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August 21, 2017 | Author: CarmenBlancoMartin | Category: Europe, Industrialisation, Homo Sapiens, Industrial Revolution, Agriculture
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J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría

GRADO

HISTORIA ECONÓMICA  

|Bernardos Sanz, Jose U.; Hernández, Mauro y Santamaría Lancho, Miguel.   UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría

Bajo licencia Creative Commons Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual (by-nc-sa): No se permite un uso comercial de la obra original ni de las posibles obras derivadas, la distribución de las cuales se debe hacer con una licencia igual a la que regula la obra original.

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Historia económica

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Índice

Presentación Introducción: las preguntas de la historia económica 1. Tema 1. Historia económica y desarrollo económico 1.1. Población y energía disponible: una visión de muy largo plazo 1.2. Nociones de demografía: la dinámica población-recursos 1.2.1. Crecimiento de la población 1.2.2. Crecimiento de la producción 1.2.3. La trampa maltusiana 1.2.4. Regímenes demográficos y transición demográfica 1.3. Crecimiento económico y otras nociones básicas 1.4. Los factores del desarrollo: el papel de la innovación y las instituciones 1.5. Sociedades humanas y sistemas económicos Tema 2. La invención de la agricultura y las sociedades de la Antigüedad (c.10 000 adE- c.450 dE) 2.1. Antes de la agricultura 2.2. La domesticación de plantas y animales ¿cómo, cuándo, dónde y por qué? 2.3. El desarrollo de civilizaciones hidráulicas y las sociedades complejas 2.4. Tres modelos de desarrollo de la economía en la Antigüedad: civilizaciones comerciales, pueblos nómadas e imperios territoriales en el primer milenio adE 2.4.1 Roma. 2.4.2 Imperio Han en China 2.5. Civilización y barbarie en el mundo antiguo Tema 3. La Edad Media: las bases de la expansión europea (c.450-c.1450) 3.1. El mundo antes del año mil: la divergencia oriental 3.1.1. Progreso y expansión musulmana 3.1.2. La China de los Tang (618-907) 3.1.3. La consolidación del feudalismo en Europa (siglos V-X) 3.2. La expansión tras el año mil. Siglos XI-XIII 3.2.1. La expansión europea cristiana. Rasgos principales UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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3.2.2. La repoblación en la Península Ibérica 3.2.3. La expansión económica en China durante la dinastía Song (960-1279) 3.2.4. La construcción de una red mercantil integrada en el siglo XIII a escala mundial y el auge de los mongoles 3.3. Las condiciones de la crisis mundial del siglo XIV 3.3.1. La crisis bajomedieval en la Península Ibérica Tema 4. Expansión y crisis en la Europa Moderna (c.1450-c.1650) 4.1. Introducción. Todos los mundos, el Mundo 4.2. Armas y gérmenes en América (y África) 4.3. Estados modernos: hacienda y guerra. 4.4. Asia y Europa en la expansión del siglo XVI. 4.5. La crisis del siglo XVII y la divergencia europea. 4.6. El crecimiento del comercio de Ultramar. 4.7. La transición al capitalismo. Tema 5. El mundo en vísperas de la revolución industrial (c.1650 – c.1780) 5.1. Introducción. El mundo al borde de la gran transformación 5.2. La demografía en una agricultura mundial en expansión 5.3. Población e industria. La expansión de la protoindustrialización europea 5.4. El comercio mundial 5.4.1 Economía atlántica y comercio triangular: Plantaciones, protoindustrialización, esclavismo 5.4.2 El comercio asiático 5.5. Niveles de vida y revolución del consumo. Sobre la revolución industriosa 5.6. La tesis de la Gran Divergencia ¿Por qué Inglaterra y no China? 5.7. La evolución económica en España durante el siglo XVIII Tema 6. La Revolución Industrial y el crecimiento económico moderno 6.1 El qué, el dónde, el cuándo y el cómo de la Revolución Industrial. 6.2 Los porqués ¿qué tenia Gran Bretaña de especial? 6.3 El nacimiento de la nueva industria en Gran Bretaña 6.3.1. El textil algodonero 6.3.2. La siderurgia 6.3.3 La máquina de vapor 6.3.4. La fábrica 6.4 Industrialización sin mecanización: sectores “tradicionales” 6.4.1 Agricultura 6.4.2 Las manufacturas tradicionales 6.4.3. Urbanización 6.5 Factores clave, sectores clave: tecnología, carbón y mercados 6.5.1 Factores productivos 6.5.2. Las instituciones: propiedad, Estado y mercados UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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6.5.3. Los mecanismos de la innovación técnica 6.6 Empresarios y trabajadores (burgueses y proletarios). 6.7 La nueva economía de base fósil. Tema 7. La difusión de la industrialización (c.1815-c.1913) 7.1 Introducción: tras los pasos de Albión 7.2 Los países seguidores 7.2.1 Bélgica, el primer seguidor. 7.2.2 Francia, la excepción a las reglas 7.2.3 Alemania: un largo proceso de industrialización. 7.2.4 La industrialización temprana fuera de Europa: Estados Unidos. 7.3 Los atrasados en la industrialización. 7.3.1 La periferia europea. 7.3.2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX. 7.3.3 El atraso español 7.3.4 El pionero asiático: Japón 7.4 La industrialización y el triunfo del librecambio. La supremacía británica. 7.5. Conclusiones. Tema 8. La segunda revolución industrial y la primera globalización (c. 1870-1914) 8.1. La segunda industrialización 8.1.1. La base científica del cambio tecnológico 8.1.2 El nuevo papel del capital humano 8.1.3 La revolución de los transportes y las comunicaciones: la vuelta al mundo en ochenta días 8.1.4 La renovación de la industria pesada: siderurgia, química, eléctrica 8.1.5. Del carbón al petróleo 8.1.6. La aportación del marco institucional 8.2. La internacionalización de la economía: avances en la integración de mercados y movilidad de factores 8.2.1 El desarrollo y transformaciones del comercio internacional 8.2.2. Los flujos migratorios: dimensiones y sus efectos sobre la distribución de la renta 8.2.3 Integración de los mercados de capital 8.3. La “Gran Depresión” y el nacionalismo económico 8.3.1. Consecuencias de la internacionalización de la economía a fines del XIX 8.3.2. Reacciones: el nuevo papel de los Estados 8.4. La economía española de la Restauración a la Primera Guerra Mundial 8.4.1. La evolución económica y la depresión finisecular 8.4.2. Proteccionismo agrario y proteccionismo industrial 8.4.3 La pérdida de las colonias y la hacienda pública 8.4.4 El auge de principios del siglo XX y el arranque de la segunda revolución industrial 8.4.5 Balance del período Tema 9. La economía mundial en el periodo de entreguerras (1914-1945) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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9.1. Introducción: el mundo entre guerras. 9.2. La Primera Guerra Mundial (1914-1918). 9. 2.1 Causas económicas y políticas. 9. 2.2 La Gran Guerra 9.2.3 Efectos de la guerra en la economía mundial 9.2.4 La revolución soviética en Rusia 9.3. Las consecuencias económicas de la paz (1919-1923). Inestabilidad y nuevos problemas. 9.4. La recuperación de la economía mundial (1924-1929) 9.5. Crisis y depresión (1929-1933) 9.6. Los intentos de recuperación (1933-1939) 9.7. El ascenso de Stalin en la URSS. Fin de la NEP y comienzo de la planificación. 9.8. De nuevo la guerra (1939-1945). 9.9. La evolución de la economía española (1914-1945) 9.9.1 De la guerra mundial a la guerra civil (1914-1936) 9.9.2 La guerra civil y la posguerra (1936-1945) Tema 10. La evolución de la economía mundial tras la Segunda Guerra Mundial (1945-1991) 10.1. Introducción: medio siglo de crecimiento 10.2. Los años de la reconstrucción (1945-1950) 10.2.1. Los cimientos del nuevo orden económico (1941-1944) 10.2.2 La reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial 10.2.3 La influencia soviética en la Europa del Este 10.2.4. España en los años de la autarquía 10.3. Expansión y crecimiento de la economía mundial (1950-1973) 10.3.1 Factores explicativos del crecimiento 10.3.2. La integración económica de Europa 10.3.3 Las economías de planificación centralizada 10.3.4. El despertar del Tercer Mundo 10.3.5. España de la autarquía a la industrialización (1950-1973) 10.4. Años turbulentos: inestabilidad cambiaria y crisis energética (19711979) 10.4.1 Primeros síntomas de agotamiento de la expansión 10.4.2. La subida del precio del petróleo y la crisis energética 10.5. La salida de la crisis: bases para la recuperación (1979-1991) 10.5.1 Bases para la recuperación: el giro de las políticas económicas 10.5.2.El hundimiento de las economías socialistas a fines de los 80. 10.5.3 El despegue de los tigres asiáticos y China 10.5.4. España: crisis económica y transición política (1975-1991) 10.6. Conclusiones

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Presentación

Este manual (o lecciones, o apuntes ) de Historia Económica es un texto concebido específicamente para los alumnos de la UNED. Lo hemos redactado tres profesores del área de Historia Económica, con varias décadas –entre todos, claro— de experiencia en la docencia universitaria a distancia, empujados por cierta insatisfacción con los manuales que hasta ahora ofrecíamos a nuestros estudiantes. Muchos de ellos tenían grandes virtudes: redactados por especialistas prestigiosos, contenían visiones homogéneas y coherentes de la materia, ofrecían conocimientos actualizados y se habían beneficiado de la prueba del uso en muy diversos centros de España y del extranjero. Ni que decir tiene que existe asimismo en el mercado un buen puñado de manuales de Historia Económica que podrían servir de sobra –y lo hacen en otras universidades— para la enseñanza de la materia. Pero creíamos que no acababan de cubrir las necesidades de nuestros estudiantes: o bien resultaban demasiado extensos, o requerían actualización, o resultaban irregulares en el tratamiento de los distintos temas, o privilegiaban los asuntos más contemporáneos en detrimento del tratamiento de épocas más remotas, o pecaban de un enfoque excesivamente eurocéntrico, o no ofrecían suficientes elementos de apoyo (gráficos, mapas o tablas numéricas). Pero además, al estar concebidos para universidades presenciales –donde el manual es un elemento de apoyo para las clases del profesor– ninguno de ellos incorporaba los elementos que se han revelado tan útiles en la enseñanza a distancia: objetivos de aprendizaje bien definidos, conceptos básicos y actividades de autoevaluación. Por este motivo, los autores nos lanzamos a una piscina que ha resultado ser algo más agitada de lo que pensábamos. Aprovechamos la experiencia docente acumulada, y también lo que creímos mejor de los manuales existentes, además de materiales propios elaborados anteriormente para la UNED. La puesta en marcha de los nuevos grados ajustados al Espacio Europeo de Educación Superior nos proporcionó la excusa y el acicate para la tarea. Este es nuestro manual, que no pretende sentar cátedra sino convertirse en una herramienta útil para los estudiantes de la UNED y, ojalá, también para los de otras universidades. Hemos tratado de seleccionar un catálogo ajustado de temas, desarrollarlos con la extensión precisa (buscando más la brevedad que la exhaustividad), dotarlos de abundantes materiales de apoyo al texto y de herramientas para el aprendizaje a distancia. Al final del camino, tendrán que ser los estudiantes quienes nos digan si cumplimos objetivos. En todo caso, no se trata de un proyecto cerrado, sino que hemos ido puliendo y mejorando este texto a partir de la experiencia. El publicarlo en un formato electrónico –y no en papel—nos ofrece más flexibilidad para los cambios, y permite de paso ofrecerlos sin coste adicional a los estudiantes, como hace cualquier profesor con el contenido de sus lecciones. La prueba de fuego, como ya hemos dicho, vendrá del uso que de el hagan nuestros estudiantes y también los muchos profesores-tutores que guían su aprendizaje en los centros asociados. Por eso, al presentarlo queremos pediros que nos hagáis llegar, a través de los cauces habituales del curso virtual, las encuestas UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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o el correo electrónico cualquier comentario o sugerencia que nos ayude a mejorarlo: qué temas resultan más interesantes, qué pasajes no se entienden bien, qué cosas se dan por sabidas y no deberían o cuáles se han explicado ya demasiadas veces en otras asignaturas. Ojalá estas páginas os sirvan para estudiar mejor la Historia Económica. Si además consiguiéramos transmitiros, aunque sea una parte, nuestra afición por sus asuntos y sus problemas nos daríamos por muy satisfechos.

Madrid, febrero de 2013

José U. BERNARDOS SANZ ([email protected]) Mauro HERNANDEZ ([email protected]) Miguel SANTAMARIA ([email protected])

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Introducción. Las preguntas de la historia económica

1. Resultados de aprendizaje Como resultado del estudio de esta introducción, el estudiante podrá: 1. 2. 3. 4.

Citar algunas de las preguntas que se plantea la Historia económica. Identificar las grandes líneas de la evolución económica de la humanidad. Debatir el papel de Europa en la historia económica del mundo Explicar lo que aporta la historia económica a la formación de un graduado en economia/administración y dirección de empresas enseñándole a:  Manejar la complejidad (explicaciones complejas para fenómenos complejos).  Ampliar la perspectiva (espacial y cronológica) al abordar problemas económicos.  Comprender los mecanismos del cambio económico e identificar los factores determinantes del crecimiento y el desarrollo  Conocer la existencia de lógicas y sistemas económicos distintos al capitalismo.

2. Índice 0.1. 0.2. 0.3. 0.4.

El éxito de homo sapiens Plan de la asignatura El papel de Europa Las enseñanzas de la historia

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3. Algunas preguntas iniciales



¿Se

ha

planteado

alguna

vez

para

qué

le

sirve

a

un

economista/graduado en empresariales estudiar historia? 

¿A qué llamamos historia económica?



¿En qué consiste el éxito en la naturaleza? ¿Y para la especie humana?



¿Qué nos dice el aumento de la población humana a lo largo de los últimos doce mil años?



¿Cuáles son los hechos principales de la historia económica de la humanidad?



¿Por qué suele darse tanta importancia a Europa en el estudio de la evolución económica? Y esa importancia ¿está justificada? Y aun estándolo ¿qué problemas plantea?

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4. Contenidos del tema 0.1. El éxito económico de homo sapiens La idea del éxito –el logro de los objetivos propuestos— es del todo ajena a la Naturaleza, pero a la especie humana (homo sapiens sapiens) sí parece preocuparle, y mucho. Por eso nos preguntamos cosas tales como la forma de medir el éxito biológico de una especie; básicamente hay tres parámetros:  El número de individuos: en este sentido, las cucarachas nos aventajan de largo, incluso si sumamos pesos totales.  La difusión en el espacio: de nuevo, las cucarachas nos sacan ventaja, aunque hay que reconocer que pocas especies como homo sapiens han colonizado una variedad de hábitats tan grande en el planeta (de las cercanías de los polos a las selvas tropicales), en un lapso de tiempo tan corto (unos 500.000 años) y ninguna ha protagonizado excursiones fuera del planeta.  La duración: podría ser, de hecho, el indicador fundamental de éxito, al que los otros dos (número y difusión) contribuyen haciendo posible una mayor variación genética y la adaptación a entornos diversos, lo que mejora las posibilidades de supervivencia de la especie a largo plazo. En lo tocante a duración, a homo sapiens le queda aún mucho camino por recorrer: apenas llevamos en el planeta tres millones de años, si consideramos los primeros ejemplares del género homo, una minucia comparada con las cucarachas (unos 300 millones de años) o los cerca de 160 millones que duraron los dinosaurios, aunque hay que reconocer que para el poco tiempo que llevamos por aquí nos las hemos apañado bastante bien. Incluso hasta el punto de hacer lo que ninguna otra especie antes: causar daños –quizá irreversibles— al propio planeta. De acuerdo con estos tres parámetros, homo sapiens ha alcanzado un éxito bastante notable como especie. En términos de población, hemos pasado de unos cuantos cientos de individuos de las varias especies homo que han catalogado los prehistoriadores, a varios millones (entre 6 y 10, según las estimaciones, un número muy notable en cualquiera caso) en vísperas del descubrimiento de la agricultura, a algo menos de 1.000 millones en tiempos de la Revolución Industrial, y finalmente más de 7.000 al comienzo del siglo XXI.

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Gráfico 0.1. Evolución de la población humana (10 000 adE-2000 dE)

Año 10000 1 1200 1500 1800 1990 2000 2012

Tasa Millones de de crecihabitantes miento 4 170 400 450 950 5.226 6.070 7.057

0,037 0,07 0,039 0,249 0,9 1,7 1,4

Fuente: Fontana, Josep (1997: 43-44). En términos de difusión espacial, también homo sapiens se las ha arreglado bastante bien. Partiendo de lo que creemos un único foco de hominización en África, la lenta difusión del género homo por el mundo llevó cientos de miles de años: la llegada del hombre a América se produjo hace unos 13.000 años y a Nueva Zelanda probablemente hacia el año 1000 de nuestra era (en adelante, dE y adE equivale a antes de nuestra era). Obviamente, no todos los hábitats ofrecen las mismas condiciones para la supervivencia humana, y de ahí que las densidades de población (número de habitantes por kilómetro cuadrado) sean muy distintas, aunque siempre por debajo de 1 hab/km2 entre cazadores-recolectores (aunque las cifras de sociedades actuales de este tipo como las que refleja la tabla 0.1. pueden resultar engañosamente bajas, ya que ocupan por norma territorios marginales). En sociedades agrarias históricas, las densidades de población en regiones amplias –no en grandes ciudades— se mueven entre 1 y 50 hb/km2, con medias más cercanas a 10 (tabla 0.2.). Para las poblaciones actuales, con agriculturas modernizadas en mayor o menor grado, el rango es mucho más amplio Tabla 0.1. Densidad de población de cazadores-recolectores en diversos sistemas ecológicos (area de captura 314 km2, radio 10 km) Sistema ecológico

Biomasa (kg/ m2)

Ártico Sabana subtropical Pradera Semidesértico

200 10.000 4.000 800

Densidad Habitantes/ km2

Población total

0,0086 0,43 0,17 0,035

3 136 54 11

Fuente: Livi-Bacci (1990:33)

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Tabla 0.2. Densidad de población en Europa 1000-1850 (hab/km2) Años

1000 1300 1400 1500 1550 1600 1650 1700 1750 1800 1850

Italia

23 17 41 27 30 38 44 38 45 51 60

Inglaterra+ Gales Francia

5 11 35 14 15 20 27 35 34 38 59

9 11 29 20 30 35 36 40 39 45 53

España+ Portugal Holanda Bélgica

8 7 11 8 11 12 14 13 16 20 23

5 7 19 14 23 30 36 45 45 46 50

10 13 41 26 41 54 43 49 66 83 98

Escan- Total Alemania dinavia Europa

8 10 34 18 34 39 45 27 40 49 61

0 1 2 1 1 2 2 2 2 3 4

3 3 8 6 8 9 10 10 11 14 17

Fuente: Comín, Hernández y Llopis, eds. (2005: 75) Si le añadimos el fenómeno de la urbanización, las cifras de densidad acercan las ciudades del siglo XX a las colonias de insectos sociales en la naturaleza (mapa 0.1). Mapa 0.1. Densidades de población en 1994

Fuente: Wikipedia (World Population) Semejantes logros –aunque aún queda por pasar la prueba decisiva de la duración— los ha obtenido además una especie no especialmente dotada en términos de vigor o resistencia físicos, así que pensamos que son resultado ante todo del desarrollo del cerebro humano, que ha generado una habilidad a la que llamamos inteligencia (aunque no la sepamos definir bien), y ésta ha permitido desarrollar las herramientas (físicas) y otras habilidades (intelectuales), incluyendo en lugar de honor el lenguaje, que han permitido el crecimiento del número de humanos y su difusión por el mundo. Unos logros que, es importante resaltarlo, vienen unidos al hecho de vivir en grupos más o menos complejos, de formar sociedades, lo que hace que el éxito sea en muy buena parte un logro colectivo más que individual. La importancia del lenguaje

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humano, y posteriormente de la escritura literal y numérica, son buena prueba de ese carácter colectivo. En suma, homo sapiens es una especie de éxito. Pero precisamente el desarrollo de las sociedades, y de la mente humana que lo hicieron posible, hacen que no nos conformemos con ese éxito biológico y nos fijemos otras metas, que definamos el “éxito” en otros términos: no sólo en más vida sino en una vida mejor. Pero ese “mejor” no significa lo mismo para un teólogo, para un ético, para un psicólogo que para un economista. Desde el punto de vista de la economía, el éxito se define en términos de crecimiento y desarrollo económicos (veremos las diferencias más adelante). Es decir, lo que se entiende por mejor es una mayor capacidad de producción de bienes y servicios con un uso más eficiente de los recursos disponibles (que son por definición limitados). En este sentido, la historia económica de la humanidad ha producido éxitos espectaculares en su capacidad de producción (y de destrucción, también), en el volumen de bienes y servicios: buena parte de esa historia es la que trataremos de exponer aquí. Pero también tiene una gran asignatura pendiente (¿un gran fracaso?) en lo tocante a la distribución de ese producto entre las personas. Por un lado, en función de dónde vivan: es la pregunta que David Landes, historiador económico norteamericano, formuló como ¿por qué algunas naciones son tan ricas y otras son tan pobres? Y dentro de cada país ¿por qué algunas personas (o grupos) son tan ricos y otros tan pobres? Esta es la otra parte de la historia que aborda la asignatura: cómo ha ido aumentando la capacidad de producción de homo sapiens, y cómo se ha ido distribuyendo entre los hombres (y mujeres) ese producto. Y también nos plantearemos el porqué de las formas de producción y distribución, con la convicción de que las respuestas a estas preguntas contribuyen a despejar el camino a la solución de dos de los mayores problemas actuales de homo sapiens: ¿cómo mejorar la distribución de la riqueza producida entre todos? y ¿cómo hacer posible un crecimiento de la producción eficiente en términos del uso de recursos limitados, especialmente en lo que se refiere a los recursos naturales? Obviamente, no tenemos —ni los autores de estas páginas ni los historiadores económicos, ni los economistas en general— las respuestas a las preguntas del millón. Son cuestiones sumamente complejas, en las que hay teorías enfrentadas, que se apoyan en argumentos sólidos y datos no siempre concluyentes. Pero es importante ofrecer estos datos y argumentos que permitan descartar algunas respuestas parciales que en tiempos se dieron por válidas, plantear otras que nos parecen mejores y en general aprender a razonar con datos y argumentos para analizar cuestiones complejas. Como desde luego lo son las del crecimiento y desarrollo económicos. Así es como funciona una disciplina que aspira a ser científica. Quizá la principal de estas cuestiones es la explicación de lo que los economistas han llamado el “crecimiento económico moderno”, es decir, el desencadenado con la Revolución Industrial en Inglaterra a fines del siglo XVIII y que se difundió por el mundo a lo largo de los siglos XIX y XX. Muchas de las características de la economía mundial de hoy —incluido por qué unos países son más pobres y otros más ricos— se explican por cómo se produjeron los procesos de industrialización.

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Pero para entender la industrialización, por qué se produjo, por qué en Inglaterra (y en Europa) y no en otras zonas, por qué en el siglo XVIII y no tres siglos antes en China tendremos que remontarnos mucho más atrás. Empezando (casi) por la aparición de homo sapiens hace más o menos medio millón de años. Aunque, antes de que cunda el pánico, aclaremos que pasaremos muy rápido – unas menciones en el tema Uno y algo más en el tema Dos-- por las primeras etapas. 0.2. El plan de la asignatura Para repasar sintéticamente el contenido de la asignatura hemos elaborado un esquema, que le permitirá asomarse a las grandes líneas el temario (figura 0.1). En el margen derecho figura la cronología de los procesos que se irán estudiando. Como se ve, los contenidos de la asignatura abarcan la evolución económica de Humanidad, a partir principalmente de la Revolución Agraria del Neolítico. Esta tuvo lugar hace unos 10.000 años y significó romper con un periodo de cientos de miles de años durante el cual los grupos humanos se limitaron a ser consumidores de alimentos, a través de actividades de caza y recolección. Con el descubrimiento de la agricultura los hombres pasaron a ser productores. Es decir, salimos del ámbito de la ecología para entrar en de la economía. El otro gran salto de la historia económica, debidamente resaltado, fue la Revolución Industrial, en torno a fines del siglo XVIII, cuando la utilización de combustibles fósiles permitió un salto espectacular en la capacidad productiva de las sociedades que se embarcaron en la industrialización. Entre ambos saltos la humanidad vive en economías de base agraria, en las que la mayor parte los hombres, en torno a un 80%, eran agricultores-ganaderos. El primer bloque del temario (temas 2-5) está dedicado al estudio de estas economías agrarias. El tema Dos explica el “descubrimiento” de la agricultura y la ganadería y sus consecuencias en los casi 10.000 años que siguieron. La producción de excedentes, la división del trabajo y la especialización hicieron posible el desarrollo de grandes civilizaciones. Algunas se situaron en el Próximo Oriente y desde aquí se produjo la difusión de la agricultura a la cuenca del Mediterráneo. Las economías de estas civilizaciones se caracterizaron a menudo por la utilización de mano de obra esclava. Esto no impidió el establecimiento de complejos sistemas económicos como el Imperio Romano, que llegó a hacer de la cuenca del Mediterráneo una verdadera unidad económica con una importante división provincial del trabajo y un activo comercio vertebrado a través de una red de populosas ciudades.

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Figura 0.2. Un esquema sintético de la historia económica mundial.

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La crisis del siglo III dE llevó a la desarticulación de ese gran espacio económico. El tema Tres trata de las consecuencias de la disolución del Estado romano y el final del mundo antiguo. En Europa significó a partir del siglo V la aparición de una nueva sociedad basada, no ya en el derecho, sino en relaciones personales de dependencia. El feudalismo como sistema social y económico tuvo una larga existencia, y así lo creían los revolucionarios franceses del 1789 reunidos en el "Juego de Pelota" cuando juraron solemnemente acabar con él. El feudalismo como sistema económico fue el telón de fondo sobre el que se produjo el desarrollo de las economías europeas hasta la revolución industrial y tuvo una gran influencia en la explicación de ese desarrollo. Sus fases de expansión y crisis y la lógica de la organización económica —basada en una agricultura campesina en la que la subsistencia era el objetivo prioritario— en esos largos 1.000 años de la Edad Media son el núcleo del tema Tres. El desarrollo de las economías urbanas se produce a partir del siglo XI en torno a la organización gremial de la producción de manufacturas y al desarrollo de circuitos comerciales de larga distancia. Dos grandes crisis, la del XIV y la del XVII interrumpieron esta evolución económica. Son el resultado de la ruptura del equilibrio entre población y recursos. El estancamiento tecnológico de la agricultura condenó a las sociedades preindustriales a enfrentarse periódicamente con esa ruptura del equilibrio población-recursos. El funcionamiento de estos mecanismos se analiza en el tema Uno y se aplicará en los temas Tres y Cuatro. El modelo económico y demográfico de las sociedades agrarias se extendía por todo el mundo. No obstante, los ritmos de auge y crisis a veces seguían una cronología diferente, como lo muestra el fuerte desarrollo del Islam o la floreciente fase de algunas dinastías chinas en los momentos más oscuros de la Alta Edad Media europea. A pesar del escaso crecimiento general, la creciente integración de las economías del Viejo Mundo entre sí permitió la difusión de conocimientos y estimuló el movimiento de descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI, que llevaron a la conexión de todas las zonas del mundo a través de la navegación interoceánica. Precisamente con las consecuencias de esa apertura de Europa hacia el mundo se inicia el tema Cuatro. La lógica de la expansión desde fines del siglo XVI –impulsada por unas transformaciones agrarias que sentaron las bases de una agricultura de mercado y consiguieron romper el estancamiento de la productividad agraria— y la posterior crisis y divergencia entre diversas tipos de agricultura en Europa van a tener importantes consecuencias para el futuro. Junto con cambios institucionales (revoluciones inglesas del XVII), la aparición de nuevas formas de producción de manufacturas (protoindustria) y el desarrollo del comercio colonial prepararon el camino para la Revolución Industrial. De la importancia de estos cambios en el siglo XVIII se trata con detalle en el tema Cinco. La Revolución Industrial (tema Seis) modificó radicalmente las formas de producción, los hábitos de consumo y en general todos los aspectos de la vida social. Desde Inglaterra el fenómeno se difundió a una serie de países del continente europeo, a Estados Unidos y a Japón. La evolución que ha conducido desde la industrialización hasta la primera globalización de la economía se aborda en los temas Siete-Ocho. En este bloque se abordan los diferentes modelos nacionales de industrialización, sus semejanzas y diferencias. La industrialización consolidó la superioridad europea en el resto del mundo, aceleró la integración económica mundial y abrió una brecha con UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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las regiones que no habían seguido sus pasos. La puesta en cultivo de tierras en ultramar, la segunda revolución tecnológica y en general el aumento de la competencia en los mercados internacionales impulsaron los enfrentamientos y rivalidades entre las potencias europeas. Resultado en parte de estas tensiones fue la Primera Guerra Mundial. El periodo entre el final de la Primera Guerra Mundial (1918) y el estallido de la Segunda (1939) es conocido como época de entreguerras, y se estudia en el tema Nueve. La Gran Guerra encumbró a Estados Unidos al rango de potencia económica. Pero la guerra, lejos de resolver ningún problema, agravó los desequilibrios en el reparto de la producción y la renta a escala mundial y creó graves problemas financieros y monetarios en Europa. Hasta 1924 la economía mundial no pudo recobrar las condiciones para una nueva etapa de desarrollo. La corta duración de la misma, apenas unos años, refleja claramente la gravedad de los problemas de fondo. El hundimiento de la bolsa de Nueva York en 1929 inició una profunda recesión económica, que provocó una fuerte caída de los precios, el hundimiento de la producción y un incremento del paro que se midió por millones de personas en los principales países industrializados. Ciertos experimentos de política económica puestos en práctica en Estados Unidos, Alemania, Francia y en menor medida Inglaterra, permitieron a las economías industrializadas iniciar una lenta recuperación que se vería interrumpida en 1939 con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Mientras tanto, el experimento socialista surgido en Rusia en 1917 se había consolidado con una rápida industrialización y se mostraba capaz de resistir el aislamiento y ganar la guerra. La economía planificada, sin embargo, era mucho más ineficaz para ganar la paz y elevar el nivel de vida de la población. El temario se cierra con un tema Diez dedicado a la segunda mitad del siglo XX, entre el trágico final de la Segunda Guerra Mundial (con las primeras explosiones atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki) y la quiebra del bloque comunista surgido tras la guerra. En 1945 existía el convencimiento de que sólo un decidido impulso en favor de la cooperación económica internacional podría sacar al mundo del abismo en que le había sumido la guerra. Los Estados Unidos asumieron finalmente el liderazgo de la economía mundial e impulsaron un nuevo orden económico basado en la cooperación para el desarrollo, el restablecimiento del comercio internacional y la creación de instituciones que canalizasen inversiones para el desarrollo en las zonas del planeta donde fuesen necesarias. Sobre estas bases se inició la recuperación de la economía europea entre 1945 y 1950 y con ella la que se ha llamado Edad de Oro del capitalismo. Sin embargo, la brecha iniciada con la industrialización entre países ricos y pobres no ha hecho más que agrandarse. Aunque algunos han conseguido alcanzar niveles de renta apoyados en un rápido crecimiento (como Corea del Sur o Taiwán), la mayoría de lo que conocemos como Tercer Mundo se mantiene en niveles de pobreza. Las últimas décadas del siglo XX han venido salpicadas de periodos de crisis, como la originada por la elevación de los precios del petróleo en la década de 1970 o por los efectos de las revoluciones tecnológicas en las comunicaciones que han acelerado una nueva oleada de globalización, facilitada además por el hundimiento de la Unión Soviética y el bloque económico de los modelos de planificación centralizada. La caída del muro de Berlín en 1989 es todo un símbolo que ha permitido hablar del fin del siglo XX en este año, con el inicio de una nueva fase de relaciones internacionales, sobre la base de la nueva UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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economía globalizada, en la que participan países aún nominalmente comunistas como la República Popular China. 0.3.

Europa en el Mundo

Este esquema es un resumen bastante convencional de la historia económica que solemos llamar mundial y que en tiempos, más ambiciosa o disparatadamente, se llamaba historia universal. En realidad, un examen somero muestra que es en muy buena parte una historia europea (o eurocéntrica) o de la cultura europea exportada a otras partes del mundo, sobre todo EE.UU. (o etnocéntrica). El término etnocéntrico alude a que se centra en la visión de una determinada etnia o cultura: la del hombre “blanco” cristiano de origen europeo occidental. Una parte de ésta orientación obedece al peso político y económico de los países europeos o de cultura europea en el mundo actual. Constituyen el grueso de las economías desarrolladas, son la mayoría de los países del G-8, dominan la nueva economía y son los miembros principales (aunque ya no solitarios) del club de las armas nucleares. Pero también es cierto que hay países emergentes –China y la India sobre todo— que están empezando a alterar esos equilibrios. Por otro lado, es también cierto que históricamente Europa ha desempeñado un papel protagonista en la historia mundial, sobre todo desde fines del siglo XV en que se lanza a “descubrir” otras partes del mundo. Y descubre que algunas (China o la India) estaban tecnológica y políticamente más avanzadas y otras no (como en América, cuya población indígena es aniquilada en el choque de civilizaciones). Lo cierto es que fue sólo Europa la que inició ese movimiento de expansión que ya no se detuvo. Pero aún en el siglo XVIII la economía europea distaba mucho de dominar el mundo: la Revolución Industrial, sin embargo, cambió esto radicalmente, y sentó las bases del dominio del modo europeo de hacer las cosas. Sin embargo, si contamos sólo esa parte de la historia corremos el peligro de perdernos cosas importantes, y por eso en estos apuntes trataremos de explicar una historia donde la mirada desde Europa y la cultura europea (sobre todo occidental o judeocristiana) no sea la única perspectiva. Por ejemplo, no dejaremos pasar el hecho de que los primeros hombres evolucionaron de especies de homínidos en las sabanas de África. Y que la agricultura y la domesticación de animales se “descubrieron” de forma independiente (con miles de años de diferencia) en al menos cinco focos repartidos por el mundo, el más importante y temprano de los cuales fue el Creciente Fértil de Oriente Medio, en territorios de los actuales Irak, Irán y Turquía. Ninguno en Europa, adonde la agricultura llegó por imitación. O que entre los siglos VII y XIV los verdaderos depositarios de la herencia cultural —científica, filosófica, política— del mundo clásico griego y romano no fueron los atrasados y belicosos feudos europeos, sino los prósperos emiratos y califatos del Islam, al otro lado del Mediterráneo. O que en 1405, mientras Europa salía de la devastación provocada por la crisis del siglo XIV, Peste Negra incluida, el almirante chino Zheng He, al mando de una escuadra de cientos de navíos –se habla de más de 1.600 construidos entre 1404 y 1407, algunos de nueve mástiles—, iniciaba una serie de viajes de descubrimiento y exploración que llevarían hasta el Golfo Pérsico y, bordeando África, hasta Mozambique.

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Hay varios motivos para buscar un enfoque que supere el etnocentrismo incorporar otros territorios (y la perspectiva de sus pobladores) al relato histórico. Desde luego, hay motivos de “justicia” o “equilibrio” en el relato: son motivos morales o políticos. Pero también hay razones científicas muy importantes, de cara a dar respuesta al problema central que se plantea la historia económica: cómo y por qué se producen las transformaciones económicas a largo plazo. Se trata de:  Ampliar el catálogo de hechos y procesos relevantes para nuestros modelos de explicación del cambio histórico. La historia, como otras muchas disciplinas importantes –la biología evolutiva, la geología o la sociología— no puede hacer experimentos, así que debe conformarse con analizar los hechos del pasado y ni siquiera directamente, sino a través de las huellas que dejan estos hechos en forma de restos o documentos. Por eso no podemos permitirnos el lujo de ignorar ni siquiera una parte del catálogo de hechos relevantes para entender mejor y desde una perspectiva más amplia la evolución histórica. La comparación de épocas y territorios distantes es una poderosa herramienta de conocimiento. Sería como escribir una historia (como ésta) sólo con los libros que tenemos en casa, despreciando la riqueza de fuentes de información en otras bibliotecas o Internet.  No perder la perspectiva del conjunto. En historia, como en economía, las explicaciones a veces se deben dar a escala micro, pero para entender los procesos grandes debemos tener la escala macro, y si nos centramos sólo en Europa estaremos dejando de lado desarrollos que afectan a mucha más gente. A menudo, nuestra perspectiva local es muy limitada, y nos impide apreciar o conocer datos que no son visibles en nuestro entorno cercano (geográfico o cultural). Datos como que el producto agro-ganadero más importante en términos de valor no es el trigo ni el arroz, sino la leche de vaca. O que el país con las mayores reservas (probadas) de petróleo del mundo es Arabia Saudí…pero el segundo es Canadá. Que el idioma más hablado es el chino mandarín con cerca de 900 millones de hablantes o que la canción que más derechos de autor genera es Happy birthday to you.  Por último, y no menos importante, para evitar un error del razonamiento (o falacia) muy frecuente en historia: los argumentos teleológicos o del tipo post hoc ergo propter hoc (es decir: [ocurrió] después de esto, por tanto [ocurrió] por esto). En lenguaje más llano, la falacia del razonamiento a posteriori, o deducir que hay causalidad porque hay continuidad (o contigüidad) en el tiempo. En palabras de Carlo Cipolla (1991: 96-97): “Las reconstrucciones a posteriori ocultan, en vez de ilustrar, los procesos de toma de decisiones y resolución de problemas que son la constante de la trayectoria humana. Sabemos que César cruzó el Rubicón. Mas para César, el problema consistía en saber si debía pasarlo o no. Ver las cosas a posteriori puede deformar fácilmente nuestro juicio.(…) De manera similar, frente a los frecuentísimos casos en los que algunos grupos adoptaron con éxito una UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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determinada innovación tecnológica, mientras que otros la despreciaron, conviene guardarse muy bien de emitir juicios fáciles, basados en la ventaja del a posteriori. Una innovación tecnológica no es más que una opción cuyos beneficios están muy lejos de resultar evidentes. Los primeros automóviles eran más lentos que los caballos. Y por cada innovación tecnológica que tuvo éxito, hubo muchísimas más que fracasaron. A priori existe siempre un problema de valoración y de juicio que no es de los más fáciles de resolver. El historiador que, con la ventaja del a posteriori, lo atribuyera todo a la astucia o la estupidez no daría en el blanco”. Más ejemplos de este tipo de argumentos. David Landes dedica los dos primeros capítulos de La riqueza y la pobreza de las naciones a demostrar que los condicionamientos del medio físico (el clima templado, que protege de enfermedades tropicales, y la abundancia de agua) colocaron a Europa, y casi más en particular a Inglaterra, en una posición privilegiada para protagonizar el crecimiento económico moderno. Luego desarrolla una serie de argumentos que, partiendo de este “regalo de la naturaleza”, confirmaron y reforzaron esa ventaja europea frente a China, por ejemplo. Pero, en gran medida, esa explicación parte de que ya sabemos que Inglaterra protagonizó la Revolución Industrial, igual que otras muchas explicaciones que encuentran las “causas” o “requisitos” de la industrialización en lo que sabemos que eran rasgos diferenciales de Inglaterra en el siglo XVIII. Sin embargo, el estudio de otras regiones y otros periodos desmienten que ninguno de estos factores o requisitos por sí solos (ni siquiera combinados) puedan “explicar” las causas de la primera industrialización. Y uno no puede por menos de pensar ¿qué ocurriría si hubiera sido Holanda (o China) la protagonista de esa historia? Muy probablemente, los historiadores se hubieran dedicado a rastrear en el pasado aquellos rasgos que habrían hecho “inevitable” que la revolución industrial surgiera precisamente allí. Por cierto, a quienes sostienen que son las dotaciones iniciales de factores naturales (carbón, tierra fértil, la insularidad o un clima templado) las que determinan la prosperidad de un país o región determinada, hay que recordarles que el valor de los recursos depende totalmente del nivel de la técnica y del desarrollo económico. Los habitantes de Arabia llevaban milenios sentados sobre pozos de petróleo, pero hasta que no empezó a ponerse en uso a mediados del siglo XIX y sobre todo hasta la invención y popularización del coche siguieron siendo unos miserables (aunque valientes y orgullosos) pastores y guerreros nómadas en un desierto de arena. De un modo parecido, el clima extremo y la aridez de España, que durante siglos fue una maldición para los agricultores, se convirtió en la década de 1960, con el boom turístico, en un activo económico importante. Un escritor inglés, L. P. Hartley, escribió: “El pasado es un país extranjero. Allí las cosas se hacen de otra manera”. Entender la lógica de esas formas distintas de hacer las cosas es uno de los objetivos fundamentales de la historia económica. Cuanto más variado sea el conocimiento de esas otras formas de hacer las cosas –en otros pasados y en otros países— más rica y precisa será nuestra comprensión de la lógica del cambio económico.

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0.4.

Las enseñanzas de la historia

En el apretado resumen del esquema —12.000 años de historia económica en una página-- hemos resaltado, y se hará más hincapié en el tema Uno, que los dos grandes saltos de la humanidad, las dos grandes revoluciones Neolítica e Industrial (aunque aparecerán otras muchas: a los historiadores como a los publicistas les gusta llamar revolución a los cambios que consideran importantes) cuentan lo fundamental de la historia económica del mundo. Entonces ¿por qué estudiar lo que hubo en medio? ¿No deberíamos dedicarnos mejor a entender lo que pasó en esos dos grandes saltos, dejando el resto sólo para los muy curiosos? La objeción tiene bastante sentido. De hecho, Gregory Clark, afirma en “Una Historia Económica del mundo en dieciséis paginas” que todo podría reducirse a una sola gráfica (ver gráfico 1.9): “Con anterioridad a 1800, la renta per cápita –la cantidad de comida, vestido, calefacción, luz y vivienda disponibles por cabeza— varió según las sociedades y las épocas. Pero no existía una tendencia ascendente. Un mecanismo sencillo pero potente […] la trampa maltusiana, garantizaba que cualquier aumento de renta a corto plazo obtenido mediante avances tecnológicos se perdiera de modo inexorable debido al crecimiento de la población. Así pues, el individuo medio en 1800 no vivía mejor que el individuo medio en el 100 000 adE.” Sólo tras 1800, con la Revolución Industrial, pudo romperse la trampa maltusiana e incrementarse la renta per cápita, aunque entonces el fenómeno afectó a un grupo selecto de naciones –los países industrializados o desarrollados— mientras que en otras incluso descendió (como resultado de un crecimiento de la población superior al de la renta). En realidad, muchos historiadores económicos se dedican exclusivamente a estudiar alguno de los dos grandes saltos –sobre todo el industrial y sus consecuencias— sin prestar apenas atención a lo anterior. Son los que sostienen que el tema de estudio de la historia económica, el único asunto en que la disciplina debe centrar su atención, es el llamado crecimiento económico moderno (es decir, el desencadenado por la Revolución Industrial). El argumento tiene peso, y es cierto que a veces los historiadores parecen más preocupados por datos eruditos que por entender mejor los grandes procesos de cambio económico, hay varios motivos para estudiar “todo lo demás”.

Muy sintéticamente, se trata de: 

Entender las causas profundas que hay tras los grandes saltos, que siempre se remiten al pasado. La Revolución Industrial, por ejemplo. ¿Qué la provocó? Aceptemos que son fundamentalmente los cambios tecnológicos y organizativos. Y éstos, ¿qué los causó? Hay distintas explicaciones, pero supongamos que aceptamos la que nos dice (Robert C. Allen) que son los altos salarios de Inglaterra y la abundancia de carbón barato. Pero ¿por qué eran altos los salarios en Inglaterra y no en otros lugares? Esto nos lleva a los cambios UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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en la agricultura y la manufactura (aparte de en la demografía) en un periodo de al menos doscientos años antes de la Revolución Industrial. Una de las lecciones de la Historia es que las pautas y cursos de acción mostradas por las sociedades humanas en el pasado condicionan las de los siguientes periodos. Es lo que Paul David ha denominado dependencia de la trayectoria (path dependence). Esto no debe confundirse con el determinismo histórico, que sostiene que los hechos del pasado determinan (inexorablemente) el futuro. Según David, la explicación de los cambios tecnológicos e institucionales no radica en leyes económicas de validez universal, sino de la misma trayectoria histórica, que hace que las distintas cadenas de acontecimientos, alguno incluso azarosos, limitan los posibles cursos de acción futuros, cerrando algunas vías y abriendo otras. Comprender los mecanismos del cambio económico e identificar los factores determinantes del crecimiento y el desarrollo. El cambio económico no se reduce a los grandes saltos: si lo creyéramos, deberíamos dedicar todos nuestros esfuerzos simplemente a obtener nuevas fuentes de energía y convertidores más eficaces. Daríamos una solución tecnológica a los problemas económicos. Pero las transformaciones económicas se componen también de cambios más pequeños, que condicionan el marco de los grandes saltos. Por ejemplo: el descubrimiento del fuego en el Paleolítico (antes del Neolítico) permitió aumentar la energía disponible en tres modos: quemando leña para obtener calor, cocinando plantas o animales que de otro modo no hubieran sido comestibles y auxiliando a la caza. Otro ejemplo: la invención de la navegación a vela, con velas cuadradas (o latinas) documentadas antes de 3000 adE en Egipto, permitió mejorar enormemente la capacidad de transportar mercancías pesadas, aprovechando una energía hasta entonces inútil; pero es que la historia de la navegación a vela hasta el siglo XIX recoge sucesivas innovaciones técnicas –en los cascos, la forma de las velas y mástiles, uso de quillas y timones, cartografía y conocimiento de los vientos— que incrementaron enormemente la eficiencia técnica de los navíos. Por otro lado, recordemos que tampoco todas las innovaciones son de naturaleza técnica: los cambios institucionales, organizativos, sociales y culturales tienen mucho que ver con las transformaciones económicas. Por eso, el estudio de los procesos de cambio económico en el pasado, atendiendo no sólo a los casos de éxito, sino también a los procesos fallidos, resulta imprescindible para diseñar políticas de desarrollo eficaces. Manejar la complejidad. En historia, los procesos de cambio son complejos, incluyen muchas variables, a menudo interconectadas y que se retroalimentan, no sólo de forma estática, como suelen mostrarnos los modelos económicos, sino dinámica, variando en el tiempo. Un ejemplo típico de retroalimentación es la relación entre población y recursos en las sociedades preindustriales que analizaremos en el tema Uno. En realidad, los comportamientos demográficos son causa y a la vez consecuencia de las condiciones económicas (que a su vez se ven alteradas por los comportamientos demográficos).

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Figura 0.2. Relación entre variables demográficas y agricultura en sociedades de base agraria.

Fuente: Fontana (1997:70) Este tipo de explicaciones –aplicables igual a las relaciones entre tecnología y crecimiento económico, entre cambios institucionales y económicos, entre educación y productividad y muchas más-- junto con la existencia de numerosos puntos de debate entre especialistas sobre las explicaciones de los fenómenos de la historia económica nos obligan a manejar datos, argumentos y modelos complejos, que no siempre nos permiten llegar a conclusiones definitivas. Aprender a manejar la complejidad y la incertidumbre forma también parte del aprendizaje de un economista.  Conocer la existencia de lógicas y sistemas económicos distintos al capitalismo. El “crecimiento económico moderno” ha tenido lugar en buena parte (aunque no todo) en el marco de sistemas económicos capitalistas. Sin embargo, ni los mercados ni la propiedad privada parecen haber tenido un papel ni siquiera mínimo en el primer gran salto neolítico. Y otras muchas transformaciones económicas importantes (incluido el desarrollo del propio capitalismo) se han iniciado o desarrollado en el marco de sistemas económicos marcados por lógicas diferentes a las de la propiedad privada y UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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el mercado. Que el capitalismo haya mostrado ser el sistema más eficaz para generar crecimiento económico no quiere decir que sea el único: comprender las lógicas de otros sistemas económicos, sus limitaciones y sus logros nos permite abordar de otro modo el estudio de la economía.

