9 Ideas Para Hacer Oración - Vicente Huerta Sola

February 2, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

9 Ideas Para Hacer Oración - Vicente Huerta Sola...

Description

9 IDEAS PARA HACER ORACIÓN

2

3

4

Créditos Primera edición digital: Agosto de 2013 9 ideas para hacer oración © Edición y selección de textos: Vicente Huerta Solá, 2013 © BibliotecaOnline, 2013 Aquisgrán 2 28232 Las Rozas Madrid Teléf.: +34 91 7610902 www.bibliotecaonline.net Diseño de cubierta: BibliotecaOnline SL. © versión en papel, GESEDI LIBROS SL Jerónimo de la Quintana 10 28010 Madrid Teléf.: +34 91 4473566 www.gesedilibros.com Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier tipo de soporte o medio, actual o futuro, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Elaboración del eBook: epubspain.com

ISBN: 978-84-15599-92-0

5

Índice Portada Portadilla Créditos Índice Presentación a la sexta edición ¿Qué es hacer oración? El Catecismo dice... Instrucciones para usar este pequeño libro 1ª idea. «Empezar bien» 2ª idea. «Hablar con Jesús» 3ª idea. «Textos para repetir durante la oración» 4ª idea. «Meterse en el evangelio» 5ª idea. «Meditar textos litúrgicos» 6ª idea. «Oraciones eucarísticas» 7ª idea. «Cánticos eucarísticos» 8ª idea. «Lecturas para meditar» 9ª idea. «Examen de conciencia» 1. Empezar bien Al comenzar1 Al terminar 2. Hablar con Jesús 3. Textos para repetir durante la oración Palabras dirigidas a Dios Padre: Palabras dirigidas a Jesús: Palabras dirigidas al Espíritu Santo Palabras dirigidas a María: 4. «Meterse» en el evangelio Nacimiento de Jesús Diálogo con el joven rico Curación del ciego Bartimeo Pasión del Señor 6

5. Textos litúrgicos para hacer oración Oración de la mañana Oración de petición e intercesión Oración de acción de gracias Oración de alabanza Oración filial Oración para el atardecer 6. Oraciones eucarísticas Oración a Jesús crucificado3 Oración de San Juan María Vianney Oración del Cardenal Bona Oración del Papa Clemente XI Oración de los primeros cristianos Invocaciones de San Ignacio al Santísimo Redentor Adoro te devote Petición de gracia Ofrecimiento al Amor Misericordioso Oración de San Francisco de Asís Ofrecimiento de sí mismo Oraciones de la Madre Teresa de Calcuta 7. Cánticos eucarísticos Pange Lingua Tantum Ergo Laúdate Dominum O esca viatorum Cantemos al Amor Pescador de Hombres Una Espiga Cerca de ti Oh buen Jesús Jesús amoroso 8. Lecturas para meditar Textos de Pablo VI Contemplar a La Sagrada Familia de Nazaret Importancia del silencio Vida de familia y trabajo María maestra de vida espiritual 7

Textos de Juan Pablo II Necesidad de la oración Ser joven: tener proyectos Sentido de la vida Buscar a Jesucristo Comprometerse La llamada Generosidad Entrega ¡No tengáis miedo a ser santos! 9. Examen de conciencia

8

Presentación a la sexta edición En su Carta Apostólica para el Nuevo Milenio, Juan Pablo II decía «nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas escuelas de oración, donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación y escucha» (n. 33). Por eso presentar la sexta edición de este popular librito para aprender a orar es tarea grata y noticia esperanzadora. Significa que el tema interesa y que estas «nueve ideas» están ayudando a mucha gente a adentrarse por caminos de vida interior y encuentro con Dios. La oración es una búsqueda de Dios, pero también es revelación de Dios. A través de ella Dios se revela como Creador y Padre, como Redentor y Salvador, como Espíritu que «todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios» (1 Cor 2, 10). Aprovechemos la sabiduría de los que han orado antes que nosotros, saboreemos las palabras de la Escritura y de la Liturgia y, sobre todo, permitamos que Dios penetre en nuestros corazones humanos, nos ilumine con su gracia y nos hable. +CA MILO LORENZO IGLESIA S, Obispo de Astorga

9

¿Qué es hacer oración? «No es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama» SA NTA TERESA

DE ÁV ILA

«La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y el Creador» SA NTO CURA

DE ARS

«Me has escrito: orar es hablar con Dios. Pero ¿de qué? —¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... ¡flaquezas! y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!» SA N JOSEMA RÍA ESCRIV Á «Jesús, escondido en el fondo de mi pobre corazón, tiene a bien actuar en mí y me hace pensar todo lo que quiere que yo haga en cada momento» SA NTA TERESITA

10

DE LISIEUX

El Catecismo dice... 2705 La meditación es, sobre todo, una búsqueda, El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro, que a los cristianos no les falta: las Sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos, los escritos de los Padres espirituales, las obras de espiritualidad, el gran libro de la creación... 2706 Meditar lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Aquí se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: «Señor, ¿qué quieres que haga?» 2708 La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar los «misterios de Cristo» (...) Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con Él.

11

Instrucciones para usar este pequeño libro De algún modo podríamos decir que hay tantas formas de hacer oración como personas. Orar es hablar con Dios y hablar es algo muy personal. Además, hacer oración es fácil: basta con ponerse en presencia de Dios y saber que El nos escucha siempre. Sin embargo, a veces, puede costar; lo intentamos y no se nos ocurre nada. Para ayudarte si te encuentras en esta situación, aquí tienes nueve ideas, por si alguna te sirve. No hace falta que leas todo, más vale sacar partido a un poco que querer abarcar mucho.

1ª idea. «Empezar bien» Lo primero es empezar bien, es decir, hacer un buen acto de fe que te ayude a ponerte en presencia de Dios. También puedes utilizar, si quieres, una oración para terminar. Se trata de «acotar» un tiempo que dedicamos exclusivamente a Dios. A ser posible delante del Sagrario, pero, si no hay más remedio, en cualquier parte, porque Dios nos ve y nos oye siempre.

2ª idea. «Hablar con Jesús» Cuando se te terminen las ideas puedes comenzar por un pequeño guión para hablar con Jesús. Imagínate que es El quien te está hablando. Te puede servir para aprender, aunque no importa si lo haces de otra manera.

3ª idea. «Textos para repetir durante la oración» Si has comenzado y no sabes cómo continuar quizá te resulte fácil hacer oración con esta otra posibilidad que se te ofrece: una serie de textos para repetir durante la oración. Están escritos en primera persona y dirigidos a Dios Padre, a Jesús, al Espíritu Santo o a la Virgen. Basta con que los vayas diciendo, despacio, haciéndolos tuyos.

12

4ª idea. «Meterse en el evangelio» Puesto que en la oración se trata de conocer al Señor y aprender de El una buena idea es también meditar, o mejor, «meterse» en el Evangelio, intentando ser un personaje más, para aplicar a tu vida lo que ahí se dice.

5ª idea. «Meditar textos litúrgicos» La Liturgia es la oración de la Iglesia, y por tanto debemos hacerla nuestra, meditando también personalmente los textos litúrgicos. Será un modo estupendo de enriquecer nuestra piedad, de pedir cosas a Dios, de alabarle y de darle gracias.

6ª idea. «Oraciones eucarísticas» Otra posibilidad es utilizar también —meditándolas despacio, «saboreándolas»— oraciones eucarísticas antiguas. Piensa que esas mismas oraciones han servido a otros muchos antes que tú para dirigirse a Dios. Te ayudará pensar que muchos de ellos están ya en el Cielo.

7ª idea. «Cánticos eucarísticos» El canto litúrgico es otra forma de orar, pero ¿has meditado alguna vez sobre los textos de los cantos eucarísticos? Te darás cuenta de que al cantar se dicen cosas muy bonitas que ayudan a creer más en Dios y a serle fiel.

8ª idea. «Lecturas para meditar» También puedes hacer oración, poniendo un poco más de esfuerzo, si meditas algunos textos que te ayuden a reflexionar sobre las cosas de Dios. Puedes encontrar en este librito algunos textos de los papas recientes. ¡Qué cosa mejor para orar que meditar las palabras del representante de Cristo en la tierra!.

9ª idea. «Examen de conciencia» Por último, no te olvides de sacar algún propósito: es el fruto de tu oración.

13

Para ello es muy conveniente hacer examen de conciencia y pensar un poco en cosas que podríamos hacer mejor.

14

1. Empezar bien Al comenzar1 Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

15

Al terminar Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí. *** __________ 1 Estas oraciones para comenzar y terminar son las que utilizaba habitualmente San Josemaría Escrivá. En este librito utilizaremos textos de diversas obras de este maestro de oración, concretamente: Camino, Forja, Santo Rosario, Es Cristo que pasa, Amigos de Dios y Via Crucis, indicando la referencia de cada uno de estos textos.

16

2. Hablar con Jesús Para agradarme a mí no es preciso saber mucho, sino amar. Háblame sencillamente, con el corazón, como hablarías a tu padre, o a tu hermano, o al más íntimo de tus amigos. «Al orar, no seáis como los gentiles que piensan ser escuchados por decir muchas palabras... porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis». • ¿Necesitas pedirme algo en favor de alguna persona? Dime de quiénes se trata y qué bienes quisieras para ellos. «Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá... Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos ¿cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a los que se lo pidan?» Pide, pide mucho, que a mí me agradan los corazones generosos que olvidándose de sí mismos se conmueven ante las necesidades ajenas. Háblame de los pobres a quienes quisieras ayudar, de los enfermos a los que ves sufrir, de los extraviados que quisieras ver por el buen camino, de todos aquellos que aún no me conocen, pero te conocen ya a ti. Me interesan mucho todas esas personas. • ¿Y para ti no necesitas nada? Hazme, si quieres una lista de tus necesidades y ven a leerla en mi presencia. Háblame de tus flaquezas y debilidades, cuéntame cuándo has sentido el aguijón de la soberbia o de la sensualidad, la tentación de la comodidad o del egoísmo..., y pídeme luego que venga en ayuda de esos esfuerzos que haces —pocos o muchos— para luchar contra esas miserias. No te avergüences: hay en el cielo tantos santos que tuvieron esos mismos defectos que tú tienes..., y lucharon..., y recomenzaron esa lucha muchas veces..., y poco a poco fueron mejorando. No vaciles en pedir cualquier tipo de bienes que te concederé lo que más convenga para tu santificación. ¿Qué puedo hacer por tu bien? «Estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna... al oír que pasaba Jesús se puso a gritar diciendo: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí... Deteniéndose Jesús le mandó llamar, y cuando se le hubo acercado, le preguntó: ¿qué quieres que te haga?». • Cuéntame qué planes tienes. ¿Qué te preocupa? ¿En qué piensas?

17

¿Qué deseas? ¿Qué cosas llaman hoy particularmente tu atención? ¿Qué sentimientos turban tu corazón? ¿Qué cosas anhelas más vivamente? ¿Cuáles son tus ilusiones y proyectos? • ¿Sientes acaso tristeza por algún motivo? Cuéntame tus tristezas con todo detalle. «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré» ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? Acércate a mi Corazón, tantas veces lastimado por los hombres, y encontrarás consuelo y remedio para las heridas que haya en el tuyo. Cuéntamelo todo y verás cómo es fácil perdonar y hacer el bien a los demás. ¿Temes algún mal? Ponte en brazos de mi providencia. Contigo estoy, aquí a tu lado me tienes, «Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo». Todo lo conozco y nunca te abandonaré. • ¿Y no tienes alguna alegría que comunicarme? Cuéntame lo que desde la última vez que hablamos te ha consolado o ha hecho sonreír a tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, has visto disipados temores, has recibido muestras de cariño, has vencido dificultades o has salido de apuros... ¿Pensabas que Yo no tenía nada que ver con todo eso? ¿Por qué entonces has tardado tanto en agradecérmelo? No olvides que el agradecimiento trae siempre nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada siempre verse correspondido. No olvides que todo lo que te ocurra, mientras estés cerca de mí, será para bien y motivo de acción de gracias. • ¿Concretamos algún propósito? Sabes bien que nuestra intimidad será mayor en la medida en que te esfuerces por amarme y mejorar con mi ayuda. Es el momento de la sinceridad ¿Tienes la firme resolución de evitar toda ocasión de pecado? ¿Volverás a ser amable con aquellas personas que te cuesta tratar? ¿Deseas elegir siempre el camino del amor aunque implique sacrificios? ¿Te esforzarás por trabajar mejor? ¿Me tendrás presente en todas tus acciones? ¿Volverás a mí siempre, pase lo que pase? ¿Seguiremos hablando mañana? Ahora vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu trabajo... pero no olvides la grata conversación que hemos tenido aquí los dos, procura vivir en todo la caridad, ama a mi Madre, que lo es tuya también y cuenta con mi ayuda para portarte como un buen hijo.

18

19

3. Textos para repetir durante la oración Palabras dirigidas a Dios Padre: Ved cómo habéis de orar: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día, y perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos des caer en la tentación y líbranos de todo mal. (Mt 6, 9-13). Señor y Dios mío, mi única esperanza, óyeme para que no me rinda ante el desaliento y deje de buscarte. Que yo ansíe siempre ver tu rostro. Dame fuerzas para la búsqueda, Tú que hiciste que te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante Ti está mi firmeza y mi debilidad: conserva la primera y sana la segunda (...). Haz que me acuerde de Ti, que te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta que mi conversión sea completa. (SA N AGUSTÍN, De Trinitate). Dios mío, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para establecerme en ti, como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora. (BEA TA ISA BEL DE LA TRINIDA D). Os doy gracias, Dios mío, por todas las gracias que me habéis concedido, en particular por haberme hecho pasar por la prueba purificadora del sufrimiento. (SA NTA TERESA DE LISIEUX). Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor mío y Dios mío, despójame de mi mismo para darme todo a ti.

20

(SA N NICOLÁ S DE FLUE). Padre mío —¡trátale así, con confianza!—, que estás en los Cielos, mírame con compasivo Amor, y haz que te corresponda. —Derrite y enciende mi corazón de bronce, quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi entendimiento de luces sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y de la Gloria de Cristo. (FORJA , n. 3). Aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro. (FORJA , n.7). Señor, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin llamaradas que se vean lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego, en cada corazón que traten... —Tú harás que ese chispazo se convierta en un incendio: tus Angeles —lo sé, lo he visto— son muy entendidos en eso de soplar sobre rescoldo de los corazones y un corazón sin cenizas no puede menos de ser tuyo. (FORJA , n. 9). ¡Dios mío, enséñame a amar! —¡Dios mío, enséñame a orar! (FORJA , n. 66). Señor, te pido un regalo: Amor..., un Amor que me deje limpio, —y otro regalo aún: conocimiento propio, para llenarme de humildad. (FORJA , n. 185). Todo lo refiero a Ti, Dios mío. Sin Ti —que eres mi Padre—, ¿qué sería de mí? (FORJA , n. 229) Señor, si yo me uno a Ti, como un hijo cuando se pone en los brazos fuertes de su padre o en el regazo maravilloso de su madre, sentiré el calor de tu divinidad, sentiré las luces de tu sabiduría, sentiré correr por mi sangre tu fortaleza. (FORJA , n. 342) ¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas! Amén. Amén. (FORJA , n. 769) ¡Gracias, Señor, porque —al permitir la tentación nos das también la hermosura y la fortaleza de tu gracia, para que seamos vencedores! ¡Gracias, Señor, por las tentaciones, que permites para que seamos humildes! (FORJA , n. 313) Señor, que no nos inquieten nuestras pasadas miserias ya perdonadas, ni tampoco la posibilidad de miserias futuras; que nos abandonemos en tus manos

21

misericordiosas; que te hagamos presentes nuestros deseos de santidad y apostolado, que laten como rescoldos bajo las cenizas de una aparente frialdad... —Señor, sé que nos escuchas. (FORJA , n. 426) Dios mío: siempre acudes a las necesidades verdaderas. (FORJA , n. 221) Señor, nada quiero más que lo que Tú quieras. Aun lo que en estos días vengo pidiéndote, si me aparta un milímetro de la Voluntad tuya, no me lo des. (FORJA , n. 512) Señor: aunque sea miserable, no dejo de comprender que soy instrumento divino en tus manos. (FORJA , n. 610) Dios mío: sólo deseo ser agradable a tus ojos; todo lo demás no me importa, Madre Inmaculada, haz que me mueva exclusivamente el Amor. (FORJA , n. 1028) ¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste, Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas que sin Ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti. (SA N AGUSTÍN. Confesiones) Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno. (VÍA CRUCIS VII, 3)

22

Palabras dirigidas a Jesús: ¡Oh Jesús mío y amor mío, qué firme esperanza me infunde vuestra Pasión! ¿Cómo puedo temer no alcanzar el perdón de mis pecados, el paraíso y todas las gracias, que me son necesarias, si considero que sois el Dios omnipotente que dio por mí su sangre?. (SA N ALFONSO MA DE LIGORIO) Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre! —Y luego, ¡Lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti. (FORJA , n. 5) Veo tu Cruz, Jesús mío, y gozo de tu gracia, porque el premio de tu Calvario ha sido para nosotros el Espíritu Santo... Y te me das, cada día, amoroso —¡loco! — en la Hostia Santísima... Y me has hecho ¡hijo de Dios!, y me has dado a tu Madre. No me basta el hacimiento de gracias, se me va el pensamiento: Señor, Señor, ¡tantas almas lejos de Ti!. (FORJA , n. 27) Señor, que desde ahora sea otro: que no sea «yo», sino «aquél» que Tú deseas. Que no te niegue nada de lo que me pidas. Que sepa orar. Que sepa sufrir. Que nada me preocupe, fuera de tu gloria. Que sienta tu presencia de continuo. Que ame al Padre. Que te desee a Ti, mi Jesús, en una permanente Comunión. Que el Espíritu Santo me encienda. (FORJA , n. 122) ¡Señor, sólo quiero servirte! ¡Sólo quiero cumplir mis deberes, y amarte con alma enamorada! Hazme sentir tu paso firme a mi lado. Sé Tú mi único apoyo. (FORJA , n. 449) Jesús, si en mí hay algo que te desagrada, dímelo, para que lo arranquemos. (FORJA , n. 108) Todo lo espero deTi, Jesús mío: ¡conviérteme! (FORJA , n. 170) ¿Qué te he hecho, Jesús, para que así me quieras? Ofenderte..., y amarte. —Amarte: a esto va a reducirse mi vida. (FORJA , n.202) ¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea

23

preciso morir por Ti, ya no te abandonaré. (FORJA , n. 210) Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a curarme. (FORJA , n. 213) Jesús, si alguna vez se insinúa en mi alma la duda entre lo que Tú me pides o seguir otras ambiciones nobles, te digo desde ahora que prefiero tu camino, cueste lo que cueste. ¡No me dejes!. (FORJA , n. 292) Jesús, sabiendo que te quiero y que me quieres, lo demás nada me importa: todo va bien. (FORJA , n. 335) ¡Oh, Jesús! Si, siendo como he sido —pobre de mí— has hecho lo que has hecho... Si yo correspondiera, ¿qué harías? (FORJA , n. 388) Jesús, que en tu Iglesia Santa perseveren todos en el camino, siguiendo su vocación cristiana, como los Magos siguieron la estrella: despreciando los consejos de Herodes..., que no les faltarán. (FORJA , n. 366) Jesús mío, quiero corresponder a tu Amor, pero soy flojo. ¡Con tu gracia, sabré! (FORJA , n. 383) Si he de hacer algo de provecho, Jesús, has de hacerla Tú por mí. Que se cumpla tu Voluntad: la amo, ¡aunque tu Voluntad permita que yo esté siempre como ahora, penosamente cayendo, y Tú levantándome! (FORJA , n. 390) Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que Tú quieras. (FORJA , n. 529) Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre junto a Ti, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos. (FORJA , n. 542) Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón..., para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor! (FORJA , n. 913) Jesús: que mis distracciones sean distracciones al revés: en lugar de acordarme del mundo, cuando trate Contigo, que me acuerde de Ti, al tratar las cosas del mundo. (FORJA , n. 1014) «Obras son amores y no buenas razones». ¡Obras, obras! —Propósito: seguiré diciéndote muchas veces que te amo —¡cuántas te lo he repetido hoy!—

24

pero, con tu gracia, será sobre todo mi conducta, serán las pequeñeces de cada día —con elocuencia muda— las que clamen delante de Ti, mostrándote mi Amor. (FORJA , n. 498) Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú; que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. (FORJA , n. 832)

25

Palabras dirigidas al Espíritu Santo Repite de todo corazón y siempre con más amor, más aún cuando estés cerca del Sagrario o tengas al Señor dentro de tu pecho: —que no te rehúya, que el fuego de tu Espíritu me llene. (FORJA , n. 515) Divino Huésped, Maestro, Luz, Guía, Amor: que sepa agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderme, y seguirte y amarte. (FORJA , n. 430) Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspirarme siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, lo que debo escribir, cómo debo actuar, lo que debo hacer para procurar tu gloria, el bien de las almas y mi propia santificación (Cardenal Vredier). ¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad... He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después... mañana. Nunc coepi! ¡Ahora! no vaya a ser que el mañana me falte. (Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei, Rialp, p. 167). Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. (Ibidem, p. 166). Espíritu de amor, creador y santificador de las almas, cuya primera obra es transformamos hasta asemejamos a Jesús, ayúdame a parecerme a Jesús, a pensar como Jesús, a hablar como Jesús, a amar como Jesús, a sufrir como Jesús, a actuar en todo como Jesús. (A. RIA UD, La acción del Espíritu Santo en las almas, p. 50). Espíritu Santo, quiero hacerme dócil a tu enseñanza y vivir fiel a los más pequeños toques de tus inspiraciones divinas. Sé mi luz y mi fuerza. Tú que hablas en el silencio del alma, dame el espíritu de recogimiento. Tú que desciendes a las almas humildes, dame espíritu de humildad, enséñame a vivir de tu amor y enséñame a repartir amor a mi alrededor. (lbidem, p. 77). ¡Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra! Lo pedimos junto a María, junto a la que ha concebido por obra del Espíritu Santo y que —Esposa y Madre de Dios— es la esperanza del hombre y del mundo. Renueva la faz de la tierra. Esta tierra que sólo se puede renovar desde el

26

hombre, en sus corazones, en las conciencias de los hombres. (JUA N PA BLO II, 26V-1985). ¡Ven Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz! La Iglesia espera tu ayuda. Ven, haz que ella no se pierda por los caminos del mundo, sino que, apoyada por el calor de tu luz, camine segura hacia el Esposo, por el que suspira con todo el ímpetu de su corazón. ¡Ven Espíritu divino! (JUA N PA BLO II, 30-V-1979). Espíritu Santo, alma de mi alma, Te adoro, ilumíname, guíame, Fortaléceme y consuélame. Dime todo lo que he de hacer y mándame hacerlo. Te prometo someterme a todo lo que me pidas y aceptar todo lo que permitas que me suceda ¡indícame solamente cual es tu voluntad! CA RDENA L MERCIER

27

Palabras dirigidas a María: Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñame —enséñanos a todos— a tratar a tu Hijo! (FORJA , n. 84) Madre mía, Refugio de pecadores, ruega por mí; que nunca más entorpezca la obra de Dios en mi alma. (FORJA , n. 178) ¡Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor predilección al hijo más débil, al más enfermo, al más corto, al pobre lisiado... —¡Señora!, yo sé que tú eres más Madre que todas las madres juntas... —Y, como yo soy tu hijo..., y, como yo soy débil, y enfermo..., y lisiado..., y feo... (FORJA , n. 234) No me dejes, ¡Madre!: haz que busque a tu Hijo; haz que encuentre a tu Hijo; haz que ame a tu Hijo... ¡con todo mi ser! —Acuérdate, Señora, acuérdate. (FORJA , n. 157). Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano..., y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús. (FORJA , n. 161) Virgen María, Madre de la Iglesia, tú, que por tu mismo divino Hijo, en el momento de su muerte redentora, fuiste presentada como Madre al discípulo predilecto, acuérdate del pueblo cristiano que en ti confía. Acuérdate de todos tus hijos y apoya sus peticiones ante Dios; conserva sólida su fe, fortifica su esperanza y aumenta su caridad. Acuérdate de aquellos que viven en la tribulación, en las necesidades, en los peligros, especialmente de aquellos que sufren persecución (...) Templo de la luz sin sombra y sin mancha, intercede ante tu Hijo Unigénito, para que sea misericordioso con nuestras faltas y aleje de nosotros la desgana, dando a nuestros ánimos la alegría de amar. Finalmente encomendamos a tu Corazón Inmaculado todo el género humano: condúcelo al conocimiento del único y verdadero Salvador, Cristo

28

Jesús; aleja de él el flagelo del pecado y concede a todo el mundo la paz verdadera, en la justicia, en la libertad y en el amor. (PA BLO VI, discurso pronunciado durante el Concilio Vaticano II, 21-XI-1964).

29

4. «Meterse» en el evangelio «El cristianismo consiste en que suceda hoy, en la vida de los hombres, aquello mismo que les sucedió a Zaqueo, a la Samaritana, a Levi, a la pecadora perdonada, a Pedro, a Andrés ya Juan, al paralitico de la piscina y al ciego de nacimiento. Cuando un hombre puede decir con verdad: «Yo sólo sé que antes no veía y ahora veo», o «nosotros hemos oído y sabemos que éste es el Salvador del mundo», entonces sucede el cristianismo». (CA RDENA L SUQUÍA ) «Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar. Después aplicas el entendimiento, para considerar aquél rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre. Luego cuéntale lo que a ti en estas cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo. Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones interiores2, ese caer en la cuenta...». (Amigos de Dios, n. 253).

30

Nacimiento de Jesús «José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Estando allí se cumplieron los días de su parto». (Lc. 2, 4-6). Repasa el ejemplo de Cristo, desde la cuna de Belén hasta el trono del Calvario. Considera su abnegación, sus privaciones: hambre, sed, fatiga, calor, sueño, malos tratos, incomprensiones, lágrimas..., y su alegría de salvar a la humanidad entera. Me gustaría que ahora grabaras hondamente en tu cabeza y en tu corazón —para que lo medites muchas veces, y lo traduzcas en consecuencias prácticas— aquel resumen de San Pablo, cuando invitaba a los de Efeso a seguir sin titubeos los pasos del Señor: sed imitadores de Dios, ya que sois sus hijos muy queridos, y proceded con amor, a ejemplo de lo que Cristo nos amó y se ofreció a sí mismo a Dios en oblación y hostia de olor suavísimo. (Amigos de Dios, 128). «Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le recostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón». (Lc 2, 7). Jesús nació en una gruta de Belén, dice la Escritura, «porque no hubo lugar para ellos en el mesón». —No me aparto de la verdad teológica, si te digo que Jesús está buscando todavía posada en tu corazón. (FORJA , 274). Frío. Pobreza. Soy un esclavito de José. ¡Qué bueno es José! Me trata como un padre a su hijo. ¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... ¡Y le beso —bésale tú—, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!... (Santo Rosario, Nacimiento de Jesús). «Nacido Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle» (Mt 2, 1-2). Es nuestra misma experiencia.También nosotros advertimos que, poco a

31

poco, en el alma se encendía un nuevo resplandor: el deseo de ser plenamente cristianos; si me permitís la expresión, la ansiedad de tomarnos a Dios en serio. Agradezcamos a Dios (...) este don que, junto con el de la fe, es el másgrande que el Señor puede conceder a una criatura: el afán bien determinado de llegar a la plenitud de la caridad, con el convencimiento de que tambiénes necesaria —y no sólo posible— la santidad en mediode lastareas profesionales, sociales... Considerad con qué finura nos invita el Señor. Se expresa con palabras humanas, como un enamorado: Yo te he llamado por tu nombre... Tú eres mío (Is XLIII. 1) (...) Hace falta una recia vida de fe para no desvirtuar esta maravilla, que la Providencia divina pone en nuestras manos. Fe como la de los Reyes Magos: la convicción de que ni el desierto, ni las tempestades, ni la tranquilidad de los oasis nos impedirán llegar a la meta del Belén eterno: la vida definitiva con Dios. (Es Cristo que pasa, n. 32). Nuestro Señor se dirige a todos los hombres, para que vengan a su encuentro, para que sean santos. No llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles. Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar en su alma la disposición humilde que permite escuchar la voz de Dios. (Ibidem 33).

