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March 11, 2017 | Author: monica | Category: N/A
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De Nuevo (Again) de Kim Pritekel
Traducción: Arelis, LeiAusten
DE NUEVO de Kim Pritekel
Título original: Again. Renuncias: No, no lo son. Si, lo hacen. No, no puedes. Subtexto: Esta historia es de este género, así que si no quieres leer algo de buen gusto, márchate. Violencia: Ninguna. Dedicatoria: Para Alexa, siempre y para siempre. Sinopsis por la autora: De caminos diferentes, pero convirtiéndose en mejores amigas durante la universidad, encontrando un amor imposible que nunca podrá ser. Separadas durante diez años por la vida y el tiempo, Caden enferma, le pide a Laurel que regrese a Boston sólo en caso de que algo vaya mal. Ahora deben intentar encontrar su amistad de nuevo, y a ellas mismas. Renuncias de Traducción: He tenido esta historia almacenada esperando por largo, largo tiempo a que concluyeran la traducción al español está de más decir que nunca se completó, hasta ahora. Las que ya han leído a Kim Pritekel saben que encontraran una Historia de calidad. Aclaro que esta es una traducción libre y es totalmente gratis, solo para su entretenimiento particular, no para comercializarse. Si van a publicar esta historia en otro sitio solo les pido que conserven los créditos de traducción de Arelis y el mío. Sin más que agregar las dejo continuar y disfrutar de la lectura. Copyright de la traducción: LeiAusten (2016)
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De Nuevo (Again) de Kim Pritekel
Traducción: Arelis, LeiAusten
PARTE 1
La lluvia se había detenido hacía horas, pero seguí mirando por la ventana de todas formas. No había nada mejor que hacer. Aún tenía que ir a verla, pero no podía dejar de pensar en ello y en lo que inevitablemente pasaría: Michael y Margaret Lodge, mirándome fijamente, profundamente, preguntándose cómo pudieron permitir alguna vez a alguien como yo en su casa o en su mismo mundo. Bueno, como Margaret me dijo hace tiempo, mi tipo era una equivocación. Sacudí la cabeza, cruzando los brazos con firmeza a mi alrededor. Después de casi diez años probablemente aún tenían que superar sus prejuicios infantiles. No importaba. No era por ellos por lo que estaba aquí. Caden. Ella era lo que importaba. Era el motivo por el que había regresado a Boston. Dije que nunca volvería, no había nada allí para mí. Nunca lo hubo. Pero ahora tenía que concentrarme en por qué estaba de regreso. Lo que me había traído aquí. Sólo una persona en la que podía pensar era lo bastante importante para el viaje. Maldición, ni siquiera me había molestado por el funeral de mi propio padre hacía tres años.
– Hey, Laurel. ¿Cómo estás? Soy Gooper. – ¿Gooper?– Pensé por un momento, confundida. Luego mis ojos se abrieron de par en par en reconocimiento y sorpresa. – ¿Mike? ¿Mike Lodge tercero?– Estaba sorprendida de escuchar su voz al otro lado de la línea. – Claro que soy yo. ¿Ha pasado mucho tiempo, eh? – Ya te digo. – Sonreí, apoyándome contra la larga ventana de mi estudio. Le hice señas a la modelo para que se cubriera. – Así que, ¿a qué debo esta sorpresa? ¿Y cómo me has encontrado? San Diego está muy lejos de Boston. – Michael rió entre dientes. 3
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Traducción: Arelis, LeiAusten
– Así es. Pero no es muy difícil encontrar a Laurel Gleason. Diablos, todo lo que tuve que hacer fue mirar detrás de una de tus fotografías colgadas en mi pared.– Reí junto con él.– Además, ayuda tener a unos cuantos parientes que conocen a la gran artista. Sacudí mi cabeza de nuevo sorprendida. – Sí, supongo que sí, y si me das sus nombres, los despediré. Así que..., – arrastré mi voz, la pregunta era obvia. –
Ah,
bueno,
desearía
estar
haciendo
una
llamada
de
cortesía,
pero
desafortunadamente no lo es. – Suspiró y yo comencé a preocuparme. – Caden está preguntando por ti. – ¿Qué?– Me incorporé inmediatamente, mi modelo me miró con preocupación. Le di la espalda y comencé a pasearme. – ¿Qué quieres decir, preguntando por mí? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?– Mi sentido del peligro se disparó al instante. – Bueno, hace tres meses le diagnosticaron un astrocitoma. En otras palabras, cáncer en el cerebro, justo en la base. – No...– murmuré. – ¿Está bien? ¿Es muy grave?– mi pulso comenzó a acelerarse. – Bueno, en tres días entrará a quirófano. No creo que sea una amenaza para su vida, pero siempre existe esa posibilidad. Quiere verte antes de la operación. Así que, aquí lo tienes… Dejé escapar el aliento que estaba conteniendo y cerré mis ojos, apoyando la mano sobre mi frente. – ¿Por qué pregunta por mí, Mike? – No lo sé, Laurel. Tal vez le preocupe no sobrevivir a la operación. Está atando cabos sueltos. Cualquiera sabe. ¿Vendrás?– preguntó después de una ligera pausa de vacilación. 4
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Observé la atestada calle de abajo, mi mente dando vueltas. Tomando la decisión, asentí. – Estaré ahí mañana.
Me estremecí y me alejé del frío cristal, mirando alrededor de la habitación del hotel. Todos parecían iguales después de un tiempo; cama, baño, cocina pequeña y un recibidor si tienes suerte. Los mismos olores, la misma sensación de vacío. Estaba tan contenta por no tener que viajar tanto ya... Conseguir una clientela cerca de casa fue lo mejor que le había pasado a mi carrera y a mi cordura. Suspiré. Me resultaba difícil conjugar a la Caden que había conocido con la mujer que era hoy. Ahora éramos tan diferentes. Yo, soltera, con una carrera. Ella, casada y madre. Y heterosexual. Pensé en la Caden que había conocido en Franklin y Marshall, hermosa y saludable. Alta, con el cabello negro que caía justo por encima de sus hombros, ese mismo cabello que adoraba que se deslizara por entre mis dedos. Sus ojos, de un azul brillante, casi eléctrico. ¿Valía la pena todo esto? Todo había terminado. Éramos jóvenes, e intentábamos descubrir quiénes éramos. Aún lo hacíamos... Caminé hacia la cama, recostándome, con las manos detrás de la cabeza, pensando en el último día que Caden y yo vivimos juntas como compañeras de cuarto...
– ¿Por qué haces esto?– Pregunté, mi voz tranquila y mis ojos hinchados y rojos de horas de luchar y llorar. – Tengo que hacerlo. No lo entiendes– dijo Caden de espaldas a mí, mientras continuaba embalando, doblando cuidadosamente cada artículo de ropa y colocando pulcramente todo lo que poseía dentro de sus maletas. 5
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– Tienes razón. No lo entiendo. – Suspiré, levantándome de la cama y caminando hacia la puerta. – Y creo que nuestra amistad no significa nada para ti como para decírmelo. Todo lo que quiero hacer es ayudarte. Caden se detuvo por un momento, mirándome por encima de su hombro. Sus ojos azules tristes y desesperados. – No puedes ayudarme, Laurel. Nadie puede. – Entonces me dio la espalda de nuevo. Sentí que otra lágrima comenzaba a deslizarse por mi mejilla pero no me molesté en quitarla, dejándola caer. Decidí intentar una táctica diferente. – ¿Qué hay de lo de ser una doctora, Caden? Eso es lo que has querido hacer toda tu vida. ¿Por qué estás abandonándolo todo? ¿Por qué vale la pena tirar tus sueños?– No me respondió. Intenté atravesarla con la mirada, hacerla recapacitar con el poder de mis ojos. Nada. – Está bien…– Susurré, saliendo del cuarto. El pequeño apartamento que compartía con Caden estaba a unos cuantos kilómetros de nuestra universidad, así que me dirigí hacia el Campus de F y M, mi lugar escogido para ir a pensar o estar a solas. Las nevadas estaban de camino mientras se acercaba el final de Septiembre. No me había cambiado mis bermudas, lo cual había sido un error, así que encontré un banco y me senté, doblando las piernas contra mi pecho. El cielo nocturno estaba lleno de estrellas, escasamente perceptibles sobre las luces de Lancaster, Pennsylvania. No se podían contar, pero consolaba saber que estaban aún ahí, aún para poder contarlas, estables. Necesitaba estabilidad en mi vida, y Caden había sido la mía. Hasta esa noche. Mi familia había sido dura, y yo estaba por mi cuenta desde hacía muchos años. Caden había sido la única cosa que podía mirar y saber que seguiría siendo la misma. Como el reflejo de un amigo, siempre ahí para ti. Y se había acabado. Escondí mi rostro en mis rodillas, la fría piel haciéndome temblar. ¿Qué era lo que ocultaba? 6
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– Hey. Levanté la vista, sobresaltada. Caden estaba mirándome, sus manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta. No dije nada, sólo la miré. Se sentó junto a mí, quitándose la cazadora y colocándola alrededor de mis hombros. Después se subió al banco para así poder verme de frente. – Parece que estás helada– Dijo. Yo resoplé. – Probablemente porque lo estoy. – Supongo– Miró hacia su muslo, tocando nerviosamente el material de sus tejanos. Comenzó a hablar, pero se detuvo, tomando un profundo suspiro a cambio. Luego soltó las palabras, – Estoy embarazada. Levanté mi cabeza de golpe y la inspeccioné, boquiabierta. – ¿Qué? Su cabeza cayó aún más y asintió. – Lo supe hace dos semanas. No podía decírtelo, Laurel. Estaba demasiado avergonzada. Yo estaba sin habla mientras miraba su perfil, tratando en balde de leer algo en él. – No lo entiendo. ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo pasó?– El corazón se me hundió en el estómago. Caden no sólo era mi mejor amiga, sino que también estaba completamente enamorada de ella. Me sentí traicionada, lo cual era absolutamente absurdo. No podía reprocharle nada, no tenía, ningún derecho. Nos habíamos dicho cosas, pero aun así... Ella no era mía. 7
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– Troy– murmuró. – En verano. – Oh. – dije, mi voz llena de frustración. Finalmente me miró, con lágrimas en los ojos, lo que me tomó desprevenida por un momento. No recordaba haberla visto llorar ninguna vez. – No me di cuenta, supongo… – No hay nada de que darse cuenta, Laurel. No íbamos en serio. Simplemente sucedió. – ¿Qué vas a hacer? ¿Por qué vas a dejar el instituto? Casi has acabado. ¡Sólo nos queda un semestre y medio para terminar!– Me volví sobre el banco para mirarla a la cara, sintiendo el dolor venir en olas. – Y ya te han aceptado en la escuela de medicina de Stanford. – Me sentía mareada. – Lo sé, pero tengo que hacerlo. No sé qué voy a hacer. Aún tengo que decírselo a él. – Se cubrió la cara con sus manos, su sollozo apagado antes de cortarlo. Levantó la vista, más allá de mí, sus ojos rojos y furiosos. – Dios no quiera que le pase algo al apellido Lodge. – Lanzó, para seguidamente ocultar de nuevo el rostro en sus manos. Comenzó entonces a sollozar de verdad. – Dios, ¿por qué yo? Sentí mi estómago tambalearse cuando vi a mi amiga derrumbarse. Acercándome, la envolví en mis brazos, meciéndola suavemente de un lado a otro, sus dedos se enterraron dolorosamente en la piel de mis brazos. No me importó. Era mi mejor amiga, y estaría ahí para ella sin importar el qué. Si sólo me lo permitiera.
Me recosté sobre el duro colchón a oscuras, observando la negrura del techo, me dediqué a pensar. Me había impresionado tanto escuchar la noticia de su embarazo... Nunca, ni en mis sueños más salvajes, podía haberlo imaginado. No Caden. No había hablado de Troy desde hacía un mes, y supuse que habían terminado. Bueno, lo esperaba, mejor dicho. Sonreí en la oscuridad. Qué inexperta era entonces... 8
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Estaba emocionada ante el primer día de universidad que me esperaba. Mi familia no era muy adinerada, pero yo estaba decidida a ir a una buena facultad, y no a alguna universidad pública de Southie. Quería una licenciatura de cuatro años, y ser la única en la familia Gleason en conseguirlo. Mi sueño era ser una artista, y sólo lo mejor podría ayudarme a conseguirlo. En el instituto había luchado por conseguir las mejores notas, y valió la pena todo el esfuerzo cuando me gradué con calificaciones casi perfectas y se me concedió una beca completa para la universidad Franklin y Marshall en Lancaster, Pennsylvania. La emoción me tomó por completo en forma de adrenalina el día que tuve mi carta de aceptación. – Laurel, recoge tu correo de la mesa. – Gritó mi madre desde el trastero donde estaba lavando. Dejé caer mi mochila en la silla de la cocina, miré sobre el montón de papel y viejos periódicos apilados en la mesa. Allí estaba. "Para Laurel M. Gleason de Franklin y Marshall. Oficina de Admisiones". Sin vacilar un segundo, rompí el sobre, devorando las palabras, con mis cejas levantándose más alto con cada una de ellas. – ¡Sí!– Salté, con mis botas despegándose y cayendo sobre el viejo y manchado azulejo de la cocina con un golpe sordo. – ¡Lo conseguí! ¡Me han aceptado! – ¡¿Qué demonios es todo este alboroto?!– gritó enfadado mi padre mientras bajaba las escaleras. Llevaba su usual camisa manchada y sus arrugados pantalones de trabajo. ¿Es que nunca se ducha? Me giré hacia él, balanceando locamente la carta en su cara. El tipo era un bastardo, pero no me importaba. En aquel momento se la hubiera enseñado al mismísimo diablo. – ¡Estoy dentro!
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– ¡¿Dentro de dónde?! Pude ver que se estaba irritando con el misterio, así que le di la carta. – ¡Me pagarán también!– mi padre tomó el papel, lo miró, su perpetuo ceño en su lugar. Levantó una mano y rascó su barba de tres días antes de que ojos verdes me miraran. Asintió con una pequeña sonrisa. – Bien por ti, niña. – Dijo, alejándose mientras abandonaba el papel sobre la mesa y tomaba una cerveza del refrigerador antes de dejar caer su peso en una chirriante silla. Bien. Ya había ganado el primer set. Recogí mi carta y me dirigí al trastero, espetándosela de frente a mi madre. Me miró, sobresaltada y molesta. – Lee. – Le dije, sonriendo de oreja a oreja. Tomó sus gafas de encima de su cabeza, y las puso en su nariz, entrecerrando los ojos a través de las lentes, la prescripción nunca bien en ellos. Levantó la vista mirándome, una sonrisa en su rostro. – Oh, Laurel. – Dobló el papel cuidadosamente y lo puso sobre la secadora, girándose hacia mí para encerrarme en un cálido abrazo. Me descubrí deseando perderme en esa muestra de apoyo. Lo había necesitado mi vida entera, y mi madre había hecho todo lo que había podido bajo el ojo avizor de mi padre. – Estoy tan orgullosa de ti, cariño. – Me apartó ligeramente, y me miró a los ojos, sus manos en mis hombros. Miré a su cansado rostro. – Vas a ir, y vas a ganarles a todos. Haz que me sienta orgullosa, como siempre lo has hecho. Haz lo que nunca hice, y lo que tu padre y tu hermano no pudieron hacer. – Miró en dirección a la cocina para estar segura que Derek Gleason no estaba poniendo atención. – No permitas que esta clase de vida te someta. No vale la pena. La miré fijamente, turbada. Mi padre era un hombre duro, alguien a quien yo no podía entender, pero no tenía ni idea que mi madre tuviera tal arrepentimiento en lo que
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respectaba a su vida. Me sentí tristísima de repente. También sentí la necesidad de salir de la casa y alejarme de mi familia, la sentí más fuerte que nunca. Ya en mi cuarto, me recosté en el suelo, con la radio a bajo volumen junto a mi cabeza. La sonrisa no abandonaba mis labios mientras la música se desvanecía y me concentraba en mi futuro. Me imaginé viviendo en el sur de Francia, con mis pinturas junto a mí mientras estudiaba a mi modelo paleta en mano, con un pálido lienzo frente a mí esperando a que tejiera mi magia. Suspiré contenta. Algún día.
Apunté las llamadas mientras revisaba mi correo de voz, luego volví a mirarme en el espejo suspirando. Estaba guapa, vistiendo unos cómodos pantalones de pana, una Henley color crema, y botas de excursión. Con un último retoque de mi mano atusando mi pelo rubio y corto, estuve lista para salir. Faltaba un día para la operación de Caden, y me había pedido que pasáramos el día juntas. Debo admitir que estaba algo sorprendida por esta petición. ¿De que podríamos hablar? No sabía nada sobre la vida que llevaba ahora, y tampoco quería meterme en su vida de nuevo. Algunas lecciones se aprenden bien de una vez...
– Hey, Laurel, aquí está tu correo. – Stacey dejó caer las cartas en mi escritorio antes de dejar el apartamento para ir al trabajo. Stacey Keller había ocupado el lugar de Caden como mi compañera de cuarto. Murmuré un gracias, y empujé el correo a un lado mientras terminaba mi boceto, mi pintura final cobraba vida en blanco y negro ante mis ojos. Horas después me levanté, estirando mi torturada espalda con los brazos sobre mi cabeza. Bajé la vista, mirando críticamente mi autorretrato. Entrecerrando los ojos, 11
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incliné la cabeza a un lado, sonriendo ante lo bien que había capturado el color de mis ojos y la expresión de mi rostro. Aprobándola con un leve movimiento de cabeza, vi el correo olvidado. Una carta en particular me hizo detenerme a media revisión. Era de Caden. Me senté al borde del escritorio, mirando por un momento el sencillo sobre blanco antes de abrirlo. Dentro había una simple tarjeta y un mensaje escrito a mano en el interior. "Hola, Laurel. Espero que te encuentres bien. Me enteré de que Stacey se había mudado contigo. Me alegro. Ayudará con el alquiler, supongo. Bueno, creo que tengo que llegar al asunto. Estoy segura que estás ocupada con los exámenes finales, y todo. Me voy a casar. Troy me lo pidió y acepté. Estoy emocionada a este respecto. Decidimos que un niño debe tener a su madre y a su padre alrededor, rodeados de felicidad. Espero que puedas venir. Te echo de menos y espero que estés bien. Felicidades por tu próxima graduación. Desearía estar ahí contigo. ¿Todavía piensas hacer el viaje a través del país que planeamos? La vida no es divertida. Con cariño, Caden." Leí la tarjeta de nuevo. ¿Felicidad para todos? La madre de Caden lo estaría, más que nadie, eso seguro. Giré la tarjeta, observando el día, la hora y el lugar. Faltaban sólo dos semanas. Arrugué la tarjeta en la mano y contemplé mi reflejo en el espejo, tratando de decidir qué hacer. La chica que me devolvía la mirada parecía confusa e insegura. Después de lo que nos habíamos admitido, ¿quería que la viera casarse con un hombre al tiempo 12
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que juraba pasar el resto de su vida con él? ¿Y cómo podía mencionar nuestro viaje? Ambas habíamos pasado horas y horas hablando sobre ello, discutiéndolo, planeándolo. Incluso creo que fue idea suya. Tiré la tarjeta y un satisfactorio ruido sonó cuando aterrizó en el fondo de mi cubo de basura.
El viaje a Beacon Hill fue agradable, los alrededores siempre me asombraban. Mi ojo de artista alcanzaba el éxtasis cuando miraba las calles arboladas, el largo y espacioso camino de piedras apareciendo delante, en su increíble y desafiante belleza. No había visto la magnificencia del prestigioso vecindario desde la universidad. No había cambiado en absoluto, pero aún seguía siendo estupendo. Conduje despacio mi Ford Explorer alquilado calle abajo de Mt. Vernon, mirando las enormes casas en la colina antes de alcanzar la propiedad de Michael y Margaret Lodge. Me habría encantado fotografiar algo de ellas. Quizás tendría algo de tiempo para ello durante mi estancia en Boston. La casa Lodge era hermosa, todo ladrillo, con casi doscientos años de antigüedad. Las seis chimeneas alcanzaban orgullosas los cielos, las ventanas altas observaban cual grandes ojos prohibiendo la entrada a quien no era invitado. Caden me dijo una vez que la propiedad le había costado a su bisabuelo cerca de dos millones de dólares hacía casi un siglo. No podía ni imaginar cuál sería su precio hoy en día. Silbé entre dientes mientras me detenía en la reja de hierro. El interfono de seguridad estaba colocado al lado de mi ventana abierta. – ¿Puedo ayudarle?– preguntó una profunda voz desde la oscura bocina. – Laurel Gleason.
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– Un momento, por favor. – Di golpecitos al volante mientras esperaba, observando una pareja de pájaros tomar vuelo hacia un árbol cercano. – Pase. En segundos la gran puerta se abrió y avancé, maravillándome de la L tallada en ornato del centro. La entrada era larga y tortuosa, altos árboles a cada lado del camino rodeado por acres de césped. Los caballos podían verse desde la distancia, corriendo o pastando. También podían observarse algunas edificaciones: uno o dos eran casas de huéspedes, otros eran casas de billar o cabañas. Justo sobre la línea de árboles se distinguían las chimeneas, que eran lo primero que veías de la magnífica casa. Increíble. Pensé en la primera vez que Caden me había traído. Había sido siendo estudiantes de segundo grado. Nunca estando tan cerca de algo tan espléndido, mis ojos alcanzaron el tamaño de un plato. Me detuve en el paseo circular, observando el Ferrari Testarossa que estaba estacionado justo frente a mi Explorer con su pintura rojo manzana impecable. Deseé deslizar mi mano sobre las finas líneas del coche, pero no me atreví por temor a activar un millón de alarmas y los perros de ataque, por el contrario, caminé hacia la puerta de entrada. Llegué hasta las puertas dobles con vidrio biselado. Localizando el timbre, lo toqué y esperé. No tuve que esperar mucho. La puerta derecha se abrió, y Mildred, la criada desde hacía veinte años, contestó con su gentil y ya anciano rostro mirándome. – Laurel. Qué bien volver a verte. – sonrió, millares de arrugas delinearon su rostro. Sus juveniles ojos azules aún brillaban. – Hola, Mildred. ¿Cómo estás?– le devolví la sonrisa y, cuando la anciana retrocedió y se hizo a un lado, avancé hacia el umbral. – Bueno, supongo que no puedo quejarme. Siento mucho que la señora Caden haya estado tan enferma. – Sí. Ha sido muy duro, estoy segura. ¿Dónde está?– Miré alrededor del gran salón. El mármol que cubría el suelo estaba pulido a la perfección. 14
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– En la biblioteca. – Gracias. – Sonreí otra vez y me dirigí hacia el vestíbulo principal. Algo parecido a unas mariposas comenzaron a revolotear en torno a mi pecho mientras me acercaba, y me pareció ser capaz de escuchar las páginas de un libro al ser pasadas. Con un profundo suspiro, entré en el largo y oscuro cuarto de anaqueles. El fuego repicaba suavemente en la chimenea, dándole a la estancia una cálida luz mientras que afuera el día oscurecía. Todo seguía igual que antes. Los mismos muebles, oscuros e impresionantes en su adornado tallado, los mismos cuadros en las paredes, y, en su mayoría, los mismos libros. La colección, sin embargo, había crecido. Observé la silla victoriana que estaba cerca del fuego; su tapicería de marfil seguía tan elegante como siempre. – Hola, Caden. Unos ojos azules levantaron la vista hacia mí, primero abiertos con sorpresa, luego estrechándose ligeramente con nerviosa precaución cuando unas pálidas y delgadas manos asieron los brazos de la silla. – Hola, Laurel. – Una lenta e insegura sonrisa se extendió por su delgada cara. – Gracias por venir. La miré, sorprendida por lo que veía. Estaba mucho más delgada de lo que recordaba y su cabello era mucho más corto, casi tan corto como el mío. Tal y como me había advertido Michael, sus músculos faciales habían sido afectados por la presión del tumor. El lado derecho se inclinaba un poco, haciendo que su personal y torcida sonrisa lo fuese mucho más y causando también que su párpado derecho pareciera que le pesaba. Mi corazón se apretó en mi pecho. Tuve que apoyarme en el marco de la puerta. Había pasado mucho tiempo y los sentimientos y las emociones del pasado me invadieron de
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repente. Todo lo que quería hacer era encontrar la manera de irme, dejar todo aquello atrás. Pero ahí estaba mi pasado, sentada, justo enfrente de mí. La suave voz de Caden me obligó a dejar mi pánico a un lado. – Sé que estoy diferente. – Extendió una mano y pasó sus dedos por entre los cortos y oscuros flequillos de su cabeza. – He tenido que cortármelo. – La sonrisa torcida apareció de nuevo. Sonreí también. – ¿Cómo estás? Me encogí de hombros, tomando un paso adelante y sentándome cerca de la chimenea, no lejos de ella con mis manos entrelazadas en mi regazo. – Estoy bien. Para ser honesta, ha sido agradable el dejar la ciudad por un tiempo y venir aquí. Aunque debo admitir que estaba realmente sorprendida cuando Mike me llamó. Caden asintió, mirando sus inquietos dedos en su regazo que golpeaban ligeramente la cubierta del libro. – Entiendo. Espero no haber interrumpido nada demasiado importante. – Me miró brevemente, sus ojos azules llenos de esperanza antes de desviar rápidamente la mirada. Sacudí la cabeza con una sonrisa mientras extendía la mano para ponerla en su rodilla. – Nada. – Para mi sorpresa puso su mano sobre la mía, apretando mis dedos casi dolorosamente. – Gracias, Laurel. – Dijo, su voz casi urgente. La miré, aturdida por la intensidad. – No hay de qué. – Los dedos comenzaron a acariciar suavemente los míos. – Estás guapa. – Dijo, mirando mi ropa y mis ojos, fijándose en todo. – He oído que te fue genial en California. Mi hermano conserva algo de tu trabajo…
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– Sí. Ya me ha dicho. – Yo miraba hacia nuestros dedos, sorprendida al sentir una sensación de calidez. Había extrañado su amistad. – Me alegro de que estés aquí conmigo. – Yo también.
¡Primer día de universidad! Descargué mi Volks (Volkswagen) atiborrada con todas mis pertenencias, llevando en un solo viaje tanto como podía cargar al dormitorio Marshall-Buchanan, tercer piso, habitación número 303. Sin aliento, dejé caer mis dos maletas y una mochila sobre el suelo, sacando posteriormente la llave de mi bolsillo. A punto de introducirla en la cerradura, se abrió la puerta y, de pie ante mí, apareció mi compañera de cuarto. La miré de arriba a abajo, cayendo en la cuenta de lo alta que era. Miré hacia abajo para observar su larga falda de algodón caqui claro y unas largas piernas morenas saliendo del fondo con sandalias en los pies. Mis ojos siguieron hasta su camiseta azul sin mangas y al collar de un solo diamante que colgaba en la hendidura de su garganta. Se detuvo súbitamente, sorprendida al verme. – Disculpa. No sabía que hubiera alguien. – respiró, su mano en su pecho. Me encogí de hombros. – Eh, está bien. Suele pasar. – sonreí, y conseguí una débil sonrisa a cambio. – ¿Eres la C.O.? – ¿Quién? – La C.O., Consejera de Orientación ¿No traes el equipaje de alguien al cuarto? – señaló mis bolsas, mirándome con curiosidad. Yo resoplé.
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– ¡Diablos, no! Nadie me ha ofrecido el trabajo de botones. Este equipaje pertenece a esta chica. – Apunté a mi pecho con una sonrisa. – Soy Laurel Gleason. – Extendí mi mano hacia ella. La miró por un momento, después observó mi rostro. – Caden Lodge. – Tomó mi mano en un delicado apretón que contradecía a su altura. No pude hacer nada más que reírme. Oh sí, definitivamente este sería un semestre interesante. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ – ¡Espera, espera, espera! ¿Qué estás haciendo? No debes lavar el rojo con el oscuro. ¿Nunca has lavado ropa antes? – Contemplé incrédula a mi compañera de cuarto desde hacía tres meses. Nunca la había oído alzar la voz ni enfadarse tanto. Sonreí abiertamente. Mala idea. – ¿Qué te parece tan gracioso, Laurel? Hablo muy en serio. – Oh. – Risa. – Perdón. Um, sí, he hecho la colada antes. Sin embargo, nunca lo he separado en miles de montones. – Miré hacia el suelo, mis dos montones, blancos y oscuros, que Caden estaba rápidamente separándolos en más pequeños. – Tu ropa durará más si lo haces de esta manera. – Dijo, asintiendo satisfecha. – Sí, pero mi detergente no lo hará. – la miré fijamente, ella se encogió de hombros. – Yo lo compraré la próxima vez.
El Café Rolland estaba en el corazón de Boston, la vieja ciudad que nos rodeaba. Nos sentamos cerca de la ventana, mirando la gente pasar. La mayoría miraba también hacia nosotras. – Y dime, ¿a qué te dedicas?– Pregunté, mirando a Caden que removía su ensalada. Me miró por un momento, después bajó la vista mientras separaba un trozo.
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– No hago mucho. Ser madre es un trabajo de jornada completa. – ¿Madre?– La miré, levantando las cejas. Sabía que tenía un hijo pero nunca me permití pensar en ello realmente.– ¿Qué tuviste?– No pude evitar darme cuenta de lo triste que era no tener idea si Caden había tenido un niño o una niña, ni su nombre o siquiera la edad. – Una niña, Annie. Cumplirá diez este año.– La miré, aturdida. – ¿Diez?– Dije súbitamente. Caden asintió con una pequeña sonrisa. – El tiempo ha pasado rápido, lo sé...– Bebió un sorbo de su té volviendo a colocarlo suavemente sobre la mesa. Observé el movimiento, sus elegantes manos y sus uñas de perfecta manicura. Justo como lo habían estado siempre.– Es una niña estupenda. – ¿Está en casa de tus padres?– Pregunté, colocando mi plato medio vacío a un lado. Caden reparó en algunas de las porciones de comida que yo había dejado con una pequeña sonrisa en los labios. – ¿Qué ha pasado con tu apetito voraz, Laurel?– Sonreí, encogiendo los hombros. – Quedó atrás junto con mis veinte. No puedo comer como un cerdo toda la vida.– Las dos lo sabíamos. – A lo que iba, Annie está con su padre esta semana. – ¿Con su padre? ¿Cómo? No entiendo. ¿No seguís casados Troy y tú? Las palabras salieron de mi boca y sonaron ásperas. Me sentí infantil mientras miraba mi plato. Caden se acomodó en su silla, tratando de ponerse cómoda, aparentemente no afectada por el tono descarado de mi voz. Agradecí ese detalle. – Troy y yo nos separamos.– Me sorprendió escuchar su tono, demasiado frío mientras hablaba de aquello.
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– Vaya. Lo siento. ¿Desde cuándo? – Hace diez meses. Quiero el divorcio, pero él no me lo concederá.– La miré, mi cabeza inclinada hacia un lado. – ¿Por qué?– Unos preocupados ojos azules me miraron. Se mordió el labio antes de responder. – Supongo que no cree que tres líos con tres mujeres diferentes, ni los años de abuso psicológico que ese bastardo me infringió son razón suficiente para un divorcio.– Nos miramos por un momento, ella casi retándome a decir algo en contra. Podía ver el dolor en sus ojos. Hubo un momento de silencio, y me pregunté qué hacer para romperlo. Me sentía incómoda, la intensidad en los ojos de Caden resultaba demasiado para mí. Me sentí como si tratara de leer cada pensamiento en mi cabeza. Carraspeé, mirando hacia la calle. Reuniendo mis pensamientos y a mí misma, me volví hacia mi vieja amiga con una sonrisa. – Ha sido agradable regresar al café. Me ha gustado mucho que lo hayas elegido.– Caden me sonrió de vuelta. – Sí. Pensé que sería un lugar apropiado para ir, considerando el momento. Sonreí con una pequeña inclinación, mirando hacia el mantel que mis dedos habían comenzado a acariciar. No sabía qué decirle. Tanto tiempo y tanto que habíamos pasado juntas y no sabía cómo volver a hacer que fuese como antes. – ¿Tienes una foto de Annie?– De repente sentía mucha curiosidad por ver a la criatura que Caden y Troy habían engendrado. De alguna forma, no podía reconciliarme con la idea de que ella hubiera tenido un hijo.
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– Claro.– Observé como recogía su bolso del suelo, de debajo de su silla, y comenzaba a buscar. De repente, parecía estar bajo el influjo de un renovado aliento. Caden había cambiado desde que habíamos ido a la universidad, pero en muchas cosas era la misma. Incluyendo físicamente. Ya no la conocía. Me preguntaba si alguna vez la conocí realmente. Nunca me mostró su verdadero yo, sólo lo que quería que yo viera. Ese hecho me había perseguido como una revelación durante años. Le había dado todo de mí, y ella sólo lo que le parecía más apropiada. Suspiré en silencio. Quizás, en aquel entonces, era todo lo que ella podía dar. – Aquí tienes. Miré su mano con una foto entre los dedos que se extendía a través de la mesa. Con una sonrisa nerviosa, cogí la fotografía y la miré. La contemplé fijamente, paralizada. Estaba mirando a los ojos de una Caden más joven. Los brillantes ojos azules con la misma luz, el mismo vigor y vida. La niña era mucho más baja de lo que suponía yo que lo había sido su madre a los nueve, pero el cabello, los ojos y la estructura de los huesos... todo era igual. Levanté la vista hacia los expectantes ojos de Caden. Sonreí. – Es preciosa, Caden. Es igual que su madre.– Una suave sonrisa apareció en su rostro mientras miraba en mis ojos. – Gracias, Laurel. Estaba ansiosa por que la conocieras.– Podía ver el inmenso amor que por aquella pequeña niña irradiaba de ella.– Le he hablado mucho de ti. – ¿En serio?– Pregunté, sorprendida.– ¿Lo que ha escuchado es reciente o ha oído mi nombre antes? Caden me contempló. Su rostro, como de costumbre, indescifrable. Parte de mí se arrepintió de preguntar, pero otra parte deseaba saber. ¿Había vuelto sólo a la vida y a
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la mente de Caden debido a su enfermedad? ¿Me había tenido en cuenta en la década pasada? Probablemente nunca lo sabría. Caden bajó la mirada, cogiendo la foto que le devolví, devolviéndola silenciosamente a su monedero. – Quería que fueras su madrina. Pero Troy nunca lo hubiera permitido.– Dijo suavemente, con sus ojos aún en su bolso. La contemplé, aturdida. Entonces me sentí como una idiota. – Lo siento. Supongo que regresar aquí ha traído también algo de toda la amargura del pasado. Unos ojos azules me miraron con comprensión evidente. Ella asintió. – Puedo ver por qué. Estoy segura que no hay nada que pueda decir para borrar el dolor que sentiste todos esos años en F y M, así que lo único que puedo decir es lo siento. Nunca quise herirte o dejarte fuera de mi vida, Laurel… – Entonces ¿por qué lo hiciste? – No pensé que tuviera opción en ese momento. Era joven, inexperta y débil. Lo sé ahora. Lo siento. Asentí, sonriendo ligeramente. Acepté su disculpa sinceramente, pero todavía existían demasiadas cuestiones que quería preguntar, muchas cosas que quería saber... Lo más importante, ¿cómo pudo permitir dejar ir su sueño? En aquellos días ser médico había sido todo lo que su corazón deseaba. Todo lo que siempre quiso hacer. Me pregunté si esa impetuosa necesidad todavía existía en alguna parte. – Está bien. Ahora con algo de retrospectiva y madurez, puedo entender cómo pasaron las cosas.
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Comencé a jugar con mi servilleta torciéndola en una cuerda. Caden siguió mis movimientos con sus ojos. – Creo que estás a punto de matarla.– Sonrió abiertamente. Miré a mi estrangulada servilleta y sonreí, soltándola para después lanzarla hacia la mesa. – Gracias. Nuestros ojos se encontraron mientras compartimos una sonrisa. Luego, el momento se fue. – ¿Por qué? Caden se encogió de hombros, unos oscuros mechones cayeron en sus ojos. Los hizo a un lado y tomó un profundo suspiro. – Por ser quien eres. Por estar aquí cuando no tengo ningún derecho a esperar que lo estés. Supongo que simplemente estarte agradecida por tantas razones. Por intentar estar ahí hace tantos años, aun cuando yo no hubiera escuchado. Te escuché, Laurel. Sólo que no podía dar la espalda a mis responsabilidades.– Golpeó ligeramente el bolso que aún se encontraba en su regazo.– Annie significa el mundo para mí. Estaría perdida sin ella.– Me miró con ojos suplicantes.– Por favor, entiende que hice lo que tenía que hacer.– La miré fijamente, conmovida por su honestidad, suplicando silenciosamente por entender. Finalmente asentí. – Te perdoné hace años, Caden.– Mi voz era suave, mi corazón en mis palabras. Una sonrisa cubrió su rostro, blanco y perfecto, ligeramente torcido afectado por el tumor. No dijo nada, en cambio cogió la cuenta del borde de nuestra mesa, y se levantó. – Yo invito.
Caden me había pedido que me quedara en su casa y que me reuniera con ella y su familia para el café, pero me negué. Apenas podía soportar la idea de pasar un tiempo 23
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con Margaret Lodge que no fuera absolutamente necesario. Así que regresé de nuevo a mi habitación de hotel, esperando la mañana siguiente en la que tendría que dirigirme al hospital en Boston. Inquieta, recorrí la ciudad un poco, caminando para soltar algo de mi reprimida energía, pero sin resultado. De vuelta al hotel, tomé de la Explorer mi block de bocetos y comencé a dibujar. El lápiz se deslizaba delicadamente en mis dedos con la punta apenas rozando la superficie del papel. Mis ojos estaban en las líneas, pero mi mente estaba en el pasado.
– De acuerdo. Quiero advertirte. Mi casa es del tipo grande, y mis padres son generalmente esnobs. Así que no te ofendas. – Genial. No puedo esperar a conocerlos.– Murmuré, mientras miraba por la ventana del Porsche 911 negro de Caden. Siempre me sentía extraña al subirme en semejante automóvil. Es el tipo de cosa que puedes ver en televisión pero que nunca imaginas que tu mejor amiga pueda tener. Sobre todo a la edad de dieciocho años. Teníamos bajada la capota, con lo cual el viento se deslizaba a través de nuestro cabello al tiempo que Caden conducía hábilmente el pequeño automóvil a través del tráfico de camino a la propiedad Lodge. – ¿Ves la punta de esas chimeneas? Ésa es mi casa. Cuanto más cerca estábamos de la mansión, más se abrían mis ojos. Estaba absolutamente conmocionada e intimidada por el tamaño y la riqueza de ella. – ¿Creciste aquí? – Pregunté, mi voz débil, casi en un respetuoso susurro. Caden se rió entre dientes, mirándome mientras presionaba algunos números en el código de la caja debajo del altavoz. La reja abrió un momento después, y estábamos conduciendo de nuevo. 24
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– Nací y crecí. Ésta es la casa familiar. Mi abuelo compró el lugar hace mucho tiempo. Era senador y ganó mucho dinero. Asentí tontamente, mirando con respeto la tierra, los establos y luego la casa. Caden condujo el Porsche hacia la entrada de autos, mientras yo seguía sentada y congelada en mi asiento, mirando la magnífica casa. Caden, que ya había abierto su puerta, me observaba. – ¿Vienes? – La miré, y sonrió.– Está bien. Ven. Con un profundo suspiro, abrí mi puerta, y recogí mi maleta, siguiéndola adentro. Atravesamos las puertas dobles con marco de madera oscura y elegante vidrio. Una vez dentro no pude evitar mirar a mi alrededor, boquiabierta. El suelo del salón estaba hecho de mármol. El sol de mediodía brotaba del vidrio teñido de las ventanas sobre las relucientes puertas delanteras, azul, rojo y verde. Bellamente tallado, el oneroso mobiliario surcaba la pared. Un enorme espejo se alzaba sobre una pequeña mesa que sostenía un jarrón de cristal con rosas. – Éstas son de los apreciados jardines de mi madre.– Explicó Caden. Extendí la mano, tocando ligeramente el suave y delicado pétalo de una. Eran hermosas, abundantes, y brillantes. Una de las rosas más increíbles que había visto nunca. A la derecha había una puerta, con madera oscura y vitral como las puertas delanteras, y al otro lado lo que parecía una estancia con algunos sofás que tenían pinta de caros, un piano y una de las chimeneas. Caden debió notar mi confusión. – Ésa es una sala de estar.– La miraba como si le hubiera crecido otra cabeza. ¿Qué demonios era una sala de estar? – Cuando mis padres tienen invitados, ahí es donde van.– – Ah.– A la izquierda de la puerta de enfrente había una entrada con forma de arco y más allá, lo que parecía ser un estudio o la sala, más o menos como la sala de estar, pero menos 25
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formal. Justo delante estaba una hermosa escalera que parecía envolver el cuarto entero. Miré intimidada al oscuro pasamanos tallado y el barandal que llevaba al segundo piso, continuando luego en el tercero. – Vaya...– suspiré. Una mujer mayor nos abrió la puerta y, para mi sorpresa, abrazó a Caden. – Hola, señorita. Me alegro de verla.– Dijo, su sonrisa abierta y cálida. Me miró, extendiendo una sonrisa similar. – Mildred, ésta es mi amiga de la escuela, Laurel Gleason. Laurel, Mildred. Ha estado aquí incluso antes de que yo naciera.– Caden se rió mientras la mujer le daba palmaditas en el brazo. – Oh, eso no es verdad. Pero casi.– Dijo la anciana, pasando la mano suavemente por su encanecido cabello que estaba apresado en un moño de malla. Vestía un uniforme azul oscuro perfectamente planchado, con el cuello almidonado y bien abrochado. – Un placer conocerla.– Dije, preguntándome si estas personas en realidad tendrían servidumbre. Nunca en mi vida había visto algo semejante, salvo en las películas. – ¿Están mamá y papá en casa?– preguntó Caden, dándole a Mildred su bolso y abrigo, e indicándome con un movimiento que le diera también mi abrigo a la criada. – Bueno, tu padre no está, pero creo que tu madre está en la cocina con Antonio. – Qué bien. Gracias.– Mildred asintió y me sonrió mientras nos dirigimos directo al vestíbulo. Mientras caminábamos, miré alrededor hacia la intrincada forma de los increíblemente altos techos, y el rico trabajo en madera alrededor de los marcos y cubiertas de las puertas. El trabajo en las paredes era obviamente original, y deseé detenerme y examinar cada uno, pero me mantuve al ritmo de los largos pasos de Caden alrededor 26
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del pasillo, detrás de la sólida escalera y hacia la cocina que, estuve segura, dentro cabría fácilmente mi casa de Southie. De pie, cerca del enorme refrigerador de inmaculado acero, había una mujer de mediana estatura, con pelo castaño, delgada, no tan alta como Caden pero más alta que yo, que hablaba con un hombre bien parecido de cabello oscuro y ojos negros. – Bueno, yo diría que lo estás haciendo perfectamente bien, Antonio. No en vano, sabes usar bien tu cuchillo.– Dijo la mujer, su voz baja y provocadora. Miré a los dos interactuar, encontrándolo interesante. El lenguaje del cuerpo era íntimo y coqueto, pero no quise hacer ninguna suposición. Quizá así es cómo la madre de Caden actúa con todos. Sí, claro. – Madre.– Pude escuchar la irritación en la voz de mi amiga. Margaret Lodge se giró precipitadamente, borrando la sonrisa rápidamente de su rostro. El cocinero se volvió hacia su tabla de corte y sus verduras. – ¡Cariño!– Margaret caminó hacia su hija, su ropa de seda volando alrededor de su cuerpo, haciéndola parecer que flotaba con sus elegantes movimientos.– ¿Cómo estás, amor? – Tomó la cara de su hija entre sus dedos adornados con pesados anillos, atrayéndola para un beso en ambas mejillas. Caden parecía miserable y ligeramente avergonzada. La señora Lodge se alejó de ella, tomando una mano entre las suyas, alzando los largos brazos de Caden hacia cada lado de su cuerpo, y la examinó. Caden lucía bien en un par de apretados chinos, una blusa azul de satén y botas negras de cuero.– Estás maravillosa, mi amor– . La examinó de nuevo, sus bien delineadas cejas se elevaron.– Sin embargo, estas delgada, cariño. En serio, debes alimentarte mejor. Tu ropas cuelgan de ti. No son baratas, ¿sabes? Las compramos para que te vayan bien, Caden. – Gracias, madre. Tú también estás preciosa.– Caden se miró a sí misma.– Lo sé. He estado tan ocupada, no tengo tiempo. Pondré de mi parte y comeré mejor. Madre, ella
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es mi amiga y compañera de habitación. Te he hablado de ella, Laurel Gleason. Laurel, mi madre, Margaret Lodge. Sonreí tímidamente, extendiendo mi mano hacia ella. La mujer me examinó, prestando especial atención a mi ropa. Me pregunté si el suéter que Caden me había prestado pasaría la prueba. Pero entonces, me di cuenta que mis jeans baratos estropearían la ilusión de que sabía vestirme. Finalmente tomó mi mano, la suya fría e impersonal. – Encantada de conocerte, Laurel. ¿De dónde eres, querida? – Del Sur de Boston. – ¿Oh? ¿De qué parte? – Así que, mamá, ¿qué hay para cenar? Estamos hambrientas. Miré a Caden quien estaba mirando directa hacia mí. Aliviada, le sonreí ligeramente, después retorné mi atención a Antonio con quien Margaret parecía estar completamente en su salsa, otorgándole también su atención. – Bueno, este es nuestro nuevo chef, Antonio. Es maravilloso. – Seguro que lo es.– Murmuró Caden. Yo disimulé la risa. – Antonio, di hola a mi hija Caden y a su pequeña amiga, Laurel. El joven chef se giró para vislumbrarnos, limpiando sus largas manos en el delantal que llevaba. Nos sonrió con sus hoyuelos a cada lado de la boca. – Un placer.– Dijo su voz profunda, con espeso acento. Sus ojos oscuros eran sexys, se las arreglaban muy bien para encontrar los de Margaret y bastante a menudo.– Ha sido una experiencia extraordinaria trabajar para tu madre. Es una mujer con un gusto impecable.– Le sonrió ampliamente a ella, luego a nosotras. Personalmente quise vomitar, pero Caden parecía un poco ofendida. 28
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– Encantada de conocerte, Antonio.– Dijo. Después giró la cabeza de vuelta a su madre.– ¿Dónde está mi padre, mamá?– yo podía ver los músculos de su mandíbula apretándose mientras trataba de mantener sus emociones bajo control. – Oh, tenía un viaje de negocios en Vancouver. Estará de regreso por la mañana.– Margaret suspiró y comenzó a caminar hacia el vestíbulo.– Oh, la cena estará lista a las siete y media. Vendrán unos cuantos amigos, así que vosotras dos podréis divertiros a solas, estoy segura. – Madre, sabías que venía este fin de semana a casa con Laurel con.– Su madre se giró desde la puerta. – Sí. – Entonces, ¿por qué has hecho planes? – Querida, mis amigos siempre vienen el primer viernes de cada mes a cenar. Ya lo sabes.. Además, debiste planear tu viaje para el sábado.– Con el beso volado que le lanzó a su hija aún en el aire y el bisbiseo de la seda, Margaret desapareció.
El sol comenzaba a subir sobre la línea de árboles con intensidad. Los primeros rayos de la mañana brillaban a través del delgado listón entre las cerradas cortinas de la ventana de mi cuarto de hotel. Entreabrí los ojos, levantando una mano para cubrirlos. Con un quejido abrí uno apenas, sólo para cerrarlo de nuevo. – Dios, es demasiado temprano para esto... Después salté cuando las alarmas sonaron, mis nervios zumbando con fuerza alrededor de mi cabeza. Con un golpe con la palma de mi mano, callé al reloj. Cinco y cuarto de la mañana. No podía ser. La operación de Caden estaba programada para las siete y me había pedido que estuviera allí cuando ella entrara. Así que me obligué a sentarme y a enfrentar el día. 29
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El surtidor de la ducha estaba caliente mientras me apoyaba contra la fresca pared de azulejo con un gemido escapando de entre mis labios. Mi reloj interno estaba completamente confundido. En la hora de San Diego eran solamente algo más de las tres de la mañana. Una hora únicamente para los pájaros. Pero, ay; Caden lo valía. Sabía que estaba asustada y quería estar allí para ella. También esperaba ver a Gooper de nuevo.
Observé a Caden, sus hombros bajos, su conducta transformada. Se sentó en su cama, una antigua cuatro-postes con un hermoso canopy de marfil. Su cuarto era enorme, tenía su propio baño con un jacuzzi en la esquina, separado de la monumental ducha. Unas grandes ventanas atravesaban la pared llenando el cuarto con la luz y calidez del atardecer. Yo estaba de pie en el centro del cuarto, no segura de qué hacer o de adónde ir. Después de dejar la cocina, nos dirigimos directamente a las escaleras del tercer piso, olvidando el resto de la gira. No estaba segura exactamente de por qué ella estaba tan molesta. No tardaría mucho en descubrirlo. Caden suspiró silenciosamente, después se puso de pie, caminando hacia el sólido guardarropa, mirando en el reflejo de las puertas, girando una y otra vez. Al final me miró. – ¿Te parece que estoy muy delgada, Laurel?– observé su cuerpo, alto y bien proporcionado. Realmente, nunca había reparado en ello demasiado, pero mientras la miraba me di cuenta de lo preciosa que era. Lo siguiente que supe, es que la estaba mirando fijamente.– ¿Laurel? – Pestañeé rápidamente, como si me hubieran golpeado. – Oh, um, no. Francamente no, um, no creo que estés demasiado delgada.– Miré a otro lado, sintiéndome completamente estúpida.– De hecho, um, pienso que estás realmente bien. En serio, um, bonita.– Miré hacia la alfombra blanca con mis dedos
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entrelazados uno alrededor de otro hasta que los nudillos tronaron, obligándome a hacer una mueca de dolor. Caden me miró con el rostro conmovido. – ¿En serio?– me preguntó, su voz llena de asombro. ¿Qué? ¿No le decía eso la gente habitualmente? – Bueno, sí. – Es tan amable de tu parte... Sentí ruborizarme desde las raíces de mi cabello hasta la suela de mis Reeboks. – Um, claro.– Me balanceé ligeramente en mi talones, mirando a otro lado. – ¿Crees que mi madre se está follando al chef? Mi cabeza se levantó de golpe con mis ojos completamente abiertos. No pude evitar que una sonrisa de sorpresa se extendiera por mi rostro. – ¿Qué? – Yo creo que sí. No sería la primera vez.– Caden se giró hacia el guardarropa, abriéndolo para revelar un surtido entero de ropa. Probablemente había más ropa en ese pedazo de mobiliario que todo lo que yo poseía junto. – Bueno, siendo honesta, Caden, no estoy realmente segura. Pero creo que es posible.– Ése había sido mi primer pensamiento, pero simplemente no sentí la necesidad de comentar nada sobre la madre de la pobre muchacha. Personalmente y tan sólo con la primera impresión de la mujer, no me agradó ni una pizca. Una impresión que, desgraciadamente, no desaparecería con el tiempo.
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Por la noche, Caden y yo nos sentamos cruzando las piernas en su sólida cama kingsided, y hablamos. Hablamos sobre todo y nada: padres, hermanos, y escuela. Pero, principalmente, hablamos sobre nuestros sueños. Caden se apoyó sobre la cabecera, estirando sus largas piernas y cruzándolas por los tobillos, mirando fijamente la parte inferior de su dosel. – He querido ser médico desde que puedo recordar, Laurel. Es todo lo que quiero hacer.– Se giró para mirarme. Podía ver el amor en sus ojos, la esperanza y la ambición.– Mi padre quiere que siga sus pasos, diciéndome que tengo una mente como la suya y que haría maravillas en el mundo comercial. Pero no quiero hacer eso. Me importa un carajo todo esto.– Levantó la mano, indicando el cuarto y todo el dinero que obviamente había implícito en él. – Bueno, la medicina puede ser bastante lucrativa.– Dije, pasando mi mano sobre el suave cobertor. – Sí.– Caden se encogió de hombros.– Pero ése no es el asunto. Quiero decir, maldición, estaría feliz de ir a ejercer en algún pequeño pueblo, aunque fuera una manchita de nada de un enorme mapa. – Mi amiga, Dr. Quinn, la mujer medicina. – ¡Exactamente! – Vi cómo se encendía la chispa en esos ojos azules, y mis espíritus comenzaron a volar. Nada amaba más que el que la normalmente inexpresiva Caden se llenara de emoción ante algo. Simplemente parecía no importarle nada, o se negaba a mostrarlo. Eso me molestaba.– ¿No lo ves, Laurel? Ser médico tiene mucho de pasión, devoción y comprensión que de otra cosa. Me pone tan triste que la mayoría no lo vea de esa manera, o que aquellos que lo ven al principio lo pierdan. El dólar es muy poderoso. Mientras mi amiga comenzaba a entrar de lleno en el tema, yo observaba su rostro animado, sus manos moviéndose ferozmente mientras explicaba todo los pequeños e intrincados detalles de la medicina, dónde quería estudiarlo y con quién. No podía hacer 32
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otra cosa más que sonreír. Qué maravilloso espectáculo. Me encantaría que alguien tan dedicado a su sueño fuera mi médico. – Serás una increíble médico algún día, Caden. Se detuvo a medio discurso y me miró, sus ojos todavía abiertos por completo, sus manos envueltas alrededor del asa de su armario. Una lenta sonrisa se extendió, como un amanecer, iluminando su rostro. – Gracias Laurel. Eso significa mucho. Sonreí con un asentimiento. Lo creía, y quería que ella la creyera.
Conduje alrededor de los aparcamientos del hospital, increíblemente atestado incluso a la ridícula hora de la mañana en la que tenía que estar allí. Finalmente encontré un Mercedes que estaba saliendo y aceleré, intentando superar tres filas antes que alguien más lo ocupara. Frené y me senté por un momento, contemplando por el parabrisas del Explorer el sólido edificio justo al final de todo. Caden ya estaba allí, con su familia al lado, imaginé. Cogí el libro que había traído para leer y me mezclé con el aire fresco de la mañana que prometía un hermoso día. Esperaba que fuera un buen presagio para Caden.
Caden y yo sostuvimos el contacto visual de lado a lado de su enorme cuarto. Aún tenía una suave sonrisa plantada en su rostro cuando un golpe sonó en la puerta. – ¡Adelante!– Gritó, girándose hacia el armario y sacando un par de pantalones de franela. Se volvió hacia mí.– ¿Quieres un par de estos para andar por aquí? Son bastante cómodos. Miré lo que sujetaba en su mano, no habiendo visto pantalones de franela antes. 33
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– Um, claro. La puerta de la habitación se abrió y un tipo alto y bien formado entró. – ¡Michael!– exclamó Caden, corriendo a los brazos que ya la esperaban.– ¡Por Dios! Mamá no me dijo que venías a casa este fin de semana. – Es toda una sorpresa, ¿no?– el abrazo fue largo y fuerte. Finalmente Caden se alejó y se giró hacia mí, con su mano aún sobre el hombro de él. – Laurel, éste es mi hermano, Michael Cooper Lodge. Mis cejas se alzaron, no escuchándola por completo. – ¿"Gooper"?– Michael se rió, Caden me miró como si hubiera perdido la razón. – No. Cooper.– Dijo de nuevo, dando énfasis al sonido de la c. Sintiéndome como una completa idiota, me ruboricé furiosamente, lo que me hizo sentir aún más estúpida. – Oh. Lo siento. Hola, Michael Cooper Lodge. Soy Laurel Michelle Gleason.– Me acerqué con la mano extendida hacia él. Era un chico bien parecido, alto como su hermana pero delgado como su madre. Su cabello era negro como el de Caden pero sus ojos eran una extraña mezcla de verde y gris. Vestía caquis perfectamente planchados y un suéter. Estaba bien aseado. Parecía el típico estudiante universitario americano. – Mucho gusto en conocerte Laurel. Soy Michael, o Gooper. Como lo prefieras.– Su sonrisa era cálida y provocativa. Caden nos observaba, sus ojos moviéndose del uno al otro. Si no lo conociera mejor, creo que estaba intentando flirtear conmigo. Oh, señor...– Bueno, os dejo por ahora, señoritas. Caden, me gustaría cenar contigo y con Laurel esta noche, si no os importa– Nos miró de una a otra, sonriendo y guiñándome un ojo antes de devolver su total atención a su hermana. 34
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– Oh, sí. Por supuesto. Nos podemos encontrar en el comedor en un momento, si quieres. – Nos vemos ahí.
Mis botas de excursionista hacían un ruido muy fuerte sobre el suelo pulido mientras me dirigía al tercer piso. Llevaba un ramo de flores frescas en una mano y mi novela en la otra. Finalmente encontré el lugar y pasé dentro. El cuarto estaba bastante desprovisto de cualquier color o adorno, salvo por un par de plantas y jarrones de flores que habían sido enviados ahí, obviamente para Caden. La estrecha cama de hospital estaba a la derecha, y un par de sillas con apariencia incómoda junto a la cama. Miré alrededor para ver si alguien ya había llegado. Por detrás era básicamente como hace tantos años. Su pelo castaño tenía exactamente el mismo color, aunque un poco más corto aún. Seguía teniendo la misma altura. Eché cuenta mentalmente de la edad que tendría ahora Margaret Lodge y supuse que estaría en sus cincuenta y algo. Estaba al lado de la cama con los brazos cruzados sobre el pecho que, si no me equivocaba, parecía más abultado. Riéndome entre dientes, noté que Michael Lodge Sr. no estaba por allí. Parecía ser que tan sólo estábamos Margaret y yo. Caden permanecía acostada en la cama, con algunos tubos ya sujetos a ella y, para mi disgusto, tenía afeitada la cabeza por entero. La contemplé, incapaz de evitarlo. Era algo que nunca había pensado que vería. Vestía una bata de hospital y parecía muy cansada. Unos oscuros círculos rodeaban sus ojos, que estaban medio abiertos. No segura de qué hacer, me adentré aún más en la habitación, aclarando mi garganta. Caden miró detrás de su madre y sonrió cuando me vio.
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– Laurel.– Dijo, su voz débil. Extendió una mano con suero hacia mí que tomé nerviosa mientras me acercaba a la cama. Margaret se alejó de mí, mirándome. Su rostro duro e inexpresivo. – Buenos días, Caden.– No tenía absolutamente ni idea de lo que decirle. Estaba nerviosa por su intervención, aun sabiendo que era lo mejor. Estaba nerviosa por estar allí y nerviosa como el diablo por estar en el mismo cuarto que esa horrible mujer que continuaba mirándome de arriba a abajo, como si estuviera midiéndome para algo. Reuniendo todo mi coraje y tragando el agrio nudo de mi garganta, me volví hacia la señora Lodge.– Hola, ¿qué tal está? Ha pasado mucho tiempo. – Efectivamente. Estoy muy bien. ¿Y tú? Sé que estás muy metida en el mundo de la fotografía. Examiné a Margaret, no segura si lo que había dicho significaba un comentario mordaz, o si era simple conversación. Nunca podrías asegurarlo con ella, así que decidí seguirle el juego. – Sí. Ahora estoy en San Diego. Me ha ido bastante bien. Me gusta mucho. – Eso está bien. Uno debe hacer lo que más le gusta. – Sí. No. Sigue sin gustarme. – ¡Laurel! Me giré sólo para verme sumergida en un abrazo monstruoso, sentí que mis ojos se me salían de las órbitas. Una vez que me devolvió al suelo, miré el apuesto rostro de Michael Jr. Una amplia sonrisa se extendió por mi rostro. – ¡Hey, Gooper!– Le golpeé ligeramente en el brazo y recibí una palmada a cambio. Frotando mi dolorido hombro, le sonreí.– Es genial volver a verte. 36
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– Lo mismo digo, enana. Estás fabulosa.– Me miró de arriba abajo y finalmente a los ojos. – Me enteré de que te casaste. Por fin...– Ambos reímos.– Es maravilloso. Felicidades. – Gracias, gracias. Felicia es estupenda. Le llevó cinco largos años convencerme de que necesitaba casarme con ella, pero me alegra que lo hiciera. Esperamos nuestro primer hijo para Noviembre. Un cálido sentimiento me invadió, seguido por una ligera envidia. ¿Porqué tanta gente en el mundo puede encontrar el amor y la felicidad, y el resto no somos tan afortunados? Entonces miré a Caden y me sentí como una idiota por siquiera pensar en eso. Después de todo, había terminado con Troy y ahora el tumor cerebral... Yo, al menos, tenía salud. ¿De qué sirve el amor sin salud? – ¿Cómo va la enseñanza, Michael?– preguntó Caden débilmente desde detrás de nosotros. Mike se giró y caminó hacia la cama. – Hey, tú. ¿Cómo estás, cariño?– Preguntó, besándola ligeramente en la frente. Caden sonrió. – Estoy bien. Contenta de que esto termine pronto. ¿Dónde está Felicia? – En clase. Dijo que sentía no poder estar aquí esta mañana, pero planea estarlo cuando te despiertes.– Caden sonrió acariciando suavemente una mejilla del rostro de su hermano. – Gracias, Mikey. Caden se volvió hacia mí, llamándome con su dedo. Caminé hacia ella, sentándome al lado en una silla. Oí a Margaret apartándose rápidamente de mi camino con un suspiro que denotaba molestia.
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– Hey, chica.– Dije, tomando su mano en la mía, cubriéndola.– ¿Cómo estás? ¿Cuándo vas a entrar? – Vendrán a por mí en cualquier momento. Me dieron algo para relajarme y me siento cada vez más cansada.– Bostezó, cerrando sus ojos con fuerza, luego los abrió, revelándome ese increíble color azul una vez más.– Muchísimas gracias por hacer todo este viaje por mí. Por esto. No tienes idea de cuánto significa para mí, Laurel. – Que me invitaras significa mucho también. Me alegra estar aquí para ti. Y sólo piensa– pasé mi mano sobre la superficie de su recientemente afeitada cabeza–, el look de Sinéad O’Connor está de moda y este verano pasarás menos calor. – Ja, ja. ¿Eres muy graciosa, no?– Sonreí, sorprendiéndome a mí misma al inclinarme y darle un pequeño beso en la frente. Mientras me incorporaba, los ojos de Caden estaban en los míos, los suyos llenos de lágrimas. – Tengo miedo, Laurel.– Susurró. Miré en las húmedas piscinas de azul y levanté una mano, acariciando suavemente un lado de su rostro. Estaba asombrada en cómo, de nuevo, su usual calma y su sereno comportamiento se abrían para revelar el alma vulnerable que habitaba debajo. Hermosa en su pureza. Justo como una niña. – Todo irá bien. Saldrás de esto y mucho más fortalecida. Todos estaremos aquí cuando lo hagas. – ¿Te quedarás?– Preguntó, su voz insegura mientras trataba de mantener sus emociones bajo control. Asentí. – Por supuesto. Caden sonrió, enderezándose para tomar mi mano de su rostro, apretando mis dedos. Tan rápido como hubo venido, el sentimentalismo desapareció. Aspiró una vez y sus ojos comenzaron a despejarse. 38
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– ¿Madre?– Me puse de pie y retrocedí, esperando a que llamase a Margaret sobre su cabecera. La señora Lodge, quien se había sentado en la otra silla y leía una revista, miró sobre las páginas con las gafas colocadas en su nariz.– ¿Dónde está Annie? Troy no la traerá esta mañana antes de que yo entre? – Bueno, él me dijo que todo dependía de si su niñera llegaba a tiempo. Hoy tenía una reunión temprano. – ¿Por qué no vas a por ella? – dijo Michael, su frente trazaba un surco profundo. Margaret miró intensamente a su hijo. – Yo no me muevo de aquí.– declaró, cerrando de golpe la revista y tirándola al suelo. Observé sorprendida, mirando a uno y otro.– Además, los precios de la gasolina están por las nubes últimamente... – ¡Madre!– Michael avanzó un paso hacia su madre, pero se detuvo cuando Caden puso su mano en alto, tocando su brazo. Pude ver los músculos de su mandíbula estrujándose. – Michael, está bien. Puedo verla después...– dijo débilmente. – Yo puedo ir por ella, si me dicen dónde ir.– dije, echando una mirada alrededor. Caden debía ver a su hija y Annie ciertamente tenía derecho a ver a su madre solamente en caso de que..., bueno, en caso de que algo saliera mal. – ¿Tú? – Dijo Margaret casi escupiéndolo. – Bueno, me imagino que la familia debe estar aquí. Quiero decir, puedo darme prisa y traerla y tratar de regresar antes de que Caden entre– mi voz se fue apagando mientras tres pares de ojos me contemplaban. – Yo puedo ir.– ofreció Michael.– Annie me conoce.– Miró fijamente a su madre, entonces se volvió hacia mí.– ¿Por qué no vienes conmigo? La compañía sería agradable.– 39
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Miré a mi amiga, era su operación y yo haría cualquier cosa que ella quisiera. Asintió, sonriendo. – Por favor, daros prisa…– Dijo. Caminé hacia la cama, la besé de nuevo en la frente y sostuve su mano. – Buena suerte, Caden. Todo irá bien.
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PARTE 2
El BMW de Michael se dirigió silenciosa y ágilmente a lo largo de las calles de Boston. Parecían estar igual que hace años. No había muchos cambios en la ciudad. Los primeros veinte minutos del trayecto pasaron en silencio, con Mike concentrándose en el tráfico del mediodía y yo observando el mundo pasar. Pensé en Caden y en su hija Annie. Una parte de mí estaba aterrada por conocer a esta niña. Parecía que había sido ayer cuando su madre y yo no éramos más que unas crías. O al menos así lo sentía yo. Me pregunté si debía ir a ver a mi madre y a mi hermano. Papá había muerto hace casi cuatro años. No fui al funeral. Él no se molestó en ir a mi graduación de la universidad, no le importaba un carajo nada que no fuera la botella. Dejó que su amargura y la bebida lo mataran. Buen viaje. – Y... ¿sales con alguien?– Me volví hacia Gooper, recordando aquella época en la que me había hecho la misma pregunta.
– ¿Sales con alguien, Laurel? No me extrañaría– los ojos grises de Michael bailaban con travesura. Seguí a Caden al comedor "informal", que era aún más grande que la mitad de mi casa en Southie. Miré a mi alrededor, maravillándome de la rica madera que revestía las paredes; la larga, y de aspecto caro, alfombra oriental bajo la hermosa mesa de oscura madera ya puesta para tres, pero con capacidad para diez. El candelabro sobre la mesa brillaba con prismas de cristal y los balanceaba, reteniendo cualquier luz en el cuarto y haciéndolo resplandecer. – Guau– respiré. Caden me sonrió, y se sentó, indicándome que la acompañara. Yo no podía hacer otra cosa que mirar fijamente.– ¿Sabes?, cuando me dijisteis que era el 41
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comedor informal, creí que sería como una barra de desayuno o algo parecido.– Ella rió. – Nop. Ésa es para la servidumbre. – Oh. – Buenas tardes, señoritas.–Michael atravesó la entrada y se sentó frente a mí con una sonrisa para ambas. No dije nada, sólo sonreí. En aquella época, estar cerca de cualquier chico de mi edad me ponía nerviosa. Michael Cooper Lodge III no era una excepción.– ¿Tenéis hambre, chicas? ¿Desde cuándo estáis aquí? Caden se aferró con las manos en el borde de la mesa, recostándose sobre el respaldo de la cómoda silla. – Llegamos esta tarde. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte? – Oh, supongo que hasta el domingo por la noche. ¿Y vosotras?– Nos miró a las dos. Fijé los ojos en la escena que se desarrollaba frente a mí, deseando que el cocinero o la criada, Jaime el mayordomo o quienquiera que se suponía que nos tenía que servir, lo hiciera de una vez. Estaba hambrienta. Caden y Michael continuaron hablando, mi mente en otra parte. Cuando estábamos en el cuarto de Caden, ella decidió cambiarse de ropa. Yo estaba sentada en la cama, mirando su enorme colección de muñecas, todas sentadas sobre una caja cerrada. Junto a la voluminosa caja había una casa de muñecas, construida como réplica exacta a la propiedad Lodge. Me levanté y caminé hacia ella. Detrás de las cristaleras me di cuenta que estaba hecha de muchos de los mismos materiales que la de verdad. – Vaya....– Exhalé, mirando por el lado por donde estaba abierta un poco. – ¿Te gustaría verla?– preguntó una voz detrás de mí. Me volví, justo a tiempo para darme la vuelta de nuevo. Caden estaba de pie detrás de mí, vestida solamente con la 42
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ropa interior y la otra en sus manos. No sabía qué hacer. Viviendo en un dormitorio de universidad había visto a muchas chicas en diferentes estados de desnudez. Pero nunca a Caden. Habíamos sido compañeras de cuarto durante todo un semestre, pero ella había sido muy discreta y siempre iba directa al baño del vestíbulo. Yo estaba roja y lo sabía. Sólo esperaba que ella no lo hubiera notado. – ¿Estás bien? No hubo suerte esta vez. Me di la vuelta despacio, Caden seguía de pie con la sudadera a medio camino de su cabeza, sus pantalones de franela ajustados pendiendo de sus caderas. Estaba en forma, tenía el estómago plano y sus costillas sólo se le marcaban brevemente. Asentí. – Sí. Sólo que me habías sorprendido. Eres siempre tan discreta en la escuela. – Oh, bueno– se puso rápidamente su camisa, arreglando su cabello después de haber metido su cabeza por el agujero del cuello–… No hay nadie más que tú. No tengo que preocuparme por si entra alguien o algo. Estaba sentada en la mesa, mirando la vajilla china expuesta frente a mí, sin darme cuenta siquiera de que me miraban fijamente como si hubiera perdido la razón. – ¿Laurel? ¿Hola?¿Hay alguien en casa? Mi cabeza se alzó de pronto y me giré para ver a Caden mirándome, con las cejas levantadas y un ligero atisbo de sonrisa en el rostro. – ¿Eh?– Caden señaló a mi izquierda donde una mujer permanecía de pie sosteniendo una bandeja e intentando no sonreír. Le sonreí, sintiéndome como una completa idiota y me retiré de la mesa, dejándola poner un panecillo en mi plato. – ¿Uno o dos, señorita?– preguntó.
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– Dos. Gracias.– Me miró extrañada, entonces caminó detrás de mí, preguntándole a Caden lo mismo. – Uno. En fin, Mike, de la forma en que lo veo, mamá no debería estar jugando con el personal.– La miré, sobresaltada por sus modales, o más bien por la falta de ellos. La mujer se apresuró hacia Michael y acto seguido se retiró a por más comida. Caden se dio cuenta de que la estaba mirando fijamente.– ¿Qué? – ¿No dais las gracias? – ¿Por qué deberíamos hacerlo?– preguntó Michael– solamente está haciendo por lo que mi padre le paga por hacer. – Sí, pero... Será mejor que me calle.–Sintiéndome increíblemente estúpida, corté mi panecillo a la mitad, tomando el plato de mantequilla que estaba en medio de la mesa. – No, no. Dime porqué lo dices.–Miré al curioso rostro de Michael, que se apoyaba hacia delante mostrando interés. – Bueno, lo que yo digo es que se le paga por serviros y estoy de acuerdo. ¿Pero, cuando vais a un restaurante no le das las gracias al camarero?– ambos hermanos se miraron y luego me miraron a mí. – No.– dijo Caden– A ellos también les pagan por hacer lo que hacen. ¿Por qué agradecérselo? Asombrada por lo que estaba escuchando, me concentré en mi amiga, con el ceño fruncido. ¿Puedes ser tan esnob que te olvidas de lo que la gente hace para ti?¿Tan mimada que su duro trabajo no significa nada? A cambio de esto, dije: – Míralo de esta manera. Aunque a esa camarera le paguen por servirte y no se pone de rodillas, sigue esforzándose para hacer bien su trabajo, ¿no?– ambos asintieron.– Así que, ¿por qué no agradecerle ese esfuerzo y no solamente el servicio?
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La puerta oscilante que llevaba a la cocina se abrió y la chica salió, cargando con una enorme bandeja de platos con comida.
– ¿Laurel?– me volví para ver a Michael observándome, el BMW se había detenido en un semáforo en rojo. – ¿Sí?–Él sonrió abiertamente. – ¿Adónde vas cuando desapareces así?– Le sonreí de vuelta encogiéndome de hombros. – Donde sea que me lleve mi mente. – Debe ser agradable.– Puso su atención al tráfico.– Unas muy agradables vacaciones mentales. Bueno, ya casi hemos llegado. ¿Ansiosa por conocer a Annie?– Mike puso el coche en movimiento una vez más, tratando de adelantar a un camión que insistía en conducir veinte kilómetros por hora. – Sí y no, para ser honesta. Estoy nerviosa.– Me volví hacia él, encontrando su mirada. – ¿Por qué? Me encogí de hombros. – No lo sé. Creo que el embarazo de Caden cambió demasiadas cosas entonces para mí. Cosas para las que no estaba preparada para cambiar. Soy muy egoísta, ¿eh? Lo volví a mirar, buscando algo de comprensión. Él se mordió el labio por un momento, igual que como solía hacer su hermana, mientras pensaba en su respuesta. – Puedo entender tu postura.– Rió silenciosamente.– ¿Sabes? Parte de mí deseaba que fueras a la boda de Caden y Troy. Quería verte por última vez. Sabía que las oportunidades de verte después de esa noche, eran equivalentes a ninguna. 45
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– Sí.– Aún podía escucharlo en mi cabeza, – ¡Vete de aquí, pequeña perra mentirosa! ¿Cómo te atreves a enredar a mi hijo de esa forma?¡Zorra!
Me estremecí. Un pequeño sonido me sacó de mi ensueño. Michael metió la mano en el bolsillo de su chamarra de cuero, cogiendo su diminuto teléfono celular y sacando la entena usando los dientes de manera experta. – Lodge.– hizo una pausa.– Ok, sí. Gracias. No llevará un tiempo. Adiós.– Puso el teléfono en su lugar correspondiente y se volvió hacia mí.– Era mi madre. Acaban de llevar a Caden a quirófano. Mi estómago se tambaleó de repente y comencé a preocuparme. – ¿Hay alguien más allí?– negó con la cabeza – No lo creo. Me sorprendería que mi padre lograra llegar a tiempo.– Dobló la esquina y entramos en una hermosa calle arbolada con caros brownstones a cada lado y diminutos e inmaculados jardines enfrente.– No has respondido a mi pregunta.– Me sonrió.– ¿Sales con alguien? Sonreí, apartando por un momento la vista de él. Algunos niños jugaban a la pelota cerca de la calle. – Bueno, digamos que no es muy serio, pero sí. Hay una mujer en mi vida. – ¿En serio?– puso el Beemer en la orilla, aparcando paralelamente a un árbol.– Por cierto, ¿cómo funciona eso entre las chicas?– puso el freno y apagó el motor, mirándome. – ¿Te refieres a lo de las citas y tal?– asintió.– Bueno, piensa en cuando tú y Felicia estaban saliendo. ¿Lo recuerdas?– Él asintió de nuevo.– Bien. Ahora elimina el pene… 46
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Michael explotó en risotadas, echando la cabeza hacia atrás. – Bien.– Rió, – Me has pillado. Vamos. La casa de Troy era impresionante, como imaginé que seria. Nada menos que lo mejor para él. Troy Shepherd tenía que poseer lo mejor. Me paré en la entrada, sin desear aventurarme mucho más allá; podía ver bastante desde donde estaba. Sentía nauseas sólo de estar dentro de la casa. – ¿Ves ese cuadro de allí?– susurró Michael, señalando una enorme lona con un manojo de peras pintadas con extraños colores. Asentí.– Troy pagó un cuarto de millón por ella. – ¿Por qué?– Le susurré también, contemplando la obra de arte.– Es cuadro sobre fruta. Él se encogió de hombros, precisamente cuando se escucharon pequeños pies bajando las escaleras. Miré hacia las estrechas escaleras para ver una pequeña versión de Caden corriendo hacia nosotros, llena de fuerza. – ¡Tío Mike!– Exclamó, corriendo increíblemente más rápido. Me preocupó que pudiera caer y rodar el resto del camino. – ¡Hey, munchkin!– Michael se arrodilló con los brazos abiertos para que ella se tirara en ellos. La observé, sorprendida por el parecido con mi vieja amiga. Annie me miró por encima del hombro de su tío, observándome de arriba a abajo. Finalmente la pequeña se apartó y Michael se levantó. Me miró, tenía el cabello peinado suavemente hacia atrás, brillante y saludable. Inclinó su cabeza a un lado, entornando sus ojos ligeramente. – Eres la amiga de mi mami, Laurel, ¿verdad?
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– Um, bueno, sí, soy yo.– Tartamudeé. ¿Intimidada por una de niña de nueve años? Relájate, nena. – Soy Annabel Margaret Shepherd. Mucho gusto conocerte, Laurel.– Extendió su pequeña mano y yo la tomé entre la mía, mucho más grande. Su piel era cálida y suave. Agitó nuestras manos arriba y abajo un par de veces, entonces deshizo el apretón. – Encantada de conocerte, Annabel. – Puedes llamarme Annie. La mayoría de la gente lo hace. Sonreí, cautivada por la niña. Llevaba unos vaqueros que con vueltas al final y unas botas de excursionista asomando por el fondo. Su suéter era rojo con rayas blancas y azules. Estaba lista para irse. – ¿Amy?– gritó, mirando hacia las escaleras. – Ya voy, ya voy.– En un instante una mujer joven, no pasaba de la veintena, se dio prisa en bajar las escaleras con una pequeña maleta en su mano. Vestía un ajustado uniforme de criada que completaba con un sombrero arrugado. Observé como sus pechos saltaban cuando descendía por las escaleras y que casi se le salían de la blusa.– Aquí tienes, Annie. Sé buena chica, ¿de acuerdo?– dijo, palmeando amorosamente la mejilla de la niña. Miré a Michael para ver qué pensaba de aquella mujer. Él me estaba mirando, en su rostro se reflejó el mismo pensamiento que el mío. Nos volvimos hacia el par. – Vale. Dile adiós a papá por mí y que lo quiero.– Dijo Annie, abrazando a la criada y tomando su maleta en su pequeña mano. La sirvienta asintió. – Por supuesto, cariño.– Se volvió hacia Michael y hacia mí.– Espero que todo salga bien.– Dijo secamente, entonces se dirigió de nuevo hacia las escaleras.
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La miré mientras se iba. Así fue como conocí a Amy. Era una mujer atractiva, pero en serio... Una niña de nueve años vivía allí. Me pareció que Michael estaba preocupado, pero se mantuvo bajo control de alguna forma. Annie se giró hacia donde nosotros mirábamos y rió disimuladamente. – Es normal en ella. Y eso que hoy va algo más vestida.– Ambos la miramos, pero ella ya estaba de camino hacia la puerta. Se detuvo con la mano en el pomo.– ¿Venís?
– La cena había sido increíble. Jamás en mi vida entera había comido un bistec tan jugoso y tan tierno. Me sentí como el perro que tenía en casa, lamiendo mis chuletas. A lo largo de la cena los tres habíamos tenido una gran conversación, hablando acerca de cualquier cosa, desde política a la coincidencia de que Michael iba a ir a estudiar en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania. Estaba a sólo una hora o así de nosotras en F y M. Cuando él ese enteró, sus ojos brillaron. Después de que terminamos de comer, se dirigió a mí. – Oye, Laurel, ¿quieres dar un paseo alrededor de la casa? Puedo enseñártela,– Era tan lindo. Su rostro expresaba tanta esperanza. No pude hacer otra cosa que decir sí. Así que nos fuimos. Caden salió al paso con una pobre excusa acerca de hablar con Mildred sobre planchar sus camisas mientras estaba en casa.– ¿Nos vamos?– Michael me ofreció su brazo y yo lo tomé. De momento. No quería resultar demasiado grosera. Dimos una vuelta por los preciados jardines de Margaret Lodge. Rosas por todas partes y su aroma llenando el aire nocturno, haciéndolo dulce mezclándolo con todas las otras variedades de flores y árboles. – Hermoso, ¿verdad?– Asentí, impresionada más allá de las palabras.–Mi madre puede tener muchos defectos, pero definitivamente despliega algún tipo de magia en el jardín. Ni siquiera tenemos jardinero. Insistió en hacerlo todo ella misma. Mi padre suele discutir con ella sobre ello a menudo.– Tomó una hoja de un árbol por el que pasábamos, comenzando a jugar con ella mientras caminábamos y él hablaba.– 49
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Personalmente creo que mi padre tiene razón. No debería estar aquí afuera excavando en la suciedad. – ¿Por qué no? Si le gusta... – Mi madre es una mujer de sociedad. Contratamos gente para hacer ese tipo de cosas.– Indicó la belleza que nos rodeaba.– ¿Sabes todo lo que entra en un jardín? Se arrastra en la suciedad como algún tipo de animal, arruinando la ropa y manchando de suciedad y estiércol las uñas.– Yo no podía creer lo que estaba escuchando, y eso que por entonces debía de haber estado acostumbrada a semejante actitud con lo que había visto en la escuela, pero aun así me sorprendía. Mi madre habría hecho cualquier cosa por tener tanto espacio para el jardín de sus sueños. En cambio tenía una pequeña parcela de tierra por fuera de la puerta trasera donde plantaba algunas flores y unas pocas plantas cada año. – ¿Sabes? Quizás no te caiga bien después de esta noche, pero voy a decirte una cosa, Michael, creo que te equivocas.– Me miró, su rostro mostró su confusión. – ¿Por qué? – Lo que quiero decir es, ¿en qué siglo crees que estamos? Si eso la mantiene feliz y ocupada, ¿entonces dónde está el problema?– Michael se encogió de hombros, tirando la hoja al suelo. Deslizó las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. – Supongo. Sólo que no lo entiendo. Así que hablemos de ti. ¿Qué quieres hacer cuando seas mayor?– Me sonrió. Yo simplemente me encogí de hombros. – Ser una artista, creo. Eso es todo lo que siempre he querido hacer. – ¿Eres buena? – Sí. Muy buena.
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Finalmente llegamos al hospital y me alegré. Quería saber cómo progresaba la operación. Caden había permanecido dentro casi dos horas. El cuarto de Caden estaba vacío, la revista (la que Margaret había estado leyendo sentada en la silla) sobre la cama. Las sábanas tendidas y la ropa de cama arrugada era la única indicación de que alguien había estado allí – ¿Dónde está mi madre?– Michael echó una mirada por todo el cuarto, abriendo la puerta del baño. Después saliendo al vestíbulo y mirando en ambas direcciones. Regresando a la habitación el teléfono de su chaqueta. – Uh oh.– Dijo Annie, sentándose en la cama deshecha. – ¿Qué pasa?– Pregunté, sentándome junto a la niña. Ella se encogió de hombros, mirando un ramo de flores sobre la mesa de noche. – La abuela esta otra vez en problemas. Oh, señor... Michael se apoyó contra el marco de la puerta mientras marcaba con expresión concentrada. Colocó el diminuto teléfono en su oído y esperó. Después de unos cuantos segundos habló. – Mildred, ¿está mi madre ahí? Gracias.– Pude ver su mandíbula apretada mientras esperaba – Soy yo. ¿Interrumpo algo? Bien. ¿Dónde diablos estás? Contemplé en estado de shock cómo Mike sermoneaba a su madre. No estaba segura de qué hacer; quedarme y escuchar, dejar el cuarto, hablar con Annie... Decidiendo que no eran asunto mío los problemas entre Michael y su madre, me levanté de la cama. – Suele pasar. Vamos.– Leyendo mi mente, Annie saltó de la cama de hospital, caminando hacia la puerta. La seguí. Caminamos hacia el vestíbulo en silencio. Me sentía fuera de lugar, como si no debiera estar ahí después de todo. Annie paseaba como si poseyera el lugar, mirando alrededor, sonriendo a la enfermera que pasaba. 51
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Me sentía como si debiera decirle algo, conocerla un poco. Me recordaba tanto a su padre... – Dime, Annie. ¿En qué año estás?– Parecía un buen tema para empezar. – Estoy en sexto grado de la escuela privada para niñas de Washington. – ¿Sexto grado? ¿No eres un poco joven para sexto grado? – La educación es muy importante para mamá, así que me enseñó a leer y a escribir cuando era pequeña. Pasó que la escuela me aburría cuando aún iba a Brewster, así que me avanzaron un par de grados y me trasladaron a Washington, donde todo me parece más interesante. Miré a Annie mientras caminábamos, apenada porque Caden intentara hacer con su hija todo lo que ella no pudo hacer. ¿Estaba empujando a su niña demasiado lejos y demasiado rápido? Pensé que era genial que Annie fuera tan inteligente, pero tenía que preguntarme si estaban permitiéndole ser una niña y no sólo una pequeña persona. – ¿Qué te gusta hacer por diversión, Annie? – ¿Diversión?– me miraba como si yo hubiera vomitado el suelo encerado. – Sí. Ya sabes, si sales por el centro comercial con tus amigos, o vas a ver películas, o... – Leo. Nos dirigíamos hacia un área del vestíbulo cuando vi una máquina de refrescos. Me enfilé en esa dirección con Annie siguiéndome. – Lees...– dije. Una declaración más que una pregunta.– Eso es genial, pero ¿qué otra cosa haces para divertirte? ¿No tienes ningún amigo en la escuela?
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Annie se encogió de hombros.– No. No realmente. Y no me importa. Son todos unos mocosos presumidos. – Oh.– Busqué en el bolsillo de mi pantalón hasta que encontré algo de dinero suelto.– ¿Qué quieres? – Un Sprite estaría bien. – De acuerdo. Sprite entonces.– Las monedas resbalaron en la hendidura al empujar el botón. – Mami no me deja tomar refrescos...– dijo Annie, de pie frente a la máquina, con los brazos cruzados sobre su pecho. Aún, mientras lo decía, podía ver el anhelo en sus ojos azules mientras miraba fijamente la lata verde en mi mano. – Que tal te parece esto: será mi obsequio especial para ti. ¿De acuerdo?– Con una mueca infantil, ella asintió, tomando el refresco ofrecido. – Gracias, señorita Gleason. – No, no. Nada de esa basura de "señorita".– Deslicé otro juego de monedas en la máquina, empujando el botón de Dr Pepper.– Me llamarás Laurel. ¿Entendido?– otra mueca e inclinación. – Entendido. Encontramos unas sillas y nos sentamos, bebiendo a sorbos nuestros refrescos. Pude adivinar que Annie tenía algo en su mente, pero decidí permitirle hablar sobre ello cuando estuviera lista. – ¿Dónde vives?– preguntó, mirándome por el rabillo del ojo. – En California. – ¿En qué parte de California? 53
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– San Diego. – Oh.– Annie tomó otro sorbo de su Sprite, con ese aspecto de concentración en su joven rostro.– ¿Estás casada, Laurel? Yo pensaba que la niña me diría que estaba preocupada sobre su madre, o que me preguntaría si su mamá iba a estar bien. Oh no. La pregunta del matrimonio. La miré por un momento lo bastante largo para hacerla mirar hacia otro lado, justo a la fascinante lata que sostenía en la mano. Yo no estaba segura cómo manejar la situación; ¿Debo darle simplemente un no? ¿O merecía una explicación? No tenía ninguna idea de lo que Caden y Troy le habían dicho o enseñado a Annie sobre mí, o sobre los Gays en general. – Bueno, no, Annie no lo estoy. – Mi papá me dijo que no te gustan los hombres. ¿Es verdad? Glups. – Bueno, sí. Es cierto.– La niña me dio la espalda por un momento, contemplando al hombre que fregaba el suelo cerca de la cafetera, acto seguido suspiró. – Vale. – ¿Vale?– La miré de nuevo. No tenía idea de qué hacer, o de adónde llevar la conversación. Parte de mí quería golpear a Troy, pero otra parte se alegraba de que hubiera salido el tema. – Yo también pienso que los chicos son algo tontos.– Miré hacia abajo para ver a Annie sonriéndome. Era una niña muy agradable. Me caía bien. – Ahí estáis. Veniros. El doctor quiere vernos.– Levanté la vista para ver a un Michael casi sin aliento y de pie en la puerta. Él se volvió y caminó de vuelta al vestíbulo. Me incorporé, seguida por Annie y me di prisa en seguirlo. 54
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El camino de vuelta a la escuela fue animado mientras Caden y yo hablábamos acerca de nuestro fin de semana en la casa de los Lodge. Yo aún no podía asimilar lo maravilloso e impresionante que era el lugar. – Creo que mi hermano ha caído en tus redes.– Dijo Caden con los ojos fijos en la oscura carretera delante de nosotras. Su pequeño automóvil deportivo maniobraba sin cesar dentro y fuera del tráfico. – Es un buen chico.– dije. No quise agregar nada más a su ya concebido plan de tenernos a su hermano y a mí como feliz pareja. A decir verdad, me gustaba Michael y pensaba que era agradable y atractivo, pero me gustaba como amigo. Era divertido hablar con él y teníamos mucho en común. – Sí, lo es. Quiere venir a vernos el próximo fin de semana.– Caden me miró de reojo. La miré, no muy segura de sí hablaba en serio o no.– ¿Te parece bien?– Me miró de lleno, con una sonrisa de medio lado. – Claro. Si Michael quiere venir a F y M por mí no hay problema. – Creo que quiere venir más para verte a ti que a mí. Sonreí, pero entonces miré por la ventana lateral. No estaba muy segura de cómo me sentía ante tal halago. Había tenido citas antes, en secundaria, e incluso había tenido un novio en plan serio, pero ya no estaba interesada en nada de eso. ¿Se vería obligado a lidiar con mi incertidumbre? No estaba muy segura de que eso fuera justo.
Todos permanecíamos en silencio, Michael sentado en una silla con Annie en su regazo, yo de pie en la puerta y Margaret no muy lejos apoyada contra la pared. A su vez, el doctor nos miraba a cada uno.
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– Bueno, eso es todo lo que tengo por ahora. Regresaré brevemente para decirles si le queda poco tiempo, o por si por el contrario, aún nos queda mucho tiempo. Desgraciadamente la hemorragia cerebral es algo común en estos casos. Con esas palabras reverberando en mi cabeza, salió. Todos nos quedamos aturdidos y en silencio, no muy seguros de sí era buena idea incluso respirar. Fue Margaret la que finalmente habló. – Llamaré a tu padre.– Salió de la habitación, con la mano en la boca. Indagué el cuarto con los ojos, buscando algo a lo que sostenerme. Encontré dos ojos grises, llenos de preocupación y con un reflejo de tortura. Miré a Mike. – ¿Estás bien?– él cabeceó aturdidamente. Annie envolvió sus delgados brazos alrededor de su cuello y él la atrajo para darle un firme abrazo. – ¿Mami no está muerta, verdad?– preguntó en su cuello. Michael la apartó suavemente para poder mirarla a los húmedos ojos azules. – Oh no, cariño. Mamá no está muerta. Logró salir bien de la operación, pero pasó algo malo y ha caído en coma. ¿Sabes lo que es eso, Annie? – Es cuando la persona duerme durante mucho tiempo, a veces no llega a despertar nunca.– Dijo la niña con su voz calmada e infantil. Michael cabeceó. – Bueno, sí y no. Tu mamá está durmiendo ahora mismo, pero no será durante mucho tiempo.– Él me miró, sus ojos llenos de esperanza y lágrimas. Sonreí, intentando darle toda la seguridad que pude. Atrajo a su sobrina de nuevo hacia él, enterrando la cara en su cabello. Paseé por los silenciosos vestíbulos del hospital, con mis manos en los bolsillos mientras miraba directamente hacia el frente, mi mente con Caden, no en lo que me rodeaba. No me importaba donde estaba. No me importaría hasta que ella no despertaba. Habían pasado dos días y nada. Aún permanecía en la UCI, pero los doctores tenían la esperanza de poder pasarla a su cuarto dentro de unos días. Michael 56
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y yo habíamos estado en el hospital casi todo el día, haciendo turnos para ir a comer y llevar a Annie con su padre y de nuevo al hospital. Ella aguantaba bien, sólo me permitió verla llorar una vez. Igual que su madre. Sonreí mientras caminaba, recordando de nuevo mi época con Caden cuando éramos más jóvenes.
Gooper comenzó a venir cada vez más a menudo. Salíamos los tres juntos y nos lo pasábamos genial. A él y a mí nos encantaba especialmente jugar al frisbee en Long’s Park. Caden odiaba jugar, se limitaba a sentarse sobre el césped con las piernas cruzadas para observarnos, con un libro de texto en su regazo. Michael se convirtió en uno de mis mejores amigos, junto con Caden, por supuesto. Ella y yo éramos inseparables. Le enseñé cómo divertirse y ella me ayudó con mis deberes. Era una estupenda sociedad. – ¡Vamos, Caden!– Llamé desde la acera, mirando nuestra ventana del dormitorio.– No tenemos toda la bendita noche! – Tengo miedo.– Me contestó. – Estás de broma, ¿no?.– Murmuré, con los brazos en jarras, echando un vistazo alrededor y a los estudiantes que pasaban junto a mí, que me miraban como si hubiera perdido la razón. Yo les respondía con una mirada penetrante y después miraba hacia la ventana.– Lo prometiste.– Le recordé. Al final Caden asomó la cabeza por la ventana. – Lo sé. Pero he cambiado de opinión. – ¡Venga ya!– Pude ver el más ligero atisbo de su piel cuando sus hombros asomaron.– Vamos, tonta.– Caden me regaló una última e intensa mirada, luego desapareció de la ventana.
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Aferré las puntas de la toalla, envolviéndola aún más firme alrededor de mis caderas cuando vi a Caden caminar hacia las puertas de nuestro edificio. Sonreí, observándola mirar alrededor para ver quién podía estar viéndola, que probablemente eran casi todos los que por allí pasaban. – Vamos.– Llamé con mi mano, sonriendo como una idiota. Despacio, como un tímido gatito que se acerca a un juguete nuevo, Caden salió del edificio y vino hacia mí. – No puedo creer que me hayas convencido para hacer esto.– Siseó con los dientes apretados. – Ah, vamos. No es tan malo como piensas. Caray.– Envolví el más grande de mis seis bocetos bajo el brazo y volví en dirección a mi automóvil. Miré por encima del hombro para ver a Caden de pie justo donde la había dejado. Caminé otra vez hacia ella, comenzaba a preocuparme.– ¿Estás bien? Mira, si no te gusta no lo hacemos, ¿de acuerdo? Puse mi mano en su hombro para intentar calmarla y hacerle saber que no me enfadaría si cambiaba de parecer. Miró fijamente al suelo por un momento, acto seguido y con una profunda inspiración, me miró a los ojos. – Vámonos.– Para mi sorpresa, se adentró en el aparcamiento y se situó al lado de mi Bug esperando que abriera la puerta para ella. Con un encogimiento de hombros la seguí y nos montamos en el pequeño coche. Yo nunca había estado en el Cascade Park, pero había oído hablar de él y tenía curiosidad por ver qué tipo de dibujos podría obtener de allí. Supuestamente no era muy concurrido, la mayoría de la gente prefería el Long’s Park. Cascade se salía de la ruta habitual y se encontraba a orillas del pueblo. – ¿Adónde vamos?– preguntó Caden mientras bebía a sorbos la Pepsi que habíamos comprado junto con nuestro almuerzo en un Burger King. – Cascade Park. 58
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– Oh. No he oído hablar de él. Caden miró por la ventana abierta, la brisa de fin de primavera soplaba, removiendo su cabello en todas direcciones. Tenía un pelo precioso. Sonreí a su nuca antes de retroceder al camino, doblando a la izquierda y dirigiéndome directamente hacia delante un par de millas. ¡Voila! Cascade Park asomó justo frente a nosotras. El parque no era muy grande, pero sí agradable con todos aquellos árboles que ofrecían buena sombra para el calor y mejores oportunidades para diferentes tipos de sombreado. Aparqué mi Bug en el pequeño estacionamiento y comencé a descargar mis suministros de arte. Caden me ayudó, al tiempo que echaba una mirada alrededor y se bajaba la parte de arriba de su bikini. – Me siento muy incómoda con esta cosa. Todavía no puedo creer que me convencieras para que me lo pusiera.– Le sonreí. – Eh, estás preciosa, así que no te quejes.– Me miró con duda, pero no dijo nada más hasta que encontramos un lugar bajo un árbol alto con un césped suave y verde bajo él. – ¿Por qué yo?– Caden extendió la manta que habíamos traído y se acostó sobre su estómago, desenvolviendo su hamburguesa. Me senté frente a ella, cruzando mis piernas mientras mordía una patata frita. Me encogí de hombros. – No sé. Tienes unas facciones preciosas y los planos de tu cara son el sueño de cualquier artista.– Caden se ruborizó ligeramente, mirando a otro lado. Qué delicia... Estaba completamente encantada por su timidez. – Sí, sí. Me alegro mucho de que te diviertas.– Sonreí y desenvolví mi sándwich. – ¿Cómo te fue en ese examen?– preguntó en medio de un enorme bocado. Cabeceé, intentando tragar para contestar.
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– Muy bien.– Respondí. – ¿Ves? Te dije que podrías hacerlo. – Sí. Gracias por tus ánimos. – Cuando quieras.– Caden me agasajó con una fabulosa y enorme sonrisa para luego morder otro pedazo de su almuerzo. Negando con la cabeza ante sus payasadas, continué comiendo. En el año y medio que Caden y yo habíamos sido compañeras de cuarto, ella había empezado a florecer como una persona. Quiero decir, todavía era la callada, respetable y niña rica que siempre había sido, pero también comenzaba a entender que no todo en la vida tenía que ser tan serio. Podías ser responsable y vivir experiencias al mismo tiempo. Sacarla del dormitorio con un par de pantalones de fútbol y la parte de arriba de un bikini puso la nota final a mi triunfo. – Vale. Um... Date la vuelta para que mires hacia el sol. No me mires así. Sólo será un segundo.– Caden hizo lo que le dije y miró hacia la puesta de sol. Era increíble la manera en que los intensos rayos del agonizante sol brillaban a través de sus ojos, haciéndoles brillar más aún de lo normal.– Bien. De acuerdo, ahora quédate quieta. Comencé a trazar. Mi mano trabajaba frenéticamente para capturar la posición de ella antes de que se moviera. La estudié mientras la dibujaba. No solamente desde punto de vista de un artista, sino también del de una mujer. Era tan hermosa… y no se daba cuenta de ello. La estructura ósea de su rostro era perfecta para dibujar, como si hubiera sido hecha para eso; la agudeza de sus pómulos, la delgada nariz, el cuadrado de la mandíbula y por supuesto los ojos. Brillaban por sí solos. Caden alzo la mano para poner el cabello detrás de la oreja y mis ojos comenzaron a deambular más allá de su cuello, largo y terso. Mis ojos recorrieron bajaron más para distinguir el hueco de su garganta, que subía y bajaba con cada respiración que ella tomaba, reparé en las correas de su top sobre la palidez de su piel y en sus fuertes hombros bien formados. 60
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Detuve mis ojos y a mí misma de ir más allá. Era mi mejor amiga y compañera de habitación. No estaba bien mirarla de esa manera. Las mujeres y el cuerpo femenino siempre me habían fascinado, pero no el de Caden. Simplemente no podía ser. – ¿En qué estás piensas? Mi cabeza se sacudió cuando miré a mi amiga. Su voz me había asustado a sobremanera, haciéndome sentir culpable por algo que no había hecho. – Oh, uh, nada. Simplemente pensaba en el ángulo que quiero usar después.– Sí, ¿no? – ¿Va bien? – Sip. Ya casi lo tengo. El calor de mi cuerpo había subido al menos un millón de grados. Me obligué a concentrarme de nuevo en la cara de Caden y no permitir que mis ojos fueran más allá de la Cadena de oro que pendía alrededor de su cuello.
Estaba sentaba en el cuarto de Caden. Las máquinas emitían suavemente una señal sonora a mi alrededor, informando de su nivel de estabilidad y lo mucho que se esforzaba por aferrarse a esta vida. El doctor Gustov había pasado hacía poco diciendo que Caden avanzaba bien, considerando su estado. Tuve que preguntarme en base a qué estaba siendo comparada. Aun así, me sentaba fielmente día a día, leyendo, dibujando o haciendo cualquier cosa. Ayer, al entrar, me había topado con Margaret y Michael hablando con el doctor. – Debemos empezar la terapia de radiación ahora. Incluso en el estado de Caden, es muy importante.– Observé como Margaret Lodge firmaba los formularios de consentimiento. Odiaba tener tanto tiempo libre, sin ser capaz de hacer una maldita cosa por Caden. Así que me propuse hablarle a cambio.
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– ¿Sabes?, cuando decidí venir aquí, planeé que quizás serían unos días, una semana como mucho… Me reí entre dientes, cruzando mi tobillo por encima de mi rodilla mientras miraba fijamente por la ventana de la habitación privada de Caden. Al parecer, afuera hacía un día espléndido. No había salido desde muy temprano esa mañana. Me fijé en mi reloj; casi las tres de la tarde. Con un suspiro, miré hacia mi amiga, quien tenía la cabeza vendada completamente desde la línea del cabello hasta el nacimiento de sus hombros. Los ojos estaban cerrados, con oscuros círculos alrededor de ellos. Su boca un poco abierta, sólo podía verse una parte de sus dientes superiores. Tubos y máquinas estaban conectados a su cuerpo en varios lugares. Pobrecita. Eso no podía ser cómodo. Palmoteé mis manos en mi pierna. – He estado pensando mucho sobre las diferentes épocas en la universidad y las diferentes cosas que hicimos juntas.– Me reí calladamente.– ¿Recuerdas nuestros días en Cascade Park? Todas esas sesiones dibujando...– mi mente empezó a flotar y una vez más vi nuestra pequeña área detrás de la colina Cascade.
El verano estaba acercándose al igual que el final del semestre, pero decidí no ir a casa . Mi madre había llamado, preguntándomelo, pero le había dicho que no. Caden me había invitado a ir a casa con ella y yo no lo había dudado un instante. Pero, antes de eso, continué haciendo bocetos de mi compañera de cuarto. Cada fin de semana íbamos al parque con papel, lápiz y la cesta del almuerzo en la mano. – ¡Hoy hace un día precioso!– Exclamó Caden, levantando su rostro y brazos al cielo, girando en círculos, el pareo alrededor de sus caderas volando como un vestido de fiesta. Llevaba el bikini bajo el vestido, a causa del sofocante calor de verano que se avecinaba, era preferible ponerse el mínimo de ropa que fuera posible. Predecían que
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aquel verano iba a ser extraordinariamente caluroso y con una humedad elevada. Yo quería encontrar un buen lugar bajo un árbol y para ese fin comencé a buscar. Como un capricho, ese día había traído mi cámara conmigo. La solté de mi cuello y le saqué la tapa, estudiando a mi distraída presa hasta que enfoqué lo que parecía ser una gran foto e hice clic. Cuando oyó la cámara, Caden se detuvo y me miró. – ¿Qué haces? – No, no. Sigue moviéndote. – ¿Qué quieres que haga?– Preguntó cautelosamente. – Cualquier cosa que quieras hacer. Baila, camina, gira, sólo sigue moviéndote. Prueba y olvida incluso que estoy aquí. – Sí, como si pudiera...– Refunfuñando, Caden empezó a hacer todo tal y como se lo había pedido. De hecho, hizo una excepcional sesión fotográfica. Tenía una gracia natural y agilidad y era sumamente fotogénica. Tomé la mano de Caden, sosteniéndola dentro de la mía, frotando sus dedos como si todavía pudiera oír en mi mente su risa y mi cámara ese día. Había abierto mi mente y mi vida al maravilloso mundo de la fotografía. – Dios, eras tan hermosa, Caden.– casi susurré como si lo viera todo de nuevo.– Pude haberte dibujado o tomado fotos todo el día, todos los días. Aún me gustaría.– Miré hacia su pálido rostro y suspiré.– Qué tristeza.– Pronto lo que había comenzado como una molestia para Caden se convirtió en nuestro ritual. A menudo ella leía o trabajaba en los deberes mientras yo la dibujaba. Fueron momentos asombrosos. Durante una sesión en particular, Caden estaba charlando conmigo sobre lo que había planeado para nosotras durante el verano mientras yo dibujaba, sentada en el césped, 63
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con las piernas cruzadas al estilo indio y apoyada contra el tronco de un enorme árbol detrás de mí. Mientras dibujaba, mis ojos empezaron a admirarla de nuevo. Oteé bajo sus hombros. Tenía una piel preciosa y siendo principio de junio ya tenía un saludable bronceado. – ¿Caden?– Me incorporé, recogiendo mi cabello en una mano y poniéndolo en una cola de caballo al tiempo que sentía el sudor detrás de mi cuello. – ¿Sí? – Tengo enormes ganas de dibujarte desde los hombros hacia arriba. Tu estructura ósea es simplemente perfecta.– Caden se miró y luego me miró a mí. – Bueno, ¿no puedes dibujarme desde los hombros como estoy?– frunció el ceño. – Bueno, sí, pero…– intenté pensar en una forma de decirlo que no pareciera algo perverso. Quería dibujar la piel desnuda sin las molestas correas del top.– ¿Estarías dispuesta a permitirme dibujarte sin las tiras del traje? Es lo único que te pido. Me miró con duda durante un momento, luego, para mi sorpresa, desde atrás desató las correas y las dejó caer por encima de sus pechos dónde sostuvo el top en su lugar. Miré fijamente, sobresaltada, mi mano descansaba muerta sobre la página en la que estaba trabajando. – ¿Vas a dibujar?– La voz de Caden sonó queda y nerviosa. – Sí.– Me acomodé rápidamente y empecé a esbozar. Mis ojos vagaron sobre lo que se había revelado ante mí; el afilado contraste de la suave piel y la bien definida clavícula, los hombros redondeados, fuertes y delicados al mismo tiempo.
– Creo que me enamoré ese día.– Suspiré profundamente, apretando la fláccida mano en la mía.– Estabas tan hermosa.– Miré por la ventana de nuevo y noté que el sol 64
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comenzaba a bajar.– Ahora vuelvo, Caden. El próximo turno debe estar al llegar de un momento a otro. Regresaré después de la cena, ¿de acuerdo?– me puse de pie, apoyándome en la cama para besarla suavemente en la frente, justo debajo de su venda.– Duerme bien, amiga mía.– sonreí débilmente ante mi estúpida ocurrencia y salí del cuarto al tiempo que Margaret entraba, casi topándome con ella. – Oh.– me miró. La sorpresa se cubrió rápidamente de apatía.– ¿Todavía estás aquí?– una declaración más que una pregunta. – Sí. No pienso irme hasta saber que ella va a estar bien.– Margaret me miró fijamente por un momento, como si estuviera digiriendo lo que había dicho. Finalmente, con una inclinación, se hizo a un lado, permitiéndome pasar. Salí de la habitación, pero me detuve al sonido de su voz.– ¿Regresarás esta noche, entonces? – Sí. Regresaré aproximadamente dentro de una hora. El número de mi móvil está sobre la mesa por si pasa cualquier cosa… – Te llamaré.
Encontré una cafetería cerca y ocupé una mesa cerca de la ventana. Despacio bebí a sorbos mi café, aliviada de estar fuera del hospital por un momento. Odiaba los hospitales y lo que representan. Pensé en cuando mi hermano mayor, Phillip, se aplastó el cráneo cuando se cayó de la parte trasera de una furgoneta en la que él y sus amigos borrachos estaban subidos. El chofer, casi tan borracho como los demás, intentaba hacer piruetas en el aparcamiento de un comercio cerrado. Mi familia había recibido una llamada telefónica a las tres y media de la madrugada del hospital St. Mary. Todavía podía recordar la horrible visión de mi hermano allí, sus ropas cubiertas de sangre, los brazos y las manos raspadas y golpeadas, la venda en su cabeza ya casi empapada con sangre. Estremeciéndome, devolví la atención a la comida a medias que tenía ante mí. De
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repente, mis crepes dejaron de parecerme tan apetitosos. Empujé el plato y recogí la cuenta del borde de la mesa.
La Propiedad Lodge siempre conseguía intimidarme. Mientras Caden conducía su Porsche a través de las forjadas rejas de hierro, yo me sentía como si estuviera viéndolo todo por primera vez. Era tan bonito y pintoresco. – Mi madre está en su viaje anual al balneario con sus amigas y mi padre estará fuera todo el mes de junio. Supongo que volverá a mediados de julio.– Se volvió entonces hacia mí, obsequiándome con una risita furtiva.– Se supone que Michael nos acompañará. Me reí entre dientes. – Gooper no nos soportará mucho. – Estoy segura de que lo intentará. No podía entender por qué estaba tan determinada en conseguir que Michael y yo estuviéramos juntos. Él había visitado el Campus de F y M una y otra vez durante el último año y nos habíamos divertido, pero yo no estaba segura de querer algo más. Me agradaba, pero simplemente no sabía si podría llegar a gustarme de la manera en la que Michael y Caden querían. Le daría un atisbo de duda, probaría a verlo de forma diferente durante el verano. Mildred nos encontró en la puerta como lo había hecho la última vez, dándome un gran abrazo al igual que hizo con Caden. – Hola, señorita Laurel. Me alegro de verla de nuevo.– me obsequió una calurosa sonrisa con un ligero apretón en mi brazo. – Gracias. Yo también me alegro mucho verte, Mildred.– Me dio unos golpecitos en la 66
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espalda, cogiendo mis maletas. – ¿En el cuarto de huéspedes de su ala, Srta. Caden? – Sí, gracias, Mildred. Miré a Caden con una sonrisa de sorpresa en mi rostro. – ¿Qué? – Nada. Solamente me hace feliz el haber escuchado que un gracias salía de tus labios.– me enseñó la lengua.
Conduje de vuelta al hospital. Los recuerdos de ese verano jugueteando dentro de mi cabeza. Encontré un espacio en el aparcamiento que no estaba igual de lejos que África como el lugar que había dejado antes de salir y estacioné, apagando el motor mientras miraba una vez más el enorme edificio frente a mí. El vestíbulo del frente estaba lleno mientras me dirigía hacia los ascensores para ir al tercer piso de regreso a la habitación de Caden. Margaret estaba sentaba, hablando con un hombre formidablemente bien parecido que estaba de pie en el centro del cuarto con los brazos cruzados sobre su pecho. Llevaba un traje caro hecho a medida y completamente innecesario allí. Cuando atravesé la puerta de la estancia, los dos me miraron y la conversación quedó zanjada. – Hola, Sr. Lodge.– dije, intentando sonreír a través de mi incomodidad. – Laurel.– Michael padre se volvió hacia su esposa.– Regresaré el domingo.
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La besó rápidamente en la mejilla, cabeceó hacia mí y pasó rozándome con el olor de su colonia siguiéndolo. Lo contemplé irse, luego me volví hacia Margaret con sonrisa de medio lado. – El señor Lodge no ha envejecido. – Te besaría si te oyera decir eso.– dijo secamente, recogiendo su ganchillo y volviéndolo a poner en su bolso.– Ningún cambio. El doctor dijo que los signos vitales de Caden son buenos y fuertes. Se puso de pie, mirándome a los ojos. ¿Podría ser? ¿Realmente estaba siendo cordial? – Vale. Me alegra saberlo. Siento haber tardado tanto... – No hay problema. Me he ocupado muy bien de todo yo sola.– se dirigió hacia la puerta.– Volveré más tarde. Y se fue.
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PARTE 3
El cuarto de Caden se oscurecía mientras la noche caía en la ciudad. Cerré las cortinas, y encendí una lámpara de noche. Nada había cambiado en su estado, pero los doctores seguían siendo optimistas. No estaba segura de cómo o por qué, pero supongo que ellos sabían de lo que hablaban. Me senté de nuevo, tomando la mano de Caden y permaneciendo muy atenta a su I.V. – Hoy muy temprano fui de compras. ¿Recuerdas Rhalston? Solíamos ir cada vez que regresábamos de casa de tus padres." Me reí entre dientes con recuerdos de la tienda de ropa. Pasábamos horas y horas probándonos docenas de vestidos, pero sin comprar nada. Bueno, sin que yo comprara nada. Caden normalmente sacaba una tarjeta de crédito y batía records. Pero lo que aún llevo grabado en mi mente fue el verano entre nuestro primer y segundo año académico. El verano que pasamos en la propiedad de los Lodge.
Antonio nos hizo un almuerzo rápido que nos llevamos para comerlo en la terraza cerca de los establos, devorándolos mientras observábamos correr a los caballos. – Y, dime... ¿Qué quieres hacer este verano? ¿Planeas ir a casa?– Caden me miró por encima de su sándwich de albóndiga. Me encogí de hombros mientras masticaba. – No lo sé. Quizá. La verdad era que sabía que Caden querría ir y yo no quería que viera a mi familia o la casa dónde había crecido. Sabía que ella era lo bastante madura para sobrellevarlo y no estaría disgustada o me consideraría menos por ello, pero al mismo tiempo, sencillamente era un lugar que yo no quería que conociera. Mientras estábamos sentadas en la terraza comenzó a llover, recia y constantemente.
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Observé mientras el mundo fuera de nuestro pequeño santuario se volvía borroso y gris al formar el chaparrón una cortina de agua. – ¿Alguna vez has deseado simplemente coger tu coche y conducir?" Pregunté, casi teniendo que gritar sobre la tormenta. – ¿Conducir adónde? – No lo sé." Me encogí de hombros.– Donde sea. Alejarte. – Oh, no. No podría." Caden me miró y sólo por un instante vi un pesar cruzar sus ojos, pero al instante siguiente ya había desaparecido.– Mi familia no podría soportarlo. – ¿Qué tiene que ver tu familia?" Me había sorprendido su declaración– Es tu vida. – Es mi vida, en cierto modo y mi familia tiene todo que ver." La relajación había dejado sus ojos y ahora miraba fieramente a los míos.– Tener todo esto viene con un precio, Laurel. Tal vez no tenías mucho al crecer, pero poseías uno de los regalos más preciosos: la libertad.
Nunca olvidé aquello. Aún, mientras permanecía sentaba al lado de la cama de Caden, podía escuchar su voz apagada, triste y resignada. Casi desesperada. – Haría cualquier cosa por verte feliz, Caden. Y libre.– Me puse de pie, caminé hacia la ventana y me apoyé con una mano en la pared y la otra en mi cadera. Advertí el mundo oscuro mientras la tarde se convertía en noche, los faros de los automóviles en el estacionamiento, las personas yendo y viniendo, el brillo rojo y azul de una lejana ambulancia. ¿O era una patrulla? No importaba. Odiaba ver cualquier tipo de vehículo de emergencia; significaba que alguien estaba en problemas. – Si supieras que todo ese verano en tu casa me sentí celosa de todo lo que tuviste al crecer. Tenías esa enorme casa con piscina incorporada, sirvientes y caballos. Todo. 70
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Todo lo que quisieras o necesitaras era tuyo.– Me volví hacia la cama.– Y ahora veo lo que quisiste decir ese día en la terraza. ¿No eras libre, verdad? Aún ahora, y reconozco que estabas muy enferma cuando te vi, parece como si estuvieras en aquel tiempo. Al parecer, todo lo que haces es para los demás y no para ti.– Caminé hacia la cama, sentándome.– ¿Cuándo vas a vivir para ti, Caden? ¿Por tu hija? Si tuviera una mínima oportunidad, te llevaría conmigo.– Me reí ante ese pensamiento. La Caden que había conocido nunca aceptaría tan inconsciente idea.
Michael llegó al siguiente día en el coche con su buen amigo Troy. Troy Shepherd era un tipo bastante guapo de Upstate Nueva York que estaba en la escuela de comercio con Gooper. Su sonrisa fácil y su atractivo moreno podían ganarse el corazón de cualquiera. Quizás, incluso, el de Caden. – Tengo entendido que vas a entrar en medicina" dijo él, sentándose junto a Caden en la cena de esa noche. Ella asintió, manteniendo sus ojos tímidamente en la mesa. – Sí. ¿Y tú? – ¿Qué año? – Bueno, el segundo. ¿Vas a meterte en los negocios también? – Quise ser doctor una vez. De hecho, mi padre es médico." Le sonrió con cierto encanto a Caden. Yo lo miré fijamente. Vaya idiota. Miré a mi amiga para ver si de verdad se estaba creyendo toda esa mierda. Ella no me miraba, ni siquiera dijo nada. Me giré hacia Mike para comprobar que él también estaba mirando a Troy con una mirada extraña en su rostro, aun así no dijo nada, mirando, por el contrario, hacia mí. – Laurel, Troy y yo estamos planeando asistir a una fiesta mañana por la noche en casa de un amigo. ¿Querrían estas encantadoras damas acompañarnos?" Miró hacia mí, luego a Caden y otra vez hacia mí.
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– Oh. Pues...– yo miré a Caden para ver si tenía algún inconveniente, pero ella continuó mirando hacia la pulida y brillante superficie de madera.– ¿Caden?– su cabeza se alzó de golpe, con los ojos directos hacia mí. – Sí. De acuerdo, Michael. Iremos. – Excelente. Esperaba tener una cita en este viaje.– Dijo Troy, seguidamente soltando una prolongada risa. La puerta se abrió y la joven sirvienta entró, llevando una gran bandeja de platos llenos de comida. –Genial. Estoy hambriento.– Examinó apreciativamente a la muchacha y me sonrió. Yo seguí mirándolo fijamente.
– ¿En qué estabas pensando?– Susurré, acariciando la mano de Caden.– ¿Sabías que me enamoré de ti ese verano?– Me reí silenciosamente, sintiéndome tonta y no por primera vez, por estar hablando con aquella mujer en coma y prácticamente muerta para el mundo. –Algunos dicen que las personas en coma pueden oírlo todo y otros dicen que no pueden oír nada. Espero que los últimos tengan la razón, para que no puedas enfadarte conmigo por lo que diga, ¿sabes?– Asentí con la cabeza como si hubiera escuchado la contestación que quería de ella. –Bien. Continúo hablando, entonces.– Me acomodé en mi silla, dando golpecitos a la mano de Caden mientras la soltaba. Coloqué las manos detrás de mi cabeza, mirando fijamente al oscuro techo de la habitación. Sólo un pequeño medio círculo de luz emanaba desde la esquina de la lámpara que había encendido. –¿Sabes? Me siento aquí y pienso en esa primera noche en la que conociste a Troy y podría darme de puntapiés de nuevo por no intentar mantenerte lejos de ese bastardo. Dios, que ciega estuve.– Estiré mis piernas, cruzándolas por los tobillos con un suspiro. –Pedazo de egoísta misógino idiota. ¿No ha cambiado mucho, eh Caden?– Sonreí con mi propia ocurrencia. –¿Sabes?, creo que seguí enamorada de ti incluso después del instituto. Fuiste la primera persona que sólo me vio a mí y no al suburbio de Southie.– Miré a mi amiga. –¿Nunca te lo agradecí, verdad? Bueno, gracias. Significó mucho para mí.
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Su risa me hizo temblar. – Perdón. ¿Dijiste que eres del sur de Boston? Quieres decir Southie, ¿verdad?– Miré intensamente aquellos estúpidos y orgullosos ojos, retándolo a decir algo más sobre mi vecindario. Michael tomó un paso hacia nosotros, pero Caden me alcanzó primero. – Déjala en paz, Troy. No tiene ninguna razón para estar avergonzada por ser de donde es.– Me sorprendí. Era la primera vez que Caden se había atrevido a decir una palabra en contra del maravilloso y guapo Troy. Sentí ganas de aplaudir. Troy Shepherd la miró fijamente por un momento, sin preocuparse siquiera de intentar ocultar el desdén de su mirada.. – Ya no me extraña el que nunca te haya visto por aquí.– Me sonrió, luego se alejó hacia la limousine que esperaba por fuera de la mansión y que Michael había llamado para llevarnos a la fiesta. Estaba tan disgustada que pude haber saltado sobre aquel bastardo allí mismo. Dándose cuenta de ello, Caden puse tomó del brazo, agitando la cabeza. – No vale la pena.– dijo quedamente. Tomé varias inspiraciones profundas, tratando de controlarme. No me apetecía ir a la fiesta por nada del mundo, segura de que estaría llena de otros Troys. ¿Qué necesidad tenía? Caden salió de la casa y yo la seguí con Michael caminando deprisa a mi lado. – No te preocupes. Yo te protegeré.– Sonrió. Yo lo miraba como si le hubiese crecido una tercera cabeza. – ¿De qué?
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– Bueno, parece que te hayan dado un susto de muerte. – No creo que usar la palabra susto sea la más acertada, pero la de muerte encaja muy bien.– Gooper golpeó ligeramente mi brazo y yo le sonreí abiertamente. –Mantenlo lejos de mí y Troy y yo nos llevaremos bien. Miré a Caden entrar en la limousine. Estaba preciosa con un vestido de tirantes azul que llegaba hasta el suelo. Era elegante, pero al mismo tiempo lo bastante desenfadado para la fiesta. Los pequeños tacones que llevaba ayudaban a estilizar aún más sus, ya de por sí, hermosas piernas.
–No podía dejar de mirarte esa noche.– Sonreí con el recuerdo. –Eras la mujer más hermosa de la fiesta. Tu hermano me envolvió con cumplidos, pero no, ni mucho menos. Tú eras, sin duda, la guapa oficial de la fiesta.– Bostecé, frotándome los ojos como una niña de cinco años. –Bueno, amiga mía, será mejor que me vaya.– Me levanté de la silla, me acerqué hacia un lado de la cama inclinándome para besarla en la frente. –Volveré por la mañana, ¿de acuerdo?– Ningún movimiento. Suspiré. – Buenas noches, Caden.
El camino de vuelta al hotel fue uno repleto de pensamientos. Sentarme con Caden los últimos días había traído tantos recuerdos que había enterrado tan profundamente, recuerdos en los que había intentado no reparar o revivir y que comenzaban a darme en que pensar. De todas formas, no me gustaba pensar en el pasado. Era inútil. Sólo me reportaba dolor. Mientras llegaba al aparcamiento, mi teléfono móvil comenzó a sonar. Contesté, recogiéndolo del asiento del copiloto. – ¿Diga?– Con una mano aparqué el Explorer en el espacio frente a la puerta de mi
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habitación. – Hola. Soy Mike. – Hola. Te he echado de menos hoy.– Apagué el motor y me senté detrás del volante para hablar. – Sí. Me sentía fatal. Estuve demasiado ocupado en la oficina. La verdad es que no hubo forma de irme. ¿Cómo está? – Bueno, no ha habido ningún cambio perceptible, pero los doctores dicen que lo está haciendo bien. Lo que sea que signifique eso.– Michael rió al otro lado de la línea. – Ellos trabajan con demasiado misterio a su alrededor. ¿Te importaría ir a comer algo? Ahora mismo me voy a casa, pero estoy hambriento. – Claro.– Miré con anhelo la puerta delante de mí, deseando entrar y dirigirme directamente a la cama, pero él parecía estar algo desanimado. –¿Dónde quieres ir? *** Me senté frente a Michael, con una taza de café en mi mano y un plato vacío delante de mí. Los dos habíamos devorado nuestra cena en tiempo récord, sin que ninguno pronunciara una palabra. Ahora, satisfechos y contentos, era el momento de hablar. Michael se acomodó sobre el respaldo de la silla, limpiándose la boca con la servilleta antes de abandonarla en su plato vacío. – Mi madre está muy impresionada contigo, ¿sabes?–dijo, estudiándome con los ojos entrecerrados. – ¿Ah, sí? ¿ Y eso?– Traté de ocultar mi sorpresa detrás de la taza. Él se encogió de hombros, estirando su brazo a lo largo de la silla. – Por la forma en la que has llevado todo esto.
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– Estoy segura de que para ella sigo siendo "persona non grata". – Mi madre pertenece a los ricos de siempre y en esa clase de vida simplemente no tienen en cuenta estilos de vida diferentes. Para ellos no es una posibilidad. A sus ojos ella ha criado a hijos buenos y correctos. Todo y todos los demás exclusivamente se toleran. Y a veces, ni siquiera eso.– – No hay necesidad de disculparla o explicar su comportamiento, Michael. Puedo entender más de lo que tú crees. Puede que mi padre haya sido un pobre diablo en vida, pero supo ser ambicioso y sensato. Tu madre ya no me molesta.– – Ésa es una buena noticia. En cambio, a mí me saca de quicio.– Tomó un largo trago a su café, gesticulando mientras el líquido caliente llegaba hasta su estómago. – Ya lo había notado. Debo decir que estoy un poco sorprendida. Antaño estebáis muy unidos, ¿no?– Me serví un poco más de café de la jarra que la camarera había dejado en la mesa, observando a Michael todo el rato mientras revolvía el azúcar. Él suspiró, mirando por la ventana hacia el parking a oscuras. Sólo una luz al final de la calle era la única iluminación. Después de mirar su taza, miró hacia mí. – La sorprendí, Laurel–. Confundida, sacudí la cabeza. – ¿La sorprendiste? – Estaba en la cama con el hijo del vecino. Un amigo de mi infancia.– Miré fijamente, con la boca abierta antes de cerrarla para aclarar la garganta. – Lo siento mucho, Michael. ¿Cuándo ocurrió? – Mi segundo año de escuela. Llegué a casa para las fiestas, papá estaba fuera en otro de sus viajes y Caden y Troy no habían llegado todavía a la casa. Mi madre y Damon estaban allí.– Observé mientras Michael se transportaba en el tiempo con los ojos mirando fijamente más allá de mí y su mandíbula tensándose y relajándose. –Ese
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bastardo siempre había sido la oveja negra de la familia Middleton. – Siento que hayas tenido que verlo, Goop. Se encogió de hombros de nuevo, el trance se rompió. Me sonrió, aunque supe que no existía una emoción real detrás de aquel gesto. – ¿Qué se le va a hacer? – ¿Tu padre lo sabe? – No.– Dijo después de beber a sorbos de su taza. –Nunca se lo dije. Él se ausenta. Mucho. Siempre ha sido así, pero es para sostener a la familia. Por lo menos eso es lo que me sigo diciendo. Ahora lo intento y estoy allí por MI familia. Al diablo con lo demás. Caden, mi esposa y mi futuro hijo es todo lo que realmente me importa.– Entonces sonrió en serio. –Siempre me ha asombrado cuánto cambian tus prioridades en la vida. Adiós a lo viejo y hola a lo nuevo. No quiero ser una copia carbón de mis padres. Yo escuché, no segura de qué decir o si era necesario el que dijera algo. Sentí que él simplemente necesitaba hablar, desahogarse. Si alguien podía entender eso, era yo. Cuatro horas después caí en la cama, durmiéndome en cuanto mi cabeza tocó la almohada.
El césped era tan verde y bonito que me sentí culpable por pisarlo mientras subíamos la colina. Nuestros pasos eran fáciles de seguir en el afelpado espesor. – ¿Estás segura que no hay ningún problema porque estemos aquí? – Sí. Por tercera vez, no hay problema.– Dijo Caden, golpeándonos a ambas con las sandalias que llevaba en las manos. –Dios, ¡hace un día precioso! – Echó un vistazo alrededor, dándose sombra con la otra mano. Luego se volvió hacia mí. –¿Allí? Hay algunos árboles.– Asentí, dirigiéndome hacia el pequeño grupo de árboles. Caden 77
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llevaba la canasta que Antonio había preparado para nosotras. Yo llevaba el termo, mi cuaderno de bocetos y mi lápiz detrás de la oreja. Encontramos un buen lugar para acomodar nuestra mantel y empezamos a comer. – Antonio es el mejor cocinero del mundo–. Gimió Caden mientras mordía un pedazo de pollo frito. – Sí.–Concordé al tiempo que me lamía los dedos. –De hecho, me sorprende bastante el que tu padre no lo haya despedido aún. – ¿Por qué debería hacerlo?– Caden cogió una mazorca y empezó a untarla abundantemente con mantequilla. – Bueno, um...–, miré hacia el césped, echando una tímida mirada a mi amiga. –Tu madre, obviamente, está interesada en él. – Oh. Dudo mucho que mi padre se haya dado cuenta. Él no se queda en casa mucho tiempo. – Me imagino... ¿Sabes? En todo el tiempo que he estado aquí, puedo decir que sólo he visto una sombra de él.– Caden dejó de untar la mantequilla y puso su mazorca sobre el plato de papel. – Si, supongo que es verdad.– Se puso de pie y avanzó hacia el borde de la colina desde donde se veía la propiedad de su familia. La observé; la manera en la que su largo cabello se movía ligeramente con la brisa de verano; los brazos desnudos cruzados sobre su pecho; la blusa de tirantes que llevaba y que abrazaba su espalda. Cerró los ojos por un instante, levantando la cabeza hacia la brisa, como si fuera el aliento de la naturaleza. – ¿Caden?– Me coloqué detrás de ella, sin tocarla. –¿Estás bien?– No dijo nada, sólo asintió. –¿He hecho mal en decir lo de tu padre? – ¿Por qué? Es verdad.– Abrió los ojos, mirando hacia el terreno y las colinas de 78
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alrededor. La brisa nos trajo el sonido del voceo de los caballos. –¿Crees que llegaré a ser un buen médico, Laurel?– se volvió hacia mí, su rostro libre de cualquier emoción o sentimiento. No pude leerla. La miré a los ojos y asentí con una pequeña sonrisa. – Estoy segura. – Hmm. Eso espero.– Parecía tan lejana, como si estuviera en un planeta diferente o como si fuera la misma Caden pero con su otro yo. Me sentí confundida. –Bien,– Palmeó con las manos y se volvió hacia mí. –Empecemos. La miré mientras regresaba hacia nuestro mantel, recogiendo lo medio-comido y devolviéndolo todo a la canasta. – Terminaste, ¿verdad?– Me miró expectante. Yo no había acabado, pero parecía importante para ella por alguna razón que así fuera, con lo que asentí. Limpió los restos de mi almuerzo, echándolos en la canasta con los suyos. –¿Dónde quieres que me ponga? Quiero decir, ¿dónde hay mejor la luz? Observé el área, intentando deducir en qué lugar colocarla para que la luz y la sombra pudieran mezclarse mejor. Entonces lo vi, el sitio perfecto en un oscuro pedazo de césped verde. Las briznas de hierba eran altas y rectas, perfectamente naturales; era el salvaje equilibrio entre los serenos rasgos de Caden y la gracia naturaleza. Lo señalé. – Justo ahí. – Pero no está cerca de un árbol.– me miró con el ceño fruncido. – No. No quiero uno. Ése es el sitio. – De acuerdo.– Caminó hacia el pequeño lugar y se sentó, cruzando las piernas. Le di una vuelta, mirándola desde todos los ángulos, intentando decidir cuál sería la mejor postura para a su rostro; que le diese de lleno el sol o a un lado. Fue entonces cuando di una vuelta para mirarla de frente, con la puesta de sol a su espalda, la cual creaba un
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efecto de halo a su alrededor. – Perfecto.– Dije casi en un susurro al tiempo que me trasladaba deprisa a un buen lugar para comenzar. Alcé mis manos para enfocarla, con mis ojos siguiendo su cuerpo. –Acuéstate.– Así lo hizo, quedando sobre su espalda. –No, sobre tu costado, mirándome. Ese brazo, sí, ése, sobre tu cadera, el otro sosteniendo tu cabeza.– La miré un poco más, estudiando la pose, pero faltaba algo. Al parecer, Caden pudo verlo en mi rostro. Se sentó, mirándome nerviosa. – ¿Um, que tal si bajo un poco uno de estos tirantes? Conseguiríamos un contraste diferente,– su voz fue apagándose, pero sus ojos sostuvieron mi mirada. Los míos siguieron sus hombros, intentando imaginar cómo serían. Hermosos. Sonreí. – De acuerdo. Si estás segura, adelante. – No lo habría ofrecido si no lo estuviera. – su breve sonrisa resultó ser algo insegura. Subió la mano al hombro izquierdo, y suavemente empujó el tirante a la mitad del brazo. Noté la diferencia en el color de la piel de una línea marrón como consecuencia de un traje de baño que hacía mucho tiempo que no se había vuelto a poner. Se recostó, su hombro desnudo sublime contra los rayos dorados del sol. Caminé hacia ella y me arrodillé, moviendo el tirante suelto a una mejor posición, sintiendo la cálida piel del hombro de Caden contra mis dedos. Coloqué sus manos y brazos y di un paso atrás. Aún había algo fuera de lugar. –¿Qué te gustaría que hiciera?– Me froté la barbilla, mordiéndome el labio y mirándola críticamente. – No estoy segura. Algo no encaja. Y no sé qué es. – ¿Quizás el otro?–Se apoyó en su antebrazo, deslizando la otra correa y mirándome para orientarse. Con ambos tirantes abajo pude ver la superficie de su clavícula y algo dentro de mí quiso dibujar más allá de aquello, deseé capturar toda esa belleza sobre el papel. Pero, por ahora, aquellos dos tirantes que tentaban brevemente a la imaginación me valían.
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– De acuerdo, ahora reclínate exactamente como te puse antes. Oh, sí. Preciosa.– La miré, sorprendida de la belleza de la que era capaz un ser humano, luego cogí mi cuaderno y comencé a dibujar, con mis dedos corriendo a la velocidad de los ojos. Tenía que retratarla de la manera más honesta que pudiera.
Atravesé las ya familiares puertas eléctricas y entré en el hospital. La enfermera del turno de mañana me sonrió mientras tecleaba en el ordenador. Le devolví la sonrisa, y me dirigía a los ascensores, cuando vi la tienda de regalos del hospital a mi izquierda. Con un capricho me desvié y me adentré en ella. Flores, globos, osos de peluche y regalos de todo tipo permanecían alineados en los estantes y armarios. Los miré, tocando un oso de pelo castaño y rizado con un lazo morado atado alrededor de su cuello. Sonriendo a sus enormes ojos marrones, me paseé por delante, mirando la caja de piezas de porcelana; bailarinas, animales, un pescador y una estrella del fútbol con el número 56. Miré hacia las flores y las plantas, sopesando la posibilidad, pero eran demasiado comunes. Quería algo especial para Caden. Esperé a que una especie de inspiración me llegara de repente. Mi mente comenzó a circular, pensando en pequeñas cosas de nuestros días. Cuando me di la vuelta para dirigirme de nuevo hacia los animales de peluche, me detuve, congelada. Allí estaba.
– He visto que tienes caballos. ¿Tienes algún otro animal? ¿Gatos, perros, peces? – No. Mi madre no lo permitiría. Me encantaría tener un perro más que nada. La amenazo a veces con tener cien en mi propia casa sólo para volverla loca.– Sonreí, mirando aquellos ojos azules, ahora llenos de picardía. – Oye, a mí me parece genial... – Siempre he querido un perro pastor. Mi propia Lassie que me salve. 81
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Los plastificados ojos castaños tenían una extraña profundidad en ellos, haciéndoles parecer casi reales. El pelo largo, con la pelusa cubriendo sus colores castaño y blanco, pedía a gritos que lo acariciaran. Me acerqué hacia el perro pastor, pasando mis dedos sobre sus orejas, una de las cuales permanecía erguida como escuchando el silbido de su dueño. El artículo era caro, como tienden a ser los regalos de hospital, pero no me importó. Instintivamente sabía que a Caden le encantaría. Los doctores y las enfermeras estaban en la habitación aquella mañana. Me detuve por fuera de la puerta cerrada, contemplando a través de la ventana cuando finalmente la enfermera Kelly salió. – Buenos días Laurel ¿Cómo estás? Vaya, que perro más bonito. Sonrió al animal bajo mi brazo, después a mí. – ¿Qué pasa ahí dentro? – Oh, tenemos que poner en marcha la terapia de radiación. La señorita. Lodge firmó los papeles ayer para poder comenzar. – Ya veo.– Fruncí el ceño. – Se pondrá bien.– Me dio unos golpecitos en el hombro y se alejó rumbo a la estación de enfermeras. Yo continué mirando a través de la pequeña ventana, mi corazón con mi amiga. ¿Por qué no despiertas?
Después de que terminara mi dibujo, Caden puso los tirantes de su blusa en su lugar y se arrastró hacia mí. – ¿Puedo verlo? – Claro. 82
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Yo aún estaba algo sorprendida de que ella hubiera aceptado hacer aquello, y me sentía un poco extraña por ello mismo. Me había afectado de formas que no quería admitir realmente. Caden era hermosa, tanto que cualquiera podía verlo, pero había sentido una cercanía para con ella que se me había mostrado un nivel más profundo de Caden Lodge. Un nivel que no había visto antes y que no estaba segura de si ella lo mostraba a alguien más. Le di el cuaderno, midiendo de cerca su reacción. Tomó el bloc, acercándolo, mirando cada detalle, su rostro cubriendo cualquier expresión. Yo odiaba cuando hacía eso. Finalmente me devolvió el cuaderno. – Es muy bueno.– Dijo quedamente. Sonreí. –Ahora debemos volver. Mientras el verano seguía, nosotras continuamos pasando cada vez más tiempo con Michael y Troy. Personalmente habría preferido pasar el tiempo sólo con Caden , pero no dije nada. Pensé en que, después de todo, aquella era su casa y por ende también sus planes. – Personalmente creo que es una película maravillosa. El vestuario está algo fuera de lugar, pero da igual. Aun así la vería de nuevo. – ¿De qué estás hablando? El vestuario es el alma de ese film.– Inspeccioné a Troy, que caminaba junto a Caden con un protector, o mejor dicho posesivo, brazo alrededor sobre sus hombros. – No tienes ni idea de lo que estás hablando, Laurel, así que quizás deberías cerrar la boca ahora que aún puedes. – ¿Qué has dicho? Pedazo de... – De acuerdo. Bueno, ahora que todos sabemos que la obra es genial, ¿qué opinan de una cena?– Parte de mí estaba contenta de que Michael hubiera intervenido, pero parte de mí aún quería golpear a ese idiota ególatra que era Troy. 83
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– Genial– Caden me miró, suplicándome con los ojos. La miré con dureza. ¿Por qué no le decía a su cita que cerrara la boca? No lo entendía. Así que cerré el pico, y simplemente evité acercarme al precipicio. Por lo menos era Caden quien tenía que tratar con él. Estaba jodidamente segura de que yo no iba a hacerlo.
El equipo médico abandonó el cuarto de Caden, dejándonos a solas. Puse el perro en la mesa que estaba al lado de la cama. Miré a mi amiga, mis ojos se movieron con inquietud y cuando observé los tubos adheridos a su pecho que salían de debajo de la manta y se extendían a lo largo de toda la cama, enchufados a una extraña máquina que zumbaba y hacia clic. Caden parecía a un monstruo con todas aquellas mangueras y tubos que se conectaban a otras tantas partes de su cuerpo. – Oh, Caden.– Suspiré, sentándome a su lado y tomando su mano. –No puedo creer que esto te esté pasando. Por favor despierta. Haría cualquier cosa por ver esos bonitos ojos azules de nuevo.– Ella era demasiado joven para aquello. Quise recogerla en mis brazos y llevármela corriendo como alma que lleva el diablo por el vestíbulo. Salir por la puerta delantera y llevarla de nuevo a casa para que despertara en su propia cama. Era un sueño. Froté su mano suavemente, escuchando como la máquina hacía su trabajo. – ¿Cómo está?– Me volví para ver a Margaret entrar por la puerta tan hermosa como siempre, impecablemente vestida y sin que ni uno sólo pelo de su cabello se saliese de su lugar. – Bien, supongo. La estaban conectando a la terapia de radiación cuando llegué. – Sí, firmé los papeles de aceptación ayer.– Se sentó en la silla en el lado opuesto de la cama, cruzando las piernas, asegurándose, deslizando su dedo pulgar y el índice a lo largo del pliegue, de que los pantalones que llevaba no se arrugaran, –No me quedaré mucho tiempo–, se pasó los dedos sobre su cabello, dando golpecitos en lugares estratégicos. –Tengo planes para el almuerzo de hoy. 84
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– Bien, que se divierta.– Intenté dejar la amargura fuera de mi voz. ¡Cómo se atreve a hacer planes para almorzar cuando su hija yace en coma en el hospital! Me imaginé que era lo mejor; si pasaba demasiado tiempo con aquella mujer probablemente acabaría acusada de asesinato. – Hace tiempo que tenía esta cita, y odio romper un compromiso.– Compuso nerviosamente el bolso en su regazo. –¿Laurel?– La miré. Bajó la vista hacia el suelo, después a sus manos y finalmente hacia mí. –Gracias. Estoy segura de que para Caden significa mucho el que estés aquí.– La miré fijamente, sorprendida. – De nada. – Bien.– con eso, se puso de pie y se dirigió a la puerta. –Regresaré mañana. Sabes dónde llamar si hay algún cambio.– Sin mirarme por última vez, se fue. – Tu madre es una persona extraña, Caden.
Me paseaba de un lado a otro en la habitación de Caden, con los brazos en jarras y mi genio a punto de explotar. Caden estaba sentada en su cama, mirándome de un lado a otro. Era casi cómico, como si estuviera viendo un partido de tenis. Pero yo no estaba de humor como para reírme. – Laurel, tampoco es para tanto.– Su voz era débil y tímida. Apreté los dientes, sólo deteniéndome el tiempo suficiente para mirarla antes de continuar rabiosa con mi recorrido. – ¿No es para tanto? ¡Ese tipo no respeta a las mujeres, Caden! ¡Y jodidamente seguro de que tampoco siente ningún respeto hacia ti!– Caminé hacia ella, arrodillándome delante y tomando sus manos entre las mías. –Caden, escucha, ese tipo esta noche casi cruzó una línea que tú no estabas dispuesta a cruzar.– La miré con ojos suplicantes.
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– Paró.– Dijo débilmente. – ¿Sí, pero después de cuántas súplicas? ¿Por qué nos dejaste a mí y a Michael?– Se encogió de hombros. –No sé. Confié en él. No pensé en serio que intentara algo.– Bajó la cabeza tanto que su barbilla casi le tocaba el pecho. – ¿Por qué no te libras de ese bastardo de una buena vez? – A mis padres les gusta. – Tus...– – !Caden! ¿Estás bien?– Michael irrumpió en la habitación, corriendo hacia la cama para tomar a su hermana en brazos. –¿Te ha hecho daño? ¿Estás bien? – Estoy bien. Mirando al hermano consolar a la hermana, decidí tomarme la justicia por mi mano. Sabía que Troy pernoctaba en la casa de los invitados porque no había querido conducir a casa después de todo lo que había bebido. Salí corriendo del cuarto, mi mente en blanco, sólo pensando en una cosa. Mientras corría por el patio ancho, el aire nocturno caluroso y cargante me envolvía. Ya podía ver la proximidad de las luces del pequeño bungalow. Respiré con dificultad cuando por fin llegué al lugar. Golpeé con el puño la recia puerta, sin preocuparme del dolor que esto le supuso a mi mano. – ¡Abre, hijo de perra!– la puerta se abrió y Troy apareció allí de pie, bloqueando la mayoría de la luz con su gran estatura. Tan sólo llevaba los pantalones que había vestido aquella noche, con lo cual, su pecho y sus pies estaban desnudos. – ¿Sí?–Miró hacia mí, su voz sonó con una marcada irritación.
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– ¡Por que no te metes con alguien de tu tamaño, bastardo! Te voy decir algo, pedazo de mierda. Tu nombre, tu dinero, tu linaje no significan nada para mí, al igual que tú. ¿Lo entiendes? Así que no tengo nada que perder.– Di un paso al frente, mi rostro casi besaba su cuello. Miré a sus ojos que me miraban con dureza y con todo aquel desprecio que sentía hacia mí. –Si vuelves a tocar a Caden de esa forma sin su consentimiento, te cortaré tu jodido pene ¿Lo has entendido?– sonrió abiertamente, su rostro apuesto torciéndose en una mueca de disgusto. – ¿Quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer, pequeña zorra. La única razón por la que Caden tiene que ver contigo es porque siente pena por ti y su hermano sólo quiere aprovecharse de ti.– Su sonrisa creció cuando mi respiración se cortó de repente.–Las de tu clase son muy fáciles.– – Eres una mierda,, Troy. Ni siquiera vales mi saliva.– Lo examiné, todo lo que sentía por él se mostraba con claridad en mi rostro y en mis ojos. –No eres más que un despreciable y mimado niñato rico.– Me di la vuelta entonces, no queriendo desperdiciar un solo segundo más con él.. Mientras regresaba a la casa, pensé sobre lo que había dicho. Mentiroso pedazo de mierda. No me importaba. – ¿Estás bien?– preguntó Michael mientras entraba en la casa. – Mantén a ese bastardo lejos de mí.– Gruñí mientras me dirigía a las escaleras.
– ¿Por qué te casaste con él?– Agité la cabeza en un intento de aclararla. Malos recuerdos. Al siguiente día, Michael le pidió a Troy que se fuera. Me pregunté a menudo cómo Caden y Troy habían vuelto a estar juntos el verano siguiente, cuando ella se quedó embarazada. ¿Él la había forzado de nuevo o ella había cedido finalmente? Todas las preguntas que esa parte de mí quería hacer y que, al mismo tiempo, no quería conocer las respuestas. Era casi como imaginar a tus padres haciendo el amor. 87
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Hasta donde sabía, los míos sólo lo hicieron dos veces, una vez por Phillip y otra vez por mí. – Estás muy seria. ¿Qué está pasando por tu mente?– Me volví para ver a Michael y Annie de pie en la puerta. – Hola. Hey, Annie. ¿Cómo estás? – Muy bien. ¿Y tú?– Sonreí abiertamente. – Estoy bien. – ¿Quieres sentarte?– la niña caminó un poco, colgándose al final de la cama de Caden. Llevaba juntos vaqueros con pequeñas flores en los bolsillos traseros y una blusa de manga larga. – Está haciendo frío ahí fuera.– Dijo Michael , quitándose su chaqueta y doblándola sobre el respaldo de la silla. –El invierno está de camino. Oh–, cogió la chaqueta y sacó un sobre blanco del bolsillo. –Troy me dio esto para Caden.– Lo puso sobre la mesa al lado del perro pastor que yo le había comprado. – Es muy amable de su parte.– Forcé una sonrisa, los recientes recuerdos me dieron tal sabor amargo en la boca que sabía que Annie no debería oír lo que tenía que decir, y que Michael no podría entenderlo. – ¿Qué es todo esto? – miró a su hermana y a todos aquellos tubos saliendo de ella, señalando a dos en su pecho. – Terapia de radiación.– Dije calladamente. – Por Dios. ¿Es que no ha tenido ya suficiente.– Suspiró con desdicha. –Bueno, y..., ¿Cómo estás?" Sonrió. –¿Cuándo tiempo llevas aquí? – Desde que me permitieron entrar.– Le devolví al sonrisa –Tu madre estuvo hace poco por aquí. 88
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– ¿Cuánto tiempo se quedó? – su voz era baja y fría. – Unos minutos. Tenía una cita previa a la que tenía que ir. – Sí. No me extraña en absoluto.– Miró fijamente por la ventana frente a él por un momento, acariciando el final de su barbilla. Parecía meditar algo profundamente. –Troy y yo tuvimos una larga conversación esta mañana.– Sus ojos encontraron los míos. – Quiere el divorcio.– De repente se puso en pie, buscando en el bolsillo delantero de sus pantalones. –Annie, cariño, ¿Por qué no vas y nos traes a todos un refresco? Al llegar vi que había una máquina expendedora cerca del ascensor. – De acuerdo. Ya imaginaba que la señal para salir se acercaba.– Sonreí abiertamente, mientras observaba a la niña recoger el dinero y salir por la puerta. – Es una niña inteligente.– Dijo Michael , mirándola también. – Igual que su madre. – Igual que su madre.– Concordó él. –Da igual, creo de verdad que es lo mejor. Troy no ha sido un buen marido en este tiempo. Caden ha sido infeliz durante muchos años.– – ¿Por qué se casó con él, Michael? Por lo que recuerdo, era todo un bastardo. – Aún lo es. Dinero, Laurel. Es lo que hace al mundo girar, ya lo sabes.– Sonrió tristemente. –Consigue sacar lo peor de nosotros. – ¿Fue Caden quien lo decidió? – No. Mi padre. Entiéndelo, él quería lo mejor para ella y en aquel momento Troy parecía serlo. Tenía el dinero, un futuro brillante, y claro, estaba Annie. – Ella tenía igual un futuro, Michael. Habría sido una maravillosa doctora.– Él asintió. – Lo sé. Todavía habla de vez en cuando sobre eso. Pienso que aún hoy, no desearía algo tanto como el ser médico. 89
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– De acuerdo, no estaba segura que lo que querían, así que he tenido que suponerlo.– Annie me dio una lata de Pepsi con una sonrisa, a Michael otra y se abrió para ella una de Sprite. – Gracias, cariño.– Michael palmeó las manos en sus rodillas. –Bien, le prometí a Annie que la traería, pero tengo que continuar.– Se puso de pie. –Vamos, Annie–. La niña miró a su mamá tristemente, entonces comenzó a caminar hacia la puerta. – Espera, Michael. Si quieres, puedes dejarla aquí. Déjala pasar un tiempo con Caden.– ¿Por qué me estaba metiendo en aquello a propósito? Nunca había sido alguien a quien le gustara hacer de niñera, o que le gustaran los niños, de hecho. La cara de Annie se iluminó inmediatamente. – Por favor, tío Mike. Quiero quedarme.– Caminó hacia él, cogiéndole una mano y necesitando las dos ella para envolverlas alrededor. Él la miró, después a Caden, finalmente a mí y suspiró. – ¿Estás segura Laurel? – Claro.– Intenté darle una tranquilizadora sonrisa, que consiguió convencerle. Con una pequeña sonrisa, asintió. – De acuerdo. Vengo por ti en mi descanso del almuerzo, ¿vale? – ¡Gracias!" Annie envolvió sus delgados brazos alrededor de la cintura de Michael y le sonrió abiertamente. –Te quiero, tío Mike. – Yo también te quiero. Pórtate bien. – Claro. ¿Cómo podría no hacerlo?– Gooper sonrió abiertamente a la mirada descarriada en el rostro de su sobrina y, con un saludo dirigido a mí, salió por la puerta. Bien. Ahora qué hacer para entretener a una niña de nueve años.
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Annie se acomodó en la silla que su tío hacía poco que había abandonado. Golpeó los talones contra las patas de madera y miró fijamente a todos los tubos que sobresalían del cuerpo de su madre. – ¿Le duele?– preguntó, rascándose la nariz. – No lo sé. No lo creo. – Espero que no. ¿Te gusta el béisbol, Laurel?– La miré, ligeramente sorprendida por el abrupto cambio de tema. – Bueno, supongo que sí. – ¿Sabías que el primer partido de béisbol se jugó en Hoboken, Nueva Jersey? – No.– Sonreí, encontrando su llamativa mueca absolutamente encantadora. – ¿Sabías que la Estatua de la Libertad realmente está en Nueva Jersey? – No, cariño, está en Nueva York. – No.– Dijo, agitando su cabeza vigorosamente. –La Isla Ellis es parte de Jersey. Estoy llena de información inútil, ¿verdad?– Sonrió. – Bueno, por lo menos eres interesante.– Me miró, inclinando su cabeza hacia un lado. – ¿Mi madre y tú ya se conocían cuando tenían mi edad? – No. Nos conocimos en la universidad.– Sonreí de nuevo al recuerdo. –Éramos compañeras de cuarto. – Quiero ir a la universidad. Quiero ser médico.– Le sonreí cálidamente. A Caden le encantaría que su hija se hiciera médico. – Estoy segura que serás una doctora maravillosa, Annie.
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– Cuénteme una historia sobre mi madre de cuando era más joven. Miré a aquella niña ante mí, tenía la misma curiosidad y la misma apariencia que su madre, pero con el coraje y fuerza que ésta nunca poseyó. – Bien, déjame pensar un momento.– Me acomodé en mi silla, con las piernas extendidas y la lata de refresco balanceándose entre mis manos, mientras volvía al pasado.
Nunca había montado un caballo en mi vida, ni había tenido curiosidad para hacerlo alguna vez, pero aun así, allí estaba sentaba, con una bestia salvaje de dos toneladas entre mis piernas. Caden me había dado unas breves clases de instrucción antes de haber dejado los establos, pero eran suficientes como para hacerlo bien. Aún me sentía tremendamente asustada. – Venga, Laurel. ¡Mantente erguida!– Me gritó, su caballo trotando a un paso lento, el mío a punto de caer desmayado y muerto, pensé. – ¿Y cómo lo hago? “Grité, sosteniéndome por mi vida mientras el caballo se sacudió un poco, luego casi se detuvo, arqueando la cabeza. Apreté mis piernas con un poco más de firmeza, intentando no resbalar. Caden se volvió con su caballo, Fuego Salvaje, y trotó hacia mí y Heffer. El nombre me debió de haber dado alguna pista. Caden chasqueó la lengua, haciendo que el caballo levantara la cabeza. – Vamos, Heffer. Venga, chica.– Me miró, podía ver la diversión en sus ojos. –Vas a tener que darle de puntapiés, Laurel, o no hará lo que quieres. – ¿Por qué me diste un caballo que es tan viejo como Dios?" Pregunté mientras daba de puntapiés a la estúpida yegua, sin resultado. – Porque es dócil.– Puso a su propio caballo en acción –¡Vamos! ¡Nos vemos en el arroyo! 92
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– Cuenta con ello.– Refunfuñé, dando de puntapiés a mi caballo todo lo que era capaz hasta preocuparme de que pudiera lastimar al maldito animal. –¡Yah!–Grité en la desesperación. Hey, funcionaba en todas las películas. –¡Mierda!– Heffer inició una carrera a la velocidad de la luz, dejándome la dura tarea de hacer todo cuanto me era posible para no romperme el cuello.
Annie sostuvo su estómago mientras se reía tontamente, yo la miré. – ¿Has acabado?– Pregunté con una mueca. La niña intentó calmarse, limpiándose los ojos. – No puedo creer que con casi veinte años nunca hubieras montado un caballo. – ¿Bromeas?– Para cuando tenía casi veinte, nunca había visto un caballo en la vida real. De donde yo vengo, nena, no hay ningún caballo. – Es muy gracioso. ¿Qué hizo mami? – Me dio de puntapiés a mi trasero, eso hizo. Heffer y yo nunca logramos llegar al arroyo. Ella tomó una dirección diferente. Tu madre tuvo que venir a mi rescate– Esto, claro, hizo que a Annie le diera otro ataque de risa. Cuando la miraba, intentaba imaginar una Caden más joven sosteniendo a Annie de bebé. ¿Qué pensaba? ¿Cómo había reaccionado al dar a luz y ver a su pequeña por primera vez? ¿Estaba contenta? ¿Preocupada? Sonreí, esta vida había surgido del cuerpo de Caden, de un simple acto entre dos personas. Veía niños todos los días en las calles y de amigos en San Diego, pero nunca me había dado de bruces realmente hasta que regresé a Boston. Nunca había pensado en que la niña era de verdad una extensión de sus padres, un ser humano creado por otro. – Tienes la misma risa de tu madre.– Dije, mi voz queda. Annie se puso un poco más seria, mirándome, entonces una lenta sonrisa se extendió por su rostro.
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– ¿En serio? ¿La tengo?–Asentí, doblando mis brazos sobre mi pecho. – Sí. – Dios. Adoro la risa de mi madre.– Annie se incorporó de la silla y caminó los pocos pasos que la separaban de la cama, mirando fijamente a Caden. –Deseo que se despierte. La echo mucho de menos.– Se agachó, besando suavemente a su madre en la frente. – Yo también. Un poco más tarde, la enfermera entró para desligar a Caden de la máquina. Miré mientras retiraba los tubos de su pecho y sentí náuseas. Un tubo era casi un pie de largo, los otros de seis pulgadas. Todos habían estado dentro de su cuerpo. Por Dios. – Lo ha hecho muy bien.– dijo la enfermera mientras se llevaba la máquina fuera de la habitación.– Regresaré por la mañana para empezar otra sesión. – ¿Con cuánta asiduidad tiene que hacerlo?– Pregunté, mirando hacia el cuarto. – Durante cinco días, una vez al mes.– La enfermera sonrió y se fue. Annie y yo regresamos, caminando hacia la cama. La respiración de Caden parecía algo diferente, un poco más rápida. Alcé las cejas, preocupada. – ¿Está bien?– susurró Annie , mirándome con sus grandes ojos azules. – Creo que sí.– Miré un poco más de cerca, tomando la pálida mano de Caden entre la mía. Miraba hacia abajo extrañada, cuando sentí un pequeño apretón alrededor de mis dedos. ¿Fue ella? Observé su rostro, buscando cualquier señal de movimiento o vida. No me defraudó. Sus ojos se movieron ligeramente de lado a lado bajo sus párpados, luego se calmaron. Mi corazón golpeaba en mi pecho mientras aguantaba la respiración. Entonces sus ojos se abrieron, sólo un poco. Annie y yo nos miramos. – ¿Se está despertando? 94
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– No lo sé.– Las dos miramos en silencio. Los párpados de Caden se cerraron temblando, entonces se abrieron un poco más hasta que estaba mirando al techo. Gimió casi inaudiblemente y comenzó a echar una mirada alrededor. – ¿Mami?– Caden miró en la dirección de la voz, y una débil sonrisa doblo la esquina de su boca. – Hey, nena.– Susurró, su voz ronca, los labios partidos. Salí de prisa del cuarto, corriendo hacia la estación de enfermeras gritando que Caden se había despertado y corriendo de nuevo al cuarto. Los ojos de Caden dejaron a su hija y se volvió hacia mí. Sonrió de nuevo. –Hey. – Hola. ¿Cómo estás? – Cansada. – No veo por qué. Sólo has estado durmiendo durante los últimos tres días.– Sonrió de nuevo, cerrando sus ojos.
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PARTE 4
Annie y yo miramos fijamente, nos sentíamos aturdidas, entusiasmadas, angustiadas, felices, curiosas y absolutamente eufóricas. Caden parecía un poco desorientada, pero lo más importante, parecía estar bien. – Voy a llamar al tío Michael y a la abuela.– Annie tomó el teléfono a un lado de la cama y comenzó a marcar. Me senté al lado de mi amiga, con el corazón latiendo de alivio. – No tienes ni idea de lo maravilloso que es volver a ver esos preciosos ojos azules.– Le sonreí, intentando mantener la emoción fuera de mi voz. Me sonrió débilmente. – Gracias por quedarte. – No es nada.– Compartimos una silenciosa sonrisa antes de que ella devolviera su atención a su hija. – Annie. Cariño, ven aquí.– La niña me dio el receptor del teléfono y alegremente fue al lado de su madre fundiéndose en el enorme abrazo que la esperaba. – ¿Hola?– No tenía idea de a quién me había pasado. – ¿Annie? – Uh, no, señora Lodge. Soy Laurel. – Oh. Bueno, ¿cómo es eso de que Caden se ha despertado? –Pude percibir la esperanza en la voz de Margaret, aunque intentara mantener la acostumbrada conducta distante. – Es verdad. Abrió los ojos hace unos minutos– el doctor de Caden entró en la habitación, cual padre orgulloso.– El Dr. Gustov está aquí. Mejor me voy. Si usted
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pudiera... – Por supuesto, llamaré a Michael. Estaré ahí pronto.– Y tras un clic, la línea quedó muerta. – Interesante...– Colgué el auricular y me apoyé contra la pared mientras observaba al doctor examinar a Caden, inspeccionándole los ojos con una pequeña luz y haciéndole preguntas. Annie permanecía sentada en la cama con la mano de su madre entre las suyas, sin intención alguna de separarse de su lado. No pude evitar sonreír. Me sentí feliz de haber regresado.
Caden se había sumido en un extraño mutismo durante los últimos días desde que Troy se había marchado. Me sentía algo defraudada por Michael. Sólo le había pedido que se fuera, sin darle su merecido. – Tienes que entenderlo, Laurel, las cosas no se hacen así. No lo entendía, pero bueno. Si hubiera sido mi hermana, le hubiera pateado el trasero de aquí hasta Tombuctú. Sería mejor que no me dejaran acercarme a él o no podría evitarlo. Caden se había negado a hablar sobre ello o decirme siquiera qué había pasado exactamente. Lo único que dijo fue que no la había violado. ¿Entonces qué? Al parecer algo que había necesitado de un "no-no". Recordé esa noche en la que salimos, intentando dilucidar cómo había conseguido alejarla de nosotros. Fuimos en coche al restaurante, y hasta entonces todo normal. Troy se detuvo en la entrada principal, quejándose de que no tenía ticket para el parking. Luego nos pidió a Michael y a mí que consiguiéramos una mesa para todos y que él y Caden se encargarían de aparcar el coche. No me había gustado la idea, pero nunca pensé que él intentara algo.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Michael y yo nos habíamos sentado, teniendo que esperar casi veinte minutos hasta que aparecieran. La cara de Caden era un poema, con los ojos abiertos de par en par, con expresión de susto. Mis sentidos se dispararon y me puse de pie, agarrándola por el brazo y preguntándole si estaba bien. Dijo que lo estaba y se sentó. Troy evitó mirarnos a ninguno a los ojos. Fue entonces que supe, o al menos tuve una pequeña noción, lo que había pasado. – Olvídalo, Laurel. No es tan importante. Subimos a nuestra colina, lado a lado. Yo llevaba mi libreta de bocetos como siempre y Caden nuestro almuerzo. Sin embargo, yo no tenía muchas ganas de comer. No las tenía desde que aquel hijo de perra había intentado abusar de mi mejor amiga. ¿Por qué los hombres se comportan a veces como auténticos cerdos? – Creo que deberíamos hacer algo diferente.– Me giré cuando oí la voz de Caden que me sacaba de mi ensueño. – ¿Cómo qué? – Bueno, las últimas veces me has pintado con los tirantes del vestido bajados.– Caden se detuvo en nuestro árbol y se sentó extendiendo la manta. Yo me senté frente a ella, abriendo la canasta, curiosa por ver lo que Antonio nos había preparado esta vez. – Mmm... Sándwich de albóndiga.– Quizá estaba un poco más hambrienta de lo que en un primer momento me había parecido. Puse uno delante de ella y uno delante de mí, ansiosa por hincarle el diente. Era una de mis comidas favoritas. –Oh, tenemos tarta de postre. Tengo que admitirlo, adoro a este cocinero.– Sonreí abiertamente. – Bueno, eso si te van jóvenes, extranjeros y guapos. – Sí, claro.– Me reí disimuladamente ante la idea. – Al parecer, ya hay una mujer en esta familia interesada en él.– Estudió el sándwich envuelto pulcramente en el papel de aluminio antes de encogerse de hombros y 98
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sonreírme. De repente se sonrojó, y recordé que no había terminado de formular su proposición. – Entonces, ¿qué es eso que quieres hacer hoy y que es tan diferente?– Comencé a desenvolver mi almuerzo, mientras la boca se me hacía agua pensando en el sándwich. El olor que llegó hasta mi nariz era celestial. Caden se encogió de hombros. – Nada. No importa.– Desenvolvió a su vez el almuerzo. Decidiendo pasarlo por alto, mordí el suave pan, aún caliente. Puro éxtasis. Cerré los ojos mientras degustaba el sabor con la lengua. Cuando los abrí de nuevo, me encontré con una intensa mirada azul. –¿Qué?– Pregunté por encima del sándwich. Ella sonrió y agitó su cabeza. – Nada. Aquella sería nuestra última sesión en la propiedad de los Lodge. Caden, Michael y yo regresábamos a la escuela el lunes siguiente. Caden y yo a comenzar nuestro año menor, Michael a terminar su licenciatura para luego conseguir su MBA. Él y yo nos habíamos acercado mucho durante el verano y estaba segura de que iba a echarlo de menos. Me había pedido que diera un paseo con él una tarde y acepté. Caminamos en silencio, admirando la belleza de las tierras y los exquisitos jardines de Margaret, que pronto desaparecerían hasta el siguiente año. – Me gustas mucho, Laurel.– dijo Michael finalmente. Sonreí. – Y tú a mí también, Goop. Eres un gran chico. – ¿Sí? – Sí.– Él sonrió con la más linda y tímida sonrisa. A veces podía ser tan adorable...
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Igual que su hermana. – Estaba pensando en que quizá tú y yo podríamos vernos durante este año. Ya sabes, salir, ¿quizá?– me miró, con la esperanza brillando en sus ojos. Pensé sobre su petición un momento, intentando descifrar si había algo que descifrar. – Bueno, sí, claro. Salir y ver una película, o algo así. Será divertido.– Esperaba que él lo hubiera dicho sólo como amigos, porque... no pretendía que fuéramos pareja, ¿no? Se detuvo, haciendo que yo me detuviera también. Me giró hacia él para que lo mirara y me besó con suavidad. O sí. Lo miré fijamente, sorprendida y sin moverme, cosa que no debí de haber hecho nunca, porque lo tomó como una invitación. Puso los dedos bajo mi barbilla, alzándola ligeramente. Me besó de nuevo, un poco más profundo y durante más tiempo. Me aparté suavemente antes de que él pudiera ir más lejos. Me sonrió, satisfecho. – Vamos. Continuemos el paseo.– Seguí a su lado, no segura de qué hacer. Había decidido no decirle a Caden lo del incidente del jardín. Sabía que ella era una de las que querían que su hermano y yo fuéramos pareja y no la necesitaba convenciendo a Michael más de lo que ya estaba. No estaba muy segura de qué era lo que tenía con él, pero no me parecía una buena idea considerando que su hermana era mi mejor amiga y compañera de habitación y que, si no funcionaba entre nosotros, no quería arriesgarme a perderla. Siempre había pensado que perder amigos era una de las peores cosas que tenía la vida. ¿No era una buena reflexión? – ¿Has dibujado a alguien desnudo alguna vez ? Casi me ahogué con mi último pensamiento mientras mis ojos buscaban con celeridad a Caden, encontrándose de lleno con la curiosidad en su mirada.
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– ¿Perdona? – Un desnudo. ¿Alguna vez has dibujado un desnudo? – Sí. Tomé un semestre entero de dibujo del cuerpo humano. Grandiosa clase, por cierto. ¿Por qué? ¿Quieres ser modelo de desnudos?– Me reí entre dientes, bebiendo a sorbos de mi lata de Cola. Se encogió de hombros, mirando tímidamente hacia el suelo y arrancando el césped que se alzaba sobre el borde de la manta. –¿Caden? – se encogió de hombros de nuevo. – No sé. Pensé que podría ser la última sesión de verano para nosotras. Quiero decir, sé que ambas tendremos horarios muy ocupados este año, así que nuestras sesiones probablemente se detendrán y tú estarás trabajando más, así que...– se detuvo y me miró, en sus ojos un increíble y vibrante azul que contrastaba con el intenso verde del césped y de los árboles. Era precioso. – Si tú quieres, Caden, me parece bien. Estoy segura de que será un retrato excelente.– Me miró, intensa y profundamente. Me pregunté si podía leerme el pensamiento y el alma. – De acuerdo.– Dijo, susurrando casi. –Terminemos el almuerzo y hagámoslo.
Los doctores le dieron el alta a Caden y le dijeron que podría irse a casa el día siguiente, con la condición de que regresara para su terapia de radiación. Tenía otros cuatro días esa semana y entonces terminaría por ese mes. Emocionada, Caden resplandecía. Michael apareció poco después de que Margaret lo hubiera llamado, agitado de entusiasmo y alivio. Su madre aún no había aparecido. Le había dicho que tenía algunos negocios que atender y que entonces iría. Aquella mujer me hacía querer gritar.
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La habitación de Caden era un murmullo de voces entusiasmadas, risas y besos. Sentía que no era mi lugar estar en tal escena familiar, así que abandoné la habitación calladamente. Sintiendo la necesidad de tomar un poco de aire, di un paseo alrededor del hospital. Quería pensar.
Nos tomamos nuestro tiempo para almorzar ese día, creo que ambas estábamos demasiado nerviosas como para forzar nada. Preferimos esperar tanto como fuera posible. No sabía muy bien cómo se sentía Caden en ese momento, pero yo estaba viva por dentro y preparada. ¡Y aun así asustada hasta la muerte! Parte de mí suponía que quizás estaba demasiado emocionada. Pero era una artista y cualquier nueva clase de desafío era bienvenida y emocionante. "Sí, continúa diciéndote eso, Laure". Caden había capturado mi imaginación desde nuestro primer hola y ahora tenía la oportunidad de hacer un cuadro real y físico con esa conjurada imagen. Para cada cosa buena, había una igual de mala, o como fuera. Cargamos de nuevo la cesta del almuerzo con la basura y nos miramos fijamente, con sendas sonrisas estúpidas plantadas en nuestros rostros. – Esto es ridículo. Vamos. Comencemos. – Buena idea–. Sonreí con una confianza que no sentía. Habíamos sido compañeras de cuarto durante dos años, y, como era de esperarse, nos habíamos visto desnudas, pero esto, de alguna forma, era diferente. De hecho, Caden se estaba desnudando para mí y no sólo delante de mí. Respirando profundamente, recogí mis suministros de arte y me dirigí hacia nuestro lugar. Mientras me instalaba, ella comenzó a desvestirse despacio. Su blusa fue la primera en abandonar su cuerpo, quedándose en pantalones cortos, sandalias y sujetador. Su piel estaba bronceada y parecía suave. Mis dedos cosquilleaban por el deseo de tocarla. Mientras se deshacía del resto de su ropa, intenté no mirar fijamente, pero era tarea ardua, por así decirlo. Su cuerpo era largo y ágil. Cualquier persona con 102
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ojos podía mirarla y quedar cautivada. – Nunca había hecho algo así antes. Me siento extraña.– Levanté al fin la cabeza de mi cuaderno de dibujo y sonreí para tratar de calmar su nerviosismo, a menudo llevando la vista hacia la casa para asegurarme de que nadie se acercara. Despejado. – No es tan malo. Hace tiempo, cuando aún estaba en secundaria, me hacía falta dinero. Así que posé para una clase de la universidad local durante la semana entera de las vacaciones de primavera–. Sonreí ante el recuerdo. Sabía exactamente por lo que estaba pasando. Aunque también yo tenía la ventaja de no conocer a nadie en aquel salón por entonces. – ¿En serio? ¿Cómo lo hiciste? –Caden se sentó, con las rodillas contra el pecho y los brazos sobre las espinillas. – De pena. Bueno, eso no es del todo cierto. Me llevó un día o dos, pero luego lo hice bien. Me di cuenta de que nadie en la clase me estaba mirando a mí, sino a mi cuerpo. Salió bien. – Oh. Vaya, eso es genial, supongo. ¿Disfrutaste? – No.– ambas nos reímos. –Sólo piénsalo de esta forma: tu cuerpo se convertirá en una obra de arte, algo para ser admirado. Lo estoy mirando bajo el prisma del artista, no con el de una persona normal, si es que eso tiene sentido. – Sí. Supongo que lo tiene.– Caden tomó un profundo respiro.– Está bien...– lo soltó, lentamente desplegándose despacio, como una flor al florecer.– Aquí va el resto.– Se quitó las sandalias, colocándolas al lado de la blusa ya doblada, después se sumaron sus pantalones cortos, la ropa interior y el sujetador. Con una profunda inspiración y sin atreverse a mirarme, se colocó de lado sobre el césped, tratando de encontrar una posición donde las hojas no le hicieran cosquillas o rascaran su piel desnuda. Acomodada por fin, sostuvo la cabeza sobre la mano, mirándome con expectación. Yo la miraba mientras trataba de decidir por dónde comenzar, pero mi mente no trabajaba 103
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en sintonía con mis ojos. Me regodeé en las largas piernas, en las rodillas ligeramente inclinadas, en los muslos fuertes por sus diarias caminatas y años de natación, en el oscuro cabello. Sus brazos, igualmente fuertes y torneados, estaban colocados, uno a su costado, marcando la curva perfecta de su cadera, y el otro debajo de la cabeza que descansaba sobre la palma. Los pechos fueron los que más capturaron mi atención. Parecían tan suaves y tan llenos... La redondez perfecta para una mano. Quería tocarlos, quería que me llenaran las manos. Me saqué de golpe de mis pensamientos. No necesitaba pensar en mi mejor amiga de esa manera. Pero entonces reparé en la forma en la que su oscuro cabello caía sobre su hombro cubriendo parcialmente uno de sus pechos, en el hueco de su garganta... Sus hombros, tan hermosos y fuertes, su largo cuello, ese increíble rostro... ¡Para! ... esos labios tan llenos, la rosada lengua asomándose para humedecerlos... ¡Para! – Está bien. Allá vamos.– Con una inspiración profunda me recogí el pelo en una cola de caballo y comencé a dibujar.
El aire nocturno comenzaba a convertirse en viento, pero aun así, seguía paseando alrededor de las calles del hospital, probablemente sin que fuera el lugar más seguro para hacer tal cosa, pero sin que me importara. Necesitaba algo de aire. Me preguntaba si debía quedarme ahora que Caden había despertado, habíamos hablado y había salido bien de la operación. ¿Todavía quería que me quedara? Podía hacerlo, pero no estaba segura de quererlo. Recordar me estaba trayendo cosas en las que realmente no quería pensar. Recuerdos que había enterrado y de los que no tenía ninguna buena razón para traerlos de vuelta. No se puede llorar por lo que ya no tiene 104
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caso. Deslicé una mano sobre mi cabello, ahora corto, con un suspiro. Necesitaba llamar a Carol. Había estado en Boston durante una semana y ni siquiera había pensado en ello. No estaba muy segura del estado de nuestra relación. Joder, ¿qué relación? Teníamos relaciones y veíamos una película una vez por semana. No había mucha profundidad en eso. Al tiempo que recapacitaba en ello, sacaba el móvil del bolsillo y marcaba su número. – ¿Hola? – Hey. ¿Cómo estás? –Encontré un banco cerca de la entrada de urgencias y me senté. – Sorprendida. ¿Y tú? – Estoy bien, supongo. Siento no haber llamado antes. Ha sido una semana infernal. – Me imagino. ¿Cómo está tu amiga? – Está bien. Acaba de salir del coma esta tarde. Llevaba así tres días. He estado de vigilia toda esta semana.– Carol se rió ligeramente. Podía imaginarla en su cabaña, acurrucada en el sofá de piel, con su largo cabello castaño sobre un hombro, con la sudadera justo debajo; frío, caliente, frío, caliente... No podía mantenerme al ritmo de su termostato interior. Nunca sabía si llevarle café o un helado. – Bueno, parece que has sido una buena amiga. Fruncí el ceño cuando escuché el ligero tono sarcástico en sus palabras. – ¿Estás molesta porque estoy aquí? – En realidad, pienso que molesta es una palabra un poco fuerte, pero supongo que lo que pasa es que no entiendo del todo la razón. Sois viejas compañeras de escuela, no
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amigas de toda la vida, ¿no?– Me encogí de hombros, olvidando que ella no podía verme.– Ni siquiera la has visto en muchísimo tiempo. Señor, antes de esta tragedia, ni siquiera te había escuchado nombrarla. – Me necesita… – Entonces, como te he dicho, has sido una buena amiga. Bien por ti.– Odiaba esa calma en su voz. El tono era indescifrable y tan casual como una patada. Suspiré, no necesitaba aquello. – Mira, tengo que irme. Sólo quería llamar y hacerte saber lo que estaba pasando. – ¿Cuándo vas a regresar? – No lo sé con seguridad. De hecho, he estado pensando sobre eso esta noche. No lo sé. No estoy segura de lo que hacer. – En fin, estoy segura de que lo averiguarás. Permanecí en silencio durante un momento, de repente me sentí tremendamente triste. – ¿Por qué no puedes simplemente comportarte como una amiga y escucharme, Carol? Necesito alguien con quien hablar. – Vale. Habla. Cerré los ojos y me froté la frente. Supe que perdía el tiempo y el aliento. – Está bien. Mira, mejor me voy. Aquí tenemos tres horas de diferencia y me siento cansada. Te llamo en un par de días. – Bien. Que pases una buena noche, Laurel. – Tú también. Buenas noches.– Apreté el botón de mi teléfono y guardé la antena
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mientras miraba el cielo nocturno. Reparé en la forma en que las luces naranjas que me rodeaban se reflejaban en las nubes por encima de mi cabeza. Casi parecía que iba a nevar. Con otro suspiro, me dirigí al hospital.
Era asombroso. El dibujo parecía proyectarse por sí solo, como si yo no tuviera nada que ver con él. Las líneas eran limpias y honestas. Caden surgía de la página con un realismo sorprendente. De vez en cuando, creaba algo que estaba más allá de mi imaginación, más allá de mi talento. Y este dibujo era uno de esos. Caden parecía estar relajada, olvidada ya su inicial vacilación. Me miraba fijamente mientras estaba allí, algunas veces sonreía ligeramente, curvando sus labios y en otras ocasiones se mostraba seria y pensativa. Me preguntaba qué era lo que pasaba por su cabeza, ¿en qué estaba pensando? A veces hablábamos mientras la dibujaba, comentando el dibujo, las poses o acerca del clima. Ese día no. Salvo por los pájaros de los árboles, sólo existía el silencio entre nosotras. El mundo a nuestro alrededor se había detenido, dejándonos; sólo Caden, a mí y mi cuaderno de dibujo. Era mágico. Mis ojos la observaban, enfocándose en la textura de su piel, tratando de plasmarla de la forma correcta. El sombreado, el tono, la perfección absoluta de ella. Era casi hacerle el amor a su imagen con la mano y los ojos. El hechizo se rompió cuando finalmente habló. – Mi madre quiere que me case.– Levanté la vista, mi mano quieta por primera vez desde que había comenzado el retrato. – ¿Qué? ¿Por qué? – Es lo que se supone que tengo que hacer. Nunca le gustó la idea de que fuera doctora. Siento como si estuviera atrapada en alguna película donde a la hija de unos padres ricos la mandan lejos al terminar la escuela. Quizás, en lugar de tomar física el
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próximo semestre, debería tomar una clase de equilibrio, caminar por ahí con un libro sobre mi cabeza. – ¿Pero en qué siglo vive tu madre?– Reanudé el dibujo, tratando de conseguir la sombra de su cabello de la mejor forma. Caden se rió entre dientes, con tristeza. – No estoy segura. – Entonces, ¿quién es el afortunado que te ha elegido? ¿No es así como funciona normalmente? Algunos arreglan matrimonios o algo así. – No sé.– Miró hacia abajo, comenzando a cortar hojas del césped. Parecía tan seria. Deseé que hubiera algo que pudiera hacer. Sabía que su familia ejercía una tremenda presión sobre ella y Michael. No había nada que hacer o decir. Continué dibujando.
El ascensor llegó al tercer piso y las puertas de metal se abrieron con un silbido. El piso estaba enmudecido con tan sólo una enfermera escribiendo en un ordenador de la recepción, cuyas gafas se sostenían precariamente sobre la nariz. Tuve la urgencia de abordarla y empujarlos. En cambio, pasé por delante y me dirigí a la habitación de Caden. Las horas de visita habían terminado desde hacía bastante rato, pero el personal se había portado maravillosamente dejándonos quedar con Caden o cuidándola a pesar de la hora. La familia Lodge se había ido, dejando a Caden dormitando, sola y a oscuras. Me detuve en la puerta, mirándola. Su respiración era constante y fuerte y tenía mucho más color en su rostro del que había tenido en muchos días. Se veía en paz y no quise molestarla. Yo necesitaba dormir también. Había sido una semana muy larga. – Buenas noches, Caden. Y adiós.
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Me senté en la cama de la habitación de hotel, con mi maleta a los pies y el billete de avión junto a mí. Lo miré, trazando con el dedo el logotipo de United Airlines, e intentando decidir qué hacer. Caden tenía suficientes personas a su disposición. ¿Qué podría darle yo que ellos no pudieran? Suspiré, echando las llaves del coche de alquiler al aire y recogiéndolas de nuevo en la mano. Tomando una decisión, me levanté, cogí la maleta y me dirigí hacia la puerta. Las calles estaban atestadas mientras me dirigía al Aeropuerto Internacional Logan, el cual estaba demasiado saturado para ser de mañana. Me estacioné en el aparcamiento de Hertz, y apagué el motor. Observé por el parabrisas la ventana de la oficina de los coches de alquiler, sin verlo realmente. Mi mente estaba con Caden. ¿Se daría cuenta de que me había ido? Durante la semana que había estado en Boston, había vuelto a reajustarme con la Caden que conocía, pero aún no tenía idea de cómo era la Caden del presente. ¿Quería saberlo? ¿Era mi turno de rectificar? Creía que era esa la principal razón de que me hubiera llamado. Pero nada le había pasado, mejor dicho, desde que por fin había despertado del coma, seguía bien. Seguiría así. Fuera de peligro. Mientras viajaba a través del pasado, comprendí lo que ella había significado para mí todos aquellos años. Pero, el pasado era el pasado, y el pasado había terminado. Pero, al llamar, inadvertidamente me dijo que había sido importante para ella. Que lo había sido. Abrí la puerta del coche, dirigiéndome hacia la oficina.
Caden se vistió rápidamente mientras yo hacía los últimos retoques al dibujo, para después observarlo con temor. Parte de mí esperaba que no quisiera quedárselo. Yo deseaba tenerlo. – ¿Cómo ha quedado?– Se arrastró hacia mí, mirando sobre mi hombro. Ambas lo observamos en silencio. Pude sentir su aliento en mi cuello, haciéndome temblar.– 109
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Vaya. No puedo creer que sea yo.– Susurró casi, erizando incluso el vello más pequeño de mi cuello y haciéndome temblar con ello una vez más. – Lo es.- Sentí sus pechos sobre la espalda, empujando a través del delgado material de su blusa. – ¿Es así como me ves, Laurel? – Es así como eres, Caden. Preciosa. – Gracias. Un cálida sensación me atravesó la espina dorsal, aterrizando en ángulo recto entre mis piernas. Ella creaba ese calor constante a mi alrededor que se me hacía imposible controlar. Lo ignoré. – Será mejor que volvamos. Mi madre nos va a ofrecer un cena esta noche.– Caden se alejó de mí, su súbita ausencia implantó un frío instantáneo en mi espalda. – Oh. No lo sabía. ¿Es formal? – Me temo que sí.– Caden comenzó a recoger, asegurándose que toda la ropa estaba en su lugar. Me sonrió tímidamente. –No puedo creer que acabe de hacer un desnudo.– Le devolví la sonrisa. – Yo tampoco. Regresamos a la casa para encontrar a la servidumbre corriendo por todos lados, limpiando, decorando, preparando... Caden atravesó la casa como si no viera nada fuera de lo normal. Miré alrededor, intimidada. La casa parecía más un set de película que la casa donde mi mejor amiga había vivido su niñez. – ¿Qué pasa?– Le susurré mientras subíamos las escaleras. – Son los preparativos.– Dijo en pocas palabras. 110
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– Oh.– Pensé en ello un momento antes de arrugar la frente de nuevo. –¿Preparativos para qué? – Nosotros. La fiesta de la cena que te dije. Mi madre siente la necesidad de mostrarme a todos sus amigos, y a sus hijos. Es ridículo, de hecho, pero, ¿ qué puedo hacer?– Me detuve, miré su espalda como si tuviera dos cabezas. ¿En qué maldito planeta me encontraba? De verdad que a veces echaba de menos el viejo vecindario.
Estacionada fuera del hospital una vez más, cogí el celular del asiento del copiloto del Explorer para comunicarle a Carol cuál era el nuevo plan. Mientras esperaba, escuchando los tonos de su teléfono, examiné mi billete de avión, con la esperanza haber hecho lo correcto. No lo sabía. Había pasado las puertas corredizas del aeropuerto, dirigiéndome hacia el mostrador, observando a cientos y cientos de personas pasar junto a mí, en grupos, algunos solos, dirigiéndose a su destino con aquella seria mirada de determinación que parecía estar reservada sólo para los aeropuertos. Miré fijamente mi billete y no pude hacerlo. No podía dejar a Caden sin verla una última vez, diciéndole adiós en persona. Ella se lo merecía. Como supuse, me salió el contestador de Carol. Esperé el beep, le dejé mi mensaje, diciéndole que planeaba quedarme un día o dos como mucho, y que entonces me iría a casa. Después de terminar la llamada, suspiré de nuevo, bebiendo un sorbo de mi café. El Styrofam era demasiado delgado y la taza casi me quemaba la mano. – Maldición, está caliente.– Volviendo a posarlo sobre la superficie del salpicadero, me recosté en el asiento, pensativa. Se suponía que hoy le darían el alta a Caden. Miré el reloj; casi las once. ¿Estaría aún en su habitación? Miré por el parabrisas en dirección a la hilera de ventanas del tercer piso, pero había demasiada oscuridad. La única luz provenía del sol de la tarde.
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Me sorprendí cuando Caden abrió la puerta de su habitación y ya había allí al menos una media docena de personas. Caden caminó como si fuera algo cotidiano el encontrar toda aquella gente esperándote. – ¡Carlo! ¿Cómo estás?– se acercó a un añoso hombre extremadamente bien vestido, con el pelo blanco peinado hacia atrás, mostrando su piel bronceada y sus ojos oscuros. – Hola, querida. ¿Qué tal?– la besó sonoramente en la mejilla y se volvió hacia mí, juntando unas manos perfectamente manicuradas, enseñando un anillo de oro en la mano derecha que brillaba a la luz del sol que entraba por las ventanas. –Y tú, mi amor, debes de ser la amiga.– Sonrió, sus oscuros ojos centellearon. – Supongo. ¿Quién eres? – Soy Carlo. Llevo vistiendo a la adorable señorita Caden desde que era una niña.– Se subió las mangas de su traje gris, caminando a mi alrededor en un círculo. Lo seguí con mirada fiera. – ¿Qué crees que estás haciendo? – Laurel, no. Te está midiendo.– Me volví hacia Caden que me sonreía. – ¿Para qué? – Para la increíble creación que voy a hacer para ti.– Respondió Carlo, colocándose de nuevo frente a mí. –Muy guapa. Tienes unas líneas encantadoras, querida. Estarás absolutamente adorable con lo que he traído para ti.– Se volvió hacia mi amiga. –Tu madre tenía razón, mi amor. Tiene unos ojos maravillosos y el tipo de cuerpo que sueño con vestir.– Miré a Caden de nuevo en busca de ayuda. Para mi total mortificación, estaba de pie junto a Carlo, ambos acariciándose la barbilla y mirándome de arriba a abajo.
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– Estoy completamente de acuerdo contigo, Carlo. Estoy ansiosa por ver qué vas a hacer para ella. – ¡Hola! Estoy aquí. Chicos, ¿Queréis incluirme en la conversación? Para entonces, empezaba a sentirme enfadada. – Oh, lo siento, mi amor.– Carlo dio un paso hacia mí, posando una cálida mano sobre mi hombro. –Ven, comencemos. – ¿Caden? ¿Auxilio?– Ella sonrió, agitando una mano mientras Carlo me llevaba hacia el baño del dormitorio de Caden para que así pudiéramos –comenzar.
Sonreí mientras caminaba por el vestíbulo del hospital. Me había enfadado tanto con ella por haberme hecho pasar por aquello. Pero, aunque nunca, nunca se lo admití a Caden, había disfrutado de Carlo inmensamente. Había sido divertido y me sentí a gusto enseguida. Sin mencionar el vestido que había creado para que yo me lo pusiera. Increíble. Odiaba los vestidos, pero esa noche me sentí de la realeza. Llegué hasta el cuarto de Caden, encontrándola de pie y sin parar de aquí para allá, vestida y con aspecto ideal. Estaba sola, recogiendo todas sus pertenencias en una bolsa de noche que había traído con ella desde el principio. Me fijé en que toda su cabeza aún permanecía vendada. – Hey.– Volteó, mirándome, una sonrisa instantánea cruzando sus labios. – Hey.– Se acercó a mí, abrazándome con fuerza. –Me alegra que estés aquí, aunque debo decirte que estoy algo confundida.– Me alejó de ella, sujetándome por los hombros. –En tu hotel me dijeron que ya habías salido. Pensé que te habías ido. Bajé la mirada, sintiéndome culpable.
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– ¿Te ibas a ir?– Se alejó un paso de mí, metiendo las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. Asentí. –¿Por qué?– La miré. – Bueno, tienes mucha gente aquí que te quiere e imaginé que ya no me necesitabas.– Se acercó a mí de nuevo, tomando mi mano entre las suyas. – Laurel, sí, tengo a mi familia, pero te llamé por una razón. Te quería especialmente aquí.– Me abrazó de nuevo. –Pero me alegra que hayas regresado.– Me soltó, se dirigió hacia la cama, cogió algo y se giró hacia mí. Sostuvo el labrador cerca de su pecho, acariciando su cabeza. –¿Tú?– Asentí con una sonrisa. –Te has acordado.– De nuevo asentí. – Lo vi abajo, y supe que tenía que comprarlo. – Gracias. Es precioso. Igual que tú, Caden. – ¿Cómo estás? ¿Debo suponer que ya te vas? – Sí. Por fin. Estoy tan contenta. Ansío llegar a casa y poder descansar en mi propia cama, rodeada de mis cosas. Especialmente comer comida preparada por mi cocinero.– Sonrió con un suspiro. –Bueno, ¿podrías ayudarme a llevar estas cosas abajo? Mi taxi debe llegar de un momento a otro.– – ¿Taxi? ¿Por qué te vas en taxi?– ¿Qué demonios pasa en esta familia? – Claro. Madre está fuera y Michael tuvo que ir a la ciudad por negocios esta mañana.– Me miró. –Está bien Laurel, en serio. No pasa nada.– – No vas a coger un taxi a casa desde el hospital justo después de haber salido de una operación tan delicada. Vamos. Mi coche está fuera.– Cogí su maleta y cuanto regalo me fue posible de los muchos que la gente le había llevado. –Vámonos.– – Caden. ¿Lista?– una enfermera la esperaba en la puerta con una silla de ruedas. 114
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– Todo listo.– Caden caminó felizmente y se sentó, sonriéndome. Le devolví la sonrisa, aún sentía apesadumbrado el corazón. La enfermera empujó la silla de ruedas por el vestíbulo, conmigo a un lado y Caden hablando sobre esto y lo otro. Escuché, pero no tenía mucho que decir. Era tan feliz simplemente por escuchar su voz, saber que estaba bien, despierta. Además, aún me sentía hervir por la falta de tacto de su familia.
El vestido de raso que Carlo me había preparado era a la medida, el color igualaba casi a la perfección el de mis ojos. El dobladillo alcanzaba el suelo, escondiendo mis sandalias de tacón. La espalda quedaba al aire con un escote demasiado bajo para mi gusto, pero Caden dijo que era sexy, así que claudiqué. Los tirantes iban alrededor del cuello, atados atrás, dejando también los hombros desnudos. Me sorprendí enormemente cuando me vi en el espejo de cuerpo entero del baño. Me había trasformado de una fodonga en una mujer de gran feminidad en pocos instantes. Mi cabello, en un moño sobre mi cabeza en algún complicado estilo que tardaría semanas en deshacerlo, dejaba al descubierto mi cuello. Una mujer había aparecido y me había aplicado un poco de maquillaje. Parecía una persona totalmente diferente. Salí del baño, todos habían desaparecido. Caden era la única que me esperaba. Estaba de pie cerca del armario, pintándose los labios. Vio mi reflejo a través del espejo y lentamente se giró. Sus ojos recorrieron cada centímetro de mí. – Vaya....– Exhaló. –Estás absolutamente estupenda.– Caminó hacia mí, mientras yo permanecía de pie llena de nervios, jugueteando con los dedos. Me rodeó en un lento círculo antes de colocarse frente a mí. Me sonrió con una ligera inclinación. –Preciosa, Laurel. Me he quedado sin palabras. – Lo mismo digo.– Dije, mirándola. Su vestido rojo aterciopelado no tenía tirantes así que sus increíbles hombros se mostraban sin que nada los estorbara, su cabello también atado sobre su cabeza. El vestido se ajustaba a su cuerpo perfectamente, 115
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llegándole a los tobillos, pudiendo mostrar así las sandalias plateadas y las uñas de los pies pintadas igual que el color de su vestido y el carmín. Recorrí con la mirada todo su rostro hasta llegar a sus ojos. El azul brillaba contra el ardiente color rojo. Compartimos una sonrisa y una profunda respiración. – Nuestras citas nos esperan.– Dijo, su voz queda, casi en un susurro. Aún no había recuperado el aliento, así que simplemente asentí. Se volvió y se dirigió hacia la puerta, abriéndola. Me miró una vez más, y luego se adentró en el vestíbulo. Después de un momento, la seguí.
Caden miraba por la ventana, con una sonrisa en su rostro mientras capturaba todo el paisaje que pasábamos, como si nunca hubiese visto las calles de la ciudad antes. Yo la miraba a menudo. – ¿En qué piensas?– pregunté por fin. No me miró, pero en cambio tomó una profunda respiración, dejándola escapar con los ojos cerrados. – En la vida. Estoy feliz de estar aquí.– Se volvió hacia mí.– ¿Alguna vez pensaste que regresarías aquí, Laurel? ¿Conmigo? – Para ser honesta, no. Nunca imaginé que volvería a verte.– La miré, mi honestidad suspendida en el aire, pesada, pero no dolorosa. Ella asintió. – Yo también. Eso siempre me hizo sentir pena. – ¿En serio? ¿Por qué?– Me detuve en un semáforo en rojo y me giré hacia ella. – No quería que nuestra amistad terminara. Fui débil. Lo sé ahora. Lo siento, Laurel.– La miré, no segura de qué decir. ¿Importaba ya realmente? ¿Podían las viejas heridas, casi sanadas, ser desinfectadas y vendadas? No estaba segura. – Gracias.– Se puso la luz en verde y seguí conduciendo. 116
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Traducción: Arelis, LeiAusten
La música se escuchaba mientras bajábamos las escaleras. Miré a Caden curiosa. – Mi madre ha contratado a una orquesta de veinte personas. – Oh.– Oh, dios. Caden me llevó al salón de baile, el cual ni siquiera sabía que existía. Me explicó que normalmente permanecía cerrado y que sólo se abría para las ocasiones especiales. El salón estaba en la parte trasera de la casa. Era enorme. Los suelos jaspeados magníficamente pulidos reflejaban a la perfección el cristal y el candelabro de oro que a colgaba a diez pies sobre las cabezas de todos. La orquesta estaba al fondo de la sala, su plataforma embalada se erguía ligeramente. Tocaban una pieza ligera, con el piano de cola blanco en el centro de los músicos como instrumento principal.. Me giré en un círculo pequeño, observándolo todo. El oro y las decoraciones en plata eran mayoría, así como el nombre de Caden, tallado en una escultura de hielo sobre la mesa al final de la estancia. Varias docenas de mesas habían sido colocadas alrededor del salón, la mitad de la parte izquierda se mantenía abierta en frente de la orquesta para que pudieran bailar. Casi un centenar de personas mezclados, hablaban y se reían. – Oh, vaya.– Me moví un poco más cerca de Caden, me sentía tan fuera de lugar, que comenzaba a notarme mareada. – Todo saldrá bien. Simplemente sé tú misma.– Me susurró, dando golpecitos en mi brazo con gesto tranquilizador. – ¿Quiénes son estas personas? – Amigos de mis padres, clientes de mi padre. Lo mejor de la sociedad.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
– Oh, señor. Como me dejes sola esta noche, Caden, te arrepentirás.– Se rió calladamente. – De acuerdo. – ¡Mierda!–Dije entre dientes. –¿Aquél es Warren Beatty? – No me extrañaría nada. Ven. Ahí está Michael.
– ¿Te gustaría entrar? Dudo que sigas teniendo alquilada la habitación de hotel.– Sonrió. Miré hacia la casa de los Lodge.– ¿Por favor?– La miré. –No quiero estar sola en este momento.– Miré profundamente en sus ojos y asentí. – Está bien. Le ayudé a traer sus cosas y nos dirigimos a su vieja alcoba. Caden empujó la puerta, haciéndose a un lado para que yo pasara. Eché una mirada alrededor, asombrada de que nada hubiera cambiado. – Esta casa parece no envejecer, ¿verdad?– Me volví hacia Caden. Ella sonrió y se dirigió a su cama, recostándose en las almohadas. – No. Me temo que no. Es un poco escalofriante, ¿no? – Sí.– Miré a mí alrededor después de poner todo en el suelo, oteé el baño y la enorme bañera-jacuzzi con los aspersores a los lados y al centro. La ducha gigante y los toalleros, cada uno con sus propios armarios adjuntos. –Por Dios. Siento como si hubiera viajado en el tiempo diez años atrás.– Me sonrió mientras me sentaba al borde de la cama.– Pareces cansada. – Lo estoy. He tenido un desgaste emocional tremendo. – Puedo imaginarlo. 118
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Traducción: Arelis, LeiAusten
– ¿Te estoy separando de algo en San Diego, Laurel?– su aliviada y feliz expresión se puso seria, como angustiada de repente. Me cogió de la mano.– Si necesitas regresar, lo entenderé. Solo quería verte una vez más. Ya sabes, para disculparme. – ¿De qué? – De todo.– Me miró a los ojos, esa intensa mirada que recordaba tan bien. Acaricié suavemente la mano que sostenía entre las mías. – Está bien. El pasado, pasado está.– Ella continuó mirándome fijamente por un momento antes de asentir.– Y, no. No me estás separando de nada. Eso es lo mejor de ser tu propio jefe.– Sonrió. – ¿Todavía dibujas?– sorprendida por el giro de la conversación, solté la mano de Caden, sentándome hacia atrás. – En realidad, no he dibujado en años.– Puso una expresión tal de tristeza que me rompió el corazón. – Oh. Es una pena. Eres tan maravillosa dibujando. – Gracias. – ¿Por qué? ¿Por qué no lo haces? – No lo sé. Supongo que toda mi atención se fue dirigiendo hacia la fotografía. Sin embargo, de vez en cuando pinto algún cuadro. Es lo más cerca que estoy de la pintura en estos días. – Me encantaba cuando me usabas como tu modelo. ¿Recuerdas? – Sí. Me acuerdo.
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Michael se acercó a nosotras, estaba increíblemente guapo con un esmoquin negro con el chaleco y corbata blancos. Parecía orgulloso mientras nos admiraba a ambas apreciativamente. – Señoritas.– Tomó una mano de cada una entre la suyas. –Estáis absolutamente espectaculares. – Gracias, Michael. Tú también estás muy guapo.– Caden apartó la mano de la suya y le enderezó ligeramente la corbata, dando golpecitos, acto seguido, en su hombro. – Para.– le apartó las manos, sonriéndome abiertamente. –Laurel, tengo que decirte que esta noche me siento como un colegial a tu lado. Estás impresionante.– Mi cara debió ponerse del mismo tono que el vestido de Caden. Nunca había sido receptora desemejantes cumplidos. – Um, gracias. Tú también estás guapo–. Él sonrió, cogiéndome la otra mano. – Me siento orgulloso de ser tu pareja esta noche.– Eso era toda una sorpresa. Sonreí. – Yo también. ¿Qué hay de Caden? – Eso será asunto mío.– Caden y yo nos volvimos, yo casi grito. Troy caminaba hacia nosotros vestido con un esmoquin similar al de Michael, una mano en el bolsillo delantero y la otra sosteniendo un vaso de champán. –Hola, señoritas. Estáis adorables.– Sonrió encantadoramente a Caden, luego a mí. Tuve que utilizar toda la fuerza de voluntad de la que era capaz para no incrustarle el tacón de mi zapato a través del ojo. Caden miraba a su hermano. Él se encogió de hombros. – Papá insistió.– Susurró casi. –Lo siento. – Caden, Laurel, debo disculparme. Mi conducta la última vez que nos reunimos fue menos que cordial. No era necesario.– En mi rostro apareció aquella maldita sonrisa
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encantadora y forzada. –Así que, sugiero que lo dejemos atrás y tengamos una velada agradable.– Caden asintió educadamente. No dije nada, me limité a desviar la mirada. – Bueno, ¿buscamos una mesa?– dijo Michael. Él era el que sostenía ahora mismo la patata caliente, y lo sabía. Nos llevó a todos a una mesa cerca de la pista de baile, ambos hombres nos apartaron las sillas. Me sentía ridícula, pero no dije nada. Sabía que Caden quería que yo jugara. Me senté delicada y apropiadamente, asegurándome de cruzar mis piernas y todo. La mesa era redonda, y yo estaba flanqueada por Caden a mi izquierda y Michael a mi derecha, con Troy justo enfrente de mí. La música se detuvo cuando alguien de la enorme mesa cercana intentó llamar la atención, comprendí que era la mesa de los padres de Caden. El Sr. Michael Lodge estaba de pie, golpeando con un tenedor su copa de vino. Era bien parecido. Su cabello apenas encanecido agregaba sofisticación y madurez a un rostro relativamente sin arrugas y juvenil. – Hola a todos y bienvenidos. Me alegra gusto de que todos hayan podido venir a nuestro pequeño lugar.– La muchedumbre se rió entre dientes con su subestimación. – Como todos sabréis, estamos aquí para honrar a mi pequeña niña y presentarla en sociedad. Mi pequeña princesa está comenzando su tercer año de universidad en Pennsylvania, cursando medicina. Yo quería que siguiera a su hermano y a mí en el negocio, o a su abuelo en la política, pero no, no. Mi hija tiene toda la intención de convertirse en la primera doctora de la familia Lodge. Estamos muy orgullosos de ella. Una gran estudiante, la primera de su clase. Brindemos por mi pequeña niña, ¡Caden! – levantó la copa, e inmediatamente lo siguió toda la sala. Me giré hacia mi amiga, una sonrisa de una milla por todo mi rostro, sintiéndome tan orgullosa de ella como lo estaban sus padres. Para mi sorpresa, ella miraba hacia la mesa, con los ojos cerrados y apretados, antes de levantar la cabeza, evitando mis ojos y sonriendo a los invitados que nos rodeaban, que le sonreían y la vitoreaban. Saludó educadamente a toda la estancia, poniéndose de pie mientras lo hacía y sentándose de nuevo. 121
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– Ha sido maravilloso, Caden–. Exclamé, acercándome a ella para que pudiera oírme sobre las ovaciones. –No tenía ni idea de que tu padre te apoyara de esa forma.– Ella se giró con ojos tristes hacia mí, más húmedos de lo usual. – No lo hace. Es una actuación, Laurel. Aborrece la idea.– Me aparté, aturdida, volviéndome hacia Michael que miraba sus manos que descansaban sobre la mesa. Troy bebía de su champán alegremente.
Caden estaba dormitando apaciblemente en su alcoba, así que me senté en la biblioteca al lado de la chimenea con un block de papel que Mildred había encontrado para mí y un lápiz. Observé fijamente las llamas, luego miré hacia el pálido block. Nada. No podía pensar en una sola cosa que dibujar. Los días de cuando acostumbraba a llevar un block de bocetos, como la mayoría de las personas llevan un monedero, parecían tan distantes... Ahora llevaba mi cámara. La había traído conmigo a Boston. Cerré el block, y con prisas fui hacia mi automóvil, buscando en su interior hasta que encontré la caja que contenía mi cámara Nokia de 35 mm. Con un rollo nuevo, empecé a dar vueltas por los alrededores de la bonita propiedad. Era una fuente inagotable de objetivos para fotografiar. Me acerqué a los establos, apoyándome sobre una de las barras del cerco, mirándolos correr y jugar. Había sólo tres caballos a pesar de que solía haber una docena o más. Me pregunté qué había pasado con todos ellos. El relinchar impregnaban el aire, su respiración y resoplidos salían en pequeñas bocanadas blancas. Saqué la cámara y comencé a hacer fotos, ajustando la lente para conseguir algunos primeros planos fabulosos. Uno poniéndose sobre sus patas posteriores, las delanteras sostenidas en el aire. Increíble. Me moví alrededor, intentando conseguir ángulos diferentes. Bajando finalmente la cámara, con casi medio rollo gastado, contemplé durante un rato más antes de seguir. Mientras seguía caminando, vi nuestra colina. Con una sonrisa, me dirigí en esa dirección. Sería genial verla de nuevo. 122
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Había estado, obviamente, en mejor forma a los diecinueve años de lo que estaba a los treinta. Me reí entre dientes mientras alcanzaba la cima, jadeante. No estoy envejeciendo, no estoy envejeciendo. No me parecía que mi mantra diario resultara tan bien como lo hacía antaño. Estaba igual, aunque el césped estaba amarillo por la venida del invierno y los árboles perdían sus hojas. Descubrí nuestro árbol y caminé hacia él, recordando en mi cabeza todo el tiempo que habíamos pasado allí aquel verano. Todos los dibujos que yo había hecho. Lo echaba de menos. Nunca me he sentido tan cercana a alguien como lo estuve entonces con Caden. Me entristeció cuando lo comprendí. Parecía ser una cercanía tan sólo reservada para los jóvenes; a esa edad las personas aún pueden abrirse a otros dado su falta de experiencia en la vida. Desconoces el dolor que puede acarrear. El fin de la inocencia.
– ¿Cómo pudiste permitir que esto pasara, Michael?– Giramos de nuevo, una y otra vez alrededor de la pista de baile. Pude sentir el calor de su mano en mi espalda desnuda, yo mantenía una sobre su hombro, y las otras mano a mano. – No tuve opción, Laurel. Lo juro. Intenté luchar contra mi padre en lo de invitar a Troy, pero él insistió. Lo que mi padre quiere, lo consigue. – ¿Incluso a pesar del riesgo en la seguridad de tu hermana?– me empujó hacia atrás, inesperadamente, me así a su hombro, clavando casi los dedos a través del material de chaqueta. – No vuelvas a hacer eso sin avisar o haré que seas capaz de cantar como una soprano.– Le susurré cuando me subió de nuevo. Sonrió abiertamente y asintió, guiándonos de nuevo alrededor de las otras parejas. Miré a nuestra izquierda, vi a Caden bailando con Troy. Parecía sentirse miserable mientras aparentemente charlaban. Bueno, más bien mientras él charlaba y ella asentía.
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– ¿Tienes idea de lo guapa que estás esta noche?– Miré a mi compañero de baile con una mueca. – Me siento como una idiota. – Pues no deberías. Estás muy bien.– Sonrió encantadoramente. – Ni siquiera lo intentes, Michael. Déjalo de una vez.– Con enorme risotada, me inclinó de nuevo, chillé como una niña mientras le golpeaba el hombro. Finalmente, mis oraciones fueron oídas y la canción se acabó. Salí deprisa de la pista, hacia la puerta, necesitando un poco de aire. Hacía demasiado calor en la pista por la aglomeración y me hizo bien poder alejarme de la gente. Las puertas francesas del vestíbulo estaban abiertas. Llevaban a un pequeño patio con algunas sillas y una mesa pequeña. Parecía el lugar perfecto para esconderse. Me gustaba Gooper, pero agradecí que no me siguiera. Caminé hacia la pared de yeso que rodeaba el patio, descansando mis manos sobre ella y levantando mi cara hacia el caluroso aire nocturno, agradeciendo la brisa fresca como si fuera una bendición. – Es agradable estar aquí afuera, ¿verdad?– Miré por encima del hombro para ver a Caden de pie en la puerta, con las manos entrelazadas delante de sí. – Lo es. ¿Te importa acompañarme? – Por favor No estaba segura de si debía molestarte o no. – Demasiado obvio, ¿eh?– Me giré para verla de frente, apoyándome contra la pared. Se acercó con una mueca y una inclinación.– Bueno, creo que mi baile con Michael me ha dejado hecha polvo. – Te entiendo.– Se apoyó contra la pared junto a mí y soltó un suspiro.
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– Así que ¿te lo estás pasando bien?– ambas perdimos la vista en la oscuridad, más allá de la luz de la mansión llegaba a iluminar. Resopló quedamente. – Nada me gustaría más que el que acabase todo esto. Todo es una comedia. – ¿Tu familia hace este tipo de cosas a menudo? – No que estemos involucrados Michael o yo. Mis padres tienen fiestas así todo el tiempo por una razón u otra, pero el propósito de esta noche es sacarme de la universidad y casarme. Todo un esfuerzo para un heredero, ¿no crees?– Yo la miraba, aturdida. – Eso parece. – Debo decir, sin embargo Laurel, que no puedo expresar lo feliz que me hace tenerte aquí esta noche. Sin ti, probablemente hubiera perdido el juicio.– Me sonrió, golpeando mi hombro suavemente con el de ella. La golpeé también. – Lo mismo digo.
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PARTE 5.
El martillo cayó, sin alcanzar la cabeza de Caden por pocos centímetros, pero se alzó de nuevo para caer con una fuerza tan brutal como la primera vez. Caden consiguió esquivarlo de nuevo, su grito quedó silenciado por el hoyo negro que estaba a su espalda. Me extendí hacia ella, intentando cogerla de la mano, pero había desaparecido fuera de mi vista, cayendo por el precipicio…. Me desperté con un grito, saltando en la cama, con el cabello pegado a la cabeza y unas gotas de sudor que caían cerca de los ojos y me picaban. Tomando una profunda respiración miré alrededor, intentando deducir dónde me encontraba y qué estaba pasando. La desconocida habitación permanecía a oscuras, en silencio. Estaba sola. – Por Dios.– Pasando las manos a través de mi cabello sacudí los últimos recuerdos del sueño fuera de mi cabeza. Totalmente despierta, retiré las sábanas y estiré las piernas sobre un lado de la enorme cama, tocando con los pies la alfombra de felpa. Caden me había pedido que me quedara en su casa esa noche y que buscara un hotel más adelante. Concordé, aunque algo reluctante. – Será divertido. Como en los viejos tiempos.– Su sonrisa venció finalmente. Miré al reloj de la mesita, solamente eran las tres de la mañana. Estaba completamente despierta y no tenía ni idea de lo que hacer al respecto. No me sentía cómoda para husmear por la casa Lodge hasta encontrar algo que me distrajese. Encendí la luz, observando la habitación de huéspedes del segundo piso al que Caden me había llevado. Era muy bonito, y tan grande como mi primer apartamento, quizás más. Me dirigí al baño y allí contemplé la voluminosa y profunda bañera... demasiado tentadora. Sin pensármelo dos veces comencé a preparar un baño caliente, quitándome la camiseta y los pantalones cortos. El vapor empezó a nublar el cuarto. Cerré los ojos,
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respirándolo, sintiendo el calor sobre la piel desnuda. Aquella era la gloria. Mientras estaba en el agua con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, dejando que el calor se filtrase en cada parte de mí, tranquilizándome como si de un bálsamo se tratase, mi mente comenzó a divagar. Pensé en toda mi vida, en Carol, en mi estudio y mi casa, en mi trabajo, en la exposición que tenía en la galería Dayfield de San Francisco dentro de dos meses... Pensé en todo. ¿Estaba haciendo lo correcto con mi vida? ¿Siendo lo que se espera en todo momento, como amiga y amante? Me había esforzado tanto en hacer mi trabajo y un nombre en la profesión que no me había concentrado en mí. Sentía como si los últimos diez años hubieran acontecido bajo una densa niebla, sin que ningún resquicio de ellos se hubiera quedado en mi memoria. No había hecho ninguna amistad verdadera ni había tenido ninguna relación duradera. ¿Era así como quería que fuesen las cosas? ¿Qué quería para mi vida? ¿Por qué estaba cuestionándome aquéllas cosas a tan ridícula hora de la madrugada en una casa extraña, en una enorme y olvidada ciudad? Suspiré, bloqueando mi cerebro.
La fiesta duró horas y finalmente a primera hora de la mañana Caden y yo nos dirigimos a su dormitorio. Yo estaba exhausta y sabía que ella lo estaba también. Había sido una velada larga y agotadora. Deseé no repetirlo en lo que me quedaba de vida. Caden permaneció en silencio mientras me ayudaba a salir de los confines del vestido. Parecía ausente. – ¿Estás bien?– pregunté mientras me giraba hacia ella en ropa interior. Me miró, después bajó la mirada, asintiendo. – ¿Seguro?– posé la mano en su hombro, frotando suavemente la cálida piel con el dedo pulgar. De nuevo asintió. – Sí. Estoy bien. Solamente cansada– . Se alejó de mí, dándome la espalda para que así le pudiera abrir la cremallera de su vestido. El aterciopelado material resbaló 127
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airosamente de su cuerpo, casi como si se estuviera derritiendo. Miré la suave extensión de su espalda, anhelando recorrer mis manos sobre ella y trazar su espina con las yemas de los dedos. Quería jugar, su carne se me antojó barro para que la moldeara y formara. En cambio di un paso atrás, dirigiéndome a mi maleta para coger el pijama. Caden fue al baño, cerrando silenciosamente la puerta tras de sí. Momentos después oí la ducha. Me acomodé en una silla, abriendo el cuaderno de dibujo. Mordí la punta del lápiz por un momento, tratando de decidir qué dibujar. Y entonces me llegó. Me relamí mientras esbozaba, con una pequeña arruga de concentración formándose entre mis ojos. Momentos después coloqué el lápiz detrás de la oreja y pasé el dedo sobre las líneas grises y negras. La V del vestido abierto de Caden bajando justo hasta el `principio de su trasero, perfectamente sombreado. Mis ojos recorrieron su cuello y la inclinación de su cabeza, lo suficientemente erguida como para mostrar su total longitud. Podía imaginar mis labios en esa extensión de piel, sintiendo su calor y los diminutos cabellos haciendo cosquillas. Corrí a cerrar el cuaderno cuando de repente el agua dejó de salir y la puerta de la ducha se abrió. No quería que Caden viera mi último boceto de ella. No lo entendería. Apenas lo hacía yo.
Miré el techo decorado, observando el vapor elevarse, nublando casi completamente la visión. Los sentimientos que había tenido esa noche después de la fiesta habían sido intensos, como intensa fue la atracción. Ya existía por entonces. Ella invadía mis pensamientos constantemente y no podía quitarle los ojos de encima. Nunca supe si lo notó ese verano o no. Con un bostezo decidí que estaba lo suficientemente cansada como para volver a la cama y tratar de dormir. La bañera se vació mientras me secaba, recorriendo la suave toalla sobre mi piel, ligeramente rosa por el agua caliente. Me vestí de nuevo con los
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pantalones cortos y la camiseta. Tirando de la sábana y cubriéndome hasta la barbilla, cerré los ojos y me dormí.
La luz de la mañana entró a través de la gran ventana frente a la cama, brillando directamente hacia mis ojos. Con un gemido, los abrí despacio y miré alrededor. Todo estaba como la noche anterior, excepto que ahora la casa estaba bullendo con actividad. Voces y pasos por todos lados. Parecía como si Margaret Lodge ordenara a la servidumbre, mientras su voz se acercaba cada vez más hasta ubicarse justo detrás de mi puerta cerrada. A continuación oí un golpecito. – Adelante– , me incorporé, pasándome las manos por el cabello, intentando adecentarme un poco. Cuando tienes cabello corto, ir a la cama llevándolo mojado no es algo demasiado inteligente. La puerta se abrió y la madre de Caden entró elegantemente, seguida por su omnipresente estela de perfume. Llevaba unos pantalones de seda de Capri que ondulaban a su alrededor mientras caminaba, dándole un aire casi angelical. – Bueno días, Laurel– . Su voz era, en realidad, casi de negocios. – Me disculpo por levantarte a tan ridícula hora, Dios sabe que tampoco soy una madrugadora, pero necesito discutir algo contigo y pedirte un pequeño favor . Fruncí el ceño y la miré fijamente, retirándome ligeramente mientras ella se sentaba a un lado de la cama. – Bien. Adelante . – Hoy es un día muy ajetreado, estoy segura de que te habrás dado cuenta– , comenzó a jugar con algunos de los anillos de diamante que adornaban sus dedos, volteándolos de una forma y de otra. "Hoy me voy a mi viaje anual en Londres para ir al spa. He ido cada año en los últimos treinta, y no puedo faltar". Me miró finalmente, sus ojos buscando algo en los míos. ¿El qué? No estaba segura. “Me alegro tanto de que Caden 129
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haya superado esa espantosa fase del coma. Me tenía preocupada", sonrió brevemente, desplegando todo su encanto. "Necesito que te quedes aquí, Laurel. Al parecer, haces que mi hija se sienta mejor– . Yo sólo podía mirar fijamente mientras ella continuaba. – Puedo darte dinero para tus gastos, comprendo que tienes tu propia vida en el oeste y quedándote aquí estás, algo que tengo presente, perdiendo mucho tiempo de trabajo. Y como todos sabemos, el tiempo es dinero– . Me miró directamente. "Así que aquí estás. Me voy dentro de una hora y no quiero tener que preocuparme por esto en Londres. Pienso disfrutar y...– , se detuvo.– Bueno, da igual. Miré en los ojos expectantes de Margaret. "De acuerdo. Me quedaré. Pero no quiero su dinero". Me miró y asintió, casi como si no hubiera esperado ninguna otra respuesta. Sentí una oleada de irritación por un instante, pero entonces comprendí finalmente que era por Caden y no por Margaret Lodge. – Bien.– Me dio unas palmaditas en la mano, y acto seguido continuó jugueteando con sus anillos.– Ya sabes que ella nunca fue feliz con ese hombre– Su voz era tan baja que apenas podía oírla. Se puso de pie y me sonrió. Yo seguía aturdida mientras la observaba–. Tienes mi más profunda gratitud, Laurel.– Con eso, se dirigió hacia la puerta volviéndose una vez más a mí–. Me gustaría que te quedaras en esta casa. Haz lo que gustes, con tal de que cuides de Caden.– Y se fue. Miré fijamente a la puerta, aún en total asombro. ¿En qué momento se había convertido la visita a una enferma en un trabajo de niñera a tiempo completo? ***** No supe qué decirle a Caden, como no estaba segura de lo que Margaret le había contado, si es que le había dicho algo. No quería que Caden se sintiera como si fuera un caso de caridad. La conocía bien, y sabía que se sentiría culpable. Y yo no quería. No era necesario. Caden era una de las personas más orgullosas que había conocido. Mientras bajaba las escaleras, todo estaba misteriosamente en silencio. Margaret ya 130
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había salido y los sirvientes que antes pululaban por la casa habían desaparecido de escena. Me sentía como si estuviera atrapada en una clase de sueño extraño. Como cuando te duermes con música y cuando despiertas el disco ha dejado de tocar, dejando la habitación en inusitado silencio. Me dirigí a la biblioteca, y para mi sorpresa Caden ya estaba allí. Se había sentado en la parte de atrás, cerca de la chimenea, libro en mano. Levantó la vista cuando entré, y me regaló una enorme sonrisa. – Buenos días, Laurel. Mi madre me comunicó las estupendas noticias antes de irse– . La miré. Me miró, esperando obviamente que dijera algo. – Um, sí...– sonreí, no teniendo ni idea de cuáles eran esas grandes noticias. Sin embargo, estaba segura de que tenían que ver con el que me quedara. – Me alegro muchísimo que hayas decidido quedarte un poco más de tiempo...– Cerró el libro, descansándolo en el regazo–. ¿Sabes? Es curioso. Cuando era una niña y mi madre se iba al spa, me alegraba. Tenía la casa para mí, hacía lo que quisiera. Pero esta vez temía que se fuera. Asiste cada año. – Sí, me lo dijo– me senté a su lado, el calor del fuego detrás de mí se extendía por mi espalda y dentro de mi cuerpo–. ¿Qué estás leyendo?– Miró el libro, luego sonrió enseñándomelo. – Tienes que reconocerlo.– Lo miré, una sonrisa instantánea llegó a mis labios. – Mi libro. – Así es. Hay varias fotos asombrosas. – Cuando mi publicista comenzó a hablarme sobre un libro de mesa de café, pensé que estaba chiflada. Como resultado, ha sido una de las mejores cosas que he hecho en la vida. ¿Puedo?
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– Claro–. Caden me pasó el pesado libro y comencé a mirar a través de las páginas, recordando cuándo había hecho las fotos. – Michael me dio esto la Navidad pasada. Me emocionó tanto descubrir que era tuyo...– . Me sonrió, y devolvió la atención al libro. – ¿Cuándo hiciste ésta? Se apoyó en mí, abriendo una página del principio con una fotografía en blanco y negro de una mujer. Tenía la cabeza afeitada, un pequeño tatuaje en la base de su cuello y su cuerpo desnudo estaba parcialmente cubierto por las sombras. Mantenía la espalda hacia la cámara, con la cabeza girada lo suficiente como para conseguir un ligero perfil de su rostro. – Esa mujer, de hecho, era una antigua vecina– También había sido una amante, pero no creí que Caden necesitara saberlo–. Se me ocurrió un día la idea de fotografiarla; tenía una piel preciosa–. Sonreí tiernamente ante la instantánea de Corey. No la había visto en años y a menudo pensaba en ella, preguntándome dónde habría acabado una vez dejado San Diego. – ¿Cómo se llama?– Caden volvió a coger el libro, estudiando más de cerca la foto. – Corey Mason. – Es sugestiva. – Sí. Lo era–. Caden me miró, devolviéndome el libro. Inclinó la cabeza un poco. Una pequeña sonrisa se dibujó en las comisuras de su boca. – ¿Eras amiga suya? – Sí. – ¿Fuiste algo más?–. La miré a los ojos, los cuales estaban llenos de curiosidad. Asentí.
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– Durante algún tiempo. No duró mucho. – ¿Por qué no?– Me encogí de hombros. – Sólo fue una de esas cosas que pasan, supongo. – Oh. Vaya...– Caden se palmeó con las manos los muslos y se puso de pie–. Tengo que ir al hospital esta tarde, pero pensé que, quizás antes, podríamos dar un paseo o de picnic. No sé cuánto tiempo podré estar fuera y de pie, pero creo que podré un ratito. ¿Quizás podríamos llevarnos el libro? ¿Podrías explicarme las claves de tu ingenio? La miré fijamente, recalando en la sonrisa, los ojos ilusionados y en cómo sus manos y sus dedos peleaban entre sí. ¿Estaba nerviosa por mí? Noté que la sonrisa ligeramente curvada y aquella mirada suya habían desaparecido tras la operación. Aunque su apostura y equilibrio parecían estar intactos. Era la Caden de siempre, sólo que un poco más adulta y con una venda blanca que le cubría la cabeza. Pensé en lo cerca que había estado de perderla. En lo cerca que había estado de no volver a verla. ¿Cómo me habría afectado? ¿Me habría importado? Sí. Me levanté, acercándome a ella. La envolví pasándole los brazos por el cuello, sosteniéndola cerca de mí. – Bien– murmuró, colocando los brazos alrededor de mi cintura lentamente–. ¿A qué se debe esto?– después de un enorme apretón retrocedí, sonriéndole al tiempo que me encogía de hombros. – Por nada en especial, supongo. Sólo pasa que me alegro de que estés bien. Eso es todo– . Sonrió, empujando unos indomables mechones de pelo rubio fuera de mi frente.
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– Yo también.
El vaivén de las clases era un cambio que agradecí tras un verano de tranquilidad. Había disfrutado mucho en casa de Caden y en su compañía, dada la posibilidad que tuve de hacer tantas cosas que normalmente nunca hubiera podido hacer, pero estaba preparada para regresar al lado más pobre y relajado de mi vida. Caden y yo pudimos finalmente conseguir un apartamento fuera del campus ese año, el penúltimo, en una casa fuera de Chestnut no lejos de F&M. La casa estaba dividida en dos apartamentos diferentes, el de abajo tenía cuatro habitaciones, el de arriba, que era el nuestro, solamente dos. Era maravilloso. Me encantaba vivir sola, fuera de los dormitorios. Me estaba independizando y disfrutaba de cada minuto. – Por Dios, ésta va a ser un asco de clase– . Caí de golpe en el usado sofá que había comprado de un anuncio del Periódico Intelligencer por treinta y cinco dólares. Era verde aguacate, feo, pero cómodo como ninguno. Nuestro apartamento estaba escasamente amueblado, pero hacíamos lo que podíamos. El padre de Caden nos había ofrecido comprar todo un mobiliario nuevo y repintar el lugar, pero yo me había negado. Algo que tiene valor es lo que haces por ti mismo. Caden me miró como si estuviera chiflada, pero estuvo de acuerdo. Caden retozaba en medio de la sala delante de la televisión. La CNN ofrecía las últimas noticias y eventos de todo el mundo. Tener televisión por cable era nuestro mayor lujo. Sus libros estaban puestos estratégicamente en un círculo, sabía exactamente dónde estaba el que necesitaba y la página a la que ir para encontrar cualquier cosa que necesitara. Me asombraba. – ¿Lees esas cosas sólo por diversión? Quiero decir, es...–, tomé el libro de texto que estaba más cerca de mí, leyendo el título – ¿La Química Orgánica Moderna te parece divertida?
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– Sí– . Se inclinó, quitándomelo de las manos y poniéndolo cuidadosamente en su lugar. – Adoro la química. Deberías probarla algún día. – Pierdes el tiempo– . Me apoyé contra los cojines con las detrás de la cabeza y los ojos apenas abiertos mientras la miraba, todavía asombrada por su amor y entusiasmo por aprender. – El Dr. Alvin me informó hoy sobre un puesto de interna en la ciudad. Estudiaría con la Dr. Alison Mathews– . Unos emocionados ojos azules me miraron. – ¿Quién es Alison Mathews?– . Me estiré hacia adelante, sacando la mitad de una barra de granola con chocolate de la mochila que estaba junto a mí. La había llevado conmigo a clase esa mañana y me había olvidado completamente de comérmela. – Sólo es una de los neurocirujanos más inteligentes de la costa este. ¡Es brillante, emocionante y muy inteligente! Admiro su mentalidad. – Me doy cuenta. Así que ¿ahora quieres entrar a neurocirugía?– . Mordí un pequeño trozo de la gruesa barra, masticando despacio mientras la escuchaba. Caden asintió. – Creo que sí. Definitivamente voy en esa dirección. La mente me parece tan fascinante... ¿No sería increíble estudiarla? Ver cómo funciona realmente y lo que la hace funcionar. – Bueno, debo admitir que nunca antes había pensado en ello, pero sí, supongo que podría ser interesante. Caden se estiró en el suelo, con las manos detrás para sostenerse mientras sonreía al techo un breve instante antes de mirarme de nuevo. – ¿Crees que puedo lograrlo, Laurel? Quiero decir, ¿realmente llegar a conseguirlo? – ¡Dios, sí! No me cabe duda, amiga mía. Tú también tienes una mente brillante, como esa Mathews y tienes el corazón y el empuje– . Me incliné hacia adelante, casi cayéndome del sofá para dar énfasis a mi próximo punto. – Caden, puedes hacer lo que 135
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Traducción: Arelis, LeiAusten
sea que te propongas. Obtendrás tu éxito algún día.
Ayudé a Caden a subir a nuestra colina sosteniéndola todo el tiempo con la mano en su espalda, sólo en caso de que tuviera que ayudarla; soportó mi natural sobreprotección con gracia y humor. – Ha pasado tanto desde la última vez que estuve aquí...– dijo, echando una mirada alrededor mientras tomaba aliento, poniendo nuestro cesto de almuerzo en el suelo. – Cierto.– La imité y eché un vistazo alrededor, reconociendo los árboles que ya me eran familiares y el espeso y agradable césped, ya amarillo y crujiente por el invierno que se avecinaba. – Hace un día estupendo– Caden se acercó a nuestro árbol y se sentó con un suave gemido, colocando las manos en el suelo para sostenerse un instante antes de mirarme con una sonrisa.– Siéntate– dijo dando golpecitos a la tierra que la rodeaba. Lo hice lo que me pidió–. Me gustaría que Annie estuviese hoy conmigo. La echo tanto de menos...– Se miró las manos, los hombros se le hundieron ligeramente– Creo que archivaré esta semana, o quizás la próxima cuando me sienta un poco mejor– . Me miró, como queriendo buscar mi aprobación. – ¿Piensas que soy tonta, Laurel? – ¿Qué?– La miré con la sorpresa evidente en mis ojos– ¿Qué quieres decir con tonta? – Por casarme con Troy. Cavando mi propia tumba. Sin terminar lo que empecé.– Una vez más, pareció alejarse de allí. Coloqué las rodillas contra el pecho, envolviendo los brazos alrededor de ellas con un suspiro. – Sabes, Caden, todos tenemos que tomar decisiones cada día, cada minuto. Eso es muchísimo trabajo, ¿no crees?– me giré hacia ella, mis ojos encontrándose con los suyos–. A veces tomamos decisiones buenas, a veces no tan buenas. Pero lo que sea que decidamos, debemos intentar hacerlo lo mejor que podamos. Estoy segura de que
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Traducción: Arelis, LeiAusten
tú lo has hecho. Pero sólo piensa que, ahora, sigues siendo joven y puedes seguir, con tu hija a tu lado y hacer lo que quizá no pudiste hacer cuando tenías veinte años. Caden me estudió por un momento, absorbiendo todo lo que le había dicho. Casi podía ver las ruedas en su cabeza moviéndose, haciendo clic. – Quizás.
Mi primera exposición independiente, y yo con náuseas. – Tienes que tranquilizarte, Laurel. Todo saldrá bien. Les va a encantar tu trabajo–. Caden estaba de pie, frente a mí, en los servicios de la galería. El pequeño cubículo parecía estrecharse cada vez más mientras permanecía sentada en la tapa cerrada del retrete, con la cabeza entre las manos. – Vamos–. Caden, que hasta entonces arrodillada, se irguió, tirando de la falda de su vestido mientras lo hacía. La miré. – ¿Saldrá todo bien?– pregunté, mi voz como la de una niña. Ella asintió con una sonrisa. – Definitivamente. Vas a darle en la cara a toda esa gente de ahí afuera con tu talento, especialmente con tu nueva colección de fotografías. Será genial. Me puse de pie con piernas temblorosas, cogiendo la chaqueta de la parte trasera de la puerta del baño y colocándomela sobre la blusa de seda que vestía. Caden cogió ambos los extremos de la chaqueta, la abrochó y me pasó las manos sobre los hombros y los brazos. – Estás preciosa– Caden le había pedido a Carlo que me prestara el traje de chaqueta, y, tenía que admitirlo, me iba de perlas. Me miré en el espejo, y pasé las manos por el cabello hecha un manojo de nervios. – Está bien. Vamos allá. 137
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Los fanáticos del arte y los críticos por igual vagabundeaban por el pequeño espacio, mi primera muestra se exponía de estreno junto a otros dos artistas locales que también tenían su trabajo expuesto. Mi profesora de arte en F & M me lo había conseguido, ella pensaba que ya era hora de que comenzara a volar libre y ver lo que era capaz de hacer. Por entonces, me había parecido que era una gran idea, pero en la noche de la exposición no estaba tan segura. ¿Qué ocurriría si todos odiaran mi trabajo? ¿Qué pasaría si nunca volvía a trabajar de nuevo? – Necesito sentarme.– Encontré un banco cerca de mi exhibición de fotografías y me senté, con el corazón latiendo a un ritmo ridículo. – ¿Estás bien?– Caden se sentó junto a mí, su mano acariciándome la espalda–. ¿Quieres un poco de agua? – No. Creo que la vomitaría. ¿Por qué no me voy a casa y me cuentas todos los detalles escabrosos mañana?–. Miré a mi amiga con ojos optimistas sólo para comprobar que me observaba fijamente. – De eso nada. Lo harás bien y creo que, una vez que esta noche haya terminado, estarás feliz de que haya pasado y que estuviste aquí para verlo. ¡Ésta es tu primera exposición, Laurel!– protestó–. Mira a toda esa gente. Están aquí por ti, para ver tu trabajo. Dales las gracias y mézclate, habla con ellos. Atraparás más adeptos de esa forma.– – Es un suicidio– Me miró fijamente de nuevo–. Está bien, está bien. Me quedaré. – Ahí está la artista– Levanté la mirada para ver a Michael de pie frente a mí, muy guapo con su traje y corbata–. Un evento maravilloso, Laurel. Felicidades.– Me sonrió, tendiéndome una mano. – Gracias, Goop.– Tomé la mano, permitiendo que besara la mía. – Bueno, voy a echar un vistazo por ahí un rato, pero, si te apetece, me gustaría invitarte a después a una cena de celebración. 138
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Traducción: Arelis, LeiAusten
– Um, está bien– Me levanté y le di un abrazo a Michael–. Gracias por venir. – No me lo perdería por nada del mundo– . Acto seguido, le dio un abrazo a su hermana y se alejó. – ¿Tú lo invitaste?– preguntó Caden, viéndolo desaparecer por entre la multitud. La miré, sorprendida por su tono de voz. Casi parecía enojada. – Sí, lo hice. ¿Por qué? – Sólo me lo preguntaba– Agitó la cabeza como para aclararla y entonces me sonrió–. ¿Nos unimos a la fiesta?
Comimos en silencio, Caden separó su sándwich, mordisqueándolo apenas. Me preocupaba. Sabía que no se sentía muy bien y estaba segura que algo de eso provenía de preocupación de lo que hacer con su vida. Había hablado un poco más de Troy, pero no mucho. – Conozco una abogada muy buena en la ciudad. Si quieres, puedo llamarla y arreglarte una cita–. Caden me miró un instante, luego apartó la vista a otro lado. – Mi padre tiene un abogado, y he pensado en aprovecharlo. Conozco a Allan desde que era niña. Pero por alguna razón, no lo quiero en mis asuntos. Un divorcio es algo tan personal... Bueno, al menos para mí– Me sonrió entonces–. Hazlo. Prepara una cita con esa abogada amiga tuya e iremos a verla. Quiero que esto termine rápidamente y con el mínimo dolor para Annie como sea posible. Ahora fue mi turno de observarla, ladeando la cabeza mientras ella bebía a sorbos del café que se había traído. – Me encantaría fotografiarte...– Caden se volvió hacia mí, sobresaltada.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
– ¿Qué? Oh, no– Rió nerviosamente, pasando la mano sobre la venda de la cabeza–. No podría. Me veo terrible. – No del todo– Sonreí–. Eres preciosa, Caden. No todo cambia tanto. – Eres demasiado amable. – ¿Por lo menos lo pensarás?– me miró de nuevo, su sonrisa se marchitó en los labios y su mirada me penetró. Asintió. – Lo pensaré.
La exposición fue todo un éxito, y se alargó hasta bien entrada la noche. Caden tenía que irse a casa a dormir, puesto que tenía que levantarse a las ocho de la mañana para el examen que tenía al día siguiente. – Estoy tan orgullosa de ti, Laurel...– dijo abrazándome con fuerza–. Eres una artista maravillosa. La vi marchar, sintiendo que se fuera, pero entendiéndolo. Yo también tenía las clases a la mañana siguiente, pero un capitán nunca abandona su barco. Deambulé por el lugar, mirando todos los diferentes rostros que conocía, archivando los rasgos en mi mente para un posible uso futuro. Respondí preguntas, cité precios e hice tratos para comisiones. Me sentía volar alto esa noche. – Disculpa, ¿eres la artista?– me volví para encontrar a una hermosa mujer situada detrás de mí. Su largo cabello rubio fluía por su espalda en una gloriosa ola de luz de sol, un increíble contraste con su vestido negro de satén, el cual hacía que su cuerpo brillara débilmente. – Sí. Hola, soy Laurel Gleason. – Encantada de conocerte, Laurel. Soy Chantal. 140
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– Hola– Me extendió la mano, sin dejar de mirarme en profundidad con sus preciosos ojos azules–. Me alegro mucho de que haya venido. – Yo también. Son maravillosas– Extendió el brazo para abarcar casi toda la muestra–. Ya he comprado tres piezas. – ¿En serio?– la miré aturdida, feliz de tener una admiradora. – Sí. Vengo de Nueva York a visitar todas las muestras de prometedores jóvenes artistas como tú. Quedarán de fábula en mis paredes. Deberías ver la colección que tengo en casa– Sus ojos chispearon y yo me perdí en ellos. – Me encantaría– me descubrí apuntando antes de poder detenerme. – Es usted bastante joven y con toda una carrera por delante, señorita Gleason. Por favor, no dejes de trabajar. – Bueno, si todas mis críticas fueras tan positivas como la suya, trabajaría para siempre– Chantal rió suavemente entre dientes. – De acuerdo. Esperaré para verte a ti y tu arte por aquí durante algún tiempo, entonces. – ¿Puedo traerle algo de champán? – Por favor. Llevé a Chantal a la mesa del cócktel cerca de la parte trasera de la galería. Le di un vaso, y cogí otro para mí. – ¿Eres lo bastante mayor para tomar eso?– preguntó con una sonrisa. – Soy la artista. Puedo hacer cualquier cosa que quiera esta noche.– Sonrió de nuevo con una pequeña inclinación.
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– Efectivamente. Chantal me contó historias sobre sus adquisiciones de arte, explicándome que era distribuidora de arte en Manhattan, que intentaba conseguir a los mejores artistas nuevos de la escena y que era eso precisamente lo quería hacer conmigo. Yo estaba impactada, pero cautelosa. Sería genial, pero parecía muy bueno para ser verdad. Sin embargo, ella podía comprarme todas las obras que quisiera. No es que me quejara o me preocupara ese hecho. – ¿Vives sola, Laurel?– me preguntó después de nuestro tercer vaso de champán. – Tengo una compañera de habitación.– La miré. – ¿Cuánto va a durar la velada? – No estoy segura– Miré el reloj para descubrir que casi era la una de la madrugada–. Pero espero que termine pronto. Tengo una clase mañana temprano– Ella sonrió. – Sí, leí que eres estudiante en la universidad Franklin & Marshall. Bien por ti. Es una buena universidad– Se puso de pie con un suspiro–. En fin, debo irme. Es tarde y estoy cansada– Me miró, extendiendo la mano para ayudarme a levantar–. ¿Me acompañas hasta la salida? Felizmente seguí a Chantal hasta la puerta principal, y luego por los aparcamientos hasta llegar a un Mercedes negro. Se volvió hacia mí, apoyando la espalda en el coche. – Ha sido todo un placer conocerte, Laurel. Espero verte en otras exposiciones. Habrá más, ¿verdad?– me cogió la mano y pasó el dedo pulgar sobre la suave piel del dorso, una y otra vez. – Espero que sí...– No podía pensar correctamente. Nunca antes había estado tan excitada en mi vida y no sabía qué hacer al respecto. Casi no podía ni respirar.
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– Bien. Cuando estés en la ciudad, búscame– Metió la mano entre sus pechos y retiró una pequeña tarjeta, dándomela. La tomé con ciertos escalofríos recorriéndome de arriba abajo la espalda mientras pensaba, para mi total sorpresa, que deseaba tener mi rostro justo donde antes había estado aquella tarjeta. – Gracias– La guardé y volví mi atención hacia ella. Se estiró y envolvió mi mejilla, sus dedos suaves y cálidos contra mi piel mientras se movía, su aliento sobre mi rostro. Lo siguiente que supe fue que su cuerpo se apoyó contra el mío, que sus labios se posaron sobre los míos y que yo respondí efusivamente. Envolví los brazos alrededor de su cintura, acariciando con los dedos la suavidad de la tela de su vestido, sintiendo el calor de su cuerpo sobre mí, embriagándome. Me estremecí ligeramente cuando la lengua de Chantal presionó contra mis labios, buscando un camino al interior de mi boca. Se me escapó un suave gemido cuando nuestras lenguas se tocaron sólo por un momento, antes de que ella se apartara. La suave brisa que dejó atrás me indicó que se había metido en el coche. – Hasta la próxima, Laurel– Me tiró un beso y cerró la puerta, poniendo el coche en marcha y alejándose. La cena con Michael fue una broma pesada. Me sentía mal mientras porque atención no estaba puesta en nada de lo que él decía. Me llevé los dedos a la boca, tocándome los labios con las yemas. La sensación del beso de Chantal aún seguía en mí. – ¿Hola? ¿Planeta Tierra llamando Laurel?– Volví
a la realidad de repente,
abarcándolo con la mirada. – Lo siento, ¿me decías...? – ¿Dónde estabas?– se reclinó en la silla, limpiándose con la servilleta antes de echarla sobre el plato vacío. – Aún tengo el pensamiento en la exposición, ¿sabes? Demasiada emoción en una sola noche. 143
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– Te entiendo. Lo has hecho muy bien esta noche, Laurel. Estoy orgullo de ti...– sonrió, con el agrado bailando a través de sus ojos grises. – Gracias Michael. Y gracias por venir esta noche. Ha significado mucho para mí. Ayuda mucho ver rostros familiares. – Me lo imagino. ¿Cuánto has vendido? – Casi todo. Debo admitir que estoy sorprendida de que la muestra haya sido tan bien recibida. La profesora Kane me advirtió que normalmente no pasa así. Los compradores, a menudo, son renuentes a comprar un nombre desconocido, sobre todo los coleccionistas. Si desaparezco mañana, el trabajo no significará nada, o perdería el sentido. Me acomodé en la silla, bebiéndome el café. No tenía idea de porqué estaba bebiéndolo; necesitaba irme a la cama y aquello no iba a ayudarme en mis propósitos. – Mir, Michael, lo siento. De verdad que necesito irme a casa. Estoy exhausta. – No hay problema– Pude ver la desilusión en sus ojos, pero no podía hacer nada al respecto. No quería lo que él quería. Además, necesitaba pensar sobre lo que había pasado esa noche con Chantal y de cómo me había hecho sentir. Estaba tan perdida y confundida, incluso seguía excitada–. ¿Lista?– Volví a la realidad para ver a Michael listo para levantarse, habiendo dejado el dinero de la cuenta sobre la mesa. – Sí. Caminé como una zombi los encaramados escalones que llevaban a mi casa. Caden había dejado la puerta abierta, así que entré, cerrándola tras de mí con un suave clic. El apartamento estaba en silencio, pero una lámpara permanecía encendida en un dormitorio. Me dirigí en esa dirección para ver a Caden ya en la cama, dormida, con sus libros alrededor y algunos en el suelo. Sonreí mirando a mi amiga, su respiración sostenida y callada. Inclinándome, le retiré del rostro algunos mechones morenos,
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respirando profundamente. Podía oler su perfume y percibir el aroma de su cálido cuerpo . Como un bebé, era aquel mismo olor. Lo adoraba. Respiré de él. Necesitaba hablar con ella. Necesitaba hablar.
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PARTE 6.
La sala de espera era agradable y espaciosa. Me di una vuelta, con las manos distraídamente tras la espalda mientras observaba los cuadros colgados en la pared. No había oído hablar de la mayoría de los autores pero, aun así, tenían mucho talento. Casi había pasado una hora desde que Caden había entrado a la consulta del Dr. Gustov. ¿Qué estaba haciendo? ¿La operaba de nuevo? Así que esperé, sentándome por último en una silla, cogiendo un artículo de la revista People que trataba de las 50 personas más bellas. Caden y yo ya habíamos estado en la terapia de radiación en el hospital, y me sentía cansada de tanto centro médico. Sólo me apetecía llevar a Caden a casa y luego quizá salir a tomar algunas fotos más de los alrededores de Boston. Comenzaba a sentirme ansiosa y enjaulada, necesitaba salir a estirar las piernas. La puerta de la consulta se abrió y Caden apareció tras ella. Le habían cambiado la venda, ahora era un poco más pequeña y sólo cubría la parte trasera en lugar de la cabeza entera. No pude evitar el mirar fijamente la cabeza afeitada, era como una— barba— incipiente que se asomaba. Sonreí ante su angustiada expresión. —Un interesante nuevo estilo, ¿verdad?—dijo, caminado hacia mí mientras se pasaba la mano por la cabeza. —Ey, estás preciosa incluso sin pelo. Tú y Demi Moore—sonrió aún más. —Gracias. El doctor ha dicho que todo va sobre ruedas, y que estoy muy bien. Mi MRI es inmejorable y espera una completa recuperación. —¡Eso es maravilloso!—me emocioné. Se puso la chaqueta. 146
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—¿Conseguiste una cita con tu amiga la abogada? —Sí, por supuesto. De hecho, tengo grandes noticias. Emily vendrá a Boston esta semana para encontrarse con un cliente, así que podemos pasar por su hotel. ¿Qué te parece? —¡Genial!— sonrió y me condujo hacia la puerta—Sólo quiero que esto acabe.
Mi sueño era desapacible y estaba lleno de recuerdos de lo que había pasado tras la exposición. No podía sacarme a Chantal de la mente, y, desde luego, mucho menos aquel beso. Nunca había besado a otra mujer, y por supuesto, no de aquella forma. ¿Qué significaba todo aquello? Lo más sencillo sería seguir con mi vida y guardarlo en mi mente como una anécdota más pero, por otra parte, había disfrutado de aquel beso y ella me había atraído sexualmente. Deseé que me besara. Miré fijamente al techo de mi habitación cuando mis pensamientos flotaron hacia Caden. Por alguna razón, sentía una abrumadora necesidad de hablar con ella sobre lo que había pasado con Chantal. También necesitaba hablarle de mí. Qué significaba todo aquello, me pregunté y no por primera vez. —Mierda—suspiré. Caden ya se había ido a clase y yo tenía que levantarme y pronto para llegar a tiempo a las mías. Deseé poder acabar la jornada en aquel instante, recoger a Caden de la universidad e ir a hablar a alguna parte. Pero, por otra parte, necesitaba tiempo para pensar sobre todo ello, saber qué contarle exactamente a ella y a mí misma. —Mierda, mierda, mierda—Salí de la cama, me di una ducha rápida y corrí a clase. Caminaba algo aturdida, con la tarjeta de Chantal en el bolsillo y los bordes afilados de la misma aguijoneándome la pierna, evitando con ello que olvidara de que estaba allí. Sabía desde hacía tiempo que Caden me atraía, y que había sentido algo por diferentes chicas en mi vida, pero nunca, jamás, había actuado a ese respecto, ni siquiera había 147
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pensado en que pudiera hacerlo. De haber dependido de mí, no habría besado a Chantal, pero quedó claro como el agua que tampoco iba a detenerla. ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera hecho con alguna compañera de clase? Quizá Marty, de la clase de dibujo. Es preciosa y hablamos a menudo durante la clase. A veces, incluso, nos acompañamos hasta la siguiente. ¿Le permitiría besarme? ¿Yo la besaría? ¿Y Michael? ¿Se lo permitiría a él? No. Simplemente, él no me interesaba de aquella forma. Quiero decir, ¡se trataba de Gooper, por Dios Santo! También era el hermano de Caden y si algo saliera mal, probablemente afectaría negativamente a Caden y a nuestra amistad. Michael era todo un riesgo. Sin embargo, ¿quería darle la espalda a tener una familia convencional? No estaba segura. Creía que no, pero no estaba segura. Fui educada bajo la convicción de que encontraría a un chico, me casaría y tendría hijos. Cierto es que con la ambición por mi carrera, eso probablemente no pasaría de todas formas, pero aun así, ¿lo permitiría? No lo sabía, y estaba dándome dolor de cabeza intentar razonarlo todo en una tarde. Quizá mi charla con Caden debía esperar hasta que tuviera clara algunas respuestas más.
Esperé pacientemente mientras el teléfono daba la llamada, pensando que si no contestaba al tercer tono, colgaría para intentarlo de nuevo. Suerte para mí, contestó justo después del segundo. —Emily Thomas. —Hola, Emily. Soy Laurel. —Hola—Pude sentir la sonrisa en su voz—¿Has hablado con tu amiga? 148
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—Lo hice. Quiere verte esta noche de ser posible. —Por supuesto. Estaré en mi habitación a las siete como mucho. —Excelente. Casi no puedo esperar. Tengo entendido que necesitamos ponernos al corriente de muchas cosas, ¿hay un nuevo miembro en tu familia? —Vaya que sí—El orgullo y felicidad en la voz de mi vieja amiga provocó una sonrisa automática en mi rostro—¡Ese pequeño vale por dos! —Bueno, por lo que he oído, todos lo son a esa edad.—Sonreí abiertamente, apoyándome sobre el asiento del Explorer. Caden permanecía sentada a mi lado. —Te enseñaré las fotos cuando llegues. Llevo un álbum virtual en la cartera. He tenido que comprar una bolsa más grande para que cupiera todo. —Dios, eres mamá, ¿verdad? Estoy segura de que tú y Caden tendréis muchas cosas de las que hablar—me reí—Bien. Te veremos pronto entonces. Da le recuerdos a Rebeca. —Lo haré. No puedo esperar para verte. Guardé el teléfono y me volví hacia Caden. —Vale. Todo arreglado—me sonrió. —Gracias, Laurel—Me cogió de la mano, apretándola suavemente—Has sido una amiga maravillosa. De mucha ayuda. —Ey, es mi deber—Para mi sorpresa se apoyó sobre mí, colocándome el brazo alrededor del cuello y atrayéndome hacia sí para darme un abrazo torpe por el escaso espacio en el interior del coche. —En serio. Gracias—La estudié sonriente, mirándola profundamente a los ojos.
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—De nada.
Después de una semana tras la exposición, la vida siguió como de costumbre, ocupada con las clases y con exámenes y más exámenes. Quería hablar con Caden, pero el momento adecuado parecía no llegar nunca. Finalmente, dos semanas después, ambas tuvimos libre un viernes por la noche. Habíamos decidido ir a ver una película y cenar, así que, mientras me vestía con unos tejanos y una camiseta pensé en qué decirle exactamente. ¿Cómo se lo plantearía? Había estado pensando en todo ello bajo mi punto de vista, y quizás incluso estaba cerca de la respuesta: me gustaban las chicas, pero ¿únicamente ellas? No lo sabía. —He oído que esta película es muy buena—Dijo, desde puerta de mi habitación. Me giré a tiempo para verla apoyarse contra el marco, con los brazos cruzados sobre el pecho, sonriente —¿Aún no estás lista? —Ya voy. Me he duchado y tú no, así que no te quejes. —Claro, claro. Venga. Me siento genial por tener, al fin, una noche libre. Sólo quiero salir. Estoy cansada de estar encerrada aquí—Contempló la habitación, fijándose en las pinturas y las fotos que había colocado por todos lados; algunos era trabajos míos, otros de amigos. Me acerqué a ella, al tiempo que me ataba a la cintura la camisa de franela y nos dirigimos hacia la salida. Tenía un nudo en el estómago por la anticipación de hablar con ella. Francamente, me sentía enferma.
Pensé en aquellos días mientras nos dirigíamos a la casa de los Lodge. Sonreía ante el recuerdo de aquellos confusos momentos, cuando no estaba segura de lo que era blanco o negro. Entonces mis pensamientos se dirigieron hacia Caden.
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—¿Sabes?, nunca debí haber dejado la escuela—Me volví hacia ella, encontrándome con su nuca puesto que mantenía la cabeza girada hacia la ventanilla. No dije nada, sospechando que necesitaba hablar—Fue una mala decisión, y por supuesto un error. Millones de mujeres han terminado la universidad con un niño en camino, ¿por qué yo no?—se volvió finalmente hacia mí—¿Piensas que estaba equivocada, Laurel? La miré, no muy segura de qué decir. Sabía lo que mi cabeza y corazón decían, pero no estaba segura si era consuelo lo que buscaba, o sólo quería sentirse mejor con todo lo ocurrido. Con una profunda respiración tomé una determinación. —Todos tomamos decisiones en la vida, Caden. Algunas funcionan y otras no. Hiciste lo que considerabas que tenías que hacer, y ello conciliaba contigo por entonces. Quizás por la edad, eras muy joven, y dependías económicamente de tu familia. Incluso emocionalmente dependías de ella, y quizá por ello buscabas con más ahínco su aprobación que la tuya propia—Tomé una profunda respiración, estudiándola para ver si no había ido demasiado lejos. Ella se miraba las manos, pero no dijo nada. Decidí continuar—Después de pasarte diez años haciendo feliz a otros, Caden, todavía eres una mujer joven y puedes hacer lo que sea. Siempre he pensado eso de ti. Tienes la determinación, el espíritu y la inteligencia para hacer todo lo que te propongas. Hazlo, Caden. No por tus padres o por Troy, ni siquiera por Annie. Hazlo por Caden—Me miró finalmente, clavándome la mirada, haciéndome sentir ligeramente incómoda. Sostuve la mirada. —Tienes razón—Susurró después de un momento—Tienes toda la razón. Quiero vivir para mí.
Friendly's estaba lleno, como lo estaba siempre un viernes por la noche. Encontramos una mesa en la parte de atrás y nos sentamos en los sillones de color rojo. Caden me sonrió.
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—Se me hace la boca agua por esas fajitas de pollo. Tal y como me siento, ¡podría comerme un caballo! —Por favor, no—murmuré detrás del menú. Trataba de retrasar la bomba. Una parte de mí pensaba que era mejor hablar con Caden en un lugar público, así no podría tirarme nada a la cabeza, pero por otra parte, creía que necesitábamos intimidad. —¿Qué pasa?—Bajé el menú para ver a Caden apoyándose sobre la mesa, con los dedos entrelazados. —¿Qué quieres decir?—Quizás podría jugar a hacerme la despistada. —Bueno, has estado distante todo el día, como si algo te preocupara... O quizás sólo es que estás terriblemente distraída. ¿Estás bien? ¿Hay algo que pueda hacer por ti? Quizás sí. —Bueno, de hecho, Caden... Hay algo de lo que necesito hablar contigo. Mmm... Algo de lo que no estoy realmente segura, o lo que sea. —Está bien, te escucho— despidió a nuestra camarera, diciéndole que necesitábamos unos minutos. Luego se concentró en mí de nuevo—Venga, mujer. Escúpelo—Sonrió, palmeándome el brazo. Me arremoliné en el asiento, tomando una profunda bocanada de aire. —De acuerdo. Bien, ¿recuerdas la exposición de hace un par de semanas, verdad?— asintió—Bueno, pues vino una mujer y compró tres piezas. ¿Sabes que es una distribuidora de arte en Nueva York? Me dio su tarjeta y compra arte de nuevos artistas. —¿Laurel? —Oh, lo siento. Como decía, ella y yo conectamos realmente bien y hablamos durante bastante rato. Como tú tenías que ir a casa a estudiar, y yo estaba sola, y necesitaba un amigo, así que, bueno, ella estaba allí—Caden me miraba con ojos confundidos, 152
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obviamente no captaba el mensaje—Me besó, Caden. Y la dejé hacerlo. Era guapísima y me sentía completamente atraída por ella—Me miró, echándose sobre la silla, con los ojos fijos en mí. —Vale—su voz era callada, átona. Mi nerviosismo creció, no segura si debía continuar. La miré en busca de ayuda, o de alguna indicación de lo que debía hacer—Continúa— Con un profundo trago, lo hice. —Caden, no lo sé. Simplemente no lo sé. He estado pensando en cosas extrañas durante mucho tiempo, no sé qué hacer con ellas, todos estos sentimientos, pensamientos, y curiosidades. No sé si simplemente es sólo eso, o si es algo que pasó y ya está, o...—suspiré. —¿Te replanteas todo eso sólo por un beso con una extraña? —Bueno, sí y no. Quiero decir, los pensamientos estaban ahí antes de Chantal, pero ella ayudó a consolidar algunas cosas por fin, ¿sabes? —Entonces, ¿qué intentas decirme? —No lo sé. Creo que quizás me gustan las chicas. Tal vez bisexual. Caden bajó la vista, dejando caer las manos sobre el regazo. —¿Caden? ¿Estás bien?—me sonrió, con una pose evidentemente forzada. —Sí, estoy bien. Escucha...—se levantó de la silla, cogiendo el bolso—Acabo de recordar algo que tengo que hacer para laboratorio. Mmm... Nos vemos en casa, ¿de acuerdo?—sin mirarme, salió rápidamente del restaurante, desapareciendo entre la oscuridad de la noche. —Diablos. Me quedé donde estaba, no segura de qué hacer. Yo había traído el coche, así que sabía que Caden se iría a pie. Deseé salir corriendo, coger el coche e ir en su busca, 153
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pero supuse que no querría que la molestara. No sabía cómo debía sentirme. No esperaba que reaccionara así. ¿Por qué? ¿Qué había detrás? Sentí picarme los ojos cuando las lágrimas comenzaron a amontonarse detrás de los parpados. No, no aquí y no ahora. Cerré la puerta del coche, me senté en el interior, mirando fijamente a través del parabrisas el restaurante y las luces rojas de neón que llenaban la noche. No tenía ni idea de lo que hacer, ni de lo que decir. Me sentía perdida. Conduje por los alrededores de Lancaster durante al menos una hora, cualquier pensamiento sobre cenar había quedado relegado a mejores tiempos. El apetito se había desaparecido junto con Caden. Me pregunté a dónde había ido. Y aún más, ¿por qué había huido de Friendlys de aquella forma? No lo entendía. De verdad que había pensado que sería más comprensiva de lo que realmente resultó ser. Teníamos amigos que eran Gays y ella estaba bien con ellos. Así que ¿por qué yo no? Conduje a través de la calle Chestnut hasta llegar a nuestro apartamento. Aparqué a un lado, bajo un árbol, como de costumbre. Mientras recogía la chaqueta del asiento del copiloto, miré por la ventana, descubriendo a Caden sentada en los escalones del edificio. Permanecía abrazada a sus rodillas, con la mirada al suelo. La levantó cuando oyó que me acercaba ella. —Hola—dijo, casi en un murmullo. —Hola. —¿Quieres sentarte un rato?—miré el lugar que me indicaba, después la miré, no segura de qué hacer o de si debía confiar en ella. —De acuerdo—me senté. Se fijó en la calle por un momento, luego me miró.
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—Siento mucho haberme comportado de esa forma. No era lo que necesitabas. Espero que puedas perdonarme de corazón—sus ojos me suplicaron, parecía estar a punto de llorar. Suspiré. —No me has matado—le ofrecí una sonrisa débil, la mejor que podía hacer. —Espero que no. Nunca podría perdonármelo si algo te pasara por mi culpa, Laurel. Lo siento. —Está bien. Gracias. Lo necesitaba— asintió, mirando hacia la calle de nuevo. —Ey, ¿para qué están los amigos? —No te culpes, Caden. Quiero decir, sólo fue una primera reacción; lo entiendo. —Gracias—su voz era pequeña, y supuse que también era así como se sentía. —Pero quiero saber por qué. —Sí, supongo que te debo una explicación. Creo que simplemente estaba asustada, todo fue tan repentino. No me lo esperaba. En absoluto—me miró de nuevo. Tenía el presentimiento de que había algo más en todo aquello, como si quisiera añadir más cosas, pero había algo que la detenía. Y yo lo dejé estar—¿Planeas ver de nuevo a esa mujer? Ya sabes, visitar la galería, asegurarte de que trata bien tu trabajo—me sonrió abiertamente y yo le devolví la sonrisa. —No—agité la cabeza—Fue algo pasajero. Ya sabes lo que dicen: todo pasa por una razón. Creo que estaba ahí solamente para...— extendí las manos, mi voz sonaba dramática—... mostrarme el camino—Caden sonrió. —Quizás. ¿Qué vas a hacer ahora?—me encogí de hombros.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
—Ésa, amiga mía, es la pregunta del millón de dólares. Me he preguntado lo mismo durante las dos semanas últimas. ¿Qué puedo hacer? O sea, no es un cambio de carrera donde comienzas mecanografiando tu currículum vitae, ¿sabes? —Sí, supongo que no—suspiró profundamente, poniendo la mano sobre mi hombro— Todavía tengo hambre, por cierto—me miró tímidamente. Sonreí. —Dios, eres adorable. Vamos.
El hotel de Emily era precioso, caro y difícil de encontrar. Dejé el coche en los aparcamientos y salimos, dirigiéndonos hacia directas a la habitación 306. Me alegraba de ver a Emily. Nos habíamos conocido años atrás en una exhibición de arte en Nueva Jersey y congeniamos al instante. Necesitaba mantener mayor contacto con los viejos amigos. Mientras caminábamos por el vestíbulo, con el espeso alfombrado bajo nuestros pies, Caden respiró profundamente varias veces. —¿Estás bien?—nos detuvimos frente a la puerta de la habitación de Emily. —Sí. Sólo que no puedo creerme que ya haya llegado hasta aquí. Pensaba que Troy sería el primero—me miró. —¿Sabes?, cuando estabas en el hospital Michael me dijo que estaba pensando en ello. Troy iba a hacerlo, Caden. Al menos ahora podrás salir de esto antes. —¿Iba a pedir los papeles?—su voz era baja, incrédula. Asentí—Bastardo—Levantó el puño y golpeó con firmeza. Unos momentos después la puerta se abrió y Emily Thomas nos sonrió. —¡Laurel!—extendió la mano y me agarró, empujándome hacia ella—Ha pasado tanto tiempo—se apartó y me examinó.—Estás muy bien, aunque estás demasiado 156
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delgada—me miró acusadoramente. Todo lo que pude hacer fue encogerme de hombros—Ésta debe ser Caden. —Hola, Emily. Gracias por recibirme con tan poco tiempo de antelación. —No hay problema—se estrecharon las manos y nos invitó a pasar. Emily estaba guapa, con el cabello rubio algo más largo desde la última vez, pero con los mismos ojos verdes llenos de vida. Vestía simplemente una camiseta holgada y unos vaqueros e iba descalza. —¿Cómo está Rebeca? ¿Sigue dando clases?—Pregunté mientras me ponía cómoda en una silla, cruzando las piernas por las rodillas. Emily asintió, dirigiéndose hacia el bar. —Sí. Hace un mes que ha comenzado el nuevo curso. ¿Queréis tomar algo? Estamos totalmente abastecidas—yo no quise nada, así que Emily le sirvió agua a Caden antes de sentarse en la cama, señalando a un lado para que ella la acompañara.—Necesito que me lo cuentes todo, Caden. Quiero saber perfectamente a qué nos enfrentamos.
El día después de mis revelaciones a Caden, se comportó como si nada hubiera pasado. No estaba segura de cómo tomármelo o de qué hacer al respecto. Estaba demasiado contenta porque ella no estuviera enfadada o asustada. La noche anterior habíamos vuelto a Friendly's y cenamos entre charlas y risas hasta altas horas, ambas tuvimos que arrastrar el trasero para irnos a casa. —¿Qué hay de Michael? —preguntó, al tiempo que preparaba su tercera fajita de pollo. —¿Qué pasa con él? —mordí la hamburguesa con queso, mirándola. —Bueno, como ya sabrás, está interesado en ti. ¿Qué vas a decirle?
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Traducción: Arelis, LeiAusten
—Caden, no le he le prometido nada a Goop. Él y yo nunca íbamos a tener nada. No le debo ninguna clase de explicación. —Me miró, sorprendida. —Oh... Está bien. —¿Por qué? —ahora comencé a sospechar. —Bueno, nada. —Escúpelo, mujer —Dejé la hamburguesa en el plato, apoyándome hacia adelante para hacerle saber que tenía puesta toda mi atención en ella. —Bueno, creo que estaba planeando invitarte a salir, ya sabes, como..., bueno, sonará gracioso, creo que para que fueras su novia. Como pareja. —¿Desde cuándo? —estaba confundida. Ya sospechaba que le gustaba a Michael, pero no tenía idea de que hubiera llegado a ese punto hasta ese momento. —Bueno, de hecho creo que se enamoró de ti la primera noche que te conoció —sonrió —No es que le culpe. Quiero decir, ¿quién no se enamoraría de la preciosa rubita? —la golpeé en el brazo. —Anda ya... —No, pero en serio. Deberías decirle... Necesitaba pensar en ello. Decírselo a Caden, mi mejor amiga y compañera de habitación de tres años, y decírselo a su hermano que era más como un conocido que otra cosa, era diferente. No estaba segura.
—Entonces, ¿no has trabajado durante tu matrimonio? 158
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—No. Nunca. —De acuerdo. ¿Hay algo de sus propiedades a tu nombre? Caden pensó por un momento con la mano en la frente, luego sacudió la cabeza. —No. Los coches, la casa, todo está a nombre de Troy. —Bueno, entonces podemos tener algunos problemas. Me volví hacia la ventana, mirando Boston mientras Caden y Emily continuaban hablando sobre el caso. Esperaba que Troy Shepherd se las tuviera que ver con todo lo que se le venía encima, sin poner a Annie o a Caden en el fuego cruzado. —Como sea, hay un prenupcial. —Oh, esto se pone interesante. Sonreí y seguí mirando por la ventana.
Ni el tema de Michael ni el de mi sexualidad se planteó de nuevo durante ese año. Seguimos con nuestras vidas, intentando pasar la universidad. Tuve tres exposiciones más ese año, cada una mejor que la anterior. Todo el dinero de cada pieza iba directamente al banco; era con lo que pensaba poner en marcha mi propio estudio una vez graduada. Caden estaba hasta las orejas con sus estudios, y había conocido a un chico nuevo. Sin embargo, yo no sabía quién era. Ella era muy discreta, y yo aún tenía que conocerlo. Odiaba la idea, pero ¿qué podía hacer? Sabía que no tenía ninguna oportunidad con Caden, tanto como me doliera ese hecho, pero no iba a quedarme sentada y pensar sobre lo injusta que era la vida. La vivía a tope.
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La casa se estremecía, los cuerpos cálidos y bañados en sudor se apretaban con el pesado ritmo de la música. Tenía las mejillas rojas por el esfuerzo y necesitaba un descanso antes de que me desmayara. Mi cita me llevó hacia la puerta delantera para tomar un poco de aire. —¿Estás bien? —preguntó, apartando los empapados mechones de mi frente. —Creo que sí —Me volví hacia ella con una sonrisa. Erin Stevens y yo habíamos salido un par de veces, yendo a cenar, a ver una película o a fiestas. Era muy inteligente, de cabello rojo, ardientes ojos azules y unos hoyuelos que nunca desaparecían. Absolutamente adorable. —Vaya fiesta, ¿eh? —envolvió los brazos alrededor de las piernas y puso la cabeza en las rodillas, mirándome con una sonrisa. —Sin duda —La miré, sintiéndome de repente arrastrada hacia ella. Me incliné, rozando suavemente los labios contra los suyos, apartándome luego lentamente. Sus ojos estaban todavía cerrados cuando la miré. En su rostro, se formaba una pequeña sonrisa. —Me preguntaba cuándo ibas a hacerlo —susurró. Sonreí. Me incliné de nuevo. El hecho era que me gustaba Erin. Me gustaba mucho, pero siempre que besaba a una mujer, o hacía el amor, oía esa pequeña voz en mi mente que me hacía sentir culpable, como si estuviera haciendo algo en contra de Caden, casi engañándola. No lo entendía. Pero, como hacía normalmente, empujaba esa voz a dónde pertenecía y disfrutaba de mi tiempo con Erin.
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Traducción: Arelis, LeiAusten ***
Di una vuelta por los alrededores de la casa, mirando el distante horizonte, preguntándome cuándo debería volver a casa. Sabía que Margaret había programado regresar en una semana. ¿Debería quedarme hasta entonces? Probablemente sí. Pensé en la noche anterior, después de que hubiéramos dejado el hotel de Emily. Condujimos hacia la casa en silencio. Pude advertir que Caden estaba muy pensativa y ávida de paz y silencio para hacerlo. Por lo que había escuchado de la conversación, parecía como si todo fuera bien. Caden podría, relativamente, pasar el amargo trago sin dolor, especialmente desde que parecía que Troy no iba a poner impedimento alguno al divorcio. Probablemente cooperaría. —Gracias, Laurel —Repentinamente expulsada de mis pensamientos, me volví hacia ella —Gracias por presentarme a tu amiga. Es maravillosa y me sentí muy segura con su capacidad para conseguir que esto termine lo más rápido posible —guardó silencio de nuevo, volviendo la atención hacia la noche. Las enormes rejas se cerraron lentamente detrás de nosotras. Las luces del Explorer iluminaron los árboles que comenzaban a perder las hojas, dejándolas esparcidas por el césped. Finalmente llegamos a la casa. Caden me acompañó a la puerta de mi habitación dónde se detuvo, cogiéndome la mano. —Creo que ésta es la mejor decisión que he tomado nunca —me miró a los ojos, asegurándose de que tenía mi total atención —De verdad creo que no habría podido hacerlo sin ti. La miré, confundida.
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—¿Por qué? He estado aquí sólo una semana. No he hecho nada para merecer tal cumplido, Caden — asintió. —Sí lo has hecho. Me has recordado quién y qué soy, quién y qué puedo ser. He permitido que se aprovechen, Laurel. Toda mi vida. Es culpa mía. No luché, hasta ahora. Gracias—se inclinó, posando los labios en mi mejilla en un suave y prolongado beso. Después me quedé sola en el vestíbulo, sorprendida.
Me desperté con un infame dolor en el cuello, que estaba dándome dolor de cabeza. Con un suave gemido suave me incorporé. Erin aún dormía a mi lado. El pequeño cuarto estaba en completo desorden; ropa por todas partes, las mini persianas levantadas hasta la mitad, las tiras plásticas dobladas y fuera de lugar en varias partes... Dios mío. ¿Qué tipo de bomba había caído allí? No recordaba mucho de la noche anterior, sólo sabía que había bebido demasiado y que estaba sintiendo cada gota ahora. —Uf... —Me sostuve la cabeza entre las manos y tomé varias respiraciones profundas. Me pregunté dónde estaba el baño; el agua normalmente era lo mejor para beber cuando se tenía resaca. Apartando la sábana de mi cuerpo desnudo, me puse de pie con piernas temblorosas, buscando de entre el desorden la camiseta y los vaqueros. Divisé el sujetador en una esquina. Me apresuré hacia él, poniéndomelo mientras seguía buscando. —Vaya desorden, ¿verdad? —subí la cabeza de golpe para encontrarla mirándome, sostenida sobre los codos y con la sábana que apenas le cubría los pechos. Me sonrió, aquellos hoyuelos asaltándome. —Ésa es mi opinión—le devolví la sonrisa, poniéndome la camiseta gris. Erin se sentó, sosteniendo las sábanas a su alrededor. 162
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—Esperaba que pasara, pero no así, supongo —echó otra ojeada a la habitación. —¿Qué quieres decir? —Bueno, las dos estábamos bebidas —parecía tímida de repente. —Sí —caminé hacia la cama, me senté en el borde y le coloqué un mechón de salvaje pelo detrás de la oreja —pero no me arrepiento —Me miró, esperanzada. —¿En serio? —En serio. —Me alegro. Yo tampoco —la besé ligeramente. —Sin embargo, me tengo que ir. Mi compañera va a matarme —sonreí abiertamente. Ella asintió con entendimiento. —Yo tengo tres... ¿Cuándo puedo verte de nuevo? —Bueno... —me levanté de la cama, encontrando los tejanos y deslizándome dentro de ellos. Aún tenía que encontrar la ropa interior —Tengo que estudiar hoy y hacer un retrato, así que... ¿Qué tal esta noche? ¿O mañana? —De acuerdo. Llámame —Me acerqué de nuevo a ella, la besé intensamente y me incorporé. —Te veo luego. Mientras me dirigía a casa pensé en Caden. ¿Qué diría? No le había dicho nada. Sabía que iba a salir, la había invitado incluso, pero ella odiaba las fiestas, así que había ido sólo con Erin. Aun así, ni siquiera la había llamado para hacerle saber qué pasaba. Ésa era nuestra regla: llamar para que nadie se tuviera que preocupar.
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Aparqué delante del apartamento y me dirigí hacia él. Subí los estrechos escalones, e introduje la llave en la puerta para descubrir que estaba cerrada. Esto significaba dos cosas: o Caden todavía estaba dormida, lo que quería decir que posiblemente podría deslizarme en la cama sin seguir siendo imprudente, o estaba despierta, que era lo más probable, y había dejado cerrado después de coger el periódico. En cualquier caso mi vida corría peligro. El apartamento estaba a oscuras, cosa que agradecí. Ninguna de las tupidas cortinas estaba abierta y por ello no pasaba la luz de la mañana. La cocina estaba vacía, la puerta de la habitación de Caden estaba cerrada, así que busqué en la sala. Vacía. Desconcertada, me dirigí a mi cuarto con el extraño pensamiento de que quizás estaba allí. Ya había ocurrido antes; me había esperado en mi habitación después de una exposición y se había quedado dormida. Abrí la puerta. Nada. Confundida y un poco preocupada, me dirigí a la cocina para buscar una nota. Nada. Sólo mi nota de principio de semana recordándole que comprara la leche. ¿Dónde diablos estaba? Mi confusión rápidamente se convertía en preocupación. Cogí el teléfono, marcando en el número de nuestros vecinos de abajo. Quizá había visto o había hablado con uno de ellos. Después de cuatro timbres, una voz vacilante contestó. —¿Qué? —¿Derrick? Soy Laurel. ¿Viste anoche a Caden? —¿Eh? —¿Tú o alguien más ha visto a Caden? No está aquí. —¿La monja no está ahí? —No. ¿La has visto o no? —Comenzaba a irritarme con tanta preocupación. No era una buena combinación. 164
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—No. Espera. Voy a ver si alguien sabe algo —dejó el teléfono sobre algo duro y el intenso ruido metálico no ayudó a mi cabeza para nada. Me puse la mano en la frente y cerré los ojos. Podía oír voces en el fondo, e intenté ignorarlo, enfocándome en la cabeza, imaginando un enorme frasco de Aspirinas. —¿Hola? —Sí. Sigo aquí. —Noah dice que la vio salir muy tarde, como a medianoche o más, con un tipo. —¿Sabe quién es? —No. No preguntó tampoco. —De acuerdo. Gracias Derrick. —Después de algunos refunfuñados uh huh, colgaron el teléfono con otro clamoroso sonido metálico. Colgué el inalámbrico y lo puse en el contador, intentando decidir qué hacer. Aquello era tan poco propio de ella... ¿Quién era ese tipo? ¿Era el misterioso chico con el que estaba saliendo? Imaginé que lo era, pero ¿por qué había estado fuera toda la noche? Ella nunca habría considerado siquiera hacer tal cosa. ¿Estaba bien? ¿Este tipo le había obligado a que se quedara con él? ¿Estaba herida? ¿Tirada en algún lugar, sangrando o algo peor? —Oh, Dios — me puse la mano sobre la boca mientras terribles imágenes comenzaban a pasar por mi mente. Por favor, por favor que esté bien ¿Qué podía hacer? Podría llamar a Michael, supongo. Quizá él sabría quién era el chico. Quizá. Me sobresalté mientras la puerta delantera se abría y después suavemente se cerraba. Unos pasos se dirigieron hacia el baño, cerrando la puerta y el giro de la cerradura. —¿Caden? —me apresuré bajando de una vez los tres escalones al vestíbulo dónde estaba el baño y el cuarto de Caden. —¿Caden? 165
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—¿Sí? —oí la voz sorda desde dentro. —¿Estás bien? —apoyé la mano sobre la madera, deseando poder estar dentro. Lo sentía en el estómago: algo iba mal. —Sí —Oí un lloriqueo —Estoy bien. —Por favor, abre la puerta Caden. Quiero entrar —golpeé ligeramente. —No, no. No hay necesidad. Estoy bien, en serio. Suspiré, mirando fijamente la madera pintada y preguntándome qué hacer. No podía hacer mucho, realmente. Si ella quería estar sola, ¿qué podía hacer? —Bien, um, de acuerdo. Si me necesitas, aquí estoy, ¿de acuerdo? —no obtuve respuesta. Suspiré de nuevo, alejándome.
Amaneció resplandeciente. Octubre parecía haberse tomado un descanso, y era inoportunamente caluroso. Caden estaba de un humor excelente cuando la encontré en la cocina hablando con el cocinero, comiéndose un bagel. —Buenos días, Laurel —dijo cuándo me descubrió, caminando hacia mí para ofrecerme un bagel —Tienes que probar uno de estos. Calvin los ha horneado esta mañana —lo cogí. —Gracias. —¿Dormiste bien? —se sentó en un taburete cerca del atareado cocinero, indicando uno cerca de ella para que me sentara. Lo hice, comiéndome con agrado el sabroso regalo. —Bastante. ¿Y tú?
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—¡Oh, sí! No había dormido tan bien en años —sonrió, su rostro entero se iluminó. Yo estaba completamente encantada por su humor y su sonrisa —Se me ha ocurrido una idea increíble. Bueno, creo que es increíble... Me vino esta mañana, mientras me vestía. Y deseo compartirlo discutirlo contigo, Laurel. —Claro. Dispara. —Bien —brincó del taburete, cogiéndome del brazo para llevarme con ella. Salimos por la puerta lateral, hacia el sol de la mañana. Mantuvo la mano en mi brazo mientras echaba una mirada alrededor, como si nunca en su vida hubiera estado fuera —Me siento tan bien hoy —cerró los ojos al tiempo que tomaba una profunda inspiración, y sonreía. Se volvió hacia mí —Adoro el olor del otoño. Sobre todo cuando todas las chimeneas están encendidas en la casa. El olor es mucho más que maravilloso. Me encanta el olor de la madera quemándose —me soltó el brazo y, literalmente, saltó lejos de mí. ¡Una parte de mí se preguntó si había perdido la razón! —¿Caden? ¿Estás bien? —¡Nunca he estado mejor! —Empezó a correr, riéndose tontamente, su voz hacía eco a través del pequeño valle de la propiedad —Dios, me siento como si me hubieran dado una segunda oportunidad en la vida, Laurel. Mi salud es buena, mi matrimonio ha terminado. ¡Soy libre! —Yo miraba, extasiada por su energía. Terminé mi bagel, lanzando el último trozo a mi boca, y la seguí, corriendo para alcanzarla. Finalmente se detuvo cerca de una arboleda, agachándose, con las manos en las rodillas, respirando con dificultad. La localicé y puse la mano en su espalda. —¿Estas bien? —pregunté, jadeando por el esfuerzo. —Oh, sí. Supongo que no había pensado en la forma en la que me encuentro en estos días —sonrió y se puso de pie —¿Sabes que antes de enfermarme nadaba todos los días? Nadaba, montaba en bicicleta y corría. Siempre quise mantener el cuerpo en forma, y me ayudaba con ello —levantó sus largos brazos hacia el cielo, estirando sus dedos hacia los cielos. —Casi me vuelvo loca cuando no pude hacer nada ya. Los 167
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doctores me aconsejaron no hacerlo cuando las cosas empezaron a ponerse peor, y mi equilibrio era, por Dios, horrible. Podía caerme si alguien me miraba torcidamente. —Me sonrió, yo se la devolví. —Así que ¿cuál es esta increíble idea tuya? —pregunté, apoyándome contra un árbol, verdaderamente curiosa. Conociendo a Caden, seria brillante. —Bueno... —se apoyó contra el árbol opuesto del mío, y me miró totalmente a los ojos. —¿Recuerdas
que
dijiste
el
otro
día
que
querías
fotografiarme?
—asentí,
preguntándome donde iba esto. —Bien, que si lo permitiera. Pero aquí está el asunto. Laurel, ¿qué tal hacer otro libro? Dijiste que el primero fue tan popular y lucrativo y exitoso. ¿Por qué no hacer otro? —Pero, ¿cuál sería el tema? ¿El propósito? —Estaba confundida. Caden se alejó del árbol, caminado hacia mí. —Bueno, estás aquí conmigo, estás perdiéndote oportunidades de trabajo, y ganar dinero. No merezco la pena de que encima pierdas tu sustento. Además —su voz se suavizó —, Laurel, me has recordado lo que una mujer puede hacer si pone su mente en eso, todo el poder que las mujeres poseen que me he permitido perder la mitad de mi vida, demonios, casi toda mi vida. No quiero ya hacer eso. Quiero mostrar a otras mujeres allí afuera, no importa que estación de su vida, o carrera, o cualquier cosa que ellas puedan estar haciendo, que las mujeres tienen poder en ellas, y en sus propias vidas. —Miré fijamente, queriendo oír más. —¿Preguntas sobre un tema? ¿Qué tal sobre mujeres fuertes? Incliné mi cabeza a un lado mientras la estudiaba, sus ojos azules abiertos extensamente, llenos de emoción y esperanza. —¿Realmente quieres hacer esto, verdad? —No tienes idea. Mordí mi labio inferior, masticándolo mientras mi mente giraba. 168
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—Cuando vas a terapia, y todas las visitas al doctor, ¿hay otras mujeres contigo? ¿Otras que sufren la misma cosa que tuviste? —Oh, sí. Demasiadas, me temo. —sonreí. —Maravilloso. —El rostro de Caden cayó de la emoción a la confusión. —¿Maravilloso? No lo entiendo. —Tienes razón, un libro de mujeres fuertes sería grandioso, ¿pero qué tal no sólo sobre mujeres fuertes, sino supervivientes? —sus ojos azules se llenaron una vez más de excitación y posibilidad. —¿En serio? —susurró, casi como si tuviera miedo a soñar. Asentí. —Necesito hablar con mi agente, y ver lo que ella dice, pero algo me dice que se volverá loca con la idea.
Estaba acostada en mi cama, intentando dormir un poco, pero me era imposible, no dejaba de moverme. Era inútil. Caden ocupaba mi mente y no podía dejar de preocuparme. Empujé las sábanas, posé los pies en el suelo, cuerpo entero se tambaleó haciéndome sentir como si mi cerebro estuviera sacudiéndose en el cráneo. Me puse unos pantalones cortos con una blusa de tirantes y me salí a la sala. Caden estaba en el sofá envuelta en una manta, bebiendo a sorbos lo que parecía ser un té caliente. —Hey —dijo mirándome. —Hey —Me senté en el sofá a su lado, envolviendo los pies debajo de mí, el frío en el apartamento me hizo desear haberme puesto una sudadera y calcetines.
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—Toma —elevó la manta, y no perdí tiempo en meterme junto con ella. Nuestro calor corporal se combinó para crear una especie de cálido habitáculo para envolvernos. —Gracias —hombro con hombro, me fijé en el dibujo estilo setentero con diseño naranja y amarillo. No estaba segura de qué decir —¿Quieres hablar de ello? —Caden permaneció callada un momento hasta que la escuché tomar una respiración poco profunda, para, seguidamente, dejarla salir despacio. —Me acosté con él —su voz era queda. No dije nada, no estaba segura de que hubiera acabado —Estoy tan avergonzada. —¿Por qué? —me volví más hacia ella y le froté el brazo. Me miró, sus ojos divagaban. —No quería —dijo, su voz se volvía gruesa por la emoción que intentaba contener. —Él no hizo... —no podía terminar la pregunta. —¡Oh, no! No, lo hice yo. Fue por mi estupidez —cerró sus ojos, una sola lágrima logró salir. La sequé con el dedo antes de que pudiera alejarse. —Caden, es natural en una mujer de tu edad, no es tan raro o algo... —Siempre me dije que esperaría, Laurel. Esperaría por alguien que amara, que realmente me importara —me miró con ojos suplicantes —Sé que es una idea anticuada, y puede parecerte tonta, pero siempre lo he deseado y siempre creí que así sería. —¿Entonces por qué no lo has hecho? Caden se alejó de mí, mirando hacia la ventana. Suspiró, limpiándose los ojos, recuperando el control. —De verdad que no quiero contestar eso ahora si no te importa —se volvió de nuevo hacia mí, rogándome comprensión—¿Por favor? —abrí la boca para decir algo, pero rápidamente la cerré.
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—De acuerdo. No lo entiendo, pero está bien. Si eso es lo que necesitas... —comencé a ponerme de pie cuando, para mi sorpresa, ella me agarró y enterró su cara en mi hombro, sollozando. Pude sentir la humedad a través de la tela de mi camiseta. Envolví los brazos a su alrededor, murmurando palabras de consuelo, meciéndola. —Fui tan estúpida, Laurel —lloró —Tan estúpida. —Shh... Ya está. Shh... Todo está bien.
Colgué el teléfono con un satisfecho clic. No podía esperar para ver a Caden y contarle las buenas noticias. A Tammy, mi agente, le había enamorado la idea incluso antes de que estuviera totalmente fuera de mi boca. —¡Sí! Hazlo, Laurel. ¡Se venderá como el cazador del crimen organizado! Llamaré hoy a la editora y veré lo que Fran me dice. Corrí por las escaleras, mirando en cada habitación al pasar hasta que encontré a Caden sentada junto al fuego, leyendo. —Hey —dije mientras irrumpía en el cuarto, asustándola hasta la muerte. Me arrodillé delante de ella y le cogí las manos —Ya está. ¡A mi agente le encanta! —¿En serio? —Se le iluminó el rostro como un árbol de Navidad y me apretó los dedos —Me alegro mucho. No puedo esperar a empezar —se detuvo de repente, dejando nuestras manos caer. —¿Qué pasa? —con la frente arrugada me puse de pie, mirando desde arriba la cabeza vendada de Caden. —Bueno, pienso, porque he visto de tu trabajo, tus fotografías... Todas las mujeres que fotografías son hermosas —me miraba, frotándose la parte superior de la cabeza. —Ya no lo soy, Laurel. Me he puesto horrorosa desde que enfermé —me arrodillé de nuevo, estudiando sus ojos —Quizás podrías fotografiar sólo a las otras mujeres, aquellas que todavía son bonitas. 171
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—Caden, ¿de qué estás hablando? Eres tan hermosa hoy como lo eras el primer día que nos encontramos. Me miró, sin creerme. —No. No tengo pelo y esta venda horrible en mi cabeza... Me he quedado tan delgada, tan pálida... —Caden, si no estás en este libro, entonces no se hace. ¿Me entiendes? Eres tan hermosa y ni siquiera te das cuenta —puse los dedos bajo su barbilla, alzándole la cara hacia mí, girándola hacia la izquierda y luego a la derecha, estudiando los rasgos, los pómulos cincelados, los increíbles ojos, la aquilina nariz, las delicadas aunque fuertes cejas, oscuras como la medianoche, sonreí en apreciación —Eres magnifica. Me miró con los ojos llenos de lágrimas. —Gracias. Asentí. —Cuando quieras —me puse de pie de nuevo, aplaudiendo —Ahora, por dónde empezar —me alejé, comenzando a dar vueltas mientras pensaba sobre el próximo proyecto, intentando decidir el mejor ángulo para tomar —¿Todavía conoces a esas mujeres de cuando el tratamiento? —Sí. Nos hicimos muy buenas amigas, sobre todo durante mi estancia en el hospital en esas ocasiones. Algunas han regresado a casa y se han recuperado totalmente, pero otras, bueno, algunas todavía están en lo peor. —Bien, quizás entonces podemos intentar hacerlas sentir mejor —arqueé una ceja. Pensó por un momento, luego sonrió de aquella forma que yo tanto amaba, una sonrisa que iluminaba su rostro por entero. —Tal vez.
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PARTE 7.
Sentada al borde de la silla, con el cuaderno en el regazo mientras escuchaba atentamente a la mujer enfrente de mí, quien permanecía sentada rígidamente en el sofá. Se llamaba Meredith Watts y había sido un oficial de la marina durante casi cuarenta años. –Empecé como enfermera en Vietnam, como iniciación. –dijo significativamente, mirando hacia mi cuaderno para ver si escribía algo. –¿Por qué te uniste al ejército, Meredith? –Bueno, en ese entonces tenías dos opciones. –los señaló con los dedos. –Podías casarte y criar niños, o ser maestra. Escogí esto último. Me case a los dieciséis, me fue mal, así que me divorcié al año y un medio. Me escapé y me uní a la marina. –sonrió orgullosamente, deslizando la mano sobre los pantalones planchados. La ropa impecable como el corte de pelo –que ya lucía gris –militar. No había nada fuera de lugar. –¿Tuvo algún hijo? –Me sentía intrigada por aquella mujer. Tenía demasiado valor para alguien de su generación. –Lo tuve. Tengo un hijo. Ahora vive en Minnesota con su esposa y mi nieta, quien dice que quiere ser como su abuela cuando crezca. –sonrió ampliamente, los ojos azules le brillaron. Me reí. –¿Y eso? –detuve la pluma en espera a que me lo explicara. –Bueno, tiene mi mismo fuego, el mismo amor por la vida. –se apoyó hacia adelante clavándome la mirada .–Tiene mi raza. –Pestañeó. Me reí de nuevo. –Hey, a mí me parece genial. ¿Así que te retiraste debido al cáncer de estómago?
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–Sí, señora. Tengo casi sesenta años. Ya era hora. –Asintió con énfasis. –He estado en Corea, he visto el hubalu de Vietnam, la Guerra del Golfo, y otras cosas sin sentido en las que este país se ha metido. Me retiré como Comandante de la marina de Estados Unidos. No hay muchas mujeres de mi edad que puedan lo mismo. Serví al país durante treinta y ocho de mis cincuenta y seis años. –Eso es maravilloso. –sonreí con asombro. –De verdad que tienes mi más sincera admiración y respeto. –me sonrió, sorprendiéndome cuando extendió la mano para dar golpecitos sobre la mía. –Gracias. Y he de añadir que creo que es maravilloso lo que estás haciendo, este libro. Hay muchas mujeres que merecen reconocimiento en vida. –Gracias. Estoy de acuerdo. De hecho, fue idea de Caden. –Es una mujer encantadora. –Dijo con ternura. –Recuerdo cuando nos conocimos. Yo estaba postrada en aquella cama de hospital, auto compadeciéndome. Y entonces aparecieron los ojos más azules que he visto nunca, la sonrisa más luminosa. Iluminó la habitación por entero. –me miró. –¿Entiendes lo que digo?– –Sí, señora, lo sé muy bien. –vaya que sí lo sabía. –Comenzó a visitarme cada día, aun cuando no tenía ninguna razón. Se sentaba al borde de la cama, hablaba conmigo, a veces llevaba a su hija, Annie. Una niña muy inteligente. –Como su madre. –me miró y sonrió. –Como su madre. Casi se me rompe el corazón cuando me enteré de que Caden había enfermado. No podía entender por qué ella de entre todas las personas de este mundo. Tan joven, con toda una vida por vivir. Y una madre necesita estar ahí para su hija. Yo no lo estuve para mi chico, Donny. Debió de haber sido de otra manera. –miró fijamente por la ventana, perdida en el pensamiento antes de tomar una profunda inspiración y mirarme palmeando las manos en los muslos. –Bueno. ¿Nada más? 174
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–Sí, al menos que haya algo más que le gustaría añadir –No. Ya he contado mi parte. –se puso en pie, seguida de mí. –Ha sido un verdadero placer, Laurel. –extendió la mano y yo la agité alegre. –Igualmente. Muchísimas gracias por implicarte en esto. –No. Gracias a ti. Observé a la Comandante Watts mientras salía de la habitación, con la espalda recta y el cuerpo emanando confianza y respeto a partes iguales. –Increíble. –¿Verdad que sí? –me giré para ver a Caden entrando por las puertas corredizas que daban a un patio pequeño. Me dejé caer en el sofá, cerrando el cuaderno en mi regazo. Caden se sentó a mi lado, dejando la revista que había estado leyendo en la mesa delante de nosotras. Me dio unos golpecitos en la rodilla. –¿Cómo ha ido? –Esa mujer los tiene bien puestos. –me sonrió. –¿Por qué lo dices? –He pasado las últimas dos horas entrevistándola, escuchando algunas de las cosas que ha hecho en su vida, en los lugares que estado. Increíble. –Recuerdo cuando la visitaba en el hospital. Podíamos hablar durante horas y horas. – sonrió ante el recuerdo. –Eso me ha contado. –Añoro esos días. Estar en el hospital, cerca de todos esos pacientes, hablando con ellos. –Estoy segura de que tienes algún complejo de mesita de noche. –me miró y sonrió. 175
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Traducción: Arelis, LeiAusten
–Sí. Algo así. –Bajó la vista por un momento y suspiró. –Mmm... Bueno, es igual, ¿por dónde íbamos? ¿Cómo vamos con las entrevistas y el tiempo? –Bueno, de hecho vamos muy bien de tiempo. Ya tenemos cuatro, y tengo la agenda llena de entrevistas para toda la semana. Quiero empezar a fotografiar el viernes, si puedo. –¿En serio? –Caden sonrió, esplendorosa y feliz. –¡Es genial! Me encanta verte trabajar. –Entonces estupendo, porque tú también eres parte de este trabajo. –De repente Caden pareció una niña. –Oh, um... De hecho quería hablar contigo sobre eso, Laurel. Escucha, ya tenemos muchas personas, y..., bueno, ¿por qué no te ayudo sólo como asistente? Algo así como tu enlace entre las mujeres y... –Vas a estar en esto así me lleve la vida en ello. Sin Caden, no hay libro. –la miré con ojos desafiantes mientras la retaba a que dijera algo más. Suspiró, vencida. –De acuerdo. Si tengo que hacerlo...
Conducía a través de la carretera, con dos bolsas en el asiento trasero y una pila de libros y bocetos arrellanados a mi lado en el asiento del pasajero. El verano ya había llegado y me dirigía a casa. No había regresado a Southie en tres años. Mi madre llamaba en Navidad y por mi cumpleaños, pero aparte de eso, no había encontrado ninguna razón para volver. La única razón por la que iba ahora era que Caden estaba en Beacon Hill, y a mí no me habían invitado.
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Pensé en las dos últimas semanas que habían pasado desde aquella mañana en la que ella había llegado a casa aturdida después de dormir con el chico misterioso. Se había vuelto muy huraña después de aquello, actuando de forma extraña y distante. No importaba lo que hiciera o dijera, no podía sacarle nada de su estado o sobre qué podía hacer para ayudarla. No me había rendido con ella, pero sí en preguntar. La echaba de menos. Deseaba tanto que estuviera conmigo, comentando el paisaje que pisábamos, hablando sobre todas las cosas que haríamos ese verano, todas las cosas que veríamos, los dibujos que yo haría... Eso también había desaparecido. Mientras pensaba más en ello, comprendí que todo había cambiado más o menos desde aquella fatídica noche. ¡Maldita sea! ¿Qué había pasado que se empeñaba en ocultarme? ¿Por qué se alejaba tanto de mí? Sabía que yo no había hecho ni dicho nada malo. –Mierda. –Lo ignoraba. Cansada de pensar en ello, puse un cassette, y dejé todo lo demás de lado. Quería estar tan relajada como me fuera posible cuando llegara a casa. De otra forma, podría acabar matando a alguien. Las calles de la ciudad estaban igual que siempre. Parecía que nada había cambiado en Southie. La misma gente vagando por las calles; chicos punk fumando droga en las esquinas, compradores, parejas peleando en la acera. La casa dónde crecí estaba igual también. El viejo Monte Carlo ahí, grande y feo, seguía justo enfrente, con los neumáticos delanteros deshinchados. Supuse que probablemente había estado así desde hacía un año. También había una motocicleta que nunca había visto estacionada a lo largo de la acera. El garaje ya iba necesitando un mano de pintura. Con un suspiro abrí la puerta. Mientras caminaba pude oír voces gritando y algo colisionando dentro. Me detuve, escuchando, intentando descubrir a quien pertenecían las voces. No creí que fuera mi
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madre; ella normalmente no peleaba con él. Parecía Phillip. Tampoco. ¿Por qué iba a estar mi hermano allí? –Mamá, lo prometiste. –murmuré de nuevo mientras comenzaba otra vez a caminar. ¿Pero quién era la mujer? No podría ser Denny. Ella y Phil tenían una relación, que iba y venía, desde hacía cinco años. Había escuchado sus peleas lo suficiente como para conocer la voz. Parecía que la cosa seguía por el mismo camino. Despacio me dirigí hacia los escalones, la madera crujió bajo mi peso. Cogí las dos maletas en una mano para poder abrir la antepuerta, pero ésta giró abriéndose, golpeándome la mano. Me quejé, llevándome la mano a la boca. Mi hermano me miró, sorprendido. –¿Qué diablos estás haciendo aquí? –preguntó, saliendo rápidamente de su asombro. –Me preguntaba lo mismo de ti. –Yippee. La familia entera ahora está aquí.– Phillip cerró de un golpe tras de mí, apresurándose hacia la motocicleta. Escuché el rugido del encendido cuando ya estaba dentro. Denny estaba sentada en el sofá viendo Montel Williams, con una almohada asida al pecho. Había una lámpara a su lado en el suelo y papeles esparcidos alrededor de un florero roto cuya tierra yacía en un montón sobre la estropeada alfombra. –¿Estás bien? –me detuve delante de ella, mirándola fijamente. Ella asintió, sin molestarse siquiera en mirarme. Tenía la cara con restos de lágrimas y el cabello oscuro desarreglado. Agitando la cabeza, me dirigí a los escalones. Mi vieja habitación era la primera a la derecha. La puerta estaba ligeramente entreabierta. La empujé y me detuve con un suspiro. Todos los viejos muebles todavía estaban allí; la vieja cama de latón, la cómoda y espejo con las extrañas manchas negras que nada pudo quitar. Pero, sin embargo, ahora había algo más. Para describirlo de forma breve: parecía como si una lavadora hubiera vomitado. La ropa estaba tirada por todos lados, en la cama, en el suelo, incluso sobre la cómoda. También estaban esparcidos pedazos de papel junto con otra basura. 178
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–Maldición. Dejé caer las maletas en la puerta y corrí hacia el piso inferior, en busca de mi madre.
Iba a encontrarme con una mujer de nombre de Sonja Trujillo cerca de la calle Galen Bridge en el río Charles, así que estaba de pie sobre el banco, mirando el agua mientras meditaba. Había conocido a Sonja la semana pasada en aquel mismo lugar. Caden y yo habíamos ido para hablar. Encontramos a la anciana sentada en el banco y comenzamos a charlar. Me contó de su hijo, Juan, que había trabajado en la Torre Uno y había muerto en el once de septiembre. Tan triste como había sido aquel hecho que me quedé asombrada ante la fuerza de la mujer. Su hija había huido con un hombre a los quince, no la había visto o sabido de ella desde entonces, unos treinta años después. Habían asesinado a su marido en un atraco a un banco hacía una década. Juan era todo lo que tenía. Él la había ayudado a sobrellevar una apoplejía y un ataque cardíaco. Cuando Juan se graduó en la universidad y se movió a Nueva York para trabajar, ella se sintió devastada, pero estaba orgullosa de su muchacho, el primero en la familia Trujillo en ir a la universidad. Juan se casó y tenía un hijo cuatro años cuando la tragedia les golpeó de nuevo. La esposa de Juan, Maryann y su hijo, Taylor, habían muerto en un accidente automovilístico hacía dieciocho meses. Estaba decidida a que Sonja contara su historia en el libro, así que habíamos acordado la reunión para hoy. Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta, intentando bloquear el frío día y el viento frío que zumbaba por toda la ciudad. Planeé llevar a Sonja a un café una vez que apareció. –Siento mucho llegar tarde. –me volví para ver acercarse a la señora Trujillo con prisa hacia mí. Su cabello largo, en su mayor parte encanecido, descansaba alrededor de la cara, y tenía las orejas y nariz rojas.
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–Hola, Sonja. No pasa nada. Estaba pensando que con nuestro desagradable cambio de tiempo podríamos ir a un sitio cerrado. –Oh, cariño, me alegro de que me lo propongas. –sonrió, enseñando uno de sus dientes delanteros astillado. Me pregunté qué lo había causado. –¿Asado de Charles River?
La casa estaba en silencio salvo por Montel. Vagué a través de la cocina, descubriendo a mi madre fuera, en la parte de atrás. Me dirigí hacia allí, apoyándome contra la puerta. Estaba regando con la manguera el diminuto parche de césped que estaba empeñada en mantener verde y bonito. Era una de las pocas cosas en su vida sobre la que tenía el control. –Te ves bien. –se volvió, mirando sobre su hombro. Cuando la realización llego, dejó caer la manguera y corrió hacia mí, tirando los brazos alrededor de mi cuello, casi empujándome de nuevo hacia la casa. –¡Laurel! –Hola. –froté la mano sobre su espalda. Noté su cuerpo pequeño y delgado, mucho más que cuando me había ido a la universidad. Me alejó de ella para examinarme. –Estás maravillosa, cariño. Te has cuidado bien. –Gracias. Alguien tenía que hacerlo. –sonreí, ella sonrió también. –Me alegro, mi pequeña buscavidas. –Entonces, para mi horror me tomó de la cintura y empezó a hacerme cosquillas furiosamente, clavándome los dedos en las costillas y los costados. –Vamos, vamos, Laurel. Dilo. –No. –Apreté los dientes, retorciéndome para soltarme de su agarre, pero no podía dejar de reírme tontamente. Dios, odiaba esto. 180
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–Dilo, pequeña, –tanto nos retorcimos que ambas acabamos en el suelo, riendo. –¡De acuerdo, de acuerdo! Eres la mejor mamá en todo el mundo. –grité, un par de pájaros echaron a volar desde un árbol cercano. –Bueno... ¿ tan difícil ha sido? –me miró con una gran mueca en el rostro. Sonreí. –Sí. Ha sido horrible. –se rió y me abrazó. Está bien. Quizá no todo en casa era horrible. La ayudé a ponerse de pie, y me abrazó de nuevo. –De acuerdo, mamá. ¿A qué debo este festival de amor? –¿Qué puedo hacer si quiero tanto a mi pequeña niña? Te he extrañado tanto, Laurel. Al parecer eres la única cuerda de cuantos estamos aquí. –Cabeceó hacia la casa. –Es extraño tener otra mujer en esta casa. Todos estos hombres van a hacer que pierda la cabeza. –Caminó hacia el jardín y recogió la manguera. –Um, tengo una pregunta. ¿Qué ha pasado con mi cuarto? –¿Qué quieres decir con que pasó con él? Está en el mismo lugar de siempre. –Sí, me di cuenta. Quiero decir, ¿quién decidió convertirlo en un armario gigante? –Me miró fijamente por un momento, entonces dejó caer de nuevo la manguera, dirigiéndose hacia la casa. –¡Phillip!
Sonja Trujillo tuvo que ausentarse de la ciudad dos días para visitar a su madre en Houston, así que decidimos hacer las fotos ese día. Le había dicho por adelantado qué llevar y que colores evitar. Regresamos al río, decidiendo instalarnos en el banco. Saqué la cámara, colocando correctamente el foco. –No lo sé, Laurel. Parezco una vieja bruja –Me erguí desde detrás del trípode, estudiando a la mujer ante mí. 181
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–Para nada. Estás preciosa, Sonja. Lo más lejos a parecerte a una vieja bruja–. Me incliné de nuevo, mirando el objetivo a través de la lente. –Está bien, Sonja, quiero que actúes tan natural como sea posible. Haz lo que normalmente harías mientras estuvieses aquí sentada. –Lo intentaré. –Al principio estuvo nerviosa. Literalmente pude ver que temblaba. Entonces, cuando comencé a hacer clic, empezó a relajarse y a simplemente dejarse llevar para ser ella misma. –Oh, es genial, Sonja. Así, muy bien. –tomé la cámara del trípode y comencé a moverme alrededor. Como cada persona iba a tener aproximadamente tres fotografías en el libro, quería sacar el mayor número de tomas buenas como me fuera posible. De repente, eso por lo que cada fotógrafo espera, ocurrió: la foto mágica. Sonja se volvió ligeramente de mí, pero sus ojos se quedaron pegados a la lente. Abrió la boca un poco y dejó que asomara la sonrisa más bonita. Las líneas alrededor de los oscuros ojos resaltaron para darle esa mirada maternal mientras que su rostro su rostro se relajó. Parecía en paz. Tomé tres fotos y bajé la cámara, sonriendo ferozmente. –Eso es, Sonja. Lo hiciste. –¿En serio? ¿Eso es todo? –se enderezó en el banco y se puso de pie. –No ha sido tan malo después de todo. –No. Realmente no. Lo has hecho muy bien. –Para mi sorpresa, se me acercó y abrazó con firmeza. –Gracias, cariño. Es precioso lo que intentas hacer. Mi Juan estaría muy orgulloso. –Estoy segura de que lo estaría
Estaba recostada en la cama esa noche, con los brazos sobre la cabeza mientras miraba fijamente al techo. Hacía unos años había puesto brillos diminutos marcando las estrellas, en un intento de copiar las constelaciones del cielo. Sobre el 182
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armario estaba el Big Dipper. Eso era todo lo que podía reconocer ahora. Mis pensamientos se volvieron hacia Caden. ¿Qué estaba haciendo? ¿Dónde estaba? ¿Iba a ir a algún viaje maravilloso y exótico durante el verano? ¿Una especie de regalo por haber entrado en el último curso? No estaba segura. Parte de mí deseaba muchísimo llamarla. Extrañaba su voz. Miré hacia la mesa de noche, vi el teléfono allí, esperando simplemente a que me decidiera a usarlo. ¿Debería? Suspiré. Si ella hubiera querido tener noticias de mí o hablar conmigo habría llamado. No, no lo haría. No le había dado el número de teléfono de mis padres. Me senté, pasándome las manos por el cabello, recogiéndolo en la parte de atrás antes de soltarlo. Me estiré para alcanzarlo, palpando el sólido plástico en las manos. ¿Estaría despierta? Miré el reloj para comprobar que era algo más tarde de las dos de la mañana. No despertaría a todo la casa porque ella tenía su propia línea. ¿Pero y si se enfadaba? –Al diablo. –Levanté el auricular, el sonido de la línea rompiendo el silencio de la noche. Marqué rápidamente, llevándome el auricular a la oreja y esperando. Un timbrazo, dos, tres, cuatro... –¿Hola? –dijo una Caden que parecía muy cansada. Por un momento cuestioné mi decisión. Pero no me duró mucho. –Hey. –¿Laurel? –la voz se iluminó casi inmediatamente. –Sip. ¿Cómo estás? –Estoy bien. Mucho mejor ahora. –pude oír la sonrisa en su voz. –Esto puede sonar estúpido, pero te extraño. –Una enorme sonrisa se extendió por mi rostro.
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–¿En serio? –Me recosté, sosteniendo el teléfono más cerca de la oreja, colocando una almohada sobre mí. –Bueno, quiero decir, por eso te llamé. Te extraño, también. ¿Por qué habría de sonar estúpido? –Bueno, sólo hace dos días que nos fuimos a nuestras respectivas casas. Es un poco ridículo, ¿no crees? –No. Es decir, vivimos juntas, nos vemos cada día. Eres mi mejor amiga, Caden. Claro que te voy a extrañar. –Oh. Mirándolo de ese modo... –respiró suavemente, casi como aliviada. –Bueno, ¿entonces no te importa que te llame a esta hora? –¡No! En realidad, bueno, para ser honesta, he querido llamarte todo el día. Sonreí de nuevo, mirando a las estrellas. Deseé que Caden pudiera ver mi creación. Lo único que deseaba era ver a Caden a menudo. –¿Qué tal te va? ¿Hay alguien en casa? –Sí. Todos. –la voz bajó cuándo dijo esto, y suspiró como si fuera a decir algo más, pero no lo hizo. – ¿Y qué tal tú? ¿Cómo está tu familia? ¿Están todos vivos aún? –Me reí entre dientes. –Sí. Desgraciadamente. Mi hermano ha perdido nuevamente el trabajo, así que ha vuelto a casa de mis padres. A su ex, Denny, la acaban de echar de casa, y está aquí también. Pobre de mi madre. No entiendo por qué diablos lo permite. Si fuera mi hijo lo habría sacado de la oreja hacía mucho tiempo. –Bueno, ser padre no es fácil, Laurel –Habló con irritación. –Tener hijos a menudo es algo que da pánico. –¿El qué? Um, bien. Estoy de acuerdo, pero sigue siendo un perdedor. –Fruncí el ceño. –¿Qué te pasa, por cierto? 184
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–Nada. Lo siento. Sólo estoy un poco estresada. Ya sabes, llegar a casa y todo eso... – suspiró. –Siento pagarla contigo, Laurel–. –Está bien. Te entiendo más de lo que crees. –Ojalá.
Me senté en el césped de nuestra colina, con las piernas dobladas y las manos balanceándose sobre mis rodillas. Pensé sobre en la conversación telefónica de esa noche durante el descanso de verano. Hablamos durante casi una hora y media antes de que las dos estuviéramos demasiado cansadas y muertas de sueño. Por entonces, no tenía ni idea de lo que Caden estaba pasando, o pasaría en un futuro cercano. Si sólo se hubiera sentido lo bastante segura para contarme lo de Annie. ¿Había sido culpa mía? ¿Le había dado la sensación de que no podía contármelo? ¿Como si no fuera a apoyarla o algo peor? No lo sabía. La especulación no era buena, ni valía la pena. Hacía mucho que toda aquella historia había pasado, y los sentimientos con ella. –¿Qué tal, forastera? ¿Dónde has estado todo el día? –Me giré para ver a Caden subiendo la colina, sonriéndome. –Hey. Tenía la entrevista y la sesión fotográfica con Sonja Trujillo. –Jugueteé con el césped a mi lado, y Caden rápidamente se dirigió hacia allí. –Genial. ¿Cómo fue? –estiró las largas piernas, sosteniéndose con los brazos hacia atrás. –Muy bien. Es una señora muy natural. –le sonreí, una parte de mí aún seguía sintiéndose extraña por la memoria de esa noche. ¿Cómo podía un hecho de más de una década afectar a alguien? Ya había pasado todo. Había seguido con mi vida, y el pasado era el pasado. Agité la cabeza para sacudirme estos pensamientos. 185
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–¿Estás bien? –Caden me miraba como si hubiera expulsado el cerebro por la oreja. Sonreí. –Yup. Sólo pensaba. –Oh. –Se sentó, cogiendo unas hojas de césped amarillo y torciéndolas entre los dedos. –¿Cómo es tu casa de San Diego? –me miró, sus ojos quedaban cubiertos por las gafas de sol. Pensé un momento, luego suspiré. –Bueno, ahora mismo vivo en un estudio, pero busco una casa. De hecho, he estado ahorrando durante cinco años. –sonreí tímidamente. –Es maravilloso, Laurel. –Me dio palmaditas en el hombro. –Cuéntame. ¿Cuándo te mudarás? –Bueno, necesito comprarla primero. –sonreí. –Tengo una cita para ver un lugar por segunda vez, dentro de tres semanas. –¿Te estoy reteniendo? ¿Soy yo, no es así? –Caden me miró, entonces se volvió. –Lo siento. No dejo de complicarte la vida. –Eh, espera. No te preocupes. De todas formas necesito estar aquí por el libro. No estoy preocupada, y tú tampoco deberías estarlo. –La empujé por el hombro con el mío. –Deberías ver esa casa. Tiene vista al mar, tres dormitorios y una habitación extra para usarlo como estudio. Supongo que el tipo que lo tenía antes lo usó como espacio de recreo. Puedo usar la habitación más grande para eso. Además, esa habitación es de cristal, del suelo al techo. Oh, Caden, es precioso. –no pude ocultar el anhelo en la voz. Quería la casa, y quería empezar una nueva vida allí, fuera de la ciudad. –Me encantaría verlo. –Bueno, quizá tendré que invitarte algún día.–Sonreí a Caden, ella me sonrió. –Quizás. 186
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–Ahora vamos. Quiero comenzar con estas fotos.
Había pasado exactamente cuatro días en casa y ya quería matar a mi familia entera. No estaba muy segura sobre aquello que se dice de la vida hogareña americana. Mi hermano todavía estaba por allí, siendo el idiota más grande que se puede ser. Él y Denny peleaban a todas horas. Un día ella y yo coincidimos en desayunar juntas. Phillip aún dormía, mi madre había salido, y mi padre hacía bastante que se había ido al trabajo. –Denny, ¿puedo preguntarte algo? –pregunté mientras echaba leche en mis Lucky Charms. –Claro. –Bebió varios sorbos del café, mientras leía el periódico de la mañana. Su tortilla descansaba media comida a su lado. El rancio olor del huevo inundaba la cocina. –¿Por qué diablos aguantas a ese asno? –me apoyé contra el contador, con un vaso de jugo de naranja en la mano. Levantó la mirada de los anuncios, mirándome como si me hubiera crecido una cabeza de más, después se encogió de hombros. –¿Por qué no? –¿Hablas en serio? –cogí el palto con los cereales y me senté frente a ella en la vieja mesa. –Es un animal. Siempre lo ha sido, Denny. Quiero decir, es evidente. –tomé una gran cucharada. Denny descansó la barbilla en una mano, mirando por la ventana. La luz de la mañana capturó el verde de sus ojos, así como el ligero tinte amarillento del golpe en su mejilla. –Conozco a Phillip desde que tenía dieciséis años, Laurel–. Me miró profundamente a los ojos. –Mi familia no da un céntimo por mí. Los tuyos sí. 187
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–¿Estás por aquí por mis padres? Se encogió de hombros. –Bueno, por tu madre. Y por ti, supongo. Cuándo éramos niñas nos divertíamos, ¿eh? ”Me empujó juguetonamente. Sonreí abiertamente y asentí, mirando los cereales. Si Phillip supiera... Denny fue la primera chica a la que había besado. Sólo tenía once años, pero vaya... –Desgraciadamente, o afortunadamente, dependiendo de cómo esté la luna, Phillip viene con sus sorpresas. Me sentí muy triste por ella en aquel momento. Entonces comprendí que ella y mi madre se llevaban tan bien porque se parecían mucho. Eran mujeres débiles y dependientes. –Vaya... *** Mi familia se encontraba en la misma habitación, aún estábamos vivos y sin huesos o dientes rotos. La vida era preciosa. Estaba sentaba en el suelo, con la espalda contra la mesita de café, sosteniendo un crucigrama en el regazo mientras veía Seinfeld. Mis padres estaban sentados en el sofá detrás de mí, Phillip y Denny en un diván a nuestra derecha. La televisión era la única fuente de ruido salvo por los comentarios estúpidos de Phillip de vez en cuando. Intentábamos ser una familia. El esfuerzo no duró mucho. –Bueno, ¿vas a traerme más niños que educar? –Sentí que mi padre me daba un golpecito en la parte de atrás de la cabeza. –Robert. –Siseó mi madre. –¿Qué? Tengo derecho a saber. Bueno, ¿qué? Me volví hacia él. –No lo creo.–Murmuré. 188
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–Bien. Ya tengo bastantes bocas que alimentar. –miró hacia mi hermano. –Hey, jódete viejo. –¿Qué has dicho? –mi padre se puso de pie, al igual que lo hizo Phillip, por lo que ahora estaban cara a cara .–No me hables de esa forma, o te daré de puntapié en los dientes. –Sí, me encantaría verte intentarlo. –¡Muchachos! –los dos se callaron mientras el grito de mi madre aún parecía sonar en las orejas de todos. –Dejadlo. Intentemos pasar una buena tarde. –la miré, asustada en silencio, como seguramente todos lo estaban también. Mi padre se sentó en el sofá, seguido por un desafiante Phillip. –¿Estás saliendo con alguien, cariño? Oh, chico. La pregunta de las citas. Pensé por un momento cómo contestar. Con un suspiro profundo decidí tragarlo y contestar con la verdad. –Bueno, sí. Una chica llamada Erin. Nos hemos estado viendo de vez en cuando. –¡¿Qué?! –los ojos de mi madre se abrieron de par en par y la cara de mi padre se puso muy roja de repente. –¿Dijiste que te estás viendo una mujer, muchacha? –se apoyó hacia delante en el sofá, el rostro sólo a unos centímetros del mío. Gulp. –Sí. Dije una mujer. Mamá preguntó, así que contesté. –Oh, cariño. –oí susurrar a mi madre, cubriéndose la boca con las manos. –¡Oh, esto es genial! La pequeña bollera. Oh, Dios es bondadoso. –Cállate, idiota. 189
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–¿Por qué no te callas tú, marimacho? –Tú y yo vamos a hablar. –Mi padre se puso de pie, arremetiendo contra mí. Me asustó y me levanté rápidamente, fuera de su alcance. –¡Sois patéticos! Hacéis una pregunta y después no os gusta la respuesta. –Miré a mi madre, la decepción se reflejaba claramente en su rostro. Todo lo demás era lo esperado. Me volví y salí deprisa fuera de la estancia, cogiendo las llaves del coche del bolsillo mientras. El aire nocturno era caluroso, pero me enfrió las mejillas mientras me secaba las lágrimas. Me senté al volante, mirando fijamente a mi casa a través del parabrisas, queriendo pertenecer a otra familia, o mejor aún, no tener ninguna. No los necesitaba. No necesitaba a nadie. La puerta delantera se abrió, y mi padre apareció. Ésa era mi señal. Puse en marcha el motor, que rugió calle abajo.
El doctor quitó la primera mitad de los puntos de Caden después de dos semanas de la operación, y la segunda mitad había sido retirada hacía dos días. Ahora tenía la cabeza completamente al descubierto, sin vendas ni puntos. Justo lo que Dios había creado en su infinita sabiduría. El cabello le crecía rápidamente, espeso y oscuro. Enfoqué la cámara, acercándome a aquellos ojos, más azules de lo que debiera permitirse. Miraba directamente a la lente, directa a mi alma. Caden siempre había tenido esa habilidad. Miraba más profundamente dentro de mí que nadie, y yo siempre ignoré el cómo. La miré, alejando la cámara del ojo por un momento, intentando decidir cuál sería la mejor manera de fotografiarla. Estaba sentada sobre una manta en nuestra colina con los árboles detrás con todo su imponente e increíble color; el oro, rojo y bronce. Todo aquello, haciéndola sobresalir aún más. Caden llevaba un jersey sencillo, azul, casi del color de sus ojos, y caqui. Dobló las piernas a un lado. De repente me dolió la idea de 190
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utilizar un carrete en blanco y negro para aquellas fotos. Ella se merecía todo el color que mostrara todo su esplendor. La observé, cuando comenzó a escoger algunas hojas de césped, esperando pacientemente por mí para que hiciera mi trabajo. Supe que ignoraba que la espera era por ella y no por mí. Durante las últimas semanas, había mirado a Caden Lodge como una vieja amiga y no como una mujer. No podía permitirme el lujo de hacer esto último, pero también era incapaz de evitarlo. Como artista, mi ojo se había entrenado para reconocer la verdadera belleza por lo que es, y ahora la veía en plena gloria.
Conduje por el pueblo, intentando decidir a dónde ir. No sé por qué había huido en vez de quedarme y enfrentarme a la tormenta. Supuse que no sentí que debiera haber una tormenta por aquello. A mi familia nunca antes le había importado una mierda lo que hacía con mi vida, ¿por qué le importaba ahora? Encendí la radio ruidosamente, sin querer escuchar ni mis propios pensamientos. Vi un grupo de adolescentes hablando en una esquina de la calle, volviéndose para mirarme cuando pasé. Uno de los tipos me sacó la lengua lascivamente. Lo ignoré y seguí conduciendo una vez que el semáforo se puso en verde. No estaba de humor para hombres en aquel momento, completamente segura de no necesitarlos para nada. Aparqué en el estacionamiento de una tienda y entré. No estaba segura de lo que buscaba, pero parecía una buena idea en aquel momento. Vagabundeé por los pasillos, buscando algo que comer, pero decidí en cambio comprar una botella de Dr. Pepper. Pagué en la caja. Noté a una chica hablando en un teléfono público a un lado de los baños. Quedaba un teléfono libre... ¡Demonios!, ¿ por qué no? Buscando en los bolsillos de mis pantalones encontré algo de cambio, y decidí hacer una llamada. Marqué rápidamente, bebiendo todo el rato a sorbos del refresco. Escuché el tono del teléfono sonando una y otra vez.
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–Maldita sea, Caden. Contesta. –No hubo suerte. El contestador sí respondió. Irritada, colgué sin molestarme en dejar un mensaje. Me apoyé contra la pared y miré fijamente a la oscuridad de la noche. No era muy tarde, y el sol aún no se había puesto todavía. Adoraba las largas noches de verano. Decidí volver a salir cuando me sobresalté por el sonido del teléfono. Lo miré fijamente como si eso me dijera quién llamaba. Curiosa, cogí el receptor. –Su tienda de abastecimiento local. Le habla Laurel. –¡Laurel! ¡Gracias a Dios todavía estas ahí! Pensé que te perdería. –¿Caden? ¡hey! –sonreí de oreja a oreja , y un instante después se apoderaba el misterio de mí. –¿Um, cómo es que me has llamado aquí? ¿Tengo una señal o algo por el estilo que ignoro? –Llámala I.D. Me alegro mucho de que llamaras. –la oí tomar aire, parecía insegura. Cuando pensé en ello, comprendí que su voz parecía más espesa, casi como si hubiera estado llorando. –¿Caden? ¿Estás bien? –Estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? ¿Y de dónde me llamas? –No lo sé. Solo que pareces diferente, como si estuvieras triste. Y estoy en un teléfono público. –Oh. Bueno, tuve algunos problemas con mi familia. ¿Por qué estás en un teléfono público? –Es una larga historia. ¿Qué pasa con tu familia? –También una larga historia. ¿Quieres hacer algo? –Me animé inmediatamente con la invitación. –Me has leído el pensamiento. ¿Quieres que te recoja? 192
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–No. Yo te encuentro. Así iremos más rápido. –De acuerdo. Decidimos el lugar y colgué, sintiéndome muchísimo mejor sabiendo que iba a ver a Caden pronto.
Había empleado casi un rollo entero de película en Caden, colocándola en una pose y otra. Sabía que sería una portada maravillosa, y esperaba mejorar las fotos. Me senté en el césped, abandonando la cámara. Y estaba guardando las lentes cuando levanté la vista y vi que Caden se había recostado. Estaba sobre su espalda, con el rostro hacia el cielo; el cuello arqueado, los brazos levantados sobre la cabeza, los ojos cerrados, la boca ligeramente abierta, con los dientes apenas visibles... Mis ojos examinaron el resto de su cuerpo para verla estirada sensualmente, con una pierna fuera de la manta, la otra inclinada, ambos pies calzados con botas. Levanté la cámara de nuevo y saqué la foto. Capturé la belleza y elegancia de Caden y lo hice para siempre. Levantó la cabeza, mirándome. – ¿Por qué has sacado una foto? “Se sentó, plegando el cuerpo sobre sí misma. Me encogí de hombros. –Era muy buena. –Oh. Vale. –sonrió. Le sonreí de vuelta.
Golpeé los dedos en el volante al ritmo de la música que estaba escuchando, con una sonrisa en el rostro mientras avanzaba por el tráfico cada vez más denso a 193
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medida que avanzaba la tarde. Me entusiasmada la idea de ver y pasar tiempo con Caden. No tenía idea de qué íbamos a hacer, pero no importaba. No tenía ni idea de que iba a extrañarla tanto. Era ridículo. Vi la gasolinera delante y entré, aparcando. Me di la vuelta en el asiento mientras buscaba el pequeño coche rojo de ella. Mientras permanecí allí sentada, la lluvia comenzó a rociar esporádicamente el parabrisas. Abrí la ventana lateral, mirando el cielo nocturno, ahora negro. Unas gotas de lluvia cayeron sobre mi rostro, algunas en los ojos, haciéndome pestañear y meter la cabeza otra vez. –Hey, tú. ¿Sueles sacar la cabeza fuera de la ventanilla cuando llueve? –busqué, pestañeando furiosamente todavía, para ver a Caden mirándome y sonriendo abiertamente. Yo sonreí también. –Um, ¿sí? –Tonta. Vamos. –se alejó, hacia el Porsche que estaba estacionado unos coches más allá. La seguí rauda, cerrando con llave mi pequeño Volks. Avanzamos en silencio durante un largo tiempo, Caden conducía al azar, mientras la lluvia caía más y más fuerte, chocando contra el parabrisas con una fuerza asombrosa. Era increíble, cada vez se volvía más y más ruidosa. –¿A dónde vamos? –A un lugar dónde podemos mirar la tormenta. –Oh. Qué bien. Manejamos lo que pareció una eternidad, siendo en realidad aproximadamente diez minutos. Finalmente se salió de la carretera hacia una cubierta de lodo. Comenzamos a subir una cuesta que llevaba a una colina. Aparcó, por fin, y subimos mientras las piedras y el barro se nos metían en los zapatos. El césped alto y la hierba picaban al rozarme en las piernas desnudas. –¿Dónde diablos estamos? –pregunté, casi jadeante por el ejercicio. 194
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Traducción: Arelis, LeiAusten
–No estoy segura. Vi una señal allá atrás y decidí tomarla. –Oh. Alcanzamos finalmente la cima de la colina y las dos nos sentamos. Efectivamente, podía verse la ciudad entera; las luces de las calles, los edificios y casas, los coches, todo parecía brillar en la oscuridad. Los relámpagos a sólo a un par de millas, encendían los cielos, volviendo la noche en día durante un segundo antes de que todo quedara de nuevo callado y a oscuras. –Guau.–Susurré, ante aquella intoxicarte belleza. –Cogiste el desvío perfecto –Sonreí abiertamente. Ella asintió. –Sí, es bonito. –Caden se cerró, llevando las piernas al pecho y abrazándolas, descansando la barbilla sobre las rodillas. Después volvió los ojos hacia mí. –Bueno ¿qué pasó en casa? –Oh, pues... –me eche hacia atrás, sosteniéndome en los codos. –Les dije lo de Erin. – Me miró sobre el hombro. –¿Hiciste qué? ¿Te descubriste con tu familia? –una ligera curva de sonrisa encorvó sus labios. Asentí. –No se lo tomaron muy bien, puedo suponer. –Nop. Claro que no. Creo que mi padre quería golpearme hasta que quedara inconsciente. Mi hermano, sin embargo, estaba encantado con todo aquello. Idiota. –¿Tu madre? –Lo superará. Creo que sólo quiere que sea feliz. Estaba asustada, claro. Pero no estoy muy preocupada por eso. –¿Por eso te fuiste? –se echó hacia atrás, también descansando sobre los codos.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
–Sí. –Oh. –¿Y tú? ¿Qué pasó? –Ellos no me entienden. Diablos, apenas me entiendo yo.–Sonrió tristemente. –¿Te parezco buena persona, Laurel? –la miré, confundida. –Claro. Eres mi mejor amiga. ¿Qué tipo de pregunta es ésa? –No sé. Estoy siendo estúpida, necesito un poco de seguridad en que no soy una horrible y espantosa persona. –Para nada. Nada más lejos de la realidad. Caden se giró hacia un lado de costado, mirándome. Jugó con una brizna de hierba, observando mientras la giraba entre los dedos. –Laurel, espero no hacerte enfadar o defraudarte nunca.–Levantó la mirada, encontrando la mía. Estaba desconcertada. ¿Qué había pasado? –No creo que eso vaya a ocurrir, Caden–. Me volví enfrentándola. –¿Qué pasa? ¿De qué se trata todo esto? ¿Por qué... Me sorprendió encontrar sus labios en los míos. En algún momento, había anulado el espacio entre nuestros cuerpos y ahora estaba sobre mí. Su mano descansaba en mi mejilla, mientras sus labios se movían despacio. Tomé una inspiración a través de la nariz y alcé una mano, no segura de qué hacer con ella pero queriendo tocarla desesperadamente, así que encontré un lugar en su costado. Por ello, se movió un poco más cerca, moviendo la mano de mi cara a la parte trasera de mi cuello, acercándome más. Mi mente era incapaz de pensar con claridad. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ella estaba haciendo aquello? Dios, y yo lo deseaba. 196
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Mi boca se abrió despacio, y ella pilló la indirecta, empujando la lengua entre mis labios, buscando la mía. No tomó mucho tiempo. Nuestras bocas se movieron juntas mientras sentía su mano acariciar la parte trasera de mi cuello, pasando a mi cabello. Su cuerpo estaba temblando bajo mis dedos mientras nuestros cuerpos se acaloraban. Despacio, muy despacio, ella se movió, alejando el calor de su boca de la mía. Tenía los ojos ligeramente cerrados mientras se retiraba. Finalmente se abrieron, y me atravesaron el alma. No dijo nada. Tomé una inspiración profunda, mi cuerpo aún regresaba a la realidad, el aire del caluroso verano ocupaba ahora el lugar de Caden sobre mi piel. Carraspeé. –No sé por qué lo has hecho, pero lo he estado deseando desde hace mucho. –Sonrió un poco, suavemente. –Yo, también. Pero no volverá a pasar, Laurel. Quise dártelo, y espero que no lo veas como algo que he tomado de ti. Te amo, Laurel. Desde hace mucho. –Abrí la boca para hablar, pero me puso los dedos sobre los labios. –Lo hago mientras aún puedo, pero no puede volver a pasar. Simplemente no puedo. Especialmente ahora. –¿Por qué especialmente ahora? –mi voz sonó tan queda, que la noche pareció absorberla. Me sorprendió que me hubiera oído. –Simplemente no puedo…
–¿En qué piensas? –sobresaltada, miré a mi compañera de paseo. Caden se había detenido y me di cuenta de que yo no lo había hecho. Me miraba, con las manos enterradas profundamente en los bolsillos y la gorra de béisbol puesta para mantener la cabeza cálida.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
–Oh, uh nada. –sonreí, esperando que fuera convincente. –Solo un recuerdo del pasado. –Yo también suelo hacerlo. –se volvió y comenzamos a caminar de nuevo con el río Charles a nuestra izquierda. Tragué con dificultad mientras intentaba sacarme esa noche de la cabeza. No había sitio para mí allí. –¿Sabes? Pienso a menudo en ese último semestre. –la miré, sorprendida de que sus pensamientos estuvieran tan cerca de los míos. –¿En serio? –Oh, sí. Fueron tiempos difíciles. –me miró y asentí. –Los extraño, esos días, la universidad. Todo. Me encantaba ser tu compañera de habitación.–Se rió, mirando al cielo. –Parece que podría nevar más tarde. –Sí. Eso parece. –Mi mente se envolvía alrededor de lo que ella estaba diciendo, contándome de aquellos días. Realmente nunca supe cómo se sentía con respecto a esa época de nuestras vidas. –Llegué a amar nuestra amistad, lo cómodas que estábamos, las locuras que hacíamos. –me sonrió. –¿Recuerdas? –Oh, sí. Por supuesto. –Suspiró. –Y la universidad. También me encantaba. Dejarla fue lo más difícil que he hecho en mi vida. –Dejar la escuela o... –miró hacia abajo. Luego a mí. –Sí.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
PARTE 8
Me senté junto a la ventana, el ruido de los motores debajo de mi asiento, la vibración pasaba a través de mis pantalones. Los trabajadores del aeropuerto se escurrían alrededor en la pista comprobando esto o aquello. Me sentí mal por ellos, muy abrigada, sus respiraciones se miraban como una nube blanca. Cerré la cortinilla, puse la cabeza en el respaldo del asiento, asegurándome de que el cinturón de seguridad estaba bien apretado. Yo no era una fan de volar, pero esta es la manera en que era. Una parte de mí estaba emocionada de volver a casa, conseguir estas fotografías reveladas. Estaba tan contenta de haber decidido poner el dinero en conseguir una habitación oscura establecida en el apartamento. Esto salvó tanto de mi dinero a largo plazo. Pensé en Caden. Aunque realmente no quería dejarla, sin embargo, estaba empezando a redescubrirla, encontrando nuestra amistad nuevamente. Pero la vida real llamaba, y yo tenía que responder de mala gana. Ella me había llevado a cenar anoche en algún restaurante de lujo de clase alta, diciendo que quería agradecerme por estar con ella y teniendo cuidado de ella. No había sido necesario, y le había dicho lo mismo. "Por supuesto que lo es, Laurel. Has hecho más por mí en el último mes que la mayoría ha hecho en toda mi vida." Ella tomó un sorbo de vino, inclinándose un poco hacia delante después de establecerlo de nuevo sobre la mesa. La llama de la vela en el centro de la mesa cogió su cara, poniendo los ángulos en sombras extrañas, afilando sus rasgos cincelados aún más. "Nunca podré pagarte por lo que has hecho por mí." Ella se inclinó sobre la mesa, me apretó la mano y luego la dejo ir. "Gracias." "De nada. Sólo quería ser un amigo para ti.
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"Estaba sorprendida por su sinceridad, su evidente gratitud. Yo realmente no creía que había hecho algo tan especial, pero si la golpeó de esa manera, que así sea. Lo haría de nuevo en un latido del corazón. "Esta vez has sido muy buena para mí." Ella sonrió, inclinándose hacia atrás en su silla, pasando una mano por la parte delantera de la blusa de satén. "Necesitaba esto, este tipo de introducción en la vida real, 101." Sonreí. "Y, no puedo pensar en una mejor profesora que tú, Laurel." Miró hacia abajo en la mesa, sus dedos jugando con el tallo de la rosa en un florero. "Casi me gustaría que hubiera alguna manera de que pudieras llegar a quedarte un poco más." Ella me miró con timidez. "Soy consciente de que esto no es posible. Por un lado, tienes una vida propia, y no puedo imaginar que te gustaría quedarte alrededor." "Bueno, no asumas. Tengo cosas por las que necesito volver, pero esto no ha sido bueno solo para ti, sabes." Sonreí, ella devolvió mi sonrisa. Me sorprendí a mí misma sonriendo mientras estaba sentada en el asiento 19F. Ya la echaba de menos.
Me acosté en mi cama, Phillip y Denny peleaban por el pasillo. Ahogue el sonido con pensamientos de Caden, el tiempo que habíamos pasado juntas hace tan sólo unas horas. ¿Qué diablos le había incitado a besarme de esa manera? Estaba tan confundida. Al parecer, ella lo era, también. Me preguntaba qué sucedería una vez regresamos a la escuela. ¿Cómo serían las cosas? ¿Iban a continuar como lo habían hecho durante los últimos tres años? Una 200
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parte de mí esperaba que sí, pero había una parte de mí que tuve que admitir que no lo hizo. Me agaché debajo de la sábana y puse la mano en mi muslo. Podía sentir el calor que irradiaba de mí unas cuantas pulgadas a la izquierda. Nadie me había afectado jamás así. Es decir, claro, me he divertido con Erin, y ella realmente me hacía llegar, pero nunca me sentí como ahora. Yo estaba literalmente ardiendo. Ella había dicho que nunca, que nunca podría suceder. Suspiré. Supéralo, chica. Llegaste a besar a Caden, y eso era todo. Tendría que acabar de convertir ese beso de verdad en mis sueños nocturnos, que sean aún más realistas de lo que ya eran. Con un gruñido vicioso Me senté. ¿Por qué había hecho eso? Eso sólo lo hizo peor! Me levanté de la cama y empecé a caminar, deteniéndome de vez en cuando para mirar por la ventana. La calle era increíblemente tranquila para una noche a principios de verano. Cerré los ojos y respire profundamente mientras trataba de calmar mi cuerpo dolorido, mi frente contra el frío cristal. Tomé varias respiraciones profundas, volví hacia mi antigua habitación de nuevo. Vi a mi discman en la mesita de noche, y decidí relajarse con un poco de música.
Tomé mis auriculares cuando la aeronave comenzó su descenso. Metiendo el reproductor de CD en mi bolso, abrí la cortinilla, mirando hacia fuera a mi ciudad de origen, nuestro avión se dirigía hacia el aeropuerto internacional de San Diego. Camine por el aeropuerto, me dirigí hacia el estacionamiento, mirando a la gente que se saludaban unos a otros, a familias tan felices de verse entre sí, amantes recuperando el tiempo perdido con abrazos y besos excitados. Les sonreí al pasar, pero parte de mí no estaba en esa sonrisa. Nunca había sido recibida en el aeropuerto en todas las veces que había volado por mi trabajo. Nunca se me había ocurrido hasta ese momento.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Subí los tres pisos de escaleras a mi lugar, el ascensor estaba fuera se servicio de nuevo. Yo vivía en un viejo almacén que había sido transformado en apartamentos hace diez años. Los pisos chirriaban, y la puerta de mi apartamento era grande, pesada y metálica, pero era mi casa por ahora. Abrí las tres cerraduras, incluyendo dos cerrojos, y empuje la puerta abriéndola con un gruñido. El lugar estaba a oscuras, las grandes ventanas a lo largo de una de las paredes reflejaban la negrura más allá. Dejé mis maletas, puse mis llaves en la mesa junto a la puerta y encendí la luz. Todo estaba como lo había dejado, lo cual era bueno. Caminé más en el lugar, encendiendo las luces a medida que pasaba, pensando en lo bueno que sería volver a casa con alguien. Casi podía verlo con el ojo de mi mente; Camino adentro, los olores de los alimentos llenando el aire ya que la cena se estaba cocinando, el televisor mostrando el tiempo del día siguiente. Sonreí mientras me dirigía a la cocina, la barra de desayuno era circular para separarla un poco de la sala de estar. Abrí la nevera y cogí un Gatorade de naranja. Podía imaginar a mi amante en la parte posterior de la vivienda, tal vez en el dormitorio, haciendo algo, esperando por mí, o tal vez jugando con mi perro. Había vivido sola desde que me había graduado de la universidad, no queriendo que nadie de las que Salía se moverá conmigo, y no teniendo absolutamente ninguna inclinación para irme a vivir con ellas tampoco. Me gustaba mi espacio, disfrutaba de mi privacidad, sólo estando en una relación cuando lo quería. Me reí con pesar mientras tomaba una copa. Tal vez era por eso que yo todavía estaba sola. Tonterías. No necesito a nadie más en mi vida. Había visto lo que la gente puede hacerte. Era sólo yo y Tormenta, tal como me gustaba. Me dirigí hacia la puerta, feliz de ir a recoger a mi Husky desde la vecina de abajo. 202
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Luna Eftychiou había sido mi amiga durante casi cinco años. Nos habíamos conocido cuando había decidido tomar una clase de fin de semana de escultura. Había sido una maestra maravillosa, llamaba la atención de todos con el sonido musical de su docena de pulseras y brazaletes repicando juntos. Ella se había instalado en el edificio por mi sugerencia hace dos años, y era la niñera oficial, y madrastra de Tormenta. Llamé a la puerta, esperando a que respondiera. Yo sabía que tenía al menos tres minutos para contemplar la vida, antes de que ella se diera cuenta de que alguien estaba allí. Sonreí al oír a Tormenta oliendo debajo de la puerta, gimoteando ahogadamente. "Soy yo, Lu!" Llame, golpeando de nuevo, con más fuerza. Dentro de un momento oí todas las cerraduras de la puerta deshacerse, las siete de ellas. Siete era su número de la suerte; sintió que el universo era más cómodo con él. "¡Hola!" Luna se empujó en mis brazos, casi haciéndome trastabillar. "Estoy tan contenta de que estés de vuelta." Tormenta no se quedó atrás, su cola a punto de salir disparada de tanto menearla mientras saltaba, sus patas grandes en mi espalda, aullando por atención. Me separé de Lu, me incline sólo para ser cubierta de besos, con los ojos fuertemente cerrados, la boca fruncida para evitar un beso francés perruno.
Después de que la emoción se calmó, Lu me invitó a pasar para charlar y comer la cena. Yo estaba totalmente agradecida; pues estaba hambrienta de mi largo viaje. El apartamento de Luna se diseñó parecido al mío, a excepción de los cristales que había colgados en todas partes. Miré hacia el techo, veinte pies por encima de mi cabeza, y todos los planetas se habían colgado, Saturno girando lentamente en la leve brisa que siempre parecía soplar a través de estos lugares. "Huele tan bien aquí." Seguí a Lu a la barra alrededor de la cocina, la encimera cubierta en una especie de tela de cuentas. En una ocasión me había explicado que si bien ella 203
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hizo su escultura, la cubierta ayudó a asegurar el espíritu de la arcilla, que se celebró en el espíritu de lo que ella estaba tratando de crear. Me había llevado un tiempo para darse cuenta de que no estaba loca, sólo era un poco excéntrica. "¿Entonces, cómo te fue?" Lu preguntó mientras agitaba algo en una olla. Miró por encima del hombro hacia mí, sus largos y enormes aretes colgaban el lado de la cara y el hombro mientras se movía. "Me fue bien." Me senté en el bar, entrelazando los dedos, Tormenta apoyo la cabeza sobre mis pies. "¿Fue como pensabas que sería?" se dio la vuelta a la estufa apagándola, sosteniendo el molde sobre un plato como ella extrajo un paquete con olor exquisito con algo untado
en él. "Bien qué clase de… ¿qué diablos es eso?" Me incliné hacia delante en los codos, tratando de obtener una mejor visión de la misma. Era de color marrón, verde y amarillo y grumoso. Así es como lucia, así que probablemente obtienen la imagen. "¿Qué es, una especie de cena mística, comida mágica, que está destinada a conseguir mi alma alineada o algo así?" Sonreí. Ella me miró como si estuviera loca. "No, es el goulash." "Oh." "Entonces ¿por qué sólo un poco?" cogió otro plato de su casero árbol de platos, suspendido del techo con tres fuertes trozos de alambre y un plato de barro que era del tamaño de un plato de pizza. "¿Cómo estás de hambrienta?" "Mucho." "Ah," ella sonrió, "Eso es lo que quería oír." Ella sonrió ampliamente, su piel oscura impecable, el más pequeño hoyuelo en la barbilla. Llevaba el pelo oscuro con un mínimo de gris corriendo en el centro. Su 204
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kimono de seda fluía mientras caminaba, aparentemente para proporcionar una brisa constante a su alrededor. "Así que dime." Lu se sentó frente a mí, con su propio plato delante de ella, dejando una botella de vino y dos copas. "Bueno", le ha administrado alrededor de un delicioso bocado, "al principio no sabía qué demonios estaba haciendo allí. Yo no tenía razón alguna para estar de vuelta en Boston, pero me alegro de haberlo hecho." Sonreí. Lu me estudió por un momento, dimensionándome. Poniendo el tenedor a un lado, se inclinó hacia delante. "Háblame." "¿Por qué? No hay nada que decir, de verdad." "No me vengas con eso, Laurel. Yo te conozco desde hace mucho tiempo, y demasiado bien. Dime." Sus ojos casi negros parecieron intensificarse mientras miraba a los míos. "Siento como si estuvieras buscando en mi alma, aquí". Dije, rompiendo el contacto visual. "Eso es probablemente porque lo soy. Ahora derrámalo. Puedo ver dentro de ti, mi amiga. ¿Te preocupas por esta mujer?" "Dios, odio cuando haces eso," murmuré. "Y por supuesto que sí, Lu. ¿Por qué crees que fui en primer lugar?" Suspiré, mirando hacia abajo a mi perro en busca de respuestas, pero sin éxito. "Creo que tantos recuerdos han pasado por mi cabeza en el último mes, cosas de las que me había olvidado por completo." Miré a mi amiga de nuevo. "Yo no quería recordarlas. Habían sido enterradas, no importaba. Éramos jóvenes, alocadas,
confusas,".
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Lu se encogió de hombros, comenzó a comer de nuevo. "Sólo el tiempo dirá."
Me desperté con un sobresalto, salí de la oscuridad sólo para escuchar a Phillip y Denny ir a ello. Fruncí mi frente, escuchando, estaban peleando? ¿Era, Ewww! "Dios, eso es asqueroso." Salté de la cama, me puse algo de ropa, y bajé las escaleras. Un rápido vistazo al reloj del vestíbulo me dijo que eran casi las diez. ¿Qué demonios siguen haciendo en la cama, de todos modos? Supongo que no podía decir mucho, sin embargo. La casa estaba en silencio, mi padre, obviamente, ya se ha ido. El pequeño radio de la cocina estaba en alguna estación de radio que mi madre tendía a ser aficionada. Me di cuenta de un pequeño montón de trozos rotos en la mesa, un par de piezas habían sido pegadas, dejándolas secar. Nada bueno. Yo sabía que por lo general no era bueno, de todos modos. Empecé a mirar alrededor para ver si había habido un accidente, o si mi padre había atacado de nuevo. El piso en la esquina estaba cubierto de migas de lo que parecía ser pan tostado y huevo mezclado con pequeñas piezas más del plato. Mi mirada viajó por la pared hasta aproximadamente la altura donde pensé que el plato habría golpeado. Bastante seguro; un lugar recién lavado. "Hijo de puta." Me dirigí afuera, pensando que era probablemente donde mi madre se había retirado después de que él había salido. Se sentó en la losa de cemento que bordeaba el césped, con las piernas juntas, las manos en el regazo, los ojos cerrados cuando levantó la cara hacia el aire de la mañana, no bastante caliente todavía. "¿Mamá?" "Hmm?" ella no se movió. 206
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Me senté junto a ella, estremeciéndome cuando vi el rastro de los moretones que cubrían el lado de su cuello, y el ligeramente morado alrededor de su ojo derecho. Ella abrió los ojos, me miró. "Buenos días, cariño. No estaba segura de cuando ibas a despertar." Ella sonrió. "Sí. Bueno, esas mierdas me despertaron." Hice un gesto en la casa con la cabeza. "Peleando de nuevo?" "Bueno, no exactamente." Mi madre sacudió la cabeza con tristeza. "Entonces, ¿qué ha pasado? El viejo consiguió un poco enfadado por algo?" Miré hacia ella. Pensé que sabía cuál había sido el problema, pero quería estar segura. Ella asintió. "Conoces a tu padre." Ella sonrió débilmente. "Sí, lo hago. Ese pedazo de mierda tiene que tomar su basura y sacarla en alguien de su propio tamaño. Estoy enferma y cansado de que te vapulee cada vez que algo no es a su manera." "Por favor, no hables así de él, Laurel. Tiene buenas intenciones," "No, no lo hace. Él sólo quiere decir, mamá. Yo sólo sé que uno de estos días va a tratar de matarte." Ella se rió suavemente, abrazándose a sí misma. "Lo siento por la forma en que reaccioné anoche, Laurel. Eso estuvo mal." Miré su perfil, sorprendida que lo invocara. Mi familia era demasiado buena en la negación, todos los problemas se barrían bajo la alfombra. "Está bien. No había pensado exactamente bien mi enfoque, supongo." Sonreí. "Realmente ni siquiera pensé que había ocurrido, y si lo hizo, a quién le importaría?" ella empujó mi hombro con el suyo.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Me importaría. Las tuercas y tornillos de la misma es que quiero que seas feliz. He conocido la infelicidad toda mi vida con los hombres, cariño. Tengo que admitir, que no entiendo toda esta cosa sobre la mujer, pero si es mejor que esto... "la miré por un momento, tratando de ver si ella estaba barriendo las cosas de nuevo. Ella parecía muy sincera. "Gracias."
Tormenta me siguió de cerca en los talones mientras caminaba por el pasillo hasta mi apartamento. Era muy tarde, y yo estaba muy cansada. Sólo quería entrar e ir a la cama. Mi husky corrió hacia el lugar tan pronto como se abrió la puerta, ladrando y saltando con entusiasmo, en la búsqueda de uno de sus huesos y llevándolo en su esquina para masticarlo. Se sentía bien estar en casa. Cogí las bolsas desde donde les había dejado caer, me dirigí al dormitorio. La luz parpadeaba, me di cuenta que era la luz del contestador automático parpadeando, varias veces. Me puse de pie sobre él, tratando de decidir si quería molestarme ahora o no. Con un suspiro, presione Play. "Hola. Sólo me preguntaba si estabas de vuelta todavía. No has devuelto ninguna de mis llamadas. No sé lo que está pasando aquí, pero no me gusta." Clic. "Sí, Carol, estoy bien. Mi avión no se estrelló, no me asesinaron en algún lugar en Boston, pero gracias por preguntar." Empujé el botón de borrar, girando hacia la cama para empezar a desembalar como los mensajes continuaron. "Hola, Laurel." Me detuve, mirando a la máquina por encima del hombro. "Acabas de dejar la casa hace unos momentos, pero sabía que no tenías tu teléfono contigo. Quería que esto fuera un mensaje. No estoy muy segura de lo que estoy queriendo decir aquí," Caden tomó aliento. Podía imaginarla sentada en la silla junto a la chimenea, teléfono en mano, los ojos cerrados mientras ponía sus pensamientos en orden. 208
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"A lo largo de estas últimas semanas que has estado aquí he llegado a comprender exactamente qué es exactamente lo que tenía hace diez años. He llegado a entender y apreciar lo que he perdido, lo que he permitido perder. Lo siento. Desde el fondo de mi corazón, lo siento. Creo que en aquel entonces en F & M tu sabías lo que significaba nuestra amistad, tu entendías. Yo podría haber sido un poco una sabionda, pero nunca tuve sentido común”. Se detuvo, sonando tan triste. "De todos modos, espero que tengas un vuelo agradable, y esperamos oír de ti muy pronto. Adiós, Laurel." Me senté en el borde de la cama, escuchando el clic de su teléfono, sintiendo una punzada en el pecho cuando me di cuenta que simboliza el final de cualquier tipo de conexión. Yo sabía que había sido sólo un mensaje grabado, registrado horas antes, pero todavía dolía por alguna razón. Me sentía tan sola. "Tormenta, aquí, muchacho." Oí el tictac de sus garras en el piso de madera, seguido de un gemido en la puerta de la habitación. Tormenta vio hacia mí, sus ojos, uno azul y otro marrón, llenos de amor. Lo necesitaba en este momento. "Ven aquí, muchacho." Palmeé la cama junto a mí, y felizmente, la lengua fuera de la boca, el Husky salto a mi lado, acurrucando la cabeza en mi regazo. Mientras corría mis dedos por su piel gruesa, mi mente daba vueltas al mensaje nuevo. Realmente la echaba de menos. Echaba de menos la presencia a menudo tranquila de Caden. A veces me dejaba saber que ella estaba allí con sólo una sonrisa, esos ojos me hacían sentir como si fuera la única persona en el mundo que tenía su atención. Tenía esta forma especial de hacerme sentir especial, importante. Ella escuchó lo que tenía que decir, a menudo ofrecía su bien pensado consejo u opinión. Suspiré. La echaba de menos.
***
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Colgué cuidadosamente cada imagen, mojada con los fluidos utilizados en el desarrollo. Dando un paso atrás, me apoyé en uno de los mostradores, el aire era viciado en el cuarto oscuro. Las blanco y negro fueron casi hechas, pero todas las fotos a color que había tomado de Caden todavía estaban en el procesador, y no estarían por un tiempo, todavía. Miré el reloj, cerrando los ojos mientras esperaba, el zumbido de la máquina casi como una canción de cuna. Tenía curiosidad por ver cómo las fotografías resultaban, pero yo tenía especial curiosidad por el color. Caden había estado en mi mente sin parar durante la semana que había estado en casa. Había buscado en el teléfono a diario, con ganas de llamar, pero deteniéndome a mí misma por alguna razón. ¿Por qué? ¿Por qué no solo lo hacía, al menos para ver cómo estaba, cómo la terapia de radiación iba, cómo se encontraba Annie, el divorcio. Alguna cosa. Estuve punto de saltar fuera de mi piel cuando el teléfono inalámbrico junto a mí sonó. Haciendo clic en él, me quedé sin aliento. "¿Hola?" Mis hombros y esperanzas cayeron cuando oí la voz en el otro extremo. "No, no,…….estoy bien. Sólo estoy en el desarrollo de las imágenes. Bueno, no estoy segura, todavía. Hasta aquí todo bien, creo. " Me acerqué a la línea y miré las fotos en el secado, los cálidos recuerdos volvían a mí como los rostros de las mujeres me miraban. "Puedo conseguir estas para ti, oh, yo diría que para mañana o pasado mañana. Claro, Tammy. No hay problema. Adiós." He hecho clic en el teléfono, y colgué. Mi agente no había sido quien había esperado que estuviera llamando. ***
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De Nuevo (Again) de Kim Pritekel
Traducción: Arelis, LeiAusten
Me eché hacia atrás en la silla, con las piernas sobre el escritorio, los tobillos cruzados. Tammy me miró por encima de sus gafas. "¿Confortable?" "Muchísimo, gracias." Ella me miró antes de mirar las imágenes en sus manos otra vez. "Laurel, éstas son fantásticas, algunos de los mejores trabajos que has hecho." Miró de nuevo a través de ellas, colocándolas en su escritorio lo hizo hasta que tuvo una pila de tamaño decente. "Esta mujer aquí sólo me mata." Ella me la mostró y le sonreí. "Sí. Abby Gilbert, bastante el personaje." "¿Cuál era ella?" mi agente volvió la imagen que tenía en la mano hacia los lados para ver a la mujer en posición vertical. "La que tiene síndrome de Down. Ella era una maravilla, dijo que se sentía como una estrella de cine." Tammy sonrió. "Ella es muy fotogénica". "Lo sé. Nos lo pasamos muy bien." Ella continuó revisando las imágenes, luego se detuvo. "¿Quién es esta?" se volvió a mostrármela, y sonreí. "Esa es Caden." "La Caden, ¿podemos hacer un libro de mesa de café sobre las mujeres fuertes?" "Esa sería ella". "Es hermosa." "Sí, lo es." 211
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Bueno, supongo que piensas así desde que tomaste," ella lamió su pulgar contando a través de las fotografías. "Veintidós solo de ella." Ella me miró por encima de sus gafas de nuevo. "Te importaría explícame?" Me encogí de hombros. "No. En realidad no. Creo que las fotos hablan por sí mismas." "Lo hacen." Tammy dio unas palmaditas en las imágenes bajándolas en una sola pila de nuevo, mirando a través de ellas por cuarta vez. "Me gusta, Laurel. Realmente, me gusta mucho. Cuando me puedes conseguir las historias detrás de cada una de estas?" "¿Cuándo lo necesitas?." "Hoy." Ella se asomó atreves de la imagen que estaba viendo. "Sí, sigue soñando. Puedo conseguirlas en un plazo de una semana." Ella me estudió por un momento, masticando en el interior de la mejilla, sus ojos azules
agrandados detrás de sus gafas, su canoso pelo rojo en su típico bollo suelto, hebras cayendo por todo el lugar. A pesar de su apariencia habitual apresurada, la mejor agente que nunca había conocido. "Lo tienes, chica. Me mostraste la mercancía, por lo que voy a besarte un poco el culo. Tienes hasta el final del mes." "Oh, gracias, estupendo." Me puse de pie, poniendo mis manos juntas al inclinarme. "Sí, tu mejor reverencia sin duda. Ahora lárgate de aquí." Ella me echó de su oficina sin siquiera apartar la vista de las imágenes.
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De Nuevo (Again) de Kim Pritekel
Traducción: Arelis, LeiAusten
Me senté en el asiento delantero de mi coche, tratando de decidir qué hacer. Me limpié otra lágrima, mi piel estaba restirada de las que ya había derramado. Estornude, y extendí la mano para cerrar la puerta del coche, pero fui detenida de repente. Miré hacia arriba para ver a Caden que estaba sin aliento mirándome desde arriba. "Lo siento mucho, Laurel. ……Yo, …….no puedo……… Lo siento." Pude ver las lágrimas brillando en sus propios ojos. "No tenía ningún derecho, ninguno". "¿Cómo podía decirme eso, Caden?" Lloré. "¿Cómo se atreve a juzgarme así!" Golpee mi mano contra el volante. "No debería haber hecho eso." Caden se dirigió hacia el lado del pasajero, y se sentó, sosteniendo su cabeza entre las manos. "Lo siento, Laurel. He traído todo esto en ti." "¿Por qué has hecho eso?" Gire mi enojada mirada sobre ella. "¿Cómo puedes jugar conmigo de esa manera?" "Lo siento." Limpio con la mano sus ojos, tratando furiosamente de secarse las lágrimas antes de que cayeran. "No sé qué decir. Sé lo que te dije en la colina aquella noche, Laurel, y lo dije en serio." "¿Entonces por qué?" Me enfurecí. "¿Por qué me besaste, Caden? No soy una maldita cosa para jugar que puedes apagar y encender! has declarado tu caso, está bien. Déjelo en eso entonces. No voy a ser tu muñeca." Ella apartó la mirada, moviendo la cabeza. "Tienes razón." "Y la humillación de que tu madre nos atrapara!" Enterré mi cara en mis manos. "Dios, me quería morir." "Todavía no puedo creer que ella dijera todas esas cosas horribles sobre ti. No puedo. No tenía ningún derecho." Caden se limpió los ojos de nuevo. "¿Por qué no? Piensa en ello; ellos están teniendo una cena, tu hija trae a su amiga con la que la pillan besándose en la cocina ¿Qué se suponía que haría, Caden.?" 213
De Nuevo (Again) de Kim Pritekel
Traducción: Arelis, LeiAusten
"Actuar como un adulto, actuar como una madre." "Tú no eres su hija, Caden. Tú y Michael son sus trofeos." Lo lamenté al momento en que las palabras salieron de mi boca. Especialmente cuando vi la expresión de su cara. "Lo siento, Caden. Lo siento mucho. No me refiero a eso." "Si lo hiciste." Ella se sorbió la nariz, evitando mis ojos. "Porque es verdad." Se secó los ojos y abrió la puerta. "Mejor me voy. Te veré más tarde, Laurel. Por favor, conduce con seguridad." Ella me miró una vez más,…..disculpa,….. Lamento, yo no sabía lo que había en esos ojos. Ella se alejó.
Mordí el brazo de mis gafas de lectura, mirando a la pantalla del ordenador ante mí. Estaba a mitad de camino a través de una de las historias antes de que me quedara atascada. Tenía todos los hechos, pero no podía hacer que se unieran y adhirieran. No sé cuántas veces había dado las gracias a Dios que mi otra especialización en la universidad había sido Inglés. ¿Quién sabía que lo habría realmente utilizado. Sonreí para mí misma entonces comencé a escribir cuando sonó el teléfono. No apartando los ojos de la pantalla, me acerqué para el receptor poniéndolo en la oreja. "Sí, al habla," Realmente no estaba de humor para hablar, así que esperaba que quien fuera, hiciera esto corto, dulce y al punto para que pudiera terminar. "Oh, hola, Laurel. Um, yo no estaba segura de sí debería llamar o no," me enderece en mi asiento, una sonrisa automática vino a mi cara. "Caden". Tomé las gafas, y me recosté en mi silla de oficina, poniendo los pies sobre el escritorio. "¿Cómo estás?" "Lo estoy haciendo bien. Me preguntaba lo que estabas haciendo." "Bueno, ahora mismo estoy escribiendo las historias de las mujeres. A mi agente le encantaron las fotos. Se las di ayer." 214
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Maravilloso! Bueno, haz realizado un trabajo tan bueno en ellas, así que realmente no estoy tan sorprendida." Podía oír la sonrisa en su voz. "Me alegro de que hayas llamado." Admití, un poco embriagada. Se detuvo por un momento. "Como yo también" "¿Cómo te sientes?" "Bien, mi terapia ha terminado ahora, y oí de Emily que tenemos noventa días por esperar, entonces el divorcio será definitivo. Escuchamos de nuevo del abogado de Troy. Él no va a oponerse a ello, y él quiere darme la custodia completa." "Oh, Caden." Sonreí, acariciando el cable del teléfono, sintiendo el plástico liso debajo de mis dedos. "Estoy tan feliz por ti." "Gracias. Él sólo quiere los derechos de visita, y ahora ha tomado a su nueva novia y Annie en un crucero de un mes antes de que comience la escuela otra vez." "Wow. Bueno, creo que ese tipo te dejo sola, ¿verdad?" "Bueno, eso no siempre es tan malo. He vuelto a correr, finalmente, y deberías ver cuánto ha crecido mi pelo." Podía escuchar la emoción en su voz. "Me encantaría verlo." Me sorprendí a mí misma diciéndolo en voz alta porque realmente era en serio. Cerré los ojos, sintiéndome realmente estúpida. "Puedo estar allí en seis horas." Abrí los ojos lentamente, sin poder creer lo que acababa de oír.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
PARTE 9
Sostuve el teléfono en la mano, aturdida, congelada en el lugar cuando me di cuenta. ¡Mierda! Rápidamente colgué, levantándome de la silla y empecé a limpiar como nunca había limpiado en toda mi vida. Ropas estaban dispersas alrededor de la habitación, la cama de la habitación de invitados necesitaba nuevas sábanas desesperadamente. Había tanto que hacer y tan poco tiempo. Tormenta me miraba, confundido. Me tuve que reír, ya que parecía que estaba viendo un partido de tenis, yo corriendo de aquí para allá, una vez llevando una bolsa de basura a la puerta de volcado, luego corriendo de regreso por más, corriendo alrededor de la sala como si hubiera perdido la cabeza, quitando el polvo, recogiendo ejemplares de la revista Fotografía Popular y Fotografía de la naturaleza. "Maldito calor." Me quedé mirando a la revista en la mano. "Ahí está la edición más reciente de Advocate. Me preguntaba dónde se había ido." Con un encogimiento de
hombros, yo los eché en el puesto de revistas en el lado del sillón reclinable. "Está bien, gran pito. Esto no te va a gustar." Le dije a mi perro. Me miró, la lengua fuera de la trompa. Froté su cabeza entre las orejas, y me dirigí hacia el armario de limpieza. Abrí la puerta, y con un gemido, Tormenta se fue al dormitorio, con la cola entre las piernas. Con las manos vacías, me fui a trabajar.
***
Me puse de pie contra la pared, el reclamo de equipaje para el vuelo Delta 1943 delante de mí. La gente se precipitaba, tratando de llegar a casa, o para una reunión, o en cualquier otra cosa que tenían que hacer. Tenía mariposas en el estómago, trague varias veces, mis palmas sudaban. 216
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Ni en un millón de años habría pensado que dentro de una semana y media de regresar de Boston estaría recogiendo a Caden en el aeropuerto. Nunca había recogido a nadie en un aeropuerto, tampoco. Tragué otra vez. Tenía la esperanza de que le gustara mi lugar, aunque me pondría a mirar por otra casa en una semana. ¿Cuánto tiempo tenía planeando quedarse? Iba a querer ir conmigo a verla? Aparte de la vivienda que habíamos compartido en la universidad, Caden nunca habían visto dónde vivía. No estaba segura de por qué eso me ponía nerviosa. Tal vez me preocupaba de que habituada a utilizar toda su vida, el brillo y el glamour, ella encontraría mi vida normal y aburrida. Suspiré.
Cargué la última de mis maletas en el coche, lista para salir. Más que lista. Las vacaciones de verano eran de un mes, pero iba a volver a Pennsylvania. Necesitaba estar sola, lejos de mi familia. Mi padre había decidido comenzar a molestarme otra vez en el fin de semana, y yo estaba cansada de él. Desde la noche en que había salido a ellos, Joshua Wayne Gleason se negó a dejarme tranquila. Mi padre era el mayor intolerante, hipócrita que había conocido.
Estaba
amargado y triste de una vida dura; su padre era un borracho que dejo a un niño necesitado por sí solo a una edad muy temprana con una mujer que odiaba a su hijo debido a su parecido con su padre. Su temperamento y el desprecio por los demás le habían costado una educación y un sinnúmero de puestos de trabajo. Ahora, con unos cincuenta años, se odiaba a sí mismo, su familia y su vida. Realmente no creía que tenía una sola pizca de amor que le quedara. Me limpié una lágrima de mis ojos mientras miraba alrededor de mi antigua habitación. Yo sabía que sería la última vez que la vería. Yo no volvería. 217
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"Cariño, no te vayas por favor." Mi madre había pedido, llorando. "Tengo que hacerlo. Ese bastardo me ha golpeado por última vez, mamá." Señalé a la otra habitación donde estaba siendo maltratado por mi hermano. Podía oír que algo se rompía. "¿Podrías hacer que se detengan?" Me tapé los oídos con las manos, cansada de los sonidos y las imágenes de esta familia. "¿Cuándo van a terminar?" Todo había comenzado cuando Caden había llamado. Mi padre había respondido, y él había asumido automáticamente que ella era mi novia Erin, y había explotado. Había colgado de golpe el teléfono, sin decirle una palabra a ella, y viniendo por mí. "¡Perra! ¡Maldita perra tortillera! Cómo te atreves a dar mi número de teléfono a tus amigas estrafalarias. Ya es bastante malo que lo eres!" ¡BOFETADA! Hasta el suelo caí, evadiendo el borde de la mesa de café con la cabeza por meros centímetros. Empecé a levantarme cuando otro golpe bajó me puso de nuevo en el suelo. "Quédate ahí abajo, pequeña perra! Ahí es donde perteneces!" "Detente, pedazo de mierda!" Mi padre gritó cuando fue arrojado fuera de mí. Me apresuré a levantarme, mi mano fue a mi boca sangrando. Phillip tenía al viejo por la camiseta, empujándolo contra la pared. Corrí a la cocina, teléfono en mano. "No, por favor, cariño, no". Mi madre rogó, con la mano sobre la mía. "No lo hagas. No vale la pena." La mire. "No, él no lo hace." Golpeé mi mano libre de la de ella, tomé el receptor del gancho y marqué esos tres números sagrados. Yo sólo les dije que no debían tomar a Phillip. Él sólo estaba tratando de protegerme.
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Me sorprendió sentir un pinchazo en mi ojo izquierdo. Traje rápidamente mi mano, secándome la humedad que se estaba tratando de reunir. Todavía no valía la pena. Tomando una respiración profunda, continué esperando y viendo. Pronto. Caden estaría aquí pronto. "Las llegadas: Vuelo Delta 1943, Continental, ..." Mis oídos dejaron de escuchar después de oír el anunció del vuelo de Caden. Aquí estaba. Ahora sólo tenía que esperar por ella al llegar a reclamar su equipaje. Miré a mí alrededor, de puntillas en mis pies tratando de ver por encima de las cabezas de las personas.
Sabía que Caden sin duda se destacaría. Ella sería bastante fácil de
detectar por su altura. No tuve que esperar mucho tiempo. Una sonrisa se extendió por mi cara mientras observaba las reacciones de la gente a la belleza que caminaba en medio de ellos con confianza y seguridad absoluta de quien era ella, y adónde se dirigía. Caden se veía hermosa llevaba una camisa roja abotonada y pantalones vaqueros, el rojo de su camisa resaltaba el color eléctrico de sus ojos azul. Magnífica. Ella tenía razón; su pelo estaba volviendo a crecer rápidamente. Ahora era del largo suficiente para ser estilizado o gelificado. Me preguntaba si podría pasar mis dedos a través de él. Sacudiéndome de mi estupor, puse una sonrisa en mi cara mientras esperaba. "Hola, Laurel." Caden sonrió cuando me vio, y corrió, ajustando la correa de hombro de su bolsa en su hombro, la bolsa adherida estaba completamente llena. Me preguntaba si eso era todo lo que había traído. "Oye." Ella envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, tirando de mí apretadamente.
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"Es muy bueno verte." Ella susurró. Cerré los ojos mientras me deleité en el abrazo, el contacto. Su cuerpo contra el mío era tan cálido, tan sólido. "Igualmente." Nos separamos y la miré. "Te ves tan bien." Mis ojos viajaron hasta sus ojos. Ellos brillaban, saludables. "Parece que te sientes mucho mejor que cuando yo estaba allí." Ella sonrió con un suspiro. "Me siento muy bien. Como una mujer nueva." Ella puso su brazo alrededor de mi hombro y me dio vuelta hacia la salida. "Vamos. Estoy muy emocionada de ver su lugar, los pequeños detalles de su vida que yo simplemente no llegue a ver o escuchar." Saqué mi Xterra en la unidad para el estacionamiento de mi edificio. Todo el viaje a casa desde el aeropuerto Caden había estado en su mayoría tranquila, viendo mi ciudad pasar, mirando hacia arriba en los árboles, observando a los demás conductores y sus pequeños coches deportivos. "¿Por qué conduces un SUV?" -preguntó, mirando un poco más allá de un Miata zoom. "Creo que son más prácticos para lo que hago." Le sonreí. "Tiene sentido." "Así que esto es todo, ¿eh?" Levanté la bolsa de la parte trasera después de Aparcar. Caden, todavía mirando a su alrededor, asintió. "Bueno, yo realmente no quiero imponerme." Me miró con una tímida sonrisa. "Me olvidé de preguntar cuánto tiempo quieres que me quede." "Después de que te molestó durante un mes? ¿Cómo puedes posiblemente decir eso está más allá de mí." Hice un gesto hacia el edificio con la cabeza, abriendo el camino. Montamos el ascensor lentamente hasta el tercer piso, temblando y chirriando durante todo el trayecto. Caden parecía absolutamente aterrada, con una mano en la 220
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empuñadura de su bolso, los nudillos blancos, la otra se sostenía en la pared de la cabina. "No se va a caer, te lo aseguro." Sonreí. Ella me miró, con los ojos abiertos, pero no dijo nada. Mi llave se deslizó fácilmente en la cerradura, el metal hizo clic en voz alta, ya que dio la vuelta. En el otro lado de la puerta pude escuchar a tormenta oliendo, enseguida procedió a aullar, diciéndome que me diera prisa. Caden dio un paso atrás, mirando hacia la puerta, como si pudiera ver a través de ella. Ella me miró. "¿Tienes un perro?" "Sí. Tormenta." Lentamente, una sonrisa insegura se extendió por su cara. "Oh. No lo sabía." "¿Es eso un problema?" Le pregunté, repentinamente preocupada. "¡No! No, en absoluto. Para ser honesta, estoy un poco emocionada." Tan pronto como tuve la puerta abierta mi husky voló hacia mí, moviendo la cola como un loco. Ladró, inclinándose por lo que su culo estaba en el aire antes de volar hacia arriba, lamiendo, ladrando, aullando. "Hola, mi chico. Hola." Me agaché, teniendo un salvaje husky en mis brazos. Caden se apartó viendo. Cuando Tormenta se calmó un poco, se dio cuenta de que alguien más estaba conmigo que él no conocía. No estaba segura de lo que iba a hacer, al no ser un verdadero gran fan de nadie que no fuera yo o Lu. Ni siquiera le gustaba Carol. El husky se dirigió lentamente hacia ella, oliendo sus zapatos, por la pierna del pantalón, las manos que todavía estaban a los costados de Caden, y finalmente la miró a la cara. Ladeó un poco la cabeza, retrocediendo ligeramente, meneando la cola lentamente hacia atrás y adelante, sus emociones obviamente mezcladas.
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"Hola, perrito bonito." Caden dijo, su voz suave y melódica. "¿Cómo estás?" Las orejas de tormenta cambiaron notablemente, la velocidad de sus meneos aumentaron un poco, dando un pequeño paso hacia adelante. "¿Puedo acariciarte?" Caden se arrodilló, sosteniendo su mano hacia él. El estiró su cuello hasta que casi tocó la punta de sus dedos con la punta de su negra nariz húmeda. "Eso es, muchacho." Ella susurró. De repente, la cola de Tormenta comenzó a volverse loca, y empezó a lamer los dedos, moviéndose hacia la cara. "Uf!" "¡Tormenta!" Grité a través de la risa. Mi perro se había lanzado completamente en mi amiga haciéndola perder el equilibrio, lo que la hizo sentarse de golpe en su trasero tratando de protegerse de los besos del perrito. Todo el mundo tranquilo y fresco, se dirigió al apartamento. Caden sacó su bolso un poco más alto en el hombro, miró a su alrededor. Se acercó a la pared de ventanas que me había hecho tomarlo en primer lugar. Se cruzó de brazos mientras miraba hacia abajo en la ciudad. "¡Una vista increíble", murmuró. La vi, curiosa. Apartándose, ella continuó, mirando hacia el techo alto, en la sala de estar, y luego se volvió hacia mí. "Me gusta", sonrió. "Es tan grande, tan engañoso". "He disfrutado estar aquí." Me apoyé en la barra de desayuno, los brazos cruzados sobre el pecho. "Sin embargo, debo admitir que estoy con más ganas de ser dueña de una casa." "Me había olvidado de eso." Ella sonrió. "Qué maravilloso." Las dos estábamos tranquilas, ambas buscando algo que decir, Tormenta dirigiéndose hacia su esquina, mirándonos mientras masticaba en una cuerda. 222
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Traducción: Arelis, LeiAusten
No estaba segura de qué pensar. ¿Por qué estábamos tan incómodas? Y si esto hubiera sido un error? Mi estómago todavía estaba tratando de levantar el vuelo. "Bueno, te gustaría un recorrido completo?" "Por favor."
Yo estaba tan contenta de ver el apartamento, todas las luces en la casa. Todos nuestros vecinos de abajo se habían ido a casa para el verano, también. Era yo, yo y yo. Encendí la luz junto a la puerta, y me dirigí directamente a mi habitación. Deseé tan mal que Caden estuviera aquí. A pesar de mi ira contra su madre, y parcialmente con ella, yo la necesitaba. Especialmente ahora. No había visto a Caden desde que me fui de la casa Lodge hace dos semanas. Ella había llamado varias veces. Yo había hablado con ella algunas veces, y otras no. No podía tener una idea de que era lo que más me enojaba; lo que su madre me había dicho y que nadie había hecho nada al respecto, o el hecho de que Caden me había besado de nuevo. Por qué no podía solo dejarlo? Me dejé caer en la cama, las manos detrás de la cabeza mirando hacia el techo. Se estaba haciendo tarde, y yo estaba cansada, pero sabía que no podría dormir. Mi mente estaba corriendo demasiado, pensando en muchas cosas. Vi la cara de mi padre de nuevo como los policías de narcóticos lo llevaban a la patrulla. Miró de nuevo hacia mí con las manos esposadas en la espalda, los ojos oscuros mirando hacia mí mientras estaba de pie en el porche, mirando. Él no había dicho una palabra, sólo me fulminó. Yo había sabido en ese momento que esa sería la última vez que lo vería. Que estaría fuera de la cárcel dentro de un día o dos, pero él y yo no íbamos a cruzarnos de nuevo. Mi madre también lo sabía. Ella no dijo nada. Después de que la policía se fue, ella volvió a entrar en la casa, comenzando a lavar los platos de la cena. 223
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"No puedo creer que hayas hecho eso." Phil había dicho, moviendo la cabeza. "Yo creo que es genial." Denny me sonrió. No estaba segura de nada. Todo lo que sabía era que quería terminar la escuela para que yo pudiera salir, empezar de nuevo.
"¿Tenemos todo?" "Creo que sí." Caden miró a su alrededor, mirando dentro de la mochila que llevábamos con nosotras. "Está bien. Vamos. Nos vemos más tarde, Tormenta". El perro siguió masticando su hueso, mirando hacia arriba por un breve momento. "Estoy pensando que él no está demasiado preocupado en este momento." Caden sonrió. Le dirigí una mirada sucia. "Por supuesto que le importa. No ¿Tienes, mi bebé." Me acerqué a él y gruñó ligeramente. Sobresaltada, miré hacia atrás en mi amiga que trataba de contener la risa. "Está bien. Así que no me quieres." Abatida, me dirigí hacia la puerta, donde Caden me esperaba, poniendo su mano en mi hombro. "Él te ama mucho. No, muchacho?" "¡Guau!" el husky se paró, ladrando de nuevo con un meneo de su cola. "¡Traidor!" El día de finales de octubre era precioso, unos bonitos 65 grados, cielos claros. No se podía pedir más. Nos apresuramos a la Xterra, cargamos la bolsa, y nos deslizamos adentro.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Entonces, ¿estás emocionada?" Le pregunté mientras encendía el coche. Caden sonrió ampliamente hacia mí. "Nunca he estado en Sea Word. Estoy en éxtasis! He oído tantas cosas maravillosas acerca de este parque." "Muy bien." Le Sonreí, y la sonrisa fue devuelta.
Caden había estado en San Diego durante cuatro días, y todo había dado un giro en mi vida. Me di cuenta de lo vacía y solitaria que había sido antes. Caden había traído tal vida con ella, como la curiosidad por la vida y lo que tenía que ofrecer. Odiaba verla partir. Realmente no había hablado de una fecha en que quería regresar, pero no estaba segura. Una parte de mí deseaba que pudiera estar aquí para Acción de Gracias. Por lo general, todos los años simplemente veía una película y cenaba con Lu. Yo quería el entorno tradicional este año; pavo, pastel de calabaza, puré de patatas, la totalidad de las nueve yardas. Saque el pensamiento de mi cabeza. No quiero esperar nada. Había aprendido con el tiempo que eso era muy peligroso. Tomaba cada día y evento como venían. El parque ya estaba lleno, esperábamos en la cola para conseguir entradas. Caden insistió en pagar, por lo que después de discutir sobre ello durante casi toda la trayectoria misma, cedí. Ella dio a la chica su dinero, y con una sonrisa nos dieron un mapa del parque y un "Tengan un día agradable." Con una amplia sonrisa y ojos aún más amplios, Caden entró en Sea Word. Miró alrededor en todas las cosas como un niño, teniendo en la gente, los olores y lugares de interés. Yo estaba absolutamente encantada y embelesada. "De niña simplemente no hicimos este tipo de cosas." Ella me sonrió mientras caminábamos. "Mi madre habría muerto de tener que venir a un lugar como este." "Eso es una vergüenza. Simplemente no venimos porque no podíamos permitírnoslo." 225
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Irónico, ¿verdad?" Observar a Caden experimentar las cosas simples de la vida era un regalo, y ella trajo la maravilla a mis propios ojos. ¿Cómo era posible que alguien tan inteligente, tan imaginativa, pudiera haberse perdido tanto? Compramos algodón de azúcar, palomitas de maíz, toneladas de soda, globos e incluso un títere Shamoo que chirriaba cuando cerraba la boca. Ella insistió en sentarse en la primera fila durante la presentación de la ballena donde fuimos empapadas! Me puse de pie desde el banquillo después de que había terminado, y exprimí mi camisa. "Espero que estés feliz, Caden." Me volví hacia ella para ver que estaba tan mojada como lo estaba, pero la enorme sonrisa en su cara me dijo que no le importaba. "Claro que sí!" La miré. ¿Dónde estaba la normalmente remilgada Caden que conocía? ¿Quién era esta mujer como una niña delante de mí? Negué con la cabeza con asombro. Más tarde, en un espectáculo de focas, Caden se ofreció para ser la asistente del entrenador en un truco. Dio un salto hacia arriba y abajo, su brazo se agitaba violentamente por el aire. El hombre miró en nuestra dirección, sonriendo mientras apuntaba hacia ella, haciéndole señas en el escenario. Por suerte corrió hacia arriba, escuchando como explicó lo que necesitaba que hiciera, a continuación, se río con el resto de la audiencia como la foca casi la empujó en el agua. Ella se rió con fuerza y estaba agradecida por ser una buena deportista, la foca agito su mano hacia ella ofreciendo una aleta. "Vamos un aplauso para Caden!" el entrenador dijo, extendiendo una mano hacia ella. Todos aplaudieron, incluida yo. Mis manos dolían para el tiempo que había terminado. Yo estaba orgullosa, feliz, satisfecha. Había visto un nuevo lado de mi vieja amiga emerger lentamente durante los últimos días, un lado que se veía bien en ella. 226
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Teníamos dos semanas para que la escuela comenzara de nuevo. Caden estaría de vuelta pronto. Por lo general volvía a casa al menos una semana antes. Este había sido uno de los peores y mejores veranos de mi vida. No había oído hablar mucho de ella. Ella no sabía que había regresado. Le había pedido a mi madre no decirle. Supe que la quería aquí, pero no lo necesitaba, y no tenía suficiente autocontrol para no preguntarle para que volviera si ella llamaba. Así que, finalmente, cuando mi madre le había dado todas las excusas que había en el libro, había pensado en llamar aquí. Chica inteligente. Al principio ella se había molestado conmigo por no decirle, y se ofreció para volver a Lancaster ese día. Yo no le había dicho a nadie; Necesitaba estar sola y no tenía ganas de decirle lo que finalmente me había empujado sobre el borde. La última cosa que necesitaba era lástima. Me dejaba caer sobre el sofá diariamente, comiendo patatas fritas y viendo la televisión. Era una vida triste, pero era todo lo que podía manejar. Había dejado de llamar a Erin, mi depresión no me permitía darle lo que necesita. Yo era demasiada gallina para terminar con ella. Hojeé la Opera, Montell Williams, Maury Povich. Nada parecía interesante, ni siquiera el espectáculo de Maury ¿Son hombres o mujeres? Simplemente no me importaba. Lo bueno de mi aislamiento autoimpuesto era que me dio tiempo para pensar y finalmente dejar ir una familia que yo no necesitaba más. Mi vida entera había sido una cosa u otra: no lo suficientemente buena, demasiado lenta, demasiado rápida, demasiado inteligente, demasiado ambiciosa. Mi padre y hermano mantenían en mi contra que en realidad quería hacer algo con mi vida. Me habían puesto en duda desde el principio, dudaban de lo que quería hacer y que yo estaba destinada a ser. Tenía la sensación de que yo estaba destinada para grandes cosas en la vida que yo podría hacer que sucedieran. 227
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Estaba sola en mi familia, yo era la única que tenía este punto de vista, o apoyaba este sueño. Caden, por el contrario, me hizo sentir que podía hacerlo, que podía hacer lo que quisiera. Ella creyó en mí. He hecho clic en el televisor y miraba por la ventana. Luché contra la urgencia de llamarla, pedirle que volviera temprano. Necesitaba una cara amable, su cara amable. Caden me hizo sentir segura, de alguna manera. Yo no lo entendía.
Era el momento de escribir la historia de Caden para el libro. Todas los demás estaban terminadas. Nos sentamos en el piso de la sala, los contenedores vacíos Dairy Queen Blizzard, entre nosotros, la televisión en silencio, y reí. "Oh, las cosas que los niños van a hacer." Me reí, pensando en historias de la infancia de Caden. Historias de encontrar a sus padres en posiciones comprometedoras, las peleas que había tenido con Michael. "¿Cómo está Gooper? No me despedí de él antes de salir de Boston." "Oh, él ha estado alrededor. Me pidió su dirección de aquí." Levante mis cejas. "¿Por qué?" se encogió de hombros. "No tengo idea." Pero me di cuenta por la media sonrisa en su cara que ella sabía exactamente por qué. Me le quedé mirando, fijamente. "Escúpelo" se encogió de hombros otra vez. "Bueno, simplemente me menciono que quería enviar un poco de algo como una muestra de su aprecio. De hecho, me sorprende que no ha llegado todavía." Ella dijo, mirando a su alrededor. "Nop. Nada. Él no tenía que hacer eso, de todos modos, Caden. Dile que no lo haga."
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"Claro. Pero no va a hacer ningún bien." Ella se echó hacia atrás en sus manos, estirando las piernas delante de ella. "Ya sabes lo terco que puede ser." Asentí con un suspiro. "Bueno, escucha, voy a tirar una carga de ropa." Me puse de pie, estirando los brazos por encima de mi cabeza. "Sentada sobre una alfombra que cubre un duro piso de madera no hace ningún bien a estos viejos huesos." "No me puedo quejar. Soy mayor que tú." "Por tres meses." "Sí, sí." Entré a mi habitación donde estaba el cesto y comencé a separar en pilas. Yo había estado posponiendo esto toda la semana, sin querer tomar cualquier tiempo fuera de Caden. Entonces un pensamiento me golpeó. Me quedé mirando las prendas de vestir por un momento. "Caden, ¿tienes ropa que hay que lavar?" Pregunté, mi voz algo tímida. Ella me miraba desde el suelo por un momento, luego asintió lentamente. "Está bien. Um, voy a empezar con los blancos, por lo que,...” Caden me ayudó a clasificar, vaciando de su bolso una semana de ropa sucia. Hablamos y reímos como empezamos la lavandería. "Dios, esto se siente como en los viejos tiempos, ¿no es así?" ella sonrió mientras servía una taza de detergente en la lavadora. Sonreí y asentí. "Y, veo que todavía lo estás haciendo de la manera que te he enseñado." Caden arqueó una ceja. "Sí, así." La miré bromeando.
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"Sí, así," ella me empujó ligeramente. La miré por un momento, tratando de averiguar lo que estaba haciendo. Luego, sin pensarlo, agarré la botella de spray que utilizaba cuando planchaba, y la rocié completamente con ella. Caden gritó, cubriéndose el rostro con sus brazos, corrió a la cocina. Ella agarró el rociador en el fregadero, tiró de ella hacia arriba, con agua. Yo, sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, la había seguido, pulverizándola hasta el final, sólo para obtener una desagradable llamada de atención. Era mi turno de gritar cuando me mojaba. Corrí, casi deslizándome sobre el suelo resbaladizo, me encontré en mi dormitorio. Todo estaba en silencio mientras me encorvaba abajo en el otro lado de la cama. Escuché, sobre todo escuchaba la sangre corriendo por mi cabeza como mi corazón latía al doble de tiempo. Nada. Contuve la respiración. Podía oír pasos, pero fueron de Tormenta o de Caden? No podría decir. Luego, el silencio. Poco a poco me arrastré por detrás del borde de la cama para ver qué era, todavía nada. Mi habitación estaba vacía, sólo yo y mi botella de spray. "Caden?" Estúpidamente llamé. Por supuesto, ella no respondió. Me sentía como si estuviera en una película de terror de clase B. Poco a poco, con cuidado, me dirigí a la puerta, asomándome. Fue el mayor error posible. Chillé como mi cabeza de repente se convirtió en absolutamente empapada! Caden grito de la risa mientras descargó la olla de agua fría sobre mí. "Gotcha!" Di un paso lejos de ella, tratando de recuperar el aliento de la conmoción del agua fría. Me sequé el flequillo de los ojos y mire hacia ella. Caden me miraba, una sonrisa de satisfacción enyesada en su rostro, la ropa y el pelo se pegaban a mí. Ella estaba tratando de bajar su sonrisa unos pocos grados, pero simplemente no estaba funcionando. "Estás tan muerta", le dije, calmada, sin prisa alguna para llevar a cabo mi amenaza.
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Me senté en el sofá, mirando a mi lista de clases para el semestre, tratando de averiguar lo que iba a necesitar, y que suministros fueron, haciendo un recuento mental de lo que había dejado el año pasado. El sol brillaba fuera, el día era caluroso, ya había salido a correr, mis pantalones cortos de malla negros todavía eran un poco sudorosos. Estaba evitando una ducha como nuestro calentador de agua caliente estaba fallando de nuevo. Podía ser caluroso afuera, pero no era una fan de una ducha fría. De alguna manera había conseguido salir de mi miedo durante las últimas semanas, siendo mi mejor amiga y campeona. Yo sabía que era mejor de lo que Joshua Gleason nunca seria, pero a veces acaba de tomar un poco de porras para darse cuenta. Al seguir leyendo, la cerradura de la puerta de entrada hizo clic, y la puerta se abrió. Miré hacia arriba, sin saber cómo actuar en torno a la persona a punto de entrar. No había visto a Caden en dos meses, y me sentía un poco incómoda, un poco insegura de qué esperar. Una parte de mí estaba muy contenta de que ella era finalmente en casa, pero otra parte de mí era temerosa. Caden arrastro en el interior unas cuantas bolsas, colocándolas en la puerta principal y luego se dirigió a las escaleras para llegar por otra carga, supuse. En cuestión de minutos estaba de vuelta, cerrando la puerta detrás de ella. Sin decir una palabra, ella los cogió y se dirigió a su habitación. La puerta estaba abierta, así que no lo tome como si estuviera enojada conmigo, o sentida conmigo, o cualquier otro escenario posible. Yo no estaba segura de si quería ir allí. Volviendo mi atención a mi horario, traté de no pensar en ello. A medida que el domingo antes de empezar las clases avanzaba, Caden aún no había salido de su habitación. Supuse que había terminado de desempaquetar por ahora, sobre todo tomando en cuenta el montón de ropa sucia que estaba sentado junto a su puerta. El domingo era por lo general nuestro día de lavandería, y nos gustaría salir a Suds expreso a pocas cuadras de distancia, sentarnos en las sillas de plástico 231
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incómodas mientras esperábamos, mordisqueando la comida chatarra no saludables de las máquinas expendedoras. No estaba segura de si eso iba a ocurrir esta noche o no. "¿Laurel?" Miré hacia arriba desde el crucigrama que estaba trabajando. "¿Sí?" "¿Todavía tienes que hacer la colada?" Había leído mi mente. "Um, sí. Yo estaba pensando en eso, en realidad. Es decir, se está haciendo tarde y yo quería tener un buen comienzo en ello, por lo que, ..." "Está bien. Te importa si vengo, también?" Fruncí mis cejas. "¿Por qué me importaría?" "No sé. Supongo que simplemente no quiero entrometerme en tu tiempo." "Entrometerte en mi tiempo," Probé lo absurdo de las palabras en la lengua y no me gustaba el sabor amargo. "No hay ninguna intrusión, Caden. He tenido más tiempo para mí misma en los últimos meses que cualquier persona podría desear. Por supuesto que me gustaría que vinieras." Me puse de pie desde el sofá, tomando nota de la forma en que sus ojos evitaron los míos. "¿Estás lista?" ella asintió. "De acuerdo, vamos." La lavandería era bastante vacía, apenas una sola mujer en la esquina leyendo una revista mientras esperaba a que su carga se secara. Fuimos a nuestra lavadora regular cerca de la máquina de Coca-Cola y pusimos el cargamento. Caden estaba tranquila, ya que empezó dos de las arandelas con un montón de ropa oscura y roja. "Entonces, ¿cómo fue tu verano?" Cerré la tapa y gire la rueda para el ajuste que quería, obtuve su balanceo, luego pase a la siguiente. Eché un vistazo a su perfil. "Estaba bien, supongo." Aun así, ella no me miraba. "Y tú? ¿Por qué has vuelto tan pronto?" 232
De Nuevo (Again) de Kim Pritekel
Traducción: Arelis, LeiAusten
Me encogí de hombros, a partir de la segunda máquina. "Sólo estaba lista, supongo." Si quería ser vaga conmigo, yo podría hacerlo, también. Tenía la sensación de que estaba ocultando algo. "¿Crees que nuestra amistad se extenderá más allá de la universidad?" La miré, sorprendida por el gran cambio en la conversación, y la pregunta misma. Pensé por un momento, dándome cuenta de que era una buena pregunta. Mi primera reacción fue decir, infierno sí. ¿Por qué no? Pero yo era más realista que eso. "¿Quién sabe. Podemos esperar eso." La miré. "¿Ya sabes?" ella asintió. "¿Te apetece un refresco?" señaló en la máquina expendedora con la mano. Asentí. "Por supuesto." Forzando una sonrisa. Vi a Caden caminar hacia ella, insertar las monedas, y presionar el botón de Dr. Pepper, a continuación, una Coca-Cola para sí misma.
Salí del ascensor silbando alegremente, el paquete de fotografías bajo el brazo. La puerta de mi apartamento estaba cerrada, así que a toda prisa lleve la llave a la cerradura, abrí, contenta de mostrar a Caden lo que tenía. Acababa de regresar de la oficina de Tammy donde ella me había mostrado una prueba temprana del libro. Iba a ser maravilloso! No podía esperar a que se hiciera para mostrárselo a Caden. Por ahora lo único que podía mostrarle fueron las imágenes que Tammy me había regresado. Miré a mí alrededor, no mirando a mi amiga en cualquier lugar, o mi perro para el caso. El televisor estaba encendido, el presentador me hablaba de un accidente en el zoológico de San Diego el día anterior. Miré a la cocina, el aroma celestial de salsa de espagueti lleno mi nariz. Mi atención se dirigió a la sala de atrás donde los dos dormitorios estaban.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"¿Hola? Hay alguien en casa?" colgué mi abrigo sobre el respaldo del sofá, me acerque aún más en el lugar. "Aquí." Caden llamó. Me dirigí hacia la habitación de invitados, donde me encontré con Tormenta, moviendo la cola como un loco, ladrando por mi atención. Me agaché para abrazar a mi perro. "Hola, tío grande. Oh, sí. Sé que estás emocionado." Tormenta me llevó a la sala donde estaba Caden ocupada plegando la ropa. "Oye." Me apoyé en el marco de la puerta, mirándola. "Hola." Ella me sonrió, medio doblando la camiseta en la mano. "Espero que no te importe, pero me decidí a hacer el tuyo, también." Alcé las cejas, sorprendida, negué con la cabeza. "Realmente no tenías que hacerlo, pero no, no me importa." "Bueno, después de todo lo que has hecho por mí, dejando visitarte, alimentándome, que era lo menos que podía hacer. Sé que no es mucho, ..." Caden coloca suavemente la playera plegada sobre el montón y cogió otra. "Bueno, tanto como odio doblar la ropa, no tienes idea de lo mucho que significa." Ella sonrió, grande y brillante. "Bueno. ¿Tienes hambre?" "Dios, sí. Sobre todo cuando olí lo que tiene por ahí." Sonreí, se me hizo agua la boca. "Sé de tu inclinación por la pasta, por lo que pensé que era la mejor cosa a preparar." Caden puso la última playera en el montón, y lo recogió, y me entregó mi ropa cuidadosamente doblada. Las tomé, metiendo el paquete bajo el brazo. "Gracias." "No hay problema. La cena debe estar lista en unos diez minutos."
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"Genial. Tengo algo que mostrarle, también." Me dirigí a mi habitación, rápidamente coloque mi ropa. Me detuve por un momento cuando algo me golpeó. Miré por encima del hombro para ver la luz del dormitorio de repuesto, sabiendo que Caden estaba allí, terminando su propia ropa. Tal sentimiento de satisfacción pasó sobre mí, una sensación de plenitud. Me sentía tan satisfecha por primera vez en mi vida. Me di cuenta de que iba a terminar. Caden se iría a casa, de regreso a Boston a través del país, y yo estaría sola otra vez. Me senté en el borde de la cama, la realización golpeándome como una tonelada de ladrillos. Me pasé una mano por el pelo, tratando de llevarme a mí misma de nuevo bajo control; quería llorar. Caden había estado aquí por un poco más de una semana, y parecía tan bueno, se sentía tan bien, al igual que ella debería estar aquí, perteneciendo aquí. Miré hacia su habitación de nuevo. ¿Sentía ella esto, también? Sacudiendo la melancolía, me puse de pie y me dirigí hacia la cocina. "Entonces, ¿Estás emocionada acerca de mañana?" Caden entró, una pila de toallas de cocina en su brazo. Los puso lejos, y me miró. "Todavía vas, ¿verdad? a ver la casa?" Aclaro en mi mirada confusa. "Sí. Sí, lo estoy. ¿Vas a ir conmigo?" Me apoyé en el mostrador, con los brazos cruzados sobre el pecho. "¿Puedo hacer algo para ayudar?" Miré a todas las ollas ocupadas, fideos en uno, salsa y albóndigas en otra, verduras en otra. Estaba impresionada. Mi estufa nunca había visto tanta actividad. "¿Puedo?" se veía tan emocionada. "Por supuesto." Agarré un Gatorade de naranja de la nevera. "Tenía la esperanza de que te gustaría."
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"¿Dónde están los platos?" ella me miró por encima del hombro. Señalé el gabinete sobre el microondas. Agarrando dos, Caden comenzó a servir encima un poco de espagueti. "Me encanta. Aquí." Tomé el plato, dirigiéndome hacia la barra, luego volví para agarrar la mantequilla, el plato de pan de ajo que había sacado del horno y el plato de verduras. Caden siguió con su propio plato y cubiertos. "Entonces, ¿qué es lo que tienes que mostrarme?" se acomodó y empezó a comer. "Fotos. Tammy, mi agente, me devolvió las pruebas hoy. Te puedo dar una idea como el libro se verá." "Muéstrame." Los ojos de Caden consiguieron enormes como su excitación se construyó. "¿Ahora?" Indiqué nuestros platos de humeante comida. Ella asintió vigorosamente. "Bien." Sonreí como fui por el paquete de mi dormitorio, casi colisionando con ella mientras me daba la vuelta para regresar. "Está bien", me deje caer al suelo, tirando de ella conmigo por el brazo. Caden me imito felizmente, sentándose frente a mí al estilo indio, esperando. Le mostré las fotos una imagen a la vez, explicando cómo sería el diseño de esa mujer en particular, sobre, y donde, ella estaría en el libro. "Oh, estos son maravillosos." Ella susurró, manejando cada fotografía como si fuera la pieza más frágil de vidrio en el mundo. Sonreí, divertida y encantada al mismo tiempo. "Debo admitir, estoy absoluta y completamente temerosa de tu talento, Laurel. Siempre supe que tenías el corazón y el alma de un artista. Lo vi en todas tus pinturas y bocetos de la universidad, pero estos"
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Yo sabía que ella estaba cerca de las fotos de sí misma.
Contuve la respiración,
nerviosa por ver su reacción. Se detuvo, mirándola a los ojos, fijando suavemente los otros retratos abajo sobre el suelo. Observé su expresión cuidadosamente. Después de estudiar cada imagen durante unos treinta segundos, ella se movía a la siguiente, estudiándola, también. "Yo, ..." Dejó suavemente la pila a un lado, mirándome. Para mi horror, vi lágrimas en sus ojos. "¿Qué es?" Me incliné hacia delante, con la mano en su brazo. "¿Hice algo mal? ¿Estás bien?" "¿Cómo lo hiciste, me hiciste ver …..... bonita" Miró a las fotos en el suelo otra vez antes de levantar los ojos torturados hasta mirarme nuevamente. "¿Cómo lo hiciste?" Confundida, La mire. "¿Qué quieres decir, ¿cómo hago qué? Caden, lo que hay en esas fotografías es lo que estaba realmente allí. Eres tú." Puse una mano en cada lado de su cara, mirándola a los ojos. "Caden, eres tú. ¿Lo tienes? Trabajo sin magia, no he tejido ningún hechizo. Lo que ves es lo que eres, hermosa." Ella sacudió su cabeza. "No, no lo soy. He sido fea por tanto tiempo." Ella me dio la espalda, moviendo su cara fuera de mis manos. "Es mentira." "¿Qué lo es?" "Aquellas." Se refería a las Fotografías. "Esa no soy yo. Eso no es lo que veo." Ella dejó escapar un sollozo. "Eso no es lo que me dicen, tampoco. "Susurró, apenas audible. "Oh cariño." La agarré, tirando de ella hacia mí, sosteniendo su cabeza en mi pecho.
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"¿Quién te dijo otra cosa, Caden?" Le acaricié el pelo de la cara, meciéndola suavemente. "Mi esposo." "Ah, cielos," La abracé un poco más apretado. "Es por eso que me pone los cuernos, Laurel." Ella lloró en mi camisa. "¿Por qué no iba a hacerlo?"
La aparté, sujetándola por los hombros, mire profundamente a los ojos azules enrojecidos. "Escúchame, Caden. Troy le dijo esa mierda para aliviar su propia culpa. Tú, mi dios. Miré cada pulgada de su cara, su cuello, su cuerpo temblando." Tú eres tan increíble, en todos los sentidos. "Suspiré." Tú serías mi fantasía, si tuviera la suerte de tener a alguien como tú. "Me miró, incrédula. "Eres tan hermosa, por dentro y por fuera. Tienes la voz de un ángel. Troy es un tonto, Caden. Él es un maldito tonto por dejarte ir”. Caden me agarró con más fuerza, enterrando su cara en el lado de mi cuello mientras ella seguía llorando. No dije nada, simplemente la dejó ser, acariciándole el pelo, la espalda, los brazos, dondequiera que pudiera tocarla. Finalmente ella empezó a calmarse, los sollozos disminuyeron a leves resuellos hasta que todo eso se fue, y ella sólo estaba en mi contra, su respiración en mi piel. "Lo siento, Laurel." Ella dijo en voz baja. "¿Por qué? Todo el mundo llora." "No. No por eso." Se agarró aún con más fuerza, casi dolorosamente. "Lo siento por lo que te hice, en F & M. No era justo, no fue correcto". Pensé que ella besaba al lado de mi cuello, pero no estaba segura. Cerré los ojos por un momento mientras se desenredó a 238
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sí misma de mí, secándose los ojos mientras se sentaba frente a mí una vez más. "¿Recuerdas ese verano? El verano antes de nuestro último año?" "Sí. Vívidamente." Le di una frágil sonrisa. Ella devolvió la sonrisa. "Yo también." Ella suspiró. "Después de que regresaras a Lancaster, mucho antes de eso, en realidad, de vuelta en casa de mis padres. Fue horrible, Laurel." Ella me miró con los ojos llenos de dolor. "Como estoy segura que has calculado, fue cuando me quedé embarazada." Asentí con la cabeza, mis ojos bajos. El recuerdo era doloroso. "Tenía que decirles, a mis padres. En ese momento sólo lo sospechaba. Realmente pensé que iba a perder el bebé, si estuviera de hecho embarazada, sólo de preocuparme por lo que diría." Ella sonrió con tristeza. "Annie estaba decidida a quedarse." "¿Qué te hicieron, Caden? Eras una persona tan distinta cuando regresaste a la escuela." "Lo sé. Yo sabía lo que iba a venir."
Las dos primeras semanas del nuevo semestre fueron ásperas. Yo sabía que este sería un año de mucho trabajo, y mi vida en casa no estaba ayudando a las cosas. El comportamiento de Caden era extraño, errático. No sabía qué hacer con ella, o cómo actuar a su alrededor. En un momento ella estaría alegre y juguetona, luego era cuidadosamente distante, enseguida estaría en mis brazos en el sofá, con la cabeza en mi hombro mientras veíamos la televisión. Estaba confundida. Ella se negó a realizar algunas de las cosas que solíamos hacer, salir a correr, trifulcas, nada.
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"¿Qué diablos está pasando?" Le pregunté una mañana, harta. Caden estaba leyendo el periódico, sentada en su bata en casi el mediodía de un sábado. Yo había corrido, comido el desayuno, además de escribir un documento. "¿Qué quieres decir?" -preguntó, levantando la vista de sus páginas. "¿Qué te pasa?" Me dejé caer junto a ella, a punto de llorar de frustración. "Estoy tan confundida, Caden." Podía sentir mis ojos llorosos. "¿Por qué estás alejándote de mí tan terriblemente mal? ¿Qué demonios hice?" Tiré mis manos en exasperación. "¿Qué he hecho?" Con enojo me limpie una lágrima, cepillándola lejos. "Lo siento, Laurel." Ella susurró, tomando mi mano. "Lo siento mucho." "¿Por qué?" -pregunté, Derrotada. "Simplemente lo siento. Quiero que me prometas algo," Me miró directamente a los ojos, exigiendo mi atención. "Está bien. ¿Qué?" "Quiero que te gradúes de aquí tan rápido como sea posible. Haz grandes cosas con tu talento, Laurel. Por favor? Por mí?" "Está bien. Lo prometo."
Me apoyé en el extremo de la cama, la cabeza de Caden en mi regazo. Pasé los dedos por el pelo corto, una y otra vez. Tan sedoso. "Estaba muy preocupada por ti." Dije, mirando hacia la pared. "No lo entiendo." "Lo sé." Caden acarició la pierna mientras acariciaba su cabello. "Yo no podría decirte." "Tengo una pregunta," "Bien." 240
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"¿Por qué me dijiste eso, que terminara la escuela lo más rápido que pudiera. Me dijiste eso la semana antes de salir de F & M, recuerdas?" Bajé la vista hacia ella, viendo su perfil. "Si, lo hago." Ella suspiró. "Quiero que entiendas que mi padre no es una mala persona. Él es un oportunista, y sabe cómo salirse con la suya." Ella me miró, con los ojos casi suplicantes. "Por favor entiende eso." "Está bien, pero no entiendo, sin embargo." "Lo sé. Ese verano, cuando le dije a mis padres mis sospechas de mi embarazo, eso golpeó el techo, obviamente. Mi padre insistió en que tomara una prueba de embarazo. Estuve como entumecida hasta que finalmente el verano había terminado. Mi padre no es un hombre estúpido. No dijo nada hasta el día que me fui para Lancaster ". Caden respiró hondo, volvió su atención a estudiar el material de mis jeans. .. " Me detuvo en la puerta, con el rostro severo como nunca lo había visto Él dijo, voy a decirte una cosa, Caden Has decepcionado a tu madre y a mí, más allá de la descripción. Vas a hacer algo por mí.; tan pronto como llegues a la escuela obtendrás una prueba de embarazo realizada, y me dirás los resultados. Yo le dije, está bien”. "Está bien," dije, esperando por más. "El fin de semana antes de irme fui a la tienda, compre una prueba casera, y la tome. Todos sabemos cómo terminó eso." Ella se rió suavemente. "Llamé a mi padre, le dijo los resultados. Él me dijo que tenía que salir." "¿Por qué lo escuchaste, Caden? podrías haber terminado tu último año?" La miré, mi voz era desesperada. "Podrías haber hecho más, empezando por tu cuenta….."
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"Amenazó su beca si yo no salía." Ella me miró, al ver mi expresión de asombro. "Mi padre dio dinero a esa escuela, y tenía un montón de amigos muy poderosos, Laurel. Podría haber hecho que te sacaran de allí", chasqueó los dedos. "Al igual que eso. No tenía otra opción." Me quedé sin palabras, mi sangre, aparentemente se detuvo en mis venas. No sabía cómo responder, o si incluso debería. "Lo siento." "¿Por qué no me lo dijiste?" Susurré. Caden se incorporó, sus manos tomaron las mías. "No pude. No quería que lo supieras. Lo que había hecho a mí misma ya era bastante malo, por no hablar de lo que mi padre estaba tratando de hacerte." "¿Por qué tendría que hacer eso?" Podía sentir mis ojos picando. "¿Por qué haría eso a su propia hija, poner ese tipo de carga sobre tu cabeza?" "Debido a que el nombre Lodge significaba más para él que la felicidad de una niña. Él tenía un as en la manga, y lo sabía." Ella me miró, con los ojos tan intensos. "Tú. Él sabía que yo haría cualquier cosa para no robarte tu futuro. El conocía tus antecedentes, Laurel. Mi padre sabía dónde golpear, y lo hizo." "Lo siento," Me desplomé contra ella, era mi turno para llorar esa noche. Sentí sus brazos envolverse alrededor de mí, tirándome apretadamente. "Siento tanto lo que hizo. Dios, eso no es justo. Tu sueño," sollocé. "El tuyo, también, Laurel." Estaba llorando ahora, también. "Eso era más importante para mí. Todavía lo es."
La agarre con más fuerza, realmente dejándome ir. Nunca me había permitido liberar el dolor de perder a Caden hace muchos años. Ahora, no sólo permití liberarme por mi misma, sino por el regocijo en tenerla de vuelta. 242
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PARTE 10
Miré a mí alrededor, mis botas de montaña haciendo ruidos sordos contra los pisos de madera. Las ventanas de la habitación eran enormes, dejando entrar mucha luz. Me gustó esto. Me acerqué a una de ellas, mirando lo que sería la vista. Hermosa. La casa colindaba hasta un parque, lleno de árboles, hierba verde y un gran estanque de patos. El parque era privado, por lo que sólo los residentes del barrio lo utilizaban. "Oh eso es agradable." Me volví para ver Caden de pie junto a mí, sonriendo mientras miraba el paisaje. Frotó mis hombros para mostrar su apoyo. "¿No es así? Me encanta eso." Suspiré, unas aves aterrizaron en un árbol cercano. "¿Bien?" Caden se volvió hacia mí, una pregunta en sus ojos. El agente de bienes raíces estaba en la puerta, mirando, rodando una pluma entre el pulgar y el dedo índice. "Dios, me encanta." Me volví hacia mi amiga, mis ojos se llenaron de emoción. "Nunca he hecho esto antes." Miré alrededor de la habitación grande de nuevo, sería mi estudio, si compraba el lugar. "Tiene todo lo que necesito y quiero. Me lo puedo permitir," me volví al agente inmobiliario. "Bob, ¿me matarías si voy a través de ella una vez más?" "Toma tu tiempo." Él sonrió. Había sido tan paciente, esperando las últimas dos horas para que tomara una decisión. "Venga." Cogí el brazo de Caden para tirar de ella a lo largo. Caden me siguió de nuevo en la sala de estar, llena con las más grandes ventanas.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Me encanta el hecho de que tiene una chimenea. Siempre he querido una. Son tan románticas." Me agaché, mirando en el hueco oscuro del lugar, con apenas un ápice de olor a madera quemada. "Ellos no lo utilizaban mucho." Me puse de pie, pasando mis manos sobre la repisa tallada, mirando a la habitación de nuevo. "¿Te gusta?" "Creo que es hermosa, Laurel. Es un muy buen precio, también." Suspiré, tragando duro como llegué a una decisión. "Está bien. Bob?" dentro de un segundo mi agente de bienes raíces me estaba sonriendo. "Voy a tomarla." "Felicidades! maravilloso". Se precipitó hacia mí y tomó mis manos, envolviéndolas en las suyas más grandes. "Es una casa preciosa, Laurel. Vamos a ver las fechas para configurarlas y firmar los contratos y hacer el cierre." "Gracias, Bob. Has sido maravilloso." Nos dimos la mano y nos dirigimos afuera. Era un día soleado, un buen día.
***
Miré alrededor del viejo apartamento, una gran parte de mí no quería moverse. Tenía tantos recuerdos en este lugar, pero era el tiempo. La parte más grande de mí sabía esto y abrazaba la idea. Tenía planeado alquilar un camión de mudanzas, pero todavía tenía que empacar todo. Caden se había ofrecido a quedarse y ayudar, y yo estaba más que dispuesta a aceptar. Nos detuvimos en una tienda de comestibles en el camino a casa para recoger algunas cajas; Yo tenía un montón de basura.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Caden fue increíble. Tenía mucho que hacer en cuanto a los libros, la edición, encuentros con Tammy y el editor, además de conseguir estar lista para mi espectáculo que se acercaba rápidamente. No hace falta decir que era una niña muy ocupada. Caden se hizo cargo por completo. Yo ayude a empacar el lugar, pero ella organizó la mudanza, etiquetando cajas, corriendo por ahí tratando de encontrar más. Fue maravillosa. "Te das cuenta de que vas a necesitar algunos muebles nuevos?" Caden se puso de pie en medio de la sala de estar, con las manos en las caderas. Levanté la vista de la pantalla del ordenador donde había estado editando mis pequeñas propagandas acerca de cada mujer. "¿Ah, por qué?" "Bueno, la casa es mucho más grande que esto." Miré alrededor de mi apartamento escasamente amueblado, en realidad nunca pensé en ello. "Mierda, tienes razón." Tomé mis gafas y me pare, estirándome. "Entonces, ¿cómo te sientes acerca de las compras?"
Me senté en el borde de la cama de Caden, aturdida y conmocionada. Ella estaba tan decidida al respecto. "¿Estas saliendo?" Levanté la vista hacia ella, asegurándome de que había oído bien. Caden no dijo nada, sólo asintió con la cabeza. Ella sacó sus maletas fuera del armario, dejándolas caer en la cama con un rebote. "¿Por qué?" "Es mejor así, Laurel." "¿Para quién?" Me puse de pie, las manos en las caderas. Estaba tan confundida. A principios de esta mañana Caden había llamado a casa, y no había sido una buena conversación. Yo estaba sentada en el sofá, leyendo una revista cuando la había oído empezar a llorar. 245
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Sorprendida y preocupada, me apresuré a su habitación para ver que estaba mal. Ella, había estado sentada en el suelo contra el borde de la cama, había mantenido su mano extendida, alejándome. Aún más confusa y un poco herida, me había dirigido de nuevo a la sala de estar. Si ella quería hablar podía venir a mí. Una media hora más tarde había oído el estruendo de los cajones ser abiertos y cerrados. Curiosa, había vuelto. Así que ahora aquí estábamos, mucho más tarde y todavía nada. "¿Por qué no hablas conmigo, Caden? sé que algo está pasando," La miré con ojos acusadores. Ella no me miraba en absoluto. Acercándome a ella puse una mano en el brazo tratando de detenerla de hacer el equipaje. Ella me miró brevemente. "¿Por qué estás haciendo esto?" Pregunté, mi voz tranquila, los ojos hinchados y rojos de horas de discusión y llanto. "Tengo que hacerlo. Tu no entiendes." Caden dijo, de espaldas a mí mientras continuaba empacando, doblando cuidadosamente cada artículo de ropa, ajustando perfectamente todo lo que poseía en sus maletas. "Tienes razón. No lo entiendo." Suspiré, y me levante de la cama, caminando hacia la puerta. "Y creo que nuestra amistad no significa lo suficiente como para que me digas? Todo lo que quiero hacer es ayudar." Caden se detuvo por un momento, me miró por encima del hombro, sus ojos azules tristes y sin esperanza. "No puedes ayudarme, Laurel. No puedes." Entonces ella me dio la espalda de nuevo. Sentí otra lágrima comenzar a deslizarse por mi mejilla, pero no me moleste en retirarla, dejándola caer. Decidí intentar una táctica diferente. "¿Qué hay de ser médico, Caden? Eso es lo que has querido ser toda tu vida. ¿Por qué arrojar todo por la borda? ¿Qué vale la pena para tirar tus sueños?" ella no respondió. Traté de mirarla por un resquicio a través de ella, de hacerle ver sólo con el poder de mis ojos. Nada. "Bien." Susurré, y salí de la habitación. 246
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La viveza de ese horrible recuerdo me hizo parar de empaquetar, la caja estaba abierta, a la espera de más CD para llenarla. Me acerqué a la ventana, apoyándome en la pared para mirar hacia fuera. Dolía todavía, el nudo en la garganta me tomo por sorpresa. "¿Oye estás bien?" Sentí una mano en mi espalda, el calor contra mi brazo. Me volví para ver a Caden de pie junto a mí, la preocupación en su rostro. "Parece que estás a punto de llorar." frotó mi espalda con movimientos lentos circulares, llenándome de calor. "Sí. Estoy bien." Traté de sonreír, pero ella veía a través de ello. "¿Qué es, Laurel? Dime, por favor?" "Es estúpido." Traté de hacer que pareciera insignificante, disminuyendo el impacto sobre mí desde hace mucho tiempo. "Pruébame." "Estaba pensando en aquellos días atrás en la escuela." Le sonreí, volviéndose hacia ella. "Tú sabes, el día que te fuiste." La preocupación cayó de su rostro, siendo reemplazado por el arrepentimiento y la culpa. "Lo sé. Eso fue un día horrible. No puedo disculparme lo suficiente por eso." "Oh, no, Caden. Eso no es necesario. Fue hace mucho tiempo, y creo que hemos hecho nuestra paz." "¿La hicimos?" Caden me miró, sus ojos azules intensos, clavados en los míos. "¿De verdad me perdonaste?" "Sí." "Gracias." Ella se acercó a mí y me atrajo hacia ella, sus brazos envueltos firmemente alrededor de mi cuello. Rápidamente llevé los míos hasta la cintura, abrazándola. 247
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Enterré mi cara a un lado de su cuello, inhalando su aroma, cálido y almizclado. La sensación de su cuerpo contra el mío era increíble. Ella era tan suave, cálida, maravillosa. Había empezado a sentir un tirón hacia ella, al igual que antes. Esta vez fue diferente, de alguna manera, sin embargo. Ahora era adulta y podía manejar mis sentimientos, pensé. Podía mantenerlos en secreto y no preocuparme por ellos. Suspiré profundamente, apretando mi abrazo. Sentí su mano en la parte posterior de la cabeza, acariciando suavemente mi pelo, su otra mano frotando mi cuello, dedos entrelazándose con los cabellos cortos en la nuca de mi cuello, dándome escalofríos. Ella se rió entre dientes. "Lo siento." "Está bien." "¿Cómo es que me siento tan en paz?" susurró en mi oído. "Segura, cálida." Cerré los ojos con fuerza, enterrando mi cara más profundamente, sintiéndola contra mi cuello también. Un escalofrío pasó por mi espina dorsal cuando sentí unos labios suaves acariciar la piel suave, su aliento cálido hizo mi piel de gallina. "Al igual que no hay otro lugar que prefiera estar. ¿Tiene eso sentido?" "Sí", suspiré, incapaz de hacer nada más. Caden lentamente se alejó de mí, con los ojos pegados a los míos. No podía apartar la mirada, atrapada en el señuelo y el trance de su electricidad. Las dos nos miramos, perdidas en una sensación cada vez mayor, una conciencia cada vez mayor. "¿Laurel?" preguntó, sus ojos arrastrándose por mi cara hacia la boca. "¿Sí?"
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"¿Qué me está pasando?" sus ojos se arrancaron de mis labios, y se dirigieron de regreso a los míos. "¿Qué es esto?" se llevó una mano, su pulgar acariciando mi mejilla, luego agarró mi mano, dirigiéndola poco a poco a su pecho. "¿Sientes eso?" Asentí con la cabeza, sintiendo el latido del corazón, mucho más rápido de lo que debería ser. "¿Qué es, Laurel? ¿Puedes decirme cuál es la causa de esto?" su cara era una mezcla de confusión, amor y un poco de miedo. "No lo sé. Tengo miedo de decirlo." Ella sonrió, asintiendo en la comprensión. "Creo que hay que continuar empaquetando. No es así?" La miré fijamente, en silencio pidiéndole que rompiera el hechizo, a sabiendas de que yo no tendría la fuerza. "Sí." Poco a poco ella se apartó por completo, dando un paso atrás. "La cocina está terminada." "Bien." Caden me miró una vez más, luego se volvió y salió de la habitación. Caí hacia atrás contra la pared, tratando de recuperar el aliento.
***
La mujer no tenía cara, sólo podía ver su cuerpo mientras ella se acercaba a mí, su piel parecía tan suave y uniforme. La tomé en mis ojos, hambrientos y desesperados. Sus pechos estaban completos, piernas y brazos largos y tonificados, cerrados a mi alrededor. Con un gemido silencioso, la atraje hacia mí, la longitud de su cuerpo contra el mío. Se sentía tan nuevo, sin embargo, había una familiaridad segura que me llevó sucesivamente. Yo conocía a esta mujer que había empezado a hacer el amor conmigo, adorando cada pulgada de mi cuerpo con el suyo. Mi alma se sentía como si le estuvieran haciendo el amor también. 249
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Caden," susurré, "no te detengas. Por favor" Mis ojos se abrieron, las gotas de sudor cayeron en ellos, escociéndolos. Me pase una mano por los ojos y por el pelo. Dios mío. Me senté en la cama, las sábanas casi en el suelo, dejándome fría en el aire de la noche de a principios de noviembre. Miré a mí alrededor, mi habitación casi vacía como lo fue hace tres horas cuando me había ido a la cama. Lo único que quedaba en ella era mi cama, que sería llevada por el mañana. El sueño llego de nuevo a mí. ¿Qué estoy haciendo? Todavía podía sentir el cuerpo y la piel de mi amante fantasma. Tan real, tan real. Miré hacia la puerta, sabiendo que poco más allá, en la habitación al final del corto pasillo, estaba ella. Mi amante fantasma estaba allí. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué iba a pasar? ¿Por qué estoy incluso pensando sobre Caden de esa manera?, Si no era justo para ninguna de las dos. Ella había hecho claro lo que quería años atrás, y declaró igualmente claro que, no podía suceder. "No hagas esto, Laurel." Esa parte de mí que todavía tenía un cerebro susurró. No puedo hacerlo de nuevo. *** La tienda estaba bastante vacía, no había muchos compradores que arruinaran mi excursión. Miré alrededor de la sala de exhibición, no muy segura de qué era exactamente lo que estaba buscando. La nueva casa tenía pisos de madera, teñidos de un color marrón medio, las paredes eran blancas. Por lo tanto, era bastante abierto, con lo que podía ir. Me sentía como una niña, que utilizaba la mantequilla de maní y jalea, y de repente se le pidiera recoger los ingredientes para una comida de gourmet. "Hay mucho para elegir y," Eché un vistazo a la etiqueta de precio en un sofá cercano, "Es muy caro."
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Sí, sin duda lo es. La compra de mobiliario ha sido siempre un pasatiempo favorito." Caden sonrió tímidamente. "Bueno, si hiciera la mitad del dinero que Troy o tu padre hacen, probablemente fuera mucho mejor versada en ello." Ella me sonrió. "Bueno, la cosa es que tú quieres conseguir algo que valla a durar, algo que no tendrás que reemplazar en unos pocos años, es decir, a menos que quieras." "Tengo serias dudas de eso. En lo que a mí respecta, lo que consiga hoy puedo morir con ellos." Continuamos a mirando, como el sueño que había tenido seguía molestándome. Tuve un tiempo difícil mirando a Caden a los ojos cuando se despertó, temerosa de que viera todo repitiéndose en mis ojos. "Quiero volver a la escuela." Mi cabeza se disparó, cualquier pensamiento del sueño o esta mañana salió al cielo claro. "¿Qué?" "Es uno de mis mayores pesares. Soy demasiado joven para tener tantos. Me gustaría poner remedio a tantos como sea posible." Ella sonrió. "Oh, Caden. Estoy muy feliz por ti!" La miré, una sonrisa tonta extendiéndose en mi cara. "Gracias." Ella extendió la mano y tomó suavemente mi mejilla. "Yo sabía que me apoyarías." "Dios, sí. Entonces, ¿A dónde vas a ir? Volverás a F & M, en la Universidad de Boston?" pasé la mano sobre el brazo de un hermoso sofá de cuero negro, probando la suavidad bajo la palma de mi mano antes de sentarme. "No, en realidad estoy pensando en asistir a una universidad aquí." Levanté la vista hacia ella, aturdida.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Conseguir un apartamento pequeño en alguna parte." "¿De Verdad?" No podía mantener la esperanza de mi voz. "Si, en verdad." Se sentó a mi lado, pasando la mano hacia atrás y adelante sobre el cojín al lado de ella. "Esto es bonito." Me di la vuelta para mirarla, mi brazo recorriendo a lo largo de la espalda. "No tienes que ir muy lejos, ya sabes. Tú casi habías terminado." "Lo sé." Ella sonrió. "Sólo tengo que terminar el valor de los créditos del año pasado." Miró hacia abajo y luego hacia mí. " Quiero ir todo el camino en ello, Laurel. Hacer lo que no lo hice." Ladeé cabeza a un lado, sin comprenderla. "¿Qué quieres decir?" "Quiero trabajar con la gente, ayudarlos". Mis ojos se abrieron en la realización. "Tú vas a hacerlo, ¿verdad? Dr. Lodge?" ella sonrió, ese brillo en sus ojos mientras asentía. "Oh, Caden," La agarre, abrazándola. "Eso es maravilloso." "No va a ser fácil, pero no puedo esperar para comenzar." Nos separamos, y la mire fijamente a los ojos, tratando de darle todo el apoyo y mostrar tanto orgullo como pude. Puedes hacerlo. Tengo toda la fe en ti."
***
La casa estaba llena de cajas, casi hasta el techo en algunos lugares. Me puse de pie en medio de la sala de estar, con las manos en las caderas y mirando alrededor.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Teníamos un infierno de un par de días en frente de nosotras; y estaba decidida a conseguir todo desempaquetado para el fin de semana. Reajuste el sombrero puesto sobre mi cabeza, secándome la frente con el dorso de la mano, mire a Caden que había colapsado contra una pared. "Se trata de una gran cantidad de trabajo." Ella me miró. "Nunca había ayudado a nadie a mudarse antes. No tenía idea del mucho trabajo que era." "Bienvenida." Sonreí. Caminando hacia ella, me deslicé por la pared, sentándome a su lado. Caden se inclinó y apoyó la cabeza en mi hombro mientras yo le daba unas palmaditas en el muslo. "¿Cansada?" "Sí. Sorprendentemente así es." "¿Qué tal una buena cena? Yo invito?" levantó la cabeza y sonrió. "Hecho." El Bali Ha'i estaba lleno de gente, lo que no me sorprendió mucho. Nos dieron un buen asiento junto a la ventana, el restaurante redondo realmente no tenía ni un mal asiento. Caden se sentó, colocando automáticamente su servilleta en su regazo, mirando hacia el océano. "Esto es tan hermoso." Ella me sonrió. "No vengo aquí a menudo, sólo cuando hay una ocasión especial." "¿En serio? ¿Cuál es la ocasión?" "Tú eres." Caden me miró, ladeando la cabeza hacia un lado. "Debo admitir, realmente no entiendo." Me incline ligeramente hacia delante para enfatizar mi punto.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"El motivo es que estés aquí, comenzando una nueva vida, volviendo a la escuela, todo eso." Una lenta sonrisa se extendió por su cara, haciendo que sus ojos se iluminaran. "Bien, entonces," ella agarró su copa de agua, lo levantó, moviendo la cabeza hacia la mía indicándome que debería hacer lo mismo. "Entonces aquí está por nosotras." Nuestras copas tintineaban, juntas con un sonido satisfactorio, melódico. Tomé un sorbo de mi copa, mirándola por encima del borde. La cena fue maravillosa, y todavía era relativamente ligera, así que decidimos dar un paseo por la playa. Las olas estaban rompiendo en la orilla, las gaviotas chillaban y caían hacia abajo para su cena de pescados, volando por encima de nuestras cabezas para desaparecer en el cielo oscuro. Caden se quedó en silencio, mirando a la gente que pasábamos, una pareja sentada en una manta sobre la arena se besaba. Ella suspiró con tristeza. Yo la miraba, preguntándome lo que estaba pensando. Me di la vuelta para ver a los amantes. "Echo de menos eso." Dije en voz baja, casi más para mí que para ella. "Desconozco eso. Troy tenía aproximadamente la misma cantidad de romance en él como una serpiente." Ella se rió con pesar. "¿Qué apropiado no?." "Es lamentable que te perdieras esa parte. Es maravilloso." Le sonreí. "Estoy segura de que lo es". Caminamos un poco más, perdidas en nuestros pensamientos. "¿Alguna vez has besado a un hombre, Laurel?" ella me miraba, la curiosidad en sus ojos. "Sí." "¿Te gustó?" Me encogí de hombros.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"No puedo decir que fue la experiencia más horrible de mi vida." La miré. "Simplemente no hizo nada para mí." "¿Mujeres?" "Sí. Mujeres". "Hmm." sentí a Caden tomar mi mano, apretándola suavemente antes de dejarla ir. Seguimos caminando, sin decir nada aceptando permanecer fuera hasta que el sol cayó en el océano. Nos detuvimos en una pequeña valla que separaba la acera de la playa. Me apoyé en ella, mis codos apoyados en la barra superior. Caden vino detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura sin apretar. Parecía lo más natural apoyarse de nuevo en ella, así que lo hice. Los brazos se apretaron, y suspiré. "He estado en todo el mundo, he visto innumerables pueblos y países. Pero por todo eso, no hay un solo lugar en el mundo en que yo prefiera estar en este momento", susurró en mi oído. Cerré los ojos, dejando que las palabras se hundieran en mi cerebro. "Yo tampoco," finalmente logre decir.
"Allí va, se va, ..., se ha ido." El paso del día llegaba a su fin, las estrellas saliendo para hacerse cargo por un corto tiempo. Una canción me vino a la cabeza, y comencé a tararear. "¿Qué es eso?" " 'At Last'. De Etta James. Recuerdas?" "Oh sí." Podía oír la sonrisa en la voz de Caden. "La fiesta que mis padres tenían para mí ese verano." Asentí. "¿Puedo decirte algo, Laurel?" "Por supuesto." Me incliné un poco más cerca, haciendo más frío conforme la noche descendía sobre nosotras. "Te vas a reír." 255
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Pruébame." Sonreí a las propias palabras de Caden. "Quería bailar contigo esa noche, en esa canción." Me aparté un poco, di vuelta en sus brazos para mirarla a la cara. "¿De Verdad?" Ladeé la cabeza hacia un lado. Ella asintió. "Eso es gracioso. Yo quería, también." Nos miramos la una a la otra, nuestro abrazo íntimo y cálido. (Dios, quiero besarte, Caden. Por favor, sólo uno). "Deberíamos irnos. Se está haciendo tarde." "Sí", apenas un susurro. ¿Sentía eso ella, también? *** Me arrodillé para girar el mando en el estéreo, en busca de algo bueno para escuchar cuando llegamos a la casa juntas y continuábamos desempaquetando. Caden ya había comenzado en la cocina. La miré por la puerta ancha arqueada mientras colocaba los platos, configuraba la mesa. Ella era tan linda, un poco como Martha Stuart. Sonreí y sacudí la cabeza. Encontré una buena estación de oldies, me levanté y miré alrededor de la sala, tratando de decidir qué hacer con todo. Era un mar de cajas y muebles y otras cosas. Los repartidores debían llegar en la tarde para entregar los muebles que había comprado para la sala de estar y el dormitorio adicional. Tenía suficientes juegos de dormitorio para dos, pero no tenía idea de que debía usar para el tercer dormitorio. Ya había un bar, de modo que esa idea estaba fuera. Casi me sentí perdida en todo este espacio, y estaba tan agradecida con Caden para contribuir a llenarlo. Cuando se marchara, todo parecería tan grande y vacío. "No estoy segura de cómo este jarrón se metió en las cajas de la cocina, pero donde te gustaría que estuviera?"
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Miré por encima del hombro hacia el jarrón que Caden tenía en la mano. Ella me miró, dando golpecitos con el dedo del pie en el suelo. "Hey, yo no lo puse allí" "Entonces, ¿quién lo hizo?" ella sonrió, le saqué la lengua. "¿Qué hay de aquí?" lo coloco en la mesa de sofá, y yo asentí. "Funciona para mí." Caden se dirigió de nuevo a la cocina, y yo regrese a una caja cercana. Podía empezar por allí. Tarareé junto con la música hasta que me detuve en seco, escuchando. Me puse de pie lentamente, extendí la mano y subí el volumen, toda la casa se llenó con la suave voz de Etta James. Me di la vuelta, viendo a Caden de pie en la puerta de la cocina, mirando hacia mí. Sonreí. "¿Quieres bailar?" ella me devolvió la sonrisa. "Me encantaría." Caden se acercó a mí, mientras yo empuje hacia un lado la caja con la punta del zapato para hacer espacio. Caden me alcanzo, poniendo su mano en la parte de atrás de mi cuello, su otra mano en la mía como mi brazo fue alrededor de su cintura. Nuestros cuerpos se movieron constantemente más cerca hasta que estuvieron al ras. La miré a los ojos, pensando que deseaba que la canción fuera cierta, que mis días de soledad se hubieran acabado. Ella se acercó y cogió suavemente un trozo de papel de mi pelo, era periódico que había estado envuelto alrededor de un poco de material de vidrio que había desempaquetado antes. Nos sonreímos y seguimos moviéndonos, Caden continúo pasando los dedos por mi pelo, nuestros cuerpos balanceándose suavemente con el ritmo lento y sensual de la música.
"Sonríes, sonríes, ooh y entonces el hechizo fue lanzado." 257
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Canté junto con la canción, Caden sonrió con esa pequeña sonrisa maliciosa de ella. "Y aquí estamos, en el Cielo." Desearía. Oh, cómo me gustaría. En lugar de eso la hice girar de nuevo, llegando hasta girarla bajo el brazo como la canción llegó a su fin. Dejamos de bailar pero nos quedamos donde estábamos, mirándonos, profundamente al interior. Sentí el aliento de Caden contra mi cara, caliente, cercano. Me quedé mirándola a los ojos, tratando de averiguar lo que estaba pensando. Podía sentir un calor palpable entre nosotras, la electricidad que era peligrosa. Me separé, acercándome a la ventana, recuperando el aliento una vez más. Caden me siguió, parándose junto a mí. "¿Estás bien?" su voz era suave, interesada. "No puedo hacer esto, Caden. Te dije hace diez años que no era un juguete con el cual jugar, imaginándome surgir cosas. No puedo hacerlo, no otra vez." Caden se acercó más, con las manos en mis caderas, la frente contra la mía. "Esto no es nuevo, Laurel." Miré dentro de sus ojos. "¿Por qué ahora?" Susurré, mis ojos arrastrándose hacia sus labios, ligeramente abiertos. "Porque prefiero ahora a más tarde." Ella sonrió. "Tenerte de vuelta en Boston, que vinieras después de todo este tiempo y después de nuestra historia, me mostró algo. Al venir aquí a San Diego me mostró algo más." llevó una mano, acariciando el costado de mi cara.
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"Nunca amé a Troy, Laurel. Él fue un accidente, tanto como amo a mi hija, quiero a Annie. Hice mi error hace diez años, Laurel. Quiero arreglarlo ahora, tomarlo con calma." Sentí mi resolución desmoronarse alrededor de mis pies, mi mente siendo barrida liberándola de cualquier tipo de justificación. Sentí que mi barbilla era levantada, cerrando los ojos, me deje llevar. La respiración de Caden sobre mis labios, haciéndole cosquillas a los vellos minúsculos en mi labio superior, acercándose más, hasta que sentí el contacto. Sus labios, apenas tocando los míos, tentativos, casi pidiéndome tomar el relevo. Traje mi mano para ahuecar la parte posterior del cuello de Caden, tirando de ella un poco más cerca. Nuestros labios se presionaron, suave y flexiblemente antes de que yo abriera la boca muy ligeramente, probando las aguas. Caden capto el punto en forma rápida, y se abrió para mí. Sentí la punta de su lengua deslizándose fuera sólo un poco, lo suficiente para que la mía se rozara con la suya, enviando escalofríos por mi columna, seguida de la mano de Caden. Ella pasó sus dedos a través de mi espalda, alisando la camiseta mientras se dirigía, pasando sus uñas en otro sentido. Suspiré, profundizando el beso, acercando más nuestros cuerpos. Retrocedí un poco, desacelerando el beso hasta que finalmente mis labios se deslizaron fuera de ella, y volví la cara en su cuello, acercándola en un fuerte abrazo. Caden puso la mano en la parte posterior de mi cabeza, sosteniéndome, besando mi cuello. "Oh, Laurel," susurró. "Gracias." Sonreí, alejándome, mirándola a los ojos, trazando mis dedos por su mejilla y asentí. "Todo está bien." Ella sonrió. "¿Qué te parece si terminamos?" Indiqué la habitación con la cabeza. Ella asintió, alejándose por completo. Yo la miraba como hizo su camino de regreso a la cocina.
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Miré a mí alrededor, contenta con lo que vi. Toda la sala estaba terminada, y las dos camas habían sido puestas en mi habitación y la habitación que Caden estaba usando. Los muebles habían sido entregados hace poco más de tres horas, y la casa comenzaba a tomar forma. Me gustó. Caden y yo habíamos trabajado duro todo el día, tratando de conseguir todo colocado y guardado. Caden merecía la mayor parte del crédito, aparentemente era incansable. Habíamos decidido pedir una pizza y habíamos comido en cuestión de minutos desde su llegada casi toda la cosa, ingiriendo latas de refresco todo el tiempo. Era el momento de relajarse y ver un poco de TLC. Tormenta no me había perdonado sin embargo, por moverlo a él y sus huesos. Sin embargo, creo que la reconciliación estaba en camino, cuando vio el gran patio de atrás que tenía su nombre escrito por todas partes. Con su cola moviéndose a 50 millas por hora, estaba afuera corriendo, dejando saber a los vecinos que estaba aquí. Ahora, el husky pisoteó su manta en la esquina de la habitación cerca del bar, tratando de hacer su lugar cómodo y enterrar su hueso. Finalmente, con un suspiro, se dejó caer y apoyó la barbilla en sus patas, viéndome sentada, y a Caden salir de la cocina con dos copas de vino. Él levantó la cabeza con curiosidad, con la nariz olfateando el aire. Satisfecho, se acostó, con los ojos medio cerrados. "Qué día." Se sentó, y me entregó una copa, encrespando las piernas por detrás de ella después de patear sus zapatos. "Confortable." Ella bajó la mirada hacia el sofá de cuero marrón, palmeándolo. "Lo es. Gracias por el vino." "Por supuesto." Apoyó el hombro contra el mío, la mitad de nuestros cuerpos se presionaban juntos. Se sentía tan bien. Le sonreí, deseando que pudiera escuchar mis pensamientos. Ella se volvió, hablándome con los ojos, le contesté. "Estaba pensando." Dije, después de tomar un sorbo de vino. Ella me miró, y me dio toda su atención. 260
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"¿Por qué no te quedas aquí, mientras vas a la escuela?" ella sólo se quedó quieta por un momento, lo que hizo que me preguntara si había dicho algo que no debía. "Si quieres, claro." "Oh, Laurel", sonrió. "Me encantaría. Pero no quiero entrometerme, acabas de instalarte en tu nueva casa ..." "Deja de hacer eso. Tengo más espacio en este lugar del que sé qué hacer con él." "Igual que en los viejos tiempos", susurró. Asentí. "Como en los viejos tiempos." Caden se inclinó y me dio un beso. Sonreí, satisfecha por primera vez en mi vida. "¿Es así como se supone que debe ser?" La miré, saliendo de mis pensamientos, para ver los ojos azules mirando expectantes hacia mí. Se veía tan joven y vulnerable, sonreí y la atraje hacia mí en un abrazo, besando la parte superior de su cabeza. "Es un comienzo." Dije, cerrando los ojos ante el placer de sentirla en mi contra. ¿Cómo se hizo una criatura así, y cómo en la tierra me quería? "Un buen comienzo, creo." Ella se apartó un poco, lo suficiente para mirar a mis ojos. Sonreí y asentí. "Quiero que esto funcione, Laurel. Espero no alarmante que con este tipo de conversación", ella se apartó por completo, pero le cogí la mano. Negué con la cabeza. "No, no me estás asustando. ¿Sabes cuánto tiempo quería escuchar esas palabras cuando estábamos en F & M?" "¿Y ahora? ¿Quieres escucharlas ahora?" Extendí la mano, pasé la mano por el lado de su cara. Caden cerró los ojos y se apoyó en el toque.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Sí. Hubo un día cuando estaba en Boston que solo me golpeó, nunca deje de amarte, Caden. En ese entonces yo estaba empezando a averiguar de qué demonios se trataba todo, lo que quería y me gustaba." La miré a los ojos. "Tú te convertiste en mi modelo. Nunca he estado realmente satisfecha desde entonces." "¿Yo hice eso?" "Sí. Me arruinaste." Sonreí, ella se inclinó hacia delante. "Lo siento." "No". Me incliné hacia delante también, nuestras caras a meras pulgadas de distancia. Ella Estudió mi cara, la boca, los ojos, todo. "Te voy a contar un pequeño secreto", dijo contra mi boca. "¿Qué es eso?" "Tú fuiste la mía también. He estado esperando por ti, Laurel. Yo no lo sabía o me di cuenta hasta que era demasiado tarde. Te amé entonces y Te amo ahora." Me quedé de piedra, totalmente desconcertada. "Te amo, también, Caden. Siempre lo hice." Acorte la distancia entre nosotras, acercándola más a mí, nuestras bocas comunicando todo lo que siempre habíamos querido, acariciándonos, desesperada por lo que había estado ausente por tanto tiempo. Caden tocó suavemente mi cara mientras nos besábamos, lenta y sin prisas. Fue el tiempo para la exploración, la espera había terminado. Mi mano subió y bajó por su espalda, deslizándose más y más cada vez, con ganas de ir debajo de su camisa, pero sin atreverme. Caden establecería el ritmo. Ella pasó la mano de mi hombro a mi brazo y de regreso nuevamente, perdiendo sus dedos en mi cabello, tirando de mí en aún más, nuestro beso volviéndose más 262
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Traducción: Arelis, LeiAusten
profundo, más potente. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho, dejándome casi sin aliento. Me sentía casi como si nunca hubiera hecho esto antes, una virgen en el amor. La mano de Caden se deslizó por mi brazo y alrededor de mi espalda hasta el dobladillo de la camisa, deslizándose por debajo. "Tan suave," dijo ella en mi boca, "así caliente". Ella deslizó su mano hacia arriba más allá, los dedos trazando los planos de los omóplatos, mi tirante del sujetador y por mi espina dorsal. Gemí en el beso. Mis manos viajaron por todo su cuerpo ahora, por encima del hombro, espalda, brazo, aun lado de su cuello. "Por favor, tócame". Ella rogó, tomando mi mano y colocándolo justo debajo de la camiseta. No necesite más invitación que eso. Deslicé mi mano hacia arriba, en torno a su espalda; mi piel estaba en llamas. Caden comenzó a inclinarse hacia atrás, tirando de mí con ella. Me puse encima de ella, deslizando una pierna entre las de ella mientras llevaba mi mano alrededor, trazando suavemente la parte inferior de su sujetador, sintiendo el satinado suave bajo mis dedos. Ella rompió el beso y arqueó su cabeza hacia atrás cuando mi mano continuó subiendo, rodando a través de su pecho, apenas rozando el pezón. Aproveché la posición y pasé la lengua y los labios hasta su cuello por su garganta, inhalando su olor. Manos inquietas se deslizaron más arriba debajo de mi camisa hasta que la camiseta estaba hasta mi cuello en la parte posterior. Me senté, tirando de ella, mirando abajo en ella. Caden miro arriba en mí, bebiendo en lo que vio, llevando las manos para tocarme. Sus manos eran provisionales, inseguras, así que agarre su muñeca y coloque su mano en mi pecho izquierdo. Su boca se abrió en una silenciosa «o» mientras ella exploraba el nuevo territorio. Mi cuerpo respondió de inmediato, mis pezones se pusieron duros como la emoción corrió por mis venas en su contacto. Pasé la mano por el brazo a su propia camisa, tirando de ella para darle la idea. Se inclinó un poco, lo justo para que pudiera tirarla 263
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Traducción: Arelis, LeiAusten
sobre su cabeza. Me quedé mirando la belleza ante mí. Los pechos de Caden habían caído con una magnífica escisión cuando se acostó. Mi boca se moría por estar allí. Me incliné hacia abajo, cerrando los ojos probando con mi lengua por primera vez el sabor de su piel, cálida y salada. "Oh Dios." Ella gimió, sus manos viniendo a mi cabeza, empujándome aún más en ella. Llegué debajo de ella, desenganchando el sujetador, liberando sus pechos. Tire a un lado el sujetador, ahuequé la carne, saboreándolos una y otra vez, moviéndome constantemente entre los pezones erectos. Cuanto más me acercaba, la respiración de Caden se hacía más pesada. Finalmente tomé uno de ellos en la boca, chupando la piel rígida, pasando mis dientes sobre él, antes de chupar de nuevo. Las manos en mi pelo se volvieron más agresivas, casi asfixiándome como fui empujada más profundamente en sus pechos. Cambié a la otra, dándole el mismo tratamiento, convirtiendo en más altos los gemidos de Caden. Dios, yo quería a esta mujer desesperadamente. Salí de sus pechos con reticencia, pero había mucho más para ser explorado. Besé y mordisquee alrededor de sus pechos, lamiendo la piel de su estómago, dejando un rastro húmedo de la parte superior de su cintura al hueco de su garganta, chupando su cuello, dejando una mancha roja. Sonreí, sabiendo lo que sería mañana. Me aparté de los pechos de Caden y me levante para desabrochar mis jeans, deslizándolos por mis piernas, tirando de ellos y los zapatos, seguidos de mis calcetines. Caden observaba con ojos hambrientos, teniendo todo lo que le di. Se incorporó, tratando de alcanzar mis caderas, llevándome a ella. Me puse delante de ella en mi ropa interior y sujetador. Ella inclinó hacia un lado su cara contra mi estómago mientras me abrazaba con fuerza. Envolví mis brazos alrededor de su cabeza, acariciando suavemente su cabello. "He esperado tanto tiempo." Ella me miró, sus ojos un fuego azul. Ella trató de tirarme hacia abajo, pero la detuve, primero quitándole su ropa. Ella estaba desnuda en cuestión de segundos, mi ropa restante se había ido también.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Bajando, poniendo la piel desnuda sobre la piel desnuda. Caden cerró los ojos mientras mi longitud entera fue colocada contra la de ella. Me situé entre sus piernas, sintiendo la humedad sobre mi piel, despertándome aún más. Me agaché para abrirnos a ambas, resbaladizas y húmedas comenzamos a movernos, lentamente. Yo quería mostrarle lo mucho que la amaba y la quería, con mi cuerpo. Quería hacer el amor con Caden de una manera que nadie más lo había hecho nunca. Caden envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, sus manos sobre mi espalda, el trasero, viajando hasta el cuello, levantando más sus piernas mientras me frotaba contra ella, más profundamente. Apoyé la cabeza hacia abajo, tomando su boca con la mía, nuestro beso fue lento y sensual, equilibrando el ritmo que estábamos manteniendo con nuestros cuerpos. Ella se agachó, tirando de mí imposiblemente más cerca, por lo que me dieron ganas de ir más rápido, pero de alguna manera logre mantener el ritmo lento. No se trataba del clímax, era sobre el amor. Aun así, fue uno de los momentos más eróticos de mi vida. La respiración y los gemidos de Caden comenzaron a llegar más rápidos y más agudos junto con los míos. Las dos estábamos cerca, pero queríamos prolongar esto lo más posible, sin precipitarnos. Empecé a frotarme un poco más fuerte y más profundamente en ella a medida que nos acercábamos cada vez más, conduciéndonos a las dos a un final lento, arrastrando cada pedacito que teníamos en nosotras. Caden gritó, clavando sus dedos en mi espalda, empujando sus caderas hacia arriba en mí como ella cerró los ojos con fuerza, con la cabeza arqueada hacia atrás. Enterré mi cabeza en su cuello, jadeando contra su piel caliente. Caden rodeó con sus brazos y piernas alrededor de mí, manteniéndome cerca como hemos tratado de recuperar nuestro sentido de la realidad. 265
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Habíamos hecho una pequeña cama en el suelo delante de la chimenea, la llama de gas era baja, lo suficiente para difundir un poco de calor y de luz en el cuarto oscuro. Caden se relajó contra mí mientras me apoyaba contra una pila de almohadas, nuestros cuerpos desnudos brillando en la luz del fuego. La abracé un poco más apretadamente mientras miraba fijamente a las llamas. Habíamos pasado horas haciendo el amor, recuperando el tiempo perdido y años desperdiciados. El pobre de Tormenta había gemido en habitación hace mucho tiempo, y no se había visto desde entonces. "Estoy muy emocionada de ver lo que San Diego tiene que ofrecer." Caden dijo, sus dedos trazando patrones perezosos en mi brazo, ya que también se quedó mirando al fuego. "Me siento como una niña, casi como si me acabara de graduar de la escuela secundaria de nuevo. Mi vida y el futuro por delante de mí, para que elija qué hacer con ella." "Lo es. Está ahí, delante de ti, Caden. Tienes el mundo por la cola." Sonreí, sosteniéndola con más fuerza. "Yo estaré contigo todo el camino si así lo deseas." "¿Por favor?" se volvió hacia mí. "¿Quédate conmigo?" "Siempre. Siempre y cuando tú me quieras aquí, voy a estar aquí." Ella tomó mi mejilla, me beso dulcemente y luego se apartó. "No voy a dejarte ir de nuevo, Laurel. Tenemos mucho de qué hablar, pero no voy a irme de nuevo." Besé a un lado de su cabeza mientras se acomodó en mi otra vez. "Bien."
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Cerré la puerta del Xterra con mi trasero, una caja envuelta bajo mi brazo, y una grande sujetada con las dos manos. No podía esperar a ver la cara de Caden. Camine hasta la unidad, depositando la caja grande en el porche mientras abría la puerta, empujándola y así poder conseguir atravesarla con mis paquetes. "¿Nena?" "Aquí," Seguí la respuesta distraída a mi estudio en el que no me sorprendía en absoluto encontrar a Caden sentada en el suelo, los libros dispuestos en un círculo perfecto alrededor de ella. Estaba sentada al estilo indio escribiendo en un cuaderno que equilibraba sobre su muslo. Puse la caja más grande hacia abajo fuera de la habitación, Tormenta corrió inmediatamente hacia ella, olfateándola después de que él había conseguido cruzar través de mí. Dio un salto hacia atrás de la caja con un gemido, mirando hacia mí. "Te va a gustar con el tiempo, amigo. Lo prometo." Con otro gemido, se sentó, mirando hacia ella. Volví mi atención de nuevo a Caden, ahora leyendo a través de un texto con su pluma en la boca. "Sabes que es asqueroso, ¿verdad?" alzó la vista hacia mí, la pluma todavía firmemente en su lugar y sonrió alrededor del Bic, luego la escupió. "Hey, un montón de cosas han estado en esta boca que algunos dirían que eran un asco." "Sí, tu madre tal vez?" "Detente. Déjala en paz. Sabes que nunca lo superará. Pero tal vez algún día ella realmente va a hablar contigo de nuevo y no sólo se refiera a ti como la rompecorazones". Sonreí. "Tal vez. No planeo aguantar mi respiración." 267
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Se puso de pie y se acercó a mí para darme un abrazo gigante. "Te extrañé hoy, bebé." "También yo." Para mostrar cuanto, me incliné y la besé, larga y profundamente. Cuando nos separamos, ella sonrió. "Wow. ¿Qué fue eso?" Me encogí de hombros. "Tengo algo para ti." Frunció sus cejas. "¿Qué?" Traje la caja envuelta de debajo de mi brazo. "Número uno." Caden miró el regalo, luego a mí con alegría casi infantil. Tomó la caja y rasgo el papel, lanzando los pedazos por todas partes. "Oh, nena," respiró ella, sosteniendo el libro en sus manos. Ella pasó sus dedos sobre la cubierta negra, la imagen en blanco y negro en el centro de su propio rostro. "No sé qué decir. Es tan hermoso." "Gracias." Dije, mi voz tranquila con repentina timidez. "Estoy muy orgullosa de ti, Laurel." Ella echó los brazos alrededor de mis hombros. "Muchas gracias." "No he terminado aún." Apunte mi dedo hacia arriba, me dirigí al salón y cogí la caja. "Este es el número dos." Puse la caja en el suelo, abrí las solapas, e introduje las manos. Caden observaba, casi de puntillas para poder ver lo que había dentro. Se llevó la mano a la boca cuando vio lo que tenía. "Oh, Laurel, él es hermoso." El collie de nueve semanas de edad gimió mientras miraba alrededor. Pasé el pequeño cachorro a ella. Ella lo tomó, sujetándolo contra su pecho, besándole la parte superior de la cabeza. "Gracias."
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Traducción: Arelis, LeiAusten
Se inclinó hacia mí, era mi turno. "Te amo, y gracias." Ella susurró otra vez contra mi boca. "Te amo, también, y en cualquier momento." Ella me dio un beso.
***
El auditorio estaba empezando a llenarse, el ruido era cada vez más fuerte. Me senté, emocionada y nerviosa, todo al mismo tiempo. Annie se sentó junto a mí, con su cabello largo y oscuro, tanto como su madre reluciente bajo las luces brillantes. "Vas a calmarte, Laurel? Mi señor. Nos vas a hacer rebotar en el olvido si te mantienes golpeando la pierna." Ella puso una mano en mi rodilla todavía. "Lo siento." Ella me sonrió mientras negaba con la cabeza, volviendo de nuevo al programa para leer más de los nombres. Miré a la hija de Caden, acababa de cumplir dieciséis años. Iba a comenzar la universidad en el otoño, siguiendo los pasos de su madre, decidió ir a la medicina. Ella levantó una mano, rozando unos pocos mechones detrás de la oreja. Ella era una muchacha hermosa, el cabello y los ojos de su madre, y el sentido de los negocios de su padre. Algunos han dicho que tiene mi sentido del humor, pero yo no lo veo. Tuvimos un par de años duros al principio, pero finalmente logramos limar la mayor parte de nuestras diferencias. Una vez que Annie se dio cuenta de que no estaba tratando de tomar el lugar de su padre, pareció calmarse. Miré a mí alrededor, llena de mucho orgullo y amor por mi compañera de seis años. Miré el reloj otra vez, ansiosa por el comienzo de la ceremonia. Miré a mí alrededor, preguntándome donde Margaret y Michael Lodge estarían sentados. Yo probablemente no quería verlos, pero es de esperar que hicieran el esfuerzo de encontrar a Caden. Este era su día, después de todo.
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"Bienvenidos a día de graduación de la U Cal San Diego." Un gran aplauso para el orador. Al escuchar el locutor, el orador invitado y el resto de la ceremonia, mi mente seguía jugando de nuevo a mi tiempo con Caden. Después se finalizó su divorcio de Troy, se convirtió en una persona completamente diferente, una mejor persona. Ella ganó una fuerza que todavía no estoy segura de donde vino, y la ambición de hacer lo que más quería toda su vida. La amé más de lo que jamás podría haber imaginado o soñado. Ella era mi vida. Ella y Annie. Yo sabía que algún día estaríamos aquí con ella, también. Mi pequeña Annigan, como yo era conocido por llamarla. Una lenta sonrisa se extendió por mi cara, cruzando los brazos sobre el pecho, sintiéndome de nuevo orgullosa. Extendí una mano, frotando arriba de la espalda y el cuello de Annie. Ella me miró, el mismo orgullo brillaba en sus ojos. Las dos asentimos, nuestra conversación silenciosa término, volviendo a mirar al frente. "Y ahora voy a anunciar a los graduados del 2008." Aplaudí por todo lo que valía la pena como los nombres estaban siendo llamados. Vi, casi vibrando en mi asiento mientras esperaba. Parecía una eternidad, pero finalmente fue nombrada. "Caden Margaret Lodge, summa cum laude". Salté de mi asiento, con las manos en el aire, silbando y gritando al lado de Annie. Vi como Caden entró en el escenario, la sonrisa más grande que jamás había visto en su cara, tomó su diploma, levantándolo en alto para que todos lo viéramos. De mala gana me senté, pero sólo ante la insistencia de Annie, mi pecho se hinchó de orgullo, sintiendo como si fuera a estallar. Después de todos los años de la escuela, todo el tiempo invertido para que Caden pudiera estudiar, toda la dedicación, que finalmente lo había hecho. He escuchado la culminación de todas las voces, cantando al unísono las palabras sagradas y promesas. Busqué entre los graduados hasta que la vi, la vi mover la boca, ya que también pronunció las palabras. 270
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Traducción: Arelis, LeiAusten
"... Si no violo este juramento, pueda yo disfrutar de la vida y la práctica de este arte, respetado por todos los hombres, en todos los tiempos. Pero si traspaso y violo este juramento, puede a la inversa ser mi destino." "¡Ustedes son ahora doctores!"
Fin
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J7yXWP Biblioteca (Traducciones al Español de J7 y XWP) https://j7yxwp.wordpress.com
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