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May 11, 2019 | Author: Estuardo Escobar | Category: Abortion, In Vitro Fertilisation, Pregnancy
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ABORTO, ¿Qué debemos considerar los crisianos? e625 - 2019 Dallas, Texas e625 ©2019 por Gabriel Ballerini

Todas las citas bíblicas son de la Nueva Biblia Viva (NBV) (NBV) a menos que se indique lo contrario. © 2006, 2008 por la Sociedad Bíblica Internacional Usado con permiso. Reservados todos los derechos.

Editado por: María Gallardo Diseñado por:  JuanShimabukuroDesign  JuanShimabukuroDesign Ilustraciones por:  José Tragueti RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. ISBN: 978-1-946707-29-1

INTRODUCCIÓN..................................4 EL DEBATE SOBRE EL ABORTO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 EL PROBLEMA CENTRAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 EL ABORTO PROVOCADO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 EL ABORTO LEGAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 ARGUMENTOS BI B I OLÓGICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 ARGUMENTOS BIOÉTICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 ARGUMENTOS FI LOSÓFICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 ARGUMENTOS TEOLÓGICOS.........................62 ARGUMENTOS J URÍDICOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 ARGUMENTOS SANITARISTAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 CONCLUSIÓN ...................................82

Sea desde la legalidad o la clandestinidad, no hay dudas de que el tema del aborto despierta sensaciones intensas, emociones confusas y realidades tangibles que demandan de los cristianos una reflexión profunda.. Con más de 50 millones de abortos realizados en el mundo profunda cada año, el aborto ha pasado a ser uno de los dilemas más notorios que hoy discute la humanidad y más allá de posturas ideológicas o teológicas, la realidad practica es que interrumpe más vidas que cualquier guerra contemporánea e incluso, que las peores enfermedades. Y no solo concierne a vidas antes de un parto. La discusión del aborto está incompleta sin reflexionar en la antesala y las consecuencias para la madre, el padre, el entorno y la sociedad entera. ¿Qué debemos pensar los cristianos de todo esto? Obviamente podemos quedarnos repitiendo que la Biblia dice que no debemos matar. Sin embargo, repetir esa frase pareciera no estar contra restando la realidad del aborto y como cristianos responsables debemos comprometernos a cambiar realidades pensando no solo en las victimas sino en los perpetradores perpe tradores y en cómo Dios ama a unos y a otros de la misma manera y a todos nos regaló la capacidad de razonar así que la pregunta debiera ser ¿Cómo logramos que la sociedad soci edad razone lo que Dios razona? ¿Qué dice la Biblia, que dice la ciencia y qué dice la ética de este dilema para ayudar a todos los involucrados? 4

En los últimos años por ejemplo surge la bioética como disciplina en torno a la valoración ética que merecen los diversos adelantos tecnológicos (que han dado al hombre un creciente poder sobre la vida humana). ¿Qué dice la bioética de este debate y cómo se entrelaza con lo que enseña la Biblia? El aborto, como tal, siempre ha existido, pero hoy en la sociedad aparece con mayor protagonismo. En todos los países de América Latina donde todavía el aborto no se ha legalizado se están habilitando las discusiones y debates parlamentarios para plantear «el derecho que toda mujer tiene a decidir voluntariamente la interrupción de su embarazo en los distintos momentos de su proceso gestacional». Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en América Latina, en los países donde hace años sí es legal (como en Europa y América del Norte) el aborto retrocede. Recientemente, el mundo ha visto las multitudinarias marchas por la vida que se vienen desarrollando en estos países para realzar y defender el valor de la vida intrauteri intrauterina. na. El tema es muy fuerte y movilizador y como si todo fuera poco, la edad de consentimiento para realizar un aborto se propone generalmente a partir de los 13 años. Es decir que una niña de 13 años, que por ser menor de edad no puede comprar cerveza en un kiosco, ni conducir un automóvil, ni votar en las elecciones, ni salir del país sin el consentimiento de sus padres, ahora según los proyectos legislativos presentados, estaría habilitada por ley para concurrir sola a un centro hospitalario y, y, sin el permiso de sus padres, solicitar que le realicen un aborto. El debate se da en los colegios, en el barrio, y en la calle. Está instalado en los medios de comunicación, y también en los parlamentos de todo el continente. La sociedad toda está siendo observadora de un ping-pong de opiniones y argumentos. Por un lado, que «es un crimen contra la vida»; por otro, que «es un derecho de la mujer». Por un lado, que «se viola el primer Derecho Humano que es el derecho a la vida»; 5

por otro, que «son las mujeres las víctimas». Escuchamos que «es más importante la vida que la libertad»; pero también que «el feto no es una persona». Escuchamos que «no lo maten, y en cambio lo entreguen en adopción», y también escuchamos que «la libertad y los derechos no son asunto de la biología ni de los religiosos». Un debate áspero, pesado, y con miradas que parecieran irreconciliables. ¿Es el aborto un derecho, o es un crimen que debe estar tipificado tipificad o penalmente? ¿Es «una deuda de la democracia», o es un delito que debe seguir manteniendo su condición de tal para tutelar la vida humana desde la concepción, como así lo establece todo el ordenamiento jurídico en la Argentina (y en otros países también)? ¿Debe primar el derecho a elegir que tiene la mujer, o el derecho a la vida que tiene su hijo? Lo cierto es que el Estado le dará mayor o menor protección jurídica al embrión dependiendo de si lo reconoce como persona humana o no. ¿Es una persona? ¿Es una cosa? ¿Es vida humana diferenciada de la madre, o es un conjunto de células que todavía no constituyen una persona, y por lo tanto, un sujeto de derecho? El primer dato incuestionable puesto en claro por la genética es que en el momento de la fertilización, los dos gametos fusionados forman una nueva entidad biológica, el cigoto, que lleva en sí mismo un nuevo proyecto-programa individualizado, una nueva vida individual, y que esta vida no es la del padre ni la de la madre, sino la de una nueva persona, un nuevo ser que se desarrolla por sí mismo. Por otro otro lado, la Biblia habla mucho acerca de la sexualidad, y también acerca del valor de la vida intrauterina. La vida humana se muestra en las páginas de la Biblia como un bien de inapreciable valor. Los niños son contemplados siempre como una bendición, y nunca como un inconveniente. Se consideran como un regalo del cielo, y jamás se ven como un problema que hay que sacarse de encima.

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Frente a esto, y para justificar la despenalización, lo que se hace es destacar la cantidad de muertes maternas producidas por abortos clandestinos. Esta manera de pensar considera que, para bajar las tasas de muerte de mujeres por abortos clandestinos, lo mejor es matar al niño legalmente, con garantías médicas. Por su parte, quienes creen que la vida es el primer derecho humano que un Estado democrático, inclusivo y justo debe respetar, piensan que hay que solucionar aquel problema social con educación, con campañas de prevención, con acompañamiento y sostén a la mujer embarazada, y con otras estrategias similares, pero nunca creando otro problema social, como puede llegar a ser el permitir que las madres puedan poner fin a la vida de sus hijos en forma «legal, segura y gratuita». El aborto nunca es la solución. Está demostrado que las mujeres tienen reacciones muy fuertes luego de un aborto provocado. Reacciones físicas, psicológicas, emocionales, y relacionales. Las reacciones son diferentes para cada mujer, porque la vivencia es muy personal, pero en casi todos los casos es traumática. Entre los síntomas del síndrome post-aborto se incluye dolor y pesar, por un duelo difícil de superar y olvidar. Muchas veces esto viene acompañado de depresión, con un alto sentimiento de culpabilidad. En muchos estudios se ha observado que cuando no hay sentimiento de culpa, se suele dar una tendencia al alcohol o a la drogadicción; en cambio, cuando hay sentimiento de culpabilidad, se suele caer en estados depresivos que se manifiestan en grandes tristezas, llantos, y una visión negativa y pesimista del mundo circundante. Además, cuando el sentimiento de culpa es muy grande, lleva a estados de pánico y autodestrucción. Las iglesias cristianas están junto a las personas y sus problemas todos los días, así que conocen bien la realidad. Es cierto que hay situaciones difíciles y dolorosas, situaciones de violencia, marginalidad y pobreza,

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de falta de formación o de información, y de soledad y abandono. Pero Pero el aborto nunca es la solución. El aborto no es la solución a ningún problema social, familiar o personal. El aborto no va a sanar ninguna herida anterior, anterior, por más traumática y violenta que haya sido. El aborto únicamente agregará agregará más drama y más dolor al ya vivido. Por otra otra parte, como Iglesia también es nuestro deber anunciar la buena noticia de que Dios nos ama y desea perdonar todos nuestros pecados. ¿Puede Dios realmente perdonar un acto así? Claro que sí. Él desea sanar y restaurar todas aquellas malas acciones y/o decisiones que nos han herido y provocado dolor. Por eso, no tenemos necesidad de obsesionarnos con los pecados y errores del pasado. Dios no quiere que vayamos por la vida castigándonos por el aborto ni por cualquier otro mal que hayamos hecho. De hecho, las mujeres rechazadas por la sociedad se acercaron a Jesús y Él les permitió la entrada con compasión y perdón. En Lucas 7:47-50 leemos que Jesús J esús le dijo a una mujer: «Tus pecados ya están perdonados.. perdonados.... Tu fe te ha salvado; vete tranquila.» No hay justificación para el aborto, pero sí puede haber perdón mediante el arrepentimiento, y frente a la gracia y el amor de Dios. No importa lo que hayamos hecho, ningún pecado va más allá del alcance de la gracia de Dios. Él ha visto lo peor de nosotros y aun así nos ama. No hay límites para la gracia del perdón. Muchas mujeres y hombres que pasaron por una experiencia dolorosa y traumática, como lo es el aborto, encontraron paz en su corazón y sanidad en sus recuerdos cuando conocieron a Jesucristo y lo recibieron como el Señor y el Salvador de sus vidas. Cualquier persona puede hacer lo mismo y tener la plena seguridad de recibir una paz que cambiará y transformará todo su interior. Pero volviendo al tema en cuestión, en este libro abordaremos principalmente el problema del aborto destacando de manera conceptual

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el estatuto del embrión y poniendo sobre relieve los principales argumentos que nos llevan a rechazar como inmoral toda práctica abortiva. Este no es un libro académico; sin embargo, todo su contenido está basado en bibliografía proveniente de las distintas disciplinas desde las cuales se analiza el tema. Es un libro para hombres hombres y mujeres de fe; sin embargo, los argumentos presentados para defender la vida desde la concepción no son religiosos, sino fundados sólidamente en las ciencias. Dedico este libro a todos los «compañeros de milicia», frase milicia», frase que usaba recurrentemente el apóstol Pablo para dirigirse a sus colaboradores más directos y a su equipo ministerial. A esa nueva generación de militantes por la vida que defenderán con pasión lo más valioso que Dios nos ha dado: la vida misma.

Gabriel Ballerini @Balleriniok

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Desde que el mundo es mundo, hay muchísimos temas que son ob jeto de debate y de discusiones acaloradas, y que se tratan de evitar en las reuniones familiares o en ciertos ámbitos para procurar la paz y evitar malos momentos. Entre ellos se encuentran el problema del sufrimiento, la pobreza, la libertad, la injusticia social, la política, y el tema de Dios y otras cuestiones religiosas. Hasta hace un tiempo, los embriones no figuraban en esa lista. Existían escasos conocimientos a nivel científico, y además las ideas a nivel moral eran pocas y sencillas, y eran compartidas usualmente por todos. Esta era la situación hasta hace algunas décadas atrás. Sin embargo, en pocos años, la situación cambió notoriamente. Hoy hay una auténtica montaña de estudios, investigaciones, libros, artículos, discusiones, e incluso videos y debates televisivos sobre el tema del embrión y el aborto, y esta montaña no cesa de crecer. A nivel científico y biológico estamos bien lejos de saberlo todo sobre el embrión humano, aunque, comparado con algunos años atrás, sabemos mil veces más. Mientras nos mantenemos en este nivel, los datos son datos, y son datos para todos. Pero en cuanto se comienza a interpretarlos, enseguida nos encontramos con un cuadro desconcertante de posiciones de lo más variadas y afirmaciones que son, no solo diferentes, sino incluso opuestas. 10

 Veamos por ejemplo una pregunta clásica, tal como: «¿Cuándo comienza la vida humana?»

1. Con la fecundación, que es el el momento en que se crea crea la primera célula completa, capaz de desarrollar un nuevo ser humano con características propias que se encuentran presentes en el patrimonio genético de la célula. 2. Otros dirán que no. no. Que Que en la fecundación, fecundación, no. Que la la vida humana comienza más adelante, es decir, alrededor de los 8 o 10 días después de la fecundación, cuando de células sustancialmente iguales comienzan a diferenciarse las que van a constituir al nuevo ser y las que van a formar parte de lo que será la placenta que conectará vitalmente al embrión con su madre. Esto corresponde técnicamente al surgimiento del blastocisto . 3. Otros dirán que no, que que tampoco tampoco la vida comienza en ese momento, sino más adelante. Que comienza en el día 14, cuando el embrión ha anidado bien en las paredes internas del útero y ya no puede ocurrir que se desdoble y origine dos gemelos en vez de un solo individuo. 4. Y otros otros más osados irán irán todavía todavía más adelante, y dirán dirán que que la vida humana comienza en el momento en que aparece el sistema nervioso central, alrededor de la décima semana luego de la fecundación.  Y así la lista puede continuar avanzando desde esta perspectiva gradualista... Pero además, a estas respuestas «clásicas» hay que sumarle un sinfín de Pero respuestas que jamás se nos hubiese ocurrido escuchar, pero que han sido presentadas en los debates legislativos en varios países de América 11

Latina para pretender despenalizar o legalizar el aborto. Son respuestas como: «No es cierto que la unión del óvulo y el espermatozoide dé inicio a la vida humana, sino que el inicio de la vida es una construcción social». ¡Es sorprendente encontrar en esta respuesta semejante grado de alienación de la realidad científica, sometiendo el status del embrión al concepto de una «construcción social»! Pero vale advertir que si la cultura de esa sociedad se pone de acuerdo y determina que el embrión humano no es humano, pues entonces desde esa construcción se anula absolutamente su status ontológico, biológico, ético  Y cuando aún estamos tratando de reponern reponernos os de semejantes falacias enunciadas por quienes defienden las posturas abortistas, de repente escuchamos otra respuesta aún más extrema: «El embrión no es vida humana; es una larva, porque no tiene conciencia ni voluntad.» Siguiendo esta línea de pensamiento, podríamos preguntarnos entonces por aquellos ya nacidos, que por alguna afección o patología no tienen conciencia y voluntad... ¿Perdieron entonces su condición humana? ¿Dónde está la racionalidad en este pensamiento? ¡Es curioso ver en este tiempo cómo las izquierdas, el progresismo progresismo abortista y el feminismo radical, niegan la realidad natural para impulsar la despenalización del aborto y defender el derecho de la mujer a matar a su hijo en su interior, basando sus argumentos en un fundamentalismo ideológico totalmente alienado del conocimiento racional y de los postulados científicos! Pero aquí no termina el problema. Si se pasa a otros planos -filosófico, ético, o jurídico- nos encontramos nuevamente en medio de una intrincada serie de posiciones antagónicas. El debate se torna difícil porque los términos centrales que se utilizan, por ejemplo «persona», «sujeto», o «derechos», pueden tomar significados muy diferentes, lo que aporta dificultades añadidas cuando se quiere comparar críticamente las diferentes posiciones. 12

 Y para peor peor,, el marco del debate alrededor del aborto es muy hostil, porque cuando los argumentos argumentos defendidos se ven amenazados, se apela al recurso de la descalificación del oponente y entonces la discusión ya no se centra en el tema en cuestión. Pero volvamos un paso más atrás. ¿Cómo fue que de repente se produPero  jo esta impresionan impresionante te explosión de estudios estudios y debates sobre sobre un terreno que hasta ayer mismo era tranquilo y pacífico? No es difícil pensar en algunas de las causas, que son conocidas por todos, y que hasta hace poco eran imposibles de imaginar... imaginar... EL primer hito que resulta obligado mencionar es la fecundación in vitro . Es decir, el haber conseguido realizar, fuera del cuerpo de una mujer, la penetración de una célula germinal masculina en una femenina, y las sucesivas multiplicaciones de esta nueva célula, en lo que es el inicio de un nuevo organismo humano. Es decir, por primera vez se logró que la fecundación se produjera en un tubo de ensayo, y que el embrión comenzara a desarrollarse desarrollarse fuera del cuerpo de la madre. El término in vitro  es  es un término en latín que significa ‘en cristal’ . Se utiliza este término porque los primeros experimentos biológicos en los que se hacían cultivos de tejidos fuera de los organismos vivos de los cuales procedían, se realizaban en contenedores de cristal, tales como tubos de ensayo, probetas o placas de Petri. En la actualidad, el término in vitro se refiere a cualquier procedimiento biológico que se realiza fuera del organismo en el que tendría lugar normalmente, para distinguirlo de un experimento in vivo  donde  donde el tejido permanece dentro del organismo vivo en el que normalmente se encuentra. Por usos y costumbres, a los bebés concebidos a través de fertilización in vitro  se  se les denominaba bebés probeta , refiriéndose a los contenedores de cristal o plástico denominados probetas, que se utilizaban frecuentemente frecuentemente en los laboratorios de química y biología. Sin embargo, la realidad es

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que normalmente la fecundación «in « in vitro » se realiza en placas planas denominadas placas de Petri, que hoy en día se fabrican en su mayoría en plástico, a pesar de lo cual el nombre «fecundación in vitro » sigue conservándose. Lo cierto es que este suceso marcó un gran avance para el campo de la medicina. La primera fecundación in vitro  (FIV)  (FIV) fue realizada en 1969, y en la información sobre este logro, publicada en la revista «Natu« Nature »,», decían que habían extraído y hecho madurar in vitro  56  56 ovocitos, consiguiendo que 18 fueran fecundados con éxito. Esto revoluci revolucionó onó el campo del conocimiento sobre el tema: por primera vez había acontecido, no una «reproducción «reproducción natural», sino una «producción artificial» de embriones. Los primeros embriones humanos obtenidos en laboratorio. Desde ese momento fue posible para los investigadores disponer de embriones para estudiarlos en sus fases iniciales de desarrollo, algo que durante mucho tiempo se había deseado y soñado, pero que hasta entonces había sido imposible. Por supuesto, este avance tecnológico trajo consigo una serie de interrogantes. El primero de ellos, ético: ¿Hasta dónde era lícito o no seguir con este tipo de investigaciones? Hay un viejo refrán castellano que se refier refieree a la idea de que cualquier situación problemática puede siempre agravarse más todavía. Y el dicho dice: «Éramos pocos y parió parió la abuela». abuela». Bueno,  Bueno, este refrán, gracias al avance de la ciencia, hoy es una realidad. Hoy en día la abuela puede, literalmente, parir. Lo que se llama «parto post menopáusico» es posible gracias a una de estas técnicas modernas de reproducción artificial. En julio de 1994 la prensa lanzó la singular noticia de una mujer italiana que había conseguido quedar embarazada mediante fecundación in vitro , y había tenido un bebé a la edad de 64 años. Y con ese bebé, nacieron nuevas preguntas... Por ejemplo, en el caso de esta

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mujer de 64 años, ¿no se estará obligando a ese bebé a crecer con unos padres de edad avanzada que quizás no puedan ayudarlo cuando él todavía lo necesite? Cuando ese niño tenga 10 años, su mamá tendrá 74... si es que vive. Y así, nuevamente, surgen un sinfín de interrogantes éticos sobre la licitud o ilicitud de estas técnicas. Por otra parte, para esta altura ya se había producido otro hecho que tampoco tenía precedentes en la historia de los países cristianos: el aborto. Hasta entonces, el dar muerte intencionalmente, no a embriones precoces, sino a embriones desarrollados, a fetos, había sido considerado por todos un delito que iba acompañado por severas consecuencias en los códigos penales. Pero, de alguna manera, el aborto fue siendo progresivamente suprimido de la lista de delitos, y comenzó a ser incluido entre los derechos de la mujer o, al menos, fue despenalizado. Nuevamente fue inevitable encontrarse con una cantidad preguntas: ¿No tiene derechos el embrión? Si los tiene, ¿cuáles son? ¿Son válidos para el embrión los mismos derechos ya reconocidos a todos los seres humanos, empezando por los de los niños ya nacidos? Y, yendo más allá: Una vez que es lícito matar al hijo, sea embrión o feto, por el beneficio privado de la mujer gestante, luego, con mayor razón, ¿no debería ser lícito también hacerlo por otros motivos, como por ejemplo cuando su muerte puede ser beneficiosa para muchos, debido a los importantes conocimientos que se pueden obtener de investigaciones científicas con embriones humanos? Estas preguntas se imponen también por la difusión de otros temas derivados de la FIVET (Fecundación (Fecundación in vitro con transfer transferencia encia embrionaria ).). Por ejemplo, el congelamiento de embriones y su s u conservación a la espera de continuar su desarrollo en un útero que los reciba, o de ser recibidos por algún laboratorio de investigación con embriones, o simplemente para ser eliminados. Otro tema es el de la maternidad 15

subrogada o «alquiler de útero», es decir, el transferir ese embrión, no a la mujer dadora de su propio óvulo, sino a otra mujer que preste o alquile su útero, pero que después no será su madre. Otro impulso para cuestionar el estatus del embrión lo proporcionan las nuevas posibilidades de interrumpir con fármacos un embarazo recién comenzado, por ejemplo con «la píldora del día después» , RU-486, DIU, vacunas «antiembarazo», etc. Se trata de productos que a menudo son denominados «anticonceptivos», pero que en realidad no evitan la concepción, sino que son anti-implantatorios y por lo tanto microabortivos , aunque sean comercializa comercializados dos como «contraceptivos». Estos hechos, y muchos otros que ni siquiera hemos mencionado, eran hasta ayer inimaginables, o meros motivos de ciencia ficción. Pero Pero hoy son una realidad científicamente alcanzada, y han situado al embrión como uno de los más grandes temas de interés de la sociedad y de la cultura de nuestro tiempo. Como dijimos al inicio, el embrión es actualmente objeto de estudios, investigaciones, y un sinfín de discusiones de alta intensidad.

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Dentro de la gran cantidad de problemas que se han ido formulando, hay uno que parece situarse como central: definir el estatus del embrión. Para Para solucionar esto, es necesario el aporte de varios campos: las ciencias biológicas, la filosofía, el derecho, la ética y la teología misma. En definitiva, el gran desafío es tratar de llegar a establecer sobre fundamentos sólidos: 1. Quién o qué es el embrión. Esto es el el estatus ontológico del embrión. Lo veremos más adelante entre los Argumentos Filosóficos. 2. Qué deberes se tienen con respecto al embrión. Este es el estatus ético. Lo veremos entre los Argumento Argumentoss Bioéticos. 3. Cuáles de de esos deberes hay que legislar legislar y reglamentar reglamentar,, y si hay que reconocer al embrión y tutelar sus derechos en sentido propio. Este es el estatus jurídico. Lo analizaremos cuando se aborde el tema de los Argumen Argumentos tos Jurídicos. ...Y podrían sumarse muchos puntos de vista más, pero para no complejizar demasiado el tema nos limitaremos a describir estos tres que aparecen como los más importantes. El primer debate que se plantea entonces es: ¿Qué o quién es el embrión, y qué o quién es el feto? Esto nos lleva en seguida a formularnos 17

otra pregunta: ¿Cuándo comienza la vida humana? ¿Y es esta una cuestión que debe ser determinada por la filosofía, por las ciencias biológicas, o por el derecho? Entre uno de los argumentos que más fuertemente se escuchan por parte de los grupos que proponen el aborto, resalta «el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo». Sin embargo, respecto a la autonomía de la mujer para decidir, podríamos preguntarnos, ¿cuáles son sus límites? ¿Puede la madre, u otras personas -incluido el médico- decidir sobre la vida del hijo? Y, finalmente, ¿puede la madre -o el médico- realizar un acto profundamente maleficente con el hijo, como es el aborto, por un motivo que beneficie a la madre? Quizás sean estas las preguntas más importantes que se plantean en todos los debates en torno al aborto, y a ellas trataremos de ir dando respuesta a lo largo de este libro, para finalmente poder responder la pregunta inicial: ¿Qué debemos pensar los cristianos? Peroo comencemos por el principio: ¿Qué es un aborto? Per Cuando hablamos de aborto  nos  nos referimos a la interrupción del desarrollo embrionario antes de que pueda alcanzar la viabilidad, es decir, la capacidad de poder vivir fuera del útero materno. Esta interrupción puede ser espontánea o provocada. En el primer caso, el aborto se produce naturalmente sin que exista el propósito de hacerlo. En el segundo caso, el «aborto provocado» se refiere a la acción intencional de provocar la muerte del embrión en el útero materno.

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Hoy en día existe una variedad de técnicas clínicas y farmacológicas sumamente eficaces para poder llevar a cabo un aborto provocado. Lo que tienen en común es que todas ellas son crueles, porque implican la muerte intencional del hijo intrauterino. Durante el primer trimestre del embarazo se puede mencionar, en primer lugar, lugar, la dilatación y evacuación de la cavidad uterina. Se utilizan, por ejemplo, dilatadores de diámetro creciente que se introduce introducenn bajo anestesia por el cuello del útero. La evacuación de la cavidad uterina se realiza, en el método de Karman, por una potente aspiradora, o bien mediante un legrado. También dentro del primer trimestre se recurre a los procedimientos de «aborto químico», o aborto con medicamentos. En general esta clase de aborto con medicamentos es elegida antes que el aborto quirúrgico, ya que no requiere de anestesia ni tampoco de una intervención quirúrgica. Lo que se hace en este caso es combinar las prostaglandinas (Misoprostol) con la administración de Mifepristona (o RU-486), lo que provoca un gran sangrado con su acción antiprogesterónica, y que termina expulsando al embrión y provocando así su muerte. Durante el segundo trimestre de embarazo se utilizan frecuentemente soluciones hipertónicas, tales como las salinas o las de urea, que 19

provocan el aborto. Este es el método conocido como «envenenamien «envenenamien-to salino». Este método se emplea después de la semana 16, cuando ya existe suficiente líquido amniótico acumulado en el saco que rodea al bebé. Se inserta una aguja grande a través del abdomen de la madre, se extraen de 50 a 250 ml (algo así como una taza) de líquido amniótico, y se reemplaza con una solución de sal concentrada. El bebé respira y traga, se envenena, lucha, y a veces convulsiona. La solución química también causa ca usa ardor, dolor, dolor, y deterioro de la piel del bebé. beb é. Por lo general, después de aproximadamente una hora, el niño muere. Cuando el procedimiento procedimien to tiene éxito, la madre se pone de parto (cerca de 33 a 35 horas después de la instilación) y da a luz a un bebé muerto, quemado y marchito. Alrededor del 97% de las madres que utilizan este método dan a luz a sus bebés muertos dentro de las 72 horas. Con este método, el mecanismo de la muerte es la hipernatremia aguda, o la intoxicación aguda por sal, con el desarrollo de vasodilatación generalizada, edema, congestión, hemorragia, shock y muerte. En la actualidad este método no se utiliza mucho a causa del peligro para la vida de la madre. La solución salina hipertónica puede iniciar una condición en la madre que se llama «coagulopatía de consumo» (coagulación de la sangre descontrolada en todo el cuerpo) con hemorragia severa, así como otros efectos secundarios graves en el sistema nervioso central. También pueden darse convulsiones, coma, o muerte, si la solución salina inadvertidamente se inyecta en el sistema vascular de la mujer. Peroo quizás la parte más inquietante de un aborto salino sea ver el feto Per expulsado, escaldado y rojo a causa de la fuerte solución de sal. Cuando se inyecta la solución salina en el útero, el feto queda sumergido en ella. La solución salina penetra en sus ojos y nariz. El feto «respira» el líquido salado, y se lo traga. Pero Pero además del daño interno, la solución salina es lo suficientemente fuerte como para comer la delgada capa externa del tejido de la piel fetal. La solución salina también viaja de la vía digestiva al torrente sanguíneo del feto, y allí se come las paredes 20

delgadas de los capilares, haciendo que estas estallen. Esta es la razón de la apariencia moteada y moreteada de tantos fetos abortados por soluciones salinas. En otros casos, se recurre a la oxitocina, que produce contractibilidad en la musculatura uterina. Y el aborto se realiza con anestesia epidural epidural,, como si se tratase de un parto a término. Las complicaciones para la madre más frecuentes de este método son s on la excesiva pérdida de sangre y los desgarros cervicales. En los métodos netamente quirúrgicos, hay que citar la dilatación y evacuación de la cavidad uterina que, lógicamente, es más compleja que en el primer trimestre y siempre tiene riesgos para la madre como los desgarros cervicales, el sangrado excesivo, y la permanencia de restos que requieran de un segundo legrado. En algunos casos, se recurre a una histerectomía, que es la extracción completa del útero. Pero volvamos a las causas. Los abortos provocados, es decir aquellos que tienen la intencionalidad primera de terminar con la vida del hijo, suelen distinguirse o agruparse por diversas causales:

Es el que se realiza cuando el embarazo pone en peligro la vida o la salud de la madre. Antes que nada, cabe hacer algunas observaciones sobre este tema tan especial. Primero, hay que señalar que la denominación con el adjetivo «terapéutico» es impropia, porque en realidad no se trata de una terapia. Para Para que algo sea «terapéutico» « terapéutico» se debe dar una intervención médico-quirúrgica que busque curar, o bien eliminar la parte «enferma» del cuerpo. En este caso, en cambio, no se trata de actuar sobre una enfermedad, sino más bien se piensa en la eliminación del hijo (sano) para evitar que se agrave la salud o aumente el peligro sobre la vida de la madre. El paso no es desde la acción terapéutica sobre la enfermedad para alcanzar la salud, sino que más bien 21

se configura una acción sobre lo que está sano (el hijo) para prevenir una enfermedad o un riesgo de muerte en la madre. En este mismo sentido, dada la ambigüedad del concepto de salud formulado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) -que se relaciona con el bienestar físico, psíquico y social de la persona- es frecuente relacionar relacionar el concepto de «aborto terapéutico» con la «salud psíquica» de la embarazada. Lamentablemente, como esta definición es tan ambigua, basta esgrimir cualquier causal «psicológica» o «social», por más superflua que sea, de parte de la gestante, como para intentar  justificar con ello el aborto, haciéndolo haciéndolo pasar por «terapéutico». «terapéutico». En realidad, no existe el concepto de «aborto terapéutico». Tal como se aclaró más arriba, «terapéutico» es cualquier procedimiento que conduce a recuperar la salud perdida por una enfermedad. El concebir un hijo nunca es una enfermedad, ni para la madre ni para el hijo. Y el aborto tampoco es, en estos casos, un procedimiento que procure la salud, ni de la madre, ni del hijo que es abortado por este medio. Por el contrario, cuando una madre se encuentra gravemente enferma durante su embarazo, y los procedimientos médicos tienen por única finalidad su salud, la eventual muerte del niño al realizar estos procedimientos no se trata de un aborto directamente procurado, procurado, porque no se tenía la intención de eliminarlo. No hay que confundir, entonces, el «aborto terapéutico» con el aborto indirecto, que es el aborto que se puede producir cuando se lleva a cabo una terapia necesaria con la madre, y que produce como «efecto secundario» la muerte del feto. Un caso concreto es el del embarazo ectópico (que es un embarazo en el que el óvulo fertilizado se implanta fuera del útero), pero también hay otros casos, como por ejemplo el de las terapias contra un cáncer materno. La forma más clara de distinguir entre un aborto terapéutico y un aborto que se produce indirectamente se da cuando nos preguntamos cuál es la intención primera de lo que se s e hace. Si la intención es 22

acabar con la vida del feto, sea s ea por el motivo que sea, estamos ante un aborto terapéutico. Si lo que se está haciendo es una terapia de curación de la madre, el aborto que puede producirse es un aborto indirecto. Y aunque es cierto que siguen existiendo embarazos que exigen un especial seguimiento y son motivo de preocupación para el personal sanitario, también es cierto que la llamada indicación terapéutica ha disminuido notoriamente en los últimos años como consecuencia del avance de la medicina. Si tuviéramos que arribar a una conclusión de conformidad con una posición ética objetiva, podríamos decir que es deber del médico sostener la vida, tanto de la madre como del niño, y proporcionar todos los medios terapéuticos posibles para que ambos se salven. Entre esos medios, no puede ser una opción el dar muerte directamente a uno de los dos, ya que no es ni un acto médico ni un acto ético. La vida humana puede enfermarse y deteriorarse, y de hecho esto sucede por varias y múltiples causas, pero la vida inocente no puede ser suprimida s uprimida directamente por ninguna razón, al ser de un valor trascendente sin igual. Cuando se admiten derogaciones a este principio y se insinúan valoraciones del tipo de «vida sin valor», «valor subordinado», o «vida no plenamente humana», se está abriendo la puerta a la eutanasia y a cualquier otro procedimiento procedimiento para acabar con vidas inocentes.

Es el término que se usaba para referirse a las interrupciones del embarazo cuando se puede predecir con cierta probabilidad o con certeza que el feto nacerá con alguna malformación, defecto o enfermedad. Los avances en la embriología y la fetología, como así también en las técnicas de diagnóstico prenatal, permiten hoy predecir, con diversos márgenes de probabilidad, la presencia de un número importante de enfermedades congénitas o genéticas. Sin embargo, ya no se usa el término «eugenésico» básicamente por dos razones: una, porque evoca 23

una ideología racista con la que de ningún modo se quiere ser comparado; y otra, porque de hecho este tipo de «indicación» para el aborto se remite al «aborto terapéutico», en cuanto que la presencia del feto afectado por malformaciones o defectos implica una «amenaza» para la salud psíquica y el equilibrio social de la familia. En realidad, se procede a este tipo de aborto, a menudo incluso con autorización legal, para impedir el nacimiento de hijos discapacitados o con alguna enfermedad hereditaria, a fin de impedir, según se dice, que estos sujetos inicien una vida «no humana», y para evitar una carga extra para la familia, el seguro social y la sociedad en general. Es con esta finalidad que se emplean cada vez más las técnicas del diagnóstico prenatal, para poder abortar con certeza a aquellos hijos que vendrían con alguna malformación congénita o genética. Sin embargo, desde el punto de vista ético, la presencia de una malformación o de una discapacidad no menoscaba la realidad ontológica del ser que va a nacer. Por el contrario, la presencia de una discapacidad en un sujeto humano requiere con más razón, en nombre de la civilidad y la inclusión, de una mayor protección y ayuda. Una sociedad se debería distinguir por su capacidad de ayudar a los débiles y a los enfermos, y no por su arrogancia al provocarles una muerte violenta, precoz e injusta.

Es el provocado cuando el embarazo resulta consecuencia de una acción violenta delictiva, como en los casos de incesto o violación. Es decir, cuando el embarazo ha tenido origen en un acto no voluntario de la mujer; involuntariedad que puede haberse manifestado en que la resistencia de la mujer al acto sexual fuera vencida con violencia, y lesionando su dignidad.

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Es el aborto realizado por consideraciones sobre la situación psicológica, familiar, económica o social de la mujer. Los argumentos dentro de esta categoría pueden ser tan amplios, que cuando hay una intencionalidad previa para ponerle fin a la vida del hijo, cualquier causal puede quedar incluida en esta variante. Indiscutiblemente aquí se sitúa la gran mayoría de los abortos realizados en el mundo, tanto en los países donde esa práctica está despenalizada, como en aquellos en donde tiene consecuencias penales.

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 Varios países del mundo han despenalizado ya la práctica del aborto. Se trata de políticas de despenalización que no significan que el aborto sea legal, diferenciación que es muy importante remarcar. Que el aborto esté despenalizado no significa que sea legal; significa que en ese país el aborto es ilegal, pero que no hay condena penal para quienes lo practiquen. Otorgarle al aborto el rango de práctica «legal» implicaría, como consecuencia, el reconocimiento de que se trata de un derecho de la mujer. Y si es reconocido como un derecho, entonces el Estado estaría obligado a subsidiarlo. Por el contrario, en los casos de despenalización, lo que sucede es que el Estado no protege la vida no nacida; es decir, que no hay sanciones penales sobre las personas que realizan un aborto. En el caso de que existan en un país políticas despenalizadoras en las que la práctica del aborto sea costeada con fondos públicos, estamos ante una situación probable y próxima a la verdadera legalización. Siempre es necesario tener en cuenta que el embrión es vida humana, y que, en consecuencia, es una persona en desarrollo que, por eso, merece el respeto que le se debe a cualquier persona adulta. Sin embargo, el aborto intencionado es una triste realidad, y una realidad en aumento. Sobran los argumentos científicos, filosóficos, antropológicos y éticos para probar la ilicitud de tal acto, pero no obstante los movimientos 26

abortistas en el mundo entero no cesan su militancia para instaurarlo como si fuera un derecho de la mujer el decidir la interrupción de su embarazo. Pero antes de definir una postura, repasemos lo que sabemos hasta aquí:

A los tres meses el bebé ya está formado. De aquí en adelante, solo tiene que crecer. Pero hay madres que consultan a abortistas para ver cómo ponerle fin a su vida. Hay que tener muy claro que aquí el aborto no es la interrupción de un embarazo, sino la muerte intencional y provocada del hijo en el interior del útero de su madre.

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¿Y cuáles son los métodos más utilizados para matar al hijo dentro de su propia madre? Hay varias formas de hacerlo. Todas son crueles e inhumanas. Y sea cual sea el método, de cualquier forma que se haga, el embrión o feto sufrirá.

Se trata de una cirugía con anestesia local, que se puede realizar desde las primeras tres semanas de embarazo hasta la semana 12. El procedimiento consiste en dilatar el cuello del útero para introducir en él una cánula flexible y aspirar al feto para luego desecharlo. El embrión es extraído en pedacitos. Tal como lo hace una aspiradora al recoger la suciedad.

El médico abortista sencillamente dividirá al bebé en pedazos dentro de la madre, y lo irá sacando de a pedazos, armando su cuerpo desmembrado 28

y decapitado en el exterior para asegurarse de que están todas las piezas completas y evitar así una septicemia en la madre.

El médico abortista extraerá al bebé a través de una cirugía de abdomen, como si fuera una cesárea. La muerte del niño ya nacido se produce después de extraído. En ocasiones es utilizado para experimentos, o es abandonado en bolsas de basura rojas que se utilizan para los restos orgánicos o desechos patológicos.

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Se inyecta una solución salina en la bolsa amniótica. El bebé muere envenenado y quemado como consecuencia de la ingesta de sal, que provoca también el parto natural en la madre, pero en este caso será de un bebé muerto. Es duro tener que describir la realidad con las palabras con las que lo hemos hecho, e ilustrar los métodos que hemos mencionado. Pero debe quedar claro conceptualmente lo que implica realizar un aborto. Un aborto provocado, sea en la etapa gestacional que sea, implica la muerte intencional de la vida del hijo. Muchas mujeres que adhieren al feminismo abortista reclaman la legalización del aborto resaltando «su derecho a elegir sobre su propio cuerpo». ¡El tema en cuestión es que el hijo que llevan en su interior no es parte del cuerpo de la madre! Se trata de un cuerpo totalmente diferenciado, con autonomía genómica, y con un proyecto de vida propio. Ninguna persona tiene derecho a decidir sobre la vida (o la muerte) de otra, o estaríamos legalizando el derecho a matar. Y el derecho por excelencia debe ser el derecho a la vida.

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Pareciera redundante Pareciera redundante en pleno siglo XXI tener que afirmar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. A esta altura del avance y desarrollo de la ciencia, este dato es harto conocido. Estar hoy debatiendo sobre cuándo comienza la vida humana, es como estar discutiendo si la Tierra es redonda o no. Ya sabemos que la Tierra es redonda, y también sabemos cuándo comienza la vida humana. Eso lo ha determinado la ciencia. Por eso, es necesario destacar que es falso el argumento de que «el inicio de la vida humana corresponde a una construcción social». No todo es construcción social. Hay una realidad biológica delante de nuestros ojos que no se puede negar. Es falso que «los científicos no se ponen de acuerdo acerca de cuándo comienza la vida humana». Ningún científico bien informado podrá negar que la vida humana comienza en la fecundación. Es en el momento de la fusión nuclear de los dos gametos donde se forma una nueva entidad biológica, que lleva en sí misma un nuevo proyecto-programa individualizado, y un nuevo ADN, que no es el del padre ni el de la madre, sino el de una nueva persona, un nuevo ser con autonomía genómica, que se desarrolla por sí mismo. La ideología favorable al aborto trata de instalar la idea de que solo existe una persona cuando una mujer está embarazada, negando la 31

realidad y el dato duro de la ciencia que afirma que hay dos. Mientras tanto, los grupos abortistas siguen preguntándose cuándo comienza la vida humana. Y, más o menos, seguir realizando esta pregunta cuando ya se tiene la respuesta es como estar discutiendo si la Tierra es redonda...

Los avances científicos le han permitido a la embriología poder afirmar que la vida humana comienza en el instante de la fecundación. Cuando las células germinales masculina y femenina, el espermatozoide y el óvulo, fusionan sus núcleos, automáticamente dan origen a una nueva vida humana, un nuevo organismo, llamado cigoto, que tiene las siguientes características:

Al fusionarse los núcleos del óvulo y el espermatozoide, estamos ante un nuevo ser vivo que tiene una información genética que no se ha dado ni se dará nunca más. En sus genes están inscritas todas las características biológicas que tendrá este nuevo ser, como el color de ojos, o la forma de su nariz, entre miles de otras cosas. Recoge parte de la información de sus padres, y así se pueden rastrear las enfermedades de carácter hereditario, pero toda esa información se ha reconfigurado reconfigurado en una expresión nueva. El embrión es un ser humano biológicamente único e irrepetible.

El embrión es un ser vivo con individualid individualidad ad biológica y autonomía genómica. Su ADN es el que aporta la organización vital necesaria de forma tal que se produzcan de una manera armónica las sucesivas fases en esa novedad biológica, como demostraron los Dres. Edgard Lewis, Christiane Nüsslein y Eric Wieschaus que recibieron el Premio Nobel 32

de Medicina en 1995 por su descubrimiento del «control genético del desarrollo temprano del embrión».

No existe ningún salto cualitativo desde la fecundación hasta la muerte. Se dan múltiples cambios accidentales, de crecimiento, de tamaño, peso y forma, pero ninguno de esos cambios implica cambio de sustancia. De ninguna manera puede decirse que en un momento es una determinada sustancia y, más adelante, otra diferente. Todo el desarrollo es continuo y está previsto en el genoma. Teniendo en cuenta las diferentes etapas de crecimiento, todas ellas son las etapas de un mismo organismo en un ciclo vital de continuidad.

Desde el punto de vista biológico, todo el desarrollo del embrión sucede desde el principio hasta el fin de manera autónoma. La información para dirigir los procesos de la evolución temprana del embrión y de su implantación en el útero de la madre viene del embrión mismo, de su genoma. Desde el inicio, es el embrión el que le pide a la madre lo que necesita, estableciéndose un «diálogo químico» con ella. Es cierto que esa autonomía no es absoluta, que es a la vez dependiente biológicamente de su madre, porque toma de ella su soporte vital, alimentación y respiración. Pero el embrión durante todo el embarazo es dependiente de su madre en el mismo sentido en que el niño ya nacido lo es después de nacer, y hasta alcanzar su pleno desarrollo biológico.

Todo ser vivo pertenece a una especie. Y se puede conocer la especie del nuevo ser aun antes de que se haya expresado, antes de que la existencia sea reconocible. Si analizamos el cariotipo del embrión, vemos que desde el primer momento de su desarrollo pertenece a la especie 33

humana. No puede pertenecer a otra especie; tiene una individualiz individualizaación y una especificidad hereditarias. En conclusión, con el análisis de todos estos datos biológicos disponibles en la actualidad, podemos apoyar cada vez con más fuerza la convicción de que existe un nuevo ser vivo, de la especie humana, desde el mismo momento en que se produce la fecundación; por lo tanto, estamos ante un embrión humano de una sola célula, el cigoto, que es un nuevo ser vivo, una nueva persona humana, individual, completa ontológicamente, en tanto que es sujeto humano en acto, y no solo en potencia, que permanecerá individual e inalterado en su estructura e structura genética a lo largo de toda su existencia, sea esta corta o larga, y que los únicos cambios que tendrá son morfológicos morfológicos,, de crecimiento, y en consecuencia con el desarrollo natural de su ciclo vital, que continuará del mismo modo aun después de su nacimiento. De más está decir que la reflexión ética sobre s obre nuestros deberes y derechos para con este nuevo ser debe hacerse a la luz de todos estos datos. Para resumir todos los elementos técnicos que acabo de describir, quisiera esquematizar en forma muy sencilla el crecimiento y desarrollo embrionario dentro del primer trimestre del embarazo:

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La fecundación, el encuentro entre entre el espermatozoide y el óvulo, se da en el tercio distal de la trompa de Falopio. El ovocito fecundado permanece en la trompa entre dos y cinco días, a medida que la recorre para llegar hasta el útero. Casi al séptimo día, la célula huevo, o cigoto, se implanta en el útero de la madre.

La nueva vida, el embrión ya enterrado en el endometrio uterino, comienza a recibir alimento materno. Comienzan a diferenciarse y especializarse las células que darán origen a los distintos tejidos del cuerpo.

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Están en formación los ojos, la columna vertebral, el cerebro, los pulmones, el estómago, el hígado, y los riñones. ¡Y el corazón comienza a latir!

Comienza una fase de crecimiento durante la cual se van a esbozar todos los órganos, sistemas y aparatos del futuro organismo organismo adulto. La cabeza está en formación. El cráneo ya está completo. La espina dorsal también está completa. Los brazos y las piernas se están formando. El corazón está palpitando.

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El tórax y el abdomen se han formado separadamente. Los ojos ya tienen retina y visión. Los oídos ya se han formado. Los brazos y las piernas están completos, inclusive con dedos en las manos y en los pies.

Todos los órganos están ya presentes. La cabeza está completa. La cara, la boca y la lengua ya están formadas. El cerebro está completo. El bebé responde a las cosquillas. Al segundo mes se le conoce propiamente como «período embrionario», y se caracteriza por la formación de tejidos y órganos. De allí el nombre «organogén «organogénesis». esis».

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El bebé ya tiene todos los dedos de las manos y de los pies, inclusive sus huellas digitales, las cuales seguirán siendo las mismas y le acompañarán por el resto de su vida.

Todos los sistemas del cuerpo están ya en funcionamiento. Los nervios y los músculos están sincroni s incronizados. zados. Los brazos y las piernas se mueven. Las uñas comienzan a aparecer aparecer.. El bebé ya posee un peso considerable, y mide unos 9 cm.  Ya a partir partir del tercer mes el embrión toma el nombre nombre de «feto». Pierde Pierde la apariencia asexuada y presenta nítidamente su condición masculina o femenina.

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El tercer trimestre -aproximadamente después de la semana 25- marca el principio de la viabilidad, lo que quiere decir que el feto podría llegar a sobrevivir fuera del útero de ocurrir un parto prematuro, ya sea parto normal o cesárea. Esto es así porque a partir de este momento los pulmones fetales se encuentran casi totalmente formados; solo les falta madurar. Sin embargo, los notorios avances en los cuidados neonatales de bebés prematuros prematur os extremos están modificando cada vez más los límites de la viabilidad hacia edades progresivamente progresivamente más bajas. De hecho, los límites de la viabilidad fueron disminuyendo en las últimas décadas, de la semana 28 hace unos treinta años, se pasó a la 26, luego a la 24, y actualmente estos límites se encuentran en la semana 22. A medida que esos cambios ocurrían, la mortalidad y morbilidad en bebés prematuros disminuía progresivamente, progresivamente, ocasionando nuevas y complejas situaciones, no solo a los médicos, sino también a los padres y las familias. Sin embargo, a pesar de que hoy hay más tecnología y grandes avances médicos que permiten reducir la mortalidad infantil, también hay en la sociedad una creciente pérdida de valores que conlleva el desprecio por la vida en general, y, en particular, por la del no nacido.

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Hasta hace unos años atrás, nadie hablaba de bioética. De hecho, el primero en usar el término fue un pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán llamado Fritz Jahr, quien en 1927 publicó por primera vez Bio-Ethik , un artículo sobre la relación ética del ser humano con las plantas y los animales. Más adelante, en 1970, el bioquímico estadounidense dedicado a la oncología Van Rensselaer Potter usó el término bio-ethics  en  en un sentido más amplio y específico. La bioética es la rama de la ética dedicada a proveer los principios para la conducta más apropiada del ser humano con respecto a la vida, tanto de la vida humana como del resto de seres vivos. Recordemos que la ética o filosofía moral es la rama de la filosofía que estudia lo correcto o equivocado del comportamiento humano, la moral, la virtud, el deber y el buen vivir. Específicamente, la bioética es la ciencia que estudia los comportamientos humanos en el campo de la biología y de la medicina a la luz de la ética y de la razón.

La afirmación sobre el derecho a la vida del no-nacido se fundamenta en una reflexión sobre los datos científicos acerca del valor humano del nuevo ser: su carácter biológico humano, la continuidad del 40

proceso de desarrollo embrionario, el ser llamado a la vida en un contexto humano. Sin embargo, en toda discusión ética sobre el aborto se formula una pregunta fundamental: ¿cuándo comienza la vida humana?, o ¿desde cuándo existe un ser humano o una persona humana? Esta cuestión es básica en el debate ético sobre la interrupción del embarazo, y las principales opiniones sobre este punto pueden resumirse en el siguiente cuadro: COMIENZO DEL DERECHO A LA VIDA

FASE EMBRIONARIA

DÍA O MES

1. FECUNDACIÓN

CIGOTO

PRIMER DÍA

2. NIDACIÓN

BLASTOCISTO

14 DÍAS

3. FIN DE LA ORGANOGÉNESIS

FETO

2 MESES

4. VIABILIDAD

BEBÉ PREMATURO

21 SEMANAS

5. NACIMIENTO

RECIÉN NACIDO

9 MESES

6. CRITERIOS RELACIONALES

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El gran tema en discusión es a partir de qué momento comienza el derecho a la vida. Algunos proponen que el derecho a la vida debe comenzar en la fecundación; otros, en cambio, irán hasta el día 14 y propondrán el comienzo del derecho a la vida en el momento de la nidación. Otros irán más allá, y propondrán el momento en el que todos los órganos están ya desarrollados. Algunos llevarán el tema al momento de la viabilidad fetal. Y los más extremos dirán que solo el niño nacido es sujeto de derecho, y que en los casos anteriores la interrupción del embarazo sería una opción válida. He aquí los argumentos en que se basa cada una de las posturas citadas:

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La posición oficial de la Iglesia Católica Romana y de la gran mayoría de las iglesias evangélicas afirma que el derecho a la vida del nuevo ser arranca desde el momento de la fecundación, es decir, desde el momento en que se constituye la realidad biológica del cigoto o célula huevo, resultante de la fusión del óvulo y del espermatozoide. Es importante destacar que el proceso de la fecundación no es un hecho puntual e instantáneo, sino que dura bastantes horas. De acuerdo a esta posición, la fecundación constituye un salto cualitativo en relación a las células germinales precedentes antes de esta fusión. El cigoto resultante tiene un estatuto ético comparable al del recién nacido por las siguientes razones: a) Es una realidad biológica humana: aunque su apariencia externa sea similar al cigoto de otras especies animales, sin embargo tiene un ADN humano, y esa tremenda razón la hace una célula humana y solamente humana. b) En la información genética existente en el cigoto se «prefigura» el individuo humano que se va a desarrollar a partir de esa célula huevo. Los factores que actúan durante el desarrollo embrionario van a jugar un papel muy importante en el troquelado del nuevo ser,, pero indiscutiblemente cada ser humano -con excepción de los ser gemelos monocigóticos- es único e irrepetible en la historia de la humanidad, y su singularidad e irrepetibilidad están ya presentes en ese cigoto del cual tuvo origen su ulterior desarrollo. c) En el debate por el aborto aborto se ha afirmado afirmado con frecuencia que el embrión o el feto son una parte del cuerpo de la madre, de la que esta, por tanto, puede disponer como de un apéndice. (Desde esta cosmovisión, el derecho a la vida que tiene el hijo engendrado y no nacido aún, queda subordinado al derecho de la madre a elegir y disponer sobre su propio cuerpo.) Esta afirmación es, con toda 42

claridad, falsa. El nuevo ser, su hijo, no es parte del cuerpo de la madre sino una realidad biológicamente distinta, que desde el principio comienza a dirigir su propio proceso de desarrollo, sintetizando sus propias proteínas y enzimas, que son distintas a las de la madre. El nuevo ser es, durante el desarrollo embrionario, sumamente dependiente del cuerpo de la madre, claro, pero es al mismo tiempo genómicamente autónomo, ya que dirige su propio proceso de desarrollo. La dependencia con el cuerpo de la madre es de soporte vital, ya que el hijo tomará de la madre oxígeno y alimentación, pero su autonomía genómica lo hace un ser completamente diferenciado. Utilizando una metáfora, podríamos decir que el nuevo ser es «arquitecto» de sí mismo, ya que organiza, mediante la síntesis de sus propias proteínas, su propio proceso de construcción. La madre le da albergue, le proporciona el alimento necesario, pero es el nuevo ser el que, desde su misma constitución, dirige su propio desarrollo. d) Finalmente, cabe destacar la continuidad del proceso de desarrollo embrionario que se establece desde el momento de la fecundación. Este proceso evidencia el mismo carácter de continuidad inherente inheren te a todos los procesos vitales. A los ojos de la embriología, el desarrollo embrionario aparece como un proceso continuo, en el que progresivamente se van actualizando, de forma gradual y continuada, todas las potencialidades ya presentes en el cigoto. Cualquier intento de marcar fronteras dentro de ese desarrollo, fronteras fronter as que delimiten una fase «subhumana» de otra «plenamen« plenamente humana», resultaría completamente artificial, ya que el proceso de desarrollo embrionario -una vez que se ha producido el salto desde las células germinales hasta la constitución del cigoto- se da de manera continuada. 43

En este sentido podemos citar la autorizada opinión del profesor Lejeune, considerado como el padre de la genética moderna, quien fuera Doctor en Medicina y en Ciencias, Profesor de Genética Fundamental, y Jefe del Departamento de Citogenética del Hospital Enfants Malades de París, y fue quien descubrió, entre otras cosas, la trisomía del cromosoma 21 que da origen al síndrome de Down. Él afirmaba que la palabra «pre-embrión» no existía, y que no era necesario (ni posible) instaurar una subdivisión denominada «pre-embrión» porque no hay nada anterior al embrión; en el estadio precedente al embrión no hay más que un espermatozoide y un óvulo. Y esa entidad se convierte en un cigoto; y cuando el cigoto se divide, se convierte en embrión. Cuando existe la primera célula, todo -absolutamente todo- lo que le permitirá evolucionar hacia el individuo ya se encuentra en su lugar. Tal y como hemos mencionado anteriormente, cuando un espermatozoide fecunda al óvulo, produce la célula más especializada del mundo; ¡especializada para hacer un trabajo para el cual ninguna otra célula tendrá jamás las instrucciones durante toda la vida del individuo que acaba de crearse! Desde su concepción, un ser humano es un ser humano.

La fecundación se da en el tercio superior de las trompas de Falopio, y a partir de allí el nuevo ser comienza a avanzar por la trompa en un proceso que dura aproximadamente tres o cuatro días, hasta que finalmente ingresa en el útero, en cuyo interior quedará libre durante dos o tres días más. Aproximadamente una semana después de la fecundación, en la fase biológica de blastocisto, el huevo comienza a emitir unas pequeñas raicillas con las que anida o se implanta en el endometrio, que es la capa interna del útero, en el que continuará su

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ulterior proceso de desarrollo. El proceso de nidación finaliza 12 o 13 días después de la fecundación. Hay autores que dan una especial relevancia a la nidación como momento significativo en el desarrollo embrionario, especialmente por las siguientes razones: a) Hasta que finaliza el proceso proceso de nidación nidación se mantiene mantiene abierta la posibilidad de división del nuevo ser s er,, dando origen a gemelos monocigóticos idénticos. En sentido contrario, se puede dar también el quimerismo , es decir, la fusión de dos embriones, que pueden ser incluso de distinto sexo, en un único embrión. Por tanto, hasta que finaliza el proceso de implantación, el nuevo ser no es «ni único, ni uno», ya que puede dividirse en dos o más y, en el sentido contrario, dos embriones pueden fundirse en uno solo. Esto significa que algo tan característico del ser humano como es su individualidad, el ser él y no otro, no está definitivamente determinado hasta aproximadamente aproximadam ente dos semanas s emanas después de la fecundación. b) Toda una serie serie de investigaciones surgidas en los los últimos años a partir de la experiencia con la fecundación in vitro , llegan a la conclusión de que es muy elevado el número de abortos espontáneos antes de la finalización de la nidación, de tal forma que en torno al 70% de los óvulos fecundados no llegan a implantarse. Más aún, se ha constatado que un número muy importante de abortos espontáneos se da en embriones cromosómicamente anómalos que, de continuar su desarrollo, estarían destinados a dar origen a un niño con graves anomalías. Esto pareciera significar que la nidación funciona como una especie de «filtro natural», a través del cual se «corrigen» los frecuentes «errores» que acontecen en el proceso de fecundación y que, de esta forma, se evita un incremento incremen to en los nacimientos de niños con malformaciones.

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c) Otros autores le dan un especial interés al tema de la nidación por el hecho de que la frontera de los 14 días coincide también con la constitución de la línea primitiva, el primer esbozo del sistema nervioso.

El proceso de desarrollo embrionario es sumamente rápido. En el primer mes de desarrollo se ponen los «cimientos» del niño que va a nacer: ya tiene forma alargada, se ha formado el apéndice cefálico, que va a dar lugar a la cabeza, y comienzan a surgir los esbozos de los ojos, el corazón, el hígado, y la columna vertebral... Al finalizar el segundo mes, y a pesar de que este nuevo ser tan solo mide unos 35 mm y pesa unos 13 gramos, el aspecto externo es ya claramente humano, aunque lógicamente menos acabado que el del recién nacido. Tiene ya constituida la cabeza con sus ojos, nariz, y boca, se han formado las extremidades, incluso con el detalle de las huellas dactilares, y se han constituido la mayoría de los órganos internos que, en algunos casos, ya son funcionales. Precisamente para marcar esta apariencia humana y para indicar que, fundamentalmente, ha finalizado el proceso de constitución de los órganos humanos, la medicina deja de hablar de embrión y comienza a referirse al nuevo ser como feto . A partir de este momento, los siete meses restantes del desarrollo embrionario van a significar un proceso de maduración maduración,, y de crecimiento en tamaño y peso, pero ya no van a añadir nada sustantivo a esa realidad que se ha formado al finalizar los dos primeros meses. Algunos autores subrayan el valor antropológico de este momento, donde hay un ser cuya apariencia es ya humana, y en el que están constituidos los órganos característicos del individuo humano. La calidad y el estatuto humanos del nuevo ser parecen imponerse con especial fuerza a la sensibilidad cuando se constata una apariencia claramente humana. 46

Cabe destacar que en esta etapa se da el comienzo de la actividad eléctrica del cerebro del nuevo ser. Generalmente Generalmente a este indicador se lo relaciona con el inicio de la existencia de un nuevo ser, ser, así como con el final de la vida. Entre los criterios diagnósticos de muerte, se ha dado un valor especial a la falta de actividad eléctrica cerebral, constatada a través de un electroencefalograma (EEG) plano. De ahí que algunos de los que están a favor del aborto recurran al mismo criterio para «diagnosticar» el comienzo de la existencia humana.

Es la capacidad del nuevo ser para poder vivir fuera del útero, aunque sea con una especial intervención médica y con cuidados intensivos neonatológicos. En el campo de la perinatología se ha dado un espectacular desarrollo en los últimos treinta años, de tal forma que hoy resulta posible contribuir a la viabilidad de niños prematuros que no lo eran hasta hace poco. Cuando el feto es viable, es posible la ruptura de esa relación de dependencia radical con su madre. Ya no se requiere el cuerpo de su mamá para que el feto pueda alimentarse o respirar. Esta nueva situación, el hecho de que el nuevo ser pueda vivir fuera del útero materno, y que de una forma incipiente se manifieste como un «ser social», le confiere un estatuto plenamente diferente y un derecho a la vida indiscutiblemente equiparable al del recién nacido después de una gestación completa.

Esta era la postura del Derecho Romano , según el cual el nuevo ser tenía «derecho a la vida» a partir del momento de su nacimiento.

Existe un grupo de autores que aporta una una argumentación diferente a esta discusión. Parten de una crítica básica a los planteamientos 47

que fueron enumerados, los que, en su mayoría, intentan delimitar la realidad humana del nuevo ser basándose en criterios estrictamente biológicos (fecundación, nidación, EEG, etc.). Desde esta postura alternativa, se considera que el ser humano es más que sus estructuras biológicas y que, por lo tanto, no puede definirse por la existencia de tales estructuras, ya que sería incurrir -como dicen algunos- en un craso materialismo. Por otro lado, estos autores subrayan la importancia de las relaciones interhumanas para que se realice el proceso de «personalización». Basándose en estos presupuestos, ellos consideran que existe desde el principio «vida humana», pero que esa vida no está aún «plenamente humanizada». Este salto hacia la plena humanización depende de las relaciones que entablen con él las personas que lo rodean, especialmente los padres y la sociedad. Entonces, para delimitar el carácter específicamente humano del nuevo ser, recurren, no a los datos biológicos, sino a los «criterios relacionales», tales como la aceptación, el reconocimiento del nuevo ser como humano, el que haya sido procr procreado eado intencionalmente, intencionalmen te, el que esté destinado a vivir vivir... ... Estos criterios han generado comentarios, dentro del debate por la despenalización del aborto, tales como: «un hijo es un hijo si es deseado», o «un embrión es una persona humana si es querido, o si fue buscado». Vale decir que, desde esta cosmovisión, si una mujer ha quedado embarazada sin haberlo deseado, esto le habilitaría a interrumpir su embarazo por la simple y sencilla razón de que «la voluntad de la madre prima por sobre la existencia y la vida física del hijo». Este planteamiento no concede el derecho a la vida a un ser si no es aceptado por su madre. No le reconoce el carácter humano si no ha sido deseado o no ha sido procreado intencionalmente. Dicho de otra forma, el derecho a la vida no es inherente  al  al nuevo ser sino que queda subordinado subordina do a la voluntad de la madre. 48

Según algunos autores de este grupo, los criterios relacionales tienen su aplicación únicamente al comienzo de la gestación (habilitando así el aborto solo en las primeras semanas del desarrollo embrionario), mientras que otros no especifican límites cronológicos a esta forma de argumentar. Ahora bien, antes de abordar la problemática ética del aborto, es importante delimitar algunas cuestiones previas en relación con los argumentos precedentes. Ante todo hay que subrayar que determinadas preguntas que se realizan en torno a esta discusión pueden carecer de sentido: el embrión, el feto, ¿son vida, ser humano, persona humana? Evidentemente, la respuesta a este interrogante va a depender del contenido que incluyan los conceptos de «vida», «ser humano» o «persona humana», los cuales, como hemos visto, varían según las distintas opiniones existentes. Ningún científico bien informado puede negar que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. El cigoto es, indiscutiblemente, humano. Pero esto no implica (como hemos visto más arriba) que para todo el mundo se trate ya de un pleno ser humano cuya vida tenga que ser respetada absolutamente. En cualquier caso, toda discusión ética que se plantee en relación con el aborto debe tomar, como punto de partida, tres hechos científicamente incuestionables respecto al cigoto: •

se trata de un ser vivo con un ADN diferenciado a sus progenitor progenitores es



es biológicamente humano



posee la capacidad de dar origen a un recién nacido al que le atribuimos el derecho básico a la vida

Esto nos conduce a la pregunta que es central en todo discurso ético sobre la interrupción del embarazo: dado que atribuimos al ya nacido

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un derecho básico y fundamental a la vida, ¿hasta qué grado es este derecho extensible a las etapas previas  al  al nacimiento? Si es extensible, ¿por qué sí?; y en su defecto, ¿por qué no? Plantear esta discusión desde el concepto de «ser» o «persona» humanos, lleva este debate a un terreno de imprecisión, ya que tales conceptos, provenientes del campo de la filosofía, están inevitablemente atravesados por un ingredien ingrediente te de incertidumbr incertidumbree y ambigüedad...

En las discusiones públicas sobre el aborto se suele dar una exagerada importancia a las opiniones expresadas por los biólogos o médicos acerca del comienzo del derecho a la vida en el desarrollo embrionario. Parece Par ece como si existiese una expectativa, aunque no esté normalmente explicitada, de que sean los científicos los que tengan la última palabra para aportar luz ética sobre toda esta discusión. Como si fuesen ellos la máxima autoridad para dilucidar si estamos ante un ser humano o no. Sin embargo, el biólogo o el médico solo nos aportarán datos científicos neutros sobre el embrión o el feto en las diversas etapas de su desarrollo. Luego el hombre especula filosóficamente sobre los datos aportados por la ciencia, sea esta la biología, la embriología o la medicina misma. En efecto, todo discurso ético sobre la problemática del aborto debe tomar, como punto de partida, los aportes multidisciplinarios de la biología, la antropologí antropología, a, la medicina, la filosofía, el bioderecho y la genética, para después de una reflexión ético-filosófica -y, en su caso, teológica- poder realizar una valoración ética al respecto. Esta reflexión está, por lo tanto, fuera del ámbito de las «ciencias duras». (Dentro de las «ciencias» en general, podríamos podríamos decir que a esto se dedican los bioeticistas, especializados en la ética biomédica.) Así que esto es lo que ocurre respecto al valor o estatuto del recién nacido. Los datos médicos van a aportar una serie de conocimientos sobre 50

las características del nuevo ser: su sexo, peso, estado de madurez, normalidad o anormalidad. Pero la pregunta sobre el estatus y el valor de la vida humana excede el ámbito de competencia de la perinatología. Si afirmamos que la vida del recién nacido debe ser respetada, lo hacemos, no en virtud de los datos médicos aportados por la ciencia médica, sino basándonos en una reflexión ética, al menos implícita, que nos lleva a afirmar la inviolabilidad de tal ser ser.. Y este mismo planteamiento es totalmente aplicable a la discusión ética sobre el aborto. La continuidad del desarrollo embrionario es, entonces, el centro de batalla en el debate ético sobre el aborto. Y he aquí el argumento racional más importante en la protección de la vida humana no nacida aún: dado que existe un consenso ético generalizado acerca de que la vida del ya nacido debe ser respetada y protegida de forma equiparable a la de una persona más avanzada en su desarrollo, aquellos que defienden el aborto tienen la «carga de la prueba», es decir, son ellos los que tienen que demostrar positivamente que existe fundamento para poder delimitar dentro el desarrollo embrionario una fase «prehumana» de otra plenamente humana. De la misma forma en que la sociedad exige criterios rigurosos para poder afirmar que una persona ha fallecido y que es legítimo extirpar sus órganos con fines de trasplante, este mismo rigor debe estar presente para justificar que el embrión o el feto sean cualitativamente distintos del recién nacido. Los autores que recurren a criterios relacionales no valoran la capacidad de «relacionalidad» existente en el embrión o en el feto, ni su potencialidad de personalización, que son anteriores al proceso de reconocimiento o aceptación. Su forma de argumentación los lleva, en su lógica interna, a cuestionar el status plenamente humano del concebido y no nacido aún. Con esta lógica, se podría cuestionar también al recién nacido, cuyo status podría quedar subordinado también a la aceptación o el reconocimiento por parte de los padres o por la sociedad. 51

Los criterios que fijan como divisoria de aguas el nacimiento o la viabilidad son igualmente débiles. Es verdad que el nacimiento significa un paso importante en el proceso de avance de la nueva vida, pero no existe justificación (dada la continuidad del desarrollo embrionario y las grandes posibilidades que nos brinda la neonatología) para dar un estatus distinto al recién nacido respecto del feto de seis o siete meses que tiene grandes posibilidades de supervivencia fuera del útero materno. De hecho, el criterio de viabilidad es fluido, y hoy se está consiguiendo el desarrollo de neonatos de menos de seis meses e incluso por debajo de los 500 gramos de peso. No parece coherente, entonces, que se haga depender el status humano del nuevo ser de un criterio que se está modificando continuamente como consecuencia del progreso y del avance de la medicina. Tampoco parece resultar aplicable el criterio del inicio de la actividad cerebral que, en todo caso, acontece en fechas bastante precoces del desarrollo embrionario. La falta de actividad cerebral puede ser un criterio sólido para determinar el fallecimiento de una persona, que ha entrado en un proceso irreversible de muerte. Por el contrario, ese mismo criterio tiene un significado diferente cuando estamos ante un ser que todavía no ha llegado a desarrollar una actividad cerebral, pero que se encuentra en un proceso de desarrollo sano de vida, y que pronto va a iniciar esa actividad. Como se ve, es muy difícil aceptar los argumentos de aquellos que defienden el aborto si tomamos en cuenta la continuidad del proceso de desarrollo embrionario y a la dificultad para marcar y delimitar, dentro de esa evolución continua, una posible fase aún no plenamente humana, que por lo tanto exigiera una menor protección frente a los «conflictos» que pudieran surgir con los «intereses maternos». No podemos olvidar que lo que aquí está en juego es un valor ético y social fundamental, el de la vida humana. Debería, como mínimo, 52

concedérsele al nuevo ser el llamado beneficio de la duda , tal y como ocurre con el ejemplo del cazador cazador,, que no puede disparar en situación de duda contra un objeto que se mueve en la maleza, por si se tratara, acaso, de un ser humano. En el mismo sentido, y por idéntico respeto a toda posible vida humana, deberíamos asegurarnos de que, frente a una situación de «debate» sobre la calidad humana del no nacido, este pueda gozar del beneficio de la duda  y  y recibir recibir protección protecc ión sobre su vida. En el caso del aborto por indicación terapéutica, terapéutica, afortunadamente no muy frecuente en su sentido estricto, hay autores que consideran que debe contemplarse el cuadro desde la figura del «conflicto de valores, o derechos», en donde se privilegiaría el valor que se considere más importante, que no siempre será el de la vida del feto. Por su parte, no puede negarse el drama que representan aquellas situaciones en las que existe el riesgo de que el niño venga al mundo afectado por anomalías congénitas. Estos, así como los casos de violación, son situaciones muy difíciles, en las que un aborto en general resulta no punible legalmente. Ante estas situaciones, debemos destacar también el tremendo compromiso ético que tienen aquellas mujeres que optan por la vida y por continuar su embarazo. Ahora bien, aun sin negar la gravedad de estas situaciones, cabe resaltar que la presencia de anomalías o malformaciones no priva de dignidad humana a aquellos que las sufren, y la experiencia muestra que la gran mayoría de las personas que nacen con deficiencias mentales o físicas responden, si se les pregunta, que prefieren prefieren la vida antes que la alternativa de su supresión durante el embarazo. Es sumamente preocupante que se esté instaurando en el mundo una visión que considera a las personas con anomalías como un «error» de la naturaleza que debería, de ser posible, haberse evitado antes del nacimiento. La experiencia de los que trabajan con estas personas es que,

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en un medio idóneo, son capaces de crear profundos vínculos relacionales, que poseen importantes niveles de realización personal, y que aportan al entramado social valores que son s on fundamentales para nuestra convivencia como sociedad humana. Lamentablemente, hoy en día hay países (por ejemplo, España) donde no se ve un solo niño con Síndrome de Down. Se trata de países en los que el aborto es legal, y cuando se descubre mediante el diagnóstico prenatal la posibilidad de alguna anomalía cromosómica, se procede automáticamente al aborto para evitar que los niños con alguna deficiencia, aunque tendrían plena viabilidad, alcancen a nacer nacer.. Una sociedad que respetara la vida buscaría una solución diferente, a través de una mayor sensibilización social sobre el valor de las personas con deficiencias, la creación de instituciones de apoyo, y el establecimiento de políticas públicas que ayuden a las familias afectadas. Es muy grave que una sociedad no respete la vida. Las leyes civiles deberían garantizar una convivencia social justa, y asegurar el respeto de los derechos humanos fundamentales, entre los cuales el primero y más básico  es   es el derecho inviolable de todo ser humano a la vida. ¡Ningún estado debería legitimar, aunque así lo pidiera la mayoría, la supresión del derecho fundamental a la vida! Antes de cerrar este punto, quiero destacar la necesidad de que aquellos que nos oponemos al aborto y defendemos las dos vidas (la de la madre y la de su hijo), tengamos actitudes coherentes en otras situaciones en las que la vida humana se ve, también, amenazada. Proteger la vida intrauterina significa afirmar el valor de lo humano aun en las condiciones más débiles y discutibles. Pienso que esa actitud de fondo exige el rechazo a cualquier tipo de violencia contra las personas, incluyendo la no aceptación de la pena de muerte y la lucha por eliminar aquellas situaciones en que muchos seres humanos ya nacidos son en alguna forma «abortados» por la sociedad. 54

Tal como se dijera hace algunas páginas, las ciencias biológicas proporcionan los datos necesarios para responder a la pregunta de a partir de qué momento el embrión es un individuo de la especie humana. Sin embargo, la pregunta sobre si ese individuo también es persona  no  no es competencia de la biología, sino de la filosofía. Recordemos que, biológicamente, no existe un estadio pre-embrionario. Lo que sucede es que, por ese recurso que suelen utilizar los defensores del aborto de no nombrar las cosas por su nombre (intentando evitar designaciones como «embrión humano», o más bien, «ser humano en estado embrionario»), inventan una palabra, «pre-embrión», que por una parte no dice nada (no especifica el estatuto biológico del viviente que designa), y por otra parte oculta la verdader verdaderaa entidad biológica del nuevo ser humano, la cual ha sido probada por los más serios estudios biológicos y genéticos. La realidad que se intenta esconder, o al menos disimular, es que siempre  y  y en todos  los  los casos el aborto es el aniquilamiento de una vida humana, ya que en la fusión de los gametos (con la fusión cromosómica) comienza a operar como una unidad una nueva célula humana (cigoto), que constituye un organismo vivo (un viviente), y que está dotada

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de una nueva y exclusiva estructura informacional informacional que será la base de su desarrollo posterior. posterior. Sin perjuicio del posible desdoblamiento futuro en el caso de los gemelos monocigóticos, todo lo que sucede a partir de ese instante es parte del desarrollo de un único e idéntico ser. ser. De un nuevo individuo de la especie humana con su propia identidad. Esta es la realidad biológica. Ahora Ahora bien, no podemos pedirle a la Biología que tenga una respuesta para todos los problemas que surgen a partir de esta constatación, pues hay determinados elementos del estatuto del embrión humano, como por ejemplo la presencia de un alma espiritual, que no pueden ser verificados empíricamente por las ciencias positivas como la Biología (por no formar parte de su objeto, ni ser accesibles a su método). Por otro lado, y por idénticas razones, tampoco es comprobable por las mismas ciencias positivas la in inexisexistencia de un alma espiritual. Es competencia de la Filosofía y de la Teología discernir, a partir del dato biológico, cuál es el estatuto ontológico del embrión humano, y desde cuándo podemos hablar en ese nuevo ser humano de la presencia de un alma espiritual. Tampoco es competencia de la Biología determinar si el embrión humano es persona. Esta respuesta, en el plano ontológico, le es requerida a la Filosofía. Veremos Veremos ahora, por lo tanto, el análisis del tema desde la perspectiva filosófica.

La ontología es la rama de la Filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad, entre ellos la noción de ser ser,, existencia, objeto, sustancia, etc. Cuando se habla del «estatuto ontológico» del embrión, básicamente se quiere responder a una pregunta que suele aparecer ap arecer de manera recurrente en los debates por el aborto. Como ya hemos demostrado, es imposible negar 56

los aportes de las ciencias biológicas que han determinado plenamente que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. Sin embargo, los que defienden el aborto aceptan que hay vida humana desde la fecundación, pero afirman que «el embrión es vida humana, pero no es persona humana». Ahora bien, distingamos por empezar entre individuo y persona. Respecto a la noción de individuo, la clásica definición consta de dos elementos: «es un ser vivo que se caracteriza porque existe una unidad intrínseca entre sus componentes», y «es netamente diferente a cualquier otra realidad». Esta definición tiene, según algunos bioeticistas, un añadido que constituiría un tercer elemento: la indivisibilidad. Desde esta visión, se exige que no exista en el embrión la posibilidad de dividirse (dando origen a otro embrión). Por lo tanto, desde esta perspectiva, el embrión no puede definirse como individuo hasta que terminen las posibilidades de producir gemelos, lo cual corresponde al séptimo día desde la fecundación. Sin embargo, si lo analizamos un poco, este añadido es arbitrario y carente de fundamentos, tanto científicos como filosóficos. El hecho de que se separe una célula, no afecta en nada la identidad del embrión. En todo caso, respecto del segundo embrión, se podría plantear el interrogante de cuál ha sido el momento inicial de su existencia: ¿fue el instante de la separación de la célula del primer embrión, como parece ser en apariencia, o hay que considerar que para él es válido también el momento de la fecundación? Este sería de hecho el momento si, de acuerdo con la hipótesis de algunos investigadores, la gemelación se encontrara inscrita en el patrimonio genético. Pero todavía no tenemos confirmación de esos conocimientos. De un modo u otro, la noción clásica de individuo conserva toda su validez, y en este caso puntual, en relación con el embrión, la pregunta sobre cuál es el momento a partir del cual hay que considerarlo un 57

individuo no es competencia de la Filosofía, sino de las ciencias biológicas. Y estas lo sitúan en el momento de la fecundación. Pasemos ahora a la gran variedad de nociones propuestas para persona, que es un concepto principalmente filosófico, y que expresa la singularidad de cada individuo de la especie humana. Estas se pueden resumir en dos tipología básicas: la sustancialista  y  y la funcionalista . La primera representa la noción clásica, donde la persona es «una sustancia individual de naturaleza racional», es decir, un individuo concreto, dotado de una naturaleza ontológica, y que se manifiesta en una serie de capacidades, actividades y funciones, que sin duda pueden ser consideradas como características de su racionalidad. Desde la noción funcionalista, la persona es «un concepto definido por un cierto conjunto de propiedades o funciones» (tales como: capacidad de reflexión, autoconciencia, autodeterminación, comunicación intersubjetiva, representación representación simbólica, etc.). De acuerdo a esta es ta mirada, la persona queda reducida a su capacidad de realizar, realizar, o no, estas funciones. De modo que será más o menos persona, llegará a serlo o dejará de serlo, dependiendo de su capacidad de realizar las funciones descritas. Seguramente en este momento el lector se estará preguntando qué tienen que ver todas estas conceptualizaciones teóricas y filosóficas con la realidad dramática del aborto en sí. Pero es importante conocer estos conceptos básicos porque suelen ponerse de manifiesto una y otra vez en las discusiones acerca del tema. Es frecuente escuchar este tipo de afirmaciones entre los fundamentos que se presentan a favor del aborto o de su despenalización. Por ejemplo: «Lo que caracteriza a las personas es su capacidad de ser autoconscientes y racionales». O: «no todos los seres humanos son personas, porque no todos son autoconscientes y racionales». Según esta concepción, los fetos, los infantes, los retrasados mentales graves, y 58

quienes se encuentran en coma sin esperanza, o cursando una enfermedad que afectó su sistema nervioso y su estado de lucidez, todos constituirían ejemplos de seres «que no son personas humanas». No hace falta tener mucha imaginación para predecir predecir las implicancias que puede tener en una sociedad esta forma de pensar, y las consecuencias que pueden derivarse de la práctica de tales concepciones. Podría Pod ría declararse lícito, no solo el aborto, sino también el infanticidio, y cualquier otra supresión de seres que son humanos, pero que «no son personas» porque no pueden tener las funcionalidades que los definirían como tales. De modo que la concepción sustancialista de la persona resultaría ser la más adecuada para una valoración ética del estatus ontológico del embrión: desde el primer instante de su existencia es un individuo de la especie humana y, por lo tanto, una persona humana. Dicho de otro modo, desde el momento de la fusión de los gametos, el embrión es un individuo humano real, no en potencia sino en acto. Es científicamente correcto afirmar que desde el momento en que un óvulo es fecundado, se inaugura una vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por su propia cuenta. ¡Nunca llegará a ser humano si no lo es desde el principio! Lo que se va a dar en forma gradual en el embrión es su desarrollo físico. Es decir, el gradualismo se dará en su corporeidad, pero no en su condición de persona. Repito este concepto porque es fundamental entenderlo bien: la corporeidad del embrión se desarrollará en forma gradual, pero no su condición de persona. Desde el comienzo de su existencia el embrión «es» persona. La persona preexiste ontológicamente a sus cualidades. No es o deja de ser persona porque pueda desarrollar algunas funciones. Las funciones son «de la persona», y no al revés.

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Es evidente que hay un desfase entre ontología y fenomenología: el embrión, o el que padece una enfermedad mental, o el moribundo, no se manifiestan en su dimensión plena, en su forma, en su conciencia, de manera igual al hombre adulto; pero su manifestación incompleta no modifica su estatus ontológico. No hace que dejen de ser personas. El cigoto, el embrión, y el feto, al igual que el recién nacido, son «ya» personas. Y el reconocimiento del estatus ontológico del embrión nos lleva, en consecuencia, a reconocer su estatus ético, con todas las exigencias e implicancias que se derivan de esto. La verdad de que el embrión humano es persona  es  es fuente de eticidad, y, por eso, de obligatoriedad y de responsabilidad. Surge una exigencia ética para con el embrión, desde su estado inicial unicelular, que se vincula con los mismos principios morales que reconocen la dignidad de toda persona humana. Aún más: precisamente por tratarse de una persona que todavía está privada de la capacidad de ejercitar su inteligencia y su voluntad, y de realizar elecciones conscientes y libres, el embrión no puede tener ninguna obligación como sujeto. En otras palabras, el embrión solo tiene derechos, derechos, no obligaciones. Son los demás los que tienen obligaciones hacia el embrión, empezando por el deber de respetar sus derechos.  Y el primero de esos derechos es, como para todo ser humano, el derecho a la vida. No solo el derecho a la protección y conservación de su vida, sino también el derecho a su desarrollo integral, y esto en las condiciones y modalidades adecuadas a su dignidad de persona. Desde esta visión resulta éticamente inadmisible, no solo el aborto (cualquiera sea el modo en que sea provocado), sino también el exponer a graves peligros la vida o la integridad del embrión (como sucede, entre otros casos, en el congelamiento de los embriones obtenidos en

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la fecundación in vitro, en la experimentación sobre embriones con la finalidad de estudio o investigación, y en cualquier instrumentalización que se haga sin el debido respeto a la vida o a la dignidad que tiene el embrión como persona humana).

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Seguramente todos coincidiremos en que la principal crisis de este tiempo no es económica, ni financiera, sino moral. Más que en ninguna otra época, el siglo XXI ha reducido la idea de lo que es el hombre. En la antigüedad, a pesar de todas las atrocidades que se veían, el concepto que se tenía acerca del hombre no estaba tan «relativizado» como en nuestros días. Actualmente el ser humano no es más que un absurdo acontecimiento acontecimiento de la casualidad cósmica. Y, Y, si nos basamos en lo que la filosofía existencialista de este tiempo y las demás expresiones del pensamiento moderno sostienen, no es posible construir una antropología que realce la dignidad y valor de la vida humana, aun en su condición intrauterina, pues si la cultura vigente no le atribuye dignidad ni valor a los que ya están nacidos, mucho menos lo hará por el niño por nacer.

En contraste con la visión de la cultura actual, la vida humana se muestra en las páginas de la Biblia como un bien de inapreciable valor. Los niños son contemplados siempre como una bendición, y nunca como un inconveniente; se reciben siempre como un regalo del cielo, y jamás como una maldición que hay que sacarse de encima.

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En la Biblia el ser humano es descrito como alguien formado por las manos de Dios desde el vientre de su madre:

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«Si me negué a hacerles justicia justic ia a mis siervos siervos y a mis siervas cuando tuvieron queja contra mí, ¿qué haré cuando Dios me llame a cuentas? ¿qué responderé cuando me haga comparecer? El mismo Dios que me formó en el vientre fue el que los formó también a ellos; nos dio forma en el seno materno.»  (Job  (Job 31.13-15 NVI)

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«Así dice el Señor, el que te hizo, el que te formó en el seno materno y te brinda su ayuda: “No temas, Jacob, mi siervo, Jesurún, a quien he escogido...”»  (Isaías  (Isaías 44.2 NVI)

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«...El Señor me llamó antes de que yo naciera, en el vientre de mi madre pronunció mi nombre.»  (Isaías  (Isaías 49.1 NVI)

El rey y salmista David afirmaba que Dios había creado sus entrañas, y que lo había formado en el vientre de su madre (Salmos 139.13). Y el corazón de David estaba lleno de acción de gracias al pensar la manera «admirable» y «maravillosa»  en  en que Dios lo había formado (Salmos 139.14-15). También vemos que la Palabra de Dios deja bien claro que el Señor ya conocía a David cuando este era aún un embrión. Leamos Salmos 139.16 en tres diferentes versiones:

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«Tus ojos vieron vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito e scrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos». (NBV) ellos». (NBV)

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«Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara». (NTV) pasara». (NTV)

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«Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas». (RVR60) ellas».  (RVR60) 63

A estos textos que he citado pueden agregarse muchos otros más. A lo largo de toda la Biblia encontramos ejemplos en los que el amor, la elección para una vocación o misión, o la santificación por parte de Dios, aparecen en relación a personas que, en aquél momento, se encontrabann en el seno materno. encontraba Una y otra vez se puede observar en los textos bíblicos el hecho de que Dios afirma tener una relación personal aun con la persona por nacer, la que está dentro del vientre de su madre. Tal es el caso de Jeremías, que siendo aún un embrión intrauterino, o un feto, dice la Biblia que Dios lo conoció, lo santificó, y le dio un propósito de vida: ser profeta a las naciones.

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«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.»  (Jeremías  (Jeremías 1.5 NVI)

Además, en todos estos casos leemos acerca de gestos por parte de Dios que solo son posibles en relación con una persona . Vemos a Dios relacionándose relacionán dose con personas  intrauterinas.  intrauterinas. ¡Emociona saber que desde antes del nacimiento la vida humana tiene dignidad, trascendencia y sentido en textos tan antiguos como las Sagradas Escrituras! Escrituras! ¡Qué gran confirmación del status ontológico del embrión como persona!

 Ya hemos mencionado muchas, pero ciertamente la más profunda, fuerte, y clara declaración de la Biblia sobre el hecho de que la vida intrauterina está llena de valor y tiene personalidad, espíritu, y dignidad, es el texto que yo llamo «Choque de panzas»: un histórico encuentro entre dos embarazadas que el evangelio de Lucas nos cuenta de la siguiente manera:

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«A los pocos días María emprendió viaje y se s e fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea. Al llegar llegar,, entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó:  —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! Pero ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre. ¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!» (Lucas 1.39-43 NVI) Ubiquémonos en la escena. María, la madre de Jesús, cursaba un embarazo de uno o a lo sumo dos meses de gestación cuando fue a visitar a Elisabet. Es decir, María tenía un «embarazo embrionario»: Jesús era un embrión del primer bimestre. Por otro lado, Elisabet, la madre de Juan el bautista, cursaba un «embarazo fetal», ya que de acuerdo lo que leemos en Lucas 1.36, la diferencia de edad entre Juan y su primo Jesús era de seis meses. Ahora bien, el texto bíblico afirma que cuando María, embarazada de Jesús, entró en la casa de su prima Elisabet, «la criatura saltó en su vientre» (Lucas 1.41). Es decir, el feto (Juan el bautista) percibió aquello que desde el mundo exterior mantenía comunicación con su madre. Aún estando en el interior del útero de su madre él pudo «sentir» la presencia de su tía y de su primo (un embrión intrauterino) que lo habían venido a visitar.  Vemos que, según según el evangelio, un bebé intrauterino intrauterino puede sentir alegría o tristeza, puede «percibir» lo que ocurre en el mundo exterior, y es una persona que ya puede tener una relación con Dios (Lucas 1.41, 44). Hoy en día, los nuevos equipos ecográficos y otros estudios médicos pueden demostrar lo que la Biblia ya afirmaba hace más de dos mil 65

años. Así es. En la actualidad tenemos suficientes evidencias científicas como para demostrar que la vida intrauterina es algo pleno de significado espiritual, psicológico y social.

Siempre que leo el texto de la visita de María a su prima Elisabet recuerdo la historia de un matrimonio joven que estaba cursando el embarazo de su primer hijo. Luego de la ecografía del quinto mes, sabían que era un varón, y habían decidido que le pondrían por nombre Agustín. Este matrimonio esperaba con mucha expectativa y amor la llegada de su hijo. Cada día, cuando el joven papá regresaba de su trabajo, al abrir la puerta de la casa lo primero que hacía era saludar con un beso a su esposa y luego gritaba: «¡Hola Agus!», e inmediatamente se agachaba para darle un beso a su hijo en la panza de la mamá. Todos los días, en forma rutinaria y sostenida durante todo el transcurso de ese embarazo, él repetía la escena. Llegaba del trabajo, saludaba a su esposa, gritaba: «¡Hola Agus!», y seguidamente besaba a su hijo que estaba creciendo plácidamente en el interior de su mamá. Llegó el día del parto, y los jóvenes esposos estaban ya ansiosos por darle la bienvenida al mundo exterior a su hijo Agustín. El papá estaba parado en la cabecera de la camilla, al lado de su esposa, en la sala de parto. Todo estaba listo para el nacimiento. Unos minutos más tarde, cuando el obstetra y la partera estaban recibiendo al primogénito, que ya había salido completamente, el papá inundó la sala de parto, en una mezcla de alegría y lágrimas de fuerte emoción, con el grito de «¡Hola Agus!». En ese preciso instante, el niño giró su cabeza en dirección hacia donde estaba parado su papá. La partera abrió los ojos, sorprendida, y le preguntó: «¿Le hablabas cuando estaba en la panza?»

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«¡Claro, todos los días!», respondió el feliz padre. Y la partera le dijo: «Reconoció tu voz». Esta historia reciente me hace acordar al episodio que Lucas, evangelista y médico, narra con tanto detalle. Cuenta en Lucas 1.41 que ante aquella visita «la criatura saltó en su vientre», y agrega también que en ese momento Elisabet fue llena del Espíritu Santo. Frente a esto, si uno se preguntara, ¿en qué momento recibió Juan el bautista la llenura del Espíritu Santo?, la respuesta sería: Juan fue lleno del de l Espíritu Santo mientras aún era un feto y estaba en el útero de su madre. Si Elisabet, embarazada, fue f ue llena  del  del Espíritu Santo, en consecuencia, su hijo también lo fue. De hecho, la vida, el compromiso, y el ministerio profético de Juan el bautista confirman y dan evidencia de esa llenura temprana. Pero hay todavía un elemento más que resulta sorprendente en la valoración que hacen las Sagradas Escrituras de la vida intrauterina. Y es el siguiente: Generalmente, cuando nosotros pensamos en «Jesús», nos hacemos la idea de un Jesús adulto caminando por las calles de Galilea, predicando el evangelio del reino, haciendo sanidades, y enseñando en las sinagogas... Pero Lucas 1.43 nos presenta la imagen de un Jesús diferente. Al ver a María, con un embarazo embrionario de no más de 12 semanas, Elisabet pregunta: «¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme?». ¡Un embrión intrauterino es llamado «Señor», el título de máxima autoridad que una persona podría recibir! ¿No es maravilloso el texto bíblico? Jesús, siendo un embrión intrauterino, es llamado Señor, Kyrios, Máxima Autoridad, Jefe, Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. ¡Indudablemente la Biblia le otorga a la vida del niño por nacer un valor y una dignidad especiales! Desde el punto de vista bíblico, cuando el cigoto, y posteriormente el embrión y el feto son formados, ya hay allí una nueva persona. Y si se

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trata de una persona, entonces el aborto, en cualquiera de sus formas, quebranta una ley superior: el mandamiento de «No matarás».(Deuteronomio 5.17).

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Tal como vimos anteriormente, el análisis sobre cuál debería ser la protección adecuada del embrión humano ha dado lugar a controver controversias sias y debates sobre su estatuto ontológico y ético. Esto es así porque le daremos mayor o menor protección jurídica dependiendo de si lo reconocemos como «individuo de la especie humana y persona», o solamente como «individuo o persona humana en potencia ».». Y esto no puede ser determinado sin referirnos a la naturaleza del embrión, propia del campo de la Filosofía. Ahora bien, todas las soluciones consideradas como relevantes en el Convenio Europeo de Derechos Humanos y Biomedicina, acuerdo realizado entre todos los países de la Unión Europea, y que se toma actualmente como modelo para un consenso más generalizado a nivel internacional, se basan en dos presupuestos jurídicos: 1. que el embrión humano es una manifestación de la vida humana. 2. que esta debe ser protegida desde su origen. Las diferencias surgen, entonces, acerca del tipo  de  de protección que se le debe proporcionar. Algunos dicen que solo después del nacimiento, y de madurar biológicamente, el ser humano es titular de un derecho indudable a la protección de su identidad, integridad y dignidad. Otros 69

dicen que no es así, y defienden la idea de que el ser humano aún no nacido debe gozar de los mismos derechos de protección que el resto de los seres humanos. La vida humana comienza en el momento de la fecundación, y esto no es un dogma religioso, es una categórica afirmación científica. Basta que el embrión tenga la potencia activa correspondiente correspondien te a cada ser humano, para que se erija en titular de los derechos humanos.  Y todos todos los seres humanos tienen dignidad; por eso ponemos ponemos a la espeespecie humana por encima del resto de los seres vivos, y a la vida humana como un bien de supremo valor. valor. En esencia, esta postura sostiene que la vida humana posee un valor intrínseco que no depende de ninguna otra consideración, como intereses o derechos, relaciones sociales o competencia comunicativa. Es decir, que la vida humana es valiosa en sí misma, es valiosa por ser vida humana, independientemente de la opinión o de la valoración personal y subjetiva que cualquier otro pueda hacer de ella. Solo asumiendo la aceptación general de esta premisa es posible entender por qué el aborto es todavía un problema para aquellos que no consideran al embrión como persona, o la problemática que causa el dilema de la eutanasia, aun cuando sea requerida por la persona afectada. Cabe destacar también que, aunque la idea de la inviolabilidad de la vida desde su comienzo se encuentre más extendida en el contexto de las convicciones religiosas (acorde con la creencia de que todo ser humano fue creado por Dios), en el caso de la protección de la vida humana de los no nacidos o de quienes están muriendo, esta convicción es también compartida por muchísimas personas que no creen en Dios. Es decir que esta postura no está unida forzosamente a premisas religiosas. Algunas afirmaciones que pueden derivarse del conocimiento científico actual (aunque no sean reconocidas por todos, y sean todavía objeto de debate en los ámbitos científico y legal) son: 70



No existen evidencias científicas ni racional racionales es suficientes como para negar que el embrión humano sea un ser humano desde su etapa de cigoto. Todos los intentos por demostrar que con la implantación en el útero se produce un aporte genético de la madre al feto han sido insuficientes. Y ante la duda sobre si es o no un ser humano, se impone desde la ética la prudencia, por el valor de la vida humana misma.



Las evidencias empíricas y racionales que se han expuesto hasta aquí nos obligarían a observar las máximas precauciones en cuanto a no atentar contra el derecho a la vida y a la integridad física, psíquica y moral, de un nuevo ser humano.



Como ser humano, el aún no nacido debería ser tratado por la medicina, la investigación y la ciencia en general como cualquier otro paciente, tal y como se observa en las cada vez más asombrosas intervenciones de la medicina prenatal.



Las normas éticas generales de acción en relación con este paciente deberían estar regidas, al igual que con cualquier otro paciente, por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Juramento Hipocrático, y las Declaraciones de Nüremberg y Helsinki acerca de la experimentación biomédica con sujetos humanos.

Sin embargo, a pesar de existir tanta evidencia argumentativa a favor de apreciar la vida intrauterina, posicionándola en el mismo nivel valorativo que la del ya nacido, surgen distintas posiciones que le asignan diferente protección jurídica, o ninguna, al hijo por nacer. Cada vez con más intensidad se puede observar cómo diversas causas van provocando una creciente desvalorización del bien jurídico de la vida humana. Una cosmovisión antropológica reduccionista y materialista (que tiende a convertir a la persona humana en mero material biológico disponible) junto con una pérdida del carácter relacional de 71

la vida humana en virtud de un individualismo radicalizado radicalizado (que mina las bases de la convivencia y debilita los deberes de justicia hacia el otro como prójimo cuyo cuidado nos ha sido confiado), todo esto genera un clima cultural que debilita cada día más el carácter absoluto del derecho a la vida. En tal contexto, no resulta sorpresivo que se abran camino iniciativas que priven a unos seres humanos del primer y fundamental derecho humano, el derecho a la vida. Solo el reconocimiento de la inviolable dignidad de cada vida humana (con independencia de su edad, sexo, y otras cualidades) puede brindar bases firmes para una sana convivencia social. Cuando tal derecho pierde su carácter absoluto, las relaciones dejan de estar regidas por las exigencias de la justicia (que señalan el deber, en primer lugar, de garantizarle a cada ser humano el respeto por su vida), y se adentran en las arenas movedizas del relativismo, donde todo es negociable y donde termina rigiendo la ley del más fuerte. Lamentablemente, este escenario es el que se ve en muchos países de América Latina hoy en día, en los que encontramos movilizaciones movilizaciones masivas de la sociedad dividida en dos sectores: quienes reclaman el Aborto Legal, es decir, el derecho de la mujer para decidir interrumpir su embarazo; y, por otro lado, el sector pro-vida, que defiende el derecho a nacer de los inocentes concebidos. En la sociedad actual, un feto corre el riesgo de ser menospreciado, como sucede con todo lo pequeño y aparentemente inútil. Pero si el  justificativo para el derecho a eliminarlo es su incompleto desarrollo, esto puede tener consecuencias más amplias. Se estarían concediendo plenos poderes a los fuertes para eliminar a los menos desarrollados. De hecho, en la colonización de América, los hombres europeos se sentían autorizados a matar a los indígenas porque consideraban que estos no eran plenamente humanos. humanos. Lo mismo ocurrió con los nazis, cuando señalaban determinadas «razas de menor calidad» que se podían destruir destruir.. 72

Este tipo de intolerancia hacia el otro no es sino propia del fascismo. Resulta curioso que en este tiempo, cierto sector social que se enmarca dentro del «progresismo moderno» tenga propuestas tan antagónicas al espacio que pretende representar. Revisemos un poco la historia y veremos que han sido los regímenes fascistas los que hicieron del holocausto y de la eliminación del débil y el distinto su signo característico. Hoy en día las campañas pro aborto siguen esta misma línea. Incluso, en este mismo sentido, hay también quienes proponen eliminar a los discapacitados, porque no están completamente desarrollados, y aceptan y promueven la eugenesia . Pero la realidad es distinta. (O, al menos, deberíamos luchar para que lo sea.) No pueden ser los «desarrollados» los que decidan quién es humano y quiénes no tienen derecho a la vida. Y aquí entramos en el núcleo del asunto, que nos invita a no ser superficiales cuando tratamos el tema del aborto. Nos encontramos con un gran punto para pensar y reflexionar: Si solo tiene derechos el «desarrollado», ¿con qué argumento sólido podremos otorgarles un carácter indiscutible a los derechos humanos de los más débiles? La defensa de la vida humana requiere fundamentos inquebrantables, y jamás sujetos a discusión, para asegurarnos asegurarnos de que no se repitan las barbaries del siglo pasado. Y el único modo de establecer estos fundamentos firmes es sostener que la vida humana debe ser valorada siempre, desde su gestación hasta la muerte natural. De otro modo, los poderosos de turno encontrarán fácilmente excusas para eliminar al que molesta, simplemente considerándolo «menos desarrollado»: a los deformes, a los «negros» de las villas, a los ancianos, a los extranjeros, a los dementes, y mil etcéteras. ¿Es esta la sociedad en la que queremos vivir? Si hay algo que realmente nos conmueve y ennoblece nuestra humanidad es ver a esa madre que lucha contra todo por la vida de un hijo discapacitado, mientras otros tristemente piensan que esa vida es 73

inservible. O esa sublime obsesión de los médicos que batallan contra la muerte para salvar a una anciana de 90 años, aunque solo sea para retenerla en esta vida unos meses más. Casos como estos son ejemplos que nos muestran que toda vida humana es infinitamente valiosa, y que debe ser cuidada independientemente de su desarrollo, independientemente de su utilidad, independientemente de toda circunstancia. Pero volviendo al orden jurídico, aquí estamos claramente frente a un conflicto o colisión de derechos. Y es el Estado el que tiene la obligación de armonizar los distintos derechos y de administrarlos, decidiendo cuáles deben primar para evitar así que uno menos importante destruya o anule a otro más fundamental. Tenemos, por un lado, el «derecho a elegir» de la madre; y por otro, el «derecho a la vida» del hijo. Aquí claramente el «derecho a elegir» de la madre debe estar subordinado al «derecho a la vida» del hijo, porque este último es un derecho fundamental, inalienable, insustituible, y es el primero de los derechos humanos que todo Estado democrático, inclusivo, no discriminatorio, y justo debe respetar respetar.. Incluso si lo miramos desde la óptica de «los derechos de las mujeres», resulta fácil reconocer que es tan valiosa la vida de la mujer adulta embarazada como la vida de su niña indefensa que está tratando de nacer. Por lo tanto, ¿puede esa mujer adulta decidir libremente sobre la vida de esa otra mujer frágil que lleva en su vientre, solo porque ella todavía está poco desarrollada? En cualquier política sana, quien tiene poder defiende especialmente  a   a los que tienen menos poder. Por eso, aunque más no sea por «coherencia», el aborto nunca puede presentarse como una solución. ¿Por qué no estamos de acuerdo con la despenalización del aborto, en¿Por tonces? Porque afirmamos el valor supremo de la vida humana desde

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la concepción hasta la muerte natural. Porque el embrión no es una persona en potencia, lo es en acto. Y porque nadie puede decidir quién vive y quién no tiene derecho a seguir viviendo. Abortar no puede ser un derecho porque no puede existir un derecho a matar. Que el más fuerte, o el «más desarrollado», pueda decidir quién vive y quién no tiene derecho a vivir no es progresismo, es fascismo. El derecho natural natural y superlativo es el derecho a la vida, que es el fundamento de todos los Derechos Humanos. Y en ese sentido, toda legislación debe tutelar la vida antes que nada, ya que no hay derecho alguno cuando la finalidad es la muerte.

La tutela jurídica de la vida humana en su fase prenatal fue pensada, hasta un pasado muy reciente, poniendo atención solo en lo que aparecía como la única amenaza probable contra ella: el aborto. Sin embargo, surge hoy la necesidad de asegurarle al embrión una tutela  jurídica de todos  los   los derechos humanos, es decir, de todos aquellos derechos que en el plano internacional se le reconocen a todos los seres humanos. La necesidad se presenta como evidente e inderogable, y esta tutela se impone con una fuerza particular debido a que el embrión carece de cualquier posibilidad de defenderse por sí mismo. Si es agredido, no puede ni siquiera hacer oír un grito a un lamento. (Es por eso que a los militantes pro-vida se los reconoce y destaca siempre como «aquellos que levantan la voz por los que no tienen voz».) El embrión humano se encuentra totalmente confiado al mundo de los adultos, a la sociedad humana en la que está inserto. Esta sociedad debería tener como estatuto original la inclusión, el respeto y la solidaridad hacia todos sus miembros, y en primer lugar hacia los más débiles e indefensos. De otro modo, la sociedad humana quedaría degradada

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por debajo del nivel de los animales salvajes, donde el cuidado de los cachorros es maravilloso y ejemplar.  Ya hemos visto los argumentos argumentos que que fundamentan fundamentan la defensa de la vida intrauterina desde los distintos saberes que hacen a la ciencia y a la cultura humana. humana. Y hemos destacado el hecho de que el embrión es incapaz de defenderse a sí mismo, y de reclamar los derechos inherentes inherentes a su condición de persona humana. Teniendo en mente situaciones análogas, de otras personas que se encuentran en la misma categoría, pero que ya gozan de tutela jurídica, la propuesta sería «extender al embrión humano las protecciones ya reconocidas a los niños y a los enfermos, a los disminuidos físicos y mentales». No es necesario configurar un derecho especial, sino simplemente adecuar el derecho común a este caso en particular. De modo similar, debería contemplarse el otorgarle al embrión el mismo derecho que tiene cualquier persona a la vida y a la salud, y la prohibición (que debe poseer calificación penal) de cualquier intervención sobre el embrión que no sea realizada por y para un beneficio en su conjunto del embrión mismo. Lo mismo que en el hombre ya nacido, la vida del embrión humano debería ser reconocida como inviolable, y no instrumentalizable para ningún fin externo, ni siquiera la investigación experimental, científica o médica, ni para proporcionar células o tejidos para finalidades farmacológicas o de trasplante, ni para la producción (clonación (clonación o diversas quimeras) de otros seres humanos. Son estos principios, que se apoyan en sólidas bases éticas y jurídicas, de derecho natural, y también aprobadas en documentos internacionales, los que deben ayudarnos a defender el derecho a la existencia del ya concebido, el derecho a la vida como el primero y más fundamental de los derechos humanos que toda sociedad y cultura tienen la obligación de respetar.

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Los movimientos de izquierda neomarxistas, junto con el feminismo radical, los grupos lesboabortistas y todo el colectivo LGTBI reclaman hoy en día en todos los países del mundo occidental el aborto legal, es decir, que el Estado reconozca como legal el derecho de las madres a poder matar a sus propios hijos durante su etapa de desarrollo intrauterino. Dicho de esta manera, pareciera ser una expresión muy fuerte. ¡Pero es que... lo es! Para intentar «disimular» esta realidad, el sector abortista trabaja en la deconstrucción del lenguaje, buscando establecer eufemismos que suavicen la extrema violencia que implica la muerte intencional y provocada de un hijo. Los eufemismos para referirse al aborto son: «interrupción legal del embarazo», «planificación familiar», «derechos sexuales y reproductivos», y varios más. Pero debemos tener presente que todos esos términos se refieren a la muerte provocada e intencional del hijo concebido y aún por nacer. No puede existir el derecho a causarles la muerte a los propios hijos. El derecho a la vida es el primer derecho natural de la persona humana, y es preexistente a toda legislación positiva. Por Por eso, resulta imperioso que hoy más que nunca las leyes defiendan el derecho a la vida por sobre toda otra cosa.

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El aborto no es «un tema de salud». Es todo lo contario a la salud. No es «la interrupción de un embarazo». Es un acto de extrema violencia que termina con la vida de un inocente. Con el reclamo del feminismo abortista que exige «aborto legal, seguro y gratuito» lo que se pretende alcanzar es la legalización del aborto para que inmediatamente sea un procedimiento más dentro de los «derechos reproductivos», y, en consecuencia, sea incluido dentro del sistema de salud pública. Lo que es necesario señalar en este punto es que el derecho a la vida precede  al  al llamado «derecho a la salud», y que además el derecho a la salud debería incluir, primero que nada, la obligación moral y legal de defender y promover la salud de todos  los  los seres humanos, sean estos nacidos o concebidos por nacer nacer.. Cabe aclarar que en este tiempo se le está dando en el mundo un énfasis desmesurado al concepto de «salud» pero entendido en sentido hedonista, de tal manera que la salud pasa a ser considerada como el bien supremo del bienestar temporal. Esto hace que las sociedades se vean sobrecargadas de gastos sanitarios cada vez más gravosos, como lo es, por ejemplo, el costear con fondos públicos los tratamientos de hormonización, o las cirugías de cambio de género. Pero incluso la búsqueda del bienestar para la propia vida debe tener un límite, ya 78

que no se puede buscar el propio bienestar provocando la muerte de otra persona. Es por ello que nunca  el   el aborto, la acción que procura intencionalmente intencionalmen te la muerte del hijo, puede ser considerado dentro de los (mal llamados) «derechos de salud reproductivos». reproductivos». Es de destacar, además, que la finalidad de las profesiones sanitarias, históricamente amparadas por el Derecho y la deontología profesional, ha sido siempre la defensa de la vida y la promoción de la salud. Por tal motivo, imponerle a un médico la obligación de participar en un aborto atenta contra el sentido último de su profesión y de su juramento hipocrático, que consiste en defender la vida humana desde su concepción. Ni los médicos ni los centros de salud deberían estar  jurídicamente obligados obligados a practicar abortos. abortos. Nadie puede ser obligado a matar. En particular en lo que hace al orden jurídico argentino, que es el que mejor conozco, pueden enumerarse con certeza las siguientes afirmaciones: 1) La vida humana está protegida desde la concepción. 2) No cabe hacer distinción distinción de categorías, ni ningún otro tipo de injusta discriminación entre las personas. 3) No existe la pena de muerte. 4) El aborto aborto es claramente un delito contra contra la vida de una una persona. persona. Esta persona, en el período que va desde su concepción hasta su nacimiento, debe gozar del derecho a la vida, y debe recibir, respecto de este derecho, al menos las mismas garantías y protección que una persona ya nacida. Dentro del aspecto legal hay hay,, además, otro lado del asunto. Ningún un  juez, ni funcionario alguno, puede autorizar, autorizar, y mucho menos ordenar ordenar,, que se mate a ninguna persona persona ya nacida. En consecuencia, no debería 79

poder autorizar, ni exigir, ni ordenar que se mate a ninguna persona antes de nacer. Existe una gran diferencia entre hacer que el aborto sea no punible, y obligar a alguien contra su voluntad a cometerlo. Quienes defendemos la vida entendemos que ninguna autoridad puede exigirle a una persona que mate a otra. El «obliga «obligado» do» debe poder, como mínimo, ampararse en la objeción de conciencia , que deriva del principio fundamental de la libertad de conciencia , según el cual nadie puede ser forzado a llevar a cabo una acción que en su conciencia considera ilícita o inmoral. inmoral. Además, entendemos que no hay vinculación alguna entre la profesión médica y el aborto. Por lo tanto, no debe incluirse (ni enmascararse) el aborto como parte del servicio de salud pública. El aborto (salvo los casos ya mencionados de «aborto indirecto», que se produce cuando se lleva a cabo una terapia necesaria con la madre) no forma parte de ningún servicio de salud. No es terapéutico. En rigor, es lo opuesto a la salud, porque procura directa e intencionalmente la muerte de un ser humano inocente, y no es propio de la medicina el matar personas inocentes e indefensas. Sabemos que hay situaciones difíciles y dolorosas, situaciones de violencia, marginalidad, pobreza, pobreza, falta de formación, soledad y abandono. Pero nuestra más íntima convicción es que el aborto nunca  es   es la solución. Se hace necesario como sociedad encontrar soluciones que no vulnerenn el primero de todos los derechos humanos que el Estado y sus vulnere representantes repr esentantes legislativos deberían tutelar tutelar,, que es el derecho a vivir. Se hace necesario renunciar a la cruel frivolidad de ver el aborto como una solución rápida a problemas sociales, a problemas emocionales, y a planteamientos egoístas. El Estado debe intervenir, sí, pero con políticas públicas que valoren la vida, y en especial la de los más débiles y desprotegidos. En este sentido, la «prevención», la educación sexual sin ideologías, el acompañamiento integral a las mujeres embarazadas, embarazadas, 80

y la mejora de la Ley de Adopción son propuestas alternativas, justas y solidarias, que fortalecerán nuestra sociedad. Una cosa es comprender la angustia que puede sentir una mujer ante un embarazo no deseado, y buscar caminos para ayudarla. Otra cosa muy distinta es crear un instrumento legal para que las madres puedan matar a sus hijos en forma «libre, segura y gratuita». No puede existir un derecho cuando la finalidad es la muerte. Por eso, como nunca antes, se hace imperioso trabajar en unidad para encontrar las mejores soluciones posibles para los problemas sociales, generando propuestas que nos permitan construir una sociedad cada vez más justa e inclusiva; una sociedad que garantice los derechos humanos de todos  los   los humanos, nacidos y por nacer.

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Luego de presentar los distintos argumentos que suelen aparecer en  juego en los debates sobre el aborto, me gustaría finalizar este libro retomando la pregunta con la que comenzamos... ¿Qué debemos pensar los cristianos acerca del aborto?  Que  Que es la mayor tragedia que la humanidad ha vivido en los últimos siglos, principalmente porque para que exista un aborto tiene que haber una madre que preste su consentimiento voluntario, una madre que solicite  que   que alguien mate al hijo que lleva en su interior. El aborto es algo cruel, terrible; es la claudicación ética más grande en la historia de la humanidad. Es la evasión de responsabilidad más sorprendente que una persona, y que una sociedad, puedan hacer jamás. ¿Qué debemos pensar los cristianos acerca del aborto?  Que  Que toda acción intencional que elimine en forma directa al hijo, o que procur procuree su expulsión durante el período no viable de su vida intrauteri intrauterina, na, es decir decir,, cuando no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir fuera, es una acción ilícita y moralmente inaceptable. El aborto es una práctica criminal contraria a la moral y a la dignidad de la medicina. Matar es todo lo contrario al arte de d e curar. curar. Matar a una criatura indefensa, inde fensa, a un paciente indefenso, es cobarde, es miserable, es vil.

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No es la religión, sino la Biología, la que nos ha dicho que el producto de la unión entre un espermatozoide y un óvulo humano constituye una nueva vida, y que la misma es humana. Y la conciencia debería obligarnos a respetar la vida de todo ser humano, sea cual fuere su condición, estado o grado de desarrollo; esto incluye a los no nacidos pero ya concebidos, desde el momento de la fecundación hasta su muerte natural. Frente a la necesidad de intervención médica, lo adecuado es siempre buscar salvar las dos vidas. Si se actuara de modo diferente, se estaría sacrificando vidas que son de la especie humana y que, por tanto, tienen el mismo valor y dignidad que cualquier otra vida de la misma especie. No es justo eliminar una vida humana para resolver un problema, sea este de la índole que sea. Abortar no es, ni puede ser nunca, un derecho. El derecho natural y superlativo es a la vida, ya que este es el fundamento de todos los otros derechos humanos. Toda legislación debería tutelar, antes que nada, la vida. Y, como dijimos, no puede haber un derecho cuando la finalidad es la muerte. Finalizo este libro en la esperanza de que cada uno de nosotros, como seguidores de Jesús, seamos verdaderamente «sal y luz» para esta sociedad. Que como hijos del Padre, podamos encarnar y mostrarle al mundo el ADN que caracteriza y define al Creador: Dios es amor. No estamos para juzgar, criticar, ni condenar. Estamos para ser luz en medio de las tinieblas, y para defender la verdad en medio de tanto relativismo, pero recordando siempre que somos llamados a impartir esa verdad reflejando en toda circunstancia el amor de nuestro Maestro. Una sociedad es más humana, más justa, y más inclusiva, cuando defiende los derechos de todos   los humanos en toda   su integridad y dignidad. Dios bendiga a cada militante y defensor de la vida.

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GABRIEL BALLERINI Tiene una maestría en Ética Biomédica del Instituto de Bioética de la Facultad de Ciencias Médicas de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA).Es licenciado y profesor de Nivel Medio y Superior en Teología, graduado en el Seminario Internacional Teológico Bautista (SITB) en Buenos Aires, Argentina y como bioeticista es miembro titular y fundador del Comité de Bioética del Complejo Médico Churruca-Visca, uno de los hospitales universitarios más destacados de América del Sur.  Junto a su esp  Junto esposa osa Cec Cecililia ia son pas pasto tores res de la Igl Iglesi esiaa Ev Evang angél élica ica Bau Bauti tista sta Vida y Esperanza, del barrio de Floresta, en la ciudad de Buenos Aires. Se ha desempeñado como director de educación cristiana de la Confederación Evangélica Bautista Argentina y como director de Bioética de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Repúbli República ca Argentina (ACIERA ACIERA). ). Actualmente comparte conferencias en defensa de la vida, la familia y la promoción de valores y derechos para alcanzar una sociedad mejor. mejor.

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