Abat-faim (l‘Encyclopédie des Nuisances. Tomo I, Fascículo 5, 1985)

August 12, 2018 | Author: paguroidea | Category: Meat, Breads, Monopoly, Tourism, Wine
Share Embed Donate


Short Description

Descripción: Guy Debord...

Description

Guy Debord  Matambre1

[Abat-faim] Se sabe que ese término designaba un "plato fuerte que se sirve primero para aplacar, matar el hambre inicial de los comensales" (Larousse). Hatzfeld y Darmesteter, en su diccionario, lo consideran "anticuado". Pero la historia es el ama infalible de los diccionarios. Con los recientes progresos de la técnica, la totalidad de la comida que la sociedad moderna consume ha llegado a estar constituida únicamente de ‘matambres’.

La degradación extrema de la alimentación es una obviedad que, como otras, generalmente se soporta con resignación: una fatalidad, el precio a pagar por este progreso que nada detiene, como bien saben aquellos a los que aplasta cada día. Nadie dice nada al respecto. Los que están arriba porque no quieren hablar de ello y los que están abajo porque no pueden. La inmensa mayoría de la población que apoya esta degradación no es capaz de encarar una realidad una  realidad tan desagradable, aun teniendo fuertes sospechas al respecto. En efecto,  jamás es agradab agradable le admitir que nos han han estafado estafado y los que dejaron dejaron de lado el "bistec" - y la l a reivindicación del "bistec" –  a  a cambio de la sombra 'reestructurada' de la cosa, están tan poco dispuestos a admitir lo que han perdido con el cambio que quienes creyeron acceder a la prosperidad al aceptar semejante ersatz en su hábitat. Habitualmente son los mismos, aquellos que no son capaces de rechazar nada por el miedo a desmentir todo lo que permitieron que se hiciera con su vida. El fenómeno, mundial, afecta primero a todos los países avanzados económicamente y en seguida repercute en los países sometidos al retraso del mismo proceso. Resulta fácil rastrear su fecha de inicio. Aunque ha sido anunciado por modificaciones graduales, el umbral franqueado en la pérdida de calidad se manifiesta, en 2 o 3 años, como el brusco desmoronamiento de todos los antiguos "hábitos alimentarios". alimentar ios". Este salto anti-cualitativo anti-cualitativo se produjo produjo en Francia, por por 1 El

abat-faim designaba una gran pieza de carne que se servía al término francés abat-faim designaba inicio de las comidas con la intención, ahorrativa, de aplacar el hambre de los invitados. No hay una palabra en el castellano que guarde una equivalencia exacta con él. matambre, por otro lado, designa un plato de la culinaria argentina. Su La palabra matambre, origen data del siglo XIX, cuando Argentina abastecía a Europa de cortes de vacuno. Se trata de un trozo de carne de calidad inferior, extraído del área que se halla entre el cuero y el costillar de la res, que el faenador  el  faenador  (la  (la persona que realizaba los cortes en el matadero) recibía como moneda de pago por su trabajo y que cumplía con la modesta función de llenarle el estómago. Se ha optado por esta traducción tanto por la similitud de ambas palabras como por la motivación original detrás del origen de cada una.

ejemplo, alrededor de 1970; cerca de 10 años antes en Europa del Norte y diez años después en Europa del Sur. El criterio que permite evaluar muy fácilmente el estado de avance del proceso es, por supuesto, el sentido del gusto: el gusto por los alimentos modernos está elaborado precisamente por una industria, llamada aquí "agroalimentaria" - de la cual resume, en tanto que resultado desastroso, todos los síntomas, ya que una aparien apariencia cia colorida no garantiza el sabor, tal como la insipidez no asegura su inocuidad. Primero, la química se impuso de forma masiva en la agricultura y la ganadería para aumentar el rendimiento, en detrimento de cualquier otra consideración. Luego fue el uso de nuevas técnicas de conservación conserva ción y almacenamiento. Y, revirtiendo lo que los expertos del ‘matambre’ ll  llaman aman nuestras nuestras "barreras mentales" - es decir, la l a antigua experiencia de una calidad y de un sabor - cada progreso conseguido permite avanzar aún más lejos en la industrialización. Así, la congelación, y el paso rápido a la l a descongelación, sirvieron en un inicio para comercializar ‘piernas de pollo’, compuestas de materia triturada y reconstituidas artificialmente. artificialmente. En esta fase la materia en cuestión aún guarda relación con su nombre, ‘ave de corral’, que no se