De todo ello esperamos convencerle en los capítulos que siguen. No con meras declaraciones, sino con datos, argumentos e historias. Si además pudiéramos estimular su curiosidad por saber más, nos daríamos por triplemente satisfechos.

5. Resumen En estas páginas se ha tratado de: a) Presentar el tema central de la historia económica: el estudio de los mecanismos del cambio económico (crecimiento y desarrollo) a largo plazo. b) Subrayar la complejidad de los procesos de cambio económico. c) Mostrar la utilidad del conocimiento histórico en la formación de los economistas. d) Plantear en qué consiste el éxito económico en contraste con el “éxito biológico” de la especie humana. e) Sintetizar las grandes líneas de la evolución económica de la historia humana. f) Señalar la conveniencia de superar un enfoque etnocéntrico de la historia.

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6. Conceptos básicos

Historia económica Crecimiento económico Cambio económico Éxito biológico y económico Eurocentrismo/etnocentrismo

Revolución Industrial Revolución Neolítica retroalimentación Homo sapiens

7. Referencias ALLEN, Robert C. (2013): Historia económica mundial: una breve introducción, Madrid, Alianza. CAMERON, Rondo y NEAL, Larry (2005): Historia Económica Mundial. Desde el Paleolítico hasta el presente, Madrid, Alianza, 4ª ed. CIPOLLA, Carlo Maria (1991): Entre historia y economía. Introducción a la historia económica, Barcelona, Crítica. DIAMOND, Jared (1998): Armas, gérmenes y acero. Breve historia de la humanidad en los últimos 13.000 años, Barcelona, Random HouseMondadori. FELIU, Gaspar y SUDRIÀ, Carles (2007): Introducción a la historia económica mundial, Valencia, PUV. GOODY, Jack (2011): El robo de la historia, Madrid, Akal. FONTANA, Josep (1997): Introducció a l’estudi de l’historia, Barcelona, Crítica. LANDES, David S. (1999): La riqueza y la pobreza de las naciones. Por qué algunas son tan ricas y otras son tan pobres, Barcelona, Crítica. MARKS, Robert B. (2007): Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión, Barcelona, Crítica.

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Tema 1. Historia económica y desarrollo económico

1. Resultados de aprendizaje Con el estudio de este capítulo, esperamos que sea capaz de: 1. Explicar por qué el volumen de población es un indicador primario de crecimiento económico, y cómo depende de la energía disponible. 2. Definir, caracterizar y situar cronológicamente los dos saltos clave de la historia económica humana: la Revolución agraria del Neolítico y la Revolución Industrial. 3. Discutir la contribución del cambio técnico al crecimiento económico. 4. Definir las nociones de demografía, régimen demográfico y transición demográfica, y sus variables principales: natalidad, mortalidad, nupcialidad, fecundidad, esperanza de vida y crecimiento vegetativo. 5. Diferenciar los principales conceptos del cambio económico a largo plazo: crecimiento, desarrollo, progreso, producción, productividad, estructura económica y coyuntura (expansión, crisis, depresión). 6. Esquematizar las relaciones entre población y recursos en sociedades preindustriales y el papel del marco institucional a la hora de explicar la asignación de esos recursos. 7. Distinguir las economías orgánica e inorgánica en relación con las fuentes de energía dominantes. 8. Definir sistema económico, caracterizando los tres más importantes históricamente: feudal, capitalista y comunista. 2. Índice 1.1. Población y energía disponible: una visión de muy largo plazo 1.2. Nociones de demografía: la dinámica población-recursos 1.2.1. Crecimiento de la población 1.2.2. Crecimiento de la producción 1.2.3. La trampa maltusiana 1.2.4. Regímenes demográficos y transición demográfica 1.3. Crecimiento económico y otras nociones básicas 1.4. Los factores del desarrollo: el papel de la innovación y las instituciones 1.5. Sociedades humanas y sistemas económicos

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3. Algunas preguntas iniciales 

¿Se ha planteado alguna vez cuáles han sido los momentos más importantes de la historia económica de la Humanidad?



¿Y cuándo empieza la historia económica?



Si tuviera que elegir un único factor que defina el cambio económico ¿cuál sería?



¿Qué tienen en común una mata de tomates y una turbina hidroeléctrica?



¿Por qué estudiamos tanto la población en historia económica?



¿Sabría definir eso que llamamos capitalismo? ¿Y algún otro sistema económico?



Conocer las instituciones ¿forma parte del estudio de la economía? ¿Por qué?



¿Por qué cree que algunas naciones son tan ricas y otras tan pobres?



¿Saberlo ayudaría a solucionar el problema?

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4. Contenidos del tema 1.1 Población y energía disponible: una visión de muy largo plazo Como vimos, el crecimiento del número de humanos representa un primer indicador, aunque sea muy general, de éxito ecológico y también económico. Sólo a partir del siglo XIX contamos con estadísticas modernas, y sólo desde mediados del siglo XX disponemos de cálculos fiables de PIB. Por tanto, para la mayor parte de la historia humana nuestro principal indicador económico es la población: crecía cuando las cosas iban bien, y disminuía, a veces brutalmente, en tiempos de crisis. Como también vimos ya, cuando examinamos la evolución la población humana a muy largo plazo observamos un salto formidable y definitivo en torno al año 1800, a partir del cual se multiplicó la población de forma espectacular en 200 años. Pero el gráfico 0.1 enmascara un gran salto muy anterior, que tuvo precisamente en torno al año 10000 adE y que permitió iniciar un largo proceso de crecimiento, menos espectacular que el de 1800, lento y con oscilaciones, pero igualmente fundamental. Por eso debemos ampliar el rango temporal del gráfico hasta hace unos 70.000 años. Grafico 1.1. Crecimiento de la población humana (70000 adE -0 dE) 250

Millones habitantes

200

150

100

50

0

0 00 -5

00 00 -1

-1 5

00

0

0 00 -2 0

00 -2

50

00 00 -3

-3

50

00

00 00 -4

-4

50

00

00 00 -5

-5

50

00

00 -6

00

00 50 -6

-7

00

00

0

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Wikipedia (World population) Este primer salto, en torno al 10000 adE viene marcado por el “descubrimiento” de la agricultura y la domesticación de animales, que permitieron a muchas poblaciones humanas pasar de una vida basada en la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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caza-recolección de los alimentos que ofrecía la naturaleza a la producción de esos mismos alimentos. El proceso —que se estudiará en el tema siguiente— comenzó en fechas muy distintas en cinco focos diferentes, pero con un factor común: la domesticación de una combinación de especies animales y vegetales, normalmente un cereal como fuente de hidratos de carbono, una o varias legumbres que proporcionan más minerales y proteínas y uno o varios animales que ofrecen proteínas y fuerza de trabajo. Como cazador recolector, homo sapiens mostraba ya rasgos que le distinguían mucho de otros animales, pero aún seguía moviéndose en el ámbito de la ecología; era una parte de un medio ambiente sobre el que no ejercía control. Con el “descubrimiento” de la agricultura-ganadería, comenzó la era de la economía, la capacidad de producir recursos en cantidades mucho mayores de lo que ofrecía la naturaleza, y por tanto la necesidad de resolver los problemas asociados a la producción de bienes y su distribución. La agricultura y la ganadería desencadenaron una serie de cambios fundamentales en las sociedades humanas, —sedentarización, crecimiento de la población, división social del trabajo, aparición de ciudades— que irían posibilitando a su vez nuevos cambios —la invención de la escritura, de la tecnología de los metales, la navegación a vela, la moneda, etc.—, alterando finalmente, de modo radical, el modo de vida de homo sapiens. No en todo para mejor (los primitivos agricultores vivían menos años y estaban peor nutridos que sus antepasados cazadores-recolectores) pero sí en la dirección del “éxito”: más individuos y más extendidos por la tierra. Por la importancia de las transformaciones, se ha bautizado este cambio como revolución; será la Revolución Neolítica o del Neolítico (por el período en que se produjo). Casi 12.000 años después, otra serie de transformaciones, éstas mucho mejor conocidas y basadas en una serie de inventos entre los que destaca la máquina de vapor, más concentradas en el tiempo y en el espacio (Europa, entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XIX), desencadenaron un proceso similar de crecimiento de la capacidad de producción de homo sapiens, que multiplicó de forma espectacular los recursos disponibles para organizar su existencia: alimentos, por descontado, pero también máquinas, telas, puentes de hierro, productos químicos... Como resultado, se produce ese segundo gran salto en el crecimiento de la población en torno a 1800. De nuevo, la magnitud y profundidad de los cambios nos lleva a hablar de una Revolución, esta vez bautizada como Revolución Industrial (por el sector principalmente afectado, aunque las transformaciones afectaron al conjunto de la economía). ¿Qué tienen en común esas dos revoluciones? Obviamente, sus efectos: el gran salto demográfico. Pero ¿qué hay detrás de esos saltos? Un historiador económico italiano, Carlo M. Cipolla, llamó la atención hace cincuenta años sobre el factor común: la energía. Tanto la Revolución Neolítica como la Revolución Industrial significaron un salto en la cantidad de energía disponible para los seres humanos, como consecuencia en ambos casos de innovaciones derivadas del ingenio humano. Veámoslo con más detalle. “El hombre —escribe Cipolla— tiene necesidades de diverso tipo: unas, las básicas, son de carácter fisiológico: comer y beber. Otras son elementales: vestirse y calentarse. Finalmente, tiene unas necesidades “de alto nivel”, por decirlo así: leer, escuchar música, viajar, divertirse. No hay un límite superior UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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para las necesidades humanas, pero sí hay uno inferior, a saber, los alimentos mínimos que el hombre necesita para sobrevivir”. Pues bien, esas necesidades básicas —comer y beber—, las elementales —vestirse y calentarse— e incluso las “de alto nivel” pueden reducirse a flujos de energía. Las necesidades básicas del hombre varían según diversos factores —el clima en el que habite, tamaño, sexo o actividad de la persona, etc.— pero se mueven entre un mínimo de 2.000 y un máximo de 4.000 kcal/día (para un minero de carbón, por ejemplo). Esto en lo que se refiere a las necesidades básicas, para garantizar la subsistencia. Esa energía se emplea en diversas formas: calor desprendido, trabajo realizado, expulsión en forma de detritus, proceso químico de los alimentos y actividad nerviosa y motora interna. ¿De dónde obtiene esa energía? Casi toda la energía disponible en la Tierra se origina en el Sol, que funciona como una especie de gigantesca central nuclear natural que libera energía que llega a nuestro planeta en forma de radiación (luz/calor). Esa energía radiante se convierte en energía química que hace que crezcan las plantas mediante fotosíntesis, y esas plantas son consumidas por animales que la convierten a su vez en energía térmica (calor corporal), mecánica (movimiento) y nuevamente química (proteínas). Es decir, los alimentos son depósitos de energía. Lo mismo cabe decir de los vestidos (resultado del crecimiento de fibras animales y vegetales, a las que se aplica además trabajo humano), y los combustibles. También de los combustibles fósiles (que en origen fueron vegetales y animales), y las corrientes de aire que movían veleros o molinos en las sociedades antiguas, o las del agua que permiten navegar los ríos. El motor de un coche convierte la energía del combustible fósil (gasolina) en movimiento y calor; y a su vez el alternador del coche convierte el movimiento en electricidad. Los procesos de conversión de la energía son fundamentales, y los organismos o mecanismos que los realizan —las plantas verdes, el motor, el alternador— se denominan convertidores. El problema es que cada proceso de conversión supone pérdidas de energía [en realidad, la energía no se pierde porque como es bien sabido ni se crea ni se destruye (primera ley de la termodinámica), pero en cada conversión la energía pierde la capacidad de realizar trabajo útil (segunda ley de la termodinámica). Así, hablamos de pérdidas cuando nosotros queremos generar movimiento y obtenemos calor que no podemos aprovechar, que es el problema de casi todos los motores, o buscamos electricidad y sólo conseguimos una parte mínima de la energía del combustible empleado]. La forma de medir estas pérdidas es la eficiencia técnica, que es la proporción entre la producción útil (es decir, en la forma deseada) y la energía consumida por el convertidor; la tabla 1.1 muestra la eficiencia técnica de los convertidores más comunes. Si además hay varios procesos sucesivos de conversión, la eficiencia técnica final viene dada por la de cada uno de los convertidores empleados, lo que genera “pérdidas” sucesivas. Con todo, el problema principal desde el punto de vista de la historia económica es que —como muestra la tabla 1.1— los convertidores que ofrece la naturaleza (fotosíntesis, animales de labor o trabajo humano, quemar leña o paja) son poco eficientes. Las plantas apenas

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Tabla 1.1. Eficiencia de conversiones de energía comunes (porcentajes) Conversiones Energías Eficiencia Grandes generadores de electricidad

me

98-99

Grandes calderas de una planta generadora

qt

90-98

Motores eléctricos grandes

em

90-97

El mejor horno de gas doméstico

qt

90-96

Pilas secas

qe

85-95

Lactancia humana

qq

85-95

Molino hidráulico de noria

mm

60-85

Motores eléctricos pequeños

em

60-75

Grandes turbinas de vapor

tm

40-45

Estufas de carbón mejoradas

qt

25-45

Grandes turbinas de gas

qm

35-40

Motores diesel

qm

30-35

Crecimiento postnatal de un mamífero

qq

30-35

Las mejores células fotovoltaicas

re

20-30

Motores de combustión interna

qm

15-25

Lámparas de sodio de alta presión

er

15-20

Músculos de un mamífero

qm

15-20

Estufas tradicionales

qt

10-15

Luces fluorescentes

10-12

Locomotoras de vapor

qm

3-6

Máxima fotosíntesis de una cosecha

rq

4-5

Bombillas incandescentes

er

2-5

Velas de parafina

qr

1-2

Los ecosistemas más productivos

rq

1-2

Fotosíntesis media global

rq

0,3

Tipos de energía: q: química, e: eléctrica, m: mecánica (cinética), r: radiante (electromagnética, solar), t: térmica. Fuente: Smil (2001:19)

convierten en alimento entre el 1-5% de la radiación solar; a su vez, los animales herbívoros convierten en biomasa animal sólo en torno al 10% de la energía consumida (y los músculos de los mamíferos convierten en movimiento el 20% de la energía química). Cada eslabón de una cadena alimentaria supone, por término medio, unas “pérdidas” de energía de en torno al 90%, lo que explica por qué el grueso de la alimentación humana se basa en los hidratos de carbono procedentes de los vegetales (cereales sobre todo), y en mucha menor medida en proteínas animales, y también que éstas provengan en su gran mayoría de animales herbívoros (u omnívoros, como el cerdo), y no de carnívoros. En estas condiciones, el incremento de la energía disponible en el Neolítico (y en la seguridad del suministro) generada por el “descubrimiento” de un nuevo tipo de convertidores más eficientes —animales domesticados y plantas cultivadas— puede parecer pequeño, pero fue de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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una importancia capital. Las especies domesticadas, tanto plantas como animales herbívoros, son mucho más eficientes energéticamente que las especies silvestres a disposición de los cazadores-recolectores, lo que permitió que un mismo territorio alimentase a un número mucho mayor de individuos. Del mismo modo, la eficiencia de los primeros convertidores de carbón mineral de la revolución industrial — las primeras máquinas de vapor— puede parecer pobre: menos de un 0,5% la bomba de Newcomen de 1711, y menos del 5% las varias máquinas de James Watt. Pero resultó fundamental porque permitió acceder a una fuente de energía (carbón mineral) que hasta entonces se utilizaba sólo como fuente de calor (y con usos limitados) para generar movimiento, es decir, trabajo. Y las innovaciones sucesivas multiplicaron casi por 100 la eficiencia técnica entre 1700 y 1930 (aunque las mejores turbinas de vapor no superaban el 45%). Igualmente, el motor de explosión y las centrales térmicas permitieron convertir desde fines del siglo XIX otras fuentes de energía fósil —el petróleo y el gas natural— en movimiento, electricidad, calor o iluminación. La energía a disposición de los seres humanos, especialmente en los países desarrollados, se multiplicó de forma exponencial sin un encarecimiento proporcional al aumento de la demanda (gráfico 1.2). Gráfico 1.2. Precios del petróleo en dólares constantes 1870-2020

Nota: datos 2001-2020, predicciones de US Energy Information Agency

Fuente: Lomborg (2003:191) Para resaltar la importancia del empleo de los combustibles fósiles, el historiador E.A. Wrigley ha hablado de dos grandes fases de la historia económica de la humanidad:  la de la economía orgánica, basada en fuentes de energía y convertidores biológicos (animales, plantas, hombres) cuyas posibilidades de crecimiento quedaban limitadas por la productividad de la tierra;

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la de la economía basada en energía de origen mineral (para abreviar, inorgánica), que arranca del empleo masivo de carbón y otros combustibles fósiles en el siglo XVIII. También habla de una economía orgánica avanzada, que corresponde al periodo previo a la industrialización, caracterizado por la aparición de importantes cambios técnicos y organizativos que, aun sin romper el marco energético de las economías agrarias, promovieron las transformaciones que llevaron a la Revolución Industrial. Es una terminología distinta para referirse a una distinción que ya era tradicional en historia económica:  sociedades de base agraria (a menudo llamadas preindustriales, aunque esto incluiría también a cazadores-recolectores), caracterizadas por el predominio (70-80%) de la agricultura en el PIB y la población activa.  sociedades industriales o industrializadas: con escaso peso (inferior al 10-20%) de la agricultura en la estructura económica (aunque no necesariamente por el peso de la industria: por el contrario, el sector dominante suele ser el terciario).  en ocasiones se habla de las economías contemporáneas como postindustriales, debido al peso de los servicios, especialmente de nueva generación, como los de las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación (NTICs) y los financieros. Obviamente, los datos que tenemos sobre energía disponible en el pasado son en buena parte conjeturas (también llamadas estimaciones). Sin embargo, nos permiten hacernos una idea aproximada de la magnitud de los dos grandes saltos de los que hablamos. Tabla 1.2. Consumo de energía (y sus usos) en kcal/días/per cápita Origen de la energía Combustibles Alimento humano Forraje animales Viento y agua TOTAL

Cazador Agricultor Inglaterra recolector neolítico 1700

Inglaterra 1800

10.580

25.600

6.140

2.500

2.500

2.500

2.000

2.000

3.500

550 15.630

650 30.750

440 12.580

4.000

12.000

Italia 1850

EE.UU. 1990

3.600

África sub sahariana 1990

2.200

200.000

Fuente: Malanima Tabla 3.2, p. 55; Beggs, Clive (2002): Energy, management, supply and conservation, Butterworth-Heinemann, Oxford, 7 ¿Por qué estas diferencias? Fundamentalmente porque hasta el segundo gran salto, la Revolución Industrial, los incrementos de la energía disponible (alimentos, sobre todo) se habían dirigido a aumentar el número de hombres o animales (más fuertes, pero también muy costosos en términos de alimentos), como forma de incrementar el trabajo. En cambio, con el inicio de la era de los motores, una buena parte de la nueva energía disponible se dedicó a generar UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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trabajo mecánico: a sustituir hombres por máquinas. Hasta la revolución industrial no existen realmente motores, salvo en sus versiones más ineficientes: músculo humano, animales de tiro, velas, molinos hidráulicos o de viento. De hecho, todavía a fines del siglo XIX el 94% del trabajo empleado en la industria en EE.UU. era trabajo humano, mientras que un siglo después era sólo el 8 %. Una vez que se pudo convertir la energía fósil en trabajo creció de forma espectacular la capacidad de producción, reduciendo además los costes, lo que aumentó y diversificó la gama de bienes y servicios disponibles, todos ellos fabricados mediante insumos (inputs) energéticos y muchos necesitados de alguna forma de energía para su funcionamiento. De ahí que las diferencias entre países en el consumo de energía per cápita sean un indicador más que aproximado de los desequilibrios de desarrollo. Tabla 1.3. Indicadores energéticos (en Toneladas Equivalentes de Petróleo) Consumo por habitante

Mundo 1973 2000 África 1973 2000 Norteamérica 1973 2000 (EE UU) 1973 2000 Latinoamérica 1973 2000 Asia 1973 2000 (Japón) 1973 2000 Europa 1973 2000

1,36 1,55 0,24 0,34 7,88 5,41 (8,02) (7,73) 0,58 0,89 0,39 0,73 (2,67) (3,73) 3,67 3,09

Consumo Petróleo (%)

46,3 35,1 43,6 36,3 45,4 38,7 (44,9) (36,5) 56,4 48,2 38,5 36,6 (76,9) (42,9) 39,2 36,0

Gas (%)

Producción/Consumo (% producción)

19,6 25,7 11,5 19,2 32,5 27,7 (33,0) (27,7) 22,1 28,6 9,1 18,7 (1,7) (15,2) 19,4 29,2

73 58 -11 -16 (-16) (-33) 11 41 11 14 (-1015) (-373) -14 -10

Fuente: ONU (1975 y 2002), citado en Segura, J. (2005) Antes y después de los dos grandes saltos, una multitud de cambios tecnológicos u organizativos incrementaron bien el volumen de energía disponible, bien la eficiencia de los convertidores. Por ejemplo: el control del fuego en el Paleolítico (quizá 300.000 años antes del Neolítico) permitió aumentar la energía disponible de tres maneras: quemando leña o excrementos para obtener calor, cocinando plantas o animales que de otro modo no hubieran sido comestibles y auxiliando a la caza. Del mismo modo, la fabricación de armas en piedra y la caza en grupo permitió añadir a la dieta animales de mayor tamaño o fiereza. Otro ejemplo: la invención de la navegación a vela, con velas cuadradas —o latinas— documentadas antes de 3000 adE en Egipto, mejoró enormemente la capacidad de transportar mercancías pesadas, aprovechando una energía hasta entonces inútil; pero es que hasta el siglo XV dE la vela fue en muchos casos un complemento para la fuerza humana o animal en la navegación (remos o tiro mediante caminos de sirga en los ríos), y de ahí hasta el siglo XIX la historia de la navegación a vela recoge un sinfín de sucesivas innovaciones técnicas que incrementaron UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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enormemente la eficiencia técnica de los navíos. Mejoras en la agricultura — difusión de especies o combinaciones de cultivos más productivas—, en la ganadería —selección de especies—, en la fabricación de herramientas — arados de metal o cañones—, nuevos convertidores —molinos de viento y de agua—, en el rendimiento del trabajo animal —sillas de montar, herraduras, yunques, colleras— y otras muchas aumentaron, aunque fuera en pequeñas dosis, la disponibilidad de energía útil. Otras transformaciones organizativas — especialización laboral, aparición de formas de dirección o liderazgo— o culturales —la escritura, las religiones, el dinero, el cálculo y la geometría— también influyeron en el modo en que se aprovechaba la energía disponible, mejorando su eficiencia económica. Sin embargo, antes del comienzo de la era de los combustibles fósiles (o era industrial, o de la economía inorgánica), los incrementos de la energía disponible eran casi en su totalidad absorbidos, y en cierto modo anulados, por el crecimiento de la población. Es hora de que prestemos atención al segundo término de la ecuación.

1.2.

Nociones de demografía: la dinámica población-recursos

Volvamos a las cifras de población global. La representación de una magnitud sobre una escala lineal (como en el gráfico 0.1) minimiza visualmente la importancia de las primeras etapas cuando el crecimiento es mucho mayor en las últimas etapas, como ocurre en cualquier crecimiento acumulativo. Una forma de evitar ese enmascaramiento es calcular y comparar las tasas de crecimiento anual acumulado (ver tabla aneja al gráfico 0.1). Éstas permiten apreciar el salto, desde unas tasas en torno al 0,04% anual en las sociedades agro-ganaderas hasta tasas cercanas al 1% en el gran salto industrial. La población mundial creció a un 0,8% anual entre 1900 y 1949; pueden parecer una cifra pequeña, pero no lo es en absoluto: a 1% de crecimiento anual cualquier variable se duplica en 70 años (recordemos que es acumulado), pero al 2% lo hace en la mitad de tiempo. Cuando en la segunda mitad del siglo XX la población de algunos de los países más poblados del mundo —India, China, — comenzó a crecer a tasas cercanas al 2%, y la media mundial se situó en un 1,8% (1950-1989, con un pico de 2 en 1989), dio en hablarse con alarma de una “explosión demográfica”. Esta explosión que empezó a desactivarse con la caída de las tasas a un 1,5% entre 1990 y 1999 y en torno al 1,14 en 2000. En 2006 la ONU declaró que las tasas comenzaban a disminuir, como resultado de la transición demográfica. Otra forma de evitar ese enmascaramiento de las tasas de crecimiento iniciales es representar la magnitud sobre una escala logarítmica o exponencial, donde cada intervalo representa un orden de magnitud (x10) más que el intervalo anterior del mismo tamaño. Es lo que hemos hecho en el gráfico 1.3.

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Gráfico 1.3. Crecimiento de la población humana (70000 adE-2000dE)

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Wikipedia (world population) Se mejora así la visión, aunque la lectura básica sigue siendo la misma: a lo largo de su existencia, a la humanidad le ha costado bastante crecer en número, aunque nunca ha parado de hacerlo. A un ritmo muy moderado durante buena parte de su historia, bastante más rápido (en torno al 0,04 por ciento) tras el descubrimiento de la agricultura y la ganadería y mucho más (cerca del 1% anual) tras la Revolución Industrial. Hay otros cambios de ritmo y episodios importantes a escala regional, y de ellos se hablará más adelante, pero la tendencia mayor de la historia es ésta. ¿Por qué esa diferencia de los ritmos de crecimiento de la población? Como hemos señalado, tiene que ver con la energía disponible. Antes de la era de los combustibles fósiles, ésta dependía fundamentalmente de la superficie y calidad de la tierra disponible (el suelo, sobre todo el suelo capaz de producir plantas) el clima (insolación y precipitaciones) y la tecnología disponible para aprovechar los recursos. La población humana, como cualquier otra animal, tiende a crecer hasta alcanzar los límites que le imponen los recursos disponibles. El primero en formular este principio con precisión fue uno de los economistas clásicos, Thomas R. Malthus (1766-1834), en su Ensayo sobre el principio de la población de 1798. Malthus afirmaba que la población crece en proporción geométrica (o exponencial), a falta de factores que lo impidan (“si no está controlada”). Los alimentos, en cambio, que dependen de la tierra disponible, sólo pueden crecer en proporción aritmética (o lineal). La razón es sencilla: la población humana crece en forma de pirámide invertida, ya que cada nueva generación incrementará la población una vez que el número de nacimientos supere la tasa de reemplazo (2 hijos por pareja, o un poco más para compensar los individuos sin hijos) y este incremento se reproducirá ampliado en cada nueva generación. La combinación de estos dos ritmos de crecimiento distintos (“la desigualdad natural de las dos fuerzas de la población y de la producción de la tierra”) forma lo que se ha dado en llamar “la trampa maltusiana”: el mecanismo que hacía que cualquier incremento de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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productividad de la tierra quedara absorbido por un incremento aun mayor de la población. También se habla en ocasiones del “techo maltusiano”, el tope máximo de habitantes que una economía, dadas sus disponibilidades de factores productivos y tecnología, puede alimentar. Siguiendo el argumento de Malthus, Gregory Clark ha considerado que la historia de la humanidad puede resumirse en un único gráfico (gráfico 1.4) que trata de esquematizar, con datos estimados, la evolución de la renta per cápita en los últimos tres mil años. En las economías de base agraria la renta per cápita habría oscilado sin una tendencia de mejora, moviéndose en dientes de sierra en torno al techo maltusiano, hasta la revolución industrial. En cambio, los gráficos de población sí muestran una tendencia de crecimiento, aunque sea modesta. Para Clark, esto demuestra que los sucesivos crecimientos de la productividad derivados de mejoras técnicas u organizativas (representadas en este gráfico por los tramos de pendiente ascendente de la curva) quedaron antes o después absorbidos por el crecimiento de la población (tramos descendentes), en un ciclo que sólo se rompió con el comienzo de la era de los combustibles fósiles. Gráfico 1.4. Evolución de la renta per cápita mundial (1000 adE-2000 dE)

Fuente: Clark, G. (2008): A Farewell to Alms: A Brief Economic History of the World, Princeton, Princeton University Press, 2. Este desequilibrio en el ritmo del crecimiento de la población y el de los recursos (sobre todo alimentos) constituye la gran aportación de Malthus. ¿Cómo funciona? 1.2.3. Crecimiento de la población Examinemos con más detalle los dos mecanismos. Comenzando por el del crecimiento de la población. Aunque es evidente que hay una tendencia

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creciente, hay una serie de límites biológicos y sociales. Lo más sencillo es descomponer los dos componentes del crecimiento de la población: Natalidad: medida mediante la tasa de natalidad, el número de nacidos por cada 1.000 habitantes (en un territorio, un país, un grupo humano) Mortalidad: su tasa expresa el número de muertes por 1.000 habitantes Crecimiento natural (o vegetativo): diferencia entre natalidad y mortalidad (en %). Crecimiento total = Natalidad-mortalidad-Emigración+Inmigración. La natalidad, por su parte, tiene dos tipos de límites: unos biológicos y otros sociales y culturales. Los límites biológicos vienen dados por el hecho de que sólo la mitad de la especie (mujeres) pueden tener hijos y sólo pueden hacerlo durante un periodo de su vida (periodo fértil) y a un ritmo determinado por la duración de la gestación (nueve meses) y del periodo entre nacimientos, y además hay que descontar los embarazos malogrados. El máximo teórico de descendientes que podría tener una mujer, en las condiciones óptimas, es de 16,7 hijos, y en condiciones más restrictivas en torno a 4,3. Así pues, como observó Malthus, el potencial biológico para el crecimiento es grande. Por ello, tienen más importancia los límites sociales y culturales, mucho más complejos y variados. Tienen que ver con la cantidad de alimentos, la frecuencia y edad de los matrimonios, el tipo de trabajo desempeñado, la exposición a determinadas enfermedades, las prácticas anticonceptivas y un muy largo etcétera; todos ellos actúan recortando ese máximo teórico de 16,7 hijos por matrimonio. En sociedades agrarias tradicionales (aunque esta es una categoría demasiado amplia) el número de hijos podía variar entre 5-8 hijos por mujer, mientras que en las sociedades industriales avanzadas con diversos mecanismos de control de natalidad puede situarse en torno a 1. Los principales determinantes de la natalidad conocidos históricamente son:  la tasa de fecundidad: el número de nacimientos en un lapso de tiempo dividido por el número de mujeres en edad fértil (entre 15 y 49 años).  la edad al matrimonio: el matrimonio es una institución sumamente extendida, y la edad de las mujeres al casarse marca el número de años fértiles y por tanto el número posible de hijos.  la tasa de celibato: el porcentaje de mujeres (el de los hombres interesa menos) que no llega a casarse nunca.  la anticoncepción: aunque la difusión de métodos anticonceptivos eficaces es reciente (esterilización quirúrgica o la difusión de la “píldora” a partir de 1960), éstos existieron siempre, aunque son mal conocidos. La mortalidad es también resultado de la programación biológica (envejecimiento y enfermedades), pero también se ve muy afectada por factores sociales. En este sentido, se distinguen dos tipos básicos:  Mortalidad ordinaria. Los fallecimientos individuales debidos a causas habituales: envejecimiento, enfermedades ordinarias, accidentes, etc. Incluye como subtipo la mortalidad infantil (número de niños menores de un año fallecidos/número de nacimientos en ese periodo), que es en casi todas las sociedades de base agraria responsable de una parte importante de la mortalidad. Los recién nacidos, sobre todo, pero los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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niños en general, eran muy sensibles a las enfermedades y la mala alimentación. De hecho, era frecuente hasta el siglo XIX que la mitad de los nacidos no vivieran para cumplir 10 años. Mortalidad extraordinaria o catastrófica. Fallecimientos masivos como resultado de episodios aislados (aunque repetidos) de epidemias, hambrunas, guerras, catástrofes naturales. Básicamente, si representamos las tasas de mortalidad (o simplemente las cifras de fallecidos, sacadas por ejemplo de registros parroquiales), son los grandes picos de defunciones que se salen de la tendencia. La mayoría de estos episodios tienen alcance local o regional, pero algunos otros — como la Peste Negra del 1348 en Europa, o la casi extinción de las poblaciones indígenas de América en los años posteriores a la conquista española— alcanzan a todo un continente.

Gráfico

1.5.

Número

de

enterramientos/año

en

Sèvres

(Francia).

Fuente: Thomas y Jacques Farges, http://jfarges.perso.neuf.fr Una de las formas de medir la mortalidad es la esperanza de vida al nacer E0, definida como la media aritmética de las edades a la que mueren los nacidos en un determinado período (normalmente se toma la media de la edad de los fallecidos en ese año suponiendo que permanecerá constante) . No obstante, el hecho de que la esperanza de vida ha ido aumentando en el curso de la historia no quiere decir que biológicamente las personas seamos más longevas. De hecho, se cree que la esperanza de vida de los agricultores neolíticos era inferior a la de sus antepasados cazadores-recolectores. Lo que ocurre es que E0 es una medida estadística, una media de lo que puede esperar vivir una persona en el momento de nacer; lo que nos viene a decir, por ejemplo, es que de cada 1.000 nacidos antes de la industrialización, 250 morían antes de cumplir un año, otros 250 antes de llegar a 20, otros 250 antes de los 45 y otros 240 antes de los 60: sólo diez de cada mil llegaban a esa edad (pero había gente, pocos, que podían llegar a vivir 80 o 90 años). Si uno superaba la infancia —una etapa de la vida muy poco saludable, sobre todo en la antigüedad— su esperanza de vida mejoraba notablemente. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Tabla 1.4 Esperanza de vida al nacer (años) en algunos países (1750-1985)

Inglaterra Francia Suecia Alemania Italia Países Bajos Rusia-URSS EE.UU. (blancos) Australia Japón España

17501799 36,9 27,9 37,3

18001809 37,3 33,9 36,5

18501859 40,0 39,8 43,3

32,2

36,8 41,7

1880

1900

1930

1950

1985

43,3 42,1 48,5 37,9 35,4 41,7 27,7 47,2 49,0 35,1 33,7 (1870)

48,2 47,4 54,0 44,4 42,8 49,9 32,4 50,8 55,0 37,7

60,8 56,7 63,3 61,3 54,9 64,6 42,9 61,7 65,3 45,9

69,2 66,5 71,3 66,6 65,5 71,8 64,0 69,4

74,7 75,4 76,8 73,8 75,9 76,4 68,0 74,7 75,9 77,8

59,1

Fuente: Livi-Bacci (1990:115). 1.2.2. Crecimiento de la producción. Lo que Malthus señala es que en las condiciones de la economía de su tiempo, el límite físico de la producción venía dado por la cantidad de tierra (sobre todo agraria) disponible. La agricultura sólo podría mejorar su producción de dos formas: *crecimiento extensivo: más aportes de tierra, trabajo o capital: poniendo en cultivo tierras incultas (roturación), o añadiendo más brazos o herramientas a las tareas agrarias. Malthus consideraba que la tierra agraria estaba aprovechada en su totalidad en su época, tras muchos siglos dedicados a la agricultura, y que los aportes de más trabajo o capital se encontrarían con el límite de la propia riqueza mineral de la tierra. *crecimiento intensivo: cambios tecnológicos, en la organización del trabajo o los cultivos que permitieran incrementos de la productividad total. Este tipo de mejoras, generarían los aumentos en la cantidad de alimentos, pero sólo linealmente, es decir, a un ritmo muy inferior al del crecimiento de la población. En cualquiera de ambos casos, al final las limitaciones del propio factor tierra generarían la aparición de rendimientos decrecientes: la productividad (producción/unidad de factor de producción) marginal tendería a disminuir, lo que reduciría la productividad media, y por tanto haría aparición el techo maltusiano. Tanto Malthus como otro importante economista clásico, David Ricardo encontraban en las limitaciones de disponibilidad y productividad del suelo la causa que limitaría cualquier crecimiento económico futuro: es la denominada ley de los rendimientos decrecientes. Ley que se cumpliría inexorablemente mientras el crecimiento dependiera de los aportes energéticos de las plantas y los animales (pero no contaban con los combustibles fósiles). 1.2.3. La trampa maltusiana. En estas condiciones (crecimiento lineal de la producción de alimentos+ crecimiento exponencial de la población), se alcanzará antes o después el techo maltusiano. Sin embargo, el propio Malthus, que no veía que la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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ecuación pudiera resolverse por el lado de los alimentos, entendía que se resolvería por el lado de la población. Y esto podía ocurrir de dos maneras: por las buenas o por las malas. Por las malas actuaban lo que Malthus llamó frenos positivos (positive checks) o represivos: hambres, epidemias (que actúan sobre una población debilitada o simplemente más densa) o guerras que diezman la población y reestablecen el equilibrio con los recursos, lo que da inicio a un nuevo ciclo de crecimiento lento, que acabará en nuevos episodios de mortandad catastrófica. Por las buenas, en cambio, funcionan los frenos preventivos (preventative checks), que limitan los nacimientos y por tanto el crecimiento de la población. En este sentido, Malthus (clérigo del siglo XVIII) descartaba cualquier tipo de control de natalidad, salvo la limitación en el número de los matrimonios y el retraso de la edad al casarse. Pero consideraba ambos poco compatibles con la naturaleza humana y por tanto ineficaces. La ley de los rendimientos decrecientes “Considérese una población, aislada en un valle profundo, que viva de la agricultura. La diferencia entre nacimientos y defunciones provoca un crecimiento lento que, hipotéticamente, provoca la duplicación de la población cada dos siglos. En una primera fase se cultivan los mejores terrenos de la llanura del fondo del valle, cercanos al río, más fértiles, fácilmente irrigables y más accesibles. A medida que la población aumenta, aumentando a su vez la necesidad de comida, las mejores tierras se pondrán en cultivo hasta que sea necesario cultivar las tierras más alejadas, situadas en las laderas menos escarpadas del valle, difícilmente irrigables y menos fértiles. Con el aumento continuo de la población se hará necesario cultivar terrenos situados aun más desfavorablemente, más elevados, más fácilmente erosionables y aún menos productivos. Cuando se agote toda la tierra disponible, se podrán obtener nuevos aumentos de producción intensificando el trabajo en los campos, aunque también estos logros tendrán un límite, porque llegará fatalmente el momento en que la producción adicional de un par de brazos adicionales se aproximará a cero. Se da la circunstancia de que el proceso de crecimiento demográfico en un ambiente fijo (y, es preciso especificar, con tecnología fija) que induzca al cultivo de tierras progresivamente menos fértiles y con inputs de trabajo progresivamente mayores, se acompaña de rendimientos decrecientes por unidad de trabajo o por unidad de tierra.” Massimo Livi-Bacci (1990:81-82) La explicación de Malthus ha sufrido muchas críticas, fundamentalmente de dos tipos: *sociales: la capacidad de producción de alimentos, en un nivel tecnológico dado, depende también de cómo se organice la producción — régimen de propiedad, distribución del producto, incentivos a la mejora de la producción—de tal forma que el techo maltusiano no es sólo técnico sino sobre todo social/económico. Del mismo modo, con una distribución de la renta menos desigual, el número de hijos por pareja disminuye, al dejar de ser

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considerados una fuente de trabajo/ingresos para la familia y como resultado de mejoras en la educación. *históricas: Malthus no consideró la posibilidad de romper la trampa de los rendimientos decrecientes mediante incrementos en la disponibilidad de energía en forma de combustibles fósiles, pese a vivir en plena revolución industrial inglesa. 1.2.4. Regímenes demográficos y transición demográfica Llamamos demografía a la ciencia que estudia la población. Las diversas combinaciones de las variables demográficas (tasas de mortalidad, fecundidad, nupcialidad, celibato, etc.) constituyen un régimen o sistema demográfico. Básicamente se distinguen dos: Régimen demográfico antiguo: propio de las sociedades de base agraria, o economías orgánicas, antes de la industrialización. Se caracteriza por:  Tasas de natalidad elevadas: en torno a 35-40 por 1.000, como resultado de matrimonios frecuentes, a edad joven (18 años o menos para las mujeres), y de la consideración de los hijos como un recurso potencial para la familia y el grupo.  Tasas de mortalidad también altas: 30-35 por 1.000 de mortalidad ordinaria, pero con frecuentes episodios de mortandad catastrófica.  Tasas de crecimiento muy modestas (un 5 por mil como máximo, un 0,5% al año), que además pueden quedar anuladas por una o más catástrofes demográficas (lo que hace que el crecimiento demográfico presente una forma característica de dientes de sierra). La esperanza de vida al nacer es baja (inferior a 40 años). Gráfico 1.6. Demografía de una parroquia inglesa (Colyton, Devon) 1550-1690

Fuente: Wrigley, E.A. (1966): An introduction to English Historical Demography, reproducido en Cardoso, F.S. y Pérez Brignoli, H. (1977): Los métodos de la historia, Barcelona, Crítica, 115

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Régimen demográfico moderno: propio de las sociedades industriales, aunque algunas economías importantes prácticamente acaban de llegar a él. Sus rasgos fundamentales son:  Tasas de mortalidad bajas: en torno al 8-10 por 1.000 de mortalidad ordinaria, con una gran reducción de la mortalidad infantil, sin apenas incidencia de la mortandad catastrófica. Todo ello fruto de mejoras ligadas al crecimiento económico: nutrición, higiene, vivienda y sanidad.  Tasas de natalidad bajas, hasta llegar a un 10-15 por 1.000, resultado de prácticas deliberadas de control de natalidad, ligadas también a cambios culturales que llevan a tener menos hijos a los que se dispensan mayores cuidados.  Tasas de crecimiento muy modestas (incluso negativas en algunos países). La esperanza de vida, en cambio, aumenta espectacularmente. Transición demográfica: el proceso de paso de un régimen demográfico antiguo a uno de tipo moderno. La transición se inició en los países más industrializados de Europa en el siglo XIX, pero su segunda fase se ha completado a menudo tras la Segunda Guerra Mundial. La duración del proceso oscila entre los 185 años de Francia o los 70 de China o Rusia. Mientras dura, la población total puede multiplicarse entre 2 y 7 veces.   

1ª fase: reducción paulatina de la mortalidad, sobre todo por minoración de la mortalidad catastrófica y la infantil. La natalidad se mantiene alta, por lo que el crecimiento vegetativo es muy alto. 2ª fase: reducción paulatina de la natalidad, ligada a restricciones en el número de hijos por pareja. El crecimiento natural va disminuyendo. 3ª fase: final de la transición: bajas tasas de natalidad y mortalidad, baja tasa de crecimiento, aumento de la esperanza de vida.

Figura 1. 1. La transición demográfica

Fuente: Livi-Bacci (1990:110) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Tabla 1.5 Inicio, final y duración de la transición demográfica

Francia Suecia Alemania Italia Rusia-URSS México China Taiwán Fuente: Livi-Bacci (1990:111)

1.3.

Inicio y final de transición 1785-1970 1810-1960 1876-1965 1876-1965 1896-1965 1920-2000 1930-2000 1920-1990

Duración (años) 185 150 90 90 70 80 70 70

Multiplicador de la población inicial 1,62 3,83 2,11 2,26 2,05 7,02 2,46 4,35

Crecimiento económico y otras nociones básicas

Queda claro por tanto, que el crecimiento de la población es un primer indicador, especialmente para épocas en las que no contamos con estadísticas modernas pero que el crecimiento económico debe definirse con mas precisión. Y resulta sumamente importante cómo definimos y medimos el crecimiento, ya que precisamente la explicación del crecimiento económico a largo plazo —sus ritmos, sus mecanismos, sus causas— es el tema central de la historia económica. Muchos de los conceptos que se explican a continuación son nociones básicas desarrolladas en cualquier curso de introducción a la economía: para quien las tenga dominadas, las explicaciones que siguen estarán de más. Para quien no tenga las nociones claras, en cambio, es importante que se cerciore de haberlas entendido debidamente, pues aparecerán a menudo en el desarrollo del temario. El crecimiento económico se define en economía como el incremento de los bienes y servicios producidos, lo que se llama el producto (y que equivale a la renta o ingreso de la población). Lo malo es que no tenemos cálculos fiables de producto o renta nacional hasta después de la Segunda Guerra Mundial: los datos anteriores se basan en estimaciones…, o sea, en conjeturas más o menos razonables. El producto puede medirse en unidades físicas (toneladas de hierro, número de vacas o comidas servidas en un restaurante), pero para poder sumarlo y compararlo es más práctico medirlo en unidades monetarias (dólares, liras o rupias, por ejemplo). Estas unidades de valor pueden medirse de varias formas: *valores o precios nominales o corrientes: reflejan lo que cuestan las cosas en un momento histórico concreto (un periódico en 1976: 100 pesetas) *valores o precios reales o constantes: son los precios nominales ajustados al coste de la vida de cada momento, es decir, la capacidad de compra de la unidad monetaria; suelen calcularse como ratio de precios/Índice de Precios al Consumo (u otro deflactor). Para series históricas, resulta sumamente importante usar precios reales. *valores o precios a PPA (paridad de poder adquisitivo): para tener en cuenta los diferentes costes de la vida en distintos lugares, se hacen IPCs equivalentes, no iguales (la de un país pobre, el peso de los

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alimentos en el IPC será mucho mayor, mientras que el coste de la telefonía móvil pesará mucho más en el IPC a PPA de un país rico). La magnitud utilizada habitualmente para medir el producto es el PIB (Producto Interior Bruto o GDP en inglés,), que es levemente diferente del PNB (Producto Nacional Bruto), que incluye el valor de bienes y servicios producidos por empresas nacionales en países extranjeros, o de la Renta Nacional, o el PIN, Producto Interior Neto. El problema de medir el crecimiento a largo plazo sólo en términos de PIB es —aparte de algunos problemas del indicador mismo, como el hecho de no incluir el trabajo doméstico no remunerado o los costes de los daños medioambientales— que los incrementos de producción pueden quedar absorbidos, anulados, por crecimientos paralelos de la población, como señalaba Malthus. Para los economistas el PIB puede ser suficiente, ya que comparan periodos más o menos cortos, pero para el historiador económico el indicador básico de crecimiento económico es el PIB per cápita, una ratio que combina y compara el los crecimientos del producto y de la población. PIBpc= PIB/nº de habitantes Tabla 1.6. PIB/per cápita en los cinco continentes (1950-2008) (dólares internacionales de 1990)

África (media) Guinea Ecuatorial Rep.Sudafricana Marruecos Senegal Zaire

1950

1970

1990

2008

889 540 2.535 1.455 1.259 570

1.335 1.309 4.045 1.616 1.435 768

1.425 1.780 1.552 22.049 3.834 4.793 2.591 3.465 1.254 1.456 510 249

1970

1990

2008

Europa Noruega Francia España URSS Albania

5.430 10.027 18.466 28.500 5.186 11.410 17.647 22.223 2.189 6.319 12.055 19.706 2.841 5.575 6.894 7.904 1.001 2.004 2.499 4.149

Oceanía

América Estados Unidos Chile Brasil Guatemala Haití

9.561 15.030 23.201 31.178 3.670 5.231 6.401 13.185 1.672 3.057 4.920 6.429 2.085 2.919 3.240 4.461 1.051 919 1.005 686

Asia (media)

715 1.528 2.783 5.611 2.218 5.695 17.541 31.704 1.921 9.714 18.789 22.816 30.387 32.573 7.343 17.311 619 868 1.309 2.975 645 709 604 869

Hong Kong Japón Qatar India Afganistán

1950

Australia 7.412 12.024 17.173 25.301 Nueva Zelanda 8.456 11.189 13.687 18.653

Mundial

2.111 3.729 5.150 7.614

Nota: El dato de la URSS es en 2008 la media de los antiguas Repúblicas de la URSS. Se ha seleccionado el dato más alto y más bajo de cada continente, y tres países sin criterio fijo, aunque oscilando en torno a la media. Fuente: Angus Maddison (2010), en www.ggdc.net/maddison

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Así pues, el crecimiento económico se define como el incremento sostenido (en el tiempo) de la producción total de bienes y servicios en una sociedad determinada, formulado en tasas de crecimiento anual en % del PIB per cápita. El crecimiento económico es acumulativo, de tal modo que un 1% anual significa que el PIB/pc se duplicará en 70 años, al 2% en 35 años, etc. De ahí que tasas aparentemente modestas —el 3% de la economía española en los años anteriores a la crisis de 2008— reflejen procesos de enriquecimiento notables. Al mismo tiempo, al tratarse de un valor relativo (un porcentaje) no refleja expresamente los niveles de partida y los incrementos en términos absolutos: un 0,5% del PIB de EE.UU. de 2008 serían unos 71.000 millones de dólares internacionales, que equivale a casi una cuarta parte del PIB de Nigeria (datos de PIB a PPP, del Banco Mundial). En este sentido, las tasas de crecimiento son potencial e históricamente mayores en economías atrasadas, con márgenes mayores de aumentos de productividad, que en las más avanzadas, donde los aumentos de productividad son mucho más costosos. Así pues, no hay que olvidar que una tasa es siempre un dato relativo, que se refiere a un total absoluto que puede ser muy distinto. ¿Qué factores explican el crecimiento económico? Ya mencionamos antes que hay dos tipos distintos de crecimiento (intensivo y extensivo). En ambos intervienen distintas combinaciones (volúmenes y tipos) de factores de producción, que determinan el producto total. Los factores de producción, tal como los definieron los economistas clásicos del siglo XVIII son:  Tierra: entendida ahora en un sentido amplio, incluye los recursos naturales empleados en la producción de bienes y servicios. Se remunera a sus propietarios con la renta de la tierra.  Trabajo: se refiere exclusivamente a la labor desempeñada por la mano de obra humana (las máquinas, o animales, aunque realicen trabajo por sí solas son consideradas capital), y remunerada con los salarios.  Capital: son bienes producidos por el hombre que contribuyen a la producción: herramientas, máquinas, instalaciones, infraestructuras, dinero, etc. Se remunera con el beneficio o el interés. Una parte del capital, no invertido directamente en la producción pero igualmente importante, es el llamado Capital Social Fijo, básicamente fruto de inversiones anteriores en educación, infraestructuras públicas (vías, drenaje de tierras, regadíos, aeropuertos) que facilitan una mayor productividad de las inversiones empresariales. Una rama de la economía habla de capital humano para referirse a las capacidades añadidas a la fuerza de trabajo del hombre como resultado de la educación o la pericia adquirida. Se considera que éstas son fruto de inversiones anteriores (de tiempo y recursos) en formación, y que por tanto constituyen un factor que tiene más de capital que de trabajo. A estos tres factores básicos, algunos economistas añaden un cuarto: 

Capacidad empresarial: entendida como la aportación que realiza el empresario que organiza la producción, obteniendo así una producción mayor de la que existiría sin este factor.

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Así, la ecuación habitual para definir el Producto sería, PIB= f (Tierra+Trabajo+Capital) que equivale a Renta Nacional= Renta de la Tierra+Salarios+Beneficios+Intereses No obstante, las funciones de producción que manejan los economistas actuales incluyen, además de los incrementos en el volumen de los factores (crecimiento extensivo), otros que se derivan de mejoras técnicas o de organización de la producción, y que son difíciles de calcular directamente, pero se estiman mediante la llamada Productividad Total de los Factores (PTF). El crecimiento de la producción de tipo extensivo está limitado siempre por los rendimientos decrecientes: se pueden poner más tierras en cultivo, pero estarán más alejadas o serán de peor calidad. Puede aumentarse el número de albañiles en una obra, pero a partir de cierto punto cada par de brazos acabará estorbando casi tanto como la ayuda que presta; el típico problema escolar de matemáticas (Si 10 obreros tardan 300 días en construir una casa ¿cuánto tardarán 100 obreros?) es un sinsentido económico. Incluso el capital, y los costes de organización darán rendimientos decrecientes…, salvo que se produzca una innovación o un cambio tecnológico que permitan otra forma de organización de la producción. Por eso, los saltos de producción importantes nacen de innovaciones (tecnológicas u organizativas) que dan como resultado ganancias de productividad. He aquí otro concepto importante: la productividad es la relación entre el valor del producto resultante y el de los factores de producción empleados. Rendimiento es otra forma de referirse a la productividad, aunque normalmente suele usarse sobre todo para la de la tierra. Productividad= Producción/recursos La productividad, puede medirse en unidades físicas y/o en unidades monetarias. Para épocas remotas, en que no tenemos estadísticas, empleamos medidas físicas (toneladas de grano/hectárea), pero las unidades monetarias facilitan la comparación (valor del producto/valor de la hora trabajada). Aunque la productividad puede calcularse para los tres factores productivos, suele considerarse que la fundamental es la del trabajo, y de hecho cuando no se especifica debemos entender nos referimos a ésta. No obstante, como decíamos antes hay otros factores que contribuyen a la productividad total, que es siempre superior a la suma de las productividades parciales de cada factor: es esa otra parte que se estima mediante cálculos y recibe el nombre de Productividad Total de los Factores. La PTF mide así la incidencia de los cambios tecnológicos, el capital humano, las economías de escala (ahorros derivados de la producción a gran escala) o el capital social fijo.

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Las cuatro fuentes del crecimiento económico El crecimiento económico, puede darse como resultado de ganancias de productividad que nacen de cuatro tipos distintos de procesos: 1. Inversión (crecimiento soloviano, en honor a Robert Solow): la productividad del trabajo depende de la cantidad y calidad de los equipos con que cuenta el trabajador (lo que los economistas llaman relación capital-trabajo). Si mejora ésta, es decir, si cada trabajador cuenta con más o mejores equipos, aumenta la producción per cápita. Los equipos significan inversión (capital), que nace del ahorro, es decir, de la abstención del consumo presente para poder consumir más en el futuro. 2. Expansión comercial (crecimiento smithiano, por Adam Smith): el aumento de la productividad nace en este caso de las mejoras derivadas de la división del trabajo (más especialización en las tareas y más capacitación de los trabajadores) vinculadas al aumento de los intercambios: son las ganancias del comercio desarrolladas por los clásicos. Para que los obreros de la fábrica de alfileres retratada por Adam Smith puedan especializarse, es necesario que otros obreros se especialicen en otros productos, los agricultores produzcan alimentos (y demanden alfileres en cantidad suficiente) y que haya comerciantes y transportistas encargados de agilizar los tráficos. 3. Efectos de escala (o tamaño): se deriva de la reducción de costes unitarios cuando se produce a mayor escala. Está obviamente relacionado con el anterior —el incremento de escala suele ir unido a la especialización y división del trabajo— aunque es distinto en su naturaleza. 4. Conocimientos (crecimiento schumpeteriano, por J. A. Schumpeter): el aumento del caudal de conocimientos (lo que incluye progreso tecnológico pero también cambios institucionales) es la última y más conocida de las fuentes de aumentos de productividad. “Los cuatro tipos de crecimiento se refuerzan unos a otros de muchas y variadas formas. Por ejemplo, una opinión ampliamente aceptada sostiene que gran parte del cambio tecnológico se manifiesta como nuevos bienes de capital; por tanto, si no hubiera acumulación de capital el crecimiento económico sería lento. En la medida en que esta opinión sea correcta, el crecimiento soloviano y el schumpeteriano van de la mano. El crecimiento schumpeteriano puede compaginarse también con el crecimiento smithiano, como ocurrió, por ejemplo, cuando los avances técnicos de la navegación llevaron a incrementar las ganancias comerciales, como consecuencia del abaratamiento del transporte” Basado en Joel Mokyr (1993:19-23) Con todo, el crecimiento económico no agota el análisis a largo plazo, fundamentalmente porque no nos dice casi nada sobre qué procesos subyacen UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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a los incrementos del producto. De ahí que, al concepto de crecimiento, se añada el de desarrollo económico. Hablamos de desarrollo económico cuando en una sociedad determinada el proceso de crecimiento va acompañado de cambios importantes en la estructura de la economía. Definimos la estructura económica como el componente estable de la organización de una economía, con especial referencia a la pauta de distribución de la actividad y la renta en una sociedad entre los tres sectores económicos:  Sector primario: actividades que extraen productos de la naturaleza: agricultura, ganadería, pesca y explotación forestal. En algunos casos incluye también la minería (como actividad extractiva) que en otras clasificaciones se considera, por su fuerte capitalización, industrial.  Sector secundario o industrial: actividades que transforman o elaboran los productos de la naturaleza u otros bienes intermedios: la industria y la construcción, fundamentalmente.  Sector terciario o servicios: actividades que no producen bienes materiales sino servicios de muy diverso tipo: desde servicios personales o profesionales (camareros, abogadas), al transporte, el sector financiero o el ocio. Las diferencias de estructura caracterizan las grandes etapas de la evolución de la economía. *economías agrarias: las más comunes a lo largo de la historia, caracterizadas por un sector primario dominante (emplea más del 70% de la población y genera una cuota análoga del PIB), un secundario pequeño y un terciario algo mayor, pero integrado sobre todo por servicios personales (criados). *economías industriales: tras la Revolución Industrial, reducción paulatina del sector primario hasta niveles inferiores al 20%, crecimiento del secundario en torno al 30-40%, y un sector servicios que crece en capítulos ligados al efecto de arrastre de la industria y crecimiento del mercado (comercio). *economías postindustriales: el primario reduce su peso, casi debajo del 5%, la industria se mantiene y es el sector servicios el que crece, pero cambia además su naturaleza. Los diferentes equilibrios entre los sectores económicos reflejan formas de organización de la economía y niveles tecnológicos muy distintos: la reducción del peso del primario en el PIB y la población activa exige un incremento de la productividad de la agricultura que sólo fue posible en vísperas de la Revolución Industrial. A su vez, el crecimiento de la industria es un factor muy relevante en las primeras etapas del crecimiento económico moderno, pero según mejora la tecnología y la organización de la producción a lo largo del siglo XX, también el secundario experimenta unas mejoras de productividad que —como antes la agricultura— permitirán reducir su peso en el conjunto de la economía aunque siga produciendo un volumen incluso mayor de bienes. Por último, el crecimiento, diversificación y modernización del sector servicios (incluyendo los de información y comunicación en nuestros días), especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, caracteriza unas economías industriales avanzadas, o incluso postindustriales.

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De ahí que el cambio estructural —del equilibrio entre los distintos sectores— sea un componente básico de los procesos de desarrollo. Tabla 1.7. Distribución del PIB por sectores (1995) en varios países Países De renta alta Estados Unidos Japón De renta media Bolivia Bielorrusia Costa Rica Indonesia De renta baja Chad China Etiopía Honduras

Primario

Secundario

Terciario

2 2

26 37

72 61

17 15 14 16

28 24 44 44

55 61 42 40

38 19 56 23

15 50 7 30

46 31 38 47

Fuente: Cameron y Neal (2005:23) La constatación de que el concepto de crecimiento económico es un indicador demasiado pobre de las transformaciones profundas de la economía ha llevado a crear otro tipo de indicadores que recojan estos cambios de forma más precisa. Algunos incluyen costes medioambientales del desarrollo, o aspectos no recogidos en el PIB como el trabajo doméstico de las amas de casa. El más usado de estos indicadores ha sido promovido por la ONU con el nombre de Índice de Desarrollo Humano (IDH) y recoge una serie de datos de distinto tipo que se creen más precisos: de salud (medida por la esperanza de vida al nacer,E0), de educación y de riqueza (PIBpc a PPA). Con parecidos criterios se han hecho algunas estimaciones históricas del IDH, que confirman la necesidad de seguir trabajando en el diseño y mejora de índices de desarrollo. Tabla 1.8. IDH en varios países (1870-1999) Australia Suiza Dinamarca EE.UU. Reino Unido Canadá Holanda Suecia Bélgica Francia Alemania Noruega

1870 0.516 0.515 0.512 0.506 0.500 0.488 0.486 0.483 0.469 0.463 0.463 0.454

1913 0.696 0.643 0.660 0.643 0.644 0.646 0.649 0.641 0.590 0.607 0.614 0.631

1950 0.780 0.782 0.781 0.802 0.766 0.772 0.784 0.780 0.751 0.729 0.744 0.776

1999 0.936 0.924 0.921 0.934 0.923 0.936 0.931 0.936 0.935 0.924 0.921 0.939

España Italia Japón Finlandia Uruguay Rusia Brasil India Jamaica Sudáfrica Corea del Sur Zaire

1870 0.301 0.268 0.248 0.239

1913 0.421 0.485 0.466 0.529 0.345 0.249 0.143

1950 0.627 0.668 0.676 0.707 0.681 0.694 0.448 0.247 0.532 0.479 0.459 0.274

1999 0.908 0.909 0.928 0.925 0.828 0.775 0.750 0.571 0.738 0.702 0.875 0.429

Fuente: N.R. Crafts (2006): “The Human Development Index and changes in standards of living:

Some historical comparisons”, European Review of Economic History,1(3) Frente al concepto de estructura, que alude a las partes sólidas, estables en el tiempo de una economía, la coyuntura económica se refiere las variaciones a más corto plazo (unos meses, unos años) de las principales variables de actividad: empleo, inversión, precios, importaciones, ahorro, gasto público o UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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privado, etc. Aunque los historiadores suele considerar coyunturas más largas, de años o décadas, frente a trimestres o incluso semanas para los economistas, la idea de coyuntura es la misma. La actividad económica parece moverse, por razones en parte desconocidas y complicadas de examinar aquí, en ciclos, caracterizados por fases de expansión seguidas de otras de recesión o depresión. Algunos de los ciclos propuestos abarcan periodos de 50 años (Kondratiev) y otros duran meses (ver figura 1.2). Más que analizar los ciclos, interesa definir los términos utilizados para describir las coyunturas, porque se emplean mucho.  Expansión: periodo caracterizado por el incremento de los principales indicadores: producción, empleo, productividad, inversión, etc. No todos tienen por qué evolucionar a la vez, así que suele considerase fundamental el crecimiento del PIBpc. Ocasionalmente, sin embargo, una fase de crecimiento de la población puede ocultar caídas de productividad que comprometen el crecimiento futuro.  Depresión o recesión: periodo de caída de los indicadores de actividad o renta, sobre todo el PIBpc. En términos actuales, los economistas hablan de una recesión sólo cuando se ha producido un descenso de la tasa de crecimiento del PIB en dos trimestres seguidos. En historia económica se usa en sentido amplio como sinónimo de depresión.  Crisis: en sentido estricto, la crisis no se refiere a un periodo de depresión o estancamiento, sino al momento concreto del cambio de tendencia (tanto en un sentido como en otro). No obstante, es cierto que normalmente se utiliza como sinónimo de depresión, así que hay que aceptarlo y entenderlo de ese modo. Figura 1.2. Fluctuaciones económicas en el siglo XIX

Fuente: Bénichi, Régis y Nouschi, Marc (1987): Histoire economique contemporaine. La croissance du XIXème au Xxème siécle, París, Ellipses, 39. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Progreso y retroceso económico El concepto de progreso, aunque muy utilizado por políticos y visionarios, es de poca utilidad para el análisis de la historia económica, porque implica una valoración cualitativa y no cuantitativa. El progreso quiere decir mejor, mientras que el crecimiento sólo quiere decir más. No son equivalentes, ni mucho menos: la potencia de las bombas nucleares claramente multiplica la de cualquier otra arma conocida históricamente; ha crecido nuestra capacidad de destrucción pero ¿qué ha mejorado? ¿hemos progresado? La noción de progreso implica juicios morales sobre lo que es mejor o peor —¿educación para todos, prolongar lo más posible la vida humana, garantizar una renta mínima a todas las personas, acabar con las guerras o con el sufrimiento de los animales?—, y dificulta la construcción de índices cuantitativos. Es difícil de medir. Lo cual no quiere decir que no sea una cuestión importante. Muchas cosas importantes no son fáciles de medir. Hay además otra cuestión relacionada con el progreso, y es la idea de que el crecimiento económico, sobre todo el característico de las sociedades industrializadas (el llamado crecimiento económico moderno), es sostenido e irreversible a largo plazo. *Que el crecimiento económico sea sostenido quiere decir que la tendencia del crecimiento se mantiene en el tiempo, aunque no implica que no existan altibajos e incluso periodos de recesión (tasas de crecimiento negativas). Tampoco quiere decir que sea sostenible en el sentido en que utilizan esta palabra la ecología y la economía crítica: que pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las futuras. El hecho de que buena parte del crecimiento moderno se base en el uso de combustibles fósiles (no renovables) e implique en los países ricos niveles de consumo de energía que difícilmente podrían hacerse extensivos (con la tecnología y recursos actuales) a toda la población mundial lleva a muchos expertos a tachar de insostenible nuestro modelo de crecimiento. *Que el crecimiento económico haya sido, en sus grandes trazos, históricamente sostenido (aunque no en términos per cápita), no significa que sea irreversible. Existen episodios de regresión e incluso de reversión del desarrollo económico, pero la economía no regresa a las formas anteriores, sino que se transforma en algo distinto, aunque con niveles de desarrollo menores. Los dos casos más notables (para Europa) son la quiebra de la economía mediterránea tras la crisis del Imperio Romano en el siglo III dE, que llevó a un auténtico retroceso en el comercio, las comunicaciones e incluso en técnicas agrarias (por no hablar de la cultura, el derecho o la organización del Estado). Pero la Europa feudal que surge de ahí, aunque más estancada y atrasada en muchos sentidos que la dominada por Roma, no era sin embargo exactamente igual, ni siquiera parecida a la Europa atrasada que habían ido conquistando los romanos desde hacía seis siglos. Otro ejemplo son los procesos de recesión (y en cierto modo el des-desarrollo) de buena parte de las economías del bloque soviético tras la implosión de éste a partir de 1989. La situación era en muchos sentidos peor que antes de la crisis... pero muy distinta de la de 1945.

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1.4. Los factores del desarrollo: el papel de la innovación y las instituciones Ya hemos examinado los factores que causan el crecimiento económico (diversas combinaciones de factores productivos), aunque tampoco es tan sencillo: si lo fuera, tendríamos las recetas para evitar las crisis. Pero ¿qué factores explican el desarrollo? La cuestión es bastante más complicada, y examinarla es de hecho uno de las aspiraciones clave de esta asignatura. Hemos señalado en todo caso que, más importante que los aportes de más factores de producción (crecimiento extensivo), la clave del crecimiento (y ulteriormente del desarrollo) reside en los incrementos de productividad (crecimiento intensivo). Estos provienen de: a) Nuevos convertidores y fuentes de energía: ya vimos cómo funciona. b) Nuevas herramientas, máquinas o procesos que permiten aprovechar mejor recursos poco aprovechados (arados de hierro, rotación de cultivos, fabricación de plásticos, excavadoras, etc.). c) Nuevas formas de organizar la asignación o aprovechamiento de los recursos existentes (mano de obra esclava en las plantaciones americanas, cadena de montaje, especialización del comercio, contabilidad de costes en la empresa) Buena parte de estos factores tienen que ver con lo que denominamos tecnología o técnica, es decir, la aplicación del conocimiento a la transformación del entorno. El desarrollo técnico está relacionado en buena parte con la ciencia (el método para generar conocimiento a través de la observación, la experimentación y la deducción), aunque no es exactamente lo mismo. De hecho, existe innovación técnica (la rueda, por ejemplo) en épocas en que la ciencia no era ni siquiera un proyecto. Buena parte de la tecnología más relevante históricamente (el injerto de los frutales, el arado de hierro, las máquinas de hilar de la revolución industrial) no fue obra de científicos, sino de artesanos inquietos, o agricultores ingeniosos; muchas innovaciones ni siquiera tienen inventor conocido. En realidad, sólo bien avanzado el siglo XIX, en el curso de la llamada segunda revolución industrial comienza la aplicación sistemática del conocimiento científico a la economía. Es importante que cuando hablemos de innovaciones recordemos que se trata de cambios técnicos (máquinas, herramientas, procesos de fabricación) pero también de otro tipo de cambios que abren oportunidades de negocio. Según J.A. Schumpeter (Schumpeter 1966:66) las innovaciones pueden ser de cinco tipos:  Introducción de un nuevo bien o una nueva calidad en un bien (innovación de producto). La difusión del café o la patata en Europa en el siglo XVIII, por ejemplo.  Introducción de un nuevo método de producción (innovación de proceso). La producción de sosa con el método Leblanc en 1791.  Apertura de un nuevo mercado.  Conquista de una nueva fuente de oferta de materias primas o bienes semimanufacturados. Como la anterior, explica en parte el imperialismo de fines del siglo XIX.  Aparición de una nueva organización en cualquier sector productivo (innovación organizativa). UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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 La lógica de la innovación tecnológica (según Joel Mokyr) El progreso técnico se produce por la aparición de: Macroinventos: innovaciones radicales (o “revolucionarias”, si se quiere) , que afectan profundamente a las formas de producción, y cuya elevada rentabilidad estimula fuertes inversiones que difunden su uso (en la Revolución Industrial: la máquina de vapor de Watt, el ferrocarril de Stephenson), y a su vez generan un flujo de: Microinventos: mejoras de detalle que se añaden a un macroinvento mejorando sus prestaciones o adaptándolo a otro sector productivo. La combinación de ambos genera un proceso de cambio técnico que en buena parte se autoalimenta, a través del mecanismo del cuello de botella: Una innovación en una parte del proceso productivo (congelación de patatas pre-fritas) permite obtener beneficios de economías de escala concentrando la elaboración en una fábrica, pero crea un cuello de botella en la fase de preparación de las patatas, lo que genera incentivos para resolver las fases anteriores: el pelado se resuelve (lijado mecánico) pero el proceso de corte de las patatas en una forma homogénea resulta difícil de mecanizar y por tanto mucho más costoso. Ese es el nuevo cuello de botella, que determina la capacidad de producción y los costes medios de todo el proceso. Se invierten esfuerzos para salvar los principales escollos, que se derivan de la forma irregular (vagamente oblonga) de las patatas y de su textura, que impide cortarlas en una prensa. Se ensayan distintos métodos hasta que alguien descubre un procedimiento (no un invento como tal, pero sí una innovación): lanzarlas a gran velocidad mediante mangueras de agua a gran presión contra unas cuchillas en forma de reja que les dan la forma adecuada. (Este proceso, narrado en Fast Food, tuvo mucho que ver con el éxito de una famosa cadena de hamburgueserías). Fuente: Mokyr (1993); Schlosser, Eric (2002): Fast food: el lado oscuro de la comida rápida, Barcelona, Grijalbo. Algunos cambios organizativos han resultado fundamentales, como lo fue para la agricultura medieval el descubrimiento (o la invención) de la rotación trienal de los cultivos. El cultivo continuado de la tierra exige que el suelo recupere los nutrientes que las plantas han absorbido para crecer. A falta de modernos fertilizantes químicos, los agricultores desde el Neolítico hasta casi nuestros días han abonado con estiércol para acelerar la recuperación, pero incluso así era necesario dejar descansar la tierra, el llamado periodo de barbecho (una de las palabras más importantes que debe aprenderse en historia económica, según Josep Fontana). En la agricultura primitiva o de rozas, el barbecho podía durar varios años, pero ya desde la Antigüedad el régimen habitual de los cultivos de cereal de secano era el llamado de “año y vez” o rotación bienal: un año de labor, y otro de descanso (barbecho). En algún momento de la Edad Media, en zonas más húmedas del norte de Europa se descubrió que podía organizarse el cultivo mediante la división en tres UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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partes (hojas): una para cereal de ciclo largo, otra en barbecho y una tercera con otro tipo de cultivo (cereal de ciclo corto) que permitía a la vez obtener un rendimiento de ese tercio y la recuperación suficiente de la tierra para el cultivo básico del cereal. De este modo, sin cambios en las herramientas ni técnicas, se incrementaba la productividad de la tierra en un 30% al año (de aprovechar la mitad a aprovechar dos tercios). Un inventazo que permite alimentar más bocas (y dar trabajo a esos brazos). Sin máquinas ni abonos químicos. Otro ejemplo de cambio organizativo es el de la división del trabajo en una fábrica de alfileres, descrito por Adam Smith en 1776 en La riqueza de las naciones. Según Smith, esta especialización era la fuente principal de crecimiento económico de su tiempo (se le pasó lo del carbón y el vapor), y de ahí que se denomine “smithiano” a este tipo de crecimiento. Muchas veces no es tan fácil distinguir las innovaciones organizativas de las técnicas, porque van muy asociadas: la creación de la primera gran cadena de montaje de automóviles de Ford en Highland Park en 1910 es un apasionante relato de la combinación de mejoras técnicas (incluidas grúas y ascensores) y otras puramente organizativas (incluida la prohibición de sindicarse). Entendemos, por tanto, que la innovación desempeña un papel fundamental en el cambio económico, pero a su vez ¿de dónde viene la innovación? Esta es una de las preguntas del millón, porque es evidente que algunos cambios técnicos requieren conocimientos científicos que sólo se alcanzan en un momento histórico, es decir, que el cambio técnico es acumulativo y por tanto es fruto de la suma de innovaciones anteriores. Pero hay otras innovaciones (la rotación trienal, por ejemplo) que seguramente estuvieron al alcance de muchas sociedades durante cientos de años ¿por qué no se produjeron? Partimos del supuesto de que la capacidad inventiva está uniformemente distribuida entre las distintas poblaciones humanas, aunque también de que el cambio tecnológico es acumulativo, de modo que aquellas sociedades que tengan un historial y un stock de tecnología mayor tendrán más probabilidades de introducir innovaciones. O sea, tendrán ventaja. Pero la historia de la tecnología está llena de ejemplos de civilizaciones técnicamente avanzadas que se estancaron: los imperios hidráulicos de Oriente Próximo, la China de los Song (pólvora, papel, burocracia). Y también de otras retrasadas que dieron un salto (la Inglaterra del siglo XV). La respuesta, por tanto, tiene que ver con tres factores. a) La dotación de recursos (y muy especialmente población/trabajo) y sus precios relativos: allí donde la tierra sea escasa, es más probable que avancen las innovaciones que intensifican su explotación, mientras que donde el trabajo sea abundante (y barato) habrá pocos incentivos para la mecanización. Tener carbón abundante y de calidad sin duda no estorbó a la Revolución Industrial británica. b) El nivel tecnológico anterior. c) El marco institucional: es un factor que apenas hemos mencionado directamente hasta ahora, pero que resulta capital para entender el cambio tecnológico, porque es ese marco el que define las reglas del juego de la economía, y por tanto lo que puede y debe hacerse, lo que es rentable y lo que no. De hecho, una de las aportaciones sustanciales de la historia a la economía viene precisamente de iluminar las complejas relaciones entre las instituciones UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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—que los modelos económicos suelen tomar como un dato, una constante—y el funcionamiento de la economía, y en especial el cambio económico. Entendemos por marco institucional el conjunto más o menos coherente (de ahí lo de marco) de normas, organizaciones y creencias que determinan el modo de funcionar (las reglas del juego) de una sociedad determinada. Esta es una noción muy amplia de instituciones; abarca desde el código penal hasta los sistemas de herencia, la existencia de castas, estamentos o clases sociales, las creencias religiosas y sus tabúes (que no se debe comer cerdo o que el préstamo a interés es pecado), el papel de hombres y mujeres (¿quién cuida a los hijos? ¿pueden heredar ambos?), la consideración de los pintores como artistas o como meros artesanos, si se conduce por la izquierda o por la derecha y prácticamente cualquier cosa que se nos ocurra. Una parte de estas instituciones guarda una clara relación con la economía: ¿existe la moneda? ¿cómo funcionan los mercados de productos y de factores? ¿están prohibidas determinadas exportaciones? Y en otros casos la relación es más lejana (¿ejército voluntario, de recluta o inexistente?, ¿creencia en un alma inmortal? ¿se come con palillos, con cubiertos o con las manos?) pero pueden acabar desempeñando un papel en las explicaciones del cambio histórico. Suelen distinguirse incluye básicamente dos tipos de instituciones: a) Instituciones formales: la familia, las leyes, la organización del Estado o régimen político (incluido hacienda, ejército y burocracia), el régimen de propiedad, los sistemas de herencia, las organizaciones sociales (sindicatos, sociedades secretas), la empresa, las iglesias, los bancos, etc. b) Instituciones informales: las costumbres (el matrimonio temprano o tardío, por ejemplo), las creencias religiosas o de otro tipo, los valores (el valor de la amistad o de la palabra dada), las tradiciones, el lenguaje y sus usos, etc. Es decir, en general todo aquello que tiene más que ver con la cultura que con organizaciones o reglas formalizadas. Figura 1.3. Un abanico de reglas de juego

Fuente: Tello (2005:109), basado en Gustaffson (1998). UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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¿Cómo afecta el marco institucional a la actividad económica y por tanto al cambio económico? De muchas maneras distintas, pero básicamente marcando las reglas del juego en las que los agentes económicos (individuos, familias, empresas, Estado) toman sus decisiones. Esas reglas definen lo que puede y no puede hacerse, o mejor dicho, los costes y beneficios y los riesgos que atañen a la actividad económica. Las reglas del juego forman un marco más o menos estable en el que puede desarrollarse la producción y el intercambio de bienes (sin esa estabilidad tenderíamos al autoconsumo). También determinan cómo se reparten las tareas en una economía, y cómo se reparte el producto total entre los distintos agentes económicos, y al hacerlo establecen unos sistemas de incentivos que orientan la actividad económica (sin mercados o con mercados muy imperfectos no tiene sentido producir mucho más que para garantizar la subsistencia; si el trabajo es esclavo, lo que el amo ahorra en salarios lo tendrá que gastar en control y vigilancia). A lo largo de los siguientes temas aparecerán a menudo las instituciones sociales y su papel en la economía. Ya hemos definido los tres factores que gobiernan el cambio histórico (recursos, tecnología e instituciones), pero falta explicar cómo. Es otra de las preguntas del millón: y como de costumbre, tampoco tenemos respuesta. Mejor dicho, tenemos varias respuestas, ninguna de las cuales es claramente superior a las demás. Toca exponerlas muy sintéticamente- (hay que subrayarlo, porque si hasta aquí se ha hecho un esfuerzo de resumir grandes ideas, ahora se intentará retratar en un par de párrafos intentos de explicación complejos, bien argumentados y a los que se han dedicado decenas de miles de páginas). *Escuela clásica (y neoclásica): los cambios económicos se imponen como resultado de su mayor eficiencia y racionalidad (fruto de las elecciones de agentes económicos libres en un contexto de opciones y recursos dados por el mercado), en la medida que permitan maximizar beneficios. Esto exige un marco institucional que garantice la seguridad de los negocios, la propiedad privada (individual) de los factores productivos, incluidas las innovaciones tecnológicas (patentes), y la libertad de acción de los agentes económicos. En estas condiciones, los cambios tecnológicos y organizativos surgirán como respuesta “natural” a cambios en los costes relativos de los factores y por tanto en la estructura de los incentivos. *Escuela marxista: El nivel tecnológico de una economía está condicionado por las formas de organizar la producción y repartir el producto (modo de producción), y éstas a su vez dependen de qué clase social tiene el poder social y económico (relaciones sociales de producción). La clase dirigente (propietarios) explota el trabajo de la clase oprimida (trabajadores). El cambio se produce impulsado por los propietarios, por el agotamiento técnico o económico de un determinado sistema de explotación (esclavitud, servidumbre, trabajo asalariado) o bien por la acción de los trabajadores, que se rebelan contra el sistema de explotación y lo van modificando. Cuando se llega a un punto en que las transformaciones parciales hacen

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insostenible la viabilidad de un “modo de producción”, una revolución da paso a otro nuevo, que permite un desarrollo tecnológico superior. *Escuela institucionalista: Sostiene que las elecciones económicas no son meramente fruto de decisiones maximizadoras de agentes individuales, sino que tanto las limitaciones del juego económico como las decisiones de los agentes económicos dependen de marco institucional en que se insertan, que define las reglas del juego. Esto significa, entre otras cosas, que los agentes económicos no son meramente individuales (empresarios, trabajadores, consumidores) sino también colectivos (empresas, gobiernos, instituciones). En segundo lugar, estas organizaciones (instituciones) generan “unas reglas del juego y unas rutinas que orientan la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre, constriñendo el marco de posibilidades de elección pero reduciendo también el riesgo y el coste de obtener información, negociar contratos y asegurar su cumplimiento”, los llamados costes de transacción [Tello (2005: 109)]. En este sentido, hay que examinar las causas que determinan cambios en los marcos institucionales (juegos de reglas), causas que pueden ser de origen muy diverso: presiones sociales, cambios religiosos, innovaciones tecnológicas, transformaciones en los mercados, en el medio ambiente. Existe una tendencia (según Douglass North) hacia el desarrollo de marcos institucionales más eficientes, es decir, aquellos que generan un mayor crecimiento económico. Pero dentro de estas transformaciones, las instituciones tienen, por así decirlo, vida propia, y condicionan las posibilidades del cambio, ya que tienden a reproducirse o al menos a transformarse dentro de ciertos límites, lo que genera la dependencia de la trayectoria de la que ya hablamos. Las explicaciones que proponen estas escuelas —por supuesto en sus versiones más amplias y argumentadas— no son sin embargo del todo contradictorias (hay puntos en común) ni tampoco del todo convincentes. Buena parte de las que se desarrollen en estos apuntes oscilarán entre puntos de vista cercanos a las tres escuelas, pero intentaremos en lo posible introducir críticas o elementos de reflexión y referencias a puntos de vista alternativos. 1.5.

Sociedades humanas y sistemas económicos

El papel de las instituciones y su relación con la economía se entiende mejor si recurrimos al concepto de sistema económico: el conjunto de instituciones (relaciones y normas) que rigen la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios de una economía. Tradicionalmente, los economistas clásicos (de Adam Smith a Karl Marx), después los miembros de la Escuela Histórica Alemana y posteriormente autores como W. W. Rostow o Colin Clark, trataron de explicar la evolución de la humanidad a través de la caracterización de distintas etapas de la humanidad (cazadora-pastoril-agrícola, comercial-industrial). El concepto de sistema económico es heredero de esta tradición, y aunque ha caído en desuso entre la mayoría de los economistas e incluso muchos historiadores, tiene la utilidad de resumir bajo un solo término un conjunto de rasgos particulares que definen formas distintas de organizar la economía y la sociedad: actividad o sector económico predominante, nivel tecnológico y principales rasgos del marco institucional. Los sistemas económicos que UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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presentaremos están basados en los de la escuela marxista (modos de producción), aunque la terminología es aceptada mucho más ampliamente. Los principales son:  Esclavismo: caracterizado por la esclavitud como forma dominante de trabajo (trabajo en masa), en sociedades agrarias atrasadas, aunque con cierto desarrollo tecnológico (agricultura de regadío) con poderes políticos centralizados y autoritarios (ciudades-estado o imperios), en manos de castas de sacerdotes y guerreros. Los recursos se apropian mediante requisa y se reparten de forma autoritaria. Es un sistema económico propio de la Antigüedad, pero probablemente el peor conocido y definido.  Feudalismo: propio de sociedades agrarias con escaso nivel tecnológico, autoridad política fragmentada (cada señor feudal es máxima autoridad en su territorio), mano de obra campesina libre o de siervos (no pueden abandonar las tierras sin permiso del señor feudal, ni ellos ni sus hijos), pero ligada a sus señores no por contratos sino por relaciones personales de dependencia. El régimen de propiedad (de la tierra, sobre todo) se caracteriza por dominios compartidos: señores y campesinos tienen derechos sobre las mismas tierras, el rey y el señor feudal son de modos distintos dueños del mismo territorio, en el patrimonio de la iglesia los sacerdotes sólo son usufructuarios, no dueños. Los tipos de explotación (de la tierra) oscilan entre grandes fincas señoriales (dominios) y explotaciones campesinas familiares. Existe cierto desarrollo de los mercados y de las ciudades, pero el grueso de la población es rural y la producción se orienta al autoconsumo. La clase dominante es un estamento (hereditario) de guerreros y sacerdotes con privilegios legales diversos. Es la forma que dominó buena parte de la Edad Media y moderna en Europa, pero identificada también en Japón antes de la industrialización y en otras zonas y periodos.  Capitalismo: se caracteriza por el predominio del capital (frente a la tierra o el trabajo) en la producción. Por tanto, los dueños del capital (capitalistas o burgueses) son la clase dominante en la sociedad, que organizan la producción, retienen el grueso de los beneficios y detentan el poder. Frente a ellos, los obreros (la clase proletaria) sólo poseen su fuerza de trabajo, que contratan en el mercado a cambio de un salario. Ninguno de estos dos grupos tiene privilegios legales y no existen barreras de nacimiento para pasar de uno a otro; todos son libres para contratar en los mercados, pero la posición dominante de los patronos les permite explotar a los obreros, pagando por su trabajo menos de lo que produce (plusvalía). La propiedad privada de los medios de producción (tierra y capital: instalaciones, tierras, maquinaria), así como la existencia de mercados “libres” son requisitos necesarios, pero no exclusivos del capitalismo. Existe un Estado fuerte, aunque el régimen político puede ser muy distinto (de la dictadura a las democracias pasando por distintos sistemas representativos). Va asociado a un fuerte desarrollo tecnológico, en el que se incrementa la importancia de las inversiones del capital (máquinas, instalaciones e infraestructuras) y por tanto el poder de lo dueños del mismo. El capitalismo se ha ido imponiendo, desde su origen en las ciudades medievales, a su ascenso en Holanda o Inglaterra en los siglos XVI y XVII,

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en toda Europa tras la revolución francesa de 1789 y en el mundo como resultado de las colonizaciones europeas. Socialismo o comunismo: es el sistema que Marx y otros pensadores revolucionarios concibieron como el estadio superior de la evolución. La propiedad privada sería abolida y sustituida por la colectiva . Mal definido por los teóricos, su versión histórica (llamado a menudo “socialismo real”) fue la organización económica de la URSS y el bloque soviético entre 1917 y 1989. Se caracteriza por la propiedad estatal de todos los bienes de capital, y el empleo de la planificación burocrática como sustituto del mercado en la asignación de factores y productos. La estructura social es igualitaria, aunque una casta de dirigentes políticos y militares (nomenklatura) gozan de claros privilegios. Las elevadas inversiones estatales permiten desarrollos acelerados de la industria pesada e incluso avances tecnológicos, pero la producción y distribución de bienes de consumo es muy ineficiente. Aunque conserva apariencias políticas democráticas —elecciones, sindicatos— en realidad funciona un sistema de partido único, fuertemente represivo y sin libertades públicas. El sistema socialista histórico (salvo en Cuba, Corea del Norte y en parte Vietnam) colapsó tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Un país tan importante como China conserva un sistema nominalmente socialista, aunque más en los aspectos políticos e ideológicos que en la organización de la economía, cada vez más abierta a la iniciativa privada y los mercados.

Figura 1.4. Cartel de propaganda chino (años 1970)

Fuente: International Institute of Social History, http://www.iisg.nl/landsberger/ Esta descripción de los sistemas económicos es esquemática, y no exenta de debates. Sabemos por investigaciones recientes que los mercados — locales e internacionales— y la moneda tenían más importancia de la que creíamos en el feudalismo europeo de la Edad Media. El trabajo servil (ni esclavo ni libre) no siempre se dio en todos los sistemas feudales, y en Europa occidental desapareció en el siglo XV. Hay quien sostiene que el capitalismo en realidad se implantó en Europa a partir del siglo XV (fase del capitalismo comercial) y otros que consideran que el socialismo soviético fue en realidad un

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capitalismo de Estado. Los modelos, y estas descripciones de los sistemas económicos lo son, sólo ofrecen representaciones simplificadas, idealizadas o estilizadas de la realidad. Los hechos históricos rara vez encajan bien en los modelos. Estos modelos ¿significan estadios necesarios en el desarrollo de las distintas sociedades? ¿implican un progreso desde fases inferiores a otras superiores? Desde luego, así lo creían Marx y muchos de los economistas de la Escuela Histórica Alemana. Actualmente, en cambio, tendemos a considerar estos modelos como representaciones útiles de la realidad histórica, pero no como una sucesión lineal de etapas de desarrollo. Tampoco están claros los mecanismos que provocarían el paso de una forma de organización a otra, aunque en general se entiende que diversas razones llevaban al colapso de un sistema y permitían el desarrollo pleno de formas de organización que ya se venían desarrollando de forma embrionaria en el seno del sistema vigente (el capitalismo en las ciudades de la edad media, el feudalismo en las villas rurales de las últimas etapas del imperio romano). En todo caso, se nota mucho que fueron concebidos por pensadores europeos, porque se ajustan más o menos bien a la sucesión de etapas históricas en la Europa medieval, moderna o contemporánea, pero chirrían mucho más cuando se estudian otras partes del mundo. Acaba aquí este tema, dominado por los grandes esquemas y la aclaración de los conceptos básicos. Es hora de entrar ya en la exposición de los hechos y los procesos de la historia económica. 5. Resumen En estas páginas se ha tratado de: a) Señalar la disponibilidad de energía como primer factor de los grandes saltos del crecimiento económico en la historia. b) Describir la dinámica histórica entre el volumen de población y los recursos disponibles. c) Mostrar la importancia de la explicación de Malthus para entender el estancamiento histórico de los niveles de renta per cápita hasta la Revolución Industrial. d) Definir conceptos básicos de demografía: natalidad, mortalidad y sus tipos, nupcialidad, crecimiento vegetativo, transición demográfica. e) Caracterizar el crecimiento económico y las fuentes de las ganancias de productividad, diferenciándolo del desarrollo económico. f) Analizar los factores que condicionan el desarrollo económico: factores productivos, tecnología e instituciones. g) Explicar la noción de sistema económico y caracterizar los principales sistemas económicos en la historia. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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6. Conceptos básicos Convertidores de energía Eficiencia energética Crecimiento económico Cambio económico Natalidad Fecundidad Trampa maltusiana Factores de producción Marco institucional

Revolución Industrial Revolución Neolítica Tecnología Producción/Productividad PIB per cápita; IDH Cambio estructural Thomas Malthus Innovación (tipos) Economía orgánica/inorgánica Rendimientos decrecientes

7. Referencias ALLEN, Robert C. (2013): Historia económica mundial: una breve introducción, Madrid, Alianza CAMERON, Rondo y Neal, Larry (2005): Historia Económica Mundial. Desde el paleolítico hasta el presente, Madrid, Alianza, 4ª ed. CIPOLLA, Carlo Maria (1978): Historia económica de la población mundial, Barcelona, Crítica. DIAMOND, Jared (1998): Armas, gérmenes y acero. Breve historia de la humanidad en los últimos 13.000 años, Barcelona, Random HouseMondadori. LIVI-BACCI, Massimo (1990): Historia mínima de la población mundial, Barcelona, Ariel. LOMBORG, Bjorn (2003): El ecologista escéptico, Madrid, Espasa-Calpe. MALANIMA, Paolo (1995): Economia preindustriale. Mille anni: dal IX al XVIII secolo, Milán, Bruno Mondadori MALTHUS, Robert Th. (1798): Ensayo sobre el principio de la población (trad. castellana: Primer ensayo sobre la población, Madrid, Alianza, 1966) MARKS, Robert B. (2007): Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión, Barcelona, Crítica. MOKYR, Joel (1993): La palanca de la riqueza. Creatividad tecnológica y progreso económico, Madrid, Alianza, SMIL, Vaclav (2001): Energías. Una guía ilustrada de la biosfera y la civilización, Barcelona, Crítica. TELLO, Enric (2005): La historia cuenta. Del crecimiento económico al desarrollo humano sostenible, Barcelona, El Viejo Topo. VILAR, Pierre (1980): Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona, Crítica. WRIGLEY, E.A. (1993): Cambio, continuidad y azar. El carácter de la Revolución Industrial inglesa, Barcelona, Crítica.

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Tema 2. La invención de la agricultura y las sociedades de la Antigüedad (c.10 000 adE- c.450 dE) 1. Resultados de aprendizaje Tras el estudio del tema, aspiramos a que sea capaz de: 1. Explicar por qué la mayor parte de la historia de la humanidad, hasta el Neolítico, es una etapa pre-económica. 2. Definir y situar cronológica y espacialmente la revolución Neolítica en sus focos principales, ligados a distintos tipos de cultivos y ganados. 3. Relacionar las principales consecuencias de la revolución Neolítica: sedentarización, inicio división social del trabajo, urbanización. 4. Esquematizar las grandes etapas de la evolución socio-política de la antigüedad: *ciudades-estado; *imperios hidráulicos * ligas de ciudades; *imperio romano. 5. Situar cronológicamente las innovaciones de las economías antiguas: escritura, moneda, minería y metalurgia, comercio terrestre y marino, manufactura. 6. Discutir el papel de la esclavitud en las economías de la antigüedad. 7. Distinguir los tres principales modelos agrarios en este período: agricultura de secano con trigo en el Mediterráneo (intensiva en tierra/ganado); agricultura húmeda del mijo/trigo y luego arroz en China (intensiva en trabajo); cultivo del maíz/patata en América (sin fuerza animal). 8. Comparar la evolución del Imperio Romano como fase de auge de la economía esclavista en Europa, con el Imperio Han en China. 2. Índice 2.1. Antes de la agricultura 2.2. La domesticación de plantas y animales ¿cómo, cuándo, dónde y por qué? 2.3. El desarrollo de civilizaciones hidráulicas y las sociedades complejas 2.4. Tres modelos de desarrollo de la economía en la Antigüedad: civilizaciones comerciales, pueblos nómadas e imperios territoriales en el primer milenio adE 2.4.1 Roma 2.4.2 Imperio Han en China 2.5. Civilización y barbarie en el mundo antiguo

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3. Algunas preguntas iniciales



¿Se ha preguntado alguna vez por qué subsisten en la actualidad pueblos que no cultivan la tierra?



¿A qué llamamos revolución del Neolítico?



¿Cuál cree que ha sido el mayor invento de la humanidad?



¿Cualquier especie animal puede domesticarse? ¿Y cualquier planta cultivarse? ¿Qué significa exactamente domesticar?



Todos sabemos que hubo un gran imperio romano en la Antigüedad pero ¿y en otras partes del mundo? ¿Qué tenían en común los imperios?



¿Por qué los primeros hombres que dejaron de trabajar o cazar fueron guerreros o sacerdotes?



¿Cuándo se inventó la moneda?



¿Tiene alguna importancia la escritura para la historia económica?



Si era tan poderoso ¿por qué cayó el Imperio Romano?

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4. Contenidos del tema 2.1. Antes de la agricultura La hominización, es decir, la evolución de las especies animales de primates y homínidos (australopithecus) hasta el género homo, y en especial homo sapiens sapiens, fue un proceso largo y no lineal que abarca unos siete millones de años, hasta unas fechas que los paleontólogos sitúan en torno a 1 000 000-500 000 adE. Buena parte de este proceso tuvo lugar en el África oriental, donde se han encontrado los restos humanos y de homínidos más antiguos. Los resultados de la evolución humana fueron excepcionales en comparación con otras especies animales: la capacidad de caminar erguido sobre dos piernas (bipedismo), la aparición de pulgares oponibles en las manos (que permitían agarrar objetos y manipularlos con más precisión) y sobre todo el crecimiento del cerebro y la aparición del lenguaje son considerados hitos fundamentales en este largo proceso. Todos ellos dotaron a homo sapiens de una inteligencia y una capacidad de intervenir sobre el medio ambiente sumamente excepcionales. Desde África, donde tuvo su origen, homo sapiens se expandió hacia otros continentes, aprovechando en ocasiones los periodos glaciares que permitían recorrer y trasladarse por pasos ahora cerrados por los océanos, como ocurrió con el estrecho de Bering entre Siberia y Alaska, por donde llegaron a América en torno al 13 000 adE o la llegada a Australia mediante el uso de embarcaciones, en torno al 40 000 adE (ver mapa 2.1). La vida de estas poblaciones escasas en número se ajustó a patrones de mera supervivencia. Pero en conjunto, comparada con otras especies animales, a homo sapiens no le fue tan mal en el Paleolítico. Se calcula que al final del periodo entre 6 y 10 millones de seres humanos habitaban el planeta. La historia de homo sapiens en el Paleolítico, sin embargo, pertenece al ámbito de la ecología: la explicación de los modos de vida, de la difusión y del crecimiento del número de hombres se rige por las mismas normas que para otras especies animales. Dependía por tanto del suministro de energía que le ofrecía el medio ambiente, y carecía de otros convertidores que los que le UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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brindaba la naturaleza. Por excepcional que resultara, homo sapiens (y hay que reconocer que apuntaba maneras) seguía siendo un animal más. Mapa 2.1 Expansión de homo sapiens por el mundo

Fuente: Fontana (1997:46) 2.2. La domesticación de plantas y animales ¿Cómo, cuándo, dónde y por qué? La “invención” de la agricultura marca la entrada de homo sapiens en la esfera de la economía: el nacimiento de homo oeconomicus (es una metáfora, no una especie real). Arranca de ahí un largo camino en el que los esfuerzos humanos se van a centrar en la producción y la distribución de bienes y servicios: a ello se aplican conocimientos, se emplean herramientas y esfuerzos continuados, hasta acabar por organizar la vida humana en torno a la actividad económica. Habrá que preguntarse –como reza la máxima de los periodistas-- cómo, cuándo, dónde y por qué. Invención y descubrimiento Ya hemos examinado antes los procesos del progreso técnico, pero conviene detenerse en la diferencia entre inventos y descubrimientos. Suponemos que se ha fijado ya en que nos referimos a la aparición de la agricultura como una “invención”, pero entrecomillamos la palabra ¿por qué? En principio un descubrimiento significa que un hombre (o una mujer) percibe o capta por vez primera un fenómeno, un objeto o incluso una explicación de algo que ya existe en la naturaleza. Así, se descubre un yacimiento de plata, un continente como América (aunque sus pobladores primitivos ya lo habían “descubierto” hacía mucho), la ley de la gravedad o el movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol. Un invento, en cambio, implica el desarrollo de una técnica, un producto o una herramienta que no existía antes. Como los descubrimientos, pueden producirse en un momento concreto de la historia y deberse a una única UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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persona (América por Colón y sus hombres o la bombilla incandescente de Thomas A. Edison), pero en muchos casos ambos son fruto de un proceso largo de acumulación de conocimientos o de perfeccionamiento de técnicas necesarias. Un descubrimiento puede requerir de uno o más inventos (como el telescopio o la geometría para el descubrimiento de la traslación de la Tierra), y a menudo las fronteras entre ambos son difusas. La agricultura y la domesticación de animales han sido descritos a menudo como un descubrimiento: al fin y al cabo, plantas y animales estaban en la naturaleza y los hombres se limitaron a “descubrir” que podían ser más productivas si se seleccionaban las semillas, se les proporcionaba agua y abono en determinadas épocas del año o se mantenía a algunos animales encerrados y se les daba de comer. Sin embargo, lo cierto es que, como resultado de procesos que llevaron cientos o miles de años, las especies cultivadas o domesticadas acabaron siendo tan distintas de las que la naturaleza producía como una vara de roble lo es de un taco de billar. Así pues, preferimos considerar la agricultura y domesticación de animales como “invenciones”, en vez de cómo meros descubrimientos. Claro que podríamos equivocarnos ¿Usted qué opina?

La “invención” de la agricultura debió consistir en una larga serie de pequeños descubrimientos e innovaciones, muchos de ellos en épocas muy anteriores al cultivo sistemático, que seguramente convivieron durante mucho tiempo con las prácticas dominantes de caza y recolección. La base de este proceso es la selección (humana) de los especímenes que presentaban las características deseadas para conseguir plantas de mayor tamaño, animales más mansos, que dieran más leche o carne, menos vulnerables a enfermedades o parásitos, etc. No en vano Charles Darwin iniciaba El origen de las especies (1859) con un capítulo dedicado a las prácticas selectivas de los ganaderos y agricultores británicos. La difusión de la agricultura fue lenta, lo que demuestra que las ventajas de la agricultura y la ganadería no eran, al menos en los primeros momentos, tan evidentes como pudiera pensarse. De ahí que durante miles de años, casi hasta nuestros días, convivieran sociedades cazadoras-recolectoras, con otras de pastores nómadas (que apenas cultivaban), o de agricultores itinerantes, con civilizaciones agrarias complejas y claramente sedentarias. Los sistemas agrarios fueron evolucionando lentamente. El cultivo de cereales, por ejemplo, necesita procedimientos que mantengan la fertilidad: básicamente el abonado (con excrementos animales o humanos) y el barbecho (periodos de descanso de la tierra entre cosecha y cosecha), pero estos métodos tardaron en aparecer. Como paso previo, los primeros agricultores desarrollan un cultivo itinerante, la llamada agricultura de rozas, que implica despejar una franja de terreno, normalmente quemándolo (las cenizas funcionan como abono), que se siembra durante varios años seguidos hasta que se agota; a continuación el poblado se traslada a otra zona, despeja otras tierras y vuelve a empezar el ciclo. Este sistema permitía cierto crecimiento de la población y el movimiento de las aldeas agrarias contribuyó a difundir el cultivo desde los focos iniciales. La combinación de los animales domesticados con la agricultura fue un estadio más avanzado, que permitió usar el abono animal UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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enriquecedor del terreno; los animales se alimentaban de los restos de la cosecha (rastrojos), entrando a comer a las parcelas en barbecho, donde dejaban el estiércol que ayudaba a recobrar los nutrientes del suelo. Más tarde aún, el uso del arado (que sustituyó a los primitivos palos cavadores y luego a las azuelas o azadas), documentado en Egipto hacia el 1200 adE, pero de origen mesopotámico, permitía remover la tierra antes de la siembra gracias a la fuerza de tiro animal (vacuno, sobre todo), mejorando los rendimientos. Hacia el primer milenio adE se habían desarrollado ya todos los componentes que caracterizarían a la actividad agraria hasta al menos el siglo XVIII de nuestra era: siembra combinada de cereales y leguminosas, instrumental básico (arados, hoces y recipientes para almacenamiento), barbecho y rotaciones de cultivos, combinación de cultivos y ganados (abonado), calendario agrario, así como técnicas de riego allí donde eran posibles. ¿Cuándo y dónde se inventaron? A diferencia del origen de la especie humana, que parte de un único foco en África, la agricultura y la ganadería tuvieron al menos cinco focos, cada uno de ello basado en un catálogo de especies (animales y vegetales) distintas, y con una cronología diferente. Estos cinco focos fueron: Mapa 2.2. Focos de origen de la agricultura en el mundo.

Fuente: Wikipedia (Neolítico) 

Creciente fértil: una amplia zona en forma de media luna (de ahí su nombre) en el Mediterráneo oriental, la península de Anatolia y las regiones situadas entre el sur del mar Caspio y el golfo Pérsico. Se trata de zonas de relativa aridez que favorecían el crecimiento de cereales silvestres como el trigo y la cebada, que fueron los primeros seleccionados. Junto a estos cereales, había leguminosas (guisantes, lentejas) y una fauna de cabras, ovejas, vacas y cerdos que fueron progresivamente domesticados. Los restos arqueológicos sitúan las primeras prácticas agrarias y ganaderas en torno al 10 000 adE, en aldeas de la zona, prácticas que hacia el 7 000 adE se habían difundido en dirección Este-Oeste hasta Grecia, y avanzaron al noreste y el interior de Asia por el Kurdistán. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La difusión de la agricultura desde el foco original fue progresiva y permitió adaptarla a cada entorno. La llegada a Europa occidental y hacia el norte estuvo condicionada por un clima más húmedo y frío, lo que llevó al predominio de la cebada y la domesticación del ganado vacuno y el cerdo, en tanto que hacia el sur, en toda la cuenca del Mediterráneo, predominó el trigo y la crianza de ovejas y cabras. A estos productos se añadirán también el olivo y la vid, constituyendo entre todo el sistema alimentario de la cuenca mediterránea y el Próximo Oriente. Mapa 2.3. Expansión de los cultivos del creciente fértil por Eurasia occidental

Nota: Los símbolos muestran los primeros lugares fechados por radiocarbono donde se han encontrado restos de cultivos del Creciente Fértil (fechas calibradas). Fuente: Diamond (1998: 211) En ocasiones serán los pueblos autóctonos los que adopten las especies y prácticas de cultivo o domesticación, como en Egipto, mientras que en otras, la difusión avanzó como resultado de invasiones y colonización de pueblos extranjeros. 

China: en las llanuras de loess (un tipo de suelo sedimentario muy fértil) del norte de China se desarrolló con la misma cronología (10 000-8 000 adE) una agricultura basada en variedades de mijo (otro cereal), inicialmente basado en sistemas de agricultura itinerante, que se difundió lentamente. Sólo mucho más tarde, en las llanuras aluviales del Huang-ho (río Amarillo), se implantaron cultivos permanentes. Las comunidades neolíticas en estas zonas también domesticaron el perro y el cerdo, y a partir del 3000 adE ya eran importantes la oveja y la vaca.

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  

Mesoamérica: hacia el 3 500 adE surge un foco basado en el maíz, los frijoles y las calabazas (y prácticamente sin animales domesticados, a excepción del pavo) Andes y Amazonia: hacia 3 500 adE, basado en la patata y la llama como animal doméstico (Mesoamérica), y en la mandioca (otro tubérculo) y los cobayas en la Amazonía. Este de Estados Unidos: el más tardío de los focos (hacia el 2 500 adE), muy pobre en las especies agrarias y carente de animales domesticados.

Por último, se habla de otros posibles focos independientes (ver tabla 2.1) en el valle del Indo (Megarth), varias zonas de África o en Nueva Guinea, con cronologías diversas, aunque sin suficientes pruebas que las confirmen.

Tabla 2.1. Ejemplos de especies domesticadas en cada zona Domesticados Zona Plantas Animales Origen independiente de la domesticación 1. Creciente fértil Trigo, guisante, Oveja, cabra aceituna 2. China Mijo, arroz, Cerdo, gusano de seda 3. Mesoamérica Maíz, frijoles, calabazas Pavo 4. Andes y Amazonía Patata, mandioca Llama, cobaya 5. Este de EE.UU. Girasol, chenopodium ninguno Sorgo, arroz africano Gallina de Guinea ? Sahel Ñames, planta de aceite ninguno ? África occidental tropical Café, teff ? Etiopía Caña de azúcar, ? Nueva Guinea banana Domesticación local tras la llegada de cultivos fundadores desde otros lugares Ninguno 10. Europa occidental Amapola, avena Sésamo, berenjena Ganado con joroba 11. Valle del Indo Sicomoro, chufa Asno, gato 12. Egipto

Fecha comprobada de domesticación 8 500 adE antes de 7 500 adE Antes de 3 500 adE Antes de 3 500 adE Antes de 2 500 adE Antes de 5 000 adE Antes de 3 000 adE ? ? 7 500 adE

6 000- 3 500 adE 7 000 adE 6 000 adE

Fuente: Diamond (1998:115) Todos estos focos presentan grandes diferencias (en la cronología, las especies domesticadas, los sistemas de cultivo) lo que refuerza la idea de que la “invención” de la agricultura y la ganadería se produjo de forma independiente, pero con algunos rasgos comunes. En primer lugar, son áreas en las que las condiciones climáticas permiten el cultivo (lo que excluye regiones extremadamente frías o áridas). En segundo lugar, en todas ellas existían en estado natural, aunque en diverso número, especies naturales (silvestres) susceptibles de domesticación o cultivo De hecho, las combinaciones y abundancia de las especies silvestres existentes en cada región explican las ventajas de unas sobre otras y la rapidez con las que se completó el tránsito a las sociedades agroganaderas. En este sentido, Eurasia (y en concreto el Creciente Fértil) contaba con una UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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notable ventaja con respecto a otras zonas. Así pues el clima, la existencia de especies candidatas y cierto grado de conocimiento de las mismas eran las condiciones necesarias para el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Pero no eran suficientes: queda aún por resolver la más peliaguda de las cuestiones ¿por qué? Tabla 2.2. Distribución mundial de las especies silvestres candidatas al cultivo o domesticación Continente o región

Vegetales

Animales

Candidatos* Plantas (gramíneas silvestres de semilla grande)

Eurasia

África

Asia Oriental Oriente Próximo, Europa+Norte de África

39 6

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Especies domesticadas %

13

18%

33

África subsahariana

4 51 0 11 24 1 América 2 1 0 Australia *Se entiende por candidato una especie de mamífero salvaje terrestre, herbívoro u que pese de media más de 45 kilos Fuente: Basado en Diamond (1998), cuadros 8.1 y 9.2.

0% 4% 0% omnívoro,

¿Por qué unas sociedades que llevaban miles de años apañándoselas razonablemente bien con la caza y la recolección eligieron (o se vieron forzadas) a dedicarse a las tareas infinitamente más agotadoras y casi tan arriesgadas como la agricultura y la ganadería?

Tabla 2.3. Regalos mortíferos de nuestros amigos los animales Enfermedad humana Sarampión Tuberculosis Viruela Gripe Tosferina Malaria Fuente: Diamond (1998: 239)

Animal con el patógeno más relacionado Ganado vacuno (tifus bovino) Ganado vacuno Ganado vacuno (vacuna) u animales con virus relacionados Cerdos y patos Cerdos y perros Aves (¿gallinas y patos?)

otros

¿Qué ventajas había en adoptar unos sistemas de producción agraria de alimentos que acortaban la vida, empobrecían la dieta, generaban enfermedades, creaban nuevas y más terribles fuentes de inseguridad para la población humana (epidemias, hambrunas) y además obligaban a homo sapiens a trabajar más de lo que lo había hecho nunca? “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” es la maldición que Yahvé lanza sobre Adán al expulsarle del Paraíso Terrenal. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La respuesta radica, como suele en historia económica, en los grandes números: no en las ventajas para los individuos (que en realidad salieron perdiendo en su mayor parte) sino para el grupo. Las sociedades que El excedente, una noción clave Llamamos excedente a la parte del producto que queda una vez cubiertas las necesidades de reproducir el propio proceso de producción. En agricultura, es la parte reservada para la semilla (aproximadamente un 20% de la cosecha), más la necesaria para la subsistencia y reproducción de la fuerza de trabajo (hombres, sobre todo, y ganado). Esta porción varía mucho, según los rendimientos de las cosechas, lo intensivas que sean en trabajo o los rigores del clima (en climas más fríos, los trabajadores necesitan más calorías), oscilando entre un 20 y un 60% de la cosecha. Pero dado que las cosechas varían mucho de un año a otro, casi todas las sociedades agrarias han desarrollado sistemas de almacenamiento de alimentos que permitan, como mínimo, mitigar las consecuencias de un mal año: esas reservas pueden cifrarse entre un 10-20%. El excedente agrario, por tanto, oscila entre un 50% y un 10% de la cosecha, y más frecuentemente entre el 10-20%, lo cual nos señala un primer límite a la especialización productiva en las sociedades agrarias, puesto que sólo podrá alimentarse a una parte de la población que no se dedique directamente a la producción de alimentos equivalente a la proporción del excedente sobre la producción agraria. Por otro lado, dado que habitualmente una parte de la población no agraria estaba constituida por grupos sociales “superiores” (guerreros y sacerdotes, sobre todo), que se creían con derecho a una dieta y a unos niveles de consumo mejores que los del resto, los porcentajes de población no agraria (incluso directamente improductiva) se hallan bastante por debajo del límite teórico del excedente. ¿Cuál era el destino de ese excedente? En primer lugar alimentar a las clases dirigentes (mediante tributos, diezmos o fórmulas parecidas), pero también a aquellos otros que no se dedicaban a la agricultura (artesanos sobre todo). A través del comercio o el trueque, los artesanos obtenían alimentos a cambio de herramientas, tejidos u otros productos. También era necesario alimentar a quienes se dedicaban a hacer obras colectivas: diques o canales, templos, murallas, etc. En todo caso, el volumen del excedente agrario, que dependía de la productividad agraria, marcaba y marca el límite a la división del trabajo. adoptaron o inventaron la agricultura y la ganadería, al principio a tiempo parcial y cada vez más como actividad prioritaria, tenían mayor potencial de crecimiento demográfico: disponían de más alimentos por hectárea, pero también debían trabajar más horas para producirlos, lo que suponía un incentivo para tener más hijos. La adopción de un modo de vida sedentario reducía los riesgos para las crías, y hacía posible sistemas colectivos de crianza. Así pues, su población tendió a crecer más que la de sus vecinos cazadores-recolectores. Esto las hacía más poderosas frente a otros vecinos y competidores agrupados en núcleos o tribus más pequeñas. La producción de excedentes permitía que una parte de la población pudiera abandonar las tareas de búsqueda o producción de alimentos, y especializarse en la guerra UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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o la organización de las actividades colectivas. No es casual que fueran soldados y sacerdotes los primeros sectores especializados en las sociedades agrarias primitivas. Pero la especialización alcanzó también a los artesanos, fabricantes de herramientas, armas o sistemas de almacenaje (la cerámica es una dedicación que ha dejado numerosos restos, y su uso inicial fue la conservación de las semillas o alimentos). Las consecuencias sociales de la invención de la agricultura La difusión de los “inventos” del Neolítico –agricultura y ganadería—tuvo multitud de consecuencias en la forma de organizarse las “sociedades” humanas. El paso a organizaciones más complejas, como tribus, jefaturas y finalmente estados, implicó cambios sustanciales, como: a) la sedentarización: al establecerse de forma estable sobre un territorio, los hombres del neolítico entraban en una relación de dependencia más estrecha entre sí y con un entorno más limitado. b) el aumento de población: las nuevas sociedades estaban integradas por más individuos, y la posibilidades de producción de alimentos les permitían tener más hijos; a menudo abarcaban territorios más extensos y más densamente poblados. c) nuevos lazos sociales: A los lazos familiares de los clanes se sumaban lazos “políticos”, como compartir un mismo jefe, una religión o una lengua. d) aparición de formas de propiedad privada y de herencia (de tierras y ganados, sobre todo) que no tenían sentido entre nómadas cazadores. e) la mayor división del trabajo, posibilitada por los excedentes: surgen individuos o grupos dedicados a funciones específicas: la guerra, la artesanía, la religión, el liderazgo político. f) desigualdades sociales entre individuos y clanes familiares. Existen funciones consideradas superiores e inferiores. g) esclavitud –inicialmente de prisioneros de guerra– de individuos que ejercen las funciones “inferiores”. h) desarrollo de formas reguladas de resolución de conflictos (leyes). i) monopolio de la violencia y la información por parte de los jefes o grupos dirigentes. j) mecanismos de apropiación del excedente a través de requisas o tributos, que se redistribuyen luego en parte en forma de servicios para la sociedad (defensa, obras públicas, construcción de templos, etc.). Obviamente, estos desarrollos no aparecieron todos de golpe, ni se dieron siempre o por el mismo orden en todas las sociedades. No obstante, delinean un mapa de cambios sociales de enorme importancia. Basado en Diamond (1998), cap. 14 Los excedentes agrarios y el carácter estacional de las labores agrícolas, con largos tiempos muertos en el calendario, alentaron la dedicación a otras tareas, como la elaboración de útiles y recipientes (empleando como materias primas mimbre, hueso, piel, arcilla o madera), a la construcción y el textil. Algunas de las plantas y animales domesticados proporcionaban materias primas textiles: es el caso de la lana en Asia occidental, el cáñamo y la seda en UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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China, el algodón en el valle del Indo y Mesoamérica, o el lino en África nororiental. La cocción de la cerámica en hornos a gran temperatura preparó el salto a los procesos metalúrgicos, como la aleación que combinando el cobre con estaño permite la fabricación de útiles de bronce (a partir del 3000 adE) y posteriormente lleva también a la metalurgia del hierro (desde el 1500 adE). La sedentarización facilitaba la innovación tecnológica y la convivencia con grupos nómadas de pastores o cazadores abría las puertas al comercio. En Eurasia, la geografía facilitaba unas conexiones y circulación de productos en una franja de latitudes y climas similares. En torno al fin del quinto milenio se domesticó el caballo en la región de Ucrania. Un par de milenios después se domesticaron el asno africano, el dromedario en Arabia y el camello en Asia central: los medios para la expansión del comercio terrestre (y la guerra relámpago) estaban preparados. Sin embargo, las sociedades agrarias tenían escasas posibilidades de acumulación de capital. Los excedentes agrarios, bastante escasos, eran absorbidos por los grupos dirigentes –una de las consecuencias de la sedentarización fue una mayor jerarquización social—mediante tributos o requisas. Éstos se empleaban para financiar construcciones (templos, palacios, obras de riego, tumbas), gastos suntuarios y ejércitos. Los cultivadores directos se quedaban con escasas cantidades que servían apenas para la reproducción familiar y garantizar la siembra. Las dificultades del transporte, costoso y lento, así como las inclemencias del tiempo obligaban a acumular reservas de alimentos para prevenir hambrunas y carestías. Todo ello limitaba las oportunidades para acumular capital –herramientas, ganado, obras de regadío— que pudiera emplearse en mejorar las técnicas de producción; así que a cada periodo de crecimiento seguía una fase de crisis, en una dinámica que caracterizará a todas las sociedades agrarias hasta el siglo XVII dE.

2.3. El desarrollo de civilizaciones hidráulicas y sociedades complejas Ya se han apuntado tres tipos de sistemas agrarios (hay que insistir en que el término casi siempre implica algún tipo de combinación de cultivos y ganadería, con formas residuales de caza-recolección) que se desarrollaron a partir de la Revolución Neolítica:  Agricultura de rozas: implica desplazamientos periódicos, quema o tala de terrenos para la siembra, aprovechamiento intensivo durante unos años y después traslado del grupo a zonas cercanas. Se realiza con herramientas muy básicas (azadas, palos cavadores), sin animales de tiro, abonado ni riego, y suele centrarse en zonas de clima tropical o ecuatorial húmedo, donde la vegetación natural se reinstala en un plazo breve en las zonas roturadas. Dependiendo de las especies cultivadas (tubérculos como el ñame, la mandioca o la patata, o cereales como el mijo o el sorgo) puede llegar incluso a producir más de una cosecha anual, por lo que el agotamiento del terreno llega al cabo de pocos años.

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 Agricultura de secano: habitual en zonas de clima mediterráneo, se basa en el cultivo de cereal (trigo y cebada sobre todo), combinado a veces con legumbres como lentejas, guisantes o garbanzos. Como su nombre indica, no emplea sistemas de riego, sino que aprovecha las precipitaciones atmosféricas, y la fertilidad del terreno se repone con abono de animales o humano, y periodos de barbecho (alternando normalmente un año de siembra y uno de descanso, la llamada rotación bienal). El instrumental inicial es sencillo, normalmente la azada, pero la dureza de la tierra seca y las ventajas de hacer surcos profundos para proteger la semilla en sus primeras fases de crecimiento incentivan la introducción del arado, en ocasiones con tiro animal (vacuno). En el Mediterráneo se complementó desde épocas remotas con el cultivo de árboles o arbustos como la vid y el olivo. El tardío descubrimiento de las técnicas de injerto, poco evidente, demoró la introducción de árboles frutales hasta el primer milenio adE.  Agricultura de regadío: la posibilidad de combinar climas cálidos con un suministro abundante de agua (y a menudo de limos, que hacen las veces de abono) generó los sistemas agrarios más productivos de la Antigüedad. En los valles de los grandes ríos (Nilo, Tigris-Éufrates, Indo o el Amarillo en China) las crecidas anuales dieron la posibilidad de construir presas y acequias con lo que surgieron las primeras civilizaciones importantes de la Antigüedad: sumerios en Mesopotamia, el Egipto faraónico y las redes urbanas del valle del Indo. La explotación de la tierra se realizaba en pequeños parcelas de terreno, con el uso de azada, y era común el uso del arado tirado por ganado vacuno; unas castas dirigentes (normalmente sacerdotales) proyectaban obras públicas y el aprovechamiento del agua. Aparte de las cosechas de cereal (cebada y trigo principalmente), eran importantes otros cultivos, como las palmeras datileras en el sur de Mesopotamia. No sólo proporcionaban un fruto rico en calorías también madera y combustible en una zona dominada por marismas y ausencia de bosques. Además se cultivaban distintas legumbres y frutales. Otro cultivo muy extendido es el sésamo, planta originaria de la India que se utilizaba como condimento y para obtener aceite; el viñedo, sobre todo en el norte de Mesopotamia, Siria y Egipto, y también el lino (como fibra textil y también para obtener aceite), o el papiro, cultivado sobre todo en Egipto. Entre los recursos ganaderos destacaban los rebaños ovinos, que en Mesopotamia favorecieron una importante artesanía, y caprinos. El ganado vacuno y asnal se destinaba a las labores del campo y el transporte, a las que más tarde se introdujeron caballos y camellos. Este sistema dio lugar a lo que se han llamado civilizaciones hidráulicas, caracterizadas por la abundancia de excedentes agrarios que permitían sostener altas densidades de población y una mayor división del trabajo, al tiempo que se invertían capitales en obras hidráulicas, ejércitos bien pertrechados o ciudades populosas. En la baja Mesopotamia (y un poco más tarde en Egipto), durante el IV milenio adE se produjo una intensa urbanización favorecida por los logros productivos de la agricultura de irrigación.

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La planificación de la actividad económica consolidó una jerarquía social encabezada por un poder centralizado en manos de una casta sacerdotal que controlaba buena parte de la propiedad en ciudades templo independientes. A sus órdenes surgieron grupos de burócratas que se encargaban de registrar los datos de producción y la recaudación de los impuestos. Por ello, no es de extrañar que la escritura surgiera en estas zonas, al servicio de las necesidades de una organización productiva y social cada vez más compleja. El primer tipo de escritura, la cuneiforme sumeria, surgió hacia el 3300 adE de las anotaciones hechas con punzón sobre tabillas de arcilla (figura 2.1), que registraban el valor de las cosechas. Esta forma de escritura de extendió por el norte de Mesopotamia y áreas limítrofes. Poco después se desarrollaron otras formas, como la jeroglífica en Egipto. La invención de la escritura alfabética, con un signo para cada sonido, representó un avance espectacular, que se completa hacia el 1000 adE en Fenicia. Figura 2.1 Tableta de arcilla con escritura cuneiforme. Contrato de esclavo

Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:SarduriIII_Tablet02.jpg Otra de las ventajas de las civilizaciones hidráulicas venía dada por su capacidad de especializarse en la guerra mediante ejércitos numerosos y armados de lanzas, escudos y posteriormente flechas con puntas de metal, (bronce primero, hierro después). Ambos otorgaron a los imperios mesopotámicos (sumerios, acadios, babilonios) y a Egipto cierta superioridad. No obstante, alrededor de éstos florecían culturas de orientación nómada, a veces pastoril y comercial pero a menudo también guerreros. Las relaciones entre los distintos pueblos podían ser pacíficas, regidas por el intercambio, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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pero también conflictivas, a través de la guerra y la conquista. Durante el segundo milenio adE, pueblos de pastores-guerreros como los casitas, hurritas, hicsos, y asirios, situados en los límites de las grandes civilizaciones fluviales, invaden éstas instaurando largas fases de dominio. Incorporan el uso del caballo y de los carros de guerra como innovaciones principales. Pero en general todo este proceso se enmarca en la progresiva interconexión entre los territorios del Mediterráneo oriental, donde florece también la civilización cretense, y el Próximo Oriente, con redes de tráfico que se prolongaban hacia el Este por vía marítima a través del mar Rojo. En China, la dinastía Shang dominó buena parte del segundo milenio (1600-1050 adE), aunque sin alcanzar la densidad urbana de Mesopotamia. Alrededor del centro palaciego y los templos se situaban barrios de los artesanos, que elaboraban cerámica, útiles de bronce y otras manufacturas. La tecnología agraria no había evolucionado pero sí se incorporaron novedades militares del Próximo Oriente como el armamento de metal o el carro de guerra tirado por caballos. La escritura que se desarrolla durante este periodo es un antecedente directo del sistema logográfico actual. Por otro lado, la potencia militar de las civilizaciones hidráulicas les permitió no sólo ocupar nuevas tierras –algo menos necesario, dado que ya ocupaban terrenos difícilmente mejorables— sino sobre todo capturar esclavos. El empleo de mano de obra esclava, normalmente perteneciente a pueblos vecinos o enemigos, es un rasgo distintivo de los sistemas agrarios de la Antigüedad en el Mediterráneo y Oriente próximo, pero también en China y la India. No obstante, la importancia económica de la esclavitud varía de una civilización a otra. Podemos ver cómo la evolución social conduce hasta formas políticas que pueden calificarse ya como Estados, bajo la forma de monarquías o incluso imperios que abarcan a decenas de miles de súbditos. En la segunda mitad del tercer milenio se observa la consolidación de instituciones políticas apoyadas en la expansión territorial bajo una autoridad centralizada tanto en Egipto como Mesopotamia. La escritura sirvió para plasmar las primeras normas generales sobre la organización económica y social mesopotámica, como el código de Hammurabi, soberano del imperio babilónico en torno al año 1700 adE. Este código, grabado en piedra, da cuenta de una sociedad con un alto grado de complejidad, detallando las relaciones de propiedad, tipos de arrendamientos, el uso extendido del dinero y del crédito así como el papel del comercio y la existencia de diferentes grupos sociales, incluida la esclavitud (a la que se podía llegar por deudas). Así, en un proceso lento pero que va acelerándose, se pasa de formas primitivas de agricultura –combinada aún con la caza o el pastoreo— a civilizaciones agrarias cada vez más complejas y productivas, con una marcada jerarquización social, formas de organización política más desarrolladas que permiten movilizar recursos para la guerra o la construcción de grandes ciudades y un marcado peso de la esclavitud, aunque también con la expansión de la manufactura, comercio terrestre y, cada vez más, también fluvial y marítimo.

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2.4. Tres modelos de desarrollo de la economía en la Antigüedad: civilizaciones comerciales, pueblos nómadas e imperios territoriales en el primer milenio adE La historia de la Antigüedad es un campo riquísimo y apasionante, pues es entonces cuando se sientan las bases de las grandes culturas de nuestro tiempo, pero no podemos examinarlo en detalle. Nos conformaremos con describir los tres grandes modelos de organización social y económica del mundo antiguo, que ya hemos apuntado: por un lado, los grandes imperios territoriales (de Asiria al Imperio Romano o el Han en China); por otro, ciudades-estado con fuerte vocación comercial (aquí destacarán Fenicia y Grecia) y por último toda una serie de pueblos nómadas o seminómadas (los bárbaros, en terminología de la Grecia clásica) que rodean a las civilizaciones agrarias, con las que mantienen relaciones complejas. Civilizaciones comerciales: las bases para el desarrollo del comercio fueron las diferentes dotaciones de recursos naturales –metales, sobre todo pero también cultivos— en las distintas regiones, la existencia de excedentes agrarios y la especialización de la producción artesanal – tejidos, tintes, metalurgia, cerámica, navegación—. los instrumentos necesarios para el desarrollo comercial fueron la domesticación de animales de carga (équidos y camellos), el desarrollo de las técnicas de navegación, con el uso de velas (en Egipto hacia mediados del segundo milenio adE), y la invención de la moneda (hacia el siglo VII adE) . Los agentes de la expansión de los intercambios fueron los pueblos costeros, dado que el coste del transporte por agua era muy inferior, y los pastores nómadas que rodeaban a las civilizaciones agrarias. Las distintas combinaciones de estos elementos explican el desarrollo de civilizaciones comerciales, especialmente en el Mediterráneo y el Índico. En el Mediterráneo, a partir de fines del segundo milenio destacan los fenicios, un pueblo semita instalado al norte de Palestina en la franja costera limítrofe con Siria. Los fenicios se agrupaban en ciudades-estado (Biblos, Tiro, Sidón), unas veces aliadas, y otras rivales entre sí, que se especializaron en la fabricación de metales o del tinte púrpura, elaborado con un molusco marino, muy apreciado en toda la región, para teñir las prendas de más alta calidad. Desarrollaron artesanías textiles y de objetos de vidrio. Aprovechando la madera de los bosques de cedros de las montañas limítrofes, construyeron flotas de navíos que pronto conectaron todo el Mediterráneo oriental, entre Egipto, Chipre, Anatolia y Grecia, y a su vez extendían los intercambios hacia Mesopotamia y otras regiones de Oriente Medio. Los fenicios se convirtieron en intermediarios de los cereales y objetos de vidrio de Egipto; el dominio de la navegación les llevó a fundar de colonias las costas del norte de África (Cartago), Sicilia occidental, Cerdeña y el sur de la Península Ibérica, llegando incluso a navegar el Atlántico en busca de metales, como el estaño de las islas Británicas (Cornualles), utilizado para la elaboración de útiles de bronce mediante la aleación con el cobre. Otra de sus innovaciones fue el desarrollo de un alfabeto fonémico que sería copiado después por griegos, etruscos y romanos. La decadencia de Fenicia llegó a partir del siglo VIII adE, cuando fue conquistada por los asirios, pero uno de los emporios fundados en el Mediterráneo occidental, Cartago, sobrevivió y UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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rivalizó con los griegos en el Mediterráneo occidental, asentó su dominio en la zona y terminó pugnando con Roma por la primacía territorial durante el siglo III adE (guerras púnicas), siendo derrotado y dando paso al imperialismo romano. Aunque la economía en la Grecia antigua se basaba en una agricultura cerealista, con el complemento de la vid y el olivo, explotada con mano de obra esclava, su geografía y escaso territorio les impulsa a especializarse en actividades artesanales, comerciales y de transporte marítimo, que pronto constituyen uno de los principales ejes de la expansión económica. La organización política del territorio se articula en torno a ciudades-estado independientes, polis, donde el gobierno adopta la forma de tiranías o repúblicas de ciudadanos libres como Atenas, que constituyen la minoría de la población. El crecimiento demográfico de las distintas polis impulsará la gran fase de la colonización helénica entre el siglo VIII y el siglo VI adE, primero por las costas de Asia Menor y posteriormente a lo largo del Mediterráneo y el mar Negro. Ya se tratara de asentamientos que servían a la vez para instalar emigrantes de una Grecia superpoblada y así abastecer de cereal a la metrópoli, o bien de enclaves comerciales, las colonias griegas se sitúan principalmente en el norte de la cuenca mediterránea. Mantenían una relación privilegiada con la metrópolis fundadora, al tiempo que extendían un sentimiento de comunidad helénica, basado en la lengua y la cultura. El comercio también fomentó las actividades financieras y la circulación monetaria. Las monedas fueron acuñadas por primera vez en el siglo VI adE en Lidia, un reino de Asia menor, que empleó para ello el electro, una aleación natural de oro y plata. Las monedas atenienses, acuñadas con la plata de las minas de Laurión (figura 2.2), propiciaron el auge de Atenas como principal emporio y cabeza de la alianza que establecerá el imperio marítimo en el siglo V adE. Los pueblos nómadas: Al margen y a veces en los márgenes de las civilizaciones agrarias y comerciales, en zonas menos aptas o menos productivas para el cultivo y más alejadas de los grandes circuitos comerciales, la economía se organizaba en formas más primitivas, pero no por ello menos importantes. Son los pueblos que conocemos como “bárbaros” (extranjeros, en griego), aunque buena parte de lo que sabemos sobre ellos proviene de los escritos de las sociedades “civilizadas”, que los contemplaban con desprecio pero también con temor. En ocasiones se trataba de pequeñas tribus de cazadores-recolectores, o que practicaban una agricultura itinerante poco desarrollada, pero a menudo se trataba de hordas de pastores nómadas que ocupaban extensos espacios de pasto con rebaños de caballos, ovejas o bueyes, cuyos excedentes se vendían a los pueblos agrícolas sedentarios. Con unas densidades de población muy inferiores a las de las civilizaciones agrarias, también su organización social era más primitiva y más igualitaria. Las relaciones de los pueblos nómadas con las civilizaciones agrarias eran complejas. Unas veces llevaron a su asimilación y absorción, como el caso de las oleadas de pueblos indoeuropeos que desde el norte, desde el tercer milenio adE, se desparramaron por el Mediterráneo, Oriente Próximo y la India, cambiando sus hábitos de pastores y ganaderos por los de agricultores, y forman importantes imperios. Es el caso de la civilización minoica en Creta, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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los hititas en Asia Menor, o los arianos que llegan en torno a 1500 adE a la cuenca del Ganges. En otras ocasiones, los nómadas sufrían las acometidas de los imperios agrícolas en su expansión, que los convertían en esclavos e imponían tributos. A veces se les trataba como aliados, empleándolos como fuerza de choque en los conflictos entre las civilizaciones más avanzadas. También podía darse una coexistencia pacífica, en la que primaba el comercio: el nomadismo de los pueblos pastores les convertía en intermediarios en las rutas terrestres que atravesaban las estepas. Entre los ejemplos más conocidos de este tipo de pueblos destacan los xiong-nu y los hunos (a veces considerados como el mismo pueblo), que se extienden por la estepa eurasiática entre los siglos III adE y IV dE. Aparición de la moneda Hacia finales del siglo VI , durante el reinado de Alyaittes (610-560 a.C.), el templo de Artemis en Éfeso deja constancia de las primeras piezas de metal que se pueden denominar monedas, en cuanto que responden a un patrón metrológico y están selladas con el nombre de quienes las había emitido garantizando su ley. De hecho, Heródoto (I, 94) entendía que los lidios fueron los primeros en acuñar “para el uso público”. La leyenda remonta su creación al reinado de Giges (687-653), pero su uso no comenzaría a extenderse de forma clara entre los griegos hasta el segundo cuarto del siglo siguiente, sobre todo entre 560 y 480, sustituyendo al uso de pesar la plata en cada operación. Hay que pensar que el uso de estas piezas marcadas por una sola cara, que como vemos no era sino un paso más en una larga tradición, se habría de ver favorecido tanto por las intensas relaciones de los griegos con una corte muy prestigiosa por su oro y plata, como por la peculiar manera de actuar de los intrépidos guerreros y comerciantes griegos, que eran impulsados por el hambre ajena y la codicia propia. Fuente: Chic García (2009: 303) Figura 2.2 Moneda de plata ateniense del siglo V adE

Fuente: Wikipedia (Dracma)

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Mapa 2.4 Colonización fenicia y griega en el Mediterráneo

Fuente: Wikipedia (colonización griega)

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Imperios territoriales: Son la forma más conocida de organización política en la Antigüedad, entre otras cosas porque son los que han dejado un mayor número de testimonios escritos y restos arqueológicos. Aunque florecieron desde el tercer milenio adE (Babilonia, Egipto, Asiria, Persia), en los siglos más próximos a nuestra Era coincidieron dos grandes imperios al Este y Oeste de Eurasia: el Imperio Romano en el Mediterráneo y el Han en China. Ambos alcanzaron cifras similares de habitantes (entre 40 y 60 millones); en ambos casos la base económica era la agricultura, y ambos desplegaron una importante potencia militar para dominar territorios muy amplios, aunque presentan también diferencias en cuanto al tipo de expansión y de organización social. En el caso del imperio Romano, su expansión se articula en torno a un eje marítimo, el Mare Nostrum (Mediterráneo). La expansión del imperio Han es principalmente continental, si bien cuenta con los principales centros económicos en el curso del río Amarillo, al norte, donde se situarán las capitales de la dinastía. 2.4.1 Roma El imperio romano se expandió por un extenso territorio que se configuró a fines del siglo I dE, tras las conquistas de Trajano y la posterior estabilización de la frontera en Oriente. Se organizaba a través de una administración descentralizada del territorio en ciudades y municipios, que funcionaban como centros de recaudación de tributos y residencia de los grandes terratenientes. Las bases de la economía del imperio se asentaban en las actividades agrarias. El territorio se hallaba repartido entre pequeñas propiedades campesinas, orientadas principalmente al autoabastecimiento, y grandes explotaciones territoriales o latifundios, trabajadas por esclavos, donde se desarrollaba una agricultura más orientada al mercado, con productos como cereales, la vid o el olivo. Mapa 2.5. El Imperio Romano en su apogeo

Fuente: (2009) Ciencias Sociales. 1º E.S.O, Edebé, 237 UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La Pax Romana o fase de estabilidad durante los dos primeros siglos dE propició la expansión demográfica y garantizó la seguridad de los intercambios, apoyados en una gran circulación monetaria. La población llegó en el siglo I a unos 60 millones. La densidad demográfica era mayor en los territorios orientales, donde se encontraban las regiones agrarias más productivas, así como los centros comerciales más prósperos (Alejandría). Sin embargo, por todas las regiones, el aumento demográfico estimuló la roturación de nuevas tierras a través del asentamiento de colonos – muchos de los cuales eran soldados licenciados– y permitió el crecimiento de los ingresos fiscales, si bien la mayor parte de los cultivadores vivían al borde de la subsistencia. Las ciudades se abastecían sobre todo con el producto de las grandes propiedades y concentraban los excedentes para comercializar. El montante de los impuestos recaudados servía en parte para sostener los gastos municipales y también para contribuir al mantenimiento del ejército. El Estado romano diseñó un aparato fiscal centralizado para hacer frente a los gastos originados por la defensa del imperio, el gasto suntuario de los patricios y el consumo del aparato imperial. Eso incluía la captal, Roma, que con casi un millón de habitantes, era la principal receptora de rentas y foco del comercio mediterráneo. Allí llegaban productos básicos subvencionados, como el trigo y el aceite. La Pax Romana permitió la especialización regional de la producción: cereales en Egipto, el norte de África y Sicilia, aceite y salazones en el sur de España, ganado en las regiones interiores del Imperio, y manufacturas en las zonas orientales. El comercio mediterráneo hacia posible esta especialización, al tiempo que enlazaba con Oriente, a través de la afamada ruta de la Seda, que por vía terrestre alcanzaba hasta China, con el Índico o con el África subsahariana. Este comercio era para el imperio una fuente de salida de metal precioso, que empobrecía las arcas del Estado. La esclavitud era el otro pilar de la economía del imperio romano, presente en todos los sectores productivos, desde la agricultura a las manufacturas o el servicio doméstico. El mercado de esclavos se nutría con las guerras y el comercio, pero también de la reproducción de la población esclava. Aunque el imperio romano gozaba de un alto nivel tecnológico, visible por ejemplo en las obras públicas, apenas se destinaron inversiones a tecnologías productivas, puesto que la mano de obra esclava proporcionaba un input abundante y barato, lo que eliminaba incentivos para la sustitución de trabajo por tecnología. El fin de la expansión territorial y las tendencias hacia la manumisión, junto con la expansión del cristianismo provocaron que hacia el siglo II dE el número de esclavos descendiera significativamente. En consecuencia, el modelo de crecimiento se debilitó ante los gastos crecientes (extensas fronteras con un aparato militar permanente) que exigían mayores impuestos y contraían la demanda de los grupos productivos, debilitando las posibilidades de incrementar el producto. El siglo III dE marca una época de crisis profunda, en la que la inestabilidad política se unió a las consecuencias de una gran epidemia de peste, las dificultades económicas que mermaron la capacidad recaudatoria del Imperio. Para hacer frente a estas dificultades los emperadores romanos optaron por incrementar la intervención y el control del estado sobre la actividad económica. Se dictaron medidas que intentaban mantener los

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niveles de producción como por ejemplo, la adscripción de los campesinos a la tierra (no podían abandonar la tierra que cultivaban); el encuadramiento de la mano de obra artesanal en “collegia” o agrupaciones de artesanos; la obligatoriedad de los hijos de los artesanos de suceder a sus padres en el oficio; el control del transporte y de los abastecimientos; finalmente, el control de precios para luchar contra la inflación. Al tiempo se reforzó la presión fiscal y se recurrió a la manipulación de la moneda (devaluaciones) para aumentar los recursos menguantes del Estado. El deterioro de la seguridad y en consecuencia del comercio y de las economías urbanas originó un repliegue de la actividad económica a las "villas", grandes explotaciones económicas que se convierten en unidades económicas autosuficientes. Muchos campesinos libres, agobiados por la creciente presión de los recaudadores fiscales, optaron por ceder sus tierras a grandes propietarios y verse así libres de las obligaciones fiscales que tenían como propietarios. Esta cesión de tierras se hizo mediante el establecimiento de una relación de “patronazgo” entre campesinos libres propietarios y grandes propietarios o "dominum". Tal práctica se generalizó en los siglos IV y V dE y contribuyó a la disolución del Imperio. Como veremos, algo muy parecido y en las mismas fechas, ocurrió en el Imperio Han chino. En el siguiente esquema explicamos en qué consistía. El primer paso era la cesión o donación de sus tierras que hacía un campesino libre a un gran propietario. A continuación, el gran propietario cedía al campesino el usufructo (es decir, el campesino seguía cultivando la que había sido su tierra). A cambio de ese usufructo el campesino pagaba una renta al gran propietario “dominum” o señor. Finalmente, el “dominum” ofrecía protección al campesino que le había cedido sus tierras y para ello contaba con pequeños ejércitos privados. Es decir, había dejado de pagar impuestos a un Estado incapaz de garantizarle su seguridad y a cambio pagaba una renta a un “dominum” que si se la garantizaba, aún cuando esto suponía “de facto” entrar en una relación de dependencia y renunciar a la ciudadanía y los derechos que esta comportaba. Figura 2.3. La relación de patronazgo en el Bajo Imperio Romano

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Para finalizar resumimos mediante el siguiente esquema los cambios económicos, sociales y políticos producidos durante la llamada crisis del siglo III, que condujeron a la desaparición del Imperio Romano y al inicio de la época feudal . Los grandes latifundios trabajados por esclavos, característicos de la época de apogeo del Imperio –Pax Romana (ss. I-II)- se habían transformado en “villas”, es decir, grandes unidades de producción agraria autosuficientes trabajadas por colonos que no eran esclavos, pero que mantenían relaciones de dependencia personal con el gran propietario. Las ciudades y sus economías urbanas se habían visto desarticuladas por la decadencia de la actividad comercial provocada por la inseguridad. Situación ante la cual muchos de sus habitantes se habían refugiado en el ámbito rural integrándose en alguna “villa” El Imperio como estado que ejercía su poder en todo el territorio con una administración que garantizaba la seguridad del transporte y del comercio había sido reemplazado por una serie de pequeños poderes locales en manos de los grandes propietarios, que contaban con ejércitos privados para ofrecer seguridad a aquellos campesinos que dependían de ellos. El derecho romano y la ciudadanía que garantizaba a los ciudadanos su seguridad personal y la de sus bienes había sido reemplazado por una situación en la que cada “dominum” o señor local imponía sus propias leyes y administraba justicia. El vínculo político de ciudadanía que unía a cada persona con el Estado había sido reemplazado por relaciones personales de dependencia. Tabla 2.4. La descomposición del imperio romano tras al crisis del siglo III Situación partida (siglo III) Grandes latifundios trabajados por esclavos

Grandes ciudades con pujantes economías urbanas. Gran actividad comercial con todo tipo de mercancías de un lugar a otro del Mediterráneo

Situación de llegada (siglo IV) Grandes "villas" autosuficientes desde el punto de vista económico, trabajadas por colonos . Práctica desaparición de las ciudades y de las economías urbanas.

El Imperio concentra el poder y lo ejerce en un amplio territorio.

Muy escasa actividad comercial por ausencia de seguridad. Multiplicación de poderes locales en manos de los grandes propietarios.

La Administración del Imperio garantiza la seguridad del transporte y el comercio.

Inseguridad. Ejércitos privados ofrecen "seguridad" en su ámbito local.

El Derecho romano y la ciudadanía romana garantiza a los habitantes del Imperio su seguridad personal y la de sus bienes.

No hay un Derecho: cada "dominum" hace sus leyes y administra su justicia. La ciudadanía ha sido reemplazada por relaciones personales de dependencia.

Fuente: Elaboración propia. Además, la presión de los pueblos bárbaros de las fronteras del imperio, sobre todo godos y germanos de Centroeuropa, antes aliados pagados con las arcas imperiales, empezó a hacerse cada vez más insistente. El comercio se vio sometido a crecientes dificultades, por la falta de seguridad y el encarecimiento de los productos. La llegada de pueblos desde el Norte y el Este en sucesivas oleadas, acaban en el siglo V definitivamente con el Imperio Romano de Occidente. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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2.4.2 El imperio Han en China El Imperio de la dinastía Han (206 adE-220 dE) en China se extendió por un área de tamaño similar al de Europa y se mantuvo durante más de cuatro siglos. La base del imperio se hallaba en las regiones del norte, en los cursos de los ríos Amarillo (Huang-ho) y Wei donde se encuentran sus capitales (Chang’an y Luoyang); la agricultura constituía como en Roma la base económica del Imperio, con el desarrollo de un sistema fiscal que extrae ingresos de los campesinos a través de impuestos en especie sobre la propiedad, contribuciones personales en dinero, y prestaciones obligatorias de trabajo en distintas tareas colectivas. El Estado entregaba a los pequeños campesinos lotes de tierra de diferente extensión, dependiendo de la calidad del suelo, así como ganado y aperos de labranza. Al mismo tiempo, existían grandes explotaciones propiedad de terratenientes, cedidas en arrendamiento a los cultivadores. Mapa 2.5. El imperio de la dinastía Han en China

Fuente: Georges Duby (1997): Atlas histórico mundial, Madrid, Debate, 220 La agricultura conoció en este periodo un notable desarrollo técnico, que impulsó la producción y el crecimiento demográfico (unos 58 millones de habitantes según un censo del 2 dE). La extensión de arados, sembradoras y otros aperos, así como el uso de ganado de labor, bueyes principalmente, fue estimulada por el Estado, que controlaba la producción y los precios de los útiles de hierro para hacerlos asequibles. También se desarrollaron

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grandes obras de irrigación con la construcción de canales en los ríos Wei y Huai, así como la reconstrucción de la Gran Muralla (220-210 adE), que servía de protección frente a los pueblos nómadas del norte, a base de los servicios en trabajo de los campesinos. El asno, procedente del Oeste e introducido por los hunos, se expandió como animal de carga. Los sistemas de cultivo en tierras de baja calidad hacían obligado el barbecho dos años de cada tres; en las de media calidad uno de cada dos, pero las mejores daban una cosecha anual, fundamentalmente de mijo, como principal cereal, y en menor medida de trigo y cebada. Como fibra textil destacaba el cáñamo, aunque la seda se fue extendiendo como producto comercial de gran valor, utilizado también como dinero, materia prima de una manufactura destinada a las clases superiores. Sólo más al sur, aunque aun sin mucha importancia, el cultivo de arroz era el cereal dominante. La expansión demográfica y territorial del nuevo imperio también se complementó con el desarrollo de actividades artesanales y comerciales, así como una urbanización creciente. La economía monetaria, fomentada por la acuñación en manos privadas, se introdujo entre los campesinos y también las operaciones de crédito. China había comenzado a tejer relaciones con sus vecinos a través de la venta de productos muy valiosos como la seda, que ya ha cobrado importancia desde siglos anteriores. Este artículo fomentó los intercambios exteriores habilitando una ruta que el gobierno chino intentó controlar mediante la expansión militar hacia el Oeste, estableciendo la primacía Han en territorios de Asia Central. La seda permitía la compra de productos más escasos, como cabezas de ganado a los pueblos de las estepas del norte, o el abastecimiento de metales preciosos. La inestabilidad en el norte por la amenaza de los pueblos Xiong-nu y posteriormente el exceso de población en las provincias del norte estimuló el éxodo de campesinos hacia el Sur, sobre todo durante los siglos I y II dE por las provincias situadas en la zona del Yang-tzé, e incluso más al sur, fomentando la colonización y la expansión del imperio, con lo que se ampliaba su base fiscal. Pero el aumento de la población y el sistema de herencia hizo que la tierra fuera progresivamente más escasa, por tanto aumentó el minifundismo e impulsó la intensificación mediante el uso de fertilizantes, en particular estiércol humano y de cerdo. El Estado ante los gastos crecientes intervino en distintos sectores para obtener ingresos, como el control del comercio en productos como la sal y los cereales o haciéndose con el monopolio de la acuñación monetaria. El Estado también trató de limitar la creciente concentración de la propiedad en manos de los grandes propietarios, pero las dificultades de los campesinos en mantener sus explotaciones les obligaba al endeudamiento ante la voracidad fiscal de los recaudadores y en consecuencia se ponían bajo la protección de los terratenientes, a quienes vendían las tierras, pasando a convertirse en arrendatarios de los grandes señores. Esta tendencia se produjo a partir de mediados del siglo II dE, coincidiendo con la inestabilidad creciente en todo el territorio. A ello se añadieron los efectos de malas cosechas provocados por las plagas de langostas o el desbordamiento del río Amarillo (153 dE), en medio de una situación donde se extendieron las rebeliones sociales y fases de desgobierno. Esta situación agravó la crisis

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que terminaría por acabar con la dinastía a comienzos del siglo III, dando paso a una larga fase de fragmentación política en el territorio chino.

2.5 Civilización y barbarie en el mundo antiguo Hemos tratado de sintetizar en unas cuantas páginas las grandes líneas de la historia de la Humanidad desde la “invención” de la agricultura hasta la “invención” de la civilización. Obviamente, no hay modo de hacerle justicia a esos 10 000 años de evolución en tan breve espacio. El gran salto que supuso la agricultura resulta difícil de exagerar, aunque la población nos da una primera pista. Se calcula que el número de habitantes del planeta pasó de unos 8 millones a cerca de 170 en el comienzo de la era cristiana. Al mismo tiempo, resulta difícil exagerar la importancia de las civilizaciones de la Antigüedad en la historia humana. Buena parte de los rasgos que dominarían la economía y la sociedad hasta al menos el siglo XVIII dE se daban ya en las grandes civilizaciones del primer milenio adE basten los siguientes ejemplos para mostrarlo.  Desarrollo de la agricultura como base de todas las economías, con un arsenal tecnológico casi completo: arados, sistemas de barbecho y rotación de cultivos en las tierras de secano, combinación con la ganadería como fuente de proteínas, tiro y transporte y abonado, casi todos los cultivos principales (trigo, cebada, arroz, maíz, legumbres, vid y olivo, frutales injertados) y buena parte de las técnicas de regadío.  El desarrollo de las tecnologías básicas en la manufactura textil: el hilado y tejido de fibras animales o vegetales (cáñamo, seda, lana, lino, algodón), la cerámica y el curtido de los cueros, formas básicas de conservación de alimentos (salazones y ahumados), la extracción minera y la metalurgia, especialmente del hierro, a través de la fragua, la construcción en diversos materiales (piedra, adobe, ladrillo, mortero y cemento, cal por un lado, pero también madera y bambú) y con soluciones arquitectónicas básicas (la construcción de arcos y cúpulas) que permiten levantar grandes edificios singulares, murallas, puentes o calzadas empedradas.  La división del trabajo, con la aparición trabajadores especializados en el comercio y la manufactura, pero también una notable diferenciación entre las zonas rurales y las ciudades, centros de poder político y religioso y focos de actividad comercial, manufacturera y financiera.  Las bases del comercio: las formas básicas del transporte terrestre (carros tirados por bueyes, caballos y mulas, recuas de asnos o camellos) y acuático (embarcaciones a vela o a remo), que servirán de instrumentos tanto al comercio como a la guerra y el desarrollo de la moneda (especialmente de oro y plata) como medida de valor, medio de cambio y depósito de riqueza.  Los marcos institucionales y sociales: derechos de propiedad y sistemas de herencia bien definidos, las leyes como forma de regulación de conflictos, sistemas políticos complejos (del Imperio a la democracia), burocracias especializadas y ejércitos organizados, los tributos e impuestos como modo de financiar los Estados, todo ello ligado a formas de diferenciación y jerarquización social, con clases o estamentos diferenciados: nobles-

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guerreros, sacerdotes, burócratas, agricultores y artesanos, soldados, comerciantes, esclavos o extranjeros carentes de derechos. En el campo de las ideas, el desarrollo es también espectacular; la difusión de religiones complejas (del animismo al politeísmo o el monoteísmo), prácticamente todas las formas literarias que conocemos (empezando por las epopeyas y mitologías, y pasando por el teatro, la lírica o la poesía satírica hasta el ensayo o la retórica), el desarrollo de las ciencias (agronomía, astrología, química, medicina, matemáticas) o el pensamiento político. Estos diez mil años de historia antigua sientan las bases de las economías y sociedades que conocemos actualmente.

La ley de Engel y la manufactura Ernst Engel (no confundir con Friedrich Engels, el colaborador de Karl Marx) era un estadístico alemán que estudió en el siglo XIX una serie de presupuestos familiares de gasto, y llegó a la conclusión de que a medida que aumenta el nivel de renta de las familias, menor es el porcentaje del gasto dedicado a alimentación (o en general a los productos de primera necesidad) y mayor el porcentaje dedicado a otros bienes y servicios. Dicho de otro modo, que la elasticidad-renta de la demanda de alimentos es inferior a 1. Es lo que se conoce como la ley de Engel. Una de sus aplicaciones a la historia nos lleva a entender mejor el desarrollo de las manufacturas. En principio, dado que los excedentes agrarios eran escasos (y las rentas disponibles de los campesinos también), la mayor parte de los ingresos de la mayoría de las familias se destinaba a pagar alimentos básicos. Son las llamadas subsistencias: cereal (trigo, arroz, maíz según las distintas culturas) y sus derivados (pan, tortitas), legumbres, alguna forma de bebida alcohólica (vino en las culturas mediterráneas) que proporcionan calorías suplementarias especialmente necesarias en regiones frías y la fuente más barata de proteínas (carne de cerdo o cordero, pescado en zonas costeras, etc.). Una vez cubierta la alimentación, el vestido era la siguiente necesidad básica, por lo que la industria textil era tradicionalmente el principal sector de las manufacturas en la mayoría de las sociedades agrarias (junto con la cerámica para menaje de cocina y almacenamiento de alimentos, y el cuero para el calzado y arreos de los animales). También la vivienda era una necesidad básica, aunque en la mayoría de las sociedades buena parte de los trabajadores construían sus propias casas, con los materiales más abundantes en la zona. Por último, la metalurgia proporcionaba útiles de trabajo (arados, azadas, cuchillos) y armas, además de bienes suntuarios como joyas o vajillas: de ahí el peso de la minería y la metalurgia. Estos tres sectores –textil, construcción y metalurgia-- constituían el grueso de las manufacturas en las sociedades agrarias, junto con alguna industria de transformación de alimentos. Del mismo modo, subsistencias, tejidos y objetos metálicos sumaban la mayor parte de los bienes objetos de comercio, especialmente a corta distancia. Luego está la otra conclusión de la Ley de Engel, y es que a los ricos les quedaba mucha renta disponible para gastar en consumo de bienes suntuarios y servicios personales (criados, peluqueros, secretarios, etc.). Y dado que su demanda se dirigía a bienes de lujo, también habrá en las sociedades agrarias

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comerciantes y artesanos especializados en este tipo de productos, que constituirán durante mucho tiempo el grueso de los intercambios internacionales a larga distancia, puesto que eran sobre todo los bienes más caros (y de más valor en relación con su peso o volumen) los que permitían afrontar el sobrecoste que el transporte, especialmente por tierra, y el pago de los márgenes comerciales (muy elevados, como lo eran los riesgos de la actividad) añadían a cualquier producto.

5. Resumen En estas páginas se ha tratado de: a) Subrayar el carácter de invención humana de la agricultura y domesticación de animales. b) Explicar el significado de la Revolución Neolítica, sus focos, cronología, tipos de especies y los problemas ligados a su desarrollo. c) Señalar el comienzo de la producción de alimentos como momento de arranque de la historia económica. d) Trazar la línea que lleva de los excedentes agrarios a la sedentarización y la división social del trabajo como gran elemento explicativo de la evolución de las civilizaciones de la Antigüedad. e) Situar en el espacio y en el tiempo algunas innovaciones fundamentales para la historia económica: escritura, navegación o moneda. f) Analizar la lógica económica y política de los grandes imperios de la Antigüedad, comparándolos para extraer rasgos comunes y divergencias. g) Insertar los distintos tipos de economía de la Antigüedad en su contexto histórico. h)

Subrayar algunos de los legados de las sociedades de la Antigüedad a la economía mundial.

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6. Conceptos básicos Paleolítico caza-recolección Neolítico nómada sedentario glaciación barbecho domesticación de especies regadío/secano

civilizaciones hidráulicas ciudades-templo Imperio ciudades-estado. colonia presión demográfica división del trabajo agricultura de rozas esclavitud

7. Referencias BOSERUP, Ester (1984): Población y cambio tecnológico: estudio de las tendencias a largo plazo, Barcelona, Crítica (trad. de J. Beltrán). BRAY, Francesca (1986): Agriculture, en Needham, Joseph, dir., Science and civilisation in China, vol. 6.2, Londres, Cambridge University Press. CHIC GARCÍA, Genaro (2009): El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad, Madrid, Akal. COHEN, Mark Nathan (1987): La crisis alimentaria de la prehistoria: la superpoblación y los orígenes de la agricultura, Madrid, Alianza. DIAMOND, Jared (1998): Armas, gérmenes y acero, Madrid, Debate. GARNSEY, Peter y SALLER, Richard (1991): El imperio Romano. Economía, sociedad y cultura, Barcelona, Crítica. GRIGG, David B. (1984): The agricultural systems of the world: an evolutionary approach, Londres, Cambridge University Press, POUNDS, N.J.G. (2000): Geografía histórica de Europa, Barcelona, Crítica. ROUX, Georges (1998): Mesopotamia. Historia política, económica y cultural, Madrid, Akal.

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Tema 3. La Edad Media: las bases de la expansión europea (c.450-c.1450)

1. Resultados de aprendizaje Tras el estudio del tema, aspiramos a que esté en condiciones de: 1. Contextualizar el concepto de Edad Media en una perspectiva no estrictamente europea. 2. Describir la expansión del Islam a partir del siglo VII y su conversión en una nueva región comercial “integrada” desde al-Ándalus y África hasta la India. 3. Definir el feudalismo como forma de organización social y económica dominante en Europa, y describir sus principales características. 4. Caracterizar los rasgos principales de la agricultura en la Europa feudal: cereal de secano, bajos rendimientos, mano de obra servil, lógica de subsistencia, crecimiento extensivo, innovaciones tecnológicas en la agricultura. 5. Explicar el atraso relativo de Europa frente a otras civilizaciones asiáticas. 6. Distinguir las fases de expansión y crisis de la economía medieval. 7. Conocer las causas de la expansión mundial de los siglos XI-XIII. 8. Entender las interrelaciones entre los distintos espacios del Viejo Mundo. 9. Comprender los mecanismos de la crisis de los siglos XIV y XV y la influencia de la forma en que se resolvió sobre la evolución económica posterior. 10. Insertar la evolución de la Península Ibérica en el cruce de influencias entre las civilizaciones del Mediterráneo medieval. 2. Índice 3.1. El mundo antes del año mil: la divergencia oriental 3.1.1. Progreso y expansión musulmana 3.1.2. La China de los Tang (618-907) 3.1.3. La consolidación del feudalismo en Europa (siglos V-X) 3.2. La expansión tras el año mil. Siglos XI-XIII 3.2.1. La expansión europea cristiana. Rasgos principales 3.2.2. La repoblación en la Península Ibérica 3.2.3. La expansión económica en China durante la dinastía Song (960-1279) 3.2.4. La construcción de una red mercantil integrada en el siglo XIII a escala mundial y el auge de los mongoles 3.3. Las condiciones de la crisis mundial del siglo XIV 3.3.1. La crisis bajomedieval en la Península Ibérica

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3. Algunas preguntas iniciales  ¿Qué tiene que ver la caída del Imperio Romano en Occidente con la aparición del feudalismo en Europa?  ¿Qué queremos decir cuando decimos que algo es “feudal”?  ¿Qué tenía el Islam para expandirse por Eurasia en un tiempo record?  ¿Hubo también una “edad media” en la China de la dinastía Tang?  ¿Qué factores permiten la recuperación europea desde el año mil y su grado de desarrollo frente al resto de economías del Viejo Mundo?  ¿Cómo se relacionaban las distintas civilizaciones a lo largo del periodo medieval?  ¿Cómo se produjo la gran hecatombe demográfica a mediados del siglo XIV?  ¿Qué fue la Peste Negra? ¿Tuvo ella sola la culpa de esa hecatombe?  ¿De dónde proceden términos como alcachofa, fustán, o muselina?

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4. Contenidos del tema 3. 1. El mundo antes del año mil. La divergencia oriental La caída del Imperio romano en Occidente (476 aprox.) da paso a un largo periodo de estancamiento económico en Europa occidental, que coincide con una fase de transformaciones en distintas regiones del Viejo Mundo eurasiático, donde se observa el surgimiento y auge de la civilización musulmana, que se convierte en el pivote de la conexión con Oriente. Mientras que en Europa el establecimiento de reinos independientes, resultado de la simbiosis entre los habitantes del imperio y los inmigrantes germanos y godos, evoluciona lentamente hacia un espacio muy fragmentado y expuesto a nuevas invasiones, hacia Oriente se observa el primer impulso de la civilización musulmana, que se extiende por zonas de los tres continentes del Viejo Mundo. Más al Este, en China, se suceden las fases de crecimiento –dinastías Sui y Tang– con otras de inestabilidad. Hasta el año 1000, por tanto, el principal foco económico está en Asia y su influjo llega al Mediterráneo a través de los mercaderes y el desarrollo económico musulmán.

3.1.1 Progreso y expansión musulmana Desde de mediados del siglo VII el hecho más destacable es la expansión y florecimiento de la civilización musulmana, que se extiende desde la península Arábiga por el este y el oeste, alcanzando a mediados del siglo VIII un territorio comprendido entre la ribera del Indo y las costas atlánticas de la península Ibérica (ver mapa 3.1). La población árabe, en principio tribus de pastores nómadas y comerciantes caravaneros con algunos focos de agricultura de oasis, se desplazó desde las zonas desérticas y esteparias, ocupando rápidamente las llanuras aluviales de Mesopotamia y Oriente Medio. Los musulmanes se mezclaron con los habitantes de las zonas conquistadas, que admitieron la conversión al Islam y asimilaron la lengua árabe. En un principio el mundo musulmán fue una entidad política unificada bajo los Omeyas (661-750), que gobernaron desde Damasco. Tras el año 750, una revuelta da el poder a Abbas ibn Abd al-Muttalib, iniciador de la dinastía abasí, que traslada su capital a Bagdad. Con esta dinastía se

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independizan algunas regiones, como al-Ándalus. La dinastía abasí dura hasta 1258, fecha de la toma de Bagdad por los mongoles. Mapa 3.1 Expansión musulmana (siglos VII-VIII)

Fuente: Wikipedia (Expansión musulmana) Las bases agrarias de la economía musulmana descansaban en las fértiles llanuras aluviales del Tigris y Éufrates, así como en las del valle del Nilo, que eran los principales graneros de la región. Extendieron por el Mediterráneo las técnicas de la agricultura de irrigación, a la que fueron incorporando productos procedentes de Oriente. La posición intermedia de la civilización musulmana permitió incorporar cereales como el arroz desde Asia oriental o el sorgo desde África, y también hortalizas y frutales (alcachofas, sandías, cítricos), así como otros cultivos como la caña de azúcar o el algodón. El otro pilar de la economía era en muchas regiones el pastoreo, fundamentalmente de ganado ovino aunque también se extendieron los rebaños de cabras, vacuno, equinos y camellos. El desarrollo agrario se basó en la cuidada selección de semillas, la rotación de cultivos y el aprovechamiento del agua a través de una sofisticada tecnología de regadío que se basaba en norias y canalizaciones (acequias). El mundo musulmán destacó en ciencias como la botánica y la agronomía. La mano de obra incluía una amplia población rural campesina, aunque es de destacar el importante peso de la esclavitud, sobre todo en las regiones de cultivo intensivo, pero también como parte del servicio doméstico de personas acaudaladas, en el ejército y en la administración. La esclavitud fue un negocio comercial lucrativo que conectó diferentes rutas con Europa y África, de donde procedían la mayor parte. Se calcula que en el periodo 9001100 se exportaron por la ruta que atravesaba el desierto del Sahara casi 1,8 millones de esclavos, además del tráfico que se establecía desde África oriental por el océano Índico. El desarrollo agrario y ganadero permitió la especialización artesanal y la emergencia de una civilización urbana con los más importantes centros urbanos de la época tales como Damasco, Bagdad, El Cairo, Alejandría o

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Córdoba, cuyas poblaciones se contaban por decenas de millares. Los trabajos en el textil, donde utilizan lana, lino, algodón y seda (mapa 3.2); el cuero, los metales y la construcción alcanzaron elevados grados de calidad. Incorporaron importantes innovaciones en sectores industriales, como la fabricación de papel, vidrio o la textil sedera. Las rutas comerciales se extendieron tanto por vía terrestre como marítima. Los comerciantes árabes basaban el tráfico en caravanas, enlazando mediante puestos intermedios regiones muy alejadas que iban desde las costas atlánticas de Marruecos y los pasos en Asia Central que se dirigían a China, como el caso de la ruta de la seda. En el tráfico marítimo los navegantes árabes se hacen dueños de la navegación en el Mediterráneo y junto con marinos persas surcan el océano Índico, adecuándose a los ritmos estacionales de los monzones y estableciendo numerosos enclaves comerciales y zonas de influencia desde el mar Rojo y el golfo Pérsico (Adén, Omán, Basra, Ormuz) hasta el estrecho de Malaca, pasando por la India. Incluso desde el siglo VIII, los navíos árabes tenían contacto directo con Cantón, donde se aprovisionaban de las sedas y otras mercancías chinas. La base de ingresos del califato musulmán quedó en principio asociada al botín de las conquistas, extraído de los tesoros bizantinos, sasánidas y de las tumbas del Egipto faraónico, así como al sistema tributario ejercido sobre la población, discriminando a los fieles musulmanes del resto que tenía otras creencias religiosas, sometido a un régimen tributario más oneroso. Así se desarrolló una próspera economía monetaria, sobre la base de un sistema bimetálico –dinar de oro y dirham de plata– con la aplicación de técnicas de crédito y préstamo, el uso de letras de cambio junto con el desarrollo de contabilidad, con libros de partida doble, y actividades comerciales a larga distancia, que mantenían abastecidos los canales de provisión de metales preciosos El desarrollo económico fue acompañado del florecimiento cultural, donde la recepción del conocimiento desde Oriente se combinó con el legado cultural grecorromano, difundiendo conocimientos técnicos y científicos. En la Península Ibérica la presencia musulmana se mantiene durante casi ocho siglos (711-1492) como se verá más adelante. Son los territorios de alÁndalus, que cobraron un periodo de auge sobre todo entre el siglo VIII y el XI, cuando dominan la mayor parte de la península. El emirato de Córdoba (750929), que se funda con Abderramán I logrando la autonomía del califato de Bagdad y posteriormente con Abderramán III (929-1031) se funda el califato de Córdoba, hasta el siglo XI en que se desintegra, estableciéndose los reinos de taifas. Estos dos siglos consolidan la fase de crecimiento económico de alÁndalus, con el desarrollo de una economía agraria basada en la conjunción del secano y el regadío, el cultivo de cereales y productos hortofrutícolas, así como la crianza de ganado y la pesca de almadraba. La mercantilización de la agricultura se realiza a través de una densa red de mercados urbanos, donde se concentra la artesanía y se desarrolla la economía monetaria. Las principales ciudades son Córdoba, la capital, Sevilla, Toledo y Granada, aunque destacan otras en el litoral, como Valencia. El comercio se extiende por el interior, la costa mediterránea y el norte de África. El auge musulmán en al-Ándalus se comprueba también con el gran desarrollo de la cultura y las ciencias, donde sobresalen la astronomía, la medicina y la filosofía.

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Mapa 3.2. Los textiles en el mundo mediterráneo musulmán.

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3.1.2 La China de los Tang (618-907) La dinastía Tang sucede a la breve dinastía Sui (580-618), que había unificado el territorio chino tras siglos de división. La población china osciló durante este periodo entre los 50 y 60 millones de personas. Aunque todavía su área de mayor densidad era la zona septentrional, en torno al río Huang-ho, donde los principales cultivos son el trigo y el mijo, durante el siglo VII se produce un cambio de tendencia a favor de la zona sur, con el crecimiento del papel de la agricultura del arroz en la cuenca del Yang-tzé. Las comunicaciones con el norte y el transporte de mercancías se facilitan a través del Gran Canal, construido entre los años 587 y 608, y ampliados durante esta dinastía, que enlaza las cuencas del Yang-tze y Wei con el Huang-ho, formando una serie de vías navegables que tienen más de 1.500 Km. de longitud. Estas vías están jalonadas por caminos de postas y almacenes de grano, con el fin de garantizar la provisión de las capitales del norte, Chang'an y Luoyang. Las infraestructuras permitieron el desarrollo económico durante los siglos VIII y IX a pesar de las fases de inestabilidad política y aceleraron los intercambios y el comercio entre el norte y el sur. El comercio internacional se desplegó tanto por la ruta terrestre como por un intenso tráfico marítimo que se estableció enlazando las costas del mar de China con el océano Índico hasta el golfo Pérsico y África oriental. Mapa 3.3. Canales navegables en China durante las dinastías Sui y Tang

Fuente: Wikipedia (Gran Canal de China) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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3.1.3 El desarrollo en Europa entre los siglos V y X El sistema político romano en el Occidente europeo fue sustituido por reinos conformados por los pueblos bárbaros invasores de cada territorio, visigodos en España, francos en Francia, ostrogodos en Italia o anglos y sajones en Gran Bretaña, que aglutinaron tanto a los recién llegados como a la población establecida con anterioridad, que era mayoritaria. El poder descansaba en el apoyo de una casta de guerreros que elegía al rey en asambleas. Su autoridad, por tanto, quedaba diluidas y los reinos carecían de un auténtico poder centralizado. A esta situación de fragmentación política se añadía el clima de inseguridad, con la sucesión de invasiones desde el sur (musulmanes), el norte (vikingos) y el este entre los siglos VIII y X que debilitaron aún más las posibilidades de recuperación. La herencia cultural quedó en poder de la Iglesia, compuesta por un grupo privilegiado que mantenía la autoridad moral y una importante base económica. En este contexto, y con la herencia de la crisis del imperio romano, tiene su fase de formación el sistema feudal (feudalismo), que caracteriza la evolución económica del occidente europeo durante este periodo y algunos de sus rasgos se prolongarán hasta el siglo XVIII. Dichos rasgos se resumen en: 1. La descentralización del poder político. 2. La conformación de un sistema social basado en relaciones personales de dependencia y estructurado en tres grupos sociales: la nobleza, cuya función es la guerra, la protección y la capacidad de impartir justicia; la iglesia, con la misión de salvación de las almas, y los campesinos, con la función de promover la subsistencia y la producción de bienes para toda la población. El sistema social así dispuesto contaba con un aparato jurídico que diferenciaba a los distintos estamentos según su status, estableciéndose un sistema de privilegios para los grupos dominantes y un sector mayoritario sin privilegios. 3. El peso abrumador de la agricultura como principal actividad productiva. La escasez de intercambios y la práctica desaparición de la vida urbana redujeron la actividad económica a una agricultura de subsistencia llevada a cabo por las distintas comunidades agrarias distribuidas en pequeñas aldeas, en el marco de una gran explotación, el señorío, donde la mano de obra campesina desarrollaba las tareas productivas bajo un estatus mayoritariamente servil que le vinculaba a la tierra que trabajaba. Un señorío tipo, sin que el modelo fuera exactamente igual en todas las regiones, se componía de los siguientes elementos (figura 3.1.): a. una reserva señorial, compuesta por la mansión señorial (curtis), donde trabajaban algunos esclavos o siervos para labores de servicio doméstico; tierras de labranza, trabajadas por los siervos a través de prestaciones en trabajo (corveas, jornadas que los siervos debían realizar forzosamente en las tierras del señor). y diversas instalaciones, como molinos, forjas, hornos, etc., que utilizaban los siervos pagando tributos por su uso.

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b. mansos, o parcelas que cultivan los siervos del señorío para el sostenimiento de sus familias y el pago de rentas al señor. c. las zonas de aprovechamiento comunal, que eran espacios de pasto y monte reservados para la recogida de frutos, el pastoreo, provisión de leña y otros usos regulados por el señor, que imponía a veces derechos a sus siervos por la utilización. En un principio el pago de los derechos de servidumbre de los campesinos al señor se realizaba en servicios en trabajo y/o en especie con una parte del producto recogido (grano, frutos estacionales, crías de animales, gallinas, etc.). La práctica ausencia de mercados hacía inviable la economía monetaria y por tanto el intercambio se hacía en ocasiones a través del trueque. Figura 3.1. Mapa esquemático de un dominio señorial

Fuente: Adaptado de http://go.hrw.com/ . La consolidación del feudalismo se produjo a la vez que se extendían las prácticas agrarias diferenciadas entre las dos grandes regiones que componen Europa occidental, la zona noratlántica y la más próxima al Mediterráneo. La agricultura de la Europa del área mediterránea continuó con las prácticas heredadas de la antigüedad clásica, con los cereales, la vid y el olivo como principales cultivos, así como el pastoreo de ganado ovino y cabrío. Para el laboreo de los campos se utilizaba un tipo de arado ligero que rozaba la parte superior del terreno (figura 3.2.), ayudado por una yunta de bueyes siguiendo el sistema de rotación bienal (“año y vez”). La rotación bienal tiene como finalidad

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permitir la regeneración de los elementos nutrientes del suelo, ante la escasez de abono y de humedad. Para ello cada año se dejaba en reposo o barbecho la mitad del suelo cultivable. Figura 3.2. Tipos de arados en la Europa medieval

Fuente: Pounds, N.J.G. (1987: 228)

Los suelos más pesados de la Europa atlántica y central, por sus abundantes precipitaciones, requerían otro tipo de aperos. Durante los primeros siglos de la Edad Media se fue extendiendo la utilización del llamado arado pesado o “carruca” (figura 3.2). Apareció en las tierras eslavas de la vertiente norte del Danubio y desde aquí se incorporó al Oeste. El arado pesado iba montado sobre un bastidor con ruedas y permitía remover la tierra en profundidad. El nuevo tipo de arado también produjo una modificación en la morfología de los campos de cultivo. La estructura cuadrangular y los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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surcos cruzados dieron paso a campos alargados con surcos en paralelo y trazados siguiendo la pendiente natural del suelo de tal forma que se facilitaba el drenaje del exceso de humedad producido por las abundantes precipitaciones. El clima de la Europa atlántica hizo posible la introducción de un nuevo sistema de rotación de cultivos más eficiente, la rotación trienal (figura 3.3). Los campos cultivables eran divididos en tres sectores u “hojas”. El primero se sembraba en otoño con cereal de ciclo largo (trigo, centeno). Una segunda hoja era sembrada en primavera, con cereales de ciclo corto, o leguminosas, y finalmente, la tercera se dejaba en barbecho o reposo. Este nuevo sistema al reducir de la mitad a un tercio el barbecho (tierra que permanecía sin cultivar) permitió diversificar la alimentación humana introduciendo legumbres y otros cultivos. Los sistemas de rotación imponían ciertas formas de organización comunitaria de la producción. Una vez levantadas las cosechas se dejaba pastar a todos los ganados de la aldea en las tierras recién segadas, se aprovechaba tanto el “rastrojo” (restos que quedaban en los campos tras la siega), como las hierbas que surgían espontáneamente en estas zonas a lo largo del período de reposo o barbecho. De esta forma, al tiempo que se resolvía el problema de la alimentación del ganado se lograba el abonado natural de las tierras en reposo. Esto requería que los campos permaneciesen “abiertos”, sin cercados y que todos los campesinos respetasen el mismo sistema de rotación, de ahí que el término de la aldea quedaba dividido en hojas donde se concentraban las parcelas de cultivo por una parte y las de barbecho por otra, para facilitar el pastoreo. Figura 3.3. Innovaciones agrarias y rotación de cultivos en la Europa atlántica y mediterránea

Fuente: Elaboración propia

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También se produjeron Innovaciones para el mejor aprovechamiento de la fuerza motriz proporcionada por los animales. En este terreno destacan la herradura, la collera y el estribo. La introducción de la herradura con clavos permitió reducir el desgaste que sufrían los cascos. La collera al no oprimir el pescuezo del animal facilitaba un mejor aprovechamiento de su fuerza de tracción, que se ha estimado en un 80% (figura 3.4). Finalmente, el estribo al mejorar el apoyo del jinete le permitía desenvolverse mejor especialmente en el combate contra hombres a pie. Esto mejoró notablemente la superioridad de los hombres armados a caballo. Figura 3.4. Innovaciones en los arreos del ganado de tiro

(a), tipo de arreo utilizado en la antigüedad; (b) y (c) muestran arreos medievales: petral (b) y collera (c). Fuente: J. Mokyr (1993:60). Estas innovaciones estaban ya plenamente extendidas en el siglo XI. Sus repercusiones se dejaron sentir además en la mejora del transporte terrestre mediante la utilización de caballerías y carros. Mejoras en el aprovechamiento de la energía hidráulica. Las mejoras de los molinos impulsados por el agua tuvieron que ver con la introducción de ruedas de corriente alta en las que al dejar caer el agua desde cierta altura, la fuerza de la gravedad se sumaba a la fuerza de la corriente. Hubo también mejoras en los engranajes de las ruedas y la introducción de levas permitió transformar el movimiento circular en un movimiento alternativo, ampliando así las aplicaciones de la fuerza hidráulica. Hacia 1100 mediante la fuerza hidráulica se movían batanes, martinetes de fragua, fuelles, trituradoras de madera, aserraderos, etc. En el ámbito del transporte marítimo las principales novedades además de las aportadas por los musulmanes fueron las introducidas por los vikingos, que construyeron embarcaciones dotadas de quillas y mástiles, aptas para largas travesías, si bien tenían una escasa capacidad de carga. Para usos

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comerciales fue la “Kogge” o “coca” derivada de las barcas celtas la que permitió transportar grandes cargamentos en las aguas del mar de Norte. Figura 3.5. Ruedas hidráulicas medievales

Fuente: J. Mokyr (1993: 56)

Como hemos comentado, durante este periodo (500-1000), la existencia de intercambios quedaba muy restringida a artículos muy concretos demandados por la gran aristocracia laica o eclesiástica, caso del incienso o de tejidos preciosos que se traían de Oriente, fundamentalmente a través de comunidades mercantiles judías o de algunos enclaves como Venecia, que tenía un puesto privilegiado como intermediario con el imperio bizantino y los musulmanes. En el norte, el comercio lo efectuaron frisones y también normandos, que establecieron rutas marítimas por el Atlántico hasta el Mediterráneo, y también terrestres a lo largo de la estepa rusa hacia Bizancio y Oriente medio. Los venecianos vendían pieles, armas y, sobre todo esclavos procedentes del norte y el Este de Europa, que servían para comprar los textiles y especias orientales, así como una vía de acumulación de metales preciosos para construir más barcos e invertir en bienes suntuarios.

3. 2. La expansión tras el año mil. Siglos XI-XIII A partir del año 1000 se observa por distintas zonas de África, Asia y Europa un movimiento sincrónico de crecimiento económico que se prolonga durante más de dos siglos y que tiene como primer factor dinámico un incremento notable de la población. Se calcula que entre el año 1000 y 1340 la población mundial aumentó en más de un 70% (tabla 3.1.). Europa fue una de las zonas con mayor crecimiento, superando el doble la cifra del año 1000. No obstante, la zona más poblada era Asia, donde China prácticamente alcanzó los 100 millones de habitantes y la India unos 75 millones.

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Tabla 3.1. Estimación de la evolución de la población mundial por continentes (millones de habitantes), 1000-1500 1000 1200 1340 1400 1500 Asia Europa Antigua URSS

152 30 13

258 49 17

238 74 16

201 52

245 67

13

17

39 48 80 68 87 África 18 26 32 39 42 América 1 2 2 2 3 Oceanía 253 400 442 375 461 Total Mundo Fuente: Livi Bacci, M. (1990): Historia mínima de la población mundial, Barcelona, Ariel, 37. 3.2.1

La expansión europea cristiana. Rasgos principales

Europa pasa durante esta fase de unos 30 a unos 74 millones de personas. La desaparición de las oleadas de invasiones que habían salpicado distintas zonas durante el periodo anterior dio paso a una fase de estabilidad que redujo la mortalidad catastrófica. En un contexto de gran disponibilidad de tierra, el casamiento de la pareja se hacía a una edad temprana, lo que propiciaba un incremento del periodo fértil de la mujer para tener un mayor número de hijos. En los periodos de crecimiento de la producción agraria, el aumento de los recursos y la mejora de la alimentación aceleraban las tasas de crecimiento por la reducción de la mortalidad. El resultado de este crecimiento se fue observando en el poblamiento más denso de los distintos territorios. Ello da lugar a una progresiva ocupación de nuevos terrenos, la desecación de zonas pantanosas, como en Flandes, y el desbroce de montes y terrenos baldíos, para acrecentar el espacio destinado a los cultivos. Los caballeros teutones hacia el este de Europa y la cuenca del Báltico repoblaron tierras con campesinos que llegaban de los Países Bajos o de distintas regiones alemanas occidentales. En el sur, concretamente en la Península Ibérica, a través de la progresiva repoblación de terrenos desocupados o ganados a los musulmanes, como veremos a continuación. Otra variante de expansión fuera de las fronteras fue la oleada de Cruzadas, que tenían como fin la ocupación de los Santos Lugares en Oriente Medio y que se produce entre fines del siglo XI y XIII. También los grandes monasterios, como los cistercienses, promueven una labor de colonización en territorios que se extienden desde la Península Ibérica a Polonia. Esta gran ampliación de la superficie de terreno dispuesta para el cultivo provocó un gran aumento de la producción agraria y ganadera. La economía monetaria penetró en el medio rural, y las rentas pagadas por los campesinos a los señores fueron progresivamente establecidas en dinero, reduciéndose los pagos en especie y los servicios en trabajo. Los excedentes obtenidos permitieron una progresiva reactivación de los intercambios, y al mismo tiempo una creciente especialización que facilitó el renacimiento urbano. Las ciudades reciben la población inmigrante

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procedente de los campos, concentran población no agraria y se especializan en la producción artesanal, que se escora hacia productos de más calidad demandados por los señores o que aprovecha la concentración de la demanda que supone la población urbana. Como prevé la ley de Engel (ver recuadro en tema 2), el principal sector artesanal era el textil, que se basaba en varias fibras: la lana de las ovejas y también el lino, una fibra originaria del Mediterráneo que se cultivaba en zonas húmedas. Otras fibras, traídas desde Oriente, fueron el algodón y la seda, producidas por los musulmanes en diferentes zonas del Mediterráneo. El proceso textil quedaba organizado en diferentes estadios entre el hilado de la fibra, el tejido y las operaciones de acabado, abatanado y teñido. Cada estadio lo realizaban artesanos diferentes y en talleres separados. Mapa. 3.4. Centros textiles en la Europa del siglo XIII y ferias de Champaña

Fuente: Cipolla, (2003: 259 y 262) Otro importante sector era el metalúrgico, destinado principalmente al suministro de hierro, cobre, estaño, plata, etc. Las explotaciones mineras estaban diseminadas por muchas regiones, pero el mineral debía pasar por un proceso de refinado y preparación para la elaboración de útiles, objetos diversos o monedas, en forjas y talleres. El hierro era el mineral más demandado en cantidad y su utilización era múltiple, desde los usos agrícolas a los militares. Los principales yacimientos se encontraban en el centro de Europa y la zona de los Alpes, así como en Suecia, desde donde se distribuía a centros especializados como Milán.

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Tabla 3.2. Duración del aprendizaje en el siglo XIII (París y Génova) Años

Oficios París

Génova

4 5

Panadero, cordelero, carpintero Sombrerero de piel

6

Sombrerero, botones de cobre, albañil Sombrerero de fieltro

Pañero, hilandero Herrador, barbero, zapatero remendón, albañil Tintorero, hilador de oro, sastre

7 8 10

Sombrero de oro, cerrajero, hilador de seda, encajero Tejedor de seda, tapicero, botonero, orfebre Talabartero

Tornero, herrero, carpintero, cardador, calderero de cobre Cerrajero, dorador, carnicero, cuchillero Platero, guarnicionero, espadero, tonelero Arconero

11 Fuente: Epstein, Steven A. (1991): Wage, Labor and Guilds in Medieval Europe, University of North Carolina Press, 142. Los artesanos se agrupan en corporaciones, los gremios, según el oficio que desempeñan. La producción de los talleres está dirigida por un maestro, del que dependen varios oficiales y aprendices. A través de los gremios, los maestros artesanos controlan la actividad fijando los precios y reglamentos sobre la calidad del producto. Así impiden la competencia interna y la intromisión de productos de otros lugares. El régimen gremial también marca las condiciones de la formación y promoción profesional, el paso de oficial, normalmente un asalariado, a maestro. Los gremios también tenían funciones de solidaridad entre sus miembros, que garantizaban la cohesión e influencia en la vida urbana. El renacimiento de las ciudades, aunque fue general, se produjo con mayor ímpetu en dos regiones: Italia y los Países Bajos. Italia había sido durante el Imperio Romano el territorio más densamente urbanizado. Las grandes ciudades del Imperio no llegaron a desaparecer, si bien su actividad y su población se redujeron de forma notable. Tras la caída del Imperio, el Sur de la península italiana siguió vinculado políticamente al Imperio bizantino. Tras la conquista musulmana, dos ciudades, Venecia y Génova, tomaron el relevo del comercio con Oriente. En la llanura lombarda al Norte, Milán y en la región central de la Toscana, Pisa y Florencia se desarrollaron como importantes núcleos urbanos vinculados a la industria textil, la metalurgia y el comercio. Florencia desempeñó un papel central como centro pañero, que se dedicaba tanto a la elaboración de tejidos de lana, con materia prima importada del norte de África, y al acabado de los paños procedentes de los Países Bajos. Otra ciudad, Luca, se especializó como principal centro de tejidos de seda. Los Países Bajos fueron el otro territorio en el que se desarrolló una red de ciudades. Los duques de Flandes a partir del siglo XI, establecieron en la encrucijadas de las principales rutas comerciales pequeñas fortalezas con guarniciones que prestaban seguridad y cobijo a los mercaderes. En torno a ellas fueron surgieron “burgos” donde los comerciantes hacían noche y que fueron el embrión de una serie de ciudades. El sufijo “burg” (incluido el de

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nuestra ciudad de Burgos) que aparece en el nombre de muchas ciudades europeas hace alusión a este origen. Tabla 3.3. Número de grandes ciudades en el mundo (estimación) 1000-1500 1000 1100 1200 1300 1400 1500 Ciudades de más de 40.000 hb 40.000 hb 40.000 hb 40.000 hb 45.000 hb 50.000 hb

Europa occidental 2 4 8 13 13 15 Europa oriental 6 5 1 2 3 2 Rusia 1 1 1 3 Mundo islámico 20 23 30 25 19 13 Asia central 3 1 1 2 1 India y Sri Lanka 11 9 7 8 8 14 China 22 22 21 16 18 16 Japón 1 1 2 2 1 Corea 1 1 Sudeste asiático 2 2 2 4 6 4 Africa occidental 2 2 3 Norteamérica 1 Centroamérica 2 1 1 1 2 2 Sudamérica 1 1 Mundo 70 70 73 75 75 75 Fuente: Edward B. Barbier (2011) Scarcity and Frontiers: How Economies Have Developed Through Natural Resource Exploitation, Cambridge UP, Cambridge, 160. Una agricultura muy productiva generó una diversificación y especialización que promovió centros artesanales orientados al textil y otros oficios. Los tejidos flamencos, elaborados con lana inglesa, adquirieron un gran prestigio en los mercados exteriores, destacando los denominados paños gruesos, muy tupidos. Sobresalen Brujas, Gante e Ypres, desde donde se extienden posteriormente a las regiones limítrofes de Brabante y Hainaut. Esta expansión urbana y artesanal, con el establecimiento de mercados regionales, tuvieron su enlace hacia el comercio a larga distancia, que comunicó dos importantes polos internacionales de intercambio. Uno situado en el norte de Europa, caracterizado por el tráfico de productos voluminosos, donde confluían la lana inglesa, materia prima esencial para las ciudades flamencas productoras de paños de alta calidad, la sal del golfo de Vizcaya, los cereales madera, pieles y los salazones del Báltico y del mar del Norte, junto con los productos metalúrgicos de las ciudades alemanas. El segundo foco estaba centrado la zona sur, en la cuenca mediterránea, destacando las ciudades italianas. Los principales centros comerciales fueron Venecia y Génova, privilegiados en el comercio con Oriente que distribuían textiles, especias y otros productos de alto valor hacia el norte, aunque también comerciaban con productos muy diversos, como lana, sal, cereales o esclavos por todo el Mediterráneo. Por toda Europa se extendieron ferias especializadas, aunque las que cobraron más fama fueron las de las localidades de Troyes, Provins, Bar-sur Aube y Lagny, en la región de Champaña (Champagne), situadas en la ruta entre Flandes y el norte de Italia, a las que los señores de la región dotaron de diversos privilegios de seguridad y exenciones fiscales para estimular la

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concentración de comerciantes, convirtiéndose en los principales centros europeos de contratación durante los siglos XII y XIII (mapa 3.4). En estas ferias, escalonadas a lo largo del año, se realizaban los intercambios y también se efectuaban operaciones de cambio de moneda y la negociación de letras de cambio. La introducción de la letra de cambio reducía los inconvenientes del transporte de moneda y permitía compensar los saldos del comercio, al tiempo que suponía una vía de crédito que salvaba las limitaciones de la legislación canónica, muy restrictiva hacia la usura. Desde la segunda mitad del siglo XIII la apertura del estrecho de Gibraltar y la posibilidad de comunicación directa por vía marítima entre Italia y el Atlántico norte, junto con la competencia creciente de París, provocan la decadencia de las ferias de Champagne. Por otra parte, desde fines del siglo XIII cobra auge un circuito comercial en el mar Báltico, asociado a los efectos de la expansión agrícola alemana hacia el Este, que establece un intercambio de productos entre las diferentes regiones del litoral, la costa rusa, Escandinavia, y se extiende hacia el mar del Norte. Los productos son muy variados, aunque predominan los cereales, madera, pieles, arenques, minerales y cera (mapa 3.5). Este circuito se consolida a través de la formación de una liga de ciudades denominada Hansa, que incluyó a mediados del siglo XIV entre 70 y 80 ciudades, de las cuales las más importantes eran Hamburgo, Bremen, Lübeck, Rostock, Danzig, o Riga. Esta asociación comercial contaba con centros de intercambio en Brujas, Londres, Novgorod y Bergen, en donde los comerciantes gozaban del privilegio de venta y residían en el mismo lugar. Esta liga tenía una asamblea o dieta, que servía para transmitir las ordenanzas y la política a seguir. Mapa 3.5 La Hansa y el comercio en el norte de Europa

Fuente: Elaboración propia a partir de Pounds (1987: 444)

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Los comerciantes, aunque muchas ocasiones trabajaban de forma aislada, a medida que los negocios se fueron haciendo cada vez más complejos y voluminosos, articularon formas de asociación que tenía como objetivo la disminución de los riesgos o la especialización en el desempeño de funciones. En algunos casos se formalizaban simples pactos o acuerdos (rogadia) donde uno de los partícipes era transportista y el otro, comerciante, corría con el riesgo de aportar el producto o el dinero. A la vuelta el comerciante debía recibir el valor de la mercancía o bien el dinero que había prestado al transportista, más un interés. Esta fórmula derivó en la formación de la commenda en la que un comerciante realizaba ciertos encargos para otros a cambio de una comisión o societas maris, la más utilizada por los comerciantes italianos, por la que dos socios ponían partes del capital en productos y uno de ellos se encargaba de su venta y la responsabilidad sobre el producto. A la vuelta repartían los beneficios según el capital aportado. También se generalizaron en el siglo XIII los instrumentos contables, como los libros por partida doble, donde se asentaban los cargos y datas de los negocios, así como las operaciones financieras en créditos y débitos. Las casas de préstamo florecieron sobre todo en Italia, con una estructura familiar, como los Peruzzi o los Bardi, que diversificaron sus actividades incluyendo el préstamo a las monarquías europeas. 3.2.2 La repoblación de la Península Ibérica Como parte de la expansión islámica por el Mediterráneo, en el año 711 se produjo el desembarco de un ejército musulmán en el Sur de la Península. La debilidad de las estructuras políticas del reino visigodo y la sumisión a los musulmanes mediante pactos permitió el rápido control de la península por parte de los invasores. Se establecieron principalmente en las zonas agrarias más ricas: valle del Guadalquivir, valle del Ebro, litoral levantino y la región situada en torno a Toledo, antigua capital del reino visigodo. En la segunda mitad del siglo VIII surgieron, en las zonas montañosas del norte de la península, una serie de núcleos de resistencia que, con el tiempo, formarían los distintos reinos en que se dividiría la Península Ibérica a fines de la Edad Media. En los casi cinco siglos que duró el proceso repoblador, que siguió avance de los reinos cristianos frente a los musulmanes, se sucedieron diferentes sistemas de ocupación del suelo que tuvieron gran influencia en la configuración de la estructura de la propiedad de la tierra en España. El avance fue más rápido en la parte occidental de la península debido a la menor densidad del poblamiento musulmán. Al este de la cordillera Ibérica existían fuertes concentraciones de población islámica en el valle del Ebro y en todo el litoral levantino por lo que el avance cristiano encontró una mayor resistencia (mapa 3.6). Las distintas fases del proceso, lento y plagado de avances y retrocesos, pueden sintetizarse esquemáticamente: a) Siglos VIII-IX: repoblación de los territorios situados al Norte del Duero y en el piedemonte pirenaico. La fórmula de ocupación fue la presura, en la que pequeños grupos de campesinos, bien a iniciativa propia o bajo la protección de un monasterio o noble, ocupaban y roturaban tierras obteniendo por ello el reconocimiento de la propiedad de las mismas.

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b) Siglo XI-mediados del XII: valle medio del Ebro, la zona de Tarragona y los territorios comprendidos entre el Duero y los montes de Toledo. En esta fase de la repoblación los monarcas asumieron la dirección del proceso. Se delimitaron unidades administrativas –concejos– a cuyo frente se colocaba un representante del monarca con capacidad para entregar tierras a quienes deseasen adquirir la vecindad. El representante regio era asistido por un grupo de caballeros –milites– para la defensa del territorio concejil. En este territorio, el alfoz o la tierra, se ubicaban aldeas dependientes del concejo urbano, se instauró una propiedad de tipo medio y se delimitaron amplios espacios –montes, pastos– para aprovechamientos comunales. Estructuras agrarias que perdurarían hasta el siglo XIX. c) Mediados del XII-principios del siglo XIII: valle del Guadiana y las tierras del Maestrazgo entre Teruel y Castellón. Su repoblación se encomendó a las Órdenes Militares (instituciones religioso-militares semejantes a las surgidas en las Cruzadas). De Oeste a Este se distribuyeron territorios entre las órdenes militares de Alcántara, Santiago, Calatrava y Montesa. La baja densidad de población en estas zonas orientó su explotación hacia usos ganaderos. Esto propició una estructura latifundista de la propiedad. Mapa 3.6 Fases de la ocupación cristiana en la Península Ibérica.

Fuente: Elaboración propia.

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d) 1220-1280: se repoblaron los territorios más ricos de la Península –litoral levantino hasta Murcia y Valle del Guadalquivir–. Estas zonas estaban densamente pobladas por musulmanes, por lo que debieron ser ocupadas tras duras campañas militares. Las tierras así conquistadas fueron distribuidas entre quienes participaron en su conquista mediante el sistema de repartimientos. Los oficiales reales inventariaban los bienes conquistados, formaban lotes conforme al rango social de los conquistadores y se los asignaban. Del reparto se excluían las tierras de aquellos musulmanes –moriscos, en adelante– que permanecieron en ellas tras la conquista. Los miembros de la alta nobleza recibieron grandes “donadíos”, origen del latifundismo andaluz.

En cuanto al aprovechamiento de las tierras repobladas, en las zonas altas del interior se impuso una agricultura cerealista combinada con la vid y el olivo cuando las condiciones climáticas lo permitían. En las tierras de cereal predominaban los sistemas de cultivo basados en la rotación bienal –año y vez–. Esa agricultura se complementó con los aprovechamientos ganaderos basados en la utilización comunal de los montes y de los barbechos. Las bajas densidades demográficas de las dos mesetas y Extremadura permitieron el desarrollo de un tipo especial de explotación ganadera ovina basada en la trashumancia. Esta suponía el desplazamiento estacional del ganado según las disponibilidades de pasto en distintos territorios. Durante el otoño los ganados transitaban por una red privilegiada de vías pecuarias –las cañadas– hacia las tierras bajas de Extremadura, norte de Andalucía y norte de Murcia en busca de pastos de invierno. Durante la primavera desandaban el camino para volver, a través de los puertos del Sistema Central, a los pastos de montaña de León, Asturias y Cordillera Ibérica. Esta forma de explotación ganadera recibió la protección de los monarcas castellanos con la constitución en 1273, por Alfonso X, del Honrado Concejo de la Mesta. Los rebaños trashumantes eran de ovejas merinas, raza que producía una lana de excelente calidad, cuya producción se orientaba en su mayor parte hacia la exportación a los mercados de los Países Bajos. Frente a este sistema agrario de las tierras del interior, en el valle del Guadalquivir y en Murcia se mantuvieron los sistemas intensivos de regadío, gracias a que la mayor parte de los hortelanos musulmanes permanecieron en sus tierras tras la conquista cristiana. Este tipo de agricultura alcanzó altas cotas de productividad. En la corona de Aragón, el fin de la conquista en la península alentó la expansión por el Mediterráneo, desde las Baleares a Cerdeña y Sicilia, con un crecimiento notable de las actividades agrarias, artesanales y comerciales, apoyadas en el intercambio con Oriente y el norte de África. El auge agrario descansa en buena medida en el mantenimiento de amplios contingentes de población mudéjar, sobre todo en las zonas de cultivo intensivo. El florecimiento urbano se observa en la proliferación de artesanías y la edificación gótica. Destacan ciudades portuarias como Palma, Barcelona y Valencia, que llegan a su máximo nivel en el primer tercio del siglo XIV.

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3.2.3 La expansión económica en China durante la dinastía Song (960-1279). En Asia, el crecimiento demográfico también supuso la ocupación de nuevas tierras, así como la incorporación de nuevas variedades de cultivos, como sucedió con la expansión de especies de arroz de crecimiento rápido en diferentes zonas de Asia Oriental y del sur, aumentando la productividad y permitiendo un importante incremento demográfico. Asia seguía siendo la zona de mayor productividad agraria y con un mayor desarrollo económico. En China, el ascenso de la dinastía Song se produjo a la vez que arreciaban las acometidas de pueblos nómadas del norte, que ocasionaron grandes desplazamientos de población hacia el sur. Hubo un cambio de centro económico desde las llanuras septentrionales a la zona del Yangtzé, con un notable incremento de la densidad de población. Para responder a estos problemas, el gobierno chino inició desde comienzos del siglo XI una política de desarrollo agrícola incentivando la introducción de variedades de arroz de rápido crecimiento, que permitía obtener una doble cosecha de arroz, o bien en un mismo año una de arroz y otra de trigo. Además se pusieron en marcha medidas fiscales y ayudas financieras destinadas a estimular la producción agraria. Todas estas medidas se acompañaron de una expansión a gran escala de la superficie cultivada, desecando zonas pantanosas y construyendo terrazas o bancales en las colinas, que se combinó con el levantamiento de infraestructuras de irrigación, como canales y diques. La expansión agraria, que se ha considerado una verdadera revolución, estuvo basada en una elevada productividad, permitió la especialización y los intercambios, así como la extensión de la industria rural. En cuanto a las fibras textiles, la industria de la seda, hasta entonces principalmente localizada en ciudades y bajo control oficial, se extendió rápidamente en las provincias sudorientales con el cultivo de las moreras. La seda era tejida en los hogares campesinos, donde los intermediarios aportaban la materia prima, pagaban a las mujeres por su trabajo y comercializaban el tejido. La fibra más extendida entre la población era el cáñamo y también se extendió el uso de algodón, que se abarató gracias a la expansión de su cultivo. El desarrollo técnico agrario y la productividad creciente de las agriculturas basadas en el arroz están estrechamente vinculados a la pequeña producción de artículos de consumo. Pero también se experimentó un verdadero auge en otras industrias, como el hierro, que atendía a las demandas militares, pero también para aperos agrícolas y la acuñación de monedas. En esta época se alcanza una elevada producción de hierro en hornos que se alimentan con carbón mineral, procedente de las regiones del norte. Otra novedad importante consistió en la invención de la imprenta, lo que incrementó la difusión de la literatura y del papel moneda, un recurso desconocido en Europa. La organización de la producción también estaba articulada en gremios, que se agrupaban según los oficios en espacios urbanos concretos, como en el caso europeo. Entre las técnicas mercantiles utilizadas era común el uso de letras de cambio. Asimismo, durante este periodo se estimuló el comercio a larga distancia llevado a cabo por mercaderes chinos, que surcaron las rutas marítimas en dirección al océano Índico. Este espacio marítimo se convirtió en el principal UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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foco de intercambios, una vez que se habían conectado los productos procedentes de África oriental (esclavos, oro, marfil) con la obtención de incienso para el culto desde la Península Arábiga, o las especias de la India e Indochina. China exportaba porcelanas y seda como principales productos. 3.2.4. La construcción de una red mercantil integrada en el siglo XIII a escala mundial y el auge de los mongoles La fase de crecimiento en distintas zonas de Asia culmina a mediados del siglo XIII, coincidiendo con la irrupción de los mongoles, pueblos pastores de Asia nororiental que se extienden por todo el continente en varias oleadas de invasiones iniciadas bajo el reinado de Gengis-Khan a comienzos del siglo XIII y continuadas por sus sucesores, que se reparten el imperio y extienden sus territorios hacia el sur y el oeste de Asia, saqueando Bagdad en 1258 y acabando con la dinastía Song en China en 1279. También penetran en el este de Europa afianzando su poder en Rusia con los tártaros de la Horda de Oro. La expansión de los mongoles supuso por otro lado la conformación de un gran espacio unificado que hizo posible la seguridad del comercio por grandes extensiones de Asia. Los mongoles instauran la dinastía Yuan en China desde mediados del siglo XIII, lo que supuso una nueva fase de crecimiento y estabilidad para el país, donde se revitalizaron el comercio y la vida urbana, como reflejan los testimonios de Marco Polo. Mapa 3.7. La economía mundo a fines del siglo XIII

Fuente: Marks (2007: 57), basado en Abu-Lughod Durante el siglo XIII, el crecimiento demográfico y la especialización productiva, junto a la acumulación de la renta entre los grupos dirigentes de los distintos territorios, habían extendido las redes mercantiles. La historiadora Janet Abu-Lughod observó el funcionamiento de una economíamundo, con la integración de los circuitos comerciales que se extendían por

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buena parte de Europa, Asia y África Oriental a través de tres vías marítimas: el Mediterráneo, el océano Índico y el mar de China, y una “gran autopista” terrestre que iba del mar Negro y Oriente Medio hasta China oriental (ver mapa 3.7). Este circuito mundial se completaba mediante el tráfico de las caravanas que desde el norte de África atravesaban el desierto del Sahara en busca de oro y esclavos, donde prosperaba el reino de Mali, enclavado entre el Atlántico, el desierto y el valle de Níger. En el siglo XIV Mali se convirtió en un estado musulmán. De igual modo, la penetración musulmana desde Egipto se extendió por Nubia y el actual Sudán, y sólo Etiopia resistió, como reino cristiano, la influencia islámica. La búsqueda de oro en África suroriental, la actual Zimbawe, a través del enclave costero de Sofala también había impulsado la islamización desde el siglo XI, donde se observa la proliferación de mezquitas construidas a lo largo de la costa oriental hasta el sur del actual Mozambique. Toda el área comercial del Índico fue cada vez más influenciada por los mercaderes musulmanes, que con más asiduidad surcaban los distintos trayectos. El Índico era el principal circuito mundial de intercambios, donde tenían interconexión los productos, sedas y porcelana, que desde China atravesaban el estrecho de Malaca hacia el golfo de Bengala, con los procedentes de las distintas regiones de India y el sudeste asiático, donde sobresalían tejidos, tintes y especias, y los que llegaban desde la costa arábiga y África Oriental. En el siglo XIII, por tanto, se estableció un sistema comercial policéntrico, pues no había ninguna zona central o de dominio sobre el resto. Aunque en algunos casos existía una hegemonía regional, como los mongoles en Asia a fines del siglo XIII, no planteaban una dominación global. Cada circuito regional contaba con centros ricos desarrollados y periferias agrarias y productoras de materias primas, a su vez interconectadas en redes mercantiles de menor radio.

3.3 Las condiciones de la crisis mundial del siglo XIV A fines del siglo XIII se observó en Europa una tendencia decreciente en el ritmo de expansión. Había finalizado el movimiento colonizador y, en un contexto de incremento demográfico, la producción agraria comenzó a dar signos de debilitamiento por el agotamiento progresivo de los terrenos de cultivo, derivado de la escasa dotación de abono y la explotación de tierras marginales de peor calidad, al mismo tiempo que se producía el alza los precios de los alimentos y de las rentas que debían pagar los campesinos a los señores. El aumento de la renta feudal presionó sobre las economías campesinas, que redujeron sus posibilidades de compra de manufacturas y por tanto la actividad artesanal. Además, el exceso de población empobrecida en el campo salía a las ciudades buscando alguna vía de ocupación, presionó a la baja los salarios urbanos. En consecuencia, la fragilidad de las economías campesinas se trasladaba a la esfera de los intercambios, provocando la inestabilidad de los circuitos comerciales. El esquema (figura 3.6) ayuda a comprender esta dinámica.

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Figura 3.6. Límites de crecimiento en las economías preindustriales

Fuente: Elaboración propia Estas circunstancias empeoraban con coyunturas ocasionales provocadas por malas cosechas, como las que sucedieron en Europa entre 1315 y 1317 por inclemencias climáticas relacionadas con el inicio de una “pequeña edad de hielo”, que habría supuesto la reducción de las temperaturas y la desaparición de algunos cultivos en el norte de Europa, como el viñedo. En Asia el cambio de coyuntura a partir del siglo XIV se reflejó por ejemplo en zonas del Sudeste, y en particular la decadencia del imperio khmer en Camboya, y posteriormente la inestabilidad que atravesó China, con episodios de hambrunas, como las que tuvieron lugar en torno a 1325 y en la década de 1340. A estas condiciones económicas se añadía una extensa inestabilidad política, con el impacto de la guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia, que se extendió principalmente por territorio francés, o las sublevaciones que en China acabaron con la dinastía Yuan en 1368, dando paso a la dinastía Ming. En el Mediterráneo oriental se consolida el poder de los turcos otomanos, pueblo nómada originario de Asia central, que van ocupando una zona cada vez más extensa a costa de los emiratos árabes y los restos del imperio bizantino. Un factor exógeno tuvo un impacto tremendo sobre las economías medievales: la propagación de la Peste Negra. La peste, con sus bacilos transportados por las ratas domésticas, tuvo sus principales fases de propagación en China durante la década de 1330 y se trasladó a Occidente por las vías comerciales controladas por los mongoles. Desde Caffa, enclave genovés del mar Negro famoso por su mercado de esclavos, fue transferida a UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Sicilia a través de navíos genoveses en la primavera de 1348 y desde aquí se fue extendiendo por Europa (mapa 3.8). Los principales centros urbanos facilitaron la expansión debido a las malas condiciones de salubridad. La crisis duró varios años y se produjeron episodios recurrentes en la segunda mitad del siglo. Mapa 3.8 Difusión de la peste Negra (1346-1353)

Fuente: Byrne, Joseph Patrick ed. (2003): Encyclopedia of Pestilence, Pandemics, and Plagues, Greenwood Press, Westport (CT) El primer efecto de la epidemia fue la tremenda mortalidad que generó, lo que llevó a un hundimiento de la actividad económica, tanto de la producción como del consumo.. Los cálculos más moderados estiman en una caída de un 25% en la fuerza de trabajo disponible, convirtiendo la mano de obra en un factor escaso. Ello afectó a las bases de la renta feudal, anclada en los ingresos generados en la tierra, ya que la brusca caída de campesinos hundió los ingresos de los señores feudales. Pero también repercutió en el abandono de las tierras de menores rendimientos. La caída de la demanda originó un descenso continuo de los precios. El impacto de la crisis demográfica afectó a la estructura social. La nobleza, sector dominante, vio descender sus fuentes de renta e intentó mantener sus privilegios por la fuerza frente a los campesinos que, a su vez, se encontraban en una posición ventajosa debido a su mayor poder de negociación: el trabajo se había convertido en el factor escaso. Los intentos de mantener los privilegios feudales fueron contrarrestados por episodios

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de resistencia campesina, como la revuelta inglesa de 1381, que terminaron en muchos casos con la abolición de antiguas cargas serviles y la mejora de sus contratos de arrendamiento. Por otro lado, la crisis de la nobleza supone una oportunidad para que las monarquías fortalezcan su posición aprovechando las rivalidades señoriales. Las explicaciones de la crisis son diversas, y no hay acuerdo entre los historiadores sobre cuáles fueran exactamente sus causas. Todas ellas tienen en cuenta que tanto la difusión del bacilo de la peste bubónica o bien factores climatológicos pueden explicar la mortandad. Pero lo cierto es que tanto la peste como el enfriamiento siguieron afectando a Europa varios siglos, sin que se produjera una mortandad comparable a la de la Peste Negra. Por ello, hay que buscar explicaciones que permitan entender por qué se produjo tal mortandad. Básicamente, hay tres tipos de explicaciones: Explicación maltusiana: Tras la expansión medieval, la economía europea, con una tecnología agrícola estancada y habiendo puesto en producción incluso las tierras menos productivas, se encontraría en el límite de sus posibilidades de producción, es decir, se entró en una fase de rendimientos decrecientes. El restablecimiento el equilibrio población recursos se produjo al ponerse en marcha lo que Malthus denominó “frenos positivos” de la mortalidad catastrófica, desencadenados por la peste. Crisis del sistema feudal: otros autores, entre ellos Guy Bois, señalan que las caídas en los rendimientos agrarios generaron una presión de los grupos dominantes de la sociedad feudal (señores y eclesiásticos) sobre los campesinos, lo que colocó a estos en el límite de la subsistencia. En esta situación, las economías campesinas fueron más vulnerables ante el avance de la epidemia o las inclemencias del clima. Crisis de integración. Según la interpretación de Stephen Epstein, en realidad la crisis fue fruto de la expansión anterior. Con el avance del comercio y los mercados a partir del siglo XI, aumentaron las presiones para reducir los costes de transacción (los derivados del establecimiento de una relación económica entre dos agentes, como la búsqueda de información, la negociación del precio, la distribución de la mercancía, las garantías legales, etc.). Para ello resultaba muy conveniente el fortalecimiento de los Estados, pues podían garantizar la estabilidad de las normas, el mantenimiento del orden y de la seguridad en territorios más amplios, frente a la fragmentación política del feudalismo. Este proceso, desencadenado con anterioridad, se vio acelerado por los efectos de la Peste Negra, y convirtió una crisis demográfica en una crisis general. Lo cierto es que la crisis del siglo XIV supuso una reorganización del sistema feudal. Los campesinos de Europa occidental habían mejorado sensiblemente su situación, logrando que desapareciera la servidumbre, y convirtiéndose en arrendatarios de las explotaciones que cultivaban. La nobleza reordenó su estrategia de obtención de renta, acercándose a las nuevas fuentes de ingresos derivadas de la consolidación de monarquías centralizadas y sus aparatos fiscales . Pero en cualquier caso, los campesinos y trabajadores de muchas zonas de Europa occidental conocieron una fase de elevación de los ingresos reales. En Europa oriental, sin embargo, la crisis

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no supuso la mejora de los campesinos, sino que fortaleció las condiciones de servidumbre. En otras zonas del mundo el impacto también fue importante, como en Egipto, donde la escasez de mano de obra desarticuló el sistema agrario basado en el trabajo intensivo y el mantenimiento de los sistemas de irrigación, originando una caída de productividad que repercutió negativamente sobre los ingresos campesinos y llevó a un paralelo reforzamiento del poder de los terratenientes, apoyados por el Estado mameluco. En consecuencia, las transformaciones que se produjeron en el siglo XIV concluyen en Europa occidental con un importante cambio en el sistema feudal, que fortaleció el sistema de monarquías nacionales que se consolidan a partir del siglo XV, en tanto que en Asia se establecen imperios centralizados con una amplia base territorial, como el caso de la dinastía Ming en China, el imperio Otomano en el Mediterráneo oriental o el imperio Mughal en la India, que marcan las pautas de su economía durante los siglos siguientes. Paralelamente, en la América aún no conectada con el resto del mundo se habían consolidado importantes civilizaciones que habían dado lugar a imperios extensos, como el azteca en la zona de Mesoamérica y el inca en el altiplano de los Andes. Europa se volcaba hacia el exterior por vía marítima, mientras que China, hasta entonces primera potencia en la expansión naval, concluyó su expansión ultramarina en la década de 1430. Estos factores serían cruciales para la historia mundial y el desarrollo económico en los siglos venideros.

3.3.1. La crisis bajomedieval en la Península Ibérica. La Península Ibérica no quedó al margen de las dificultades que atravesaron otros territorios europeos en el siglo XIV. Malas cosechas, carestías y hambres han quedado reflejadas en las crónicas de los diferentes reinos peninsulares. En el 1348 se detectaron los primeros casos de peste en Palma de Mallorca, desde allí la epidemia se extendió a los puertos de Barcelona y Valencia penetrando posteriormente hacia el interior. Las investigaciones realizadas hasta el momento muestran como la peste afectó con mayor intensidad a los territorios de la Corona de Aragón en especial a los territorios litorales. Con la crisis del siglo XIV se inició la decadencia del comercio catalán en el Mediterráneo. Los enfrentamientos con Génova se hicieron más frecuentes y, finalmente, la escuadra catalano-aragonesa sufrió una seria derrota en la batalla de Ponza (1435). La decadencia del comercio catalanoaragonés en el Mediterráneo tras la crisis del siglo XIV es un fenómeno muy complejo, en el que intervinieron múltiples factores. Además, durante el siglo XV comenzaron a penetrar en el Mediterráneo marinos y comerciantes procedentes de la Corona de Castilla -vascos, gallegos, andaluces-, que llevaban lana castellana a los puertos italianos. En la depresión también tuvieron un lugar importante las dificultades que atravesó la Hacienda Real en la Corona de Aragón y, en concreto, la emisión de deuda pública vitalicia (violaris) a un interés del 14 por cien y de deuda perpetua (censals) a un interés del 7 por cien. Para gestionar estas UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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emisiones de deuda se crearon una serie de bancos públicos denominados Taulas de Canvi. Ello supuso la monopolización del negocio bancario por estas instituciones públicas poniéndolo al servicio de la financiación de la deuda. Esto aumentó las dificultades de artesanos y mercaderes para acceder al crédito. Las emisiones de deuda contribuyeron a transformar un país de empresarios y comerciantes en un país de rentistas. Los territorios de la Corona de Castilla sufrieron con menor intensidad las epidemias de la segunda mitad del siglo XIV. El proceso de recuperación se inició a comienzos del siglo XV. El descenso de población y la consiguiente disminución de la oferta de mano de obra agrícola contribuyeron a mejorar la condición de los campesinos no propietarios, ya que los señores se vieron obligados a mejorar las condiciones de los contratos. Se generalizaron los contratos de larga duración –censos enfitéuticos–, en los que la renta permanecía fija por largos períodos de tiempo. En muchos casos estas rentas estaban expresadas en maravedíes; la devaluación del maravedí a lo largo del siglo XV permitió a los campesinos mejorar su situación. Las pérdidas sufridas por los señores, como consecuencia del establecimiento de este tipo de contratos, quedó compensada en parte por la extensión en la Corona de Castilla de cesiones de señoríos jurisdiccionales y rentas e impuestos pertenecientes a la Hacienda Real. Los señoríos jurisdiccionales suponían la cesión del poder del rey sobre un determinado territorio en beneficio de un noble. Esta cesión comportaba la capacidad para ejercer justicia y recaudar tributos. Se creó un sistema impositivo, que junto con antiguos tributos de carácter feudal, contaba con importantes impuestos sobre el comercio exterior (aduanas, los diezmos de la mar o los almojarifazgos); sobre el consumo como las "sisas" y sobre las transacciones comerciales como la alcabala, tributo de origen musulmán que aparece ya en algunas ciudades castellanas en el siglo XIII, pero que fue implantado, con carácter extraordinario primero y ordinario después, por Alfonso XI a partir de 1345. La alcabala gravaba las transacciones comerciales con un 5 por cien al principio y un 10 por cien a partir del siglo XV. Todos estos impuestos de cobro ordinario se completaban con la recaudación extraordinaria, cuando las necesidades lo exigiesen, de "servicios" concedidos por las Cortes. La renovación del sistema impositivo castellano en los siglos XIII-XIV, además de permitir la transferencia de rentas a la nobleza, retrasó hasta fines del XV el recurso sistemático al endeudamiento de la Hacienda. A fines de la Edad Media la situación de la Península se caracterizaba por la lenta recuperación de los territorios de la Corona de Aragón, junto a una Corona de Castilla en expansión, abierta a los cambios que estaban teniendo lugar en el Atlántico. Una economía que se debatía entre dos alternativas: la de consolidarse como una economía dependiente de sus exportaciones de lana; o una economía con un fuerte sector manufacturero con predominio del textil. Este enfrentamiento quedó claramente reflejado en la demanda, presentada por los fabricantes de paños en las Cortes de 1438, de que se restringiese la importación de paños extranjeros y se prohibiese la exportación de lana. Dado que esto iba contra los intereses de los grandes ganaderos y comerciantes dedicados a la exportación de lana, hubo que esperar a 1462 para que Enrique IV obligase a reservar

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un tercio de la producción de lana para atender a la industria textil castellana. Con el matrimonio en 1469 de Isabel I de Castilla (1476-1504) y Fernando V de Aragón (1479-1516) tuvo lugar la unificación de las coronas castellana y aragonesa. En 1512 se produjo la anexión del Reino de Navarra. Estos procesos no condujeron a la aparición de un Estado uniforme, sino que cada uno de los territorios mantuvo, leyes, instituciones y sistemas fiscales propios.

5. Resumen A lo largo de este tema hemos considerado: a) La evolución económica de un extenso marco geográfico dominado por las actividades agrarias y ganaderas. b) La existencia de algunas regiones de agricultura muy productiva basada en el cultivo de arroz (algunas zonas de China y regiones ribereñas del océano Índico), que permite mayores densidades de población, mientras Europa se basa en una agricultura en buena parte de subsistencia dominada por el cultivo de secano de trigo y otros cereales. c) La aparición en Europa del sistema feudal, con un largo periodo de estancamiento al que sigue otro de crecimiento económico que le permite integrarse en el circuito mundial de intercambios. d) El papel del mundo musulmán como intermediario privilegiado en estos circuitos, al dominar las principales rutas de los intercambios, los circuitos marítimos que conectan el Mediterráneo, el océano Índico y el Extremo oriente. e) La existencia de una fase de expansión en Europa entre los siglos XI y XIV, ligada a la ocupación de nuevas tierras, la aparición de ciudades especializadas en el comercio y la manufactura y el crecimiento del comercio. f) El papel de la crisis de mediados del siglo XIV como gran catástrofe demográfica y social que cierra el ciclo de expansión, emblematizada en la Peste Negra de 1347-1352. g) La reorganización del sistema feudal en la salida de la gran depresión bajomedieval, y el fortalecimiento de monarquías nacionales que anuncian una nueva fase, donde la apertura hacia otros continentes será el rasgo más novedoso. h) La trayectoria opuesta de China, la gran civilización oriental, que se articula políticamente en forma de un gran imperio aunque cerrado hacia el exterior. i) El papel de la economía de los reinos hispánicos medievales y su confrontación con la economía de al-Ándalus.

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6. Conceptos básicos relaciones personales de dependencia sociedad estamental gran dominio manso corvea diezmo barbecho propiedad parcela bienes comunales burgos gremio letra de cambio

jurisdicción privilegio economías autárquicas reserva señorial rotación bienal (año y vez) hoja de cultivo rotación trienal Mesta Mortalidad catastrófica rendimientos decrecientes feria comercial commenda costes de transacción

7. Referencias ABU LUGHOD, Janet L. (1989), Before European hegemony: the world system A. D. 1250-1350, Londres, Oxford University Press. BOIS, Guy (2001): La gran depresión medieval, siglos XIV-XV. El precedente de una crisis sistémica, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva. CIPOLLA, Carlo M. (2003): Historia económica de la Europa preindustrial, Barcelona, Crítica. DUBY, Georges (1979): Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea, Madrid, Siglo XXI. JONES, Eric L. (1997): Crecimiento recurrente: el cambio económico en la historia mundial, Madrid, Alianza. MARKS, Robert M. (2007): Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión. Barcelona, Crítica. McCORMICK, Michael (2005), Orígenes de la economía europea: viajeros y comerciantes en la Alta Edad Media, Barcelona, Crítica. MOKYR, Joel (1993): La palanca de la riqueza. Creatividad tecnológica y progreso económico, Madrid, Alianza Universidad. POUNDS, N.J.G. (1987): Historia económica de la Europa medieval, Barcelona, Barcelona, Crítica. SEBASTIÁN AMARILLA, José Antonio (2005), “La Edad Media (c. 1100-c. 1450). Configuración y primer despegue de la economía europea”, en Comín, F, Hernández, M. Llopis, E. (eds). (2005): Historia Económica Mundial (ss. X-XX), Barcelona, Crítica, pp. 15-65. SLICHER VAN BATH, B.H. (1978), Historia Agraria de Europa Occidental (5001850), Barcelona, Península. WATSON, Andrew M. (1998), Innovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico. Granada, Universidad de Granada.

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Tema 4. Expansión y crisis en la Europa Moderna (c.1450-c.1650) 1. Resultados de aprendizaje Pretendemos que el estudio de este tema enseñe a: 1. Describir las transformaciones de Europa en este periodo: expansión por el globo, nacimiento de Estados nacionales, nacimiento del capitalismo, secularización del conocimiento y la técnica. 2. Comparar con la situación de China y la India, y explicar los flujos de metales-mercancías entre Asia y Europa en el periodo. 3. Caracterizar la influencia de los Estados nacionales en la economía, a través de la guerra, la fiscalidad y la creación de un marco institucional estable. 4. Definir el concepto de mercantilismo y describir los elementos comunes de las políticas mercantilistas. 5. Identificar los factores que contribuyen a la fase de expansión general en Europa en los siglos XV y XVI, y la crisis del siglo XVII. 6. Describir las distintas respuestas a la crisis del siglo XVII como factor de divergencia entre las economías europeas. 7. Identificar la orientación de las economías (especialmente la agricultura) hacia los mercados como el factor clave de esta divergencia. 8. Explicar las principales innovaciones en el comercio internacional: nuevas rutas, nuevos productos, nuevos tipos de empresa. 9. Discutir la contribución de la explotación colonial al crecimiento de las economías europeas, y el concepto de “revolución de los precios”. 10. Identificar los nombres de distintos autores con explicaciones de los cambios en este periodo: Marx y el ascenso del capitalismo, Weber y el espíritu del capitalismo, North y el cambio institucional, Jones y el milagro europeo. 2. Índice 4.1. Introducción. Todos los mundos, el Mundo 4.2. Guerra, Estado y capitalismo. 4.3. Armas y gérmenes en América (y África) 4.4. Asia y Europa en la expansión del siglo XVI. 4.5. La crisis del siglo XVII y la divergencia europea. 4.6. El crecimiento del comercio de Ultramar. 4.7. La transición al capitalismo.

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3. Algunas preguntas iniciales



¿Se ha planteado alguna vez por qué son las naciones europeas (y las colonias pobladas mayoritariamente por europeos) las que han dominado la economía mundial en los dos últimos siglos?



¿Fueron los caballos los que ayudaron a los españoles a conquistar América o hubo otras especies más importantes?



Si Europa era ya más rica en la Edad Moderna ¿por qué el dinero del mundo acababa recalando en Asia?



¿Qué tiene que ver el tipo de Estado con la economía?



El mundo de la edad moderna ¿era ya capitalista? ¿Y Europa?



¿Qué pintan las guerras en “el ascenso de Occidente”?



¿Qué es eso que llamamos capitalismo comercial?



¿Por qué eran los europeos los que traían especias de Asia, y no los propios asiáticos quienes las traían a los mercados europeos?



¿Cuáles fueron los grandes avances tecnológicos de la edad moderna?



¿Tiene todo esto alguna importancia para entender el mundo de hoy?

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4. Contenidos del tema 4.1. Introducción. Todos los mundos, el Mundo ¿Cuándo acaba la Edad Media y empieza la Edad Moderna? Por convención suele fecharse en 1453 con la conquista de Constantinopla por los otomanos, y con ella el fin del Imperio Bizantino, sucesor del Imperio Romano. Otros historiadores, sin embargo, prefieren situar esa cesura en el primer viaje de Colón en 1492. Con todo, no parece que ese corte Edad Media-Edad Moderna tenga mucho sentido fuera de Europa, e incluso aquí tampoco está tan claro. No hay grandes saltos en energía disponible, no se descubren nuevos convertidores, ni grandes innovaciones tecnológicas, la población crece apenas al ritmo habitual de las economías preindustriales. Sin embargo, la economía mundial comienza a sufrir una importante transformación y Europa ascenderá al papel protagonista. Un vistazo a los mapas que concibió el gran historiador francés Fernand Braudel (mapa 4.1) permite hacerse idea de cómo había cambiado el mundo en los dos siglos y medio que van de 1500 a 1750. La Europa feudal era apenas era un apéndice lejano y mal conectado de los grandes ejes del comercio asiático (mapa 3.8). Hacia 1500, sin embargo, Europa ya se había embarcado, de la mano de los navegantes de la península Ibérica, en rutas de largo recorrido y en el Mediterráneo los italianos (venecianos y genoveses, sobre todo) afianzaban su presencia frente al poder emergente de los otomanos. Hacia 1750 la situación era del todo distinta. No sólo se había multiplicado el volumen de los tráficos hasta constituir una red comercial que alcanzaba las economías de los cinco continentes –aunque aún no las integraba, faltaba mucho para eso. Sobre todo, había cambiado el papel de Europa, que había dejado de ser una región periférica para colocarse en el centro de los flujos, convertida en el gran nodo del comercio mundial. El mapa de Braudel presenta sin embargo dos carencias. En primer lugar, no recoge los tráficos internos –por tierra o cabotaje– en el seno de cada uno de los continentes. Tanto en Europa como en Asia, estos se habían hecho más UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Mapa 4.1. Los tráficos de Europa en el mundo (1500-1755)

Fuente: Braudel (1987: III, 12-13) densos y regulares. Pero sobre todo, el mapa ignora qué circulaba, de dónde y hacia dónde, y cuál era la dirección del dinero. En este sentido el mapa 4.2. nos ofrece una visión más completa. Mapa 4.2. Principales rutas del comercio global, 1400-1800

Fuente: Frank (1998: 65) Básicamente, Europa actuaba como intermediaria en unos casos, y como explotadora en otros. Siempre por la misma razón: apenas producía nada que demandaran otros continentes. De América venía la plata, extraída de las minas de las posesiones españolas gracias al trabajo forzado de los indígenas. Llegaba a Europa a través de Sevilla –la parte legal– o directamente a

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Ámsterdam –lo que los piratas y comerciantes ingleses u holandeses lograban captar, que era mucho. También, ya en 1750, arribaban a los puertos europeos cantidades crecientes de productos coloniales: azúcar y ron de las Antillas, algodón y tabaco de Estados Unidos, cacao de Suramérica, pieles de Canadá, etc. Como la obtención de muchos de estos productos requería abundante mano de obra, y dado que la población indígena de América había sido diezmada tras la conquista, el trabajo lo ponían centenares de miles de esclavos africanos. Estos eran enviados en condiciones inhumanas por traficantes europeos, que los obtenían en África a cambio de productos metálicos, armas, tejidos asiáticos reexportados o sal. Estos tráficos conforman lo que se llamó comercio triangular del océano Atlántico. De Oriente, la fábrica del mundo por entonces, llegaban a Europa grandes cantidades de textiles –seda y algodón, sobre todo–, especias, té y café, salitre, loza (la famosa porcelana china), etc. Estas mercancías gozaban de gran aceptación en Europa, pero además resultaban bastante baratas para los europeos si las pagaban en plata, de modo que el déficit comercial se saldaba en dinero. Cerca del 75 por 100 de toda la plata americana acabó en Asia, necesitada de volúmenes cada vez mayores para alimentar un sistema monetario que crecía al ritmo que lo hacían la agricultura y la industria. ¿Por qué fluye la plata hacia Asia? El hecho de que la plata de las minas americanas acabara en buena parte llegando a Asia exige una explicación. El comercio asiático seguía siendo deficitario para los europeos, pero también muy lucrativo. Y los déficits se saldaban en plata. ¿Por qué? Se ha aducido a menudo que los asiáticos tenían una tendencia a atesorar la plata (tenían preferencia por la liquidez, en términos económicos actuales). Sin embargo, ésta no era menor en Europa, como en todo sistema monetario de base metálica. También se argumenta que poco de lo que Europa producía interesaba a chinos e indios, más avanzados en manufacturas, con una tradición alimentaria basada en el arroz y con un clima cálido que reducía la demanda de prendas de lana. Pero lo mismo podría argumentarse para la penetración de los tejidos asiáticos de algodón en Europa. K.N. Chaudhuri cree que la respuesta está en los distintos niveles de precios relativos del oro y la plata en Europa y Asia. Ambos continentes tenían sistemas monetarios bimetálicos (basados en oro y plata), pero las cantidades existentes (stocks) de cada uno eran muy diferentes. En Asia el oro era mucho más abundante (lo que hacía que la plata fuera más cara en relación a él), mientras que en Europa, tras el descubrimiento de las minas americanas, ocurría lo contrario. En consecuencia, la plata fluía allí donde obtenía una mejor remuneración, abandonando Europa donde su precio relativo era más bajo. De ahí que las manufacturas europeas resultaran caras para los asiáticos, pero no a la inversa. Con el tiempo los flujos de plata deberían haber tendido a equilibrar los stocks, reduciendo el diferencial oro-plata. Esto no ocurrió, según Chaudhuri, debido a que el tamaño de las economías asiáticas era muy superior a las de Europa, por lo que los efectos de los flujos de metal no lograron nunca

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equilibrar los niveles de precios, ni siquiera tras tres siglos de intercambios, a fines del XVIII. Así pues, la región más avanzada del mundo, hacia donde fluía el dinero, la “locomotora” económica en terminología actual, era Asia. Allí vivía la mayoría de la población mundial, allí donde se hallaban las mayores ciudades (Estambul o Pekín, las más populosas, 700.000 habitantes, seguidas por los 500.000 de Calcuta o los 450.000 de El Cairo frente a los 125.000 de Roma, la mayor ciudad europea), y allí se concentraba la producción (hasta el 80% del PIB mundial en 1775, según estimaciones retrospectivas). Tabla 4.1 Evolución de PIB mundial por continentes (millones $ internacionales de 1990, cifras redondeadas)

Europa Asia India China

1000 13 200 82 200 26 500 33 800

1500 44 800 161 300 60 500 61 800

1600 80 400 217 600 74 250 96 000

1700 102 150 229 500 90 750 82 800

1820 205 700 411 200 111 400 228 600

13 700 18 400 22 000 24 400 31 000 África 4 600 8 100 4 400 6 900 26 700 América Total Mundo 116 800 247 100 329 400 371 400 694 400 Fuente: Maddison (2005), tabla B-18. Nota: Se ha recalculado a partir de las categorías de Maddison: las cifras de Europa se han calculado sumando las cifras originales de Europa Occidental y Oriental, más 1/2 de la correspondiente a la antigua URSS; las de América, sumando América Latina con la cifra de Estados Unidos. En todo caso, como se imaginará, se trata de estimaciones muy aproximadas (aunque elaboradas con abundancia de fuentes). A pesar de la potencia de Asia, Europa había conseguido mejorar su situación sustancialmente. No sólo su población crecía a un ritmo sostenido, sino que había conseguido drenar riquezas inmensas de América y África. Asimismo, había adquirido el protagonismo en el comercio mundial: eran las naves europeas las que llegaban a los puertos asiáticos, no al revés. Y como fruto de esos flujos, la población europea estaba accediendo masivamente al consumo de nuevos bienes –tejidos de algodón y té indios, sedas y loza chinas, cacao, azúcar, tabaco y ron de América–, lo que alimentaba el deseo de mayor cantidad y variedad de estos bienes (una auténtica revolución del consumo). Se creaban así los incentivos para trabajar más y mejor. Era lo que se ha venido a llamar “revolución industriosa” que precedió a la “industrial”. Sólo de este modo los europeos podían costearse esos “lujos” recién adquiridos. De una parte de esta evolución, la que corresponde al siglo XVIII, se tratará en el tema siguiente. Pero ahora toca preguntarse cómo empezó todo. ¿Cómo pudo Europa ascender en el mundo de la edad moderna? La respuesta no está en el cambio tecnológico, al menos no en macroinventos. La Europa moderna no inventó ningún convertidor que permitiera explotar nuevas fuentes de energía: seguía siendo una economía orgánica, en terminología de Wrigley, aunque hubo un ligero aumento del uso de carbón mineral como combustible, algunas mejoras en los molinos de viento, y otras muy destacadas en la navegación. Asimismo hubo innovaciones agrarias de importancia UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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(nuevos sistemas de rotación de cultivos, más complejos y productivos), pero no revolucionarias. También hubo inventos importantes en la industria, entre los que habría que destacar la imprenta de tipos móviles de Gutenberg (1455). Con todo, cuando los historiadores económicos buscan en la tecnología las causas del crecimiento económico de Europa en esta época tienen que reconocer que no están ahí. ¿Entonces? En realidad, sí se produjeron innovaciones, aunque las principales tenían poco que ver con el cambio tecnológico. Para lo que Europa se mostró particularmente dotada fue para la guerra y la conquista. En esencia, las innovaciones que alteraron la vida europea fueron: a) innovaciones tecnológicas en la navegación y el armamento (que explican el protagonismo de la conquista y el comercio). b) ligadas a los anteriores, apertura de nuevos mercados y acceso a materias primas (a través del poder militar, no de la competitividad productiva). c) cambios institucionales sustanciales, no siempre fáciles de concretar, centrados en empresas de nuevo tipo (compañías comerciales por acciones), ejércitos de nuevo tipo (armadas de las compañías privilegiadas y la piratería) y, sobre todo, la difusión de la propiedad privada y los mercados que son requisitos del capitalismo. Ligado a éste, el ascenso de un nuevo tipo de Estado constituye quizá la mayor innovación europea del periodo. 4.2. Guerra, Estado y capitalismo Lo que hizo posible la expansión europea por el mundo, y le permitió hacerse un hueco en la economía mundial fue su capacidad para la guerra. Por supuesto, también los imperios asiáticos y americanos demostraron una eficacia militar sobrada y un largo historial de conflictos. Pero los europeos hacían la guerra de un modo distinto, que les permitía extender su dominio sin implicar a enormes ejércitos de tierra (infantería o caballería) que habían dominado el “arte” de la guerra desde la Antigüedad (y aún lo hacían en Asia). Enviaban pequeñas expediciones bien armadas transportadas en navíos muy marineros y artillados. Cañones y velas serían la clave. En el siglo y pico que transcurrió entre la caída de Constantinopla a manos de los turcos (1453) y la victoria de la Liga Santa sobre éstos en Lepanto (1571), una batalla dominada aún por las galeras a remo, los europeos habían dado un salto de gigante en capacidad militar. En palabras de David Landes “Europa podía imponer ahora su presencia en cualquier parte de la superficie del globo que se encontrara al alcance de un cañón naval” [Landes (1999:95)]. ¿De dónde viene esa capacidad para la guerra? En parte de innovaciones técnicas, como ya hemos dicho en la navegación y el armamento. Ya desde la Edad Media, la brújula (c. 1100) que permitía determinar el rumbo, sumada al astrolabio (conocido desde la antigüedad) permitían superar la navegación de cabotaje. Pero la tracción de las grandes naves seguía siendo fundamentalmente a remo (como en China), inadecuada para los grandes trayectos oceánicos. Para estos, a partir del siglo XIII, la confluencia de los métodos de navegación del norte de Europa con la del Mediterráneo dio lugar a nuevos tipos de naves, como la carraca, la coca o la carabela, que combinaban timones de codaste (en popa), varios mástiles con velas cuadradas o latinas y cascos redondos, de mayor capacidad de carga. A

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ello se sumaron los desarrollos del armamento: el uso del acero en espadas, picas, y corazas, y especialmente la construcción de cañones en bronce o hierro, cada vez más ligeros, que empezaron a montarse en las naves a partir del siglo XIV. Fueron los avances en la guerra naval los que marcan la diferencia entre la Europa medieval –incapaz de resistir las sucesivas embestidas de los pueblos nómadas de las estepas– y la Europa moderna, capaz de viajar por el globo e imponerse como intermediario comercial en Asia y como conquistadora en América. Pero ¿por qué Europa se especializó en la guerra? Una parte de la clave estaba en el tamaño de las unidades políticas. Los imperios asiáticos tenían capacidad militar sobrada, lo que les permitió pacificar gran parte de sus dominios durante largos periodos de tiempo, sin resultar demasiado gravosos (en términos de tributos o destrucción) para sus súbditos. De este modo, generaron incentivos para el crecimiento de la producción y la productividad. Pero precisamente por su éxito en territorios extensos, carecían de incentivos para ampliar sus dominios por mar (o en todo caso, renunciaron a hacerlo). En la Europa medieval, en cambio, los reinos feudales estaban demasiado fragmentados y eran demasiado pequeños, por lo que la forma de prosperar era guerrear para aumentar sus recursos. Y en ese contexto surgieron unidades políticas más grandes con claras ventajas comparativas: los Estados. Europa partía hacia finales de la Edad Media de una extrema fragmentación política característica del feudalismo. Existían ventajas evidentes para aquellas unidades políticas que crecieran más deprisa; de ahí la reducción de su número. De las 1.000 unidades políticas existentes en el siglo XIV se pasó a unas 500 en el XVII (y sólo 25 hacia 1900). Con la posible excepción de Rusia (a caballo entre Europa y Asia) ninguna de ellas era un verdadero imperio territorial, ya que la existencia de las demás limitaba la posibilidad a la hegemonía de una sola. De este modo, los Estados modernos europeos (grandes y pequeños) se orientaron hacia la guerra y eso generó incentivos tanto para fomentar el crecimiento económico (que significaría más hombres y más impuestos) como para ampliar su dominio fuera del continente (de nuevo más recursos). Los Estados europeos pasaron desde mediados del siglo XV a controlar territorios cada vez más amplios; a menudo, pero no siempre, unificados bajo una misma lengua y una sola religión. Esos Estados se dotaron de burocracias permanentes, ejércitos potentes, sistemas fiscales capaces, y leyes escritas que proporcionaban “reglas de juego” estables para los agentes; y muy especialmente para la actividad económica. Con estas herramientas, los Estados se convirtieron en fieros competidores hacia fuera (con otros Estados), y también hacia dentro frente a poderes como los de la nobleza y el clero. Según algunos autores, también fueron motores del crecimiento económico. ¿De dónde salieron estos Estados? Tenemos básicamente dos interpretaciones distintas de cómo ocurrió. Para Marx y los historiadores marxistas, la crisis del feudalismo en el siglo XIV, incluida la mortandad de la Peste Negra, reforzó el poder de negociación de los campesinos. Esa libertad no se ganó en los mercados, sino que fue fruto principalmente de una serie de revueltas extendidas por toda Europa, guerras campesinas contra los señores feudales. Se movilizaron auténticos ejércitos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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con líderes y reivindicaciones propias; fundamentalmente la abolición de la servidumbre, el fin de los monopolios señoriales, y la moderación de los tributos. Para enfrentarse a estas revueltas, los nobles debieron reforzar su poder, y lo hicieron delegando una parte creciente del mismo en príncipes y monarcas. De este modo, los reyes medievales (simplemente uno más entre los nobles, un primus inter pares) se convirtieron en gobernantes más poderosos. Las ciudades, elementos dinámicos de la sociedad medieval, inicialmente dudaron a qué bando sumarse; pero al final se adhirieron a la monarquía, obteniendo en muchos casos contrapartidas políticas en forma de instituciones parlamentarias y leyes favorables a sus intereses comerciales y fabriles. El resultado de estas luchas no fue en todas partes el mismo; por ejemplo, en Europa del Este la servidumbre perviviría hasta la segunda mitad del siglo XIX. Pero en Europa occidental mejoraron las condiciones de los campesinos, se recortó el poder la nobleza, y se dio paso al Estado moderno. La explicación institucionalista se asocia al nombre de Douglass North. En su opinión, los Estados proporcionaban un marco institucional estable, con leyes y tribunales que respaldaban los derechos de propiedad y la seguridad de los contratos. Los Estados desempeñaban estas funciones más eficazmente que los señores feudales: al controlar territorios mayores obtenían economías de escala, y al acumular más poder les resultaba más fácil obligar a todos los beneficiarios a pagar, vía impuestos, su parte del coste de estos servicios. De este modo, los Estados se reforzaban sobre todo como resultado de su eficiencia para gestionar la economía y reducir los costes de transacción (aquellos derivados del establecimiento de una relación económica entre dos agentes, como la búsqueda de información, la negociación del precio, la distribución de la mercancía, las garantías legales… etc.). De entre todos los Estados, afirma North, los más eficaces fueron aquellos que desarrollaron instituciones parlamentarias que limitaban el poder de los monarcas, especialmente en materia fiscal. Esto explicaría la supremacía de Holanda, primero, y de Inglaterra tras la revolución de 1688. Eric Jones llevó más lejos el argumento de North, señalando que la competencia entre Estados, análoga a la de los agentes económicos, les empujó a generar y captar recursos, lo que llevó a mejorar los servicios que prestaban: especialmente la prevención de catástrofes, el reforzamiento de los sistemas legales, y la mejora de las comunicaciones y de la eficiencia de los mercados. De este modo, el crecimiento de los Estados se convirtió en uno de los pilares del milagro europeo, la hegemonía del continente en el mundo. En todo caso, las dos corrientes subrayan la conexión entre el ascenso de este nuevo tipo de Estado y el avance del capitalismo. Y la base de todo, como dijimos, era la guerra. El XV, el XVI y el XVII fueron tres siglos de guerras casi continuas entre unidades políticas relativamente pequeñas y pobres comparadas con los imperios asiáticos. De la mano de la guerra, el capitalismo, que había comenzado a surgir en las ciudades medievales, comenzó a ganar posiciones en algunos de estos nuevos Estados. ¿Cuáles fueron las grandes líneas de esta evolución? El nervio de la guerra era el dinero: y la guerra en la Europa de los siglos XV y XVI resultaba cada vez más cara, tanto en tierra (fortificaciones que resistían la artillería, cañones capaces de derribar las fortificaciones, arcabuces, etc.) como en el mar (muchos navíos, cada vez más artillados: en Lepanto participaron unas 200 galeras cristianas, con 1.300

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cañones, casi el doble que los otomanos, con un número parecido de naves). Por tierra y mar, soldados, muchos soldados (tabla 4.2), la gran mayoría mercenarios. En estas condiciones, la única forma de hacer la guerra era disponer de cantidades ingentes de dinero.

¿Y los cambios culturales? Diversos autores han defendido que los cambios que consagraron la superioridad de los europeos en el mundo no son de naturaleza política, tecnológica, económica o militar. Lo que explica el “ascenso de Occidente” son cambios culturales (ideológicos, religiosos, de actitud ante la ciencia, etc.). David Landes es quizá el historiador económico contemporáneo que con más argumentos y convicción ha defendido esta tesis. En La pobreza y riqueza de las naciones, Landes sostiene (capítulo XV) que, partiendo de ciertas ventajas iniciales (climas templados, evolución intelectual y política), lo que contribuyó al ascenso de Europa fue: 1.La autonomía de la actividad intelectual (desligada de la religión). 2.La aceptación del método científico como vía de conocimiento. 3.La rutinización de la investigación y su difusión. Estos valores prosperaron inicialmente en los países protestantes, donde la crítica individual de las enseñanzas de la religión, la necesidad de justificar racionalmente la fe y la tolerancia religiosa (en ausencia de instituciones represoras como la Inquisición) facilitaron su difusión. Los argumentos de Landes enlazan con las tesis de Max Weber en su clásico La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), donde defendía que la reforma protestante desencadenada por Martin Lutero a partir de 1517 y difundida por toda la Europa central y septentrional había contribuido mediante una serie de valores nuevos a fomentar el avance del capitalismo. Weber se fijaba especialmente en los valores del calvinismo (difundido en Inglaterra, Suiza u Holanda), que desarrolló la doctrina de la predestinación, según la cual los cristianos no podían hacer nada (ni fe ni buenas obras) para salvarse, ya que todo estaba escrito. Aunque semejante doctrina podía haber desembocado en cierta pasividad, en realidad se concretó en: *exaltar la frugalidad, el trabajo, el orden y la seriedad. *considerar el éxito en los negocios como una bendición de Dios (no como algo sospechoso). *la idea de que la vida es limitada y no debe malgastarse en frivolidades. *fomentar la alfabetización para la lectura individual de la Biblia. *el carácter estrictamente personal de la salvación (individualismo). Tales valores conformaban una ética cuya finalidad no era el éxito en los negocios (sino la salvación del alma), pero que a menudo conducía a ello. El problema de las interpretaciones culturales es que resisten mal el análisis comparativo: en otras partes del mundo y en otras épocas hay movimientos religiosos ascéticos o individualistas (el budismo zen), o curiosidad por las ciencias o laicización del pensamiento (la Grecia antigua, por ejemplo). Por otro lado, ningún cambio cultural (el afán de lucro calvinista, o la determinación de los europeos) bastaría para explicar determinados desarrollos si no es como causa a su vez de innovaciones (en la navegación, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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en las instituciones económicas) que dotan a ciertos pueblos o naciones de los medios materiales necesarios para el cambio económico. Los historiadores económicos siempre han tratado de incorporar factores culturales, sociales o políticos en sus explicaciones de los cambios a largo plazo. Otra cosa es ponerse de acuerdo en la importancia de estos factores, dada la dificultad de convertirlos en variables cuantificables e integrarlas en el razonamiento económico. Tabla 4.2. Tamaño de los ejércitos (hombres) de algunos Estados europeos (1470-1710) España Holanda Francia Inglaterra Suecia 1470 20.000 40.000 25.000 1550 150.000 1590 200.000 1630 300.000 1650 100.000 1670 70.000 1700 50.000

20.000

50.000

20.000

80.000

30.000

50.000 150.000 100.000 110.000 120.000 100.000 400.000

Rusia

15.000

45.000 35.000 70.000 70.000 63.000 130.000 87.000 100.000 170.000

Fuente: Malanima (1995: 584). Basado en Parker y Smith ¿De dónde sacaban el dinero los Estados europeos? Pues de donde lo sacan todos los Estados: de su patrimonio (si lo tienen), de impuestos (si pueden) y de préstamos (si alguien les presta). Patrimonio: las propiedades de los monarcas habían sido la fuente principal de sustento de los Estados en la Edad Media, pero no alcanzaban a cubrir los gastos de la guerra moderna. Así que en algunos casos recurrieron a vender otros tipos de patrimonio, como oficios públicos (vendidos masivamente en Francia o Castilla), títulos de nobleza o privilegios comerciales. Aun así, no alcanzaba: ni siquiera los más ricos monarcas de la Europa moderna –Austrias y Borbones españoles, que tenían un 20% de todo lo extraído de las minas americanas– podían pagar con su patrimonio el coste de los ejércitos, la burocracia y la Corte. Impuestos: era la fuente principal de ingresos. Desde una perspectiva estrictamente lógica, lo razonable hubiera sido que los Estados gravasen la principal fuente de riqueza; es decir, impuestos sobre la propiedad y sobre la producción agraria. Pero en la mayoría de los países aquella estaba en manos de los nobles y la Iglesia, las clases dominantes de la sociedad feudal, que se resistían a la imposición. Por otro lado, en agriculturas atrasadas como eran buena parte de las europeas, cualquier incremento de la fiscalidad sobre el producto agrario habría afectado a los terratenientes, que habrían tenido que renunciar a una parte de sus ingresos. En consecuencia, sólo admitieron este tipo de imposición en casos excepcionales, por lo que no quedaba más remedio que establecer impuestos indirectos sobre el comercio o el consumo. Esta fue la solución adoptada por buena parte de los Estados. Impuestos como la alcabala en Castilla (impuesto del 10 por 100 sobre las compra-ventas), las aides (sobre el vino, licores, velas, jabón) y gabelas (sobre

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la sal) en Francia desde fines del XIV, o los derechos de aduanas, base de la hacienda inglesa, fueron fórmulas habituales en casi todos los Estados europeos. Deuda: aunque los impuestos fueron creciendo desde fines del siglo XV, a menudo no alcanzaban para cubrir el gasto, o no producían los ingresos necesarios en el momento en que se precisaban. De ahí que de forma creciente se recurriera al endeudamiento, bien a través de préstamos a corto plazo de banqueros, bien a través de deuda consolidada. Los préstamos de los banqueros internacionales eran fundamentales para pagar las guerras en territorios alejados, como las de los Austrias españoles por toda Europa en los siglos XVI y XVII. Los banqueros proporcionaban anticipos urgentes, y además, movían el dinero a plazas alejadas en una época de comunicaciones difíciles y peligrosas, pero cobraban caros sus servicios. La alternativa fue la deuda consolidada, títulos parecidos a la actual deuda pública, que devengaban un interés anual, y con plazos de amortización muy largos o indefinidos. El pago de los intereses se garantizaba con lo que se recaudaba de impuestos. En sus inicios, siglos XV y XVI, estos títulos –como los juros castellanos o las rentes en Francia– gozaron de buena acogida; sólo Inglaterra demoró su introducción hasta fines del siglo XVII. Pero a medida que los apuros financieros retrasaban el pago de intereses, se fue haciendo más difícil colocarlos en los mercados, por lo que desde mediados del XVI sus tipos de interés crecieron (gráfico 4.1). Todas estas novedades en materia fiscal y hacendística fueron desarrollándose en los Estados europeos desde finales del siglo XV hasta el siglo XVIII. Y más allá de sus efectos contributivos, tuvieron importantes repercusiones sobre las economías europeas:  Los impuestos contribuyeron a la monetización de la economía y la extensión de los mercados. A diferencia de lo que sucedía con gran parte de la imposición señorial de la Edad Media, las cargas fiscales de los Estados Modernos debía pagarse en metálico. Esto forzó a los campesinos a comercializar sus excedentes o a emplearse como asalariados, contribuyendo así a la extensión de los mercados.  Como muchos de estos impuestos recaían sobre el comercio y el consumo los Estados encontraron fuertes incentivos para fomentar y proteger estas actividades. De este modo, los Estados se preocuparon en ofrecer privilegios a los mercados y ferias, seguridad en los tráficos, garantías a la propiedad privada, sistemas unificados de pesos y medidas y, en general, dictando legislación protectora al comercio y la industria.  Los Estados también tuvieron un fuerte incentivo para promover la explotación colonial, pues los derechos de aduanas, y la misma colonización, constituían otra fuente importante de ingresos. Los monarcas financiaron las expediciones de descubrimiento y conquista (como hizo la reina Isabel de Castilla con las de Colón). También establecieron instituciones para el monopolio del comercio colonial, como la Casa de Contratación española de Sevilla en 1503 o, más adelante, compañías privilegiadas como la Holandesa de las Indias Orientales (VOC, por sus siglas en holandés, 1602) o la East India Company (EIC, 1599) inglesa. Tales medidas son el núcleo del llamado mercantilismo (ver recuadro).

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Los préstamos de los banqueros otorgaron a estos primeros representantes de la burguesía un poder de negociación que aprovecharon para impulsar la penetración de las reglas de juego capitalista (propiedad privada, mercados, garantías jurídicas a los negocios). El crecimiento de la deuda consolidada actuó en un sentido parecido. Los Estados no podían zafarse del pago de intereses y amortización de capital porque los tenedores de deuda pertenecían a los sectores sociales más poderosos (comerciantes y financieros, pero también nobles e instituciones eclesiásticas). De ahí que promovieran un mayor control del presupuesto, bien por la vía de la representación política (como ocurrirá con el Parlamento en Inglaterra sobre todo tras la revolución de 1640), o bien mediante el el nombramiento de funcionarios especializados. El mismo desarrollo de los Estados modernos generó nuevas oportunidades de negocio. Financieros, contratistas navales o de pertrechos, arrendadores de impuestos, o comerciantes de compañías monopolistas constituyeron el sector más rico de las burguesías nacionales. Los Fugger, Welser o Spínola sólo fueron la cúspide de un nutrido grupo de banqueros y hombres de negocios que prosperaron a la sombra de los Estados. En ocasiones acabaron arruinados; otras veces abandonaron los negocios y, merced al patrimonio acumulado, se integraron en la aristocracia.

De este modo, el fortalecimiento del Estado moderno en Europa contribuyó por diversas vías al avance del capitalismo en una sociedad que aún era predominantemente feudal. Con todo, hay que hacer algunos matices.  En primer lugar, el poder los nuevos Estados no era tan absoluto ni igual en todas partes de Europa. Los Estados nacientes aún debían negociar con diversas instancias intermedias (nobles, municipios, iglesias, gremios o parlamentos), ya que carecían de capacidad para imponer sus decisiones. En zonas como Italia o Europa del Este, la formación del Estado nacional encontró obstáculos insalvables ante el vigor de las ciudades-estado o la nobleza feudal. Polonia, por ejemplo se convirtió en monarquía electiva en 1572, con un rey elegido por los nobles.  En segundo lugar, también tuvo consecuencias negativas: o La fiscalidad estatal pudo frenar el crecimiento y castigar las actividades (comercio y manufacturas) y zonas más dinámicas; las ciudades y los puertos, más fáciles de controlar, pagaban más impuestos. o La deuda pública funcionó como mecanismo de redistribución inversa (los impuestos que pagaban los pobres acababan en las arcas de los ricos), y drenó capitales que podrían haberse invertido en la producción. o También generó conflictos políticos. Hubo revueltas contra los impuestos, en ocasiones de gran virulencia y difusión, como las de los croquants franceses en 1636; las cuestiones fiscales también contribuyeron al estallido de las revoluciones inglesas de 1642-1689. o A menudo se ha culpado a la presión fiscal estatal, especialmente en la cuenca mediterránea, de la crisis del XVII. Aunque la recaudación de las haciendas públicas creció notablemente en este período, no está claro que significara siempre una mayor presión fiscal, ya que también lo hicieron la población y la renta. Las estimaciones para Francia indican que la presión

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fiscal aumentó a lo largo del XVI, se moderó temporalmente a comienzos del XVII, y volvió a remontar abruptamente hasta 1650.

Gráfico 4.1. Tipos de interés (en %) de la deuda pública a largo plazo y estructura constitucional, 1300-1750.

Fuente: Epstein (2000:19)

Mercantilismo Además del crecimiento del gasto y de los impuestos, los Estados modernos intervinieron a través de otras políticas económicas, englobadas bajo la etiqueta de mercantilismo. Éste no es propiamente un programa teórico coherente, sino más bien un conjunto de medidas diversas, ideas y autores que tratan de dar respuesta a problemas concretos. El objetivo común era el reforzamiento del poder estatal a través de la intervención pública sobre la economía. Muchas de estas medidas no eran sino la aplicación a escala nacional de las adoptadas en las ciudades medievales para regular la producción o los intercambios, el comercio o la política de subsistencias. Habitualmente eran respuestas a situaciones coyunturales, aunque también había rasgos comunes, como la protección de las manufacturas locales, el fomento del comercio exterior y el logro de una balanza comercial favorable o la obtención de metales preciosos. Aunque los mercantilistas también plantearon medidas para la regulación del comercio y la producción interior (tasas de precios agrarios y salarios), el grueso de sus preocupaciones se orientó hacia el comercio exterior. De ahí el nombre de “sistema mercantil” que le dio Adam Smith, del que derivó mercantilismo. Estos esbozos influyeron en los programas de política económica más elaborados que a partir de la segunda mitad del siglo XVII se pusieron en marcha en Inglaterra o en la Francia de Colbert.

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La obsesión de los mercantilistas por acumular metales preciosos, llamada en ocasiones “bullonismo” (del inglés bullion, lingote) estaba ligada a la necesidad de afrontar los gastos de guerra, buena parte de los cuales (sobre todo los pagos a mercenarios) debía efectuarse en oro o plata. La fórmula para conseguirlo, a falta de colonias productoras (monopolio de los españoles) era procurar que los flujos de metales americanos recalaran en el país, y no salieran de él. Para conseguirlo era prioritario que la balanza comercial fuera favorable (aportación de Thomas Mun), lo que debía conseguirse fomentando el comercio, especialmente la exportación de manufacturas, y procurando que los beneficios de éste no saliesen al exterior. Como resultado, algunas políticas mercantilistas concretas fueron: *Altos aranceles para las importaciones de manufacturas (salvo de bienes intermedios); leyes contra el lujo (que era por definición importado) o prohibición de exportaciones de productos semielaborados o materias primas. *Actas de Navegación: aprobadas en Inglaterra tras la revolución parlamentaria, reservan a los navíos ingleses el tráfico desde puertos ingleses. Otros países adoptan medidas similares. *Manufacturas reales: grandes fábricas financiadas por el Estado, centradas en bienes de lujo o pertrechos militares, para evitar tener que importarlos. *Compañías Comerciales Privilegiadas: con monopolio para comerciar con una determinada región o producto, especialmente la importación de materias primas coloniales o productos que luego pudieran reexportarse con beneficio. *Prohibición de salidas de oro y plata del país (ineficaces), con la excepción del comercio con Asia, en el que las exportaciones de plata resultaban muy rentables (esa fue la política de las compañías de Indias inglesa y holandesa). Figura 4.1. Objetivos, medios y políticas mercantilistas

Nota: Las líneas punteadas reflejan una conexión más débil

Fuente: Elaboración propia.

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4.3. Armas y gérmenes en América (y África) La expansión europea hacia el Atlántico venía de finales de la Edad Media, y estaría protagonizada sobre todo por los portugueses y más tarde por los castellanos. Los avances ya mencionados en navíos e instrumentos de navegación proporcionaron los medios, pero la atracción de los metales africanos y los beneficios potenciales de ahorrarse a los intermediarios musulmanes, que controlaban el comercio de especias, proporcionaron los incentivos necesarios. Muy escuetamente (la historia está recogida en cualquier manual de historia general) podemos seguir las expediciones portuguesas hacia el Índico. El impulso inicial fue proporcionado por el infante Enrique (1394-1460), llamado justamente el Navegante (nunca llegó a reinar, pero aprovechó su peso en la familia real portuguesa para promover empresas de exploración). Desde finales de la Edad Media Portugal era una nación dedicada a la pesca de altura y el comercio con el norte de Europa; e incapaz de competir en el Mediterráneo, el gran eje tradicional del comercio europeo, cuyo dominio se disputaban navegantes italianos (tras desbancar a los catalanes) y otomanos. De ahí que aprovechara su situación periférica para buscar rutas alternativas en el Atlántico. Sobre todo lo que buscaba eran especias de Oriente y oro de África; especialmente de Ghana. Éste se había encarecido debido a que el crecimiento económico exigía alimentar un sistema monetario basado en ese metal, y sólo subsidiariamente en la plata. Las principales unidades monetarias del momento –dinares árabes, ducados venecianos, florines florentinos– eran monedas de oro, algo que sólo se alteraría con la explotación de las minas americanas. Las especias asiáticas (pimienta, clavo… etc.) así como algunos tintes para tejidos habían nutrido las ramas más prósperas del comercio ultramarino en la Edad Media. Esos productos tenían una gran demanda para acondicionar alimentos en una época con limitados sistemas de conservación. Pero, sobre todo, resultaban atractivas por su elevado valor por unidad de peso. La búsqueda de una ruta directa hacia el Océano Índico –abierta finalmente con la expedición de Vasco de Gama– permitía desbancar a los competidores italianos y ahorrar intermediarios. Los beneficios potenciales eran por tanto considerables, y de ahí el apoyo de la corona portuguesa –de Enrique el Navegante a Juan II (1481-1495)– a los viajes de descubrimiento que se sucedieron en el siglo XV, estableciendo colonias o factorías en la ruta hacia Asia, que alcanzó en 1498 Vasco de Gama. Nuevas expediciones posibilitaron llegar a Cantón (China, en 1518), y establecieron bases comerciales (factorías) a lo largo de la costa africana y el Índico: Mozambique, Madagascar, Zanzíbar, Adén o Goa. El dominio de esta ruta por los portugueses aún duraría unas décadas. Para su explotación se estableció en Lisboa una institución, la Casa da Índia (c. 1500), a la que se otorgó el monopolio del comercio con Oriente, la supervisión de la navegación y el cobro de los impuestos. Sin embargo, desde finales del siglo XVI, holandeses e ingleses fueron ganando a Portugal la pugna por el control de estos tráficos. El pionero fue perdiendo peso frente a los competidores recién llegados, pero más eficaces en la navegación y la guerra. Mucha mejor fortuna tuvieron los castellanos, incorporados más tarde a las expediciones atlánticas, pero a quienes les salió bien la apuesta de Isabel la Católica por Colón. El viaje resultó tan arriesgado que el mismo Colón tuvo UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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que ocultar a su tripulación los datos reales de navegación. In extremis, la expedición tocó tierra el 12 de octubre de 1492, y tras un breve periplo por La Española y Cuba, regreso a Lisboa en marzo de 1493. Con todo, no puede afirmarse que la incorporación de Castilla a esta carrera atlántica fuera meramente casual; ya desde fines del siglo XIV venían promoviéndose expediciones de pesca o comercio hacia las costas africanas. La conquista de las islas Canarias formaba parte del mismo proyecto, impulsado por la corona. Mapa 4.3. Descubrimientos portugueses en África

Fuente: Cipolla (2003:224) La historia de la conquista y colonización de América tiene mucho de sorprendente, dado que el número de los conquistadores y su capacidad militar era casi ridículo en comparación con las fuerzas a que se enfrentaron. Hernán

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Cortés estuvo acompañado de unos 400 españoles cuando conquistó el imperio azteca en 1521 (aunque reclutó miles de indígenas de otras tribus). A Francisco de Pizarro le bastaron algo más de un centenar de soldados para capturar al inca Atahualpa y dar un golpe de muerte al imperio. En los dos casos los españoles aprovecharon la existencia de enemistades abiertas entre la población indígena; e hicieron valer su superioridad militar (corazas y armas de acero, caballos y perros domesticados, arcabuces y artillería), la ignorancia de los indios sobre quiénes eran aquellos extraños forasteros. A medio plazo, se beneficiaron de la mortandad provocada por los gérmenes que acompañaban a los conquistadores, convertidos en “aliados biológicos”. La viruela, sobre todo, el sarampión, la gripe, el tifus y otros patógenos con los que los eurasiáticos y africanos llevaban milenios conviviendo, hasta el punto de haberse convertido en enfermedades de la infancia para las que estaban relativamente inmunizados, diezmaron literalmente la población indígena. El empleo de indígenas como trabajadores forzados en minas y plantaciones remató la catástrofe. Se calcula que entre 1492 y 1650 la población amerindia se redujo entre un 50 y un 90 por 100. Por ejemplo, se estima que en 1532 México contaba con más de 16 millones de habitantes, de los que en 1602 sólo quedaban poco más de un millón. A cambio, América sólo exportó un patógeno que complicaría la vida a los europeos hasta el siglo XX: la sífilis. Imperios americanos: Incas y Aztecas Los españoles se enfrentaron a su llegada a América a dos imperios poderosos, aunque de reciente aparición. Los aztecas, dirigidos por un rey-sumo sacerdote (Moctezuma a la llegada de Cortés) eran un pueblo guerrero que dominó mediante el terror el valle de México desde 1428, y desde ahí buena parte de Centroamérica. Los pueblos sometidos al imperio pagaban tributos en especie (alimentos, oro y piedras preciosas, cueros) y en hombres, muchos de los cuales eran destinados a sacrificios rituales. Disponían de una agricultura de irrigación muy productiva (heredada de otros pobladores anteriores), basada en el maíz. Habían sido capaces de construir una gran capital (Tenochitlán), con cerca de cuarto de millón de habitantes, y acumular grandes tesoros de oro y plata. Carecían de animales de tiro y su escritura jeroglífica era bastante tosca, tenían ciertos conocimientos astronómicos y, sobre todo, una notable especialización militar. Por su parte, el imperio inca había alcanzado una gran extensión –unos 4.000 kilómetros de largo, desde Quito a Santiago de Chile– basado en la asimilación de los pueblos conquistados, que eran obligados a adoptar el idioma quechua y el culto al Sol. Desconocían la rueda y la navegación de cabotaje, la escritura (que sustituían con un sistema de anotación mediante nudos) y, como los aztecas, tampoco disponían de animales domésticos de tiro (sólo llamas y alpacas, para lana y transporte). Tampoco tenían propiedad privada ni practicaban el comercio (por lo que carecían de moneda). Al igual que los aztecas, eran un pueblo guerrero, dirigido por un rey-sacerdote, que habían conseguido convertir en tributarios a otros pueblos indígenas. El imperio estaba comunicado por una densa red de caminos empedrados recorridos de forma continua por mensajeros imperiales a pie. Como los aztecas, tenían ciudades monumentales de piedra (Cuzco, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Cajamarca, Callao), con grandes templos, murallas y edificios públicos, incluso en lugares tan inaccesibles como Machu-Pichu. Cuando arribó Pizarro, salían de una cruenta guerra civil. A diferencia de las expediciones portuguesas hacia África y Asia, que se basaban en el establecimiento de fortalezas y colonias comerciales con escasa penetración territorial, Castilla (no España, ya que inicialmente la corona de Aragón quedó excluida de la empresa) optó por una política de conquista y ocupación de los territorios. Para ello estableció su dominio territorial con fuerzas y fortalezas militares, nuevos núcleos urbanos, y una política de conversión religiosa y, más adelante, castellanización de la población indígena. Se crearon nuevas instituciones de gobierno, como los virreinatos; inicialmente dos, el de Nueva España al norte del istmo centroamericano, y el de Perú al sur. Asimismo se aprobó una legislación específica para los nuevos territorios, las Leyes de Indias. La explotación de las tierras recién conquistadas resultó difícil, dado el escaso número de conquistadores, la tremenda mortandad de la población indígena, y los problemas derivados de la enormidad de los territorios y la diversidad cultural de los pobladores indígenas. Por ello, la economía de la América española se basó en tres pilares: una agricultura de subsistencia llevada a cabo por los indígenas, basada en los aprovechamientos tradicionales (maíz, batata); una ganadería extensiva de las especies introducidas por los europeos (equinos y bóvidos, sobre todo); y la minería de la plata. Ésta última fue la clave de la economía colonial. En una primera etapa los españoles pudieron apropiarse de los tesoros acumulados por los imperios indígenas, básicamente formados por objetos de oro. Tras el saqueo, esta “fuente” de oro se secó, como lo hicieron los yacimientos áureos en las Antillas; En realidad, la verdadera riada de metales preciosos fue de plata, llegó tras 1550 y se basó en el descubrimiento y explotación de nuevas minas. Fundamentalmente dos: Potosí (actual Bolivia) tras 1545, y poco después, Zacatecas (México). La producción total de estas minas (y sobre todo la primera) significó un auténtico torrente de plata sobre Europa; aunque buena parte de ella acabó marchando hacia Asia para saldar los déficits comerciales. Tabla 4.3. Remesas de metales preciosos americanos llegados a Sevilla (15001660). Totales en miles de pesos de 450 maravedís (valores corrientes). Plata 1501-10 1511-20 1521-30 1531-40 1541-50 1551-60 1561-70 1571-80

0 0 35 4.890 8.893 15.185 24.588 28.575

Oro Totales 1.187 1.187 2.189 2.189 1.137 1.173 699 5.588 1.569 10.463 2.680 17.865 760 25.349 583 29.159

1581-90 1591-1600 1601-10 1611-20 1621-30 1631-40 1641-50 1651-60

Plata Oro Totales 52.276 931 53.207 68.569 1.044 69.613 55.066 742 55.809 53.958 683 54.641 51.498 468 51.965 33.158 267 33.425 25.330 204 25.534 10.570 85 10.655

Fuente: Hamilton, Earl J. (1975): El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650, Barcelona, Ariel. (1ª ed. 1934)

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La minería de la plata era muy intensiva en mano de obra. Entre otros motivos, porque la supervivencia de los mineros era reducida. El trabajo en la mina era duro y arriesgado; no sólo por la propia excavación, sino también porque la obtención de la plata empleaba un procedimiento muy insalubre, la amalgama con mercurio, un metal sumamente tóxico. Casualmente, los españoles contaban con una provisión abundante de este metal. En Almadén, Ciudad Real, estaban las principales minas de mercurio de Europa; y, además, encontraron otras en Huancavelica, Perú. La peligrosidad e insalubridad del proceso de extracción de mineral de plata, y de la misma plata, llevó a los españoles a imponer una sistema de reclutamiento forzoso de trabajo, los repartimientos, que tenían sus orígenes en una institución inca, la mita. Básicamente consistía en que cada pueblo era obligado a aportar un determinado número de jóvenes, y durante cierto tiempo, para el trabajo en las minas. Por lo demás, los repartimientos también fueron empleados en otras actividades económicas. Un problema semejante de falta de mano de obra se planteó en las plantaciones, pero se le dio una solución distinta: se recurrió a mano de obra esclava procedente de África (abriendo así otra vía de beneficio en el comercio colonial). De todos modos, la economía de plantación no fue característica de la América española hasta el siglo XVIII (no así en el Brasil portugués o del Haití francés, donde arraigó antes). La estructura de explotación agrícola característica de los virreinatos españoles fue la encomienda, que venía a reproducir en América el modelo feudal europeo. El encomendero, un conquistador español o su descendiente, asumía un papel equivalente al del señor feudal, aunque con ciertos matices. A cambio de su protección y del adoctrinamiento religioso, los indígenas debían entregarle una renta en especie o, con mucha más frecuencia, realizar trabajos para él. En definitiva, la encomienda venía a ser otra forma de trabajo forzoso en beneficio de los conquistadores, justificada por la Iglesia como instrumento de evangelización de los indígenas. En Castilla la explotación económica de América se organizó mediante el monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla, establecida en 1503 sobre el modelo de la portuguesa Casa da Índia. El doble monopolio –sólo Sevilla y sólo los súbditos castellanos podían comerciar con Indias– perduró hasta el siglo XVIII, aunque puesto en solfa por el fraude, el contrabando y la piratería. La Casa organizaba los convoyes anuales a América (flotas y galeones), cobraba la parte correspondiente al rey de las remesas de metales (un quinto de todo lo producido; el llamado Quinto Real) y otros aranceles y derechos sobre las mercancías. También se ocupaba de la formación de los pilotos y el registro de cartas náuticas y mapas. Sin embargo, desde muy pronto se fue reduciendo la proporción de productos castellanos exportados a las Indias en favor de los procedentes de otras naciones de Europa, sobre todo del Norte. En todo esto, el contrabando, ampliamente tolerado por las autoridades locales americanas, jugó un papel fundamental. 4.4. Asia y Europa en la expansión del XVI (c.1450-c.1600) Hasta aquí hemos hecho un repaso rápido, sin prestar la debida atención al orden cronológico, de los cambios ocurridos en la economía internacional y las innovaciones tecnológicas e institucionales que los impulsaron. Conviene ahora UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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examinar los grandes movimientos de la coyuntura, y comparar lo que estaba ocurriendo en Asia y en Europa. Los primeros siglos de la Edad Moderna en Europa tienen dos grandes periodos: uno de expansión económica, que arranca desde mediados del siglo XV, tras la gran crisis bajomedieval, y llega hasta la última década del siglo XVI. Entre esta fecha y 1620-1650 (la cronología varía mucho según las distintas regiones) se inicia el segundo período, de crisis –demográfica y económica, pero también con origen en la guerra– que se prolonga en una depresión extendida a la mayor parte de Europa hasta las primeras décadas del siglo XVIII 1. Sin embargo, dos países escaparán a la depresión por causas que analizaremos más adelante: las Provincias Unidas de los Países Bajos (Holanda para abreviar) y Gran Bretaña. Los datos de población (tabla 4.4), como siempre, nos proporcionan un primer indicador, grosero tal vez pero significativo. Asia, por su parte, muestra una evolución en cierto modo paralela. Afectada también seriamente por una crisis en el siglo XIV (ligada a la Peste Negra y techos maltusianos), en los siglos XV y XVI experimenta un fuerte crecimiento, que sin embargo se salda con una crisis que afecta duramente a China; pero de la que Japón y la India, por razones distintas, salen mejor libradas. La comparación de estas evoluciones aparentemente paralelas (aunque distintas en sus causas) ofrece algunas lecciones de interés. Tabla 4.4. La población europea y asiática (1000-1750). Millones de habitantes 1000

1300

1400

1500

Inglaterra Reino Unido e Irlanda Bélgica Holanda Alemania Francia Italia España Portugal Europa sin Rusia Europa hasta Urales

1,7 2,0 0,4 0,3 3,5 6,0 5,2 3,5 0,6 30,9 34,9

5,2 6,5 1,2 0,8 12,0 16,0 12,5 5,1 1,2 70,0 79,0

2,1 3,1 0,8 0,6 6,5 11,0 8,0 3,8 0,9 52,0 61,0

2,3 3,9 1,2 0,9 12,0 16,4 9,0 5,5 1,0 68,4 80,4

China India Japón

59,0 75,0 7,5

100,0 91,0 10,5

72,0 97,0 12,7

Mundo

268,3

360,0

350,0

1550 3,0 4,8 1,6 1,2 14,0 19,0 11,5 6,0 1,4 81,1 94,1

1600

1650

1700

1750

4,1 5,2 6,1 7,5 1,3 1,5 1,5 1,9 16,2 9,5 20,0 22,0 13,3 11,5 6,8 6,0 1,5 1,5 90,5 85,7 105,5 102,7

5,1 5,8 8,0 10,2 2,0 2,5 1,9 1,9 14,1 17,5 21,5 24,6 13,5 15,5 7,7 9,4 2,0 2,4 97,4 116,2 117,4 142,2

103,0 110,0 15,4

160,0 135,0 18,5

138,0 165,0 27,0

438,4

556,2

603,5

Fuente: Sebastián Amarilla, J.A. (2005): “La Edad Media (c.1000-c.1450). Configuración y primer despegue de la economía europea”, en Comín, Hernández y Llopis eds. (2005:17) . 1

Las fechas, como se ve, no son todo lo precisas que nos gustaría. Por un lado, carecemos de datos económicos fiables para este periodo, lo que hace que ni siquiera los expertos se pongan de acuerdo. Por otro, las economías europeas distaban mucho de estar integradas; incluso dentro de un mismo país se producían notables diferencias de coyuntura de unas regiones a otras (dependiendo de las distintas especializaciones productivas, los efectos directos de las guerras o factores particulares). Por último, se advierte también que las cronologías de la historia económica no coinciden exactamente con la de la historia política..

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La expansión europea arranca, como siempre en las economías de base agraria, en los campos, como resultado de la recuperación de la crisis bajomedieval. Aunque las fechas varían según las zonas, en la segunda mitad del siglo XV la población volvía a crecer en buena parte de Europa, otra vez por debajo del techo maltusiano, y con ella la producción y el consumo. La crisis, además, había dejado como herencia la abolición de la servidumbre, la forma de trabajo prototípica del feudalismo, en casi toda la Europa occidental, así como un mayor peso político de los Estados y las ciudades. En los campos, buena parte de la producción no se obtenía de los dominios feudales, como en la Edad Media, sino de un nuevo tipo de organización que solemos denominar economías campesinas (ver recuadro).

Economía campesina Importa aclarar el concepto de economía campesina (formulado por A. Chayanov), que no es sinónimo de economía agraria, sino un tipo específico de ésta. Sus características:  la familia campesina es la unidad básica de producción, reproducción y consumo.  la explotación campesina: tierras en propiedad o arrendadas –en variadísimas modalidades de cesión– son casi siempre trabajadas sólo por la propia familia y por tanto de extensión limitada.  estas explotaciones y familias generan el grueso del producto agrario.  su objetivo prioritario es garantizar la subsistencia. Eso no significa que se orienten exclusivamente hacia el autoconsumo; existen contactos con el mercado pero no siempre bastan para condicionar los comportamientos.  muchas tienen un fuerte componente comunitario: tierras de uso común (pastos y bosques comunales sobre todo), que sirven para alimentar el ganado y obtener recursos alimentarios complementarios, leña o tierras cultivables cuando la población crece y forman un colchón de seguridad en las épocas de crisis. También hay normas comunitarias, en el marco de la aldea, que rigen las tareas agrarias –cuándo y dónde cultivar o recoger, cómo organizar el trabajo para tareas comunes de mantenimiento de caminos o ayuda mutua, cómo aprovechar la leña o la caza de los comunales– e instituciones de autogobierno: consejos, asambleas de vecinos o concejos que dictan y supervisan estas normas y representan a los vecinos ante al señor feudal o el Estado de turno. A este tipo de organización, mayoritario aunque no único en la Europa moderna, es al que aludiremos en adelante al hablar de explotaciones, familias o comunidades campesinas. Basado en Malanima (1995:126-145). Este es el contexto general de la expansión del siglo XVI. A falta de innovaciones tecnológicas sustanciales, las vías de crecimiento en el mundo rural fueron fundamentalmente tres: un crecimiento extensivo mediante el incremento de los inputs de factores de producción (tierra, trabajo, capital) y un crecimiento de tipo smithiano basado en la especialización de dos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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tipos: introducción de cultivos comercializables y diversificación de actividades, aprovechando las oportunidades que brindaban unos mercados en expansión. Veámoslos: 1. Crecimiento extensivo. Roturación (rompimiento de tierras incultas para labrarlas) es la palabra clave. Con más población, la extensión de los cultivos fue el principal factor de la expansión. Aunque con ritmos diferentes, afectó a todos los territorios: en Alemania se repoblaron aldeas abandonadas tras la crisis bajomedieval, se sembraron de nuevo terrenos en desuso, y las zonas de pasto alimentaron una cabaña ganadera creciente. En las costas holandesas se drenaron tierras anegadas y se levantaron diques de contención (dam) para ganar tierras al mar (polder). Los bosques se convirtieron en campos de cultivo; por ejemplo, el bosque de Orleáns en Francia pasó de 60.000 hectáreas originales a 20.000 en 1533. En un primer momento las roturaciones no afectaron a los pastos que sustentaban al ganado. Su importancia en la economía campesina fue considerable porque proporcionaba la fuerza de tiro y el abonado esenciales para la agricultura. Fue el ganado, mucho más que los aperos y que las comparativamente modestas inversiones en mejoras y regadío, el principal factor de capitalización de las explotaciones campesinas. Creció por último la fuerza de trabajo, el factor más importante de todos, lo que se tradujo en aumentos generales de la densidad de población, con casos notables como Bélgica, que en 1600 superaba los 50 habitantes por km2. Además, dado que aún se disponía de buenas tierras en abundancia, no sólo no aparecieron los rendimientos decrecientes, sino que éstos incluso crecieron. En Polonia de 3 por 1 (3 granos cosechados por cada uno sembrado) a 5,5; o cerca de 6 por 1 hasta la segunda mitad del siglo XVI en el norte y centro de Italia; 9 por 1 en Inglaterra, e incluso superiores en Flandes. Tabla 4.5. Densidad de población en Europa 1000-1700 (hab/km2) Años

Italia

Inglaterra+ Gales

Francia

23 5 9 1000 17 11 11 1300 41 35 29 1400 27 14 20 1500 30 15 30 1550 38 20 35 1600 44 27 36 1650 38 35 40 1700 Fuentes: Las mismas de tabla 4.1.

España+ Portugal

8 7 11 8 11 12 14 13

Holanda

Bélgica

5 7 19 14 23 30 36 45

10 13 41 26 41 54 43 49

Alemania

Escandinavia

8 10 34 18 34 39 45 27

0 1 2 1 1 2 2 2

Total Europa

3 3 8 6 8 9 10 10

Tabla 4.6. Rendimientos medios por unidad de simiente (cereales) Periodo Inglaterra Francia Alemania Italia 1200-1249 2,9 1250-1299 4,2 4,3 1300-1349 3,9 6,3 4,2 1387 11* 1565-1574 6* 1612 12,9 9,4** 1700 6** Nota: *Arezzo; ** Florencia Fuente: Cipolla (2003:126-128)

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Mapa 4.4 Comercio e industria en la Europa del siglo XVI

Fuente: Barraclough, G. ed. (1985): El Mundo. Gran atlas de historia, Ebrisa, Barcelona, t. IV-V

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2. La segunda vía de crecimiento fue la especialización de cultivos inducida desde los mercados urbanos e internacionales. En realidad, se trata de un claro ejemplo de retroalimentación, pues la división del trabajo exigía avances de los mercados, que a su vez se beneficiaban del avance en la división del trabajo. La difusión del pago de rentas e impuestos en dinero, no en especie, contribuyó al proceso, y la proliferación de mercados locales y ferias fueron a la vez un impulso y un síntoma. Los cultivos especializados eran muy diversos: olivo y viñedo, en la cuenca mediterránea, cebada y el lúpulo para la cerveza más al norte, materias primas textiles (lino y cáñamo, tintes como el pastel y la granza, morera para los gusanos de seda en Italia o Valencia) o cultivos de huerta en las cercanías de las ciudades y arroz en zonas húmedas. La ganadería –ovina sobre todo— se benefició de la demanda de lana. Fue en los Países Bajos donde más se intensificó la agricultura mediante la siembra de forrajeras y leguminosas, así como con la producción de hortalizas y productos lácteos para los mercados urbanos. Mejoraron los rendimientos empleando fertilizantes y combinando distintos cultivos para acortar el barbecho, al tiempo que mantenían la producción de cereal. Los pastos artificiales alimentaban al ganado estabulado. 3. Por último, el crecimiento rural del siglo XVI se alimentó de la diversificación de actividades. Sobre todo de la extensión de la industria rural, especialmente la textil; el sector más importante, puesto que el vestido era, tras la alimentación, la necesidad más básica. El modo de organización dominante era el llamado sistema de trabajo a domicilio (también llamado verlagssystem o putting-out system), con varias modalidades, que combinaban el trabajo de los artesanos rurales con la actividad empresarial de un comerciante-fabricante, que encargaba o compraba la producción a los artesanos para revenderla. Otras actividades que crecieron fueron la minería y la metalurgia, los servicios de transporte (arrieros y carreteros) y en zonas costeras, la pesca. Esta se vio impulsada por la mejora de los procesos de conservación (curación, salazón o ahumado), que permitían vender el pescado a mercados del interior. En el norte de Europa fue sobre todo la pesca del arenque, dominada desde fines del XV por los holandeses, gracias al perfeccionamiento del herring bus, un buque factoría que permitía embarcar entre 18 y 30 tripulantes, faenar durante semanas en alta mar, y salar el producto en las bodegas para conservarlo hasta llegar a puerto (figura 4.2). La flota arenquera holandesa pasó de 250 naves en 1476 a más de 700 en 1560. En el sur de Europa el producto estrella fue el bacalao, que los católicos consumían en los días en los que la Iglesia ordenaba no comer carne. La pesca, además de dar variedad a la dieta, arrastró a otros sectores, como la construcción naval y el comercio, y fomentó la preparación de tripulaciones y la organización empresarial necesarias para la exploración en ultramar. No es casual que las dos carabelas aportadas por Palos a la empresa de Colón tuvieran como origen, según se cree, una sanción impuesta a sus pescadores por faenar en bancos prohibidos. Fórmulas semejantes surgieron en muchas regiones con resultados parecidos: diversificar la actividad rural e incrementar la renta de los campesinos, lo que se tradujo en el aumento de la población rural no agrícola (tabla 4.7)

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Figura 4.2. Herring-bus holandés hacia 1480

Fuente: Science Museum, Londres De estas tres vías, la fundamental fue la extensiva; pero las otras dos iban a demostrar más potencial de cara al futuro. En todo caso, la expansión de las economías rurales, pese a ir acompañada de crecimiento demográfico, se tradujo aún a fines del siglo XV en mejoras de los niveles de vida. La escasez de mano de obra propició alzas de salarios, tanto rurales como urbanos, que permitieron mejoras de la dieta; esto ha llevado a hablar de “una edad de oro para los jornaleros”. En Inglaterra, por ejemplo, aumentó el consumo per cápita de pan de trigo frente a cereales inferiores, y se hizo frecuente el de cerveza y carne, además de incorporar pescado, queso y otros productos. En Suecia o Polonia, algunos trabajadores rurales ingerían hacia 1575 más de 4.000 calorías/día, con un consumo de cereales –pan, cerveza–, equiparable al de carne, y una presencia notable de lácteos y pescado. En las regiones mediterráneas el vino reemplazaba a la cerveza, pero la carne era igualmente habitual. Las clases populares europeas no volvieron a disfrutar de una dieta de tal calidad y variedad hasta después de la industrialización. Sobre este modelo general se dan variaciones. En Europa occidental la fuerza de las comunidades campesinas les permitió conservar buena parte de

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los excedentes agrarios, de modo que la penetración de los intercambios en las áreas rurales fue general. Aunque no todo el campesinado salió igual de beneficiado: frente a una gran mayoría de pequeños campesinos, que seguían viviendo en el límite de la subsistencia y debían emplearse en la industria rural o como jornaleros, surgieron capas de labradores acomodados –masovers en Cataluña o labradores en Castilla– que sí lograron retener parte del fruto de la expansión. Aún así muchos de los beneficios eran absorbidos por la nobleza o los diezmos eclesiásticos. En algunos lugares, como Holanda, predominaron medianas propiedades muy capitalizadas y con escaso peso de la nobleza terrateniente. En cambio, en la Europa del Este se amplió la gran propiedad nobiliaria y se reforzó (o incluso se introdujo) la servidumbre, lo que permitió a los terratenientes ofrecer cereales (Polonia, Lituania) o ganado (Hungría) a precios competitivos en los mercados internacionales. La expansión de las economías rurales avanzó en paralelo a la de las economías urbanas. En sociedades de base agraria, la existencia de grandes ciudades y las tasas de urbanización son un indicador de la productividad agraria: sólo las agriculturas relativamente productivas podían permitirse alimentar a un gran número de gente que no se dedicaba personalmente a producir alimentos. Los campesinos alimentaban y repoblaban las ciudades (al ser mucho mayor allí la mortalidad), y los ciudadanos invertían y comerciaban con los campos (aunque también prestaban y extraían rentas señoriales e impuestos). En última instancia, la variable dependiente era la ciudad, que no podía sobrevivir sin el entorno rural. Pero también era el elemento más dinámico. Las tasas de urbanización (tabla 4.7) no muestran grandes diferencias entre el siglo XVI y el XVII, pese a ser este último época de contracción. Sí muestran en cambio algunas pautas geográficas interesantes. A finales del siglo XV, las áreas más urbanizadas de Europa eran Holanda y sobre todo el norte de Italia. Sin embargo, en el curso del XVI y sobre todo tras la crisis del XVII, el eje de la Europa urbana se desplazó hacia el norte: Flandes, Inglaterra, norte de Francia. Tabla 4.7. Distribución de la población en varios países de Europa, 1500-1750 (porcentajes de población en ciudades de más de 5.000 habitantes) Urbana

Inglaterra Holanda Bélgica Alemania Francia AustriaIHungria Polonia Italia España

1500 7,0 30,0 28,0 8,0 9,0 5,0 6,0 22,0 19,0

1600 9,8 34,7 29,3 8,5 10,8 4,9 7,6 22,6 21,3

1750 23,0 36,0 22,0 9,0 13,0 7,0 4,0 23,0 21,0

Rural no agrícola agrícola 1500 1600 1750 1500 1600 1750 18,0 21,8 32,0 74,0 68,9 45,0 14,0 16,7 22,0 56,0 48,7 42,0 14,0 18,7 26,0 58,0 52,0 51,0 18,0 22,0 27,0 73,0 69,5 64,0 18,0 21,4 26,0 73,0 67,8 61,0 19,0 24,8 32,0 76,0 70,4 61,0 19,0 25,0 36,0 75,0 67,4 59,0 16,0 17,1 19,0 62,0 60,4 59,0 16,0 15,7 16,0 65,0 63,0 63,0

