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May 11, 2019 | Author: Antonio Valente | Category: Forests, Wildfire, Rainforest, Agriculture, Extinction
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D E S T R U C C I Ó N D E N A T U R A L E Z A

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Autores: CARLOS VÁZQUEZ YANEZ / ALMA OROZCO SEGOVIA

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/menu.htm

Compilación y armado: Sergio Pellizza dto. Apoyatura Académica I.S.E.S.

COMITÉ DE SELECCIÓN EDICIONES DEDICATORIA PREFACIO I. LA NATURALEZA EN MÉXICO II. ACCIÓN HUMANA Y DETERIORO DEL AMBIENTE III. DEGRADACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE ECOSISTEMAS IV. ESPECIES DE PLANTAS Y ANIMALES EN PELIGRO V. ALTERNATIVAS PARA LA CONSERVACIÓN VI. EPÍLOGO REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS CONTRAPORTADA

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C O M I T É

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S E L E C C I Ó N

Dr. Antonio Alonso Dr. Juan Ramón de la Fuente Dr. Jorge Flores Dr. Leopoldo García-Colín Dr. Tomás Garza Dr. Gonzalo Halffter Dr. Guillermo Haro † Dr. Jaime Martuscelli Dr. Héctor Nava Jaimes Dr. Manuel Peimbert Dr. Juan José Rivaud Dr. Emilio Rosenblueth † Dr. José Sarukhán Dr. Guillermo Soberón S oberón Coordinadora Coordinadora Fundadora: Física Alejandra Jaidar † Coordinadora: María del Carmen Farías

E D I C I O N E S Primera edición, 1989 Quinta reimpresión, 1996 La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica p ublica con los auspicios de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. D. R. © 1989, FONDO

DE CULTURA ECONÓMICA S. A. DE C. V.

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D. R. © 1995, FONDO

DE CULTURA ECONÓMICA

Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D.F. ISBN 968-16-3241-9 Impreso en México

D E D I C A T O R I A Si se desea resolver la mayoría de los problemas que se plantean en este libro es indispensable impulsar la investigación sobre los recursos naturales y la ecología básica; por eso dedicamos este libro al doctor

P R E F A C I O Los habitantes de las grandes ciudades rara vez miramos el cielo nocturno; por eso, cuando ocasionalmente lo hacemos en una noche despejada, nos emociona redescubrir la vastedad del Universo. A veces nos sorprende no habernos dado cuenta antes de que todo lo que observamos ha estado ahí desde siempre. Lo mismo ocurre cuando por azar se nos presenta la oportunidad de penetrar en una comunidad natural, como un bosque, una selva o un pantano, no alterados por la acción humana. Sentimos la misma emoción al descubrir ese otro universo de seres vivos, de colores, de movimiento, de sonidos, de olores y sensaciones mucho más hermosas de lo que imaginábamos, que es, para algunos de nosotros, mucho más bello que todo cuanto el hombre ha podido crear. Sin embargo, el mundo natural está siendo modificado: empobrecido o destruido a tan gran velocidad que cada vez menor número de personas tendrá la posibilidad de disfrutarlo. De eso trata este libro, de la destrucción de la naturaleza, de sus causas y de sus efectos probados y posibles. No queremos ser pesimistas ni sombríos. Existe aún la posibilidad de hacer muchas cosas para salvar parte de la enorme riqueza viviente que las circunstancias geográficas y climáticas han originado en México. Esto se logrará sólo si nos acercamos a la naturaleza y aprendemos a disfrutar de su belleza y a respetar a los seres vivos de la misma manera que lo hacemos con otros valores que consideramos sagrados por nuestra tradición cultural antropocéntrica. En las páginas siguientes se describe parte de la riqueza de comunidades comunidades naturales y de seres vivos que han existido en nuestro país, así como las causas de su empobrecimiento y desaparición y las consecuencias sobre el medio ambiente. Se comentan también algunas de las medidas que es posible tomar para detener este

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proceso de deterioro. Conscientemente hemos eludido los problemas de los conglomerados urbanos, como el Valle de México, pues la mayoría de la gente que vive en las ciudades los conoce y padece en carne propia.

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M É X I C O

LA SUPERFICIE  de las tierras emergidas de nuestro planeta está en su mayor parte cubierta de un mosaico variadísimo de comunidades naturales; o sea, de mezclas de plantas y animales que originan en cada lugar de la Tierra un paisaje natural característico. La presencia de cada planta y de cada animal que constituyen una comunidad natural es consecuencia de un conjunto de factores del ambiente y de accidentes históricos. Entre los primeros podemos mencionar que el ambiente físico, químico y biológico del Sitio sea el propicio para que esos seres vivos puedan establecerse ahí, desarrollarse y reproducirse. Como accidentes históricos mencionaremos que los antepasados de los seres vivos que pueblan el sitio hayan tenido la oportunidad, determinada por causas geográficas, de llegar a ese lugar, colonizarlo y establecerse en él sin que ningún factor del ambiente se haya modificado en tal forma que haya provocado su extinción. México, como fragmento de las tierras emergidas de la corteza terrestre, reúne una serie de características excepcionales para que su mosaico de comunidades naturales sea particularmente variado y sorprendente desde todos los puntos de vista. En poco menos de dos millones de kilómetros cuadrados caben casi todos los paisajes naturales que es posible encontrar en nuestro planeta. Desde los desiertos más áridos hasta las selvas y pantanos más húmedos, desde los matorrales tropicales más cálidos hasta los páramos de montaña casi en contacto con nieves eternas. Esto se debe al hecho de que México se encuentra en la zona de transición entre el mundo tropical de Centroamérica y el Caribe y el subtropical y templado de Norteamérica. La flora y la fauna de ambos orígenes se reúnen en México, pero esa mezcla se vuelve aún más compleja por darse sobre un mosaico variadísimo de altitudes, climas, tipos de roca y de suelo e historias geológicas. Además, en muchos sitios la variabilidad genética, el paso del tiempo y otros factores han permitido la evolución de seres vivos originarios de ese lugar; o sea, lo que los biólogos llaman "especies endémicas", que se mezclan con las que se originaron en otros sitios y se encuentran ahora ahí. Como consecuencia de lo anterior, tenemos en México muy diferentes paisajes a poca distancia unos de otros. Para ejemplificar esta situación, podemos recurrir al libro del ditinguido botánico mexicano Jerzy Rzedowski (La vegetación de México, publicado en 1978), quien ha realizado la síntesis más completa sobre las diversas fisonomías que adquiere la cubierta vegetal de México en

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cada lugar el territorio. En esta obra se describen cuatro tipos de bosques (selvas) de zonas cálidas de baja altitud y tres tipos de bosques de zonas altas (pero en estas últimas tan sólo el bosque de coníferas presenta al menos seis variantes fisonómicas y de composición florística). También se describen ocho tipos de vegetación acuática y subacuática, numerosas variantes del matorral xerófilo desértico, de los pastizales, de los palmares, de la vegetación de terrenos salinos y de otros tipos peculiares de comunidades. Cada una de estas unidades de vegetación puede estar formada por diferentes especies en cada lugar. En muchos casos, aunque dos comunidades tengan la misma fisonomía y se clasifiquen como si fueran el mismo tipo de vegetación, la composición de especies puede variar radicalmente entre ambos sitios; por ejemplo, el matorral desértico que crece en Chihuahua tiene una flora y una fauna bastante distinta de la que se encuentra en el mismo tipo de vegetación en Sonora o en Puebla. A un simple observador que ocasionalmente transita a través de uno de estos desiertos, el paisaje le puede parecer pobre y monótono, pero si tiene la curiosidad de detenerse y observar con atención lo que le rodea, se dará cuenta, si la zona no ha sido demasiado afectada por la actividad humana, de que existen muchas especies de plantas, sean éstas herbáceas, arbustivas o suculentas; grandes o pequeñas. Cada una de ellas, en su forma peculiar, ha logrado sobrevivir y establecerse en ese ambiente aparentemente inhóspito. Lo mismo puede decirse de la fauna, aunque ésta es generalmente más difícil de observar. Con tiempo y paciencia se podrá apreciar que el desierto también hierve de vida animal. Los botánicos mexicanos han calculado que sobre el territorio del país vegetan entre 25 000 y 35 000 especies de plantas vasculares (o sea, aquellas plantas que presentan vasos por los que circula la savia, como los helechos, las coníferas y todas las plantas con flores). Este número de especies es uno de los más altos que existen en el mundo en un solo país. Como ejemplo, diremos que los Estados Unidos y la Unión Soviética, cuya superficie es muy superior a la de México, tienen respectivamente 8 000 y 20 000 especies aproximadamente. Otros datos interesantes de esta índole procedentes de la revisión realizada por Víctor Toledo (1988) nos indican que México es también extraordinariamente rico en especies de insectos y vertebrados, entre otros animales. En el caso particular de las aves, la riqueza es extraordinaria por la presencia simultánea, en la misma región, de aves de origen tropical, local y especies migratorias que, procedentes de la zona templada del norte, pasan largas temporadas invernales en México. El caso de los patos y otras aves acuáticas es el más conocido. En los cuerpos de agua del norte y centro de México han llegado a invernar alrededor de 35 especies de anátidos (cisnes, gansos y patos), ya que México es el principal destino invernal de muchas aves de Estados Unidos y Canadá (Leopold, 1965).

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En algunos puntos del territorio de México la vegetación y la fauna natural han desaparecido casi totalmente. Dos ejemplos ilustrativos de ello son los siguientes: En la región del Bajío, que comprende una extensión de aproximadamente 20 000 km² en los estados de Michoacán, Guanajuato y Querétaro, ha desaparecido casi totalmente todo vestigio de la vegetación original, que probablemente consistía principalmente de un bosque (también llamado selva) tropical caducifolio con un cierto número de especies endémicas. La agricultura y el pastoreo iniciado hace siglos en el área han dejado sólo mínimos vestigios ya profundamente alterados de lo que existía, y la mayor parte del área está cubierta de una flora y poblada por una fauna que ha sido favorecida o es capaz de resistir la continua alteración humana (Rzedowski, 1987). El segundo ejemplo notable de alteración radical del ambiente lo encontramos en el propio Valle de México, que originalmente era una cuenca cerrada en la que existía una cadena de lagos, siete de los cuales destacaban por su tamaño, desde el lago de Xochimilco al sur hasta el lago de Zumpango al norte. Las condiciones ecológicas de cada lago variaban en mayor o menor medida entre ellos, originando un complejo de condiciones muy diverso para el establecimiento y desarrollo de la vida; por ejemplo, el lago de Texcoco era más salino y profundo que el de Chalco o el de Xochimilco (Figura 1). Todos estos lagos han sufrido una radical disminución y alteración y apenas quedan relictos de su flora y fauna original, que debió ser exuberante y variada. Un indicio de lo anterior lo constituye el estudio de Antonio Lot y Alejandro Novelo (1978) en la Laguna de Tecocomulco, que aunque no forma parte del Valle de México colinda con éste y muy probablemente contiene una biota similar a la que existió en varios de los lagos del Valle, como lo demuestran los registros de polen fósil encontrados en muestras tomadas en el Valle de México. La Laguna de Tecocomulco también ha sido profundamente perturbada; sin embargo, cuando se hizo el estudio aún conservaba más de 38 especies de plantas vasculares acuáticas viviendo en sus orillas o en el fondo de la Laguna (Figura 2).

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Figura 1. Lagos de la cuenca del Valle de México en la época prehispánica (Palerm, 1977; Rojas y colaboradores, 1974). (a) Límites máximos probables durante el periodo de inundación. (b)Relictos actuales de los lagos.

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Figura 2. Perfil de vegetación de la Laguna de Tecocomulco con las formas de vida más usuales de las plantas acuáticas en este ambiente, según Lot y Novelo (1978).

En contraste con el par de dramáticos ejemplos de alteración de la naturaleza que hemos citado en los párrafos anteriores, nos queda el consuelo de pensar que aún existen zonas casi prístinas, aunque su superficie se reduce gradualmente y algunas de ellas están seriamente amenazadas. Dos ejemplos de esto son la Región dcl Pinacate y la región de Los Chimalapas en Oaxaca. La Región del Pinacate es una zona sumamente árida, con una precipitación pluvial anual que va de 64 a 200 mm aproximadamente. Presenta un mosaico geológico variado, lo que le confiere una diversidad de ambientes áridos distintos entre sí; se han definido para el área nueve diferentes combinaciones de flora y fauna, definibles por su composición peculiar, además de los elementos de la fauna que se mueve ampliamente por toda la región. A pesar de su aridez, la zona es notable por su diversidad de especies vegetales y animales, algunas de las cuales se encuentran en peligro de extinción en el país pero persisten en El Pinacate gracias a que el aislamiento de la zona y sus inhóspitas condiciones ambientales la han mantenido prácticamente sin población humana estable. En la región persisten especies animales prácticamente extintas en la mayor parte de las zonas áridas, como la liebre torda, el venado bura y el berrendo (Gallina, 1979). La región de Los Chimalapas en Oaxaca es un complejo montañoso de aproximadamente 600 000 hectáreas, sumamente húmedo y abrupto, que colinda con la planicie del Istmo de Tehuantepec. En estas montañas se ha dado una fascinante mezcla de formas de vida típicas de las planicies tropicales húmedas y de los bosques nebulosos de montaña, y es muy posible que coexistan ahí también

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muchas formas de vida endémicas, tal como lo indican los incipientes muestreos realizados en el área. Las razones de la supervivencia de esta región como un área casi virgen son similares al caso anterior. Un terreno abrupto y muy aislado ha limitado los intentos de colonización humana; sin embargo, ésta ha comenzado y pronto toda la zona estará en riesgo de ser alterada. En las siguientes secciones de este libro analizaremos con más detalle formas concretas de alteración del ambiente natural y sus consecuencias tanto a nivel de comunidad como de especies particulares, echando mano de ejemplos de México, aunque no en todos los casos se han hecho los estudios con el nivel de profundidad adecuado para un diagnóstico preciso de la situación de los recursos bióticos.

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A C C I Ó N H U M A N A Y D E T E R I O R O D E L A M B I E N T E

DURANTE  el florecimiento de las especies de antropoides que precedieron a los seres humanos actuales y en el transcurso de muchos milenios de la presencia de la especie humana moderna en la Tierra, el hombre fue un animal omnívoro más, incorporado en la trama de los ecosistemas naturales, en los que sobrevivía como cazador de aves y mamíferos y recolector de partes vegetales comestibles y animales pequeños, y aunque la idea nos repugne ahora, también de carroña. En este nivel de desarrollo de las sociedades humanas la densidad de población de las áreas colonizadas por el hombre era muy baja y el efecto de sus actividades sobre la estructura y composición de las comunidades naturales, intrascendente. Actualmente aún subsisten pequeños grupos humanos para los cuales la caza y recolección tienen un lugar importante en la dieta, pero su número es insignificante. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en la región amazónica en Sudamérica. La antropóloga norteamericana Betty Meggers (1976) ha descrito con detalle las formas de subsistencia y organización social de varios grupos indígenas que, aunque en todos los casos conocen y practican la agricultura en mayor o menor escala, dependen también en forma significativa de los recursos que les ofrece el ecosistema natural en el que se han establecido, aunque la alteración que éste ha sufrido ha sido mínima. En nuestra visión de la historia de la humanidad se nos ha enseñado a considerar el descubrimiento de la agricultura y la domesticación de algunos animales como grandes avances en el desarrollo de las sociedades humanas, pero hay algunos investigadores que no están totalmente de acuerdo con este punto de vista y basan su argumentación en criterios ecológicos y de salud humana, y opinan que esos descubrimientos marcaron el principio de la destrucción de las comunidades, la erosión acelerada de los suelos, la extinción inducida de especies y, en último

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término, permitieron la explosión demográfica, que llevó a la especie humana de decenas o centenas de miles a miles de millones de individuos, lo que constituye una amenaza para la misma sobrevivencia de la especie (Figura 3).

Figura 3. Crecimiento de la población mundial desde la invención de la agricultura, hace 10 000 años (Modificado de Alba, 1984). Evolución de la población desde el Paleolítico hasta el presente, según Ehrlich y Ehrlich (1970).

En relación con el efecto de la agricultura y la ganadería sobre la salud humana, Jared Diamond (1987) comenta que la dieta de los cazadores y recolectores era considerablemente más saludable y variada que la de los agricultores, de manera que muchas de las enfermedades que aquejan al hombre sedentario, como obesidad, diabetes, ateroesclerosis, artritis, algunos tipos de cáncer, estreñimiento, etc., son consecuencia de la escasa diversidad de alimentos que la agricultura produce en muchos lugares, de la riqueza en carbohidratos y grasas frente a la pobreza en fibras, vitaminas y minerales de muchas de las plantas y animales domesticados. Hasta los grandes descubrimientos de la medicina moderna ocurridos en el último siglo, la esperanza de vida de la población humana no era significativamente diferente de la de algunos pueblos cazadores y recolectores, cuya vida resultaba mucho más llena de peligros en otros aspectos que la del hombre sedentario moderno. Con el desarrollo de la agricultura y la domesticación de algunas especies se inicia el incremento demográfico en regiones localizadas del planeta y el desarrollo de las sociedades urbanas, en las que parte de sus miembros está desligada de la obtención y producción

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directa de los alimentos, y en este momento histórico se inicia irremediablemente la transformación extensiva de las comunidades naturales y la extinción de especies. Es posible que la extinción de especies animales haya incluso precedido al desarrollo de la agricultura extensiva. En el continente americano la colonización por grupos humanos procedentes de Asia se inició hace alrededor de 30 000 años. En ese momento aún existía en América una fauna de mamíferos ungulados (con pezuñas), proboscídeos (elefantes), edentados (armadillos) y de otros grupos, no sólo diversa sino de gran talla. Se ha encontrado que existe una relación directa entre el avance de la colonización humana de norte a sur a lo largo del continente y la desaparición de muchas de estas especies hacia finales del Pleistoceno (hace 10 000 años), las que ahora sólo encontramos como fósiles, a veces con una abundancia notable, como en ciertas zonas del Valle de México. Se calcula que en ese periodo del Pleistoceno se extinguieron 34 géneros de grandes mamíferos y una especie grande de reptil en Norteamérica, o sea, el 71% de los animales de gran talla. la desaparición de gran parte de los grandes mamíferos en América es posiblemente la primera extinción masiva de especies cuya causa puede asociarse al hombre (Mosimann y Martin, 1975; Kurten, 1988). Sin embargo, en el continente africano, en el que la relación hombre fauna se estableció desde el origen mismo de la especie humana, el efecto dd hombre sobre la fauna parece haber sido también muy grande hace alrededor de 50 000 años, cuando una cultura homogénea de cazadores muy eficientes se extendió por África. Después de ese periodo, en el que desapareció el 39% de las grandes especies de mamíferos de ese continente, el número de animales grandes se ha mantenido relativamente estable hasta épocas recientes, en equilibrio con la población humana (Martin, 1966; figura 4). Puede decirse que terminaron por generarse relaciones de convivencia y explotación que no dieron origen a una extinción masiva posterior. Algo similar ocurrió en América entre las tribus nómadas de las praderas y las gigantescas manadas de bisontes que ahí existieron hasta la llegada de los europeos; sin embargo, en regiones más densamente pobladas y culturalmente más avanzadas de Mesoamérica y Sudamérica, el efecto del hombre sobre el medio natural fue más drástico, ya que la agricultura, no importa cuán avanzada o bien diseñada esté, implica necesariamente una simplificación de las cadenas alimentarias de los ecosistemas. Las especies perennes son sustituidas por una o pocas especies anuales y el hombre se convierte en el consumidor preponderante del ecosistema transformado, desplazando a la mayoría de los otros consumidores, y los que persisten se transforman en plagas. Al desarrollarse la agricultura, la diferencia entre un deterioro extensivo o localizado de los ecosistemas naturales depende principalmente de la presión demográfica de la población humana y de la capacidad productiva de las tierras disponibles.

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Figura 4. Extinción masiva de la megafauna en América y África según Martin (1966).

Contamos con poca información acerca del grado de deterioro de las comunidades naturales que pudo haber tenido lugar en el México prehispánico, y la natural tendencia a ver esa época de la historia de México con una fuerte carga de romanticismo y nostalgia nos ha hecho asociar automáticamente el inicio del deterioro del ambiente natural con la conquista europea. Sin embargo, algunos indicios indirectos sugieren que existió alteración de la naturaleza en algunas regiones del México prehispánico. La población calculada en el momento de la Conquista era, según el censo ordenado por Cortés en el Anáhuac, de 3 720 000 habitantes, pero aún no se definía claramente lo que incluiría la Nueva España. Según los cálculos de fray Bernardino de Sahagún, la población era de 9 120 000 habitantes. Existe mucha controversia sobre este punto, ya que los cálculos realizados sobre la población indígena en el momento de la Conquista tienen una variación considerable (entre 4.5 y 25 millones de personas). Lo que se sabe con mayor certeza es que después de la Conquista hubo una drástica reducción en la población, debido principalmente a las nuevas enfermedades que causaron un decremento en el número de pobladores, llegando a 2.5 millones en 1568 y a sólo cerca de un millón en 1605. A pesar de la llegada de peninsulares y negros, principalmente, que se sumaron a la población de la Nueva España, al final de la Colonia se calcula que sólo había 6 millones de habitantes en el territorio (Alba, 1984). Muchas poblaciones de lo que hoy es México habían alcanzado en diferentes épocas un gran desarrollo agrícola y urbanístico. Las grandes movilizaciones humanas ocurridas en Mesoamérica, así como el ascenso y decadencia de civilizaciones, han sido atribuidas por diversos autores a causas ambientales y ecológicas como la disminución de la productividad, presiones demográficas sobre los

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recursos naturales, sequías, etc. sólo para citar un ejemplo, se puede mencionar que la ciudad de Teotihuacán llegó a tener durante su máximo apogeo más de 100 000 habitantes, cálculo basado en la superficie ocupada por el área urbana (McClung de Tapia, 1984). Esta población obtenía sus recursos en una amplia superficie cultivada de aproximadamente 30 000 hectáreas y además, sin tomar en cuenta el uso doméstico de leña y carbón y el uso de madera en la construcción, sólo para producir la cal necesaria para fabricar el estuco y barro cocido para la cerámica (que eran utilizados en grandes cantidades en una urbe de ese tamaño, y posiblemente se exportaban a otras regiones) fue necesario contar con una cantidad considerable de leña y carbón, cuya extracción indudablemente tuvo una gran repercusión sobre los bosques circunvecinos, al grado que se piensa que en el momento de la decadencia de la ciudad había desaparecido la mayor parte de la cubierta arbórea de la región (Lorenzo, 1968). Durante todo el periodo colonial la población de la Nueva España fue pequeña, pero la intensa actividad económica de la Colonia, así como las actividades agrícolas, ganaderas y la explotación minera tuvieron un efecto sobre el medio ambiente natural, que fue más intenso en algunas zonas del Altiplano y en las costas del Golfo. La minería y el uso doméstico del carbón debieron afectar grandemente a los bosques, sobre todo a los de encinos, que proporcionan el mejor carbón para el procesamiento de los minerales. La destrucción de los bosques causada por la minería fue muy considerable en los alrededores de Jerez, Zacatecas, Querétaro, Guanajuato, Pachuca y otras ciudades mineras en las que hubo una alteración total de la vegetación circundante. Incluso fue necesario, en algunos casos, traer leña y madera de lugares distantes. Sin embargo, debido a la baja densidad de población que tuvo México durante muchos siglos, el deterioro extensivo y radical de la naturaleza es un fenómeno moderno. A principios de siglo México tenía sólo alrededor de 13 millones de habitantes confinados principalmente en valles del Altiplano y la costa central del Golfo, y existían enormes regiones casi despobladas en el norte y el sureste del país, que conservaban casi intactas sus comunidades naturales. En este siglo la población de México se ha quintuplicado, la esperanza de vida se ha duplicado y el nivel de vida y el grado de industrialización han avanzado notablemente. Se ha colonizado todo el país y se ha acelerado el uso de los recursos naturales. Todo esto ha tenido en muy corto tiempo consecuencias drásticas sobre la naturaleza, que apenas comenzamos a apreciar y a evaluar (Figura 5).

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Figura 5. Crecimiento de la población en México desde el final del siglo XIX a la actualidad (Modificado de Alba, 1984).

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D E G R A D A C I Ó N Y D E S T R U C C I Ó N D E E C O S I S T E M A S

HAY  diferentes grados de alteración de las comunidades naturales que constituyen un ecosistema, que van desde la simple explotación de algunos de sus recursos vegetales y animales que conduce a cambios en las densidades demográficas de las especies explotadas, hasta la radical destrucción de las comunidades y del suelo en que éstas se desarrollan, como ocurre en los casos más extremos de erosión. La pirámide trófica que caracteriza a un ecosistema puede ser muy fácilmente alterada o modificada sin que a primera vista se aprecie

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un daño sobre la comunidad viviente, pero a la larga los efectos pueden aparecer y modificar la estructura de las comunidades. Un ejemplo muy citado de lo anterior es el caso del bosque de encinos, en el que existe una población de ardillas que utiliza una parte de las bellotas (semillas producidas por los encinos) en su alimentación, y existe también una población de halcones que utiliza a las ardillas como fuente principal de alimento. Supongamos que la cacería de los halcones, cuya posición en la pirámide trófica determina que su número sea relativamente pequeño, causa una fuerte disminución de su número en el bosque. Esto tendrá como consecuencia que las ardillas incrementen su número al disminuir su mortalidad y esto a su vez causará un incremento en la mortalidad de semillas de los encinos y por lo tanto una reducción en su capacidad de regeneración. A la larga, los encinos podrían verse gradualmente sustituidos por otras especies de árboles cuyas semillas no son apetecidas por las ardillas o que las produzcan en mayor número que los encinos originales. De esta manera la modificación gradual de una comunidad se dio por el simple hecho de alterarse la composición de su pirámide trófica (Figura 6).

Figura 6. Estructura de una pirámide trófica en un ecosistema terrestre árido. (a) Plantas fotosintéticas, (b) herbívoros, (c) omnívoros y carnívoros, (d) carroñeros.

Esto mismo puede ocurrir dentro de cualquier otro ambiente natural, y de hecho está ocurriendo continuamente sin que las personas interesadas en la ecología tengan suficientes elementos para interpretar estos cambios por falta de estudios prolundos. De hecho ya son pocos los lugares en los que no se presente la influencia de algún agente ambiental inducido por el hombre que

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esté causando una gradual modificación y empobrecimiento de las comunidades naturales. Analizaremos a continuación algunos de estos agentes de cambio. FUEGO Para que en una comunidad natural exista la posibilidad de que se presenten fuegos recurrentes (es decir, que ocurren con cierta regularidad cada cierto tiempo) deben reunirse los siguientes requisitos: 1) que exista una clara alternancia entre la estación húmeda y la seca, ya que en lugares permanentemente húmedos el fuego no se propaga; 2) que durante la estación de crecimiento vegetal se genere suficiente material orgánico combustible; 3) que la cubierta vegetal tenga la continuidad necesaria para que el fuego se propague horizontalmente. Muchas comunidades naturales, ya sean bosques, matorrales o praderas presentan estas características y son por lo tanto susceptibles de incendiarse. Además de las anteriores condiciones, es necesario que exista un agente que provoque la ignición que da origen al fuego. Antes de la aparición del hombre ocurrían fuegos naturales inducidos por el efecto de tormentas eléctricas en ausencia de precipitación pluvial, o por otros agentes mucho más improbables como las erupciones volcánicas. Después de la colonización humana, casi en cualquier lugar del planeta, el fuego se convierte en un disturbio recurrente que ha modificado el paisaje de extensas regiones. Los agricultores y pastores han utilizado al fuego con varios propósitos, como la limpieza de los terrenos recién desmontados para la agricultura, la eliminación de residuos agrícolas, la eliminación de la vegetación con fines de destrucción de malezas, plagas y animales peligrosos y la quema de los pastizales para favorecer el desarrollo de renuevos verdes para el ganado y para la cacería, ya que el fuego puede facilitar el acorralamiento de animales en zonas restringidas o la salida de algunos de ellos de sus guaridas. El fuego es por lo tanto un instrumento importante de la colonización y expansión del hombre sobre la Tierra, pero esto ha tenido consecuencias en la generación de paisajes que difieren de lo que originalmente existía. Una prueba de lo anterior es el hecho de que ciertas praderas comienzan a cubrirse de árboles tan pronto como los fuegos periódicos son interrumpidos. Muchas plantas y animales están adaptados a sobrevivir o tolerar en cierta medida los fuegos recurrentes. En el caso de las plantas, éstas tienen órganos de perennación subterráneos que sobreviven al incendio o cortezas gruesas y de dificil combustión y yemas de crecimiento cubiertas por envolturas de hojas verdes protectoras. Los animales tienen un ciclo de vida adaptado a los ciclos del fuego o pueden huir o resguardarse de los incendios en guaridas subterráneas. Estas plantas y animales son los que predominan en los lugares que se queman con regularidad, pero no sabemos a

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ciencia cierta los efectos que el fuego ha causado en la determinación de la fisonomía actual de muchas comunidades supuestamente naturales y en su composición de especies. En México hay fuegos recurrentes frecuentes en grandes extensiones del país, que son fáciles de apreciar principalmente en la temporada seca. Algunos datos muestran la importancia de este factor en el deterioro del ambiente. Los bosques de coníferas y pino-encino son actualmente los más extensos de la República, y cubren el 15% aproximadamente de la superficie del territorio. La mayoría de estos bosques sufren fuegos frecuentes que son de tres tipos: rasantes, en los que se quema principalmente la hojarasca; de copas, en los que los árboles se incendian también, y totales, en los que también desaparece del suelo parte de la materia orgánica en descomposición. Los más frecuentes son del primer tipo, y los técnicos forestales no les confieren mucha importancia pues incluso se piensa que tienen efectos benéficos para la conservación del bosque, como la eliminación de árboles competidores de los pinos y el favorecimiento de la vegetación herbácea que sirve de alimento a la fauna silvestre herbívora. Sin embargo, las cosas no son tan simples, ya que grandes extensiones de bosques han sufrido daños por las prácticas de extracción de ocote y resina que hacen más susceptibles a los árboles de quemarse. Los fuegos también se han asociado con el empobrecimiento del número de especies vegetales que forman los bosques, y en algunos casos con la diseminación de plagas. Aunque la mayor parte de los incendios de bosques de pinos en México son rasantes, sus consecuencias pueden ser muy importantes sobre la composición del bosque. Un estudio realizado en Michoacán (Pérez-Chávez, 1981) muestra que en condiciones de bosque deteriorado por el pastoreo, el ocoteo y el resinado, los incendios son responsables de la diseminación más eficiente de parásitos descortezadores del grupo de los escolítidos. El daño que éstos ocasionan a las diferentes especies de pinos es variable, siendo más susceptible Pinus leiphylla y menos su ceptible Pinus michoacana y las demás especies que ocupan posiciones intermedias. Así, el fuego puede llegar a determinar a la larga la composición del bosque y la desaparición de algunas especies. Según cálculos de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, existen estados de la República donde hasta el 40% de la superficie arbolada puede verse afectada por incendios rasantes en un año seco. Algunos de estos incendios se propagan a las copas y al suelo dando lugar a la total destrucción de la comunidad, dependiendo de la cantidad de materia orgánica combustible acumulada y del grado de deshidratación de ésta. Algunos fuegos rasantes, al reducir la cantidad de material combustible, pueden evitar que más adelante se pueda producir un incendio de copas o total, de manera que los fuegos rasantes son frecuentemente utilizados como una práctica de manejo de los bosques de pinos por los técnicos forestales de los Estados Unidos y otros países.

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Los bosques de coníferas han desaparecido en una superficie equivalente al 50% de su probable área original. Puede decirse que actualmente casi toda la extensión de bosques de coníferas del país tiene una fisonomía profundamente afectada por el fuego y en muchos casos el pastoreo y la explotación de madera, leña y carbón. De esta manera, podemos considerar que al contemplar uno de estos bosques no estamos en absoluto ante una comunidad prístina, por más hermosa que ésta parezca, sino ante un conjunto profundamente marcado por la acción humana. Los fuegos también afectan comunidades en las que, en condiciones naturales, éstos serían muy improbables; por ejemplo, algunas selvas se ven afectadas por los fuegos que escapan del control de los agricultores que practican quemas con fines de desmonte, de manera que el fuego también ha contribuido en forma directa a la radical disminución que los bosques y selvas húmedas han sufrido en el país. Su efecto en los desiertos no es tan grave, ya que la falta de continuidad de la cubierta vegetal y la presencia de plantas suculentas en estas zonas impide su propagación horizontal. Actualmente muchos de los fuegos más destructivos son el resultado de descuido o de actos de vandalismo de residentes citadinos que ocasionalmente viajan al campo. Como ejemplo de esto pueden mencionarse datos sobre las causas de los incendios reportados en el estado de Chihuahua (García-Villafrán, 1985): 32.2% fueron originados por fogatas descuidadas, 20.4% por fumadores, 3.4% por incendiarios. Otros factores fueron las rozas, la quema de pastos, etc., y sólo el 4.6% fue originado por descargas eléctricas naturales. El fuego también tiene efecto sobre la fertilidad del suelo, ya que permite la liberación de ciertos nutrientes y la volatización de otros, cambiando así las condiciones de fertilidad del lugar que afecta. Los incendios también modifican la composición de la flora y la fauna que va a desarrollarse en el sitio quemado, al hacer desaparecer ciertas semillas y provocar la germinación de otras o quemar cierto número de huevos o formas larvarias de animales sin afectar a otros. Aún queda mucho por conocer y estudiar acerca de los efectos del fuego en los diferentes medios ambientes de México. ALTERACIÓN DE LA CUBIERTA VEGETAL La eliminación total o parcial de la cubierta vegetal (ya sea con el propósito de explotar los recursos naturales o de abrir nuevas tierras para uso agrícola o pastoril) es una práctica fundamental en la acción colonizadora del hombre. Existen estudios realizados en Nueva Inglaterra (Estados Unidos) y Gran Bretaña que muestran que regiones que actualmente son extensos bosques en épocas anteri res estaban casi totalmente deforestadas y en uso agrícola o pastoril (The Harvard Forest Models, 1975), de manera que la tala es otro antecedente del desarrollo de la fisonomía de las actuales

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comunidades naturales en muchas regiones del mundo. En México tenemos el ejemplo clásico de la civilización maya, de la que se encontraron numerosas ciudades enclavadas en terrenos cubiertos por selvas cuando estas zonas arqueológicas fueron descubiertas. Es lógico pensar que parte de esta selva había sido talada y se recuperó después del abandono de las ciudades (Figura 7). Actualmente ya no se da tan frecuentemente la recuperación de la vegetación original. Lo que ha sido talado o alterado permanece así indefinidamente por diversas razones, dando tal vez lugar al desplazamiento definitivo de la flora y la fauna original que poblaba el lugar. Esto va a depender del grado de deterioro que sufra el suelo y de la cercanía de zonas de comunidades naturales que puedan aportar elementos florísticos y faunísticos colonizadores al área talada cuando ésta deje de ser utilizada por el hombre.

Figura 7. Esquema de una sucesión o repoblamiento gradual de una zona, hasta la regeneración de la comunidad viviente original a partir de un campo de cultivo abandonado, cuando existe aún el germoplasma necesario para que reaparezcan las especies originales de la comunidad.

En relación con la presión demográfica de cada región, el proceso de sustitución de las comunidades naturales por zonas alteradas para la agricultura y la ganadería se inicia generalmente en las áreas que presentan el mayor potencial productivo. Estas áreas son generalmente terrenos planos, de suelos profundos, en las vegas de los ríos, o zonas que tienen buenas posibilidades de conservar la humedad. Cuando la presión demográfica aumenta, se comienza a utilizar terrenos de potencial agrícola más limitado, situados en pendientes y más susceptibles al deterioro; éste será mayor o menor dependiendo del grado de desarrollo que los agricultores

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hayan alcanzado en relación con las prácticas agrícolas apropiadas para esas condiciones de uso del suelo. Bajo presión demográfica fuerte, comienzan a utilizarse terrenos no aptos para la explotación agrícola o el pastoreo, lo que da lugar al rápido deterioro de las condiciones de esos suelos y a una corta duración de su capacidad productiva, lo que obliga a sus pobladores a desplazarse hacia otros lugares igualmente inapropiados o aun peores. El proceso anteriormente descrito puede también ser consecuencia de la estructura social del grupo humano poblador del área y no sólo de su número; por ejemplo, las clases altas más poderosas de la sociedad pueden tomar posesión de las mejores tierras, desplazando a las clases bajas hacia las tierras más pobres e improductivas. De esta manera, la distribución desigual de la riqueza generada por la tierra incrementa aún más esta desigualdad social, lo que indudablemente ha sido una de las causas del deterioro del medio ambiente natural más importantes, ya que una parte considerable de la población se ve obligada a hacer uso de terrenos que no tienen condiciones apropiadas para ser explotados, o que requieren de técnicas de explotación cuyo conocimiento y aplicación no está a su alcance. TALA DE BOSQUES La desaparición de la vegetación arbórea es la que resulta más fácil de apreciar y evaluar como forma de deterioro de las comunidades naturales, ya que el paisaje cambia radicalmente sobre extensas áreas. México ha sufrido, a través de los siglos, una radical disminución de la superficie arbolada, tanto en bosques de altura como en las selvas de las planicies costeras. Antes de la colonización humana del territorio de México su superficie arbolada posiblemente correspondía a alrededor del 60% de la superficie total. Cuando llegaron los conquistadores, ésta posiblemente se encontraba cercana al 56% y en 1984 se había reducido al 22% (Manzanilla, 1985). Este porcentaje incluye vegetación arbolada profundamente deteriorada o etapas regenerativas de bosques destruidos que no pueden considerarse como vegetación inalterada. Sólo en lo que va del siglo la pérdida de la superficie arbolada se calcula en 18 000 000 hectáreas de bosques y 26 000 000 hectáreas de selvas, es decir, el 19% del total del territorio ha perdido su vegetación arbórea en menos de un siglo (Jardel Peláez, 1985). No todos los bosques han sufrido este grado de deterioro. Las selvas cálido-húmedas ocupan quizá menos del 10% de su superficie original (Estrada y Coates Estrada, 1983). También los bosques latifoliados de niebla casi han desaparecido en muchos estados, pero no existen datos cuantitativos, ya que en este caso es dificil diferenciar un bosque natural de un cafetal con

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árboles de sombra por medio de las fotografias aéreas que normalmente se usan en los inventarios forestales. En realidad estos inventarios no permiten visualizar con claridad el grado de deterioro de los bosques existentes, pues la clasificación que se hace de áreas forestales muchas veces incluye áreas perturbadas, superficies arbustivas y áreas arboladas. Por ejemplo, respecto al Estado de México, el Centro de Investigaciones de la Región Central indica que del total de la superficie forestal de dicho estado, 41.2% corresponde a áreas perturbadas y 4.6% a superficies arbustivas (Islas-Gutiérrez, 1985). Un buen ejemplo del efecto que el hombre ha causado sobre la vegetación arbolada podemos verlo en el estado de Tlaxcala, del que se calcula que tenía originalmente una superficie de 350 000 hectáreas de bosques. En 1949 tenía sólo 108 000 hectáreas y en 1978 tan solo 68 000 (García-Aguirre, 1986). El mismo autor menciona que en México, año con año, las causas principales de desaparición del bosque son: cambio de uso del suelo de forestal a agrícola, que él calcula en alrededor de 200 000 hectáreas al año, y los efectos de la explotación legal y clandestina de los recursos forestales. Se calcula que los derribos clandestinos de árboles para leña y carbón de consumo doméstico suman alrededor de 15 000 000 m 3 de madera al año para el consumo de 21 millones de mexicanos que todavía utilizan este recurso como combustible. Este proceso de extracción clandestina tiene lugar incluso en áreas de bosque supuestamente protegidas; por ejemplo, en la reserva de la mariposa monarca, "El Campanario", se extraen a lomo de burro cargas de tejamanil, leña y carbón que corresponden a la madera producida por 80 hectáreas de bosque al año (Snook, 1985). Los encinares se encuentran entre los bosques más afectados por la actividad humana, ya que estaban localizados en tierras de clima benigno, favorables para la agricultura. Los encinares fueron importantes proveedores de madera y carbón durante un largo periodo de la historia de México. Su superficie comprendió probablemente alrededor del 5 al 6% del territorio nacional, y contenía una importante diversidad de especies. Actualmente los encinares puros, bien desarrollados, han desaparecido casi totalmente y los encinos se encuentran con frecuencia asociados a los pinares. Hoy en día, la mayor parte de las maderas preciosas tropicales proceden de desmontes, más que de explotaciones conservacionistas de la vegetación forestal. Los tres estados principales que surtían en 1978 al Distrito Federal de este tipo de maderas eran Quintana Roo, Chiapas y Campeche, los cuales proveían el 92% del total de las maderas preciosas, mientras que Veracruz, San Luis Potosí y Tamaulipas aportaban más del 50% de las maderas tropicales corrientes. En estos últimos estados las maderas finas ya escaseaban (Herrera-Sánchez, 1980).

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Las presiones demográficas de las partes más densamente pobladas de México, en la parte central del territorio, hicieron concebir al gobierno central planes para movilizar a la población hacia el sureste del país, zona en la que hasta mediados de este siglo aún existían extensas selvas. La Comisión de Desmontes, creada en la década de los setenta, se hizo cargo de abrir en sólo cinco años 42 300 hectáreas de tierras a la colonización y cultivo para los nuevos inmigrantes, y propició la multiplicación del número de políticos millonarios que aprovecharon la oportunidad para explotar clandestinamente la madera derivada de los desmontes y obtener concesiones de terrenos ganaderos (Toledo y colaboradores, 1985). Algunos de los planes de desmonte y colonización más famosos fueron los de La Chontalpa y Balancán-Tenosique en Tabasco, Uxpanapa en Veracruz, Marqués de Comillas en Chiapas, y otros en Campeche. Muchas de estas acciones de desmonte no tuvieron el éxito esperado por lo que respecta a la producción agropecuaria, pues faltaron estudios adecuados del correcto uso del suelo en cada sitio. Lo único que ocasionaron fue un enorme desperdicio de recursos naturales que pudieron haber sido mejor explotados, además de la casi total desaparición de las selvas húmedas en Tabasco y Veracruz y su considerable reducción en los demás estados. Uno de los casos más dramáticos de deterioro producido por el desmonte es el de la región de Uxpanapa, pues esta zona tiene suelos pobres más apropiados para praderas ganaderas que para cultivos anuales, de manera que la región que en su momento fue tomada como modelo de colonización agrícola del trópico (lo cual condujo a la desaparición de más de 1 000 km² de selvas bien conservadas) no ha sido más que una solución mediocre al problema de la productividad agrícola (Ewell y Poleman, 1980). Un buen análisis de toda la problemática de la colonización del trópico mexicano fue realizado por Toledo y colaboradores en 1985. No sólo la tala total ocasiona el problema de deterioro de los bosques. Otras formas de explotación aparentemente conservacionistas de estos recursos llegan a tener un efecto deletéreo sobre las comunidades. La extracción de resinas en los bosques de pino es una actividad de considerable importancia en México incluso desde la época prehispánica, ya que varios grupos indígenas utilizaron la resina con diferentes propósitos. En 1967, más de 25 000 000 de pinos en los estados de Michoacán, Jalisco, México, Puebla y Zacatecas estaban en producción (Mas Porras y Prado, 1981). En el caso particular del estado de Michoacán, que produce más del 70% de la resina del país, en 1980 existían 490 000 hectáreas de bosques resinables, es decir, el 50% de la superficie arbolada del estado, de las cuales estaban en explotación más de 300 000. Ya para entonces se hablaba de un gradual deterioro de la productividad, que sería más marcado en los siguientes 10 años debido a la sobreexplotación y falta de árboles de talla explotable (varios autores, 1980). Todos los métodos de resinación dañan en mayor o menor medida a los árboles y los

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hacen más susceptibles al fuego, ya que destruyen parcialmente la corteza protectora y exponen la resina altamente inflamable al exterior; además, favorecen la penetración de plagas, al debilitar al árbol. Algunas especies de pinos podrían ser más susceptibles que otras, pero de esto se tiene poca informacion. PASTOREO De todas las especies de animales domésticos, las que participan en esta forma de alteración del ambiente son unguladas, es decir, animales herbívoros de pezuña. En Mesoamérica no se logró la domesticación de ningún animal con estas características, por lo que todos los que actualmente efectúan el pastoreo provienen del Viejo Mundo. La historia de la ganadería en México desde sus orígenes ha sido detalladamente descrita por Pedro Saucedo Montemayor (1984). El efecto del pastoreo como agente de deterioro se inicia a partir de la Conquista; sin embargo, en Norteamérica, incluyendo partes de México, existían manadas de bisontes y berrendos que pastoreaban en las praderas naturales de esa región, la cual constituía un tipo peculiar de pradera densamente poblada por rumiantes, caso único en el continente americano. Después de la introducción del ganado vacuno, ovino, caprino y caballar, fue necesario extender la superficie de pastoreo mediante el desarrollo de praderas inducidas en regiones que anteriormente tenían vegetación arbórea. Al parecer, la superficie original de pastizales naturales de México era pequeña y se restringía a una franja que corría paralela a la Sierra Madre Occidental, además de pequeños fragmentos en la Mesa Central y una pequeña extensión de sabanas en el sureste (Rzedowski, 1975), de manera que el desarrollo de la ganadería implicó en México la desaparición extensiva de comunidades naturales, cosa que no ocurrió tan marcadamente en otros países como los Estados Unidos, Argentina, Uruguay y Venezuela, que tienen considerables extensiones de pastizales naturales. En la época actual la ganadería ha cobrado importancia extraordinaria como actividad económica y se ha acelerado su impacto sobre las comunidades naturales, sobre todo en las regiones cálidas de baja altitud. Según cálculos de Toledo (1987), la superficie dedicada a la ganadería pasó de alrededor de 38 millones de hectáreas en 1930 a más de 90 millones en 1983, siendo éste un incremento acumulativo de 2.9% de la superficie cada año. El número de reses pasó en el mismo periodo de cerca de 10 millones a más de 37 millones, lo que ha implicado la desaparición de bosques, selvas y matorrales desérticos en una enorme superficie, sin que haya mejorado sustancialmente el nivel de vida del campesinado mexicano, pues es bien sabido que la actividad ganadera requiere de poca mano de obra y grandes extensiones de terreno que se mantienen con baja productividad. Además, la carne

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de res no es un producto al alcance de la mayoría, al menos en la cantidad que sería deseable (Figura 8).

Figura 8. Crecimiento del número de reses en México durante este siglo según datos de Saucedo Montemayor (1984).

El efecto del pastoreo sobre la vegetación y el suelo depende de varios factores como el tipo de ganado (caprino, bovino u ovino) la densidad de los hatos, las características de la comunidad vegetal y del suelo. Se ha visto que el pastoreo en los bosques, que se practica con gran frecuencia en México, afecta considerablemente la regeneración de los árboles, pues sus plántulas pueden ser eliminadas por el ganado y también las yemas de crecimiento. El peso y el continuo apisonamiento del suelo lo endurece, dificultando así la oxigenación de las raíces y el establecimiento de plántulas. Las ovejas y las cabras son más dañinas para la regeneración del bosque que las reses, ya que las primeras arrancan todo material vegetal, en tanto que las reses prefieren los pastos. Hay otros factores relacionados con la estructura del rebaño por los que se concluye que las reses son los animales relativamente menos peijudiciales para el bosque (Carrillo-Guerrero y Carmona-Carranza, 1985). Con respecto a los matorrales desérticos, los daños producidos por las cabras son extraordinariamente graves, pues estos animales son capaces de devorar plantas suculentas, de muy lento crecimiento, aunque estén provistas de las más agudas espinas. No cabe duda de que el pastoreo de caprinos es una de las principales causas de deterioro de las comunidades naturales desérticas. La densidad de la población del ganado tiene un efecto directo sobre la capacidad de regeneración de los pastos de los cuales se alimentan. El número óptimo de cabezas de ganado por unidad de

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superficie de pradera se conoce como "coeficiente de agostadero". Cuando este número no es respetado o no se conoce con precisión, pueden presentarse cambios importantes en la composición de la pradera. Las plantas más apetecidas son eliminadas hasta la raíz y las menos apetecidas o perjudiciales proliferan (López-Ornat, 1984). El paisaje de las tierras de baja altitud en México se encuentra dominado por enormes extensiones de praderas artificiales formadas por especies de pastos generalmente procedentes de África y de otras regiones que en nada se parecen al paisaje original. Las consecuencias de esto sobre la fauna son también muy importantes, pues desaparecen las especies nativas de las comunidades destruidas y proliferan las especies oportunistas e introducidas; por citar un caso particular, mencionaremos que en los pastizales inducidos en zonas cálido-húmedas, como el sur de Veracruz y en Tabasco, las especies de aves que ahora predominan nada tienen que ver con las que existían en las selvas. El picho, la garza garrapatera (africana), las golondrinas, el tapacaminos y otras más que vemos al transitar por esas regiones no son indicadores de conservación de la naturaleza sino todo lo contrario, pues son especies adaptadas a las condiciones alteradas de los pastizales y cultivos. También muchas comunidades acuáticas, principalmente en el sureste de México, han sido transformadas en pastizales, ya sea mediante desecación de los pantanos o por introducción de pastos resistentes a la inundación, de manera que la flora natural ha sido sustituida sobre grandes extensiones de áreas inundables. De hecho, no existe comunidad natural, por inhóspita que parezca, que no esté sufriendo en mayor o menor medida los efectos del pastoreo. Al ganado se le deja vagar por lugares como manglares, pastizales halófitos, dunas costeras, páramos de montaña, etc., en busca de alimento. Estos lugares, a primera vista, parecerían totalmente inadecuados para este propósito; sin embargo, están sufriendo el efecto del pastoreo, lo que indudablemente modificará su estructura y composición. En las zonas montañosas, el ganado, al contrario de lo que ocurre en zonas cálido-húmedas, hace uso principalmente de pastos nativos, y éstos se ven afectados por la acción del pastoreo en diversas formas: se modifica su forma de crecimiento y se altera la composición de especies, ya que algunas son más susceptibles que otras y, finalmente, con la llegada del ganado a estos ambientes, llega también el fuego como un medio que utilizan los pastores para favorecer la aparición de nuevos brotes de pasto. Todo esto tiene a la larga un efecto muy drástico sobre la comunidad natural. Al hablar de la erosión volveremos a este punto tan importante. EROSIÓN En la formación de un suelo capaz de sostener vida vegetal y animal participan una serie de factores físicos, químicos y biológicos que

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conducen a la gradual desintegración de las rocas de la corteza terrestre para formar esa mezcla compleja de partículas minerales y orgánicas que constituyen el suelo fértil. El desgaste del suelo se produce por el transporte, por la acción del agua o del viento, de un lugar a otro de los materiales que lo forman. Éste es un proceso natural de la corteza terrestre visto en una escala geológica de tiempo. El acarreo de suelo ha ocasionado la formación de valles aluviales y el gradual desgaste de las montañas. La vegetación natural ha sido el factor regulador del proceso erosivo, pues la cubierta vegetal actúa como retenedora del suelo e impide que su acarreo a otro lugar ocurra a mayor velocidad que el tiempo que toma la formación de un nuevo suelo en el sitio. Mientras mayor sea la pendiente de un terreno, más susceptible será a los agentes erosionantes, pero incluso los terrenos muy inclinados conservan suficiente suelo para el desarrollo de comunidades naturales complejas y, en condiciones naturales, sólo fenómenos orográficos y climáticos extremos han hecho que el proceso de erosión haya vencido al de formación de suelo para dar lugar a los paisajes rocosos y acantilados característicos de algunas cordilleras y desiertos (Figuras 9 y 10).

Figura 9. Suelos erosionados en una zona de colinas boscosas de Tlaxcala.

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Figura 10. Diagrama que muestra los efectos de la erosión en un suelo en pendiente, hasta que termina aflorando la roca madre.

La acción humana ha cambiado en muchos sitios el equilibrio de fuerzas entre el proceso de formación de suelo y el de erosión, principalmente a través de la eliminación de la cubierta vegetal natural de los terrenos dedicados a la agricultura o al pastoreo. Esto acelera el acarreo del suelo por el agua en los terrenos en pendientes o su arrastre por el viento en las planicies. Algunas características del clima también tienden a afectar la velocidad con la que se da el proceso erosivo. La topografía accidentada y el régimen de lluvias de muchos sitios del territorio de México los hacen más susceptibles a sufrir el efecto destructivo de la erosión. En el país, alrededor de un 60% del terreno tiene una inclinación superior al 10%, y el 28%, pendientes superiores al 25%. Por otro lado, generalmente las lluvias están restringidas a un periodo corto del año y tienden a concentrarse en chubascos violentos y tempestuosos de gran intensidad y corta duración, lo cual favorece el escurrimiento superficial del agua, fenómeno que se acentúa en los terrenos con poca o ninguna vegetación protectora. La eliminación de la vegetación natural original de los terrenos en pendiente puede ocurrir por medio de la tala y quema con el fin de dedicar esas tierras a la agricultura, o por la gradual disminución de la cobertura vegetal ocasionada por el pastoreo y el sobrepastoreo; es decir, cuando se sobrepasa la capacidad del terreno para alimentar a un cierto número de animales por unidad de superficie. Ambos fenómenos se dan con gran frecuencia cuando la presión demográfica o la situación socioeconómica obliga a los campesinos a hacer uso de tierras no aptas para la explotación agrícola y pastoril. Los daños que la erosión acelerada causa no sólo afectan al lugar en donde ésta se presenta, sino que también se resienten en

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lugares distantes, como veremos a continuación al enumerar los efectos de la erosión: 1)  Un gradual adelgazamiento y pérdida paulatina de la fertilidad

del suelo debido al desgaste causado por el acarreo del material que lo forma. 2) Endurecimiento del suelo y aparición en la superficje de grava o

rocas que se encontraban en capas profundas del suelo y que van llegando cada vez a capas más superficiales. 3)  Formación de grietas por las que escurre el agua, que se van

transformando en cárcavas profundas o auténticas barrancas conforme el proceso erosivo progresa. 4) Disminución gradual de la productividad agrícola, la velocidad de

regeneración de pastos para el ganado o la potencialidad del suelo para recuperar o regenerar su vegetación natural original.

5) Al compactarse el suelo y desaparecer la vegetación, el agua

deja de infiltrarse hacia capas más profundas del suelo, y en su mayor parte escurre por la superficie, agravando el proceso erosivo. 6) Al no haber infiltración de agua a capas más profundas del suelo,

el manto freático se reduce y pueden desaparecer los manantiales permanentes, de manera que los ríos de caudal permanente tienden a hacerse torrenciales, de caudal estacional y reducirse e incluso secarse en la época de estiaje.

7) La pérdida de la capacidad de retención de agua por el suelo y la

desaparición de las corrientes permanentes conducen a una gradual desertización del territorio erosionado, sobre todo en zonas semiáridas.

8) Las corrientes de agua que bajan de cuencas que sufren

procesos erosivos van cargadas de sedimentos que vuelven turbias sus aguas, afectando la biota de los ríos que estas corrientes generan. Desaparecen las plantas acuáticas por falta de luz y los peces característicos de aguas claras son desplazados por especies adaptadas a las aguas turbias. Algunas malezas acuáticas pueden verse favorecidas por el incremento en la cantidad de nutrientes acarreados por el agua. 9) El aumento en el sedimento de los ríos causa que aquél se

deposite en las zonas de corriente lenta, de manera que se forman bancos que dificultan la navegación o aumentan la probabilidad de inundaciones cuando los torrentes que alimentan al río crecen en la época de lluvias. 10) Los sedimentos acarreados por los ríos aceleran el azolvamiento

de los lagos o de las presas en las que los ríos desembocan, disminuyendo su vida útil.

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11)  La erosión causada por el viento en los terrenos desnudos

durante el estiaje produce contaminación atmosférica por polvos, que pueden afectar núcleos poblacionales ubicados en estas áreas. 12) Los efectos sociales de todos estos daños son graves. La

disminución de la productividad de la tierra y de los cuerpos de agua causa pobreza y movimientos migratorios a otras zonas, que se verán a su vez afectadas por el mismo proceso con la llegada de nuevos habitantes. La emigración puede darse también hacia las ciudades, y contribuir así a aumentar los problemas derivados del crecimiento demográfico explosivo. La erosión acelerada está ligada a la agricultura y al pastoreo desde que estas actividades existen, y ha alterado ya grandes extensiones del paisaje terrestre. Su efecto es mucho más grave en los terrenos en pendiente que en los terrenos planos, y en los climas marcadamente estacionales se manifiesta con mayor gravedad que en los climas benignos y húmedos. En algunos tipos de suelo es más dañina que en otros. Existen muchos procedimientos, algunos de ellos conocidos desde épocas muy antiguas, para prevenir o disminuir los efectos de la erosión, como la construcción de terrazas, las barreras de árboles u otras plantas, el rellenado de las cárcavas y la reforestación de ciertas zonas (véase el Manual de conservación de suelos,   Departamento de Agricultura, Estados Unidos). Desgraciadamente, muchos campesinos pobres que se ven forzados a hacer uso de terrenos muy susceptibles a la erosión carecen de los medios técnicos y económicos para aplicar los procedimientos de control de la erosión que se conocen. Además, en muchos casos se realiza un uso agrícola o pastoril de tierras que tienen tal pendiente que deberían estar totalmente protegidas a fin de que conserven su vegetación original. Como lo demuestran los estudios de Antonio Andrade (1974, 1975), la erosión y la consecuente desertización son los problemas ambientales más graves del país. En los años en que él realizó sus investigaciones, el total de suelos erosionados era: suelo sin proceso erosivo o erosión incipiente (pérdida menor del 25% del suelo arable) en bosques, huertos frutícolas y plantaciones permanentes, 34.89% del territorio; suelos con erosión moderada (pérdida de entre el 25 y el 50% de la capa arable) en tierras de riego y pastizales de llanura, 23.96%; suelos con erosión acelerada (pérdida del 50 al 75% de la capa arable) en cerros, tierras de temporal y tierras no cultivadas productivas, 26.16%; superficie totalmente erosionada (pérdida de más del 75% de la capa arable), el restante 14% en zonas montañosas ya improductivas. De acuerdo con los Inventarios de Erosión Estatales, los estados más dañados por la erosión son Tlaxcala, Oaxaca, Querétaro, Estado de México, Aguascalientes, Distrito Federal, Zacatecas y Guanajuato, pero todos los demás estados ya presentan algun tipo de daño.

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Fernando Medellín y otros autores (1978) hicieron una síntesis de todas las formas de alteración del medio natural que están conduciendo a un proceso de desertización en las zonas montañosas y semiáridas que bordean los desiertos de México. La erosión es el factor más importante, agravada por el deterioro de la cubierta vegetal causada por el sobrepastoreo. El suelo está sujeto a otros daños que no son fácilmente apreciables como la erosión, pero que son igualmente dañinos para la sobrevivencia de las plantas. Entre ellos podemos citar la pérdida de materia orgánica, la compactación, la insolubilización, el lavado de los nutrimentos minerales, la acidificación o alcalinización excesiva, etc. Cada uno de estos cambios puede ser el resultado de alguna acción humana. La pérdida de la materia orgánica y con ella la pérdida de la capacidad de retención de nutrimentos minerales del suelo es una consecuencia de la desaparición de muchos tipos de bosques y selvas que aportaban naturalmente materiales orgánicos al suelo. Al ser eliminados estos bosques y sustituidos por cultivos anuales o por praderas que producen mucho menor cantidad de materia orgánica, se produce un daño irremediable que debe ser aliviado por medio de la aportación de abonos y fertilizantes en muchos sitios. Debido a las altas temperaturas constantes, la descomposición de la materia orgánica en las zonas tropicales es más acelerada, por lo que los efectos negativos de la deforestación se presentan más rápidamente que en otros lugares. La compactación del suelo se produce con frecuencia al desecarse los pantanos y los cuerpos de agua, cuyos sedimentos son muy arcillosos. Esto da lugar a la formación de suelos muy duros y de utilización productiva difícil. La formación del suelo fértil ha tomado mucho tiempo y es el recurso natural más importante para la vida del hombre; no obstante, su destrucción acelerada es uno de los procesos de daño ecológico más graves, que ha sido ya la causa de muchos de los males que aquejan a la humanidad, como hambrunas, miseria, desempleo, emigraciones masivas, etcétera; ALTERACIÓN DE LAS CUENCAS HIDROLÓGICAS En páginas anteriores vimos que la deforestación y erosión están entre los factores principales que afectan a las cuencas hidrológicas, ya que tienen un efecto directo sobre el régimen de las corrientes de agua. En términos generales puede decirse que, en una zona semihúmeda, la gradual deforestación y erosión de una cuenca fluvial irán ocasionando los siguientes efectos: la desaparición o la disminución de los manantiales y el incremento de los torrentes formados por las lluvias en la alimentación de la corriente fluvial; la gradual transformación de esta corriente que, de ser un río permanente, pasa a ser uno estacional, esto es, que llega a secarse en la época de estiaje; el incremento de la turbulencia de las aguas

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y de la cañada de sedimentos que transportan; el incremento en la frecuencia y la magnitud de las inundaciones que se producen en la parte baja de la cuenca durante la época de lluvias; la desaparición de la flora y la fauna acuáticas y de la fluvial original y su sustitución por otras especies más tolerantes a la desecación estacional y a las aguas turbias. En la zona de influencia de la cuenca, el manto freático puede hacerse más profundo y disminuir su caudal (Figura 11).

Figura 11. Diagrama que muestra los efectos de la alteración de una cuenca hidrológica sobre el régimen de los ríos.

Otras formas de alteración del régimen fluvial muy frecuentes en México son la construcción de obras de irrigación, canales y presas que afectan tanto al volumen como a la regularidad de flujo de agua de los ríos y a veces incluso a su trayectoria. Esto trae consecuencias importantes para las comunidades naturales que crecen en las orillas o en la corriente de los ríos y puede llegar a modificarlas radicalmente, en tanto que las propias presas y canales se convierten en nuevos hábitats para especies oportunistas e introducidas, pues rara vez favorecen a las especies nativas. Algunas cuencas fluviales de México han sufrido alteraciones radicales. Citaremos a continuación algunos ejemplos: La cuenca del sistema Lerma-Chapala-Santiago es una de las más drásticamente afectadas. El río Lerma nace en la base del Nevado de Toluca, donde existía un conjunto de pequeñas lagunas y terrenos inundables, pero la mayor parte del agua es ahora transportada a la ciudad de México, por lo que el río, en su primer tramo, se ha convertido en un insignificante arroyo que ha sido canalizado y para colmo está sumamente contaminado por desechos de todo tipo. El río abandona el Valle de Toluca y recibe varios afluentes, pero en su trayecto existen varias presas que

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permiten utilizar el agua para la irrigación de la zona del Bajío; además, varias ciudades arrojan sus desechos a lo que queda del río Lerma, incluyendo la ciudad porcícola de La Piedad de Cabadas, en donde el río termina siendo uno de los más contaminados que sea posible imaginar. Reducido a su mínima expresión y profundamente contaminado desemboca en el Lago de Chapala, al que aporta considerable cantidad de sedimentos en las épocas del año en que su caudal aumenta por los aportes de los torrentes que bajan de las erosionadas montañas que circundan los valles del Bajío. En algunas ocasiones esto ocasiona desbordamientos importantes del río Lerma en algunas partes de su trayecto. El Lerma es un buen ejemplo de una total alteración de una cuenca hidrológica, inducida por la acción humana. Su flora y su fauna nativa hace mucho que han sido sustituidas por especies que pueden tolerar su actual estado de degradación. En la obra de Francisco Vizcaíno Murray se reseña el grado de alteración sufrido por algunas cuencas fluviales del país hasta 1975. La cuenca lacustre de Pátzcuaro y las causas de su deterioro han sido bien estudiadas por Toledo y Barrera Bassols (1984). Los factores más importantes de deterioro de este lago son los siguientes: la cuenca de captación de agua del lago está deforestada en un 75%, lo que ocasiona grandes acarreos de sedimentos al lago, que ha disminuido mucho en profundidad; los aportes de agua han disminuido considerablemente; la llegada de contaminantes orgánicos de más de 22 comunidades de las orillas, incluyendo la ciudad de Pátzcuaro, ha causado eutroficación y con ella la proliferación de malezas acuáticas nocivas como el lirio acuático; finalmente, la introducción de varias especies exóticas de peces ha disminuido las poblaciones de las especies pesqueras más valiosas, como el pescado blanco. La cuenca fluvial del río Pánuco recibe ahora considerables volúmenes de aguas negras del Valle de México, que sobre todo en algunos de sus afluentes deben tener un efecto considerable, pues el incremento de la materia orgánica suspendida en el agua provoca una multiplicación microbiana que disminuye la cantidad de oxígeno disuelto, y favorece la multiplicación de ciertas algas y malezas acuáticas que causan la completa modificación de la biota de la corriente de agua. Efectos similares a éste se han multiplicado en diferentes cuencas fluviales, conforme el crecimiento de las ciudades va transformando a los ríos en depositarios de los desechos de todo tipo que la sociedad urbana genera. Existen procedimientos perfectamente conocidos y probados para realizar el tratamiento de las aguas negras y purificarlas hasta el punto de que su llegada a una corriente fluvial no la afecte radicalmente, pero dichos procedimientos aún no son de uso generalizado en el país. La construcción de presas puede ocasionar drásticos cambios en las comunidades naturales. Uno de los casos más espectaculares de este efecto se presenta en la parte baja de la cuenca del río Grijalva. Anteriormente, la planicie de inundación de este río era muy amplia. En la época más lluviosa sus crecidas alimentaban un

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vasto complejo de pantanos, marismas y manglares, que formaban un conjunto de muy diversos ambientes en el estado de Tabasco, poblados por una rica flora y fauna acuática y semiacuática. La construcción de cuatro grandes presas hidroeléctricas sobre el río Grijalva (Chicoasén, Malpaso, Raudales y La Angostura) ha causado que las aguas del río tengan un caudal mucho más regular y que el desbordamiento sea mínimo, de manera que se han desecado extensas zonas pantanosas que actualmente se dedican principalmente al pastoreo. Esto ha causado la desaparición de una gran parte de un área natural de comunidades acuáticas únicas por su extensión y diversidad en el país Si el proceso ocurrido en el río Grijalva tiene lugar también en el río Usumacinta, la desaparición de estas comunidades podría ser total. Otros efectos de la construcción de las presas del río Grijalva fueron los siguientes: la compactación de los suelos arcillosos de los pantanos y selvas inundables, lo que dio origen a suelos mucho menos fértiles de lo que se esperaba, sólo aptos para pastizales ganaderos y para cañaverales; la reducción de los aportes de nutrimentos introducidos a las tierras por las inundaciones, que dio lugar a una disminución de la fertilidad; el descenso del manto freático de muchos lugares, que afectó a otros tipos de cultivo como los cacaotales; la disminución del flujo de agua dulce a las marismas y manglares, que cambió las condiciones ecológicas de éstos y favoreció la entrada de agua salina hacia tierras más alejadas del mar (Barkin, 1978). Seguramente muchas especies de aves acuáticas, así como peces, tortugas, anfibios y algunos mamíferos como la nutria y el manatí han visto muy reducido su hábitat y es posible que varias de ellas se encuentren en peligro de extinción. En las zonas áridas y semiáridas la construcción de presas y sistemas de riego tiene efectos bastante diferentes a los antes mencionados. Los suelos desarrollados bajo condiciones de extrema aridez no sufren un marcado proceso de lavado de iones solubles, tal como ocurre en áreas más húmedas. Parte de estos iones son transportados a capas más profundas del suelo donde se concentran. Cuando estos terrenos son irrigados sin las precauciones debidas (dosificación adecuada del agua, lavados periódicos, drenajes), con frecuencia el agua de riego disuelve las sales que se encuentran a cierta profundidad y las hace aflorar a la superficie. Además, la propia agua de riego contiene sales que en estas condiciones se depositan, concentrándose con el tiempo y creándose así problemas de ensalitramiento que afectan muchas hectáreas de los sistemas de riego del norte de México. DETERIORO DE LAS LAGUNAS COSTERAS De acuerdo con las estimaciones de Francisco Contreras (1985), las costas mexicanas contienen aproximadamente 12 500 km² de lagunas costeras que con sus zonas de influencia constituyen una vasta superficie de gran importancia ecológica y económica. En las zonas estuarinas donde se forman las lagunas costeras se presenta

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la interacción entre el universo biológico del mar y el de las aguas continentales. Ambas influencias determinan que la composición de especies y el paisaje natural de las lagunas costeras, así como los estuarios de los ríos y los esteros, tengan características muy peculiares de este ambiente. Dichos cuerpos de agua reciben sus aportes de agua, sedimentos y nutrimentos minerales de los ríos que descienden hacia ellos y del mar, con el que estan comunicados, de manera que ambas influencias son decisivas en el mantenimiento de las comunidades naturales que se desarrollan en ellos (Figura 12). Su vegetación más característica son los manglares, que son un tipo de bosque cuyos árboles están adaptados para tolerar las condiciones de suelos permanentemente fangosos y salinos. Además, existen otros tipos de vegetación hidrófila en áreas menos salinas y pastizales de pastos tolerantes a la sal en las zonas salinas menos inundables. Estos conjuntos de comunidades soportan una rica fauna acuática y anfibia que sirve de alimento a las variadas especies de aves y mamíferos que se encuentran en este hábitat. Las aguas de las lagunas reciben importantes aportes de materia orgánica procedente de los manglares y de otras comunidades que las circundan. Esto permite la existencia de muchos peces, crustáceos (camarones, cangrejos y  jaibas) y moluscos (ostiones y almejas) de importancia económica para los habitantes ribereños. A pesar de esto, las lagunas costeras están siendo alteradas de varias maneras. En México se presentan las siguientes alteraciones:

Figura 12. Esquema que muestra la ubicación de las lagunas costeras y sistemas estuarinos bajo la influencia simultánea del mar y las aguas continentales.

1) La comunicación de estos cuerpos de agua con el mar es a veces

interrumpida por la construcción de obras de ingeniería como carreteras, oleoductos, etc., y esto afecta seriamente la estabilidad

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de los sistemas, pues se interrumpen los aportes de agua marina y la salinidad del sistema puede disminuir, afectando a las especies adaptadas a las aguas salobres. Se interrumpe también la entrada de larvas y de peces procedentes del mar, que requieren de lagunas costeras para completar parte de su ciclo biológico. 2) Disminuye o se interrumpe el flujo de agua dulce procedente de

ríos que llegan a las zonas estuarinas. Esto produce una disminución de los aportes de los nutrientes y sedimentos y provoca que el sistema se vuelva más salino, lo cual puede afectar a muchas especies que están adaptadas a niveles intermedios o bajos de salinidad. 3) Los manglares y otras comunidades hidrófilas son talados para

utilizar la leña o producir carbón, o para sustituirlos por pastizales para el ganado. Esto causa no sólo la destrucción del hábitat de muchas especies que viven en los manglares sino también la interrupción de los aportes de materia orgánica que llegan del manglar a los cuerpos acuáticos y que son la base de la pirámide trófica que en ellos existe, de manera que su productividad se reduce drásticamente. 4) Por su posición geográfica en la parte terminal de las cuencas,

las lagunas costeras son muy afectadas por los contaminantes que los ríos transportan, y además reciben contaminantes de muy diversa índole de las poblaciones e industrias asentadas en sus orillas. Algunas lagunas muy extensas, principalmente en las costas del Golfo de México y el Golfo de Tehuantepec, se han visto muy afectadas por la explotación petrolera y la industria de la refinación de petróleo. Las Lagunas de Tamiahua, Ostión, de Términos y Superior, entre otras, han tenido una reducción importante en su productividad pesquera por causas atribuibles principalmente a los derrames de hidrocarburos (Carabias y Batis, l9). Algunas especies comerciales como el ostión, la mojarra, la lisa y otras, recolectadas en algunas de estas lagunas y otras zonas estuarinas, muestran concentraciones altas de hidrocarburos en sus tejidos (Vázquez y Villanueva, 1987). Se tiene poca información sobre el efecto de esta contaminación sobre otros elementos de la flora y de la fauna, pero se sabe bien que los derrames de hidrocarburos son especialmente dañinos para las aves acuáticas, pues al impregnarse sus plumas se reduce tanto su capacidad de vuelo como su poder aislante, lo que ha causado la muerte de muchísimas aves marinas y estuarinas. CONTAMINACIÓN El efecto directo de los contaminantes de origen urbano e industrial sobre las comunidades naturales es difícil de evaluar en la mayoría de los casos, salvo en el de la lluvia ácida que es bien conocido y ha sido descrito con detalle en regiones boscosas y lacustres de Suecia, Alemania, Checoslovaquia, Estados Unidos y Canadá. Este fenómeno consiste en la formación de óxidos anhidros de azufre y

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nitrógeno durante la combustión de petróleo y carbón y sus derivados, que en contacto con el agua se transforman en los ácidos respectivos. El efecto de la lluvia acidificada con estos ácidos es particularmente grave en los terrenos derivados de rocas muy pobres en calcio. Los árboles y los cuerpos acuáticos de estos sitios sufren graves daños que han sido documentados con mucho detalle en Suecia. En México este fenómeno ha sido insuficientemente evaluado, aunque los suelos muy pobres en calcio son poco frecuentes en el país. María de Lourdes de la I. de Bauer y T. Hernández Tejeda (1986) describen una serie de efectos de los contaminantes como el ozono, el dióxido de nitrógeno, el nitrato de peroxiacetilo y otros contaminantes atmosféricos sobre árboles y otras plantas que crecen en las ciudades, y en bosques y cultivos cercanos a éstas. Inclusive se describen los efectos de los contaminantes como el ozono sobre el bosque de Pinus hartwegii. Se encontró que, en esta especie, los daños son severos en la zona del Desierto de los Leones y del Ajusco. Parece que la contaminación puede estar causando la desaparición de estos pinos en esas zonas cercanas a la ciudad de Mexico. Una de las zonas afectadas por la contaminación que han sido mejor estudiadas es la región inundable de la desembocadura del río Coatzacoalcos en el sur del estado de Veracruz (Centro de Ecodesarrollo, varias publicaciones). Esta zona contiene varios centros urbanos como Minatidán, Coatzacoalcos y otros poblados, además de una impresionante infraestructura de procesamiento de petróleo, explotaciones de azufre y numerosas industrias relacionadas con estos dos recursos naturales. Todo esto colinda con el propio río, su región estuarina y un sistema de pantanos muy extenso y variado. Se trata de una de las zonas más contaminadas del país, que contiene, al mismo tiempo, un conjunto de comunidades acuáticas sumamente variado y rico en especies de plantas y animales. Los resultados de esta interacción han sido la destrucción extensiva de la mayor parte de las comunidades naturales y el grave deterioro de las que aún existen. El Centro de Ecodesarrollo ha estudiado los problemas de esta región con detalle. De todas las sustancias contaminantes que entran en contacto con la flora y la fauna, las más peligrosas son aquellas que se degradan lentamente y que por tanto tienden a acumularse en el ambiente, así como los contaminantes que no pueden ser excretados por los animales y alcanzan concentraciones crecientes en los tejidos en función dd nivel trófico que ocupa cada especie animal. Esto quiere decir que aunque su concentración sea baja en el ambiente, los herbívoros, al consumir continuamente plantas contaminadas, van concentrando estas sustancias en sus tejidos; los carnívoros las concentran aún más altas; y los animales carroñeros, que comen tanto herbívoros como carnívoros, pueden tener concentraciones tisulares aún más altas. Algunos contaminantes que se comportan

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de esta manera son el mercurio y el plomo, y ciertos insecticidas clorados como el  DDT (Figura 13).

Figura 13. Incremento de la concentración de un contaminante difícil de excretar a lo largo de una pirámide trófica.

El fenómeno anteriormente descrito parece estar directamente relacionado con la drástica reducción de aves de rapiña y carroñeras en grandes extensiones del territorio de México. Es bien sabido que estas aves son particularmente sensibles a las altas concentraciones de insecticidas clorados que causan daños en su oviposición, impidiéndoles formar huevos con la dureza suficiente para ser empollados sin ser destruidos. La desaparición de este tipo de aves tiene consecuencias en el resto de la pirámide trófica, como la proliferación de roedores nocivos y la falta de aves eliminadoras de carroña. El uso de fertilizantes en los campos de cultivo, que después son lavados por la lluvia y arrastrados hacia ríos y lagos, puede llegar a tener un efecto muy importante sobre la flora y la fauna acuática. El incremento de nutrientes disponibles para el crecimiento de las plantas, como fósforo y nitrógeno, ocasiona una proliferación de cianobacterias y otras algas, así como malezas acuáticas como el lirio acuático y la lentejilla de agua; además, la proliferación de algas ocasiona un incremento en la materia orgánica en suspensión, lo que a su vez provoca una proliferación de microorganismos y una reducción del oxígeno disponible. La proliferación del lirio y la lentejilla acuática ocasiona una reducción de la iluminación del agua que mata a la flora benéfica del fondo y al fitoplancton, así como otros cambios en la temperatura y oxigenación del agua. En este caso también se incrementan las pérdidas de agua por evapotranspiración del lirio (Penfound y Earle, 1948).

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Vemos que la eutroficación es un agente importante en la alteración de las comunidades acuáticas naturales, que puede estar alterando algunos cuerpos acuáticos cercanos a importantes zonas agrícolas. Un ejemplo de vaso eutroficado lo tenemos en la Presa Rodrigo Gómez, de Nuevo León, que surte parte del agua a la ciudad de Monterrey; pero al parecer este problema ya está resuelto. La presa estaba eutroficada por la llegada de aguas residuales y negras de varios poblados; sedimentos de terrenos en proceso de erosión y desechos agrícolas y ganaderos, entre ellos residuos de fertilizantes. Todo esto ocasionó la proliferación masiva de plantas vasculares acuáticas como la elodea, el lirio acuático y un pasto acuático, que invadieron todo el vaso. Las tres especies son introducidas en la cuenca. La proliferación exagerada de estas plantas trajo consigo problemas en la navegación, la práctica de la pesca, aceleración del azolve y proliferación de microorganismos por el exceso de materia vegetal en descomposición. Esto último ocasionó una disminución en el nivel de oxígeno disuelto que afecta a la fauna y al fitoplancton. En estos casos deberá evitarse el uso de herbicidas tóxicos para solucionar el problema, pues algunos son residuales y pueden afectar también a la fauna del vaso (ContrerasBalderas, 1975). INTRODUCCIÓN DE ESPECIES A grandes rasgos, la presencia de una planta o un animal en una comunidad natural se debe a que en algún momento del pasado sus ancestros fueron capaces de llegar y colonizar el sitio gracias a que transcurrió el tiempo suficiente para que su dispersión alcanzara ese lugar o a que algún factor geográfico se modificó de tal manera que permitió su movimiento hasta un nuevo hábitat. Desde que la humanidad ha aprendido a moverse libremente de un lugar a otro de la corteza terrestre, los hombres han llevado consigo especies de plantas y animales que en muchos casos se han adaptado exitosamente a las condiciones prevalecientes en los nuevos lugares a los que han sido transportadas. De esta manera, hoy en día muchos paisajes naturales y alterados están marcados por la presencia de seres vivos que fueron llevados a ese lugar por actos conscientes o inconscientes de transporte humano, y a veces la presencia de esos nuevos elementos vivos del paisaje ha causado directamente la desaparición de otros que eran nativos de dichos sitios. La introducción de especies es un importante agente de cambio y alteración de las comunidades naturales, y sus efectos son aún más drásticos en lugares que han permanecido aislados durante mucho tiempo, como las islas oceánicas, pero también tienen importancia en los continentes, pues en ocasiones las plantas y animales recién llegados no tienen enemigos naturales que limiten su desarrollo en los nuevos sitios y su multiplicación puede ser explosiva. Otras veces las nuevas especies están mejor adaptadas a las condiciones del nuevo ambiente que las propias especies que ahí evolucionaron, y acaban desplazando a éstas. En el caso de animales, puede tratarse de depredadores muy eficientes para los que las especies nativas no tienen defensa (Figura 14).

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Figura 14. Tres inseparables vecinos del hombre en todo el mundo urbanizado: (a) ratón doméstico, (b) rata negra, (c) rata gris o noruega.

A México han llegado multitud de especies exóticas que han encontrado magníficas condiciones para establecerse, pero su efecto sobre las especies nativas y la fisonomía de las comunidades naturales ha sido poco estudiado. Entre las plantas introducidas, uno de los ejemplos más impresionantes es el del pirú, árbol muy abundante en el altiplano mexicano, sobre todo en suelos derivados de cenizas volcánicas (Figura 15). Se dice que esta planta fue introducida desde el Perú por el virrey Antonio de Mendoza durante el siglo XVI; se adaptó tan perfectamente a las condiciones del altiplano mexicano que ahora es prácticamente el único árbol que se puede encontrar sobre enormes extensiones dedicadas a la agricultura en valles como el de Puebla y Pachuca. Es posible que esta planta haya sido en parte responsable de la desaparición de la flora arbórea nativa de estas regiones, ya que sus semillas son eficientemente dispersadas por algunas aves migratorias que regurgitan las semillas después de que han solubilizado los azúcares que las cubren. Para poder regurgitar las semillas las aves deben posarse en alguna rama, de manera que las semillas caen directamente en la base de los árboles que sirven de percha a las aves. Al germinar y establecerse las semillas, el pirú acaba sustituyendo al árbol en cuya base germino. Es posible observar este fenómeno en algunos puntos del área de distribución de la planta. Actualmente es frecuente ver yucas cultivadas rodeadas de jóvenes pirules.

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Figura 15. Árbol de pirú, Schinus molle,en una zona semiárida del altiplano.

Entre las hierbas que crecen actualmente en el territorio de México tanto en campos de cultivo como en zonas de disturbio frecuente (semiurbanas), abundan las especies introducidas provenientes de una gran variedad de regiones del mundo. Curiosamente, el Viejo Continente y África ocupan un lugar importante como centro de origen de especies introducidas, entre las cuales se encuentran malezas, ruderales y arvenses. Rzedowski (1954) cita 91 especies de malezas presentes en el Pedregal de San Ángel, al sur de la ciudad de México: de estas plantas 31 especies son claramente de origen extranjero. Algunas de las malezas introducidas son sumamente conspicuas y se encuentran en casi todo el país. Entre ellas podemos percibir fácilmente plantas como un zacate de espigas rosadas (Rynchelytrum repens) de origen africano, que fue introducido en Sudamérica hace más de un siglo como planta forrajera. Comenzó a extenderse rápidamente por muchas clases de ambientes perturbados, sobre todo a lo largo de caminos y carreteras, extendiéndose por todo el continente. Sus características son las típicas de todas las plantas que tienen este comportamiento agresivo: rápido crecimiento, amplia tolerancia a la variabilidad ambiental, reproducción vegetativa y eficiente dispersión por semillas que se producen con frecuencia en forma continua, en climas que así lo permiten. La falta de estudios profundos sobre la flora arbórea de México y sus potencialidades de establecimiento y desarrollo en diferentes ambientes ha determinado que muchas de las especies de árboles que se utilizan en los programas de reforestación y protección del suelo sean especies originadas en otros continentes. Algunas de las más conocidas y utilizadas son las diversas especies de eucaliptos y

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casuarinas y la grevilea, procedentes de Australia; el sauce llorón de China, el trueno de Japón, el álamo plateado de Europa, y coníferas de variados orígenes. Un caso particularmente ilustrativo es el que nos ofrece el pino americano ( Pinus radiata) del Oeste de la Unión Americana. El pino americano se cultiva ampliamente en proyectos de reforestación de las montañas del centro de México, a pesar de que esta especie se encuentra afectada por un gran número de parásitos y no parece estar muy bien adaptada a las condiciones ambientales de las montañas mexicanas (González Vicente, 1984). Esta especie se ha utilizado a pesar de que existen en México más de 38 especies de pino sólo porque es más sencillo importar semillas de pinos exóticos que establecer un programa de recolección de semillas y establecimiento de viveros con especies nativas. Es un clásico ejemplo de una planeación deficiente de los programas de reforestación. El problema generado por la formación de bosques de especies introducidas, como los eucaliptos (Figura 16), es que se generan en ellos condiciones ambientales que no tienen ningún parecido con las que existen en los bosques originales a los que han sustituido, de manera que muchas especies de plantas y animales no pueden establecerse en ese ambiente nuevo al que no están adaptadas, y su diversidad biológica permanece muy baja. Por lo anterior, este tipo de reforestación no contribuye a la conservación de la flora y la fauna nativa.

Figura 16. Zona en proceso de reforestación con eucaliptos en las colinas del norte del Valle de México.

Existen varios casos de introducciones de especies animales que han alterado las pirámides tróficas de las comunidades naturales. Los casos más conocidos de esto se encuentran en lagos que tenían una fauna nativa característica y que sufrieron la introducción intencional de peces procedentes de otras regiones del mundo. Estas introducciones generalmente tuvieron buenas intenciones, como la de incrementar la productividad de los lagos o el control de las malezas acuáticas, pero demuestran un pobre conocimiento de

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conceptos elementales de ecología por parte de quienes tomaron las decisiones. Estas personas pasaron por alto la gran riqueza ictiológica de los cuerpos de agua dulce del país, en donde se calcula que existían alrededor de 400 especies, varias de ellas endémicas y por lo menos 16 ya totalmente extintas. La gran mayoría de los peces han sido poco estudiados y se desconoce su potencialidad productiva y la posibilidad de cría y explotación (Elena, 1988). De acuerdo con la revisión publicada por Salvador Contreras y Mario Escalante (1984), en México se han realizado al menos 26 introducciones de especies de peces provenientes de otros países y se ha intentado el transplante de 29 especies nativas a cuerpos de agua en los que no existían. De este total de 55 introducciones bien documentadas, se han establecido poblaciones reproductivas de al menos 41 especies. El efecto de la mayoría de estas especies sobre las poblaciones nativas no se ha evaluado suficientemente, pero se sabe que peces como la carpa común del Viejo Continente, el charal común de Chapala y la lobina negra del río Misisipi, entre otras, han afectado a las especies de peces nativas de algunos lagos del norte de México. Un caso bien documentado es el efecto de la introducción de la lobina negra sobre la población de pescado blanco (especie endémica) en Pátzcuaro. Ambas especies compiten por el alimento, pero la lobina negra es un depredador más activo que se alimenta también de formas juveniles de pescado blanco y se reproduce más velozmente que éste, por lo cual los pescadores del lago han tenido que incrementar mucho la captura de lobinas para lograr equilibrar las poblaciones de ambos peces (García León, l985 y Rosas, 1983). Existen muchos casos de plantas y animales introducidos al territorio mexicano que viven en mayor o menor medida en relación cercana con la perturbación que genera el desarrollo de las actividades humanas. Hasta ahora es poco lo que se sabe sobre el efecto de estas especies en la conservación de la flora y la fauna nativa y su penetración espontánea en las comunidades naturales que aún existen. PLAGAS Tanto las especies introducidas como algunas de las nativas pueden ser favorecidas por la actividad del hombre, que favorece su reproducción y propagación o elimina a sus enemigos naturales; de esta manera, se transforman en elementos perjudiciales que causan pérdidas a las actividades productivas y alteran en forma negativa el medio ambiente. A estas especies las conocemos con el nombre de plagas. A continuación daremos algunos ejemplos, principalmente de aquellas que afectan a las comunidades naturales, pues hablar sobre las plagas agrícolas y ganaderas está fuera de los propósitos de este libro.

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La distribución original de algunas de las malezas acuáticas flotantes más agresivas, como el lirio acuático y las diferentes especies de lentejillas acuáticas, estaba restringida aparentemente al sur de México, en el primer caso, y en el segundo a una superficie mucho menor que la actual. La eutroficación de los cuerpos acuáticos y el transporte accidental o intencional de estas plantas a nuevos ambientes las ha convertido en serias plagas que amenazan a la flora y a la fauna original de los cuerpos acuáticos que invaden, pues al cubrir la superficie afectan la penetración de la luz, la temperatura, la oxigenación del agua y otras características del ambiente relacionadas directamente con la sobrevivencia de las otras especies (Figura 17).

Figura 17. Alteración del medio ambiente de un ecosistema acuático por la proliferación del lirio.

Para combartir a las malezas acuáticas se ha propuesto explotarlas como abono, forrajes o como materia prima para otros usos. Cualquiera de estas posibilidades es preferible al uso de herbicidas o la introducción de animales exóticos que se alimenten de ellas, pues esto tendría consecuencias impredecibles sobre el medio acuático. La reintroducción del manatí podría ser la solución en algunas regiones del sureste, pues este animal devora grandes cantidades de lirio. El pastoreo, los incendios, el ocoteo y la resinación han debilitado los árboles de muchos bosques de pino, lo cual ha favorecido la proliferación de diferentes especies de muérdago, los descortezadores y otras plagas de los bosques. En el Parque Nacional de Zoquiapan, en el Estado de México, del 50 al 75% de los árboles están infestados de muérdago enano (Rodríguez Angeles, 1985).

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En México se calcula que 198 000 hectáreas de bosques de pinos están en mayor o menor medida afectadas por plagas y enfermedades (García-Aguirre, 1986). Un caso bien conocido y frecuentemente citado de introducción accidental de una plaga que causó una reducción importante de las poblaciones de especies silvestres de árboles es la enfermedad producida por un hongo en los olmos, llamada mancha azul del olmo holandés. Esta plaga es transmitida por dos especies de escarabajos descortezadores europeos. Hace 50 años la enfermedad llegó de Asia a Europa, en donde causó muchos daños en la zona norte. Poco después entró accidentalmente a Norteamérica, en donde causó una importante disminución en las poblaciones de olmos americanos, tanto silvestres como cultivadas. Actualmente se han desarrollado variedades de olmos resistentes a esta plaga. No se sabe si esta plaga ha afectado a las especies de ulmáceas mexicanas. Otro caso dramático y bien conocido de daño de una plaga sobre una comunidad natural está teniendo lugar en los bosques de abetos conocidos con el nombre de oyamel que cubren las partes altas de las montañas del centro de México. Estos bosques se encuentran muy aislados de otros bosques de abetos en Norteamérica. La plaga es un coleóptero escolítido que se alimenta de los tejidos vegetales vivos que se encuentran bajo la corteza del árbol, y termina matándolo cuando la infestación es grande. Los oyameles han resultado ser muy susceptibles a esta especie, cuya llegada accidental a esta comunidad ocurrió recientemente. Esta plaga, aunada al envejecimiento de los árboles y a la pobre regeneración natural que se da en los bosques como consecuencia del deterioro originado por la cercanía de la ciudad, ha causado que en algunos sitios como el Desierto de los Leones se esté produciendo un deterioro importante del bosque. Las consecuencias de esta plaga pueden ser muy serias, pues los oyameles son el componente vegetal dominante de la comunidad y su desaparición causaría una total modificación del ambiente en el que se desarrollan las demás especies. Con la introducción de peces exóticos han llegado a México varias especies de parásitos de éstos que potencialmente pueden parasitar a la fauna nativa. La introducción de la carpa herbívora de China trajo a México una especie de gusano plano del grupo de los céstodos (solitaria), que ahora se encuentra ampliamente difundido no sólo en la carpa herbívora sino también en otras especies de peces nativas e introducidas. Su efecto sobre estas poblaciones es difícil de precisar (Salgado y colaboradores, 1986). Sin embargo, es posible que, asociado a otros agentes de disturbio, estos parásitos conduzcan a un mayor debilitamiento de las poblaciones de peces en peligro. Por ejemplo, este céstodo se encuentra en el pescado blanco de Pátzcuaro, especie que disminuye rápidamente como resultado de la conjunción de varios factores ambientales detrimentales que hemos descrito en otros ejemplos. El pescado blanco tiene además otros siete tipos de gusanos parásitos propios (Osorio Sarabia y colaboradores, 1986). Los parásitos de peces

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pueden ser transferidos fácilmente de un cuerpo acuático a otro mediante la introducción de animales infestados o incluso a través de obras hidráulicas que ponen en comunicación cuencas separadas. La introducción accidental de la abeja mielera africana en Sudamérica se ha convertido en un serio problema para todo el continente, ya que esta abeja avanza rápidamente hacia el norte, africanizando las abejas mieleras europeas al cruzarse con ellas. Estas ya se encontraban muy bien adaptadas a las condiciones naturales de muchas comunidades diferentes y no habían afectado mayormente la sobrevivencia de otras especies de ápidos propias de cada región. Sin embargo, la abeja africanizada, por ser más agresiva y más ubicua que la europea, puede llegar a afectar seriamente la sobrevivencia de varias de las especies de ápidos y de otros insectos nectarívoros y polinívoros de las comunidades naturales que va invadiendo. A veces la deforestación, la creación de pastizales, la formación de basureros, la urbanización y la introducción de animales domésficos puede favorecer a algunas de las especies nativas de cada región. Tal es el caso del tlacuache común y del pájaro conocido como picho (Quiscalus mexicanus) en amplias regiones de las tierras cálido-húmedas mexicanas. Ambas especies, al ser favorecidas por el disturbio, aumentan su densidad de población y se transforman en enemigas de las pocas especies sobrevivientes de la comunidad original destruida, contribuyendo a su desaparición definitiva. Los tlacuaches y pichos destruyen los nidos y atacan las crías de muchas aves, devoran reptiles y batracios, y además aprovechan los desechos de origen agrícola, ganadero y urbano que la nueva situación les ofrece. Una parte de la fauna acompañante del hombre, tanto la domesticada —perros, gatos— como las indeseables pero inevitables ratas y ratones, también tiene un efecto nocivo sobre la fauna de cada lugar que el hombre coloniza. Tanto perros como gatos se convierten en depredadores de animales en el área de influencia de los poblados, en tanto que las ratas y ratones domésticos pueden afectar seriamente la sobrevivencia de algunas plantas y de animales con los que compiten por alimento o atacan. La mejor forma de solucionar el problema de las plagas es mediante el restablecimiento del equilibrio perdido, de manera que las especies que se transforman en plaga tengan enemigos naturales que controlen su número. Para esto se requiere conocer más profundamente la biología de las especies y la estructura de las comunidades afectadas.

I V .

E S P E C I E S D E P L A N T A S A N I M A L E S E N P E L I G R O

Y

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TODAS las formas de deterioro del medio ambiente natural que han sido descritas en los capítulos anteriores han puesto en peligro la existencia continua de muchas especies de plantas y animales y de hecho han provocado ya la extinción de muchas de ellas, pero la susceptibilidad de las especies a desaparecer depende de varios factores intrínsecos como su rareza, su vulnerabilidad y su capacidad de reproducirse y adaptarse a nuevas situaciones, entre otros. Además, hay que tomar en consideración el grado en que las especies individuales están siendo afectadas por las actividades humanas que van dirigidas directamente en su contra, sin afectar a la comunidad en la que se encuentran, como pueden ser la extracción selectiva o la explotación dirigida a ciertas especies, o la caza orientada sólo a los animales más conspicuos de una comunidad (Figura 18).

Figura 18. Diagrama que muestra las causas de la extinción de las especies.

RAREZA DE LAS ESPECIES El grado de rareza de una especie depende de su distribución y abundancia sobre la superficie de la corteza terrestre. De acuerdo con la clasificación de Deborah Rabinowitz y colaboradores (1986) del grado de rareza de las plantas de las islas británicas, pudieron definirse varios niveles de rareza que también son aplicables a otras regiones y a especies animales del mundo. Estos niveles de rareza

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se basan en tres características de las especies: 1) la amplitud de su distribución geográfica, que va de especies que se encuentran sobre una superficie muy amplia a especies que se encuentran sólo en un área pequeña; 2) la especificidad del hábitat, que se define por el grado en que la especie puede adaptarse o no a diferentes ambientes o sólo se le encuentre en sitios de características muy especiales, y 3) el tamaño de las poblaciones en cada localidad donde se encuentra la especie, que va desde aquellas que siempre se encuentran en poblaciones numerosas en cualquier lugar de su área de distribución, a las especies que siempre se encuentran en poblaciones muy pequeñas. Con base en los criterios anteriores las especies más comunes serían aquellas que tienen una amplia distribución geográfica, amplia capacidad para adaptarse a diferentes hábitats y poblaciones relativamente numerosas en donde quiera que se encuentren. Estas son precisamente las características de muchas de las especies que se han beneficiado de la acción del hombre sobre el ambiente natural, adaptándose a los ambientes perturbados. En este grupo no encontramos ni plantas ni animales en peligro sino más bien especies invasoras. Existen especies que tienen una amplia distribución geográfica y una amplia adaptabilidad a diferentes ambientes naturales, pero están siempre representadas por poblaciones muy poco numerosas y actualmente muchas de ellas se encuentran en serio peligro de extinción en gran parte de su área de distribución. Un ejemplo típico de esta condición es la actual situación en que se encuentran los grandes carnívoros de México: el lobo, el puma y el jaguar. Las tres especies tienen una amplia distribución en América y se encontraban en diversos tipos de ecosistemas naturales, pero debido a la cacería y a la persecución de la que han sido objeto, así como a la destrucción o reducción de la superficie de las comunidades en que se encontraban, actualmente son especies en serio peligro de extinción en el territorio mexicano, sobre todo el lobo y el jaguar (Figura 19).

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Figura 19. Mapa de la distribución original y en 1958 del lobo en México, según Leopold (1965). La distribución actual se indica con puntos.

Un ejemplo de plantas de amplia distribución geográfica pero que se encuentran siempre en ambientes muy específicos y en poblaciones relativamente numerosas son algunas plantas carnívoras del género Utricularia que se encuentran en partes restringidas de los pantanos tropicales. Estos ambientes se están reduciendo drásticamente o están siendo tan contaminados que posiblemente estas especies estén en peligro de extinción en México por lo restringido de su hábitat. Entre los animales, un caso similar al anterior es el del conejo de los volcanes o zacatuche; su distribución geográfica se restringe a los zacatales que se encuentran en terrenos situados a una altura de entre 2 650 y 4 500 m.s.n.m. en varias de las principales montañas del Eje Neovolcánico. Sus poblaciones en cada localidad fueron relativamente numerosas, pero se reducen cada vez más por el efecto de la cacería y la destrucción del hábitat, dada su frecuente cercanía a zonas urbanas. Actualmente se le encuentra sólo en pocas localidades de su distribución original (CeballosGonzález y Galindo-Leal, 1984). Tres casos interesantes de distribución geográfica muy restringida, gran especificidad de hábitat y poblaciones poco numerosas se describen a continuación. La conífera Picea chihuahuana es un tipo de abeto que se encuentra en algunas zonas muy restringidas, aproximadamente a 2 400 m.s.n.m. en la Sierra Madre Occidental, entre Chihuahua y Durango, formando poblaciones de unos cuantos cientos de individuos (Figura 20). Actualmente el fuego, el pastoreo y la tala clandestina tienen a esta especie al borde de la extinción

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(Sánchez-Córdova, 1984). Es muy importante conocer cuanto antes los recursos vegetales del país antes de que muchos de ellos desaparezcan y se extingan delinitivamente. Un ejemplo reciente de un descubrimiento singular es el caso de la planta encontrada en la hojarasca de una localidad de la selva lacandona de Chiapas, Lacandonia schismatica, que por tener una peculiar anatomía floral se constituyó en una nueva familia, género y especie para la ciencia. Este es un caso extraordinario, dado el amplio conocimiento que se tiene de las plantas. Esta planta tiene una distribución muy restringida, una talla muy pequeña y un hábitat muy peculiar, así que hubiera podido fácilmente pasar inadvertida, ya que el área en que se encontró estaba en grave peligro de ser deforestada (Martínez y Ramos, 1988). Entre los animales, podemos mencionar al extremadamente raro guan cornudo o pavón, que es un ave de tamaño grande que sólo habita en escaso número en el bosque de niebla de algunos volcanes de la Sierra Madre, en Chiapas, y en partes adyacentes de Guatemala. Actualmente se encuentra en serio peligro de extinción. CAUSAS DE LA EXTINCIÓN DE LAS ESPECIES En México, las especies de plantas y animales que se encuentran en peligro de desaparecer se hallan en esta situación por dos motivos principales: la sobreexplotación de los individuos de cada especie y la destrucción de su hábitat natural. Sin embargo, no debe olvidarse que existen otros efectos indirectos de la actividad humana que pueden a la larga conducir a una alteración más rápida de las posibilidades de sobrevivencia de una especie, como la introducción de nuevos organismos competidores o predadores en las comunidades, la introducción de nuevas enfermedades y parásitos, la eliminación de otras especies que efectúan alguna función importante como servir de alimento, polinizar las flores, dispersar las semillas, etc. Finalmente, la reducción y fragmentación de la población de una especie causa también pérdida de la variabilidad genética, con la consecuente disminución de la adaptabilidad a los cambios y por lo tanto de su potencialidad para sobrevivir al efecto de las alteraciones del ambiente.

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Figura 20. Distribución del género Picea en épocas más frías del pasado, durante el Plioceno y Mioceno y, en particular, de Picea chihuahuana actualmente, según Sánchez-Córdova (1984).

Existe una multitud de ejemplos de sobreexplotación, la cual consiste básicamente en tomar de las poblaciones silvestres más individuos de los que pueden ser reemplazados por la fertilidad natural de la especie. Entre los animales puede darse el ejemplo clásico del bisonte del sur de Estados Unidos y norte de México, cuyas poblaciones se mantenían numerosas, a pesar de que las tribus nómadas de esas regiones sacrificaban continuamente cierta cantidad de individuos para su manutención. Al llegar las armas de fuego, los caballos y la ganadería, la tasa de eliminación de individuos fue superior a las posibilidades de recuperación que tenía la especie, de manera que pronto el bisonte estuvo al borde de la extinción y sólo sobrevive, hoy en día, en algunos parques nacionales y reservas (Figura 21).

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Figura 21. Cazadores de bisontes. Los caballos y las armas de fuego fueron ventajas demasiado poderosas de los cazadores sobre los bisontes.

En situación similar se encuentran muchas otras especies cuyas poblaciones se han reducido al mínimo. Para citar algunos ejemplos mencionaremos al cocodrilo y al manatí, que abundaban en los cuerpos acuáticos de las costas mexicanas, así como varias especies de patos y gansos, el lobo, las dos especies de osos mexicanos, el tapir, el jaguar, el mono araña y muchísimas otras. Entre las plantas, la extracción excesiva de individuos de ciertas especies también las ha puesto en peligro de desaparecer sobre extensas áreas. Un ejemplo bien conocido es el caso del palo fierro (Olneya tesota), que es utilzado por los indios seris para hacer artesanías de madera. La popularización del uso a mayor escala de esta bella clase de madera en poblaciones de Sonora como Hermosillo, Caborca, Peñasco y Bahía Kino ha provocado una disminución en las poblaciones explotables (árboles grandes) de la planta, que es de lento crecimiento. Existe un gran número de especies de orquídeas, cactáceas y pequeñas palmas, usadas como plantas de ornato, que están siendo extraídas con la finalidad de surtir la demanda de estas plantas en México y principalmente en el extranjero. Esta extracción está poniendo en peligro su sobrevivencia, ya que se sabe poco acerca de su abundancia y capacidad de reproducción. En el estado de Zacatecas existe un pino piñonero endémico ( Pinus maximartinezi ) sobre un área muy reducida de sólo 6 km². La explotación de los enormes piñones de esta especie la está poniendo en peligro de extinción, pues el reclutamiento de nuevos individuos ha cesado (Sánchez-Vélez, 1987). La destrucción o reducción del hábitat natural es sin duda el principal factor que está poniendo en peligro la sobrevivencia de la mayoría de las especies, pues una vez destruido el medio ambiente al cual una especie está adaptada, su posibilidad de recuperarse a través de la reproducción queda virtualmente eliminada. Por ejemplo, es posible dictar leyes estrictas que eviten la cacería de los primates mexicanos, pero si su hábitat, que es la selva cálidohúmeda madura, continúa fragmentándose y disminuyendo en superficie, los primates estarán irremediablemente condenados a la extinción, pues para encontrar los recursos alimentarios que necesitan para sobrevivir se requiere de la existencia de fragmentos relativamente extensos de este tipo de comunidad vegetal. En la región de Los Tuxtlas, Veracruz, para la Estación de Biología de la UNAM, que se encuentra en esa zona, se ha reportado la existencia en la vegetación no alterada de 315 especies de aves

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pertenecientes a 44 familias. La destrucción de la selva causaría la desaparición de la gran mayoría de ellas, pues las características de las áreas abiertas no son propicias más que para unas cuantas especies presentes en la selva. Así, las áreas abiertas son colonizadas principalmente por otras especies de aves que invaden la región, procedentes de zonas ya perturbadas (Coates-Estrada y Estrada, 1985). Con respecto al efecto de los otros factores mencionados al principio de este inciso, es mucho menor lo que se sabe sobre casos particulares. Sin embargo, es de suponerse que cuando las poblaciones son pequeñas y aisladas, el apareamiento entre individuos cercanamente emparentados debe conducir a un incremento en la presencia de defectos genéticos y a una disminución de la variabilidad y capacidad adaptativa. La viabilidad que tiene una población para continuar existiendo depende del número de individuos que la componen, la cual depende, a su vez, de la existencia de una superficie mínima habitable que le permita llevar a cabo sus funciones vitales y reproductivas. La superficie que constituye el área mínima indispensable para la sobrevivencia de cada especie varía notablemente en relación con la posición de la especie en la pirámide trófica del ecosistema del que forma parte. En el caso de las plantas, existen especies representadas por muchos individuos en una superficie pequeña y otras representadas por individuos muy aislados en amplias superficies. Lógicamente, en el segundo caso será necesaria la preservación de una gran área de la comunidad natural para asegurar la reproducción y el mantenimiento de la variabilidad genética de esas especies. Entre los animales, el área mínima varía notablemente en relación con el tipo de alimento consumido, de manera que los herbívoros pequeños poco especializados en su dieta requerirán de superficies mucho menores que los carnívoros de gran talla, que consumen mamíferos y aves grandes. Por ejemplo, se calcula que un solo  jaguar necesita entre 25 y 30 km² pra obtener su alimento, de manera que una población viable de jaguares requiere una superficie mucho mayor que ésta. Otros aspectos del comportamiento de las especies, como su territorialidad y su grado de sociabilidad, también son importantes en la determinación de la superficie que requieren para sobrevivir. EXTINCIÓN DE ESPECIES La extinción de especies se ha dado en forma normal desde que existe vida en el planeta Tierra. En el registro fósil encontramos muchas formas de vida que existieron en el pasado y que ya no se encuentran más. Ha habido además varios periodos de extinción masiva de especies que probablemente fueron causados por grandes catástrofes naturales a escala global. Una de las más conocidas extinciones masivas fue la de los dinosaurios, hace 65 millones de años (Figura 22).

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Figura 22. Dinosaurios. Los animales extintos más conocidos popularmente.

En la actualidad, el grado de rareza de las especies determina su susceptibilidad a la extinción definitiva, ya que una especie de muy amplia distribución geográfica puede estar a punto de extinguirse en algún país pero ser relativamente abundante en otro. Para mencionar un ejemplo podemos citar el caso del jaguar, que existe desde México hasta Argentina. En México es una especie en peligro de extinción, pero no lo es aún en la inmensa Amazonia sudamericana, aunque sus poblaciones van disminuyendo rápidamente. Las especies endémicas de áreas vulnerables al deterioro se encuentran en serio peligro de extinción, y su número puede ser altísimo si consideramos no sólo a las especies más conspicuas, sino también a aquellas que pasan inadvertidas para la mayoría de las personas, por ejemplo, muchos invertebrados, algas, musgos, pequeñas plantas, etcétera. Se han publicado varias listas de especies de plantas y animales mexicanos en peligro de extinción. Andrés Vovides (1981) menciona más de 200 especies de plantas vasculares que son muy raras, están en peligro de extinción o ya están extintas; entre éstas destaca la familia de las cactáceas con casi la mitad de las especies reportadas, de las cuales 47 ya se consideran extintas. Este trabajo es sólo un listado preliminar, pues el pobre conocimiento que se tiene aún de la flora mexicana y la falta de inventarios impide mayor precisión en los datos.

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Se han dado otros listados de especies raras y amenazadas, pero éstos son francamente deficientes, ya que con frecuencia se enlistan especies que, aunque están siendo explotadas, distan mucho de estar en peligro de extinción. Con respecto a las aves y a los mamíferos, Alejandro Sánchez-Vélez (1987) menciona que son alrededor de 150 especies las que se encuentran en peligro de extinción en el territorio mexicano, aunque no todas ellas corren el mismo peligro, pues especies como el berrendo y el perro de las praderas son relativamente abundantes en el territorio de Estados Unidos, de donde pueden reintroducirse al territorio de México, en tanto que el conejo de los volcanes o la tortuga del desierto son responsabilidad exclusiva de los mexicanos, por ser especies endémicas. Algunas especies de aves y mamíferos se han extinguido totalmente del territorio mexicano desde hace tiempo. Mencionaremos, entre otros, a la foca monje de las costas y arrecifes del Caribe, al cóndor de California, al bisonte, al oso gris y posiblemente al castor.

V .

A L T E R N A T I V A S P A R A C O N S E R V A C I Ó N

L A

LA PREOCUPACIÓN   por la conservación de la naturaleza es un fenómeno nuevo en la sociedad mexicana, que afortunadamente se extiende cada día a sectores más amplios de la población, ya que toda acción conservacionista que se haya tomado o que se tome en el futuro requerirá de la participación y colaboración de toda la población. De otra manera es dilícil pensar que el deterioro de la naturaleza pueda terminar. Las acciones conservacionistas pueden dividirse en cinco tipos principales: 1) creación de áreas protegidas; 2) explotación conservacionista de los recursos naturales; 3)  bancos de germoplasma; 4)  emisión de leyes y reglamentos para proteger la naturaleza, y 5) acciones educativas que formen una nueva mentalidad con respecto a nuestra relación con la naturaleza. ÁREAS PROTEGIDAS Antes del gobierno del general Lázaro Cárdenas se había hecho muy poco en lo que respecta al establecimiento de parques nacionales y reservas naturales, aunque oficialmente la conservación en México se inicia en 1786 con la protección oficial del bosque del Desierto de los Leones para resguardar sus manantiales. La Constitución de 1917 contiene en el artículo 27 un párrafo en el que se habla del papel del Estado en la conservación de la naturaleza. Durante el gobierno del general Cárdenas se crearon, principalmente por iniciativa del ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, 36 parques nacionales en 17 estados, con una superficie total de 800 000

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hectáreas; posteriormente se continuó con la creación de parques hasta llegar a los 58 que hay en la actualidad, de los cuales muchos no son parques más que de nombre, ya que se encuentran en áreas urbanas, y su razón de existir tiene más valor histórico que de conservación, o bien son usados para la agricultura, el pastoreo, la explotación forestal y otras funciones, como por ejemplo el motocross y otras cosas aún más destructivas. Además de parques nacionales existen monumentos naturales, reservas de la biosfera, reservas ecológicas, parques urbanos, estaciones experimentales, etc., que se han creado con el objeto de proteger fragmentos conservados de comunidades naturales, aunque no todos ellos cumplen su función adecuadamente. No se incluirá aquí una reseña de las áreas protegidas que existen, pues aparecen ya en varias publicaciones (Vargas-Márquez, 1984 y Sánchez-Vélez, 1987). La creación de áreas de comunidades naturales protegidas debe continuar con base en los siguientes criterios: 1) definición de las áreas naturales que por su composición y estructura se encuentren mejor conservadas; 2)  buena representación de la diversidad de ambientes existentes en el territorio de México; 3)  superficies lo suficientemente amplias para permitir la conservación de las especies representativas de todos los niveles tróficos del ecosistema y de un cierto grado de variabilidad genética intraespecífica; 4) énfasis especial en áreas únicas, que contengan especies en serio peligro de extinción o que sean especialmente vulnerables al deterioro, y 5) protección especial a zonas como cabeceras de cuencas de ríos, vegetación costera, cinturones forestales suburbanos, etc., cuya destrucción trae serias consecuencias en el régimen de los ríos, en la productividad costera y en los factores que generan contaminación atmosférica. En todos los casos anteriores, para asegurar la conservación es necesario definir con precisión las formas de propiedad de la tierra que mejor se adapten a una integración con las áreas circunvecinas de propiedad privada o comunal, de manera que la presión por nuevas tierras productivas no las afecte (Figura 23).

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Figura 23. Estructura organizativa de una reserva biológica ideal con un área protegida y un área de amortiguamiento en la zona de disturbio humano.

Otras formas de conservación que deben explorarse y que pueden extenderse a terrenos de propiedad privada o comunal son los ranchos cinegéticos o cotos de caza, los parques turísticos y los  jardines botánicos naturales, que por sí mismos pueden proveer de ingresos a la población cuando tienen la infraestructura y reglamentación adecuada, lo cual aseguraría su preservación. EXPLOTACIÓN CONSERVACIONISTA DE LA NATURALEZA Una de las formas más realistas de conservar la naturaleza es hacerla producir sin destruirla; es decir, obtener los beneficios que una comunidad natural puede proporcionar sin conducirla hacia un deterioro irreversible. No todas las comunidades naturales tienen la misma flexibilidad para permitir una explotación racional: algunas pueden ser explotadas con relativa intensidad sin ser destruidas, pero otras sufren serias alteraciones aun bajo presiones de explotación moderadas. Para conocer el potencial productivo de una comunidad natural se requiere de un conocimiento biológico y ecológico profundo de su composición, dinámica y productividad de

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biomasa, que permita determinar cuánto es posible extraer de su flora o de su fauna sin alterar su equilibrio. De hecho, a veces la prohibición total del uso de cierto recurso puede ser más perjudicial para su conservación que su explotación racional, ya que lleva a la gente a explotarlo ilegalmente o a destruir su hábitat para destinarlo a otro uso productivo. De esto se darán ejemplos más adelante. De las diferentes comunidades naturales que componen el espectro biológico de México, las más aptas para una explotación racional conservacionista son los bosques de coníferas y posiblemente los pastizales naturales. Otras comunidades también pueden ser explotadas, aunque los riesgos de deterioro aumentan en función de la diversidad de especies, la productividad en términos de biomasa y la fertilidad del suelo. Por ejemplo, los recursos forestales de las muy diversas selvas tropicales son difíciles de explotar sin causarles deterioro, pues la alta diversidad de especies de árboles determina que los requerimientos para que cada una de ellas regenere sus poblaciones sean diferentes, y que las complejas interacciones bióticas entre las plantas, y entre éstas y los demás componentes de la comunidad viva sean alteradas fácilmente. En comunidades áridas pobladas por plantas de lento crecimiento y en áreas de suelos muy pobres en nutrientes, los problemas de explotación son diferentes a los que ocasiona la alta diversidad, pero no por ello son menos difíciles de resolver. Por ejemplo, el pastoreo de cabras en una zona árida podría ser visto como una solución al problema de la explotación de estas regiones, pero ese pastoreo va a tener consecuencias más serias sobre muchas de las especies vegetales de lento crecimiento que el pastoreo de vacunos en un pastizal natural bien manejado, en el que se respete el coeficiente de agostadero. La explotación de bosques de estructura relativamente sencilla y baja diversidad de componentes arbóreos, como la mayoría de los bosques de coníferas, puede realizarse con éxito siguiendo normas ya bien conocidas, por ejemplo, entresacar los árboles maduros, procurando mantener una buena repoblación natural y contribuyendo a ésta con la introducción de plántulas producidas en viveros, de todas las especies que se explotan en la comunidad. Para que la explotación tenga éxito sostenido deben tenerse bajo control otros factores de disturbio como el pastoreo y el fuego. De esta manera el bosque se convierte en una importante fuente de ingresos para los pobladores del área, quienes tratarán de mantener su patrimonio evitando ellos mismos los agentes destructivos. Esto es exactamente lo contrario de lo que ocurre cuando se prohíbe totalmente la explotación de los bosques, pues en estas circunstancias, al no obtener ningún beneficio del bosque, los habitantes del área no cuidan el recurso, y practican el pastoreo, las quemas, el ocoteo y a veces la tala clandestina, o recurren a acciones como el cinchamiento (estrangulamiento de la base del tronco con un alambre apretado) de árboles para provocar su

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muerte y justificar así su derribo y la apertura de terrenos a la agricultura y al pastoreo. El bosque bien explotado puede proveer también de otros recursos, como fauna cinegética, hongos comestibles, cierta cantidad de leña y carbón, y conferir atractivo al paisaje, lo que trae otros beneficios económicos como el turismo y el excursionismo, además de todas las ventajas ya mencionadas relacionadas con la conservación del suelo y de los ciclos hidrológicos. En las zonas áridas con baja densidad de población, una forma de explotación poco explorada es la creación de cotos de caza en donde la fauna cinegética (de interés para el cazador) pueda reproducirse, incluso ayudada por medio de criaderos, de manera que se pueda ofrecer al año un cierto número de cabezas de las especies cinegéticas a los cazadores, quienes tendrán que pagar los derechos de uso del coto. Este manejo ha dado buenos resultados en otros países (Gómez-Pompa, 1985; figura 24). Estos cotos asegurarían la conservación de especies como el berrendo, el borrego cimarrón, el venado bura y de cola blanca, y otras que, bajo la presión de la caza ilegal y la destrucción de sus hábitats, estarían, a corto o a largo plazo, destinadas a desaparecer. Es posible que pueda aplicarse una estrategia similar en zonas cálidohúmedas.

Figura 24. Algunos animales de valor cinegético criados en cotos europeos.

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El establecimiento de criaderos de animales que actualmente están sometidos a una fuerte presión por parte de los cazadores podría ser una forma de asegurar su perpetuación. El cocodrilo, las boas, el pecarí de collar, el tepezcuintle, el serete ( Dasyprocta spp.)pueden criarse en cautiverio con relativa facilidad, lo cual disminuiría la presión sobre las poblaciones silvestres y permitiría repoblar áreas en las que escasean. Con respecto a la flora, es necesario realizar más investigaciones sobre las potencialidades de muchas especies nativas para ser usadas en programas de repoblación y reforestación en lugar de las especies introducidas, e incluir en estos programas especies en peligro de extinción que puedan tener una potencialidad productiva aún desconocida. d esconocida. Para disminuir la presión sobre las poblaciones naturales de cactáceas, otras plantas suculentas, orquídeas y otros tipos de plantas muy buscados por su valor ornamental, es necesario buscar mecanismos de propagación que incluso pueden ser puestos en práctica por los mismos pobladores de las áreas en que se encuentran estas especies y servir así como otra fuente de recursos económicos. En muchos países la propagación por el método de cultivo de tejidos vegetales se practica ampliamente con el propósito de obtener plantas, al igual que el establecimiento de viveros. Los procedimientos son tan conocidos que no es necesario tener un entrenamiento muy avanzado para dominarlos. dominarlos. La explotación de las selvas de las zonas cálido-húmedas ofrece serias dificultades en todo el mundo; sin embargo, hay procedimientos que permitirían la explotación de ciertas especies valiosas para disminuir la presión sobre las áreas naturales conservadas. Estos consisten en el uso de los sitios con vegetación secundaria como lugar para repoblar con mezclas de árboles de especies apreciadas por su madera u otros usos. Además, deben buscarse procedimientos para obtener recursos de las selvas sin causar su alteración irreversible. BANCOS DE GERMOPLASMA Este concepto puede definirse como la conservación de la diversidad genética haciendo uso de cualquier procedimiento que permita preservar la información genética contenida en todas las especies de seres vivos, para recuperarla cuando se requiera desarrollar o recrear a esos seres vivos o alguna de sus potencialidades genéticas. Los bancos de germoplasma pueden ser reservas biológicas, bancos de propágulos como semillas o esporas, bancos de tejidos en cultivo o congelados, bancos de cultivo de microorganismos, jardines zoológicos y botánicos, etc. En la conservación de la diversidad biológica todas las estrategias pueden ser válidas y deben ser exploradas, hasta donde los principios morales de nuestra sociedad

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lo permitan, siempre que estas acciones no pongan en peligro a la propia naturaleza. LEYES Y REGLAMENTOS Las medidas conservacionistas existen en México desde la época precortesiana. Roberto Villaseñor Ángeles (1979) hizo una recopilación sobre algunas de estas disposiciones. El rey chichimeca c hichimeca Nopaltzin promulgó normas para restringir la quema de montes y esta acción era castigada con la pena de muerte. Otras reglamentaciones prehispánicas establecían controles sobre el uso de la fauna silvestre. Durante la época de la Colonia se pusieron en práctica normas legales en materia forestal que existían en España; entre ellas, el documento de Las Siete Partidas del rey Alfonso X, que reglamentaba el uso de los recursos forestales por parte del Estado. Como consecuencia del gasto de carbón y madera ocasionado por la intensa actividad minera virreinal, a lo largo de la Colonia se emitieron varias ordenanzas sobre el uso de los bosques y el corte de ciertas especies. Además, existían algunas reglamentaciones reglamentaciones sobre de las actividades de caza y pesca. En el México actual existen leyes y reglamentos destinados a "mantener el equilibrio ecológico", como la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente que ya ha sido aprobada y publicada en el Diario Oficial  el   el jueves 28 de enero de 1988 (Figura 25).

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Figura 25. Primeras frases de la Ley del Equilibrio Ecológico publicada en el Diario Oficial de la Federación en 1988.

El aspecto más difícil de llevar a la práctica en toda ley y reglamento no es el idearlos y aprobarlos, sino hacer que tengan una validez en la práctica y que sean respetados y ejecutados en la forma en que fueron concebidos. Para lograr esto lo más importante es que la población conozca los motivos por los cuales existen estas leyes y reglamentos y la importancia de su aplicación y respeto. La naturaleza no se va a conservar por decreto. Es necesario modificar las condiciones socioeconómicas que han conducido hasta ahora a su destrucción acelerada. EDUCACIÓN

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Como habíamos comentado en el Prefacio de este libro, los habitantes de este país, hoy en día, pertenecen mayoritariamente a la cultura occidental judeocristiana, que tiene una concepción profundamente antropocéntrica del mundo. Para nuestra civilización es tradicional la visión de que el mundo natural, plantas, animales y otros recursos, han sido creados para nuestro uso y beneficio y no tienen en sí otro valor que el que nuestra sociedad les atribuye. Por eso es tan importante que la educación tenga un profundo contenido científico, ya que cuando se entiende el funcionamiento de la naturaleza, el estrecho vínculo que guardan entre sí los seres vivos, el mundo inorgánico y nuestra propia existencia y posibilidades de sobrevivir, se comprende finalmente el valor intrínseco de todos los seres vivos y se aprende a respetarlos. Hemos presenciado un importante cambio de actitud con respecto a la naturaleza en una parte de la población de México. En el pasado era común la tendencia a eliminar a todo ser vivo extraño que se atravesara en el camino de los niños, incluso con la aprobación de sus propios padres. "Mata a ese bicho" era una expresión cotidiana en muchos hogares. Ahora mucha gente muestra un respeto mucho mayor a los seres vivos y lo transmite a sus hijos. No cabe duda que esto es consecuencia de toda la enseñanza de la ecología, no sólo la que se realiza en la escuela, sino también de la información que accidental o conscientemente se cuela en otros medios de difusión de información como la radio, la televisión, el cine, y los diarios. Aún resta mucho por hacer a este respecto, sobre todo en el campo. Muchos campesinos son conscientes de la importancia de la conservación de la naturaleza y tienen una gran riqueza de conocimientos empíricos sobre ella; sin embargo, su situación económica los presiona a actuar en contra del ambiente. La educación en este medio encontrará indudablemente condiciones muy receptivas a esta información, que aún está muy poco difundida en el campo. Junto con el conocimiento empírico de la naturaleza, en el campo también existen mitos y leyendas que conducen a la destrucción selectiva de ciertas plantas y animales a los que se les atribuyen poderes y propiedades malignas imaginarias. En esta zoología y botánica fantástica abundan las aves que anuncian la muerte con su canto, como las lechuzas, y las serpientes, que roban la leche de vacas y mujeres durante la noche.

V I .

E P Í L O G O

A LO largo de las páginas anteriores hemos revisado algunos de los problemas más serios que atentan contra la conservación de la naturaleza en nuestro país. La solución de la mayoría de ellos y la conservación de algunas de las áreas naturales que aún quedan

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depende en primer término de que todos hagamos de esto una causa común, que se refleje en cada una de nuestras acciones. Debemos ejercer presión a nivel social y político, para que se combatan las causas del deterioro y se castigue a los culpables de violar las leyes existentes al respecto; presionar conjuntamente para que se aumente la inversión en investigación científica sobre los recursos naturales y su conservación; tomar conciencia de cuáles son las actividades cotidianas que afectan el entorno vivo y tratar de evitarlas; en suma, transmitir a las nuevas generaciones otra forma de ver y apreciar el mundo vivo que nos rodea.

R E F E R E N C I A S

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C O N T R A P O R T A D A Lo presencia de cada planta y de cada animal que constituyen una comunidad natural es consecuencia de un conjunto de factores ambientales y accidentes históricas. Los primeros favorecen que los seres vivos puedan establecerse desarrollarse y reproducirse: los segundos que hayan tenido la oportunidad, por factores geográficas, de llegar al lugar propio y colonizarlo. México reúne una serie de caracteríscas excepcionales para que su mosaico de comunidades naturales sea tan variado que sorprende desde muchos puntos de vista. Así, en la superficie del país caben casi todos los paisajes naturales del planeta. Esto se debe a la orografía ya que el país se halla en la zona de transición entre el trópico centroamericano y caribeño y la zona subtropical de América del Norte. Los botánicos calculan que en México vegetan unas 35 000 especies de plantas vasculares, en tanto que naciones más extensas, como Estados Unidos y la URSS,tienen respectivamente 18 mil y 20 mil especies respectivamente. Por citar dos lugares en especial, en La destrucción de la naturaleza se nos dice que en la región del Bajío y en el Valle de México ha desaparecido casi totalmente la vegetación origjnal. La intención de los autores es, en consecuencia, describir la riqueza de comunidades naturales y de seres vivos y las causas de su empobrecimiento y desaparición con el efecto que ambos factores ejercen sobre el medio ambente. En especial, en este libro se tratan

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