aleja mucho de lo que podría ser un ave de corral que se haya escapado de la industria pecuaria. Pero una vez aceptada esta forma, el contenido puede ser alterado con mucha más facilidad: nuevamente el ejemplo llega desde Japón  –   donde las  – ex ex Oriente lux –  lux –  donde ‘patas de cangrejo’ y los ‘camarones’ en realidad se producen

industrialmente a partir a pescados de bajo precio, reconstituidos posteriormente bajo aquella apariencia. Eso es algo que genera optimismo en una persona como Jacques Gueguen “encargado de investigaciones en la estación I.N.R.A. de Nantes”, donde estudia los medios para hacernos engulli r filetes hechos a base de “materias proteicas de origen vegetal”. Estos, claro está, aún presentan algunos

defectos, pero pronto serán remediados: ( Cosmopolitan,  junio de 1985) 1985) Pero la misma lógica que nos hace recordar todo lo que ya nos hemos tragado no necesita ser enunciada de forma tan franca para ser coercitiva: basta con hacernos olvidar todo lo que ya no podremos saborear. Así, tras haber convertido la cerveza en una cosa infecta con tal de poder almacenarla sin importar las condiciones, ya no tendremos gran cosa que lamentar cuando se la adapte con mayor perfección a las necesidades de la circulación mercantil: (Libération, 29 de julio de 1985.) La insensata búsqueda de toda economía del tiempo y de los gastos en mano de obra o material (factores que disminuyen tanto la ganancia) tiende a hacer prevalecer, en toda su pureza abstracta, la lógica de la mercancía. Esta pretende ignorar, ignorar, junto con el tiempo (por ejemplo, el tiempo acumulado en la historia humana para adquirir el conocimiento fundamental necesario para la fabricación de una buena cerveza) todo lo cualitativo - que no falla en volver negativamente, como enfermedad. Entonces se lo sustituye por diversos reclamos ideológicos, leyes estatales impuestas supuestamente en nombre de la higiene, o simplemente de garantizar su apariencia. Evidentemente esto se hace para favorecer favorecer la concentración concentración de la l a producción, la cual transmitirá transmitirá lo más que pueda el peso normativo del nuevo producto infecto. Al final del proceso, el monopolio sobre el mercado apunta a dejar como únicas opciones el ‘matambre’ y el hambre misma.

Es así como en Estados Unidos de América tienen la Food and Drugs  Administration, donde el consumo abstracto de mercancías abstractas expone visiblemente sus leyes, a pesar de que estas no funcionen demasiado bien, según los reglamentos de aquello que se hace llamar el “Mercado Común”. Esa es, por lo demás, la principal realidad efectiva de esta institución. Toda tradición histórica debe desaparecer, y la abstracción tendrá que reinar frente a la ausencia general de la calidad (ver el artículo Abstracción). Obviamente, no todos los países tenían las mismas características (geográficas y culturales) en cuanto a la alimentación. Para hablar solo de Europa: Francia tenía mala cerveza (salvo en Alsacia), café muy malo, etc. Pero Alemania bebía buena cerveza, España bebía buen chocolate y buen vino, Italia buen café y buen vino. Francia tenía buenos panes, buenos vinos, muchos quesos, mucha carne de res y de aves de corral. En el marco del Mercado Común, todo debe reducirse a la igualdad de la mercancía contaminada.. El turismo jugó un cierto papel en ese plano; el turista contaminada llegaba a habituarse en el lugar  a  a la miseria de las mercancías que precisamente habían sido contaminadas para él, puesto que el fin de su llegada es consumir todo lo que se ha deteriorado por el solo hecho de su presencia. El turista es, en efecto, aquel a quien en todas partes se le trata tan mal como en su propio hogar: es el elector en desplazamiento. La utilidad esencial de la mercancía moderna, que se desarrolló a expensas de toda otra utilidad, es la de ser comprada; es así como por un milagro que solo ella conoce, y por la l a mediación del capital, ¡puede “crear empleos”! Pero en cuanto a  su empleo, su uso, se postula autoritariamente o se evoca de forma falaz; en el caso de los alimentos, en la conservación artificial de algunas características de su estado anterior. En definitiva, esas apariencias se dirigen a los sentidos más fáciles de engañar : “Gracias a los nuevos métodos utilizados para evitar la degradación de los alimentos, en cada estación del año podemos encontrar frutas y verduras que antaño solo aparecían durante unas semanas en nuestros mercados. Las manzanas, por ejemplo, que almacenamos en frigoríficos gigantescos. El único gran problema es que las frutas, expuestas a las bajas temperaturas, pierden mucho de su sabor natural.“ (Cosmopolitan, ibídem.) Anteriormente, cuando los meses duraban solo algunas semanas, había un tiempo para cada cosa: hoy en día nos faltan, a la vez, la realidad del tiempo y la realidad de las cosas. Los sentidos más directamente prácticos son sacrificados: el sabor, el olor, el tacto son abolidos en beneficio de los señuelos que permanentemente extravían la vista y el oído (ver el articulo Abad ). Una vez vejado el uso de ciertos sentidos (ciertamente más valdría perder el olfato cuando uno vive en una gran ciudad), y extraviado de tal modo el uso del resto, presenciamos una retirada general de la sensualidad, que va aparejada con la retirada extravagante de la lucidez intelectual - la cual comienza, de raíz, con la l a pérdida de la lectura y de la mayor parte del vocabulario. Para el elector que conduce su propio carro y

que mira la televisión ninguna importancia tiene ya cualquier tipo de gusto: es por eso que se le puede hacer comer Findus o votar por Fabius, tragarse a Fabius u optar por Findus 2. En efecto, sus importantes actividades, su desbordante pasividad, no le dejan el tiempo de adquirir o desarrollar gustos que, oportunamente, la producción mercantil no tiene el tiempo de satisfacer: esta maravillosa adecuación entre ausencia de uso y uso de la ausencia define la pérdida actual de todo criterio de valor. Aquí nos volvemos a topar con la importante cuestión del tiempo, de ese tiempo que es ganado, en todas partes, para no vivirlo. De este modo, ahora que el tiempo que antes se consagraba a la preparación de los platos ha sido absorbido por la contemplación de la televisión, « los consumidores piden cada vez menos las “partes menos nobles“, que precisan de largas preparaciones alimentarias ». Estas partes - gracias a las cuales hace no mucho se confeccionaban numerosos y excelentes platos de la cocina popular francesa  –  hoy  hoy en día deben ser recicladas bajo una apariencia que se ajuste más a la conveniencia de una rápida preparación: « Viéndola (pero no desde muy cerca) y probándola, nos engañaríamos. Tiene todo lo que hace a una costilla tal: el aspecto, la suculencia, la “terneza”. Sin embargo está hecha de codillo, de flancos, de pescuezo de res, en fin, de todos aquellos pedazos reservados habitualmente para la preparación de cazuelas o guisados. ¿La carne del guiso convertida en bistec? Precisamente es eso lo que nos preparan los investigadores e industriales que, tras destruir toda la arquitectura del corte, mezclan trozos más o menos triturados y les vuelven a dar forma, creando carne “reestructurada”. » (Le (Le Monde, 25 de septiembre de 1985.) No lo dudemos: esta reestructuración muy rápidamente extenderá su campo de acción bastante más allá del ámbito de los bovinos: « Cuando consigamos confeccionar “bistecs” apetitosos y tiernos en base a carne de aves de corral o de cerdo, menos costosa que la de res, “el ganado bovino será cosa del pasado ”, como subraya M. Dumont. » (Ibídem.) Este Dumont, desbordante de futuro, es el director del laboratorio de investigación sobre la carne del Institute Nacional de Recherche  Agronomique3 (I.N.R.A.); es por tanto un especialista del matambre , como ese otro que declaraba  –  a  a propósito de la técnica de “cocciónextrusión “ que permite fabricar “productos con estructura alveolar “, como los que se destinan a los perros y a los gatos: « En lo que respecta a las aplicaciones de este procedimiento en la alimentación humana, “todo queda por hacer ”. ”.» (Ibídem.) En lo que respecta a hacernos acceder a una bestialidad  sin instinto, no obstante, ya se ha hecho bastante. ‘

2



Laurent Fabius fue un político francés del Partido Socialista. Findus es una marca de productos alimentarios congelados. 3 Instituto Nacional de Investigación Agronómica

Hace mucho tiempo la burguesía había dicho : “Hubo historia, pero ya no hay más.“ (Marx.) Desde que burocratiza su dominio, añade: “Hubo gusto, pero ya no hay más “. Ya no existirá tampoco esta historia individual, a través de la cual cada persona descubría y formaba sus gustos. Se tiene que aceptar todo lo que está al frente, sin distinción, sin pretender preten der conservar para sí cualquier clase de criterio de juicio. Solo deben escucharse las proclamaciones de los expertos que, por ejemplo, nos pintan el futuro radiante de la verdura irradiada y nos afirman desde ya que “ las verduras nunca habían sabido tan bien “ (l’Express, 6-12 de septiembre de 1985). Ese es el último “look “ de la sociedad del espectáculo y todo “look “ individual, por más que imagine ser divergente, finalmente converge en ella; puesto que es ella quien mueve todos los hilos. Y así, este “puré de carne” que es el ‘matambre’ del salariado pobre, quien lo ingiere frente a un decorado de retrete público, puede hasta darse el aire de ser un modernismo de avanzada, escogido en lugar de padecido por los que comen  Mc Donald s y piensan  Actuel. ’

¿Cómo llegamos a esto? ¿Quién quiso que esto fuese así? Anteriormente, Anteriormen te, nadie. Desde los l os fisiócratas, el proyecto burgués fue explícitamente explícitament e el de mejorar, cuantitativa y cualitativamente los productos de la tierra, que se sabía que estaban relativamente menos sujetos a cambios que los productos de la industria. En efecto, esto se llevó a cabo durante todo el siglo XIX y después de este. Los críticos del capitalismo ocasionalmente manifestaron su preocupación por el incremento de la calidad. Fourier, particularmente particularmente favorable a los placeres y a las pasiones, y gran aficionado a las peras, esperaba del reino de la armonía un progreso de las variedades gustativas de esa fruta. En ese, como en otros aspectos, el progreso de la civilización le ha dado la razón –  realizando  realizando precisamente precisamente lo contrar contrario. io. Hoy en día podríamos describir muy concretamente el estado del problema tomando una receta clásica de la cocina francesa y mostrando con exactitud aquello en lo que se ha convertido cada uno de sus ingredientes ingredient es dentro del consumo actual (ver el artículo Agroalimentaria). La nocividad del matambre  no se limita a todo lo que suprime, sino que se extiende a todo lo que este acarrea, por el solo hecho de su existencia, según un esquema que se aplica a cada nueva producción del viejo mundo. Los alimentos que perdieron todo su sabor nos son presentados ahora como perfectamente higiénicos, dietéticos, sanos, en contraste con las riesgosas aventuras de las formas pre-científicas de alimentación. Pero esa es una mentira cínica. No solo contienen una dosis inverosímil de veneno  –  como  como por ejemplo, los potentes productos agrícolas fabricados por la tristemente famosa Union Carbide - sino que además propician todo tipo de carencias, cuyos resultados en la salud pública solo podrán ser medidos después de que el mal ya esté hecho: ‘



tal como lo decía decí a un médico con un sentido bastante bastante científico del eufemismo “parece que la intensifica i ntensificación ción de la productividad agrícola se lleva a cabo sin preocuparse lo suficiente de esta noción de calidad en la que los l os oligo-elementos son un factor importante“ (H. Picard , Utilización terapéutica de los oligoelementos). Aunque sea espantoso, sucede que lo lícito en el procesamiento de los alimentos está acompañado de una parte ilícita tolerada y, para rematar, de lo francamente ilícito que de cualquier modo se da (dosis excesivas de hormonas en la ternera, anticongelante en el vino, etc.) Es sabido que el cáncer más frecuente en los Estados Unidos no es el que consume los pulmones del fumador de tabaco contaminado o del habitante de las ciudades aún más contaminadas, sino el que roe las entrañas de un presidente Reagan 4, y demás comensales de su especie. Esta práctica extendida del ‘matambre’ es igualmente responsable por el hambre en los pueblos periféricos que más completamente sometidos están, si nos atrevemos a decirlo, al sistema capitalista capitalista mundial. El proceso es simple: la agricultura de subsistencia es eliminada por el mercado mundial y, como por arte de magia, los campesinos de los países ‘subdesarrollados ‘ se transforman en desempleados, relegados a las barriadas en vertiginosa expansión de África o de Latinoamérica. No es un secreto que el pescado que capturaban y comían los peruanos hoy en día ha sido acaparado por los propietarios de las economías avanzadas, quienes lo usan para alimentar las aves de corral que luego ponen a circular en el mercado. Para borrar el sabor de este pescado  –  evidentemente, sin restaurar cualquier otra clase de sabor  –  es  es necesario utilizar la acroleína, producto químico bastante peligroso que, si bien se fabrica en Lyon, los habitantes de esa ciudad no conocen en absoluto; ni como consumidores ni como vecinos de las fábricas que lo producen. Pero indudablemente indudablemente lo conocerán un día, bajo la l a luz de la la catástrofe. Los especialistas del hambre en el mundo (hay muchos, y trabajan mano a mano con otros especialistas, dedicados a hacernos creer que vivimos en un reino de abundantes delicias, aun cuando no se sepa dónde está ese “gran banquete“) nos comunican los resultados de sus cálculos: el planeta podría producir suficientes cereales para que nadie pase hambre, pero está visión idílica se ve perturbada por el hecho de que los “países ricos“ consumen abusivamente la mitad de esos cereales para la alimentación de su ganado. Pero, ¿acaso alguien, tras haber conocido el sabor desastroso de la carne de matadero que se ha cebado de tal modo con cereales, diría que se trata de “países ricos“? Seguramente no. No es para hacernos vivir en el sibaritismo que la mitad del planeta se tiene que morir de hambre: es para hacernos vivir en el 4 En

1985, al presidente estadounidense Ronald Reagan le fue realizada una intervención quirúrgica para extirparle pólipos cancerosos de la nariz y el colon.

lodo. Pero al elector el ector le encanta que lo halaguen, que le hagan recordar que su corazón debe estar un poco endurecido, ya que se permite vivir tan bien, mientras otros países lo engordan con los cadáveres de sus niños , stricto sensu. Dentro de ese discurso, lo que en realidad le agrada al elector es que le digan que vive en la riqueza. Le encanta creerse eso. No solamente los medicamentos, sino también los l os alimentos, como tantas otras cosas, se han vuelto un  secreto de Estado. Una de las objeciones más fuertes contra la democracia, que data del tiempo en que las clases propietarias aún formulaban, porque aún temían (y no sin razón), lo que significaría para ellos una democracia efectiva, era la evocación de la ignorancia de la l a mayor parte de la gente, obstáculo efectivamente redhibitorio para que ellos pudiesen conocer y manejar por sí mismos sus propios asuntos. Hoy en día, esas clases se sienten más reconfortadas por las vacunas que recientemente han sido descubiertas contra la democracia  –  o  o más bien contra esa pequeña dosis residual que supuestamente nos está garantizada; ya que las personas desconocen lo que está servido en su plato tanto como desconocen los misterios de la l a economía, el desempeño esperado esperado de las armas estratégicas o las sutiles “ elecciones de modelo social “ propuestas para que se retome el mismo y se vuelva a comenzar. Cuando el secreto invade hasta nuestro plato, no se puede seguir creyendo que todo el mundo desconozca todo lo que pasa. Pero en el espectáculo, los expertos no deben difundir verdades tan peligrosas. Las callan. Sus intereses están puestos en ello. Y al individuo real aislado, que no se fía de su propio gusto ni de sus propias experiencias, no le queda más que confiar en la farsa socialmente organizada. ¿Se lo podría decir un sindicato? No, un sindicato no puede decir algo que sea irresponsable irrespon sable y revolucionar revolucionario. io. El sindicato defiende en principio los intereses de los asalariados dentro del marco de la clase asalariada. Defendían, por ejemplo, “su bistec“. Pero se trataba de un bistec abstracto (hoy en día, se trata de algo incluso más abstracto: defender “su trabajo ”, o más bien no defenderlo). Aunque el bistec real se haya esfumado casi del todo, estos especialistas no lo han visto desaparecer al menos no oficialmente. Esto porque el bistec que todavía existe de forma clandestina, el que está hecho de una carne criada  sin químicos, tiene un precio evidentemente más elevado, y tan solo revelar su existencia remecería fuertemente fuertemente las columnas del templo de la la “política contractual “. En la nomenklatura 5 occidental, sin embargo, sabemos bastante bien de qué se trata, para pagar generalmente los alimentos sanos a tan alto precio. 5 Dentro

de la Unión Soviética y otros países del Bloque del Este, categoría compuesta por miembros del Partido Comunista que tenían importantes puestos administrativos. Constituían una élite de burócratas.

Hay que recordar el periodo que precedió inmediatamente a la revolución de 1789, ¡cuántas revueltas populares se desencadenaron en respuesta a las tentativas, entonces moderadas, de falsificar el pan! y cuántos de los avezados experimentadores fueron llevados inmediatamente a la horca, antes de haber podido explicar sus motivos (seguramente (segura mente muy fuertes). En esa época, y durante todo el siglo XIX, la falsificación, marginal marginal y artesa artesanal, nal, se practicab practicaba a a nivel de minorista: todavía no se había remontado a la fuente misma de la fabricación de los alimentos (como habría de hacerlo, con todos los l os medios de la industria moderna, a partir de la guerra de 1914 -año en que nacería el ersatz). Pero provocaba una justa cólera. Otros tiempos, otras costumbres;; o, mejor costumbres m ejor dicho, los beneficios que la sociedad de clases extrae de su pesado armamento espectacular, en equipo tanto como en personal, compensan ampliamente los gastos que inevitablemente genera el hacer acompañar al ersatz de su complemento indispensable, indispensab le, el lavado de cerebros. Así fue cómo, hace ya casi 10 años, cuando vimos que el pan desaparecía en Francia y era reemplazado en casi todas partes por un pseudo-pan (harinas nopanificables, panificab les, levaduras l evaduras químicas, hornos eléctricos), este acontecimiento traumatizante no solo no desencadenara ningún movimiento de protesta y de defensa  –  como  como el que se produjo recientemente a favor de una escuela dizque libre  –  sino  sino que literalmente literalment e nadie hablara al respecto. Y, para colmo de cinismo, después de habernos estropeado de tal modo el sabor del pan, ahora pretenden convertirlo en un objeto de enseñanza, extendiendo la burocracia de la cultura a nuevos terrenos: « Se trataría de poner en marcha una especie de educación del gusto que quizás podría comenzar por cosas elementales: fabricar su propio pan, identificar su composición. El mismo pan podría ser objeto de una campaña, “el pan considerado como objeto del patrimonio”, como “tesoro nacional viviente”, como dirían los japones japoneses. es. » (Jack Lang, citado por le Monde, 7-8 de abril de 1985.) No hay forma más clara de decirnos, con este nuevo pan “de campaña“, que en este mundo lo auténtico ha perdido su lugar en la vida cotidiana, y debe acabar en el museo. Ocurre así con todos los placeres que antaño eran calificados de simples  y que, en virtud de su desaparición, se convierten en el objeto de una erudita museografía. En su vasta esfera de acción, la arquitectura moderna ya suprimió una buena parte de ellos. Ciertamente, si el placer estuviese hecho de gozos espectaculares, bien podríamos llamar dichosos a los consumidores, en tanto que hallan imágenes con qué apacentarse. La peligrosa dialéctica, sin embargo, vuelve por otro lado. Pues resulta bastante evidente que todo está constituido por las opresiones de este mundo. Mientras la crítica es indulgente con toda gestión de los placeres, todos los resultados los matan. Ese es el síndrome de la enfermedad mortal de finales del siglo ”



XX: la sociedad de clases y especializaciones, por un esfuerzo constante y omnipresente, se va inmunizando contra todos los placeres. Pero el colapso de sus defensas inmunitarias contra todos los venenos que ella misma produce será aun más total.

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF