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¿Qué es la agresión? ¿Cuáles son algunas de las teorías de la agresión? Agresión como biología Agresión como respuesta a la frustración Agresión como comportamiento social aprendido
¿Cuáles son algunas de las influencias en la agresión? Incidentes que generan aversión Activación
Claves de agresión Influencia de los medios: pornografía y violencia sexual Influencia de los medios: televisión Influencia de los medios: videojuegos Influencias grupales
¿Cómo se reduce la agresividad? ¿Catarsis? Una propuesta de aprendizaje social
Post scriptum personal: Reforma de una cultura violenta
capítulo 10
Agresión: dañar a los demás a
"Nuestra conducta unque no se cumplió el pronóstico en broma de Woody Allen de que "para 1990 de unos a otros es la principal forma de trato social será el secuestro", estos años están lejos de ser el más extraño, . ~~enos. El horror del 11 de septiembre de 2001 representó el acto de violencia más impredecible e . :.:eramático, pero no el más catastrófico en términos de vidas humanas. Por la misma ' inexplicable de época se calcula que la carnicería humana de las guerras tribales en el Congo había todos los costado la vida a tres millones de personas, unas asesinadas con machetes y muchas fenómenos con otras muertas de hambre y enfermedades al huir del terror de sus aldeas (Sengupta, los que estamos 2003). Los vecinos ruandeses, que en el genocidio del verano de 1994 vieron la muerobligados a vivir. te de 750 mil personas (incluyendo la mitad de la población tutsi), entienden esta caEn toda la pacidad de masacrar humanos (Staub, 1999). naturaleza, nada Tanto odio y destrucción no es particular de las regiones del Medio Oriente y Áfriamenaza tanto a ca luego del 2000. En todo el mundo se gastan a diario más de dos mil millones de dóla humanidad lares en armas y ejércitos, cantidad que podría alimentar, educar y resguardar el como la ambiente de millones de pobres del mundo. En el siglo anterior, en aproximadamenhumanidad te 250 guerras murieron 110 millones de personas, cantidad suficiente para poblar misma." una "nación de muertos" con más de la población conjunta de Francia, Bélgica, Ho-
Lewis Thomas (1981).
landa, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia (figura 10-1). Las muertes no son sólo de las guerras mundiales, sino también de genocidios, como el que ocurrió con los
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figura 10-1 El siglo más sangriento. En el siglo xx la humanidad fue la más escolarizada y la más homicida de la historia (datos de Renner, 1999). Además de los genocidios y las hambrunas provocadas por el hombre, hubo aproximadamente 182 millones de "muertes por desagrado de las masas" (White, 2000).
"Toda arma fabricada, todo acorazado botado, todo cohete lanzado significa, a fin de cuentas, un robo a los que tienen hambre y no la satisfacen, los que tienen frío y no se tapan." -Presidente Dwight Eisenhower, discurso ante la Sociedad Estadounidense de Editores de Periódicos, 1953.
"¿Hay una forma de liberar a la humanidad de la amenaza de la guerra?" -Albert Einstein, carta a Sigrnund Freud, 1932.
armenios, de 1915 a 1923, por el Imperio Otomano, el genocidio paquistaní en 1971 de tres millones de bengalíes y el millón y medio de camboyanos muertos en un reino de terror iniciado en 1975 (Sternberg, 2003). Como se observa en el genocidio que cometió Hitler en contra de millones de judíos, de Stalin contra millones de rusos, de Mao que involucró a millones de chinos y de los primeros estadounidenses que sacrificaron a millones de amerindios; como se ve, el potencial humano para la crueldad extraordinaria abarca todo el planeta. ¿Somos como el mítico minotauro, mitad hombre y mitad bestia? ¿Qué explica ese día a mediados del verano de 1941 cuando la mitad no judía del pueblo polaco de Jebwabne mató a la otra mitad en un macabro frenesí de violencia de la que sobrevivieron apenas una docena de los 1 600 judíos? (Gross, 2001) ¿Qué explica esta propensión a lastimar? • • • •
¿La agresión es una predisposición biológica o la aprendemos? ¿Qué circunstancias disparan los estallidos de hostilidad? ¿Los medios influyen en la agresividad? ¿Cómo se detiene la agresividad?
Éstas son nuestras preguntas en este capítulo. Pero antes tenemos que aclar~r el término "agresión".
¿Qué es la agresión? Los thugs, miembros de una fraternidad criminal del norte de la India, eran agresivos: entre 1550 y 1850 estrangularon a más de dos millones de personas y afirmaban que lo hacían en servicio de su diosa. Pero hay personas que usan también el término "agresivo" para referirse a un vendedor dinámico. Los psicólogos sociales distinguen esta conducta segura, enérgica y empeñosa del comportamiento que lastima, daña o destruye. En el primer caso es asertividad; en el segundo, agresividad.
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Grabado del siglo XIX en el que se aprecian guerreros espaiioles en la conquista del imperio azteca de Moctezuma.
En el capítulo 5 definimos agresión como un comportamiento físico o verbal dirigido a lastimar a alguien. Esto excluye a los accidentes de tránsito, los tratamientos dentales, los empujones en las banquetas y el suicidio asistido. Incluye bofetones, insultos directos e incluso chismes, así como hacer que la gente decida cuánto tiene que dañar a alguien; por ejemplo, qué descarga eléctrica aplicarle a otra persona. Esta definición abarca dos formas de agresión. Los animales exhiben una agresividad social, caracterizada por despliegues de ira, y agresividad silenciosa, como cuando un depredador acecha a su presa. La agresividad social y la silenciosa atañen a regiones cerebrales distintas. En los seres humanos los psicólogos designan a estas dos formas de agresividad "hostil" e "instrumental". La agresión hostil surge de la ira y su meta es dañar. La agresión instrumental pretende lastimar sólo como medio para conseguir algún otro fin. Casi todo el terrorismo es agresión instrumental. "Las campañas de ataques suicidas terroristas tienen en común una meta secular y estratégica", concluye Robert Pape (2003) después de esttlgiar todos los ataques suicidas con bombas ~ 1980 a 2001. Esta meta es "obligar a las democracias liberales a retirar fuerzas militares del territorio que los terroristas consideran su patria". En 2003, gobernantes estadounidenses e ingleses justificaron el ataque a Irak no como un acto hostil para matar iraquíes, sino como un acto instrumental de liberación de defensa en contra de supuestas armas de destrucción en masa. La agresión hostil es "caliente"; la instrumental, "fría". .• > Casi todos los asesinatos son hostiles. Aproximadamente la mitad ocurren en riñas, "Desde luego, nunca los usarfamos contra un mientras que otros son resultado de triánguposible enemigo, sino que nos permitirá los amorosos o pleitos iniciados por influennegociar desde una posición de fuerza ."
agresión Comportamiento físico o vetbal que tiene el propósito de lastimar a alguien.
agresión hostil Agresión provocada por enojo y que se ejecuta como un fin en sí misma (también llamada agresión afectiva).
agresión instrumental Agresión que sirve como medio para algún otro fin.
La humanidad ha armado su capacidad de destrucción sin armar su capacidad de inhibir la agresión. Reimpreso con autorización de General Media Magazines.
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cia del alcoholo las drogas (Ash, 1999). Estos asesinatos son accesos emocionales impulsivos, lo que explica por qué los datos de 110 naciones muestran que aplicar la pena de muerte no reduce los homicidios (Costanzo, 1998; Wilkes, 1987). No obstante, algunos asesinatos y actos violentos de represalias y coerción sexual son instrumentales (Felson, 2000). Desde 1919, más de 1 000 asesinatos de pandillas fueron fríos y calculados.
¿Cuáles son algunas de las teorías de la agresión? Al analizar las causas de la agresión hostil y la instrumental, los psicólogos sociales se han enfocado en tres grandes ideas: 1) hay un instinto agresivo de raíces biológicas, 2) la agresividad es una respuesta natural a la frustración, y 3) el comportamiento agresivo se aprende. AGRESiÓN COMO BIOLOGíA Los filósofos han debatido si nuestra naturaleza humana es en esencia la de un "noble salvaje" benigno y satisfecho o la de un bruto. La primera idea, postulada por el filósofo francés del siglo XVIII Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), culpa a la sociedad, no a la naturaleza humana, de los males sociales. La segunda, que se vincula al filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), considera que las leyes de la sociedad son necesarias para refrenar y controlar al bruto humano. En el siglo xx la idea" del bruto" (que el impulso agresivo es innato y, por ende, inevitable) fue defendida por Sigmund Freud, en Viena, y por Konrad Lorenz, en Alemania. Teoría del instinto y psicología evolutiva
comportamiento instintivo Patrón de compol'tamiento innato, no aprendido, que exhiben todos los miembros de una especie.
Freud especulaba que la agresividad humana surge de un impulso autodestructivo. Así, se redirige hacia otros la energía de un impulso primitivo hacia la muerte (que, en términos generales, llamaba "pulsión de muerte"). Lorenz, experto en comportamiento animal, consideraba que la agresividad era un factor de adaptación, más que de autodestrucción. Freud y Lorenz estaban de acuerdo en que la energía agresiva es instintiva (no aprendida y universal). Si no se descarga, se supone que se acumula hasta que explota o hasta que un estímulo apropiado la "libera", como un ratón que escapa de la ratonera. Aunque Lorenz (1976) también afirmaba que tenemos mecanismos innatos para inhibir la agresividad (como volvernos indefensos), temía en las implicaciones de armar nuestro "instinto de lucha" sin hacer lo mismo con nuestras inhibiciones. El desequilibrio en el enfoque por el cual se liberan las tendencias agresivas explica por qué en las guerras del siglo xx murieron más personas que en todas las guerras anteriores. La idea de que la agresión es un instinto se derrumbó cuando la lista de supuestos instintos humanos se alargó hasta prácticamente cualquier conducta humana imaginable. En 1924, en una revisión de libros de ciencias sociales, se enumeraron seis mil supuestos instintos (Barash, 1979). Los científicos sociales han tratado de explicar el comportamiento social dándole nombres. Es tentador jugar este juego de explicar nombrando: "¿Por qué los borregos permanecen juntos?" "Por su instinto gregario." " ¿Cómo sabe que tienen un instinto de rebaño "Mírelos: siempre andan juntos." La teoría del instinto fracasa al tratar de aclarar las variaciones en la agresividad de persona a persona y de cultura a cultura. ¿Cómo explicaría un instinto humano compartido de agresión universal la diferencia entre los pacíficos iroqueses antes de la llegada de los blancos y los hostiles iroqueses después? (Hornstein, 1976) Aunque la agresión tiene una influencia biológica, la propensión humana a agredir no parece cumplir los requisitos para ser un comportamiento instintivo.
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Ahora bien, nuestros lejanos antepasados en ocasiones encontraron la agresividad como algo adaptativo, seílalan los psicólogos evolutivos David Buss y Todd Shackelford (1997). El comportamiento agresivo era una estrategia para adquirir recursos, defenderse de ataques, intimidar o eliminar machos rivales en la competencia por las hembras y disuadir a las parejas de ser infieles. En algunas sociedades preindustriales, ser un buen guerrero confería una posición superior y mayores oportunidades reproductivas (Roach, 1998). Buss y Shackelford creen que el valor de adaptación de la agresividad ayuda a explicar los relativamente altos niveles de agresión entre hombres a lo largo de la historia humana. "Esto no significa [... ] que los hombres tengan un 'instinto agresivo' en el sentido de alguna energía reprimida que hay que descargar. Más bien, los hombres heredaron de sus antepasados mecanismos psicológicos" que aumentan las probabilidades de dejar sus genes en las generaciones futuras. Influencias neuronales
Como la agresión es una conducta compleja, ningún punto del cerebro la controla; pero los investigadores han descubierto sistemas nerviosos tanto en animales como en seres humanos que facilitan la agresión. Cuando los científicos activan estas áreas del cerebro, la hostilidad aumenta; cuando las desactivan, la hostilidad disminuye. Así, es posible hacer de animales dóciles una furia y de los iracundos, sumisos. En un experimento los investigadores colocaron un electrodo en una zona que inhibe la agresión del cerebro de un mono dominante. Un mono más pequeño, al que se entregó un botón que activaba el electrodo, aprendió a oprimirlo cada vez que el tirano lo intimidaba. La activación cerebral funciona también con los seres humanos. Después de recibir estimulación eléctrica indolora en la amígdala (una parte de los núcleos cerebrales) una mujer montó en cólera, estrelló su guitarra contra la pared y por poco no atinó a la cabeza de su psiquiatra (Moyer, 1976, 1983). Entonces, ¿el cerebro de las personas violentas es anormal en algún sentido? Para averiguarlo, Adrian Raine y colaboradores (1998, 2000) usaron escaneos cerebrales para medir la actividad cerebral de asesinos y medir también la cantidad de materia gris en hombres con trastorno de conducta antisocial. Descubrieron que la corteza prefrontal, que funciona como freno de emergencia en las zonas cerebrales profundas relacionadas con el comportamiento agresivo, era 14 por ciento menos activa que lo normal en asesinos que no habían sido abusados y 15 por ciento menor en los hombres antisociales. Otros estudios de asesinos y presos en espera de ejecución confirman que un cerebro anormal contribuye a una conducta anormalmente agresiva (Davidson y colaboradores, 2000; Lewis, 1998; Pincus, 2001). ¿La anormalidad cerebral por sí misma pre9~"One a la violencia? Posiblemente no, pero en algunas personas violentas es un factor (Davidson y colaboradores, 2000). Influencias genéticas
La herencia influye en la sensibilidad del sistema nervioso a las claves de la agresividad. Desde hace mucho se sabe que se pueden criar animales para que sean agresivos. En unas ocasiones se hace por razones prácticas (la cría de gallos de pelea); en otras, se hace para investigaciones. La psicóloga finlandesa Kirsti Lagerspetz (1979) tomó ratones albinos normales y crió juntos a los más agresivos y en otro grupo a los menos agresivos. Después de repetir el procedimiento durante 26 generaciones, tenía un grupo de ratones feroces y otro de ratones tranquilos. La agresividad varía entre los primates y los seres humanos (Asher, 1987; Olweus, 1979). Nuestro temperamento (qué intensos y reactivos somos) viene en parte con nosotros al nacer, por la influencia de la reactividad de nuestro sistema nervioso simpático (Kagan, 1989). El temperamento de una persona, manifestado en la infancia, perdura (Larsen y Diener, 1987; Wilson y Matheny, 1986). Un niño temerario o impul-
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Los genes predisponen la agresividad del perro de combate.
sivo y proclive a las rabietas corre el riesgo de ser un adolescente de conducta violenta (American Psychological Association, 1993). Un niño que no es agresivo a los ocho años probablemente será una persona pacífica a los 48 (Huesmann y colaboradores, 2003). Así, los gemelos idénticos, cuando se les pregunta por separado, coinciden más que los gemelos fraternos sobre si tienen un "temperamento violento" o si se meten en pleitos (Rushton y colaboradores, 1986; Rowe y colaboradores, 1999). La mitad de los gemelos idénticos de criminales convictos (pero sólo uno de cinco gemelos fraternos) también tiene antecedentes delictivos (Raine, 1993). En estudios de seguimiento a largo plazo de varias centenas de niños neozelandeses se revela que el comportamiento agresivo mezcla un gen que altera el equilibrio de los neurotransmisores con abuso infantil (Caspi y colaboradores, 2002; Moffitt y colaboradores, 2003). Ni los "malos" genes ni los "malos" ambientes por sí solos predisponen a la agresividad y la conducta antisocial; más bien, los genes predisponen a unos niños a ser más sensibles y a reaccionar más al maltrato. Naturaleza y crianza interactúan. Influencias bioquímicas
La química sanguínea también influye en la sensibilidad neuronal a la estimulación agresiva. Tanto experimentos de laboratorio como datos de policía indican que cuando las personas son provocadas, el alcohol dispara la agresividad (Bushman, 1993; Taylor y Chermack, 1993; Testa, 2002). Las personas más violentas tienen mayor tendencia 1) a beber, y 2) a volverse agresivas cuando están alcoholizadas (White y colaboradores, 1993). Considere lo siguiente: • En experimentos, las personas alcoholizadas aplicaron descargas más intensas y se sintieron más enojadas cuando recordaban conflictos en sus relaciones (MacDonald y colaboradores, 2000). • Los estudios de violadores revelan que poco más de la mitad habían bebido antes de cometer su delito. En una encuesta reciente de casi 90 mil estudiantes de 171 universidades, cuatro de cinco que habían tenido relaciones sexuales
Agresión: dañar a los demás
indeseadas reconocieron que antes habían consumido alcohol y drogas (Pressley y colaboradores, 1997). Lo mismo hicieron, se supone, la mayoría de sus atacantes. • En 65 por ciento de los homicidios y 55 por ciento de las riñas domésticas y los ataques, los asaltantes o la víctima habían bebido (American Psychological Association, 1993). • Si los alcohólicos que golpean a su esposa se someten a tratamiento y solucionan su problema de alcohol, por lo regular cesa su conducta violenta (Murphy y O'Farrell, 1996). El alcohol aumenta la agresividad porque reduce la conciencia de las personas y su capacidad de ponderar las consecuencias (Hull y Bond, 1986; Ito y colaboradores, 1996; Steele y Southwick, 1985). El alcohol desindividualiza y desinhibe. La agresividad también se correlaciona con la hormona sexual masculina, la testosterona. Las influencias hormonales son mucho más intensas en animales inferiores a los seres humanos, pero fármacos que reducen las concentraciones de testosterona en hombres violentos hacen ceder las tendencias agresivas. Cuando oyen el timbre de los buscapersonas, los individuos con concentraciones muy elevadas de testosterona indican sentirse algo más inquietos y tensos (Dabbs y colaboradores, 1997). También son más impulsivos e irritables y toleran menos las frustraciones (Harris, 1999). Después de los 25 años de edad, las concentraciones de testosterona y los índices de delitos violentos disminuyen juntos. Las concentraciones de testosterona son mayores en reos de delitos violentos planeados y no provocados, que los de delitos no violentos (Dabbs, 1992; Dabbs y colaboradores, 1995; 1997, 2001). En el rango normal entre hombres adolescentes y adultos, los que tienen mayores concentraciones de testosterona son más proclives a la delincuencia, el consumo de drogas y las respuestas agresivas a las provocaciones (Archer, 1991; Dabbs y Morris, 1990; Olweus y colaboradores, 1988). La testosterona -dice James Dabbs (2000)- "es una molécula pequeña de grandes efectos'~~nyectarla a un hombre no lo volverá automáticamente agresivo, pero los hombres con menos testosterona reaccionan con menos agresividad cuando los provocan (Geen, 1998). La testosterona es como la potencia de una pila: sólo si la pila está muy descargada las cosas se notan lentas. Otro culpable que también se encuentra a menudo en la escena del crimen es una concentración baja del neurotransmisor serotonina, para el que los lóbulos frontales que controlan los impulsos tienen muchos receptores. En primates y seres humanos se encuentra poca serotonina entre jóvenes y adultos proclives a la violencia (Bernhardt, 1997; Mehlman, 1994; Wright, 1995). Además, si en el laboratorio se reducen las concentraciones de serotonina, aumenta la reacción a sucesos adversos y la disposición a aplicar supuestas descargas eléctricas. Es importante recordar que el tránsito entre testosterona, serotonina y comportamiento fluye en los dos sentidos. Por ejemplo, la testosterona puede facilitar el afán de dominio y la agresividad, pero las conductas de dominar o derrotar también aumentan las concentraciones de testosterona (M azur y Booth, 1998). Después de un partido de un mundial de futbol o un gran juego de basquetbol entre rivales, la testosterona
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Alcohol y ataque sexual. "Hombres ordin!lrios que bebieron demasiado ", fue la descripción hecha por el New York Times, de la turba que atacó a unas 50 mujeres que asistieron al desfile de Nu eva York en junio de 2000. "Provistos de bebidas alcohólicas, pasaron de molestar a las mujeres a tocarlas, mojarlas y quitarles las blusas y los pantalones" (Staples, 2000).
"Evitaríamos dos tercios de todos los delitos si pusiéramos a todos los jóvenes aptos de 12 a 28 años en suspensión criogénica." - David Lykken, rILe Antisocial Personalities, 1995.
Algunos violadores agresivos, para liberarse de los impulsos per- ,. sistentes y nocivos y reducir sus penas de cárcel, han solicitado ser castrados. ¿Hay que concederles esa solicitud? y si en tal caso se juzga que ya no representan un riesgo de violencia sexual, ¿hay que reducir o eliminar su condena?
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aumenta entre los fanáticos del equipo ganador y desciende entre los perdedores (Bernhardt y colaboradores, 1988). Las personas varadas en la parte baja del escalafón socioeconómico tienden a tener poca serotonina. Los psicólogos evolutivos h an postulado la existencia de una respuesta natural en preparación p ara correr los riesgos que esas personas necesitan en la persecución de sus intereses (Wright, 1995). Por tanto, las influencias neuronales, genéticas y bioquímicas predisponen a algunas personas a reaccionar con agresividad ante los conflidos y las provocaciones. ¿Pero la agresión es una parte tal de la naturaleza humana que haga inalcanzable la paz? La Asociación Psicológica Americana y el Consejo Internacional de Psicólogos se han unido con otras organizaciones para avalar una declaración sobre la violencia redactada por científicos de una docena de países (Adams, 1991): "Es científicamente incorrecto [decir que] la guerra u otra conducta violenta está programada genéticamente en nuestra naturaleza humana [o que] la guerra sea causada por 'un instinto' o por cualquier otra motivación". Así, como veremos, hay maneras de reducir la agresividad humana.
teoría de la frustración-agresión Teoría que afirma que la frustración prepara para la agresión. frustración Impedimento de alcanzar una meta.
desplazamiento Acto de redirigir la agresión a un objetivo distinto a la fuente de fru stración. El nuevo objetivo es más seguro o socialmente más aceptable.
AGRESiÓN COMO RESPUESTA A LA FRUSTRACiÓN Es una tarde cálida. Cansado y hambriento después de dos horas de estudio, usted pide algunas monedas a un amigo y marcha a la máquina de refrescos más cercana. Mientras la máquina traga sus monedas, usted casi siente el sabor del refresco frío y refrescante. Pero cuando oprime el botón, no pasa nada. Lo intenta de nuevo. Nada. De nuevo oprime los botones. Los golpea. Al final, sacude y aporrea la máquina. Usted vuelve retumbando a sus estudios, con las manos vacías y sin las monedas. ¿Hay que advertirle a su compañero? ¿Es más probable que usted diga o haga algo d añino? Una de las primeras teorías de la agresión, la popular teoría de la frustración-agresión, respondía que sí. "La frustración siempre lleva a alguna forma de agresión", decían John Dollard y colaboradores (1939, p. 1). La frustración es todo aquello (como una máquina vendedora que no sirve) que nos estorba en la consecución de una meta. La frustración aumenta cuando nuestra motivación para alcanzar una m eta es muy fuerte, cuando esperamos una gratificación y cuando el obstáculo es insalvable. Cuando Rupert Brown y colaboradores (2001) entrevistaron a los pasajeros ingleses del ferry que se trasladaban a Francia y descubrieron muchas más actitudes agresivas en un día en que embarcaciones francesas bloqueaban el puerto impidiendo su viaje. Imposibilitados de alcanzar su objetivo, los pasajeros estuvieron más de acuerdo (al responder a unas viñetas) en un insulto dirigido a un francés que había derramado café y con el boicot a una patisserie francesa que ponía en peligro los medios de vida de un aldeano pastelero local. Como se ve en la figura 10-2, la energía agresiva no siempre estalla contra su fuente . Aprendemos a inhibir las represalias directas, sobre todo cuando otros desaprobarían el castigo; en cambio, desplazamos nuestra hostilidad hacia blancos más seguros. El desplazamiento se aprecia en la vieja anécdota sobre el hombre que, humillado por su jefe, regaña a su esposa, la cual grita al hijo, quien patea al perro y éste muerde al cartero. Sin embargo, en experimentos en la vida real la agresión desplazada es más probable cuando el blanco comparte alguna semejanza con el instigador y realiza algún acto irritante menor que estimula la agresión desplazada (Marcus-Newhall y colaboradores, 2000; Miller y colaboradores, 2003; Pedersen y colaboradores, 2000). Cuando una persona guarda un enojo de una provocación anterior, incluso una ofensa trivial, una que de ordinario no habría producido ninguna respuesta, pu~de propiciar una reacción explosiva desproporcionada. Varios comentaristas han observado que la comprensible ira de los estadounidenses por el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 contribuyó al deseo de atacar Irak. Los estadounidenses buscaban una salida para su ira y la encontraron en un ti-
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fIIII fIIII
fIIII
. . . . Desplazada
para agredir . . . . Agresión interna (como suicidio)
Frustración (objeti
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figura 10-2 Directa
Agresión abierta
In"'g,d6n
capítulolQ
Otras respuestas (como retraimiento)
Teoría clásica de la frustración y la agresión. La frus tración crea tUl motivo para agredir. El miedo al castigo o la desaprobación por agred ir a la fu ente de la frustración hace que el impulso agresivo se desplace hacia otro objetivo o incluso que se dirija a uno mismo. Fuente: Basado en Dollard y colaboradores, 1939, y Miller, 1941.
rano malvado, Saddam Hussein, que en otro tiempo había sido su aliado. "La ' verdadera razón' de esta guerra -señala Thomas Friedman (2003)- fue que después del 11 de septiembre Estados Unidos necesitaba golpear a alguien del mundo musulmán [... ] Golpeamos a Saddam por una razón simple: porque podíamos y él lo merecía y porque se encontraba en el corazón de ese mundo." Uno de los defensores de la guerra, el vicepresidente Richard Cheney (2003), parece coincidir. Cuando se le preguntó por qué el resto del mundo estaba en desacuerdo con que Estados Unidos emprendiera la guerra, contestó: "No pasaron por la experiencia del 11 de septiembre". Teoría revisada de la frustración-agresión
Las pruebas de laboratorio sobre la teoría de la frustración agresión arrojaron resultados contradictorios: algunas veces la frustración incrementaba la agresividad, pero otras no. Por ejemplo, si la frustración era comprensible, si, como en un experimento, un cómplice interrumpía a un grupo que resolvía un problema porque su aparato de sordera se había descQrmruesto (y no porque dejaba de prestar atención), la frustración llevaba a la irritaciÓn, no a la agresión (Burnstein y Worchel, 1962). Leonard Berkowitz (1978, 1989) se dio cuenta de que en la teoría original se exageraba el vínculo entre frustración y agresión, así que la revisó. Berkowitz planteó la hipótesis de que la frustración produce ira, una disposición emocional para agredir. La ira surge cuando alguien que nos frustra podía haber actuado de otro modo (Averill, 1983; Weiner, 1981). Una persona frustrada tiene más probabilidades de atacar si claves de agresión jalan el tapón y liberan la ira embotellada (figura 10-3). A veces el tapón salta sin esas claves; pero como veremos, las claves de la agresión la amplifican (Carlson y colaboradores, 1990). ¿La frustración es lo mismo que la deprivación?
Imagínese a alguien que se siente extremadamente frustrado en lo económico, lo sexual o lo político. Tengo la sospecha de que se imaginó a alguien económica, sexual o políticamente deprivado, y por una buena razón: cuando las comunidades sufren despidos labo-
La agresión provocada por frustra ción aparece a veces como ira del conductor.
Observe que la teoría de la frustración-agresión sirve para explicar la agresión hostil, no la instrumental.
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figura 10-3 Resumen simplificado de la teoría de la frustración-agresión revisada por Berkowitz. "Yo diría que una persona tiene una deprivación si le falta un objeto que en general se considera atractivo y deseable, pero se frustra cuando había anticipado el placer de poseer ese objeto y no puede satisfacer sus esperanzas." -Leonard Berkowitz (1972).
"Los males que se soportan con paciencia :uando parecen mevitables, se vuelven :nsoportables cuando se .nsinúa la idea de ~scapar de ellos." - Alexis de Tocqueville, .856.
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rales, los índices delictivos aumentan (Catalano y colaboradores, 1997). Cuando el desempleo en Estados Unidos se redujo notablemente en la década de 1990, lo mismo ocurrió con los índices de delincuencia. Cuando volvió a aumentar a comienzos del siglo XXI, otro tanto pasó con los delitos violentos. Pero la frustración no siempre se relaciona con la privación. Las personas con mayores frustraciones sexuales no son los célibes. Los más frustrados en lo económico no son los habitantes pobres de las ciudades perdidas de Jamaica. Cuando la miseria estaba en todas partes durante la depresión de la década de 1930, el índice de delitos violentos no era demasiado elevado. Como concluyó en 1969 la Comisión Nacional Estadounidense sobre las Causas y la Prevención de la Violencia, el progreso económico llega a aumentar la frustración y acrecienta la violencia. Del mismo modo, los terroristas suicidas palestinos no han sido los más deprivados de sus compatriotas. Como el ERI de Irlanda del Norte, las Brigadas Rojas italianas o la banda de BaderMeinhof de Alemania, por lo regular pertenecen a la clase media (Krueger y Maleckova, 2003; Pettigrew, 2003). También eran de clase media los atacantes del 11 de septiembre, que habían pasado por un entrenamiento profesional y viajaban por el mundo. La humillación colectiva y el antagonismo nutren el terrorismo mucho más que la deprivación absoluta. Vamos a detenernos para ver por qué. Antes de los tumultos de 1967 en Detroit, en los que murieron 43 personas y se incendiaron 683 edificios, el gobernador de Michigan se jactaba ante los medios de comunicación de la legislación de vanguardia en cuanto a derechos civiles en su estado y de los aproximadamente 367 millones de dólares en ayuda federal canalizados a Detroit en los cinco años anteriores. Apenas se acababan de transmitir estas palabras cuando un extenso vecindario afro americano en Detroit estalló en el peor trastorno civil de Estados Unidos del siglo pasado. Las personas estaban pasmadas. ¿Por qué Detroit? Aunque las cosas todavía eran malas en comparación con la riqueza de la población blanca, había mayores injusticias en otro lado. La Comisión del Consejo Nacional sobre Desórdenes Civiles, establecida para que diera con la respuesta, concluyó que una causa psicológica inmediata fue la frustración de las expectativas alimentadas por las victorias de los derechos civiles en los frentes legislativo y judicial en la década de 1960. Cuando ocurre una "revolución de expectativas crecientes", como pasó en Detroit y en otros lados, las frustraciones pueden aumentar aun si las condiciones mejoran . El principio funciona dondequiera. El equipo del politólogo y la psicóloga científica social Ivo y Rosaline Feierabend (1968, 1972) aplicaron la teoría de la frustraciónagresión al estudio de la inestabilidad política en 84 países. Cuando los habitantes de las naciones que se modernizaban rápidamente pasaban a las ciudades y mejoraba el alfabetismo, se vuelven más conscientes de las posibilidades materiales. Pero como la riqueza se reparte con lentitud, la brecha ensanchada entre las aspiraciones de las personas y lo que consiguen intensifican la frustración. Aunque las privaciones son menos, la frustración y la agresividad política se incrementan. Las expectativas superan la realidad. El punto no es que la deprivación y la injusticia social sean irrelevantes para las agitaciones sociales, sino que la frustración surge de la brecha entre expectativas y logros.
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Cuando los logros cumplen las expectativas y cuando los deseos están al alcance de nuestros ingresos, no nos sentimos frustrados sino satisfechos (Solberg y colaboradores, 2002). Deprivación relativa
La frustración se complica si nos comparamos con los demás. Los sentimientos de los trabajadores sobre su bienestar depende de si su pago es justo al compararlo con los que hacen su mismo trabajo (Yuchtman, 1976). Un aumento de salario a la policía de una ciudad, a la vez que aumenta su moral, puede desmotivar la de los bomberos. Estos sentimientos, llamados deprivación relativa, pronostican las reacciones de los grupos minoritarios a las desigualdades percibidas (Kawakami y Dion, 1993, 1995). La deprivación relativa explica también por qué la felicidad tiende a ser menor y los índices delictivos mayores en comunidades y naciones con grandes desigualdades en el ingreso (Hagerty, 2000; Kawachi y colaboradores, 1999). También explica por qué los alemanes orientales se volvieron contra su régimen comunista: su nivel de vida era superior que el de algunos países de Europa occidental, pero frustrantemente menor que el de sus' vecinos de Alemania occidental (Baron y colaboradores, 1992). La expresión deprivación relativa fue ideada por investigadores que estudiaban la satisfacción que sentían los soldados estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial (Merton y Kitt, 1950; Stouffer y colaboradores, 1949). Irónicamente, los miembros de la fuerza aérea se sentían más frustrados con sus ascensos que los policías militares, aunque los ascensos de éstos eran más lentos. Los ascensos en la fuerza aérea eran rápidos y los integrantes se consideraban, en lo individual, en mejor posición que el promedio de los miembros de esa fuerza (predisposición al servicio del yo ). Así, sus aspiraciones llegaban más alto que lo que obtenían. El resultado era la frustración. En la actualidad, una fuente posible de esta frustración es la riqueza que se observa en programas y comerciales de televisión. En culturas donde el televisor es un electrodoméstico universal la deprivación absoluta (falta de lo que otros tienen) se convierte en relativa (sensación de desposeimiento). Karen Hennigan y colaboradores (1982) analizaron los índices delictivos en ciudades estadounidenses por la época en que se introdujo la televisión. En 34 ciudades en las que en 1951 era común la posesión de uno de estos aparatos, la tasa de robos de ese año (delitos como hurto en tiendas o robo de bicicletas) aumen:to de manera extraordinaria. En otras 34 ciudades, donde el gobierno había congelado la introducción de la televisión hasta 1955, ocurrió un salto semejante en las tasas de robo, pero hasta ese año. -~-
AGRESIÓN COMO COMPORTAMIENTO SOCIAL APRENDIDO Las teorías sobre la agresión que se basan en el instinto y la frustración suponen que de las emociones internas surgen impulsos hostiles que saca naturalmente la agresión del interior. Los psicólogos sociales afirman que el aprendizaje también "saca" la agresión de nosotros. Los beneficios de la agresión
Por experiencia y por observación de los demás aprendemos que la agresión trae dividendos. En experimentos se han transformado animales dóciles en feroces luchadores. Por otro lado, las derrotas graves fomentan la sumisión (Ginsburg y Alle, 1942; Kahn, 1951; Scott y Marston, 1953). Las personas también aprenden sobre las recompensas de la agresión. El niño cuyos actos agresivos intimidan a otros niños será cada vez más agresivo (Patterson y colaboradores, 1967). Los jugadores de hockey agresivos (los que más son enviados a
deprivación relativa Percepción de que uno no está tan bien como aquellos con quienes se compara. "Una casa puede ser grande o pequeña; si está rodeada de casas igualmente pequeñas, satisface todas las necesidades sociales de alojamiento. Pero dejemos que surja un palacio alIado y, de ser una casita, se encoje y se convierte en un sombrero." - Carlos Marx.
"El descontento de las mujeres aumenta en la misma proporción que su desarrollo." - Elizabeth Cady Stanton, 1815-1902, sufragista estadounidense.
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. Lo que hace la mano, hllce la tras, En el famoso experimento de Bandura, niiíos expuestos a III agresión de un adulto contra el muñeco Bobo se inclinaron a reproducir el acto agresivo que observaron,
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la banca de castigo por juego brusco) anotan más goles que los otros (McCarthy y Kelly, 1978a, 1978b). Los adolescentes canadienses que juegan hockey y cuyos padres aplauden las agresiones físicas exhiben el estilo de juego y actitudes más agresivas (Ennis y Zanna, 1991). En estos casos, la agresión es un medio para conseguir ciertas recompensas. La violencia colectiva también paga. Después de los tumultos de 1967 en Detroit, la Ford Motor Company aceleró sus esfuerzos por contratar trabajadores de minorías, lo que incitó al comediante Dick Gregory a bromear: "El verano pasado el fuego llegó demasiado cerca de la planta de Ford. No quemen sus Mustang, chicos" . Lo mismo ocurre con los actos terroristas, que como consecuencia propician que los impotentes llaman una amplia atención. "Mata uno y atemoriza a diez mil", dice un antiguo proverbio chino. Privado de lo que Margaret Thatcher llamaba "el oxígeno de la publicidad", seguramente el terrorismo disminuiría, concluyó Jeffrey Rubin (1986). Es como los incidentes de espectadores desnudos en la década de 1970 que saltaban a las canchas de futbol para aparecer unos segundos en la televisión. Cuando las cadenas decidieron ignorar los incidentes, el fenómeno terminó. Aprendizaje por observación
teoría del aprendizaje social Teoría que establece que aprendemos el comportamiento social por medio de observar e imitar y a través de recompensas y cas tigos,
Albert Bandura (1997) propuso una teoría del aprendizaje social de la agresión. Cree que aprendemos la agresión no sólo por experimentar sus beneficios, sino también al observar a otros. Como con la mayoría de las conductas sociales, aprendemos la agresión al mirar a otros y tomar nota de las consecuencias. Imagínese esta escena de uno de los experimentos de Bandura (Bandura, 1961). Un niño de una guardería de Stanford trabaja en una actividad interesante. Una adulta se encuentra en otra parte del salón, donde hay juguetes de madera para armar y un muñeco inflable grande, Bobo. Después de trabajar un minuto con las piezas de madera, la mujer se levanta y durante casi diez minutos ataca al muñeco. Lo golpea con un mazo, lo patea y lo avienta mientras grita: "Dale en la nariz .. . tíralo ... patéalo" . Después de observar este estallido, el niño pasa a otro cuarto con juguetes muy atractivos. Dos minutos después la experimentadora lo interrumpe, le dice que son sus mejores juguetes y que debe" guardarlos para los otros niños". El niño pasa a otro salón con diversos juguetes para juegos agresivos y pacíficos, incluyendo un muñeco Bobo y un mazo. Los niños que no fueron expuestos al modelo agresivo adulto rara vez desplegaron un juego o una conversación de agresividad. Aunque frustrados, jugaron en paz. Los que habían visto al adulto agresivo tuvieron muchas mayores probabilidades de tomar el mazo y descargarlo sobre el muñeco. Haber visto el comportamiento agresivo del adulto redujo sus inhibiciones. Además, los niños reprodujeron los actos del mo-
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delo y sus palabras. Observar una conducta agresiva disminuyó sus actitudes y les mostró formas de agredir. Bandura (1979) cree que la vida nos expone a modelos de agresividad en la familia, la subculhlra y los medios de comunicación masiva.
La familia. Los niños que practican la agresividad física suelen ser hijos de padres punitivos que al disciplinarlos ejemplifican la agresión con gritos, bofetadas y golpes (Patterson y colaboradores, 1982). Estos padres tuvieron a su vez padres que les aplicaban castigos físicos (Bandura y Walters, 1959; Straus y Gelles, 1980). Aunque pocos niños abusados se convierten en delincuentes o en padres golpeadores, alcanzan a ser 30 por ciento los que abusan de sus propios hijos, cuatro veces más la tasa de la población en general (Kaufman y Zigler, 1987; Widom, 1989). La violencia a menudo engendra violencia. La influencia de la familia también se manifiesta en los mayores índices delictivos en culturas y en familias con padres ausentes (Triandis, 1994). En Estados Unidos, la Oficina de Estadísticas de Justicia indica que la minoría de los delincuentes juveniles que no crecieron con los dos padres suman 70 por ciento de las detenciones de menores (Beck y colaboradores, 1988). A partir de tales datos, David Lykken (2000) calculó que los niños estadounidenses criados sin padre tienen aproximadamente siete veces más probabilidades de ser abusados, de abandonar la escuela, de fugarse, de sufrir un embarazo adolescente y de cometer delitos violentos. Las familias de dos padres no sólo difieren por el mayor cuidado y la disciplina positiva de los padres, sino también porque son menos pobres, tienen más logros educativos y sufren menos desalojos. Pero el efecto de la falta del padre está mediado por más que el hundimiento en la pobreza. La correlación entre la falta del padre y la violencia se extiende a todas las razas, niveles de ingreso, escolaridad y residencia (Staub, 1996; Zill, 1988). Además, en un estudio inglés en el que se hizo el seguimiento de más de diez mil niños durante 33 años desde su nacimiento, el riesgo de que los niños tuvieran problemas aumentaba después de la separación de los padres (Cherlin y colaboradores, 1998). La correlación también se aprecia con el paso del tiempo. En Estados Unidos, en 1960 apenas poco más de uno de cada diez niños no vivía con sus dos padres y sólo 16 mil infractores juveniles fueron detenidos por delitos violentos. En 2003, tres de diez niños no vivían con los dos padres y una población de menores de tamaño equivalente tuvo más de 100 mil detenciones por delitos violentos. El punto no es que los hijos de hogares sin padre tienen probabilidades de convertirse en delincuentes o en individuos violentoS ' ~idados por madres atentas y una familia extensa, la mayoría de estos niños prosperan). Tampoco es la falta del padre la única explicación plausible de la correlación. El punto es simplemente que cuando y donde falta el padre, el riesgo de violencia aumenta. Al parecer, la situación tiene su importancia. La cultura. El ambiente social fuera del hogar también ofrece modelos. En comunidades donde se admiran las imágenes de "machos", la agresión se transmite continuamente a las nuevas generaciones (Cartwright, 1975; Short, 1969). Por ejemplo, la violenta sub cultura de las pandillas de adolescentes ofrece a sus miembros más jóvenes modelos de agresividad. También importa la extensión de la cultura. Muéstreme un hombre de una cultura no democrática, subdesarrollada económicamente, con grandes desigualdades económicas, que prepare a los hombres para ser guerreros y que haya participado en una guerra, y yo le mostraré a alguien que está predispuesto a sostener y exhibir una conducta agresiva (Bond, 2003). Muéstrenos alguien de una cultura que valora el honor y también mostraremos a alguien con una mentalidad agresiva, añaden Richard Nisbett
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figura 10-4 Punto de vista sobre la agresión del aprendizaje social. La estimulación emocional de una experiencia aversiva m otiva la agresividad. Que finalmente se dé una agresión o cualquier otra respuesta depende de qué consecuencias hayamos aprendido a esperar. Fuente: Basado en Bandu ra, 1979, 1997.
(1990,1993) Y Dov eohen (1996,1998). En Estados Unidos -dicen- el hombre blanco sobrio y cooperativo que se estableció en Nueva Inglaterra y la región central del Atlántico produjo una cultura muy diferente que el blanco agresivo y defensor del honor (muchos de ellos sOn mis antepasados primos escoceses e irlandeses) que colonizaron el sur de Estados Unidos. Los primeros eran agricultores y artesanos; los segundos, cazadores y ganaderos más agresivos. Hasta la fecha, las ciudades y regiones estadounidenses pobladas por sureños tienen índices de homicidios entre blancos mucho mayores que las pobladas por norteños. Por ejemplo, el Texas Panhandle (cuyos pobladores vienen del sur alto) tiene índices de homicidios de blancos cuatro veces superiores a los de Nebraska, cuyos pobladores vinieron del este, el medio oeste y de Europa. En el Texas Pandhandle incluso poblaciones con bajos índices de pobreza tienen índices de homicidio mucho mayores que en las poblaciones de Nebraska con tasas elevadas de pobreza. No es la violencia en general a la que recurren los sureños, sino -refieren Nisbett y eohen (1996)- a la violencia que defiende la propiedad y el honor y la que castiga. "Un hombre tiene derecho a matar para defender su casa", coincidieron 18 por ciento de blancos no sureños y 36 por ciento de blancos sureños. Los hombres blancos sureños tienen dos veces más probabilidades que los blancos rurales del medio oeste de declarar que tienen un arma para protegerse. Los sureños apoyan con más firmeza las guerras y las llamadas de atención (con lo que modelan la violencia en las relaciones sociales). Además, quienes viven en "culturas de honor", como Brasil, expresan más simpatía por la reacción violenta de un marido a la humillación de la infidelidad de su esposa (Vandello y eohen, 2003). Las personas aprenden respuestas agresivas tanto en la experiencia como por observación de modelos de agresividad. ¿Pero cuándo ocurren las respuestas agresivas? Bandura (1979) afirma que los actos agresivos están motivados por experiencias adversas: frustración, dolor, insultos (figura 10-4). Estas experiencias nos activan emocionalmente. Pero que actuemos agresivamente depende de las consecuencias que anticipemos. La agresividad es más probable si estamos activados y si parece seguro y productivo agredir.
Resumen
La agresión se manifiesta de dos formas, como agresión hostil, que surge de emociones como la ira y pretende lastimar, y agresión instrumental, que es un medio para algún otro fin.
Hay tres teorías generales de la agresión. La postura instintiva, defendida por Sigmund Freud y Konrad Lorenz, afirma que la energía agresiva se acumula en el interior, como el agua tras un di-
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que. Aunque las pruebas que tenemos prestan poco apoyo a esta teoría, la agresión tiene la influencia biológica de la herencia, la química sanguínea y el cerebro. De acuerdo con la segunda hipótesis, la frustración es la causa de ira y hostilidad. En presencia de claves de agresión, esta ira provoca agresividad. La frustración p"rocede no sólo de la privación, si-
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no de la diferencia entre expectativas y resultados. La teoría del aprendizaje social presenta la agresión como un comportamiento aprendido. Por experiencia y en la observación del éxito de los demás, a veces aprendemos que la agresión produce ganancias. El aprendizaje social es el vehículo de la influencia familiar, cultural y mediática sobre la agresión.
¿Cuáles son algunas de las inf! uencias en la agresión? ¿En qué condiciones agredimos? Los factores que nos jalan del gatillo son incidentes que generan aversión, activación, los medios de comunicación yel contexto de nuestro grupo. INCIDENTES QUE GENERAN AVERSiÓN La receta de la agresión incluye muchas veces alguna forma de experiencia aversiva: dolor, calor excesivo, un ataque o un apiñamiento. Dolor
El investigador Nathan Azrin quería saber si suspender descargas eléctricas en las patas de dos ratas reforzaría sus relaciones positivas. Azrin planeó activar las descargas y luego, cuando las ratas se acercaran una a la otra, suspenderlas. Para su sorpresa, el experimento resultó imposible. En cuanto las ratas sentían el dolor se atacaban antes de que el experimentador pudiera apagar las descargas. Cuanto más intensas fueran las descargas (y el dolor), más violento era el ataque. ¿Esto ocurre sólo con las ratas? Los investigadores descubrieron que en una amplia variedad de especies, la crueldad que los animales se imponían unos a otros correspondía golpe a golpe con la crueldad que se les imponía a ellos. Como explica Azrin (1967), la respuesta de dolor y ataque ocurrió en muchas cepas de rat~=r,.uego vimos que las descargas producían ataques cuando pares de las especies sigtll.m1tes eran enjaulados: ciertos ratones, hámsters, zarigüeyas, mapaches, marmotas, zorros, nutrias, gatos, tortugas, monos ardilla, hurones, ardillas rojas, gallos, lagartos, cangrejos de río, anfibios y varias especies de serpientes, incluyendo la boa constrictor, la víbora de cascabel, la serpiente marrón, la mocasÍn de agua, la cobra de Kentucky y la serpiente negra. La reacción de descargas y ataque se manifiesta en muchas especies de criaturas. De todas las especies en que las descargas propiciaban ataques, éstos fueron rápidos y constantes, de la misma manera que en las ratas, como si se "apretara un botón".
Los animales no eran selectivos con sus blancos. Atacaban animales de su especie y de otras, muñecos de peluche y aun pelotas de tenis. Los investigadores variaron también la fuente del dolor. Descubrieron que no sólo las descargas inducían los ataques. Produjeron las mismas reacciones calor intenso y "dolor psicológico", como de pronto no premiar a palomas que habían sido entrena- o das para recibir una recompensa por picar un disco. Desde luego, este" dolor psicológico" es frustración.
Las normas éticas actuales impiden a los maestros el uso de estímulos dolorosos.
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El dolor también incrementa la agresividad en los seres humanos. Muchos podemos recordar una reacción de esa clase después de golpearnos un dedo del pie o durante una jaqueca. Leonard Berkowitz y colaboradores lo demostraron pidiendo a eshldiantes de la Universidad de Wisconsin que metieran una mano en agua tibia o en agua tan fría que causaba dolor. Los que metieron la mano en el agua fría dijeron que se sentían más irritados y fastidiados, y se sintieron más deseosos de gritar a otra persona que producía un ruido desagradable. A la vista de tales resultados, 13erkowitz (1983, 1989, 1998) propuso que la estimulación aversiva, más que la frustración, es la energía básica que propicia la agresión hostil. Sin duda, la frustración es un tipo importante de estado de desagrado. Pero cualquier suceso adverso, sea una esperanza fallida, un insulto personal o un dolor físico, puede inCitar un estallido emocional. Incluso el tormento de un estado depresivo acrecienta la posibilidad de que se presente un comportamiento agresivo hostil. Calor Ataque por dolor. Frustrado por haber perdido los dos primeros combates de la pelea de campeonato de pesos pesados contra Evander Holyfield, y sintiendo el dolor de un cabezazo accidental, Mike Tyson reacciona mordiendo la oreja de Holyfield.
"Te ruego, buen Mercucio, vayámonos. El día es cálido, los Capuleto están fuera. Si nos topamos con ellos, no escaparemos a una pelea. Por ahora, en estos días ardientes, se agita la sangre mala." -Shakespeare, Romeo y
¡ulieta.
Durante siglos se han propuesto teorías sobre el efecto del clima en los actos humanos. Hipócrates (cirea 460-377 a.e.) comparaba la civilización griega de sus días con el barbarismo de lo que hoyes Alemania y Suiza y pensaba que la causa era el clima áspero del norte de Europa. Más adelante, los ingleses atribuían su cultura "superior" al clima ideal de Inglaterra. Los pensadores franceses proclamaban lo mismo de Francia. Como el clima se mantiene constante, al tiempo que las características culturales cambian, es evidente que la teoría climática de la cultura tiene una validez limitada. Sin embargo, las variaciones climáticas temporales pueden afectar el comportamiento. Olores ofensivos, hu~o de cigarro y contaminación del aire se han vinculado con comportamientos agresivos (Rotton y Frey, 1985). Pero el irritante ambiental más estudiado es el calor. William Griffitt (1970; Griffitt Y Veitch, 1971) descubrieron que, en comparación con estudiantes que respondieron cuestionarios en una habitación con temperatura normal, los que estuvieron en un salón demasiado acalorado (más de 32°C) notificaron sentirse más cansados y agresivos, y expresaron más hostilidad contra un desconocido. En experimentos de seguimiento se reveló que el calor también incita actos vengativos (BeU, 1980; Rule y colaboradores, 1987). ¿El calor incómodo aumenta la agresividad en el mundo real como en ellaboratorio? Considere lo siguiente: • En la calurosa Phoenix (Arizona), los conductores sin aire acondicionado tocan más la bocina detrás de un coche parado (Kenrick y MacFarlane, 1986). • En las temporadas 1986 a 1988 de beisbol de ligas mayores, el número de bateadores golpeados por el lanzador fue dos veces mayor en los partidos jugados a más de 32°C que en los partidos jugados a menos de 27°C (Reifman y colaboradores, 1991). Los lanzadores no tiraron más bolas descontroladas en días calurosos: no dieron más bases por bola ni más bolas sueltas. Simplemente le pegaron a más bateadores. • Los motines ocurridos en 79 ciudades estadounidenses entre 1967 y 1971 sucedieron principalmente en días calurosos. • En estudios en seis ciudades se ha descubierto que cuando el tiempo es caluroso, es más probable que ocurran delitos violentos (Anderson y
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Los Angeles, mayo de 1993. Los motilles son más probables en los meses calurosos del verano.
Anderson, 1984; Cohn, 1993; Cotton, 1981, 1986; Harries y Stadler, 1988; Rotton y Frey, 1985). • En el hemisferio norte no sólo en los días calurosos hay más delitos violentos, sino también en las estaciones más cálidas del año, veranos más calurosos, años más calurosos, ciudades más calurosas y regiones más calurosas (Anderson y Anderson, 1998,2000). Anderson y colaboradores anticipan que si sobreviene un aumento de unos 2°C en la temperatura mundial, sólo en Estados Unidos habría por lo menos 50 mil asaltos violentos más al año. ¿Estos resultados del mundo real muestran que la incomodidad producida por el calor propicia directamente la agresividad? Aunque la conclusión parece plausible, estas correlaciones entre temperatura y agresión no la prueban. Ciertamente, las personas son más irritables en unc1ima cálido y húmedo. En el laboratorio, las temperaturas elevadas acrecientan la activación, así como pensamientos y sentimientos hostiles (Anderson y colaboradores, 1999); sin embargo, puede haber otros factores. Quizá las tardes cálidas de verano empujan a la gente a la calle, donde entran en juego otros factores que influyen en los grupos. Ataques
Ser atacado o insultado por otro es un estímulo que conduce a la agresión. En varios experimentos, incluyendo uno de Kennichi Ohbuchi y Toshihiro Kambara (1985) de la Universidad de Osaka, se confirma que los ataques intencionales generan ataques en represalia. En la mayor parte de esos experimentos, una persona compite con otra en un concurso de tiempos de reacción. Después de cada ensayo de prueba, el ganador escoge qué tanta descarga eléctrica aplica al perdedor. En realidad, cada persona juega con un contrario programado, que aumenta continuamente la intensidad de las descargas. ¿Los verdaderos participantes responden con misericordia? De ninguna manera. La respuesta más frecuente es "ojo por ojo".
ACTIVACiÓN Hasta aquí hemos visto que la estimulación aversiva estimula la ira. ¿Tienen el mismo efecto otras activaciones, como las que acompañan al ejercicio o al sexo? Imaginemos que Tawna, quien acaba de terminar una estimulante carrera breve, llega a casa y se encuentra con que el hombre con el que iba a salir esa noche dejó un reca-
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do diciendo que tenía otros planes. ¿Es más probable que Tawna se enfurezca después de correr que si oyera el mismo mensaje después de despertarse de una siesta? O al haber terminado de hacer ejercicio ¿sus tendencias agresivas habrán desaparecido? Para dar con la respuesta, considere cómo interpretamos y nombramos a nuestros estados corporales. En un famoso experimento, Stanley Schachter y Jerome Singer (1962) encontraron que experimentamos estados de activación corporal de diversas maneras. Estos investigadores activaron a hombres de la Universidad de Minnesota inyectándoles adrenalina. La sustancia produjo rubores corporales, palpitaciones cardiacas y aceleración de la respiración. Cuando se les advirtió a los sujetos que la adrenalina produciría estos efectos, los hombres sintieron pocas emociones, incluso si esperaban con una persona hostil o eufórica. Desde luego, podían atribuir sus sensaciones corporales a la sustancia. Schachter y Singer hicieron que otro grupo de hombres creyeran que la adrenalina no producía estos efectos secundarios. Luego los colocaron en compañía de una persona hostil o eufórica. ¿Cómo se sintieron y cómo actuaron? Se enojaron con la persona hostil y se divirtieron con la eufórica. El principio es que un estado de activación orgánica alimenta una emoción u otra, dependiendo de cómo se interprete y se denomine la activación. En otros experimentos se indica que la activación no es tan emocionalmente indiferenciada como Schachter creía, aunque la agitación física intensifica casi cualquier emoción (Reisenzein, 1983). Por ejemplo, Paul Biner (1991) informa que las personas consideran desagradable la estática del radio, sobre todo si están activadas por una luz brillante. Dolf Zillmann (1988), Jennings Bryant y colaboradores encontraron que las personas que acaban de trabajar en una bicicleta de ejercicio o de mirar una película de un concierto de los Beatles atribuyen fácil y erróneamente su excitación a una provocación. Luego se desquitan con una agresión mayor. Aunque el sentido común nos llevaría a suponer que la carrera de Tawna habría agotado sus tensiones agresivas, de modo que aceptaría la noticia con calma, en estos estudios se indica que la activación nutre las emociones. La activación sexual es otra forma de estimulación, como la ira, y por consiguiente se amplifican una a la otra (Zillmann, 1989). El amor nunca es tan apasionado como después de una riña o un susto. En el laboratorio, los estímulos eróticos son más excitantes para las personas que acaban de ser asustadas. Del mismo modo, la activación de una montaña rusa puede extenderse a los sentimientos amorosos por nuestra pareja. Una situación frustrante, calurosa o insultante aumenta la activación. Entonces, la activación, combinada con ideas y sentimientos hostiles, forma una receta para una conducta agresiva (figura 10-5).
CLAVES DE AGRESiÓN Como dijimos, la violencia es más probable cuando claves de agresión jalan el tapón y liberan la ira embotellada. Leonard Berkowitz (1968, 1981, 1995) Y colaboradores descubrieron que la vista de un arma es una de tales claves, sobre todo cuando se percibe como instrumento de violencia y no de recreación. En un experimento, niños que acababan de jugar con pistolas de juguete se sintieron más dispuestos a derribar los bloques de otro niño. En otro, hombres irritados de la Universidad de Wisconsin aplicaron descargas eléctricas más intensas a su atormentador cuando había cerca un rifle y un revólver (supuestamente dejados de un experimento anterior), que cuando se quedaban raquetas de badminton (Berkowitz y LePage, 1967). Las armas priman ideas hostiles y juicios de castigo (Anderson y colaboradores, 1998; Dienstbier y colaboradores, 1998). Lo que está a la vista está en la mente. Así, Berkowitz no se sintió sorprendido de que, en Estados Unidos, la mitad de todos los asesinatos fueran come-
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figura 10-5 Elementos de la agresión hostil.
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Una situación adversa puede incitar agresión porque provoca cogniciones y sentimientos hostiles, así como activación. Estas reacciones nos hacen más proclives a p ercibir intenciones dai'tosas y a reaccionar agresivamente. Fuente: Simplificado de Anderson, Deuser y DeNeve, 1995.
tidos con pistolas y que con las pistolas de los hogares se matara más a los habitantes que a los intrusos. "Las armas no sólo permiten la violencia -escribió-, sino que la estimulan. El dedo jala el gatillo, pero el gatillo también puede jalar al dedo." Berkowitz tampoco se siente sorprendido de que los países donde se prohíben las pistolas tengan menores tasas de asesinatos. En comparación con Estados Unidos, Inglaterra tiene una cuarta parte de habitantes y un dieciseisavo de asesinatos. En Estados Unidos hay diez mil homicidios con arma de fuego al año; en Australia hay alrededor de una docena, en Inglaterra dos docenas y en Canadá 100. Cuando en Washington, D.C., se adoptó una ley que restringía la posesión de armas de fuego, los asesinatos y los suicidios por este medio se redujeron aproximadamente 25 por ciento. No hubo cambios en otros métodos de asesinato y suicidio ni en las regiones colindantes a la zona que abarcaba la ley se dieron tales reducciones (Loftin y colaboradores, 1991). Los investigadores también han examinado el riesgo de violencia doméstica con y sin armas. Estas investigaciones son polémicas, porque los hogares varían de muchas maneras. En un estudio patrocinado por los Centros de Control de las Enfermedades, se compararon propiet~os y no poseedores de armas del mismo género, raza, edad y vecindario. El resultado irónico y trágico fue que los que tenían un arma en casa (por lo regular para defenderse) tenían 2.7 veces más probabilidades de ser asesinados, casi siempre por un familiar o un amigo cercano (Kellermann, 1993, 1997). En otro estudio se encontró un aumento de cinco veces en el riesgo de suicidio en hogares con armas (Taubes, 1992). En un reciente estudio nacional se vio que había disminuido un tanto el vínculo entre armas y homicidio o suicidio. En comparación con otras personas del mismo género, edad y raza, quienes poseían armas en casa tenían 41 por ciento más probabilidades de ser víctimas de un homicidio y 3.4 veces más probabilidades de morir por suicidio (Wiebe, 2003). Un arma en casa ha significado a menudo la diferencia entre un pleito y un funeral o entre el sufrimiento y un suicidio. Las armas no son sólo claves de agresión, sino que también establecen una distancia psicológica entre el agresor y la víctima. Como nos enseñaron los estudios de obediencia de Milgram, la separación de la víctima facilita la crueldad. Un cuchillo puede matar a alguien, pero es más difícil atacar con un cuchillo que jalar el gatillo a la distancia (figura 10-6).
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figura 10-6 Armas usadas para cometer asesinatos en Estados Unidos,
Objetos contusos 5%
2002. Fuente: FBI, Informes homogéneos de delincuencia.
Manos, pies 7%
Otras armas 6%
INFLUENCIA DE LOS MEDIOS: PORNOGRAFíA y VIOLENCIA SEXUAL El aumento en los delitos violentos informado entre 1960 y comienzos de la década de los noventa, sobre todo entre menores de edad, nos orilla a preguntarnos por las razones del cambio. ¿Qué fuerzas sociales han causado este aumento desmesurado de la violencia? El alcohol contribuye a la agresividad, pero su consumo no ha cambiado mucho desde 1960. Otros factores biológicos (testosterona, genes, neurotransmisores) también ejercen una influencia en la agresividad pero no explican los grandes cambios culturales. ¿Acaso la nueva violencia está alimentada por el crecimiento del individualismo y el materialismo? ¿Por la distancia en aumento entre ricos y pobres? ¿Por la disminución de familias de dos padres y el aumento de los padres ausentes? ¿Por qué los medios ofrecen más modelos de violencia y de sexualidad sin restricciones? Esta última pregunta surge porque han coincidido los aumentos en las tasas de violencia y de coerción sexual con el aumento en el caos y la insinuación sexual de los medios. ¿Esta correlación histórica es pura coincidencia? Para averiguarlo, los investigadores han explorado las consecuencias sociales de la pornografía (que el diccionario Webster define como representaciones eróticas destinadas a excitar la activación sexual) y los efectos del modelamiento la violencia en películas y televisión. En Estados Unidos, la pornografía se ha convertido en un negocio mayor que el futbol, el basquetbol y el beisbol profesionales juntos, ya que al año se gastan unos 10 mil millones de dólares en cable y cadenas satelitales o en cines y películas de pago por ver, en películas en habitaciones de hotel, sexo por teléfono, revistas de sexo y en unos 400 mil sitios de Internet de paga (National Research Council, 2002; Rich, 2001; Schlosser, 2003). En una encuesta de estudiantes universitarios, 57 por ciento de los hombres y 35 por ciento de las mujeres dijeron que habían buscado sitios relacionados con el sexo, aunque sólo 6 por ciento de los hombres y 1 por ciento de las mujeres lo hacían "frecuentemente" (Banfield y McCabe, 2001). Las investigaciones de la psicología social sobre la pornografía se han centrado principalmente en las representaciones de violencia sexual. En un episodio común de violencia sexual, un hombre fuerza a una mujer. Al principio, ella se resiste y trata de rechazar a su atacante. Poco a poco se excita y su resistencia se funde . Al final entra en éxtasis y pide más. Todos hemos visto o leído versiones no pornográficas de esa secuencia: ella se resiste, él insiste. Un hombre de empuje toma y besa a la fuerza a
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una mujer que protesta. En momentos, los brazos que lo querían alejar lo abrazan, pues la resistencia quedó superada por la pasión desatada de ella. En Lo que el viento se llevó, Scarlett O'Hara es llevada a la cama entre protestas y patadas, y despierta cantando. Los psicólogos sociales señalan que mirar estas escenas de ficción de un hombre que se impone con su fuerza a una mujer y la excita distorsiona las percepciones de cómo reaccionan las mujeres en la realidad a la coerción sexual y aumentan la agresión de los hombres contra ellas, por lo menos en el contexto del laboratorio. Percepciones distorsionadas de la realidad sexual
¿Atestiguar violencia sexual refuerza el "mito de la violación", es decir, que algunas mujeres aceptan el asalto sexual, que "no significa no"? Para averiguarlo, Neil Malamuth y James Check (1981) mostraron a hombres de la Universidad de Manitoba dos películas de un asalto sexual o bien dos películas en que un hombre vence sexualmente a una mujer. Una semana después, cuando los entrevistó otro investigador, quienes vieron las películas con la violencia sexual ligera aceptaban más la violencia contra las mujeres. En otros estudios se confirma que la exposición a la pornografía aumenta la aceptación del mito de la violación (Oddone-Paolucci y colaboradores, 2000). Por ejemplo, mientras pasaban tres tardes viendo películas de violencia sexual, espectadores hombres en un experimento de Charles Mullin y Daniel Linz (1995) también se sintieron gradualmente menos molestos por violaciones y vapuleos. En comparación con otros que no fueron expuestos a las películas, tres días después expresaron también menos simpatía por las víctimas de la violencia doméstica y calificaron sus lesiones como menos graves. Así, se preguntaron los investigadores Edward Donnerstein, Daniel Linz y Steven Penrod (1987), ¿qué mejor manera para un personaje malvado que hacer que las personas reaccionen impávidamente a las torturas y la mutilación de mujeres que mostrar una serie progresiva de esas películas? Observe que el mensaje sexual (que a las mujeres les gusta ser "tomadas") era sutil y no parecía que suscitara argumentos en contra. Dadas las frecuentes imágenes en los medios de mujeres que ceden su resistencia en los brazos de un hombre fuerte, no nos debería sorprender que incluso las mujeres lleguen a pensar que otras mujeres disfruten ser superadas sexualmente, aunque prácticamente ninguna cree que a ella le gustaría (Malamuth y colaboradores, 1980). "¿Que me excite un hombre que me venza? Jamás en la vida." Agresión contra las mujeres
Las evidencias tambiéltJ>J!gieren que la pornografía contribuye a la agresión real de hombres contra mujeres'?'E n los estudios correlacionales apareció esta posibilidad. John Court (1985) observó que en todo el mundo, a medida que la pornografía se hizo más asequible en las décadas de los sesenta y setenta, la tasa de violaciones denunciadas aumentó notablemente, excepto en países y regiones donde la pornografía estaba controlada (ejemplos que contradicen esta tendencia, como Japón, donde se consigue pornografía violenta pero la tasa de violaciones es baja, nos recuerdan que otros factores son también importantes). En Hawai, el número de violaciones denunciadas se multiplicó nueve veces entre 1960 y 1974, cayó cuando se impusieron temporalmente restricciones a la pornografía y volvieron a subir cuando éstas se levantaron. En otro estudio correlacional, Larry Baron y Murray Straus (1984) descubrieron que las ventas de revistas de sexo explícito (como Hustler y Playboy) en los 50 estados de Estados Unidos se correlacionaron con las tasas de violación en dichos estados, después de controlar otros factores, como el porcentaje de hombres jóvenes en cada estado. Alaska ocupó el primer lugar en venta de esas revistas y el primer lugar en violaciones. Nevada fue el segundo en las dos medidas.
"La pornografía que retrata la agresión sexual como si fuera agradable para la víctima aumenta la aceptación del uso de la coerción en las relaciones sexuales." -Consenso de las ciencias sociales, Taller del Ministerio de Salud sobre Pornografía y Salud Pública (Koop, 1987).
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¿ Los comentarios de Ted Bundy (1989) en vísperas de su ejecución por una serie de violaciones y asesinatos manifestaban la parte de la pornografía o eran una excusa a la mano ?: "Las fo rmas más nocivas de pomogrnfía son las de violencia sexual. Como una adicción, uno quiere algo cada vez más intmso, algo que produzca una mayor sensación de excitación. Hasta que uno llega al punto que no traspasa la pornografía, pasa a preguntarse si cometer los actos puede dar eso que está más allá de leerla o verla. "
La exposición repetida a películas eróticas con sexo rápido y sin compromisos tiende también a: • Reducir la atracción por la pareja de uno. • Incrementar la aceptación del sexo extramarital y de la sumisión de las mujeres a los hombres. • Aumenta¡' la percepción masculina de las mujeres en términos sexuales. (Fuente: véase Myers, 2000).
Al ser entrevistados, delincuentes sexuales de Canadá y Estados Unidos aceptan que consumen pornografía. Por ejemplo, William Marshall (1989) notificó que los violadores y abusadores de niños de Ontario consumen pornografía mucho más que otros hombres. En un estudio del FBI se refiere también una exposición considerable a la pornografía entre asesinos en serie; lo mismo indicó el Departamento de Policía de Los Ángeles a propósito de los abusadores de niños (Bennett, 1991; Ressler y colaboradores, 1988). Aunque los experimentos controlados se limitan a las conductas de corto plazo que pueden estudiarse en el laboratorio, revelan lo que los estudios correlacionales no hacen: la relación causa-efecto. En una declaración consensuada de 21 de los principales científicos sociales se resumen los resultados: "La exposición a la pornografía violenta aumenta la conducta punitiva hacia las mujeres" (Koop, 1987). Uno de estos científicos sociales, Edward Donnerstein (1980) mostró a 120 hombres de la Universidad de Wisconsin una cinta erótica neutra o una erótica agresiva (una violación). Luego los hombres, supuestamente como parte de otro experimento, "enseñaron" a un cómplice, hombre o mujer, algunas sílabas sin sentido y escogían la intensidad de las descargas que aplicaban por las respuestas incorrectas. Los hombres que habían visto la cinta de la violación aplicaron descargas mucho más intensas (figura 10-7), sobre todo si estaban enojados y si la víctima era mujer. Si la ética de estos experimentos le parece molesta, quédese tranquilo de que los investigadores saben la experiencia polémica y poderosa que dan a sus sujetos. Éstos participan después de dar su consentimiento informado. Además, al terminar el experimento los investigadores develan los mitos que comunican las cintas (Check y Malamuth, 1984). La justificación de estos experimentos es, además de científica, de corte humanitario:
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figura 10-7 Intensidad promedio de las descargas 5.0 , - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Después de ver una película erótica agresiva, hombres universitarios aplicaron descargas más intensas que antes, sobre todo a una mujer.
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Fuente: Datos tomados de Donnerstein, 1980.
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• En una cuidadosa encuesta nacional en Estados Unidos, 22 por ciento de las mujeres dijeron que habían sido obligadas por un hombre a realizar alguna clase de actividad sexual (LaumalU1 y colaboradores, 1994). • En otra, 18 por ciento de las mujeres refirieron una experiencia que correspondía a la definición de violación (Tjaden y Thoennes, 2000). Seis veces de siete el perpetrador fue alguien que conocían. • En encuestas de 6 200 universitarias de todo el país y 2 200 trabajadoras de Ohio, Mary Koss y colaboradoras (1988, 1990, 1993) encontraron que 28 por ciento de las mujeres indicaron haber pasado por una experiencia que llena la definición legal de violación o intento de violación (aunque la mayoría, asaltadas en una cita o por un conocido, no lo llamaron violación; los" guiones " de las mujeres de una violación comprenden la violencia de un desconocido; Kahn, 1994). • Encuestas de otros países industrializados arrojan resultados semejantes (véase la tabla 10-1). Tres de cuatro violaciones de desconocidos y casi todas las violaciones de conocidos no se denuncian a la policía. Así, la tasa de violaciones conocida subestima enormemente la tasa real. ~ ~ .
En ocho encuestas s~preguntó a universitarios hombres si había alguna probabilidad de que violaran a una mujer "si estuvieran seguros de que nadie lo sabría y no fuera posible recibir un castigo de ninguna manera (Stille y colaboradores, 1987). Una proporción perturbadora (alrededor de una tercera parte) admitieron que por lo menos había una ligera pos~bilidad de que lo hicieran. En comparación con los hombres que indicaron que no había ninguna posibilidad de que violaran a una mujer, aquellos se parecían más a los reos de violación en cuanto a que creían en los mitos de la violación, en que se excitaban con representaciones de violaciones y en que se conducían de manera agresiva hacia las mujeres, tanto en el laboratorio como en las citas reales. Esta agresividad es mayor entre aquellos que tienen las actitudes en favor de la violación que cultiva la pornografía (figura 10-8). Educación consciente sobre los medios de difusión
Así como la mayoría de los alemanes toleraban en silencio las degradantes imágenes antisemitas que alimentaron el holocausto, en la actualidad la mayoría de las perso-
"La pornografía es la teoría y la violación es la práctica." - Rabin Margan (1980, p.139).
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tabla 10-1 Porcentaje de mujeres que denuncian violaciones en cinco países y una ciudad
Fuente: Estudios publicados por Koss, Heise y Russo (1994) y Krahé (1998).
nas toleran imágenes en los medios que nutren el acoso sexual, el maltrato y la violación. Entonces, ¿hay que restringir las representaciones que denigran o violan a las mujeres? En la competencia entre los derechos del individuo frente a los derechos de la colectividad, los pobladores de las naciones occidentales toman partido por los derechos individuales. Como alternativa a la censura, muchos psicólogos están en favor de l/un entrenamiento consciente sobre los medios de difusión". Recuerde que investigadores de la pornografía han logrado volver a sensibilizar y educar a sus sujetos en las respuestas reales de las mujeres a la violencia sexual. ¿De la misma manera podrían los educadores fomentar destrezas para presenciar críticamente los medios? Al sensibilizar a las personas ante las imágenes de las mujeres que predominan en la pornografía y los temas de acoso y la violencia sexual, debe ser posible contrarrestar el mito de que a las mujeres les gusta que las obliguen. "Nuestra esperanza utópica y quizá ingenua -dicen Edward Donnerstein, Daniel Linz y Steven Penrod (1987, p. 196)es que, al final, la verdad se revelará por medio de la buena ciencia y prevalecerá y el público quedará convencido de que estas imágenes no sólo denigran a quienes retratan, sino también a quienes las ven."
figura 10-8 Hombres agresivos sexualmente. Los hombres q).le imponen el sexo a las mujeres combinan antecedentes de relaciones sexuales impersonales con una masculinidad hostil, informa Neil Malamuth (1996, 2003).
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¿Es una esperanza ingenua? Consideremos lo siguiente: sin prohibir los cigarros, el número de fumadores en Estados Unidos se redujo de 42 por ciento en 1965 a 23 por ciento a comienzos del siglo xx. Sin censurar el racismo, las imágenes antes comunes en los medios de afro americanos como bufones aniñados y supersticiosos prácticamente han desaparecido. A medida que la gente cambia conscientemente, los guionistas, productores y directivos de los medios decidieron que las imágenes abusivas de las minorías no eran buenas. Hace poco decidieron que las drogas no son glamorosas, como daban a entender muchas películas y canciones de las décadas de 1960 y 1970, sino peligrosas. Así, el consumo de marihuana entre los preparatorianos de último año en el mes anterior se redujo de 37 por ciento en 1979 a 12 por ciento en 1992, antes de rebotar a 23 por ciento en 1996, cuando el clamor cultural en contra de las drogas se suavizó y el consumo volvió a ensalzarse en canciones y películas (Johnston y colaboradores, 1996). ¿Algún día veremos con vergüenza la época en que las películas entretenían con escenas de explotación, mutilación y coerción?
INFLUENCIA DE LOS MEDIOS: TELEVISiÓN Hemos visto que observar un modelo agresivo puede desatar los impulsos agresivos de los niños y enseñarles nuevas formas de agresión . También hemos visto que después de mirar violencia sexual, muchos hombres airados se comportarán más violentamente con las mujeres. ¿La televisión tiene efectos semejantes? Consideremos estos hechos sobre la televisión. En 1945, en un sondeo Gallup, se preguntó a los estadounidenses: "¿Sabe usted qué es la televisión?" (Gallup, 1972, p. 551). En la actualidad, en la mayor parte del mundo industrializado, casi todos los hogares (por ejemplo, 99.2 por ciento en Australia) tienen un aparato de televisión, más de los que tienen teléfonos (Trewin, 2001). La mayoría de los hogares tienen más de un aparato, lo que explica por qué lo que los padres dicen que lo que ven sus hijos no coincide con lo que los ni1'los dicen que ven (Donnerstein, 1998). Con MTV en 140 países y CNN en todo el mundo, la televisión crea una cultura popular mundial (Gundersen, 2001). En el hogar promedio, la televisión está encendida siete horas al día. Como cada miembro de la familia ve en promedio de tres a cuatro horas, eso significa que si alguien vive hasta la edad de 80 años, habrá dedicado una década a mirar la televisión. Las mujeres ven más televisión que los hombres, los no blancos más que los blancos, los preescolares y los jubilados más que quienes van a la escuela o trabajan y los que tienen menos estudios más que los más escolarizados (Comstock y Scharrer, 1999). En su mayor parte, estos hechos sobre los hábitos televisivos de los estadounidenses también son característicQ~de los europeos, los australianos y los japoneses (Murray y Kippax, 1979). - ..;f. Durante todas esas horas, ¿qué conductas sociales se ejemplifican? De 1994 a 1997, los agotados empleados del Estudio Nacional sobre la Violencia en Televisión (1997) analizaron unos diez mil programas de las principales cadenas y canales de cable. ¿Sus resultados? Seis de diez programas contenían violencia ("actos que imponen la fuerza física y amenazan con dañar o matar o que de hecho dañan o matan"). Durante los pleitos a puñetazos, las personas que caían por lo regular se sacudían y se levantaban más vigorosas, a diferencia de las peleas reales a puñetazos que duran un solo golpe (y que dan por resultado una fractura de mandíbula o de mano). En 73 por ciento de las escenas violentas los agresores no sufrieron ningún castigo. En 58 por ciento la víctima no pareció sufrir dolor. En los programas infantiles, sólo 5 por ciento de la violencia tenía consecuencias de largo plazo; en dos terceras partes se retrataba la violencia como divertida. ¿A qué se reduce todo esto? En resumen, la televisión irradia sus ondas electromagnéticas a los globos oculares de los niños durante más horas de crecimiento que
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"Lo que tratamos de hacer es elevar la conciencia de la violencia en contra de las mujeres y de la pornografía, por lo menos al nivel de la conciencia de la bibliografía sobre el racismo y el Ku Klux Klan." - Gloria Steinem (1988).
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catarsis Liberación emocional. La perspectiva catártica de la agresión implica el impulso agresivo se reduce cuando se "libera" la energía agresiva, ya sea actuando agresivamente o al hacer una fantasía de la agresión.
"Una de las grandes aportaciones de la televisión es que devolvió el asesinato a los hogares, que son su lugar. Ver tm asesinato en la televisión puede ser una buena terapia. Ayuda a resolver nuestros antagonismos." -Alfred Hitchcock.
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las pasadas en la escuela. De hecho, más horas de las que pasan en cualquier otra actividad diurna. Al terminar la primaria, el niño promedio ha visto en televisión unos ocho mil asesinatos y otros 100 mil actos violentos (Hutson y colaboradores, 1992). Al reflexionar en sus 22 años de contar la violencia televisiva, el investigador de medios George Gerbner (1994) se lamentaba: "La humanidad ha tenido eras más sangrientas, pero ninguna tan llena de imágenes de violencia como la actual. Estamos inundados por una marejada de representaciones violentas como el mundo nunca había visto [... ] que calan en todos los hogares con escenas vívidas de brutalidad coreografiada por expertos" . ¿Los crímenes en horario estelar fomentan las conductas que retratan o, como testigos participando vicariamente en los actos agresivos, los programas canalizan energía agresiva? La última idea, una variación de la hipótesis de la catarsis, sostiene que mirar programas violentos permite a la gente liberar su hostilidad guardada. Los defensores de los medios citan esta teoría frecuentemente y nos recuerdan que la violencia es anterior a la televisión. En un debate imaginario con un crítico de la televisión, el defensor del medio argumentaría que "la televisión no tuvo ningún papel en los genocidios de judíos y amerindios y que sólo refleja y responde a nuestros gustos" . "De acuerdo -responde el crítico-, pero también es verdad que durante la era de la televisión, en Estados Unidos las denuncias de delitos violentos han aumentado varias veces más rápidamente que el índice de crecimiento demográfico. De seguro usted no quiere decir que las artes populares son meros reflejos pasivos, sin ningún poder para influir en la conciencia pública, ni que la fe que tienen los anunciantes en el poder del medio es ilusoria." El acusado contesta: "La violencia recurrente es resultado de muchos factores. La TV quizá reduce la agresividad al sacar de las calles a las personas y al ofrecerles una oportunidad inofensiva de ventilar su agresividad". Los estudios sobre la televisión y la agresión pretenden identificar los efectos más sutiles y difundidos que los ocasionales asesinos imitadores que atrapan la atención de la opinión pública. Los estudios preguntan cómo influye la televisión en la conducta y el razonamiento de los espectadores. Efectos de la televisión sobre el comportamiento
¿Los espectadores imitan los modelos violentos? Abundan ejemplos de personas que repiten los delitos de la televisión. En una encuesta de 208 presos, nueve de diez admitieron que habían aprendido nuevos trucos delictivos viendo programas policiacos. Cuatro de diez dijeron que habían intentado delitos específicos vistos en la televisión (TV Cuide, 1977).
Las historias de delitos no son Correlación entre ver televisión y el comportamiento. pruebas científicas. Por consiguiente, los investigadores realizan estudios correlacionales y experimentales para examinar los efectos de observar la violencia. Una técnica usada frecuentemente con escolares, consiste en indagar si ver televisión predice la agresividad de los niños. En alguna medida, así lo hace. Cuanto más violento es el contenido de lo que ve un niño, más agresivo es éste (Eron, 1987; Turner y colaboradores, 1986). La relación es pequeña, pero se da en América del Norte, Europa y Australia. ¿Podemos así concluir que observar de manera frecuente televisión violenta nutre la agresividad? Quizá usted piensa que como se trata de un estudio correlacional, la relación causal también se da en el sentido opuesto. Tal vez los niños agresivos prefieren la televisión violenta o posiblemente un tercer factor, como poca inteligencia, predispone a algunos niños a preferir los programas agresivos y a comportarse agresivamente. Los investigadores han desarrollado dos maneras de comprobar estas explicaciones. Para probar la "hipótesis del tercer factor escondido", extraen estadísticamente la
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figura 10-9 Hábitos televisivos de los niños y actividades delictivas posteriores. Ver violencia a los ocho años es un factor de pronóstico de delitos graves a los 30. Fuente: Datos tomados de Eron y Huesmann (1984).
influencia de algunos de los factores posibles. Por ejemplo, William Belson (1978; Muson, 1978) estudió a 1 565 niños londinenses. En comparación con los que veían poca violencia, los que veían mucha (en especial la violencia realista, más que la de caricaturas), admitieron hasta 50 por ciento más actos violentos durante los seis meses anteriores (por ejemplo, "destrocé el teléfono de una cabina"). Belson también examinó 22 terceros factores posibles, como tamaño de la familia. Al final se sostuvo la diferencia entre quienes veían poca televisión y quienes veían mucha, después de equipararlos con respecto a los terceros factores. Por tanto, Belson supuso que los que más veían la televisión eran más violentos por su sobreexposición a la televisión. Del mismo modo, Leonard Eron y Rowell Huesmann (1980, 1985) encontraron que la violencia que veían 875 niños de ocho años se correlacionaba con la agresividad incluso después de extraer estadísticamente varios terceros factores obvios. Además, cuando volvieron a estudiar a estos sujetos a los 19 años de edad, descubrieron que ver violencia a los ocho años tenía un valor pequeño de pronóstico de la violencia a los 19 años, pero la agresividad a los ocho no pronosticaba la violencia que se veía a los 19. La agre&f&n seguía a la observación, no al contrario. Además, para los 30 años, aquellos niños que habían visto más violencia se habían convertido en adultos con más probabilidades de ser encarcelados por algún delito (figura 10-9). Huesmann y colaboradores (1984, 2003) confirmaron estos resultados en estudios de seguimiento de jóvenes de la zona de Chicago. Niños que a los ocho años habían estado en 20 por ciento de los que más violencia veían, 15 aJ.10S después tenían dos veces más probabilidades que los otros de aceptar que empujaban, asían y golpeaban a su esposa y sus contrapartes femeninas tenían dos veces más probabilidades, como jóvenes, de arrojar algo a su marido. Los hábitos televisivos de los adolescentes también dan claves sobre el comportamiento de los adultos, como descubrieron Jeffrey Johnson y colaboradores (2002) cuando siguieron a más de 700 sujetos al paso del tiempo. Entre los de 14 años que veían menos de una hora de televisión al día, 6 por ciento se mezclaron en actos agresivos (como asalto, robo o amenazas de daños) a las edades de 16 a 22, pero cinco veces más (29 por ciento) fueron los que habían visto televisión más de tres horas al día.
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Tomado de FlII!Ily Times, febrero de 1994. Reimpreso con autorización.
" ¿Así pues dejaremos que nuestros hijos escuchen cualquier historia que a cualquiera se le ocurra componer, de modo que recibirán ideas que muchas veces serán las contrarias de las que pensaremos que deben tener cuando crezcan?" -Platón, La República, 360
a.e.
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"TE DIJE QUE LOS NIÑOS VEÍAN DEMASIADO TELEVISIÓN."
Los estudiantes aguzados se preguntarán si estas correlaciones son resultado de mayores niveles de agresión entre aquellos que ya eran agresivos cuando fueron observados por primera vez o entre los menos inteligentes y educados (las personas menos inteligentes y escolarizadas ven más televisión). Pero cuando los equipos de investigación de Huesmann y Johnson controlaron esos factores, las diferencias se conservaron. Hay otro hecho que ponderar: donde va la televisión, la sigue mayor violencia. Incluso las tasas de asesinato se incrementan cuando y donde llega la televisión. En Canadá y Estados Unidos, la tasa de homicidios se duplicó entre 1957 y 1974 con la difusión de la televisión violenta. En regiones del censo donde la televisión llegó después, esa tasa también se incrementó después. En la Sud áfrica blanca, donde la televisión no se introdujo sino hasta 1975, una duplicación semejante en la tasa de homicidios no ocurrió sino hasta después de 1975 (Centerwall, 1989). En un pueblo rural canadiense muy estudiado, donde la televisión llegó tarde, la agresión en los patios de juego se duplicó poco después (Williams, 1986). Observe que estos estudios ilustran cómo los investigadores toman los estudios de correlación para sugerir relaciones de causa-efecto. Pero un número infinito de terceros factores podrían estar creando una relación meramente coincidental entre ver violencia y la agresión. Por fortuna, el método experimental puede controlar estos factores extraños. Si asignamos al azar algunos niños a que vean una película violenta y otros a que vean una sin violencia, cualquier diferencia posterior en agresividad entre los dos grupos se deberá al único factor que los distingue: lo que vieron.
Experimentos relacionados con ver televisión. Los experimentos pioneros de Albert Bandura y Richard Walters (1963) pedían a veces a pequeños que vieran a un adulto aporrear a un muñeco inflado en lugar de observarlo en vivo y el efecto era prácticamente el mismo. Entonces, Leonard Berkowitz y Russell Geen (1966) descubrieron que universitarios enojados que veían una película violenta se conducían de manera más agresiva que otros estudiantes igualmente enojados que veían películas con ausencia de violencia. Estos experimentos de laboratorio, aunados a la creciente preocupación de la opinión pública, llevaron al secretario de Salud de Estados Unidos a
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encargar 50 estudios de investigación a comienzos de la década de los setenta. En gran medida, estos estudios y más de 100 posteriores confirmaron que ver violencia amplifica la agresividad (Anderson y Bushman, 2002; Bushman y Anderson, 2001). Por ejemplo, equipos de investigadores, uno encabezado por Ross Parke (1977), en Estados Unidos, y otro por Jacques Leyens (1975), en Bélgica, mostraron a niños delincuentes internos, estadounidenses y belgas, una serie de cintas comerciales agresivas o no agresivas. El resultado constante fue que "la exposición a la violencia filmada [... ]llevó a un aumento en la agresividad del espectador". En comparación con la semana anterior a la proyección de los filmes, los ataques físicos aumentaron notablemente en las casas donde los niños habían visto cintas violentas. Dolf Zillmann y James Weaver (1999) expusieron de la misma manera a hombres y mujeres, durante cuatro días consecutivos, a películas actuadas violentas y sin violencia. Cuando participaron en otro proyecto al quinto día, los expuestos a las cintas violentas fueron más hostiles con el asistente de la investigación. La agresión provocada en estos experimentos no es asalto ni ataque; aún más, en la escala de un empujón en la hilera de la cafetería, un comentario cruel, un gesto de amenaza. Sin embargo, la convergencia de las pruebas es sorprendente. "La conclusión irrefutable -dijo en 1993 una comisión sobre violencia juvenil de la Asociación Psicológica Arnericana- es que ver violencia aumenta la violencia." Esto es verdad sobre todo entre gente con tendencias agresivas (Bushman, 1995). El efecto de ver violencia también es más fuerte cuando una persona atractiva comete un acto violento justificado y realista por el que no recibe castigo y del que no se manifiesta ningún dolor ni daño (Donnerstein, 1998). En resumidas cuentas, concluyen los investigadores Brad Bushman y Craig Anderson (2001), el efecto sobre la agresividad de ver violencia sobrepasa el efecto del tabaquismo pasivo en el cáncer pulmonar, la ingesta de calcio en la masa muscular y la tarea en el rendimiento escolar. Como en el caso del cigarro y el cáncer, no todos manifiestan el efecto, pues otros factores tienen su importancia. Los efectos acumulados a largo plazo son los preocupantes, y los intereses de las corporaciones desdeñan las pruebas. Pero ahora las evidencias son "abrumadoras", dicen Bushman y Anderson: "La exposición a violencia en los medios produce incrementos significativos en la agresividad." La base de investigación es grande; los métodos, diversos, y los resultados generales, congruentes, coincide un grupo de tarea del Instituto Nacional de Salud Mental, compuesta por notables investigadores de la violencia en los medios (Anderson y colaboradores, en prensa). "Nuestra revisión exhaustiva [. .. ] arroja evidencias inequívocas de que la exposición a la violencia en los medios incrementa la probabilidad de conducta agresiva;.,y violenta en los contextos inmediato y de largo plazo". Dada la convergencia de las evidencias correlacionales y experimentales, los investigadores han estudiado por qué ver violencia tiene este efecto. Consideremos tres posibilidades (Geen y Thomas, 1986). Una es que no es el contenido violento el que causa la violencia social, sino la activación que produce (Mueller y colaboradores, 1983; Zillman, 1989). Corno dijimos, la excitación se propaga: un tipo de excitación estimula otras conductas. . En otras investigaciones se muestra que ver violencia desinhibe. En el experimento de Bandura, el adulto que golpea al muñeco Bobo confiere una legitimidad a esas expresiones y reduce las inhibiciones del niño. Ver violencia imprime en el espectador la conducta agresiva al activar ideas relativas a la agresión (Berkowitz, 1984; Bushman y Geen, 1990; Josephson, 1987). Escuchar música con letras sexualmente violentas parece tener un efecto semejante (Barongan y Hall, 1995; Johnson y colaboradores, 1995; Pritchard, 1998). Los retratos de los medios también producen imitación. Los niños del experimento de Bandura repetían las conductas que habían atestiguado. El sector de los comercia-
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"La elevada exposición a la violencia en los medios es una de las principales causas de la elevada tasa de violencia en la moderna sociedad estadounidense." -Psicólogo social Craig A. Anderson, al rendir testimonio ante el Comité de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado estadounidense e121 de marzo de 2000.
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tabla 10-2 El mundo de la televisión estadounidense frente al mundo real ¿En qué medida los programas estelares de las cadenas de televisión reflejan al mundo circundante? Compárese los porcentajes de personas y conductas en esos programas con los del mundo real. La televisión acaso refleja los mitos de una cultura, pero distorsiona la realidad.
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Tomado de un análisis hecho por George Gerbner (1993; Gerbner y colaboradores, 1986) de casi 35 000 personajes de televisión desde 1969. Los datos sexuales de la televisión fueron tomados de FernándezCollado y colaboradores (1978). Los datos de religión en la televisión fueron tomados de Skill y colaboradores (1994); los de religión en la vida real, de Saad y McAneny (1994; porcentaje para los que la religión es importante o muy importante). Datos sobre el alcohol tomados de NCTV (1988). El porcentaje de los actos sexuales entre parejas sin casarse es sin duda una fracción del que se retrata en la televisión, dado que casi todos los adultos están casados, la frecuencia del coito es mayor entre casados que entre solteros y el sexo extramarital es más raro de lo que se pensaba (Greely, 1991; Lawnmill y colaboradores, 1994). Los datos sobre asesinatos son de Oliver (1994).
comportamiento pro social Conducta servicial, positiva y constructiva; lo contrario de conducta antisocial.
les de televisión tiene grandes presiones para rebatir que la televisión lleva a los espectadores a imitar lo que vieron: los anunciantes modelan el consumo. Ahora bien, ¿los directivos de los medios tienen razón cuando afirman que la televisión sólo es el reflejo de una sociedad violenta? ¿El arte imita a la vida? ¿Entonces el mundo "irreal" nos muestra el mundo real? De hecho, en los programas de televisión los actos de ataque superan los de afecto en cuatro a uno. También en otras formas la televisión modela un mundo inexistente (tabla 10-2). Un crítico de la televisión calculó que si la gente fuera asesinada al ritmo de los personajes de la televisión, la población del mundo estaría muerta en 50 días (Medved~ 1995). Pero aquí también hay buenas noticias. Si las maneras de relacionarse y resolver problemas que muestra la televisión estimulan la imitación, sobre todo de los espectadores jóvenes, entonces el modelamiento de un comportamiento pro social debe ser benéfico para la sociedad. En el capítulo 12 damos buenas noticias: la influencia sutil de la televisión verdaderamente puede enseñar a los niños lecciones positivas de comportamiento. Efectos de la televisión en el pensamiento
Nos hemos centrado en el efecto de la televisión en el comportamiento. Los investigadores también han examinado los efectos cognoscitivos de ver violencia: ¿ver mucha televisión nos insensibiliza ante la crueldad? ¿Distorsiona las percepciones de la realidad? ¿Prima ideas agresivas?
Desensibilización. Repita una y otra vez un estímulo que active emociones, como una palabrota. ¿Qué sucede? De sus cursos de introducción a la psicología recordará
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que la respuesta emocional se extingue". DesESTE MUNDO MODERNO TOM TOMORROW pués de atestiguar miles de actos de crueldad, hay buenas razones para esperar un embotamiento EN LA ANTIGÜEDAD. NUESTROS PRIMITIVOS ANTEPASADOS MERODEABAN ALREDEDOR DEL CAMPAMENTO EN TOTAL IGNORANCIA emocional semejante. La respuesta más común DEL RESTO DEL MUNDO. AHORA . EN ESTE MUNDO MODERNO. LA LUZ DE LA RAZÓN BRILLA INTENSAMENTE CUANDO LA S FAMILIAS SE REÚNEN podría ser: "Ya no me molestan." Esta respuesta ALREDEDOR DEL CÁLIDO RESPLANDOR DE SU TELEVISIÓN. fue precisamente la que observaron Victor Cline y colaboradores (1973) cuando midieron la activa- - . ~ .~ .\:.::I~.
Agresión: dañar a los demás
Los grupos pueden amplificar las reacciones agresivas en parte porque diluyen la responsabilidad. En las guerras, las decisiones de atacar las tornan estrategas alejados de las líneas del frente. Dan órdenes y otros las cumplen. ¿Este distanciamiento hace más fácil recomendar las agresiones? Jacquelin Gaebelein-y~kthony Mander (1978) simularon esta situación en ellaboratorio. Pidieron a sus estudiantes de la Universidad de Carolina del Norte, en Greensboro, que aplicaran descargas a una persona o bien que aconsejaran a otra qué intensidad aplicar. Cuando la víctima era inocente de cualquier provocación, corno son las víctimas de la agresión en masa, los participantes de la línea de vanguardia aplicaron menos descargas que las recomendadas por los consejeros, los cuales se sentían menos directamente responsables de cualquier daño. La dilución de la responsabilidad aumenta no sólo con la distancia, sino también con los números (recuerde que en el capítulo 8 estudiarnos el fenómeno de la desindividualización). Brian Mullen (1986) analizó información de 60 linchamientos ocurridos entre 1899 y 1946 Y realizó un descubrimiento importante: cuantas más personas hubiera en la turba, más perverso era el asesinato y la mutilación. Mediante el "contagio" social los grupos magnifican las tendencias agresivas, así corno polarizan otras tendencias. Los ejemplos son las pandillas de jóvenes, fanáticos del futbol, soldados rapaces, rijosos urbanos y lo que los escandinavos llaman" asedio": grupos de escolares que hostigan o atacan repetidamente a un compañero inse-
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Relaciones sociales
Contagio social. Cuando 17 jóvenes elefantes machos huérfanos fueron reubicados a mediados de la década de 1990 en un parque de Sudáfrica, forma ron una pandilla descontrolada de adolescentes y mataron a 40 rinocerontes. En 1998, funcionarios preocupados del parque pusieron entre aque1los a seis elefantes machos de más edad y más fuertes . El resultado fue que los alborotos se apaciguaron (Slotow y colaboradores, 2000). En la foto , uno de los machos dominantes, a. la izquierda., se impone a varios jóvenes.
"La peor barbaridad de la guerra es que obliga a los hombres en conjunto a cometer actos contra los que, en lo individual, se negarían con todo su ser." -ElIen Key, War, Peace, Ul1d
the Future, 1916.
guro y débil (Lagerspetz y colaboradores, 1982). El asedio es una actividad de grupo. Un bravucón solo rara vez amenaza o ataca. Los jóvenes comparten tendencias antisociales y por la falta de vínculos familiares y esperanzas de éxito académico, encuentran su identidad social en pandilla. A medida que se desarrolla la identidad del grupo, aumentan las presiones por la conformidad y la desindividualización (Staub, 1996). La identidad personal disminuye porque los miembros se entregan al grupo y experimentan una satisfacción en la unidad con los demás del grupo. El resultado frecuente es el contagio social: estimulación grupal, desinhibición y polarización. Los miembros de las pandillas conviven hasta que se casan, se hacen viejos, consiguen trabajo, van a la cárcel o se mueren -explica el especialista en pandillas, Arnold Goldstein (1994)-. Definen su terreno, despliegan sus colores, desafían a los rivales y a veces cometen actos delictivos y pelean por drogas, territorio, honor, chicas o insultos. Las matanzas del siglo xx que cobraron más de 150 millones de vidas no fueron la "suma de actos individuales", observa Robert Zajonc (2000). "El genocidio no es el plural de homicidio". Las matanzas son fenómenos sociales alimentados por "imperativos morales": una mentalidad colectiva (que incluye imágenes, retórica e ideología) que moviliza a un grupo o cultura para realizar acciones extraordinarias. Las matanzas de los tutsi, de Ruanda, los judíos, de Europa, y las poblaciones de indígenas, en América, fueron fenómenos colectivos que requirieron gran apoyo, organización y participación. El gobierno hutu de Ruanda y los líderes comerciales compararon y repartieron dos millones de machetes chinos" con un solo propósito". Experimentos en Israel de Yoram Jaffe y Yoel Yinon (1983) confirman que los grupos pueden amplificar las tendencias agresivas. En uno, hombres universitarios enojados por un supuesto compañero participante, se desquitaron con decisiones de aplicar descargas mucho más intensas cuando estaban en grupo que cuando estaban solos. En otro experimento (Jaffe y colaboradores, 1981) los sujetos decidían, ya solos o en grupo, qué descargas de castigo dar a alguien por sus respuestas incorrectas en un examen de idioma. Como se indica en la figura 10-11, los individuos dieron las supuestas descargas cada vez más intensas a medida que el experimento avanzaba y las decisiones en grupo magnificaban esta tendencia individual. Cuando las circunstancias provocan en el individuo una reacción de agresión, la amplifica el añadido de la interacción en el grupo. Los estudios de la agresión dan una buena oportunidad para indagar si los resultados del laboratorio de psicología social se generalizan a la vida diaria. ¿Las circunstancias que incitan a alguien a aplicar descargas eléctricas nos dicen algo sobre las circunstancias que estimulan insultos o un puñetazo en la cara? Craig Anderson y Brad Bushman (1997; Bushman y Anderson, 1998) observan que los psicólogos sociales han estudiado la agresión tanto en el laboratorio como en la vida cotidiana y sus resultados son sorprendentemente congruentes. En los dos contextos, el incremento en la agresividad es pronosticado por: • Actores hombres. • Anonimato. • Personalidades agresivas o de tipo A. • Provocación. • Presencia de armas. • Consumo de alcohol. • Ver violencia. • Interacción grupal. El laboratorio nos permite probar y revisar teorías en situaciones controladas. Los acontecimientos del mundo real inspiran ideas y dan un marco para aplicar nuestras
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figura 10-11
Intensidad de las descargas
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Agresión acentuada por el grupo.
7.00
Cuando los individuos escogen qué descargas aplicar como castigo por dar respuestas equivocadas, aumentan la intensidad del castigo a medida que avanza el experimento. La toma de decisiones en grupo polariza aún más esta tendencia.
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Fuente: Datos tomados de Jaffe y colaboradores, 1981. .;
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teorías. En la investigación de la agresión se ilustra que las relaciones recíprocas entre los estudios controlados de laboratorio y el complejo mundo real hacen progresar la aportación de la psicología al bienestar humano. Las conjeturas obtenidas de la experiencia diaria inspiran teorías, las cuales estimulan investigaciones de laboratorio que ahondan nuestros conocimientos y nuestra capacidad de aplicar la psicología a los problemas reales. Las experiencias aversivas incluyen no sólo frustraciones, sino también incomodidad, dolor y ataques personales, tanto físicos como verbales. La activación de casi cualquier fuente, incluso el ejercicio y la estimulación sexual, pueden transformarse en ira. La televisión muestra una considerable violencia. Los estudios correlacionales y experimentales coinciden en la conclusión de que ver violencia 1) fomenta un aumento modesto en el comportamiento agresivo, sobre todo en las personas provocadas, y 2) insensibiliza a los espectadores de la ~resión y altera su percepción de la realidad. Estos dos resultados concuerdan con resultados de
las investigaciones sobre los efectos de mirar pornografía violenta, que puede aumentar la agresión de los hombres contra las mujeres y distorsionar sus percepciones de las respuestas de las mujeres a la coerción sexual. Jugar repetidamente videojuegos puede aumentar mucho las ideas, sentimientos y comportamientos agresivos. Buena parte de los actos agresivos se cometen en grupo. Las circunstancias que provocan a los individuos también provocan a los grupos. Al diluir la responsabilidad y polarizar las acciones, las situaciones en grupo amplifican las reacciones agresivas.
¿Cómo se reduce la agresividad? Hemos examinado las teorías del instinto, frustración-agresión y aprendizaje social; también hemos revisado las influencias en la agresión. ¿Cómo, pues, podemos reducir la agresión? ¿Las teorías y las investigaciones sugieren formas de controlar la agresión? ¿CATARSIS? "Hay que enseñar a los jóvenes a ventilar sus enojos." Así aconsejaba Ann Landers (1969). Si una persona "se guarda su ira, tenemos que encontrar una salida. Tenemos
Resumen
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"Es hora de atravesar con una bala, de una vez y para siempre, el corazón de la hipótesis de la catarsis. Las investigaciones nunca han respaldado la idea de que observar la violencia (o de 'desahogarse') sirva para deshacerse de hostilidades." -Carol Tavris (1988, p. 194).
Relaciones sociales que darle la oportunidad de dejarla salir". Así decía el prominente psiquiatra Fritz Perls (1973). "Si se dejan salir [... ] algunas expresiones de prejuicios [... ] pueden desahogar conflictos mediante palabras, no por medio de acciones." Así hablaba Andrew Sullivan (1999) en un artículo del New York Times Magazine sobre los crímenes de odio. En estos enunciados se asume el "modelo hidráulico": la energía agresiva acumulada, como el agua de un embalse, necesita una vía de escape. El concepto de catarsis se atribuye a Aristóteles. Aunque en realidad no dijo nada sobre la agresión, sí afirmó que purgamos nuestras emociones experimentándolas y que ver las tragedias clásicas permitía Una catarsis ("purga") de lástima y miedo. Creía que excitar una emoción equivalía a liberarla (Butcher, 1951). La hipótesis de la catarsis se ha extendido hasta abarcar la descarga emocional que supuestamente se obtiene nO sólo de observar el drama sino también de recordar y revivir acontecimientos del pasado, mediante la expresión de las emociones y a través de diversos actos. Suponiendo que los actos agresivos o la fantasía canalizan la agresividad guardada, algunos terapeutas y jefes de grupos alientan a las personas a ventilar esta agresividad representándola: se aporrean COn porras de poliestireno o azotan una cama COn una raqueta mientras gritan. Si las personas creen que la catarsis aligera las emociones, reaccionan con más agresividad a un insulto para mejorar su estado de ánimo (Bushman y colaboradores, 2001). Algunos psicólogos, en la idea de que la catarsis es terapéutica, aconsejan a los padres que exhorten a sus hijos a liberar la tensión emocional en juegos agresivos. En realidad, señala el investigador Brad Bushman (2002), "ventilar para reducir la ira es como arrojar gasolina al fuego". Muchos legos están convencidos también por la idea de la catarsis, como se manifiesta en el acuerdo de casi dos a uno con el enunciado siguiente: "Los materiales sexuales ofrecen una vía de escape para los impulsos guardados" (Niemi y colaboradores, 1989). Pero en otras encuestas nacionales se revela que casi la mayoría de los estadounidenses están de acuerdo COn que "los materiales sexuales orillan a las personas a cometer violaciones" . Así, ¿la catarsis es o no un método válido? Si ver materiales eróticos proporciona una salida para los impulsos sexuales, los lugares con mayor consumo de revistas de sexo deberían tener tasas bajas de violaciones. Después de ver estos materiales, las personas deberían sentir que disminuye su deseo sexual y los hombres deberían inclinarse menos a ver y tratar a las mujeres como objetos sexuales. Pero en los estudios se muestra que la verdad es lo contrario (Kelley y colaboradores, 1989; McKenzie-Mohr y Zanna, 1990). Los videos sexuales explícitos SOn Un afrodisiaco; alimentan fantasías sexuales que incitan diversas conductas sexuales. El consenso entre los psicólogos es que, al contrario de lo que suponían Freud, Lorenz y sus seguidores, la catarsis tampoco funciona con la violencia (Geen y Quanty, 1977). Por ejemplo, Robert Arms y colegas señalan que los espectadores canadienses y estadounidenses de futbol, lucha libre y hockey exhiben más hostilidad después de ver los encuentros que antes (Arms y colaboradores, 1979; Goldstein y Arms, 1971; Russell, 1983). Ni siquiera la guerra parece purgar los sentimientos agresivos. Después de una guerra, el índice de homicidios de una nación tiende a incrementarse (Archer y Gartner, 1976). En pruebas de laboratorio sobre la catarsis, Brad Bushman (2002) pidió a participantes enojados que golpearan un saco de arena de entrenamiento (punching bag) mientras pensaban en la persona que los hizo enojar o en mejorar su condición física. Un tercer grupo no golpeó el saco. Luego, cuando tuvieron la oportunidad de lanzar ruidos fuertes a la persona que los hizo enojar, los sujetos que golpearon el saco pensando en su enojo se sintieron más airados y fueron más agresivos. No hacer nada es mucho más eficaz para reducir la agresión que" abrir la válvula de escape".
Agresión: dañar a los demás
También en algunos experimentos de la vida real el acto de agredir ha fomentado más agresividad. Ebbe Ebbesen y colaboradores (1975) entrevistaron a 100 ingenieros y técnicos poco después de hacerlos enojar con noticias de despidos. A algunos se les hicieron preguntas que les dieron la oportunidad de expresar hostilidad contra el patrón o los supervisores (por ejemplo: "¿En qué casos 'cree que la compañía no ha sido justa con usted?"). Luego respondieron un cuestionario para evaluar sus actitudes hacia la compañía y los supervisores. ¿La oportunidad de "ventilar" o "desahogar" su hostilidad la redujo? Por el contrario, la hostilidad aumentó. Expresar hostilidad fomenta la hostilidad. ¿Le suena familiar? Recuerde que en el capítulo 4 vimos que los actos crueles engendran actitudes crueles. Más aún, como vimos al analizar los experimentos de obediencia de Milgram, los actos agresivos menores producen su propia justificación. Incluso si las represalias reducen a veces las tensiones (en el corto plazo), a la larga reducen las inhibiciones. Incluso cuando sujetos provocados golpean el saco de arena creyendo que tendrá un efecto catártico, el efecto es el opuesto, uno que los lleva a exhibir más crueldad, como informan Bushman y colaboradores (1999, 2000, 2001). "Es como el viejo chiste -reflexiona Bushman-. ¿Cómo llego a la sala de conciertos? Con práctica, práctica, práctica. ¿Cómo me convierto en una persona muy agresiva? La respuesta es la misma: con práctica, práctica, práctica." ¿Entonces debemos guardarnos la ira y los impulsos agresivos? Enojarnos en silencio no es más eficaz, porque nos repetimos nuestros agravios en nuestros diálogos mentales. Por suerte, hay formas pacíficas de expresar nuestros sentimientos e informar a los otros el efecto que tiene su conducta en nosotros. En todas las culturas, quienes vuelven a expresar los mensajes acusatorios en segunda persona como mensajes en primera persona: "Tengo hambre" o: "Si dejas platos sucios me enojo") comunican sus sentimientos en una manera que hace que la otra persona dé respuestas positivas (Kubany y colaboradores, 1995). Podemos ser asertivos sin ser agresivos.
UNA PROPUESTA DE APRENDIZAJE SOCIAL Si el comportamiento agresivo se aprende, entonces hay esperanzas de controlarlo. Vamos a revisar rápidamente los factores que influyen en la agresión y a especular sobre cómo contrarrestarlos. Las experiencias aversivas, como expectativas frustradas o ataques personales, predisponen la agresión hostil. Por consiguiente, es aconsejable cultivar expectativas falsas e inalcanzables en la mente de los demás. Las remuneraciones y los costos anticipados influyen en la agresión instrumental. Esto indica que debemos recompensar la conducta cooper~ti".a_ pacífica. En experimentos, los niños son menos agresivos si sus cuidadores ign-ufcin su conducta agresiva y refuerzan la pacífica (Hamblin y colaboradores, 1969). Castigar a un agresor es menos eficaz de forma consistente. La amenaza del castigo disuade al agresor sólo en las situaciones ideales, cuando el castigo es firme, pronto y seguro; cuando se combina con una recompensa por la conducta deseada, y cuando quien lo recibe no está enojado (R. A. Baron, 1977). Sin tal disuasión, la agresión puede brotar. Así ocurrió en 1969 cuando la policía de Montreal se puso en huelga 16 horas, en 1992 cuando en la cobertura televisiva por aire de las riñas en Los Ángeles los helicópteros mostraron zonas abandonadas por la policía. En los dos casos, hubo saqueos y destrucción hasta que volvió la policía, así como en 2003, cuando Irak era recorrida por saqueadores en el vacío que dejó la policía deSaddam. Pero hay límites a la eficacia de los castigos. Casi todas las agresiones mortales son impulsivas, acaloradas, resultado de una discusión, una pelea o un ataque. Así, debemos prevenir la agresión antes de que ocurra. Debemos enseñar estrategias de solución pacífica de conflictos. Si las agresiones mortales fueran frías e instrumentales, tendría-
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Aquel que se permite gestos violentos, aumentará su ira." 11
-Charles Darwin, La expresión de las emociones eI1 el hombre y los animales, 1872.
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mos la esperanza de que esperar hasta que ocurrieran y castigar con dureza al criminal disuadiría de tales actos. En ese mundo, los estados que imponen la pena de muerte tendrían un índice de homicidios mucho menor que otros. Pero en nuestro mundo de asesinatos impulsivos no ocurre así (Costanzo, 1998). El castigo físico también puede tener efectos negativos. El castigo es un estímulo adverso; ejemplifica la conducta que se quiere prevenir. Además, es coercitivo (recuerde que no asimilamos los actos impuestos con justificaciones externas). Por esta razón los adolescentes violentos y los padres que maltratan a sus hijos vienen de hogares en los que la disciplina adopta la forma de castigo físico duro. Para fomentar un mundo más cordial, podíamos ejemplificar y recompensar la sensibilidad y la cooperación desde una edad temprana, quizá capacitando a los padres en la disciplina sin violencia. Los programas de capacitación alientan a los padres a reforzar las conductas deseables y a enmarcar los mensajes de manera positiva ("Cuando termines de limpiar tu cuarto, puedes jugar", en lugar de "Si no limpias tu cuarto, estás castigado"). Un "programa de sustitución de la agresión" ha reducido las tasas de nuevo arresto de delincuentes juveniles y pandilleros porque enseña a los jóvenes y a sus padres destrezas de comunicación, los educa para controlar la ira y aumenta su razonamiento moral (Goldstein y colaboradores, 1998). Si observar modelos agresivos reduce las inhibiciones y favorece la imitación, también podríamos reducir los retratos brutales y deshumanizados en películas y programas de televisión, lo que es un paso comparable a los que ya se han dado para reducir las representaciones sexistas y racistas. También podemos orientar a los niños en contra de los efectos de la violencia en los medios. Eron y Huesmann (1984) se preguntaron si las cadenas de televisión algún día "enfrentarían los hechos y cambiarían su programación" y enseñaron a 170 niños de Oak Park, Illinois, que la televisión muestra el mundo sin realismo, que la agresión es menos común y menos eficaz de lo que dice la televisión y que los comportamientos agresivos son indeseables (Eran y Huesmann, aprovechando las investigaciones sobre actitudes, alentaron a los niños para que sacaran estas deducciones ellos mismos y que atribuyeran las críticas expresadas a sus propias convicciones). Cuando los volvieron a estudiar dos años después, los niños estaban menos influidos por la violencia televisiva que otros niños sin capacita-
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cióI1. En un estudio reciente, investigadores de la Universidad de Stanford ofrecieron 18 lecciones en aula para convencer a niños de que vieran menos televisión y jugaran menos videojuegos (Robinson y colaboradores, 2001). Una tercera parte redujo sus hábitos de ver televisión y su conducta agresiva en la escuela disminuyó en una cuarta parte, en comparación con los niños de una escuela tes tigo. Los estímulos agresivos también estimulan la agresividad. Esto sugiere reducir la disponibilidad de armas como pistolas. En 1974, Jamaica puso en marcha un programa en contra de la delincuencia que incluía un estricto control de armas y censura de las escenas con armas de fuego en televisión y cine (Diener y Crandall, 1979). En el siguiente año, los robos se redujeron 25 por ciento y las balaceras sin muertos, 37 por ciento. En Suecia el sector juguetero suspendió la venta de juguetes bélicos. El Servicio de Información de Suecia afirma la opinión nacional: "Jugar a la guerra significa www.mhhe.com/myers8 aprender a resolver las disputas con medios violentos". Conéctese al centro de Estas sugerencias ayudan a reducir al mínimo la agresividad. Pero dada la comple- aprendizaje en línea para jidad de las causas de la agresividad y la dificultad de controlarlas, nadie puede sen- realizar una actividad tir el optimismo del pronóstico de Andrew Carnegie de que en el siglo xx, "matar a un interactiva sobre la hombre será considerado tan repugnante como ahora es comérselo". Desde que Car- medición de la negie profirió estas palabras en 1900, han sido asesinados unos 200 millones de seres agresividad. humanos. Es una triste ironía que aunque hoy entendemos la agresividad mejor que nunca, lo inhumano de la humanidad perdura. Sin embargo, las culturas cambian. "Los vikingos sacrificaban y azolaban -escribe Natalie Angier-. Sus descendientes suecos no han peleado una guerra en casi 200 años." ¿Cómo se minimiza la agresividad? Al contrario de la hipótesis de la catarsis, expresar agresión la estimula más que reducirla. El método del aprendizaje social sugiere controlar la agresión contra-
rrestando los factores que la provocan: aminorar los estímulos adversos, recompensar y ejemplificar actos pacíficos y propiciar reacciones incompatibles con la agresión.
Post scriptum personal: Reforma de una cultura violenta En 1960 en Estados Unidos (mis disculpas a los lectores de otros países, pero los estadounidenses tienen un grave problema con la violencia) había 3.3 policías por cada delito violento denunciado. En 1993 tuvimos 3.5 delitos por policía (Walinsky, 1995). Desde.JIDJQnces, el índice delictivo se ha reducido, como consecuencia, en parte, del encar
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