32479808-Tecnicas-de-seguimiento-y-escolta

January 4, 2018 | Author: José Enrique Largaespada Guiles | Category: Microphone, Transmitter, Radio, Headphones, Electronics
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Técnicas de Seguimiento - Manual completo

Algunos derechos están reservados. CC. 2009 Fénix Hebrón Edición completamente revisada y ampliada. Fénix Hebrón - Título original: “Técnicas de seguimiento. Manual Completo”, sobre la edición original de 2006. ¡Atención! El presente manual contiene información básica de espionaje, escolta, vigilancia y defensa. Debe utilizarse con las debidas reservas, a pesar de que hemos puesto énfasis en preservar la seguridad por encima de todo, queda bajo su absoluta responsabilidad los posibles daños que puedan derivarse de su uso.

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Índice Persecución Lineal y Persecución Panorámica 1- Preámbulo 2- Diversidad para un mismo fin 3- Persecución Lineal 4- El Ritmo 5- Persecución Panorámica 6- A modo de resumen Persecución Suprapanorámica 1- Preámbulo 2- Persecución Suprapanorámica 3- A modo de resumen Técnicas de Comunicación 1- Equipo 2- Procedimiento de comunicación 3- Seguridad en la comunicación Técnicas de Escolta 1- Introducción 2- Número adecuado de escoltas a utilizar 3- Equipo del escolta 4- Pautas de actuación y comportamiento de un escolta 5- La figura de un escolta: su imagen 6- Sección técnica: escolta en la calle 7- Gestión de rutas y protección de la información 8- Grados de protección y peligrosidad 9- Las tres pautas primordiales de actuación 10- El protegido 11- El escolta dentro de la casa 12- Los peligros del escolta 13- La vida de un escolta

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Las técnicas de seguimiento son habitualmente utilizadas en todo el mundo para los más diversos fines: desde seguir a una persona cualquiera, hasta la persecución de unos delincuentes o secuestradores para averiguar el lugar donde tienen secuestrada a la persona o donde guardan sus armas. Muchas de éstas técnicas son desarrolladas y guardadas en el más profundo secretismo por agencias de seguridad, y han permanecido hasta el día de hoy en el más absoluto secreto, solamente en manos de profesionales del espionaje y en grupos terroristas. Con éste primer acercamiento de éste texto (que es un extracto de un libro más desarrollado) quiero acercar éstas técnicas al público en general, de forma que, conociéndolas, puedan defenderse y, sabiendo cómo se les puede seguir, puedan evitarlo y sentirse así más seguros. Desde éste punto de vista es desde el cual distribuyo al público y pongo en tus manos este manual.

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Técnicas de Seguimiento. PERSECUCIÓN LINEAL Y PERSECUCIÓN PANORÁMICA Preámbulo Existen multitud de técnicas para seguir a un sujeto, cada una con su propia particularidad y definición. Para clasificarlas podemos agruparlas en los distintos medios que utilizan, basándonos en ellos hay infinidad, pero podemos decir las principales de tierra, en las que el sujeto o causa de persecución se traslada: · A pie · En automóvil. También existe la persecución acuática, seguimiento radar y diversas tecnologías... la electrónica y el espionaje moderno poseen una extensísima gama de elementos para todos los campos y de todos los gustos. Pero dejando a un lado toda esa parnafernalia, vamos a analizar un tipo de seguimiento que se puede realizar en cualquier parte y sin necesidad de grandes artilugios. Nos referimos a la persecución a pie. Éste será el tema de el actual estudio.

Nota: Quede bien claro que tanto las técnicas como elementos diversos relatados en éste texto son de carácter meramente informativo y orientativo. El autor deja a su entera responsabilidad el uso que de tales conocimientos pueda hacer, y declina cualquier hecho que en el ejercicio de las mismas pueda presentarse. El presente estudio debe tomarse: • •

Como un ensayo de técnicas. Como un texto solo y exclusivamente informativo, no siendo su tarea la de formar ni entrenar a nadie. El presente estudio es 100% original, no se venden libros de esta temática a la gente de la calle...

En el presente a la persecución a pie no se la tiene muy en cuenta y las personas corrientes, por lo general, la ignoran, incluso ignoran que existan técnicas específicas para ello; las películas, por ejemplo, nos dan otro tipo de seguimiento más espectacular, que es el del coche. Y las técnicas modernas permiten que con ciertos aparatos se pueda detectar a determinadas personas de una forma mucho más fácil. Pero ¿qué pasaría si no se dispusiera, por una u otra razón - accidente, avería...- de muchos de esos aparatos? o ¿quién conoce, en un momento dado, las técnicas necesarias para seguir a una persona sin ser descubierto? Eso es lo que se pretende estudiar. Por supuesto, los conocimientos relatados aquí deben emplearse con el suficiente sentido común, y sin violar la libertad de ninguna persona. Un mal uso de éstas sencillas normas puede acarrearnos problemas graves, y, además, sólo en determinadas circunstancias conviene perseguir a una persona: tengamos en cuenta

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que si somos descubiertos, poniéndonos en un extremo caso, siguiendo a un criminal, podemos correr peligro de muerte. Por ello estas técnicas no deben tomarse como un simple juego, ya que son herramientas profesionales, no para novatos. Advertidos de ello, entremos en materia.

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Diversidad para un mismo fin En el seguimiento de una persona, personas, etc (sujeto, llamaremos a partir de ahora) se pueden dar muchos casos y variantes, entre las más importantes tenemos: -Conocer la zona. Un desconocimiento de ella es, según en qué situaciones, una dificultad añadida, pues nos obliga a acortar distancia, a seguir con más fijación al sujeto y por dónde transita, quizá, incluso, nos perdamos nosotros mismos. -Ser conocidos: Si conocer la zona es un punto a favor, ser conocidos en ella (por ej.: vivir en el barrio) puede resultar en nuestra contra. El que nos llamen, nos entretengan con saludos, etc. También, si nos descubren, el sujeto podría preguntar por “quién lo estuvo siguiendo”, y entonces estaríamos perdidos. Estos puntos pueden parecer muy superficiales para el común mortal, y además, los expertos no se dejarán nunca descubrir de modo tan infantil, pero no por ello se los debe desestimar. En muchísimas ocasiones lo que nos parece más obvio es lo que nos lleva a la derrota. Tengamos en cuenta que estamos realizando un seguimiento (o, quizá, nos estén siguiendo a nosotros!). Alguien puede haber contratado a un profesional para que nos vigile (nuestra mujer, nuestro empleado...). En otras ocasiones, somos nosotros los que nos vemos obligados a perseguir. Muchos accidentes (sobre todo de escolta) se hubieran evitado si los profesionales conocieran bien éstas técnicas. Entremos ahora en un tema nuclear para el seguimiento, que es la velocidad. Cuando seguimos a un sujeto, el ritmo de nuestro pasos debe ir casi siempre al compás de él, durante el tiempo en que la calle sea más larga. Los mismos pasos, la misma velocidad, sí, pero ¿a qué distancia? Una pregunta difícil de responder, y cuya respuesta nos dará la experiencia. En cualquier caso, la distancia no se marca a placer, depende de muchos factores: conocimiento o no de la zona, lo poblada o no que ésta esté; el tipo de calle o la acera, el tipo de persecución utilizada, la rectitud o no de la calle... Por todo ello, y quizá más, no se puede dar una respuesta adecuada y genérica. Los diez, quince o veinte metros nunca son constantes, y también, claro, que siempre acertados. En las próximas líneas se intentará aclarar más el punto de la velocidad y el factor distancia, pero por regla general señalemos que: la distancia será mayor cuanto menos “corra” el sujeto, y menor cuando los pasos sean más acelerados. Pero claro: ni tan lejos que casi no lo veamos y a la primera esquina se pierda, ni tan cerca que con sólo girar la cabeza descubra nuestra presencia. Otro punto importantísimo dentro de un seguimiento a pie es la clase del mismo, que puede ser, en rasgos generales, tres: -Persecución lineal -Persecución panorámica -Persecución suprapanorámica Quizá nosotros, cualquier persona, haya seguido a otra por la calle, por diversión o

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por ver “a dónde va”. Casi seguro que la persecución que habremos adoptado sería la lineal. En realidad, en un seguimiento serio se suelen realizar las tres, dependiendo del trazado y, sobre todo, las dos primeras. Según la distancia y el tiempo de persecución, podríamos decir que un seguimiento a pie de dos horas, tiene el 60% de persecución lineal, el 30% panorámica y alrededor de un 10% de suprapanorámica. Por contra, un seguimiento de corto espacio (unos diez minutos) tendría con él un 100% de la técnica o tipo adoptado al principio del mismo, quizá un 5% de persecución de otro estilo. O, en otras palabras: vemos al sujeto en cuestión y nosotros lo seguimos en persecución lineal, una vez en ella, quizá por la soledad de la calle, o porque la extensión nos lo permite, adoptamos la p. panorámica. A medida que vaya creciendo el tiempo que lo sigamos, el tipo de persecución se irá modificando. Antes de pasar a analizar cada persecución individualmente, hemos de tener en cuenta que no siempre se debe cumplir las normas a rajatabla, pues cuanto más en alerta esté el sujeto, quizá debamos adoptar técnicas distintas que, de otra forma, no se adoptarían. Ello también sirve si, por ejemplo, estamos siguiendo a una persona experta, o a alguien que corre...

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Persecución Lineal También se la conoce por “persecución de acera”, pues suele realizarse en la misma recta que lleva el sujeto, a espaldas de él, por supuesto. Ésta técnica se suele utilizar para sujetos que no nos conocen, o que no se les quiere, bajo ningún concepto, perder. Tiene el inconveniente de que podemos ser descubiertos con más rapidez que con las otras dos, pero si el perseguidor se mezcla con la gente de la misma calle, o en calles solitarias no despierta la atención del otro (por ejemplo, sonándole los zapatos) o se cambia de vez en cuando a otro tipo de técnica, suele ser un sistema bastante seguro.

Como ya se ha dicho, en la p. lineal nos mantendremos a distancia del sujeto, y llevamos el rimo de nuestros pasos al suyo. Esto no debe realizarse durante mucho rato, si no queremos que quizá la gente que nos mire desde lejos (en ventanas, o policías vigilando, etc.) se dé cuenta que seguimos a “ese” sujeto. El ritmo de nuestros pasos crece cuando el sujeto se acerca a las esquinas agudas de los edificios, y nuestra mirada, en ningún caso, ha de parecer atenta al sujeto. Tambien se puede recurrir a pequeños trucos, como cambiar de acera para mirar escaparates cuando las calles son amplias y rectas y nos lo permiten, de éste modo, no solamente aseguraremos más nuestra discrección, sino que despistaremos a posibles terceros que estén atentos a nosotros.

En la p. lineal, y en general en todas, la vista, como se ha dicho, no se mantiene sobre el sujeto, como mucha gente erróneamente cree. Ello haría que, al desembocar en una avenida plagada de gente llamásemos mucho la atención. No sería tampoco la primera vez que alguien se nos acerque, tras estar un tiempo siguiendo a un sujeto con la mirada atenta en él, diciéndonos algo así “¿por qué sigues a ése?” en voz alta. Además, si mantenemos la vista todo el rato sobre el sujeto, no tendremos la suficiente agilidad como para ver si alguien nos sigue a nosotros a la vez. Manteniendo la distancia, la vista se traslada, de vez en cuando, a los escaparates y a toda la extensión de la calle. Es decir: lo más parecido a que caminásemos normalmente. Cualquier cosa que se salga de la normalidad, llamará la atención. Y eso no debemos permitirlo.

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Aunque tampoco debemos mirar de un lado para otro todo el rato, pues eso delataría nerviosismo. Debemos mantener una vigilancia somera sobre: si alguien nos sigue, las próximas calles que vengan (sobre todo si desconocemos la zona), tráfico para eventuales cruces y posiciones de semáforo, y, por las miradas de la gente, si ya han averiguado lo que estamos haciendo... eso nos dará una idea de lo fatal que estamos llevando el seguimiento. Y de vez en cuando, para atrás por si alguien nos sigue, recurriendo, como ya es sabido, siempre que podamos a escaparates, cristales de coches y portales, etc. Bien, estamos persiguiendo al sujeto, manteniendo la distancia justa y el ritmo de sus pasos, no lo miramos tan fijamente como para que nadie se de cuenta ni tan “de cuando en cuando” como para perderlo o para que los viandantes descubran que somos muy “raritos”. Ahora llega una esquina, conocemos la ciudad y sabemos que tras ella hay una calle tan sólo, entonces aceleramos el paso y contamos cinco al ritmo aproximado de sus pasos [En realidad esta es una norma metódica, el tiempo a esperar depende de muchos factores y del sujeto, pero debemos dar un tiempo prudencial para el espacio, ya que no podemos encontrarnos con el suejto nada más doblar la esquina]. Cuando doblamos la esquina, si vemos al sujeto volvemos a la distancia normal. Pero no conocemos la ciudad, tras ésa esquina puede haber un entramado de calles... ¿qué hacemos entonces? Lo mismo que antes:

La esquina debe preveerse con antelación, mirando lo que nos llega para no tener que

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corretear para llegar detrás del sujeto a la esquina, cosa que podría delatarnos. Ahora hemos afrontado la esquina, el sujeto continúa su camino, nosotros lo seguimos con la persecución que estimemos correcta:

Pero... ¿Y si no aparece el sujeto?

1: Miramos, de un rápido vistazo, todos los escaparates, comercios y portales, girando la cabeza (se supone que la vestimenta del sujeto la conocemos de sobra como para verlo tras ellos, verdad?):

2- En los escaparates que no alcancemos con la vista, los recorreremos trasladándonos circularmente al entramado de calles, mirando también las aceras de ellas, empezando por el más cercano al más lejano:

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Entonces, puede darse el caso de que el sujeto esté en una tienda, o por detrás de algún vehículo, o que, debido al tráfico, haya tenido que correr para cruzar y alejarse de nosotros algunos pasos, estando en una calle lejos de nuestra vista. El punto 2 debe de haber sido suficiente como para volver a captarlo. Sino, podremos volver sobre nuestros propios pasos y reanudar la búsqueda en los escaparates y las bocacalles, quizá alguna tienda o bar tenga mucha gente y nos quite visión. O se haya metido en un portal y subido las escaleras. Podremos esperar a que enciendan alguna luz. También podemos caminar por las bocacalles adyacentes, no es la primera vez que un sujeto ha descubierto nuestra presencia y está en un portal de otra calle cercana, esperando. En suma: la rapidez en éstos primeros momentos es importante. Si, a pesar de ello, no lo encontramos, realizaremos de nuevo todo despacio. En éste punto nuestra presencia quizá empiece a despertar curiosidad, por lo que deberíamos considerar la posibilidad de vigilar desde un sitio cercano y que cubra la zona o la salida de personas, como un parque, algún bar o nuestro coche aparcado. Llegados a éste punto, si lo anterior fracasa, nos plantearemos la posibilidad de haberle definitivamente perdido, pues puede haber entrado en un edificio cercano a otra esquina, o que viva en una zona verdaderamente difícil. De ahí que, en posteriores seguimientos del sujeto, tengamos en cuenta la posiblidad de utilizar, una vez se acerque a ésa zona, otra técnica, como la p. suprapanorámica, que nos dará un seguimiento “por delante” y con mucho más campo de visión:

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Debemos tener en consideración en éste tipo de acciones el sentido del tráfico, ya que, si el sujeto se dispone a cruzar y el tráfico le viene “hacia” nosotros, el peligro de que nos vea es muchísimo menor a que si el tráfico viene “de” nosotros, puesto que mirará hacia nosotros para ver los coches acercarse, y podemos delatarnos. De ahí que el sitio que eligamos para la p. panorámica es crucial. Los remedios hay muchos, y esta norma es muy conocida por todos. Entre las acciones básicas con respecto al tráfico podemos optar por:

-Cambiar a otra acera donde el tráfico venga hacia nosotros.

-Cambiar al otro lado, donde el tráfico y la gente entorpecería que el sujeto nos viera (sobre todo si no nos conoce), pero nosotros sí le veríamos.

En éste aspecto, debe considerarse también en todos casos las dificultades que entrañaría volver a coger la velocidad de seguimiento lineal, etc., por lo que entonces se pasaría de p. panorámica a lineal, que sería lo más conveniente. La p. lineal es también apta para calles en donde el tráfico no es elevado, pues aunque haya mucha gente, nos mantendremos siempre a la espalda del sujeto. Si la calle, por el contrario, es estrecha y sin casi viandantes, entonces deberemos alejar mucho la distancia de seguimiento, cosa que nos llevaría a adoptar la p. panorámica.

La lluvia, el granizo, el viento, las obras en las calles... facilitan la p. lineal, por el contrario, el sol (que nos puede hacer producir sombras largas hacia adelante y delatarnos), la soledad, la noche... la dificultan.

También se ha de aclarar que el seguimiento con medios distintos, por ej., coche siguiendo a alguien a pie, puede ser quiza algo bueno en zonas rurales y a las que se pueda seguir al sujeto desde un lugar alto y relativamente cercano, cubriendo amplias zonas de espacio libre sin llamar en exceso la atención, pero en ciudad algo así es inútil, ya que sólo lograremos algunos metros antes de que nos descubra, aún disponiendo de prismáticos u otros métodos (exceptuando radio o micro transmisores, claro).

Otra técnica usada por las agencias de espionaje y los especialistas, es utilizar varios individuos, cambiando entre todos ellos la p. lineal, aunmentando con ello las probabilidades de éxito, ya que una persona puede dudar de que la siga otro, pero dudar de que la sigan cuatro, cinco o incluso más individuos raramente se lo cree, puesto que tiende a pensar que es “paranoia suya”. En éste aspecto, si localizamos a

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alguien desde un coche, lo mejor sería bajarnos y coger un walkietalkie con equipo de manos libres mientras otro conduce el coche, para así informarle de dónde estamos cada cierto tiempo y, si el sujeto coge a su vez un vehículo, hacer venir al nuestro para seguirle. Realicemos aquí un alto en el camino para dedicarnos un poco más a una faceta que es común a cualquier tipo de seguimiento: el ritmo.

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El Ritmo Ya se ha dicho que debemos armonizar nuestros pasos a los del sujeto a seguir, excepto en determinadas circunstancias e incidencias debe variarse, pero ni tan siquiera ésto es una norma fija, sobre todo teniendo en cuenta los pasos de las personas a seguir. Lo anterior es efectivo ante un caminar normal, pero ¿qué sucede cuando la persona es mayor, de avanzada edad o camina muy despacio? ¿No delataría, si amoldamos nuestro pasos a los suyos, nuestra presencia?, y ¿qué pasaría si el caminar de la otra persona es muy grande, es decir, con gran velocidad? Esos son los dos extremos con los que podemos encontrarnos. Para alguien que quiere saber si le persiguen, lo mejor es adoptar el ritmo rápido: delata mejor la persecución. Pero consejos aparte, analicemos cada uno:

-Lentitud: Ante la lentitud ya hemos dicho que uno debe alejarse, pues en algunas zancadas, en caso de necesidad, podremos recortar en relativo poco tiempo la distancia. Otra técnica, que debe mezclarse muy bien con la anterior -por ello las cualidades de cada uno- es pararse mirando escaparates, paisajes, mirando el reloj, hablando por el móvil, escribiendo sms, atándose el zapato, comprándose el periódico... existen multitud de recursos para dejarnos atrás y seguir con lo que hemos de aparentar: un tranquilo y relajado paseo.

En ningún supuesto, y sobre todo si el sujeto es viejo, debemos acercarnos a una distancia normal y mantener el ritmo, aunque sea a costa de perderlo, si no queremos descubrirnos y, a la vez, descubrirnos ante los paseantes: imaginaros a alguien joven, con el mismo paso y a corta distancia, en p. lineal, detrás de un viejecito... se notaría bastante, ¿no? Antes de realizar éso, pasaremos a p. panorámica o incluso suprapanorámica, que, en lenta velocidad, y sobre todo si se conoce la zona, da unos resultados excelentes.

En todo caso el seguimiento lento suele llamar la atención y es algo complicado... recuerdo que perdí un sujeto precisamente porque caminaba muy lentamente y, a la vez, se paraba, miraba... ello me hizo adoptar mucha distancia, excesiva, que no pude recuperar después. Por ello aconsejo que siempre que se pueda, seguir al sujeto con p. lineal, pues suele pararse, mirar... y es mejor esconderse aprovechando las circunstancias del momento e intercambiarla, cuando lleguen curvas o distancias holgadas, con la p. panorámica.

Por último, conviene anotar que la distancia a que nos obliga este andar “lento” puede hacernos perder al sujeto si no lo seguimos más concienzudamente que a distancia normal, con la mirada. Recordemos que, a mayor distancia, más debemos de atenderle, sin caer en el extremismo.

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-Velocidad: Si la p. suprapanorámica era buena para la lentitud, para el caminar rápido queda prácticamente descartada, a no ser que conozcamos bien la zona y sepamos, más o menos, la dirección a la que se encamina el sujeto. Aquí la distancia se reduce, a no excesivamente, pero sí bastante; ello es debido a que una persona veloz puede darnos esquinazo en un abrir y cerrar de ojos.

También hay que presentar atención a la calle: si hay mucho ambiente, “escondernos” tras la gente, y, si está vacía, caminar como si no le persiguiéramos, sino como si tuviéramos miedo; o bien pasar a panorámica... bueno, ya he dicho al principio que si la lentitud es complicada, la velocidad mucho más.

Por otra parte, tenemos a nuestro favor que, un sujeto que camina rápido por las calles suele estar bastante ocupado en lo que tiene delante que en asegurarse de si le siguen. En éste tipo de seguimientos veloces suele ser casi exclusivo adoptar la p. lineal, salvo en zonas despejadas o sin gente.

Atender, como siempre, a no mirar al sujeto demasiado para no delatarnos, y a mirar también lo que nos llegue: próximas calles, tráfico, etc.

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Persecución Panorámica Si en la p. lineal ésta se desarrollaba por la misma “línea” imaginaria (de ahí el nombre) que el sujeto, en la p. panorámica el seguimiento se realiza por la parte inmediatamente contraria:

Este tipo de persecución tiene algunos inconvenientes que se deben tener muy en cuenta antes de realizarla: -De un giro simple de cabeza, el sujeto puede que nos vea. Por ello, la p. panorámica no suele usarse, por ej. en calles estrechas: los escaparates cercanos, portales de las aceras contrarias que se abren, etc. invitan a mirar y, de paso, pueden delatarnos. Ese es un inconveniente muy importante, pero existe también el que, por ejemplo, la persona tenga que cambiar de acera o se vaya inmediatamente hacia una calle muy alejada de nosotros, cosa que, en ciertas ciudades, no es difícil encontrar. De ahí es necesario preveer lo que se nos viene para cambiar a p. lineal en cuanto las circunstancias así lo aconsejen:

En éstos casos, se adoptaría el mismo método de la p. lineal para recuperarle, pero sin detenernos en la esquina y siguiendo la última línea (rumbo) marcada por el sujeto. Fijémonos también en la otra acera: en muchas ocasiones, el despiste nos viene simplemente porque el sujeto cruzó la calle. Entre las ventajas que hacen que la p. panorámica sea una de las más preferidas y usadas están: -Poder ver la calle de la otra persona desde lejos, previniendo quizá cambios de rasante, semáforos, esquinas pronunciadas, accidentes, etc. Sobre todo, si las esquinas son abiertas (es decir: mayor campo de visión):

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Esta técnica es también formidable en grandes avenidas, siempre y cuando la distancia no sea excesiva entre acera y acera (hablaremos entonces de p. suprapanorámica), pues los humos de los coches, el tráfico en sí, la lejanía de los edificios, no invitan a mirar hacia el otro lado, y sí hacia atrás, delatando una posible p. lineal. En el caso de que realizemos p. panorámica en avenidas de varios carriles, la distancia descenderá; eso sí, nunca perseguiremos al sujeto a su lado (en paralelo):

Pero sí acortaremos la distancia lo que creamos conveniente, aunque manteniéndonos atrás en todo momento. Debemos preveer con la vista si existen peligrosas esquinas o callejuelas que nos harían perder al sujeto, para, en la medida de lo posible, cruzar a tiempo y perseguir en p. lineal.

En esta clase de avenidas, si de nuestro lado da sombra caminaremos por ella, es decir, al lado de los edificios o árboles. Ello hará aún más complicado que el sujeto nos vea. Las técnicas de no mirar siempre al sujeto etc. siguen siendo válidas aquí, pues si mantenemos la vista en el perseguidor nos delatarán terceros, como ya se ha dicho.

Otra modalidad que engloba la p. panorámica, y que puede realizarse si se conoce la zona, es por calles adyacentes:

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Ello hace casi imposible que seamos descubiertos, pero el peligro de perder al sujeto aumenta exponencialmente. Para volver a “cazarlo” (o “sincronizar” con él) descenderemos la calle y volveremos sobre la acera contraria. Adoptaremos la misma secuencia de pasos que el sujeto, cambiándolos entre edificio y edificio para esperarlo al final de éstos y, si es preciso, verlo llegar desde lejos. Recordemos también que, en ésta persecución, según la estrechez de la calle, puede delatarnos las superficies acristaladas (sobre todo si el perseguido es experto). Y que, en pocos metros, los semáforos, cruces, etc. pueden alejarnos mucha distancia del sujeto o acercanos peligrosamente a él. En el supuesto de que el sujeto cruce hacia nuestra acera, tenemos las opciones de distracción (de un estudio posterior) o también esperaremos mirando escaparates, etc. Si el sujeto cruza y se dirigue a nosotros, una vez seamos vistos no debemos permitir que nos vuelva a ver: lo seguiremos con p. lineal si es preciso hasta que podamos volver a cruzar y seguirle con, ahora sí, una mejor y más magistral p. panorámica... puesto que nuestro fracaso delata nuestra poca concentración:

1- Si el tráfico es denso, acortaremos distancia si es necesario hacia adelante, cruzando y volviendo sobre nuestros pasos. 2- Si no, volveremos a adoptar una distancia prudencial cruzando hacia atrás sin fijarnos excesivamente en el sujeto para dejar que el se vuelva a quedar adelantado y nosotros atrasados en disposición de p. panorámica:

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Lo que no debemos hacer en ningún caso, es girar delante suyo. Es mucho mejor tropezarnos de frente con él que ante su cara dar la espalda. Para éste supuesto, podemos también entrar en alguna tienda a comprar una revista, bar... mientras nuestra acción no le pierda, cualquiera de éstas acciones son válidas. Si a pesar de todos nuestros intentos el sujeto nos ha visto claramente y se da cuenta de que le seguimos, deberemos rendirnos a la evidencia: abandonar o seguirle con persecución suprapanorámica, quizás así vuelva a recuperar la confianza de que nadie le sigue. Otra variante son, por ej., las rotondas o plazas. Nunca se rodean con p. panorámica, pues podemos encontrarnos con el sujeto o perderle (a no ser que sean muy pequeñas) sino con p.lineal y, de nuevo, rehacemos la panorámica:

Ésta es correcta:

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O, incluso, realizar antes la lineal:

La p. panorámica es también muy efectiva si se persigue al sujeto por un parque o zona verde, mientras éste sea lo suficientemente amplio y nos mantengamos a la distancia concienzudamente detrás. También es buena en grandes núcleos industriales, puertos, etc.

Lo que no es bueno es andar escondiéndose en cada portal o detrás del sujeto, como se ve en algunas ficciones cinematográficas, eso no sólo llama la atención del sujeto, sino que alerta a todo el mundo alrededor. Salvo que el sitio esté despejado y la distancia no sea muy corta, que para ello existe la “p. lineal oculta” (l. o.), tema que se abordará en futuros desarrollos.

Hasta aquí se han expuesto los puntos principales sobre la p. lineal y p. panorámica, dentro del ámbito de la persecución a pie. Espero que te hayan servido de inicialización y de conocimiento a éste atractivo mundillo.

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A modo de resumen... Cualquier movimiento que no esté acorde con su entorno te delatará. Si caminas en una multitud que va despacio, por ejemplo, yendo tú a toda prisa, llamarás la atención rápidamente. Debes saber mimetizarte con el entorno en el cual te muevas para pasar desapercibido. Tu ropa ha de ser neutra, (no negra, como muchos erróneamente pudieran pensar. Por ej.: vestir de negro en verano, en una zona playera, donde todo el mundo va a color, es un gran error). La mayoría de las personas usan colores apagados en su vestimenta habitual, mantente pues en ése entorno social de la mayoría. Es decir: en donde te vayas a mover. Asimismo, en las sociedades occidentales, las personas, en las avenidas y calles más o menos concurridas, caminan casi siempre siguiendo la pauta del tráfico: van por su derecha y vienen por tu izquierda:

Haz tu lo mismo para mezclarte entre la gente, no quieras ir siguiendo a alguien y, a la vez, tropezando con todos los que vienen delante, porque pronto se fijarían en tí. Aprovecha el entorno para mantenerte invisible: vehículos aparcados y en cargadescarga, vallas de publicidad, árboles, adornos... No te quedes sin salida, mantén siempre rutas de escape, preven el futuro: la posibilidad de que el sujeto dé la vuelta repentinamente, de rotondas difíciles, de pasos deshabitados o de varios carriles, para tomarlos, si es menester, desde otro lado. En semáforos poblados, ponte en el lado extremo del cruce del sujeto, protegido por la gente, y mejor hacia atrás que delante, en el exterior que en el interior:

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Si el semáforo estuviera desierto, espera a cruzar lejos de donde puedas ser visto u opta por otro tipo de persecución que te permita hacerlo. No te dejes meter contra las cuerdas: pueden tenderte una emboscada. Y recuerda: practica. Es la mejor manera de adquirir experiencia.

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PERSECUCIÓN SUPRAPANORÁMICA Preámbulo Este tipo de seguimiento es ideal cuando la otra persona nos conoce, o sabe que ya la siguen. Las grandes distancias que suele darse en este tipo de persecución obligan a una práctica concisa de la misma, y sólo personas expertas pueden desarrollar un buen seguimiento sin perder al sujeto. Pero como sirve también como complemento a las otras dos, creo necesario apuntar algo sobre ella. He de aclarar antes de entrar en materia que no descubriré toda la estrategia de esta técnica, sencillamente porque usada con fines malvados puede causar mucho daño a personas inocentes. Además, podría ser utilizada con fines terroristas para huir de una zona, escapar de la ciudad... o de delitos, por lo que me extenderé en ella únicamente lo justo.

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Persecución Suprapanorámica Tengamos en cuenta que la Persecución Suprapanorámica (P.S.) tiene la particularidad de recorrer mucha distancia en relativo poco tiempo, destruyendo a su vez otras técnicas de seguimiento o vigilancia, incluso desde vehículos, pues como se puede utilizar para perseguir, también al contrario: para escapar. Estudiada con tiempo y con ayuda de planos, puede dar resultados extraordinarios. Por ello no la voy a desglosar aquí, solo voy a apuntar algunos matices. Creo que una persona “normal”, con las técnicas desarrolladas en el primer capítulo de esta serie tiene mas que suficiente. Además, para cuando tenga necesidad de realizar un seguimiento, al ciudadano de a pie le basta y le sobra con recurrir a la P.L. y P.P. y las notas de la P.S., con eso debería servirle para realizar un seguimiento con éxito, sobre todo si está entrenado. Desde un sitio alto vigilaremos los desplazamientos del sujeto, permitiéndonos una vez se esté alejando, realizar otro tipo de persecución:

Parques, zonas elevadas de una ciudad: a medida que el sujeto se aleja, nosotros descendemos y/o nos acercamos, manteniendo la distancia que en la P. S. puede llegar a ser muy grande, por lo que, como nos vamos acercando, pasamos a otro tipo de persecución. En la P. S. no se mantiene tampoco la mirada en el sujeto, pero sí durante más tiempo que en la Persecución Lineal y Persecución Panorámica (ver capítulo anterior). El tiempo nos lo dirá la experiencia, y dependerá de muchas condiciones (zonales, climáticas, ambientales...). Los pasos suelen ser de tipo 2-2-1 (ver capítulo anterior), acelerando velocidad cuando comenzamos la técnica P.S. y manteniéndola mientras nos acercamos. Gracias a la P. S. tendremos mucho más campo de visión, y sabremos con bastante antelación los desplazamientos del sujeto.

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Los dos salimos desde una p. lineal o p. panorámica. El sujeto se dirige a una tienda y nosotros “acortamos” con p.s., esto puede hacerse también no sólo con este ejemplo, la ciudad y zonas rurales, si se conocen y se preveen –por ello mirar no sólo al sujeto, sino a lo que “viene” – ofrecen muchos campos de actuación. Aquí la P. S. se mantiene durante poco tiempo, simplemente, el que nos ofrezca la zona propicia. Recordemos que la P. S., al estar algunas veces nosotros sobre un sitio elevado, puede delatarnos, por ello el concordar con el entorno y caminar, según a qué distancia y, si llega el caso, tras los árboles u otros objetos que estén en el ambiente:

Para localizar y seguir mercancías que se trasladen de persona a persona también es ideal la P. S., sobre todo si, por ejemplo, la persona que acaba de pasar el “paquete” se mantiene durante algún rato mirando por si alguien persigue a su cómplice.

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A modo de resumen... Hemos visto una pequeña introducción para dar los primeros pasos en lo que a persecución Suprapanorámica se refiere. También hemos destacado, una vez mas, la importancia de nuestra posición y de la prevención en la zona en la que nos encontremos, así como para adelantarnos a los próximos movimientos que realice el sujeto. Con tales pasos bien aprendidos y experimentados, conseguiremos un alto grado de éxito y poder seguir fácilmente a casi cualquier sujeto. En el capítulo siguiente tocaremos otro atractivo punto importante: las técnicas de comunicación, que nos permitirán cubrir varias distancias usando diferentes personas y manteniéndonos en contacto con ellas vía radio.

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TÉCNICAS DE COMUNICACIÓN Equipo El uso de walkie-talkies ("radioteléfonos", que aquí denominaremos simplemente "radios"), y los teléfonos móviles cada vez está más generalizado en el mundo del espionaje y contraespionaje. Actualmente, gracias a la miniaturización, los equipos de comunicación se pueden fácilmente ocultar, siendo los micrófonos integrados o, mediante clips, insertados, en cualquier parte de la ropa (chaqueta, jersey...), mientras que los auriculares pueden permanecer más o menos ocultos en el oído e, incluso, y gracias a las técnicas y algoritmos de eliminación de ruidos y micrófonos direccionales, podemos encontrarnos con que tanto el auricular como el micrófono se incluyen en la misma unidad. No obstante, en su punto más básico todos ellos comparten los mismos elementos, los principales son el transmisor y el receptor. El transmisor consta de micrófono (convierte las señales de audio en señales eléctricas), el oscilador local (en las radios, genera una frecuencia base para utilizar con otros módulos), el multiplicador (que aumenta la frencuencia del oscilador y se usa como onda "portadora"), el amplificador del micrófono (como su nombre indica, aumenta la señal de éste), el moduladoremisor (hace una mezcla de la portadora y la señal del micrófono, y es el encargado de enviar la señal junto con la etapa de potencia, que sirve para dotarle de energía) y la antena, que es la vía propia de salida.

Receptor inalámbrico personal. Puede llevarse prácticamente en cualquier sitio.

En el receptor encontramos: la antena (la vía de entrada de señal), el oscilador local (extrae la información a nivel local del modulador), el mezclador (utiliza la frecuencia de la portadora para, con la frecuencia del oscilador local, conseguir una nueva a la que se le denomina frecuencia intermedia), el demodulador (también llamado "detector", extrae la información de la portadora) y el altavoz, que genera el sonido audible. Existen multitud de tipos de radiotransmisores en el mercado, unos destinados para estaciones base móviles o fijas ("estaciones base"), repetidores para aumentar el alcance, y radios portátiles que incluyen en un mismo equipo todo lo necesario para la transmisión/recepción. No nos detendremos en ello, ya que dependiendo del caso se requerirá de un determinado aparato. Únicamente señalar que para persecuciones a corta distancia (persecución lineal y panorámica) es recomendable el uso de equipos miniaturizados o, incluso, con conexión mediante ellos con bluetooth (cualquier móvil S60 puede ser equipado con utilidad de Walkie-Talkie con alcance de un centenar de metros en campo abierto, aproximadamente, lo que es muy útil para seguimientos a

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corta distancia). Mientras que para persecuciones en automóvil o suprapanorámicas podemos usar perfectamente estaciones base móviles o radioteléfonos de mano.

BT Voice, una de las aplicaciones para transmitir voz en un móvil vía Bluetooth.

Normas generales de uso Si el equipo es portátil (walkie-talkie, de mano, estación base...): · Comprobar la carga de las baterías antes de su uso. · Ajustar la potencia (alta o baja, hight o low) a la distancia que requiramos, con el fin de ahorrar batería. · Ajustar convenientemente el silenciador, si éste no viene programado de fábrica, y hacer una comprobación del altavoz. · No usar el equipo sin antena o con la antena de otro aparato, ya que puede estropearlo seriamente. · No ocupar el canal lanzando al aire una portadora sin hablar, ya que bloqueríamos dicho canal inútilmente.

Módulo de audio miniaturizado, se inserta en el canal auditivo y es prácticamente invisible.

Si el equipo es miniaturizado: · Suelen activarse por voz. Por ello, no hablar si no es absolutamente necesario y tener la precaución de no estar cerca de personas que puedan activarlo. No obstante, esto también depende del equipo, si es multicanal o dúplex no es tan delicado como lo anterior. · No hablar como si estuviésemos "contando secretos", si necesitamos conversar mucho con la base o con otros equipos, es mejor llevar un equipo que simule un mp3 (o auriculares que hagan dicha función), y de este modo hacer como si estamos "cantando" la canción que escuchamos. · Hablar claramente, sin gritar -ya que ensuciaríamos de ruido la transmisión- y vocalizando bien.

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Comunicación Podemos estructurar en tres fases la síntesis de la comunicación, con el fin de que: 1. tengamos el canal el menor tiempo ocupado. 2. transmitamos clara y concisamente lo importante, sin perdernos en detalles superfluos.

Transmisor inalámbrico con tecnología FM de gran calidad y acabado resistente a inclemencias mediante tecnología anti-corrosión usada también por la NASA en sus vehículos espaciales.

Para ello en la comunicación de equipos de vigilancia, rescate y emergencias, se usa el siguiente esquema: - La transmisión del "indicativo": aquí se identifica al emisor y receptor mediante unos indicativos preestablecidos. - La transmisión del "contenido": aquí se emite el mensaje propiamente dicho, evitando ambigüedades. - La "confirmación": se nos confirma su recepción y, en caso de ser necesario, el estado de ésta (mala, regular o se nos insta a repetir el mensaje).

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Transmisor personal de 36MHz con 1440 frecuencias.

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Seguridad de la comunicación Erróneamente se suele preferir en la comunicación vía radio el uso de secráfonos, sin embargo no debemos olvidar que muchos de los escáners que se pueden encontrar en el mercado, incluso de gama media, incorporan ya descodificación, por lo que no es un método de ningún modo seguro. En su caso es incluso conveniente utilizar tablas de identificación y contraseñas o alias de comunicación. Por lo tanto, deberemos actuar como si siempre estuviésemos siendo escuchados, aunque, incluso, usemos teléfonos móviles, ya que éstos puedes ser fácilmente pinchados desde las centrales e incluso desde las BSTs. Unas normas básicas a seguir en éste sentido son: - Utilizar siempre los indicativos y las tablas de identificación o, en su caso, codificación. Una tabla de codificación puede ser: "un 325 en la esquina norte". El 325 puede corresponder a un robo, incendio o cualquier otro incidente o suceso, dependiendo de la temática en la que estemos. Dichos indicativos se usarán también en el caso de ocupación o intervención del canal o de la comunicación por parte de otras personas, por lo que no solamente deben referirse a un suceso en concreto, sino también pueden hacer referencia a un tipo de contraseña que sólo nuestro equipo reconocerá, un lugar, acción a realizar o cualquier otra tarea o cometido. Todo ello debe haber sido, lógicamente, previamente estudiado y acordado con todos los miembros e incluso realizar unas tablas de indicativos. - Llamar a la estación base y/o compañeros por su indicativo, nunca, lógicamente, por sus nombres o apodos. Tampoco enviar al espacio datos personales, nuestros o de otros. - Si el cuerpo del mensaje va a durar cierto tiempo, liberar el canal de cuando en cuando, si no es full dúplex, para permitir al otro la intervención.

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TÉCNICAS DE ESCOLTA Gráficos utilizados y su interpretación

Introducción Destacaremos aquí las técnicas y métodos del escolta moderno. El escolta (agente de protección, guardaespaldas, etc.) se caracteriza principalmente por dos cosas: su compromiso con la defensa de su cliente, y la alta especialización que requiere su cometido. Por ello es recomendable destacar la cada vez mayor importancia que cobran este tipo de especialistas, auténticos “fantasmas en la sombra” que vigilan y salvaguardan los movimientos de sus protegidos en un mundo cada vez más inseguro y con enemigos, también, cada vez más peligrosos y variados. En este manual tocaremos exclusivamente los “escoltas urbanos”, los llamados “guardaespaldas” cuyo fin es proteger a diferentes personalidades en los más variados terrenos pero siempre -o casi- en ambientes civilizados de las sociedades occidentales. Por tanto, no tocaremos otro tipo de escolta, como puede ser la militar, o la escolta en zonas bélicas y de conflicto (que requiere no sólo de una táctica diferente, sino de un variado número de unidades y soldados que ejercen como escolta), así como la escolta en otro tipo de terrenos (selva, bosques o desiertos…) cuyas técnicas difieren en alguna medida con la mayoría de las descritas aquí. No obstante, y dicho lo anterior, hay que mencionar que el tipo de escolta en la sociedad urbana occidental es, también, el escolta más requerido. La protección personal y la escolta ha ido variando a lo largo del tiempo, en la actualidad, debido a la falta de personal específicamente formado y a la creciente necesidad de determinadas personalidades, es llamativo ver a personal de seguridad privada o policía municipal, sin la suficiente preparación, ejerciendo labores de escolta de alto nivel. Esto trae consigo no ya el lógico peligro para la propia persona a la que se quiere proteger, sino actuaciones, en muchos casos, desproporcionadas o intervenciones ineficientes en las que, sólo por fortuna, no ocurren mayores desgracias. La formación como escolta ha estado íntimamente ligada a las policías de los gobiernos, así como a sus servicios secretos. La labor de un policía, unido a su deber de sacrificio, es uno de los puntales sobre los que, cada vez más, se asienta esta tarea, sin embargo no debemos olvidar la labor de las agencias secretas y de espionaje, que, debido principalmente a su especializada formación, han ejercido -y ejercen- un papel primordial en la salvaguarda de las personas.

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Número adecuado de escoltas a utilizar El número de escoltas depende, casi siempre, de la importancia de la persona VIP a proteger, y, cómo no, de su poder adquisitivo. Un político de una corporación local con pocos medios muy probablemente posea a su disposición un único escolta (en la mayoría de las ocasiones pagado por el propio partido y/o estado), mientras que un personaje mediático a nivel internacional, un alto gobernante (presidente de un país, rey o reina) o el dueño multimillonario de una corporación poseerán varios, incluso, y dependiendo de los actos, decenas de ellos (algunas veces, bien es cierto, ofrecidos por el propio servicio secreto de su país). Por lo tanto no sería correcto clasificar a la escolta adecuada por su número, ya que muchas veces el protegido no puede elegir cuántos deben protegerle y, el escolta, además, mucho menos, de modo que tendremos que conformarnos, si somos únicamente uno, con utilizar y aprovechar la mayoría de los recursos posibles a nuestra disposición (o que podamos obtener) para hacer nuestro trabajo lo mejor posible, aún careciendo, como en la mayoría de las ocasiones, lamentablemente, suele suceder, de los medios óptimos para hacerlo. Pero no solamente esos medios están en nuestra contra, sino que también lo que nos rodea (y el propio protegido debido en algunas ocasiones a su inexperiencia, y, otras, a propósito) nos ponen no pocas trabas y dificultan nuestro trabajo. Un buen escolta, por tanto, deberá considerar todo ello para hacer que no se convierta en un peligro para su protegido. En resumen: un escolta debe tener la suficiente intuición y experiencia como para no convertir una situación cotidiana y banal en una emergencia, y, a la vez, para no perder los papeles en una emergencia.

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Equipo del escolta El equipo con el que contará un escolta para sus labores de protección es muy variado, y depende en gran medida de la situación, el conflicto y terreno en el que actuará, y sus propias preferencias. No obstante, podemos destacar del mismo varios elementos (que no siempre van a utilizarse, pero que merece la pena incluir en un listado como recordatorio): - Arma. Ligera y fácilmente portable si se va a trabajar en zonas urbanas o en ambientes con mucha movilidad. - Teléfono móvil: Debe ser también muy portable, con cámara - en algunas ocasiones podríamos llegar a necesitar la cámara para obtener pruebas, matrículas, captar a personas y/o sus movimientos - y de inicialización rápida. La cámara no debe tener mucho retardo en inicializarse, de forma que una vez lo saquemos del bolsillo lo tengamos listo para hacer fotos de manera inmediata, por lo tanto desechemos los aparatos de telefonía de vanguardia que requieren minutos y minutos para su inicio, y elijamos aparatos más rápidos, como los Nokia S40. No elijamos el teléfono móvil, así como diversos elementos, por estética. La estética debemos guardarla para nuestra vida privada. El aspecto principal que debe primar es la eficiencia. - Equipo de escucha y/o comunicación: Ver la parte 4 del presente “Manual de Seguimiento”. - Equipo de protección personal: Integrado por chaleco antibalas, si se requiere y dependiendo del caso, situación o zona específica, además de otros útiles y utensilios a elección de cada persona. - Otros elementos: Como claves de intervención, de llamada, de comunicación… esto dependerá siempre de la unidad a la que pertenezcamos o del grupo que nos haya encargado la protección. Mapas, rutas, desviaciones y rutas alternativas, junto con históricos de recorrido, vehículos de los alrededores con fotografías de los mismos, etc. etc., son algunos de los elementos con los que contará también un escolta en su trabajo cotidiano. Esto es de vital importancia, por ejemplo, en casos de coches bomba o emboscadas. Debemos conocer los vehículos habituales que aparcan o están cerca de donde vive nuestro protegido, de manera que ante la aparición de cualquier vehículo sospechoso podamos estar alerta y, en su caso, advertir al protegido de ello.

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Pautas de actuación y comportamiento de un escolta Aunque el deber de un escolta es el de evitar todo peligro para su protegido, nuestra labor debemos hacerlo lo más solapada y tranquilamente posible, de manera que no sólo no consigamos ejercer una mejor labor, sino, y un punto importante, que nuestro trabajo no afecte a la persona a la que protegemos. El escolta ha de estar todo el tiempo alerta y precavido, pero no debe contagiar este estado a su protegido, ya que éste, en la mayoría de las ocasiones, tendrá su propia vida y rutina. Debemos saber adaptarnos -en la medida de lo posible, lógicamente- a ella sin que se note ni nuestra intervención, ni nuestros miedos o sospechas. Sólo en última instancia intervendremos con el protegido para hacerle modificar, aunque sea mínimamente, sus pautas cotidianas. Por ejemplo: si existe un auto aparcado, que nos hace sospechar, no debemos advertirle de ello al protegido y hacerle variar su ruta. La mayoría de las veces esto crearía situaciones de alerta que, con el tiempo, pasarán no sólo a afectar su vida privada, sino su propia estabilidad emocional. Por ello es imperativo que dejemos claro al protegido que aceptará nuestras sugerencias por encima de todo y las tendrá en cuenta. Debemos, en lo que se llama en el argot, obrar con psicología. En otras ocasiones, sin embargo, y en determinados trabajos, solamente tendremos acceso al VIP a través del Jefe de Seguridad, que es la persona que contará con todos los medios y que, se supone, posee la mayor experiencia. Si esto es así, el Jefe de Seguridad debe saber interpretar correctamente nuestras órdenes y trasladarlas correctamente al protegido, de manera que no se cree confusión y la situación no derive en un acto de irresponsabilidad. Ante el vehículo aparcado del ejemplo anterior no diremos algo así: “Sospecho de ese auto, probablemente tenga una bomba adosada, vámonos por este lado de la acera o por esta ruta”. Eso, dicho la primera vez, probablemente le afectará y nos hará caso, pero cuando lo decimos diez, doce o cien veces, como, probablemente, tengamos que hacer -dependiendo del caso- el protegido acabará o por no hacernos caso, o le crearemos una situación de estrés para la que él no está - y no tendría por qué estarlo, por otra parte - preparado. En lugar de ello diremos: “Vamonos por esta zona (o por esta acera, o por esta parte del edificio)”. No le diremos por qué ni para qué. Si la bomba explota luego en la otra parte del edificio por la que nosotros no hemos pasado, ya habrá tiempo de explicárselo; y, sino explota, le habremos ahorrado un disgusto. Por todo lo anterior hay que insistir sobre ello: antes de entrar a cumplir nuestro trabajo debemos dejarle claro cómo actuaremos y la importancia de hacernos caso. Esto implica algo importante: responsabilidad. A partir de ahora no podremos decir que el protegido ha ido por éste u otro sitio “por su culpa”, aunque en la mayoría de las ocasiones, realmente, así sea. Debemos tener la capacidad -y la autoridad- para modificar rutas, cambiar ubicaciones y alterar recorridos. Esto, lógicamente, es más o menos fácil cuando el protegido decide dar un paseo todas las tardes, pero es más difícil de conseguir cuando debemos hacer la escolta sobre un determinado trazado con multitud de gente que ha sido previsto con antelación semanas, cuando no meses, atrás.

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Por ello, otro de los aspectos importantes del escolta es que ha de ser flexible. Y, por ello también, es muy importante que sepa analizar, en minutos (¡o segundos incluso!) la situación que le rodea y que rodea a su protegido: posibles zonas de evacuación, peligros inminentes, zonas de paso más seguras… a veces solo tendremos unos minutos para decidir todo esto, y es nuestra experiencia, junto con nuestra profesionalidad, la que nos ayudará a salir airosos. Todo ello, además, debe hacerse de modo “transparente” para el protegido, sin que nada le afecte o, cuanto menos, le afecte lo más mínimo. Es lo que se denomina “intervención silenciosa”, una especie de vigilancia latente que nunca debemos aletargar y, también, nunca debemos hacer evidente. No obstante, en muchas ocasiones no tendremos la capacidad (ni la autoridad moral, no ya profesional) de modificar su agenda o sus compromisos. Ante ello debemos actuar intentando haber preparado el terreno mucho antes (esto es posible en muchos casos, ya que los compromisos de muchas autoridades han sido pactados bastante tiempo antes). Pero incluso eso es menos importante, a veces el peligro lo tenemos nada más salir a la puerta de casa, y si modificamos esa parte podemos haberle salvado la vida, aún sin nosotros llegar a saberlo nunca.

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La figura de un escolta: su imagen Se tiende a catalogar a un escolta como un tipo alto, vigoroso, de aspecto fuerte y con un impecable traje negro y gafas de sol. Algunos escoltas, sobre todo de estrellas del cine, la televisión y el espectáculo en general, son tan precavidos con su imagen que dedican todas sus fuerzas a que no le saquen una foto a su protegido o a sí mismo, privando esos aspectos tan banales, incluso, y llamativamente, a su propia seguridad. Cierto que en muchas ocasiones es la estrella de turno quien le ordena a su escolta “no dejar que le hagan fotos”, pero ante dicha orden lo mejor que debería responder el escolta es que contrate a un vigilante jurado para tal cometido, ya que el suyo es mucho más importante que la enorme estupidez de colocar su mano ante las cámaras. Los escoltas de los servicios de seguridad, tanto de las casas reales como de los altos mandatarios gubernamentales, extrañamente colocarán su mano ante una cámara para evitar que un fotógrafo obtenga una foto. Un escolta tiene cosas más importantes en las que ocuparse. Otros escoltas no sólo protegen la propia imagen de su protegido, ¡protegen incluso la de ellos mismos, poniendo todas sus fuerzas en que no obtengan su foto! Algo inaudito. Si un terrorista o un sujeto quiere obtener la foto de un escolta, ¡no tiene que esforzarse lo más mínimo!, solamente con esperar a que salga de casa ya la obtendría. Y la de su protegido, en muchas ocasiones, solamente tiene que comprar una revista para tener una buenísima foto. Por lo tanto perder el tiempo en evitar que nos saquen fotos o en ocultarnos a la vista de los demás con unas gafas de sol no es sólo algo hedonista, sino totalmente ineficaz. Debemos considerar -y probablemente en la mayoría de las ocasiones así sea- que los terroristas probablemente no sólo tengan nuestra foto, sino nuestro número de móvil, nuestra dirección, nuestro modelo, marca y matrícula de coche, ¡y hasta el restaurante de nuestra comida favorita! Y es que esas cosas son muy simples de averiguar para las personas que realmente les interesa. Probablemente, incluso, nos sigan sin tener nosotros ni siquiera una idea de cómo o cuándo lo han hecho (ver los capítulos anteriores de “Técnicas de Seguimiento”). También podríamos escudarnos en nuestra formación, los largos años que hemos pasado en las academias especializadas, ¡pero no debemos olvidar que los terroristas están tan bien formados como nosotros y, además, tienen a su favor que en muchas ocasiones conocen mejor el terreno, los ambientes, y tienen de su parte elementos cruciales como la sorpresa y el anonimato! ¿Crees que tu formación como agente especializado es buena? ¡Si muchos terroristas han sido formados con las teorías y técnicas de los propios servicios de espionaje más punteros del mundo! Otros escoltas aparecen en determinados reportajes de televisión o periódicos ocultando su rostro para “proteger su anonimato” y no dar protagonismo… Es cierto que la vida de un escolta debe ser velada, y eso se corresponde también cuando el escolta pertenece al servicio secreto, pero… ¿es realmente útil? Algunas corrientes de estudio opinan que sí, pero, hoy en día, cualquier ciudadano de a pie sabe enseguida si estás haciendo de escolta o no, lo peor del caso es que hay veces que, como el avestruz que mete su cabeza en un agujero, cree que nadie le ve porque él no ve a nadie, cuando la realidad es que todo el mundo le ve, y es él mismo el que se engaña. No hay nada peor que puedas hacer para tu labor que engañarte a ti mismo, que creer no sólo que todo es seguro, sino que, además, tengas la presunción de que dominas la situación y que “nadie es más listo que tú”. Es tan fácil acabar con eso como que se te acerquen dos tipos por la espalda y, de dos disparos, acaben con la vida de tu cliente

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y la tuya. Así de simple. De hecho, ha ocurrido, y, lamentablemente, puede que vuelva a ocurrir. Más importante que todo ello es guardar nuestra información confidencial: nombre y apellidos (en Internet usaremos siempre apodos y, a ser posible, uno diferente para cada cuenta, servicio o similar que nos demos de alta, nunca el mismo, ni siquiera parecidos o derivados del mismo), dirección, carnés, tarjetas de crédito y similares, ¡e incluso nuestras huellas dactilares! Es con nuestro nombre verdadero, más que con nuestra imagen, con el que los terroristas pueden obtener valiosa información de nosotros. Tampoco debemos usar las iniciales, ni recoger paquetes “de” o “en nombre de” (aunque nuestro cliente nos lo ordene, esa es una labor del servicio y/o mayordomos) ni, por supuesto, firmar en ningún documento. Si nos detienen por la calle para que participemos en alguna campaña con nuestra firma, diremos “no” educadamente y seguiremos nuestro camino (la profesionalidad no está reñida con la cortesía), y actuaremos así en los múltiples aspectos de nuestra vida, ¡incluso cuando estamos con nuestra familia y creemos que nadie sabe de nosotros ni nos ve! La labor de un buen escolta es algo que forma parte de su vida, y que no se reduce a ocho horas diarias sobre un escritorio. Cuando nos llame alguien (incluso al teléfono privado) siempre haremos que digan nuestro apodo, no contestaremos si pronuncian nuestro nombre completo. Asimismo, ante llamadas del tipo “¿es usted don etc. etc.?”, las rehusaremos, y solo admitiremos este tipo de llamadas tras confirmar su identidad. Aún así, pueden estar escuchándonos, por lo que extremaremos las precauciones al máximo en nuestras gestiones, sobre todo en aquéllas en donde el filtrado de información pueda ser más o menos sencillo. Podríamos pensar que estaremos a salvo en plenas vacaciones con nuestra familia (como seguramente sea muy cierto, muchos de los grupos terroristas no tendrán ni infraestructura ni poder económico para viajar durante un mes a un país tropical, cosa que nosotros sí podríamos hacer en nuestras vacaciones), pero no debemos olvidar que muchos de los grupos terroristas más eficaces funcionan mediante células, y, gracias a Internet, nuestra imagen (¡y todos nuestros datos!) pueden viajar al instante a bordo de un correo electrónico. Y ese grupo terrorista probablemente sí tenga células o comandos que operen cerca o en nuestro mismo lugar de vacaciones. De modo que nuestra imagen, y todas las imágenes nuestras que quieran, seguramente ya obren en su poder. Otro tanto de lo mismo ocurre con nuestra vestimenta: debemos ir como la situación lo demande, y no con un “uniforme” de escolta. Si vamos a pasear o a hacer footing, llevaremos ropa acorde a ello; y si acompañamos a nuestro protegido a una gala y él lleva un traje de etiqueta, nosotros llevaremos lo mismo.

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Sección técnica: escolta en la calle Este es un buen momento para recordar que toda esta serie de libros de “Técnicas de Seguimiento” se basan, como su aspecto primordial, en técnicas a pie. Para automóvil y en diferentes circunstancias existen otro tipo de técnicas específicas, las cuales no son cometido abordar en esta colección. También he de señalar que, por la propia filosofía de estos manuales, sólo se incluyen en los mismos unas “pautas de actuación”, unos puntos principales y primordiales, ya que el desarrollo completo de la temática de seguimiento daría para un volumen mucho más amplio y profundo. Dicho todo lo anterior, abordaremos ahora un aspecto puramente técnico y de actuación: la protección en la calle. Ya hemos dicho que lo principal para un escolta (y para la buena salud física y mental de su protegido) es que no se note su intervención, que sea totalmente transparente pero, a la vez, totalmente eficaz. Conjugar ambos aspectos es algo para lo que no todos están preparados, y que, también, no todos se ven capaces de hacer. Aún así es primordial, porque de lo contrario encerraremos a nuestro protegido en una especie de urna de cristal que, irónicamente, le otorga una protección falsa, ya que un simple disparo de un desconocido en la nuca, que nos salga por cualquier esquina, puede acabar con todo al traste. Es importante no olvidar que somos nosotros los que debemos estar siempre en alerta, precavidos, y en tensión, pero no podemos trasladar todo ello a nuestro protegido porque ni ése es su papel, ni su profesión, ni, seguramente, está preparado para hacerlo correctamente. Si al escolta le pueden los nervios, la tensión y el miedo, es su problema. Su único y exclusivo problema, y si no puede con la situación o ésta le supera es cuando debe contemplar, seriamente, el abandonar y dejar que ocupe su puesto alguien mejor. No es el primer caso de escolta “quemado” que se da, ya que ésta es una profesión en la que el descanso no siempre se consigue, en donde dormir, a veces, cuesta muchísimo y en donde nuestra vida pasa en un milisegundo por el filo de la navaja, ¡y a veces durante varios días a la semana! Existen varias técnicas básicas de escoltar a una persona. Tocaremos por alto alguna de ellas, no sin antes recordar que esto ni es “norma de ley” ni siempre lo más eficaz, sino, simplemente, un “abecedario básico” que todo buen escolta debería saber contemplar.

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- Escolta en calles de población. Habitualmente los escoltas protegen a su defendido poniéndose detrás de él, caminando a una distancia prudencial (más lejos cuando hay más espacio, menos cuando la situación es más abierta o hay más gente) del mismo. Si van por parejas uno se colocará a su parte izquierda, y el otro se colocará a su derecha. En el presente manual actuaremos siempre como si hubiera un único escolta, ya que es la labor más difícil y donde podremos cometer los mayores fallos, puesto que cuando hay dos escoltas siempre podremos contar con el compañero/s. En las calles con tráfico, nos dispondremos siempre a la izquierda, hacia la zona de la carretera:

Si nos situásemos hacia la derecha, en la zona donde están los edificios y comercios, fácilmente podríamos quedar sin salida, acortando no sólo nuestras opciones y vías de escape, sino nuestra movilidad. Desde donde nosotros estamos podremos ver tanto el tráfico como lo que se acerca por delante a nuestro protegido, así como el interior de tiendas y portales:

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Podremos avanzar, además, fácilmente hacia nuestro protegido, así como actuar sobre un campo mayor de terreno. Si ocurre algún incidente, tendremos más facilidad para refugiar a nuestro protegido hacia los edificios. Algunos profesionales estiman que la mejor forma de proteger en uno de los puntos más sensibles a un individuo, como es la salida a la calle (en un auto, o en un local, tenemos más flexibilidad y podremos controlar más puntos y zonas), sin llamar en exceso la atención, es con cuatro escoltas. Dos se situarían por delante, y otros dos por detrás, todos ellos en los flancos. Los de delante “limpiarán” el camino y preservarán de los peligros, mientras que los detrás actuarán de apoyo y evitarán acercamientos por sorpresa. Así es como salen a la calle alguna que otra estrella del pop y del cine. Sin embargo incluso así es bastante “fácil” actuar contra el protegido, o, incluso, capturarlo. En una ocasión un tipo esperaba en un portal, mientras que, en frente, y con la puerta corrediza de una furgoneta abierta, su cómplice esperaba mirando por el espejo retrovisor. A una señal, el sujeto del portal avanzó como un vendaval “cogiendo” brutalmente a su paso al protegido, y arrojándose luego ambos, tirándose, sobre la furgoneta abierta:

La actuación fue impresionante y dejó a los cuatro guardaespaldas “con la boca abierta” mientras la furgoneta aceleraba perdiéndose entre el tráfico. Este es solo un ejemplo de que no siempre lo que parece la mejor protección, lo es. Otra variante es cuando va uno, o un par, de escoltas “limpiando” la zona: contenedores, papeleras… incluso cloacas y bocas de riego y eléctricas. Esto se suele hacer ante el paso de comitivas muy importantes, tras lo cual se quedan soldadas para que no vuelvan a abrirse. El efectuar esta tarea se mostró una práctica muy eficiente cuando podemos contar con importantes recursos y una cantidad considerable de policías expertos, así como agentes de todo tipo. Sin embargo, es totalmente inservible cuando se realiza a la par que aparece el sujeto, poniendo a uno o dos guardaespaldas a “mirar cosas”: extrañamente puedan tener el tiempo suficiente para considerar que cualquier bolsa es un artefacto explosivo y, en caso de serlo, el terrorista, hábilmente apostado a prudente distancia, podría hacerla explotar consiguiendo, muy probablemente, herir a nuestro protegido. Por ello, lo mejor para estos casos es modificar rutas (¡incluso sobre la marcha!), por muy preferida que sea determinado trazado para nuestro protegido, o mucho cariño o preferencia que tenga por determinada calle.

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- Escolta en el sitio de trabajo y hogar de su protegido. Deberemos tomar imágenes de todos y cada uno de los vehículos aparcados en la zona donde trabaja nuestro protegido, así como de su hogar - ¡u hogares! -, sus matrículas, viviendas adyacentes, caminos, calles, arbolado, etc. etc., y repasarlo diariamente. Mantendremos también un histórico de todo ello, investigando la aparición de nuevos vehículos o personas ajenas al lugar, ¡no es la primera vez que un terrorista sorprende “inocentemente” poniendo un arma bomba en el mismo lugar de residencia! El tránsito de personas también es una de las tareas que debemos controlar, todo ello, a veces roza la ilegalidad (también muchos otros actos de espionaje…), por lo que deberemos tener especial cuidado con ello. Asimismo, papeleras, contenedores de basura (¡y su posible modificación o alteración!, etc. etc.). Esta es una labor metódica, que, la mayoría de las veces, solo nos ofrecerá la llamada “información basura”, pero de vital importancia si llegamos a dar en el clavo. Por todo ello es importante apoyarse en la informática: existen programas que facilitan enormemente esta labor, ahorrándonos horas y horas de tediosas tareas de visionado, como se hacía antiguamente. Lógicamente, toda esta información se almacenará en el ordenador “off-line”, haciendo copias de seguridad en discos duros externos, si lo creemos necesario. Con ello podremos saber si determinado contenedor de basura, por ejemplo, lo mueve hasta nuestro portal un basurero X que pasa los miércoles por la calle, o, por el contrario, lo han movido expresamente cerca de nuestro portal o coche. Si es en éste último caso, seremos nosotros quienes salgamos primero, llevemos de nuevo el contenedor hasta su ubicación original y solamente después vayamos a buscar al protegido. De forma similar obraremos con todo lo demás que se salga de la “normalidad”.

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- Escolta a la salida y entrada del sujeto. Existen personal de escolta que, al salir el protegido de un determinado local, restaurante, de su casa o de su oficina, comienzan a mirar nerviosamente arriba y abajo, a uno u otro lado, de tal forma que lo miran todo menos, quizá, el francotirador que está apostado algunos metros por encima de ellos. En las academias y centros de formación se centran, sobre todo, en la cualidad no tanto de ver, sino de observar. Debemos comparar la situación global tal como estaba hace unos minutos y cómo está ahora, y lo mejor no es salir a la par de nuestro protegido cogiéndolo del brazo, atosigándolo y atosigándonos a nosotros mismos, sino tomarnos nuestro tiempo, salir antes, y, luego, avanzar con nuestro protegido. En locales y sitios cerrados, en cualquier caso, saldremos nosotros primero, y nuestro protegido detrás. Sólo nos colocaremos detrás de nuestro protegido una vez éste inicie la marcha para caminar, y nunca si ésta marcha la inicia para llegar al coche. Uno de los puntos donde suelen aprovechar los sujetos para dañar a sus víctimas es precisamente en las aglomeraciones de la salida de los locales. Allí, muchas escuelas de escoltas, erróneamente, ordenan a sus profesionales colocarse delante y abrirles la puerta del auto. Eso no es tarea de un escolta, debe ser otra persona la encargada de hacerlo. En estas situaciones las personas forman un pasillo a derecha e izquierda, y es en uno de esos flancos donde un terrorista se suele apostar con un arma al frente para disparar. Debemos colocarnos a un lado, de manera que, extendiendo simplemente un brazo, eliminaremos a nuestro protegido de la línea de disparo y, a la vez, posibilitemos todo el campo libre para poder nosotros actuar. Esto debe practicarse asiduamente en entrenamiento, ya que es un acto reflejo y debe hacerse de manera inmediata. Éste es el cometido que hace en esas situaciones el personal de seguridad privada o los agentes locales de policía, pero éstos no tienen la suficiente sensibilidad ni rapidez para obrar con la celeridad que requiere la situación, por lo tanto lo mejor es que seamos nosotros mismos quienes cumplamos ésa labor.

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Con respecto a la entrada, actuaremos igual. Otro punto conflictivo, y en el cual pocos especialistas se ponen de acuerdo, es en evitar ataques de francotiradores. Lógicamente, si un terrorista prepara muy bien este tipo de ataques estamos perdidos, aunque los contra de hacerlo son de un riesgo tan elevado que, afortunadamente, pocos lo hacen (es casi seguro que tras efectuar el disparo el francotirador sea fácilmente detenido, además de la poca seguridad de que dicho disparo cumpla su objetivo, por lo que la mayoría de terroristas prefieren acercarse a más distancia, consiguiendo mucho más eficazmente sus sangrientos fines). Lo mejor sería “limpiar” previamente la zona con policía experimentada, y, luego, mantenerla en ése estado mediante agentes y la imprescindible ayuda de helicópteros volando a baja altitud. Lamentablemente, eso no es siempre posible, por lo que las medidas a tomar serían: - Acercar el coche blindado lo más posible a la puerta, de modo que el espacio libre entre éste y la salida sea de apenas unos centímetros. Para apoyar esta medida, además, una vez saldrá primero el escolta, otra, unos agentes, otra, diferente personal, de manera que el francotirador no tenga una certeza matemática de que tras determinada persona (o determinado número de personas) pase su objetivo, y no pueda efectuar un disparo “de memoria”. Como es sabido, ni siquiera en esto deberemos mantener una rutina. - El protegido entrará y saldrá del coche de la manera más rápida posible. De modo que siempre tendrá que estar vacío el espacio del interior del coche o del interior del local, y no tenga que esperar en mitad del trayecto. Da igual la personalidad o el VIP que esté en el otro lado, esto debe cumplirse siempre. - El chofer, u otra persona, protegerá de visión directa desde abajo con un paraguas todas las entradas y salidas, y no sólo la del protegido (de hacerse en este último caso, el francotirador sabría cuándo disparar). En algunas galas, celebraciones y actos, se suele poner una marquesina, que no sólo decora, sino que impide la visión de posibles francotiradores. Para ello existen unas medidas estándar, que debemos hacer cumplir -aunque de ello ya se encarga el personal de seguridad encargado de velar por el acto-, y en donde la marquesina no debe ser muy alta (para evitar líneas de disparo abiertas a los lados) ni estar muy retrasada con respecto a la llegada de los autos (para evitar un espacio “delicado” entre la marquesina y el mismo auto). Además, el material que cubre la marquesina no ha de ser transparente y, a poder ser, colores chillones. El exterior de la marquesina, si es de noche, podrá cubrirse de negro para aumentar aún más su eficacia. También se suelen disponer contra-francotiradores en puntos estratégicos que deben, previamente, calificar el equipo de guardaespaldas. No obstante esto no es siempre posible (depende de muchas cosas, entre ellas los gastos que podemos hacer para cubrir determinado evento y la preparación con la que contemos en cuanto a tiempo). Cuando recurrimos a contra-francotiradores es conveniente apostar con ellos personal de apoyo; en algunos manuales de terrorismo se sugiere la estrategia de atacar al contra-francotirador (que suele estar solo) disponiendo en su lugar luego un terrorista con su propia indumentaria (ya que será mucho más fácil acceder al edificio del contra-francotirador). Por lo tanto, si hacemos que el contra-francotirador vaya apoyado también por otra persona armada que vigile no sólo los alrededores, sino el lugar mismo, podremos prevenir atentados como éste. Lógicamente, ello depende del personal que tengamos a nuestra disposición y en muchos casos no es posible.

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- Evitando sorpresas. Cuando caminamos por una zona de arboleda, protegiendo a una persona al paso, los manuales nos dicen que debemos evitar pasar cerca de los árboles, en donde puede haber personas emboscadas. Cuando nos atacan por detrás, el primer punto de atención en el que se centra el terrorista somos nosotros: el objetivo no es tan importante, porque pueden acabar con él de una forma u otra, pero los profesionales, quien puede poner en peligro toda la operación, es el escolta. A veces se tienda a proteger “en exceso” a nuestro cliente obviando esta máxima. A nosotros se nos acercarán por detrás o a los lados, o, incluso, en coche o en moto. Elegirán los lugares más propicios para ellos, donde podrán huir mejor y donde los testigos sean mínimos: aparcamientos, zonas aledañas de parques, jardines amplios con rincones sombríos… Etc. etc. En otras ocasiones es el guardaespaldas quienes les sorprenden a ellos, e, incluso, se han dado casos de querer “pedirles la documentación”. No es buena consejera el hacer de héroe en estos casos. Si el terrorista quiere huir pongámosles un “puente de plata” y que se encarguen de él la policía, ya que nosotros no tenemos -ni podemos, ya que nuestro principal cometido es proteger a nuestro cliente- la capacidad ni los medios para ello. Pero, si por el contrario, son ellos quienes nos sorprenden a nosotros, estamos acabados. Lo que buscan no es herirnos, lo que buscan es matarnos. Saben que somos un “testigo vital” en la investigación, y nos harán callar la boca. Y, luego, acabarán con nuestro protegido. ¿Qué le decimos, por tanto, a nuestro protegido? ¿Qué evite los lugares rutinarios, su bar preferido de las tardes, su rincón melancólico del parque que le trae tantos recuerdos? En el manual de “Persecución Suprapanorámica” hemos tocado algunos aspectos importantes de todo ello, lógicamente, en dicho manual, por seguridad, no se pasó a desglosar punto por punto, ni a concretar toda la información sobre el tema, sería, por tanto, adecuado volver ahora sobre ello, aunque sea, de nuevo, por alto. Si estamos escoltando a nuestro protegido, es fácil para un grupo terrorista, relativamente, acabar con él y con nosotros por sorpresa, casi al mismo tiempo. Pero ¿y si le protegemos mediante persecución suprapanorámica? Los terroristas dudarán, el elemento sorpresa ya no lo sería tanto, y, aunque consiguieran su objetivo, muy difícilmente conseguirían salir airosos de la situación. Y eso es algo que les hará sopesar muy mucho el hacerlo. La protección más eficaz que un escolta puede hacer no es estar todo el día sobre su protegido como una lapa, sino, siempre, elegir la manera más eficaz de protección, dependiendo de la situación, la ubicación, la oportunidad y las posibilidades reales de ataque; ahí es donde entra en juego la habilidad de nosotros como profesionales. De otra forma no sólo no realizaremos bien nuestra labor, poniendo en peligro su vida, sino que, además, y “de regalo” para los terroristas, acabarán con un buen escolta. No permitas que eso te ocurra.

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- Vigilancia máxima al caminar. Mientras el escolta (o escoltas) caminan con el protegido, deben centrarse también en ir mirando los posibles refugios y parapetos que se encuentran por el camino, los cuales utilizarán de forma inmediata en caso de una agresión repentina. Esto se hace mientras nos vamos desplazando, observando a la vez potenciales peligros, que nos harán movernos a izquierda o derecha del protegido, según de dónde provengan estos, sin olvidarnos de mirar arriba buscando posibles amenazas (materiales que pueden caer, francotiradores…), a nuestra espalda, a nuestros pies, y muchos metros por delante nuestro. Aunque es algo complicado obtener soltura para realizar todas estas funciones mientras nos desplazamos, con la práctica se va adquiriendo una cierta intuición que hará que todo ello aparezca casi por reflejo.

Además no debemos olvidar prestar atención a múltiples incidencias que pueden ocurrir o estar en el camino, como charcos de barro, tapas de alcantarillas abiertas, obras... que podrían dañar al protegido o hacer que pase un momento bochornoso, lo cual entra dentro del papel de escolta evitarle.

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- Comportamiento ante manifestaciones, altercados y actos multitudinarios. Obviamente, lo lógico sería evitarlos, de no ser posible, rodearlos, eligiendo un trayecto alternativo. Cuando ni eso podemos hacer, podemos entonces optar a que pasen y, si no es posible porque nos hemos visto envueltos en uno, nos iremos colocando al final del mismo para salir. Siempre suelen haber grupúsculos conflictivos, que son quienes inician las hostilidades y a los cuales debemos intenta esquivar. Se suelen colocar a los flancos e inician incidentes tales como quemas de contenedores, rotura de escaparates, etc. A ellos se dirigen los antidisturbios, iniciando entonces una batalla campal. No debemos dirigirnos a los antidisturbios porque nos confundirían seguramente con ellos, al contrario, si nos vemos envueltos en uno de esos grupúsculos, nos adentraremos en él como se ha mencionado anteriormente: hacia atrás hasta salir. En este sentido también podemos elegir una calle adyacente para huir por ella. Respecto al escolta, se mantendrá junto al protegido en todo momento, no interviniendo en las reyertas que se produzcan y tratando de preservar la integridad de su cliente. Si es necesario, le cogeremos de la mano o del brazo para guiarle, apartando a los que se interpongan sin brusquedad pero firmemente y de manera decidida.

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Centros comerciales y lugares de ocio. Una de las mayores contradicciones para el escolta es tener que realizar su trabajo viendo como los demás se divierten, es más, mientras su propio cliente se está divirtiendo. Y no solo por el hecho en sí, sino por tener que verse obligado a minimizar aún más su afán protector. Para que su labor no resulte tan ingrata y, a veces, exasperante, es crucial la colaboración del protegido. No obstante es bastante lógico que esto en muchas ocasiones no ocurra, y es entonces cuando nos vemos obligados a hacer uso de todos los recursos a nuestra disposición. El cliente creerá, obviamente, que esta vez, como todas las anteriores, no ocurrirá nada. Bien, eso es bueno. Pero por si acaso ocurre algo es para lo que estamos nosotros. Lo malo es que también depende mucho de la edad que tenga nuestro protegido, como este sea un adolescente podeos acabar la noche como niñeras, no solo de él, sino de los demás miembros de su panda y amigos. Lo bueno sería que, por lo menos, nuestro cliente no bebiera a alcohol: si ya es complicado proteger a alguien así, mucho mas lo es si además tenemos que vigilarlo borracho. Hay cosas que se deberían dejar claras a nuestros protegidos, como es este tema de las drogas, pero, aún así, no siempre nos van a hacer caso. Si esta borracho y es difícil de controlar podremos optar por meterlo en el coche y llevarlo a casa sin contemplaciones. Da igual que nos amenace con despedirnos o denunciarnos, siempre es mejor perder un trabajo que perder un cliente por haber hecho mal nuestro cometido. Lo que no debemos hacer es, por mucho que nos enfademos, dejarlo solo e irnos. Siempre le devolveremos sano y salvo a su casa y, una vez en ella, podremos tomar las decisiones extremas que nos plazcan. Insistiremos siempre, eso si, para que no vaya a los mismos lugares a la misma hora, y pondremos especial hincapié en facilitar que su protección no signifique un agobio. Recordemos que él se está divirtiendo. Prestaremos especial atención a las personas, sobre todo desconocidas, que conoce y se encuentra, recordando sus rasgos faciales e, incluso, tomándoles fotos con las técnicas que deberíamos ya dominar. Dichas fotos las incorporaremos a su dossier personal junto con el día y la hora (nota: la creación y mantenimiento de tales dossieres esté prohibido en muchos países). Llevaremos un recuento de los sitios que visita, sus propietarios, fecha de apertura y todo lo que nos pueda ser útil (esto es importante en determinadas zonas donde los grupos terroristas poseen una amplias raíces sociales). En su caso, le convenceremos para que tenga un número de teléfono "basura", que facilitará a todos sus amigos esporádicos o contactos de una noche, lo mismo con direcciones de correo electrónico, que, además, deberá poseer configuración de alta seguridad.

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Aunque todos sepan que eres su escolta, el te presentará, siempre que lo haga, como un amigo, enfatizando que eres su amigo "callado y tímido". Ya habrá tiempo para que descubran la realidad después. No confraternices con sus nuevas amistades, ni con sus amigos de toda la vida. Es mejor pasar por un ser huraño y distante que no por un detective de novela policíaca, cuyo papel no solo no te corresponde sino que, además, no podrías utilizar llegado el caso. Es muy tentador, a veces, querer participar de las discusiones y conversaciones de sus amigos, sin embargo no debes olvidar que esos no son tus amigos y que cualquiera de ellos podría convertirse en un soplón de lo que digas. No caigas en la antigua trampa de querer ser la estrella de la reunión. Y, si te embaucan, recurre a las "Técnicas de Distracción". En las tiendas y centros comerciales donde salga de compras acompáñale hasta la caja, y ponte entre el y el cliente siguiente. Despreocúpate de lo que compre, de quien llene las bolsas o del dinero: ocúpate solo de su seguridad. Así le ayudarás a que actúe siempre con naturalidad y como si tú no estuvieras. Podéis elegir, antes de salir, un lugar de reunión en caso de extrema necesidad y de que ocurra algo que obligue a separaros. Dicho lugar deberá ser público, preferentemente, y estar abierto hasta altas horas. El hall de un centro comercial o determinado restaurante del mismo centro es un buen lugar. Deberás elegir un lugar discreto en el que pueda ver sin ser visto por todo el que pase y que, además, pueda ser vigilado todo el tiempo por camareros, trabajadores, etc. Recuerda, por último, que en la calle es vital que conozcas la multitud de técnicas de seguimiento para que puedas contrarrestarlas. Los terroristas no te van a dar tregua, aunque estéis en un pueblo o ciudad. No les des tu tampoco tregua a ellos.

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Acercamiento a fans y periodistas, peticiones de entrevistas y autografos. Lo mas lógico, lo más seguro y lo más normal es que las entrevistas que conceda el protegido las realice en sitios seguros, previamente analizados por nosotros y a periodistas de los que nos hayamos asegurado tanto su acreditación como identificación. Pero en algunos momentos esto no es posible. Cada vez más programas de televisión envían a reporteros audaces y astutos a colarse entre la masa de gente para que el VIP le responda a un par de preguntas, o le salude. Si es esto último puede saludar a distancia, pero, otras veces, el protegido insiste en acercase al público para firmar algún autógrafo o responder a sus preguntas. En tales casos extremaremos la precaución al máximo, los escoltas, entonces, se acercarán al protegido, formando en torno suyo una célula de seguridad, e interponiéndose entre el protegido y los extraños, dejando el hueco mínimo imprescindible para que el VIP conteste al periodista o firme el autógrafo. Si el protegido se traslada firmando a la masa de gente, los escoltas se trasladarán con él. Sería conveniente, también, que uno de los escoltas (o el propio protegido) llevase consigo un bolígrafo o rotulador, que es el que utilizaría el protegido para firmar el autógrafo. Asimismo, el cuarderno (u objeto) sobre el que firme se dejará que lo sostenga el propio fan alargando la mano (si no podemos mantenerlo alejado) o, en su caso, uno de los escoltas.

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Gestión de rutas y protección de la información Lo mejor sería no repetir la misma ruta durante, al menos, quince días, e incluso estos aleatorios entre sí. Pero materialmente pocas veces esto es posible. Por ello debemos subdividir la ruta, dependiendo de su extensión, en “subrutas”: si no podemos modificar su trazado, siempre podremos alargarla recorriendo o rodeando manzanas, casas o edificios, convirtiendo con ellos las posibilidades de modificación en multitud de variantes, con lo que se eleva, exponencialmente, la posibilidad de que terroristas “acierten” poniendo el determinado artefacto explosivo. Lógicamente, la decisión de por dónde, cuándo y en qué momento se modifican las rutas corresponderá siempre al escolta, aunque éste podrá aceptar sugerencias de su protegido, será él en última instancia quien deba tomar la decisión, no comunicándosela a su protegido, a ser posible, ya que de lo contrario podría comunicarlo a otras personas (incluso familiares o personas cercanas y sin querer) por teléfono, el cual puede estar “pinchado” o ser detectada la conversación por múltiples medios, con lo cual la eficacia de la ruta modificada perdería completamente su razón de ser. Tampoco se le comunicará al chofer -de tenerlo- hasta el último momento, y, siempre, una vez dentro del auto y a solas. Si el calendario de rutas lo planificamos en un ordenador, éste no deberá tener conexión a Internet en ningún momento (muy fácilmente nos pueden introducir virus o troyanos, incluso sin que nosotros llegásemos a percibirlo), y ése ordenador permanecerá siempre “off-line”, lo mismo ocurrirá con toda la información sobre el protegido y sobre nuestra tarea. Cuando requeriramos trasladar datos desde el ordenador “off-line” a otro, o a Internet, lo haremos siempre sirviéndonos de un pendrive, tras lo cual procederemos a su destrucción con herramientas específicas de destrucción, y nunca con la herramienta de borrado del sistema operativo (ya que existen utilidades que pueden leer los elementos eliminados) ni con formateos, aunque éstos sean a bajo nivel. Debemos ser minuciosos en este aspecto, y no dejarnos caer en la rutina pensando que “por una vez no pasa nada”, ya que con que sólo una vez suceda ya será suficiente y nos dejará, tanto nuestra profesionalidad como eficacia, muy en entredicho. Reservaremos un teléfono para uso profesional y otro para uso personal. El teléfono móvil “profesional” lo llevaremos siempre con nosotros, mientras que el personal lo guardaremos en lugar seguro, junto con el ordenador “off-line”. Siempre que debamos comunicarnos con familiares, amigos o conocidos, lo haremos por el teléfono personal, y desde un lugar seguro, ya que debemos pensar que -sobre todo en determinadas labores de protección- podemos estar poniendo en peligro sus vidas, incluso facilitando su secuestro o la obtención de información privada por parte de bandas terroristas que podrían usar para chantajearnos. Por ello viajaremos hasta un lugar seguro para hablar. No utilizaremos el teléfono móvil personal desde el domicilio del protegido, en su lugar usaremos el ordenador “on-line”, usando herramientas de encriptación, en su caso, para comunicarnos con nuestras personas más cercanas. El teléfono profesional será quien nos mantenga enlazado con todo lo que ocurra en lo que concierne a nuestro trabajo e, incluso, con líneas protegidas. La comunicación con nuestro protegido será, preferiblemente, de forma personal, y, de no ser esto posible, siempre a través de Internet. Mantendremos una cuenta de correo “en secreto” que podremos usar en ésos casos, la cual le facilitaremos “en mano” a nuestro protegido y

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que éste deberá conservar en su agenda. Si pierde o se extravía la agenda o tenemos la sospecha de que su información podría estar comprometida, sustituiremos esa cuenta de correo por otra y, en todo caso, cada cierto tiempo prudencial la modificaremos. El protegido podrá acceder, sólo cuando no sea posible la comunicación en persona, a nosotros, mediante dicha cuenta. Nosotros accederemos a esa cuenta usando un ordenador diferente al “on-line”, o, mejor aún, nuestro teléfono móvil. Siempre que tengamos que efectuar viajes largos con el protegido, llevaremos un móvil con conexión a Internet, para el caso de que tengamos que estar separados por cuestiones de trabajo, movilidad o fuerza mayor. Siempre que dicha separación suceda, seremos nosotros quienes acudiremos hacia el protegido, y no viceversa, aunque el vuelo o el trayecto de nuestro protegido lo alejen de su ruta inicial. En el lugar en donde nos encontremos (si estamos fuera de la residencia habitual) seguiremos las mismas pautas de modificación de rutas, evitando la rutina y la comodidad. Las rutas las haremos en papel que luego destruiremos (a ser posible, quemándolo), y en las ciudades desconocidas, con aglomeraciones, evitaremos salir del auto. De no ser esto posible, acortaremos la distancia de protección respecto al protegido.

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Grados de protección y peligrosidad Existen diferentes aspectos que conviene destacar a la hora de decidir actuar sobre un peligro que derive en daños a nuestro protegido. Estos se catalogan en “peligro inminente”, “peligro potencial” y “peligro latente”, aunque en otros tratados y especialistas los catalogan por códigos de color, mientras que, en determinadas agencias de protección, los catalogan por claves internas. Un escolta obrará siempre en “peligro latente”, es la etapa en donde más flexible puede ser nuestra actuación y donde tenemos más opciones para escoger y salir airosos. Un “peligro potencial”, sin embargo, se da cuando el “peligro latente” se hace más palpable, evidente, o, también, cuando observamos, sin ningún género de dudas, que determinada situación comprometida va a ocurrir (por ejemplo: un coche se acerca hacia nosotros a toda velocidad con una de sus puertas entreabiertas). Aquí tenemos pocas opciones donde elegir, pero aún tenemos bastantes posibilidades, si elegimos las correctas. Por último, un “peligro inminente” es cuando la situación aparece como una amenaza real, sin ningún género de dudas. Por ejemplo: el coche que va hacia nosotros con sus ventanillas bajadas y vemos los cañones de las armas saliendo por sus ventanillas. Ante esta situación tendremos pocas opciones de salir airosos (y, lo más importante, de hacer salir airoso a nuestro protegido), pero aún podemos elegir, si actuamos con rapidez y correctamente. Lógicamente, la forma de actuar dependerá de cada situación y del momento, lo que sí debemos tener en consideración, en todas y cada una de ellas, son las “tres pautas primordiales del escolta”, que tocaremos a continuación.

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Las tres pautas primordiales de actuación Aislar, defender, refugiar. Aislar: Aislaremos a nuestro protegido del peligro inminente: con nuestro cuerpo o apartándolo sin miramientos; poniendo por medio una vía (en T, por ejemplo), un obstáculo (auto, vivienda, árbol…); un elemento lo suficientemente confiable. Defender: Defenderemos a nuestro protegido mediante disparos, poniendo distancia de por medio, usando técnicas de distracción, etc. Refugiar: Sacaremos a nuestro protegido de la zona de conflicto o del potencial peligro: metiéndolo en un coche blindado y llevándolo a un sitio seguro; extrayéndolo de la zona peligrosa y metiéndolo en una casa donde podremos esperar a las fuerzas de seguridad; evacuando a un lugar seguro por el medio más apropiado. Siempre que ocurre una situación de peligro nuestra pauta de actuación para con nuestro protegido es la misma: lo principal es “aislarlo” para que no sufra daños, eliminándolo bien de la vía de los disparos, bien de la zona donde sufre el ataque. Luego lo defenderemos, aunque la defensa siempre está supeditada a la capacidad, tanto nuestra como la del protegido. Si no tenemos escape o no podemos huir, o si la situación del protegido -por heridas o incapacidad- lo requiere. Por último, debemos refugiarlo para preservarlo de todo mal, intentando hacerlo volver de la manera más inmediata y menos traumática a su rutina, a la normalidad, aunque nosotros sigamos en alerta y atentos al resto de peligros.

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El protegido Nuestro protegido, sobre todo al principio, nos dirá que colaborará con nosotros, que hará lo que le indiquemos e, incluso, que estará dispuesto a modificar sus pautas cotidianas para ayudar nuestra labor. Esto nos lo dirá sobre todo si ha recibido un pequeño “susto” y nos han llamado para evitar que no vuelva a suceder. Todo ello está muy bien, y su posición es realmente digna de admirar, pero con el paso del tiempo se irá “aflojando”, sobre todo si la aparente calma vuelve a reinar en su vida. Pero un escolta debe actuar como si su protegido no cumpliera nada de lo que dice o, aún haciéndolo, como si todas las conversaciones, emails, correos, comunicaciones, amistades, etc., de su protegido, estuvieran siendo espiadas por sus enemigos. Aunque el protegido ponga todo de su parte, debemos entender que éste no tiene ni los conocimientos, ni la práctica, para llevarlo a cabo. Podrá intentar que sus conversaciones sean privadas, y que sus elementos de relación con los demás (y sus propias relaciones) sean lo más íntimas posibles, pero no sabrá discernir ni cuándo lo son ni, además, si los demás son de confianza. Por lo tanto nosotros actuaremos como si no lo son siempre, y como si las comunicaciones de nuestro protegido con el exterior son inseguras SIEMPRE. Da igual los cortafuegos o las medidas que haya adoptado para que no lo sean, para nosotros, todo es inseguro. No hay que conceder espacio para la duda, porque si dudamos, perdemos. Además, hay que tener en cuenta que nuestro protegido es muy diferente con el trato a los demás que nosotros: él -o ella- probablemente tengan que estar, por su trabajo y por su vida, en relación directa con muchas personas, incluso con personal extranjero y con gente de toda índole, muchos fiables, pero otros realmente peligrosos. El escolta, al contrario, mantiene a su familia y a sus amistades “al margen”, su “vida propia” está totalmente supeditada a su protegido, y sus amistades no entran en relación, nunca, con su trabajo, mientras que en su protegido lo hacen siempre. Esto es obvio, y lógico, por otra parte, puesto que los trabajos son diferentes. La mayoría de la información nos la reservaremos, por lo tanto, para nosotros mismos. Ni siquiera la compartiremos con el protegido, ¡mucho menos información confidencial, como cuándo o dónde vigilaremos tal sitio o la forma de hacerlo!, y, en según qué tipo de protección otorguemos, con nuestros superiores o con nuestro enlace. No está mal que el protegido se interese por nuestro trabajo, pero no deberemos darle un “curso acelerado de escolta” o de espionaje, ése no es nuestro cometido. Además, lo peor que podríamos hacer es desvelar nuestros secretos o nuestras pautas de actuación, ¿qué haríamos si se produjera una filtración, o si nuestros enemigos supieran cómo actuamos y nuestros pasos con antelación? ¡Estaríamos completamente a su merced! Tampoco somos su confesor. No pocos escoltas han caído en la “trampa fácil” de convertirse en íntimos confesores de los miedos de sus clientes. Sus temores, dudas y pánico, que los lleven a su psiquiatra o psicólogo, no es nuestra labor ser su pañuelo de lágrimas ni curar sus problemas mentales o líos intelectuales. Está bien que le tengan al escolta admiración, incluso respeto, pero ni es su superior, ni es su confesor. Es, simplemente, su escudo: si lo usa mal, le puede llegar una flecha. Si lo usa bien, puede salvarle la vida. Simplemente es eso, y debemos tenerlo claro en todo momento.

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Es lógico que, como humanos, cualquier escolta se sienta sensible por los miedos y tristezas de la persona que protege, pero si se deja influenciar por ello acabará cediendo y bajando la guardia o, como se dice vulgarmente, “moralmente implicado”. Además, no debemos olvidar que también nosotros tenemos una buena dosis de miedo y temor, corremos el peligro de hacerle cargar con ello a nuestro protegido, convirtiendo una relación eficaz profesional en una tormenta de sentimientos de muy difícil resultado.

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El escolta dentro de la casa El escolta que cumple su función también dentro de la casa del cliente, debe de ser lo más invisible posible. No hay nada que le moleste más a una persona que un intruso deambulando por su casa dando órdenes. Afortunadamente, las casas de los VIP, la mayoría de las veces, suelen ser lo suficientemente grandes como para que el escolta pueda “desaparecer” sin mucha dificultad, y que no se note su presencia. El escolta debe dar las oportunas instrucciones prácticas de comportamiento y seguridad y, una vez se haya asegurado de que se cumplen, permanecer sin intervenir, ni en discusiones ni en disputas familiares. Es bueno, asimismo, que el escolta tenga una actividad a la que dedicarse en los ratos donde no tenga nada que hacer: salir en bicicleta, en moto, la lectura o la pintura… También deberá tener una habitación que pueda cerrarse con llave, y a la cual no podrá acceder nadie, ni siquiera el servicio, que limpiará la habitación en su presencia. Además, dicha habitación sería conveniente que contuviera una caja de seguridad para guardar el equipo básico, armas, munición, identificaciones -si es necesario-, el ordenador “off-line”, pendrives, móvil personal, etc. etc. Se deberá ser muy cuidadoso en mantener todas esas cosas bajo llave y guardadas cuando vayamos a salir de casa, aunque nos ausentemos únicamente unos pocos minutos. De nuestra minuciosidad puede depender nuestra vida y la de nuestro cliente.

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Los peligros del escolta El escolta no sólo tiene enemigos exteriores (sin duda, los más devastadores, aunque no siempre los peores), sino interiores. Se podría decir que el mayor peligro de un escolta es la costumbre y la rutina. Cuando vives una rutina y obras por simple comodidad levantas la guardia. Y cuando levantas la guardia no hay vuelta atrás: estás acabado. Por eso muchos escoltas realizan cursos de reentrenamiento, de actualización y reciclaje, pero ni aún así se está a salvo de ello. Lo peor es que muchas veces el escolta se deja contagiar por la rutina de su protegido: “tal día tiene que hacer tal cosa, mañana nos toca hacer esta otra”. Es muy fácil modificar todo eso cuando se es un recién llegado, pero a medida que pasa el tiempo, y que el protegido nos genera -y le generamos- confianza, todos esos aspectos se van debilitando. Todo ello no sería un gran peligro si nos olvidamos del peligro en sí que encierra nuestro trabajo, el cual, debemos tener presente -y no me cansaré en repetir- que en un milisegundo se puede crear el caos, se puede modificar todo, y se puede pasar de la calma más absoluta a la desgracia y tragedia más grande. Solamente cuando empezamos a olvidar eso, o cuando no lo tenemos en suficiente estima, es cuando nuestro trabajo deja de ser tan valioso. Y es que el escolta no es tanto para detener el peligro (muchas personas suelen tener la imagen de un escolta como la del tipo aquél que salta en el último momento para detener con su cuerpo la bala del fusil terrorista que éste ha disparado apostado a determinada distancia), que también, sino, y principalmente, para evitarlo. La mejor actuación de un escolta, y su mejor tarea, es cuando nadie sabe (y a veces ni él mismo) que ha evitado que su protegido sufra daños. Es, sobre todo, una labor de vigilancia y prevención: la vigilancia, porque nos da la oportunidad de obtener las mayores cartas posibles para evitar un mal a nuestro defendido, y la prevención porque nos posibilita para saber actuar adecuadamente ante las situaciones de peligro, o de potencial peligro, o de posible peligro.

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La vida de un escolta La vida de un escolta es lo más parecido a la de un agente secreto en zona enemiga, con la diferencia de que un agente secreto puede pasarse menos tiempo en ése cometido y de que, además, tiene menos peligros de rutina. El peligro para un escolta aparece de inmediato, de improviso, de manera repentina, y, cuando lo hace, se deciden en décimas de segundo cosas tan vitales como su supervivencia y el éxito en su trabajo. El problema es que un terrorista cuenta con muchos apoyos, y puede tomarse un descanso siempre y cuando quiera, mientras que un escolta, muchas veces, está solo, depende de él mismo, y cuando le llegan los descansos le cuesta mucho acostumbrarse a una vida “normal”. Es lógico, puesto que siempre está en tensión. Lo básico para un escolta es, entonces, una buena formación y unas aptitudes óptimas, solo con tales cosas podrá salir airoso de su tarea. Lo mejor en su vida diaria es que no ocurra nada. Mientras la mayoría de los mortales busca y desea que pasen cosas en su vida que les haga salir de la rutina, que les entretenga y distraiga, aventuras y descubrimientos nuevos, para el escolta todo eso es un peligro potencial. Lo mejor para un escolta es que llegue la noche y el día haya sido lo más apacible posible. Un escolta debe evitar la intervención, tanto en chascarrillos como en discusiones. También, debe evitar salidas nocturnas, frecuentar lugares peligrosos o situaciones en los a los terroristas les sea muy fácil chantajearle, ¡no será la primera vez que se pierde una buena carrera de escolta por un lío de faldas! Y es que la soledad y la penumbra a la que le obliga su trabajo no es fácil de llevar por todas las personas, hay que ser alguien suficientemente preparado y dispuesto para hacer algo así. Algunos escoltas argumentan sobre ello que intentan hacer una vida “normal” dentro de la anormalidad de su situación. Nada en la vida de un escolta es “normal”, depende siempre de lo que haga su protegido, y es únicamente a él a quien lo supedita todo. El problema es que algunos escoltas acaban convirtiendo a su protegido en “un instrumento”, algo que es muy fácil que llegue a ocurrir con el paso del tiempo, y éste busque hacer más daño (y dificulte aún más el trabajo del escolta) y complicaciones a su escolta, con lo cual acaba siendo todo cualquier cosa menos una labor de protección. No es la primera vez que un protegido se salta las rutas de su escolta, o elige él mismo los trayectos, o, incluso, decide coger el auto y organizar una huida para despistarles. Llegados a este punto cabría preguntarse: ¿hasta dónde es necesaria ahí la labor de un escolta? Cuando el protegido pone él mismo en peligro su vida a sabiendas de que lo hace, e incluso haciéndolo por despecho, ¿debe el escolta continuar con su trabajo? La respuesta es sí. El doctor que opera a su paciente aún a sabiendas de que no va a conseguir nada y de que va a seguir haciendo lo posible por empeorar su enfermedad, no por ello deja de coger el bisturí, ¿qué clase de profesional sería entonces? Lógicamente, bienvenidos sean aquéllos protegidos que colaboran y admiran la labor de sus escoltas, que están siempre dispuestos a ayudarles y colaborar con ellos. Sin embargo, existen otros que dificultan su labor, y hace que ésta, ya muy difícil de por sí, se vuelva a veces insoportable.

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