31 Los Sofistas

January 11, 2018 | Author: Franagraz | Category: Plato, Rhetoric, Truth, Aristotle, Existence
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Francisco Martín García – Los sofistas

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LOS SOFISTAS

ISBN- 978-84-9714-024-9

Francisco Martín García Universidad de Castilla-La Mancha

THESAURUS: sofista, sophía, Antifonte, Antístenes, Calicles, Critias, Gorgias, Hipias, Polo, Pródico, Protágoras, Trasímaco, presocráticos, Sócrates, Platón, ciencia, educación, ética, filología, filosofía, justicia, lingüística, política, racionalismo, religión, retórica.

Resumen: Evolución del término “sofista”; los sofistas y la tradición; situación histórica; los sofistas como precursores de la filología; las corrientes lingüísticas del siglo V; la retórica en el siglo V; los sofistas y la política; los sofistas y la ética; ciencia, religión y sofística; filosofía y sofistas; Protágoras; Gorgias; concepto de sofista a lo largo de los siglos.

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EVOLUCIÓN DEL TÉRMINO SOFISTA

Para comprender el significado del vocablo "sofista", en primer lugar, debemos fijarnos en su raíz soph-. Esta raíz, de etimología desconocida, expresaba originariamente la idea de maestría o pericia en alguna cosa. Hay que remontarse, en primer lugar, a Hesíodo, pues él utiliza el término sophíe con el significado de experiencia o maestría en el sentido espiritual. Así, en el fragmento 193 M-W, define al mítico músico Lino como pantoíes sophíes dedaekóta, "experto en toda clase de sabiduría". También en Hesíodo, Trabajos y Días 649, encontramos por primera vez el verbo sophízesthai cuando nuestro autor se propone dar a su hermano Perses consejos de navegación, a pesar de no ser un experto en este arte (nautilíes sesophisménos).

En cuanto al término sophistés, es Píndaro quien lo usa por primera vez con el significado de "poeta", y más tarde lo podemos hallar en Heródoto, que aplica este término a personajes de la talla de Solón, uno de los Siete Sabios, a Melampo, un experto en el arte de la adivinación, o al filósofo Pitágoras. Por tanto, antes del s. V a. C., nada nos hace suponer que el término sofista tuviera las connotaciones peyorativas que más tarde adquirió.

Durante mucho tiempo se culpó a Sócrates y a Platón de haber degradado este vocablo, pero no podemos olvidar que fueron los mismos sofistas los que contribuyeron a que la gente se forjara una mala imagen de ellos. Los sofistas eran unos extranjeros que se introdujeron en las grandes ciudades griegas atrayendo a la juventud más brillante y desviándola de las enseñanzas tradicionales con su amplio programa educativo con el que pretendían vulgarizar el saber, y a todo esto se unía el hecho de que cobraran dinero a cambio de sus enseñanzas. Por todas estas cosas, los sofistas fueron los primeros en degradar su propia profesión.

Aristófanes nos los presenta como unos vampiros que carecen de todo sentido ético y son capaces de enseñar, con tal de que se les pague, el modo de ganar no sólo las buenas causas, sino, lo que es peor, también las malas. De otra parte enerva al comediógrafo el hecho de que los sofistas van en contra de los valores tradicionales del valor, prudencia y justicia, y la adhesión a sus doctrinas produce resultados catastróficos.

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Tucídides tampoco tiene buena opinión de ellos y Jenofonte les reprocha el hecho de que cobraran dinero a cambio de sus enseñanzas. En De la caza 13, 1-9 nos presenta a los sofistas como corruptores de la juventud, pues intentan desviarla del recto camino de la virtud. También los acusa de no ser verdaderos sabios, sino eruditos recopiladores, según se desprende de Recuerdos de Sócrates IV 2,1.

Para Platón son unos intrusos que quieren acabar con la educación tradicional ateniense, son cazadores que van tras las huellas de los jóvenes ricos para manejarlos a su antojo y sacarles el dinero. El sofista es, para Platón, igual que el comerciante charlatán que alaba sus mercancías para venderlas de cualquier modo, sin saber qué es lo que en realidad está vendiendo. Son sabios en apariencia y, por tanto, se oponen al verdadero filósofo, que actúa dialécticamente con razonamientos apoyados en el ser.

Isócrates distingue dos tipos de sofística: la de los pertenecientes a la época de Sócrates, para los que tiene palabras de elogio, y los sofistas de su época, a los que critica presentándolos como individuos de escasa talla intelectual y cuya meta es el afán de lucro personal.

Aristóteles piensa que son unos pseudofilósofos que quieren impresionar revistiéndose de una sabiduría que en realidad no tienen. No obstante, sabe apreciar los méritos de los sofistas. Así, por ejemplo, se muestra de acuerdo con Gorgias, que considera las virtudes por separado frente a los que definen la virtud como un todo, como hacía su maestro Platón, y admira su ironía basada en desarmar con la risa la seriedad de sus adversarios y viceversa, y también está de acuerdo con Polo en la importancia de la experiencia como constructora del arte y de la ciencia.

Resumiendo, pues, podemos decir que los sofistas no constituyeron nunca una escuela unitaria. Hablamos de un grupo heterogéneo con puntos en común, como el agnosticismo, ateísmo, empirismo, relativismo y la crítica de la sociedad y su cultura. Pero la gente los veía como a unos intrusos que socavaban con sus doctrinas el orden religioso, moral y político de la polis. De ahí que el término sofista se cargara de los matices negativos que han perdurado hasta nuestros días.

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LOS SOFISTAS Y LA TRADICIÓN

Como afirma Hegel, el movimiento sofístico hunde sus raíces en la tradición religiosa, científica y filosófica de los tiempos más remotos, según iremos viendo.

La presencia de los sofistas en los grandes festivales de Olimpia los conecta con la más rancia tradición de poetas y rapsodas; incluso la indumentaria que utilizaban Gorgias e Hipias, una túnica color púrpura, recuerda a la de los antiguos aedos. Se guían por el antiguo ideal homérico de ser siempre el mejor y superar a los demás en el combate y en el ágora. Este afán agonístico se convirtió en una de las características de los sofistas.

Se sirven también de motivos antiguos para la temática de su obra. Pródico en la Historia de Heracles utiliza el relato del juicio de Paris y la exhortación de Hesíodo sobre los dos caminos que el hombre debe elegir, el de la virtud y el del vicio. Protágoras en Sobre los dioses se apoya en el mito de Prometeo. En esta misma línea se encuentran El elogio de Helena y el Palamedes de Gorgias y El Troyano de Hipias.

Es en Homero y Hesíodo en donde debemos buscar la conexión más remota de los sofistas. La narración homérica busca lo verosimilitud, no la verdad, pues, como afirma Hesíodo, la verdad emana de los dioses, mientras que la verosimilitud parte de los hombres. De igual manera se expresa Jenófanes al enfrentar el conocimiento divino a la opinión humana.

Por otra parte, el germen filosófico de los sofistas lo encontramos en los presocráticos. Jenófanes, por ejemplo, identifica el bienestar de la comunidad estatal con la unión de las fuerzas espirituales y políticas. Heráclito hace del saber el fundamento de la ley. Anaxágoras introduce en la cosmogonía una tendencia antropocéntrica, e incluso a Demócrito le es difícil dejar de lado al hombre y su mundo moral.

Otro punto de conexión entre sofistas y presocráticos es el cosmopolitismo. Tanto los presocráticos como los sofistas son incansables viajeros que recorren el mundo entonces conocido, movidos por sus ansias de saber, y esto se refleja en la bella máxima de Demócrito de que "toda la tierra es accesible para el hombre sabio, pues la patria del alma buena es todo el universo."

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Como señala Dodds, en Los griegos y lo irracional, la Jonia del s. VI a. C. fue la cuna de la Ilustración ampliamente desarrollada por los sofistas. Fue Hecateo de Mileto el primero que encontró extraña la mitología griega e intentó racionalizarla, inventando explicaciones lógicas y coherentes. Jenófanes de Colofón, al igual que Meliso de Samos, se dedicó a atacar los mitos homéricos y hesiódicos desde el ángulo de la moral. De Jenófanes depende también el relativismo religioso al postular que cada pueblo representa a sus dioses según su propia figura, y los animales, si tuvieran razón y manos, harían otro tanto.

Esta tendencia tan típica de la Ilustración la siguen Anaxímenes de Mileto y los propios pitagóricos situándose en oposición a la mitología, al igual que Jenófanes y Heráclito de Éfeso, que llega a burlarse de la catarsis ritual y a negar la validez de la experiencia onírica.

Así pues, concluímos este apartado haciendo hincapié en la idea de que los sofistas son la culminación de un movimiento ilustrado y racionalista que tiene su punto de partida en los poetas antiguos, continúa con los presocráticos y se cierra con los pensadores del s. V a. C.

SITUACIÓN HISTÓRICA

Tres acontecimientos históricos enmarcaron el movimiento sofístico: las Guerras Médicas (500-479), tras las que se consolidó el sistema democrático y, por ende, la polis como unidad política y social; la creación del imperio marítimo ateniense (477425), período en el que Atenas se convierte en guía y centro de las ciudades confederadas, y, por último, la Guerra del Peloponeso (431-404), que supuso la decadencia de los valores democráticos y de la polis.

La unidad fue la causa de la victoria de los griegos contra los persas y esta unión se llevó a cabo sin que unas ciudades se subordinaran a otras, sino participando en la lucha frente al enemigo común hermanadas en igualdad. Después de la victoria helena sobre el imperio persa se consolida la democracia y la política no es labor exclusiva de unos pocos, sino tarea común de todos. El poder estatal no cercena la actuación de los ciudadanos, sino que más bien la respeta y estimula. El ejército no es profesional, sino que se organiza ante los riesgos que pueda correr la polis, que se reserva el derecho de someter a examen a todos los cargos públicos.

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Sin embargo, esta igualdad no duró mucho tiempo y Atenas se pone a la cabeza de la confederación de Delos. Por aquel entonces, Atenas era una ciudad poderosa y había extendido sus dominios hasta las Termópilas, las obras de los largos muros que protegían la ciudad y constituían un pasillo fortificado hasta su puerto, el Pireo, se habían concluído, y la marina ateniense tenía el dominio total del mar.

Pericles, organizador de la democracia ateniense, adopta las siguientes medidas: limita las atribuciones del tribunal del Areópago, dominado por las tendencias más conservadoras; extiende el arcontado a un mayor número de clases sociales; sustituye las elecciones por el sistema del sorteo de los miembros del Consejo y magistrados, y, por último, crea un sistema de dietas, que parece que empezó a funcionar a partir del año 461, en que los jueces cobraban dos óbolos por cabeza y día de sesión.

Pericles es también el inventor de la Hacienda pública, pero no creó ningún impuesto directo, sino que se apoyó en dos requisitos básicos: no abusar del contribuyente y subvenir a los gastos indispensables. Sus sucesores, en cambio, se alejaron de esta política, aumentaron el tributo y cargaron a los ciudadanos con los impuestos directos.

Si bien Pericles era un hombre honrado y mantuvo una postura intachable hasta la hora de su muerte, la política imperialista puesta en práctica por él se prestaba a todo tipo de corruptelas y así se explica el hecho de que la dominación ateniense fuera haciéndose cada vez más despótica. La isla de Naxos es la primera en sublevarse en el año 465 y un poco más tarde Tasos siguió su ejemplo y luego siguieron Eritrea, Mileto y Colofón. Atenas ya no vacilaba en emplear la fuerza y, de este modo, fue convirtiendo a los aliados en súbditos.

En esta época, dado que en Atenas había democracia directa, para triunfar en política era imprescindible el conocimiento de la retórica, que entonces ocupaba el mismo papel que hoy cumplen entre nosotros los medios de comunicación y la publicidad. Como en la educación tradicional griega no se enseñaba retórica, había aquí un hueco que vinieron a rellenar los sofistas, quienes se percataron enseguida de esta laguna de la educación ateniense.

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En el marco histórico en el que se encuadra a los sofistas, se pueden establecer dos grupos, como tan acertadamente ha visto I. Muñoz Valle: el grupo "protagórico" y el grupo "gorgiano".

El primer grupo actúa en la época de Pericles y se caracteriza por su optimismo racionalista, la proclamación de la igualdad natural de todos los hombres, la identificación de los intereses del individuo con los de la sociedad y su relativismo. Sus figuras más representativas son, además de Protágoras, Pródico, Hipias y los filósofos Demócrito y Anaxágoras.

El segundo grupo se encuadra en la Guerra del Peloponeso. Descubre en el hombre el predominio de las facultades irracionales y se centra en la defensa de los intereses del individuo. A este grupo pertenecen intelectuales "inmoralistas" como Calicles, Trasímaco y Critias, entre otros.