32

Diálogo con el joven rico «Saliendo al camino, corrió a El uno que, arrodillándose, le preguntó: maestro bueno ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? (Mc 10, 17). Es claro que, cuando nos ponemos ante Cristo, cuando El se convierte en confidente de los interrogantes de nuestra juventud, no podemos hacer otra pregunta que la del joven del Evangelio: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? (...) ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido? «Ya sabes los mandamientos: No matarás, no adulterarás, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre...» (Mc 10, 19). Hemos de suponer que en este diálogo que Cristo sostiene con cada uno de vosotros, jóvenes, se repita la misma pregunta: ¿sabes los mandamientos? Se repetirá infaliblemente, porque los mandamientos forman parte de la Alianza entre Dios y la humanidad. Los mandamientos determinan las bases esenciales del comportamiento, deciden el valor moral de los actos humanos. ¡Queridos jóvenes amigos! La respuesta que Jesús da a su interlocutor del Evangelio se dirige a cada uno y a cada una de vosotros, Cristo os interroga sobre el estado de vuestra sensibilidad moral y pregunta al mismo tiempo sobre el estado de vuestras conciencias. «Todo esto lo he guardado desde mi juventud...» (Mc 10, 20) ¡Cómo deseo ardientemente para cada uno de vosotros que el camino de vuestra vida recorrido hasta ahora coincida con esta respuesta! que vuestra conciencia consiga ya en estos años de la juventud aquella transparencia madura que en vuestra vida os permitirá a cada uno ser siempre «personas de conciencia», «personas de principios», «personas que inspiran confianza», esto es, que son creíbles. La personalidad moral así formada constituye a la vez la contribución más esencial que vosotros podréis aportar a la vida social. «Jesús, poniendo en él los ojos, le amó» (Mc 10, 21) Deseo que experimentéis una mirada así. ¡Deseo que experimentéis la verdad de que Cristo os mira con amor!

33

El mira con amor a todo hombre. El Evangelio lo confirma a cada paso (...) Sabemos que Cristo confirmará y sellará esta mirada con el sacrificio redentor de la Cruz. Deseo a cada uno y a cada una de vosotros que descubráis esta mirada de Cristo y que la experimentéis hasta el fondo. No sé en qué momento de la vida. Pienso que el momento llegará cuando más falta haga; acaso en el sufrimiento, acaso también con el testimonio de una conciencia pura, como en el caso del joven del Evangelio, o acaso precisamente en la situación opuesta: junto al sentimiento de culpa, con el remordimiento de conciencia, Cristo, de hecho, miró también a Pedro en la hora de su caída, cuando por tres veces había negado a su Maestro. Al hombre le es necesaria esta mirada amorosa; le es necesario saberse amado, saberse amado eternamente y haber sido elegido desde la eternidad. Al mismo tiempo, este amor eterno de elección divina acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de Cristo. «Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme» (Mc 10, 21) Deseo deciros a todos vosotros, jóvenes, en esta importante fase del desarrollo de vuestra personalidad masculina o femenina que si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración. «La mies es mucha...» Hay una gran necesidad de que muchos oigan la llamada de Cristo: «Sígueme». (JUA N PA BLO II Carta apostólica a los jóvenes del mundo, 31-III-85).

34

Curación del ciego Bartimeo «Al salir (Jesús) de Jericó con sus discípulos, seguido de muchísima gente, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino para pedir limosna. Oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí» (Mc 10, 46-47) ¿No te entran ganas de gritar a ti, que estás también parado a la vera del camino, de ese camino de la vida, que es tan corta; a ti, que te faltan luces; a ti, que necesitas más gracias para decidirte a buscar la santidad? ¿No sientes la urgencia de clamar: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí? ¡Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas con frecuencia! «Había allí muchos que reñían a Bartimeo con el intento de que callara» (Mc 10, 48) Como a ti, cuando has sospechado que Jesús pasaba a tu vera. Se aceleró el latir de tu pecho y comenzaste también a clamar, removido por una íntima inquietud. Y amigos, costumbres, comodidad, ambiente, todos te aconsejaron: ¡cállate, no des voces! ¿Por qué has de llamar a Jesús? ¡No le molestes! «Parándose entonces Jesús, le mandó llamar, Llamaron al ciego diciéndole: Animo, levántate, que te llama» (Mc 10, 49) ¡Es la vocación cristiana! Pero no es una sola la llamada de Dios. Considerad además que el Señor nosbusca en cada instante: levántate —nos indica—, sal de tu poltronería, de tu comodidad, de tus pequeños egoísmos, de tus problemitas sin importancia. Despégate de la tierra, que estás ahí plano, chato, informe. Adquiere altura, peso y volumen y visión sobrenatural (Amigos de Dios, nn. 195-196).

35

Pasión del Señor ¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca, a Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo, no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó; vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora mismo, ser uno más en aquellas escenas. Entonces, deja que tu corazón se expansione, que se ponga junto al Señor. Y cuando notes que se escapa —que eres cobarde, como los otros—, pide perdón por tus cobardías y las mías. (VÍA CRUCIS, IX.3) «Pilatos de nuevo preguntó y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este que llamáis rey de los judíos? Ellos gritaron otra vez: ¡Crucifícale! Pilatos les dijo: ¿Pero qué mal ha hecho? Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale! y Pilatos, queriendo contentar al pueblo, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que lo crucificasen». (Mc 15, 12-15) Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora. — Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús, —y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto. Tú y yo no podemos hablar. —No hacen falta palabras. —Míralo, míralo... despacio. (Santo Rosario, Flagelación del Señor) «Le vistieron con un paño de púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, y comenzaron a saludarle: Salve, rey de los judíos. Y le herían en la cabeza con una caña y le escupían, e hincando la rodilla le hacían reverencias» (Mc 15. 17-19). Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte. Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. Una caña, por cetro, en la mano derecha... La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas (...) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean..., y le escupen. (Santo Rosario, Coronación de espinas)

36

No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con El, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo... (Camino, n. 58). «Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, ya los dos malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen...». (Lc 23, 33) Niño bobo, mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti..., y por mí. ¿No lloras? (Santo Rosario, Muerte de Jesús). Graba, Señor, tus llagas en mi corazón, para que me sirvan de libro donde pueda leer tu dolor y tu amor. Tu dolor para soportar por ti toda suerte de dolores. Tu amor para anteponer el tuyo a todos los demás amores. (SA N AGUSTÍN) No me mueve, mi Dios para quererte El cielo que me tienes prometido; Ni me mueve el infierno tan temido Para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte Clavado en esa cruz y escarnecido; Muéveme el ver tu cuerpo tan herido; Muévenme tus afrentas y tu muerte. Muévame, al fin, tu amor, y en tal manera Que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, Y, aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera; Pues, aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera. (Anónimo español del Siglo de oro) «Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; yeso que era muy grande. Y entrando en el sepulcro

37

vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado. Ved el lugar donde le pusieron». (Mc 16, 1-6) Si eres Simón Cirineo, coge tu Cruz, y sigue a Cristo. Si estás crucificado con El como el Buen Ladrón confía en tu Dios. Si por ti y por tus pecados, Cristo fue tratado como un malhechor, lo fue para que tu llegaras a ser justo. Si eres José de Arimatea, reclama el cuerpo del Señor a quien lo crucificó, y haz tuya la expiación del mundo. Si eres Nicodemo, el que de noche adoraba a Dios, ven a enterrar el cuerpo y úngelo con ungüentos. Si eres una de las dos Marías, o Salomé, llora desde el amanecer; procura ser el primero en ver la piedra quitada, y verás quizá también a los ángeles, o incluso al mismo Jesús. (SA N GREGORIO NA CIA NCENO) __________ 2 Las mociones interiores son «movimientos» que la gracia produce en el alma: las inspiraciones, los propósitos, las sugerencias que notamos en nuestra conciencia.

38

5. Textos litúrgicos para hacer oración Oración de la mañana Dios, Padre de los astros, te aclamamos con acción de gracias en esta mañana, porque nos has llamado a entrar en tu luz maravillosa y te has compadecido de nosotros. Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo nos purifique y nos fortalezca, para que trabajemos por hacer más humana la vida de los hombres. Llénanos, desde el principio de este nuevo día, de tu misericordia, para que en toda nuestra jornada encontremos nuestro gozo en alabarte. (Preces de Laudes del Tiempo Pascual)

39

Oración de petición e intercesión Inclina, Señor, tus oídos y escúchame, porque estoy afligido y muy necesitado. Guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios, ten piedad de mí, Señor, pues yo te invoco todo el día. Alegra el alma de tu siervo cuando me dirijo a ti, pues tú eres, Señor, indulgente y bueno, rico en amor para todos los que te invocan; escucha, Yahvéh, mi oración y atiende a la voz de mi plegaria. (Salmo 85) Hoy que sé que mi vida es un desierto, en el que nunca nacerá una flor, vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor, pon, Señor, una fuente de esperanza en el desierto de mi corazón. Para que nunca ahoguen los fracasos mis ansias de seguir siempre tu voz, pon, Señor, una fuente de esperanza en el desierto de mi corazón. Para que nunca busque recompensa al dar mi mano o al pedir perdón, pon, Señor, una fuente de amor puro en el desierto de mi corazón. Para que no me busque a mí cuando te busco y no sea egoísta mi oración, pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra

40

en el desierto de mi corazón. (Himno de Laudes del Lunes de la segunda semana) Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres; ven dador de los dones; ven luz de los corazones. Lava lo que está sucio, riega lo que es árido, sana lo que está enfermo. Doblega lo que es rígido, calienta lo que está frío, endereza lo que está desviado. (De la Secuencia de la Misa de Pentecostés) Ven, Espíritu Creador, visita el alma de los tuyos; llena de gracia sobrenatural los corazones que Tú creaste. Tú, con tus siete dones, eres la mano derecha de Dios. Tú, prometido por el Padre, das riqueza a nuestras palabras. Da luz a nuestras mentes, infunde amor en nuestros corazones, y fortalece nuestro débil cuerpo. (Del Himno «Veni, Creator Spiritus») Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu Hijo a este mundo, concede a los que preparamos

41

con devoción su venida alcanzar la gracia de la libertad verdadera (Sábado de la Semana I de Adviento) Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta El con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. (Domingo II de Adviento) Señor, que has comenzado de modo admirable la obra de la redención de los hombres con el nacimiento de tu Hijo, concédenos, te rogamos, una fe tan sólida que, guiados por el mismo Jesucristo, podamos alcanzar los premios eternos que nos has prometido. (Jueves del Tiempo de Navidad) Hijo de Dios vivo, que existes antes que el mundo fuese hecho y que viniste a la tierra para salvar a los hombres, haznos testigos de tu Evangelio. Sol de justicia, que brillas desde el seno del Padre e iluminas al mundo entero, sé luz para todos los que se hallan en las tinieblas de la muerte. Tú que te hiciste niño y fuiste recostado en un pesebre, renueva en nosotros la sencillez de los niños. Tú que por nosotros te hiciste pan vivo para la vida eterna, alegra nuestros corazones con el sacramento de tu altar. (Preces de Laudes del Tiempo de Navidad) Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras,

42

para que nuestro trabajo comience en ti como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. (Jueves después de Ceniza) Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo. (Viernes de la III Semana de Cuaresma) Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte. (Sábado de la IV Semana de Cuaresma) Te rogamos, Señor y Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. (Domingo V de Cuaresma) Oh Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo, inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. (Lunes de la V Semana de Pascua) Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros.

43

(Domingo VI del Tiempo Ordinario) Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y, pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. (Domingo XI del Tiempo Ordinario)

44

Oración de acción de gracias En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porque Tú eres el único Dios vivo y verdadero, que existes desde siempre y vives para siempre; que habitas en una luz inaccesible. Porque Tú solo eres bueno y fuente de vida, creaste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria. (Prefacio de la Plegaria Eucarística IV) Te damos gracias, Señor, Padre santo, porque no dejas de llamarnos a una vida plenamente feliz. Tú, Dios de bondad y misericordia, ofreces siempre tu perdón e invitas a los pecadores a recurrir confiadamente a tu clemencia. Muchas veces los hombres hemos quebrantado tu alianza; pero Tú, en vez de abandonarnos, has sellado de nuevo con la familia humana, por Jesucristo, tu Hijo, un pacto tan sólido, que ya nada lo podrá romper. Y ahora, mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia y reconciliación, lo alientas en Cristo para que vuelva a Ti, obedeciendo más plenamente al Espíritu Santo, y se entregue al servicio de todos los hombres. Por eso, llenos de admiración y agradecimiento, unimos nuestras voces a las de los coros celestiales para cantar la grandeza de tu amor y proclamar la alegría de nuestra salvación. (Prefacio de la Reconciliación I) Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Dios todo poderoso y eterno, por Cristo, nuestro Señor. Porque Él, con su Nacimiento restauró nuestra naturaleza caída; con su Muerte destruyó nuestro pecado; al resucitar nos dio nueva vida; y en su Ascensión nos abrió el camino del Cielo. (Prefacio Dominical IV)

45

Oración de alabanza Bendice, alma mía, al Señor, del fondo de mi ser, su santo nombre, bendice, alma mía, a Yahvéh, no olvides sus muchos beneficios. El perdona todas tus culpas, cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura. El llena de bienes tu existencia, mientras tu juventud se renueva como el águila. (Salmo 103) El Señor es mi pastor, nada me falta. Por verdes praderas me hace recostar, me conduce a fuentes tranquilas y conforta mi alma. Me guía por caminos seguros por el honor de su nombre. Aunque camine por valles tenebrosos, nada temo porque Tú estás conmigo. (Salmo 22) El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahvéh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar? Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella. Una cosa he pedido al Señor, una cosa estoy buscando:

46

habitar en la Casa de Yhavéh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahvéh y cuidar de su Templo. (Salmo 27) ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras? ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!, ¡qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras! ¡Cuántas veces el ángel me decía: «Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuanto amor llamar porfía»! ¡Y cuántas, hermosura soberana, «mañana le abriremos», respondía, para lo mismo responder mañana! (Hora Media del Lunes de la semana II) Desde la aurora naciente, hasta la puesta del sol, celebremos a Cristo, el Príncipe nacido de la Virgen María. Se ha revestido de siervo el supremo Hacedor del mundo, librando a la carne con la Carne, para que no pereciera lo que El mismo creó. Se adentra la gracia del Cielo, en las entrañas purísimas de la Virgen y su intimidad pasa, entonces, a guardar un profundo secreto. Súbitamente ese claustro purísimo, se convierte en el Templo de Dios, y prestando asentimiento, concibe a su hijo sin conocer varón. La doncella ha dado a luz al que anunció Gabriel, al mismo que Juan, aún en el seno materno, presintió que María llevaba consigo. No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan sólo se conforma

47

con un poco de leche, el mismo que en su providencia, alimenta a las aves del cielo. Se alegra el coro de los Bienaventurados y los Angeles cantan a Dios, cuando el Pastor, que hizo el universo, se manifiesta visible a los pastores. («A solis ortus cárdine», Himno del siglo V compuesto para el día de Navidad) Desde que mi voluntad está a la vuestra rendida, conozco yo la medida de la mejor libertad. Venid, Señor, y tomad las riendas de mi albedrío; de vuestra mano me fío y a vuestra mano me entrego, que es poco lo que niego si yo soy vuestro y vos mío. A fuerza de amor humano me abraso en amor divino. La santidad es camino que va de mí hacia mi hermano. Me di sin tender la mano para cobrar el favor; me di en salud y en dolor a todos, y de tal suerte queme ha encontrado la muerte sin nada más que el amor. (Himno del Oficio de lecturas del Común de Santos)

48

Oración filial Padre lleno de amor, te pedimos que purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos. (Jueves de la IV Semana de Cuaresma) Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. (Sábado de la II Semana de Pascua) Voy a promulgar un decreto del Señor. El me ha dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme, y te daré en herencia las naciones, te daré en propiedad los confines de la tierra» (Salmo 2) A ti, Señor, mi Dios, levanto mi alma. Dios mío en ti confío; no quede yo defraudado (...) No hay confusión para el que espera en ti, serán confundidos los que faltan a la fidelidad. Señor, enséñame tus caminos, muéstrame tus sendas. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación y en ti espero todo el día, por tu bondad.

49

(Salmo 24) Como busca la cierva las corrientes de las aguas, así te busca mi alma, ¡oh Dios! Mi alma está sedienta del Dios vivo: ¿Cuándo podré ir a ver el rostro de Dios? ¡Lloro día y noche mientras me dicen: ¿Dónde está tu Dios? Yo recuerdo, y mi alma se conmueve, cuando iba a la casa de Dios entre gritos de júbilo y alegría festiva (...) Pero mi alma desfallece, por eso me acuerdo de ti... (Salmo 41) Dios todopoderoso y eterno, a quien confiadamente invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nosotros el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. (Domingo 19 del Tiempo Ordinario)

50

Oración para el atardecer Fijaos cómo el sol, en su lento discurrir hacia el ocaso, va dejando oscuro el monte, el campo y el valle; pero, del mismo modo que el presagio de la luz venidera hace que todo resulte nuevo, así también Tú, Creador prudentísimo, dejas inquietos a los mortales al establecer la alternancia de las luces y las sombras. Cuando el aire se empapa del silencio, que trae consigo la noche, cuando cesa el bullicio de los trabajos, cuando se busca la ansiada quietud, entonces, llenos de confianza, presentimos la dicha de ser iluminados por Aquél que es el Resplandor de la gloria del Padre. El es el Sol que ni nace ni se pone; del que la tierra anhela revestirse, con el que los cielos desbordan siempre júbilo. («Sol ecce lentus» Himno de Vísperas del Miércoles de las semanas II y IV)

51

6. Oraciones eucarísticas Oración a Jesús crucificado3 Mírame, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado en tu santísima presencia; te ruego con el mayor fervor que imprimas en mi corazón vivos sentímientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme; mientras que yo, con todo el amor y compasión de que soy capaz, voy considerando tus cinco llagas, teniendo presente aquello que dijo de Ti, Dios mío, el santo Profeta David: —Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos.

52

Oración de San Juan María Vianney Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte eternamente.

53

Oración del Cardenal Bona Acuérdate de las palabras que dirigiste a tu siervo: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre, en Mí permanece y Yo en él». ¡Oh dulcísimas palabras, «Tú en mí y yo en Ti»! ¡Oh cuánto amor, Tú en mí, pobre pecador, y «yo en Ti», mi Dios! Una sola cosa te pido, y sólo esto busco: vivir en Ti, en Ti descansar y no separarme nunca de Ti.

54

Oración del Papa Clemente XI Creo, Señor, haz que crea con más firmeza; espero, haz que espere con mayor confianza; me arrepiento, haz que tenga mayor dolor. Dirígeme con tu sabiduría, sujétame con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, para que se dirijan a Ti; mis palabras para que hablen de Ti; mis obras para que sean tuyas; mis contrariedades para que las lleve por Ti. Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como Tú lo quieres, quiero hasta que Tú quieras. Señor, te pido que ilumines mi entendimiento, enciendas mi voluntad, limpies mi corazón y santifiques mi alma. Que me aparte de mis pasadas faltas, que rechace las tentaciones futuras, que corrija las malas inclinaciones y practique las virtudes necesarias. Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la bondad, la tibieza con la piedad. Señor hazme atento en la oración, sobrio en la comida, constante en el trabajo y firme en los propósitos.

