Descripción: 7 Hábitos de Los Padres Brillantes - Augusto Cury...
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SIETE HÁBITOS DE LOS PADRES BRILLANTES Augusto Cury
eBook © SAN PABLO, 2012 Ferrenquín a Cruz de Candelaria Edif. Doral Plaza, Local 1 Apartado 14.034, Caracas 1011-A, Venezuela Telfs.: (0212) 576.76.62 - 577.10.24 E-mail:
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Parte 1 Dedicatoria
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Dedico este libro a _____________________ Queridos padres, ustedes dejaron sus sueños para que yo soñase. Dejaron sus pasatiempos para que yo tuviese alegría. Perdieron noches de sueño para que yo durmiese tranquilo. Derramaron lágrimas para que yo no sufriera. El amor de ustedes me ayudó a escribir mi historia. Llevaré por siempre un pedazo de su ser dentro de mi ser.
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Parte 2 PREFACIO
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Esperábamos que en el siglo XXI los jóvenes fuesen solidarios, emprendedores y amasen el arte de pensar. Pero muchos viven alienados, no piensan en el futuro, no les importan las consecuencias de sus comportamientos, no tienen metas o proyectos de vida. Imaginábamos que padres e hijos, en este tan esperado siglo, viviesen una historia de diálogo y afecto. Pero viven aislados en una misma casa. Padres e hijos comparten el mismo aire y los mismos alimentos, pero no tienen la misma historia. Saben conversar sobre el mundo que los rodea, pero raramente saben dialogar sobre el mundo propio. Sus mundos no se cruzan. Esperábamos que por el hecho de tener acceso a la industria de entrenamiento, tales como internet, juegos electrónicos, aparatos de sonido, TV, nuestros niños serían más alegres que los de las otras generaciones, pero nos damos cuenta de que nunca fueron tan ansiosos y tristes. ¿Qué está sucediendo? Los niños y los jóvenes aprenden a enfrentarse con cosas concretas y lógicas, pero no saben lidiar con fracasos y errores. Aprenden a resolver problemas matemáticos, pero no saben resolver sus conflictos existenciales. Saben hacer cálculos y resolverlos, pero la vida está llena de contradicciones. Los problemas emocionales no pueden ser calculados, no tienen resultado exacto. Nuestros jóvenes no están preparados para la vida. Ellos no saben lidiar con frustraciones, no consiguen enfocar sus fracasos como una excelente oportunidad de crecimiento. Apenas están entrenados para el hecho. Pero, ¿quién está exento de problemas o pérdidas? El sufrimiento o nos fortalece o nos destruye. Debemos usar el sufrimiento para afianzar la sabiduría. Pero ¿a quién le importa la sabiduría en la era de la informática? No escribí para héroes, sino para educadores que saben que educar es ejercer la más compleja tarea intelectual. Una tarea en la que errar es la actitud más común y la que ocasiona mayores consecuencias. Educar es ser un poeta de la vida, un sabio escultor de personalidades, un aprendiz en las sinuosas avenidas de la existencia. En este libro estudiaremos los siete hábitos fundamentales de los padres brillantes. Hábitos que pueden transformar para siempre la relación entre padres e hijos, convertirla en emocionalmente rica, saludable e inteligente. Augusto Cury (Psiquiatra, psicoterapeuta, científico, escritor) 7
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Parte 3 Obstruyendo la inteligencia de los niños y de los jóvenes
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Nuestra generación produjo informaciones como ninguna otra jamás produjo, pero no sabemos qué hacer con ellas. Raramente usamos esas informaciones para desarrollar nuestras cualidades de vida. ¿Hace usted cosas, fuera de su agenda, que le han dado placer? ¿Procura usted ordenar sus pensamientos para tener una mente más tranquila? ¿Cómo queremos que nuestros hijos sean felices si no interiorizamos en nuestra propia calidad de vida? ¿Cómo enseñarles a sobresalir en una sociedad estresante, si somos opacos interiormente, si no conseguimos penetrar en el campo de sus emociones y estimularlos a encontrar un oasis en las dificultades de la vida, en las turbulentas relaciones sociales? Nos volvemos máquinas para trabajar y estamos transformando a nuestros niños en máquina para aprender. ¿Cómo evitar que fallen emocionalmente, si no están desarrollando las funciones más importante de la inteligencia? ¿Cuáles? El arte de la solidaridad, la capacidad de exponer sus ideas sin miedo a las críticas, de usar la empatía, de superar las propias frustraciones de trabajar en equipo. Los jóvenes conocen cada vez más el mundo en que están, pero casi nada sobre el mundo que son. A lo sumo conocen la antesala de su propia personalidad. ¿Qué mayor soledad que ésa? ¡Ser un extraño de sí mismo! ¿Cuál es el resultado? Nunca el conocimiento médico y psiquiátrico fue tan grande, y tampoco nunca las personas tuvieron tantos trastornos emocionales y tantas dolencias psicosomáticas. La depresión raramente atacaba a los niños. Hoy hay muchos niños deprimidos y sin ilusión por la vida. Preadolescentes y adolescentes están desarrollando obsesiones, síndromes de pánico, fobias, timidez, agresividades y otros trastornos ansiosos. Miles de jóvenes se están drogando. No comprenden que las drogas pueden arruinar etapas de su vida, llevarlos a una vejez prematura en el campo de las emociones. Los placeres momentáneos de las drogas destruyen la gallina de los huevos de oro del placer. ¿Y el estrés? No es extraño ver adultos estresados, pero hay también jóvenes y niños con estrés. Estos últimos tienen frecuentemente dolor de cabeza, gastritis, dolores musculares, sudoración excesiva, desánimo, fatiga excesiva por causa emocional. Nunca hubo una generación de jóvenes estresados como actualmente. ¿Quién tiene la culpa de la carencia de educación? Nos gusta encontrar culpables. La culpa consciente no está en las escuelas, ni en los profesores, ni en los padres, ni en los jóvenes ni en las teorías educativas. El principal culpable es el sistema social que hemos establecido. Somos creadores y víctimas del sistema social que valoriza el tener y no el ser, la estética y no el contenido, el consumo y no el arte de pensar, el placer inmediato y 10
no la creatividad. Debemos tener el coraje para cambiar ese cuadro. Precisamos conocer algunos fenómenos que promueven el funcionamiento de la mente para educarnos mejor, formar jóvenes estructurados. ¿Vamos a asistir pasivamente a que la industria de los antidepresivos y tranquilizantes se convierta en una de las más poderosas del siglo XXI? ¿Vamos a observar pasivamente que nuestros hijos sean víctimas del sistema social que creamos? El gran riesgo de la educación, es generar gigantes en el mundo lógico, y enanos en el mundo emocional, niños sin capacidad para superar conflictos y vencer obstáculos. A continuación, encontrará en síntesis dos grandes causas que han generado trastornos psíquicos en la juventud y transformado la educación en una de las más complejas y difíciles tareas de la actualidad. La superestimulación de la TV La televisión muestra más de 60 personajes por hora con las más diferentes características de personalidades. Policías irreverentes, bandidos intrépidos, personas divertidas. Esas imágenes son registradas en la memoria a través del fenómeno RAM (registro automático de la memoria) y compiten con la imagen de los padres y profesores. Todo lo que tiene más alto volumen emocional o fenómeno RAM se registra de manera privilegiada. Por eso, captamos, con más detalles las experiencias que nos causaron alegrías o angustias, tranquilidad o miedo. En primer lugar, debemos conquistar el territorio de las emociones de los jóvenes para después conquistar las bases de la memoria, para conquistar, en último lugar, el anfiteatro de los pensamientos, o sea, la razón humana. Lamentablemente, queremos primero conquistar la razón, después la emoción de nuestros hijos, por eso, no formamos una óptima imagen en la memoria conscientes e inconscientes de ellos. La TV procura conquistar primero una emoción y, en segundo plano, la razón y la crítica, cuando conquistan. Los personajes de la TV, aun los virtuales y artificiales, compiten con la imagen de los padres y ganan descaradamente esa pugna entre los bastidores de la memoria. Muchos sabios, psicólogos y educadores no tuvieron la oportunidad de estudiar este complejo asunto, pero debemos comprenderlo para educar mejor. La frágil imagen de los padres en la memoria de sus hijos semeja como si la imagen de dos personajes de TV 11
