29-Jenofonte

January 11, 2018 | Author: Franagraz | Category: Historiography, Sparta, Herodotus, Thucydides, Rhetoric
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JENOFONTE ISBN: 84-96359-06-9

José Vela Tejada: Universidad de Zaragoza 1. DATOS BIOGRÁFICOS La vida 1 de Jenofonte nos es bien conocida, además de por los amplios datos autobiográficos de sus obras, gracias a su inclusión en las Vidas de filósofos de Diógenes Laercio. Hijo de Grilo y Diadora, nació entre el 430 y el 425 a. C. en el demo ático de Erquía, en el seno de una familia acomodada, como se desprende de sus amplios conocimientos hípicos. A este respecto, su trayectoria personal se desarrollará, de acuerdo con aquellos tiempos de crisis, pero de gran actividad intelectual y literaria, entre el arma de caballería y una prolífica actividad prosística. Ello se vió abonado en su juventud y acmé por sus vivencias durante la fase final de la Guerra del Peloponeso, con la derrota de Atenas, y por el proceso y muerte de Sócrates en el 399, que marcarán su quehacer personal y literario. Así, tras el derrocamiento de la tiranía de los Treinta en el 403, abandona Atenas bien por un nada claro decreto de exilio, bien por su decepción ante los acontecimientos políticos, de acuerdo con su declarada postura filoespartana. A partir de aquí participa en la expedición de mercenarios reclutada por Ciro el Joven en el 401 para hacerse con el trono de Persia, que sirve de base argumental a su Anábasis. Tras la frustrada intentona y huída del contingente, Jenofonte une sus fuerzas a Tibrón, el general espartano que desarrollaba una campaña contra el sátrapa Tisafernes en Asia Menor. Su participación con los ejércitos de Esparta sería, empero, más determinante durante el decenio 396-386, junto a Agesilao. Su amistad personal, que dará lugar al encomio del mismo nombre y al retrato paradigmático del personaje en Helénicas, y servicios al ejército espartano serían recompensados con la donación de un predio en Escilunte, cerca de Olimpia. Tras la derrota espartana en Leuctra, los eleos recuperan la zona y, en el 371, Jenofonte debe marchar a Corinto. Estos años coinciden con la alianza de Atenas y Esparta para hacer frente al creciente poderío de la Tebas de Epaminondas y, así, Jenofonte puede regresar a Atenas, en cuya caballería se alista junto a sus dos hijos. Grilo, el mayor, caerá muerto en la batalla de Mantinea (362 a. C.) Cabe suponer que los últimos años hasta su muerte, en torno al 356 (en Corinto, según Diógenes Laercio II 56, en Escilunte, según Pausanias V 6.6), los dedicara a la redacción definitiva de sus obras, práctica que parece común entre los escritores-soldado de la época: en especial, las memorias personales de los acontecimientos históricos que le tocó vivir y los recuerdos del maestro Sócrates, al calor del legado literario al que dio ugar entre sus discípulos. 2. LA OBRA DE JENOFONTE: NUEVOS GÉNEROS EN PROSA El interés relativamente reducido que ha venido suscitando Jenofonte, teniendo en cuenta la amplitud de su producción literaria, es un claro ejemplo de las notables variaciones del aprecio por los escritores del mundo antiguo, muchas veces como resultado de la aplicación de análisis metodológicos inadecuados y anacrónicos, basados, en cierta medida, en principios críticos que no tienen en cuenta la distancia temporal de estos testimonios, ni las convenciones y normas literarias a las que se hallaban sometidos2. Así, Jenofonte, tan excelentemente considerado en otros tiempos entre los grandes clásicos de la prosa —Diógenes Laercio (II 58) lo catalogó como la Musa ática— , experimentó un notable declive en su valoración a partir de finales del siglo XIX, siendo, en ocasiones, objeto de severas críticas, más acentuadas, si cabe, hacia su obra historiográfica. Sin duda, la comparación con otros grandes prosistas —lo que JACOBY3 definió como "la artificiosa tríada historiográfica" (Heródoto, Tucídides, Jenofonte)— ha influido sobremanera en esta consideración. Tanto la comparación de sus Helénicas con la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, como la de sus obras Socráticas con los Diálogos de Platón, provocan una percepción desventajosa de su testimonio histórico y literario, así como del contenido pedagógico de su pensamiento que subyace en el conjunto de su obra. Para una consideración más ecuánime y cabal de su talento literario es necesario, en efecto, prescindir de todo intento de confrontación e intentar calar más hondamente en el sentido último de sus textos4. Reprocharle que

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no fue un teórico riguroso del acontecer histórico y que no llegó a asimilar el trasfondo filosófico de las enseñanzas de Sócrates supone enjuiciar su obra con prejuicios teóricos. Mas, si analizamos su obra en el entorno histórico y literario adecuados, podremos colegir aquellas virtudes que le hicieron tan estimado entre los historiadores latinos y griegos tardíos5. En efecto, buena parte de las dificultades estructurales que la crítica ha detectado responden a una insuficiente atención a las exigencias y normas de unos géneros especialmente jerarquizados. En este contexto, una de las aportaciones más destacadas de Jenofonte a la literatura griega ha sido la de contribuir al proceso de diferenciación que va a experimentar la prosa ática a partir de la segunda mitad del siglo V a. C. Así frente al planteamiento globalizador de Heródoto, nuestro autor es continuador de la práctica iniciada por historiadores como Caronte de Lámpsaco o Helánico de Lesbos, al distribuir un material heterogéneo en obras diferentes, como resultado de los límites que la convención iba imponiendo a la inclusión de material de índole monográfico en la historia. En este sentido, es importante también subrayar en Jenofonte su carácter precursor del helenismo, apreciable en su fuerte tendencia al individualismo, al retrato moral de los protagonistas, en los esbozos de nuevos géneros literarios, como la biografía (en su encomio Agesilao) y la novela (con su Ciropedia), en su preocupación por la pedagogía un tanto idealizada, en sus breves tratados de carácter práctico, como la equitación, la caza o la distribución de los recursos económicos, que entroncan con la literatura científico-técnica. Un primer paso ha de ser el estudio de los modelos y fuentes literarias que han podido tener una mayor influencia en sus escritos, así como la originalidad de su aportación literaria, ya en la aplicación novedosa de modelos preexistentes, ya en su contribución al desarrollo de nuevas formas. Creemos, en suma, que una interpretación ponderada de los factores intrínsecos de cada género, que se proyectan sobre la estructura interna de la obra, y de los factores extrínsecos, que condicionan su configuración, permitirá reconsiderar con mayor ponderación la figura de Jenofonte. A tal efecto, para una revisión de su producción literaria vamos a seguir la ordenación en tres apartados establecida por BREITENBACH6: — Obras históricas: Helénicas, Anábasis y Agesilao (en ésta, empero, su carácter histórico se limita al protagonismo del estratego espartano en el marco del encomio). — Obras didácticas: Ciropedia, Hierón, Constitución de los Lacedemonios, Ingresos, Sobre la Equitación, Hipárquico y Cinegético (cuya adscripción a Jenofonte ha planteado numerosas dudas de autenticidad). — Obras de contenido filosófico, llamadas también Socráticas: Económico (que, por su temática, bien podría figurar en el apartado anterior de no ser por el protagonismo de la figura de Sócrates), Memorables, Banquete y Apología de Sócrates. Junto a éstas se atribuyó también a Jenofonte un interesante opúsculo sobre la Constitución de los atenienses, debido, sin duda, al paralelismo con su tratado sobre el régimen de Esparta, además de otras razones de coyuntura histórica y literaria. No obstante, hoy en día dicho tratado es reconocido como un libelo anterior a Jenofonte a cuyo anónimo autor suele citarse como "el Viejo Oligarca". También se le adscribieron algunas Cartas del atractivo género epistolográfico, todas ellas de invención tardía. 2.1. ESCRITOS DE CONTENIDO HISTÓRICO La historiografía griega del siglo IV a. C. viene marcada por dos hechos fundamentales: la influencia de la retórica y la impronta de la Historia de Tucídides. El fuerte influjo que ejerció la retórica en la historiografía determinó que ésta siguiese los dictados de aquella en lo referente al ordenamiento de los asuntos. Jenofonte, empero, no parece situarse dentro de esta tendencia que se hace evidente, por ejemplo, en los fragmentos de Éforo, y tan sólo pueden apreciarse elementos retóricos de manera complementaria en cuestiones puntuales de estilo. Más determinante resulta, sin lugar a dudas, la influencia de Tucídides: al igual que Cratipo y el historiador anónimo de las Helénicas de Oxirrinco, Jenofonte en sus Helénicas sigue los acontecimientos subsiguientes a la finalización del relato del genial historiador. Ya en la Antigüedad, se inauguró una tendencia constante a juzgar a los historiadores según el grado de aproximación al modelo tucidídeo. Al mismo tiempo, el intento de escribir una historia de temática político-militar, a la manera de Tucídides, se tradujo en una aguda diferenciación de formas literarias —frente al planteamiento totalizador precedente de Heródoto—, por la que el material excluido del relato histórico ha de aparecer en obras diferenciadas: en el caso que nos ocupa, memorias autobiográficas, ensayos

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biográficos, colecciones de hechos notables, disquisiciones constitucionales y romances históricos. 2.1.1. Helénicas Por los avatares de la transmisión de los textos griegos, las Helénicas han resultado ser el testimonio más completo conservado de cuantos se ocuparon de narrar los sucesos inmediatamente posteriores al punto en que la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides se interrumpe ex abrupto, circunstancia que, al mismo tiempo, ha determinado una línea de desigual comparación entre ambas que ha impedido una valoración de la particular aproximación de Jenofonte al género historiográfico. A ello contribuyó el hecho de que Jenofonte comenzara la narración tras los sucesos del año 411 con un meta; tau'ta que da una cierta idea de continuidad sin que se aprecie en Jenofonte una clara voluntad de originalidad. Esta circunstancia, unida a la afirmación de Diógenes Laercio (II 57) de que Jenofonte fue el editor de Tucídides, hizo suponer a algunos estudiosos7 la posibilidad de que éste terminara de confeccionar el material inédito de Tucídides en sus dos primeros libros (en concreto, hasta II 3.10 donde la obra de Jenofonte marca un brusco cambio en su forma de composición), siendo el resto de la obra la propiamente jenofontea. Asimismo, apoyaría esta tesis la presencia en algunos manuscritos de los títulos Paraleipovmena y Paraleipovmena th'" Qoukudivdou xuggrafh'". No es nuestra intención, en este punto, enunciar una suerte de cuestión jenofontea y reavivar una polémica ya superada sobre el carácter "unitario" o "analítico" de sus Helénicas8. Únicamente exponemos nuestras dudas para admitir como único método de análisis los testimonios de la Antigüedad, ante su tendencia a relacionar grandes figuras y acontecimientos del pasado —el mismo Diógenes Laercio (II 48-60) incluye en su Vitae Philosophorum a Jenofonte como uno más de su nómina de grandes pensadores—, tradición que probablemente pudo influir en el espíritu del copista que introdujo el citado título. Por otra parte, los sobrescritos y suscripciones introducidos por los copistas, a menudo, no son estrictamente rigurosos por lo que no parece prudente tomarlo como una prueba de peso suficiente. Si para tener una apreciación más cabal nos detenemos en los elementos formales más relevantes del género, podremos observar, en primer lugar, que la obra carece de un Prefacio introductorio con indicación de autoría similar a los de Hecateo, Heródoto o Tucídides, lo cual parece denotar, por parte del autor, una idea de conexión voluntaria con este último. Resulta igualmente notable el valor estructural de los discursos, el mantenimiento inicial del esquema tucidídeo en la narración de las campañas militares por estaciones del año y un tipo de relato que se acerca a la idea de historia contemporánea de aquel, en la cual el protagonismo de los hechos del pasado, frente a Heródoto, pasa a segundo plano. En cuanto a la estructura de la obra, si bien se ha reconocido por los especialistas el cambio de estilo y composición que marca el punto II 3.109, hay diferencias más que suficientes con Tucídides y elementos propios de Jenofonte 10 como para aceptar la autoría completa y desechar la citada hipótesis 11. Así, si bien en la citada primera parte, que se ocupa de los sucesos finales de la Guerra del Peloponeso, mantiene el principio analítico, no se aprecia una tendencia sistemática a escribir a la manera de su predecesor. Da la impresión como si, una vez culminada la narración de la gran confrontación, se considerara "liberado" de la subsidiariedad de la autoría y magisterio de Tucídides para pasar a un relato desde su particular concepción del devenir histórico. Por otra parte, el descubrimiento y publicación de los fragmentos de las Helénicas del anónimo de Oxirrinco ha permitido confirmar las notorias diferencias que le alejan de Tucídides (especialmente el desequilibrio e intermitencia de la narración) y ha puesto en evidencia las contradicciones de los datos históricos, todo lo cual alimenta nuestras dudas de que en esta parte inicial Jenofonte pudiera haber utilizado material inédito de Tucídides y que, por extensión, tuviera en el conjunto de su relato la firme intención de escribir una historia de corte político. Su obra, es cierto, no parte de un tema concreto que deba ser anticipado en un Prefacio: la evidencia de sus propias palabras es, con GRAY12, que concibe su narración como un continuum de sucesos; de hecho ya hemos subrayado cómo comienza abruptamente con un Meta; de; tau'ta... (I 1.1) y concluye... ejmoi; me;n dh; mevcri touvtou grafevsqw: ta; de; meta; tau'ta i[sw" a[llw/ melhvsei (VII 5.27). Esta suerte de Ringkomposition, como sugiere LÉVY13, revela una intención literaria deliberada más allá de una simple continuación de la historia tucidídea. Más bien —y en ello coincidimos con NICKEL14— en la obra predomina su conocimiento

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personal y la voluntad de narrar lo que CAWKWELL15 define como Revenues, memorias de hechos vividos en un período agitado y trascendental de la historia de Grecia. Ciertamente, pese a que sin duda fue lector y buen conocedor de fuentes literarias — además de Tucídides, BREITENBACH16 apunta a Heródoto en su interés por hechos menores, en el dramatismo de algunas escenas y en las descripciones de carácter etnográfico—, de la lectura de sus Helénicas se desprende que las fuentes literarias ocupan un lugar secundario frente a la investigación personal y la autopsía (en VII 2.1, por ejemplo, Jenofonte hace referencia a otros escritores aunque dando a entender la no utilización de dichas fuentes). Las evidentes contradicciones de los datos históricos descartan posibles conexiones con el autor anónimo de Oxirrinco, ni siquiera con Ctesias a quien manifiesta conocer personalmente en Anábasis (I 8.26). Parece más verosímil, como sugiere HENRY17, que fueran su vida viajera y el privilegiado conocimiento de protagonistas de este período su principal fuente de información. Aunque no nos informa al respecto en una declaración programática, cabe suponer que se sirvió de informadores, testigos directos e indirectos, y de la consulta de documentos oficiales. Así, para la composición de los libros I-II contaba con todo lo que vivió en Atenas antes de su destierro. En los libros III-IV se relatan sucesos en los que participó, o conoció de primera mano, gracias a su estrecha amistad con Agesilao. En la parte final (libros V-VII), que podría haber comportado una composición más problemática por no hallarse presente en los hechos narrados, pudo contar, empero, con fuentes de información cualificadas: una vez más, el testimonio de Agesilao y de personas de su entorno durante sus últimas campañas; el contacto, durante su estancia en Escilunte, con personajes relevantes que acudieran a los certámenes olímpicos; cuando, tras la anulación del decreto de destierro de Atenas, se traslada a Corinto, el centro de mando de la alianza espartana se ha establecido en esa ciudad. En suma, la autopsía y su relación privilegiada con protagonistas de los bandos contendientes parecen una base documental más que suficiente para la obtención de información. No obstante, al enjuiciar el resultado de la plasmación de esta rica y, en apariencia, cuidadosa recogida de información, parangonable a la del propio Tucídides, reaparecen las comparaciones negativas. Así, sus Helénicas están escritas bajo la inspiración de una idea matriz que subyace en el llamado "proemio intermedio" (acontecimientos del 389 al 375), previo a la capitulación de la guarnición lacedemonia en la acrópolis de Tebas en el 383, y que sintetiza su particular concepción metodológica que subordina las leyes de la historia al determinismo divino (V 4.1). No se plantea en él las agudas preguntas que formulara Tucídides sobre las fuerzas que condicionan el curso de la historia ni ahonda tampoco en la etiología del devenir histórico, recurriendo, en ocasiones, a interpretaciones superficiales o moralizantes (así, en el citado episodio, el éxito inicial de la toma de la ciudadela Cadmea por Fébidas acaba siendo la causa del ulterior fracaso de Esparta). Asimismo, tras el ya señalado punto de inflexión en II 3.10, abandona el principio analítico sin sustituirlo por otro alternativo 18. Se ha incidido también en su parcialidad antitebana (no hace referencia a un estratego de la talla de Epaminondas hasta que la obra se encuentra muy avanzada) y proespartana (como en su complicidad ante el impacto de la derrota espartana en Leuctra en VI 4.16) impropias de un historiador. Tan sólo Atenas recibie un trato más imparcial aunque distante. Han sido objeto de censura, igualmente, las anticipaciones y digresiones, pero, sobre todo, las omisiones de sucesos históricos relevantes (no se hace referencia a episodios ineludibles como la independencia de Mesenia, la fundación de la Segunda Liga o la importante victoria ateniense en Naxos) que se atribuían a su parcialidad e incapacidad como historiador19. No nos vamos a detener a valorar estas opiniones de las que, en ocasiones, ha sido objeto el propio Tucídides, y que nos parecen, en su mayoría, resultado de un análisis anacrónico llevado a cabo desde la perspectiva del historiador moderno, con tendencia a valorar más el rigor histórico de los datos del historiador que al artista-narrador, cuando para los antiguos la Historia era, en primer término, una obra de arte que reflejaba la manera de sentir y contar. Por ello, coincidimos con LÉVY20 en que el arte de la deformación histórica, que puede detectarse también en Tucídides, no debe ser confundido con la simple parcialidad. Esta confusión reposa en la idea de que la Historia se antepone al historiador, quien debe reproducir con escrupulosa objetividad los acontecimientos para que ésta sea verídica. De hecho, en la medida en que los historiadores deben dar forma a su material y en que algunos se esfuerzan en influir en su audiencia, hay un arte de la deformación histórica. Para el historiador antiguo, en la presentación de los hechos, predomina su sentido intuitivo por encima de una relación exhaustiva y, en Jenofonte, su

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importancia estriba en el valor paradigmático de los acontecimientos21. En este sentido, ya HENRY22 y BREITENBACH23 habían incidido en la necesidad de considerar las Helénicas más como una obra literaria que como una obra histórica. Desde una perspectiva literaria son reseñables: su perfecto conocimiento, como soldado profesional, de cuestiones militares (aspecto que, con Tucídides, resultará imprescindible para un historiador desde el momento en que los acontecimientos bélicos estructuran la narración histórica y cuyo desconocimiento el Polibio censuraba a sus contemporáneos); sus eficaces retratos de personajes relevantes —como el de Alcibíades a su regreso a Atenas (I 4.13)—; la viveza de su narración; su sentido de la situación dramática que suele acrecentar mediante la sucesión de hechos contrastados —la llamada estética del asíndeton24—; su carácter precursor de la historiografía helenística en la descripción de escenas aisladas —como el arresto y condena de Terámenes (II 3.50 y ss.)—; no incurre, en fin, en los excesos retóricos de la historiografía inmediatamente posterior. Mas al margen de esta confrontación de aspectos positivos y negativos, cabe plantearse otras alternativas, como la posibilidad enunciada por CAWKWELL25 de que, en las Helénicas, Jenofonte no estuviera pensando estrictamente en "clave historiográfica": la aceptación de una composición tardía reforzaría la concepción de la obra como Revenues, memorias escritas en la madurez. Así podría explicarse que no se planteara un método histórico y que no haya indicios de que desarrollara su material con un criterio cronológico. Bajo esta premisa, estas memorias estarían destinadas a un círculo próximo capaz de extraer el sentido de la obra, de leer entre líneas, para el cual no serían necesarias mayores explicaciones que las contenidas en la obra. Este marco restringido de destinatarios explicaría las omisiones y contradicciones: lo que dice y cómo lo dice sería más importante que lo que silencia y las razones por las que lo hace. Con ser sugerente esta hipótesis, el verdadero significado de la obra, en todo caso, sólo puede deducirse de su contenido más que a partir de hipotéticos factores extrínsecos de difícil demostración. Por ello, nos parece especialmente acertada la propuesta de GRAY26 de buscar en su forma literaria su propuesta historiográfica, distinguiendo tres ejes fundamentales que caracterizan dicho esquema literario: — la narración conversacional de influencia herodotea, que contribuye a la variedad del relato, se basa en la dialéctica socrática, en la conversación informal que podía revelar un importante aspecto moral, su propuesta filosófica sobre la virtud humana dentro del carácter moralizante de estas memorias, como en este breve diálogo que ilustra la rivalidad entre Agesilao y Lisandro, más influyente por sus campañas anteriores en Asia Menor, mediante el retrato de ambos con trazos concisos (III 4.9-10). — los discursos formales cuyo propósito es la consideración de las cualidades morales a través de la caracterización de los oradores. Frente a los discursos analíticos de Tucídides, los de Jenofonte resultan un retrato conmemorativo, como en el de Trasibulo a los acantonados en el Pireo (II 4.1314 y 17). — la narración de los acontecimientos se articula en episodios estructurados y escritos para revelar un interés moral y filosófico, como ante la llegada a Atenas de la noticia de la derrota en Egospótamos con su magnífica descripción de los lamentos que recorrían los Largos Muros y del temor que sobrecogía a los atenienses ante las posibles represalias que su conducta en la guerra podía acarrearles (II 2.3 y 4). Jenofonte se muestra proclive a destacar los valores individuales —aspecto capital en el conjunto de su obra con independencia del género— en el desarrollo de los hechos que coincide con una tendencia progresiva en la historiografía y pensamiento de la época. Es cierto que las Helénicas continúan en el mismo punto en el que Tucídides interrumpe su narración y la manera de comenzar presume incluso que el lector está al cabo de sus últimos capítulos. Sin embargo, Jenofonte debió de ser consciente de que no estaba siguiendo el método de quien tanto se preocupaba por el descubrimiento de la verdad y por las fuerzas que actúan en el devenir histórico. Nuestro autor, en este sentido, está más próximo a la mayoría de los historiadores del siglo IV, quienes se hallaban ya lejos de aquella ajkrivbeia. Su propuesta es ante todo moralizante y su intención primaria es la descripción de la virtud y la búsqueda del ideal humano — la expresión kalov" kajgaqov" jalona permanentemente su obra—, aun a costa de incumplir los cánones del relato histórico. Y es que la historiografía de corte político iniciada por Tucídides no puede considerarse que haya tenido muchos continuadores capaces de aplicar con acierto y rigor su método y de

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plantearse en profundidad las mismas cuestiones que motivaron sus escritos. Jenofonte, en verdad, está lejos del rigor de su predecesor: confiado en su capacidad de recuerdo y sin tener en cuenta la verdad exacta, escribe una suerte de memorias27 cuyo relato gira en torno a Agesilao como figura central, y paradigma del individuo, que domina la historia de las primeras décadas del siglo IV. Su centro de atención son, en definitiva, los valores morales de las ciudades y de sus líderes, y no tanto la lucha hegemónica o la descripción de los bandos contendientes, por lo cual no persigue un relato unificador. En este contexto, la crítica situación del Peloponeso resulta especialmente propicia para su intención postrera: así, la heroica intervención de Agesilao en la batalla de Mantinea es el punto final que deja la narración cerrada en sí misma 28; es la culminación de las lecciones que el hombre debe aprender y que se resumen en la supremacía divina y en los límites del ser humano. 2.1.2. Anábasis La tendencia a destacar la importancia de la actuación individual en el desarrollo de los hechos, se halla igualmente presente en la Anábasis. De manera análoga a las Helénicas, Jenofonte relata, con cierta distancia, los recuerdos personales de su participación en la expedición de Ciro el Joven, lo que confiere a la obra un espíritu marcadamente personal y, en consecuencia, un reconocido carácter apologético29. En ello, empero, no ha de entenderse un carácter tendencioso: su verosimilitud y sinceridad están hoy generalmente aceptadas. Debe excluirse, asimismo, un propósito exculpatorio o laudatorio, o el ideal de exaltación panhelénica sugerido por DILLERY30. Su relato, mediante la presentación de un ejército en marcha, que unifica la obra, es una rememoración orgullosa y sincera del protagonismo de su propio pasado31, como deja entrever en la curiosa descripción de un sueño —precisamente en el momento más dramático para el contingente, tras la batalla de Cunaxa y la traición de Tisafernes— que inspirará su dirección salvadora de la expedición (III 1.10-12): No cabe duda de que la presencia de un componente apologético puede comportar una desviación en el grado de objetividad que exige el mandato del historiador. Además, las lagunas de Jenofonte como historiador han sido detectadas por la crítica en la Anábasis: no resulta exhaustivo en la recogida de datos; margina voluntariamente hechos de primera importancia en favor de otros de menor relevancia objetiva; la perspectiva personal marca la narración de los acontecimientos; la improvisación, en definitiva, predomina por encima del examen crítico necesario. Pese a estas deficiencias, en la Anábasis late una verdadera intención histórica: Jenofonte cuenta los acontecimientos tal como sucedieron aunque se presente a sí mismo de manera favorable y, si bien, es a veces parcial en sus simpatías, no parece un expositor tendencioso de los hechos. Pero, sobre todo, muestra un talento singular como "reportero de guerra"32, más incluso que como historiador. Por ello se percibe una mayor capacidad para el relato de los hechos personalmente vividos que para el de las noticias recibidas de otros informadores. En este sentido, su estilo de pinceladas cortas transmite con gran eficacia las impresiones de momentos decisivos dotados de gran dramatismo, como en la llegada al mar del contingente tras la azarosa expedición (IV 7.21-25). Al mismo tiempo, en el curso de la narración presta una atención adecuada a los movimientos de tropas y a cuestiones de táctica y estrategia militar que revelan su conocimiento de la materia (cf. el relato de la batalla de Cunaxa, I 8.1 y ss.). No obstante, coincidiendo con los rasgos más notables de su quehacer literario, ya destacados en las Helénicas, es sobre todo en torno a los discursos y retratos de personajes donde su capacidad narrativa adquiere una mayor brillantez; — Los discursos33, de acuerdo con la práctica retórica habitual en la historiografía de la época, están dotados de notable dramatismo, si bien, como en Helénicas, mantienen una gran verosimilitud y adecuación al orador, como el discurso de Ciro a los expedicionarios griegos (I 7.34) que sirve para reflejar la admiración de Jenofonte por Ciro el Joven que pudo servirle incluso de modelo paradigmático para el personaje de Ciro el Viejo en la Ciropedia (cf. VII 2). — En los retratos describe con trazos precisos el talante de los protagonistas de la historia más allá de una simple obra de circunstancias y propósito apologético: por ejemplo, los de Ciro (I 9-10) y Clearco (II 6.1-15), estilísticamente independientes; o en los de Próxeno y Menón (II 6.16-29), escritos en un hábil estilo de reminiscencia isocrática, en los que combina paralelismos y antítesis para contraponer las virtudes de Próxeno (16-20) a la ambición y maldad de Menón (21-29) que,

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recordando a Heródoto, se resumen en la suerte dispar que en su muerte correspondió a cada uno. En ambos casos subyace, de nuevo, su interés por las cualidades morales humanas. En este sentido, HIRSCH34, propone una interesante interpretación del conjunto de la obra como un análisis de la antítesis verdad/falsedad a través de la cual el autor valora las negativas consecuencias que para el bienestar del individuo y el equilibrio del orden social y político comporta la falsa conducta (personificada en la figura de Tisafernes). De acuerdo con su espíritu moralizante de raigambre socrática, constante en su producción literaria, el centro de la obra no se halla tanto en el contexto histórico persa como en los asuntos humanos de los protagonistas que, independientemente de su origen y condición, adquieren un valor paradigmático de aplicación universal35. Por otro lado, la obra ofrece importantes novedades desde la perspectiva literaria. Así, de acuerdo con MOMIGLIANO36, Jenofonte estaría experimentando una nueva forma de género literario: la autobiografía. Sin duda, él era consciente de que era apropiado presentar los dichos notables —ajgastovn— en una obra de historia —en la que, siguiendo el Proemio de Heródoto, caben los hechos ajxiovloga—, tal como el mismo Jenofonte señala en las Helénicas (II 3.56) a modo de "manifiesto literario", cuando relata la detención y muerte de Terámenes. En este contexto recupera la literatura de viajes y de repertorios geográficos (Periplos y Periégesis) de la prosa temprana jonia en la presentación de lugares, pueblos y costumbres, escritos que, al parecer, habrían tenido un carácter autobiográfico del que la Anábasis podría ser heredera y, al mismo tiempo, llegó a ser modelo de una nueva forma del género literario. Ciertamente, se ha postulado la existencia como precedente más inmediato de una Anábasis de Soféneto de Estínfalo, general de la expedición, a la que hace referencia Esteban de Bizancio37, aunque las dudas sobre su autenticidad llevaron ya a JACOBY38 a hablar de una falsificación tardía que trataría de establecer una estrecha relación entre ambas obras a través de la autoría de un personaje destacado del relato. La obra tiene también un indudable regusto herodoteo en sus evocaciones etnográficas y geográficas; asimismo, en lo relativo a la narración de campañas militares de ejércitos en marcha pudo seguir la pauta de los Persiká de Ctesias —a quien menciona en I 8.26 si bien como médico de Parisátide y no como escritor— o incluso al propio Tucídides. Sin embargo, una vez más, predomina la experiencia personal del autor, la narración de lo vivido y la autopsía (como puede apreciarse en las descripciones de costumbres y lugares de pueblos exóticos y poco conocidos o en sus finas observaciones psicológicas sobre la tropa). En este sentido, NICKEL39 sugiere la utilización por parte de Jenofonte de las notas de su propio diario de viaje, además de la consulta de actas oficiales y listados de tropa; cabe suponer igualmente la consulta de mapas y documentos persas, como se desprende, por ejemplo, del uso permanente de las parasangas como sistema de medida de distancias —aunque este último dato pudiera reflejar simplemente un intento de dotar al relato de una más estrecha adecuación a la realidad. Ciertamente, cada género histórico tiene unas pautas y normas que, al mismo tiempo, resultan flexibles para el escritor. Así la memoria autobiográfica permite conjugar un acercamiento subjetivo y una visión personal de lo narrado, en un tono apologético, con la fidelidad a la veracidad histórica. Para mantener este equilibrio Jenofonte escribe en tercera persona (recurso habitual en los relatos históricos para dotar a la obra de una mayor objetividad y distanciamiento). En apariencia también utiliza el artificio de la seudonimia al atribuir su libro a un autor ficticio, Temistógenes de Siracusa (noticia recogida por Plutarco en Mor. 345e, a partir de la propia referencia de Jenofonte al siracusano en Hel. III 1.2, como autor de una obra similar). El resultado final es, en definitiva, una singular dramatización histórica que hace de esta narración, escrita a cierta distancia de los hechos, un admirable reportaje de indiscutible valor histórico y literario. En consecuencia, la Anábasis terminó por convertirse en un modelo tanto por su carácter autobiográfico como por su indudable habilidad en difuminar este aspecto bajo la narración de los acontecimientos. Empezando por César, el género de las memorias autobiográficas en épocas posteriores le debe mucho a ese doble acercamiento, en parte contradictorio, hábilmente resuelto por nuestro historiador.

2.1.3. Agesilao

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La exploración de nuevas formas literarias a partir de material de carácter histórico, con una presencia ya indiscutible del elemento biográfico, alcanza su máxima expresión en el Agesilao. El hecho de que Jenofonte escribiera en dos ocasiones sobre la figura del estratego lacedemonio muestra con nitidez su perfecto conocimiento de las formas literarias que se ve reflejado en la distinción que se establece entre la narración histórica de las Helénicas y el relato encomiástico de este opúsculo en torno al mismo protagonista de la historia, y, probablemente, sobre la misma base documental40. El encomio le permite remodelar la historia prescindiendo de aquellos hechos que pudieran ensombrecer el elogio o que resultaran inconvenientes (silencia actuaciones de Agesilao que en Helénicas aparecen relatadas con un cariz negativo), embelleciendo a sus protagonistas con recursos retóricos y de ficción que, lógicamente, no podían estar presentes en la historiográfica. Ciertamente, Jenofonte concibe esta obra como un e[paino", es decir, como una apreciación de las virtudes y de la gloria del difunto rey. Así, frente a las opiniones que postulan una intención panhelénica o antibárbara en la obra, HIRSCH41 subraya su carácter apologético de contenido filosófico, no propagandístico, en la idea de presentar a Agesilao como paradigma ético para quienes se esfuercen en la búsqueda del renombre y la nobleza verdaderos (cf 10, 2). No cabe duda de que Jenofonte dirige hacia el ámbito de la prosa el elogio tradicional de los muertos de raigambre netamente poética. Suele postularse42, por ello, que los antecedentes más antiguos del encomio podrían encontrarse en los epitafios y epinicios. De hecho, el propio Isócrates —autor capital, probablemente, en el proceso de formalización del encomio en prosa— manifiesta ser consciente de estar imitando el arte del encomio pindárico (cf. Antídosis 166), de acuerdo con uno de los rasgos más representativos de la escritura del siglo IV: la interacción entre los nuevos principios ideológicos y las viejas formas literarias orientados de manera predominante hacia el ámbito de la prosa. A este proceso de conformación literaria, que subyace en el encomio, habrían contribuido las principales corrientes intelectuales del momento. Aunque con una clara orientación pedagógica y como un planteamiento de ficción, se ha venido atribuyendo un papel relevante a la influencia de la tradición socrática en la génesis de los escritos de contenido biográfico43, influencia que podría hallarse presente ya en el Ciro de Antístenes o en las Filípicas de Teopompo. Pero, ante la imposibilidad de corroborarlo en textos desaparecidos, y no pareciendo prudente construir una hipótesis sobre argumentos ex silentio, hay que inclinarse a pensar que más decisiva debió resultar, con seguridad, la contribución de las tendencias generales en elocuencia retórica y forense a la técnica de los relatos biográficos y autobiográficos. Dentro de esta corriente sería Isócrates quien iba a realizar en su Evágoras el primer intento de establecer la forma prosaica del encomio: aunque en sentido estricto no se trata de una biografía desde el nacimiento hasta la muerte del personaje, el encomio anticipa ya su organización en orden cronológico. El Agesilao responde por su contenido, en principio, a las convenciones básicas del género encomiástico. Sin embargo, un análisis de la estructura del opúsculo deja traslucir significativas diferencias con el Evágoras que revelan su grado de originalidad a partir de diferentes modelos literarios y que dan como resultado una mayor definición estructural del género. En efecto, coincidimos con HIGGINS44 en destacar la resolución de la difícil conjunción del elogio estático y del relato cronológico mediante una exposición diferenciada en dos niveles: el cronológico temporal y el atemporal o emblemático. A tal efecto, Jenofonte divide el encomio en dos partes perfectamente estructuradas y con unidad interna: en la primera (capítulos 1-2), siguiendo el orden cronológico inspirado en el Evágoras de Isócrates, se relatan los hechos más notables de la vida del personaje, si bien, como señala MOMIGLIANO45, de una manera mucho más cercana a la realidad que en las formas que más tarde derivaron en un género biográfico convencional; en la segunda (3-9), prescindiendo ya de criterios cronológicos, realiza una exposición detallada de las virtudes del protagonista. Muy probablemente se sigue un esquema literario que se remontaría a los preceptos estilísticos de Gorgias y que habría sido adoptado por otros escritores socráticos46 (sin ir más lejos, una disposición similar aparece en Memorables). Esta dicotomía entre el examen cronológico de los acontecimientos y el análisis de las cualidades del individuo resultó ser un medio para resolver uno de los problemas más acusados a los que se enfrentaba el nuevo biógrafo: cómo definir el carácter del personaje sin sacrificar, al servicio del elogio —a[xion e[painon—, la narración de los acontecimientos de la vida del individuo (dificultad que el autor reconoce en 1, 1). El encomio se cierra con un epílogo (cap. 10) y un sumario (11) por medio de los cuales resulta factible establecer nuevas conexiones con modelos literarios precedentes. Ciertamente, aunque es un recurso ya utilizado por Isócrates en Antídosis, todo parece indicar que la influencia de Gorgias se encuentra de nuevo presente. El epílogo, como recurso para resumir las cuestiones

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tratadas, es, según la tradición, un recurso literario introducido en la oratoria temprana por el siracusano Córax, de cuya escuela procedía el mismo Gorgias quien, finalmente, le habría dotado de su forma literaria definitiva, como puede verse en el Palamedes o en algunos fragmentos de su Epitafio. En cualquier caso, no es nuestra intención, en este punto, negar la más que probable influencia de Isócrates sobre el Agesilao. Sí tratamos de evitar cierta proclividad a reducir la labor literaria de Jenofonte a una simple dependencia de género. En este sentido, como apunta MOMIGLIANO47, Jenofonte ya habría mostrado su inclinación a esbozar caracteres individuales con anterioridad al Evágoras, como en los bosquejos de sus contemporáneos en las Helénicas y, sobre todo, en la Anábasis, retratos que, si bien no son encomia literarios en sentido estricto, ofrecen tipificaciones de individuos. En el Agesilao se perfila con mayor nitidez la estructura literaria del encomio al tiempo que se podrían estar sentando las bases primigenias del género biográfico, y de ahí su importante resonancia en la literatura greco-latina posterior, que, en cualquiera de las dos vertientes, mostraría las huellas de nuestro polígrafo historiador. Jenofonte, en definitiva, aunque en las obras de temática histórica se desvía de la línea historiográfica de corte político-militar trazada por Tucídides, la cual, apenas retomada en las Helénicas, parece renunciar a proseguir, tiene un protagonismo indudable en el proceso de especialización de la prosa de contenido histórico mediante la configuración de nuevos géneros literarios que recogen el material excluido de la narración histórica convencional y que tienen como punto en común más relevante su atención al análisis de las actuaciones individuales y conductas morales de los protagonistas: la memoria autobiográfica (Anábasis) y el encomio biográfico (Agesilao). 2. 2. ESCRITOS DE CONTENIDO DIDÁCTICO El segundo grupo de obras resulta, sin duda, la serie más heterogénea. Sin ánimo de establecer generalizaciones erróneas, parece útil para nuestra exposición establecer una línea de estudio en torno al contenido didáctico que subyace en todos ellos, actividad por la que además Jenofonte sentía una especial predilección. Nuestro autor comparte el afán pedagógico de buena parte de su generación y la atención a temas de contenido político que están en la base de su formación intelectual de marcado carácter socrático. La plasmación de estas ideas, empero, se va a llevar a cabo de manera más sistemática en tratados especializados, lo cual es, sin duda, un testimonio más de su destacada aportación al proceso de diferenciación de nuevas formas literarias. 2.2.1. Hierón y Constitución de los Lacedemonios. Se ha señalado, en ocasiones, como desviaciones de la historia política de Tucídides el hecho de que Jenofonte no preste excesiva atención en las Helénicas a las formas de vida constitucional y cívica, hasta el punto de sugerir, incluso, cierta incompetencia intelectual por parte del autor. Es evidente el error de tal apreciación al no tener en cuenta que ello respondería en gran medida al deseo de tratar estas cuestiones, de manera pormenorizada, en monografías especializadas de las que son, sin duda, una buena muestra sus opúsculos Hierón y Constitución de los Lacedemonios. 2.2.1.1. Así, en el Hierón se lleva a cabo una reflexión política sobre las nuevas formas de tiranía 48, régimen político que, en las primeras décadas del siglo IV, estaba alcanzando especial relevancia ante el inexorable declive de la polis como forma de gobierno, al tiempo que se anticipa el triunfo de la idea monárquica de época helenística. El propio autor expone en Memorables (cf. el diálogo entre Sócrates y Aristarco en II 7.1 y ss.) y en el Económico (como en las reflexiones de Iscómaco sobre las leyes de Dracón y Solón en 14, 4 y 6) las ideas socráticas sobre el tirano, figura que está igualmente presente en la República de Platón (IX) y en el Sobre la paz y el Nicocles de Isócrates. El párrafo final de este opúsculo (11, 15) resume el modelo de comportamiento del "príncipe", al que un interlocutor —frente a la Ciropedia, en la que es el propio protagonista el modelo paradigmático— da consejos prácticos sobre el modelo de comportamiento, con la idea de la eujdaimoniva como meta última.

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Desde un punto de vista literario, resulta bastante verosímil la tesis enunciada por NICKEL49 de que la obra se remonta a una tradición "novelística" preexistente sobre la relación entre Hierón, tirano de Siracusa (478-467 a. C.) y el poeta Simónides y que ofrece un gran paralelismo con el conocido episodio de Heródoto (I 26-33) entre Solón y Creso. La forma es ciertamente similar, como también lo es la utilización de la ficción literaria al servicio de la teorización de unas ideas que, en gran medida, se articulan en la confrontación de opiniones entre el poeta sabio y el gobernante en la plenitud de su poder. Sin embargo, coincidimos con la propuesta de AALDERS50 de pensar también, al menos como marco estructural, en un diálogo de tipo socrático que, por otra parte, está presente en otras obras del autor, dado que, además, la problemática sobre el mejor modo de vida había sido objeto de particular atención en los círculos socráticos (así, en 1, 7-8, aparece la dialéctica socrática entre el ideal de vida pública —turanniko;" bivo"— y el ideal de vida privada —ijdiwtiko;" bivo"—). Destacamos, finalmente, que esta idealización literaria sobre la mejor forma de gobierno, estructurada en torno a las visiones contrapuestas de dos personajes, disfrutó de una importante aceptación en la Segunda Sofística de los siglos I y II d. C., sobre todo Dión de Prusa y Arriano, lo que muestra, bien a las claras, su innovadora configuración. 2.2.1.2. En la Constitución de los Lacedemonios Jenofonte expone sin ambages, ya desde el primer párrafo (1, 1), el sentido de su escrito en alabanza del régimen político de Esparta 51. Se ha venido considerando que la obra sigue las pautas ideológicas de círculos filolaconios —se atribuyen composiciones con un título similar a Critias, que habría sido utilizada por Platón en Leyes, y la espartiata Tribón52— que teorizaban sobre la constitución espartana como ideal político, si bien, como puntualiza MOMIGLIANO53, conviene también recordar que los escritores socráticos fueron proclives a idealizar el modo de vida espartano. En todo caso, teniendo en cuenta que, tras su exilio de Atenas, Jenofonte fue acogido en Esparta, además de la ya comentada relación estrecha que mantuvo con Agesilao, las motivaciones para escribir un tratado de este tenor, en tono de alabanza, parecen más que obvias. A pesar de los escasos testimonios conservados y de los datos contradictorios sobre la génesis de esta forma literaria, podemos pensar en los sofistas, al menos en un plano teórico, como pioneros en el interés por el estudio de las formas de vida cívica: en esta línea parecen encontrarse los fragmentos conservados de Critias (Politeîai DK 86 B 6-9 y 31-38), Trasímaco (Perì politeîas DK 85 B 1) y Protágoras (Antilogías DK 80 B 5). Su influencia pudo ser determinante en el desarrollo del género de las politeiai, formas literarias que, al calor de la crisis política ateniense durante los años de la Guerra del Peloponeso, fueron muy populares a finales del siglo V y principios del IV. Parece, no obstante, que los primeros ejemplos fueron simplemente argumentativos y especulativos, y que pretendían destacar la originalidad del escritor y subrayar rasgos poco usuales de la vida cívica de una ciudad, real o imaginaria. Asimismo, aunque en algunos aspectos puedan tener cierta relación con tratados panfletarios —de ahí, probablemente, la adscripción a Jenofonte de la Constitución de los atenienses del "Viejo Oligarca"—, las politeiai ofrecerían mayor calado artístico que dichos escritos y, por ende, una mayor influencia en géneros posteriores. El opúsculo de Jenofonte presentaría, pues, concomitancias con dichas politeiai (término que, no obstante, aparece citado en una sola ocasión en 15, 1) y mantendría el carácter de especulación idealizante, por ejemplo en sus consideraciones sobre el sistema de Licurgo en las que irrumpen sus comentarios sobre la degradación del sistema (especialmente, el capítulo 14). Sin embargo, será finalmente Aristóteles quien transforme las politeiai en una forma más descriptiva y analítica: así, su Constitución de los atenienses, ofrece ya con carácter científico un recorrido histórico sobre el desarrollo y funcionamiento de la norma del estado. Los testimonios anteriores, en suma, parecen haber resultado especulaciones sobre el ideal político en el marco general de la prosa más que disquisiciones de tipo práctico sobre el sistema existente.

2.2.2. Ingresos En relación con el interés del autor por cuestiones de la vida política podría situarse también su escrito sobre los Ingresos públicos, obra que ocupa un lugar destacado y pionero en la historia del pensamiento económico. Podemos ver, con HIGGINS54, las huellas del pensamiento socrático en su preocupación por la economía como parte importante de la educación individual, como es

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también notorio en el Económico, que trataremos más adelante. Al margen de matizaciones como las de GAUTHIER55 sobre si el sentido de la obra se inscribe más en el ámbito de la economía fiscal que en el de la política —conceptos que se antojan dífíciles de discernir en este tratado—, lo cierto es que la originalidad de Jenofonte radica en la incorporación del ideario socrático al pensamiento económico de la época. En líneas generales el programa socrático se basa en la recomendación de una autarquía económica, que comportaría la mejora de las finanzas, y de una austeridad y moderación de los excesos de gasto. En todo caso, es evidente la sintonía de este pensamiento con el espíritu de la época manifiesto en las propuestas "pacifistas" de Eubulo y, sobre todo, en el discurso Sobre la paz de Isócrates, las cuales surgían de la preocupación pública por la asfixia de las arcas del estado 56. 2.2.3. Téchnai Dentro de este grupo se incluyen obras especializadas que, por su tipología, se encuadran dentro de la tradición literaria científico-técnica, cuyo origen, evolución y rasgos diferenciales han sido estudiados por THESLEFF57. Este tipo de tratados tendrían su punto de partida en la primigenia prosa jonia, en la que predominaría el llamado "estilo de tratado", y a la que la oratoria temprana habría aportado su colorido estilístico, en tanto la prosa arcaica de instrucción técnica habría sistematizado su exactitud y abstracción en la expresión. El "estilo científico" resultante se habría desarrollado en la prosa ática a partir de Tucídides y, sobre todo, en el contexto literario de las primeras décadas del siglo IV, cuando las necesidades de un conocimiento especializado favorecieron el desarrollo de tratados científico-técnicos58. 2.2.3.1. Jenofonte, que ya habría experimentado sobre temas de agricultura en el Económico —los capítulos XV-XIX constituyen una suerte de "georgiké téchne"—, configura como obras técnicas, tevcnai, con aplicación de este "estilo científico", el Hipárquico y Sobre la equitación, ámbito en el que poseía notable competencia y que le resultaba particularmente familiar —ese conocimiento especializado que atesora, así como la vocación didáctica de transmitir sus conocimientos prácticos a jóvenes inexpertos, anima a Jenofonte al comienzo de Sobre la equitación (1, 1). Es evidente que existía ya una tradición anterior sobre "hippiké téchne": el propio autor en Sobre la equitación (1, 1 y 3; 11, 6) hace mención expresa a una obra homónima de Simón de Atenas59 y reconoce su influencia. Sin embargo, además de la contribución de su amplia experiencia personal en el ámbito práctico, Jenofonte aporta, en el plano teórico, su habitual orientación didáctica (para ello utiliza el recurso estilístico de dirigirse a una segunda persona) y una terminada aplicación del "estilo científico". Asimismo, el hecho de que, conscientemente, distribuya sus vastos conocimientos hípicos en dos tratados diferenciados, cuyos contenidos se complementan, es bien demostrativo de hasta qué punto era consciente de la especialización que requerían este tipo de escritos y de la necesidad del cauce literario adecuado: así, mientras en el Hipárquico trata de los deberes propios del jefe de caballería, en Sobre la equitación se centra en aspectos técnicos relacionados con el arte de la equitación. Este último es, con seguridad, el testimonio conservado de estructura más acabada de tratado técnico: cuenta con una introducción (1, 1) y conclusión (12, 14), además de "referencias bibliográficas" —a Simón de Atenas (1, 1) y al Hipárquico (12, 14)—, pasando por una bien documentada exposición, perfectamente hilvanada, de los diversos aspectos de la materia; y todo ello articulado en torno a un objetivo constante en sus textos, el ideal socrático de conseguir una mayor excelencia del individuo (11, 8). 2.2.3.2. Más problemática resulta la autoría del Cinegético, con el valor educativo del arte de la caza por tema, a pesar de su adscripción a Jenofonte ya desde la Antigüedad por Demetrio de Magnesia y Plutarco. En general, una mayoría de estudiosos habían venido rechazando su autoría 60, y en otros casos se ha puesto en tela de juicio la autenticidad, al menos, de su capítulo primero, un proemio que, además de estar escrito en un estilo muy diferente al resto del tratado, manifiesta un retoricismo que contrasta con el resto de su producción literaria61. Sin embargo, de acuerdo con el metódico análisis e interesantes conclusiones de GRAY62, estas dudas quedarían atenuadas si se acude a una comparación con la estructura de escritos de tipo parenético como el Nicocles de Isócrates, autor cuya influencia ya se ha detectado en el Agesilao. Así los estilos presentes en cada sección —prefacio (1), explicaciones técnicas (2-11) y epílogo (12-13)— se adecuan en cada momento a su contenido. Las coincidencias estilísticas permitirían, al menos,

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datarlo en el siglo IV, por lo que, además de por el testimonio de una tradición versada en el empleo de sus textos, la autoría de Jenofonte podría aceptarse desde un punto de vista cronológico. En definitiva, dado que Jenofonte fue un escritor que manejó diferentes estilos en su producción y que supo observar con propiedad sus principios, no hay motivos de mayor calado para dudar de que fuera capaz de ponerlos en práctica en este opúsculo, en relación con un tema del que, sin duda, disponía de experiencia. Nos enfrentamos, por tanto, ante un nuevo testimonio de especialización literaria y de desarrollo de un tema de carácter práctico en el ámbito de la prosa técnica —con la que presenta claras concomitancias—, que permitiría aceptar su autoría o, dicho en otros términos, no se encontrarían suficientes argumentos para negar la autoría atribuida por la tradición. A ello podemos añadir otros datos que han venido resultando clarificadores, como su orientación didáctica de corte socrático en la formación del hombre de bien a través de una educación adecuada —paivdeusi" kalhv— (cf. 12, 13-14). 2.2.4. Ciropedia Finalmente, dentro del conjunto de obras de contenido didáctico, se incluye a la Ciropedia, probablemente, la obra más sugerente de su producción y que, junto a la Anábasis, dejó una mayor impronta en la tradición clásica. Sin embargo, desde el punto de vista de su estructura literaria su clasificación no resulta una tarea sencilla: contiene, al mismo tiempo, elementos del cuento popular, de la biografía y de una novela en estado todavía embrionario que coexisten con la narración política y militar de Ctesias y, hasta cierto punto, también con el relato de resonancias herodoteas. Por otra parte, puede sorprender que las ideas del autor sobre educación personal, caza, equitación, política, y arte militar, que expresa de forma individualizada en tratados especializados, aparezcan aquí en una suerte de summa asistemática. Mas, si atendemos a su técnica narrativa, Jenofonte, como en otras obras, puede operar con material que está presente en otros escritos para adaptarlo a un propósito temático diferente con una formulación literaria original. Así, como destaca DUE63, la obra se articula en torno a unos elementos básicos en su morfología: — En el proemio (I 1.1-6) se establece el eje de su investigación en torno a la interrelación entre los sistemas políticos y las cualidades de los individuos necesarias para regirlos con acierto. Sin embargo, frente a otros testimonios más próximos al contexto biográfico, no se procede a realizar una exposición detallada de la cronología del soberano en sus hitos más destacados sino que se concentra en períodos concretos de su vida que le parecen más ilustrativos y ejemplificadores. — Los episodios de la narración están perfectamente entrelazados, y las interrupciones y retardaciones que rompen su linealidad han de entenderse como recursos literarios encaminados a conseguir un clímax que incremente el impacto de la personalidad del héroe sobre el destinatario de la obra. A tal fin contribuyen los 43 discursos, generalmente en boca de Ciro, que mantienen el suspense argumental, discursos que vuelven a constituir un elemento destacado en la estructura literaria de la prosa jenofontea; por ejemplo, en el discurso de Cambises dirigido a los ancianos y altos dignatarios persas y al propio Ciro (VIII 5.23 y 24). En otros casos, una temática similar puede desarrollarse mediante diálogos que acrecientan el dinamismo de la narración. A la variedad del relato contribuyen igualmente los episodios de tipo novelesco que se intercalan entre pasajes bélicos, como el paidikou' lovgou de "el enamorado de Ciro" (I 4.27-28), que tiene lugar durante la primera campaña en la que Ciro participó junto a su abuelo Astiages. No obstante, la importancia de dichos episodios radica, como acertadamente apunta STADTER64, en su funcionalidad para la composición narrativa en una suerte de técnica de "segmentación" de la estructura principal mediante la inserción intercalada de episodios menores de tipo novelesco. Así, por ejemplo, el episodio de Abradatas y Pantea, uno de los relatos más notables de la obra, se reparte en "segmentos" a lo largo de los libros IV y VII con la siguiente disposición: PRÓLOGO (IV 6.11): Ciro es obsequiado con "la más hermosa mujer de Asia". ACTO I (V 1.2-18): "el poder del amor", o la continencia de Ciro frente a la pasión de Araspas por Pantea. ACTO IIa (VI 1.33-44): para proteger a la cautiva, Ciro envía a Araspas a espiar a Creso; Pantea ofrece a su marido Abradatas, príncipe de Susa, como aliado. ACTO IIb (VI 3.14-20): Araspas regresa de su misión.

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ACTO IIIa (VI 3.35-36): Abradatas ocupa la posición más peligrosa en la línea de batalla. ACTO IIIb (VI 4.2-11): despedida de Pantea y Abradatas. ACTO IVa (VII 1.29-32): batalla y muerte de Abradatas. ACTO IVb (VII 3.2-16): los amantes reunidos; Pantea se da muerte sobre el cuerpo de Abradatas. — En un epílogo65 (VIII 8), como en el capítulo final de la Const. de los Lacedemonios, ofrece un contraste entre el pasado esplendoroso y la decadencia actual persa que se enmarca dentro de su particular concepción paradigmática del devenir histórico. Por consiguiente, Jenofonte presenta una obra con una estructura bien determinada a partir de una ideas que nacen del contraste entre el planteamiento programático del proemio y del epílogo: presentación de la vida de un individuo desde el principio hasta el fin, dando prioridad a su educación y principios morales de su actitud política. Ello indujo a MOMIGLIANO66 a concluir que, desde un punto de vista formal, la Ciropedia puede considerarse como la biografía más acabada que se ha conservado en la literatura griega y la mayor contribución de Jenofonte a este género. Mas la obra no es una exposición verídica de la vida de una persona real sino una biografía idealizada como paradigma ético y pedagógico, idealización más palpable en las escenas de mayor calado didáctico y filosófico, lo que impide adscribirla, sin más, a este género. Jenofonte, en efecto, de modo similar a como Ctesias había procedido con anterioridad, se sirve de un argumento de temática oriental en el que la verdad histórica está subordinada a otros objetivos. En este sentido, STADTER67 destaca, con buen criterio, cómo Jenofonte no presenta en puridad un relato histórico de Ciro sino una ficción idealizada más próxima a los diálogos de Platón por su carácter utópico que a los relatos de Heródoto o Tucídides, atendiendo a los siguientes aspectos: un pasado imaginado confrontado con el presente; un tiempo de carácter biográfico; un espacio ficticio que no pertenece al mundo contemporáneo; unos personajes que no responden a una tradición histórica, de entre los cuales Ciro es el paradigma, la figura ideal, utópica, ejemplo de virtud y comportamiento humanos. El reino de Ciro constituye, en suma, una suerte de metáfora de un ideal intelectual, una utopía, que es destacada por la crítica más reciente 68. Ello empero, se puede suponer que una parte de la ficción jenofontea sea elaboración de una tradición preexistente rica en elementos ficticios sobre la figura de Ciro el Viejo. A este respecto, MOMIGLIANO69 sugiere que la existencia de antecedentes como el Ciro de Antístenes, del que no se ha conservado ningún fragmento, y el mismo Ctesias, explicarían que el autor no advirtiera a sus lectores del carácter ficticio de su relato: éste se sobrentendía y en este tipo de recreaciones literarias resultaba un aspecto secundario. HIRSCH70, por el contrario, cree que el hecho muy probable de que la figura de Ciro el Grande hubiera sido modelada sobre el retrato de Ciro el Joven en Anábasis sería consecuencia de la necesidad de recurrir a un modelo, a falta de una tradición que, seguramente, no existiría sobre una figura legendaria como la de Ciro. Bien es cierto, en definitiva, que, como apunta TATUM71, una educación ejemplar de un personaje individual no era algo nuevo para Jenofonte o para la literatura griega: la misma figura de Aquiles en la Ilíada homérica72 y, con mayor proximidad, la propia figura de Socrátes73 en la literatura socrática, de la que nuestro autor es testimonio primordial, avalan esta hipótesis. En todo caso, no es posible discernir cuánto hay de invención deliberada y cuánto de elaboración de una tradición ya bastante rica en elementos de ficción. Lo cierto es que en la obra, junto al componente de ficción coexiste una verdadero tono de veracidad histórica. Al igual que en los escritos de contenido histórico, en los que ya había demostrado su capacidad como escritor e historiador para la presentación de figuras ilustres y hombres de estado, Jenofonte trata de mostrarse como un historiador plausible y bien informado. A tal efecto pudo completar su información con la consulta de fuentes griegas74: ha sido unánimemente admitida la presencia de elementos comunes con Herodoto, aunque se aprecian importantes diferencias de tipo biográfico —entrevista de Ciro con Creso (VIII 2.9-29)— y con las Persiká de Ctesias, aunque la figura de Ciro tiene un carácter más filosófico en Jenofonte que el Ciro, soldado y conquistador, de Ctesias. Finalmente, no hay suficientes elementos de juicio para pronunciarse sobre su relación con el Ciro de Antístenes, si bien la coincidencia del título avalaría, al menos, una cierta proximidad75. Jenofonte pudo recurrir también a la experiencia personal puesta ya de relieve en la composición de otras obras: durante su participación en la expedición de los Diez Mil o en las campañas de Agesialo en Asia tuvo la oportunidad de obtener, mediante autopsía, datos fidedignos del Estado e instituciones persas, especialmente de su ejército, y conocer tradiciones orales persas. La carrera de Ciro como conquistador, fundador del imperio y legislador, así como su testamento político,

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tiene, probablemente, su punto de partida en tipos de narración iranios76 —así, los poemas Ferdousí, aunque con una datación muy posterior (siglos X-XI d. C.), por ejemplo, presentan importantes paralelismos formales con su descripción de la figura de Ciro, aunque no desde un punto de vista temático. En todo caso, consideramos, con DUE77, que, aunque la obra hubiera llegado a ser la culminación de un juego de composiciones a partir de distintas fuentes, el resultado es un retrato coherente en el que las características y virtudes del personaje son expuestas de manera lineal de principio a fin, por lo que no parece verosímil que pudiera existir una versión completa a la que, por ejemplo, la escena de la muerte de Ciro (VIII 7.26-28) —capital en su estructura y con la que la narración llega a su clímax dramático, al punto culminante en el retrato del protagonista— pudiera adherirse sin más. La combinación verdad-ficción que caracteriza al relato no puede, en absoluto, atribuirse, a una despreocupación respecto a la verdad histórica; por el contrario, la modificación de los datos de la vida de Ciro el Grande sólo puede entenderse por algo que el autor no desconoce: las posibilidades de utilización de un material dentro de las pautas de un género literario. Estamos pensando, en efecto, en el compromiso entre la historia y la novela histórica de la obra de Ctesias que bien pudo haber influido en la configuración "novelesca" de la Ciropedia, exploración literaria que explicaría la inserción de episodios de carácter novelesco como un elemento básico de su estructura narrativa y que la sitúa como puente entre el relato histórico clásico y la definición de nuevos géneros que anticipan ya los de época helenística. La gran novedad introducida por Jenofonte es la perspectiva didáctica que predomina en la obra y que traspasa las fronteras de cualquier género tradicional en la medida en que contiene al mismo tiempo, material histórico y biográfico. Pero, como subraya TATUM78, no es ni historia ni biografía sino una obra didáctica que versa sobre temas de educación, valores morales, ciencia militar y administración política, por lo que la denominación que más se le ajusta es la comúnmente aceptada de novela educativa o pedagógica en la que la idealización biográfica trata de comunicar un paradigma ético y pedagógico, un mensaje de contenido filosófico, que para TATUM79 pasaría por la búsqueda del líder ideal, consecuencia de su decepción ante el curso de la historia, decepción que contrasta con la ficción imperial que encarna la figura de Ciro. A esta visión de orientación política, el análisis de DUE80 añade también la preocupación por los problemas individuales, por el bienestar del ser humano, por la búsqueda del mejor hombre —kalo;" kajgaqov"—, y, si bien se da relevancia a la influencia del entorno histórico, ésta se inscribe dentro de una firme creencia, de resonancia socrática, en la importancia de la educación (paideia) y de la fuerza moral (ethos), porque su utopía trasciende a cualquier frontera real. Ciertamente, las nuevas tendencias en filosofía y retórica, como puede verse en la obra de Platón e Isócrates, pusieron mayor énfasis en la importancia de la educación individual y en el correcto desempeño de las funciones. Al servicio de esta idea, la biografía adquirió un nuevo significado cuando, por influencia del pensamiento socrático que había coincidido con la retórica en fomentar la introducción de la ficción en la biografía, se trasladó a una posición ambigua entre la verdad y la ficción. Esta ambigüedad es conscientemente escogida por Jenofonte para presentar la figura de Ciro con el mismo sentido que es considerada la figura de Sócrates en una parte de su obra, si bien desde una óptica literaria diferente. En definitiva, la línea fronteriza entre ficción y realidad no está tan sutilmente delimitada en los bosquejos biográficos como en la historiografía, separación a la que habría contribuido la obra de Tucídides. Pero lo que los lectores podían esperar de la atención a lo biográfico era distinto de lo que cabía esperar de la historia política: información acerca de la educación y carácter de sus héroes. En consecuencia, se recurre a la fantasía, a la idealización utópica, a la biografía romántica —Bildungsroman—, que en la Ciropedia responde al propósito educativo y moralizante del autor. 2.3. ESCRITOS DE CONTENIDO FILOSÓFICO: lov g oi Swkratikoiv El Jenofonte, a quien Diógenes Laercio incluyó entre los filósofos, nos legó una serie de escritos cuyo carácter filosófico radica básicamente en el protagonismo de la figura de Sócrates. La trayectoria personal, hasta su condena, y la actividad intelectual de un personaje fundamental, las cuales, empero, apenas habían sido objeto de atención en otras obras, están, por el contrario, ampliamente tratadas en un tipo de narración diferente, de acuerdo con la ya comentada tendencia a la especialización de su obras, y el espíritu socrático, cuya influencia en la búsqueda del paradigma individual y en la vocación pedagógica ya se han constatado, es ahora, sin ambages, el centro de su exposición. Decimos, en efecto, espíritu o influencia socrática porque, si bien manifiesta en Anábasis III 1.5 haber tenido relación personal con él, no debe inferirse que llegara a

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formar parte del círculo de discípulos más cercano. La redacción más bien posterior de su obra socrática (unos 60 años después de la muerte de Sócrates) y, sobre todo, su distinto enfoque temático en relación con otros testimonios del mismo tenor, abundarían en esta consideración. En todo caso, no debe insistirse en la supremacía epistemológica de Platón81 o en una hipotética mayor veracidad histórica del Sócrates jenofonteo82 porque hay una clara diferencia formal en las intenciones de ambos83: así, mientras que Platón muestra al pensador y desarrolla la teoría de las Ideas, Jenofonte suele subordina al filósofo en favor del ciudadano que refuta sus calumnias y que es, ante todo, un paradigma ejemplar y moral. Sí nos parece interesante colacionar a ambos en el sentido de que ofrecen perspectivas e informaciones complementarias para un mejor conocimiento de un personaje fundamental y que, por otra parte, no hay razones de peso para postular mayor veracidad histórica en ninguna de ellas. En este sentido, del mismo modo que existe coincidencia en señalar que el Sócrates que aparece en Jenofonte no es real, otro tanto puede decirse del de Platón, quien puede presentar una interpretación a la luz de su propia concepción filosófica más que un retrato histórico con recopilación de conversaciones "reales"84. Ciertamente, Sócratres no dejó testimonio escrito y todo lo que sabemos de su persona y pensamiento nos ha llegado por transmisión indirecta de sus discípulos. Éstos, que aparte de algún fragmento de Esquines de Ésfeto y del Sócrates aristofánico, se reducen a Platón, Jenofonte y Aristóteles, no parecen responder, a la luz de sus contradicciones, a hechos reales y la intención histórica se manifiesta de manera secundaria. Sin duda, la falta de un legado escrito del pensador favoreció la aparición de una literatura, a menudo dialogada, en la que cada autor plasmaba su propia interpretación según sus necesidades argumentales. Esta tradición sobre la figura de Sócrates se remonta al tipo del lovgo " Swkratikov", en el que BREITENBACH85 incluye a nuestro autor: un subgénero literario en prosa, en parte retrato literario en parte descripción verídica, en el que habrían confluido la tradición filosófica jonia, que deja su impronta en la prosa ática del siglo V, el método dialéctico de los sofistas y temas de la sabiduría popular tradicional (recordemos también la importancia de las gnwvmai en el desarrollo de la prosa artística). En el lovgo" Swkratikov" predomina, en efecto, la ficción sobre la historia sin que pueda trazarse una línea divisoria entre ambas. Dicho objetivo, empero, no reviste un interés prioritario desde la perspectiva del género, en la medida en que, como ya hemos observado, este rasgo formal puede inscribirse dentro de los experimentos socráticos sobre biografía que se trasladaron, precisamente, a esa zona entre la verdad y la ficción y se encaminaron a captar la potencialidad de las vidas individuales por encima de la realidad. En consecuencia, el Sócrates que se nos dibuja no es tanto el personaje real como su modelo de pensamiento y de conducta individual86. Esta tradición literaria perdida, obras de objeto ejemplarizante desde la perspectiva educativa de la paideia socrática, pudo ser decisiva en los escritos de Jenofonte 87. Vuelve a surgir la sombra de Antístenes y su ideario ascético en la concepción ética de Jenofonte, aunque cabe suponer, sin más, su simpatía personal hacia ese ideal intelectual de vida sobria. En todo caso, hay que atribuir, al menos una parte, a esa originalidad que está presente en todas las obras de nuestro autor, bien a través de la elección del relato más adecuado a su particular concepción de la figura de Sócrates, bien a través de recuerdos de juventud y anotaciones personales de su relación con el maestro. Nos interesa constatar, ante todo, que su obra, en las distintas modalidades literarias que pasamos a analizar de inmediato, posee un destacado papel para la historia del género socrático, en la medida en que muestran un interés por dar a la posteridad un testimonio subjetivo de una figura clave.

2.3.1. Económico De todas las obras socráticas de Jenofonte es quizás la más peculiar desde un punto de vista formal, en la medida en que contiene, a un tiempo, rasgos concomitantes con la prosa técnica propia de algunos de sus Opuscula. No obstante, como se puede apreciar ya en los Ingresos, la preocupación por temas de carácter económico están bien presentes en los testimonios de la época (en Isócrates, especialmente en su Sobre la Paz; en los discursos políticos de Demóstenes), así como en la tradición socrática que subyace en los Ingresos y que, en este caso, aparece de forma explícita en un reconocido diálogo entre Sócrates e Iscómaco (cf. 7 y ss.). Todos ellos responden, sin duda, a un estado de preocupación ante la gravedad de la crisis económica en la que, entre otras razones, el permanente estado de guerra subsiguiente a la Guerra del Peloponeso había sumido a las poleis griegas.

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No parece, desde luego, que Jenofonte fuera el primer autor en ocuparse de estas cuestiones en el marco de la literatura socrática. Sin desechar por completo la hipótesis de ROSCALLA88, quien, basándose en el testimonio de Diógenes Laercio (VI 15), señala a Antístenes como antecedente directo, o el testimonio de Platón (Prot. 318e) referido a Protágoras en un sentido semejante, puede conjeturarse, como señala THESLEFF89, que Jenofonte tuviera un papel destacado a la hora de sistematizar dicha temática en prosa, especialmente en relación con dos temas básicos en el pensamiento económico del momento: la gewrgiva y la crhmatistikhv. Así, la parte dedicada al primer tema (capítulos XVI-XIX) suele considerarse entre los críticos como un modelo de tratado independiente insertado en el conjunto del diálogo socrático. La originalidad de Jenofonte radica en establecer una relación entre el tema económico y la figura de Sócrates, al que parece utilizar como intermediario para la expresión de sus propias ideas: sorprende, en verdad, encontrar a Sócrates mostrando interés por la faceta técnica de la agricultura. Recurre a tal efecto al método dialéctico90 habitual en este grupo de escritos: el diálogo entre Iscómaco, portavoz ocasional de Jenofonte, y Sócrates domina la obra y dibuja el mismo ideal de hombría de bien (kalokajgaqiva) y de asociación de virtudes91 expuesto en el Cinegético. El ideario socrático de Jenofonte se resume en que el trabajo, y en especial la agricultura, constituye un medio adecuado de paideiva y de fomento de las mejores virtudes innatas del individuo; su correcto desempeño, fomenta la emulación y la ambición de mejorar (cf. 21, 10-11). Por medio de ejemplos prácticos pretende ilustrar el ideal pedagógico latente en toda su producción, para lo cual se sirve del método mayeútico de honda raigambre socrática al despertar mediante preguntas el conocimiento que se posee sin tener conciencia de ello. En realidad, queda la impresión de que está mucho más presente el propio Jenofonte que Sócrates92; pero es precisamente esta idealización del pensamiento socrático la que perfila el tenor de su esbozo biográfico. 2.3.2. Apomnemoneúmata Conocidos como Memorabilia o Comentarii a partir de Aulo Gelio, constituyen el proyecto más acabado de "biografía socrática". La obra en su conjunto, y no sólo los dos primeros capítulos como en ocasiones se ha sugerido, conforma, con ERBSE93, una defensa de la memoria de Sócrates frente a las acusaciones tradicionales, estructurada en los citados capítulos iniciales de carácter apologético y en un conjunto de conversaciones entre el autor y Sócrates que son los Comentarii propiamente dichos. La innovación de Jenofonte consiste en introducir tras esos capítulos apologéticos, la novedad formal de un tipo especial de discurso forense bien atestiguado en la oratoria ática, las dokimasivai (enunciadas por Lisias en su discurso XVI, "Alegato en favor de Mantíteo sometido a examen en el Consejo", el testimonio más fidedigno de dicha práctica forense), unido al diálogo de corte socrático, para pasar a hacer una relación de la vida entera del pensador, que impide catalogar el escrito en su totalidad como una apología: el informe, los Memorables o Comentarios propiamente dichos, deviene así en la parte más importante de la obra, por encima de la apología inicial. Surge aquí, por ello, un doble interrogante: si nos hallamos ante un perfil de un nuevo género y si se trata, o no, de una redacción de conversaciones reales con el propio Sócrates. Lo cierto es que no tenemos constancia de la existencia de testimonios concretos de Memorables anteriores. Sabemos que durante el siglo V circularon colecciones de dichos de sabios y filósofos —como las sentencias de los Siete Sabios, a los que hace referencia Heródoto (I 28). Pero no tenemos noticia de la existencia de una colección de conversaciones filosóficas como la de nuestro autor. Más bien puede afirmarse su valor como modelo para recopilaciones posteriores, como las de Zenón, con un título análogo según el testimonio de Ateneo (4, 162), o los Memorabilia de Epícteto. La combinación de una defensa de Sócrates con la recopilación de conversaciones puede hablar de su originalidad y de su carácter pionero desde el punto de vista del género, al establecer una tradición que iba a resultar fructífera en siglos venideros. Aunque pueda aceptarse la presencia en el texto de notas personales de juventud y de la consulta de otros testigos, la mayor parte de los estudiosos, como en el caso de GIGON94, postulan una redacción basada en los más tempranos escritos de la literatura socrática perdida como fuente principal para los continuadores del género respecto a la persona y a las enseñanzas de Sócrates (de hecho, en I 4.1 habla de e[nioi gravfousi). Para NICKEL95, Antístenes podría ser su modelo ético fundamental, por encima del propio Sócrates, sobre todo en sus consideraciones morales sobre hJdonhv y povno", y sitúa la obra en un punto intermedio entre la filosofía popular y las escuelas filosóficas del helenismo,

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especialmente la cínica (en I 2.4, encontramos una referencia directa a esta línea de pensamiento, aunque resulte más oportuna para relativizar, por parte de Sócrates, su doctrina estricta de la permanencia de la virtud). No ha de ser, empero, la especulación sobre una fuente concreta el debate primordial, teniendo presente que no disponemos de pruebas irrefutables. La más clara evidencia es, hasta el momento, que este escrito es un testimonio relevante de la tradición literaria socrática cuyos representantes, cabe deducirse, estaban comprometidos en desarrollar el pensamiento del maestro con un grado de elaboración tal que el resultado final conservaba poca semejanza con el original96. Es, pues, muy probable, con LUCCIONI97, que Jenofonte discuta en sus escritos asuntos que ya habían sido objeto de debate entre otros escritores socráticos, pero el historiador da una interpretación particular del mensaje del ideal socrático que guarda un parecido notable con sus propios ideales, constantes en el conjunto de su obra. El último párrafo (IV 8.11) — el autor suele dar gran relevancia al epílogo en tanto que suma argumental e ideológica— viene a definir, en primera persona, el h\qo" socrático, que se caracteriza por la búsqueda constante de la virtud y la hombría de bien a través de unos valores éticos bien determinados: el hombre piadoso, justo, con dominio de sí mismo, prudente, autosuficiente, que simboliza, en definitiva, el paradigma de la excelencia humana, el hombre a[risto" y eujdaimonevstato". Por otra parte, desde un punto de vista formal observamos que el escrito, como indica NICKEL98, responde a la técnica jenofontea en el método de elaboración del material de la narración y en su fidelidad a los cánones de la prosa ática, rasgos que avalan su aportación original. En definitiva, la conclusión más ponderada a la que puede llegarse es que, en los Memorabilia, Jenofonte creó, o al menos contribuyó a delimitar, una nueva forma de especulación biográfica, y de acuerdo con las aproximaciones socráticas a la biografía, una ficción idealizada sobre la figura de Sócrates, consistente en una relación de conversaciones precedida de una introducción sobre el carácter del interlocutor principal. 2.3.3. Apología de Sócrates El contenido apologético que se esboza en los primeros capítulos de los Memorables encuentra su más cumplida realización en su Apología de Sócrates, que, como la de Platón, puede tener sus antecedentes más cercanos en la elocuencia forense, en los discursos de autodefensa pronunciados ante un tribunal, como el Sobre la revolución pronunciado por Antifonte, o el renombrado de Demóstenes Sobre la corona. Puede conjeturarse que la indudable influencia de las escuelas retóricas99 en la prosa de la época condicionó que el discurso apologético real terminara por producir una apología artificial, el discurso escrito para una lectura individual y no para ser pronunciado en un proceso, ya en defensa del propio autor, ya en defensa de otra persona. Así, los discursos de "autodefensa" que Platón y Jenofonte ponen en boca de Sócrates jamás fueron pronunciados ante un tribunal por el protagonista, aunque sean presentados bajo esa estructura formal. De hecho fueron escritos con posterioridad a su muerte. Así pues, debemos acudir de nuevo a la tradición socrática, bien con NICKEL100, para postular la existencia de una literatura apologética sobre el proceso de Sócrates, consecuencia inmediata de la conmoción que dicho proceso habría provocado en sus discípulos, de la que también se habrían hecho eco Antístenes y Esquines, o bien, sin excluir ésta, considerar que nos hallamos ante una forma convencional de elocuencia al servicio de nuevos experimentos biográficos. En efecto, el carácter autobiográfico inherente en los discursos forenses de autodefensa se resultaría un vehículo adecuado para el esbozo biográfico disfrazado de autobiográfico: estos experimentos que toman en consideración a un hombre en relación con su actividad, con su comunidad, con su escuela, son, en suma, retratos de figuras públicas y no privadas. Difícilmente podremos tener certeza de la relación de ambas apologías con la autodefensa real de Sócrates. Además, el retrato de Platón no concuerda con el de Jenofonte y resulta más profundo; el de Jenofonte parece responder más a lo que él mismo hubiera dicho en favor del maestro que a hechos reales. En todo caso, ambos tienen sus límites fijados por los términos reales de la denuncia contra Sócrates. La ficción literaria está, pues, bien anclada en la verdad y la pseudoautobiografía aparece como una biografía verosímil dentro de los límites de la idealización de la figura de Sócrates como medio de preservar la memoria de sus enseñanzas morales y su paradigma ético101. El habitual epílogo de los opúsculos (cap. 34), es revelador de la posición de Jenofonte ante el legado socrático, que tiene como fin último memnh'sqai y ejpainei'n. 2.3.4. Banquete

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La referencia a Platón resulta también inevitable al tratar el Banquete jenofonteo. Tanto por el título como por la similar temática del amor se podría pensar en una consecuencia de su obra homónima102. Pero, un acercamiento a su contenido difumina la posibilidad de una subordinación directa que, por otro lado, no suele ser habitual en Jenofonte. El tratamiento de un tema común se realiza con un enfoque netamente diferenciado, y, pese a que el lovgo" ejrwtikov" de Sócrates (cap. VIII, tan cercano al diálogo de Platón que en 178e y ss., hace referencia también a la relación amorosa entre Pausanias y Agatón) tiene como centro la temática homoerótica desde la perspectiva antitética "amor físico/amor espiritual", el texto de Jenofonte manifiesta una menor profundidad filosófica en la que prima, una vez más, el retrato de Sócrates sobre su pensamiento. Podemos pensar, con GUTHRIE103, en una adscripción común a una tradición simposíaca cuyas raíces entroncan con la tradición poética precedente en la que la temática erótica resultaba muy propicia. Dicha temática, por otra parte, está igualmente documentada en el Fedro de Platón y pudo ser el argumento del Calias de Esquines, lo que abundaría en la hipótesis de una influencia de una tradición en boga más que una dependencia directa: si bien no puede desecharse alguna influencia de la versión de Platón, ésta tuvo que ser indirecta a la vista de los diferentes resultados. En efecto, destacamos de nuevo, con GRAY104, la aportación de Jenofonte en la adaptación de una colección de narraciones sobre la figura de Sócrates en el marco de una nueva forma literaria a la que imprime su propio sello, así como otro de los aspectos más sobresalientes de su producción cual es su destacado papel en la anticipación de formas literarias próximas ya al helenismo, como la interesante representación del mimo entre Dioniso y Ariadna (cap. 9) que sirve de epílogo y perfecto cierre argumental. Es cierto que sus escritos socráticos, en general, exhiben un tipo de pensamiento más superficial y un espíritu crítico poco profundo. Su actitud está más cercana a la de un defensor ilustrado de valores morales que a la de un filósofo, si bien es incuestionable el valor testimonial de sus recreaciones literarias sobre opiniones y creencias comunes en su tiempo más próximas a lo cotidiano y al conocimiento práctico, que no suelen ser el centro de obras de mayor calado filosófico, por lo que su legado resulta imprescindible. Especialmente notable resulta la variedad formal en la exposición de su contenido temático que ilustra las tendencias más relevantes de la evolución y creación literarias de la primera mitad del siglo IV que, en definitiva, van a marcar el devenir de los géneros en prosa de décadas venideras105. Por orden cronológico, sobresalen en esta materia el completísimo estudio de DELEBECQUE, E. (1957): Essai sur la vie de Xénophon, París; BREITENBACH (1967): Xenophon von Athen, Stuttgart = RE 9A 2, cols. 1571-1578; ANDERSON, J. K. (1974): Xenophon, Londres; NICKEL, R. (1979): Xenophon, Darmstadt. 2 A este respecto, puede resultar orientativa nuestra actualización bibliográfica en VELA, J. (1998): Post. H. R. Breitenbach: tres décadas de estudios sobre Jenofonte, Monografías de Filología Griega 11, Universidad de Zaragoza, así como la revisión metodológica en pp. 3-81. 3 En concreto en "Die unnatürliche Trias unserer Literaturgeschichten" en JACOBY, F. (1913): Herodot von Halikarnaß, RE Suppl. II, col. 513. Los juicios negativos de este tenor, que arrancan del artículo de NIEBUHR, B. G. (1827): Über Xenophons Hellenika, RhM 1, 194-198, todavía mantienen su influencia en trabajos como el de SOULIS, E. M. (1972): Xenophon and Thucydides, Atenas, como puede apreciarse en la siguiente consideración: "Under this portrait Xen.'s student detects a conceited lover of display, a hypocritical teacher of morality an insincere historian, a flatterer of the strong men, a seeker of glory and apostate of his country, a self-centred individual" —p. 189—, ilustrativo de las dificultades de entender por parte de algunos estudiosos qué representaba realmente para los antiguos el ejercicio de un género literario concreto. A una idea semejante apunta GRAYSON, C. H. (1975): "Did Xenophon intend to write history?", en LEVICK , B. (ed.), The ancient historian and his materials. Essays in honour of C. E. Stevens, Farnborough, 31-43, quien sugiere que Jenofonte en las Helénicas no pretendía escribir historia. 4 Al respecto, fue realmente innovadora la propuesta de G. L. CAWKWELL de leer entre líneas, "to read between the lines", en la página 8 de su "Introducción" a la traducción inglesa de WARNER, R. (1978): Xenophon. A history of my times (Hellenica), Baltimore [1966]. 5 El estudio más completo y detallado relativo a la influencia posterior de Jenofonte sigue siendo el libro de MÜNSCHER, K. (1920): Xenophon in der griechisch-römischen Literatur, Philologus suppl. XIII, heft II, Leipzig. Vid., sobre todo, el capítulo IV, 106-213. 6 Cf. BREITENBACH (1967): cols. 1579-1895, se excluye el Cinegético, que aparece en el apartado de obras de falsa autoría, o Ps.-Jenofonte, cols. 1910-1921, junto al Athenaion Politeia, (M. TREU, cols. 1928-1982). 1

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Con toda seguridad ha sido L. CANFORA quien ha venido insistiendo con mayor determinación en esta línea, de eco reducido (1970: Tucidide continuato, Padua; cf. 57-77). Para CANFORA Jenofonte habría sido el autor del segundo proemio de Tucídides (V 26; y redactor de los caps. 25-83) sobre el mismo material legado por éste e incorporado en Helénicas. Al respecto, coincidimos plenamente con las críticas al carácter especulativo de esta hipótesis expuestas por F. FERLAUTO (1983): Il secondo proemio tucidideo e Senofonte, Roma, o con la reseña de H. D. WESTLAKE al citado libro (CR 39 1989 387). 8 De hecho, hasta una época relativamente reciente, la crítica, se centró en discernir el método de composición de la obra, con predominio de una idea de realización en diferentes etapas, que atribuía, asimismo, a la parte central (libros III-IV) el carácter más genuino —vid., al respecto, SANCTIS, G. DE (1931): La genesi delle Elleniche di Senofonte, ASNP 2.1, 1 ss. y los sucesivos trabajos de SORDI, M. (1950 y 1951): I caratteri dell'opera storiografica di Senofonte nelle Elleniche, Athenaeum 28 y 29, 3-53 y 273-348, respectivamente. CAWKWELL (1978): 15 ss., partidario de la autoría unitaria, sugiere empero una composición tardía de los capítulos posteriores a II 3.10, en un solo bloque; de manera similar HATZFELD, J. (1930): Notes sur la composition des Helléniques, RPh 3.4, 209-226, había apuntado a la interrupción de la redacción en este punto para ocuparse de la Anábasis, tras la cual redactó el corpus principal, las Helénicas propiamente dichas. En sentido contrario a los planteamientos "analíticos" podemos sugerir las páginas 940 de RIEDINGER, J.-C. (1991): Étude sur les Helléniques. Xénophon et l'histoire, París. 9 En este sentido, puede resultar útil dividir en esas dos partes el estudio de la obra para detectar el cambio de enfoque , como en la más reciente edición y comentario a cargo de P. KRENTZ, quien en un primer tomo —(1989): Hellenika I-II, 3, 10, Warminster— se ocupa de los acontecimientos recogidos hasta el citado capítulo (con posterioridad [1995], ha aparecido un segundo volumen: Hellenika II.3.11-IV.2.8, Warminster). Aceptando esta premisa, el estudio de TUPLIN , C. J. (1993): The failings of empire: a reading of Xenophon Hellenica 2.3.11-7.5.27, Stuttgart, 26 ss., se centra en dicha "segunda parte", con un riguroso análisis de los acontecimientos históricos más determinantes que tienen como punto de referencia la presentación del paulatino declive espartano, con el tópico de la ajrchv como tema prioritario. 10 "The first part of Hellenica is not radically different from the second", señala CAWKWELL (1978: 32). Para el enunciado en detalle de dichas coincidencias, vid. 28-33. A su vez, HORNBLOWER, S. (1995): The fourthcentury and Hellenistic reception of Thucydides, JHS 115, 51, con el acierto que le caracteriza en su análisis de los textos históricos, indica que "Xenophon in the Hellenica did turn his back on Thucydides, but only after the 'stylistic break'. That does not mean there is no fighting after that point, but the work thereafter takes on character of his own". Como apunta GRAY, V. (1989): The character of Xenophon's Hellenica, Londres, 2, aunque Jenofonte parte del relato tucidídeo, la mayoría de los episodios subsiguientes están lejos de aquél: "Xenophon was obliged to make his continuation more abrupt since Thucydides had not completed what he wanted to say and had left events in mid-stream, but there was no compulsion on him to write in the manner of his predecessor". 11 En esta línea se inscriben las conclusiones de HENRY, W. P. (1967): Greek Historical Writing. A Historiographical Essay Based on Xenophon's Hellenica, Chicago, 14-88: "The theory, like its very title, is simply modern invention of no authority in antiquity and with no justification internally, as it was devised to satisfy a need that never existed. It is a parthonogenic figment, in a word, of that limpid-eyed maid, Scholarship, handmaid to Complication. It is a smile without a cat: its existence has been uneasy, its disappearance would be welcome"(88). 12 Cf. GRAY, V. (1989): 178-182. En una reciente monografía DILLERY, J. D. (1995): Xenophon and the history of his times, Londres&Nueva York, 9-16 y 38, se muestra partidario de esta continuidad, si bien desde una perspectiva particular que trata de ligar los últimos momentos de la Guerra del Peloponeso —comienzo de la obra— con la batalla de Mantinea —final— en cuyo círculo se encierra la utopía panhelénica de Jenofonte ante las disputas hegemónicas. Así se explicaría, por ejemplo, la ausencia de un prólogo, innecesario para una conexión con los acontecimientos narrados por Tucídides, o de una conclusión, pues deja la puerta abierta a quien quiera continuar: ta; de; meta; tau'ta i[sw" a[llw/ melhvsei (VII 5.27). 13 Vid. LÉVY, E. (1990): "L'art de la déformation historique dans les Helléniques de Xénophon", en VERDIN , H., SCHEPENS, G. & KEYSER, E. (eds.), Purposes of history: studies in Greek historiography from the 4th to the 2nd centuries B. C., Studia Hellenistica Nº 30, Lovaina, 129. 14 Cf. NICKEL (1979): 86. Aunque poco después, en la página 87, matiza "Daß Xenophon das Werk des Thukydides vorgelegen hat, könnte aus den Stellen hervorgehen, wo Xenophon ein subjektives Urteil oder einen ausführlichen Exkurs rechtfertig oder ein aus Thukydides bekanntes Thema in seiner Weise aufgreift", como en la enumeración de ciudades agraviadas por la crueldad ateniense (II 2.3), o en las referencias a la importancia estratégica de Corcira para Atenas (VI 2.9). 7

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Vid. CAWKWELL (1978): 46. Una interpretación semejante postula TUPLIN (1993): 11-41, para quien su composición como memorias sería el rasgo diferenciador respecto de los relatos de Heródoto y Tucídides. 16 Cf. BREITENBACH , H. R. (1950): Die Historiographische Anschauungsformen Xenophons, Freiburg in der Schweiz, 145, Tesis doctoral y primer trabajo notable de este experto en la obra de Jenofonte. 17 Vid. HENRY (1967): 91 ss. 18 Así, HATZFELD, J., en la edición francesa de la Col. G. Budé (1936-1939): Les Helléniques, París, 12 ss. destaca la falta de visión de conjunto y la indefinición del fin que se propone su obra. 19 Con referencia a dichas deficiencias historiográficas, vid. el capítulo de RIEDINGER (1991), "Les omissions des Helléniques", 41-60, quien, en página 60, concluye "qu'il ait écrit très délibérement une histoire incomplète et sélective, et qu'il ait cru de bonne foi posséder des critères suffisants de l'essentiel et de l'accessoire. L'idée que l'histoire, —entendue comme à son époque au sens d'histoire militaire et diplomatique—, est une totalité, où tous les événements réagissent en fin de compte les uns sur les autres, et dont l'intelligibilité ne peut être assurée en conséquence que par l'inclusion de tous, lui a été étrangère". 20 Cf. LÉVY (1990): 128. 21 Dentro de las normas del género Jenofonte mantiene el viejo principio herodoteo de la narración de los acontecimientos ajxiovloga, con la particularidad de añadir un carácter ejemplar de tono moralizante con especial atención a lo individual. Con referencia a este tópico vid. RIEDINGER (1991): 95-96. 22 Cf. HENRY (1967): 192 ss. Su riguroso trabajo se cierra del modo siguiente: "In conclusion: we are not yet ready to interpret ancient histories, like the Hellenica. Before determining how, why, when, and where the ancients wrote, we must first discover what they wrote" (210). 23 Para BREITENBACH (1950): 16, la obra de Jenofonte debe considerarse en su concepción historiográfica propias. Para TUPLIN (1993): 167 ss., partidario, frente a la opinión general, del carácter de las Helénicas "as a chronologically ordered account of politico-military events", como Tucídides o al autor anónimo de Oxirrinco, la obra sería el resultado de "a compromise between historiography and pamphleteering ". 24 Estética del asíndeton que, en palabras de LÉVY (1990), está "fondée sur des effets de contraste" (136) con el fin de "accroit l'intensité dramatique" (137). 25 CAWKWELL (1978): 22 ss. 26 GRAY (1989): 9, señala que "I believe the text is often misread because modern readers, even scholarly ones, do not have sufficient command of the moral values Xenophon takes for granted in his audience, or the forms of historical discourse he prefers, or his structuring of episodes and his use of language […] I would argue that this literary characterisation is in fact a necessary preliminary to any such use". 27 Así, CAWKWELL (1978), 22-23, resalta el predominio de las vivencias personales por encima del rigor histórico. Este carácter priva a la obra de la necesaria distancia entre el narrador y los acontecimientos y, en consecuencia, como indica RIEDINGER (1991): 275, "les Helléniques sont pour ainsi dire écrites continuellement au présent: elles se veulent une reconstitution de ce qui s'est déreoulé à chaque moment successif, tel que les acteurs l'ont vécu, et dans le but de réactualiser ce vécu. En ce sens —mais en ce sens seulement— on peut parler de "Mémoires" […] Les Helléniques sont au contraire quelque chose comme les Mémoires d'une époque, ou du moins du milieu très délimité où l'auteur s'est chaque fois trouvé placé". 28 Sobre este abrupto final, DILLERY (1995): 20, plantea la hipótesis, un tanto especulativa, de que la decepción producida por el incierto resultado de la batalla para el liderazgo hegemónico que frustraba su utopía panhelénica (además del abatimiento por la muerte de su hijo Grilo en ella), le hicieron desistir de continuar el relato: "Xenophon could see clearly that no one city was confirmed as the leader of Greece; in other words, there was no new ordering of Greece and her resources, without which the Greeks could not launch an effective panhellenic crusade against the Persians, one of Xenophon's long-cherished hopes". 29 La impronta de lo personal sobre el relato histórico ha sido enunciada, entre otros, por ERBSE, H. (1966): Xenophons Anabasis, Gymnasium 73, 78-100; BREITENBACH (1967): col. 1646; HIGGINS, W. E. (1977): Xenophon the Athenian. The Problem of the Individual and the Society of the "Polis", Albany, 94-98; NICKEL (1979): 41-43. 30 Cf. DILLERY (1995): 41-98; se trata, sin duda, de la idea matriz de su estudio, también extensible a las Helénicas (vid., supra, nota 29). Esta idea se hallaba presente, igualmente, en el estudio de NICKEL (1979), 26: "Die «Anabasis» ist danach —unabhängig von ihrer vom Autor vorgesehenen Tendenz— objektiv ein journalistischer Beitrag zur Weckung oder Stärkung des panhellenischen Bewußtseins". 31 Cf. GARCíA GUAL, C. (1991): "Jenofonte: aventurero y escritor", en id., Figuras helénicas y géneros literarios, Madrid, 119-137: "Si la Anábasis tiene algo de «rendición de cuentas», es también una «rendición de las cuentas» consigo mismo, una rememoración orgullosa y sincera de su pasado" (129). Se postula una redacción posterior en unos veinte años que habría favorecido su tono conmemorativo. 15

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Cf. ANDERSON, J. K. (1974): Xenophon, Londres, 84. Asimismo, en un comentario de reciente aparición, LENDLE, O. (1995): Kommentar zu Xenophons Anabasis (Bücher 1-7), Darmstadt, en una línea semejante, califica a Jenofonte, en la página 3, como "Tagebuchschreiber". Por su parte BREITENBACH (1967): cols. 1579-1638, comienza la parte dedicada a la Anábasis con un excelente y detallado índice analítico del contenido y disposición que permite apreciar el dominio del autor de lo que podríamos llamar "técnica de reportaje"; por ejemplo el capítulo 2 del libro I estructura su contenido de la siguiente manera: Sardes-río Meandro (§ 5)/ Meandro-Colosas (§ 6)/ Pausa/ Colosas-Celenos (§ 7)/ Pausa/ Celenos-Peltas (§ 10)/ Pausa/ Peltas-mercado de Cerameos (§ 10)/ Cerameos-llanura de Caístro (§ 11)/ Pausa/ Caístro-Timbrio (§ 13)/ Timbrio-Tirieo (§ 14)/ Pausa/ Tirieo-Iconio (§ 19)/ Pausa/ marcha a través de Licaonia (§ 19)/ marcha hacia Dana [Tiana] (§ 20)/ Pausa/ ataque a Cilicia (§ 21)/ llegada a Tarso (§ 23)/ Pausa. 33 Una interesante recopilación y análisis de discursos puede encontrarse en HIRSCH , S. W. (1985): The Friendship of the Barbarians. Xenophon and the Persian Empire, Hanover-Londres, 26-38. 34 Ciertamente, HIRSCH (1985a): 14-38, retoma, en gran medida, las propuestas de NUSSBAUM, G. B. (1967): The Ten Thousand. A Study in Social Organization and Action in Xenophon's Anabasis, Leiden, 1-13, 147-156, quien ha puesto de relieve la hypopsía como un motivo recurrente en el relato, así como las de HIGGINS (1977): 98, quien subraya que "the Anabasis is not merely about a geographic ascent or the trick played by Cyrus on the Greeks. Rather it concerns the deeper deception many men play on themselves as they pursue what they think most important in life and what they think most gives it meaning, namely, philotimia, kingdom, power, and glory", lo que coincide con las razones que Tucídides había ya detectado en la naturaleza humana como principales impulsos del comportamiento social y del devenir histórico. 35 Así C. VARIAS en su introducción a su traducción —(1999): Jenofonte. Anábasis, Madrid, Cátedra, 35 42— plantea, a tal efecto, una interesante combinación entre "relato histórico y relato didáctico". 36 Cf. MOMIGLIANO, A. (1986): Génesis y desarrollo de la biografía en Grecia, Méjico D. F. [Cambridge, Mass., 1971], 75-76. 37 Según BREITENBACH (1967): col. 1649 ss. habría sido un modelo directo para Jenofonte. En sentido favorable a aceptar la existencia de la Anábasis de Soféneto vid., igualmente, NICKEL (1979): 86. 38 Cf. JACOBY, F., FGrHist, 108-109, II D, 349. 39 En cierta medida NICKEL (1979): 85, no hace sino retomar la hipótesis planteada anteriormente por BREITENBACH (1967): col. 1649-1650. Igualmente en su ya citado comentario LENDLE (1995), passim, apunta en su comentario a la existencia de dicho diario de viaje como fuente promordial. 40 Así HIRSCH (1985a): en el Apéndice A, "The Hellenica and the Composition of the Agesialaus", 56-57, se hace eco de la dependencia de esta obra con los libros III y IV de las Helénicas. 41 Cf., ibidem, 55: "it would be a mistake to regard this work as representing Xenophon's own feelings about Persia, especially insofar as it conflicts with other evidence for Xenophon's attitudes. It may, however, reflect to some extent the sentiments of the average Greek, for one must assume that Xenophon expected his strategy to strike a responsive chord in his readers". Dentro de una línea interpretativa similar, BREITENBACH (1950): 105-115, ya había descartado cualquier motivo de panhelenismo en la historiografía jenofontea. 42 Vid., por ejemplo, NICKEL (1979): 88-89. 43 Así, MOMIGLIANO (1986), 62, apunta: "Las nuevas tendencias en filosofía y en retórica pusieron mayor atención en la importancia de la educación individual, el desempeño de funciones y el autodominio […] los socráticos fueron los iniciadores de los experimentos biográficos durante el siglo cuarto". 44 Vid. HIGGINS (1977): 80. 45 MOMIGLIANO (1986): 66-67; no obstante matiza que Jenofonte "estaba mucho más interesado en las hazañas reales de Agesilao que lo que Isócrates había estado en los hechos de Evágoras" (67), frente a la dependencia directa que propone HIRSCH (1985a): 57-60. Ciertamente, BREITENBACH (1967): col. 1702, ya había indicado que se había sobredimensionado dicha dependencia y que debía postularse una conexión más estrecha con las antiguas formas del epinicio y del epitafio, en general. 46 Sobre la influencia de la estética gorgiana en los lovgoi Swkratikoiv, en general, y en este encomio, en particular, vid. NICKEL (1979): 114. 47 Cf. MOMIGLIANO (1986): 68-69. 48 Al respecto, HIGGINS (1977): 60, sugiere que el escrito estuviera motivado por la impronta del auge y caída de la tiranía de Jasón de Feras, en el 370, y por la actividad política del discípulo de Platón, Dionisio II de Siracusa; en este contexto, añade, "the Hiero analyzes what happens when one force in the tension between individual and polis overextends itself". 32

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Cf. NICKEL (1979): 90. Asimismo, GRAY, V. J. (1986): Xenophon's Hiero and the Meeting of the Wise Man and Tyrant in Greek Literature, CQ 36, 115-123, destaca el paralelismo con el pasaje de Heródoto y, sobre todo, con el tópico literario del encuentro entre el hombre sensato y el tirano. 50 AALDERS, G. J. D. (1953): The Date and Intention of Xenophons' Hiero, Mnemosyne 6, 208-215. Asimismo, STRAUSS, L. (1963): On Tyranny, Londres, 48, subraya la funcionalidad de la estructura de diálogo "to describe one sentence the art employed by Xenophon in the first part of the Hiero, we may say that by choosing a conversational setting in which the strongest possible indictment of tyranny becomes possible, he intimates the limited validity of that indictment". 51 Frente a esta opinión generalmente admitida, HIGGINS (1977): 72-73, aprecia en la obra una crítica a las leyes de Licurgo, una crítica contra la tiranía, como en el Hierón. Por su parte, PROIETTI, G. (1987): Xenophon's Sparta, Leiden, 44-79, se ocupa de la descripción de la figura histórica de Lisandro en en este tratado, concluyendo que el testimonio de Jenofonte plantea que "it was Lysander, moreover, who laid the groundwork of the Spartans' empire after his victory at Aegospotami, and who brought an inmense sum of money into Sparta from the spoils of the war and from the tresaury of his Asian sponsor, Cyrus […] But the rulers probably were not delighted with Lysander's unusual, unlawful stature" (79). 52 Cf. NICKEL (1979): 90-91. 53 Vid. MOMIGLIANO, A. (1966): Per l'unità logica della Lacedaimon Politeia, en Terzo Contributo, Roma, 341345. 54 Según HIGGINS (1977): 139 ss., el ideario socrático postulaba la necesidad de una praxis económica adecuada en el plano individual para que pudiera trascender al bienestar del conjunto de la comunidad. 55 Cf. GAUTHIER, P. (1976): Un commentaire historique des Povroi de Xénophon, Ginebra & París, passim. Con posterioridad ha aparecido la edición comentada de SCHÜTRUMPF , E. (1982): Xenophon, Vorschläge zur Beschaffung von Geldmitteln oder Über die Staatseinkünfte, Darmstadt. Vid., los dos trabajos de CATAUDELLA, M. R. (1984-1985): "Per la datazione dei Poroi. Guerre ed eisphorai", Studi in onore di Adelmo Barigazzi, I & II (= Sileno 10 & 11), 147-155; (1985): "Il programma dei Poroi e il problema della copertura finanziaria (III, 9)", en BROILO, F. (ed.), Xenia. Scritti in onore di Piero Treves, Roma, 37-44. 56 Cf. BREITENBACH (1967): col. 1754. La preocupación por el equilibrio de las finanzas del estado es frecuente en testimonios de la época: resultan ilustrativos la Filípica I (30-38) de Demóstenes (con el significativo título de povrou ajpovdeixi"), un detallado informe de las dificultades para financiar la guerra contra Filipo, o el interesante testimonio de la Poliorcética de Eneas el Táctico, que postula un incremento de la contribución de los ciudadanos más ricos necesario para el mantenimiento de tropas mercenarias (cap. XIII) o una redistribución de la riqueza (cap. XIV, uJpovdeixi" eij" oJmovnoian). 57 Cf. THESLEFF, H. (1966): Scientific and Technical Style in Early Greek Prose, Arctos 4, 89-113. 58 Al respecto THESLEFF (1966): 106, puntualiza que la influencia de los sofistas habría sido indirecta, básicamente de carácter estilístico: "They were popularizers and propagators and are more likely to have made use of existing tevcnai than to have inspired the composition of such texts". 59 Sobre la relación entre ambos tratados, vid. ibidem. Dichos fragmentos fueron recopilados en la edición Teubneriana de RÜHL, F. (1912): Xenophon: Scripta minora, II, Leipzig, 193-197. 60 Vid., por ejemplo, BREITENBACH (1967): cols. 1910-1921, y HIGGINS (1977): 12. NICKEL (1979): 7, si bien hace referencia a la obra entre interrogantes, posteriormente la deja al margen de su estudio. 61 En efecto, MARCHANT, E. C. & BOWERSOCK , G. W. (1968): Xenophon VII: Scripta minora, Londres & Cambridge (Mass.), XXXVI ss., niegan la autenticidad del capítulo 1. 62 Cf. GRAY, V. J. (1985): Xenophon's Cynegeticus, Hermes 113, 156-172. Ya BENEDETTO, V. di (1967): Il proemio del Cinegetico di Senofonte, Maia 19, 22-40, había observado que el tratado tenía que haber sido escrito forzosamente por un hombre imbuido por los principios filosóficos y la cultura ática de finales del siglo V y principios del IV. También DELEBECQUE, E. (1970): L'art de la chasse, París, 33, era partidario de aceptar su autoría notando la presencia de ideas y rasgos estilísticos propios de Jenofonte. 63 Vid. DUE, B. (1989): The Cyropaedia: Xenophon's aims and methods, Aarhus Univ. Pr., 14 ss. 64 Cf. STADTER, Ph. A. (1991): Fictional narrative in the Cyropaedia, AJPh 112, 480 explica dicho procedimiento estructural: "the structure of the Cyropaedeia is episodic, grouped around major incidents such as campaigns or dinner parties, each marked by an independent time frame. The sequence of these episodes forms the narrative background of the book". 65 Sin embargo, HIRSCH (1985a): 91-97, haciéndose eco de la crítica decimonónica, niega la autenticidad del epílogo, argumentando que " it could not have been an original and integral part of the Cyropaedia. It is possible that Xenophon added it at a later time. But it is more likely that the epilogue was written by someone who, like Plato, was provoked by the idealization and glorification of Persia in the Cyropaedia" 49

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(96). Se trata de demostrar el espíritu filo-persa, de simpatía hacia el bárbaro, de Jenofonte que no se compadece con el epílogo, por lo que se elimina aquello que no se adapta a una hipótesis previa. 66 Vid. MOMIGLIANO (1986): 72 ss. 67 Cf. STADTER (1991): 461-491. La intención última de la obra "describes not what has been, but what ought to be […] a utopia holds out a vision of what life could be, if certain conditions were valid: if men were reasonable, or just, or peaceable, or some other condition equally lacking in the real world" (467). 68 Cf. HIRSCH , S. W. (1985b): "1001 Iranian Nights: History and Fiction in Xenophon's Cyropaedia", en The Greek historians: literature and history. Papers offered to A. E. Raubitschek, Stanford, 85, concluye que esta combinación de historia y ficción tiene su justificación en el hecho de que "the Cyropaedia offered both particular truths to be garnered from the record of the past and the higher truths which he superimposed by artistic license". Vid., asimismo, TATUM, J. (1989): Xenophon's Imperial Fiction (On the Education of Cyrus), Princeton Univ. Pr., 215-239; STADTER, Ph. A. (1991), afronta un análisis de la cuestión especialmente interesante en el capítulo "Idealization and Utopia", 467-471. 69 MOMIGLIANO (1986): 72 ss. GIGON, O. (1947): Sokrates. Sein Bild in Dichtung und Geschichte, Berna, 294, había postulado que esta obra perdida del fundador de la secta de los cínicos podría reconstruirse a través del texto de la Ciropedia. También en fechas recientes MUELLER-GOLDINGEN, C. (1995): Untersuchungen zu Xenophons Kyropädie, Stuttgart & Leipzig, 25, vuelve a plantear una seria defensa de las conexiones con el Ciro de Antístenes, si bien más desde la óptica del pensamiento, en cuyo contexto sugiere que debe aceptarse también la influencia de Platón (196). 70 HIRSCH (1985b): 75. Vid., asimismo, TATUM (1989): 41-50. 71 Cf. TATUM (1989): 57-58, para quien la aportación novedosa del autor reside en que "this exemplary ideal of education was now created in a non-Greek space, with a model ruler who was alien to Greek history and political experience. By displacing the problems of Greek public and private life to the barbarikos topos, the place where those who do not speak Greek dwell, and by making his exemplary ruler as remote in time as he was in space, Xenophon was able to represent that good that is 'not altogether a human thing, but divine': the ruler of willing subjects". 72 Así, STADTER (1991): 489, recuerda las similitudes y paralelismos entre la rivalidad de Ciro-Ciaxares y de Aquiles-Agamenón: "Like Agamemnon, Cyaxares is a ruler who is basically good-hearted, but weak and resentful of the obvious superiority and dynamism of someone under him". 73 En este sentido, TATUM (1989): 51-58, estudia las concomitancias con el ideario socrático que subyace en los Memorables y en el Económico. Sobre la impronta socrática en la Ciropedia, vid., asimismo, GERA, D. L. (1993): Xenophon's Cyropaedia: style, genre, and literary technique, Oxford & Nueva York, 29 ss. 74 Resulta novedosa la reflexión de MUELLER-GOLDINGEN (1995): 189-191, sobre la presencia de temas de la tragedia. GERA (1993): 156 ss., propone los Persiká de Ctesias en relatos novelescos de temática persa. 75 BREITENBACH (1967): col. 1709,añade a esta relación a Dionisio de Mileto, Helánico, Janto y Caronte. 76 Así GERA (1993): 117, destaca los paralelismos entre la muerte de Ciro y escenas en el lecho de muerte de reyes ejemplares en el Shahnamah. Para un estudio pormenorizado de la impronta de las fuentes persas cf. el estudio de TUPLIN , C. J. (1997): "Xenophon's Cyropaedia: education and fiction", en SOMMERSTEIN , A. H. & ATHERTON, C. (eds.), Education in Greek fiction, Bari, 65-162. Sobre el uso de dichas fuentes, HIRSCH (1985b): 72, recuerda el conocimiento personal que pudo tener en sus campañas militares y puntualiza: "Xenophon was in a position to choose the ones which best enabled him to illustrate those qualities of character and intellect which he felt were most important in a leader and ruler". 77 Cf. DUE (1989): 146. No obstante, GERA (1993): 100, ofrece ejemplos ilustrativos de la originalidad del autor, como en la configuración del personaje de Ciaxares, una recreación original de Jenofonte. 78 TATUM (1989): 58 ss. En relación con el componente educativo, TUPLIN (1997): 69-95, pone su acento sobre la relación entre los conceptos de paideia y politeia a la luz del valor paradigmático del modelo persa: "the imperial end-result does represent a mixture of Median principles of royal superiority, military principles of a calculated mixture of comradeship and subordination, and Persian principles of formal education. There is a sense in which imperialism emerges as both a function and a type of education" (95). 79 TATUM (1989): 225-237, destaca el paralelismo entre la desilusión ante la realidad de Jenofonte — manifiesta en sus últimos capítulos (VIII 7.28 ss.) en la despedida y muerte de Ciro— y la de Platón en Leyes, si bien, frente al más "realista" de Platón, a través de una "imperial fiction" de tono romántico. 80 Cf. DUE (1989): 236, quien apunta que, en efecto, "Xenophon's solution is the placing of absolute power in the hands of the morally superior individual. He uses for illustration the story of a king, but demonstrates also that monarchy as such is not a sufficient solution". Ciertamente, aunque sea bajo un ropaje diferente y en un contexto de ficción literaria, Jenofonte se preocupa por la búsqueda del gobernante ideal que

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planteaba Tucídides —ejgivgnetov te lovgw/ me;n dhmokrativa, e[rgw/ de; tou' prwvtou ajndro;" ajrchv (II 65.9)— y que, según nuestro autor, debe reunir las más altas cualidades morales posibles para asegurar, con ello, la estabilidad política y para mejorar las confusas condiciones de la vida humana. 81 A modo de ilustración de esta línea sirvan las palabras de GUTHRIE , W. C. K. (1988): "Sócrates", en Historia de la Filosofía griega, III, Madrid [Cambridge, 1969], quien, por ejemplo, censura a Jenofonte "una cierta mentalidad prosaica y una tendencia a la insulsez, una concepción pedestre que, a veces, resulta fráncamente monótona, y escasos indicios de capacidad para el pensamiento filosófico profundo" (322). 82 A este respecto, NICKEL (1979): 109, insiste, con buen criterio, en el carácter literario de su retrato socrático y en el predominio de la ficción sobre la intención histórica. 83 GRAY, V. J. (1998): The framing of Socrates: the literary interpretation of Xenophon's Memorabilia, Stuttgart, 191, ofrece una nueva perspectiva para superar esta clase de aporías metodológicas: "Plato was apparently writing in a different tradition that had different limits and tolerances and perhaps different audiences, but this matter has not been fully resolved. Xenophon's image resides then not just within the frame of rhetorical process but within a tradition of thought about wise men recognisable to the audience familiar with wisdom literature". 84 GUTHRIE (1988): 322 ss., aunque puntualiza que no deben considerarse ajenos a Sócrates los datos que ofrece Platón y que no son coincidentes, ve en Jenofonte un Sócrates más real, como inspirador de principios pedagógicos y temáticos. Sobre esta cuestión, resulta recomendable el trabajo de VLASTOS, G. (1991): Socrates. Ironist and moral philosopher, Cambridge Univ. Pr., especialmente 81-106. 85 BREITENBACH (1967): col. 1772. 86 En palabras de MOMIGLIANO (1986): 63, la biografía socrática se desarrolla a través de "un conflicto entre la verdad superior y la verdad inferior". 87 Para GIGON, O. (1947): Sokrates: sein Bild in Dichtung und Geschichte, Berna, 147, - excluye a Platón- habría sido el modelo principal. Cf., LUCCIONI, J. (1953): Xénophon et le Socratisme, París, 110-112. 88 Cf. ROSCALLA, F. (1990): Influssi antistenici nell' Economico di Senofonte, Prometheus 16, 207-216. 89 THESLEFF (1966): 107, apunta, en efecto, que "Xenophon's Socratic Oijkonomikov" lovgo"… and the rest of the technical works of Xenophon and the Tactics of Aineias, represent for us the 4th century tevcnai with moderately consistent and wide application of the so-called scientific style". 90 Sobre la aplicación dialéctica al concepto de economía, TARAGNA NOVO, S. (1968): Economia ed etica nell'Economico di Senofonte, Turín, 23, señala que "il concetto che attraverso l'indagine socratica si chiarisce, sembra dunque potersi esprimere mediante questa definizione, che l'economia è la scienza e la virtú di colui che sa riconoscere ciò che realmente giova ed è libero di procurarselo". POMEROY, S. B. (1994): Xenophon Oeconomicus. A social commentary, Oxford & Nueva York, 20, incide también en la importancia de la forma literaria adoptada: "the dialogue form seems an awkward vehicle for conveying philosophical doctrine, not to mention information on farming […] Xenophon eschews the dialogue form entirely in favour of the essay for some of his short didactic works. The combination of ethical and practical agricultural instruction found in the Oeconomicus is unique in classical philosophical dialogue". 91 Al respecto, se ha ocupado en detalle de este tópico socrático TARAGNA NOVO (1968): 45-68, cuyas conclusiones pueden resumirse en que "filosofia e amministrazione domestica sono due modi diversi in cui l'uomo può rendersi degno della kalokajgaqiva" (68). 92 GUTHRIE (1988): 323-324, es partidario de un Sócrates más real que habría sido inspirador de este principio pedagógico. Sin embargo, en último extremo debe subrayarse, con POMEROY (1994): 30, que este tratado socrático "it should be understood as a literary reminiscence with a germ of historical reality". 93 Cf. ERBSE, H. (1961): Die Architektonik im Aufbau von Xenophons Memorabilien, Hermes 89, 257. 94 Vid. GIGON (1947): 51. 95 Cf. NICKEL (1979): 92. En sentido contrario se pronuncia GUTHRIE (1988): 333, quien es más partidario de buscar conexiones entre Platón y Jenofonte que de "complacerse en detectar 'elementos antisténicos' por todas partes". Así, por ejemplo, en su comentario, GIGON, O. (1956): Kommentar zum Zweiten Buch von Xenophons Memorabilien, Basilea, 126-172, encuentra paralelismos entre Mem. II 6 y el Lisis de Platón. 96 Con GUTHRIE (1988): 332, no hay que dudar de la seriedad de la intención de reproducir fielmente su contenido o el espíritu que lo presidió por encima de una voluntad simplemente propagandística. 97 Cf. LUCCIONI (1953): 10 ss. En cuanto a la relación entre tradición y obra literaria, GRAY (1998): 195, señala que "Xenophon's novelty in the Memorabilia does seem to be part of a general desire to 'Socratise' the standard topics of earlier poetic and prose traditions of pre-Socratic wisdom literature: the duties of the gentlemen toward household, friends and fellow citizens, his behaviour at banquets and in the business of

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love, and his management of his estate and instruction of the members of his household in their duties on that estate". 98 Cf. NICKEL (1979): 99-100. 99 Así, GRAY, V. J. (1989): Xenophon's Defence of Socrates: the rhetorical background to the Socratic problem, CQ 39, 136-140, sugiere que pudo ser en particular la técnica retórica de Lisias —cf. XX 4 y XXV 7— la que determinara la mivmhsi", adaptación del estilo a las circunstancias, como rasgo fundamental de estos discursos, aunque tampoco debe desdeñarse la influencia de Isócrates. En cualquier caso, al margen de influencias puntuales de otros autores, suscribimos la idea de que fue el marco retórico general aplicado a la controversia sobre el proceso de Sócrates lo que da como resultado la Apología jenofontea. 100 Cf. NICKEL (1979): 105-106. 101 Podemos suponer, con GRAY (1989): 140, que "individual authors of Socratic defence speeches had their own individual assessments of the type of speech appropriate for the character involved and the circumstances facing him". 102 Para THESLEFF, H. (1978): The Interrelation and Date of the Symposia of Plato and Xenophon, BICS 8, 157-170, existiría una interrelación entre ambos escritos, pese al enfoque netamente diferenciado de la temática amororosa que domina en cada uno de ellos. 103 Cf. GUTHRIE (1988): 329-330. Partidario se muestra, igualmente, NICKEL (1979): 105. 104 GRAY, V. J. (1992): Xenophon's Symposion: the display of wisdom, Hermes 120, 74, postula que el opúsculo "develop the tradition of the story of the silent guest at the symposion in order to contribute to the biography of Socrates and the understanding of the special kind of wisdom he displayed". 105 Como una propuesta metodológica futura para la obra socrática de Jenofonte —extensible al conjunto de su obra— hacemos nuestras las palabras de GRAY (1998): 25: "The question is not whether Xenophon was capable of understanding Socratic process or doctrine, but why he chooses to present it as he does".

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