55

Oración de los primeros cristianos Como este pan que hemos partido, disperso en las espigas de los montes y reunido se hizo uno, así se unifique tu Iglesia desde todos los lugares de la tierra en la unidad de tu Reino. Tú, Señor omnipotente, que creaste todas las cosas para tu gloria, y nos diste la comida y la bebida que nos regocijan, para que te demos gracias, ahora nos has dado un manjar y una bebida espiritual y la vida eterna por medio de tu Hijo. Ante todo, gracias a Ti, porque eres poderoso. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia y líbrala de todo mal y perfeccionala con tu amor, y unifícala desde los cuatro vientos para santificarla en el Reino que le preparaste.

56

Invocaciones de San Ignacio al Santísimo Redentor Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo embriágame. Agua del Costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh buen Jesús! óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

57

Adoro te devote Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto y el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta Palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame. ¡Memorial 4 de la muerte del Señor! Pan vivo que das la vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva, y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, Pelícano 5 bueno: límpiame a mí, que estoy manchado, con tu sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto deseo: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Así sea.

58

Petición de gracia Dios mío, Tú conoces mi flaqueza. Yo no puedo nada sin el auxilio de tu gracia. No me la niegues. Dios mío, concédemela según mis necesidades. Dame la fuerza suficiente para evitar el mal, para practicar el bien y para sufrir con paciencia todas las contrariedades que quieras enviarme.

59

Ofrecimiento al Amor Misericordioso Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en El, por El y con El, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

60

Oración de San Francisco de Asís Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: que donde hay odio, ponga yo amor; que donde hay ofensa, ponga yo perdón; que donde hay discordia, ponga yo unión; que donde hay desesperación, ponga yo esperanza; que donde hay tinieblas, ponga luz; que donde hay tristeza, ponga alegría. Haz, Señor, que no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar.

61

Ofrecimiento de sí mismo Toma, Señor, toda mi libertad. Recibe mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo lo que tengo y poseo Tú me lo diste: todo te lo devuelvo y entrego totalmente al dominio de tu voluntad. Concédeme con tu gracia amarte solamente a Ti; con eso me basta, no pido nada más.

62

Oraciones de la Madre Teresa de Calcuta Líbrame, Jesús mío, del deseo de ser alabada del deseo de ser popular del deseo de ser venerada del deseo de ser preferida del deseo de ser consultada del temor de ser acusada del temor de ser humillada del temor de ser despreciada del temor de ser ofendida del temor de ser ridiculizada. Ayúdame, Señor a tomarme tiempo para pensar tomarme tiempo para rezar tomarme tiempo para reír es la fuente de poder es la música del alma tomarme tiempo para trabajar tomarme tiempo para dar tomarme tiempo para ser amable tomarme tiempo para amar es el privilegio que nos da Dios es el camino hacia la felicidad. Señor, Tú eres el desnudo que debe ser vestido el sin techo que debe ser hospedado el enfermo que debe ser curado el abandonado que debe ser amado el no aceptado que debe ser recibido el insignificante que debe ser abrazado el ciego que debe ser acompañado el sin voz que necesita que alguien hable por él

63

el anciano que debe ser servido. __________ 3 Esta oración sirve para ganar Indulgencia Plenariasi se reza los viernes de Cuaresma, después de comulgar, ante una imagen de Jesús Crucificado, siempre que se cumplan las condiciones para lucrar indulgencias. 4 «El memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales». CA TECISMO DE LA I GLESIA CA TÓLICA , n. 1363. 5 El pelícano es un símbolo eucarístico basado en la leyenda de que estas aves alimentaban a sus crías con la propia sangre.

64

7. Cánticos eucarísticos Pange Lingua Pange lingua gloriósi Córporis mystérium. Sanguinísque pretiósi, quem in mundi prétium, fructum ventris generósi Rex effúdit géntium.

Canta, lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, derramó como rescate del mundo.

65

Tantum Ergo Tantum ergo Sacraméntum venerémur cérnui; et antíquum documéntum novo cedat rítui; praestet fides suppleméntum sénsuum deféctui.

Veneremos, pues, postrados tan gran Sacramento, y el oscuro rito antiguo ceda a la luz del nuevo; que la fe sencilla supla la incapacidad de los sentidos

Genitóri Genitóque laus et iubilátio salus, honor, virtus quoque sit et benedictio; procedénti ab utróque compar sit laudátio. Amen.

Al Padre y al Hijo sean dadas alabanza y júbilo, salud, honor y poder, y bendición; y al que procede de ambos demos igual alabanza. Amén.

66

Laúdate Dominum Laudate Dóminum omnes gentes: laudate eum, omnes pópuli.

Alabad, al Señor todas las naciones, alabadle todos los pueblos.

Quoniam confirmata est super nos misericordia eius et veritas Dómini manet in aeternum.

Porque su misericordia ha sido confirmada sobre nosotros y la verdad del Señor permanece para siempre.

Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto; sicut erat in principio, et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amen.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo; como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

67

O esca viatorum O esca viatorum, O Panis Angelorum, O Manna coelitum, esurientes ciba dulcédine non priva corda quaeréntium.

Oh alimento de los caminantes, oh Pan de los Angeles, oh Maná que viene del cielo, que alimentas a los hambrientos sin privar de dulzura a los corazones que Te buscan.

O lympia fons amoris qui puro salvatoris e corde prófluis te sitientes pota haec sola nostra vota his una súfficis.

Oh clara fuente de amor, que manas del Corazón puro del Salvador, da de beber a la; que tienen sed de Ti, tú que sola te bastas para colmar nuestros deseos.

O Jesu, tuum vultum quem cólimus occultum, sub panis spécie, fac ut remoto velo post libera in coelo cernamus facie. Amen.

Concédenos, oh Jesús, a los que veneramos tu rostro oculto, bajo las especies del Pan, poderte contemplar cara a cara, ya sin velos, en el Cielo. Amén.

68

Cantemos al Amor Cantemos al Amor de los amores, Cantemos al Señor, Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor Gloria a Cristo Jesús: cielos y tierra bendecid al Señor; honor y gloria a Ti, Rey de la Gloria, amor por siempre a Ti, Dios del Amor. ¡Oh gran prodigio del amor divino! ¡Milagro sin igual! Prenda de amistad, banquete peregrino, do se come al Cordero Celestial. Gloria a Cristo Jesús: cielos y tierra, bendecid al Señor; honor y gloria a Ti, Rey de la Gloria, amor por siempre a Ti, Dios del Amor. Unamos nuestra voz a los cantares del coro celestial, ¡Dios está aquí! Al Dios de los altares alabemos, con gozo celestial.

69

Pescador de Hombres 1. Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar. 2. Tú sabes bien lo que tengo, en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo. Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar. 3. Tú necesitas mis manos, mi cansancio, que a otros descanse; amor que quiera seguir amando. Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar. 4. Tú, pescador de otros lagos, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, que así me llamas.

70

Una Espiga Una espiga dorada por el sol, el racimo que corta el viñador, se convierten ahora en pan y vino de amor en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Compartimos la misma comunión. Somos trigo del mismo Sembrador, un molino, la vida, nos tritura con dolor. Dios nos hace Eucaristía en el amor. Como granos que han hecho el mismo pan, como notas que tejen un cantar, como gotas de agua que se funden en el mar, los cristianos un cuerpo formarán. En la mesa de Dios se sentarán. Como hijos su pan comulgarán. Una misma esperanza caminando cantarán. En la vida, como hermanos se amarán.

71

Cerca de ti Cerca de ti, Señor, yo quiero estar, tu grande eterno amor, quiero gozar. Llena mi pobre ser, limpia mi corazón; hazme tu rostro ver en la aflicción. Mi pobre corazón inquieto está, por esta vida voy buscando paz. Mas sólo Tú, Señor, la paz me puedes dar; cerca de ti, Señor, yo quiero estar. Pasos inciertos doy, el sol se va; mas, si contigo estoy, no temo ya. Himnos de gratitud, alegre cantaré, y fiel a Ti, Señor, siempre seré. Día feliz veré creyendo en Ti, en que yo habitaré cerca de Ti. Mi voz alabará tu santo nombre allí, y mi alma gozará cerca de Ti.

72

Oh buen Jesús Oh buen Jesús, yo creo firmemente que por mi bien estás en el altar, que das tu Cuerpo y Sangre juntamente, al alma fiel en celestial manjar. Indigno soy, confieso avergonzado, de recibir la santa comunión; Jesús que ves mi nada y mi pecado, prepara Tú mi pobre corazón. Pequé, Señor, ingrato te he vendido, infiel te fui, confieso mi maldad. Contrito ya, perdón, Señor, te pido; eres mi Dios, apelo a tu bondad. Espero en Ti, piadoso Jesús mío; oigo tu voz, que dice: «Ven a Mí» porque eres fiel, por eso en Ti confío; todo, Señor, lo espero yo de Ti.

73

Jesús amoroso Jesús amoroso, el más fino amante, quiero en todo instante sólo en ti pensar. Tú eres mi tesoro, Tú eres mi alegría, Tú eres vida mía, yo te quiero amar (bis) Oh Corazón dulce, de amor abrasado, quiero yo a tu lado por siempre vivir, y en tu llaga santa viviendo escondido, de amores herido en ellas vivir (bis)

74

8. Lecturas para meditar Textos de Pablo VI Contemplar a La Sagrada Familia de Nazaret Nazaret es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento del Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.

