A Buen Juez, Mejor Testigo

October 1, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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ELENCO DE TEATRO UNCP – 2007 

Director: Ing. Ricardo Alberto Cerrón Siuce

A BUEN JUEZ, MEJOR TESTIGO De: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)  NARRADOR ENAMORADO (Diego Martínez)

Adaptación: Ricardo Cerrón S. HIJA GOBERNADOR (Pedro de Alarcón)

NARRADOR :

Entr Entree pard pardos os nuba nubarr rron ones es pasa pasand ndoo la bl blan anca ca lu luna na,, co conn re resp spla land ndor  or  fugitivo, la brisa con frescas alas juguetona no murmura, y las veletas no giran entre la cruz y la cúpula, y las sombras confundidas se dibujan. Las almenas de las torres se columbran, como lanzas de soldados apostados en la altura. Y reverberan los cristales el monótono murmullo sonar   perdido se escucha, cual si por las hondas calles hirviera del mar la espuma. ¡Qué dulce es dormir en calma, cuando a lo lejos susurran los álamos que se mecen, las aguas que se derrumban!. Se sueñan bellos fantasmas que el sueño del triste endulzan, y en la callejuela oculta, se ve un hombre que aguarda con vigilante figura (se observa un hombre), y tan a la sombra vela que entre las sombras se ofusca. El hombre, y bien se ve, porque con planta segura, ganando el centro de la calle resuelto y audaz pregunta:

ENAMORADO:

¿Quiénn va? ¿Quié va? (Se escuc escucha ha a co corta rta dis distan tancia cia el igual igual compás compás de las sonoras herraduras) ¿Quién va?

PADRE

: “Un hidalgo, ¡calle!”

ENAMORADO: “Deténgase el hidalgo” (El hombre PADRE

replica empuñando la espada)

: “Venid, y haber si haceís haceís que m mee calle, que hasta hasta hoy a nadie detuvo a Iván de Vargas y Acuña”

ENAMORADO:

“Pase el Acuña y perdone” (El jinete se detiene, y una niña salió al  balcón)

HIJA

: “¡Mi padre!” padre!” (Cla (Clamó) mó) (Huye (Huyenn eenamorado namorado e hhija) ija)

NARRADOR :

Clara, apacible y serena pasa la siguiente tarde, y el sol tocando su ocaso apaga su luz gigante. Los ricos y sedentarios se tornan con paso grave, calado el ancho sombrero, abrochados los gabanes. Y quédase sólo sólo un ma manc nceb eboo (D (Die iego go)) de im impe petu tuos osos os ad adem eman anes es,, qu quee se pa pase seaa ocultando entre la capa el semb semblante. lante. Una mujer, ta también mbién sola (Inés), se viene el llano adelante, la luz del rostro escondida en tocas y tafetanes a la derecha del que aguarda, y él al encuentro le sale cuanto se dicen… en las citas los amantes. Mas ella, dejando galanterías aparte, al mancebo interrumpe con voz decidida y grave:

1

 

HIJA

: “Abreviemos razones, Diego Martínez; mi padre sabe que un hombre ha entrado en su ausencia dentro mi aposento, y así quien mancha mi honra con la suya me la lave; o dadme mano de esposo, o libre de vos dejadme.”

NARRADOR :

Miróla Diego Martínez atentamente un instante, y echando a su lado el embozo repuso palabras tales:

ENAMORADO: Dentro de un mes, Inés mía, parto a

la guerra de Flandes; al año estaré de vuelta y contigo en los altares. Honra que yo te desluzca con honra mía se lave, que por honra vuelven honra hid hidalgos algos que en honra nacen. nacen.

HIJA

: ¡Júralo!

ENAMORADO: Mas que mi palabra vale no te valdrá un juramento. HIJA

: Diego, la palabra es aire.

ENAMORADO: ¡Dalo por jurado y baste! HIJA

: No me basta; que olvidar puedes la palabra en Flandés

ENAMORADO: ¡Voto a Dios! ¿Qué más pretendes? HIJA

: Que a los pies de aquella imagen (crucifijo) lo jures como cristiano del Santo Cristo delante.

NARRADOR : Vaciló

un punto Martínez. Mas porfiando que jurase, llevóle Inés hacia el crucifijo. Enclavado en duro y postrero trance, ceñida la sien de espinas, descolorido el semblante. Ante sus plantas divinas llegaron ambos amantes, y haciendo Inés que Martínez los sagrados pies tocase.

HIJA

: Diego ¿juras a tu vuelta desposarme?

ENAMORADO: ¡Si juro!

(Ambos de dell templo salen) salen)

NARRADOR : Pasó

un día y otro día, un mes y otro mes pasó, y un año también pasó, más de Flandes no volvía Diego, que a Flandes partió. (Entra Inés) Lloraba la bella Inés oraba un mes y otro mes debajo del crucifijo, donde el galán su mano puso, y a Dios llorando pedía la vuelta del amado, y el amado no volvía. ¡Ay del triste que consume su existencia en espera! Así Inés se consumía consumía sin acabar acabar de esperar, y su tez ssee marchitaba, su llanto se secaba para volver a brotar. En vano a Iván su padre acudía llorosa y desconsolada, más el padre no respondía, que la lengua le tenía su propia deshonra atada. Y ambos maldicen su estrella, callando el padre severo y suspirando la bella,  porque nació mujer mujer ella y el viejo na nació ció altanero. Dos años al fin pasaron, y las guerras acabaron, y los de Flandes tornaron a sus tierras a vivir. 2

 

Diego de Flandes que partió, más a Flandes no volvía. Era una tarde serena mirando Inés la corriente de las olas que a las riveras azotaba. Y algún pez con cien colores, tornasolada la escama, saltaba a besar  las flores, que exhalaban gratos olores. Ahí la niña lloraba al rigor de su fortuna. A lo lejos, por el llano, en confuso remolino, vio hombres a tropel lejano (Corre la hija, cruza el esce escenario nario). ). Bajó Inés del torreón, torreón, y llegando llegando recelosa, recelosa, sintió latir zozobrosa más inquieto el corazón. Y vio por el arco primero un hidalgo caballero y tras de el jinetes, lanceros y peones lanceros. HIJA

: “¡Diego eres tú!”

ENAMORADO: ¡Voto a Belcebú, que no me acuerdo quien eres! HIJA

: ¡No……!

NARRADOR :

Dio la triste un alarido tal respuesta al escuchar, y a poco perdió el sentido, sin que más voz ni gemido volviera en tierra exhalar.

ENAMORADO:

¡Malditas viejas, que a las mozas malamente enloquecen al ver a un

hidalgo! NARRADOR : Así por sus altos fines dispone y permite el cielo que puedan mudar al hombre fortuna, poder y tiempo. A Flandés partió y Martínez de soldado aventurero, y por su suerte y hazañas allí capitán le hicieron. Según alzaba en honores alzábase en pensamientos, y otro Martínez entró a Toledo, orgulloso y ufano, quien salió humilde y pequeño antes de la guerra. Abraz Ab razada ada a sus rod rodill illas as,, en enmar maraña añado do el ca cabel bello, lo, la he hermo rmosa sa Inés Inés llorab llorabaa consternada por el suelo. Más todo empeño era inútil, porque el capitán don Diego no ha de ser Diego Martínez, como lo era en otro tiempo. HIJA

: (Dieg (Diegoo se suelta y cami camina) na) Contigo se fue mi honra, honra, conmigo tu juramento juramento;;  pues buenas buenas prendas son ambas, en buen fiel las ppesaremos. esaremos.

NARRADOR :

Y a pasos rápidos salióse salióse del apo aposento. sento. Era entonces gobernador, el justiciero y valiente don Pedro Ruiz de Alarcón, que muchos años por su patria peleó; cercenado tiene un brazo, más entero el corazón Inés con faz de gran aflicción rojos de llorar los ojos, ronca de gemir la voz, a los pies se arroja humilde de don Pedro Ruiz de alarcón.

GOBERNADOR : Mujer ¿qué quieres? HIJA

: Quiero justicia señor.

GOBERNADOR : ¿De qué? HIJA

: De una prenda hurtada 3

 

GOBERNADOR : ¿Qué prenda? HIJA

: Mi corazón.

GOBERNADOR :

¿Tu lo diste?

: Lo presté.

HIJA

GOBERNADOR : ¿Y no te lo HIJA

han vuelto?

: No.

GOBERNADOR : ¿Tienes testigos? HIJA

: Ninguno

GOBERNADOR : ¿Y promesa? HIJA

: ¡Sí, por Dios!

GOBERNADOR : ¿Quién es él? HIJA

: Diego Martínez

GOBERNADOR : ¿Noble? HIJA

: Y capitán, señor 

GOBERNADOR : Presentadme al Capitán, que cumplirá si juró. NARRADOR :

Quedó en silencio la sala, y a poco en el corredor se oyó de botas y espuelas el acompasado son. Y una voz dijo: “El Capitán don Diego”. Quien entró luego en el salón, salón, tenía los ojos llenos de orgullo y furor.

GOBERNADOR : ¿Sois el Capitán Don diego? ENAMORADO: ¡Si soy yo. GOBERNADOR : Conoceis a esta muchacha. ENAMORADO: Hace tres años , salvo error. GOBERNADOR : Hicísteis juramento de ser su marido? ENAMORADO: No GOBERNADOR : ¿Juráis no haberlo jurado?

4

 

ENAMORADO: Si, juro. GOBARNADOR : Pues id con Dios. HIJA

: ¡Miente!

GOBERNADOR : Mujer, ¡piensa lo que decis…! HIJA

: Digo que miente, juró.

GOBERNADOR : ¿Tienes testigos? HIJA

: Ninguno

GOBERNADOR : Capitán, id

con Dios, y dispensad que dudara de vuestro honor.

NARRADOR :

Tomó Martínez la espada con brusca satisfacción, e Inés, que le vió  partirse; resuelta y firme gritó:

HIJA

: Llamadle, tengo un testigo, llamadle otra vez señor.

NARRADOR :

Volvió Capitánsiguió. Don Diego, séntose Ruiz de Alarcón, la multitud aquietose y la deelVargas

HIJA

: Tengo un testigo a quien nunca faltó verdad ni razón.

GOBERNADOR : ¿Quién? HIJA

: Un hombre que de lejos nuestras palabras oyó, mirándonos desde arriba.

GOBERNADOR : ¿Estaba en algún balcón? HIJA

: No, que estaba en un suplicio donde hace tiempo que expiró

GOBERNADOR : ¿Luego es muerto? HIJA

: No, que vive.

GOBERNADOR : Estais loca, ¡vive Dios! ¿quién fue? HIJA

: El cristo de la Vega., a cuya faz perjuró.

NARRADOR :

Pusieronse en pie los jueces el nombre del Redentor, escuchando con asombro tal excelsa apelación. Reino un profundo silencio de sorpresa y pavor, y Diego bajo los ojos de vergüenza y confusión. Un instante Don Pedro vaciló, y después diciendo con respetuosa r espetuosa voz:

GOBERNADOR : La ley es ley para todos; tu testigo es el mejor, entonces al Cristo de

la Vega le tomaremos su declaración. (SALEN TODOS)

5

 

NARRADOR :

Es una tarde serena, cuya luz tornasolada del purpurino horizonte  blandamente se derrama (ENTRAN) y entran delante don Pedro de Alarcón, (Iván de Vargas), Vargas), su hija Inés y Diego Diego Martínez en aapostura postura bizarra. Encendieron al Cristo cuatro cirios y una lámpa lámpara ra y de hinojos un mome momento nto le rezaron en voz baja. A un lado tiene a Martínez a otro lado a Inés de Vargas, detrás al gobernador. Después de leer dos veces la acusación entablada así demandó en voz alta:

GOBERNADOR :

Jesús, hijo de María, ante nos esta mañana, citado como testigo por   boca de Inés de Vargas, ¿juráis ser cierto que un día a vuestras plantas juro a Inés Diego desposarla?

DIOS

: ¡Sí, juró!

NARRADOR : Clamó una voz más que humana.

A las vanidades de mundo renunció allí mismo Inés, y espantado de sí propio Diegoo Martíne Dieg Martínezz también también.. Y Don Pedro de Alar Alarcón cón presi president dentee del tribunal tribunal el altar ordenó hacer, donde hasta el tiempo que corre, y en cada año una vez, con la mano desclavada el crucifijo se ve.

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