tienen una influencia mayor de lo que imaginamos en la formación de la personalidad. Noten que no estoy hablando sobre la basura de la TV, la violencia, la discriminación, la alienación social, en fin, aquello que el sentido común considera maléfico para los niños. Estoy hablando de algo tanto o más serio: el exceso de estímulo propagado por la TV y archivado por la memoria, editando el ritmo de construcción de los pensamientos de manera acelerada, generando una ansiedad colectiva. La ansiedad de los niños parece como si el fenómeno RAM no registrara las actitudes, los consejos e intervenciones de los educadores de manera privilegiada. Cuando los padres abren la boca, los jóvenes detonan un gatillo inconsciente que abre algunas ventanas de la memoria, construyen en segundos cadenas de pensamientos e inmediatamente ellos los cortan diciéndoles: “¡Ya sé eso!”, “¡Otra vez!”. Los padres mueren como héroes concretos. Muchos hijos se vuelven huérfanos psicológicos. Para revertir ese cuadro, los padres tienen que ser educadores brillantes, que se salgan del lugar común, que tengan habilidades para sorprender, que conozcan el funcionamiento de la mente para ser artesanos de las personalidades de sus hijos. ¿Tiene usted ese sueño? Superestimulación de informaciones En la ciencia hay diversos conceptos equivocados sobre el fantástico mundo del funcionamiento de la mente y la memoria humana. Tengo la convicción, como psiquiatra y como científico teórico, que estamos obstruyendo la inteligencia de los niños y su placer de vivir por el exceso de informaciones que estamos ofreciendo. Nuestra memoria se volvió un depósito de informaciones inútiles. Un niño de 7 años tiene más información en su memoria de lo que un ser humano adquiría durante 70 años de vida, hace dos o tres siglos. La mayoría de las informaciones que adquirimos no será organizada en la memoria y utilizada en las actividades intelectuales. Imaginen a un albañil que desperdició toda su vida haciendo un gran esfuerzo para acumular materiales para construir una casa. Después de construirla, se sintió impactado. Se dio cuenta que había sobrado una enorme cantidad de materiales que no utilizó y que no sabía para qué servían. Cabizbajo, constató que había gastado la mayor parte de su tiempo inútilmente. El conocimiento se multiplicó y el número de escuelas se expandió como en ninguna otra época, pero no estamos produciendo pensadores. La mayoría de los jóvenes, incluyendo universitarios, acumula una pila de “ladrillos”, pero construyen poquísimas ideas brillantes. 12
El mundo moderno transformó la memoria humana en un depósito de informaciones y generó la mayor crisis educacional de todos los tiempos. Las funciones más importantes de la inteligencia no están siendo desarrolladas. y, lo que es peor, producimos uno de los mayores síndromes psíquicos de la actualidad, el síndrome del pensamiento acelerado. Ansiedad, mente inquieta, irritabilidad, aversión a la rutina, déficit de concentración, falta de memoria, fatiga excesiva, son síntomas que caracterizan la SPA. Aparecen cuando nuestra mente es excitada. Muchos sufren por anticipado, no tienen concentración, se atormentan con preocupaciones. Tuve la felicidad de descubrir el síndrome SPA y la desdicha de descubrir que gran parte de la población mundial tiene los síntomas de ese síndrome. Las personas que tienen un trabajo intelectual intenso, como los médicos, abogados, periodistas, ejecutivos, educadores, estudiantes, tienen el SPA más intenso. Si los adultos están ansiosos o estresados debido al SPA, imaginen como está la mente de los niños y de los jóvenes que no tienen madurez para soportarlo. Ellos reclaman, están insatisfechos, siempre queriendo cosas nuevas, para intentar aliviar la ansiedad del SPA. Cuando los padres y los profesores les hablan de algún tema, ellos están pensando en otra cosa. Debido a la ansiedad procedente de ese síndrome, los jóvenes pierden el placer de aprender. Oír los concejos de los padres e ir a la escuela es un fastidio. Ellos prefieren los estímulos que inducen al placer inmediato: una “fast food” emocional. Por eso, en el mundo entero, los padres y los profesores están confusos en la tarea de educar. Las teorías de Piaget, de Vigotsk, de Gardner, de Freud, no funcionan más. No funcionan no porque no sean buenas teorías, sino porque el patrón de inteligencia de los niños y de los jóvenes cambió. Nos agitamos en algo peligrosísimo que jamás deberíamos tener alterado, en la caja negra de la inteligencia, en la velocidad de los pensamientos. Todo en el mundo físico puede ser rápido, los pensamientos no, caso contrario, aparecen los síntomas ya descritos. Obstruyendo la infancia de los niños Y para empeorar esa situación, nuestra generación quiere dar lo mejor para nuestros niños. Ideamos grandes sueños para ellos. Procuramos los mejores entretenimientos, ropas, paseos y escuelas. No querríamos que ellos anduviesen en la lluvia, se contusionen en las calles, se hiriesen en los juegos caseros y viviesen las dificultades por 13
las cuales pasamos. Colocamos un televisor en la sala. Algunos padres, con más recursos colocan un televisor y un computador en el cuarto de cada hijo. Otros, los llenan de actividades, matriculándolos en cursos de inglés, computación, música. Tuvieron una excelente intención, sólo que no sabían que los niños necesitan tener infancia, inventar, correr riesgos, frustrarse, tener tiempo para jugar y disfrutar de la vida. No imaginaban en cuánto la creatividad, la felicidad y la osadía del adulto dependen de las matrices de memoria y de energía emocional de la niñez. No comprenderán que la TV, los juegos manufacturados, el internet y el exceso de actividades obstruyen la infancia de sus hijos. El “fast food” emocional, tan rápido y acelerado, no es saludable,. Los alimentos que nutren la personalidad no deben ser saboreados rápidamente. Creamos un mundo artificial para los niños y pagamos un precio carísimo. No estamos produciendo jóvenes altruistas, libres, sensibles, sabios, emprendedores, colaboradores sociales que piensan en las consecuencias de sus comportamientos. Necesitamos urgentemente educar la emoción y el arte de pensar de nuestros hijos. Para alcanzar esa meta no basta ser buenos padres, tienen que ser padres brillantes. Buenos padres procrean hijos enfermos. En este libro estudiaremos siete hábitos de los padres brillantes y los compararemos con los hábitos de los padres buenos. Esos hábitos son universales, pueden y deben ser aplicados en cualquier cultura y grupo social. Ponen de cabeza para abajo muchos de los conceptos educativos de la actualidad. Son frutos de dos décadas de pesquisa meticulosa entre los bastidores de la mente humana. Sería excelente que jamás olvidásemos este pensamiento: Cuanto peor sea la calidad de la educación, más importante será el papel de la psiquiatría en este siglo… Los siete hábitos de los padres brillantes pueden cambiar para siempre la educación. Pueden revolucionar la relación entre padres e hijos y transformar la familia en un jardín de sueños.
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Capítulo I. Hábito
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Buenos padres dan obsequios, padres brillantes dan su propio ser Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: autoestima, protección de emoción, capacidad para manejar pérdidas y frustraciones, filtrar estímulos estresantes, dialogar, escuchar. Los padres buenos atienden, dentro de sus condiciones, los deseos de sus hijos. Festejar los aniversarios, comprar zapatos, ropas, productos electrónicos, proporcionan viajes. Los padres brillantes dan algo incomparablemente más valioso a sus hijos. Algo que todo el dinero del mundo no puede comprar: su propio ser, su vida, sus experiencias, sus lágrimas, su tiempo. Los padres brillantes, cuando las condiciones lo permiten, les dan obsequios materiales a sus hijos, pero no los estimulan a ser consumistas, pues saben que el consumismo puede abatir la estabilidad emocional, engendrar tensiones y placeres superficiales. Los padres que viven en función de dar presentes a sus hijos son evocados por ratos. Los padres que se preocupan en comunicar su historia a los hijos se convierten en inolvidables. ¿Quiere ser usted un padre o una madre brillante? Pues tenga el valor de hablar sobre los días más tristes de su vida con sus hijos. Tenga la osadía de contarles sobre sus dificultades del pasado. Hable de sus aventuras, de sus sueños y de los momentos más alegres de su existencia. Humanícese. Transforme la relación con sus hijos en una aventura. Hágase consciente de que educar es penetrar en el mundo del otro. Muchos padres trabajan para darles el mundo a sus hijos, pero se olvidan de abrirles a ellos el libro de su propia vida. Lamentablemente, sus hijos sólo van a admirarlos en el día en que ellos mueran. ¿Por qué es fundamental, para la formación de la personalidad de los hijos, que los padres se dejen conocer? Porque ésta es la única manera de educar la emoción y crear vínculos sólidos y profundos. Cuanto más inferior es la vida de un animal, menos depende éste de sus 15
progenitores. En los mamíferos hay una gran dependencia de los hijos en relación con sus padres, pues aquéllos apenas necesitan de su instinto, pero sí aprender de las experiencias de sus padres para poder sobrevivir. En nuestra especie esa dependencia es intensa. ¿Por qué? Porque las experiencias aprendidas son más importantes que las instintivas. Un niño de siete años es muy inmaduro y dependiente de sus padres, en tanto que muchos animales con la misma edad ya son muy viejos. ¿Cómo ocurre ese aprendizaje? Yo podría escribir centenares de páginas sobre el tema, pero en este libro comentaré apenas algunos fenómenos envueltos en el proceso. El aprendizaje depende del registro diario de millares de estímulos externos (visuales, auditivos, táctiles) e internos (pensamientos y reacciones emocionales) en las matrices de la memoria. A diferencia de los computadoras, el registro en nuestra memoria es involuntario, producido por el fenómeno RAM (registro automático de la memoria).
En los computadores, decidimos lo que hay que registrar, en la memoria humana el registro no depende de la voluntad humana. Todas las imágenes que captamos son registradas automáticamente. Todos los pensamientos y emociones –negativos o saludables– son registrados involuntariamente por el fenómeno RAM.
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Los vínculos definen las cualidades de la relación ¿Qué registran sus hijos de usted? ¿Las imágenes negativas o las positivas? Todas. Ellos archivan diariamente los comportamientos suyos, sean ellos inteligentes o estúpidos. Usted no se da cuenta, pero ellos lo están fotografiando a cada instante. Lo que genera los vínculos inconscientes no es sólo lo que ustedes les dicen, sino también lo que ellos ven en ustedes. Muchos padres hablan cosas maravillosas ante sus hijos, pero tienen pésimas reacciones frente a éstos: son intolerantes, agresivos, parciales, disimulados. Con el tiempo se crea un abismo emocional entre padres e hijos. Poco afecto, pero muchos roces y críticas. Todo lo que he dejado ya dicho no puede ser detectado, apenas reeditado a través de nuevas experiencias sobre experiencias antiguas. Reeditar es un proceso posible, pero complicado. La imagen que su hijo construyó de usted no puede ser más ignorada, sino reescrita. Construir una excelente imagen establece la riqueza de la relación que usted tendrá con sus hijos. Otro papel importante de la memoria es que la emoción define la cualidad de registro. Todas las experiencias de poseer un alto volumen emocional provocan un registro privilegiado. El amor y el odio, la alegría y la angustia provocan un registro intenso. Los Medios descubrieron, sin tener conocimientos científicos, que anunciar las miserias humanas “husmea” la emoción y genera concentración. De hecho, accidentes, muertes, dolencias, secuestros, generan alto volumen de tensión, conduciendo a un archivo privilegiado de esas imágenes. Nuestra memoria se vuelve así una lata de sardinas. No es disparate decir que el hombre moderno es un ser intranquilo, que sufre por anticipado y tiene miedo del mañana.
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Resulta más barato perdonar Si usted tiene un enemigo, resulta más barato perdonarlo. Haga eso por usted mismo. Caso contrario, el fenómeno RAM lo archivará privilegiadamente. El enemigo dormirá con usted y le perturbará el sueño. Comprenda sus fragilidades y perdónelo, pues sólo así se librará de él. Enseñe a sus hijos a hacer del palco de sus mentes un teatro de alegría, y no un palco de terror. Llévelos a perdonar a las personas que los decepcionan. Explíqueles este mecanismo. Nuestras agresividades, rechazos y actitudes impensadas pueden crear un alto volumen de tensión emocional en nuestros hijos, generando cicatrices para siempre. Necesitamos entender cómo se organizan las características enfermizas de la personalidad. El mecanismo psíquico es el siguiente: una experiencia dolorosa es registrada automáticamente en el centro de la memoria. A partir de allí es trabajada continuamente, generando millares de otros pensamientos. Estos pensamientos son nuevamente registrados, generando las llamadas zonas de conflicto en el inconsciente. Si usted erró con su hijo, será contraproducente ser débil con él en una segunda oportunidad. Peor aún, no intente compensar su agresividad comprándolo, dándole cosas. De este modo, él lo manipulará y no lo amará. Usted sólo reparará sus actitudes y reeditará la película del inconsciente si penetra en el mundo de él, si reconoce su exageración, si habla con él sobre su aptitud. Hágales saber a sus hijos que ellos no están en el rodapié de su vida, sino en las páginas centrales de su historia. En los divorcios es común que los padres prometan a los hijos que jamás los abandonarán. Pero cuando disminuye el peso de la culpa, algunos padres también se divorcian de sus hijos. Los hijos pierden su presencia, a veces no física, sino emocional. Los padres dejan de alabar, sonreír, elogiar y tener momentos agradables con los hijos. Cuando eso sucede, el divorcio genera grandes secuelas psíquicas. Si la transición fue bien hecha, si la relación continúa siendo poética y afectiva, los hijos sobrevivirán la turbulencia de la separación de sus padres y podrán madurar.
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Sus hijos no necesitan de gigantes La individualidad debe existir, pues ella es el cimiento de la personalidad. No hay homogeneidad en el proceso de aprender y en el desenvolvimiento de los niños (Vigotsky, 1987). No hay dos personas iguales en el universo. Pero el individualismo es perjudicial. Una persona individualista quiere que el mundo gire alrededor de su órbita, su satisfacción está en primer plano, aunque ello implique el sufrimiento de los demás. Una de las causas del individualismo entre los jóvenes es que los padres no comparten su historia con la de sus hijos. Aunque usted trabaje mucho, aparte un poco de tiempo disponible en los grandes momentos de convivencia de sus hijos. Ruede en la alfombra. Haga poesías. Juegue, sonría, relájese. Sorpréndalos placenteramente. Cierta vez, un hijo de nueve años le preguntó a su papá, que era médico, cuánto cobraba él por consulta. El padre se lo dijo. Pasado un mes, el niño se acercó a su papá, sacó algunas notas de sus bolsillos, vació su alcancía y le dijo, con los ojos llenos de lágrimas: “Papá, hace tiempo que quiero conversar contigo, pero tú nunca tienes tiempo. Conseguí reunir el valor de una consulta. ¿Puedes conversar conmigo?” Sus hijos no necesitan de seres excepcionales, sino humanos. No necesitan de ejecutivos, médicos, empresarios, administradores de empresas, sino de usted, tal cual como es. Adquiera el hábito de abrir su corazón a sus hijos y déjelos que se fijen una imagen excelente de su personalidad. ¿Sabe qué pasará? Ellos se apasionarán por usted. Tendrán gran gusto de buscarle, de estar cerca de usted. ¿Quiere cosa más placentera que eso? La crisis financiera, las pérdidas o dificultades podrán influir sobre la relación de ustedes, pero, si está bien cimentada, nada la destruirá. De vez en cuando, llame a uno de sus hijos y almuerce sólo con él o haga programas diferentes en su compañía. Dígale cuán importante es él para usted. Pregúntele cómo le va en su vida. Háblale de su trabajo y sus desafíos. Deje que sus hijos participen de su vida. Ninguna técnica psicológica funcionará si no funciona el amor. Si usted pasa por tensiones en el trabajo, pero encuentra paz cuando llega a su casa, será un ser humano feliz. Pero, si usted tiene paz fuera de la casa y al llegar a ésta tiene conflictos con su familia, la infelicidad será su compañera. Muchos hijos reconocen el valor de sus padres, pero no lo suficiente para admirarlos, respetarlos, tenerlos como maestros de sus vidas. Los padres que están teniendo dificultades con sus hijos no deben sentirse culpables. La culpa endurece el alma. En la 20
personalidad humana nada es definitivo. Usted puede y debe revertir ese cuadro. Usted tiene experiencias riquísimas que transforman su historia en una película más interesante que las de Hollywood. Si usted duda esto es porque tal vez no se conozca y, peor aún, no se admira. Libere al niño feliz que hay en usted. Libere al joven alegre que vive en su emoción, ese mismo niño cuyos cabellos ya han encanecido. Es posible recuperar esos años. Llorar y abrazar son más importantes que darles fortunas o hacerles grandes críticas.
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Capítulo II. Hábito
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Los buenos padres nutren el cuerpo, los padres brillantes nutren la personalidad Este hábito de los padres brillantes contribuye a desenvolver: reflexión, libertad controlada, valor, optimismo, superación del medio, prevención de conflictos. Los buenos padres cuidan de la nutrición física de los hijos. Los estimula a tener una buena dieta, con alimentos sanos, tiernos y frescos. Los padres brillantes van más allá. Saben que la personalidad necesita excelente nutrición psíquica. Se preocupan por los alimentos que enriquecen la inteligencia y la emoción. Antiguamente una familia estructurada era una garantía de que los hijos desarrollarían una personalidad saludable. Hoy, los buenos padres están produciendo hijos ansiosos, alienados, autoritarios, angustiados. Muchos hijos de médicos, jueces, empresarios están atravesando graves conflictos. ¿Por qué padres inteligentes y saludables pueden causar hijos problemáticos? Porque la sociedad se volvió una fábrica de estrés. No tenemos control sobre el proceso de información de la personalidad de nuestros hijos. Los generamos y los colocamos demasiado pronto en contacto con un sistema social controlador (Foucault, 1998). Ellos tienen contacto diariamente con miles de estímulos seductores que se infiltran en las fuentes de su memoria. Por ejemplo, los padres enseñan a los hijos a ser solidarios y a consumir lo necesario, pero el sistema enseña el individualismo y a consumir sin necesidad. ¿Quién gana en esa pugna? El sistema social. La cantidad de estímulos y la presión emocional que el sistema ejerce sobre los jóvenes son intensos. Casi no hay libertad de escogencia. Tener cultura, buena condición financiera, excelente relación conyugal y propiciar una buena escuela para los jóvenes no basta para producir salud psíquica. Cualquier animal sólo consigue escapar de las garras de un depredador si tiene grandes habilidades. 22
Prepare a sus hijos para que sobrevivan en las turbulentas aguas de la emoción y desarrollen capacidad crítica. Sólo así podrán filtrar los estímulos estresantes. Serán libres para escoger y decidir. Los padres que no enseñan a sus hijos a tener una visión crítica de los comerciales, de los programas de TV, de la discriminación social, los vuelven presas fáciles del sistema depredador. Para este sistema, por más ético que pretenda ser, su hijo es apenas un consumidor en potencia y no un ser humano. Prepare a su hijo para “ser”, pues el mundo lo preparará para “tener”.
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Alimente la inteligencia Los buenos padres enseñan a sus hijos a limpiarse los dientes, los padres brillantes los enseñan a mantener una higiene psíquica. Muchísimos padres suplican diariamente a sus hijos para que hagan su higiene bucal. Pero, ¿y la higiene emocional? ¿De qué vale prevenir las caries, si la emoción de los niños se vuelve una basura de pensamientos negativos, manías, miedos, reacciones impulsivas y solicitudes sociales? Por favor, enseñe a los jóvenes a proteger sus emociones. Todo lo que ataca frontalmente le emoción, ataca drásticamente la memoria y constituirá la personalidad. Cierta vez, un excelente jurista me dijo en el consultorio que, sí hubiese sabido proteger sus emociones desde pequeño, su vida no hubiera sido un drama. Fue rechazado cuando era niño, por alguien cercano, porque tenía un defecto en la cara. El rechazo frenó su alegría. El defecto no era grande, pero el fenómeno RAM lo registró y lo realimentó. No tuvo infancia. Se escondía de las personas. Vivía sólo en medio de la multitud. Ayude a sus hijos a no ser esclavos de sus problemas. Alimente el anfiteatro de los pensamientos y el territorio de la emoción déselos con valor y osadía. No se conforme si ellos fuesen tímidos e inseguros. El “yo” que representa la voluntad consciente o la libertad de decidir, tiene que ser entrenado para volverse líder y no un fantoche. Ser líder no quiere decir tener capacidad para resolverlo todo y asumir todos los problemas a nuestra voluntad. Los problemas siempre existirán. Si fuesen solucionables, tendremos que solucionarlos. Si no tenemos condiciones para resolverlos, necesitamos aceptar nuestras limitaciones. Pero jamás debemos gravitar en su órbita. Si usted tuviese la capacidad de entrar entre los bastidores de la mente de los jóvenes, constataría que muchos están atormentados por pensamientos ansiosos. Algunos se angustian con los exámenes escolares. Otros, con cada curva del cuerpo que detestan. Otros andan creyendo que no les gustan a nadie. Muchos jóvenes tienen una pésima autoestima. Cuando la autoestima baja, la alegría muere. Cierta vez, un joven de dieciséis años me entabló luego una discusión. Dijo que diariamente se sentía inquieto al pensar que llegaría algún día a viejo y moriría. Él estaba comenzando la vida, pero se atormentaba con su fin. Era esclavo de sus angustias.
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¿Cuántos jóvenes no están sufriendo, sin que ni sus propios padres ni sus profesores les sondeen el corazón? La cárcel de la emoción tiene aprisionados a miles de jóvenes. Y ellos sufren en silencio. Después de concluir este libro, converse con ellos. ¿Qué educación es ésta que habla sobre el mundo en que estamos y se calla sobre el mundo que somos? Pregunte siempre a sus hijos: “¿Qué está pasando contigo”?, “¿Me necesitas”?,“¿Tienes alguna decepción”?, “¿Qué puedo hacer para contribuir a tu felicidad?”. ¿De qué le vale a usted cuidar diariamente de la nutrición de billones de células de sus hijos y descuidar su nutrición psicológica? ¿De qué les vale tener un cuerpo saludable si son infelices, inestables, sin protección emocional, con miedo a las críticas y a recibir un “no”? Alimente la personalidad de sus hijos con sabiduría y tranquilidad. Hable de sus peripecias, de sus momentos de duda, de las varias emociones por las que atraviesan. No permita que la soledad de sus pensamientos se transforme en una tierra de pesadillas, sino que se convierta en un jardín de sueños. No se olvide que tropezamos con las piedritas del camino y no con las montañas. Las piedritas en el inconsciente se transforman en grandes colinas.
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El pesimismo es un cáncer del alma Usted puede no tener dinero, pero, si es rico en buen entendimiento, será un padre o una madre brillante. Si usted contagia a sus hijos con sus sueños y entusiasmo, la vida será glorificante. Si es un especialista en reclamar, si le muestra miedo a la vida, si teme al mañana, si se preocupa demasiado por las enfermedades, estará paralizando las inteligencia y las emociones de ellos. ¿Sabe cuánto tiempo demora un conflicto psíquico, sin tratamiento y sin arraigambre genética, para tener remisión espontánea? A veces, tres generaciones. Por ejemplo, si un padre tiene obsesión por las enfermedades, uno de los hijos podrá captar esa obsesión continuamente y reproducirla. El nieto podrá tenerla con menos intensidad. Solamente el bisnieto podrá verse libre de ella. Quien estudia las evoluciones de la memoria sabe de la gravedad del proceso de transmisión de las heridas psíquicas. Demuéstreles fuerza y seguridad a sus hijos. Dígales frecuentemente: “La verdadera libertad está dentro de ti”, “¡No seas frágil ante tus preocupaciones!”, “Enfrenta tus manías y ansiedades”, “¡Opta por ser libre! Cada pensamiento negativo debe ser combatido, para no ser registrado”. El verdadero optimismo es construido por el enfrentamiento de los problemas y no por su negación. Por eso, las luchas de motivación raramente funcionan. No dan herramientas para generar un optimismo sólido, que nutre el “ego” como líder del campo de la inteligencia. Por eso, la línea de este libro es de divulgación científica. Mi objetivo es dar herramientas. De acuerdo con investigaciones en universidades americanas, una persona optimista tiene 30% de oportunidad o menos de tener dolencias cardiacas. Los optimista tienen menos chance aún de tener enfermedades emocionales o psicosomáticas. El pesimismo es un cáncer del alma. Muchos padres son vendedores de pesimismo. Ya no bastan las ideas inútiles sociales que los medios introducen en las mentes de los jóvenes, muchos padres también les trasmiten un futuro sombrío. Todo esto es difícil y peligroso. Están preparando a los hijos para temerle a la vida, encerrarse en un capullo, vivir sin poesía. ¡Nutra a sus hijos con un optimismo sólido! Los padres brillantes no forman héroes ni superhombres, como pregoniza Nistzsche, pero sí seres humanos que conocen sus limitaciones y su fuerza. 26
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Capítulo
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III. Hábito
Los padres buenos corrigen los errores, los padres brillantes enseñan a pensar Este hábito de los padres brillantes contribuye a desenvolver: conciencia crítica, pensar antes de reaccionar, fidelidad, honestidad, capacidad de averiguar, responsabilidad social. Los buenos padres corrigen errores, los padres brillantes enseñan a los hijos a pensar. Entre corregir errores y enseñar a pensar existen más misterios de lo que imagina nuestra fatua psicología. No sea un perito en criticar comportamientos inadecuados, séalo en hacer que sus hijos reflexionen. Las viejas regañinas y los conocidos sermones definitivamente no funcionan, sino que desgastan la relación. Cuando usted abre la boca para repetir las mismas cosas, detona un gatillo inconsciente que abre determinados archivos de la memoria que contienen las viejas críticas. Sus hijos ya saben todo lo que usted va a decir. Se armarán y se defenderán. Consecuentemente, lo que usted diga no les penetrará, no generará un momento educacional. Este proceso es inconsciente. Cuando su hijo comete una falta, ya espera una actitud suya. Si lo que usted le diga no causa un impacto en su emoción, el fenómeno RAM no producirá un registro positivo y, consecuentemente, no habrá crecimiento sino sufrimiento. No insista en repetir las mismas cosas por los mismos errores, para las mismas terquedades. A veces, insistimos una y otra vez diciendo las mismas cosas, y los jóvenes continúan repitiendo las mismas faltas. Ellos son obstinados y nosotros, estúpidos. Educar no es repetir palabras, es inculcar ideas, es sugestionar. Los mismos errores merecen nuevas actitudes… Si nuestros hijos fuesen computadoras, podríamos repetir la misma corrección para reparar el mismo error. Pero ellos poseen una inteligencia compleja. Diariamente, por lo menos cuatro fenómenos leen la memoria y, en medio de billones 28
de opciones, producen millares de cadenas de pensamientos e innúmero de transformaciones de energía emocional. No es el objetivo de este libro estudiar los cuatro fenómenos que leen la memoria; aquí apenas los citaré: el gatillo de la memoria, la ventana de la memoria, el autoflujo y el “yo”, que representa la voluntad consciente. La personalidad de los niños y de los jóvenes está en constante ebullición, porque nunca se interrumpe la producción de pensamientos. Es imposible no pensar, hasta la tentativa de interrumpir el pensar, ya es un pensamiento. Ni durmiendo se interrumpen los pensamientos, por eso soñamos. Pensar es inevitable, pero pensar demasiado, como explicaremos más adelante, genera un desgaste violento de energía cerebral, perjudicando drásticamente la calidad de la vida.
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No sea un manual de reglas Los computadores son pobres maquinitas comparadas con la inteligencia de cualquier niño, incluyendo a los niños especiales. Pero insistimos en educar a nuestros hijos como si fuesen aparatos lógicos que apenas necesitan seguir un manual de reglas. Cada joven es un mundo a ser explorado. Las reglas son buenas para programar computadoras. Se les indica “haz esto” o “no hagas aquello”, sin explicar las causas, sin estimular el arte de pensar, producimos robots y no jóvenes que piensan. Creo que el 99% de las críticas y de las correcciones de los padres son inútiles, no influencian en la personalidad de los jóvenes. Además de no educar, generan más agresividad y distanciamiento. ¿Qué hacer? ¡Sorpréndalos! Los padres brillantes conocen el funcionamiento de la mente para educar mejor. Tienen conciencia de que necesitan ganar primero el territorio de la emoción, conquistar excelentes registros en la memoria para después ganar el anfiteatro de los pensamientos y, en último lugar, conquistar los solares conscientes e inconscientes de la memoria, que es la caja de los secretos de la personalidad. Ellos sorprenden la emoción de sus hijos con gestos sorprendentes. Generan fantásticos momento educacionales. Muchos padres son grandes en la sociedad, pero pequeños en el mundo de sus hijos. Tienen éxitos financieros, pero no lo tienen en enriquecerse con los secretos de ser de ellos. Los padres pueden leer durante décadas mi teoría, las ideas de Piaget, el psicoanálisis de Freud, las inteligencias múltiples de Gardner, la filosofía de Platón, pero, si no consiguen encantar, enseñar a pensar y conquistar el armazón de la memoria de sus hijos, ningún estudio tendrá aplicación y validez. Sorprender a los hijos es decirles cosas que ellos no esperan, reaccionar de modo diferente ante sus errores, superar sus expectativas. Por ejemplo: Su hijo acaba de levantarle la voz. ¿Qué hacer? ¡Él espera que usted le grite o le castigue! Pero, en vez de eso, usted inicialmente se calla, se relaja y después le dice algo que lo deja pasmado: “Yo no esperaba que me ofendieras de ese modo. A pesar del dolor que me ocasionas, yo te amo y te respeto”. Después de decir esas palabras, el padre sale de escena y deja al hijo para que piense. La respuesta del padre hará tambalear los cimientos de su agresividad.
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Si usted quiere causar un fuerte impacto en el universo emocional y racional de sus hijos, sea creativo y sincero. Conquistará a los inconquistables. Si aplica esos principios en el trabajo, tenga la seguridad de que conquistará hasta los colegas más complicados. Entretanto, no es sólo con un gesto que usted garantizará la conquista, sino a través de una norma de vida. Si usted educa la inteligencia emocional de sus hijos con elogios cuando ellos esperan una reprimenda (Goleman, 1996), con un elogio cuando esperan un ataque de rabia, ellos se sentirán subyugados y lo catalogarán a usted con grandeza. Los padres se convertirán así en agentes de mudanza. Los buenos padres le dicen a sus hijos: “Estás equivocado”. Los padres brillantes dicen: “¿Qué persigues con tu comportamiento?”. Los padres buenos dicen: “Fallaste de nuevo”. Los brillantes dicen: “Piensa antes de actuar”. Los buenos padres castigan a sus hijos cuando éstos fracasan; los padres brillantes los estimulan a hacer de cada lágrima una oportunidad de crecimiento.
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La generación del agite emocional La juventud siempre ha tenido una etapa de rebeldía contra las pautas de los adultos. Pero la generación actual produjo un hecho único en la Historia: mató el arte de pensar y la capacidad de respuesta de la juventud. Los jóvenes raramente confrontan el comportamiento de los adultos. ¿Por qué? Porque a ellos les fascina el veneno que producimos. Aman el éxito fácil, el placer inmediato, los reflectores de la fama, aunque vivan en el anonimato. El exceso de estímulo generó una emoción fluctuante, sin capacidad contemplativa. Sus modelos de vida tienen que tener un éxito explosivo. Quieren ser personajes como artistas o deportistas que, de la noche a la mañana, conquistan fama y aplausos. Los jóvenes viven la generación del “agite emocional”. Detestan la paciencia. No saben apreciar lo bello de las pequeñas cosas de la vida. No les atrae admirar las flores, los atardeceres, las conversaciones sencillas. Para ellos todo es una vulgaridad. Las críticas de los padres y de los profesores son insoportables, y ellos raramente las oyen con atención. ¿Cómo ayudarlos? Sálgase del lugar común. Una de las cosas más importantes en la educación es llevar a un hijo a admirar a su educador. Un padre puede ser un obrero, pero, si fascina a su hijo, será grandioso para éste. Un padre puede ser importante en el medio empresarial, tener miles de empleados, puede ser un destacado intelectual y un respetadísimo profesional liberal, pero, si no fascina a su hijo, será pequeño en la esencia de su personalidad. Tendrá éxito exterior, pero fracaso interior. Sea un maestro de la inteligencia, enséñelos a pensar. Si es necesario, tenga valor para corregir sus derrotas. Deje que sus hijos capten la persona brillante que es usted ¿Encontrará eco este clamor?
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Capítulo
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IV. Hábito
Los buenos padres preparan a los hijos para los aplausos; los padres brillantes los preparan para enfrentar los fracasos Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar: motivación, osadía, paciencia, determinación, capacidad de superación, habilidad para crear y aprovechar oportunidades. Los buenos padres preparan a sus hijos para recibir aplausos, los padres brillantes los preparan para enfrentar sus derrotas. Los buenos padres educan la inteligencia lógica de los hijos, los padres brillantes educan sus sensibilidades. Estimulen a sus hijos a tener metas, a procurar el éxito en el estudio, en el trabajo, en las relaciones sociales, pero no se detenga ahí. Llévelos a no tenerle miedo a los fracasos. No hay podium sin derrotas. Muchos no suben al podium, no por no tener capacidad, sino porque no supieron superar los escollos del camino. Muchos no consiguen sobresalir en su trabajo porque se rindieron ante los primeros obstáculos. Algunos no vencieron porque no tuvieron paciencia para soportar una negativa, porque no tuvieron osadía para enfrentar algunas críticas, ni humildad para reconocer sus faltas. La perseverancia es tan importante como la habilidad intelectual. La vida es un largo camino que tiene curvas imprevistas y desbarrancaderos inevitables. La sociedad nos prepara para los días de gloria, pero son los días de frustración los que dan sentido a esa gloria. Revelando madurez, los padres brillantes se ponen como modelo para una vida victoriosa. Para ellos, tener éxito no es tener una vida infalible. Vencer no es acertar siempre. Ellos son capaces de decirles a sus hijos: “He cometido un error”, “Discúlpame”, “Necesito de ti”. Son fuertes en las convicciones, pero flexibles para admitir sus fragilidades. Los padres brillantes enseñan que las más bellas flores aparecen después del 33
más riguroso invierno.
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La vida es un contrato riesgoso La vida es un contrato riesgoso Los padres que no tienen el valor de reconocer sus errores, nunca enseñarán a sus hijos a enfrentar sus propios errores y a crecer con ellos. Los padres que dan por seguro que están siempre en lo correcto nunca enseñarán a sus hijos a trascender sus fracasos. Los padres que no piden disculpas nunca enseñarán a sus hijos a lidiar con la arrogancia. Los padres que no revelan sus temores tendrán siempre dificultad para enseñarles a sus hijos a sacar provecho de las oportunidades perdidas para ser más fuertes y expertos. ¿Actuamos así con nuestros hijos, o cumplimos apenas las obligaciones triviales de la educación? Vivir es un contrato riesgoso. Los jóvenes necesitan vivir este contrato apreciando los desafíos y no huyendo de ellos. Si se intimidan ante las derrotas y dificultades, el fenómeno RAM, registrará en su memoria miles de experiencias que aumentarán el complejo de inferioridad, la baja autoestima y el sentimiento de incapacidad. ¿Cuál es la consecuencia? Un joven que tiene baja autoestima se sentirá disminuido, rebajado, sin capacidad para correr riesgos ni para transformar sus metas en realidades. Podrá vivir un envejecimiento emocional precoz. La juventud debería ser la mejor época para disfrutar, felizmente tiene sus inquietudes. Pero hay muchos viejos en cuerpos jóvenes. Ser “de edad” no quiere decir ser viejo. Además, muchos ancianos, por ser felices y estar motivados, son más jóvenes en sus emociones que gran parte de los jóvenes de la actualidad. ¿Cuál es la característica de una emoción envejecida, sin un paliativo y motivación? Incapacidad de contemplar lo bello pero sí una intensa capacidad para reclamar, pues nada satisface por mucho tiempo. Protestar por el cuerpo, por la ropa, por los amigos, por la falta de dinero, por la escuela y hasta por haber nacido. La capacidad de reclamar es el adobo de la miseria emocional y la capacidad de agradecer es el combustible de la felicidad. Muchos jóvenes hacen muchas cosas para tener una migaja de placer. Mendigan el pan de la alegría, aun viviendo en palacios. Los jóvenes que se convierten en maestros del reclamo tienen gran desventaja competitiva. ¡Difícilmente conquistarán espacio social y profesional! ¡Alértalos!
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Como los jóvenes entienden lo que es la memoria de los computadores, compárela con la memoria humana. Dígales que toda reclamación está acompañada de un alto grado de tensión, que, a su vez, es archivado, de modo privilegiado, por el fenómeno RAM en la memoria, que lentamente destruye el júbilo de la emoción. Los mejores años de la vida son sofocados. Poco a poco, ellos pierden la sonrisa, la garra, la motivación. Pero no se apresure usted a enseñarles a sus hijos a ser libres, alegres, satisfechos, si usted es rígido, insatisfecho e incapaz de agradecer a cada momento todos los beneficios que se le dan en la vida.
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Descubriendo la grandeza de las cosas anónimas Guíe a sus hijos a encontrar los grandes motivos para ser felices en las pequeñas cosas. Una persona emocionalmente superficial necesita de grandes eventos para sentir placer. Una persona equilibradamente profunda encuentra placer en las cosas ocultas, en los fenómenos aparentemente imperceptibles: en el movimiento de las nubes, en el revoloteo de las mariposas, en el abrazo de un amigo, en el beso de quien ama, en una mirada de complicidad, en la sonrisa solidaria de un desconocido. La felicidad no es obra de la casualidad sino de un entrenamiento. Entrene a los niños para ser excelentes observadores. Salga por los campos o por los jardines, hágalos presenciar el brote de una flor y que descubra, juntamente con ella, la belleza invisible. Perciba con sus ojos las cosas lindas que están a su alrededor. Lleve a los jóvenes a distinguir los momentos sencillos, la fuerza que surge en las carencias, la seguridad que brota en el caos, la grandeza que emana de los pequeños gestos. Las montañas están formadas por ocultos granos de arena. Los niños serían felices si aprendieran a contemplar lo bello en los momentos de gloria y de fracasos, en las flores de las primaveras y en las hojas secas del invierno. ¡Es el gran desafío de la educación de la emoción! Para muchos, la felicidad es locura de los psicólogos, delirio de los filósofos, alucinación de los poetas. No entienden que los secretos de la felicidad se esconden en las cosas simples y anónimas, tan distantes y tan próximas a ellos.
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Capítulo V. Hábito
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Los buenos padres conversan acerca del mundo en que están, los padres brillantes dialogan como amigos sobre el mundo que son Este hábito de los padres brillantes contribuye a desenvolver: solidaridad, compañerismo, placer de vivir, inteligencia interpersonal. Vimos que el primer hábito de los padres brillantes es permitir que sus hijos los conozcan; el segundo es nutrir la personalidad de ellos; el tercero es enseñarlos a pensar; el cuarto es prepararlos para las derrotas y dificultades de la vida. Ahora, debemos comprender que la mejor forma de desenvolver todos esos hábitos es adquirir un quinto hábito: dialogar. Los buenos padres conversan, los padres brillantes dialogan. Entre conversar y dialogar hay una gran diferencia. Conversar es hablar sobre el mundo que nos rodea, dialogar es hablar sobre el mundo que somos. Dialogar es contar experiencias, es sacar lo que está oculto en el corazón, es penetrar también la cortina de los comportamientos, es desarrollar la inteligencia interpersonal (Gardner, 1995). La mayoría de los educadores no consigue atravesar esa cortina. De acuerdo con una encuesta que realicé, más del 50% de los padres nunca tuvieron el valor de dialogar con sus hijos sobre sus temores, pérdidas, frustraciones. ¿Cómo es posible que padres e hijos vivan bajo el mismo techo por años enteros y permanezcan completamente aislados? Ellos dicen que se aman, pero gastan poca energía para cultivar el amor. Cuidan de las paredes cerradas, de los problemas del carro, pero no cuidan de los cierres de la emoción y de los problemas de la relación. Cuando un simple grifo se está botando, los padres se preocupan en repararlo. ¿Acaso emplean tiempo dialogando con sus hijos para ayudarlos a recuperar la alegría, la seguridad o la sensibilidad que se está escapando? Si cogiéramos todo el dinero de una empresa y lo tirásemos en la basura, estaríamos 38
cometiendo un grave crimen contra ella. Iría a la quiebra. ¿No habremos cometido este crimen contra la más fascinante empresa social –la familia–, cuya única moneda es el diálogo? Si destruimos el diálogo, ¿cómo se sustentará la relación padres e hijos? Irá a la quiebra. Debemos adquirir el hábito de reunirnos por lo menos semanalmente con nuestros hijos, para dialogar con ellos. Debemos darles libertad para que puedan hablar de sí mismos, de sus inquietudes y de las dificultades que tengan en su relación con los hermanos y conocidos y con sus padres. No imaginan ustedes lo que esas reuniones pueden provocar. Si los padres nunca les contaran a sus hijos sus sueños más importantes, y tampoco les escucharan sus mayores alegrías y sus decepciones más profundas, formarían un grupo de extraños y no una familia. No hay magia para construir una relación saludable. El diálogo es insustituible.
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Procurando amigos Hay un mundo a ser descubierto dentro de cada joven, uno de los más complicados y solitarios. Muchos jóvenes son agresivos y rebeldes, y sus padres no perciben que ellos están gritando a través de sus conflictos. Los comportamientos inadecuados muchas veces son clamores que imploran la presencia, el cariño y la atención de los padres. Muchos síntomas psicosomáticos, tales como dolores de cabeza o dolores abdominales, también son gritos silenciosos de los hijos. ¿Quién los escucha? Muchos padres llevan sus hijos a los psicólogos, lo cual puede ayudar, pero, en el fondo, lo que aquéllos están buscando es el corazón de los padres. Una sugerencia: si usted tuviera oportunidad, desconecte la TV por cable y quédese sólo con la pantalla. Si toma esta actitud, probablemente quedará asombrado con el cambio en la relación de sus hijos con los hermanos y con usted. Serán más afectuosos, dialogarán más, tendrán más tiempo para jugar y se divertirán. Verán menos canales llamativos y más canales contemplativos, que hablan de la naturaleza y de la ciencia. ¿Y quién no tiene TV? Aquí va otra sugerencia para todos los padres, aún más importante que la primera. La llamo “proyecto de educación de la emoción” (PEE): desconecten la TV durante una semana completa cada dos meses y hagan cosas interesantes con sus hijos. Planifiquen pasar seis semanas a lo largo del año con ellos. Padres e hijos, aunque no viajen para sitios lejanos, deben viajar dentro de sí mismos, unos y otros. Combinen lo que harán. Vayan juntos a la cocina, inventen nuevos platos, cuenten chistes, hagan teatro familiar, planten flores, conozcan cosas interesantes. Quédense todas las noches con sus hijos en cada una de esas semanas. Hagan del PEE un proyecto de vida. El mayor deseo de los padres debería ser que sus hijos fuesen sus amigos: diplomas, dinero, éxito son las consecuencias de una educación brillante. Yo tengo tres hijas. Si ellas no se convirtieran en amigas mías, estaría frustrado como padre, aunque sea un escritor mundialmente respetado. A pesar de ser especialista en conflictos psíquicos, yo también me equivoco, y no pocas veces. Pero lo importante es saber qué hacer con los errores. Éstos pueden construir la relación o destruirla. En diversas ocasiones he pedido disculpas a mis hijas cuando he exagerado en mis 40
acciones, he hecho juicios precipitados o levanté mi voz sin necesidad. Ellas aprenderán conmigo a disculparse y a reconocer sus excesos. Al reconocer mis errores y procurar corregirlos, estoy preparando a mis hijas también a errar y tener el valor de cambiar sus errores. ¿Quién es perfecto? Sólo quien está en la tumba no yerra. Algunas personas que me vieron tomar esa actitud quedaron impresionadas. Decían: “¿El Dr. Cury está pidiéndoles disculpas a sus hijas?” Estaban pasmadas. Nunca vieron a un padre reconocer sus errores y disculparse, y menos aún a un psiquiatra. Muchos hijos de psicólogos y psiquiatras tiene conflictos porque los padres no se humanizan, no consiguen hablar al corazón de ellos y ser admirados por ellos. No quiero hijas que me teman, quiero que me amen. Felizmente, son apasionadas por mí y por mi esposa. Si hay amor, la obediencia es espontánea y natural. No hay cosa más linda, más poética, que el que los padres sean grandes amigos de sus hijos.
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La perla del corazón Abrazar, besar y hablar espontáneamente con los hijos cultiva la afectividad, rompe los lazos de la soledad. Muchos europeos y americanos sufren de profunda soledad. No saben estimular a sus hijos y dialogar abiertamente con ellos. Habitan en la misma casa, pero viven en mundos diferentes. El contacto y el diálogo son mágicos, crean una esfera de solidaridad, enriquecen la emoción y rescatan el sentido de la vida. Muchos jóvenes comenten suicidio en los países desarrollados, porque raramente alguien penetra en su mundo y es capaz de oírlos sin predisposición. Existe un concepto errado en psiquiatría sobre el suicidio. Quien se suicida, no quiere acabar con su vida, sino con su dolor. Todas las personas que piensan en morir, en el fondo tienen hambre y sed de vivir. Lo que ellas quieren destruir es el sufrimiento causado por sus conflictos, la soledad que las abate, la angustia que las hunde. Hable sobre eso con las personas deprimidas, y usted verá renacer la esperanza en su interior. En mi experiencia, pude ayudar a muchos pacientes a encontrar valor para cambiar las rutas de su vida, diciéndoles esto. Algunos entraban al consultorio con deseos de morir, pero salían convencidos de que amaban desesperadamente vivir. En una sociedad en la que los padres y los hijos no son amigos, la depresión y otros trastornos emocionales encuentran un medio de cultivo ideal para crecer. La autoridad de los padres y el respeto por parte de sus hijos no son incompatibles con la más sencilla amistad. Por un lado, usted no debe ser permisivo ni un juguete en las manos de sus hijos, por otro, debe procurar ser un gran amigo de ellos. Estamos en la era de la admiración. O sus hijos lo admiran o usted no tendrá influencia sobre ellos. La verdadera autoridad y el sólido respeto nacen a través del diálogo. El diálogo es una perla oculta en el corazón. Es cara y accesible. Cara, porque no se compra con oro ni plata, accesible, porque el más miserable de los hombres puede encontrarla. Búsquela.
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Capítulo
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VI. Hábito
Los padres buenos dan informaciones, los padres brillantes son contadores de historias Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar: creatividad, inventiva, perspicacia, raciocinio esquemático, capacidad para encontrar soluciones en situaciones tensas. Los padres buenos son una enciclopedia de informaciones, los padres brillantes son agradables contadores de historias. Son creativos, perspicaces, capaces de extraer de las cosas más simples bellísimas lecciones de vida. ¿Quieren ser padres brillantes? Apenas tengan el hábito de dialogar, cuenten historias. Cautiven a sus hijos por su inteligencia y afectividad, no por su autoridad, dinero o poder. Conviértanse en personas agradables. Influencien en el ambiente donde ellos están. ¿Sabe cuál es el termómetro que indica que ustedes son agradables, indiferentes o insoportables? La imagen que los hijos de sus amigos tienen de ustedes. Si ellos se complacen en acercárseles, ustedes pasarán el examen. Si los evitan, fueron reprobados y tendrán que revisar sus actitudes. Siempre fui un contador de historias. Mis hijas adolescentes me piden todavía que se las cuente. Los padres que son contadores de historias no tienen vergüenza de usar sus errores y dificultades para ayudar a sus hijos a meterse dentro de sí mismos y encontrar sus caminos. Cuando los hijos están desesperados, con miedo al mañana, con recelo de enfrentar un problema, esos padres entran en escena y crean historias que transforman la emoción ansiosa de los hijos en una fuente de motivación. Entonces los hijos no tienen mido a la vida, hacen de ella una poesía. Cierta vez, una de mis hijas fue criticada por algunas jóvenes por ser una persona sencilla, no gustar de la ostentación ni compartir la preocupación excesiva hacia la 43
estética. Se sintió rechazada y triste. Después de oírla, puse a funcionar mi imaginación y le conté una historia. Le dije que algunas personas prefieren un bonito sol pintado en un cuadro, otras prefieren el sol real, aunque éste esté cubierto por las nubes. Le pregunté: ¿Cuál es el sol que prefieres? Ella pensó y escogió el sol real. Entonces, agregué, aunque las personas no crean en tu sol, éste está brillando. Tú tienes luz propia. Un día, las nubes que lo encubren se disiparán y las personas lo captarán. No temas a las críticas ajenas, ten miedo de perder tu luz. Ella nunca más se olvidó de esa historia. Quedó tan feliz que se la contó a varias de sus amigas. Ser feliz es un entrenamiento y no una obra de la casualidad. ¿Cuál es una de las más excelentes maneras de educar? Contar historias. Contar historias amplía el mundo de las ideas, airea la emoción, diluye las tensiones. La llegada de un nuevo hermano puede generar reacciones agresivas, rechazos, regresiones instintivas ( ej: pérdida del control del acto de orinar) y cambios de actitud en el hermano mayor, comprometiendo la formación de su personalidad. El bebé se torna, a veces, un extraño en el nido. Los padres habilidosos crean historias, desde la gestación del bebé, que incluyen a ambos hermanos en experiencias divertidas y que incentivan el compañerismo. El hermano mayor asimila esas historias, deja de considerar al hermano nuevo como rival y genera afecto hacia él.
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Enseñe mucho hablando poco El maestro de los maestros fue un excelente educador porque era un contador de parábolas. Cada parábola que él contó hace dos mil años era una rica historia que abría el abanico de la inteligencia, destruía ideas preconcebidas y estimulaba el pensamiento. Éste era uno de los secretos por los cuales él vivía rodeado de jóvenes. Los jóvenes aprecian a las personas inteligentes. Para ser inteligentes no es preciso ser un intelectual o un sabio, basta crear historias e introducirlas en los altibajos de la vida. Muchos padres tienen sus mentes endurecidas. Se dan cuenta de que no son creativos, que no tienen perspicacia ni inteligencia. Lo cual no es verdad. Tengo la convicción, como pesquisador de la inteligencia, de que cada persona tiene un potencial intelectual enorme que está sofocado. Recuerdo a un paciente autista que no tenía ningún pensamiento lúcido. Su incapacidad intelectual era enorme. Después de usar algunas herramientas que estimularan el fenómeno RAM, las ventanas de su memoria se abrieron. Después de dos años de tratamiento, no sólo estaba pensando con lucidez, sino también contando historias. Todos sus compañeros de clase estaban asombrados con su imaginación. Hay un contador de historias en el humano más hermético y obtuso. Si, a veces, ni usted mismo soporta su manera negativa de ser, ¿cómo quiere que sus hijos lo oigan? No grite, no agreda, no conteste con agresividad. ¡Pare! Cuénteles historias a quienes ama. Usted puede enseñar mucho hablando poco. ¡Sea intrépido para cambiar! Sea inventivo. Usted puede educar mucho desgastándose poco. Los padres brillantes estimulan a sus hijos para que venzan sus temores y a vivir con suavidad. Son contadores de historias, son vendedores de sueños. Si usted consigue hacer que sus hijos sueñen, tendrá un tesoro que muchos reyes buscan y no han conquistado.
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Capítulo
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VII. Hábito
Los buenos padres les dan oportunidades a sus hijos, los padres brillantes nunca desisten de ellos Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar: aprecio por la vida, esperanza, perseverancia, motivación, determinación y capacidad de debatir, de superar obstáculos y de vencer fracasos. Los buenos padres son tolerantes con algunos errores de sus hijos, los padres brillantes jamás desisten de ellos, aunque los decepcionen, cometan errores, no les agradezcan y pasen por los senderos de los trastornos emocionales. El mundo puede no creer en nuestros hijos, puede suponer que no lograrán nada en la vida, pero si somos padres brillantes podremos creer en ellos, procurar distinguir lo que ninguno ve, buscadores de diamantes que sacan oro de sus imperfecciones. Hay dulzura tras la arrogancia, sensibilidad tras las agresividades, amor por la vida en un joven que piensa en el suicidio. ¿Es usted capaz de encontrarlo? Los padres brillantes son sembradores de ideas y no controladores de sus hijos. Siembran en el solar de sus inteligencias y esperan que un día sus cimientos germinen. Durante la espera puede haber desolación, pero, si las semillas son buenas, un día germinarán. Aunque los hijos se droguen no tengan respeto por la vida, desprecien su futuro, algún día retornarán. Tal vez algunos padres están leyendo este libro y llorando. Llorando porque sus hijos están viviendo profundas crisis. Algunos rechazan la ayuda. Viven enclaustrados en su mundo de dolor, son autosuficientes, doctores en obstinación. ¿Qué hacer? ¡Desistir de ello! No. Un ejemplo magnífico para ser seguido está reflejado en la parábola del hijo pródigo. El comportamiento del padre fue de sin par sabiduría. Veamos. El hijo rechazó al padre pero el padre no rechazó al hijo. El padre imploró a su hijo que se quedara. Sus lágrimas no lo conmovieron. Por fin, partió y poco a poco acabó con sus bienes. El padre no lo criticó, simplemente lo aguardó. Esperaba diariamente que 46
su hijo aprendiese en la escuela de la vida las lecciones que no aprendió junto a él. Por fin, la gran victoria. El dolor, las pérdidas, las inseguridades, que el joven pasó rompieron la cáscara de las semillas que el padre plantó. Así el dilapidó silenciosamente su personalidad. ¿El resultado? Él cambió. Salió de la protección del padre y adquirió profundas cicatrices en el alma, pero maduró y adquirió experiencia. El padre avistó de lejos al hijo. Corrió a su encuentro profundamente conmovido. No lo condenó. No le dijo ni una palabra, sabía que eran innecesarias. Estaba convencido de que las experiencias que su hijo tuvo gritaban en su interior. Sólo lo besó y le hizo una gran fiesta. ¡El amor es incomprensible! El hijo nunca más fue el mismo. Debemos ser poetas en la batalla de la educación. Podemos llorar pero jamás desanimarnos. Podemos ser heridos pero jamás dejar de luchar. Debemos ver lo que nadie más ve. Divisar un tesoro soterrado en las rústicas piedras del corazón de nuestros hijos.
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Nadie se gradúa en la tarea de educar Antiguamente, los padres eran autoritarios; hoy, lo son los hijos. Antiguamente, los profesores eran los héroes de los alumnos; hoy, son sus víctimas. Los jóvenes no resisten ser contrariados. Nunca en la historia hemos visto a niños y jóvenes dominando tanto a los adultos. Los hijos se comportan como reyes cuyos deseos tienen que ser atendidos inmediatamente. En primer lugar, aprenda a decir “no” a sus hijos, sin miedo. Usted tiene que ser afectivo, decirles que los ama, pero debe tener el valor de decirles “no” cuando sea necesario. Si ellos no oyen el “no” de usted, no conseguirán oír el “no” de la vida. No tendrán chance de sobrevivir, competir, ocupar un espacio social. En segundo lugar, cuando usted diga “no”, no termine cediendo a la presión de los hijos. En caso contrario, lo de ellos se convertirá en una manipulación; en un momento serán dóciles, en otro, explosivos; en una hora estarán animados, y al rato, malhumorados. Si fueran fluctuantes y chantajistas en el ambiente social, serían excluidos. Amen el diálogo, discutan sus decisiones con sus hijos, pero no cedan ante chantajes. Converse con sus hijos sobre sus actitudes litigantes. Dígales que si usted cede hoy, si usted satisface todos sus deseos, ellos tendrán ventajas hoy, pero mañana no estarán preparados para la vida. En tercer lugar, los padres tienen que dejar claro cuáles son los puntos negociables y cuáles los límites para ello. Por ejemplo, irse a la cama de madrugada durante la semana y desistir de estudiar es inaceptable y, por lo tanto, no negociables. En cambio, la cantidad de tiempo en Internet o el horario de regreso a la casa pueden ser negociables. Si los padres incorporasen los hábitos de los educadores brillantes que mencioné, si los sorprendieran, enseñándolos a pensar, a contar sus historias de vida, llorar y soñar juntos, podrán sin miedo, refutar, colocar límites y decir “no” a sus hijos. Los refunfuños, las rabietas, las crisis de ellos nos serán destructivas, sino constructivas. Vivimos tiempos difíciles. Las reglas y los consejos psicológicos parecen no tener más eficacia. Todos los padres del mundo se sienten perdidos, sin piso en qué pararse, sin herramientas para penetrar en el mundo de sus hijos. Necesitamos conquistar el planeta psíquico de nuestros hijos. Actuar en el ámbito de la inteligencia es un arte que pocos aprenden. Quiero dejar claro que los hábitos de los padres brillantes revelan que nadie se gradúa en educación de los hijos. 48
Los que dicen “Yo sé” o “No necesito ayuda de nadie”, ya están derrotados. Infelices de los psiquiatras que no consiguen aprender con sus hijos y corregir el rumbo. Infelices de los profesores que no consiguen aprender con sus alumnos y renovar sus métodos. Deseo sinceramente que esos hábitos de los padres brillantes salgan del papel y entren en las páginas de su historia. Nunca olviden que la persona más feliz no es la que sólo valora el aspecto amable, sino la que aprende lecciones de sus lágrimas. Usted va a equivocarse, a fallar, a tropezar, varias veces. Pero podrá construir una historia fascinante. Principalmente si usted jamás se olvida de que… LA VIDA ES UNA GRAN ESCUELA, PERO POCO ENSEÑA A QUIEN NO SABE SER UN ALUMNO. ¡SEA SIEMPRE UN APRENDIZ! Nunca desista de su propia vida. Dé siempre un chance, para sí mismo y para quienes ama… ¿Cuál es la familia de sus sueños? La familia de mis sueños no es perfecta. No tiene padres infalibles, ni hijos que no causen frustraciones. Es aquella en la cual los padres tienen el valor de decirles a sus hijos: “Yo te amo”, “Yo exageré”, “Ustedes son importantes para mí”, “¿Qué puedo hacer para volverlos más felices”? Es aquella en la que los hijos también tienen la osadía para decirles a sus padres: “Agradezco todo lo que hacen por mí”, “Yo los amaré siempre”, “Perdónenme porque erré de nuevo”. En la familia de mis sueños no hay héroes ni gigantes, sino amigos. Amigos que sueñan, aman y lloran juntos. En ella, los padres sonríen cuando pierden la paciencia y los hijos renuncian a su propia obstinación. La familia de mis sueños es una fiesta. Un ambiente en el que los padres y los hijos son, a pesar de sus defectos, apasionados unos por los otros. Un lugar sencillo, pero donde hay gente feliz.
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Homenaje a los padres En nombre de todos los hijos del mundo, agradezco a todos los padres por cuanto hicieron por nosotros. Gracias por sus consejos, cariño, reprensiones, besos. El amor los llevó a correr todos los riesgos del mundo por nuestra causa. Ustedes no dieron todo lo que deseaban a cada hijo, pero dieron todo lo que tenían. Dejaron sus sueños para que pudiésemos soñar. Dejaron sus pasatiempos para que tuviésemos alegría. Perdieron noches de sueño para que durmiésemos tranquilos. Derramaron lágrimas para que fuésemos felices. Perdónennos por los errores y principalmente porque no reconocemos su inmenso valor. Enséñennos a ser sus amigos… Nuestra deuda es impagable. Les debemos el amor… Llevaremos siempre un pedazo de su ser dentro de nuestro propio ser…
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Index Título Parte 1 - Dedicatoria Parte 2 - PREFACIO Parte 3 - Obstruyendo la inteligencia de los niños y de los jóvenes Capítulo 1 - I. Hábito Los vínculos definen las cualidades de la relación Resulta más barato perdonar Sus hijos no necesitan de gigantes
Capítulo 2 - II. Hábito
2 4 6 9 15 17 18 20
22
Alimente la inteligencia El pesimismo es un cáncer del alma
24 26
Capítulo 3 - III. Hábito
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No sea un manual de reglas La generación del agite emocional
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Capítulo 4 - IV. Hábito
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La vida es un contrato riesgoso Descubriendo la grandeza de las cosas anónimas
Capítulo 5 - V. Hábito
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Procurando amigos La perla del corazón
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Capítulo 6 - VI. Hábito
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Enseñe mucho hablando poco
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Capítulo 7 - VII. Hábito
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Nadie se gradúa en la tarea de educar Homenaje a los padres
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