3 Psicología y Lenguaje.pdf

September 21, 2017 | Author: riad | Category: Psyche (Psychology), Psychology & Cognitive Science, Science, Homo Sapiens, Knowledge
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Qin Thana

PSICOLOGIA Y LENGUAJE I.S.B.N.: 84-600-8957-6 Nº Reg.28189 Dep.Legal: M-23689-1994 © Qin Thana Reservados todos los derechos (Portada: Internet)

ICEUCM 1994

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INDICE TEMÁTICO PRESENTACION por Isabel Gutiérrez Zuloaga

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INTRODUCCION

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1.- EL HOMO LOQUENS Del homo habilis al homo loquens La capacidad de hablar El homo loquens como ser inteligente Bibliografía y referencias bibliográficas

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2.- EL LENGUAJE COMO FACULTAD Las facultades del ser humano La facultad del lenguaje La espontaneidad como propiedad del lenguaje Bibliografía y referencias bibliográficas

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3.- EL LENGUAJE COMO CONDUCTA Lenguaje y conducta Conducta lingüística y organización cerebral La emergencia de la conducta: teorías La teoría verbalista El seguimiento de los procesos conductuales del habla Bibliografía y referencias bibliográficas

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4.- EL CONCEPTO DE LENGUAJE El lenguaje interno Noción Funciones del lenguaje interno El lenguaje externo Noción El lenguaje como conjunto de símbolos Funciones del lenguaje externo Bibliografía y referencias bibliográficas

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5.- EL LENGUAJE Y LA INTELIGENCIA La tendencia natural a expresar los pensamientos La naturaleza de la expresión Hablar y entender Lenguaje e inteligencia El papel de la inteligencia El papel del lenguaje en los comportamientos de la inteligencia El papel del oído en el lenguaje hablado Bibliografía y referencias bibliográficas

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6.- EL LENGUAJE HUMANO, EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES Y EL LENGUAJE DE LAS MAQUINAS El lenguaje humano El lenguaje de los animales Diferencias respecto del lenguaje humano Los experimentos con animales Incapacidad de los animales para el lenguaje El lenguaje animal como conjunto de señales Otros ejemplos El lenguaje de las máquinas Bibliografía y referencias bibliográficas

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7.- LENGUAJE Y COMUNICACION Nociones Los problemas de la comunicación humana Bibliografía y referencias bibliográficas

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8.- PROCESOS PSIQUICOS IMPLICADOS EN LA PRODUCCION DEL LENGUAJE Introducción La determinación del mensaje Decisión y expresión Coherencia del mensaje Selección del medio material Codificación La naturaleza de la codificación La estructura morfológica y sintáctica La toma de decisiones y la ejecución del mensaje La ejecución material del habla La evaluación del lenguaje propio La vinculación entre las partes del proceso Bibliografía y referencias bibliográficas

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9.- PROCESOS PSIQUICOS IMPLICADOS EN LA RECEPCION DEL LENGUAJE Introducción La fase física del lenguaje La fase fisiológica del lenguaje La fase psíquica del lenguaje La identificación de las palabras La identificación de las unidades lingüísticas La descodificación La producción de información nueva El constructivismo del conocimiento humano Los procesos afectivos concomitantes La planificación de la conducta Bibliografía y referencias bibliográficas

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10.- ANALISIS DEL HABLA Y DEL LENGUAJE Análisis del habla Análisis del lenguaje hablado Análisis del lenguaje hablado desde las distintas gramáticas Bibliografía y referencias bibliográficas 11.- LAS ESTRUCTURAS LATENTES Y LOS UNIVERSALES LINGÜÍSTICOS Las estructuras latentes Estructuras latentes y estructuras lógicas del lenguaje La estructuras del lenguaje, las estructuras de la mente y las estructuras de la realidad Bibliografía y referencias bibliográficas

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12.- CATEGORIAS LINGÜÍSTICAS Las categorías reales La categorías mentales Las categorías lingüísticas Bibliografía y referencias bibliográficas

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13.- LOS NIVELES DEL LENGUAJE HUMANO El lenguaje objeto El metalenguaje El lenguaje de grado tres Otros niveles del lenguaje Los niveles del lenguaje y la coherencia del pensamiento

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14.- EL USO DE LAS PALABRAS Introducción El uso material de las palabras El uso metafórico El uso formal El uso real El uso de las palabras y sus leyes

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15.- LA BASES FISIOLOGICAS DEL LENGUAJE Los hemisferios cerebrales Cerebro y masa neuronal El lenguaje y el cerebro El espíritu y la materia Los experimentos y su alcance La edad crucial Bibliografía y referencias bibliográficas

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16.- EL ORIGEN DEL LENGUAJE El origen filogenético del lenguaje: teorías La evolución y la espontaneidad de la naturaleza La imitación La vida laboral y social El origen divino y la necesidad El origen ontogenético del lenguaje El condicionamiento operante El aprendizaje seriado El aprendizaje pasivo La imitación Los factores biológicos Los factores sociales La estructura racional del ser humano El origen cronológico del lenguaje El niño ferino El niño normal Bibliografía y referencias bibliográficas

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17.- PENSAMIENTO Y LENGUAJE: RELACIONES La distinción e independencia entre pensamiento y lenguaje La dependencia del lenguaje respecto del pensamiento La dependencia del pensamiento respecto del lenguaje La cooperación entre pensamiento y lenguaje El lenguaje y la conducta El lenguaje y la clase social La unidad pensamiento-habla Bibliografía y referencias bibliográficas

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18.- EL LENGUAJE Y EL ESTILO DE VIDA

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19.- BIBLIOGRAFIA

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PRESENTACION

El lenguaje es el medio humano más significativo para transmitir nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. No es, pues, de extrañar que, en cada etapa histórica, encontremos pensadores que se plantean a fondo la reflexión sobre el sentido del lenguaje. Y se ha llegado a afirmar que, si bien en el renacimiento se pasa de una filosofía del ser a una filosofía del pensar, en el momento actual se pasa de una filosofía del pensar a una filosofía del lenguaje controlado. Desde semejante perspectiva no cabe duda del interés que ofrece un libro como el que ahora presentamos, en cuanto que supone una nueva aproximación reflexiva a este tema eterno y siempre crucial para el sujeto humano, así como un elemento tan sumamente decisivo para la comunicación, puesto que el presente trabajo, dedicado al estudio del lenguaje, aprovecha las conclusiones de las ciencias obtenidas por los métodos propios de las ciencias experimentales. Pero, además, traspasando la nebulosa del fenómeno del lenguaje y dejando al lado las hipótesis científicas sobre el mismo, se plantea su objetividad ontológica al cuestionarse: ¿qué es el lenguaje? ¿a qué tipo de categoría ontológica pertenece? ¿qué es el hombre que habla? ¿qué es la comunicación y cuáles son sus posibilidades reales? ¿cuál es el origen del lenguaje?, etc. El concepto de lenguaje que aquí se defiende está basado en una concepción metafísica del hombre. Lejos queda la idea de un hombre, constructo mental hecho a base de datos obtenidos mediante el experimento científico, de un hombre relativizado, como el que nos ofrecen ciertos sectores del pensamiento. Porque la entidad esencial del ser humano no cambia al albur de las diversas opiniones, más o menos fundamentadas. La naturaleza humana posee unas capacidades específicas. Cuando en estas capacidades interviene el conocimiento, bien porque ellas mismas tienen el conocimiento como acto propio, o bien porque su acto lo presupone, estas capacidades pueden denominarse facultades. De aquí que todos los seres humanos poseen como inherente a su naturaleza y de modo innato y necesario, una serie de propiedades. Pero en este tratado se distingue muy bien entre las "facultades" y el "uso" que de ellas se hace. Porque, mientras aquéllas son innatas, el uso es adquirido. Por medio del ejercicio aprendemos a ver, a oir, a imaginar, a recordar, a hablar, a andar, a cantar, o a manejar un ordenador...; aunque además del ejercicio hemos de reconocer que intervienen otras variables, como la salud, las neuronas, la inteligencia... Por eso nos encontramos seres humanos que, teniendo todas las propiedades en potencia, carecen, por una u otra causa, del uso adecuado de alguna de ellas. Sobre estas bases teóricas se aborda el estudio de los procesos de producción y recepción del lenguaje, del lenguaje externo e interno, de los procesos de comunicación, de la constitución y estructura de los enunciados, de las categorías, de los niveles, del uso y la génesis del lenguaje, de su interacción con el pensamiento, de su relación con el estilo de vida, etc. Porque se considera que el lenguaje, si bien no deja de ser un fenómeno analizable y experimentable desde el

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laboratorio, es también una realidad inasible por el experimento. Ya que, si bien el autor no deja de reconocer que las aportaciones de la psicología y de la lingüística poseen un valor incalculable, también reclama el paso del fenómeno a la realidad, de la ciencia a la filosofía, de la descripción a la comprensión, de los hechos al sentido de los mismos. Uno de los capítulos de esta obra está dedicado a analizar el origen del lenguaje, desde las diversas hipótesis que este tema ha generado. Se trata, en primer lugar, de interpretar el fenómeno de su surgimiento en los albores de la humanidad, esto es, desde el punto de vista filogenético, y se aportan cuatro enfoques: la teoría del origen espontáneo, la teoría de la imitación, la teoría sociológica y la teoría del origen divino; y, en segundo lugar, en cuanto a su aparición en cada uno de los individuos -o punto de vista ontogenético- son analizadas varias explicaciones: la del aprendizaje por condicionamiento, la del aprendizaje pasivo, la de la imitación, la biológica y la del origen racional. Pues bien, sobre tema tan controvertido, nosotros queremos aportar algunas otras ingeniosas hipótesis. Así recordamos al pensador TIEDEMANN el cual, basándose en el concepto rousoniano del Contrato Social, describe, en 1772, que en un principio los hombres se entendían por signos; pero, como después observaron que las emociones les llevaban a producir sonidos, decidieron aprovechar dichos sonidos para utilizarlos como signos de sus pensamientos. Y es a partir de esta experiencia colectiva, cuando se ponen de acuerdo entre ellos para inventar el lenguaje. Ideas de TIEDEMANN que van a ser consideradas, a modo de mofa, por el filosofo PAULSEN. Comenta éste lo extraño que es entender que el hombre que inventara el lenguaje, no descubriera antes la inteligencia y se la comunicara a los demás, aunque fuera por persuasión. Y se cuestiona irónicamente sobre el modo de proceder en este descubrimiento: " ¿Trabajaban muchos conjuntamente en la obra? ¿Se nombró acaso una comisión para la invención del lenguaje, que es lo que seguro se haría hoy?" Lo curioso es que el propio ROUSSEAU había escrito: "Me parece que ha sido necesaria la palabra para inventar la palabra". Pero nos parece de lo más sugerente la aportación de nuestro original filósofo MIGUEL DE UNAMUNO, cuando se plantea e intenta dar solución en un artículo -publicado en Barcelona en 1902- a la tan debatida cuestión sobre el "origen del lenguaje". Claro está que el pensador vasco duda seriamente de la extraña afirmación tiedemaniana de que el surgimiento del lenguaje sea producto del "sufragio universal directo". Este modo de justificar la aparición por medio de un "referendum" le parece sencillamente absurdo. Unamuno utiliza su ingenio y comenta con su seco gracejo lo extraño que supone pensar que "designaran por gestos, por supuesto, a los representantes de la asamblea mímica en que se trató de tan importante función pública y privada como es el hablar", así como el que de aquella asamblea saliera "una comisión y de la comisión una ponencia". No puedo renunciar a traer aquí sus comentarios subsiguientes: "¡Lástima que no se haya hallado en caverna alguna, junto a los huesos de un ursus spelaeus, las actas de aquella asamblea!. Y no se me diga que no puede haber actas de una asamblea mímica, anterior a la invención del lenguaje y enderezada precisamente a inventarlo, porque tengo muy buenas razones para creer que el lenguaje escrito fue anterior al hablado, que la escritura -en forma primitiva e imperfecta, claro estáprecedió a la palabra." Continúa en el mismo tono burlesco: " Es de suponer que la tal asamblea la provocó un sabio paleolítico que había inventado en sus ratos de ocio un lenguaje y que quiso darle sanción pública"

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Total, que al rector de la universidad salmantina, la hipótesis de una comisión nombrada por una asamblea de hombres paleolíticos aún no dotados de palabra, para que inventaran el lenguaje, le parece la idea más sugestiva, pero también la más inaudita, que se le pueda ocurrir a un investigador de la prehistoria. De todos modos, la originalidad del escritor vasco no puede reducirse a este aspecto crítico e irónico de la cuestión. Este dará un paso más y nos ofrecerá una perspectiva inédita y profundamente significativa del tema. Con el Génesis en la mano (c. II, v. 19 y 20 ) nos va a explicar, no sólo el "cómo", sino también el "para qué" fue inventado el lenguaje. Según su versión, nada de asambleas ni de comisiones con nadie fueron necesarias para que nuestro primer padre Adán descubriera y practicara el lenguaje. Pero además, la finalidad de dicha invención está para él muy clara; el Génesis la narra a continuación (v. 21 al 25), porque inmediatamente da cuenta de la formación de Eva. Así razona DON MIGUEL: "... se nos cuenta la formación de Eva inmediatamente después de la invención del lenguaje,..., lo que claramente nos da a entender que el hombre habló para recibir a la mujer". Y aquí está la hermosa solución unamuniana a la motivación inmediata del surgimiento del lenguaje en el hombre: la comunicación a través de una relación directa, personal y amorosa. "Porque -aclara- ¿para qué quería Adán hablar si no era para comunicarse con Eva?" Para el profesor Qin Thana, si el lenguaje es el instrumento fundamental de la comunicación, está muy claro que no puede existir sin el pensamiento, sin la inteligencia, sin la razón. Ningún acuerdo es posible con los seguidores de la "Volker-psychologie" cuando defienden que el lenguaje ha nacido al mismo tiempo que la razón, y hasta que es aquél quien ha dado lugar al nacimiento de ésta. Podemos resumir así, por tanto, la tesis fundamental de la obra que ahora prologamos: la subordinación del lenguaje al pensamiento como efecto y, a su vez, como instrumento del mismo. Porque para nuestro autor, es el pensamiento el que permite existir al lenguaje y le otorga la posibilidad de llenarse de contenido, y como consecuencia, de enriquecer a las demás personas, en cuanto vehículo de la comunicacion.

ISABEL GUTIERREZ ZULOAGA El Escorial, 31 de mayo de 1994

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INTRODUCCION

Se recoge en este libro una serie de trabajos, algunos de ellos ya publicados, con la finalidad de facilitar a los alumnos del Master de Logopedia un instrumento cómodo y adaptado a sus posibilidades académicas, habida cuenta de la heterogeneidad de los estudios que han cursado y la diversidad de sus puntos de procedencia. La Psicología del Lenguaje está de moda en nuestros días; lo mismo que lo está la Filosofía del Lenguaje. Ambas tendencias constituyen un fiel exponente de la orientación que toman algunas direcciones de dichas ciencias cuando se han dejado llevar en exceso por las exigencias del 'método científico experimental' derivado del empirismo que impregna el conocimiento científico general en los tiempos actuales como una exigencia ineludible. Esta exigencia es sana y encomiable, pero, cuando se presenta como praxis científica en exclusiva, o con la euforia, el desprecio o el rechazo hacia otros métodos del conocimiento humano, los resultados pueden ser demoledores, tanto para las ciencias antes mencionadas, como para las demás ciencias que tienen algo que ver con ellas. De una manera especial estos resultados pueden resultar destructivos cuando se trata de entender la naturaleza del ser y del pensamiento humanos; así como la naturaleza y el papel del lenguaje respecto del pensamiento. Los métodos del pensamiento humano, para la inteligencia del investigador, son varios. El experimento científico es sólo uno de ellos, si bien es el más aceptado por los científicos actuales. Y el resultado positivo de dicho método cabe esperarlo únicamente si el investigador que lo utiliza tiene en cuenta también los otros métodos, sobre todo, el método racional. Aceptamos que la única fuente del conocimiento humano es la experiencia. Pero sería una verdadera temeridad afirmar a estas alturas que la única experiencia de la que el hombre es capaz, desde la inteligencia que posee, es la constatación derivada del experimento científico. Hay otras formas de experiencia mucho más importantes y más seguras, que son las formas de la experiencia intelectual, sin las cuales la experiencia del laboratorio quedaría automáticamente vaciada de todo contenido científico. El lector que haya recorrido algunas páginas de este libro se habrá dado cuenta de que los problemas del lenguaje, los verdaderos problemas, no se encuentran al alcance del experimento científico. Cuando alguien se empeña en entenderlo así, corre el riesgo de llegar a los extremos a los que muchos han llegado, por ejemplo, al extremo de afirmar que la única dimensión intelectual del hombre es la dimensión del lenguaje, o a la afirmación de que el pensamiento posible que puede formular el hombre es el pensamiento hablado, es decir, el pensamiento que se identifica con el lenguaje. Mas allá de las palabras no hay en la conciencia absolutamente nada. Lo que en la Filosofía Clásica, para todos los seres, era la composición de esencia y operación (acción), para muchos sectores de la psicología actual, esa composición es el entramado de estructura y función. Es cierto que no pueden identificarse sin más la esencia de un ser y su estructura, por más que la esencia de los seres finitos sea estructurada; como tampoco pueden equipararse sin más las

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operaciones de un ser y sus funciones. Cuando la psicología actual habla de estructura, se entiende por tal la estructura de la conciencia, no la estructura del sujeto o elemento sustantivo de las acciones; una estructura consistente en la conexión de procesos distintos o discontinuos en desarrollo, relacionados o vinculados en virtud de leyes psíquicas. Y, cuando esta misma psicología moderna habla de función, por ésta se entiende la aptitud para un determinado tipo de comportamientos consistente en el flujo unitario e indivisible de la conciencia que selecciona la dirección de la acción más apta para satisfacer las propias necesidades, entre las cuales se encuentra principalmente la conservación del propio ser y la adaptación al medio ambiente. Ahora bien, el hecho de que la conciencia de la psicología estructuralista se encuentre 'estructurada' (articulada) a base de unidades discretas, y la conciencia del funcionalismo se encuentre formada por una corriente continua de pensamiento (fluyente), no constituye una diferencia radical entre ambas tendencias, pues para ambas la dimensión psíquica de cada individuo es el mundo de los procesos psíquicos, el mundo del comportamiento o de la acción, considerado, sobre todo, en su dimensión temporal. Y la gran diferencia de ambas respecto de la psicología y filosofía tradicionales estriba en el rechazo de toda tentativa substancialista para vincular los procesos psíquicos a un supuesto substrato metafísico estructurado (la esencia como estructura de materia y forma, el sujeto, la sustancia, la naturaleza). El campo de la psicología no tiene nada que ver con este substrato metafísico, tampoco está constituido por los objetos (lo dado), sino por nuestra experiencia personal de esos objetos. Otras consideraciones muy similares podríamos hacer en relación con otras corrientes de la psicología actuales: el conductismo y neoconductismo, la psicología de la forma, la psicología soviética, el cognitivismo, etc. La tendencia siempre es la misma en el sentido de ignorar o rechazar positivamente la existencia de un sujeto metafísico o una estructura ontológica como sujeto de los procesos psíquicos, o la negación del derecho que asiste a este sujeto metafísico para entrar en el campo de la psicología. Esta instancia superior a un sujeto ontológico impuesta por el sentido común es puesta de relieve con bastante frecuencia por algunos autores que proceden tanto del campo de la psicología general como de la psicología del lenguaje: 'la psicolingüística no se ocupa de prácticas sociales determinadas arbitrariamente, sea por capricho o por designio inteligente, sino de prácticas que surgen en forma orgánica de la estructura biológica del hombre y de las capacidades lingüísticas del infante humano. En esa medida por lo menos es posible definir un sector de hechos empíricos bien dentro del alcance de nuestros métodos científicos' (G. A. MILLER, 1974). Como he insinuado antes, la referencia a las estructuras subjetivas y a las facultades constitutivas de esas estructuras es una referencia obligada en cualquier teoría medianamente coherente. El rechazo de la terminología clásica deriva, como acabo de afirmar, de la exigencia del método. A través del experimento jamás podremos llegar a la esencia, o a la estructura de la esencia a base de materia prima y forma substancial, como elementos fundamentales de esa estructura. En cambio, de acuerdo con los postulados de la psicología wundtiana en su laboratorio de Leipzig, sí podemos llegar, por experiencia inmediata, hasta los datos de la conciencia, que son los que constituyen la estructura del ser psíquico. Otro tanto cabe afirmar acerca del poder del método científico para llegar hasta las funciones del ser psíquico consistentes en el fluir unitario de la conciencia. En cualquier caso, los comportamientos del ser suponen una estructura (esencia-naturaleza), es decir, un sujeto ontológicamente estructurado. Aunque en la

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psicología actual no se hable de ello en muchos casos, el hecho es que la estructura funciona como tal sujeto y constituye un supuesto del cual la psicología actual no ha podido desembarazarse. Los procesos psíquicos se encuentran entre el sujeto y el objeto. Constituyen el vínculo esencial en virtud del cual, no sólo se encuentran relacionados, sino que, además, en virtud de ellos el sujeto es sujeto y el objeto es objeto. Es absurdo afirmar que un proceso psíquico cualquiera se encuentra vinculado al objeto, pero desvinculado completamente del sujeto. Sin sujeto no hay objeto, pues son correlativos (relación recíproca), y viceversa. No puede existir uno sin el otro. Y si esto es así por una exigencia lógica y ontológica elemental, ¿con qué derecho se dice que la psicología y la ciencia pueden hablar de la vinculación de los procesos psíquicos con el objeto, pero no de su vinculación con el sujeto?. Los procesos psíquicos descansan en ambos por igual, no sólo en el objeto. El objeto no puede darnos una explicación adecuada de la existencia y naturaleza de los mismos. Otros psicólogos modernos y actuales se desentienden de este sujeto o de esta estructura metafísica, también por razones del método, para quedarse sólo con las funciones, es decir, con la conducta material (conductismo) o con la conducta mental (cognitivismo). Pero, aun en estos casos, la referencia al sujeto (estructura ontológica) es inevitable. En el caso de la conducta humana este sujeto es el organismo humano. Pues bien, desde las páginas de este libro emerge una firme convicción según la cual, no en virtud del experimento material, sino en virtud del razonamiento que parte de algunas evidencias, el psicólogo, el filósofo y el científico en general, se encuentran capacitados para llegar al conocimiento del sujeto que piensa y que habla, obteniendo acerca de él un conocimiento más firme que el conocimiento meramente experimental, el cual, por naturaleza, jamás puede acreditar mayor consistencia que la que se deriva de la naturaleza del método, es decir, la consistencia que se caracteriza por la provisionalidad de las hipótesis. Es de sobra sabido que las teorías científicas, aun siendo demostradas, jamás dejan de ser hipótesis o juicios provisionales acerca de los fenómenos que tratan de representar o expresar. Cuando el psicólogo, utilizando exclusivamente el método experimental, se ocupa de las estructuras y funciones del ser humano, se encuentra absolutamente incapacitado para llegar a la capa ontológica profunda de ese ser que es la estructura esencial. Pero obtiene algunas evidencias. Pues bien, en las páginas de este libro se aceptan esas evidencias de buen grado. Se consideran bienvenidas y altamente valiosas, ya procedan de la psicología estructuralista o de la psicología funcionalista, de la psicología conductista o de la psicología gestaltista, de la psicología analítica o de la psicología cognitiva, de la lingüística o de la antropología, de la hermenéutica o de la historia. Insisto, se aceptan de buen grado. Se aceptan de una manera especial cuando describen con acierto y profundidad los comportamientos específicos del ser humano. Pero las páginas de este libro dan un paso más y, echando mano de otros recursos de la inteligencia que son mucho más evidentes y mucho más seguros (los primeros principios, los axiomas, etc.), se adentran en el campo de la esencia o naturaleza del hombre, llegando a la conclusión de que el sujeto psíquico humano existe y tiene realmente una estructura psíquica, de la cual se derivan unas funciones psíquicas determinadas. La existencia de este sujeto es una exigencia dialéctica impuesta por la existencia y el reconocimiento del objeto, como ya hemos visto. Pero también es una necesidad ontológica que se deriva de la exigencia de las causas por parte de sus efectos respectivos.

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Esta estructura psíquica es el conjunto de sus facultades psíquicas, entre las cuales se encuentran la inteligencia y el lenguaje. El hombre entiende (función) porque posee la facultad de entender que es la inteligencia (elemento estructural); el hombre habla (función), porque posee la facultad del lenguaje (elemento estructural). Los comportamientos de entender y hablar son evidentes. Mucho más evidentes que los datos de la conciencia de la psicología estructuralista y funcionalista. Su constatación por parte de la inteligencia del científico no requiere demostración alguna. El ascenso que hace la inteligencia del científico desde las funciones a sus facultades respectivas está garantizado por el uso espontáneo que hace esa misma inteligencia del principio de causalidad. Es legítimo el paso racional de la existencia y el conocimiento de las funciones a la existencia y el conocimiento de las estructuras (facultades) respectivas como causas de los mismos. Pero no viceversa. Pues el individuo, el humano y el no humano, puede estar en posesión de la estructura completa (las facultades que derivan necesariamente de su naturaleza) y no tenerlas todas en ejercicio. Como puede observarse, para este paso de la inteligencia razonadora no se necesitan métodos experimentales sofisticados. Basta con la experiencia normal y espontánea de la percepción que es la que nos suministra la primera evidencia, la evidencia de la existencia de las funciones psíquicas en cada sujeto; en este caso, la evidencia del habla propia y la evidencia del habla de los demás, o la evidencia del uso de otras formas del lenguaje. Cabe el reproche de „realismo ingenuo‟ que puede hacerse a este modo de pensar. Esto es evidente. Pero el uso refinado del método experimental en estos casos no mejora sustancialmente la calidad de esa primera evidencia; tampoco la invalida. Pues entiendo que se encuentra más cerca de la realidad el que oye la voz de los demás sin otro medio que las ondas del aire, que aquel que la oye a través de las ondas hertzianas, a través de un micrófono u otro aparato de estos que se utilizan para medir la frecuencia, la intensidad, el tono y el timbre de la voz. Tanto el experimento como los instrumentos usados en él, contribuyen al esclarecimiento de algunos aspectos del lenguaje, pero otros aspectos quedan en la penumbra o permanecen completamente ignorados. El lenguaje conocido a través del experimento no es el lenguaje real, sino el lenguaje ideal, el lenguaje abstracto, el lenguaje manipulado, condicionado o mutilado por aquel que lo somete al estudio del laboratorio. Todavía no se ha diseñado un experimento en este campo que abarque o comprenda todas las dimensiones del lenguaje real. Esto no constituye ninguna excepción respecto de todos los fenómenos que son estudiados con el método científico experimental en cualquier campo del saber. Mi punto de vista no es, pues, el puramente científico. La ciencia ayuda o contribuye al conocimiento de la estructura psíquica, contribuye al conocimiento de las facultades del ser humano; también contribuye al conocimiento del lenguaje en tanto que facultad. Pero el conocimiento, en cuanto tal, de todas estas cosas supera con mucho las posibilidades de la ciencia. Este conocimiento es posible sólo desde la filosofía. Los psicólogos de nuestros días suelen distinguir entre competencia o 'competence' y actuación o 'performance' (McNEIL). La competencia es el conocimiento que posee el hablante; el conocimiento que le permite entender cualquiera de los infinitos enunciados gramaticales que pueden formularse en su lengua. La actuación es la expresión de la competencia que tiene lugar cuando se escucha o se habla. Pues bien, esta distinción puede ser transferida a los problemas del

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lenguaje, pudiendo emparejar con la competencia la 'lange' de SAUSSURE, y, con la actuación, la 'parole'. La 'lange' es el conjunto de estructuras subyacentes de una lengua que obedecen a una serie de reglas y relaciones. Constituye el conocimiento o la información acerca del idioma. Esto es lo que damos a entender cuando decimos de alguien que 'habla español'. Evidentemente el que lo habla lo hace porque conoce las palabras, el propio léxico y las estructuras que pueden construirse con esas palabras, así como las reglas gramaticales conforme a las cuales se configuran esas estructuras. En cambio, podemos decir de alguien que 'está hablando en español', es decir, emitiendo sonidos que corresponden al habla de los españoles, no al habla de los ingleses. En este caso, no estamos refiriéndonos a los conocimientos de la lengua española, sino al ejercicio físico-orgánico de esos conocimientos. La actuación es el ejercicio de la competencia. Supone, pues, que todos los que ejercen la misma actuación son poseedores de la misma lange, es decir, de las mismas estructuras subyacentes. Pues bien, parece ser que el estudio de la competencia le es asignado preferentemente a la lingüística, mientras que el estudio del ejercicio o la actuación le es asignado a la psicología: es de la incumbencia del lingüista 'la construcción de modelos de competencia basados en descripciones estructurales de los fenómenos del lenguaje: el sistema de sonidos sobre el que se basa (fonología), las reglas para formar palabras u oraciones (morfología y sintaxis), y las reglas para inferir el significado de las secuencias de sonidos (semántica)'. Por el contrario, es de la incumbencia de la psicología 'la expresión de la competencia en situaciones reales y los mecanismos psicológicos y fisiológicos que subyacen a la actuación lingüística' (TAYLOR). Entre ambos, el lingüista y el psicólogo, se encuentra el psicolingüista o el psicólogo del lenguaje. Es de su incumbencia el estudio de la actividad psíquica consistente en el lenguaje (función), pero, a esos efectos, le es necesario conocer las reglas y estructuras de la lingüística (competencia) sobre las que se desarrolla, como sobre su soporte, la actividad del lenguaje. En este sentido, 'el psicolingüista se acerca a los conceptos lingüistas describiendo su competencia y pasa después a ver si tales conceptos son útiles para predecir la actuación; en otras palabras, si las reglas del lingüista tienen realidad psicológica' (ibidem). El carácter de principalidad se le atribuye, pues, a la lingüística. Este es el caso de CHOMSKY para quien lo fundamental en los comportamientos lingüísticos es la estructura de la frase, es decir, las estructuras profundas que se encuentran jerárquicamente organizadas (competencia) y que, en virtud de las reglas tranformacionales, pueden convertirse en estructuras superficiales (actuación) que son las que materialmente suenan en nuestros oídos. En este caso, pues, la psicología del lenguaje descansa sobre la lingüística. Y es una disciplina descriptiva, pues se limita a describir esas estructuras para diseñar a continuación los procesos psíquicos que esas estructuras permiten realizar. En el lenguaje chomskiano hay unas reglas que afectan a las estructuras profundas del lenguaje, a su constitución (reglas básicas o de formación de estructuras) y unas reglas que afectan a su ejecución (reglas transformacionales de esas estructuras) o reglas de la traducción de las estructuras profundas a estructuras superficiales. En esto consistiría la 'performance' de la psicología actual. Las primeras son reglas básicas o categoriales; son las reglas de la 'lange' y su conocimiento supone el conocimiento de la lengua. Son las reglas que definen: a) los componentes del enunciado, por ejemplo, el sujeto y el predicado, el poseedor y la cosa poseída, el sujeto y el objeto, el agente y la acción etc.; b) la derivación de

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unos enunciados a partir de otros más fundamentales; c) la naturaleza de los enunciados (enunciativos, interrogativos, afirmativos o negativos, etc.); c) la elección de las palabras o componentes léxicos en un contexto determinado, por ejemplo, la palabra 'quien' o 'que' según que el contexto esté referido a personas o a cosas, etc. Es decir, determinan el contenido del enunciado. Las reglas tranformacionales, por el contrario, determinan la forma externa o forma física de ese contenido, reordenando y modificando los contenidos adaptándolos o eligiendo para ellos la expresión convencional que se corresponde con una lengua determinada. Este es el ejercicio (actuación) del lenguaje cuyo estudio corresponde a la psicología. Por tanto, mientras que la lingüística se mueve en el campo de las estructuras profundas e innatas, en el campo de la competencia, en el campo de la lengua y en el campo de los signos naturales, sobre todo en el campo de los signos formales, la psicología se mueve en el campo de las estructuras superficiales o adquiridas, en el campo de la actuación o la „performance‟, en el campo del habla, en el campo de los signos convencionales. La psicología del lenguaje no puede ser ajena a ninguno de estos campos. Ahora bien, la naturaleza y la jerarquización que corresponde a los comportamientos lingüísticos del ser humano se asienta sobre el supuesto de que esos comportamientos son racionales; por consiguiente son comportamientos objetivos, no caprichosos o aleatorios. Esto supone, a su vez, que esos comportamientos obedecen a unas reglas o leyes que se les imponen, en última instancia, desde el exterior, es decir, desde el objeto. Si el individuo humano, cuando obra racionalmente, no piensa lo que quiere y como quiere, sino que trata de atenerse a la realidad, tampoco habla lo que quiere y como quiere. Trata de hablar de lo que sabe y ateniéndose a las estructuras del discurso que forman parte de la información que hay en su mente. Por tanto la dimensión psíquica de la conducta lingüística es también una dimensión objetiva. Este es uno de los aspectos que se desarrollan en este libro con especial insistencia: las categorías verbales tienen su fundamento en las categorías mentales, y éstas, a su vez, lo tienen en las categorías reales. Una vez más, el ejercicio del lenguaje depende de la competencia del mismo en cada caso y en cada uno de los individuos humanos. Puede haber un ejercicio del lenguaje que no se corresponda con la competencia que le es debida, pero ese no es un lenguaje humano. El lenguaje del papagayo es un buen ejemplo para estos casos de incompetencia. Madrid, mayo, 1.994

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Cap. I.- EL HOMO LOQUENS

El objeto de la psicología actual son los comportamientos de los seres humanos o los comportamientos de los seres animales para entender mejor los comportamientos humanos. Ahora bien, los comportamientos no se producen solos. Son comportamientos de un sujeto el cual ejerce su acción por medio de sus facultades, es decir, poniendo en ejercicio esas mismas facultades. Por otra parte, todo comportamiento, toda acción, tiene un efecto. Si a veces nos parece que este efecto no se produce, es porque se trata de un efecto inmanente. Sin embargo esto no constituye obstáculo alguno para que la inteligencia del científico estudie estos comportamientos con independencia del sujeto que los produce, con independencia incluso de la facultad y de la acción que el sujeto ha ejercido para producirlos. Por esta misma razón, cuando se trata del lenguaje humano, es necesario hacer un análisis del sujeto que habla, de la facultad mediante la cual ejerce la acción de hablar, de esta misma acción como ejercicio de sus facultades y del efecto o resultado de esta misma acción. En este apartado nos corresponde hacer el análisis del sujeto que habla, es decir, del 'homo loquens'.

1.- DEL HOMO HABILIS AL HOMO LOQUENS

Las etapas del proceso evolutivo de la humanidad suelen ser determinadas por los científicos utilizando para ello algunos criterios que tienen una relación muy estrecha con las capacidades intelectuales. a) La primera de esas etapas es la del homo habilis cuya vida se sitúa en torno a los dos o tres millones de años respecto de la época actual: sus manifestaciones culturales de las que tenemos constancia se reducen a la vida en familia, a la caza y al uso de algunas herramientas construidas por ellos, como los guijarros toscamente tallados por una de sus caras. b) La segunda etapa es la del homo erectus cuya vida se sitúa en torno al millón de años respecto del momento actual: algunas de sus manifestaciones culturales de las que tenemos constancia quedan reducidas al uso del fuego y a la utilización y construcción de herramientas de madera y hueso. c) La tercera etapa es la del homo sapiens cuya vida se sitúa alrededor de los cienmil años: entre sus manifestaciones culturales está la construcción y uso de instrumentos más perfectos, la inhumación de cadáveres con alimentos y utensilios, etc. A esta etapa

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pertenece también la vida del homo sapiens sapiens que ya es una especie más evolucionada cuya existencia se sitúa en torno a los treinta y cincomil años en relación con nuestros días: su manifestación cultural más elevada en un primer 1 momento es probablemente la construcción de viviendas y las pinturas rupestres . A lo largo de la historia del pensamiento occidental han ido apareciendo muchos constructos mentales que se corresponden con las distintas especies de 'homo', tal como es concebido por los distintos pueblos y las diferentes culturas, por ejemplo, el homo religiosus, el homo oeconomicus, etc. Hay, sin embargo, otra especie de la cual se habla muy poco. Tal vez sea por la dificultad que supone la tarea de situarla en un momento cronológico aproximado. Es la especie del homo loquens, es decir, la especie del 'hombre que habla' cuyas manifestaciones culturales son el lenguaje y las derivadas del lenguaje. Desde otro punto de vista podríamos hablar del 'simius loquens', puesto que ese ser sería el primer mono dotado de la facultad de hablar. Sin embargo he preferido evitar esa denominación porque ese ser, aunque tuviera las formas y los hábitos del mono, si tenía la facultad de hablar „con sentido‟, ya no era mono, sino hombre. He subrayado lo del 'homo loquens' para diferenciarlo del 'homo loquax', pues éste no es el que habla simplemente, sino el que habla demasiado. Así al menos lo entendía CICERÓN cuando describía la vejez con estas palabras y, a veces, con poco sentido: 'senectus est natura loquatior'. La capacidad natural de 'homo loquens' no es tampoco la 'loquela', que es el acento o el deje que delata al hablante, tal como es entendido en los textos bíblicos: 'loquela tua manifestum te facit'. La aparición sobre la faz de la tierra de esta especie de ser humano constituye un problema para la Historia, para la Geología, para la Paleontología y para otras ciencias. Algunos creen que el 'homo erectus' no era todavía un 'homo loquens' por la sencilla razón de que la cavidad de la boca era insuficiente para albergar la lengua permitiéndole la libertad de los movimientos que son necesarios para la articulación de las palabras. No obstante estos argumentos carecen de la consistencia que exigen las aseveraciones y los métodos científicos. De hecho son 2 rechazados por otros científicos que han estudiado el tema con más profundidad . Las ciencias antes mencionadas carecen de argumentos para fijar la fecha más o menos aproximada de la aparición del 'homo loquens', como acabo de indicar. Pero la Antropología y Psicología Filosófica se encuentran capacitadas en cierta medida para fijar esa fecha. En efecto, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que los individuos de los distintos eslabones de la evolución ya pertenecen a la especie 'loquens' desde el momento en que tienen inteligencia y la ponen en juego para producir representaciones universales de las cosas. Estas representaciones son las que les permitieron independizar sus comportamientos respecto del mundo material en que vivían. Es la sustitución de los estímulos físicos y de la energía física de la naturaleza, a través del instinto, por las ideas al objeto de establecer la dirección de la conducta, aunque estas ideas en un primer momento fueran muy elementales. Tenemos constancia de que esto ya acontecía en los individuos del tipo 'habilis'. Por eso, a su manera, el 'homo habilis' ya era un 'homo loquens'. La vida en familia, el ejercicio de la caza y la talla de los guijarros para la convivencia y la captura de los animales exigían el uso de la palabra como instrumento para poner en común las ideas o la planificación de la conducta y así poder llevarla a efecto. La palabra, u otro signo que hiciera sus veces. Para la psicología soviética, socialista-comunista, el lenguaje tiene su origen en el trabajo, es decir, en la necesidad de comunicarse que impone la actividad laboral. En cualquier caso se trataba de un signo elegido por ellos como expresión de sus ideas 3 rudimentarias .

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La segunda consideración importante en torno al 'sujeto que habla' es la que se refi su esen utilizarlo para expresar sus ideas o representaciones acerca de la realidad?.

2.- LA CAPACIDAD DE HABLAR

Lo primero que cabe decir acerca del 'homo loquens' es que se trataba de un individuo que estaba dotado de la capacidad de hablar, entendiendo esta capacidad en un sentido muy amplio, es decir, en el sentido de expresar, no sus estados afectivos, sino „lo que él pensaba‟ acerca de la realidad, acerca de sí mismo y acerca de sus propios comportamientos por medio de cualquier signo, aunque este signo no fuera el habla. Ahora bien, para esto, para ser poseedor de esta capacidad, el ser en cuestión previamente tuvo que ser un ser inteligente. Sólo los seres que están dotados de inteligencia son, a su vez, capaces de hablar. Evidentemente esta manera de entender la naturaleza del ser hablante no cabe en un tipo de psicología que se configura como behaviorismo. Tampoco cabe en el seno de otras psicologías 4 como las de VIGOTSKY y LURIA . En efecto: a) El lenguaje, desde el punto de vista objetivo, es un conjunto de signos arbitrarios de los cuales se vale el individuo para expresar sus pensamientos, sus ideas, empleándolos o utilizándolos de una manera discrecional; es decir, usándolos para comunicarse con los demás como efecto del deseo o la determinación libre de comunicarse. La exteriorización o manifestación de sus estados afectivos que hace el hombre algunas veces (los animales, siempre) son signos naturales y no cumplen ninguno de estos requisitos como veremos en su momento. b) El lenguaje supone, pues, que hay ideas o representaciones de las cosas. Supone también que el que las tiene puede elegir un medio material para expresarlas o comunicarlas asociándolo a ellas de una manera libre, es decir, después de haberlo elegido y haberlo dotado de sentido o significación: después de haberlo convertido en símbolo. c) El lenguaje supone igualmente la capacidad de utilizar estos símbolos con independencia de las cosas representadas en sus ideas, de tal forma que, para comunicar a los demás lo que sabe acerca de las cosas, no necesita mostrarles las cosas, le basta con enhebrar un discurso acerca de ellas. Todo esto se encuentra en la base de los procesos lingüísticos y constituye el fundamento del propio lenguaje. Puede hacerlo el ser que se encuentra dotado de inteligencia y que, además, la pone en ejercicio. Los seres que carecen de inteligencia expresan sus estados afectivos, como he indicado antes, pero no sus conocimientos acerca de las cosas. Eso que en ellos parece comunicación, no es más que un proceso de contagio de los estados afectivos en virtud de una señal o un signo natural producido por aquel que desencadena el proceso, por ejemplo, el graznido del cuervo cuando provoca el levantamiento del vuelo de toda la bandada. El perro de caza que muestra la pieza a su dueño, o el perro guardián que ladra y se inquieta cuando un extraño aspira a entrar en la vivienda, no pretenden expresar

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nada acerca de ese hecho, sino que, de una manera instintiva, y por tanto, involuntaria, manifiestan sus estados afectivos en ese momento determinado y en esa situación concreta.

3.- EL HOMO LOQUENS COMO SER INTELIGENTE Por tanto el 'homo loquens' originariamente es un ser inteligente. No es este el momento de determinar el grado de inteligencia que el hombre necesita para poder hablar o expresarse por otro medio semejante. La inteligencia es la misma para todos los hombres y la poseen todos desde el primer momento, es decir, desde el momento en que la primera célula del ser es una célula inteligente. Momento que coincide con la concepción pasiva o momento en que se fusionan los gametos constituyéndose una célula de cuarenta y seis cromosomas. Otra cosa es el desarrollo de la inteligencia y el ejercicio del que deriva ese desarrollo. En esto somos diferentes todos los seres humanos. Refiriéndonos a la inteligencia, sólo en esto. Por eso tiene sentido la pregunta indirecta que hacía ant se necesita para que el individuo pueda ser considerado como 'homo loquens'?. Es sabido que nadie se ha comprometido con una respuesta exacta a esta pregunta concreta. Sin embargo podemos adivinar o, mejor, inferir que el individuo humano es 'homo loquens' desde el momento en que tiene una inteligencia incipiente y la pone en ejercicio. Hay un paralelismo entre el desarrollo de la inteligencia y el desarrollo del lenguaje. Lo hay en los casos normales. Pero también es ostensible en los casos anormales, pues se ha demostrado que, aun en esos casos, después de una reeducación o después de una facilitación de los medios sustitutivos del lenguaje objetivo, el individuo ha encontrado un tipo de expresión que es comparable con el grado de desarrollo de la inteligencia. De la misma manera que hay un CI (cociente intelectual) para la inteligencia debe arbitrarse un CL (cociente lingüístico) para el lenguaje. Los psicólogos, los cultivadores de la filología y los logopedas tienen aquí un inmenso campo para sus investigaciones. Conviene insistir una vez más en la idea general de este apartado: el hombre, por naturaleza, es un ser parlante. En efecto, la naturaleza del hombre es distinta de la naturaleza del animal. Y es esta naturaleza la que le permite y, a la vez, le impulsa a crear un lenguaje y a utilizarlo para expresar sus pensamientos y sus estados afectivos. Conviene reparar en esto: a) la naturaleza le impulsa a expresar sus pensamientos y sus sentimientos; en otras palabras, habida cuenta de que los pensamientos y los sentimientos son cualidades inalienables del sujeto de las cuales no puede desprenderse, la naturaleza le impulsa a seleccionar y utilizar otros medios materiales (cosas, acciones, posturas, gestos, etc.) como sustitutivos de los pensamientos y los sentimientos para expresarlos o comunicarlos al exterior; es, por tanto, una tendencia natural; b) pero la naturaleza no le impulsa y obliga a expresar sus pensamientos y sus sentimientos de una manera determinada, es decir, no le obliga a utilizar unos medios materiales determinados con preferencia sobre otros medios. Esto es evidente, pues todos tenemos la experiencia personal de que somos libres para utilizar palabras, gestos, escrituras y otros recursos materiales tomados de la naturaleza física para estos mismos fines. Estos medios que utilizamos son signos de los pensamientos y los sentimientos, o, si se quiere, símbolos. El origen de los símbolos, pues, se encuentra en la naturaleza humana en cuanto tal.

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Como consecuencia de esta tendencia, el hombre es definido a veces como 5 un 'ser productor de símbolos' a diferencia de los animales que utilizan con frecuencia esos mismos medios materiales, pero que, en su caso, no son símbolos, pues con ellos no pretenden significar absolutamente nada. Las palabras del papagayo, los ladridos del perro, la balada del cordero, etc., no son símbolos, como veremos en su momento. Es decir, en la praxis de estos animales estos recursos no tienen correlato semántico alguno. Tienen su origen en la naturaleza del animal, pero este origen es inmediato, como reflejos condicionados o incondicionados. Y, respecto de los otros animales, son meros estímulos desencadenantes de comportamientos condicionados o incondicionados similares. No hay en estos recursos de los animales propiedad alguna que permita compararlos con los símbolos utilizados por el hombre. Esas propiedades son físicas y fisiológicas, pero sólo eso. No son propiedades psíquicas o semánticas como las que tienen los recursos elegidos y utilizados por el hombre a manera de símbolos. Esta es la diferencia esencial entre los símbolos y los meros estímulos de la conducta que, para ellos, no pasan de ser meras señales. Todos los símbolos son estímulos, pero no viceversa, pues hay estímulos que no han sido elevados a la categoría de símbolos. A lo más que llegan algunos estímulos es a la categoría de señales. Por esto mismo, a las afirmaciones anteriores, hay que añadir estas otras: a) los símbolos tienen su origen en la naturaleza humana, b) este origen es mediato, pues proceden de la naturaleza humana a través de sus significaciones, es decir, a través de los contenidos semánticos. El hecho de que una cosa material o una acción física sea un símbolo depende de que el hombre lo haya decidido así, es decir, depende de que alguien establezca una relación o dependencia inmaterial o intencional entre el símbolo y la cosa simbolizada. Para esto se requiere que el que lo hace sea libre; en otras palabras, que tenga la capacidad de hacerlo, la capacidad de seleccionar el medio y la capacidad de vincular intencionalmente ese medio a aquello que quiere expresar. Como puede comprenderse, sólo el ser humano se encuentra en este caso. La dimensión semántica es inseparable del símbolo. Y esta dimensión sólo se encuentra en poder de la inteligencia humana.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS: c.1.- 1) Almagro, 1960; Crusafont, 1966. 2) Jolivet, 1956; Qin Thana, 1993. 3) Luria, 1980. 4) Pavlov, 1964; Watson, 1953; Vigotsky, 1964; Luria, 1980. 5) Stones, 1969; ver Aristóteles, 1967; Gredt 1961; Brennan, 1965, 1982.

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Cap. II.- EL LENGUAJE COMO FACULTAD

1.- LAS FACULTADES DEL SER HUMANO

Los griegos concebían las facultades como potencias. Para ARISTÓTELES la potencia era la 'dínamis'. Tanto en él como en otros autores clásicos, la 'dínamis' era entendida en dos sentidos diferentes: a) como capacidad de un ser para actuar en otro ser, produciendo en él un cambio o una alteración, y b) como capacidad de un ser para pasar a otro estado o a otra forma de ser. Esta última es la interpretación más genuina de los textos de Aristóteles; la potencia como contrapuesta al acto, que es esa nueva forma de ser. En realidad la potencia no es un ser, sino un 1 estado del ser. El estado de potencialidad o de posibilidad . Los escolásticos seguidores de Aristóteles a esta posibilidad del ser la llamaron 'potentia'. Pero, a la hora de analizarla, introdujeron en ella otros matices interesantes. a) una es la potencia objetiva consistente en la mera posibilidad metafísica; esta posibilidad está referida a la compatibilidad de las notas o elementos esenciales de una cosa en orden a su existencia; b) otra es la potencia subjetiva consistente en la capacidad real de un ser para poseer una cualidad 2 determinada o para realizar un comportamiento determinado . La potencia, por otra parte, puede ser positiva o negativa. Es positiva cuando consiste en una capacidad real para ser algo que todavía no se es, para poseer algo que todavía no se tiene o para realizar alguna acción que todavía no se ha realizado, por ejemplo, la capacidad que tiene el perro para ladrar. Frente a ella está la potencia negativa que consiste en la ausencia de obstáculos para que un ser exista o para que ese ser ejerza una actividad que de hecho no ejerce, por ejemplo, la capacidad de un árbol para ladrar, o la capacidad de un perro para echar un discurso. En realidad no hay obstáculo ninguno para que esto ocurra, pero tampoco hay nada positivo que permita la producción de estos fenómenos. Por eso, a esta potencia, más que potencia, debemos llamarla 'impotencia'. No es propiamente una capacidad, sino la ausencia de ella. De otro lado los escolásticos introdujeron la distinción entre potencia activa y potencia pasiva. Ambas son potencias positivas, pero, mientras que la primera es la capacidad que permite al ser hacer algo, producir algo, etc., la segunda es la capacidad que le permite recibir algo como complemento que le hace ser más completo o más perfecto. Un ejemplo de la potencia activa es la capacidad que yo tengo para escribir estas páginas. Y un ejemplo de potencia pasiva es la capacidad que tiene la madera para recibir la forma de mesa. Evidentemente esta capacidad, aun siendo pasiva, es algo real, pues se supone que el ser que recibe una nueva forma de ser, aunque esta sea accidental, tiene una disposición o una constitución

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entitativa que le capacita para esa recepción de la nueva forma. La potencia, pues, 3 es siempre algo, es decir, una realidad . Esta última distinción introducida en el seno de la potencia es lo que divide a los filósofos de todos los tiempos. La tradición aristotélica carga todo su énfasis en la potencia como mera posibilidad, pues entiende que sólo, si la naturaleza del ser es receptiva, sólo en este caso, puede recibir formas nuevas, posibilitando de esta manera todos los cambios y todos los movimientos que se producen en el universo, desde los cambios substanciales hasta los cambios accidentales y los movimientos topológicos. Los pensadores de la tradición platónica, en cambio, resaltaron siempre la dimensión activa de la potencia. Este modo de entender la potencia tiene su máxima expresión en PLOTINO, según el cual, el 'Uno' que es la realidad radical originaria y originante de todas las demás realidades por emanación, es actividad pura, dinamismo puro; con lo cual la potencia ya no es un estado del ser, sino el ser mismo, la substancia única. La materia que se encuentra al final del proceso evolutivo o emanativo, en realidad ya no es ser, sino sombra de ser. Esto constituye una derivación consecuente de la concepción que tenía Platón acerca de los seres 4 materiales. Recuérdese el mito de la caverna . En ARISTÓTELES y la tradición aristotélica, la realidad radical originante de todas las demás realidades es igualmente una potencia pura en el sentido de omnipotencia. No obstante, frente a ella, está la materia que también es una realidad, pero como potencia pura en el sentido de receptividad absoluta: 'neque quid neque quale neque quantun, neque aliud quid quibus ens determinatur'. Uno de los representantes de la tradición platónica a este respecto es LEIBNITZ. Lo que los griegos llamaron 'dúnamis' y los latinos 'potentia', LEIBNITZ lo llama 'facultad'. En efecto, con los escolásticos distingue una potencia pasiva y otra potencia activa. Pero reconoce que la potencia pasiva es irreal (ficción). Sólo la potencia activa es real, pues toda la realidad es acción por esencia. Es de sobra sabido que para LEIBNITZ toda la realidad está constituida a base de elementos indivisibles que son las „mónadas‟ y las mónadas por esencia son fuerza o energía: 'ens vi agendi praeditum'. Reconoce que la potencia es la posibilidad de cambio. Pero el cambio supone la acción en un sujeto y la pasión o la receptividad en otro. La acción es la que recibe el nombre de facultad, mientras que la recepción o receptividad recibe en este autor el nombre de simple capacidad. La verdadera potencia, pues, es sinónima de energía. Esta interpretación de la potencia en el sentido de actividad o energía fue evidente ya en DESCARTES y lo fue más tarde en los empiristas ingleses, aunque HUME, a finales de la época, afirmara que de tal potencia no podíamos tener ninguna idea clara, al encontrarnos incapacitados para deducirla de los hechos internos o externos. La escuela escocesa, con HAMILTON, vuelve a la noción de la potencia activa como facultad. KANT termina reconociendo la prevalencia de la dimensión dinámica del universo objetivo sobre la dimensión estática o matemática y SCHELLING resalta el carácter dinámico del Absoluto como potencia activa, situándose así en la misma línea de los neoplatónicos. Otros nombres importantes son los de WHITEHEAD y ZUBIRI para quien la potencia no es sólo la posibilidad vacía de hacer, ni la realidad de lo que se hace, sino algo que incluye ambas cosas, 6 la posibilidad y la realidad de lo que se da como 'poder hacer' . En los textos de psicología, no obstante, suele entenderse la facultad como aquella potencia activa que se encuentra vinculada esencialmente al conocimiento; bien porque ella misma capacita para el conocimiento, bien porque lo supone o lo facilita. Por tanto las facultades sólo se encuentran en los seres humanos o en los seres animales.

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2.- LA FACULTAD DEL LENGUAJE Pues bien, en el caso del hombre, una de estas facultades es el lenguaje. Si el hombre habla o expresa sus pensamientos de alguna manera, eso acontece porque tiene la facultad que le capacita para ello. Esto es evidente: 'de facto ad posse valet illatio'. De la existencia de los hechos puede inferirse con seguridad absoluta la existencia de sus causas. En el orden ontológico esto no tiene vuelta de hoja. Tampoco tiene vuelta de hoja en el orden físico. Lo que sucede es que muchos no quieren saber nada de ello. No quieren saber nada, ni del orden ontológico, ni de la existencia de las causas, ni de la existencia de las facultades. Esto constituye un supuesto fundamental del positivismo científico: empirismos, conductismos, materialismos, etc. Para sus defensores los enunciados que tratan de esos temas son 7 enunciados carentes de sentido . La facultad del lenguaje, por consiguiente, existe. 'En este caso nuestras expectativas están basadas en la idea de que se da una facultad propia del lenguaje, cuyo funcionamiento obedecería a principios específicos de procesamiento de la información, relativamente independientes del tipo de tareas (comprensión8 producción) y de la modalidad receptivo-expresiva en que se llevara a cabo' . Esta facultad no puede identificarse con el lenguaje entendido como un conjunto de signos hechos para la comunicación de los pensamientos, de la misma manera que no puede identificarse la mano del pintor con el cuadro pintado. El ser humano posee esa facultad que es completamente distinta del ejercicio de la misma y del lenguaje como efecto de este ejercicio. La facultad la posee siempre, mientras que el uso o ejercicio los posee temporalmente, a intervalos, a lo largo de su vida. Esta tesis que tiene su origen en la psicología metafísica constituye un hecho fundamental del que se hacen eco algunas teorías y algunos pensadores cuya procedencia tiene muy poco que ver con la anterior. Este es el caso de SAUSSURE 9 con su 'faculté de langage' concebida por él también como facultad innata . Otra dimensión del lenguaje en tanto que facultad es su naturaleza. A este respecto cabe afirmar que es una cualidad del ser inteligente. Pero no una cualidad cualquiera, sino una cualidad que brota necesariamente de su esencia y la acompaña siempre, sin que quepa la posibilidad de que exista algún ser de su especie que no la posea. La facultad del lenguaje acompaña al ser inteligente de la misma manera que la redondez acompaña a la esfera, y la extensión, a todos los cuerpos. El ser humano puede ser concebido o pensado sin la facultad del lenguaje, pero no puede existir sin esa facultad. A este respecto resulta inverosímil aquella valoración supuestamente aristotélica según la cual los seres carentes de esta facultad no son personas: inverosímil y, además, incoherente con los principios ontológicos de la filosofía del Estagirita; sobre todo, con el principio del acto y la potencia, como luego veremos. Esto parece chocar de frente con la existencia de algunos individuos humanos que no dan muestras algunas de poseerla, por ejemplo los mudos. Sin embargo la afirmación anterior sigue en pie. En primer lugar, porque el lenguaje en tanto que facultad es mucho más que la capacidad para el habla. Aquí es entendida como la capacidad que el hombre posee para expresar sus pensamientos de alguna manera. Son las palabras, pero son también los rasgos de la escritura, los gestos y

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la mímica, los símbolos o cosas utilizados como medios de expresión, etc. En segundo lugar, porque no hay ser humano que se encuentre absolutamente incapacitado para expresar de alguna manera algo de su vida interior, como lo hacía HELEN KELLER. Está demostrado que aun aquellos que tienen muy deteriorado el cerebro y se encuentran privados de todos los sentidos, aun aquellos que han sufrido grandes amputaciones o pérdidas de la masa cerebral, si conservan un mínimo del uso de la inteligencia, siempre encuentran alguna manera de expresar mínimamente algunas incidencias de su vida interior. El lenguaje tomado en sentido amplio es una consecuencia de la facultad de entender. Si esto acontece con el uso del lenguaje, acontece también, y con mucha más razón, con el lenguaje en tanto que facultad. El lenguaje en tanto que facultad es una cualidad del ser inteligente, como acabo de afirmar. Pero, aunque parezca extraño, es una cualidad inmaterial. Esto no puede entenderlo aquel que no sea capaz de abstraer o separar mentalmente el lenguaje en tanto que facultad del lenguaje en tanto que uso de esa facultad o en tanto que efecto o producto de ese uso o ejercicio. Las palabras articuladas o habladas, por ejemplo, son materiales. Ya lo veremos en su momento, pero la facultad en virtud de la cual son producidas y, sobre todo, la facultad en virtud de la cual son vinculadas a un significado (la idea, el objeto-contenido de la idea o la cosa), es inmaterial. No existe dificultad ninguna para que esto sea así. Acontece lo mismo en el orden material de los comportamientos humanos. La carrera del atleta vencedor es material, tiene una extensión determinada y una duración muy concreta; pero la capacidad (facultad) del atleta para realizarla ya no lo es. En último término la causa adecuada de la carrera es la energía que tiene en las piernas, no las piernas, pues estas son patrimonio de todos, los corredores y los no corredores, y no por esto son vencedores. La energía de las piernas es inmaterial y se encuentra en ellas de una manera inmaterial, pues resulta de toda forma imposible señalar un punto concreto como sede o lugar de esa energía; lo mismo que resulta de todo punto imposible establecer la correspondencia entre las distintas partes de las piernas con las distintas partes de la energía. Esto es así por la sencilla razón de que la energía vital no tiene partes materiales o partes físicas en absoluto. Las cualidades del ser vivo en tanto que ser vivo son todas ellas inmateriales. Otra cosa muy distinta son los órganos en los cuales se encuentran esas cualidades, es decir, las partes del organismo que son puestas al servicio de esas cualidades como sujeto material necesario para su existencia o como instrumentos para la acción que de ellas dimana de forma natural. El lenguaje es una de esas cualidades destacadas o más representativas del ser inteligente. Tanto es así, que puede afirmarse de él, el lenguaje, no el habla, que es una cualidad específica. En efecto, los seres de la especie humana, en virtud del lenguaje, son seres humanos, se distinguen radicalmente de los seres que no lo poseen, y, para ellos, el lenguaje (lenguaje interno) es la razón de todas las demás propiedades o rasgos que le definen como hombre. Esto último encaja perfectamente en un pensamiento del tipo del de 10 VIGOSTKY y LURIA . Sin embargo no es mi propósito exagerar las cosas hasta esos extremos. En primer lugar, porque la posesión del lenguaje es un efecto de la inteligencia como he afirmado antes; no su causa, como ellos afirman. En segundo lugar, porque el lenguaje no es una facultad original y originaria del ser humano, sino una facultad secundaria u originada de la anterior. En tercer lugar, porque la facultad del lenguaje para ellos es una facultad inherente a las neuronas cerebrales, mientras que, en esta interpretación que aquí se expone, el lenguaje, lo mismo que todas las demás facultades humanas, es anterior al cerebro en el orden ontológico, de tal

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forma que sus neuronas tienen la capacidad del habla con sentido porque previamente son neuronas inteligentes y hablantes, es decir, porque hay en ellas un principio metafísico que hace que esas neuronas sean precisamente neuronas cerebrales propias de un ser humano. La capacidad del lenguaje no la tienen porque brote de ellas el habla como brotan las propiedades de una esencia, sino porque ya han sido constituidas como tales neuronas en virtud de esta propiedad. Por eso he afirmado anteriormente que el lenguaje no le corresponde al cerebro porque tiene un número mayor o menor de neuronas, sino porque las neuronas que tiene son neuronas inteligentes: 'hablar y entender un lenguaje no depende de ser inteligente 11 (CI) o tener un cerebro grande, sino de 'ser humano' . Hablar o no hablar no es cuestión de trabajo o aprendizaje, sino de 'competencia', es decir, de capacidades innatas. Los intentos de hacer hablar a los animales 'fallarán siempre en el futuro por la misma razón que haría fracasar el intento de enseñar a los peces a caminar o a los perros a volar. Tales esfuerzos parten de una concepción errónea acerca de la base de nuestra competencia lingüística: contradicen abiertamente hechos 12 biológicos' . Lo que para la filosofía y la psicología antiguas eran la potencia y el acto, para la psicología moderna es la facultad y su uso, para la psicología actual es la estructura y la función, por una parte, y la 'competence' y la 'performance', por otra. No es que, por fuerza, hayamos de equiparar estas cuatro parejas de conceptos, ni mucho menos. Cada pensador los utiliza desde un plano o desde una perspectiva distinta, pues cada uno trabaja sobre sus propios supuestos. Pero hemos de reconocer que entre estas cuatro parejas de conceptos hay una correspondencia estrecha, sobre todo cuando se trata de explicar el comportamiento de los seres humanos, reconociendo como una exigencia en cada caso determinados factores que capacitan al sujeto para la actuación y la actuación que se deriva de esos facto13 res . Estas parejas de conceptos, cada una de ellas desde su perspectiva, son de inmediata aplicación a la naturaleza y el uso del lenguaje, como veremos a través de los capítulos siguientes.

3.- LA ESPONTANEIDAD COMO PROPIEDAD DEL LENGUAJE La naturaleza de esta facultad del lenguaje se caracteriza esencialmente por muchos rasgos, como hemos visto. Uno de ellos es la dinamicidad. En esto es forzoso reconocer la parte de verdad que le corresponde a la tradición platónicoleibnitziana cuando hablaba de las facultades. En efecto, por una parte, la facultad del lenguaje capacita al sujeto para la acción, es decir, para el ejercicio del lenguaje a base de palabras u otros símbolos; y, por otra parte, constituye para él una tendencia o una incitación (estimulación interna) para hacerlo. Como veremos más adelante, el niño tiende a expresar de una manera espontánea lo que piensa y lo que hace; el adulto siente esta misma tendencia, si bien en él predominan los mecanismos inhibitorios; esos mecanismos que pone en juego cuando llega el momento de la edad en que se da cuenta de cuál es el momento en que debe expresar esos pensamientos y cuál es el momento en que debe reducirlos al silencio. En cualquier caso no existe inhibición alguna para expresárselos a sí mismo por medio del lenguaje interior, del cual nos ocuparemos posteriormente.

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Cuenta la tradición bíblica en forma de parábola que un ama de casa perdió una moneda, en concreto una dracma. Cuando se dio cuenta, empleó todo su esfuerzo en revolver la casa y barrer todas las habitaciones. Pero la fuerza de la narración pone su énfasis en la alegría que sintió cuando encontró la moneda, hasta el punto de salir corriendo para comunicárselo a sus vecinas. Esa tendencia es natural e irresistible. La tendencia a comunicar lo que conocemos o 'encontramos' con la inteligencia es algo que sienten todos los seres normales. Podemos emplear los mecanismos inhibidores para suprimir la acción de comunicarlo, pero no podremos jamás suprimir o eliminar la tendencia. Esta inserción de la facultad del lenguaje en la naturaleza del ser humano nos permite definirlo, no sólo como el ser capaz de entender o razonar, sino como el ser capaz de expresarse, es decir, capaz de construir y emplear un lenguaje experimentando en todo momento la tendencia espontánea a emplearlo. Antes de dar por finalizado este capítulo conviene volver sobre la tradición aristotélica a la que me he referido antes expresamente. Esta revisión de la teoría de las facultades es imprescindible en este lugar, toda vez que lo que se afirma acerca de la facultad y el uso del lenguaje en esa tradición no se encuentra en consonancia con la teoría aristotélica del acto y la potencia, la cual constituye el eje de toda su filosofía. En efecto, la tradición supuestamente aristotélica entiende que los sordos de nacimiento no son seres racionales, es decir, no son personas. La razón es muy sencilla: el oído es la única fuente de la que recibe sus contenidos mentales la inteligencia. Por tanto el deterioro del oído supone el deterioro de la inteligencia. Si aquel deterioro es absoluto, el deterioro de la inteligencia también es absoluto. Por tanto los sordos absolutos son seres irracionales absolutos. Sin embargo no es esta la idea que tenía ARISTÓTELES acerca del oído y la inteligencia, es decir, no es esta su idea acerca de la dependencia de la segunda respecto del primero. El hecho de que la razón, a la que acabo de referirme, sea sencilla no implica que dicha razón sea verdadera. Esto lo veremos más detenidamente en el capítulo dedicado a las relaciones entre la inteligencia y el lenguaje. Lo que está claro es que en este caso la tradición aristotélica ha interpretado mal al propio ARISTÓTELES.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS, c.2.- 1) Aristóteles, 1967. 2) Tomás de Aquino, 1964, 1967. 3) Gredt, 1961; Juan de Santo Tomás, 1948; Ferrater Mora, 1980. 4) Aristóteles, 1967, Platón, 1969, Plotino, 1963-67. 5) Leibnitz, 1929. 6) Descartes, 1980; Hume; 1983; Kant; 1960; Hamilton, 1974, 1983; Whitehead, 1969., 1973; Zubiri, 1967, 1980. 7) Whitehead, 1969; Bochensky, 1974; Círculo de Viena: Ayer, 1965, 1980. 8) García Albea, 1982. 9) Saussure, 1961. Qin Thana, 1992, 1993. 10) Vigotsky, 1973; Luria, 1980, 1985. 11) Miller, 1974. 12) Miller, 1974. 13) Aristóteles: De anima (1967), Historia de los animales, cap. 9; De sensu et sensato, cap 1; Tomás de Aquino, 1964, 1967; Brennan, 1960, 1965; Jolivet, 1956; Descartes, 1980, 1990; Leibnitz, 1946, 1988; Kant, 1960; Fodor y otros, 1966; Hymes, 1971a, 1971b; Dever y otros, 1970; Clark, 1974; Bouma y otros, 1984; Fillenbaun, 1974; Jarvis, 1978; Lamb, 1970; Mehler y otros, 1968; Parisi y otros, 1970; Quillian, 1962; Savin, 1963.

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Cap. III.- EL LENGUAJE COMO CONDUCTA

1.- LENGUAJE Y CONDUCTA Lo que constatamos de una manera inmediata de este proceso que llamamos lenguaje es lo que de él se corresponde con un cierto tipo de conducta 1 externa . Esta conducta no es más que el movimiento material de ciertos órganos, la actividad material de ciertos miembros, la posición de ciertas partes del cuerpo, la utilización de ciertas cosas materiales, la pronunciación de ciertas exclamaciones, etc. Ahora bien estos movimientos o alteraciones del cuerpo no son más que la fase terminal de un proceso mucho más profundo que se inicia en el organismo en esa zona que es la fuente de todos sus movimientos, en el cerebro. Sin entrar en muchos detalles podemos decir que el proceso psíquico en su conjunto se desarrolla a través de cuatro fases. a) La primera de esas fases es la fase física. Es la fase en la que se ponen en acción los estímulos materiales que actúan de una manera mediata o inmediata sobre los órganos de los sentidos de acuerdo con las leyes de la física; esta fase termina con la conversión de la acción de estos estímulos en impulsos nerviosos; a esta conversión suele llamársele 'transducción'. b) La segunda fase es la fase fisiológica; consiste en la acción de estos impulsos nerviosos que son llevados por las vías nerviosas aferentes desde los órganos de los sentidos hasta los centros cerebrales del córtex que son los centros del conocimiento; esta fase termina cuando los impulsos nerviosos son convertidos en datos de la conciencia o en información acerca de la realidad; esta conversión ya no es de naturaleza fisiológica. c) La tercera fase es la fase del conocimiento en cuanto tal (conocimiento racional) consistente en la combinación o estructuración de estos datos de la conciencia para obtener conocimientos nuevos o más profundos acerca de la realidad; utilizando la terminología actual, es la fase del procesamiento de la información. En ella se producen la estructura eidética, la estructura apofántica y la estructura lógica con vistas a la formación de conceptos, la adaptación al medio, la solución de problemas, la transferencia, el razonamiento, la creatividad, la toma de decisiones, etc. Esta fase no termina nunca. Pero a veces, cuando se produce la toma de decisiones a propósito de alguno de esos procesos, se produce la conversión de algunos de estos datos de la conciencia en nuevos impulsos nerviosos eferentes, con lo cual se desencadena una cuarta fase. d) La cuarta fase es la fase de la motricidad o fase de la conducta. Esta fase consiste en la ejecución material de una conducta determinada como consecuencia de las decisiones tomadas desde la conciencia. El modo de producirse es harto complejo, pero puede describirse a grandes rasgos como la traslación de esos impulsos nerviosos a través de las vías nerviosas eferentes hasta los extremos de los miembros, los órganos ejecutivos, los músculos, las articulaciones, ciertas glándulas y ciertas vísceras, etc., donde se convierten en movimientos físicos, los cuales pueden ser considerados, sólo en cierta medida, como respuestas a los estímulos

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que actuaron en la primera fase. Una de estas respuestas es el lenguaje, ya sea el lenguaje articulado con los órganos de la boca, el lenguaje escrito producido por los movimientos de la mano, el lenguaje mímico configurado a base de los movimientos del rostro, etc. La Fisiología, la Medicina y la Psicología, cada una de ellas a su manera, nos suministran una explicación coherente del paso entre la primera fase y la segunda, es decir, la transducción. Pero ninguna de ellas nos da una explicación satisfactoria del paso entre la fase dos y tres y entre la fase tres y cuatro. Al menos para mí las explicaciones que encontramos en los libros o en las investigaciones llevadas a efecto sobre el tema son completamente insatisfactorias. Yo tampoco voy a intentarlo, pues tengo la convicción de que estas ciencias desde sus propios presupuestos y utilizando sus propios métodos se encuentran radicalmente incapacitadas para encontrar esta explicación. Por eso, más que una solución, trataré de aproximarme al problema describiendo los hechos. A este respecto son varias las cuestiones que se nos plantean. La primera de ellas consiste en la localización de esas zonas cerebrales que son los órganos originarios de los movimientos del lenguaje, tratando de explicar su funcionamiento y las condiciones que se requieren para que esa actividad pueda constituirse en lenguaje. La segunda consiste en describir en la medida de lo posible el proceso mediante el cual los datos de la conciencia (toma de decisiones) se convierten en impulsos eferentes que se inician en esos puntos concretos del córtex cerebral para ser llevados luego a los órganos y miembros del lenguaje utilizando como cauce el sistema nervioso eferente. La tercera consiste en hacer un seguimiento de las órdenes (impulsos eferentes) emanadas de esos puntos centrales del cerebro hasta que ponen en movimiento los órganos externos del lenguaje, los miembros y el cuerpo entero en general.

2.- CONDUCTA LINGÜISTICA Y LOCALIZACION CEREBRAL

En lo que concierne a la primera de estas cuestiones es muy poco lo que podemos decir acerca de la localización y el funcionamiento de estas zonas cerebrales. Más que un panorama claro a los ojos del científico, es para él una tremenda nebulosa. En cualquier caso las teorías acerca del origen fisiológico del lenguaje que centran su atención en el cerebro están referidas todas ellas a un tipo especial de lenguaje, el lenguaje hablado; o, a lo sumo, a lenguaje escrito, pero no a los otros tipos de lenguaje, los cuales tienen su explicación en las leyes generales de la psicomotricidad. Las opiniones acerca de este punto son muy encontradas. No obstante la ciencia se aventura a hacer algunas aproximaciones. Así nos dicen los científicos que en el hemisferio izquierdo existen tres zonas vinculadas al lenguaje. Esas tres zonas son el área de Broca, el área de Wernike y la región del pliegue curvo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que sean esas tres zonas, y sólo ellas, las que intervienen en el lenguaje. Está demostrado que existen otras zonas implicadas, tanto de las partes corticales como de las subcorticales, como los ganglios basales, el tálamo, etc., pues hay evidencias suficientes, desde la medicina, según las cuales una lesión en estas zonas produce un determinado trastorno del lenguaje.

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El área de Broca se encuentra situada en la parte posterior de la tercera circunvolución frontal, muy cerca del córtex motriz primario de la cara. Esta área es la responsable del lenguaje articulado o el habla y las lesiones que se padecen en ella provocan trastornos conocidos con el nombre de afasia transitoria (afasia de Broca). A estas lesiones se suman las de otras zonas afines como las de la región inferior del córtex motor primario, las de la parte anterior del lóbulo parietal inferior, las de la región superior de la ínsula y las de la zona estriada: la afasia puede ser total y persistente. La zona de Broca, pues, es el punto en el que se originan los impulsos nerviosos eferentes que, llevados a los órganos de la boca, producen los movimientos constitutivos del habla en su dimensión fónica. Para explicar su dimensión sintáctica se requiere la colaboración de otras zonas, por ejemplo la de la zona anterior de esa misma circunvolución. El área de Wernike se encuentra situada en la parte posterior de la circunvolución temporal superior. Es la responsable, no de la producción del lenguaje, sino de la comprensión y repetición del mismo. Las lesiones en esta zona dan lugar a las afasias que llevan su nombre o afasias de Wernike. 'Las correlaciones anatomoclínicas permiten sugerir que el procesa-miento fonológico radica en las regiones parietal inferior y supraparietal izquierda. Las comprensiones fonológica y lexical se centrarían en la primera circunvolución temporal. La asociación semántica y lexical probablemente se produce en regiones más posteriores y 2 circundantes' . El área del pliegue curvo situada en la confluencia de la zona temporal con la parietal y occipital es la responsable del lenguaje escrito. La participación del hemisferio derecho en los movimientos del lenguaje hoy se encuentra suficientemente demostrada, pues, cuando la lesión del hemisferio izquierdo se produce antes de la pubertad, es el hemisferio derecho el que asume sus funciones. Es específico de este hemisferio el procesamiento de la comprensión del lenguaje, la prosodia o la entonación del lenguaje oral, etc. La asignación de funciones específicas del lenguaje a ciertas zonas específicas del cerebro por parte de muchos científicos, tal como acabamos de ver, constituye una hipótesis que se encuentra muy lejos de haber sido demostrada. Frente a esa hipótesis tradicional, la que hoy se baraja es la de la inespecificidad 3 natural de las zonas cerebrales . Está demostrado que las zonas y sistemas neuronales del hemisferio izquierdo son las primeras en asumir estas funciones, pero también está demostrado que las zonas y sistemas del hemisferio derecho pueden asumirlas cuando el izquierdo padece una lesión, sobre todo, cuando esto le permite ejercer esta sustitución pasados los once o doce años?. Puede que sea así, pero no parece verosímil. Parece más bien que la inespecificidad congénita de las zonas cerebrales va dejando paso a la especificidad de las mismas, pues, conforme pasan los años, cada zona va asumiendo una función específica, es decir, va poniéndose a disposición de una función específica de la mente. Cada parte va controlando una función determinada en la medida en que se encuentra libre para asumirla. Si a partir de los once o doce años ya no se produce esta asumpción por parte del hemisferio derecho es porque sus zonas y sistemas ya se encuentran ocupados con otras funciones y no están libres para asumir las funciones del 4 lenguaje . Acontece lo mismo que en el universo físico: si la tarea consiste en llevar de la estación al aeropuerto una cantidad grande de maletas, dicha tarea es posible en la medida en que haya hombres libres (disponibles) para llevarlas, pues damos por supuesto que cada hombre sólo puede llevar una.

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3.- LA EMERGENCIA DE LA CONDUCTA: TEORIAS El segundo problema es el de la iniciación de la conducta. Como he indicado en repetidas ocasiones, el origen de los movimientos constitutivos del lenguaje no tiene lugar en estos puntos concretos del cerebro. Su origen se encuentra en la conciencia, es decir, en la toma de decisiones y en las órdenes que la conciencia formula al objeto de que esas decisiones sean ejecutadas. Hablamos porque queremos, hacemos gestos porque queremos, utilizamos el timbre o la bandera porque queremos, etc. Por esto mismo las zonas cerebrales comprometidas en el lenguaje no son más que órganos o instrumentos al servicio de estas órdenes superiores. Las neuronas constitutivas de estas zonas específicas del cerebro no son capaces de ponerse en movimiento por sí mismas. Poseen una carga energética como todas las neuronas, pero esa energía no entra en acción por sí misma. Es energía meramente potencial. Necesita ser activada para ponerse en movimiento y generar los impulsos nerviosos eferentes. Y aquí es donde se plantea el gran problema de la motrici puede ser activada esta energía que es material y extensa por los datos de la conciencia (decisiones) que son inmateriales e inextensos?. Esta acción desde la conciencia es necesaria no sólo para activar la energía almacenada en los centros nerviosos responsables del lenguaje; es necesaria también para la dirección de los movimientos derivados de esa energía, puesto que los movimientos constitutivos del lenguaje no son movimientos instintivos o movimientos reflejos realizados de acuerdo con unos patrones innatos e invariables. Todos sabemos que los movimientos del lenguaje, son todo lo contrario de los movimientos instintivos, pues son aleatorios y están sujetos únicamente a la voluntad libre del ser que habla adaptándolos u orientándolos hacia los fines libremente elegidos por él. Cada uno puede decir las palabras que quiera utilizando las ya existentes o inventando otras nuevas, puede combinar los sonidos como quiera para expresar sus pensamientos personales; puede intercambiar o mezclar palabras de distintos idiomas; puede emplear diferentes estilos para expresarse; puede elegir otros medios que no sean el habla o la escritura, seleccionando a este fin, como signo, las cosas materiales que sirvan a su antojo, etc. Esto no pueden hacerlo las neuronas cerebrales por sí mismas, en tanto que neuronas. Hay una orden superior que, desde la conciencia, introduce en el comportamiento esta dirección selectiva de los movimientos. Y este es el problema, como he indicado antes. ¿En virtud de qué mecanismo una orden que es psíquica o inmaterial produce esta dirección de los movimientos del lenguaje que son por esencia movimientos físicos o materiales?. Las explicaciones a lo largo de la historia del pensamiento son muchas. Estas son algunas de ellas: La teoría espiritualista.- a) Según la tradición aristotélico-escolástica la voluntad incita o espolea a las demás facultades sobre las que tiene dominio político o despótico aplicándolas a la acción que les es propia, obligándolas a actuar como causa determinante; esta acción de la voluntad es ejercida primero sobre la imaginación, la cual produce imágenes que excitan el apetito sensitivo; este apetito, puesto en acción, activa la fuerza motriz que hay en las facultades ejecutivas: 5 órganos de la fonación, rostro, manos, etc. ; b) la tradición galénica, por su parte, describe la trayectoria de esta manera: 'motus fit sic: de spiritu impellente (causa eficiente) moventur nervi, moventur lacerti, moventur ligamenta, moventur osa, et sic

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movetur totum membrum et cerebrum' ; c) DESCARTES explica este proceso mediante la acción de los espíritus animales, los cuales, a través de la glándula pineal, llevan los mensajes del alma (la voluntad) a los distintos miembros del 7; cuerpo d) para LEIBNITZ no existe el problema, puesto que las mónadas constitutivas del cuerpo (miembros y órganos del lenguaje) actúan en virtud de su energía propia; la correspondencia de los movimientos del cuerpo con los movimientos del alma (inteligencia, voluntad) quedan garantizados por la armonía 8 preestablecida' . La teoría ideomotriz.- Para JAMES las ideas de movimiento se encuentran almacenadas en el sistema nervioso (memoria) como consecuencia de los movimientos involuntarios anteriores; estas ideas (ideas fuerza), cuando versan sobre las consecuencias del movimiento, tienen la misma energía estimuladora que un estímulo externo, incitando a la acción o inhibiéndola. Esta interpretación ha resurgido nuevamente en la psicología cognitiva con la teoría de la retroalimentación: el hecho de que se reproduzca una imagen o representación de una 9. respuesta conduce inevitablemente a la producción de esa respuesta La teoría del instinto.- Para MCDOUGALL el origen de la conducta son las propensiones que se encuentran vinculadas al instinto, en tanto que unidades funcionales de la organización total de la mente, factores hereditarios dinámicos, 10 principios radicales de conducta . LOEBB incide en esta misma idea, si bien los instintos no son factores hereditarios sino reacciones producidas por los 11 mecanismos de adaptación al medio (reac-ciones de naturaleza físico-química) . Para FREUD los instintos constituyen el factor fundamental de toda conducta: energías para la acción, fuerzas indiferenciadas, potencia general, etc. (instinto de vida, la libido, e instinto de muerte); la conducta concreta es el resultado de un proceso que va de la indiferenciación inconsciente a la diferenciación consciente; en el nivel superior y con su origen en los instintos surgen las ideas que son representaciones dinámicas con capacidad energética suficiente para desencadenar 12 la acción . La teoría del esquema ER.- Para WATSON 'la acción del estímulo despierta una excitación nerviosa en la terminación del nervio que está en contacto con la célula epitelial, la cual se transmite por una cadena de neuronas al sistema nervioso central y, desde allí, a algún músculo o glándula' (boca, manos, etc). El habla que es la acción terminal de estos músculos es una conducta condicionada 13 por los estímulos procedentes del medio social . Para SKINNER el origen de la conducta es el mismo que el de WATSON, pero la forma de producirse es la del 14 condicionamiento operante y en virtud de la ley del efecto . La teoría de las pulsiones.- El 'drive' es una especie de energía interna que es aplicada a los mecanismos de la conducta para activarla. Se trata de un factor orgánico que da origen a la conducta mediante la activación de ciertos sistemas nerviosos, los cuales mantienen la acción y establecen su dirección. La fuerza le viene de la insatisfacción que siente el organismo en unas situaciones determinadas. Los nombres más destacados en esta teoría, separados por diversos 15 matices, son los de HULL, TOLMAN, MULLER, LEWIN, LORENZ, etc . La teoría de los estados afectivos.- La acción de los estímulos produce efectos cognitivos y efectos afectivos u orécticos (placer, dolor). Sólo estos son

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estimuladores de la conducta orientándola a su objeto y eligiendo un modelo en cada caso. Estos estados producen ciertas huellas en el sistema nervioso, las 16 cuales se consolidan con el ejercicio y, en virtud de ello, fijan la conducta . Merecen destacarse en este campo los nombres de PEACK, LINDSLEY, MALMO, HEBB, SULLIVAN, FROOM, HORNEY, RAUP, FESTINGER, FREEMAN, JERSILD, ETC.

4.- LA TEORIA VERBALISTA

Esta es una teoría, la más difícil para la comprensión. El denominador común o elemento que se repite en estos autores es la afirmación según la cual el lenguaje no es efecto de los movimientos de los órganos y miembros (conducta), sino la causa de los mismos. Uno de los autores es STAATS, que milita en las filas 17 de la psicología de la conducta . Según él, 'algunas conductas motoras son importantes en sí mismas... Otras son importantes, sin embargo, por las conductas motoras que ellas controlan en el individuo... Después de varias repeticiones instigadas del estímulo de comunicación (lenguaje del emisor), el comunicando (receptor) adquirirá la secuencia de respuestas verbales. Este mecanismo ER recién adquirido controlará entonces una secuencia de conductas motoras cuando las condiciones externas sean apropiadas. Debido a que los estímulos verbales pueden controlar las respuestas motoras, cuando el individuo adquiera nuevas secuencias de respuestas verbales, su conducta manifiesta puede alterarse. Este tipo de mecanismo es muy importante para la comunicación y puede observarse en muchos aspectos de la conducta humana desde los más complejos de aprendizaje intelectual hasta las tareas más simples de la vida diaria'. Por tanto el proceso es el siguiente: estímulo de comunicación o lenguaje del emisor, secuencia de respuestas verbales (en el receptor) formada sobre la base de la comunicación y conducta motora controlada por los estímulos verbales producidos por las respuestas 18 verbales. El otro autor es LURIA que dedica todo un apartado a la exposición del 'papel del lenguaje en la organización del acto voluntario'. En esto sigue la línea de VIGOTSKY. Como puede verse, LURIA va más allá que STAATS: el papel regulador del lenguaje ya no se ejerce sobre la conducta externa, sino sobre los presupuestos de esa misma conducta que son las decisiones de la voluntad. El lenguaje de adulto provoca la atención en el niño que separa el objeto mencionado de todas las demás cosas. En este momento la acción voluntaria del niño se subordina al adulto (a la madre), niega la subordinación a las leyes del reflejo de orientación provocado por el estímulo y comienza a subordinarse a la acción del adulto (función interpsíquica). La segunda etapa consiste en la regulación de la conducta en virtud de su propio lenguaje externo. En la tercera etapa esta función interpsíquica comienza muy pronto a convertirse en intra-psíquica interiorizándose al interiorizar su lenguaje (lenguaje interno). Este es el momento en que la conducta se convierte en conducta autónoma, es decir, voluntaria. Por tanto el lenguaje no es efecto de la conducta externa, sino su origen y su verdadera causa. El lenguaje, pues, no va de dentro (conciencia, voluntad) a fuera (sociedad), sino al revés, de fuera (sociedad) a dentro (conciencia, voluntad) para regular la conducta a través de la orientación y control de la propia voluntad.

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Estas son las teorías más representativas que tratan de explicar el origen de la conducta humana y animal. Como teorías para explicar el origen del lenguaje en tanto que conducta o en tanto que resultado o efecto de la conducta, me parecen todas ellas deficientes. Algunas de ellas no logran superar el dualismo de las antiguas filosofías y otras eliminan el problema haciendo caso omiso de muchos factores que intervienen en la conducta. En efecto, unos olvidan la conciencia; otros, el cuerpo y la materia; otros la libertad y discrecionalidad de las decisiones o las decisiones mismas, etc. Esto que sigue no se propone como solución definitiva, ni mucho menos. Pero tiene la virtualidad de superar el dualismo en el origen de la conducta, que es el origen del problema; y la virtualidad de tener en cuenta todos los factores que la experiencia personal, la observación objetiva, la historia de la humanidad y las conclusiones de las ciencias entienden que son factores o variables intervinientes en la conducta de los seres humanos. En efecto, la causa eficiente adecuada de la conducta, en este caso, el lenguaje, es el individuo, la persona real. La raíz última de la conducta es la naturaleza de la persona, pues cada ser obra de acuerdo con la naturaleza que tiene. El hombre obra como hombre porque tiene naturaleza de hombre; el perro obra como perro porque tiene naturaleza de perro, etc. Por tanto, la causa última de la conducta es el individuo como un todo (suppositum), no la conciencia o el alma, ni tampoco el cuerpo o el cerebro. El alma y el cuerpo, por una parte, y la mente y el cerebro, por otra, no son dos cosas, sino dos principios de una misma cosa que es el individuo humano. Y las acciones son de la cosa, del sujeto. Esto es obvio; no son acciones de los principios que lo constituyen. El individuo actúa en virtud de su naturaleza, como hemos visto; de tal forma que la naturaleza es: a) el principio radical de la producción de la acción, y b) el principio radical de la dirección de la misma. Los factores individuales que acompañan a esa naturaleza en cada caso son variables intervinientes, pero, de ninguna manera, determinantes. Sabemos, además, que la naturaleza del individuo que habla es racional, ciertamente, pero también es virtualmente vegetal y animal. Importa mucho entender correctamente esto de 'virtualmente', pues, por el hecho de ser así, los comportamientos humanos, animales y vegetales pueden coexistir en un mismo sujeto, siendo este sujeto la causa única de los mismos. Sabemos, por otra parte, nos lo dice la experiencia propia, que la naturaleza humana no es inmediatamente operativa. Cuando actúa, lo hace por medio de sus facultades, las cuales son racionales, pero, como en el caso anterior, virtualmente son también animales y vegetales, es decir, fisiológicas y orgánicas o biológicas, en tanto que capacidades de las que dispone el ser racional par realizar funciones vegetales y animales. Por tanto los comportamientos racionales y voluntarios del individuo, así como los comportamientos fisiológicos y orgánicos (conducta), no son acciones emanadas de naturalezas distintas sino de la misma y única naturaleza que el hombre posee que es la naturaleza humana. Cuando ese comportamiento es realizado por medio de sus facultades racionales la conducta es voluntaria y libre; cuando es realizado por medio de sus facultades fisiológicas y biológicas es una conducta instintiva. Pero, siendo una y única la naturaleza que actúa como causa de esos comportamientos, no es absurdo pensar que en ciertos casos una misma conducta material, que de suyo es instintiva, puede ser elevada a la categoría de conducta voluntaria o racional, por ejemplo, el lenguaje de los gestos. Esencialmente esa conducta es racional o voluntaria pero 'virtualmente' es física y fisiológica. No son, entonces, dos conductas. Es la misma conducta racional que tiene esa resonancia o esas consecuencias en el orden físico (movimientos, sonidos, escritura, etc.).

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5.- EL SEGUIMIENTO DE LOS PROCESOS CONDUCTUALES DEL HABLA El tercer problema era el del seguimiento de esos impulsos nerviosos originados en las zonas del cerebro compro-metidas con el lenguaje hasta que se convierten en movimientos externos: el habla, la escritura, la producción y empleo de las señales de humo, etc. En realidad este problema ya no es de la competencia de la Psicología, sino de la Fisiología y la Física. No obstante hay algunos datos que el psicólogo debe tener en cuenta. El sistema corporal encargado de ejercer la conducta está compuesto de varios elementos, sobre todo, de los huesos y los músculos. Parece demostrado que la acción está a cargo de los músculos. Los huesos no son más que el soporte material de la misma. Los músculos, por su parte, se contraen cuando son estimulados que reciben a través de los impulsos que reciben a través de los nervios eferentes. Esta contracción es la que provoca el movimiento y la posición de los huesos. Cuando cesa la estimulación, los músculos se relajan, con lo cual los huesos y los mismos músculos vuelven a su estado anterior. Este segundo movimiento suele llevarse a efecto por la contracción de otros músculos situados en la parte opuesta del miembro. Es cierto que la estimulación de los músculos se debe a la acción de los excitantes, pero el excitante natural está constituido por la acción de los impulsos nerviosos. A esta acción de los nervios sobre los músculos se le llama 'enervación'. Los músculos lisos se enervan muy lentamente, por ejemplo, las vísceras; mientras que los músculos estriados se enervan con mucha rapidez, por ejemplo, los músculos de los órganos y miembros del lenguaje. Es sabido que estos músculos y órganos no tienen el movimiento por sí mismos. Los impulsos nerviosos que los enervan proceden del cerebro por las cadenas de nervios eferentes, como ya hemos dicho anteriormente. La naturaleza de estos impulsos es equiparable a la de los impulsos eléctricos. Por eso a la llegada a los músculos se produce una especie de descarga que es la que desencadena la enervación. Esta descarga se mantiene más o menos constante hasta que se cumple la decisión tomada en la conciencia. El cese de la descarga coincide con la finalización del proceso conductual. La ley que gobierna este comportamiento de enervación es la del 'todo o nada': si la estimulación a base de los impulsos se produce con la intensidad suficiente, la acción se desencadena con normalidad y con la intensidad específica que corresponde a cada uno de los movimientos; si esa estimulación llega insuficiente, el movimiento no se produce en absoluto. Los movimientos de la boca, los del rostro, los de las manos y los del cuerpo en general, cuando se producen como lenguaje, 18 no constituyen una excepción en el cumplimiento de esta ley . Como epílogo de este apartado cabe la posibilidad de comentar el interés de las posibles respuestas a esta pregunta: ¿el lenguaje, por su naturaleza, es simplemente un problema de formación de hábitos de conducta o, más bien, un problema de formación de conceptos?. Es decir, ¿el lenguaje es un efecto del condicionamiento de la conducta o, más bien, un despliegue de las propias facultades cognitivas?. Las investigaciones actuales en el campo de la gramática y la psicolingüística parece que no dejan lugar a dudas sobre la naturaleza generativa

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del lenguaje, su prioridad lógica y ontológica respecto de la conducta y su pertenencia real a los niveles del pensamiento humano. Eso que algunos llaman conducta lingüística en este sentido no es más que un efecto o una consecuencia del comportamiento cognitivo universal y abstracto.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS, c. 3.- 1) Bever, 1970; Bollnow, 1966; Graham y otros, 1971; Hull, 1943; Kleinmuntz, 1958; Lashley, 1951a, 1951b; Long y otros, 1958; Miller y otros, 1974; Skinner, 1957. 2) Bagunjá y PeñaCasanova, 1994; Rodríguez Delgado, 1973, 1994; 3) Luria, 1973; Penfield, 1951; 4) Miller, 1974. 5) Gredt, 1961; Brennan; 1960, 1965; 6) Isagoge de Toledo 8/44. 7) Descartes, 1980, 1990 ; 8) Leibnitz, 1946, 1988; 9) James, 1945, 1947; Vega, M., 1984; 10) McDougall, 1932, 1933. 11) Loebb, 1912; 12) Freud, 1976. 13) Watson, 1953, 1977; Qintana, J., 1985. 14) Skinner, 1957, 1981; Qintana, J., 1985. 15) Cerdá, 1960, 1981; Qintana, J., 1985; Hull, 1951, 1952; Tolman, 1926, 1927, 1932; Muller, 1974; Lorenz, 1950, 1957 16) Cerdá, 1981; Lindsey, 1951; Malmo, 1957; Hebb, 1949. 17) Sataats, 1983. 18) Luria, 1980. 18) Pinillos, 1978, 1982.

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Cap. IV.- EL CONCEPTO DE LENGUAJE

La definición del lenguaje es uno de esos intentos que más interés ha 1 suscitado a lo largo de la historia del pensamiento desde todas las perspectivas . Sin embargo, a pesar de las críticas de VIGOTSKY, pienso que hay que volver a la asociación de las palabras con las ideas si queremos entender la naturaleza del lenguaje. Tanto las imágenes como las ideas están dotadas de una energía que hemos llamado 'poder dinamogénico'. Este poder, en el caso de las ideas, tiene dos direcciones: la tendencia del conocimiento a ser expresado y la tendencia a desencadenar ciertos comportamientos cuya dirección está marcada por las mismas ideas.

1.- EL LENGUAJE INTERNO: a) Noción: Los conocimientos (ideas) tienden por naturaleza a ser expresados por el sujeto a sí mismo o a los demás. En efecto, la expresión es inseparable del conocimiento intelectual. Las propias ideas son ya expresiones del conocimiento elaborado por la propia inteligencia. Constituyen el lenguaje interior mediante el cual la inteligencia se expresa a sí misma sus propios conocimientos, es decir, sus propios objetos. Por esta razón cada idea es un 'verbum mentis', en contraposición al 'verbum oris' que es la palabra. En tanto que „palabras de la mente‟ constituyen el lenguaje interior de la inteligencia. Las palabras de la boca constituyen el lenguaje 2 exterior dirigido a otros sujetos . La existencia de este lenguaje interno de la mente es un hecho del que cada uno tiene constancia en virtud de su propia experiencia interna. Cada uno tiene constancia, además, del lenguaje interno de los otros por ciertas manifestaciones del mismo aunque no sea precisamente a través del lenguaje corriente. En efecto, el sujeto se dice a sí mismo lo que las cosas son para él. También se dice a sí mismo lo que él cree que es en su dimensión psíquica, moral, ontológica, social, etc. (autoconcepto). Este lenguaje puede darse aun sin manifestaciones externas y ser mucho más rico que el lenguaje externo, por ejemplo, el lenguaje interno del sordomudo o el del ciego, el lenguaje del que padece parálisis cerebral, etc. La prueba es que, cuando se le facilitan los instrumentos, ese lenguaje sale al exterior con toda su riqueza. Esos instrumentos pueden ser el 'braille' de los ciegos, los gestos de los sordomudos, un conjunto de electrodos pegados al cerebro para recoger las ondas nerviosas y llevarlas a un sintetizador de voz a través de una computadora, etc. Es de sobra conocido el caso de HELEN KELLER, ya mencionada, cuyo lenguaje 3 interno produjo obras tan maravillosas como las suyas .

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b) Funciones del lenguaje interno: El primero de los efectos (otros autores les llaman 'funciones') del lenguaje interno es el marcaje de la cosa (objeto) y del sujeto, la diferenciación o distanciamiento entre ambos y la estructuración de los mismos en una unidad de la cual son los polos antagónicos entre los que se establece una relación dialéctica e intencional. Otro de los efectos inmediatos del lenguaje interno es la categorización de los objetos. Nuestra experiencia interna nos da testimonio de que, tanto en el campo de la ciencia, como en el campo de la vida común, a medida que vamos conociendo nuevos objetos, vamos colocándolos en un 'lugar' determinado de la conciencia. No caen en ella desordenadamente como los granos de trigo en un saco o las gotas de agua en un cántaro. Cada objeto nuevo va a un lugar concreto, determinado por una idea que es la que marca su espacio mental, diciéndolo o señalándolo internamente: 'esto es un polígono' o pertenece a la categoría de los polígonos, su lugar mental es el de los polígonos; 'esto es un roble' o pertenece a la categoría de los robles, su lugar es el de los robles, etc. Esta clasificación mental, en una inteligencia normal se corresponde con la agrupación de los seres reales en el mundo exterior. Cuando no hay esta correspondencia es cuando se produce el error; o la ignorancia si falta uno de los extremos. Por donde quiera que se mire, esto ya es un lenguaje, pues es la expresión de un conocimiento. Esta operación es realizada por la mente (inteligencia) sobre la base de los datos de la percepción, no sobre los datos del 4 lenguaje como afirman las tesis de WHORFF, LURIA y otros . El tercero de los efectos inmediatos del lenguaje interno es el análisis y la síntesis, sobre todo el análisis inmediato de los objetos nada más ser conocidos. Nuestra experiencia interna nos da testimonio igualmente de que nada más conocer un objeto nuevo, la idea que tenemos de él no sólo nos lleva espontáneamente a colocarlo en el seno de su categoría correspondiente señalándonosla o expresándonosla, sino que nos impele a fijarnos en él invitándonos a examinar su estructura para descubrir en ella elementos más simples (elementos inteligibles, no partes físicas), cada uno de los cuales constituye un objeto nuevo susceptible de ser expresado y categorizado, a su vez, por otras ideas todavía más simples que las anteriores. Este movimiento de la mente es inevitable, pues son precisamente los elementos resultantes de este análisis los que le permiten a la inteligencia realizar la operación anterior, es decir, la de asignar el objeto a una categoría. Paralelamente a este movimiento está el movimiento contrario o de síntesis mediante el cual la inteligencia produce sus estructuras de objetos, dando lugar a conceptos o categorías mentales nuevas. Esta operación es realizada por la inteligencia sola, lo mismo que la anterior, sin el recurso del lenguaje como afirmaban los autores antes mencionados. El cuarto de los efectos inmediatos del lenguaje interno es la generalización del conocimiento que la inteligencia se expresa a sí misma, en virtud de la cual amplía espontáneamente sus conceptos a otros objetos que tienen rasgos esenciales comunes o semejantes. El quinto de los efectos del lenguaje interno es la referencia potencial del conocimiento a la realidad. Este movimiento de la mente también es espontáneo. La inteligencia descansa cuando sabe que lo que piensa tiene su correlato en las cosas del mundo que le rodea, es decir, cuando contrasta que las cosas son como ella las piensa. El sexto, mediante los anteriores, es la facilitación para situarse en el mundo.

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El séptimo es la toma de decisiones, la dirección y el control de la conducta, etc. La toma de decisiones no es entendida únicamente como selección o preferencia entre dos ideas o entre dos verdades o dos opiniones, sino como selección o pronunciamiento entre dos opciones prácticas, es decir, entre dos o más posibilidades de conducta para llevar a la práctica una de ellas. En toda situación de este tipo, tanto en la opción teórica, como en la opción práctica, interviene de alguna manera la voluntad libre que, en fin de cuentas, es la que 'decide'. Por esto mismo es sobre ella sobre quien recae la responsabilidad de la acción. El octavo es la construcción de los contenidos culturales: ciencia, religión, artes, etc. De esta manera la dinamicidad intrínseca de las ideas como expresión de los objetos constituye la base fundamental del progreso del pensamiento y de la ciencia en general.

2.- EL LENGUAJE EXTERNO: a) Noción: Aparte de este lenguaje interno está el lenguaje externo o lenguaje constituido por las palabras de la boca. A este lenguaje es asimilable el lenguaje constituido por la escritura u otros sómbolos, por los gestos, la mímica, las posiciones del cuerpo, la forma de vestir, etc. Todas estas cosas en el hombre constituyen la expresión de sus ideas; mediante sus ideas, la expresión de sus objetos o contenidos, y, mediante esos contenidos, la expresión de las cosas a las 5 que pertenecen esos contenidos . Esto constituye una nueva dimensión de los procesos lingüísticos, una exigencia propuesta repetidas veces como base para la intelección de los procesos psíquicos cognitivos: la distinción clara y precisa entre cosas, objetos, ideas y palabras. Las cosas son los seres concretos de la realidad, considerados según su existencia fáctica, con independencia de que sean conocidos o no. Los objetos son los aspectos, facetas o elementos que la inteligencia u otra facultad conoce de esas mismas cosas. Las ideas son las representaciones intelectuales de esos objetos. Y las palabras son las expresiones de las ideas hacia el exterior. Pues bien: a) Las palabras expresan de forma inmediata las ideas, ya que, cuando hablamos o hacemos algún gesto o adoptamos una postura, lo que queremos significar de forma directa son nuestros pensamientos, nuestras intenciones, nuestros deseos, etc., no otra cosa. Claro que podemos mentir, pero, aun en ese caso, la finalidad directa e inmediata del lenguaje es nuestro pensamiento o nuestro deseo, el deseo de mentir. b) En los casos normales, por ejemplo, cuando el profesor trata de explicar un tema de biología sobre los hábitos de las hormigas, mediante las ideas o pensamientos, el lenguaje expresa los objetos (la naturaleza) de los mismos, es decir, lo que el profesor conoce de las hormigas y sus hábitos. c) Por fin mediante los objetos, el lenguaje expresa también las cosas, pues, como hemos indicado, los objetos en la realidad pertenecen a las cosas, son tomados de ellas por medio de la abstracción y son los elementos inteligibles que sirven para identificarlas. Los hábitos de las hormigas, objeto del conocimiento del profesor, son los de las hormigas, no los del 6 profesor o sus ideas . Las palabras, los gestos, las posturas del cuerpo, y otros signos de los que nos valemos para la expresión, no son, por consiguiente, la expresión inmediata de las cosas. Si lo fueran no habría lugar para la mentira, pues las palabras signi-

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ficarían la cosa o no significarían absolutamente nada. Tampoco habría lugar para la metáfora, la anfibología, la equivocidad, la analogía, ni para ninguna de las otras figuras de dicción que tanto enriquecen los idiomas y gustan de prodigar los literatos. La conexión entre las palabras y las cosas es, por tanto, muy compleja y no es exactamente la misma, cuando se trata de palabras, gestos, posturas, etc., que cuando se trata de gritos, interjecciones u otros movimientos espontáneos. Todos ellos constituyen un lenguaje, pero mientras el lenguaje resultante de los segundos es un lenguaje natural, el lenguaje de los primeros es un lenguaje artificial como veremos. Por tanto un lenguaje es un conjunto de signos mediante los cuales el sujeto se propone expresar directamente sus ideas o pensamientos. Como puede comprenderse vamos a reducirnos al análisis del problema del lenguaje al nivel de la psicología, dejando para otra ocasión el análisis ontotolínguistico del propio lenguaje como estructura que trasciende o se encuentra más allá de los idiomas, las lenguas, los dialectos y el habla, de acuerdo con las ideas de pensadores ilustres como Sausure, L. Strauss y otros b) El lenguaje como conjunto de símbolos: para comprender el alcance de esta definición es preciso tener en cuenta cada una de las palabras que la constituyen: a) conjunto de signos, b) intención o finalidad del sujeto ('se propone'), 7 c) función de expresar, d) vinculación directa con los pensamientos . En efecto: a) El lenguaje es un conjunto de signos. Signo es todo aquello que nos lleva al conocimiento de algo distinto de sí mismo; por ejemplo, el humo es signo del fuego, porque, cuando lo vemos a lo lejos, aun sin ver el fuego, sabemos que allí hay fuego. El signo puede ser formal e instrumental. Es formal cuando todo su ser consiste en ser signo, por ejemplo, la idea como hemos visto en el capítulo anterior; o la imagen, cuyo papel es similar al de la idea cuando el objeto o contenido que representa es singular. Son signos y sólo signos. Por eso son tan perfectos. Los signos instrumentales son cosas materiales o acciones físicas observables y medibles. Tienen, por tanto, su propio ser y su propia naturaleza, por ejemplo, el humo. A esas cosas se incorpora secundariamente el carácter y la función de signos; es decir, además de su ser físico y sus propiedades físicas, tienen otro se intencional que es esa virtualidad de llevarnos al conocimiento de otra cosa o de otro acontecimiento. Esta virtualidad secundaria pueden tenerla por sí mismas, por su naturaleza; por ejemplo, el humo como signo del fuego, o el llanto como signo del dolor; o pueden tenerla porque el hombre voluntariamente se la ha dado, por ejemplo, el semáforo como signo de prohibición de pasar. En el primer caso tenemos los signos naturales; en el segundo, los signos arbitrarios o artificiales. En fin de cuentas, que el semáforo rojo nos lleve al conocimiento de que no se puede pasar, es algo que acontece porque el hombre, algunos hombres, lo han querido así, no porque lo signifique por naturaleza la luz roja. Lo mismo sucede con la bandera respecto de la patria, la toga respecto del catedrático o el doctor, las insignias respecto de la graduación del militar, etc. Todos ellos son signos arbitrarios, pues la conexión con la cosa significada no es debida a su naturaleza, sino a la decisión libre o al arbitrio de los hombres. Esta conexión accidental y artificial o arbitraria con la cosa significada es lo que hace que estos signos sean más imperfectos que todos los anteriores, pues, por ser accidental y arbitraria, es postiza y rompible, cancelable o modificable, según la medida de los deseos o los caprichos de los hombres. Algunos de estos signos, como hemos visto, reciben también el nombre de símbolos, pues no están

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constituidos por la naturaleza y, a la virtualidad que tienen para significar o dar a conocer un objeto, se une una cierta carga afectiva; por ejemplo, la bandera respecto de la patria o las condecoraciones que uno recibe como señal de sus méritos. Evidentemente esta definición del símbolo no encaja en el marco de 7b muchas teorías que son parte principal de la psicología contemporánea ; pero yo lo entiendo así. En las obras de ARISTÓTELES, para referirse a la 'palabra' como parte del lenguaje, se emplean los vocablos griegos 'foné', 'logos', 'fasis', 'orós', 'ónoma', etc. Todas estas palabras griegas tienen en este autor diferentes matices. Sin embargo en el uso que se hace de las mismas, sin excepción, se impone la misma exigencia: que no sean simples sonidos o simples voces, sino que en cada caso vayan acompañadas de una carga significativa. Para que las palabras constituyan un lenguaje tienen que tener esta condición: 'no todo sonido emitido por un ser vivo es una palabra, sino aquel que, causando un impacto, debe poseer un alma y emplea cierta imaginación ('fantasias tinós'); la voz, en efecto, es un sonido que significa algo y no es meramente indicador del aire inhalado como lo es la tos' (De anima, II, 8). Los autores latinos resumieron estos textos con la siguiente frase: 'sonus ab ore animalis prolatus cum imaginatione quadam'. Cuando STO. TOMÁS comenta este pasaje, 7c utiliza esta expresión: 'cum imaginatione ad aliquid siginificandum' . b) El lenguaje es un conjunto de signos instrumentales arbitrarios. Por ser instrumentales constituyen una ayuda para el conocimiento humano. En efecto, constituyen una ayuda, pero, por las razones apuntadas, pueden constituir también un obstáculo o una dificultad para el mismo: para poder ser utilizados con éxito el sujeto tiene que conocer esa conexión y el sentido de la misma, lo cual a veces resulta extremadamente problemático. Las palabras y los otros elementos del lenguaje (ciertos gestos, mímica, algunas posiciones del cuerpo, etc.) son signos de este tipo. Su conexión con las ideas o los pensamientos no es una conexión derivada o radicada en la naturaleza de las palabras. Por sí mismas no significarían nada. Si ciertas palabras nos llevan al conocimiento de ciertos pensamientos y ciertos objetos, es porque los hombres, ciertos hombres, han asociado libremente esas palabras precisamente con esas ideas o con esos pensamientos concretos y no con otros. Si la palabra 'mesa', significa o nos lleva al conocimiento de la idea de mesa, y, mediante la idea de mesa, al conocimiento del objeto 'mesa' y a la cosa 'mesa', es porque a ciertos hombres, los españoles, se les antojó que fuera sí, es decir, porque establecieron libremente la conexión entre ambas. La endeblez de esta conexión queda patente si consideramos que la cosa, el objeto y la idea de mesa se encuentran en todos los países y en la mente de todos los hombres; sin embargo la palabra 'mesa' como signo de la mesa material sólo tiene validez para los españoles, pues sólo ellos han establecido esta conexión; no los franceses, pues para ello han elegido la palabra 'table'; ni los ingleses, los alemanes o los chinos que han elegido la suya. La palabra 'mesa' significa la idea de mesa para los españoles, pero, el día de mañana puede significar otra idea; e incluso para la misma idea los españoles pueden inventar otra 8 palabra . Como puede observarse, no ocurre lo mismo con el humo respecto del fuego, o con el llanto respecto del dolor, o el grito respecto del miedo, etc. La conexión con la cosa significada, en estos casos, es fija, inamovible y universal, es decir, válida para todos los hombres, de todos los países y de todas las épocas de la historia, pues la virtualidad de representar algo o llevarnos al conocimiento de algo deriva de la naturaleza real del signo elegido, por ejemplo en la naturaleza física del humo respecto del fuego.

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El poder significativo de los elementos del lenguaje está pues, en manos del hombre, es decir, en manos del pueblo, como he indicado al principio de este apartado. El desarrollo y la evolución de los hombres en su dimensión cultural es lo que hace posible esa elasticidad de las relaciones del lenguaje con el pensamiento, de la cual hablaba VIGOSTSKY. Esto es también lo que hace posible la elasticidad del lenguaje que tiene como efecto inmediato la vida y el colorido del mismo en manos de los grandes oradores y literatos. Las palabras, pues, son signos instrumentales arbitrarios, pues son voces afectadas accidentalmente por la relación de significación. Las palabras son instrumentos lógicos, es decir, instrumentos utilizados por el logos (inteligencia) para expresar sus contenidos mentales. Esta relación de significación es arbitraria, como hemos dicho. Algunos autores, para demostrar que esto es así, echan mano de dos argumentos: 1) uno, aposteriorístico, consistente en la constatación de que las lenguas sobre la tierra (las palabras) son muy distintas, mientras que los signos naturales son los mismos para todos, por ejemplo, la risa y el llanto; 2) otro, apriorístico, consistente en la constatación de que los signos arbitrarios significan algo concreto, relativo o limitado, la palabra „torre‟ o el ejemplo el semáforo de la esquina, mientras que los signos naturales significan algo universal, por ejemplo el llanto del niño. Cuando un niño llora, ese llanto significa o nos lleva al conocimiento de su dolor, pero también al conicimiento del dolor en general o al conocimiento del dolor de todos los niños. c) Otro de los elementos esenciales para que un conjunto de signos constituya un lenguaje, es la intención de significar las ideas o los pensamientos; es decir, la propositividad. Esta propiedad del lenguaje se deriva de la anterior. El sujeto quiere significar o dar a conocer expresa o tácitamente aquello que piensa. El fin primario del lenguaje es la comunicación. Esta es la razón por la cual hay ciertos conjuntos de signos que no son lenguaje, por ejemplo, las palabras del loro o del papagayo y las letras de la pantalla del ordenador. Ninguno de ellos pretende de una forma expresa y personal significar sus pensamientos, entre otras razones, porque no los tienen a este respecto. La palabra hablada que en casos muy aislados emplea el animal no está vinculada a una representación mental por medio de una relación significativa arbitraria o libre; es decir, esa significación no depende de su elección libre o de su libre aceptación, sino de la voluntad y libertad del experimentador o adiestrador que es el que ha establecido esa conexión utilizando los procedimientos del condicionamiento clásico, del condicionamiento instrumental o del condicionamiento operante. De alguna manera constituirían un cierto lenguaje, desde este punto de vista, el balanceo de la pinzas del barrilete para indicar a otros machos la prohibición de acercarse a su territorio, la danza de la abeja en forma de ocho y en la vertical para indicar a sus compañeras que allí se encuentra el alimento (estudios de VON FRISCH), los rodeos del macho de la paloma a manera de galanteo para indicar el deseo de cubrir a su pareja, los sonidos infrasónicos de los elefantes para llamar la atención de sus compañeros, los mensajes sonoros elementales de los delfines para establecer su vida de relación (experimentos de LILLY), la emisión de ciertas sustancias químicas por parte de las hormigas para indicar dónde se encuentra el alimento y la dirección o la senda que debe trazarse para transportarlo, etc. Sin embargo, a esto le falta mucho para ser un verdadero lenguaje, toda vez que la conexión de los signos con las representaciones y los objetos no es una conexión 9 arbitraria, intencionada, querida y libremente establecida . d) Otro de los elementos esenciales del lenguaje es la conexión inmediata con las ideas, los pensamientos, deseos, inclinaciones, decisiones, etc. El contenido

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fundamental e inmediato del lenguaje es, por tanto, subjetivo; no, objetivo. Los objetos y las cosas a las que pertenecen esos objetos constituyen solamente su contenido mediato. Como hemos visto, no hay lenguajes de cosas, sino de pensamientos acerca de las cosas. e) El contenido directo e inmediato del lenguaje son las ideas y los pensamientos. Ahora bien, las ideas, aunque son constructos mentales, en un primer momento, son universales, y los pensamientos son pensamientos en la medida en que en ellos interviene un factor universal, como hemos visto en la primera parte de este capítulo. Por tanto el verdadero lenguaje es patrimonio exclusivo de aquellos seres que son capaces de producir conocimientos universales. Se habla con frecuencia del lenguaje de los animales. Pero también, y por las mismas razones, puede hablarse del lenguaje de las flores y del lenguaje de las estrellas (PITAGORAS). Sin embargo sólo el hombre puede producir y utilizar un verdadero lenguaje; pues sólo él puede tener ideas y pensamientos universales, y sólo él puede establecer la conexión arbitraria entre ellos y las palabras de la manera que se ha expuesto en los párrafos anteriores. En último caso, el de los animales sería un lenguaje natural, hermético, inamovible, condicionado, homogéneo e instintivo. Como consecuencia de todo lo anterior parece claro que no hay lenguaje si, aparte de los contenidos semánticos, no se dan los siguientes factores: a) las palabras como signos arbitrarios, b) la estructura de las mismas y c) las reglas morfosintácticas para la composición de las palabras y la estructuración de las 10 mismas en forma de enunciados con sentido . c) Funciones del lenguaje externo: Hay un cierto paralelismo entre el lenguaje externo y el lenguaje interno. Salvadas las diferencias que se derivan de la naturaleza de cada uno de ellos en tanto que signo, cabe la posibilidad de establecer algunas comparaciones sin que ello suponga una equiparación de sus propiedades. En efecto, las propiedades del lenguaje externo no son, ni mucho menos, las propiedaes del lenguaje interno. Otro tanto cabe afirmar de las funciones de uno y otro. En lo que concierne al lenguaje externo, estas funciones pueden ser esenciales o accidentales. La función esencial del lenguaje externo es una sola: la expresión del pensamiento y, correlativamente, la comunicación del mismo; entendiendo por pensamiento cualquier dato de la conciencia, ya sean estos datos las imágenes, los recuerdos, las ideas, los razonamientos, los estados afectivos, etc. Las funciones accidentales, por el contrario, son muchas; entre ellas cabe citar la función estética, la función moral, la función religiosa, la función jurídica, la función científica, la función pedagógica, la función terapéutica, etc. Todas estas funciones son secundarias y derivadas de la función comunicativa. En ese campo las opiniones de los autores son muchas y muy variadas. Por el interés que tiene para la historia de la psicología merecen destacarse las funciones que le atribuye LURIA, funciones que en gran parte son las mismas que en este libro se atribuyen al lenguaje interno, como hemos visto en el apartado anterior: a) función designativa, denotativa o referencial, en cuanto que la palabra designa objetos o cosas, no estados afectivos, como el lenguaje de los animales; estas cosas 'designadas' son los objetos, las cualidades de los objetos, las acciones de los objetos y las relaciones de los objetos; por eso en todo lenguaje hay sustantivos, adjetivos, verbos, preposiciones y conjunciones; la palabra siempre está dirigida hacia afuera; en esto se diferencia el lenguaje humano del animal; b) función duplicativa del mundo en cuanto que, por medio de la palabra, se crea un

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mundo mental como distinto y paralelo al mundo real; ese mundo mental nos permite operar intelectualmente con objetos aun en ausencia de ellos; c) función directiva de la conducta, en cuanto que el lenguaje hace posible la aparición de la acción voluntaria o acción planificada desde la conciencia; d) función empírica, en cuanto que el lenguaje nos facilita la experiencia mental de las cosas, permitiéndonos conocer sus propiedades aun sin entrar en contacto material con ellas, por ejemplo, saber si podremos levantar un objeto con un peso determinado sin tomar ese objeto en nuestras manos; e) función acumuladora de experiencias y transmisora de las mismas a otras generaciones; en esto también se diferencia el lenguaje del hombre del lenguaje del animal, pues las relaciones que tiene el animal con el mundo o con la conducta respecto de él cuenta solamente con dos recursos: la experiencia fijada hereditariamente en sus instintos y la experencia individual en cada caso; en virtud del lenguaje el hombre, para esa conducta, puede servirse también de la experiencia ajena; f) función analítica, en cuanto que, por medio de la palabra, el individuo separa o aisla las cualidades de las cosas para trabajar con ellas sin el contacto físico de las cosas a las que pertenece; estas cualidades aisladas le permiten introducir las cosas en sistemas complejos de enlaces y relaciones, en sistemas de códigos, etc; g) función generalizadora, en cuanto que, en virtud del lenguaje, cada cosa es incluida en su propia categoría; h) función abstractiva, en cuanto que el lenguaje nos permite aislar o separar los rasgos de las cosas; es la misma función analítica de la cual acabamos de hablar; i) función comunicadora, en cuanto que el lenguaje es el instrumento del pensamiento y el vehículo de la transmisión de los pensamientos. En otros lugares detalla aun más estas funciones, por ejemplo, la función consistente en ser instrumento del pensamiento se ampliada a la función de condicionar y orientar otros actos mentales, por ejemplo, el acto de la percepción, situándose así en el campo de las tesis whorffianas. En un solo párrafo se resumen todas estas funciones: 'gracias al lenguaje el pensamiento permite delimitar los elementos más esenciales de la realidad, configurar en una misma categoría cosas y fenómenos que en la percepción directa pueden parecer distintos, reconocer los fenómenos que, no obstante la semejanza externa, pertenecen a esferas diversas de la realidad. El lenguaje permite elaborar conceptos abstractos y formular conclusiones lógicas que rebasan los marcos de la percepción sensorial; posibilita los procesos del razonamiento lógico y descubrir en el desarrollo del mismo las leyes de los fenómenos inasequibles a la experiencia directa, permite reflejar la realidad con hondura incomparablemente mayor que la percepción sensorial directa y sitúa la actividad consciente del hombre a una altura inconmensurable por encima del comportamiento animal'.

En muchos de estos puntos la teoría que acabo de exponer no parece sino un eco de otras teorías anteriores, cuyo origen no tiene nada que ver con el origen de la teoría de LURIA, por ejemplo, la teoría de HOBBES. Para este pensador las funciones del lenguaje escrito, las 'letras', son dos: mantener 'la memoria del tiempo pasado' y 'la vinculación de la humanidad dispersa en tantas y tan distintas regiones de la tierra'. En lo que concierne a las funciones del lenguaje oral consistente en la 'transformación del discurso mental en discurso verbal' o en la 'secuencia de pensamientos en una secuencia de palabras', nos sugiere que tiene dos funciones complejas: a) registrar las secuencias de nuestros pensamientos permitiéndonos recordarlas gracias a las palabras con las cuales se troquelaron, por lo cual las palabras son marcas o notas de rememoración, b) indicar lo que unos y otros

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concebimos o pensamos de cada objeto, y también lo que deseamos, tememos, etc.; por lo cual las palabras son 'signos'. A continuación se expresa en estos términos: 'hay los siguientes usos del lenguaje: registrar aquello que por el pensamiento descubrimos como causa de alguna cosa presente o pasada, y aquello que las cosas presentes o pasadas pueden producir (adquisición de artes), mostrar a otros el conocimiento por nosotros alcanzado (aconsejar y enseñar), expresar a otros nuestra voliciones y propósitos (recabar ayuda), satisfacernos y deleitarnos a 11b nosotros y a los demás (placer u ornamento)‟ . Entre nuestros pensadores es, tal vez, J. MAYOR el que recoge con más 12 detalle las series de funciones del lenguaje propuestas por los distintos autores . El lector que esté interesado en el tema puede acudir a la fuente citada o asomarse a uno de sus textos recogido en el capítulo dedicado a los 'procesos psíquicos que tienen lugar en la producción del lenguaje', en este mismo libro. Parece innecesario insistir en que estas funciones, en su mayor parte, son funciones del lenguaje interno. Las opiniones de LURIA, y las opiniones de estos autores a los que acabo de referirme, son muy respetables, pero da la impresión de que presionan fuertemente sobre ellas los supuestos de la corriente cultural a la que pertenecen. Vienen exigidas por esos supuestos, pero no por la observación desinteresada de la realidad. Si se hace excepción de la función 'designadora' o referencial a los objetos y la consiguiente función 'comunicadora', las otras funciones se realizan en la conciencia, sin necesidad de recurso alguno al lenguaje externo. Son acciones sobre objetos o sobre ideas, no sobre cosas. Los impedidos para este lenguaje también las realizan. Y lo hacen además con toda perfección. A estos efectos, el lenguaje externo es absolutamente innecesario. Por eso mismo las distancias que LURIA y VIGOTSKY quieren marcar respecto de la psicología conductista, en realidad, no son tales distancias, pues, a la postre, lo que se está haciendo es una equiparación entre el lenguaje interno y el lenguaje externo, volviendo así al isomorfismo de la teoría mencionada.

BIBLIOGRAGIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. C. 4.- 1) Aranguren, 1979; Bach y otros, 1968; Barbotin, 1977; Bronckart, 1980; F. Mora, 1970; Bayer, 1977; Bender y otros, 1983; Berlyne, 1965; Bobes Naves, 1973, 1973; Bosch, 1965, 1984; Brown, 1981, 1973; Bruner, 1980, 1988, 1986; Bühler, 1966; Clark y otros, 1977; Crystal, 1987; Chauchard, 1962, 1968, 1968; Chistensen, 1968; Chomsky, 1969, 1974, 1977b; Ellis, 1985; Fodor y otros, 1965; Fritz, 1975; Garret y otros, 1968; Goldman y otros, 1968; Gómez Tolon, 1987; Gortázar, 1989; Guttemplans, 1975; Hermann, 1974, 1989; Herriot, 1970; Jackson, 1973; Jacobson, 1983; Janet, 1936; Jenkins, 1969; Lenneberg, 1964, 1967, 1969, 1973, 1982, 1883; ; Loftus, 1978; Luria, 1973a, 1983, 1984; Mayor, 1988; Miller, 1951, 1973; Miller, 1962b; Mounin, 1967, 1970, 1974; Oleron, 1951, 1957, 1981; Olson, 1980; Osgood 1953, 1974, 1986; Paivio, 1964; Paulus, 1975, 1975; Peña Casanova, 1994; Perelló, 1980; Perkins, 1983; Piaget, 1970, 1983, 1984, 1988; Pinillos, 1972, 1982; Porzig, 1986; Premak, 1971, 1972; Quine, 1962; Quirós, 1985; Richelle, 1978, 1982, 1978; Riviere, 1985; Rodrigo, 1984; Rodríguez Santos, 1990; Rondal, 1988; Rosch, 1977b; Santacruz, 1987; Sapir, 1953; Saussure, 1961; Schaeffer, 1986; Secall, 1984; Siguán, 1983, 1984; Sinclair, 1967, 1978; Skinner, 1981, 1985; Slobin, 1971a, 1971b; Stroop, 1935; Vigotsky, 1972, 1973, 1962; Watson, 1920, 1920; Whorf, 1956; Williers y Williers, 1979; Bühler, 1943, 1950; Cassirer, 1923; Furth, 1965, 1971; Inhelder y otros, 1972; Jaspersen, 1922; Mowrer, 1960a, 1960b; Paivio, 1964; Sapir, 1929; Sheridan, 1964; Werner y otros 1963. 2) Scheler, 1969, 1980, 1991; Anould y

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Nicol, 1970; Jolivet, 1956;, 1956; Gredt, 1961. 3) Sullivan, 1938. 4) Luria, 1980, 1985; Whorff, 1971;, 1971. 5) Vigotsky, 1972, 1973; Jolivet, 1956; Gredt, 1961; Gusdorf, 1953; Maritain, 1962, 1968. 6) Bochensky, 1967, 1974; Maritain, 1962, 1968. 7) Ockam, 1967, 1974; Gredt, 1961; Jolivet, 1956; Brennan, 1960, 1965. 7b) Siguán, 1984, Schaeffer, 1986; Paulus, 1975; Halliday, 1983; Garrony, 1975; Cassirer, 1971, 1976; Werner y otros, 1963; Sheridan, 1964; Sapir, 1929; Paivio, 1964; Mowrer, 1960a, 1960b; Jaspersen, 1922; Inhelder y otros, 1972; Furth, 1965. 1971; Cassirer, 1923; Critcheley, 1939; Bühler, 1950. 8) Bochensky, 1967, 1974; Maritain, 1962, 1968, Arnould y Nicol, 1970; Gredt, 1961. 9) Von Frisch, 1957, 1967; Root, 1976; Lenneberg, 1967; Linden, 1976; Hockett, 1964, 1967. 10) Maritain, 1962, 1968; Gredt, 1961; Alejandro, 1966. 11) Luria, 1980, 1985;, 1980. 12) Mayor, 1985; Dale, 1980a, 1980b, 1980c.

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Cap. V.- EL LENGUAJE Y LA INTELIGENCIA

La convicción de que los seres humanos hablan no es objeto de inferencia alguna, pues no la necesita. Es más bien efecto de una simple constatación o evidencia inmediata. Constatamos de una forma inmediata que hablan los demás y constatamos también que hablamos nosotros. Constatamos de la misma manera que empleamos otros signos para expresarnos distintos del habla e independientes de ella. En esto no se plantea problema alguno. Los problemas a este respecto se dan en otros niveles de la reflexión científica. Y uno de ellos es el que surge cuando 1 se plantean las relaciones entre le lenguaje y la inteligencia .

1.- LA TENDENCIA NATURAL A EXPRESAR LOS PENSAMIENTOS Constatamos incluso que sentimos la tendencia a hablar en los términos ya señalados en el capítulo anterior. De una manera indirecta constatamos que también los que nos rodean experimentan esa misma tendencia. En algunos casos constatamos que esta tendencia es tan fuerte que no puede ser inhibida ni siquiera en aquellas circunstancias en las cuales estamos más obligados al silencio, por ejemplo, en un acto religioso, en una ceremonia funeraria o cuando el profesor se encuentra exponiendo una lección que exige una reflexión profunda por parte de los alumnos. Si bien se mira, son muchas más las ocasiones que suponen para nosotros un sacrificio guardar silencio que las ocasiones en que ese sacrificio se produce por la necesidad de hablar.

2.- LA NATURALEZA DE LA EXPRESION El otro problema, el problema de la naturaleza de esta actividad que llamamos lenguaje es mucho más delicado. Tan delicado, que son muy pocos los autores que se disponen a abordarlo. Se habla con frecuencia del lenguaje como efecto de esta actividad o de la actividad misma en tanto que ejercicio de la causalidad que produce el lenguaje. Pero nadie o casi nadie se ocupa de analizar su naturaleza. Hay algunos nombres en la tradición aristotélica que expresaron su 1b preocupación por el tema . En la filosofía moderna y en la psicología actual suenan otros nombres como el de WATSON, el de CHOSMSKY, el de PIAGET, el de VIGOSTKY y LURIA, el de OSGOOD, el de LENNEBERG, el de BROWN, etc., que también se lo plantean de una manera explícita, pero, en unos casos la atención deriva hacia el lenguaje en tanto que facultad, y en otros, hacia el lenguaje como efecto de esa facultad o a los efectos del lenguaje que son las funciones que el 2 lenguaje ejerce en los procesos de la vida psíquica individual y social . Se trata, pues, de saber en qué consiste esencialmente esa actividad que llamamos 'expresarse' con independencia de los medios o símbolos que se elijan

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para llevar a efecto esa expresión y el papel que desempeña la inteligencia en esa actividad. La primera exigencia que se impone a estos efectos es la de diferenciar bien entre la acción de expresar los pensamientos y la elección de un medio concreto para llevar a efecto esta expresión. Como acabo de indicar, el lenguaje en tanto que actividad no es más que la acción de expresar los pensamientos. Si nos atenemos a esta distinción y no la perdemos de vista, podemos afirmar de una manera absoluta que la expresión también es una actividad inmaterial. En primer lugar, porque es 3 ejercida por el cerebro, no en tanto que es materia, sino en tanto que es cerebro ; entendiendo esta distinción en el mismo sentido que ya se ha expuesto en el apartado anterior. Quiere esto decir que la expresión es efecto adecuado e inmediato, no de las neuronas, sino de aquel principio metafísico en virtud del cual las neuronas son neuronas de un cerebro humano, es decir, neuronas inteligentes. La acción de expresarse se debe, pues, a uno de los principios constitutivos del cerebro, al principio inmaterial, toda vez que el principio material es totalmente pasivo e inerte como toda materia. En segundo lugar, esta acción es inmaterial por razón del contenido. En efecto, lo que pretendemos expresar por medio del lenguaje de una manera inmediata son las ideas, no las cosas representadas en esas ideas. Esta función de expresar las cosas la cumple el lenguaje de una manera secundaria y derivada. Utilizamos el lenguaje con la finalidad inmediata de manifestar lo que pensamos, o para ocultarlo, pues la ocultación del propio pensamiento ya es un pensamiento que, respecto de la mentira, es más inmediato que el pensamiento que se pretende ocultar. Por tanto en la actividad del lenguaje son materiales los recursos o el soporte de la expresión y la comunicación, pero no la expresión misma. Si nos fijamos ahora en la expresión del pensamiento en tanto que proceso psíquico, cabe la posibilidad de descubrir en ella una determinada estructura. Es un acto inmaterial, pero no es un acto simple. La expresión se encuentra integrada por una serie de actos más simples o más elementales. Esos actos son: el conocimiento de la expresabilidad del objeto (el pensamiento), el conocimiento de una variedad de recursos como elementos aptos para la expresión (palabras, gestos, exclamaciones, movimientos, cosas y acciones materiales, etc.), el conocimiento expreso de la aptitud mayor o menor de cada uno de ellos para cumplir esta función expresiva, el conocimiento de la conveniencia de utilizar uno u otro de estos recursos, la elección efectiva de uno de ellos prescindiendo de los demás, la orden de ejecución material de esta elección, etc. Advirtamos que no se trata de la ejecución misma, pues ésta está a cargo de los órganos materiales o de los miembros del sujeto, los cuales ya son materiales y, en consecuencia, ejercen una actividad material en el proceso lingüístico. La expresión del pensamiento es de naturaleza psíquica como el pensamiento mismo. La naturaleza material corresponde a los recursos de los que 4 nos valemos para emitirla al exterior poniéndola a disposición de los demás .

3.- HABLAR Y ENTENDER Entre el emisor y el receptor de la comunicación hay un estrecho paralelismo. Al primero le corresponde expresar sus pensamientos y al segundo le corresponde captarlos, entenderlos o asimilarlos. Estas acciones son inmateriales, pues son actividades de una facultad inmaterial. Pero en medio de ambos están los recursos de la expresión que son, a su vez, los recursos de la comunicación, los

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cuales son materiales, como hemos visto. Por eso mismo el primero, la expresión, quiere elevarlos a la categoría de símbolos, codificándolos, y el segundo, la comunicación, tiene que interpretarlos descodificándolos. La codificación consiste en añadir al ser material de una cosa un contenido inmaterial, el significado (contenido semántico), mientras que la descodificación consiste en separar ese contenido para poder entenderlo. No puede ser de otra manera. Una cosa material que es portadora de una carga inmaterial es algo que va en contra de la naturaleza. Eso puede acontecer de una manera accidental y transitoria. Para que la inteligencia del receptor pueda entender el mensaje tiene que separarlo de la cosa material para colocarlo en el lugar natural que le corresponde, es decir, en la inteligencia; en la suya propia, no en la de otros. Sólo puede entenderlo si lo contempla tal cual es, es decir, como mensaje, no como cosa material. Si no fuéramos capaces de producir esta separación del mensaje respecto de los medios o recursos materiales de la comunicación, esos mensajes serían absolutamente ininteligibles. La comunicación sería de todo punto inviable. La simbolización, por una parte, y la interpretación, por otra, son las acciones que hacen posible el lenguaje y la comunicación. Es más, la simbolización ya es un acto muy importante que forma parte del lenguaje como actividad del 'homo loquens'. La actividad que llamamos lenguaje termina con la orden de ejecución de la que he hablado antes. La ejecución misma consistente en la asunción de un recurso material o una cosa para ser convertida en símbolo (código) del pensamiento o la idea, así como la transmisión de este símbolo o código a los demás, ya no forma parte de la actividad del lenguaje. Ni siquiera es algo que deba hacer necesariamente el hombre. Puede hacerlo una máquina. Puede hacerlo incluso la naturaleza por medio de las vibraciones del aire, las ondas de la luz, la energía eléctrica, la presión física sobre las células, la irritación química de los órganos, la coordinación de los distintos movimientos, el equilibrio de las energías vitales, etc. Esta parte del lenguaje, si es que puede llamarse lenguaje, ni siquiera es una actividad específicamente humana. Es sabido que algunos autores derivan su reflexión o análisis hacia lo que puede ser considerado como función del lenguaje. En este sentido hablan de la función del lenguaje como constitución de la propia conciencia, como designación y diferenciación de las cosas, como duplicación de estas mismas cosas, como proceso de donación de sentido e inserción de la denotación y connotación en las cosas conocidas, como acción de operar con las cosas mentalmente, como 5 regulación del acto volitivo, como dirección de la conducta externa, etc . Todo esto es una teoría aceptable, sin duda alguna, pero sólo sobre la base de entender el lenguaje como lenguaje interno, es decir, como actividad de producir ideas y como actividad de desplegarlas siguiendo el curso que marcan las leyes lógicas y psicológicas hasta llegar a la configuración de la conducta externa del individuo. Tomado en el sentido en que lo interpretan y exponen estos autores constituye una teoría no demostrada en absoluto. El verdadero lenguaje es una actividad que deriva de todos esos procesos. No es una actividad que los precede. En cualquier caso esta teoría no nos dice lo que es el lenguaje como actividad, sino las funciones que derivan de la aplicación del lenguaje a ese tipo de actividades. En las páginas de este libro también se habla de esas funciones del lenguaje. En concreto, cuando se habla del lenguaje interno, se pone de relieve el marcaje del objeto, la categorización y generalización del conocimiento, del análisis y la síntesis de los conceptos, etc. El lenguaje externo, que es el que tienen en cuenta estos autores, ya supone constituidas estas funciones. La función suya es únicamente expresarlas de una manera material.

