40 PALABRAS PARA EDUCAR HOY - MIGUEL ANGEL CONESA FERRER

May 4, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
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Descripción: 40 PALABRAS PARA EDUCAR HOY - MIGUEL ANGEL CONESA FERRER...

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Miguel Ángel Conesa Ferrer

40 palabras para educar hoy

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Portada y diseño: M.ª José Casanova © Miguel Ángel Conesa Ferrer © 2013 by Ediciones Mensajero, S.A.U. del Grupo de Comunicación Loyola Sancho de Azpeitia 2, bajo | 48014 Bilbao – España Teléfono: +34 94 447 0358 | Fax +34 94 447 2630 E-mail: [email protected] Web: www.mensajero.com Edición digital ISBN: 978-84-271-3528-4

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¿Puedo saludar…?

Hay alguien presente desde que empecé a escribir este texto y que siempre tuvo una palabra de ánimo y un orgullo mal disimulado cuando se refería a mi habilidad o por lo menos afición por escribir: mi padre. El primer saludo agradecido es para ti, allá donde estás. Y luego a los «sufrientes» Carlos y Rubén, mis hijos, por eso de que han estado siempre pendientes, han padecido los nervios de los bloqueos y las «incidencias múltiples» con la informática y sus sustos. Pero, sobre todo, porque con ellos aprendo a ser padre y me sugieren cada día palabras nuevas para intentar ser un poco mejor. A lo largo del tiempo, aparecen personas que son un gran apoyo en un momento y te dan esa palabra de ánimo que pone en marcha de nuevo los recursos. Mis hermanos, de modo especial Juan, que siempre ha mostrado interés; Anabel, «mi doctora», con quien compartimos muchas experiencias; Nacho y Josefina siempre están presentes no solo en este proyecto, sino en general; Elena (¡qué oportuno conocerte!, eres una «pepito grillo» de categoría), y la recién estrenada amistad con Conchi, Alba y su cercana familia. De cada uno de vosotros he recibido en su momento el aliento que necesitaba. Gracias.

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Algunas notas prácticas

He aprendido al escribir este texto que en la educación todo está interrelacionado, de modo que las «palabras» se superponen y algunos conceptos son tan básicos que aparecen en diversos lados, desde enfoques distintos. Por eso en muchas de las reflexiones sugiero lo que denomino «palabras afines», ideas parecidas vistas desde un punto de vista diferente y revisadas en este mismo texto. Creo que esto nos permite tener una visión global de la tarea en que nos hemos implicado. En el texto me refiero indistintamente a padre y madre o a hijos/hijo cuando desarrollo las ideas. Lo importante no es si soy padre o madre o tengo uno o varios hijos, sino el contenido que leo y del que puedo aprender. Y, por último, en algunos momentos aparecen referencias a situaciones vividas en la clínica, de las que, como es evidente, he ocultado datos reales y cambiado los nombres. Aunque todo el mundo lo supone, es necesario recordarlo. Es posible educar y educar bien. Es cierto que hacerlo siempre ha sido complicado, aunque bien es verdad que todas las generaciones, con sus más y sus menos, han sido capaces de educar a las posteriores. Precisamente, que no sea sencillo no quiere decir que sea imposible. En el hecho de educar hay un encuentro de generaciones con planteamientos diferentes y una de ellas, la veterana, intenta transmitir a la siguiente lo que cree que es importante. Nada más sencillo y a la vez nada más complejo. Por eso he querido resaltar en el título de estas reflexiones dos ideas que forman parte de este encabezado: por una parte, 40 palabras, y por otra, educar hoy. Ambas son claves, cuando pretendo reflexionar sobre lo que es importante hoy en la ecuación que formamos como educadores junto a nuestros hijos. La educación no es algo abstracto, sino que se concreta en una serie de presupuestos (lo que yo denomino «palabras» y que se refiere a ideas de valor que están en la base), insertos en un momento concreto. No creo que exista una educación al margen del momento social que se vive, y la educación lo es en unas determinadas circunstancias. Contando con ello, creo que sí hay una serie de ideas básicas cuya forma de entender debe adaptarse a los tiempos que vivimos. Las cosas no son como antes ni tienen por qué serlo. Lo que a nosotros en su tiempo nos parecía importante, para nuestros hijos no lo es; lo que defendíamos a capa y espada, ya casi no importa. Tendemos a pensar que lo nuestro es lo que verdaderamente vale, lo importante, incluso menospreciando la realidad actual. Hemos de hacer un 5

esfuerzo de humildad para reconocer que nuestras luchas, preocupaciones y anhelos fueron importantes para nosotros en ese momento y que ahora es un tiempo distinto donde lo que debe ser considerado clave lo ha de ser para nuestros hijos. Dudo que lo que a nosotros nos preocupaba sea más importante que lo que preocupa a los chicos de hoy. Más bien creo que todo lo es en su momento y que tenemos que conocer lo que desean, quieren, viven, aprenden… ahora, para poder ofrecer acompañamiento, cercanía y, si es necesario, una confrontación con nuestra forma de ver las cosas, porque aceptar presupuestos distintos no quiere decir que sean siempre buenos y que no deban ser contrastados. Por eso creo en el diálogo como clave en la educación. Partiendo de esta idea, creo que es fundamental dar una pincelada de los rasgos generales de la infancia y juventud hoy. Quiero insistir mucho en que si queremos aportar algo debemos partir de lo que hay. No se puede construir sin contar con los materiales que tenemos y sin conocer el terreno. Imponer criterios u opiniones ya no sirve (si es que alguna vez ha servido para algo relacionado con educar). Hay que saber dónde están aquellos que queremos educar y dar un paso hacia el encuentro.

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PARTE I EDUCAR HOY: CONOCER LA GENERACIÓN QUE EDUCAMOS

Creo que no soy capaz de referirme a la educación hoy sin caer primero en la cuenta de que los tiempos son muy diferentes de cuando nosotros teníamos la edad de nuestros hijos. Esto es ley de vida y así es como debe ser, porque con cada paso de generaciones es normal que surjan nuevos planteamientos, intereses, valores. No creo que el cambio haya de verse siempre de forma negativa, sino que, como en este caso, hay muchos aspectos que podemos considerar un avance. Pero, para poder saber dónde estamos nosotros y dónde nuestros hijos, es necesario hacer un somero análisis que nos permita entender las reflexiones posteriores. No se trata de diseccionar a la juventud actual, sino de saber cómo es para saber qué y cómo podemos ofrecerle algo. Y sobre todo en qué se diferencia de la generación anterior, la nuestra, y qué podemos aprender unos de otros. Cuando reconozco que no tengo la verdad absoluta, soy capaz de ver en los otros lo positivo y aprender de ello. 1. Quien manda, manda… ¿Quién manda? Democracia en acción La forma de entender el concepto e implicaciones de la autoridad ha cambiado enormemente. Las «figuras de autoridad» clásicas ya no lo son. En los hogares, la auto-ridad está diluida y en ocasiones casi no existe, seguramente por unos padres y madres demasiado ocupados y complacientes; en el colegio se ha perdido la autoridad del profesor hasta tal punto que se quiere instaurar por decreto. Ciertamente, el «ordeno y mando» no tiene sentido. Tenemos que aprender a dialogar y convencer. No significa que no haya que tener autoridad –es necesaria para nosotros y para ellos y, en general, para la sociedad–, sino que hay que «venderla» o plantearla de otra manera, más dialogante y comunicativa. Las órdenes directas funcionan cuando es necesario y hay que seguir con ello por el bien de ellos, para que entiendan que hay unos límites que no pueden rebasar. Pero la mejor forma de implicarles es la actitud democrática. Si tenemos un argumento en nuestra mano no es el de la autoridad porque sí, sino el de la experiencia y mayor sentido común. Es necesario mantener un equilibrio entre la imposición y el diálogo. Para nuestros hijos lo habitual es la participación. Pocos debates recuerdo yo en mis clases infantiles, ni 7

consultas acerca de nada; y ahora los chicos realizan actividades participativas, disponen de cauces para intervenir en las reuniones, ejercen su derecho a elegir representantes en clase… Viven desde la democracia y la igualdad, desde el compartir las decisiones. Por eso no entienden las imposiciones. Lograr el equilibrio supone que ambas cosas deben coexistir, no que una desaparece a favor de la otra. Desde pequeños hay que enseñarles que existen normas y límites, pero con una actitud de respeto, que irá a más a medida que crecen, más que de imposición. Para pensar… ¿Cuál es tu estilo habitual, el diálogo o la imposición autoritaria? ¿Recuerdas la última vez que has llegado a un acuerdo con tu hijo en algo importante? ¿Cómo te sientes al recordarlo? ¿Cómo os sentisteis en ese momento? ¿Mantienes con tus hijos una comunicación participativa? ¿Sueles preguntarle su opinión acerca de cosas que le corresponden? ¿Escuchas sus sugerencias? A veces creemos que no tienen nada que decir y, de una forma u otra, no les escuchamos.

2. De usar y tirar: el valor utilitario de las cosas Lo que vale, vale, y lo que no vale, no vale. Son menos sentimentales que generaciones pasadas. Solo vale lo que se puede probar y comprobar. La mentalidad «científica» está muy presente. Argumentos como el valor sentimental, el compromiso, la sensación de vínculo y pertenencia acaban sucumbiendo, en muchas ocasiones, al «examen práctico»: si sirve, adelante; si no, a por algo que sea útil. No siempre ni en toda ocasión son así de prácticos; sigue habiendo momentos en que no es así, especialmente en las relaciones, pero es una tendencia a tener en cuenta. Para muchos de nosotros es una forma de aprender a ver las cosas desde un punto de vista diferente y una oportunidad para revisar nuestros propios vínculos con, sobre todo, las cosas. Por lo menos para tener un modelo diferente. Para pensar… ¿Cuántas de las cosas que guardas sobrevivirían a un examen de practicidad? ¿Ves la posibilidad de liberarte de algunas cosas no útiles?

3. «Solo en casa» Están acostumbrados a organizarse y a no depender excesivamente de nadie. A veces a costa de pasar tiempo solos y tener que aceptarlo. La generación de «niños-llave», esos que tienen desde bien pequeños la llave de casa colgada al cuello porque sus padres no están cuando ellos llegan, ha aprendido, en el mejor de los casos, a organizarse. En el peor, tienen una falta de atención por parte de figuras adultas que puede llevar a consecuencias no deseadas, porque en los hogares en que esto ocurre los padres suelen 8

llegar a casa muy cansados, y con pocas ganas de interactuar con los hijos, prestarles atención, jugar con ellos o, como es natural, imponer disciplina y marcar límites. Las consecuencias de esta falta de atención se hacen notar en la mayor frecuencia de trastornos psicológicos (ansiedad, aislamiento, trastornos de adaptación…). Sin llegar a este extremo, hemos de reconocer que la mayoría de los niños crecen en un ambiente que favorece su independencia. Ya desde pequeños aprenden a estar solos, se les lleva a centros escolares desde pequeños, pasan más tiempo con personas que no son los padres[1] y aprenden a ser menos dependientes. Esta característica es clave para ellos y para nosotros: su sensación de independencia les lleva, muchas veces, a afrontar las cosas con un sentimiento de seguridad muy conveniente. Pero otras veces esta seguridad es solo aparente y es la fachada tras la que esconden un sentimiento de abandono que implica inseguridad. Para pensar… ¿Es tu hijo uno de estos niños? Quizá con una imagen lo captemos de forma diferente: está bien que un niño aprenda a prepararse la merienda, le hace autónomo, independiente, preparado…, pero… ¿sabe igual que la merienda preparada por papá o mamá? ¿Qué puedes hacer para evitar que pase demasiado tiempo solo? ¿Se te ocurre algo? (A veces, requiere un sacrificio que hay que estar dispuesto a realizar). ¿Qué encuentras positivo en su independencia? ¿Es muy diferente de como nos hemos educado nosotros? Pista: la patología de la dependencia está a la orden del día…

4. Acceso a la cultura Tienen grandes avances en educación, en conocimientos. Hay acceso a la educación. No todos aprovechan los recursos, pero al menos existen. La cultura permite conocer y facilita mucho tomar decisiones responsables, y la mayor parte de los chicos y jóvenes de hoy en día tienen el suficiente calado intelectual para ser conscientes de las consecuencias de sus propias decisiones. Es algo con lo que contamos a la hora de plantearnos la mejor forma de educarles, esas «40 palabras» claves para nosotros y que queremos hacer formar parte de su educación. Debemos ofrecer argumentos con cierta consistencia cultural e intelectual. No siempre. No en todos los casos. Pero sí en aquellos que han decidido aprovechar la facilidad de contacto con la cultura[2]. Para pensar… ¿Valoras la formación de tus hijos? ¿Lo aprovechas para fomentar la responsabilidad en la toma de decisiones?

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5. Nuevas formas de comunicación y socialización Vemos que muchos usan el ordenador como herramienta de socialización y comunicación: MSN, chats, blogs, comunidades… Consumir y emitir información. Para ellos no es necesaria la presencia física –y a veces ni siquiera conocerse, porque basta con que seas conocido de un conocido– para mantener una relación. Pasan horas comunicándose con sus amigos. La imagen típica de los adolescentes con el teléfono en la oreja ha dado paso al portátil o al teléfono con acceso a las redes sociales. No es ni mejor ni peor que lo anterior: simplemente es una nueva forma de establecer contactos. Se convertirá en un problema si llega a ser la única fuente de relaciones sociales y se usa de modo exclusivo. Enriquece la variedad de contactos, pero puede llegar a empobrecer si ninguno de ellos es «real»; por eso se organizan «quedadas» como forma de favorecer otro tipo de relaciones. Los ciber-contactos amplían el horizonte, permiten contactar con personas de diversas partes del mundo unidas por aficiones o intereses comunes, pero a veces pueden resultar formas frías de relación y acostumbrarse uno a ello, ya que por sus características suelen crear adicción. Para muchos de nosotros se abre un mundo de apertura a distintas formas de contactar y conocer. El peligro llega cuando de ser formas de contactar distintas y originales para ellos pasan a ser auténticas redes en que quedan atrapados. Esto ocurre, por ejemplo, cuando no son capaces de establecer otro tipo de relaciones, cuando todo lo acaban reconvirtiendo en un «evento» o cuando por afán de conocer y conocer gente y «agregar» amigos acaban siendo poco exigentes y dejando entrar a incómodos y muchas veces peligrosos intrusos. Es una realidad hoy en día. Quien no tiene acceso a redes sociales es como si no existiera. Las características de esta nueva forma de relaciones sociales son claras: la rapidez (puedo colgar mis fotos recién hechas), la universalidad (amigos en todo el mundo) y la posibilidad de anonimato y falsedad al no contrastar la información por otros medios, lo cual es un verdadero peligro. No es de extrañar que los personajes famosos «cuelguen» en alguna de las redes casi todo lo que les está sucediendo, como modo de tener informados de cualquier cosa a sus seguidores; que sea o no importante dependerá del receptor de la información. De ahí que se «tuitee» hasta cuando uno sale de casa… Nosotros, los que no lo hayamos hecho todavía, hemos de conocer esta forma de comunicación, no solo para a veces usarla con nuestros hijos, sino para saber advertirles de dónde puede surgir el peligro. Para pensar… ¿Conoces las redes sociales que usa tu hijo? ¿Sabes su nick o qué pone su perfil? ¿Estás al tanto de las amistades o contactos que tiene? Por otro lado, ¿conoces y le has hecho conocer los peligros de las redes sociales? ¿Tienes claras las ventajas e inconvenientes? ¿Sabes estar al tanto de los inconvenientes?

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6. Tirar la toalla Muchas veces les vemos con poca resistencia, con poca capacidad para hacer frente a la frustración. Nos hemos acostumbrado a darles todo lo que piden en un exceso de ofrecimiento por nuestra parte –compensatorio de cierta sensación de abandono, seguramente– y a amortiguar los golpes que les pueden llegar. Creo que es una de las características que menos les favorecen. A causa de un exceso de protección, la capacidad de afrontar las dificultades y de aceptar los inconvenientes habituales de la vida se ha visto reducida. Les cuesta aceptar que no son omnipotentes y que hay cosas que no es posible conseguir. Para pensar… Esta vez podemos dedicar un tiempo a reflexionar sobre cómo enseñar a nuestro hijo a superar las frustraciones. Quizá no darles todo tan sencillo que no se encuentren con ninguna. Quizá una negativa de vez en cuando… Quizá dejar que se lleven algunos de los golpes que instintivamente queremos evitarles.

7. Seguridad En muchas cosas; es una cualidad positiva que debemos conocer y aprovechar. Los chicos hoy se muestran más seguros que antes. Quizá en ocasiones es una falsa seguridad, pero es un sentimiento que les lleva a no achantarse a veces ante las complicaciones. La seguridad se deja traslucir en un claro sentimiento de valía personal (conocen sus cualidades y las valoran, con efecto positivo en su autoestima) y de confianza en sus capacidades. Para pensar… La seguridad ajena, a veces, amenaza la nuestra. ¿Te sientes interpelado por su sentimiento de seguridad? ¿Compartes el tuyo? ¿Lo tienes? Salvo excepciones, la mayoría de los chicos tienen un buen concepto de sí mismos… ¿Cómo te hace sentir esto?

8. Consumidores influyentes Se reconoce una capacidad de influencia en las tendencias de consumo, por medio de sus comentarios en las redes sociales, en los blogs… Está comprobado que ciertas críticas pueden hundir. Tienen más influencia y modos de ejercerla. No en vano las empresas lo conocen y aprovechan. Es sorprendente la repercusión que tiene cualquier comentario que hacen, ya que tiene un efecto multiplicador increíble. Así, son capaces de poner de moda comercios, 11

tendencias, artículos, aficiones… Para pensar… ¿Por qué no sugerirles un modo constructivo de usar este poder de influencia? Porque se puede utilizar para transmitir valores, hacerse eco de acciones o de preocupaciones sociales.

9. Inmersos en la diversidad En sus clases hay chicos de diversas razas, culturas… Están acostumbrados (si nosotros no les desacostumbramos) a convivir con la diversidad. Ellos mismos pueden haber vivido situaciones en que se les haya atendido de forma individual (están contempladas las medidas educativas de atención a la diversidad). Nosotros vivíamos en un mundo más plano, con la sola presencia esporádica de algún extranjero. Y, por supuesto, una sola forma de educar. Conocimos de referencias la diversidad, sin que llegara a convertirse en algo muy real. Nuestros hijos conviven con ella. Para pensar… Aprovecha esta característica para enriquecerte tú también por medio del contacto con la diversidad. No rechaces lo diferente. Acepta, como ellos, que todos somos iguales y todos somos distintos a la vez. ¿Te relacionas con las familias de los compañeros de otras culturas? ¿Conoces y aprovechas las medidas de atención individual que existen en los centros escolares?

10. Con fecha de caducidad A veces me gusta recordar el hecho de que antes las cosas parecían no caducar nunca. No recuerdo que absolutamente todos los productos tuvieran impresa una fecha tope de consumo. Sin embargo, esta generación convive –afortunadamente, ya que ganamos en salud– con las fechas de caducidad y la sensación de que todo es perecedero. Las cosas tienen un fin. Quizá por eso aprenden a relacionarse con ellas de forma que saben que, si se rompe, hay repuesto y a veces mejor; las cosas no se arreglan (a veces es incluso más caro), sino que se dejan de lado si no funcionan. Han aprendido a usar y tirar. Todo se usa y luego uno se deshace de ello. Esto fomenta una actitud consumista en la que las cosas no tienen valor en sí, sino por el uso que se puede hacer de ellas, y mantienen su valor en la medida que conservan la utilidad. Luego, se sustituyen por otra cosa. La actitud de consumo va más allá, acabando por convertirse en un hábito que lleva a sobrevalorar las cosas y a no sentirse satisfecho con nada, y que a largo plazo tiene repercusiones en la salud mental y emocional. Para pensar… La ventaja de que se eduquen con la sensación de que las cosas tienen un principio y un fin es que, si

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se lo sabemos transmitir, podemos conseguir que hagan un uso más responsable de las cosas. Precisamente porque tienen fecha de caducidad, no he de dejarla llegar (y que se deterioren) y puedo aprovechar para disfrutarlas mientras existen.

11. Nuevas familias El concepto de familia está en proceso de cambio. La realidad nos dice que cerca de nosotros existen distintos grupos familiares: familias monoparentales, familias reconstruidas… Existe una variedad que se quiere ampliar más. Nada tiene que ver, en muchos casos, con los modelos con que nosotros nos hemos educado. Nuevas formas de familia suponen nuevas formas de relación y de establecer vínculos. Incluso si existe una familia estándar con dos progenitores, la realidad laboral predominante hace que no se dedique el mismo tiempo que antes. Por otro lado, es fácil que no haya contacto con generaciones anteriores dentro de la familia –salvo que colaboren en el cuidado– y a veces ni con los coetáneos. Las relaciones se reducen al puro núcleo familiar. No existe relación con generaciones mayores de adultos, y muchas de sus enseñanzas se pierden, al igual que el concepto de respeto a los mayores. No es algo que ocurre en todos los casos y sí es cierto que muchas personas mayores están al tanto de la educación de los niños (cada vez es más frecuente la figura del abuelocanguro), pero también es cierta la ausencia cada vez mayor de ancianos, que viven en residencias. Para pensar… Puedo fomentar la convivencia y el contacto en mi familia. Para ello creo que debo… ¿Qué relación tiene mi hijo con sus familiares (abuelos, tíos, primos…)?

12. Propiedad privada Las cosas suyas son suyas, no de la familia ni del grupo. Hay un marcado sentido de la propiedad. Pueden llegar a compartir, pero compartir ya supone poner en común lo propio, ofrecerlo para el uso y disfrute de los demás… pero sin renunciar a la propiedad. Para nosotros, el sentido de la propiedad ha sido algo adquirido con el paso del tiempo y, sobre todo, con las primeras posesiones, con las primeras cosas que considerábamos nuestras. Por eso a veces se nos hace complicado entender esta característica suya. Para pensar… Puedo aprovechar su concepto de la propiedad para enseñarles la responsabilidad sobre las cosas. Y dar el paso a compartir.

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*** No he pretendido hacer un análisis exhaustivo de la realidad de los jóvenes de ahora. No es mi cometido. Solo pretendo señalar las diferencias que hay entre ellos y nosotros, los conceptos que han cambiado y las formas muy diferentes de ver la misma realidad.

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PARTE II 40 PALABRAS

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1. AMABILIDAD

Una persona amable es la que es digna de ser amada y la que es capaz de mostrar su amor. Ambas cosas van unidas, porque en el tema de la amabilidad, más que en ningún otro, se recoge multiplicado lo que antes se ha sembrado. La amabilidad está unida a ser cariñoso, afectuoso, cortés, agradable, servicial… Todas son cualidades que nos hacen salir de nosotros mismos para estar abiertos a los demás y brindar ayuda y atención. Los niños no nacen siendo amables. La amabilidad se aprende y, por lo tanto, se educa. Y nos corresponde a nosotros, como padres, sentar las bases para que ellos entiendan que ser amable con los demás es una ventaja para todos. Sé que luchamos contra corriente, ya que la amabilidad no está de moda y más bien tendemos como sociedad al individualismo y a sacarse cada uno las castañas del fuego. Sin embargo, es necesario volver a recuperar esta cualidad del ser humano, que, además, nos hace mejores personas. Cuando una persona es amable, genera en los demás un sentimiento positivo, una complacencia. Por eso la persona así es digna de ser amada, merece y se gana el cariño de los demás, se hace querer. «Está demostrado que preocuparse por los demás de manera positiva mejora el sistema inmunológico (defensas orgánicas) y que actuar con amabilidad aumenta el sentimiento de valía personal, el optimismo y la satisfacción general en la vida»[3], señala el terapeuta y consejero matrimonial Gary Chapman, autor del libro Amar, una nueva forma de vida. Como vemos, el efecto de ser amable no solo se extiende hacia los demás, sino que para nosotros mismos tiene sus ventajas. También las investigaciones recientes relacionan la amabilidad con una menor tendencia a la depresión. Es normal que una persona que se siente a gusto consigo misma y amada por los demás no sea tan proclive a deprimirse. También parece demostrado que ayuda a vivir con menos estrés y su correlato físico, todos esos trastornos corporales que suelen ir asociados a él.

LAS IDEAS, CLARAS La amabilidad se compone de muchos pequeños gestos que se pueden practicar y enseñar. La forma mejor de hacerlo es mediante nuestro ejemplo, lo primero, pero también haciendo un esfuerzo por practicar con ellos la amabilidad y planteando situaciones para que piensen en ella. Gracias a la grandeza de nuestro cerebro, lo que 16

imaginamos y practicamos mentalmente crea conexiones neuronales que luego facilitan la acción cuando llega el momento. – Tener detalles. Es una forma de ser amable. El detalle es todo aquello que sé que le agrada a la otra persona y que le ofrezco como modo de demostrarle que la tengo presente en mi pensamiento. No hace falta un desembolso económico. No suele ser necesario. Puedes ayudar a tu hijo a elegir detalles para sus amigos o para los mayores de la casa: una flor, un dibujo…, tienen mucho valor. Demuéstrale que también tú sabes tenerlos con él, dándole a veces una sorpresa que le agrade. – Ofrecer ayuda. La persona amable está, como hemos comentado, pendiente de los demás y no duda en ofrecerse para ayudar. En su justa medida, porque estar solamente y de forma exclusiva pendiente de los demás no es sano. En el punto medio está la virtud: pendientes de los otros sin descuidarnos a nosotros mismos. Revisad juntos si las personas que están cerca, en casa, en el colegio, entre los vecinos, pueden necesitar ayuda…: una persona mayor que necesita que le suban la compra, un compañero que no ha traído el boli… – Aceptar y agradecer. No es tan fácil como parece. A veces nos cuesta aceptar la ayuda que nos ofrecen y, por supuesto, agradecerla. De ello nos ocupamos en otro momento en este texto. – Hay detalles pequeños, pero que contribuyen en gran medida a la amabilidad, como, por ejemplo, saludar a los que te encuentras. Por desgracia, no es lo común. A mí, personalmente, me siguen mirando con extrañeza los vecinos cuando les saludo al cruzarme con ellos… Una realidad que se extiende más allá de mi comunidad. Hemos perdido los elementos mínimos de amabilidad. Educa a tu hijo en las normas básicas de educación que nunca debimos perder. – Refuerza, alaba y potencia toda buena acción en tu hijo. Es el modo de que la repita con frecuencia hasta que se convierta en algo natural. Cada mínimo gesto amable es digno de tenerse en cuenta. – Muéstrale a tu hijo el cariño y haz que se lo demuestre a los demás. Es una forma de ser amable. No dudes en mostrar tu cariño con abrazos, besos, contacto, palabras…, todo lo que haga sentir a tu hijo que es digno de recibir amor. – La sonrisa es un regalo que hacemos a los demás. Sonreír es un gesto de amabilidad. Los niños aprenden a sonreír desde muy pronto, solo con meses, para mostrar su satisfacción. A partir de ahí, lo que es un gesto instintivo se socializa y convierte en una forma de acercarnos a los demás. Los niños que sonríen son mejor aceptados por sus compañeros. Por eso es importante que dediques un tiempo tanto a sonreír a tu hijo como a enseñarle a hacerlo cuando esté enfadado o preocupado, cuando las cosas no le vayan como espera… ¿Qué tal una sonrisa para ayudar a mejorar? Recuerda que el puro gesto de sonreír provoca ya bienestar. El decálogo de la amabilidad[4] 1. Trata de reconocer y respetar los derechos y los méritos de los demás, y de 17

aceptar sus formas de pensar, aunque sean distintas de las tuyas. 2. Trata a los demás con el mismo respeto y cariño con el que te gustaría que te tratasen a ti. 3. Procura ser complaciente con los que te rodean cuando te piden un favor o solicitan tu ayuda. 4. Utiliza palabras como gracias, perdón, por favor, que te facilitarán y harán más agradable tu relación con los demás. 5. Intenta ver en cada persona lo mejor de ella. Seguro que lo encontrarás y te sorprenderá. 6. Acostúmbrate a expresar tus mejores sentimientos, no los reprimas. Trata a los demás con toda la naturalidad, la alegría y el afecto que espontáneamente salgan de ti. 7. Acostúmbrate a sonreír. Muéstrate solidario, optimista y colaborador con las personas con las que convives. 8. Piensa que, si todos tratamos de dar lo mejor de nosotros mismos, todos seremos mucho más felices. 9. Trata de analizarte y observa si, cuando eres amable o afectuoso con los demás, te sientes más a gusto contigo mismo. 10. Comprueba cuántas horas al día estás de buen humor. Si son muchas, alégrate, porque estás construyendo un mundo más amable.

ACTITUDES CONTRARIAS – FALSA AMABILIDAD. Cuando intentamos aparentarla pero no es sincera. Se nota a la legua y no tiene efecto en el bienestar ni personal ni de los otros, no ayuda a nadie. Cuida que la amabilidad de tu hijo sea siempre sincera, nunca por compromiso o por cumplir. – HOSTILIDAD. La ira, la agresividad, la violencia… van contra lo que ahora queremos enseñar. Una persona hostil ve enemigos donde no los hay, porque dentro de sí vive un sentimiento de enfrentamiento a los demás. La hostilidad se muestra bien en palabras, comentarios, sarcasmo, indirectas…, bien de forma directa mediante la violencia. – EGOCENTRISMO. Para poder ser amables hemos de salir de nosotros mismos y pensar en los demás; la amabilidad no se puede practicar cuando solo nos miramos a nosotros mismos. PALABRAS AFINES: GRATITUD.

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2. AMISTAD

La amistad es uno de los valores que debemos enseñar a nuestros hijos, ya que es vital para su desarrollo humano sano. Amistad es un afecto desinteresado hacia otra persona, que nace y se mantiene a través de las interrelaciones entre los seres humanos. La amistad surge del hecho de compartir algunas características –siempre establecemos amistad con personas afines a nosotros–, y la práctica conjunta de alguna tarea que guste a los dos hace que se afiance y crezca. Sin embargo, va más allá de ello y se hace estable como relación entre personas, ya que el mero hecho de estar juntos para realizar una tarea suele terminar cuando la tarea acaba. Por eso es importante que, aunque el comienzo sea este, se establezcan lazos que hagan desear estar con el otro. La tarea es solo una ocasión para conocerse. Tener amigos ayuda a los niños a desarrollarse emocional y moralmente. Junto a ellos crecen en las normas del contacto social, la comunicación, la cooperación y aprenden a solucionar problemas. Incluso está demostrado que los niños que tienen muchos amigos rinden más en el colegio. Las ventajas de tener capacidad de hacer amigos son enormes. Cuando los niños tienen amigos se sienten más felices, integrados en la sociedad y a gusto consigo mismos. Por medio de la amistad, el niño amplía su universo y aprende mucho tanto de sí mismo como de los demás. Para los niños, las primeras amistades son un lugar donde aprender a salir de sí mismos, a tener en cuenta a los otros. Nuestra idea de la amistad quizá no coincide ahora del todo con la suya, pero es el principio del camino. En su grupo de amigos, se crea una mini-sociedad en la que practicar para cuando se integren en grupos sociales más amplios: hay cabecillas, seguidores, conflictos que resolver, apoyo mutuo, tareas compartidas…, un microcosmos social. Hay varios estilos en cuanto a la amistad: los hay que prefieren círculos reducidos, dos o tres amigos, y otros que prefieren rodearse de más gente. Ningún estilo es mejor que otro. Lo que importa es que tu hijo esté conforme y feliz con ello. Vosotros mismos seguramente tenéis vuestra forma preferida de tener amigos y con seguridad es lo que vuestro hijo aprende. Las amistades que se mantienen tienen en común que hay una gran parte de características que se comparten, formas de ser parecidas, gustos semejantes, aficiones iguales. De ahí a hacer juntos algo que a los dos les gusta hay solo un paso. Y el siguiente es que el hecho de estar juntos haciendo algo así refuerza el sentimiento de amistad y que busquemos estar juntos para disfrutar de ello, de modo que la amistad crece y se 20

hace más fuerte. De forma general, los niños que tienen más facilidad para hacer y mantener amistades provienen de familias abiertas y mantienen una buena relación con sus padres. Los padres de estos niños son dialogantes, razonables y saben mantener sus derechos. Hay una estrecha relación entre el modo de ser de los padres, y su modo de ser amigo, y la forma que prefiere el hijo. Por eso, una vez más, no debemos olvidar que somos modelos para ellos.

LOS NIÑOS QUE SON MEJORES AMIGOS Repasamos ahora las características que tienen los niños que tienen facilidad para establecer amistades. Nos servirá como guía para saber cuán lejos o cerca está nuestro hijo de ellas y fomentar aquellas en las que flaquea y potenciar aquellas en las que destaca. Son niños sociables, abiertos a los demás y no les cuesta contactar con los otros; los niños prefieren como compañeros de juego a los que les sonríen, y rechazan a los que vienen con agresividad. Tienen claras las normas del juego en grupo y las respetan; la mayor parte de los amigos que hacen los niños en la primera etapa de infancia los hacen mediante el juego; por eso es importante que estén preparados para las actividades grupales; hay niños que no saben jugar con los demás y suelen estar aislados; hay otros que no respetan las normas y nadie quiere estar con ellos. Son capaces de resolver conflictos; es una habilidad importante y que es conveniente que aprendan cuando son pequeños, para que la puedan poner en práctica sin dificultad más adelante. Saben escuchar y conversar con los demás; la escucha es una habilidad que se puede aprender si nos dedicamos a ello, si mostramos interés por el otro, tanto por sus palabras como por sus sentimientos. Tienen empatía, saben entender los sentimientos y puntos de vista de los demás; puedes hacer mucho para ayudar a tu hijo a cultivar esta cualidad si le enseñas a tener en cuenta a los demás, a intentar ver cómo se sienten los otros. Disponen de habilidades apreciadas por su grupo de iguales; si, por ejemplo, en su grupo se valora el deporte, intenta que tu hijo aprenda las nociones básicas, para que no lo dejen siempre de lado; a veces la falta de habilidad se suple con tesón y práctica; el único límite es no presionar al niño para que haga algo que rechaza por más que sea lo popular. Saben reconocer y apoyar a los demás, tienen en cuenta a los otros y saben valorar sus capacidades o habilidades en el momento oportuno. No tienen problema en reconocer que los otros hacen bien las cosas o que son mejores, y no es raro verles felicitar a los demás cuando hacen bien algo o hacer comentarios positivos. Si les enseñamos a reconocer lo positivo que tienen los otros, favorecemos mucho su integración y que les valoren como amigos. Saben trabajar junto a otros y resolver los conflictos que puedan presentarse. No está de más enseñar a los hijos a resolver conflictos mediante el diálogo y la resolución de problemas. Se preocupan por sus compañeros y se esfuerzan en hacer algo útil para el grupo. Son capaces de demostrar el cariño y el afecto. Dedican tiempo a sus amigos; tú puedes intervenir en esto favoreciendo que en su día a día, en su

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horario, haya un rato para dedicar a los amigos. Saben negociar y hacer tratos; es una habilidad que les podemos enseñar a los nuestros. Y cuando un niño la demuestra en el grupo, es más fácil que se integre. Los que siempre quieren salirse con la suya e imponer su voluntad no son populares.

LAS IDEAS, CLARAS Hay varias cosas que puedes hacer para ayudar a tu hijo a tener amigos o, por lo menos, a alcanzar las habilidades para conseguirlos. – Enséñale las normas básicas para la convivencia (respeto de turnos, tener en cuenta las necesidades de los demás, no acaparar, ser generoso, ser educado, establecer reglas…). Todo lo que hagas para que tu hijo entienda los principios de la convivencia lo tiene adelantado a la hora de hacer amigos. Tienes que dejar claro que no hay lugar para la agresividad, la discriminación, el egoísmo y las burlas. – Da ejemplo; la forma en que tú lleves tus relaciones es la que van a aprender, por lo menos en un primer momento. Los hijos de padres que tienen un amplio círculo de amistades aprenden a relacionarse con mucha gente y esto facilita el contacto con los demás. – No tengas pereza a la hora de invitar a los amigos de tu hijo a casa. Es la mejor forma de que establezcan lazos y se sientan amigos de verdad. Recuerda que una de las características de los niños con facilidad para hacer amigos es dedicar tiempo. En muchas ocasiones, en los niños que atiendo en la clínica, muchos de sus problemas de relación con los demás y su falta de amistades se solucionan invitando a los padres a celebrar encuentros en su casa, invitando a otros niños, porque el ir a casa de alguien hace que tenga más probabilidad de acrecentar la amistad. No hace falta llegar a extremos en que los niños no tengan amigos de referencia para empezar a practicarlo. – Practicar la forma de resolver los pequeños conflictos que puedan surgir, porque está claro que van a aparecer. La resolución de conflictos es todo un arte que se puede aprender y practicar. Se basa en el diálogo y la reflexión y en la capacidad de negociar, de perder un poco cada uno para ganar los dos. – Enseña y pon en práctica con tu hijo la forma de acercarse a un grupo que no conoce. Recuerda que la sonrisa es fundamental y la forma en que les pregunte si puede jugar con ellos es clave para que le acepten o no; nunca con agresividad ni imponiendo, sino más bien pidiendo; los niños retraídos, que se escudan en sus padres, ni son vistos por los demás. Una buena forma de empezar es ofrecer un juguete o planear una actividad divertida.

ACTITUDES CONTRARIAS – EGOÍSMO/INDIVIDUALISMO. Esta actitud rompe cualquier atisbo de amistad, 22

porque precisamente esta se basa en la capacidad para posponer los propios intereses en busca de un bien común. – NO SABER COMPARTIR. Compartir es la consecuencia de la amistad. Pero hay niños (y adultos) que no saben hacerlo, que se aferran a lo suyo como si el mundo se hundiese y fuera su tabla de salvación. Y no solo a las cosas materiales, sino a la propia vida, los pensamientos, las aficiones, los contratiempos… Quien se ata excesivamente a lo suyo o a sí mismo no puede compartir. – FALSEDAD. Si algo debe definir la relación de amistad es la autenticidad, el permitirse y poder ser uno mismo en ella. Cuando alguien no se presenta tal como es, sino con una máscara, quizá nos atrae en un primer momento, pero con el tiempo crecen la distancia y el desengaño y no se mantiene la amistad. PALABRAS AFINES: AUTENTICIDAD; EMPATÍA; RESPETO.

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3. ASOMBRO

El asombro es una sensación de gran admiración o sorpresa, positiva o negativa, al darnos cuenta de algo. Suelen vincularlo al origen de la filosofía, de la que nacen todas las ciencias posteriores. El primer filósofo es quien se preguntó sobre las cosas por primera vez al verlas con asombro. Quizá por eso se dice que los niños son «pequeños filósofos», porque tienen la capacidad de ver las cosas y preguntarse por ellas. El asombro es un motor interno que de forma natural lleva al niño a descubrir el mundo que le rodea, como paso previo para tomar conciencia de su propio ser y del medio. Es decir, que con el asombro el niño descubre la realidad y la hace propia, se encarna en ella, la conoce y la asume. Nacemos con esa capacidad, los niños son buen ejemplo de ello, pero hemos de procurar que se mantenga, porque, de lo contrario, se pierde. La enseñanza habitual de los centros escolares, e incluso las actividades extraescolares que ofrecemos a nuestros hijos, siempre se mueven en la línea de lo intelectual, sin dejar espacio a la capacidad de asombro. A tales extremos ha llegado que hay un buen número de profesionales de la educación que investigan, proponen y animan a practicar diversos modos de aprendizaje. Esto evidencia que hay una forma de conocimiento que se aleja de lo puramente cognitivo y deja espacio a la intuición, la iniciativa, la innovación, la creatividad y el aprendizaje por indagación. «Vende tu inteligencia y compra asombro: la inteligencia es mera opinión, el asombro es intuición» (Buda).

«Sorprenderse, extrañarse, es empezar a aprender» (Ortega y Gasset).

LAS IDEAS, CLARAS – Mirad con ojos nuevos cada cosa, cada parte de la realidad cotidiana. Tomad, por ejemplo, un objeto habitual y dadle vueltas, tocad, oled, miradlo desde diferentes perspectivas. Así les hacemos comprender que las cosas no tienen solo un ángulo, sino varios, y que lo que nos resulta habitual, visto desde otro lado, no lo es. Puedes probar a enseñarle objetos desde un lado no habitual para que los identifique, o a 24

poner un detalle de algo común para que descubra de qué se trata. A veces en los medios de comunicación aparecen imágenes fotográficas de objetos vistos desde un detalle; lo puedes aprovechar o usar los objetos cotidianos para conseguirlo. Objetivo que no hay que perder de vista: la realidad es pluridimensional y lo que desde un punto de vista nos resulta habitual, desde otro nos puede sorprender. – Un juego divertido con ellos es tomar un objeto e imaginar que sois un hombre prehistórico o un extraterrestre que lo ve por primera vez. Dejaos sorprender por su forma, posibles usos… Se trata de mirar las cosas como si fuera la primera vez que se ven. – Cuando esté realizando una tarea o viendo algo, ayúdale a centrarse en lo que está haciendo, evitando distracciones. Si algo nos puede sorprender o asombrar, no lo va a lograr si estamos dispersos. – La Naturaleza es el lugar privilegiado donde asombrarnos, la primera escuela del asombro. Aún recuerdo la sorpresa de mi hijo al ver por primera vez un caracol moverse: «Mira… Anda y no tiene patas… Esto lo tiene que ver mi amigo…». Sorprendente. Aprovecha cualquier momento para aprender de la naturaleza, porque una mariposa, un gusano, las hojas nuevas de un árbol, una puesta de sol, las estrellas… son lo bastante asombrosos por sí mismos. – Tomaos tiempo para percibir las cosas sencillas. ¿Te has parado alguna vez a sentir cómo huele un paseo por el parque? ¿O el césped?… Permitíos dedicar un poco de tiempo a dejaros llenar por otras sensaciones fuera de las habituales. – Aprovecha la curiosidad natural de tu hijo para ayudarle a descubrir. Es muy interesante investigar juntos cómo funcionan las cosas; hay libros que te pueden ayudar, pero lo importante es dedicar un tiempo juntos a descubrirlo, con ayuda o sin ella. – Poned la atención en algo; pocas cosas, pero que llamen su atención. Destripad lo que veis, investigad, probad… y dejaos enseñar por ellas. – Da cabida siempre a la pregunta: pregúntale y pregúntate. La pregunta es la puerta de entrada al asombro. – Intenta que lo que hagáis sea divertido para los dos. El rato que pasáis juntos dejándoos sorprender por las cosas puede ser inolvidable. – Hazle saber cuándo algo te deja sorprendido. Seguro que en algunas ocasiones hay algo que te resulta sorprendente. Es bueno comentarlo con ellos para que vean –y aprendan– que nosotros también nos asombramos algunas veces.

ACTITUDES CONTRARIAS – PRAGMATISMO. No te asombras ni se lo enseñas a tu hijo si solo te preocupa lo útil, lo práctico, porque entonces no te hace falta el asombro. – PRISA Y EXCESO DE ACTIVIDAD. No hay tiempo para asombrarse, no cabe en la agenda… Es un mal común con un remedio accesible: planificar para poder tener tiempo para cosas distintas de la rutina. Parecen dos conceptos contrapuestos, pero en realidad el objetivo es, al menos en los primeros momentos, ser capaces de tener 25

presente en nuestra agenda y entre nuestras necesidades el poder disfrutar de un tiempo libre para actividades alternativas a las tareas diarias. Luego, con el tiempo, cada vez hará menos falta planificarlo porque se habrá convertido en una necesidad. – «SABELOTODO». La actitud del que todo lo sabe o cree saber y no se preocupa de mirar las cosas desde otros lados que no sean los que ya conoce. Como lo sé todo, nada me asombra. Deriva en una pobreza evidente. PALABRAS AFINES: CURIOSIDAD; HUMILDAD.

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4. AUTENTICIDAD

Atreverse a ser uno mismo sin pretender ser algo que no se es, por más que esté de moda o sea más popular. Esa es la clave de la autenticidad. No es tan sencillo como parece, porque vivimos en una sociedad que raramente lo valora; más bien al contrario, está a favor de vivir con una máscara permanente. Sin embargo, cuando descubrimos la grandeza de la coherencia entre lo que somos y lo que mostramos al exterior, nuestra vida es más completa y satisfactoria. Por eso es importante que enseñemos a nuestro hijo a ser auténtico, a disfrutar de ser él mismo pase lo que pase. Ser auténticos supone no actuar como los demás quieren que seamos, sino como somos realmente. Claro que, para ello, primero hemos de conocernos a nosotros mismos. Algunas ideas cercanas a la autenticidad, o formas de expresarla, son muy clarificadoras…: – Ser uno mismo y del todo en todo momento y cada situación; no actuar como si fuéramos otros; ser fieles a nuestra identidad, a lo que nos define, y ser capaces de serlo incluso cuando las circunstancias se oponen; porque ser uno mismo cuando todo viene rodado no tiene especial mérito: lo importante es no dejar de serlo aunque las cosas no vengan como queremos; por ejemplo, si eso molesta a nuestros amigos y nos dejan un poco de lado, si la sociedad no lo valora, si en nuestro trabajo (en nuestro caso, en la escuela en el de ellos) el que triunfa es el que se acomoda a los puntos de vista de los directivos, en vez de defender sus propias opiniones y valores… – Asumir la responsabilidad de nuestros actos; sabiendo que cuando hago algo, siempre tiene consecuencias y es normal y esperable que las tenga, porque mover ficha para que quede la partida igual no es lo que esperamos ni lo normal. Por eso es importante saber qué es lo que hacemos y cómo, por qué y para qué. Este es uno de los caminos que llevan a la autenticidad. Y es una senda en que podemos empezar a caminar con nuestro hijo cuando tenemos cuidado de educarle para ser responsable. – Renunciar a lo «políticamente correcto» en favor de la integridad personal; aunque no sea lo habitual…, aunque lo aparentemente correcto me gane la simpatía de los demás…, renuncio a ello para no tener la sensación de comportarme como un mal político. 27

– Aceptar lo que somos, tanto lo positivo como lo negativo; si renunciamos o rechazamos una parte de nosotros, como puede ser la negativa, lo que no nos gusta, estamos impidiéndonos ser auténticos, porque lo verdadero y genuino, lo auténtico, es que somos lo que nos gusta y lo que no nos gusta tanto. – Ser lo que se dice ser; no mentir acerca de nosotros mismos, no fantasear ni dar, hablando, una imagen que no se corresponde con nuestra realidad. Muchas veces los niños se dejan llevar por la fantasía e imaginan historias familiares o sobre ellos mismos que se acaban creyendo. Estad atentos a lo que dice y sobre todo a lo que los otros nos cuentan que dice, para corregirle con cariño y hacerle comprender que lo mejor es ser realista; muchas veces los niños presumen de cosas que no tienen delante de sus amigos: el «mi padre…», «yo tengo…», «en mi casa…» a veces oculta una mentira para ganar la aceptación de los otros; a nosotros no nos lo dicen, pero a veces a sus amigos se les escapan algunos comentarios sobre lo que ellos les cuentan. – La autenticidad nos hace tener autoridad sobre nosotros mismos. Es la forma de ser nuestros propios soberanos. Y esa sensación a la vez refuerza nuestra autoestima y nuestro deseo de ser auténticos. Estamos ante un círculo esta vez positivo, un círculo virtuoso.

LAS IDEAS, CLARAS La autenticidad es una lucha constante, un esfuerzo por convertirse en cada momento y circunstancia en lo que queremos realmente y aceptar lo que somos. Como en todo proceso, hay una serie de pautas que nos acercan y, en nuestro caso, nos sirven como método para enseñar a nuestro hijo. – Ayúdale a conocer lo que realmente desea, porque los deseos son parte de lo que somos; los deseos son parte de nuestras aspiraciones profundas y lo que nos motiva; por eso es importante ayudarles a descubrirlo, a saber qué es lo que anhelan de verdad, y esto lo podemos hacer a base de hablar con ellos, de comentar sus deseos, sus sueños incluso, sus fantasías…, porque todo eso nos da pistas de lo que somos. – Lleva cuidado con los modelos externos a los que imita. Es normal que los niños tengan ídolos a los que seguir, personajes a los que desean imitar, pero nunca a costa de convertirse en algo que no son. Querer ser como otra persona es normal; querer conseguirlo a toda costa, incluso a costa de renunciar a lo que somos, no es sano. Los modelos son buenos para aprender, pero no para imitarlos de forma automática. Copiar a alguien no es ser auténtico, sino un imitador. – Estad atentos a las presiones sociales, que llevan a hacer cosas que no deseamos de verdad. Tu hijo, si no ahora, con seguridad más adelante, se verá sometido a las presiones que ejercen los otros. Hay que estar especialmente atento a esto para que no se conviertan en un reflejo de una moda o una circunstancia temporal. No es extraño que los niños y, sobre todo, los adolescentes, se sientan presionados por el grupo. Sin embargo, dejar de ser ellos mismos para quedarse sumergidos en la 28

influencia del grupo es un peligro. Por eso es necesario estar atentos a los cambios que en ellos se producen (el más significativo suele ser en la forma de vestir, luego de pensar…) y descubrir si son un deseo personal o un marcaje del grupo. Una de las presiones que suelen recibir es la de las «marcas», que proporcionan cierto estatus, pero solo aparentemente. – Parte de la autenticidad consiste en ser fieles a las promesas que hacemos. Mantén las tuyas y haz que mantenga las suyas. Por eso debes hacerle responsable de lo que promete y de llevarlo a cabo. Ser fiel a una promesa es ser fiel a uno mismo. – Como en todo, en este caso también es importante vuestra actitud. Por eso es clave no hacer nada que vaya contra vuestros principios y valores. Cada uno sabemos lo que es importante para nosotros, aunque a veces lo dejemos a un lado por ciertos motivos. Los hijos aprenden de nosotros a ser coherentes (de eso estamos tratando, ni más ni menos). – Hazle descubrir sus habilidades. Esas son las que le hacen ser único. Y cuando nos reconocemos como únicos, nos sentimos auténticos y es más fácil ponerlo en práctica. Todos tenemos algo especial, algo que nos diferencia de los demás, alguna especialidad, por nimia que parezca…, eso que nos hace ser y sentirnos especiales. Y es un ladrillo para edificar la autenticidad. – La mentira nunca va a favor de este valor que ahora queremos transmitir. No permitas que tu hijo la use. Volveremos más adelante sobre ello. – Somos más auténticos cuanta mayor unidad con nosotros mismos tenemos. Es decir, que somos como somos en todo momento y no ofrecemos diversas caras, algo más cercano a la personalidad múltiple que a la coherencia. Por eso es importante que enseñes a tu hijo a ser él mismo en todo momento, en cada instante casi. Por lo menos en lo profundo, porque en la superficie sí es cierto que, por lógica, mostramos partes distintas de nosotros mismos según las circunstancias. Pero es diferente no mostrar todo (posición realista y sana) que inventar un esquema nuevo de personalidad según las circunstancias. Estad atentos a estos cambios en vuestro hijo, porque son señales de falta de autenticidad. – A veces la autenticidad hace agua por el deseo extremo de complacer a los demás, por postergar las propias ideas, sentimientos y necesidades. Es la ocasión para enseñar a tu hijo a tenerse un poco más en cuenta. Está bien pensar en los demás, contar con ellos y pretender que sean felices…, pero no a nuestra costa. Si detectas un exceso de complacencia por parte de tu hijo, enséñale a pensar en sí mismo y a expresar sus necesidades. – De vez en cuando, especialmente si ha ocurrido algo que llame la atención, parad un momento para ver y analizar las situaciones del día a día bajo la clave de la autenticidad: ¿Crees que esto que ha ocurrido te enseña algo? ¿Es lo que te gustaría haber hecho? ¿Cómo podrías haber actuado de otro modo? ¿Cómo crees que te sentirías si hubieras actuado así?… Aparecen las claves para ser más auténticos en otra ocasión.

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ACTITUDES CONTRARIAS – ARTIFICIALISMO. Ser artificiales, veletas, sin un fondo base en que nos conocemos y nos permitimos ser como somos. Vivir artificialmente es una tentación en un mundo que valora excesivamente lo externo, pero aleja del sentimiento de unidad con uno mismo. – POPULARISMO. Seguir la moda, perdiéndose a sí mismo; ser popular a toda costa. No importa si me pierdo en el camino. Lo único válido es hacer lo que todos hacen, ser como todos, hacer lo que es popular. Las series americanas que transcurren en centros escolares transmiten la idea de que lo que importa es ser popular por encima de todo. Hay que tenerlo en cuenta para que nuestros hijos no adopten esta actitud. – APARENTAR. Vivir, como el emperador del cuento de H.C. Andersen El traje nuevo del emperador, solo pendiente de la imagen, del puro aparentar. Somos a veces malos ejemplos, porque tenemos cierta querencia a vivir de cara a los demás, a vivir de la pura apariencia (el mejor coche, las mejores vacaciones…). Detecta en ti esta tendencia, porque se aprende rápidamente. PALABRAS AFINES: COHERENCIA; SINCERIDAD.

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5. AUTOCONTROL

Todos podemos controlar nuestras propias emociones, comportamientos y deseos. Tenemos la capacidad para no perder el control en situaciones de malestar, malentendido o tensión. El control de los impulsos y reacciones propios hace que nos sintamos más equilibrados tanto a nivel personal como en las relaciones sociales. Por eso es necesario enseñar a los hijos los principios básicos del control personal. Tanto para ellos como para el resto de la sociedad es esencial que los niños aprendan a controlarse. Precisamente porque si algo define a los niños es su explosividad, el reaccionar sin control alguno ante las circunstancias (las rabietas son un buen ejemplo). Hasta que lo aprenden, las reacciones de los niños son desproporcionadas y ellos reaccionan prácticamente con todo el cuerpo. Hemos de reconocer que hay muchos adultos que no saben controlarse. Por desgracia, está muy presente el descontrol. Para evitarlo, es importante educarlos desde que son pequeños. Ningún sentimiento es más grande que nosotros mismos, ni siquiera la rabia con toda su fuerza, porque incluso ante ella tenemos capacidad de reaccionar. La falsa creencia de que somos manejados por nuestros impulsos hace mucho daño. Nada de eso es cierto. Somos nosotros los que los sentimos y los que los controlamos. Y lo mismo ocurre con nuestro pensamiento. Le damos demasiada importancia, creemos que lo que pensamos es directamente cierto, porque nos hemos acostumbrado a valorar los pensamientos como verdades absolutas. Y la única verdad es que nosotros somos los que producimos los pensamientos (no existen por sí mismos) y los que podemos actuar. Me gusta mucho explicar este tema a los niños que acuden a terapia. Siempre les llevo a lo absurdo. Una conversación típica es esta: –Dime qué piensas. –… –¿Y quién tiene esos pensamientos? –Yo. –Ah… Entonces, son tuyos. –Claro. –Pues si son tuyos puedes hacer con ellos lo que quieras, ¿o mandan ellos? –Son míos. 31

–Tienes razón: son tuyos, tú tienes los pensamientos; y si los tienes, tú eres el amo, porque sin ti no existen…, y si tú eres el jefe, puedes hacer que cambien o se vayan, ¿no? –Sí… (Entonces aprendemos juntos a controlar sus pensamientos). Es simplemente un ejemplo de cómo podemos enseñar a los niños ideas como el control de pensamiento. Es un paso para el control de las emociones y acciones. El autocontrol supone ser capaz de no dejarse llevar por la primera reacción. Y muchas veces esa reacción nace en una serie de pensamientos casi automáticos. A partir de ahí se establece una cadena que desemboca en la acción. Pero siempre, como nos enseñan los maestros del control de emociones, podemos romper esa cadena y cambiar el resultado. Ante una situación que pone a prueba nuestra capacidad de control, es posible tener dos tipos de reacción: hacia fuera, en una explosión de emociones, o hacia adentro, amargándonos internamente. Ambas son peligrosas. Da igual el modo en que se imponga el descontrol. Lo único importante es que no nos dejemos llevar por la falta de control.

LAS IDEAS, CLARAS Hay varias formas de enseñar el autocontrol. Y lo mejor es que nuestro hijo conozca varias para poder usar una u otra según el momento. Pero, singularidades aparte, todas responden a un esquema parecido: RECONOCER

El primer paso es saber que nos encontramos en un momento delicado en que se está poniendo a prueba nuestra capacidad de control. Puedes enseñar a tu hijo a conocer las situaciones que le hacen descontrolarse: que algo no le salga bien a la primera, que alguien le quite un juguete, entrar en un supermercado donde todo le apetece… Como ves, este paso es previsor.

CONOCER

Cómo pierde el control, cómo surge el descontrol. Si empieza con un acelerarse la respiración, qué le ocurre a nivel corporal… Luego, qué suele pensar en esos momentos, qué pensamientos le vienen a la mente de forma directa. Finalmente, en el conocer tienes que ayudarle a entender cuál es su forma de actuar generalmente (tirarse al suelo en una rabieta, agitarse…).

RECORDAR

Es interesante reflexionar con los hijos acerca de momentos en que no han perdido el control y las circunstancias casi lo pedían. Aprender de la propia experiencia. No dejes escapar ni una. Cuando ocurra esto que hemos comentado, reforzarlo. Reflexionad sobre ello para que le quede claro cómo ha conseguido superarlo y, sobre todo, para que se dé cuenta de que sabe hacerlo.

ACTUAR

Hay varias formas de controlarnos cuando es necesario: – Respiración profunda: unas cuantas respiraciones que lleguen al estómago, respiraciones abdominales [5], ayudan a no perder el control. Es fácil

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practicarlo con tu hijo. Tomaos un tiempo para respirar profundamente cada día, quizá antes de acostarse, por la mañana… El momento es lo de menos, porque lo que importa es encontrar un tiempo diario. – Mantener un tono de voz constante, porque, cuando no controlamos, tendemos a elevar la voz. Cuando veas que tu hijo la eleva, hazle decir lo mismo con un tono neutro… Es de gran ayuda. – Darse tiempo. El famoso «contar hasta diez» funciona, porque rompe la cadena automática de respuesta. Otra forma de conseguir lo mismo es desaparecer, marcharte de ese lugar. Enseña a tu hijo a parar las reacciones dándose un tiempo para reaccionar, sea contando hasta diez o invitándole a marcharse a otro sitio. Esta vez el irse no es un castigo, sino una oportunidad para reflexionar. – Autoverbalizaciones: en todo momento nos estamos diciendo cosas; cuando estamos en un momento de pérdida de control nos solemos decir cosas que lo refuerzan, como «esto me supera», «no puedo controlarme» e incluso el conocido «es que soy así». Puedes cambiar tú y ayudar a tu hijo a decirse frases que le ayuden, como «yo puedo», «soy el que manda»… Estas verbalizaciones positivas son una gran ayuda en esos momentos.

ACTITUDES CONTRARIAS – IDEAS IRRACIONALES. Son las que intentan boicotear nuestro control; las ideas irracionales surgen de forma casi automática cuando nos enfrentamos a algunas situaciones. Las ideas suelen ir en la línea de desvalorizar nuestra capacidad para superar la situación. Puedes ayudar a tu hijo a detectar este tipo de pensamientos y darle una alternativa. – DESESPERACIÓN. Que surge cuando nos vemos absolutamente incapaces de controlar una situación determinada. Sentir que no podemos con ella nos lleva a un sentimiento de desesperación, de falta de confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades. De la de-sesperación al descontrol hay solo un paso. – DESCONTROL. Que se instaura cuando nos dejamos llevar por nuestros sentimientos más negativos si no podemos o creemos que no podemos superar una situación. El descontrol lleva a la pérdida del yo. PALABRAS AFINES: IMPERFECCIÓN.

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6. AUTOESTIMA

La autoestima es la capacidad de querernos, valorarnos, amarnos y respetarnos a nosotros mismos, y, a la vez, es vernos a nosotros mismos como dignos, capaces, válidos y valiosos, lo cual se traduce en acciones y en una percepción positiva de nosotros mismos. Todo el esfuerzo que hagamos para fomentar la autoestima en nuestros hijos, para que aprendan a quererse, redunda en su beneficio directo, porque serán niños con un desarrollo integral, niños conscientes de sus capacidades (y también de sus limitaciones) y que siempre dan un paso adelante porque en su mente siempre está un «yo puedo» en vez de sentirse incapaces para muchas cosas. Para ver las ventajas que tiene crecer en el conocimiento de las propias capacidades, en una adecuada autoestima, lo mejor es ver las diferencias entre las personas que se quieren a sí mismas y las que no. La persona con autoestima adecuada: Es buen modelo. Esto es importante para nosotros, porque si nuestra autoestima es adecuada, seremos capaces de ser modelos para que nuestro hijo nos tome como ejemplo. Así, entonces, todo lo que hagamos por mejorar nosotros repercute directamente en ellos. No oculta sus sentimientos y tiene fácil acceso a ellos, es capaz de contactar con su parte emotiva, dando muestras de una adecuada inteligencia emocional. Se conoce a sí misma en muchos aspectos, incluidos sus defectos y limitaciones. Ama la vida y lo demuestra, tiene una vitalidad contagiosa, una satisfacción por la vida y por cómo se presenta que la lleva a demostrarlo con frecuencia. Son vitalistas. Ama la verdad, la enfrenta y asume, no tiene que ponerse una máscara para aparentar lo que no es, porque se acepta tal como es y no teme la sinceridad. Cuida su salud, precisamente porque se quiere y se valora. El cuidado integral del aspecto físico, de los hábitos saludables, es una señal de que nos queremos a nosotros mismos. Es capaz de halagar y aceptar halagos. Ambas cosas, porque a veces es más complicado aceptar que

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dar. Respeta las diferencias de opiniones y actitudes. Generalmente las personas con fallos en la autoestima no suelen aceptar las opiniones de los demás, porque su falta de seguridad en sí mismas se lo impide. Es capaz de tener intimidad en sus relaciones, de establecer lazos sociales adecuados y sanos. Es capaz de reconocer sus logros, pero con humildad, sin hacerlos valer en contra de los demás. No teme a los cambios, porque tiene la suficiente seguridad en sí misma para pensar que el cambio es positivo o lo puede ser. Quien no se quiere, rechaza los cambios, porque le suponen un riesgo que no sabe si va a poder afrontar. Se siente orgullosa de ser como es y está segura de que puede ser mucho mejor. En su forma de ser global, que acepta, incluye sus limitaciones. Muestra naturalmente el afecto. Se siente lo suficientemente segura de sí misma para demostrar afecto a los demás. Sin seguridad personal, no somos capaces de mostrar el afecto…, sobre todo por el riesgo de no ser correspondidos, un riesgo que una persona con poca autoestima no estará nunca dispuesta a correr. Perdona y se perdona. Tiene gran capacidad de perdón, tanto para consigo misma como para con los demás. Quien no tiene autoestima no acepta sus limitaciones ni, por supuesto, comprende las de los demás, y no es capaz de ejercitar el perdón. Actúa para lograr objetivos, porque es consciente de sus capacidades y se marca metas realistas con el fin de conseguir los objetivos que se marca.

La persona con autoestima inadecuada: Es pesimista. Actitud negativa con respecto a sí misma, los demás y la vida. Todo es negativo, no sabe ver lo positivo en lo que ocurre. Necesita aprobación porque no es capaz de reconocer su valía personal. Vive pendiente de lo que los demás opinen y una crítica le puede destrozar la vida. Por eso siempre busca agradar y es capaz de aceptar cualquier cosa con tal de tener contentos a los demás. No se atreve a decir «no». En su relación con los demás, su falta de confianza en sí misma le hace no poner límites (no sea que los otros se enfaden y se vayan). Cree que todos son mejores y tiene en gran medida idealizados a los otros. Generalmente, esto la lleva al aislamiento social. Es hipersensible a la crítica, precisamente porque ya se siente bastante descalificada por sí misma. En realidad, se siente el centro de todos los fracasos y culpable de todo lo que va mal. Se refiere a sí misma de manera descalificadora. Su técnica para evitar la crítica es buscar la forma de culpar a los demás. Cuando no lo consigue, deja salir su hostilidad y

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agresividad. Presenta indecisión, que nace de un miedo exagerado a equivocarse. Ante la duda de si puede o no puede, de si hacer algo o no, prefiere inhibirse y quedarse casi paralizada. Descuida significativamente su propia persona (salud, proyectos propios…). Lo suyo no tiene importancia, ya que cree que todos los demás son mejores personas que ella. Muestra inhibiciones de todo tipo, precisamente porque no se atreve a mostrarse como es de verdad. Lleva puesto todo el día un corsé que le impide actuar libremente. En general no está satisfecha con la vida que lleva y cree que tiene una calidad de vida insatisfactoria. Vive aburrida, resentida, asustada y se lamenta de la triste vida que lleva. No expresa lo que siente. No cree, por un lado, que sea importante lo que siente; por otro lado, no cree que a nadie le pueda interesar, y por eso prefiere callar. Desconoce, oculta o niega los talentos. No conoce lo mejor de sí misma. Solo tiene ojos para lo negativo, para sus defectos, para lo que no funciona. No se considera jamás atractiva o inteligente ni digna de que los demás la valoren. Se ancla en lo tradicional para no aventurar ni experimentar. No se atreve con lo nuevo. Su frase típica es el conocido «Virgencita, que me quede como estoy».

LAS IDEAS, CLARAS Hay muchas ideas que llevar a la práctica para educar hijos con autoestima alta o por lo menos adecuada. El objetivo no lo tenemos que perder de vista: que nuestro hijo aprenda a quererse. Con esta meta, cobran sentido todas las sugerencias que aparecen a continuación. – Separa al niño de su comportamiento. Si debemos corregir, lo haremos sobre su conducta, no descalificando de forma global al niño. Muchas veces tenemos que contenernos para no hacer valoraciones generales sobre la persona en vez de sobre los actos. Los actos se pueden corregir; una descalificación global, difícilmente. Juzgamos globalmente con sentencias que suelen empezar con un «es que eres… (descuidado, antipático…)». Lo ideal es comentar la acción, como por ejemplo «No me gusta cuando dejas la ropa tirada por el suelo», «hoy no te has relacionado bien con tus amigos», en vez de tachar de desordenado o huraño. Esto lo podemos cambiar y mejorar. La etiqueta califica y actúa como un catalizador que lleva todas las acciones al mismo sitio: al que lo define. Es decir, tienen el efecto de convertir al que la lleva en lo que dicen que es. – Muéstrale sus virtudes para que las conozca y las pueda poner en práctica. Puedes hablar con él de ellas, ponerlas por escrito, dejar recordatorios en la casa…, de forma 36

que siempre las tenga presentes. Las personas con autoestima adecuada conocen sus habilidades. Da oportunidades para que demuestre su talento. Todos somos buenos en algo. Házselo saber, elogia el esfuerzo. – Dile tanto lo que hace bien como lo que hace mal. La autoestima se construye sobre una visión real de nosotros mismos y esta incluye lo positivo y lo mejorable. Tienes la oportunidad de explicarle que de los errores se aprende. – No le sobreprotejas. Necesita experimentar cosas, vivir experiencias, darse golpes si hace falta. Porque esta es la forma de aprender. Y si estás pendiente de evitarle cualquier momento difícil, cualquier frustración, entonces no aprende. Yo, personalmente, tengo la sensación de que soy lo que soy en gran parte por mis experiencias negativas. Y es lo que quiero para los míos. No se trata de provocar situaciones difíciles, sino de no evitar las naturales. En el fondo, se trata de fomentar su independencia y autonomía. – Evita la riña constante, la crítica y, por supuesto, el castigo físico, que tienen un efecto nefasto sobre la autoestima. Un niño que es continuamente criticado, que, haga lo que haga, siempre está mal, que recibe golpes y nunca es valorado, no puede quererse a sí mismo, porque no se siente válido. – Respeta su espacio y enséñale a respetar el de los demás. Necesitamos nuestros límites para sentirnos bien y para estar a gusto con nosotros mismos. Deja que tenga su rincón en la casa, ese espacio en que se siente a gusto, porque le ayudará a sentirse animado para quererse. – Muestra el afecto y apoya que lo muestre. La autoestima se nutre de las manifestaciones de afecto, tanto las que damos como las que recibimos. Acepta los sentimientos y la forma en que los expresa. Muestra tu cariño de forma incondicional. Acaricia, abraza, besa, alaba… – Evita las comparaciones, bien contigo misma («yo a tu edad») o con amigos o familiares («tu hermano…», «deberías aprender de tu prima, que…»). Cada niño es diferente y merece que le respetemos y aceptemos como tal. Nadie merece ser comparado con los otros. Seguro que a ti no te gusta cuando lo hacen («García, aprenda de López…»). Aprende a respetar sus diferencias y sus ritmos. Cada uno tenemos el nuestro. – Intenta comprenderle en profundidad, cómo se siente, qué piensa. Muestra interés por sus cosas y guarda un momento al día para comentar, celebrar y compartir sus éxitos. – Poco a poco, ayúdale a cuidarse a sí mismo: que busque su ropa, por ejemplo, que se encargue de su higiene. Hay que empezar desde pequeños. Las personas con autoestima, no lo olvides, se cuidan a sí mismas.

ACTITUDES CONTRARIAS – PERFECCIONISMO. A veces nos exigimos demasiado a nosotros mismos y a los que tenemos a nuestro alrededor, principalmente a nuestros hijos. Corrige esta tendencia y haz lo posible para que tu hijo prescinda de ella. Cuando nos exigimos la perfección, lo normal es no alcanzarla y esto es un golpe fuerte a nuestra autoestima. 37

Volveremos, en nuestro viaje circular, sobre ello. – EXPECTATIVAS ELEVADAS. Ocurre cuando nos ponemos metas inalcanzables o se las ponemos a nuestro hijo sin respetar su ritmo. No hay forma humana de tener éxito, y el efecto sobre la idea de nosotros mismos es evidente. – MENSAJES DESVALORIZANTES. Son las cosas que decimos a nuestro hijo y que, en vez de transmitirle valía personal, tienden a hacerle sentirse menos que los demás o incapaz de conseguir algo. PALABRAS AFINES: SINCERIDAD; EMPATÍA; AUTENTICIDAD; PERDÓN; OPTIMISMO.

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7. AUTONOMÍA

Los padres debemos apoyar y estimular a nuestros hijos para que desarrollen al máximo sus capacidades. Y la manera más pedagógica de ayudarles a superarse y a crecer radica en proponerles retos asequibles y procurar que los superen. De nada sirve plantearse grandes propósitos que no van a conseguir, salvo para que se desanimen y dejen de intentar alcanzar metas. La autonomía se conquista con el tiempo. Al principio, por necesidad, son muy dependientes de los adultos. Poco a poco hay que enseñarles a distanciarse y a confiar en sí mismos y en sus posibilidades. Un niño que confía en sí mismo es más autónomo que uno que duda de sus capacidades. Todos los logros que vuestro hijo tiene que conseguir están orientados a fortalecer su autoestima y a fomentar su independencia: vestirse solo, comer sin mancharse, aprenderse de memoria vuestra dirección y teléfono, colaborar en casa, responsabilizarse de los objetos que tiene que llevar al colegio, etc. En estas pequeñas cosas –que van creciendo con ellos– es donde nos jugamos el sentimiento de independencia, porque el éxito en estas tareas le hace confiar más en sí mismo. El niño necesita sentirse y saber que es independiente, al menos en algunos aspectos. Quien no se ha separado y cortado el cordón umbilical, nunca va a poder relacionarse con los demás, porque va a creer que son una prolongación de él mismo. El bebé, cuando nace, no sabe que es distinto de su madre, y solo poco a poco y no sin esfuerzo (recordamos la angustia que sufre alrededor de los ocho meses cuando se relaciona con alguien extraño) se dará cuenta de que es otro. Por eso, debemos enseñarle a distanciarse paulatinamente. Esto se logra a base de ayudarle a alejarse e incluso empujándole un poco para que se aparte de nosotros, permitiéndole jugar en el parque con sus amigos (y no siempre a nuestro lado), o que vaya a casa de algún compañero o familiar… En otras palabras, «soltarle cuerda» para que se descubra independiente, libre, autónomo…, ¡otro! Todo el proceso evolutivo de nuestro hijo le lleva a distanciarse cada vez más de nosotros. Si en algo destaca el cachorro humano al nacer es en su absoluta dependencia de los adultos para sobrevivir, al contrario que el resto de los animales, que casi desde el primer momento aprenden a sobrevivir. La independencia es una conquista, a nivel tanto físico como, más importante, psicológico. Muchas de las más importantes adquisiciones y experiencias de nuestra vida se fraguan en el binomio cercanía-lejanía, en el deseo de estar o no estar cerca de alguna persona y en el deseo de no contactar con otras. 39

Nuestras relaciones se establecen dentro de este margen amplio, y de unas personas queremos estar cerca y de otras lejos, según el grado de confianza. Para que nuestro hijo aprenda a sentirse distinto, independiente de los demás, es importante que le hagamos sentirse cerca, confiado, pero a la vez con capacidad de poner tierra por medio, distanciarse y alejarse. En este sentido destacan las investigaciones de Harry Harlow, quien demostró que los monos rhesus (los más cercanos a nuestra especie) se atreven a explorar el mundo exterior si cuentan con la seguridad de un adulto que les dé apoyo emocional. Nosotros lo hemos visto muchas veces, como cuando vemos a un niño que tiende una mano para coger algo mientras con la otra se mantiene unido a su madre; le atrae lo novedoso, pero con la seguridad fuera de duda. Estamos tratando un tema que tiene muchas implicaciones, puesto que quien depende mucho de los demás tiene mucho más de niño que de mayor y nunca llega a ser adulto, y va a estar pendiente de lo que los demás quieran o digan. Por eso es esencial ayudar a nuestro hijo a experimentar la lejanía, el distanciamiento y la independencia desde el punto de vista más positivo. La independencia es una forma de vida y de educar a nuestro hijo.

LAS IDEAS, CLARAS ¿Cómo deben ser las metas que planteamos a nuestro hijo, para que vaya siendo cada vez más autónomo? ¿Y qué debemos decirle para que no se desanime, aunque no obtenga el resultado esperado al primer intento? Para que evolucione progresiva y positivamente, sin pasar por excesivas dificultades ni agobiarse o desanimarse, las metas que le marquéis siempre deben ser así:

Personalizadas. Vosotros, que conocéis bien a vuestro hijo, sabréis adaptarlas perfectamente a su nivel de madurez. Recordad que los objetivos demasiado sencillos desmotivan tanto como los excesivamente difíciles. Un ejemplo: a los 4 años vuestro hijo ya podrá llevar el pan o las servilletas a la mesa, pero no una pila de platos ni los cuchillos.

Claras. Explicadle con palabras que él pueda entender bien qué es exactamente lo que esperáis de él, para evitar malentendidos. Vuestra dedicación e interés le llevarán a asumir el reto como algo suyo personal, no como algo que le habéis impuesto vosotros, y así le costará menos superarlo.

Posibles. Debéis ser realistas: si es «un rabo de lagartija», no le obliguéis a quedarse sentado en la mesa hasta que terminéis de comer todos, porque esto, que para los niños tranquilos es fácil, para él será una prueba insuperable. Así ha de ocurrir siempre: primero me planteo las capacidades y luego planteo las acciones. El esquema es sencillo: puedo, luego planteo.

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Graduales. Empezad proponiéndole cosas fáciles y, una vez que las consiga, complicádselas cada vez más. De esta manera lograréis que vuestro hijo avance en su desarrollo y, además, evitaréis que se aburra. Recordad que solo si va conquistando pequeñas metas se animará poco a poco a intentar otras más grandes.

Flexibles. Si vuestro pequeño no puede alcanzar una meta al primer intento, dejadle ir paso a paso, sin atosigarle. Por ejemplo, ¿todavía duerme con la lamparita de su dormitorio encendida, porque le da miedo la oscuridad? Felicitadle por haber empezado a hacerlo dejando solo encendido un punto de luz. Ya llegará el día en que se atreva a dormir él solo y totalmente a oscuras.

Y algunos consejos prácticos: Hay algunas cosas muy sencillas que puedes hacer para criar un hijo más independiente. Por ejemplo… – Cuando no haya peligro, deja que vaya a su aire (p. ej., al pasear por la calle o en el parque). A veces estamos excesivamente pendientes de ellos. Por eso ocasionalmente conviene dejarles un poco de libertad, vigilada y supervisada, pero enriquecedora. – Déjale equivocarse. No pasa nada. Aprendemos a base de experimentar y ver las consecuencias. No estés siempre al tanto para evitar que se equivoque; en los errores hay un aprendizaje latente. – No resuelvas tú sus conflictos con otros niños o con compañeros. Los problemas de los niños los resuelven los niños, no los adultos, salvo que ellos sean incapaces. Hay padres y madres que no saben no intervenir y se inmiscuyen en todo, impidiendo que sus hijos aprendan a resolver sus problemillas. Intenta no ser así, porque le haces inútil para aprender a solucionar sus cosas. – Valora el hecho de que conozca personas nuevas, porque va creando una «independencia» muy sana, al no ser tú o vosotros su único marco de referencia. Lo normal es que con el paso de los años nuestro hijo se relacione cada vez con más personas. Por supuesto que las personas nuevas han de ser de vuestra confianza, evitando siempre que contacte con desconocidos. – Desde que es pequeño, valora sus primeros pasos que le alejan de ti. Hay padres y madres que viven con mucha angustia que su hijo no esté cerca de ellos y no le dejan apartarse ni un metro. Si aceptamos que es un ser independiente, podemos entender que quiera y deba separarse un poco más cada vez. – No le impidas, sistemáticamente, llevar a cabo sus planes, porque le estás atando a una cadena de la que no se podrá liberar fácilmente. A veces somos muy críticos con las cosas que ellos nos sugieren. – No intentes retenerle siempre a tu lado, porque necesita alejarse de ti para descubrirse. Déjale, en principio, participar en las actividades que organicen en su colegio o los 41

grupos a los que pertenezca. A veces hay que superar los propios temores para que ellos puedan avanzar. – Si, por ejemplo, va a casa de un amigo a jugar o dormir, no estés toda la tarde o noche llamando cada poco para ver cómo está. Entorpeces su autonomía y le transmites un halo de peligro y angustia que le puede resultar incómodo luego. – No os olvidéis de celebrar con alegría todos los avances que consiga vuestro hijo, por nimios que os parezcan, porque para él son una auténtica proeza y solo si se siente apoyado y valorado por vosotros continuará intentando superarse con ganas y confiando en sus posibilidades. – Muéstrate siempre dispuesto a darle el apoyo que necesite y a animarle cuando su autonomía le cree problemas. Tu actitud le ayuda a enfrentarlo de modo diferente, y si cuenta con apoyo será capaz de aprender de esta situación. – Deja que tome sus decisiones, por ejemplo, sobre el tipo de ropa que prefiere, sobre la decoración de su habitación… Cuando los niños pueden decidir, se sienten y son más autónomos. Respeta lo que decida. Si no estás dispuesto a respetarlo, mejor no dejarle opinar. Una buena forma de empezar a practicar es ofrecer alternativas posibles, dos opciones sin mayores implicaciones que le animen a decidir una de ellas (p. ej., si prefiere hacer los deberes antes o después de merendar, si mejor baño o ducha…). – Enséñale a buscar soluciones. La autonomía implica valerse por uno mismo y no estar pendiente siempre de que otros solucionen nuestros problemas. – Anímale a planificar, porque ser autónomo implica hacer planes y programar. Autonomía es también, en parte, capacidad para planificar las acciones que quiero realizar, porque de lo contrario sería seguir instrucciones. Por eso, cuando tu hijo quiera hacer algo, anímale a planificarlo con detalle, para asegurar que no se pierde en el camino; organizad, planificad… Cuando te presente alguno de sus planes, apóyale de antemano; más adelante ya verás si es posible o no llevarlos a cabo, pero acepta su sugerencia.

ACTITUDES CONTRARIAS – SOBREPROTECCIÓN. El exceso de cuidado es negativo para tu hijo y nunca aprenderá a valerse por sí mismo y ser autónomo. Algunos padres rechazan que su hijo crezca y ponen trabas a su independencia no dejando que haga nada que, en realidad, ya sabe y puede hacer y le corresponde. Sin llegar a extremos que rayarían en la enfermedad, reconocemos que en algunos momentos preferimos que nuestro hijo dependa de nosotros a que vaya a su aire. Es comprensible, pero perjudicial. Si les protegemos en exceso no aprenderán a protegerse ni conocerán el sentido del peligro; hay padres y madres que persiguen a su hijo con un «colchón de seguridad» para que no le pase nada. A nivel físico es aceptable, para evitar daños (aunque a veces deben aprender por propia experiencia); a nivel mental, estar continuamente protegido crea dependencia absoluta. – INMADUREZ. La autonomía se consigue con cierto grado de madurez. Hay padres y 42

madres que están excesivamente encima de sus hijos y no les conceden ninguna autonomía. Desde que el niño empieza, por ejemplo, a andar le dan la mano y mantienen así un vínculo que, aunque necesario al principio, se convierte luego en un estorbo. Lo normal es que ellos mismos quieran soltarse, pero si no llega el momento hay que animarles con cariño y paciencia. Sin embargo, a algunos padres no les gusta sentir la independencia de su hijo y por ello, en algunas ocasiones, usan cariñosas y siempre bienintencionadas «malas artes» para retener a los hijos. Me refiero a los chantajes («Si te vas, me quedaré muy triste») o los premios («Si no vas a casa de tu amigo, te llevo al cine») o algunas otras artimañas (miedo, amenaza de peligro…) Dejémoslas de lado, porque solo llevan a un sitio: la inmadurez. – IMPOSICIÓN. No hay autonomía si imponemos y no damos opciones para elegir. Ni cuando hacemos valer nuestro punto de vista, porque más bien tenemos que ayudar a que piensen y tengan sus propias opiniones. PALABRAS AFINES: CONFIANZA.

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8. CAPACIDAD CRÍTICA

Ser crítico supone tener la capacidad de ver las cosas desde distintas perspectivas, analizar y decidir. Es un signo de madurez e inteligencia que, desde este momento, podemos inculcar a nuestro hijo. Seguramente uno de los peligros que tenemos alrededor y con el que con seguridad nuestros hijos van a tener que lidiar es la tendencia a la uniformidad de pensamiento y a la aceptación incondicional de muchos planteamientos. Por eso, atreverse a pensar de forma crítica es ser capaz de ser independiente, libre, autónomo. Y a largo plazo será capaz de ejercer la obediencia crítica, capaz de discernir si lo que le piden hacer está a favor o en contra de sus principios, y actuar de forma responsable asumiendo las consecuencias de sus propios actos. Seguramente lo que más define a una persona con capacidad crítica es su capacidad de autocrítica, de distinguir los propios defectos y de, enfrentándolos, proponerse hacer lo mejor posible para que no se sigan repitiendo. Es la capacidad de evaluarse y de ser sincero/a con uno mismo, admitiendo que nadie es superior a los demás y que todos cometemos errores, por lo que debemos esforzarnos para ser mejores, y así, con la autocrítica, se puede ir madurando cada día más. Digamos que es el «examen final» que nos permite evaluar si tenemos o hemos sabido desarrollar un pensamiento lo suficientemente crítico.

LAS IDEAS, CLARAS Vamos a ver cómo podemos, en la práctica, educar en la capacidad crítica: – Investigar puntos de vista diferentes. Es necesario abrirse a ideas distintas, pensamientos diversos, propuestas novedosas. Cuando, por ejemplo, estéis planeando una actividad, invítale a preguntar a diversas personas cercanas para que le den su punto de vista y transmitan sus preferencias. Lo mismo puedes hacer cuando te haga alguna pregunta concreta, expresando tu punto de vista y animando a que conozca la opinión de los demás. Es interesante para ellos tener puntos de vista diferentes, siempre que –por el momento– se mantengan dentro de una misma visión general; más adelante ya podrán comprender planteamientos contrapuestos; de momento basta con enriquecer los matices. – Evaluar las fuentes de información. No creer lo primero que leemos o conocemos, lo primero que nos dicen. Hay que tener cuidado. En este momento en que tu hijo 44

accede a todo tipo de información, tanto en los medios de comunicación como en Internet, es importante hacerle entender que no todo es cierto o interesante, que hay que saber qué fuentes son de fiar, y enseñarle a poner en tela de juicio la información no avalada, para quitarle ese extraño pensamiento de que si está en Internet o sale en la tele es bueno; será bueno si la fuente lo es. Junto a esto, es conveniente enseñarle a ser crítico con los medios de comunicación y a no dejarse engatusar por lo primero que vea. Para conseguirlo es bueno que, junto a ellos, comparemos noticias, analicemos los temas recurrentes y los valores de fondo transmitidos y les ayudemos a seleccionar los programas de televisión o, al menos, los veamos con ellos para ayudarles a relativizar. – No dar por supuestas las cosas. Con demasiada frecuencia aceptamos que las cosas son de una determinada forma y no pueden ser de otra; asumimos que es así. Mi sugerencia ahora es aprender a cuestionar y jugar con nuestros hijos a imaginar que las cosas no son como parecen o como estamos acostumbrados. Ir más allá de lo evidente, de las primeras impresiones particulares. Para ello es necesario tener una buena carga de claridad, exactitud y precisión. – Fomentar la humildad intelectual, que nos lleva a no creernos a pies juntillas ni siquiera lo que consideramos nuestro. No tenemos toda la verdad, no lo sabemos todo. Si nosotros reconocemos nuestra ignorancia en algunos aspectos, tenemos la posibilidad de aprender, mientras que el que no se reconoce necesitado de aprender no lo va a intentar nunca. Esta es una actitud que se contagia a nuestros hijos y que aprenden de nosotros con facilidad. – Procurar el desarrollo de la curiosidad natural, esa que lleva a los niños a querer conocer todo y saber de todo; volver a ese momento en que nos preguntaban el porqué de cada cosa que sucedía. – Hazle pensar sobre la forma en que se puede mejorar algo. Es una ligera reflexión sobre lo que ha sucedido para ver si se puede mejorar, desde la lectura que acaba de terminar a cómo atienden los dependientes de un comercio… El caso es preguntarse siempre. – Evalúa errores y aciertos. Aprender supone acertar y equivocarse, y ambas partes tienen la misma importancia en el aprendizaje. Incluso me atrevo a decir que es más importante saber aprender de los errores que acertar, porque por regla general van a ser más numerosas las veces que nos equivoquemos que las que acertemos. Saber ver la clave que nos ha llevado a conseguir un éxito concreto y los elementos que han intervenido para provocar un fracaso nos ayuda a desarrollar el pensamiento crítico, tanto sobre las acciones de los demás como sobre las nuestras propias. Es esencial evaluar continuamente lo que se hace y aprender de esa evaluación. – Atreverse a pensar diferente. Juega con tu hijo a intentar ver las cosas desde un punto de vista distinto. Juega al «y si…», «y si fuera… ¿como vería esto?; y si fuera esto otro…». Es la forma de no cerrarse a una única manera de pensar. – Enseñar a distinguir y elegir. Porque cuando les ayudamos a tomar decisiones adecuadas estamos favoreciendo su pensamiento crítico. La forma en que podemos 45

ayudarles en este caso es siguiendo el esquema Pienso (analizo la situación y preveo lo que puede ser necesario y todas las posibles soluciones, aunque de momento parezcan descabelladas); decido, evaluando las soluciones para ver cuál es viable, menos peligrosa…; una vez hecho esto, el siguiente paso es probarlo en la práctica y finalmente comprobarlo. – Mantener el propio criterio frente a modas, supuestos valores preponderantes, informaciones, propagandas…

ACTITUDES CONTRARIAS – CONSUMISMO INFORMATIVO. Que es creer a pies juntillas todo lo que los medios de información transmiten o todo lo que nos dicen los demás. Ayuda a tu hijo a no dejarse convencer por todo lo que oye o lee, sobre todo en Internet. – HIPERSENSIBILIDAD A LA CRÍTICA. Quien no es capaz de aceptar las críticas, no es capaz de criticarse a sí mismo y, por supuesto, no tiene una capacidad crítica en general. Hay que aprender a aceptar las opiniones contrarias y los comentarios que duelen. – SEGUIR LA MODA. Sea la que sea, sin ser críticos. Las modas atraen, pero hay que ser uno mismo por encima de ellas. Los chicos suelen ser muy influenciables y a veces cuesta mucho hacerles entender que las modas son pasajeras y que nosotros somos más que cualquiera de ellas. PALABRAS AFINES: TOLERANCIA.

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9. COHERENCIA

Somos coherentes cuando actuamos de acuerdo con nuestras propias convicciones a pesar de las circunstancias, sean positivas o adversas. El primer requisito es tener claro cuáles son nuestras convicciones y el camino que queremos recorrer. No es tarea fácil. Pero es imprescindible conocerlo previamente para poder ser consecuentes. Por eso nuestro primer esfuerzo ha de ser aclararnos nosotros y ayudar a nuestros hijos a aclararse, para saber lo que realmente es importante para nosotros y para ellos. En la introducción hablamos de aspectos que pueden ser claves. Una vez lo sabemos, el camino hacia ello será más o menos fácil o complicado, pero por lo menos tenemos clara la meta. Por ejemplo, si tenemos claro que para nosotros es importante la amistad, o decir la verdad, o ser solidario…, no será tan complicado conseguir que nuestros pensamientos, sentimientos y acciones vayan en la misma línea. La coherencia supone que no diferenciamos entre teoría (lo que decimos o pensamos) y práctica (lo que hacemos), sino que mantenemos la unidad entre ambas. Cuando practicamos la coherencia, no existe fisura entre nuestras ideas y nuestras acciones. Estamos quizá acostumbrados a modelos sociales que no defienden esto, a figuras en cierto modo relevantes que dicen algo y hacen lo contrario, que no muestran unidad entre lo uno y lo otro. No es el ideal que queremos para nuestro hijo. La coherencia puede ocasionar ciertos problemas a corto plazo, por las consecuencias que puede tener el ser fieles a nuestras convicciones, que no siempre los demás van a entender y aceptar, pero a largo plazo nos ayuda a ser mejores seres humanos. Y de esto es de lo que se trata. También es importante saber que hay otra coherencia que debemos mantener nosotros como padres, y es la que se ha de dar en nuestro modo de educar. Hemos de ser coherentes entre nosotros para poder ofrecer un marco de coherencia a nuestros hijos. Los hijos necesitan que los mensajes que les transmitimos sean iguales, que lo que está bien lo esté para los dos, que las cosas que le pedimos o exigimos, los avances que reforzamos, lo sean por parte de todos los que estamos implicados en su educación, porque, de lo contrario, se pierden y aprovechan los resquicios a su favor. Seguramente exige por nuestra parte un esfuerzo previo de diálogo para aclararnos.

LAS IDEAS, CLARAS Nada de lo que propongo a continuación tiene sentido si no somos el mejor ejemplo 47

de coherencia para nuestros hijos; por eso muchas de las reflexiones que siguen son, en primer lugar, para nosotros mismos. – Cumple siempre lo que dices, tanto si es positivo como si es negativo; si quieres dar ejemplo de coherencia, sé consecuente con tus palabras, y si dices o prometes algo, llévalo a la práctica; si, por ejemplo, le dices a tu hijo que va a tener un premio (sea el que sea) o cualquier tipo de consecuencia para algo que haga, no lo dejes sin cumplir, porque una de las bases de la coherencia es mantener la palabra. La regla de oro es cumplir lo prometido y no prometer lo que no se puede cumplir. – Por eso es importante que no digas, ni dejes que tu hijo diga, nada que no estéis seguros de poder cumplir; en un momento de exaltación podemos decir cosas que no es posible cumplir y luego tenemos que retractarnos, dando un ejemplo de poca coherencia. Piensa antes de hablar, calcula si podrás llevarlo a cabo sin peligro para ellos o incomodidad para los dos (castigar, por ejemplo, con irse a la cama sin cenar no es algo que solamos cumplir, dado que los niños necesitan comer; lo mismo ocurre con cualquier cosa que decimos sin pensar y que no es factible). – No exijas lo que no practicas; y más, no exijas si no practicas; porque la coherencia no existe sin poner manos a la obra. No pidas que hagan lo que tú no haces ni que se comprometan a lo que tú misma no te comprometes. Si te comprometes a hacer algo, hazlo. No lo dejes para luego. – Intenta que las obligaciones de tu hijo salgan de dentro de él mismo, no que vengan impuestas desde fuera; por supuesto que hay circunstancias en que se imponen ciertas acciones, pero tenemos que encontrar la forma de hacerlas nuestras, de interiorizarlas, porque es una clave para vivir en coherencia con ellas. Puedes enseñar a tu hijo a reflexionar sobre las cosas que nos vienen impuestas para encontrar su sentido y vivirlas como algo personal. Está en nuestra mano marcarnos, y ayudarles a marcarse, objetivos que nazcan de su interior, no de fuera. – Enséñale a cumplir con sus obligaciones totalmente, no a medias; seguramente no lo hubiéramos elegido, pero tenemos un compromiso con lo que estamos realizando y hemos de ser consecuentes con ello. – No dejes ni un resquicio a la falsedad, ni a la mentira, aunque se apellide piadosa. La mentira nunca es buena. Volveremos sobre ello al tratar de una de las palabras afines, la «sinceridad».

ACTITUDES CONTRARIAS – «CHAQUETEROS». Es cuando cambiamos de opinión como de chaqueta según las circunstancias; es lo contrario de la coherencia, porque esta exige que mantengamos nuestra opinión a pesar de lo que nos toque vivir y de con quién estemos. – TRAMPOSOS. La trampa es la anticoherencia total. Nunca las hagas ni dejes que tus hijos sean unos pequeños tramposos, ni siquiera inocentemente. No hay trampa inocente, porque nos resta coherencia. La trampa siempre es para conseguir u ocultar algo…; la coherencia nos pide que nos presentemos y seamos tal como somos. 48

– «HAZ LO QUE YO DIGO, PERO NO HAGAS LO QUE YO HAGO». Es un mazazo a la coherencia. No. Nunca esta frase es válida. Porque lo que decimos y lo que hacemos está, o queremos que esté, siempre en consonancia. PALABRAS AFINES: RESPONSABILIDAD; SINCERIDAD.

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10. COMPASIÓN

La compasión es un sentimiento humano que se despierta a partir del sufrimiento de los demás. Va unido a un deseo de ayudar, de hacer algo por sacar a la persona que sufre de esa situación. Por lo tanto, no es tan solo un sentimiento, sino que conlleva parte de acción. El budismo la denomina «piedad cuidadosa»; creo que es una bonita forma de referirse a los dos elementos, el sentimiento y el deseo de cuidado. Es un concepto cercano a la empatía, la capacidad de entender el sentimiento de los demás, pero en este caso implica el deseo de hacer algo por solucionarlo, mientras que la empatía se queda en la mera comprensión y entendimiento. Es un acto que lleva a salir de uno mismo y nos lleva a superarnos y salir al encuentro de los demás. Las más recientes investigaciones en inteligencia emocional son sorprendentes con respecto a esta actitud. Muchas de las investigaciones están promovidas por el Dalai Lama[6], ya que la compasión es clave para el budismo, con el apoyo de investigadores universitarios. Basta solo reseñar que, por ejemplo, se ha demostrado su relación con no dejarse llevar por la ira, con aumentar la expectativa de vida, con la producción de anticuerpos favorecedores de la salud y con un aumento de la vitalidad general. Si somos capaces de aumentar nuestra compasión nos sentiremos mejor con nosotros mismos y, por consiguiente, con los demás. El problema humano básico es la falta de compasión. Mientras este problema subsista, subsistirán los demás problemas. Si se resuelve, podemos esperar días más felices (Dalai Lama).

La compasión se puede enseñar y cultivar. El primer paso para ello es ser capaz de reconocer los propios sentimientos, porque en ocasiones se nos escapa la comprensión de nuestro sentimiento de compasión (que a veces se camufla como pena o sentimientos de impotencia). Es importante que ayudemos a nuestros hijos a descubrir este sentimiento y que lo potenciemos en nosotros mismos. Ayúdale a poner nombre a eso que le ocurre cuando ve a alguien sufrir o cuando se acerca a consolar a su muñeca que llora; enséñale que podemos hacer algo para que los demás se sientan mejor. No hace falta ahora ni siquiera mencionar que nos ayudará a sentirnos mejor nosotros mismos. Ya lo descubrirá. El segundo paso consiste en ser sensible a los sentimientos de los demás, ser capaz de descubrirlos y comprender sus emociones. Si no cultivamos el arte de hacernos 50

sensibles a los sentimientos ajenos, difícilmente podremos captar el sufrimiento en los demás. Ser compasivo no es lo mismo que aceptar todo lo que los demás hacen o nos quieren hacer: una cosa es comprender cómo te sientes y querer ayudarte, y otra perder yo mis principios o dejar de defender mis derechos. El compasivo no es el «buenazo» del que abusan frecuentemente, sino una persona con fortaleza que se deja conducir por su deseo de ayuda. La compasión hace que queramos dejar de dañar a los otros y nos lleva a querer hacerles felices. Por eso es importante alejarse de todo aquello que se opone a ella, como la envidia, la competencia o el deseo de dominar.

LAS IDEAS, CLARAS Hay algunas formas sencillas de ayudar a tu hijo a ser más compasivo. Veamos: – Visitar a los amigos enfermos o que han sufrido un accidente. Les proporciona a ellos alegría y a nuestro hijo un sentimiento íntimo de bienestar. – Anímale, cuando tenga edad para ello, a participar en actividades de voluntariado o a poner sus habilidades al servicio de los que las pueden necesitar. – Fomenta que se preocupe en clase o en el grupo de amigos de ayudar a los que tienen más dificultad o necesitan un apoyo extra. – Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Juzgar no es mostrar compasión. Intenta comprender y enseñar a comprender que los errores forman parte de la vida y que quien se equivoca necesita seguramente alguien que le ayude. – Acostumbra a tu hijo a observar a su alrededor para ver quiénes padecen una necesidad o sufren contratiempos, y planifica la forma en que les podéis ayudar. Llévalo a cabo. – Finalmente, hay algo que estamos aprendiendo de las investigaciones mencionadas anteriormente, y es que la compasión se puede cultivar por medio de la meditación, en este caso con una meditación que nos haga desear la felicidad y el bien a todo el mundo. Nunca es demasiado pronto ni excesivamente tarde para aprender juntos a meditar. Es una sana opción[7].

ACTITUDES CONTRARIAS – HIPOCRESÍA. Que consiste en fingir interés cuando en realidad no lo tenemos. Aparentemente nos preocupan los demás, pero realmente no es así y no movemos un dedo por ayudarles. Nuestros hijos no tienen la maldad para fingir… Está en nuestra mano que no lo lleguen a aprender. – CORAZÓN DE PIEDRA. Que no se deja conmover por nada de lo que les ocurre a los demás. Nuestros hijos son demasiado pequeños para haber desarrollado esta frialdad de sentimientos. Sin embargo, para prevenirla, intenta evitar cualquier atisbo de dureza y falta de interés por los demás. – EGOÍSMO. Pensar exclusivamente en nosotros mismos y en nuestras necesidades sin 51

tener en cuenta nunca las de los demás. PALABRAS AFINES: EMPATÍA

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11. CONFIANZA

La palabra confianza tiene mucho que ver con fiar, con fiarse. Y hay dos acepciones fundamentales que se deducen de esta relación: una cuando nos fiamos de los demás, cuando tenemos clara idea de que una persona o grupo será capaz de actuar de la forma adecuada para conseguir lo que pretende. Y la otra, la que a nosotros nos interesa ahora mismo y en la que nos vamos a centrar, cuando nos sentimos seguros con nosotros mismos y conocemos nuestras capacidades y nos fiamos de ellas. Esta actitud permite que enfrentemos la vida con ánimo, decisión y menos miedo. Es nuestro convencimiento de que vamos a conseguir lo que queremos, de que estamos preparados para ello y tenemos las cualidades y capacidades para poder lograrlo. Es un sentimiento optimista sobre nuestras posibilidades junto a una puesta en marcha de las acciones necesarias para conseguir nuestro objetivo. Confiar en nosotros mismos es fomentar la creencia en nuestra capacidad para una tarea. La relación de confianza y tarea es circular: la confianza hace que afrontemos con seguridad la tarea, con lo cual es más probable tener éxito, lo cual redunda a la vez en un aumento de la confianza en nosotros mismos y mayor ánimo a la hora de enfrentar nuevas tareas y tener éxito. La confianza, como vemos, se construye sobre nuestra experiencia de superar situaciones en principio complicadas. Hay ciertos momentos en que tenemos algo que llamamos «experiencias cruciales» que nos hacen darnos cuenta de que somos capaces de superar momentos que antes ni imaginábamos, lo cual ayuda a que confiemos en nuestras capacidades.

LAS IDEAS, CLARAS El origen de la confianza en nosotros mismos está en la infancia, en cómo se nos trata cuando somos pequeños. Por eso es importante que reflexionemos sobre este tema y veamos cómo educar hijos que confíen en sí mismos. – Enséñale a no esperar el éxito en todo. No es realista. Tenemos éxito en algunas ocasiones y en otras no, y es lo habitual. Si esperamos el éxito total, nos podemos decepcionar y desanimar. Si, por el contrario, aprendemos a convivir con el fracaso, la confianza en nosotros mismos no se ve dañada. – Anima todos sus éxitos, por pequeños que sean. Construimos la confianza a partir de las experiencias de superación. Identifica con tu hijo los éxitos y celébralos. Es lo 53

contrario de criticar. Todo paso adelante es bueno. – Destaca y ayúdale a descubrir sus puntos fuertes, sus cualidades y capacidades, y haz comentarios positivos. Podéis hacer juntos una lista de las cosas que se le dan bien y de vez en cuando repasarla. Cuando se sienta mal y su confianza en sí mismo esté bajo mínimos, es un buen momento para hacer algo de lo que aparece en la lista, porque aseguramos una pequeña pero efectiva recuperación. – Ayúdale a darse cuenta de lo que le gusta de sí mismo. Practica con tu ejemplo y reconoce ante ellos lo que te gusta de ti y lo que te gusta de ellos. – Ante una tarea nueva, parcélala en etapas que sea accesible superar. Paso a paso se alcanza el éxito. – Acaricia, abraza…, porque el contacto físico nos hace sentirnos seguros y confiados. No temas hacerlo, porque es bueno para ellos. – A veces, cuando no vemos las cosas claras, es bueno que miremos un poco más allá, imaginando qué es lo peor que podría pasar, y sentir que no es tan grave como parecía en un principio. Acompaña a tu hijo en este pequeño viaje a la peor alternativa, porque darse cuenta de que no es tan grave acrecienta la confianza en uno mismo. – Otra forma de ayudar a los hijos es invitarles a ver las cosas «como si» ya las hubieran realizado. Ayúdale a imaginarle que ya ha superado eso que le preocupa, para ver cómo se siente. Aprendemos y tomamos fuerza de esa sensación de éxito. – No dejes que tu hijo se rinda ante las dificultades. La tentación de tirar la toalla está muchas veces presente, pero hemos de combatirla. Las dificultades siempre existen y hemos de tenerlas previstas y contar con ellas. Reconociendo las propias limitaciones, procuramos que ellos no se embarquen en objetivos que de antemano sabemos que no pueden alcanzar, para evitar que lo tengan que dejar. Anima en momentos de complicaciones, da recursos para que lo superen, ayuda si es necesario. – El pensamiento tiene mucho que ver con la confianza en nosotros mismos. Crea con tu hijo pensamientos motivantes, que hablen de su capacidad, de sus posibilidades. Pensamientos del tipo «yo puedo», «puedo hacerlo», «las dificultades son normales», «voy a conseguirlo»… son una forma de crear una actitud positiva de confianza. Colocad en algunos sitios de la casa, si hace falta, notas que le recuerden que intentar es el primer paso para conseguir. – Crea en tu hijo una «etiqueta» positiva. Sabemos la influencia de estos mensajes que transmitimos y la fuerza que tienen y cómo los niños intentan ser tal como les decimos que son y les definimos. ¿Por qué no usar esta fuerza para crear un concepto positivo de sus capacidades? «Eres un valiente al intentarlo», «eres capaz»… – Usa la visualización, el imaginarse tu hijo realizando la tarea con éxito. Tiene un fundamento neurológico consistente y está demostrado que facilita que las tareas se realicen con más soltura. Visualizar es vivir en la imaginación lo que queremos conseguir e ir conduciendo a nuestra mente hasta el éxito. Es lo que hacen, por ejemplo, los atletas antes de una carrera. 54

ACTITUDES CONTRARIAS – INFRAVALORARSE. No creer que somos capaces; no confiar en nosotros mismos porque no tenemos claro que merezcamos ni nuestra propia confianza. Cuando descubras a tu hijo diciéndose frases del tipo «no lo voy a conseguir», «yo no puedo», «es muy difícil para mí»…, ayúdale a cambiar de pensamiento. – EL CAMALEÓN. Que hace siempre lo que los demás quieren, lo que los demás dicen, lo que desean los otros. Nos olvidamos a nosotros mismos y nos camuflamos y escondemos nuestra confianza en el grupo. – ELUDIR O POSPONER. Intenta que tu hijo no deje a un lado los problemas, no los evite. Cuando lo detectes, ayúdale a darse cuenta de que lo está haciendo. Otra forma de eludir es posponer, dejar las cosas para luego, un luego que nunca suele llegar salvo que no haya más remedio. Puedes empezar desde ahora a ayudar tu hijo a no dejar para más tarde lo que tiene que hacer: ayúdale a planificar, a organizar tareas, de modo que tenga claro cuándo comenzar. PALABRAS AFINES: AUTENTICIDAD.

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12. COOPERACIÓN

Obrar conjuntamente con otro u otros para un mismo fin[8].

Esta escueta definición resume los aspectos esenciales de la cooperación: conjunta, con otros y en busca de un fin común. Siempre se persigue un objetivo, sea individual, de uno de los miembros del equipo (todos hacemos lo posible para que alguien consiga algo), o común, como cuando nos unimos para alcanzar una meta. El objetivo a alcanzar no es lo principal en este momento. Lo que de verdad nos interesa es favorecer en nuestro hijo actitudes de colaboración, cooperación o, por decirlo de otro modo, ayuda a los demás. Se actúa conjuntamente, en equipo. Se construyen relaciones de apoyo entre las personas de modo que el que colabora recibe colaboración. Una vez más, cuando damos, recibimos. Crea un entramado social que favorece el intercambio entre las personas. Y, finalmente, la cooperación siempre supone que hay más de una persona implicada. Colaboramos con o en favor de alguien, de modo personal prácticamente. Colaborar supone que somos responsables de alcanzar nuestros objetivos y ayudar a los demás a alcanzar los suyos. Tanto a nivel social como a nivel individual, la colaboración es beneficiosa. A nivel social, crea y refuerza las relaciones sociales. A nivel personal, hace que tengamos más empatía y asumamos nuestra responsabilidad.

LAS IDEAS, CLARAS – Donde primero pueden cooperar nuestros hijos es en casa. Es bueno para ellos, porque hace que sean más responsables y autónomos. Por eso conviene que tu hijo entienda que en casa colaboramos todos; además, como es lógico, ve que es así y que todos participamos. Las tareas en que colabora han de estar adaptadas a su edad, y van creciendo conforme él se hace mayor y van de lo más sencillo (llevar la ropa sucia a su sitio, ayudar a poner o recoger la mesa…) a tareas más complejas. Es importante, sobre todo al principio, que sean tareas atractivas o hacérselo ver así. – En el juego en grupo, los niños aprenden mucho sobre lo bueno de cooperar. Intenta que tu hijo participe en este tipo de juegos. Hay juegos que son en sí cooperativos, como los deportivos o juegos en que necesiten trabajar en equipo para conseguir el objetivo (juegos de preguntas por equipos, por ejemplo). Otra posibilidad es el 56

trabajo en equipo, que se diferencia del trabajo en grupo por el sentido de mayor cohesión cuando formamos equipo, porque cuando nos sentimos formando equipo tenemos la sensación de navegar en el mismo barco. – El colegio es un lugar donde aprender a colaborar, con los compañeros, con el profesor… Preocúpate de que en el centro escolar de tu hijo se tenga presente esta actitud y se fomente la cooperación. – Cuando esté haciendo algo en equipo, presta mucha atención a que acepte las aportaciones de los demás y escucharles. Igualmente, ten en cuenta que han de aprender a disculpar los errores de los demás. No hay que enfadarse si alguien hace algo que no conviene, porque todos tenemos nuestras limitaciones. Hay niños que no llevan bien el perder, se molestan por lo que hace el otro y se enfadan en extremo. Debemos corregir esto, porque los niños que se enfadan mucho no son normalmente invitados a jugar con los demás. Y colaborar supone ponernos de acuerdo para una tarea conjunta. – Hay un modo de colaboración sutil que supone apoyar a los demás. Es un paso más en lo que acabamos de decir sobre aceptar a los otros. Cuando apoyamos a los demás, estos sienten confianza para poder poner lo mejor de sí mismos en la tarea. Los niños sienten que pueden confiar y trabajar junto a aquellos que, de forma habitual, les hacen saber que valoran sus cualidades. – Ofrécele oportunidades para que preste su ayuda a los demás. Hay muchas formas de hacerlo y puedes encontrar la que mejor os venga: ayudar a un amigo que necesita apoyo, colaborar con algún grupo… Cuando ayudamos, nos ayudamos a nosotros mismos. Una de las formas en que nuestra vida cobra sentido es salir de nosotros mismos y ponernos al servicio de los demás, hacer algo que nos ayude a trascendernos a nosotros mismos y ponernos al alcance de los otros para ayudarles. Por eso conviene que tu hijo lo experimente desde pequeño. En todo hay niveles y puedes encontrar el que os viene mejor a vosotros. Siempre podemos poner nuestro tiempo, atención, experiencia o sabiduría al servicio de los demás.

ACTITUDES CONTRARIAS – COMPETICIÓN. Es justo lo contrario de cooperar. Competir es defender mis intereses a pesar o en contra de los demás. Si bien a veces es incluso conveniente que nuestros hijos vivan cierta competencia con los demás que les sirva de motivación, lo importante es que no sea la actitud predominante. Cuidado con las actividades que son competitivas, porque crean un sentimiento de enfrentamiento con los demás. No se trata de endulzarles tanto la vida que no vivan experiencias de competición (para bien o para mal, las van a encontrar en su vivir), sino de evitar que toda su vida sea pura competencia. – ASISTENCIALISMO. Se produce cuando la ayuda es condicionada y cuando lo que importa es más sentirme bien yo que atender las necesidades de los demás. Casi olvidamos lo que el otro necesita porque lo importante es cómo me siento yo ayudándole. La caricatura es ver a alguien empeñado en ayudar a cruzar la calle a 57

otro que no desea hacerlo… No importa si quieres o no ir a la otra acera; yo me siento bien ayudándote a cruzar. – APROVECHADOS. Quienes bajo apariencia de ayudar y colaborar buscan solo su propio interés. Hay muchos por ahí fuera… PALABRAS AFINES: GLOBALIDAD.

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13. CREATIVIDAD

Tenemos en nosotros la capacidad de crear, de experimentar, indagar… Tenemos la posibilidad de ser creativos, que es lo mismo que atrevernos a inventar situaciones nuevas, solucionar con fórmulas nuevas problemas habituales y dar respuestas que se alejan de lo convencional. Somos creativos cuando abrimos nuestra mente. Las personas creativas, y queremos que nuestro hijo lo sea, disfrutan de una serie de ventajas: Un mayor conocimiento de sí mismas que el resto, precisamente porque no se limitan a la hora de incluir como parte de sí mismas su imaginación. Funcionan muy bien en las relaciones con los demás, porque suelen aportar novedad. Cierto que no todo el mundo ni todos los niños están preparados para dejar salir su parte creativa, pero eso no impide que valoren a quien lo consigue. Suelen expresarse sin cortapisas y esto las enriquece. Tienen más recursos, tanto verbales como corporales, para comunicarse. Siempre aportan una forma distinta de ver los problemas y resolverlos, lo cual suele ser valorado en el grupo.

LAS IDEAS, CLARAS Fomentar la creatividad es divertido y nos ayuda a conectar con la parte menos rígida de nosotros mismos. Hay muchas opciones para hacerlo. La idea que no debemos perder de vista es dejar los encorsetamientos y permitirnos ver las cosas de un modo diferente. – Crea en tu hogar un ambiente comprensivo y estimulante en el que se valoren las respuestas creativas. Nada se rechaza de antemano. Toda idea nueva es bien recibida y merece ser considerada. Algunas veces en las familias no se da cabida a nuevas formas de ver y entender las cosas. Tenemos inculcado el que las cosas son así, no porque yo lo diga, sino porque lo son. Es una actitud rígida peligrosa. Intenta que en tu familia siempre se valore la novedad. – Respeta las ideas que tu hijo aporta, y más si son imaginativas. Ellos nos ganan en imaginación y podemos dejarnos enseñar. No tengas miedo de dejarte llevar también por tu capacidad para imaginar. 59

– Buscad variaciones a lo cotidiano. Un paseo por el parque puede ser divertido si nos imaginamos que somos algo diferente, por ejemplo si lo hacemos como si fuésemos hormigas, o elefantes… La variedad aporta riqueza y diversión. Se trata de romper la rutina y dejar un espacio a la fantasía. – Fomenta la curiosidad intelectual, el interés por saber y aprender. El saber hace que no nos quedemos siempre con la misma respuesta a preguntas iguales. Leer, ver documentales, buscar información… aporta ideas nuevas. – Cuando se presente un problema, buscad opciones diferentes para hacerle frente. Da cabida a cualquier sugerencia. Es muy interesante hacer lo que se suele denominar «tormenta de ideas», un momento en que decimos lo que se nos ocurre, sin reprimir ninguna idea, para luego analizar su conveniencia. Para ponerlo en práctica, definid el problema y sugerid todo tipo de soluciones, sin decidir en ese momento si son adecuadas o no, porque el objetivo es generar cuantas más opciones, mejor. En un segundo momento, revisamos las ideas –que hemos anotado– y analizamos si es posible realizarlas y las ventajas e inconvenientes que acarrea. Esto nos dará opciones nuevas, no todas viables, pero sí interesantes de conocer. Acostumbrarse, como familia, a generar ideas sobre temas concretos y problemas específicos es una forma de enseñar a los hijos apertura mental y que los problemas generalmente no tienen solo una forma de solucionarlos. – Que no falten en tu casa materiales para la creación: colores, lápices, juegos de construcción, arcilla, madera, incluso trapos o ropa con la que disfrazarse. Deja que jueguen con ellos. No intervengas, salvo que te quieras poner a su nivel y jugar con ellos, pero sin imponer tú lo que deben hacer. La creatividad está muy relacionada con la espontaneidad y la libertad, y, si tú defines el objetivo, no se fomenta. Valora su juego y el resultado, pero sobre todo el hecho de que han sido creativos, el proceso. Las actividades al aire libre facilitan muchas veces, al estar en un marco menos definido, las acciones creativas. – Si es posible, anima a tu hijo a participar en talleres que buscan la expresión creativa, bien de escritura –si es el caso–, bien de arte, pintura, cerámica, teatro… Suele haber oferta en las ciudades. – Facilita la improvisación: hacer algo de pronto, sin haberlo preparado. De repente, estás con ellos y se te ocurre hacer algo sin pensarlo, sea una tarta, jugar un rato o una guerra de almohadas. Ellos aprenden pronto que es bueno improvisar, innovar, y lo aplicarán a otras áreas de su vida. También podéis improvisar en una situación no esperada, dando una respuesta a eso que no imaginabas que iba a ocurrir. Saber improvisar es ser capaz de adaptarse a lo que ocurre generando nuevas respuestas. Tiene mucho que ver con la flexibilidad, de la que hablamos más adelante. – Incentiva su curiosidad haciéndole preguntas «extrañas» y ayudando a imaginar situaciones irreales… «¿Te imaginas un elefante con patines? ¿Qué pasaría? ¿Has pensado alguna vez cómo sería…?». Son preguntas en que dejamos libertad a la fantasía. Sirven para aprender a dar respuestas nuevas a las cosas que damos por sentadas, abriendo la mente a nuevas aportaciones. Es una forma entretenida de 60

pasar tiempo con ellos. – Daos tiempo de vez en cuando para inventar historias juntos, bien cada uno por su lado proponiendo un tema, bien empezando uno la historia que los demás continúan. La podéis escribir o grabar, porque luego se pasa un buen rato releyendo o escuchando la grabación. – Jugad a inventar objetos, por ejemplo aprovechando los restos de materiales reciclables. Construir, crear, inventar. Además, es una forma de educarles en un sentimiento ecológico. Un cartón de leche que se convierte en un coche o una cuna, los botes de refresco que convertimos en maracas…, son solo ejemplos habituales. Seguro que a vosotros se os ocurren nuevas formas de aprovechar estos objetos. – Para facilitar su capacidad de creación, redefinid juntos las situaciones para verlas de modo distinto. Todo en la vida tiene diversos ángulos, aunque nos solemos centrar en uno solo de ellos. Intenta que vea más opciones. Un mismo objeto, por ejemplo un bastón, puede tener diversos usos y parecer muchas cosas diferentes, pero si lo miramos solo de frente no podemos descubrirlo. Este ejemplo del bastón es un juego que se suele practicar en reuniones. Lo mismo se puede hacer con otros objetos, de modo que fomentemos dar un uso diferente a las cosas, ser capaces de imaginar nuevas funciones.

ACTITUDES CONTRARIAS – RIGIDEZ. Que es dar siempre las mismas respuestas, no dejarse llevar por la imaginación y no aceptar nuevos puntos de vista o soluciones diferentes. – RUTINA. Es la que nos lleva a hacer siempre lo mismo del mismo modo y en el mismo orden. La rutina es educativa para los niños. El hecho de que solo haya rutinas…, un peligro para su creatividad. – CRÍTICA. Cuando no somos capaces de aceptar y valorar sus novedosas aportaciones y las criticamos. Seguramente porque nosotros mismos no somos capaces de generar ideas diferentes. La crítica hace que dejen de pensar de modo creativo. Lo que funciona, lo que se acepta, es lo convencional y eso harán. PALABRAS AFINES: CURIOSIDAD; FLEXIBILIDAD.

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14. CURIOSIDAD

Existe un impulso que nos lleva a buscar información y a interactuar con el ambiente y con los demás. Algo dentro de nosotros nos mueve a explorar, investigar y aprender. Es lo que llamamos curiosidad, un instinto natural de investigación, de no dejar de aprender cosas nuevas, de averiguar acerca de todo. Es esa tendencia a no quedarnos sin saberlo todo de todo, a querer siempre aprender, a conocer, a no quedarnos en la superficie de las cosas, a centrar la atención en lo nuevo. Los niños son curiosos por naturaleza. Somos nosotros los que tenemos que aprender de ellos en este momento. Siempre quieren saberlo todo acerca de las cosas. A veces nos resultan graciosos, otras molestos, con sus preguntas, con su deseo de saber el porqué de las cosas. Pero siempre es respetable, porque demuestra que tienen interés. La curiosidad proporciona una motivación interior para descubrir; por eso se la considera el origen de muchos avances, tanto personales como científicos, porque nos mueve a explorar y aprender. Hay técnicas de estudio que potencian el aprendizaje a partir de generar curiosidad en los niños, porque la curiosidad motiva para aprender. La persona curiosa… Se sorprende ante todo lo que ocurre. Está mentalmente abierta a nuevas ideas, intereses y aventuras. Descubre nuevos retos. Cuestiona las cosas. Explora el mundo.

Como ves, es un aspecto importante a la hora de plantearnos una educación como la que nosotros estamos buscando.

LAS IDEAS, CLARAS – Contesta a sus preguntas. Es importante que sepan la respuesta a lo que les inquieta. Ya sabemos que los niños a veces nos cansan con su inacabable lista de preguntas, pero no por eso debemos dejar de responderles. Para ellos, es la clave para seguir preguntándose cosas. Puedes convertir sus dudas en una propuesta de investigación los dos juntos, en un momento de buscar información, de aprender los dos. A ellos 62

les da la clave de que preguntar es bueno y buscar respuestas también. Y de que nos gusta que pregunten. Y no olvides hacerte tú también preguntas, interrogar, buscar, tener interés por las cosas. Eres, una vez más, su mejor ejemplo. – Responde siempre con la verdad. La mentira puede sacarnos de algún aprieto en un momento, pero no es la mejor opción. Especialmente sensibles a la verdad debemos mostrarnos cuando, como es normal, muestre curiosidad por temas sexuales. – Cuando hables con él, intenta hacer preguntas abiertas, de respuesta libre. Las preguntas cerradas limitan la curiosidad y el proceso de pensar en distintas alternativas de respuesta. – Jugad a explorar con los sentidos, con todos los sentidos, las cosas que están a vuestro alrededor. Oled, tocad… Deja a su alcance distintos materiales, texturas, aromas… Todo eso le anima a conocerlo, y esto a preguntarse por las cosas y a buscar respuestas. – Buscad soluciones distintas de lo habitual. Podéis buscar hipótesis nuevas y luego comprobarlas. El «qué pasaría si…» es un buen ejercicio. – Deja a su alcance juguetes con los que no haya problema en investigar, lo cual supone muchas veces romper y destripar para ver su funcionamiento. Los juguetes lo tienen asumido. Los padres, a veces menos. Hay juguetes[9] que se prestan más que otros a esta investigación. Recuerda que los fabricantes de juguetes conocen bien a los niños y cuentan con ello en sus diseños. No le riñas en exceso cuando veas que lo que le motiva es la curiosidad, no el afán de destrozar. – Aprovecha todo momento para despertar su curiosidad y para ayudarle a preguntarse sobre las cosas. Un paseo por el parque es una oportunidad para conocer algo más de los otros habitantes del camino (como los insectos, las huellas, los restos que vamos encontrando…). – Anímale cuando veas que algo le fascine. Déjate ilusionar tú también y poneos manos a la obra para aprender. – La lectura satisface la curiosidad intelectual y científica. Fomenta en tu hijo el interés por los libros.

ACTITUDES CONTRARIAS – CURIOSEAR. Que es lo mismo que averiguar lo que no te importa. Es la acepción más cercana al cotilleo. – CONFORMISMO. Entendido ahora como el aceptar las cosas como son y sin tener interés por saber si pueden ser de otro modo. Quien se conforma, no busca. – DESINTERÉS. Que lleva a no tener curiosidad por nada, a no preguntarse ni querer saber. No dejes que tu hijo tenga esta actitud, muchas veces contagiada sin querer por nosotros. Anímale a tener interés por todo lo que está a su alrededor. PALABRAS AFINES: CREATIVIDAD.

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15. DECIDIR

Tomar decisiones es una de las mejores cosas en las que puedes formar a tu hijo. Ya desde pequeños es bueno que aprendan que, en la vida, como algo normal y natural, hay que decidir. Para enseñarles a elegir bien hemos de renunciar a algunos ramalazos de omnipotencia y a creer que sabemos siempre lo que quieren. Claro que siempre resulta mucho más cómodo, para nosotros, decidir por ellos…, pero no siempre acertaremos ni contarán luego con nosotros. Posiblemente, si les dejamos cierta libertad, descubramos que sus gustos y los nuestros no siempre son iguales. Ser capaces de aceptarlo os convierte en mejores padres. Déjale decidir para fomentar su responsabilidad… y procura estar cerca por si se equivoca. No puede tomar responsabilidades ni determinaciones aquel a quien no se ha enseñado a hacerlo o no se le han valorado las pequeñas, pero importantes, decisiones de cada día. Desde qué ropa comprar o ponerse hasta cómo decorar la habitación… Son ejemplos sencillos de elecciones que podemos «ceder» gradualmente a nuestros hijos. Y, más allá de ellas, respetamos sus decisiones, que no es lo mismo que hacer siempre lo que ellos pretendan, sino valorar que se decanten por una cosa u otra. Queremos que sepan sus gustos y los digan. Decidir supone dejar de lado las otras opciones, pero esto no lo verán como una experiencia traumática ni dolorosa si conseguimos que se centren en lo que han decidido. Conozco, y no soy el único, personas mayores a las que les resulta imposible decidir porque no son capaces de renunciar a lo que inevitablemente se deja de lado al tomar un camino determinado. Nosotros deseamos que los hijos sepan que lo normal en la vida es tomar decisiones que comprometen en un sentido y que esa actitud obliga a renunciar a otras posibilidades. Ahora bien, la pérdida queda de sobra compensada por la satisfacción de sentir que uno lleva las riendas de su vida, una sensación que resulta muy útil para el crecimiento personal. Saber decidir es importante; quien no sabe hacerlo vive siempre pendiente de lo que los demás puedan decir o creer mejor. Por eso es necesario entrenar en ello a nuestros hijos.

LAS IDEAS, CLARAS Nos vamos a centrar en dos aspectos a la hora de aclarar nuestras ideas sobre la forma de ayudar a nuestros hijos a ser personas que saben decidir. 65

1. El proceso de decisión No puede elegir quien no conoce sus gustos o preferencias o quien depende tanto de los ajenos que ha perdido su capacidad de decisión. Tampoco sabe tomar resoluciones quien no ha visto a otros hacerlo y desconoce cómo proceder. Para enseñar a nuestros hijos este difícil arte, conviene recordar los siguientes aspectos: 1. Ver opciones. Siempre hay distintas posibilidades para cada cosa; conviene que conozcan las alternativas. No hay una sola forma de ver las cosas. Todo tiene pros y contras, aspectos a favor y adversos. Los anotamos para poder revisarlos posteriormente. 2. Buscar información. Preguntar es una forma de enriquecernos con la información que nos dan los otros. Se amplían nuestro mundo y nuestras reflexiones. 3. Considerar las alternativas, teniendo presente lo que se deja. Siempre es positivo despedirse de lo que uno no va a tener. Toda decisión supone descartar algo, y conviene tenerlo en cuenta para no sentir duelo o vacío por lo que hemos desechado. Ayúdale a ver las alternativas. Asegúrate de que conoce las ventajas e inconvenientes y los asume como posibles pérdidas. El esquema de trazar en una hoja una línea y escribir a un lado «A favor» y en el otro «En contra» crea una forma de reflexionar muy práctica. Dale la mayor información que puedas, porque, una vez que él decida, ha de ser consecuente. 4. Calibrar la viabilidad. No siempre aquello que pensamos como mejor opción está a nuestro alcance, sino que en algunas ocasiones cae fuera de nuestras posibilidades. Por eso incluimos en nuestro esquema sobre la decisión un apartado que tenga en cuenta si lo que pretendemos es posible o no. Nos ahorraremos más de un disgusto. Todo esto se coloca en la balanza y, finalmente, se decanta uno por una cosa o la otra, pero, al ser fruto de una reflexión y deliberación, es más personal. Si la decisión, aunque pidamos consejo, la tomamos nosotros, también nosotros nos hacemos responsables de ella, mientras que si la toman otros les haremos responsables a ellos y, ante un contratiempo, no buscaremos solucionarlo nosotros, sino que esperaremos que lo hagan ellos. 2. La forma de enseñarles – Ante cualquier cosa que le incumba, pregúntale y deja que diga primero lo que prefiere. No seas tú siempre quien impone intereses o gustos. Luego le puedes ayudar a calibrar la realidad de las cosas, tal como acabamos de decir, para que las opciones que baraje sean posibles. Pero es importante escuchar sus opiniones y preferencias. Elecciones en las que puede y debe participar son desde qué regalo prefiere para su cumpleaños o con qué caramelo se queda hasta qué hacer una tarde o un fin de semana. Recuerdo una niña que atendí en terapia que era incapaz de decidir ni siquiera qué caramelo de los que le ofrecía le gustaba más. «El que tú me des», me 66

decía, y yo volvía a insistir en que eligiera el que quisiera; la mirada de la niña a su madre, que enseguida terció con un «A ella le gustan los de fresa», fue significativa y me dio la clave de qué estaba ocurriendo. A veces queremos proteger tanto a nuestros hijos de las posibles equivocaciones que no somos capaces ni siquiera de dejarles elegir el caramelo que más les gusta. Creo que el ejemplo, real, merece que lo tengamos en cuenta. – Respeta y acepta su decisión. Es suya, ¡es buena! Lo positivo es el hecho de decidir, no la decisión concreta que haya tomado, que puede ser correcta o no. Que no sea la más adecuada no quiere decir que sea mala. No critiques ni recalques excesivamente lo que pierde, porque si magnificamos lo no conseguido dejamos de valorar lo adquirido. «Si hubieras…», «ya te dije…», son frases negativas. – No impongas tus gustos. Cuando se trate de ti, decide tú. Si se trata de él, que decida él. No le obligues a mimetizarte y convertirse en un «mono de repetición». A veces tratamos de convertir a los niños en un reflejo de lo que nosotros queremos hacer o conseguir. – Intenta no cerrar su campo de opciones ni reducir sus posibilidades. Eso ocurre cuando, sin querer o queriendo, le vamos «acotando» el terreno y no le dejamos un abanico amplio de opciones. Lo hacemos a veces sin ser conscientes de ello, de forma que le vamos aconsejando, llevando, dirigiendo…, por medio de nuestros comentarios.

ACTITUDES CONTRARIAS – DUDA PERMANENTE. Hay personas que no saben decidir y viven en un miedo constante a las alternativas, seguramente porque no son capaces de asumir lo que implica dejar opciones. Uno de los mecanismos que suele aparecer en estos casos es el bloqueo y entrar en un estado casi catatónico. – MIEDO AL RIESGO. El miedo a lo que se deja, el pánico ante las opciones que no se pueden tener, hace que no se elija nunca. Tenemos que enseñar a nuestros hijos que es bueno decidir, que a veces da miedo (todos lo tenemos), pero que al final es positivo. El siguiente paso es hacerse responsable de las propias decisiones. – IRRESPONSABILIDAD. Decidir al azar, a cara o cruz, sin una reflexión adecuada. PALABRAS AFINES: COHERENCIA; RESPONSABILIDAD.

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16. ECOLOGÍA

Nuestros hijos tienen más asumida que nosotros la ecología. Es uno de los temas que forman parte, actualmente, de su educación escolar. Nosotros hemos tenido que aprender algunos hábitos que para ellos son más naturales, como separar para reciclar, ahorrar agua… Sin embargo, hay cosas que se aprenden sobre todo en la familia y es ahí donde tenemos algo que decir para enseñarles actitudes más ecológicas. Hoy día es necesario tener un pensamiento en el que se tenga presente el medio ambiente. Se impone. Necesitamos pensar y enseñar a pensar en los recursos, en la naturaleza, en el medio en que vivimos, para conservarlo y poder transmitirlo a generaciones posteriores. Todos somos parte del medio. Todos somos responsables del medio. Se puede conocer el medio ambiente de un territorio, sus características, sus ecosistemas, los impactos que el ser humano ha ejercido y ejerce sobre él, y no intervenir en él. Sin embargo, el estado en que se encuentra el planeta de crisis ambiental hace que sea necesario que no solo los Estados, o las grandes empresas, trabajen en mejorarlo, sino que hace falta que la sociedad se implique, respetando, conociendo los diferentes mecanismos «naturales», generando actitudes positivas ante ese medio ambiente, y todo ello se consigue desde la Educación Ambiental[10].

LAS IDEAS, CLARAS Tenemos que convertir los principios de la ecología en algo habitual para ellos, algo que forme parte de su vida y que asuman de forma natural. Hay varias cosas que podéis hacer para conseguirlo: – Cuando salgáis de paseo o excursión, al parque o al campo, jugad a descubrir lo que no es un comportamiento ecológico. Seguro que encontráis restos que no deberían estar, zonas reservadas de césped pisadas o plantas destrozadas… Es bueno que aprendan lo que no se debe hacer para que no caigan en lo mismo. – Podéis también practicar con ellos actividades que les lleven a un mayor conocimiento de la naturaleza, como crear un semillero, coleccionar hojas, colocar casitas para los pájaros en los árboles, echar migas para ver cómo las recogen y almacenan las hormigas… Todo lo que se os ocurra para que tomen conciencia de que en el mundo no estamos solos. – Cuando vais de compras es un buen momento también para educar en comportamientos ecológicos. Lo primero que debéis hacer es ser responsables en el 68

consumo y comprar solo lo necesario; antes de comprar algo no previsto (generalmente influenciado por las técnicas de venta), pregúntate si es necesario. Es la forma de enseñarles que los recursos son limitados. Por otro lado, elegid productos que se puedan reciclar y evitad los embalajes excesivos; siempre es mejor el cartón o papel que el plástico, y el cristal que el aluminio, pequeños gestos que son efectivos. A partir de ahí, intentad comprar los productos que den garantía de consumo responsable: bombillas ecológicas, electrodomésticos con alta calificación ecológica… – Sigue la regla de las tres R: REDUCIR. Es importante reducir tanto los residuos como el uso de determinados materiales y bienes. Es interesante explicarles a nuestros hijos que es bueno, por ejemplo, aplastar los envases para que no ocupen tanto espacio. No les costará nada hacerlo y les resultará entretenido. Reducir, también, supone disminuir el consumo, por ejemplo, de electricidad (recuérdale que apague las luces, que no deje encendidos los electrodomésticos; incluso el pilotito rojo hace un gasto que podemos evitar). Lo mismo podemos decir acerca del consumo de agua, cerrando los grifos cuando no se usan y evitando que se desperdicie agua. REUTILIZAR. Hay muchas cosas que pueden tener un doble uso. El papel, por ejemplo, es una de ellas. Intenta que aprendan a aprovechar al máximo el papel, que se puede escribir en ambas caras e incluso aprovechar los restos para tomar notas o dejar recados. Puedes pedirles que te ayuden a hacer una libretilla con restos de papel. Lo importante es que comprendan que el papel está relacionado directamente con los árboles y que aprovecharlo supone tener más. También se pueden aprovechar otras cosas, como los alimentos. En este caso tu ejemplo es clave, porque pueden ver que no desperdicias los restos, sino que los conviertes en nuevas y apetitosas comidas. No es tan difícil. Igual podemos hacer con los textiles: esa camiseta que ya no sirve es una excelente ayuda para la limpieza, con retales se pueden hacer nuevos modelos… Se trata de que aprendan a dar un nuevo uso a las cosas. Juega con ellos a ver qué utilidades pueden tener distintas cosas, como los recipientes en que sirven comida en los restaurantes de comida rápida, los frascos de vidrio… Ellos son muy creativos y así les ayudamos a desarrollar su imaginación haciendo algo interesante y productivo. Seguro que se les ocurren más cosas que a vosotros. RECICLAR. Por medio del reciclaje, damos un nuevo uso a diversos materiales. La clave básica para reciclar es aprender a separar. Cada desperdicio tiene su sitio. Para facilitar que tu hijo separe correctamente, puedes poner dibujos de lo que ha de tirar en cada bolsa o cubo de basura, porque le costará menos identificar el contenido. Cada vez hay más «puntos limpios» en las ciudades; es una buena idea visitarlos con ellos (a menudo los Ayuntamientos organizan visitas educativas guiadas) y que vean en la práctica el reciclaje. Acostumbraos a llevar los diversos restos no habituales (aceite…) a esos sitios de recogida.

El comportamiento ecológico se imita. No olvides que es muy importante que os vea a vosotros respetar el medio ambiente, reciclar todo lo posible y tirar cada resto en su sitio. Por eso lo primero que debes plantearte es si tus comportamientos son los más adecuados. Puedes consultar con ellos algunos recursos en la Red sobre temas de ecología; te sugiero http://www.ambiente-ecologico.com; http://www.medioambiente.net; y www.madrid.org.inforjoven tiene una sección dedicada a la ecología.

ACTITUDES CONTRARIAS – DERROCHE. Gastar más recursos de los necesarios: por ejemplo, no cerrar el grifo al 69

lavarse los dientes, baño en vez de ducha, dejar luces encendidas, aire acondicionado y calefacción sin reguladores… – DESPERDICIAR. No aprovechar totalmente los recursos o lo que tenemos (sobras de comida, material escolar a medio uso…). – «BOLSA ÚNICA». Que no hace distinciones entre los distintos materiales y mete en el mismo recipiente todas las sobras. Frente a ello, elegimos y enseñamos la separación de residuos: orgánicos, envases, vidrio, papel… PALABRAS AFINES: GLOBALIDAD.

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17. EMPATÍA

Normalmente, cuando hablamos de empatía nos viene a la mente el dicho que habla de ponerse en la piel del otro o andar un tiempo con sus zapatos. Es cierto que ser capaz de ponerse en el lugar del otro forma parte de la empatía; para ello, lo primero que debemos saber es salir de nosotros mismos, lo cual no es tan sencillo como parece. Hay personas que no saben prescindir de sí mismas y se ponen en el centro de todo. Los niños, por naturaleza, son así. Incluso es positivo que sea así, porque necesitan centrarse en sí mismos para luego salir al encuentro de los demás. Pero se ha de tratar de una etapa y, por lo tanto, pasajera. Una vez que somos capaces de salir de nosotros mismos, el siguiente paso es salir al encuentro de los demás y poner en práctica nuestras mejores capacidades de acercamiento y comprensión. La empatía tiene su base en nuestra capacidad, muchos estudios indican que innata y con base neuronal, de ponernos en el marco de referencia de los otros sin perder el nuestro propio. No ando con tus mocasines: conservo los míos, pero puedo entender perfectamente cómo te sientes tú andando con los tuyos. La clave está en ser capaz de participar de los sentimientos o ideas de otra persona para poder comprenderla. Desde este presupuesto sí es, en parte, ponerse en el lugar del otro. Es importante recalcar que lo más importante que debemos llegar a entender del otro son sus sentimientos. Volviendo a nuestra imagen de calzarse, se trata de entender cómo te sientes tú con tus zapatos. Llegar a entenderlo con una participación real cuyo objetivo es percibir y comprender sus sentimientos y, en definitiva, qué le lleva a actuar como lo hace. La empatía facilita las relaciones interpersonales. Existen unas neuronas, las neuronas espejo, que activan en nosotros la misma área cerebral que corresponde al estado emocional de la persona que tenemos delante. Es clave para las relaciones, porque pone la base para comprender por qué podemos llegar a entender y sentir lo mismo que la otra persona sin tener que pasar por la misma experiencia. Las relaciones entre los seres humanos se basan en este presupuesto de entendimiento. Los niños que muestran empatía son más aceptados socialmente por sus iguales y por los mayores, igual que los adultos que la manifiestan tienen mejores relaciones sociales. Por eso otra forma de referirse a la empatía es «inteligencia interpersonal». La base en que se cultiva esta capacidad es la familia, ya que ahí es donde se viven las primeras experiencias sobre entender los sentimientos de los demás y donde se 71

establecen las bases para las relaciones interpersonales. Incluso, en un paso más, podemos asegurar que pasa de padres a hijos, con cierta base genética[11], pero con un gran componente de aprendizaje, de educación. La buena noticia, para nosotros, es que la empatía crece en los hijos que viven un ambiente en que se les escucha, sus padres se ocupan de ellos y procuran entender a su hijo. Esto quiere decir que podemos hacer algo por mejorar, si es necesario, todos estos aspectos, ya que la empatía se puede desarrollar y aumentar.

LAS IDEAS, CLARAS Dado que podemos educar y mejorar la autoestima de nuestro hijo, solo nos falta saber qué pasos debemos dar para conseguirlo. Propongo los siguientes: – El primero es hacer que tu hijo se sienta aceptado y comprendido, que se sienta parte de la familia y sepa que, pase lo que pase, no le vais a fallar. Es fundamental, porque con la seguridad personal que esto le proporciona puede atreverse a salir al encuentro de los demás. Si esta seguridad falla, la empatía no se desarrolla. Por eso hemos comentado hace un momento que el ambiente de aceptación favorece el desarrollo de esta actitud. – Promueve la preocupación por los demás. Haz que se sienta implicado en el cuidado de los otros, en saber cómo se encuentran, qué pueden llegar a sentir… Si hay situaciones reales con sus amigos, aprovéchalas para reflexionar juntos sobre cómo se puede sentir uno de ellos cuando le ocurre algo; si no hay una base en una experiencia real, da lo mismo, porque podéis aprovechar los cuentos que lee, las historias que ve en la televisión o en el cine. Dos preguntas son claves: cómo crees que se siente y qué crees que sentirías tú si estuvieras en su lugar. Como ves, son los inicios de la empatía. Una idea es que empiece a participar, cuando la edad se lo permita, en actividades de ayuda. – Muéstrale todo tu afecto y comprensión; desarrollará mayor capacidad empática, porque su bienestar se lo permite. – Crea en casa un ambiente de aceptación donde la expresión de los sentimientos sea siempre bienvenida. Habla de los tuyos y no ocultes tus emociones. Y favorece que ellos lo hagan también. Basta con añadir, de vez en cuando, un «me siento…» cuando comentamos algo que nos ha ocurrido e invitarles, preguntando cuando cuentan algo, a que nos digan cómo se han sentido. Una apuesta por cambiar el «¿qué has aprendido en el cole?» por «¿cómo te has sentido?», por ejemplo. No siempre, porque puede llegar a ser artificial y cansar, pero sí de forma habitual, de modo que entiendan que los sentimientos nos importan. – Todo lo que hagas por aumentar su autoestima actúa indirectamente a favor de la empatía. Ya hemos comentado la relación entre ambas. – Escúchale y enséñale a escuchar a los demás. La verdadera escucha entiende los sentimientos del otro, deja que se exprese y no parte de ideas preconcebidas. Cuando hables con él, escucha, incluso aunque lo que te dice no te parezca importante, 72

porque para él sí lo es. Escucha tanto lo que le ha pasado y te cuenta como los sentimientos que están en el fondo. Cuando lo practicas con tu hijo, no dudes que lo aprende y realizará.

ACTITUDES CONTRARIAS – RELATIVIZAR. Quitar importancia a lo que le ocurre tanto a él como a las personas que le importan. «No es para tanto», «No le des tanta importancia»… Deja que le dé la importancia que cree que merece. Si hay que bajar la intensidad, que sea él, no tú. – ADIVINAR. En vez de entender los sentimientos de los demás, como nos pide la empatía, no me concedo tiempo o no tengo capacidad y me resulta más sencillo adivinar cómo se sienten: «A ti lo que te pasa es que…». Tiene un efecto pésimo sobre la comunicación, porque la otra persona no se siente entendida, sino en cierto modo juzgada y, por supuesto, interpretada. – DESPRECIAR LOS SENTIMIENTOS. Ocurre en ciertos ambientes. Para nuestro bien y el de nuestros hijos, la prohibición a los hombres de expresar sus sentimientos ha pasado. Ahora los niños se permiten mostrar sus sentimientos, pero no siempre son bien recibidos ni todo tipo de sentimientos son acogidos de la misma manera. Existen sentimientos que no son valorados por ciertos grupos familiares y que cuando aparecen en algún miembro son objeto de burlas («los… no tenemos miedo»…, «aquí no se llora»…). PALABRAS AFINES: COMPASIÓN.

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18. ESFUERZO

Esforzarse es poner toda nuestra energía en la tarea que estamos realizando con el fin de llevarla a buen término. No siempre es agradable a corto plazo, pero sí lo es a largo. Por eso es importante hacer llegar a tu hijo lo positivo de empeñarse y vincularse con la tarea iniciada. Los conceptos básicos que debes transmitir a tu hijo sobre el valor del esfuerzo son muy sencillos, al menos de enumerar: Todo lo que vale la pena en la vida se consigue con esfuerzo; el éxito en las cosas no es fácil. Nos puede gustar más o menos, pero es así. Desde que el niño empieza a andar hasta aprender a montar en bicicleta o presentarse a un examen, todo cuesta y hay que esforzarse. Lo que más queremos, más esfuerzo suele costar; y lo que más deseamos, más nos satisface. Es parte del mecanismo del deseo. Todo esfuerzo tiene su recompensa. No siempre de forma inmediata, pero siempre la tiene. El logro requiere esfuerzo. Conseguir algo, lograrlo, no es gratis. El principal esfuerzo ahora se centra en sus estudios y en aprender. Nada que suponga esfuerzo está de moda; va contra la tendencia hedonista y facilista de la sociedad.

LAS IDEAS, CLARAS – Practicar el esfuerzo le hace fuerte. Marcad metas alcanzables, sencillas al principio, para que pueda conseguirlas. Esto reforzará su sensación de logro, que le ayudará a enfrentarse a nuevas situaciones con la seguridad de que es posible lograrlo. – Valorar el trabajo diario. Sus esfuerzos ahora mismo se centran en el estudio y ahí tiene que practicar. La mayoría del tiempo lo pasamos en tareas cotidianas; por eso es ahí donde se debe realizar el mejor aprendizaje. – Encontrad motivos valiosos por los que valga la pena esforzarse, los motivos por los que haría el esfuerzo. Los motivos que nos impulsan son siempre personales y debemos tenerlo en cuenta. – Alaba su logro cada vez que haya hecho un esfuerzo. Es la forma de motivarle. – No le des inmediatamente todo lo que necesita, porque eso adormece el esfuerzo. Cuando te pida algo que le apetezca y no sea imprescindible, haz que le cueste conseguirlo, negocia, pon un «precio» si es necesario, de modo que entienda que 74

cuesta conseguir lo que uno desea. Es también el momento para que le hagas entender que a vosotros también os cuesta conseguir lo que queréis. Hablad de ello con él, comentad lo que supone esforzarse. – Es tarea tuya exigirles que se esfuercen, porque no es algo que salga de uno automáticamente. Exigir, en este caso, significa educar en el esfuerzo. Sé firme y delicado a la vez al exigir, firme con la tarea y delicado con la persona, en este caso tu hijo. – Muchas veces dejamos de hacer las cosas porque nos impacientamos al no conseguirlo enseguida. Todo lo que hagas por aumentar su paciencia es positivo en este caso. Valora la progresividad y la constancia. Planificar las tareas de modo que la tarea se consiga poco a poco, repartiendo el esfuerzo. Recoger, por ejemplo, su habitación puede ser una tarea que requiere un esfuerzo por su parte y que se puede fraccionar en distintas partes, ahora una zona, luego otra…, de modo que el esfuerzo se vea recompensado parcialmente por la sensación de que lo consigue y el bienestar que eso supone… y tus refuerzos y comentarios sobre ello. – No permitas que se deje llevar solamente por lo que apetece. Planificad los compromisos y estableced momentos para ellos, porque así rehuimos la tentación de hacer solo lo apetecible. Hay que hacer lo que se debe y no solo lo que apetece. Creo que tengo marcada a fuego en mi mente la frase que me repetían de pequeño: «Primero la obligación y luego la devoción». Algo parecido es lo que estamos intentando ahora con nuestro hijo: que entienda que hay prioridades y no hay que escatimar el esfuerzo. – Tenemos, ellos y nosotros, que enseñar a nuestra mente lo que significa el «sí puedo» y que «el esfuerzo merece su recompensa». Y esto se hace repitiéndolo a menudo y dándonos cuenta de que es así en realidad. – Hay historias clásicas que inculcan el valor del esfuerzo. Una historia que puedes contar a tu hijo, por ejemplo, es la fábula de La cigarra y la hormiga, o cualquier otra que recuerdes que te contaban para motivarte a esforzarte. – El deporte es un buen ejemplo de lo que significa esforzarse. Anima a tu hijo a practicar alguno, siempre que cuente con habilidades suficientes.

ACTITUDES CONTRARIAS – «FACILISMO». Ir solamente a lo sencillo. Ayuda a tu hijo a resistir a los modelos fáciles, que no valoran el esfuerzo y que se conforman con satisfacciones a muy corto plazo. Recuerda que hemos hablado de su tendencia al «usar y tirar» y a dejarse llevar por lo placentero, por lo que no requiere esfuerzo ni complicaciones. – COMODIDAD. Hacer solamente lo cómodo, lo que no tiene complicaciones. Es una tentación difícil de resistir a veces, porque socialmente se está instaurando la comodidad. – SOBREPROTECCIÓN. El hacer nosotros las cosas que le cuestan no es una buena opción, porque no le enseñamos lo que realmente gratifica el esfuerzo. Una cosa es ayudarle y otra obrar en su lugar. 75

PALABRAS AFINES: PACIENCIA.

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19. ESPERANZA

La esperanza es una actitud ante la vida y un estado de ánimo que nos lleva a pensar que es posible lo que deseamos. Creer y confiar en que va a ocurrir lo que se anhela. Es una sensación, una vivencia, un estímulo para seguir adelante. Porque sin esperanza no haríamos nada para cambiar. Si cambio es porque espero que lo que viene sea mejor y sea, sobre todo, posible. Si doy un paso adelante, confío y vivo con la esperanza de que me lleve a mi meta personal. Si acepto las situaciones que la vida me plantea es porque tengo esperanza en que las cosas pueden ir a mejor. La esperanza forma parte muy íntimamente de nuestro ser humano. Los animales esperan. Los seres humanos tenemos esperanza. Como se trata de un estado de ánimo, unas veces aparece y otras desaparece. Ojalá siempre tuviéramos el mismo nivel de esperanza, pero no es siempre el mismo. Lo que tenemos que intentar es saber cómo acrecentarla, en nosotros y en nuestros hijos, para minimizar los momentos de desesperanza. Porque no siempre nos sentimos seguros ante las incertidumbres y los retos, porque a veces solo vemos la parte negativa, porque nos dejamos en ocasiones convencer por nuestra parte menos positiva…, necesitamos aprender a cultivar la esperanza. Nos va a venir muy bien en muchos aspectos. Para nuestros hijos, vivir desde esta actitud aumenta el rendimiento en sus tareas escolares. Los chicos que la tienen van mejor en los estudios. A nuestro nivel, asegura mejor desempeño laboral. Incluso a la hora de afrontar situaciones complicadas, como pueden ser las enfermedades o el dolor, la esperanza facilita la recuperación. Seguramente lo hemos visto en personas cercanas, en familiares o amigos: quien vive esperanzado su enfermedad se recupera antes; a quien se deja llevar por la desesperanza, le cuesta más. Está claro que somos una amalgama de cuerpo y mente y que trabajan conjuntamente; por eso el estado mental en que nos encontremos hace que el cuerpo reaccione de forma diferente e incluso aumenten las defensas y la capacidad de resistencia. Cuando tengo esperanza, creo que lo que deseo es posible, creo que puedo alcanzar mis objetivos, sean individuales o grupales (conseguir un mundo mejor, por ejemplo). Pero la esperanza por sí sola no lleva a ningún lado si no va acompañada de la acción. Eso sí, la esperanza nos anima a ponernos en marcha con el convencimiento de que vamos a lograr lo que pretendemos y deseamos. Nos lo dice de forma muy sugerente Paulo Freire en su texto Pedagogía de la esperanza: «La esperanza necesita anclarse en 77

la práctica. Sin un mínimo de esperanza no podemos siquiera comenzar el embate, pero sin el embate la esperanza se desordena, se tuerce y se convierte en desesperanza que a veces se alarga en trágica desesperación. Desesperanza y desesperación, consecuencia y razón de ser de la inacción o del inmovilismo. En las situaciones límite, a veces perceptibles, a veces no, se encuentran razones de ser para ambas posiciones: la esperanzada y la desesperanzada. Entonces podemos descubrir las posibilidades – cualesquiera que sean los obstáculos– para la esperanza, sin la cual poco podemos hacer porque difícilmente luchamos, y cuando lo hacemos como desesperanzados o desesperados es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo a cuerpo puramente vengativo. De ahí que sea necesario educar la esperanza». Enseñar la esperanza a nuestros hijos es parte de enseñarles a ser adultos. Vivir desde la esperanza nos ayuda a recuperar la ilusión y abre camino a nuevas posibilidades. No en vano es uno de los ingredientes del éxito.

LAS IDEAS, CLARAS La mejor forma de transmitir esperanza es vivirla nosotros intensa y personalmente. Una vez dicho esto, presento algunas sugerencias para fomentar este sentimiento en nuestros hijos. – Intentad rodearos de gente que viva la vida con esperanza, más que de recalcitrantes pesimistas existenciales. Es la forma de dejaros empapar por este sentimiento y que llegue a formar parte de vuestra forma de ver la vida. – Detecta junto a tu hijo en sus dibujos animados preferidos, en los libros o en las películas que ve, este sentimiento y forma de ver la vida. Toma nota de qué personajes demuestran esperanza ante lo que va a ocurrir y, si es necesario, se lo puedes poner como modelo («¿Te acuerdas de lo que le pasaba a…?») cuando lo necesite. En las terapias con niños me gusta mucho –y me ayuda a conocerles– preguntarles por las series o dibujos que les gustan. Da mucha información y pueden servir de modelo para ellos. Eso sí, hay que conocer las series para poder usarlas a su favor. Siéntate un rato con ellos para verlas. Tú, toma nota mentalmente mientras ellos disfrutan. – Estableced metas realistas. Si la esperanza pide acción, la acción pide éxito de vez en cuando para mantenerse. Por eso es necesario planificar con cuidado para que el éxito aparezca de forma regular. No se hace algo para no conseguir nada. – Cuando te pida o desee algo, no se lo des en ese momento aunque esté en tu mano. Eso no favorece que tenga esperanza en conseguirlo. Si es necesario, pacta con ellos la forma de conseguirlo (esperanza en acción). – Cuando la esperanza se vaya diluyendo, recuérdale a tu hijo situaciones anteriores parecidas en que al final consiguió lo que deseaba. Aprender de nuestros propios éxitos es una forma agradable de hacerlo. – Fomenta en ellos la autocharla (esas frases que nos decimos a nosotros mismos antes, en y después de una acción) positiva. El desánimo y la desesperanza también nacen 78

como pensamientos en un momento dado. Ponles freno y cámbialos por formas positivas y realistas de pensar. – Usa la visualización para que tu hijo se vea alcanzando las metas y vea cómo conseguirlo. En el momento de llevarlo a cabo, su esperanza de conseguirlo será mayor. – Intenta ver las circunstancias de la vida, y enseñarle a verlas a tu hijo, como si lo vieras desde fuera. Ayuda mucho a relativizar y a descubrir aspectos nuevos. Cuando perdemos la esperanza en lo concreto, verlo con cierta distancia ayuda.

ACTITUDES CONTRARIAS – IMPACIENCIA. Que es fruto de la impulsividad y el escaso autodominio y crea angustia ante el paso del tiempo. La impaciencia no ayuda a la esperanza, porque se queda siempre en la acción inmediata. – DESESPERACIÓN. Que es la pérdida total de la esperanza, el sentimiento de que nunca vamos a conseguir lo que deseamos. Unas veces nace de fracasos mal asumidos, otras de mensajes negativos nuestros o suyos que no supimos frenar a tiempo. Corta enseguida esta sensación. – PASIVIDAD. No confundas la esperanza con una actitud que suele estar de moda, que es espera baldía, sin poner nada de nuestra parte para que las cosas cambien. La espera supone que las cosas se arreglan solas o los problemas desaparecen como por magia. No es lo mismo esperar pasivamente que nuestro actuar esperanzado. PALABRAS AFINES: PERSEVERANCIA.

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20. FLEXIBILIDAD

Ser flexible es ser capaz de cambiar de actitud, creencia, pensamiento o acción si las circunstancias varían, pero sin dejar de ser lo que nosotros somos. Es una cualidad que nos permite adaptarnos a los cambios en el medio. La vida está en cambio continuo. La vida se mueve, y de nuestra capacidad para adaptarnos, de nuestra flexibilidad mental, dependen muchas veces nuestra felicidad y la capacidad de tener una vida agradable. No es lo mismo que mimetizarse, que es otro mecanismo de adaptación, por lo menos temporal, porque no se trata de dejar de ser uno mismo para adaptarse a las circunstancias, sino de seguir siendo uno mismo a pesar de las circunstancias y contando con ellas. Es la capacidad de aprender de nosotros mismos, de nuestra experiencia, y dejarse cambiar por ella, aceptando nuevas ideas, puntos de vista u opiniones. La ventaja de tener una actitud flexible es que hay pocas cosas que nos puedan derribar. Siempre que pienso en flexibilidad, me viene a la mente el ejemplo del bambú, que se dobla si el viento es fuerte y luego vuelve a recuperar su forma. Cuando los vientos sean ráfagas, lo mejor que podemos hacer es ser un poco bambú y adaptarnos con flexibilidad… Sin olvidarnos luego de volver a nuestra forma original.

LAS IDEAS, CLARAS – Evita los «debería», porque son siempre enemigos de la capacidad de ver las cosas de un modo diferente. La tiranía del «debería» consiste en que no nos deja ver las cosas de otra manera y tenemos que seguirlo queramos o no. Existen muchos «debería» en nuestra vida, desde el modo en que uno debe comportarse ante ciertas circunstancias hasta la forma de demostrar ciertos sentimientos o la rigidez mental que nos hace presuponer que las cosas deben (deberían, para nosotros) ser de una determinada manera. – La rutina tiene una parte en que se aleja de la flexibilidad. Es cierto que la rutina favorece en muchas ocasiones el bienestar y facilita la realización de muchas tareas, pero la rutina no debe imponerse a la creatividad y a la capacidad de adaptación e invención. Pequeños cambios en las rutinas, de forma esporádica, «saltarse» la rutina, son un ejercicio de flexibilidad entretenido y motivante. Ten en cuenta que a muchos niños les cuesta mucho aceptar los cambios en la rutina y se alteran, se 80

sienten nerviosos e inseguros. Ten paciencia. En ti está el hacerle entender que el cambio es positivo. – Cuestiona todo lo que siempre se hace de la misma manera. Cuestionar es el principio para imaginar que las cosas pueden ser de otro modo, de manera que, cuando se presente el momento, el cambio no va a provocar desconcierto. – Juega a buscar un final distinto a los cuentos de siempre o nuevas utilidades a las cosas (un trozo de cuerda puede ser desde una serpiente a una bufanda, por ejemplo). Busca soluciones distintas, caminos diferentes, experiencias novedosas. – Haz las cosas habituales de un modo diferente. Ir al colegio por una ruta diferente, desayunar en un sitio distinto…, pequeños cambios que crean sorpresa y nos permiten disfrutar de la novedad. No hace falta que sean grandes cambios; basta con pequeños detalles para que los niños aprendan que hay formas distintas de hacer las cosas y que la novedad es buena. – No muestres rigidez. Frases como «Esto es así porque lo digo yo» no ayudan a cultivar un pensamiento flexible. Cuando hables con ellos, muestra tu capacidad de cambio y adaptación, no muestres rigidez; tampoco en los comentarios acerca de otras personas. – Duda de ti mismo. Pon en entredicho tus creencias y formas habituales de actuar. Atrévete a ser de un modo diferente. Deja que la novedad forme parte de tu vida y la de tu hijo. – Escucha opiniones cuando se trate de solucionar un problema. Tu punto de vista no es el único. Si acostumbras a tus hijos a escuchar y compartir opiniones les ayudas a ser flexibles no solo en sus planeamientos, sino también en las respuestas que se pueden dar. – Fomenta el pensamiento crítico, que no se conforma con la primera impresión de las cosas ni con lo primero que nos transmiten. Ayuda a tu hijo a ser crítico, a interrogarse sobre las cosas que le ocurren. De vez en cuando un «¿se podía haber hecho de otra manera?» abre perspectivas diferentes. – El humor y la risa son buenas formas de flexibilizar, puesto que hacen ver las cosas de forma distinta. Frente a la seriedad ante un pequeño contratiempo, ante algo que no sale como esperaba, ante algo que es diferente…, un poco de humor, un cambio en la forma de verlo y vivirlo.

ACTITUDES CONTRARIAS – DOGMATISMO. La creencia de que las cosas son solo de una manera y no existen otras opiniones. Política y religiosamente es muy peligroso y tiene unas consecuencias que tristemente conocemos, pero a nuestro nivel tampoco es una actitud conveniente. – ENCORSETAMIENTO. Entendido como la rigidez en el pensamiento o en la forma de sentir; a veces llevamos un corsé mental que nos limita los movimientos; un corsé compuesto por miles de «siempre es así», «no hay otra forma», «es la costumbre», «desde siempre se ha hecho así…». 81

– PREJUCIO. Que supone emitir un juicio previo sobre las cosas o las personas; la flexibilidad tiene que ver más con la capacidad de sorprenderse y aceptar que nada está escrito de antemano, ni respecto a las personas ni sobre las circunstancias o sucesos. PALABRAS AFINES: CREATIVIDAD; CAPACIDAD CRÍTICA; HUMOR.

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21. FRUSTRACIÓN

Nos sentimos frustrados cuando cualquier obstáculo se interpone entre nosotros y la meta que queremos conseguir, impidiendo que la alcancemos. Es una vivencia negativa que lleva unido cierto sentimiento de impotencia y nos confronta con la necesidad de reconocer nuestros propios límites. Los niños lo quieren todo y lo quieren de forma inmediata. Es su forma de desear y no conocen, al principio, otra forma, porque tolerar la frustración es una capacidad que se aprende con el tiempo y a base de entrenamiento. Por eso es necesario que vivan situaciones de este tipo para que aprendan estrategias para afrontarla. Es parte de la vida. No podemos evitarlas, pero sí aprender a manejarlas. Aprender a hacer frente a la frustración es muy positivo. Nos proporciona mayor bienestar emocional y mejora nuestra capacidad para resolver problemas. Si aprendemos a convivir con el fracaso, nos podemos plantear metas a largo plazo y que supongan una dificultad. Nadie que no sepa aceptar lo que no sale bien se va a arriesgar a lanzarse a lo que no conoce y que puede suponer una frustración. Además, aprender y el proceso de aprendizaje, incluso el escolar, suponen enfrentarse a desafíos continuos que, dependiendo de cómo viva nuestro hijo la posibilidad de que las cosas no salgan bien, afrontará con mayor o menor éxito, y será más o menos capaz de aprender de las vivencias. Por el contrario, si no somos capaces de tolerar la frustración, cualquier problema se engrandece y abandonamos ante la menor dificultad. Si en este momento es importante, porque pueden no sentir deseos de superarse y avanzar, un poco más adelante es realmente peligroso, porque un adulto que no acepta la frustración no soporta el mínimo contratiempo y reacciona con desconcierto y con agresividad, hacia los demás o hacia sí mismo: rebeldía, protesta, impaciencia, intentar eliminar el obstáculo o evadirse del sentimiento con diversos tipos de consumo, porque ante la primera dificultad se derrumba, o se siente atacado frente a cualquier discrepancia.

LAS IDEAS, CLARAS – Enséñale a identificar el sentimiento de frustración cuando aparezca, a saber dar un nombre a lo que sentimos cuando estamos frustrados. Es importante que le ayudes, porque muchas veces la frustración se esconde tras la rabia (sus rabietas son una forma de reacción a ella) o la tristeza. Cuando identificamos lo que nos ocurre, 83

hemos dado un paso para solucionarlo. – Practica con tu hijo la representación de papeles. Juega, por ejemplo, al teatro, y haz aparecer situaciones en que haya algo frustrante. Así le enseñas cómo afrontarlo. – Refuerza sus respuestas o conductas que hablan de superar la frustración; de no reaccionar, por ejemplo, con enfado, tristeza o rabia. – Predica con el ejemplo. Puedes comentar con ellos situaciones en que te has visto frustrado (un viaje que no se puede hacer, una ilusión que no se cumple…) y cómo te has sentido y lo has superado. Comenta con ellos cualquier situación (de la vida real, de las películas o series de dibujos…) que hable de este sentimiento. Sirve para ver tanto las conductas adecuadas como lo que hay que evitar (por ejemplo, enfadarse y gritar cuando las cosas salen mal…). – Anima a volver a intentarlo. Todos nos equivocamos o nos salen mal algunas cosas, pero podemos intentarlo de nuevo. Aunque hay familias que llevan muy mal el tema de los fracasos, que piden perfección absoluta y no aceptan esta realidad, con lo cual no ayudan a aceptar la realidad de que pueden equivocarse. Conozco niños a los que sus padres no perdonan el mínimo fracaso y les hacen sentir avergonzados ante lo que ellos consideran casi una afrenta familiar. Durante el tiempo que mi hijo jugó al fútbol, pude ver y escuchar los comentarios de los padres a sus hijos cuando cometían un mínimo error (normal, por otra parte, en un grupo en que se va a aprender y divertirse)… Pude ver a muchos niños cambiárseles la cara tras un comentario o mirada de su padre… Es solo un ejemplo de cómo a veces, sin darnos cuenta, estamos impidiendo que acepten los fallos, el primer paso para no dejarse vencer por la frustración. – Respeta el ritmo de tu hijo, sin forzarle ni presionarle para que logre objetivos; más bien, anímale cuando se equivoca. Evita pedirle, por ejemplo, cosas para las que no está preparado aún. Lo único que haces es crear una expectativa que difícilmente se va a cumplir y que generará sentimiento de frustración e impotencia. Es mejor empezar con pasos pequeños adecuados a su momento de desarrollo, y con metas y expectativas ajustadas a su realidad. – Sé paciente. Necesita sentir que estás a su lado sin perder la calma. Ya es suficientemente complicado vivir estas situaciones como para añadir tus nervios y presiones. – No intervengas para solucionar todos sus problemas. Deben enfrentarse a ellos para ser autónomos, independientes y afrontar su frustración. Huye del exceso de protección. La protección excesiva no les deja aprender a resolver sus problemas o aprender de sus errores. – No minimices sus problemas. A veces nos parecen tan pequeños que no les prestamos atención. Recuerda que a ellos es su problema lo que les preocupa. Seguramente los comentarios que más se oyen en la clínica, en todas las edades, son «no me escuchan», «están ocupados», «no les interesa». – Educa en paciencia, aplazamiento, espera, capacidad de renuncia (sacrificio), asertividad, negociación, formular planes alternativos… Saber esperar lo inesperado y 84

flexibilidad en el pensamiento. – Desdramatiza sus fracasos. Convéncele de que no pasa nada si las cosas no le salen bien a la primera y trata de que cambie su frase «no lo voy a conseguir nunca» por «lo voy a intentar». Es una actitud mucho más positiva. – Plantéale metas alcanzables; así evitarás que se desanime. Más adelante, según vaya sintiéndose más seguro, aumenta el nivel de complejidad de sus actividades para que se vaya superando. – No hagas por él lo que sepa hacer solo. Le convertirías en un niño excesivamente dependiente y sobreprotegido y vetarías sus posibilidades de conocerse y, por tanto, de confiar en sí mismo. – Valórale. Hazle ver todas las virtudes que tiene y halágale por ellas, tanto cuando estéis solos como cuando haya gente delante. Se sentirá seguro para superar las adversidades. – Cuida tu modo de reñirle. Para no quitarle la seguridad que tiene en sí mismo, cuando te enfades con él no critiques su persona, sino su acción. En vez de llamarle torpe por derramar el agua sobre la mesa, dile algo como «No me gusta que juegues mientras comes, porque ya ves lo que pasa». De este modo entenderá que rechazas su acción, no a él, y su ego no se verá afectado por el incidente. – Asegúrate de que las actividades y los juegos que trata de emprender y las tareas que le encargas son adecuadas a su nivel evolutivo. Al comprobar que le salen bien, empezará a creer más en sus posibilidades. – No le atosigues. Tanto a la hora de enseñarle cualquier cosa como cuando esté intentando hacer algo él solo, dale tiempo. Las prisas le harán cometer más errores y le restarán seguridad. Hazte a la idea de que si se está vistiendo o lavando la cabeza sin tu ayuda, tardaréis más en salir de casa. – No le exijas un resultado perfecto; refuerza sus logros con palabras de ánimo y quita importancia a sus fracasos (él tenderá a dramatizarlos). Que te sientas orgullosa de sus avances será su mejor incentivo para que se proponga alcanzar otros nuevos. En cambio, si tú le dices que le ha salido algo mal, se lo creerá y es probable que no lo vuelva a intentar. – Dale buen ejemplo. No te enfades si algo te sale mal, y, en lugar de desanimarte, pon manos a la obra de nuevo. Explícale que los errores no son fracasos, sino lecciones para aprender y mejorar.

ACTITUDES CONTRARIAS – IMPACIENCIA. La incapacidad para saber esperar. El impaciente convierte su vida entera en una carrera contra reloj. – DARLE TODO. Evita la gratificación ilimitada. No es real. Nunca le van a dar todo lo que desea ni lo va a conseguir. Es el momento de enseñarle a convivir con estas pequeñas frustraciones. Hay que enseñarles a vivir con algunos fracasos y con las situaciones incómodas. No cedas al chantaje (ni porque ya no tengas fuerzas para aguantar ni porque no haga una rabieta), porque ceder es darle todo en todo 85

momento y no es educar correctamente. – DESÁNIMO. Explica a tu hijo que no debe rendirse al primer intento y hazle ver que un modo muy eficaz de aprender consiste en tener en cuenta nuestros errores, para no cometerlos de nuevo en la siguiente ocasión. PALABRAS AFINES: PACIENCIA; AUTOCONTROL; HUMILDAD; FLEXIBILIDAD.

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22. GENEROSIDAD

No corren tiempos fáciles para educar a nuestros hijos en la generosidad. Más bien al contrario: se tiende al individualismo y a no contar para nada con los demás. Sin embargo, creo que es clave para ayudarles a ser mejores y mejorar un poco el mundo en que vivimos ser capaces de ser generosos y de transmitir esta actitud a los que están cerca de nosotros. La persona generosa está proyectada a ser útil a los demás y a interesarse por el otro. Es capaz de superarse a sí misma y dejar de mirarse continuamente para mirar a su alrededor y ser capaz de detectar las necesidades de los demás y ponerse en disposición de atenderlas. Piensa y actúa, en ocasiones, hacia fuera, hacia los demás, no siempre hacia dentro. El matiz es que en nuestra forma de vida hemos de pensar tanto en los otros como en nosotros mismos, pero sin excluir ninguna de las dos opciones. El exceso de generosidad, el siempre pensar en los demás por encima de uno mismo, no es sano. Pero, una vez encontrado el equilibrio, añadimos un nuevo elemento: la generosidad no espera nada a cambio; si así fuera, se trataría de un mero intercambio, un toma y daca, aceptable, pero interesado. La fuerza de una persona generosa radica en su desprendimiento. La generosidad consiste en dar: Tiempo: El tiempo es un bien del que todos disponemos; lo que hagamos con él dependerá de nuestras prioridades. Podemos dedicar tiempo a hacer algo a favor de los demás, de forma generosa. Y permitimos que los demás dispongan también de su tiempo. Cuando colaboramos en las tareas de la casa, todos disponemos de un poco más de tiempo para nosotros. Los padres podemos aprender a pasar tiempo libre, sin esperar nada a cambio, con nuestros hijos. Un tiempo regalado, sin condicionamientos. Estoy contigo porque me apetece dedicarte tiempo. No hay nada «oficial» que hacer, ni tareas ni deberes… Estar por estar, compartir el tiempo y hacer que estar juntos se convierta en parte de una rutina diaria. Cosas: Aparentemente es lo más fácil de compartir, pero no siempre es así. Muchas veces nos vinculamos con exceso a las cosas materiales. Por eso es necesario recordar que ser generoso es ser capaz de no aferrarse a las cosas y poder ponerlas al servicio o uso de los demás. Los niños pasan por una etapa del «mío» en su evolución, pero ha de ser solo una etapa que ha de dar paso a compartir, a ser generosos. Ya en la introducción, parte I, hablamos sobre este tema al comentar la propiedad privada. Es una tendencia actual. A uno mismo, dar y darse: compartir lo mejor de nosotros mismos, ponernos al alcance de los demás, de sus necesidades. Mis cualidades, mis aptitudes, mis capacidades…, las ofrezco sin esperar ser recompensado. Si, por ejemplo, se me da bien escuchar, lo ofrezco a los demás, o hacer tartas, escribir o tocar un instrumento. No considero que mis cualidades me pertenecen a mí solo, sino que las comparto y

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pongo en común. Dar lo que tú y solo tú puedes ofrecer a los demás.

LAS IDEAS, CLARAS La forma en que podemos enseñar a nuestro hijo a ser generoso: – El primer paso es ayudarle a comprender qué es eso de ser generoso y qué, por el contrario, el egoísmo. Puedes ayudarte de los cuentos clásicos (El gigante egoísta es siempre una buena ayuda) y así le ayudas a entender los conceptos. O puedes servirte de otros cuentos que transmitan la misma idea. Hay mucho sobre ello. – Claro que de nada sirve que tu hijo entienda los conceptos si no te ve a ti ponerlos en práctica. El ejemplo es el mejor modo de enseñar esta actitud de desapego. Comenta con él los momentos en que tienes un pensamiento o actitud generosa, los actos de generosidad que practicas… Deja la modestia para más adelante. Ahora se trata de que entiendan que tu actitud es justo la que les estás pidiendo. Ellos captan con mucha facilidad nuestras actitudes y se fijan enormemente en nuestros comportamientos. Es una buena forma de enseñarles. Y si unes el que te ayuden, mejor que mejor. Si preparas, por ejemplo, una bolsa de ropa para dar a quien lo necesite, un poco de comida que llevar a un banco de alimentos, si muestras tu preocupación por los demás…, además de divertirse preparando las cosas, aprenderá este modelo de comportamiento. El mejor aprendizaje parte de un ambiente de participación y servicio. – Ten presentes sus actos de generosidad y refuérzalos. Cuando presta algo a quien lo necesita, cuando regala algo a un amigo, cuando es capaz de salir de sí mismo (todo un reto, y más cuanto más pequeños son) y pensar en los demás. Un vaso de agua a quien lo necesita, una pintura prestada o regalada…, son pequeños actos generosos que debemos tener presentes. – Enséñale a desprenderse de lo que atesoramos y no usamos. Hay muchas cosas que vamos acumulando y no son necesarias. Haz limpieza de vez en cuando y regala a quien lo pueda necesitar lo que consideres. Hay muchas instituciones que incluso recogen a domicilio las cosas y luego las arreglan y venden. Es una buena opción. A su nivel, revisad de vez en cuando sus juguetes y que piense en regalarlos a otros niños que no tienen esa posibilidad. O los libros que ya ha leído y se le han quedado «pequeños». Ropa, cuadernos, material escolar variado…, todo puede venirles bien a otros. – Enséñale a identificar las necesidades de los demás. Cuando, por ejemplo, estéis viendo una película o dibujos, de vez en cuando haz que piense en qué necesita uno de los personajes; lo mismo se puede hacer leyendo un cuento, escuchando una canción… Es estar con el radar ajustado para detectar lo que les vendría bien a los otros. – Favorece que realice actividades en que coopere con otros, desde los deportes de equipo hasta trabajos, actividades al aire libre… En la cooperación, salimos de nosotros mismos. – Los regalos son una forma sencilla de demostrar todo lo que estamos diciendo. Más 88

que regalo, que suele implicar un gasto, prefiero hablar de detalles, de ese momento en que me acuerdo de otra persona y tengo un detalle (una llamada, una nota, un dibujo). Tu hijo disfrutará haciéndolos y recibiéndolos. Hay un regalo que nunca falla ni se agota: el cariño y las sonrisas.

ACTITUDES CONTRARIAS – INDIVIDUALISMO. Creerse el único en el mundo, vivir como si no existiera nadie más. No puede ser generoso quien ni siquiera cree que los demás existan y mucho menos que puedan tener necesidades. Aunque en un momento de su desarrollo todos los niños son individualistas, la buena educación nos llevará a hacerle entender que no es así. – MEZQUINDAD. Cualidad del que atesora y no sabe desprenderse de las cosas. El tacaño no comparte porque en cada cosa ha puesto su vida. – EGOCENTRISMO. No puedo pensar en los demás cuando todo gira a mi alrededor y soy el centro de todas las cosas. No puedo ni imaginar dar algo de lo mío. PALABRAS AFINES: COOPERACIÓN.

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23. GLOBALIDAD

Vivimos en un mundo interrelacionado en que, como indica el «efecto mariposa»[12], del que hemos oído seguramente hablar, hasta el aleteo de una mariposa afecta al universo; dicho en palabras nuestras, todo lo que hacemos tiene consecuencias globales. La globalidad a que ahora me refiero no es lo mismo que la globalización, aunque tienen el mismo origen. Para mí, el segundo concepto está más ligado a teorías económicas y tiene eco de interdependencias estatales, dentro de una concepción teórica general del desarrollo. Es decir, me resuena por dentro a mayores implicaciones económico-políticas. Sin embargo, el término globalidad, frente a la teoría que propugna el anterior, me parece más práctico, en cuanto recoge la realidad de un mundo en que ningún país puede vivir al margen de los demás, donde nadie está solo y donde existe comunicación e interdependencia entre los pueblos. En un mundo globalizado, ya no basta con lo mío solo, con mis intereses, porque todo tiene efecto en el resto. Así, debemos tener presentes a los demás siempre en nuestro pensamiento y en nuestras acciones. Por eso es importante educar a nuestros hijos en la existencia de la palabra nosotros, que nos hace darnos cuenta de que no estamos solos en el mundo, y menos en este mundo globalizado y globalizante. Parece solo una palabra, pero es el símbolo que representa que los demás han entrado a formar parte de nuestra vida; no es solo un término, sino que implica el reconocimiento de que formamos parte de un grupo social, de que «somos» con los demás, de que no existimos nosotros únicamente y de que cualquiera de nuestras acciones, como el aleteo de la mariposa, tiene un efecto en la globalidad. Comprender que no somos los únicos en el mundo, que somos muchos, que podemos y debemos tener en cuenta a los demás, que ya cuando nacemos entramos a formar parte de un grupo social, la familia al principio, la escuela después, los amigos…, y que, pasado un tiempo en que, incluso neurológicamente, no estamos en disposición más que de recibir y de ser totalmente egocéntricos, hemos de dar el paso a saber que existen los demás, que están ahí igual que nosotros. No es fácil superar el egoísmo natural y la tendencia a pensar solo en uno mismo; los niños son egoístas sin educar, mientras que nosotros lo somos, pero educados; es decir, que todos –tenemos que reconocerlo– lo somos un poco, pero está mediatizado por la cultura: hemos aprendido a contar con los demás; hemos superado esta tendencia (bueno, la mayoría, porque algunos individuos aún están en ese momento y no han 90

avanzado) y aprendido a vivir en grupo, a tener en cuenta a los demás, a ceder, a compartir…

LAS IDEAS, CLARAS – Es importante que les enseñemos a tener en cuenta cómo se pueden sentir los otros con lo que nosotros hacemos, con lo que decimos o con lo que les ocurre. Simplemente, ante lo que ocurre y observamos, tenemos siempre una pregunta: «¿Cómo se sentirá?». Y hablamos sobre ello. Es la forma de hacerles comprender y sentir, en parte, lo que los demás pueden estar viviendo. Si, por ejemplo, te cuenta que en el colegio algún compañero ha tenido una dificultad, o un incidente, no te quedes con el suceso en sí, sino profundiza en los sentimientos que esa persona puede haber vivido. Es la forma de enseñarles a contactar, también, con sus propios sentimientos. Porque pensando en los de los demás me doy cuenta de los míos. Nuestros sentimientos no están tan lejos o son tan diferentes de los de los demás. Puede servir también hacer una «lectura de sentimientos», intentando que hablen acerca de cómo se pueden sentir los personajes de sus películas, videojuegos o dibujos preferidos. O ver fotografías y que detecten los sentimientos de los demás. Si te das cuenta, estamos hablando de enseñarles que los demás están y tienen sus propios sentimientos. Otra idea es quitar el sonido del televisor e intentar adivinar qué expresan con el rostro los personajes. Son formas distintas de fomentar su capacidad de comprender sentimientos y entenderlos. – Hay que enseñarle a pensar en los demás, que no es fácil, por esa tendencia a pensar en nosotros mismos y nuestra conveniencia. Pero poco a poco le tenemos que ayudar a salir de este individualismo. Cuando tenga que hacer algo, invítale a tener en cuenta a los demás. Lo mismo cuando tenga o reciba algo… No hay que ser insistente y machacón, sino hacer notar de forma paulatina que hemos de tener presentes a los otros y tener en cuenta las consecuencias de nuestras acciones en el mundo global en que vivimos. – Predicad con el ejemplo. Que os vea a vosotros dedicados a los demás. Hay muchas formas de colaborar y de hacer presentes a los otros en nuestra vida: estar siempre dispuesto a echar una mano, contar siempre con los demás, preguntarles, tener en cuenta lo que pueden desear o necesitar… Que aprendan, imitándonos, a no pensar solo en sí mismos. – Ayuda mucho hacer algo por los demás. Tanto ellos, en su medida, como tú podéis hacer algo pensando en los demás: regalar parte de lo que tenéis, dedicar tiempo a colaborar de forma voluntaria… Así se enseña la generosidad, el no considerar nada como exclusivo. Se empieza a practicar en casa y luego se acaba haciendo fuera. Y también se aprende de este modo la solidaridad, que no existe si no sé que el otro es distinto y puede necesitar mi apoyo. – Enseñar a respetar. Es una actitud general que se basa en saber y sentir que uno no es el único en el mundo y que toda persona merece que la traten como yo creo merecer. «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan» (regla de oro de Confucio). 91

Cuando sé que los demás existen, cuando cuento con ellos, me es fácil respetarles, respetar sus cosas, sus derechos… No voy a hacerlo si previamente no he reconocido su valor como persona, precisamente por ser otra persona. – Practicad la tolerancia. Sed pacientes, no todos tenemos el mismo ritmo y habilidades. Les podemos enseñar a aceptar y apreciar las diferencias. Tenemos que saber esperar a los demás, su ritmo, sus procesos… – Sed amables. Es una buena enseñanza la amabilidad, el pensar en los otros. «Aprender a escuchar, a sentir, a mostrarse agradecido y de buen humor, hacer que otro se sienta a gusto con uno y no ser siempre un incordio para los demás»[13]. – La escalera de la globalidad. Es una especie de reflexión en forma de juego. Tomad cualquier suceso que ocurra a vuestro alrededor y analizadlo «subiendo escaleras»: en el primer peldaño, cómo me afecta a mí; en el segundo, a mi familia; en el tercero, a mi ciudad; en el cuarto, a mi país; en el quinto, al mundo: esta es la globalidad y así les enseñamos a pensar en global, subiendo esta escalera mentalmente con ellos. Puede servir cualquier suceso que ocurra, un incendio por ejemplo, o algo tan sencillo como que no tiren los papeles a la papelera…, un tema más general y otro más particular. Vamos subiendo hasta darnos cuenta de que, por ejemplo, en el primer caso sufriremos más duramente las consecuencias del calentamiento global o, en el segundo, viviremos en un mundo lleno de desperdicios si todos hacemos lo mismo. Las implicaciones finales no tienen que ser necesariamente estas, pero sí es importante que ellos tengan un hábito de reflexión con la vista puesta en la globalidad. Al principio, trataremos de inculcarlo mediante juegos, y verás cómo más adelante es un pensamiento que les surge espontáneamente. – Recuerda esta máxima, repetida en varios ámbitos: «Piensa globalmente; actúa localmente». Para actuar sobre lo global, que no debemos ni queremos perder de vista, hemos de actuar con lo que tenemos posibilidad, con aquello de lo que disponemos realmente, con nuestros medios, es decir, en lo local… El efecto mariposa se encargará del resto…

ACTITUDES CONTRARIAS – PENSAR SOLAMENTE EN MIS NECESIDADES. No tener nunca un pensamiento para los demás, no tener la capacidad de pensar en las consecuencias, más allá de mí mismo, que pueden tener mis actos. Sabes que tu hijo, en su desarrollo, pasa por una etapa en que esto es lo normal, pero ha de superarla. – EGOCENTRISMO. Solo existo yo y nada más que yo. Es lo contrario de un pensamiento global. – PENSAMIENTO LOCAL. Pensar localmente, frente a lo que hemos visto sobre el pensamiento global, hace que no se tenga en cuenta la repercusión de todo en el todo. PALABRAS AFINES: AMABILIDAD; RESPETO; GENEROSIDAD; SOLIDARIDAD; TOLERANCIA. 92

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24. GRATITUD

Un refrán conocido lo dice claramente: «De bien nacidos es ser agradecidos»; sin embargo, hoy día no existe una cultura del agradecimiento; parece que no somos capaces de valorar lo que recibimos y tenemos, quizá por la sensación de que lo merecemos todo. Por eso es importante recuperar para nuestros hijos el agradecimiento. No es simplemente que aprendan a usar la palabra gracias, sino que me refiero a una actitud ante la vida en que sentimos, como la cantante Violeta Parra, necesidad de dar «gracias a la vida, que me ha dado tanto». El agradecimiento es tanto un hábito (fácilmente adquirible y en el que solemos insistir) como un sentimiento y una forma de situarnos ante la vida. Agradece quien no vive la vida como si fuera eterna. Es una forma de ser generoso y de devolver a la vida parte de lo que nos da. Quien sabe recibir con gratitud, también sabe dar con generosidad, y saber dar supone no pasar factura. Quien agradece genera un estado mental que resulta en un círculo de virtud en nosotros y en los demás. En nosotros, porque agradecer nos engrandece y hace que seamos mejores personas; en los demás, porque reciben el efecto de lo que hacemos y hace que se sientan mejor y más unidos a nosotros. Nadie está obligado a darnos nada. Ni siquiera los mayores a los pequeños. Por eso es de agradecer todo lo que recibimos. Basta con mirar las cosas de otro modo. Basta con esforzarse por descubrir regalos, porque todo es o puede ser un regalo. Incluso nuestra vida es un regalo. A veces vale la pena reflexionar sobre ello, porque desaparecerán muchas prepotencias y se nos bajarán muchos humos y es bueno que hagamos a nuestros hijos conscientes de ello. Hay un proverbio francés que dice que «La gratitud es la memoria del corazón». Es una forma de decir que nuestra parte emocional y afectiva está en relación con el agradecimiento, vivido como una actitud general ante la vida. No olvidemos que las últimas investigaciones de la psicología y la neurología hablan de un «cerebro emocional» íntimamente ligado a nuestro bienestar ante la vida que es capaz de establecer nuevas conexiones neuronales positivas a partir de sensaciones, emociones o palabras. Ahora podemos entender de otra forma la insistencia en enseñar a los niños desde pequeños a decir «gracias».

LAS IDEAS, CLARAS – Para enseñar a los niños hay que empezar desde pequeños. Ese «¿qué se dice?» que 94

les preguntamos cuando alguien les da algo es el primer paso, pero también lo es mostrarse agradecido y así manifestarlo cuando ellos mismos u otras personas tienen un detalle con nosotros. Haz que se acostumbre a decir «gracias»; acabamos de ver que el pronunciar esta palabra activa redes neuronales que facilitan el agradecimiento. Si se trata de un niño tímido, hay que enseñarle a expresarse ayudándole y animándole a mostrar gestos de agradecimiento. – Predica con el ejemplo. El que nunca ha visto a sus padres ser agradecido (por ejemplo, con muestras habituales de agradecimiento, como es el tener detalles con profesores, notas de agradecimiento, reconocer lo positivo…) es difícil que lo aprenda y practique. – Un niño al que se colma de regalos no agradece que se tenga un detalle con él. Cree que se lo merece y punto. Cuando le enseñamos a ser agradecido, enseñamos a disfrutar recibiendo cosas y aprendemos a valorar que alguien piense en nosotros y nos quiera hacer felices. – Evita que crea merecerlo todo, como los vanidosos. Nunca puedo agradecer lo que por derecho me corresponde. Por eso es importante que enseñemos a nuestros hijos que no todo en el mundo se lo merecen, que hay muchas cosas que tenemos sin hacer méritos. Es cierto que algunos padres son incapaces de hacerlo porque piensan que sus hijos son dignos de todo. Es un error que se paga a largo plazo y con creces. – No es capaz de agradecer el que lo vive todo como posesión personal: ¿cómo voy a dar algo que creo que me pertenece de forma exclusiva? Si creo que todo en el mundo es mío, puedo fácilmente pensar que los demás no merecen tener nada y, por ejemplo, cuando tienen un detalle conmigo pienso y siento que vuelve a su legítimo dueño. Por eso es conveniente que enseñemos a nuestro hijo a valorar lo que es realmente suyo como propio y a respetar lo que es de los demás o de nadie. – Es importante ser ejemplo para ellos y que noten nuestro agradecimiento con cualquier detalle (un dibujo, una manualidad) que tengan con nosotros. – Hay una forma sencilla de enseñarles a vivir en actitud de agradecimiento. Desde que empieza el día señalamos, incluso hacemos, una lista con motivos para agradecer. También podemos repasar con ellos en clave de agradecimiento el día al final del mismo para ayudarles a darse cuenta de todas las cosas que han recibido. – Sonreír es una forma de dar las gracias con un gesto y así podemos enseñarles a hacerlo.

ACTITUDES CONTRARIAS – EGOÍSMO. Yo, yo, yo y solo yo… ¿agradecer a quién, si solo existo e importo yo? El que no sabe dar, tampoco sabe agradecer; curiosamente, si sé dar valoro el recibir porque conozco la experiencia; los egoístas no conocen ninguna de las dos. – RACANERÍA. Es nunca estar dispuesto a tener un detalle de agradecimiento hacia los demás. Existe al dar, pues siempre encuentro motivos para «ahorrar» mis palabras o gestos de gratitud, y existe también al recibir, cuando a todo le sacamos defectos, seguramente por envidia. Es una forma de no aceptar los detalles que tienen con 95

nosotros, porque algo que no vale la pena no merece mayor agradecimiento por mi parte. – ENVIDIA. El envidioso nunca da, ¿para qué?, ¿para que el otro tenga algo mejor que él? Y si en algún momento da, son regalos envenenados, bien por la ponzoña de esperar algo mejor a cambio, bien por ser regalos con doble intención, que tienen la virtud de herir al que los recibe. PALABRAS AFINES: GENEROSIDAD.

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25. HUMILDAD

La humildad consiste en reconocer que somos pequeños aunque a veces nos creamos grandes, que todo en general es más grande que nosotros mismos, que no dejamos de ser una gota en el mar. Hay que sentirse orgulloso de las habilidades, es básico para aprender a quererse, pero con la misma intensidad debemos aceptar nuestras limitaciones y no sentirnos importantes o mejores que los demás por nuestros logros, no vanagloriarnos por ellos. La verdadera humildad radica en conocernos a nosotros mismos. Porque, cuando nos conocemos, nos damos cuenta tanto de nuestras habilidades como de nuestras limitaciones y este toque de realidad hace que no pretendamos presumir de nuestras capacidades ni logros. Ser realista es el primer paso para ser humilde. La persona humilde valora las cosas simples, reconoce que todo tiene su función y sentido, sin esperar a grandes momentos o situaciones para sentirse importante. El día a día nos ofrece muchas ocasiones para valorar y aceptar. No valora lo cotidiano quien cree que merece mucho más y pone su vida al servicio de una causa imposible, una grandeza imaginaria que normalmente nunca llega. Cuando somos humildes, generamos confianza en los demás. No confiamos en quienes no tienen los pies en la tierra, sino en los que reconocen sus imposibilidades. Con relación a las cosas que nos suceden, ser humildes nos hace verlas con flexibilidad y es más fácil que nos adaptemos a ellas. Soy humilde cuando reconozco que la vida me supera, que los demás son tan grandes o pequeños como yo y que tengo mucho que aprender. Me sitúo en la posición de alumno para dejarme enseñar, tanto por la vida y sus experiencias como por los demás. No soy humilde cuando confío excesivamente en mí, cuando me siento espectacularmente satisfecho de mí mismo, cuando no reconozco mis limitaciones y no valoro las aportaciones de los demás porque creo que no las necesito. Nos corresponde a nosotros como padres enseñar los principios básicos de la humildad a nuestro hijo, porque le hará mucho bien saber cómo es en realidad y reconocerse como limitado aunque grande, las dos cosas a la vez.

LAS IDEAS, CLARAS A ser humilde se aprende con el paso del tiempo; la vida nos ofrece muchas 97

posibilidades para percatarnos de ello si estamos capacitados para captarlas y entenderlas. Por suerte, las actitudes que nos llevan a dejarnos enseñar por la vida, los pequeños pasos hacia la humildad sí podemos enseñarlos y practicarlos con nuestro hijo. – Reconoce que no lo tienes todo y que necesitas a los demás; los niños son expertos en ello, ya que, cuanto más pequeños son, más necesitan del cuidado de los adultos; sin embargo, con el paso del tiempo se sienten autosuficientes y dejan de pensar que los otros les pueden ayudar y complementar. Este proceso es normal y parte de su desarrollo, pero ellos han de seguir adelante y volver a reconocer que no todo está en su mano y que todos necesitamos de los otros. – Enséñale a aceptar sus limitaciones, a no sentirse un superhéroe que todo lo puede; somos grandes y limitados a la vez y no debemos olvidar ninguna de las dos cosas. – Parte de la humildad consiste en no creer que tenemos la verdad absoluta; por eso es importante enseñar a expresar las propias opiniones y a respetar las de los demás. Escuchar más que hablar. Quizá te sirva recordarle esta frase de un filósofo griego: «Tenemos dos orejas y una sola boca justamente para escuchar más y hablar menos» (Zenón de Citio). – Disculparse es una forma sencilla (aunque solo aparentemente) de reconocer que nos hemos equivocado. Un gran paso hacia la humildad. – No avergonzarse por lo que no se tiene; somos como somos, y tenemos recursos limitados y aceptamos nuestra realidad tal como es. Nos sentimos satisfechos con nuestra propia realidad en todos los sentidos. – El siguiente paso es no aparentar lo que no somos, por más que socialmente pueda ser aceptado o valorado. Sinceridad con nosotros mismos. Lleva cuidado, porque los padres a veces tendemos a vivir de cara a la galería y los hijos lo aprenden con una facilidad sorprendente. Acepta y no aparentes. Sé humilde. – Valora el que pida consejo y opiniones a los demás, porque es una forma sencilla y muy eficiente de practicar la humildad. No lo sé todo; necesito la opinión de los demás. Junto a ello, es importante no despreciar el punto de vista de los otros y valorar sus aportaciones. – No presumir de lo que se tiene. A veces los niños, en su contacto con los otros, hacen gala de lo que poseen no tanto ellos como nosotros, sus padres. Quizá, casi sin duda, lo han aprendido en casa. No dejes que lo haga. Primero, porque provoca rechazo en los demás; segundo, y más importante, porque no le hace ser mejor persona. Está bien y es sano reconocer lo que tenemos, pero no contra los demás. Lo que nos define no es lo que tenemos, sino lo que somos. Esto es algo que debemos seguramente aprender los mayores antes de enseñárselo a los nuestros. No podemos vivir la vida pendientes de aparentar…; bueno, sí podemos vivirla (ejemplos los hay variados y en los medios de comunicación se nos ofrecen continuamente), pero no es lo auténtico. – Una forma de valorar lo que tenemos es ser agradecidos. Enséñale a dar gracias a Dios, a la vida o a los demás por lo que es. – Rechaza las autoalabanzas y las autocitas en las conversaciones, como las de esas 98

personas que continuamente se están echando flores o se mencionan a sí mismas en las conversaciones («como yo digo…»). Si alguien te tiene que reconocer, alabar o citar no eres tú, sino los demás.

ACTITUDES CONTRARIAS – SOBERBIA. Se siente autosuficiente y no necesita a los demás. Hace las cosas por pura conveniencia. – PREPOTENCIA. Sentirse más que los demás, creerse poderoso sin límites y ejercerlo. – FALSA MODESTIA. Que no reconoce realmente sus limitaciones, sino que hace como si las reconociera para provocar un efecto (generalmente contrario) en los demás. PALABRAS AFINES: GRATITUD; IMPERFECCIÓN.

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26. HUMOR

El tema del sentido del humor se está tomando muy en serio en las últimas investigaciones en psicología. Desde distintos ámbitos se están estudiando sus implicaciones en una mejor calidad de vida e incluso en el aumento de la salud. Está demostrado que favorece una vida más plena. El sentido del humor es la capacidad para no tomar la vida en serio, al menos no demasiado en serio, y responder de forma positiva ante las situaciones que la misma vida nos va presentando. Supone un grado importante de humildad para dejarnos sorprender y ver de un modo distinto las cosas que están sucediendo. La humildad nos ayuda a no tomarnos ni siquiera a nosotros demasiado en serio. Las personas poco humildes se toman la vida con exceso de seriedad y piensan que todo lo que ocurre es un atentado contra ellas y las afecta personalmente. Por eso es importante enseñar a nuestros hijos a ser más humildes, como hemos visto hace poco. El gesto máximo del humor es ser capaz de no tomarse ni siquiera a uno mismo excesivamente en serio, es tener la oportunidad de reírse incluso de uno mismo y de las cosas que le pasan. Cuando llegamos a este momento, cualquier cosa que nos ocurra puede ser relativizada. Los niños aprenden el humor en su familia. La forma en que nosotros afrontemos los sucesos de cada día va a ser la de ellos adopten en su vida. Si nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos, ellos también lo harán. El sentido del humor es la demostración de la superioridad del ser humano sobre lo que le sucede. Somos más grandes que las cosas que nos pasan, estamos o podemos estar por encima de ellas y esta es una de las cualidades que nos diferencia de los animales. Nosotros somos capaces de sobreponernos a lo que nos ocurre y trascenderlo, estableciendo distancia entre lo que ocurre y cómo lo vivimos. A nivel práctico, el sentido del humor tiene muchas ventajas, ya que minimiza los problemas, los coloca en su justa dimensión. Nada de lo que nos ocurra es tan serio que no merezca una sonrisa, si no en el momento, sí posteriormente. Muchas veces lo decimos a nivel coloquial: «Dentro de unos años nos reiremos de lo que nos está pasando ahora». Cierto. El humor hace que las cosas, más o menos graves, se recoloquen. Los problemas no desaparecen, pero cambia nuestra perspectiva. Por otro lado, aumenta la autoestima, nos sentimos mejor con nosotros mismos, nos aceptamos y valoramos. ¿Cómo no va a ser así si mediante el humor estamos superándonos? Incluso a nivel físico tiene sus ventajas, ya que aumenta la calidad de nuestras 100

defensas corporales. Está demostrado que el humor y el pensamiento positivo afectan a la producción de defensas, a nivel tanto físico como, por supuesto, psicológico. El humor afecta positivamente al cerebro y a la salud. Socialmente, las personas con humor y que ríen son valoradas y deseadas como compañía. El efecto contagioso del buen humor atrae a los demás. Y tiene muchos imitadores, ya que se tiende a copiar aquello que nos satisface y hace sentir mejor. Quienes hacen gala de sentido del humor y ríen son más valorados socialmente. Finalmente, es un antídoto contra el miedo. No pueden existir a la vez, y si en una situación que nos asusta provocamos la risa, el miedo desaparece. Seguro que recuerdas situaciones en que un chiste en un momento de miedo o tensión ha ayudado a relajar el ambiente y seguir sin temor. Y cómo se lo agradecemos a quien ha tenido la ocurrencia.

LAS IDEAS, CLARAS Hay muchas formas de aprender y practicar el sentido del humor. Es cierto que algunas personas nacen con una capacidad mayor para distanciarse de este modo de los problemas, pero esto no quiere decir que el resto no lo pueda aprender. – Recuerda a tu hijo que es bueno sonreír. Al principio, se lo tendrás que recordar, pero luego lo tomará como hábito. La sonrisa provoca bienestar en uno mismo. La sonrisa suele atraer la risa. No tengas miedo de pedirle a tu hijo que haga un esfuerzo por provocarse una sonrisa, porque al gesto de sonreír le sigue un mayor bienestar. – Bromea y enseña a bromear. Crea un ambiente familiar en que las bromas y gracias sean bien recibidas, sin coartar la expresión de ninguno de los miembros. – Buscad el humor juntos, viendo series, leyendo libros o comics… Pasar un buen rato divirtiéndose hace que tengamos más capacidad humorística. A caminar se aprende andando y a reír sonriendo. – Cuando a tu hijo le ocurra algo molesto, enséñale a superar el enfado inicial y rebobinar para buscar el detalle que se puede tomar con humor, y reíd juntos. Nada hay tan complicado ni grave que no deje un resquicio para la sonrisa. – Enseña y da ejemplo de cómo se responde con humor a las personas que nos intentan enojar. La persona en cuestión se queda descolocada. – Hay una técnica que no falla y que puedes enseñar a tu hijo, que es llevarlo todo a su caricatura y, posteriormente, al absurdo. Es un ejercicio mental que nos ayuda a no creer que lo que nos ocurre nos puede dañar. La pregunta clave es «¿Te imaginas qué pasaría si…?». Exagerad y exagerad los problemas hasta el ridículo. – Cuando se presenten problemas, probad a veros como en una película donde sois los personajes. Eso ayuda a distanciarse y, en muchas ocasiones, a encontrar soluciones creativas. – Observad juntos la vida y las cosas que ocurren, porque ofrece muchos momentos graciosos.

ACTITUDES CONTRARIAS 101

– HERIR. Se trata de enseñar a tu hijo la diferencia entre reírse con y reírse de. Nos reímos con cuando somos todos los que disfrutamos con las bromas, cuando nadie se siente mal u ofendido. Lo contrario es reírse de, no tener sensibilidad para detectar el daño que estamos provocando en los demás. – SERIEDAD. Que es vivir la vida tomando en demasiado en serio todo, de forma que nuestra actitud vital es taciturna y casi amargada. Es cierto que hay niños más alegres y otros más serios. No se trata de esta diferencia, que debemos respetar, sino de no dejar que esa actitud se convierta en la única de que disponen. – EGOÍSMO. Porque una persona egoísta no tiene fácil tomarse en broma a sí misma, ya que su sentimiento de ser única en el mundo, de ser el mejor, no le permite tomarse un poco menos en serio. PALABRAS AFINES: HUMILDAD.

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27. IMPERFECCIÓN

Hay una gran diferencia entre tratar de hacer bien las cosas y pretender realizarlas siempre a la perfección. Lo que ayuda a ser felices y a disfrutar de la vida no es la supermatrícula de honor inalcanzable, sino el cumplir bien con lo que podemos, con lo que está en nuestra mano. No dejes que tu hijo se torture intentando que todo quede perfecto, pero mantén cierta presión sobre él para que no se conforme con cualquier resultado que obtenga. Ninguna tarea o labor sale bien a la primera. La clave nos la da la intensidad con que se vive la exigencia personal, porque es normal y bueno que nuestro hijo pretenda hacer las cosas bien. Es positivo en este nivel, pero si pasa a convertirse en perfeccionismo ya es molesto, porque les hace querer ser siempre los mejores ante sí mismos y convertirse en unas obras de arte andantes; no les importa tanto aprender como no equivocarse, con lo cual ni disfrutan del aprendizaje ni lo asimilan. En el fondo, puedes entender que muchas personas que se exigen demasiado se valoran a sí mismas por cosas exteriores y no por aquello que nos hace especiales: nuestro interior. Son excesivamente críticas consigo mismas y con los demás. Querer hacerlo todo sin error no las lleva a un mayor éxito en la realización, porque muchas veces se paralizan y, como nunca están del todo conformes, vuelven a empezar constantemente, lo cual hace que su creatividad y su productividad disminuyan. Cuando una persona tiene como imperativo el conseguir siempre lo mejor, se topa continuamente con sus limitaciones reales. Porque no todos estamos preparados para todo ni somos especialistas en las diversas materias. El que busca lo perfecto no acepta esta evidencia y lucha contra ella. Hay que aceptar que no somos competentes en todo, pero sí en algo; que no cumplimos siempre bien nuestras responsabilidades y obligaciones, sino que hay aspectos en los que fallamos, y que nadie –salvo nosotros mismos– nos va a exigir la perfección suma en absolutamente todo.

LAS IDEAS, CLARAS – La mayoría de los niños tienden a ser críticos consigo mismos (quizá un reflejo de lo que ven). Por eso conviene que tengamos claro lo que queremos conseguir y cómo se lo podemos transmitir. Los niños quieren que todas las cosas les salgan bien a la primera, sin entender que en muchas ocasiones es necesario un aprendizaje y entrenamiento. Sean las sumas del colegio, pintar sin salirse o hacer en casa cualquier actividad, lo que les gustaría es que fuese casi automático: me pongo a ello y lo 103

consigo. Generalmente, salvo en algunos niños, si no lo consiguen (que es lo más habitual) se sienten mal y empieza un monólogo interno de crítica de sí mismo. Es necesario romper este monólogo y ser capaces de enseñarles que el no conseguir las cosas de forma perfecta a la primera no quiere decir que no se puedan conseguir, y que no por no salir en la primera ocasión tienen menos valor. – Conoce tus «debería», porque son una pesada carga que mina la autoestima e impide el desarrollo personal. Hablamos de todas las obligaciones que creemos tener en los distintos planos (el moral, el profesional, el cívico…) y que identificamos fácilmente como algo impuesto. «Yo debería… ser el mejor, no fracasar, ser feliz, no cometer errores». Como normalmente no lo conseguimos, nos crea sentimiento de culpa. Los «debería» tienen la característica de que se transfieren a nivel tanto verbal como no verbal. Por eso es conveniente que detectes los tuyos. Te propongo que hagas una lista de ellos y luego compruebes si son los mismos que traspasas a tus hijos. Ya hemos aprendido algo acerca de estos mandatos internos páginas atrás, pero en este caso la mención es necesaria porque hay mucha relación entre ellos y el afán de perfección. El perfeccionista tiene una programación interna que le recuerda constantemente que debería hacer las cosas sin error alguno y a la perfección. – Ayúdale a medir sus fuerzas de acuerdo con sus obligaciones o deseos. Es la forma de lograr el equilibrio. Que haga lo que pueda, y lo que no alcance por sí mismo le ayudamos a realizarlo, si nos lo pide (nunca por iniciativa nuestra, porque la ayuda se ofrece, no se impone). Basta con que lo haga de la mejor manera que es posible. – Analiza los mensajes que transmites. Muchas veces son los que tú has recibido. A veces le hacemos llegar de diversas formas nuestro secreto anhelo de que sea perfecto. En no pocas ocasiones, le exigimos una perfección casi absoluta y no valoramos los pequeños avances que realiza porque nosotros esperábamos un gran éxito con tintes apoteósicos. Cuando no apreciamos nada suyo que no esté totalmente conseguido o perfecto, le estamos enseñando a pedirse demasiado. La exigencia desproporcionada es un obstáculo serio y una dificultad añadida en su aprendizaje. No debemos ser exageradamente estrictos con él, para que no lo sea consigo mismo. No es lo mismo animarle para que no se estanque que obligarle a progresar a toda costa. – No critiques todas las cosas que hace tu hijo porque no llegue a tu ideal de excelencia. Ten en cuenta, además, que nunca coinciden exactamente los modelos de perfección de dos personas, pues cada uno tiene el suyo propio y con sus matices. – Aprecia y refuerza cada una de sus aproximaciones al éxito. No las valoramos cuando solo nos interesa el éxito final y la recompensa máxima y no somos capaces de premiar las «metas volantes» que va superando. – Sé modelo, porque ellos aprenden de nosotros y a veces somos también exigentes con nosotros mismos y nos imitan. A veces tratamos de que nuestros hijos no caigan en los mismos errores que cometimos y no nos damos cuenta de que les estamos sirviendo como modelo de lo que, precisamente, queremos evitar. – Fijad objetivos realistas, que se puedan cumplir, y, si es necesario, estableced los pasos 104

para lograrlo. Si fijamos una rutina o esquema de actuación es más fácil. Todo lo que se aprende, prácticamente, se puede parcelar en pequeños aprendizajes, desde el montar en bici (primero con ruedines, luego con uno solo, luego con nuestra ayuda para que no caiga, con un impulso…) hasta cualquier cosa que queramos aprender. Vamos a dividir las tareas en secuencias que se puedan aprender hasta que las supere. Ahí sí podemos esperar que los distintos pasos los dé a la perfección antes de darlos por superados. – Elogia siempre el esfuerzo, no el resultado. Lo que importa es ponerse en marcha, no el camino que se ha conseguido recorrer. El esfuerzo es lo que importa. El resultado puede ser positivo o negativo, pero da igual. El ponerse en marcha es siempre perfecto. – No dejes que se entretenga demasiado en algo o lo vuelva a hacer repetidas veces, porque en algún momento hay que tomar la decisión de finalizar y darlo por bueno. Hay un momento en que hay que decir «basta» y aceptar el resultado de nuestro quehacer, porque, por más vueltas que le demos, poco vamos a conseguir o mejorar. En un momento, aceptamos que lo hecho está bien, que vale. – Hay que hacerles llegar una serie de «mensajes sordos», de esos que van calando, en la línea de que todas las personas nos equivocamos, que no pasa nada por errar… Es una cultura que se aprende en el hogar.

ACTITUDES CONTRARIAS – IRRESPONSABILIDAD. Que hace que me dé igual todo y no me preocupe lo que puedo o no puedo hacer. A veces nace como respuesta a un deseo de perfección total: como no me va a salir perfecto (eso imagino), lo que hago es desentenderme. – AUTOEXIGENCIA EXCESIVA. Que provoca malestar cuando las cosas no salen bien o todo lo bien que se espera. No dejes que tu hijo sea demasiado exigente consigo mismo y enséñale a tener un poco de compasión de sí mismo. – PERFECCIONISMO PATOLÓGICO. Exceso de control y exigencia que se convierte en una obsesión tanto respecto a uno mismo como a los demás. Vive amargado y consigue amargar a todos los que tiene a su alrededor. El perfeccionista vive en la amargura, porque nunca disfruta de un éxito. La perfección es una barrera o tope que se mueve, de modo que, cuando hemos conseguido algo, siempre creemos que podemos conseguir mejorarlo y la barrera se desplaza hacia un nuevo ideal. La diferencia está en querer hacer las cosas bien y mejorar, lo cual es positivo, o tener que hacerlas bien a toda costa. PALABRAS AFINES: PERSEVERANCIA.

AUTONOMÍA;

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FRUSTRACIÓN;

FLEXIBILIDAD;

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28. JUSTICIA

Buscamos un mundo más justo y ser más justos como personas. Que cada uno tenga lo que le corresponde y que nadie tenga sin cubrir sus necesidades básicas. Es una utopía, pero vale la pena luchar por ella. Algunas personas creen que la justicia en el mundo es un engaño (lo definen como «la falacia del mundo justo»), en cuanto esperar que el mundo sea justo a su vez justifica muchas acciones. Si existe esa justicia, divina para unos, humana para otros, al que hace el mal las cosas no le irán bien. Sin llevarlo a extremos que impidan que actuemos esperando que la vida ponga las cosas en su lugar, creo que parte de verdad existe en ello, en cuanto no podemos esperar que sea el mundo justo el que solucione todos los problemas de injusticia, sino que tenemos que implicarnos en ello. Sin embargo, nuestros hijos tienen que partir de este presupuesto. Basta por el momento saber que este es un pensamiento importante para nuestro hijo y que le da mucha seguridad. Sin embargo, sigo creyendo más en las personas justas que realizan acciones justas que en ideas generales. Y la familia es el lugar por excelencia donde se aprende la justicia. Las relaciones que establecemos con nuestros hijos, nuestro deseo de que no haya favoritismos en el trato…, conforman el sentimiento de justicia. No sé si el mundo es un lugar justo, pero puedo hacer que mi familia se acerque a serlo. La educación y el trato que brindemos a nuestros hijos tendrán mucho que ver con su concepción de la justicia. Nuestros hijos valorarán el hecho de poder explicar cualquier cosa sabiendo que sus padres escuchan atentamente, sin tener miedo de reproches o castigos. De la misma manera, el hecho de poder confiar en que las propuestas que hagan serán recibidas y valoradas y que siempre se tendrán en cuenta sus necesidades y demandas es importante para ellos. Vivir en un ambiente que apueste por el diálogo, la confianza mutua y el trato de calidad será la mejor lección para enseñar a nuestros hijos a valorar la justicia y a dar y recibir un trato justo en sus relaciones con los demás (UNICEF).

LAS IDEAS, CLARAS – Despierta la conciencia tanto de sus derechos como de sus deberes. Todos tenemos unos y otros. Tu hijo tiene deberes como hijo, como alumno, como ciudadano… Recuérdale que son parte de la misma realidad. Ayúdale a entender que nuestros derechos tienen que convivir con los de los demás y que formamos parte de un todo relacionado. – No le hagas sentir que es siempre el centro del mundo y que todo gira a su alrededor. 107

No es realista y no potencia el sentimiento de justicia. Cuando nos creemos poseedores de todos los derechos no tenemos por qué atender a los de los demás. Es bueno que de vez en cuando se sientan centro de todo, pero no a costa de los otros. Si quieres fomentar su sentido de la justicia, ayúdale a ponerse en su lugar. Lo justo, en todo caso, es que todos podamos sentirnos el centro en algún momento. – Sensibiliza ante las injusticias sociales. Basta con echar un vistazo alrededor para darse cuenta de que las cosas no van bien para todos en la misma manera, que hay personas y grupos que sufren. Es necesario que se den cuenta de esa realidad, no de forma traumática, pero sí con firmeza. Comentad, por ejemplo, las noticias que hablen del tema o presenten realidades de injusticia. Hablad sobre ello. – Respeta la propiedad de los demás. Es un elemento básico para la justicia. Nuestros hijos, lo vimos en la introducción, tienen un alto sentido de la propiedad, pero nunca ha de ser contra la de los demás. – Participa en actos grupales a favor de la justicia. Cuando alguno de la familia colabora, por ejemplo, en alguna ONG o en un proyecto justo, nos beneficiamos el resto del grupo. Y se establece un código que, de forma clara, permite que se realicen actividades a favor de los demás. – Denuncia la injusticia y enséñale a hacerlo. Quizá en su ámbito no hay grandes causas que defender, pero sí situaciones poco justas para algunos: niños marginados, abusos… – Plantéate acudir a tiendas de comercio justo. Es un pequeño paso que se agranda si les explicamos las ventajas de este tipo de comercio. «El comercio justo se establece sobre unas bases de igualdad y transparencia en las relaciones de trabajo que permiten mejorar las condiciones de vida de los productores y productoras de los países del Sur, pero también comunicar a los consumidores y a las consumidoras finales que los productos que adquieren han sido elaborados en condiciones dignas»[14].

ACTITUDES CONTRARIAS – LAMENTOS. El lamento porque el mundo no sea un lugar justo no lleva a ningún lado. Hay que actuar para hacer que lo que hay a nuestro alrededor sea cada vez un poco menos injusto. – COMPLICIDAD. Hacerse cómplice de pequeñas injusticias, como el cambio de más que no se devuelve, los pequeños perjuicios a los demás que se podrían evitar y ante los que no actuamos… Ser cómplice de la injusticia es evitable. – EGOÍSMO. Hace que no pensemos en los demás, sino solo en nosotros mismos. PALABRAS AFINES: SOLIDARIDAD; EMPATÍA; GLOBALIDAD.

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29. OBEDIENCIA

Los niños no nacen sabiendo obedecer. Más bien su instinto es hacer solo lo que quieren y conseguir siempre de forma inmediata todo lo que desean. Pero han de convivir en su vida con una serie de normas, leyes y costumbres que no pueden evitar. Hay reglas familiares, sociales (en la escuela lo descubren pronto, igual que cuando bajan al parque) y también las hay de tipo personal. Y tenemos normas para casi todo: cómo hay que saludar, cómo comer, cómo se hacen ciertas cosas… Convivimos con las leyes y los principios y, extrañamente, la disciplina y los límites no están de moda. Ahora abundan las familias en las que se impone dejar que los niños hagan lo que quieran, decidan sobre todo y marquen sus propios límites. Pero no están preparados para hacerlo y no es justo que les hagamos asumir esta responsabilidad, porque tiene consecuencias negativas para ellos. Nosotros tenemos que enseñarles a vivir, y en la vida, lo sabemos, podemos hacer ciertas cosas y otras no, hay normas y límites a nuestros deseos. Además, tu hijo crece y se desarrolla mejor cuando las normas están definidas, porque le proporcionan un marco de seguridad necesario. Con frecuencia nos enteramos de noticias en que los chicos y chicas agreden a sus compañeros, padres o profesores o realizan conductas poco sociales. Hay padres que «dimiten» de cuidar a sus hijos y piden su internamiento. ¿Qué ha ocurrido para que esto suceda de forma tan evidente como dolorosa? Que no se ha enseñado a los niños a vivir de acuerdo con unas mínimas normas, que se les ha dejado hacer lo que quieren, quizá porque la ley del péndulo nos ha llevado al extremo contrario a la educación que hemos recibido. Y ahora no saben convivir y desconocen lo que está bien y lo que no. Por eso es necesario que preparemos de nuevo esta asignatura, la obediencia y disciplina, para no volver a tener problemas con ella. Enseñar a obedecer es mucho más que educarles en la disciplina, porque… Les hace conocer la realidad de la vida, donde a menudo asumimos decisiones de otros. Ayuda a tomar conciencia de las propias limitaciones, de que no somos todopoderosos; la limitación forma parte de nuestra vida, y educar en el «todo es posible» es un error; la obligación que impone la obediencia es, en sí, un límite. Favorece la incorporación a la sociedad, proporcionando pautas de referencia. Contribuye a formar su personalidad y ayuda a conocer la importancia del respeto.

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Hace posible su desarrollo integral y que sean responsables, porque asumen como propias las normas; además, les da seguridad. Les enseña a mandar, porque quien sabe obedecer es más fácil que sepa mandar. Forma parte del aprendizaje y la regulación de la conducta, porque muchas veces aprendemos y controlamos nuestras acciones presionados por la obediencia.

OBEDECER ES NECESARIO

Para ellos, para nosotros, para la convivencia, para su desarrollo… Necesitamos que nuestros hijos aprendan a obedecer para poder educarles y prepararles para la vida.

CONVENIENTE

Para todos y para el grupo social (vivimos en sociedad).

EDUCATIVO

Pues quien renuncia al «no» educa a medias o deja de educar; quien no practica la obediencia, no educa adecuadamente.

DIFÍCIL

Tanto para ellos como para nosotros, porque cuesta menos dejarles hacer lo que quieren. Es la gran tentación a la que tenemos que resistir y a la que a veces sucumbimos por miles de motivos (cansancio, dejadez, aburrimiento, no oírles más…).

POSIBLE

Porque nunca es tarde para recapacitar y ponerse en marcha.

LAS IDEAS, CLARAS[15] Contamos con algunos recursos para ayudarles a obedecer: 1. El refuerzo. Es todo aquello que ocurre o hacemos ocurrir después de que hagan algo y la consecuencia es que lo van a repetir. Si cuando hace lo correcto le das un pequeño regalo (no siempre material) o le transmites tu satisfacción, o le dejas hacer eso que tanto le gusta (jugar, dibujar, leer…), es más que probable que vuelva a hacer lo que quieres para tener la recompensa. 2. El castigo. Cuando hace algo que no debe, se impone el castigo para que aprenda. El castigo tiene como fin que no repitan lo que acaban de hacer. Para que sea efectivo y no se pierda en el olvido, intenta que sea inmediato. Cuanto más cercano y de acuerdo con lo que ha hecho, mejor. No uses el castigo físico (pegarle) o el afectivo (amenazarle con dejar de quererle si hace algo), porque son contraproducentes. Nunca intentes conseguir lo que quieres por las malas y con amenazas, pero déjales bien claro que no pueden hacer todo lo que se les ocurre. Después, en un momento de tranquilidad, reflexiona con ellos sobre lo que ha sucedido, porque entienden más de lo que creemos. 111

3. Una forma muy sencilla de enseñarles es dejar que las cosas tengan su consecuencia natural. Por ejemplo, si no hace sus deberes, la consecuencia son las malas notas, que a su vez tienen la consecuencia de que él tenga que estudiar en el tiempo libre; se trata de dejar que ocurra lo que sucede si tú no intervienes: si se sube a la escalera sin cuidado se puede caer, y si se empeña en ir en bici con una rueda haciendo el caballito, se puede caer. Dejar que suceda –evitando el peligro– es hacer que sus decisiones tengan su consecuencia. Y algunas recomendaciones prácticas: – Explícale el porqué de lo que se le pide, porque le ayudará a dar el paso de verlo como una imposición a asumirlo personalmente, que es el ideal. – No temas imponer tu autoridad si es necesario; no estoy a favor del «porque yo lo digo», sino más bien del diálogo, pero a veces no queda más remedio que imponernos; lo has hecho cuando tu hijo jugaba con algo peligroso y a veces es necesario seguir haciéndolo; muchas veces mis hijos me siguen recordando con cierto humor una frase que les decía: «Es que no es voluntario…»; más o menos de eso se trata. – Haz que entienda el efecto que produce su obediencia, lo mucho que os alegra y las consecuencias positivas que tiene. – Es importante que tenga claras sus obligaciones y deberes, sus responsabilidades. – Refuerza todo comportamiento obediente; pero lleva cuidado de que no obedezca solo para conseguir algo, porque entonces se convierte en un negocio; recuerda que la obediencia no se compra. – No dejes que consiga las cosas desobedeciendo; nunca las debe conseguir así; si desobedece, no le des lo que ha conseguido de este modo, porque dárselo actúa como refuerzo de la conducta. Cuando no obedece, no tiene lo que pide bajo ningún concepto. Es algo en lo que tenemos que ser muy cuidadosos, porque a veces nos dejamos convencer. – En muchos momentos es mejor sugerir que imponer; hazle comentarios que le orienten sobre lo que esperas; sin embargo, cuando tengas que pedirle algo directamente, hazlo de forma que no quede sospecha de duda ni posibilidad de no hacerlo; a veces nos dirigimos a ellos de modo que pueden dar una respuesta negativa, como cuando les preguntamos si pueden hacer tal o cual cosa en vez de pedirles directamente que la hagan, y claro, ellos pueden decir que no pueden… Entonces llega el momento, normalmente, en que nos imponemos. Evita el paso intermedio.

ACTITUDES CONTRARIAS – «ORDENO Y MANDO». Nosotros nos erigimos en autoridad máxima e incuestionable. Nosotros somos los que establecemos las normas y exigimos obediencia. No es la mejor actitud. 112

– MIEDO. Evita imponerte de tal modo que te obedezcan más por miedo a las consecuencias de no hacerlo que por convencimiento; esto no es educativo. Si obedecen por temor, cuando sean suficientemente mayores y ya no lo tengan, ¿qué va a pasar? – REBELDÍA. Que es la cualidad del que se opone a la autoridad. Los chicos pasan naturalmente por etapas en que se oponen a todo (la adolescencia es el momento más conocido, y también la «pequeña adolescencia», hacia los dos años, cuando empiezan a usar el «no»), pero no debemos dejar que esta actitud se convierta en exclusiva; que pasen por la etapa significa solo que deben superarla. PALABRAS AFINES: RESPETO; AUTONOMÍA; RESPONSABILIDAD.

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30. OPTIMISMO

Las ventajas del optimismo para nuestra vida y para la de nuestro hijo están cada vez más estudiadas. Hay una corriente en psicología, la psicología positiva, del optimismo o de la felicidad, que está investigando de forma sistemática sus efectos en la vida. Las ideas que más eco tienen son las siguientes: el optimismo… Fortalece el corazón y mejora la salud en general. Crea una fuerza interior que nos hace ser más resistentes a los contratiempos que se presentan inevitablemente. Favorece la sociabilidad, puesto que nos hace estar en mejor disposición hacia los demás y los otros nos ven más confiables. Las personas optimistas tienen mejor humor, con todos sus beneficios. Aumenta nuestra capacidad de perseverar y con ella la de conseguir el éxito. Sentimos que somos capaces de conseguir lo que queremos y esto nos lleva a elegir bien el modo de conseguirlo. Incrementa la seguridad en nosotros mismos y nuestra autoestima. Hace que disminuya la ansiedad. Nos hace más felices, y la felicidad es el objetivo que perseguimos y nos interesa.

En realidad, ser optimista es una actitud interior que nos hace juzgar las cosas desde su aspecto más favorable, aprovechando lo que tenemos, la realidad, en vez de ver solo lo negativo. Es el convencimiento de que las cosas irán bien a pesar de los contratiempos que se pueden presentar y la esperanza de que el futuro nos depare cosas positivas. Esto nos hace tener una fuerza extra para seguir adelante y volver a empezar cuando las cosas se tuercen y no salen como nosotros queremos o tenemos pensado. No asegura el éxito, el optimismo no nos vacuna contra el fracaso, pero nos da la fuerza para seguir adelante, porque pensamos que las cosas van a ir mejor y porque confiamos en nuestras capacidades.

LAS IDEAS, CLARAS – Practicad juntos en ver las ventajas de las cosas más que los inconvenientes. Cuando algo ocurra y salgan a la luz sus miedos (lo cual es normal), tomaos un momento para ver las cosas que pueden ir mejor, lo que va bien y puede seguir así. Analiza las cosas 114

y mira qué parte de mejora aportan a vuestra vida. – Sugiere soluciones, más que críticas, cuando te hable de algo o te enseñe o plantee algo. Ten siempre tu visión en la parte positiva, en lo que va bien, sin prestar excesiva atención a lo negativo. La crítica también puede ser positiva si anima al cambio y al aprendizaje. – Ayúdale a confiar en sus capacidades. Todos las tenemos y desde fuera le puedes ayudar a descubrir las suyas. Cuando confiamos en nosotros mismos y en nuestras capacidades somos capaces de ver el futuro con optimismo. – Cuando las cosas no vayan bien, centraos en lo que sí funciona y dejad el resto. Construid sobre positivo un camino hacia delante. En todo hay un lado positivo que con práctica y sensibilidad podemos encontrar y potenciar. Si somos sensibles, podemos encontrar el lado bueno de todo… Hasta lo negativo nos aporta, como mínimo, experiencia. – Ante un obstáculo específico, buscad soluciones concretas. Un momento de relajación ayuda a abrir opciones ante los retos. Es un buen principio para buscar soluciones alternativas. – Cuando tu hijo te hable de un problema, no te centres en el problema en sí, sino en las soluciones. – Intentad no exagerar las cosas que no tienen casi importancia. Perdemos mucha energía en pequeñeces. – Enséñale a disfrutar de lo que tiene, porque más vale tener algo que estar esperando a tenerlo todo o algo concreto que no sabemos si vamos a poder conseguir. Esta es una actitud muy optimista, ya que nos ayuda a no perder el contacto con la realidad y con lo que está a nuestro alcance. – Practicad juntos el pensamiento positivo, porque somos lo que pensamos y, si nos decimos cosas positivas, nuestra vida irá en esa línea.

ACTITUDES CONTRARIAS – FALSIFICAR LA REALIDAD. Buscando a toda costa lo positivo despegándose de la realidad y llegando a creer lo que no existe. Parte del optimismo es aceptar la realidad. – DERROTISMO. Dejarse vencer por las dificultades, tirar la toalla. El derrotado ha perdido de antemano. – PASIVIDAD. Me refiero a pretender que las cosas vayan mejor, pero sin actuar para conseguirlo. Desear o pensar en positivo, pero sin mover un dedo. Como el estudiante que no prepara el examen pero quiere pensar que le va a ir bien. PALABRAS AFINES: HUMOR; CONFIANZA.

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31. PACIENCIA

Nuestros hijos suelen quererlo todo y no saben esperar. No conciben la posibilidad de que sus deseos no sean satisfechos de inmediato. Lo quieren todo y lo quieren ya. Es nuestra tarea enseñarles la virtud de la paciencia, el saber esperar para conseguir lo que uno quiere. El aprendizaje de la espera es duro porque todos los niños piensan que son el centro del universo y no saben ponerse en la piel de los demás para tenerlos en cuenta, y creen que todo lo que desean es una orden para los otros. Aprender a esperar es, seguramente, una de las tareas más complicadas, porque, si somos sinceros, a nosotros también nos cuesta muchas veces tener paciencia. Cuando creemos que somos los más importantes no sabemos esperar, o en realidad no creemos que tengamos que hacerlo. Es necesario que enseñemos a nuestro hijo que existimos muchas personas y todas con los mismos derechos. La paciencia es importante porque le ayudará, por ejemplo, a darse tiempo para terminar sus tareas, para esperar a ser atendido o para hacer algo con nosotros. La vida ofrece multitud de ocasiones en que poner en práctica la paciencia. Paciencia y saber esperar son tareas complicadas. Por eso es importante que las practiquemos y enseñemos cuanto antes. No sabe esperar quien no tiene confianza en sí mismo. Cuanto más confianza tenemos en nosotros, menos nos cuesta esperar, porque somos conscientes de que las cosas llevan su tiempo. Una persona que no confía en sí misma va a dudar siempre y no va a ser capaz, o al menos le va a costar mucho, de esperar, porque siempre pensará que la espera supone un fracaso. Por eso es imprescindible enseñar y educar a nuestro hijo en la capacidad de confiar en sí mismo.

LAS IDEAS, CLARAS Para ayudar a tu hijo a ser un poco más paciente, aquí presento algunas recomendaciones: – Cuando te pida algo de forma inadecuada, es decir, con urgencia o agobios, no se lo des, porque entonces habrá encontrado una forma infalible de conseguir lo que quiere. Lo mejor es que le expliques que solo le harás caso si te habla con tranquilidad y no exigiendo, con el mismo tono con que le hablas tú. – Que no te importe hacerle esperar para conseguir lo que quiere; si te pide algo no hace 117

falta que te desvivas por conseguírselo inmediatamente. Las cosas en la vida no funcionan así. Incluso a veces es conveniente que hagas un pequeño pacto para darle un poco de retraso a su petición. Es la forma de que se dé cuenta de que para conseguir las cosas debe esforzarse un poco, lo que implica tener que esperar. – Cuando hagáis alguna actividad juntos, estableced turnos para que aprenda a tener paciencia. Si estás hablando con él y no te deja terminar una frase, hazle entender que también lo que tú tienes que decirle es importante y que el diálogo se basa en una especie de juego de turnos: unas veces hablas tú y otras hablo yo. No está de más enseñarles a respetar turnos en reuniones, levantando la mano cuando quieren hablar y esperando a que se les conceda el uso de la palabra. – Hazle ver que las cosas salen mejor si en lugar de realizarlas deprisa y corriendo les dedicamos más tiempo. Hay muchas cosas donde se puede dar cuenta de que con un poco de tiempo salen mejor; incluso los cereales del desayuno saben mejor si esperamos que se empapen de leche. Es un ejemplo sin importancia, pero que en el fondo responde a una experiencia que él vive a menudo. – Cuando veas que empieza a controlar un poco su impaciencia, dile que intente entretenerse con una actividad sin reclamar tu atención hasta que, por ejemplo, pase un determinado tiempo (necesitan que el tiempo sea algo tangible, como el tiempo que dura una canción o lo que tarda en sonar un despertador). – Muchas veces el contacto con otros niños es el mejor aliciente para que aprendan a tener paciencia y sepan esperar, porque los niños no son tan comprensivos como nosotros y no van a hacer excepciones cuando estén en su turno. Es bueno que contacte y se relacione con niños de su edad como forma natural de aprender a esperar. Lo quiera o no, en el parque tiene que esperar su turno para usar el tobogán o subir al columpio, ha de esperar si quiere ver algún espectáculo, esperar para jugar con otros… – Cada vez que tu hijo respete su turno o sea capaz de esperar a que termines lo que estás haciendo para atenderle, refuerza, con un abrazo o verbalmente, este comportamiento y hazle entender y sentir lo orgulloso que estás. Lo mejor que pueden desear es que estéis satisfechos, y harán lo posible por conseguirlo si les señaláiss el camino. – Demostrad con vuestro ejemplo la paciencia. No tiene sentido exigirle que sea paciente si vosotros perdéis la paciencia a la mínima ocasión. Por eso hemos de practicar antes con nosotros mismos.

ACTITUDES CONTRARIAS – PERDER LA CALMA. Mantenemos la calma cuando somos capaces de esperar, cuando tenemos paciencia para esperar que las cosas lleguen, que el tiempo pase, que el ritmo natural de la vida siga su curso. Cuando perdemos la calma, rechazamos la capacidad de esperar para centrarnos solo en la satisfacción del desahogo inmediato. Tu hijo no consigue acabar, por ejemplo, de aprender una tarea y, en vez de ser paciente, se enfada y estalla. Ha demostrado perder la calma y no es lo que 118

deseamos. – DESESPERACIÓN. Que entra en nuestra vida cuando nos invade el sentimiento de que nunca jamás vamos a conseguir algo. Seguramente con un poco más de tiempo y paciencia sería posible lograrlo, pero mentalmente nos situamos como si ya nos hubieran derrotado. – IMPULSIVIDAD. Que es lo contrario de ser paciente. La persona impulsiva reacciona inmediatamente con descontrol, dejándose llevar por sus impulsos. PALABRAS AFINES: FRUSTRACIÓN.

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32. PAZ

Educar para la paz hoy es una necesidad. Vivimos en un mundo en que la violencia está a la orden del día, tanto en conflictos armados como en el deporte e incluso en los propios centros donde estudian nuestros hijos. El hecho de que institucionalmente se realicen programas en los centros escolares para fomentar la paz nos hace ver que algo hemos perdido en el camino y hemos dejado de valorar y practicar algo que considerábamos importante. La familia es el mejor lugar para que los hijos aprendan a valorar la paz y la no violencia. Es un reflejo de lo que ocurre posteriormente en los grupos sociales y en la sociedad en general. La paz tiene mucho que ver con otras actitudes, como la justicia, la igualdad de oportunidades, la convivencia. También tiene relación con la defensa de los propios derechos. Optar por la paz no significa renunciar a los derechos personales, sino que es una apuesta por defenderlos desde la firmeza, pero sin violencia. En nuestro día a día, y en el de nuestros hijos, hay muchos momentos en que los derechos entran en conflictos, desde aquellos que se cuelan en el supermercado a los que no respetan los turnos… Si reaccionamos violentamente, estamos enseñando a nuestros hijos a responder así. Ten calma y firmeza, defiende lo tuyo sin agredir de ningún modo. Recuerda que nuestros derechos tienen como límite el daño al otro. En este aprendizaje importa mucho tu actitud personal. No podemos educar para la paz si no creemos en ella por encima de todo. La paz es un hecho concreto, pero también un estilo de vida, que defiende opciones claras ante el enfrentamiento y aboga por la resolución pacífica en vez de por el conflicto.

LAS IDEAS, CLARAS En este momento nos planteamos cómo podemos ayudar a nuestros hijos a valorar la paz: – Es importante conocer la propia agresividad; todos tenemos un poco de ella, pero el modo en que la canalizamos depende de nosotros. Es cierto que hay una agresividad instintiva, fruto de nuestra parte común con el resto de los animales, pero nosotros tenemos la capacidad de dirigirla hacia aspectos positivos. No existe agresividad que no pueda ser controlada. Esto se usa muchas veces como excusa para no hacer nada 120

por evitarla. Creer que existe un impulso incontrolable justifica muchas reacciones violentas, pero por encima de los impulsos está nuestra capacidad para elegir. – Desarrolla en tu hijo actitudes de empatía, comprensión del otro, ternura y sensibilidad para con los demás. Estas actitudes favorecen la comprensión y, a su vez, comprender abre puertas a soluciones diferentes, no violentas, a los naturales conflictos. – Ayúdale a conocer modelos de personas comprometidas con la paz. Desde Gandhi y sus enseñanzas hasta cualquier persona que opte por la resolución pacífica de los conflictos. Hay muchas personas comprometidas con conseguir un mundo menos violento. Buscad juntos, por ejemplo, noticias relacionadas con actitudes a favor de la paz o de personas que destacan en ese tema[16]. – Ante un hecho violento, tanto si lo ha vivido en primera persona como si lo ha visto en la televisión, aporta un momento de diálogo basado en la pregunta «¿qué otra cosa podía/podías haber hecho?». Sirve para distanciarle del hecho concreto y ayudarle a darse cuenta de que siempre existe una alternativa, aunque a veces nos dejemos llevar por nuestra reacción menos adecuada. Cuando los niños aprenden a reflexionar sobre distintas formas de actuar, este camino lo tienen recorrido para cuando se presente la ocasión. – Trata a tu hijo como te gustaría que te tratasen a ti. Nunca uses la violencia con tu hijo, ni la física (absolutamente descartada) ni la verbal (amenazas, ridiculizarle, insultar…). Si usas la violencia, la justificas y transmites que es el modo adecuado de actuar. La violencia genera comportamientos violentos. Opta por otros caminos. – Pronúnciate a favor del desarme y el cese de los conflictos bélicos. Si queremos ser coherentes en nuestra defensa de la paz, el paso necesario es rechazar cualquier tipo de violencia. – Enseña a tu hijo a tomarse su tiempo antes de reaccionar. El famoso «contar hasta diez» es una buena forma de conseguirlo. Porque sabemos que reaccionar con violencia es quizá la opción automática. Por eso es necesario un poco de tiempo para distanciarse de los hechos. – Expresa tus sentimientos y opiniones y apoya a tu hijo para que se sienta libre y confiado para expresar también los suyos. La no expresión crea malestar y violencia interior que no ayudan. – Muchas veces es necesario enseñar a negociar para resolver conflictos. Esta es una verdadera apuesta por la convivencia no violenta. Dale recursos para que aprenda a negociar, lo cual supone un ganar y perder ambos para conseguir un bien común. En sus pequeños conflictos diarios, favorece que dé una respuesta distinta y dialogante, porque con el diálogo llegamos o podemos llegar a acuerdos. Sin embargo, recuerda que no todos los niños están preparados para dialogar y no lo han aprendido en casa. En esos casos, lo mejor es darse la vuelta y no seguir provocando conflicto. – El diálogo tiene la virtud de acercar puntos de vista; al menos, de favorecer que esto se consiga. No dejes, por ejemplo, que tu hijo crea tener siempre la razón ni impongas la tuya. Cada uno tenemos nuestras razones y verdades y en el encuentro las 121

clarificamos. Cuando optamos por el diálogo enseñamos uno de los caminos hacia la paz. – Participa en las actividades que tanto en el centro escolar como en tu barrio o ciudad se organicen a favor de la paz y lleva a tu hijo si es posible. Así ven que otras personas tienen las mismas ideas y se podrán relacionar con adultos y niños que compartan esta actitud. – Valora siempre en tu hijo las actitudes generosas, amables y afectivas.

ACTITUDES CONTRARIAS – VIOLENCIA. El enemigo natural de la paz es la violencia y esta puede ser de varios tipos. Existe una violencia institucional, que fomenta un modelo de hombre pasivo, individualista, acrítico, alienado, competitivo, consumista, etc. Hay una violencia por razón de género, tristemente actual en las noticias; se trata de la violencia ejercida usando como criterio la diferenciación biológica sexual. Violencia ecológica, maltratando los recursos naturales. Y una violencia personal, que usa este recurso como único modo de solucionar conflictos. En nuestra mano está educar para que no se produzcan nuevas fuentes de violencia, para cambiar el modelo de hombre/mujer que se nos plantea y reconocer las diferencias individuales como aporte enriquecedor. Hemos de ser defensores de la paz institucional. Y es nuestro cometido hacer todo lo posible para conseguirla. Y, sobre todo, queremos ser firmes defensores de la no violencia personal. – COMPETITIVIDAD. A pesar del apoyo social que recibe el hecho de competir, debemos enseñar a nuestros hijos a colaborar en vez de enfrentarse. Favoreceremos los juegos no competitivos y, sobre todo, el hecho de valorar más el proceso que el resultado. Si estamos pendientes solo de los resultados, inculcamos que eso es realmente lo que importa y nuestros hijos se convierten en competidores para conseguirlo. Cuando valoramos el proceso, el hecho de intentarlo, el ser capaces de ponerse en marcha para conseguir algo, damos un paso adelante en la educación por la paz. La competencia es un obstáculo a la convivencia. – GUERRA. Es todo lo contrario de nuestra idea. La guerra supone conflicto en vez de buscar soluciones y se opta por el enfrentamiento para imponer el propio punto de vista e intereses. Recuerda que no solo existen las guerras armadas, sino que dentro de nosotros hay una tendencia a resolver por la fuerza los conflictos. La gran guerra es solo un reflejo llevado a la máxima potencia de nuestras guerrillas particulares. PALABRAS AFINES: JUSTICIA; EMPATÍA.

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33. PERDÓN

No es tarea fácil enseñar a nuestro hijo a pedir perdón sabiendo lo que hace. Es relativamente sencillo enseñarle una fórmula de cortesía, pero cuesta más que se dé cuenta de lo que significa. Porque pedir perdón tiene que llevar aparejado el «propósito de la enmienda», la decisión de cambio. Nadie es perfecto y todos podemos errar. Pedir perdón es una forma de reconocer nuestras limitaciones, lo cual no siempre es sencillo. Es un camino que hay que recorrer poco a poco, y en todo caso has de tener en cuenta que ellos necesitan tiempo para darse cuenta de lo que está bien y lo que está mal. No nacen sabiéndolo, sino que se lo tenemos que enseñar, haciéndoles ver las consecuencias de sus acciones. Sabes que al principio los niños son egoístas natos y no se dan cuenta de cómo afecta a los demás lo que hacen. Tienes que llamar su atención sobre los sentimientos que sus acciones provocan en los demás: «Mira, ¿ves qué triste está ese niño al que…?»; «¿cómo crees que se siente…?; «¿te gustaría que te hicieran lo mismo?» son distintas fórmulas –seguro que tú tienes tu preferida– para que se dé cuenta de que lo que hace tiene una repercusión A veces nos cuesta mucho que nuestro hijo se disculpe. Generalmente tiene que ver con que no se dan cuenta real del malestar provocado. Ellos no se dan cuenta de que hay cosas que no están bien. Si les preguntas, seguro que te dirán que quitar las cosas o fastidiar a su hermano no es algo malo. Hay que enseñarles. Otras veces es porque están intentando afirmar su personalidad y no aciertan en el modo. También puede ocurrir que nosotros demos demasiada importancia a algo que a ellos no les afecta. Sabes que son muy pasionales y se dejan llevar por el sentimiento del momento, pero que, igual que están peleados, al rato están como si no hubiera pasado nada. Tenemos que aprender a calibrar nosotros cuándo hay que darle mayor importancia y cuándo simplemente dejarlo pasar. También tenemos que enseñarles a aceptar las disculpas de los demás, que en ocasiones resulta costoso. A veces preferimos quedarnos con el resentimiento a perdonar. Y no va a pedir perdón quien antes no ha aprendido a perdonar, porque no va a entender el sentido. Aceptar las disculpas no es algo automático que nos libere del sentimiento negativo; es el primer paso solo, porque el resto, el que desaparezca el resquemor, es cuestión de tiempo. Perdonar es un proceso que empieza con la disculpa. Perdón tiene que ver con la experiencia de las limitaciones propias y ajenas, de la inevitabilidad de los

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errores y de la realidad de algunas culpas. Pronunciar esta palabra puede considerarse en dos perspectivas diferentes: la de aprender a pedir perdón y la capacidad de dar perdón, de perdonar[17].

LAS IDEAS, CLARAS – Habla de sus sentimientos en casa y en el colegio. Es importante que aprenda a detectar cómo se siente para así poder entender cómo se sienten los demás. No podrá entender a los otros si primero no contacta con su sentimiento. El perdón parte del sentimiento de responsabilidad y de pesar por algo. Ayúdale a reconocerlo. – Procura que comprenda la diferencia entre «sin querer» y «queriendo». Todo lo que hacemos tiene una consecuencia; en el caso de algo que no hacemos bien, tiene repercusión directa en las otras personas; si la consecuencia es buscada (decir algo para hacer daño, por ejemplo, o romper un juguete de otro niño a propósito) es distinto de si uno rompe algo sin darse cuenta o dice algo que molesta. Le puedes enseñar a diferenciarlo. – Hazle ver que el perdón es algo positivo. A quien pide perdón, le libera en parte, y a quien se le pide se da cuenta de que el otro se ha percatado del mal causado e intenta aminorar el malestar. El perdón es una oportunidad para hacer las cosas de otra manera, una oportunidad de cambio tras reflexionar sobre el comportamiento. – Enséñale que hay distintas formas de pedir perdón. A menudo insistimos demasiado en que sea de forma verbal («pídele perdón»), pero hay otras formas de hacerlo, como con un beso, un dibujo, un detalle… La idea es que haga algo para conseguir que la otra persona se sienta mejor. – Predica con el ejemplo. Se trata de que vean que no te cuesta pedir perdón. Incluso a ellos, si es el caso. Porque todos podemos equivocarnos. Ya sabes que tú eres su mejor modelo. También es esencial que muestres tu satisfacción tanto al perdonar como al pedir perdón. Es la forma de que comprendan la parte positiva. – Pedir perdón no sirve de nada si no va acompañado de un cambio efectivo. De nada sirve que pida perdón si piensa volver a hacerlo. – Desconfía si le resulta demasiado sencillo pedir perdón. Pedir perdón no es fácil. Y a veces lo hacen para que no les castiguemos, para evitar una reprimenda… Entonces es cuando debes insistir hasta que su petición sea sincera y no de rutina. – Controla tu enfado. Si te ha hecho algo que no te ha gustado y te pide perdón, no tienes que seguir eternamente enfadado. Si sigues, entonces pensará que pedir perdón no sirve para nada. Y nunca le niegues el perdón ni de broma. Puede entender que no te apetezca mucho estar contenta, pero no que no le perdones. Es más fácil que comprenda que tu enfado necesita un tiempo para pasarse. – Hacer que se disculpe no se consigue a la fuerza. A veces intentamos forzar las reconciliaciones («dale un abrazo a…»), pero esto es contraproducente. Si se trata de entender que ha actuado mal, explícale qué es lo que ha hecho mal y dale tiempo para que reflexione y decida cambiar. – Si ves que le cuesta acercarse a la persona a la que tiene que pedir perdón, acompáñale, porque junto a ti le costará mucho menos. 124

ACTITUDES CONTRARIAS – FALSO ARREPENTIMIENTO. Que se muestra para evitar males mayores; que no parte del corazón, sino del egoísmo. No cuesta mucho darse cuenta de cuándo un arrepentimiento no es sincero, porque no suele haber coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El verdadero arrepentimiento lleva a la acción. El falso, no. – RENCOR. Sentimiento que se mantiene cuando no se ha perdonado de verdad, cuando estamos dolidos y con deseo de devolver mal con mal. – SOBERBIA. No pide perdón quien piensa que nunca se equivoca. PALABRAS AFINES: HUMILDAD.

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34. PERSEVERANCIA

Perseverar es tener la capacidad de mantenerse firme a pesar de los retos y adversidades que inevitablemente se plantean y presentan. Las cosas no siempre van como nosotros esperamos y a veces sobrevienen dificultades que nos tientan a tirar la toalla y dejar de luchar. Muchos de nosotros hemos vivido esta experiencia, y seguro que nuestro hijo ha pasado por momentos similares. La rutina convierte a veces muchas actividades en monótonas y necesitamos una fuerza extra que nos anime a no dejar el camino a pesar de todo. La repetición de las tareas, el volver a hacer lo mismo que días anteriores, reiniciar la tarea cuando no nos sale bien a la primera, a veces desmotiva. Por eso es necesaria la perseverancia, para cuando las cosas se presenten así. Me resulta sugerente un refrán en lengua lingala que dice: «Un poco de lluvia cada día, acaba por llenar el río». La perseverancia tiene mucho que ver con la responsabilidad: somos conscientes de que la tarea que estamos haciendo es la que tenemos que hacer. Si estoy convencido de que la tarea que estoy haciendo es una decisión responsable (soy capaz de responder de ella) mía, me costará menos centrarme en ella y llevarla a buen término. Si, por el contrario, es una tarea que me viene impuesta o en la que no he participado y que no asumo responsablemente, cualquier excusa será buena para dejarla ante la menor dificultad. Necesitamos tener muy claro el objetivo que queremos conseguir y que realmente nos atraiga. No vamos a enfrentar dificultades para algo que no nos motiva. Por eso es fundamental elegir bien. Es un paso previo imprescindible. Y dentro de esto, contamos con nuestras fortalezas y debilidades, porque es inútil empeñarse en algo que es imposible conseguir con nuestras características. No es una renuncia a intentarlo (siempre hay que intentar conseguir aquello que deseamos y podemos alcanzar), sino a economizar fuerzas no gastando las que tenemos en batallas con molinos de viento. A veces la actitud de mantenerse firme en una tarea hace agua porque partimos de un pensamiento negativo relacionado con un sentimiento de incapacidad personal. Ocurre cuando, por ejemplo, tu hijo se dispone a realizar una tarea y, antes de empezarla, ya dice que le va a salir mal y que es mejor que te encargues tú de ella. Aunque te saque de quicio con su actitud, no le riñas y haz lo posible por animarle a intentar las cosas. Cada vez que tu hijo se niegue a hacer algo, analiza la situación para ver cómo puedes ayudarle. Puede que reaccione así porque efectivamente la tarea le supera. Por ejemplo, quizá aún no tenga la habilidad suficiente para atarse bien los cordones de los zapatos. En 126

este caso lo más adecuado es que le encargues algo que sí sepa hacer (abrocharse la camisa, por ejemplo, o ponerse la chaqueta), para que, al comprobar el resultado, empiece a confiar más en sus posibilidades. Otras veces los niños tienen problemas de autoestima y no se atreven a hacer las cosas porque están convencidos de que son incapaces de hacerlas bien. Lo notamos porque acompañan sus «no sé» y sus «no me sale» y «no puedo acabarlo» con la palabra nunca: «nunca lo voy a conseguir», «nunca lo haré bien»… Una vez que tu pequeño confíe en poder hacer bien lo que se proponga, se sentirá mejor consigo mismo y con vosotros. Y encontrará el modo de llevarlo a cabo a pesar de los contratiempos.

LAS IDEAS, CLARAS Lograrás que se muestre más dispuesto a poner en práctica sus iniciativas y continuar en ellas si sigues estas pautas: – Desdramatiza sus fracasos. Convéncele de que no pasa nada si las cosas no le salen bien a la primera y trata de que cambie su frase «no lo voy a conseguir nunca» por «lo voy a intentar». Es una actitud mucho más positiva. – Anímale a actuar planteándole metas alcanzables y dando apoyo a sus iniciativas siempre que puedas y que no se trate de algo peligroso. Más adelante, según vaya sintiéndose más seguro, aumenta el nivel de complejidad de sus actividades para que se vaya superando. Cuando lo haces, le demuestras que confías en él… y no tendrá tantas ganas de abandonar la tarea o aquello en lo que está enfrascado. Tú debes ser siempre un estímulo para él, no un obstáculo. – Organiza previamente con él las tareas, pensad en ellas y repasad los pasos necesarios para conseguir hacerlo, porque en ocasiones los niños se ponen nerviosos y se bloquean en cuanto les mandamos hacer algo nuevo, por sencillo que sea, como preparar su mochila para pasar la tarde en casa de la abuela, por ejemplo. Hablar con ellos antes, prever lo que tienen que hacer y orientarles sobre cómo hacerlo les ayuda a afrontar tareas nuevas. – No hagas por él lo que sepa hacer solo. Le convertirías en un niño excesivamente dependiente y sobreprotegido, y vetarías sus posibilidades de conocerse y, por tanto, de confiar en sí mismo. – Valórale. Hazle ver todas las virtudes que tiene y halágale por ellas, tanto cuando estéis solos como cuando haya gente delante. En este momento el refuerzo tiene un gran valor. Algunos niños tienen tendencia a desvalorizarse ellos mismos y sus logros: «Me ha salido bien, pero porque era algo muy fácil». No dejes que lo haga: lo que hemos hecho y conseguido acabar tiene su mérito sea o no fácil o complicado, porque lo importante es encontrar el modo de terminarlo y mantenerse en la tarea hasta conseguirlo. – Cuida tu modo de reñirle. Para no quitarle la poca o mucha seguridad que tiene en sí mismo, cuando te enfades con él no critiques su persona, sino su acción. De este modo entenderá que rechazas su acción, no a él, y su ego no se verá afectado por el 127

incidente. – Asegúrate de que las actividades y los juegos que trata de emprender y las tareas que le encargas son adecuados a su nivel evolutivo. Al comprobar que le salen bien, empezará a creer más en sus posibilidades. A menudo la perseverancia empieza en las tareas más pequeñas, como los deberes del colegio o las responsabilidades que tenga en casa. De lo pequeño se da fácilmente el paso a lo grande. – Explica a tu hijo que no debe rendirse al primer intento y hazle ver que un modo muy eficaz de aprender consiste en tener en cuenta nuestros errores, para no cometerlos de nuevo en la siguiente ocasión. Los errores no son malos, sino que nos enseñan. – Usa la visualización, el verse mentalmente consiguiendo el objetivo, como modo de facilitar el mantenerse a pesar de las dificultades. Recuerda que lo que imaginamos mediante una adecuada visualización facilita el recorrido neuronal una vez que lo estamos ejercitando. Acompaña a tu hijo al pensar en cómo se sentirá alcanzando su meta. Los corredores se centran tanto en el camino que recorren como en los sentimientos y sensaciones del triunfo. Usa esto mismo con tu hijo. La visualización te puede ayudar a planificar mentalmente el camino que hay que recorrer y ser capaz de prever las adversidades que se pueden presentar e imaginarse superándolas. A pesar de las dificultades, sigo adelante. Cuando estas se presenten de verdad le ayudará a no perder el norte. – No le atosigues. Tanto a la hora de enseñarle cualquier cosa como cuando esté intentando hacer algo él solo, dale tiempo. Las prisas le harán cometer más errores y le restarán seguridad. Hazte a la idea de que si se está vistiendo o lavando la cabeza sin tu ayuda, tardaréis más en salir de casa. – No le exijas un resultado perfecto, refuerza sus logros con palabras de ánimo y quita importancia a sus fracasos (él tenderá a dramatizarlos). Vuestro orgullo por sus avances será su mejor incentivo para que se proponga alcanzar otros nuevos. En cambio, si el mensaje subraya que le ha salido algo mal, se lo creerá y es probable que no lo vuelva a intentar. – No hagas por él lo que sabe hacer solo. Si tú intervienes acabaréis antes o el resultado será aparentemente mejor, pero, al privarle de la oportunidad de actuar por sí mismo, acentúas su inseguridad y le haces más dependiente de ti. Si puedes echarle una mano para ayudarle, hazlo, pero solo eso. – Dale buen ejemplo. No te enfades si algo te sale mal, y, en lugar de desanimarte, ponte manos a la obra de nuevo. Explícale que los errores no son fracasos, sino lecciones para aprender y mejorar. Sigue el ritmo aunque llegue la cuesta arriba y pon todos los medios a tu alcance para alcanzar las metas que te has marcado. – Valora personalmente el esfuerzo; da ejemplo de empeño para conseguir lo que deseas y no dejes las cosas a medias. Anímale a conseguir lo que quiere a pesar de que cueste. – Deja que aprenda de los demás. Buscad ejemplos de personas que han superado sus dificultades, mirad cómo lo han hecho y qué podemos aprender de ellos. Seguramente lo fundamental es no dar a los contratiempos, sean del tipo que sean, 128

más valor del que realmente tienen. En la vida hay muchos ejemplos de esta actitud. Buscadlos juntos y dejaos enseñar. – Mejórate a ti mismo, porque, cuando somos capaces de mantener el ritmo aunque llegue la cuesta arriba, cuando no dejamos nuestras responsabilidades a pesar de los contratiempos, cuando tenemos claro el objetivo que queremos conseguir y ponemos todos los medios para lograrlo, cuando no nos dejamos llevar por lo fácil y cómodo…, somos ejemplo de perseverancia para nuestros hijos.

ACTITUDES CONTRARIAS – PEREZA. Evitar realizar cualquier acción. La pereza está acompañada de desgana, de falta de motivación y de cierto aburrimiento. Está claro que la pereza no permite la perseverancia, precisamente porque no iniciamos ninguna tarea y no se puede perseverar en lo que ni siquiera se empieza. – POSPONER. Dejar las cosas para un luego que siempre se retrasa. Va directamente contra la capacidad de perseverar. Para evitarlo, marca con tu hijo fechas y tiempos, para evitar esa sensación de dejar para luego lo que puedo hacer ahora. – DESILUSIÓN. Se da cuando nos dejamos llevar por el sentimiento de impotencia y perdemos el gusto por lo que estamos haciendo. La dificultad parece que nos supera y nace una sensación de desgana, falta de ilusión y apatía. No dejes que tu hijo caiga en ello. Estad pendientes para dar ánimo cuando empiece a notar estos sentimientos que minan nuestra capacidad de seguir adelante a pesar de lo que ocurra. PALABRAS AFINES: RESPONSABILIDAD; ESFUERZO.

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35. RESPETO

El respeto es el reconocimiento de que algo o alguien tiene valor. Es una actitud que se deja traslucir en muchos momentos y en acciones muy concretas. La ventaja para nosotros es que, como toda actitud, se puede enseñar. Es un valor que tiene muchas implicaciones y que se ramifica hasta formar parte de nuestra vida entera. Hablamos de respetar a los demás, de tener respeto por los mayores, de respetar el medio ambiente, de tener respeto por la vida, del respeto a las normas… Todo el mundo usa la palabra, a veces de forma indiscriminada. Y creo que hay que devolverle su verdadero sentido y recuperar lo que quiere decir en realidad, que tiene mucho que ver con comprendernos y aceptarnos a nosotros mismos y hacer lo mismo con los demás, comprender, valorar y aceptar. Quiero presentar los aspectos en que creo que debemos centrar nuestra reflexión sobre el respeto: RESPETO A UNO MISMO

Comprensión del propio valor, de nuestra valía personal, que nos hace sentir respeto por nosotros mismos, por nuestra dignidad como personas, al margen de lo que tengamos o hagamos. El valor de SER.

RESPETO A LOS DEMÁS

Como individuos tanto como grupo. Respetamos a las personas por su dignidad, que compartimos como seres humanos. Respetamos a los grupos sociales en su diferencia y peculiaridad. Enseñamos a nuestros hijos a tenernos respeto como padres.

RESPETO A LAS COSAS

A los animales, las plantas… Respetamos y cuidamos las cosas materiales y reconocemos su valor y agradecemos poder disfrutarlas.

RESPETO AL BIEN COMÚN

Cuidar el entorno, comportarnos cívicamente. No destrozar lo que nos pertenece a todos, cuidar lo que nos pertenece a todos.

LAS IDEAS, CLARAS En esta enumeración de sugerencias para enseñar a nuestros hijos el valor del respeto y cómo ponerlo en práctica, seguimos el mismo esquema: Respeto a uno mismo: – Valorarnos a nosotros mismos y reconocer nuestra dignidad como personas. No dejes que tu hijo se sienta distinto o diferente o indigno de respeto, sea como sea o haga lo que haga, porque su dignidad como persona no la pierde jamás. 130

– Cuidarnos, comer sano, la higiene, no hacer actividades peligrosas… son señales de que nos cuidamos a nosotros mismos y nos queremos y por tanto respetamos. – Aprovechar el tiempo. Nuestros hijos no entienden totalmente este concepto, pero se lo hemos de transmitir poco a poco. El tiempo, nosotros lo sabemos, es un bien limitado y hemos de enseñar a no perderlo. Respeto a los demás: – No burlarse ni hablar mal de los demás. – No difamar, que consiste en «desacreditar [a una persona] diciendo cosas contra su buena opinión y fama. Poner una cosa en bajo concepto y estima»[18]. – No tener comportamientos, ni hacer comentarios, racistas ni sexistas. – No hacer trampas. Los demás no las merecen y para nosotros es una señal de falta de respeto. – Pedir las cosas por favor y con educación y tener un trato amable y cortés, educado. – Tener respeto a las diferentes culturas, a su forma de expresión y al derecho de los grupos a ser distintos, intentando comprender su derecho a serlo. Es la base de la convivencia. – No colarse en las filas; respetar turnos. Algo aparentemente tan sencillo es una señal de que respetamos tanto el tiempo como, en general, a las personas que van delante de nosotros. – Explícale que debe tratar a los demás como él quiere que le traten. – Respetar el esfuerzo y el trabajo de los demás. Actos como el vandalismo, tirar las cosas al suelo en vez de a las papeleras…, significan que no se piensa en quien debe recogerlas. Hay que enseñar a respetar a las personas y su trabajo, porque toda persona merece nuestro respeto. He visto actitudes muy contrarias a esto en niños que, por ejemplo, llaman de forma inadecuada a los camareros de un restaurante o tiran la comida al suelo… Son ejemplos sencillos que creo que nos sirven para darnos cuenta de lo importante que es valorar el trabajo de los demás. – Respetar los sentimientos y la intimidad de los otros. Los sentimientos son personales y por lo tanto dignos del mayor respeto; no hay burla con respecto a ellos ni los criticamos. La intimidad es esa parte de nosotros mismos que no queremos hacer pública, que deseamos mantener para nosotros mismos y las personas que elijamos; por eso hay que enseñarles que lo que los demás no quieran poner en común no hay que exhibirlo (partes del cuerpo, pensamientos o sentimientos, recuerdos…). – No dejarse llevar por sus gustos y caprichos por encima de los de los demás. Los otros siempre tienen que estar presentes en nuestro pensamiento y en nuestras acciones. Nuestros deseos tienen freno cuando se encuentran con los de los demás. Respeto a las cosas: – Reciclar. Aprovechar las múltiples vidas de las cosas. Dedicamos un capítulo a ello más arriba. – Explicarles el valor de las cosas y que, contra lo que se opina generalmente, no son «de 131

usar y tirar», sino que las cosas pueden tener más usos y vidas. Recuerda que nuestros hijos, como vimos en la introducción, corren siempre el peligro del consumismo y de no valorar las cosas en su medida. Respeto al bien común: – Cuidar la clase y los sitios comunes; incúlcale que debe cuidar lo que es compartido como si fuera propio. – Proteger el medio ambiente, un bien que compartimos; disfruta y agradece la naturaleza que nos une. – Observar las señales en sitios públicos (silencio en hospitales, por ejemplo). – Cuando pasemos por un sitio, dejar las cosas tal como estaban o mejor para el que venga después.

ACTITUDES CONTRARIAS – SOBERBIA. La define la Real Academia de la Lengua como «altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros». Si quiero destacar sobre los demás no voy a mostrar mucho respeto por ellos; más bien, desprecio por los que no me reconocen como yo quiero. Otra acepción habla de sentirnos mejores que los demás. – INTOLERANCIA. Que va en contra directamente de nuestro deseo de respetar a todos los grupos. – INDIVIDUALISMO. Que es una tendencia de los jóvenes de hoy. Yo, yo, yo y me olvido de los demás, a los que no tengo que mostrar respeto porque para mí no existen. PALABRAS AFINES: HUMILDAD; TOLERANCIA; UNIVERSALIDAD.

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36. RESPONSABILIDAD

Una persona es responsable cuando se hace cargo de sus acciones y no echa balones fuera culpando de todos los males a los demás, llámense sociedad, ambiente cultural, educación deficiente… Cuando responde de lo que hace, piensa o siente. Educar en este aspecto supone enseñar a reconocer los errores y cumplir con las obligaciones y compromisos adquiridos. Nacemos en la irresponsabilidad absoluta. Dependemos totalmente de los demás y no podemos hacernos responsables de nuestras obras. Por eso hay que educar a nuestro hijo para que, de forma paulatina, vaya asumiendo sus pequeñas responsabilidades. En el futuro se le van a exigir y, si no se ha acostumbrado desde pequeño, no va a ser capaz de cumplirlas y se convertirá en eso que muchos rechazamos: una persona que no acepta ni cumple sus compromisos, un irresponsable. La responsabilidad tiene diversas facetas que ahora señalamos para entender toda su grandeza e implicaciones en nuestra vida: Asumir las consecuencias de los propios actos y decisiones. Lo que hago o lo que decido me crea un compromiso que debo atender. Si, por ejemplo, tus hijos deciden que quieren apuntarse a determinada actividad extraescolar, deben asumir el compromiso de seguir a pesar de las dificultades. Es la forma de enseñarles que nuestras decisiones nos vinculan. Por otro lado, todo lo que hacemos tiene consecuencias y es necesario que las entiendan y asuman. Sentido del deber. Sentirnos comprometidos con nuestras obligaciones, con lo que tenemos que hacer. Esto que ahora comentamos es posible enseñárselo a nuestro hijo si cuando le encomendamos algo o lo asume por propia iniciativa le invitamos a llevarlo a cabo pase lo que pase. Si entre sus pequeñas obligaciones está recoger su cuarto, le recordamos que tiene que hacerlo porque así lo establecimos. Lo mismo con cualquier otra responsabilidad que haya adquirido. Conciencia de las obligaciones. Por encima de las que nos vienen impuestas desde fuera, somos conscientes de los compromisos que tenemos. Y de que si no los cumplimos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros ni como nosotros. Las obligaciones son siempre compañeras de camino en la vida. Podemos enseñar a nuestros hijos a vivir con ellas y asumirlas. Capacidad de sentirse comprometido a realizar una tarea aunque no haya presión externa. Un niño que hace los deberes solamente cuando se le está vigilando no ha llegado aún a ser responsable.

Tomar la responsabilidad de nuestra vida nos hace recuperar la dignidad, el respeto y la confianza en nuestra capacidad. 133

LAS IDEAS, CLARAS – No delegues toda la educación en el colegio. Ellos hacen su parte, pero la principal está en casa. Es una tentación en la que solemos caer, porque es más fácil ver los fallos ajenos que los propios. Nosotros somos los principales educadores. Esa es nuestra responsabilidad. – Asigna pequeñas tareas –siempre a su nivel– y supervisa. Desde lo que parece no tener importancia aprende uno a hacerse responsable. Es esencial que desde pequeños los niños participen en las tareas del hogar. Al principio, serán responsabilidades menudas, como ayudar a poner algo en la mesa, recoger sus juguetes… De forma progresiva las tareas pasan a tener mayor dificultad, dentro de que sean moderadas y estén a su alcance. Es importante que tengan estas tareas encomendadas y también lo es que puedan llevarlas a cabo fácilmente, en una especie de entrenamiento para situaciones posteriores. – Del mismo modo, elogiarles y felicitarles cuando vemos que cumplen es una forma de asegurar que lo sigan haciendo. En caso de que no sea tan positivo, bien porque no lo hacen o porque se han equivocado, lo mejor es animar y ayudar explicando la forma correcta. Nunca criticar ni minusvalorar. Es esencial que les digas claramente, asegurándote de que lo entiendan, lo que esperas que hagan y cómo, si es necesario detallándolo paso a paso. – Nunca uno de vosotros debe asumir las tareas que corresponden al niño. No es vuestra competencia, sino la suya, y no importa si tardan más, lo hacen regular o no les apetece. Nosotros orientamos, asesoramos, ayudamos…, pero nunca asumimos en su nombre la responsabilidad, porque entonces se desentienden y no resulta educativo. Necesitamos buenas dosis de firmeza y paciencia. – Cuando tenga la edad (alrededor de los 10 años) dale una pequeña paga y deja que se administre. Es la forma de que aprenda a ser responsable con el dinero. No interfieras demasiado prohibiendo que gaste en lo que tú no crees que debe gastar. Necesita experimentar por sí mismo la capacidad de decidir. Eso sí, cuando lo gaste y quiera otra cosa… recuérdale que ya tuvo lo pactado, y así aprenderá, no a la primera vez sino poco a poco, a administrar de forma responsable su paga. – Cuando haya un problema en que él sea parte importante, bien porque lo ha provocado o porque las consecuencias le afectan directamente, comparte con él la situación, para que asuma su responsabilidad. Se trata de hacerle participar en la solución del problema aportando su opinión. – Acostúmbrate/acostúmbrale a establecer plazos y cumplirlos. Si dices que en una hora tal cosa, que sea una hora, no más, porque ellos necesitan que les enseñemos a respetar el tiempo y los plazos que nos marcamos. – También forma parte de este tema el hacerse responsable del cuidado de las cosas; vivimos rodeados de cosas, muchas de ellas de «usar y tirar», y la cultura de nuestros hijos exagera este aspecto. Les cuesta entender que deben cuidar las cosas. Seguramente, como siempre tenemos algo que darles en sustitución, no han aprendido a valorar. El «me compro otro» está bien cuando se estropean las cosas, 134

pero no cuando ha sido por dejadez. Enseñarles a ser responsables supone invitarles a cuidar, por ejemplo, su material escolar, sus juguetes, su ropa… A veces es bueno que ellos contribuyan al gasto, bien con parte de su paga –si la tienen– o realizando una tarea extra de ayuda en casa. Se trata de enseñarles que somos también responsables de las cosas que tenemos. Frente a esta tarea solemos actuar de forma diferente, la mayor parte de las veces sobreprotegiendo y dando todo lo que nos piden. Recuerda que la felicidad no es tenerlo todo, sino conseguir lo que uno se propone y disfrutar de lo que se tiene. – No hay mejor aprendizaje de la responsabilidad que aceptar, asumir y a veces sufrir las consecuencias de las decisiones. Si se da cuenta de que todo lo que hace tiene consecuencias y de que estas a veces son negativas, seguro que lo aprende para la siguiente vez. No hay que forzar las cosas, sino dejarse llevar por la consecuencia natural, esa que aparece asociada a los actos que realizamos. – Es fundamental que nuestro hijo sepa que no todo es posible y que hay una serie de normas y límites. Crecer en un ambiente que todo lo permite no ayuda a la responsabilidad, pues la tendencia es diluirla en el ambiente. Es necesario que haya normas y límites y que se exija que los respeten. Es casi el primer paso para educar de forma responsable. – Confiamos en ellos y se lo demostramos. Es importante tu apoyo personal y que sienta que confías en él. Cuando partimos de esta confianza básica y de la seguridad interna de que son capaces de hacerse responsables y de aprender a buscar soluciones y actuar en consecuencia, se lo transmitimos y se sienten más seguros de sí mismos y esto facilita su responsabilidad. – Aceptar las críticas negativas. Porque cuando decidimos algo, no siempre todo el mundo está de acuerdo. Pero hacerse responsable es asumir este riesgo y seguir adelante sin dejarse hundir por los comentarios ajenos.

ACTITUDES CONTRARIAS – DEJADEZ. Hacer las cosas sin interés, simplemente por cumplir y sin tener ninguna intención de hacerlas lo mejor posible. – PROCRASTINACIÓN. Que se conoce como «el arte de postergar». Dejar siempre para otro momento lo que tengo que hacer, sea porque me agobia, porque me crea angustia o porque temo no poder llevarlo a cabo. Quien posterga, aplaza la realización para un después que nunca llega. Su lema sería «no hagas hoy lo que puedas dejar para mañana». Nunca encuentra el momento adecuado para enfrentarse a la tarea: siempre falta algo, encuentra una tarea alternativa más fácil o entretenida… Hay que enseñar desde pequeños a los hijos a no dejar las cosas para luego. Lo que hay que hacer, aquello que es nuestra responsabilidad, lo hacemos en el momento que corresponde, sin dilatarlo en el tiempo. Las consecuencias de no educarles en ello son graves cuando se hacen mayores, porque se convertirán en adultos que eternamente dejan para después lo que es necesario hacer ahora. – SOBREPROTECCIÓN. Que en este caso consiste en hacer nosotros lo que les 135

corresponde a ellos, asumir nosotros sus responsabilidades, en un afán insano de protegerles. PALABRAS AFINES: RESPETO; CONFIANZA; ESFUERZO.

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37. SINCERIDAD

La sinceridad es bastante más que el mero hecho de decir la verdad. Es cierto que esta es una gran parte y es algo que tenemos que enseñar a nuestros hijos, pero no es suficiente. También forma parte de la sinceridad el ser consecuente con uno mismo, y se convierte entonces en una actitud ante la vida. Es cierto que lo primero que debemos enseñar a nuestros hijos es a no mentir y que la mentira siempre tiene una consecuencia negativa, pero es necesario que demos un paso más y lo convirtamos en una actitud vital, en una apuesta por ser coherentes y consecuentes en nuestra vida y en la decisión de no aparentar lo que no somos y no intentar dar una imagen engañosa de nosotros mismos. Ser una persona sincera supone haber sido capaz de contactar con uno mismo y aceptarse tal como uno es, porque de lo contrario daremos una imagen engañosa, lo cual se aleja bastante de la sinceridad que buscamos. Lo que debemos transmitir a nuestros hijos acerca de la sinceridad no es complicado de entender, pero sí de llevar a la práctica. Y la primera enseñanza es que es mejor decir la verdad que mentir, que la mentira siempre tiene consecuencias. Las historias clásicas como Pedro y el lobo, siempre mintiendo acerca de la presencia del peligro, te ayudarán a hacerle entender que la mentira no es buena. Hay muchas historias sobre este tema. El cuento clásico de Pinocho es un buen ejemplo de cómo la mentira se nota incluso físicamente en nuestro rostro. Por eso es una buena ayuda para que nuestro hijo entienda que, cuando mentimos, algo cambia en nosotros, como la nariz de Pinocho. La mentira se nota y hace que los demás se percaten de ella. No es magia cuando nos damos cuenta de que alguien nos miente. Es que la mentira provoca cambios en nuestro cuerpo y sobre todo en nuestro rostro. También tienes que enseñarle que la sinceridad nos hace ser mejores personas. Cuando somos sinceros, los demás pueden confiar más en nosotros y se genera un ambiente en el que son más sencillas la libertad y la responsabilidad. Ayuda a que las relaciones con los demás sean mejores. Los niños no siempre reconocen los motivos por los que mienten; muchas veces se dejan llevar por su fantasía y por el deseo de que las cosas sean tal como las han pensado. Otras veces lo hacen por destacar entre los compañeros: una mentira, a veces, hace ganar prestigio en el grupo. Otras veces, hemos de reconocer que la mayoría lo hacen por evitar un castigo, porque saben que han hecho algo mal y creen que así se van a librar de las consecuencias. Nunca debes dejar que esto ocurra sin corregirlo. 137

LAS IDEAS, CLARAS – No culpes ni dejes que culpe a los otros de los errores. Es fácil echar la culpa fuera, buscar responsabilidades en otros. Cuando ocurra algo de lo que te sientas responsable, asúmelo. Cuando atiendo en la clínica a niños que siempre encuentran problemas en sus relaciones, de esos que siempre discuten con los demás y culpan a los otros de sus problemas, siempre intento que se den cuenta de que ellos tienen parte de responsabilidad. Una simple pregunta, «¿y tú?», es clave para ayudarles a darse cuenta de que son en parte responsables, de que culpar a los demás no es una estrategia válida si queremos cambiar. Prueba a hacerlo con tu hijo. – Cumple lo que dices. Da ejemplo de que cuando dices algo, eres consecuente con ello. Es la forma de que aprendan a hacerlo también. Si tú cumples lo que dices, él aprende a cumplir sus compromisos. – Evita que obtenga beneficios con la mentira. Nunca puede obtener lo que quiere mediante engaños. Y si descubres que ha conseguido algo mediante esta estratagema, no dudes en quitárselo, sea lo que sea. La mentira nunca puede ganar. En el caso de hijos de padres separados, los niños suelen recurrir a la manipulación mediante la mentira para conseguir lo que quieren, aprovechando la casi habitual falta de comunicación entre los padres. Sin llegar a estas situaciones, en que hay que estar especialmente alerta a su comportamiento, sí es cierto que a veces intentan manipular y conseguir lo que desean mediante mentiras, primero pequeñas y luego más graves si no se cortan a tiempo. Es mucho mejor ayudarle a reconocer sus errores usando tus mejores dotes de empatía. – Corrige la mentira de forma inmediata. No puedes dejarlo para luego ni hacer como si no te hubieras dado cuenta. Una mentira descubierta nunca puede quedar en el olvido. – Llama siempre a las cosas por su nombre, sean buenas o malas. No aceptes el mito de que existen las «mentiras piadosas» y menos si de lo que tratas es de enseñar sinceridad a tu hijo. La mentira no es piadosa. La verdad dicha con cariño sí lo puede ser. Si algo no te gusta o no está bien, dilo y anímale a decirlo. Es mejor ser sincero que no serlo. – No le hagas cómplice de «mentirijillas», esas que a veces se nos escapan y en las que intentamos buscar quien nos ayude. El «di que no estoy en casa», «esto no se lo decimos a papá/mamá…», «es un secreto»… no es apropiado. No vale. Deben aprender el valor de la sinceridad por encima de todo. – Valora y refuerza cada momento en que practique la sinceridad. No dejes que pase inadvertido y hazle entender que justo eso es lo que tiene que hacer y lo que le ayuda a ser mejor. Cuando diga la verdad a pesar de haber hecho algo que no te agrada, sé comprensivo y benevolente, suaviza el castigo, ya que ha sido sincero. Lo que ha hecho mal se ha de corregir, pero teniendo en cuenta su «buena acción». Cuando demuestre que es sincero, es el momento de darle mayor libertad y responsabilidades, porque está preparado para ello y así lo ha demostrado. Intenta crear un ambiente familiar en que se reconozca y haga sentir bien a los miembros cuando dicen la 138

verdad. – Evita etiquetar. Si etiquetas, das pistas de actuación, porque tu hijo entiende directamente que debe comportarse tal como tú le has dicho que es. Si le calificas como «mentiroso», por ejemplo, él entenderá que es eso lo que esperas de él. Trata de hacer lo contrario. No le descalifiques de forma global. Limítate a corregir o calificar la acción, no a la persona. – No esperes a que mienta para hacerle comprender lo negativo de esa actitud. Prevenir es mejor.

LOS ENEMIGOS – La «SINCERIDAD QUE MATA», es decir, usar la sinceridad como un arma contra los demás, el ser o pretender ser sincero a toda costa y sin tener en cuenta la reacción que produce en los otros. Hay personas que hacen daño con su supuesta sinceridad, que tiene que ver más con falta de control que con una actitud de búsqueda de la verdad. Puedes enseñar a tu hijo que ha de ser comedido, decir la verdad, pero que hay momentos para todo y también para la discreción. No es lo mismo mentir que no decir parte de las cosas. Para ser sincero no hace falta hacer daño a los demás. Siempre hay que hacer las cosas con tacto, discreción y, sobre todo, en el momento oportuno. De lo contrario, convertimos la sinceridad en una forma de lastimar. – CONDENAR SIN ESCUCHAR. Lo hacemos cuando viene a contarnos algo (por ejemplo, por qué ha llegado más tarde de su hora fijada) y, en vez de escucharle, ya le hemos juzgado y condenado con nuestras presuposiciones. Respeta que diga su verdad. Si descubres que miente, entonces tendrás razón en tu sospecha, pero no antes de que se pueda explicar, porque si siempre sospechas no generas confianza. Tendemos mucho a esta actitud y debemos tener cuidado, porque hace que nuestro hijo pierda la confianza. Evita también convertir las conversaciones en interrogatorios, porque no fomenta la confianza. – SERMONEAR. No lo hagas. No lleva a ningún sitio útil, sino simplemente a que se aburran y desconecten. Ya saben de sobra que deben ser sinceros. Corrige la acción y haz que tenga sus consecuencias, sin recurrir a un discurso que se demuestra improductivo. PALABRAS AFINES: COHERENCIA; CONFIANZA; AUTENTICIDAD.

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38. SOLIDARIDAD

La palabra es, sin duda, sugerente y resuena dentro de nosotros con fuerza. Para bien o para mal, está en el vocabulario de muchas personas y en los medios de comunicación. La ventaja es que forma parte de la realidad de nuestros hijos y es un concepto que manejan y entienden. Por otro lado, seguramente el uso frecuente y en diversos contextos puede haber llevado a que se devalúe su significado auténtico. No siempre se utiliza adecuadamente y a veces se ha producido un abuso. Conviene entonces que sepamos a qué nos referimos con la palabra solidaridad y cómo podemos educar a nuestro hijo para vivirla. La solidaridad es un sentimiento que lleva a la colaboración mutua de personas y hace que nos sintamos unidos a los demás, especialmente en momentos de dificultad. Es lo que nos lleva a ofrecer una mano para compartir la carga. Existen diversas formas de entender la solidaridad, diversas acepciones. Hablamos de solidaridad social, la que se establece entre grupos; solidaridad internacional, entre países, y, por último, la solidaridad entre individuos, que es la que a nosotros ahora nos interesa más y en la que nos centramos. En ella hay un verdadero interés por el otro y por lo que le ocurre. Es la que hace que cualquiera de nosotros se sienta parte de un entramado social y relacionado, muy vinculado, con el resto de los seres humanos, ya que nos anima a sentirnos responsables de todos los seres humanos y empeñarnos en el bien común. Todos necesitamos a los demás en algún momento de nuestra vida, no somos seres independientes de los demás (aunque algunos pretendan vivir como si pudieran conseguirlo), y es precisamente la solidaridad, el ser capaz de colaborar para conseguir un objetivo, la que mantiene el entramado de interacciones. El «hoy por ti, mañana por mí» cobra especial sentido a la luz de estas reflexiones.

LAS IDEAS, CLARAS Es posible enseñar a nuestro hijo a ser más solidario. La solidaridad es un concepto amplio que se aprende con pequeños gestos. Y de ello nos vamos a encargar ahora, de desmenuzar la solidaridad para ver cómo transmitirla a nuestro hijo. – Sé ejemplo de comportamientos solidarios; los hay desde pequeña hasta gran escala, desde un donativo o contribuir a una causa solidaria (campañas kilo, suscripción a 140

asociaciones, ONG…) hasta colaborar o fortalecer grupos con objetivos solidarios. Todos los comportamientos de que hemos hablado y que seguiremos comentando debes comenzar a practicarlos. El tema de la solidaridad, más que otros, no se enseña, sino que se transmite. Y no se puede transmitir lo que uno no vive. No se pueden transmitir valores de los que se carece. – En épocas o momentos señalados, hay campañas para ayudar a los más desfavorecidos. En Navidad, con los juguetes o campañas contra el hambre… Enseña a tu hijo a compartir parte de lo que tiene ahorrado o, si es un poco mayor, a ahorrar para poder compartir con los demás. Y ten especial cuidado de que participe en la donación, para que sienta la experiencia y el bienestar de ser solidario. No le obligues a hacerlo. Ha de estar convencido y motivado, porque la solidaridad no se impone. – Cultiva su generosidad. Ser generoso es requisito para poder ser solidario. No solo la generosidad con las cosas, sino con uno mismo, con todo lo que somos, nuestras habilidades, nuestro tiempo… – Favorece los juegos cooperativos para que tenga la sensación de que todos dependemos de los otros y formamos parte de un grupo en que todos los brazos son necesarios para remar. – Participa con ellos en actividades a favor de la solidaridad, como las que se puedan organizar en tu barrio o cuidad. Si tienes interés, puedes encontrar cerca de ti actividades de este tipo. Una buena idea es aprovechar los «días de» oficiales, como por ejemplo el día 31 de agosto, que es el Día de la Solidaridad, u otros días, como el de los sin techo… Cualquier oportunidad para sentir de cerca los problemas de los demás y comprenderlos. – Aprended juntos a ser críticos con los medios de comunicación o con las personas que usan de forma indiscriminada y a veces desacertada la palabra solidaridad. ¿Es eso solidaridad? ¿O se le puede llamar de otro modo? Creo que la clave la hemos mencionado anteriormente: la solidaridad invita y empuja a la acción. No existe el «manifiesto mi solidaridad» sino el «la pongo en práctica, aquí están mis manos». La solidaridad de boquilla no sirve. – Abrid los ojos para ver lo que hay alrededor, lo que se ve en el ambiente, en la calle, en su colegio… Siempre hay oportunidades para demostrar nuestro interés por los demás y ofrecernos para colaborar. – Reflexionad juntos sobre los hábitos solidarios y los poco solidarios. Aprovecha las oportunidades que el día a día te ofrece, las películas que suele ver, los dibujos o los libros que lee. En todos ellos aparecen ocasiones para reflexionar juntos sobre ello. Propón e invita a proponer un cambio. – La enemistad y el desprecio no son solidarios. Evita las burlas y los comentarios burlescos. Intenta que tu hijo aprenda el valor de la paz y el diálogo frente a la violencia o a considerar a los otros como enemigos. Intenta no hablar mal de los otros. – Un matiz un poco más sutil es valorar lo que tenemos y usamos. Una de las 141

características de los jóvenes hoy, lo vimos al principio, es lo que llamábamos «fecha de caducidad». Tienden a no valorar las cosas más que como de usar y tirar. Ser solidario implica también cuidar lo que poseemos, precisamente por respeto a quienes no lo tienen. Y ser capaz de valorar en su medida lo que está a nuestra disposición. – Aprovecha cualquier situación que se presente de forma natural para sensibilizarle ante el dolor ajeno. La solidaridad empieza por reconocer que alguien o algunas personas están pasando un mal momento o tienen una vida complicada, y eso hace que se despierte nuestro deseo de ayudarles a mejorar. El siguiente paso ha de ser el paso a la acción. ¿Qué puedo hacer para mejorar su situación? Y actuar en consecuencia. A veces es tan sencillo como detectar al compañero que no está integrado, que necesita un poco de ayuda o simplemente una mano amiga. No es necesario, aunque debéis valorar si conviene hacerlo y está preparado para ello, mostrarle en su dureza lo negativo del mundo. Si fomentamos su espíritu solidario, él mismo se dará cuenta más tarde. Empieza por lo pequeño, por lo que está a su alcance. – Que tu hogar sea un lugar donde siempre se tenga presentes a los demás y sus necesidades.

ACTITUDES CONTRARIAS – COMPETENCIA. La competencia considera a los otros como rivales a los que superar, no ayudar. No existe solidaridad si vivimos la vida desde el sentimiento de competición con los demás. – BUENAS INTENCIONES. La peor forma de pasar a la acción que implica la solidaridad es quedarse simplemente en buenas intenciones y no dar un paso más. Procura que siempre dé el paso a la acción. – PATERNALISMO. Es la actitud que lleva a realizar acciones solitarias desde la protección y con un afán de ayuda que nace más del deseo de sentirse bien uno consigo mismo. Te cuido como un padre si tienes un problema. «El paternalismo aparece cuando el que tiene autoridad no tiene en cuenta las circunstancias actuales del sujeto, tratándolo como menor de lo que es, o como retrasado mental, o como incapacitado y eternamente insolvente»[19]. PALABRAS AFINES: COOPERACIÓN; GENEROSIDAD; RESPETO.

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39. TOLERANCIA

La tolerancia implica tanto ser capaz de adoptar posturas flexibles o diversas frente a la vida como la apertura mental a nuevas experiencias y al encuentro con otras formas de entender la cultura. Nosotros nos vamos a fijar en esta segunda noción. El conocimiento de formas distintas de pensar y el contacto con ellas son enriquecedores para todos nosotros, aunque para algunas personas se convierten en una amenaza. Ser tolerante supone ser capaz de acercarse con respeto y consideración a los demás. Por eso es importante enseñar y practicar la tolerancia, porque es la base para construir una sociedad sin barreras. La tolerancia implica una apertura de la mente que favorece un nuevo modelo de convivencia. Los niños no nacen con prejuicios, sino que los aprenden de su ambiente familiar, primero, y luego en la escuela, en los parques, allí donde suelen pasar tiempo. Los niños entienden el lenguaje universal del juego y de la risa y no hacen distinciones por nacionalidad, idioma o color de la piel de sus compañeros. Para ellos todos somos iguales. Somos los que les educamos quienes, si no somos cuidadosos, transmitimos prejuicios, estereotipos y creamos diferencias. Los niños aprenden rápidamente que esto es lo que hay que hacer y no dudarán en crear diferencias con sus compañeros. Por eso es muy importante que revises primero tu propia actitud para ser un buen ejemplo. Mira si tienes capacidad de tolerancia y respeto, porque de otro modo tienes que hacer primero un trabajo personal. La familia es el primer lugar donde se practica la tolerancia. En ella encontramos la base, porque dentro de la familia hay un lugar para la escucha y comprensión de todos, para aceptar a cada hijo como es, admitiendo la diversidad entre hermanos, y un lugar donde se respetan las opiniones de los demás incluso recibiendo las críticas que nos puedan hacer, en busca de un consenso y un aprendizaje común. A partir de ahí, si todo funciona como hemos dicho, el niño siente la seguridad necesaria para poder aceptar sin problemas distintas formas de pensar, sentir, hacer, creer. Si falta esta base es complicado enseñarles. Hay unas enseñanzas básicas elementales que debemos transmitir con naturalidad a nuestro hijo: Todos somos iguales aunque seamos distintos, y nadie, por ser diferente, tiene derecho a creerse superior ni inferior. Cada ser humano es único e irrepetible y tiene derecho a serlo.

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Las diferencias nos enriquecen a todos. La diversidad inspira interés, no miedo. Además, siempre hay algo en común en todas las personas y podemos buscarlo y partir de ello. La pluralidad es algo normal en la sociedad. No se debe juzgar a nadie por las apariencias. Toda persona merece la oportunidad de que la conozcamos. Ser tolerante no significa aceptar todo de forma indiscriminada, sino partir del respeto sin transigir en las cosas fundamentales, que son no molestar ni dañar a los demás ni menoscabar sus derechos. Tolerar es admitir que uno puede pensar distinto e intentar comprender y aceptar, siempre que no se pongan en juego aspectos importantes. «Solo existe una raza, la raza humana» (A. Einstein). Los demás merecen siempre nuestro respeto por ser lo que son, independientemente de lo que tengan. Hay personas con ideas fanáticas –los niños lo ven y oyen habitualmente–, pero puedes hacerle comprender a tu hijo que están equivocadas. La tolerancia implica aceptar la posibilidad del error, tanto propio como ajeno. Todos podemos equivocarnos y no se para el universo por ello. Queremos un mundo mejor donde todos tengamos cabida, sin importar raza, cultura, características personales o ideas.

LAS IDEAS, CLARAS – No hagas comentarios negativos sobre personas o grupos ni descalificaciones globales, porque los hijos aprenden rápidamente los estereotipos –entendidos como imágenes globales simplificadas y compartidas acerca de los miembros de un grupo– y no es esto lo que estamos buscando. – Habla a tu hijo sobre la diversidad, sobre las diferentes culturas del mundo y lo que puede aportar cada una de ellas. – Cuida tu lenguaje y no uses expresiones agresivas contra otras personas. – No des excesiva importancia a sus primeros encuentros y desencuentros con personas de otras culturas. En ellos es normal el juego de aceptar y rechazar a los compañeros en general y a veces somos nosotros los que rizamos el rizo y buscamos comportamientos intolerantes donde no los hay. Deja que el encuentro con los demás sea tal como suelen ser sus encuentros sin buscar mayores complicaciones, porque sabemos que, entre ellos, el que hoy es el peor enemigo se convierte mañana en el supercompañero inseparable y en esto no hacen discriminaciones. Tolerar es, precisamente, dejar que actúe con normalidad, sin un énfasis especial al tratarse de 144

un grupo diferente. – Investigar juntos sobre las culturas de sus quizá nuevos compañeros de clase o vecinos, buscando información, leyendo, preguntando, buscando fotografías o vídeos de forma que sea más sencillo conocerles. Cuando conocemos las diferentes culturas nos es más sencillo ser tolerantes. – Refuerza siempre su seguridad personal, porque, a más sentimiento de seguridad, más capacidad de tolerar, y cuanto menos seguros nos encontramos, más intolerantes nos volvemos. – No permitas en casa chistes ni comentarios racistas ni burla alguna sobre los demás. – Responde a todas sus preguntas con sencillez y sin prejuicios. Los niños son curiosos por naturaleza y lo puedes aprovechar para enriquecerle en la diversidad. – Cuida especialmente el ambiente del centro escolar. Conoce bien a su profesor y asegúrate de que mantenga una actitud positiva e igualitaria con todos los niños. – Vigila que los libros, películas o videojuegos con los que se entretiene e incluso lo que ve en televisión no transmitan mensajes despectivos con ciertas personas o grupos. Busca, por el contrario, cuentos e historias de otras culturas. – Participa en las actividades que organice su colegio para ampliar conocimientos sobre otras culturas. Lo mismo si en tu barrio o ciudad se organizan encuentros interculturales, un buen lugar para conocer de primera mano costumbres y formas de vida diferentes. Seguro que a tu hijo le apetece y le divierte participar en estos encuentros. El conocimiento lleva al entendimiento de las personas y suele ir seguido de comportamientos y actitudes tolerantes. Ya no es algo ajeno a nosotros, sino que de un modo u otro lo hemos hecho formar parte de nuestra vida.

ACTITUDES CONTRARIAS – INTRANSIGENCIA. No aceptar los errores de ningún tipo, ni propios ni ajenos. No aceptar las diferentes formas de entender el mundo. Quizá tu hijo haga ciertos comentarios de este tipo. Corrígele y enséñale a transigir, a negociar, a comprender. – PREJUICIO. «Un juicio previo que está basado en una generalización defectuosa e inflexible, estereotipo, que puede ser sentida o expresada y puede ser dirigida al grupo como un todo o a un individuo como miembro de dicho grupo; entre sus manifestaciones destacan la heterofobia o rechazo y exclusión del diferente, la subalternidad o categorización de inferioridad del considerado distinto y el etnocentrismo o consideración de superioridad cultural o étnica de un grupo frente a otros»[20]. – AUTORITARISMO. Mi opinión es lo que cuenta, mi interés el que prevalece y mis ideas las que se imponen. El autoritario no puede ser tolerante, porque eso supone reconocer que otros pueden tener parte de razón. Evita esta actitud en tu hijo. A veces son así con su grupo de amigos y se les ve intentar imponer su opinión a los demás. Habla con él sobre ello y hazle ver lo inconveniente de esta actitud, que aleja amigos y distancia a la gente.

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PALABRAS AFINES: COOPERACIÓN; UNIVERSALIDAD.

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40. VALORES DE ACTITUD

A veces no podemos hacer nada para evitar que ciertas cosas sucedan. Y entonces es el momento de hacer presente nuestra capacidad para vivir desde la libertad lo que nos está ocurriendo, porque siempre somos libres para decidir cómo queremos enfrentarnos a lo que no podemos eludir. Este concepto nace prácticamente en un campo de concentración. Un psiquiatra encerrado en varios de ellos consecutivamente, y a la luz de su experiencia previa como profesional, atinó a decir que el hombre es mucho más que lo que le está sucediendo y, en un paso más allá, que sus propias limitaciones o las que le imponga la vida. Viktor Frankl, este es su nombre, abrió una puerta a la esperanza: podemos ser libres incluso, paradójicamente, cuando estamos encerrados en un campo de concentración. Frankl habla de SENTIDO: si somos capaces de encontrar sentido a lo que nos ocurre, seremos capaces de afrontar cualquier cosa. Habla de tres formas de encontrarlo:

VALORES DE CREACION

Mediante las cosas que realizamos, esa sensación de plenitud y satisfacción que nos supera a nosotros mismos cuando hacemos algo; se trata de cualquier cosa que aportamos al mundo como trabajo, en una concepción que va más allá de lo estrictamente laboral e incluye cualquier creación. Se expresan cuando el hombre da a los demás algo de sí mismo, el fruto de sus manos, una respuesta concreta (actividad, producto realizado, etc.).

VALORES DE EXPERIENCIA

«Se refieren a lo que el ser humano recibe gratuitamente del mundo, en forma de vivencia artística, filosófica, literaria, etc. Contemplar la belleza de la naturaleza es uno de los mejores modos de encontrar el sentido de la vida. Pero la experiencia más profunda en este segundo camino es el encontrarse con otro ser humano y descubrir en él su unicidad, su irrepetibilidad, su ser ahora y todas sus potencialidades que pueden llevar a convertirle en una persona más plena»[21]. En definitiva, es la capacidad de recibir del mundo mediante los sentidos y de vincularse a los semejantes mediante el amor.

VALORES DE ACTITUD

En este momento entra en juego mi capacidad para vivir desde la libertad lo que me está ocurriendo. No soy libre para elegir lo que me ocurre, pero sí para decidir cómo vivirlo. Dicho de otro modo, no elijo las cartas que me reparten, pero sí cómo jugar con ellas. Cuando no se puede hacer nada, siempre se puede hacer algo: cambiar la actitud ante el destino adverso.

Nada entonces está determinado, porque por encima de cualquier suceso está mi 147

libertad para vivirlo de una u otra manera. Si has sufrido, si has tenido una infancia poco feliz, si te han hecho prisionero en Auschwitz, si has vivido la muerte de alguien cercano… no necesariamente has de estar toda la vida penando, porque existe en ti la libertad de vivir las cosas de otra manera. El maltratador que maltrata, el hijo de alcohólico que bebe, el desesperado por una tragedia cercana… ya no tienen excusa para quedarse anclados en esa actitud. Porque por encima de todos ellos y nosotros pueden y podemos adoptar una actitud distinta y decidir si queremos seguir ese camino o cambiar. Y saber que, incluso en el peor de los casos o las más adversas circunstancias, nuestra libertad nos ayuda a decidir cómo lo queremos vivir, si enganchándonos a ello o dándonos una oportunidad. Los valores de actitud son justamente eso, la puesta en marcha de nuestros recursos para vivir las cosas de otra manera y encontrar el significado que tienen.

LAS IDEAS, CLARAS Tenemos que encontrar el modo de ayudar a nuestro hijo a descubrir estos valores. Y digo «descubrir» porque los valores no se enseñan, ni siquiera se transmiten, sino que se descubren y es cada uno el que ha de encontrar el sentido a lo que vive. Por eso prefiero hablar de enseñar a tenerlos en cuenta más que de indicar el camino para encontrarlos. Podemos enseñar a nuestro hijo que existe una forma distinta de afrontar las cosas y vivirlas…, pero no podemos decirle cuál es, porque nosotros no la sabemos de antemano ni nos corresponde saberla. Por eso mismo, lo primero de que disponemos para enseñar a nuestro hijo es nuestro ejemplo. ¿Cómo vives tú los reveses inevitables? Si en tu mente existe la apertura a encontrar el sentido, si no renuncias a tu libertad para vivir las cosas de otro modo y así lo transmites en tus conversaciones, comentarios y, sobre todo, en tu forma de vida… estás enseñando a vivir valores de actitud. Y este es uno de los mejores aprendizajes que le puedes transmitir. Hay que tener muy en cuenta la edad de los hijos para enfrascarnos en esta tarea, porque no siempre están preparados para aprender conceptos abstractos como el que estamos mencionando en estas páginas. Seguramente tu hijo no ha tenido que enfrentarse a momentos muy complicados, o al menos eso espero. Pero puedes aprovechar sus pequeñas experiencias para enseñarle a vivir los valores de actitud. Por ejemplo, los conflictos con los que inevitablemente se encuentra en su día a día, en casa, en el colegio, con sus amigos… También las experiencias de pérdidas, bien de algún ser querido cercano, como los abuelos, bien de alguna mascota a la que quería o incluso algún juguete que se rompe o un amigo que cambia de barrio o de colegio… Cada cosa a su nivel, por supuesto, pero teniendo siempre presente la perspectiva de enseñarles a vivir estas experiencias de un modo diferente. También te puedes apoyar en todos los momentos en que siente impotencia ante sus propias limitaciones, esas veces en que siente que es incapaz de conseguir lo que quiere o no tiene recursos para alcanzar sus metas. La forma de conseguir que tu hijo aprenda a vivir los valores de actitud la podemos 148

concretar de este modo: – Abre la posibilidad de elegir. Las cosas han pasado, está claro. Pero… ¿qué pasaría si… decidiera no darles tanto poder? ¿…Me aventurara a un cambio? ¿…Optara por no sentirme como me siento? Lo que ha ocurrido no se puede evitar. Lo que sí puedo cambiar es cómo actuar a partir de ahora. – Cambia el «¿por qué me pasa esto?» por el «¿PARA QUÉ me pasa?». El cambio es radical. No me centro en lo que me ocurre, sino en lo que puedo aprender de lo que me sucede. No se trata de intentar encontrar una respuesta, sino de dejarse interrogar. El «¿para qué me ocurre lo que me ocurre?» me abre la posibilidad de sentido. Si, por ejemplo, ha muerto su mascota, la pregunta no es por qué ha muerto, sino qué he aprendido de esta experiencia con ella, qué me quiere decir esto que me está pasando… Quizá que he vivido un tiempo hermoso y aprendido mucho de ella, quizá aun siendo niño aprendo a valorar el tiempo pasado y descubro que soy un buen amigo de mis mascotas y acreciento mi responsabilidad… No podemos definir automáticamente la respuesta a esta pregunta porque la respuesta es siempre personal. Pero sí está en nuestra mano abrir a nuestro hijo la posibilidad del para qué en todo, pequeño o grande, lo que le sucede. – Por último, insistiendo un poco más en la idea anterior, enseña a tu hijo a preguntarse qué puede aprender de lo que le ocurre. Esta pregunta abre una perspectiva diferente a la realidad. Siempre puedo encontrar una actitud valiosa en todo lo que me sucede, un aprendizaje. Se trata de saber ver en todo una oportunidad, un deseo de mejora.

ACTITUDES CONTRARIAS – DESESPERACIÓN. Dejarse llevar por el sentimiento negativo de desesperanza ante lo inevitable que nos sucede. Es algo habitual quedarse anclado en la experiencia negativa y no ser capaces de mirar un paso más adelante. La desesperación es contraria al sentido. – INMOVILISMO. No hacer nada. Quedarse uno como está, sin actuar. A veces es la reacción natural, pero no quiere decir que sea la más adecuada. Hemos de enseñar a nuestros hijos a ponerse siempre en marcha pase lo que pase. Caer es doloroso, pero siempre puede uno levantarse. – ACEPTACIÓN INCONDICIONAL INSANA. Me refiero a cuando aceptamos sin más todo, absolutamente todo lo que ocurre, sin ser capaces ni siquiera de cuestionarlo. Enseñamos entonces a nuestros hijos a ser pasivos ante las cosas, a dejar que suceda lo que tiene que suceder, sin ser capaces de plantearnos ni siquiera por qué o para qué sucede y si podemos ser mejores seres humanos precisamente por esto. Nos escudamos en frases como «Todo está escrito» o «Es el destino» sin darnos cuenta de que somos nosotros los que escribimos nuestro libro y fabricamos nuestro destino partiendo de las decisiones que tomamos. Solo tienes que rebobinar un poco e ir descubriendo, tú o tu hijo, las decisiones que se han tomado, no siempre de forma consciente, y ver que lo que ocurre en el presente está vinculado a lo decidido en el 149

pasado. Por eso es importante saber decidir responsablemente. PALABRAS AFINES: GRATITUD.

FRUSTRACIÓN;

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ESPERANZA;

RESPONSABILIDAD;

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Notas

[1] Cada vez es más frecuente, en la terapia con niños, tener presentes también a sus «cuidadores», como les suelen llamar ellos. Son parte de los adultos que los educan. Algunos niños incluso los dibujan como parte de la familia. En ocasiones, son esas personas las que pasan más tiempo con ellos y es a las que, si es necesario, hay que escuchar y orientar. [2] Es cierto que hay un gran número de jóvenes que rechazan radicalmente todo contacto con la cultura establecida. Pero es cierto igualmente que hay muchos chicos y chicas que tienen acceso a la educación y la aprovechan. De ellos estamos hablando. [3]Amar, una nueva forma de vida: las siete cualidades que transmarán tus relaciones. Urano, 2008. [4] Fuente: Fundación Humanismo y Ciencia, http://www.fun-humanismo-ciencia.es/. [5] En esta página web puedes encontrar una descripción práctica de este tipo de respiración: http://www.naturopatamasdeu.com/aprender-a-respirar-la-respiracion-abdominal/. [6] Dalai Lama, El arte de la compasión. La práctica de la sabiduría en la vida diaria. DeBolsillo. [7] Te sugiero visitar esta página, donde puedes encontrar la meditación para la compasión budista: http://espiritualidaddiaria.infobae.com/meditacion-de-la-compasion/. [8] Diccionario enciclopédico Vox, vol. I. Larousse. [9] Ojo a los juguetes que no cumplen con los criterios oficiales de seguridad; toda precaución es poca. [10] http://www.madrid.org/inforjoven/, sección dedicada a la ecología. [11] Los resultados de una investigación de la Universidad de Wisconsin en Madison y la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón indican que la capacidad para identificar las emociones de otros y actuar en función de ellas podría tener una base genética. [12] Tal como lo expresa Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, al recibir el Nobel de la Paz, en 2001: «El segundo argumento de esperanza reside en el llamado efecto mariposa. Es una derivación de la física cuántica que nos enseña que todo tiene que ver con todo y somos todos inter-retro-dependientes. Por eso cada individuo es un eslabón de la inmensa corriente de energía y de vida y cuenta mucho. El efecto mariposa representa una concreción de este principio. […] Pequeñas modificaciones pueden ocasionar grandes cambios. Entonces se dice: “Si una mariposa en Hong Kong bate sus alas, puede provocar una tempestad en Nueva York”. O como en un estadio de fútbol: basta que algunos comiencen a hacer la ola y, de repente, todo el estadio se contagia y surge una inconmensurable ola. Es el efecto mariposa: un pequeño gesto puede ocasionar grandes transformaciones». [13] Victoria Camps, Qué hay que enseñar a los hijos. DeBolsillo, 2000. [14] http://www.intermonoxfam.org/es/que-hacemos/comercio-justo/como-trabajamos/criterios-decomercio-justo. [15] Se puede consultar una obra del mismo autor, Enseñar a obedecer, en esta misma editorial. [16] Puedes servirte de los ejemplos que proporcionan los premios concedidos a personas que defienden la paz, pero con reservas, porque no siempre se otorgan a defensores de esta actitud. Con un poco de criterio serás capaz de elegir buenos modelos. [17] J.A. García-Monge, Treinta palabras para la madurez. DDB, 1997. [18] Diccionario enciclopédico Vox, vol. 1. Larousse, 2009. [19] Guillermo Rovirosa en http://www.solidaridad.net/articulo703_enesp.htm. [20] http://www.movimientocontralaintolerancia.com/html/denuncias2BL/intolerancia/queEs.htm. [21]Teresa del Pilar Ríos, en www.logoforo.com/el-sentido-trascendente-de-la-vida-en-viktor-frankl/.

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Índice Título Créditos ¿Puedo saludar…? Algunas notas prácticas PARTE I - EDUCAR HOY: CONOCER LA GENERACIÓN QUE EDUCAMOS 1. Quien manda, manda… ¿Quién manda? Democracia en acción 2. De usar y tirar: el valor utilitario de las cosas 3. «Solo en casa» 4. Acceso a la cultura 5. Nuevas formas de comunicación y socialización 6. Tirar la toalla 7. Seguridad 8. Consumidores influyentes 9. Inmersos en la diversidad 10. Con fecha de caducidad 11. Nuevas familias 12. Propiedad privada

PARTE II - 40 PALABRAS

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1. AMABILIDAD LAS IDEAS, CLARAS El decálogo de la amabilidad[4] ACTITUDES CONTRARIAS 2. AMISTAD LOS NIÑOS QUE SON MEJORES AMIGOS LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 3. ASOMBRO LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 4. AUTENTICIDAD LAS IDEAS, CLARAS 154

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ACTITUDES CONTRARIAS 5. AUTOCONTROL LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 6. AUTOESTIMA La persona con autoestima adecuada: La persona con autoestima inadecuada: LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 7. AUTONOMÍA LAS IDEAS, CLARAS Y algunos consejos prácticos: ACTITUDES CONTRARIAS 8. CAPACIDAD CRÍTICA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 9. COHERENCIA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 10. COMPASIÓN LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 11. CONFIANZA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 12. COOPERACIÓN LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 13. CREATIVIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 14. CURIOSIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 15. DECIDIR

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LAS IDEAS, CLARAS 1. El proceso de decisión 2. La forma de enseñarles ACTITUDES CONTRARIAS ECOLOGÍA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS EMPATÍA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS ESFUERZO LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS ESPERANZA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS FLEXIBILIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS FRUSTRACIÓN LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS GENEROSIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS GLOBALIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS GRATITUD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS HUMILDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS HUMOR

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LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS IMPERFECCIÓN LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS JUSTICIA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS OBEDIENCIA LAS IDEAS, CLARAS[15] ACTITUDES CONTRARIAS OPTIMISMO LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS PACIENCIA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS PAZ LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS PERDÓN LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS PERSEVERANCIA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS RESPETO LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS RESPONSABILIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS SINCERIDAD LAS IDEAS, CLARAS LOS ENEMIGOS

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38. SOLIDARIDAD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 39. TOLERANCIA LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS 40. VALORES DE ACTITUD LAS IDEAS, CLARAS ACTITUDES CONTRARIAS

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