Importancia del silencio La primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que nazca en nosotros la estima del silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y agitada vida moderna. Que el silencio de Nazaret nos enseñe a vivir el recogimiento, que nos enseñe a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y las doctrinas de los verdaderos maestros, que nos enseñe la necesidad y el valor de una buena formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal con Dios.

Vida de familia y trabajo Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de lo que es la familia, su comunión de amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irremplazable que es su

75

pedagogía y lo fundamental que es su función en la sociedad. Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret es la casa del hijo del artesano, aquí es donde querríamos comprender más la ley austera y redentora del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, recordar aquí que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad no proviene sólo de motivos económicos, sino de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más alto. Cómo querríamos, en fin, saludar aquí a todos los trabajadores del mundo entero y enseñarles su gran modelo, su hermano divino: a Cristo nuestro Señor. (Discurso del 5-I-1964 en Nazaret).

María maestra de vida espiritual Ejemplo para toda la Iglesia en el ejercicio del culto divino, María es también, evidentemente, maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos. Bien pronto los fieles comenzaron a fijarse en María para, como ella, hacer de la propia vida un culto a Dios, y de su culto un compromiso de vida (...) María es, sobre todo, modelo de aquel culto que consiste en hacer de la propia vida una ofrenda a Dios: doctrina antigua, perenne, que cada uno puede volver a escuchar poniendo atención en la enseñanza de la Iglesia, pero también con el oído atento a la voz de la Virgen cuando ella, anticipando en sí misma la estupenda petición de la oración dominical: «Hágase tu voluntad», respondió al mensajero de Dios: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí segúntu palabra». El «sí» de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y en medio de santificación propia (Marialis cultus, 21).

76

Textos de Juan Pablo II Necesidad de la oración Si nos miramos solamente a nosotros mismos, con nuestros límites y nuestros pecados, pronto seremos presa de la tristeza y del desánimo. Pero si mantenemos nuestros ojos vueltos al Señor, entonces nuestros corazones se llenarán de esperanza, nuestras mentes serán iluminadas por la luz de la verdad, y llegaremos a conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su plenitud de vida. Si verdaderamente deseáis seguir a Cristo, si queréis que vuestro amor a Él crezca y dure, debéis ser asiduos en la oración. Ella es la llave de la vitalidad de vuestro vivir en Cristo. Sin la oración, vuestra fe y vuestro amor morirán. Si sois constantes en la oración cotidiana y en participación dominical de la Misa, vuestro amor a Jesús crecerá. Y vuestro corazón conocerá la alegría y la paz profundas, una alegría y una paz que el mundo no logrará daros jamás. (Nueva Orleans. EE.UU. 12-IX-1987).

Ser joven: tener proyectos Durante los años de la juventud se va configurando en cada uno la propia personalidad. El futuro comienza ya a hacerse presente. Estos años son el tiempo más propicio para un descubrimiento particularmente intenso del yo humano y de las propiedades y capacidades que éste encierra. Es el periodo en que se ve la vida como un proyecto prometedor a realizar, del cual cada uno es y quiere ser protagonista. Es también el tiempo adecuado para discernir y tomar conciencia con más radicalidad de que la vida no puede desarrollarse al margen de Dios y de los demás. Es la hora de afrontar las grandes cuestiones, de la opción entre el egoísmo y la generosidad. En una palabra: el joven se halla ante una ocasión irrepetible de orientar toda su existencia al servicio de Dios y de los hombres, contribuyendo así a la construcción de un mundo más cristiano y, por consiguiente, más humano.

Sentido de la vida 77

Ante toda esta amplia perspectiva que se ofrece a vuestros ojos, es lógico que se os planteen grandes cuestiones: ¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿hacia dónde debo orientarla?, ¿cuál es el fundamento sobre el que tengo que construirla?, ¿con qué medios cuento? Son éstas preguntas cruciales, densas de significado, que no pueden zanjarse con una respuesta precipitada. Estos mismos interrogantes acuciaban probablemente a aquel joven del Evangelio que se acercó a Jesús para preguntarle: Maestro ¿qué he de hacer yo para conseguir la vida eterna? (Mt 19, 16). Igual que a vosotros, la vida se abría prometedora ante los ojos de aquel muchacho y deseaba vivirla intensamente, de un modo generoso, con decisiones definitivas. Quería alcanzar la vida eterna y buscaba para ello un camino seguro. Era un buen israelita, que cumplía la ley desde joven, pero percibía horizontes más amplios para su amor: por ello fue en busca del Maestro, en busca de Jesús, el único que tiene palabras de vida eterna (Jn 6, 70).

Buscar a Jesucristo Queridos jóvenes: acercaos también vosotros al Maestro si queréis encontrar respuesta a los anhelos de vuestro corazón. Buscad a Cristo, que siendo Maestro, modelo, amigo y compañero, es el Hijo de Dios hecho hombre, Dios con nosotros, Dios vivo que, muerto en la cruz y resucitado, ha querido permanecer a nuestro lado para brindarnos el calor de su amistad divina, perdonándonos, llenándonos de su gracia y haciéndonos semejantes a El, Cristo es quien tiene palabras de vida eterna porque El es la Vida misma. Buscadlo a través de la oración, en el diálogo sincero y asiduo con El. Hacedle partícipe de los interrogantes que os van planteando los problemas y proyectos propios de vuestra juventud. Buscadle en su Palabra, en los santos Evangelios, y en la vida litúrgica de la Iglesia. Acudid a los sacramentos. Abrid con confianza vuestras aspiraciones más íntimas al amor de Cristo, que os espera en la Eucaristía. Hallaréis respuesta a todas vuestras inquietudes y veréis con gozo que la coherencia de vida que El os pide es la puerta para lograr la realización de los más nobles deseos de vuestra alma joven.

Comprometerse 78

La fe y el amor no se reducen a palabras o a sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con coherencia a la luz del Evangelio y esto no es fácil. ¡Sí! Muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o la mentalidad de este mundo. Pero, lo repito, éste es el único camino para edificar una vida bien acabada y plena. Sed generosos en la entrega a vuestros hermanos; sed generosos en el sacrificio por los demás y en el trabajo; sed generosos en el cumplimiento de vuestras obligaciones familiares y cívicas; sed generosos en la construcción de la civilización del amor. Y sobre todo, si alguno de vosotros siente una llamada a seguirle más de cerca que sea generoso, que no tenga miedo, porque no hay nada que temer cuando el premio que espera es Dios mismo. Y si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois débiles no viviendo conforme a su ley del amor y a sus mandamientos, ¡no os desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! El, Jesús, es el Buen Pastor que carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que sane, Cristo es el amigo que nunca defrauda. (Asunción, Paraguay, 18-V-1988).

La llamada Deseo traer a vuestra memoria los encuentros del mismo Jesús con los jóvenes de su tiempo. Los Evangelios nos conservan el interesante relato de la conversación que mantuvo Jesús con un joven. Leemos que el joven propuso a Cristo uno de los problemas fundamentales que la juventud se propone en todas partes Qué debo hacer...? (Mc 10. 17), recibiendo de El una respuesta precisa y penetrante: Jesús, poniendo en él los ojos, le amó y dijo...: ven y sígueme (Mc 10. 21). Pero mirad lo que ocurre: el joven, que había mostrado tanto interés por el problema fundamental, se fue triste, porque tenía mucha hacienda (Mc 10, 22). Por eso os digo a cada uno de vosotros: escuchad la llamada de Cristo cuando sentís que os dice: Sígueme. Camina sobre mis pasos. ¡Ven a mi lado! ¡Permanece en mi amor! Es una opción que se hace: la opción por Cristo y por su modelo de vida, por su mandamiento de amor.

79

Generosidad La tristeza de este joven nos lleva a reflexionar. Podemos tener la tentación de pensar que poseer muchas cosas, muchos bienes de este mundo, puede hacemos felices. En cambio, vemos en el caso del joven del Evangelio que las muchas riquezas se convirtieron en un obstáculo para aceptar la llamada de Jesús a seguirlo. ¡No estaba dispuesto a decir sí a Jesús, y no a sí mismo, a decir sí al amor, y no a la huida! El amor verdadero es exigente. No cumpliría mi misión si no os lo hubiera dicho con toda claridad. El amor exige esfuerzo y compromiso personal para cumplir la voluntad de Dios. Significa disciplina y sacrificio, pero significa también alegría y realización humana. Queridos jóvenes, no tengáis miedo a un esfuerzo y a un trabajo honestos; no tengáis miedo a la verdad. Con la ayuda de Cristo y a través de la oración, vosotros podéis responder a su llamada, resistiendo a las tentaciones, a los entusiasmos pasajeros y a toda forma de manipulación de masas. Abrid vuestros corazones a este Cristo del Evangelio, a su amor, a su verdad, a su alegría. ¡No os vayáis tristes!

Entrega Como última palabra, a todos vosotros los que me escucháis esta tarde querría deciros esto: el motivo de mi misión, de mi viaje por los Estados Unidos, es deciros a vosotros, decir a cada uno —jóvenes y ancianos—, decir a cada uno en nombre de Cristo: ¡Ven y sígueme! ¡Seguid a Cristo! Vosotros, esposos, haceos partícipes recíprocamente de vuestro amor y de vuestras cargas, respetad la dignidad humana de vuestro cónyuge; aceptad con alegría la vida que Dios os confía; haced estable y seguro vuestro matrimonio por amor a vuestros hijos. ¡Seguid a Cristo! Vosotros solteros aún o que os estáis preparando para el matrimonio, ¡seguid a Cristo! Vosotros jóvenes o viejos, ¡seguid a Cristo! Vosotros enfermos o ancianos, vosotros los que sufrís o estáis afligidos; los que sentís la necesidad de cuidados, la necesidad de amor, la necesidad de un amigo, ¡seguid a Cristo! En nombre de Cristo extiendo a todos vosotros la llamada, la invitación, la

80

vocación: ¡Ven y sígueme! para eso he venido a América, para llamaros a Cristo, para llamar a todos y cada uno de vosotros a vivir en su amor, hoy y siempre (Boston, EE.UU., 1-X-1979)

¡No tengáis miedo a ser santos! Jóvenes que me escucháis: dejadme repetiros lo que ya os dije en Santiago de Compostela, en la Jornada Mundial de la Juventud: ¡No tengáis miedo a ser santos! Seguid a Jesucristo, que es fuente de libertad y de vida. Abríos al Señor para que El ilumine todos vuestros pasos. Que el sea vuestro tesoro más querido; y si os llama a una intimidad mayor, no cerréis vuestro corazón. La docilidad a su llamada no mermará en nada la plenitud de vuestra vida: al contrario, la multiplicará, la ensanchará hasta abrazar con vuestro amor los confines del mundo. ¡Dejaos amar y salvar por Cristo, dejaos iluminar por su poderosa luz! Así seréis luz de vida y de esperanza en medio de esta sociedad (Madrid, España. 16-VI-1993). Como los primeros discípulos, ¡seguid a Jesús! No tengáis miedo de acercaros a El, de cruzar el umbral de su casa, de hablar con El cara a cara, como se está con un amigo. No tengáis miedo de la «vida nueva» que El os ofrece: El mismo, con la ayuda de su gracia y el don de su Espíritu, os da la posibilidad de acogerla y de ponerla en práctica. Es verdad: Jesús es un amigo exigente que indica metas altas, pide salir de uno mismo para ir a su encuentro, entregándole toda la vida: «quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8, 35). Esta propuesta puede parecer difícil y en algunos casos puede incluso dar miedo. Pero yo os pregunto ¿es mejor resignarse a una vida sin ideales, a un mundo construido a imagen y semejanza propia, o más bien buscar con generosidad la verdad, el bien, la justicia, trabajar por un mundo que refleje la belleza de Dios, incluso a costa de afrontar las pruebas que esto conlleva? ¡Abatid las barreras de la superficialidad y del miedo! Reconociéndoos hombres y mujeres «nuevos», regenerados por la gracia bautismal, conversad con Jesús en la oración y en la escucha de la Palabra; gustad la alegría de la reconciliación en el sacramento de la penitencia; recibid el cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía; acogedlo y servidle en los hermanos. Así descubriréis la verdad sobre vosotros mismos, la unidad interior y encontraréis al «Tú» que cura

81

las angustias y las preocupaciones (Mensaje para la XII Jornada mundial de la juventud en 1997).

82

9. Examen de conciencia 1. ¿Cumplo un plan de vida diario donde se incluyan algunas normas de piedad que me ayuden a tratar a Jesús y a vivir en presencia de Dios? ¿Sé organizar mis actividades de modo que no salgan nunca perjudicadas ni mi relación con Dios ni mi formación espiritual? 2. ¿Hago todos los días un rato de oración? ¿Busco en la oración tener un diálogo sincero y comprometido con el Señor o me conformo con consideraciones vagas e impersonales? 3. ¿Soy consciente de que la Eucaristía es Dios entre nosotros? ¿Procuro visitar con frecuencia al Señor en el Sagrario? ¿Me preparo para recibirle bien, viviendo con esmero las condiciones que establece la Iglesia: estado de gracia, devoción, rectitud de intención y ayuno eucarístico? 4. ¿Veo claramente que Dios está siempre a mi lado? ¿Hay en mi vida la profundidad y la serenidad propias de un hijo de Dios o, por el contrario, me dejo llevar por las cosas externas, en un clima de superficialidad? 5. ¿Entiendo que ser cristiano significa encontrar y seguir a Cristo, aunque esto me exija.renuncias y sacrificios, o me conformo con una vida mediocre? ¿Existe en mi vida algún obstáculo que me impida caminar hacia la santidad? 6. Al comprobar mis miserias ¿procuro rectificar enseguida, pidiendo perdón al Señor? ¿Me confieso con la frecuencia necesaria y con la debida preparación? 7. ¿Tengo conciencia de que para santificarme no basta con ofrecer a Dios mi trabajo, sino que debo esforzarme para realizarlo con perfección, y procurar que esas tareas humanas se organicen de acuerdo con las exigencias de la fe: respeto a la dignidad de las personas, amor a la libertad, primacía de la caridad, etc.? 8. ¿Escucho a mis padres, esforzándome por comprender sus razones, o no hago caso de lo que me dicen, pensando que enfocan siempre las cosas con

83

un planteamiento anticuado? ¿Me doy cuenta de que tengo la obligación de quererles mucho y de respetarles siempre? 9. ¿Me esfuerzo por hacer la vida agradable a los demás, con pequeños servicios, interesándome realmente por sus cosas, etc.? ¿Trato de comprender los puntos de vista ajenos, procurando ver siempre el lado bueno que indudablemente hay en todas las personas? 10. ¿Sé escuchar a los demás, o les corto antes de que hayan terminado de hablar, buscando ser yo el centro de todas las conversaciones? ¿Estoy disponible en el estudio o en el trabajo para que mis compañeros puedan requerir mi ayuda cuando les sea útil? 11. ¿Cuido con delicadeza los detalles de modestia y de pudor, que son la salvaguarda de la virtud de la pureza? Antes de asistir a un espectáculo, de ver una película o de leer un libro, ¿me entero de su calificación moral? 12. ¿Procuro vivir el desprendimientode los bienes materiales o me dejo llevar fácilmente por el consumismo? ¿Vivo la generosidad con mis cosas, mi tiempo, mi dinero...? 13. ¿Me doy cuenta de que necesito un director espiritual para recibir ayuda y orientación en la lucha interior y superar mejor las dificultades? ¿Soy consciente de que la dirección espiritual no elimina ni disminuye mi libertad y que si sigo esas orientaciones es porque quiero, siendo yo plenamente responsable? 14. ¿Actúo siempre de acuerdo con mis convicciones íntimas, o me dejo llevar por el miedo al «qué dirán»? ¿Mantengo serenamente, pero con firmeza, los puntos de vista cristianos en mis conversaciones? 15. ¿Comprendo que en la vida interior no tiene sentido «estabilizarse»?: se avanza o se retrocede, se recoge con el Señor o se desparrama ¿Pongo mi lucha en «avanzadillas» de la vida interior, lejos de los lugares donde una derrota es ya pecado grave? 16. ¿Soy consciente de que la perseverancia no consiste en no caer nunca, sino más bien en levantarse siempre? 17. ¿Qué tiempo de verdad dedico al Señor cuando hago mis ratos de meditación diaria? ¿que porcentaje de ganga y mena —tiempo distraído y diálogo con Dios— tiene mi oración?

84

18. ¿Me preocupo del bien espiritual de las personas que me rodean? ¿rezo y ofrezco sacrificios por ellos? ¿procuro acercar a mis amigos a Dios con palabras y mi ejemplo?

85

Índice Portadilla Créditos Índice Presentación a la sexta edición ¿Qué es hacer oración? El Catecismo dice... Instrucciones para usar este pequeño libro 1ª idea. 2ª idea. 3ª idea. 4ª idea. 5ª idea. 6ª idea. 7ª idea. 8ª idea. 9ª idea.

«Empezar bien» «Hablar con Jesús» «Textos para repetir durante la oración» «Meterse en el evangelio» «Meditar textos litúrgicos» «Oraciones eucarísticas» «Cánticos eucarísticos» «Lecturas para meditar» «Examen de conciencia»

3 5 6 9 10 11 12 12 12 12 13 13 13 13 13 13

1. Empezar bien

15

Al comenzar1 Al terminar

15 16

2. Hablar con Jesús 3. Textos para repetir durante la oración Palabras dirigidas a Dios Padre: Palabras dirigidas a Jesús: Palabras dirigidas al Espíritu Santo Palabras dirigidas a María:

17 20 20 23 26 28

4. «Meterse» en el evangelio

30

Nacimiento de Jesús Diálogo con el joven rico Curación del ciego Bartimeo Pasión del Señor

31 33 35 36

5. Textos litúrgicos para hacer oración 86

39

Oración de la mañana Oración de petición e intercesión Oración de acción de gracias Oración de alabanza Oración filial Oración para el atardecer

39 40 45 46 49 51

6. Oraciones eucarísticas

52

Oración a Jesús crucificado3 Oración de San Juan María Vianney Oración del Cardenal Bona Oración del Papa Clemente XI Oración de los primeros cristianos Invocaciones de San Ignacio al Santísimo Redentor Adoro te devote Petición de gracia Ofrecimiento al Amor Misericordioso Oración de San Francisco de Asís Ofrecimiento de sí mismo Oraciones de la Madre Teresa de Calcuta

7. Cánticos eucarísticos

52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63

65

Pange Lingua Tantum Ergo Laúdate Dominum O esca viatorum Cantemos al Amor Pescador de Hombres Una Espiga Cerca de ti Oh buen Jesús Jesús amoroso

65 66 67 68 69 70 71 72 73 74

8. Lecturas para meditar

75

Textos de Pablo VI Contemplar a La Sagrada Familia de Nazaret Importancia del silencio Vida de familia y trabajo 87

75 75 75 75

María maestra de vida espiritual Textos de Juan Pablo II Necesidad de la oración Ser joven: tener proyectos Sentido de la vida Buscar a Jesucristo Comprometerse La llamada Generosidad Entrega ¡No tengáis miedo a ser santos!

76 77 77 77 77 78 78 79 80 80 81

9. Examen de conciencia

83

88

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF