5 EL CONOCIMIENTO BÍBLICO, UN COMENTARIO EXPOSITIVO, TOMO 2 (DEUTERONOMIO).pdf

June 12, 2018 | Author: Ojilver Lopez | Category: Moses, Book Of Deuteronomy, Bible, Jehovah, Abraham
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CB EL CONOCIMIENTO

BÍBLICO UN COMENTARIO EXPOSITIVO ANTIGUO TESTAMENTO TOMO 2 DEUTERONOMIO — 2 SAMUEL Editores en inglés John F. Walvoord Roy B. Zuck  Responsables de la edición en castellano: Julián Lloret Jack Matlick  Ediciones Las Américas, A.C. Apartado 78, 72000 Puebla, Pue., México Publicado en castellano por  Ediciones Las Américas A. C. Apartado Postal 78, 72000 Puebla, Pue., México Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción parcial o total. Primera edición, 1999 ©1996 CAM International; originally published in English under the title of  THE BIBLE KNOWLEDGE COMMENTARY (Old Testament) ©1985 by Scripture Press Publications, Inc.

4050 Lee Vance View Dr., Colorado Springs, CO 80918 A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas están tomadas de la Versión Reina Valera Revisión 1960. La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569). Revisada por Cipriano de Valera (1602). Otras revisiones:1862, 1909 y 1960. © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. ISBN de la versión inglesa 0-88207-813-5 ISBN 968-6529 73-X (obra completa, Antiguo Testamento) ISBN 968-6529 75-6 (Tomo 2) Se dio término a la impresión de este libro el 15 de septiembre de 1999 en los talleres de Ediciones Las Américas, A. C.

Contenido Dedicatoria de la edición en castellano Introducción Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano Prefacio Lista de abreviaturas Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas Comentario de Deuteronomio Comentario de Josué Comentario de Jueces Comentario de Rut Comentario de 1 Samuel Comentario de 2 Samuel Apéndice de mapas, graficas y tablas

Dedicatoria  El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de lectores y estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son muchos, pero uno de

los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido del texto bíblico. Será muy útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, que nos hacen sabios para conocer ―la salvación por la fe que es en Cristo Jesús‖. Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y perseverar en la publicación de esta edición en castellano: ■ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario. ■ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México. ■ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran proyecto con entusiasmo. ■ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los  primeros tomos. ■ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en especial a los editores generales de la edición original en inglés. Julián Lloret Jack Matlick

4050 Lee Vance View Dr., Colorado Springs, CO 80918 A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas están tomadas de la Versión Reina Valera Revisión 1960. La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569). Revisada por Cipriano de Valera (1602). Otras revisiones:1862, 1909 y 1960. © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. ISBN de la versión inglesa 0-88207-813-5 ISBN 968-6529 73-X (obra completa, Antiguo Testamento) ISBN 968-6529 75-6 (Tomo 2) Se dio término a la impresión de este libro el 15 de septiembre de 1999 en los talleres de Ediciones Las Américas, A. C.

Contenido Dedicatoria de la edición en castellano Introducción Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano Prefacio Lista de abreviaturas Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas Comentario de Deuteronomio Comentario de Josué Comentario de Jueces Comentario de Rut Comentario de 1 Samuel Comentario de 2 Samuel Apéndice de mapas, graficas y tablas

Dedicatoria  El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número de lectores y estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este Comentario son muchos, pero uno de

los más sobresalientes es que comunica en forma concisa y clara el sentido del texto bíblico. Será muy útil para quienes aman la palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, que nos hacen sabios para conocer ―la salvación por la fe que es en Cristo Jesús‖. Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a comenzar y perseverar en la publicación de esta edición en castellano: ■ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la Biblia y capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario. ■ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México. ■ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este gran proyecto con entusiasmo. ■ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la publicación de los  primeros tomos. ■ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de estímulo; en especial a los editores generales de la edición original en inglés. Julián Lloret Jack Matlick

Introducción La publicación de El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo es fruto de un largo e histórico enlace fraternal entre el personal de varias instituciones: el Seminario Teológico de Dallas, Tex., cuyo  personal docente escribió el comentario original en inglés. Por otro lado, lad o, los editores, traductores y  personal técnico de esta publicación en castellano provienen pro vienen de CAM Internacional (antes llamada Misión Centroamericana) y de Ediciones Las Américas, A. C., Puebla, México. Es motivo de alabanza a Dios el espíritu de cooperación entusiasta entre estas unidades para publicar esta obra. Editores generales de la edición en inglés John F. Walvoord B.A., M.A., Th. M., Th.D., D.D., Litt.D. Canciller, Ministro Representante y Profesor Emérito de Teología Sistemática del Seminario Teológico de Dallas.  B.A., Th.M., Th.D. Profesor titular emérito de Exposición Bíblica, Editor de Biblioteca Roy B. Zuck  B.A., Sacra, Seminario Teológico de Dallas. Editor de consulta, Antiguo Testamento Kenneth L. Barker, B.A., Th. M., Ph.D., Director Ejecutivo del Centro de Traducción de la NVI, Exprofesor titular de estudios veterotestamentarios, Seminario Teológico de Dallas. Eugene H. Merrill, B.A., M.A., M.Phil., Ph.D., Profesor Titular de Estudios Veterotestamentarios, Seminario Teológico de Dallas. Responsables de la edición en castellano Julián Lloret, B.A. Th.M., Th.D. Consultor de Educación Teológica, CAM Internacional, Dallas, Tex. Jack D. Matlick , B.A. Director, Medios de Comunicación CAM Internacional, Dallas, Tex. Gonzalo Sandoval L. Director General, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, Méx. Editores de la edición en castellano Elizabeth Cantú de Márquez, Jefe del Departamento Editorial, Ediciones Las Américas, A.C. Roberto Lloyd G., B.A., M.A. Editor, Ediciones Las Américas, A.C., CAM Internacional. Bernardino Vázquez, Prof. en Pedagogía, Univ. Marroquín, Lic. y M.A. en Biblia, SETECA, Guatemala. Autores del Tomo 2, A.T.  Deuteronomio

Jack S. Deere, B. A., Th. M., Th. D. conferencista y ex profesor asistente de Estudios Veterotestamentarios, 1976 – 1987, 1987, Seminario Teológico de Dallas, Tex.).  Josué

Donald K. Campbell, B.A., Th. M. Th. D., D.D., Presidente Emérito y Profesor Emérito de Exposición Bíblica, Seminario Teológico de Dallas, Tex.  Jueces

F. Duane Lindsey, B.A., B.D., Th.M., Th.D. (Ex registrador y Profesor Asistente de Teología Sistemática, Seminario Teológico de Dallas, Tex.)  Rut 

John W. Reed, B.A., M.A., M.Div., Ph.D. Profesor Emérito de Ministerios Pastorales, Seminario Teológico de Dallas. 1, 2 Samuel 

Eugene H. Merrill, B.A., M.A., M.Phil., Ph.D., Profesor Titular de Estudios Veterotestamentarios, Seminario Teológico de Dallas. Traductores del Tomo 2, A.T.  Deuteronomio

Bernardino Vázquez, Prof. en Pedagogía, Univ, Marroquín, Lic. y M.A. en Biblia, SETECA, Guatemala.  Josué

Lic. Alberto Peláez Irissón, Prof. en Teología, SETECA, Guatemala, Lic. en Sistemas Computacionales, UDLA, Puebla, México  Jueces, Rut 

Elizabeth Cantú de Márquez, Jefe del Departamento Editorial, Ediciones Las Américas, A.C. 1, 2 Samuel 

Elizabeth M. de Carpinteyro, Profesora en Teología, SETECA, Guatemala.

Prefacio  El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo, es una serie de estudios detallados de las

Sagradas Escrituras escritos y editados exclusivamente por catedráticos del Seminario Teológico de Dallas. La serie ha sido preparada para el uso de pastores, laicos, maestros de Biblia, y para quienes desean estudiar un comentario comprensible, breve y confiable de la Biblia completa. ¿Por qué publicar otro comentario bíblico cuando ya existen tantos? Hay varios distintivos que hacen de El Conocimiento Bíblico un libro con matices propios. Primero, fue escrito por la facultad de un solo seminario, el Teológico de Dallas, Texas, E.U.A. Este hecho asegura una interpretación consistente de las Escrituras en el aspecto gramatical e histórico así como en la perspectiva pretribulacionista y premilenarista. Sin embargo, en las ocasiones en que existen diferencias de opinión entre los eruditos evangélicos, los autores presentan varias interpretaciones del pasaje. Segundo, esta serie de comentarios se basa en la muy popular versión Reina-Valera Revisión 1960 que todos conocemos. Así que es una herramienta útil y fácil de usar junto con su Biblia de estudio  personal. Tercero, este Comentario tiene otros distintivos que no contienen otros: (a) Al comentar el texto  bíblico, los autores señalan cómo se desarrolla el propósito de cada libro y la manera en que cada  pasaje forma parte del contexto en que se encuentra. Esto ayuda al lector a ver la forma form a en que el Espíritu Santo guió a los autores bíblicos a escoger su material y sus palabras. (b) Se consideran y discuten con cuidado los pasajes problemáticos, costumbres bíblicas desconocidas, y las así llamadas ―contradicciones‖. (c) Se incorpora incorpora a este Comentario la opinión de los eruditos bíblicos modernos. (d) Se discuten muchas palabras hebreas, arameas, y griegas que son importantes para la comprensión de algunos pasajes. Se ha hecho una transliteración de ellas para los que no conocen los idiomas bíblicos. Pero, aun los que conocen bien esos idiomas, hallarán muy útiles los comentarios. (e) Para facilitar el estudio y comprensión del texto se incluyen diagramas, gráficas y listas que aparecen en el apéndice al final del tomo. (f) Se hacen numerosas referencias cruzadas que ayudan al lector a encontrar pasajes relativos o paralelos que amplían el tema que se trata. El material de cada libro de la Biblia incluye una Introducción donde se estudia al autor, la fecha, el  propósito, el estilo, y sus características únicas; un Bosquejo, el Comentario, y una Bibliografía. En la sección llamada Comentario, se da el resumen de pasajes enteros así como la explicación detallada de cada versículo y, muchas veces, de cada frase. Todas las palabras de la versión Reina-Valera Revisión 1960 que se citan textualmente aparecen en letra negrilla, así como el número de los versículos con que comienza cada párrafo. En la sección de Bibliografía se sugieren otros libros y comentarios para estudio personal que sin embargo, no han sido aprobados en forma total por los autores y editores de este Comentario. Los tomos que constituyen la serie del El Conocimiento Bíblico presentan exposiciones y explicaciones  basadas en una esmerada exégesis ex égesis de las Escrituras, pero no es primordialmente primordialme nte un comentario devocional ni una obra exegética con detalles de lexicografía, gramática y sintaxis, ni hace un análisis de la crítica textual de los libros. Esperamos que este Comentario le ayude a profundizar su comprensión de las Sagradas Escrituras a medida que los ojos de su entendimiento son alumbrados por el ministerio del Espíritu Santo (Efesios 1:18).

Se ha diseñado este Comentario para enriquecer su comprensión y aprecio de las Escrituras, la palabra de Dios inspirada e inerrante, para motivarle a no ser un ―oidor‖, sino ―hacedor‖ de lo que la Biblia enseña (Santiago 1:22), y para capacitarlo para que pueda ―enseñar también a otros‖ (2 Timoteo 2:2).  John F. Walvoord   Roy B. Zuck 

Adaptado para la edición en español por Jack D. Matlick 

LISTA DE ABREVIATURAS 1. General a.C. antes de Cristo a.m. antes meridiano aprox. aproximadamente ar. arameo A.T. Antiguo Testamento ca. cerca de cap., (s) capítulo (s) cf. Confer  (compare) cm., (s) centímetro (s) d.C. después de Cristo ed. edición, editado eds. editores e.g. por ejemplo et al y otros etc. y otras (cosas) fem. femenino gr. griego hebr. hebreo íbid en el mismo lugar i.e. esto es imper. imperativo imperf. imperfecto ing. inglés kg., (s) kilogramo (s) km., (s) kilómetro (s) lit. literalmente m. murió, muerto mar. margen, lectura marginal masc. masculino ms., mss. manuscrito, manuscritos mt., (s) metro (s) n., ns. nota, notas neut. neutro n.p. no se sabe quién lo publicó  N.T. Nuevo Testamento núm., (s) número, números  pág.,(s) página, páginas  párr., (s) párrafo, párrafos  part. participio  pas. pasivo  perf. perfecto

 pl. plural  p.m. pasado meridiano  pres. presente  pron., (s) pronombre (s) s. siglo sem. semítico s.f. sin fecha sing. singular TM texto masorético trad. traducción, traductor V. véase v., vv. versículo, versículos vb., (s) verbo, (s) vol., (s). volumen, volúmenes vs. versus 2. Libros de La Biblia. Antiguo Testamento Gn. Génesis Éx. Éxodo Lv. Levítico  Nm. Números Dt. Deuteronomio Jos. Josué Jue. Jueces Rt. Rut 1, 2 S. 1, 2 Samuel 1, 2 R. 1, 2 Reyes 1, 2 Cr. 1, 2 Crónicas Esd. Esdras  Neh. Nehemías Est. Ester Job Job Sal. Salmos Pr. Proverbios Ec. Eclesiastés Cnt. Cantares Is. Isaías Jer. Jeremías Lm. Lamentaciones Ez. Ezequiel Dn. Daniel Os. Oseas Jl. Joel Am. Amós Abd. Abdías Jon. Jonás Mi. Miqueas  Nah. Nahúm Hab. Habacuc Sof. Sofonías

Hag. Hageo Zac. Zacarías Mal. Malaquías Nuevo Testamento Mt. Mateo Mr. Marcos Lc. Lucas Jn. Juan Hch. Hechos Ro. Romanos 1, 2 Co. 1, 2 Corintios Gá. Gálatas Ef. Efesios Fil. Filipenses Col. Colosenses 1, 2 Ts. 1, 2 Tesalonicenses 1, 2 Ti. 1, 2 Timoteo Tit. Tito Flm. Filemón He. Hebreos Stg. Santiago 1, 2 P. 1, 2 Pedro 1, 2, 3 Jn. 1, 2, 3 Juan Jud. Judas Ap. Apocalipsis 3. Versiones de La Biblia BD Biblia al Día BC Bover Cantera BLA Biblia de las Américas BJ Biblia de Jerusalén HA Hispanoamericana (N.T.) LA Latinoamericana LXX Septuaginta  NC Nácar Colunga  NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995 RVA Reina Valera Actualizada RVR09 Reina-Valera Revisión 1909 RVR60 Reina-Valera Revisión 1960 RVR77 Reina-Valera Revisión 1977 RVR95 Reina-Valera Revisión 1995 TA Torres Amat Taizé Versión Ecuménica VM Versión Moderna VP Versión Popular (Dios Habla Hoy) Vul. Vulgata Latina

Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas Hebreo Consonantes

’  b 

ḇ   g 

      d  ḏ  h  w  z 

ḥ  ṭ   y  k 

ḵ  l  m  n  s 

‘    p 

      ṣ  q  r 

ś  š  t 

ṯ   Dagesh forte se representa por la duplicatión de la letra.

Vocalización bâh bô bû bê bè bî bā bō



bū bē bī ba bo



1

bu

1

be 1 bi 







bă bŏ bĕ be  bāh bā’ bēh beh

Griego α, ᾳ a  β b  γ  g  δ d  ε e   z  , ῃ ē   th   i    k  ι l  κ m   λ n  μ x  ν o    p  ξ r  ζ, ο s  η t   π  y  θ f   ρ       ς  ps  σ, ῳ ō   ξ rh  1

En sílabas cerradas

ʼ  j  γγ ng  γ  nk  γμ nx  γρ  n     αἰ ai  αὐ au  εἰ ei  εὐ eu  ὐ ēu  νἰ oi  νὐ ou   πἱ  jui 

DEUTERONOMIO Jack S. Deere Traducción: Bernardino Vázquez INTRODUCCIÓN

Título. El título castellano de este libro surge de la trad. incorrecta que hace la LXX de Deuteronomio 17:18, donde dice ―una copia de esta ley‖. La LXX trad. esas palabras como deuteronomion (lit., ―segunda ley‖), que fueron vertidas Deuteronomium en la Vulgata, trad. latina de la Biblia hecha por Jerónimo en el s. IV. El título hebr. de este libro es ’ēlleh hadd e ḇārîm (―estas son las palabras‖) conforme a la costumbre hebr. de llamar una obra con base en su(s) palabra(s) inicial(es) (V. 1:1). Este título hebr. es una mejor descripción del libro, porque no se trata de una ―segunda ley‖, sino del registro de los sermones de Moisés acerca de la ley. Autor y fecha. La autoría mosaica de Deuteronomio fue casi universalmente aceptada por judíos y cristianos hasta el surgimiento de la crítica liberal del s. XIX. Los eruditos liberales nunca han coincidido en quién consideran que escribió el libro, pero la mayoría concuerda en que no fue Moisés. Casi todos ellos afirman que se escribió en el s. VII a.C. Una de las razones por las que le adjudican esa fecha, es el hallazgo del libro de la ley en el templo durante el reinado de Josías (2 R. 22). Muchos críticos suponen que el ―libro de la ley‖ se refería a Deuteronomio y que había sido escrito en el nombre de Moisés como un fraude piadoso, y posteriormente fue colocado en el templo, para que cuando se ―descubriera‖, sirviera para llevar a cabo las reformas de Josías que se efectuaron más adelante. Otra razón de dar una fecha tardía es el mandato de Dios a Israel de que tuviera un santuario central (Dt. 12:1 – 14). Esto se considera como una referencia ligeramente disfrazada a Jerusalén y una  polémica contra el culto de los ―lugares altos‖. Los críticos argumentan que ni Jerusalén ni los lugares altos fueron prominentes en el período mosaico. Una tercera razón por la que los críticos sostienen que Deuteronomio fue escrito en el s. VII, es que  parte del material del libro es obviamente posterior a Moisés (e.g., cap. 34, que registra la muerte del caudillo).

trad. traducción, traductor LXX Septuaginta lit. literalmente s. singlo V. véase

Un cuarto argumento a favor de la fecha tardía y en contra de la autoría mosaica es que Deuteronomio incluye varias predicciones acerca de la dispersión y la subsecuente restauración de Israel (4:25 – 31; 28:20 – 68; 29:22 – 28; 30:1 – 10; 32:23 – 43). Sin embargo, al hacer un examen detallado, ninguno de esos cuatro argumentos resulta ser decisivo. Es imposible saber si ―el libro de la ley‖ descubierto en el templo durante el reinado de Josías, era el Pentateuco completo, el libro de Deuteronomio, o una porción de cualquiera de ellos. Si era Deuteronomio, entonces no procede el argumento de que se trataba de un fr aude piadoso ―sembrado‖ en el templo con objeto de efectuar una reforma. Los códigos legales del antiguo Cercano Oriente con frecuencia eran ignorados o relegados a segundo término, por lo que es perfectamente posible que esto ocurriera con una porción o con todo el Pentateuco. Esto pudo ser así especialmente al considerar que los dos reyes que precedieron a Josías, Manasés y Amón, ¡promovieron la idolatría en el templo! Además, los fraudes piadosos eran algo virtualmente desconocido en el antiguo Cercano Oriente. Los  paralelismos citados por los críticos provienen del mucho más tardío período grecorromano. Por lo que hace al mandato de Deuteronomio 12 de tener un santuario central, debe tomarse en cuenta que en ninguna parte del libro se menciona a Jerusalén. Si Deuteronomio fue un documento falsificado, hecho con el propósito de efectuar una reforma mediante la erradicación de los lugares altos, para así favorecer la centralización del culto en Jerusalén, resulta entonces impensable que dicha ciudad no fuere mencionada. Además es dudoso que una falsificación conservara la porción de 27:1 – 8 si su mayor interés era la centralización del culto en Jerusalén, debido a que esos vv. contienen un mandato de edificar un altar en el monte Ebal, ofrecer sacrificios y escribir la ley en piedras en ese lugar. Con respecto a las adiciones posmosaicas, es evidente que se añadieron ciertos comentarios editoriales después de la muerte de Moisés (además del mencionado cap. 34, otros ejemplos son: 2:10 – 12, 20 – 23; 3:13b – 14). Sin embargo, la presencia de esas añadiduras no prueba que Moisés no escribió la mayor  parte de Deuteronomio, ni tampoco violentan la inspiración plenaria de la Biblia (V. el comentario de 2:10 – 12). El argumento que surge de la presencia de predicciones acerca de la dispersión y restauración de la nación se origina en la tendencia a negar la existencia de la profecía predictiva (que era  proclamada cuando los eventos todavía estaban en el futuro) y sobrenatural. De manera que se puede concluir que no hay razón sustancial para descartar que Deuteronomio sea lo que afirma ser: las  palabras de Moisés a la nación a finales del s. XV a.C., cuando Israel estaba por entrar a la tierra  prometida. Estructura. Deuteronomio sigue el patrón de los tratados de vasallaje típicos del segundo milenio a.C. Cuando un rey hacía un pacto con una nación vasalla, ese tratado normalmente contenía seis elementos: (a) preámbulo (b) prólogo histórico (la historia de los tratos del rey con el vasallo), (c) mandato general (un llamado para manifestar sincera lealtad al rey), (d) mandatos específicos (leyes detalladas por las que el vasallo pudiera dar expresión concreta de su lealtad al rey), (e) testigos divinos (deidades invocadas para ser testigos del pacto), y (f) bendiciones y maldiciones (por la obediencia o desobediencia al pacto). V. ―El pacto mosaico comparado con los acuerdos de vasallaje del antiguo Cercano Oriente‖, en el Apéndice, pág. 280. Deuteronomio se parece a esa estructura porque 1:1 – 4 constituye el preámbulo; 1:5 – 4:43 el prólogo histórico; 4:44 – 11:32 el mandato en general; los caps. 12 – 26 contienen mandatos específicos; y los caps. 27 – 28 bendiciones y maldiciones. (Por supuesto que Jehová, siendo el único Dios verdadero, no llamó a otros dioses para atestiguar de ese pacto.) En este comentario se le da especial atención a esas y otras semejanzas. Los paralelismos que hay con los tratados de vasallaje del segundo milenio a.C. también son argumentos a favor de una fecha temprana para el libro de Deuteronomio. Propósito. Aunque Deuteronomio sigue la forma de los tratados de vasallaje, es más bien un documento de naturaleza homilética. A través de él, Moisés predicó la ley a los israelitas para grabar la  palabra de Dios en sus corazones. Su meta era hacer que la gente renovara el pacto hecho en Sinaí; i.e., hacer un nuevo y fresco compromiso con Dios. Sólo comprometiéndose sin reservas al Señor, el pueblo

 podría esperar entrar a la tierra prometida, conquistar a sus habitantes y luego vivir en paz y  prosperidad. El hecho de que el pueblo de Israel entraría pronto en la tierra prometida se indica por las casi 200 referencias a la ―tierra‖ que hay en Deuteronomio (cf. 1:7). Reiteradamente, Moisés urgió a la gente a ―tomar posesión‖ de la tierra (1:8), animándola a no sentir temor por los enemigos (1:21). Israel tenía que darse cuenta que ésa era su ―herencia‖ de parte de Dios (4:20), porque él se la había dado mediante ―juramento‖ (4:31), así como había prometido a sus ―padres‖ (1:35). Debían ―recordar‖ (4:10) lo que Dios ya había hecho por ellos, ―obedecerlo‖ (4:30), ―temerlo‖ (5:29), ―amarlo‖ (6:5), y ―seguirlo‖ (10:20). (Las palabras entre comillas señalan las que aparecen frecuentemente en Deuteronomio, las referencias en paréntesis señalan los pasajes en donde se hacen comentarios de esas palabras.) BOSQUEJO

I. Introducción: Contexto histórico de los discursos de Moisés (1:1 – 4) A. Autor, lectores y lugar (1:1) B. Fecha (1:2 – 4) II. Primer discurso de Moisés: Prólogo histórico (1:5 – 4:43) A. Repaso de los actos poderosos de Dios entre Horeb y Bet-peor (1:5 – 3:29) B. Exhortación a obedecer la ley y a resistir la idolatría (4:1 – 43) III. Segundo discurso de Moisés: Obligaciones pactales (4:44 – 26:19) A. Recapitulación de la ley en Horeb (4:44 – 5:33) B. Grandes mandatos y advertencias (caps. 6 – 11) C. Código de leyes específicas (12:1 – 26:15) D. Declaración de compromiso (26:16 – 19) IV. Tercer discurso de Moisés: El mandato de renovar el pacto y la declaración de bendiciones y maldiciones (27:1 – 29:1) A. Mandato de renovar el pacto (cap. 27) B. Bendiciones y maldiciones (cap. 28) C. Conclusión del tercer discurso de Moisés (29:1) V. Cuarto discurso de Moisés: Resumen de las demandas del pacto (29:2 – 30:20) A. Llamado a la obediencia pactal (29:2 – 29) B. Bendiciones prometidas por el arrepentimiento de Israel (30:1 – 10) C. Encargo final a elegir la vida (30:11 – 20) VI. Transición de Moisés a Josué (caps. 31 – 34) A. Nombramiento de Josué y el depósito de la ley (31:1 – 29) B. Cántico de Moisés (31:30 – 32:43) C. Preparación para la muerte de Moisés (32:44 – 52) D. Bendición de Moisés (cap. 33) E. Muerte de Moisés (cap. 34) COMENTARIO

I.

Introducción: Contexto histórico de los discursos de Moisés (1:1 – 4)

 A.

 Autor, lectores y lugar (1:1)

1:1. La referencia que se hace a Deuteronomio como las palabras que habló Moisés, sirve para recordar a los lectores que si bien el libro fue una renovación del pacto, no era un tratado sin vida. La expresión ―las palabras que habló Moisés‖ sugiere que el contenido del libro fue dado al pueblo errante en una serie de vigorosos sermones. Moisés estaba perfectamente calificado para hablar en el nombre de Dios. Él fue más que un legislador humano para Israel; fue fundador de la religión israelita y mediador del pacto en Sinaí (V. el comentario del cap. 5). También fue el primer profeta de Israel (34:10). Aunque Dios llamó a Abraham  profeta (Gn. 20:7), Israel todavía no existía como nación. A través de Moisés, el Omnipotente

estableció tan alto ejemplo para el pueblo, que todos los profetas subsecuentes vivieron bajo su sombra, no pudiendo nunca alcanzar el nivel de ese caudillo, hasta que vino el Señor Jesucristo (cf. el comentario de Dt. 18:15 – 19; 34:10 – 12). No es de sorprender que los autores novotestamentarios, mencionen a Moisés con más frecuencia que a ninguna otra persona del A.T. Entonces, Deuteronomio es esencialmente una serie de sermones hechos por el profeta más grande del A.T. Las palabras de Moisés fueron dirigidas a todo Israel, expresión que se usa cuando menos 12 veces en el libro. Su frecuente aparición enfatiza la unidad de ese pueblo, realizada por la poderosa liberación divina de la nación que estaba cautiva en Egipto, y por la aceptación de su pacto en Sinaí. Israel era el  pueblo singular de Dios, la única nación de la tierra que tenía la palabra divina como su ―Carta Magna‖. Por ello, las palabras de Moisés tenían una importancia especial para cada israelita. Excepto por el río Jordán y la región del Arabá, se desconoce la localización de los lugares mencionados en 1:1. El Arabá es el extenso valle que comienza en el mar de Cineret (llamado después mar de Galilea) al norte y termina en el golfo de Aqaba en el sur. Israel todavía no estaba en la tierra  prometida, sino que se encontraba a la entrada de ésta (cf. v. 5) al tiempo que recibía las últimas instrucciones de Moisés.  B.

 Fecha (1:2 – 4)

1:2. Las referencias relativas al tiempo de los vv. 2 – 3 cumplen dos funciones. Primero, ubican la revelación divina de manera exacta en la historia. Segundo, el patético contraste de los 11 días (v. 2) con los 40 años (v. 3), sirve como un ominoso recordatorio de las consecuencias que se producen cuando se desobedece a Dios. Los israelitas convirtieron un viaje de once días desde Horeb (otro nombre dado al monte Sinaí; cf. Éx. 34:2, 27 con Dt. 5:2) a Cades-barnea, el primer sitio de entrada a la tierra prometida desde el sur, en un período de cuarenta años de andar errabundos por el desierto antes de poder llegar a un segundo lugar adecuado para entrar a la tierra. Sólo había 240 kms. entre Horeb y Cades- barnea (V. ―Posible Ruta del éxodo‖, en el Apéndice, pág. 281). La advertencia dada fue indirecta: ―no sean tardos para creer en Dios otra vez‖. Infortunadamente para Israel, nunca hizo caso completamente a esa advertencia. Como Esteban lo señaló siglos después (Hch. 7:39, 51), los israelitas siempre han sido tardos para creer en Dios. 1:3. Después de los cuarenta años del peregrinaje de los isrelitas por el desierto, Moisés les dio sus mensajes, palabras que había recibido de Jehová (Yahweh.) Moisés hizo esto con la autoridad de su Dios. En el A.T., se aludía a Dios como ―Jehová‖ cuando los escritores querían hacer hincapié en la naturaleza personal de aquel que hace un pacto con la gente y exige que se cumpla su voluntad moral (cf. el comentario de Éx. 3:13 – 14). Por lo tanto, Jehová es la designación normal de Dios cuando se hace referencia a la forma en que trató a Israel. Algún tiempo después del cierre del canon del A.T. (al final del s. V. a.C.), los judíos desarrollaron una superstición acerca de pronunciar el nombre de Jehová y lo empezaron a mencionar con una combinación aprox. de las vocales del nombre Adonai (―Señor o Amo‖) cuando hacían la lectura  pública de las Escrituras. Pero esta es una pérdida trágica para los santos de las épocas posteriores. Los cristianos ya no llaman Jehová a Dios cuando oran, porque la revelación de la persona divina se llevó a cabo de manera completa en Jesucristo (He. 1:1 – 2). Ahora los cristianos conocen a Dios más  personalmente como Padre (Jn. 14:6; 20:17; Ro. 1:7; 8:15; 1 Co. 1:3), designación usada escasamente en el A.T. La autoridad que hay detrás del primer discurso de Moisés (en Dt. 1:5 – 4:43) es Jehová, el Dios personal de Israel. 1:4. El trasfondo histórico del primer discurso de Moisés se completa con la nota acerca de la derrota de los dos reyes Sehón y Og (cf. Nm. 21:21 – 35; Dt. 2:26 – 3:11). II. Primer discurso de Moisés: Prólogo histórico (1:5 – 4:43) Deuteronomio incluye un prólogo histórico, al igual que los grandes tratados heteos de vasallaje del segundo milenio a.C. Así como en esos tratados se presentan los actos benevolentes de los reyes aprox. aproximadamente

 poderosos en favor de sus vasallos, así también aquí se evocan los actos poderosos y bondadosos de Dios a favor de Israel (1:5 – 3:29). Con base en sus actos benevolentes, el rey, en el pacto de vasallaje, exhortaba a su pueblo a ser completamente leal a él. De manera parecida, Dios exhortó a los israelitas a que expresaran fe y obediencia a él (4:1 – 41).  A.

 Repaso de los actos poderosos de Dios entre Horeb y Bet-peor (1:5 – 3:29) 1. PRIMER INTENTO DE ENTRAR A LA TIERRA PROMETIDA  (1:5 – 46) a.  Inicio en Horeb (1:5 – 18) 1:5. Cuando Moisés expuso estas palabras, el pueblo de Israel se encontraba al este … del Jordán, en

Moab. La palabra declaró es significativa, porque da a entender que Moisés hizo todo lo que pudo  para aclarar las palabras de Dios a los israelitas. El vocablo bā’ēr  se usa sólo aquí y en 27:8 (donde se trad. con la expresión adverbial ―muy claramente‖) y en Habacuc 2:2 donde se trad. ―declárala‖ (―grábala‖, BLA). Básicamente, el vb. significa ―escarbar‖ (e.g., escarbar un pozo; ―pozo‖ es be’ēr ). En el decurso de sus mensajes, Moisés buscó promover en sus lectores y de varias maneras, un espíritu de obediencia. Para alcanzar tal objetivo, usó formas intimidantes de juicio, de promesa de recompensa, así como diversas alusiones a la bondad de Dios. La palabra que se trad. ley en realidad significa ―enseñanza‖, y ésta no es sólo un cuerpo de leyes como se entiende en el sentido moderno. Es la enseñanza acerca de cómo caminar con Dios. 1:6 – 8. La forma en que se expresa la oración gramatical hebr. hace énfasis muy marcado en las  primeras palabras Jehová nuestro Dios y establecen el tono del mensaje para todo este discurso. De hecho, en Deuteronomio las palabras ―Jehová nuestro Dios‖ aparecen mencionadas casi cincuenta veces. Jehová es el líder soberano de la historia israelita. Cuando se ratificó el pacto y se completó la revelación en Sinaí (Horeb; cf. v. 2), él guió a la nación a Canaán. Las fronteras (v. 7; cf. 11:24; Éx. 23:31) de ese territorio llegaban más allá del área geográfica que Israel jamás poseyó. Aunque los reinos de David y Salomón se extendieron hasta el río Éufrates (cf. 2 S. 8:3; 1 R. 4:21), muchos de los  pueblos de ese territorio estaban sojuzgados sólo en cuanto al pago de tributos. En realidad no fueron conquistados totalmente por los israelitas. De manera que nunca poseyeron completamente la tierra. (V. el comentario acerca de los amorreos en Gn. 14:13 – 16; Éx. 3:8.) Los valles del oeste daban hacia el Mediterráneo, junto a la costa del mar. El Neguev era la extensa zona desértica al oeste y suroeste del mar Muerto. El mandato (Dt. 1:8) divino de poseer la tierra (por conquista militar) de tan vasta área, no debió haber turbado a sus oyentes. La promesa acerca de esa misma tierra había sido dada en un pacto, siglos antes, a Abraham (Gn. 15:18 – 21; 17:7 – 8), y confirmada a Isaac y Jacob (Gn. 26:3 – 5; 28:13 – 15; 35:12). Esos tres patriarcas se mencionan siete veces en Deuteronomio (Dt. 1:8; 6:10; 9:5, 27; 29:13; 30:20; 34:4). Moisés no dejó duda alguna acerca de la naturaleza de la promesa divina. Ésta provenía de la gracia y era permanente. Cuando el Señor sella su promesa con un juramento ( juró; cf. 1:35), nunca cambia su plan (cf. Sal. 110:4). De manera que desde Abraham hasta que la nación se formalizó en tiempos de Moisés, cada israelita debía darse cuenta de que permanecía en la línea de la inviolable promesa divina. El mandato de ―poseer la tierra‖ (que aparece mencionado 18 veces en Dt. 1:8, 21, 39; 2:24; etc.) dirigía la atención de Israel a algo más que el territorio. Debían recibir ánimo para pelear por ella, entendiendo que ya les había sido entregada por la fidelidad pactal del Señor. Este énfasis en la ―tierra‖ es inusitadamente fuerte en Deuteronomio, porque se menciona casi 200 veces. 1:9 – 18. Si la nación tenía cualquier duda acerca del propósito o capacidad divinas para cumplir su antiguo pacto con Abraham, sólo tenía que mirar su condición presente. Israel había llegado a ser tan numeroso como las estrellas del cielo (v. 10). Esto, por supuesto, fue algo que Dios prometió a Abraham e Isaac (Gn. 15:5; 22:17; 26:4; Éx. 32:13). Así, el crecimiento de la nación probaba el BLA Biblia de las Américas mar. margen, lectura marginal

 propósito y capacidad del Señor para cumplir sus promesas originales a Abraham. Moisés confiaba en que Dios seguiría multiplicando y bendiciendo a su pueblo, porque seguía siendo el mismo Dios de sus ancestros. Jehová Dios de vuestros padres es un título común que se da al Señor en Deuteronomio (cf. Dt. 1:21; 4:1; 6:3; 12:1; 27:3). Las palabras ―Jehová vuestro Dios‖ (1:10) aparecen más de 250 veces en Deuteronomio; sin duda, para confirmar a Israel que el suyo no es un dios pagano muerto, sino que es Jehová, el Señor viviente que hizo un pacto con ellos. Sin embargo, el cumplimiento de esta promesa particular había causado un problema. La nación había llegado a ser muy grande como para que Moisés la gobernara de manera efectiva (vv. 9, 12; cf. Éx. 18:13 – 27), por lo que tuvo que nombrar a jefes militares, gobernadores (quizá escribas o administradores), y jueces (Dt. 1:15 – 16). El registro de estos incidentes en el discurso de Moisés no es circunstancial o parentético. La preocupación que se muestra en la selección de varones sabios y entendidos (v. 15; cf. v. 13), el mandato de impartir justicia ( juzgad justamente, v. 16), así como de mostrar absoluta imparcialidad en el juicio (v. 17; cf. 16:19; Pr. 18:5; 24:23) dejan ver con claridad que el meollo de la conquista para Israel era establecer la justicia y manifestar la santidad en la tierra  prometida y, a la larga, en todo el mundo (cf. Dt. 28:1, 9 – 10, 13). Israel requería de fe para conquistar la tierra, pero también para administrar justicia en ella, porque encontraría oposición allí. b.

 Fracaso en Cades-barnea (1:19 – 46) 1:19 – 21. Como primer paso en la conquista de la tierra, los israelitas debían viajar por el grande y

terrible desierto (cf. 8:15; 32:10), haciendo un recorrido de Horeb a Cades-barnea de más de 240 kms.  por un páramo que generalmente carecía de agua. Este primer paso fue quizá designado por Dios para crear en sus corazones hambre por la fructífera y bella tierra prometida. Esto también dio a Dios la oportunidad de demostrar su amor paternal y su capacidad de proteger a su pueblo en un ambiente hostil (cf. 1:31). Ambas motivaciones, hambre por la tierra y confianza en el amor y poder de Dios, eran necesarias si es que iban a lograr el objetivo que tenían por delante. El mandato de Moisés al  pueblo de no temer (otro de los énfasis de Dt.: vv. 21, 29; 3:2, 22; 7:18; 20:1, 3; 31:6, 8; cf. Jos. 1:9; 8:1) demuestra que se daba cuenta de la titánica tarea que les esperaba al tomar posesión (cf. Dt. 1:8) de la tierra de los amorreos, pero también se percataba de la capacidad divina para realizar esa tarea. 1:22 – 25. El segundo paso involucraba enviar a doce hombres, uno de cada tribu, como espías a la tierra. Si bien el plan fue concebido por iniciativa del pueblo (vv. 22 – 23), el Señor estaba de acuerdo con él (Nm. 13:1 – 2). De esta manera, no se trataba inicialmente de un acto de incredulidad, sino más  bien de un paso sabio en la necesaria preparación para la batalla por la conquista de la tierra. Cuando los espías regresaron, parte de su reporte fue de ánimo. La tierra era increíblemente fructífera (Dt. 1:25;  Nm. 13:23 –27). El valle de Escol (lit., ―racimo de uvas‖) se localizaba cerca de Hebrón (cf. Nm. 13:22 – 23) e incluso hoy esa área es famosa por sus uvas. Por esa razón, fue llamada buena … tierra, frase que se usa diez veces en Deuteronomio (1:25, 35; 3:25; 4:21 – 22; 6:18; 8:7, 10; 9:6; 11:17) para animar a Israel a emprender la conquista. Moisés no mencionó aquí explícitamente la segunda parte del informe de los espías, pero su descripción de los habitantes de la tierra era tan aterradora, que casi todo el pueblo se desanimó (Nm. 13:28 – 33). 1:26 – 33. En su miedo, los israelitas hablaron exageradamente acerca del tamaño de las ciudades en Canaán, afirmando que sus muros llegaban hasta el cielo. El elemento más impresionante del informe de los espías parece que fue la mención de la presencia de los hijos de Anac (v. 28) en Canaán, que tradicionalmente se identifican como un clan de gigantes (cf. Nm. 13:32 – 33). En su cobardía, el pueblo se rebeló y murmuró contra Jehová (cf. Éx. 15:24; 16:2; 17:3). Esto ilustra cuán profundamente afecta el pecado cometido en flagrante desafío al Señor, a la perspectiva que el hombre tiene de Dios. El  pueblo aseguraba que el Altísimo los aborrecía, y afirmaba que los había liberado de Egipto sólo para destruirlos a manos de los amorreos. Israel había razonado de manera similar cuando se encontraba en el desierto (Éx. 16:3; 17:3). Su descripción de la gente (este pueblo es mayor y más alto que nosotros) revela que consideraban que su tarea era imposible para ellos y para Dios.

Por otra parte, Moisés, que no estaba en rebelión contra el Señor, tenía ante sí el mismo conjunto de hechos que el pueblo, pero los interpretaba de manera diferente. Dios no odiaba a su pueblo; sino lo amaba con el tierno amor que un padre muestra por su hijo indefenso (Dt. 1:31). Lo que la gente tenía que hacer era simplemente mirar atrás, a su pasado reciente, cuando Dios milagrosamente los liberó y sustentó en el viaje por el desierto. Además, el pueblo no debía tener miedo (v. 29; cf. v. 21), porque el Señor no quería destruirlos, sino pelear por ellos (v. 30; cf. 3:22; 20:4). Moisés recordó al pueblo, de manera irónica, que Dios había actuado en favor de ellos como espía, por medio de la columna de fuego de noche y la nube de día (cf. Éx. 13:21). La palabra hebr. tûr  (reconoceros, Dt. 1:33), es la misma que se usa en Números 13:2 – 25 ¡en relación con la actividad de los espías! Moisés, contrariamente a lo que hizo el pueblo, confiaba en la palabra del Señor y en lo que había experimentado con el Dios de la historia, permitiendo que estas dos realidades dieran sentido a sus circunstancias y controlaran su reacción a las noticias acerca de los anaceos. El obstinado rechazo del pueblo a ser motivado por la obra de Dios a favor de ellos en el pasado, hace de este pasaje un elocuente testimonio de la volubilidad de los corazones humanos. Unos cuantos ―expertos‖ (diez de doce espías) fueron capaces de desvirtuar los hechos del muy evidente cuidado  providencial del Señor. Es difícil de imaginar lo absurdo de la incredulidad del pueblo de Israel. Por eso, la gente de la actualidad debe tomar ejemplo de lo anterior. La perversa vacilación demostrada aquí no es únicamente israelita. Santiago tuvo que advertir a sus lectores cristianos — quienes después de la crucifixión y resurrección del Señor Jesucristo nunca tuvieron razón de dudar del amor o poder de Dios — que no se acercaran a su Señor con un espíritu vacilante (Stg. 1:5 – 8). 1:34 – 36. La presentación del juicio de Dios con la cláusula: y oyó Jehová la voz de vuestras palabras indica la omnisciencia divina (porque la gente se quejaba en secreto dentro de sus tiendas, v. 27). Además, la declaración de su juicio devastador sobre esa generación (v. 35) claramente presupone su omnipotencia. Él había jurado (afirmado por medio de juramento; cf. 4:31) a los padres (antecesores) de Israel que cumpliría el pacto abrahámico (1:8). La palabra ―padres‖ aparece 21 veces en Deuteronomio para enfatizar la relación de Israel con las promesas del pacto a través de los tres  principales patriarcas. Dios también juró excluir de la entrada a la tierra prometida a cada guerrero (cf. 2:14) de la generación rebelde, excepto (Núm. 14:36 – 38) a Caleb (1:36) y Josué (v. 38). Las promesas  pactales a Abraham no fueron invalidadas por este juicio. Todavía le sería dada la tierra buena a la descendencia de Abraham, pero a una generación más obediente. El pacto pertenece a Israel, pero sólo un pueblo obediente lo disfrutaría. Este punto queda ilustrado, por ejemplo, por las excepciones de Caleb y Josué que no sufrieron el juicio. Caleb siguió al Señor fielmente (cf. Jos. 14:8 – 9, 14). 1:37 – 38. El juicio de Dios alcanzó incluso a Moisés. Dios estaba decepcionado e indignado con Moisés (como se revela en las palabras también contra mí , que en hebr. son muy enfáticas; cf. 3:26; 4:21). Cuando Moisés afirmó que no se le permitiría entrar a la tierra prometida, no estaba culpando al pueblo [por vosotros] por su castigo. Más bien, la queja del pueblo causó que él pecara también. Así que su asistente Josué (cf. Éx. 24:13; 33:11) dirigiría a la nación a la tierra. 1:39 – 40. El pueblo aparentemente usó a sus hijos como excusa para no hacer el intento de entrar a la tierra. El v. 39 es importante porque revela el efecto negativo que tiene justificar la incredulidad, y  porque parece que Dios reconoce la llamada edad de la ―responsabilidad personal‖ de los niños. Es obvio que para Dios, los niños no son responsables de sus actos sino hasta que reconocen la diferencia entre lo bueno y lo malo. Sin embargo, en ningún lugar de la Biblia se establece a qué edad sucede eso en el ser humano. Los hijos no eran culpables de la cobardía de sus padres. Por eso, se les aseguró la posesión de la tierra, mientras que sus padres fueron devueltos al desierto (cf. 2:1) para morir allí. Más adelante, el autor de Hebreos señaló la tragedia de que los cadáveres de esa generación quedaron esparcidos por el desierto, como recordatorio lúgubre de las consecuencias que acarrea la falta de fe del creyente en el poder de Dios (He. 3:16 – 19).

1:41 – 46. Cuando se anunció el juicio devastador al pueblo, los israelitas se dieron cuenta de su gran  pecado y respondieron con una inmediata confesión (hemos pecado contra Jehová) y se mostraron dispuestos para ir a la batalla de inmediato. Pero ya era muy tarde para entonces, porque Dios ya había decidido castigarlos. La falta de sinceridad de su confesión fue evidente porque cometieron un segundo acto de rebeldía. Aquí de nuevo se pone de relieve la volubilidad del pueblo. Ellos se rebelaron al principio por su cobardía y por su falta de fe en la capacidad de Dios para luchar por ellos. Pero fueron rebeldes por segunda ocasión cuando mostraron su altivez (v. 43), al pensar que podrían ganar la batalla sin ayuda de Dios. Su derrota a manos de los amorreos, quienes los persiguieron como hace un enjambre de avispas en el monte (cf. v. 41b), puso en claro que estaban bajo el decidido e inescapable juicio de su Dios (cf. Núm. 14:40 – 45). Se desconoce la localización exacta de la ciudad de Horma, pero se encontraba en el Neguev, la parte sureña de Canaán, que más adelante sería adjudicada a la tribu de Judá (Jos. 15:30) y luego a Simeón (Jos. 19:4; cf. Jue. 1:17). Seir fue el nombre antiguo de Edom (Gn. 32:3; Dt. 2:4 – 5, 8, 12, 22, 29). El pueblo lloró a causa de su derrota en Horma, pero Dios no cambió su parecer en cuanto a no dejarlos entrar en la tierra. 2. UN NUEVO COMIENZO : EL VIAJE POR EL ORIENTE DEL JORDÁN (2:1 – 25) a.

Viaje de Cades-barnea al monte de Seir (2:1 – 8)

2:1. Las palabras por mucho tiempo designan los cuarenta años que Israel anduvo errante por el desierto (cf. ―muchos días‖, 1:46). A pesar del castigo para esa generación rebelde e ingrata de vagar cuarenta años, Dios no había desistido de trabajar con su pueblo, por lo que Moisés podía seguir diciendo: ―como el Señor me había mandado‖ (BLA). Dios seguía dirigiendo a su nación por medio de su profeta Moisés y no había desechado su plan de darles la tierra de Canaán para que hicieran su morada. 2:2 – 7. Entonces Dios indicó a Moisés que dejara el monte (que estaba al poniente de Seir o Edom) y fuera hacia Seir, donde moraban los descendientes de Esaú (cf. Gn. 36:8 – 9). Además, el Señor advirtió a Israel que evitara pelear con ellos. La posibilidad de que estallara una guerra podía deberse a la escasez de agua que hay en esa zona (sólo llueve un promedio de doce cms. al año). El gran contingente de personas moviéndose a través de Seir podría mermar fácilmente la reserva de agua de los edomitas. Por lo tanto, Dios indicó a Israel que pagara todo lo que comiera o bebiera para evitar que surgieran hostilidades con ellos. (De hecho, los edomitas, rehusaron conceder el paso a los israelitas,  Nm. 20:14 – 21.) Estas cuidadosas instrucciones demuestran que los israelitas no eran libres de conquistar cualquier territorio que quisieran. Más bien, Dios les había prometido un territorio definido, y la guerra que iban a librar para conquistar Canaán tenía además un carácter moral (los eruditos se han referido a ella como ―guerra santa‖, V. el comentario de Dt. 7). Esas instrucciones, así como la cláusula he dado por heredad a Esaú el monte de Seir (2:5) muestran que el Señor es soberano sobre todas las tierras y todos los pueblos. Esa soberanía debió haber animado a los israelitas a entrar en Canaán y a luchar con valor. Si Dios había respetado el derecho de Edom — así como el de Moab (vv. 8 – 9) y de Amón (vv. 19) — de poseer sus tierras, cuánto más honraría el derecho de Israel a poseer Canaán, ¡posesión que estaba garantizada por el pacto hecho con los patriarcas! El cuidado protector de Dios en el gran desierto por cuarenta años (v. 7) los motivaba también a obedecer sus instrucciones inmediatas. 2:8. En lugar de ir por Seir (Edom) o por el camino de Arabá a la parte sur de Canaán, los israelitas viajaron hacia el norte por el lado este de Edom (cf. el comentario del v. 29) a través de Moab (cf. v. 18). (V. ―Posible ruta del éxodo‖, en el Apéndice, pág. 281.) Elat es el nombre moderno de Ezióngeber, el puerto que está en el golfo de Aqaba. b.

Viaje más allá de Moab y Amón (2:9 – 25) 2:9 – 13. Después del mandato divino de tratar a los moabitas (la ciudad de Ar se encontraba en Moab),

que eran descendientes de Lot (Gn. 19:36 – 37), con el mismo cuidado que tuvieron con los edomitas

(Dt. 2:4 – 6), un editor posmosaico insertó una nota explicativa (vv. 10 – 12). Aunque es imposible  precisar cuándo se insertaron los vv. 10 – 12, el v. 12 indica que fue después de la conquista inicial de la tierra. Las notas editoriales que aparecen en el Pentateuco no dañan la doctrina de la inspiración bíblica (V. ―Fecha y paternidad literaria‖ en la Introducción). La inspiración se refiere más que nada al  producto final y no tanto a las maneras en que se escribió el texto bíblico. Toda la Escritura original, fue ―inspirada por Dios‖ (2 Ti. 3:16; lit. ―exhalada‖), y por tanto, no contiene errores, porque Dios no  puede mentir (Tit. 1:2). El Espíritu Santo supervisó el trabajo de los editores así como la investigación histórica de Lucas (Lc. 1:1 – 4), de allí que las palabras finales del texto, si bien se obtuvieron por diferentes métodos, son las palabras que Dios quiso comunicar. Fue ese texto final (incluyendo las interpolaciones de tipo editorial) que Jesús declaró que era perfecto (e.g., Mt. 5:18; Jn. 10:35). Acerca de los hijos de Anac (Dt. 2:11) V. el comentario de 1:28. Los gigantes (hebr. ―refaítas‖, [NC]) constituían una antigua tribu conocida por su gran estatura (que también se menciona en Gn. 14:5; 15:20; Dt. 2:20; 3:11, 13; Jos. 12:4; 13:12; 17:15; 1 Cr. 20:4, NC). Los moabitas llamaban a los gigantes …, emitas, que significa ―terrores‖ o ―aterradores‖. Los horeos pudieron haber formado un  pueblo no semítico que vivía en grupos dispersos por Palestina, Siria, y Mesopotamia. Ellos ocuparon Seir antes de que Esaú se mudara para allá (Gn. 14:6; 36:8 – 9, 20) y los expulsara. El hecho de que los moabitas hubiesen podido despojar a ese pueblo grande … numeroso, y alto, pone en contraste la cobardía e incredulidad de Israel que, a pesar de contar con la ayuda divina, tuvo miedo de ese mismo  pueblo (cf. Dt. 1:28; Nm. 13:28, 33). Estas notas explicativas dejan la impresión de que no hay enemigo invencible. Si los moabitas pudieron arrojar a los anaceos (emitas) y si los descendientes de Esaú pudieron expulsar a los horeos, entonces seguramente Dios podía dar Canaán a Israel. Esto aclara más el mandato de Dios de cruzar el arroyo de Zered en Moab (Dt. 2:13). 2:14 – 15. Moisés recordó de nuevo a sus lectores el terrible juicio que su propia generación rebelde había sufrido (1:35, 39). Dejó en claro que toda la generación de los hombres de guerra (cf. 2:16) no habían muerto por causas naturales durante los treinta y ocho años previos de andar por el desierto. El hecho de que la mano de Jehová estaba contra un pueblo frecuentemente significaba que Dios había enviado una peste destructora sobre ellos (cf. Éx. 9:15; 1 S. 5:6 – 7, 9, 11; 6:3, 5, 9; 2 S. 24:17). Además, la primera parte de Deuteronomio 2:15 debe trad.: ―La mano del Señor vino contra ellos para producir  pánico (o confusión) en ellos‖. El vb. que significa ―infundir pánico o confusión‖ (hāmam) se usa para indicar el pánico divinamente inspirado que Dios produjo en muchos de los enemigos de Israel de manera que estuvieran demasiado confundidos o aterrorizados como para pelear eficazmente. Así, esa primera generación de guerreros israelitas, a causa de su rebelión contra el Señor, se encontraron con que ellos mismos eran objeto de la ―guerra santa‖ que Dios lanzó en su contra. El  pueblo repudió con arrogante rebelión, el cuidado protector de la mano de Dios, sólo para descubrir que esa mano se había vuelto contra ellos al observar la dolorosa muerte de sus familiares fuera de la tierra  prometida. Al recordarle esto al pueblo, Moisés, en efecto, afirmaba que Dios es fiel a sus promesas y a sus amenazas, y que tiene poder para ejecutar ambas. 2:16 – 19. Dios había indicado a Israel que no molestara a los descendientes de Esaú (vv. 4 – 5) o a los moabitas (v. 9); ahora afirma lo mismo con respecto a los amonitas. Israel no debía atacarlos porque los hijos de Amón, al igual que los moabitas, eran descendientes de Lot (cf. Gn. 19:36 – 38). 2:20 – 23. Los vv. 20 – 23 forman otra interpolación editorial (cf. vv. 10 – 12). Tanto la destrucción de los gigantes (hebr. ―refaítas‖), llamados zomzomeos, a manos de los amonitas, así como la de los horeos  por esos descendientes de Esaú, se atribuyen a fin de cuentas a Dios. Porque, como Pablo escribió más adelante, él es quien ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de la habitación de todos los  pueblos de la tierra (Hch. 17:26). Incluso los aveos, que vivían tan al occidente como Gaza, fueron destruidos por otro pueblo, los caftoreos, que probablemente es un nombre antiguo dado a los filisteos que vinieron de Caftor, otro de los nombres de la isla de Creta.  NC Nácar Colunga

2:24 – 25. El mandato divino de despojar a Sehón rey … amorreo de la ciudad de Hesbón es otra ilustración de la soberanía de Dios sobre todas las naciones. El temor y espanto que el Señor pondría en esas naciones constituía un ―arma‖ esencial para Israel en esa guerra y en la conquista (cf. Éx. 15:15; 23:27; Nm. 22:3; Jos. 2:9, 11, 24; 5:1; 9:24). 3. CONQUISTA DE LA ZONA AL ORIENTE DEL JORDÁN  (2:26 – 3:29) a.

 Derrota de Sehón (2:26   – 37)

Esta sección (cf. Nm. 21:21 – 35) describe el inicio de la conquista de la tierra por Israel, una guerra que había sido aplazada por cuarenta años. 2:26 – 29. Moisés reiteró su oferta de paz a Sehón, ofrecimiento que presentaba varias ventajas para el rey amorreo. Moisés prometió que no se apartaría del camino real y, por tanto, Sehón no debía temer que los israelitas fueran a mermar sus cosechas. Añadió que los israelitas ya habían pasado por los territorios de Edom y Moab sin hacerles guerra (v. 29), aunque los edomitas habían negado el paso a Israel (Nm. 20:18 – 21). Probablemente los edomitas permitieron a Israel pasar por su frontera oriental,  pero no lo dejaron pasar por en medio de su territorio. Moisés le dijo también a Sehón que el destino final de Israel no era su territorio, sino que se dirigían al otro lado del Jordán, a la tierra que Dios les iba a dar. 2:30 – 37. Sehón rechazó esa pacífica oferta. Los vbs. hebr. usados aquí para describir el ―endurecimiento‖ de la mente y voluntad (corazón), pueden significar que el Señor no hizo sino confirmar lo que ya había en el corazón del rey amorreo, i.e. su desprecio contra Dios y su pueblo Israel (cf. el comentario de Éx. 4:21 acerca del endurecimiento del corazón del faraón). La negativa arrogante de Sehón fue señal segura de que había desechado su única posibilidad de sobrevivir. Puesto que Dios controla toda la historia, Moisés podía decir: más Jehová nuestro Dios lo entregó delante de nosotros. La expresión destruimos (Dt. 2:34) trad. el vocablo hebr. ḥāram , ―entregar [al Señor], con frecuencia a través de la completa destrucción‖ (V. el comentario de Jos. 6:21). En Deuteronomio, ḥāram  también se usa en 3:6; 7:2; 20:17. V. el cap. 7 para una discusión acerca de la interrogante moral de matar a una  población completa de hombres, mujeres y niños. La declaración de que no hubo ciudad que escapase de nosotros era un agudo recordatorio para los israelitas de su pasada cobardía. El enunciado hebr. lit. dice ―no hubo pueblo demasiado alto para nosotros‖. Las murallas tan altas de las ciudades cananeas habían aterrorizado a la primera generación de guerreros israelitas (1:28) y desobedecieron el mandato divino de entrar en la tierra. b.

 Derrota de Og (3:1 – 11) 3:1 – 7. Basán estaba un poco más al norte del punto que los israelitas necesitaban alcanzar para entrar

en la tierra prometida. Sin embargo, al derrotar a Og en el norte estaban protegiendo su flanco derecho al enfilarse a cruzar el Jordán. Edrei, el lugar donde comenzó la batalla, estaba como a 50 kms. al este del extremo sur del mar de Cineret (mar de Galilea). El mandato divino de pelear contra Og (acerca de la expresión no tengas temor; cf. el comentario de 1:21) se basaba en dos garantías: Dios lo había entregado en mano de Israel, y el pueblo había vencido recientemente a Sehón. De nueva cuenta, se le acredita a Dios el resultado de la batalla (3:3; cf. 2:30 – 31). Y, como en el caso de las ciudades de Sehón (2:32 – 36), las sesenta que poseía Og (con muros altos, 3:5; V. el comentario de 2:36) no  pudieron detener a los guerreros israelitas. La tierra de Argob (3:4) era otro de los nombres de Basán o tal vez formaba parte de ella. Ésta era conocida como la tierra de los gigantes (v. 13). La confianza de los soldados israelitas en la palabra de Dios contrasta con los guerreros incrédulos que se mencionan en 1:28. V. el comentario de ḥāram  en 2:34 y en el cap. 7 acerca de la completa destrucción de los habitantes (3:6). 3:8 – 11. Estos vv. resumen la conquista del territorio controlado por los dos reyes amorreos de la región al oriente del Jordán, Sehón y Og. Los israelitas necesitaban ser animados por medio de frecuentes recordatorios de la fidelidad que Dios había mostrado hacia ellos en el pasado. Dos aspectos de ese resumen de bendiciones alentaron en forma especial a los israelitas. Primero, estos vv. hacen hincapié

en la amplitud de la conquista israelita: desde el arroyo de Arnón hasta el monte de Hermón (llamado Sirión por los sidonios de Sidón y Senir por los amorreos). Segundo, Og fue uno de los últimos gigantes que los israelitas enfrentaron en la batalla. La cama de hierro de Og probablemente se refiere a su ataúd (sarcófago), que medía 1.85 mts. de ancho por 4 mts. de largo. c.

 Distribución de la tierra conquistada (3:12 – 22) 3:12 – 17. La tierra de la región al oriente del Jordán fue repartida entre las tribus de Rubén, Gad, y la

media tribu de Manasés. (V. ―Distribución de la tierra a las tribus de Israel‖, en el Apéndice, pág. 282.) Rubén recibió el territorio moabita desde el arroyo de Arnón hasta Hesbón. A Gad se le dio la mitad sur de Galaad, de Hesbón hasta el río Jaboc. A la media tribu de Manasés se le dio la parte norte de Galaad y toda Basán, que se encontraba al oriente del mar de Cineret (llamado posteriormente mar de Galilea; V. el comentario de Jos. 11:2). Og controlaba esa parte norte de Galaad y Basán. Jair hijo de Manasés, recibe una mención especial (Dt. 3:14) por el valor que mostró al capturar toda la tierra de Argob en Basán (cf. v. 4; Nm. 32:41). Como resultado de lo anterior, a esa área se le llamó por su nombre. De manera similar se hizo con Maquir (Dt. 3:15), una subtribu de Manasés que recibió el resto de Galaad, porque conquistó dicho territorio (Nm. 32:34 – 40). 3:18 – 20. Números 32 registra la petición de la tierra al oriente del Jordán por parte de las dos tribus y media. Ellos habían adquirido un gran número de reses y ovejas (cf. Nm. 32:1) y esa región era  particularmente idónea para criar ganado. Al principio, Moisés se enojó al escuchar esa petición, temiendo otra defección como la de Cades-barnea (Nm. 32:6 – 8, 14 – 15). Pero cuando los guerreros de las tribus prometieron cruzar el Jordán y pelear hasta que Israel conquistara su tierra, entonces Moisés concedió su petición. Puesto que se acercaba la batalla, las tribus del este del Jordán necesitaban ese recordatorio de su compromiso previo (Nm. 32:16 – 19). Ellos podían dejar sus nuevos hogares y familias porque el Señor les había dado … esta tierra y podían cruzar el Jordán y pelear por sus hermanos sin temor alguno, y luego regresar con sus familias. 3:21 – 22. Estos dos vv. forman una transición del asunto de la distribución de la tierra (vv. 12 – 20) a la  pérdida de liderazgo de Moisés (vv. 23 – 29). Moisés había recordado a sus interlocutores que el tiempo de la conquista de Canaán estaba cerca (vv. 18 – 20), pero sería Josué y no Moisés, el que dirigiría al  pueblo en esa conquista. Al animar a Josué, Moisés estaba obedeciendo el mandato de Dios (1:38; 3:28). La firme declaración de Moisés de que el Señor había actuado como guerrero en favor de Israel en el pasado, y que lo seguiría haciendo, alentó en gran manera al futuro líder. Josué no debía tener temor (cf. el comentario de 1:17). Las palabras de Moisés representan también un tema principal del  prólogo histórico de Deuteronomio: La batalla es del Señor (Jehová vuestro Dios … es el que pelea por vosotros; cf. 1:30; 20:4; V. también 2:24 – 25, 31, 33, 36; 3:2 – 3). d.  A Moisés se le prohibe entrar a la tierra prometida (3:23 – 29) 3:23 – 25. Dios había enseñado en forma muy clara que Moisés no entraría a la tierra prometida debido a la incredulidad que mostró en el incidente de las aguas de Meriba (Nm. 20:12). Sin embargo, parece que en la mente de Moisés se inició una nueva idea de los acontecimientos, que indica por su declaración: tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza. Esto se refiere quizá a la omnipotencia de Dios revelada en la conquista de los dos reyes amorreos al este del Jordán, Sehón y Og, más bien que a los eventos del éxodo de Egipto. Puesto que Dios permitió a Moisés tomar parte en la conquista de la región al oriente del Jordán, éste pudo haber considerado que el Señor revocaría su anterior decisión de prohibirle la entrada en Canaán. Por lo tanto, ese parecía ser un tiempo oportuno  para que preguntara a Dios acerca de si podría, al fin y al cabo, entrar a ver la buena tierra (cf. el comentario de Dt. 1:25). La interrogante de 3:24 que comienza con la expresión ¿qué dios hay en el cielo y en la tierra …? no implica que Moisés creyera en la existencia de otros dioses. Se trata de una pregunta retórica, y es una de las maneras en que se expresa en el A.T. el carácter incomparable del Señor. Él es absolutamente único en sus atributos; nadie puede comparársele.

3:26 – 29. Dios no escucharía a Moisés, i.e., no le concedería su petición. De hecho, la cláusula hebr. implica que Moisés había reiterado varias veces su petición a Dios, y que Jehová se había enojado (forma intensiva del vb. ‘āḇar ) con él (cf. 1:37; 4:21). Esa conversación revela algo acerca de la intimidad que tenía Moisés con Dios. También pone de manifiesto la angustia que sentía aquel hombre que había dedicado su vida a hacer realidad la promesa de Dios para Israel, sabiendo que nunca iba a  participar en su realización. Sin embargo, Moisés podría al menos ver la tierra desde la cumbre del monte Pisga. Debido a que Moisés no iba a poder guiar al pueblo más allá del Jordán, Dios le recordó su responsabilidad de preparar a Josué para asumir el liderazgo. La sucesión de Josué en el liderazgo es un tema importante de Deuteronomio. Esta es la tercera vez que se menciona en sólo tres caps. (1:38; 3:21, 28). Por el solo hecho de repetir las palabras de Dios al pueblo acerca de este asunto, Moisés estaba alentando a Josué y mostrando a la nación que él era su nuevo líder.  B.

 Exhortación a obedecer la ley y a resistir la idolatría (4:1 – 43) 1. PROPÓSITO DE LA LEY (4:1 – 8) 4:1 – 2. Las palabras ahora… oye introducen las conclusiones prácticas que se debían sacar de la

experiencia de Israel en el desierto. La nación era responsable de obedecer incondicionalmente los estatutos y decretos de Dios por causa de la fidelidad, misericordia y juicio del Altísimo desplegados en su historia reciente. ―Estatutos‖ puede referirse a leyes permanentes de conducta, leyes inmutables, mientras que ―decretos‖ puede relacionarse con las normas casuísticas, a las decisiones emitidas por los  jueces. Era crucial que Moisés enseñara a Israel esa ley. La cláusula motivacional para que … viváis, y entréis y poseáis la tierra indica que el completo disfrute de la vida se basa en la obediencia a las leyes de Dios. Israel no debía hacerles añadiduras que debilitarían su poder, como posteriormente hicieron los fariseos y cristianos legalistas. Tampoco debían disminuirlas para acomodarlas a la voluntad antojadiza o a la debilidad de la naturaleza humana. 4:3 – 4. Moisés se refirió al incidente de Baal-peor en Moab para ilustrar a partir de la propia historia israelita, que sus vidas dependían de la obediencia a la ley de Dios. En Baal-peor todos los israelitas que cometieron adulterio físico y espiritual con las mujeres moabitas fueron muertos a espada o por  plaga (24,000 murieron en la plaga). Por otra parte, todos los que siguieron a Jehová su Dios  permanecieron vivos. Este incidente también se menciona en Números 25:1 – 9; Salmos 106:28 – 29 y Oseas 9:10. 4:5 – 8. Un propósito de ia ley era dar a los israelitas una vida abundante mientras obedecían a Dios (vv. 1 – 4). En los vv. 5 – 8 se revela otro propósito de la ley: lograr que Israel se distinguiera moral y espiritualmente entre todas las naciones y hacer que dichas naciones se sintieran atraídas hacia Dios. En contraste con los otros pueblos, Israel no debía descollar por sus recursos naturales, riqueza o poder militar, sino por su sabiduría moral y su cercana relación con Dios, cualidades que resultarían si obedecían a su ley moral. Si Israel obedecía la ley, sería la envidia de todas las naciones. Ellas verían a Israel como: (a) pueblo sabio y entendido, (b) que tiene a Dios cerca, y (c) que posee estatutos y  juicios justos. 2. PROPÓSITO DE LA EXPERIENCIA EN HOREB (4:9 – 14) 4:9. La solemne admonición guárdate (que aparece numerosas veces en Dt.) y guarda tu alma implica que los israelitas constantemente confrontaban el peligro de caer en el pecado que los llevaría al borde de la aniquilación como nación. Ese pecado era la idolatría (vv. 15 – 31). La nación podría llegar a ser idólatra de dos formas relacionadas entre sí. Primero, la depravación de la mente humana es tan grande, que las portentosas obras de Dios en favor de su pueblo (e.g., el éxodo y la revelación de su ley en Horeb) podían apartarse de su corazón si no las recordaban continuamente. En segundo lugar, los padres, por pereza o apatía, podían dejar de enseñar las obras que Dios había hecho a sus hijos y de esa manera, ellos podrían llegar a ser idólatras. Deuteronomio hace mucho hincapié, no en los sacerdotes o en otros líderes religiosos, sino en los padres como responsables de la educación espiritual de sus hijos (vv. 9 – 10; 6:7, 20; 11:19; 31:13; 32:46). Dios confió las grandes

verdades acerca de su revelación, como la entrega de la ley en Sinaí, a fieles administradores que no debían olvidarlas, sino transmitirlas a sus hijos (―no olvidar‖ es otra expresión muy enfatizada en Dt., que aparece en 4:9, 23, 31; 6:12; 8:11, 14, 19; 9:7; 25:19.) 4:10 – 14. La experiencia en Horeb fue diseñada para producir el temor de Dios en el corazón del pueblo, de manera que el pacto entre él y su Creador fuera posible. En el A.T., el temor de Dios es más que un sobrecogimiento o reverencia, aunque incluye ambos. Temer a Dios es llegar a estar tan  profundamente consciente de su pureza moral y omnipotencia, que la persona siente verdadero temor de desobedecerlo. Temer a Dios también implica responder a él en adoración, servicio, confianza, obediencia y compromiso. En aquel día en Horeb, Dios mostró su omnipotencia en el fuego…, tinieblas, nube y oscuridad, y con su voz, que retumbó desde los cielos. Su pureza moral  fue manifestada en los diez mandamientos, a los que llamó su pacto. A partir de esta experiencia, los israelitas debieron haber aprendido a temer a Dios como una persona espiritual (―a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis‖; cf. v. 15) y como una persona que es trascendente. Este último punto se vio acentuado en el hecho de que Dios ordenó a los israelitas que siguieran sus mandamientos, estatutos y juicios (que Moisés les había enseñado, vv. 1, 14). La entrega de la ley ese día enseñó a la nación que su Dios era una persona espiritual que no podía ser manipulada, sino que él había impuesto su voluntad moral en ellos. Ese día en Horeb, el pueblo no se llevó consigo ninguna imagen de Dios; él sólo les dio dos tablas de piedra (quizá cada una contenía los diez mandamientos completos, en conformidad con la costumbre del antiguo Cercano Oriente de tener un duplicado de tales documentos pactales). Así, en contraste con todas las religiones del antiguo Cercano Oriente, la palabra del Dios de Israel llegó a ser el fundamento de la religión hebrea. 3. PROHIBICIÓN CONTRA LA IDOLATRÍA (4:15 – 24) 4:15 – 20. Moisés explicó una de las implicaciones de la experiencia en Horeb. Puesto que los israelitas no vieron ninguna figura (cf. v. 12) de Dios en ese día, no debían tratar de representarlo jamás, de ninguna forma. Las religiones del antiguo Cercano Oriente adoraban ídolos a quienes daban la figura de diversas criaturas, como se mencionan en los vv. 16 – 18. Los israelitas nunca debían limitar a su Dios de esa manera, porque eso cuestionaría su trascendencia y los corrompería a ellos (cf. v. 25). La adoración de deidades astrales era algo común en el antiguo Cercano Oriente. En Egipto, se adoraba al sol como el dios Re [Ra] o Atos, y en la tierra nueva a la que los israelitas se dirigían era común el culto a los astros. (E.g., la ciudad de Jericó estaba dedicada a la adoración de la diosa luna.) Los israelitas no debían permitir que se les indujera (v. 19) a practicar la adoración de las luminarias (cf. 17:2 – 5) que Dios había provisto para todos los pueblos debajo de todos los cielos. Otra razón por la que Israel debía rechazar todas las formas de idolatría es que había sido sacado de Egipto, una tierra de idólatras en donde se rendía culto a docenas de imágenes de dioses falsos. (El hecho de que Israel fue sacado de Egipto se menciona cerca de 20 veces en Dt.) La condición de Israel, cuando era esclavo en Egipto, era como estar en un horno de hierro. Pero ahora Israel era la heredad de Dios, i.e., su especial posesión (cf. 9:26, 29; Sal. 28:9; 33:12; 68:9; 78:62, 71; 79:1; 94:14; Jl. 2:17; 3:2; Miq. 7:14, 18). 4:21 – 24. Aunque Moisés sabía que no… entraría a la tierra prometida (aquella buena tierra; cf. 1:25) todavía lo deseaba ardientemente. De modo que otra vez mencionó el desagrado de Dios hacia él (cf. 3:26 – 27), y recordó a los israelitas que él no estaría allí con ellos para reforzar la prohibición en contra de la idolatría. Sin embargo, el Señor sí exigiría el cumplimiento del mandato. Como un fuego consumidor (4:24) él purificaría lo que era valioso (como el fuego purifica los metales preciosos) y destruiría lo que carece de valor. Por ser un Dios celoso (cf. 5:9; 32:16, 21; V. el comentario de 6:15), no permitiría que otro tuviera el honor que sólo él merece (Is. 42:8; 48:11). Por lo tanto, Israel tenía que ser extremadamente cuidadoso de recordar el pacto (cf. Dt. 4:9). 4. LA DISPERSIÓN PREDICHA (4:25 – 31) 4:25 – 31. Después de hacerles la fuerte advertencia contra la idolatría (vv. 15 – 24), Moisés explicó las consecuencias de hacer caso omiso de ella (vv. 25 – 31). Cuando los israelitas llegaran a estar en la

tierra por mucho tiempo y estuvieren seguros, podrían olvidar al Señor y su necesidad de confiar sólo en él. Entonces serían fácilmente desviados para practicar la idolatría, cosa que los corrompería (cf. vv. 15 – 16) y provocaría la ira de Dios. Moisés invocó al cielo y a la tierra como testigos debido a su permanencia y carácter inmutable, en contraste con la volubilidad de los corazones humanos. Ese castigo seguro se manifestaría en dos formas: Dios los dispersaría entre las naciones, con gran pérdida de vidas humanas (v. 27) y los entregaría a la idolatría (v. 28). Esa profecía se cumplió en los cautiverios asirio y babilónico, pero su más grande cumplimiento se dio en la dispersión de Israel después de que rechazó a Jesucristo. La expresión los postreros días (v. 30), puede referirse a cualquier tiempo después de las dispersiones iniciales, pero en última instancia, se refiere al tiempo en que el Señor regresará a la tierra a establecer su reino de mil años (Ap. 20:4). En ese tiempo, Israel finalmente buscará a Jehová y con todo su corazón y toda su alma lo obedecerá (en Dt., Moisés repetidamente enfatizó la necesidad de una devoción fiel al Señor con las palabras ―con toda tu alma y todo tu corazón‖; V. Dt. 4:29; 6:5; 10:12; 11:13; 13:3; 26:16; 30:6, 10.) El retorno final de Israel a su Salvador no se deberá a ninguna bondad de los corazones humanos, sino al Dios misericordioso. La palabra hebr. que se trad. ―misericordioso‖ (raḥûm ) se refiere a la tierna compasión de una madre hacia su hijo indefenso. De manera que, incluso si Israel olvidaba a su Dios, él no abandonaría a sus hijos moralmente indefensos, porque él tiene la tierna compasión de una madre y porque hizo un pacto inviolable con Abraham, que luego confirmó con Isaac y Jacob (Gn. 15:18 – 21; 17:7 – 8; 26:3 – 5; 28:13 – 15; 35:12), mediante un juramento (mencionado 16 veces en Dt.). Debido a que Dios no olvidaría su pacto (Dt. 4:31), tampoco Israel debía hacerlo (v. 23). 5. MANDATO DE APRENDER QUE SÓLO EL SEÑOR ES DIOS  (4:32 – 40) 4:32 – 34. Habiendo hablado del futuro (―postreros días‖, v. 30), Moisés enseguida habló de los tiempos pasados — desde la creación a Sinaí. Israel había tenido una experiencia totalmente única con su Dios.  Ninguna otra nación podía decir que había oído… la voz de Dios, hablando de en medio del fuego.  Ninguna otra nación podía señalar a un dios que la hubiera creado y redimido de otra nación más fuerte. Es más, el verdadero origen de esa redención histórica no daba lugar a otras explicaciones. La voz de Dios, las señales y milagros (cf. 6:22; 7:19; 26:8; 29:3), los hechos aterradores (e.g., las  plagas, la columna de fuego, la división del mar Rojo, el maná), y otros fenómenos, hicieron claro que fue Dios quién redimió a los israelitas. Y lo hizo mostrando su poder y fuerza (con mano poderosa y brazo extendido; cf. 5:15; 7:19; 11:2; Sal. 136:12; Ez. 20:33 – 34). 4:35 – 38. El propósito de esa milagrosa liberación fue capacitar a los israelitas para saber, no sólo de manera intelectual sino por experiencia, que sólo Jehová es Dios. El hecho de oír desde los cielos… su sobrecogedora voz y en la tierra ver su gran fuego (en Sinaí, Éx. 19:16 – 20) no tenía el propósito original de instruir sus mentes, sino disciplinar su naturaleza moral. Dicha experiencia fue pensada para inducir un espíritu sumiso y reprimir la inclinación natural que tiene el corazón humano hacia la arrogancia. Cuando Dios les permitió oír su voz y ver el fuego, fue para dar a Israel algo más que sólo el contenido de sus mandamientos. Su idea era provocar temor hacia la posibilidad de desobedecer sus mandamientos. La razón por la que el Señor había mostrado tanto cuidado en dar a Israel esa extensa educación moral fue que él amó a sus padres y prometió en un pacto amar a sus descendientes. Por causa de ese amor, él los libró de Egipto (cf. Dt. 4:20), una nación que era más fuerte que Israel. Además, expulsaría de Canaán a naciones… más fuertes que Israel y posteriormente daría esa tierra a su pueblo por heredad (cf. el comentario del v. 21). 4:39 – 40. A la luz de esa gracia electiva y tan singular revelación, los israelitas tenían que reconocer que sólo Jehová es Dios (cf. v. 35) y por lo mismo, debían guardar sus estatutos y mandamientos. Sólo al hacer esas dos cosas podrían ellos encontrar la prosperidad y larga vida en la tierra (cf. 5:33; 6:2). Las palabras para que te vaya bien aparecen ocho veces en este libro, sin duda, para enfatizar esto como motivo de obediencia (4:40; 5:16; 6:3, 18; 12:25, 28; 19:13; 22:7). La idea de que la obediencia prolonga la vida y el pecado la acorta, es común en el A.T. (Pr. 3:1 – 2, 16; 10:27).

6. TRES CIUDADES DE REFUGIO AL ORIENTE DEL JORDÁN (4:41 – 43) 4:41 – 43. Esta puede ser una nota editorial colocada aquí entre el primero y segundo discursos, debido a que en ese tiempo Moisés había designado a tres ciudades que se encontraban a este lado del Jordán como ciudades de refugio. Ellas eran Beser, Ramot y Golán (V. ―Las seis ciudades de refugio‖, en el Apéndice, pág. 283). La significancia de esas ciudades será discutida en el comentario de Deuteronomio 19:1 – 13 (cf. Éx. 21:12 – 13; Nm. 35:6 – 28; Jos. 20). III. Segundo discurso de Moisés: obligaciones pactales (4:44 – 26:19) En los pactos de vasallaje del segundo milenio a.C., la sección que seguía después del prólogo histórico  presentaba las obligaciones de los vasallos hacia su gran rey. Esa sección, que contenía las obligaciones o estipulaciones pactales, se dividía generalmente en dos partes. La primera era una exhortación general a los vasallos, instándoles a mostrar una lealtad total al rey o soberano. La segunda consistía de una lista de obligaciones o leyes específicas que detallaban cómo tenían que expresar los vasallos su completa fidelidad al pacto. El arreglo del segundo discurso de Moisés parece seguir el mismo orden que los tratados de vasallaje. Moisés empezó ese discurso evocando la experiencia fundamental de Horeb (4:44 – 5:33). A esa corta sección sigue un llamado de completa fidelidad a Dios (caps. 6 – 11). Luego el discurso tiene una exposición de la ley que explica cómo debían los israelitas expresar su compromiso con el Señor en los detalles de la vida cotidiana (12:1 – 26:15). El discurso concluye con una declaración de compromiso del pueblo y el Señor (26:16 – 19).  A.

 Recapitulación de la ley en Horeb (4:44 – 5:33) 1. CIRCUNSTANCIAS DEL SEGUNDO DISCURSO  (4:44 – 49) 4:44 – 49. Moisés puso delante del pueblo la instrucción de Dios (tôrâh, palabra que se trad. ley, y que

significa ―instrucción‖) acerca de cómo andar con él. Si los israelitas iban a prosperar individual y nacionalmente debían obedecer las estipulaciones del pacto expresadas en la forma de los estatutos y decretos. Éstos fueron originalmente dados tres meses después de que los israelitas salieron de Egipto (cf. Éx. 20:1 – 17; 21 – 23). Por ello, Deuteronomio no es un nuevo pacto, sino la renovación de uno que se hizo con anterioridad. Pero fue repetido al este … del Jordán cerca de Betpeor. Para los detalles acerca de Sehón y Og V. el comentario de Deuteronomio 2:26 – 3:11. 2. LLAMADO A LA OBEDIENCIA  (5:1 – 5) 5:1 – 5. La solemne fórmula oye, Israel indica que lo que sigue (los estatutos y decretos; cf. 4:45) no era algo incidental, sino absolutamente necesario para la sobrevivencia de Israel como nación. Cuando Moisés … dijo que Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb y no con nuestros padres, estaba enseñando a los israelitas que el pacto tenía el propósito de gobernar a los vivos, no a los muertos. Moisés tenía derecho de decir eso porque era mediador del pacto. Jehová … habló con Israel cara a cara desde el monte Sinaí, pero lo hizo a través de Moisés (Éx. 19:9). 3. LOS DIEZ MANDAMIENTOS  (5:6 – 21) 5:6 – 7. El v. 6 es crucial para entender no sólo el primer mandamiento, sino también los otros nueve. Los diez mandamientos fueron dados a un pueblo ya redimido (te saqué de tierra de Egipto), con objeto de capacitarlo para expresar su amor hacia el Dios santo y tener comunión con él. (En Dt., Egipto con frecuencia se llama casa de servidumbre: v. 6; 6:12; 7:8; 8:14; 13:5, 10; cf. Éx. 13:3, 14; 20:2.) El decálogo no fue dado jamás para capacitarlos para alcanzar la justificación, porque ésta siempre ha sido concedida gratuitamente por medio de la fe (cf. Gn. 15:6; Ro. 4). La ley no fue jamás diseñada para dar salvación a la gente. Además, puesto que el Señor había tomado la iniciativa en la redención de Israel, el pueblo estaba obligado a reconocer su derecho de soberanía sobre él y reverenciar dicha soberanía. El primer mandamiento: no tendrás dioses ajenos delante de mí , exigía una sumisión de cada aspecto de la vida de la persona al control de Dios. La frase ―dioses ajenos‖ es un término técnico dado a las deidades  paganas, que obviamente existían en forma de ídolos y en las mentes de sus adoradores, pero que no eran reales.

5:8 – 10. El segundo mandamiento no prohibía el arte en Israel (como lo demuestra la construcción del tabernáculo), sino la fabricación de una escultura para representar al Señor. El peligro de esa práctica era doble. Primero, debido a que las demás naciones utilizaban la idolatría para expresar devoción a sus dioses, siempre existía el peligro de que el culto a Dios se contaminara por las formas idolátricas de adoración. Segundo, cualquier intento de representar a Dios en cualquier forma extraída del mundo natural hubiera cuestionado la soberanía de Aquel a quien nada puede limitar. Como Dios celoso (cf. 4:24; 32:16, 21; V. el comentario de 6:15), él no comparte su posición soberana con nadie más. A primera vista, 5:9b parece contradecir Ezequiel 18:20. Sin embargo, el enunciado los que me aborrecen debe referirse con toda seguridad a los hijos, no a los padres. Los hijos que odian al Señor serán castigados. Los padres rebeldes que odian a Dios, frecuentemente engendran hijos hasta la tercera y cuarta generación que también aborrecen a Dios (cf. Éx. 20:5; 34:6 – 7). 5:11. Tomar el nombre de Jehová … Dios en vano significa lit. ―compararlo con o adscribirlo a lo que es vacío‖. Ese mandamiento prohíbe usar el nombre de Dios en forma profana, pero incluye más que eso. El tercer mandamiento se dirige a la práctica de usar el nombre de Dios manipulándolo (e.g., su nombre no debe usarse para actos de magia o para maldecir a alguien). Hoy día, el cristiano que usa el nombre de Dios de manera frívola o que falsamente atribuye una obra mala a Dios, transgrede ese mandamiento. 5:12 – 15. El sábado fue un regalo de Dios para Israel. De acuerdo con Éxodo 20:11, Israel debía observar un día de reposo cada semana con objeto de conmemorar la creación de Dios en seis días y su reposo en el séptimo. De esa manera, la observancia de Israel del día de reposo era un testimonio de su creencia en el Dios personal y trascendente que creó el mundo. Esa convicción era una doctrina exclusiva de los israelitas del antiguo Cercano Oriente. En Deuteronomio, la razón de cumplir con el sábado no se basa en la creación del mundo, sino en la redención de Israel de Egipto, que fue la que en efecto, dio origen a Israel como nación. (El mandato acuérdate, zākar , aparece 14 veces en Dt. Acerca de la expresión con mano fuerte y brazo extendido, V. Dt. 4:34; 7:19; 11:2.) De modo que, al festejar el sábado ante sus vecinos paganos, Israel estaba expresando su fe en el Dios personal que creó al mundo y su nación. Este es el único de los diez mandamientos que no se repite en el N.T., y Pablo argumentó contra su  práctica (cf. Ro. 14:5 – 6; Col. 2:16 – 17). El día de culto fue cambiado en el período de la iglesia  primitiva al primer día de la semana, en conmemoración de la resurrección de Cristo. La naturaleza temporal del mandamiento acerca del sábado se debe al hecho de que servía como ―señal‖ del pacto mosaico (cf. Éx. 31:12 – 17). Después de que ese pacto fue suprimido, ya no había más necesidad de tener su ―señal‖. En su lugar, los cristianos tienen la cena del Señor como ―señal‖ del nuevo pacto. 5:16. Honrar al padre y a la madre significa valorarlos o apreciarlos en gran manera. Los hijos que viven en casa expresan esto al obedecerlos. Este mandato era crucial para la existencia de la nación: para que sean prolongados tus días (cf. 6:2; 11:9; 25:15; 32:47), y para que te vaya bien sobre la tierra. (En hebr., los pronombres ―tus‖ y ―te‖ se encuentran en pl. en vez de sing.) Los padres, en especial el padre, más que los líderes religiosos, debían transmitir a sus hijos las estipulaciones contenidas en el pacto. 5:17. El asesinato significa quitar a alguien la vida ilícitamente. Debido a que el ser humano fue creado  por Dios a su imagen y semejanza, el hombre no debe privar de la vida a otro individuo (no matarás) sin contar con el permiso divino. (Por tanto, este mandamiento no prohíbe la pena capital ni la  participación en la guerra, actividades reguladas por las leyes de la tora.) 5:18. La relación matrimonial debe reflejar el vínculo que hay entre el creyente y Dios. Por lo tanto, el sexo extramarital (adulterio) está prohibido. Aunque el séptimo mandamiento no se refiere explícitamente al sexo premarital, el Pentateuco lo prohíbe en otros lugares (e.g., Gn. 2:24; Éx. 22:16;  pl. plural sing. singular

Dt. 22:13 – 29). El israelita que fuere infiel a su cónyuge lo sería también al pacto de Dios y se inclinaría a seguir a otros dioses. 5:19. Muchos eruditos bíblicos consideran que este octavo mandamiento (no hurtarás) se refiere  básicamente al secuestro (cf. 24:7). Sin embargo, probablemente es más exacto verlo como una  prohibición general contra el robo, delito que incluye el secuestro. 5:20. Aunque el falso testimonio contra el prójimo tenía su aplicación principal en las cortes, parece que también prohibía los chismes. Los mandamientos del sexto al noveno reconocen el derecho que tiene la persona a su vida, a su hogar, sus propiedades, y su reputación. 5:21. Codiciar significa ―ansia de poseer la propiedad ajena‖. Este mandamiento es diferente a los anteriores en que no tiene que ver con un acto específico, sino más bien con un pecado emocional o sicológico. Por lo tanto, la violación de este mandato no podía ser juzgada en los tribunales. Aun así, ―codiciar la propiedad ajena‖ con frecuencia producía la violación de los mandamientos sexto al noveno. Este era el punto que Jesús recalcó en su explicación de los mandamientos sexto y séptimo (Mt. 5:21 – 32). Podía suceder que alguien guardara los primeros nueve mandamientos, pero nadie podía evitar quebrantar el décimo alguna vez. A este respecto, el décimo mandamiento es el más enérgico de todos, porque hace a la gente estar consciente de su incapacidad de guardar la ley de Dios de manera  perfecta. Y la conciencia los obliga a depender de la gracia y misericordia de Dios. 4. FUNCIÓN MEDIADORA DE MOISÉS  (5:22 – 33) 5:22. Este v. remarca el origen divino de los diez mandamientos y el sobrecogedor ambiente en que fueron dados (fuego, nube y oscuridad; cf. Éx. 19:18; 20:21). 5:23 – 27. La petición de un mediador por parte de los líderes surgió de su encuentro con el Dios santo y majestuoso. La experiencia en Horeb imprimió en ellos el sentido de su propia incapacidad moral (moriremos) y de su responsabilidad de obedecer a Dios (oiremos y haremos). 5:28 – 29. Aun cuando el Señor aprobó la respuesta del pueblo, les insinuó que no iban a cumplir sus  buenas intenciones cuando dijo: ¡Quién diera que tuviesen tal corazón …!. (Acerca de temer a Dios, V. el comentario de 4:10.) 5:30 – 33. Aquí de nuevo se hace hincapié en el origen divino de la ley. El pueblo oyó los diez mandamientos y luego fue despedido para que se fuera a sus tiendas. Lo que Moisés estaba a punto de decir a todos ellos — todos los mandamientos y estatutos y decretos de Dios, comenzando con el cap. 6 (cf. 6:1) —  provenía del Señor, igual que los diez mandamientos. Su obediencia a todo lo que Moisés estaba a punto de enseñar era algo crítico, porque de ella dependería su prosperidad en la tierra (cf. 6:3, 24).  B.

 Los grandes mandatos y advertencias (caps. 6   – 11)

Habiendo recordado a sus lectores el fundamento básico, i.e. los diez mandamientos que oyeron en Horeb, Moisés pasó a hablar de los detalles de la ley que ellos no escucharon debido a que temían sobremanera a la voz de Dios (cf. 5:25 – 27). En conformidad con esto, los caps. 6 – 11, que pueden llamarse ―los grandes mandatos y advertencias‖, tratan con la naturaleza personal de la relación pactal. Aquí se discuten los detalles relacionados con el compromiso total de los individuos con el Señor. 1. MANDATO DE AMAR AL SEÑOR  (CAP. 6) a.

 Bendiciones prometidas por la obediencia (6:1 – 3)

6:1. La legislación de los caps. 6 – 11 puede verse como una expresión de un gran mandato, a saber, ―amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas‖ (6:5). Por lo tanto, la obediencia por parte de los israelitas demostraría que amaban a Dios. Jesús transmitió un  principio similar a los cristianos (cf. Jn. 14:21). 6:2 – 3. La ley fue dada para que la gente pudiera expresar su disposición reverente (temas a Jehová tu Dios; cf. el comentario de 4:10) hacia el Señor y su deseo de obedecerle de manera concreta. (La necesidad de obedecerlo es remarcada frecuentemente en Dt.) Al temer a Dios y obedecerlo, hallarían  prosperidad (acerca de las palabras para que te vaya bien, V. el comentario de 4:40) y larga vida en la nueva tierra (cf. 4:10; 5:33) que fluye leche y miel (V. el comentario de Éx. 3:8).

b.

 El mandato y su importancia (6:4 – 9) 6:4. Este v. ha sido llamado el Shema, palabra proveniente del hebr. que se trad. oye. La declaración de

este v. es la confesión de fe básica del judaísmo. Su significado es que Dios es totalmente único. Sólo él es Dios. Por consiguiente, los israelitas podían tener seguridad en la vida, algo totalmente imposible  para sus vecinos politeístas. Rara vez se consideraba que los ―dioses‖ del antiguo Cercano Oriente actuaran de manera armónica. Todos eran impredecibles y moralmente caprichosos. De modo que un adorador pagano nunca estaba seguro de que su lealtad a un dios le serviría como protección de la ira caprichosa de otro dios. La doctrina monoteísta de los israelitas los libraba de esa inseguridad, debido a que ellos tenían que tratar con un solo Dios, Jehová, quien a su vez se relacionaba con ellos conforme a una norma revelada, consistente y justa. Esta confesión de monoteísmo no excluye a la doctrina  bíblica de la Trinidad. La palabra Dios es pl. (’ĕlōhîm), posiblemente sugiriendo la existencia de la Trinidad, y uno es (’eḥād ) sugiere la unidad de las personas en la Deidad (cf. Gn. 2:24, donde la misma  palabra para ―uno‖ se usa con relación a Adán y Eva). 6:5. Amar al Señor significa escogerlo para tener una relación íntima con él y obedecer sus mandatos. Este mandamiento de amar a Dios se da con frecuencia en Deuteronomio (v. 5; 7:9; 10:12; 11:1, 13, 22; 13:3; 19:9; 30:6, 16, 20). El amor a Dios debía ser totalmente sincero (de todo tu corazón) y  permear cada aspecto del ser y vida del israelita (alma y fuerzas). 6:6 – 9. El pueblo de Dios era responsable de meditar en estas palabras que el Señor mandó, y guardarlas en el corazón. Esto les capacitaría para entender la ley y aplicarla correctamente. Luego los  padres estarían a su vez en posición de transmitirlas a los corazones de sus hijos. La educación moral y  bíblica de los hijos se realizaba mejor no en un período cotidiano de educación formal, sino cuando los  padres, inducidos por la preocupación por sus propias vidas y las de sus vástagos, hacían de Dios y su  palabra un tema natural de conversación que podría darse en la casa, y andando por el camino, y al acostarse; i.e., en cualquier lugar y cualquier momento del día (v. 7). Los mandatos: las atarás … y las escribirás, fueron tomados en forma lit. por algunos lectores judíos  posteriores. Sin embargo, esos mandatos probablemente enfatizan la necesidad de la enseñanza continua de la ley (cf. Éx. 13:9, 16). e.

 Advertencia acerca de la prosperidad (6:10 – 19) 6:10 – 12. El Señor estaba a punto de dar a los israelitas ―prosperidad instantánea‖ en su nueva tierra.

Pero existe un peligro inherente a la prosperidad, porque cuando a una persona le va bien, tiende a olvidar a Dios (cf. Pr. 30:7 – 9). Fue estando en el apogeo de su prosperidad que David cometió sus más grandes actos de infidelidad (2 Sam. 11). 6:13 – 19. Cuando llegaran a ser prósperos, los israelitas debían tener mayor cuidado de temer a Dios (V. el comentario de 4:10) y servirlo. El mandato de jurar ( jurarás) en el nombre del Señor refuerza la instrucción de temerlo, porque uno jura por el Dios a quien teme, i.e., ante quien se es responsable de cumplir los juramentos. Si olvidaban a Dios (v. 12) los israelitas seguramente seguirían en pos de dioses ajenos, porque el Señor creó a la gente no sólo con la capacidad  de adorar, sino con la necesidad  de hacerlo. Y ese acto de infidelidad resultaría en juicio, debido a que el Señor es un Dios celoso (cf. 4:24; 5:9; 32:16, 21). Esto significa que él es celoso para proteger lo que le pertenece sólo a él. El celo en este caso es éticamente correcto. El celo en el sentido de envidiar las posesiones o  privilegios de otros, obviamente es malo. Moisés previó otro pecado por el cual los israelitas podrían ser tentados en la nueva tierra, el querer  probar o tentar a Dios (6:16). Esto implica que a veces el pueblo confrontaría situaciones difíciles y graves apuros como les pasó en Masah (cf. Éx. 17:1 – 7) donde sufrieron escasez de agua y creyeron que morirían de sed. En lugar de confiar en Dios en medio de la prueba, lo tentaron, se quejaron y  pelearon contra él. En el futuro, los israelitas iban a recordar ese vergonzoso incidente con frecuencia. Iban a aprender que si ellos obedecían los mandamientos, testimonios y estatutos divinos (cf. Dt. 4:44, 6:1, 20), haciendo lo que es justo y bueno, entonces no importaba qué clase de dificultades  pudieran encontrar, porque les iría bien (cf. v. 3).

d.

Transmisión del pacto (6:20 – 25) 6:20 – 25. De nuevo, Moisés recordó a sus lectores la necesidad crucial de transmitir los valores del

 pacto a sus hijos. La situación que se presenta aquí ilustra concretamente el mandato de los vv. 6 – 9. Moisés tenía la visión de un hogar en el que se discute abiertamente la palabra de Dios como parte de la vida cotidiana. Cuando un hijo pequeño preguntara acerca del significado de la ley israelita, su padre debía usar el siguiente patrón para explicársela: primero, los israelitas fueron esclavos en Egipto (v. 21a). Segundo, Dios los liberó de manera milagrosa (v. 21b; cf. 4:20) y castigó a los egipcios (6:22). Tercero, esa maravillosa obra estaba en conformidad con la antigua promesa dada a los patriarcas (Abraham, Isaac, y Jacob) de formar una nación de sus descendientes en la tierra de Canaán (v. 23; cf. Gn. 15:18 – 21; 17:7 – 8; 26:3 – 5; 28:13 – 15). Cuarto, Dios entregó su palabra en forma de estatutos, para que obedeciéndolos y temiendo a Dios (cf. 4:10; 6:13) a los israelitas siempre les fuera bien (cf. Dt. 5:33). Cerca del comienzo de este cap., Moisés hizo hincapié en la necesidad de que los padres amaran a Dios con todo su ser. Aquí, al concluir este cap., Moisés indicó que un aspecto de amar a Dios (y por lo tanto obedecerlo) es transmitir a los hijos ese mismo amor hacia él. 2. GUERRA SANTA (CAP. 7) a.

 Mandato de destruir a los moradores de la tierra (7:1 – 5) 7:1 – 2. Las siete naciones mencionadas aquí son representativas de los moradores de la tierra de

Canaán (cf. Gn. 15:19 – 21). Dios listó seis de esos siete pueblos cuando llamó a Moisés (Éx. 3:17), menos el de los gergeseos, quienes (como los heteos, amorreos y jebuseos) descendían de Canaán (Gn. 10:15 – 16). La enseñanza principal de Deuteronomio 7:1 – 2 es que Israel tenía que destruir a todas las naciones que vivieran dentro de las fronteras de Canaán (V. el comentario acerca de estos grupos en 20:17). El mandato de destruirlas del todo, i.e., hombres, mujeres y niños, se ha considerado como un acto sin ética, demasiado cruel como para que lo realizara un Dios de amor. Sin embargo, se deben considerar las diversas características de esa gente. Primero, merecían morir debido a su pecado (9:4 – 5). Los estudios realizados acerca de su religión, literatura, y restos arqueológicos, revelan que formaban la cultura más depravada que había en la tierra en ese tiempo. Segundo, persistían en odiar a Dios (7:10). Si ellos se hubiesen arrepentido, Dios los hubiera perdonado como perdonó a los ninivitas, que se arrepintieron cuando escucharon la predicación de Jonás. Aún así,  parece que el arrepentimiento era algo imposible para esas personas. Tercero, los cananeos constituían un cáncer moral (cf. 20:17 – 18; Nm. 33:55; Jos. 23:12 – 13). Uno solo de ellos, aunque fuera un niño, que sobreviviera, tenía el potencial de introducir la idolatría e inmoralidad, misma que se dispersaría rápidamente entre los israelitas y produciría la destrucción del  pueblo de Dios. Cuarto, pueden mencionarse dos factores atenuantes. En cierta forma, la muerte de un niño cananeo  podía ser una bendición, porque si moría antes de llegar a la edad de la responsabilidad moral, es  probable que su destino eterno en el cielo estuviera seguro. El segundo factor a recordar es que algún día Jesucristo regresará a destruir a los impíos de la tierra que no se hayan arrepentido (aunque no se dice nada acerca de matar niños), y que en comparación, esa ―guerra santa‖ hará palidecer a la que libraron los israelitas (2 Ts. 2:5 – 10; Ap. 19:11 – 21). Así que no hay dicotomía entre el Dios del A.T. y el que aparece en el N.T. En ambos testamentos se revela como un Dios justo y lleno de amor. El mandato de emprender una guerra santa es, por supuesto, no aplicable al día de hoy porque en el tiempo presente Dios no está trabajando a través de una nación  para preparar su reino en la tierra. Pero los cristianos deben aprender de este mandato que deben ser tan severos con el pecado que hay en sus propias vidas como Israel debió haber sido con los cananeos. 7:3 – 5. El mandato en contra de los matrimonios mixtos da por sentadas algunas características del ser humano. Pablo declaró bien este principio: ―¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?‖ (1 Co. 5:6) Casarse con un cananeo incrédulo significaba un desastre para la fe de un israelita. Moisés recordó al pueblo (Dt. 7:4b) que la espada justa del Señor corta por ambos lados. Los cananeos estaban

siendo juzgados por su maldad; si los israelitas se les unían en su iniquidad, también recibirían el juicio con ellos. Por lo tanto, todo — incluso los objetos religiosos cananeos — que podrían provocar la más  pequeña curiosidad hacia el culto falso, debía erradicarse totalmente. Las estatuas (cf. 12:3; Éx. 23:24; 34:13) eran posiblemente símbolos masculinos de fertilidad y las imágenes de Asera eran pilares de madera erigidos en honor de la diosa Asera, consorte de Baal. Mandatos similares se dan en Éxodo 34:11 – 15; Números 33:50 – 52; Deuteronomio 12:2 – 3. b.

 Base del mandato (7:6   – 11)

7:6. La base del mandato de destruir a los cananeos descansa en la elección divina de Israel. La palabra que se trad. escogido significa ―ser elegido para una tarea o vocación‖. Dios había seleccionado a Israel como su canal para santificar a la tierra. Por lo tanto, era santo (estaba separado para el uso de Dios) y era su especial tesoro (cf. 14:2; 26:18; Sal. 135:4; Mal. 3:17; V. el comentario de Éx. 19:5). Debido a que los cananeos estaban corrompiendo la tierra, y puesto que podían poner en peligro la completa sujeción de los israelitas a la voluntad de Dios, ellos también debían arrepentirse o ser eliminados. Y como ya se ha dicho, por 400 años se negaron a arrepentirse. 7:7 – 8. La elección de Israel por Dios jamás debía ser motivo de orgullo para la nación, porque Dios no encontró ningún mérito en ella que lo hubiera movido a escogerla. De hecho, su tamaño pequeño hubiera servido en principio como obstáculo para su elección. En forma positiva, Moisés ofreció dos razones que hicieron a Israel objeto de la elección divina. Primero, el Señor amó a Israel. A fin de cuentas, el amor divino es un misterio, debido a que no fue motivado por ninguna bondad que hubiera en la nación. Segundo, él los escogió a causa de un juramento que hizo a los padres de la nación (cf. el comentario de 1:35), Abraham, Isaac, y Jacob. El Señor había prometido a los patriarcas que sus descendientes llegarían a ser una gran nación y heredarían la tierra de Canaán (Gn. 17:7 – 8; 26:3 – 5, 24; 28:13 – 15), y que él siempre sería fiel a su palabra (cf. He. 6:13 – 18). Por esa razón sacó a Israel de tierra de servidumbre (cf. Éx. 13:3, 14; 20:2; Dt. 5:6; 6:12; 8:14; 13:5, 10). 7:9 – 11. Moisés quería que los israelitas sacaran dos conclusiones de su elección y redención divinas. Primero, sólo Jehová … es Dios. Él es capaz de controlar la historia, levantar naciones, y desaparecerlas. Segundo, él es el Dios fiel. La expresión mil generaciones es de tipo proverbial y significa ―sin fin‖ o ―para siempre‖. Aunque él nunca echará por tierra su pacto de amor (cf. v. 12) con Israel, los individuos rebeldes dentro de esa nación serán juzgados por su pecado, tal como el Señor castiga a sus enemigos de otras naciones (el que le odia). Por lo tanto, cada individuo israelita tenía que ser muy cuidadoso de guardar sus mandamientos. c.

 Recompensa por la obediencia (7:12 – 16)

7:12. Este v. resume los vv. 12 – 16. Si la nación era obediente al Señor, experimentaría su misericordia  pactal. Aunque Dios no abandonaría su pacto debido a las promesas hechas a los patriarcas (padres; cf. vv. 8, 13; V. el comentario de 1:35), el pueblo podría perder las bendiciones del mismo por su desobediencia. 7:13 – 15. Dios prometió a Israel, a cambio de su obediencia, darle la bendición de la fecundidad de la vida humana, animal y vegetal. Los israelitas podrían confiar en que estarían libres de las malas plagas que eran comunes en Egipto (tal vez incluye las pústulas; cf. 28:27, 60; Éx. 15:26). 7:16. La obligación de los israelitas al entrar a la tierra era destruir a todos los pueblos que estuvieran dentro de las fronteras de Canaán (cf. vv. 1 – 2). De no hacerlo, serían atrapados por ellos y sus dioses (cf. Éx. 34:12 – 14) y como resultado de lo anterior, no experimentarían las bendiciones que se acaban de mencionar (Dt. 7:13 – 15). El v. 16 dirigió naturalmente a Moisés a la exhortación de los vv. 17 – 26. d.

 Motivación para librar la guerra santa (7:17   – 26) 7:17 – 26. Moisés conocía los corazones de sus paisanos israelitas. Él recordaba cómo, cuarenta años

antes, la sola mención de los anaceos hizo que sus corazones se amedrentaran (1:26 – 28). De manera que concluye esta parte de su discurso (acerca de la guerra santa) estableciendo el tema de las batallas militares en la perspectiva correcta. Los israelitas no debían concentrarse en la fuerza de las naciones enemigas, sino en la grandeza del Señor. Ellos habían visto la derrota milagrosa de Faraón a través de

señales y milagros (las diez plagas), mismas que se realizaron por el poder de Dios, con su mano poderosa y brazo extendido (cf. 4:34; 5:15; 11:2). Israel podía esperar que se repitiera la historia en la destrucción de los cananeos (así hará Jehová tu Dios con todos los pueblos, 7:19). Dios haría que los enemigos de Israel huyeran de ella en la batalla como si fueran atacados por enjambres de avispas (cf. Éx. 23:28; Jos. 24:12). (Algunos comentaristas dicen que la referencia a las avispas debe entenderse lit., pero otros dicen que se relaciona con el ejército egipcio.) Los enemigos en realidad temían a Israel (Éx. 15:15; Nm. 22:3; Jos. 2:9 – 11, 24; 5:1; 9:24). Dios produciría grande destrozo en sus adversarios (Dt. 7:23), i.e., un pánico de origen divino llenaría a los cananeos hasta dejarlos indefensos para continuar en la batalla (v. 24). Todo esto sucedería en conformidad con un  plan bien concebido (poco a poco, v. 22) de modo que la tierra no quedara despoblada demasiado rápido y fuera infestada por animales salvajes. Los israelitas podían estar seguros de conseguir esa gloriosa victoria si tan sólo tuvieran la fe necesaria  para iniciar la guerra y además, la disciplina para destruir a los ídolos que quedaran junto con la plata y el oro. De otra manera, los israelitas se encontrarían atrapados en la idolatría, siendo objeto de la guerra santa del Señor contra ellos. Los ídolos cananeos, algunos de ellos promotores de perversiones sexuales, eran abominación a Dios. De manera que su pueblo debía rechazarlos también, porque las imágenes eran anatema (apartadas para destrucción, ḥērem ; V. el comentario de Jos. 6:21). 3. ADVERTENCIA CONTRA ASUMIR UN ESPÍRITU DE INDEPENDENCIA (CAP. 8) a.

 Exhortación a recordar la experiencia del desierto (8:1 – 6)

8:1. Este v. introductorio era para recordar a los israelitas que los dones de la vida y la fertilidad de la tierra que Dios prometió no vendrían a los creyentes de manera automática, sino que eran resultado de la obediencia. La experiencia del desierto fue diseñada para producir en la nación tanto fe como obediencia. Se indicó al pueblo que cuidara (4:9) de poner por obra todo mandamiento de Dios. 8:2 – 3. Cuando Moisés dijo que Dios había probado a Israel para saber lo que había en su corazón, utilizó un antropomorfismo. Obviamente, Dios ya conocía lo que había en sus corazones. Lo que quería enseñar era que su obediencia o desobediencia debía probarse en la historia. Dios los llevó al desierto, lugar donde no tenían otra alternativa más que confiar en él o murmurar contra él. En el desierto no podían producir su propia comida, sino que tenían que depender de Dios  para obtener el alimento y, por tanto, para preservar sus vidas. Cuando Moisés les recordó queno sólo de pan vive el hombre, quiso decir que incluso su comida era preordenada por la palabra de Dios. Ellos comieron el maná porque vino por mandato divino. No fue a fin de cuentas el pan lo que los mantuvo vivos ¡sino la palabra de Dios! ―Sólo de pan‖, i.e. el pan que hubieran obtenido independientemente de su palabra, no los podría haber mantenido vivos. Esta fue la razón por la que Jesús rechazó la tentación satánica de convertir las piedras en panes cuando estaba en el desierto (Mt. 4:3 – 4). Jesús sabía que Dios no había preparado esas piedras para que fueran su comida, y también que su Padre proveería la comida, sin que él tuviera que realizar un milagro a sugerencia de Satanás (cf. Mt. 7:9). 8:4 – 6. El Señor disciplinó a Israel haciéndolo depender de él en todo: comida, agua y vestido. Puesto que todas esas cosas fueron provistas por decreto divino, la única respuesta lógica de Israel era guardar (obedecer) los mandamientos del Señor, siguiéndole y temiéndole. ―Temiéndole‖ implica tener miedo de desobedecer a Aquel que es poderoso y santo. b.

 Exhortación a no olvidar a Dios (8:7   – 20) 8:7 – 9. En contraste con la severidad del desierto, estos vv. describen la abundancia de la nueva tierra

de Israel. Tenía abundancia de agua (esencial para los cultivos y para sustentar la vida de los animales y seres humanos); de productos agrícolas, entre los que se incluían granos (trigo… cebada), frutos (vides, higueras y granados), aceite de olivos, miel y minerales. (El hierro y cobre han sido descubiertos en las montañas que están al sur del mar Muerto.) Por tanto, el pueblo no carecería de nada (cf. Sal. 23:1).

8:10 – 18. Moisés, entonces, expresó el peligro inherente a la prosperidad. Mientras que en el desierto los israelitas tuvieron que depender de Dios para satisfacer los requerimientos básicos, su nueva  prosperidad podría oscurecer su necesidad de seguir dependiendo del Señor. Moisés prescribió un antídoto seguro contra ese peligro: bendecirás a Jehová tú Dios. De hecho, el no alabar a Dios por sus  bendiciones, era un paso encaminado a olvidar a Dios y después desobedecer sus mandamientos. Un israelita que dejara de alabar al Señor sinceramente, encontraría que su corazón estaba lleno de orgullo (v. 14) por su abundancia (vv. 12 – 13; cf. Os. 13:6). Olvidaría (cf. Dt. 8:11, 19; V. el comentario de 4:9) la milagrosa liberación de Israel de Egipto…, casa de servidumbre (cf. 5:6; 6:12; 7:8; 13:5, 10; Éx. 13:3, 14; 20:2) y del desierto (cf. Dt. 1:19; 32:10) con sus serpientes ardientes venenosas (cf. Nm. 21:6 – 7) y escorpiones. (Esta es la única referencia que se hace en el Pentateuco acerca de los escorpiones que confrontaron en las jornadas del desierto.) La persona que no recordara la  provisión divina de agua (Éx. 15:25, 27; 17:5 – 7) y maná (Éx. 16) en el desierto, estaría inclinada a atribuir su riqueza a su propia capacidad (mi poder y la fuerza de mi mano), cuando en realidad se trataba de un regalo de Dios, como lo fue el agua que salió de la roca del pedernal en el desierto. La  provisión del maná fue una prueba para ver si Israel dependería de la palabra de Dios (cf. el comentario de Éx. 16:4). Tal dependencia produce humildad (cf. Dt. 8:3). El pueblo podía evitar el orgullo por su riqueza y fuerza si constantemente recordaba al Señor y la lección que recibió en el desierto: todo en la vida es un regalo de Dios y nada es posible sin él (v. 18). 8:19 – 20. Así como el no alabar a Dios conduciría al pueblo a olvidarlo, esto último conduciría a que adorara a dioses ajenos. Lo que a su vez produciría la destrucción (muerte) segura. Si los que escuchaban a Moisés querían ver un ejemplo de destrucción nacional, todo lo que tenían que hacer era recordar a las naciones que el Señor destruyó, i.e., los reinos de Sehón y Og (2:26 – 3:11). 4. ADVERTENCIA CONTRA CREERSE JUSTOS  (9:1 – 10:11) a.

 La conquista de Canaán no se debió a la justicia de Israel (9:1 – 6) 9:1 – 3. Moisés recordó la conmoción del pueblo cuando oyó el informe de los doce espías acerca del

tamaño, fuerza y cantidad de los habitantes que había en Canaán (Nm. 13:26 – 14:4). Él no quería que volvieran a recibir otro sobresalto o que menospreciaran la enormidad de la tarea que se les estaba encargando. Por lo tanto, remarcó que la victoria era imposible desde el punto de vista puramente militar y humano. El enemigo tenía una fuerza superior, ciudades fortificadas (grandes y amuralladas), mayor experiencia y número de combatientes. Y además tenían una aterradora reputación: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac? (Acerca de los anaceos ―gigantes‖, V. el comentario de Dt. 1:28.) Aunque los cananeos tenían todas esas cosas a su favor, ya estaban condenados a perder antes de que iniciaran las batallas. Así como en el desierto el Señor iba delante de los israelitas en una columna de nube o de fuego, así también iría delante del ejército israelita como fuego consumidor para destruir a los enemigos. Este principio es confirmado en Proverbios 21:31: ―El caballo se alista para el día de la  batalla; mas Jehová es el que da la victoria‖. Sin embargo, el pueblo de Dios no podía permanecer  pasivo. En fe debía iniciar la batalla y aniquilar al enemigo con la fuerza que el Señor le daría, tal como lo había prometido. 9:4 – 6. Después de experimentar las magníficas victorias de la conquista, sería fácil que los israelitas se ensoberbecieran, pero sería aún más fácil que se sintieran espiritualmente orgullosos después de meditar acerca del favor que Dios les había mostrado en esas victorias. En cada uno de estos tres vv., Moisés les advierte contra el peligro de desarrollar un espíritu de creerse merecedores o justos al decirles que sus victorias no serían producto de su justicia propia. De hecho, Moisés dio tres razones por las que Israel saldría victorioso en la conquista. Primero, la impiedad de estas naciones (vv. 4 – 5) era tan grande, que demandaba el castigo divino. Dios es el Dios de Israel, pero también de todas las naciones. Todas ellas son responsables y deben rendirle cuentas. Segundo, Dios le iba a dar la victoria a Israel porque lo había prometido a los patriarcas (cf. el

comentario de 1:8; V. Gn. 15:13 – 21 que habla tanto del juicio de Dios sobre los perversos amorreos como de la promesa de la tierra que le daría a Abraham). Tercero, el Señor les estaba dando la tierra sólo como regalo de pura gracia, porque era un pueblo indigno, duro de cerviz, terco e indiferente (Dt. 9:6; cf. v. 13; 10:16; 31:27). Más adelante, Moisés señaló que los israelitas en realidad merecían ser destruidos (9:13 – 14), más bien que bendecidos con el regalo de la tierra. De manera que Israel nunca debía desarrollar una actitud de orgullo o presunción  por sus victorias en la conquista. Esas conquistas se debían a la maldad de sus enemigos, así como a la  promesa y gracia divinas. b.

 Descripción del historial de rebeliones de Israel (9:7   – 10:11) (1) El becerro de oro (9:7 – 21). 9:7 – 14. Esta sección y la que sigue (9:22 – 10:11), son un bien

argumentado comentario acerca del significado del enunciado ―pueblo duro de cerviz eres tú‖ (9:6). La exhortación enfática acuérdate, no olvides, remarca lo absurdo de la idea israelita de que la tierra le fue dada como recompensa por su justicia. Moisés usó un incidente sacado del pasado de la nación, la adoración del becerro de oro, para ilustrar que la historia israelita había sido prácticamente siempre de rebelión (v. 7) contra la gracia de Dios. Este incidente (Éx. 32) ilustra, quizá más que ningún otro hasta ese entonces, tanto la pecaminosidad de Israel como la gracia de Dios. Mientras Moisés ayunaba por cuarenta días y cuarenta noches en el monte Horeb (Sinaí; cf. Dt. 1:2) y por tanto estaba dependiendo completamente de Dios, el pueblo estaba haciendo fiesta. Mientras Moisés recibía los diez mandamientos (las tablas del pacto, 9:9, 11) escritos con el dedo de Dios (V. el comentario de Èx. 31:18), el pueblo estaba quebrantando varios de ellos al adorar al becerro de oro (V. el comentario de Éx. 32:6). Mientras el Señor comunicaba el pacto a Moisés, el pueblo se había corrompido y apartado del camino correcto (Dt. 9:12). Incluso Dios mismo proclamó que el pueblo era duro de cerviz (v. 13). Su rebelión fue tan grande, que Dios quería destruir a la nación y comenzar todo de nuevo con Moisés (cf. Éx. 32:9 – 10). 9:15 – 21. Estos vv. registran la reacción de Moisés al pecado del pueblo. El hecho de que mencionara que se habían apartado pronto del camino (cf. v. 12, ―pronto se han apartado del camino‖) remarca la volubilidad del pueblo y la gravedad de su pecado. Cuando Moisés quebró las dos tablas … delante del pueblo, estaba ilustrando gráficamente lo que ellos estaban haciendo de su pacto con el Señor. Habían violado su acuerdo con él (Éx. 24:3). Por lo tanto, el Señor tenía derecho a deshacer el pacto de la ley de Sinaí. La segunda cosa que hizo Moisés fue orar y ayunar cuarenta días y cuarenta noches (Dt. 9:18; cf. v. 25; 10:10). En el A.T., era normal que el pueblo ayunara en ocasiones de arrepentimiento (cf. Jue. 20:26; 2 S. 12:16; 1 R. 21:27; Neh. 1:4). Su ayuno demostraba su unidad con la nación y su repudio del  pecado. Su pecado había provocado la ira de Dios (Dt. 9:18 – 20). Las palabras Jehová me escuchó indican que Moisés cró. El contenido de su oración se registra en los vv. 26 – 29. Sólo en el v. 20 se registra en el A.T. el hecho de que Moisés oró también por Aarón, salvando su vida. La total destrucción que realizó Moisés del becerro de oro — llamado en forma burlona el objeto de vuestro pecado — hizo que el oro con que fue fabricado fuera irrecuperable. (V. el comentario de Éx. 32:20.) La destrucción del ídolo por Moisés también ilustraba que el pueblo merecía la total destrucción. Sólo la gracia de Dios, invocada por la intercesión de Moisés, salvó al pueblo. (2) Otros casos de rebeldía (9:22 – 24). 9:22. Este v. sugiere que Moisés pudo haber seguido mencionando hasta el cansancio otros actos de rebeldía de Israel que provocaron a ira a Jehová. Para el incidente de Tabera, donde el pueblo se quejó de sus dificultades, V. Números 11:1 – 3; el de Masah, donde el pueblo se quejó por la falta de agua, V. Éxodo 17:1 – 7; y el de Kibrothataava, donde Israel  protestó por el maná, V. Números 11:31 – 34. 9:23 – 24. Después de que Dios manifestó su gracia al no destruir a la nación por el incidente del  becerro de oro, se podría esperar un cambio significativo en el corazón de la gente. Pero de nuevo se rebelaron colectivamente contra su Dios negándose a subir desde Cades-barnea para empezar la conquista de la tierra. De modo que Moisés estaba en lo correcto cuando concluyó diciendo que los

israelitas habían sido rebeldes en cada uno de los giros importantes de su historia. Los cristianos también necesitan tener cuidado del peligro de ser rebeldes contra Dios como lo fue Israel (1 Co. 10:1 –  12), cuando no confían en él ni lo obedecen. Ellos deben tanto a la gracia de Dios como los israelitas de la generación del desierto. (3) Petición de Moisés. 9:25 – 29. El contenido de la oración intercesora de Moisés se incluye aquí en lugar de después del v. 19 donde a primera vista parece que debió haber estado colocado. Quizá se ubica aquí debido a las palabras del v. 24. Si el pueblo había sido tan rebelde desde su mismo origen ¿por qué Dios no acabó con ellos? Esta oración ofrece una respuesta a esa interrogante. Estos vv. registran una oración modelo del A.T. La mención de los cuarenta días y cuarenta noches es una evocación del ayuno de Moisés (v. 18) e indica su sinceridad así como su comprensión de la gravedad de la situación. Él estaba absolutamente preocupado por la gloria y reputación de Dios. No rogó por Israel con base en algún mérito que pudiera tener la nación. Más bien, le ―recordó‖ a Dios que Israel era su propia heredad (cf. v. 29 y el comentario de 4:20). Por lo tanto, a la luz de esta promesa dada a los patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob; cf. 9:5; V. el comentario de 1:8), la destrucción de Israel por Dios cuestionaría su capacidad para cumplir su promesa (9:28). Esta oración no manifestaba ningún interés egoísta de parte de Moisés. En lugar de ello, provenía de la preocupación por proteger la reputación de Dios y del deseo de que él demostrara de nueva cuenta su gracia al perdonar la dureza de corazón … impiedad y pecado (v. 27) del pueblo, su heredad, al que liberó de Egipto por su poder (cf. v. 26) y brazo extendido (V. el comentario de 4:34). (4) Aprobación de la petición de Moisés (10:1 – 11). 10:1 – 5. El Señor, actuando de acuerdo con la  petición de Moisés de no destruir al pueblo, reescribió los diez mandamientos en tablas de piedra. Esto indicaba que Dios había anulado el anterior acuerdo, que se concluyó en Éxodo 24:3. Probablemente cada una de las dos tablas contenía una copia completa de los diez mandamientos. Hacer esto era normal en la concertación de tratados de vasallaje en el antiguo Cercano Oriente, con los que el libro de Deuteronomio se ha comparado previamente. Siguiendo las instrucciones de Dios, Moisés hizo un arca de madera (cf. Éx. 25:10 – 16) en la que depositó las tablas. La manufactura de esa arca obviamente fue hecha en conexión con la edificación del tabernáculo (Éx. 37:1 – 5; 40:20 – 21). 10:6 – 9. Estos vv. pueden ser una interpolación editorial (cf. el comentario de 2:10 – 12). Cuando Israel estaba en Mosera … murió Aarón. De acuerdo con Números 20:23, 28; 33:38, Aarón murió en el monte Hor. Probablemente Mosera era la región donde estaba localizado el monte Hor. La mención de la muerte de Aarón indica que el Señor concedió también la súplica que Moisés había hecho en el monte Horeb años antes, de preservar la vida a Aarón. Eleazar, el tercer hijo de Aarón llegó a ser el sumo sacerdote (Dt. 10:6) y a los levitas se les dieron responsabilidades específicas en relación con el tabernáculo (v. 8). Para estudiar otros detalles relacionados con los levitas, V. el comentario de 18:1 – 8. 10:10 – 11. Cuando Moisés subió al monte por segunda ocasión (vv. 1 – 5) por cuarenta días y cuarenta noches (cf. la primera vez que estuvo allí, 9:9), se encontraba ayunando e intercediendo por Israel (9:18, 25). Habiendo acordado no destruir a la nación, Dios indicó a Moisés que dirigiera al  pueblo a que conquistara la tierra. 5. EXHORTACIÓN CONCLUSIVA PARA QUE EL PUEBLO HICIERA UN COMPROMISO TOTAL CON EL SEÑOR  (10:12 – 11:32) a.

 Exhortación a amar al Señor por causa de la elección de Israel (10:12 – 22) 10:12 – 13. Estos vv. son un resumen introductorio a la exhortación general de los vv. 14 – 22. Habiendo

mostrado la imposibilidad de la independencia de Dios (cap. 8) y del orgullo espiritual a la luz de la historia de rebelión del pueblo (9:1 – 10:11), Moisés llamó a Israel a ejercitar la única opción que tenía  para sobrevivir: hacer un compromiso total con el Señor. Esto se aprecia por el uso de varios vbs.: temas (cf. el comentario de 4:10), andes … ames … sirvas y guardes. Tal compromiso era para que el pueblo tuviera prosperidad (cf. el comentario de ―para que te vaya bien‖, 4:40).

10:14 – 15. El Señor está entronizado en los cielos y, por tanto, no es parte de la creación, sino el soberano sobre toda ella. Aparte de crear el universo, él lo posee y también a todos los pueblos de la tierra. Pero de manera especial amó a los patriarcas y los escogió para que tuvieran una relación íntima con él. Y escogió a su descendencia, i.e., los llamó para que fueran sus testigos. De manera que, la  primera razón por la que Israel debía amar al Señor era que él había iniciado una relación de amor con esa nación rebelde. El mismo principio es cierto en relación con los creyentes de la actualidad (Ro. 5:8; 1 Jn. 4:10). 10:16 – 18. La respuesta apropiada a su elección por el Dios soberano era circuncidar sus corazones (cf. 30:6). Un corazón incircunciso representa un corazón endurecido hacia los mandatos de Dios. Esta es otra forma de decir que la persona es dura de cerviz o terca (cf. 9:6, 13; 31:27). De esa manera, el mandato de circuncidar sus corazones asume que los corazones humanos son rebeldes por naturaleza y necesitan corrección. Aunque el corazón humano es tardo para cambiar, Moisés advirtió a la nación que ningún soborno ni nada que no fuera un cambio interno podía satisfacer al Señor, quien es Dios grande. Su trato con los desvalidos (el huérfano, la viuda y el extranjero) ilustra aún más su carácter absolutamente justo (no hace acepción de personas) y destaca su exigencia a Israel de que fuera justo. 10:19 – 22. La mención del extranjero del v. 18 evoca la gran liberación divina de los israelitas que dejaron de ser extranjeros en Egipto (v. 19; cf. Éx. 23:9) con grandes y terribles maravillas (v. 21). Por lo tanto, debían temer, servir, seguir (cf. la expresión ―seguir‖ en Dt. 11:22; 13:4; 30:20), y alabar a Dios. Como una motivación adicional a ser fieles al Señor, Moisés llamó la atención del pueblo al hecho de que Dios ya había cumplido parte de la promesa a Abraham multiplicándolo en número como las estrellas del cielo (cf. Gn. 15:5; 22:17; 26:4). Acerca de la cuestión de si fueron setenta israelitas los que se mudaron a Egipto (Éx. 1:5) o setenta y cinco (Hch. 7:14 – 15) V. el comentario de ese pasaje en el libro de Hechos. b.

 Exhortación a amar al Señor a causa de sus hechos poderosos (11:1 – 7)

11:1. De nuevo Moisés remarcó de manera especial la relación inseparable entre el amor y la obediencia (cf. 6:5 – 6; 7:9; 10:12 – 13; 11:13, 22; 19:9; 30:6, 8, 16, 20). La prueba de fuego del amor de un israelita por Dios era si lo obedecía o no (cf. Jn. 14:15). En hebr., el mandato de amar a Dios significa escogerlo a él para tener la relación más íntima de la vida y luego expresar esa elección mediante la obediencia a su voluntad revelada. 11:2 – 7. Toda la historia de Israel había sido controlada por Dios con el propósito de motivarlo a que lo amara sin reservas. El castigo del Señor se refiere a la educación moral de los suyos. Debido a la actitud caprichosa del corazón humano, se requerían medidas drásticas y apropiadas para extirpar esa actitud. De manera que Dios envió a Israel a ―la escuela‖ en Egipto, para que pudiera aprender de su grandeza y poder (mano poderosa y brazo extendido; cf. 4:34; 5:15; 7:19) y respondiera con agradecida obediencia por su liberación de mano de Faraón. A Israel se le dieron distintas señales (11:3; las diez plagas) para que pudiera entender su experiencia. El incidente en el Mar Rojo (lit., ―mar de los Juncos [de papiro]‖; cf. el comentario de Éx. 14:2) y la subsiguiente destrucción que Dios causó en los egipcios (Dt. 11:4) sólo puede explicarse por la milagrosa liberación y juicio divinos. Después de la experiencia en Egipto, enseguida el Señor envió a sus hijos a la ―escuela‖ del desierto  por cuarenta años. En ese lugar, su educación moral fue perfeccionada al tener que depender totalmente de él para satisfacer todas sus necesidades. La vaga referencia a lo que ha hecho con vosotros (v. 5) evoca los milagros de Dios por su pueblo cuando estaba en el desierto, incluyendo la provisión del agua de la roca (Éx. 17:1 – 7), el maná y las codornices (Éx. 16).  No obstante, la disciplina de Dios no fue siempre positiva. En la experiencia del éxodo, el pueblo aprendió acerca de la gracia y poder divinos, y en el desierto, acerca de su cuidado providencial. En la rebelión de Datán y Abiram (Nm. 16), Israel aprendió acerca de la santidad de Dios. De no haber sido  por la intercesión de Moisés, el Señor hubiera acabado con toda la nación (Nm. 16:45) por su quejumbrosa incredulidad (Nm. 16:41).

Moisés exhortó al pueblo a que aprendiera de su pasado, porque Dios había diseñado su historia con un  propósito didáctico. El enfoque en la expresión vuestros ojos han visto y la doble mención de que los hijos no habían visto los eventos de ese período (Dt. 11:2, 5), aluden a la responsabilidad de los padres de poner un ejemplo de vida obediente a sus hijos y de transmitirles las verdades aprendidas a través de esas experiencias. c.  Exhortación a obedecer los mandatos de Dios porque el éxito y larga vida en la tierra dependen de ello (11:8 – 25) 11:8 – 9. Moisés quería que el pueblo sacara una importante conclusión de esta breve revisión de su

historia (vv. 1 – 7). Puesto que Dios había planeado las experiencias pasadas de Israel para hacer posible su educación moral, debió ser claro para la nación que su experiencia de la gracia de Dios o del juicio dependía de su conducta moral. Por lo tanto, ellos podían prosperar en la nueva tierra sólo si guardaban (obedecían) todos los mandamientos de Dios. La fuerza de los israelitas estaba directamente relacionada con su obediencia. De manera que su habilidad sobrenatural de vencer a enemigos más fuertes que ellos y la capacidad para que se prolongaran sus días sobre la tierra (cf. 4:40; 5:16; 6:2; 25:15; 32:47) era, a fin de cuentas, una cuestión ética, no de sabiduría militar. (Acerca de la expresión la tierra que fluye leche y miel, que aparece frecuentemente en Dt., V. el comentario de Éx. 3:8.) 11:10 – 15. La mención de los contrastes entre Egipto y la tierra prometida pudo haber surgido de la referencia a Datán y Abiram (v. 6). Esos hombres se habían referido a Egipto como la ―tierra que fluye leche y miel‖ y se quejaron de que Moisés no les había dado algo mejor (Nm. 16:12– 14). Sin embargo, la tierra de Canaán tenía mucho más potencial para la agricultura. Mientras que la gente en Egipto tenía que depender de la irrigación, el pueblo de Dios recibiría lluvia del cielo, porque él vigilaría la tierra todo el año. Pero esa lluvia, a diferencia de la irrigación, no dependía de la inventiva o capacidad humanas, sino más bien de la voluntad de Israel de obedecer los mandamientos del dador de la lluvia. Esto incluía el amarlo y servirlo (cf. Dt. 10:12). La lluvia … temprana caía entre septiembre y octubre, y la tardía entre marzo y abril (cf. Jl. 2:23). Esas lluvias empiezan y culminan la temporada pluvial. Las lluvias son necesarias para que los sembradíos y árboles crezcan, incluyendo el grano (trigo, lino y cebada), vides (vino), y olivos (aceite), y hierba del campo. 11:16 – 21. Dios advirtió de nuevo a Israel, a través de Moisés, contra practicar la adoración de los dioses ajenos. Esto está apropiadamente relacionado con los vv. 13 – 15, porque muchos de los dioses que se adoraban en Canaán eran deidades de fertilidad, i.e., dioses del grano, aceite, lluvia, etc. A menos que el pueblo de Israel fuere extremadamente cuidadoso (V. el comentario de 4:9) ellos podrían ser fácilmente tentados por sus vecinos paganos a unirse al culto sensual de esas deidades. Sería tan sencillo como transferir a uno o más dioses falsos la confianza que tenían en el Señor para que les diera la fertilidad de la tierra. Y ese culto, que estaba divorciado de la esencia de la ética y que enfatizaba el sexo ritual, era tan atractivo para el corazón del hombre, que algunos israelitas imprudentes y moralmente indisciplinados serían atrapados en su trágica red. La ira de Dios expresada en la hambruna (cierre los cielos) podría evitarse si se abstenían de adorar a los dioses falsos. Esto era irónico, porque el esfuerzo de Israel de garantizar la lluvia adorando a los dioses cananeos resultaría en que Dios detendría la lluvia. Sin embargo, su fuerza de voluntad para evitar ese pecado era tan débil, que sólo podía sostenerse  poniendo atención diligente a las palabras de Moisés acerca de la gracia y liberación divinas así como del pecado y juicio. Los israelitas debían poner estas palabras en sus corazones (cf. 6:6) y mentes. (Acerca de poner estas palabras en la mano y entre los ojos, V. el comentario de 6:8.) Sólo  permitiendo que la palabra de Dios permeara cada área de sus vidas y hogares y si la enseñaban diligentemente a sus hijos (cf. 6:7), la nación tendría esperanza de escapar de la seducción del culto falso y encontraría prosperidad permanente en la tierra prometida dada por el Señor a sus padres por medio de un juramento (V. el comentario de 1:35).

El mismo principio se aplica a los cristianos de hoy. El compromiso de aprender y obedecer las Escrituras guarda a los creyentes de ir tras formas contemporáneas de culto falso (cf. 2 Ti. 3:1 – 9 con 2 Ti. 3:14 –17). Por lo tanto, Pablo exhorta a los cristianos diciendo: ―la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros‖ (Col. 3:16). 11:22 – 25. En este punto de su discurso, Moisés pasó de hablar del tema de la longevidad en la tierra al de la conquista exitosa de ella. El pueblo debía amar al Señor (cf. 6:5). La obediencia a los mandatos específicos era esencialmente una expresión de amor de la persona a Dios (cf. 11:1). Y la fidelidad constante a él (siguiéndole; cf. 10:20; 13:4; 30:20) era una evidencia de amor. A cambio de su obediencia, el Señor concedería éxito a Israel contra ejércitos enemigos superiores (más numerosos y fuertes). Él pondría miedo y temor en sus enemigos, de manera que no pudieran combatir exitosamente contra Israel. Las palabras de Rahab a los espías: ―sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros‖, (Jos. 2:9), son un ejemplo del cumplimiento de esta promesa (cf. Éx. 15:15 – 16; Dt. 2:25; 28:10; Jos. 2:11, 24; 5:1). Si Israel hubiera continuado siendo obediente a Dios, sus fronteras se habrían ensanchado (Dt. 11:24; cf. el comentario de 1:7) para cumplir la promesa hecha a Abraham (Gn. 15:18). Sin embargo, a causa de la desobediencia de Israel, el cumplimiento de la entrega de toda la tierra está todavía en el futuro. d.

 Bendiciones y maldiciones reveladas sobre el monte Ebal y el Gerizim (11:26   – 32) 11:26 – 32. Para conocer los detalles de este hecho, V. el comentario de los caps. 27 – 28. Los vv. 26 – 32

del cap. 11 conforman una conclusión idónea a esta sección del discurso de Moisés. De nueva cuenta hizo hincapié en que la historia de Israel sería determinada por su relación ética con el Señor. C.

Código de leyes específicas (12:1 – 26:15) INTRODUCCIÓN (12:1)

1. 12:1. Los estatutos y decretos que siguen en esta sección del discurso de Moisés (12:2 – 26:15) no tenían el propósito de ser exhaustivos. Intencionalmente Moisés no repitió muchos de los detalles y leyes r egistradas en Éxodo y Levítico. Deuteronomio es la ley predicada (o mejor dicho, ―instrucción‖; V. el comentario de 1:5). Moisés establecía una calidad de vida ante la nación, más bien que una ley exhaustiva que reglamentara cada detalle de la vida. Las leyes específicas de esta sección fueron dadas  para ayudar a la gente a subordinar cada área de su vida al Señor, y para ayudarle a erradicar cualquier cosa que pudiera amenazar esa devoción pura. Estas leyes fueron dadas teniendo en mente específicamente a la tierra prometida: cuidaréis (cf. el comentario de 4:9) de poner por obra estos mandamientos en la tierra. Debido a que la palabra de Dios se cumple con toda certeza, Moisés podía decir a los israelitas que estaban en los llanos de Moab, todavía fuera de las fronteras de la tierra prometida, que el Señor les había dado la tierra. De modo que, con el regalo seguro de la tierra en mente, el pueblo debía escuchar cuidadosamente esos estatutos y decretos. (Acerca de la expresión el Dios de tus padres, V. el comentario de 1:11; cf. 1:21; 4:1; 6:3; 27:3.) 2. LEY DEL SANTUARIO ÚNICO  (12:2 – 28) a.

 Mandato de destruir los centros de adoración cananeos (12:2 – 4) 12:2 – 4. Los montes y collados eran particularmente significativos en algunas religiones del antiguo

Cercano Oriente porque se pensaba que muchas deidades se habían originado y vivían allí. El árbol frondoso también era importante para la adoración cananea de los dioses de la fertilidad. Las estatuas (cf. 7:5; Éx. 23:24; 34:13) quizá eran símbolos masculinos de fertilidad y las imágenes de Asera (cf. Éx. 34:13; Dt. 7:5; 16:21) eran figuras fabricadas en madera de la diosa de fertilidad Asera, consorte de Baal. Las esculturas o ―ídolos‖ ( āsîl ) eran probablemente de piedra. La destrucción completa de esos objetos de culto tenía el propósito de quitar la tentación de adorar a sus deidades y dejar de contaminar la adoración pura del Señor con objetos y rituales paganos (12:4). El Señor no toleraría un compromiso parcial. Destruyendo esos centros y objetos de culto, los israelitas  podían expresar su lealtad total a él. Además, podían mostrar que ellos no creían en la existencia de las deidades cananeas y, por tanto, que no tenían miedo de algún ―castigo‖ de parte de ellas.

b.

 Instrucción acerca de dónde adorar (12:5 – 7)

12:5. Cuando Israel entrara en la tierra prometida Dios escogería un lugar para poner allí su nombre (cf. vv. 11, 21; 14:23 – 24; 16:2, 6, 11; 26:2) i.e., él elegiría un sitio para el tabernáculo, el lugar donde se reunirían Dios y el pueblo (cf. Éx. 33:7 – 11). Ese mandato no quería decir que el tabernáculo estaría siempre en el mismo sitio, porque era trasladado cuando Dios lo ordenaba. El cumplimiento pleno de ese mandato vino siglos después, cuando Dios permitió a David trasladar el tabernáculo a Jerusalén, donde su hijo Salomón edificó el templo. El mandato del santuario único promovía y remarcaba tres cosas: la unidad de Dios (i.e., él es uno, no muchos), la pureza de la adoración israelita al Señor, y la unidad política y espiritual del pueblo. 12:6. Los holocaustos (Lv. 1), que serían llevados al lugar de culto debían ser completamente quemados en el altar. En diversas ocasiones se presentaban para expresar la total dependencia del adorador en el Señor. La palabra que se trad. sacrificios (zeḇaḥ ) se refiere a la ofrenda dada como expresión de agradecimiento, e incluía una comida de comunión. Podía presentarse como una ofrenda de gratitud (Lv. 7:12 – 15; 22:29 – 30) por alguna obra específica que Dios hubiera hecho por el adorador. O bien, ofrecerse como una ofrenda para cumplir un voto hecho al Señor (Lv. 7:16 – 17; 22:18 – 23). O como una ofrenda voluntaria por medio de la cual la persona expresaba su agradecimiento a Dios (Lev. 7:16 – 17; 22:18 – 23), pero no necesariamente por algo específico. (Acerca de los diezmos, V. el comentario de Lv. 27:30 – 32 y Dt. 14:28. Acerca de la ley de los primogénitos [primicias], V. el comentario de 15:19 – 23.) La ofrenda elevada era para los sacerdotes. 12:7. El ―servicio de adoración‖ israelita se caracterizaría por el júbilo (os alegraréis, vosotros y vuestras familias) siempre y cuando vivieran fielmente en la nueva tierra, porque podían contar con la abundante bendición del Todopoderoso. La expresión ―regocijarse‖ en la presencia del Señor aparece varias veces en el libro de Deuteronomio (vv. 7, 12, 18; 14:26; 16:11; también V. 16:14 – 15). c.

 Instrucción acerca de cuándo adorar (12:8 – 14) 12:8 – 9. Al inicio de la experiencia de Israel en el desierto, el Señor encargó a Moisés que ordenara al

 pueblo que no sacrificara una vaca, oveja o cabra sin traer primero al animal a la entrada del tabernáculo para presentarlo como una ofrenda a Dios (Lv. 17:1 – 4). Había dos razones para esto. Primero, la prohibición fue diseñada para proteger a los israelitas de rendir culto como los paganos (Lv. 17:5 – 9). Segundo, para impedir que los adoradores comieran la sangre del sacrificio (Lv. 17:10 – 13). La expresión cada uno hace lo que bien le parece puede implicar cierto relajamiento por parte de la gente, al cumplir esta prohibición (Lv. 17:3 – 4). O Moisés pudo haber dicho que había cierta confusión acerca de cómo aplicar la prohibición original. Sin embargo, la legislación que sigue quita cualquier ambigüedad acerca de comer o sacrificar la carne. 12:10 – 14. Las ofrendas (holocaustos … sacrificios … diezmos … ofrendas elevadas y votos, etc. V. el comentario del v. 6), fueren de carne o grano, podrían presentarse sólo en el tabernáculo (cf. vv. 17 –  18), el lugar que Dios escogió para poner en él su nombre (V. el comentario del v. 5). Esos actos de adoración debían ser tiempos de regocijo (v. 12). d.

 Instrucción acerca de qué presentar en la adoración (12:15 – 28) 12:15 – 16. Los animales de cacería y aquellos que eran aceptables para el sacrificio podían comerse sin

traerlos al santuario central, mientras no fueran sacrificados para ofrendas. Debido a que tales animales no estaban destinados a la adoración sacrificial, no importaba si quien participaba de la comida estaba o no ceremonialmente limpio o inmundo. (Las leyes ceremoniales que se encuentran principalmente en Lv., no eran de naturaleza moral; más bien estaban diseñadas para enseñar al pueblo las verdades acerca de la naturaleza de Dios, la naturaleza humana, y su relación con el Señor. E.g., las leyes ceremoniales de Lv. 12 acerca del parto no implican que el nacimiento de un niño es éticamente incorrecto.) Sin embargo, la prohibición de comer la sangre de animales seguía en pie (V. el comentario de Dt. 12:23). 12:17 – 19. Moisés advirtió a la gente, por segunda vez (cf. vv. 12 – 13), que cualquier animal que se  planeara utilizar en la adoración del Señor se podría comer sólo en el futuro sitio que ocuparía el

santuario central. De esa forma, se protegía la pureza de la adoración. De nueva cuenta, Moisés habló acerca de la adoración como un tiempo de júbilo (cf. v. 12). Puesto que los levitas no tenían ninguna asignación tribal de territorio (10:9; 12:12), vivían en las poblaciones de las tribus (v. 18; 14:29; 16:11). El pueblo debía proveer para las necesidades de ellos (cf. 14:27). 12:20 – 28. Aquí se repite la autorización de comer carne que no estaba destinada al culto sin traerla al santuario (cf. vv. 15 – 16), pero añadiendo algunos detalles. Los lectores modernos encontrarán esta repetición algo tediosa. Pero debe recordarse que Deuteronomio fue originalmente presentado a Israel en forma de sermones. La repetición es generalmente importante en el proceso de aprendizaje, pero es doblemente importante en los discursos orales, porque la gente no tiene la oportunidad de ―leer‖ de nuevo algo que no pudo escuchar la primera vez. La anterior prohibición (Lv. 17:1 – 12) contra comer carne sin ofrecerla primero en el tabernáculo, tenía el propósito de aplicarse sólo mientras los israelitas estuvieran en el desierto, donde sus ―hogares‖ estaban cerca del santuario. Ahora el pueblo estaba a punto de trasladarse a la tierra prometida, donde la mayoría de la gente viviría muy lejos del santuario central como para llevar la carne allí. De manera que se dio permiso de sacrificar y comer animales en casa en las comidas ―seculares‖. Aun así, el permiso fue dado de tal manera que se preservó el propósito original del mandamiento (Lv. 17:1 – 12). La prohibición estaba motivada por la idea de prevenir la contaminación del culto por los rituales cananeos y evitar que los israelitas comieran sangre de los animales. Aquí Moisés advirtió contra comer la sangre, ya sea que el animal hubiera sido sacrificado en casa (Dt. 12:23 – 25; cf. v. 16) o en el santuario (v. 27). La sangre simbolizaba la vida (la sangre es la vida, v. 23). Al abstenerse de comer sangre, los israelitas demostraban respeto por la vida y, al fin y al cabo, por el Creador de la vida. Además, como lo indica Levítico 17:11, la sangre es el precio de rescate por los pecados, así que la sangre es sagrada y no debe ser consumida por la gente. Moisés también preservó el propósito original de Levítico 17:3 – 4 al insistir una vez más que todas las ofrendas para el Señor debían presentarse en el santuario central (Dt. 12:26 – 27; cf. vv. 11, 17 – 18). La sangre debía ser derramada sobre el altar del holocausto. El N.T. abrogó la ley del santuario único, porque cada cristiano se ha convertido en santuario, en el ―templo del Dios viviente‖ (2 Co. 6:16). Sin embargo, el principio eterno de un santuario único, expresado en la ley, sigue vigente, porque Dios sigue demandando pureza en la adoración (Jn. 4:24) y en la unidad de su pueblo (Fil. 2:1 – 5). Cada una de las tres secciones de este cap. concluye con la exhortación a tener cuidado de llevar a cabo esas instrucciones (Dt. 12:13, 19, 28; tambon V. los vv. 1, 30). Este es uno de los muchos temas que se remarcan en Deuteronomio, dados quizá porque el ser humano es descuidado y negligente. 3. REPRESIÓN DE LA IDOLATRÍA  (12:29 – 13:18) a.

 Debían evitar las prácticas de los cultos paganos (12:29 – 32) 12:29 – 30. De nuevo, Moisés sacó a colación la necesidad de que los israelitas evitaran todo contacto

con las prácticas de los cultos paganos. Ese pecado era ofensivo por dos razones. Primero, vendría en el tiempo en que se estaba manifestando la gracia de Dios, i.e., después de que el Señor había destruido a las naciones que estaban frente a ellos. A pesar de la gracia divina, la simple curiosidad puede guiar a los creyentes a ser atrapados (cf. 7:26) en las prácticas idolátricas. Esto retrata gráficamente la  perversión del corazón humano y la frágil naturaleza del compromiso de la voluntad humana con el Dios santo. No sorprende que Moisés haya instado de nuevo al pueblo a ser cuidadoso (cf. el comentario de 12:28). 12:31 – 32. La segunda razón de la naturaleza ofensiva del culto pagano era la profundidad de las abominaciones a las que conducen a las personas. Al adorar a sus dioses, los paganos hacían toda clase de cosas abominables que Jehová aborrece. La peor de estas ―cosas aborrecibles‖ era el sacrificio de infantes. Esa práctica de quemar a sus hijos y a sus hijas en sacrificio se asociaba frecuentemente con el culto amonita del dios Moloc (Lv. 18:21; 20:2 – 5; 2 R. 23:10; Jer. 32:35). El castigo de Dios por el sacrificio de un niño era la muerte (Lv. 20:2 – 5). A pesar de todo, Salomón edificó un lugar alto para

adorar a Moloc en el monte de los Olivos (1 R. 11:7), y tanto los reyes Acaz (2 Cr. 28:3) como Manasés (2 R. 21:6) sacrificaron a sus propios hijos en un altar de fuego. La práctica de sacrificar niños es listada como la razón culminante por la que se produjo el exilio de Israel, el reino del norte, en el s. VIII a.C. (2 R. 17:6, 17). De manera que, la simple curiosidad por las perversas prácticas religiosas a fin de cuentas condujo a la destrucción de esa nación. Pablo repite la misma advertencia: ―Porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto‖ (Ef. 5:12). b.

 Invitación a la idolatría por un falso profeta (13:1 – 5) 13:1 – 5. Después de enunciar la prohibición general contra involucrarse en la adoración pagana (12:29 – 

31), Moisés discutió tres maneras por las que podría darse la tentación a la idolatría: a través de un falso profeta (13:1 – 5), por un ser querido (vv. 6 –11), o por individuos ―revolucionarios‖ que hubieran tenido éxito en conducir a una población entera a la apostasía (vv. 12 – 18). Las señales milagrosas solas jamás han sido prueba de la verdad. Los milagros se dan en muchas religiones debido a que Satanás usa a las religiones falsas y a los falsos profetas para engañar al mundo (cf. 2 Co. 11:13 – 15; Ef. 6:11; Ap. 12:9). Así que Moisés advirtió al pueblo que la prueba definitiva de la verdad no debía ser jamás una maravilla o señal milagrosa (u otras áreas de la experiencia humana). La prueba definitiva de la verdad es la palabra de Dios. La predicción de un profeta o soñador puede llegar a ser verdad. Pero si su mensaje contradecía los mandamientos de Dios, entonces el pueblo debía confiar en Dios y su palabra en lugar de en su experiencia al presenciar un milagro. Si la experiencia humana contradijera la clara enseñanza de Dios, debían postrarse en sumisión a los mandamientos del Señor, porque su palabra es verdad (cf. Jn. 17:17). Los israelitas debían ver cada invitación a practicar la idolatría como una manera de poner a prueba su amor por el Señor. Aunque siempre existía el peligro de que sucumbieran a la tentación, con cada rechazo exitoso del pecado, su fe y amor por él se fortalecerían (cf. Stg. 1:2 – 4). Ellos debían amarlo, andar con él, temerlo, obedecerlo, servirlo y seguirlo (cf. Dt. 10:20; 11:22; 30:20). La pena capital para el falso profeta era necesaria porque si tenía éxito en seducir al pueblo a que practicara la idolatría, los conduciría a estar bajo el juicio de Dios (cf. 7:26). Matar al falso profeta era una manera de quitar el mal de Israel. Moisés enfatizó la necesidad de mantener la pureza nacional, porque el mandato: ―quitarás el mal de en medio de ti‖, aparece nueve veces en el libro (13:5; 17:7, 12; 19:19; 21:21; 22:21 – 22, 24; 24:7). c.

 Invitación a ta idolatría por miembros de la familia o amigos (13:6   – 11) 13:6 – 7. Quizá la más trágica y dolorosa de todas las situaciones que Moisés pudo haber contemplado

era que un ser amado le tentara a practicar la idolatría. Moisés mostró que entendía la profundidad de la tragedia al describir deliberadamente con terminología afectiva las diversas relaciones involucradas: tu hermano … tu mujer (lit., ―la mujer de tu pecho‖) o tu amigo íntimo. Con frecuencia sucede que los amigos tratan de influenciarse mutuamente. A diferencia de la anterior tentación en la que el falso  profeta abiertamente trataba de seducir al pueblo a la idolatría (vv. 1 – 2), esta tentación se ofrecía de manera secreta e individual. Moisés realza lo absurdo de esta tentación al describir a los otros dioses. Eran dioses que ni ellos ni sus padres habían conocido. Moisés no quería decir que el pueblo no conocía a esos dioses de manera intelectual, sino que no los conocían de manera experimental. Esos ―dioses ajenos‖ no habían hecho nada por Israel y jamás lo harían, porque no existían. 13:8 – 10a. La persona tentada debía responder en principio negándose a consentir a la tentación (no consentirás). El mandato ni le prestarás oído quizá significa no ceder a su ruego de mantener en secreto sus actividades. Debido a que la tentación provenía de un ser amado, la persona naturalmente sentiría compasión o misericordia por ella y probablemente se sentiría inclinada a disimular el pecado de su ser amado, por eso se les dice: ni lo encubrirás. Pero en ese asunto como en otros, los mandamientos de Dios debían gobernar las experiencias y sentimientos humanos. La persona tentada debía delatar a su ser querido y, de hecho, ser el primero en apedrearlo (cf. Zac. 13:3). Al lanzar la  primera piedra, el acusador declaraba que su testimonio era cierto. La participación del resto de la

comunidad mostraba su lealtad al Señor y su resuelta hostilidad hacia cualquier cosa que pudiera poner en peligro esa lealtad y quisiera alejarlos del Señor. 13:10b – 11. El resultado de tan severa acción sería que todo Israel oiría acerca de su extraordinaria devoción al Señor y le infundiría el temor a desobedecerlo (cf. Hch. 5:11). Esto es precisamente lo que Moisés demandaba del pueblo elegido, un compromiso extraordinario (que superara todas las demás relaciones íntimas) con el Dios que había mostrado su extraordinaria gracia a la nación en el pasado (que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; cf. Éx. 13:3, 14; 20:2; Dt. 5:6; 6:12; 7:8; 8:14; 13:5). Jesús pudo haber tenido en mente este pasaje cuando exigió un compromiso similar a sus seguidores (cf. Mt. 10:34 – 39; Lc. 14:26). d.

 Destrucción de una población apóstata (13:12 – 18) 13:12 – 13. La situación que Moisés contemplaba aquí probablemente era el peligro potencialmente más

serio para la nación como colectividad. Ciertos hombres impíos podrían extraviar a toda una  población. La maldad de esos hombres se realza por el hecho de que podrían engañar a una de las ciudades que el Señor daría a Israel. 13:14 – 18. El castigo de ese pecado debía ser tan drástico, que antes de realizar cualquier acción, la veracidad del reporte debía confirmarse mediante una investigación meticulosa. Si el informe se confirmaba, entonces el pueblo debía ser tratado como una ciudad cananea: apartarla para la completa destrucción de los moradores y ganados (acerca de la palabra ḥāram destruyéndola con todo lo que en ella hubiere, V. el comentario de 7:26; Jos. 6:21). El hecho de que todo su botín debía destruirse, y que dicha ciudad no debía ser jamás reedificada, impediría cualquier codicia o motivaciones ilegítimas en aquellos que debían realizar la destrucción. La obediencia a ese mandato produciría la limpieza moral de la tierra y un avivamiento espiritual. Luego, en su misericordia y compasión, el Señor haría  prosperar al pueblo, multiplicándolo, como lo juró a sus padres (cf. 4:31). En su mayor parte, Israel fracasó en aplicar los mandamientos de este cap. Esta falla produjo que tanto el reino del norte como el del sur sufrieran el exilio. Los mandatos de este cap. no se dirigen a los cristianos, porque no viven en una nación gobernada por Dios; i.e., la iglesia del N.T. no es una teocracia. Sin embargo, se debe ejercer la disciplina eclesiástica (Mt. 18:15 – 17; 1 Co. 5) y hay pecado que conduce a la muerte (1 Jn. 5:16 – 17; cf. He. 10:26 – 31). 4. LEYES QUE REFLEJAN LA SANTIDAD DEL PUEBLO  (CAP. 14) Ser ―pueblo santo a Jehová‖ significaba ser apartado para Dios y para que él lo usara. En la sección anterior (12:29 – 13:18) Moisés remarcó la necesidad de que la nación se apartara de todos los pueblos  paganos en su adoración. En el cap. 14 Moisés puso su atención en los asuntos cotidianos de la vida y exhortó al pueblo a que viviera de tal forma, que reflejara su posición singular entre todas las naciones. a.

 Prohibición de practicar los ritos paganos de duelo (14:1 – 2) 14:1 – 2. Cuando Moisés llamó a los israelitas hijos de Jehová vuestro Dios no se refería al nuevo

nacimiento o a la regeneración. Más bien quería expresar el privilegio especial de Israel como la única nación sobre la faz de la tierra que tenía una relación íntima con el Señor. Todas las demás naciones debían acercarse al Señor a través del ministerio o testimonio de la nación de Israel. A causa de esto, el pueblo santo (apartado) para el Señor, debía demostrar su santidad ante las demás naciones. Una nación singular, Israel, era un pueblo único para Dios (cf. 7:6; 26:18; Sal. 135:4; Mal. 3:17; V. el comentario de Éx. 19:5). Las demás naciones tenían creencias peculiares y supersticiosas acerca de la muerte y los muertos. Algunas incluso rendían culto a los espíritus de los muertos. Se desconoce en la actualidad el significado exacto de los rituales de autoflagelación y de raparse la cabeza (Dt. 14:1), mencionados aquí. Sin embargo, cortarse uno mismo era señal de duelo (cf. Jer. 16:6; 41:5; 47:5; 48:37).  No obstante, resulta claro que esas prácticas reflejaban creencias acerca de los muertos que estaban en abierto conflicto con la fe en el Señor, la fuente definitiva de la vida. Por lo tanto, cuando moría un ser querido, los israelitas debían demostrar su fe en el Altísimo evitando esas prácticas paganas. Hoy en día, los cristianos pueden demostrar una fe mayor cuando muere un ser querido (cf. 1 Ts. 4:13 – 18).

b.

 Alimentos limpios e inmundos (14:3 – 21)

El significado preciso de estas leyes ha sido fuente de debates desde antes de la era cristiana. Quizá la explicación moderna más popular de esas leyes es que estaba prohibido consumir ciertos animales por razones higiénicas. Los comentaristas señalan que el cerdo podía ser fuente de triquinosis y que la liebre puede transmitir tularemia. Sin embargo, algunas evidencias hacen que esa explicación sea improbable: (1) Jesús declaró que todo alimento debe considerarse limpio (Mr. 7:14 – 23). Esto fue confirmado en la visión celestial que recibió Pedro (Hch. 10:9 – 23), debido a que los discípulos  parecían haber entendido mal el punto de la declaración previa de Jesús. Es difícil creer que Dios estuviera preocupado por la salud de su pueblo en el A.T. para luego abandonar esa preocupación en el  N.T. (2) Comer algunos de los animales ―limpios‖ podía representar un peligro mayor para la salud que comer algunos de los ―inmundos‖. (3) No se dan razones higiénicas como motivo para observar la ley de los alimentos limpios e inmundos. Y el A.T. no dice que los israelitas consideraban a los animales inmundos como nocivos para la salud. Una segunda interpretación popular de la prohibición de comer animales inmundos es que se usaban en los ritos religiosos paganos. La evidencia para apoyar esto es que a los animales inmundos se les describe como ―abominables‖ (Dt. 14:3). La misma palabra hebr. se usa en otros lugares de Deuteronomio para referirse a la idolatría y otras prácticas paganas (7:25; 12:31). Además, algunos animales inmundos (e.g., cerdos) eran usados ampliamente en los rituales paganos. Sin embargo, esta interpretación no explica muchos de los detalles y por eso no es muy útil. Uno puede encontrar ejemplos contrarios. E.g., el toro que era permitido como alimento a los israelitas era un símbolo común en las religiones del antiguo Cercano Oriente. Una tercera explicación es que los animales limpios e inmundos eran símbolos del bien y el mal en la esfera humana. Esta explicación llegó a ser extremadamente subjetiva e incluso fantasiosa en los antiguos intérpretes del A.T. E.g., algunos sostenían que el rumiar (14:6 – 8) representaba a los creyentes fieles que meditaban en la ley. Otros enseñaban que la oveja (v. 4) era un animal limpio  porque servía como recordatorio de que el Señor es pastor de su pueblo. Esta interpretación simbólica debe rechazarse debido a que está divorciada de cualquier control de la exégesis histórica-gramatical, y  por lo tanto, es imposible de validar. Sin embargo, una interpretación simbólica puede ser esencialmente correcta si se aplica comprensivamente y bajo reglas exegéticas estrictas a todos los animales ceremonialmente limpios o inmundos que se mencionan aquí. Los animales se clasifican de tres formas: los que viven en la tierra, los que viven en el agua, y los que vuelan. Se ha sugerido que ciertos animales de cada grupo son prototipo de los demás de su clase; cualquier animal que se desvíe de ese prototipo es inmundo. E.g., las aves inmundas son pájaros de rapiña que comen carne de la que no se ha drenado la sangre y/o son consumidores de carroña, mientras que las aves limpias son presumiblemente las que comen grano. Esto, algunos sugieren, simboliza a dos clases de personas: los gentiles que comen carne y sangre de animales ya muertos (v. 21), y los israelitas que se abstienen de consumir ambas. Sin embargo, el prototipo de cada clase de animales a veces es difícil de distinguir. Una cuarta explicación dice que la distinción entre animales puros e inmundos es arbitraria, i.e., Dios estableció tales distinciones de manera que Israel pudiera tener una manera de expresar su singular relación con él, incluso en el asunto de la comida. De estas cuatro explicaciones la tercera y la cuarta son preferibles. Si los animales limpios e inmundos simbolizan la esfera humana (tercera explicación) entonces las leyes dietéticas tienen una doble función. Fueron ilustraciones pedagógicas para Israel acerca de su relación con Dios y las naciones, y les recordaba su singularidad como nación teocrática. 14:3 – 8. Son inciertas las identificaciones de algunos de los animales y aves listados en los vv. 3 – 18. Los animales de este primer grupo son los que caminan por la tierra. Todo animal que tenía pezuña hendida y que rumiare podía servir de alimento. Diez de tales animales son listados en los vv. 4 – 5. Los que tuvieren sólo una de las dos características antes mencionadas eran considerados inmundos.

Entre estos se incluían al camello, la liebre, el conejo, y el cerdo. Las listas de animales son obviamente representativas más bien que exhaustivas. 14:9 – 20. De todo lo que está en el agua se podía comer si tuviere aleta y escama. Otro tipo de animales marinos no se podían comer porque eran inmundos. Las criaturas que vuelan, la tercera clasificación, estaba subdividida en aves, (vv. 11 – 18), e insectos (vv. 19 – 20). Como se mencionó antes, las aves inmundas — se listan 21 — son aves de rapiña o devoradoras de carroña. Los insectos voladores eran inmundos, pero otros (e.g., la langosta, grillo y el saltamontes) eran limpios (v. 20). 14:21. La prohibición de comer carne de animal, ave, o insecto que fuere encontrado muerto  probablemente tenía el propósito de evitar la contaminación que sobrevendría por consumir sangre. Esto era así porque no se habría drenado apropiadamente la sangre del animal. Otras personas podían comerlo, pero Israel no, porque era un pueblo distinto, santo para el Señor. La prohibición de comer el cabrito guisado en la leche de su madre posiblemente se dio porque reflejaba un rito cana-neo de fertilidad, aunque la interpretación del texto ugarítico sobre el cual se dice que se apoya esta interpretación se presta a conjeturas. Quizá la prohibición tenía el significado de que los israelitas no debían tomar aquello que tenía el propósito de promover la vida (leche de cabra) y usarlo para destruir la vida (V. el comentario del pasaje paralelo: Éx. 23:19; cf. Éx. 34:26). En conclusión, todas esas leyes dietéticas debieron recordar a Israel su posición privilegiada y única delante de Dios. Ningún israelita podía comer sin tomar en cuenta que cada área de su vida debía consagrarse al Señor. De similar forma, la dieta del israelita servía de testimonio de su relación con el Altísimo en presencia de los gentiles. Como se afirmó antes, en el N.T. Dios abolió las leyes dietéticas del A.T. (Mr. 7:14 – 23; Hch. 10:9 – 23). Sin embargo, los cristianos deben mostrar su relación singular con Dios mediante la pureza de su vida; y durante el tiempo de la comida, mostrar su fe y relación singular con él ofreciéndole su gratitud sincera a Dios, quien es el creador y proveedor de todo alimento (1 Ti. 4:3 – 5). c.

 Ley de los diezmos (14:22 – 29) 14:22 – 23. Las normas acerca del diezmo de los productos del campo y ganado — que debían comerse

en una comida fraternal en el santuario central — estaban relacionadas con las anteriores leyes dietéticas (vv. 3 – 21). Comer el producto de los diezmos delante del Señor era otra forma en que los israelitas debían expresar su singular relación con el Señor y su dependencia de él en referencia con su alimentación. (Acerca de el lugar que Dios escogería para poner allí su nombre, V. el comentario de 12:5; también cf. 12:11; 16:2, 6, 11; 26:2.) La dieta de los israelitas no sólo estaba restringida en lo que  podían comer, sino también en relación a qué tanto alimento podían reservar para ellos. La ley de los diezmos, con su provisión para ayudar a los pobres (14:28 – 29), también anticipaba la siguiente legislación (15:1 – 18) acerca de los deudores, esclavos, y otras personas empobrecidas. Dios recalcó la absoluta necesidad de que los israelitas diezmaran: indefectiblemente diezmarás. Moisés había dicho previamente que los diezmos de los israelitas debían darse a los levitas (Nm. 18:21 – 32). Aquí añadió un nuevo aspecto a la legislación del diezmo. Los israelitas debían entregar  parte de su diezmo al santuario central, y comerlo allí en una comida fraternal delante del Señor. O esto  pudo ser un segundo diezmo (un décimo del restante 90 por ciento), parte del cual debía comerse en el santuario dando el sobrante a los levitas que ministraban allí (cf. Dt. 14:27). Esa experiencia fue diseñada para enseñar a los israelitas a temer (cf. 4:10) a Jehová que es su Dios todos los días. Al hacer esa comida delante de Dios, siguiendo la enseñanza sacerdotal, ellos reconocían que su alimento (y por tanto, sus propias vidas) dependía no de sus habilidades para la agricultura, sino de la bendición del Señor. De ese modo aprenderían a temerlo, porque sólo obedeciéndolo, podrían seguir comiendo y viviendo en prosperidad. 14:24 – 27. Algunas personas que vivieran muy lejos del futuro santuario y para quienes sería impráctico arriar o llevar su siezmo, podían intercambiar su diezmo de productos agrícolas o ganado  por plata. Luego, podrían viajar al santuario central y comprarían allí vacas … ovejas … vino o sidra,

o cualquier cosa que quisieran y luego comerían y beberían delante de Dios. (Cf. otra concesión en 12:20 – 25.) Tanto el ―vino‖ como la ―sidra‖ se permiten tanto aquí como en actos de adoración al Señor. La palabra hebr. que se usa para ―vino‖ es yayin, que en ocasiones se refiere a una bebida intoxicante y en otras a una que no lo es. La palabra hebr. para ―sidra‖ (sēḵār ) se trad. ―bebida fermentada‖ [VP, BJ] o ―licor fermentado‖ [VM, NC]. Pero esto es engañoso, porque sugiere que sēḵār  se refiere a un licor destilado. Sin embargo, el proceso de destilación no se usó en el antiguo Cercano Oriente sino hasta el s. VII d.C. La ―sidra‖ era probablemente un tipo de cerveza, producida por los antiguos egipcios y acadios, y por lo tanto, de bajo contenido alcohólico. (Sin embargo, el vino [ yayin] bebido en exceso puede ser intoxicante; cf., e.g., Is. 5:11; Pr. 20:1; y la embriaguez es pecado.) Presumiblemente, una familia no podía comer todo su diezmo, así que lo que quedaba debía darse a los levitas del santuario. De esta forma, los levitas recibían su provisión debido a que no poseían tierra como herencia propia. 14:28 – 29. Cada tercer año, (cf. el comentario de los vv. 22 – 27) no debía traerse el segundo diezmo al santuario, sino debía usarse para alimentar a los levitas y los menesterosos de la sociedad. Los extranjeros eran inmigrantes de otros pueblos que vivían con los israelitas. Aunque los extranjeros debían recibir trato justo, no compartían todos los privilegios de la ciudadanía israelita. A las viudas y sus hijos (los huérfanos) se les concedía trato especial (cf. 24:19 – 21; 26:12 – 13). Si los israelitas obedecían este mandamiento de compartir, podían tener la expectativa de vivir en una sociedad próspera y podrían ser generosos, porque Dios los bendeciría en toda obra de sus manos. En el N.T. no se manda diezmar. Aun así, los creyentes de la era de la iglesia siguen indicando, cuando dan generosamente, que Dios los sostiene y tiene cuidado de ellos. Los cristianos deben dar ―generosamente‖, sabiendo que también ―cosecharán generosamente‖ (2 Co. 9:6; cf. 2 Co. 9:7– 9; 1 Co. 16:1 – 2). 5. EL AÑO DE REMISIÓN  (15:1 – 18) a.

Cancelación de deudas (15:1 – 11)

15:1. El año sabático o año de remisión se prescribió también en Éxodo 23:10 – 11 y Levítico 25:1 – 7. Sin embargo, mientras estos vv. declaran que en el séptimo año la tierra debía quedar barbechada pero sin que se sembrara semilla, no mencionan la cancelación de deudas. Sólo aquí Moisés prescribe esa exigencia. Cada siete años es una expresión idiomática hebr. que significa ―durante el séptimo año‖. La ley de la cancelación se declara en Deuteronomio 15:1 y se explica en los vv. 2 – 11. 15:2 – 6. Las palabras perdonará a su deudor pueden significar que la deuda quedaba totalmente suprimida. O puede significar que quedaba cancelada sólo durante el séptimo año; i.e., el pago no debía exigirse en el séptimo año, pero después de éste año el empréstito debía pagarse. A favor de este segundo punto de vista está el hecho de que durante el séptimo año, cuando la tierra debía quedar  barbechada, un deudor israelita no tendría los medios para pagar su deuda, pero sí podría hacerlo en los siguientes seis años. (Las deudas de un comerciante extranjero — i.e., un forastero, pero no un ―extranjero residente‖; cf. 14:29— no se cancelaban. Esto era así porque tal persona no dejaba su tierra  barbechada o suspendía su fuente normal de ingresos por un año, como hacían los israelitas.) A pesar de este argumento, parece más probable que la deuda era perdonada completa y  permanentemente. Varios elementos apoyan esto: (1) Este punto de vista es más coherente con la generosidad que Dios había expresado hacia Israel. (2) Es más consistente con las declaraciones de 15:9 – 11. (3) La práctica de cancelar toda la deuda de manera permanente en el séptimo año fue evidentemente diseñada para preparar a los israelitas para las derrochadoras prácticas estipuladas en el año de jubileo (cincuentavo año) en el que a cada uno se le devolvería su ―propiedad familiar‖ (Lv. VP Versión Popular (Dios Habla Hoy) BJ Biblia de Jerusalén VM Versión Moderna

25:8 – 17). (4) La cancelación permanente de las deudas ayudaría a evitar la pobreza extrema (Dt. 15:4a; cf. el comentario del v. 11). (5) El potencial de riqueza increíble de la tierra de Israel también apoya el argumento de la cancelación permanente de las deudas. Israel tuvo la oportunidad de ser la nación más rica y próspera que ha habido sobre la faz de la tierra (Jehová te bendecirá con abundancia, v. 4b; cf. v. 6a). Pero esa prosperidad no se debería a ningún logro tecnológico de parte del pueblo, sino al compromiso fiel con Dios: si escuchares fielmente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y cumplir estos mandamientos que yo te ordeno hoy (v. 5). La declaración de Moisés: prestarás … a muchas naciones, más tú no tomarás prestado, era, en efecto, una promesa de ejercer soberanía sobre el mundo (tendrás dominio sobre muchas naciones). 15:7 – 11. Moisés dejó la esfera de la ley por un momento para hacer un llamado al corazón de sus compatriotas. La ley de cancelación de deudas (vv. 1 – 6) tenía el propósito de producir un espíritu de generosidad entre los israelitas y, de esa manera, quedarían libres del amor al dinero y a las cosas materiales. Por tanto, un israelita frío y calculador sería culpable de pecado si se negaba a dar un  préstamo a algún hermano menesteroso (v. 7; cf., v. 9) por miedo a que no se le devolviera el pago,  por razón de que el año séptimo estaba cerca. Quien endureciera su corazón o cerrara su mano hacia otros, daba a entender que no confiaba en el Señor para que bendijera todos sus hechos. Salomón pudo haber meditado en estas palabras de Moisés cuando escribió: ―unos reparten a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus adeudos pagan, y acaban en la miseria‖ (Pr. 11:24, NVI). Moisés resumió la actitud que los israelitas debían tener hacia los que estaban en necesidad: abrirás a él tu mano liberalmente (Dt. 15:8, 11). La triste confesión porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra, es quizá un vislumbre trágico de la renuencia de Israel a obedecer completamente al Señor (v. 5). b.

 Liberación de los esclavos (15:12 – 18) 15:12 – 15. A veces una persona incapaz de pagar sus deudas se vendía a sí misma como esclava a su

acreedor. Si el tamaño de su deuda le obligaba a trabajar por seis años, debía ser liberada al séptimo año. Esto no correspondía con el año de la cancelación de las deudas (vv. 1 – 6), sino era el séptimo año del trabajo de esa persona como esclava. El Señor había dejado en claro previamente que seis años de la vida de la persona era tiempo suficiente para compensar un préstamo (cf. Éx. 21:2). Sin embargo, en Deuteronomio, Moisés añadió el hecho de que el empleador debía hacer algo más que liberar al esclavo; debía abastecerlo liberalmente con ganado, grano y vino según el Señor lo hubiera bendecido. Después de seis años, el esclavo debía poseer poco o nada, de manera que enviarlo con las manos vacías pondría de nueva cuenta en peligro su libertad. La obediencia a este mandato apoyaría al valioso propósito de recordarle a los empleadores la gracia que Dios había mostrado a Israel al redimirlo de Egipto (cf. Dt. 24:18, 22). Les recordaría que su  propio bienestar dependía también de su gracia. 15:16 – 17. Moisés también hizo provisión para un siervo que había quedado tan ligado a la familia que servía como para dejarla. El empleador debía horadar la oreja del siervo con una lesna, para indicar que ese hombre lo serviría de por vida (cf. el comentario de Éx. 21:5 – 6). 15:18. Moisés ofreció una doble motivación al que quizá era demasiado codicioso como para dejar libre a su esclavo. Sería justo que se diera cuenta que le hubiera costado por lo menos el doble contratar a un jornalero por seis años. Segundo, si en fe obedecía el mandato de dejar libre al esclavo, el Señor lo bendeciría en todo lo que hiciera. Esta promesa de bendición en respuesta a la obediencia se declara frecuentemente en Deuteronomio, y sólo en este cap. aparece cuatro veces (vv. 4, 6, 10, 18). 6. LEY DE LOS PRIMOGÉNITOS DE LOS ANIMALES  (15:19 – 23) La ley acerca de los primogénitos de los animales pudo haber aparecido a estas alturas del discurso de Moisés porque al igual que las leyes de cancelación de las deudas y liberación de los esclavos, involucraba ceder las posesiones de uno. Esta ley fue primeramente registrada en Éxodo 13:11 – 15 y era de naturaleza pedagógica: el sacrificar a los primogénitos de los animales recordaba a los israelitas su redención de Egipto cuando murieron todos los hijos primogénitos egipcios. Esta era una ocasión para

que los israelitas enseñaran a sus hijos la redención de Dios de su nación. Según Éxodo 22:29 – 30 los  primogénitos debían ser sacrificados en el octavo día de nacidos. Los sacrificios de los primogénitos se realizaban para ayudar al sostén de los sacerdotes (Nm. 18:15 – 18). 15:19. En el ganado de Israel se debía apartar completamente todo primogénito macho para Jehová. El dueño no recibía beneficio alguno del animal para su granja; el primogénito macho de las vacas no debía arar la tierra, y el primogénito de las ovejas no debía ser trasquilado. (Los machos cabríos se mencionan también en Nm. 18:17.) 15:20. Cada año (presumiblemente durante una de las fiestas anuales; cf. 6:16), los primogénitos  jóvenes de los animales debían llevarse al santuario central para ser sacrificados. Luego se comía allí la carne de los animales sacrificados en una comida fraternal con la familia del ofrendante. 15:21 – 23. Un animal primogénito que fuera imperfecto no era aceptable como sacrificio (cf. 17:1), de modo que debía tratarse como animal de caza (cf. 12:15; 14:4 – 5) — se comía en casa pero no era ofrecido en sacrificio. Como se declaró antes (12:16, 23 – 24) la sangre de tales animales no debía comerse. 7. FIESTAS DE PEREGRINAJE (16:1 – 17) Las fiestas mencionadas aquí eran los tres grandes eventos anuales a los cuales todos los varones israelitas debían asistir (v. 16). De ser posible, sus familias debían acompañarlos (cf. vv. 11, 14, V. el comentario del v. 16). Esas fiestas eran tan importantes para la vida religiosa de Israel, que después del exilio algunos judíos residentes en lugares alejados de Palestina seguían asistiendo a una o más de ellas cuando les era posible (cf. Hch. 2:9 – 11, la fiesta de las semanas o Pentecostés). Asistir a esas fiestas daba oportunidad a los israelitas de reconocer al Señor como su libertador y proveedor, así como de expresar su fe en el Señor al dejar a sus familias al cuidado divino para viajar al santuario. Esas celebraciones demostraban que el culto a Dios debía ser una jubilosa experiencia en la que los  participantes agradecidamente compartían la plenitud de la bendición del Señor (Dt. 16:11, 14 – 15; cf. 12:7, 12, 18; 14:26). a.

 La pascua (16:1 – 8) 16:1 – 2. Las instrucciones más detalladas acerca de la pascua aparecen en Éxodo 12:1 – 28, 43 – 49. La  palabra ―pascua‖ ( esaḥ ) proviene del vb. āsaḥ , que significa ―pasar sobre‖. Esa fiesta conmemoraba

la noche que el Señor ―pasó sobre‖ las casas de los israelitas en que se había untado sangre,  preservando así las vidas de sus primogénitos, y dando muerte a los primogénitos de los egipcios y de su ganado. Las vidas de los primogénitos israelitas fueron protegidas (de gente y ganado) por la sangre sacrificial. Los israelitas debían observar la pascua como rito conmemorativo para enseñar a sus hijos la milagrosa liberación divina de la esclavitud en Egipto (Éx. 12:26 – 27). La pascua se celebraba el 14 de Abib (marzo-abril). Originalmente, el sacrificio de la pascua provenía del rebaño, fuere de oveja o de cabra de un año (Éx. 12:5). Las palabras de las vacas significan que Moisés amplió la elección de la víctima a escoger. O quizá el sacrificio de las vacas debía ofrecerse en la fiesta de los panes sin levadura que duraba siete días (Dt. 16:3), inmediatamente después de la  pascua. De cualquier forma, los corderos llegaron a ser los animales que se sacrificaban tradicionalmente en la pascua. Los animales eran sacrificados ―al atardecer‖ (V. el comentario de Éx. 12:6). Los gentiles quedaban excluidos de la pascua a menos que se hicieran prosélitos (Éx. 12:43 – 49). Cada año la pascua se celebraba un mes después para aquellos que no pudieran hacerlo en el mes de Abib,  por causa de inmundicia ceremonial o por estar de viaje (Nm. 9:6 – 12). 16:3 – 4. La pascua era inmediatamente seguida por la fiesta de los panes sin levadura que duraba siete días, de modo que, en realidad, las dos constituían una sola (cf. Lc. 2:41; 22:7; Hch. 12:3 – 4; V. el comentario de Lc. 22:7 – 38; Jn. 19:14). Comer pan sin levadura conmemoraba la premura con la que los israelitas tuvieron que salir de Egipto (Éx. 12:33 – 34). Esto les ayudaría a recordar su rápida salida de Egipto. Comer el pan de aflicción también simbolizaba la esclavitud de los israelitas en Egipto.  Ninguna porción de la carne sacrificada en la tarde del primer día (del cordero pascual) debía

guardarse para la mañana siguiente. Debía quemarse (Éx. 12:10), quizá aludiendo así a la naturaleza sagrada del sacrificio. 16:5 – 8. La primera pascua se había celebrado en los hogares de los individuos israelitas. Pero después que se edificara el santuario central (el lugar que Dios escogiere para que habite allí su nombre; cf. 12:5, 11; 14:23; 16:2, 11; 26:1, 15), la pascua se podría llevar a cabo solamente allí. Esto pudo haber simbolizado el nacimiento de Israel como nación durante el éxodo. Esa nación tenía el propósito de ser una familia teniendo a Dios como su cabeza. Si bien ―por la tarde‖ puede significar de 3 a 5 p.m. (V. el comentario de Éx. 12:6), puede entenderse claramente que se realizaba al inicio de la puesta del sol. Después de asar y comer el animal de la pascua, el pueblo debía regresar a sus tiendas, las casas temporales de los que habían venido al santuario central para la celebración. En el N.T., Jesucristo se identifica como el cordero pascual que fue sacrificado en favor de los creyentes (1 Co. 5:7; también cf. Jn. 19:36 con Éx. 12:46b). Al aplicarse la sangre de Cristo a sí mismos, i.e., al confiar en Aquel que murió en su lugar por sus pecados, los cristianos son preservados de la muerte eterna. b.

 Fiesta de las semanas (16:9 – 12)

16:9. El nombre ―fiesta de las semanas‖ surgió del mandato que dio Moisés de contar siete semanas desde el tiempo en que se iniciaba la cosecha de grano en marzoabril, lo cual significa que se daba a fines de mayo o principios de junio. También era conocida como la ―fiesta de la siega‖ (Éx. 23:16) y el día de ―las primicias‖ (Nm. 28:26). Más adelante se le dio el nombre de ―Pentecostés‖ basándose en la trad. que hace la LXX de la expresión ―50 días‖ (Lv. 23:16). 16:10 –12. La fiesta … de las semanas era para celebrar la rica provisión de Dios a su pueblo. Por lo tanto, cada ofrenda voluntaria debía presentarse según … Dios … hubiere bendecido (cf. v. 17; 15:14). Es probable que Pablo haya tenido en mente esa medida de ofrendar para los cristianos y no el sistema de diezmos, cuando instruyó a los cristianos corintios acerca de que cada uno debe dar según hubiere ―prosperado‖ (1 Co. 16:2). Esa fiesta debía ser un tiempo de júbilo y de compartir bendiciones. Debido a que el Señor había sido ―generoso‖ con los israelitas, ellos debían serlo con otros, especialmente con los miembros desposeídos de la sociedad (cf. Dt. 14:21; 16:14; 24:19 – 21). De manera apropiada, el Espíritu Santo fue dado a los creyentes durante la fiesta de Pentecostés (Hch. 2) para simbolizar el fin del sistema de culto veterotestamentario y el principio del nuevo (V. el comentario de Hch. 2:4). También señalaba el hecho de que la más grande provisión para la vida cotidiana del cristiano es el don del Espíritu Santo. (Acerca de la exhortación guardarás y cumplirás, V. el comentario de Dt. 31:12.) c.

 Fiesta de los tabernáculos (16:13 – 17)

16:13. A la fiesta de los tabernáculos se le llamó así debido a que los israelitas, después de la cosecha de otoño (Lv. 23:39), debían vivir en tabernáculos o ―chozas‖ (Lv. 23:42) fabricadas con ramas de árbol y follaje (Lv. 23:40). También se le llamaba la ―fiesta de la cosecha‖ (Éx. 23:16; 34:22). Comenzaba en el día quince del mes séptimo (Lv. 23:34, 39), el mes de Tisri (septiembre-octubre). El hecho de que se llamara la ―fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová‖ (Lv. 23:29), y también simplemente ―la fiesta‖ (Ez. 45:25) puede indicar que esa celebración otoñal llegó a ser la más grande de las tres fiestas de peregrinación israelitas. 16:14 – 15. El júbilo (v. 15) debía caracterizar a esa fiesta, algo que también debe aplicarse a la fiesta de las semanas (vv. 10 – 11). El pueblo debía estar alegre por la provisión de Dios, pero también (como Lv. 23:42 – 43 indica) debían regocijarse por su liberación de Egipto. La semana que vivían en los tabernáculos debía evocar el viaje a través del desierto después de que la nación salió de Egipto. Así, la fiesta otoñal celebraba la formación de la nación por la gracia de Dios y el constante apoyo divino hacia ella, hasta el momento que se realizaba la fiesta. 16:16 – 17. En resumen, Moisés recordó a los varones israelitas su obligación de ir tres veces cada año  para presentarse delante del Señor. Eso no quería decir, por supuesto, que los familiares del hombre no  p.m. pasado meridiano

debían participar en las fiestas. El ideal era que todos los miembros de la familia —  junto con los esclavos, levitas, extranjeros, huérfanos y viudas — se unieran a la celebración (cf. vv. 11, 14). Cada hombre debía traer una ofrenda, porque la nota distintiva de las fiestas era la expresión jubilosa de gratitud por las ricas bendiciones materiales y espirituales de Dios experimentadas en el pasado y en el  presente. Las ofrendas dadas al Señor debían ir de acuerdo a las bendiciones que el pueblo recibía de él (cf. v. 17; 15:14). 8. INSTRUMENTOS DE LA TEOCRACIA  (16:18 – 18:22) Las secciones anteriores del libro (12:1 – 16:17) se ocupan principalmente de las leyes relacionadas con el culto del pueblo al Señor. Esta sección (16:18 – 18:22), trata acerca de las responsabilidades que tenían los líderes religiosos de mantener la pureza del culto dentro de la tierra prometida y de impartir  justicia de manera imparcial. a.

 Jueces y oficiales (16:18 – 17:13) 16:18 – 20. A esas alturas de su discurso, Moisés no había especificado cómo serían nombrados los

 jueces y oficiales. En el desierto, en el principio, Moisés había sido el único juez del pueblo. Sin embargo, cuando la cantidad de asuntos judiciales llegó a ser demasiado grande para él, Moisés nombró a ―los principales‖ de las tribus como líderes militares (―jefes‖), jueces y oficiales (1:15 – 18; cf. Éx. 18). Probablemente esos hombres eran los ancianos más importantes de cada tribu. Así que los  jueces que se nombraban en cada ciudad quizá eran tomados del concilio de ancianos de ella (los ancianos constituían un órgano judicial; cf. Dt. 19:12). Los ―oficiales‖ eran probablemente ayudantes de los jueces y tal vez fungían como secretarios. Esos líderes debían juzgar al pueblo con justo juicio (lit., ―justamente‖; cf. 1:17; Pr. 18:5; 24:23). Sus veredictos debían conformarse a las justas normas establecidas en la palabra de Dios (que en ese tiempo constaba de los cinco libros de Moisés). No debían torcer el derecho. Esto implica que Dios ya les había dado el patrón celestial para normar las acciones entre ellos. Si los actos de los israelitas no se conformaban a ese patrón, sus acciones debían ser rectificadas o castigadas. Cualquier alteración del  patrón de justicia era una perversión. Tampoco debían hacer acepción de personas (lit., ―no reconozcan rostros‖). Idealmente, los jueces debían tratar a las personas como si no tuvieran conocimiento previo de ellas. Aceptar un soborno era algo obviamente malo porque oscurecía (ciega y pervierte) la capacidad de los jueces de actuar con equidad entre las partes en litigio. Moisés resumió las exigencias para los jueces y oficiales con un enfático mandato: ¡la justicia (y solamente), la justicia seguirás! Esas palabras implican que impartir justicia imparcial podía ser un objetivo muy difícil de alcanzar debido a la debilidad del ser humano. Por lo tanto, era absolutamente esencial que el estándar establecido en la ley se siguiera con precisión. Sus vidas y prosperidad (Dt. 16:20) dependían de que impartieran justicia imparcial en la tierra prometida. 16:21 – 17:1. La primera responsabilidad de los jueces era impedir las prácticas viciadas de adoración en la tierra. Estaba prohibida cualquier cosa que pudiera conducir al sincretismo (conformar el culto del Señor a los sistemas paganos), incluyendo plantar algún árbol para adorar a Asera (o que simbolizara a esa diosa de la fertilidad, consorte de Baal) o adorar cualquier estatua, columna de piedra que simbolizaba la fecundidad masculina (cf. 7:5; 12:3; Éx. 34:13). Traer un sacrificio defectuoso a Jehová (Dt. 17:1; cf. 15:21) era llevar al santuario algo que era ajeno a la adoración a Dios, así como las columnas de Asera y las piedras sagradas eran ajenas al culto genuino. Tal sacrificio era aborrecible al Señor. Ofrecer a Dios menos que lo mejor era ―menospreciar‖ su nombre (Mal. 1:6 – 8). Ofrecer menos que un perfecto sacrificio significaba, de hecho, que la persona no reconocía a Dios como el proveedor principal de todo lo mejor de la vida. También significaba no reconocer la gran sima que existe entre el perfecto y santo Dios y la gente pecadora. Los sacerdotes eran comúnmente los responsables de mantener la adoración pura en el santuario (i.e., no tener símbolos de fecundidad en él ni presentar sacrificios defectuosos), pero la responsabilidad

final recaía en los jueces. Si los sacerdotes fallaban en su responsabilidad, entonces era necesario que los jueces intervinieran. 17:2 – 7. Los jueces debían vigilar que los falsos adoradores fueran ejecutados. Quien hubiere adorado a dioses ajenos merecía la pena capital porque su acto amenazaba la existencia misma de la nación. También se prohibía la adoración a los astros (cf. 4:19), lo cual equivalía a rendir honor a la creación inanimada en lugar de hacerlo al Creador y Dios vivo. La ejecución del transgresor se podía realizar sólo después de que se hubiera probado el delito mediante una investigación meticulosa. Para evitar una ejecución injusta, se requería el testimonio de dos o tres testigos. El testimonio de un solo testigo era insuficiente (cf. 19:15) porque si mentía, nadie podía probar lo contrario. Los testigos de cargo debían ser los primeros en participar en la ejecución. De esta manera, si más adelante se encontraba que su testimonio había sido falso, entonces ellos se harían culpables de homicidio y quedarían sujetos a ser ejecutados. Toda la comunidad (todo el pueblo) se unía entonces en la ejecución, demostrando de ese modo su rechazo a otros dioses (17:3) y su compromiso con el Señor. Tal idolatría era un mal que tenía que ser erradicado del pueblo (cf. v. 12; V. el comentario de 13:5). Las iglesias del N.T. también tienen la responsabilidad de mantenerse puras. El creyente que comete una falta debe ser apartado de la comunión con la iglesia local después de probar que ha pecado mediante una investigación cuidadosa y si rehúsa arrepentirse. Si se trata de un creyente genuino, no  perderá la vida eterna. Sin embargo, sí sufrirá algún tipo de pérdida en la tierra y recibirá menos recompensas en el cielo (Mt. 18:15 – 20; 1 Co. 3:10 – 15; cap. 5; 1 Ti. 5:19). 17:8 – 13. Moisés hizo provisión para los futuros jueces cuando llegaran a la tierra prometida, similar a la que hizo para los jueces del período del peregrinaje por el desierto (1:17). Si un juez consideraba que tenía un caso que fuere difícil para él, podía llevarlo a un tribunal central (constituido por los sacerdotes y el juez principal en turno) que estaría instalado en el futuro lugar del santuario central (el lugar que Jehová tu Dios escogiere). Las decisiones del tribunal serían definitivas. Cualquier rebelión contra el tribunal sería considerada ―desacato a la autoridad de la corte‖ lo cual constituía un crimen que ameritaba la pena capital. Eso haría que la ley rigiera en la tierra y que se evitara la anarquía. b.

 El rey (17:14 – 20)

Después de que Moisés y Josué murieran, el pueblo debía ser gobernado por jueces y sacerdotes. Sin embargo, ese sistema no daría a Israel nada parecido a un gobierno central fuerte. Sólo podía funcionar si los líderes (los sacerdotes y jueces) y el pueblo estaban comprometidos en seguir al Señor. El libro de  jueces registra el triste fracaso del pueblo y los líderes cuando siguieron ese sistema. Moisés previó ese fracaso al incluir esta ley referente al futuro rey. Uno podría preguntarse ¿por qué permitió Dios que los  jueces y sacerdotes fallaran? O, ¿por qué Dios no instituyó la monarquía inmediatamente? La respuesta, al menos en parte, es que Dios estaba preparando al pueblo para apreciar el regalo de la monarquía. 17:14 – 15. Después de que Israel no pudo seguir tolerando su posición singular de no tener rey, pediría y recibiría un rey. Los vv. 14 – 15 hablan de los requisitos para ser rey, los vv. 16 – 17 de su conducta, y los vv. 18 – 20 de su preparación. El rey tenía que cumplir dos requisitos. Primero, debía ser escogido  por Dios. La historia posterior deja en claro que los profetas, hablando en nombre de Dios, declaraban su elección (e.g., el apoyo de Samuel a Saúl, 1 S. 9 – 12, y luego a David, 1 S. 16; el apoyo de Natán a Salomón, 1 R. 1). El pueblo podía estar seguro de que Dios no pondría a alguien en el trono que no estuviera dotado para ser rey. Por lo tanto, si uno de ellos fallaba, la razón no se debería a su falta de capacidad, sino a su carácter moral. Segundo, el rey tenía que ser israelita. Un israelita criado desde su niñez en las tradiciones de las Escrituras sería una elección mucho mejor que un extranjero, esto se instituyó con el fin de proteger la pureza de la religión de Israel. 17:16 – 17. Aquí se remarcan tres cosas acerca de la conducta del rey. La prohibición de adquirir gran número de caballos significaba que en términos humanos, el ejército del rey, compuesto mayormente de fuerzas de infantería, sería mucho más débil que los ejércitos enemigos que contaban con muchos

carros y efectivos de caballería; precisamente eso era lo que se pretendía con esto. Un rey israelita que fuere obediente, no iba a depender de la fuerza militar, sino del Señor y nada más. Dios ya había demostrado su capacidad para destrozar un ejército más grande y superior dotado de carros de guerra (Éx. 14 – 15). Adquirir caballos daría a entender que el pueblo iría a Egipto, donde había muchos de ellos disponibles. Regresar a la tierra donde habían sido esclavos era algo impensable. La prohibición de tomar muchas mujeres se dio debido a que muchos reyes se casaban con mujeres extranjeras para formar alianzas políticas. Pero si el rey seguía al Señor, no tenía necesidad de concertar ese tipo de convenios. Además, las esposas extranjeras desviarían su corazón para adorar a sus ídolos. La prohibición de no acumular plata ni oro tenía el propósito de evitar que el rey desarrollara un sentido de independencia y codicia por las riquezas materiales (cf. Pr. 30:8 – 9). Entonces, las tres  prohibiciones fueron diseñadas para reducir al rey a la condición de un siervo, totalmente dependiente de su amo, el Señor. La tragedia que produjo el ignorar estos mandamientos se puede ver en el caso de Salomón, quien transgredió estas tres prohibiciones (1 R. 10:14 – 15, 23, 26 – 28; 11:1 – 6). 17:18 – 20. La preparación del rey consistía en copiar, leer, y guardar cuidadosamente la ley y estos estatutos, i.e., todo el libro de Deuteronomio (no sólo esta pequeña sección de los vv. 14 – 20). Esto garantizaría que el rey tendría un espíritu recto (i.e., humilde y obediente) y una dilatada dinastía. c.

Sacerdotes y levitas (18:1 – 8)

La tribu de Leví estaba dividida en tres familias (gersonitas, coatitas, y meraritas). Originalmente, cada división tuvo responsabilidades diferentes relacionadas con el tabernáculo (Nm. 3 – 4). A su vez, los coatitas fueron divididos en dos grupos: los que eran descendientes de Aarón y los que no lo eran (Jos. 21:4 – 5). Sólo a los descendientes de Aarón se les permitía ministrar como sacerdotes (Nm. 3:10). Generalmente se hace referencia a ellos como ―los sacerdotes‖ o ―los hijos de Aarón‖ (Nm. 10:8). Al resto de la tribu, los que no ministraban como sacerdotes, se les designaba como levitas. De esa manera, los sacerdotes eran una minoría en la tribu de Leví. Los levitas servían como siervos de los sacerdotes (Nm. 18:1 – 7; 1 Cr. 23:28 – 32) y, en general, como maestros de la ley de Israel (Dt. 33:10a; 2 Cr. 17:8 – 9). Los sacerdotes oficiaban en el tabernáculo y además tenían otras responsabilidades. Servían como jueces (Dt. 17:8 – 9), guardianes del rollo de la ley (17:18; 31:9), maestros de las leyes relacionadas con los padecimientos cutáneos (24:8), y ayudaban a Moisés en la ceremonia de renovación del pacto (27:9). 18:1 – 2. A diferencia de las otras once tribus, ninguno de los levitas, incluyendo a los sacerdotes, recibió tierras para asentarse en ellas y cultivarlas. Sin embargo, se apartaron 48 ciudades para darlas a ellos (Nm. 35:1 – 8; Jos. 21:1 – 42). Los sacerdotes (y los levitas que los asistían en el santuario central) debían recibir sostenimiento de las ofrendas quemadas a Jehová que presentaba el pueblo. Los levitas que no ministraban en el santuario central debían ser sostenidos por donativos del pueblo (Dt. 14:28 –  29; 16:10 – 11). 18:3 – 5. El pueblo era responsable de sostener materialmente a los sacerdotes que oficiaban en el santuario central; debían recibir partes de los toros y corderos que fueran sacrificados, así como las  primicias de … grano, vino, aceite y lana. Esto era así porque Dios había escogido a Aarón y sus descendientes de entre todas las tribus para que ministraran en el nombre de Jehová, i.e., por su causa. El N.T. amplió el sacerdocio para incluir a todos los cristianos (1 P. 2:9). La razón por la que se dio esto es que Jesucristo, por su ministerio, muerte y resurrección, sustituyó al sacerdocio aarónico del antiguo pacto (mosaico) y llegó a ser el sumo sacerdote del nuevo pacto (He. 2:17 – 18; 4:14 – 5:10; 6:19 – 7:28). Cada cristiano ha entrado en la familia de Jesús (He. 2:10 – 13) y, por lo tanto, en su linaje sacerdotal. 18:6 – 8. Si un levita quería ir al santuario central para ministrar allí en el nombre del Señor (por su causa), se le permitía hacerlo y recibir el sostenimiento equivalente junto con los demás levitas. Pero

eso no implicaba que ese levita ministraba como sacerdote, como algunos sugieren. Los levitas debían ayudar  a los sacerdotes (1 Cr. 23:28 – 32). Aunque tuvieren patrimonios (probablemente por la venta  previa de sus posesiones familiares, cf. Lv. 25:32 – 34) antes de mudarse a Jerusalén, debían recibir el sostenimiento por su trabajo en el santuario. Pablo reafirmó este principio para la iglesia del N.T. (1 Co. 9:14; 1 Ti. 5:17 – 18). d.

 Profetas (18:9 – 22) 18:9 – 14. En estos vv., todas las prácticas prohibidas que se llaman abominaciones (cf. v. 12) de las

naciones de la tierra, tenían que ver con la magia o predicción del futuro. Mediante el uso de la magia, sus adeptos intentaban manipular o forzar a sus ―dioses‖ a seguir ciertos cursos de acción. El sacrificio de niños se menciona aquí debido a que se usaba como medio para predecir el futuro o como recurso mágico para manipular ciertos eventos. Todas esas prácticas estaban prohibidas debido a que producían un divorcio entre la vida y la moral. Varios factores dejaban esto en claro: (1) El futuro de la persona se ―determina‖ por su conducta moral, no por manipulaciones mágicas. (2) Usar la magia para manipular las circunstancias personales era, en esencia, un fútil intento de librarse de las leyes éticas del Señor que promueven la vida y su bendición. (3) El uso de la magia y adivinación (vv. 10, 14) implicaba negarse a reconocer la soberanía del Señor. (4) El confiar en esas prácticas indicaba una correspondiente falla en la persona para encomendar confiadamente su vida al Señor. Las personas entendidas en el ocultismo y la posesión demoniaca señalan, sin vacilar, que las prácticas mencionadas en los vv. 9 – 14 han conducido a muchos a estar bajo el dominio satánico. La adivinación (vv. 10, 14), del vb. qāsam, ―dividir‖, significa dar una falsa profecía o buscar determinar la voluntad de Dios examinando e interpretando diversos presagios. (Qāsam se usa también en Jos. 13:22; 1 S. 6:2; 28:8; 2 R. 17:17; Is. 3:2; 44:25; Jer. 27:9; 29:8; Ez. 13:6, 9, 23; 21:21, 23, 29; 22:28; Miq. 3:6 – 7, 11; Zac. 10:2.) El agorero (‗ānan , Dt. 18:10, 14; cf. Lv. 19:26; 2 R. 21:6; Is. 2:6; Miq. 5:12) es quien intenta controlar a la gente o las circunstancias por un poder adquirido de los espíritus malos (demonios). El sortílego interpreta el futuro basado en ―señales‖, tales como el vuelo de las aves, el movimiento del fuego o la lluvia. El hechicero (āša     ) es quien practica la magia a través de encantamientos. El encantador es lit. ―uno que ata nudos‖ (ḥāḇar ), es el que domina a otras  personas emitiendo murmullos mágicos. Un adivino es quien supuestamente se comunica con los muertos, pero en realidad lo hace con los demonios. La expresión quien consulta a los muertos puede significar que el espiritista intentaba hacer contacto con los muertos para adquirir consejo, información sobre el futuro, o ayuda para manipular a otros. Tales abominaciones fueron una razón para que el Señor usara a Israel para destruir a los cananeos. Por lo tanto, era lógico que el israelita debiera detestar cualquier involucramiento en esas cosas. Al evitarlas, quedarían libres de esos terribles pecados. 18:15 – 19. En contraste con la magia negra de los adivinos, brujos y espiritistas cananeos, los israelitas debían escuchar al profeta del Señor. Ellos podían estar seguros de que después de Moisés seguiría una ―línea de profetas‖ debido a su petición original en Horeb (Sinaí) de que Dios les hablara a través de Moisés como mediador (cf. 5:23 – 27). Cada profeta que Dios levantara sería israelita, y debido a que el  profeta genuino sólo hablaría las palabras … de Jehová, el pueblo estaba obligado a obedecer (oir) esas palabras. El más grande profeta conforme al patrón de Moisés (18:15, 18) es Jesucristo — quien habló las  palabras de Dios y quien provee liberación para su pueblo. Ni siquiera Josué se podía comparar con Moisés, porque después de éste, ―nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés‖ (34:10) que tuviera tal poder delante de los hombres y una relación más íntima con Dios. No importa qué tan notable fuera el trabajo de un futuro profeta de Israel, ninguno sería como Moisés hasta que viniera Jesucristo, el mediador del nuevo pacto. Moisés estableció el modelo para cada futuro profeta. Cada uno de ellos debía hacer lo más posible para vivir según el ejemplo mosaico, hasta que viniera Aquel que iba a introducir el nuevo pacto. Durante el s. I d.C., los líderes oficiales del judaísmo seguían

esperando el cumplimiento de la predicción de Moisés (cf. Jn. 1:21). Pedro dijo que su búsqueda debió haber terminado con la venida del Señor Jesús (Hch. 3:22 – 23). (Otras predicciones antiguas y claras del Mesías pueden encontrarse en Gn. 49:10 – 12; Nm. 24:17 – 19.) 18:20 – 22. Puesto que el pueblo debía obedecer al profeta de Dios sin excusa (v. 19), profetizar falsamente era, de hecho, usurpar el lugar de Dios. Por ello, el falso profeta debía ser ejecutado. Se podían usar dos pruebas para determinar si un profeta hablaba o no las palabras de Dios. Primero, el mensaje debía estar de acuerdo con el Señor y su palabra. Si hablaba en nombre de dioses ajenos, entonces contradecía la palabra de Dios objetivamente revelada y era, por tanto, un falso profeta (cf. 13:1 – 5). Segundo, su profecía debía cumplirse. Si no se cumplía alguna de esas condiciones, no importa qué tan poderoso pareciera el presunto profeta, el pueblo no debía tener temor de él o de alguna represalia que pudiera haber predicho en su contra. 9. CIUDADES DE REFUGIO Y CÓDIGO PENAL  (CAP. 19) a.

Tres ciudades de refugio para el homicida involuntario (19:1 – 13) 19:1 – 3. Moisés había apartado previamente tres ciudades de refugio en la región al oriente del Jordán

(4:41 – 43). Puesto que sabía que el Señor no le permitiría cruzar el Jordán y entrar a la tierra prometida con Israel, aquí instruyó a la nación para que apartara otras tres ciudades de refugio de acuerdo con las instrucciones originales de Dios (Nm. 35:9 – 34). Las ciudades de refugio debían estar equitativamente espaciadas a lo largo de toda la tierra (arreglarás los caminos, y dividirás en tres partes la tierra) de manera que cualquier homicida pudiera llegar a ellas con facilidad. (V. ―Las seis ciudades de refugio‖, en el Apéndice, pág. 283.) La palabra homicidio (rāṣaḥ ; cf. Éx. 20:13) significa ―privar de la vida a alguien sin autorización legal‖ y puede referirse al asesinato intencional o al homicidio involuntario o no intencional. 19:4 – 7. Esas ciudades debían ser apartadas (v. 2) para evitar cualquier calamidad adicional que surgiera de una situación trágica. Sólo una persona que hubiere matado a su prójimo sin intención y sin haber tenido enemistad con él (v. 4) podía huir a una de estas ciudades para salvar su vida (v. 5). Esas comunidades ofrecían protección del vengador de la sangre. La palabra que se trad. ―el vengador de la sangre‖ es ō’ēl . Un ō’ēl era esencialmente un ―protector de la familia‖. Era un ―pariente cercano‖ (tradicionalmente entendido como el pariente varón más cercano) responsable de redimir (comprar) a un pariente para librarlo de la esclavitud (Lv. 25:48 – 49), o a la propiedad de un pariente (Lv. 25:26 – 33), o casarse con la viuda del pariente y levantar descendencia en nombre del difunto (Rut 3:13; 4:5 – 10), o para vengar la muerte del pariente (Nm. 35:19 – 28). Quien matara a su prójimo de manera no intencional (e.g., por un hacha que accidentalmente saltare el hierro del cabo, hiriendo y matando a su prójimo) debía estar en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote que estuviera en turno. Los ancianos de esa ciudad estaban obligados a protegerlo del vengador de la sangre (Nm. 35:25). Si la persona culpable de homicidio involuntario abandonaba la ciudad antes de la muerte del sumo sacerdote, entonces el vengador de la sangre lo podía matar sin culpársele por ello (Nm. 35:27). Las ciudades de refugio enseñaban a Israel cuan importante era la vida para Dios. Aun cuando un hombre hubiere matado a su prójimo sin intención, tenía que ceder buena parte de su libertad por un  período de tiempo relativamente largo. 19:8 – 10. Si los israelitas hubieran sido fieles en seguir cabalmente al Señor, entonces él habría ensanchado su territorio hasta las fronteras determinadas en la promesa del pacto abrahámico (Gn. 15:18 – 21). (Acerca del énfasis de Dt. en los padres V. el comentario de Dt. 1:35.) En ese caso, se habrían necesitado tres ciudades más de refugio, un total de nueve, para evitar que la tierra se corrompiera con el derramamiento de sangre inocente. La frase en pl. estos mandamientos (19:9) es lit., ―este mandamiento‖. Al usar el sing. Moisés hacía hincapié en la unidad de la ley; toda ella es una y debe obedecerse completamente: Pero también señalaba el requisito esencial de la ley, i.e., amar a Jehová tu Dios (un tema en el cual insiste Dt. repetidamente, V. el comentario de 6:5). La ley fue dada para que Israel pudiera tener un medio para

expresar su amor por él. En la era de la iglesia, los cristianos expresan su amor al Señor al obedecer los mandamientos de Jesús (Jn. 14:21). 19:11 – 13 13. Una ciudad de refugio no podía ser un santuario para un homicida intencional. Éste tenía que ser devuelto a su pueblo y morir a manos del vengador de la sangre (V. el comentario del v. 6). Si la nación iba a prosperar bajo la bendición de Dios, no podía mostrar compasión hacia el asesino. El  pecado de derramar sangre inocente debía erradicarse de la nación. b.

 Modificación de los límites territoriales (19:14) (19:14)

19:14. No es claro el porqué Moisés colocó esta ley acerca de los límites de la propiedad entre la legislación acerca de las ciudades de refugio (vv. 1 – 13) 13) y los testigos falsos (vv. 15 – 21). 21). Mover los límites de la propiedad de un prójimo equivalía a robarle su propiedad. De acuerdo con la literatura extrabíblica, ese era un problema muy difundido en el antiguo Cercano Oriente (cf. Job 24:2). Aparentemente también llegó a ser muy común en Israel (Dt. 27:17; Pr. 22:28; 23:10; Os. 5:10). c.

 Ley de los testigos (19:15 – 21) 21)

19:15. Moisés estableció el principio de que se requería más de un … testigo para mantener la acusación de crimen contra un hombre (cf. 17:6). Ese principio debía funcionar como salvaguarda contra falsos testigos que podrían levantar un cargo falso contra otro israelita debido a un pleito u otro motivo escondido. Al requerir más de un testigo — al al menos dos o tres — se se lograba llevar el caso con más precisión y objetividad. 19:16 – 20 20. Era inevitable que en algunos casos hubiere un solo testigo. Pero un testigo único estaba aún obligado a presentar cargos contra el acusado. Sin embargo, tal caso debía llevarse ante el tribunal central de sacerdotes y jueces (cf. 17:8 – 13) 13) para ser juzgado. Si en la investigación el testimonio era hallado falso, entonces el acusador (un testigo falso, 19:16, 18) recibía el castigo correspondiente al crimen en cuestión. Cuando la suerte del testigo falso se daba a conocer en Israel, servía como un gran disuasivo para no dar falso testimonio en los tribunales. Violar el noveno mandamiento (Éx. 20:16) era un mal que debía erradicarse de la nación (cf. Dt. 19:13 y V. el comentario de 13:5). Las modernas teorías sociológicas que sostienen que el castigo, particularmente la pena capital, no detiene el crimen, contradicen el concepto que la Biblia tiene de la naturaleza humana. 19:21. La ley de la retribución conocida en latín como lex talionis, se había dado previamente en Éxodo 21:23 – 25 25 y Levítico 24:17 – 22. 22. Esa ley fue dada para reforzar el castigo que merecían los criminales en casos en los que hubiera tendencia a que el juez fuera demasiado indulgente o estricto. Los códigos legales del antiguo Cercano Oriente dictaban la mutilación del criminal (e.g., sacar un ojo, cortar un labio, etc.). Con una excepción (Dt. 25:11 – 12), 12), la ley israelita no permitía explícitamente tal castigo. Fuera de ese ejemplo, sólo se aplicaba la primera parte de esa ley, vida por vida, para indicar que el castigo debía ser equivalente al crimen. De esa manera, un esclavo que perdiere un ojo sería dejado libre (Éx. 21:26). La lex talionis también servía como un factor restrictivo en los casos en los que quien dictaba el castigo estuviera inclinado a excederse en la sanción. Jesús no rechazó la validez de ese principio en los tribunales, sino su uso en las relaciones interpersonales (Mt. 5:38 – 42). 42). No debe existir la venganza o la represalia personal. 10.  NORMAS PARA LA LA GUERRA SANTA (CAP. 20) a.

 Mandato de no temer a un enemigo superior (20:1 – 4) 4)

20:1. Principios similares a los que aparecen aquí, acerca de la batalla y la guerra santa, se habían dado previamente (2:24 – 3:11; 3:11; 7), y el tema fue tratado de nuevo más adelante en el discurso de Moisés (21:10 – 14; 14; 23:9 – 14; 14; 24:5; 25:17 – 19). 19). Israel jamás debía temer a los caballos y carros de sus enemigos, porque el resultado de la batalla nunca sería determinado por la sola fuerza militar (cf. Is. 31:1 – 3; 3; Os. 14:3). El mandato de no tener temor de ellos estaba basado en la fidelidad de Dios. Él ya había probado su fidelidad a la nación al sacarla de Egipto. En tiempos de adversidad, los creyentes de la actualidad también deben evocar la fidelidad de Dios en el pasado, porque trae alivio a los temores de las circunstancias presentes.

20:2 – 4. La función del sacerdote en la batalla era no sólo cuidar el arca, que simbolizaba la presencia del Señor con el ejército de Israel, sino también animar a los soldados con la palabra de Dios, para que fueran fuertes en su fe. La falta de confianza en la capacidad de Dios para pelear por ellos (cf. 1:30; 3:22) afectaría su fuerza de voluntad, i.e., sus corazones podrían desmayar fácilmente. Si la voluntad débil no era controlada por la fe desde el principio, conduciría al miedo, terror, e incluso al pánico delante de sus enemigos. De esta manera, si los soldados no oían al sacerdote, serían presas del temor y experimentarían la derrota. b.

 Personas exentas de prestar servicio militar (20:5 – 9) 9)

4). Los 20:5. Los sacerdotes eran responsables de animar al ejército con la palabra de Dios (vv. 2 – 4). oficiales eran responsables de asegurar que el ejército estuviera compuesto por hombres calificados. Sin embargo, los más calificados no eran necesariamente los mejores dotados para combatir. Estos eran, más bien, los más comprometidos con el Señor y que estaban libres de cualquier distracción que  pudiera apagar su espíritu de combate. Por lo tanto, por razones humanitarias, así como por el estado estad o de ánimo del ejército, cualquiera que hubiere edificado casa nueva y no la hubiera empezado a ―usar‖ (estrenado, del vb. hebr. ḥāna ) se le concedía la exención del servicio militar. 20:6. La misma exención se concedía a cualquiera que hubiere plantado una viña, y no hubiera 25). disfrutado de ella. Esa exención específica podía durar hasta cinco años (cf. Lv. 19:23 – 25). 20:7. Un hombre comprometido a casarse también quedaba exonerado del servicio militar. La duración en el caso de un recién casado era de un año (24:5). Esas exenciones (20:5 – 7) 7) traen a colación uno de los propósitos básicos de la guerra santa. Aunque se le apreciaba como un castigo por la maldad de la  población cananea (V. el comentario del cap. 7), era er a librada también para que Israel pudiera tener una u na tierra en la cual vivir en forma estable y pacífica, edificando casas, sembrando los campos, y criando a sus familias bajo el gobierno divino. Debido a que Dios estaba peleando por Israel, no era necesario que la guerra tuviera absoluta prioridad sobre todos los deberes familiares. 20:8 – 9. Mientras que las anteriores exenciones se habían concedido por razones humanitarias, la de aquellos que eran medrosos y pusilánimes se daba con objeto de preservar el estado de ánimo del ejército. Puesto que el mejor ejército era el que estaba comprometido con el Señor, debía quitarse a cualquiera o cualquier cosa que pudiera afectar la fe y confianza de las tropas israelitas. La cobardía aquí es estimada como un problema espiritual. Debido a que no existía una corte marcial, los oficiales quitaban a un soldado medroso antes de que tuviera oportunidad de desertar en combate y/o causar que otros soldados también se atemorizaran. La enseñanza de Moisés de que los oficiales nombraran capitanes sobre el ejército, implica que las fuerzas militares de Israel no estaban permanentemente organizadas con oficiales de cada rango. c.

 Política exterior de Israel (20:10 – 18) 18) 18). La gente 20:10 – 15 15. Moisés enseguida dio instrucciones para la política exterior de Israel (vv. 10 – 18).

de las ciudades que se encontraban muy lejos (v. 15), se refiere a las naciones que estaban fuera de Canaán pero dentro de la extensión territorial prometida a Abraham y sus descendientes (Gn. 15:18 –  21). El mandato de hacer una oferta de paz a la gente de una ciudad, significaba ofrecerles hacer un  pacto de vasallaje. Haciendo esto, la ciudad reconocía recono cía la soberanía del Dios de Israel y de su pueblo pueb lo escogido. Si la ciudad aceptaba someterse, entonces su población debía ser tributaria (cf. Jos. 9). Pero si la ciudad rechazaba claramente los términos de paz, los israelitas debían ejecutar a todo varón y todo lo demás debía tomarse como botín. Luego, aparentemente, a las mujeres y los niños se les daba la oportunidad de ingresar a la religión de Israel (V. también el comentario del tercer párrafo de Dt. 20:16 – 18). 18). 20:16 – 18 18. Sin embargo, dentro de los límites de Canaán absolutamente nada debía ser librado de la destrucción. En el v. 17 se listan seis naciones en representación de todas las que habitaban en Canaán. Los heteos eran de Anatolia (Turquía) pero algunos inmigrantes antiguos se habían asentado en Canaán (e.g., Efrón el heteo en Gn. 23). Los amorreos habitaban en las colinas (cf. el comentario de Gn. 14:13 –  16). Su origen es desconocido (se hace referencia a ellos, por vez primera, en textos antiguos del tercer

milenio a.C.). Los cananeos era un término general para referirse a los pobladores de Palestina. Los ferezeos eran quizá moradores de aldeas o nómadas. Los heveos estaban posiblemente en el norte de Palestina por las montañas de Líbano (Jos. 11:3; Jue. 3:3). Los jebuseos vivían en las montañas (Nm. 13:29) que rodeaban Jebús, conocida después como Jerusalén (Jos. 15:8). Otra nación que no se menciona aquí pero que se incluye en Deuteronomio 7:1 (V. el comentario allí) son los gergeseos, cuya ubicación se desconoce. Esos pueblos estaban tan degenerados y comprometidos con el mal que, a menos que fueran completamente destruidos, podrían fácilmente influenciar (enseñar) a los israelitas a hacer según todas sus abominaciones … para sus dioses; i.e. inclinarlos a diversas formas de idolatría (cf. 18:9 – 12). 12). Las mujeres de las naciones mencionadas en 20:10 – 15 15 (i.e., de la cultura arameasiria) no eran tan degeneradas como las de la cultura cananea. Además, aquéllas adoptaban la religión de sus esposos. Abraham, e.g., insistió en que su siervo trajera una esposa para su hijo Isaac de la cultura aramea y no una cananea (Gn. 24). Por consiguiente, a las mujeres y niños de esas naciones se les podría perdonar.  No obstante, sólo necesitamos recordar la influencia influenc ia de la malvada Jezabel, que indujo a su esposo espos o Acab a practicar la adoración a Baal, para ver los efectos destructivos que producía casarse con una mujer cananea. d.

 Prohibición de destruir los árboles frutales (20:19 (20:19 – 20) 20) 20:19 – 20 20. Las potencias militares del antiguo Cercano Oriente castigaban a sus enemigos arrasando la

tierra de manera indiscriminada. Esa práctica no tenía sentido en relación con la tierra de Canaán,  porque llegaría a ser la posesión de Israel. ¿Por qué debería Israel talar árboles árb oles cuyo fruto podía comer  posteriormente? Y ¿por qué los árboles, no siendo hombres, eran destruidos? destruidos ? Incluso en las tierras fuera de Canaán esa práctica debía evitarse porque mostraba una falta de respeto hacia la creación de Dios y una preocupación excesiva de usar el poder destructor áspera y desmedidamente. 11. LEYES DIVERSAS (CAPS. 21 – 25) 25) a.

 Homicidios sin resolver (21:1 – 9) 9) 21:1 – 9. 9. Si un hombre era hallado muerto, fuere por homicidio intencional o imprudencial, los

13) debían convocar a los ancianos de la ciudad más ancianos y jueces del tribunal central (17:8 – 13) cercana al lugar donde se encontraba el cadáver. Ante los sacerdotes (presumiblemente del tribunal central) los ancianos de esa ciudad debían quebrar la cerviz de una becerra declarando enseguida su inocencia. Quebrar la cerviz de la becerra simbolizaba que el crimen merecía la pena capital, y al lavarse las manos sobre la becerra, los ancianos comunicaban simbólicamente su inocencia en cuanto a ese asunto. Ese ritual demostraba cuán extremadamente valiosa es la vida para Dios. Porque, a pesar de no haberse aclarado el homicidio, tanto la tierra como el pueblo habían incurrido en la culpa de derramar la sangre inocente. El sacrificio de la becerra, acompañado de la petición de los ancianos, producía la expiación, i.e., apartaba la ira de Dios del pueblo. b.

 Leyes referentes a la familia (21:10 – 21) 21)

(1) Matrimonio con una mujer cautiva (21:10 – 14). 14). 21:10 – 11 11. Un israelita podía casarse con una mujer hermosa de entre los cautivos de una batalla determinada. Esto presuponía que la batalla en cuestión era contra una de ―las ciudades que [estaban] muy lejos‖ (20:15), no una ciudad que estaba dentro de los límites de Palestina. Por lo tanto, la candidata a esposa no sería una mujer cananea (cf. la  prohibición de casarse con hombre o mujer cananeo, 7:1, 3 – 4). 4). Si un soldado israelita genuinamente deseaba a una de las cautivas, sólo podía tenerla a través del matrimonio. Esto contribuía a proteger la dignidad de las cautivas y la pureza de los soldados israelitas. Éstos no debían violar, saquear o maltratar de otras maneras a los cautivos, como hacían otros ejércitos del antiguo Cercano Oriente. 21:12 – 14 14. El matrimonio de un soldado con una cautiva no podía realizarse de inmediato. La candidata a esposa debía prepararse sicológicamente para su nueva vida como israelita. Esto se lograba rapando su cabeza, cortando sus uñas, mudando sus vestidos, y haciendo lamento por sus padres durante un

mes. El lamento podría indicar ya sea que su padre y su madre habían muerto en la batalla o que quedaría separada de ellos por su nuevo matrimonio. Los otros rituales mencionados pueden haber simbolizado también su lamento por haber dejado su antigua vida. Un mes era tiempo suficiente para que la mujer cautiva hiciera duelo, y le daba oportunidad al futuro marido de meditar su decisión inicial de tomarla como esposa. Esto porque al tener su cabeza rapada luciría menos atractiva. La expresión y si no te agradare se puede referir no tanto a un problema trivial de su relación, sino a la renuencia de la nueva esposa a aceptar los valores espirituales de su esposo. En ese caso, el marido  podía disolver el matrimonio renunciando a todos sus derechos derecho s sobre ella. Al prohibírsele al marido tratarla como esclava, aunque hubiere sido humillada, la esposa, a través del divorcio, retenía en alguna medida su dignidad. Esa ley remarcaba el valor de la vida humana en contraste con el terrible trato que se daba a los prisioneros de guerra en todo el antiguo Cercano Oriente. (2) Derecho del primogénito 21:15 – 17 17. La monogamia es el ideal divino para el matrimonio en el A.T. (Gn. 2:20 – 24). 24). La poligamia, aunque era practicada por algunos, nunca aparece como algo positivo en el A.T.; las Escrituras jamás describen un matrimonio polígamo verdaderamente feliz. Una razón de lo anterior es que el marido amaría a una de sus mujeres más que a la(s) otra(s). En este caso, se prohibía al hombre obedecer a sus sentimientos sacrificando la ley. Su hijo primogénito debía recibir doble herencia de su padre aunque fuere hijo de la mujer aborrecida. (3) Un hijo rebelde. 21:18 – 21 21. Una violación extrema del quinto mandamiento ―honra a tu padre y a tu madre‖ (5:16), debía ser castigada con la muerte. Lo que se considera aquí no es un incidente aislado de desobediencia, sino una rebelión persistente contra el padre y la madre del individuo, incluso después de que los padres hubieren advertido a su hijo acerca de las consecuencias de sus actos rebeldes. El hijo se rebelaba, a fin de cuentas, contra la autoridad del Señor y, por lo tanto, atacaba las  bases de la comunidad del pacto. La legislación presentada aquí no era cruel, ni autorizaba a los padres padr es a abusar de sus hijos. El hijo debía ser llevado a los ancianos a la puerta (i.e., donde la ley era impartida; cf. 22:15; Jos. 20:4; Job 29:7) del lugar. A los ancianos se les exigía que realizaran un juicio imparcial. El hijo no era  juzgado por ser glotón y borracho, sino por ser rebelde. Tanto su vida autoindulgente como su ebriedad eran simplemente evidencias de su rebelión contra la autoridad paterna. Todos los hombres (en lugar de los padres) debían apedrear al hijo si se demostraba que eran ciertos los cargos contra él. De nueva cuenta se mencionan los efectos disuasivos de la pena capital: todo Israel oirá y temerá (cf. Dt. 13:11; 17:13). No hay registro en la Biblia, ni en la literatura extrabíblica que indique que este castigo se haya aplicado alguna vez. Aparentemente, el miedo a la muerte impidió que los hijos judíos fueran rebeldes y contumaces. c.  Diversas leyes (21:22 – 22:12) 22:12) (1) Un cadáver colgado. 21:22 – 23 23. El acto de colgar a un criminal de un madero no tenía el propósito de darle muerte. Más bien, después de que era castigado por causa de un crimen digno de muerte …, su cuerpo era colgado de un madero como advertencia a todo el que lo viera de que no cometiera el mismo delito. El criminal estaba bajo la maldición de Dios, no por causa de que se encontraba colgado en un madero, sino porque había violado la ley divina, cometiendo un crimen digno de muerte. Por lo tanto, su cuerpo no debía pasar la noche colgado. Este texto fue usado por el apóstol Pablo (Gá. 3:13)  para apoyar la doctrina de la muerte vicaria de Cristo Cr isto en favor de los pecadores. El haber estado bajo la maldición de Dios (cf. el comentario de Mr. 15:34) lo capacitó para redimirnos ―de la maldición de la ley‖. (2) El ganado de un vecino israelita. 22:1 – 4. La ley acerca del ganado era una expresión concreta del eterno principio moral ―amarás a tu prójimo como a ti mismo‖ (Lv. 19:18), y ―todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos‖ (Mt. 7:12). Originalmente, la regla de Deuteronomio 22:1 – 4 no se refiere a tomar el animal extraviado de alguien, sino más bien a la tendencia natural de no hacer caso del que sufrió la pérdida debido al tiempo

adicional y el trabajo que involucraba devolverle al animal. Si el dueño del animal vivía muy lejos o era desconocido, quien encontró al animal podía llevarlo a casa hasta que el dueño lo buscara. Lo mismo sucedía con el vestido extraviado y otros objetos que fueren encontrados. El mismo principio se aplicaba en el caso de un animal caído (v. 4). Hoy en día, esa ley se aplicaría en cualquier circunstancia en que el creyente se sintiera tentado a ―rehusarse‖ a ayudar a una persona en necesidad (cf., e.g., Stg. 2:15 – 16; 1 Jn. 3:17). (3) Travestismo. 22:5. Estaba prohibido usar ropa del sexo opuesto debido a que esto suprimía la distinción de los sexos y violaba así una parte esencial del orden de la vida establecido por Dios (Gn. 1:27). Además, estaba asociado con, o promovía la homosexualidad. La misma palabra hebr. que se trad. como abominación (tô ‘ēḇâh , lit., ―cosa detestable‖) se usa para describir el punto de vista divino de la homosexualidad (Lv. 18:22; 20:13). Aunado a eso, existe alguna evidencia de que el travestismo  pudo estar relacionado con el culto a las deidades paganas. Debido a que esa ley estaba relacionada con el orden divino de la creación, y puesto que Dios aborrece a cualquiera que esto hace, los creyentes de la actualidad deben tener muy en cuenta este mandato. (4) Aves en el nido. 22:6 – 7. Muchos han sugerido que esta ley fue dada para enseñar a Israel la compasión o reverencia por las relaciones paternales, valiéndose de una lección objetiva extraída del reino animal. Sin embargo, el hecho de que se permitía a los israelitas tomar los pollos del nido, parece militar contra este punto de vista. Más probablemente, Moisés estaba enseñando a los israelitas que debían proteger la fuente de los alimentos. Al dejar ir a la madre, promovían la producción de más crías en el futuro. Obedecer esa estipulación, como las demás de la ley, traería bendición al pueblo (para que te vaya bien; cf. 4:40; 5:16; 6:3, 18; 12:25, 28; 19:13). (5) El pretil. 22:8. El techo de una casa en el antiguo Cercano Oriente era utilizado con varios  propósitos. Hacer un pretil en la casa de uno ayudaba a evitar que alguien cayera del terrado. Preocuparse por la seguridad de otros, era la oportunidad para demostrar que se amaba al prójimo como a uno mismo (Lv. 19:18). Esto de nueva cuenta remarca el valor de la vida humana. (6) Prohibición de hacer mezclas. 22:9 – 11. Es incierta la razón de que se diera la prohibición de plantar un campo con semillas diversas, ayuntar juntos un buey y un asno para arar y tejer vestidos de lana y lino. Pudieron tener una función simbólica para enseñar a los israelitas algo acerca del orden creado. O las mezclas mencionadas pueden reflejar ciertas prácticas religiosas paganas. (7) Flecos. 22:12. La significancia de esta enseñanza acerca de los flecos no se explica aquí, pero sí en  Números 15:37 – 41. Los flecos debían actuar como recordatorios de los mandamientos del Señor y la responsabilidad que tenía Israel de obedecerlos. d.

Violaciones al matrimonio (22:13 – 30) 22:13 – 21. Esta ley se creó con el propósito de reforzar la pureza sexual en la etapa prematrimonial y

animar a los padres a que enseñaran a sus hijos el valor de la pureza sexual. Sin embargo, la ley podía ser mal utilizada por un esposo inescrupuloso en contra de su mujer, por razones de índole personal, o quizá para recuperar el precio de la novia que originalmente había pagado al padre de la joven. Si tal marido acusaba a su mujer de que no era virgen cuando se casaron, entonces los padres de ella estaban obligados a ofrecer una prueba de su virginidad. La evidencia debía ser una vestidura, una prenda manchada con sangre, o una sábana de la noche de bodas. Los registros de varias culturas del antiguo Cercano Oriente se refieren a este tipo de evidencia como algo que se realizaba en público. Si los padres ofrecían tal evidencia de la virginidad de su hija antes del matrimonio, entonces el hombre que la acusó falsamente debía ser azotado (que es el probable significado de la expresión lo castigarás, v. 18) y multado con cien piezas de plata (aprox. 1.2 kgs.). Aparentemente ese era el doble del precio  pagado por la novia (el v. 29 parece indicar que el precio normal de la novia era de cincuenta piezas de  plata). El dinero de la multa era dado al padre de la joven, porque había quedado muy afectado por la acusación del esposo. Se había cuestionado tanto el deseo como la capacidad del padre de transmitir a sus hijos los valores del reino que tenían que ver con la pureza sexual. Además, porque a la hija se achacó una mala fama. El apoyo económico a la esposa y quizá también el derecho legal de su hijo

 primogénito quedaban protegidos por la renuncia irrevocable del esposo a su derecho de divorciarse de su mujer (v. 19). Por otra parte, si la acusación del esposo no podía desmentirse, entonces la esposa debía ser apedreada a la puerta de la casa de su padre. Ese severo castigo no era sólo para el pecado de fornicación, sino también por haber mentido a su probable esposo y por involucrar a su padre en el engaño. Este mal debía erradicarse de la nación (cf. vv. 22, 24; V. el comentario de 13:5). 22:22. Aunque la pena capital debía administrarse por la infidelidad sexual en el matrimonio (cf. Lv. 20:10), no se especifica la manera exacta en que debía llevarse a cabo. En Mesopotamia se ataba y echaba al río a la pareja adúltera (Código de Hammurabi, ley 129), aunque ningún registro existente  proveniente de Mesopotamia indica que alguna vez se aplicara esa ley. Los líderes oficiales del  judaísmo en el tiempo de Jesús interpretaban esa pena como la muerte por lapidación (cf. Jn. 8:5) pero la tradición rabínica tardía prescribía la muerte por estrangulamiento. No se sabe qué tan frecuentemente se hizo cumplir esa ley. (Acerca de la seriedad del pecado de adulterio, V. el comentario de Dt. 5:18.) 22:23 – 27. Una virgen desposada debía ser tratada como mujer casada. Se asumía que una relación sexual que se había llevado a cabo en la ciudad no era una violación (vv. 23 – 25) sino adulterio (i.e., la  joven había dado su consentimiento). Si se hubiere tratado de un caso de violación, sus gritos de auxilio habrían sido oídos, fuere o no rescatada. Si el asalto ocurría en el campo, entonces se le daba a la  joven desposada el beneficio de la duda y solamente se ejecutaba al hombre (vv. 25 – 27). En la ley se considera que la violación es tan grave como el homicidio y, por tanto, merecía la pena capital. 22:28 – 29. Un hombre que violaba a una virgen no desposada era forzado a casarse con ella (después de pagar el precio de la novia de cincuenta piezas de plata a su padre) y debía renunciar a su derecho a divorciarse de ella. Esto protegía, hasta cierto punto, el honor de la joven y le garantizaba a ella (y a su hijo si resultaba embarazada por la violación) el sostén permanente. Esta estipulación pudo haber servido también como disuasivo de la violación, debido a que el hombre que abusara de una mujer debía vivir con ella el resto de su vida. 22:30. En lugar de hablar del adulterio, este v. probablemente se refiere a un hombre que se casa con su madrastra tras la muerte de su padre. Tal matrimonio debía considerarse como incestuoso (cf. Lv. 18:8). e.

 Exclusión de la congregación de Jehová (23:1 – 8)

23:1. La congregación de Jehová probablemente se refiere aquí al pueblo reunido para cumplir  propósitos religiosos. Por lo tanto, esta ley y las de los vv. 2 – 8 tienen que ver con la exclusión del culto israelita. Estas leyes parecen tener un cierto carácter ceremonial. Como las leyes de impureza (e.g., Lv. 12 – 15) estas no excluyen a un individuo por causa de su pecado moral específico. Más bien cumplen una función pedagógica o simbólica. La exclusión de un individuo del culto israelita no impedía a éste creer en el Señor y recibir el regalo de la vida eterna. La historia de Israel demuestra que estas leyes (en Dt. 23:1 – 8) no tenían el propósito de aplicarse de manera legalista, sin considerar las circunstancias de cada individuo que pudiera tener el deseo de  participar en el culto israelita. Excluir al que tuviera amputado el miembro viril se refiere a la persona que intencionalmente se hubiera hecho castrar para cumplir propósitos religiosos paganos. Esta ley por ningún motivo tenía el propósito de excluir a un eunuco comprometido en obedecer al Señor (Is. 56:3 –  5). Sin embargo, algunos afirman que sí excluía a todos los eunucos sin importar la razón por la que se hubieren castrado. De ser así, entonces la ley probablemente refleja que el eunuco había perdido la capacidad de procrear y ya no era perfecto porque había perdido algo de la imagen de Dios. Por lo tanto, la ley habría enseñado simbólicamente la necesidad de que los adoradores fueran perfectos delante de Dios, así como los sacrificios presentados a Dios tenían que ser sin defectos físicos. 23:2. Bastardo es la trad. de una rara palabra hebr. cuyo significado es oscuro. ( Mamzēr  se usa en el A.T. sólo aquí y en Zac. 9:6, donde se usa en sentido figurado con respecto a los extranjeros.) Tradicionalmente se ha entendido como que se refiere (en Dt. 23:2) a un hijo nacido de un matrimonio

ilegítimo. No obstante, es posible que el término se refiera a un hijo nacido de una relación incestuosa, de una prostituta cúltica, o de un matrimonio mixto (i.e., un israelita casado con una amonita, moabita, filistea, u otra). De nuevo, el duro castigo infligido a tal persona ayudaría a evitar que otros israelitas realizaran ese tipo de matrimonios. 23:3 – 6. Ni al amonita ni al moabita se le permitía asistir a las reuniones religiosas de Israel debido al trato que dieron al pueblo escogido durante su peregrinación por el desierto. Se negaron a proveer pan y agua a Israel, y a través de Balac, los moabitas alquilaron a Balaam para maldecir a Israel (Nm. 22:2 – 6). (Tampoco Israel debía hacer la paz con ellos, Dt. 23:6.) Además los moabitas y amonitas eran descendientes de la relación incestuosa de Lot y sus hijas (Gn. 19:30 – 38). Estos hechos confirman que desde el principio, habían estado y seguirían estando contra el Señor y su pueblo. Sin embargo, el trato de Booz hacia Rut, junto con otros israelitas de Belén demuestra que esta ley nunca tuvo el propósito de excluir a alguien que dijera ―tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios‖ (Rt. 1:16). Isaías parece haber tenido una interpretación similar (cf. Is. 56:3, 6 – 8) pero quizá esos vv. del profeta se aplican exclusivamente a los postreros días. 23:7 – 8. El trato al pueblo edomita era más considerado debido a que eran descendientes de Esaú (Gn. 36:40 – 43), el hermano de Jacob. El áspero trato del pueblo egipcio a Israel fue pasado por alto debido a la prolongada estancia del pueblo escogido en su territorio y quizá también por el trato positivo dado en un principio a José y su familia cuando entraron por primera vez a Egipto (Gn. 37 – 50).  f.

 Inmundicia en el campamento (23:9 – 14) 23:9 – 14. Los vv. 1 – 8 tienen que ver con la necesidad de mantener la pureza religiosa de la

congregación. Los vv. 9 – 14 se preocupan de la pureza en el campamento durante la batalla. La emisión nocturna del hombre, aunque no era en sí moralmente mala, hacía al individuo inmundo por todo el día siguiente. De similar forma, el mandato de enterrar el excremento (v. 13) no tenía ninguna connotación moral. Aparentemente esta ley era de naturaleza ceremonial. Al cumplir de manera regular esas leyes, se recordaba a los soldados israelitas la santidad y presencia del Señor. Incluso en los momentos más  privados de su vida, el Dios santo estaba con ellos, observando su conducta.  g.

 Diversas leyes (23:15 – 25:19) (1) Esclavos prófugos. 23:15 – 16. Los esclavos considerados aquí no eran israelitas. Eran personas de

otras naciones que venían buscando refugio en Israel. El mandato de no devolver al esclavo a su antiguo amo iba en contra de la práctica normal del antiguo Cercano Oriente. De hecho, los tratados en esa región incluían la provisión de que fueran devueltos los esclavos prófugos y otros fugitivos. Por lo tanto, esta ley pudo haber sido para recordar a Israel que su pacto era con el Señor y no necesitaban concertar ninguna alianza política con otra nación. También es posible que, puesto que un esclavo había sido oprimido injustamente, esta ley que impedía seguir oprimiéndolo sirviera como recordatorio a los israelitas de su antigua condición de esclavos en Egipto. (2) Prostitución (23:17 – 18). 23:17. La prostitución cúltica era común en las religiones del antiguo Cercano Oriente. La prohibición presentada aquí tenía probablemente el propósito de impedir que los israelitas practicaran una religión foránea, y mantener el culto al Señor libre de la contaminación de la  prostitución cúltica. La historia posterior de Israel está repleta de ejemplos de su fracaso en obedecer este mandato (cf., e.g., 1 R. 14:24; 15:12; 22:46; 2 R. 23:7; Os. 4:14). 23:18. Las palabras usadas para referirse a las prostitutas indican que aquí se consideraba la  prostitución en general, y no específicamente la cúltica. La palabra para la prostituta es zônâh  y para el varón que la practicaba es eleḇ (lit., ―perro‖). No se podía pagar un voto con dinero obtenido de esa  práctica pecaminosa. El pago de un voto permitía al israelita expresar su gratitud por la provisión  bondadosa de Dios para su vida. Por consiguiente, usar dinero que Dios no había provisto para pagar un voto, era algo falto de sinceridad y por lo tanto, hipócrita. No sorprende, entonces, que fuera ―abominación‖ al Señor. (Otras cosas abominables eran la idolatría, ofrecer animales con defecto para el sacrificio y la deshonestidad; cf. la palabra ―abominación‖ en 7:25– 26; 12:31; 13:14; 14:3; 17:1, 4; 18:9, 12 [dos veces]; 20:18; 24:4; 27:15; 29:17; 32:16; y la palabra ―abominar‖ en 22:5; 25:16.)

(3) Préstamos y cobro de intereses (23:19 – 20). 23:19. Los pasajes paralelos (Éx. 22:25; Lv. 25:35 – 37) aclaran que el hermano que pedía dinero prestado era un israelita (cf. Dt. 23:20) que había empobrecido o se encontraba en extrema necesidad y que no pedía prestado para comprometerse en una operación capitalista. Cobrar interés a un hermano, sólo empeoraría su condición y alimentaría la codicia del acaudalado al prestar. 23:20. Se permitía al israelita cobrar interés al extraño debido a que éste no era miembro de la comunidad del pacto ni un extranjero residente en la tierra prometida. Probablemente el ―extraño‖ era un mercader y el préstamo que solicitaba lo usaría con el propósito de hacer negocios. (4) Votos. 23:21 – 23. Esa ley hace hincapié en la necesidad de los israelitas de ser completamente honestos delante de Dios y tener sumo cuidado al hacer compromisos verbales con él. El voto que se considera aquí era uno hecho por el adorador de manera voluntaria. Una vez hecho, tenía que ser cumplido (cf. Pr. 20:25; Ec. 5:4 – 5), así como el Señor había cumplido sus promesas a Israel. (5) Comer en el campo del vecino. 23:24 – 25. Esta ley, como las de 22:1 – 4, daban expresión concreta al principio de amar al prójimo como a uno mismo. Al viajero se le daba derecho de comer de la viña o de la mies, pero no de llevar uvas con él, ni cosechar el campo. Debido a que el Señor había sido generoso en proveer al agricultor, él a su vez debía ser generoso con el extraño que viajara por su tierra. (6) Divorcio y nuevo matrimonio. 24:1 – 4. El divorcio era una práctica muy común en el antiguo Cercano Oriente. Sin embargo, el A.T. siempre lo consideró como una tragedia (cf. Mal. 2:16). Por consiguiente, los mandatos de Deuteronomio 24:1 – 4, se dieron para regular una práctica ya existente. La cosa indecente que el esposo pudiera encontrar en su esposa, no se refiere al adulterio, el cual se castigaba con la muerte (22:22). Tampoco puede referirse a una relación sexual premarital de la mujer con otro hombre, la cual también se castigaba con la pena capital (22:20 – 21). Se desconoce el significado exacto de esa frase. Si el hombre encontraba algo indecente en su mujer, la carta de divorcio que escribía era aparentemente dada a ella para brindarle protección bajo la ley. Si la mujer, después de divorciada, se casaba de nuevo, y luego su segundo esposo se divorciaba de ella o moría, no se le permitía al primer marido volverse a casar con ella, porque había sido envilecida. La palabra que se trad. ―envilecida‖ se usaba también para describir a un hombre que había cometido adulterio (Lv. 18:20). Así que el uso de esta palabra para describir a una mujer divorciada y casada de nuevo con el mismo hombre, sugiere que el divorcio era visto de manera negativa a pesar de que Moisés lo  permitiera. Casarse con su exesposo sería equivalente al adulterio y, por lo tanto, se consideraba abominación a Jehová (V. el comentario de ―abominable‖ y ―abominación‖ en Dt. 23:18). Parece que el propósito de esa ley era evitar los divorcios por razones frívolas, y presentarlo como algo negativo. La interpretación que Jesús dio de este pasaje indica que el divorcio (como la poligamia) iba en contra del ideal divino para el matrimonio (V. el comentario de Mt. 19:3 – 9). (7) Nuevo matrimonio. 24:5. Igual que la ley anterior (vv. 1 – 4), ésta enfatiza la importancia del matrimonio y la familia. Se consideraba cruel enviar a un recién casado … a la guerra (cf. 20:7). Si moría en combate quizá no tendría descendencia para preservar su nombre (para entender el significado de esto V. 25:5 – 10). También el recién casado debía estar exento de otras responsabilidades para darle tiempo a que se acoplara y pudiera alegrar a su mujer. (8) Empeños. 24:6. La muela del molino era un objeto de uso diario en las casas para moler el grano y  preparar comidas. Tomar una o ambas como prenda de garantía por una deuda, estaría, en efecto,  privando al hombre de su pan diario (la vida del hombre) y, por lo tanto, contradecía el espíritu de generosidad que debió haber motivado en primer lugar al prestamista. (9) Secuestro. 24:7. Aparentemente el secuestro era algo común en el antiguo Cercano Oriente, porque se menciona también en los códigos legales de Mesopotamia y del imperio heteo. Debido a que el secuestrador privaba de la libertad a su víctima (esclavizándola o vendiéndola), debía ser castigado con la pena capital — como si hubiera tomado la vida de la víctima. Este era otro de varios crímenes que ameritaban la pena de muerte. Acerca de la expresión quitar el mal, V. el comentario de 13:5.

(10) Enfermedades cutáneas. 24:8 – 9. La palabra hebr. que se trad. plaga de lepra se refiere a una amplia variedad de enfermedades de la piel, y no exclusivamente a la lepra. En lugar de repetir la legislación acerca de esos males, Moisés remitió al pueblo a la enseñanza original (lo que les he mandado a los sacerdotes) en Levítico 13 – 14. La motivación para obedecer esta legislación ceremonial fue provista por el ejemplo de María, quien por haberse opuesto a Moisés, se llenó de lepra (Nm. 12). (11) Recolectar una prenda. (24:10 – 13). 24:10 – 11. Se respetaba la dignidad del que pidió prestado al  prohibírsele al prestamista entrar a su casa para tomar cualquier cosa que quisiera, en prenda de pago. 24:12 – 13. Si el que había pedido prestado era tan pobre, que lo único que podía ofrecer en prenda, era su ropa (que le servía como cobertor en la noche), entonces el prestamista tenía que regresársela antes del anochecer (cf. Éx. 22:26 – 27; Job 22:6). Al actuar de esta manera, el prestamista estaba expresando amor a su prójimo. (12) Pago a los empleados. 24:14 – 15. Un jornalero pobre necesitaba que se le pagara su salario cada día, no cada semana ni cada mes. La cláusula con él sustenta su vida parece indicar que necesitaba recibir su jornal cada día para proveer alimento para él y su familia. Debió haber sido fácil para un  patrón rico, el retener el salario de un hombre pobre. Pero el patrón debía recordar que Israel, por un tiempo, había sido oprimido por el faraón hasta que clamó al Señor (cf. Éx. 2:23; 3:9). De igual manera, si el hombre pobre clamaba a Jehová, el empleador podría llegar a encontrarse bajo el juicio de Dios, como ocurrió al faraón. (13) Responsabilidad por la culpa dentro de la familia. 24:16. Aunque la responsabilidad personal era la norma en los códigos legales del antiguo Cercano Oriente, en algunos casos se permitía que el hijo muriera en lugar de su padre (e.g. Código de Hammurabi, ley 230), aunque de nuevo (cf. el comentario de 22:22) no hay registros en los juicios de entonces que afirmen que esto se aplicó alguna vez. Moisés  prohibió tal práctica: cada uno morirá por su pecado (cf. el comentario de Nm. 14:26 – 35). Sin embargo, era cierto que un padre que se rebelaba contra el Señor podía influir en sus descendientes  para que hicieran lo mismo (V. el comentario de Dt. 5:9). (14) Trato al extranjero, al huérfano y a la viuda (24:17 – 22). 24:17 – 18. Los extranjeros, huérfanos y viudas (cf. vv. 19 – 21) podían ser maltratados con facilidad en los tribunales y por los ricos. Sin embargo, la gente necesitada de Israel debía ser tratada con amor y justicia (cf. 10:18 – 19; 27:19), especialmente a la luz de la opresión que Israel había sufrido a manos del faraón y su liberación de Egipto (15:15; 24:22). Si la nación fallaba en proceder con justicia, en este sentido Dios podría  juzgarlos al igual que hizo con el faraón. Acerca de tomar en prenda la ropa de la viuda, V. el comentario de los vv. 12 – 13. 24:19 – 22. Esta ley acerca de dejar en los campos algo de grano (trigo y cebada), olivos, y uvas hacía  posible que los extranjeros, huérfanos y viudas pudieran recoger algo durante el tiempo de la cosecha (cf. Lv. 23:22). Así, los necesitados no quedaban sujetos a la humillación de mendigar o buscar ayuda caritativa; podían seguir trabajando por su alimento. Además, se le daba oportunidad a los agricultores de expresar gratitud a Dios por su abundante provisión y su amor hacia los miembros más pobres de la comunidad del pacto. (15) Enjuiciando a los criminales. 25:1 – 3. Cuando dos personas tuvieren pleito que no pudieran resolver por ellos mismos, debían permitir que los jueces decidieran quién era inocente y quién culpable. El propósito principal de esta ley era regular el castigo corporal. Después de que el caso era  juzgado en el tribunal …, el delicuente era azotado en presencia del juez que presidía, quien debía vigilar que el castigo se aplicara de manera justa. De esta manera se respetaba la dignidad del culpable, no permitiendo que se le golpeara (probablemente con una vara; cf. Éx. 21:20) más de cuarenta veces. El Código de Hammurabi (ley 202) permitía 60 latigazos y otras leyes asirias tardías permitían entre 40 y 50. En tiempos del N.T., los judíos habían establecido el castigo de 39 latigazos como salvaguarda  para no pasarse de 40 (2 Co. 11:24). Se ha dicho frecuentemente que la tortura de Jesús consistió de 39

latigazos, pero debido a que fue flagelado por los romanos, no por los judíos, se desconoce el número de latigazos que recibió. A veces los romanos eran excesivamente crueles al flagelar a otros. (16) Bueyes que trillan. 25:4. El mandato de no poner bozal al buey cuando trillare (sobre una era  para abrir los tallos y sacar el grano) remarca la bondad y equidad que debía darse a los animales que ayudaban a la persona a ganar el pan cotidiano. El uso que Pablo hizo de este v. (1 Co. 9:9) no sugiere que Dios no tiene cuidado de los bueyes. Pablo quiso decir que, si Dios cuida de los bueyes que trillan, con mucha más razón cuida de los obreros humanos, especialmente los que trabajan en su reino (V. el comentario de 1 Co. 9:9 – 10). (17) Matrimonio por levirato (25:5 – 10). 25:5 – 6. Sólo en un tipo de circunstancia se permitía que alguien se casara con un pariente cercano. Estaba prohibido casarse con una cuñada divorciada o viuda (Lv. 18:16), a menos que se cumplieran las siguientes condiciones: Los hermanos debían haber vivido  juntos (i.e., habían heredado la propiedad de su padre juntamente), y el hermano muerto debía haber fallecido sin tener hijo varón. Si se cumplían ambas condiciones, entonces el matrimonio por levirato (del latín levir , ―cuñado‖ o hermano del esposo) debía realizarse. De esta manera, el matrimonio  proveería un heredero varón que a su tiempo podría cuidar de sus padres en edad provecta, e impedir la  pérdida de la propiedad familiar. Además, el primogénito nacido del matrimonio por levirato recibía el nombre del hermano muerto  para que el nombre de éste no fuera borrado de Israel. De esta forma, aunque un hombre muriese antes de que el Señor cumpliera las promesas del pacto hechas a Abraham y su progenie (Gn. 15:5, 18 –  21; 17:19; 22:17 – 18; 28:13 – 14; 35:12) podía participar, en cierto sentido, en el futuro glorioso de Israel a través de sus descendientes. 25:7 – 10. Si el cuñado de la viuda se rehusaba a cumplir su deber fuere por codicia (no queriendo compartir la herencia de la familia con su cuñada) o porque no le agradaba su cuñada — ella podía decirlo a los ancianos de su ciudad. Enseguida ella podía quitarle un zapato y escupir en su rostro. Estas acciones mostrarían el fuerte desacuerdo que tenía con él. Este incidente lo avergonzaría, y le impondría el estigma de ser conocido por su renuencia a ayudar a la viuda, lo cual ilustra cómo usaba Dios la presión social para motivar a la gente a la obediencia. (18) Impedir una riña. 25:11 – 12. Este es el único ejemplo en la ley en la que se realizaba una mutilación física en castigo por un delito (V. el comentario de 19:21). La aplicación limitada de este tipo de castigo en Israel, contrasta con otros códigos legales del antiguo Cercano Oriente, que hacían  provisión para una amplia variedad de mutilaciones físicas, dependiendo del crimen cometido (e.g. en la ley asiria se le cortaba el labio con una espada a un hombre que en la calle besara a una mujer que no fuera su esposa). El mandato de 25:11 – 12 tenía quizá el propósito de proteger tanto el recato femenino como la capacidad del hombre de producir herederos. Este segundo propósito ayuda a explicar por qué esta ley se colocó aquí, inmediatamente después de las instrucciones acerca del matrimonio por levirato (vv. 5 – 10). Esta es la cuarta ocasión en Deuteronomio que Moisés ordenaba al pueblo que no perdonara al aplicar el castigo (cf. 13:8; 19:13, 21). (19) Pesas injustas. 25:13 – 16. Los israelitas debían ser completamente honestos en sus tratos comerciales. Ellos podían serlo debido a que era el Señor a fin de cuentas quien los sostendría y  prosperaría. Así, la honestidad en los negocios era una manera de proclamar la fe que uno tenía en la capacidad divina de apoyarlo y darle larga vida. El tema de la pesa justa e injusta, así como las ―básculas‖ es común en el A.T. (Pr. 11:1; 16:11; 20:10, 23; Am. 8:5; Miq. 6:11; V. el comentario de Os. 12:7). Acerca de tener larga vida en la tierra V. Deuteronomio 5:16; 6:2; 11:9; 32:47. (20) Destrucción de los amalecitas. 25:17 – 19. Los amalecitas eran una tribu nómada que habitaba desde Sinaí hacia el norte hasta la parte septentrional de Arabia (cf. 1 S. 15:7; 27:8). Su genealogía se remonta a Amalec, hijo de Elifaz y nieto de Esaú (Gn. 36:12). La referencia a ―todo el país de los amalecitas‖ (Gn. 14:7) es deliberadamente anacrónica. En el Pentateuco se mencionan dos batallas específicas con los amalecitas (Éx. 17:8 – 16; Nm. 14:39 – 45), pero Deuteronomio 25:17 – 19 parece indicar que existió una serie de batallas que no se mencionan en ningún otro lugar. El ataque no

 provocado que lanzaron contra el débil, cansado y trabajado Israel, demuestra la cobardía de los amalecitas así como su falta de temor al Dios de los hebreos. Puesto que no habían mostrado misericordia al pueblo escogido, ellos tampoco la recibirían. Israel debía borrar la memoria de Amalee de debajo del cielo. Más de 400 años después, David derrotó a los amalecitas (2 S. 1:1), pero no fueron completamente borrados sino hasta 300 años después, en tiempos de Ezequías (1 Cr. 4:41 – 43). El fuerte mandato ¡no lo olvides! es el último de nueve similares que existen en Deuteronomio (cf. el comentario de Dt. 4:9). 12. DOS CEREMONIAS LITÚRGICAS  (26:1 – 15) a.

 Liturgia para la presentación de los primeros frutos (26:1 – 11) 26:1 – 4. Cuando Israel hubiere tomado posesión (cf. el comentario de 1:8) de la tierra prometida,

debía celebrar dos rituales. Debido a que ya se había dado la legislación acerca de los diezmos de cada tercer año (14:28 – 29), parece ser que estos dos rituales que acompañaban las ofrendas de los primeros frutos (26:2 –11), y del diezmo ―en el año tercero‖ (vv. 12– 15) tenían el propósito de que se practicaran sólo una vez, una después de la primera cosecha de Israel y la otra después de estar tres años en la tierra. Esos rituales fueron dados para celebrar la transición de Israel de practicar una vida nómada, a conformar una comunidad agrícola establecida, situación que fue posible gracias a las bendiciones del Señor. El primer ritual consistía en llevar las primicias (i.e., la producción inicial de la cosecha; cf. Lv. 23:9 –  14) al sacerdote en el santuario central. La declaración que hacía el ofrendante: Declaro hoy … que he entrado en la tierra, era un testimonio de la fidelidad del Señor al haber traído a la nación a la tierra que él había prometido. De esta forma, justamente al principio de su nueva vida, cada uno de todos los que formaban la nación, tenía la oportunidad de venir delante de Dios individualmente para confesar su fe en él. El sacerdote debía tomar la canasta (Dt. 26:4; cf. v. 2) de las primicias, pronunciar algunas  palabras y luego regresarla al adorador. 26:5 – 10. La segunda parte del ritual era una confesión más elaborada de la fidelidad del Señor (vv. 5 –  10a) seguida de otra presentación de la canasta (v. 10b). La confesión destacaba tanto la fidelidad de Dios, como la milagrosa preservación de Israel. La expresión un arameo a punto de perecer se refiere a Jacob, quien era el padre de todos los israelitas o, más bien, su ancestro. Cuando Abraham dejó Ur, se estableció por un tiempo en Harán, ciudad aramea de Mesopotamia septentrional (Gn. 1:28 – 32). Abraham después se trasladó a Canaán,  pero algunos de sus parientes se quedaron en ese lugar y llegaron a ser conocidos como arameos. Tanto Isaac como Jacob se casaron con mujeres de esa rama aramea de la familia. Así, Jacob podía también ser llamado arameo. Jacob tenía ya 130 años de edad cuando descendió a Egipto después de lo cual vivió 17 años más. Los pocos hombres de su familia eran un total de 70 (Gn. 46:27). A pesar de que los egipcios … maltrataron a la nación, ésta siguió creciendo. Dios respondió al clamor de su pueblo oprimido liberándolo de Egipto de manera milagrosa, con mano fuerte y brazo extendido (V. el comentario de Dt. 4:34) incluyendo la manifestación divina de señales y milagros (cf. 4:34; 6:22; 7:19; 26:8; 29:3). Aunque naciones poderosas habitaban Canaán, Israel poseería la tierra que fluye leche y miel (cf. 26:15 y V. el comentario de Éx. 3:8). En pocas palabras, la confesión ponía de relieve la obra milagrosa de Dios en cada giro de la historia israelita. 26:11. Después de siglos de sufrir y esperar, era conveniente que cada familia, junto con todas las  personas necesitadas de Israel, se regocijaran por todas las bendiciones abundantes provistas por el Señor. b.

 Liturgia para la presentación del diezmo después de los primeros tres años (26:12 – 15)

26:12. Como se afirmó en el comentario de los vv. 1 – 4, ese diezmo podía ser una ofrenda única  presentada después de los primeros tres años que Israel ocupara la tierra. 26:13 – 15. La confesión que debía hacerse junto con la ofrenda del diezmo, consistía en una declaración positiva (v. 13), otra negativa (v. 14), y una oración pidiendo bendición (v. 15). Debido a

que ese diezmo se distribuía en las poblaciones, y puesto que no se hace mención alguna del santuario central, esa confesión quizá debía hacerse en las casas de los israelitas. El trasfondo de las expresiones negativas del v. 14 es oscuro, pero puede ser que estuviera relacionado con las prácticas religiosas cananeas. El ofrendante debía indicar que no había comido nada del diezmo en su luto, ni había gastado de ello estando inmundo, ni había ofrecido nada a los muertos. La oración pidiendo bendición (v. 15) para el pueblo y la tierra remarca la dependencia de Israel en el Señor y la gracia de Dios. Él es tan trascendente que habita en el cielo, pero a pesar de ello, al mismo tiempo está muy cerca de su pueblo para oir sus oraciones en la tierra. (Acerca de la expresión la tierra que fluye leche y miel, cf. v. 9, y V. el comentario de Éx. 3:8.)  D.

 Declaración de compromiso (26:16   – 19)

Estos cuatro vv. concluyen la explicación de la ley que presentó Moisés (5:1 – 26:15) haciendo un llamado a hacer un compromiso total con el Señor y sus mandamientos, y confirmando también el compromiso de Dios con Israel. Esta sección puede verse también como una ratificación formal del  pacto entre el Señor y el pueblo escogido a pesar de que la palabra ―pacto‖ no aparece en estos cuatro vv. Israel aceptó y confirmó sus responsabilidades pactales y el Señor confirmó su promesa de exaltar al pueblo obediente por encima de todas las naciones de la tierra. 1. RESPONSABILIDAD DE ISRAEL (26:16 – 17) 26:16 – 17. Israel debía consagrarse a obedecer los estatutos y decretos divinos de manera cuidadosa y sin reservas. (Acerca de la expresión con todo tu corazón y toda tu alma; V. el comentario de 6:5.) Las palabras has declarado es una afirmación técnica en el lenguaje de los tratados del antiguo Cercano Oriente. Significa que Israel aceptaba formalmente los términos del pacto del Señor y reconocía su responsabilidad de obedecerlos. 2. RESPONSABILIDAD DEL SEÑOR  (26:18 – 19) 26:18 – 19. Con la misma terminología de los pactos (ha declarado; cf. v. 18) el Señor formalmente reconoció su deber hacia Israel de ser su Dios, y hacer de su pueblo su posesión más valiosa en la tierra. La reiteración de la responsabilidad de Israel (que guardes todos sus mandamientos) recordaba a la nación que su posición especial ante el Señor dependía de su obediencia a él. El ser la exclusiva posesión de Dios (cf. 7:6; 14:2; Sal. 135:4; Mal. 3:17; V. el comentario de Éx. 19:5) significaba que él exaltaría a Israel sobre todas las naciones (cf. Dt. 28:1). Por su desobediencia y rebeldía, generación tras generación de israelitas perdieron su derecho a ser exaltadas sobre todas las naciones. Sin embargo, Isaías escribió que la rebeldía de Israel no sería para siempre, porque el Señor levantará una generación de fieles israelitas en el futuro que disfrutará la gracia de Dios en una era dorada de bendiciones (Is. 60 – 62). A esa era se le llama comúnmente el milenio. IV. Tercer discurso de Moisés: El mandato de renovar el pacto y la declaración de bendiciones y maldiciones (27:1 – 29:1) El nuevo discurso se señala por la mención de Moisés en tercera persona (27:1). A Moisés no se le había mencionado en tercera persona desde 5:1, al principio de su segundo discurso (5:1 – 26:15). El líder ya había explicado los requisitos esenciales de la ley de Dios (caps. 5 – 11) y sus detalles específicos (12:1 – 26:15). Sería necesario que a través de la historia israelita, se hicieran llamados a la nación para renovar su compromiso y obediencia al pacto. Esas renovaciones se llevarían a cabo en ocasiones significativas de su historia, tales como en la etapa de preparación para entrar a la tierra  prometida (cap. 27), en la dedicación del templo de Salomón (1 R. 8), y durante un cambio de liderazgo (Jos. 24; 1 S. 12). Así que Moisés dio instrucciones para la ceremonia de renovación del pacto que debía observarse cuando Israel entrara en la tierra prometida (Dt. 27). Enseguida, Moisés puso de nuevo su atención en el pueblo que se encontraba en los llanos de Moab y le presentó las bendiciones y maldiciones del  pacto (cap. 28). Los tratados del antiguo Cercano Oriente comúnmente colocaban una sección de  bendiciones y maldiciones hacia el final del documento (V. ―Estructura‖ en la Introducción). Las

 bendiciones fueron prometidas a cambio de la fidelidad al pacto y las maldiciones por la desobediencia a éste.  A.

1. a.

 Mandato de renovar el pacto (cap. 27) ESCRITURA DE LA LEY Y PRESENTACIÓN DE SACRIFICIOS  (27:1 – 10)  Escritura de la ley (27:1 – 4)

27:1. La referencia a Moisés y los ancianos probablemente era para hacer hincapié en el liderazgo de estos últimos en la ceremonia de renovación del pacto, cuando la nación entrara a la tierra prometida,  porque Moisés ya no estaría con ellos para guiarlos. 27:2 – 4. Era común en Egipto que se escribiera la ley en piedras grandes revocadas con cal. El significado de la expresión todas las palabras de esta ley (cf. v. 8) es un poco incierto. Sin embargo, a la luz de las costumbres egipcias, la referencia era a todo el libro de Deuteronomio, más bien que a sólo a algunas partes de él. La significancia de este acto era doble. Primero, conmemoraba la fidelidad de Dios al darles la tierra (como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho). (La expresión ―Dios de tus padres‖ aparece seis veces en Dt.; V. el comentario de 1:11.) Las piedras debían ser levantadas en el monte Ebal (aprox. a 54 kms. al norte de Jerusalén), al pie del cual se asentaba la ciudad de Siquem. Fue allí donde el Señor se apareció por vez primera a Abraham, y donde el patriarca edificó su primer altar al Señor (Gn. 12:6 –  7). La selección de ese lugar hacía hincapié en la fidelidad de Dios a las promesas hechas originalmente a Abraham, e insinuaba que el tiempo de su completo cumplimiento podía estar cerca si tan sólo Israel obedecía a Dios. Segundo, la escritura de la ley, cuando entraran a la tierra prometida, sería símbolo de la misión de la nación de poner a Canaán bajo el dominio de la palabra del Señor. b.

Ofrendas sacrificiales (27:5 – 8) 27:5 – 8. El pacto debía renovarse no sólo mediante la escritura de la ley, sino también con ofrendas

sacrificiales. El hecho de que el altar debía estar hecho de piedras no cortadas (cf. Éx. 20:25) puede significar que los hebreos (que en aquel entonces no poseían hierro) no debían desarrollar una dependencia de ninguno de los pueblos vecinos para obtenerlo y arriesgarse así a ser influenciados por ellos de manera peligrosa. O quizá las piedras no cortadas tenían el propósito de comunicar que ni la ley ni el sistema sacrificial debía llevar ningún adorno hecho por el hombre. Los holocaustos (que debían consumirse completamente en el altar) expresaban la dependencia total del pueblo en el Señor. Las ofrendas de paz (que se comían como banquete de comunión) expresaban su gratitud a Dios y su regocijo por su provisión. El recordatorio final (Dt. 27:8) de escribir la ley muy claramente remarca la importancia suprema que tendría la palabra de Dios en la nueva tierra. c.

 Desafío a obedecer el pacto (27:9 – 10) 27:9 – 10. Aunque estas palabras fueron expresadas por Moisés y los

sacerdotes (cf. Moisés y los ancianos, v. 1) a los israelitas en los llanos de Moab (y, por lo tanto, parecen interrumpir el hilo de  pensamiento de los vv. 1 – 8 y 11 – 26), fueron probablemente repetidas en Siquem como parte de la ceremonia de renovación del pacto. Las palabras: hoy has venido a ser pueblo de Jehová tu Dios, no sugieren que Israel no había sido el pueblo de Dios antes de ese momento. Significan que allí, en los llanos de Moab, en un punto significativo de su historia, Israel se había comprometido de nuevo con el Señor. De nueva cuenta se le indicó que obedeciera a Dios y cumpliera sus mandamientos y sus estatutos. 2. BENDICIONES Y MALDICIONES  (27:11 – 26) a.

Ubicación de las tribus y de los levitas (27:11 – 14) 27:11 – 14. Esta ceremonia había sido previamente ordenada por Moisés (11:26 – 32). Después de que el

altar fuera erigido sobre el monte Ebal (27:1 – 8), seis de las tribus debían reunirse sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo y las otras seis sobre el monte Ebal para pronunciar la maldición. Realmente, el pueblo debía estar frente a las montañas (Jos. 8:33). Un valle se extiende

entre estos dos montes de Samaria. El monte Gerizim se ubica al suroeste del monte Ebal. Siquem se encuentra cerca en el mismo valle (V. ―Canaán durante la conquista‖, en el Apéndice, pág. 284). Las seis tribus del monte Gerizim eran descendientes de Raquel y Lea, esposas de Jacob. Cuatro de las seis tribus apostadas sobre el monte Ebal para pronunciar la maldición eran descendientes de Bilha y Zilpa, concubinas de Jacob. Las otras dos eran la tribu de Rubén, primogénito de Jacob, que perdió su derecho por un incesto (Gn. 35:22; 49:3 – 4), y Zabulón, el hijo menor de Lea. Los levitas permanecieron ubicados entre las dos montañas para recitar las bendiciones y maldiciones. En realidad, sólo los levitas que eran sacerdotes y cuidaban el arca estaban en medio (Jos. 8:33) y todos los demás estaban cerca del monte Gerizim (Dt. 27:12). En los vv. 15 – 26 sólo se incluyen las maldiciones, aunque la razón de esto no es clara. Otras maldiciones se registran en 28:15 – 68. Sólo doce afirmaciones acerca de personas que transgredían ciertas leyes se incluyen en 27:15 – 26. b.

 Maldiciones (27:15 – 26)

Es difícil detectar un patrón común en estas doce maldiciones, si bien muchas de ellas tienen que ver con acciones de los individuos realizadas en secreto. Ocho de ellas se refieren a violaciones de los diez mandamientos: el v. 15, al segundo mandamiento (5:8 – 10); 27:16, al quinto (5:16); 27:17, al octavo (5:19); 27:20, 22 – 23, al séptimo (5:18); y 27:24 – 25, al sexto (5:17). 27:15. Para conocer la significancia de la violación mencionada aquí (idolatría) V. el comentario de 5:8 – 9. Aunque el transgresor pudiera arreglárselas para mantener en oculto el ídolo que él mismo fabricó, el Señor lo vería y el idólatra sería maldecido. Todo el pueblo, al responder con un amén, reconocía y expresaba su acuerdo con la maldición proferida. 27:16 – 18. Acerca del v. 16, V. el comentario de 5:16 y 21:18 – 21; y acerca de 27:17, V. el comentario de 19:14. Aunque un ciego (27:18) no pudiera identificar al agresor que le estaba haciendo errar en el camino — un despreciable acto falto de bondad — el Señor sabría quien era el ofensor y lo maldeciría. Esa maldición probablemente se aplicaba a todos los que maltrataban a los miembros débiles y oprimidos de la comunidad (cf. Lv. 19:14). 27:19. También sería fácil para el israelita tomar ventaja de esa clase de persona pobre. Pero Dios también la defendería (10:18; cf. 24:17, 19 – 21). 27:20 – 23. Estas cuatro maldiciones están dirigidas a personas implicadas en una de cuatro relaciones sexuales prohibidas. La sexta maldición (v. 20) podía aplicarse al individuo que tuviera relaciones sexuales con su madrastra o la concubina de su padre, mientras éste estaba aún vivo (e.g., Rubén, Gn. 35:22), así como casarse con la madrastra o con la concubina de su padre después de que hubiere muerto. La séptima maldición (Dt. 27:21) fue dirigida contra quien cometiera bestialismo (cf. Éx. 22:19; Lv. 18:23; 20:15 – 16). Aunque se hiciera en secreto, el Señor lo sabría. La octava y novena maldiciones (Dt. 27:22 – 23) fueron dirigidas a quienes cometían incesto o se casaban (o cometían adulterio) con parientes cercanos (cf. Lv. 18:9, 17). 27:24 – 25. La décima y onceava maldiciones tienen que ver con el intento de violar en secreto el sexto mandamiento (contra el homicidio; V. el comentario de 5:17). 27:26. Esta última maldición demuestra que la lista anterior era representativa. Quizá los once ejemplos fueron seleccionados, como se dijo antes, porque muchos de esos pecados se podían realizar en secreto y, por lo tanto, no se podía detectar con facilidad al transgresor, como cuando violaba otras leyes. La amplia naturaleza de la doceava maldición, indica que Dios deseaba una obediencia fiel a la ley tanto en público como en privado. Pablo usó este v. para enseñar que nadie puede hallar la vida eterna obedeciendo la ley (Gá. 3:10). La vida eterna se recibe únicamente por la gracia de Dios, cuando uno  pone su fe en Jesucristo, como sacrificio vicario por el pecado (Ro. 3:24 – 25; Ef. 2:8 – 9).  B.

 Bendiciones y maldiciones (cap. 28)

Moisés ordenó a Israel que cuando entrara en la tierra prometida, renovara el pacto en Siquem. Luego centró su atención de nuevo en la experiencia presente de Israel en los llanos de Moab. Puso delante de ellos las bendiciones y maldiciones del pacto que estaban renovando. La sección de maldiciones (vv.

15 – 68) es casi cuatro veces más larga que la de bendiciones (vv. 1 – 14). Esto pudo haber sido así debido a que estaba en conformidad con el estilo que seguían los tratados de vasallaje del antiguo Cercano Oriente que, por lo general, incluían más maldiciones que bendiciones. Sin embargo, es más  probable que la gran extensión de la sección de maldiciones tuviera el propósito de presagiar el fracaso final de Israel bajo el pacto. 1. BENDICIONES (28:1 – 14) a.

 Las bendiciones dependían de la obediencia (28:1 – 2) 28:1 – 2. La invitación de Dios a Israel para participar en el pacto fue por su gracia. Sin embargo, la

 bendición bajo el pacto mosaico estaba condicionada a la obediencia del pueblo (cf. el comentario acerca de ―obedecer‖ en 6:3). Esto era así porque ese pacto fue hecho con un pueblo que ya había sido redimido por la bondadosa liberación divina de Egipto. Así que el pacto fue dado a Israel para que  pudiera disfrutar de comunión con Dios y estuviera preparado para recibir sus bendiciones. Una de ellas sería exaltarlo por sobre todas las demás naciones (cf. 26:19). b.

 Bendiciones específicas (28:3 – 6) 28:3 – 6. Si Israel obedecía al Señor (vv. 1 – 2), entonces cada aspecto de su vida sería bendecido. Serían

favorecidos tanto el mercader de la ciudad como el agricultor en el campo. Israel podía esperar que tanto las personas como sus animales fueran fecundos (v. 4). Siempre habría provisiones en su casa  para la comida cotidiana. Debido a que sería bendita su artesa de amasar (v. 5) Israel jamás experimentaría una hambruna. En todo trabajo cotidiano (tu entrar y tu salir) los israelitas disfrutarían las bendiciones divinas. La felicidad del ser humano proviene de obedecer los mandamientos de Dios. c.

 Promesas del Señor (28:7   – 14)

La sección anterior (vv. 3 – 6) era probablemente leída en voz alta durante las ceremonias de renovación del pacto, donde se declaraban las bendiciones de la obediencia a éste. Esta sección (vv. 7 – 14) quizá fue la disertación homilética de Moisés acerca de esas bendiciones. 28:7 – 14. Aquí se destacan tres áreas de bendición. La primera tiene que ver con las naciones. Israel iba a tener un éxito militar sobrenatural (v. 7), y mucha prosperidad económica. Esas cosas la colocarían  por encima de las otras naciones (vv. 12b – 13), pudiendo prestarles a ellas, pero nunca pidiéndoles  prestado. Israel siempre sería el líder de ellas (la cabeza) y nunca las seguiría (la cola). Sin embargo, la desobediencia produciría el resultado contrario (zvv. 43 – 44). La segunda área se refiere a los esfuerzos agrícolas. Israel experimentaría una abundante prosperidad en su vida, en el campo y en el hogar (vv. 8, 11 – 12a; cf. v. 4). Los cananeos creían que el dios de la fertilidad, Baal, enviaba la lluvia de los cielos, pero los hebreos debían saber que el Señor daba la lluvia. La tercera área era su reputación. Si el pueblo de Dios fuera obediente y santo (cf. 26:19), los israelitas disfrutarían de tal intimidad con el Señor, que darían testimonio a todos los pueblos de la tierra, quienes al ver esto temerían; i.e., se maravillarían de Israel (cf. 2:25; 11:25). El pueblo escogido experimentaría bendiciones en todas estas áreas (éxito militar y económico, agricultura, y reputación) si no se apartaba de ninguno de los mandamientos ni seguía a dioses ajenos (28:14). 2. MALDICIONES (28:15 – 68) a.

 Maldiciones específicas (28:15 – 19) 28:15 – 19. Así como la obediencia les traería bendiciones, de la misma manera la desobediencia

acarrearía maldiciones. (V. ―Los castigos del pacto‖, en el Apéndice, pág. 308.) No podía haber término medio. Las cuatro maldiciones de los vv. 16 – 19 son exactamente lo opuesto a las cuatro  bendiciones citadas en los vv. 3 – 6 (aunque la segunda y tercera están en orden inverso, y las palabras ―el fruto de tus bestias‖ v. 4, no aparecen en el v. 18). b.

 Juicios del Señor (28:20 – 68)

Esta sección es la disertación homilética de las maldiciones específicas de los vv. 16 – 19. (Cf. vv. 7 – 14, que es la disertación homilética de Moisés de las bendiciones en los vv. 3 – 6.) Cada juicio específico tenía esencialmente un objetivo: hacer que Israel dejara de ser desobediente.

(1) Horrible destrucción. 28:20. Moisés amenazó a Israel con una dolorosa destrucción si dejaba al Señor. Asombro fue el término usado para describir el pánico que provocaría Dios, igual al que sobrevino a los enemigos de Israel, volviéndolos indefensos en la batalla o atormentándolos con dolorosos padecimientos (cf. 1 S. 5:9; 14:20). Apartarse de Dios es hacer algo malo. (2) Enfermedad. 28:21 – 22. Se desconoce la denominación exacta de las primeras tres enfermedades: tisis … fiebre … inflamación . Las últimas dos enfermedades calamidad repentina y añublo afectaban a las plantas. Las otras dos acepciones ardor y sequía (―tizón‖, BLA), aunque no eran enfermedades, afectaban a la gente y la vegetación y finalmente causaban la muerte. (3) Sequía. 28:23 – 24. La una vez fértil tierra de Israel se quedaría sin lluvia. El cielo sería como de bronce, i.e., el calor del sol siempre caería a plomo, no habría nubes de lluvia. En lugar de lluvia habría polvo, de modo que nada pudiera crecer (la tierra sería como hierro). (4) Derrota en combate. 28:25 – 26. Israel experimentaría devastadoras derrotas en batalla. En lugar de que los enemigos huyeran por siete caminos (cf. v. 7) presas del pánico, Israel  huiría por siete caminos. A causa de su derrota, nadie quedaría vivo para enterrar a sus muertos. (5) Enfermedades físicas y mentales de Egipto. 28:27 – 29. Como el Señor había herido una vez a Egipto con úlceras (Ex. 9:8 – 12) y había producido confusión (locura) en el ejército de faraón (Éx. 14:23 –28), así él afligiría a Israel con los mismos males (cf. ―enfermedades‖ en Éx. 15:26; Dt. 7:15; 28:60; note también 28:35). Las aflicciones mentales y físicas serían tan grandes, que los israelitas no tendrían la fuerza o claridad mental para llevar a cabo ninguna tarea (no serás prosperado en tus caminos), tampoco podrían defenderse de sus opresores. (6) Oprimidos y robados. 28:30 – 35. Las aflicciones mencionadas aquí serían producto de la derrota militar. Las exenciones militares mencionadas en 20:5 – 7 serían canceladas, al quedar sin la protección de Dios (28:30). El ganado y los niños se perderían para siempre (vv. 31 – 32). Los ejércitos extranjeros cosecharían el beneficio del duro trabajo de los agricultores (v. 33). Esas devastadoras pérdidas  producirían locura (v. 34) y dolorosas úlceras (v. 35; cf. v. 27). (7) Exilio. 28:36 – 37. Si Israel rehusaba servir al Dios viviente, sería arrojado a una tierra extraña para servir a dioses muertos. En lugar de ser cabeza de las naciones (v. 13), sería la nación más repulsiva sobre la tierra, motivo de refrán y burla por parte de sus captores. (8) Ruina agrícola y económica (28:38 – 44). 28:38 – 42. No importaba qué tan duro trabajaran los israelitas para hacer producir sus campos, porque su objetivo siempre sería frustrado. La langosta y el gusano obedecerían al Señor soberano, incluso si Israel no hiciera lo mismo. De modo que todos los sembradíos de granos de Israel, sus viñas y olivos serían destruidos. Tampoco sus hijos les ayudarían a superar la maldición, porque ellos serían llevados en cautiverio. Esta sección termina como comenzó, con una referencia a la langosta (vv. 38, 42). 28:43 – 44. Durante las plagas, el Señor hizo una distinción entre los egipcios e israelitas y protegió a estos últimos de los desastres que afectaron a Egipto. Lo contrario llegaría a suceder en ese juicio,  porque el extranjero obtendría ganancia a costa de Israel, y llegaría a ser el líder (cabeza; cf. v. 13). (9) Razón de las maldiciones. 28:45 – 48. En ese punto de su sermón, Moisés parecía seguro de que Israel definitivamente recibiría todas estas maldiciones. Ya no sería asunto de ―si obedeces‖, sino más  bien, por cuanto no atendiste a la voz de Jehová tu Dios (v. 45) y por cuanto no serviste a Jehová tu Dios (v. 47). Por lo tanto, esas maldiciones serían seguras: vendrán sobre ti (v. 45). Ellas tendrían una función pedagógica porque servirían como señal de advertencia acerca de la milagrosa intervención de Dios mediante juicios, y como motivo de asombro porque serían tan horribles y amplias, que llamarían la atención de los futuros israelitas. Las maldiciones demostrarían también la justicia retributiva del Señor. Debido a que Israel rehusó servirle a él con alegría en tiempos de abundancia, se encontraría sirviendo a un tirano en tiempo de extrema pobreza. Israel estaría de nuevo en esclavitud, sujeto a sus enemigos como un buey al yugo de hierro (cf. Jer. 28:14). Los yugos se hacían normalmente de madera; un yugo de hierro sería más pesado y severo.

(10) Los horrores de las ciudades sitiadas (28:49 – 57). 28:49 – 52. Las dos peores maldiciones fueron reservadas hasta la conclusión del discurso, para ser descritas específicamente: el sitio a las ciudades (vv. 49 – 57) y el exilio (vv. 58 – 68). La nación extranjera que los asediara sería ágil y poderosa (como águila; en Hab. 1:6, 8 los babilonios son comparados entre otras cosas, con un ágil águila), brutal (fiera de rostro y no perdonará), destructiva (destruiría el fruto de la tierra las viñas y olivos y mataría al ganado joven), y avasalladora (pondría sitio a todas las ciudades en toda la tierra de Israel).  No sería de sorprender que Israel quedaría en completa ruina (Dt. 28:51). 28:53 – 57. Los horrores del sitio a las ciudades llegarían a su clímax con la manifestación del canibalismo (cf. Lv. 26:27 – 29; Jer. 19:9). Aun el padre tierno y delicado estaría tan hambriento durante el sitio, que comería a sus propios hijos. Mientras que los enemigos comerían o destruirían los sembradíos y ganado (Dt. 28:51), los israelitas devorarían a sus propios hijos, el fruto de sus vientres (v. 4), los regalos que Dios les había dado. Esa maldición se cumplió lit. cuando los sirios sitiaron Samaria (2 R. 6:24 – 29) y cuando los babilonios sitiaron Jerusalén (Lam. 2:20; 4:10). Este es uno de los más grandes ejemplos de la profundidad de la perversión a la que conduce la desobediencia a Dios. (11) Destrucción de la nación mediante la enfermedad y exilio. 28:58 – 68. Al cumplir las maldiciones sobre su pueblo desobediente, Dios dejaría sin efecto todas las bendiciones previas que generosamente le había otorgado. Si bien Israel había escapado previamente de las aterradoras plagas y males de Egipto (cf. 7:15; 28:27, 35; Éx. 15:26), ahora Dios las haría caer sobre la nación (cf. Am. 4:10). También enviaría otra clase de enfermedad … que no estaba escrita en el libro de esta ley (Dt. 28:61). Aunque Dios había multiplicado a su pueblo como las estrellas del cielo (cf. Gn. 15:5; 22:17; 26:4), quedaría reducido a unos cuantos (Dt. 28:62). Y aunque Israel había habitado seguro en la tierra,  perdería su identidad al ser desarraigado y esparcido por todos los pueblos (vv. 63 – 64). A Israel se le había concedido el privilegio de servir al Señor, pero después se le obligaría a servir a los ídolos (v. 64). Por un tiempo vivió seguro, pero después viviría en ansiedad, desesperación, en constante suspenso y temor por su vida (vv. 65 – 66). Para escapar de su miseria, iba a desear que llegara pronto la noche y luego el día. Dios lo había librado de la esclavitud en Egipto, pero el pueblo regresaría voluntariamente a esa miseria, y en tan humillante condición, que no habría egipcio que los quisiera comprar como esclavos. C.

Conclusión del tercer discurso de Moisés (29:1)

29:1. Algunos ven este v. como una introducción al cuarto discurso de Moisés que comienza en el v. 2,  pero probablemente lo que hace es concluir la ceremonia de renovación del pacto en Moab. Esta última opción se refleja en el texto hebr. que designa este pasaje como 28:69 en lugar de 29:1. Las palabras: el pacto … en … Moab, además del pacto que concertó con ellos en Horeb, han llevado a algunos a  proponer la existencia de un pacto distinto (i.e., un pacto palestino) en adición al pacto mosaico. Sin embargo, el texto no tenía el propósito de reflejar que se estaba concertando un nuevo pacto, sino que se estaba renovando el pacto mosaico hecho en Horeb. El cuarto discurso de Moisés no presenta nuevas estipulaciones pactales que no hubiesen sido explicadas ya en sus otros discursos. De modo que Deuteronomio 29:2 – 30:20 recapitula los detalles del pacto que habían sido presentados en los caps. anteriores del libro. V. El cuarto discurso de Moisés: Resumen de las demandas del pacto (29:2 – 30:20)  A.

 Llamado a la obediencia pactal (29:2 – 29) 1. REPASO HISTÓRICO DE LA FIDELIDAD DEL SEÑOR  (29:2 – 8) 29:2 – 8. Para entender la significancia de este repaso, V. el comentario de los caps. 1 – 3 y 8:1 – 5. El

nuevo elemento de esta revisión es la afirmación de Moisés que dice: pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oir (29:4). Esto no quiere decir que, debido a que Israel era desobediente, no podía entender el significado de los elementos milagrosos de su historia. La expresión ―hasta hoy‖ sugiere que Israel no había entendido aún estos eventos salvíficos. Su desobediencia y rebelión tuvieron su origen en una mente que no podía entender del todo

las implicaciones de las obras salvíficas de Dios. Por consiguiente, sin la iluminación divina, el pueblo siempre permanecería insensible a la obra del Todopoderoso (cf. el uso que San Pablo le da a este texto en Ro. 11:8). 2. ESENCIA DE LA RENOVACIÓN DEL PACTO  (29:9 – 15) 29:9 – 15. Hasta el grado que Israel obedeciera las palabras de este pacto, así prosperaría. En hebr., las  palabras vosotros todos estáis hoy (v. 10; cf. vv. 12, 15) implican que se estaba celebrando un cierto tipo de ceremonia formal de renovación del pacto. La palabra hoy aparece cinco veces (vv. 10, 12 – 13, 15 [dos veces]). De manera que se estaba haciendo hincapié en el presente, lo cual significaba que no estaban entrando a un nuevo pacto, sino renovando su compromiso con el pacto mosaico. En esta renovación del pacto los israelitas se comprometieron a obedecer a Dios a tal grado que el Señor pudo confirmarlos como su pueblo (v. 13) y a él mismo como su Dios. Esto era importante, porque había  prometido a los patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob; cf. 1:8; 6:10; 9:5, 27; 30:20; 34:4) que él daría esa tierra a sus descendientes. El alcance de la renovación del pacto abarcaba a futuras generaciones (los que no están aquí hoy, 29:15). Por lo tanto, la obediencia de esa generación tendría un gran efecto sobre los que aún no habían nacido. 3. MALDICIONES POR LA DESOBEDIENCIA  (29:16 – 29) 29:16 – 18. Moisés recordó a los israelitas que no eran ajenos a la idolatría. La habían visto en Egipto y habían caído en ella en el camino a la tierra prometida (Éx. 32; Nm. 25). Ellos habían visto los abominables ídolos de los paganos y conocían la forma en que un varón …, mujer …, familia, o tribu idólatra podía contaminar a muchos con la hiel y ajenjo de la idolatría (cf. He. 12:15). El ajenjo es una planta conocida por su pulpa amarga y frecuentemente se le asocia con el veneno (cf. Am. 5:7; 6:12; Jer. 9:15; 23:15). Por lo tanto, se les indicó que fueran extremadamente cuidadosos de no cometer ese pecado cuando entraran en la tierra de Canaán y confrontaran nuevas tentaciones para caer en la idolatría. 29:19 – 21. Una raíz idólatra (cf. v. 18) podía inmiscuirse en Israel a través de un individuo que, amparado por el anonimato, podría pensar que estaría a salvo del juicio, porque el Señor había declarado que Israel era su pueblo. Esa raíz de idolatría, no obstante, crecería hasta formar una apostasía general que atraería el castigo de Dios. Todos los israelitas sufrirían en ese juicio (esto  provocaría lo que dice 29:19 en la BLA: ―a fin de destruir la tierra regada junto con la seca‖). Una  persona que introdujera en Israel tal idolatría no podría escapar jamás de las consecuencias de su  pecado. Toda maldición descrita en Deuteronomio caería sobre él y no tendría heredero varón para mantener su nombre, porque ésto sería borrado. No hay pecado que pueda ocultarse del Señor omnisciente (cf. He. 4:13). 29:22 – 28. Sin embargo, el juicio sobrevendría no sólo al individuo que introdujera la idolatría, sino también a toda la nación, por permitir que la arrastrara a la falsa adoración. El juicio futuro (plagas y enfermedades en la tierra; cf. 28:22b, 59 – 61) sería tan severo, que se comparó con el de Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboim. Esas dos últimas ciudades, cercanas a Sodoma y Gomorra, tenían un  pacto con ellas (Gn. 14:2). La tierra sería cubierta con azufre y sal y, por lo tanto, se volvería improductiva. Ese amplio juicio debe referirse a la devastación ocurrida en las invasiones asiria y  babilónica. La devastación sería tan completa, que las naciones preguntarían por qué la ira de Dios produjo esto (Dt. 29:24). La respuesta sería que Israel había dejado el pacto mosaico al cometer el pecado de idolatría. Incluso su culto falso probaría la veracidad de la palabra de Dios, porque las maldiciones … en este libro les sobrevendrían tal como les fue advertido. Debido a que se inclinaron ante dioses ajenos (cf. 30:17), Dios en su ira los desarraigaría y pondría en el exilio. Allí se inclinarían ante sus captores. 29:29. Las cosas secretas del Señor probablemente se refieren a los detalles del futuro que Dios aún no ha revelado. Con todo, lo que él ya ha revelado (e.g., el juicio futuro por la desobediencia, las

 bendiciones futuras por la obediencia, sus estipulaciones para alcanzar la santidad, etc.) era suficiente  para animar a los israelitas a cumplir todas las palabras de esta ley.  B.

 Bendiciones prometidas por el arrepentimiento de Israel (30:1 – 10) 1. RESTAURACIÓN A LA TIERRA PROMETIDA  (30:1 – 5) 30:1 – 2. Moisés había instado apasionadamente a la nación a obedecer al Señor y sus mandatos, y había  puesto la bendición y maldición … delante de ellos para motivarlos a hacerlo. Aún así, conocía

suficientemente bien a su pueblo terco y veleidoso para darse cuenta de que su apostasía era inevitable y que le sobrevendrían las peores maldiciones — el exilio y la dispersión entre todas las naciones. Sin embargo, incluso en medio de esa maldición, Moisés previó la bendición de Dios. Israel volvería en sí y recibiría de todo corazón su palabra. 30:3 – 5. Sin embargo, el arrepentimiento de Israel sería insuficiente para cancelar los efectos de sus maldiciones, porque seguirían estando bajo dominio extranjero. De manera que, en respuesta a su arrepentimiento, Dios mismo intervendrá, y con tierna misericordia reunirá a la nación y la pondrá de nuevo en su tierra. Él restaurará la riqueza de Israel, un tema que aparece frecuentemente en los libros de los profetas (cf., e.g., Jer. 30:18; 32:44; 33:11, 26; Jl. 3:1). Los profetas dejaron en claro que esa gran restauración de la nación a su tierra no ocurriría sino hasta la segunda venida del Mesías, justo antes de su reino milenial en la tierra (e.g., Is. 59:20 – 62:12; cf. la enseñanza de Jesús de la restauración en Mt. 24:31; Mr. 13:27). Ese tiempo será de gran prosperidad material y espiritual cual la nación  jamás ha conocido (Dt. 30:5). 2. PROMESA DE UN NUEVO CORAZÓN Y PROSPERIDAD ABUNDANTE  (30:6 – 10) 30:6. La promesa de que Dios circuncidará el corazón del pueblo (cf. 10:16), significa que él  bondadosamente concederá a la nación una nueva voluntad para obedecerlo, reemplazando así su insensibilidad y terquedad espiritual. Después de retornar a la tierra prometida, con un nuevo corazón, ellos seguirán comprometidos con el Señor y experimentarán bendiciones abundantes (vivas). Al amarlo con fidelidad (cf. 30:16, 20: V. el comentario de 6:5), no caerían de nuevo en la apostasía, como hicieron antes. Un elemento esencial del nuevo pacto es el nuevo corazón (cf. Ez. 36:24 – 32), promesa que no se cumplirá a Israel como nación hasta el retorno de Cristo (cf. Jer. 31:31 – 34). 30:7 – 10. Israel recibirá toda la prosperidad mencionada aquí (cf. 28:4) debido a que, bajo el nuevo  pacto, la nación por fin quedará capacitada para obedecer al Señor sinceramente (cf. con todo tu corazón y toda tu alma en 30:6; 6:5). C.

 Encargo final a elegir la vida (30:11 – 20) 1. CLARIDAD Y DISPONIBILIDAD DE LA LEY  (30:11 – 14) 30:11 – 14. La ley no era incomprensible (demasiado difícil) o inaccesible (ni está lejos). Aunque la

ley tenía un origen celestial, Dios la reveló a Israel claramente, de manera que no había necesidad de que alguien subiera al cielo por ella, o que cruzara el océano para traerla. Tampoco Israel necesitaba un intérprete especial para poder obedecerla. La ley ya había sido escrita y sus estipulaciones eran familiares al pueblo cuando anduvo en el desierto. De manera que Moisés podía decir: porque muy cerca de ti está la palabra. Podían hablarla (está en tu boca) y la conocían bien (está en tu corazón). El uso que le da Pablo al v. 14 en Romanos 10:6 – 8 se basa en el hecho de que Cristo cumplió la ley y es la única persona que la ha vivido de manera perfecta (Ro. 10:4 – 5). Así como la ley era una  bondadosa revelación de la justicia de Dios, así también Cristo, quien encarnó perfectamente todo lo que está en la ley, fue dado generosamente por el Padre. Esta palabra acerca de Cristo está, por tanto, a la mano (―cerca de ti‖, Ro. 10:8) así que nadie necesita traer a Cristo del cielo o de entre los muertos,  porque él ya se ha levantado de la tumba y ha ascendido al cielo. 2. LA OBEDIENCIA PRODUCE LA VIDA  (30:15 – 20) 30:15 – 16. Moisés nunca enseñó que los israelitas quedaban justificados por obedecer la ley. Al  principio del libro de Génesis declaró que Abraham fue justificado por la fe en el Señor (Gn. 15:6). Sin embargo, en Deuteronomio 30:15 – 20 Moisés estaba hablando a creyentes acerca de la comunión con Dios, no de la justificación. Su punto era simplemente este: que el disfrute pleno de la vida dependía de

obedecer la palabra de Dios. Si un creyente israelita deseaba sinceramente agradar a Dios — y era normal para esa persona amarlo y andar en sus caminos — entonces viviría con la bendición divina. De manera que aunque nadie podía ser justificado por la ley, un creyente podía ser bendecido por ella. 30:17 – 20. Pero si el israelita seguía el patrón de menospreciar la ley, fácilmente podía dejarse extraviar e inclinarse a dioses ajenos (cf. 29:18), lo que traería un juicio catastrófico a su vida. Tal  persona perecería (moriría) o sería arrebatada de la tierra por medio del cautiverio o la muerte. De modo que la nación debía basar su razón de ser en la obediencia a Dios, la cual podía transmitirse de una generación a otra, debido a que los padres piadosos generalmente producen hijos piadosos. De manera que los padres que escogieran obedecer a Dios estaban tomando una decisión significativa para su posteridad. Debido a que el Señor era su vida, no sorprende que Moisés termine su mensaje instando de nuevo al pueblo a amar a Dios (cf. vv. 6, 16), escucharlo (i.e., obedecerlo) y seguirlo (cf. 10:20; 11:22; 13:4). VI. La transición de Moisés a Josué (caps. 31 – 34) Moisés hizo provisión para la continuidad del pacto durante la transmisión del liderazgo nacional de él a Josué. Ciertos aspectos de esta sección se encuentran también en los tratados de vasallaje del antiguo Cercano Oriente: el depósito del documento pactal en un lugar sagrado (31:24 – 26), provisión para la sucesión dinástica (31:7 – 8), y provisión para la futura lectura del pacto y otras ceremonias pactales (cf. 31:9 – 13).  A.

 El nombramiento de Josué y el depósito de la ley (31:1 – 29) 1. JOSUÉ ES COMISIONADO POR MOISÉS  (31:1 – 8) 31:1 – 6. Aunque Moisés era muy anciano, ―sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor‖ (34:7),

 pero debido a su gran edad (ciento veinte años), carecía de la fuerza para dirigir a la nación en la guerra. Además, el Señor le había prohibido entrar a la tierra de Canaán por su anterior acto de incredulidad (Nm. 20:1 – 13). No obstante, el programa de Dios para la nación no dependía de un líder humano, sino del poder de Dios para cumplir sus propias promesas pactales. Él  destruiría a las naciones cananeas cuando Israel las atacara bajo el liderazgo de Josué. A la luz de este hecho y la fidelidad de Dios en el pasado (como hizo con Sehón y con Og, Dt. 31:4), Moisés encareció a la nación a que fuese obediente (haréis con ellos conforme a todo lo que os he mandado, v. 5) y no tuviera temor (esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo, v. 6; cf. 1:21, 29). Podían descansar en el hecho de que el Señor siempre estaría con ellos. 31:7 – 8. Después de dar este mandato al pueblo (vv. 1 – 6) Moisés comisionó a Josué como el Señor se lo había indicado (3:28). Antes, Moisés había recordado al pueblo la decisión de Dios de reemplazarlo a él con Josué (1:38), pero su repetición aquí en presencia de todo Israel hace hincapié en la aprobación que recibió Josué tanto de parte de Dios como de Moisés. Esto ayudó a facilitar la transición al nuevo liderazgo. Enseguida, Moisés dio a Josué casi la misma exhortación que acababa de dar al pueblo: esfuérzate y anímate (cf. 31:23; Jos. 1:6, 9), no temas ni te intimides (cf. Jos. 1:9; 8:1). 2. LECTURA DE LA LEY  (31:9 – 13) 31:9 – 13. Así como los tratados de vasallaje del antiguo Cercano Oriente contenían provisiones para su lectura pública, así las contenía el pacto mosaico. Esta ley (v. 9) es una expresión que probablemente se refiere a todo el libro de Deuteronomio, aunque la trad. de dicha frase ha sido debatida. La ley y su lectura pública había sido confiada a los sacerdotes, entre cuyas funciones estaba enseñar la ley al pueblo. Los sacerdotes debían leer la ley públicamente en la fiesta de los tabernáculos (septiembreoctubre; V. el comentario de 16:13 – 15), en el año de remisión que se daba cada siete años (V. el comentario de 15:1 – 11). Sólo a los varones se les exigía hacer el viaje al santuario central para asistir a las fiestas principales (cf. 16:16), aunque algunos miembros de sus familias frecuentemente los acompañaban. Pero incluso las mujeres y los niños debían asistir a esa ceremonia especial cada siete años. Esa experiencia era importante por dos razones. Primero, era raro que un individuo poseyera una copia de las Escrituras. La persona adquiría conocimiento de ellas por medio de las enseñanzas de sus padres

y de los sacerdotes así como de su lectura pública en ocasiones como esta. Así que la lectura pública de la ley tenía gran significancia. Segundo, la experiencia del peregrinaje al santuario central — que significaba confiar a Dios sus hogares que habían dejado y el viaje que habían de hacer  — evocaba algo del éxodo original de Egipto. Era una ocasión ideal para recibir la palabra en un espíritu de fe y así aprender a temer a Jehová (V. el comentario de 4:10) y cuidar de cumplir todas las palabras de esta ley. ―Cuiden de cumplir‖ es una amonestación que aparece frecuentemente en los últimos caps, de Deuteronomio (16:12; 17:19; 19:9; 24:8; 28:1, 13, 15, 58; 29:9; 31:12). Esa repetición muestra la preocupación de Moisés de que los israelitas manifestaran una obediencia estricta. Los hijos también se beneficiarían porque oyendo, aprenderían a temer al Señor. 3. EL SEÑOR COMISIONA A JOSUÉ  (31:14 – 23) 31:14. La comisión formal de Josué se menciona aquí y al final de esta sección (v. 23), proveyendo así un marco de referencia para la predicción del Señor acerca de la rebelión de Israel (vv. 15 – 22). Esto a su vez sirvió como una introducción ampliada del cántico de Moisés (31:30 – 32:43). Mientras que la comisión de Josué por Moisés había sido pública (31:7 – 8), esta fue privada, apareciendo en esta ocasión sólo Moisés y Josué ante el Señor en el tabernáculo de reunión. 31:15 – 22. Después de haber llevado una vida de servicio a la nación, Moisés oyó noticias tristes de  parte del Señor: este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra a donde va. A pesar de que Moisés advirtió de manera repetitiva a los israelitas los peligros de la idolatría y la necesidad de obedecer las estipulaciones del pacto, el Señor sabía que sucumbirían ante la tentación. En respuesta a su defección, Dios, en su ira (cf. 29:20, 24) escondería (retiraría su presencia) de ellos su rostro. Como resultado de esto, cuando sobrevinieran los males a la nación, no encontrarían alivio (31:17 – 18), pero incluso en su rebelión hallarían la gracia de Dios. En el cántico con el cual Moisés les iba a instruir, encontrarían la razón de los juicios que les sobrevendrían y la pauta para el arrepentimiento (vv. 19 – 22). El cántico serviría también como advertencia del juicio que vendría por caer en la apostasía. Dios está totalmente percatado de la tendencia del corazón humano a desviarse de él: porque yo conozco lo que se proponen de antemano. 31:23. A pesar de esta predicción de la rebeldía de la nación, el Señor formalmente comisionó a Josué dándole un mandato (esfuérzate y anímate; cf. v. 7; Jos. 1:6, 8) y asegurándole el éxito con la  promesa: yo estaré contigo. 4. LA LEY QUE DEBÍA DEPOSITARSE JUNTO AL ARCA  (31:24 – 29) 31:24 – 29. El libro con las palabras de esta ley (v. 24; cf. este libro de la ley, v. 26) se refiere a Deuteronomio que fue colocado al lado del arca, no dentro de ella. Sólo los diez mandamientos serían  puestos dentro del arca (cf. Éx. 25:16 con Éx. 31:18; V. también 1 R. 8:9). Las palabras de enojo de Moisés (Dt. 31:27 – 29) reflejan tanto su justa indignación, como su frustración con ellos tras escuchar la predicción divina de su futura apostasía (v. 16). Debido a que Moisés conocía por experiencia que ellos eran rebeldes y de dura cerviz (cf. 9:6, 13; 10:16), sabía que después de su muerte seguirían siendo rebeldes e incluso llegarían a ser totalmente corruptos (probablemente por la idolatría; cf. 4:16, 25; 9:12). En consecuencia, Dios en su ira haría que sobreviniera el mal a ellos.  B.

Cántico de Moisés (31:30 – 32:43) INTRODUCCIÓN EN PROSA  (31:30)

1. 31:30. El cántico de Moisés (cf. vv. 19, 21) debía enseñarse a Israel para ser usado en la ceremonia de renovación del pacto. De esta manera, constituía una parte integral de Deuteronomio (que trata de la renovación del pacto en los llanos de Moab), y no sólo un apéndice del quinto libro de Moisés. Aunque el cántico no es de naturaleza profética, tiene matices predictivos. El futuro de Israel se describe en términos más bien lúgubres, debido a que su recién adquirida riqueza lo conduciría a la apostasía. Sin embargo, después de que pasara por el castigo severo del Señor, él en su compasión liberaría a su  pueblo y tomaría venganza de sus enemigos. De manera que al entonar este cántico, los israelitas

recordarían dos cosas: (a) su obligación de obedecer al Señor, y (b) el carácter justo y seguro de su  juicio si caían en la apostasía. 2. INTRODUCCIÓN POÉTICA (32:1 – 3) 32:1 – 3. El llamado que Moisés hace a los cielos y la tierra quiere decir que el cántico tiene significancia para toda la creación. Cualquiera que obedeciera la enseñanza de Moisés en este cántico y todo Deuteronomio, llegaría a ser fructífero y próspero de la manera en que la lluvia y el rocío refrescan la grama y la hierba. El contenido de esa enseñanza era una proclamación del nombre de Jehová, i.e., una descripción de su carácter y obras. De esta manera, cualquier israelita que considerara seriamente el carácter y obra de Dios, evidenciando así su fe en él, podía esperar disfrutar una vida  bendecida. 3. UN DIOS FIEL Y UN PUEBLO CORRUPTO  (32:4 – 9) 32:4. La descripción de Dios dada en este v. contrasta fuertemente con la subsiguiente de su pueblo (vv. 5 – 9). Él es la Roca (cf. vv. 15, 18, 30 – 31; 2 S. 22:2 – 3; Sal. 18:2; Hab. 1:12). Esto significa que Dios es estable y permanente. De manera que la única estabilidad de la vida humana viene a través de depender de él, la gran Roca. Su obra (acciones) es perfecta (cf. 2 S. 22:31) y él es justo en todos sus tratos con la humanidad. A diferencia de los dioses del antiguo Cercano Oriente cuyos seguidores creían que frecuentemente eran inmorales y caprichosos, siempre se podía confiar en el Señor. Él es fiel (BLA ―fidelidad‖, cf. Dt. 7:9) y siempre realiza lo que es moralmente correcto (no hay ninguna iniquidad en él). 32:5 – 9. En contraste con la fidelidad y justicia de Dios, su pueblo se había descarriado tanto, que ya no reflejaba a su padre. Casi siempre se podía esperar de ellos que obraran mal. Se remarcó la  profundidad del contraste recordando al pueblo que el Señor (Jehová) era su Creador (v. 6), i.e., formó al pueblo como nación en el éxodo (cf. v. 9). Así que el pueblo era doblemente necio al actuar tan corruptamente (cf. 31:29). Primero, desdeñó la gracia de su Dios y segundo, se olvidó de su poder. Porque si él los había formado como nación, también podía destruirlos. Si el pueblo dudaba de que él era su Creador sólo tenía que echar una mirada a su historia (acuérdate de los tiempos antiguos, v. 7). El desafío a que ―recordaran‖ se da 16 veces en Deuteronomio, comenzando en 4:10 y terminando aquí. Los ancianos podían explicarles que Dios había establecido los límites … de Israel , haciéndolo su pueblo y heredad (i.e., poseyéndolos como algo suyo), y que él era absolutamente soberano, el Altísimo sobre todas las naciones. 4. BONDAD DE DIOS AL CREAR A ISRAEL  (32:10 – 14) 32:10 – 14. La descripción del Señor como el ―padre‖ y ―Creador‖ de Israel (v. 6) se amplía en estos vv. La expresión tierra de desierto probablemente se refiere a Egipto más bien que al desierto donde vagaron por cuarenta años. En la experiencia de Israel, Egipto fue un yermo de horrible soledad. Además, en comparación con la tierra prometida, por la que fluía leche y miel, Egipto era como un desierto. Allí, en ese ―desierto‖, el faraón trató de sacrificar a los primogénitos de Israel, pero Dios los  protegió y cuidó. Dios protegió a Israel como una persona que automáticamente protege la niña de su ojo (cf. Sal. 17:8; Pr. 7:2; Zac. 2:8). La metáfora del águila habla del amor sabio y paternal de Dios. Así como el águila fuerza a los aguiluchos de su nidada a salir del nido para que aprendan a volar y a valerse por sí mismos, así el Señor condujo a su gente por la rigurosa vida de la esclavitud en Egipto y después por los peregrinajes del desierto para que llegaran a ser fuertes. Y como el águila, el Señor estuvo vigilante para ―atraparlos‖ en su caída cuando fuera necesario. Los siguientes dos vv. predicen algo acerca de la conquista. Israel anduvo en las alturas de la tierra y disfrutó la prosperidad de la tierra prometida (Dt. 32:13b – 14). Las expresiones miel de la peña y aceite del duro pedernal sugieren que incluso los lugares más estériles llegarían a ser fértiles. La bondad de Dios se apreciaba de manera especial al  proveerles rica y variada comida y bebida, entre las que se incluían mantequilla …, leche …,

corderos …, machos cabríos …, carneros de Basán (un área fértil al oriente del mar de Cineret,

llamado después mar de Galilea), así como trigo y vino. 5. LA PROSPERIDAD DE ISRAEL LO CONDUJO A LA APOSTASÍA  (32:15 – 18) 32:15. Muchos creyentes aprenden que la prosperidad es una prueba más peligrosa que la adversidad. En las circunstancias adversas, el creyente recuerda cuán desesperadamente necesita la ayuda de Dios,  pero en tiempos de prosperidad lo olvida con facilidad. Israel, irónicamente aludido como Jesurún (―justo‖; 33:5, 26), abandonó al Señor, su única esperanza de salvación, cuando obtuvo la prosperidad (engordó). La metáfora de un animal pateando a su dueño sugiere la insensata naturaleza de la rebelión de Israel contra Dios, su Roca (cf. el comentario de 32:4). 32:16 – 17. La apostasía de la nación tomó forma en la adoración de ídolos (cf. v. 21) lo cual significa que en realidad ofrecían sacrificios a los demonios (cf. Sal. 106:37). El control o influencia demoniacos pueden, de hecho, contribuir a explicar el poderoso dominio que la idolatría ejerció sobre la gente del antiguo Cercano Oriente y de Israel en particular, en distintas ocasiones de su historia. El apóstol Pablo pudo haber tenido en mente Deuteronomio 32:16 –17 cuando escribió: ―lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis  participantes de los demonios‖ (1 Co. 10:20). Dios es celoso (cf. Dt. 4:24; 5:9; 6:15; 32:21) en el sentido de que él quiere proteger el honor que sólo pertenece a él. Él está en contra de compartir la devoción de su pueblo con otros dioses. 32:18. La perversidad de la apostasía de Israel fue remarcada por una metáfora de Moisés. Comparó al Señor con un padre (―te engendró‖, BLA) y una madre (―que te dio a luz‖, BLA). Puesto que sólo la  persona más pervertida puede olvidar el amor de sus padres, Israel era obviamente, corrupto. 6. JUICIO DEL SEÑOR SOBRE ISRAEL  (32:19 – 27) 32:19 – 22. La apostasía de Israel (vv. 15 – 18) provocó la ira de Dios (vv. 19 – 22), que se expresó por medio del juicio sobre el pueblo. La ira de Jehová contra la apostasía de sus hijos e hijas (v. 19) no era el enojo egoísta de alguien que se siente menospreciado por la poca atención que se le concede. Más  bien, era una justa indignación de un Dios santo y bondadoso hacia sus hijos que son infieles e incluso  perversos (v. 20), y que siguieron a ídolos vanos (v. 21; cf. v. 16). En su justa indignación, Dios retiró su benéfica presencia (esconderé de ellos mi rostro, v. 20) y juzgó a Israel por medio de una nación extranjera, un pueblo que no es pueblo (v. 21). Esto puede indicar que una nación conquistaría a Israel, lo cual nunca pudo haber hecho si éste hubiere seguido al Señor. Israel había provocado a celos a Dios (v. 21; cf. el comentario del v. 16) e ira, así que él también  provocaría al pueblo a celos e ira. La metáfora del fuego (v. 22) señala las terribles consecuencias y la naturaleza tan amplia del juicio de Dios. 32:23 – 27. Los vv. 19 – 22 tratan principalmente acerca de la ira de Dios y se refieren a su juicio sólo en términos generales; los vv. 23 – 27 presentan los detalles de su juicio. Ese juicio devastador tocaría cada área de la vida. Israel experimentaría hambre …, fiebre ardiente …, peste, ataques de fieras y serpientes (v. 24), e incluso severas guerras (v. 25) en las que iban a morir a espada personas de todas las edades (cf. Ez. 5:17; 14:21). La devastación por medio de esos agentes sería tan grande, que Israel estaría al borde de la aniquilación (Dt. 32:26). Aunque la nación merecía ser exterminada, el Señor no  permitiría que eso sucediera, porque provocaría que sus enemigos cuestionaran su poder y soberanía (v. 27). 7. FALTA DE DISCERNIMIENTO DE ISRAEL  (32:28 – 33) 32:28 – 33. El juicio de Dios sobre Israel alcanzaría niveles terribles debido a que la nación estaba  privada de entendimiento (v. 28). No tenía la capacidad de discernir el catastrófico fin al que la conduciría su rebelión (v. 29). Aún así la evidencia del juicio sobrenatural sería clara (v. 30). Un hombre no puede vencer solo a mil o a diez mil enemigos con ayuda de un solo compañero, a menos que el Señor, su Roca (cf. el comentario del v. 4), lo ayude. Ese juicio no podía atribuirse a los dioses de los enemigos de Israel (v. 31). De hecho, los enemigos que ejecutarían el juicio de Dios sobre Israel

eran tan malos como Sodoma y Gomorra, lo cual remarca más aún la maldad y vergüenza en la que Israel había caído (vv. 32 – 33). Tan impíos serían los enemigos de Israel (entre los cuales estaban los asirios y babilonios), que incluso sus uvas, hablando en sentido figurado, serían ponzoñosas y su vino sería como veneno de serpientes. 8. COMPASIÓN DE DIOS Y VENGANZA (32:34 – 43) 32:34 – 35. Aunque el Señor permitiría a sus enemigos ejecutar el castigo sobre Israel, haría que le rindieran cuentas por su iniquidad y les retribuiría por su maldad (cf. vv. 41, 43). Se considerarían ellos mismos libres del juicio de Dios debido a que habrían vencido al pueblo del Señor. Pero los designios y  poder divinos están más allá de su conocimiento; es como si Dios los hubiera sellado en sus tesoros. 32:36 – 38. Al castigar a los enemigos de Israel, Dios tendría compasión de su pueblo. La declaración Jehová juzgará (una mejor trad. es la que aparece en la BLA, ―vindicará‖) a su pueblo significa que Dios les haría justicia (i.e., los reivindicaría). Sin embargo, Israel no experimentaría su compasión hasta que renunciara a poner su confianza en sus propios esfuerzos (cuando viere que su fuerza pereció) y en los dioses falsos en que se refugiaban. Moisés irónicamente exhortó a Israel a volverse a los dioses falsos para solicitarles ayuda, sabiendo que serían incapaces de ayudar al pueblo. 32:39 – 43. El objetivo divino al castigar a Israel no era el exterminio. Quería llevar a su pueblo a un  punto en que entendiera que aparte de él no hay otro dios, y que sólo él tiene poder sobre la vida y la muerte (v. 39). La mano alzada de Dios era un ademán que se usaba al hacer un juramento (cf. Gn. 14:22; Éx. 6:8; Neh. 9:15; Sal. 106:26; Ez. 20:5). Cuando Israel se diera cuenta de esto, Dios tomaría venganza de sus propios enemigos (Dt. 32:41, 43; cf. v. 35). Debido a que Dios usaría a otra nación  para derrotar a los enemigos de Israel, él dijo que su espada sería la espada de dicho agente (vv. 41 –  42). En ese acto de venganza, Dios haría expiación (liberaría) por su pueblo. C.

 Preparación para la muerte de Moisés (32:44 – 52) 1. ÚLTIMO MANDATO DE MOISÉS A LA NACIÓN  (32:44 – 47) 32:44 – 47. Después de recitar todas las palabras del cántico (vv. 1 – 43), Moisés indicó al pueblo que

considerara seriamente (aplicad vuestro corazón) las palabras del mismo. Si ellos meditaban acerca e la certeza y severidad del juicio que el Señor enviaría a causa de su apostasía, el cántico de Moisés serviría como poderoso disuasivo para una futura rebelión. La amenaza de la justicia retributiva del Señor fue dada para promover su salud espiritual. El sano temor del juicio presentado en el cántico, los capacitaría para enseñar a sus hijos la necesidad de obedecer las palabras de esta ley. De nuevo, Moisés concluyó con un recordatorio al pueblo de que su existencia, prosperidad y longevidad (cf. 5:16; 6:2; 11:9; 25:15) dependía de su obediencia a los mandamientos de Dios. 2. MANDATO DE DIOS A MOISÉS DE QUE ASCENDIERA AL MONTE NEBO  (32:48 – 52) 32:48 – 52. El monte Nebo era uno de los picos más prominentes de la cordillera de Abarim de Moab; desde él se veía el extremo norte del mar Muerto. Allí, fuera de la tierra prometida, Moisés moriría, aunque Dios bondadosamente le permitió ver la tierra de lejos (v. 52) antes de morir. La razón de esta disciplina se registra en Números 20:1 – 13. Dios había ordenado a Moisés hablar a la roca para obtener de ella agua para el pueblo que se quejaba de él y Aarón. Moisés desobedeció al Señor al golpear la roca dos veces en lugar de hablarle (Nm. 20:11), y por sugerir de manera arrogante que él y Aarón, no el Señor, habían hecho salir el agua. Por ese acto de incredulidad y por no dar a Dios la gloria (santificarlo) delante de la nación, Moisés perdió su derecho de conducir al pueblo a la tierra  prometida.  D.

 Bendición de Moisés (cap. 33) INTRODUCCIÓN EN PROSA  (33:1)

1. 33:1. La bendición de Moisés dada aquí antes que muriese (34:1 – 8) queda muy bien en el contexto. Era costumbre que un padre impartiera una bendición justo antes de su muerte (cf. la bendición de Jacob, Gn. 49). Moisés, líder del éxodo y mediador del pacto de Sinaí, era en cierto sentido, ―padre‖ de Israel. A Leví se le omite frecuentemente de las listas de tribus en el A.T. Aquí se omite a la tribu de Simeón, que posteriormente sería absorbida por Judá (Jos. 19:1 – 9). Como el anterior cántico de Moisés

(Dt. 32:1 – 43), su bendición se da en forma poética. Algunas porciones del cap. 33 son difíciles de interpretar debido al uso de varias palabras raras, construcciones sintácticas inusuales y diversos  problemas textuales. La siguiente exposición sigue principalmente al texto de la RVR60 y no discute los aspectos más técnicos del pasaje. 2. ALABANZA DE MOISÉS AL SEÑOR  (33:2 – 5) 33:2 – 5. La alabanza de Moisés a Dios comienza con la descripción de la aparición del Señor en Sinaí , cuando dio la ley al pueblo por conducto de Moisés. Ese fue un evento de gran importancia en la historia de Israel. Para llegar a ser una nación, debían ser un solo pueblo (v. 5), contar con una constitución común (la ley, v. 4), y un territorio común. La estancia en Egipto conformó a los descendientes de Jacob en un solo pueblo, y al dárseles la ley en Sinaí, recibieron una constitución común. Cuando Dios apareció a Moisés en el monte Sinaí, fue como si hubiera venido de Seir (Edom) hacia el nordeste y del monte de Parán (cf. Hab. 3:3), probablemente en el desierto de Parán al norte de Sinaí, hacia Seir. En la terrible manifestación de su gloria en el monte Sinaí (Éx. 19:16 – 19; 24:15 – 18) estuvieron presentes los ángeles (sus consagrados). Las palabras de Moisés de Deuteronomio 33:3 – 5  parecen reflejar la respuesta del pueblo en alabanza. Reconocieron el amor del Señor por ellos, por su  pueblo y el ministerio de los ángeles (―los consagrados‖) al ser mediadores en la entrega de la ley (cf. Hch. 7:38, 53; Gá. 3:19; He. 2:2). La proclamación del reinado del Señor sobre Jesurún (nombre dado a Israel; cf. Dt. 32:15; 33:26) es una retrospectiva de la liberación de la nación del yugo de Egipto y la entrega de la ley (cuando los jefes y las tribus se reunieron para recibir los mandamientos de Dios). La  posición del Señor como ―rey en Jesurún‖, pudo haber anticipado su entrega a Israel de la tierra de Canaán. 3. BENDICIONES DE MOISÉS A LAS TRIBUS  (33:6 – 25) a.

 Rubén (33:6)

33:6. El deseo de que la tribu de Rubén … viva sugiere que enfrentaría alguna adversidad especial, o que tenía algún defecto en su carácter que podría producir algún desastre. Lo último es probablemente lo cierto, a la luz del carácter de la tribu reflejado en Jueces 5:15 – 16, y el pronunciamiento de Jacob acer ca de Rubén: ―no serás el principal‖ (Gn. 49:4). La última cláusula de Deuteronomio 33:6 puede trad. ―que sus hombres sean pocos‖ o ―no sean pocos sus varones‖. b.

 Judá (33:7)

33:7. Puesto que Judá marchaba a la cabeza de las tribus (Nm. 2:9) era la primera en entrar en la  batalla. De modo que esta bendición era esencialmente una oración para que, con la ayuda de Dios, Judá tuviera éxito en el combate. c.

 Leví (33:8 – 11) 33:8 – 11. El Tumim y Urim eran probablemente dos piedras preciosas usadas para echar suertes con el

fin de recibir respuestas divinas para asuntos difíciles (cf. Éx. 28:30 y el comentario allí; Lv. 8:8; Nm. 27:21; 1 S. 28:6; Esd. 2:63; Neh. 7:65). Dichos objetos fueron encomendados a los mediadores sacerdotales, los sacerdotes de la tribu de Leví . Al principio, la fidelidad de Leví fue alabada en su representante Moisés, el varón piadoso, que fue fiel en Masan, llamada también Meriba (cf. Éx. 17:1 – 7). Enseguida, la tribu fue alabada colectivamente (Dt. 33:9) por su administración imparcial del  juicio de Dios en el asunto del becerro de oro (Éx. 32:25 – 29). Los sacerdotes de la tribu de Leví debían enseñar los juicios de Dios y la ley a Jacob (sinónimo de la nación de Israel; cf. Dt. 33:28) y oficiar el culto en el tabernáculo (v. 11). La bendición del v. 11 es una oración para pedir una capacitación sobrenatural de los levitas con el fin de que tuvieran éxito al usar sus habilidades en la obra de Dios. La identidad de los enemigos de Leví no es clara. d.

 Benjamín (33:12)

RVR60 Reina-Valera Revisión 1960

33:12. La oración de Moisés por la seguridad y paz de Benjamín como el amado de Jehová y  protegido suyo, refleja la posición especial de éste como el hijo más joven y especialmente amado de Jacob (Gn. 44:20). e.

 José (33:13 – 17) 33:13 – 16. Moisés oró primero por la prosperidad material de José. Los sembrados crecerían (su tierra

sería bendecida) al recibir rocío del cielo y aguas de abajo. Las aguas de abajo deben referirse a los manantiales o ríos derivados de corrientes subterráneas. El sol y la luna (lit., ―meses‖ lunares, i.e., estaciones) eran también necesarios para el crecimiento de los sembradíos. El fruto más fino de los montes antiguos y la abundancia de los collados eternos probablemente se refieren a la madera de los bosques usada para construir casas. A los buenos frutos del campo que disfrutó esa tribu, se les llamó las mejores dádivas de la tierra; los cuales fueron dados por Dios, que moraba en la zarza ardiente (Éx. 3). 33:17. Moisés enseguida oró por el éxito militar de José, representado como un toro o búfalo que acorneaba a los pueblos. Esa tribu estaba dividida a su vez en otras dos, la de Manasés, primogénito de José, y Efraín, su hijo menor. Ellas eran las tribus más grandes de las que se ubicaban en el norte. Aunque Manasés fue el mayor, Jacob dio a Efraín la bendición de la primogenitura (Gn. 48:17 – 20). Esa es la razón por la que Moisés mencionó primero a Efraín y acreditó diez millares a él, y sólo millares a Manases.  f.

 Zabulón e Isacar (33:18 – 19) 33:18 – 19. Zabulón e Isacar, mencionados juntos aquí, fueron mencionados juntos también en la

 bendición de Jacob (Gn. 49:13 – 15) y en el cántico de Débora (Jue. 5:14 – 15). Las expresiones cuando salieres y en tus tiendas, probablemente se refieren a la vida cotidiana del pueblo; i.e., eran equivalentes a ―en tu trabajo y en tu casa‖. El mandato de alegrarse indicaba entonces que esas dos tribus podían esperar la bendición de Dios en su vida diaria. La identidad del monte es incierta (posiblemente se trata del monte Tabor que se localiza entre los territorios de las dos tribus), pero la fuente de su prosperidad se refiere claramente a los mares (en Gn. 49:13 – 15 sólo Zabulón se asocia con el mar). Aunque aparentemente ninguna de estas tribus tuvo contacto con el mar Mediterráneo, Isacar estaba cerca del mar de Cineret (Galilea), y Zabulón estaba a unos cuantos kms. del Mediterráneo. Los mercaderes probablemente recorrían los territorios de ambas tribus llevando  productos del mar.  g.

Gad (33:20 – 21) 33:20 – 21. La trad. de algunas de estas líneas es incierta. Pero su significado general parece ser que,

aunque Gad había establecido su territorio al este del Jordán, escogiendo para sí la mejor tierra (3:12 –  17), la tribu seguía luchando valientemente (como león) en la conquista de Canaán (cf. Jos. 22:1 – 6). De esa forma, los gaditas cumplieron con los mandatos de … Jehová. h.

 Dan (33:22)

33:22. La metáfora de Dan que lo representa como cachorro de león puede implicar su potencial para llegar a tener gran fuerza. Muchos comentaristas modernos prefieren trad. la palabra hebr. vertida Basán como ―serpiente‖. La claúsula diría por lo tanto así: ―huyendo de la serpiente‖. Aunque  potencialmente fuerte, Dan todavía se intimidaba ante una serpiente. Si esta es la trad. correcta, la  bendición de Dan puede reflejar la declaración previa de Jacob, ―será Dan serpiente‖ (Gn. 49:17). i.

 Neftalí (33:23)

33:23. Esta bendición describe la ubicación geográfica de Neftalí  que se extendía hacia el sur hasta llegar al mar (V. BLA), probablemente el mar de Cineret (Galilea), una región fértil. Como los hijos de José, Efraín y Manasés (v. 16) y también Aser (v. 24), esa tribu gozaría de los favores de Dios y su bendición.  j.

 Aser (33:24 – 25)

33:24 – 25. El nombre Aser significa ―bendito‖, ―feliz‖. Mojar en aceite su pie en lugar de ungirlo, sería un derroche. De ese modo, la tribu de Aser experimentaría abundante fertilidad y prosperidad. Los cerrojos de hierro y bronce indican la seguridad militar de la tribu. 4. ALABANZA CONCLUSIVA DE MOISÉS AL SEÑOR  (33:26 – 29) 33:26 – 29. Jesurún (lit., ―el justo‖; cf. v. 5; 32:15) era otro de los nombres dados a Israel. El Dios de la nación es incomparable en poder, es el que cabalga sobre los cielos y sobre las nubes (33:26). No importa qué adversidad confrontara Israel, el Señor podía estar ahí de inmediato con poder para liberar a su pueblo. Ya que Dios es eterno, y es refugio de su pueblo, sus brazos eternos, en sentido figurado,  protegerían a Israel de los tiempos de calamidad y destruirían a sus enemigos (v. 27). Por contar con tan maravilloso y poderoso Dios, la nación podía estar segura de conquistar Canaán y luego vivir por un tiempo confiado y disfrutando de prosperidad (v. 28). Si tan sólo Israel sirviera a su incomparable Dios, él sería un pueblo incomparable (Oh Israel. ¿Quién como tú …?) por las bendiciones que recibiría (pueblo salvo y protegido por Dios) e invencible delante de sus enemigos (v. 29).  E.

 Muerte de Moisés (cap. 34) 1. MOISÉS VE LA TIERRA PROMETIDA (34:1 – 4) 34:1 – 4. Moisés Subió al monte Nebo como el Señor se lo había indicado (3:27; 32:48 – 50). La

cumbre del Pisga probablemente se refiere a una cresta que se extiende desde la cima del monte Nebo. Los lugares que avistó Moisés se extienden desde el norte y siguen hacia el sur en dirección opuesta a las manecillas del reloj. Aunque uno normalmente no podría ver el mar occidental (el Mediterráneo) desde el monte Nebo, quizá Moisés fue sobrenaturalmente capacitado por el Señor para poder verlo (allí le mostró Jehová toda la tierra). Zoar (cf. Gn. 14:2; 19:22 – 23) pudo estar en el extremo sur del mar Muerto. La mención divina del ―juramento‖, recordó a Moisés que, aunque a él no se le había  permitido conducir al pueblo a la tierra prometida, Dios seguiría siendo fiel a su promesa hecha a los  patriarcas (Abraham, Isaac, y Jacob; cf. Dt. 1:8; 6:10; 9:5, 27; 29:13; 30:20) y llevaría a Israel a su nueva tierra. 2. MUERTE DE MOISÉS Y SUCESIÓN DE JOSUÉ  (34:5 – 9) 34:5 – 8. Aunque Moisés estaba siendo disciplinado por su acto de incredulidad (Nm. 20:1 – 13) al no  permitírsele entrar en la tierra prometida, él murió en fe y como un honroso siervo del Señor. Moisés recibió honor adicional porque el Señor mismo lo enterró. Es posible trad. la cláusula lo enterró como ―fue enterrado‖ (dando a entender que los hombres y no Dios lo enterraron). Pero la afirmación: ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy, indica que pudo haber sido el Señor solo quien enterró a Moisés o quizá por medio de sus ángeles. Judas (v. 9) parece confirmar esta última interpretación. El sitio de la sepultura de Moisés, aunque desconocido, estaba en algún lugar de Moab, en el valle enfrente de Bet-peor. Este era el valle donde los israelitas acamparon mientras Moisés les daba las instrucciones y bendiciones registradas en Deuteronomio 5 – 33 (cf. 3:29; 4:46). Moisés era tan especial, que sus últimos momentos en la tierra los pasó en íntima comunión con Dios, quien no permitió que nadie más participara en su sepultura. Acerca de la observación referente a la salud de Moisés V. el comentario de 31:2. Después de la muerte de Moisés a la edad de ciento veinte años … los hijos de Israel lo lloraron por treinta días. El tiempo normal de duelo por un ser querido era de siete días (cf. Gn. 50:10). Siglos después, Moisés apareció con Elias en la transfiguración de Cristo (Mt. 17:1 – 3). 34:9. Entonces Josué … fue lleno del espíritu de sabiduría. Esto también ocurrió cuando Moisés lo comisionó (31:7). ―El espíritu de sabiduría‖ puede hacer referencia al Espíritu Santo (cf. Is. 11:2) o al espíritu de Josué. Como sea, Dios le dio a Josué una capacidad sobrenatural para dirigir a los hijos de Israel. 3. EPITAFIO DE MOISÉS (34:10 – 12) 34:10 – 12. Moisés fue único entre todos los profetas por su relación íntima con el Señor (a quien haya conocido a Jehová cara a cara como amigo; cf. Éx. 33:11; Nm. 12:8) y por sus señales y prodigios así como su gran poder y hechos grandiosos (Dt. 34:11 – 12). Él introdujo una nueva era en la historia

del pueblo de Dios, la era de la ley. Los israelitas esperaban que Dios levantara profeta como Moisés (18:15). Por ello, el libro concluye con una nota profética que avizoraba el día que Israel recibiría ―otro Moisés‖. Ese día finalmente llegó cuando el Señor Jesucristo vino como siervo, pero también como el mismísimo Hijo de Dios, sobrepasando incluso a Moisés (cf. He. 3:1 – 6). Él ofreció llevar a Israel a una nueva época, la de su gracia. Los israelitas culminaban siglos de rebeldía al rechazar esa generosa oferta. Sin embargo, el cántico de Moisés sigue señalando hacia el futuro, al día en que esa oferta será aceptada y Dios sanará y vengará a su pueblo (Dt. 32:36, 43). BIBLIOGRAFÍA

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El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Antiguo Testamento, tomo 2: Deuteronomio – 2 Samuel La exposición clara, la inclusión del bosquejo de cada libro, así como importantes datos acerca del autor, del trasfondo histórico, propósito del libro, fecha de redacción, distintivos del texto y desarrollo del argumento, hacen de este Comentario un auxiliar indispensable para todo estudiante de la Biblia. El texto  bíblico que se usa es de la Versión Reina-Valera (1960). Es una herramienta de estudio especialmente preparada para entender mejor las Sagradas Escrituras. Responde a preguntas tales como: 1. ¿Qué quiere decir este pasaje? 2. ¿Qué significa esta palabra griega o hebrea? 3. ¿Cómo se explica una aparente contradicción entre pasajes paralelos? 4. ¿Dónde encuentro datos acerca del trasfondo histórico de este libro? Además, explica las Escrituras pasaje por pasaje, contiene mapas, tablas y gráficas que aclaran el texto bíblico y los comentarios son concisos y fáciles de leer.

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Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (1999).  E l conocmnto bblco un comntaro postvo ntuo stamnto tomo   Deuteronomio-2 Samuel  (1). Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C.

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