesia católica con las ediciones promovidas por Sixto en 1590. La Vulgata latina fue usada durante cerca de 1.000 años y el texto se fue gradualmente corrompiendo por los copistas. Ya en el siglo VI, el Obispo Víctor de Capua vio la necesidad de corrección de la Vulgata y en el mismo siglo, Casiodoro abad de un monasterio en Calabria publica un libro en el que da instrucciones a sus monjes para la correcta copia de los ejemplares de la Vulgata. Así mismo intentó una corrección con los mejores textos que pudo encontrar, teniendo su obra una particularidad, es la primera vez que en un solo volumen se encuentran juntos ambos Testamentos, antes del Abad Casiodoro era muy raro encontrar la Biblia latina de San Jerónimo en un solo volumen. Además de las recensiones de Peregrino y San Isidoro en España, que más adelante se mencionan, existieron otras recensiones como la de Alcuino de York(*), a finales del siglo VIII, ordenada por Carlomagno y otras menores, hasta que llegamos a la llamada Biblia Parisiense del siglo XIII, que fue el resultado de buscar un ejemplar de la Vulgata con un texto uniforme que pudiese valer para los estudiantes de Teología de la Universidad de Paris, teniendo además la particularidad de que fue la primera Biblia con capítulos de la historia, incorporados por Langton, como más adelante veremos. Localmente y para uso en la vida de las iglesias nacionales y la evangelización de los nuevos pueblos europeos se hicieron muchas traducciones parciales o completas de la Biblia en estos siglos previos a la Reforma Protestante. Las primeras traducciones parciales al inglés antiguo son del siglo VIII, San Beda comentó casi toda la Biblia y tradujo al inglés el evangelio de Juan en sus últimos años. La traducción inglesa de la Biblia completa fue realizada en el siglo XIV bajo la dirección de Juan

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Wycliffe (1320-1384) y tuvo una difusión enorme. Wycliffe junto con el checo Juan Hus (1369-1415) pueden considerarse como precursores de la Reforma. Los patrones de Europa San Cirilo y San Metodio tradujeron los cuatro evangelios, partes de Hechos de los Apóstoles y del Salterio al eslovaco, para lo cual tuvieron que inventar un abecedario y escritura (863-867); al igual que tuvo que hacer el Obispo Ulfila(*) mucho antes en el siglo IV en su traducción a la lengua de los godos. Entre los siglos XII-XIII, se realizan las primeras traducciones de la Biblia al italiano, al flamenco, y al noruego antiguo. Existen por lo menos fragmentos de versiones romanceadas (en leonés o castellano) en España desde el siglo XII. En la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca se conserva un texto titulado “La Fazienda de Ultramar”35, que es un itinerario geográfico similar a una guía de peregrinos a los santos lugares, escrito en romance y que puede datarse en la segunda mitad del siglo XII, aunque existen opiniones de que su fecha real es del primer cuarto del siglo XIII. El libro incorpora pasajes del Pentateuco y de los Libros de Josué y Jueces, así como del Nuevo Testamento, siendo quizás, la primera traducción de la Biblia a una lengua romance peninsular. Se atribuye a Almerich, Arcidiano36 de Antiochia. En 1965 fue publicada por Moshé Lazar37, de la Universidad Hebraica de Jerusalén. En el siglo trece se traduce el Salterio a un idioma hispánico, pero desde el hebreo y no desde el griego que venía siendo lo usual. Esta 35

Arbesú, David. Ed. 2011. La Fazienda de Ultramar. Se puede consultar en facsímil, en http://www.lafaziendadeultramar.com 36 El primero o principal de los diáconos. En el siglo XVI, juez ordinario que ejercía jurisdicción delegada de la episcopal en determinado territorio, y que más tarde pasó a formar parte del cabildo catedralicio. 37 La Fazienda de Ultra Mar. Biblia Romanceada et Itinéraire Biblique en prose castillane du XII-ème siècle, Introduction, édition, notes et glossaire par Moshé Lazar, Salamanca, 1965.

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traducción la realizó Hernán Alemán (1266-1272), Obispo de Astorga, además, como veremos más adelante, del proyecto de la una traducción de toda la Biblia al español, la Biblia Alfonsina, que fue realizada, aunque quedó inconclusa, en el siglo XIII. Durante el reinado de San Luis (1214-1270) se realizó la primera traducción completa de la Biblia al francés. En 1592 la Vulgata Sixto-clementina se convirtió en la Biblia oficial de Roma, llamada así porque el Papa Clemente VIII hizo una revisión crítica de la edición de la Vulgata realizada en tiempos de Sixto V (Papa entre el 1585 y el 1590). En 1979 se publicó por iniciativa de Pablo VI la Nova Vulgata.

La Biblia impresa La primera Biblia impresa fue realizada en Maguncia por el propio inventor de la imprenta, Johannes Gutenberg38 (1398-1468) entre los años 1452 y 1456 en dos volúmenes a dos columnas y con 42 líneas por folio (se la suele denominar la Biblia de las 42 líneas). Apareció sin fecha y sin lugar de impresión, Gutemberg utilizó para esta edición un manuscrito alemán de la Biblia Parisiense. Cada una de sus 1.282 páginas, fueron concebidas para que se asemejaran lo más posible a un manuscrito, no llevaban números de página, ni títulos en las páginas u otros rasgos característicos de los libros modernos, cada ejemplar constaba de dos volúmenes Se editaron 135 ejemplares en papel y 45 en pergamino, de los que se conservan unos 45 actualmente. Las ilustraciones de cada ejemplar de esta Biblia fueron pintadas a mano y los tomos se embellecieron cada

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A pesar de que se suele considerar que la Biblia fue el primer libro impreso, quien tuvo ese honor fue el “Misal de Constanza” que imprimió en 1450 con la financiación de Johann Fust, un prestamista y editor alemán. Previamente había impreso en 1445 “El Juicio Final”, del que sólo se conserva un fragmento.

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uno de forma diferente, lo que supone que cada ejemplar es diferente y único. En España poseemos dos ejemplares de este incunable, uno en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla y el otro en la Biblioteca Publica de Burgos. El ejemplar de Sevilla se trata de un segundo tomo, que contiene el Nuevo Testamento y procede de la Casa Profesa de los Jesuitas, que fue sede de la Universidad de Sevilla durante dos siglos, desde 1771 a 1954. Fue adquirido por la Biblioteca en 1845. El ejemplar de Burgos contiene el Antiguo Testamento y perteneció al monasterio de San Juan de Ortega (Burgos) que desapareció con la desamortización de Mendizábal de 1835. Este ejemplar fue descubierto en 1913 por el entonces director de la Biblioteca Matías Martínez Burgos. No se sabia como el ejemplar había llegado al monasterio, hasta que en 1952, el profesor Cantera Burgos, en su obra “Alvar García de Santa María y su familia de conversos”, menciona una disposición testamentaria incluida en las ultimas voluntades de Luis de Maluenda, según la cual, legó al Monasterio de San Juan de Ortega, “la Biblia de molde grande que me cost tres mill e dozientos e cinquenta maravedíes”. El nuevo invento propició una gran difusión de la Vulgata en todo Occidente, en solo cincuenta años, desde el 1452 hasta el 1500 aparecieron unas cien ediciones de la Vulgata. En el siglo XVI, el holandés Erasmo de Rótterdam (1466-1536) preparó una edición unificada del Nuevo Testamento en latín que fue publicada en 1516 por Johann Froben en Basilea. Para su trabajo Erasmo utilizó seis manuscritos del Nuevo Testamento en griego, cinco de ellos de origen bizantino pero todos ellos posteriores al siglo XI. En esos momentos se estaba trabajando en la impresión en España de la Biblia políglota complutense del Cardenal Cisneros, que se publicó completamente en 1517, aunque como veremos más adelante el Nuevo Testamento estaba terminado en 1514, dos años antes de la publicación de Erasmo.

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El texto de Erasmo se denominó Textus Receptus, por ser la fuente donde se basaron muchas traducciones posteriores. En 1550, Robert Stephens (1503–1559) conocido también como Robert I Estienne, publicó un “textus receptus”, que fue la base de la King James Version, la Biblia en inglés de 1611, utilizada incluso en nuestros días. Al igual que los masoretas incluyeron pausas para la lectura de la Biblia, a partir del siglo XII se empezaron a hacer divisiones del texto en capítulos y versículos en las Biblias cristianas. La división actual de la Biblia en Capítulos se debe a Stephen Langton, (1150-1228) Arzobispo de Camterbury desde el 1207 hasta su muerte el 9 de julio de 1228 y amigo del Papa Inocencio III, con el que había coincidido en la Universidad de Paris cuando estudiaban Teología. Su trabajo fue el desarrollo y la profundización de los que había realizado en el siglo XI Lanfranc, también Arzobispo de Camterbury desde el 1070 al 1089. El primer libro impreso publicado con separaciones en capítulos y versículos fue el “Quintuplex Psalterium”, conteniendo cinco versiones latinas de los Salmos, impreso en 1508 por Henri Estienne. Su hijo Robert, que heredó la imprenta familiar en el 1524 y fue nombrado en 1535 editor del Rey para las lenguas latina y hebrea y posteriormente en 1540, para la lengua griega, tras la muerte de Conrad Néobar que tenia ese privilegio, popularizó el uso de los versículos. Imprimió su primera Biblia en 1528 y otras en 1532 y 1540. En la que publicó en 1545, en dos volúmenes, añadió en los márgenes y en la parte inferior de las páginas notas y explicaciones. Como acabamos de ver su Biblia de 1550 fue la base de la King James. Entre 1565 y 1604 Teodoro de Beza, (1519-1605) discípulo y amigo de Calvino imprimió, en nueve Ediciones, el Nuevo Testamento en griego, incluyendo el número de los versículos dentro del texto, prácticamente en el mismo formato que hoy conocemos.

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Teodoro de Beza es también conocido porque localizó un códice que data del siglo VI, bilingüe, con los textos griego y latino de los Evangelios Sinópticos y los Hechos de los Apóstoles. Teodoro de Beza lo consiguió en el monasterio de San Ireneo en Lyón. Este códice se conoce con el nombre de Codex Bezae. Teodoro Beza sacó el códice de Francia y lo regaló a la Universidad de Cambridge en el año 1581. La infinidad de versiones, traducciones, códices originales, nos impide seguir cronológicamente las diversas versiones de la Biblia, haría la relación excesivamente larga y carente de interés, pero si sea interesante para nosotros ver que ocurrió en España.

La Biblia en España La tradición dice que el Apóstol Santiago estuvo en España y aunque existen algunos testimonios como los Hesichio, Obispo de Salona en el siglo V, que en su Vida de San Clemente afirma tajantemente que Santiago fue enviado a España por San Pedro, no existen otras evidencias más sólidas que permitan asegurar con certeza este hecho. Así mismo la tradición afirma que San Pablo desembarcó en Tarragona, pudiendo tener este hecho más visos de realidad, puesto que al menos, él mismo expresó deseos de hacerlo, como dejó escrito en su Epístola a los Romanos (Rom 15, 28). Lo que si parece estar probado es que San Pedro envió a la Bética a siete varones apostólicos en el año 64 o 65 cuyos nombres eran Torcuato, Ctesifon, Indalecio, Eufrasio, Cecilio, Hesichio y Secundo. A Torcuato se atribuye la fundación de la iglesia Accitana (Guadix), a Indalecio la de Urci, a Ctesifon la de Bergium (Verja), a Eufrasio la de Iliturgi (Andujar), a Cecilio la de Iliberis, a Hesichio la de Carteya, y a Segundo la de Ávila, única que estaba fuera de los límites de la Bética.

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Se sabe que en el siglo III padeció martirio en Tolosa de Aquitania el navarro San Firmino o Fermín. La mención de estos hechos que muestran la propagación39 o más bien los inicios del cristianismo en España nos sirven de base para deducir que el uso de la Biblia en España se remonta a los mismos inicios del cristianismo. En las actas del martirio del obispo de Tarragona, Fructuoso, y sus diáconos Augurio y Eulogio, muertos en la hoguera el año 259, escritas probablemente por un militar de la Legio VII Gemina, testigo presencial de los hechos, se menciona que existe el oficio eclesiástico de “lector” de la Escritura en las celebraciones litúrgicas. Vemos pues, que además de existir en el siglo III una organización eclesiástica en Hispania, utilizaban, al menos el clero, la Vetus latina para sus celebraciones de culto. Existen además gran numero de escritos que prueban la difusión de la Vetus latina en España, como el poema entre la armonía evangélica y el relato de la vida de Jesús escrito en el año 330, realizado por el poeta y escritor cristiano Juvenco(*) o las obras, que en los comienzos del siglo V, compone el poeta de Calahorra Prudencio, Dicchotaeum (“doble alimento”) que es en realidad una breve ilustración de pasajes históricos de toda la Biblia. Aurelius Prudentius Clemens (Calahorra, 348-410) fue un poeta hispano latino. Está considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad, poseyendo una gran erudición en cultura clásica y sobre la Escritura. De familia cristiana y noble, fue profesor de retórica y jurisconsulto, llevando a cabo una brillante carrera como funcionario imperial, viajando a Roma entre los años 401 y 403 donde ocupó el cargo de prefecto. Más tarde, hacia el año 400, se convirtió al cristianismo y se retiró a un monasterio en Hispania, para dedicarse a la poesía religiosa y allí murió hacia el año 410.

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“Historia de los heterodoxos españoles”, Marcelino Menéndez Pelayo.

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Entre los años 404 y 405 publicó una colección de sus poemas, algunos de los cuales han pasado a la liturgia. Nos quedan más de 20.000 versos suyos, muchos de ellos aún inéditos. Escribió Cathemerinon liber (Libro de los himnos o Libro de las tareas de la jornada), una especie de libro de horas que recoge 12 himnos; Hamartigenia (Origen del pecado); Peristephanon (Libro de las coronas de los mártires), colección de catorce himnos a algunos mártires, entre los cuales figuran varios de los españoles, importante también por aportar valiosa información sobre ellos. Aunque los dos primeros testimonios históricos de la presencia de la Vulgata en España se encuentran en el siglo IV, en unas cartas que San Jerónimo escribe a Lucinio de Bética y a su viuda Teodora, en la que da cuenta de la copia de los libros del Antiguo Testamento, que hasta ese momento había traducido, así como del Nuevo Testamento revisado y de su envío a España. En la carta se dice “Con qué afán solicitó mis propias obras, hasta el punto de mandarme aquí seis amanuenses [...] que trasladarán todo lo que he dictado desde mi mocedad hasta el día de hoy”. Así pues, parte de la Vulgata entra por primera vez a España alrededor del año 410. Allí coexiste con algunas formas de la Vetus durante siglos. En los trabajos realizados en las excavaciones del pueblo abulense de Diego Álvaro por Arsenio Gutiérrez Palacios, se descubrió una serie de de pizarras escritas que ofrecen una cuenta minuciosa de la vida diaria de la gente del pueblo, desde fines del siglo VI hasta inicios del VIII. Las pizarras40 contienen cuentas, operaciones de compra-venta, documentos judiciales, oraciones, algún conjuro, remedios médicos, siendo de una importancia trascendental para el estudio de los orígenes de nuestra lengua, pero lo que interesa a nuestros fines es destacar que entre las numerosas piezas encontradas en este yacimiento y en otros 40

Isabel Velázquez Soriano “Las pizarras Visigodas”.

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en las provincia de Salamanca, Segovia y norte de Cáceres y Portugal, se encuentran algunas que incluyen textos de la Biblia, como una de las encontradas en Diego Álvaro que transcribe parte del salmo 91 u otra de Novahombela (Salamanca) con textos del salmo 16. Parece ser que estos textos eran utilizados con fines escolares, lo que dan prueba de la difusión de la Biblia entre los Visigodos. Se cree que en el siglo VII, San Isidoro (565-636), Obispo de Sevilla, hizo una nueva edición revisada de la Vulgata. A pesar de lo inseguro de los datos, sí es un hecho que la Vulgata circuló extensamente en España, desde donde se difunde a otros pueblos, como lo prueba la existencia del Codex Toletanus del siglo VIII y el Codex Cavensis del siglo IX, probablemente realizado en Asturias durante el reinado de Alfonso II (c.760-842). En el monasterio de la Colegiata de San Isidro de León se conserva el Codex Biblicus Legionensis o Biblia Visigótico-Mozárabe. Es un manuscrito que está perfectamente datado, porque esta fechado el 19 de Junio del 960 en el Monasterio de Valeránica (desaparecido en el siglo X y situado en la actual villa burgalesa de Tordómar), conociéndose el nombre de sus autores, el miniaturista Florencio y el calígrafo Sancho. No se sabe desde que fecha el códice pertenece al Monasterio de San Isidoro, aunque se piensa que fue una donación de los reyes leoneses Fernando I y su esposa Sancha (1037). Es un códice adornado con magníficas miniaturas policromadas, escrito sobre pergamino en letras minúsculas visigótico-mozárabe a dos columnas. Su tamaño es de 485x345x170 mm. conteniendo todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. También en el mismo lugar se conserva la Biblia leonesa, en tres tomos, que se copió en el año 1162, en el taller de esta Colegiata, por el agustino San Martino de León (1130-1203). La llamada Biblia de Ávila es el códice medieval de mayores proporciones, 625x400 mm. y de 15 kilos de peso, que se encuentra en la Biblioteca Nacional desde el 1868, procedente de la Catedral de

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Ávila. Es un volumen miniado elaborado en dos partes, la primera fue confeccionada a mitad del siglo XII en Italia y a finales del mismo siglo se completó en Ávila, por lo que las miniaturas de ambas partes se distinguen con absoluta claridad. Existen otros ejemplos de códices, como puede ser la Biblia Románica de Burgos del siglo XII, realizada en el scriptoriun del Monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña, en la última década del siglo que contiene dos de las mejores miniaturas del románico español: una representación de la Adoración de los Reyes y otra con un pasaje del Génesis. Las traducciones de los textos bíblicos a lenguas hispánicas empezaron a producirse en el siglo XIII, aunque se tiene constancia de documentos con fechas anteriores. En la España mozárabe debieron de ser frecuentes las traducciones de la Biblia y en especial de los Evangelios al árabe, pero casi todas ellas se han perdido en su totalidad, aunque en la catedral de León, se conserva (códice 35, de 147 folios en papel) una traducción al árabe de los evangelios, hecha por Isaac ben Velasco de Córdoba a mediados del siglo X y copiada en Fez, de un códice de pergamino, por un obispo llamado Miguel desterrado por los almorávides en el año 1175. Sin embargo, de una traducción anterior a la de Isaac ben Velasco queda una hoja escrita en árabe y latín, conteniendo el comienzo de la carta de San Pablo a los Gálatas. Este documento, al que se ha denominado Manuscrito mozárabe de Sigüenza por haber sido descubierto de forma fortuita en 1909 en esa ciudad, ha sido fechado a finales del siglo IX o principios del X. La particularidad del mismo reside, además de en su antigüedad, en que el texto árabe es el principal y el latino el secundario, con lo que se demostraría la plena arabización durante esa fecha de los cristianos mozárabes españoles. La “Grande e general Estoria” fue un proyecto inacabado de una historia universal de Alfonso X el Sabio (1221-1284), rey de Castilla y León, dentro de ella, se encuentra la primera traducción no literal de la

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Biblia del latín al castellano, desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento. Se la conoce como Biblia Alfonsina o española. Del siglo XV se tiene noticia de varios proyectos de traducción del Antiguo Testamento del hebreo y del latín, cuyos manuscritos se encuentran en El Escorial. Uno de los cuales pudo ser el del rey de Aragón, Alfonso V el Magnánimo (1396-1458), que habría encargado una traducción española de todo el Antiguo Testamento realizada del hebreo y el latín según el orden de la Vulgata. La lectura de la Biblia en lengua vernácula era frecuente en el siglo XV, no sólo en las sinagogas y entre los conversos, sino también en no pocos conventos y entre los seglares. Fray José de Sigüenza aporta datos de los conocimientos bíblicos de los jerónimos del siglo XV. Sólo así se explica el crecido número de traducciones y de glosas. En 1478 se publicó en Valencia la Biblia traducida al valenciano a partir de la Vulgata latina, que había sido traducida a principios del siglo XV por el hermano de San Vicente Ferrer, Bonifacio Ferrer(*), con la ayuda de algunos frailes. Esta Biblia fue impresa por Mossén Alfonso Fernández de Córdoba, castellano, y Mossén Lambert Palmart, alemán, desde febrero de 1477 a marzo de 1478. Desgraciadamente el año 1478 no era el mejor momento para publicar una Biblia en una lengua vernácula, porque ése es precisamente el año en el que los Reyes Católicos consiguen que el papa Sixto IV acceda a su petición de crear la Inquisición y esta ordena la recogida de los libros en hebreo y las Biblias. La Biblia de Ferrer(*) fue una de las primeras obras a las que se aplicó esta orden y fue requisada por la Inquisición. A pesar de todo, de un ejemplar que se salvó, se conserva en París el salterio y el sacerdote José Gudiol Cunill (1782-1931) trascribió los evangelios en su obra “Una Antiga traducció catalana dels quatre evangelis: codex del Palau” publicada en 1910. Otra traducción de ese tiempo es la llamada Biblia de Alba, denominada así por sus poseedores, la casa de Alba. Es una obra de

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gran importancia porque es la primera traducción a lengua romance castellana de la Biblia hebrea. Fue traducida del hebreo y del latín, por el rabino de Maqueda (Toledo), Mosé Arragel de Guadalfajara, hacia el primer tercio del siglo XV, a petición de Luís de Guzmán, Maestre de la Orden de Calatrava. El manuscrito en sus 513 páginas, contiene 343 artísticas miniaturas que son adicionalmente una fuente de información sobre las costumbres de la época. El manuscrito, que parecer ser se concluyó el 2 de junio de 1430, fue revisado por los franciscanos de Toledo durante al menos tres años, de donde pasó a la Universidad de Salamanca; posteriormente desapareció hasta el año 1662 que se encontró en la biblioteca del Palacio de Liria en Madrid, residencia de los Duques de Alba. En Zaragoza en 1485 se tradujo al castellano el Nuevo Testamento por Micer Gonzalo García de Santa María, jurista de profesión e historiador y filólogo de afición, y protegido de Fernando el Católico. La obra fue titulada “Evangelios e Epístolas, siquier liciones de los domingos e fiestas solemnes de todo el anyo e de los santos”. El texto fue examinado por el inquisidor Pedro Arbués de Épila que dijo “e no apartanse en cosa alguna de la senda de la S. Madre Iglesia”. En 1512, por petición del Rey Fernando de Aragón, su protector, el franciscano fray Ambrosio de Montesino se encargo de corregir la Obra, de la cual se hicieron muchas ediciones durante todo el siglo XVI, con el titulo “Evangelios y Epístolas para todo el año”. Un incunable de esta obra (es decir impreso antes del año 1500) lo descubrió Isaac Coltjinen en la Universidad de Upsala (Suecia). En el siglo XVI el judeo converso Alfonso de Zamora (1476-1544), primer catedrático de Hebreo de la Universidad de Alcalá de Henares y Pedro Sánchez Ciruelo (1470-1548) matemático y teólogo, que fue también llamado por el Cardenal Cisneros para dar clase de teología

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en su Universidad, tradujeron del hebreo al latín el Antiguo Testamento.

Las Grandes Biblias españolas Bajo los auspicios del Cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros (14361517), Arzobispo de Toledo y universalmente conocido como el Cardenal Cisneros, se concibió y realizó la Biblia Políglota Complutense o de Alcalá (Complutum). Esta monumental obra, que fue la primera Biblia poliglota que se imprimió, incluía toda la Biblia en hebreo, arameo, griego y latín. Menéndez Pidal comenta que se hizo incluyendo, además del texto hebreo, el griego de los Setenta, el Targum de Onkelos, uno y otro con traducciones latinas interlineales, y la Vulgata. Los cuatro primeros tomos incluyen el Antiguo Testamento; el quinto, el Nuevo (texto griego y latino de la Vulgata), y el sexto es de gramáticas y vocabularios (hebreo, arameo y griego). Transcurrieron quince años para su finalización, desde 1502 en que se empezó, hasta que en 1517 concluyo su impresión. El proceso de impresión duró casi cinco años, terminándose pocos meses antes de la muerte del Cardenal, téngase en cuenta que se tuvieron que fundir por primera vez en el mundo todos los caracteres griegos, arameos y hebreos. La impresión se inició con la publicación del Nuevo Testamento en griego y latín, finalizado el 10 de enero de 1514, siendo el primer texto griego impreso en todo el mundo, anterior en dos años al de Erasmo, que se publicó en 1516. Fue una obra de profesores universitarios dedicada a los estudiosos, que como hemos referido el sexto volumen incluía un diccionario hebreo-latino y viceversa, un léxico del Nuevo Testamento y un diccionario etimológico de nombres propios. En la obra participaron Antonio de Nebrija (1441-1522), el conocido autor de la primera gramática castellana (1942), Hernán Núñez de Toledo y Guzmán (1475-1553) conocido como El Pinciano por haber

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nacido en Valladolid, Diego López de Zúñiga (1492-1557), experto en griego, latín, hebreo, arameo y árabe, Juan de Vergara, canónigo de Toledo, el cretense Demetrio Ducas (1480-1527) primer catedrático de griego de la Universidad de Alcalá, el catedrático de hebreo Alfonso de Zamora, Pablo Coronel (1480-1534) catedrático de Sagradas Escrituras en la Universidad de Salamanca y Alfonso de Alcalá, estos tres últimos, judíos conversos que se dedicaron a la parte hebrea y aramea. Menéndez Pidal, en relación con esta ingente obra dice:”La grande obra de aquellos egregios varones fue la Políglota complutense, monumento de eterna gloria para España, sean cuales fueren sus defectos, enteramente inevitables entonces, obra que hace época y señala un progreso en la lectura del texto bíblico, y que era en su línea el mayor esfuerzo que desde las Hexaplas de Orígenes se había intentado en el mundo cristiano”. El proceso de traducción bíblica al lenguaje vernáculo queda detenido en pleno desarrollo por las severas medidas de la Inquisición española ante el avance del protestantismo. Son varios los textos de partes de la Biblia cuya impresión nunca se autorizó y cuyos manuscritos se encuentran, principalmente, en la biblioteca de El Escorial. Pero hagamos un pequeño paréntesis para mencionar el trabajo de Lutero, puesto que sus traducciones tuvieron una gran repercusión en el mundo bíblico y en las Biblias españolas que se tradujeron después de las traducciones de Lutero. En 1522 Martín Lutero publica su traducción del Nuevo Testamento en alemán, realizada en un tiempo record y con un magnifico alemán, lo que permitió una rápida difusión. Lutero aprovechando los últimos meses que le quedaban de su estancia en el castillo de Wartburg, situado en la comarca de la Turingia, lugar en el que se había escondido huyendo de la sentencia condenatoria del edicto de Worms, puso de manifiesto su capacidad de trabajo en la realización de esta ingente tarea, pues en el período de tres meses, de

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diciembre de 1521 hasta principios de marzo de 1522, ya tenía prácticamente acabada la traducción del Nuevo Testamento. Seis meses después, concretamente en septiembre de 1522, se publicó su traducción del Nuevo Testamento, con el titulo de “Das Newe Testament Eutzsch, Wittemberg”, en la que no aparecía ni el año ni el nombre del impresor, ni tampoco el de su autor, quizá para conseguir una mayor difusión del libro. En esta primera edición se imprimieron 3.000 ejemplares que se agotaron con rapidez, pues a finales del año siguiente ya salió publicada la segunda edición. Según cálculos de uno de los biógrafos de Lutero; Hartman Grisar (1845-1932), hasta el año 1537, se hicieron 16 ediciones en Wittemberg, sin contar las más de 50 ediciones en otras ciudades alemanas. Doce años más tarde, en 1534, la Biblia completa traducida por Lutero al alemán se imprime en Wittenberg por Hans Lufft(*), iniciándose una nueva línea de traducciones de la Biblia por parte de los protestantes. Esta tendencia también se impuso en España, con la Biblia de Casiodoro de Reina y la traducción del Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas(*). Pero antes de comentar estos dos trabajos es necesario mencionar que en 1553 se publicó la denominada Biblia de Ferrara, editada por los judíos peninsulares Jerónimo Vargas (español) y Duarte Pinel (portugués) (que adoptaron los nombres judíos de Yom Tob Atias y Abraham Usque). Se publicó en lengua sefardí, como se indica en su portada, donde dice “en lengua española traduzida palabra por palabra de la verdad hebrayca”. En la misma portada se puede leer “vista y examinada por el oficio de la Inquisición”, lo cual fue un subterfugio para evitar que la Inquisición prohibiera su circulación. En Amberes, el 25 de octubre de 1543, vio la luz la primera edición castellana del Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas(*), obra que dedica al emperador Carlos V.

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A pesar de la dedicatoria, era un texto luterano y el dominico Pedro de Soto, quien llegaría a ser consejero de la reina de Inglaterra María Tudor, arrestó a Enzinas(*) en Bruselas bajo los cargos de sospechoso de luteranismo, amigo de luteranos e impresor del Nuevo Testamento en castellano, siendo la publicación requisada y destruida. Casiodoro de Reina fue un monje extremeño nacido en Montemolín en 1569, que tradujo el texto del Antiguo Testamento del hebreo, griego y latín y el Nuevo del griego y latín. Para el Antiguo Testamento se basó también en la Biblia de Ferrara. La Biblia de Reina se la conoce como la Biblia del Oso, por llevar en su portada una imagen de un oso y fue impresa en Basilea, en 1569. Casiodoro de Reina se apartó de la Iglesia Católica llegando a ser ordenado pastor en la Inglaterra de Isabel I en 1562, murió en Francfort del Meno en 1594. Esta traducción fue revisada por el también religioso extremeño y seguidor de Calvino, Cipriano de Valera, (Fregenal de la Sierra 1532, Londres 1602) quien la publicó bajo su nombre en Ámsterdam en 1602 poco antes de su muerte. Durante más de cuatro siglos la versión de Reina y Valera ha sido una de las más conocidas en lengua castellana, durante la segunda mitad el siglo XIX, el sacerdote Lorenzo Lucena Pedrosa, (1807-1881) que se había convertido al cristianismo evangélico en 1834, realizó la primera revisión de la época moderna a la Biblia Reina Valera, que fue publicada por la Imprenta de la Universidad de Oxford en 1862; en 1960 se publicó una edición revisada y la última versión existente es la del 1995. El profesor Sánchez Caro, ex rector de la Universidad Católica de Ávila, opina que la traducción de Casiodoro de Reina está realizada en “un castellano castizo y agradable, naturalmente con un cierto sabor arcaico”. Durante esta etapa posterior al Concilio de Trento se publica la Biblia Políglota de Amberes conocida como Biblia Regia.

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Felipe II, no queriendo ser menos que sus antecesores, los Reyes Católicos que bajo cuyo patrocinio se había publicado la Biblia Complutense, aceptó el ofrecimiento del impresor flamenco Cristophe Plantin, francés de origen, para publicar la Biblia en varias lenguas distintas (de ahí el nombre de políglota): latín, griego, hebreo, etc. La Biblia Regia se publicó entre 1568 y 1572. Con esta obra inmensa se intentaba dar una respuesta, desde el lado católico, a los estudios e investigaciones bíblicas realizadas desde el campo protestante, encomendando la dirección y supervisión de la misma a Benito Arias Montano un humanista español, nacido también en Fregenal de la Sierra, al igual que Varela. Arias Montano realizó sus primeros estudios en Sevilla, interesándose por las ciencias físicas y médicas y, sobre todo, por la filosofía, la lingüística y la teología. Allí permaneció hasta 1550, año en que se trasladó a Alcalá de Henares para cursar estudios en su Universidad, ampliando los ya iniciados en medicina, teología y filosofía, y abordando otros nuevos como los de las lenguas clásicas (latín y griego) y de las semíticas (árabe, hebreo y sirio). Se ordenó sacerdote a los treinta años y se retiró a la Peña de Alájar (Huelva) para dedicarse allí al estudio en profundidad de las Sagradas Escrituras. Su fama de docto teólogo hizo que en 1562 el obispo de Segovia don Martín Pérez de Ayala lo llevase consigo a participar en el Concilio de Trento donde se distinguió por su erudición. De vuelta a España, Felipe II le nombró su capellán en 1566 y le encomendó la ingente obra de la Biblia Políglota, siendo además el primer director de la Real Biblioteca del Escorial. Para la realización del monumental trabajo, que emularía a la Biblia Políglota Complutense que había sido impulsada décadas antes por el Cardenal Cisneros, se trasladó a Amberes donde va a trabajar en un ambiente intelectual muy liberal y profundamente influido por las tesis de Erasmo de Rotterdam. Arias Montano conectó inmediatamente con Plantino y con el resto de estudiosos que trabajan en tan magna obra. Naturalmente la Biblia Regia, no era una simple reedición de la

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Complutense, sino que tenía importantes innovaciones, como el Nuevo Testamento en caracteres siríacos y hebreos y la inclusión de la traducción latina que el dominico Sanctes Pagnino (1470-1536) había realizado en 1528 en Lyon. Arias Montano revisó la traducción de Pagnino y además de los cinco volúmenes iniciales, añadió otros tres volúmenes en los que incluía información sobre la geografía y costumbres judías. Durante seis años estuvo trabajando Arias Montano en su Biblia y aunque su trabajo fue aceptado en los entornos intelectuales, no se libró de que su obra se viese sometida a la investigación del Tribunal de la Inquisición que veía en la misma un atentado contra la Vulgata, porque Montano se había atrevido a confrontar el texto hebreo al de la Vulgata y había dado excesiva autoridad a las paráfrasis arameas. El papa Gregorio XIII que conocía la virtud y saber de Arias Montano no prestó atención a estas acusaciones y tanto Arias Montano como la Políglota de Amberes salieron indemnes del ataque y la Biblia se editó en esa ciudad en 1572. Como reacción a la reforma protestante, en el año 1559 bajo el reinado del Papa Pablo IV se publicó “Index Librorum Prohibitorum” (Índice de los libros prohibidos), en el que se incluían todas las Biblias escritas en romance.41 Un caso muy conocido relacionado con esta prohibición lo tenemos en España con el arresto de Fray Luis de León producido en 1572, el mismo año de la publicación de la Biblia Regia. Como es conocido, después de cinco años se le procesó, saliendo absuelto de la acusación de haber traducido al castellano el Cantar de los Cantares. Esta situación duró hasta el 13 de junio de 1757 cuando el Papa Benedicto XIV (...1740-1758) concede el permiso para traducir la Biblia a las lenguas vernáculas, no obstante, en España no se pudo hacer realidad esta nueva situación hasta veinticinco años después, 41

En http://www.enricobaccarini.com/?p=243 se encuentra la relación de libros prohibidos en esta edición en latín, en la que se incluye “ Biblia omnia vulgari idiomate, Germanico, Gallico, Hyfpanico, Italico, Anglico, ...”

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cuando el 7 de enero de 1783 se emite un decreto de la Inquisición en este sentido.

La Biblia en castellano Con este nuevo escenario el rey Carlos III encomendó en 1780 la traducción de la Biblia completa al castellano, designando al padre escolapio Felipe Scío y Riaza(*) para ese trabajo. Para colaborar en la traducción y corrección de la obra fue designado otro sacerdote escolapio y notable filólogo, Benito Felíu de San Pedro (1732-1801). En el 1788, el rey Carlos IV asume el proyecto de su padre y decide que se imprima la obra. La impresión se realizó del 1790 al 1793 en Valencia, bajo la dirección y corrección del padre Felíu de San Pedro. Se trata de una edición a dos columnas, con el latín y el castellano en paralelo. Tan sólo un año después estaba ya agotada totalmente la primera edición. La obra lleva multitud de argumentos justificativos para aparecer en castellano, no olvidemos que era la primera traducción autorizada después de un paréntesis de dos siglos. Por esta misma razón, el padre Scío(*) quiso ajustarse lo más posible a la letra de la Vulgata, lo que hizo que el texto fuese, en muchas partes, de difícil lectura. A pesar de las intenciones de Scío(*) el resultado no satisfizo al Inquisidor General Felipe Bertrán, cuando en 1782 autoriza la traducción de las Sagradas Escrituras a lengua vernácula. El jesuita Gabriel M. Verd, resume el ambiente cultural en que se dio la famosa traducción: “Tras muchos años de prohibición se permite en España editar la Biblia en lengua vulgar. Naturalmente el recelo y la desconfianza flotan en el ambiente. El P. Scío se inclina por una versión literal en la teoría, aunque sin extremismos en la práctica. Pero no logra evitar las suspicacias”.42 42

Véase articulo de Luis Fernando Figari, “La Biblia en Castellano” Lima, 1995.

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En la obra hay que destacar la gran erudición de los autores, su calidad espiritual y sentido exergético. La obra se complementa con índices de nombres y lugares bastante completos, así como una cronología y otros elementos auxiliares. Como en 1794 la primera edición estaba agotada, se planeó una segunda que procurase incluir las modificaciones a algunas de las críticas realizadas en la primera edición, en algunos casos resulto aun mas literal la traducción. La segunda edición, numerosísimas veces reimpresa, fue revisada en Madrid por un equipo de sacerdotes formado por Calixto Hornero (1742-1797), su sobrino Ubaldo Hornero (1744-1793), Hipólito Leréu y Luís Minguez. Las ediciones de la Biblia traducida por el padre Scío(*) se multiplicaron, calculándose unas ochenta ediciones. Aunque en realidad es difícil decir con exactitud el número de veces que se publicó, dada la diversidad de ediciones de todos los tipos en unos casos una en bilingüe y otra sólo en castellano, o en otros casos una con láminas otra sin láminas. A ello se suman varias ediciones en París, Nueva York y Londres. También se difundió en América, hasta tal punto que aún hoy en día, no es difícil encontrar ejemplares de diversas ediciones de la obra de Scío(*). En México se realizaron dos ediciones, en 1831 y 1943, que llevan el título de la Biblia Vulgata Latina. Aunque su publicación se realizó y solamente es un evangelio, hay que señalar, por lo que tiene de primicia, una traducción bilingüe en aymará y castellano del Evangelio de San Lucas, publicada con varias reimpresiones desde 1829. El traductor, Vicente Pazos Kamki, utilizó para el texto castellano el de la traducción de Scío(*) La traducción se realizó por iniciativa Diego Thomson, un misionero escocés, que propuso en 1825 el proyecto a Vicente Pazos (17791852), un ex sacerdote peruano, cuya madre era una india aymará. El título de la obra es, “El Evangelio de Jesu Christo según San Lucas en aymará y castellano”.

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El aymará es una lengua autóctona americana hablada por la etnia que desde tiempos ancestrales habita en la meseta andina del Lago Titicaca, repartiéndose su población entre el occidente de Bolivia, el sur del Perú, el norte de Chile y el noroeste de Argentina. La importancia de esta traducción se debe a que fue la primera vez que se traducía un Evangelio a un idioma autóctono americano. En 1830 se tradujo el “Libro de los Salmos” al quechua. Existe constancia de que en la segunda mitad del siglo XVI circulaban entre los nativos americanos traducciones de textos bíblicos en su lengua vernácula. Los franciscanos fueron los primeros evangelizadores y utilizaron para la circulación de las ideas lo que se conoce como “circulación de mano”, es decir la copia de manuscritos. Por otro lado, los franciscanos consideraban que la imprenta era un medio caro para difundir las ideas. En cualquier caso, la primera imprenta se instaló a finales del siglo XVI, octubre de 1539 en México, durante el gobierno del primer virrey don Antonio de Mendoza y de Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de Nueva España (México). El Consejo de Indias, le dio a Juan Cromberger el privilegio para la impresión de libros en la Nueva España, el cual envío a Juan Palacios como impresor. Se sabe que Fray Toribio de Benavente Motolinía (1482-1568), uno de “los doce apóstoles de México”43 escribió la doctrina cristiana en el idioma mexicano autóctono (náhuatl). El también fraile, Alonso de Molina (1513-1579), además de otros textos, tradujo “algunos libros que son muy necesarios para la condición de cualquier nación cristiana como son las Epístolas y los Evangelios que se cantan en la iglesia por todo el año”.44

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Se denominan así al grupo de doce frailes franciscanos que partieron en 1524 para implantar definitivamente el cristianismo en Nueva España. 44 Citada por Jaime González Rodríguez, La estructura cultural en Nueva España hasta el 1556. En Congreso de Historia de Descubrimiento, Actas, Tomo IV. Madrid. 1992.

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En 1572, Alonso de Molina fue interrogado por la Inquisición sobre qué libros había traducido a la lengua indígena, contesto que el solo conocía Libro de los Proverbios de Salomón, que había traducido el provincial de los franciscanos fray Luis Rodríguez. A pesar de que relativamente pronto se realizaron traducciones del castellano a lenguas nativas y la propia Inquisición se queja de los muchos textos de las Escrituras que circulaban entre los indios en lengua vernácula, hay que esperar hasta los comienzos del siglo XX para que se produzca la primera traducción la Biblia completa realizada en América. Se debe a Guillermo Jünemann (1855-1938) que inicia sus trabajos en 1920 El sacerdote Jünemann, nació en Alemania, cuando tenia ocho años su familia se trasladó a Chile, donde vivió hasta su muerte. En 1928 terminó la traducción del Nuevo Testamento, directamente del griego, y continuó con el Antiguo Testamento, que tradujo de la versión de los Setenta. El Nuevo Testamento fue publicado en 1928, pero el Antiguo Testamento tuvo que esperar 64 años, cuando en 1992 se publico la Biblia completa de Jünemann en la Conmemoración del Quinientos Aniversario de Descubrimiento. Después del Vaticano II se ha generalizado entre los católicos la lectura de la Biblia, que parecía ser un monopolio de los protestantes, en consecuencia se ha incrementado el número de publicaciones. Entre las Biblias católicas actuales tenemos las de Nácar-Colunga, Bover-Cantera, Biblia de Jerusalén, Ediciones Paulinas (EP), Biblia Latinoamericana, etc. De la parte protestante se pueden señalar la Biblia de las Américas y dos traducciones de toda la Biblia, la versión Dios Habla Hoy, además de la mencionada Reina Varela de 1995. En los tiempos modernos la primera traducción católica de la Biblia completa hecha de las lenguas originales, marcando así una nueva etapa, es la de Nácar-Colunga. Editada en la Biblioteca de Autores Cristianos en 1944 continúa disponible hoy en día en prácticamente todas las librerías católicas.

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La Biblia de Jerusalén (1ª edición española de 1967) se tradujo del original francés bajo la dirección de L’École Biblique de Jerusalén. Fue revisada en 1973. Se la considera una “Biblia para especialistas”, pero la fidelidad del texto la hace muy práctica y útil para cualquiera. Bajo la dirección de Santiago Guijarro y Miguel Salvador se editó en 1992 la Biblia de la Casa de la Biblia, presentando una traducción totalmente revisada con amplias introducciones y notas, además a pie de página del texto hay oportunas notas explicativas. Contiene una selección de pasajes paralelos, una amplia cronología bíblica y numerosos mapas. Hoy por hoy, según muchos especialistas, una de las mejores versiones en castellano de las Sagradas Escrituras es la Sagrada Biblia o Biblia de Navarra (Universidad de Navarra). La traducción ha llevado más de 25 años de trabajo. Brinda información completa sobre la relación del texto con la vida cristiana para hoy en día.

Códices Como sabemos uno de los soportes de la escritura más antiguo es el papiro, pero el mayor problema que tienen los papiros es su fragilidad, se conserva bien en un clima seco, como es el de las arenas del desierto egipcio, de donde proviene la mayor parte de los antiguos papiros neotestamentarios hallados. Un paso adelante previo a la imprenta fue la generalización de los códices, libros formados por hojas de papiro o cuero. Este último material también había sido usado como soporte de escritura desde los tiempos antiguos por egipcios, judíos, asirios y persas, pero se generalizo su uso alrededor del siglo III a de C., cuando se inició un nuevo tratamiento del cuero, de forma que se adoptaba mejor para recibir la escritura, tal innovación sucedió en Pérgamo.

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El pergamino, denominado así por su lugar de invención, es un “papel” de piel animal convertida en hojas aplanadas y lisas que permitían su utilización óptima como material de escritura. Para la preparación de pergaminos se utilizaban pieles de animales como la oveja, cabra, cordero y ternera; en Egipto se empleaban pieles de antílope o de gacela para obtener pergaminos de mejor calidad. Los romanos, para evitar el rápido ensuciamiento por el uso de los pergaminos de color blanco, acostumbraban a teñirlos de amarillo o de rojo. Para los códices de lujo se utilizó el color púrpura, con escritura de oro y plata, el más famoso fue el “Codex argenteus” del Obispo arriano Ulfila(*). En la Alta Edad Media sé reutilizaban frecuentemente los pergaminos ya escritos para nuevos códices. Con este fin se borraba la escritura sumergiéndolos en leche y restregándolos con piedra pómez, son los llamados palimpsestos o “codices rescripti”. Este tratamiento se utilizaba para cualquier tipo de texto, ya fuesen textos profanos como sagrados. Hubo manuscritos reescritos dos o más veces. Más tarde se consolidó la costumbre de utilizar el pergamino solamente para las actas de ciertas autoridades, como Papas o altos funcionarios. La coexistencia de códices de pergamino y papiro duro hasta el siglo IV, entonces comenzó a utilizarse el pergamino de forma preferente. La estructura organizativa de los códices medievales no tiene nada que ver con los libros actuales, no tenían una página dedicada al título, comenzaban con una frase en la que no se mencionaba el nombre del autor, algunos llevaban la frase de inicio en una página escrita con tintas de color y acompañada por motivos geométricos y arquitectónicos, las indicaciones del autor se ponían al final de la obra. Lógicamente el proceso de confección era laborioso, cuando el escriba había acabado su trabajo empezaba el del rubricador, que escribía en tinta roja una lista de títulos de los capítulos y adornaba las letras iniciales de las frases.

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En el siglo I d. C., los cuadernos que contenían varias hojas de papiro o pergamino se insertaban entre dos tablas de madera o de hojas de papiro encoladas entre sí. En Occidente, las encuadernaciones más antiguas que se conservan se remontan al siglo VII (las tapas del Evangelio de la reina Teodolinda (570-628) de Monza, reina de los lombardos, compuestas por una plancha muy fina de oro con ocho camafeos dispuestos en forma de cruz); en ellas los pliegos van cosidos mediante el procedimiento de doble nervadura y se unían a la cubierta más tarde. Los textos sagrados se decoraban con oro, piedras preciosas esmaltes y marfil, los libros se colocaban horizontalmente sobre las estanterías por lo que los títulos se escribían en el canto del libro. A lo largo de las paginas anteriores hemos venido hablando de versiones singulares de la Biblia, si volvemos atrás en la historia nos encontramos con que afortunadamente contamos con ejemplares muy antiguos. Los especialistas hablan de un total de 2.000 manuscritos del Antiguo Testamento, 5.500 del Nuevo Testamento, que se dividirían en 299 mayúsculos, 2.812 minúsculos y 2.281 leccionarios. No ocurre lo mismo con las Biblias hebreas, si bien es verdad que de las Sagradas Escrituras hebreas han llegado hasta nosotros algunos manuscritos, en su mayoría provienen de épocas relativamente tardías, debido a las destrucciones de bibliotecas producidas por los avatares de la historia del pueblo judío y, muy especialmente, por los preceptos religiosos del judaísmo. La liturgia judía obliga a las lecturas se realicen con textos carentes de deterioro y deficiencia alguna, por esa razón los manuscritos con desperfectos o incorrectos con respecto al modelo oficial, deben ser sustituidos por otros nuevos y correctos. El respeto ha las Escrituras obliga a que los ejemplares desechados pasen primero a una especie de almacén de la sinagoga, llamado “geniza”, cuando este lugar se llena, su contenido es llevado al cementerio judío y enterrado con ceremonias fúnebres.

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De esta forma se perdieron piezas que ahora tendrían un valor incalculable. No obstante existen una gran cantidad de textos hebreos de mucha antigüedad porque providencialmente han existido dos circunstancias que han permitido que lleguen a nuestros días. La primera, los textos de la “geniza” de El Cairo y la segunda, el descubrimiento de las Cuevas de Qumrán. La primera gran ciudad de los musulmanes en Egipto fue la ciudad de Fustat, situada a tres kilómetros de la actual capital Al-Qahira (El Cairo). En Fustat, desde hace mil años existe una sinagoga, actualmente conocida con el nombre de Ben Ezra y de la que durante el siglo XII su líder fue Maimónides(*). A finales del siglo XIX, comenzaron a circular fragmentos de papiros y paralelamente se conocía, en círculos eruditos, la existencia de la geniza de El Cairo. Salomón Schechter (1847-1915) rumano de nacimiento, profesor titular de estudios talmúdicos en la Universidad de Cambridge en 1890 y catedrático de estudios rabínicos en 1892 fue quien tuvo la sospecha de que todo el material que venia circulando procedía de una misma fuente común. Animado por el Dr. Charles Taylor, presidente del St. John´s Collage, en 1896 Schechter llegó a Fustat y en 1897 se llevo a la Biblioteca de la Universidad de Cambridge aproximadamente 140.000 fragmentos de papiros, provenientes de la geniza de la sinagoga de Ben Ezra que no habían sido destruidos. La otra circunstancia fue totalmente fortuita, en el 1947 unos pastores encontraron en el interior de unas cuevas, en las inmediaciones del Mar Muerto, en las ruinas de Qumrán, unas vasijas precintadas en cuyo interior había dos paquetes envueltos en telas que contenían siete manuscritos; un paquete contenía una colección de Himnos o Salmos (1QH); la Regla de la Guerra (1QM) y un rollo incompleto de Isaías (1QIs'), el otro el “Rollo de Isaías”, con el texto completo (1QIs'), el “Comentario de Habacuc” (1QpHab), la “Regla de la Comunidad” (1QS) y el “Génesis Apócrifo” (1QApGen). Posteriormente se descubrieron muchos más textos.

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En el 1902, casi a la vez que los descubrimientos de la geniza de El Cairo y cuarenta y cinco años antes de los manuscritos de Qumrán, se descubrieron cuatro fragmentos de un papiro que recibieron el nombre de Papiro de Nash, en honor a su descubridor. Walter L. Nash, secretario de la Society of Biblical Archaeology los adquirió en Egipto y los llevo a Cambridge (Inglaterra). Los fragmentos, escritos por un solo lado y que miden aproximadamente 7,5 por 12,5 cm, contienen 24 líneas de texto hebreo, fueron publicados el año siguiente a su descubrimiento por la Biblioteca de la Universidad de Cambridge, por profesor de hebreo Stanley Arthur Cooke (1873-1949), miembro del Consejo Editorial de Enciclopedia Bíblica desde 1896 al 1903. La importancia de estos restos de papiros reside en su antigüedad, dado que los expertos los dataron entre el segundo y el primer siglo antes de Cristo, siendo por tanto el manuscrito hebreo más antiguo jamás encontrado. Un análisis del texto de Papiro Nash muestra que sus 24 líneas están incompletas, faltándole letras o palabras en ambos extremos, contienen los Diez mandamientos tal como aparecen en Dt 5, 6-21 y la “Shemá” (Dt 6, 4-5) que, como es sabido, es la oración que diariamente rezan los judíos, lo cual nos indica que este papiro no pertenecía a una Biblia en concreto, siendo probablemente un texto para recordar a los judíos su obligaciones con Dios. Con relación a los códices hebreos y al reducido numero de ejemplares existentes, podemos decir que además de los procedimientos de destrucción indicados anteriormente, existe otra causa, también religiosa, por la que se conservan muy pocos códices de la Toráh. El judaísmo por precepto litúrgico ha conservado, hasta hoy en día, el rollo para las lecturas bíblicas en las sinagogas. Los rollos para el culto tienen características invariables a través de los siglos, detalladamente preceptuados en el Talmud. Los rollos de la Toráh más antiguos que se conservan son de los siglos X y XI.

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A continuación mostramos algunos de los códices de las Biblias cristianas más importantes, están en griego y corresponden a los siglos IV, V y VI, además dos de los códices más importante de las Sagradas Escrituras hebreas, puesto que fuera del uso litúrgico, se impuso la forma del códice, debido a su comodidad.

Códices hebreos Como acabamos de decir, los judíos utilizan en sus actos litúrgicos el Tanaj en forma de rollos y cuando estos están deteriorados por el uso los almacenan en las “geniza”, puesto que por respeto a su contenido, no pueden quemar ni maltratar. Cuando reunían una cantidad adecuada los enterraban con honras fúnebres. Esta es la razón por la que existen muy pocos codices de la Biblia hebrea comparativamente con los de las Biblias cristianas. Dos son los codices que se utilizan en la actualidad como textos masotéricos, el Códice Aleppo y el Códice Leningradense. El Códice de Aleppo (Keter Aram Tsova) es el más antiguo y completo manuscrito del Tanaj, producido y editado por el respetado masoreta Aarón ben Moses ben Asher, está datado en 930 d. C., fue escrito en Tiberias y es la versión más aceptada de las escrituras hebreas, también conocida como el texto masorético. Inicialmente estuvo en Jerusalén, pasando después a El Cairo y de allí fue trasladado a Aleppo (Siria), donde durante más de seiscientos años fue guardado en la sinagoga de la comunidad sefardí. Este códice modelo, sólo era utilizado para lecturas litúrgicas en las tres grandes fiestas de Pésaj, Savuot y Sucot, es decir, Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, y servía en casos excepcionales para confrontar con otros manuscritos en algún pasaje dudoso, pero nunca se permitió su estudio sistemático ni su reproducción fotográfica, excepto un solo folio, que publicó Willians Wickes en su obra “Two Treatises on the Accentuation of the Old Testament” en 1887.

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Al comienzo y al final del manuscrito faltan algunas páginas, faltándole además el Génesis y la mayor parte del Deuteronomio. Los libros de la Toráh (La Ley) y Nebiim (Los Profetas) aparecen en el mismo orden encontrado en la mayoría de las Biblias impresas, pero difiere en el orden para los libros de los Ketuvim (Escritos): En el Códice de Aleppo, el orden de Ketuvim es, I Crónicas, Salmos, Job, Proverbios, Rut, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras y Nehemías. El Códice de Aleppo fue el manuscrito usado por el rabino y académico Maimónides(*) (1135-1204) cuando estableció los parámetros exactos para la escritura de los rollos de la Toráh (Sefer Toráh) en su obra Mishneh Toráh. Durante las luchas entre árabes y judíos del 1948, se produjo un incendio en la sinagoga donde estaba depositado este códice, quedando dañado, de hecho se perdió una cuarta parte de él, de los 380 folios que más o menos contenía sólo quedaron 294. En 1958, aproximadamente el sesenta por ciento de las páginas del Códice fueron trasladadas a Israel al Instituto Yad Ben-Zvi. Hoy en día permanecen en el Santuario del Libro en el Museo de Israel de Jerusalén. El Códice Leningradiense es un poco más moderno que el de Aleppo, está fechado en el año 1008, aunque es la copia completa más antigua que existe de un texto masotérico. No se sabe exactamente su procedencia, parece ser que fue copiado en Egipto. Su antiguo propietario el coleccionista Abraham Firkovich (1786–1874), no dejó ninguna información sobre cómo adquirió el códice en el año 1838. Desde 1863 se encuentra en la biblioteca pública de San Petersburgo. Después del 1924 se le denominó Codex Leningradensis por el nombre que entonces tenía la ciudad donde se encontraba, también esta catalogado como “Firkovich B 19 A” por el nombre de su antiguo propietario.

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El manuscrito esta escrito en tinta negro sobre pergamino blanco grueso y encuadernado en cuero con un tamaño de 33x28,5 cm. El texto está dividido en tres columnas a excepción de los Salmos, Job y Proverbios, que lo están en dos columnas por página; las páginas son de 24,5x22 cm. El orden de los libros en el Códice de Leningrado sigue la tradición textual sefardita, que difiere del de la mayoría de las Biblias hebraicas impresas. El orden de los libros de los Escritos es el mismo en que se disponen en el Códice Aleppo. En 1935 el Códice de Leningrado fue prestado al Seminario del Antiguo Testamento de la Universidad de Leipzig durante dos años y el pastor luterano Paul E. Kahle (1875-1964) aprovechó para usar su texto como base para la transcripción del texto hebraico de la tercera edición de la Biblia Hebraica de Rudolf Kittel (BHK), publicada en Stuttgart en 1937. El Códice fue usado también para la traducción de la Biblia Hebraica Stuttgartensia en 1977 y esta siendo usado para la realización de la Biblia Hebraica Quinta (BHQ) que cuando este completada sustituirá a la del 1977.

Los cuatro grandes códices griegos Tenemos la suerte de que actualmente existen cuatro códices, escritos en griego, que fueron copiados en los siglos IV y V, en los que se contienen todas las Escrituras. El más antiguo y más importante de estos códices es el Codex Vaticanus, que está datado en la primera mitad del siglo IV y es ligeramente anterior al Codex Sinaiticus. En el catalogo GregoryAland se le asigna el numero B/03.45 45

El teólogo presbiteriano Caspar René Gregory (1846-1917) que trabajó junto con Tischendorf y continuó los trabajos de este cuando murió en el 1874, publicó en 1908 un sistema para catalogar los manuscritos en su obra Die griechischen

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Está escrito en pergamino, con letras unciales y su texto se ha clasificando como alejandrino. Todos los códices griegos hasta el siglo VIII se escribieron en este tipo de letras; se denominaban así a las letras escritas en mayúscula y separadas entre sí. Su nombre proviene de la palabra latina “uncia” que significa “duodécima parte” puesto que generalmente una línea común de escritura uncial esta formada por doce letras, es decir una letra ocupaba una doceava parte de una línea. Contenía originalmente una copia completa de la Biblia de los Setenta y del Nuevo Testamento, pero se perdieron nueve páginas que contenían desde Hebreos 9, 14 hasta el Apocalipsis y se reemplazaron en el siglo XV por un minúsculo suplemento. El comienzo y el final del códice son defectuosos. El Códice Vaticano se conserva en la Biblioteca del Vaticano (fundada por el Papa Nicolás V en 1448), no se conoce su origen y su historia, siempre ha estado en el mismo lugar, excepto durante los seis años que van del 1809 al 1815 que Napoleón se lo llevo a Paris cuando atacó Roma. El códice ya aparecía en el catálogo más antiguo de la biblioteca elaborado en 1475. Se ha especulado que pudo haber pertenecido al cardenal bizantino Bessarion(*), ya que el suplemento minúsculo contiene un texto similar al de los manuscritos de este cardenal. Según la opinión de Theodore C. Skeat (1907-2003), paleógrafo del Museo Británico, el Codex Vaticanus fue una de las cincuenta Biblias que escribió Eusebio de Cesárea por encargo del emperador Constantino I. Sin embargo, otros autores se oponen a esta hipótesis, ya que consideran que los manuscritos de Constantino eran del tipo textual bizantino y no alejandrino. Handschriften des Neuen Testaments, que sigue utilizándose en la actualidad. Kurt Aland (1915-1994) continuó con los trabajos de Gregory desde el 1950, por esa razón se unen los dos nombres, Gregory-Aland, cuando se hace referencia al sistema de catalogización.

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Los diferentes escritos que se conservan han sido clasificados según el análisis de los textos en diferentes grupos, en el caso que nos acabamos de referir, las diferencias entre los alejandrinos y los bizantinos son que los primeros son más antiguos, existen documentos de finales del siglo II, mientras que los textos bizantinos aparecen a mediados del siglo IV. En cuanto a las diferencias de estilo los textos los alejandrinos son breves y tienen pocas correcciones gramaticales, mientras que los bizantinos suele ser un tipo de texto uniforme que ha sido pulido lingüísticamente y ha sufrido correcciones estilísticas. De este importante códice se conservan 591 páginas del Antiguo Testamento y 142 del Nuevo. El texto esta escrito en tres columnas de escritura continúa por página, midiendo estas cerca de 27x27 centímetros, pero originalmente debieron ser más grandes. Se ha comprobado que posiblemente el siglo X o XI se añadieron los acentos, así como se reforzó la tinta del texto, observándose que el copista que efectuó esta operación tuvo cuidado de no reforzar el texto que el copista original había copiado accidentalmente dos veces. Probablemente trabajaron en este códice dos copistas en el Antiguo Testamento y uno de ellos también en el Nuevo. El texto original del Códice Vaticano ha sido objeto de diversas correcciones. A pesar de que Tischendorf opinaba que el Codex Sinaiticus, descubierto por él, como a continuación veremos, era anterior al Códice Vaticano, existe unanimidad entre los eruditos de que este es la copia más antigua que existe de la Biblia. Brooke Foss Westcott (1825-1901), erudito y clérigo ingles, Obispo de Durham y Fenton John Anthony Hort (1828- 1892), teólogo y naturalista irlandés le llaman un “texto neutral”, esto es, un texto que representa el que eran habitual en el Siglo III y que pertenece a la familia de manuscritos que utilizó Orígenes en la composición de su Hexapla.46

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Obra que comenzó en el año 212 y cuyo contenido era el texto hebreo del Antiguo Testamento escrito en seis columnas. En cada una de ellas se incluía una

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Por esta razón la edición romana de los Setenta (1587) se basó en el códice que estamos describiendo, así como la edición de la Biblia de Cambridge, conocida como Edición de Swete, editada en tres volúmenes publicados en los años de 1887, 1891 y 1894. Las dos primeras ediciones del Códice Vaticano47 aparecieron en Roma en los años 1858 y 1859. La tercera edición romana apareció en 1868-81. El segundo de los códices griegos del siglo IV, es el Sinaítico, llamado así porque fue descubierto en el 1848 en el monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí, es junto el Codex Vaticanus, uno de los códices más antiguos que se poseen; esta datado en el siglo IV. El descubridor fue, en aquellos momentos, un joven investigador alemán Konstantin von Tischendorf(*) (1815-1874) catedrático de la Universidad de Leipzig, que estaba viajando por el Cercano Oriente en busca de manuscritos bíblicos y accidentalmente se encontró un códice escrito en griego. Las primeras noticias que se tienen de la existencia del códice proceden del año 1761. El naturalista italiano Vitaliano Donati (17171762) informó que había visto en el Monasterio de Santa Catalana un conjunto de hojas de pergamino de la Biblia escritas en elegantes caracteres. En el 1844 Tischendorf(*) llegó al monasterio y descubrió que los monjes estaban utilizando hojas del códice para alimentar el fuego, logrando rescatar129 hojas que pertenecían al Antiguo Testamento. Según él cuenta, consiguió que los monjes le dieran 43 de esas hojas que contenían fragmentos del Primer Libro de Crónicas, Jeremías, Nehemías y Esther. Dos años más tarde publicó las 43 páginas, nombrando al documento como Códice Federico Augustanus, en honor al Rey Federico Augusto versión diferente. Es considerada como la primera edición crítica del Antiguo Testamento. 47 En www.user.unibremen.de/~wie/Vaticanus/index.html se encuentra un detallado estudio de este Códice en inglés.

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II de Sajonia que había financiado sus viajes en el 1843 y esta edición de 1846. Este códice entró a formar parte de la colección de la Biblioteca de la Universidad de Leipzig. Tischendorf(*), realizó otros dos viajes al monasterio, el tercero en el año de 1859, esta vez patrocinado por el Zar de Rusia, Alejandro II. Fue cuando vio un códice de 347 hojas que estuvo examinando durante toda la noche, pudiendo comprobar que el documento contenía no sólo la mayor parte del Antiguo Testamento, sino que el Nuevo Testamento se encontraba completo, además de dos trabajos cristianos del siglo II, la Epístola de Bernabé y un extenso fragmento del Pastor de Hermas, conocido hasta entonces sólo por su título. El códice fue llevado a El Cairo donde los monjes tenían otro monasterio, allí fue estudiado por Tischendorf(*) durante tres meses, y lo recibió en préstamo según documento que firmó en septiembre de 1857, dado que quería trasladarlo a San Petesburgo para un estudio en profundidad. A partir de este momento lo que ocurrió no esta suficientemente documentado, pero el Codex paso a manos rusas como una donación al Zar. Después de los intensos estudios del Códice realizados por Tischendorf(*) lo publicó en una edición facsímil en 1862. En 1869 el manuscrito fue llevado a la Biblioteca Imperial. Pero los viajes del Códice no habían terminado, en 1933 el Gobierno ruso vendió el Códice a Inglaterra. Negociaron la transacción los encargados del Museo Británico que pagaron cien mil libras esterlinas, cantidad que fue pagada por mitades entre el Gobierno inglés y una suscripción popular de personas y asociaciones de Inglaterra y Estados Unidos. El códice fue entregado el 27 de diciembre de 1933 al Museo Británico. Pero además del Museo Británico, que tiene la mayor parte del Codex Sinaiticus, las 347 hojas “donadas” a los rusos, realmente hay otros tres países más que conservan parte del códice original.

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En la Biblioteca de la Universidad de Leipzig se encuentran las primeras 43 hojas que los monjes de Santa Catalina regalaron a Tischendorf(*), la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo posee parte de seis hojas que no entregaron a los británicos, y el Monasterio de Santa Catalina tiene al menos, dieciocho hojas en su totalidad o en fragmentos que encontraron el 26 de mayo de 1975, durante unas obras que realizaban en la capilla de San Jorge en la pared norte del Monasterio. Es decir, actualmente se conocen 400 páginas del Codex Sinaiticus, un manuscrito datado en la mitad del siglo IV, que tiene cuatro columnas por página (algo no habitual en manuscritos de la época) y cuyas dimensiones son 380 mm. de alto por 345 mm. de ancho y que fue realizado por tres personas, como en su día ya había dicho Tischendorf(*). En relación con su contenido el Códice tiene más de la mitad del Antiguo Testamento, faltando los libros históricos, desde el Génesis al primer Libro de Crónicas. El Nuevo Testamento completo y como hemos comentado anteriormente La Epístola de Bernabé y parte del Pastor de Hermas. En la parte correspondiente al Antiguo Testamento, están incluidos los libros deuterocanónicos, Esdras, Tobías, Judit, 1 y 4 Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico. El orden del Nuevo Testamente difiere de la clasificación que se hace hoy en día, la Carta a los Hebreos está situada después de la segunda Epístola a los Tesalonicenses y los Hechos de los Apóstoles entre las Epístolas Pastorales y las Católicas. La publicación definitiva del códice se realizó en el siglo XX por la Universidad de Oxford, el Nuevo Testamento en el 1911 y el Antiguo Testamento en el 1922. 48 El Códice Alejandrino que junto con el Codex Sinaiticus y el Codex Vaticanus, es uno de los primeros y más completos manuscritos de la 48

En la página http://www.codex-sinaiticus.net/en/ se puede encontrar, en inglés, más información y una reproducción en facsímil de todo el manuscrito.

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Biblia, está datado en el siglo V y contiene la mayor parte de la Septuaginta y del Nuevo Testamento. Se le da el nombre de alejandrino porque se supone que fue copiado en la ciudad de Alejandría y se sabe que desde 1098 fue propiedad del patriarca de Alejandría, en 1628 fue llevado a Londres como obsequió para el rey Carlos I de Inglaterra. En 1757 Jorge II lo cedió al Museo Británico. Fue el primer manuscrito que conoció la comunidad científica. Está escrito con letras unciales en dos columnas. Consta de 773 folios de pergamino, (originalmente fueron 822) 630 del Antiguo Testamento y 143 del Nuevo Testamento. Hay entre 46 y 52 líneas por columna y 20 a 25 letras por línea. El manuscrito mide 32 por 26,42 centímetros.49 La mayoría de los folios fueron agrupados originalmente en cuadernillos de ocho hojas cada uno, pero en tiempos modernos el manuscrito fue reagrupado en cuadernillos de seis hojas. Las líneas iniciales de cada libro fueron escritas en tinta roja. Las secciones en el libro están marcadas con una letra más grande puestas en el margen. El Antiguo Testamento del manuscrito contiene los libros deuterocanónicos, incluyendo III Macabeos, IV Macabeos y el salmo 151. Algunos folios están perdidos y como resultado, los libros de Génesis, I Reyes y Salmos tienen discontinuidades, concretamente en este último faltan unos treinta salmos. La “Epístola a Marcelino” atribuida a san Atanasio de Alejandría y el sumario de los Salmos de Eusebio de Cesárea están insertados antes del Libro de los Salmos. El manuscrito contiene todos los libros del Nuevo Testamento y dos epístolas de Clemente el Romano, que aparentemente fueron consideradas por el escriba como canónicas.

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En http://www.csntm.org/Manuscripts/ManuscriptViewPage.aspx?id=203 se pueden ver todas las páginas del Nuevo Testamento.

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El Nuevo Testamento también tiene folios perdidos, alrededor de 25 folios desde el principio de Mateo (hasta 25, 6), dos folios de Juan y tres de II Corintios. Un folio de I Clemente y dos folios de II Clemente también están perdidos. Joannes Ernestus Grabe (1666-1712) editó el Nuevo Testamento en Oxford en 1707-20 en cuatro volúmenes, aunque debido a la muerte de Grabe en 1712, los dos últimos tomos fueron editados por F. Lee y W. Wigan respectivamente. Esta edición fue reproducida en Zurich en 1739-32 y en Leipzig en 1750-51 y de nuevo en Oxford, por F. Field, en 1859. El Codex Ephraemi Rescriptus forma junto con los anteriores, parte de los cuatro grandes manuscritos griegos procedentes del siglo V. Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Paris. Recibe este nombre porque encima del texto original se escribieron, en el siglo XII, los tratados de San Efrén el Sirio. Este códice es el más importante de los textos palimpsestos de las Sagradas Escrituras. El texto, que probablemente fue escrito en Egipto, está formado por una sola columna, de 40-46 líneas por página, siendo el primer ejemplo de este tipo, las palabras están escritas de forma continua sin separaciones, no teniendo tampoco acentos las palabras. Sus hojas miden 31,4-32,5 cm. x 25,6-26,4 cm. El color de la tinta es marrón, parece ser que en sus orígenes contenía toda la Biblia, en la actualidad en 64 hojas contiene de forma imperfecta casi la mitad del Eclesiástico y fragmentos de los Proverbios, las otras 145 hojas contienen unas dos terceras partes de Nuevo Testamento, incluyendo partes de todos los libros excepto las cartas a los Tesalonicenses y la segunda de Juan. Ningún libro está completo. Después de la caída de Constantinopla en 1453, el códice fue llevado a Florencia y de allí a Paris por Catalina de Médicis. Posteriormente paso a ser propiedad de la Biblioteca Nacional. La primera recopilación del Nuevo Testamento fue realizada por el teólogo suizo Johann Jakob Wetstein (1693-1754) en el 1716.

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Tischendorf(*) publicó el Nuevo Testamento en 1843 y el Antiguo en 1845.

Los códices latinos Uno de los mejores y más antiguos manuscritos que contiene los cuatro Evangelios es el Codex Vercellensis. En una versión de las denominadas Vetus latina, es decir textos anteriores a la traducción de la Vulgata por San Jerónimo. Existen unos cuarenta manuscritos de estas características y lamentablemente no existen dos textos que coincidan totalmente, debido a las correcciones efectuadas por los copistas. El manuscrito del Códice Vercellensis fue escrito en el siglo cuarto y es uno de los más antiguos de los unciales latinos de la Biblia. Se encuentra en Vercelli, Italia, en la biblioteca de la Catedral. Los cuatro Evangelios están presentados en el orden tradicional de la Iglesia Occidental, Mateo, Juan, Lucas y Marcos y no contiene los doce últimos versículos del Evangelio de Marcos. Fue publicado en los años 1748 en Milán y en1749 en Roma. Está escrito con letras en plata y con columnas muy estrechas y en un pergamino manchado de morado, tiene unas dimensiones de 24 por 16 centímetros. Las versiones escritas antes de San Jerónimo intentan conservar el orden de las palabras y el uso que le da la Septuaginta, lo que resulta un estilo peculiar de latín. Con la publicación de la Vulgata de Jerónimo, que ofrecía un texto en latín único y consistente estilísticamente desde las lenguas originales, la Vetus Latina cayó en desuso gradualmente. Jerónimo, en una carta, dice que su nueva versión no fue inicialmente del gusto de los cristianos que estaban familiarizados con el tipo de frases de las traducciones antiguas. Sin embargo, ya que no era frecuente encontrar copias completas de la Biblia, las traducciones en Latín Antiguo de varios libros de la Biblia

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fueron copiados en manuscritos junto con las traducciones de la Vulgata, con lo que inevitablemente se intercambiaban algunos textos. Otras versiones de la Vetus Latina que se conservan son entre otras, el códice Bobiensis, también del siglo IV, que solamente contiene los evangelios de Marcos y Mateo y se encuentra en la Biblioteca de Milán. Procede del norte de África y posteriormente fue llevado al monasterio de Bobbio en el norte de Italia. Del siglo V, el Códice Veronensis, actualmente en Verona, el texto está escrito con tinta color plata y oro sobre un pergamino tintado en púrpura; el Códice Palatino; que se encuentra en Viena y una hoja en Dublín. El Códice Brixiano del siglo VI, que se encuentra en Brescia, contiene los Evangelios en un pergamino púrpura; es considerado el mejor representante existente del texto en latín antiguo fue usado por San Jerónimo al revisar el Nuevo Testamento. Las traducciones en Latín Antiguo de libros sencillos pueden hallarse en manuscritos hasta el siglo XIII. Sin embargo, la Vulgata desplazó a la Vetus Latina y fue reconocida como la Biblia oficial de la Iglesia Católica Romana en el Concilio de Trento. También se conoce con el nombre genérico de Codex Vercellensis, otro texto que igualmente se conserva en la Catedral de Vercelli, pero que es un códice del final del siglo décimo que contiene un conjunto de textos religiosos. Así como los anteriores códices a que nos hemos referido son copias de documentos anteriores al siglo V, el mejor manuscrito existente cuyo origen es la Vulgata es el Codex Amiatinus, fue realizado en Inglaterra al comienzo del siglo VIII. Es la versión más antigua de la Vulgata que se conserva. Su origen inglés fue descubierto solamente hace unos quince años. En su segunda página hay una inscripción que dice que fue presentado al Abad del convento de San Salvador en el Monte Amiata por Pedro de Lombardia. Pensándose siempre por esta razón que había sido escrito en Italia, pero el nombre de Pedro estaba escrito sobre un texto borrado.

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El arqueólogo italiano, Giovanni Battista de Rossi (1822-1894), mostró que el nombre original no era Pedro de Lombardia, sino Ceolfrid de Inglaterra, teoría que fue confirmada posteriormente por el profesor de Cambridge John Anthony Hort. El manuscrito fue copiado probablemente en Wearmouth o en Jarrow, dos monasterios dirigidos por un solo abad, en el norte de Inglaterra en los siglos VII o VIII, de un manuscrito traído de Italia por Ceolfrid, probablemente el Codex Grandior realizado a mediados del siglo VI en Calabria por encargo del secretario del rey Teodorico San Ceolfrid (642-716) fue un anglo-sajón, abad de Jarrow, aunque es más conocido por haber sido el educador de San Beda, al que acogió desde que este tenia siete años. El códice es un impresionante volumen formado por 1.029 hojas de 49,5 por 34,3 centímetros, escrito con grandes y bellas letras, a dos columnas, con 44 líneas cada una. Este Códice fue usado en la revisión de la Vulgata realizada por el Papa Sixto V en 1585-90 y actualmente se encuentra en la Biblioteca Laurentiana de Florencia.

Códice Bezae Cantabrigensis El Códice Bezae es un manuscrito bilingüe griego-latín, que está datado a comienzos del siglo V. Dentro de la clasificación GregoryAland se le conoce como 05. Contiene los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y parte de las Cartas de Juan, el orden de los Evangelios es Mateo, Juan, Lucas y Marcos. Este importante códice se conservó en Lyón (Francia) durante más de mil años. Se suele decir que este códice fue usado en el Concilio de Trento en 1546 por Guillaume Duprat (1529-1560), obispo de Clermont, como libro de consulta, para confirmar el versículo 22 del capitulo 21 del

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evangelio de San Juan, que solo se encontraba en griego en ese este códice. El año 1562 el manuscrito se conservaba en el convento de San Ireneo de Lyón, de donde fue sacado a causa de las guerras de religión entre los católicos y los hugonotes (calvinistas franceses) y fue entregado a Teodoro Beza, amigo y sucesor de Calvino. Teodoro Beza sacó el códice de Francia y lo regaló a la Universidad de Cambridge en el año 1581. Este es el motivo del nombre con el que desde entonces se conoce el códice. Según los especialistas, el escribano que a comienzos del siglo V copió el códice Bezae debió efectuar su trabajo utilizando un documento mucho más antiguo que podría remontarse a mediados del siglo II, dado que, según los expertos, el copista transcribe el griego según una fonética poco corriente en su época, conservando la ortografía primitiva para respetar el original. Si esto fuera así, este códice nos ofrecería una versión muy antigua de los Evangelios. Los especialistas intentan descifrar cuál sería ese antiguo documento que se copió a comienzos del siglo V en el códice ahora conservado con el nombre de Bezae. Una hipótesis muy interesante es la que pone en relación este documento perdido con San Ireneo, el cual llegó a la Galia francesa en la segunda mitad del siglo II. De Ireneo se conservan diversos escritos y es muy significativo que las citas del Evangelio de San Lucas de este Padre de la Iglesia, se corresponden con las variantes del Códice Bezae. Así, sería perfectamente factible la hipótesis de que este códice se copió de un antiguo manuscrito que Ireneo llevaría consigo cuando llegó a Francia, antes del año 177. Este códice es especialmente importante porque el mismo contiene una variante de los Hechos de los Apóstoles que es, hasta un diez por ciento, más extensa que el texto llamado alejandrino, que es el que suele aparecer en las Biblias.

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El texto del Códice Bezae es el que se llama texto occidental de los Hechos que es, como ya se ha dicho, más largo. Del mismo modo, este códice contiene también un texto del evangelio de Lucas significativamente distinto del de los otros códices. Está escrito con una sola columna por pagina, estando formado por 406 hojas de pergamino de 26x21,5 cm, con el texto en griego en las paginas de de la izquierda y el texto latino en las de la derecha. Esta escrito en caracteres unciales.

Codex Washingtonensis Otro códice con los cuatro Evangelios escritos en griego es el Codex Washingtonensis, también llamado Codex Freerianus porque fue comprado por Charles Lang Freer (1854-1919) en un viaje a Egipto en 1906, se encuentra en la Freer Gallery of Art en Washington D. C. El códice fue encontrado en las ruinas de la antigua ciudad de Soknopaiou Nesos, cerca del lago Fayum, una ciudad alfarera del periodo Ptoloméico que llevaba deshabitada desde los años 200 d. C. Es también un texto palimpsesto y está datado en el siglo IV o V. Parece ser que es un texto copiado por dos escribas de diferentes manuscritos. Está formado por 187 páginas de aproximadamente 20,5-21 cm por 13-14,5 cm. Cada página contiene una sola columna con 30 líneas por página y con 27 a 30 palabras por línea, las tapas son de madera pintadas50. En vez de utilizar signos de puntuación, el escriba frecuentemente dejaba pequeños espacios en blanco entre las frases. Los expertos en paleografía han descubierto que el escriba original corrigió algunos de sus propios errores. Más tarde otro escriba hizo revisiones y finalmente dos personas más hicieron cambios adicionales. 50

En http://www.csntm.org/Manuscript/View/GA_032 se pueden ver 388 imágenes de las páginas del manuscrito.

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La primera hoja de Juan es más brillante. La escritura es diferente en esta hoja que en el resto del manuscrito, pudiéndose suponer que fue añadida al códice posiblemente por perdida o rotura del original. Aunque gran parte de este códice está datado en el siglo V estos añadidos son del siglo VII. No se incluye Marcos 15, 13-38 y Juan 14, 26-16, 7.

Escritos antiguos descubiertos en el siglo XX Tres han sido fundamentalmente los grandes descubrimientos de textos antiguos ocurridos en el siglo pasado. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, se descubrió en el yacimiento arqueológico de Oxirrinco la mayor cantidad de textos del Antiguo y del Nuevo Testamento jamás imaginable. Muy próximos en el tiempo se produjeron dos descubrimientos fortuitos, el primero en 1945 cerca de Nag Hammadi, de gran importancia para el estudio de la herejía agnóstica y el segundo en 1946, en las inmediaciones del Mar Muerto, con el descubrimiento de las cuevas de Qumrán donde se encontraron textos, principalmente del Antiguo Testamento, que habían sido enterrados antes del año 68 de nuestra era. En este mismo capitulo, hablamos de otros descubrimientos como el Papiro Nash en 1902 o el Códice Sinaítico descubierto, como sabemos, en el siglo XIX. Han existido a lo largo del siglo XX otros descubrimientos de textos antiguos, pero que no son comparables en términos de cantidad; podríamos mencionar que en el Wadi (en árabe, antiguo cauce de un río, nahal en hebreo) Murabba'at, a dieciocho kilómetros al sur de Qumrán, los beduinos hallaron en 1951 unas cuevas donde se descubrió el más antiguo manuscrito hebreo conocido, un papiro datado en el siglo VII a. C., anterior al exilio babilónico. En estas cuevas se refugiaron los solados de Bar Kokeba durante el segundo levantamiento judío ocurrido entre los años 132-135 d. C., entre los

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documentos hallados en este lugar figuran varias cartas enviadas por el jefe judío al comandante rebelde de la región. En Hevel, a seis kilómetros al sur de En-gadi, arqueólogos israelitas hallaron en 1960 quince cartas, nueve de ellas escritas en arameo, cuatro en hebreo y dos en griego. En 1961 se descubrieron sesenta y cinco papiros adicionales y algunos documentos en pergamino, entre ellos algunos contratos legales. En Masada, en excavaciones paralelas a las de Qumrán, se han hallado unos pocos fragmentos bíblicos del AT, veintiséis fragmentos (algunos grandes) del texto hebreo del libro apócrifo de Eclesiástico y una copia de La Liturgia de los Ángeles o Cánticos del sacrificio del sábado. En el Wadi Daliyeh, a catorce kilómetros al norte de Jericó y once al oeste del Jordán, la exploración dirigida por P. Lapp en 1963 descubrió, cuarenta papiros arameos procedentes de los años 375-335 a. C. Los manuscritos estaban en una cueva junto a los cadáveres de quizá doscientos fugitivos samaritanos que habían intentado escapar a las tropas de Alejandro Magno en el año 331 a. C. Estos manuscritos, con datación conocida, sirvieron como modelo paleográfico para datar los manuscritos más antiguos de Qumrán Pero volviendo a nuestros tres principales descubrimientos, el primero de ellos, cronológicamente hablando, es el de Oxirrinco, nombre helenizado de una ciudad localizada a unos 160 Km. al sudoeste de El Cairo, en la margen izquierda del Bahr-Yusef (“Canal de José”) que actualmente se denomina El-Bahnasa (provincia de Minia). El yacimiento arqueológico fue descubierto por Dominique Vivant, Barón de Denon (1747-1825) uno de los estudiosos que acompañaron a Napoleón durante su expedición militar y científica a Egipto (17991802). El yacimiento no volvió a ser explorado hasta 1896. Entre este año y 1907, Bernard P. Grenfell (1869-1926) egiptólogo y miembro del Queen's College de Oxford y el papirólogo Arthur S. Hunt (18711934) encontraron miles de papiros la mayoría escritos en griego y entre ellos algunas de las mas antiguas copias del Nuevo Testamento y

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de la Septuaginta. Los papiros fueron publicados por Grenfell y Hunt a partir del año 1988. Todo el material descubierto se conoce con el nombre de Papiros de Oxirrinco y dada la cantidad tan importante descubierta están actualmente archivados en muchas instituciones a nivel mundial, aunque la mayoría de ellos están en el Ashmolean Museum en la Universidad de Oxford. Entre los textos profanos que se encontraron en Oxirrinco podemos mencionar poemas de Píndaro, casi un tercio del drama Hipsípila de Eurípides que la escribió en el año 406 a. de C. poco antes de su muerte, una biografía de Eurípides, escrita por Sátiro en el siglo III a. de C. y muchos fragmentos de obras del dramaturgo ateniense Menandro (342-291 a. de C.). La relación de textos del Antiguo, como del Nuevo Testamento es impresionante, que podemos concretar, como ejemplo, en un dato, de los 118 papiros existentes del Nuevo Testamento, 44 es decir un 37% fueron encontrados en Oxirrinco. También se encontraron textos apócrifos, como los evangelios de Tomás y Pedro, no canónicos como, el “Pastor de Hermas” y la “Didaché” y de los Padres de la Iglesia como “Contra los herejes” de Ireneo. En los años treinta Evaristo Breccia (1876-1967), realizó nuevas excavaciones para el Museo de Alejandría del que había sido Director. En 1992 el Servicio de Antigüedades de Egipto y la Universidad de Barcelona establecieron un acuerdo de colaboración para realizar trabajos arqueológicos en Oxirrinco. Las primeras excavaciones fueron realizadas durante los años 1.992-94 y dirigidas por el Catedrático de Historia Antigua Josep Padró Parcerisa, ejerciendo de co-director Mahmud Hamza. Se trabajo regularmente hasta octubre de 2002 que se hicieron los últimos trabajos. 51

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En la página Web http://www.csad.ox.ac.uk/POxy/papyri/tocframe.htm se encuentran relacionados todos los documentos que forman parte de los Papiros de

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Nag Hammadi es un pueblo en la ribera del río Nilo en Egipto, llamado Chenoboskion en la antigüedad, donde en el año 320 San Pacomio fundó el primer monasterio cristiano. Su notoriedad es debida a que en 1945 apareció una amplia colección de códices antiguos. En el 367, los monjes locales copiaron unos 45 escritos religiosos diversos en trece de códices encuadernados en cuero. Esta biblioteca fue cuidadosamente sellada en ánforas y escondida entre las rocas, donde permaneció sin descubrirse durante casi 1600 años. En diciembre del año 1945 el campesino egipcio Mohammed Ali Samman encontró más de 1200 páginas de los antiguos manuscritos en papiro, enterrados junto al acantilado oriental en el alto valle del río Nilo, en el lugar conocido como Gebel Tarif a cinco kilómetros de Nag Hammadi. Los Manuscritos de Nag Hammadi están formados por 52 tratados gnósticos y una traducción parcial de “La República” de Platón (incluido en el códice VI), muy modificada con conceptos gnósticos de la época de los manuscritos. Parece ser que fueron confeccionados alrededor del año 330 y enterrados a finales de siglo IV o principios del V. Los códices están escritos en copto, aunque las obras eran probablemente traducciones del griego. Quizás la obra más famosa entre estos manuscritos es el Evangelio de Tomás, del cual, los códices de Nag Hammadi contienen la única copia completa. Los códices de Nag Hammadi se encuentran en la actualidad en el Museo Copto de El Cairo excepto el primero, que actualmente se conoce con el nombre de códice Jung, que fue vendido en los Estados Unidos a unos coleccionistas privados. El historiador y teólogo holandés, Gilles Quispel (1916-2006), oyó hablar de esos manuscritos y decidió comprarlos por medio de la Fundación Jung de Zurich.

Oxirrinco. Es también muy interesante la pagina Web http://www.papyrology.ox.ac.uk/POxy/papyri/the_papyri.html

en

inglés,

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La importancia de este descubrimiento reside en que aportan una amplísima documentación sobre las herejías gnósticas, bien conocidas por los Padres de la Iglesia, pero de las que no se tenían textos escritos. Destaca, además del Evangelio de Tomás, el Apócrifo de Juan, que aparece en los cuatro primeros códices, en el que los aspectos cristianos se ven oscurecidos respecto a los principios gnósticos que son el núcleo central del texto. En el 1946, tres pastores, Yuma Mohamed Jalil, Jalil Musa y Mohamed Ahmed el-Hamed, que se hallaban vigilando el ganado por los alrededores del oasis de Ayin Feshja, no lejos de las ruinas de Qumrán, fueron los descubridores de este trascendental tesoro. El primero de ellos se dio cuenta de la existencia de dos agujeros que se abrían sobre una de las paredes del acantilado. Subieron hasta allí y pudieron comprobar que el agujero superior permitía el paso de una persona delgada. Al arrojar una piedra adentro, oyeron un ruido como si hubiera tocado un recipiente de barro. Dos días después, Mohamed Ahmed se dirigió allí a solas, entró en la cueva y descubrió diez jarras completas y muchos trozos de jarras rotas. En el interior de una de las vasijas que estaba precintada encontró dos paquetes envueltos en telas, que contenían siete manuscritos. Después de diversas peripecias fueron vendidos en dos lotes, uno compuesto por una colección de Himnos o Salmos (1QH); la Regla de la Guerra (1QM) y un rollo incompleto de Isaías (1QIs') al investigador israelí E. L. Sukenik, rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el otro al archimandrita sirio-ortodoxo de Jerusalén, Atanasio, que contenía el "Rollo de Isaías", con el texto completo (1QIs'), el “Comentario de Habacuc” (1QpHab), la “Regla de la Comunidad” (1QS) y el “Génesis Apócrifo” (1QApGen). Por medio de un bibliotecario sirio, el doctor Sukenik pudo llegar a ver los rollos del archimandrita sirio, pero no consiguió adquirirlos en ese momento, más tarde, a mediados de 1954, su hijo Yigael Yadin, los compró en Estados Unidos, donde habían sido vendidos por su

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propietario, quedando en este momento los siete primeros manuscritos descubiertos en posesión de los israelitas. En esa época Qumrán pertenecía a Jordania y al conocer las autoridades jordanas los hallazgos, prepararon en 1949 una expedición arqueológica en la única cueva descubierta hasta entonces, que fue llevada a cabo por el Departamento Jordano de Antigüedades y por la Escuela Bíblica de Jerusalén, bajo la dirección de Gerald Lankester Harding y del dominico Roland de Vaux(*). En la cueva, que hoy recibe el nombre de 1Q, encontraron muchos trozos de cerámica rotos y unos novecientos fragmentos de manuscritos, casi todos ellos de piel, excepto unos pocos fragmentos de papiro, lo que ponía de manifiesto que los siete rollos descubiertos eran solo una pequeña parte de los que habían sido originalmente depositados en la cueva. Esto fue el inicio de los descubrimientos, tanto arqueológicos como de manuscritos que posteriormente se realizaron. Se han explorado once cuevas entre los años 1947 y 1956, se las denomina por un número ordinal seguido de la letra Q, cinco fueron descubiertas por beduinos (1Q, 2Q, 4Q, 6Q y 11Q) y las otras seis por arqueólogos (3Q, 5Q, 7Q, 8Q, 9Q y 10Q). De las once las que tienen mayor importancia, bajo el punto de vista de los manuscritos encontrados, son la 1Q, 4Q y 11Q. La cueva que contribuyó con un mayor número de fragmentos fue 4Q, la más próxima a las ruinas, que había sido ya violada por los beduinos cuando los arqueólogos llegaron a ella. En 3Q se descubrió en 1952 un Rollo de cobre (3Q15) que se hallaba sumamente oxidado. Al no ser posible desenrollarlo, tuvo que ser cuidadosamente cortado en tiras, pudiéndose leer. Da una relación de sesenta y cuatro lugares de Palestina en los que se habían escondido oro, plata y objetos sagrados. El conjunto de los libros de las cuevas de Qumrán comprende unos 800 manuscritos, algunos de ellos en fragmentos muy pequeños. Por ejemplo, en 4Q se encontraron 520 textos en 15.000 fragmentos. La mayoría de los textos están en hebreo, bastantes en arameo y algunos,

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sobre todo en 7Q en griego. Entre los documentos no hay autógrafos, sino sólo copias. Los documentos encontrados se pueden dividir en dos tipos, manuscritos de libros canónicos de la Biblia hebrea y manuscritos extrabíblicos, que los podemos subdividir en dos, de la literatura apócrifa intertestamentaria y manuscritos sectarios que pertenecen a la comunidad que vivía allí. No se encontró ningún tipo de documento legal o de cartas, como los que fueron hallados en las cuevas del Wadi Murabba’at. Las primeras investigaciones se realizaron teniendo en cuenta solo los escritos descubiertos en la cueva 1, pero en el año 1991 se pusieron a disposición de los investigadores todos los documentos, lo cual ha dado un giro a las investigaciones. Los documentos de carácter bíblico suponen una cuarta parte del total de los manuscritos, no habiendo variado su proporción desde los primeros tiempos, pero sin embargo, todas aquellas composiciones que no pertenecen a la Biblia hebrea y que no presentan características sectarias, representan en la actualidad un porcentaje mayor sobre el conjunto, hasta el punto de que la totalidad de ellos supera a la suma de las otras dos categorías referidas. Si entre los primeros siete manuscritos solo una composición, el “Génesis Apócrifo”, formaba parte de ese tipo de literatura apócrifa intertestamentaria, ahora vemos que se trata de la categoría más abundantemente representada.

BIBLIOGRAFIA

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EL NUEVO TESTAMENTO

Los autores del Nuevo Testamento Como sabemos el Canon de la Biblia católica está formado por setenta y tres libros, de los cuales, cuarenta y seis pertenecen al Antiguo Testamento y veintisiete al Nuevo. Los Evangelios, los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, son los libros básicos para conocer la vida de Jesús. Su autoría se atribuye a dos apóstoles de Jesús, Mateo y Juan, a un discípulo de Pedro, Marcos y a un sirio de origen pagano Lucas, el cual fue así mismo el autor de los Hechos de los Apóstoles, texto que es considerado por muchos como una continuación de su evangelio. Entre estos cinco libros y el Apocalipsis de Juan, considerado el último libro de la Biblia, se encuentran veintiuna epístolas, algunas, como las catorce de Pablo, con destinatarios concretos y las otras siete, escritas por Pedro (dos), Juan (tres) y Santiago y Judas, que carecen de un destinatario especial. Realmente no se tienen muchos datos sobre quienes son los autores de los evangelios. Utilizamos habitualmente la expresión atribuir, puesto que los autores no se mencionan nunca ellos mismos en sus escritos. Como más adelante veremos, solamente existe certeza histórica de la autoria de siete cartas de San Pablo y se sabe que el evangelio de Lucas y los Hechos son del mismo autor.

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Evangelios

Hechos de los Apóstoles

Narran la vida de Jesús.

Mateo Lucas

Relatan la historia de los primeros cristianos, centrándose principalmente en las actividades de Pablo y Pedro.

Lucas

Marcos Juan

Romanos Hebreos Corintios(2) Gálatas Efesios Filipenses Colosenses Timoteo(2) Filemón Tito Tesalonicenses (2)

Epístolas de San Pablo

Son cartas dirigidas a comunidades o personas, en las que Pablo, presenta un panorama completo de lo que significa ser cristiano.

Epístolas Católicas

No tienen un destinatario especial, la mayoría de ellas se dirigen a los cristianos de origen judío, generalmente son breves y concisas.

Santiago Pedro (2) Juan (3) Judas

Apocalipsis

Es un libro profético, en el que domina la idea de la segunda venida de Jesucristo, va dirigido a las siete Iglesias de Asía Menor.

Juan

Mateo La Iglesia siempre consideró que el primero que plasmó por escrito los extraordinarios acontecimientos que se produjeron al comienzo

LOS AUTORES DEL NUEVO TESTAMENTO

de nuestra era fue San Mateo, entre los años 40 y 50, escribiendo en lengua aramea su evangelio, puesto que iba dirigido a los judíos de Palestina que usaban esa lengua. Más tarde este Evangelio, cuyo texto arameo se ha perdido, fue traducido al griego, no se sabe si por él mismo. Tampoco se conoce la fecha de este segundo texto en griego, aunque se supone que fue antes del año 70. Eusebio de Cesárea comenta como Papias(*) de Heriápolis posible discípulo de San Juan, habla del primer texto y de su posterior traducción cuando dice “Mateo compuso su discurso en hebreo y cada cual lo fue traduciendo como pudo” (H. E. III, 39, 16). La tradición de la Iglesia sobre la existencia y autoria de este primer evangelio se soporta también en afirmaciones de otros autores, como la de Ireneo de Lyon (140-202) que en su obra “Adversus Haereses” dice “Mateo, (que predicó) a los Hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el Evangelio, cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la Iglesia” (Adv. Haer. III, 1.1). De la vida de Mateo sabemos muy poco, se llamaba Leví antes de ser llamado por Jesús, según cuenta Lucas en su Evangelio (5, 27) y más concretamente Leví el de Alfeo según Marcos (2, 14). Era publicano, es decir, recaudador de tributos en Cafarnaúm, hasta que un día Jesús lo llamó al apostolado diciéndole simplemente: “Sígueme” y Leví “levantándose le siguió” como lo describe él mismo. (Mt 9, 9). Su vida apostólica se desarrolló inicialmente en Palestina, al lado de los otros Apóstoles; más tarde predicó probablemente en Etiopía (África), donde parece ser también padeció el martirio. Según la tradición su cuerpo se venera en la Catedral de Salerno (Italia). Mateo, que se dirige a una comunidad de lengua griega y de mayoría judía creyente, quiso demostrar que Jesús era el Mesías prometido, porque en Él se habían cumplido los profecías de los Profetas, para lo que recurre constantemente a las Antiguas escrituras, dado que para sus lectores inmediatos no había mejor prueba que ésta. En tiempos modernos han surgido dudas de que San Mateo sea el autor material del Evangelio que lleva su nombre.

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Más adelante comentaremos esta autoria y otras que se han puesto en duda. Aunque en estos momentos lo importante no es si Mateo es el autor de su evangelio o lo fue otra persona vinculada a su entorno, lo que adquiere real importancia es comprobar si el texto del evangelio contiene el verdadero reflejo de la fe que habían recibido.

Marcos Marcos, que antes se llamaba Juan, fue hijo de aquella María en cuya casa se solían reunir los discípulos de Jesús, “Reflexionando, [Pedro] se fue a casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos reunidos y orando” (Hch 12, 12). Probablemente esa casa debió de ser la misma que pudo servir de escenario para aquellos otros acontecimientos de notable importancia en aquellos primeros momentos, la última Cena y la venida del Espíritu Santo. Marcos, con su primo Bernabé, acompañó a Pablo en su primer viaje apostólico, hasta la ciudad de Perge de Panfilia (Hch 13, 13). Más tarde, entre los años 61-63, está nuevamente al lado del Apóstol de los gentiles cuando éste estaba preso en Roma (Col 4,10). San Pedro llama a Marcos su “hijo” (I Pe 5, 13), lo que hace suponer que fue quien lo bautizó. Las fuentes que hemos citado anteriormente, Ireneo y Eusebio, afirman que “Una vez que éstos murieron [Pedro y Pablo] Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió por escrito la predicación de Pedro” (Adv. Haer. III, 1.1) y citando a Papias(*), Eusebio dice “Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba” (H. E. III, 39, 15), por eso se acepta que Marcos fue el autor del segundo evangelio, considerando el orden que actualmente la Iglesia los presenta.

LOS AUTORES DEL NUEVO TESTAMENTO

Los investigadores han descubierto que el evangelio de Marcos fue el primero en ser escrito, pues como veremos en su momento, se ha demostrado que es el más próximo a los años en que vivió Jesús. Por esta razón es el más utilizado en la actualidad por los estudiosos, puesto que al ser el primero, reflejara con más exactitud la tradición de los primeros seguidores de Jesús, debido a que su texto estará menos contaminado y sometido a menos evolución. La misma tradición establece como fecha probable de su composición, los años comprendidos entre la muerte de Pedro (año 64) y antes de la destrucción de Jerusalén (año 70) y como lugar donde Marcos escribió su evangelio, Roma. Marcos conoció con toda seguridad a Jesús personalmente, aunque no fue uno de los Apóstoles. La mayoría de los autores identifican a Marcos con el muchacho que soltó la sabana y salio huyendo en el huerto de Getsemaní cuando prendieron a Jesús (Cfr. Mc 14, 51-52). Marcos, al escribir su evangelio en Roma y dirigirse a cristianos que no proceden del judaísmo, se propone demostrar que Jesús es Hijo de Dios. Para Mateo, Jesús es el Mesías que restaurara la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos de la tierra, algo que no entienden los no judíos, por eso Marcos presenta a Jesús como aquel en quien se realiza la plenitud humana. El Evangelio de Marcos es el más breve de los cuatro y presenta en forma condensada muchos pasajes de los sinópticos. A pesar de estas características reviste un singular interés, porque narra de forma exclusiva algunos episodios que permiten comprender mejor los demás Evangelios. Marcos es el único de los cuatro evangelistas que utiliza la palabra evangelio al comienzo de su obra “Comienzo del evangelio de Jesucristo Hijo de Dios”. Marcos murió en Alejandría de Egipto, cuya iglesia gobernaba, según cuenta Eusebio de Cesárea, “Este Marcos se dice que fue el primero en ir enviado a Egipto y en anunciar el Evangelio que previamente había

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escrito, y que establecía iglesias, siendo la primera la de Alejandría.” (H. E. II, 16, 1). Según la tradición, fue el primer obispo de Alejandría hasta el año 63 en que fue martirizado. Le sucedió Aniano (...63-82). La ciudad de Venecia, que lo tiene por patrono, venera sus reliquias en su Catedral.

Lucas y los Hechos El autor del tercer Evangelio tampoco es un Apóstol; se le atribuye a “Lucas, el médico” (Col 4, 14), un sirio nacido en Antioquia, de familia pagana, que se convirtió a la fe de Jesús, encontrándose con Pablo, del que fue compañero y discípulo durante años. Pablo lo menciona en varias de sus cartas. Ambos compartieron prisión en Roma. Según su propio testimonio (Cfr. Lc 1, 3) Lucas se informó “de todo exactamente desde su primer origen” y escribió para dejar grabada la tradición oral. No cabe duda de que una de sus principales fuentes de información fue el mismo Pablo y es muy probable que recibiera informes también de María, la madre de Jesús, especialmente sobre la infancia de este, puesto que Lucas es el único en referirla con cierto detalle, por esta razón se le llamó el Evangelista de la Virgen. Lucas es el único en referir las parábolas del Hijo Pródigo, de la Dracma Perdida, del Buen Samaritano, etc. por lo que recibe el nombre del evangelista de la misericordia. Lucas escribió posiblemente su evangelio en Roma, a finales de la primera cautividad de San Pablo, o sea entre los años 62 y 63. Sus destinatarios son los cristianos de las iglesias fundadas por su compañero Pablo. Por eso el Evangelio de San Lucas contiene un relato de la vida de Jesús que podemos considerar el más completo de todos y pensado para nosotros los cristianos de la gentilidad. Lucas no se casó ni tuvo hijos. Murió a los 84 años en la región griega de Beocia y fue inicialmente enterrado en Tebas.

LOS AUTORES DEL NUEVO TESTAMENTO

Lucas es también el autor de los Hechos de los Apóstoles, que en la antigüedad se incluía a continuación de su evangelio. En él Lucas no pretende narrar lo que hizo cada uno de los apóstoles, sino que toma los hechos principales de lo que fue la vida y el apostolado de la Iglesia en los primeros decenios (años 30-63). Al igual que en su evangelio, el objetivo de Lucas en esta obra es fortalecernos en la fe y enseñar que el mensaje de Cristo tiene un carácter universal, pues a pesar que sus su primeros destinatarios fueron los judíos de Jerusalén donde había nacido (Hch 1, 1-8,), después se extendió entre los de Palestina a través de Judea y Samaría (Hch 8, 4-11) y finalmente llego a los gentiles, primero en oriente, con sede en Antioquia de Siria (Hch 11, 19), estableciéndose finalmente en el mundo pagano y en su capital Roma. Esta expansión había sido vaticinada por Jesús cuando les dijo a los apóstoles: “No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni momentos que ha fijado el Padre con su potestad. Pero cuando recibiereis la fuerzas del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis testigos en Jerusalén y en toda la Judea y Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 7), cuando éstos reunidos lo interrogaron creyendo que iba a restituir inmediatamente el reino a Israel. San Jerónimo en la carta que desde Belén dirige en el año 395 al presbítero Paulino (353-431), posteriormente Obispo de Nola, resume su juicio de este Libro en las siguientes palabras: “El Libro de los Hechos de los Apóstoles parece contar una sencilla historia y tejer la infancia de la Iglesia naciente. Más sabiendo que su autor es Lucas, el médico, echaremos de ver que todas sus palabras son, a la vez que historia, medicina para el alma enferma”.

Juan Juan, natural de Betsaida de Galilea, fue hermano de Santiago el Mayor, hijos ambos de Zebedeo y de Salomé, hermana de María. Juan

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fue inicialmente discípulo de Juan el Bautista y después siguió a Jesús, llegando a ser pronto su discípulo predilecto. Desde la Cruz, Jesús le confió a su Madre. Juan era el discípulo “al cual Jesús amaba” y que en la última Cena estaba “recostado sobre el pecho de Jesús” (Jn 13, 23). Sabemos por Pablo, que después de la Resurrección, Juan junto al resto de los apóstoles permaneció en Jerusalén, donde debió permanecer algún tiempo, puesto que en la epístola a los Gálatas es mencionado como una de las “columnas de la Iglesia” (Gal 2, 9) junto con Pedro y Santiago el Justo. A pesar de que en el Nuevo Testamento no se menciona, San Juan vivió y murió en Éfeso, pero tenemos noticias de ello a través de San Ireneo y Clemente de Alejandría. Según la tradición bizantina en Éfeso se encuentra la tumba del evangelista. San Juan, además del Apocalipsis y tres epístolas, es autor del cuarto evangelio, compuesto a finales del siglo primero, es decir, unos 30 años después de los Sinópticos y de la caída del Templo. Este evangelio, escrito cuando el cristianismo se ha difundido por muchos lugares, completa los evangelios anteriores, principalmente desde el punto de vista espiritual y tiene como objetivo fortalecer la fe en la divinidad y mesianidad de Jesús, como en el mismo se dice: “Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos, que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida eterna” (Jn 20, 30-31). Este último evangelio presenta una estructura muy característica y diferente a la de los restantes evangelios, utilizándose un lenguaje de alto contenido simbólico y cristológico, en el que no se incluyen muchos datos biográficos de Jesús sino mas bien reflexiones sobre sus enseñanzas, siendo esta la causa por la que el evangelio de Juan no es utilizado habitualmente entre los investigadores que pretenden descubrir al Jesús histórico.

LOS AUTORES DEL NUEVO TESTAMENTO

En los tiempos modernos han surgido dudas sobre la autoría de este evangelio y también sobre la identidad del “discípulo amado”, pero centremonos en este momento solo en determinar la identidad del autor del evangelio. Estas dudas están basadas en las referencias que hace Eusebio de Cesárea en su Historia Eclesiástica a los escritos de Papías(*) (Cfr. H. E. III, 39), el cual cita a Juan el Apóstol y a Juan el presbítero. Los críticos racionalistas dijeron que eran dos personas diferentes y que este último, el presbítero, fue el que nombró Obispo a San Policarpo y el que escribió el cuarto evangelio. Pero en el mismo texto se confirma la autoría de Juan, cuando citando a Clemente de Alejandría, Eusebio comenta que éste trasmite la tradición de que Juan es el autor del evangelio.”En primer lugar hay que aceptar como auténtico su Evangelio, que se lee en todas las iglesias bajo el cielo” (H. E. III, 24, 2). La confusión entre el apóstol Juan y el presbítero Juan, procede de que la segunda y tercera epístolas, atribuidas a San Juan, comienzan refiriéndose a “el presbítero” como autor de ellas. Parece que está claro que existió una escuela joánica en la que el presbítero Juan era una figura importante. Dado que analizar en detalle esta polémica se aparta de nuestro objetivo descriptivo, podemos resumir exponiendo las palabras del teólogo protestante Peter Stuhlmacher, profesor de Nuevo Testamento en la Facultad teológico-evangélica de la Universidad de Tübingen desde 1972, “los contenidos del Evangelio se remontan al discípulo a quien Jesús (de modo especial) amaba. Al presbítero hay que verlo como su transmisor y su portavoz”.

Los otros autores De los otros cuatro autores de libros del Nuevo Testamento, es decir Pedro, Pablo, Judas y Santiago, no es necesario indicar muchos datos, al menos de los dos primeros; son tan conocidos que basta leer los

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Evangelios, en el caso de Pedro o sus epístolas en el caso de Pablo, para situar a los personajes. Judas comienza su epístola con un saludo en el que se identifica como “siervo de Jesucristo y hermano de Santiago. En el evangelio de Mateo (Cfr. Mt 10, 3) y en el de Marcos (Cfr. Mc 3, 18) es denominado Tadeo cuando se describe la elección de los Doce. Por tanto Judas Tadeo fue uno de los doce apóstoles y hermano de Santiago, el otro autor de una carta. Santiago fue obispo de la iglesia de Jerusalén (Hch 15, 13; 21,18), a quien San Pablo llama “el hermano del Señor” (Gal 1, 19), para diferenciarlo del Apóstol Santiago y que junto con Juan y Pedro los denomina, como las columnas de la Iglesia de Jerusalén (Cfr. Gal 2, 9). Aunque Santiago no era uno de los doce, Jesús se le había aparecido poco después de la resurrección (I Corintios 15, 7) y era reconocido por su gran prestigio y autoridad. Eusebio dice de él que recibía el apelativo de Justo.

Los textos del Nuevo Testamento Como se ha comentado, el único que denomina evangelio (buena noticia) a sus escritos es Marcos, pero a partir del siglo II, esta expresión se comenzó a utilizar para referirse a los cuatro libros del Nuevo Testamento que tratan de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. San Pablo sí utiliza esta expresión muchas veces en sus cartas, pero no refiriéndose al texto de los evangelistas. Los textos más antiguos del Nuevo Testamento están escritos en griego y no mencionan el nombre del autor, cuando empezaron a incluirse siempre se añadía la expresión “evangelio según” Mateo, Marcos, Lucas o Juan.

LOS TEXTOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Los Hechos de los Apóstoles se consideraron como una continuación del evangelio de Lucas, llegándose incluso a situar a continuación de este. Como hemos visto, se pueden plantear dudas de la autoria de ambos libros, pero lo que sí es seguro es que ambos fueron escritos por la misma persona. El Nuevo Testamento se completa con un libro de carácter profético, el Apocalipsis, atribuido a San Juan y veintiuna cartas, que tradicionalmente se dividen en las catorce de Pablo y las denominadas epístolas católicas, atribuidas a Santiago y a Judas, llamados “los hermanos del Señor” y a Pedro, que escribió dos y a Juan que es el autor de tres.

El Apocalipsis Es el libro más controvertido del Nuevo Testamento; puesto que si comenzamos por su autoria, existen dudas de que lo escribió San Juan; si nos referimos a la fecha de su composición, nos encontramos que existen dos teorías acerca de la fecha; si tenemos en cuenta su canonicidad, existieron voces discordantes sobre su inclusión en el Canon y si finalmente nos referimos al contenido, el propio carácter del texto lleva implícito la esencia de la discusión. El texto del Apocalipsis esta claramente dividido en dos partes, en los tres primeros capítulos (1, 9-3, 22) contiene las cartas a las siete Iglesias de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea, iglesias ciertamente existentes en esos momentos; del capitulo 4 hasta el 22 está el contenido profético del Apocalipsis. El nombre de este libro ha dado origen a un género literario; el apocalíptico es un género profético en un sentido diferente a las profecías del Antiguo Testamento. Mientras que entonces, el profeta como intermediario divino, reprende y anima a los fieles haciéndoles ver la justicia de Dios, es decir, es un hombre que habla en un momento dado a sus contemporáneos, los textos apocalípticos no

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hablan necesariamente del presente, se dirigen hacía el futuro mediante la utilización de figuras alegóricas. El Apocalipsis es el único texto de las Sagradas Escrituras que dice expresamente que su autor es Dios “Apocalipsis de Jesucristo, que, para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder pronto; ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan, el cual da testimonio de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, de todo lo que él ha visto.” (Ap 1, 1-2). Un poco más adelante el texto dice “Yo Juan [...] hallándome en la isla llamada Patmos, por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesús” (1, 9), es decir el autor debió de ser un personaje lo suficientemente conocido, para no necesitar dar otro dato que su nombre para ser identificado y que estuvo desterrado en la isla de Patmos. Ambas circunstancias concurren en el Apóstol Juan, autor del cuarto Evangelio y de tres cartas. Muchos de los primeros Padres de la Iglesia son de la misma opinión, Justino Mártir (100-165) cita el Apocalipsis en su “Dialogo con Trifon” diciendo que Juan, uno de los apóstoles de Jesucristo, profetizó mediante una revelación que le fue concedida. También era de la misma opinión Ireneo de Lyon (130-202), discípulo de Policarpo, Obispo de Esmirna, que a su vez fue discípulo de Juan, según menciona Eusebio, en el capitulo 18 del tercer libro de su Historia Eclesiástica. Teofilo, el sexto obispo de Antioquia de Siria, cita el Apocalipsis en su obra “Contra la herejía de Hermógenes”, escrita contra los marcionitas.52 Orígenes (185-254) en su obra “De Principiis” dice “Escuchad de la manera como Juan habla en el Apocalipsis”. El primer comentario conocido sobre el Apocalipsis es de Melitón, Obispo de Sardis. 52

Seguidores de Marción (85-150), uno de los primeros heresiarcas, fundó una iglesia paralela cuyas elementos doctrinales fundamentales eran dualismo, docetismo y rigorismo, todo ello dentro de un rígido antijudaísmo.

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Vemos pues que personajes de los siglos II y III estaban convencidos de la autoria de Juan. No obstante desde el siglo III, se levantaron dudas respecto a esta autoria, Dionisio, Patriarca de Alejandría, la rechazo por no estar de acuerdo con las tesis milenarista que el texto plantea y por las diferencias de lenguaje respecto al Evangelio. Esta última es la principal objeción, incluso en la actualidad, para no admitir que el cuarto Evangelio y el Apocalipsis fueron escritos por la misma persona. Los opositores se basan en que las diferencias lingüísticas entre ambos textos son significativas. Pero generalmente se argumenta que las circunstancias de San Juan durante la escritura del Apocalipsis fueron muy diferentes a las de la redacción del Evangelio, por un lado, estaba desterrado en Patmos y probablemente sin recursos para suplir las deficiencias que tenia del conocimiento del idioma griego y por otro, la inmediatez de lo que escribía, “Cuando hubieron hablado los siete truenos, iba yo a escribir...” (10, 49) le pudo obligar a no corregir el texto griego posteriormente, para darle mayor fidelidad a sus visiones. Corrección que si parece existió con el texto del evangelio y que justificarían las palabras finales del mismo “Este es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió; y sabemos que su testimonio es verdadero” (Jn 21, 24) que parecen ser la certificación de los discípulos de Juan que revisaron el texto, para dar veracidad a su relato. A todo lo anterior se puede añadir que en ambas obras se tratan aspectos de forma paralela, como el tratamiento de Cristo como el Cordero de Dios, utilizada de forma exclusiva en el Nuevo Testamento, tanto en el Evangelio (Jn 1, 29) como en el Apocalipsis (Ap 19, 9). Así mismo la utilización de Logos para referirse a Jesús y otros muchos, no solo en relación con su Evangelio, sino también con sus Cartas. Podríamos resumir que a pesar de las voces discordantes, algunas de ellas relativamente próximas a los hechos, se acepta generalmente que el autor del Apocalipsis es el Apóstol Juan.

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Otro tema que se ha discutido en relación con el Apocalipsis es cuando se escribió. Se plantean dos posibles fechas, durante el tiempo que va desde la muerte de Nerón en el año 68 y la destrucción del Templo en el año 70, y la segunda, alredor del año 95, durante el reinado de Domiciano (81-96). Ya hemos comentado que Juan estuvo desterrado en la isla de Patmos, (pequeña isla griega del archipiélago del Dodecaneso), según confirman varios autores, pero ninguno de ellos da datos para poder situar en el tiempo este hecho. Clemente de Alejandría y Orígenes, informan del destierro pero no dan referencias respecto a la fecha, Eusebio de Cesárea, indica que fue en época del emperador Domiciano (81-95), pero otros como Tertuliano e Hipólito dicen que Juan estaba en Roma cuando fue desterrado y en consecuencia, este se produjo durante el reinado de Nerón (37-68). San Jerónimo en su obra “De viris ilustribus” registra esta segunda opción. En el campo de la especulación podríamos decir que fue en época de Domiciano, puesto que Nerón no solía utilizar el destierro como forma de castigo y Domiciano usaba esta práctica, pero no seria un dato probatorio. También son argumentos interpretativos los que utilizan aquellos que asignan una fecha temprana, pues se basan en deducciones sacadas del propio texto, como, entre otras, identificar a Nerón con la bestia, por coincidir con el número de su nombre, “Aquí esta la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el numero de la bestia, porque número de hombre. Su numero es seiscientos sesenta y seis” (Ap 13, 18). La tradición de la Iglesia, basándose en el testimonio de autores como Ireneo, Clemente de Alejandría y San Jerónimo, considera como más probable la fecha del año 95, en los tiempos del Emperador Domiciano. El tercer aspecto problemático que enunciábamos al principio era la canonicidad del Apocalipsis. Canonicidad que fue aceptada muy pronto en Occidente, sin embargo en la Iglesia Oriental se plantearon dudas teológicas que propiciaron

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su rechazo, como por ejemplo en la Iglesia griega que fue excluido para el uso litúrgico. Además de Dionisio en el siglo III, otros personajes destacados de Oriente en el siglo IV siguen sin aceptar la canonicidad del Apocalipsis, como San Gregorio Nacianceno (329389) y San Cirilo de Jerusalén (315-386), que no hacen uso del Apocalipsis o como San Juan Crisóstomo (347-407) que nunca lo cita. No era, sin embargo, una opinión generalizada puesto que si lo aceptaban San Basilio Magno (329-379), San Gregorio Niseno (335394) y San Epifanio. Hubo que esperar hasta el año 692, que en el concilio de la Iglesia Oriental, celebrado en Constantinopla, para que todos los orientales considerasen al Apocalipsis como libro canónico. El carácter escatológico del libro y las dudas sobre su autoria pudieron influir en esta actitud de rechazo inicial. Así mismo, debido al propio carácter del texto es un documento difícil de descifrar y en consecuencia, son muchas las interpretaciones que ha realizado del Apocalipsis, dependiendo de la escuela que lo ha analizado, la más radical de todas ellas es la realizada por la escuela critica, que manteniendo los presupuestos de los racionalistas, despoja al texto de cualquier componente sobrenatural, negando su inspiración y canonicidad, considerándolo una obra humana. Los iniciadores de la metodología alegórica fueron los miembros de la Escuela de Alejandría, que entre sus miembros más destacados se encontraban Clemente y Orígenes. El método alegórico de interpretación pretende encontrar un significado a las palabras del texto, pero tiene como inconveniente que se olvida de la historicidad del mismo. Una de las más conocidas interpretaciones alegóricas del Apocalipsis fue la realizada por Ticonio, un teólogo romano de la última parte del siglo IV, miembro de los donatistas53. Sus reglas para 53

Movimiento cismático desarrollado en el norte de África en el siglo IV que toman este nombre de Donato, Obispo de Cartago. A pesar de que fue combatido por la Iglesia y concretamente por San Agustín, sobrevivieron hasta la conquista de los árabes del territorio africano en el 650.

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descubrir el significado de la Escritura, contenidas en un libro, hoy perdido, fueron comentadas en detalle por San Agustín en su obra “De doctrina Christiana”, siendo esta la causa por la que tuvieron una larga influencia. La escuela escatológica preterista, postula que las profecías bíblicas relacionadas con el futuro realmente son cosas ocurridas en el pasado (pretérito). El iniciador de esta corriente fue el jesuita Luis de Alcazar (1554-1613) y fue introducida en el mundo protestante por James Stuart Rusell (1816-1895) en su libro “La Parusía” publicado en 1879. En la actualidad Richard C. Leonard y Janice E. Leonard siguen las corrientes preteristas, así como el pastor baptista Ray Summers (19101992) y el pastor de la de la Iglesia Cristiana Reformada William Hendriksen (1900-1982). Algunos preteristas consideran que el Apocalipsis no es un libro profético, puesto que narra sucesos que ya ocurrieron en tiempos de Juan. La escuela que ofrece un enfoque más objetivo y claro del mensaje del libro es la futurista. Entienden los futuristas que el mensaje central del Apocalipsis es la segunda venida gloriosa de Jesucristo, rechazando los métodos alegóricos o espirituales de interpretación. Este método de investigación fue iniciado por el jesuita Francisco Ribera (1537-1591) que en el año 1603 la presentó como contra argumentación a la que planteaba la Reforma, conocido como planteamiento histórico, que cree que el Apocalipsis presenta la historia de la Iglesia entre la primera y la segunda venida de Cristo. Para los futuristas el Apocalipsis es un libro escatológico que se cumplirá. Modernamente esta tesis es propagada y defendida por los llamados dispensacionalistas, estando muy en boga entre los cristianos fundamentalistas de Estados Unidos. Los dispensacionalistas creen que judíos y cristianos no forman parte del mismo pueblo de Dios y que Dios ha interactuado o interactuará con el ser humano en siete momentos, siendo el último el que se

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describe en el Apocalipsis según el significado que aplican los futuristas. John Nelson Darby, (1800-1882) un evangelista anglo-irlandés es considerado el padre del dispensacionalismo, doctrina que difundió y popularizo en Estados Unidos Cyrus Scofield (1843-1921) con su “Biblia Anotada de Scofield” publicada en 1909. A pesar de las múltiples y contradictorias interpretaciones, se puede decir, que el Apocalipsis es la culminación de la Revelación de Dios a los hombres, tal como se dice al comienzo del propio libro y que hemos mencionado, la “Revelación (Apocalipsis) de Jesucristo que [...] ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan” (Ap 1, 1).

Los Hechos de los Apóstoles Si los Evangelios nos narran la vida, muerte y resurrección de Jesús; los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que ocurrió después de que Jesús subió a los Cielos. Quizás expresando esa continuidad, en los textos escritos siempre se sitúa como el quinto libro del Nuevo Testamento. El libro de los Hechos es considerado por algunos autores como la continuación del Evangelio de Lucas, aunque en su conjunto es más un libro de carácter histórico cuyo titulo no describe su contenido, puesto que no se ocupa de los Apóstoles sino más bien de dos de ellos, Pablo y Pedro; aunque si seguimos la terminología lucana, también esto es incorrecto, puesto que Lucas solo considera Apóstoles a los Doce primeros, entre los que no estaba Pablo. En los doce primeros capítulos Lucas narra los primeros momentos de la Iglesia en los que obviamente aparece la figura de Pedro, pero la parte más extensa la dedica el autor a los viajes, trabajos y triunfos de Pablo (Caps. 13-28), hasta su primer cautiverio en Roma, momento en que el narrador se detiene, dando la impresión de que continuaría el relato en otra obra.

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Dado que el libro termina con la llegada de Pablo a Roma, algunos autores, como el teólogo protestante alemán Emil Schürer (18441910), piensan que su composición tuvo lugar alrededor de esta fecha, es decir los años 60, basándose en que si el texto fuese posterior a la muerte de Pablo, ocurrida alrededor de los años 63-64, el autor le habría dedicado alguna mención. Esta hipótesis ha sido rebatida, entre otros, por el también teólogo luterano alemán Adolf Von Harnack (1851-1930). La gran mayoría de los autores piensa que esta obra se escribió más tarde. Si se tiene en cuenta que Lucas escribió los Hechos después de su evangelio y que este es el tercero de los sinópticos, debió de escribirlo alrededor del año 80, puesto que el de Marcos, que fue el primer evangelio, fue escrito alrededor del año 60. No hay duda de que el autor de los Hechos de los Apóstoles es la misma persona que escribió el tercer Evangelio. Terminado éste, el autor retoma el hilo de la narración y compone el libro de los Hechos, que dedica al mismo Teófilo al que le dedicó su Evangelio, diciéndole “para que conozcas el fundamento de las enseñanzas que has recibido de palabra” (Lc 1, 1). Tradicionalmente se ha otorgado la autoria de los Hechos a Lucas y así se indica en el Código Muratori de finales del Siglo II, pero existen algunos autores, pocos, que basándose en la existencia de algunos errores relacionados con la vida de Pablo, lo ponen en duda, al no comprender que puedan ser cometidos por una persona que estuvo en estrecho contacto con él. No está aclarado porqué Lucas habla de un viaje a Jerusalén entre la primera visita que realiza Pablo, acompañado de Bernabé, para ser presentado a los Apóstoles y la visita, también acompañado de Bernabé, con motivo de su asistencia al Concilio Apostólico enviado por los fieles de Antioquia. El propio Pablo no lo menciona puesto que él dice “Después de catorce años subí de nuevo a Jerusalén con Bernabé, llevando a Tito con nosotros” (Ga 1, 2).

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Al igual que los Evangelios, los Hechos han pasado las críticas del periodo racionalista en búsqueda de su historicidad, existiendo argumentaciones rotundas como la de Adrian N. Sherwin-White (1911-93) historiador ingles, experto en historia romana, que dice “La confirmación de la historicidad del libro de los Hechos es abrumadora… Es absurdo tratar de negar su historicidad aun en los detalles. Los especialistas en historia romana por mucho tiempo lo han considerado veraz”54 o la de de Bernard Rolland55 que afirma “El escepticismo moderno en cuanto al valor histórico de los Hechos no está justificado”. Los Hechos nos han llegado a través de los Códices el siglo IV Sinaítico y Vaticano (primera mitad del siglo), y de los del siglo V, Alejandrino y Códice Bezae Cantabrigensis y también por los papiros, p45 cuya autoria se cifra por algunos papirólogos en el año 150, de los pequeños textos existentes en los papiros p48 del siglo tercero y del p38 actualmente en la Universidad de Michigan y datado entre los siglos tercero y cuarto. También se encuentra parte de los Hechos en el papiro p74 pero al ser del siglo séptimo no tiene tanto interés. Los Códices Sinaítico y Vaticano son parte de lo que se denomina textos orientales, el Códice Bezae forma parte de los llamados textos occidentales, junto algunos textos de Padres latinos como Tertuliano (160-230) y Cipriano († 258). Existen algunas pequeñas diferencias entre ellos, sobre todo en las conclusiones del Concilio Apostólico de Jerusalén del año 49.

Epístolas Las Epístolas del Nuevo Testamento se dividen en dos grandes grupos, 54

“La sociedad y la ley de Roma en el Nuevo Testamento” Oxford University Press, 1963. 55 “Hechos de los Apóstoles” Editorial Verbo Divino, Pamplona, 1979.

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las catorce epístolas paulinas y las siete epístolas católicas. Una diferencia muy clara entre ellas es que las de Pablo tienen un destinatario, salvo la denominada a los Hebreos, y las otras siete son cartas de tipo universal, dirigidas a los fieles en general. Según esta clasificación habría que excluir de las católicas (universales) la segunda y tercera de Juan que van dirigidas a Electa y sus hijos y a Gayo respectivamente, pero siempre se han incluido en ese apartado. Las epístolas de San Pablo están divididas, a su vez, en dos grupos de siete dependiendo de su extensión, el de las epístolas mayores formado por Romanos y primera a los Corintios, ambas con dieciséis capítulos, Hebreos con un total de trece capítulos, segunda a los Corintios con doce capítulos y Gálatas, Efesios y primera a Timoteo con seis capítulos cada una. En las epístolas menores se agrupan, Filipenses, Colosenses y segunda a Timoteo con cuatro capítulos cada una, Tito con tres capítulos y Filemón, la más corta, con solo veinticinco versículos, aunque no la más corta de todas las epístolas que es la segunda de San Juan con solo trece versículos. La importancia de los evangelios nos induce a olvidar, que de acuerdo con el estado actual de las investigaciones, el primer documento del Nuevo Testamento es la primera Epístola a los Tesalonicenses, que San Pablo escribió en el año 51 en Corinto. Pero como ya hemos comentado y antes de proseguir, hay que decir que actualmente solamente se declaran como genuinamente paulinas la mitad de las Epístolas que el Canon atribuye a Pablo, es decir, la primera a los Tesalonicenses, Gálatas, Filipenses, Filemón, las dos a los Corintios y Romanos. Hagamos pues una pequeña reseña de estas cartas que sin ningún lugar a dudas fueron escritas por San Pablo. Tesalónica, era la capital de la provincia romana de Macedonia, que contaba con un puerto importante en el mar Egeo, hoy en día, se

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conoce indistintamente como Salónica, es la segunda ciudad de Grecia. Pablo estuvo en el año 50 en Tesalónica, en el trascurso de su segundo viaje, donde predicó su mensaje tres sábados en la Sinagoga en compañía de Silas y Timoteo, convirtiendo a algunos judíos y parece que a un mayor número de griegos. La estancia fue breve y algo accidentada por la oposición de los judíos y Pablo salio precipitadamente de Tesalónica con rumbo a Atenas, quedando allí Silas y Timoteo (Hch 17, 1-15). La estancia en Atenas de Pablo fue muy decepciónate para él, hasta el punto de que nunca volvería a visitarla, ni a citarla en sus escritos. De Atenas se fue a Corintio, situada a 78 kilómetros al oeste de Atenas, en aquel momento capital de Acaya y residencia del procónsul de Gallio.56 Pablo conoció allí a Aquilla y a su mujer Priscilla, que tanto colaboraron con él. Pablo estuvo dieciocho meses en Corintio,”Moró allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la palabra de Dios” (Hch 18, 11). Pablo comenzó su tercer viaje en el año 53, pasando por Éfeso y Corinto, en el 54 recorrió Galacia y Frigia (Hch 18,1), después de concluir el viaje en Jerusalén regresa a Éfeso, donde permanecerá veintisiete meses. Después visitará Corinto para volver a Éfeso donde probablemente pudo escribir la epístola a los Gálatas, aunque es un tema puesto en duda por algunos expertos. A finales de año atravesará Macedonia y escribirá su segunda epístola a los Corintios. La primera carta que escribió fue a los Tesalonicenses, porque Pablo, preocupado por la comunidad dejada en Tesalónica, envío pasado un tiempo a Timoteo, este a su regreso le informó que los tesalonicenses perseveraban en la fe y le recordaban con afecto, pero que la escasa formación recibida hacia que no tuviesen claras las ideas sobre 56

Como más adelante se verá está históricamente demostrado que Pablo y Gallio coincidieron en Corintio en el año 51.

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algunos puntos, como la Venida del Señor, puesto que algunos en esa se negaban a trabajar, resultando una carga para sus hermanos. Y otros estaban preocupados, porque suponían erróneamente que los cristianos que ya habían muerto no iban a estar presentes cuando viniera el Señor. Ante esta situación, les escribe a comienzos del año 51, una pequeña carta desde Corinto, en la que después de saludarlos y recordar los momentos pasados juntos, les hace una serie de exhortaciones morales. En Éfeso, en el año 57, escribirá, con ocasión de la Pascua, su primera epístola a los Corintios y en el otoño de ese mismo año, pero desde Macedonia, la segunda. En la primavera siguiente, es decir, en el año 58 escribió la carta a los Romanos, nuevamente desde Corintio. Como era habitual en él, después de su “larga estancia” en Corintio, continúo teniendo contacto con la nueva comunidad, sobre todo durante los casi tres años que paso en Éfeso, dado que Corintio y Éfeso estaban relativamente próximas, unas doscientas millas náuticas, un trayecto de tres días. Habitualmente enviaba a Tito y Timoteo, recibiendo además visitas de cristianos de Corinto, los cuales le habían hecho llegar un largo elenco de preguntas. De esta manera, Pablo estaba informado de los graves problemas por los que estaba pasando la comunidad que él había creado, habiéndoles escrito alguna carta previamente (I Co 5,9). La primera carta a los Corintios es considerada de forma unánime como el mejor escrito de Pablo, no solamente por su espléndido estilo literario, sino también por su contenido. La epístola se divide en dos partes claramente diferenciadas; en los primeros seis capítulos les reprende por los errores y abusos cometidos y les advierte contra los peligros de la desunión. En la segunda parte, los diez capítulos siguientes, responde a las preguntas que le habían hecho los corintios, hablándoles del matrimonio, del celibato, del uso de las cosas ofrecidas a los ídolos, de la eucaristía, de la resurrección de los muertos, porque algunos, influenciados por las ideas griegas, a pesar de creer en la Resurrección

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de Jesucristo no creían en la resurrección de los muertos, Pablo dice “Si la resurrección de los muertos no se da, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana nuestra fe” (I Co 15, 13-14). Reivindica su condición de apóstol y de su necesidad de evangelizar. En esta carta se incluye en el capitulo 13 el conocido himno en honor de la caridad. La segunda carta a los Corintios necesita escribirla Pablo ante los acontecimientos que estaban ocurriendo en Corintio, parece que las relaciones de Pablo y los de Corintio estaban en crisis y Pablo envía previamente a Tito para que mediara. Tito tuvo éxito y se restableció la confianza en Pablo. Entonces escribe esta segunda carta, “os escribo en medio de una gran tribulación y ansiedad de corazón con muchas lagrimas” (II Co 2, 4). La carta tiene tres apartados de fácil distinción, pero de difícil interrelación, en la primera hasta el capitulo siete habla de su apostolado, en los capítulos ocho y nueve desarrolla, bajo el punto de vista teológico, un tratado sobre las colectas y en los cuatro capítulos finales encontramos un largo discurso de carácter autobiográfico, utilizando un estilo vehemente, diferente al del resto de la carta. Todo hace suponer que nos encontramos con tres textos paulinos que se agrupan en una sola carta. La Epístola a los Romanos, es actualmente la primera de las epístolas de Pablo que nos encontramos cuando abrimos una Biblia católica. Normalmente Pablo escribe sus cartas a comunidades que han sido fundadas por él y en muchos casos dando instrucciones sobre problemas o mal entendidos que han surgido después de su marcha. Ninguna de las dos circunstancias se dan en el caso de los romanos, Pablo no ha estado aun en Roma y solo conoce a los cristianos romanos por referencias, como pueden ser dadas por sus grandes amigos Aquilla y Priscillia que proceden de esa comunidad cuando pasan juntos un largo periodo en Corintio y que nuevamente están en Roma en el momento de escribir esta carta.

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Se ha discutido sobre los motivos de la carta, por un lado se piensa que Pablo quiere entrar en contacto con una comunidad pujante que no conoce, para dar su doctrina según la misión recibida del Señor y por otro, quiere entrar en contacto con el mundo occidental y Roma era el inicio de esas predicaciones que pretende realizar en España. Pablo no necesita dar a conocer el Evangelio, puesto que los romanos lo conocen, por eso, Pablo hace en su carta una profunda y amplia reflexión sobre el evangelio como no hace en ninguno de sus otros escritos; pudiéndose decir que esta carta es la más teológica de las cartas paulinas. La comunidad de Roma, probablemente decendientes de los prisioneros de guerra que en el año 63 a. C. fueron llevados por Pompeyo junto con Aristóbulo, sus dos hijas y sus hijos, Alejandro y Antígono, estaba formada por judíos y gentiles. La carta esta dividida en dos apartados, los once primeros capítulos los dedica la parte dogmática, dedicando desde el capitulo noveno a los judíos que no han aceptado el Evangelio. Los cuatro siguientes capítulos los dedica Pablo a exhortaciones de tipo moral, el ultimo capitulo lo dedica a una larga lista de saludos y recomendaciones. La doxología final (16, 25-27), a pesar de encajar en el estilo paulino, por sus particularidades lingüísticas parece ser un añadido. En algunos manuscritos se encuentra como final del capitulo catorce. La carta parece que fue manuscrita por el ayudante Pablo Tercio y fue entregada para que la llevara a Roma a Febe, una "diaconisa" de la iglesia de Cencreas, uno de los dos puertos de la Corinto de entonces, situado a ocho kilómetros de la ciudad. Habíamos dejado a Pablo a comienzos del año 58 en Corinto, donde escribió su epístola a los Romanos. Después de pasar la Pascua en Filipos viajará por mar a Cesárea, llegando a Tiro, donde estuvo siete días con unos discípulos, los cuales, movidos por el Espíritu Santo decían a Pablo que no subiese a Jerusalén (Hch 21, 4).

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En Jerusalén, Pablo vuelve a encontrase con lo judaizantes, los “celadores de la Ley” (Hch 21, 20) que a pesar de haberse convertido al cristianismo se aferraban a las antiguas tradiciones mosaicas. Judíos radicales pretenden lincharle, pero la guarnición romana avisada por el tumulto que se crea, lo toma bajo su custodia. Pablo le pide permiso al Centurión para dirigirse a la multitud y en su discurso Pablo explica quien es y como fue su conversión. Después de haber sido presentado al Sanedrín y a Ananías, ante la confabulación que se estaba formando para asesinarlo, Pablo es enviado para que comparezca frente al procurador Félix. Pablo permaneció durante dos años en Cesárea, el año 60 comparece ante el nuevo prefecto Festo y el rey Agripa, quienes observan que no ha cometido ningún delito, pero deciden enviarlo a Roma por la apelación que Pablo había hecho al Cesar. Los dos últimos capítulos de los Hechos describen el accidentado viaje de Pablo a Roma y su primera cautividad. El año 61 Pablo se halla en Roma, donde escribe las epístolas a Filemón. La tradición también dice que desde Roma escribió las cartas a los Efesios y a los Colosenses. Estas epístolas se conocen con el nombre de Epístolas de la Cautividad. Pablo fue martirizado en Roma en el año 67, cuando podría tener entre 55 y 60 años. No se tienen referencias expresas de la vida de Pablo en esos cuatro años que van desde el año 63, que fue puesto en libertad en Roma, hasta el año de su muerte. Según la tradición pudo estar en Hispania hacia el 63-64, desde donde volvió a Oriente, estando probablemente en Éfeso, Creta, Corintio y Mileto. Pudo ser detenido en Troade y procesado en Éfeso. En otoño del año 66 vuelve a Roma, donde sufre su segunda cautividad. Con relación a la epístola a los Gálatas, surgen dudas respecto al momento en que fue escrita. Marción asegura que es la primera carta que escribió San Pablo y que la redactó antes del Concilio de Jerusalén del año 49 desde Antioquia. Teoría que es apoyada por el arqueólogo y erudito del Nuevo Testamento William Mitchell Ramsay (1851-1939).

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Otras dos teorías sostienen que la fecha de redacción fue entre los años 53-54, después de la Carta a los Tesalonicenses desde Corintio, o en el año 57 desde Macedonia cuando escribió la segunda carta a los Corintios. Dado que la carta a los Gálatas es como un preámbulo a la de los Romanos, parece plausible que pudo ser escrita en Corintio antes que esta. Los seis capítulos de la Epístola los dedica San Pablo a afirmar la necesidad en la fe de Jesucristo y la inutilidad de la antigua Ley. La Epístola a los Filipenses no se ha visto exenta de formulaciones sobre su autenticidad, durante el siglo XIX algunos miembros de la Escuela de Tubinga pusieron en duda la autoria de Pablo, pero sus argumentaciones fueron rápidamente contrarestadas, en la actualidad, existe una opinión generalizada de que el autor de la carta a los de Filipo es Pablo. Parece ser que no hay dudas respecto a que esta epístola fue escrita durante el cautiverio de Pablo en Roma, en lo que no se ponen de acuerdo los diversos autores es el momento preciso, existen opiniones de que la escribió al comienzo del cautiverio (años 62-63) y otras que al final, es decir, no se sabe si fue escrita antes o después de las Epístolas de la Cautividad. Las relaciones entre Pablo y los fieles de Filipo siempre fueron muy buenas, Pablo acepta de ellos ayuda material que había rechazado de otras iglesias, Epafrodito fue el encargado de llevarla cuando los filipenses supieron de la cautividad de Pablo. Esta carta se encuadra dentro de las epístolas menores, tiene solo cuatro capítulos, y en ella se mezclan expresiones alegres y familiares derivadas del mutuo afecto que se profesaban y exhortaciones morales y dogmáticas. En esta epístola destaca el himno cristológico del capitulo segundo, versículos 6 a 11, que es incluido aquí por Pablo al ser un texto cristiano preexistente, poniéndose de manifiesto el desarrollo de la

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cristología de Jesús que ya se tenia en esos momentos iniciales del cristianismo. Como hemos comentado, el documento más corto del Nuevo Testamento es la Epístola a Filemón, que tiene solamente veinticinco versículos o 335 palabras en el texto original griego. Esta epístola es una carta personal que Pablo manda a Filemón, un líder de la iglesia de Colosas. Onésimo era un esclavo de Filemón que llego fugitivo a Roma y fue convertido por Pablo. Acompañado por Títico, Pablo lo envía junto a su amo con esta carta. Apelando a la caridad, Pablo pide a Filemón que acoja a Onésimo como si fuera él. A pesar de su brevedad, la importancia de la carta reside en que expresa la actitud de Pablo ante la esclavitud y por las referencias que hace a otras personas como Marcos, Aristarco, Demas y Lucas. Bajo el punto de vista de la crítica actual, solamente las siete epístolas que hemos comentado se pueden considerar genuinamente de San Pablo. Hasta el siglo XIX no se habían planteado dudas sobre la autoria de las cartas paulinas, fue el erudito alemán Ferdinand Christian Baur (17921860) de la Escuela de Tubinga el que alrededor del 1840 solo aceptó cuatro de las cartas Pablo como auténticas, Romanos, I y II Corintios y Gálatas. Sus discípulos, Adolf Hilgenfeld (1823-1907) y Heinrich Julius Holtzmann (1832-1910), añadieron en 1875 y 1885 respectivamente, otras tres cartas a la lista de genuinas, Filemón, I Tesalonicenses y Filipenses. Desde entonces el acuerdo es prácticamente general entre los estudiosos. Los expertos basan sus diagnósticos de autenticidad analizando, las evidencias externas e internas del texto, las posibles diferencias de estilo y vocabulario, estudiando las diferentes concepciones teológicas

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y tratando de adecuar los datos de la carta en discordia con los de vida de Pablo.57 La segunda Epístola a los Tesalonicenses es una pequeña epístola de tres capítulos, con el objetivo de aclarar ciertas dudas escatológicas que los de Tesalónica no habían entendido correctamente en la carta anterior. La tradición dice que fue escrita pocos meses después de la primera epístola, cuando aun estaban con Pablo en Corintio, Timoteo y Silas. Se basan en que no pudo ser escrita después porque la fuente principal de la vida de San Pablo, los Hechos de los Apóstoles, no vuelven a mencionar que Pablo y Silas estuviesen juntos después de esta estancia en Corintio. Las epístolas a los Colosenses y a los de Éfeso, que junto con las de Filemón y Filipenses se denominan Epístolas de la Cautividad, pudieron ser escritas ambas en el mismo momento durante la prisión de Pablo en Roma. Existen dudas de si el lugar de la prisión cuando escribió estas cartas era Cesárea o Roma, todos aquellos que están de acuerdo con la autoria de Pablo creen que las escribió en Roma durante su primer encarcelamiento bajo custodia militar. Parece ser que la primera que escribió fue a los Colosenses. Desde la antigüedad se considero la carta a los Colosenses unánimemente de san Pablo, habiéndola citado Justino Mártir, Ireneo, Tertuliano y Clemente de Alejandría. Las dudas respecto a su autenticidad se iniciaron en el siglo XIX cuando empezaron a analizarse el estilo, la cristología y su similitud con la Epístola a los Efesios siendo esta ultima la mayor objeción. La carta, que consta solo de cuatro capítulos, está dirigida a la iglesia de Colosas, ciudad cercana a Laodicea y a Hierápolis, que fue fundada por Epafras y tiene como objetivo rebatir ciertas teorías contrarias a la

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Véase “Argumentos generales para distinguir entre cartas auténticas de Pablo y otras de sus discípulos” de Antonio Piñero en su blog Cristianismo e Historia en www.tendendias21.net

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fe que se iban introduciendo en Colosas, y que Pablo conocía por medio de Epafras. Tanto esta carta, como la dirigida a los de Éfeso, es llevada por Tíquico, el mismo que acompaña a Onésimo cuando llevan la carta a Filemón. En la carta a los Efesios, la primera duda que se presenta es si la carta fue dirigida a los Efesios o fue una carta genérica, puesto que a pesar de que el saludo va dirigido “a los santos y fieles de Jesucristo en Éfeso” este no aparecía en los códices antiguos. Apoya esta teoría el hecho de que es una carta muy impersonal, si se tiene en cuenta las buenas y largas relaciones que el Apóstol había tenido con los de Éfeso. La carta tiene similitudes con la de los Colosenses y hay autores que ven esta epístola como una ampliación a las partes polémicas de la primera. Lo que si es cierto es que esta epístola no esta escrita con ocasión de defender a los lectores contra cualquier posible doctrina ajena que se hubiese infiltrado. Las dos Epístolas a Timoteo y la dirigida a Tito son llamadas Epístolas Pastorales. Estas tres epístolas son las más rechazadas por los investigadores como epístolas paulinas, basándose en las diferencias de vocabulario, parece ser que en la mitad del texto se utiliza un léxico que no era usual en Pablo y ni siquiera en el Nuevo Testamento, y en las dificultades de situar cronológicamente su redacción con los datos conocidos de la vida de San Pablo. Algunos investigadores se inclinan a pensar que estas cartas pertenecen más al siglo segundo que al primero, argumentando que los planteamientos de la segunda venida de Cristo son más del siglo segundo y que la organización de la iglesia que se deduce de las cartas pastorales no son contemporáneas de Pablo. La verdad es que a pesar de que estas cartas estas incluidas en el Canon de Muratori y fueron aceptadas por los Padres pre-nicénicos

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algunos autores las rechazaron, como el gnóstico alejandrino Basilides y Marción, mientas que el heresiarca Taciano, solo aceptaba de las tres la de Tito. Nótese que los tres no son precisamente los mejores representantes del cristianismo ortodoxo. Timoteo y Tito discípulos amados de San Pablo, que los menciona múltiples veces en sus cartas, llegaron a ser los Obispos de Éfeso y Creta. Las cartas pudieron ser escritas en los últimos momentos de la vida de Pablo, la segunda epístola que escribe a Timoteo puede ser la última que escribió. Siguiendo la misma costumbre de la Iglesia, que actualmente sitúa la carta a los Hebreos al final de todas las cartas paulinas, vamos tratar ahora este documento, que ni es una carta, ni es de San Pablo, pero que desde la antigüedad se incluyó entre las epístolas paulinas. En papiro P46, perteneciente, como más adelante veremos, a la colección Chester Beatty y que esta datado alrededor del año 200, aparece la carta a los Hebreos entre la de los Romanos y la primera a los de Corintio. Otros manuscritos la colocan después de la segunda a los Tesalonicenses y antes de las epístolas pastorales. La Iglesia bizantina solía situarla al final de todas, habiéndose generalizado esta situación. La Iglesia oriental siempre aceptó este documento como obra de Pablo, a pesar de que reconocían que era muy diferente a los escritos paulinos. Eusebio incluye en su Historia Eclesiástica, los comentarios de Orígenes “los pensamientos son los del apóstol, pero la dicción y la fraseología son las de alguien que recordaba las enseñanzas apostólicas, y escribió en su tiempo libre lo que había dicho su maestro.” Preguntándose Orígenes de forma retórica “¿quién escribió la epístola? En verdad, Dios lo sabe. La declaración de algunos que nos han precedido es que Clemente, obispo de los romanos, escribió la epístola, y de otros que Lucas, el autor del Evangelio y los Hechos, la escribió.” (H. E. VI, 13-14).

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Sin embargo, en Occidente que no la aceptaban como de Pablo, se mantuvieron las dudas durante mucho más tiempo y fue en el siglo IV cuando se impusieron las teorías orientales. A pesar de las dudas sobre su autoria se aceptó su canonicidad, aunque no en el primer momento, puesto que no se encuentra en el canon Muratori. Parece que fue reconocida por Oriente en el concilio de Laodicea (360) y por Occidente en el sínodo romano del 382; siendo ratificada en Trento, aunque allí no se dijo nada sobre la autoria. Actualmente se considera que la carta no se puede decir que sea de Pablo, pues su estilo es completamente diferente. Lo que refleja la carta es que su autor es un gran conocedor del Antiguo Testamento, que lo cita a través de la versión de los Setenta, no de la versión hebrea y que utiliza el griego de una forma que su estilo es el más elegante de los textos del Nuevo Testamento. La opinión más generalizada es que el autor de la carta es un discípulo de Pablo, decantándose las opiniones, tanto en la antigüedad como ahora, en señalar a Lucas, Clemente el Romano y Apolo. Apolo fue un judío alejandrino que Lucas lo describe como varón elocuente y experto en el conocimiento de las escrituras (Hch 18, 24) y que su predicación tuvo mucho éxito en Corintio, “Y cada uno de vosotros dice; yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. Se considera que más que una carta es una homilía destinada a ser leída y que probablemente cuando se envío a otras comunidades, se le agrego el final para darle un estilo epistolar. Tampoco se conoce con exactitud la fecha de redacción, las diferentes opiniones sitúan la fecha en un periodo de cuarenta años que va desde el año 55 al 95. El año 95 es un limite porque de esta fecha es la carta de Clemente Romano en la que se hace referencia a la carta a los Hebreos. Por los datos contenidos en la propia carta se puede considerar probable que fuese escrita antes del año 70, pues el versículo “Pero en

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esos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados” (10, 3) no estaría redactado así si hubiese ocurrido la destrucción del Templo. Los destinatarios de la carta no son los hebreos en general, por su contenido se comprueba que va dirigida a cristianos, quizás unos cristianos con una influencia cultural judeocristiana, que probablemente estaban teniendo problemas de pérdida del entusiasmo inicial y tienen unos momentos de decaimiento. La obra esta estructurada en cuatro apartados, en cada uno de los cuales después de una argumentación teológica se expone una exhortación moral. La gran importancia de la carta está en su contenido teológico, mostrando la verdadera divinidad de Jesucristo, su sacerdocio santo y el valor expiatorio de su muerte. Una vez que hemos descrito las epístolas paulinas, solo nos resta referirnos a las Epístolas Católicas para completar todos los libros del Nuevo Testamento. De forma general podemos decir que estas cartas, con excepción de las primeras de Pedro y Juan, han sido muy cuestionadas incluso dentro de la Iglesia. Eusebio dice con relación a estas cinco epístolas: “Los escritos discutidos, a pesar de ser conocidos por la mayoría, son las llamadas Epístolas de Santiago, la de Judas y la II de Pedro, y las que llaman II y III de Juan, tanto si son del evangelista como si son de alguien con el mismo nombre.” (H. E. 3, 25, 3). Los Padres Orientales son los que proclaman el rechazo a todas o alguna de estas epístolas, así por ejemplo Orígenes negaba la autenticidad de la segunda de Pedro y de la segunda y tercera de Juan. En Occidente, ocurre con estas epístolas lo mismo que con otros textos del Nuevo Testamento, son recibidas de forma general, aunque en el siglo III aun eran poco conocidas la epístola de Santiago y la segunda de Pedro. A partir del siglo VI desaparecen todas las dudas respecto a los libros que contiene el Canon.

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La primera Epístola de Pedro ha sido siempre considera genuina, parece que la escribió desde Roma, que designa metafóricamente como Babilonia, y está dirigida a los cristianos del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Dado que la carta de Pedro hace referencia a la de los Efesios de Pablo, tuvo que ser escrita con posterioridad a esta, es decir entre el año 63 y el 67 que es la fecha más tardía del martirio de Pedro, ocurrida entre el 64 y el 67. La carta, de solo cinco capítulos, es una exhortación a la vida cristiana, habiéndose definido como el más denso resumen de la fe cristiana. La primera de las Epístolas de Juan no es realmente una carta, en el sentido de carecer de encabezamiento y despedida, parece más un sermón con un estilo parecido al del Evangelio. Parece que está dirigida a las comunidades cristianas de Asia Menor. El autor expresa en las conclusiones el objetivo de la carta, “Esto os escribo a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que conozcáis que tenéis la vida eterna” (I Jn 5, 13). Esta carta ha destacado, en todas las épocas, por fuerza de su mensaje teológico y espiritual, centrado en el amor. La carta tiene tres apartados, en la primera parte introduce el mensaje de que Dios es la luz, para tratar a continuación de la filiación divina y terminar nuevamente hablando de que Dios es amor. La autenticidad de la Epístola de Santiago ya fue puesta en duda por Eusebio que dice en relación a ella: “Los escritos discutidos, a pesar de ser conocidos por la mayoría, son las llamadas Epístolas de Santiago...”(H. E. 3, 25, 3). Tradicionalmente se ha atribuido Santiago, llamado el hermano del Señor y Obispo de la Iglesia de Jerusalén, conocido como el Justo y que en el 62, Anano el Sumo Sacerdote ordenó su muerte aprovechando la ausencia del prefecto Festo. La carta va dirigida “a las doce tribus de la dispersión” refiriéndose a las comunidades judeocristianas que se encontraban fuera de Palestina.

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Al ser la más larga de las epístolas católicas aparece como la primera de estas, después de la Carta a los Hebreos. Carece de despedida final además de no encontrarse en ella ninguna referencia a los destinatarios, por lo que no es realmente una carta. El texto está escrito en un griego muy cuidado y el autor es un judío convertido al cristianismo que conoce muy bien el Antiguo Testamento Como se ha comentado en el apartado “Otras Biblias cristianas” esta Epístola fue llamada por Lutero epístola “falsificada”, por las diferencias existentes entre lo que se dice en ella y lo que dice Pablo en relación con la fe y las obras. La epístola de Judas es un corto documento de veinticinco versículos, dirigida a los cristianos en general, supuestamente escrita por Judas Tadeo, Apóstol y hermano de Santiago el Menor, hijo de Alfeo. El autor conoce y utiliza los textos apócrifos del Antiguo Testamento, como el libro de la Asunción de Moisés (v. 9) y el libro de Henoc (v. 15), existiendo también algunas semejanzas con la segunda de Pedro. Los papiros Bodmer VII y VIII, denominados P72, contienen las copias más antiguas que se conocen de la carta de Judas y de las I y II de Pedro. Estas epístolas estaban en un códice que además incluía otros documentos apócrifos como la Natividad de María, la Undécima Oda de Salomón, la Homilía de Melito sobre la Pascua, la Apología de Filias y los salmos 33 y 34. Este códice de papiros, escrito en el siglo tercero, fue publicado por Michel Testuz en 1959. El texto de las epístolas es en esencia el del Códice Vaticano. La epístola, después del saludo habitual, previene de los falsos doctores, terminando con una exhortación final Como acabamos de decir la segunda epístola de San Pedro tiene similitudes con la de Judas, aunque esta expone más ampliamente los temas. La opinión más generalizada es que Pedro utilizó como fuente a Judas.

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A pesar de que en el propio texto se indica que es la segunda carta que escribe y se identifica como testigo ocular de la Transfiguración, los expertos encuentras excesivas diferencias entre el lenguaje de las dos cartas como para identificar al autor de esta segunda con Pedro, el autor cierto de la primera. La segunda carta de Juan contiene solamente trece versículos y si no consideramos los cinco del saludo y la despedida, el contenido se reduce a ocho versículos en los que recomienda la practica de la caridad y los previene de los docetistas, secta gnóstica que negaba la Encarnación del Hijo de Dios. Parece que el nombre de Electa que al inicio de la carta se menciona y también al final de la misma, es un nombre simbólico. La tercera carta de Juan es similar a la segunda en cuanto a longitud, en este caso quince versículos, y en relación con el contenido, puesto que es también una carta personal, sin contenido doctrinal. Ambas cartas las envía “el presbítero”. No se sabe cuando se escribieron, los que apuestan por la autoria de Juan dicen que fueron escritas en Éfeso al final de su vida.

Los Evangelios Evidentemente no se conserva el primer manuscrito de cada evangelio. Esto no debe sorprendernos. Los papiros se deterioran, por lo que, antes de que ello sucediera, se hacían nuevas copias y una vez obtenida, nadie tenía porqué preocuparse por conservar el papiro deteriorado. En el siglo primero los textos se copiaban a mano. Cuando aparece el primer escrito, las copias se obtienen copiando o dictando, por lo que era habitual la existencia de errores en el proceso de transmisión, siendo normal que un mismo texto tuviera leves diferencias en manuscritos diferentes. Por esta razón, uno de los primeros trabajos que tienen que realizar los especialistas es determinar cual es el texto más antiguo, a partir de los manuscritos existentes, para tener la seguridad de que sus

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investigaciones se realizan con el texto más próximo posible al original. Los investigadores utilizan las técnicas de la denominada crítica textual para estos fines. En el caso de los evangelios el proceso se complica pues incluso aunque se tuviese la copia mas antigua en griego, es posible que, antes del texto griego, existiera un texto escrito en arameo. Pero a pesar de estas dificultades, en el caso del Nuevo Testamento existen un gran número de manuscritos y en consecuencia la situación de los evangelios es mucho mejor que la de otros textos de la antigüedad por dos razones fundamentales; el gran número de manuscritos existentes y los pocos años transcurridos desde que se escribieron y la fecha de los manuscritos que se poseen. Según J. Jeremías en su obra “La autenticidad de la transmisión de los Evangelios” dice, “Ningún escrito de toda la antigüedad clásica ha sido confirmado con tanta brillantez como el Nuevo Testamento, lo que sólo se puede explicar admitiendo que el Nuevo Testamento estaba incomparablemente más difundido que la literatura clásica. Considerado desde el punto de vista histórico y tradicional, el Nuevo Testamento es el escrito de toda la antigüedad, que ha llegado hasta nosotros con las máximas garantías de autenticidad.” Esta ventaja de la situación del Nuevo Testamento en relación con otros textos de la antigüedad a los que no se ponen reparos de autenticidad se aprecia con claridad si tenemos en cuenta los siguientes datos comparativos: Las copias que tenemos de los primeros manuscritos de Platón fueron realizadas 1.200 años más tarde que los originales. Del “Tratado de Lógica” de Aristóteles, que vivió 300 años antes de Cristo y que sigue siendo hoy día la base de todo razonamiento filosófico, el manuscrito más antiguo que conservamos es 1.400 años posterior a su escritura. Del autor clásico contemporáneo de Jesús de quien conservamos mejores documentos es Virgilio. Pues bien, de Virgilio, sólo tenemos tres códices unciales (escritos con letra

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mayúscula) datados 600 años posteriores a su autor. En cambio de los Evangelios tenemos doscientos diez. El manuscrito más antiguo que se conserva de la “Historia de los Peloponesos” de Tucidides dista más de 1.300 años de la época en que se escribió. El primer manuscrito de la “Guerra de las Galias” de Julio César es posterior en 950 años a la fecha de composición. De Tácito historiador romano, posterior a Cristo, pues murió el año 120, autor de “Germania”, el códice más antiguo que se conserva es 1.340 años posterior a él. A diferencia de estos escritos antiguos, en el caso de los Evangelios hay manuscritos completos del Nuevo Testamento del siglo IV y papiros incluso del siglo I o II. Además, exiten más de 32.000 citas identificadas del NT en obras anteriores al Concilio de Nicea (año 325) tanto de Padres de la Iglesia como de otros escritores eclesiásticos. Se podria reconstruir el Nuevo Testamento entero, con excepción de 11 versículos, utilizando esta fuente. Como sabemos, en el siglo primero se escribía sobre papiros. El papiro es un producto vegetal que se obtenía de la planta del mismo nombre. En el interior del tallo de la planta existen unos largos filamentos a partir de los cuales se elaboraban los papiros utilizados para la escritura. La hoja de papiro se elaboraba de forma continua formándose rollos con ella. En la antigüedad los rollos de papiro constituían el soporte de la escritura más importante para la transferencia y conservación del conocimiento humano. En palabras del papirólogo C. P. Thiede, “desde el manuscrito en papiro egipcio más antiguo que se conoce (año 2700 a. C.) y el más antiguo papiro hebreo, encontrado en una cueva de Wadi Murabba'at, cerca del mar Muerto, fechado alrededor del 750 a. C., hasta los tiempos del Nuevo Testamento y más acá, esta frágil planta de caña proporcionó el material para toda clase de documentos”.

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En los rollos de papiro habitualmente sólo se escribía por una cara y para leer había que desenrollarlo hasta el lugar deseado. En la segunda mitad del siglo I, los cristianos comienzan a utilizar el formato códice. Los códices tienen el aspecto de los libros actuales y sus ventajas con relación a los rollos son evidentes, al escribirse por las dos caras se ahorraba papiro, al tener un formato compacto a menudo cabía en un bolsillo, era fácil de manejar y podía hojearse de prisa buscando una referencia; era fácil de guardar y también de ocultar en épocas de persecuciones. En el caso que nos ocupa, para los cuatro Evangelios y los Hechos se necesitaba un sólo códice, en lugar de cinco rollos, con lo que resultaba más fácil su distribución por todo el imperio. En los siglos II y III, los textos del Nuevo Testamento se transmitieron escritos en papiro en su mayoría. En el siglo IV, como hemos visto, se comenzará a utilizar el pergamino, hojas finas y lisas obtenidas de piel de animales convenientemente tratadas. A pesar de su antigüedad, paradójicamente, textos escritos en papiro no fueron descubiertos hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX. Por tanto, no es de extrañar que la edición crítica del Nuevo Testamento (1869-1872) de Tischendorf(*) mencione solamente un papiro y el manual clásico de Gregory (1900-1909) traiga a colación solamente nueve. La lista actual de los papiros neotestamentarios esta basada en las listas compuestas en 1924 por el teólogo evangelista alemán Ernst von Dobschütz (1870-1934) y de la propuesta realizada por E. Brady en 1947 invitando a los científicos a actualizar las listas existentes. Esta invitación fue aceptada por Bruce M. Metzger (1914-2007), profesor del Seminario Teológico de Princeton, quien en el mismo año publicó una primera lista en la que cifró en cincuenta y cuatro la totalidad de los papiros conocidos y por G. Maldfeld que 1949 la amplió hasta sesenta y dos.

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Ésta última lista fue completada por Kurt Aland (1915-1994) entre los años 1949 y 1976 y por J. K. Elliott en 1989, así como con la que se presenta en la 27ª edición del Novum Testamentum Graece (1993), editada por Nestle y Adans, y la lista propuesta por José O’Callaghan(*) en 1995. A diferencia de la lista del Novum Testamentum Graece, J. O'Callaghan(*) no solamente enumera los papiros, sino que indica su datación, la editio princeps y el contenido textual de cada uno de los noventa y ocho papiros relacionados, facilitando que el lector pueda hacerse una idea clara de qué cantidad de versículos están atestiguados en cada papiro. Desde entonces Aland ha ido perfeccionando la lista de papiros, hasta ofrecerla públicamente en 1976. Actualmente se conservan 118 papiros con textos o fragmentos del Nuevo Testamento, citándose con una P acompañada del número del catálogo. Los más importantes para el Nuevo Testamento están en tres colecciones; en Manchester, Dublín y Colonia. El P52 es el fragmento más antiguo que se conserva, contiene cinco versículos del capítulo dieciocho del Evangelio de Juan y se encuentra en la John Rylands Library de Manchester. Según el estudio grafológico es anterior al año 150 (suele datarse hacia 125-130). El papiro fue adquirido por el egiptólogo ingles Dr. Bernard P. Grenfell (1869–1926) en Egipto en 1920 y no se tuvo noticias de su existencia al formar parte de un conjunto de otros muchos fragmentos de manuscritos, hasta que en el 1934, el papirólogo británico Colin H. Roberts comprobó que contenía parte del evangelio de Juan. Roberts impresionado por la antigüedad del papiro, apresuradamente publicó un pequeño libro titulado “An Unpublished Fragment of the Fourth Gospel in the John Rylands Library”58.

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"Bulletin of the John Rylands Library" XX, 1936:45-55.

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El fragmento del manuscrito tiene 9 x 6 centímetros, se considera que es parte de una página que debió tener 22 x 20 centímetros con dieciocho líneas y 32 letras por línea. El texto escrito pertenece al capitulo 18, versículos 37-38 en su parte delantera (recto) y los versículos 31-33 en su parte posterior (verso). El hallazgo de este papiro y sobre todo su datación, abrieron horizontes insospechados, pues hasta ese momento, los investigadores pensaban que el evangelio de Juan se había escrito en el último cuarto del siglo II; pero el hallazgo del P52 hacía imposible sostener esa redacción tan tardía. Al haber sido encontrado el papiro de 1.000 kilómetros del lugar donde Juan lo había escrito, implicaba un cierto espacio de tiempo desde su redacción hasta su difusión en un lugar tal lejano, de lo que se podía inferir que la fecha de redacción del evangelio de Juan había que situarla como muy tarde entre los años 80 y 90. El papiro P45, junto con el P46 y el P47, forman parte de la llamada colección Chester Beatty (Dublín), que se publicó entre 1933 y 1937, contiene gran parte de los Evangelios. Está formado por 30 hojas de aproximadamente 25,4 x 20,3 centímetros. Está escrito en una sola columna con unas 39 líneas por página y con una escritura pequeña y por tanto una página contiene una gran cantidad de texto. Las palabras están escritas de forma continua, sin separación. En cada pagina hay escritas de 15 a 25 líneas. Originariamente el códice debía tener unas 200 hojas y contiene fragmentos del los cuatro Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles. Este papiro se data como de alrededor del año 200. Sin embargo, el papirólogo austriaco Herbert Hunger (1914-2000), Director de la colección de papiros de la Biblioteca Nacional austriaca, lo ha datado como del año 125; pero esta datación tan temprana no es aceptada por la mayoría de especialistas. La tercera colección de papiros de especial importancia es la colección Bodmer, localizada en Cologny, a las afueras de Ginebra, en la

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Biblioteca Bodmeriana y una hoja se encuentra, en el Institut für Altertumskunde de la Universidad de Colonia. Esta colección que está formada por los papiros P66, P72, P73, P74 y P75, se dio a conocer en el VII Congreso Internacional de Papirología, celebrado en Ginebra en 1951 y contiene los descubrimientos realizados en Jabal Abu Mana, localidad situada a 5,5 Kms. al noroeste de Dishna y a 12 Kms. del lugar donde se descubrieron los textos de Nag Hammadi, denominándose así en honor de Martin Bodmer, bibliófilo y humanista suizo, fundador de la Biblioteca Bodmer de Literatura Mundial en Coligny. Destaca el P66 que es el más antiguo de todos ellos, Víctor Martin, profesor de filología clásica de la Universidad de Ginebra, lo dató en el año 200 y contiene catorce capítulos del Evangelio de Juan, desde Juan 1, 1 hasta 14, 15; le falta sólo el pasaje de Juan 6,12-35. El papiro P75, (que también se le denomina papiros Bodmer 14 y 15) fueron publicados en 1961 por Víctor Martin y P. Kaiser, quienes les asignaron una fecha entre 175 y 225 d. C. Se conservan 102 páginas de las 144 que se supone tenia el texto original; cada una de ellas mide aproximadamente 27 por 13 cm. Incluye desde Lucas 3, 18 hasta 18, 18, y desde Lucas 22, 4 hasta Juan 15, 8, constituye el manuscrito más antiguo que mantiene unidos el texto de dos Evangelios, el de Lucas y el de Juan. Su texto coincide el del “Codex Vaticanus”, uno de las ediciones más antiguas de la Biblia, que como se ha indicado está datado en la primera mitad del siglo IV, demostrando que las versiones más antiguas del Nuevo Testamento que se conservan en su totalidad corresponden con los evangelios que siglos antes circulaban entre las comunidades cristianas. En este papiro P75 se encuentra, la versión más antigua que tenemos de Padrenuestro, que se incluye en el evangelio de San Lucas. En el año 2007, fue donado al Vaticano, encontrándose, por tanto, actualmente en la Biblioteca Vaticana.

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Podemos decir que mediante los descubrimientos del siglo pasado y los adelantos técnicos en certificar y datar los papiros, el total del Nuevo Testamento conservado en papiros asciende a un 67,48 % del total. Esto es, si el Nuevo Testamento tiene un total de 7.956 versículos, los versículos que están conservados en papiros son un total de 5.369. El papirólogo español José O'Callaghan(*) ha estudiado el porcentaje de versículos representados por papiros para cada uno de los libros del Nuevo Testamento. Del Evangelio de Mateo es del que se tiene menos contenido en papiros, solo un 18,39 %, igualmente del Evangelio de Marcos se conservan en papiros solo el 27,14% del total de los 678 versículos, es decir 186, sin embargo, del Evangelio de Lucas se tiene el 72,28%, 832 versículos de un total de 1.151. Los Hechos de los Apóstoles están prácticamente conservados en su totalidad en papiros, puesto que se tienen 986 versículos de un total de 1.006, lo que supone un 98,01%, que junto con las dos epístolas a los Corintios son los documentos que prácticamente están completos, pues de estas ultimas se conservan en papiros un 98,85% y un 91,21%.

¿Cuándo se escribieron los Evangelios? Al principio del Capítulo, cuando nos referíamos a los autores de cada uno de los evangelios, indicábamos una fecha de redacción. Las fechas mencionadas son probables, como veremos a continuación, a pesar de que en un principio en el mundo académico no existe unanimidad en la datación de los Evangelios. Sin embargo, si existe consenso en que el más antiguo es el de Marcos y que el Evangelio de Juan es el último de los cuatro. Tenemos que partir de la base que los evangelistas más que escribir una biografía de Jesús lo que pretendieron fue dar a conocer su doctrina contando lo que había acontecido, “según nos lo han enseñado los mismos que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra”

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Lc (1, 2) con el fin de “que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 31). Cada uno de los evangelistas escribe sus textos dirigiéndolos a un publico determinado, Marcos escribió su Evangelio posiblemente en Roma, siendo por tanto sus destinatarios los fieles cristianos de esa ciudad, es decir gentiles convertidos, por eso pone énfasis en la divinidad de Jesús, sin embargo, Mateo se dirige a sus compatriotas los judíos que siguen respetando la Ley y son conocedores de la Escritura, la cual es citada en unos 130 versículos, “no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas” Mt (5,17). Mateo presenta a Jesús como aquel en el que se han cumplido todas las profecías del Antiguo Testamento. Los evangelios de Lucas y el de Juan son más universales, en cuanto están dirigidos tanto a cristianos de procedencia judía como de la gentilidad, aunque el de Juan tiene entre sus destinatarios a personas conocedoras de la cultura judía y al mismo tiempo en contacto con el pensamiento griego; quizás lo dirigiera a la comunidad de Éfeso, que se encontraba amenazada en su fe. Existen referencias de autores que permiten dar una fecha de cuando se escribieron los evangelios, así por ejemplo San Ireneo, uno de los Padres de la Iglesia, en su libro "Contra las Herejías" dice que el Evangelio de Marcos fue escrito después de la muerte de Pedro y de Pablo. San Clemente de Alejandría pensaba que se escribió antes de la muerte de Pedro, muerte que ocurrió en el año 64 d. C. El Evangelio de Mateo era conocido por San Ignacio de Antioquia(*) que fue discípulo de Pedro y Juan. Actualmente están catalogados más de 3.000 manuscritos, aunque como antes decíamos, debido al procedimiento de copia manual, apenas habrá un solo versículo en el que coincidan a la vez todos los manuscritos palabra por palabra o letra por letra. La crítica textual se encuentra con más de 300.000 variantes existentes del Nuevo Testamento. Aunque muchas de estas variantes se detectan

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inmediatamente como errores del copista y pueden descartarse sin más. Podemos decir que hoy día tenemos seguridad sobre el texto original del Nuevo Testamento en más de un 90% de su extensión. Del 10% restante, del que puede caber alguna duda, la inmensa mayoría de las variantes no afectan para nada al sentido de los textos, sino a pequeñas diferencias como el orden de dos palabras, la presencia o ausencia de una partícula y otras similares.

Número

Tipo

118

Papiros

299

Mayúsculos o unciales

2.812 (aprox.)

Minúsculos

2.281 (aprox.)

Leccionarios

Designación P+número

Material

Antigüedad

Papiro

Siglos II- VIII

Pergamino

Siglos IV - IX

1, 2, 3,...

Pergamino y papel

Siglos IX-XV

l. 11, l. 13,...

Pergamino y papel

Siglos IX-XV

A, B, C, o 01, 02, 03...

Además de los manuscritos (papiros y códices) en griego a los que nos hemos referido, desde muy pronto (finales del siglo II a más tardar) el Nuevo Testamento se tradujo al latín, al siríaco y al copto. Así, existen también unas versiones muy tempranas del Nuevo Testamento en siríaco (Vetus syria) en copto y en latín. La primera versión en latín fue la llamada Vetus latina a la que siguió la Vulgata (año 405) e incluso existieron autores que armonizaron los cuatro evangelios sin añadir ningún texto, como el Diatessaron59 de Taciano, que se puede considerar como el primer libro sobre la Vida de Jesús.

59

Está publicado en castellano por la Editorial Edibesa con el titulo “Diatessaron, de Taciano: La más antigua Vida de Jesús”

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Taciano un asirio, probablemente de Mesopotamia, era un apasionado estudiante de literatura pagana que abrazó el cristianismo en Roma, donde conoció a Justino Mártir. Sin embargo, tras la muerte de Justino, Taciano influenciado por los gnósticos, fundo una secta ascética que profesaba rígidos principios, hasta el punto de ser llamados encratitas, es decir, abstinentes, pues prohibían el matrimonio y mandaban abstenerse de ciertos alimentos. Después se trasladó a Antioquia donde congregó un gran número de discípulos que siguieron con sus prácticas incluso después de su muerte. Solo se conservan dos obras de Taciano “Discurso contra los griegos”, una obra de carácter apologético en la que defiende la revelación cristiana frente a las especulaciones de la filosofía pagana, y el “Diatessaron”, la primera armonía de los cuatro evangelios y que escribió en siríaco alrededor del año 172. En las iglesias latina y griega esta obra no tuvo aceptación por las desviaciones doctrinales del autor, sin embargo la iglesia siria valoró en tal manera el Diatessaron que lo tuvo como texto hasta el año 400, cuando fue sustituido por los cuatro evangelios. La idea de Taciano era compilar una armonía cronológica de los relatos de los cuatro evangelios, de los que recoge 2.769 versículos, omitiendo entre otras cosas las genealogías que de Cristo dan Mateo y Lucas. Del evangelio de Marcos recoge el 50 por ciento, de Lucas el 66 por ciento, de Mateo el 76 por ciento y de Juan el 96 por ciento. El Diatessaron es una prueba documental de cómo en el siglo II se reconocía la autoridad de los cuatro evangelios. Bueno será recordar aquí unas palabras del conocido papirólogo alemán Theide sobre estos papiros neotestamentarios: "Hay ahora unos cien papiros del Nuevo Testamento en museos y bibliotecas de todo el mundo. Algunos fueron hallados y publicados en el siglo pasado (el XIX), otros hace apenas unos años, otros aguardan aún el día en que un especialista encuentre tiempo de publicarlos y hay incluso algunos fragmentos que pueden o no formar parte del Nuevo Testamento, diminutos pedazos, cuya naturaleza es objeto de acaloradas

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discusiones entre los especialistas. Los más antiguos de estos papiros son realmente los primeros y escasos restos del texto de los Evangelios, de las Epístolas de Pablo y de cualquiera de los escritos reunidos en el Nuevo Testamento”. Vemos pues que existe una ingente cantidad de material para poder datar los Evangelios y en la actualidad, la opinión que pude considerarse mayoritaria es la que resume John P. Meier(*) en su obra “Un judío marginal” (Tomo I Pág. 67): “Marcos, utilizando varios conjuntos de tradiciones orales y posiblemente escritas, compuso su Evangelio alrededor del año 70. Mateo y Lucas, trabajando independientemente el uno del otro, compusieron unos Evangelios más extensos en el período 70-100 (lo más probable entre los años 80 y 90), mediante una combinación y adaptación de Marcos, de un repertorio de dichos de Jesús que los especialistas llaman Q y de especiales tradiciones propias de Mateo y Lucas. Esto es lo que se conoce como la hipótesis de las dos fuentes”. En cuanto al Evangelio de Juan, se habría escrito, según esta interpretación mayoritaria, entre los años 90 a 100. Sin embargo, ¿está ya todo dicho en relación con la datación de los Evangelios? ¿No pueden modificarse algo las fechas con la aparición de papiros más antiguos? Esto ya ha ocurrido con el descubrimiento y posterior datación de tres papiros (el P52, el 7Q5 y el P64). Hasta principios del siglo XX la opinión de los especialistas era que el evangelio de Juan había sido escrito en el último cuarto del siglo II, esta era la opinión de acreditados especialistas como Baur y de la Escuela de Tubinga, sin embargo, como se ha mencionado, en 1934 el papirólogo británico Colin H. Roberts publicó60 el fragmento del papiro P52 y hubo que desplazar la datación del evangelio de Juan en medio siglo. Con relación a la datación del Evangelio de Marcos hay que decir que en el año 1972 el papirólogo español José O'Callaghan(*) publicó un 60

Colin H. Roberts, "An Early Papyrus of the First Gospel, Harvard Theological Review 46, 1953.

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artículo en el que identificaba el papiro 7Q5, encontrado en la cueva número 7 de Qumrán, como un pasaje del Evangelio de Marcos. Si la identificación del papiro 7Q5 se demostrara con absoluta certeza habría que retrasar también el año de redacción de este evangelio. Las cuevas de Qumrán se clausuraron el año 68, por lo que el evangelio tenía que ser anterior a ese año. Pero como el fragmento 7Q5 ha sido datado como anterior al año 50, se deduciría que el Evangelio de Marcos existía ya a mediados del siglo I, posiblemente en el año 40. En 1994, el papirólogo alemán Carsten Peter Thiede (1952-2004) publicó una nueva datación del papiro P64, también conocido como el papiro del Magdalen College de Oxford. Este papiro que contiene fragmentos del evangelio de Mateo, hasta entonces se databa alrededor del año 200. Sin embargo, después de las investigaciones realizadas por Thiede, parece que habría que datarlo en el siglo I, alrededor del año 75, como muy tarde. Hoy en día, cada vez es mayor el número de eruditos, que de forma general son de la opinión de que los evangelios se compusieron antes de lo que es habitualmente aceptado. El problema central se concreta en determinar la fecha del evangelio de Marcos, puesto que casi todos los especialistas están de acuerdo que este evangelio es el más antiguo y que fue conocido por Lucas y por Mateo. Si se determinase con exactitud la datación del evangelio de Marcos, se podría saber la fecha de composición de los otros dos. Actualmente las fechas más probables para el Evangelio de Marcos son la de los años 40 a 50 de nuestra Era, lo que permite también datar los Evangelios de Lucas y Mateo alrededor del año 60-65, desde luego antes de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70. ¿Qué es lo que dice la Iglesia Católica al respecto? La Iglesia en los documentos del Concilio Vaticano II dejó muy claro que las fechas, e incluso los autores no está demostrado que sean los que parecen y que

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Fecha

Libro

Autor

Lugar

51-52

I Tes y II Tes

Pablo

Corintio

50-55

Texto Arameo

Mateo

Palestina (?)

50-60

Sant

Santiago

Jerusalén (?)

54

Gal

Pablo

Éfeso (?)

57(primavera)

I Cor

Pablo

Éfeso

57 (otoño)

II Cor

Pablo

Macedonia

57-58 (invierno)

Rom

Pablo

Corintio

60(?) (64-70)

Mc

Marcos

Roma (?)

62(?) (54-57)

Flp

Pablo

Roma(Éfeso)

62

Col, Flm, Ef.

Pablo

Roma

62 (?) 67-70

Lc

Lucas

(?)

63(75)

Hch

Lucas

Roma (Acaya)

64

I Pe

Pedro

Roma

64 (80)

II Pe

Pedro (?) Roma (?)

65

I Tim, Tit

Pablo

65 (?) 80

Heb

Pablo (?) Roma (?) Atenas (?)

66

II Tim

Pablo

Roma

68-70

Mt

Mateo

Siria (?)

70 (?)

Jds

Judas Tadeo

(?)

65-95

Ap

Juan

Patmos

95-100

I, II, III Jn

Juan

Éfeso (?)

98-100

Jn

Juan

Éfeso (?)

Macedonia

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por ello sólo es fiable que fueron creados fruto de la inspiración de Dios, como así fue, ya que reflejan el Mensaje de Cristo y por ello son Palabra de Dios. En el cuadro siguiente se relacionan todos los Libros del Nuevo Testamento y su posible datación. Hay que tener en cuenta que las fechas entre paréntesis indican otra posible datación menos probable que la expresada y que los signos de interrogación indican que el dato a que se refieren no consta en latradición cristiana o es puesto en duda con argumentos que podrían ser válidos.

Proceso de composición de los Evangelios Se puede decir que el proceso de formación de cada uno de los evangelios fue complejo. Siguiendo las costumbres de la época, en los momentos iniciales del cristianismo la predicación sobre Jesús se desarrolló sólo de forma oral. Después, comenzarían a escribirse pequeñas unidades narrativas que recogerían, cada una de ellas, milagros, dichos de Jesús, parábolas, etc. Probablemente en estos primeros momentos surgiría un primitivo texto escrito de la Pasión. Una tercera etapa seria la composición de los evangelios que ahora conocemos, a partir de esas tradiciones orales y primeras unidades narrativas escritas. Puede sorprendernos este procedimiento si lo analizamos con nuestra mentalidad, porque nuestra cultura es la de los textos escritos y la imprenta; pero en tiempos de Jesús, antes de que el arte de la escritura se generalizara, la memorización era la forma habitual de conservar una frase o un texto. Entre los judíos de la antigüedad, se sabe que los acontecimientos importantes se aprendían en forma de dichos o de textos que se memorizaban de forma que eran capaces de repetirlos textualmente.

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Igualmente, así ocurriría en las primeras comunidades cristianas, los recuerdos, las palabras y los hechos de Jesús se trasmitirían oralmente de unos a otros, en forma de frases y narraciones cortas. También parece razonable pensar que en cada comunidad se conservarían de forma distinta los recuerdos de Jesús, unas comunidades harían énfasis en unos puntos y otras en otros. Aquí podemos tener una de las causas de las diferencias entre los distintos evangelios. Todo esto es particularmente aplicable a los llamados Evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), pues todo hace pensar que están compuestos partiendo de colecciones de pequeñas unidades. Si excluimos un relato largo, el de la Pasión, que como hemos comentado, pudo ser uno de los primeros escritos, toda esta trasmisión oral se realizó durante, al menos, veinte años. Los autores de los evangelios reunieron estas pequeñas unidades orales y las reunieron por escrito en su forma literaria original. Como sabemos a los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, se les llama "evangelios sinópticos". La palabra “sinóptico” procede del griego synopsis, que significa “perspectiva común”. Estos tres evangelios son “sinópticos” porque cuentan la vida de Jesús de una forma muy semejante, incluso en muchas partes de forma idéntica, al utilizar las mismas expresiones y las mismas palabras. La dependencia mutua de los tres Evangelios se pone de manifiesto con un simple análisis, de lo que se desprende la pregunta ¿Cuál es el original? La polémica sobre este asunto ha sido larga y se conoce técnicamente con el nombre de la cuestión sinóptica. La tradición de la Iglesia había sostenido que Mateo era el Evangelio más antiguo. Sin embargo esta creencia fue puesta en duda por la hipótesis de las dos fuentes, que fue expuesta de modo independiente y simultáneo por los teólogos protestantes alemanes Christian H. Weisse(*), discípulo del teólogo David Friedrich Strauss(*), y por Christian G. Wilke(*) en 1838.

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Según esta teoría, los Evangelios de Mateo y Lucas se formaron a partir de dos fuentes: el Evangelio de Marcos (el más corto con solo con 661 versículos) y una colección de dichos o enseñanzas de Jesús, hoy pérdida, además de algún material propio en Mateo y más abundante en Lucas. Heinrich Julius Holtzmann (1832-1910) en su libro “Los evangelios sinópticos. Su origen y carácter histórico”, publicado en Leipzig en 1863, insistirá principalmente en el valor histórico del Evangelio de Marcos, una de las dos fuentes citadas. La fuente perdida la denominó, en 1890 Johannes Weiss (1863-1914), como Q (de Quelle que significa fuente en alemán. Parece bastante claro que el evangelio más antiguo es el de Marcos y que Mateo y Lucas lo utilizaron. De hecho, casi todo el material de Marcos fue recogido y elaborado por Mateo o por Lucas. El Evangelio de Mateo tiene 1.068 versículos y contiene sustancialmente a todo Marcos, menos 40 versículos, teniendo 330 versículos propios. El Evangelio de Lucas tiene 1.149 versículos, de los que 350 son coincidentes con Marcos y 548 son propios. Sólo pequeños trozos de Marcos (30 versículos) no fueron utilizados por los otros (concretamente Mc 3,20-21; 4, 26-29; 7, 31-37; 8, 22-26; 9, 49; 14, 51). Además del material que Mateo y Lucas utilizaron conjuntamente procedente de Marcos, ambos poseen considerable cantidad de material común (235 versículos), que no pertenecen a Marcos. Se supone que ambos lo tomaron de la fuente Q. La fuente Q no se ha conservado independiente por si misma, (no hay que olvidar que la fuente Q no es una fuente histórica, sino una hipótesis científica que no existe a nivel documental) por lo que es muy difícil precisar su contenido exacto, no obstante en el año 2000 y dentro de los resultados del Proyecto Internacional Q, miembros de este proyecto, liderados por Milton, C. Moreland, Doctor en Nuevo Testamento y Orígenes Cristianos y Profesor de Religión en el Rhodes

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College de Memphis, han publicado una reconstrucción de estos dichos atribuidos a Jesús teniendo como base los Evangelios de Mateo y Lucas.61 Hay que indicar que la llamada fuente Q no fue el primer documento escrito acerca de la vida de Jesús. Debieron existir otros escritos que se distribuyeron entre los cristianos entre los años treinta al cincuenta. El mismo evangelio de Marcos parece que esta escrito basándose en alguno de esos hipotéticos escritos. Aparte del material procedente de la fuente Q, queda una quinta parte de Mateo y más de un tercio de Lucas que representan material exclusivo de ellos. No existe acuerdo acerca de su origen. La teoría de las dos fuentes, que es como se conoce a la formación de los evangelios partiendo de Marcos y de la fuente Q es una de las mejores hipótesis para una explicación global del origen y formación de los sinópticos. No obstante para resolver el problema sinóptico se han propuesto a lo largo del tiempo muchas otras hipótesis. Podemos citar al menos tres; en primer lugar, siguiendo una tradición antigua que se remonta a Papías(*), la que defendía la prioridad de Mateo, según la cual habría que ver en Marcos un resumen del Evangelio de Mateo y en Lucas, una composición realizada sobre la base de Marcos y Mateo. En segundo lugar, la hipótesis de los fragmentos, según la cual existieron en primer lugar compilaciones individuales de material evangélico más antiguo, que fueron reunidos por cada evangelista de diferente manera al confeccionar sus obras. En tercer lugar, la hipótesis del evangelio primitivo, en la que la semejanza y disparidad de los tres primeros evangelios, e incluso del cuarto, se debe a que los autores de los evangelios seleccionaron para sus escritos materiales diferentes en cada caso, tomados de un evangelio primitivo, hoy perdido.

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The Sayings Gospel Q in Greek and English, General Editors: James M. Robinson, Paul Hoffmann, John S. Kloppenborg (2002).

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Posteriormente a estas, han surgido otras hipótesis que pretendían superar la clásica teoría de las dos fuentes. Una de las últimas es la propuesta por el Padre Pierre Benoit, biblista y profesor de la Escuela Bíblica de Jerusalén y el exegeta francés Marie Emile Boismard (1916-2004),62 la más compleja, por cuanto trata de reunir o integrar, más o menos, todas las hipótesis existentes. Esta teoría ha sido simplificada en el 1982 por Bernard Rolland y su novedad estriba en que no solamente se detiene en las partes comunes a los tres evangelistas, sino también considera aquellas que son comunes solamente a Mateo-Marcos o solamente a Marcos-Lucas. A esta teoría se la llama la de las tres fuentes. Como es natural este tema ha sido muy investigado por los expertos y son muchas las teorías que se han expuesto para tratar de determinar el proceso de composición de los evangelios, aunque la más aceptada en la actualidad es la hipótesis de las dos fuentes aquí descrita. Hay que señalar que en muchas traducciones modernas el Evangelio de Marcos acaba en el versículo 8 del capitulo 16, el resto desde los versículo 9 al 20 o se imprime en letra más pequeña o se hace una referencia a pie de página. Estos versículos están presentes o no se incluyen según el texto que estemos considerando; así pues, no existen en los códices Vaticano y Sinaítico, pero están presentes en el Alejandrino y en el códice de Beza. Los encontramos en el Diatessaron de Taciano y al parecer Justino los conocía en el siglo II. Pudiera ser que el final auténtico se perdiera y hubo varios intentos, más o menos logrados, de subsanar la pérdida mediante la adición de otros finales, se ha comprobado que ni el vocabulario ni el estilo es propio de Marcos y que la transición entre el versículo 8 y el 9 es muy brusca con un cambio de sujeto. En cualquier caso el final largo es canónico y puede ser citado como “Palabra de Dios”. 62

Benoit, P. y Boismard, Marie-Emile., Synopse Des Quatre Evangiles En Francais Avec Paralleles Des Apocryphes Et Des Peres, 1972, Paris.

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El capitulo 16 describe como las mujeres van al sepulcro con aromas para embalsamar a Jesús y se encuentran con un ángel que les dice que Jesús ha resucitado. “Y saliendo, huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí; y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas” (Mc 16, 8). A este final tan poco esperanzador parece ser que se le añadió “el final largo” en el que se describen hechos relatados por otros evangelistas, la aparición a María Magdalena, (Jn 20, 11-18), a dos discípulos, los de Emaus (Lc 24, 13-35), a los once apóstoles (Lc 24, 36-39). Así como el mandato de misión universal (Mt 28, 16-20) y la Ascensión (Lc 24, 50-53).

Búsqueda de la historicidad en los Evangelios Últimamente están proliferando toda clase de estudios sobre Jesús y los primeros tiempos del cristianismo. Ya sea en el entorno universitario, como a nivel divulgativo, se han publicado muchos libros sobre Jesús que han alcanzado amplia difusión en muchos países. Las tendencias son de lo más variado, algunos reviven la crítica racionalista del siglo pasado; otros, dentro de un contexto de fe, analizan los datos históricos, llegando incluso a postulaciones fideistas que creen irrelevante la razón y consideran la fe o la tradición como principal fuente de certeza. Las razones que explican esta proliferación de trabajos sobre Jesús son varias aunque todas confluyen en un incremento de medios que los adelantos técnicos están propiciando Durante todo el siglo XX se han realizado grandes descubrimientos arqueológicos que han permitido el conocimiento de numerosos textos antiguos, tanto de la época inmediatamente anterior como de la contemporánea a Jesús, entre los que podemos mencionar por su

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importancia cuantitativa los hallazgos de la Cuevas de Qumrán y los textos gnósticos de Nag Hammadi. A partir de estos textos se conoce mejor la Palestina del siglo I y el ambiente del Imperio Romano en que se implantó la Iglesia. Otra causa, ésta estrictamente académica, habría que buscarla en la preponderancia que los estudiosos anglo-norteamericanos están teniendo frente a los antiguos expertos en estas materias que procedían del área germana, como Schweitzer(*), Bultmann(*), Käsemann(*), etc. Quizá este nuevo entorno universitario más relacionado con el mundo mediático explica la difusión entre el gran público de temas que en otros momentos no traspasaban los límites de los claustros universitarios. No hay que dejar de mencionar que hoy más que nunca las universidades y centros de estudio tienen a su alcance medios técnicos, sobre todo informáticos, que agilizan el uso de textos hebreos, arameos, griegos o coptos. Pero el fenómeno de cuestionar todos los aspectos de los textos sagrados comenzó mucho antes de esta época de relativismo que impera actualmente de forma muy generalizada. El punto de ruptura se produjo con la llegada del racionalismo, cuando se comienza a confrontar ciencia y fe. La Biblia era palabra de Dios universalmente aceptada, pero la llegada de los tiempos donde todo tenia que ser validado según una explicación “racional”, hace que se empiece a platearse preguntas del tipo, ¿el Cristo de la fe es el mismo que el Jesús de la historia?, ¿el Jesús de Nazaret que predicó, se hizo seguir por unos discípulos, murió en la cruz y resucitó? ¿Se puede demostrar científicamente la historicidad, veracidad histórica, de lo que narran los Evangelios? Con este estado de la cuestión, es decir, incremento de medios de investigación e incremento de personas involucradas en la misma no se puede evitar la existencia de estamentos sociales interesados en abordar los temas con una perspectiva negacionista. Es decir, nos encontramos ante investigadores que buscan la verdad, sea esta la que

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sea y otras personas que insisten en analizar la relación entre la figura de Jesús y el cristianismo, con el deseo de encontrar tesis que les permita encontrar una profunda separación entre Jesús y el “movimiento religioso” que promovieron sus discípulos, para de esta forma, poner en duda el cristianismo que profesan los bautizados. Son los que se plantean preguntas del tipo ¿Tenía Jesús conciencia de ser el Mesías y el Hijo de Dios?; ¿era Jesús un personaje con especiales dotes de curación o era de verdad el Salvador y el Redentor de todos los hombres? Si a todo lo anterior unimos la evolución que ha experimentado la historiografía en los dos últimos siglos, podemos entender la pretensión de muchos investigadores de buscar el Jesús histórico a la luz de los nuevos recursos y la nueva metodología de la investigación histórica. Científicamente para mostrar la historicidad de un acontecimiento de la antigüedad, la metodología usada se basa en tres tipos de testimonios: los arqueológicos, los literarios externos y los literarios internos. Respecto a los primeros sabemos que las evidencias arqueológicas sobre Jesús son muy escasas. Los cristianos abandonaron precipitadamente Jerusalén y Palestina en la primera revolución judía refugiándose en Pella. De lo que si se dispone y en abundancia son de testimonios literarios. Bajo un punto de vista cristiano, los más relevantes, son los textos del Nuevo Testamento, los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas. Ajenos al ámbito cristiano, aunque menos numerosos, como por ejemplo las alusiones que hace el historiador judío Flavio Josefo(*) y otros historiadores romanos, las fuentes literarias judías y las fuentes cristianas no canónicas, como los apócrifos del Nuevo Testamento o los textos gnósticos de Nag Hammadi. Como más adelante veremos, la historia de la investigación sobre la vida de Jesús es un reflejo de los conocimientos históricos actuales y

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más aun, del reflejo del pensamiento de los hombres actuales, y aunque el conocimiento de Jesús haya ido progresando en la medida que los investigadores han podido disponer de nuevos datos y de nuevas herramientas metodológicas, el Jesús que interesa a los cristianos .es el que aparece en el Nuevo Testamento. Por no obstante, todos aquellos que estamos lejos del mundo académico especializado en estos temas, podemos pensar que toda esta problemática está muy lejos de la vida de fe de un creyente, lo cual podría ser verdad en muchos casos, pero hay que tener presente que el fundamento del Cristianismo es un acontecimiento histórico, por eso, quien renuncia a la historia de Jesús, cae fácilmente en un docetismo63 al colocar en segundo plano el dato fundamental de que Jesús además de Dios fue hombre y es el modelo al que debemos imitar.

El secreto mesiánico La aproximación a Jesús tratando de diferenciar entre Jesús y Cristo conduce a no entender lo que es el cristianismo, además de poder generar falsos problemas. Esta fue la actitud que adoptó el teólogo luterano alemán Willian Wrede (1859-1906) profesor asociado en Breslau en 1893 y profesor 63

Una de las primeras herejías. Niega sobre todo la humanidad verdadera del Jesucristo. Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, “venido en la carne” (I Jn 4, 2-3; II Jn 7).El docetismo del griego dokein (parecer) interpretó la encarnación del Verbo como una mera apariencia. Según ellos, Cristo solo parecía humano. Su cuerpo no sería un cuerpo real sino una apariencia de cuerpo. Ésta creencia fue aceptada por el gnosticismo que tenían una concepción negativa de la carne y de todo el mundo material propia. En efecto, los gnósticos oponían el espíritu, al que consideraban como un principio bueno y puro, a la materia, la que consideraban como su opuesto. Según esto, el proceso de redención del hombre consistía en una progresiva purificación de todo lo que fuera materia con el fin de hacerse espíritu puro. Así, el Verbo no podía rebajarse haciéndose verdaderamente carne o materia.

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titular desde 1896, al tratar de explicar lo que denominó el “secreto mesiánico” en el evangelio de Marcos. En 1901 Wrede publicó un libro titulado “El secreto mesiánico en los evangelios” en el que afirma que Jesús nunca tuvo la conciencia de ser el Mesías, o dicho en otras palabras, lo que se expresa en el evangelio de Marcos es el convencimiento de los primeros cristianos de que Jesús era el Mesías desde su encarnación, no la realidad histórica. Según Wrede, el autor del evangelio de Marcos con el fin de resolver esa divergencia entre la realidad de Jesús y la fe de los primeros cristianos, se inventa el “secreto mesiánico”, siendo esta la causa por la que a lo largo del evangelio de Marcos se presentan muchos pasajes en el que Jesús manda guardar silencio sobre algunos milagros o a sus discípulos, e incluso a los demonios que le confiesan como enviado de Dios. Es decir, los mandatos de silencio son un artificio literario para explicar por qué Jesús no se presentó como Mesías durante su vida pública. La conclusión de Wrede es negar la realidad histórica del evangelio de Marcos, inhabilitándolo para la búsqueda del Jesús histórico, o expresado de otra forma, la falta de coincidencia entre el Cristo presentado por la Iglesia y el Jesús histórico. La hipótesis de Wrede es un ataque frontal al dogma de la Iglesia, en cuanto que presenta la fe cristiana como un invento humano al considerar que los evangelios son meras creaciones literarias que exponen las creencias que tenían de Jesús los primeros cristianos. Entre las explicaciones habituales, antes de la radical solución de Wrede, podríamos exponer aquellas que justifican los mandatos de silencio en una preocupación pedagógica de Jesús de ir mostrando progresivamente el misterio sobre su persona, o las que afirman que la verdadera identidad de Jesús solamente debería conocerse en el momento exacto, es decir, en el momento de su muerte en la cruz, con el fin de dejar clara su misión salvadora en contraposición a las ideas mesiánicas de sus contemporáneos.

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Los argumentos de Wrede han sido matizados posteriormente por otros autores64 como Philipp Vielhauer(*) y H. J. Ebeling y fundamentalmente por G. Minette de Tillesse que en 1968 en su trabajo “El secreto mesiánico en el evangelio de Marcos” reduce el problema supuestamente teológico a una falta de profundización en la comprensión de unos pasajes evangélicos, traducidos del griego, pero que originalmente estaban escritos en arameo. Los mandatos de silencio de Jesús están circunscritos a tres situaciones concretas; después de realizar un milagro, son los casos de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 43), la curación de un leproso (Mc 1, 43) y un ciego (Mc 8, 26) y la expulsión del demonio de la hija de la mujer sirio-fenicia (Mc 7, 24). Los relativos a los apóstoles, tras la transfiguración cuando bajaban del monte, Jesús les advirtió que no contasen nada de lo sucedido, hasta que hubiera resucitado (Mc 9, 9) y cuando Pedro proclama que Jesús es el Mesías (Mc 8, 30). Finalmente los pasajes de los demonios en Mc 1, 34; 1, 25; 3, 12 y 5, 6, los cuales son mandados callar por Jesús, porque sabían quien era. Sorprende que los aludidos nunca hacen caso a Jesús, pero quizás sorprenda más que se hiciera tal propuesta porque, en algunos casos, era evidente que no se podía cumplir, ¿como unos padres pueden ocultar la vuelta a la vida de una niña?, cuando además era de dominio público que la niña había muerto. En este caso concreto, como en los otros, Minette de Tillesse afirma que más que un secreto lo que existe es un problema lingüístico. La frase problemática de este pasaje dice “Pero Jesús les mandó encarecidamente que nadie lo supiese,…” (Mc 5, 43). Esta es la traducción en griego que nos ha llegado del original arameo, cuando realmente debería ser “Y les recomendaba encarecidamente

64

Véase el trabajo del profesor Hiekki Raisanen de la Universidad de Helsinki “The problem of the “messianic secret and its most important solutions”

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que el Hijo del Hombre no fuera agradecido por esto”65 La conclusión que podíamos sacar es que los adelantos de la ciencia pueden dar mayor luz humanidad de Jesús, aunque sea como en este caso desmontando un falso problema de la falta de sentido mesiánico de Jesús.

La búsqueda del Jesús histórico66 La búsqueda (quest en inglés) del Jesús histórico comenzó en el siglo XVIII al mismo tiempo que comenzó a ponerse en duda la autenticidad del Pentateuco, teniendo unas etapas perfectamente diferenciadas que se han dividido en cuatro periodos, comenzado en 1778 y llegando hasta nuestros días, con un periodo de “silencio” en los inicios del siglo XX. Una aportación importante al estudio del Jesús histórico fue el descubrimiento, ya comentado, en 1838 de Weisse(*) y Wilke(*) que el primer evangelio que se escribió fue el de Marcos. Bajo el punto de vista histórico, esto abría nuevas oportunidades, pues si este era el evangelio más antiguo, también tenía que ser también el más fiable desde el punto de vista histórico. Con independencia de las evidentes aportaciones que han producido más de dos siglos de estudio sobre la figura histórica de Jesús, el interés de las mismas no se queda circunscrito dentro del entorno académico, habiendo trascendido en los últimos tiempos al ámbito mediático sensacionalista. Algunos autores como Albert Schweitzer(*) se felicitan que el cristianismo primitivo muestre una absoluta indiferencia frente a la 65

Es excesivamente técnica la explicación de la correcta traducción de este y los otros pasajes, pero en “Los Orígenes históricos del cristianismo” de José Miguel García, Ed. Encuentro, Madrid, 2007, se encuentra un estudio detallado de este y otros pasajes. 66 La expresión “Jesús histórico”, en su sentido técnico, se refiere a lo que científicamente puede saberse acerca de Jesús.

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vida del Jesús histórico, presentándonos únicamente los Evangelios, mostrándonos la vida y doctrina de Jesús, y que no pretendieran escribir biografías de Él, dado que así poseemos la idea y la persona con el menor número posible de limitaciones impuestas por el género literario de la historia. Añadiendo, que la investigación histórica sobre la vida de Jesús no nació de un interés puramente histórico, sino que más bien buscaba al Jesús de la historia como una forma de ayudarse en la lucha contra el dogma. Según él, las vidas de Jesús más grandiosas, como la de Reimarus(*) y la de David Friedrich Strauss(*) han sido escritas con odio. No un odio dirigido a la persona de Jesús, ambos autores quisieron presentarlo como un simple hombre, “liberarlo del lujoso manto que cubría su figura y volverlo a vestir con los andrajos con que caminó por las tierras de Galilea”. Precisamente ese odio los habilitó para contemplar la historia con mayor claridad. Su trabajo impulsó el avance de la investigación mucho más que el de todos los otros autores juntos. Sin el escándalo que provocaron sus obras, la ciencia no habría llegado a donde ha llegado.67

Las diferentes búsquedas Podemos decir que los estudios sobre el Jesús histórico comenzaron en el año 1778, con la publicación en siete fragmentos (Fragmentos de Wolfenbüttel) de la obra póstuma de Reimarus(*) por su discípulo Gotthold Ephraim Lessingen (1729-1781). El ultimo fragmento se titulaba “Acerca del objetivo de Jesús y sus discípulos”. En ese momento, la figura de Jesús que presentaban el Nuevo Testamento y la Tradición de la Iglesia ya no tiene la misma 67

Para la redacción de estos apartados sobre el Jesús histórico hemos consultado entre otra bibliografía “La investigación sobre la vida de Jesús”, del Profesor Santiago Guijarro Oporto, en la pagina Web http://www.jesus.teologia.upsa.es/

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virtualidad, se inicia una etapa en la que se presenta un Jesús distinto del que hasta entonces se había mostrado. Esta obra marca el comienzo de una búsqueda sobre Jesús caracterizada por la subjetividad, etapa que este momento se la conoce como “old quest”. Los resultados que se obtiene de estas lecturas “críticas” están condicionados por las ideas imperantes en esa época, en las que se acentúa la racionalidad y la libertad de la persona humana y de la aplicación de los nuevos métodos de investigación de las Sagradas Escrituras, como la metodología histórico-crítica, que acababa de aparecer, lamentablemente dentro de un entorno en el que era necesario despojar a los relatos bíblicos de todos los elementos sobrenaturales, para poder acceder a la verdad histórica68, siguiendo el pensamiento racionalista dominante. Reimarus(*) distinguió entre el proyecto de Jesús y la intención posterior de sus seguidores. Según él, la predicación de Jesús pretendía instaurar un reino temporal que librase a los judíos de los romanos, en consecuencia, entre sus objetivos no estaba fundar una religión. Después de su fracaso, sus decepcionados discípulos crearon la figura del Jesús que nos transmitieron en los Evangelios. El Cristo de la fe, que se nos presenta en los Evangelios, es un timo creado por sus discípulos. Desde un deísmo (creencia racional en Dios, pero sin aceptar los credos, dogmas o libros sagrados de una religión particular) que rechaza cualquier tipo de milagros o de intervenciones de Dios en la historia, el reino de Dios se concibe como una enseñanza ética. Su código moral era “la expresión más elevada del espíritu humano”. Según la escuela liberal alemana habría que rescatar lo que el teólogo luterano alemán, Adolf von Harnack (1851-1930), llamó en 1901 “la esencia del Cristianismo”. Dicha esencia sería una religión ilustrada, 68

El método histórico-critico busca entender el texto bíblico según su sentido y gramática original, de forma que nos permita distinguir los hechos acontecidos y las verdades que propugnan. Véase Pág.81.

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sin dogmas, basada en la fe en un Dios Padre universal y en el amor fraternal entre todos los hombres. Esta teología pretende, por un lado, rescatar a Jesús de su trasfondo judío, a la vez que por otro, liberarlo de las pretensiones dogmáticas eclesiásticas. En una línea distinta a la escuela liberal se mueve Strauss(*) con su obra “Vida de Jesús”, publicada en 1837. Para Strauss(*), se llega a conocer el verdadero sentido de los relatos evangélicos, si los consideramos bajo el punto de vista del concepto de “mito”. Para él los evangelios son una narración mítica, pues considera que el mito es el modo natural de percepción de la mente humana en los inicios de la historia. Strauss(*) entiende que el Cristo que presentan los relatos evangélicos es un Jesús transformado por la influencia dominadora del mito, entendiendo que las narraciones evangélicas expresan de forma relatada la idea que se habían formado de Jesús sus seguidores. Strauss(*) no ve en los escritos un intento de fraude sino un recurso literario, pero en cualquier caso, dichos relatos no guardarían relación con los hechos tal como sucedieron. Strauss(*) abre así un abismo infranqueable entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. No se puede llegar al conocimiento del Jesús histórico porque los Evangelios nos abren el camino que conduce a la fe, no el que conduce al Jesús histórico. Esta metodología de investigación de la escuela liberal en la búsqueda del Jesús histórico no conducía a ninguna parte, puesto que donde se estaba llegando era a un Jesús subjetivo según cada investigador, es decir, cada investigador presentaba un Jesús diferente más de acuerdo con sus ideas que con la realidad histórica. Esta etapa concluyó con la publicación de la famosa obra de Schweitzer(*), publicada en 1906, sobre el estado de la cuestión, donde pasa revista a las distintas teorías, demostrando el fracaso al que habían llegado.

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A partir de 1921 se abre con Rudolf Bultmann(*) una segunda etapa denominada “no quest”. Bultmann(*) establece una distinción entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe que él propugnaba y afirma que lo que conocemos de Jesús es la imagen de un Jesús mitificado por sus discípulos, por lo que dedujo que la búsqueda del Jesús histórico era prácticamente imposible. Esta opinión se ve reforzada por los descubrimientos de la Escuela de la Historia de las Formas, que floreció en Alemania después de la primera guerra mundial y en la que él participó. La Escuela que comenzó a desarrollarse a partir de 1900, en el ámbito protestante con el descubrimiento de nuevos textos literarios elaborados en zonas cercanas al ámbito judío; más que un método exegético era una escuela exegética que estudiaba las formas literarias de la Biblia, su principal promotor fue el teólogo protestante Martin Dibelius(*) . Esta escuela planteó que las tradiciones recogidas en los Evangelios habían sido transmitidas oralmente en pequeñas unidades literarias independientes, lo cual hacía muy difícil su localización en la vida de Jesús, generando además un problema adicional, que estas unidades se habían transmitido en el seno de las comunidades cristianas después de la Pascua y reflejaban la fe de estas comunidades y por tanto hacia más difícil la separación entre razón y dogma. Bultmann(*) heredó el fracaso de la investigación liberal que él radicaliza y sobrepasa, para él, el Jesús histórico es inaccesible a la investigación científica, puesto que las investigaciones realizadas durante todo un siglo así lo acreditan, por tanto la cuestión del Jesús histórico es teológicamente irrelevante, porque la historia de Jesús está situada en el seno del judaísmo, afirmando que Jesús pertenece a la esfera del judaísmo no del cristianismo y en consecuencia no ofrece interés para la fe cristiana, que comienza propiamente con la Pascua. Bultmann(*), que como teólogo protestante parte de la tesis de la justificación por la sola fe, considera que todo recurso a la historia

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para justificar la fe supone una búsqueda de seguridad perjudicial, semejante a la seguridad que se busca con el recurso a las obras. Según él los relatos evangélicos son expresión de la fe que nace con la Pascua, fruto de la fuerza creadora de las primeras comunidades cristianas, no pudiéndose considerar como fuentes documentales para un estudio histórico sobre Jesús. Lo que realmente importa es el kerigma,69 en cuanto anuncia la salvación, ofrece el perdón y llama a una existencia nueva, auténtica. Por tanto de Jesús solo interesa el hecho mismo de su existencia, no su personalidad moral, ni su acción ni su mensaje. Según Bultmann(*) la ruptura entre la fe y la historia es casi total, la fe no sólo puede, sino que debe, entenderse y vivirse al margen de la historia de Jesús. Las investigaciones continuaron y a pesar de que la primera mitad del siglo XX ha sido definido como un periodo de “no quest”, no faltaron quienes seguían empeñados en abrir caminos hacia el mayor conocimiento de Jesús, entre ellos se puede mencionar a Joachim Jeremias, que vivió durante muchos años en Palestina y que nunca renunció a buscar al Jesús del que le hablaban los lugares y las costumbres que conocía bien. En este contexto, el teólogo luterano y profesor de Nuevo Testamento en Mainz, Göttingent Tübingen, Ernst Käsemann(*) (1906-1998) reacciona contra su maestro Bultmann(*) y propone una “nueva búsqueda” del Jesús histórico. Al hacerlo inicia una nueva etapa en la historia del estudio de la vida de Jesús. La “new quest” (nueva búsqueda), que llega hasta 1980, estuvo dominada por los estudios de los discípulos de Bultmann(*), todos ellos alemanes y protestantes, que revisaron las tesis de su maestro, examinando las pequeñas unidades de la tradición oral para encontrar en ellas aquello que es más característico de Jesús.

69

Se entiende por kerigma ese núcleo original del mensaje cristiano en presencia del cual florece normalmente el acto de fe.

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No es difícil señalar el punto de partida de esta nueva etapa, los estudiosos están de acuerdo en que su inicio debe situarse en el año 1953, con la conferencia pronunciada el 23 de octubre por Käsemann(*) en Marburgo y después publicada con el título “El problema del Jesús histórico”. Käsemann(*), separándose de las posiciones radicales de Bultmann(*), a pesar de continuar considerándolo su maestro, afirma que la discontinuidad establecida por éste entre el Cristo del kerigma y el Jesús histórico tiene el gran riesgo de convertir a Cristo en un mito. Käsemann(*) mantiene con vigor su oposición a la investigación liberal, afirmando “no es posible comprender al Jesús terreno si no es a partir de la Pascua, tampoco es posible captar adecuadamente el significado de la Pascua si se prescinde del Jesús terreno”. En consecuencia, Käsemann(*) demanda una investigación sobre los Evangelios que permita confirmar que entre la predicación de Jesús y el kerigma apostólico existe una continuidad real, proponiendo revisar esta situación y replantear la vieja cuestión sobre el Jesús histórico de la teología liberal. Según él, esta necesidad tenía su fundamento en la misma naturaleza del kerigma cristiano, que identifica al Cristo resucitado con el Jesús terreno, haciendo así del Jesús de la historia un elemento fundamental para la fe cristiana. La manifestación más importante de esta nueva búsqueda fue el trabajo del profesor de Heidelberg, Günther Bornkamm, (1905-1990) sobre Jesús de Nazaret70 publicado en Stuttgart en el 1956. Bornkamm aplica a los evangelios los presupuestos ideológicos de Käsemann(*), pero haciendo énfasis en los hechos del Jesús de la historia y en el impacto que su personalidad produjo en su entorno. Anteriormente se había dado más importancia al estudio de las palabras de Jesús, pero él lo da a los hechos y rechaza la posición de

70

“Jesús de Nazaret”. Ed. Sígueme, Salamanca, 1990.

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aquellos que sacrifican totalmente la historicidad de Jesús, porque para la fe es necesario el Jesús de la historia. Su objetivo no era demostrar que el mensaje es verdadero, sino que la decisión existencial ante el kerigma es una decisión existencial ante Jesús, como dice Joseph A. Robinson, (1858-1933) en su obra “El Kerigma de la Iglesia”: “Si la historiografía constata que el Jesús histórico poseía el mismo sentido de la existencia que aquél que el kerigma vincula a su persona, se habrá “demostrado” todo lo que puede ser “demostrado” por la nueva problemática del Jesús histórico: no que el kerigma es verdadero, si no que la decisión existencial es una decisión existencial ante Jesús”. En la misma línea se manifiesta Jeremías, en su libro “El problema del Jesús histórico”, publicado en 1960, donde propugna un movimiento de retorno al Jesús de la historia, al proclamar que la base para una cristología históricamente cimentada no puede ser otra sino las auténticas palabras y hechos de Jesús. Para Jeremías “la confesión de fe que proclama que Jesús es el Cristo hace referencia necesariamente al Jesús histórico, al hombre de Nazaret; sin esta referencia, la fe cristiana se vuelve pura ideología”. El comienzo de nuestra fe no está en el kerigma, sino en el hecho histórico de la vida de Jesús. La realización más importante de esta etapa es que los discípulos de Bultmann(*) elaboraron un criterio de historicidad, el llamado “criterio de desemejanza”, según este criterio se puede considerar histórico todo aquello que no proceda del judaísmo anterior a Jesús, ni del cristianismo posterior a él. Así, por ejemplo, la invitación de Jesús a sus primeros discípulos para que se conviertan en “pescadores de hombres” puede atribuirse a Jesús, porque ni se encuentra en el Judaísmo, ni la Iglesia posterior la utilizó para designar el ministerio pastoral71. Con este criterio como instrumento básico, la nueva búsqueda fue elaborando una relación de aquellos elementos, principalmente 71

Véase de http://www.jesus.teologia.upsa.es/

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palabras de Jesús, que podían considerarse históricos. Estos elementos “más seguros” podrían utilizarse después como canon para evaluar otros menos claros, dando lugar así al “criterio de coherencia”. La aplicación de este criterio dio como resultado una imagen de Jesús desvinculada de sus raíces judías, que en última instancia trataba de corregir la visión de Bultmann(*) sobre su irrelevancia para el Cristianismo. Este es, sin duda el rasgo más característico del Jesús reconstruido por los discípulos de Bultmann(*): un Jesús recuperado de la trastienda judía a la que lo había relegado su maestro, un Jesús cuya vida y predicación sí era relevante para la fe cristiana. Algunos estudiosos consideran que con los años 80 se abre una nueva etapa en la investigación sobre el Jesús histórico que presenta con la anterior notables diferencias. Esta etapa, en la que estamos actualmente, que por seguir a la “old” y “new” quest, se conoce con el nombre de “third quest”, tercera búsqueda, y se caracteriza por una revitalización de la búsqueda del Jesús histórico. Los planteamientos de los autores de esta tercera etapa están basados en una mayor confianza en las posibilidades de llegar al Jesús de la historia que los discípulos de Bultmann(*) que iniciaron la “new quest”. Esta actitud ha conducido a un consenso generalizado de que Jesús existió realmente y que se sabe bastante de lo que hizo y dijo. La novedad de esta etapa es los estudios sobre Jesús se realizan desde una perspectiva interdisciplinar, en la que intervienen de forma importante las ciencias sociales, sobre todo la sociología y la antropología cultural. Otro aspecto diferenciador con las dos primeras etapas es que en ellas predominaban los investigadores protestantes luteranos y en esta tercera búsqueda, el espectro es mucho más amplio. Incluye también a protestantes de otras denominaciones, así como católicos, judíos y agnósticos, no sólo de Estados Unidos, sino también de Canadá, Inglaterra y Alemania, puesto que la motivación de los investigadores no tiene solamente un interés teológico o apologético.

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Al ampliarse los fines y el número de personas involucradas en este tema, se ha producido una gran cantidad de publicaciones que han traspasado las fronteras de los círculos académicos llegando hasta la prensa y la televisión, hasta convertirse en un fenómeno mediático. Actualmente se tiene un mayor conocimiento del judaísmo y de la sociedad del siglo I, conociéndose que entonces existía una realidad poco homogénea, tanto en los aspectos sociales, como culturales o religiosos. El objetivo de las investigaciones en esta nueva etapa es encuadrar a Jesús dentro de este complejo entorno, no interesando tanto los dichos o los hechos de Jesús, como su visión como un judío de su tiempo. Entre los investigadores más destacados de esta nueva búsqueda se encuentran diversos estudiosos de muy diferentes tendencias, como pueden ser, Ed Parish Sanders,72 (nacido en 1937) teólogo e historiador metodista, especializado en el Nuevo Testamento, que desde el 1990 hasta el 2005, año en que se jubiló, fue Profesor de Religión en la Duke University, North Carolina, y uno de los principales partidarios de la New Perspective on Paul, expresada en su libro publicado en 1977 “Paul and Palestinian Judaism”, en el que argumenta que el judaísmo de los tiempos de Pablo ha sido caricaturizado por la teología católica presentándolo como una religión legalista de “obras”, mientras que Pablo defiende un nuevo camino de salvación no orientado a las “obras” si no a la “justificación por la fe” en Cristo. Sanders que podríamos describirlo como un protestante post liberal, ha sido en cierto sentido la persona que lanzó, junto con N. T. Wright, la tercera búsqueda y su metodología, habiendo recibido una fuerte contestación entre los estudiosos conservadores que argumentan que su religiosidad no refleja las enseñanzas de Calvino.

72

Además de la obra citada “Paul and Palestinian Judaism”, en 1985 publicó “Jesus and Judaism” su libro más importante y en 1993 “The Historical Figure of Jesus”.

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Otro destacado investigador fue Robert W. Funk, fallecido en septiembre de 2005, profesor de la Vanderbilt University, desde 1968 al 1973, fue Secretario Ejecutivo de la Society of Biblical Literature y fundador del Jesus Seminar, junto a John Dominic Crossan(*), viene de la tradición de los Discípulos de Cristo. Así mismo fue fundador en 1985 del Westar Institute, aparentemente un grupo académico pero que realmente encaminaba sus pasos a socavar la ortodoxia cristiana. Crossan(*) fue sacerdote católico perteneciente a la orden de los servitas, que en los años posteriores al concilio Vaticano II se secularizo, como el mismo dice por dos razones, “para casarse con Margaret Dagenais y para encontrar la libertad para poder pensar críticamente”, actualmente es Profesor Emérito de Religious Studies en la DePaul University de Chicago y según sus propias palabras nunca presume de haber encontrado al Jesús histórico una vez por todas, “Yo nunca separare el Jesús histórico del Cristo de la fe. Jesucristo es la combinación de un hecho (Jesús) y de una interpretación (Cristo). Hay que incluir en la lista de miembros de la “third quest” al actual Obispo anglicano y antiguo Deán de la Catedral de Lichfield en Staffordshire, Nicholas Thomas Wright, que como hemos indicado fue inicialmente seguidor junto con Sander de la corriente Nueva Perspectiva en Pablo, y contínuo adversario del Jesus Seminar. Wright ha escrito muchas obras populares, siendo su mayor contribución un trabajo inacabado en varios volúmenes titulado Christian Origins and the Question of God, de los que se han publicado dos volúmenes, The New Testament and the People of God y Jesus and the Victory of God. Así como otros escritores de puntos de vista tan diversos como Elizabeth Schüssler Fiorenza que ha sido pionera en los estudios de interpretación bíblica bajo el punto de vista femenino, co-fundadora del Journal of Feminist Studies in Religion y co-editor de Concilium y primera mujer elegida Presidente de la Society of Biblical Literature; o

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el sacerdote, profesor de la Universidad Católica de América en Washington, John P. Meier(*) que vienen del mundo católico. A esto hay que añadir las contribuciones de estudiosos judíos como Geza Vermes,73 ex sacerdote católico de origen judío y en la actualidad profesor en Oxford que considera a Jesús como un judío más y más recientemente las de Paula Fredriksen de la Universidad de Boston. A pesar de que como hemos comentado, en esta etapa no es un planteamiento prioritario la separación entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe, algunos autores mantienen abierta esa brecha, insistiendo en eliminar en los evangelios de cualquier afirmación que contenga un mensaje de fe. Estos autores no son rigurosos en la critica de escritos extrabíblicos, judíos o profanos, que aceptan como fuentes fiables de conocimiento sobre Jesús, como es el caso de Crossan(*) que otorga un excesivo valor a obras apócrifas como los evangelios de Pedro o de Tomás, no dándole categoría histórica al evangelio de Marcos o al relato de la Pasión. No obstante estas excepciones, hoy en día, se acepta que el Jesús histórico no tiene que ser distinto que el Cristo de la fe. Resumiendo, podríamos decir que las aportaciones más importantes de esta tercera búsqueda sobre Jesús durante estos últimos cincuenta años son: -haber puesto de relieve que Jesús era realmente un judío, las fuentes que se poseen indican que las influencias culturales y religiosas que modelaron a Jesús provenían del mundo judío palestino. -la gran cantidad de investigadores dedicados a la figura de Jesús que llegan a muy diversas conclusiones sobre la dimensión de su mensaje.

73

G. Vermes, “Jesús el judío”, Barcelona, 1977. “La religión de Jesús el judío”, Madrid, 1996.

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Así pues, mientras que autores a los que hemos hecho referencia anteriormente, como Sanders y Meie(*)r, ven en la vida y el mensaje de Jesús a un profeta escatológico y no a un reformador social, Crossan(*) y Richard A. Horsley de la Universidad de Massachusetts, ponen énfasis en la dimensión social y presentan a un Jesús promotor de una profunda revolución social, es decir, ven a Jesús como un profeta social y no escatológico. Pero la lista de calificativos no termina aquí, a Jesús lo ven como un rabino galileo o como un fariseo ortodoxo; un rebelde político o un campesino reformador; como un piadoso taumaturgo o como un curandero mágico; como un maestro carismático o como un profeta apocalíptico.

Situación actual Como decíamos al principio de este capitulo, existe un renovado interés sobre Jesús que en algunos entornos se ha convertido en un fenómeno mediático. En ese sentido han aparecido obras de carácter sensacionalista que tratan lo más llamativo de algunas hipótesis no demostradas. Entre ellas destaca el libro "Los cinco Evangelios", editado por el Jesus Seminar. Este seminario74, llamado así por los que lo fundaron en 1985, Robert W. Funk y John Dominic Crossan(*), está constituido por algunos estudiosos que pretenden una nueva búsqueda del Jesús histórico. Jesus Seminar sigue una metodología “curiosa”, después de examinar más de 1.500 dichos atribuidos a Jesús en los cuatro Evangelios y en el Evangelio de Tomás, decidieron por votación qué palabras fueron realmente dichas por Jesús (en cuyo caso se presentan en rojo), cuáles puede dudarse si se originaron en Jesús (en rosa), aquellas que no son de Jesús pero contienen algunas ideas que son cercanas a él (en gris) y 74

Las deliberaciones de Jesus Seminar se publicaron en 1993 con el título de “The Five Gospels. The Search for the Authentic Words of Jesus”, Sonoma, 1993.

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las que han sido creadas por sus seguidores o tomadas de la sabiduría popular (en negro). El resultado fue que solo un 18% del texto aparece en rojo en “Los cinco evangelios”. En el año 1998 publicaron los “Los Hechos de Jesús” y en 1999 “El Evangelio de Jesús” utilizando el mismo procedimiento y, al parecer, con los mismos resultados. Funk que enseñó en la Escuela Americana de Investigación Oriental en Jerusalén tuvo como mayor preocupación hacer llegar al gran público lo que se discutía en el mundo académico. Figura aún más destacada del seminario es Crossan(*), autor muy prolífico, presenta a Jesús de una forma que no tiene nada en común con la imagen que nos ofrecen los Evangelios. Para Crossan(*), por ejemplo, Jesús era un campesino que siguió el modelo de los maestros itinerantes cínicos75, predicando un programa de renovación social. Solamente añadir que el mundo académico ha formulado severas recriminaciones al método y al resultado del Jesus Seminar. Dentro de esta línea sensacionalista hay otros libros que con pretensiones académicas, nos muestran un Jesús que refleja mas bien las imaginaciones del autor, como la obra76 de la australiana Bárbara Thiering, que a partir de los manuscritos del Mar Muerto mezclados con datos de otras fuentes describe cómo Jesús no murió en la cruz,

75

Doctrina filosófica de la antigua Grecia, fundada por Antistenes, (435-370 a. C.) discípulo de Sócrates. Los cínicos entendían que la base de la felicidad y de la virtud se encontraba en el desdén por las normas sociales, en la renuncia a la riqueza a la gloria, a todas las satisfacciones de los sentidos, haciendo un llamamiento a que el hombre limitara sus necesidades a lo más indispensable y al desprecio por las instituciones y diferencias de clase. El cinismo es una de las manifestaciones más radicales de la filosofía y también de las más incomprendidas. Los cínicos consideraban que la forma de vivir es parte fundamental de la filosofía e inseparable de su manera de pensar. 76 Jesus the Man: New Interpretation from the Dead Sea Scrolls, New York, Noviembre, 2006.

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que se casó con María Magdalena, tuvo dos hijos, y después se divorció para casarse con Lidia y morir, quizás, en Roma. Merece una mención especial un libro que, si bien no puede calificarse de sensacionalista, está causando, sobre todo en Estados Unidos, cierto alboroto. Tal es la obra de Meier(*), en ella afirma que sólo hay datos suficientes para dibujar un boceto de lo que Jesús hizo y dijo. Su popularidad quizás se deba a que bajo un aspecto erudito presenta, sin demostración, conclusiones tan llamativas como que Jesús nació en Nazaret, no en Belén y tuvo al menos cuatro hermanos y dos hermanas. Como reacción a estas publicaciones que presentan un Jesús muy alejado del modelo cristiano, surgen autores que pretenden ser defensoras a ultranza del Evangelio y que utilizan los mismos procedimientos sensacionalistas. Este es el caso de Luke Timothy Johnson,77 antiguo monje benedictino, doctor en Nuevo Testamento por la Universidad de Yale, que utilizando un conservadurismo extremo ha tratado de desmontar “nuevos descubrimientos” sobre Jesús. Johnson, a quien se le había prohibido enseñar en escuelas católicas, defiende que los Evangelios y las cartas de Pablo proporcionan una historia creíble de Jesús; pero a continuación, también asegura que eso no tiene especial interés, pues lo importante es el mensaje de Jesús y lo que este representa para la vida de cada persona. Vemos pues que esta proliferación de estudios sobre Jesús puede conducir a un mayor conocimiento de su persona y su obra, así como a una mayor comprensión de lo que hizo y dijo, sobretodo cuando se tratan de trabajos con rigor científico. Pero, como ya hemos señalado, hay que ser crítico y riguroso, para lo cual es conveniente seguir unos criterios generales, para que dentro de tanta información se pueda separar “el trigo de la paja”.

77

“The Real Jesus: The Misguided Quest for the Historical Jesus and the Truth of the Traditional Gospels”, 1996, San Francisco.

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La fe de la Iglesia cree en un solo Jesucristo, el Hijo de María Virgen, que murió y resucitó. Tratar de establecer una separación entre el entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe puede inducir a error. Para un cristiano cualquier libro, incluso de carácter científico, que presente como novedad datos que contradigan a los Evangelios deberá parecerle sospechoso, la Iglesia como depositaria de la fe nos enseña que los evangelios trasmiten el Mensaje de Cristo. Pero hay que insistir que una lectura científica de los evangelios no se opone ni contradice a la lectura de los mismos como Palabra de Dios. Por tanto, los cristianos no deben rechazar los estudios que traten de exponer de manera científica lo que se contiene en los escritos canónicos, ni tener preocupación de que su lectura, desde la fe de la Iglesia, vaya a ser una lectura fundamentalista que entienda el texto al pie de la letra en todos sus detalles. Al contrario, con la ventaja que proporciona la seguridad de que no hay oposición entre fe y razón, los cristianos deberán considerar todo lo que la ciencia aporte como una ayuda para un mayor conocimiento del Jesús terreno, el Hijo de Dios hecho hombre.

Otros evangelios Como hemos mencionado, los católicos consideran libros apócrifos a aquellos textos atribuidos a autores cuya pertenencia al Canon de la Biblia se puso en discusión, no fue aceptada por alguna autoridad o denominación religiosa, o cayó en descrédito por los estudios filológicos. El primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo de Estridón. San Jerónimo, comentando la tarea que representó la traducción al latín del texto bíblico, utiliza la expresión “apócrifos” para designar algunos de los libros que hoy se conocen como

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deuterocanónicos. El término siguió en uso, aplicándose a textos que se juzgaron inadecuados. Pero el término “apócrifo” fue tomando un significado peyorativo, puesto que en los que así se denominaban comenzó a percibirse una mas que discutida ortodoxia, con independencia de que en algunos casos fueran muy valorados por los fieles. Los Padres de la Iglesia78 llegaron a aplicar el término “apócrifo” a las obras heréticas cuya lectura era prohibida. Desde aquel momento reciben la denominación de apócrifos aquellos los libros que pretenden ser revelados por inspiración divina pero que no forman parte del Canon bíblico. En el siglo XIX se comenzó a realizar estudios rigurosos de estos textos, encontrándose que existían “apócrifos” desde el año 300 a. C. hasta pasado el siglo V. No obstante, bajo el punto de vista histórico, este tipo de libros proporcionan a los investigadores una gran riqueza como fuentes históricas. Los apócrifos, a pesar de su exclusión de la ortodoxia doctrinal han ejercido y ejercen un influjo enorme en la piedad y en las iconografías cristianas. Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos se cuentan los nombres de los padres de María (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación de la Virgen niña en el Templo, el número y los nombres de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), los nombres y las historias del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas), la historia de la Verónica (recogida incluso en el Vía Crucis tradicional), o el nombre (Longinos) del centurión que atravesó el costado de Cristo en la cruz. La fuerte presencia de esas tradiciones en la memoria colectiva lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos figura en los Evangelios canónicos. 78

Se llama grandes Padres de la Iglesia a cuatro líderes del pensamiento doctrinal en la Iglesia occidental San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio Magno, a su vez la Iglesia de Oriente venera como tales a San Atanasio el Grande, San Basilio de Cesárea, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo.

OTROS EVANGELIOS

Además de los textos apócrifos, que no fueron nunca aceptados en el canon de la Iglesia, existen una serie de libros, que ya hemos mencionado y que no se pueden confundir con aquellos, como “El Pastor de Hermas” o la “Didaché” que aunque en algunos momentos pudieron existir dudas de su posible canonicidad no están incluidos en el Canon.

Evangelio de Tomás Uno de los evangelios apócrifos que ha tenido más trascendencia en los últimos años ha sido el “Evangelio de Tomás”, también llamado Evangelio copto de Tomás o Evangelio gnóstico de Tomás. La novedad fue su descubrimiento, no su existencia, ya que en el Siglo II había sido citado por Clemente de Alejandría (hacia 150-211 d. C.) en su Stromata (Remiendos), logia 2, 22, 27 y 37 aunque sin referencia explícita a Tomás y en el Siglo III Hipólito y Orígenes(*) hacen referencia que los grupos heterodoxos empleaban un “evangelio según Tomás”. A pesar de estas afirmaciones, no se tenía prueba documental del evangelio, hasta que se descubrieron en diciembre de 1945 los manuscritos de Nag Hammadi; entre el material encontrado se descubrió el Evangelio de Tomás, en el segundo códice en los folios 33 al 52. Un texto en lengua copta sahídica de dichos de Jesús que comienza con las palabras “Estas son las palabras secretas que Jesús el Viviente pronunció y que Dídimo Judas Tomás escribió”; al final del códice dice “El Evangelio según Tomás”. A partir de este descubrimiento fueron identificados otros tres papiros encontrados a finales del siglo XIX en Oxirrinco (el PO x1, el 654 y el 655) como fragmentos griegos del Evangelio de Tomás; pero contienen tales desviaciones en el texto y en la secuencia de los logia (dichos), que no pueden ser los originales directos del texto copto.

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El Evangelio de Tomás contiene 114 logia (dichos) de Jesús, pero sin ningún material narrativo. Los dichos pertenecen a diversos géneros literarios, contiene frases sapienciales, parábolas, textos legales, diálogos breves y palabras proféticas. Más o menos la mitad de los logia tienen un paralelismo con los evangelios canónicos, aunque no contienen prácticamente ningún título cristológico, ni alusiones a la muerte y resurrección de Jesús. En cuanto a su antigüedad, los papiros de Oxirrinco que contienen el texto del evangelio de Tomás se han datado en torno al año 140 d. C. La redacción final del evangelio parece ser posterior al año 70 (destrucción del Templo). El evangelio de Tomás es de todos los evangelios no canónicos, el que tiene más probabilidad de ser independiente de los evangelios canónicos. Algunos autores, como pueden ser Helmut Koester o J. D. Crossan(*), piensan que sería un texto independiente de los cuatro evangelios canónicos cuya antigüedad se remontaría al año 50. Sin embargo, esta no es la opinión de la mayoría de los especialistas, que afirman que este evangelio recibió su forma final en la primera mitad del siglo II y depende de los cuatro evangelios canónicos. Este evangelio, como parte del segundo códice de Nag Hammadi se encuentra, como sabemos, en el Museo Copto de El Cairo.

Otros textos apócrifos Aunque aquí estemos mencionando especialmente los evangelios, dentro de la literatura apócrifa existen, todos los tipos de libros que existen en el Nuevo Testamento, es decir hay epístolas y apocalipsis. Realmente son muy numerosos los escritos encuadrados en esta categoría, por eso vamos a mencionar algunos de los más significativos, como el “Apocalipsis de Pedro”, compuesto entre el año 125 y el 150, o “Los Hechos de Juan” compuestos en el Asia Menor entre el año 150 y el 180.

OTROS EVANGELIOS

Esta actividad de escritos apócrifos continuó hasta los siglos III y IV, donde nos encontramos el “Apocalipsis de Pablo” que se supone se escribió entre los años 240 y 250, o “el Apocalipsis de Tomás” escrito hacia el año 400, e incluso “Los Hechos de Pilatos” que forman parte del Evangelio de Nicodemo, que pudieron ser escritos en el siglo V. Algunos de los evangelios llevan nombres de personajes famosos de la iglesia primitiva (Apóstoles, la Virgen María, Nicodemo, etc.); otras veces, el título se refiere al contenido de la obra (Evangelio de la Verdad) o a su origen (evangelios atribuidos a Marción(*), a Cerinto(*)). Estos evangelios pertenecen a distintas categorías y tratan de temas diversos, pudiendo clasificarse fundamentalmente de tres clases, aquellos que asemejan bastante a los canónicos pero que solamente se han conservado algunos fragmentos escritos en papiro; los que se conservan completos y narran con estilo piadoso cosas acerca de Jesús y de María y aquellos otros, que bajo una supuesta autoría apostólica, presentan doctrinas extrañas diferentes a las que la Iglesia cree como la verdadera tradición apostólica. En el grupo primero podríamos incluir los fragmentos del “Evangelio de Pedro”, descubierto en el sur del Cairo en 1886 -publicado en 1982en el sepulcro de un monje cristiano en Ajmin, antigua Panópolis, en el Alto Egipto; consta de unas 10 hojas escritas en griego, que tratan sobre la Pasión de Jesús. Este manuscrito, procedente del siglo VIII o IX, ofrece el Evangelio de Pedro difundido en Siria el año 200 d. C. En una carta del obispo Serapión de Antioquia (finales siglo II) se hace referencia a este Evangelio de Pedro. En una visita a la comunidad de Rosos, había permitido el uso del evangelio de Pedro; pero más tarde anuló el permiso epistolarmente porque había comprobado que algunos pasajes podían interpretarse como docetistas. Además de los fragmentos mencionados anteriormente, existen dos papiros pertenecientes a los Papiros de Oxirrinco, los P.Oxy. 2949 y P.Oxy.4009, datados en el siglo II, que parecen pertenecer también a este evangelio de Pedro. Si se confirmara esta pertenencia se podría asegurar la difusión del texto de dicho evangelio en Egipto durante los

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siglos II y III. Aunque no se sabe cuando se escribió; la fecha estaría comprendida entre la destrucción del Templo, dado que parece deducirse la presupone y el año 190, pues este es el año de la carta del obispo Serapión a la que antes hemos aludido. Este evangelio presenta coincidencias los evangelios canónicos que han sido discutidas por los especialistas; para Helmut Koester se deben a unas tradiciones comunes, aunque de distinta elaboración. Para la mayoría de autores, este evangelio presupone los cuatro evangelios canónicos y aunque puede contener algunos elementos muy primitivos, fundamentalmente se limita a ampliar el texto de los evangelios de Mateo, Lucas y Juan. Además, bajo el punto de vista histórico es muy deficiente, presenta carencias de las circunstancias de Palestina en tiempo de Jesús. Manifiesta una actitud antijudía. Meier(*) en la misma línea piensa que no ofrece novedades sobre el Jesús histórico y señala que el texto es una mezcla de tradiciones tomadas de los evangelios canónicos y reelaboradas en el siglo II por cristianos que habían oído leer y predicar muchas veces los Evangelios. No obstante algunos autores como Crossan(*) y Koester lo consideran como fuente independiente de los sinópticos, pero el profesor norteamericano de griego Jerry W. McCant y el sacerdote y exegeta francés, León Vaganay (1882-1969) afirman que es una recopilación de Marcos y Lucas, con un mucho de Mateo y quizás algo de Juan. Entre la segunda clasificación de evangelios apócrifos que hemos realizado, el más antiguo es el llamado “Protoevangelio de Santiago” escrito probablemente hacia el año 150, denominándose protoevangelio porque narra hechos anteriores al nacimiento de Jesús. Nunca fue incluido entre los evangelios canónicos y recoge leyendas como la permanencia de la Santísima Virgen en el templo desde que tenía tres años o cómo fue designado San José, que era viudo, para cuidar de ella cuando ésta cumplió los doce años. Otros apócrifos más tardíos recogen la misma historia, como el “Pseudo Mateo”.

OTROS EVANGELIOS

Siguiendo una orientación parecida existen otros apócrifos como “La Natividad de María” que relata el nacimiento de la Virgen de Joaquín y Ana cuando éstos eran ya ancianos. La infancia de Jesús y los milagros que hacía siendo niño los cuenta el “Pseudo Tomás” y la muerte de San José es el tema principal de la “Historia de José el Carpintero”. En los apócrifos árabes de la infancia, ya más tardíos se fija la atención en los Reyes Magos de los que en un apócrifo etíope se dan incluso los nombres que se han hecho tan populares. Otro tema muy utilizado en otros textos apócrifos, como el llamado “Libro del reposo” o el “Pseudo Melitón” fue la muerte y la Asunción de la Santísima Virgen, suelen presentar su muerte rodeada de los apóstoles y que el Señor la transportó en un carro celeste. Todas estas leyendas piadosas circularon con profusión en la Edad Media y sirvieron de inspiración a muchos artistas. En la tercera categoría de apócrifos se han incluido los que proponían doctrinas heréticas. Los Santos Padres los citan para rebatirlos y, con frecuencia, los designan por el nombre del hereje que los había compuesto, como el de Marción(*), Basílides o Valentín, o por los destinatarios a los que iban dirigidos, como el de los Hebreos o el de los Egipcios. Otras veces los mismos Santos Padres acusan a estos herejes de poner sus doctrinas bajo el nombre de algún apóstol, preferentemente Santiago o Tomás, como se ha mencionado anteriormente. Uno de los temas clásicos de los círculos gnósticos,79 son la aparición de Jesús resucitado a algún personaje famoso de la Iglesia,

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El gnosticismo (del griego “conocimiento”) es un conjunto de corrientes sincréticas filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos. Se trata de una doctrina elitista, según la cual los iniciados no se salvan por la fe gracias al sacrificio de Cristo, se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que es un conocimiento superior a la fe.

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normalmente un apóstol, a través del cual Jesús revela un camino secreto de perfección. Además del Evangelio de Judas, del que hablaremos a continuación, existen muchos más evangelios apócrifos que los mencionados. El Evangelio de Egertón de origen desconocido, datado entre los años150 y 200, publicado en 1935 y que consta de dos folios y medio. El Evangelio de los Nazarenos, que contiene 36 fragmentos, que son simples lecturas desviadas del evangelio de Mateo y en el que se destacan las descripciones fabulosas, llegando a describir con detalle las vestimentas de los Magos. El Evangelio de los Hebreos, de la primera mitad del Siglo II, tiene elementos mítico-gnósticos y se desvía ampliamente de los evangelios canónicos, probablemente fue escrito para los judíos de la diáspora y nos presente un Espíritu Santo de condición femenina y sitúa a Santiago, el llamado hermano del Señor, en la Última Cena. Fue traducido por San Jerónimo, según él mismo dice. Los ebionitas y los nazarenos hacían uso de este evangelio, y de ellos obtuvo Jerónimo un ejemplar para sus traducciones griega y latina. El que lo usaran los cristianos palestinenses que hablaban hebreo (arameo) explica la razón de su título. Parece ser que este evangelio pudo ser una especie de revisión y prolongación del evangelio canónico de Mateo. En el “Evangelio de los Ebonitas”, que sigue el evangelio de Mateo y del que se conservan siete fragmentos, niega el nacimiento virginal de Jesús. Es citado por Ireneo hacia el 180.

El evangelio de Judas Quizás merezca una especial atención el “Evangelio de Judas” porque actualmente ha cobrado un cierto interés mediático. La fe no basta y la muerte de Cristo tampoco. La gran diferencia es que el hombre es autónomo para salvarse a sí mismo.

OTROS EVANGELIOS

Este evangelio se encuentra en un códice de 66 páginas que contiene otros textos, está escrito en copto, en el dialecto sahídico, más de un tercio del cual es ilegible, habiéndose datado entre los años 220 y 340. Este evangelio se creía desaparecido, pues se conocía su existencia por haber sido mencionado por los Padres de la Iglesia que creían que había sido utilizado por la secta gnóstica de los cainitas; se descubrió en 1978 por unos campesinos egipcios en la localidad de El Minya, ciudad localizada a 245 Km. al sur de El Cairo y sacado de Egipto de forma ilegal. Después de varios intentos infructuosos de venta el texto se depositó en 1984 en un Banco de Nueva York. En 2002 fue adquirido por la Maecenas Foundation for Ancient Art, radicada en Basilea la cual contactó con National Geographic Society para que restaurase, datase y tradujese el manuscrito. En el texto, presentado en 2006 como un gran descubrimiento que “socavaría” las enseñanzas de la Iglesia Católica, hace una valoración positiva de la figura del apóstol Judas Iscariote, que en los Evangelios es considerado como traidor a Jesús. Según este evangelio, Iscariote fue su discípulo favorito y sí entregó a su maestro a las autoridades romanas fue en cumplimiento de un plan previsto por el propio Jesús. Puede ser una copia del “Evangelio de Judas” citado por san Ireneo de Lyón en su obra “Contra las herejías”, escrita en torno al año 180, donde dice refiriéndose a la secta de los cainitas “Y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque sólo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de la traición, por la cual quedaron destruidos todos los seres terrenos y celestiales. Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el Evangelio de Judas.” Esta antigua secta gnóstica de los cainitas, que además describen Tertuliano y San Epifanio, mantenía que Judas estaba en realidad inspirado y actuó como lo hizo para que la humanidad pudiera ser redimida por la muerte de Cristo. Por esta razón lo consideran digno de gratitud y veneración.

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Esta teoría se expresa modernamente diciendo que Judas esperaba, como los demás discípulos, un reino temporal del Mesías, y que deseando apresurar la hora de su triunfo, lo entrego. Judas, según esta versión, no previó la muerte de Cristo, pensó que su detención provocaría un alzamiento del pueblo que lo pondría en libertad y lo colocaría en el trono. Cuando ocurrieron los hechos que desencadenaron la muerte de Jesús, Judas se arrepintió de lo que había hecho.

Ágrafa Hemos visto que existen muchos textos que no son respaldados por la autoridad de la Iglesia como canónicos; pero podríamos hacernos la pregunta siguiente, ¿existen algunos textos que sin ser canónicos son reconocidos por la Iglesia como palabras de Jesús? San Juan nos da la respuesta cuando termina su Evangelio diciendo, “Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir” (Jn 21, 25). Es decir los Evangelios no contienen, como es natural, todo lo que hizo y habló Jesús y no tiene por que resultar extraño que existan frases dichas por Jesús que se hayan podido conservar y propagar oralmente. A estas frases se les denomina ágrafa. Aunque la realidad ha mostrado que son pocas las frases de Jesús que han llegado hasta nosotros fuera de los escritos canónicos. El término fue utilizado por primera vez en 1776, por el erudito alemán Johann Gottfried Körner (1726-1785) en su obra “De sermonibus Christi agraphois”. Según la definición que da el sacerdote católico francés León Vaganay de la Faculté Catholique de Lyón, se denominan ágrafas a las expresiones aisladas atribuidas a Jesús por la tradición y que no constan en los Evangelios canónicos.

OTROS EVANGELIOS

En 1889, Alfred Resch utilizó esta expresión como el título para su trabajo publicado en Leipzig sobre estos Dichos (“Agrapha, Texte und Untersuch”). En la primera edición de su libro recogió setenta y cuatro ágrafa, pero en la segunda edición solamente incluyó treinta y seis. James Hardy Ropes (1866-1933), editor de la Harvard Theological Review desde 1921, consideró como auténticos solamente veintidós y Vaganay opina que solamente cuatro parecen ser auténticas. Las fuentes de las cuales pueden recogerse los ágrafa son: el Nuevo Testamento y manuscritos del Nuevo Testamento, la tradición Apócrifa y las citas patrísticas. Tienen que cumplir las siguientes condiciones para ser consideradas como tales, deben ser dichos, no discursos y deben no estar contenidos en los Evangelios canónicos. Cuando nos referimos al Nuevo Testamento, nos referimos a textos que son variantes de los códices del Nuevo Testamento. Son muy interesantes, porque existe una cierta garantía de autenticidad, las citas patrísticas, como la que incluye San Clemente en una homilía “Mi secreto, para mí y para los hijos de mi casa” o la de Orígenes “Pedid las cosas grandes y os darán por añadidura las pequeñas” que podría ser una fórmula catequética derivada del texto del Evangelio de Mateo “Buscad primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura” (Mt 6, 33). También existen ágrafa en fuentes judías o musulmanas, pero difícilmente son auténticos, particularmente los procedentes de estas ultimas, por ser de escritores ascéticos musulmanes de los siglos XI y XII. Así como los ágrafa se refieren a dichos, no discursos, de Jesús no contenidos en los Evangelios canónicos, se entiende como logia a supuestos dichos o frases breves de Jesús descubiertos recientemente en fragmentos de papiros.

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Evidencias arqueológicas A pesar de que como hemos reiterado el Nuevo Testamento no es un libro de historia, lo que si contiene son hechos históricos, donde se describen lugares, personas, situaciones, etc. El Nuevo Testamento, junto al Antiguo, son unos textos que han sido estudiados, analizados y criticados de una forma exhaustiva, se podría decir sin temor a equivocarse, que probablemente han sido los textos que más se han analizado jamás. Entre otros, los resultados de estos intensos estudios han sido que, en el campo arqueológico, se han encontrado evidencias que confirman la exactitud de algunas referencias históricas contenidas en el Nuevo y Antiguo Testamento, aunque aquí nos referiremos solo al Nuevo. Pero, como es natural, también se han utilizado supuestos restos arqueológicos para intentar rebatir o poner en duda aspectos concretos de la religión cristiana, como el supuesto osario con restos de Santiago, “hermano de Jesús”.

Constatación de hechos La arqueología nos ha proporcionado certeza de lo que decían los evangelios, como es el caso de la existencia de dos personajes claves en el proceso a Jesús que concluyó con su condena a muerte, Caifás y a Pilato. En otro descubrimiento se constata la presencia de Pablo en Acaya, en la fecha que se menciona en los evangelios. Las referencias escritas a Poncio Pilato, además de las incluidas en los Evangelios, se encuentran en Flavio Josefo(*) y en Tácito, los cuales nos describen que fue el representante romano en Judea desde el año 26 al 36, además de hablarnos de su carácter. Se ha comentado que su titulo era de Prefecto tal como se lee en una lapida encontrada en Cesárea en 1961. En ese momento pasó de ser un personaje conocido

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solamente por los textos antiguos a una persona de la que se tenían evidencias físicas de su existencia. Como sabemos los Prefectos romanos tenían su residencia en Cesárea, junto al Mediterráneo y en unas excavaciones que se iniciaron en el año 1959 por el arqueólogo italiano Dr. Antonio Frova, se descubrieron dos años más tarde, un bloque de piedra de 82 x 68 x 20 cm. que fue usada para una sección de escaleras que conducían al teatro de Cesárea y aunque el texto de la parte izquierda esta borrado se puede reconstruir leyéndose: "Poncio Pilato, Prefecto de Judea, ha dedicado al pueblo de Cesárea un templo en honor de Tiberio". Este templo estaba dedicado al emperador Tiberio, que reinó entre 14 y 37 d. C. Con relación a Caifás, Flavio Josefo(*) cuenta en Antigüedades Judías, 18.2.2 y 18.4.3 “Anás, hijo de Set quedó instalado como Sumo sacerdote por Cirenio. Durante este tiempo, Herodes Antipas y Felipe estaban administrando las tetrarquias… El tercer César fue Tiberio, que nombró a Valerius Gratus como sucesor de Rufo, procurador sobre los judíos. Gratus eliminó a Anás del puesto de Sumo sacerdote y realizó tres cambios más antes de nombrar a José Caifás para que ocupase el puesto. Gratus se retiró a Roma después de haber estado durante once años en Judea, siendo sucedido por Poncio Pilato”. Caifás pertenecía a la secta de los Saduceos (Hch 5, 17) y fue Sumo sacerdote durante dieciocho años, del año 18 al 36 d. C. manteniendo una estrecha relación con Pilato. Caifás posiblemente consiguió su posición al casarse con la hija de Anás, quien fue cabeza de un poderoso clan de Sumos sacerdotes. En 1990 aparecieron en la necrópolis de Talpiot, al sur del Valle de la Gehenna, en Jerusalén, doce osarios. Inmediatamente fueron llamados unos arqueólogos al lugar del hallazgo. Cuando analizaron los osarios (cajas de piedra caliza para guardar huesos) vieron que contenían los restos de 63 individuos. El osario más bellamente decorado llevaba la inscripción “Joseph bar Kaiapha”. Ese fue el nombre completo del Sumo sacerdote que arrestó a Jesús, como está documentado por

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Josefo(*), en su libro “Antigüedades”. En su interior estaban los restos de un varón de 60 años, casi con certeza los del Caifás del Nuevo Testamento. Este descubrimiento, tiene una importancia singular porque por primera vez se encontraban los restos físicos de una persona nombrada en la Biblia. Aunque esta afirmación podría no ser exactamente verdad, si se confirmara que los restos encontrados en 1941, por los arqueólogos judíos, Eleazar Sukenik de la Universidad Hebrea y su ayudante Nahman Avigad, en una tumba en el valle de Kidron al este de Jerusalén, pertenecen a Simón de Cirene que es nombrado por los tres evangelistas sinópticos como la persona que ayudó a Jesús a llevar la cruz. Simón, padre de Alejandro y Rufo, era de Cirene capital de la provincia Cirenaica, territorio perteneciente a la zona este de la actual Libia. Las vasijas existentes en el interior de la tumba, se dataron en el primer siglo de nuestra era. La tumba contenía una colección de once osarios. Habitualmente los judíos después de que había trascurrido alrededor de un año desde el enterramiento, trasladaban los huesos a osarios. En la tumba descubierta por Sukenik y Avigad, algunos huesos se encontraban fuera de los osarios, lo cual les hizo suponer que la tumba pertenecía a una familia que había desaparecido o emigrado durante la destrucción de Jerusalén en el año 70 y no habían podido regresar para trasladar a osarios los restos de sus muertos. Sukenik y Avigad encontraron doce nombres en quince inscripciones, ocho de los nombres eran griegos y la mayoría de ellos no eran usuales entre las inscripciones greco-judías de Palestina. Sin embargo algunos de ellos eran especialmente comunes en la región Cirenaica. Por tanto se podía deducir que la tumba perteneció a una familia que procedía o tenia fuertes vínculos con esa región.

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La inscripción de uno de los osarios decía: “Alejandro (hijo de) Simón” En el lado opuesto del osario había otra inscripción, en la que el escritor claramente se había equivocado y había comenzado de nuevo. En la tapa del osario había una tercera inscripción con el nombre de Alejandro en griego y la palabra “qrnyt” en hebreo, el significado de esta palabra no se conoce, pero probablemente la persona que hizo la inscripción quiso escribir “qrnyh” que significa Cirineo. Las conclusiones son que los restos pertenecen a una familia judía relacionada con Cirene, que uno de sus miembros se llamaba Simón y su hijo Alejandro, igual que los personajes del Evangelio, aunque no existen evidencias de que sean ellos, pero las coincidencias hacen que exista alguna probabilidad, más aun si tenemos en cuenta que el nombre de Alejandro era muy poco común. Otro descubrimiento arqueológico se relaciona con el procónsul hispano Gallio mencionado en los Hechos de los Apóstoles (Hch 18, 12), Lucio Junio Gallio, del que también existen evidencias de su existencia, aunque en este caso la utilidad real de ellas es la confirmación de que este texto sitúa a personas reales en sitios reales, permitiendo inferir de ellas datos exactos; en el caso de Gallio confirma la época que Pablo estuvo en Corintio, es decir a comienzos del año 51. De Gallio sabemos que nació en Córdoba, alrededor del año 3, era hijo de Marco Anneo Séneca80 el retórico y hermano mayor de Lucio Anneo Séneca el filósofo, y que fue gobernador de Acaya (actualmente Grecia) y fue ejecutado por el emperador Nerón en el año 65. San Pablo pasó dieciocho meses en Corintio coincidiendo con Gallio según afirma Lucas en los Hechos de los Apóstoles.

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Gallio se llamaba por nacimiento Marco Anneo Novato, pero fue adoptado de acuerdo con el uso romano por Junio Gallio un amigo de su padre, tomando el nombre Lucio Junio Gallio Anneano.

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Según Marianne Bonz,81 antigua editora de Harvard Theological Review, en 1905 un estudiante de doctorado de Paris mientras estaba analizando una colección de inscripciones que había recogido en la ciudad griega de Delphi (situada a 180 Km. al noroeste de Atenas) encontró cuatro fragmentos que poniéndolos juntos resultaban ser una parte de una carta que el emperador Claudio había escrito a Gallio, procónsul de Acaya. En la traducción que se hizo del texto claramente se decía: Tiberius Claudius Caesar Augustus Germanicus, Pontifex Maximus … Lucius Junius Gallio, mi amigo y procónsul de Acaya. El texto de los Hechos de los Apóstoles a que nos estamos refiriendo muestra además que los romanos, en esos momentos, consideraban a los cristianos como parte de la religión judía, pues Gallio afirma “pero tratándose de cuestiones de doctrina, de nombres y de vuestra Ley, allá vosotros lo veáis; yo no quiero ser juez en tales cosas” (Hch 18, 15).

Supuestos descubrimientos En estos tiempos de gran influencia mediática, muchas veces, en algunos sectores concretos, se quieren buscar en ciertos descubrimientos soluciones a propuestas más deseadas que reales. Recordemos el caso del Evangelio de Judas anteriormente mencionado. Algo similar ha ocurrido con el osario de Santiago, “hermano de Jesús” (Mt 13, 55). El 21 de octubre de 2002, fue anunciado en una conferencia de prensa el descubrimiento de un osario vacío datado en el año 63. Así mismo, en diciembre Andre Lemaire, un paleógrafo de la Escuela Práctica de Altos Estudios de la Sorbona de Paris publicó en diciembre 81

Marianne Bonz, (1998), “Recovering the Material World of the Early Christians,” http://www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/shows/religion/maps/arch/re covering.html.

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de 2002, un artículo relativo a este tema en la Revista de Arqueología Bíblica. El osario fue encontrado por Lemaire accidentalmente, en Junio de 2002, en un anticuario judío que lo tenia en su poder desde hacia quince años. El osario de piedra caliza de unos 50 cm. de longitud tiene una inscripción en arameo que dice “Santiago, hijo de José, hermano de Jesús”. Fue presentado como la primera evidencia arqueológica relacionada con Jesús. Inmediatamente comenzaron a plantearse dudas sobre la autenticidad del objeto y sobre que hubiese contenido los restos de Santiago. El arqueólogo Kyle McCarter de la Universidad Johns Hopkins, dijo que a pesar de que en su trabajo nunca se podía estar completamente seguro de las cosas, en este caso tenía algunas dudas. No obstante dos expertos en geología del Gobierno israelí, después de analizar la patina y la inscripción microscópicamente dictaminaron que el objeto tenia más de diecinueve siglos. Pero lo importante del descubrimiento era la posibilidad de que en este osario hubiesen estado los restos de una persona identificada en el Nuevo Testamento. La existencia de un osario más no aporta nada, dado que similares a ese existen centenares, Hershel Shanks, editor de la Biblical Archaeology Review comentó que era difícil de evitar la conclusión de que estos tres nombres se refirieran a los personajes identificados en los evangelios. No obstante Lemaire comentó que de cientos de cajas similares encontradas con escritos en arameo, solo dos hacían mención a un hermano a lo que contestaron algunos especialistas que la mención al hermano era solo en el caso de que este fuera importante. Sin embargo Santiago, José y Jesús era nombres muy comunes en el antiguo Jerusalén, Lemaire, teniendo en cuenta los habitantes de la ciudad, estimó que podría haber más de 20 Santiagos con hermanos llamados Jesús y padres con nombre José. El “gran descubrimiento” dejo de serlo, cuando Oded Golan, el anticuario donde Lemaire descubrió el osario, fue arrestado el 21 de

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julio de 2003. La policía de Israel lo acusó de falsificación. En junio, un poco antes del arresto de Golan, la Antiquities Authority de Israel informó que el osario era una falsificación. En estos momentos otro pretendido descubrimiento esta haciendo correr ríos de tinta. Se trata de una estela de piedra caliza gris que fue descubierta en 1998 y que actualmente pertenece a un coleccionista de Zurich, David Jeselsohn, quien la adquirió en Jordania. La estela, de un metro de altura, tiene escritas 87 líneas de texto en hebreo a dos columnas (44 en una y 43 en la adyacente) y se ha datado como del siglo primero antes de Cristo. Curiosamente el texto no esta inscrito (grabado) como es usual en este tipo de material, sino escrito con tinta, de forma que en estos momentos se ha perdido mucho texto y muchas palabras son ininteligibles. Sin embargo, existen muchas dudas sobre del origen de la estela, hasta el punto de que algunos académicos cuestionan su autenticidad. Se cree que el objeto, conocido como la Visión de las Revelaciones de Gabriel, proviene de la margen oriental del Mar Muerto. Moshe Bar Asher, presidente de la Academia israelí de la Lengua y profesor emérito de hebreo y arameo en la Universidad Hebrea, ha estudiado el texto y lo ha considerado auténtico, datando su fecha en épocas no posteriores al primer siglo a. C. El texto también ha sido analizado por la experta en escritura judía Ada Yardeni, especialista en lenguas antiguas en la Universidad Hebrea de Jerusalén, junto con Binyamin Elitzur, experto en escritos hebreos, especialmente de la era del Rey Herodes. En un articulo publicado en enero de 2008, en la Biblical Archaeology Review, Yardeni se pregunta en su titulo si la estela es otro manuscrito del Mar Muerto pero en piedra, respondiendo inmediatamente que si el texto no estuviera escrito en ese material la respuesta seria afirmativa, confirmando que paleográficamente el texto es similar a los de los años en que fueron escritos los Manuscritos del Mar Muerto. Cuestionándose también ¿de donde procede esta piedra? Pregunta que evidentemente no contesta, ella es experta solamente en los textos, que

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en este caso, son muy difíciles de leer debido a su estado de conservación. Parece que la piedra formaba parte de un muro o un pavimento, al estar pulida solamente la parte de la escritura. El texto no ha sido identificado, pero claramente es una composición literaria similar a las profecías bíblicas. Está escrito en primera persona, posiblemente por alguien llamado Gabriel dado que en la línea 77 dice “yo Gabriel”. Por esa razón Yardeni lo ha llamado “La Revelación de Gabriel”. Hasta aquí podíamos pensar que estamos ante un resto arqueológico, con un texto muy deteriorado y desconocido y que algunos eruditos dudan de su autenticidad. Todo lo anterior es correcto, pero hay que añadir que un profesor de estudios bíblicos la Universidad Hebrea de Jerusalén, Israel Knohl, lo esta presentando como una prueba de que el cristianismo es una invención posterior a Jesús. En su libro “The Messiah Before Jesus” publicado en el año 2000, Knohl exponía la tesis de que la idea de un Mesías doliente existía antes de Jesús. Su teoría no fue considerada por los expertos al no presentar pruebas textuales que avalaran su idea. La existencia de “La Revelación de Gabriel” supuestamente le ha dado a Knohl la oportunidad de reafirmar su teoría. En la estela la línea 80 del texto comienza con la frase “Leshloshet Yamin” (“En tres días”), seguida de una palabra que fue considerada por Yardeni y Elitzur como casi ilegible, pero Knohl, que es experto en el idioma de la Biblia y el Talmud, dice que la palabra es "hayeh" cuya traducción es “vivirás” en imperativo. Es decir que Gabriel le está diciendo a alguien “En tres días vivirás”. A continuación siguen dos palabras de difícil lectura pero que Knohl interpreta como “te lo ordeno” por tanto, la frase completa seria “En tres días vivirás, [yo Gabriel], te lo ordeno”. Knohl argumenta que la frase esta dirigida a Simón, un judío, que según Josefo(*) se sublevo contra Herodes y fue muerto por un soldado

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durante la revuelta, añadiendo que los autores del texto fueron probablemente seguidores de Simón. Según Knohl, la conclusión que se deriva de esta teoría es que la resurrección al tercer día de la muerte se convierte en un motivo desarrollado antes de Jesús, lo cual va en contra casi todo lo establecido. Lo que ocurre en el Nuevo Testamento fue adoptado por Jesús y sus seguidores basados en una anterior historia del Mesías. “Existe la posibilidad que la profecía de la muerte y resurrección asociada a Jesús después de la crucifixión existiera antes por lo que éste podría haber estado influido por estas teorías existentes en el judaísmo”, declaro Knohl el día de la presentación publica de su teoría, realizada con gran despliegue mediático en julio de 2008, en una Sala del Santuario del Libro del Museo de Israel en Jerusalén. Las reacciones frente a esta teoría han sido espectaculares en algunos círculos, pero ateniéndonos a las que podrían ser consideradas como mas ecuánimes, se podría mencionar la del Director del Santuario del Libro y conservador de los Rollos del Mar Muerto, Adolfo Rotiman, que reconociendo que en Knohl “Ha habido una lectura muy creativa, quizás osada” añade “Estamos en el comienzo, en la investigación académica, alguien propone y después se abre el debate, por lo que sugiero paciencia antes de sacar conclusiones y titulares grandiosos”. En definitiva, se esta pretendiendo pasar de la imposibilidad de conocer al Jesús histórico de Bultmann(*) a “cambiar la visión que todos tienen del personaje histórico de Jesús" de Knohl, salvando las distancias del tiempo y de las personas.

BIBLIOGRAFIA

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ANEXOS

ACERCA DE LA BIBLIA

ANEXOS

III

ANEXOS Índice onomástico

V

Cronología de la historia de Israel

XVII

Cronología de los primeros años del Cristianismo

XXXVI

Contextualización Histórica

XLI

Términos relacionados con la Biblia

XLIV

IV

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INDICE ONOMASTICO

Índice Onomástico Alcuino de York, (735-804) teólogo, erudito y pedagogo anglosajón, afincado en el Imperio Carolingio, estudió en la escuela benedictina de York, en el año 782 fue llamado por Carlomagno a su corte. Enseñó durante ocho años en la Escuela Palatina, hasta que en el año 796 se retiró a la ciudad de Tours. En los restantes ocho años de su vida reformó la disciplina eclesiástica, organizó una escuela y fundó una biblioteca. Su mayor contribución intelectual fue la polémica que sostuvo con Elipando de Toledo y Félix de Urgel, defensores ambos del adopcionismo, doctrina que había arraigado fuertemente en España, como consecuencia de su pasado visigótico arriano, y según la cual Jesús era un simple ser humano, elevado a una dignidad similar a la de Dios después de su muerte,. Sus principales ideas están condensadas en la carta De animae ratione.

Andreas Bodenstein von Karlstadt (Karlstadt 1480 - Basilea 1541) más conocido por Carlostadio, sacerdote alemán, profesor de filosofía y teología en la Universidad de Wittenberg. Decano de la Facultad confirió el doctorado en Teología a Lutero, convirtiéndose en uno de sus primeros seguidores y camaradas. Algunas de las ideas básicas del protestantismo, como la formulación del principio de la sola Scriptura, se pueden atribuir a él. Antes que el propio Lutero, consideró a los libros Deuterocanónicos no canónicos.

Bessarion, Cardenal Basilius (1395?-1472), había nacido en Trebisonda, Anatolia, actualmente Turquía. Fue Obispo Administrador de la Diócesis de Pamplona desde 1458 a 1462,

V

VI

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procedente de la Iglesia Griega. Fue nombrado Cardenal en 1439 por el Papa Eugenio IV.

Bultmann, Rudolf Karl (1884-1976). Teólogo luterano alemán. Fue profesor en Marburgo (1921-1951) A lo largo de su vida desempeño diversos puestos de profesor en colegios alemanes. Su obra más famosa fue “Die Geschichte der Synoptischen Tradition”, Göttingen, 1921, (“History of the Synoptic Tradition”, Harper San Francisco, 1976).También publicó: Jesús (1926), Teología del Nuevo Testamento (1948-1953), Creer y comprender (1933-1965) y El Evangelio de Juan (1941).

Cerinto, del que se desconocen las fechas de su nacimiento y muerte, fue el creador de una secta de finales del siglo I. Se cree que fue contemporáneo de San Juan. Ninguno de sus escritos ha llegado hasta nosotros. La referencia mas antigua sobre Cerinto la da Ireneo en su refutación del Gnosticismo, “Adversus haereses”, escrita alrededor del año 170. Se puede consultar esta obra en castellano en la pagina Web http://www.multimedios.org/docs/d001092/ Cerinto diferenció entre el Jesús hombre y el Cristo. Negó el nacimiento sobrenatural de Jesús, haciéndolo hijo de José y María y distinguiéndolo de Cristo, que descendió sobre él en el bautismo y lo dejó de nuevo en su crucifixión. Sus teorías eran una mezcla de las de los ebionitas y las de los gnósticos. Algunos Padres de la Iglesia detractores del Apocalipsis de San Juan atribuían la autoría del mismo a Cerinto

San Clemente, según la tradición, fue el tercer sucesor de san Pedro en Roma, después de Lino y Cleto. Ocupó la sede romana en los últimos años del siglo primero. Por su conocimiento y por su

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fidelidad a la doctrina recibida de los Apóstoles a los que conoció, fue un eslabón muy importante en la cadena de la continuidad. Nada dicen sobre su muerte los más antiguos escritores eclesiásticos, aunque el Martyrium Sancti Clementis, redactado entre los siglos IV y VI, refiere que murió mártir en el Mar Negro, entre los años 99 y 101. Poco antes debió de redactar su Carta a los Corintios, que es uno de los escritos más célebres y citado de los primeros siglos.

Crossan, John Dominic, nació en Irlanda en 1934, ha escrito veinte libros sobre el Jesús histórico en los últimos treinta años. Es antiguo co-Presidente de Jesus Seminar, habiendo sido también Presidente de Historical Jesus Section of the Society of Biblical Literature, una asociación de expertos en estudios bíblicos de Estados Unidos

Dibelius, Martin, teólogo alemán nacido en Dresde el 14 de septiembre de 1883 y fallecido en Heidelberg el 11 de noviembre de 1947. Estudió teología y filosofía en las universidades de Neuchatel, Tübingen, Leipzig y Berlín. En 1915 fue nombrado catedrático de la Facultad de Teología de Heidelberg.

Enzinas, Francisco de (1520-1552) nació en Burgos y estuvo directamente vinculado al movimiento de la Reforma que por aquel entonces se propagaba por toda Europa. Estudió durante dos años en la universidad de Lovaina bajo el magisterio de Luis Vives, en 1541 se traslada a Wittenberg con cartas de presentación para Lutero y Melanchton, hospedándose en casa de este y matriculándose en la universidad. Estuvo preso en Bruselas de donde logro escapar huyendo a Wittenberg donde escribió sus memorias. Después de estar viajando por diversas ciudades de Europa vive durante dos años en Inglaterra bajo la protección del obispo Cranmer, enseñando

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griego en la universidad de Cambridge. En 1552 muere en Estrasburgo como consecuencia de la peste.

Ferrer, Bonifacio, (1350-1417) estudió en Perusa y en la Universidad de Lérida. Se casó con Jaumeta Despont y tuvo once hijos. Ejerció diversas funciones oficiales como representante del municipio de Valencia, además de ser embajador del Reino en ciertas misiones delicadas. Como consecuencia de la muerte de su esposa y de nueve de sus hijos y de la influencia de su hermano Vicente, ingresó en el convento cartujo de Porta Coeli, cerca de Valencia.

Geddes, Alexander, nació en Rathven, Banffshire, el 14 de septiembre de 1737, estudió en el Seminario de Scalan filología bíblica y lenguas modernas en el Colegio Escocés de Paris. Sus trabajos publicados en 1792 provocaron una gran escándalo, tanto entre católicos como entre protestantes y como consecuencia de ellos, en el 1793 fue apartado de sus cargos eclesiásticos, a pesar de lo cual, murió el 26 de febrero de 1802 dentro de la Iglesia Católica.

San Ignacio de Antioquia Nació entre los años 30 al 35. Segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquia, fue el primero en llamar a la Iglesia "Católica". Fue condenado a morir devorado por las fieras, trasladado a Roma, fue martirizado en el año 107, en tiempos del emperador Trajano. En su viaje a Roma escribió siete cartas dirigidas a varias Iglesias.

Juvenco, Cayo Vetio Aquilio, poeta y presbítero hispano latino del siglo IV d. C., fundador junto a Sedulio de la épica cristiana. Hacia el año 330 publicó el primer poema épico latino cristiano,

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Evangeliorum libri quattuor, una versificación bastante literal de los evangelios, sobre todo del de San Mateo.

Käsemann, Ernst (1906-1998), fue un teólogo luterano, profesor de Nuevo Testamento en las universidades de Mainz (1946-1951), Göttingen (1951-1959) y Tübingen (1959-1971). Obtuvo el doctorado en la Universidad de Marburg en 1931, siendo su tesis dirigida por Bultmann. Käsemann se unió en 1933 al movimiento Confessing Church, siendo en el mismo año promovido a pastor en Gelsenkirchen, una zona minera, siendo en 1937 detenido por la Gestapo por apoyarlos. En el 1939, obtuvo la calificación como profesor universitario disertando sobre la Epístola a los Hebreos. Estuvo en el ejército y fue prisionero de guerra. Propone una nueva búsqueda (New Quest) al margen de su maestro Bultmann. Inicio esta etapa en 1954 con la publicación de su famoso articulo "The Problem of the Historical Jesus”, desarrollando los que vino a ser conocido como el doble criterio de la diferencia. Su comentario sobre la Epístola a los Romanos, publicado por primera vez en 1973 llego a ser un estándar de trabajo para los investigadores de su generación.

Lufft, Hans (1495–1584) fue un impresor alemán conocido popularmente como el “impresor de la Biblia” porque fue el impresor de la Biblia de Lutero, publicada en cuatro volúmenes con ilustraciones en oro y color realizadas por Lucas Cranach. Lufft en los cuarenta años siguientes imprimió más de 100.000 copias de esta Biblia, siendo además el impresor de la mayoría de los trabajos de Lutero.

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Moshé ben Maymon o Musa ibn Maymun también conocido por Maimónides y llamado por los cristianos Rabí Moisés el Egipcio nació en Córdoba y murió en Fusat (1135-1204) fue el médico, rabino y teólogo judío más célebre de la Edad Media. Tuvo una enorme importancia en el pensamiento medieval, como filósofo y religioso. Nació en la capital de Al-Andalus, es decir, Córdoba, el 30 de marzo de 1135, en el seno de una distinguida familia de jueces rabínicos, estudiosos y dirigentes comunitarios, documentada desde el siglo X y que pretendía descender del Rabí Yehudá ha-Nasí, (segunda mitad del siglo II), redactor de la Mishná. Era un erudito formado en Lucena por Rabí Yosef ha-Leví ibn Migas. Inició ya de pequeño sus estudios bíblicos y talmúdicos en la ciudad de Córdoba, pero en 1148 una ola de fanatismo almohade hizo que su familia tuviera que aparentar su conversión al Islam y cambiar a menudo de residencia por la España musulmana. Vivió en la ciudad de Almería, donde dio cobijo en su casa a su maestro Averroes, hasta trasladarse en 1160 con sus hijos a Fez. Allí residió durante sólo cinco años, debido a la intolerancia almohade que les obligó a exiliarse, primero durante unos meses, en Palestina y finalmente en Egipto. Maimónides residió allí el resto de su vida junto a su familia, en la ciudad de Alejandría y después en Fustat (hoy El Cairo), ganándose la vida ejerciendo la medicina en la corte del visir Saladino y luego, en la del visir al-Fadl, hijo mayor de Saladino. Con este oficio obtuvo una gran fama y admiración popular. En 1177 fue nombrado dirigente de la comunidad judía de Egipto. Murió en Al-Fustat el 13 de diciembre de 1204. Posteriormente su tumba fue trasladada a Tiberiades, en Israel.

Marción de Sinope (actual Turquía) (c.85–c.160). Era un gentil convertido al cristianismo, viajó a Roma entre los años 120 y 130, con la idea de intervenir en la propagación de la fe. No queda ninguno de sus escritos y todo lo que sabemos de él son los escritos

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de Tertuliano condenándolo. Sin embargo se tienen noticias de al menos dos textos, uno conocido como Antítesis y su versión de la Biblia. Está considerado el mayor peligro que sufrió el cristianismo en toda su historia, porque estaba muy organizado y disponía de mucho dinero para predicar sus teorías. Después de su muerte se extendieron ampliamente sus ideas, tanto en occidente como en oriente, donde su herejía duró hasta el siglo X. Rechazó de plano el Antiguo Testamento, pues creía que este hablaba de un Dios sangriento y vengativo y propuso que el Dios Creador no era el mismo que el Dios Padre de Cristo (que es una forma de dualismo). Marción fue condenado como hereje y expulsado de Roma. Sus ideas dieron lugar a la herejía conocida como marcionismo.

Meier, John P. experto en el Nuevo Testamento, específicamente en la historia de Jesús y el Evangelio de San Mateo, así como el judaísmo del siglo I d. C. Sacerdote católico, ha publicado los tres primeros volúmenes de una serie “A Marginal Jew” en 1991, 1994 y 2001 y está actualmente trabajando en el cuarto. Durante varias ocasiones ha sido editor de The Catholic Biblical Quarterly and New Testament Studies. Desde 1983 ha sido miembro internacional del dialogo entre Disciples of Christ y la Iglesia Católica.

Noth, Martin (1902-1968) erudito alemán en historia judía, especializado en la época anterior al Exilio. Nació en Dresden y emigró a Israel. Tuvo un amplio reconocimiento en 1930 con la publicación de “Das System der zwölf Stämme israelí” (“El esquema de las doce tribus de Israel”), donde sostiene que las Doce Tribus que unificaron al Pueblo de Israel no existían antes del pacto de Canaán en Siquem. En 1948 publicó un trabajo más maduro titulado “A History of Pentateuchal Traditions”. Sus estudios sobre Josué le

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hicieron reconocer este libro como de la misma tradición que el Pentateuco, dando impulso al termino Hexateuco.

O'Callaghan Martinez, José, (1922-2001) jesuita español papirólogo, Profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, y Decano de la Facultad Bíblica del Pontificio Instituto Bíblico de Roma y de la Facultad Teológica de Barcelona, fue autor de un manual de papirología neotestamentaria, que representa una gran novedad dentro del campo de la edición en castellano, al no existir hasta el presente ninguno en esta lengua. “Los primeros testimonios del Nuevo Testamento” Ed. El Almendro, Córdoba, 1ª edición 1995. O’Callaghan fue quien descifró el papiro 7Q5 encontrado en Qumrán.

Orígenes (185 a 254) es uno de los primeros y más destacados eruditos de la Iglesia Primitiva. Fue uno de los Padres de la Iglesia. Nació en Alejandría y fue discípulo de Clemente de Alejandría. Viajó a Palestina en el año 216, llegando a ser un gran exégeta. Las teorías que se plantearon posteriormente sobre sus trabajos fueron motivo de controversias, en especial durante la Edad Media. En el año 250 fue encarcelado durante las persecuciones emprendidas por el emperador Decio. Fue sometido a tortura durante un año y murió, cuatro años después, como consecuencia del maltrato sufrido. Las enseñanzas de Orígenes contienen muchas especulaciones sobre temas que la Iglesia Católica Romana de su época no había definido. Algunas de sus ideas especulativas, resultaron erróneas a la luz del desarrollo posterior de la doctrina católica, pero se ha aceptado la validez del resto de sus enseñanzas.

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Papías de Hierápolis, obispo según Eusebio, perece ser que nació alrededor del año 69 y murió aproximadamente en el año 150. Fue uno de los padres apostólicos de la Iglesia y fue canonizado. Desde el siglo XVII, se denominan padres apostólicos a los autores del cristianismo primitivo que, según la tradición, conocieron a alguno de los Apóstoles. Papías fue discípulo del apóstol Juan.

Reimarus, Hermann Samuel. Nacido en 1694, fue profesor de lenguas orientales en Hamburg hasta su muerte en 1768. Nunca hizo públicas sus investigaciones, los trabajos de Reimarus fueron publicados póstumamente por Gotthold Ephra Lessing en fragmentos desde el 1774 al 1778 momento en que sus puntos de vista se hicieron públicos.

Schweitzer, Albert (1875-1965) Teólogo, filósofo, musicólogo y médico misionero alemán, hijo de un pastor protestante calvinista. En 1952 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz. Doctor en Filosofía en 1899, se licenció en Teología en 1900. Ese mismo año se ordenó coadjutor de la Iglesia de San Nicolás en Estrasburgo, de cuyo seminario teológico fue rector un año después. Su obra teológica más importante fue “Von Reimarus zu Wrede: eine Geschichte der LebenJesu-Forschung”, publicada en 1906, que en inglés se tituló “A Critical Study of Its Progress From Reimarus to Wrede” (traducción de W. Montgomery, 1910).

Scío y Riaza, Felipe, nació en Balsaín, Segovia, el 28 de septiembre de 1738. En su bautismo fue apadrinado por el rey Felipe V, a los 16 años ingresó a la orden de clérigos regulares fundada por el aragonés San José de Calasanz, conocida como escolapios. Dos años después hizo su profesión asumiendo, como era costumbre entonces, un

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nuevo nombre, tomado el de Felipe de San Miguel. Fue ordenado sacerdote en 1761, viajando a Roma para completar sus estudios teológicos, donde permaneció hasta el 1768 que vuelve a España.

Strauss, David Friedrich (1808–1874), fue un teólogo alemán evangelista, nació en Ludwigsburg, cerca de Stuttgart. Durante los años 1821-25 estudió historia en el seminario de teología de Blaubeuren. En 1825, Strauss entró en la Universidad de Tübingen para estudiar filosofía pero realmente no le interesaba, estaba fuertemente atraído por los escritos de Schleiermacher. En 1830 fue profesor de un colegio en Maulbronn donde enseño latín, historia y hebreo. En octubre de 1831 renuncio a su puesto para estudiar con Schleiermacher y Hegel en Berlín.

Tischendorf, Konstantin von (Lengenfeld, 1815-Leipzig, 1874) exégeta protestante. Como hemos visto anteriormente, encontró en 1859, en un convento del Sinaí el más antiguo manuscrito bíblico, el Codex Sinaiticus, en el que se inspiró para una nueva edición crítica del Nuevo Testamento (Editio octava critica major, 1869-1872).

Teodoción vivió en el siglo II, al igual que sus colegas Aquila y Símaco, fueron traductores del Antiguo Testamento al griego. Nació en Sínope y según parece fue discípulo de Taciano, convirtiéndose a la secta de los ebionitas, una corriente del cristianismo primitivo que se mantenían fieles a la Ley mosaica, cumpliendo preceptos judíos tales como la circuncisión, el sábado, las prohibiciones alimenticias, etc. y aunque afirmaban que Jesús era el Mesías, rechazaban su preexistencia y que tuviera naturaleza divina.

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Ulfila (311-383), oriundo de Capadocia en Asia Menor, alrededor del 338. Eusebio de Nicodemia lo consagró obispo cuando rozaba los 30 años. Actuó cierto tiempo como apóstol visigodo en la cuenca del Danubio. Tradujo el Nuevo Testamento del griego al idioma gótico. Su traducción se conoce con el nombre de Codex Argenteus, está escrito en papiro púrpura con letras en oro y plata. Fue descubierto en el 1597 en la abadía benedictina de Werden, está datado en el siglo sexto. Actualmente se encuentra en la Biblioteca de Upsala.

Vaux, Roland de, arqueólogo e historiador francés (París, 1903Jerusalén, 1971). Dominico y doctor en teología, fue director de la escuela bíblica francesa de Jerusalén (1945-1965), de las excavaciones de Tell al-Faran (1946-1960), Qumrán (1949-1958) y Jerusalén (1961-1963). Entre sus obras como arqueólogo se encuentran “La arqueología y los manuscritos del mar Muerto” (1962) y “Biblia y Oriente” (1967). Como experto en temas bíblicos “Las instituciones del Antiguo Testamento”, 1960.

Vielhauer, Philipp, Teólogo protestante, (1914-1977) discípulo de Rudolf Bultmann. Catedrático de Nuevo Testamento en la Universidad de Bonn y una de las máximas autoridades en el campo del análisis crítico de los evangelios. Su obra cumbre es la “Historia de la literatura cristiana primitiva”

Weisse, Christian Hermann (1801-1866). Inicialmente siguió las ideas filosóficas de Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Sin embargo, con los años se fue alejando de su panteísmo idealista, acercándose a las ideas de Friedrich von Schelling. Pertenece a la Old Quest iniciada por Reimarus. Su obra más famosa es “La historia

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evangélica, crítica y filosóficamente elaborada”, 2 Vols., Leipzig, 1838.

Wilke, Christian Gottlob (1786-1854). Perteneciente a la Old Quest. “ El evangelista, o investigación exegético-crítica sobre la relación de parentesco de los tres primeros evangelios”, Dresden, Leipzig, 1838.

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Cronología de la historia de Israel (La exactitud de algunas fechas no puede ser históricamente demostrada)

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Se establecen las primeras ciudades en el Oriente Medio. Ya existía la ciudad de Jericó, hallazgos arqueológicos demuestran que esta ciudad cananea existe desde hace más de diez mil años. Año de la creación del mundo, según el Arzobispo irlandés Ussher (1581-1656) que calculó a partir de la Biblia que la Creación había ocurrido el domingo 23 de octubre de 4004 a. C. dado que en aquella época se consideraba la Biblia como un libro realmente histórico. Año tradicional de la creación para los judíos. La fiesta de Rosh HaShaná es una de las celebraciones más importantes y solemnes del calendario judío y conmemora la creación del mundo y la raza humana. Sumeria es una región histórica del Oriente Medio que formaba la parte sur de la antigua Mesopotamia, entre las planicies aluviales de los ríos Eufrates y Tigris. La civilización sumeria está considerada como la primera y más antigua civilización del mundo. Las pequeñas ciudades de Mesopotamia se transformaron en una compleja sociedad de comercio constituida por ciudades-estado. El período de establecimiento y ocupación de la zona sur de Mesopotamia por los sumerios es conocido como Época de Uruk. Las ciudades-estado sumerias estaban gobernadas por un patesi o príncipe que también era el Sumo Sacerdote. Las principales ciudades de sumerias fueron Ur, Uruk, Lagash, Nippur, Eridú, Larsa, Kish, Umma y Babel,

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independientes unas de otras pero unidas por lazos lingüísticos, religiosos, culturales y comerciales. Los primeros faraones consolidan la reunificación del Alto y Bajo Egipto bajo su poder, comenzando la Historia del Antiguo Egipto unificado y por tanto de la Primera Dinastía de Egipto. Los cananeos entran en la zona costera de lo que hoy es el Líbano. Canaán es la denominación antigua de la región del Próximo Oriente, situada entre el Mar Mediterráneo y el Jordán. En la actualidad se correspondería con el Estado de Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano. Los cananeos eran adoradores de dioses fenicios como Baal y sus costumbres fueron repudiadas por los hebreos que invadieron Canaán. Se crean ciudades asirias. Asiría fue un país situado en el suroeste asiático en la antigua Mesopotamia, en el valle del río Tigris cuyos límites fueron: al norte de las montañas de Armenia, al sur Caldea (Babilonia), al este la Media y al oeste la Mesopotamia. La ciudad más importante se hallaba a orillas del Tigris, al lado del templo de su principal divinidad Assur; la ciudad también se llamaba Assur o El-Assur y el país tomó el mismo nombre denominándose Asiria. Se termina de construir la Gran Pirámide de Giza, la mayor de las pirámides, la más antigua y la única que aún perdura de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Sirvió como tumba al faraón de la cuarta dinastía Keops. La edad del Bronce llega a Canaán. La Edad del Bronce es un período en la civilización en que se desarrolló en metalurgia el empleo de una aleación de

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cobre con estaño, depende del área geográfica esta edad estuvo comprendida entre el 2500 y el 749 a. C. Sargón de Acade forma el imperio acadio. Sargón fue un semita de origen humilde que por sus dotes militares y su capacidad de mando llegó a ser rey, fundando no solamente una nación poderosa sino una nueva dinastía. Sargón falleció en el 2280 a. C. siendo sucedido por su hijo Rimush, quien debió sofocar de manera sangrienta los alzamientos de Ur, Umma y Lagash. Con Mentuhotep II, quinto faraón de la dinastía XI de Egipto; se funda el llamado Imperio Medio de Egipto. Urnammu, da un golpe de estado mediante el cual derroca a su antiguo señor y unifica la Baja Mesopotamia, que queda sometida a la III dinastía de Ur. Empieza la era patriarcal en Canaán (Abrahán). No existen pruebas históricas de su existencia. Sesostris I reina en Egipto, fue el segundo faraón de la dinastía XII, del Imperio Medio de Egipto, fue uno de los reyes más poderoso de esta dinastía. Babilonia empieza a dominar el valle del TigrisEufrates; decaen las ciudades estado sumerias. Hamurabi rige Babilonia. El reinado de Hamurabi se caracterizó por el impulso que dio a las actividades económicas y culturales y a los notables avances en materia legislativa que alcanzó con la aplicación de su código. Ese código, hallado en la ciudad persa de Susa en el año 1901 de nuestra era, fue redactado sobre un monolito de piedra negra que contiene el primer código penal de la historia y avanzadas normas de derecho público y privado con los que Babilonia rigió gran parte del mundo antiguo, sirviendo de base para

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inspirar a todas las legislaciones de la posteridad. Los hicsos entran en Egipto, poniendo término, por un cierto tiempo, a la dominación egipcia, donde permanecieron durante 150 años, procedentes del Cercano Oriente se hicieron con el control del Bajo Egipto y fundaron las dinastías XV y XVI. Flavio Josefo describe así este hecho, “Durante el reinado de Tutimeos, por una causa que ignoro, la ira de Dios se abatió sobre nosotros; y de repente, de las regiones del Oriente una oscura raza de invasores se puso en marcha contra nuestro país, seguro de la victoria. Habiendo derrotado a los regidores del país, quemaron despiadadamente nuestras ciudades. Finalmente eligieron como rey a uno de ellos, de nombre Salitis, el cual situó su capital en Menfis, exigiendo tributos al Alto y Bajo Egipto...” Salitis fue el fundador de la XV dinastía. Los israelitas en Egipto (Jacob, José). En el Génesis se narra la historia de José, decimoprimer hijo de Jacob. La denominada dinastía XVII que gobernaba en Tebas llevó a cabo la guerra que acabó con la expulsión de los hicsos de territorio egipcio. Ahmose, considerado como el iniciador de una nueva dinastía, la dinastía XVIII, consiguió tomar la capital Avaris y expulsarlos definitivamente. Ahmose prosiguió la lucha entrando en territorio asiático, lo que le convierte en fundador del Imperio Nuevo de Egipto. Asiria se convierte en reino independiente Tutmosis III el sexto faraón de la dinastía XVIII de Egipto fue uno de los monarcas más importante y poderoso de los tres mil años de civilización faraónica. Bajo su reinado Egipto alcanzó su máxima extensión, con dominios en Siria, Palestina y el Sinaí.

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En Megiddo ciudad situada a 90 Km. al norte de Jerusalén y 31 Km. al sudoeste de la ciudad de Haifa, Tutmosis III derrotó a los cananeos. Esta batalla está registrada en los llamados Anales del templo de Amón de Karnak, ciudad de la antigua Tebas que albergaba el complejo religioso más importante del antiguo Egipto. En Megiddo se libraron posteriormente otras dos batallas, en el 608 a. C. Mecao derroto al ejército de Judá y en el 1918 de nuestra era, las tropas británicas derrotaron al ejército del Imperio Otomano. Florece el reino de Mitanni, antiguo reino ubicado en el norte de la actual Siria. Fue un estado feudal dirigido por una nobleza guerrera que llegó a adquirir una gran importancia en esta época, debido a su privilegiada situación a orillas del río Orontes y entre los imperios asirio, egipcio, sirio e hitita, infligió varias duras derrotas al inmenso Egipto faraónico y llegó a invadir Asiria. Colonos de Sidón repueblan Tiro, ciudad fenicia a poco más de 70 Km. al sur de Beirut y a 35 Km. al sur de Sidón. Tiro fue fundada al mismo tiempo que Sidón (hoy Saida) y Beritos (hoy Beirut), en el III milenio a. C. En tiempos del Rey David, se estableció una alianza entre los hebreos y los tirios. Los griegos micénicos en la cumbre de su poder. El periodo de historia griega comprendido entre el 1600 y el 1100 a. C. se denomina micénico en reconocimiento a la posición de liderazgo de Micenas. Actualmente Micenas es un yacimiento arqueológico, situado a 90 Km. al sudoeste de Atenas, en el noreste de la península del Peloponeso. Amenhotep III faraón de la dinastía XVIII reina en Egipto. El periodo de su reinado coincidió con una

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época de paz, prosperidad y esplendor artístico. Los hititas en la cumbre de su poder. Los hititas fueron una población de origen indoeuropeo que se instaló en la región central de la península de Anatolia entre los siglos XVIII y XII a. C., llegando a crear un influyente Imperio gracias a su superioridad militar y a su gran habilidad diplomática, constituyéndose así como la "tercera" potencia en Oriente Medio junto con Babilonia y Egipto.. Akenatón, décimo faraón de la dinastía XVIII, reina en Egipto, fue esposo de Nefertiti. Intenta una reforma monoteísta para oponerse al poder hegemónico de la casta sacerdotal, ideando una reforma religiosa en torno a un nuevo culto monoteísta en torno a un Dios-Sol (como lo era anteriormente Ra) único, llamado Atón. El poderío egipcio empieza a declinar. Se establecen los reinos de Moab, Ammon y Edom Reina en Egipto Tutankamón, faraón egipcio de la XVIII Dinastía, durante su reinado volvió la estabilidad al reino, ya que restauró el culto a Amón, abandonado con Ajnatón, y Tebas, la ciudad sagrada de Amón, fue de nuevo la capital de Egipto. Su importancia se deriva principalmente del hecho de que su tumba, en el Valle de los Reyes, escapó del saqueo y ha llegado hasta nuestros días. Fue encontrada, junto con sus magníficos tesoros, prácticamente intacta en 1922 por el arqueólogo británico Howard Carter y su mecenas, lord Carnarvon, y en la actualidad se conserva en el Museo Arqueológico de El Cairo. Ranses I funda la XIX dinastía, sucediéndole su hijo Seti I, el cual reconquista Cana Ranses II, tercer faraón de la Dinastía XIX reina en Egipto. Traslada la capital de Tebas a Tanis. Opresión

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de los israelitas. Asiria conquista el reino de Mitanni e inicia su primer periodo de poder. Salmanasar I reina en Asiria en la época denominada Imperio Medio, derrotó a los arameos, lo que le permitió establecer por primera vez colonias asirias en Mesopotamia. Nenrod sucedió a su padre Salmanasar I, es conocido también con el nombre de Tukulti-Ninurta I. Llevó a Asiria a altos grados de esplendor. Meneptah, décimo tercer hijo y sucesor de Ranses II, reina en Egipto. Se ha escrito que era el faraón mencionado en el texto bíblico del Éxodo, quien trató de impedir la salida de los hebreos y sufrió las diez plagas, pero no hay pruebas históricas que lo confirmen, pues la única referencia es que bajo Menenptah se menciona por primera vez al posible pueblo de Israel, en la llamada Estela de Menenptah. Muere Meneptah posible fecha del Éxodo. Moisés. Destrucción del reino hitita. Colonos de Tiro fundan Tarsis. Ramses III reina en Egipto y derrota a los filisteos. Los filisteos eran un pueblo guerrero de Canaán que habitaba una franja que se extendía sobre la costa mediterránea desde Hebrón hasta el sur de Gaza en tiempos de los israelitas. Fueron los principales enemigos de Israel y lucharon desde antes del tiempo de Sansón hasta la época de los reyes de Israel. Su religión estaba fundamentada en la idolatría algo que los Israelitas repudiaron, su deidad principal era Baal. Eran filisteos los conocidos personajes Dalila y el gigante Goliat. No existe certeza histórica de que la Guerra de Troya

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ocurrió. Homero en La Iliada narra un episodio de esta guerra y en La Odisea el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos. Los que creen que existió realmente esa guerra la fechan en esta época. Los israelitas entren en Canaán, los filisteos se asienta en la costa (Josué). Barac y Débora derrotan a Sisara. “Juzgaba a Israel una profetisa llamada Débora, esposa de Lapidot. Ella se sentaba debajo de la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraín, y los israelitas acudían a ella para resolver sus litigios. Débora mandó llamar de Quédes de Neftalí a Barac, hijo de Abi-nóam, y le dijo: "El Señor, el Dios de Israel, te ordena lo siguiente: ‘Ve a reunir en el monte Tabor a diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón. Yo atraeré hacia ti, al torrente Quisón, a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos’". Jue (4, 4-7) Teglatfalasar I, conocido también como Tukulti-apalIsarra I gobierna en Asiria. Venció a los hititas y a los arameos en el Eufrates. Llegó hasta el Mediterráneo y sometió a las ciudades fenicias. Conquistó Babilonia. Los filisteos derrotan a los israelitas en el Monte Gilboe, mueren el rey Saúl y su hijo Jonatan, David reina en Judá. Gedeón derrota a los madianitas; los griegos empiezan a asentarse en la costa de Asia Menor. Gedeón fue el quinto de los jueces del pueblo judío y es considerado como el más importante después de Samuel. Hijo de Joás de la tribu de Manasés. Los datos que conocemos de su historia se encuentran relatados en el libro de los Jueces de los capítulos 6 al 8. Muerte de Teglatfalasar I, decadencia de Asiria.

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Los filisteos derrotan en Atec a los israelitas, destrucción de Silo. Aunque en la Biblia no se menciona la destrucción del santuario, las excavaciones arqueológicas pusieron al descubierto el aniquilamiento de Silo en el siglo XI y existen evidencias de que poco tiempo después los sacerdotes oficiaban en Nob (I Sam 21, 1). Samuel juzga a las tribus. Fue el último de los Jueces y ejerció la jurisdicción por toda la tierra de Israel. Además, ganó el reconocimiento como el más grande profeta de Israel desde los tiempos de Moisés. David emprendió campañas militares contra los enemigos de Judea e Israel, y derrotó a enemigos tales como los filisteos, amonitas y arameos, consiguiendo así que las fronteras permanecieran seguras, aunque sufrió la sublevación de su hijo Absalom, erigido como rey en Hebrón y que fue derrotado y muerto por las tropas de David. Tras arrebatar Jerusalén a los jebuseos, trasladó a esta ciudad fortificada la corte, que estaba en Hebrón, y el Arca de la Alianza, que se encontraba en Quiryat Yearim. Según dice la Biblia en el primer libro de los Reyes, “los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén”. (I Reyes 2, 11). Muere David, le sucede Salomón. Hiram reina en Tiro. En II Cr (2, 1-18) se menciona a Hiram y en primer libro de los Reyes se dice “Hiram rey de Tiro envió también sus siervos a Salomón, luego que oyó que lo habían ungido por rey en lugar de su padre; porque Hiram siempre había amado a David. Entonces Salomón envió a decir a Hiram: Tú sabes que mi padre David no pudo edificar casa al nombre de

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Jehová su Dios, por las guerras que le rodearon, hasta que Jehová puso sus enemigos bajo las plantas de sus pies. Ahora Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni mal que temer. Yo, por tanto, he determinado ahora edificar casa al nombre de Jehová mi Dios, según lo que Jehová habló a David mi padre,…” I R (5, 1-5). Salomón termina el Templo. Muerte de Salomón, una insurrección abierta condujo a la separación de las diez tribus del norte y a la división del país en dos reinos, al norte Israel, cuyo primer rey fue Jeroboan I, de la tribu de Efraín y al sur Judea, en el territorio de las tribus de Judá y Benjamín, con Roboan como rey. El reino de Israel, con su capital Samaria, subsistió más de 200 años bajo 19 reyes, mientras que el reino de Judea, fue gobernado desde Jerusalén durante 400 años por un número igual de reyes de la casa de David. Sesac de Egipto saquea Jerusalén. El Rey de Egipto Sesac junto a Necao (2 Reyes 23, 29) y Hofra (Jeremías 44, 30) constituye uno de los pocos faraones de Egipto que aparecen expresamente mencionados en el texto bíblico. El nombre de Sesac, según denominación de la Biblia, corresponde al faraón Sheshonq I, que fundó la XXII Dinastía dentro del Tercer Periodo Intermedio y que gobernó entre los años 946 y 924 a. C. El vigésimo año de Jeroboám, rey de Israel, comenzó a reinar Asá como rey de Judá. Asá hizo lo que es recto a los ojos del Señor, igual que su padre David. Expulsó del país a los que se dedicaban a la prostitución sagrada y retiró todos los ídolos fabricados por sus antepasados. En el segundo año del reinado de Asá de Judá comenzó

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a reinar sobre Israel Nadab, hijo de Jeroboám, el cual reinó dos años sobre Israel. Omri fue el sexto rey de Israel. La única acción de Omrí mencionada por la Biblia es la fundación de una nueva capital, Samaría. De hecho, la importancia de esta fundación es comparable a la conquista de Jerusalén por David. Samaría era una ciudad nueva, sin tradición, situada en el centro del reino del norte, con buenas comunicaciones hacia el norte y el oeste. Omrí adquirió el terreno y, de acuerdo con el nombre de su anterior propietario, Shemer, la nueva ciudad se llamó Shomeron, aunque el topónimo más usual es Samaría. Omri conquista Moab. Acab reina en Israel, Josafat reina en Judá; actividad de Elías. Salmanasar III subió al trono asirio y se dispuso a ampliar su reino. Su padre se había contentado con recibir tributo de las ciudades-Estado situadas al oeste del Eufrates, pero Salmanasar optó por la anexión directa. La coalición sirio-israelita contiene a Asiria en Carcar. Batalla de Ramot Gald, muerte de Acab. Le sucede Ocazias hijo suyo y de la fenicia Jezabel, hija del rey de Sidón. Fue el tercer miembro de la dinastía de Omri, pero no vivió por mucho tiempo. Le sucedió su hermano menor Joram. Actividad de Eliseo. Joram (de Judá) reina en Judá; documento J de forma escrita. Moab había sido conquistada por David y había quedado en poder de los israelitas después de la división del Reino, en tiempos de Roboam. Había estado a punto de recuperar su libertad en el desastroso

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reinado de Basa, pero Omri la había sometido nuevamente. A fines del reinado de Acab, el líder moabita era Mesa, el cual logra su independencia. Triunfa la rebelión de Jehú. El general Jehú se hizo proclamar rey por el ejército y luego condujo a éste hacia Jezrael en una rápida marcha. Atacó por sorpresa, se adueñó de la ciudad y barrió con todos los miembros masculinos de la casa de Omri. No sólo mató a Joram de Israel, sino también a Ocozías de Judá. Luego ordenó la muerte de la reina madre. Atalia hija de Jezabrel, usurpa el poder en Judá. Durante un período de seis años gobernó sola, y éste fue el único período de toda la historia del Reino de Judá en que no ocupó el trono un miembro de la dinastía de David. Jehú paga tributo a Asiria. Joás reina en Judá. Muerte de Salmanasar III de Asiria iniciándose otro periodo de decadencia. Joacaz reina en Israel. Colonos de Tiro fundan Cartago. Muere Jehú. Muerte de Eliseo. Amasias reina en Judá. Jeroboam II reina en Israel; Israel llega al máximo de su poder debido a que Damasco y Asiria atravesaban una etapa de debilidad, de modo que Israel pudo reconquistar todos sus antiguos territorios. También en el reino del sur, Judá, vivía, por aquella misma época, bajo el rey Azaría (Ozías) una parecida etapa de esplendor derivada de las mismas causas: paz con Israel, debilidad de Damasco y Asiria. Profecías de Amós. Fundación de Roma.

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Profecías de Oseas, documento E en forma escrita. Teglatfalasar III reina en Asiria, renace su poderío. Muerte de Jeroboam II anarquía creciente en Israel. Jonatan reina en Judá; Isaías empieza a profetizar. Pecalas reina en Israel que ahora paga tributo a Asiria. Pecaj trata de formar coalición contra Asiria; ataca a Judá. Oseas reina en Israel. Teglaltasalar III toma Damasco y acaba con el reino sirio. Profecías de Miqueas. Salmanasar V reina en Asira y pone sitio a Samaria. Sargón II usurpa el trono de Asiria y se apodera de Samaria, lleva a los israelitas al exilio, acabando con la existencia del reino del Norte. Ezquias reina en Judá Senaquerib reina en Asiria, estableciendo la capital en Nínive. En el reinado de Merodac Baladán, Babilonia se rebela contra Asiria. Senaquerib pone sitio a Jerusalén. Manasés reina en Judá que ahora paga tributo a Asiria. Asesinato de Senaquerib; Asaradón reina en Asiria llevándola al máximo de su esplendor. Asadarón invade Egipto dominándolo. Asrubanipal reina en Asiria, forma una biblioteca en Nínive. Asrubanipal saquea Tebas, antigua capital de Egipto. SamticI reina en Egipto, liberado ya de Asiria. Asurbanipal derrota y destruye Elam. Josías reina en Judá. Colonos griegos fundan Cirene. Profecías de Sofonías. Jeremías empieza a profetizar

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ACERCA DE LA BIBLIA

Muere Asurbanipal: Anarquía creciente en Asiria. Nabopolasr domina Babilonia Descubrimiento en el Templo del libro del Deuteronomio, seguido por la reforma yahvista en Judá. Se inicia en Mileto la filosofía griega. Profecías de Nahum. Nabopolasar toma Nínive, ultimas posiciones asirias en Jarán El Faraón Necao reina en Egipto. Necao derrota a Judá en Megiddo. Como se describe en Reyes II 23, 29, cuando acudían en ayuda de los asirios de Ashur-uballit II, los egipcios bajo el mando del faraón Necao II, fueron atacados en la Via Maris de Megiddo por el ejército de Judá, dirigido por su rey Josías, quien resultó muerto en la batalla. Joaquín reina en Judá. Jeremías pronuncia el Sermón del Templo. Los babilonios derrotan a Necao en batalla de Karkemish; muere Nabopolasr. Nabucodonosor reina en Babilonia y aplasta el último baluarte asirio. Profecías de Habacuc. Nabucodonosor aplasta una rebelión judía; primer exilio babilónico; Sedecías reina en Judá. Ezequiel empieza a profetizar en cautividad; Santic II reina en Egipto, situando una guarnición judía en Elefantina; Astigies reina en Media. Se conoce la existencia de esta guarnición por los denominados papiros de Elefantina un conjunto de archivos y documentos que pertenecieron a los miembros de una comunidad judía y aramea de la guarnición que habitaban en esa isla cerca de Asuán, en el Alto Egipto. La comunidad judía poseyó su propio templo a Yahvé, en la isla de Elefantina, situando junto a la capilla

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erigida antiguamente para culto al dios local Jnum. La excavación arqueológica de la isla comenzó en 1904, proporcionando varios archivos, cuyos textos revelaban fascinantes detalles de la vida cotidiana. Hay testamentos, títulos de propiedad, contratos, cartas y otros documentos del siglo V a. C. el siglo de Esdras y Nehemías. Estos papiros, algunos de los cuales aún estaban enrollados y con su sello, nos muestran la forma exacta del idioma que hablaban los judíos después del exilio: el arameo, muy similar al hebreo, que se usaba internacionalmente en Babilonia y en todo el Imperio Persa. El faraón Hofra reina en Egipto. Es el tercero de los faraones mencionados en la Biblia, junto a Sesac y Necao. Sedecias se rebela contra Nabucodonosor. Nabucodonosor toma Jerusalén y destruye el Templo; segundo exilio babilónico; la dinastía davídica llega a su fin. Asesinato de Godolías, hijo de Ajicam y gobernador del país nombrado para el cargo por rey de Babilonia que le había encomendado a los hombres, las mujeres y los niños, y a la gente pobre del país, que no habían sido deportados a Babilonia. Nabucodonosor levanta el asedio a Tiro. Aahrnes reina en Egipto. Nabucodonosor invade sin éxito Egipto. Muere Nabucodonosor. Escribas judíos combinan en Babilonia diversos documentos para formar los libros históricos del Antiguo Testamento. Ciro derrota a Astiages de Medea, funda el imperio persa. Ciro conquista Lidia, el reino lidio llega a su fin. Profecía del segundo Isaías.

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Ciro toma Babilonia y acaba con el reino babilónico; se permite a los judíos volver a Judea, cosa que hace un primer grupo bajo la dirección de Sesbasar. Muerte de Ciro. Cambises reina en Persia. Cambises invade y conquista Egipto. Darío I reina en Persia. Ageo y Zacarías profetizan; Zorobabel dirige la vuelta de los judíos. Consagración del segundo Templo. Roma expulsa al último rey; se funda la Republica. Profecías de Abdías, las ciudades griegas del Asia Menor se rebelan contra Grecia. Atenas derrota en Maratón a la expedición persa. Muerte de Darío I; Jerjes I (Asuero) reina en Persia. Grecia derrota en Salamina a la expedición persa. Cartago destruye Tarsis. Asesinato de Jerjes I; Artajerjes reina en Persia. Profecías de Malaquías. Esdras en Jerusalén; los libros históricos adquieren su forma definitiva. Se escribe el libro de Rut; profecías del tercer Isaías. Nehemías en Jerusalén. Se terminan las murallas de Jerusalén. Egipto destruye el Templo judío de Elefantina. Se escriben los libros de Crónicas, Esdras y Nehemías; profecías de Joel. Desde el 305 al 280 a. C. reina en Babilonia y Siria, Seléuco I Nikátor (358-280 a. C.) Fue el fundador de la Dinastía Seléucida. Había sido general en el ejército de Alejandro Magno y dos años después de la muerte de éste, fue nombrado sátrapa (gobernador) de Babilonia y más tarde, rey de este territorio, pero después de la muerte y derrota del general Antígono Monoftalmos,

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Seléuco se hizo con el poder del extenso dominio que llegó hasta Pakistán, Irán, las montañas de la India y los desiertos del mar de Aral. De todos los generales que se repartieron el imperio de Alejandro, Seléuco fue quien se llevó la más extensa parte que comprendía veinte pueblos de distintas razas, lenguas y religión, y que sumaba más de 30 millones de habitantes. Se escriben el Cantar de los Cantares y el libro de Jonás. Se escribe la parte apocalíptica del libro de Zacarías. Se escribe el libro de Eclesiastés; el libro de los Proverbios alcanza su forma definitiva; en Alejandría se prepara la Septuaginta. Se escribe el libro de Eclesiástico. Se escribe el libro de Daniel. Se produce la rebelión de los macabeos. Se forma Judea como Estado judío independiente. Se escribe el libro de Ester; el libro de los Salmos alcanza su forma actual. Los sirios son expulsados de Jerusalén Roma se anexiona a Macedonia. Saquea a Corinto. Saduceos y Fariseos comienzan a aparecer como facciones separadas. Muere Jonatan. Su hermano Simón reina en una Judea independiente. Los últimos soldados seléucidas abandonan Jerusalén. Antíoco VII reina en el imperio seléucida. Átalo III reina en Pérgamo. Asesinato de Simón de Judea. Antíoco VII ocupa temporalmente Jerusalén. Roma se anexiona a Pérgamo y la convierte en provincia de Asia. Caída del reino seléucida. El estado judío adquiere

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ACERCA DE LA BIBLIA

plena autonomía. Gobiernan los asmoneos, partidarios del sector fariseo. El rey y sacerdote de Judea, Juan Hircano I, conquista Idumea y Samaría. El rey y sumo sacerdote de Judea, Alejandro Janneo, (103-76 a. C.) hace que se acabe el apoyo a los fariseos y comienza la primacía de los saduceos. Un ejército romano saquea Atenas. Un ejército romano saquea Éfeso. Guerra civil en Judea. Juan Hircano II sumo sacerdote. Antípater de Idumea domina Judea. Roma se anexiona Creta y Cirene. Roma se anexiona Bitinia en el Asia Menor. Guerra civil entre los hijos de Alejandra Salomé, Hircano II y Aristóbulo, el general romano Pompeyo conquista Jerusalén al ser llamado por los hermanos para mediar en la disputa, Judea se convierte en vasallo romano. Gabinius, gobernador de Siria, suspende el Sanedrín y divide al país en cinco provincias; Alexander, hijo de Aristóbulo, trata de recuperar la independencia perdida; es derrotado por las legiones romanas y enviado a Roma. Julio César derrota a Pompeyo y domina a Roma. Julio César designa a Antípatro el Idumeo como gobernador de Judea sucediendo a Hircano. Asesinato de Julio César en los Idus de Marzo. Octavio y Marco Antonio derrotan en Filipos a los asesinos de César. Los partos ocupan Judea. Antígono Matatias es sumo sacerdote. Herodes I el Grande, hijo de Antípatro, fue nombrado gobernador por el Senado romano y rey de Judea, si

CRONOLOGIA DE LA HISTORIA DE ISRAEL

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bien empezó a reinar dos años después. Reinado tiránico de Herodes. Los sumos sacerdotes, nombrados por el poder, ya no lo son en forma vitalicia; siguen dominando los saduceos. Los celotes mantienen el terrorismo contra el ocupante romano que multiplica los impuestos exorbitantes cobrados por los publícanos. Herodes el Grande se casa con Mariam la macabea. Herodes ejecuta a Aristóbulo, último sacerdote macabeo. Octavio derrota en Accio a Marco Antonio y a Cleopatra. Roma domina a Egipto. Octavio asume el título de Augusto. Se inicia el imperio romano. Herodes ejecuta a Mariam. Herodes inicia los trabajos de renovación del Templo. Herodes ejecuta a los hijos que tuvo con Mariam.

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ACERCA DE LA BIBLIA

Cronología de los primeros años del Cristianismo 6 4 - 39 d. C. 4 5 – 10 d. C. 6 al 39

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Nace Jesús. Herodes Antipas Tetrarca de Galilea Muere Herodes y el reino de Judea fue dividido entre cuatro de sus hijos. Nace Pablo en Tarso siendo ciudadano romano desde su nacimiento al ser hijo de judíos que poseían tal nacionalidad. Los procuradores residen en Cesárea, ciudad y puerto nuevos, el más famoso de ellos será Poncio Pilato (2636), nombrado por Tiberio, que condenará a Jesús. Galilea, “reino aliado” es encargado a Herodes Antipas. Debido a sus intrigas, es deportado a Occidente. Muerte de Augusto. Tiberio, Emperador. Los judíos son expulsados de Roma Predicación de Juan Bautista en el río Jordán. Ministerio de Jesús. Juan Bautista es ejecutado en la fortaleza de Maqueronte por orden de Herodes Antipas. Jesús es crucificado en vísperas de la Pascua. Se manifiesta resucitado a sus discípulos el día que sigue al sábado, primer día de la semana. Muerte de Esteban y conversión de Pablo. Pedro y Juan predican en Samaría. Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, es nombrado rey de toda la Palestina, menos Judea. En Roma el emperador es Claudio. Revueltas contra los judíos en Alejandría. Herodes manda ejecutar a Santiago el Mayor.

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Judea es gobernada por procuradores romanos, siete en este periodo. Primer gran viaje de Pablo que recorrerá Antioquia, Chipre, Antioquia de Pisidia, Listra, etc. El Concilio de Jerusalén libera a los cristianos de la Ley judía. Los judíos son expulsados de Roma. Segunda misión de Pablo por Listra, Frigia, Galacia, Filipos, Tesalónica, Atenas, etc. Pablo escribe las epístolas a los Tesalonicenses. Marcos escribe su Evangelio en griego. Tercera misión de Pablo por Éfeso y en Corinto. Tras atravesar Galacia y Frigia, Pablo pasa dos años y tres meses en Éfeso. Pablo escribe su epístola a los Filipenses en Éfeso. Pablo escribe su primera epístola a los Corintios, visita Corinto y vuelve a Éfeso donde probablemente escribe la epístola a los Gálatas. A finales del año atraviesa Macedonia y escribe su segunda epístola a los Corintios. Nerón, emperador de Roma. Pablo es detenido en el templo. Pablo escribe en Corinto su epístola a los Romanos. Santiago queda al frente de la comunidad judeocristiana. Festo, procurador de Judea, ante el que comparece Pablo, junto con el rey Agripa deciden que no ha cometido ningún delito, pero ante la presión de los radicales judíos que quieren su muerte y tratan de enjuiciarle, el Apóstol hace valer los derechos de ciudadano romano y decide apelar al emperador, siendo enviado por mar a Roma. En Malta naufraga su nave. Pablo en Roma (Cfr. Hch 28) bajo custodia militar. Escribe las epístolas a los Colosenses, a los Efesios y a

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Filemón. Anán, sumo sacerdote de Israel, ordena lapidar a Santiago el Menor. Simeón le sucede al frente de la Iglesia de Jerusalén. Pablo es puesto en libertad. Incendio de Roma por orden de Nerón y persecución contra los cristianos. Se supone que Pedro escribe su primera Epístola y Mateo su evangelio (entre el 60 y el 70). Pedro mártir en Roma. Pablo viaja a Éfeso, a Creta y a Macedonia donde manda su primera epístola a Timoteo y la epístola a Tito. Israel se subleva contra Roma, comienza la Guerra de los Judíos. Nerón quita la ciudadanía a los judíos de Cesárea. Pablo escribe la epístola a los Hebreos. Son detenidos Pedro y Pablo. En la prisión Pablo escribe la segunda epístola a Timoteo. Pedro es crucificado en la colina del Vaticano en Roma. Pablo es decapitado. La comunidad cristiana se refugia a Pella al otro lado del Jordán. Al término de 4 años de guerra, Tito, hijo de Vespasiano, toma Jerusalén e incendia el Templo. Cae el último bastión libre de Judea (Masada) después de un sitio de tres años dirigido por el legado romano Silva y finaliza la guerra, todos sus habitantes se suicidan para no caer en manos romanas. Flavio Josefo concluye su obra histórica "Guerra de los judíos" y "Antigüedades judías". Lucas escribe su evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Se escriben la epístola de Judas y la llamada "segunda de Pedro". Reinado de Domiciano en el Imperio.

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Juan es desterrado a Patmos. Allí da forma a la edición definitiva del Apocalipsis. Después escribirá su Evangelio y la primera Epístola. Carta I de Clemente. Didaché. Evangelio de Tomás. Correspondencia de Plinio con Trajano. El Pastor de Hermas. Conversión de Justino Mártir. Nueva sublevación de los judíos contra Roma. Revuelta de Bar Kokhba (Hijo de la Estrella). Adriano destruye Jerusalén y construye una ciudad pagana sobre sus ruinas, Aelia Capitolina. Adriano prohíbe la observancia del judaísmo bajo pena de muerte (incluyendo el estudio de la Toráh en público). Manda a matar a los principales rabinos de la generación (Rabí Akiva y sus compañeros). El Sanedrín escapa a Usha, luego a Shefaram, después a Bet Shearim. Los cristianos judíos se terminan de separar de los judíos tras las derrotas ante Roma. Ireneo obispo de Lyon. Fundación de la Escuela catequética de Alejandría. "Apología" de Tertuliano. Persecuciones esporádicas en Cartago. Persecuciones en África del Norte. Clemente abandona Alejandría. Origenes empieza a dirigir la Escuela de Alejandría. Concilio de Cartago. Milenio de la fundación de Roma. Decio proclama césares a sus hijos Herennio y Hostiliano; primer edicto de persecución general contra los cristianos. Edicto de persecución contra las jerarquías eclesiásticas. Muerte de Cipriano, obispo de Cartago, víctima de la persecución y Fructuoso de Tarragona.

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ACERCA DE LA BIBLIA

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Galieno decreta un edicto de tolerancia o libertad de cultos en el Imperio. La gran persecución de Diocleciano. Primera edición de la "Historia Eclesiástica", de Eusebio de Cesárea. Edicto de Milán de tolerancia universal. Concilio de Nicea, primero de los Ecuménicos, condena del arrianismo. Muere Constantino, es bautizado arriano en el lecho de muerte. Agustín obispo de Hipona. El Cristianismo religión del Imperio. Concilio de Constantinopla. San Jerónimo inicia la traducción de la Biblia al latín. San Agustín de Hipona escribe las "Confesiones". Muerte de San Agustín. Primer Concilio de Éfeso, tercero de los Ecuménicos, definición de la Maternidad divina de María.

CONTEXTUALIZACION HISTORICA

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Contextualización histórica de los libros de la Biblia

ETAPA Proto Historia

Periodo Patriarcal

EVENTOS Preámbulo histórico 1850

Abraham baja a Canaán.

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Jacob y sus hijos en Egipto.

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Opresión.

1250

Moisés saca al pueblo de Egipto, hacia Canaán.

Período del Éxodo 1250-1200 Período de la Conquista

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Monarquía Unida 930

Período de los dos Reinos

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Alianza en Sinaí, marcha por el desierto. Guerras cananeas. Saúl Rey. David Rey. Salomón Rey, perio-do dorado. División del Reino: Norte (Israel) / Sur (Judá). Reino del Norte Dinastía de Omri. Dinastía de Jehú.

LIBROS BÍBLICOS Génesis 1-11

Génesis 12-50

Éxodo Levítico Números Deuteronomio Josué Jueces

Samuel 1 y 2 Reyes 1 y 2 Crónicas 1 y 2

Samuel 1 y 2 Reyes Crónicas Amos

XLII

ACERCA DE LA BIBLIA

Periodo de máximo esplendor. Influjo idolátrico cananeo. Siglo VIII 721 930-587 750: 725-640 Siglo VII

Expansión siria Caída de Samaria. Reino del Sur: Ajaz, guerra sirioefrainita. Ezequías, Manases.

Oseas Isaías 1-39 Miqueas Nahúm Sofonías Habacuc Jeremías Baruc Lamentaciones

Decadencia Asiria. Reforma de Josías.

Expansión caldea. Siglo VI 587 Caída de Jerusalén. Período del Exilio

587-538

Siglo VI 538 Periodo de la Restauración 538-331

En Babilonia,

Ezequiel Isaías 40-55 Abdías

Crónicas 1 y 2 Expansión persa. Edicto Esdras de Ciro. Nehemías Ageo Vuelta del destierro; Zacarías restauración del Templo. Malaquías Nace el judaísmo. Joel Isaías 56-66 Se desarrolla la escuela Proverbios sapiencial y la Job recolección de los Eclesiastés escritos antiguos. Ruth Jonás.

TERMINOS RELACIONADOS CON LA BIBLIA

Lucha por la sucesión de Alejandro. Crece la "diáspora" Periodo Helenístico y Romano

Siglo II

Dominio de los Seléucidas Persecución de Antíoco IV. Los Macabeos

63 a. C. 70 d. C.

Dominio Romano.

Tobías, Ester Judit Eclesiástico Cantar, Daniel Macabeos Sabiduría

XLIII

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ACERCA DE LA BIBLIA

TERMINOS RELACIONADOS CON LA BIBLIA

Términos relacionados con la Biblia82 Acrofonía: Sistema de escritura en el que los signos de cada letra están formados por el icono de una palabra emblemática que comienza por dicho sonido. Acróstico: Dicho de una composición poética: Constituida por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman un vocablo o una frase. Ágrafa: Dichos auténticos de Jesús que no están contenidos en los Evangelios canónicos. Anfictionía: Confederación de las antiguas ciudades griegas, para asuntos de interés general. Aparato crítico: Conjunto de notas que aparecen en las ediciones críticas reseñando las variantes textuales que aparecen en los diversos manuscritos del libro en cuestión. Apocalíptica: Género de literatura revelatoria con un marco narrativo, en la que un vidente recibe una revelación mediada por algún agente divino, en la que se desvelan el misterio de realidades trascendentes, referidas a un tiempo futuro en el que se ejercerá la salvación escatológica.

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Las definiciones que se incluyen son, en muchos casos, transcripciones de la edición electrónica del Diccionario de la Real Academia Española, Vigésima segunda edición y del Diccionario de la Ciencia Bíblica, Flor Serrano, G. y Alonso Schökel, L., Verbo Divino, Estella, 2000.

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ACERCA DE LA BIBLIA

Apócrifos: Denominación dada a los libros que no se consideraban que tenían inspiración divina. Desde San Jerónimo se llaman así los libros que pretenden ser revelados pero no forman parte del canon bíblico. Los protestantes denominan libros apócrifos a los libros llamados deuterocanónicos por los católicos. Aqueménida: Relativo a la dinastía real persa de Ciro y de sus descendientes. Armonía evangélica: Intento de compilación cronológica de los cuatro evangelios eliminando las partes comunes y cuyo ejemplo más característico es el “Diatessaron” de Taciano. Códice: Dícese de los pergaminos o papiros que son encuadernados en forma de libro. Libro anterior a la invención de la imprenta. Concordancias: Libro que incluye todos los versículos que utilizan una misma palabra en conjunto (para ubicar textos bíblicos y hacer estudios bíblicos). Concordismo: Actitud que se adopta ante las aparentes contradicciones o incoherencias que aparecen en distintos textos de la Biblia, tratando de armonizarlos de manera que no haya que negar la verdad a ninguno de ellos. Crítica textual: Técnicas conducentes a la reconstrucción de un original perdido o para establecer un texto genuino. Cuneiforme: Tipo de escritura antiquísima, ya conocido por los sumerios, cuyos caracteres se componen de elementos en forma de cuña, producidos por un punzón sobre una tablilla de arcilla.

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TERMINOS RELACIONADOS CON LA BIBLIA

Debir: El debir o “santo de los santos”, o “santísimo”, etimológicamente “cuarto trasero”, era la parte más sagrada del templo, donde antes del exilio permanecía el arca de YHWH. Deuterocanónico: Dícese de los libros que fueron admitidos tardíamente en el Canon de la Escritura, pero que pertenecen a él y son, por tanto, canónicos. Los protestantes llaman apócrifos a los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento. Diadocos: Generales del ejército de Alejandro Magno, que, desde la muerte de éste (325 a. de J.C.) pelearon durante muchos años por el reparto de los países conquistados por aquel emperador. Los más célebres fueron Demetrio Poliorcetes, Antípater y su hijo Casandro, Tolomeo, Seléuco, Lisímaco y Eumenes. La época en la que se sostuvieron estas guerras y que tuvo un relativo término con la batalla de Pisos (301), se llamó “época de los Diadocos”. De ella data el nuevo sistema político, que se ha dado en llamar helenístico por la semejanza que tenía con el griego; y que dividió el imperio de Alejandro en varios Estados. Epístolas católicas: Se denominan así a las siete cartas del Nuevo Testamento que no se atribuyen a San Pablo, es decir, Santiago, I y II Pedro, I, II y III Juan, y Judas Tadeo. Epónimo: Se dice del nombre de una persona o de un lugar que designa un pueblo, una época (p. e., Israel, del nombre del Patriarca). También se aplica al dignatario estatal con cuyo nombre se designaban los años en Asiria. Escritura paleohebrea: Letras del antiguo alfabeto fenicio tal como se escribían antes del exilio. El Paleohebreo consta de 22 letras y fue usado por los Israelitas hasta la destrucción del primer Templo. Paleo

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significa en general “antiguo” o “primitivo”, referido frecuentemente a eras geológicas anteriores a la actual. Escritura cuadrada: Es la antigua escritura aramea, que pasó a emplearse también en Israel desde la época del exilio hasta el día de hoy. Se trata de las mismas 22 consonantes de la escritura paleohebrea, pero dibujadas de manera bastante diferente. Estela: Monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, en la que se ha esculpido una imagen de un dios o personaje importante, o una escena de tipo mitológico o religioso, a veces con inscripción. Etiología: Estudio sobre las causas de las cosas. Relato por medio del cual se pretende explicar una costumbre, una institución, un nombre, un rito, etc., cuyo significado original se ha perdido. Viene de “etos”, causa, pues se trata de la explicación de un hecho por su causa. Evangelio apócrifo: Nombre dado a un evangelio no reconocido como “canónico”, es decir que no forma parte de la Biblia, Algunos ejemplos son el Evangelio de los Hebreos, Evangelio de los egipcios, Evangelio de Tomás, Evangelio de María (Magdalena), etc. La mayoría son de varios siglos después de Cristo y de tendencia herética. Evangelios canónicos: Nombre dado a los Evangelios reconocidos como inspirados, como sabemos son los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Evangelio según Tomás: Escrito cristiano de los primeros siglos después de Cristo, que es una colección de “dichos del Señor” de tinte gnóstico, fue descubierto en el siglo XX. Evangelios sinópticos: Nombre dado a los tres primeros evangelios canónicos (Mateo, Marcos y Lucas) porque son muy semejantes y se

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pueden estudiar “de una sola mirada” (significado de “sinóptico”) Exegeta: Persona que practica la ciencia de la exégesis. Exégesis es la interpretación crítica y completa de un texto, especialmente de Sagrada Escritura. La exégesis tradicional requiere, análisis de palabras significativas en el texto, en el marco de traducción; examen del contexto general histórico y cultural, confirmación de los límites de un pasaje, y finalmente, examen del contexto dentro del texto. Floruit: Término técnico para designar el periodo más importante en la vida de una persona, cuando hizo a la historia esa contribución más importante por la que se ha hecho famoso. Género literario: Categoría de escrito: evangelio, carta, historia, parábola, poema, lamento, etc. Son formas o tipos generales de escrito que nos ayudan a identificar y entender un escrito particular. Guemará: Palabra hebrea que significa complemento. Se aplica al comentario de la Misnáh hecho por los rabinos de Palestina y Babilonia. El conjunto de la Misnáh y la Guemará es lo que conocemos con el nombre de Talmud. Guenizá: Armario o nicho en una sinagoga o en sus dependencias donde se depositan libros sagrados y objetos litúrgicos desechados o fuera de uso, y en general cualquier escrito en hebreo por fragmentario que sea, para evitar su profanación mientras se dispone su traslado al cementerio para su enterramiento. Haggadá: (de la palabra hebrea higuid, “relatar”), cuerpo de la erudición rabínica no jurídica, que incluye leyendas, anécdotas y parábolas que sirven para ilustrar los principios religiosos y éticos de la ley tradicional compilados en el Talmud y el Midrás durante los primeros siglos de la era cristiana.

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Hagiógrafo: Autor de cualquiera de los libros de la Sagrada Escritura. Halajá (Halakah): Nombre colectivo de los elementos legislativos de la Ley oral en la literatura judía. Contienen prescripciones y reglas, muchas veces muy sutiles, sobre la conducta. Los temas esenciales son la circuncisión, el reposo del sábado y las reglas referentes a la alimentación. Hasmoneo, o asmoneo: Nombre dado a la dinastía de los reyes descendientes de los Macabeos, por ser originarios del pueblo de Asmón, de la tribu de Simeón. También se refiere a toda esta etapa histórica en sus diversas manifestaciones culturales. Helenismo: Término que sirve para designar el influjo cultural griego en el mundo del Mediterráneo después de Alejandro Magno. Los grandes focos de la cultura helenística a partir del siglo III estuvieron en Alejandría, Antioquia, Pérgamo y otras ciudades del Oriente. Hermenéutica: Arte de interpretar textos y especialmente el de interpretar los textos sagrados. Homielética: Razonamiento o plática para explicar al pueblo las materias de religión. Inclusión: Procedimiento estilístico que consiste en estructurar una unidad literaria, reproduciendo al principio y al final de dicha perícopa una palabra o fórmula típica, encerrando así el conjunto dentro de un marco que lo unifica. Interpolación: Una frase o un texto insertado posteriormente en un texto bíblico, normalmente intencionado, para completar, explicar o alterar el texto original.

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Ipsissima verba: “mismísimas palabras”: es la versión literal de las palabras exactas que una persona ha pronunciado. Se usa este término para denotar las palabras exactas que pudieron salir de la boca de Jesús, en cuanto contrapuestas a sus palabras cuando han sido elaboradas redaccionalmente por la tradición oral o por los evangelistas. Jeroglífico: Se dice de la escritura en que, por regla general, no se representan las palabras con signos fonéticos o alfabéticos, sino el significado de las palabras con figuras o símbolos. Usaron este género de escritura los egipcios y otros pueblos antiguos, principalmente en los monumentos. Kerigma: Contenido sustancial de la buena nueva de salvación, la muerte y resurrección de Cristo, fundamento de la fe cristiana. Ketib: (hebr) 'lo que está escrito en el texto'-masorético del AT, en contraposición a quré, “lo que debe leerse en lugar del ketib”. Son notas marginales de crítica textual realizadas por los masoretas. Cuando pensaban que un texto estaba corrompido, conservaban el texto tradicional –ketib-, pero en una nota marginal exponían cuál debía ser la verdadera lectura: qeré. Koiné: (gr.) Se conoce con este hablaba en el conjunto del mundo contrapuesto al griego clásico de que utiliza la traducción de los Testamento.

nombre el griego corriente que se mediterráneo helenístico, en cuanto la Grecia peninsular. Es la lengua Setenta y los autores del Nuevo

Lágida: Nombre de la dinastía helenística reinante en Egipto desde la muerte de Alejandro Magno hasta la anexión romana. Los reyes de esta dinastía llevaban el nombre de Ptolomeo.

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Lingua franca: Lengua usada como vehículo de comunicación cultural, social y comercial en un área territorial que comprende países que utilizan lenguas diversas para sus asuntos internos. Logion: En los estudios bíblicos se aplica a los dichos de Jesús contenidos en los evangelios canónicos. Manuscrito: Un texto escrito a mano: normalmente refiere a los ejemplares antiquísimos de los textos bíblicos, sobre papiro o pergamino. Masorá: Conjunto de signos diacríticos y de notas que adornan la edición hebrea de la Biblia realizada en Tiberíades en la Alta Edad Media. Masoreta: Dícese de los rabinos judíos que editaron el texto hebreo de la Biblia guardando la exactitud de la cantidad de palabras utilizadas. Método diacrónico: Es el método de estudio de una realidad considerada en su desarrollo a través del tiempo. Se dice de los fenómenos que ocurren a lo largo del tiempo, en oposición a los sincrónicos. Método sincrónico: Es el método de estudio de una realidad considerada en la coexistencia o simultaneidad relativa de sus elementos en la fase final. Se dice del estudio de la estructura o funcionamiento de una lengua o dialecto sin atender a su evolución. Midrás: En hebreo “investigación”, “interpretación”. Método y género literario de la exégesis bíblica judía, que comenzó a formarse en la época postexílica. Es de carácter homilético y expone los textos narrativos de la Biblia.

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Misnáh: En hebreo “repetición”. Es el compendio por escrito de la ley oral judía, es decir las tradiciones legales no recogidas en la Escritura. Fue publicado por Yehuda haNasi en Séforis hacia el año 200 d. C. Nequdot: Signos vocálicos formados por puntos y guiones debajo o encima de las consonantes del texto masorético de la Biblia. Omrida: Dícese de lo relativo a la dinastía real fundada por el rey Omrí, fundador de Samaría. Fue una de las dinastías más poderosas y estables del reino del Norte. Onomatopeya: Vocablo que imita o recrea el sonido de la cosa o la acción nombrada. Opistógrafo: Dícese del rollo que está escrito por ambos lados. No solían ser frecuentes por la dificultad de su lectura y fácil rotura. Ostraka: Fragmentos de vasos de cerámica que se empleaban como material de escritura. Palimpsesto: Manuscrito antiguo en el que se ha escrito un texto nuevo después de haber borrado un texto anterior, de modo que es posible todavía leer el antiguo texto borrado. Papiro: De donde proviene la palabra papel, era hecho con la planta de ese nombre, que es un bejuco acuático que crece en lagunas y junto a las orillas de los ríos. Se cortaba la corteza interior de la planta en tiras, que se ponían en el suelo en ciertas direcciones. Luego se ponía otra capa de tiras, en dirección transversal. Entre ambas se ponía una especie de pegadura; luego se comprimían las dos capas, tallándose la superficie hasta que quedaba lisa. Varios pedazos así obtenidos se pegaban para formar un rollo. Se usó para escribir hasta los siglos ocho y nueve.

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Parashá: Cada uno de los fragmentos en que se divide la Toráh para su lectura litúrgica continuada durante las 52 semanas del año. Paralelismo: La disposición de un texto en coplas (dos renglones que van juntos) para enseñar un mismo mensaje reforzando en un segundo renglón y en otras palabras lo que ya se dijo en el primero. Perícopa: Un “pasaje” bíblico, es decir, un párrafo o sección que forma una unidad completa (relato de milagro, encuentro, controversia, dicho, enseñanza, etc.). Pergamino: Texto escrito sobre cuero de animal preparado de un modo especial empezado a utilizar en Pérgamo. Peshitta: con este nombre se designa a la más famosa y extendida versión siríaca de la Sagrada Escritura. En la Iglesia siríaca tiene un papel semejante al de la Vulgata en la Iglesia latina. Profetas anteriores: nombre que da el canon judío a los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes porque se creía que estaban escritos por profetas o porque narraban hechos de algunos profetas como Samuel, Natán, Elías, Eliseo o Isaías. Profetas posteriores: el canon judío distingue como tales a Isaías, Jeremías, Ezequiel y los 12 profetas menores, en cuanto en ellos prevalece el oráculo característico de la literatura profética. Propio: Se dice de un texto cuando sólo se encuentra en un evangelio. Por ejemplo, “la parábola del Hijo Pródigo es propia de Lucas.” Pseudoepigráfos: Denominación que dan los protestantes a los libros llamados apócrifos por los católicos.

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"Q": Nombre dado a la hipotética fuente de “dichos” del Señor que estaría detrás de ciertas secciones comunes de los evangelios de Mateo y Lucas. Qeré: Nota marginal en la masora en la que se nos dice cómo debería ser la lectura de una palabra del texto que ha podido sufrir una corrupción textual. Quiasmo: Figura retórica según la cual se ordenan los distintos miembros de una frase en un orden paralelo, de modo que se dé una correspondencia entre los que aparecen en la primera parte y los que aparecen en la segunda. Recto: Dicho de un folio, plana de un libro o cuaderno abierto: Que cae a la derecha de quien lee, en oposición al verso o vuelto. Redactor: El que reúne elementos, compone y edita un evangelio (u otro escrito bíblico) en su forma final. Rollos: Una de las formas en las que se preparaba el papiro. Se hacían pegando hojas de papiro unas con otras y luego enrollando estas largas tiras alrededor de un palo. El tamaño del rollo estaba limitado por la dificultad de su uso. La escritura se hacía usualmente por un solo lado. Se tiene conocimiento de rollos que medían 48 metros de largo. El rollo promedio media alrededor de 7 a 12 metros. Sadoquita: de Sadoq, sacerdote de la época de David y Salomón, fundador de la dinastía sacerdotal sadoquita, que sería la única legítima. Posiblemente fuera sacerdote de Sédeq, dios de Jerusalén antes de que fuera una ciudad israelita, a quien David dejó seguir ejerciendo sus funciones.

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Scriptorium: lugar designado en los monasterios para copiar los códices manuscritos. Cada scriptorium solía adoptar una escritura característica, cuya afiliación es de gran valor para los paleógrafos a la hora de asignar fecha y lugar de composición a un manuscrito. Seléucida: dinastía de diadocos macedonios llamados así por su fundador, Seléuco I, que gobernaron en Siria desde 312 a. C. hasta 64 d. C. en que se convirtió en provincia romana. Con frecuencia influyeron en la suerte de los judíos. Semiótica: (análisis semiótico) método sincrónico de estudio un texto. Adopta la inmanencia como forma de proceder, es decir, no se sale del texto en su análisis. Clasifica los diversos elementos del texto para hacerse con el instrumento de análisis que permitirá formalizar el texto, es decir, percibir oposiciones fundamentales que estructuran su sentido. Semitismos: Forma sintáctica, o giro propio de una lengua semítica trasladada a otras lenguas. Septuaginta: Traducción de la Biblia al griego realizada en Alejandría por orden de Tolomeo II en el siglo III antes de Cristo. Se conoce también como Versión LXX, derivándose este nombre del término griego para “setenta”, que es el supuesto número de traductores. Es llamada también Versión Alejandrina, en honor de la ciudad donde fue hecha; y también Versión Griega, por el idioma en el cual fue hecha. Sincretismo: Encuentro o fusión de varias religiones o la imbricación de elementos procedentes de distintas convicciones y prácticas religiosas. Sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes. Sinopsis: En sentido estricto, es la obra en que se publica el texto de los primeros Evangelios, en columnas paralelas que permiten su

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comparación con una sola mirada. En un sentido más amplio, ponen en columnas paralelas los textos similares de otras partes de la Biblia. Sirácida: Nombre que recibe el Libro del Eclesiástico, derivado del nombre hebreo del autor del mismo, Jesús Ben Sirac. Sofĕrin; Orden de escribas que tenían bajo su responsabilidad la custodia del texto bíblico del Antiguo Testamento. Inician su actividad bajo la dirección de Esdras y se extienden desde el 400 a. de C. al 200 d. de C. Su mayor logro fue el normalizar y uniformar el texto de las Sagradas Escrituras. Talmud; Recopilación de enseñanzas judías consistente en la Misnáh (colección de tradiciones y exégesis rabínicas) y la Gemará (comentario de la Misnáh) elaboradas en las academias judías durante los siglos IV y VI d. de C. La palabra Talmud significa estudio o instrucción y en sentido estricto se utiliza para referirse únicamente a la Gemará. Targum; Significa Traducción y se refiere a las paráfrasis o traducciones arameas del Antiguo Testamento hechas por los judíos de Palestina y Babilonia para el servicio de la sinagoga. Esta traducción se hizo necesaria cuando los judíos dejaron de entender su antigua lengua hebrea. Los famosos targumin de Okelos sobre el Pentateuco y de Jonatan sobre los Profetas, estaban ya en uso en el siglo III d. C. Teoría clásica documental: Teoría desarrollada inicialmente por Wellhausen, según la cual el Pentateuco constituye una recopilación de libros previos, adquiriendo su forma presente en una serie de etapas, de varios siglos, en las que se “encajaron” cuatro documentos distintos.

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Texto occidental; Texto griego procedente de la familia de manuscritos del Nuevo Testamento propios de las zonas de Italia, Galia y África del norte. Fechado en el siglo II y caracterizado por su intensa paráfrasis. Atestiguado por el uncial D, las antiguas versiones latinas y siríacas y algunos padres. Muy difundido en la iglesia antigua. Texto alejandrino; Texto griego de la familia de manuscritos del Nuevo Testamento procedentes de Alejandría o Egipto. Se trata de texto más breve, austero y con gran rigor de expresión. Testigos de este texto son los unciales B y S (s. IV) y más recientemente lo papiros Bodmer (s. II) que adelantan el fechado de este texto a finales del siglo II. Texto masorético; Es el texto hebreo que los “masoretas” “vocalizaron”, “acentuaron” y dotaron de “anotaciones” cuando una letra podía dar motivo a confusión. Los masoretas asumieron la responsabilidad de sacar copias de las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento y para evitar errores, contaron las palabras de cada libro, para estar seguros de que no habían omitido ni añadido palabras a la copia. [Texto] paralelo: Pasaje en otro evangelio o libro de la Biblia que dice esencialmente la misma cosa que el texto que se está estudiando Textus receptus, “texto recibido”, es el nombre con que se designa el texto griego del Nuevo Testamento difundido durante la Edad Media, y primeramente publicado. Por muchos siglos, fue el texto estándar de la Biblia griega. Tiberiense; Uno de los sistemas de puntuación de la Biblia desarrollado en la ciudad de Tiberíades, que fue el definitivamente empleado en el Texto masorético.

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Toráh: Del hebreo toráh, instrucción. Toráh es la designación tradicional judía para el Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Tradición simple / doble / triple: Se llaman así textos que aparecen sólo en uno sólo, o bien en dos, o bien en todos los tres evangelios sinópticos. Uncial: La palabra “uncial” significa literalmente de una pulgada de alto. Así se llama a los manuscritos que están escritos con letras grandes y cuadradas. Datan del cuarto al décimo siglo. Los más antiguos son el Vaticanus y el Sinaiticus, que datan del siglo cuarto. En el siglo IV apareció otra forma de mayúscula de carácter lujoso, la uncial, que, según se cree, tuvo su origen en África. Se encuentra en gran número de manuscritos hasta el siglo IX. Consiste en unas grandes letras redondeadas. Variante: Otra forma de un texto bíblico que se encuentra en algunos manuscritos, que podría ser otra forma original del texto. Esto se suele encontrar en las notas al pie de página en las Biblias. Variante textual: Cada una de las formas diversas en que un mismo texto de una obra literaria puede estar redactado como consecuencia de los cambios introducidos por los diversos copistas. Verso: Revés o segunda plana de la hoja del códice que no está numerada sino en la primera. Vetus latina: La más antigua versión de la Biblia al latín. Está datada en el siglo II, en torno al año 150 (d. de C) en Cartago. La parte del Antiguo Testamento se tradujo desde la versión griega de los LXX y no desde el original hebreo.

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Vulgata: Versión latina de la Biblia traducida por San Jerónimo hacia el 385 directamente sobre los originales hebreos o griegos y que acabó reemplazando en Occidente a la versión más antigua, la Vetus Latina.

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