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3.- LENGUAJE E INTELIGENCIA Si consideramos que el lenguaje no es tal si no es la expresión de nuestros pensamientos, hemos de convenir en que no es posible establecer una desvinculación entre una cosa y otra. El lenguaje es la expresión genérica de nuestros pensamientos. Esta expresión puede ser verbal, escrita, gestual, mímica, etc. Cada una de estas formas de expresión da lugar a una especie de lenguaje constreñido a una sociedad o un pueblo determinado, por ejemplo, el pueblo español. Es el idioma o la lengua. Por su parte el idioma o la lengua toman cuerpo en unas formas singulares de las que forman parte esencial las palabras concretas con su estructura morfológica, su pronunciación, sus variantes tónicas, sintácticas y semánticas, que ya son propias de un grupo reducido, un pueblo, una aldea, una tribu, etc.; esto es el habla mediante la cual se expresa cada uno, el hecho físico del habla: la lengua española, la lengua inglesa, la lengua alemana, hablada por cada grupo inglés, por cada grupo alemán, por cada grupo español. En efecto, lo que nos diferencia a los españoles de los ingleses es el idioma como conjunto de sonidos materiales. Y lo que nos diferencia a los grupos de españoles, alemanes e ingleses en el interior de estos países, los grupos y los pueblos o aldeas, es el habla. Hay un idioma español para todos los españoles, pero hay un habla distinta para cada grupo o para cada pueblo de los que consta la sociedad española. Lo que hay detrás de esos sonidos materiales, las ideas y los procesos psíquicos mediante los cuales se llega a la producción del habla es común a todos los seres parlantes, o, al menos, puede serlo. En capítulos posteriores de este libro se hacen repetidas alusiones a la teoría de CHOMSKY acerca de las estructuras profundas del lenguaje. Pues bien, estas estructuras, como veremos, son anteriores al habla material, y no son específicas de cada pueblo, sino comunes a todos los seres humanos y a todas las lenguas, por ejemplo, la estructura 'sujeto-objeto', la estructura 'poseedor-objeto poseído', etc. Junto a estas estructuras profundas se encuentran las reglas en virtud de las cuales se constituyen y transforman estas estructuras en estructuras superficiales que son las que suenan ante nuestros oídos. Estas estructuras y estas 6 reglas son las que determinan el lenguaje y el habla haciéndolos posibles . Esta nueva dimensión del lenguaje ya no pertenece a los músculos que pronuncian materialmente las palabras (verbalización), sino a la inteligencia, pues es la inteligencia la única facultad humana que es capaz de seleccionar los datos de la conciencia (conceptos) que son aptos para formar parte de esas estructuras colocando cada uno de ellos en el lugar que le corresponde; la única facultad capaz de comprender las reglas para esta selección y estructuración; y la única facultad capaz de aplicar estas reglas al objeto de que la expresión sea correcta. Ni la percepción, ni la imaginación o la memoria, ni las facultades motrices son capaces de hacer esto, pues el manejo de estas estructuras y estas reglas supone el conocimiento de la dimensión universal de los datos y las reglas, cosa que está fuera del alcance de estas facultades. La forma más sencilla del pensamiento humano es la forma 'S es P', es decir, la forma atributiva o forma 'sujeto-predicado' unidos por la cópula 'es'. Esta es su forma lógica que tiene su correlato en la forma gramatical correspondiente. La diferencia que hay entre esta estructura y la estructura chomskiana 'sujeto-objeto' está en que, mientras esta forma es una estructura o esquema mental puro, la forma chomskiana es un esquema de contenidos muy generales. En efecto 'S' y 'P' puede

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ser cualquier contenido de la conciencia, mientras que el 'sujeto' y el 'objeto' de la segunda forma ya son un contenido determinado, por ejemplo, el contenido 'causaefecto'. Lo mismo acontece con los elementos de la estructura o forma 'poseedorobjeto poseído'. Mientras que 'S' y 'P' son categorías lógicas, 'sujeto' y 'objeto' son categorías ontológicas. Sin embargo no hay una separación o independencia radical entre ambas estructuras o formas. La estructura ontológica sujeto-objeto tiene que ser pensada y expresada por medio de la estructura lógica sujeto-predicado. No cabe otra posibilidad. Pues bien, la inteligencia es la facultad encargada de seleccionar los contenidos teóricos de conciencia que son aptos para desempeñar el oficio de predicado, así como los contenidos teóricos que son aptos para desempeñar el oficio de sujeto. Y esto lo hace de una manera racional, es decir, respetando las reglas del pensamiento que son las reglas de la lógica en tanto en cuanto que están fundamentadas en las reglas y leyes de la realidad, reglas y leyes de la física y la metafísica: en el caso que nos ocupa, las reglas de las causas y los efectos. Son estas las reglas que le permiten construir las estructuras profundas del lenguaje, las cuales, en fin de cuentas, son las que garantizan su verdad. El lenguaje expresa información y proporciona información en la medida en que estas estructuras son correctas. Las estructuras superficiales (verbales) carecen de esta garantía: contempladas desde el que las utiliza, pueden construir una mentira; y contempladas desde el que las recibe, pueden llevarle al error. Las estructuras verbales ya no dependen de la inteligencia sola. Dependen también de la voluntad (toma de decisiones). Por esta razón pueden ser utilizadas para fines distintos (finis operantis) de los fines naturales del lenguaje (finis operis). Dependen también de las limitaciones de las facultades motrices, las cuales pueden no haber sido adiestradas convenientemente en el aprendizaje de los movimientos conducentes a la pronunciación de las palabras propias de una lengua determinada. Las estructuras lógicas son propias de la inteligencia y son innatas. Las estructuras ontológicas profundas del lenguaje no son innatas. Lo que es innato es la exigencia que experimenta la inteligencia en virtud de la cual se siente empujada a considerar unos objetos como causas y otros como efectos, unos objetos como poseedor y otros como cosa poseída, etc. Como estas exigencias son universales (son patrimonio de todos los individuos humanos), las propiedades de todas las lenguas son también universales y los individuos de todas las razas las aprenden de la misma manera, es decir, descubriendo por sí mismos las mismas reglas de construcción y transformación de estructuras (gramática generativa), utilizando los mismos mecanismos psicológicos y recorriendo los mismos pasos. Este carácter innato es el factor que explica el hecho de que, al estudiar una lengua, el individuo 7 aprende mucho más de lo que le enseñan . Los ambientes familiares, escolares y sociales no constituyen más que un estímulo necesario (pero sólo un estímulo) para que se desarrollen estos factores innatos que se encuentran vinculados a la inteligencia. Esta dimensión profunda del lenguaje confirma una vez más el carácter de la espontaneidad como propiedad de todos los actos vitales; sobre todo, los actos de la vida racional. En cualquier caso no conviene exagerar esta pretensión de vincular la facultad del lenguaje a la facultad de la inteligencia. Una cosa es aprender y utilizar el lenguaje y otra muy distinta, aprender y utilizar una lengua concreta o el habla de un grupo cualquiera. El aprendizaje y utilización del lenguaje en general forma parte de la capacidad general de aprender que es innata en cada ser humano. Esta capacidad general de aprender o es la inteligencia o está toda ella dirigida y orientada por la inteligencia. En esto caben muy pocas posibilidades para la

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vacilación o la duda, pues el aprendizaje consistente en la adquisición de formas de expresión en tanto que símbolos discrecionales de las ideas no puede hacerse sin la intervención de la inteligencia. Los animales carecen de ella; por eso no disponen de un lenguaje verdadero. Otra cosa muy distinta es el aprendizaje y el uso de una lengua cualquiera en forma de lenguaje hablado. Para los empiristas y positivistas en esta tarea el niño no posee ninguna capacidad especial innata que le permita aprender y utilizar una lengua. La lengua y su uso son inducidos de la experiencia sensible, de la misma manera que son inducidos otros conocimientos y otras habilidades mentales. Para los racionalistas, por el contrario, cada individuo humano posee una capacidad innata especial que es la que le permite aprender y utilizar una lengua determinada o una serie de ellas: 'no hay nadie tan necio, ni siquiera los idiotas, que no sea capaz de juntar distintas palabras para formar a base 8 de ellas una oración para expresar su pensamiento' . Se trata de ver si esta facultad especial es la inteligencia misma o se deriva de ella de una manera necesaria e inmediata. Pues bien, en principio parece que la vinculación no es tan estrecha, pues está comprobado que el desarrollo de la inteligencia y el desarrollo del lenguaje no son correlativos. En una población normal el CI va de 80 a 150 aproximadamente. Si la correlación fuera tan estrecha como algunos estiman, las habilidades lingüísticas de un individuo de CI bajo deberían ser bajas, mientras que las de un individuo de CI alto deberían ser altas. Pero en la realidad no acontece así. La correlación del sistema lingüístico con el CI se refiere al dominio del léxico, a la posesión y el dominio de las ideas, a la tendencia y facilidad para expresarlas, etc., pero no al dominio del sistema general del lenguaje. En este punto concreto las diferencias son muy pequeñas entre un individuo fronterizo y otro 9 superdotado . Esta desvinculación entre el desarrollo de la inteligencia y la adquisición y el uso de una lengua concreta nos confirma la teoría anteriormente expuesta según la cual el lenguaje es una facultad innata, pero distinta de la facultad de la inteligencia. Como, por otra parte, esta facultad que no poseen los individuos en tanto que individuos, sino que es poseída por ellos como capacidad propia de la especie humana, todos los miembros de la misma la comparten de la misma manera y en la misma medida. La diferencia está en que unos la desarrollan más que otros. Pero aun esos que la desarrollan poco, aun esos, insisto, la desarrollan poniendo en juego los mismos principios y reglas universales las cuales facilitan la construcción de las mismas estructuras lingüísticas para todas las lenguas por muy diferentes que ellas sean (universales lingüísticos). La lingüística es la ciencia encargada de estudiar estos principios genera-lísimos que facilitan las estructuras universales que son comunes a todas las lenguas, mientras que la gramática de cada lengua debe reducirse al estudio de los principios específicos y a las estructuras que le son propias, por ejemplo, la gramática española.

4.- EL PAPEL DE LA INTELIGENCIA Pues bien, según esto, el contenido de la lingüística es innato: principios generales, estructuras universales, reglas de formación y transformación de estas estructuras, etc. Por el contrario, el contenido de la gramática es adquirido: rasgos peculiares de su lengua, estructuras morfosintácticas, transformaciones y

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estructuras superficiales, etc. La lingüística como ciencia debería ser únicamente una reflexión sobre lo que el niño ya sabe, porque tiene una capacidad innata que le habilita para saberlo, la capacidad del lenguaje. La gramática en tanto que ciencia tendría como finalidad el desarrollo de esta capacidad en una línea determinada, la línea de su propia lengua. En cualquier caso, la facultad del lenguaje no es la facultad de la inteligencia, pero no puede desarrollarse en absoluto sin la ayuda de la inteligencia. Esta dependencia del lenguaje respecto de la inteligencia queda patente, además, por la naturaleza psíquica de los procesos mentales que constituyen el lenguaje. El 10 propio CHOMSKY resalta este trabajo (procesos) de la inteligencia que compete estudiar al psicólogo: 1) 'des-cubrir el esquema innato que caracteriza la existencia de lenguas posibles, el que define la esencia del lenguaje humano; esto es tarea de la rama de la psicología humana llamada lingüística'; 2) 'estudiar detalladamente el verdadero carácter del estímulo y de la interacción entre el organismo y el ambiente que pone en marcha los mecanismos cognoscitivos innatos'; 3) 'determinar lo que significa exactamente que una hipótesis de la gramática generativa del lenguaje sea consistente con la información que recibe del exterior'; 4) 'descubrir una gramática generativa que explique toda la información lingüística que le ha sido presentada y que proyecte esa información sobre una gama infinita de posibles relaciones sonidosignificado'; 5) 'diferenciar entre las expresiones que evidencian directamente el carácter de la gramática subyacente (expresiones correctas) y las que debe rechazar, porque, según la hipótesis que ha escogido, son divergentes, fragmentarias o están mal estructuradas'. Todo individuo se encuentra capacitado para realizar esta diferenciación, como hemos constatado anteriormente a propósito de un texto de DESCARTES. En esa misma línea se mantiene la teoría de CHOMSKY. Pero esto se hace mediante un proceso restrictivo: 'el que aprende una lengua tiene que elegir una hipótesis que rechaza en gran parte la información en la que esta hipótesis debe apoyarse' (CHOMSKY). Como puede observarse, en todas estas actividades mentales se encuentran implicados serios procesos que corren a 11 cargo de la inteligencia .

5.- EL PAPEL DEL LENGUAJE EN LOS COMPORTAMIENTOS DE LA INTELIGENCIA Hasta el momento hemos hablado del papel de la inteligencia en los procesos lingüísticos, pero no hemos insistido suficientemente en el papel del lenguaje en los comportamientos de la inteligencia. En efecto los comportamientos fundamentales u originarios, los comportamientos específicos de la inteligencia, son los actos de entender y razonar. De esos comportamientos se derivan otros que ya no son tan fundamentales. Estos comportamientos son la solución de problemas, la toma de decisiones, el transfer, la creatividad, la metacognición, etc. Pues bien, de una supuesta teoría aristotélica, tomada de varios pasajes secundarios e irrelevantes de sus obras, surge una tradición que declara el papel del lenguaje como un papel insustituible para que el pensamiento racional pueda desarrollarse. En esto hay una consonancia sorprendente entre la psicología antigua y la psicología actual protagonizada por los autores más destacados: CONDILLAC, VIGOSTSKY, LURIA, WHORFF, ETC.

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Sin embargo, ni hay razones serias para hacer derivar esa tradición partiendo de las tesis aristotélicas, ni las razones de ARISTÓTELES y su tradición tienen nada que ver con las razones del fenómeno que estudian los psicólogos actuales. Entiendo que es improcedente dar por finalizado este capítulo sin volver sobre la tradición aristotélica a la que me he referido antes expresamente. Esta revisión de la teoría de las facultades es ineludible en este lugar, toda vez que lo que piensa esta tradición acerca de la facultad y el uso del lenguaje no se encuentra en consonancia con su teoría del acto y la potencia que constituye el eje de toda su filosofía. En efecto, dice esta tradición que en la 'Historia de los animales' el autor defiende una idea según la cual los sordos de nacimiento son individuos de inferior calidad intelectual respecto de los ciegos de nacimiento. Aun más, los sordos de nacimiento ni siquiera tienen la categoría de personas. El razonamiento que lleva a esta conclusión se desarrolla de la siguiente manera: lo que hace que un ser sea persona es el pensamiento racional. Ahora bien, el sordo de nacimiento se encuentra incapacitado para el pensamiento racional, toda vez que se encuentra impedido para el lenguaje que es la fuente de la que el pensamiento se nutre. Por tanto el sordo de nacimiento no es persona. En otras palabras, si el sordo de nacimiento se encuentra incapacitado para la recepción del lenguaje, se encuentra incapacitado también para el pensamiento racional. Por eso mismo el sordo de nacimiento es un ser irracional. Esta teoría tuvo su vigencia desde entonces hasta bien entrada la Edad Moderna, y sus consecuencias se dejaron sentir, tanto en el campo de la psicología, como en el campo de la moral y el derecho. Es conocido el caso de la ilustre familia Velasco (siglo XVI) poseedora de grandes dominios en Castilla la Vieja. Por el hecho de que sus dos hijos eran mudos, la ley declaraba a los padres incapacitados para transmitirles la herencia. A su vez, los hijos eran declarados incapaces para recibirla. Por esta razón el padre buscó a alguien instruido en las artes de enseñar a hablar y tuvo la suerte de encontrarlo. Ese gran maestro de sordomudos fue PEDRO PONCE DE LEÓN, en el monasterio de Oña, en la provincia de Burgos. Sus hijos no sólo aprendieron a hablar, sino que, además, llegaron a declamar correctamente y a formar parte del coro del convento. Tan arraigada estaba esta tradición, que Fray Pedro Ponce trató de ocultar los resultados del experimento ante el temor de que la Inquisición interpretara sus prácticas educativas como superchería. Sin embargo lo más sorprendente de esta historia no son los hechos, sino la procedencia de esta teoría en relación con la psicología de ARISTÓTELES. La teoría aristotélica de la potencia y el acto, aplicada a los fenómenos de este tipo, es incoherente con este modo de entender la realidad. Los historiadores que se hacen eco de dicha tradición intentan apoyarla en algunos pasajes de ARISTÓTELES tomados de la 'Historia de los animales', que acabo de citar, y en otros supuestos filosóficos que forman parte de los fragmentos de los 'Problemas'. Pero ninguno de estos libros autoriza para hacer semejantes deducciones. En primer lugar, porque el primero de estos textos apenas si hace referencia al tema que nos ocupa: su objetivo se centra en la diferenciación que debe establecerse entre los sonidos, la voz y el lenguaje. En segundo lugar, porque el segundo de los textos aducidos se ocupa de otros temas, entre ellos, temas de medicina, sin que quepa la posibilidad de inferir de los mismos la dependencia absoluta del pensamiento racional respecto del lenguaje y el sentido del oído. Hay, por el contrario, otros textos aristotélicos que tienen más peso a la hora de entender las relaciones entre la razón o inteligencia y el sentido del oído. Estos textos son el tratado 'De anima', el 'De sensu et sensato' y

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el de las 'Refutaciones sofísticas'. Por su importancia he optado por referirme de 12 manera especial al 'De sensu et sensato', en su capítulo primero, últimos párrafos . Un análisis pormenorizado del texto aristotélico nos permite establecer los siguientes puntos: 1.- El olfato, la vista y el oído son los sentidos que garantizan la 'subsistencia' del sujeto (necesidad), pues son los que permiten buscar y seleccionar los alimentos y evitar los factores que provocan el deterioro y la destrucción. 2.- Por otra parte, estos tres sentidos, para aquellos que están dotados de inteligencia, son los que garantizan el 'bienestar', pues son los que facilitan el conocimiento de las diferencias de los objetos. Estas diferencias son las que permiten comprender lo 'pensable' (comprensión de los objetos: las cosas tal como son) y lo 'factible' (comprensión de la conducta: las cosas tal como pueden ser producidas o hechas por el hombre). 3.- De estos sentidos: a) para satisfacer las 'necesidades generales', el más importante es el sentido de la vista (per se); b) para satisfacer las 'necesidades especiales', es decir, las necesidades de los seres dotados de inteligencia, el más importante es el oído (per accidens). El oído contribuye a la inteligencia en mayor medida que los demás sentidos. 4.- La razón de esto último estriba en lo siguiente: el discurso (la palabra hablada) es el factor determinante del aprendizaje por ser audible. Esta función la cumple el discurso no de manera esencial, sino accidental (per accidens); es decir, no en cuanto que está constituido a base de palabras, sino en cuanto que está constituido a base de símbolos (palabras con significado). 5.- La consecuencia que se deriva de esto es la siguiente: los que están privados del oído, padecen graves deficiencias de aprendizaje. Consecuentemente, padecen también graves deficiencias de razonamiento. 6.- Por eso concluye que, entre los que están privados de estos sentidos desde el nacimiento, los ciegos son más inteligentes que los sordos. 7.- Esto no supone, ni mucho menos, que el sordomudo de nacimiento esté privado de la inteligencia como facultad. Tampoco supone que esté privado del uso de la inteligencia en absoluto, pues nos ha dicho unas líneas más arriba que los tres sentidos (vista, oído y olfato) contribuyen de alguna manera, no sólo a la subsistencia del sujeto, sino también a su bienestar, que es la satisfacción de sus necesidades especiales entre las cuales está el servicio o la ayuda a la inteligencia (la comprensión de lo pensable y lo factible). 8.- Por tanto la inteligencia, en tanto que facultad, para esta comprensión que es su actividad esencial, dispone de otras fuentes; menos eficaces, ciertamente, pero eficaces, que son los otros sentidos, mediante los cuales puede obtener la información que ella necesita para ejercer el acto de entender o comprender. 9.- En la frase final del párrafo se dice que los sordos de nacimiento son menos inteligentes que los ciegos de nacimiento. Pero no nos dice que los sordos sean en absoluto carentes de inteligencia. Todo lo contrario: el desarrollo de la inteligencia es reconocido en estos casos. Ese desarrollo es inferior o de menos alcance, pero no nulo. 10.- Cuando algunos autores analizan estos pasajes del Estagirita remiten también al tratado de las 'Refutaciones sofísticas'. En ese mismo lugar, y refiriéndonos a la importancia del lenguaje para el razonamiento correcto y verdadero, establece una distinción clara entre: a) la investigación que el hombre establece con otros hombres a base diálogo (palabras), y b) la investigación que hace él solo a base del contacto con las cosas. Pues bien, la inteligencia se muestra más proclive al engaño (error, sofisma) en el primer caso que en el segundo. Para la

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inteligencia importa más el contenido de las palabras que las palabras mismas. Y ese contenido puede obtenerlo también por otros cauces, aunque esos cauces no sean tan fáciles y expeditos como las palabras percibidas por el sentido del oído, por ejemplo, el cauce o el contacto personal con las cosas del mundo material. Por tanto es evidente que la inteligencia y el ejercicio de la inteligencia no tienen tanta dependencia del sentido del oído y del lenguaje como piensan esos autores antiguos que han desencadenado esa tradición inveterada según la cual los sordomudos son seres irracionales. Estas ideas apenas si han tenido eco en los autores que acabo de citar, por ejemplo, CONDILLAC.

6) EL PAPEL DEL OIDO EN EL LENGUAJE HABLADO: Conviene recordar algo que ya ha sido expuesto repetidas veces en este libro: el ser humano es poseedor de todas las facultades específicas de la naturaleza humana, toda vez que estas facultades son propiedades de la naturaleza y las propiedades son inseparables del sujeto o de la naturaleza a la que pertenecen. Las facultades, pues, son poseídas de una manera innata, y además, poseídas en su totalidad. El uso de las mismas (desarrollo), por el contrario, puede no ser el mismo en todos los individuos. Incluso puede acontecer que algunos sujetos no desarrollen algunas de ellas de ninguna manera. Por tanto el sordo de nacimiento, posee la facultad de la inteligencia, posee la facultad del lenguaje y posee la facultad del oído. Ahora bien, en el sordo de nacimiento el desarrollo del oído padece una carencia absoluta. Esto puede ser debido a alguna lesión del córtex cerebral o alguna lesión o deformación de los órgamos de la audición. En cualquier caso se trata de una lesión orgánica, no psíquica, pues, aunque esto pueda parecer sorprendente, los factores psíquicos del individuo humano no pueden padecer lesión alguna. Poseemos las facultades todas de una manera innata, pero el uso o el desarrollo de las mismas es adquirido. Y esa adquisición se debe al aprendizaje. Ahora bien, para que el aprendizaje pueda producirse es necesaria una estimulación de la facultad correspondiente desde el exterior, bien sea de una manera directa, bien de una manera indirecta. La razón de esta afirmación que sirve de soporte a todas las técnicas o estrategias de aprendizaje estriba en un principio filosófico según el cual una facultad sólo puede ser sacada de su potencialidad por su propio objeto. La estimulación, por tanto, tiene que venirle de su propio objeto. Y esta es la función que cumple el medio ambiente físico y social: suministrar a los individuos, a sus facultades, el objeto que les es propio o específico para sacarlas de su estado de potencialidad, obligándolas a ponerse en movimiento y a desarrollarse. En lo que concierne al sordo de nacimiento, es evidente que el medio ambiente social, familias, escuelas, etc, pueden suministrarle esos estímulos que necesita para su desarrollo. Pero también está claro que algunos de esos estímulos no son eficaces. Es decir, algunos de esos estímulos no cumplen la función de estimular por causa de la lesión orgánica a la que acabo de referirme. El sordo de nacimiento no percibe el estímulo del habla de los demás. Por consiguiente jamás podrá desarrollar su facultad del lenguaje hablado. Ahora bien, eso no supone que el sordo de nacimiento se encuentre incapacitado para todo tipo de lenguaje. No supone tampoco que el sordo de

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nacimiento sea menos inteligente que el ciego, como se reconoce en los textos aristotélicos y en la tradición que de ellos se deriva. El sordo de nacimiento tiene la facultad del lenguaje diversificada como todos los demás sujetos humanos. Por esto mismo puede desarrollar otros lenguajes diferentes del lenguaje hablado. Y de hecho los desarrolla con éxito notable. De tal forma que a través de ellos muestra un desarrollo de la inteligencia que es equiparable al desarrollo de la inteligencia de otros sujetos que padecen otras carencias procedentes de otros sentidos. Acabamos de decir que una facultad cualquiera, para desarrollarse, tiene que ser estimulada desde el exterior. La facultad del habla, para adquirir el uso de la misma, tiene que ser estimulada con el habla de los demás. Sin este requisito no hablará nunca. Pero también hemos dicho que esa estimulación puede ser indirecta, a través de otros órganos y otros sentidos. Hoy en día, de la misma manera que se estimula a los ciegos para que puedan ver, para que puedan tener una leve noción de los colores y las formas, cabe la posibilidad de establecer esta estimulación dirigida a los sordomudos, utilizando para ello potentes instrumentos fabricados con las técnicas más avanzadas. Esta es la razón por la cual los sordos de nacimiento pueden aprender a hablar, es decir, a expresarse por medio de palabras articuladas como los individuos normales. Su lenguaje hablado no será tan perfecto, pero ya es un lenguaje hablado que les permite liberarse de la servidumbre de los signos de las manos y los gestos, de los movimientos de los labios, de la expresión del rostro, etc., que siempre constituyen un lenguaje más torpe e impreciso. Todo esto es posible si el individuo en cuestión es poseedor de la facultad de la inteligencia (si es un ser humano) y si esa inteligencia la tiene desarrollada a un nivel aceptable para poder establecer las relaciones que son necesarias entre las ideas y los signos, las relaciones entre los propios signos para poder hacer la sustitución de unos por otros, las relaciones fonéticas, sintácticas y lógicas entre las palabras para poder construir frases, aunque sólo sea en conformidad con unas estructuras elementales, etc.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c.5.- 1) Lenneberg, 1973, 1982, 1983; Beltrán, 1984; Furth, 1985; Bever, 1970; Brown y Lenneberg, 1954; Chapell, 1971; Irwing, 1949; Lantz, 1964; Luria, 1980, 1985;, 1980; Piaget, 1967; Slobin, 1972; Jolivet, 1956; Brennan, 1960, 1965; Maritain, 1962; Qin Thana, 1993. 1b) Gredt, 1961; Maritain, 1962; Palacios, 1962; Millán, 1967, 1981. 2) Watson, 1920; Chomsky, 1986; Piaget, 1926, 1945, 1965; Vigotasky, 196O, 1964; Luria, 1980, 1985; Osgood, 1963, 1986; Lenneberg, o.c. 3) Qin Thana, 1992, 1993. 4) Qin Thana, 1993; Jolivet, 1956; Brennan, 1960, 1965. 5) Luria, 1980, 1985;, 1980. 6) Chomsky, 1979, 1986, 1989; Lenneberg, 1982; Luria, 1980, 1985; Miller, 1974. 7) Lenneberg, 1982. 8) Descartes, 1980, 1990; Dale, 1980. 9) Descartes, 1980, 1990;

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Cap. VI.- EL LENGUAJE HUMANO, EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES Y EL LENGUAJE DE LAS MAQUINAS En casi todos los libros y publicaciones de psicología y psicolingüística se plantea abiertamente el tema de las diferencias del lenguaje humano respecto del lenguaje animal. Por la preponderancia que han tomado la informática y la cibernética, en la actualidad se plantea también el problema de las diferencias del lenguaje humano respecto del lenguaje de las máquinas. Aunque muchos se nieguen a reconocerlo, estas diferencias son meridianas. Esos lenguajes ni son idénticos, ni son paralelos, ni existe una relación de continuidad entre los más elementales y los más elaborados y complejos. Para caer en la cuenta de esas diferencias es imprescindible hacer algunas reflexiones sobre las propiedades de cada uno de estos lenguajes, sobre los efectos que producen en cada caso y sobre las relaciones mutuas que los vinculan. 1.- EL LENGUAJE HUMANO Frente al lenguaje de los animales que es innato, mímico y concreto, el lenguaje de los hombres o el lenguaje de la palabra hablada, tiene las siguientes propiedades: a) Es adquirido: Esta propiedad que constatan casi todos los autores que se ocupan del tema merece un pequeño comentario. Igual que en otros momentos es preciso distinguir la facultad del lenguaje del uso de esa facultad. El lenguaje, en tanto que facultad (facultad del lenguaje o el habla), es innato, lo mismo que todas las facultades como ya hemos sugerido anteriormente. Hay en el hombre ciertos factores psíquicos y orgánicos que le capacitan radicalmente para el habla. Por eso el hombre llegará a hablar (uso) cuando esos factores u órganos se hayan desarrollado convenientemente. Los seres que carecen de estos factores no llegan a hablar nunca como los demás por mucho que se desarrolle su organismo. El uso del lenguaje o lenguaje fáctico (su utilización en cada caso) es adquirido por medio del aprendizaje. No obstante, aun a este nivel del lenguaje, hay una dimensión medular que también es innata. Cuando CHOMSKY establece la relación ineludible entre las estructuras de la mente y las estructuras lingüísticas, está poniendo los fundamentos para la consolidación de un sistema común de estructuras y principios invariantes poseídos por todos los hombres de una manera innata. Las formas externas del lenguaje, las peculiaridades, los giros, los términos locales, las inflexiones morfológicas, los refranes, etc., constituyen los elementos del caparazón externo del lenguaje. 1 Estos elementos son los que el sujeto comienza a tener cuando los aprende . b) Es articulado. Frente al lenguaje mímico, el lenguaje humano de las 2 palabras habladas es articulado ; por dos razones: 1) porque las palabras en el orden material son sonidos producidos por el aire cuando el individuo articula o

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combina las distintas posiciones de los órganos de la fonación humana: lengua, paladar, dientes, cuerdas bucales, etc.; b) porque cada palabra resulta de la articulación o combinación voluntaria de dichos sonidos de acuerdo con las reglas de la gramática y las posibilidades mismas de la combinación, la cual es prácticamente infinita. c) Es simbólico. La razón de esta propiedad ya quedó expuesta al dejar sentado que el lenguaje de los hombres está constituido por signos arbitrarios, es decir, por signos libremente elegidos por él o libremente aceptados para expresar sus ideas. El simbolismo puede revestir las formas más diversas y más o menos bellas de acuerdo con las habilidades del que lo utiliza. Las ideas son signos de las cosas y las palabras son signos de las ideas. En la terminología de PAVLOV esta relación no es tan evidente. Pero en la sucesión que las vincula, las ideas, si se nos permite emplear esta palabra, constituyen el 'primer sistema de señales', mientras que el lenguaje o las palabras constituyen el segundo de estos sistemas ('segundo 3 sistema de señales') . Hay, pues, un corrimiento de la escala en relación con la terminología pavloviana. d) Es convencional. La conexión significativa de la palabra con la idea o con el objeto depende de la libre voluntad de los hombres. Ahora bien esta voluntad, en cuanto al uso, no es nunca la voluntad de uno solo, sino de muchos, es decir, del pueblo. Las palabras adquieren carta de ciudadanía cuando son inventadas por el pueblo o aceptadas por él en virtud de un acuerdo (convención) expreso o tácito. Cabe la posibilidad de que sea un solo hombre el inventor de una palabra y el propulsor de la asignación de esa palabra a una idea concreta. Este es el caso de los científicos cuando hacen algún descubrimiento. La sociedad les reconoce el derecho a imponerle un nombre. Pero ese nombre pasará inmediatamente al olvido si el pueblo no lo acepta como tal. e) Es productivo. Las estructuras lingüísticas de CHOMSKY de las que hemos hablado antes, conectadas ineludiblemente con las estructuras mentales del sujeto, son las que le permiten construir frases y expresiones nuevas y originales 4 indefinidamente sin que se agote su capacidad . Esta misma posibilidad de producir combinaciones infinitas puede ser aplicada a los sonidos o elementos tónicos del lenguaje. En cada una de las lenguas, en su misma base, los sonidos o voces simples son muy pocos y carecen de contenido semántico casi todos ellos. Sin embargo su combinación tiene posibilidades ilimitadas siendo cada una de ellas portadora de un mensaje. La productividad del lenguaje humano es entendida también por los psicólogos y lingüistas como creatividad Esta propiedad de la articulación fónica de las palabras es consecuencia de otra no menos importante y que consiste en la posibilidad de ser analizadas desde varios niveles distintos. Uno es el nivel de las frases; otro, el nivel de las palabras; otro, el nivel de las sílabas, y otro, el nivel de los sonidos. En este último nivel los sonidos vocales y consonánticos, a diferencia del nivel de las frases y las palabras, como acabo de indicar, no tiene correlato semántico alguno, es decir, los sonidos por separado no son símbolos de nada. Precisamente por esto, porque los sonidos no poseen significación alguna, al combinarse en infinitas estructuras, pueden ser asumidos por la inteligencia humana para significar cualquier contenido semántico. En cada lengua, acabamos de decirlo, estos sonidos son pocos. Casi nunca pasan de cien. Pero sus combinaciones son muchas, dando lugar así a la producción de muchas estructuras o formas de expresión con una capacidad potencial para expresar todas las formas posibles de pensamiento. f) Es abstracto. Existe el riesgo de confundir el lenguaje abstracto con el lenguaje formal o lenguaje formalizado. Este último es el lenguaje de la lógica y el de

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la matemática. Tanto uno como otro son lenguajes desprovistos de significación. Son conjuntos de signos (functores y argumentos) que no significan ideas u objetos, pero que constituyen un sistema correcto o coherente en virtud de las leyes de la sintaxis lógica, por ejemplo, este: si A es igual a B y B es igual a C, entonces A es igual a C. Por carecer de significación o correlato semántico, son lenguajes universales cuyos signos pueden ser sustituidos por cualquier contenido, dando 5 como resultado un lenguaje igualmente correcto . El lenguaje humano normal es abstracto; pero es, al mismo tiempo, un lenguaje con contenido. No obstante ese contenido está constituido por ideas universales y objetos universales. Por ejemplo, 'el pino crece en la ladera', 'Pierre es un ciudadano de París'. Las palabras 'pino', 'ladera', 'ciudadano' son palabras que sustituyen o significan ideas universales y objetos universales. La primera está referida a los pinos en general; lo mismo le acontece a 'ladera' y a 'ciudadano'. Salvo en los enunciados tautológicos, por ejemplo, 'Juan es Juan', siempre interviene una palabra universal con un correlato semántico también universal. En otras palabras, el lenguaje puede estar refiriéndose a su contenido con independencia de las coordenadas espaciotemporales de las cosas a las que se refiere. g) Es connotativo. La connotación de una palabra va siempre acompañada de su denotación. Ésta es el significado del término, es decir, el objeto, la cosa o la acción que constituye su correlato semántico. La denotación de la palabra 'casa' es la vivienda física en que se habita. La connotación, sin embargo, está constituida por los contenidos semánticos asociados a la denotación que la palabra evoca: emociones, sentimientos, valoraciones, preferencias, situaciones, vivencias, etc. En el lenguaje humano no hay denotaciones químicamente puras. Posiblemente tampoco las hay en el de los animales. Pero la riqueza de las connotaciones en nuestro lenguaje constituye una riqueza inmensa para la vida psíquica. Constituye también un factor de equivocidad e imprecisiones. Por esto mismo se han inventado los lenguajes formales que son los que mejor sirven a los intereses de las ciencias. h) Es transmisible de generación en generación. Esta transmisión tiene lugar por la vía de la enseñanza-aprendizaje, a diferencia de los animales que no transmiten nada de lo que adquieren por aprendizaje. Lo que ellos transmiten es lo que tienen por razón de su naturaleza, es decir, sus facultades y sus movimientos 6 instintivos. Pero esto lo hacen por la vía de los genes . En la actualidad existe la convicción de que los animales también son capaces de transmitir representaciones y conductas aprendidas. i) Es, por último, jerarquizado. Esto quiere decir que los distintos fragmentos del lenguaje, las palabras y los enunciados, no tienen todos ellos la misma importancia. Unos dependen de otros. Los adjetivos y los verbos dependen de los sustantivos, las oraciones subordinadas dependen de las subordinantes o principales, etc. Esta primariedad o secundariedad se desprende de la naturaleza de cada una de ellas y se manifiesta a través de los signos externos de las estructuras superficiales del lenguaje y del habla: utilización de conjunciones, preposiciones, desinencias nominales y verbales, entonación o acentuación, etc. Este es otro de los rasgos del lenguaje humano que no se encuentra en absoluto en el lenguaje de los animales y las máquinas. En la opinión de CHAUVIN estas propiedades son tan importantes y tan profundas, que ellas, por sí mismas, son suficientes para trazar una línea divisoria infranqueable entre el hombre y el animal. A estos efectos de la distinción, todas son importantes, pero de una manera especial lo son el simbolismo convencional y el 7 carácter abstracto de las palabras .

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Hay otras propiedades que son tenidas en cuenta por los autores, si bien estas propiedades carecen de la importancia que tienen las que hemos expuesto anteriormente. Entre estas propiedades merece destacarse el carácter cultural del lenguaje humano. En efecto, el lenguaje forma parte de la cultura de un pueblo. Aun más, creo que el lenguaje es el eje vertebrador de la cultura. El lenguaje es el pilar sobre el que descansan todos los recursos que están al servicio de las capacidades perceptivas, las capacidades intelectivas y las capacidades motrices o psicomotrices. Por eso el lenguaje es la base de la cultura y la civilización. De esas propiedades se infieren muchas ventajas para el lenguaje humano, algunas de ellas ya han sido tenidas en cuenta a propósito del lenguaje interno. Desde el punto de vista de las ideas, la posesión de las mismas nos permite llevar nuestro conocimiento hasta los factores esenciales de las cosas que no nos han llegado a través del cauce normal de la percepción o experiencia sensible, por ejemplo, el conocimiento que un hombre del siglo veinte tiene de la naturaleza de los árboles que crecen en los bosques del Canadá aunque jamás haya estado allí físicamente para contemplarlos. Como afirmábamos entonces, el conocimiento del hombre que tiene ideas, por razón de los objetos que están representados de alguna manera en esas ideas, no tiene límites. No los tiene, ni en el tiempo ni en el espacio. Desde el punto de vista del lenguaje acontece lo mismo. El lenguaje es un instrumento para que el que lo oye pueda construir su propio conocimiento con más facilidad. Esta facilidad consiste sobre todo en esto: a) con independencia de lo que acabo de afirmar unas líneas más arriba, todo nuestro conocimiento comienza por la acción de los sentidos o la percepción; b) los sentidos y la percepción se ponen en funcionamiento gracias a la acción de los estímulos que actúan sobre ellos, el color o las ondas luminosas, el sonido o las vibraciones del aire, la irritación química de los alimentos sobre la lengua, etc.; c) mediante el lenguaje podemos poner ante los sentidos una cantidad inmensa de estímulos cuando la presencia física es imposible, por razón de la cantidad, el tiempo, el espacio, etc.; por ejemplo, utilizando palabras adecuadas, según sea la lengua en la que se habla, y el desarrollo de las capacidades del que escucha, podemos poner ante sus ojos o ante sus oídos cosas como el átomo, su estructura y sus órbitas internas, el universo celeste con su estructura y la trayectoria de sus estrellas, la célula con su estructura y sus funciones esenciales, las ecuaciones diferenciales con su estructura y sus virtualidades para prefigurar el comportamiento de los sistemas, el alma y sus capacidades esenciales, el sistema de valores de una sociedad cualquiera, la vida de los australopitecos y sus capacidades evolutivas, etc. d) cuando ese lenguaje está referido al átomo, a los cuerpos celestes, a la célula, a las ecuaciones diferenciales, las palabras están referidas a todos los átomos, a todos los cuerpos celestes, a todas las células, a todas las ecuaciones, etc., sin limitación alguna; a los actuales y a los posibles. Y ya sabemos que en el campo de la posibilidad, para cualquier ser, el número siempre es infinito. Por tanto el uso de las palabras u otros símbolos del lenguaje nos permite poner ante los sentidos de los demás, a manera de estímulos, cosas, cualidades de las cosas, acciones y relaciones, en número infinito, ampliando de esta manera el alcance del conocimiento que él pueda producir en su mente. Este es el valor incalculable que el lenguaje tiene para la vida social, para la educación, para la formación de la persona y para la construcción y el desarrollo de la vida misma. Cada palabra, pues, constituye una síntesis de estímulos individuales o un sistema complejo de estímulos desencadenantes de la acción cognitiva. Sin embargo esto no debe ser entendido de una manera bruta o mostrenca: a) en primer lugar, la palabra, en relación con su contenido semántico, no es un estímulo primario

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o inmediato, sino secundario o sustitutivo (suppositio); la palabra tiene una función vicaria; a los efectos del conocimiento, actúa en sustitución de la cosa o cosas a las que se refiere; b) en segundo lugar, la palabra, de acuerdo con las reglas de la 'suppositio' de la que se habla en este libro, no es que ponga ante los sentidos, como estímulo, una colección material de cosas, cualidades, acciones o relaciones. La palabra va dirigida a la inteligencia, aunque lo haga a través de los sentidos (el oído). Y lo que pone delante de ella es el rasgo esencial o los rasgos esenciales simples de esas cosas, esas cualidades, esas acciones o esas relaciones. La palabra 'célula' pronunciada por el maestro ante sus alumnos, no coloca ante la vista de ellos todas las células una por una, individualmente consideradas, sino el rasgo esencial o los rasgos esenciales en virtud de los cuales un cuerpo determinado es una célula. Esta es la razón por la cual la palabra, tomada en este sentido y sólo en este sentido, es un instrumento poderoso y eficaz para la tarea de la inteligencia que consiste en llegar a la esencia o a los factores esenciales de las cosas (inteligencia viene de intus legere). Otra de las ventajas de las palabras (lenguaje humano) consiste en el servicio que prestan al hombre para identificar las cosas. En efecto, identificamos una cosa cuando conocemos que es ella misma, es decir, cuando comprobamos que la cosa en cuestión tiene la esencia o naturaleza que se corresponde con sus apariencias. Por ejemplo, el policía que identifica a una persona que encuentra por la calle como ladrón cuando logra demostrar que realmente ha robado algo. El carnet de identidad sirve para identificar a la persona porque garantiza que los datos individuales del individuo (realidad) se corresponden con la fotografía (apariencia). La identidad, pues, radica en la realidad, no en la apariencia, en lo externo. Pues bien, sería absurda la pretensión de identificar las cosas a base de las palabras que empleamos para designarlas. Las palabras, en este caso, son la apariencia, lo externo, tan externo como la fotografía respecto de la persona fotografiada. Al juez no le basta con tener la fotografía del reo. Tampoco le sirve que los acusadores le llamen 'criminal'. Para identificarlo tiene que demostrar que ha matado realmente a alguien. Las palabras sirven para identificar las cosas sólo si designan una naturaleza que realmente se da en las cosas a las que ellas se refieren. Por tanto la función de identificar la ejercen las palabras de una manera indirecta. La ejercen a través de las ideas que expresan y, sobre todo, a través de la naturaleza o esencia representada en esas ideas. De otra manera, las palabras cumplen la función de identificar las cosas a través de sus correlatos semánticos.

2.- EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES a) Diferencias respecto del lenguaje humano: La observación de los comportamientos de los animales, aunque ésta sea poco profunda, permite deducir que ellos también utilizan un lenguaje con unos fines semejantes a los fines para los que los utiliza el hombre: avisar del peligro cuando un extraño entra en el propio territorio, despertar el instinto sexual en la pareja, ahuyentar o amenazar a los enemigos, demostrar el cariño o el afecto, despertar el interés por ciertas cosas, por ejemplo, el alimento, iniciar y fomentar el juego, establecer y conservar la estructura de la familia, la ralea, la bandada, la jauría, el rebaño etc. Esta 'hechura' del lenguaje hace pensar en la semejanza o la homogeneidad que cabe establecer entre el 8 lenguaje de los animales y el lenguaje de los hombres (interpretación antropomórfica).

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Esta afinidad puede ser entendida en términos de continuidad o en términos de discontinuidad. 9 Los que defienden la continuidad (FLEMING, LINDEN, GARDNER, PREMAK Y PREMAK) entre ambos lenguajes, el humano y el animal, entienden que la diferencia es accidental y que esa distancia entre uno y otro no está en que el hombre sea poseedor de unas dotes o rasgos (facultades, en el sentido tradicional) que el animal no tiene, sino en que el hombre posee esas dotes o rasgos en mayor cantidad, por ejemplo, posee más inteligencia. A esta razón se añade otra, por parte de otros pensadores: mientras que los animales poseen algunas de las destrezas necesarias para el lenguaje, el hombre las posee todas, por ejemplo la capacidad para la simbolización, la capacidad orgánica derivada de la complejidad del aparato vocal, las estructuras sociales que permiten una mayor interacción, el refuerzo que supone la comunicación social, etc. Esta continuidad específica entre ambos lenguajes es defendida en general por todos aquellos que se han dedicado a la enseñanza del lenguaje a los animales, por ejemplo, a los monos. De ello nos ocuparemos enseguida. 10 Los defensores de la discontinuidad o detractores de la continuidad son también muchos (BROWN, LENNEBERG, MCNEIL, LIMBER). Los argumentos que sirven de base a esta teoría son los siguientes: la diferencia entre el lenguaje de los animales y el lenguaje de los hombres no sólo es de grado, es, sobre todo, una diferencia específica, lo cual supone que el lenguaje de los hombres sólo es de ellos, se encuentra vinculado en exclusiva a la especie humana, a la naturaleza humana; por tanto jamás podrán poseerlo o ejercerlo los animales. Por otra parte, parece probado que: 1) el ejercicio del lenguaje y su desarrollo no correlaciona con el ejercicio y el desarrollo de la inteligencia como afirmaban los anteriores; tampoco correlaciona con el adiestramiento o el aprendizaje; 2) hay una especie de programación biológica (genética) del lenguaje, que es fija o válida para todos los niños, pues todos lo desarrollan de la misma manera; 3) la dificultad que aparece en la enseñanza del lenguaje a los animales contrasta vivamente con la dificultad que supone suprimirlo en los seres humanos; 4) aunque las lenguas habladas son distintas, sin embargo todas ellas tienen unos elementos comunes, que son los universales lingüísticos; 5) como consecuencia de 2) y 4), todo niño nace con una especie de gramática universal (innatismo) que es común para todos ellos y que les permite configurar el lenguaje de la sociedad en la que ha tocado vivir e inferir las reglas de la gramática de esa misma lengua con independencia del aprendizaje o la 11 interacción social (dispositivo de adquisición del lenguaje) . En cualquier caso parece que las diferencias que más separan al lenguaje de los animales respecto del lenguaje de los hombres son las que ya hemos apuntado en el apartado anterior: a) el carácter abstracto del lenguaje humano en virtud del cual el hombre puede hablar acerca de objetos ausentes y acerca de objetos universales; b) el carácter de productividad o apertura, en virtud del cual el hombre puede producir estructuras o frases jamás oídas o pronunciadas en número potencialmente infinito, mientras que el lenguaje de los animales es un repertorio fijo o cerrado, limitándose únicamente a los movimientos o gestos aprendidos, sin que le quepa posibilidad alguna de construir algo por su cuenta; a esta característica le hemos llamado otras veces 'espontaneidad'; c) la jerarquización en virtud de la cual los distintos componentes del lenguaje no tienen la misma importancia; unos dependen de otros y se subordinan a otros; d) la articulación en virtud de la cual, con una gama muy limitada de sonidos, el hombre puede construir un vocabulario de enormes dimensiones; de la misma manera y por las mismas razones, las frases o enunciados son potencialmente infinitos; e) la transmisión en virtud de la cual la

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información que posee un individuo puede ser transferida a otros individuos que pertenecen a la suya o a otras generaciones posteriores, utilizando el lenguaje como vehículo, haciendo posible la acumulación de experiencias y la construcción de la cultura en general: 'algunos animales son capaces de transmitir una pequeña cantidad de saber de generación a otra: principalmente el conocimiento sobre las charcas, los lugares donde hay alimento y los hábitos de los enemigos; pero casi todo lo que el antropoide sabe muere con él; el chimpancé joven empieza a vivir, 12 como hace milenios, partiendo de cero' . En este párrafo elemental parece que el autor deja un pequeño resquicio para el carácter comunicativo o transmisivo del lenguaje de los animales. Sin embargo los estudios actuales de estos fenómenos se encuentran en disposición de dar una explicación de ese hecho de transmisión de conocimientos animales simplemente por el ejercicio de la conducta instintiva. Por tanto en estos casos no existe transmisión alguna. b) Los experimentos con animales: Los experimentos llevados a cabo con animales para comprobar su capacidad adquisitiva del lenguaje son muchos. De 13 una manera especial han proliferado a partir de los años setenta . Estos experimentos se han realizado sobre todo con monos. Ya antes de esa fecha se había llegado a la conclusión de que los monos y los demás animales jamás podrían hablar, porque su aparato bucofaríngeo carecía del espacio y la flexibilidad suficientes para la articulación de las palabras (HAYES, KELLOG Y KELLOG). Esto hizo que los investigadores llevaran el intento con otros medios, por ejemplo, con el lenguaje de los sordomudos consistente en signos gestuales: sustitución de las palabras por los movimientos de la mano, los signos del lenguaje americano, las fichas con diferentes formas y colores, etc., con el propósito de darles a cada uno de estos elementos un significado concreto y unas reglas elementales que permitieran hacer una combinación equivalente a la combinación 14 de las palabras que constituyen una frase hablada correcta . Entre estos lenguajes se encuentra el AMELSAN americano. BEATRICE y ALAN GARDNER trataron de enseñar al chimpancé el lenguaje de los sordomudos. Sus esfuerzos parecían tener un éxito considerable. Los testimonios de FOUTS, PREMACK Y PREMACK, RUMBAUGH Y GILL, TERRACE y otros que cuentan los éxitos obtenidos igualmente con chimpancés, causaron una verdadera conmoción en el mundo de la psicología: a) el mono Washoe definió al pato como un 'pájaro de agua', b) la mona Sarah construyó frases como esta: 'Sarah mete las manzanas en el plato de los plátanos', c) el mono Lana llegó a decir: 'por favor, máquina da zumo', d) por su parte Nin se expresaba en los siguientes términos: 'dar naranja, dar comer naranja, yo comer naranja, darme comer naranja, darme tú'. Con estos datos obtenidos del experimento las fronteras 15 entre el hombre y el animal parecían borradas definitivamente (PATTERSON) . Sin embargo estos testimonios, aunque son sumamente valiosos, no constituyen una base suficiente para extraer esas conclusiones. El lenguaje, aunque no sea el lenguaje de palabras, es un conjunto de signos que tiene una vinculación intencionada, consciente y libre con las representaciones mentales; y, a través de las representaciones, con los objetos y las cosas a las que pertenecen esos objetos. El lenguaje, además, incorpora un conjunto de reglas que permiten al individuo construir frases correctas y con sentido potencialmente infinitas (virtualidad creadora). Todas estas cosas son necesarias para que haya verdadero lenguaje, aunque esos signos no sean precisamente palabras. Pues bien, en el caso de los monos, es difícil admitir que esa vinculación sea intencionada; pero, lo que está

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claro es que, ni es consciente, ni es libremente elegida y establecida, ni es creadora. La elección del signo y la vinculación del mismo con sus representaciones, en el caso del mono, es cosa del experimentador y constituye con la representación una asociación mecánica y automática, no una asociación consciente y libre. El análisis posterior de las cintas de vídeo que contienen las respuestas del chimpancé Nim demuestra que en la construcción de esas frases no utilizó una gramática (reglas): las secuencias de sus palabras no son frases. Comparadas con las preguntas y frases de su profesora, han resultado ser unas respuestas muy hábiles del mono producidas por imitación de los movimientos, gestos y acciones de su profesora o experimentadora. En otros casos esas respuestas son movimientos debidos al condicionamiento operante. La existencia del pensamiento y el lenguaje en estos monos, en lo poco que tiene de pensamiento y lenguaje, se debe más a la acción y 15 a los estímulos del experimentador que a las capacidades innatas del animal . Por otra parte en el lenguaje de los animales la asociación no se produce entre los signos materiales y las representaciones, sino entre los signos y sus necesidades vitales o estados afectivos, entre los signos y ciertas reacciones del organismo espontáneas o provocadas. Esta asociación no tiene su origen en la inteligencia, sino en el condicionamiento de la conducta; en las conexiones neuronales, no en la elección libre de la voluntad dirigida por la inteligencia, la cual, cuando se trata del verdadero lenguaje, opta por un signo determinado de entre otros muchos que se le ofrecen como posibles medios para expresar sus representaciones mentales. En cualquier caso, a este lenguaje le son aplicables las cuatro diferencias que le separan del lenguaje humano que ya hemos visto en los primeros párrafos de este apartado. Para MCNEIL este lenguaje carece de la estructura jerárquica del lenguaje natural, y la productividad, en su desarrollo, es prácticamente nula, limitándose en su uso exclusivamente a lo que aprende del experimentador o adiestrador de una manera artificial, por condicionamiento de la conducta y por discriminación, sin que le sea posible el acceso a las representaciones simbólicas que constituyen la dimensión semántica de todo lenguaje natural. LIMBER, por su parte, entiende que la creatividad de este tipo de lenguaje es muy discutible lo mismo que su carácter abstracto (desplazamiento), y esboza la sospecha de que este modo de comportamiento lingüístico de los animales está sobrevalorado por sus defensores cuando tratan de explicar su comprensión a base de los criterios 16 probabilísticos de respuesta a unos determinados estímulos . En contra de la teoría de WHORF de la que hablaremos más adelante, existe la convicción generalizada de que el lenguaje es signo y efecto del pensamiento; no, su causa. Esto parece confirmarse, toda vez que el lenguaje cumple la función de expresar ideas e imágenes no presentes, permite al hombre desvincularse de sus experiencias actuales y refleja, además, sus vivencias interiores, conscientes y reflexivas. El verdadero lenguaje es fiel exponente de la autonomía del individuo tanto en el orden lógico como en el orden gnoseológico y en 17 el orden práctico . c) Incapacidad de los animales para el lenguaje: Esta autonomía e independencia se hacen más patentes cuando observamos que el hombre combina ideas y palabras libremente sin que pese sobre él la necesidad de atenerse al dato presente o a la vivencia del momento actual (proyectos en el futuro, creaciones de la imaginación, relatos e intrigas novelescas, etc.). Esta es otra de las grandes diferencias entre el lenguaje humano y el animal. Los gritos, los gestos, los movimientos, las emisiones de señales químicas y acústicas de los animales, etc. se

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hallan ineludiblemente vinculadas a reflejos emocionales innatos o a estados afectivos y emociones instintivas cuyos procesos están atados, a su vez, a las 18 vivencias del momento presente (KOHLER, YERKES, etc.) . Esto constituye otra de las razones por las cuales el animal no posee un verdadero lenguaje. La libertad del pensamiento y el lenguaje tiene su base en la formación de representaciones universales y en el uso de palabras universales. Los recursos lingüísticos del animal no sobrepasan lo presente, el dato singular y concreto de la percepción; y aun esto, con muchas limitaciones. Pues el mono más perfecto, el chimpancé, cuando parece manipular sus representaciones sobre los datos presentes, lo hace de una manera rudimentaria, débil e incoherente, como ya hemos podido comprobar por el análisis de algunos experimentos. Por supuesto en esa manipulación no aparece signo alguno de libertad que le permita desvincularse del presente espacial y temporal. Para explicar o entender la esencia del lenguaje es de suma importancia el papel de las representaciones universales (ideas). En efecto: a) Las estructuras del lenguaje se corresponden con las estructuras del pensamiento. Tanto unas como otras, son universales. Por esta misma razón el individuo, dotado de inteligencia, las emplea en distintas situaciones y con fines completamente distintos, cambiando los contenidos de acuerdo con sus necesidades o sus caprichos. Si el mono Nim estuviera dotado de inteligencia, tomando como base su discurso anterior, debería estar capacitado para decir: 'dar palo', 'dar romper palo', 'yo romper palo'. Sin embargo no acontece así. Puede hacerlo efectivamente, pero para ello necesita de un aprendizaje semejante al aprendizaje que le permitió emplear esas mismas estructuras respecto de la naranja. En todo caso, para él, serían estructuras lógicas y lingüísticas completamente distintas. b) En cualquier expresión lingüística, aunque sea la más elemental, interviene siempre una representación universal, por ejemplo, 'Juanito tiene hambre'. Esto ya lo hemos constatado varias veces en los capítulos precedentes de este libro. El primero de los elementos es singular, en efecto, pero el segundo es universal: el hambre es una cualidad que tiene Juanito, pero es una cualidad genérica, compartida por igual por todos aquellos seres que sienten la necesidad de alimento. Es, por tanto, una cualidad universal, aunque de hecho Juanito sólo sienta la suya. Pues bien, el hambre puede ser saciada utilizando para ello cualquiera de los alimentos digeribles por el individuo que la padece. Esto supone que el individuo en cuestión, para saciarla, utilizando la misma estructura lingüística, puede emplear, como contenido de ella, cualquiera de esos alimentos, pues todos tienen la misma relación con el hambre. En este mismo sentido el mono Nim, sin necesidad de nuevos aprendizajes, debería estar capacitado para pedir: 'dar pan', 'dar comer pan', 'yo comer pan'. Sin embargo, no lo hace sin un nuevo aprendizaje. Para el mono la estructura y el contenido de un lenguaje forman una unidad; son indisociables. A su lenguaje le falta la elasticidad propia del verdadero lenguaje que es la arbitrariedad de los signos y la generalización de los mismos fundamentada en la generalidad de las representaciones. Tomando como base las propiedades que comparten el lenguaje animal y el humano, hay autores que buscan un acercamiento entre ambos sin llegar, no obstante, a establecer una identificación entre ellos o el origen del segundo a partir del primero por evolución. Este es el caso de THORPE, en el análisis que hace del lenguaje de ciertas aves, por ejemplo los loros, cuando dice que ambos lenguajes son 'intencionales', 'sintácticos' y 'proposicionales'. En efecto, el lenguaje humano y animal son intencionales en cuanto que en ellos 'hay una intención definida de obtener algo de alguna otra persona cambiando su conducta, sus pensamientos y su actitud general con respecto a una situación'. Son sintácticos por el hecho de que

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sus enunciados tienen su estructura, su organización interna y su coherencia, por ejemplo, el lenguaje del papagayo. Son proposicionales en cuanto que están 19 destinados a transmitir información . El comentario que merecen estas teorías es obvio. Sin rechazar en absoluto las teorías de THORPE, está claro que en este apartado las palabras 'intencional', 'sintáctico, y 'proposicional' están tomadas en un sentido muy distinto del sentido que hemos querido darles en este capítulo. En nuestra teoría la intencionalidad no es negada. Lo que se niega o rechaza es que la intencionalidad del lenguaje de los animales sea una intencionalidad consciente y libremente elegida. La suya es una intencionalidad aprendida por medio del condicionamiento de la conducta y utilizada en virtud de las leyes de este mismo condicionamiento, lo mismo que el del mono. Otro tanto cabe decir de la sintaxis y el carácter proposicional de su lenguaje. La combinación que hace de esos signos no obedece a las leyes de la sintaxis (sintaxis gramatical), sino a las leyes de la mecánica, y el carácter proposicional está referido a la estructura externa del lenguaje. Detrás de ella no hay un lenguaje interno en el sentido que se ha expuesto en este mismo capítulo. En ese lenguaje es imposible descubrir el simbolismo del lenguaje humano cuyos signos libremente elegidos llevan como carga semántica un mensaje de alcance universal. Otro de los autores que defiende la naturaleza lingüística de ciertos movimientos o ciertas manifestaciones de los animales es BUTLER: 'si bien gruñir y ladrar no pueden ser considerados como lenguajes muy especializados..., de todos modos hay un hablante, algo que es dicho, y un símbolo convenido que se utiliza con un propósito. Nuestro propio lenguaje está vertebrado y articulado por medio de nombres, verbos y las reglas de la gramática. El lenguaje de un perro es invertebrado, pero no veo cómo es posible negar que posee los 20 elementos esenciales del lenguaje' .

A esta teoría suya se puede responder con los mismos argumentos de antes y, sobre todo, con las palabras de MILLER escritas un año antes y ya recogidas en este libro: 'los perros que gruñen y ladran no dejan ninguna duda en la mente de otros perros o gatos, y aun del hombre, de lo que eso significa; pero gruñir y ladrar no son lenguajes, ni siquiera contienen los elementos del lenguaje'.

En otras palabras, los perros se comunican. Esto no puede negarse. Pero el medio del que se valen para comunicarse no es un verdadero lenguaje. El ladrido del perro no lleva mensaje alguno. Es una manifestación natural, espontánea, universal e invariable, del estado afectivo, la cual sirve de estímulo natural para que en los otros perros se produzca ese mismo estado afectivo o su contrario; la comunicación, pues, en este caso no es transmisión discrecional de información, sino 21 simpatía o contagio de estados psíquicos más o menos coherentes . Lo que es una simple reacción ante un estímulo, por ejemplo, el ladrido, no puede ser interpretado como un símbolo destinado a transmitir un mensaje. No hay en absoluto pruebas que indiquen que esto es así. La conducta del perro puede ser descrita como un 'porque', no como un 'para que'. Producen esas manifestaciones porque ha acontecido algo, no para comunicar algo. Conviene insistir en esto: la reacción en los otros obedece al contagio, no a la comunicación. Los animales se hacen eco de la acción de las causas eficientes, pero no de las causas intencionales o causas finales.

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d) El lenguaje animal como conjunto de señales: Para comprender la gran diferencia que existe entre el lenguaje del hombre y el del animal es preciso tener en cuenta la disparidad que hay entre 'señales' y 'símbolos'. Estos últimos son cosas, acciones, posiciones, etc. elegidas por el hombre y utilizadas a manera de signos discrecionales para expresar sus pensamientos, sus sentimientos, sus estados afectivos, etc. Las señales, por el contrario, son simples manifestaciones , dinámicas o estáticas, que ejercen sólo la función de estímulos desencadenantes de un patrón fijo de conducta o de acción (PFA); por ejemplo, el silbido del tordo respecto del levantamiento del vuelo de todos los de la bandada. A estas manifestaciones podemos llamarlas 'sucesos', pues no hay en ellas intencionalidad alguna en el sentido de propositividad. En el símbolo, como hemos precisado ya, hay un mensaje ideológico y hay intencionalidad expresa de transmitirlo. En la señal no hay mensaje; tampoco hay intencionalidad, como acabo de afirmar. Son cosas, cualidades de cosas o acciones de las cosas que se producen con absoluta espontaneidad. Si el símbolo actúa desde el conocimiento o a través del conocimiento, la señal actúa desde el condicionamiento de la conducta o a través de él. Ambos procesos suponen un aprendizaje. Pero a nadie se le escapa que este aprendizaje es de naturaleza distinta en cada caso. Pues bien, mientras que el hombre reacciona ante los símbolos, el animal reacciona sólo ante las señales o sucesos. Para el animal un ruido o una voz humana no es una voz con carga semántica o ideológica, sino un suceso, algo que ocurre. Lo normal es que su conducta siga produciéndose aunque deje de existir el suceso una vez comenzada. El perro cuando se encuentra enterrando el mendrugo de pan, si se le cae a la zanja, a pesar de eso, sigue empujando la tierra con el morro. El estímulo es el pan y el PFA es la conducta de enterrarlo. Esto no acontece cuando el factor desencadenante es el símbolo, es decir, cuando el que actúa es un ser humano o ser inteligente. Es por esto por lo que en el animal se da sólo la conducta instintiva o reactiva (reflejos), es decir, la conducta fija, uniforme, inflexible, estereotipada; mientras que en el hombre se dan la conducta instintiva y la conducta cognitiva, caracterizada esta última por la flexibilidad, la variedad y la innovación o la 22 creatividad . Si en las simples señales no hay mensaje (información), las señales no constituyen lenguaje alguno. La vida de los animales se desarrolla correspondiéndose mutuamente en virtud de la armonía y la jerarquización de la naturaleza. La vida de los hombres, por el contrario, se desarrolla correspondiéndose en virtud del intercambio de las ideas y los sentimientos a través del lenguaje. Por eso, si al hombre se le privara del lenguaje, de toda forma de lenguaje, automáticamente se convertiría en vida animal. e) Otros ejemplos: El afán de elevar el lenguaje de los animales al nivel del lenguaje de los hombres no tiene límites. La abundancia de casos estudiados con éxito notable, pero ficticio, parece estar a favor de sus teorías. Algunos de estos ejemplos ya han sido analizados en este mismo capítulo. En efecto, los loros y los papagayos utilizan un lenguaje en apariencia muy semejante al lenguaje de los seres humanos; el chimpancé es capaz de aprender y utilizar una parte del lenguaje de los sordomudos (experiencia de Beatrice y Allan Gardner); las abejas utilizan la danza del vuelo para indicar a sus compañeras dónde se encuentran las flores (estudios de Von Frichs); los delfines intercambian mensajes sonoros muy sencillos (experimentos de Lilly); las hormigas utilizan

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procedimientos químicos para hacer posible su vida de relación; el barrilete (cangrejo de mar) balancea sus pinzas para impedir que otros se acerquen o invadan su terreno, etc. La existencia de estos lenguajes de los animales es, por tanto, un hecho comprobado. Pero este hecho, este lenguaje, no tiene, ni con mucho, el nivel de significación que tiene el lenguaje de los hombres. Aun más, ya he afirmado repetidas veces que esto no es un verdadero lenguaje. Por eso en este apartado me he propuesto demostrar dos cosas: a) que las diferencias entre ambos lenguajes el de los hombres y el de los animales, es esencial y b) que la causa de esas diferencias está en que el hombre tiene inteligencia, mientras que los animales no la tienen. En conclusión, pienso que las grandes distancias entre el lenguaje de los hombres y el de los animales está en que el lenguaje humano lleva siempre una carga significativa discrecional y arbitraria, aparte de la dimensión intencional o propositiva de sus mensajes, que no llevan los otros lenguajes. Pienso, además, que sólo un ser inteligente es capaz de establecer la conexión discrecional entre el lenguaje y esta carga significativa. Y pienso, por fin, que, con independencia de la materialización lingüística de estos contenidos, es decir, con independencia del establecimiento de las relaciones semánticas y pragmáticas que implica todo lenguaje en relación con el medio ambiente, con independencia y con anterioridad al establecimiento de esas relaciones, insisto, el hombre posee la capacidad para establecerlas. Pues, aparte de las exigencias que impone la causalidad ontológica, con anterioridad e independencia de esas relaciones, existen otras que son estructurales y más profundas, más necesarias y universales: las relaciones lógico-sintácticas que no dependen en nada de la experiencia y el medio ambiente, pues ellas mismas son independientes del contenido.

3.- EL LENGUAJE DE LAS MAQUINAS Ya hemos visto que la dimensión esencial del lenguaje es la propia de los signos o elementos de la expresión del pensamiento. Ahora bien, para que una cosa pueda ser signo, tiene que serlo para alguien (dimensión pragmática del lenguaje). Sin esta referencia al sujeto y al destinatario no hay signos; y el primer destinatario es el propio sujeto que utiliza el lenguaje. Cualquier cosa de la realidad puede ser elevada a la categoría de signo siempre que sea posible y se lleve a efecto esta referencia. La palabra 'casa' es un signo para los españoles que hablan y para los españoles que escuchan, pero no lo es para los ingleses, pues para ellos no tiene esta referencia. Pues bien, los impulsos que manipula (procesa) una máquina, al menos para ella, carecen de esta referencia. La tienen únicamente para el hombre. Por eso son lenguaje para él. Los impulsos eléctricos y sus combinaciones, para la máquina, tienen únicamente propiedades físicas, tales como intensidad, duración, energía, etc. Pueden tener incluso propiedades sintácticas, considerados en abstracto y no como meros impulsos, pero no tienen propiedades lógicas, gnoseológicas e intencionales, que son las que corresponden a la referencia significativa. Haciendo uso de estos impulsos la máquina jamás llegará al conocimiento de otra cosa distinta de ellos; entre otras razones, porque ni siquiera es consciente de su presencia y de sus propiedades. Para ella el resultado final (eferencia) serán también impulsos eléctricos, iguales que los impulsos que recibió (aferencias); puntos iluminados en la pantalla, y nada más; datos que tienen la misma naturaleza que los datos recibidos del teclado. Estos datos, para el hombre, pueden ser

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cantidades de dinero, cuantos de energía, capacidad intelectual, fuerza de la opinión pública, etc. Por eso precisamente, porque estas cosas son de naturaleza distinta de los impulsos eléctricos, para el hombre los datos de la pantalla constituyen un verdadero lenguaje. Para la máquina no son nada de esto. Posiblemente la diferencia más destacada entre el lenguaje de las máquinas y el lenguaje de las personas sea la carencia que padece el primero para expresar ideas o contenidos (objetos) universales. El hombre utiliza una sola palabra para expresar cosas tan distintas como un coche, una bicicleta, un carro de mulas, un avión: la palabra 'vehículo'. El ordenador produce en la pantalla un solo signo, una sola palabra para cada impulso eléctrico o para cada grupo de impulsos. Es la referencia de uno a uno, no la referencia de uno a muchos. No tiene capacidad tampoco para la anfibología, la polisemia, la equivocidad, la analogía, etc. Los impulsos eléctricos que han provocado la aparición de la palabra 'vehículo' en la pantalla de un ordenador son muy pocos y todos iguales, es decir, son de la misma naturaleza. Y, por supuesto, el ordenador, con esa palabra, no pretende significar absolutamente nada. Si pudiéramos preguntarle por el origen de su palabra y él pudiera contestarnos, con toda seguridad nos diría que su origen son los impulsos 23 eléctricos; no, el contenido semántico de la misma . Por otra parte la capacidad del lenguaje que el hombre posee es una capacidad ilimitada. Los elementos procedentes del léxico son finitos y limitados, pero su capacidad para incorporar otros nuevos, así como la capacidad para combinar o articular los ya existentes, es ilimitada. Para una combinación correcta le basta con conocer las reglas de dicha combinación, las reglas de la sintaxis y las reglas de la lógica. Estas reglas son las que le permiten distinguir las estructuras correctas (gramaticales) de las incorrectas (agramaticales). La máquina también puede hacerlo, pero siempre de una forma limitada, y, por supuesto, sin ser consciente de lo que hace, o de si lo que hace está bien hecho. De otro lado, tanto la construcción de las estructuras lingüísticas como las reglas necesarias para esa construcción carecen de sentido sin una información previa o sin unos datos recibidos a través de la percepción que son los que hay que estructurar. Pues bien para que la actividad de una computadora pueda tener la consideración de verdadero lenguaje debería tener todo esto: a) una serie de datos (información), b) una serie de estructuras expresivas correctas aceptables, c) una serie de estructuras incorrectas desechables, d) una serie de reglas para distinguir unas de otras, e) una serie de reglas para articular unas estructuras correctas con otras también correctas, fonéticas o gráficas, etc., e) una serie de reglas para la interpretación semántica de esas estructuras, f) una serie de reglas para la conversión de los datos resultantes en datos de la conciencia, es decir, en infordatos y generar estas estructuras?. Hay que tener en cuenta que los lenguajes humanos son potencialmente infinitos. ¿Habrá alguna computadora que trabajando con estos datos nos pueda determinar o describir una gramática para cada una de las lenguas?. Evidentemente, no. Para que pudiera hacerlo tendríamos que suministrarle, aparte de los datos empíricos, algunos principios a priori (reglas de formación y transformación de estructuras). Utilizando estos principios, podría discernir las frases correctas de las incorrectas para un tipo de datos empíricos, es decir, podría descubrir una serie de gramáticas posibles en número finito, aplicables a los datos que son comunes a las lenguas de las que proceden esos datos, los universales lingüísticos, sin posibilidad de transferir esas reglas a otras lenguas y a otras gramáticas. En cualquier caso, sería necesaria la intervención de la inteligencia

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humana para suministrarle esos datos y los principios generalísimos para la construcción y transformación de las estructuras lingüísticas. El lenguaje sólo es lenguaje para los seres que poseen inteligencia. Si queremos calar más hondo en las diferencias que separan al lenguaje de las máquinas respecto del lenguaje de los animales y el lenguaje de los hombres, hemos de volver a una idea ya expuesta en el apartado anterior. En efecto, si los hombres reaccionan ante símbolos y los animales reaccionan ante señales, las máquinas reaccionan únicamente ante impulsos físicos (eléctricos), los cuales son recibidos del exterior y se desplazan a través de sus circuitos. Los signos y las señales tienen una característica común: para producir sus efectos tienen que ser percibidos (conocidos) por el sujeto. Actúan, pues, desde el conocimiento o desde la conciencia. El hombre conoce el símbolo y conoce el mensaje que es su contenido semántico. El animal conoce la señal, si bien no conoce el mensaje o contenido porque no lo tiene. La máquina no conoce los impulsos porque está privada de la capacidad de conocer en absoluto. Las respuestas de la máquina (el ordenador) son respuestas físicas inmediatas, mientras que las respuestas del hombre y del animal son respuestas psíquicas o mediatas: el estímulo, en el caso de los animales, y el objeto, en el caso de los hombres, actúan sobre la conducta a través de la conciencia o desde los contenidos de la conciencia. Entre la acción del estímulo y la producción de la respuesta, por parte del sujeto, ha habido un proceso de asimilación de la energía propia del estímulo, y, a la hora de emitir la respuesta, el hombre y el animal actúan en virtud de su propia energía, cosa que no acontece en el caso de la máquina. En el caso del animal los contenidos de la conciencia de los que arranca la acción son sus estados afectivos. En el caso del hombre son sus imágenes, sus ideas, sus decisiones, sus sentimientos, etc. Las imágenes, las ideas y los sentimientos, seguidas de una toma de decisiones, son los que constituyen el motor específico de la actividad lingüística humana. Los impulsos eléctricos, pues, no constituyen lenguaje alguno para la máquina. Ahora bien, si el hombre los toma como símbolos, de la misma manera que toma libremente como signo otra cosa material, por ejemplo las palabras, entonces sí que constituyen un verdadero lenguaje. Pero, en ese caso, ya no es un lenguaje de la máquina, sino un lenguaje del hombre.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. C. 6.- 1) Chomsky, 1986, 1989; Lenneberg y otros autores en la misma obra, 1982; 2) Aristóteles, De anima, de sensu et sensato; Historia de los animales, 1967. 3) Pavlov, 1959; Pinillos, 1982. 4) Chomsky, 1986, 1989; 5) Bochensky, 1967; Jolivet, 1956; Chauvin, 1969;, 1969; Bruner, 1983, 1986, 1988 .6) Luria, 1980, 1985; Dale, 1980; Miller, 1974. 7) Jolivet, 1956, Chauvin, 1969. 8) Hockett, 1964; Chomsky, 1968; Fleming, 1975; Gardner, 1969; Gardner y Gardner, 1971; Goodall, 1964; Huxley, 1969a; Irwing, 1964; Lancaster, 1968; Le Boeuf, 1969; Lieberman y otros, 1971; Limber, 1977; Linden, 1976, 1985; Marler, 1956, 1961, 1967, 1970a, 1970b, 1975; Menzel, 1971; Hockett, 1967, 1968; Premack y Premack, 1972; Purkonen, 1967; Strushsaker, 1967, 1971; Thorpe, 1967, 1972; Von Frisch, 1967. 9) Fleming, 1975, Linden, 1976; Gardner, 1969, 1976; Premak y Premak, 1962. 10) Brown, 1965, Lenneberg, 1964, McNeil, 1970; Limber, 1977; Qin Thana, 1993. 11) Taylor, 1986. 12) Brown, 1965. 13) Linden, 1976; Papalia, 1987; Hochett, 1959; Von Frisch, 1962; Esch, 1967; Fotus, 1974; Gardner, 1971, Lenneberg, 1964. 14) Hayes, 1971, Kellog y Kellog, 1933. 15)

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Fotus, 1974; Premack, 1971; Premack y Premack, 1972; Rumbaugh y Gill, 1973; Terrace, 1979, Patterson, 1967; Papalia, 1987. 15) Papalia, 1987; Pinillos, 1975; Jolivet, 1956. 16) McNeil, 1970b, 1971b; Limber, 1977. 17) Whorff, 1971; 18) Köhler, 1960, 1972; Yerkes, 1916. 19) Thorpe, 1963. 20) Butler, ver Milller, 1974. 21) Miller, 1974. 22) Sinclair, 1967, 1975; Lenneberg, 1982. 23) Morton, 1968; Hays, 1967; Garvin, 1963; Weizenbaum, 1878; Saparina, 1972; Macenery, 1992; Harris, 1987; Gross, 1976a; Hauser, 1989; Delclaux, 1982.

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Cap. VII.- LENGUAJE Y COMUNICACION

De los temas que surgen a propósito del lenguaje el de la comunicación es tal vez uno de los más interesantes. Al menos es uno de esos que ha despertado 1 mayor interés entre los científicos, los psicólogos y los filósofos en general . El lenguaje de las palabras habladas es el lenguaje articulado y es, a su vez, el más corriente entre los seres humanos, el más natural y el más espontáneo. Aun con sus limitaciones, es también el más perfecto. Sin embargo no es tan perfecto como para permitir establecer por medio de él una verdadera comunicación.

1.- NOCIONES En efecto, la comunicación de la que se trata, no es la comunicación física o material de las cosas, sino la comunicación de las ideas, los pensamientos, los deseos, las intenciones, los afectos, etc., es decir, la comunicación de lo que acontece en la conciencia del ser que quiere llevar a la conciencia de los otros, los destinatarios del lenguaje, esas mismas ideas, esos mismos pensamientos, esos mismos deseos, intenciones y afectos. Comunicar es poner algo en común, hacer partícipes a los demás de una misma cosa, de una misma idea o mensaje. Eso es precisamente lo que pretenden los oradores políticos, los predicadores religiosos, los escritores científicos y literarios, los padres respecto de sus hijos, el maestro respecto de sus alumnos, etc. La finalidad del lenguaje parece ser ésta: que los otros tengan las mismas ideas que yo o los mismos ideales, los mismos pensamientos, los mismos sentimientos, etc, como si las ideas, los pensamientos y los sentimientos fueran igual que las monedas que pasan de mano en mano con toda facilidad.

2.- LOS PROBLEMAS DE LA COMUNICACION HUMANA No todos los científicos dedicados a la filología, a la psicología y a las ciencias de la comunicación están de acuerdo con esta interpretación de los 2 procesos comunicativos entre los sujetos . Sin embargo, de una manera espontánea somos llevados a pensar que las ideas por sí mismas no pueden ser transferidas de un ser físico a otro porque ellas mismas no tienen naturaleza física; pero, asociadas a un elemento físico como es la palabra articulada o la palabra escrita, sí pueden ser objeto de esa transferencia. La palabra misma les sirve de vehículo o de cauce. De esta manera puede haber ideas comunes, opiniones comunes (opinión pública), ideales comunes, sentimientos colectivos, principios comunes, creencias comunes, moral común, ciencias universales, etc.

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Los que piensan así olvidan algo muy importante: las ideas son cualidades de la inteligencia, cualidades profundamente arraigadas en forma de hábitos especulativos. Salvadas las diferencias, están grabadas en la mente lo mismo que el sello en el papel. Son, por consiguiente, intransferibles. No pueden repartirse a los demás como se reparten los gajos de una naranja. Cada uno tiene sus ideas, las suyas, las que él ha producido personalmente; no, las de los otros. Las ideas sólo pueden poseerse produciéndolas en el mismo acto de la intelección y conservándolas en la memoria. No hay ideas prestadas o compartidas. Creerlo así es un espejismo, como lo es creer que uno participa de los dolores y sufrimientos de los otros disminuyendo así la cantidad y la intensidad de los mismos en el que los padece. Eso puede hacerse únicamente con las cosas materiales. Por el hecho de tener partes, esas partes pueden distribuirse entre muchos. Pero las ideas y los pensamientos, ni son materiales, ni tienen partes que puedan distribuirse. Tampoco pueden multiplicarse como se multiplican los rayos del sol cuando caen sobre un espejo. Entre otras razones, porque ahí tampoco hay multiplicación alguna. La física demuestra que a cada rayo incidente corresponde un rayo reflejo y sólo uno. Podemos hablar de haces de rayos y de haces de ideas. Pero a cada objeto corresponde sólo una de ellas y en cada sujeto hay una sola respecto de él cuando ha logrado producirla. La metáfora del banquete de las ideas, donde todos los comensales podían participar de las mismas es una hipótesis que sólo sirve para las ideas de PLATON, las cuales, en su contexto filosófico, no son ideas, sino cosas. Esto que acontece con las ideas acontece también con todos los procesos de la vida psíquica y la vida fisiológica. Somos organismos cerrados, como las mónadas de LEIBNITZ; sin ventanas. Todos poseemos la vida y la ejercemos mientras la poseemos; pero cada uno vivimos la nuestra. Con independencia de las teorías leibnitzianas, la única posibilidad que tenemos de salir de nuestra mónada para llegar a la mónada de los demás es el lenguaje. Su función fundamental consiste en ejercer el papel de estímulo para que los demás produzcan en sí mismos unas ideas, unos pensamientos, unos deseos, unos afectos y unas intenciones semejantes a las nuestras, es decir, unas ideas y pensamientos que se correspondan con los pensamientos que nosotros tenemos o pretendemos expresar con nuestro lenguaje el cual es un estímulo especial o un conjunto de estímulos que son elevados al nivel de la intencionalidad psíquica, la cual les confiere una virtualidad especial que supera con mucho la virtualidad de las simples señales. Pero, en cualquier caso, esas ideas y esos pensamientos serán propios y exclusivos del que los produce, no, nuestros. No podemos aspirar a otra cosa. Aunque nuestro lenguaje sea muy perfecto, entre nuestras ideas y las ideas de los que nos escuchan hay sólo correspondencia. No hay igualdad; mucho menos, hay identidad. Las ideas de unos no son copias exactas de las ideas de los otros. No hay dos ideas iguales. Las cosas y los objetos son los mismos para todos los hombres, pero las ideas que cada uno se forma acerca de ellos en contacto directo o por medio del lenguaje de los otros, son muy diferentes. Si son producto de cada uno, cada uno pone en ellas su nota personal. La idea de átomo de DALTON, la de RUTHERFORD y la de EISNTEIN son muy diferentes. La realidad, el átomo, es la misma, pero la idea de cada uno de estos sabios no es la misma, ni siquiera es una copia. Hay entre ellas una mera correspondencia referencial. Pensamos sobre las mismas cosas, pero no tenemos los mismos pensamientos. De ahí que el lenguaje, como medio para establecer las coincidencias ideológicas en cualquier campo del saber humano, resulte ser un medio muy precario. A veces su servicio queda reducido a la

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posibilidad que nos suministra para ponernos de acuerdo sobre nuestras propias diferencias. En tanto que instrumento del pensamiento, el lenguaje participa de la acción de la causa principal que, en este caso es la facultad del lenguaje y, en último término, la inteligencia. Como todos los instrumentos, participa de la acción de la causa que lo maneja, pero su naturaleza es distinta o heterogénea respecto de esa causa. Por ejemplo, esta pluma con la que estoy escribiendo es un instrumento que facilita el contacto entre mi mente y las letras materiales que voy dejando sobre el papel, pero el lenguaje ni tiene la naturaleza de la mente ni tiene la naturaleza de la tinta en forma de letras. Únicamente participa de la acción de escribir que yo realizo. Mejor que participar de la acción de la causa principal, quizá deberíamos decir que participa en la acción. El tenedor es un instrumento que facilita el contacto físico del hombre con el alimento, pero el tenedor, ni tiene la naturaleza del hombre, ni tiene la naturaleza de los alimentos. Si no tiene la naturaleza, tampoco puede ejercer las operaciones específicas que de ella se derivan. Por eso el lenguaje (los sonidos, los rasgos sobre el papel, etc.) ni tiene naturaleza mental ni puede ejercer por sí mismo las operaciones propias que derivan de la mente, es decir, ni posee las ideas, ni las produce por su cuenta. Respecto del que habla, el lenguaje es un instrumento, como he dicho antes, utilizado como estímulo para que el que lo escucha produzca sus propias ideas, su propia información. La información, por tanto, no viene de fuera. De fuera vienen los estímulos sensoriales (colores, sabores, sonidos, etc.), pero ellos mismos todavía no constituyen información alguna. La información acontece cuando esos estímulos son convertidos en datos de la conciencia. Ahora bien, esta conversión corre a cargo de la mente de cada uno. Por eso cada uno produce su propia información, y, en consecuencia, cada uno tiene sus propios datos de conciencia: sus imágenes, sus ideas, sus razonamientos, sus tomas de decisión, sus deseos, sus sentimientos, etc. La única fuente inmediata de la información humana es la mente de cada uno cuando abstrae esa información de los datos de la percepción o del lenguaje de los demás que también es un conjunto de datos de la percepción, pues el lenguaje nos entra por los sentidos (el oído). Los medios universalmente conocidos, la radio, la prensa, la televisión, etc., en realidad, no son fuentes de información inmediata, sino estímulos para poner en actividad una única fuente que, en este caso, es la mente del hombre, el espectador, el oyente, sobre el que inciden esos medios. En consecuencia, la comunicación se lleva a efecto cuando la información producida de esta manera espontánea por el receptor se corresponde con las cosas de las cuales proceden esos estímulos sensoriales, o con la información que hay en la mente del que habla (emisor), vertida al exterior en forma de lenguaje que es un estímulo para el que escucha. Este supuesto de la incomunicabilidad de las ideas que forma parte de la tradición aristotélica no suele ser tenido en cuenta por la mayor parte de los representantes de la psicología actual. Más bien se da por supuesto que las ideas son comunicables por medio del lenguaje, e, incluso, se establece como principio fundamental que las ideas o los conceptos son engendrados por el lenguaje como causa adecuada de los mismos. Uno de esos autores que se hacen eco de los supuestos aristotélicos a este respecto es STONES cuando afirma rotundamente que 'es imposible la transmisión de conceptos del profesor al alumno por medio del lenguaje'. Este mismo autor se hace eco de otro pasaje de VIGOTSKY: el profesor que pretendiera transmitir sus conceptos al alumno por medio del lenguaje... 'no lograría más que un huero

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verbalismo, una repetición mecánica, por su parte, de palabras, simulando un conocimiento de los conceptos correspondientes, pero en realidad, cubriendo un 3 vacío conceptual' . Esto es así porque el origen, el verdadero origen de nuestros conceptos o ideas es la experiencia personal interna o externa, sobre la cual la inteligencia ejercita sus funciones abstractivas, las cuales le permiten conocer la naturaleza de los objetos que caen bajo esa experiencia. El lenguaje no es más que un instrumento cuya función esencial consiste en facilitar, e, incluso, hacer posible esa experiencia. Y tanto los conceptos como el pensamiento constituido a base de esos conceptos, son personales. Como he afirmado anteriormente, cada uno construye los suyos. Nadie puede sustituirle en esa tarea. La afirmación según la cual hay personas y sociedades que viven gracias a los pensamientos y las ideas prestadas no pasa de ser una metáfora. Esto que parece una deficiencia para el pensamiento y la comunicación, constituye, por otra parte, uno de sus valores más destacados. En fin de cuentas esto es lo que permite que los pensamientos sean originales, creadores y progresivos. El alumno puede aventajar a su profesor y el hombre de una época determinada puede tener unos pensamientos y unas ideas mucho más ricas y originales que los hombres de la etapa inmediatamente anterior. El lenguaje es un instrumento muy pobre, pero permite que se produzcan estos efectos. BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c.7.- 1) Aranguren, 1975; Akmajian y otros, 1979; Alajpuanine y otros, 1964; Buyssens, 1967, 1978; Kellog, 1968; Miller, 1951, 1967, 1969, 1970; Rowell y otros, 1962; Spradlin, 1963. Basil, 1994; Brown, 1981; Taylor, 1986; Luria, 1980, 1985; Nakazima, 1982; Halliday, 1975, 1983; Perelló, 1980; Pita y otros, 1986. 2) Osgood, 1986; Pask, 1976; Peraita, 1988; Shanon y otros, 1949; Stewart, 1970; Foucault, 1974; Gortázar y otros, 1989; Heineman, 1980; Martín Serrano y otros, 1976. 3) Stones, 1969.

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Cap. VIII.- PROCESOS PSIQUICOS IMPLICADOS EN LA PRODUCCION DEL LENGUAJE

1.- INTRODUCCION Cuando hoy se habla del lenguaje es imprescindible echar mano de un concepto nuevo, el concepto de 'código' y su derivado, el concepto de 'codificación'. La ciencia actual maneja este concepto con mucha frecuencia, debido tal vez a la tremenda influencia que ejercen sobre ella la Informática y la Cibernética. En este caso el código es un conjunto de signos que materializan o contienen una información dada o un conjunto de normas destinadas a expresar la información a base de caracteres materiales. Se trata de la sustitución de lo inmaterial, la información, por lo material, el código o el signo, de una maneara semejante a la ya expuesta con el nombre de suppositio. La facilidad para manipular (procesar) los elementos de estos códigos, tanto por lo que se refiere a la cantidad de los mismos como por lo que se refiere a la velocidad, es lo que permite manipular o procesar con estas mismas ventajas la información o los mensajes en ellos representados. Esto es así en virtud de la correspondencia que previamente se ha establecido de una manera arbitraria entre los códigos y los mensajes con anterioridad al inicio del proceso. Los códigos que utiliza la informática constituyen un vocabulario convencional equiparable al vocabulario constituido por las palabras habladas o escritas. Son símbolos más artificiales, y más elaborados en los que cuenta de una manera exclusiva la dimensión sintáctica. La dimensión semántica solo aparece al principio del proceso, cuando de hecho son elegidos para expresar un mensaje determinado, y al final, cuando se desea obtener el mensaje elaborado. La dimensión pragmática carece de relevancia, puesto que su valor es siempre unívoco o invariable, toda vez que en los distintos momentos o partes del proceso ese valor se encuentra protegido o garantizado por las leyes de la física y de la mecánica las cuales, por naturaleza, son invariables. Por la semejanza que tiene con todas estas cosas, al lenguaje natural, al lenguaje de las palabras habladas y al lenguaje de las palabras escritas se le llama 1 'código'. Algunos autores, como M. GROSS , llevan esta semejanza hasta extremos inconcebibles tratando de descubrir en el lenguaje ordinario estructuras que son equiparables a las estructuras de la matemática. Por esta razón a las funciones que ejerce la inteligencia cuando emplea el lenguaje se les llama 'codificación'. Esto, desde el punto de vista del emisor del lenguaje. Desde el punto de vista del receptor, se le llama 'descodificación' o 'decodificación'. Tanto la codificación como la descodificación son funciones complejas. De ellas nos ocuparemos un poco más adelante. Esta complejidad es contemplada por los autores desde muchos puntos de vista. MAYOR hace una síntesis de estas opiniones: BÜHLER entiende que esa función del lenguaje es triple: expresión (lenguaje como síntoma), apelación (lenguaje como señal) y representación (lenguaje como símbolo); JAKOBSON constata que hay una función emotiva, una función denotativa y una función connativa; para HALLIDAY estas funciones son la ideativa, la interpersonal y la

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textual; LEFEVRE entiende que las funciones del lenguaje son cuatro, la comunicativa, la acumulativa, la situacional y la racional; OGDEN Y RICHARDS, aumentan el numero de estas funciones: la cognitiva, la referencial, la informativa, la emotiva y la evocativa; ROBINSON, por su parte, las amplía hasta el número de catorce: escapisno verbal, conformismo verbal, estética, reglamentadora del encuentro, productora, reguladora, etc. El propio MAYOR hace una síntesis que es su propia opinión: “nosotros creemos que éstas y otras muchas podrían reducirse a dos grandes funciones: la comunicativa y la cognitiva. La primera englobaría las ya citadas funciones, expresiva, apelativa, fática, metalingüística, poética, comunicativa, y, en parte, la acumulativa, la situacional y el uso emotivo del lenguaje; se pone de relieve en situaciones comunicativas, potencia la capacidad de comunicación y facilita el intercambio y la interacción social. La segunda, que podríamos denominarla también simbólica, englobaría las ya citadas funciones representativa, denotativa , referencial, racional, y, en parte, la acumulativa y el uso cognitivo del lenguaje; a través suyo los hablantes representan la realidad y la manipulan a través de procesos mediadores verbales, se facilita y potencia la actividad del pensamiento o cognitiva en general y permite un manejos sustitutivo de los objetos y relaciones del mundo, contribuyendo al desarrollo de la cultura. La comunicación y la cognición constituyen así, no sólo los 2 contextos básicos del lenguaje, sino sus principales funciones” .

Cuando este mismo autor se refiere a los procesos psíquicos que tienen lugar en el sujeto que produce y emplea el lenguaje, señala en este mismo orden los siguientes: planificación del mensaje, estructuración sintáctica, búsqueda lexical, ajuste morfológico y control motor. No es este el momento indicado para enmendarle la plana a un autor de tanto prestigio. No obstante considero necesario introducir algunos matices. Es el caso que, a lo largo de muchos años en el ejercicio de la enseñanza, he podido analizar detenidamente el pensamiento y el lenguaje de los alumnos de bachillerato. Como resultado de ese estudio prolongado, he podido constatar que los procesos que desarrollan estos sujetos son los siguientes y se suceden en este mismo orden: a) planificación o determinación del mensaje, concepción de la idea o el pensamiento y toma de decisión de comunicarlos, b) estructuración lógica del mensaje, c) búsqueda de las palabras adecuadas según las posibilidades de cada uno, d) toma de decisión en orden a la expresión o codificación del mensaje, elección de las más aptas de entre las disponibles, e) codificación, f) configuración de las estructuras morfosintácticas, g) toma de decisión sobre la ejecución material, emisión del habla o de la escritura, h) emisión o ejecución efectiva, i) reflexión o evaluación del lenguaje emitido. Estamos hablando de un individuo normal. En los disminuidos u oligofrénicos, o no se dan algunos de estos procesos, o estos procesos no se dan en este orden. Algunos de estos procesos merecen un breve comentario.

2.- LA DETERMINACION DEL MENSAJE Para poder comunicar algo es necesario tener algo que comunicar. Para comunicar ideas y sentimientos hay que tener ideas y sentimientos. No hay lenguajes vacíos. La razón es la misma de siempre. Los lenguajes vacíos no son lenguajes. La dimensión semántica es imprescindible para que la voz o el gesto

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puedan convertirse en símbolos. La esencia misma del lenguaje implica que los símbolos lingüísticos son realmente símbolos cuando son elegidos y utilizados como tales y cumplen su función esencial de llevarnos al conocimiento de los contenidos mentales del que los emplea.

3.- DECISION Y EXPRESION La concepción del mensaje tiene que ir acompañada de la decisión de comunicarlo. De otra suerte el pensamiento no se convertiría jamás en mensaje. El lenguaje interno seguiría siendo lenguaje interno en el más absoluto de los secretos. Sólo los disminuidos psíquicos o aquellos que no tienen control sobre su conciencia hablan lo que no han pensado, es decir, expresan lo que pertenece a la inconsciencia o la subconsciencia. El verdadero lenguaje tiene su origen en la conciencia, es decir, en la inteligencia, por las razones ya expresadas en párrafos anteriores. El lenguaje que no procede de la conciencia no es un verdadero lenguaje.

4.- COHERENCIA DEL MENSAJE Las ideas y los pensamientos, antes de ser expresados, tienen que ser vistos por el hablante como 'aptos para ser expresados'. Ahora bien, esta aptitud implica un mínimo de coherencia, es decir, un mínimo de enlace o ilación de los elementos que lo componen entre sí, y un mínimo de ilación o enlace del mensaje en su conjunto con los demás contenidos de la conciencia que le sirven de contexto. Esta coherencia es la base fundamental sin la cual no se produce la decisión de convertir un pensamiento en mensaje. La decisión que es un acto de la voluntad tiene siempre como base la coherencia de las ideas que son el acto de la inteligencia o el efecto de ese acto. Esto, por una parte; por otra, el mensaje está destinado a ser expresado o codificado por medio de palabras, las cuales son su vehículo adecuado si tienen un mínimo de coherencia morfosintáctica. Ahora bien, aunque en abstracto puede darse la dimensión sintáctica (leyes sintácticas) sin la dimensión semántica del lenguaje (leyes lógicas y ontológicas), en concreto esta independencia es imposible. Para que el lenguaje sea un auténtico vehículo de la comunicación y cumpla sus objetivos, las relaciones y leyes de la sintaxis tienen que estar fundamentadas sobre las relaciones y leyes de la lógica y la ontología. Es el razonamiento al que se recurre con frecuencia en este libro. En efecto, una palabra no puede desempeñar el oficio de sujeto de un predicado en un enunciado cualquiera (dimensión sintáctica) si la naturaleza, las relaciones y las leyes del contenido semántico de la misma en relación con el predicado no la hacen apta para desempeñar el papel de sujeto. Evidentemente estas relaciones del contenido del sujeto con el contenido del predicado son relaciones lógicas y relaciones ontológicas. Con independencia de estas relaciones, podemos formular enunciados, pero esos enunciados jamás podrán ser portadores de verdaderos mensajes.

5.- SELECCION DEL MEDIO MATERIAL Es la búsqueda de las palabras o símbolos adecuados para la expresión del mensaje. En esto acontece lo mismo que en todos los problemas de la vida.

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Ciñéndonos al tema de las palabras, lo normal es que el sujeto busque entre las palabras ya existentes, y de éstas, entre las que él conoce de acuerdo con su nivel cultural. Sucede con frecuencia que la penuria del lenguaje tiene lugar, no porque las palabras no existan, sino porque no se conocen. La primera búsqueda, pues, se produce entre las palabras disponibles para un sujeto determinado. Pero hay ocasiones en que las palabras no existen. Este es el caso de los científicos o los grandes sabios. Los nuevos descubrimientos, los nuevos objetos o las nuevas características, las nuevas relaciones entre las cosas descubiertas por ellos no encuentran en el diccionario la palabra que les corresponde. Entonces, para ellos, se impone la necesidad de crear palabras nuevas. Una de las funciones esenciales de las Reales Academias de la Lengua es precisamente ésta: el estudio y la aceptación de estos neologismos que están creándose de una manera ininterrumpida en todos los contextos culturales. Esta experiencia de penuria del lenguaje que padece el sabio en el terreno de su propia ciencia es también la experiencia del artista, la experiencia del teólogo, la experiencia del literato, la experiencia del místico, etc. Nadie mejor que ellos conoce la inmensa distancia que existe entre lo que la realidad es y lo que de la realidad puede expresarse de una manera efectiva. Sin embargo esto no es lo normal en los procesos lingüísticos, pues la mayor parte de los individuos de una sociedad cualquiera, ni son sabios, ni son artistas, ni son literatos, ni son teólogos, ni son místicos. Lo normal para ellos es todo lo contrario: la existencia de muchas palabras para expresar una misma idea o un mismo pensamiento. Por ejemplo, para expresar la idea de 'gordura' u 'obesidad' el sujeto de habla española dispone de muchas palabras, algunas de las cuales son las siguientes: abultado, atocinado, adiposo, amondongado, bamboche, barrigón, botija, carigordo, cebado, ceporro, corpulento, cuadrado, chaparro, gordezuelo, gordete, gordinflón, graso, grueso, imbunche, inflado, jergón, lleno, mantecoso, mofletudo, mollejón, morcón, mostrenco, obeso, panzudo, pesado, potoco, rechoncho, redondo, retaco, repolludo, regordete, robusto, rollizo, rubicundo, tripero, tripón, tripucho, tripudo, ventrudo, voluminoso, zaborro, zamborotudo. Todas estas palabras expresan la misma realidad, el mismo rasgo físico. Pero el empleo de estas palabras para cada uno de los casos concretos no es indiferente, ni mucho menos. Cada una de ellas tiene un matiz específico que es el que tiene que corresponderse con el matiz de la idea y el objeto que se quiere expresar. Los términos sinónimos que permitirían el uso de estas palabras con indiferencia, tal como los entiende la gente, son inexistentes. Los sinónimos de una palabra no son sinónimos de ella, sino de alguna de sus acepciones. Esto forma parte de las convicciones más arraigadas de los lingüistas de nuestros días. Por eso se impone la necesidad de determinar el matiz que se quiere expresar para elegir la palabra adecuada, y esta elección impone, a su vez, la necesidad de elegir entre las palabras disponibles (toma de decisión). Para esto se necesita mucha finura de espíritu; mucha sensibilidad. Cuando esto no se toma en serio, el lenguaje se convierte en una garla o en mera charlatanería. Esto es lo que acontece en los discursos de nuestros políticos y en la inmensa mayoría de las intervenciones de nuestros profesionales de la radio: filatería, labia, palabreo; sólo eso. Es el intento o el recurso de suplir con palabras vacías la pobrería de las ideas o el conocimiento superficial de las cosas. La toma de decisiones es siempre cosa de la voluntad, pero tiene sus raíces en la inteligencia, pues la voluntad elige únicamente una de las opciones que le presenta la inteligencia. Las variables independientes que intervienen en esta decisión de la voluntad son muchas: la idiosincrasia del sujeto, la cultura y la civilización en que

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vive, los usos y las costumbres, los estilos, los gustos y preferencias, las modas o las presiones sociales, etc. Sin embargo la única variable que debería tenerse en cuenta es esa a la que me he referido antes: el matiz de la idea o el objeto que se quiere expresar. Los estilos cognitivos influyen en la configuración del lenguaje, pero, a veces, ellos mismos son efecto de esta misma configuración que se debe, al menos en parte, a otros factores, como acabamos de ver.

6.- CODIFICACION La codificación es, sin duda, el proceso más importante en la producción del lenguaje. El 'codex' o 'caudex' para los clásicos era el libro de cuentas (codex accepti et expensi, en CICERÓN) o el libro simplemente (codiecem scribere: CICERÓN). Con posterioridad vino a significar el libro en el que se encontraban las leyes o normas de convivencia de una sociedad e, incluso, el conjunto de leyes escritas, por ejemplo, el Código de Justiniano. Este mismo significado tiene en la actualidad: Código de Derecho Civil, Código de Derecho Canónico, para expresar el conjunto de leyes civiles o religiosas respectivamente. Hay, pues, tres cosas en el código: a) una que es material o tangible, por ejemplo, el libro o la ley escrita (código), b) otra que es inmaterial e invisible que es el contenido, las ideas, la norma, la convivencia espiritual, las relaciones jurídicas entre los miembros de la sociedad, etc. (mensaje), y c) el carácter normativo o prescriptivo del código, pues, mediante el código, los sujetos tienen conocimiento de cómo deben comportarse o de lo que deben hacer. Incluso la naturaleza se comporta de acuerdo con sus propios códigos, por ejemplo, el código genético. El comportamiento y la vida entera de un ser vivo se desarrolla inevitablemente de acuerdo con las directrices determinadas o fijadas en el código de sus propios genes. El código, por consiguiente, es una cosa material y visible de forma directa o indirecta, que sirve de cauce para el conocimiento de otra cosa inmaterial e indivisible. En otras palabras, es un sistema de signos visibles y reglas que permiten formular y conocer un mensaje secreto. En la actualidad la palabra código es empleada con mucha profusión en los más diversos campos de la actividad humana. Pero en el terreno de la lingüística su uso se encuentra condicionado por las directrices de la informática y la cibernética. En efecto, los códigos que utiliza la informática son combinaciones de elementos físicos (impulsos eléctricos) o bits que tienen la función de representar mensajes (números, letras). Mediante ellos puede expresarse cualquier número en base 2, en base 4, en base 6, en base 8, etc. Por ejemplo el Código Binario de Exceso Tres y el Código de Aitken utilizan configuraciones de seis bits para expresar sus símbolos elementales. En cualquier casos se trata de elementos muy simples materiales y de fácil manipulación con la ayuda de una máquina (el ordenador) que expresan mensajes de otro orden (palabras, números), los cuales expresan, a su vez, otros mensajes inmateriales (ideas y pensamientos). La posibilidad de sustituir estos mensajes por las configuraciones de bits es lo que permite procesar los pensamientos y las ideas con esa facilidad y ahorro de energía. La codificación en este caso tiene lugar al comienzo de todo el proceso y consiste en la asociación de las ideas a estas configuraciones o combinaciones de bits. En la vida normal esta

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asociación consiste en la vinculación mental de las ideas y los pensamientos a las palabras y los enunciados materiales.

7.- LA NATURALEZA DE LA CODIFICACION He resaltado la palabra 'mental', porque la vinculación de las ideas a las palabras o codificación acontece sólo en la mente. Fuera de ella no existe vinculación alguna. Esto supone que la codificación es un proceso mental exclusivamente. Las palabras llevan su carga significativa (mensaje) en la medida en que se hallan en la mente, es decir, en la medida en que son conocidas por la inteligencia. Para uno que no las conozca, las palabras pueden ser percibidas por el oído, pueden ser leídas por el sentido de la vista, pero para él no llevan carga significativa alguna, es decir, no son portadoras de mensaje alguno. Esto es lo que nos acontece cuando oímos una conversación en otra luenga que no es la nuestra. Las palabras son las mismas, pero para nosotros, no significan nada. La vinculación entre la palabra y la idea tiene que ser conocida por el que habla (emisor) y por el que escucha (receptor). Esto constituye una exigencia del lenguaje por la sencilla razón de que sus elementos son signos convencionales. Los sonidos materiales son llevados a la mente (conocidos) y allí son convertidos en símbolos de las ideas en virtud de una decisión libre tomada por el que habla (signos arbitrarios). Esta decisión es insustituible. Las decisiones sólo se dan en la mente, no en la realidad. Por tanto la elevación de un sonido material articulado a la categoría de símbolo acontece en la mente y sólo en la mente. La condición de símbolos le corresponde a las palabras, no en razón de su ser de „cosa', sino en razón de su 'ser de objeto'. En fin de cuentas la codificación es la conversión de las palabras o las cosas en símbolos de las ideas o los pensamientos.

8.- LA ESTRUCTURA MORFOLOGICA Y SINTACTICA La configuración de las palabras en estructuras morfológicas y sintácticas es una exigencia de la dimensión pragmática del lenguaje. De una manera indirecta, es también una exigencia de la dimensión lógica y ontológica de las ideas y los pensamientos. Las ideas que constituyen el mensaje tienen una estructura lógica impuesta por la naturaleza racional o dialéctica de la inteligencia humana (logos). Pues bien, esa estructura, para ser expresada correctamente, exige un correlato en la estructura morfosintáctica de las palabras. No es que haya identidad entre ambas estructuras, la mental y la verbal, pero sí hay correspondencia. El sentido de las palabras no depende sólo de ellas, depende también de las otras que se encuentran a su lado (contexto). Este contexto no es únicamente el conjunto de las palabras que tiene alrededor, sino la forma de presentarse en relación consigo mismas y la forma de relacionarse con las demás. Estos factores pueden variar completamente el sentido del mensaje. Por ejemplo, la relación o estructura sintáctica del oráculo de Delfos es fundamental para fijar o interpretar el mensaje del mismo: 'ibis redibis non peribis'. En muchos casos la posición de los signos de puntuación (en este caso, las comas) es el factor que decide el sentido del enunciado. En este enunciado concreto, la posición de estos signos hace que el mensaje sea completamente contradictorio: 'ibis, redibis, non peribis', o bien 'ibis, redibis non, peribis'. Por

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consiguiente para que el lenguaje cumpla su cometido de transmitir un mensaje determinado, una vez elegidos los símbolos o las palabras, estas palabras tienen que ser estructuradas convenientemente de acuerdo con las reglas de la sintaxis que vienen exigidas por las reglas de la lógica y la ontología. La estructura morfosintáctica tiene que ser precisamente aquella que satisface estas exigencias, no otra. Sin embargo, para satisfacer esta exigencia, las estructuras sintácticas del lenguaje humano no son herméticas o cerradas, sino abiertas o flexibles. En esto se diferencia el lenguaje humano del lenguaje de las máquinas o lenguaje del ordenador. La riqueza en el manejo de esta variedad de estructuras morfosintácticas es uno de los factores que constituyen los estilos literarios. Evidentemente el estilo de AZORÍN se parece muy poco al estilo de CERVANTES y, sin embargo, las estructuras morfosintácticas que emplean uno y otro son completamente correctas y satisfacen esa exigencia de la que he hablado anteriormente. El estilo de ORTEGA se parece poco el estilo de UNAMUNO, sin embargo, aparte de la belleza de la que hacen alarde ambos autores, las estructuras sintácticas y morfológicas del lenguaje de ambos constituyen un fiel correlato de las estructuras de las ideas y los pensamientos que brotaban de sus mentes privilegiadas. Estas estructuras morfosintácticas son muy diferentes en cada una de las lenguas, en cada una de las culturas, en cada uno de los individuos, etc. Pero hay algunas estructuras superiores que se repiten en todos ellos como una especie de denominador común. Son las estructuras profundas, o estructuras latentes, de las que las otras estructuras no son más que manifestaciones, ejemplares, o concreciones. Esas estructuras profundas derivan de la estructura lógica y ontológica a la que me he referido antes, la cual exige que las partes del lenguaje que expresan la causa o el sujeto de una acción, en el orden lógico y ontológico, sean un sustantivo o una expresión equivalente en el orden morfológico, y desempeñe el oficio de sujeto en el orden sintáctico; que las partes del lenguaje que expresan relaciones, cualidades o determinaciones, en el orden ontológico, sean adjetivos o expresiones equivalentes en el orden morfológico, y desempeñen el oficio de predicado o atributo en el orden sintáctico; que las partes del lenguaje que expresan acciones, pasiones u operaciones, en el orden ontológico, sean verbos en el orden morfológico y desempeñen el oficio de tales en el orden sintáctico. Las leyes y las estructuras lógicas y ontológicas imponen la exigencia de que los elementos del lenguaje, de cualquier lenguaje, reducidas a sus estructuras más simples, como fundamento de todas las demás estructuras, se configure como la forma 'S es P'. La necesidad que experimenta la inteligencia humana de formar o construir mentalmente estas estructuras elementales es una exigencia innata; no, adquirida. Por tanto es una exigencia para todos los hombres, sea cual sea la cultura a la que pertenecen y la lengua que hablan. La diferencia entre los hombres no está en estas estructuras más simples, sino en el uso discrecional de las contexturas desinenciales y la ayuda de las composiciones sincategoremáticas.

9.- LA TOMA DE DECISIONES Y LA EJECUCION DEL MENSAJE Una vez transcurridas las fases anteriores, el proceso se continúa con la ejecución material del lenguaje, que en unos casos es el habla; en otros casos, la

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escritura; en otros casos, los gestos; en otros casos, ciertos movimientos del cuerpo; en otros casos, la utilización de otros cuerpos materiales seleccionados para ser cauce de los mensajes mentales tal como lo hemos descrito en los párrafos anteriores. La nueva fase consiste en la ejecución material de los movimientos conducentes al habla, a la escritura, a los movimientos del rostro o del cuerpo, al ejercicio de las manos o los pies, etc. Pero esta ejecución supone una nueva toma de decisiones por parte de la voluntad o la continuación o renovación de la decisión previamente tomada sobre la elección de los símbolos o palabras que se estiman más adecuadas. Esta decisión es formulada por la voluntad como todas las anteriores sobre los datos u opciones posibles que le presenta la inteligencia. Esta decisión es ejercida, no por el cerebro, sino sobre el cerebro, en los centros que corresponden a la motricidad. En esos centros se producen los impulsos eferentes que descienden por las vías nerviosas eferentes hasta llegar a los músculos que son activados (enervados) de la forma que ya hemos descrito en el apartado dedicado al lenguaje como conducta del 'homo loquens'. Hay, no obstante, una gran diferencia entre los efectos de esta toma de decisiones y las tomas de decisiones anteriores referidas a la formulación mental del mensaje y a la selección de los símbolos más adecuados para expresarlos. Esta diferencia consiste en lo siguiente: a) Lo propio de la voluntad humana es la autodeterminación. Por otro nombre, a esta determinación se la conoce como 'libertad' o 'libre albedrío'. Este es el mayor exponente de la característica fundamental de la vida, que es la espontaneidad en grado sumo. La voluntad, pues, se autodetermina. Este es su acto específico o comportamiento natural. Pero, en virtud de la unidad física y psíquica del ser humano, ella misma determina de alguna manera a las demás facultades cuyo ejercicio depende de la inteligencia. Este dominio de la voluntad es doble: político y despótico. El dominio político es aquel respecto del cual las otras facultades pueden no obedecer, por ejemplo, la memoria, cuando la voluntad le ordena recordar una lista de nombres propios para un examen; unas veces obedece, pero otras, no. El dominio despótico es aquel respecto del cual las otras facultades carecen de la capacidad suficiente para resistirse al mandato, negarse a obedecer, por ejemplo, cuando la voluntad le ordena a un brazo que se levante, o cuando le ordena al ojo dirigirse a un objeto cualquiera. Naturalmente estamos hablando de un individuo normal o individuo sano; no de un individuo anormal o enfermo. b) Este imperio o mandato de la voluntad dirigida por la inteligencia, utilizando los impulsos nerviosos eferentes, puede ser proyectado sobre los órganos de la fonación humana para que articule una serie de palabras en forma de lenguaje o habla, o ser dirigido a la mano para que describa sobre el papel unos trazos en forma de letras equivalentes a otros tipos de lenguaje. Pues bien, este dominio de la voluntad sobre estas facultades (los órganos de la fonación y las manos) es un dominio despótico, de tal suerte que dichas facultades, si el individuo está sano, se encuentran incapacitadas para resistir y no obedecer. El individuo que quiere hablar o escribir, si el resto de las variables intervinientes son favorables o no lo impiden físicamente, ese individuo habla o escribe con absoluta seguridad. Si aparece algún fallo en el proceso, acontece por otras razones o causas, pero no por deficiencias de la orden que procede de las facultades superiores que son la inteligencia y la voluntad; por ejemplo, porque tiene los órganos deteriorados o impedidos física o fisiológicamente, porque no sabe escribir, porque no tiene nada

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que decir, es decir, porque no tiene ideas, etc. Por tanto, desde el punto de vista de la voluntad y la inteligencia, estas decisiones cumplen siempre sus objetivos.

10.- LA EJECUCION MATERIAL DEL HABLA El paso siguiente es la ejecución material del habla, la ejecución de la escritura, etc., las cuales son acciones materiales que derivan del ejercicio físico de las facultades ejecutivas u órganos (instrumentos) del lenguaje, activados por los impulsos nerviosos eferentes que proceden del cerebro. En la psicología actual, esta fase es conocida con el nombre de 'emisión'. En el paralelismo que los psicólogos establecen entre el hombre y el ordenador, esta fase es la equivalente a la ejecución material de la resolución final del proceso para que salga en la pantalla o en la impresora. Esta ejecución material del habla, de la escritura o de otros símbolos, sigue las pautas ya descritas en el referido apartado sobre 'el lenguaje como conducta del homo loquens'.

11.- LA EVALUACIÓN DEL LENGUAJE PROPIO El último paso del proceso de la producción del lenguaje es la evaluación del mismo por parte de la inteligencia. El individuo normal es consciente de lo que acaba de decir o expresar y, de una forma automática, es arrastrado por la curiosidad que le plantea al menos tres interrogantes: a) si lo que ha dicho o expresado lo ha dicho o expresado bien, es decir, si realmente era ese el mensaje que quería transmitir, b) si lo que ha dicho o expresado es lo que en ese momento debía decir o expresar, c) si lo dicho o expresado por medio de estos símbolos es aceptado por el destinatario o no es aceptado, etc. Si constata que la respuesta a estos interrogantes es afirmativa, el proceso se concluye con una nueva afirmación: 'sí efectivamente esto es así'. Esta nueva afirmación puede ser interna o externa. No es infrecuente que, después de esa breve reflexión, esta afirmación se produzca de una manera externa.

12.- LA VINCULACION ENTRE LAS FASES DEL PROCESO Acabo de describir el proceso psíquico del lenguaje como una sucesión de actos que se desarrollan a través de varias etapas. Esta sucesión no puede entenderse exclusivamente como una sucesión cronológica, sino como una sucesión lógica y ontológica. El hecho de ser una sucesión no implica que entre fracción y fracción de la misma haya de transcurrir un tiempo determinado. Hay una dependencia entre estas fases; esto es evidente. Pero no tenemos datos para afirmar que esta dependencia sea una dependencia según el antes y el después. En cuanto al tiempo, algunas de estas fases son completamente simultáneas, por ejemplo, la elección y la codificación, en muchos casos.

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BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c.8.- 1) Gross, 1976, Mayor, 1985. 2) Ver Mayor, 1985; Beltrán, 1984; Butterworth, 1980; Jenkins y otros, 1964; Luria, 1980, 1985; y otros, 1956; Searle, 1980; Sánchez Zavala, 1982; Torres, 1984; Olerón, 1977; Nakazima, 1983; Antimucci y Parisi, 1983; Peraita, 1988.

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Cap. IX.- PROCESOS PSIQUICOS IMPLICADOS EN LA RECEPCION DEL LENGUAJE

1.- INTRODUCCION En algunos libros de psicología suelen sintetizarse los procesos parciales que intervienen en el lenguaje como si ellos mismos formaran parte de una cadena cuyos eslabones son los siguientes: elección del mensaje y el medio, codificación, emisión, recepción, descodificación, comprensión. Los tres primeros corren por cuenta del que habla y los otros tres corren por cuenta del que escucha o recibe la información. Otros autores simplifican todavía más el proceso de comunicación reduciéndolo a dos actos fundamentales, el acto de 'hablar' o expresarse, por parte del emisor, y el acto de 'comprender', por parte del receptor. Sin embargo un análisis más detenido nos obliga a introducir otros procesos parciales no menos importantes como parte de esa misma cadena, tal como ha quedado expuesto en el capítulo anterior a propósito de los actos que realiza el que habla o emite un mensaje si 1 quiere que ese mensaje sea efectivo . El objeto de la Psicolingüística es la descripción de los procesos psíquicos que tienen lugar cuando los hombres utilizan enunciados verbales. Estos procesos, por parte de aquel al que va dirigido el lenguaje, son los siguientes: oír o escuchar el enunciado, identificarlo, aceptarlo, interpretarlo, entenderlo, creer o asumir su validez en relación con la propia conducta. Sin embargo 'los límites entre estos 2 niveles (procesos) no son claros y precisos' (MILLER) . Esta serie de procesos que intervienen en la recepción del lenguaje no es la misma en todos los autores que se ocupan del tema. No obstante, en los rasgos principales, las coincidencias son altamente significativas. Por mi parte, entiendo que, en lo que concierne al destinatario del lenguaje, esos procesos parciales son los siguientes: a) percepción sensorial del habla, b) análisis e identificación de los sonidos con los sonidos que ya tiene en su memoria, c) identificación de las unidades lingüísticas que se contienen en esos sonidos, d) descodificación (interpretación) o producción de la idea y el pensamiento propios, e) inserción de esa idea o pensamiento en las estructuras mentales que ya posee, f) modificación de esas estructuras o producción de otras nuevas, g) sensación de plenitud o satisfacción, h) eventual planificación de la conducta, en su caso. Como puede observarse, en líneas generales, este proceso complejo es el mismo que ejerce el emisor, pero en sentido contrario. Esto acontece, sobre todo, en la parte principal que es la descodificación.

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2.- LA FASE FISICA DEL LENGUAJE En el lenguaje, en este caso, el habla, la recepción del mismo consiste en la llegada de una serie de estímulos a las partes sensibles del oído consistentes en una serie de ondas de aire producidas por las vibraciones de los órganos de la fonación humana del emisor, sobre todo, por sus cuerdas vocales. La transmisión de estas ondas sonoras constituye la fase física o proceso físico de la audición, pues su desarrollo obedece exclusivamente a las leyes de la física. En efecto: en los procesos auditivos interviene como causa eficiente un estímulo material constituido por las ondas sonoras. Estas ondas no son más que partículas de aire que se mueven de una manera cíclica a una velocidad aproximada de 332 m/s. Este movimiento cíclico de las partículas de aire produce una especie de vibración que choca con los elementos receptores del oído, dando lugar al sonido que es, en fin de cuentas, la sensación auditiva. La medida de estas vibraciones se expresa en unidades por segundo. La sensibilidad del oído humano está preparada para recibir estas unidades cuando se producen entre 15 y 20.000 ciclos por segundo. Cuando la frecuencia de los ciclos está por encima o por debajo de estos umbrales, el sonido no es perceptible por el hombre, pero sí por otros animales, por ejemplo, el perro o el murciélago (120.000 c/s), etc. Las vibraciones extremas llegan efectivamente a los órganos receptores, pero en estos casos, o carecen de la energía suficiente para activarlos, o rebasan el nivel de energía tolerable, causando una perturbación en el funcionamiento de los mismos. Y, si los activan, en el primer caso, el impulso nervioso resultante es tan pequeño o tan débil que no llega a la zona correspondiente de la corteza cerebral, y, consiguientemente, no se convierte en dato de la conciencia (conocimiento, información). No obstante la llegada a los elementos receptivos del oído (lo mismo, en el caso del ojo) de los ciclos que se hallan fuera de estos umbrales puede tener la virtualidad de introducirse en la conciencia en forma de percepción subliminal o incluso, de percepción 3 extrasensorial . Acerca del sonido hay que tener en cuenta: a) la intensidad, es decir, la fuerza o sonoridad que se corresponde con la diferencia entre la cantidad de compresión y descompresión del aire producidas por la vibración del cuerpo generador del fenómeno; b) el tono o frecuencia de la vibración, y c) el ciclo, que es la suma de una comprensión y una descompresión completas. Cuantos más ciclos por segundo, más elevado es el tono del sonido. Es preciso tener en cuenta todos estos factores en el caso del habla, pues la disposición y la proporción de los mismos puede alterar considerablemente los contenidos del mensaje.

3.- LA FASE FISIOLOGICA DEL LENGUAJE A esta fase sigue la fase fisiológica. El proceso fisiológico se desarrolla de la siguiente manera: con la ayuda de la oreja y a través del canal auditivo penetran las ondas sonoras hasta el tímpano, que es una membrana que se mueve hacia adelante y hacia atrás (vibra) cuando chocan con ella las ondas sonoras que proceden del exterior. Al vibrar el tímpano, roza un huesecillo (martillo) el cual mueve, a su vez, el yunque, conectado con el estribo al que comunica su movimiento. El estribo, por su parte, ejerce una presión sobre la ventana oval que es otra membrana que da paso al oído interno. El movimiento de la ventana oval es transmitido a la cóclea que está llena de un líquido en el cual se dejan sentir las

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correspondientes vibraciones u ondas de presión. Estas ondas de presión causan, a su vez, un movimiento cíclico en la membrana basilar que se corresponde con los ciclos u ondas sonoras. Sobre esta membrana se encuentran la células ciliares dotadas de pequeños pelos (cilios). Estos pelos son precisamente los que se mueven de arriba abajo produciendo así un flujo de corriente que se desplaza por las células ciliares. La conversión de los impulsos mecánicos físicos o vibraciones en impulsos nerviosos en los que en el lenguaje actual se llama transducción. Por último, esta corriente es transmitida a las fibras auditivas produciendo en sus dendritas la liberación de neurotransmisores en una cantidad proporcional a la intensidad y a las demás modalidades de la vibración. Las fibras auditivas, que ya han recogido por medio de sus dendritas ese flujo de corriente nerviosa, lo transportan a la zona auditiva del córtex cerebral. Lo que ocurra a partir de aquí ya no es de la competencia de las ciencias. El paso siguiente es la conversión de estos impulsos recibidos en el córtex en datos de la conciencia (información, conocimiento). Ahora bien, esto no puede ser objeto del experimento científico. Lo más que puede hacer la ciencia es un seguimiento de las irradiaciones de esos impulsos recibidos en el córtex. Pero, ni los impulsos, ni sus radiaciones, son hechos de conciencia. Ya quedó dicho en el párrafo anterior: lo psíquico comienza precisamente donde acaba lo experimental. Las teorías más destacadas acerca de la recepción de los estímulos u ondas sonoras en el órgano del oído son las siguientes: a) la teoría de la resonancia 4 (HELMHOLTZ) o de la vibración simpática . Es el fenómeno consistente en la vibración de todas las cuerdas DO del piano cuando el pianista canta un DO sobre la caja de resonancia. En el caso del oído, las vibraciones u ondas sonoras pasan a través del caracol y chocan con la membrana basilar sobre la que se halla el órgano de Corti con sus 24.000 fibras que actúan como las cuerdas del piano. Cada sonido tiene su fibra correspondiente. Si ésta ha desaparecido o se encuentra deteriorada, la audición de ese sonido no se produce. La disposición graduada de estas fibras permite la audición graduada de los sonidos. Por tanto cada sonido es registrado con independencia de los demás. b) La teoría telefónica (RUTHERFORD): La membrana basilar vibra como un todo, no de manera fragmentaria como afirmaba la 5 teoría anterior . Es decir, en el caracol no se separan los tonos del conjunto de los sonidos, sino que son sentidos en conjunto y remitidos a la zona correspondiente de la corteza cerebral donde se lleva a cabo el verdadero análisis de los mismos. Hay, pues, una correspondencia exacta entre la frecuencia e intensidad de los sonidos y la frecuencia e intensidad de la corriente nerviosa. Esta teoría es difícil de aceptar, pues la velocidad de los segundos es más lenta y no puede explicar la celeridad de las vibraciones sonoras, por ejemplo, las de la cuerda de un violín. c) La teoría de la descarga (E. WEBER Y CH. BRAY): Esta teoría resume los datos de las dos anteriores. Las fibras auditivas actúan en grupos o constelaciones y de modo alternativo. Cuando una constelación descarga una condensación de ondas, se abstiene de hacerlo cuando recibe la carga siguiente para aumentar su potencialidad, 6 dejando paso a la descarga de otra constelación . Esto permite explicar el hecho según el cual el nervio auditivo puede transmitir a más de mil ciclos por segundo, cuando cada fibra por separado responde con una frecuencia muy inferior. d) La teoría de la configuración tonal (J. EWALD): La membrana basilar en general vibra por el simple choque de cualquier onda sonora, pero configura de manera distinta 7 cada nota o conjunto de notas . Por tanto la configuración del sonido se debe a la membrana; no al estímulo (HELMHOLTZ). He hecho este análisis de la recepción de los sonidos por ser el lenguaje hablado el más usado para la comunicación. Pero, para ser justo, debería seguir con

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el estudio o el análisis de la recepción de los demás signos por parte del sentido de la vista, del sentido del gusto, del sentido del tacto, del sentido del olfato, etc., pues también a través de estos sentidos pueden ser captados los signos portadores de mensajes.

4.- LA FASE PSICOLOGICA DEL LENGUAJE a) La identificación de las palabras: El análisis y la identificación de los sonidos del habla con los sonidos del glosario (léxico) conservados en la memoria es un proceso absolutamente necesario para que el lenguaje cumpla su cometido de transmitir un mensaje. Ya hemos dicho que el código tiene que ser conocido por el que habla y por el que escucha, es decir, tiene que ser un elemento común que sirve de cauce y que es elegido o aceptado por ambos. Para que la corriente eléctrica encienda una bombilla, el cable tiene que estar en conexión con la fuete de energía (emisor) y con la propia bombilla (receptor). El conocimiento del código por parte del receptor implica el conocimiento del símbolo, en este caso, el conocimiento de la palabra. Ahora bien este conocimiento se produce cuando es capaz de identificar esos sonidos articulados con los sonidos articulados que ya conoce previamente y que conserva en su memoria, de la misma manera que conozco una cosa, por ejemplo, una manzana, cuando la comparo y la identifico con la idea o la imagen de manzana que ya poseo en mi mente con anterioridad. El conocimiento se consuma cuando me doy cuenta de que la esencia o naturaleza de manzana que en mi mente existe en razón de su „ser de objeto‟, existe también en esa cosa material que tengo delante en razón de su „ser de cosa‟. La palabra 'pebetero' que acabo de escuchar en la radio es conocida por mí como símbolo de una realidad (el perfumador) cuando la comparo con esa misma palabra o conjunto de signos articulados que ya existen en mi mente con esa misma carga semántica. Cuando no es posible establecer esta identificación, las palabras son sonidos y como tales son percibidos, pero no son símbolos; por tanto el habla en estos casos no es un lenguaje. Como hemos dicho, es el mismo ejemplo ya analizado del que oye palabras de un idioma que no conoce en absoluto. Ahora bien esta identificación de las palabras ya no es cosa de la sensibilidad, sino de la inteligencia. La sensibilidad no es capaz de percibir o analizar las relaciones. Y mucho menos la relación de identidad, la cual surge entre dos seres, no por razón de la cualidad o la cantidad, sino por razón de la esencia o la substancia. Las teorías que intentan explicar este proceso de identificación son muchas. Entre ellas se encuentra la teoría del 'patron de rasgos' o 'logogen' que entra en acción impulsado por los datos sensoriales y contextuales para introducirse en la memoria; la teoría de la 'búsqueda activa' que actúa de abajo arriba tomando nota además de los factores léxicos, sintácticos y semánticos; la teoría de los 'archivadores' fonológicos, semánticos y ortográficos como depósitos mnémicos en 9 los que se guardan las palabras; etc. (MAYOR) . Evidentemente estas teorías no son más que hipótesis no demostradas de forma absoluta, pues las técnicas experimentales no tienen acceso a los objetos y los procesos a los que todas ellas se refieren. G. ALBEA hace un resumen de las teorías de otros autores que destacan la importancia del léxico y se ocupan de los procesos implicados en esta tarea de identificación o reconocimiento de la palabra. Estos procesos son los

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siguientes: “1) Ante un determinado imput sensorial, por ejemplo visual, en el lenguaje escrito, se efectúa un análisis que daría por resultado la unidad perceptiva que llamamos 'palabra'. 2) La palabra en cuestión deberá estar representada de alguna manera en la memoria del sujeto, conteniendo la información que le sea pertinente (léxico interno, diccionario mental)... La entrada léxica no sería otra cosa que la representación mental de una palabra... 3) El sujeto reconoce tal imput sensorial como tal palabra cuando el resultado de su análisis perceptivo se corresponda con la entrada léxica pertinente..., reconocer una palabra sería una actividad análoga a la de encontrar en un diccionario la información correspondiente a una entrada determinada. 4) Dadas las características de rapidez, efectividad y tolerancia a la distorsión que acompañan al reconocimiento de las palabras, tal como es llevado por el sujeto humano en las circunstancias normales de comunicación, el sistema computacional que subyace a esta actividad debe estar regido por 10 unos principios de optimización de recursos que haga esto posible” . Las gramáticas estructurales y transformacionales están siendo desplazadas por las gramáticas lexicales, como hemos visto en capítulos anteriores. El interés de los psicólogos y lingüistas está derivando hacia el estudio de las palabras y el léxico en general. Por eso estos mismos autores hablan del 'alto contenido informativo de las palabras: “conocer o, si se quiere, reconocer, una palabra equivale a disponer de una gran cantidad de información de todos los niveles; primero implica saber que eso que reciben nuestros órganos sensoriales o eso que produce nuestro sistema musculatorio, es una palabra y no una mera sucesión de sonidos más o menos conexos; pero además se sabe cómo se pronuncian (y en algunos casos, incluso, cómo se escriben), se sabe cómo combinarlas y modificarlas, si es preciso, para formar frases u oraciones y se sabe lo que significan y la manera de usarlas en la práctica para transmitir un determinado mensaje a los demás. Este alto contenido informativo de la unidad-palabra, junto a su probada realidad psicológica... puede ser un gran aliciente para el estudioso del procesamiento de la información en el hombre, de cara a establecer la forma concreta que tiene éste de llevar a cabo dicho procesamiento en el caso del 11 lenguaje” . La identificación de la palabra es un proceso común que tiene lugar en ambos extremos del lenguaje: en el que habla y en el que escucha. Hay, pues, un doble léxico: el externo y el interno, el real del diccionario y el mental de la conciencia o la memoria. El verdadero problema está en la descripción de la organización del léxico mental y en el diseño de las relaciones que hay entre uno y otro. Las investigaciones actuales parecen encaminarse a la descripción del proceso consistente en el acceso al léxico mental. Es el problema de la correspondencia entre el imput sensorial y la entrada de ese dato en los ámbitos de la memoria. Cuando estos procesos se desarrollan correctamente es cuando se produce el reconocimiento de la palabra.

b) La identificación de las unidades lingüísticas: El paso siguiente es la identificación de las unidades lingüísticas contenidas en el habla. En efecto, una cosa es la percepción e identificación de las palabras y otra es la constatación e identificación de las unidades lingüísticas que están formadas a base de ellas. Las palabras sueltas pueden sugerir ideas, pero las unidades lingüísticas sugieren juicios y razonamientos, que es lo propio de la inteligencia humana. Más aun, las palabras sueltas sugieren ideas posibles (valor potencial del lenguaje); pero la inteligencia del que escucha lo que busca es una

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idea concreta, un mensaje determinado que esté referido a algo real (valor existencial). Pues bien, esta idea concreta o este mensaje determinado es sugerido por la palabra en la medida en que ésta se encuentra incardinada en una estructura morfolingüística. El lenguaje está hecho para comunicar unos mensajes determinados, no unos mensajes posibles cuya determinación queda al albur de los factores subjetivos del que escucha. Si me tomo la molestia de hablar es para que el otro tenga unas ideas que se correspondan con las mías, no para que el otro forme en su mente de forma indeterminada cualquier idea o pensamiento utilizando como estímulo el habla que yo pronuncio. Esto es lo que pretenden hacer los pintores y artistas modernos cuando utilizan unos símbolos totalmente indefinidos. En virtud de esta indefinición ese lenguaje se encuentra desposeído de todo contenido. Allí no hay mensaje alguno. Por tanto tampoco hay comunicación. El mensaje, dicen, se produce al final cuando el destinatario interpreta sus símbolos. Pero, aparte de que no hay nada que interpretar como acabo de decir, ese mensaje final o esas ideas y sentimientos que surgen en el que contempla esos cuadros no son mensajes, sino invenciones, fantasmas o fabulaciones. Una cosa es la comunicación de ideas o pensamientos consistente en la producción de símbolos para que las ideas y pensamientos del que habla y del que escucha se correspondan, y otra cosa es la provocación desconsiderada, irreverente y temeraria consistente en la producción de estímulos indiferenciados o amorfos para que el que escucha produzca las ideas que quiera. En el primer caso hay ideas y pensamientos en el que habla y en el que escucha. En el segundo caso en el que habla no hay ideas; por tanto tampoco hay pensamientos. Lo único que hay es una ambición desmedida por encontrar un medio en el exterior que compense la vaciedad interior para justificar el renombre o la diadema del genio que se atribuye. Desgraciadamente muchos discursos políticos y académicos hechos con palabras son comparables, por su contenido, a estos cuadros llenos de rasgos o manchas amorfas. Ni en estos cuadros ni en estos discursos es posible identificar las unidades lingüísticas o las estructuras morfosintácticas mínimas que les habiliten para ser portadores de un mensaje. Por lo que atañe a los cuadros y esculturas no hay nada equivalente a estas estructuras. La comunicación o transmisión de información, en estos casos, es suplantada por la provocación vacía y presuntuosa, como acabo de afirmar unas líneas más arriba. Para explicar este proceso de identificación de las unidades lingüísticas se han diseñado unos modelos: el 'modelo tranformacional' consistente en la transmutación o cambio de la estimulación sensorial en una estructura superficial que luego se transforma, a su vez, en una estructura profunda latente en el enunciado; el 'modelo de las estrategias cognitivas', por ejemplo, la suposición de que la estructura lingüística más frecuente es la de sujeto verbo y predicado (S es P); el 'modelo de la computadora' que toma como base la secuenciación que hace el ordenador; el 'modelo HERSAY' constituido por un programa computacional y una central de mensajes; el 'modelo RTA' o 'redes de transmisión ampliada que trata de identificar estas estructuras sin necesidad de los recursos transformacionales de los 12 que hemos hablado antes; y otros modelos . Como en el caso anterior, estos modelos y las teorías que los protagonizan o avalan no son más que hipótesis no demostradas, pues, por las mismas razones, ni los procesos, ni los objetos de esos procesos, pueden ser sometidos a los tribunales del experimento científico. Es evidente que para la identificación de estas estructuras lingüísticas es necesario que la inteligencia tenga acceso a la memoria. Pero también es cierto que la memoria no la tiene tan lejos como si fuera un departamento contiguo o lejano. La memoria intelectiva es la propia inteligencia. Y

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para conocer lo que hay en ella le basta con un sencillo proceso de reflexión, o, como se dice actualmente, una operación concisa estrictamente metacognitiva. Las otras facultades, no; pero la inteligencia sí puede hacerlo.

c) La descodificación: La descodificación, desde el punto de vista del que escucha o recibe el mensaje, es sin duda la acción más importante en el proceso de comunicación, de la misma manera que la codificación lo era desde el punto de vista del que habla. Este proceso no consiste como suele creerse en la separación de las ideas respecto de las palabras a las cuales habían sido asociadas o vinculadas mentalmente por el emisor. Las palabras y los símbolos en general, desde el momento en que son desprendidos del emisor, ya no llevan contenido psíquico alguno. Con ellos no van las ideas, los pensamientos, las imágenes, los sentimientos del emisor. Entre otras razones, porque esas ideas, pensamientos, imágenes y sentimientos son cualidades suyas, exclusivamente suyas, y no puede desprenderse de ellas. Las ideas sólo pueden existir en la mente del que las ha formado. Con las palabras o símbolos tampoco va una copia de esas ideas, pensamientos, imágenes y sentimientos. Las ideas no tienen copias como las tienen las fotografías del laboratorio. Cada imagen y cada idea entitativamente son únicas para cada uno de los sujetos que las poseen y para cada uno de los objetos. Las palabras y los símbolos son sólo sonidos, ondas, vibraciones, impulsos eléctricos o mecánicos. Fuera de la mente no es posible semejante asociación, pues, como acabo de afirmar, las ideas, los pensamientos, las imágenes y los sentimientos se encuentran radicalmente incapacitados para existir fuera de ella. Si hiciéramos la prueba de dotar al mejor de los investigadores de los medios más sofisticados y le pidiéramos que investigara el contenido de unas palabras grabadas en la cinta magnética, en las vibraciones del aire o en las líneas de una carta, nos encontraríamos con la sorpresa de que allí debajo, como elementos últimos, no había ideas o imágenes, sino sólo partículas de metal más o menos ordenadas, movimientos de las partículas del aire o montoncitos de tinta en forma de rasgos. Esto es lo que acontece cuando alguien intenta analizar una palabra hablada o escrita en una lengua totalmente desconocida. Las posibles ideas las forma él siempre que se den estas dos condiciones, al menos estas dos: a) que conozca esos elementos en tanto que códigos, es decir en tanto que factores elegibles por el emisor con la finalidad de ser códigos, b) que el conocimiento de estos elementos, en tanto que códigos, tenga alguna conexión con su experiencia personal presente o pasada, como luego veremos. La descodificación, por tanto, no consiste en la separación del mensaje respecto de las palabras u otros signos, porque allí no hay nada que separar. La descodificación es la acción del receptor, el que escucha o recibe materialmente el símbolo, consistente en la formación o producción mental de unas ideas, unos pensamientos, unas imágenes y unos sentimientos que se correspondan con las ideas, los pensamientos, las imágenes y los sentimientos del emisor. Pero entonces son ideas suyas, pensamientos suyos, imágenes y sentimientos propios, no una copia o una parte de los contenidos mentales del emisor. Esta manera de interpretar los procesos cognitivos se encuentra mucho más cerca de la posición de algunos autores modernos como OSGOOD, que de la posición de los pensadores aristotélico-tomistas. El lenguaje desempeña el papel de mediador entre el que habla o escribe y el que escucha o lee. Pero cada uno de ellos ejerce sus propios procesos

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cognitivos. En otras palabras, la función de simbolizar que se le atribuye al lenguaje no es la función fundamental suya. La función fundamental consiste en suscitar una serie de ideas, imágenes, pensamientos o sentimientos en aquel que lo recibe, sin que por esto el lenguaje tenga la consideración de causa eficiente de estos procesos cognitivos o afectivos. Cuando PINILLOS resume la teoría de OSGOOD, a este respecto, se expresa así: 'la función del símbolo verbal no consiste en servir de signo a las palabras, sino en suscitar componentes desgajables de la conducta real suscitada por los objetos asociados a la estimulación fonetográfica en que consiste 13 la palabra hablada o escrita' . Para mí esos componentes desgajables de la conducta real son las ideas, los pensamientos, las imágenes, los sentimientos, etc. El lenguaje tiene la virtualidad de suscitar una serie indefinida de ideas, imágenes, sentimientos, etc. en el que lo recibe, pero lo cierto es que no hay comunicación mientras que no se produzca la elección de una de ellas que es precisamente la que se corresponde con el mensaje o la idea que el emisor ha asociado a su código. Si no se produce esta correspondencia, lo que tiene lugar entre ambos no es una comunicación real; y lo que tiene lugar en el que escucha es el error. Una interpretación mala o incorrecta jamás dejará paso a la verdadera comunicación. Ahora bien, esta elección sólo es posible si el receptor tiene en cuenta el contexto de todo el proceso: las ideas que él posee, las ideas que se supone tiene el que habla o emite el lenguaje, las ideas que ya ha recibido de él con anteriorodad, la consecuencia o ilación lógica que vincula unas ideas a otras, los estados emocionales o afectivos de ambos, la situación ambiental, etc. Todo esto es lo que permite la 'anticipación' de la cual se habla en el apartado siguiente. La base fundamental para que se produzca esta correspondencia entre las ideas del emisor y las ideas del receptor está en la utilización del símbolo como elemento común, pues ambos le otorgan el mismo valor cuando va incardinado en unas mismas estructuras psicolingüísticas. Esto último que acabo de afirmar es lo que permite al receptor anticipar en cierta manera el mensaje, es decir, esperar que el emisor, a través de estas estructuras, va a poner los medios para que él produzca en su mente unas ideas o unos pensamientos determinados. En toda comunicación se da esta anticipación. Cuando el habla responde a estas expectativas, se establece la comunicación. Cuando no hay posibilidad en absoluto de anticipar las líneas generales del mensaje, percibimos los sonidos, advertimos que esos sonidos son palabras y que forman oraciones, incluso oraciones correctas, pero la comunicación no se produce en absoluto porque nosotros, utilizando ese lenguaje como estímulo, somos incapaces de producir idea o pensamiento alguno. La descodificación, por tanto, consiste en darse cuenta de que eso que percibimos no es un mero sonido material o un conjunto de sonidos, no es un rasgo sobre el papel o un conjunto de rasgos, no es un movimiento del cuerpo o una serie de movimientos materiales, sino que es un símbolo o un conjunto de símbolos para los cuales hay un sentido en la mente del que los oye o los lee. d) La producción de información nueva: La producción de una idea o un pensamiento no consiste en descubrir el contenido semántico de los símbolos del lenguaje sino en hacer donación de contenido a esos símbolos, de una forma paralela a como hizo donación de ese contenido el emisor. Pero hay algo más, la donación de contenido es también la donación de sentido. La comunicación es efectiva cuando las ideas o pensamientos nuevos tienen sentido. Ese sentido tiene que dárselo el mismo que las produce, pues nadie puede intervenir o violar el santuario de las ideas de los demás.

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Los símbolos que son recibidos como parte de un lenguaje cualquiera adquieren sentido cuando desde la mente es posible atribuirles un contenido semántico y, además, cuando ese contenido semántico puede ser insertado al lado de otros contenidos semánticos que ya forman parte de las estructuras lógicas que ya existen en la mente del receptor. Este contenido semántico no es absolutamente nuevo para él, pues, para la mente humana no existen contenidos o ideas absolutamente nuevas. Cualquier contenido o idea, nacido de esta manera a propósito de la recepción de un símbolo como parte del lenguaje, ya estaba presente de una manera implícita en las estructuras de la conciencia del que lee o escucha. En virtud del lenguaje lo que era implícito se hace explícito, lo que era solamente virtual se hace actual, y lo que era tácito u oculto se convierte en explícito, claro, terminante o formal. El que oye o escucha, cuando recibe las partes elementales del lenguaje debidamente estructuradas, expresa su propio conocimiento, su propia idea; la declara o la dice mentalmente, la da a luz, de la misma manera que la dio a luz el emisor en virtud de este u otros procesos de los cuales habla la psicología, entre ellos, la abstracción. El lenguaje en este caso, desempeña el papel de estímulo del pensamiento, sin que quepa la posibilidad de interpretar ese estímulo en el sentido mecanicista de la psicología behaviorista. El lenguaje y las partes que lo constituyen adquieren sentido en el destinatario que lo recibe cuando estas ideas nacientes emergen de las ideas anteriores y vuelven a ellas para formar una estructura nueva y más perfecta o más rica, es decir, más apta para conocer e interpretar la realidad. Cada vez que surge una idea nueva, cada vez que emerge de las demás ideas en las que ya se encontraba de una manera implícita o latente, se produce un aprendizaje. Pues bien, cuando esta idea es susceptible de ser incardinada o insertada en las estructuras anteriores con la ayuda de las leyes lógicas, ese aprendizaje es un aprendizaje significativo. Esta inserción puede ser llevada a efecto en virtud de las leyes del pensamiento eidético, las leyes del pensamiento apofántico o las leyes del pensamiento lógico. En cualquier caso el pensamiento resultante es un pensamiento nuevo; más rico y más perfecto. e) El constructivismo del conocimiento humano: La psicología actual entiende que la formación del pensamiento humano obedece al paradigma del 'constructivismo'. En efecto, no sólo el alumno que se entrega a las tareas del aprendizaje en las aulas, sino también el hombre en general, desarrollan una serie de procesos conducentes al aprendizaje. Estos procesos duran absolutamente toda la vida. Durante mucho tiempo la psicología de la educación ha estimado que este aprendizaje era un aprendizaje directivo, interpretando estos procesos como una actividad del maestro o educador conducente a trasladar a la mente del alumno sus ideas o sus conocimientos en general; como una acción consistente en copiar en la mente del alumno las estructuras mentales, los hábitos, las destrezas, las habilidades y los valores que había en su propia mente. Hoy la psicología interpreta los procesos educativos según los paradigmas del constructivismo en el sentido de considerar al alumno, no como receptor, sino como actor, creador, moldeador y configurador de sus propias ideas y de sus propias estructuras mentales. La producción de información que tiene lugar a propósito del lenguaje, tal como se expone en los apartados anteriores, se sitúa en esta misma línea. Hasta tal extremo, que en muchos casos, la nueva idea concebida a propósito del lenguaje, cuando es profunda e innovadora, obliga a cambiar las estructuras mentales existentes, para sustituirlas por otras en las cuales quede mejor representada la realidad. Uno de estos casos es el de COPÉRNICO,

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cuando concibió la idea del heliocentrismo. Esa idea, le obligó a cambiar sus estructuras mentales, pero también obligó a cambiar las estructuras mentales de la humanidad entera para representarse la realidad y el funcionamiento del universo celeste. Si las estructuras renovadas son importantes, tienen una cierta coherencia, y, por otra parte, si son homogéneas, esas estructuras constituyen una nueva ciencia. f) Los procesos afectivos concomitantes: Los procesos psíquicos cognitivos nunca se producen solos. Cada uno de ellos arrastra detrás de sí una serie de procesos afectivos. Pues bien, el primero de estos procesos, cuando el lenguaje cumple su función, es el sentimiento de satisfacción o placer mental. Cuando esto acontece, uno tiene la sensación de plenitud. 'Ya lo sé', 'me he enterado', 'tengo la noticia', 'estoy al corriente'. La sensación es siempre de plenitud. Lo es, aunque la noticia sea mala o dolorosa. El dolor procede de otros factores; no precisamente de la información en cuanto tal. Este sentimiento de placer se experimenta de una manera especial cuando el receptor tiene que ejercer mucho esfuerzo para producir su idea a propósito del lenguaje que le dirigen, por ejemplo, cuando hablamos una lengua que conocemos poco y vamos entendiendo algunas palabras o algunas frases. La sensación de satisfacción se produce, sobre todo, porque la intelección es una actividad espontánea, fruto de la creatividad mental propia de la inteligencia. En este sentido la alegría de entender es comparable a la alegría de la madre cuando da a luz su propio hijo contemplándolo después de haber nacido. g) La planificación de la conducta: La última de las fases del lenguaje por parte del receptor del mismo es la eventual planificación de la conducta. Esto es lo que entienden algunos autores, pero suprimiendo de la frase la palabra 'eventual'. Entonces el lenguaje es entendido como un proceso destinado a desencadenar una conducta en el que escucha. Este es el caso de STAATS cuando dice que el lenguaje cumple su función sólo cuando esta conducta se produce; por ejemplo cuando la madre le dice a su hijo que vaya a 14 comprar pan y éste, de hecho, coge el camino y va a la panadería . Dos cosas conviene constatar a este respecto: a) Ni el lenguaje, ni el pensamiento que emerge en la mente del individuo que recibe el lenguaje, tienen como efecto necesario e inmediato la conducta. El individuo humano es libre para realizar una conducta o no realizarla. La conducta no tiene como causa inmediata las ideas o los pensamientos, sino las decisiones de la voluntad que pueden encontrar motivaciones suficientes en esas ideas o pensamiento o no encontrarlas. En cualquier caso, estas decisiones son completamente libres. El lenguaje estimula, pero no produce la conducta. En cuanto a la planificación de la misma por parte del lenguaje, son muchas las teorías que pululan por las páginas de los libros de la psicología actual. Parece que el niño va dirigiendo su conducta por medio del lenguaje, es decir, por medio de las palabras que va pronunciando mientras ejecuta 15 los movimientos del juego o de otro tipo de actividad . Sin embargo estas teorías piagetianas distan mucho de ser contundentes. Frente a los argumentos en favor de la dirección de la conducta por parte del lenguaje hay otros argumentos paralelos y no menos respetables o ponderados según los cuales, tanto el lenguaje, como los movimientos que está efectuando, son efecto del pensamiento que en ese momento se desarrolla en su mente. El lenguaje no es necesario para la acción. La prueba está en que, no tardando mucho, el niño comienza a prescindir de él, sin que quepa interpretar esto como una internalización del mismo. b) El fruto o efecto indirecto del

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lenguaje en el que lo recibe es la producción de ideas o pensamientos como ya hemos visto. Ahora bien hay ideas y pensamientos que no están destinados a ser llevados a la conducta, por ejemplo, los pensamientos acerca de la naturaleza de los seres, los pensamientos acerca de las propiedades de las figuras y los volúmenes de la geometría, los pensamientos e ideas acerca de la belleza del firmamento, los pensamientos e ideas acerca de la naturaleza y los atributos divinos, los pensamientos e ideas acerca de la propia personalidad ontológica y del yo, etc. Los pensamientos y las ideas más profundos, así como los valores y los sentimientos más sublimes, están hechos para ser admirados y disfrutados, pero no para ser materialmente producidos o ejecutados.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c. 9.- 1) Mayor, 1985; Beltrán, 1988; Ervin-Tripp, 1970, 1971; Donaldson y otros, 1970; Gibson y otros, 1969; Eimas, 1971; Di Vesta y otros, 1962, 1967. 2) Miller, 1965; Peraita, 1988; Ajuriaguerra, 1983; Nelson, 1988; Castilla del Pino, 1972; Garagalza, 1990; Mura, 1987; Oleron, 1977; Nakazima, 1983. 3) Luria, 1980, 1974. 4) Helmholtz, 1912. 5) Rutherford, ver Jolivet, 1956. 6) Weber, 1939. 7) Ewald, ver Jolivet, 1956. 9) Mayor, 1985. 10) García Albea, 1982, 1986, 1987. 11) García Albea, 1982, 1987. 12) Mayor, 1985, Rumelhart, 1977; Clark y Clark, 1972, 1977; Lenneberg, 1982.; Osgood, 1986; Weizembaum, 1978. 13) Pinillos, 1975; Osgood, 1986. 14) Staats, 1983; Luria, 1980, 1985, 1980. 15) Piaget, 1983.

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Cap. X.- ANALISIS DEL HABLA Y DEL LENGUAJE

1.- ANALISIS DEL HABLA De la misma manera que se hace un análisis del lenguaje hablado en tanto que expresión del pensamiento, cabe la posibilidad de hacer un análisis del habla en tanto que conducta fisiológica con independencia de su significación. En este sentido cabe afirmar que el habla es un conjunto de sonidos articulados producidos por los órganos de la fonación humana, es decir, un conjunto de sonidos que son voces. Por tanto no se trata de cualquier tipo de sonidos. En efecto, el habla es un conjunto de sonidos vocálicos apto para convertirse en lenguaje, es decir, apto para expresar un pensamiento o una serie de ellos. Pues bien, de este fenómeno forman parte: a) los movimientos de los órganos, b) la producción del sonido (voz) y c) la articulación del mismo. Los miembros de esta serie, tomados de atrás adelante son independientes, pero no viceversa. Es decir, puede haber movimientos de los órganos y no haber sonido (voz); de la misma manera puede haber sonido (voz) y no haber articulación. En cambio, es imposible que haya articulación si no hay sonido (voz); lo mismo que es imposible que haya sonido (voz) si no hay movimiento de los órganos. a) Forman parte del movimiento de los órganos: la acción de los pulmones que impelen el aire; el choque del aire con las cuerdas vocales productoras del sonido y su roce con el paladar, la lengua, los dientes y los labios; la acción y la fuerza de estos órganos en cada caso, las vibraciones de las cuerdas vocales mediante las cuales el sonido se convierte en voz; la posición de la lengua y los dientes, y la oclusión y apertura alternativas de los labios, el desplazamiento de estos órganos, la presión y el choque en movimientos recíprocos, etc. b) Forman parte del sonido o de la voz: el volumen o intensidad que deriva de la amplitud de las ondas sonoras medidas en decibelios; el tono o entonación que deriva de la frecuencia de esas mismas ondas en una unidad de tiempo (el segundo) medida en herzios, en un margen que va de 100 a 3.500; y el ritmo o adaptación de las divisiones de que es susceptible esta sucesión de sonidos, algo así como la forma peculiar de combinarse la duración de cada uno de ellos en cada uno de los intervalos; en los sonidos musicales esta sucesión es el compás. c) Forman parte de la articulación de los sonidos o las voces: el paso del aire por las distintas zonas de la boca; la simple vibración de las cuerdas para la emisión de sonidos vocales; la apertura y el cierre de los órganos (lengua, dientes, paladar) para la emisión de sonidos consonánticos (modificación o alteración voluntaria de la salida del aire al exterior); la combinación física de ambos sonidos

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para la formación de las sílabas; la combinación física de los sonidos silábicos para formar las palabras, etc. d) También forman parte del habla, como fenómeno general, otros movimientos físicos asociados o concomitantes como las embolofrasias y las sinkinesias: movimientos de manos, pies, ojos, músculos faciales, posiciones del cuerpo, etc. e) Son frecuentes, de la misma manera, otros movimientos físicos concomitantes, si bien algunos de ellos tienen un carácter parcialmente psíquico: sudoración, hipersalivación, taquicardias, espasmos, alteraciones respiratorias, alteraciones del pulso, subida o bajada de la tensión arterial y de la tensión muscular (fenómenos electromiográficos), etc.

2.- ANALISIS DEL LENGUAJE HABLADO Desde el punto de vista de la psicología resulta mucho más interesante el 1 análisis del lenguaje . El habla, en tanto que conjunto de sonidos físicos (voces) articulados, cuando es asumida para expresar un mensaje o un pensamiento, se convierte en lenguaje hablado. Pues bien, el lenguaje hablado, considerado como un todo, también es susceptible de un análisis, lo mismo que el habla. Como habremos podido observar, se trata de un todo integral en el que los elementos no son partes metafísicas, ni partes lógicas, sino partes físicas o partes integrales. Estas partes integrales, en un primer nivel, son los fonemas; en un segundo nivel, son los morfemas; y, en un tercer nivel, son los enunciados u oraciones. El estudio científico de cada uno de los tres niveles a los que acabo de referirme corresponde a una ciencia especial: el estudio de los fonemas es el objeto de la Fonética; el estudio de los morfemas es el objeto de la Morfología; y el estudio de los enunciados u oraciones es el objeto de la Sintaxis gramatical. Esto exige una precisión importante, pues entiendo que la Fonética no tiene como objeto esencial el estudio de los sonidos materialmente considerados, esto es cosa de la Física, sino el estudio de la naturaleza y constitución de los sonidos vocales o consonánticos (voces) en tanto en cuanto que son aptos para formar estructuras de mayor alcance, es decir, estructuras que sean aptas para formar parte de un lenguaje o de una estructura portadora de un mensaje. A su vez, la Morfología no tiene como objeto el estudio de las palabras como entidades físicas, sino de las palabras como estructuras articuladas aptas para soportar un contenido semántico y para formar parte de otras estructuras superiores dotadas igualmente de significado. Por último, el objeto esencial de la Sintaxis no son las oraciones en tanto que entidades físicas constituidas por unos sonidos determinados, sino en tanto que son entidades significativas de pensamientos completos y, además, partes potenciales de una estructura compleja que obedece a las leyes de la coordinación, la subordinación y la yuxtaposición. a) El nivel uno del análisis es el nivel de las sílabas o los fonemas. Estos elementos del lenguaje, tomados aisladamente unos de otros, no poseen carga semántica alguna, es decir, no significan nada. Sin embargo no son elementos indiferenciados. Ante todo son una parte de la voz humana que es apta para unirse o articularse con otras partes de la misma voz y así poder recibir una carga significativa determinada. Los fonemas pueden estar constituidos por el sonido vocal o consonante correspondiente a una sola letra, por ejemplo, 'a', o pueden estar constituidos por sonidos que corresponden a varias letras vocales o consonánticas,

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por ejemplo, 'al'. Se da la circunstancia de que algunos de estos fonemas, aun siendo partes elementales del lenguaje, tienen significado por sí mismos (carga semántica). Tal es el caso de los dos ejemplos que acabamos de proponer. Los autores actuales procedentes del campo de la lingüística hacen un análisis todavía más detallado y que en muchos aspectos no coincide con en analisis que acabamos de hacer. En este sentido no dudan en afirmar que el analisis de la palabra tiene como resultado tres factores elementales, los fonemas, las sílabas y los monemas: a) los fonemas son fragmentos de la palabra que se corresponden con los sonidos de las letras vocales o consonantes, por ejemplo, el sonido correspondiente a la i o a la s; los fonemas tomados aisladamente no tienen carga significactiva alguna; b) las sílabas, son fragmentos de las palabras constituidos por una sola emisión de voz, por ejemplo, des-o-rien-ta-do; las sílabas, tomadas independientemente de las otras que constituyen la misma palabra, tampoco tienen carga significativa; c) los monemas son fragmentos de la palabra que sí tienen carga significativa, aun tomados por separado, por ejemplo, desorient-ado. La división de la palabra en fonemas y sílabas es una división fonética, mientras que la división en monemas es una división significativa o semántica (L. 2. CARRETER) Los monemas, por su parte, pueden ser morfemas o lexemas: a) los lexemas son los monemas que tienen significado pleno, es decir, tienen un contenido semántico propio: contenido semántico; este es el caso del monema orient de la palabra anterior; b) los morfemas tienen significación pero no es propia; se limitan a relacionar o modificar el significado de los morfemas; este es el caso del monema ado de la palabra anterior, utilizado para expresar que la acción del morfema es una acción pasiva y pasada; por eso nos dicen que su significado en meramente gramatical, en el sentido de que su valor consiste en servir para expresar las variaciones, los accidentes o formas gramaticales de los lexemas, por ejemplo, la s del plural, la a del femenino, el artículo, los prefijos y los sufijos, las desinencias verbales, etc. Hay excepciones en las que, no obstante, los lexemas son también morfemas, por ejemplo, 'extra'. b) El nivel dos del análisis del lenguaje es el nivel de las palabras o los morfemas. Estos elementos del lenguaje ya tienen un contenido semántico por sí mismos, es decir, lo tienen con independencia de otros elementos de su misma categoría. Tomados aisladamente, salvo raras excepciones, los morfemas no expresan pensamientos completos, pero son símbolos verbales de los noemas (las ideas) los cuales, por naturaleza, son mentales. Como podemos comprobar, esta nomenclatura, referida a los morfemas, no se ajusta del todo a la nomenclatura utilizada en el párrafo inmediatamente anterior. Los fonemas son más o menos los mismos en todas las lenguas, pero los morfemas son distintos, pues cada lengua hace una articulación propia de sus fonemas. Aun dentro de una misma lengua, los morfemas pueden presentarse bajo distintas formas (singular-plural, masculinofemenino, etc.), pueden presentarse como categoremas o como sincategoremas, pueden ser palabras primitivas o palabras derivadas, etc. La referencia a los contenidos noemáticos en cada uno de estos casos es siempre distinta, bien porque cambian estos contenidos al cambiar los morfemas, bien porque cambia la referencia que las palabras tienen con las ideas. En casos excepcionales, hay morfemas que sí expresan pensamientos completos, por ejemplo, 'vete'. En casos más excepcionales todavía, hay fonemas que tienen este mismo valor, por ejemplo 'i', que en la lengua latina significa lo mismo que 'vete' en el ejemplo anterior. c) El nivel tres del análisis del lenguaje es el nivel de los enunciados u oraciones, es decir, los fragmentos del lenguaje que se comportan como patrones

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de pensamiento completos o pensamientos en los cuales hay por lo menos una afirmación o una negación. Estas estructuras están constituidas por otros elementos más simples que son los morfemas. Las estructuras o patrones más simples, en este tercer nivel, son aquellas que constan de sujeto, verbo copulativo y atributo ('S es P'), o aquellas que constan de sujeto y verbo predicativo. El verbo predicativo ya es un atributo. Por eso cualquier enunciado simple es reducible a la formula general: S es P. La articulación de varias estructuras simples da lugar a una estructura o enunciado compuesto. Estas estructuras compuestas pueden ser yuxtapuestas, si entre los miembros no existe vínculo alguno desde los contenidos semánticos. Pueden ser coordinadas, si entre la acción o el estado expresado por el verbo de cada una existe una relación meramente temporal o espacial, sin que esto suponga dependencia ontológica alguna entre los contenidos semánticos (aspecto discutible desde el punto de vista de la lógica matemática). Y pueden ser subordinadas si entre la acción o el estado expresado por cada uno de los verbos hay alguna relación más profunda, por ejemplo, relación de causa-efecto, relación de antecedente-consiguiente, relación adjetiva, relación temporal, relación condicional, relación consecutiva o relación concesiva, etc. d) Hay un nivel cuatro del lenguaje. Este nivel es el metalenguaje, del cual se habla también en este libro. El metalenguaje es un lenguaje sobre el lenguaje que empleamos para expresar nuestras ideas. Aparte de su dimensión lógica y gnoseológica, el metalenguaje también tiene una dimensión língüística. Por supuesto, los niveles del metalenguaje son los mismos que los niveles del lenguaje: nivel de los fonemas, nivel de los morfemas y nivel de los enunciados. Algunos autores dan por supuesto que la inteligencia recorre estos cuatro niveles empezando por el primero. Es decir, que va desde los fonemas a los enunciados, pasando por los morfemas. Sin embargo entiendo que la marcha de la inteligencia se produce siempre en sentido contrario. La inteligencia humana practica el análisis antes que la síntesis. Se lanza a la operación de sintetizar sólo después de conocer los elementos que maneja, es decir, los elementos que son susceptibles de composición o estructuración. Y éstos los conoce por medio de la síntesis. Por tanto el niño, cuando nace, comienza oyendo enunciados complejos y el extraño que aprende la lengua de un país extranjero comienza igualmente oyendo enunciados complejos. Su entendimiento de la lengua, en el caso del niño, se produce a medida que va practicando el análisis sobre aquello que oye. En el caso del extranjero que se enfrenta con una lengua nueva, acontece exactamente lo mismo. Conviene reflexionar sobre esto: la inteligencia no sintetiza más que los elementos de que dispone y estos elementos los ha obtenido de la realidad por abstracción o por análisis. Que esto sea así, es decir, que la inteligencia se comporte de esta manera, no tiene nada de extraño. Bien vistas las cosas parece lo más natural del mundo. En la naturaleza hay cosas, no elementos de cosas. Lo primero son las síntesis, las totalidades, por ejemplo, la sangre, el aire, los cuerpos en general, etc. Los glóbulos rojos y blancos, el oxígeno y el hidrógeno, las moléculas y los átomos independientes o separados vienen después, cuando el científico ha practicado el análisis. Si trasladamos esto al campo del conocimiento humano y animal hay que reconocerle su parte de razón a la psicología gestaltista, según la cual no percibimos elementos o cualidades simples y aisladas de las cosas, sino cosas como totalidades. La percepción de los elementos o cualidades viene después por análisis del objeto de la percepción. Todas nuestras facultades son abstractivas. Lo son incluso las más elementales, por ejemplo, el sentido de la vista cuando, de todas las cualidades de

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las cosas, selecciona y elige sólo el color o la forma. La facultad abstractiva por antonomasia es la inteligencia. En el orden ontológico, de todos los elementos que constituyen la cosa material, en tanto que objeto de la percepción y la imaginación, la inteligencia selecciona o elige la esencia o alguno de sus elementos esenciales, constituyéndolo en objeto propio de su conocimiento. Abstraer es analizar, es decir, realizar una acción mental sobre un todo (síntesis) preexistente. Pues bien, el hombre tiene una facultad especial que es el lenguaje y, en esto, no constituye excepción alguna. El lenguaje también es una capacidad abstractiva (ahora la 3 llaman 'restrictiva) . Lo primero que oímos son enunciados complejos, discursos, conversaciones, etc. De ahí, por análisis, pasamos al conocimiento de las palabras, y posteriormente, también por análisis, pasamos al conocimiento de los monemas, las sílabas y los morfemas. Cuando hoy se reconoce, a propósito de las teorías de CHOMSKY, que el niño aprende mucho más de lo que le enseñan, es precisamente por esto: el análisis de los enunciados complejos, que es lo que le enseñan, lo que oye, es a su vez lo que le permite inducir las reglas del lenguaje aun antes de aprender las palabras y las sílabas. La prueba de ello es que el niño ya las aplica cuando aprende las palabras nuevas de su lengua materna o de otra lengua cualquiera. El resultado inmediato del análisis del discurso verbalizado no son las palabras, sino las reglas que afectan a la naturaleza, a las formas y al régimen de las mismas. Mientras que las palabras son aprendidas, las reglas del lenguaje son 4 inferidas en su mayor parte . El metalenguaje merece una consideración aparte respecto de los otros niveles del lenguaje. En efecto, 'la conciencia metalingüística, la capacidad de pensar en el lenguaje, la capacidad de comentarios sobre el lenguaje, no sólo la capacidad de generarlo y comprenderlo, se desarrolla tardíamente. El instrumento fundamental del lingüista que se ocupa del lenguaje adulto es la capacidad de los hablantes para decidir si una oración es gramatical o ingramatical, y para corregir las oraciones ingramaticales. Pero el hablante no da muestra de esta capacidad hasta 5 más o menos los cinco años' (DALE) . Otros autores demuestran que esta 6 capacidad comienza a desarrollarse incluso antes de esa edad . En otras palabras, los niños de corta edad utilizan las reglas de formación y transformación de estructuras lingüísticas a poco de nacer; sin embargo no son conscientes de ello hasta una edad un tanto avanzada que ronda los cinco años.

3.- ANALISIS DEL LENGUAJE HABLADO DESDE LAS DISTINTAS GRAMATICAS Los distintos tipos de gramática que hoy tienen su vigencia propia pueden servir de punto de vista o criterio para hacer otros tantos tipos de análisis del lenguaje humano. Estas gramáticas son la gramática descriptiva, la gramática estructural, la gramática generativa, la gramática de casos, etc. También cabe la posibilidad de hacer una análisis del lenguaje desde la lingüística. En efecto: 7 a) Desde la lingüística es posible hacer un análisis del lenguaje y el resultado del mismo son los universales lingüísticos a los que ya nos hemos referido en repetidas ocasiones: las estructuras profundas y las reglas transformacionales en virtud de las cuales estas estructuras se convierten en estructuras superficiales en cada una de las lenguas vigentes. Aun más, de este análisis, los elementos resultantes son los proceso psíquicos más simples mediante los cuales resultan

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estas estructuras profundas y son descubiertas estas reglas fundamentales. La lingüística queda incompleta sin una psicolingüística que le sirva de base. 8 b) Desde la gramática descriptiva puede hacerse también un análisis del lenguaje; y sus resultados, como elementos, son las unidades lingüísticas probables en una lengua determinada, los criterios que suelen utilizarse para formularlas y la clasificación de las mismas. La descripción consiste en determinar qué palabra debe venir (probabilidad) detrás de otra palabra dada. Por ejemplo, después del artículo 'el' debe venir un nombre masculino y singular; después del nombre debe venir el verbo, etc. Partiendo de una palabra que marca el comienzo de la frase se pueden determinar con cierta probabilidad los elementos y la configuración concreta de la misma ateniéndonos a estas reglas que son las mismas para todas las frases o enunciados del la misma especie. Son líneas de palabras o series en cadena de izquierda a derecha. Ahora bien, está demostrado que estas leyes secuenciales no son invariables; tampoco son necesarias y universales. Por tanto, no garantizan que, dado un comienzo, la oración haya de desarrollarse de esa manera determinada, ya que las combinaciones posibles de las palabras en una lengua cualquiera son prácticamente infinitas. Tampoco garantiza que la oración resultante sea correcta, es decir, sea una oración gramatical. 9 c) Desde la gramática estructural también puede practicarse un análisis del lenguaje. Los elementos resultantes de este análisis son las partes constituyentes de la oración: los morfemas y la estructura de la oración. Esta estructura de elementos constituyentes o palabras puede ser simple, si se la considera como una totalidad; y puede ser compleja o jerárquica, si se la considera como formada por varias estructuras más elementales o por oraciones que forman parte unas de otras, por ejemplo: 'el niño rompió un cristal de la ventana'. Tomado como totalidad, este enunciado es una estructura constituyente simple, es decir, es una oración gramatical. Tomado por partes, hay en él varias estructuras constituyentes que forman una jerarquía: 1) el niño, 2) rompió un cristal de la ventana. A su vez, la primera estructura parcial consta de dos elementos constituyentes: 1) 'el' y 2) 'niño'. 3) Por su parte, la segunda estructura parcial 'rompió un cristal de la ventana' consta de otras dos estructuras más elementales subordinadas: 1) 'rompió' y 2) 'un cristal de la ventana'. Este mismo análisis podemos practicarlo con la segunda de estas estructuras elementales: 'un cristal' y 'de la ventana'. Cada una de estas últimas estructuras elementales parciales tiene dos constituyentes; 1) 'un', y 2) 'cristal'; 1) de' y 2) 'la ventana'. Puesto en esquema esto sería algo así como un árbol invertido y sin tronco o como una bombilla bajo una pantalla de la cual emergen una serie de rayos de luz. Una cadena de palabras, si se tiene en cuenta sólo las palabras, suele ser ambigua, por ejemplo, el pronóstico de la sibila de Delfos al que nos hemos referido en capítulos anteriores. El significado se determina por la estructura de la frase. La estructura jerárquica permite determinar este significado y permite además combinar los componentes en un número elevado de formas casi infinito para configurar un enunciado gramatical, es decir, un enunciado correcto o enunciado con sentido. Una oración completa, sometida a análisis, da como resultado dos estructuras constituyentes: una estructura constituyente nominal (EN) y otra estructura constituyente verbal (EV). A su vez, la estructura EN sometida a análisis es descomponible en otras dos estructuras constituyentes más elementales, el artículo (A) y el nombre (N). Por su parte, la estructura EV sometida a análisis es descomponible en otras dos estructuras constituyentes, el verbo (V) y otra estructura nominal (EN), la cual, en un análisis ulterior, es descomponible en A y N.

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Pues bien, la descripción de la oración puede hacerse en forma de árbol utilizando estas letras sustitutivas de las palabras, de la misma manera que en lógica matemática se sustituyen las palabras por los functores y los argumentos para analizar un enunciado cualquiera. Esta estructura se completa con una serie de reglas mediante las cuales el individuo puede detectar la ambigüedad de una frase y la aceptabilidad de las frases correctas entre todas las posibles. Este es el objeto de las gramáticas de estructura de frase o gramáticas generativas. Por ejemplo, en el caso anterior, una de estas reglas declararía inaceptable la estructura constituyente AV. Como hemos indicado en otro lugar, estas reglas son restrictivas, toda vez que, en virtud de ellas, el mundo del lenguaje queda reducido sólo a aquellas secuencias de sonidos que son aceptables en una gramática determinada. 10 d) La gramática transformacional también nos facilita un tipo de análisis del lenguaje hablado. Si las gramáticas estructurales describen la estructura constituyente de un enunciado (que es su estructura superficial), las gramáticas transformacionales describen las estructuras profundas o estructuras latentes, las cuales a veces no coinciden con las estructuras superficiales. El resultado del análisis, en este caso, son los universales lingüísticos, sus elementos, las reglas de formación y transformación de estas estructuras que dan paso a las estructuras superficiales. Las reglas transformacionales indican la forma en que están relacionadas las estructuras latentes con las estructuras superficiales. Algunas de estas reglas son las siguientes: a) si un enunciado consta de SN (estructura profunda) y de SV, el SN es el sujeto del enunciado y el SV es el predicado, b) Si el SV consta de un V y un SN, el V es el verbo principal de la estructura completa y el SN es el complemento, c) Si el SN consta de un N y de otro término, el N es el sustantivo principal y el otro término (el determinante) es el modificador, d) la regla de la pasividad: en la transformación de un enunciado de activa a pasiva se invierten ambos sintagmas y la forma del verbo añadiendo 'por'. Esta última ley es un claro ejemplo de generalización del lenguaje, y, como puede verse, este proceso es posible sólo desde las estructuras profundas, pues desde las estructuras superficiales los enunciados son muy diferentes. En otras palabras, la ventaja de este análisis desde las estructuras profundas está en que pueden explicarse las relaciones que hay entre enunciados que se presentan con diversas formas superficiales, por ejemplo, la identidad entre dos enunciados uno en voz activa y otro en voz pasiva, pero con los mismos constituyentes. En fin de cuentas, de lo que se trata es de buscar generalizaciones del lenguaje independientes de las estructuras superficiales. En resumen, los elementos resultantes del análisis transformacional son: la estructura profunda o de base compuesta de otras subestructuras profundas, el componente transformacional o conjunto de reglas de transformación aplicables a las estructuras profundas y la estructura superficial que es la resultante de aplicar a la estructura profunda las reglas que acabo de mencionar. En cualquier caso, un enunciado cuya estructura profunda es EN+V+EN, para ser sometido a las reglas transformacionales, necesita el complemento de las reglas de subcategorización que son las que determinan los distintos usos de una palabra. No basta con conocer las propiedades fónicas y semánticas de una palabra. Para un lenguaje correcto tenemos que saber en qué contextos puede utilizarse con esos fonemas y esos significados. Es el tema de la 'suppositio' de la que se habla en capítulos posteriores. 11 e) La gramática de casos también puede facilitar un tipo peculiar de análisis del lenguaje en ese nivel de las estructuras profundas. Este tipo de gramática permite analizar aun más las estructuras profundas, es decir, constituye

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un análisis todavía de mayor calado. En efecto, en los enunciados a) 'Luis escribió una carta', b) 'la pluma escribió una carta', y c) 'Luis escribió una carta con la pluma', hay similitud de estructura profunda entre a) y b) , mientras que en principio, parece que no la hay entre b) y c). Pues bien, la gramática de casos nos permite determinar que entre estas dos últimas oraciones también hay similitud (generalización), toda vez que el análisis a este nivel nos hace ver que el sujeto de un enunciado, sin dejar de serlo, puede tener dos funciones en el mismo: la función de agente (causa eficiente) y la función de instrumento o medio (causa instrumental, que también es causa eficiente). Lo mismo acontece con el predicado y con el complemento. Estas diferencias funcionales del sintagma nominal son precisamente las que constituyen los casos. En esto las lenguas clásicas, el latín y el griego, ofrecían considerables ventajas para este tipo de analisis. Los elementos resultantes de este análisis son 'pues' los casos. Para las lenguas clásicas eran seis estos casos. Este número varía en las lenguas actuales. Las lenguas clásicas los especificaban por medio de desinencias; así lo hacen también algunas lenguas actuales, por ejemplo, el alemán y el ruso. Otras lenguas marcan las diferencias de los casos por medio de preposiciones o locuciones preposicionales. En cualquier caso, tanto las desinencias o las flexiones, como las preposiciones entre nombres, indican las diferentes funciones de la estructura EN en relación con la acción del verbo o estructura EV. En las lenguas modernas que no utilizan desinencias, sólo el sujeto prescinde de las preposiciones. También prescinde de ellas el complemento directo cuando es un nombre de cosa.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. C. 10.- 1) Aristóteles: Historia de loa animales, c. 9; Bosch, 1983, 1984; Borzone, 1980; Anderson, 1990; Alarcos, 1968; Acero Fernández, 1986; Bowerman, 1983; Bresnan, 1978; Bustos, 1986; Coseriu, 1977; Chomsky, 1976; Dale, 1980; Ferguson y otros, 1983; Gazdar, 1981; Gil, 1990; Gili Gaya, 1971; Gross, 1976b; Hernändez Alonso, 1984; Lázaro Carreter, 1980; Lyons, 1980, 1981; Malmberg, 1964; Martínez Celdrán, 1989; Miller, 1985; Oleron, 1985; Quilis, 1981, Reyes, 1990; Sánchez Zavala, 1982; Trujillo, 1986; Miller y otros, 1960; Abercrombie, 1967; Alarcos, 1968; Berko, 1958; Bierwisch, 1972; Clark, 1969; Crocker, 1969; Greene, 1970; Halle, 1962; Halliday, 1967; Hockett, 1964; Jakobson, 1971; Kiefer, 1970; Linell, 1979; Malmberg, 1966; McCawley, 1968; Marshal, 1970, 1971; Postal, 1964, 1968; Sapir, 1974: Suppes, 1970; Trubetzkoy, 1962; Brown, 1981; Chomsky 1965; Lenneberg, 1982; Lepschy, 1983; Staats, 1982; Beltrán, 1984; Bowerman, 1982; Slobin, 1972; Savia, 1965; Knebel, 1971; Bloch, 1948; Derrida, 1967; Apresian, 1960, 1974; Antinucci y otros, 1975; Katz y otros, 1964; Klima, 1964; McNeil, 1970; Savin y otros, 1970; Ver Brown pág. 212. Weinreich, 1970; 1b) Arsióteles, Historia de los animales, c. 9. Cauquelin, 1990. 2) Lázaro Carreter, 1980. 3) Chomsky, 1968. 4) Chomsky, 1968; Lenneberg, 1982; Luria, 1980, 1985;, 1980. 5) Dale, 1976, 1980. 6) Gleitman, 1970; Gleitman y Gleitman y Shipley, 1972; de Villier y Villiers, 1973. 7) Lázaro Carreter, 1980; Crystal, 1971, 1983; Antinucci y otros, 1975; Bloch, 1948; Beltrán, 1984; Lenneberg, 1982; Chomsky, 1976, 1989; Brown, 1981; Staats, 1983. 8) Parisi, 1982, Miller, o.c.; Beltrán, 1984. 9) Parisi, 1982, Miller, 1974; Beltrán, 1984; Apresian, 1974. Savia y otros, 1965; Weinreich, 1970. 10) Chomsky, 1968; Parisi, 1982; Beltrán, 1984; Miler, 0.c. 11) Parisi, 1982, Brown, 1981, Miller, o.c.; Lenneberg, 1982.

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Cap. XI.- LAS ESTRUCTURAS LATENTES Y LOS UNIVERSALES LINGÜÍSTICOS

1.- LAS ESTRUCTURAS LATENTES La actividad lingüística consiste esencialmente en formular o crear un despliegue indefinido de frases inéditas partiendo de unas estructuras generativas (innatas) profundas, invariables y comunes a todos los hombres y a través de otras estructuras más superficiales adquiridas y variables en relación con las distintas 1 lenguas (CHOMSKY) . Pues bien, estas estructuras han polarizado la atención de los psicólogos y los lingüistas en su afán por facilitarnos una comprensión más 2 profunda de la naturaleza y los mecanismos del lenguaje . Las estructuras genéticas o innatas son las que ya hemos descrito anteriormente y obedecen sobre todo a las leyes y reglas de la lógica, las cuales no son aprendidas, sino poseídas por el individuo a través de los genes. Ningún individuo humano, sea de la raza que sea, confunde en su mente el papel que le corresponde al sujeto que hace la acción con el papel del objeto que la recibe; al poseedor de una cualidad, con la cualidad poseída; la transitoriedad de una acción, con la permanencia en el ser del que la realiza, etc. Las estructuras derivadas de estas exigencias son innatas. Por el contrario las estructuras lingüísticas construidas a base de frases hechas, de términos conocidos como parte de una lengua determinada, entonación y cadencia de la dicción material del discurso, etc., son estructuras adquiridas, es decir, aprendidas juntamente con la adquisición de dicha lengua. Estas estructuras ya no son comunes o universales, sino particulares o específicas de una lengua determinada. Estas estructuras, por otra parte, pueden ser objeto del condicionamiento de la conducta, tal como lo describen sus defensores (SKINNER). Sin embargo entiendo que este condicionamiento no es necesario para que estas estructuras se produzcan. Pueden ser expresiones que emergen de una manera espontánea de las estructuras profundas del lenguaje en virtud de la creatividad y originalidad del individuo. Desde las filas chomskianas suele decirse que el aprendizaje del niño, referido al lenguaje, consiste en descubrir las reglas sintácticas de la lengua que oye a sus padres o a otras personas. Estas reglas son las que le permiten construir por su cuenta frases nuevas y originales de esa lengua, pues las aplica con absoluto rigor, sin hacer concesiones a los casos excepcionales. Por eso, entre otras cosas, hace regulares los verbos que en esa lengua son irregulares. Esto último viene a demostrar una vez más que la conducta lingüística del niño no es una conducta condicionada por los refuerzos, pues esta conducta no ha sido nunca reforzada. La dirección de la conducta lingüística del niño procede de dentro a fuera, no de fuera a

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dentro, como acabamos de ver. Lo que mejor la caracteriza es, pues, la espontaneidad. Ya lo hemos visto en repetidas ocasiones. El aprendizaje o la deducción de estas reglas sintácticas, en primer lugar, es posible porque tiene a su base las estructuras lógicas que forman parte del patrimonio racional de todo hombre (también del suyo), y, en segundo lugar, es un aprendizaje fácil o elemental, porque en realidad las reglas sintácticas que configuran una lengua son pocas y muy coherentes cuando se trata del desarrollo regular de esa lengua. La complejidad aparece cuando la regularidad se ve interrumpida o alterada por las irregularidades y las excepciones de las partes que lo constituyen, por ejemplo, las excepciones de las formas y relaciones de sustantivos y verbos. El aprendizaje o la deducción de las reglas sintácticas libera a los individuos de la servidumbre a los estímulos externos derivados del lenguaje del medio ambiente y le sitúa ante las posibilidades de un sistema abierto en el que son posibles muchas estructuras o muchas combinaciones cuya limitación depende sólo de su originalidad o creatividad. El niño emplea frases hechas (procedentes del medio ambiente), pero esto no lo hace de una manera necesaria. Siempre tiene abierta la posibilidad de hacer otras frases nuevas que no ha oído nunca. Sus posibilidades son ilimitadas. Esto sería imposible en la concepción skinneriana del lenguaje (sistema cerrado). De otro lado, las estructuras profundas son universales, pero no son contingentes, como puede interpretarse desde la psicología chomskiana. Por el contrario, son necesarias, pues son propiedades de la naturaleza racional. Desde la ontología hemos de convenir que las propiedades son necesarias respecto de la naturaleza de la que emergen y a la que acompañan siempre. Este carácter de necesidad les pertenece, no porque se encuentren impresas o grabadas en los genes o en el sistema nervioso, sino porque son propiedades (proprium) de la naturaleza racional. Aun más, el carácter de necesarias se aviene perfectamente con su peculiaridad lógica de la que hemos hablado antes. Por eso podemos decir que son consecuentes respecto de la naturaleza en el orden ontológico; pero en el orden lógico y gnoseológico son anteriores o apriorísticas respecto de las estructuras superficiales o estructuras lingüísticas materiales de una lengua 3 determinada . El tema del uso de las palabras (el papel que desempeñan en el enunciado) es un tema de corte clásico como veremos en su momento, sin embargo la psicolingüística actual no lo ha olvidado. Es cierto que no se encuentran referencias a los clásicos en los libros de nuestros días, pero el tema en cuanto tal está ahí, si bien hoy es presentado con otro ropaje o sometido a una nueva interpretación. Este nuevo ropaje es el que viene etiquetado modernamente con los epígrafes de las 'estructuras latentes' y sus relaciones con las 'estructuras superficiales'. 'Todos los niños son capaces de entender y construir oraciones que nunca han oído, pero que, no obstante, han formado bien en términos de reglas generales que están implícitas en las oraciones que el niño ha escuchado. En cierta forma todo niño procesa el habla a la que está expuesto a manera de inducirla a partir de una estructura latente. Esta estructura latente de reglas es tan general, que un niño puede ir infiriendo sus implicaciones a lo largo de toda su vida. Es tanto semántica como sintáctica. El descubrimiento de dicha estructura latente es el más grande de todos los procesos involucrados en la adquisición del lenguaje y el más difícil de 4 comprender' (BROWN) . Esta estructura latente, unas veces, es la construcción del núcleo del nombre a base de una palabra acompañada de unos 'modificadores', 'pivotes' o 'cuantificadores' que en la filosofía clásica, al menos algunos de ellos, eran llamados 'sincategoremas'; otras veces, es la estructura elemental de sujeto y

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objeto (objeto de la acción), o la estructura atributiva (sujeto-predicado), la estructura de nombre y verbo, la estructura negativa, la estructura interrogativa, la estructura imperativa, etc., y son también las reglas de transformación de estas estructuras en virtud de las cuales otras estructuras, las superficiales o propias de una lengua determinada, resultan ser gramaticales o agramaticales, es decir, correctas o incorrectas, aceptables o inaceptables. Ya hemos constatado que los fomenas y los morfemas de una lengua determinada son finitos, pero las combinaciones que pueden hacerse con ellos son infinitas. De estas combinaciones no todas son aceptables para una lengua. Lo son únicamente aquellas que se hacen de acuerdo con las reglas transformacionales del lenguaje radicadas en las estructuras profundas. Por eso se dice que los universales lingüísticos en buena parte son universales formales y además restrictivos, pues restringen las posibilidades generales o indiferenciadas del lenguaje a la hora de formular enunciados correctos 5 en un idioma determinado . El conjunto de estas reglas tansformacionales es lo que constituye la gramática generativa: 'conjunto de cientos de reglas de varios tipos organizadas de acuerdo con determinados principios de organización y de aplicabilidad... que son 6 comunes a todas las lenguas' (CHOMSKY) No obstante estas estructuras isomorfas del lenguaje que tienen validez para todas las lenguas desde el punto de vista de la sintaxis, está demostrado que, cuando el niño comienza a descubrir estas estructuras, tiene en cuenta únicamente su dimensión semántica. Por eso muchas veces sintácticamente dichas estructuras son incorrectas; por ejemplo, 'two foot', 'a bags', 'a this truck', 'a your carr'; y en nuestra lengua 'niño lloran', 'una suya pelota', 'perro malos', 'la mi casa'. Sólo con posterioridad el niño comienza a analizar los modificadores y a hacer explícita la acción o la atribución en estructuras más completas teniendo en cuenta la dimensión sintáctica: 'hit ball', 'made a ship', 'mommy get in ladder', etc. SINCLAIR hace referencia a este mismo hecho: 'otro rasgo importante de las estructuras lingüísticas que generan las reglas es que estas estructuras no son oraciones reales, sino patrones más abstractos que tienen que redisponerse y rellenarse para producir oraciones. Se puede disponer una estructura profunda de modos diversos: 'el chico rompió la ventana', 'la ventana fue rota por el chico', 'fue el chico quien rompió la ventana', son tres disposiciones distintas de una misma estructura profunda. Se denominan transformaciones a tales operaciones secundarias y el individuo las hace utilizando para ello una serie de reglas que él mismo ha descubierto como algo que se encuentra oculto en el lenguaje normal (estructura latente). Generalmente estas transformaciones no cambian la interpretación semántica básica del patrón profundo. Por último se supone que todas las lenguas utilizan los mismos tipos de operaciones para construir oraciones gramaticales, independientemente de las diferencias que pueda haber entre las oraciones de las distintas lenguas. Constátase, además, que, aunque la sintaxis sea independiente del significado léxico de acuerdo con esta teoría, ello no implica que sea anterior al significado ontogenéticamente. Parece que es cierto lo contrario, ya que la representación significativa mediante gestos y en el juego simbólico precede al lenguaje, y las emisiones holofrásticas preceden a las emisiones de dos elemen7 tos' . Tanto en el texto de BROWN como en el texto de SINCLAIR se hace referencia a un mismo hecho: la existencia de patrones o estructuras fundamentales que constituyen la base del lenguaje del niño. Patrones o estructuras que son comunes a todos los niños, sean del país que sean y pertenezcan a la familia que pertenezcan, aunque estas familias hablen las lenguas más diversas. Son, pues,

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patrones o estructuras universales. Por esta misma razón, y porque el niño las utiliza sin necesidad de haberlas aprendido, son patrones o estructuras innatas. Aunque algunos autores se muestren opuestos al tema, parece que pueden identificarse, o al menos ponerse en relación, las estructuras latentes con los universales lingüísticos. Para muchos autores (CHOSMKY) estos patrones o estructuras innatas son los 'universales lingüísticos' de los cuales el niño tiene un conocimiento 'tácito' (innato): 'el niño se enfrenta a estos datos con el supuesto de que pertenecen a una lengua de un cierto tipo previamente bien definido. El problema del niño es determinar cuál de las lenguas (humana-mente) posibles es la de la comunidad que le ha tocado en suerte. El aprendizaje del lenguaje sería imposible si esto no fuera así'. El problema entonces es el de determinar cuáles son los 'supuestos iniciales' que el niño aporta al aprendizaje de esa lengua, cuál es la especificidad de ese 'esquema innato' que va haciéndose explícito poco a poco 8 conforme el niño va aprendiendo una lengua . En un enunciado cualquiera podemos distinguir tres cosas: la expresión material sonora o gráfica, la representación mental de esta expresión y los elementos o contenidos de esta representación junto con las relaciones objetivas (semánticas) que los vinculan. En la psicología clásica a estos elementos se les llamaba 'oración', 'proposición', o 'enunciado' según los casos; al segundo se le llamaba 'juicio lógico'; y al tercero se le llamaba 'realidad' o parte de la realidad, cuya estructura objetiva era expresada por medio de las representaciones mentales (lenguaje interno). A esto se añadía el 'juicio psíquico' que era el proceso o acto mental mediante el cual era conocido este sector de la realidad y formulado el juicio lógico co-rrespondiente. A estos tres elementos se les reconocía su propia estructura: la del enunciado estaba constituida fundamentalmente por nombres y verbos; la del juicio lógico, por el sujeto y el predicado; y la de la realidad, por las substancias y los accidentes, las causas y los efectos, entendidos siempre en el más amplio sentido. Pues bien, en el lenguaje de CHOMSKY la estructura profunda del lenguaje es precisamente la representación mental o juicio lógico porque es la que mejor configura las relaciones semánticas entre los objetos o cosas que forman parte de esa representación como contenidos de la misma. El enunciado verbal es la estructura superficial en cuanto que no representa con fidelidad las estructuras de las cosas reales y las relaciones entre las cosas, relaciones que son las que confieren especi-ficidad a esas estructuras. La causa de estas diferencias entre ambas estructuras apenas si se nos deja entrever. Pero yo creo que está suficientemente clara: mientras que las representaciones o estructuras profundas son constructos mentales hechos a base de signos formales, las oraciones o enunciados externos son constructos verbales hechos a base de signos arbitrarios cuyo comportamiento dista mucho de ser o desarrollarse en estrecha co-rrespondencia con el ser, las estructuras y el desarrollo de la realidad, como hemos visto al estudiar este tipo de signos. Así nos encontramos con estructuras superficiales idénticas cuyo correlato mental o estructura profunda es completamente diversa, por ejemplo, ' el techo se derrumbó con la lluvia', 'el techo se derrumbó con gran estrépito'. La similitud de la estructura verbal es evidente. Sin embargo la estructura profunda, es decir, la que expresa o representa los contenidos reales y las relaciones semánticas, junto con los comportamientos de las cosas o factores que intervienen, es enteramente distinta. Pues en la realidad, mientras que la lluvia fue la causa efectiva del derrumbamiento, el estrépito es el

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efecto del mismo, aunque en ambos casos la relación se exprese por medio de la misma palabra, la palabra 'con'. Por el contrario, podemos encontrar idénticas estructuras profundas a través de estructuras superficiales comple-tamente diversas, por ejemplo, 'el niño rompió la ventana', 'la ventana fue rota por el niño', 'fue el niño el que rompió la ventana'. Es el ejemplo anterior tomado de SINCLAIR. Es la gramática transformacional y son las reglas transformacionales las que nos permiten pasar de la estructura profunda a las estructuras superficiales para comprobar su verdadero sentido, toda vez que la estructura superficial es ilusoria o falible, y, virtualmente, muy pobre para conducirnos al conocimiento de la realidad (relaciones semánticas). Esta es una de las razones por las cuales la adquisición y el uso del lenguaje no es de la competencia de los mecanismos de la conducta, sino más bien, de los procesos mentales del conocimiento, tales como la comprensión o intelección de la naturaleza de las cosas, la percepción intelectual de sus propiedades, la constatación de sus relaciones y estructuras objetivas, el aprendizaje de las reglas o leyes que afectan a esas relaciones, la posibilidad de elegir libremente un nombre para cada una de ellas, etc. Esto es lo que constituye la dimensión semántica del lenguaje, y ello es posible únicamente desde las estructuras profundas; nunca desde las estructuras superficiales. Pero téngase en cuenta que los elementos de estas estructuras latentes no son las categorías reales en el sentido aristotélico, sino las categorías formales (aunque esta interpretación de la misma se encuentre muy lejos de las categorías kantianas): agente-acción, acción-objeto, poseedor-poseído, objeto-localización, etc., como luego veremos. Con independencia de estos estudios avalados por el método científico del que hacen alarde sus autores, cualquiera puede comprobar que, en todas las lenguas, los que las aprenden y utilizan emplean nombres (sustantivos y adjetivos), pronombres y adjetivos demostrativos, palabras para expresar la causalidad, la acción, el número, el espacio y el tiempo, expresiones para designar lo verdadero y lo falso, ciertos functores para poner de manifiesto la dependencia lógica y ontológica de unos conceptos o pensamientos respecto de otros, etc. No se conoce lengua alguna que omita la utilización de estos recursos. Tampoco se conoce lengua alguna en la que sea una excepción el sometimiento de estos elementos a las mismas reglas elementales del lenguaje, tanto desde el punto de vista de la semántica como desde el punto de vista de la sintaxis. Por eso, con todo derecho, a estos elementos puede llamárseles universales lingüísticos. Especial consideración merecen las reglas transformacionales que son las que permiten convertir las estructuras profundas y universales del lenguaje en estructuras superficiales propias de cada una de las lenguas. Estas transformaciones, como vimos, son prácticamente infinitas, sin que esto suponga que todas ellas sean correctas. Las transformaciones concretas son distintas y propias de cada una de las lenguas, pero no se puede negar que hay profundas semejanzas en estas transformaciones, por ejemplo, las transformaciones de las oraciones activas en pasivas. En todas las lenguas este proceso se lleva a efecto mediante adiciones, elisiones, traslaciones o sustituciones de unos constituyentes por otros. Constatamos el hecho de la universalidad, pero los métodos empleados para estos fines no nos permiten descubrir las causas. Esa pretensión de atribuir esta universalidad a la constitución biológica de los individuos humanos carece de fundamento. Los métodos de las ciencias empíricas, ni por asomo pueden acercarse a los umbrales de la causalidad ontológica o causalidad real de los fenómenos que

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se investigan. Y si alguna vez lo hacen, ellos mismos resultan adulterados para convertirse en métodos filosóficos o métodos racionales.

2.- ESTRUCCTURAS LATENTES Y ESTRUCTURAS LOGICAS DEL LENGUAJE Mientras que unos autores, como CHOMSKY tienen en cuenta las dimensiones y leyes sintácticas de estas estructuras profundas o estructuras latentes, otros autores toman en consideración las dimensiones y leyes semánticas (BRESNAN) o las dimensiones y leyes pragmáticas (GAZDAR). En efecto: a) Para CHOMSKY, tanto la construcción del lenguaje como el aprendizaje del mismo, dependen de las estructuras generales o estructuras profundas de los contenidos, de los principios generales o reglas que determinan la organización de esos contenidos y de los principios o reglas en virtud de las cuales esas estructuras profundas pueden transformarse en estructuras superficiales. b) BRESNAN, por el contrario, estima que la construcción y aprendizaje de una lengua depende del léxico y sus funciones, pues la información, como contenido del lenguaje, depende del léxico, no de la sintaxis. Por eso, además de la 'estructura constituyente' que es comparable a la estructura superficial de CHOMSKY, hay en todo lenguaje otra estructura funcional constituida sobre la base de relaciones gramaticales aptas para la interpretación semántica del enunciado. En otras palabras, se tiene en cuenta, no ya la corrección del mismo, sino la verdad o correspondencia con la realidad. Son reglas que afectan a la estructura de la frase, pero le afectan en razón de los morfemas y en razón de los lexemas que son los elementos que soportan la carga semántica del enunciado. c) GAZDAR, por su parte, entiende que las reglas de la gramática transformacional de CHOMSKY son innecesarias, pues las transformaciones de estructuras profundas en estructuras superficiales pueden hacerse de una manera simple y espontánea. Por otra parte ciertos enunciados sometidos a esta transformación, que parecían idénticos, resultan ser bastante diferentes. Para una correcta interpretación semántica no hay que descender a las estructuras profundas del enunciado. Las reglas de la interpretación pueden ser aplicadas directamente a las estructuras superficiales, pues hay una correlación entre las reglas de la sintaxis y las reglas de la semántica. Como el uso del lenguaje está constituido precisamente por las estructuras superficiales, es el uso el que nos permite hacer una interpre9 tación correcta de sus enunciados . Parece, no obstante, que la dimensión que los niños tienen en cuenta en los primeros años es únicamente la dimensión semántica, ya lo hemos dicho anteriormente. BROWN llega a decir que para el niño en ese primer momento la deducción de reglas para la construcción de ese patrón o estructura lingüística es un hecho demostrado, pero que los elementos de la misma a los efectos de la sintaxis 10 tienen todos ellos el mismo valor . Sin embargo SINCLAIR, tomando como base de la argumentación la existencia previa de frases holofrásticas y juegos simbólicos antes del habla, piensa que la dimensión sintáctica es tenida en cuenta por el niño mucho antes que la 11 dimensión semántica . En otras palabras, el niño descubre o deduce antes las reglas de la sintaxis que las reglas de la semántica.

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Entiendo que la contradicción entre ambos autores es sólo aparente. Creo que la exposición de estas teorías está siendo desarrollada desde dos puntos de vista distintos: el punto de vista de la lógica y el punto de vista de la ontología. En efecto, en más de una ocasión he insinuado mi opinión según la cual las reglas de la sintaxis tienen su base en las reglas y leyes de la lógica, mientras que las reglas de la semántica tienen su base en las reglas y leyes de la ontología. Vamos a verlo sobre algunos ejemplos. a) Una de las estructuras lingüísticas mas corrientes o más elementales es la estructura de la frase nominal: 'S es P', donde S es el sujeto y P una de sus determinaciones. De acuerdo con las reglas de la sintaxis S es un nombre o una expresión equivalente y P es un adjetivo o una expresión equivalente. La unión entre ambos se encuentra representada por el verbo 'es' en su tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo ser. De acuerdo con estas mismas reglas se exige que haya concordancia entre S y P, tanto por lo que se refiere al género como por lo que se refiere al número o cuantificación de ambos. En algunas lenguas se exige, además, que concuerden en caso, es decir, que ambos estén en nominativo, por ejemplo, 'nox erat opaca' (VIRGILIO); o que estén en acusativo si la frase que constituyen depende de un verbo transitivo, por ejemplo, del verbo decir, ver, pensar, etc: 'vidit nubes esse opacas' (OVIDIO). En las lenguas modernas esta exigencia se mantiene en toda su vigencia, sólo que la expresión de los casos a base de desinencias es suplida por la misma expresión a base de preposiciones. Se exige, además, que, tanto S como P, ocupen o desempeñen cada uno de ellos su papel, y que no puedan intercambiarse sin más estos papeles a menos que las estructuras sean tautológicas o 12 totalizantes . Ahora bien, aunque esto parezca una redundancia, es evidente la necesidad de preguntarse por el fundamento de todas estas exigencias que impone la sintaxis. fundamento de una ley científica, el último fundamento, no se encuentra en la ciencia que ha descubierto o establecido esa ley. Por eso el último fundamento de las reglas y leyes de la sintaxis no se encuentra en la sintaxis. A mi entender ese fundamento se encuentra en la lógica. En primer lugar la exigencia de que el sujeto sea un sustantivo o una expresión equivalente tiene su fundamento en otra exigencia lógica según la cual las propiedades de un con-cepto (expresado por el sustantivo) constituyen la comprehensión de ese concepto y sólo tienen sentido cuando están referi-das a él. La 'atribución lógica' va de las propiedades al sujeto de las mismas, pero no viceversa. Entre el sujeto y sus pro-piedades hay la misma distinción que entre el poseedor y la cosa poseída. Las funciones que ejercen uno y otra son completamente distintas. Por eso no pueden invertirse los papeles. Ahora bien, la ley que determina la comprensión de un concepto es una ley lógica, y las leyes lógicas son innatas. Pueden ir haciéndose conscientes para el niño o para la persona mayor con el tiempo, pero en modo alguno son adquiridas. Las leyes lógicas determinan la estructura de los conceptos, es decir, de las esencias de las cosas en tanto que conocidas. Esto implica que dichas leyes no son independientes de las leyes de las cosas en tanto que cosas. Por eso como veremos enseguida, las leyes lógicas tienen como fundamentos las leyes de la realidad. Está claro, por otra parte, que en las estructuras de la realidad el factor que sirve de soporte a las cualidades es la cosa, la substancia, no los accidentes o las determinaciones de la substancia. En segundo lugar, la concordancia sintáctica entre S y P es una ley que viene exigida por la ley lógica de la identidad entre S y P. La concordancia, pues,

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tiene a su base la identidad. En efecto, la concordancia tiene sentido sólo si hay identidad entre el contenido semántico de S y P. Y tiene sentido sólo en este caso porque, de otra suerte, la estructura sintáctica sería incorrecta. En un lenguaje cualquiera tienen que cumplirse dos condiciones: que sea correcto y que sea verdadero. Es decir, que se corresponda con la realidad o con lo que se piensa de ella. Estas condiciones no son independientes o disociables, pues el lenguaje que no expresa la realidad o no dice lo que se piensa de ella, en realidad no es un lenguaje. Por eso, cuando la forma externa cumple con los requisitos de la concordancia, esta concordancia tiene que tener su fundamento en la concordancia interna o concordancia de los contenidos, es decir, en la identidad entre el contenido semántico de S y P. La identidad es entendida hoy: a) como identidad entre dos cosas singulares de tal forma que, no son dos, sino una sola, por ejemplo, la identidad entre la 'luna' y el 'satélite de la tierra'; b) como pertenencia de un individuo a una clase, por ejemplo, la pertenencia del individuo Pedro a la clase de los alumnos de esta Universidad; c) la inclusión de una clase en otra, por ejemplo, la inclusión de la clase de los españoles en la clase de los europeos. Esta identidad triple es expresada por medio de verbo 'es' que es el que une a S y P. Sin embargo un análisis profundo de estas estructuras hace poco menos que imposible la interpretación del verbo 'es' con esa carga semántica de identidad salvo en el caso a). Por eso la identidad que sirve de garantía a la concordancia sintáctica entre S y P tiene que ser una verdadera identidad entre ellos. Es decir, entre los contenidos semánticos, no entre las funciones, pues las funciones de S y P nunca pueden ser las mismas. Los contenidos semánticos o las esencias de las cosas constituyen, a los efectos del lenguaje, una dimensión mucho más profunda que las estructuras profundas de las que habla la psicología actual. La identidad no es la igualdad entre las cosas, la cual es efecto de la posesión por parte de ellas de una misma cantidad, por ejemplo, un kilo de arroz y la pesa que se coloca en el otro platillo de la balanza para medirlo. Tampoco es la semejanza, pues la semejanza emerge del hecho de tener una misma cualidad compartida, por ejemplo un color determinado. La identidad se da únicamente entre las esencias de las cosas, de tal manera que, cuando se dice que dos cosas son idénticas, no son dos, sino una, pues ambas tienen la misma esencia, por ejemplo, Madrid y capital de españa, Cervantes y autor del Quijote. Esta misma relación es la que existe entre dos mamíferos en razón de la naturaleza que ambos poseen, o entre dos grupos de mamíferos en razón de esa misma naturaleza. Son distintos en tanto que individuos o en tanto que grupos, pero no lo son en tanto que especies o géneros. En otras palabras, la distinción en estos casos es sólo numérica, no genérica o específica. La identidad que maneja la inteligencia y sobre la cual descansan sus juicios y sus razonamientos es la identidad entre los géneros y las especies contenidas en ellos, ('roedor' y 'ratón') o la identidad entre las especies y los individuos contenidos en ellas ('hombre' y 'Juan'). Pues bien, los elementos de una estructura sintáctica sometidos a la concordancia cumplen las leyes de la sintaxis cuando la forma externa desinencial o preposicional es la adecuada; pero es la adecuada cuando entre los contenidos semánticos hay identidad entendida en este sentido. Cuando decimos que 'Juan Carlos I es el rey de España', la concordancia es correcta, pero lo es porque hay identidad entre ese ser que se llama 'Juan Carlos I', que es el sujeto, y ese ser concreto que es considerado como el 'rey de España', que es el predicado. Cuando decimos que 'Pedro es un alumno de la Universidad', la concordancia es correcta, pero lo es porque hay identidad real entre ese ser que es Pedro y 'alumno de la

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universidad', toda vez que la lógica establece que el predicado de un enunciado afirmativo no es universal sino particular, 'supone por' aquellos individuos expresados en el término sujeto; en este caso, por uno solo que es Pedro. Por tanto hay identidad como en el caso anterior. Cuando decimos que los españoles son europeos, la concordancia es correcta, no porque haya identidad entre la clase de los europeos y la de los españoles, pues es evidente que no existe tal identidad, sino por la identidad entre el grupo de los españoles y el grupo de los europeos que, además, son españoles. Por tratarse de otro enunciado afirmativo su predicado es particular como en el caso anterior, por eso el predicado no expresa a todos los europeos sino sólo aquellos que se identifican con los españoles. Tanto las reglas de la 'suppositio' como las reglas de la comprehensión y la extensión de los términos de un enunciado que emergen de la identidad entre sujeto y predicado, son reglas lógicas. Por esto mismo la concordancia sintáctica emerge de la concordancia lógica que en este caso recibe el nombre de identidad. Si la concordancia sintáctica no fuera una exigencia de la identidad lógica, no habría dificultad alguna para admitir como correcta una estructura como esta: 'Napoleón será la maestras de Sócrates'. Si la forma repugna incluso al oído, es, en último término, porque hay incompatibilidad entre los contenidos. Esta concordancia o identidad lógica tiene otra exigencia. Esta nueva exigencia deriva de los valores del verbo copulativo que son dos, el valor atributivo y el valor existencial. Del valor atributivo (identidad fundamental) ya hemos hablado al analizar la identidad de los contenidos semánticos de S y P. El valor existencial es el valor temporal del verbo o tiempo verbal. La identidad tiene que darse de acuerdo con las exigencias temporales de la cópula. La concordancia es correcta si la identidad entre sujeto y predicado se da en el tiempo expresado por el verbo 'es'; por ejemplo, desde el punto de vista de la sintaxis, es correcta esta estructura: 'Lincoln es el presidente de los Estados Unidos'; sin embargo, desde el punto de vista de la lógica, esta estructura es incorrecta. La lógica, pues, va mucho más allá que la sintaxis. Por eso he indicado antes que la lógica suministra su fundamento a la sintaxis pero no se identifica con ella. Hemos hecho un análisis de las estructuras elementales atributivas o nominales. Pero esto es aplicable a todas las estructuras, pues las estructuras latentes todas ellas son de esta naturaleza. Puede suceder que la forma externa no sea así, pero la forma de un enunciado, cualquiera que sea, puede ser reducida a esta; por ejemplo, la estructura lógica del enunciado 'los romanos vencedores asimilaron (acción) la cultura de los griegos vencidos', equivale a esta otra: 'los romanos vencedores son (identidad) los ciudadanos que asimilaron la cultura de los griegos vencidos'. Esta reducción hay que hacerla siempre si queremos comprobar la corrección y la verdad de nuestros enunciados. Hay que hacerla, sobre todo, porque el pensamiento del hombre, también el del niño, es un pensamiento de identidades o no identidades. Los dos principios básicos de todo pensamiento son el de identidad y el de contradicción. Y estos principios son innatos como todos sabemos. Constituyen la estructura de la mente lo mismo que las redes y las conexiones constituyen la estructura del ordenador. b) Las reglas de la semántica tienen su base en las reglas y leyes de la ontología. Ya lo hemos visto en el apartado anterior al comprobar que las leyes del pensamiento tienen su base, a su vez, en las leyes de la realidad. Pero conviene analizar el problema desde otros puntos de vista. Las leyes lógicas son leyes del pensamiento y tienen su valor para construir y analizar las estructuras de conceptos. 13 Aquí es donde se sitúa preferentemente BROWN . Por el contrario, las leyes de la ontología son leyes de la realidad y tienen su valor para construir y analizar las

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estructuras de cosas, con independencia de que se las conozca o no, es decir, con independencia de que se piense o no se piense en ellas. Aquí es donde se sitúa 14 preferentemente SINCLAIR . Pues bien, cuando este autor nos dice que por debajo de las expresiones 'el chico rompió la ventana', 'la ventana fue rota por el chico' y 'fue el chico el que rompió la ventana', existe un mismo patrón o una misma estructura profunda, se sitúa en la perspectiva de la semántica, no en la perspectiva de la sintaxis, pues a lo que atiende es al contenido, no a la forma de expresarlo. Lo que aparece con absoluta evidencia, y lo que más se quiere resaltar a través de sendas frases, es que fue el niño el que ejerció la acción física de romper la ventana, siendo éste el sujeto o agente, y la ventana, el objeto de su acción. Se trata, pues, de cosas, no de pensamientos acerca de las cosas. Por tanto las leyes que gobiernan estas estructuras son leyes ontológicas, no leyes lógicas. Estas leyes son físicas y metafísicas. Son físicas la que afectan a la acción material de romper, determinando su potencia, su dirección, su incidencia en el cristal, la resistencia de éste, etc. Son metafísicas las que afectan a la acción en tanto que acción, al sujeto en tanto que causa de la misma y al fraccionamiento del cristal en tanto que efecto. En el primer caso son las leyes de los fenómenos; en el segundo, son las leyes de las causas. El principio de causalidad es ya un principio eminentemente metafísico. Por tanto la existencia de un patrón común a todas esas frases, a manera de una estructura profunda o latente, constituye el universal lingüístico del que hemos hablado antes. Este patrón o estructura latente del lenguaje, considerado como estructura semántica, tiene valor cuando tiene a su base otras estructuras que ya no son semánticas sino ontológicas, como acabamos de ver. Ahora bien, el cumplimiento de las leyes de la ontología (no la existencia de ellas), tanto de las leyes físicas como de las leyes metafísicas, aunque sea de una manera elemental, forma parte de la experiencia de todos los individuos humanos. También, a su manera, forma parte de la experiencia del niño. Por eso las estructuras lingüísticas emergentes de ese hecho son universales.

3.- LAS ESTRUCTURAS DEL LENGUAJE, LAS ESTRUCTURAS DE LA MENTE Y LAS ESTRUCTURAS DE LA REALIDAD Los conceptos que se exponen en los párrafos anteriores pueden parecer extraños para todos aquellos que no se encuentran en situación de manejar con soltura los conceptos de la filosofía, o para aquellos que sienten un profundo rechazo hacia ella. Por esto mismo estimo necesario insistir una vez más en la relación que existe entre las estructuras del lenguaje, las estructuras de la mente y las estructuras de la realidad. Aunque esto no constituya una evidencia, para muchos autores las estructuras profundas del lenguaje son estructuras semánticas como hemos dicho. Es decir, son estructuras de contenidos. Cuando decimos que son innatas no pretendemos decir que en la inteligencia del individuo aparezcan ya como tales estructuras dotadas de contenidos. Lo innato es la estructura, y, si se quiere, la predisposición de la inteligencia para formularlas de una manera explícita. El individuo, cuando es concebido, ya está dotado (programado) para configurar cualquier contenido de la experiencia como agente o como paciente, como poseedor

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o como poseído, etc. Esta es su capacidad. Ahora bien, el ejercicio o el uso de esa capacidad, es decir, la configuración efectiva de uno de esos contenidos de acuerdo con la estructura que le corresponde ya no es innato. Depende del conocimiento que tenga de esos contenidos. En efecto, para que un objeto pueda ser estructurado como poseedor, antes tiene que ser conocido como tal. Es decir, el individuo tiene que darse cuenta de que en la realidad tiene unos rasgos que le permiten desempeñar esa función. Esos rasgos ya no son subjetivos o a priori respecto del conocimiento, sino objetivos o dados en la realidad. Por tanto las estructuras profundas son estructuras que obedecen a unas relaciones determinadas que pone la inteligencia en sus contenidos, pero que se encuentran fundamentadas o emergen de otras relaciones que son relaciones entre cosas o entre propiedades de las cosas con independencia de que esas cosas sean conocidas o no. Por eso hemos dicho que las relaciones semánticas de los contenidos del lenguaje tienen a su base otras relaciones que son relaciones reales o relaciones que, al margen del conocimiento de la inteligencia, tienen su ser de cosa. Esta vinculación de las relaciones semánticas de los contenidos del lenguaje con las relaciones reales de las cosas no es una vinculacion inmediata. La inteligencia la hace sirviéndose de las relaciones lógicas que ella misma establece entre los contenidos del conocimiento humano. En efecto, las relaciones lógicas son relaciones entre conceptos, no entre cosas, por ejemplo, la relación que establece la inteligencia entre el sujeto y el predicado de un enunciado cualquiera. Ser sujeto o ser predicado de un enunciado son relaciones, pues algo es sujeto en la medida en que hay un predicado y viceversa; lo mismo que, en el orden real, alguien es padre en la medida en que hay un hijo que procede de él. Los conceptos o representaciones mentales, considerados de una manera aislada, ni son sujetos ni son predicados. El ser una cosa u otra les viene por el hecho de ser puestos en relación mutua por la inteligencia. Pues bien, la inteligencia no hace esto de una manera arbitraria, como hemos indicado ya en repetidas ocasiones. A uno de estos elementos (concepto) le hace desempeñar el oficio de sujeto porque en la cosa representada en el concepto descubre una propiedad o un rasgo que le permite hacerlo así. Otro tanto acontece con el otro elemento al que hace desempeñar el oficio o la función de predicado. Por ejemplo, 'los ratones son roedores'; entre los factores que descubre la inteligencia en esas cosas que son los ratones selecciona uno que es substancial o esencial, el de ser ratones, y, en virtud de ello, le hace desempeñar el oficio de sujeto (poseedor de la cualidad); por su parte, a esa propiedad, la de ser roedores, le hace desempeñar el oficio de predicado (cualidad poseída). La inteligencia con esto no pone nada real en el pensamiento que construye. Lo único que pone es una relación lógica que viene exigida por la relación real. La prueba más evidente de que esto es así está en que la inteligencia no puede invertir a sabiendas este orden o la estructura que resulta de esta relación, es decir, no puede construir una estructura como esta: 'los roedores son ratones', pues es consciente de que hay otros roedores que no son precisamente estos animales, por ejemplo, las ardillas. La base del pensamiento correcto son pues la relaciones lógicas, de la misma manera que la base del pensamiento verdadero son las relaciones reales. Sin salirnos del paralelismo entre ambas estructuras cabe decir que la base del lenguaje correcto y verdadero son las relaciones sintácticas que, a su vez, tienen como base las dos anteriores, es decir, las relaciones lógicas y las relaciones ontológicas, como hemos dicho. Si la inteligencia está programada para colocar como sujeto de una oración determinada una palabra o un nombre determinado, es

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porque esa función sintáctica viene exigida por la estructura profunda del lenguaje, es decir por la estructura lógica subyacente. Si uno dice que los ratones son roedores, en circunstancias normales, es porque lo piensa a así, es decir, porque en ese concepto que representa a todos los ratones descubre unas propiedades semánticas determinadas que le exigen poner en el puesto del sujeto a la palabra que sirve para designarlos. En un lenguaje normal una palabra desempeña el oficio de sujeto o de poseedor de una cualidad cuando detrás de esa palabra hay un concepto que tiene estas mismas propiedades o estas mismas exigencias en un enunciado mental o juicio lógico.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c.11.- 1) Chomsky, 1957, 1975. 2) Sinclair, 1983; Miller, 1974; L. Quintás, 1979; Gutiérrez López, 1975; ALonso, 1974; Ashwoth, 1974; Lenneberg, 1982; Bellugi, 1965, 1967, 1971; Bever, 1968; Bever y otros, 1969; Bloom, 1970 (gramáticas emergentes); Bowerman, 1973a, 1973b; Brown y Berko, 1960; Brown y Fraser, 1961; Brown y Bellugi, 1964; Bühler, 1908; Clark 1935, 1965, 1968; Compton, 1970; Crystal, 1971; Chao, 1951; Chomsky, 1975, 1986; Gortázar y Tamarit, 1989; Schaff, 1990; Hayakawa, 1992,; Luria, 1980, 1985;, 1980; Derrida, 1967; Engel, 1965b; Ervin, 1964; Filmore, 1970; Fodor y otros, 1957, 1964; Greemberg, 1966; Gruber, 1973; Halle, 1962; Halliday 1969, 1970; Hjemslev, 1954; Ingram, 1971; Ingram y otros, 1961; Katz, 1970, 1974; Kay, 1970; Kelley, 1967; Klima, 1964; Klima y otros, 1966; Lakoff, 1969; Lyn y otros, 1978; Luria, 1980, 1985; y otros, 1971; Marshal, 1970; McNeil, 1971a; Mehler, 1963; Mehler y otros, 1966; Nelson, 1977; Osgood, 1962, 1963, 1968; Razram, 1950; Slobin, 1971; Schlesinger, 1971a; Sinclair, 1982; Slobin, 1970; Slobin 1966b; Snow, 1974; Wunderlich, 1972. 3) Ver Pinillos, 1982. 4) Brown, 1981. 5) Chomsky, 1963, 1968; Lenneberg, 1982; Brown, 1981; Miller, 1974. 6) Chomsky, 1968, 1976, 1989; Dale, 1980a, 1980b. 7) Sinclair, 1982. 8) Chomsky, 1968. 9) Chonsky, o.c.; Gazdar, 1981; Bresnan, 1978, Gardner, 1988. 10) Brown, 1981. 11) Gardner, 1988; Sinclair, 1982. 12) Hamilton, 1974; Palacios , 1962; Maritain, 1962; Gredt, 1961,; Juan de Sto. Tomás, 1964, 1967; Juan de Sto. Tomás, 1948; Ockam, 1967-74. 13) Brown, 1981. 14) Sinclair, 1982; Valdés, 1989.

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Cap. XII.- CATEGORIAS LINGÜISTICAS Las teorías de CHOMSKY, las de BROWN, las de SINCLAIR y otros acerca de las estructuras latentes del lenguaje ponen todo su énfasis en el lenguaje interno, con preferencia sobre el lenguaje externo, considerando a éste como una consecuencia o un efecto del anterior. Algo completamente distinto de lo que defienden las teorías conductistas que consideran el lenguaje interno como un efecto o consecuencia del lenguaje externo o conducta lingüística, (lenguaje internalizado). Las investigaciones actuales parecen estar de parte de los primeros. Las estructuras latentes del lenguaje son prioritarias en el orden lógico y ontológico, respecto de las estructuras sintácticas, o simplemente, respecto de las estructuras gramaticales. Desde el punto de vista de la filosofía esto parece coherente en grado sumo, pues las palabras categore-máticas, antes de ser tales, son categoremas en el orden lógico y son categorías en el orden ontológico. En una línea que va desde ARISTÓTELES a ENMANUEL KANT Y NICOLAI HARTMAN el tema de las categorías ha estado siempre sometido a las exigencias de las más diversas interpretaciones. No es este el momento de ir desgranando una por una estas teorías. Pero conviene tener en cuenta que el proceso histórico de la evolución del problema ha venido a desembocar en una concepción de las categorías en el sentido cognitivista, entendiendo la acción de la inteligencia como la acción de categorizar; y las categorías, como el resultado de esa misma acción 1 (BRUNER) . Sin embargo el interés de la psicología actual se centra en las 2 categorías verbales o categorías lingüísticas . En efecto, hay categorías reales, categorías mentales y categorías verbales o categorías lingüísticas.

1.- LAS CATEGORIAS REALES Las categorías reales son precisamente las categorías aristotélicas. Son modos reales de ser o modos de ser de las cosas; modos que afectan a las cosas con independencia de que estas sean conocidas o no. Estos modos tienen su ser de cosa lo mismo que las cosas. Pero no son afecciones accidentales de las cosas como pudiera pensarse, sino esenciales, pues cada cosa, como consecuencia de su estructura ontológica, tiene su modo real de ser, el cual para ella es esencial y se identifica con el ser que ella realmente es. El modo de ser substancial no les es accidental a las cosas que son substancias y sirven de soporte a los accidentes, sino que les es esencial, pues los seres reales esencialmente son substancias o accidentes. Estas categorías en tanto que géneros supremos de ser son pocas. ARISTÓTELES las reduce a diez. En otros pasajes figuran incluso en número inferior. Pero, si prescindimos de esa consideración generalísima que tiene en cuenta la ontología aristotélica, las categorías son muchas más. La categoría 'substancia' tiene otras subcategorías que son los modos de ser que estudia cada

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una de las ciencias en forma de especies y subespecies de seres bajo ese género supremo, por ejemplo, la categoría o modo de ser que corresponde a los cuerpos, la categoría o modo de ser que corresponde a los árboles, la categoría o modo de ser que corresponde a los hombres, etc. En este sentido puede decirse que la botánica trata de las categorías de plantas, y que la zoología trata de las categorías de animales. Otro tanto acontece con la categoría suprema de la cantidad, la categoría suprema de la cualidad, la de relación, etc. Dentro de cada una de ellas hay otros muchos modos de ser reales que se corresponden con las especies y subespecies de cantidades, cualidades y relaciones. En este sentido el modo de ser de la cantidad continua es una categoría distinta de la categoría que es el modo de ser de la cantidad discreta. El modo de ser del calor como cualidad es una categoría distinta de la categoría que es el modo de ser de la temperatura; y el modo de ser de la paternidad como categoría de relación es una categoría distinta del modo de ser de la filiación o de otro de los parentescos que vertebran las familias. Las categorias reales se multiplican en la medida en que se multiplican las especies de los seres de la realidad, ya sean substanciales o accidentales. No obstante hay que tener en cuenta algo muy importante: las categorías son distintas unas de otras en la realidad porque la esencia o los rasgos esenciales de cada una de ellas (estructura ontológica) son distintos; por ejemplo, la esencia de hombre y la esencia de árbol. Las categorías vienen determinadas por esta esencia o por estos rasgos esenciales realmente presentes, no por otros rasgos. Hay muchas de estas categorías que ni siquiera son conocidas, pues la historia de las ciencias humanas es testigo de que cada día que pasa son descubiertas categorías nuevas y más sorprendentes. Las categorías reales, pues, no son las cosas, sino los modos reales de ser de las cosas 3 que son esenciales o comunes a grupos de ellas (especies o subespecies) .

2.- LAS CATEGORIAS MENTALES b) Las categorías mentales son los conceptos o las ideas en tanto que representaciones de las categorías reales conocidas y en la medida en que son conocidas. Hay una correspondencia rigurosa entre las categorías reales y las categorías mentales. Las ideas son signos formales de las cosas, representan a esas mismas cosas con toda fidelidad. No obstante es necesario entender esto en sus justos términos. Las ideas son signos de las cosas en la medida en que son representaciones mentales, no físicas, de las categorías de las cosas, es decir, en la medida en que el contenido o referente de esa representación es la esencia o naturaleza o los rasgos esenciales de las cosas a las que me he referido antes. En la categoría mental no se encuentran reflejados los rasgos individuales. Un individuo no es una categoría. Así en la categoría mental o idea de 'hombre' no están representados todos los hombres uno por uno, sino los rasgos esenciales que hacen que cada uno de ellos sea hombre. No los rasgos que le hacen que cada uno sea alto, rubio, grueso, joven, moderno o ignorante. Cada uno de estos rasgos desprendido del sujeto al que se encuentra vinculado existencialmente puede ser objeto de otra categoría mental cuyo contenido es el accidente de cualidad correspondiente. Otra limitación que afecta inexorablemente a la co-rrespondencia entre la categoría mental y la categoría real es la que tiene su origen en las deficiencias que padece la inteligencia humana cuando trata de conocer las categorías reales. Los rasgos esenciales de las cosas pueden ser más o menos profundos. Es evidente que la inteligencia del hombre no siempre cala hasta las capas más hondas de las

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cosas para captar los rasgos fundamentales originarios y originales. Esa capacidad a la que hace referencia el 'intus legere' a veces se queda en lo más superficial, es decir, en aquellos rasgos que, sin ser accidentales, o periféricos, no son tan principales o no se derivan de una manera tan radical de los rasgos profundos o más esenciales. Incluso cabe la posibilidad de que la inteligencia tome en consideración ciertos rasgos que ella cree esenciales cuando en realidad son sólo rasgos accidentales. Esto es lo que constituye el error. Pues bien, la inteligencia construye la categoría mental en la medida en que conoce la categoría real. Por eso las categorías mentales, no es que se correspondan rigurosamente con las categorías reales, sino con aquello que la inteligencia conoce o cree conocer de las cosas. Es evidente que no hay categorías reales falsas. No puede haberlas. Pero sí puede haber categorías mentales falsas. Son las que nacen del error o desajuste entre la inteligencia y la realidad. Por esta razón la idea de 'cuerpo que gira alrededor de la tierra' como representación mental de todos los planetas es una categoría falsa, aunque la humanidad haya pasado mucho tiempo teniéndola por verdadera. Por tanto la categoría mental no es un grupo de seres reales. Tampoco es una representación mental (una especie de fotografía) en la que están representados individualmente todos los seres reales que pertenecen a una misma especie o categoría real; no es tampoco una especie de saco o una especie de departamento o almacén en el que van metiéndose todas las sensaciones y percepciones de las cosas que también son individuales como sabemos. La categoría mental es una representación universal, cuyo contenido, a diferencia del contenido de la persona retratada en la fotografía, es la naturaleza o esencia universal compartida unívocamente por todas las cosas individuales que constituyen la categoría real. Esta es la razón por la cual me he opuesto repetidas veces a identificar esta categoría con la categoría kantiana o con la categoría de BRUNER y otros 4 pensadores de la psicología cognitiva . a) Las categorías kantianas son estructuras o formas a priori de la inteligencia, las cuales, aplicadas a los fenómenos de la sensibilidad, pueden dar lugar a los conceptos empíricos o categorías reales, advirtiendo que esta realidad es paradójicamente la realidad de los fenómenos o apariencias de las cosas, no la realidad de su ser o realidad nouménica. Las categorías mentales kantianas, con independencia del fenómeno al que van destinadas, no representan absolutamente nada. Son conceptos puros, es decir, estructuras a priori del pensamiento o conceptos vacíos. No hay, pues, correspondencia alguna entre estas categorías mentales y las categorías reales, las cuales para KANT son absolutamente incognoscibles para la inteligencia. b) En lo que concierne a las categorías de BRUNER y los pensadores de la psicología cognitiva es de advertir que no se trata de categorías innatas como las categorías kantianas, sino de categorías producidas o construidas por la inteligencia. El proceso mental en el que se originan las categorías mentales es el proceso mediante el cual la inteligencia clasifica los estímulos que le llegan a través de los sentidos y la percepción. Las categorías resultan del acto de clasificar los objetos. Por esta razón las categorías de BRUNER son clases, es decir, agrupaciones de objetos, constructos que la inteligencia hace tomando como criterio un atributo o una serie de astributos que, ni son esenciales ni son compartidos unívocamente o en el mismo grado por cada uno de los objetos agrupados. Por esto mismo es forzoso reconocer que, mientras las categorías mentales aristotélicas o ideas son universales, las categorías de BRUNER no lo son en absoluto, pues los individuos en ellas representados parece que no son iguales ni participan en el mismo grado

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de un atributo o de una serie de atributos. Hay algunos individuos más representativos que otros. Por otra parte, así como la esencia de 'hombre' es única y la misma en todos los individuos humanos, es decir, así como la esencia de 'hombre' se repite o multiplica en todos y cada uno de los individuos humanos, la clase hombre, ni existe como algo netamente definido, ni se multiplica en cada uno de ellos. La clase como grupo no es universal, es decir, no es una en muchos, sino una en absoluto, única. Por eso la clase como representación contiene un sólo objeto o una sola cosa. Esto nos hace pensar que entre las categorías mentales de la psicología cognitiva y las categorías reales no hay correspondencia alguna, pues la clase como grupo es de naturaleza mental, son grupos hechos por la mente y para la mente, en beneficio suyo, pero en la realidad no existen semejantes grupos. No existe el grupo aislado de hombres, ni el grupo de árboles, ni el grupo de gatos, ni el grupo de papagayos, etc. Las cosas en la realidad se encuentran mezcladas como los elementos de la sangre antes de haberse practicado el análisis de laboratorio. El conocimiento que puede tener la inteligencia reduciendo las cosas a clases o grupos mentales es un conocimiento muy pobre y, por supuesto, no es un conocimiento científico, a menos que el criterio que tome en consideración para construir esas clases sea la esencia de las cosas que clasifica o uno de sus rasgos esenciales. De una clase a sus subclases o a los individuos que la constituyen no es posible el 'transfer', pues las propiedades de una clase cualquiera no son en absoluto propiedades de los individuos que la constituyen, mientras que las propiedades de la esencia o naturaleza o los rasgos esenciales que son el contenido del concepto o categoría mental sí son propiedades de los individuos y de las subespecies que la constituyen. Salvadas las diferencias referenciales entre la especie y el concepto o idea, cabe afirmar que las categorías mentales son las especies de la filosofía aristotélica. Y, como acabamos de indicar, hay una diferencia esencial entre la especie aristotélica y la clase de la psicología cognitiva y de la lógica positivista o neopositivista. En el campo de las especies el 'transfer' es posible. En el campo de las clases o grupos, como hemos dicho anteriormente, es radicalmente imposible. Por otra parte, sin el 'transfer' la actividad de la inteligencia queda absolutamente paralizada, no sólo en el campo del conocimiento científico, sino en todo tipo de conocimiento intelectual. En la psicología cognitiva cabe la posibilidad de considerar a las clases como grupos reales (no mentales) de seres. Pero entonces el problema es mucho más grave, pues ni las propiedades del grupo son transferibles a los seres que lo componen, ni las propiedades de estos seres, en tanto que individuos, son transferibles a los demás dentro del mismo grupo. Entre los individuos, existencialmente considerados, no hay intercambio de propiedades o rasgos. Por eso precisamente son individuos: 'indivisum in se et alteri prorsus incommu-nicabile'. La única transferencia posible es la que va de la esencia a los individuos que de ella participan. Esto es así, tanto en el orden ontológico, como en el orden lógico. El sistema de categorías mentales es el medio del que se sirve la inteligencia para ordenar intencionalmente la naturaleza, es decir, el medio del que la inteligencia se sirve para producir un orden mental que se corresponda más o menos con el orden real de las cosas. Esto constituye la exigencia fundamental de la mente humana: la búsqueda de la verdad y la posesión de la misma. Este orden mental del universo en sistemas de categorías depende del nivel de desarrollo de la inteligencia, pero también depende del nivel de desarrollo de las ciencias en un ámbito cultural determinado y del nivel de desarrollo del lenguaje del cual se sirve la sociedad depositaria de esa cultura.

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Si las categorías mentales aristotélicas son construidas por la inteligencia en el acto de abstracción y las categorías de BRUNER son construidas en el acto de clasificar los objetos, las categorías de LURIA son construidas por la mente a través del lenguaje: 'la facultad que tiene un vocablo de designar los objetos correspondientes mediante un signo convencional y suscitar las imágenes de los mismos, no es, sin embargo, la función única de la palabra. Esta tiene otra función más compleja: nos da la posibilidad de analizar los objetos, destacar en ellos las propiedades esenciales y situarlos en una determinada categoría'... 'Gracias al lenguaje el pensamiento permite delimitar los elementos más esenciales de la realidad, configurar en una misma categoría cosas y fenómenos que ... pertenecen a 5 esferas distintas de la realidad'. El lenguaje, pues, tiene una función categorial . Los textos de LURIA a veces se presentan un tanto confusos. Por una parte parece que es el pensamiento el que utiliza el lenguaje como instrumento para proceder a la categorización de la realidad, siendo el pensamiento anterior al lenguaje e independiente de él; y, por otra parte, parece que el pensamiento se produce gracias al lenguaje, siendo éste anterior e independiente del pensamiento. El contexto de sus obras parece estar a favor de esta segunda interpretación: el lenguaje se hace pensamiento al interiorizarse y al mismo tiempo el pensamiento utiliza el lenguaje para construir su estructura categorial de la realidad. Por tanto el criterio del que se sirve la mente para colocar una cosa en una u otra categoría son los rasgos de la cosa que le es dado conocer a través del lenguaje. Esta interpretación hace que la teoría de LURIA sea una copia de la teoría de WHORFF segun la cual es la cultura de los pueblos cuyo exponente principal es el lenguaje la que permite a sus habitantes clasificar las cosas reduciéndolas a los correspondientes sistemas categoriales; por ejemplo, la clasificación y categorización que hacen de los colores los distintos pueblos que disponen de distintas palabras en razón de 6 sus distintas lenguas . En la primera de estas citas afirma que estos rasgos son los 'elementos más esenciales de la realidad'. Esto es lo más sorprendente y, a la vez, incomprensible: la realidad es que a través del lenguaje, aunque éste sea el más perfecto, nadie puede acceder a esos elementos esenciales. Si a veces el lenguaje cumple ese papel es porque el contenido semántico del lenguaje está constituido por esos rasgos esenciales que otra inteligencia ha obtenido de la realidad por medio de la abstracción. Lo propio de la inteligencia es lo que expresa su etimología: el 'intus legere', la lectura o conocimiento de lo que hay dentro, en las capas más profundas de la realidad, la esencia y los elementos esenciales. Al lenguaje le está vedado este acceso. Su vinculación con las cosas y con las esencias de las cosas es tangencial y periférica. Lo que podemos conocer de las cosas a través del lenguaje no es la esencia universal de las mismas de una manera inmediata. Por tanto el conocimiento y la categorización que de ahí pueda derivarse no sirve para alimentar la dinámica de la inteligencia humana. Por supuesto ese sistema categorial obtenido a través de las palabras no sirve para la contrucción de un sistema científico.

3.- LAS CATEOGORIAS LINGÜISTICAS Las categorías verbales o categorías lingüísticas son las palabras. En un sentido amplio son categorías verbales los enunciados simples y los enunciados complejos. De una forma metafórica lo son también los gestos y los movimientos del

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cuerpo. Siguiendo el paralelismo entre las dos categorías anteriores, las reales y las mentales, habríamos de decir que las categorías verbales se corresponden con las dos anteriores. Pero esto no es así en absoluto. Las categorías lingüísticas, las palabras, expresan las categorías mentales, y, a través de ellas, como vimos en su lugar, expresan las categorías reales. Las categorías lingüísticas son la verbalización de las categorías mentales. Pero aquí se rompe el paralelismo, pues las palabras no son signos naturales de las ideas, de la misma manera que éstas sí lo son respecto de las cosas, como ya se ha dicho. Las categorías lingüísticas son signos arbitrarios, es decir, signos elegidos libremente por el hombre para expresar sus ideas. El hombre no es libre para formar su ideas como quiera. Las forma teniendo en cuenta y ajustándose a los datos de las cosas que posee de ellas a través de la percepción. No podemos formar nuestras ideas o conceptos de otra manera. Formamos nuestras ideas acerca de las cosas ateniéndonos inevitablemente a los que de ellas percibimos. Por eso en cada hombre y en cada caso hay una correspondencia exacta entre las categorías mentales y las categorías reales. Pero, cuando se trata de las palabras, esto no acontece en absoluto. Cada uno es muy libre para elegir la palabra o el signo que quiera para expresar sus ideas. Es libre, incluso, para elegir las palabras que quiera para ocultarlas (la mentira). En este sentido hay muchas palabras para expresar una misma idea, y, a veces, hay muchas ideas para ser expresadas por medio de una misma palabra. Por tanto la correspondencia entre la categorías verbales y las categorías mentales es muy elástica o muy imprecisa. Las categorías verbales son los nombres (sustantivos y adjetivos) y los verbos. Como hemos visto, la tradición llamaba a estas palabras 'categoremáticas', es decir, expresiones verbales que significan categorías mentales y, a través de éstas, categorías reales. Las otras palabras son 'sincategoremáticas', pues no expresan categoría real alguna, ningún modo de ser que se corresponda con las cosas reales, sino alguna determinación o concreción de los modos de significar de los categoremas, por ejemplo, el artículo femenino 'la'. Los sincategoremas se llaman así porque siempre van acompañando a los categoremas y, con independencia de éstos, no significan nada. Es decir, no son categorías de la realidad. En la terminología actual a los primeros se les llama 'categorías gramaticales mayores' y su conjunto constituye el vocabulario. Constituyen una clase abierta (vocabulario abierto) por la posibilidad que hay de incrementarlo a base de la invención de otros nuevos vocablos o de la transformación de los ya existentes. Suele dárseles también el nombre de 'categorías estructurales'. A los segundos se les llama 'categorías gramaticales menores' y su conjunto constituye el vocabulario cerrado por sus pocas posibilidades de invención o alteración. También suelen llamárseles 'categorías funcionales'. Esta distinción es importante para la adquisición del lenguaje y otros procesos psíquicos como son la construcción de 7 estructuras lingüísticas y la expresión de los pensamientos . Una psicología no mentalista, como la conductista, elimina de un plumazo las categorías mentales y establece una correspondencia directa entre las categorías verbales y las supuestas categorías reales, reconociendo, a su vez, una prioridad lógico-ontológica de las segundas sobre las primeras. El esquema asociacionista obliga a establecer la conexión entre ambas comportándose las pretendidas categorías reales como estímulos y las categorías verbales como 8 respuestas . En efecto, para esos autores, en la naturaleza existen cosas, pero no categorías de cosas. Las categorías de cosas son construidas por el individuo utilizando para ello las categorías verbales, es decir, las palabras o el lenguaje. El

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individuo organiza mentalmente el universo material utilizando el lenguaje (nominalismo). Clasifica debajo de cada palabra los cosas que pueden ser significadas con esa misma palabra. No hay entre las cosas otro nexo, otro elemento común, pues para el conductimo, el positivismo y el neopositivismo de los que se deriva, carece de sentido hablar de las esencias, y de los elementos o rasgos esenciales de las cosas como factores constitutivos de las categorías de la realidad. La organización mental es la misma organización verbal u organización lingüística. La mente se encuentra incapacitada para hacer otra organización. Ni siquiera la mente del científico es capaz de hacer otra cosa. Para medir las carencias que tiene esta forma de entender la actividad intelectiva es preciso tener en cuenta algunas consideraciones. En efecto, las categorías verbales, a diferencia de las estructuras profundas del lenguaje, no son innatas, sino aprendidas. Ahora bien, no sólo aprendemos las categorías o las palabras de una lengua, sino que también aprendemos el uso de las mismas. Por su parte, como veremos, el uso de las palabras es múltiple. Merece destacarse el uso real. En virtud de este uso las palabras designan cosas, es decir, nos sirven para referirnos a las cosas, habida cuenta de los problemas que surgen de la naturaleza de la comunicación humana. En virtud de esta referencia, mientras que las categorías verbales han de ser determinadas de acuerdo con el contexto, las categorías mentales han de ser determindas de acuerdo con las capacidades cognitivas, de cuerdo con el ejercicio de las mismas y de acuerdo con la realidad que pretenden estructurar. Esta referencia a las cosas puede ser de dos clases. Hay una referencia superficial y una referencia profunda: a) La referencia superficial es aquella en virtud de la cual una palabra nos sirve para clasificar una serie de cosas. En efecto clasificamos cosas bajo la etiqueta común del nombre del que nos servimos para designarlas en un contexto cultural determinado, por ejemplo, la clasificación de todos gorriones debajo del nombre o de la palabra 'gorrión' con que nos referimos para designarlos. Con harta frecuencia grandes sectores de la población humana no tienen otro criterio para clasificar series de cosas que este del nombre o de la palabra que ha aprendido en un momento determinado para significarlas. Lo único que saben de esa serie de cosas es que tienen el mismo nombre. En cualquier caso, se trata de una clase de cosas. Pues bien, para muchos pensadores actuales esta es la función esencial del lenguaje, la función de clasificar los objetos o las cosas. Se piensa que la clasificación que el hombre hace en virtud de la categorías verbales es suficiente y la única de que dispone el sujeto para hacer una construcción mental del universo, incluso cuando se trata de la construcción mental que llamamos ciencia. b) La referencia profunda es aquella en virtud de la cual una palabra nos sirve para designar el rasgo esencial en virtud del cual esas cosas pertenecen a una misma clase o categoría real con independencia del nombre del que nos servimos para designarlas. Ese rasgo es compartido por igual por todos los miembros de la clase (universal). Esto es una condición indispensable para que puedan pertenecer a ella. Es decir, pertenecen, de hecho, a la misma clase, no en virtud del nombre que se utiliza para designarlos, sino en virtud de este rasgo que tienen compartido. Por tanto la reunión de todos ellos, no es una simple clase arbitraria o contingente, sino una categoría real entitativa o esencial. Por esto mismo la referencia profunda no es inmediata sino indirecta o mediata. La categoría real está ahí; tiene una existencia fáctica. Para que esa categoría pueda ser designada por medio de una categoría verbal, tiene que ser previamente conocida, es decir, la inteligencia tiene que conocer ese rasgo esencial que la constituye formando así su propia categoría

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mental o idea. La palabra o categoría verbal, en tanto que signo arbitrario, es elegida por el individuo para expresar sus ideas, y, mediante ellas, para expresar las cosas. La referencia profunda, por tanto, es profunda porque requiere un conocimiento profundo de la realidad: el conocimiento de ese rasgo esencial mediante el cual se constituye la categoría real. Para la inteligencia humana el uso de las clases es posible con un conocimiento superficial de las cosas que se clasifican. Por el contrario el uso de las categorías es imposible sin un conocimiento profundo de las mismas. La utilización de la clases como procedimiento para la construcción del mundo mental como representación de la realidad es una versión moderna del nominalismo del siglo XIV. Las consecuencias que derivan de las teorías conductistas y positivistas en general son funestas para el propio conocimiento humano. Si lo único que tienen en común las cosas y los grupos de cosas es el nombre con el que son designadas, tanto la transferencia como la generalización, esenciales para la ciencia, deberían hacerse a través del nombre. Lo cual resulta radicalmente imposible, pues las propiedades del nombre en manera alguna son las propiedades del objeto que significa. Por otra parte, los nombres pueden ser equívocos. Si tuvieran esta propiedad, entonces, de las propiedades de un gato (animal), es un ejemplo, podríamos inferir las propiedades del aparato que sirve para levantar las ruedas de un coche. Si las categorías mentales cognitivistas son radicalmente incapaces para darnos una explicación del conocimiento humano vulgar y científico, las categorías verbales los son más todavía. Las categorías verbales designan clases. También designan categoría mentales o ideas representativas de esencias o rasgos esenciales de las cosas. También designan individuos. Esto es comprensible por la elasticidad del lenguaje a la que nos hemos referido antes. Para saber cuando cumplen una de estas tres funciones en cada caso las categorías verbales tienen que ser interpretadas, es decir, descodificadas. Y esto sólo es posible si se tiene en cuenta el contexto en el que son utilizadas. Si en el orden ontológico no puede haber cosas aisladas, en el orden lógico no puede haber ideas aisladas, y en el orden semántico no puede haber palabras descontextualizadas. Una palabra descontextualizada no es una categoría verbal, pues, en virtud de la elasticidad que deriva de su carácter arbitrario, de facto no significa nada. Una palabra, un sonido cualquiera, un gesto o un movimiento producido arbitrariamente por el hombre está abierto, completamente abierto, a todo aquello que el sujeto quiera significar por medio de él. Por eso precisamente se requiere una interpretación por parte del que se lo encuentra delante. Las cosas y las ideas tiene naturaleza categorial por sí mismas, es decir, por derecho propio. Las palabras tienen naturaleza categorial en la medida en que el que el que habla o el que escucha les confiere ese carácter. No hay sonidos que sean categoriales por sí mismos. Cuando hago esta crítica de las tesis cognitivistas y conductistas no estoy negando que la inteligencia realice esas operaciones de categorizar clasificando o de clasificar verbalizando. Lo que intento decir es que esto no constituye la esencia de la actividad intelectiva y, por supuesto, que no es precisamente esto lo que hace cuando construye los conocimientos científicos. Cuando la inteligencia piensa simplemente o cuando piensa construyendo parcelas científicas, desarrolla su actividad guiada por las relaciones lógicas y ontológicas. Ese camino y esa dirección no es otra que la de los géneros y las especies y, como efecto de ello, la dirección de la 'consecuencia' que hay entre el antecedente y el consiguiente de todo razonamiento. Sin esto no son posibles las demostraciones. Y, sin demostraciones, ni hay ciencia, ni hay vida racional. El que en su razonamiento se deja guiar

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únicamente por las exigencias de las relaciones y leyes de las palabras puede que obtenga conclusiones, pero esas conclusiones no se derivan de las premisas. Puede que sean conclusiones verdaderas, pero en modo alguno son verdaderas conclusiones. La inteligencia humana está programada para formar categorías mentales de acuerdo con los datos de la percepción que tiene acerca de las categorías reales. Y está programada para moverse en el campo de los géneros y las especies de acuerdo con las leyes lógicas, construyendo así nuevas catego-rías, pero no está programada para elegir y asignar una categoría verbal determinada a una categoría mental determinada. Tampoco está programada para moverse en el campo de las palabras o categorías verbales con independencia de las categorías mentales o de las categorías reales. Esto puede hacerlo, pero necesita un aprendizaje o una programación adquirida, la cual dista mucho de ser universal o común, pues cada pueblo o cada país tiene sus propias leyes y su propia programación. En la programación fija que afecta al lenguaje, lo universal (los universales lingüísticos, las estructuras profundas) es lo que recibe de las categorías mentales y las categorías reales. Por eso se afirma actualmente que lo profundo del lenguaje, es decir, aquello que lo convierte en categorial, no está en el habla, sino en la dimensión cognitiva del individuo (en los conceptos) de la cual quiere ser fiel expresión. Esto nos lleva a enfatizar insistentemente sobre la importancia de la formación de los conceptos. Cuando estos respetan lo que deben respetar, entonces son verdaderos conceptos, y, por análisis y síntesis, podemos obtener de ellos conceptos nuevos, los cuales constituyen auténticas categorías mentales representativas de la realidad aunque de forma inmediata no surjan de las percepciones. Para que esta representación sea completa no basta con reproducir intencionalmente las cosas. Es preciso reproducir también las acciones y las relaciones que vinculan unas cosas a otras. Si el universo real es dinámico, el universo mental también lo es. La inteligencia va incesantemente de unas categorías a otras, pues esto es una exigencia de las propias categorías mentales por estar mutuamente implicadas en virtud de su natural subordinación o supraordinación. Cuando la inteligencia sigue la dirección de la subordinación, esta actividad se llama 'deductiva'; y, cuando sigue la dirección de la supraordinación, se llama 'inductiva'. La inteligencia no tiene otras posibilidades. Pues bien, estos procedimientos o estos caminos no son practicables desde las categorías verbales. Por su parte, la dirección de la actividad de la inteligencia que no es ascendente ni descendente, sino que va de igual a igual, es decir de una categoría a otra que se encuentra a su mismo nivel o de una cosa singular a otra cosa singular, es una actividad posible (demostración analógica), pero, ni suministra conocimientos seguros, ni aporta nada positivo para el progreso de la ciencia. En cualquier caso, este tránsito de la inteligencia tampoco es posible desde la categorías verbales. Por eso la función de las categorías verbales, a los efectos de la inteligencia, no es una función principal, sino subordinada o subsidiaria de la función de entender y razonar. Las categorías verbales ayudan al desarrollo de la actividad propia de la inteligencia, pero no la constituyen o suplantan, no son su objeto principal. A los efectos del 9 pensamiento las categorías mentales son esenciales e insustituibles . Conviene insistir un poco más en estas ideas. Las categorías verbales o categorías lingüísticas son elegidas o producidas libremente por el hombre, pues cada hombre puede expresar estas ideas con los sonidos que crea convenientes. Estos signos o palabras inventadas podrán ser aceptadas por los demás o podrán ser rechazadas. Pero a él nadie puede negarle ese derecho de inventarlas y utilizarlas como quiera.

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Por el contrario, las categorías mentales son formadas por la inteligencia sujetándose en todo a eso que ella misma conoce de la realidad o de la categorías reales. Pensamos acerca de la realidad sujetándonos en todo a lo que de ella conocemos. Eso que llaman libertad de pensamiento es otra cosa muy distinta. Precisamente por eso, porque formamos nuestras ideas y nuestros pensamientos acerca de la realidad en íntima dependencia de lo que de ella conocemos a través de la percepción, nuestra categorías mentales son adquiridas. La formación de estas categorías en esencia es, como hemos visto, nuestro aprendizaje. En esto, tanto ARISTÓTELES (con su 'tabula rasa') como LOCKE (con su cuartilla en blanco) tenían toda la razón. Sin embargo, no todo lo que hay en el conocimiento procede de la experiencia (KANT, CHOMSKY, ETC.). Hay en nuestra mente una exigencia innata a categorizar ciertos objetos como substancia y otros objetos como accidente; ciertos objetos como cantidad y otros objetos como cualidad; ciertos objetos como relación y otros objetos como acción o pasión (afectación), etc. Como consecuencia de esto mismo hay también en nuestra mente una exigencia ineludible que nos lleva a categorizar algunos de estos objetos como causas y otros objetos como efectos, ciertos objetos como sujetos y otros objetos como atributos, ciertos objetos como poseedores y otros objetos como cualidades o cosas poseídas, etc. Lo innato no es la categoría mental o concepto, sino la exigencia de que cada concepto sea encajado en una parte muy concreta del esquema general o estructura objetiva de la 10 inteligencia humana . Una cosa es la categoría y otra cosa muy distinta es la estructura mental general de la cual forman parte cada una de las categorías mentales. Cada categoría es un fragmento de información acerca de la realidad. La estructura en la que se engarzan esas categorías mentales, por el contrario, no constituye información alguna. Pues bien, la mente humana está programada para formar categorías y colocar cada una de ellas en el lugar mental que le corresponde. Esta estructura es innata y a priori respecto de las categorías mentales. A mi entender es esto precisamente, no otra cosa, lo que constituye la aprendibilidad (learnability) de la cual hablan los psicólogos actuales (WESCHLER, 11 CALICOVER, PINKER, ETC.) interpretándola en sentidos diversos . La formación y sistematización de las categorías mentales es nuestro único aprendizaje, es decir, el aprendizaje humano en tanto que humano. Pues bien, el aprendizaje en cuanto tal es adquirido, pero esa adquisición es posible gracias a esa capacidad innata del individuo que se llama aprendibilidad. Esa estructura mental es, por otra parte, universal. Se encuentra compartida por todos los seres de la especie humana. Todos la poseen en la misma medida. Lo que acontece es que no todos la han desarrollado de la misma manera. En los individuos sanos, y refiriéndonos al lenguaje interno, está constituida por las estructuras profundas elementales de las que habla CHOMSKY, pues aun los individuos más alejados o marginados de la cultura experimentan estas exigencias de categorizar y engarzar o relacionar las categorías de esta manera. En los individuos más arropados por las corrientes culturales, la estructura mental se hace más compleja o se desarrolla con otros compartimentos nuevos proporcionando así el lugar adecuado para categorías nuevas o para subcategorías de las categorías anteriores. Esto es, en fin de cuentas, lo que hace posible la ciencia en general o el pensamiento del hombre en cualquier campo del saber. A primera vista parece que esto conduce al formalismo del conocimiento al estilo kantiano. Sin embargo no es así, ni mucho menos. El conocimiento humano es un conocimiento de contenidos, no de formas de contenidos. Las formas son precisamente las que hacen posibles esos contenidos. No hay conceptos o

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categorías puras o a priori. Lo que es a priori es la exigencia de que esos conceptos o categorías, una vez formados por la mente tomando sus contenidos de la percepción, sean situados en un lugar determinado de la estructura mental. La mente, pues, forma o construye sus propias estructuras de conceptos (pensamientos sobre las cosas), pero lo hace en virtud de una exigencia innata que impone a priori el esquema general. Estas son las 'restricciones del aparato cognitivo' de las que hablan algunos autores. Estas restricciones son las que impiden la arbitrariedad del pensamiento, es decir, las que imponen las reglas profundas de la sintaxis y la lógica, sobre todo las reglas de la lógica. Reglas que, como hemos dicho, no son independientes de las leyes de la cosas. Por donde quiera que se mire hay una correspondencia bastante ajustada entre las estructuras 12 de la mente y las estructuras de la realidad (QIN THANA) . En el terreno de las categorías verbales hemos de tener en cuenta sus múltiples dimensiones, la fonética, la sintáctica, la semántica y la pragmática, etc. En virtud de la relación fonética las categorías verbales no son innatas en absoluto. Son totalmente adquiridas o inventadas; nadie nace hablando, y, mucho menos, articulando unas voces determinadas. Tampoco son innatas en virtud de su dimensión sintáctica, pues, si bien es cierto que existen estructuras ocultas del lenguaje o universales lingüísticos comunes a todos los seres humanos; si bien es cierto que existen categorías lógicas con sus estructuras y sus relaciones, como fundamento de las estructuras y relaciones sintácticas, no es menos cierto que en la inteligencia del que viene a este mundo no se encuentran sino de una manera potencial; para ponerlas en uso, cada uno tiene que hacerlas explícitas con su trabajo intelectual, transformándolas; lo innato es la exigencia ontológica de esta transformación, pero no la transformación efectiva o el uso fáctico de estas estructuras. Las categorías verbales no son innatas en razón de su dimensión semántica, pue son signos arbitrarios; los contenidos semánticos son los rasgos de las cosas, los rasgos esenciales, en la mayor parte de las ocasiones, los cuales son inmutables; pero las palabras nacen y mueren o cambian de carga según los usos y las prefencias del pueblo (HORACIO). Por último, las categorías verbales no son innatas por razón de su dimensión pragmática, pues el uso que hacemos de ellas depende del contexto en que son empleadas y depende también de los intereses. El uso es accidental, momentáneo, discrecional, advenedizo, histórico, hipotético y tornadizo. La psicolingüística actual concede una importancia enorme al componente léxico del lenguaje. Como ya hemos constatado, las gramáticas estructurales, las descriptivas, las transformacionales y las de casos van dejando paso a las gramáticas lexicales que ponen toda su atención en las palabras como partes o elementos de la oración, teniendo en cuenta sus propidades morfológicas al objeto de entender las relaciones que hay entre ellas (SIEGEL, JACKENDORFF, ARONOFF). Pues bien, las palabras o categorías verbales constituyen el principal elemento del lenguaje, el cual es aprendido. El otro, el componente innato son las estrucuras comunes o estructuras profundas, como hemos visto, o mejor, la exigencia ontológica y psicológica de formular esas estructuras de una manera determinada. En realidad, de acuerdo con esta tendencia, no aprendemos a hablar. Aprendemos, eso sí, las palabras que necesitamos para ello. Las categorías verbales son adquiridas o inventadas, y son, a su vez, transmitidas como tesoro cultural de los pueblos. Las reglas mediante las cuales los individuos construyen sus estructuras lingüísticas, ya lo hemos dicho, también son adquiridas, pero no por transmisión de unos a otros, sino por inferencia personal del sujeto partiendo del lenguaje que se oye (percepción), de las propiedades fonológicas y morfológicas de

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las categorías verbales y de las propiedades sintácticas y semánticas que esas mismas categorías tienen en la frase o enunciado.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c. 12.- 1) Bruner, 1986, 1988; Aritóteles, 1967; Kant, 1960; Hartman, 1957, 1960. 2) Ayer, 1984; Bunge, 1983; Espejo, 1982; Gómez Bosque, 1985; Montero, 1976; Quine, 1968, 1992; Vázquez, 1986; Russell, 1983; Bruner, 1983, 1986, 1988; Brown, 1956; Carroll, 1964; Kendler y otros, 1954, 1955; Kiefer, 1970; Hjemslev, 1936; Piaget, 1965; Piaget e Inhelder, 1966; Sapir, 1927; Bierwisch, 1969; Chark, 1974. 3) Aristóteles, 1967. 4) Bruner, 1986, 1988; Kant, 1960; Luria, 1980, 1985. 5) Luria, 1980, 1985. 6) Whorff, 1971. 7) Brown, 1956, 1981; Brown y Fraser, 1963; 8) Qin Thana, 1963; Watson, 1920. 9) Qin Thana, 1993. 10) Aristóteles, 1967; Locke, 1960; Kant, 1960; Chomsky, 1957, 1971. 11) Ver Gardner, 1988. 12) Qin Thana, 1993. 13) Siegel, 1964; Aronoff, ver Gardner, 1988.

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Cap. XIII.- LOS NIVELES DEL LENGUAJE HUMANO

Una de las diferencias altamente significativas que tiene el lenguaje humano respecto de los otros lenguajes, el de los animales y el de las máquinas, es la producción y el uso del mismo a diversos niveles. Cada uno de estos niveles es un grado del lenguaje.

1.- EL LENGUAJE OBJETO El primero de ellos es el llamado 'lenguaje objeto'. Sencillamente es el lenguaje que se refiere directamente a las ideas o a los contenidos de las ideas. Como las ideas y los contenidos de las ideas están referidos directamente a las cosas, el lenguaje objeto es el que se refiere a las cosas expresándolas; por ejemplo, el enunciado 'la tierra es redonda'. Lo que se quiere expresar con este enunciado es una cosa, es decir, la existencia de una cosa que es la tierra, y la posesión de una cualidad por parte de esa cosa: la redondez. Es, por tanto, el lenguaje referido a la realidad a través de las ideas que se tienen de ella. Este es el lenguaje de las ciencias en general, pues todos sus enunciados pretenden expresar la existencia de ciertos fenómenos de la realidad con sus propiedades, sus relaciones y las medidas de esas relaciones. A este lenguaje se le llama también lenguaje de grado uno. Se le llama 'lenguaje de grado uno' porque existe también otro lenguaje que puede ser considerado como 'lenguaje de grado cero'. Este lenguaje está constituido por las cosas mismas, las singulares, las propiedades de esas cosas y las relaciones que emergen de esas propiedades, toda vez que las cosas singulares, las propiedades y las relaciones son la expresión o manifestación externa de la realidad interna o esencia que hay en cada una. Si entendemos el lenguaje en sentido riguroso, esto no es un lenguaje, ya que falta en él lo más esencial de un verdadero lenguaje, que es su condición de signo arbitrario. La relación que hay entre estas manifestaciones externas de las cosas y su realidad interna es una relación establecida por la naturaleza. Su efectividad en tanto que signos no depende de la libre elección o aceptación de los hombres. Son, pues, signos naturales.

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2.- EL METALENGUAJE El segundo nivel del lenguaje es el lenguaje que versa sobre el lenguaje objeto; es decir, el enunciado que expresa algo acerca del lenguaje de grado uno; por ejemplo, 'la tierra es redonda es un enunciado seriamente contrastado por las ciencias'. En realidad hay aquí dos enunciados: el primero pertenece al nivel de grado uno y el segundo al nivel de grado dos. A este lenguaje se le llama también metalenguaje. Es, como digo, el lenguaje acerca del lenguaje de grado uno. A este nivel del lenguaje pertenecen todos los enunciados de la lógica y los enunciados de la epistemología.

3.- EL LENGUAJE DE GRADO TRES El tercer nivel del lenguaje es el lenguaje que versa sobre el lenguaje de grado dos o metalenguaje. Por eso recibe también el nombre de metametalenguaje o lenguaje de grado tres. Por ejemplo, "el enunciado 'la tierra es redonda' es un enunciado suficientemente contrastado por las ciencias es, a su vez, un enunciado compuesto". A este nivel del lenguaje pertenecen los enunciados de la sintaxis. Pertenecen, también a este nivel del lenguaje enunciados de este tipo: "quiero dejarlo bien claro: 'la tierra es redonda' es un enunciado suficientemente contrastado por las ciencias". En realidad son tres enunciados cada uno de los cuales pertenece a uno de los niveles del lenguaje. El más elevado es el nivel que se corresponde con el enunciado 'quiero dejarlo muy claro' que expresa ya un sentimiento o una decisión propia del sujeto, no una virtualidad del lenguaje, ni una propiedad de las cosas de la realidad.

4.- OTROS NIVELES DEL LENGUAJE Hipotéticamente hay otros niveles superiores del lenguaje: lenguaje de grado cuatro o metametametalenguaje, lenguaje de grado cinco o metametametametalenguaje, etc. Evidentemente cada uno estos lenguajes se refiere de una manera inmediata al lenguaje de grado inferior que le sigue en la escala de los lenguajes. La posibilidad de situarse en los distintos niveles del lenguaje es una de las capacidades parciales más significativas o más específicas de la inteligencia. Una prueba que tuviera como objeto la constatación de estos niveles sería un magnifico test de inteligencia para medir el cociente intelectual de un individuo. Por otra parte, si para producir o usar un verdadero lenguaje es necesaria la posesión y el uso explícito de la inteligencia, para producir y diferenciar sus niveles o grados el uso de la misma tiene que ser de mayores alcances. Por supuesto, el planeamiento de estos niveles o saltos del lenguaje no tiene cabida en el lenguaje de los animales y en el lenguaje de las máquinas. Para moverse con soltura en los grados del lenguaje trasladándose de un nivel a otro es preciso poner en ejercicio casi todos los procesos intelectivos como comportamientos específicos de la inteligencia. Es necesaria la formación de conceptos, el procesamiento de la información, el razonamiento, la solución de problemas, la toma decisiones, etc. Es necesaria también la transferencia, pues el

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paso entre los distintos niveles hacia arriba o hacia abajo sólo es posible si hay cierta correspondencia entre esos niveles y si la consistencia de cada uno de ellos es transferida a los demás con la debidas reservas. Pero, de una manera especial, es necesaria la metacognición. Sin un conocimiento del propio conocimiento no es posible un lenguaje acerca del propio lenguaje. Esto es evidente. Sólo el conocimiento de los propios procesos cognitivos puede dar paso a la expresión lingüística del contenido de esos procesos. Por tanto el metalenguaje en cualquiera de sus niveles es el comportamiento que resume o sintetiza todos los comportamientos de la inteligencia.

5.- LOS NIVELES DEL LENGUAJE Y LA COHERENCIA DEL PENSAMIENTO La importancia que esto tiene para la educación de la inteligencia es grande. La inteligencia bien educada sabe identificar el objeto de sus pensamientos, el objeto de sus ideas, el objeto de sus decisiones y el objeto de sus aspiraciones. Pero también sabe identificar el objeto de sus enunciados. Esto es propio de la inteligencia bien educada, insisto, porque es el caso que hay inteligencias o individuos que constitutivamente son inteligentes, pero no son capaces de identificar el objeto de sus enunciados. Esto puede hacerlo únicamente el que cae en la cuenta del nivel desde el que se produce el lenguaje y del nivel desde el que se utiliza. La confusión de estos niveles es harto frecuente en individuos con cociente intelectual bajo. Pero también es harto frecuente en niveles de cociente intelectual alto, cuando pretenden hacer valer una opinión que es verdadera respecto de un lenguaje de nivel determinado, pero que no lo es respecto de otro lenguaje de grado inferior o de el lenguaje de grado cero. Por ejemplo este enunciado: 'suprimir la vida de los seres humanos no nacidos es un signo de progreso para la sociedad que lo hace o lo propugna'. Evidentemente la realidad (lenguaje de grado cero), es decir, la supresión efectiva de la vida de los no nacidos, no constituye progreso alguno, sino todo lo contrario, es el indicador más evidente de la regresión y la insensatez de esa sociedad, pues con ello está minando sus propios cimientos. Por el contrario, el hecho de llegar a la formulación del enunciado 'suprimir la vida de los seres humanos no nacidos' como un deseo o una decisión, esto sí es un signo de progreso, pues es un enunciado que se constituye en denominador común de las sociedades que paradójicamente se llaman progresistas. Insisto, sólo las inteligencias bien educadas son capaces de discernir el nivel que corresponde a cada lenguaje para desenmascarar el verdadero rostro de algunos enunciados que son expuestos como principios absolutos. La historia del pensamiento no ha reparado suficientemente en la importancia que tienen los niveles del lenguaje y en la necesidad de delimitarlos para una correcta comunicación entre las personas y las generaciones. Los antiguos ya se dieron cuenta de ello, y entendieron que, sólo desde esta perspectiva, pueden aclararse las conciencias y resolverse ciertos problemas como el problema del enunciado: 'te estoy mintiendo'. Hay que reconocer que no es fácil saber si miente o no miente; en qué sentido miente y en qué sentido dice la verdad. Muchas paradojas como esta del mentiroso dejan de ser paradojas si se las examina desde el punto de vista de los niveles del lenguaje. A veces tenemos claro lo que pensamos, pero no tenemos nada claro lo que decimos. El hecho es que con frecuencia decimos lo que no pensamos o lo que no

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queremos decir. Si la educación de la inteligencia tiene por objeto poner orden en nuestras ideas, esa aspiración debe extenderse de la misma manera a poner orden entre nuestras palabras y nuestros enunciados. Lo cual implica no sólo la estructuración de las palabras, los enunciados y las argumentaciones, sino la especificación, al menos implícita, del nivel del lenguaje desde el que se pretende que tengan validez esas palabras, esos enunciados y esas argumentaciones.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c. 13.- 1) Bruner, 1986, 1988; Aritóteles, 1967; Kant, 1960; Hartman, 1957, 1960. 2) Ayer, 1984; Bunge, 1983; Espejo, 1982; Gómez Bosque, 1985; Montero, 1976; Quine, 1968, 1992; Vázquez, 1986; Russell, 1983; Bruner, 1983, 1986, 1988; Brown, 1956; Carroll, 1964; Kendler y otros, 1954, 1955; Kiefer, 1970; Hjemslev, 1936; Piaget, 1965; Piaget e Inhelder, 1966; Sapir, 1927; Bierwisch, 1969; Chark, 1974. 3) Aristóteles, 1967. 4) Bruner, 1986, 1988; Kant, 1960; Luria, 1980, 1985. 5) Luria, 1980, 1985. 6) Whorff, 1971. 7) Brown, 1956, 1981; Brown y Fraser, 1963; 8) Qin Thana, 1963; Watson, 1920. 9) Qin Thana, 1993. 10) Aristóteles, 1967; Locke, 1960; Kant, 1960; Chomsky, 1957, 1971. 11) Ver Gardner, 1988. 12) Qin Thana, 1993. 13) Siegel, 1964; Aronoff, ver Gardner, 1988.

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Cap. XIV.- EL USO DE LAS PALABRAS

1.- INTRODUCCION Para entender las exigencias que impone el uso correcto de las palabras es preciso tener en cuenta algunos datos ya expuestos a lo largo de este libro. Conviene recordar una vez más que la inferencia es imposible si no interviene al menos un concepto universal en el discurso. Si no figura este concepto, los conocimientos que se desarrollan en el proceso podrán estar relacionados entre si como unum in alio o como unum post alium, pero no como unum ex alio, que es de lo que se trata. El procedimiento para obtener los datos necesarios de las cosas para la formación de los conceptos es la abstracción y la intelección, sin que quepa hacer una separación o diferenciación cronológica entre estos dos actos, pues de hecho la inteligencia entiende o comprende al mismo tiempo y en la misma medida en que abstrae. La comprensión e intelección se consuman cuando la inteligencia produce una idea o concepto de la cosa o de un elemento esencial de ella. Esta idea es la expresión mental o lenguaje interno como hemos dicho. Las palabras externas constituyen la expresión 'ad extra' de las ideas o conceptos de las cosas. De una manera directa e inmediata son la expresión de las ideas o conceptos. De una manera indirecta son la expresión del contenido de los conceptos o ideas, es decir, de la esencia de las cosas o de algún elemento esencial de ellas representado en esas ideas. Y, de una manera más indirecta todavía, son la expresión de las cosas mismas en su singularidad. Conviene tener muy en cuenta estas relaciones esenciales de las palabras con las cosas en tanto que cosas y con las cosas en tanto que objetos, es decir, las relaciones de las 13 palabras con sus contenidos semánticos . Ya hemos visto la imposibilidad absoluta que padecemos de comunicar nuestras ideas a los demás de una manera directa. Por eso las palabras y otros signos hay que tomarlas según lo que son, es decir, hay que tener en cuenta que su valor, a los efectos de la comunicación, no pasa de ser el valor de un signo arbitrario. A la hora de expresar nuestras ideas, la inteligencia presenta a la voluntad múltiples opciones, es decir, una pluralidad de signos mediante los cuales pueden ser expresadas esas ideas. De entre estas opciones la voluntad elige una que, de ordinario, es la que cree más conveniente en ese momento para lograr sus efectos: por ejemplo, una entre varias palabras de distintos idiomas, o una palabra de entre otras sinónimas del mismo idioma. Por tanto el uso que la inteligencia hace de las palabras en cada caso concreto tiene una elasticidad considerable. Depende: a) de lo que el individuo quiere expresar, b) del idioma que sabe o elige, c) de las palabras de que dispone un idioma, etc. Pero depende también de sus gustos o caprichos, pues, aparte de la carga afectiva que quiera expresar, de hecho, le es dado elegir la palabra o signo que prefiera, aunque no exista en idioma alguno para expresar eso que quiere

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expresar. En realidad la creación de las palabras o signos arbitrarios no está sometido a norma alguna. En la referencia que ya hemos hecho a HORACIO parece que esta facultad o este poder corresponde al pueblo, pero en realidad no es así, pues cada uno puede llamar a las cosas y a los contenidos de las ideas como quiera. Esto no implica que el resultado de esta arbitrariedad constituya un verdadero lenguaje, pues, por estar éste constituido por una serie de signos arbitrarios, está también en el arbitrio del que escucha aceptar estos signos o no aceptarlos. La arbitrariedad es un atributo de la nominación, pero no del uso y de la comunicación. En este sentido cabe afirmar que, para establecer la comunicación entre varios individuos, es necesario partir de algo en lo cual todos estén de acuerdo, es decir, de algo conocido y aceptado por todos. Este algo es el código lingüístico. Podemos pensar lo que queramos, pero, si queremos llegar a un mínimo de comunicación acerca de los cromosomas de la célula humana (cuarenta y seis), pongo por caso, tenemos que conocer y estar de acuerdo en que el signo 4 y el signo 6 en el número total de cromosomas, tomados por separado, significan cuatro y seis unidades respectivamente. No es este el momento de determinar la elasticidad que supone esa facultad que capacita para elegir una entre varias palabras de distintos idiomas, o una palabra de entre muchas que son sinónimas, sino la elasticidad que supone utilizar una misma palabra con distintos sentidos, es decir, una misma palabra para expresar diversas informaciones o datos que hay en la mente referidos a las cosas singulares, a las esencias de las cosas o a los elementos inteligibles constitutivos de esa misma esencia o, incluso, algo que se encuentra relacionado con ella. El problema que estoy planteando ahora es el problema de la suppositio de la psicología y la lógica tradicionales. La suppositio es la sustitución de las ideas y las cosas por las palabras en el lenguaje hablado. Esto es lo normal, pues en una conversación no manejamos cosas, sino ideas y palabras; o mejor, palabras en sustitución de las ideas y las cosas. Efectivamente esto es, en primer lugar, un problema lógico, pero también es un problema psicológico. El individuo tiene que elegir una palabra para expresar cada uno de los contenidos de sus ideas, pero Acabo de decir que esa elección es arbitraria, pero no lo es absolutamente. Es arbitraria respecto del contenido directo del pensamiento, es decir, de las ideas. Pero no lo es respecto de otros factores que intervienen en la comunicación. El uso de las palabras, pues, no es absolutamente arbitrario. En efecto: a) La elección de la palabra tiene que corresponderse con aquello que quiere comunicar y con las capacidades fácticas del interlocutor; ya hemos dicho que el código de cualquier comunicación tiene que ser conocido y aceptado por ambos, es decir, tiene que ser común. b) Las mismas palabras de un lenguaje pueden ser elegidas por un mismo individuo para expresar contenidos diferentes, habida cuenta de las exigencias que impone el párrafo anterior; por ejemplo, la palabra 'batalla' pata expresar la confrontación entre dos ejércitos y la distancia que hay entre los dos ejes de un coche. c) La sustitución de una idea o un objeto (contenido) por una palabra suele hacerse en el contexto de un enunciado. En este caso la sustitución sólo es admisible si se hace de acuerdo con las exigencias existenciales del objeto al que sustituye. Por ejemplo, 'Alejandro Magno es el rey de Macedonia'. La sustitución es válida para el momento pasado, pero no para el presente. Ahora bien esa existencia puede ser real o irreal, actual o posible, presente, pasada o futura. Así, es legítima la sustitución en los siguientes casos: 'la vida en la luna será normal', 'el centauro es

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mitad hombre y mitad caballo', 'España estuvo unida a Africa por el estrecho de Gibraltar', etc. El uso de las palabras desde este punto de vista no tiene nada de arbitrario. Sin embargo el punto de gravedad en torno al cual gira el lenguaje o el uso que hacemos de él es el contenido de la inteligencia que puede ser objeto de comunicación. Pues bien, este contenido es el contenido del pensamiento. Y en este momento puedo estar pensando en el 'perro' como 'animal de compañía', pero también puedo pensar en el perro como 'especie de animal', la cual no es un animal de compañía, al menos no lo es en tanto que especie; puedo estar pensando en el perro como 'colectivo' de animales, o en un 'grupo' más o menos numeroso de perros, o en 'cada uno' de los perros por separado, o en la palabra 'perro', o en lo 'perro que es un hombre' cuando se vuelve agresivo. La palabra es la misma, pero el uso que puedo hacer de ella en cada uno de estos casos es completamente distinto. Es decir, en cada caso la empleo con un sentido semántico distinto. Para que el interlocutor entienda el mensaje tiene que conocer o darse cuanta de aquello a que estoy refiriéndome cuando empleo una palabra concreta. Y, como acabamos de ver, puedo estar refiriéndome a mis ideas, a las cosas representadas en mis ideas, a las palabras que estoy usando prescindiendo de las ideas y las cosas, y a otras cosas a las cuales se extiende el uso de la palabra, no por lo que son en sí mismas, sino por el parecido que tienen con el objeto con el que la palabra tiene una vinculación semántica concreta (metáfora). Por tanto la relación que las palabras tienen con su contenido puede ser muy diversa. El uso lo hacemos siempre de acuerdo con esta relación. Por esto mismo el uso también es muy diverso. Antes de comenzar a hacer uso del lenguaje, la inteligencia se ve obligada a practicar todas estas discriminaciones. Está claro que sólo puede hacerlas el ser inteligente. Para los seres no inteligentes, el uso del lenguaje no tiene esa vinculación con esta variedad de contenidos y relaciones.

2.- EL USO MATERIAL DE LAS PALABRAS Cuando la palabra está utilizada refiriéndose a sí misma, el uso del lenguaje es un uso material, pues se refiere al sonido o a la grafía de la palabra, es decir, a sus elementos materiales, por ejemplo, 'perro tiene cinco letras'. Es evidente que estoy refiriéndome a la materialidad de la palabra 'perro', pues, ni el perro como animal, ni la idea que tengo de él tienen cinco letras.

3.- EL USO METAFORICO Cuando la palabra está utilizada refiriéndose a otro objeto que tiene una cierta semejanza con el objeto que significa la palabra en el lenguaje normal, el uso del lenguaje es un uso metafórico, por ejemplo, 'el perro de tu padre salió con un palo dando voces detrás de mí'.

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4.- EL USO FORMAL Cuando la palabra es utilizada refiriéndose a la idea o concepto, o mejor, al contenido de la idea (la cosa según su ser de objeto), el uso del lenguaje es un uso formal o simple, por ejemplo, 'el perro es una especie de animal'. Está claro que la palabra perro está referido a una idea, pues sólo las ideas son especies y géneros. Las cosas, en razón de su ser de cosa, no lo son en manera alguna.

5.- EL USO REAL Cuando la palabra es utilizada refiriéndose a las cosas, en razón de su ser de cosas, entonces el uso del lenguaje es un uso real, por ejemplo, 'los perros son fieles guardianes de la casa y amigos del hombre'. Evidentemente ni las ideas ni las palabras son fieles guardianes y amigos de los hombres. El uso real es triple: a) uso universal colectivo, cuando la palabra sustituye a todos los individuos de un grupo de seres tomados en conjunto, por ejemplo, 'los meses del año son doce'; aquí la palabra 'doce' está referida a los meses tomados todos a la vez, no uno por uno, pues uno por uno no son doce; b) uso universal distributivo, cuando la palabra sustituye a todos los individuos de un grupo tomados 'uno por uno' (distributivamente), por ejemplo, 'los perros son vertebrados'; el rasgo de vertebrados les conviene a todos y cada uno, es decir, a cada uno con independencia de los demás; c) uso particular, cuando la palabra sustituye o está tomada por algunos individuos de un grupo determinado. Puede suceder que estos individuos sean determinados, es decir, que quepa la posibilidad de identificarlos (uso particular disyuntivo), por ejemplo 'algunos perros han sido devorados por los lobos': si se hace una investigación, hasta puede saberse de qué perros se trata; pero no es necesario, pues está claro que han sido unos perros muy concretos aunque no los conozcamos. Por su parte, puede suceder que estos individuos no sean determinados porque el que usa la palabra no tiene interés en ello, con lo cual no hay posibilidad de identificarlos (uso particular disyuncto), por ejemplo, 'algunos perros son necesarios para la cacería de mañana'; lo único cierto es que algunos perros son necesarios, pero no se nos dice cuáles en concreto. Acabamos de decir que el acto de razonar es el comportamiento específico de los seres inteligentes, toda vez que sólo los seres inteligentes pueden realizarlo. Y lo realizan precisamente porque tienen inteligencia, es decir, en virtud de ella. Cuando esa inferencia es expresada en forma de palabras se llama argumentación. Pues bien, antes de dar un paso, la inteligencia tiene que tener muy claros los objetos a los cuales está refiriendo las palabras si no quiere cometer inferencias ilegítimas o enhebrar argumentaciones en forma de sofismas. La conclusión de una argumentación legítimamente inferida depende rigurosamente del uso que se hace de las palabras en las premisas. Así sería una mala argumentación está: 'los días de la semana son siete (uso colectivo); ahora bien el lunes y el martes son días de la semana (uso distributivo), luego el lunes y el martes son siete'.

6.- EL USO DE LAS PALABRAS Y SUS LEYES A la inteligencia no le es dado cambiar a capricho el uso de las palabras a lo largo del proceso de una misma inferencia. Esta es una ley muy estricta que

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debemos añadir a las leyes de la inteligencia que se analizan en este libro. La falta de respeto a esta ley es la causa de muchos errores que se cometen en la vida cotidiana y en la construcción de las ciencias más ambiciosas. Ese fue el error del califa Omar cuando quemó los libros de la Biblioteca de Alejandría: 'los libros son inútiles o nocivos (uso distributivo), luego hay que quemarlos (uso colectivo)'. O el de Nerón con los cristianos de Roma: 'los cristianos (los que él tenía bajo su dominio) son criminales e incendiarios (uso particular disyuntivo), luego los cristianos como totalidad (uso colectivo), deben ser quemados o arrojados a las fieras'. Estos errores, como acabo de decir, suelen ser cometidos en la vida diaria o en la vida política; por ejemplo, de la falta de honestidad de unos cuantos militantes de un partido político se pasa a la deshonestidad del partido político como tal. Pero esto no tiene mayores consecuencias. Lo grave es cuando se pasa del uso formal o simple al uso real, es decir cuando se pasa a atribuir a los seres cualidades o determi-naciones que sólo pertenecen a las ideas. Este es el defecto que padece el famoso argumento ontológico que ha sido utilizado para demostrar la existencia de Dios (SAN ANSELMO, DESCARTES, ETC.). En resumen, el argumento es como sigue: existe en mi mente la idea de Dios, luego en la realidad también existe Dios. La existencia de la idea que es un atributo de ella o atributo ideal es transferido ilegítimamente a un ser real. El golpe de gracia se lo dio KANT cuando argumentaba: 'puede existir en mí la idea de cien táleros, pero, por eso, no existen cien táleros en mi bolsillo'. De la existencia de la idea (uso ideal o formal de la palabra) no puede inferirse un uso real de la cosa representada por esa idea. Acabo de insinuar que esto puede acontecer también en las ciencias y en la vida política. Este es el espejismo padecido por los regímenes socialistas y comunistas con tan tristes consecuencias para los que los han soportado. Existe en su mente una sociedad ideal perfecta (a priori), integrada por una serie de atributos, entre ellos la igualdad de clases, la supresión de la propiedad, la eliminación de las ideologías, sobre todo la religiosa, la concepción materialista de la persona, etc. (uso formal o simple del lenguaje: juego de conceptos). Pues bien, de ahí infieren que los seres humanos reales son así, es decir, que en la realidad cada uno de ellos radicalmente tiene esa naturaleza y esos atributos sin ser conscientes de ello en la mayoría de los casos (uso real). La realidad ha demostrado que los hombres no son así. La palabra 'sociedad perfecta' en el sentido riguroso vale para la idea de sociedad, pero no para la realidad constituida por los individuos humanos, pues ésta nunca es perfecta. Esto nos hace pensar que el uso de una palabra no puede ser determinado si esa palabra no se encuentra en un contexto, es decir, en un enunciado. El enunciado, por tanto, delimita el contenido semántico de las palabras y, gracias esto, la comunicación es posible. El lenguaje a base de monosílabos o de palabras sueltas sólo es lenguaje si se presupone un enunciado que subyace, es decir, un enunciado en el que algunos de los elementos, incluso elementos esenciales, se encuentran implícitos. Esto es lo que nos sucede cuando viajamos a un país cuya lengua desconocemos. Si nos encontramos desorientados en medio de la ciudad, cogemos un taxi y le decimos al conductor: 'Oxford street'. De sobra sabemos que él ha entendido: 'lléveme a la calle de Oxford', no a la idea de calle Oxford o a la palabra 'calle de Oxford', etc. No podemos comunicar nuestras ideas. Lo que enviamos a los demás (las palabras) son códigos de ideas. Pues bien, al descodificar esos signos, el que escucha tiene que poner en juego su inteligencia para interpretarlos de la misma manera que nosotros la hemos puesto en juego para codificarlos. Esto implica por su parte la constatación intelectual del uso que estamos haciendo de nuestras

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palabras. Él tampoco puede interpretar nuestros códigos de acuerdo con un uso distinto del uso que nosotros estamos empleando. Sin este requisito tampoco hay comunicación posible. Por el contrario, cuando esto se lleva a efecto, él, en su mente, construye su propio conocimiento que es fiel porque se corresponde con el nuestro. Conviene tener muy en cuenta estos principios, pues, sin ellos, es inviable una verdadera educación de la inteligencia.

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Cap. XV.- LAS BASES FISIOLÓGICAS DEL LENGUAJE

Este capítulo está en relación estrecha con el capítulo III en el que se expone el tema del 'lenguaje como conducta del ser inteligente'. Es como una prolongación suya, pero tiene una finalidad especial, la finalidad de poner de manifiesto que el lenguaje se encuentra íntimamente vinculado al cerebro, pero que él mismo no es el cerebro, en tanto que facultad, ni es tampoco una acción del cerebro en tanto que conducta inteligente. Entiendo que esto es así porque las propiedades del lenguaje y las propiedades de cerebro son completamente heterogéneas. El hecho de que el cerebro haya sido considerado como la base fisiológica del lenguaje y de la inteligencia no quiere decir que el cerebro sea la causa eficiente del lenguaje, ni mucho menos. El cerebro interviene, por supuesto, pero esta intervención suya no es la que se corresponde con la de la causa principal. El tema del cerebro es uno de los más destacados en el campo de la psicología, sobre todo en ciertas parcelas suyas que se ven continuamente 1 invadidas por la fisiología . El lenguaje de la psicología, la fisiología y la medicina actuales padece muchas deficiencias de imprecisión, porque no tiene en cuenta el concepto de 'causa' en su sentido más genuino. Este conocimiento de las causas es propio de la filosofía. Por tanto sólo desde ella, y aprovechando los conocimientos de las ciencias actuales acerca del cerebro y del sistema nervioso, sólo desde ella, insisto, puede determinarse con precisión qué tipo de causalidad o qué tipo de acción ejerce el cerebro sobre el lenguaje.

1.- LOS HEMISFERIOS CEREBRALES: En la figura que va a continuación pueden observarse las distintas áreas corticales donde se sitúan los centros del lenguaje. Estos centros están constituidos por una serie de neuronas que son las responsables de los movimientos voluntarios de los músculos; por tanto, también, de los músculos que ponen en movimiento los órganos de la fonación humana: lengua, cuerdas vocales, laringe, pulmones para la compresión y la expulsión del aire, etc. Estas zonas concretas son: el centro práxico de la articulación del lenguaje o del habla oral, vinculado al centro de BROCA (F), el centro gnósico de la sensibilidad muscular de los músculos de la fonación humana o centro por medio del cual somos conscientes de nuestros propios movimientos vocales cuando hablamos (P); el centro gnósico de los sonidos del lenguaje o grupo de neuronas que nos permite entender a quien nos habla (T); el centro gnósico visual para la comprensión de la lectura o conjunto de neuronas que nos permite entender lo que leemos (O).

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Tanto el cerebro humano como los órganos de la fonación requieren un período de desarrollo bastante prolongado. Posiblemente se completa a los siete años, pues se estima que es entonces cuando ya se han establecido todas las conexiones sinápticas, la mielinización y la elasticidad y fuerza de los músculos del habla. Hasta esa edad o, incluso, unos años después (la pubertad) la plasticidad del cerebro permite recuperar ciertas funciones cuando una parte del mismo se deteriora; está demostrado que las lesiones producidas hasta esa edad no eliminan el habla definitivamente. Otras partes del cerebro se encargan de ejercer esas mismas funciones. Más en concreto, el habla parece vinculada de una manera especial al hemisferio izquierdo. Si este hemisferio se deteriora irre-misiblemente antes de la pubertad, es el hemisferio derecho el que asume sus funciones (LENNEBERG). Con posterioridad a esa edad, la pérdida del lenguaje por lesiones 2 cerebrales es irreversible . El académico G. SALVADOR en uno de sus viajes a Méjico fue invitado a visitar un hospital de enfermos con problemas mentales. En esa visita se encontró con un sacerdote que había sufrido un accidente de circulación por un golpe fuerte en la cabeza. Este sacerdote a partir de entonces sólo podía hablar francés, cuando su lengua era el español. La explicación de este hecho deriva, al menos en parte, de lo que acabamos de decir. El español lo tenía 'fijado' en su hemisferio izquierdo, el que fue afectado gravemente por el golpe. Como esto aconteció en la edad adulta, esa capacidad y el ejercicio de la misma ya no pudieron ser asumidas por el hemisferio derecho. La pérdida del español, para él, era irreversible. La otra parte del fenómeno que no queda explica la zona del cortex encargada de las funciones propias del francés?. Debería ser igualmente el hemisferio izquierdo, puesto que, cuando lo aprendió, ya había pasado la adolescencia ciertamente, pero esa zona todavía la tenía sana; no había recibido ningún golpe en ella. Debería haber perdido también el francés. Como no ha sido así, hemos de concluir que hay en el córtex distintas zonas para las distintas que las investigaciones fisiológicas se encuentran en estado muy inmaduro, con lo cual la asignación de una función concreta a una zona concreta no pasa de ser una mera hipótesis. En cualquier caso, tanto la localización de las zonas cerebrales del habla como el desarrollo o la madurez de las mismas, no puede llevarnos a la conclusión de que es el cerebro la causa eficiente adecuada del lenguaje y de su uso. Las neuronas y los sistemas neuronales especializados en estos fenómenos facilitan a manera de instrumentos la adquisición y el uso del lenguaje, cuya causa real es de orden superior: el espíritu con su inteligencia y su voluntad libre. Las neuronas lo facilitan, pero no lo producen.

2.- CEREBRO Y MASA NEURONAL: En muchos apartados de este libro se hace una distinción clara entre lo que es el lenguaje como facultad y lo que es el ejercicio del lenguaje. El lector puede repasar esas ideas por su cuenta. Las considero necesarias para entender este apartado. En lo que concierne al ejercicio del lenguaje es evidente que el cerebro no habla. La actividad que ejercen las neuronas no es precisamente la articulación de las palabras o la producción de gestos. Tampoco es la acción de salir al exterior

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para tomar en sus manos otras cosas materiales para convertirlas en símbolos y transmitir sus mensajes. La actividad de las neuronas es otra cosa muy distinta: producir impulsos nerviosos y transmitir los que reciben de otras neuronas. Las neuronas, por consiguiente, no ejercen por sí mismas esa actividad que llamamos lenguaje. Por más que esa corriente de impulsos eléctricos a través de la redes nerviosas haya dado en llamarse la 'lingua franca' del sistema neurológico, la realidad es que esa corriente de impulsos tiene muy poco de lenguaje. Esos impulsos intervienen en esa actividad, por supuesto, pero de hecho, ya lo hemos visto, la masa neuronal no ejerce, como causa efectora, la función o la actividad que llamamos lenguaje. Otra cosa muy distinta es el lenguaje entendido como facultad del pensamiento o facultad de hablar. Son muchos los pensadores que entienden que el cerebro es la causa eficiente del lenguaje. Esto equivale a decir que el cerebro produce el lenguaje como una actividad propia, comportándose, respecto de esta actividad, como una verdadera facultad. Evidentemente esto no es un lenguaje, pues el positivismo que impregna las obras de estos autores les impide tener otra visión más profunda de la realidad que es la visión metafísica de los hechos. No es un lenguaje, aunque de hecho, sea esto lo que quieren decirnos. Cuando la ciencia sigue el rastro de los impulsos nerviosos que mueven los órganos de la articulación de las palabras, su seguimiento termina en el cerebro, pues los mencionados impulsos eferentes parten de los centros cerebrales a los que me he referido hace unos instantes. El método científico empleado no les permite llegar más allá en la dimensión eferencial de este tipo de conductas. Al método no se le puede pedir otra cosa. Sin embargo esta es una visión muy parcial del fenómeno del lenguaje. En esa trayectoria que va desde los centros cerebrales del habla, centros de Broca y Wernicke, los factores intervinientes no son sólo los impulsos nerviosos. Esos impulsos eferentes van acompañados de una carga semántica, una estructura sintáctica y un contenido pragmático que es muy complejo, una de cuyas partes es la finalidad o intencionalidad psíquica. Estas tres cosas intervienen en el fenómeno del lenguaje siendo utilizadas con una buena dosis de discrecionalidad por parte del individuo. Sin estas tres cosas y sin esta discrecionalidad no hay lenguaje. e sea capaz de suministrar un mínimo de evidencia acerca de la intervención de estas tres método experimental de los que hoy se utilizan que pueda suministrarnos alguna evidencia de que estas tres variables son producidas, manejadas y dirigidas por las neuronas cerebrales?. Está claro que la naturaleza de estas tres variables está por encima de la naturaleza de las neuronas. Y está todavía más claro que el uso de estas tres variables no es de la competencia de las neuronas, pues el comportamiento de las mismas no es en absoluto discrecional, sino físico o mecánico. La facultad del lenguaje, por consiguiente, ni son las neuronas cerebrales ni les pertenece a ellas como una cualidad o acción suya. Mientras que ellas son materiales, la facultad del lenguaje es inmaterial, como ya he afirmado en el capítulo III al que me he referido antes. En efecto, en la producción del lenguaje hablado, por ejemplo, intervienen los órganos y los músculos de la boca, intervienen los nervios eferentes transmisores de los impulsos que nacen del cerebro, intervienen las zonas correspondientes de la corteza cerebral que se corresponden con la producción del lenguaje, el reconocimiento y la recepción del mismo, intervienen los

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neurotransmisores que permiten el paso de los impulsos de una neurona a otra a través de las dendritas y los axones, etc. El tramo recorrido es muy largo y los e estos facultad? La primera respuesta a estas preguntas, la más espontánea, es la que pone de relieve que la facultad del lenguaje, ni se identifica, ni se encuentra en ninguno de estos factores intervinientes en el lenguaje. La facultad del lenguaje sería alguna de estas cosas si su acción, la acción de ellas, pudiera ser considerada como lenguaje. Pero no es así, ni mucho menos: a) la acción de los músculos y órganos de la boca, por sí mismos, desligados de su conexión con el cerebro, no son lenguaje, pues esos movimientos pueden ser producidos artificialmente sin que los sonidos o la voz sean transportadores de mensaje alguno; b) la acción de los nervios transmisores tampoco es lenguaje en absoluto: la transmisión de impulsos a través de ellos no es más que una función fisiológica homogénea e inespecífica, lo mismo que el transporte de impulsos eléctricos a través de los cables; los impulsos eléctricos, ni son la luz, ni son el movimiento de una turbina; la especificidad del resultado o efecto depende de otros factores, pero no de los impulsos o de la corriente eléctrica en cuanto tal; c) la acción de las neuronas musculares tampoco constituyen un lenguaje: la recepción de los impulsos que llegan de los nervios transmisores a través de las sustancias neurotransmisoras (la acetilcolina) no es más que la apertura de ciertos poros por los que atraviesan los iones de sodio y potasio que son los que desencadenan los cambios eléctricos estimulantes de la contracción y relajación del músculo produciendo unos movimientos estrictamente mecánicos; d) la acción de las neuronas cerebrales tampoco puede ser considerada como lenguaje en absoluto, por las razones que ya he expuesto en el párrafo anterior; en la masa neuronal, desde las distintas zonas relacionadas con el lenguaje, se producen los impulsos nerviosos que enervan los músculos del habla, pero su producción es igualmente mecánica e inespecífica, lo mismo que los impulsos eléctricos que produce un generador eléctrico, una dínamo o un alternador. Nadie ha demostrado que estos impulsos sean específicos ya desde su nacimiento, como tampoco se ha demostrado en absoluto que las neuronas cerebrales seleccionen y establezcan por su cuenta la dirección de los mismos. Lo que la ciencia ha demostrado en este campo no pasa de ser simple conjetura o meras hipótesis. En cualquier caso resulta difícilmente creíble o asimilable que cada neurona sea capaz de producir 'libremente' estos impulsos y dotar 'discrecionalmente' a cada uno de ellos de un mensaje intencional con carga cognitiva y afectiva. La neurona, ni conoce, ni ama. Por tanto ya es difícil que pueda dotar de conocimiento y amor a eso que es producto de su actividad. Nadie da lo que no posee. Esto no tiene vuelta de hoja. La razón de esta imposibilidad estriba en que el lenguaje, en tanto que facultad y en tanto que ejercicio de esa facultad, es inmaterial, como he afirmado en el capítulo de referencia. El lenguaje no son los factores intervinientes en el fenómeno a los que cabo de referirme; tampoco es el conjunto de todos ellos. Ni la acción conjunta de los mismos tiene como resultado el lenguaje. La dimensión esencial del lenguaje no es material, sino inmaterial. Por eso, ni se encuentra en ninguno de los órganos de la materia, ni resulta de la acción de los mismos. La facultad del lenguaje se encuentra vinculada a esos órganos vocales y cerebrales, pero su naturaleza es de orden superior. No existe para mí inconveniente alguno en admitir que el lenguaje es una facultad del cerebro. Estoy dispuesto a aceptarlo siempre que se dé por sentado que el cerebro no es la masa neuronal.

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3.- EL LENGUAJE Y EL CEREBRO: El cerebro humano, por su parte, no es un constructo mental, sino un constructo real, compuesto por dos elementos heterogéneos, pero complementarios: la masa neuronal en tanto que materia, y otro elemento que es el que confiere especificidad a esa materia, es decir, el elemento que hace que esa materia sea materia humana y no materia animal, materia vegetal o materia inerte. Ese otro elemento es el espíritu. Es inútil el intento de llegar a estas capas profundas del ser humano utilizando solamente los métodos experimentales propios de las ciencias. Ya lo he puesto de relieve muchas veces a lo largo de este libro. Por eso es necesario admitir la existencia y la intervención el espíritu si queremos encontrar una explicación para las dimensiones semántica, sintáctica y pragmática del lenguaje, sin las cuales ningún proceso lingüístico sería tal. El espíritu es el elemento en virtud del cual la masa neuronal es cerebro. El individuo que acaba de morir por un accidente en el que resultó dañado el corazón tiene una masa cerebral tan perfecta y completa como la tenía unos minutos antes del accidente, pero esa masa ya no es cerebro. Por eso, ni piensa, ni habla, ni utiliza otro signo en forma de lenguaje. Le falta lo principal, es decir, lo que confiere especificidad a las neuronas y a los comportamientos de las neuronas, capacitándolos para el lenguaje. Por consiguiente el cerebro humano produce efectos como el lenguaje, no en virtud de las neuronas materiales, sino en virtud del espíritu que es el que hace que esas neuronas sean neuronas hablantes. Aquí acontece lo mismo que en los cuerpos materiales. Si una naranja se convierte en alimento para el hombre, no lo hace en virtud del agua que contiene (elemento genérico, pasivo) sino en virtud de los principios nutritivos, entre los cuales se encuentran las vitaminas y las sales minerales (principios específicos, activos). El agua y la pulpa sólo sirven de soporte para la existencia y para la acción. La función de las neuronas en tanto que neuronas es asimilable a la función del agua y de la pulpa de la naranja. Hacen posible la acción del espíritu que en este caso es la función del lenguaje, pero no la producen. La facultad del lenguaje es, por tanto, patrimonio del cerebro, pero no de las neuronas cerebrales, ni de ninguno de los otros órganos o miembros que intervienen en el ejercicio del habla.

4.- EL ESPIRITU Y LA MATERIA: Materia y espíritu son los dos principios metafísicos que constituyen el ser humano, o, más en concreto, el cerebro del hombre. a) Son metafísicos porque, ni su existencia, ni su naturaleza pueden ser conocidas utilizando en exclusiva los métodos de la ciencia física. Con estos métodos llegamos al conocimiento de las neuronas, pero no al conocimiento de que esas neuronas sean neuronas humanas, por más que en ellas podamos observar con potentes instrumentos los cuarenta y seis cromosomas. El compuesto de materia y espíritu pertenece a una capa más profunda de la realidad que es inasequible a los métodos de las ciencias experimentales. Son principios metafísicos también porque no preexisten por separado al compuesto que forman, ni pueden existir después de la destrucción de

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ese compuesto como tales principios. La neurona que ya no se encuentra unida sustancialmente al espíritu ya no es una neurona humana. Ni siquiera es una neurona. Y el espíritu separado de la masa neuronal, si bien conserva su existencia, queda convertido en substancia incompleta, al menos en el orden de la naturaleza, al experimentar la privación de las funciones propias de sus especie. b) Entre ambos, espíritu y materia neuronal, hay una interacción que se queda muy lejos de la mutua independencia platónico-cartesiana y de la mutua identificación positivista defendida por las ciencias y psicología actuales. Hay entre ellos una verdadera interacción, pero la acción recíproca de cada uno de ellos tiene propiedades distintas. Por tanto esa acción tiene que ser necesariamente diferente. Por eso el espíritu actúa sobre las neuronas y su acción facilitándoles la naturaleza que ellas por sí mismas no poseen, es decir, proporcionándoles la dimensión semántica, sintáctica y pragmática, para que su acción resulte un lenguaje. En fin de cuentas es lo que sucede, al menos en parte, a otros seres materiales, por ejemplo, a esta pluma con la que estoy escribiendo. Si su acción resulta ser un lenguaje es por la carga que en ella deposita el sujeto que la maneja que en este caso soy yo. La pluma y yo formamos una unidad de acción de la cual resulta la escritura. Ambos somos necesarios. Sin la pluma y sin mí, la acción de escribir (lenguaje) es imposible: la pluma como causa instrumental y yo como causa principal. Pues bien en virtud de esta unidad física y metafísica, la causa principal confiere a la causa instrumental una capacidad superior que ella no posee, en virtud de la cual puede realizar acciones cuya naturaleza supera con mucho la naturaleza de las acciones que normalmente ella realiza por sí misma. La pluma por sí sola jamás podrá producir acción alguna equiparable a un lenguaje. La neurona por sí sola se encuentra igualmente incapacitada. El lenguaje que ella produce lo produce en virtud del espíritu que le confiere intrínsecamente esa virtualidad esencial. Este ejemplo tomado del mundo material tiene su validez para entender la unión de ambos y la acción recíproca del espíritu y la materia en esa actividad que llamamos lenguaje. Pero esta validez es sólo parcial, pues el comportamiento de la masa neuronal no es exactamente el mismo que el de la causa instrumental de la pluma en manos del que la maneja. El lenguaje espontáneo nos lleva a identificar la acción de la masa neuronal con la acción propia de un intrumento. Por eso decimos 'pensamos con la cabeza' o 'pensamos con el cerebro'. En realidad, su acción, desde este punto de vista, es también una acción instrumental. Sin embargo esa acción de las neuronas se encuentra más cerca de la acción de la causa material o subjetiva. La masa neuronal es, más bien, el soporte o la base material necesaria para que el espíritu pueda ejercer su actividad en el mundo de la materia, es decir, en el mundo físico, toda vez que el lenguaje es lenguaje porque comprende un soporte físico para un contenido o mensaje que no es físico o material. Utilizando una expresión más rigurosa, podemos decir que la masa neuronal no ayuda en la acción del lenguaje, sino que la ejerce o produce como 'coprincipio' intrínseco o formal del ser que es la causa eficiente de la misma.

4.- LOS EXPERIMENTOS Y SU ALCANCE Los instrumentos con los que hoy cuenta la ciencia tienen unas capacidades enormes para la exploración del cerebro sin necesidad de emplear electrodos, ni sensores, ni sustancias químicas, como venían empleándose hasta no hace mucho

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tiempo. El Congreso de los Estados Unidos ha declarado la década de los noventa como la década del cerebro humano y, acto seguido, no menos de trescientos mil científicos se han aprestado a la conquista de los secretos que encierra. Los aparatos más sofisticados, los más potentes a estos efectos son el TAC (tomografía axial computerizada) y el RMN (resonancia magnética nuclear), mediante los cuales es posible describir la anatomía de la masa encefálica con todo detalle; el SPECT (tomógrafo de emisión de fotón único) y el TEP (tomógrafo de emisión de positrones), mediante los cuales puede ser filmada la actividad metabólica de los sistemas neuronales; el SQUID (Superconducting Quantum Interference Device), mediante el cual pueden analizarse los campos magnéticos de las distintas zonas cerebrales que se encuentran relacionadas con algún proceso psíquico: una visión, una audición, un recuerdo, un acto de atención, etc., pudiendo seguir la trayectoria de la respuesta cuando se presenta el estímulo correspondiente. Uno de estos aparatos es el llamado 'detector de mentiras' o 'máquina de la verdad'. Su fundamento estriba en la alteración que experimentan ciertas zonas del cerebro por las radiaciones que se producen cuando el sujeto enuncia (lenguaje) algo que no está de acuerdo con la realidad, siendo consciente de ello. Esas radiaciones pueden ser recogidas en este aparato que actúa como testigo de la propia mentira. Ciertamente los efectos del lenguaje se dejan sentir en las zonas correspondientes del cerebro de manera distinta según el sujeto se ajuste o no se ajuste a la realidad cuando habla. No es que las neuronas de esas zonas cerebrales estén afectadas de una manera u otra según los casos; parece más bien que dichas neuronas actúan de distinta manera cuando se dice la verdad (lenguaje vedadero) y cuando se dice la mentira (lenguaje mendaz). De todas maneras, la fiabilidad del aparato es muy escasa; pues se ha comprobado que en situaciones muy similares los sujetos no actúan de la misma manera, es decir, las reaciones cerebrales son muy diferentes según el momento en que se producen y los sujetos que los protagonizan. Tal vez sea por esto por lo que esos resultados del instrumento no han sido aceptados por los tribunales de justicia en los que, de no ser así, debería ser sumante útil. Nuestro cerebro tiene aproximadamente cienmil millones de neuronas que funcionan como una vasta red de cables eléctricos pudiendo establecerse entre 14 ellas unas 10 conexiones. Una cifra astronómica, como puede observarse. Un diálogo excesivamente denso y complejo para poder ser analizado aun con los instrumentos más sofisticados. Un diálogo que, por otra parte, no tiene nada de diálogo, como acabamos de indicar. Pues bien, esa actividad neuronal se encuentra afectada de forma desigual en las distintas zonas del cerebro cuando, el orden psíquico, se produce una sensación, un proceso de aprendizaje, un intento de recordar algo pasado, un esfuerzo por suscitar una imagen nueva, un estado afectivo, etc. La actividad del hipocampo aumenta cuando el individuo intenta pensar en un acontecimiento pasado; la del lóbulo frontal, cuando trata de recordar palabras ya vistas; la del lóbulo occipital cuando el sujeto quiere expresar la primera imagen que surge en su fantasía, etc. El TEP es un instrumento que puede fotografiar estas alteraciones del ritmo normal de la actividad cerebral tal como se produce en las diferentes zonas. Es a esto a lo que hoy llaman la 'lectura de los pensamientos'. Pero, en realidad, de lectura no tiene absolutamente nada. Se lee, eso sí, el paso de la corriente nerviosa de unas neuronas a otras con diferente ritmo e intensidad, la transferencia de energía a través de esas redes neuronales de ingentes proporciones; pero ya hemos dicho que esa transferencia de energía, ni es el pensamiento, ni es el lenguaje correspondiente a ese pensamiento. Entre esas alteraciones y el

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pensamiento o lenguaje hay una correlación, pero esa correlación dista mucho de ser unívoca en los distintos sujetos y en las distintas ocasiones para un mismo sujeto. Por lo que se refiere al lenguaje, van a continuación cuatro fotografías de lo que acontece en el cerebro cuando el sujeto oye el lenguaje, cuando lee el lenguaje, cuando pronuncia el lenguaje y cuando produce el lenguaje. Como puede verse, las zonas más iluminadas son distintas en cada caso. Pero conviene insistir en esto: la afectación de ciertas zonas (zonas físicas) mientras se desarrolla la actividad lingüística (actividad psíquica) no supone que esas zonas sean las que producen el lenguaje como causas eficientes. En cada caso, esa zona coopera en la producción del lenguaje, pero sólo como causa material o como soporte físico de la acción. La capacidad efectora, idónea, competente y adecuada del lenguaje se encuen-tra en otra parte, es decir, en el espíritu o en algunas de sus facultades. Estas cuatro fotografías se corresponden en cierta medida con el gráfico que va en páginas anteriores.

5.- LA EDAD CRUCIAL Los autores plantean el problema de la edad crucial en relación con individuos normales y sanos. Pero también tiene su importancia para los que no son tan nomales, pues ya hemos visto que el desarrollo del lenguaje se produce con cierta independencia respecto del desarrollo del CI. La edad de la pubertad es muy importante para esta adquisición del lenguaje; por eso se le llama edad crucial. Esta es la razón por la cual el aprendizaje de una lengua extranjera antes de esa edad resulta relativamente fácil. La plasticidad del cerebro hace que se asimilen con facilidad las palabras, los tonos, los acentos, las cadencias, los estilos, etc. La experiencia demuestra que el aprendizaje de una lengua con posterioridad a esa edad resulta mucho más difícil y nunca será perfecto. El endurecimiento de las neuronas las hace menos maleables y, a la vez, menos flexibles. Sin embargo, como hemos visto, esta no es la razón que aceptan algunos autores destacados en la materia. Para ellos el aprendizaje después de esa edad resulta más difícil o imposible porque las neuronas que deberían encargarse de esa función ya no están libres, pues se encuentran vinculadas a otras funciones que consumen toda su energía vital.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c. 15.- 1) Luria, 1980, 1985;, 1974a; Broca, 1861; Cubí, 1844; Greswind, 1969; Bagunya y PeñaCasanova, 1994; Gómez Bosque, 1985; Jacobson, 1983; Sidman, 1985; Luria, 1980, 1985; Ajuriaguerra, 1966; Angevine, 1962; Bailey y otros, 1951; Bates, 1976; Bay, 1964; Bentley, 1971; Benton, 1959; Bever, 1971a; Birch, 1967; Caplan y otros, 1984; Cole y otros, 1971; Eccles, 1966; Ellingston, 1964; Flechsig, 1920, 1927; Fulton y otros, 1968; Greswind, 1971; Heider, 1967, 1971; Ingram, 1963b, 1966b; Ingram y otros, 1962; Jackson, 1973; Jacobson, 1959, 1968; 1970, 1973; Johnson, 1976; Jurgens, 1969; Katzman y otros, 1971; Milner y otros, 1966; Konishi y otros, 1969; Lhermitte, 1968; Lieberman, 1984; Luria, 1980, 1985;, 1970, 1980; Marcondes y otros, 1970; Molliver y otros, 1970; Moore y otros, 1971; Newcombe, 1969; Obrador, 1964; Pribram y Luria, 1964; Purpura y otros, 1964; Raisman, 1969;

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Sherrington, 1934; Sokolov, 1959; Szekely, 1963; Walff y otros, 1964; Weigel, 1970; Yakolev, 1972. 2) Lenneberg, 1964, 1967, 1969, 1982, 1962, 1972; Bruner, 1986, 1988;, 1980, 1988; Guttenplans, 1975; Watson, 1920, 1925, 1968, 1971; Van Hont, 1983; Greswind, 1969; Taylor, 1986; Luria, 1980, 1985;, 1973a, 1983; Crystal, 1971; Mayor, 1984, 1989. 29b) Rondal, 1984, 1988; Moraleda, 1991; Jensen, 1967; Lawson, 1976; Bounak, 1958; Ochoa, 1964a; Richelle, 1978; Warren, 1985; Bayer, 1977; Bloom, 1970; Brosses, 1965; Brown y otros, 1964; Brown, 1977a, 1977b; Bruner, 1986, 1988; Cazden, 1971; Clak, 1969; Covington, 1985; Chomsky, 1974; Delval, 1981; Gregoire, 1937, 1947; Ferguson, 1975, 1983; Humboldt, 1990, 1991; Inhelder y Piaget, 1982; Mandler, 1962, 1967; Siguán, 1983.

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Cap. XVI.- ORIGEN DEL LENGUAJE

La importancia que el lenguaje ha adquirido en la psicología actual ha 1 llevado a los pensadores a preguntarse por su origen . En general se busca una respuesta que dé satisfacción a esa curiosidad que todos sentimos por la génesis de nuestras facultades y, en fin de cuentas, por la génesis de todo nuestro ser, más allá del principio material que para nosotros han sido nuestros progenitores. El problema del origen del lenguaje tiene dos dimensiones: a) el origen del lenguaje en general, es decir, del lenguaje en los albores de la humanidad, y b) el origen del lenguaje en un individuo concreto.

1.- EL ORIGEN FILOGENETICO DEL LENGUAJE: TEORIAS Este problema es más bien de carácter antropológico y filosófico. Sin embargo tiene gran importancia para la psicología. Es la única forma de entender algunos aspectos del pensamiento emergente de la humanidad y el desarrollo incipiente de la vida racional en las especies vivientes. En torno a este tema nos encontramos con las siguientes teorías científicas: a) La evolución y la espontaneidad de la naturaleza: Los autores que propugnan esta teoría ponen de relieve la procedencia del lenguaje a partir de ciertos signos naturales que utilizan el hombre y el animal para expresar ciertos fenómenos de la vida psíquica: gestos, gritos, exclamaciones. El lenguaje vendría a ser una continuación de los mismos, su desarrollo evolutivo. En efecto, esos signos expresivos de los fenómenos del psiquismo eran, y siguen siendo, signos naturales, pues: a) la conexión entre ellos y los fenómenos que expresan está estable-cida por la naturaleza; b) son, por tanto, involuntarios; c) son subjetivamente universales (no objetivamente), es decir, por el hecho de que la naturaleza es universal, sus efectos también son universales; por tanto son producidos de la misma manera por todos y tienen la misma validez y el mismo significado para todos los seres de la misma especie. El grito de dolor del hombre es el mismo para todos los hombres; de la misma manera que el grito de dolor de los animales de una especie es el mismo para todos los animales de esa especie. Ahora bien, el hombre, dede hace muchos miles de años, se ha dado cuenta de que puede utilizar esos mismos signos para expresar estos mismos fenómenos a voluntad. Se ha dado cuenta también de que puede cambiarlos o perfeccionarlos e, incluso, sustituirlos por otros. Es decir, se ha dado cuenta de que puede manipularlos. Por ejemplo, gritar más o menos fuerte, gritar de otra manera o gritar, incluso, cuando no siente dolor, utilizando el grito para significar otros fenómenos psíquicos distintos del dolor, por ejemplo, para llamar la atención de las personas que tiene alrededor o para pedir el alimento. Cuando esto acontece, los signos que antes eran naturales se convierten en signos arbitrarios o símbolos,

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que son los propios del lenguaje humano, como hemos visto. El desarrollo y perfeccionamiento de los signos naturales (gritos, exclamaciones, gestos, interjecciones, etc.), ha dado origen al lenguaje ordinario tal como nosotros lo conocemos y utilizamos. Entre los autores que defienden esta teoría se encuentran: LUCRECIO, DE BROSSES, DARWIN, HUMBOLDT, etc. Sin embargo el propósito que anima a muchos autores cuando invocan estas teorías no es exactamente el mismo que acabo de desarrollar en este párrafo. Si el lenguaje natural de los animales es de la misma naturaleza que el lenguaje de los seres humanos, los animales están en camino de obtener un lenguaje semejante al nuestro y, con el lenguaje, un pensamiento semejante al nuestro. Sólo falta que se consume en ellos el proceso 2 evolutivo que ya se ha consumado en el hombre . Esta hipótesis parece muy coherente a primera vista. No obstante tiene una gran deficiencia: a) de hecho el lenguaje de los animales no ha evolucionado a pesar de los millones de años de existencia; b) la hipótesis supone que los animales están dotados de inteligencia, pues sólo la inteligencia permite convertir un lenguaje natural en lenguaje arbitrario o convencional; hecho éste que tampoco está demostrado, ni mucho menos; c) la hipótesis supone igualmente que los animales son capaces de dotar a su lenguaje de intencionalidad o propositividad, lo cual constituye otro hecho que tampoco está demostrado. Cuando se dice que el perro ladra para ahuyentar al enemigo, estamos haciendo una interpretación antropomórfica de su conducta. Por dos razones: 1) el ladrido es un signo natural; por tanto la conexión del mismo con el fenómeno psíquico que expresa no necesita intencionalidad alguna; la naturaleza se encarga de ello; 2) la conducta del ladrido parece más bien una conducta mediante la cual el perro adapta su organismo al medio ambiente que ha cambiado en ese momento por la presencia de un ser extraño. La adaptación en los animales y las plantas se produce de forma automática, por condicionamiento, sin necesidad de intencionalidad o propositividad alguna. La transformación de los signos naturales en signos artificiales, arbitrarios o convencionales es uno de los indicadores más expresivos de que el ser que lo hace posee inteligencia. En esta línea del origen espontáneo del lenguaje cabe incluir también la teoría de POPPER según la cual el lenguaje humano procede del lenguaje animal por evolución, lo mismo que su organismo. En efecto, piensa POPPER que hay un 'estadio inferior' o espontáneo del lenguaje en el cual se emplean sonidos vocales para expresar ciertos estados psíquicos, por ejemplo, los emotivos, y un 'estadio superior' en el cual se emplea el lenguaje para expresar el pensamiento abstracto, la reflexión. Entre ambos estadios hay una continuidad evolutiva, pertenecen a un mismo proceso, hay un desarrollo progresivo de lo simple a lo complejo, de lo imperfecto a lo más perfecto; el mismo desarrollo evolutivo que la ciencia constata 2b en la aparición de los organismos de la serie evolutiva . Sin embargo en el texto de POPPER no se aporta argumento alguno, es decir, no se aportan datos suficientes para determinar el mecanismo que permitiría la transición a un estadio concreto desde el estadio inmediatamente anterior. Está claro que el tránsito entre ambos estadios está marcado por la conversión de los signos naturales en signos convencionales tal como lo hemos expuesto anteriormente. Ahora bien esta conversión no es fruto de una continuidad evolutiva. Supone un salto cualitativo y de mayor trascendencia. Este salto puede darlo únicamente el ser que ya es inteligente y en virtud de su inteligencia.

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b) La imitación: De acuerdo con esta teoría el lenguaje tiene su origen en el instinto de imitación. Este instinto en realidad es una tendencia que lleva al hombre a imitar todo lo que percibe reproduciéndolo de alguna manera: la pintura, la música, los gestos y posturas del cuerpo, etc. En el caso del lenguaje este proceso tiene lugar por medio de las onomatopeyas o palabras que imitan los sonidos o ruidos que producen las cosas. Hoy tenemos palabras como 'chirriar' para expresar el ruido de una puerta desengrasada, 'rugido' para expresar los sonidos del león, 'trueno' para expresar la descarga del rayo, etc. En el origen del lenguaje hay palabras como 'guau, guau' para expresar el perro, 'tantán' para expresar el tambor, etc. Estas palabras primitivas, por evolución, han dado lugar al lenguaje tal como hoy lo conocemos. Son defensores de esta teoría LEIBNITZ, HERDER, TYLOR, SAUSSURE, etc. La hipótesis de la imitación de los sonidos de las cosas como origen del lenguaje se desmarca de la anterior desde el momento en que esos primeros elementos del lenguaje son ya signos arbitrarios o convencionales. El hecho de esa semejanza con los sonidos naturales de las cosas no impide el margen de libertad suficiente para que los primeros hombres hayan utilizado esos elementos como verdaderos signos convencionales. La simple semejanza por naturaleza no es una significación. La virtualidad significativa les viene de la intencionalidad o del hecho 3 de que el hombre los haya utilizado precisamente con esa finalidad . No sabemos si todos los elementos del lenguaje han tenido este origen onomatopéyico, pero sí estamos seguros de que las onomatopeyas se convierten en verdadero lenguaje desde el momento en que el sujeto supera o trasciende la mera imitación de los ruidos de las cosas; es decir, desde el momento en que el sujeto las utiliza para expresar la idea que tiene de las cosas que producen esos sonidos, con independencia de la experiencia sensorial de los mismos. c) La vida laboral y social: La escuela sociológica constata el hecho de la aparición del lenguaje, pero no el modo concreto de producirse. En este sentido defiende que el lenguaje tiene su origen en el pueblo; es decir, es un producto de la vida común nacido de la 'transmi-sión de los éxitos y proyectos técnicos del hombre y de los lazos múltiples y 4 fuertes de colaboración que producen' (DURKHEIM, REVECZ) . Esta hipótesis que tantos éxitos parece haber cosechado, cuando expone el origen social de muchos procesos psíquicos de la vida del hombre y cuando afirma que el uso de la palabra no puede organizarse si no es en la comunidad de seres hablantes (DURKHEIM), se presenta oscura y enigmática a la hora de exponer el origen del lenguaje. En efecto, en todo ser humano se da la tendencia a comunicar o hacer partícipes a los demás de sus éxitos y sus fracasos, de sus necesidades y aspiraciones. Pero, aun en aquel momento remoto y primario de la humanidad, esta comunicación o intercambio material de experiencias hubo de ser expresada de alguna manera utilizando algunos elementos significativos. La propia 'transmisión' de la que habla la escuela sociológica debió hacerse por medio de ciertos objetos materiales o por medio de ciertas acciones o conductas, las cuales, por el hecho de servir a esta finalidad, ya tienen una carga significativa, es decir, constituyen un verdadero lenguaje. En otras palabras, la coherencia ontológica de los fenómenos impone la exigencia de que los elementos significativos hayan sido establecidos con anterioridad y utilizados luego para esa transmisión de éxitos, proyectos y lazos de

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colaboración. El lenguaje, por tanto, no es efecto de la transmisión, sino su causa o un instrumento de ella. En la sociedad el lenguaje no es un producto de la acción pragmática, sino un medio para ella. Salvadas las debidas distancias, esta es también la línea del pensamiento de HEGEL Y HERBART. Cabe situar igualmente en esta línea la teoría de STEINTHAL quien pone el origen del lenguaje en el espíritu del pueblo (volkgeist) o núcleo interno unificador de las distintas manifestaciones de las comunidades humanas, con posibilidades de creencias y mitos diferentes en cada comunidad. Las psicologías soviética y anglosajona desarrollan aun más estas ideas, por ejemplo, ENGELS. LURIA, por su parte, llega a afirmar que 'tenemos una amplia base para pensar que la palabra, como símbolo que designa un objeto, surge del trabajo, de las acciones con objetos, y que es en la historia del trabajo y la comunicación, como señaló repetidamente ENGELS, donde hay que buscar las raíces que llevaron al surgimiento de la primera palabra'. La palabra, por tanto, tenía en sus comienzos un caracter 'simpráctico', es decir, tenía sentido, si iba unida la práxis o a la acción física; independientemente de ella no tenía contenido semántico alguno. Tenía también un caracter 'situacional', tomando su origen de una situación dada y cambiando de significado al cambiar esa situación. Esto es un hecho, pues la lengua de algunos pueblos primitivos es ininteligible si se la separa de la situación en la que son pronunciadas las palabras y las frases que la constituyen. La situación y la entonación de las palabras son dos factores que determinan su significado. d) El origen divino y la necesidad: Es la teoría creacionista según la cual Dios creó todos los seres de la naturaleza mediante una acción directa suya. Una acción física, al menos desde el punto de vista del término de dicha acción (terminative). Entre esas cosas creó al hombre infundiéndole, con el alma, todas sus facultades, incluida la del lenguaje. Por tanto la facultad del lenguaje procede directamente de Dios por creación. Pero, no sólo la facultad. De Dios procede también el uso de esa facultad. Dios enseñó al hombre a hablar, o mejor, le obligó a ello, pues, conforme iba creando las cosas de la tierra, sobre todo los animales, iba haciéndoles pasar por delante de Adán para que él les impusiera un nombre en señal de dominio. La facultad moral de imponer el nombre a una cosa siempre ha sido considerada como un derecho muy claro que es la potestad de dominio sobre esa cosa. Otros autores (HOBBES) entienden los textos sagrados como si Dios hubiera 'instruido a Adán en la denominación de las criaturas por Él presentadas ante su vista'. Este mismo autor añade que la Escritura no dice más, pero que fue suficiente esta 'instrucción divina' para que el propio Adán fuera añadiendo más nombres 'a medida que iban dándole ocasión la experiencia y el uso de las criaturas', y así, con el paso del tiempo, 'fue consiguiendo el hombre tanto lenguaje como cosas a designar'; pero siempre sobre la base del uso de palabras sobre cosas materiales, pues no hay nada en los Textos Sagrados que nos permita inferir el origen divino, inmediato o mediato, de otras palabras, tales como 'universal', 'general', 'optativo', 'entidad', 'quiddidad', 'intencionalidad', etc. que, para este autor, son palabras sin sentido. El lenguaje, por consiguiente, es de origen divino en cuanto a su uso; adquirido o aprendido en virtud de la enseñanza divina. Pero aconteció luego lo de la Torre de Babel, con lo cual se perdió el lenguaje de origen divino ('olvido de su lengua anterior'), viéndose los hombres obligados a dispersarse por regiones muy distintas y lejanas, en cada una de las cuales apareció una nueva raza y un nuevo lenguaje 'inventado' por cada uno de estos grupos. El origen de este segundo lenguaje es la 'necesidad' de organizarse para vivir y la 'necesidad' de

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procurarse lo necesario para la vida: 'es necesario que la actual diversidad de lenguas proceda gradualmente de ellas (de las razas o grupos) teniendo a la necesidad, madre de todas las invenciones, como maestra; y con el transcurso del 4b tiempo esta diversidad se hizo en todas partes más copiosa' .

2.- EL ORIGEN ONTOGENETICO DEL LENGUAJE: TEORIAS El otro problema es el del origen y la evolución del lenguaje en un individuo determinado: sujetos?. Esta pregunta no es menos importante que la anterior. De hecho la respuesta ha preocupado a una infinidad de pensadores, sobre todo en estos 5 últimos tiempos . a) El condicionamiento operante: Quizá la teoría más explícita es la de SKINNER: el niño aprende el lenguaje de la misma manera que las demás conductas, por medio del condicionamiento operante (refuerzo), la discriminación y la generalización. El niño oye los sonidos del habla de los padres; esos sonidos son seleccionados y elegidos por él y repetidos cuando son reforzados, es decir, cuando de su pronunciación obtiene alguna recompensa. Aprende a usar las reglas de la gramática, es decir, aprende a hablar, cuando de alguna manera ha sido premiado al respetarlas, o castigado al infringirlas. Discrimina los estímulos y las respuestas gratificantes y posteriormente generaliza 6 estas respuestas a otros estímulos semejantes . Para un behaviorista como SKINNER el lenguaje es una conducta adquirida por medio del aprendizaje: respuesta aprendida en presencia de un estímulo. El niño adquiere el uso habitual de una palabra de una manera muy semejante a como la rata adquiere el hábito de presionar una palanca cuando de esa acción recibe una recompensa (refuerzo: un trozo de comida). Cuando dice 'agua', su madre le da agua. Este proceso repetido basta para que el niño asocie permanentemente la palabra al líquido que sacia la sed. Si la madre no le diera agua, no volvería a pronunciar semejante palabra y, por supuesto, jamás asociaría la palabra al líquido. La única diferencia con el animal está en que la rata recibe la comida directamente (reforzamiento directo), mientras que el niño la recibe de su madre (reforzamiento indirecto). Este reforzamiento, a su vez, puede venir por la vía del 'mandato' o del 'tacto'. Viene por la vía del mandato, cuando es el público el que ha realizado el reforzamiento (asociación), por ejemplo el reforzamiento que supone para una petición hecha 'por favor' la concesión de lo que se pide. Viene por la vía del tacto, cuando es el sujeto el que establece la asociación por sí mismo entre la palabra y el objeto en virtud del contacto que tiene con él y de la recompensa que luego recibe, por ejemplo, el niño que dice 'fuego' cuando se encuentra en presencia de las llamas. El paso siguiente a la adquisición de una conducta verbal es la generalización y la abstracción. Está demostrado que los bebés educados en casa balbucean más que los educados en orfanatos y otras instituciones (BRODBECK E IRWIN). A su vez, los niños educados en casa experimentan un retraso en el uso de las reglas gramaticales respecto de los otros (BROWN, CAZDEN Y BELLUGI). Todo esto acontece así en virtud del refuerzo que ambos experimentan en sendos medios educativos.

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Evidentemente el experimento científico que sirve de base a esta teoría no puede tener mayores alcances que los que se expresan por medio de estos paradigmas. Sin embargo la aparición del lenguaje como tal queda sin explicar. El refuerzo explica muy bien la aparición y el uso por parte del niño de ciertos sonidos que cada vez son más perfectos, pero no explica la utilización de esos sonidos en forma de signos del pensamiento, ni el uso concreto del lenguaje en cada uno de los casos o la utilización de frases que no han podido ser condicionadas porque no las ha oído nunca. El elemento esencial del lenguaje es la significación y no está demostrado que la significación tenga su origen en el refuerzo. Al menos los experimentos de SKINNER no lo demuestran. Parece más bien que el origen de la significación se encuentra en la tendencia innata que siente todo individuo a expresar sus necesidades y comunicar sus pensamientos. Por otra parte la teoría no explica en absoluto qué tipo de condicionamiento se requiere para el aprendizaje de la lengua que es algo muy concreto cuando la estimulación de la madre y de la sociedad en general es muy imperfecta y asistemática. Por otra parte el lenguaje adquirido en virtud de la acción de los estímulos externos no explica en absoluto el carácter opcional o arbitrario de los elementos del lenguaje, cuando sabemos que la asociación entre E y R constituye un comportamiento mecanicista regido por las leyes de la física o la fisiología. En contra de la experiencia personal de cada uno, en la teoría skinneriana, los signos del lenguaje (conducta) son impuestos por el estímulo; el individuo no tiene libertad alguna para elegirlos. Esta teoría tampoco explica la posesión radical de la facultad del habla, es decir, la capacidad radical de asimilar esos sonidos incorporándolos a la conciencia. La experiencia, por su parte, está en contra de esta teoría: a) los niños hablan solos, aunque no les escuche nadie ni les premie o castigue; b) hay sectores grandes de la población en los que los padres se desentienden del habla de los niños, es decir, no los aprueban ni los reprenden por el hecho de que hablen bien o mal, y sin embargo esos niños aprenden a hablar correctamente lo mismo que los otros; c) el refuerzo a veces se produce en sentido contrario: se aprueban los errores (al niño gracioso se le ríen las gracias del lenguaje incorrecto), se repiten o recalcan, etc. Hay estudios según los cuales no existe relación entre el habla 6b gramaticalmente correcta y la aprobación o el reconocimiento de los padres . LENNEBER recoge el caso de un niño disártrico que jamás había sido reforzado por la incapacidad que suponía su dolencia y, sin embargo adquirió un nivel de comprensión satisfactorio. El aprendizaje y el condicionamiento ayudan en los procesos de adquisición del lenguaje, pero no los determinan. b) El aprendizaje seriado: Esta teoría hace referencia al aprendizaje en virtud de cadenas de estímulorespuesta: A la vista de las deficiencias que presenta el condicionamiento de la conducta para explicar el aprendizaje de una lengua, otros autores creen haber descubierto otros procesos psíquicos conducentes a esta misma meta. Se suman a la teoría de la adquisición del lenguaje tomando postura en favor del 'aprendizaje asociacionista' sobre el esquema E-R o del 'aprendizaje mediacional' sobre el esquema E-O-R. Sin embargo entienden que esta vinculación entre estímulos y respuestas puede producirse en virtud de un doble proceso: el aprendizaje instrumental u operante, que es el que acabamos de analizar, y el aprendizaje serial: a) El aprendizaje instrumental o el condicionamiento operante, según los casos, es el que consiste en la adquisición de una conducta nueva, por ejemplo, el

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habla del niño, en virtud de los mecanismos ya descritos de SKINNER y otros autores; estos mecanismos tienen como correlato la generalización de las respuestas lingüísticas y la abstracción de las mismas en la medida en que la madre va recompensando cualquier sonido que se acerque a la palabra correcta hasta que el niño adquiere el control de su propia conducta verbal. b) El aprendizaje serial es el aprendizaje de cadenas o series de E-R. En estas series cada palabra constituye la respuesta a la palabra anterior y, a la vez es el estímulo de la palabra siguiente, en un proceso que va siempre de izquierda a derecha. La prueba de que este es el proceso de aprendizaje para una lengua estriba en que es distinta la frecuencia con que aparecen las palabras y las frases en el habla normal de los individuos. Hay letras que se producen con poca probabilidad, por ejemplo, la Q, la Ñ, la Z. Por el contrario, hay otras que ocurren con mucha más probabilidad, por ejemplo, la A, la E, la M. Lo mismo les sucede a las palabras y a las frases o patrones de frases. Por tanto la construcción de oraciones gramaticales depende de la frecuencia e interdependencia relativa de las unidades lingüísticas. Por su parte, la comprensión del lenguaje hablado se atiene a esta misma frecuencia o probabilidad. Tendemos a interpretar lo que oímos basándonos en esta probabilidad. A esto yo le he llamado 'anticipación' del mensaje. La teoría serial lo que hace es suministrar el fundamento o la base de esta anticipación. La base matemática de esta probabilidad es lo que suministra muchas de las evidencias de los procesos de MARKOV y ayuda a entender el sistema gramatical que subyace a la actividad lingüística. Otros autores se han empleado en la construcción de secuencias verbales para cada una de las lenguas (MILLER Y SELFRIDGE), llegando incluso a establecer tres órdenes distintos de esta seriación: el primer orden es el de la frecuencia de las palabras individuales, por ejemplo, el artículo 'el'; el segundo orden es el de la frecuencia de series de dos palabras, por ejemplo, el artículo y el nombre: el tercer orden es el de la frecuencia de grupos de tres palabras, por ejemplo, el nombre, el verbo y el atributo. Hay un cuarto orden, un quinto, un sexto, etc, dependiendo siempre de la complejidad del lenguaje en cada 7 caso . Estos órdenes ponen en evidencia su importancia para la percepción, la comprensión y la producción del lenguaje, es decir, para la adquisición del mismo. Los experimentos demuestran que las oraciones en las que hay errores sintácticos o errores semánticos, es decir, en los enunciados en los que no se respeta esta secuenciación o seriación probabilística, los sujetos encuentran más dificultades para su aprendizaje que en las oraciones normales u oraciones seriadas. Los factores que perturban las expectativas de probabilidad son factores distorsionantes 8 que entorpecen los procesos de percepción y comprensión del lenguaje . Las deficiencias de la teoría skinneriana ya las hemos visto en los párrafos que preceden. En cuanto a las series probabilísticas de MARKOV cabe decir lo siguiente: a) el lenguaje humano está constituido por series probabilísticas de distintos grados, como hemos visto; esto no puede negarse; debe admitirse, incluso, que estas series facilitan la anticipación del mensaje también con un alto grado de probabilidad; pero, además de seriado, el humano es un lenguaje jerarquizado, y esto ya no lo explica satisfactoriamente la teoría; b) es imposible que una gramática hecha sobre la base de los principios de MARKOV pueda dar explicación de las disitintas secuencias posibles, por el hecho de que esas secuencias son siempre potencialmente infinitas; es imposible igualmente que esa gramática pueda determinar los distintos grados de dependencia que pueden darse entre las distintas oraciones que un sujeto medianamente culto pueda formular; c) es imposible de la misma manera que el niño adquiera por este procedimiento una información tan

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completa del lenguaje como la que posee normalmente si tiene que partir de cero en un proceso cognitivo que dura pocos años, con un organismo inmaduro, una expe9 riencia limitada e imperfecta y un adiestramiento pobre o incompleto . Por tanto el aprendizaje por refuerzo de SKINNER, como el aprendizaje por contigüidad o seriación de MARKOK, acusan serias deficiencias a la hora de explicar los procesos de aprendizaje de una lengua cualquiera. Esta es la acusación que hacen CHOMSKY y otros a esta teoría, poniendo de relieve la necesidad del factor genético o de los 'dispositivos de aprendizaje' innatos para dar explicación de estos procesos. c) El aprendizaje pasivo: Según esta teoría de BRAINE el lenguaje se aprende por la mera exposición a los comportamientos lingüísticos de una sociedad determinada. El lenguaje queda impreso en el organismo de la misma manera que la imagen queda impresa en la placa fotográfica por la simple exposición a la luz. 'El modelo consiste en un scanner y un componente de memoria. El scanner recibe la oración entrante, la analiza y encuentra sus propiedades de pauta, que quedan registradas en el almacén intermedio de la memoria. Cuando una propiedad de pauta ha sido registrada un número suficiente de veces, va del almacén intermedio de la memoria al almacén permanente (memoria a largo plazo), y por eso se hace operativa como una regla de la gramática. Mientras la regla está en el almacén intermedio, puede ser olvidada después de un cierto período de tiempo'. De acuerdo con esta teoría no es necesario un refuerzo negativo, como en la anterior (fallos en la probabilidad); basta con que el sujeto se halle expuesto a enunciados gramaticalmente correctos. 'Cuanto mayor sea la frecuencia con la que se reciba una propiedad dada en el almacén intermedio, antes alcanzará el almacén permanente'. Como consecuencia, el niño aprenderá antes las propiedades más generales, las más específicas, y después las excepcionales; y, en último lugar, los casos especiales o casos concretos. Parece que los experimentos de este autor confirman estos hechos: en los primeros años la gramática se aprende cuando el niño es expuesto al habla de los mayores. No se requiere esfuerzo alguno. Los estudiantes, sometidos al aprendizaje de un lenguaje a base de palabras sin sentido pero estructuradas según las reglas de la gramática, han aprendido ese lenguaje a base de escuchar exclusivamente esas oraciones muchas veces. Otros experimentos parecen conducir a la misma conclusión. Sin embargo, como observa SCHLESINGER, esto explica el aprendizaje de la gramática, pero no explica el aprendizaje de una lengua en tanto que entramado de estructuras gramaticales dotadas de significación. Es decir, el proceso da cuenta del aprendizaje de la dimensión gramatical o sintáctica del lenguaje, pero no da cuenta del aprendizaje de la dimensión semántica y pragmática del mismo, sin las cuales, el discurso en cuestión no es un verdadero lenguaje. Se sugiere, además, que en estos casos es difícil aislar un proceso o una conducta de los factores gratificantes que intervienen en ella. Estos elementos no están constituidos únicamente por el reconocimiento o el premio de la sociedad. La misma comprensión del lenguaje propio es ya una recompensa. En este sentido lo que creemos que es una mera exposición al lenguaje de los demás o un aprendizaje pasivo, puede ser un aprendizaje por condicionamiento operante, en cuyo caso esta teoría no se encontraría muy lejos de la teoría anterior. Una teoría que tiene algo que ver con la del aprendizaje pasivo es la de las 'situaciones de aprendizaje' (familia, escuela, grupo social, etc.). Hoy se sabe que

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el niño es estimulado con resultados más positivos si se le coloca en estas situaciones en las cuales la interacción es la forma normal de la conducta, habida cuenta de que los procesos lingüísticos no son meramente conductuales, sino, ante todo y sobre todo, cognitivos y comunicativos. La exposición al lenguaje de los demás en esta situación de aprendizaje produce sus efectos en la adquisición del lenguaje, pero los produce sobre el conocimiento, desde el conocimiento y a través 11 del conocimiento del niño que es lo que no reconocen expresamente los defensores de esta teoría. d) La imitación: Otra de las teorías importantes es la de BANDURA. Los bebés adquieren el habla como efecto de la observación y la imitación (MOWRER). Los primeros sonidos los emiten imitando los sonidos del habla de los padres o de las personas que tienen alrededor. Esos sonidos son reforzados y terminan por convertirse en 12 hábitos . De acuerdo con las observaciones de BROWN Y BELLUGI la imitación está muy cerca de la espontaneidad. Por tanto, no se encuentra vinculada al aprendizaje. Esto es así porque en la imitación se omiten las inflexiones, muchas palabras funcionales y, a veces, las palabras mismas (estilo telegráfico); sin embargo se mantiene el orden o la estructura gramatical originaria. Las explicaciones de estos hechos son recogidas igualmente por SCHLESINGER: a) el niño reduce algunas palabras de la oración que oye porque son las menos acentuadas y, por tanto, las menos cuidadas, atendiendo sólo a las palabras que tienen contenido; b) el niño retiene las últimas palabras que ha escuchado; por tanto la oración gramatical del niño está constituida por los elementos a los que atiende y recuerda (BROWN Y BELLUGI); c) el niño, cuando imita, reconstruye la oración según las reglas de la gramática que tiene disponibles, las cuales le permiten construir oraciones elementales o rudimentarias (SLOBIN Y WELSH); d) los experimentos confirman que el niño, al imitar el habla de los mayores, no construye estructuras de rango 13 superior al habla espontánea (ERVIN) . Esta teoría explica coherentemente el origen material de los sonidos en el niño, pero, lo mismo que la de SKINNER, tampoco explica la posesión radical de la facultad de hablar ni la función significativa de esos sonidos. Esto también es necesario, pues los sonidos no son lenguaje mientras no están dotados de significación. A este respecto está claro que algunos sonidos, en cuanto a su materialidad, pueden tener su origen en la imitación, pero su virtualidad significativa no puede tener ese origen. Esta virtualidad no puede tener otro origen que la inteligencia infantil del niño, aunque sus funciones se produzcan a un nivel muy elemental. Por otra parte la imitación explica el origen de algunos elementos del lenguaje; sólo algunos. Los demás elementos tienen su origen en otras expresiones que tienen únicamente un parecido o una mera relación semántica, o en la propia capacidad inventiva del niño. Mi sobrina Sara no sabía pedir un racimo; pero sí tenía la capacidad para inventarse una expresión equivalente; por eso, a media lengua, pidió un 'palito con uvas'. En hechos como este no hay rastro alguno de procesos imitativos. Se ha defendido alguna vez que el niño imita únicamente aquello que él mismo puede producir espontáneamente (ERVIN). Con lo cual esta vía de la imitación queda totalmente prohibida para la explicación del aprendizaje de la lengua. Sin embargo hoy sabemos, en contra de este autor (así lo confirman los estudios más recientes) que la imitación puede ser progresiva, pues, tanto el niño como el adulto,

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en lo que concierne al lenguaje, si se les coloca en situación de imitar las de sus padres o maestros, pueden producir expresiones mucho más perfectas que las que utilizan espontáneamente, por ejemplo, cuando se le pide que lo hagan o cuando se les adiestra convenientemente. Incluso la imitación espontánea puede ser progresiva cuando la imitación es un fragmento del modelo de lenguaje o una modalidad o matización del mismo de acudo con el modo de ser o la idiosincrasia del niño. Todos hemos tenido la experiencia según la cual a veces el niño supera a sus padres o al profesor en la construcción o el pronunciamiento de alguna frase, o en la ejecución de algún movimiento simbólico utilizado a manera de lenguaje. Para esto el niño se sirve probablemente de estructuras que ya posee, pero que todavía no forman parte de su lenguaje habitual. El niño, pues, puede imitar el lenguaje de los adultos siendo esta imitación una especie de aprendizaje. Ahora bien, las deficiencias antes señaladas siguen en pie. La imitación no explica la configuración del lenguaje normal en toda su extensión y en todas sus dimensiones: la sintáctica, la morfológica y la semántica. Ni siquiera queda explicada la dimensión pragmática del lenguaje, pues a la hora de utilizarlo, cada uno, también los niños, lo acomoda a sus conveniencias personales 14 integrándolo siempre en su contexto . e) Los factores biológicos: 15 Es la teoría de LENNEBERG y otros pensadores . Para estos psicólogos y científicos el lenguaje de cada uno de los individuos tiene su origen en las capacidades biológicas que hacen posible, tanto el conocimiento, como el lenguaje en tanto que capacidades específicas del ser humano. Reconocen, no obstante, que el conocimiento como algo propio o específico del ser humano es anterior y más fundamental que el lenguaje. El conocimiento, pues, se encuentra vinculado a la especie humana en virtud de factores biológicos. Pero el lenguaje también se encuentra vinculado a estos mismos factores considerados como factres propios o específicos de la especie humana. Las pruebas en favor de esta teoría son las siguientes: 1) la falta de paralelismo entre conocimiento y lenguaje; el hombre y el animal tienen un desarrollo cognitivo similar en algunos momentos del ciclo vital, sin embargo el niño está preparado para hablar y, de hecho habla, mientras que el animal no lo logra, pues el lenguaje no se encuentra vinculado a sus genes; 2) la existencia de las estructuras profundas del lenguaje, las cuales son universales; si son universales, su origen tiene que ser también universal, y lo más universal en el seno de la especie humana son los factores biológicos, es decir, los genes; 3) la imposibilidad material de que el niño aprenda todas las estructuras posibles del lenguaje por la limitación de sus capacidades biológicas. En cualquier caso, de acuerdo con esta teoría, el lenguaje no es aprendido, es decir, no ese adquirido en virtud de ningún condicionamiento clásico u operarte, pues: a) como hemos hecho notar en muchas ocasiones, hay en el lenguaje del niño mucho más de lo que le han enseñado; el aprendizaje, por una parte, y la imitación, por otra, no dan cuenta suficiente de las estructuras del lenguaje infantil, de las reglas que emplea para la construcción y transformación de esas estructuras; lo que más caracteriza su uso es la espontaneidad; b) la enseñanza que recibe en la familia o en la escuela no se encuentra en la línea de la espontaneidad, sino en la línea de la inhibición del lenguaje: expresiones ya hechas, giros consagrados, costumbres establecidas, estilos predefinidos, etc.; c) esta misma inhibición la experimenta el niño cuando se le impone una gramática, en virtud de la cual tiene que sacrificar la espontaneidad en favor de la corrección (CAZDEN); d) los recursos lingüísticos que le suministra la sociedad no explican tampoco la riqueza de los

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conocimientos que el niño posee en un momento dado. Por esto mismo parece evidente que el lenguaje como expresión del pensamiento emerge de las capacidades innatas del individuo. Ahora bien, estos argumentos no demuestran que estas capacidades hayan de ser precisamente los genes o el cerebro. Por la naturaleza del lenguaje y por las funciones que está llamado a desempeñar el lenguaje, parece más bien que su procedencia no está en estas partes materiales del organismo, consideradas como tales partes materiales, sino en las capas más profundas del ser, es decir, en ese factor inmaterial en virtud de la cual los genes y el cerebro tienen naturaleza humana. El cerebro piensa, no porque es cerebro, sino porque es humano; y los genes determinan la estructura y las funciones del organismo del hombre, no porque sean genes, sino porque ellos mismos están determinados a ser lo que son en virtud de la naturaleza humana que hay en ellos. Otra es la teoría de CHOMSKY a la que me he referido ya otras veces a propósito del lenguaje. Con matices altamente significativos, CHOMSKY insiste en los mismos argumentos anteriormente expuestos: el cerebro y la mente del niño tienen la capacidad innata para el lenguaje; es decir están programados para cualquier tipo de lenguaje y, más en concreto, para extraer las reglas del lenguaje que oyen, las cuales le permiten construir de forma mecánica nuevas frases o expresiones que jamás ha oído. Sólo necesita unas experiencias básicas en una 16 lengua determinada para estimular esta capacidad innata . Algunos autores como SCHLESINGER hacen notar que la teoría de CHOMSCKY, y también la de MILLER, suponen que la adquisición del lenguaje, en el caso del niño, sigue un proceso similar al proceso del científico cuando descubre las leyes de la naturaleza: en un primer momento formula hipótesis y luego trata de verificarlas. Las hipótesis están referidas a las reglas de la gramática; y la verificación, a la comparación de estas reglas con el lenguaje que oyen para seleccionar las más simples, las que están más de acuerdo con el habla de los adultos. Esto se encuentra en consonancia con la teoría de las 'fuertes restricciones' congénitas de las posibles estructuras lingüísticas y las posibles reglas gramaticales, las cuales limitan el número de las hipótesis que deben ser sometidas a comprobación. El resultado satisfactorio de esta práctica depende de 'la disponibilidad de retroalimentación negativa' en el sentido de que el niño, no sólo debe saber cuándo una estructura lingüística es gramatical, sino también cuándo no lo es. Con independencia de estas teorías, es evidente que las reglas de la gramática son utilizadas por los niños espontáneamente. Son utilizadas por ellos, incluso, con más rigor que por los adultos. Y así dicen 'abrido' en vez de 'abierto', 'morido' en vez de 'muerto', etc. Descubren las reglas muy pronto, pero desconocen las excepciones. Su mentalidad lógico-sintáctica es un hecho, como lo es la existencia de un lenguaje interno o medular. Su innatismo también lo es en cierto sentido, pues esas reglas nadie se las ha enseñado. Sin embargo tampoco esta teoría explica en su totalidad el fenómeno de la aparición del lenguaje en el niño: la significación o la atribución de unas palabras concretas a unas representaciones concretas y no a otras, las preferencias por una lengua sobre todas las demás, el descubrimiento y la utilización de las reglas lógico-sintácticas a esa edad con toda soltura y no en edades posteriores, etc. Las tesis de CHOMSKY, hoy por hoy, parecen las más plausibles. Sin embargo, para la explicación completa de la aparición del lenguaje, la acción de los factores internos tiene que ser completada con la acción de los factores medioambientales; sobre todo, con la acción de las personas adultas que el niño tiene a su alrededor suministrándole los elementos materiales del lenguaje externo. Tiene que ser completada también con la presencia de un mundo mental constituido

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por las ideas y los pensamientos, por las imágenes y los sentimientos, etc., que a su vez son los factores constitutivos del contenido o del mensaje. Por último, tiene que ser completada con la presencia y la acción específica de una facultad que emerge, no de los genes o el cerebro, sino de la naturaleza o principio intrínseco ontológico en virtud del cual los genes y el cerebro, son genes y cerebro humanos. f) Los factores sociales: Esta teoría es una variante de la teoría anterior. Una de las figuras más representativas es LURIA: 'puede parecer que el lenguaje del niño pequeño comienza con aquellos sonidos que produce cuando es pequeño, y que el desarrollo del lenguaje es sólo la prolongación o continuación directa de estos sonidos iniciales. Así pensaron muchas generaciones de psicólogos, pero esto no es cierto. Esos sonidos son de hecho la expresión de estados (afectivos) y de ninguna manera la designación de objetos'. Después de analizar estos sonidos y afirmar que todos ellos están condenados a desaparecer, pues ninguno de ellos se conserva en la vida posterior, afirma que 'las palabras nacen de aquellos sonidos del lenguaje que el niño asimila de habla del adulto que él escucha...; este proceso no ocurre ni con mucho de golpe, tiene una historia muy larga...; el comienzo del verdadero lenguaje del niño y la aparición de la primera palabra que es el elemento de este lenguaje, está siempre ligada a la acción del niño y a su comunicación con los adultos. Las primeras palabras, a diferencia de los primeros sonidos, no expresan sus estados, sino que están dirigidas a los objetos y los designan... Un tiempo después de la aparición de las primeras palabras, difusas, elementales, simpráxicas (aproximadamente a los 1,6-1,8 años), el niño comienza a adquirir la morfología elemental de las palabras'. Por consiguiente, el origen del lenguaje es doble. Por una parte la acción física o el trabajo, lo mismo que el origen del lenguaje respecto de la humanidad; y, por otra, la sociedad o la comunicación con los adultos. Ahora bien, el proceso mediante el cual se produce este origen social del lenguaje no está muy claro. Podemos deducirlo unos capítulos más adelante cuando dice que la dinámica del lenguaje estriba en que el niño primero, y después el adulto, elige libremente (acción de la voluntad) para cada palabra cualquiera de los significados posibles dentro de un 'sistema de alternativas emergentes', dentro de los 'significados posibles' de la palabra. En realidad elige de entre aquellos que son aceptados por la sociedad. Las estrategias de las cuales se sirve la mente para esta elección son similares a las que hoy se emplean en el laboratorio: las de las asociaciones libres y las de los campos semánticos. Está demostrado que con estos métodos se puede 'establecer un sistema de las conexiones semánticas que se ocultan tras de cada palabra y que en el sujeto normal dichas conexiones tienen un carácter lógico, y no sonoro y externo'. Resulta sorprendente el reconocimiento que hace este autor de la primacía de la dimensión 'lógica' del lenguaje sobre la dimensión morfológica o sintáctica en el momento crucial de la aparición del lenguaje; algo que ya habíamos hecho resaltar con insistencia en las páginas que preceden de este libro. Y resulta más sorprendente todavía su interpretación del proceso lingüístico como la elección libre de un significado entre muchos para cada palabra en vez de la elección libre de una palabra entre muchas para cada sinificado. g) La estructura racional del ser humano: Es la teoría que se expone a lo largo de casi todas las páginas de los capítulos que preceden. Forman parte de esta teoría: la existencia en cada uno de los seres humanos de una facultad especial que es la facultad del lenguaje como

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parte de otra facultad de orden superior que es la inteligencia; la afirmación de que esta capacidad emerge de la naturaleza humana de una manera necesaria como todas las propiedades brotan de su sujeto; la afirmación de que esta facultad es poseída por el sujeto desde el primer instante de su ser, es decir, desde el momento en que la primera célula tuvo los cuarenta y seis cromosomas (quaestio juris); la afirmación de que el ejercicio o el uso de esta facultad no comienza hasta tanto el organismo que sirve de soporte no se encuentre suficientemente desarrollado para ejercer las funciones de la fonación y la articulación; la convicción de que el uso (quaestio facti) de esta facultad no tiene lugar hasta que el sujeto dispone de una serie de contenidos semánticos (datos de la conciencia racional) aptos para ser transmitidos; la inclinación natural que siente el individuo a transmitir esos mismos contenidos; la libertad del sujeto para elegir cualquier medio material (palabra) para llevar a efecto la transmisión de esos contenidos sin necesidad de atenerse a los medios (palabras) ya establecidos o aceptados por la sociedad; la toma de decisiones libres, no en favor de una idea o un pensamiento frente a otras ideas u otros pensamientos, sino en favor de un lenguaje u otro para expresarlos, etc. Por tanto el origen del lenguaje se encuentra en la facultad que llamamos lenguaje, de una manera radical e inmediata, pero, de una manera mediata o remota, se encuentra en la inteligencia, que es la que facilita el mensaje y la elección del medio de transmisión; y en la voluntad, que es la que toma la decisión de hacerlo poniendo en juego una de sus propiedades, la propiedad esencial suya, que es la libertad. Los factores externos condicionan la aparición del lenguaje, pero no lo producen. Estos factores son el adiestramiento, la corrección, el modelado y las situaciones de aprendizaje de las que ya nos hemos ocupado en apartados anteriores. Quizás el más importante de estos factores sea el adiestramiento acompañado de la corrección. En principio parece que el adiestramiento que utiliza la corrección de los errores por parte de los padres y maestros resulta contraproducente. Los niños a veces muestran fuerte resistencia a que se les corrijan sus errores y reaccionan en sentido contrario (NELSON). Sin embargo esto no constituye la norma. El adiestramiento y la corrección suponen una poderosa ayuda para la acción de las facultades de la inteligencia y el lenguaje, sobre todo, porque los padres y maestros, de una manera espontánea, suministran al niño una diversificación de situaciones de ayuda para evitar precisamente las situaciones de rechazo: faclitación de modelos gramaticales a base del habla corriente, pronunciación exagerada o recalcada de las frases correctas, comentarios adecuados de lo que el niño dice, estimulación en favor de expresiones nuevas, recitación de cuentos y poesías, tarareo de canciones pegadizas, formulación de preguntas y respuestas correctas y acertadas, sugerencia de palabras nuevas y diseño de nuevas estructuras gramaticales congruentes con la edad y el modo de ser del niño, etc. Estas y otras estrategias son las que constituyen la intervención en los procesos de aprendizaje de la lengua en todas sus dimensiones. Pero, en cualquier caso, el lenguaje de los adultos es el modelo que se propone para ser imitado por el niño, utilizando para ello el adiestramiento y aprovechando todos los recursos que facilitan la interacción derivados de las situaciones de aprendizaje. Se insiste en que la intervención a base de estos factores no produce el lenguaje pero lo condiciona haciendo más productivas las actividades lingüísticas de los niños y los adultos.

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3.- EL ORIGEN CRONOLOGICO DEL LENGUAJE a) El niño ferino: La existencia del lenguaje de los niños ferinos es un problema que no explican suficientemente ninguna de estas teorías. Son niños encontrados en lugares solitarios o en contacto con los animales salvajes. De ahí el nombre de 'ferinos'. En cualquier caso han crecido sin el contacto con otros seres humanos. Suele citarse el caso del salvaje Aveyron encontrado a los doce años y muerto a los cuarenta; o el caso de las dos niñas aparecidas en Midnapore en el Indostán criadas entre lobos en perfecta armonía; la primera tenía dos años cuando fue encontrada (murió muy pronto), y la segunda, ocho (murió a los diez y siete). Estos niños habían desarrollado su organismo con toda normalidad. Por tanto reunían los requisitos de la madurez necesaria para la posesión y utilización del lenguaje. Sin embargo, aunque fueron introducidos en el seno de la sociedad y educados esmeradamente, no aprendieron a hablar. El primero aprendió muy pocas palabras y la mayor de las niñas en nueve años no logró aprender más que unas cincuenta palabras. El caso de Geny es muy similar: Esta niña fue hallada a los trece años en una habitación totalmente oscura en la que había sido encerrada a los veinte meses. Su estado físico presentaba graves deficiencias: inflexibilidad de brazos y piernas, incapacidad para masticar, falta de control de esfínteres, etc. Mostraba ciertos signos de hallarse todavía en la pubertad. Cuando fue llevada a un hospital de California sólo reconocía su nombre y sabía pedir perdón. Aprendió un cierto número de palabras y logró construir algunas frases correctas, pero muy elementales y en 37 forma de telegrama . Parece demostrado que los órganos de la fonación humana, lo mismo que los del cerebro, experimentan una tendencia innata a desarrollarse en la dirección del lenguaje. La meta del desarrollo y la evolución del organismo debería ser precisamente esa. Sin embargo estos hechos muestran que para la adquisición y uso del lenguaje fáctico o material (externo) no basta con el desarrollo fisiológico. Tampoco basta con que el proceso tenga lugar o se inicie inmediatamente antes de la pubertad o en simultaneidad con ella (edad crítica). La adquisición del uso del lenguaje (no de la facultad) se produce en el seno de la sociedad, no en solitario, o en otros ambientes que no sean los constituidos por seres humanos. Es necesaria la intervención de los factores medioambientales como estímulos de las capacidades innatas radicadas en la inteligencia. Es necesario, además, que esta intervención se produzca en su momento, pues cada época o cada momento de la edad del niño, cada fase del desarrollo del sistema nervioso cerebroespinal, requiere unos estímulos determinados. La alteración de este paralelismo entre la edad y los estímulos tiene como efecto inevitable los trastornos o la incapacidad para aprender y para utilizar correctamente el habla. b) El niño normal: La evolución que el niño normal muestra, a diferencia del niño ferino, en la adquisición y el uso del lenguaje experimenta variaciones significativas en relación con la naturaleza del niño y en relación con los factores concretos medioambientales 38 que le rodean cuando crece . Pero en líneas generales puede ser esta: a) Las primeras manifestaciones del lenguaje al nacer son un cierto balbuceo, el grito, el llanto, ciertas actitudes; todos ellos, signos naturales constitutivos de un lenguaje mímico, expresivo de sus emociones y sus necesidades, por ejemplo, el dolor, el hambre, etc.

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b) A los dos meses aparecen ya algunos sonidos vocálicos y consonánticos, sin que esto suponga la existencia de la intención expresa para significar algo. c) A los seis meses comienza el balbuceo propiamente dicho a base de frecuentes vocalizaciones producidas por el uso intencionado de los órganos de la fonación humana. Pone en funcionamiento su boca y su laringe porque quiere y se recrea en ello. Ya hay un proceso elemental de significación. d) Al noveno mes repite las palabras que oye a los mayores. Como excepción, algunos niños hasta construyen frases elementales sintetizadas. e) Al año utiliza las palabras-frase para expresar sus necesidades o sus deseos: 'agua'!, 'pis'!, etc., como resumen de 'quiero agua', 'necesito hacer pis'. f) Al año y medio construye frases incompletas, pero dotadas de una significación clara y precisa: 'nene pan', para expresar que el nene quiere pan. g) A los dos años, si el desarrollo fisiológico es normal, el niño debe construir frases correctas y completas, pues a esa edad ya ha descubierto las reglas lógico-sintácticas del lenguaje, aunque todavía no haya aprendido las excepciones. h) En ambientes urbanos o en ambientes cultos, a los cuatro años ya conoce y utiliza más de mil palabras. A los seis años utiliza más de cuatromil. Naturalmente estas cifras son muy relativas y están sujetas a continuos ajustes de acuerdo con el medio cultural en el que vive. BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. c. 16.- 1) Bay, 1983; Bayes, 1977; Diamond, 1956 (Historia del origen del leng.); Darwin, 1974; Huxley, 1907, 1971; Lenneberg, 1960, 1964, 1975, 1982; Ferguson y Garnica, 1983; Antinucci y Parisi, 1982; Jacobson, 1983; Hewes, 1975; Bellugi, 1974; Bever y otros, 1965; Blanchard, 1966; Bloomfield, 1961; Blount, 1970; Braine, 1963a, 1963b; Britton, 1970; Brown, 1973; Fries, 1964; McNeil, 1970, 1971; Nelsos, 1973; Sinclair, 1978, Smith, 1966; Rousseau, 1984; Secall, 1984; Slama-Cazacu, 1977; Brouckart, 1977; Wells, 1987; Staats, 1965; Humboldt, 1991; Oleron, 1981; Whorff, 1965, 1971. 2) Darwin, 1974; Huxley, 1971; Humboldt, 1990, 1991. Popper, 1977. 2b) Popper, 1977, 1980. 3) Hayes y Hayes, 1952; Guillaume, 1925; Fryn, 1964; Leibnitz, 1946, 1988; Herder, 1959; Saussure, 1961. 4) Durkheim, 1924, 1978; Luria, 1980, 1985; Etkin, 1964; Hegel, 1983; Herbart, 1924, 1965. 5) Skinner, 1957, 1981; Brown, 1981; Cazden, 1968, 1970, 1974; Cazden, 1972; Whorff, 1971; Kernan, 1969; Staats, 1965; Smith, 1966; Sinclair, 1978; McNeil, 1968, 1971; Menyuk, 1971; Morton, 1971; Mehler, 1971. 6) Skinner, 1957; Hull, 1920, 1930, 1943; 6b) Brown y Hanlon, 1970; ver Lenneberg, 1982. Broadbent, 1983; Brown, 1981; Brown y otros, 1954, 1964. 7) Ver Taylor, 1986; Miller y Selfridge, 1950. 8) Ver Taylor, 1986; Herriot, 1970; Greene, 1975; Miller e Izar, 1963. 9) Chomsky, 1959; McCroquodale, 1970; Ver Taylor, 1986. 10) Braine, 1963; Shlesinger, 1982. 11) Gould, 1971, Hull, 1943; Moerk, 1974 Kobashingawa, 1969; Philips, 1973; Robinson, 1971, 1972; Bever, 1974; Blount, 1972; Frasser y otros, 1975; Drach, 1969; Schlesinger, 1983; Etkin, 1964. 12) Bandura, 1962; Hayes y Hayes, 1952; Guillaume, 1925; Fryn, 1964; Leibnitz, 1946, 1988; Herder, 1959; Saussure, 1961; Godel, 1857; Ver Schlesinger, 1983. 13) Slobin y Welsh, 1971; Brown y Bellugi, 1964; Ervin, 1964, 1974. 14) Nelson, 1977; Nelson, Carskaddon y Bombilliam, 1973. 15) Lenneberg, 1982. 16) Chomsky, 1971, 1978; ver Schlesinguer, 1982. 17) Luria, 1980, 1985.

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Cap. XVII.- PENSAMIENTO Y LENGUAJE: RELACIONES

El tema central de este capítulo es el de las relaciones entre el pensamiento 1 y el lenguaje . A este respecto son varias las teorías relevantes las que ponen de manifiesto estas relaciones: a) la que considera el pensamiento como algo distinto e independiente del lenguaje, b) la que considera el lenguaje como un proceso dependiente del pensamiento, c) la que condidera el lenguaje y el pensamiento como dos cosas idénticas, d) la que defiende la dependencia del pensamiento respecto del lenguaje, e) la que considera el lenguaje y el pensamiento como dos procesos que se ayudan mutuamente, f) la que entiende que el lenguaje es el que marca la dirección de la conducta, etc.

1.- LA DISTINCION E INDEPENDENCIA ENTRE PENSAMIENTO Y LENGUAJE Pensamiento y lenguaje tienen un origen distinto y sus funciones, al menos parcialmente, también son distintas e independientes. Esta es la teoría aristotélica tradicional, es decir, la que ha sido aceptada y utilizada en casi todos los campos de las ciencias del espíritu, sobre todo, en el campo de la teología y la filosofía: el pensamiento y el lenguaje son dos procesos psíquicos distintos producidos por el individuo en virtud de la acción de dos facultades también distintas, la facultad de la inteligencia y la facultad del lenguaje. En los tiempos actuales también es defendida por muchos autores, si bien, cada uno de ellos introduce sus propias matizaciones. a) El primero de los pensadores que merecen citarse en este apartado es PIAGET. En sus estudios parece claro que, en sujetos debidamente entrenados, las estrategias lingüísticas no interfieren ni ayudan de forma decisiva a la inteligencia en el desarrollo de sus actividades, por ejemplo, en la tarea de la solución de problemas. Tampoco se advierte una eficacia relevante del lenguaje en los procesos consistentes en el paso de uno a otro de los estadios evolutivos de la inteligencia, por ejemplo, en el paso del estadio de las operaciones concretas al estadio de las operaciones formales. Lenguaje y pensamiento se necesitan y se ayudan, como veremos, pero ninguno de ellos es un factor determinante respecto del otro. Tiene un mismo origen que es la inteligencia y la trayectoria que sigue el lenguaje es la misma que sigue el pensamiento: van de dentro a fuera. Primero son personales o autistas para hacerse luego, con la edad, sociales o externos. El lenguaje viene a hacer posible la socialización del pensamiento. El lenguaje social es la meta, 2 mientras que el lenguaje egocéntrico está destinado a desaparecer . En cualquier caso el pensamiento y el lenguaje son dos actividades distintas e independientes. b) El segundo de los autores que merecen citarse es VIGOTSKY. El pensamiento y el lenguaje tienen un origen distinto y antitético, y, además, se desarrollan en sentidos opuestos, invadiendo mutuamente una parte de sus campos

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respectivos como dos círculos que se intersectan. En las primeras etapas de la vida el lenguaje es preintelectual, y el pensamiento es prelingüístico. Se desarrollan independientemente hasta que llega un momento en el que se produce la intersección. En ese momento el lenguaje se hace racional y el pensamiento se hace verbal. Es este el momento en el que el pensamiento se vierte al exterior por medio del lenguaje. Pero no todo el pensamiento, pues hay una buena parte de él que permanece ajeno al lenguaje (el pensamiento práctico), y hay también una parte del lenguaje que no se mezcla con el pensamiento. En efecto, hay en el hombre, sobre todo en el niño, una buena parte de su pensamiento que no es verbal y una buena parte de su lenguaje que no es racional o intelectual. En las primeras etapas de la vida el lenguaje es social, es decir, comunicativo (sus contenidos son las formas de comportamiento social o participativo: el niño vive unido a la madre y pendiente de ella), para volverse más tarde en egocéntrico e interior, dando lugar al pensamiento verbal: lenguaje interior. Los pasos, pues, son los siguientes: lenguaje desplegado, susurro, lenguaje interior. En esa zona en la que pensamiento y lenguaje se 3 interfieren, ambos se necesitan y se condicionan mutuamente . Por tanto son distintos procesos, pero, a partir de cierta edad, no son independientes. c) El tercero de los autores es LURIA. Su teoría acerca del lenguaje no sólo nos sitúa en la línea de VIGOTSKY, sino que, además, nos describe el proceso mediante el cual el lenguaje externo se convierte en lenguaje interno. En efecto para él el lenguaje interno no es un lenguaje para sí o un lenguaje privado de su parte final o parte motora. No es una réplica del lenguaje externo. El isomorfismo de la psicología behaviorista es inexistente. Los argumentos en contra de ese isomorfismo son muchos, pero el más importante consiste en la observación insistente de los comportamientos propios y ajenos en lo referente a la velocidad con que se desarrollan. La velocidad del lenguaje interior es infinitamente más elevada; la producción del mismo es casi instantánea. Es imposible que en tan corto intervalo de tiempo pueda desgranarse un enunciado o un discurso con la estructura del lenguaje externo. El interno tiene su estructura propia, estructura reducida o abreviada. El proceso de conversión del lenguaje externo en lenguaje interno es el siguiente: 'si se estudia atentamente la estructura del lenguaje que pasa de externo a interno, se puede constatar, primero que ese lenguaje pasa de ser lenguaje audible a susurro, y luego, a interior; segundo, que se abrevia, convirtiéndose de desplegado en fragmentario y plegado'. Resulta ser, de esta manera, un lenguaje 'predicativo', es decir, en virtud de su función reguladora de la conducta, indica el tema, lo que hay que hacer, pero no es nominativo, no designa el sujeto ni el despliegue detallado de la acción. Esos momentos o fases del paso de un lenguaje a otro son, pues: a) lenguaje desplegado 'tengo que escribir una carta a mi amigo', b) lenguaje fragmentario 'carta... amigo', c) lenguaje susurrado 'c..r..ta... am..go', d) 4 lenguaje inaudible, secreto o silencioso '...? ...?....? . Son distintos, por consiguiente, el lenguaje interno y el lenguaje externo, pero, para este autor, tampoco son independientes, pues, como veremos, el lenguaje interno es una transformación del lenguaje externo.

2.- LA DEPENDENCIA DEL LENGUAJE RESPECTO DEL PENSAMIENTO El lenguaje es un instrumento del pensamiento. Es esta también la tesis universalmente aceptada y defendida por las tradición aristotélico-escolástica de todos los tiempos. Lenguaje y pensamiento son distintos, pero no desvinculados el uno respecto del otro. El lenguaje está al servicio del pensamiento. El pensamiento

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humano es un proceso independiente y el individuo lo manifiesta al exterior (lo 5 comunica) por medio del lenguaje . El lenguaje, pues, no interviene en la producción del pensamiento; al menos no interviene como causa principal. El pensamiento es independiente del lenguaje, pero no viceversa. Puede haber pensamiento sin lenguaje externo (lenguaje verbal u otro tipo de lenguaje), pero no puede haber lenguaje sin pensamiento. El ejemplo antes citado basta para demostrarlo, pero no necesitamos ejemplos. Para convencernos de ello nos basta nuestra experiencia personal. El mundo de nuestro pensamiento es mucho más amplio y mucho mas rico que el mundo de nuestra expresión. De todo lo que pensamos sólo una mínima parte sale al exterior en forma de lenguaje. Pensamos para nosotros mismos. En esto consiste la riqueza espiritual de la persona. Cuando comunicamos a los demás algunos de estos pensamientos, en general, lo hacemos porque queremos o necesitamos de ellos más información, es decir, lo hacemos en la medida en que ellos pueden enriquecernos con el intercambio. La vida racional es la vida interior de la que tanto se ha hablado a lo largo de la historia del pensamiento. El desprecio por la vida interior, es decir, por la vida del pensamiento, para trasladar el interés a la vida exterior, a la vida del lenguaje, es el hito que marca la decadencia de la filosofía de forma lamentable en la cultura occidental. Este declive tiene su comienzo en algunos de los autores citados ya en este libro, por ejemplo, WITTGENSTEIN. A este respecto conviene repasar las lecturas publicadas recientemente por MARIO BUNGE que es una de las figuras más destacadas de la teoría de la ciencia en nuestros días. Por afinidad, hemos de reconocer que es esta la misma suerte que ha corrido la psicología, provocada por las mismas causas. La psicología moderna y la psicología actual se hacen cargo de esta teoría e introducen sus peculiaridades o matices cada una de ellas desde sus propios principios. La vinculación entre pensamiento y lenguaje obedece a las leyes de la asociación, según los asociacionistas. Hay vinculación si se establece esta asociación. Para los conductistas esta asociación es necesaria. Absolutamente necesaria, como lo es la asociación entre los estímulos y las respuestas. Sin embargo la experiencia demuestra que no es así. Esto mismo pensaban los representantes de la escuela de Würtzburgo: para ACH y para SELZ el lenguaje no interviene en la formación de los conceptos, ni en la solución de los problemas. Los representantes de la psicología de la forma son herederos de las ideas de SELZ: el pensamiento obedece a las leyes de la forma, no a las leyes de la asociación. Aunque luego se asocie al lenguaje, su producción es independiente de él. Las pruebas en favor de esta teoría son muchas; pero la más relevante está constituida por el hecho de que existen no pocos individuos impedidos para el lenguaje (sordomudos, paralíticos cerebrales, etc.), los cuales han dado muestras de tener unas capacidades enormemente desarrolladas para el pensamiento. Este es el caso de Helen Keller y tantos otros.

3.- LA DEPENDENCIA DEL PENSAMIENTO RESPECTO DEL LENGUAJE En realidad son dos las teorías que merecen ser recogidas en este apartado: a) la teoría de los conductistas según la cual pensamiento y lenguaje son la misma cosa, y b ) la teoría de aquellos que defienden la supremacía del lenguaje 6 sobre el pensamiento, convirtiendo al primero en causa determinante del segundo .

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a) Para WATSON no existen procesos mentales internos (pensamientos) independientes del lenguaje. Pensamiento y lenguaje son dos formas de una misma actividad motora (isomorfismo). El pensamiento es una actividad motora implícita, no constatable por los sentidos, mientras que el lenguaje es la misma actividad motora, pero explícita y constatable de una manera empírica, por ejemplo los movimientos musculares o movimientos guturales y linguales. Eso que llamamos pensamiento no es más que un lenguaje atrofiado. El pensamiento es el lenguaje interno, y éste es una inhibición o degeneración del verdadero lenguaje que es el lenguaje externo. Las palabras son simples respuestas a los estímulos externos sensoriales que proceden de los seres de la realidad, mientras que los pensamientos son respuestas internas a esos mismos estímulos, respuestas no perceptibles por los sentidos. Las únicas respuestas que pueden producirse en el organismo son las respuestas musculares o glandulares. Las respuestas mentales constituyen un supuesto no demostrado por la ciencia. Para explicar la conducta estas respuestas no pueden ser tenidas en cuenta. Por tanto no podemos hablar de contenidos mentales o mensajes de las palabras (ideas, pensamientos, representaciones), como algo distinto de ellas. Uno de los argumentos principales de los que se valen los conductistas es el hecho de que los niños y otras personas mayores ejercitan los mismos movimientos vocales cuando se encuentran acompañados y cuando se encuentran solos, es decir, cuando se encuentran ejerciendo el acto de pensar. Argumento que tiene muy poca consistencia, pues, también acontece con frecuencia que los individuos piensan sin ejercitar movimiento alguno, por ejemplo los, que por enfermedad u otros traumas se encuentran impedidos para los movimientos guturales o linguales. En esta misma línea se encuentra SKINNER. Para las teorías behavioristas, la relación entre pensamiento y lenguaje es el isomorfismo, como hemos visto. No es que el lenguaje sea la causa del pensamiento. Es que pensamiento y lenguaje son una misma cosa. Las palabras, en virtud del condicionamiento clásico u operante, no se asocian a las representaciones y, mediante las representaciones, a los objetos, sino directamente a los objetos. No existen tales representaciones; al menos, no existen como mediadoras entre el lenguaje y las cosas. Por eso no hay pensamientos distintos del lenguaje. VIGOTSKY, como hemos visto, se hace eco de la distinción clara entre pensamiento y lenguaje externo. Lo que sucede es que en el niño algunas formas de pensamiento son formas de hablar (isomorfismo). En realidad no piensa, sino que habla. No sabe pensar sin expresar o describir lo que piensa. Pero poco a poco el lenguaje va interiorizándose (el habla en silencio: 5 a 7 años). A esto es a lo que llamamos pensamiento. A partir de esa edad ya piensa sin hablar. Esta parte del pensamiento, pues, depende del lenguaje, o mejor, es un lenguaje interiorizado. Sin embargo los puntos débiles de esta teoría ya habían sido puestos en evidencia por muchos autores. PIAGET, por su parte, también entiende que el aumento de la capacidad para 'resolver problemas', por parte de la inteligencia, ni se corresponde con la interiorización del lenguaje ni es el resultado de su interiorización o del progreso del mismo; para comprender el lenguaje de un niño es necesario conocer sus maneras de pensar; el significado de las palabras no se corresponde con su nivel de desarrollo mental; las palabras 'más', 'menos', 'diferente', 'igual', 'derecha', 'izquierda', para ellos pueden tener sentidos muy diferentes de los 7 sentidos que tienen para nosotros . b) En Alemania son HERDER, HUMBOLDT Y WEISGERBER los defensores de la primacía del lenguaje sobre el pensamiento y la dependencia de éste sobre

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aquél: el lenguaje determina todas nuestras funciones psíquicas y configura todos 8 nuestros pensamientos . En Estados Unidos es WHORF el que se dedica a fundamentar científicamente estas tesis con numerosas investigaciones. Su teoría es conocida con el nombre de 'hipótesis de la relatividad lingüística'. De acuerdo con ella el individuo se encuentra incapacitado para desarrollar cualquier proceso mental con independencia de las pautas derivadas de la estructura lingüística del país en que vive. Las formas del pensamiento de cada uno se encuentran estructuradas y sometidas a las leyes de la configuración del lenguaje. El pensamiento es un proceso consistente en clasificar y ordenar los fenómenos del universo en forma de representaciones. Pues bien, estas representaciones se llevan a efecto utilizando los recursos que el lenguaje pone a nuestro alcance. El argumento fundamental estriba en que los pueblos que hablan lenguas distintas configuran su pensamiento según formas distintas. Los esquimales tienen palabras distintas para expresar los distintos estados de la nieve. Las palabras orientan la percepción del sujeto. Eso les permite conocer o pensar acerca de esos estados de una manera distinta de como lo hace9 mos nosotros . Para demostrar la tesis de la relatividad whorfiana BROWN Y LENNEBERG utilizaron el procedimiento de las palabras 'más codificables'. Estas palabras son aquellas a las que responden con más rapidez los individuos de un mismo idioma o un mismo individuo en distintos momentos de la prueba; por ejemplo, la palabra 'red' entre los angloparlantes para expresar un color. Pues bien parece ser que los colores más codificables son los que mejor se recuerdan. Con lo cual parece claro que la palabra condiciona la memoria. De la misma manera condiciona la percep10 ción y los demás procesos mentales . Esta misma idea de la prioridad del lenguaje se desprende de las teorías de CHOMSKY, MILLER y otros. Pero es WITTGENSTEIN, desde el neopositivismo lógico, el que hace una aplicación de ellas concretamente al pensamiento científico: el lenguaje tiene la fuerza suficiente como para configurar las ciencias y las ideolo11 gías . En la teoría que defiende la primacía del lenguaje sobre el pensamiento es ineludible la referencia a LURIA. Aceptando, al menos en parte, las tesis whorfianas, asegura que: a) el lenguaje condiciona nuestra percepción, por ejemplo, al captar y clasificar los colores; b) el lenguaje es la célula de la conciencia, por tanto es el factor elemental de todos nuestros pensamientos; c) el lenguaje es el medio del que se sirve la mente para operaciones tan específicas como la codificación de la experiencia, la abstracción, la generalización de los rasgos de las cosas, la formación de los conceptos y la solución de los problemas. 'Al generalizar los objetos, la palabra se convierte en un instrumento de abstracción y generalización que es la operación más importante de la conciencia (pensamiento)... Al abstraer el rasgo característico y al generalizar el objeto, la palabra se convierte en instrumento del pensamiento y en el medio de la comunicación'. La historia del lenguaje es la historia de la emancipación de la palabra respecto de la praxis, la separación del habla como actividad autónoma, la conversión de las palabras en un sistema de códigos. El lenguaje hace posible el pensamiento: 'la palabra duplica el mundo y da al hombre la posibilidad de operar mentalmente con objetos, inclusive en su ausencia...; el hombre tiene un mundo doble que incluye el mudo de los objetos captados en forma directa y el mundo de las imágenes, de las acciones y relaciones, de las cualidades que son designadas con las palabras'. 'La palabra no sólo reemplaza a la cosa sino que la analiza e introduce esta cosa en un sistema de

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complejos enlaces y relaciones. Nosotros llamamos significado categorial a esta función abstrayente, analizadora y generalizadora de la palabra'. Por tanto el lenguaje determina el pensamiento haciéndolo posible, pues afirma que los animales que no disponen del lenguaje no pueden producir esa duplicidad del mundo. Su relación con el mundo es meramente práctica o manual, es decir, física. No es intelectual a través de las imágenes, las acciones y las relaciones. Determina también la naturaleza y la dirección del pensamiento, pues, en virtud de las palabras, la mente produce sus categorías, sus enlaces y sus relaciones. 'Esta segunda forma, mucho más elevada (tarea constructiva), es el pensamiento discursivo o lógico verbal, mediante el cual el hombre, basándose en los códigos del lenguaje, es capaz de rebasar los marcos de la percepción sensorial directa del mundo exterior, reflejar nexos y relaciones complejas, formar conceptos, elaborar conclusiones y resolver problemas teóricos complicados'. Según este texto, el lenguaje y sus códigos constituyen el instrumento esencial del pensamiento. A primera vista es la misma tesis de la teoría aristotélico escolástica. Sin embargo no hay nada de eso. En los textos de LURIA el lenguaje es el instrumento necesario que hace posible la existencia y la construcción o estructuración del pensamiento, de manera que, sin el lenguaje, dicha existencia es inviable. Para la tradición aristotélica, por el contrario, el lenguaje es un instrumento únicamente para la comunicación del pensamiento, pero no para el pensamiento mismo, para su existencia y su desarrollo. El pensamiento, en cuanto tal, tiene otras causas principales e instrumentales, pero ninguna de ellas es el lenguaje; al menos no lo es 12 como causa insustituible .

4.- LA COOPERACION ENTRE PENSAMIENTO Y LENGUAJE Esta es la teoría que defiende la relación y cooperación entre pensamiento y lenguaje para el desarrollo de la vida psíquica: el lenguaje es una ayuda para el pensamiento. La teoría que defiende este tipo de relación entre el pensamiento y el lenguaje es conocida como teoría de los 'procesos intermedios', tal vez porque el lenguaje es considerado como un proceso intermedio entre la percepción y la 13 formación del concepto o la configuración del pensamiento . Uno de los autores más destacados en este campo es KENDLER. Su teoría puede resumirse en los siguientes puntos: a) de hecho hay conceptos en nuestra mente que no tienen necesariamente una denominación o correlato verbal; b) el lenguaje es una poderosa ayuda para la formación de los conceptos desempeñando la función que podemos llamar 'etiquetado' de los mismos o de los atributos o notas que lo constituyen; c) los individuos sometidos a experimentación con más facilidad para la formación de los conceptos tienen, a su vez, más facilidad para encontrar un nombre para esos mismos conceptos: hay, pues, una correlación entre ambas variables; d) cuando al pensamiento se une el lenguaje, el rendimiento intelectual y físico de los sujetos aumenta considerablemente. GLANZER Y CLARK desarrollan sus experimentos con los mismos resultados: entre E (percepción) y R (reacción a la percepción) hay siempre una construcción lingüística (verbalización) que activa las funciones para la formación del 14 concepto y la producción de la respuesta . SAPIR entiende que el lenguaje influye en el pensamiento pero que no lo determina.

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Las deficiencias de la teoría whorffiana respecto de las relaciones del lenguaje con el pensamiento (relativismo lingüístico) ha sido puestas de manifiesto por algunos autores, entre los que se encuentra GREENE. Cuando el problema se examina en profundidad y en toda su extensión no hay evidencia de que el lenguaje sea el factor determinante del pensamiento; sobre todo, no hay evidencia de que el lenguaje determine la percepción; ni siquiera la percepción de los colores, que es el campo sobre el que se han ejercido con preferencia estos experimentos. En efecto, es absurdo pensar que ciertas expresiones del habla inglesa condicionen el pensamiento y la acción de los individuos que poseen y utilizan ese idioma, los ingleses; por ejemplo, la expresión 'jugar al golf'. Esto no supone que el que la emplea tenga esos pensamientos o esas aficiones y, mucho menos, que practique ese deporte. Es cierto que en cada ambiente cultural hay unas determinadas expresiones que se corresponden con una cierta manera de pensar, por ejemplo: 'interrupción del embarazo' en vez de aborto, 'compañera' en vez de concubina o barragana, 'pareja' en vez de unión marital o amancebamiento, 'acción sindical' en vez de huelga, 'sacrificio de una res' en vez de muerte de la misma, 'dama' en vez de adulto femenino, 'deficiente mental' en vez de loco, 'hospital psiquiátrico' en vez de manicomio, etc. Pero, en realidad, esto no es más que una serie de eufemismos, y no supone que el pensamiento resulte suavizado o modificado por la esquisitez o la delicadeza de esas palabras. Más bien parece que es todo lo contrario: el individuo y la sociedad utilizan estas palabras porque tienen conciencia (pensamiento) de la gravedad, la ordinariez y torpeza de estas acciones o estas realidades, y, como consecuencia de ello, eligen o seleccionan las palabras de tal manera que esas acciones resulten suavizadas y, en cierta manera, dignificadas. Por tanto el pensamiento va por delante con todos sus matices. Esos matices son los que determinan en realidad las peculiaridades del lenguaje.

5.- EL LENGUAJE Y LA CONDUCTA El lenguaje cumple la función de dirigir la conducta interna y externa. Los 16 representantes de esta teoría son sobre todo LURIA Y VIGOTSKY . El mecanismo de este proceso es descrito por LURIA como algo que acontece en varias etapas: 1) En el niño de muy poca edad el lenguaje no influye en la conducta: la regulación de la misma está a cargo de los procesos perceptivos derivados de la propia acción; el niño que aprieta una pelota mientras una luz está encendida, no afloja la pelota aunque se le diga 'suéltala'; la suelta cuando la luz se apaga. 2) En la segunda etapa la palabra ya determina la acción, pero sólo en el sentido de activación; no, de inhibición; si se le ordena que apriete, aprieta; pero si se le ordena no apretar, sigue apretando. 3) En la tercera etapa (4,5 a 5,5 años) la palabra dirige la acción tanto en el sentido de activación como en el sentido de inhibición; obedece tanto cuando se le manda apretar como cuando se le manda aflojar. 4) En la cuarta etapa el niño ya no necesita la voz; cuando ve la luz encendida o apagada aprieta o afloja por sí mismo sin necesidad de orden alguna. Es la interiorización del lenguaje. La interiorización de la orden constituye su lenguaje interno; con lo cual el lenguaje sigue dirigiendo la conducta. Si la conducta es compleja y encuentra dificultades, acude de nuevo al lenguaje externo hasta que las resuelve, es decir, hasta que es capaz de dominar o controlar la conducta desde dentro. El lenguaje interno, pues, constituye un sistema de orden superior que regula las acciones de la voluntad y del propio pensar.

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VIGOTSKY hace esta misma distinción entre lenguaje interno y lenguaje externo. El interno es un pensar constituido a base de significaciones puras, inconsistente y fluctuante, que se halla entre dos polos: la palabra y la idea. El lenguaje interno no se identifica sin más con el pensar: por ser inconsistente y fluctuante no puede ejercer esa función reguladora y directora de la conducta; pero al unirse y constituir una síntesis con el pensamiento, éste gana en claridad y se sitúa en un nivel superior. La forma concreta según la cual el lenguaje se convierte en factor regulador de la conducta nos es descrita de la siguiente manera: en la primera etapa de la vida el lenguaje es social, como hemos visto; se dirige al adulto; se dirige a él en general para pedirle ayuda; es la madre la que orienta su atención; el niño cumple sus instrucciones. En un segundo momento el niño, con ayuda del lenguaje, comienza a analizar la situación por sí mismo esforzándose por encontrar sus propias soluciones a sus problemas. En un tercer momento, y también con la ayuda del lenguaje, comienza a planificar personalmente la conducta para realizar lo que ya no puede conseguir por medio de la acción sobre el adulto (petición de ayuda); las órdenes se las da él a sí mismo. Este último paso constituye una función intelectual que es la función reguladora de la conducta desde el interior por medio de su propio lenguaje. La interiorizacion o racionalización del lenguaje consiste en la formación de nuevos tipos de actividad psíquica que van apareciendo juntamente con nuevos tipos de lenguaje. De esta manera el lenguaje interior del niño conserva las mismas funciones analíticas, reguladoras y planificadoras del lenguaje del adulto. Y en esto es en lo que consiste la acción voluntaria compleja entendida como sistema de autorregulación de la conducta con ayuda del lenguaje. En el primero de estos momentos el acto voluntario o dominio sobre la conducta se encuentra repartido entre dos personas: el acto conductual comienza con la expresión verbal de la madre y termina con la acción motórica del niño. En el segundo momento, cuando ya el niño domina el lenguaje, las órdenes se las da él a si mismo, en forma verbal externa, al principio, y, después, en forma abreviada que es el lenguaje interno. Por esto mismo el origen de la voluntad del niño se encuentra en la comunicación con el adulto. Esta dirección del lenguaje sobre el pensamiento y la acción quedó 17 demostrada ya antes con los experimentos de GAGNE Y SMITH : para resolver el problema de la torre de Hannoi (traspaso de los aros a otra torre) dividieron a los individuos en cuatro grupos: a) el primer grupo tenía que resolver el problema sin más (acción); b) el segundo grupo tenía que resolver el problema y explicar al final por qué lo habían hecho así (principio de la acción); c) el tercero debería resolver el problema diciendo cada uno lo que iba haciendo sin dar explicación de ningún porqué; d) en el cuarto, además de ir diciendo cada uno lo que iba haciendo, tenían que dar una explicación de por qué lo hacían así. Evidentemente los resultados de estos últimos fueron exactamente los que cabía esperar de ellos: fue el grupo que economizó más energías, es decir, el que evitó más movimientos inútiles, con mucha diferencia. Esta misma hipótesis fue confirmada también más tarde por los experimentos de STERN: estos efectos de ayuda al pensamiento y a la conducta no se producen cuando el lenguaje es utilizado a posteriori, es decir, cuando la acción ya ha sido realizada. Por tanto el lenguaje no es algo que acompaña al pensamiento y a la conducta, sino algo que influye poderosamente en ambos aumentando el 18 rendimiento de los mismos .

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6.- EL LENGUAJE Y LA CLASE SOCIAL La hipótesis de WHORFF es conocida impropiamente con el nombre de 'relativismo lingüístico', pues lo que resulta relativizado en el proceso psíquico no es el lenguaje, sino el pensamiento que el lenguaje determina. Por el contrario, la hipótesis de BERNSTEIN sí puede llamarse con todo derecho 'relativismo lingüístico', toda vez que es el lenguaje el que resulta relativizado en virtud de las diferencias de la clase social de los sujetos que lo emplean. Está demostrado que cada clase social, cada grupo, cada estilo de convivencia, cada organización cultural, cada institución social, etc., tiene sus propios patrones de habla o sus propios códigos de expresión mediante los cuales se facilita la convivencia, la comunicación 19 y el aprendizaje individual y social . Las clases sociales estudiadas por BERNSTEIN son la clase media o clase burguesa y la clase obrera. Pues bien, cada una de ellas tiene su propio código del lenguaje: la primera emplea un 'código elaborado', mientras que la segunda emplea un 'código restringido'. En esto hay un paralelismo con los estilos cognitivos o estilos de pensamiento (formas de pensar) de los cuales hablaba SPENGLER: el 'estilo de 20 la clase alta' y el 'estilo de la clase baja' . a) El código restringido se caracteriza por la utilización de palabras referidas a cosa concretas, la preferencia por las descripciones y el rechazo por el tratamiento de los temas de una manera sistemática, la utilización de oraciones simples, la incorporación de significantes afectivos, la ausencia de generalización o abstracción, la dependencia del contexto espaciotemporal, la utilización de pronombres impersonales (tercera persona, 'él', 'ellos'), la pérdida de la propia identidad en la el seno de las masas amorfas, la frecuencia de oraciones simples, etc. b) El código elaborado, por el contrario, se caracteriza por la riqueza léxica y sintáctica, el empleo de oraciones subordinadas, las construcción de estructuras complejas, la preferencia por la rareza y selección de los nombres y adjetivos, la generalización y abstracción de los contenidos, la independencia del contexto, la utilización de pronombres personales, sobre todo, el singular de primera persona o el 'yo', el egocentrismo, la seguridad y el aplomo, etc. La base o razón de ser de estas diferencias, para el código restringido, se encuentra en el refuerzo condicionante del grupo; y, para el código elaborado, en el afán por la identidad individual o valoración excesiva de la propia personalidad. En la teoría de SPENGLER referida, a los estilos de pensamiento o estilos cognitivos, las características del estilo de la clase baja tienen su máxima expresión en el razonamiento inductivo, mientras que las características del estilo de la clase alta tienen su máxima expresión en el razonamiento deductivo. Las base es en parte la misma que la de BERNSTEIN, haciendo notar, además, que el pensamiento y el lenguaje de la clase alta es conservador o consistente, mientras que el de la clase baja es progresista y efímero. TAYLOR recoge la opinión de algunos según la cual, mientras los usuarios del código elaborado tienen acceso a los contenidos del código restringido, los usuarios de éste no pueden acceder a los contenidos y las formas de pensamiento de aquél. Por tanto los miembros de las clases menos favorecidas padecen muchas privaciones o deficiencias cognitivas. Sin embargo ni BERNSTEIN ha sido capaz de demostrar estos extremos, ni otros autores están dispuestos a aceptarlos. LABOV, sobre un estudio del lenguaje inglés de los negros norteame-ricanos, comparado con el de los blancos, ha demostrado que no se trata de lenguajes superiores o

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inferiores, sino de lenguajes distintos. Y CAZDEN, a través de otros estudios paralelos, demuestra que el empleo de uno u otro de estos dos códigos no depende de la clase social, sino del contexto subcultural en el que se encuentra inmerso el 21 usuario .

7.- LA UNIDAD PENSAMIENTO-PALABRA No vamos a entrar ahora en la discusión o justificación de estas teorías. Pero sí vamos a constatar algunos hechos de nuestra experiencia que ponen alguna claridad en este tema. El primero de esos hechos es el que experimenta el profesor cuando se pone a explicar un tema ante sus alumnos. El hecho de tener que exponerlo por medio de palabras le revela que sus conceptos no estaban tan claros como él creía y que el pensamiento no estaba tan estructurado como para facilitar la intelección espontánea por parte de sus alumnos. El segundo hecho es el que experimentan los propios alumnos a la hora de hacer un examen: las palabras no llegan con la fluidez deseada. El paralelismo entre el pensamiento y el lenguaje parece quebrarse precisamente en los momentos en que más se necesita. Lo ideal y deseable, sin embargo, no es este paralelismo, sino un verdadero ensamblaje entre ambos sobre la base del servicio que el lenguaje puede prestar al pensamiento influyendo precisamente sobre él. Esto acontece de dos maneras: a) Las palabras cumplen la función de fijar las ideas. No tienen razón los detractores de la inteligencia humana cuando dicen de ella que es productora de ideas o conceptos, los cuales cuajan la realidad como témpanos de hielo (UNAMUNO,) cuando la realidad se caracteriza por cualquier cosa, menos por esa fijeza e inamovilidad. No tienen razón, repito, porque las ideas en la mente de un hombre normal, lo mismo que las imágenes, se caracterizan también por su fluidez y hasta por su inestabilidad. El hombre de ideas fijas es un hombre utópico, aparte de que lo que él tiene no son ideas, sino obsesiones u obstinaciones. No hace falta ser muy inteligente para observar las fluctuaciones de los contenidos de nuestra conciencia. Tampoco hace falta ser muy inteligente para detectar o constatar esas mismas fluctuaciones en las ideas referidas a la vida social, a la vida económica y a la vida política. Se trata de unas fluctuaciones y de unas imprecisiones, no sólo producidas por las cosas y los acontecimientos, sino, incluso, buscadas y provocadas en beneficio de la acumulación de riquezas y poder. Sin embargo las características y la naturaleza de la ciencia exige o impone esa fijeza de las ideas. Lo impone también la esquisitez de una conciencia moral recta y bien formada. Lo exige la fe y todos los asuntos referidos a la trascendencia de la vida. Pues bien, esa fijeza se logra por medio de las palabras que les dan cuerpo. El científico, cuando descubre un objeto nuevo, una ley, comienza expresándosela a sí mismo para pasar luego a expresársela o comunicársela a los demás. Esto le exige precisarla y lo logra imponiéndole una palabra o un nombre. Para CONDI22 LLAC una ciencia no es más que una lengua precisa y bien hecha . Incluso en la vida del hombre vulgar acontece eso: buscar una idea en la mente o tratar de traerla a la memoria, no es más que buscar o tratar de acordarse de la palabra que la significa. Las ideas se caracterizan por su fluidez, pero, cuando se atan a las palabras, la pierden, al menos en parte, pues las palabras ya están determinadas y amarradas a un significado en el diccionario. De esta manera el diccionario viene a ser algo así como un registro de ideas disponibles para todo aquel que quiera consultarlo o utilizarlo.

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b) Las palabras, por otra parte, hacen posible la flexibilidad de las ideas. Por ser elementos materiales, se prestan a la manipulación. Es sorprendente la cantidad de combinaciones, derivaciones y flexiones que experimenta el lenguaje en manos de los expertos. Es sorprendente de la misma manera la belleza, la profundidad y la riqueza que estos mismos especialistas logran empleando hábilmente esta manipulación. Pues bien, en virtud del ensamblaje entre las ideas y las palabras, es decir, en virtud de la significación, la manipulación del lenguaje arrastra detrás de sí la manipulación de las ideas produciendo, a su vez, los mismos efectos de variedad, riqueza, profundidad y belleza del pensamiento. Esto no supone ni mucho menos, que el pensamiento depende del lenguaje o que puede ser reducido al lenguaje, sino todo lo contrario. El hecho de conferir al pensamiento esa fijeza, esa estructuración, esa riqueza y esa profundidad y belleza es precisamente un servicio que el lenguaje presta al pensamiento. El lenguaje le ayuda, pero no lo suplanta, como quieren hacernos ver algunos pensadores obsesionados por el poder del lenguaje. En efecto, el pensamiento no se agota en el lenguaje. Los elementos del pensamiento son muchos, infinitamente muchos más que los elementos del lenguaje. Mientras que aquellos son potencialmente infinitos, las palabras son finitas en número: las que tiene el diccionario; ni una más. De ahí que haya ideas inexpresables e ideas que tienen que juntarse con otras ideas para ser expresadas por medio de una misma palabra (nombres equívocos y análogos, polisemia). Aun más, el servicio que el lenguaje presta al pensamiento es correspondido por el pensamiento con mucha generosidad; pues la dinámica y evolución del pensamiento es mucho mayor y más intensa; el poder creativo de la inteligencia es potencialmente infinito, como he indicado antes. Esto se convierte en un motor potente o una fuerza interna que azuza al sujeto para la creación de nuevas palabras y el enriquecimiento del lenguaje. Si el lenguaje no es una cosa muerta, es precisamente porque tiene detrás el pensamiento que le obliga a evolucionar y renovarse. Este problema tiene una conexión muy estrecha con el tema del origen del lenguaje. No es el momento de plantear ahora el problema de si el lenguaje y el pensamiento tienen distinto origen como sostienen CROMER y VIGOTSKY, entre otros muchos. En esto hay una confusión lamentable entre eso que entendemos por causa y eso que entendemos por origen. La causa es unívoca para cada uno de ellos, es decir, la facultad de la inteligencia es la causa para el pensamiento y la facultad del lenguaje es la causa para el lenguaje. Sin embargo, si por origen entendemos la serie de factores que intervienen como variables en el fenómeno de su producción, entonces el origen es equívoco, en unos casos, y análogo, en otros. Estos factores son subjetivos y objetivos, como hemos visto, individuales y sociales. En cualquier caso ninguno de ellos se constituye en origen respecto del lenguaje si no la hace a través de la inteligencia. Por tanto la inteligencia, y el pensamiento que produce la inteligencia, constituyen el origen principal e inmediato del lenguaje. El pensamiento se encuentra a la base de los procesos lingüísticos, siendo, respecto de ellos, lo que en otro lugar de este libro, frente a la 'performance' o activación, hemos llamado 'competencia'.

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Cap. XVIII.- EL LENGUAJE Y EL ESTILO DE VIDA

Si hacemos ahora una síntesis de las teorías expuestas en el capítulo anterior y tomamos lo positivo que hay en ellas, nos daremos cuenta de que el lenguaje y el pensamiento se influyen o condicionan mutuamente en algunos aspectos de su producción y desarrollo. Evidentemente el pensamiento no necesita del lenguaje para existir en la mente de cada individuo, pero, supuesta su existencia, está claro que el pensamiento se enriquece con el lenguaje, se hace más preciso, gana en claridad y distinción. Por su parte, el lenguaje, el verdadero lenguaje, se entiende, no puede existir sin el pensamiento; pues el pensamiento es el que le permite ser lo que es y le otorga la posibilidad de enriquecerse y llenarse de contenido. En muchas ocasiones las obras bellas no son bellas por las palabras y las frases que las constituyen, sino por la belleza de las ideas que se traslucen a través de ellas. El pensamiento y el lenguaje, pues, interactúan de una manera muy estrecha. Ahora bien, esta interactividad tiene mucho mayores alcances, pues invade la vida entera del individuo. Por una parte, vivimos como hablamos, y, por otra, hablamos como vivimos. En efecto hay sectores de la sociedad actual que, bajo el estandarte o la enseña del progresismo, emplean un lenguaje grosero, bajuno, tosco, rastrero e indecente. Hay personas de alto relieve social que abdican voluntariamente de las buenas formas, e, incluso, alardean de hacerlo. Pues bien, cuando a renglón seguido, examinamos el estilo de vida de los individuos que componen esos sectores de la sociedad, nos damos cuenta de que sus pensamientos, sus aspiraciones, sus sentimientos y su conducta, carecen en absoluto del grado mínimo de la decencia, la delicadeza y la finura que debe tener un hombre normal para hacer posible la vida social o, para hacerla medianamente aceptable. El falso progresismo fomentado desde ciertos sectores del poder constituido han hecho que los valores cambien de signo. Por esta razón el amor se ha convertido en sexo, y en consecuencia, se emplean las palabras más bajas y malsonantes del sexo para todo, aun para referirse a las cosas más sublimes; el trabajo se ha convertido en holgazanería o, lo que es peor, en aspiración y gusto por vivir a costa de los demás, y, en consecuencia, las palabras referentes a la indolencia se han impuesto sobre las otras referidas al trabajo y el esfuerzo que constituyen la única base de la dignidad del hombre; la religión se ha convertido en ateísmo o en odio y desprecio hacia los que tienen fe, y, en consecuencia, la blasfemia, el reniego, el taco, el juramento, el insulto, el desprecio y el terno, enhebrados en hilera, sin otro nexo que la mera yuxtaposición, constituyen la expresión más exacta de sus sentimientos; la comprensión y la tolerancia se han convertido en violencia, y, por esto mismo, la agresión, el insulto y la venganza o el desquite constituyen la moneda de curso legal para dirimir las diferencias; el afán por la cultura y el saber, junto con el respeto hacia la gramática se han convertido en incultura y desprecio hacia el bien hablar, por eso las frases correctas y elegantes, incluso en los medios de comunicación,

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han dejado paso a un lenguaje descuidado, tosco, chabacano, absurdo y depauperado. Es inútil y estéril el esfuerzo por encontrar en estas personas pensamiento profundos y coherentes. Tampoco hay en ellas sentimientos finos y delicados. En consecuencia, tampoco hay en ellas acciones nobles y desinteresadas. Lo suyo es la mentira o el embuste que les lleva, cuando más, a buscar una cobertura de honorabilidad medianamente aceptable para disimular estas miserias, estas desnudeces y estas mezquindades. Si el rostro es el espejo del alma, el lenguaje es el espejo del las ideas y los sentimientos. mal?. La ontogenia del pensamiento, la ontogenia de la vida afectiva (sentimientos), la ontogenia del lenguaje y la ontogenia de la conducta material, en cada individuo, no se desarrollan siempre de una forma paralela. Pero está demostrado que, cuando a una persona se le enseña a hablar bien, a elegir las palabras más convenientes para cada situación, a estimar el valor de las expresiones finas y elegantes, esa persona termina asimilando este lenguaje y, además, cae en la cuenta de que el contenido de las palabras soeces y toscas o blasfemas que antes empleaba no contienen los valores que hasta ahora les atribuía. La regeneración de los pensamientos, de los sentimientos y de la conducta en general, es decir, la regeneración del vida entera, es un hecho o una realidad que cabe esperar cuando se emplea como instrumento el lenguaje. Este es uno de los temas de muchas obras literarias, científicas y cinematográficas, por ejemplo My Fair Lady o Prety Woman. El lenguaje no es el único factor de la regeneración del pensamiento, esta es la verdad, pero es uno de los más poderosos. Si el ejemplo de la conducta arrastra, el ejemplo del lenguaje conquista, subyuga, convierte, seduce y apasiona. El que empieza hablando mejor, termina pensando mejor, amando más limpiamente, seleccionando las esencias genuinas de la autenticidad, saboreando más las cosas naturales y sobrenaturales, estimando los auténticos valores, incluidos los valores estéticos, siendo más solidario con su semejantes y emprendiendo una conducta más desinteresada. Este es uno de esos fenómenos que merecen una profunda consideración filosófica. La dimensión psíquica del mismo no es más que una consecuencia del juego de factores o principios metafísicos que intervienen en el proceso de forma chocante o, incluso, paradógica. En efecto, la tesis fundamental de este libro se centra en la subordinación del lenguaje al pensamiento como efecto, y a la vez, como instrumento del mismo. Si ahora afirmamos que el lenguaje puede condicionar o intervenir en el pensamiento y el la vida general del individuo que deriva de ese pensamiento, parece que estamos afirmando la tesis contraria, es decir, la tesis de que es pensamiento el que depende del lenguaje de una mera causal. Algo así como si dijéramos que es posible intervenir en las causas desde sus propios efectos haciéndolas depender de los mismos. La incoherencia de estas dos tesis parece evidente y la historia de la psicología nos muestra abundantes datos para afirmar que la segunda tesis, no sólo es posible, sino que, además, constituye una realidad insoslayable. Este es el caso del condicionamiento operante de la conducta entendido a la manera de SKINNER; con la única salvedad de que lo que se condiciona o altera, según la tesis del behaviorismo, no es la causa de la conducta, sino la conducta misma o el ejercicio de la causalidad de la causa. La incoherencia o contradicción desde el punto de vista de la metafísica consiste en que las causas no pueden depender de sus propios efectos, porque

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entonces nos encontraríamos con que los efectos serían, a su vez, las causas de sí mismos. Ningún ser puede ser causa de sí mismo. La 'causa sui' de la que hablan algunos pensadores constituye una verdadera contradicción, pues el ser que la encarna tendría que ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo respecto. pensamiento y la vida en general del alumno o del ciudadano en general actuando desde el lenguaje?. Evidentemente, no. Cuando decimos que desde el pensamiento se puede modificar o cambiar las ideas (pensamiento), los sentimientos, los intereses y la conducta, lo que estamos afirmando es que, actuando de esta manera, cabe la posibilidad de sustituir unas causas por otras: las ideas y los sentimientos toscos, soeces, viles, groseros, indignos, bajunos, indecentes y pobres, por otras ideas y sentimientos elegantes, finos, nobles, profundos, cultos, desinteresados y limpios. No se trata de encajar efectos heterogéneos en el seno de una causa única, sino de crear las condiciones idóneas para que se produzcan unas causas que se correspondan con sus propios efectos que son los efectos deseados. En otras palabras, no es que el nuevo lenguaje produzca unos pensamientos y unos sentimientos nuevos. Sino que son estos pensamientos y estos sentimientos los que nacen como una exigencia lógica y psicológica para dar contenido a un lenguaje nuevo que cumple, respecto del pensamiento, la función propia de los estímulos. A lo largo de este libro habrá podido comprobarse que en modo alguno se permite identificar los estímulos con las causas. Los estímulos animan o alientan a las causas para que ellas se pongan en ejercicio, pero no pasan de ahí. En modo alguno pueden identificarse con ellas o suplantarlas en el ejercicio de sus funciones específicas. Si a esto se añade que la causa, como en este caso, es un ser inteligente, está claro que sus ideas, sus sentimientos y su conducta se encuentran inmersos en ese mundo que se llama libertad, el cual es absolutamente heterogéneo respecto del mundo de los estímulos caracterizado por el determinismo o el mecanicismo. Una de las tendencias actuales por la que se deslizan algunas corrientes de la psicología práctica es la de la grafoterapia que tiene como fundamento la convicción de que hay una correlación estrecha entre los rasgos de la escritura y el modo de ser y comportarse del sujeto; de tal forma que, a través del análisis y modificación de los rasgos (intervención), puede mejorarse el modo de ser del sujeto (personalidad) y reconducirse la conducta. Si esto ac el lenguaje hablado?. Los grafoterapeutas tienen la seguridad de que sus convicciones se encuentran apoyadas en serios argumentos científicos. Tienen también la garantía que les proporciona el éxito obtenido con pacientes de diversa índole a los que han dispensado un tratamiento con sus propios métodos. Por desgracia, esta que pudiéramos llamar 'logoterapia' se encuentra menos desarrollada o, al menos, sus resultados no son tan espectaculares. Pero esto no debe desanimarnos. Lo que es deseable es que los interesados en ello abran un nuevo frente en este campo de la investigación. Posiblemente los resultados serán más alentadores, toda vez que los recursos del lenguaje hablado son infinitamente superiores respecto de los recursos del lenguaje escrito.

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BIBLIOGRAFIA

Nota.- Esta relación tan amplia de libros y autores se incluye a petición de los alumnos del Master de Logopedia como material de trabajo para su Proyecto de Investigación. Los propios alumnos y profesores del curso han colaborado en la búsqueda de estos materiales y en la redacción de esta lista. Los autores y libros citados o simplemente mencionados figuran en el último apartado de cada capítulo.

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