En el período de 429-419 en la sociedad se produjo un cambio notable que favoreció el fenómeno histórico de la sofística, a saber, surgió una nueva clase social cada vez más influyente formada por comerciantes y propietarios de industrias artesanales que se habían enriquecido y, al ser de extracción plebeya, no contaban con el privilegio del que gozaban los nobles atenienses, tanto del partido democrático como del oligárquico, de encontrar con facilidad un filósofo para instruir a sus hijos. Por ello, estos nuevos ricos hubieron de buscarse profesores particulares para sus hijos. Los sofistas son los hombres que entendieron esta situación y la aprovecharon en pro de sus intereses.

LOS SOFISTAS COMO PRECURSORES DE LA FILOLOGÍA

"Antes de la sofística no se habla de gramática, retórica ni dialéctica. Debieron de ser sus creadores. La nueva técnica es evidentemente la expresión metódica del principio de formación espiritual que se desprende de la forma del lenguaje, del discurso y del pensamiento. Esta acción pedagógica es uno de los grandes descubrimientos del espíritu humano. En estos tres dominios de su actividad adquieren por primera vez conciencia de las leyes innatas de su propia estructura." Con estas palabras Werner Jaeger hace de los sofistas los precursores de la filología, que más tarde surgirá y se desarrollará como disciplina científica en el período helenístico o alejandrino, a partir del s. III a.C.

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Los sofistas, como ya vimos anteriormente, se consideraban a sí mismos herederos de los antiguos rapsodas y de Homero y a ellos dedicaron buena parte de sus estudios. Así, podemos considerar a Teágenes de Región, como el primer alegorista etimológico, porque intenta buscar en el texto homérico un significado oculto. Un discípulo de Anaxágoras, Metrodoro de Lámpsaco, compuso una obra sobre los exégetas de Homero. Antímaco de Colofón siguió por este camino y tenemos noticias de que escribió una introducción a las obras de Homero proponiendo correcciones para algunos términos.

Si entendemos que la filología consiste en la crítica de textos y el estudio de los autores antiguos como Homero, podemos concluir que los sofistas fueron los primeros filólogos, como ya han señalado varios autores. El denominador común de todos los sofistas es el interés por precisar el significado de las palabras, por atender a "la rectitud de las palabras", por la forma en la que deberían escribirse y por la prosodia, todo ello unido a una visión crítica de la cultura.

Continuador de este tipo de estudios fue Aristóteles, que se interesó por los estudios elaborados por los sofistas ejerciendo una crítica rigurosa sobre ellos. Con sus trabajos sobre preguntas difíciles en torno a Homero, así como con sus investigaciones en el campo de la métrica, rítmica y música, se presenta ante nosotros como el punto de partida de la crítica y de la gramática, aspecto al que ya hizo referencia Dión Crisóstomo.

Otro aspecto que siempre ha llamado la atención de los filólogos es el mercado del libro y el interés por las bibliotecas. En la época de los sofistas el mercado del libro se intensificó notablemente y fue entonces cuando se vendían a precios módicos las Horas de Pródico y los libros de Anaxágoras. En esta época surgieron bibliotecas particulares, como la de Eutidemo y la de Eurípides. En época posterior, Aristóteles fundaría una gran biblioteca que legó a sus sucesores, quienes posteriormente la donaron al Liceo.

Un elemento importante entre los filólogos alejandrinos fue la utilización de las "tablas genealógicas", cuyo invento se atribuye a Hipias, a quien se le ocurrió hacer una relación de los vencedores en las Olimpíadas en su archaiología (“historia antigua”) y esto resultó fundamental para fechar los acontecimientos históricos. Esta obra fue recogida por Aristóteles, que utilizó no sólo esta lista sino también la de los vencedores en los Juegos Píticos y la relación de los arcontes atenienses. A esta lista -9© 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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de “inventos” de los sofistas debemos añadir también los catálogos denominados pínakes que surgen por necesidades prácticas de su profesión.

Ese afán de los sofistas por enseñar a hablar y argumentar (en cierta manera se trata de un amor a la palabra) y este interés por las palabras dio lugar a los llamados "glosógrafos", cuyo origen quizá pueda estar en Pródico, y aunque Aristóteles pase por ser su creador, no sería de extrañar que el estagirita estuviera continuando una tradición del siglo V a. C. en la que los sofistas podrían estar implicados. Igualmente, los estudios sobre sinónimos y etimología fueron iniciados por los sofistas Gorgias, Pródico e Hipias y continuados por Aristóteles.

Aunque ahora nos parezca que el estilo de una gran parte de los sofistas era recargado y relamido, en realidad ellos son los que abren el camino de la erudición y del enciclopedismo y les debemos tanto a Hipias como a Critias el haber puesto los cimientos del humanismo.

LAS CORRIENTES LINGÜÍSTICAS DEL SIGLO V

Hemos visto que los sofistas eran, en gran medida, unos profesores que tendían fundamentalmente a la educación política del hombre. Una herramienta indispensable para ellos era el lenguaje, pilar fundamental de la retórica y la oratoria. Por tanto, los sofistas no tenían un interés científico por el lenguaje, sino más bien práctico. Así, los encontramos inmersos en las discusiones sobre las diferentes teorías lingüísticas que circulaban por aquella época. Para entender cuáles eran las principales concepciones sobre lingüística en el s. V, debemos rememorar el diálogo Crátilo de Platón, pues es aquí donde aparecen resumidas las diferentes posturas.

En primer lugar, encontramos que Crátilo defiende una teoría naturalista, cuya invención se atribuye a Antístenes (al que siguen Pródico y Gorgias) quien, según Aristóteles, si cada cosa tiene un lógos, entonces dos lógoi contradictorios se refieren a cosas diferentes. Esta teoría postula que los nombres son por naturaleza y responden exactamente a la verdad de las cosas que designan. Los nombres, por ende, nos darían una información exacta sobre la realidad.

Hermógenes,

el

amigo

íntimo

de

Sócrates,

defiende

una

teoría

convencionalista que parece derivar de la epistemología de Protágoras, aunque la terminología que utiliza es una terminología poco elaborada. También Demócrito - 10 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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defiende esta postura con cuatro pruebas muy convincentes que demuestran el carácter convencional de los nombres: la homonimia, la polinimia, el intercambio de los nombres y la ausencia de nombres derivados de nombres semejantes. Este filósofo atomista además escribió sobre la corrección del lenguaje y los dialectos y sobre las palabras y el vocabulario, según nos informa Diógenes Laercio XI.

La postura de Sócrates presenta dos aspectos que parecen ser contradictorios, porque, mientras que en Crátilo 432e dice que un nombre no necesita poseer todas sus letras para ser reconocido siempre que subsista el bosquejo del objeto, por otro lado, en Crátilo

418a, afirma que el añadir o el quitar letras modifica mucho el

significado de los nombres hasta el punto de que cualquier alteración o cambio puede hacer que el nombre cambie totalmente de significado.

Quizá la postura lingüística de Gorgias sea una de las más originales de todos los sofistas, si bien su concepción de la lengua arranca de Empédocles, que pensaba, según nos informa Teofrasto en De sensu 7, que cada órgano sensitivo cubría una parcela distinta. Esta opinión es compartida por Gorgias, para quien cada órgano percibe algo distinto y específico. La vista y el oído captan las cosas, pero no se trata de la realidad, sino del lógos, que es lo que aprehende el pensamiento. De ahí que Gorgias establezca una división tripartita: cosas (prágmata), objetos de pensamiento (tà phronoúmena), y lenguaje (lógos). Fue también Gorgias el primero en darse cuenta de la función impresiva del lenguaje y de su poder de persuasión, pues, a pesar de tener un cuerpo muy pequeño e invisible, es capaz de realizar maravillosos portentos, como acabar con el miedo y el dolor o provocar compasión.

LA RETÓRICA EN EL SIGLO V

Después de la expulsión de los tiranos de Siracusa se produjo una situación de gran efervescencia democrática, en la que los ciudadanos reivindicaron los bienes y haciendas que les habían sido confiscados, y es dentro de este marco histórico donde, según Aristóteles, surge la retórica de la mano de Córax y Tisias, dos sicilianos. Este tipo de retórica erística partía del supuesto de que un hombre necesitaba de ella cuando las pruebas que presentaba de un hecho podían ser refutadas y se basaba más en la verosimilitud que en las pruebas que acompañan a los hechos.

Los sofistas son los continuadores de la retórica y, desde luego, fueron quienes la introdujeron en Atenas. Gorgias en algunos diálogos platónicos, como Filebo o - 11 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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Gorgias, defiende este tipo de retórica erística en la que lo importante es la verosimilitud de lo justo y lo injusto. Su apoyo, pues, se encuentra en las probabilidades. Cada cosa era para él tal como le parecía que era, y esta es la base filosófica que sigue Gorgias y que también sostenía Protágoras.

La retórica es uno de los puntos en común que unía a los sofistas y, así, podemos ver que muchos de ellos (Gorgias, Licimnio, Polo, Teodoro y Trasímaco) escribieron tratados de retórica en los que se trataba sobre diversos aspectos, como la extensión del discurso, el aprovechamiento de los elementos irracionales de la oratoria que se podían utilizar para refutar determinados argumentos y la oportunidad exigida por el momento. También tocan estos tratados el tema del estilo, y por el léxico bizantino Suda sabemos que Polo escribió una obra titulada Sobre el estilo. Otro ejemplo de que los sofistas cuidaban el estilo de sus escritos lo tenemos en las defensas de Helena y Palamedes, donde Gorgias de Leontinos hace uso de recursos fónicos como antítesis, isocolon, parison, homoteleuton, entre otras figuras estilísticas, y aunque ahora nos pueda parecer un estilo recargado e incluso ridículo, dado el abuso que en ocasiones hace de esas figuras, en la época debieron ser muy apreciadas, como asegura Diodoro de Sicilia XII 53, 4.

Para Gorgias el principio que regulaba la organización del discurso era la oportunidad, kairós, la presentación de las pruebas y su adecuación al carácter del auditorio. Por tanto, el orador que improvisa un discurso debe haber preparado de antemano los argumentos que en un momento determinado le pueden resultar de utilidad, y esto es mejor que tener preparados discursos completos. De este modo, Gorgias afirmaba que él era capaz de responder a cualquier cuestión tanto en discursos largos como en diálogos a base de preguntas y respuestas.

Otro aspecto que va íntimamente ligado a la oportunidad es la conveniencia, prépon, que con el tiempo ocupó un puesto más destacable que la oportunidad, pues, como dice Isócrates en Contra los sofistas 12-13 y 16-18, es imposible que un discurso sea bueno si no contiene lo que es oportuno.

Otra cuestión estilística, la de los lugares comunes, debió de haber sido tratada por los sofistas, según las noticias que tenemos de ello en Cicerón, Brutus 12, 46, cuando nos habla de las disputas de Protágoras sobre temas importantes. Los lugares comunes serían argumentos que se incluyen en el discurso para defender una postura

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determinada y el orador los citaba de memoria. Así, los Tópicos de Aristóteles recogerían esta tradición, infundiéndoles un sentido y orientación filosófica.

Los sofistas emplearon también los discursos dobles (dos discursos cada uno de los cuales defiende una opinión contrapuesta sobre un mismo tema) y no tardó en surgir una fuerte crítica contra este principio que identifica la causa más débil con la más injusta o con la más mala. Este método tiene un peligro real y es la influencia subjetiva que se podía ejercer en las conciencias de los jueces, por lo que Eurípides nos dice que "la palabra de la verdad es siempre sencilla", y Platón nos advierte del peligro que entraña ponerse bajo la tutela de estos maestros.

Trasímaco, sin embargo, cultiva un estilo diferente al de Gorgias y se distingue de él porque huye de la artificiosidad en el estilo y busca para su prosa esquemas rítmicos variados, evitando las series de largas o breves, el hiato y la regularidad del verso.

Por su parte, Platón opinaba que la retórica es un arte para fomentar la verdad y ser maestra de psicología en los distintos oyentes, pero de ninguna manera es una ciencia, y esto por dos motivos fundamentales: porque carece de seriedad y porque sus métodos no descansan en unos principios claramente razonados.

LOS SOFISTAS Y LA POLÍTICA

Es más que probable que los sofistas hubieran meditado sobre las constituciones y las leyes vigentes de la época y se hubieran ocupado de examinar los pros y los contras de los distintos regímenes políticos. No es, pues, de extrañar que, aun sin militar en ningún partido, recibieran encargos políticos, como, por ejemplo, embajadas. Gorgias fue enviado por su ciudad natal, Leontinos, a Atenas en misión diplomática en el año 427; de igual manera, Pródico sirvió a Ceos ante la Asamblea de Atenas; Élide encargó a Hipias misiones diplomáticas en Esparta, y Protágoras redactó la constitución de la ciudad de Turios.

Los presocráticos también se habían ocupado de la política y del valor de las leyes. Empédocles, de tendencia democrática y popular, pensaba que las leyes son válidas para todos. Heráclito, considerado un espíritu aristocrático, subraya el carácter divino de la ley y piensa que el pueblo debe combatir por ella más que por los muros de su ciudad. Demócrito, un demócrata convencido, prefiere la pobreza en democracia - 13 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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a la llamada felicidad proveniente de un gobierno arbitrario, y afirma que no sólo hay que respetar las leyes sino también a los gobernantes y propugna la teoría de la conciliación, según la cual es necesario que los ricos ayuden a los pobres.

Todo ello entronca con la oposición phýsis / nómos, naturaleza frente a ley. El concepto nómos ha perdido, en el siglo V, con algunas salvedades, el fundamento divino que poseía en época antigua. Las leyes no son un don de los dioses ni tampoco bienes absolutos, sino que dependen de cada pueblo particular, sirven para limitar la libertad individual y están condicionadas por los hombres.

Los sofistas de la primera generación, encabezados por Protágoras, siguen una tendencia que es defensora del nómos. En la época de Pericles el optimismo en los valores de la democracia crea algo similar a lo que se llamará racionalismo en el período de la Ilustración europea. Frente al pesimismo hesiódico, los presocráticos habían opuesto un optimismo basado en la inteligencia humana. La medicina hipocrática ve el progreso del hombre en el descubrimiento de los alimentos cocinados y en el hallazgo de las faenas agrícolas. En lo que se refiere a la escena dramática, Esquilo, Sófocles y Eurípides consideran que es el propio hombre quien avanza por la senda del progreso, sin ayuda de ningún benefactor divino.

Según refleja Protágoras, cunado recurre al mito de Prometeo, el hombre está capacitado por naturaleza para el respeto y la justicia, y el castigo para los transgresores de estas normas, que son indispensables para la vida dentro de la ciudad, se concibe como la recuperación del orden, tal como los médicos ayudan al enfermo a recuperar el orden natural perdido. Todos los ciudadanos tienen la obligación de adquirir la virtud política, si se quiere que la comunidad subsista.

Licofrón sigue a Protágoras, pues, según nos transmite Aristóteles, está de acuerdo con la idea de que la comunidad política es una mera alianza y las leyes un pacto entre los ciudadanos.

La segunda generación de sofistas, que desarrollan su actividad en plena Guerra del Peloponeso, el extremismo democrático, el desastre económico y los resentimientos de clase, sigue una tendencia antinómica que pretende sustituir la autoridad de la ley por el modelo que suponía el imperio de la naturaleza. Dentro de ellos podemos establecer dos posturas antagónicas: la que defiende el derecho natural del fuerte y otra que se basa en la defensa de los más débiles. - 14 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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La primera postura está defendida por la escuela de Gorgias, como vio Platón en el diálogo que lleva su nombre. Polo y Calicles no son otra cosa que la consecuencia directa del programa de Gorgias que se apoyaba en la búsqueda del placer y del poder y, por tanto, en un hedonismo individualista, que llevado a su extremo no podía conducir más que a la anarquía, a la guerra civil y al empleo de la fuerza bruta.

A la cabeza del segundo grupo figura Antifonte, defensor de la phýsis y partidario de no hacer ni sufrir injusticia. Hay que respetar las leyes siempre que haya testigos de nuestros actos, pero, cuando no los haya, debemos seguir los impulsos de la naturaleza. Por esto, si quebrantamos la ley sin ser descubiertos, no sufrimos castigo alguno; sin embargo, si transgredimos los dictados naturales, nos buscamos algo pernicioso.

Una postura intermedia es la adoptada por Hipias, que, a pesar de ser un demócrata convencido, sostenía que la ley es el tirano de todos y nos fuerza a muchas cosas en contra de la naturaleza. Por esto mismo, se muestra defensor de las leyes no escritas, puesto que estas no son relativas y tienen un carácter universal.

LOS SOFISTAS Y LA ÉTICA.

Heráclito fue el primer filósofo griego que bosquejó una ética filosófica de un modo serio, al responsabilizar al hombre de sus propios actos. Los escritores del Corpus Hippocraticum, por su parte, fueron los que más hincapié hicieron en la idea de que lo bueno y lo malo son relativos dentro del marco del individuo.

Para Sócrates y para Platón los dioses son los que fundamentan la moral. Frente a esta postura, los sofistas eliminan a los dioses de sus escritos y defienden la idea de que la base de la moral se encuentra en el hombre. Protágoras pone como ejemplo más sublime de virtud no a un dios, sino a un hombre, Pericles. Trasímaco constata con amargura el abandono en que los dioses tienen a los mortales.

Por otra parte, Sócrates es el iniciador del ascetismo filosófico y, en cierto modo, anticipa, con su desprecio de las cosas hermosas y con su ética condicionada, el cristianismo. En este sentido, el único sofista que recuerda a Sócrates con su ascetismo filosófico es Pródico. Los demás son personas que aman la vida y admiran - 15 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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las cosas hermosas que hay en ella: a Hipias le interesan las cosas buenas que tiene la existencia humana y Antifonte le echa en cara a Sócrates que no sabe sacarle partido a la vida, por cuya causa vive tan miserablemente.

El detractor más serio de los sofistas fue, sin duda, Platón, y es que este filósofo no estaba de acuerdo con la idea de moralidad de los sofistas, una moralidad basada en el concepto de la utilidad. Protágoras se limita a enseñar a los hombres la política, un arte útil para saber administrar sus bienes y los asuntos de la ciudad. Pródico afirma que si alguien quiere recibir honores tanto de la ciudad como de los particulares, tiene que serles útiles a ambos en una evidente relación de do ut des. Tan acendrado debió ser el concepto de lo útil para los sofistas que Jenofonte en su obra Recuerdos de Sócrates, se esfuerza por dejar bien claro que su maestro fue siempre el más útil de los hombres.

Aunque la animadversión de Platón por los sofistas es evidente, sin embargo, no nos los presenta como hombres depravados, sino más bien poseedores de un gran sentido ético. Protágoras es una persona honrada, preocupada incluso por una ética profesional, Gorgias es un hombre amable, con un envidiable buen humor y una honradez tal que fue merecedor de que se le erigiese una estatua de oro en el santuario de Delfos.

CIENCIA, RELIGIÓN Y SOFÍSTICA

La religión griega siempre se caracterizó y se diferenció de otras religiones por su carencia de dogmas y de un clero encargado de velar por ellas y por su espíritu liberal que permitía adoptar nuevos cultos, dioses y ritos, siempre y cuando no se pusiese en duda la existencia de los propios dioses, que eran los garantes del orden y del sistema democrático establecido en la ciudad. De ahí que los especuladores de los fenómenos celestes y los físicos no fueran nunca bien recibidos por el vulgo y por las clases conservadoras, pues sus teorías socavaban, a veces sin pretenderlo, los cimientos en los que se basaba el orden religioso y político de la ciudad.

Desde un punto de vista científico, los sofistas son seguidores de los filósofos de la naturaleza como Anaxágoras y Demócrito y se sitúan, por tanto, en el empirismo y el escepticismo. Un ejemplo de la afición que los sofistas sentían por las ciencias empíricas lo tenemos en Protágoras, que atacaba a las matemáticas por versar sobre

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abstracciones, en tanto que alababa a la medicina y a la agricultura, comparándolas incluso a la educación.

Las creencias de los sofistas sobre los dioses fueron objeto de reprobación por parte de los habitantes de Atenas e incluso personas influyentes de la época como la propia mujer de Pericles, Aspasia, el filósofo Anaxágoras, el escultor Fidias, Protágoras e incluso Sócrates fueron objeto de acusaciones de impiedad por negar la existencia de los dioses y por estudiar los fenómenos celestes.

El agnosticismo de Protágoras debe relacionarse con su teoría del conocimiento basada en los sentidos. El sofista de Ábdera eliminó a los dioses de todos sus discursos y escritos porque no tenía ninguna prueba de su existencia. Pródico, por su parte, arranca de la idea de que los primeros dioses eran cosas naturales que fueron elevadas a la categoría de dioses posteriormente, merced a los beneficios dispensados al hombre. Así, por ejemplo, Afrodita equivaldría tanto a una diosa como al trato sexual.

Demócrito arranca de las mismas bases materialistas de Anaxágoras y ubica la fe en los dioses en el miedo que producían a los hombres primitivos los fenómenos naturales, como los rayos, tormentas y relámpagos. Demócrito creía que somos nosotros mismos los que nos procuramos los males y no los dioses, por lo que Jaeger afirma que el de Abdera más que negar la existencia de los dioses, lo que hace es relegarlos al plano psicológico.

Critias, y curiosamente también Isócrates, piensan que la religión es un invento político y este hallazgo es muy positivo para la humanidad, porque el temor de los hombres a los dioses hace que se abstengan de cometer actos injustos.

Trasímaco negaba la providencia de los dioses, amparándose en que, de otro modo, se cuidarían del bien mayor para los hombres, la justicia.

Los sofistas, en general, como vio Platón, parten de la idea de que los dioses no existen en la naturaleza, sino sólo en nuestros convencionalismos y, por lo tanto, no tienen providencia en los asuntos humanos. Esto influye en que los malvados actúen en esta vida a su antojo.

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Todo esto no quiere decir que los sofistas desdeñaran la religión por completo; muy al contrario, un pensador como Protágoras, al igual que Tucídides y Eurípides, creía que la religión es un producto cultural humano que nos distingue de las bestias.

FILOSOFÍA Y SOFISTAS

Los conceptos "sofistas" y "filosofía" se relacionan frecuentemente, pero es necesario tener presente que los sofistas nunca elaboraron un sistema filosófico al estilo del de Platón o Aristóteles, sino que se limitaron a una parcela mucho más reducida. Por otra parte, son tan escasos los fragmentos de la mayoría de ellos, que sólo podemos hablar, y no con una absoluta certeza, de la postura filosófica adoptada por dos de ellos: Protágoras y Gorgias. El tipo de filosofía practicado por ambos sofistas se relaciona, como era lógico suponer, con la actividad concreta de cada uno de ellos, es decir, en el caso de Protágoras, con el adiestramiento político de los jóvenes que querían triunfar en este campo, y, en el caso de Gorgias, con la enseñanza de la retórica.

PROTÁGORAS

"El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son". Esta era la frase con la que, según Platón, Protágoras iniciaba su obra titulada La Verdad, que tanto ha dado que hacer a filósofos y a filólogos y que convertía al abderita en el primer pensador que ponía al hombre en el centro de todo tipo de especulación intelectual.

Platón y Aristóteles fueron los primeros en criticar dicha teoría y las consecuencias que de ella se derivaban. Para Platón, esta doctrina, que no tiene en cuenta ni a los dioses ni a los animales, entrañaba graves secuelas en diversos campos del conocimiento: en el terreno científico porque la teoría de que percepción es saber no conduce más que a un abierto empirismo; en el de la lengua, a una falta de estabilidad, y en los de la ética, política y religión, a comportarnos de una manera honrada pero sólo aparentemente, mientras cometemos toda clase de desmanes. La crítica de Platón se extiende a la teoría del continuo fluir de la que Protágoras se hace seguidor. Si todo, incluso el propio hombre, cambia, si todo está en continuo movimiento, nada nos puede parecer lo mismo, ni los hombres ni las cosas tienen una entidad propia, sino que se medirán en relación con las demás. Por el contrario, Platón considera que todas las cosas poseen un propio ser consistente, - 18 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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que son en sí y con relación a su propio ser conforme a la naturaleza y, en última instancia, la medida no puede residir en el hombre, puesto que no es más que un ser frágil que está a merced de potencias superiores, sino en la divinidad que es la que nos ha creado para ser un simple juguete en sus manos.

Aristóteles continúa la crítica de Platón en lo tocante a la sensación: una cosa no parece nunca dulce a unos y amarga a otros, a no ser que se esté enfermo o viciado, en cuyo caso hay que considerar que unos son la medida de las cosas, y otros no lo son. Lo mismo es aplicable a otras nociones como lo bueno, lo malo, lo feo, lo bello, etc. En lo que respecta a la opinión que se tenga de una cosa, si el hombre es la medida de todo, entonces la misma cosa es buena y mala, porque así puede aparecer a todos, y en todo ello no subyace más que el relativismo de dicha teoría.

Hasta aquí hemos dejado hablar a Platón y a Aristóteles. Pero, ¿qué pensaba Protágoras de todo esto? Si nos guiamos por lo que se conoce como "Apología de Protágoras", el sofista nos dice que las percepciones son particulares para cada uno de nosotros y que los sabios son los que pueden efectuar un cambio en nosotros, de forma que lo que nos parecía malo, nos parezca bueno. El sofista de Ábdera elimina la oposición verdadero / falso, y establece que ninguna opinión o sensación es falsa, sino que todas son verdaderas, pero pueden ser buenas y malas. A él no le interesaba la falsedad o verdad de las sensaciones o juicios, sino sólo su utilidad o perjuicio.

Antes de continuar conviene aclarar a qué hombre se refiere Protágoras. Protágoras se refería tanto al hombre particular como al general. Pero, desde la interpretación de Hegel, los críticos han creído ver detrás de él tanto al hombre individual como al genérico o colectivo. Incluso ha surgido otra interpretación conocida con el nombre de "vía intermedia", según la cual, no hay distinciones entre unos y otros, y que nosotros compartimos plenamente. Desde el punto de vista de las sensaciones, no cabe duda de que la teoría se refiere al hombre particular. El paso de individual a colectivo tampoco plantea dificultad, ya que lo que interesa definir es el grado de utilidad. Por ello, lo que decide en la ciudad es el acuerdo al que llega cada hombre particular con los demás ayudado por el hombre sabio, llámese orador o sofista. Y el salto de ahí al hombre general tampoco es difícil, puesto que el hombre de cualquier sociedad y época puede establecer los mismos criterios.

En cuanto al término chrémata (el traducido habitualmente por “cosas”) no hay inconveniente en aceptar las distintas explicaciones que han dado los estudiosos del - 19 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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tema: "algo que se usa", de Guthrie; "cosas usuales", de Zubiri; "cosas útiles", de Heidegger; aunque a nosotros nos parece más adecuada la explicación de Untersteiner, "cosas", por estimar que se amolda más al espíritu práctico del sofista, y porque es el término empleado por Platón en un contexto en el que se habla del parecido entre hablar de las cosas y pensar sobre ellas. Al fin y al cabo, cosas son lo que se perciben y cosas también lo que se deciden.

Finalmente, queda por analizar el término métron (traducido por “medida”). Creemos que debe entenderse por "medida", en el sentido de “criterio”, lo que se corrobora, en nuestra opinión, porque Platón emplea el giro kaì egò krités, que es la interpretación que recogerán más tarde Aristóteles y Sexto Empírico con el término kritérion. Además, no debemos olvidar que el propio Platón se vale del verbo parametroúmetha.

GORGIAS

Dos son las fuentes de transmisión del tratado de Gorgias Sobre el no ser o Sobre la naturaleza: Sexto Empírico y Pseudo-Aristóteles. La opinión de los críticos acerca de cuál de las dos es la mejor varía. Así, encontramos que H. Gomperz, E. Nartop y E. Dupréel se inclinan por Sexto Empírico, mientras que O. Gigon y G. Calogero opinan que el texto de Pseudo-Aristóteles es un exponente más fiel del pensamiento de Gorgias. Una postura de conciliación entre ambos textos la representan R. Mondolfo y M. Untersteiner.

La gnoseología de Gorgias descansa en las teorías del poeta Simónides y del filósofo Empédocles. Simónides había estimado que la vista y el oído pueden ser fuentes engañosas de información y Empédocles había sostenido la hipótesis de que de los objetos parten unos efluvios naturales que se introducen en nuestros sentidos a través de los "poros". Por otra parte, Heráclito y Parménides coincidieron en que el hombre era incapaz de captar la verdad. Para Heráclito, los sentidos eran poco fiables y Parménides afirmaba que los objetos sólo existían en el noûs (“pensamiento”).

Las exageradas conclusiones a las que llega Gorgias de que no existe nada, y de que, aunque algo fuera, no podría ser aprehendido, ni, aunque fuera aprehendido, podría ser comunicado, han sido interpretadas de distintas formas a lo largo de los tiempos. Para unos historiadores de la filosofía, Gorgias ha sido incluído en la lista de los escépticos integrales y su postura considerada como un nihilismo absoluto. Para - 20 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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otros, como Gomperz y Dodds, se trataría de un juego retórico, según confirman las palabras del propio Gorgias al final de su trabajo, la opinión de Isócrates y el significativo silencio que guardan al respecto filósofos como Platón y Aristóteles.

Calogero estima que Gorgias arranca de una postura muy próxima a la de Protágoras, ya que se basa en un relativismo psicológico, según el cual el conocimiento es la resultante de dos elementos, la percepción procedente del exterior y el propio sujeto.

Dupréel observa que el problema más importante tocado por Gorgias es el de la realidad y afirma que el de Leontinos no sería ni un escéptico integral ni un nihilista, sino, más bien, un relativista, que abandona la ilusoria ciencia del ser y se adhiere con firmeza a la de las palabras.

Romilly señala que detrás de todo este galimatías se esconde el maestro de retórica y el filósofo, ya que aunque se habla continuamente del ser y del no ser, en última instancia lo que decide son las sensaciones u opiniones del hombre, que difieren en función de las personas o circunstancias y que son el único criterio que tenemos ante lo que nos rodea.

Newiger y Guthrie sostienen que la obra de Gorgias es una reacción contra el eleatismo. Se trataría de llevar la teoría de Parménides al extremo. Gorgias, valiéndose de las mismas premisas lógicas que el eleata, pretende probar incluso todo lo contrario de lo que afirma Parménides.

Creemos que todas las teorías expuestas anteriormente tienen su parte de verdad, todas, excepto la de los historiadores de la filosofía que han querido hacernos creer que Gorgias es un escéptico integral y un nihilista. Por el contrario, el sofista es un hombre que cree en la verdad, por más que esta sea muy difícil de aprehender. Para Gorgias, el conocimiento se basa en la experiencia frente a la vana conjetura. Por ello, el conocimiento de algo ha de basarse forzosamente en los hechos, porque sólo ellos conducen a un conocimiento claro de la situación, es decir a un saphôs eidénai. Cuando las pruebas evidentes faltan, hay que guiarse por otro tipo de hechos, como el comportamiento pasado, lo que correspondería al concepto de tò eikós, es decir, lo verosímil. Por otra parte, es de suma importancia el papel que Gorgias otorga a la memoria. Si todos tuviéramos memoria de las cosas pasadas, el sentimiento del presente y el presentimiento del futuro, el discurso, o la palabra, tendrían un valor - 21 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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menos ambivalente del que en realidad posee. Pero como no es así, es labor de los sabios tener previsión para no cometer ningún error.

Ya hemos dicho anteriormente que lo que Gorgias intentaba hacer, en parte, era un juego retórico. Mientras que Parménides cree que el verbo "ser" posee un significado unívoco y se puede aplicar a cualquier realidad, y el "no ser" es una predicación que no se puede aplicar a ningún enunciado, Gorgias lleva dicha teoría a su exageración al afirmar que, conforme a sus mismos postulados, tampoco se puede predicar nada del ser.

No obstante, en este juego hay tres aspectos que atentan contra la teoría de Parménides. De los tres argumentos que componen el tratado, en el primero se refuta la idea de un ser absoluto e integral independiente del sujeto. Su método es puramente

dialéctico,

ya

que,

al

refutar

las

frases

positivas,

se

niegan

automáticamente las negativas, valiéndose de los mismos argumentos de los eleatas, los rechaza de un modo antilógico, según el cual se ofrecen varias alternativas para después eliminarlas por la reducción al absurdo. La parte segunda, si algo existe no es cognoscible, se desprende de la primera, puesto que arranca de la premisa de que si lo pensado no es existente, lo existente no puede ser pensado. Con ello se pretende negar que tengan existencia los objetos del pensamiento. Como cada sentido posee su propia esfera de actividad, lo pensado sólo tiene que ver con un sentido, el pensamiento, por lo que sólo puede ser captado por él, con lo que se aboca a un ideísmo o nominalismo. La parte tercera, si algo existe y es cognoscible, no puede ser comunicado a otros, conclusión de toda su argumentación, es la más interesante, porque llega justo al tema que más le gusta a Gorgias como rétor experto en el uso de la palabra.En todo proceso cognoscitivo existen tres cosas claramente diferenciadas: los objetos de la percepción, las palabras y el pensamiento. Percibimos lo visible por la vista y la palabra por el pensamiento. Por ello, cuando tratamos de expresar los objetos de la experiencia lo hacemos con la palabra. pero como la palabra no tiene nada que ver con los objetos, sino con el pensamiento, de ello se deduce que el lenguaje es un instrumento muy poco adecuado para expresar la realidad, ya que tiene un valor meramente simbólico.

Con todo ello Gorgias elimina toda relación entre el ser y el logos y lleva la teoría de los eleatas al absurdo, y, en este sentido, recuerda a Protágoras, puesto que defiende un relativismo, anticipado por el individualismo del de Abdera, según el cual

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la palabra está muy lejos de la realidad y en el mundo no existe esa unidad de la hablaba Parménides, sino una heterogeneidad de los seres humanos y de las cosas.

CONCEPTO DE SOFISTA A LO LARGO DE LOS SIGLOS

El movimiento sofístico no halló buena acogida en el siglo V a. C. ni entre los comediógrafos ni entre los escritores del talante de Jenofonte y Platón. Más tarde, Aristóteles se sumó en la crítica a los sofistas y así se consiguió que el descrédito de los sofistas, surgido en su época, se extendiera a las generaciones venideras, que consideraban que el término sofista era sinónimo de personas carentes de principios morales y éticos, corruptores de la juventud, amigos de amasar fortunas a cambio de sus enseñanzas y filósofos superficiales frente al auténtico sabio. Incluso los vocablos relativos a los sofistas que aún hoy perviven, como "sofisma", "sofistería", "sofisticado", "sofisticar", etc. se hallan cargados de una connotación peyorativa de falsedad o afectación. Los sofistas fueron relegados al olvido, bien sea porque la mayor parte de su producción literaria ha desaparecido, bien sea por haber sido incluídos en resúmenes como los de Aristóteles, que evitaban el esfuerzo de leer sus obras completas.

A principios del siglo XIX los sofistas aparecen en los manuales de filosofía como pensadores a los que se debía tomar en serio; el propio Hegel les abrió una vía para que en el futuro se les reconociera sus méritos, al encuadrarlos junto a Sócrates y los socráticos. Un poco después Grote, aunque pensaba que los sofistas no formaban una unidad como grupo y defendían teorías equivocadas, estima que fueron los representantes de la Ilustración y el Humanismo de su tiempo y debieron ser los abanderados contra la obsoleta y anticuada tradición.

Zeller vio en ellos un movimiento homogéneo de valor muy positivo por su carácter de puente en el progreso del pensamiento en Grecia, aunque, por otra parte, los considerara como unos filósofos superficiales causantes de efectos perniciosos, tanto en el campo ético como en el científico. Nestle los considera como los continuadores de los filósofos jonios preocupados por el hombre y sus inquietudes, a quien convirtieron en el centro de sus reflexiones. En un enfoque similar Gomperz, Windelband y Jaeger defienden a estos profesores asalariados que ejercieron una labor educativa sobre los jóvenes de las familias pudientes de Atenas destinados a regir los destinos de la ciudad. De igual manera piensa Untersteiner, pues juzga que los sofistas son los representantes de una visión realista del mundo, que extiende su - 23 © 2009, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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mirada de un modo objetivo, apoyados en la experiencia, la razón y en una inmensa confianza en el progreso del ser humano.

El profesor F. Rodríguez Adrados observa la ambivalencia del movimiento sofístico, pues, mientras por un lado sentaron las bases para un humanismo igualitario, por el otro, dieron rienda suelta a los impulsos naturales escondidos en lo más recóndito del ser humano, hasta acabar en el hedonismo de sofistas como Gorgias y su escuela. También G. Reale insiste en el carácter político y ético de los sofistas, a quienes se ha de conceptuar como a unos pensadores de talla.

Gurthrie ve en ellos a los continuadores de los presocráticos, a quienes completan con sus teorías escépticas y empíricas. Romilly hace hincapié en el racionalismo sofístico y en su afán por sentar las bases de un nuevo humanismo. Keferd los considera como unos pensadores serios con entidad propia que tuvieron una gran importancia en los distintos campos del saber humano, ya se trate de ética, sociología, filosofía o lengua.

Finalmente, la crisis de la filosofía occidental, que arrastra desde Nietzsche hasta nuestros días, ha hecho que muchos filósofos actuales levanten su voz en favor de los sofistas griegos. Nos referimos a filósofos como Nietzsche, Ibsen, Strinberg, Lou-Pandora, Kafka, Brecht, Wittgestein y Beckett, o al encendido elogio que hace de ellos el filósofo español F. Savater en su obra Apología del sofista, que considera que la filosofía no es más que una forma de escritura muy ligada a la retórica, que tan bien y con tanto encanto cultivaron nuestros sofistas griegos.

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