Fuente: Allen, R. (2000) “Economic structure and agricultural productivity in Europe, 1300-1800” European Review of Economic History, 3, 1-25; pp.8-11

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Entre las funciones económicas urbanas, destacaban dos: su papel como centro manufacturero y como mercado. Toda ciudad moderna era antes que nada mercado: desde plazas de abastos, como la de Rialto que surtía diariamente a los venecianos, mercados tan especializados como la Bolsa de Ámsterdam, donde desde 1602 se negociaban acciones, hasta talleres artesanales que eran a la vez tiendas. En este período la función comercial cambió notablemente: aumentó el volumen de los intercambios, se ampliaron las áreas geográficas y aparecieron nuevos sectores y formas de organización. Salvo algunas capitales, la mayoría de las grandes ciudades estaban vinculadas al comercio marítimo. Como la población, la geografía urbana de Europa se adensaba en las costas (mapa 4.4). Aparte de Estambul, la metrópoli del Mediterráneo con más de medio millón de habitantes en el siglo XVI, destacaban una Venecia aún pujante; Sevilla y Lisboa, que protagonizaron la expansión atlántica. Más al norte, Londres, Amberes o Ámsterdam. Y en el Báltico Hamburgo y Danzig. La primacía a lo largo del XVI fue de Amberes, que se constituyó en nodo central de diversas redes comerciales, que incluían desde la venta de textiles ingleses hasta la metalurgia alemana, pasando por las especias y el azúcar traídos por los portugueses. Junto a los marítimos, crecieron también los tráficos interiores. Pese a la lentitud y precariedad de los medios de transporte, muchas veces a lomo de asno, mula o caballo, y a los obstáculos naturales, hubo una mejora notable del comercio impulsada por el aumento de la seguridad y el descenso de los costes de transacción. Los tráficos se multiplicaron, desde los omnipresentes buhoneros hasta caravanas organizadas de las grandes compañías. El traslado de inmensos rebaños bovinos para abastecer urbes como Viena, de minerales centroeuropeos para la metalurgia de Lieja, Nuremberg o Cracovia, o la llegada de algodón a Augsburgo o Ulm para fabricar fustanes, fueron sólo algunas muestras de esos flujos. Ferias y mercados se extendieron por Europa acercando productos y potenciando las corrientes de especialización regional. Abundaban, por ejemplo, las ferias ganaderas que reunían a tratantes y criadores de decenas de kilómetros a la redonda: en Inglaterra y Gales las hubo dispersas por varias regiones, especializadas en ovino y caballar, y sobre todo, bovino. Unas pocas ferias internacionales, en zonas estratégicas, traspasaron las fronteras, y reunieron a negociantes especializados en cambios de monedas, libranza de letras de cambio y ajustes de pagos: fueron las ferias de cambios de Lyon, Ginebra, Piacenza o Medina del Campo, que funcionaban coordinadamente, constituyendo la espina dorsal de las finanzas europeas. Aunque la figura dominante siguió siendo el mercader individual, a menudo asociado a parientes que eran a veces socios o aprendices, se difundieron las compañías de responsabilidad limitada. La commenda, en la que algunos socios capitalistas participaban en los beneficios sin arriesgarse personalmente en la expedición, fue dejando paso a la compagnia, más estable aunque de responsabilidad ilimitada y posteriormente a compañías por acciones negociables de responsabilidad limitada, como las inglesas de Moscú (1553) o de Levante (1581). Estas compañías surgieron para explotar concesiones de monopolio en el comercio a larga distancia, y permitieron movilizar capitales en un volumen impensable hasta entonces para financiar expediciones lejanas de navíos de mayor tonelaje. La otra gran función económica de la ciudad fue la manufacturera. En este ámbito no hubo innovaciones notables en cuanto a formas de organización, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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producción o tecnología. Pero sí en la especialización regional –con la decadencia de sectores como la pañería flamenca y el ascenso de otros– y un crecimiento general de la producción. Las fuentes del crecimiento, como en la agricultura, tenían más que ver con ganancias derivadas de la especialización y el comercio (crecimiento smithiano) que con la innovación (crecimiento schumpeteriano). No se incorporaron masivamente nuevas fuentes de energía, pues sólo en Holanda cobró algún peso la turba (para elaborar cerveza o materiales de construcción), y el carbón fósil era aún más raro. La innovación tecnológica fue escasa, con las importantes excepciones de la construcción naval, las armas de fuego, la relojería y la imprenta. Es cierto que sus repercusiones no se reducen al valor de lo producido; no es fácil valorar por ejemplo, las repercusiones económicas de la imprenta de tipos móviles. Tampoco hubo innovaciones organizativas. Aunque existían grandes instalaciones industriales, autenticas fábricas muy capitalizadas y con gran número de trabajadores en la minería, la metalurgia (en especial los arsenales) y los astilleros, la familia y el gremio, íntimamente ligadas, seguían siendo las bases de la manufactura urbana. La familia era el ámbito habitual de trabajo, aprendizaje y perpetuación de los talleres. Los gremios conocieron en este período su edad de oro, y en muchas zonas mantuvieron su predominio hasta el siglo XVIII. Tampoco existieron innovaciones sustanciales en los bienes fabricados. La elaboración de alimentos y los artículos de vestido y calzado seguían dominando la manufactura (tabla 4.8). La industria cervecera floreció el norte y centro de Europa, con auténticas fábricas en Bélgica y el norte de Alemania. La importancia de la construcción se pone de manifiesto en el elevado número de albañiles, peones, canteros o carpinteros de obra que poblaron las ciudades. Aunque fue una actividad eminentemente urbana, que movilizaba cuantiosos capitales y de la cual dependía la imagen de la ciudad, no es aún suficientemente conocida. Por último, herramientas y menaje se fabricaban empleando materiales (plomo, madera, hierro, arcilla) conocidos desde la Antigüedad, aunque los metales iban desplazando progresivamente al resto. Tabla 4.8. Distribución de oficios artesanales en Dijon y Frankfurt en el siglo XVI (porcentajes). Oficios Alimentación y bebida Paños bastos Paños de lujo Confección Cuero y pieles Libros, arte y bienes suntuarios Metalurgia y armamento Construcción Madera Otros oficios

Dijon (Francia) 1556 910 hombres + 40 mujeres 16,2 11,8 1,4 12,7 15,1 4,7 10,0 15.3 8,9 3,9

Frankfurt (Alemania) 1587 1.247 hombres 10,7 4,7 19,2 8,0 10,7 12,6 6,4 11,1 12,2 4,4

Fuente: Friedrichs (1995:150) En cuanto a la distribución geográfica, las zonas textiles tradicionales de Flandes y el norte de Italia (Florencia o Venecia) mantuvieron su preeminencia

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durante buena parte del siglo XVI (mapa 4.4). A ellas se agregaron centros fabriles de Castilla o las Provincias Unidas de Holanda. El cambio más importante vino de la difusión de los nuevos paños (new draperies) flamencos, variedades de lana de calidad inferior pero baratas, para consumo popular. Se fabricaban en núcleos como Lille, que multiplicó por diez su producción de tejidos entre 1530 y 1550, o Hondschoote, que en 1560 producía más de cien mil piezas. La crisis política en los Países Bajos forzó la emigración de tejedores hacia otras regiones, donde contribuyeron a difundir los nuevos paños. No obstante, las transformaciones no eran lineales. Desde fines del siglo XVI la nueva pañería atravesó diversas dificultades y algunos de los centros decayeron mientras otros volvieron a especializarse en paños finos. Así ocurrió en Leiden, que recobró en el segundo cuarto del siglo XVII su condición de gran núcleo textil gracias a los lakens, paños finos de lana merina. La metalurgia floreció en distintos centros europeos, asociada al crecimiento de la extracción minera. Lieja se especializó en la fundición y elaboración de utillaje de hierro. Nuremberg contó con diversos gremios especializados en objetos de hierro y cobre, y también importantes arsenales. A fines del siglo XVI el agotamiento de muchos filones y la caída de la demanda llevaron al estancamiento a muchas de estas industrias. El relevo lo tomó Suecia, cuyas ricas minas de hierro y cobre (Falun) la convirtieron en primer exportador europeo. A falta de grandes innovaciones tecnológicas, el auge de las manufacturas urbanas debe explicarse por el crecimiento de la demanda, en parte debido a los tráficos fuera de Europa pero fundamentalmente por el aumento general de la población y la renta, el descenso de los costes de transacción y las economías de escala al incrementarse la producción. Hablamos de nuevo de un crecimiento de tipo smithiano. De ahí que la manufactura fuera la primera víctima del descenso de la renta por habitante perceptible ya en las últimas décadas del siglo XVI. El círculo virtuoso que había encadenado el aumento de la productividad agraria con un crecimiento más que proporcional de la demanda de servicios y manufacturas, se convirtió a raíz de la crisis en un círculo vicioso que llevó la ruina a muchos núcleos industriales. A falta de investigaciones detalladas, sabemos mucho menos de la historia económica en Asia que en Europa. Asia seguía dominada en la Edad Moderna por cinco imperios territoriales: el imperio otomano en Oriente próximo, el imperio safávida en Irán, el mogol en la India (todos con dinastías islámicas), el ruso en el noroeste, y finalmente el Imperio Ming (1368-1644) en China. Los más importantes en población y pujanza económica fueron los imperios chino e indio (más propiamente llamado mogol), aunque por su presencia en el Mediterráneo destacan los otomanos. La India mogol, unificada aunque sometida a continuas guerras, alcanzó la cumbre de su poder en el reinado de Aurangzeb (m. 1707). Este imperio contaba con una agricultura muy productiva (con la posibilidad de dos cosechas anuales gracias a los monzones, sistemas de regadío y una amplia explotación de la tierra disponible), unas capas comerciales activas, y una industria pujante. Sin embargo, adolecía de graves problemas de comunicaciones y, en este periodo, de cierto estancamiento tecnológico. Aunque no conocemos bien los procesos, parece que la rigidez de la sociedad de castas con sus desincentivos a la iniciativa individual y el peso de la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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nobleza mogol (que absorbía cerca del 20% de la renta de la tierra) constituyeron serios obstáculos para su desarrollo. El imperio mogol tenía elevadas tasas de urbanización (cercanas al 10%) y contaba con grandes ciudades que superaban el medio millón de habitantes, como Calcuta y Agra. Pero estas urbes no eran tanto focos de dinamización económica como devoradoras de rentas. En muchos sentidos –nobleza guerrera parasitaria, economía básicamente agraria basada en aldeas autónomas, estructura social rígida, dominio de los gremios en las manufacturas, enormes desigualdades de renta– la India mogol podría describirse como un sistema feudal. El éxito del crecimiento de la población y las ciudades es quizá un indicio engañoso, ya que se movía dentro de la trampa maltusiana (con fuertes crisis tanto en el siglo XIV como en el XVII), sin que mejorara la productividad general ni el dinamismo económico. Hacia 1400, la China Ming se hallaba en una inmejorable situación para emprender una expansión mundial. La superioridad técnica, económica y demográfica del imperio, con cerca de 100 millones de habitantes, se reflejaba en la variedad de los intercambios en el mar de la China, y en el establecimiento de colonias comerciales en diferentes puntos del sudeste asiático. Las expediciones chinas hacia el Índico, como las del almirante Cheng Ho, contaban con flotas muy superiores, en navíos y tripulación, a las de los navegantes ibéricos de fines del siglo XV. Sin embargo, desde la década de 1430 se produjo un giro radical de la política imperial, que se orientó a consolidar su dominio continental, abandonando la navegación durante más de un siglo. El giro a la economía china impuesto por los Ming, retornando a bases predominantemente agrarias, cerrándose al exterior (hasta el punto de abandonar en el arte de la navegación justo cuando Europa más se esforzaba en desarrollarlo), y frenando las corrientes de desarrollo tecnológico que habían caracterizado su historia anterior, constituyen a fecha de hoy un misterio. Pese a todo, este extenso imperio conoció un fuerte crecimiento agrario (basado en la extensión del arroz, un cereal mucho más productivo que los europeos), manufacturero (con muy elevadas cifras de producción de hierro) y urbano, con ciudades como Nanjing, de un millón de habitantes hacia 1600. Pero sus relaciones con Europa resultan reveladoras: era Europa la que demandaba mercancías en China (y no a la inversa), pero era Europa (y no China) quien enviaba las naves; ambos hechos son igualmente significativos. Eric Jones ha buscado las causas del estancamiento chino en el siglo XV precisamente en el mismo terreno político que justifican el milagro europeo. El Estado chino, aunque dotado de fuertes mecanismos de control interno (ejércitos, una casta burocrática eficiente y el dominio de una religión de Estado), no resultaba demasiado gravoso para la enorme economía china. Los tipos impositivos estatales eran bajos, aunque las dimensiones del país hacían que los montos totales fueran enormes. El emperador podía beneficiarse además de ingresos exteriores como los derivados del sistema tributario de comercio, que obligaba a pueblos limítrofes (Vietnam, Corea y Java al este, además de etnias diversas en las fronteras norte y oeste) a enviar expediciones con tributos y mercancías. De este modo, a falta de competidores políticos y sin necesidad de extraer más impuestos, el Imperio chino carecía de incentivos para fomentar la actividad económica, y por tanto tampoco adoptaba medidas (inversión en infraestructuras, protección frente a

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catástrofes, aranceles o legislación de fomento económico) que caracterizaron a los Estados europeos.

4.5. La crisis del siglo XVII y la divergencia europea Hemos comparado hasta aquí la situación de Europa y Asia en los primeros siglos de la Edad Moderna, digamos entre 1450 y 1600. A partir de esta fecha, en Europa se va a producir un agotamiento del modelo de crecimiento extensivo que desembocará en la llamada crisis general del siglo XVII, en un período que va de 1620 a 1650 y que afecta a toda Europa, aunque de modo muy distinto según las regiones. Los mecanismos de la crisis son los habituales en las sociedades de base agraria. Las vías extensivas de crecimiento se habían agotado y los rendimientos decrecientes aparecieron en muchas áreas. En economías campesinas frágiles, la especialización del período anterior (fuente del llamado crecimiento “smithiano”) podía resultar contraproducente, de forma que se retornó a formas de actividad y producción de subsistencia. El cereal avanzó en detrimento de los cultivos comerciales, y con ello cayó la capacidad adquisitiva del campesinado. Las rentas de la tierra que habían crecido en le periodo de expansión se resistían a bajar en época de crisis; lo mismo sucedía con los impuestos. Consecuentemente, el excedente en manos de las familias apenas alcanzaba a cubrir su subsistencia, y se resentía la demanda de productos no imprescindibles. De este modo, la crisis agraria se trasladó a la actividad comercial y manufacturera, básicamente del campo a las ciudades. Pero no en todas partes del mismo modo ni con la misma intensidad. El comercio exterior, y especialmente el comercio de ultramar, no parecieron especialmente afectados por la crisis. Precisamente por la diferencia en las repercusiones de la crisis no existe acuerdo entre los historiadores económicos sobre su naturaleza, causas e importancia. El debate sigue abierto, pero tiende a imponerse la visión de la crisis del XVII como una reconversión que se saldó con una divergencia entre una minoría de economías que encontró soluciones intensivas al estancamiento y una mayoría que se hundió en él. Esa divergencia se traduce en tres modelos:  El estancamiento o depresión de las economías del sur de Europa (Portugal, Castilla, Italia), donde retrocedió la especialización y la nobleza terrateniente se reforzó. La causa fue sobre todo la ruina de las economías campesinas (sobre todo las familias más pobres), que en tiempos de crisis retornaron a agriculturas de subsistencia, menos lucrativas pero también menos arriesgadas que la especialización y diversificación del período de expansión.  El retroceso de las economías del Este de Europa (al Este del Elba) a formas tradicionales del feudalismo, basadas en la servidumbre, lo que redundó en la pérdida de importancia de los mercados y el retorno a economías agrarias de subsistencia poco urbanizadas. La clave aquí fue la respuesta de los terratenientes feudales a la crisis, que consistió en incrementar la presión sobre los campesinos; fue la llamada segunda servidumbre.

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El ascenso económico de las zonas en torno al Mar del Norte, especialmente las Provincias Unidas de Holanda e Inglaterra, que fueron hacía una senda de crecimiento “smithiana”, basada en la división del trabajo, la difusión de los mercados, un marco económico cada vez más capitalista, y el aprovechamiento de las oportunidades del comercio internacional. Allí, las ganancias de productividad agraria, el auge del comercio a larga distancia y la pujanza de las ciudades mantuvieron abierta la senda del crecimiento.

La vía holandesa consistió en especializar su sector primario en productos de alto valor añadido para los mercados urbanos, tanto agrarios (hortalizas, lácteos, carne, flores), como pesqueros y surtirse de cereal importado, abundante y barato, a través del mar Báltico, gracias al dominio de Holanda en el transporte y comercio internacional. Además, los holandeses actuaban como principales intermediarios en los tráficos regionales europeos, apoyados en su impresionante flota mercante (tabla 4.10). Algo distinto fue el caso de Inglaterra, que se convirtió en la segunda mitad del siglo XVII en una importante exportadora de cereales gracias a sistemas de explotación que combinaban mejor agricultura y ganadería, con abonado abundante y ciclos de rotación más productivos. Eso permitió, ya desde la segunda mitad del XVI, ampliar la superficie cultivada y la productividad (gracias al abono animal). De esto modo Gran Bretaña pudo garantizar el suministro de alimentos a su población; así como el de materias primas (lana sobre todo) para una industria rural en expansión. El papel de los grandes terratenientes y de los labradores enriquecidos fue crucial en este proceso, y los cercamientos de tierras (enclosures) su manifestación más visible. Los perjudicados, como en otras partes, fueron las comunidades campesinas y las prácticas comunales, lo que en Inglaterra se tradujo en mayor número de jornaleros sin tierra, asalariados rurales. Ligado a ello, la penetración de las relaciones mercantiles elevó el porcentaje de población activa no agraria en el medio rural, así como la población urbana (tabla 4.7). Como resultado de lo anterior, se produjo un cambio sustancial de los equilibrios económicos dentro de Europa. Los países de la cuenca mediterránea perdieron protagonismo y dinamismo frente a las “locomotoras” del crecimiento: Holanda e Inglaterra. Estas naciones se convirtieron en los centros manufactureros de Europa, volcados hacia los mercados internacionales, y cada vez más escorados hacia el tráfico ultramarino. Inglaterra importaba volúmenes crecientes de materias primas, como seda en bruto, con las que diversificar su producción. El consumo de carbón mineral para uso doméstico y diversos procesos industriales se incrementó notablemente, anunciando futuros cambios en el modelo energético. Holanda seguía estando en el centro de los distintos circuitos comerciales, de la mano del desarrollo de los servicios de transporte y financieros. Ello impulsaba a su vez unas manufacturas muy diversificadas, entre las que destacaban los procesos de acabado textil, refinado de azúcar o labores del tabaco. Ámsterdam, capital financiera de Europa, y Londres, su competidora en el comercio lejano, fueron las metrópolis de esta nueva fase. Estos son los grandes modelos, aunque dejan sin resolver muchos interrogantes, varias regiones que no encajan bien en el esquema; como

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Cataluña, que siendo “mediterránea” persevera en las vías de crecimiento smithiano. O incluso países enteros: una Italia “decadente” pero aún muy densamente poblada, una Suecia que es una potencia militar. Así que hay que tomar estos modelos como lo que son: una estilización (o deformación útil) de la realidad histórica. ¿Cuáles fueron las causas de la crisis del XVII? En primer lugar, hubo un evidente componente maltusiano: la población creció por encima de los recursos y el ajuste acabó produciéndose mediante el retroceso demográfico (los llamados frenos positivos de Malthus). La recurrencia de malas cosechas y epidemias avalan este argumento. Se habla también de un empeoramiento de las condiciones climáticas en a primera mitad del XVII, una pequeña edad el hielo. Pero la explicación maltusiana no está completa si no se tienen en cuenta los contextos que enmarcan las respuestas a la crisis. Si no, ¿por qué unos países y regiones persistieron en el camino de la especialización y otros retornaron a lógicas feudales o de subsistencia? La divergencia en la gestación y la gestión la crisis del XVII debe tener explicaciones institucionales y sociales. Las más convincentes tienen que ver con la distribución social del poder y de la riqueza; el ascenso de la burguesía en Holanda e Inglaterra frente al predominio de la nobleza terrateniente (el feudalismo) en el resto. O quizá debamos admitir que no hay una sola respuesta, y sólo nos estemos esforzando, como a veces hacen los economistas, en predecir hechos pasados. Sabemos qué ocurrió; y creemos que sentó las bases para la Revolución Industrial en Inglaterra. Pero si ésta se hubiera producido, supongamos, en Suecia, estaríamos contando otra historia distinta y buscando causas en las peculiaridades suecas. El hecho de que Holanda, con una agricultura más intensificada y mercantilizada que la inglesa, y con un predominio del capitalismo mercantil, quedara rezagada en la industrialización debería servirnos de recordatorio al respecto. Y también de que no conviene mirar la historia como una fábula moral con ganadorespioneros y perdedores-imitadores. 4.6. El crecimiento del comercio de Ultramar De nuevo toca abrir el foco más allá de Europa. Superada la crisis, el núcleo más dinámico de la economía europea se instala en torno al mar del Norte, desde donde Holanda e Inglaterra se proyectan hacia el Atlántico y el Índico, con una papel importante reservado a España por su relación con América, y a Francia, potencia territorial en el continente, que también trata de abrirse un hueco en el dominio de los mares. Porque será ahí, en el comercio de ultramar donde se hará más presente el avance del capitalismo. Entonces alcanzó su madurez un complejo sistema de intercambios (figura 4.3). La plata americana servía para saldar el déficit crónico del comercio con Asia. Por su parte, la explotación de las plantaciones americanas, ante la escasez de mano de obra indígena, recurrió cada vez más a los esclavos africanos. A su vez, América exportaba productos primarios que Europa pagaba con manufacturas y alimentos elaborados. A mediados del siglo XVII, en vísperas del auge del comercio mundial que se consolidaría en el XVIII, se habían sentado los cimientos del protagonismo de Europa en el mundo. Aunque la minería del oro y de la plata ha oscurecido el resto de las actividades económicas desarrolladas en la América española, desde el UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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primer momento abundaron los intercambios. Desde Europa se introdujeron cereales y ganado, que pronto generaron productos de exportación, como los cueros. Y sobre todo el azúcar, el producto estrella de la economía colonial, introducido por los españoles en el Caribe, del que hacia 1580 se remitían a Sevilla 370 toneladas anuales. Los portugueses introdujeron la caña en Brasil a mediados del siglo XVI, y las exportaciones crecieron de 2.000 toneladas anuales en la década de 1560 hasta superar las 8.000 hacia 1610. La demanda de azúcar, limitada inicialmente a los ricos, creció con rapidez en Europa durante el siglo XVII, estimulando la expansión inglesa y francesa en el Caribe. Las plantaciones azucareras comenzaron a emplear esclavos africanos. Los portugueses dominaron este siniestro y lucrativo tráfico, mediante el llamado asiento de negros, un monopolio concedido por la corona con bases en el golfo de Guinea (Elmina) y Angola (Luanda). Sin embargo, en el segundo tercio del siglo XVII, holandeses e ingleses comenzaron a romper este monopolio. En sentido inverso, la aclimatación de productos americanos en Europa, y muy especialmente el maíz, un cereal con mayores rendimientos por hectárea que los tradicionales, tuvo repercusiones de importancia en algunas regiones europeas ya a fines del XVI. Tabla 4.9 “Exportaciones” de esclavos desde África, por destinos (650-1900), en miles 650-1500 1500-1800 1800-1900 Totales América 81 7.766 3.314 11.159 Norte de África 4.270 1.950 1.200 7. 420 Asia 2.200 1.000 934 4.134 Total 6.551 10.716 5.448 22.713 Fuente: Angus Maddison (2010), en http://www.theworldeconomy.org/statistics.htm. Castellanos y portugueses dominaron la primera fase de exploración y colonización, hasta aproximadamente 1570; a partir de entonces comenzaron a ceder frente a la competencia de Holanda y Gran Bretaña, apoyadas en su potencial marítimo y manufacturero. Tabla 4.10 Buques y carga de la flota mercante holandesa por zona de operación en torno a 1670 Zona

Noruega Arcángel Groenlandia Mediterráneo Báltico y otros países de Europa Pesquerías de arenques Cabotaje África occidental y Antillas Asia TOTAL

Barcos

200 25 150 200 735 1.000 1.000 100 100 3.510

Carga útil (toneladas métricas)

Capacidad media (toneladas métricas)

40.000 9.000 40.000 72.0000 207.000 60.000 40.000 40.000 60.000 568.000

200 360 267 360 282 60 40 400 600 162

Fuente: Maddison (2005:77)

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Figura 4.3 Productos y flujos de los tráficos intercontinentales en la Edad Moderna Bienes a Europa /servicios

Europa

África América templada América Tropical Asia

Oro Productos tropicales Pieles Cereales Madera Pescado Productos coloniales Plata Madera Tintes Manufacturas Especias Madera

a África

a América templada

a América a Asia tropical

Servicios administrativos y comerciales Transporte Manufacturas

Servicios administrativos y comerciales Transporte Manufacturas Hombres

Servicios administrativos y comerciales Transporte Manufacturas Hombres Hombres

Cereales Cuero Pescado Tabaco Alcohol

Manufacturas Especias

Servicios administrativos y comerciales Transporte Manufacturas Plata Comunicaciones Hombres

Cereales Cuero Pescado Madera Alcohol Tintes Azúcar Tabaco

Plata

Manufacturas Especias Madera

Fuente: Mauro (1961: I, 37), en Irwin ed. (1996) Los holandeses se introdujeron en el comercio colonial aprovechando la decadencia de Amberes, principal emporio durante buena parte del siglo XVI. En el Atlántico, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (no

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confundir con la de las Indias orientales) amenazaba los intereses ibéricos, ya que Portugal y España estuvieron bajo una única corona entre 1580 y 1640. Su objetivo era hacerse con los cargamentos de metales preciosos y establecer colonias permanentes en el Caribe y Sudamérica, incorporándose además al tráfico de esclavos. Para ello disputó militarmente a los portugueses varios enclaves en Brasil y África. La penetración en el Índico avanzó tras la constitución de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC) en 1602, que reunió los capitales y apoyos políticos necesarios. La conquista del puerto estratégico de Batavia (actual Yakarta) en 1619 permitió a los holandeses consolidar una fuerte posición en Asia, y eliminar la competencia portuguesa en el tráfico de especias –la tabla 4.11 muestra que la pimienta era el principal renglón de las importaciones–. Asimismo, ello le permitió imbricarse cada vez más en el comercio intrasiático. De este modo, podía maximizar el beneficio con un mínimo de metales preciosos (los asiáticos exigían el pago en plata). Se vendían tejidos de algodón indios en el Sudeste asiático a cambio de cargamentos de especias, sedas, índigo y otros productos del comercio con China y Japón. La combinación de la fuerza militar y ciertas ventajas mercantiles convirtieron a los holandeses, como ya lo eran en Europa, en intermediarios de una compleja red de circuitos. Gracias a ello, las acciones de la VOC doblaron su cotización en la década de 1630. Tabla 4.11. Distribución por productos de las importaciones de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC) desde Asia (1619-1740). Porcentaje sobre el valor total de las compras.

Pimienta Otras especias Azúcar Té y café Droguería y tintes Salitre Metales Textiles y seda Otros Total

1619-1621 56,45 17,55

1648-1650 50,34 17,85 6,39

1668-1670 30,53 12,05 4,24

9,84

8,52 2,07 0,5 14,16 0,17 100

5,84 5,08 5,74 36,46 0,06 100

0,1 16,06 100

1698-1700 11,23 11,7 0,24 4,24 8,29 3,92 5,26 54,73 0,39 100

1738-1740 8,1 6,1 3,7 32,2 2,8 2,6 1,1 41,1 2,3 100

Tabla 4.12. Distribución por productos de las importaciones de la Compañía inglesa de las Indias Orientales (EIC) desde Asia (1664-1740). (% valor de las compras)

Pimienta Té Café Ïndigo ( tinte) Salitre Textiles Seda Otros Total

1664-1670 20,01 0,02 0,63 3,98 5,07 65,59 0,48 7,22 100

1696-1705 6,14 1,55 1,24 1,87 2,24 64,53 13,56 8,87 100

1731-1740 4,30 9,26 5,35 2,43 65,35 11,06 2,25 100

Fuente: Steensgaard, (1990:118 y tabla 3.5), en IRWIN (1996: I, 404-405)

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Mapa 4.5. Colonias y principales centros de comercio en Asia

Fuente: Malanima (1995:409) Los ingleses también pugnaron por su parte en el pastel del comercio ultramarino. En las últimas décadas del siglo XVI la rivalidad con españoles y portugueses fomentó una piratería oficialmente amparada, que suponía cerca del 10 por 100 de las importaciones totales. Pero lo que impulsó la colonización en la América del norte no sólo fueron el oro y la plata, sino cada vez más otros productos, como pieles y pesca. Los inicios de esas colonias fueron muy difíciles, lo que explica que se poblaran con perseguidos por razones religiosas y reclusos. La introducción de la planta de tabaco supuso un cambio importante. Tras la fundación de la Virginia en 1607, se introdujo su cultivo, lo que propició la rápida expansión de la colonia y la llegada de más colonos. De 10.000 habitantes de 1629 Virginia pasó a cerca de 100.000 a mediados de siglo, crecimiento que fue paralelo al de la exportación de tabaco: 50.000 libras en 1618, diez veces más en 1628, y más de 1,8 millones hacia 1640. Aunque a corto plazo esta expansión amenazó los precios, a la larga abrió enormes expectativas: el tabaco, como el azúcar y más tarde el té, se convirtió en un artículo de consumo masivo. En otras zonas de América del norte, como en Nueva Inglaterra, surgieron enclaves dedicados a la pesca, la explotación forestal y la construcción naval, dirigidos a veces hacia los mercados de España y las Indias Occidentales. En Asia, la Compañía de las Indias Orientales (1599) protagonizó la penetración inglesa, con un papel menor frente a los holandeses, que lograron excluirles, no sin conflictos, del comercio de especias. Los ingleses se centraron en importar mercancías de la India, como tejidos de algodón

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(calicós) y especialmente índigo y salitre. Como sus competidores, trataron también de introducirse en los circuitos del comercio asiático para reducir al mínimo las importaciones de metales preciosos. Para terminar, debe plantearse la importancia de la expansión colonial para el desarrollo capitalista en Europa. Durante años se ha sostenido que la explotación de las colonias fue esencial en la acumulación de capitales, sobre la base de unos intercambios muy desiguales. Más recientemente, autores como Patrick O’Brien lo han cuestionado, señalando que los ingresos coloniales representaban un porcentaje pequeño del producto europeo antes de 1750. Con todo, y aún reconociendo que las transformaciones europeas tienen raíces en su mayor parte internas, no es menos cierto que la expansión ultramarina supuso importantes incrementos de los inputs, modificó pautas de consumo y abrió sectores de negocio (economías de plantación, minería colonial, comercio asiático) con posibilidades de acumulación a una escala desconocida hasta entonces. El auge de núcleos como Sevilla, Lisboa o Ámsterdam no podría entenderse sin esta apertura de Europa al mundo. La historia del éxito europeo no se entiende sin considerar su comercio con Asia, y éste a su vez tiene su clave en la explotación de las minas y las plantaciones americanas, con el trabajo forzado de esclavos africanos o indígenas sometidos. 4.7. La transición al capitalismo Vemos de este modo que, por diversas vías, van ganando lugar en Europa unas nuevas reglas de juego económicas que identificamos con el ascenso del capitalismo. Recordemos que éste se caracteriza por:  predominio del capital (frente a la tierra o el trabajo) en la producción.  la clase dueña del capital (capitalistas o burgueses) es la clase dominante en la sociedad.  crecimiento del número de obreros (proletarios) que sólo poseen su fuerza de trabajo.  propiedad privada de los medios de producción (tierra y capital: instalaciones, tierras, maquinaria).  mercados “libres”. Hemos examinado muchos indicios de este ascenso: la importancia que cobra el comercio internacional (básicamente, capital), el peso de los grandes banqueros internacionales, el avance de las relaciones de producción capitalistas en la agricultura (sustitución de comunales por enclosures, de trabajo campesino por trabajo asalariado) y en la industria (verlagsystem), el ascenso de las burguesías al poder en Holanda e Inglaterra. Si se piensa bien, incluso los ejércitos de la Europa moderna, a diferencia de los medievales, responden al modelo capitalista, no feudal: están basados en soldados de infantería, bien armados (capital), bien artillados (capital) y que cobran por su trabajo, algo que hubiera sido impensable para los guerreros feudales (una elite selecta de caballeros) o incluso los jinetes mongoles o los hunos de Atila. Las causas de la expansión del capitalismo son debatidas: factores religiosos/intelectuales para Landes, las presiones introducidas por el desarrollo de un nuevo arte de la guerra, el papel de los Estados como promotores de la reducción de costes de transacción (North), el

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ascenso económico y político de la burguesía comercial (Marx), el “milagro” inducido por la competencia entre Estados europeos (Jones). La complejidad de la cuestión hace que el debate esté lejos de resolverse. Formas de trabajo no capitalistas en el mundo moderno Aunque el trabajo en la Europa occidental se desenvolvía de forma cada vez más frecuente bajo relaciones contractuales (capitalistas), otros sectores importantes de la economía, tanto en el continente como en las colonias, mostraban fórmulas de trabajo forzoso o semilibre muy diferentes. Entre otras. Esclavitud: el trabajo en las plantaciones de las Antillas y Norteamérica, así como en varias regiones de América del Sur corría en buena parte a manos de esclavos, sobre todo de origen africano. Las cifras de las “importaciones” de la “trata de negros” (tabla 4.9) hablan de casi 23 millones de africanos capturados y vendidos como mano de obra, un tráfico en el que participaban por igual portugueses, holandeses, franceses e ingleses. Las condiciones de trabajo en las explotaciones eran de gran dureza, lo que explica que pese a los esfuerzos de los propietarios en que sus trabajadores se reprodujeran (el símil con el ganado no sería desafortunado), fuera necesario reemplazarlos periódicamente en las subastas que celebraban los tratantes. Especialmente importante fue la mano de obra esclava en las plantaciones de azúcar de las Antillas y Brasil, y en mucha menor medida en las de algodón y tabaco de Norteamérica y, aunque su empleo en otras muchas tareas, especialmente el servicio doméstico, estaba extendido por todo el continente. Servidumbre de la gleba: el régimen feudal de trabajo servil fue el dominante de buena parte de Europa del Este, e incluso se reforzó tras la crisis del XVII (segunda servidumbre). Los campesinos eran adscritos de forma hereditaria a la tierra, que no podían abandonar, y obligados a dedicar un determinado número de jornadas al año a trabajar las tierras señoriales. En palabras de un tratadista de la época, era “costumbre casi común comerciar con los siervos como si fueran caballos o vacas”. En el distrito de Koczyn (Polonia), las jornadas de trabajo en la reserva señorial, en su mayoría no remuneradas, se incrementaron en un 50 por 100 entre comienzos del siglo XVII y 1660. Trabajo forzado en minas y explotaciones agrarias de la América hispana. Ya se han mencionado las encomiendas, por las que un encomendero (español), propietario de las tierras, tenía a su cargo un cierto número de indígenas (encomendados), que debían pagarle tributos en dinero o especie o trabajar en sus tierras. Un sistema semejante funcionaba para el trabajo de las minas, bajo el nombre de mita en Perú o repartimiento de minas en Nueva España que obligaba a los indígenas a trabajar en las minas (inicialmente en Potosí) un año de cada siete; aunque cobraban un salario, no podían elegir si trabajaban o no. Servidumbre por deudas: una parte importante de los primeros colonos ingleses en las colonias de Virginia (Estados Unidos) eran artesanos o campesinos que habían contraído deudas y elegían saldarlas trabajando para un terrateniente o una compañía durante un determinado número de años, sin percibir un salario por ello (indentured servants). Hasta aquí la recapitulación de los indicios del ascenso del capitalismo, pero no debemos olvidar que éste era aún minoritario incluso a escala UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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europea. Aunque avanzaba en todos los países, la crisis del XVII lo hizo retroceder en amplias regiones del Mediterráneo y muy claramente en el Este de Europa. El sistema económico dominante en Europa seguía siendo el feudalismo. De ahí que este período se describa a veces como de transición al capitalismo. Veamos algunos datos al respecto: 





 



pese al ascenso del comercio y las ciudades, la agricultura (especialmente campesina) seguía siendo el sector dominante en la mayor parte de Europa, en el que trabajaba cerca del 80% de la población activa, y que generaba una parte equivalente de la renta. Es decir, seguía siendo la tierra (y no el capital) el principal factor de producción. pese al ascenso de la burguesía en muchas zonas, la nobleza terrateniente y la aristocracia eclesiástica seguían siendo las clases dominantes en la mayor parte de los países. Copaban los altos cargos estatales, recibían una parte sustancial de las rentas agrarias, gozaban de privilegios legales (como los mayorazgos que les impedían perder sus posesiones aunque se endeudasen, privilegios fiscales, derechos políticos), y sobre todo imponían sus valores. Estos se basaban en virtudes heredadas por la sangre, en el desprecio del trabajo manual, y en el gasto ostentoso. De ahí que en muchos países, incluidas Inglaterra y Holanda, los burgueses ennoblecidos a menudo abandonaran los negocios, y compraran tierras e incluso títulos de nobleza. pese al aumento de trabajadores asalariados, predominaban en Europa los propietarios campesinos (con derechos de propiedad compartidos con los señores feudales), los artesanos autónomos de los gremios o incluso los siervos de la gleba. pese a la difusión de los mercados y el crédito, buena parte de la economía seguía moviéndose en lógicas de subsistencia, y no de mercado. pese a la difusión de la propiedad privada, seguían predominando formas de propiedad no capitalistas: derechos compartidos sobre la tierra, propiedad amortizada (que no podía salir al mercado) de los fideicomisos de la nobleza (mayorazgo en Castilla, strict-settlement inglés) y las manos muertas de la Iglesia, pervivencia de amplias propiedades y derechos comunales. pese al ascenso de los mecanismos económicos (mercados) en la distribución de renta, los mecanismos “políticos” (derivados del poder) de extracción de renta –desde la servidumbre a los diezmos– seguían imperando en muchas partes de Europa, e implicaban no sólo unos flujos al margen de los mercados, sino un factor clave de la extrema desigualdad de la riqueza.

En estas circunstancias, difícilmente la división del trabajo y los mercados (el crecimiento smithiano que sentara las bases para la innovación tecnológica) podrían avanzar más allá de ciertos límites. Superarlos exigía avances técnicos, pero también cambios institucionales y sociales. Quienes ostentaban el poder social lograron en la mayoría de las regiones impedir que estos cambios, que comenzaron a vislumbrarse en el XVI, llegasen a fructificar. Sin

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cambios revolucionarios del sistema político no podían producirse las transformaciones institucionales que interesaban a comerciantes y fabricantes, contra los intereses de la aristocracia. Esos cambios se produjeron en Inglaterra y Holanda, y estas dos economías hallaron una respuesta más eficaz a la crisis del XVII. Más adelante Holanda encontraría obstáculos que la apartarían de la senda del crecimiento ininterrumpido que siguió Inglaterra. Pero esa ya es otra historia.

5. Resumen En estas páginas se ha tratado de: a) Mostrar los procesos en los que se basó la apertura de Europa al mundo desde fines de la Edad Media. b) Analizar las fuentes del crecimiento económico en la Europa moderna. c) Discutir la contribución de la guerra al nacimiento de los Estados europeos, y el papel de éstos en el desarrollo del capitalismo. d) Mostrar los grandes flujos del comercio internacional en la época moderna, y explicar la lógica que los guía. e) Analizar el papel particular de la plata en estos flujos internacionales. f) Describir las ideas y políticas mercantilistas, y explicar su lógica. g) Entender el papel de la crisis del siglo XVII en la aparición de dos tipos distintos de economía en Europa. h) Mostrar la situación de las economías no europeas y cómo esta influyó en el papel que desempeñaban en los flujos internacionales. i)

Definir el capitalismo comercial y explicar su desarrollo en un mundo aún feudal.

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6. Conceptos básicos Feudalismo Crisis del siglo XVII segunda servidumbre agricultura de subsistencia Economía campesina Crecimiento extensivo China Ming Agricultura de plantación Capitalismo comercial

exploración/descubrimiento/colonización Mercantilismo /bullonismo Verlagssystem / putting-out system compañías comerciales privilegiadas especias Casa de Contratación Imperios precolombinos (incas, aztecas) India mogol esclavitud

7. Referencias BERNARDOS, José U. y HERNANDEZ, Mauro (2005): “Europa se abre al mundo. Crecimiento, crisis y divergencia en la Edad Moderna 1450-1650”, en COMIN, F., HERNÁNDEZ, M. y LLOPIS, E. eds. (2005): Historia económica mundial. Siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 67-114. CIPOLLA, Carlo M. (2003): Historia económica de la Europa preindustrial, Barcelona, Crítica (4ª ed. Revisada) (trad. de Esther Benítez). CIPOLLA, Carlo M. (1999): Las máquinas del tiempo y de la guerra, Barcelona, Crítica. DEYON, Pierre (1970): Los orígenes de la Europa moderna: el mercantilismo, Barcelona, Península. DUPLESSIS, R. (1997), Transiciones al capitalismo en Europa durante la Edad Moderna, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza. EPSTEIN, S. R. (2009): Libertad y crecimiento. El desarrollo de los Estados y de los mercados en Europa, 1300-1750, Valencia, PUV. FRANK, André Gunder (1998): Re-Orient. Global economy in the Asian Age, Berkeley, University of California Press.(hay traducción española: Reorientar. La economía global en la era del predominio asiático, Valencia, Universitat de València, 2008) IRWIN, Douglas A. ed. (1996): Trade in the Pre-Modern Era, 1400-1700, Cheltenham (RU), Edward Elgar, 2 vols. JONES, E. L. (1990), El milagro europeo: entorno, economía y geopolítica en la historia de Europa y Asia, Madrid, Alianza. MALANIMA, Paolo (1995): Economia preindustriale. Mille anni: dal IX al XVIII secolo, Milán, Bruno Mondadori. MARKS, Robert B. (2007): Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión, Barcelona, Crítica. NORTH, D.C. Y THOMAS, P. (1978): El nacimiento del mundo occidental: una nueva historia económica (900-1700), Madrid, Siglo XXI. PARKER, Geoffrey y SMITH, L.M. eds. (1997): The general crisis of the Seventeenth Century, Londres, Routledge. VRIES, J. DE (1987), La urbanización de Europa, 1500-1800, Barcelona, Crítica. YUN CASALILLA, B. (2004), Marte contra Minerva. El precio del imperio español, c. 1450-1600, Barcelona, Crítica.

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Tema 5. El mundo en vísperas de la revolución industrial (c.1650 – c.1780)

1. Resultados de aprendizaje Con el estudio de este tema esperamos que el estudiante sea capaz de: 1. Describir el estado del mundo en el siglo XVIII, en vísperas de la Revolución Industrial, mediante indicadores básicos de población, producción, y estructura económica. 2. Identificar los componentes del cambio agrario en Gran Bretaña y su relación con el cambio demográfico. 3. Definir el concepto de protoindustrialización y discutir su importancia de cara a la industrialización. 4. Analizar la contribución de la explotación colonial al crecimiento de las economías europeas (colonias, comercio, piratería). 5. Analizar los cambios en las pautas de consumo en algunas regiones de Europa en torno a la noción de revolución del consumo. 6. Debatir el concepto de revolución industriosa. 7. Analizar el papel de Asia en los intercambios comerciales mundiales y estudiar su evolución en torno a la noción de Gran Divergencia. 8. Exponer los rasgos del cambio económico en España al hilo del modelo europeo.

2. Índice 5.1. Introducción. El mundo al borde de la gran transformación 5.2. Crecimiento demográfico y crecimiento agrario 5.3. Población e industria. La protoindustrialización europea 5.4. El comercio mundial 5.4.1 Economía atlántica y comercio triangular: plantaciones y esclavismo 5.4.2 Los cambios en el comercio asiático 5.5. En torno a los niveles de vida: revolución del consumo y revolución industriosa 5.6. La tesis de la Gran Divergencia ¿Por qué Inglaterra y no China? 5.7. La evolución económica en España durante el siglo XVIII

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3. Algunas preguntas iniciales  

¿Qué tienen que ver el té, el café y el azúcar con los cambios en la economía mundial?



El siglo XVIII, ¿Qué más cambios trajo aparte de las pelucas empolvadas, los filósofos ilustrados y la Revolución Francesa?



¿Cómo puede medirse el tamaño del mundo en un momento dado?



Asia y Europa ¿Seguían caminos distintos? ¿Desde cuándo?



¿Cómo se beneficiaban las potencias europeas de sus colonias?



¿Por qué las plantaciones americanas se poblaron de esclavos negros, y no asiáticos, por ejemplo?



¿Siguió siendo Asia en el XVIII el cementerio de la plata americana?



¿Quién partía el bacalao en la Europa del XVIII?



Los hombres (y mujeres) del XVIII ¿Trabajaban más o menos que sus antepasados? ¿En todas partes del mundo?

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4. Contenidos del tema

5.1. Introducción. El mundo al borde de la gran transformación El siglo XVIII es el del inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra. Un comienzo, sin embargo, lento al principio, limitado a determinadas regiones y algunos sectores, que tardará en hacerse notar incluso a los contemporáneos. De hecho, los dos grandes economistas ingleses de finales de siglo, Adam Smith y Thomas R. Malthus, no parecieron percatarse de los cambios que comenzaban a apuntar a su alrededor de la mano del carbón y la mecanización del textil. Para el resto del mundo, el XVIII es una época de crecimiento, pero aún dentro del marco de las economías de base orgánica. Un crecimiento mayoritariamente extensivo pero que anuncia cambios importantes, especialmente en Europa. El comercio intercontinental crece en volumen, con Inglaterra y Países Bajos como principales beneficiarios y rivales. Como resultado de este comercio, y de la mejora de las rentas de una parte de la población, se produce un incremento en la variedad y cantidad de los bienes a disposición de muchos europeos: café, té, azúcar, ron, calicós de algodón y bibelots (pequeños adornos y cacharros como los que hoy venden las tiendas de todo a un euro). Hay autores que hablan de una revolución del consumo en la Europa del XVIII. Y ligada a ella, la búsqueda de ingresos para poder acceder a esos bienes lleva a muchos europeos, especialmente en el Norte, a trabajar más: trabajar más en los campos para hacerlos más productivos, trabajar más miembros de la familia en las industrias rurales que florecen en muchas regiones, trabajar más horas en ocupaciones complementarias de la agricultura. A eso es lo que se ha denominado revolución industriosa en Europa. Asia, de este modo, aunque sigue albergando las mayores economías el mundo, comienza a perder peso y dinamismo frente a Europa, en lo que Pomeranz ha llamado la Gran Divergencia. Todos estos procesos – “revoluciones” y “divergencias”—son aún objeto de debate entre los historiadores. Lo que no lo es son algunas de las realidades en que se basan. La realidad del crecimiento económico que se refleja en las cifras de población y producción. El contexto político es en general de mayor estabilidad: en Europa, la paz de Westfalia en 1648 había puesto término a un largo periodo de

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campañas militares que habían sacudido Europa central, configurando el equilibrio de poder entre los distintos Estados. Rusia creció extraordinariamente, de la mano de las políticas modernizadoras de Pedro I y Catalina II, extendiéndose hacia el Báltico, el mar Negro y Siberia. En Europa central se consolidan nuevas potencias, como Prusia, especialmente con el reinado de Federico el Grande (1740-1786). Por su parte, en Asia persistían grandes imperios, aunque con dinámicas muy diferentes: en la parte occidental el imperio otomano, que también se extendía por los Balcanes y el norte de África, conoció una fase de estabilidad que permitió recuperar el crecimiento económico y el aumento de intercambios entre las distintas zonas del territorio. En la India, el imperio mogol sufrió un progresivo debilitamiento tras la muerte de Aurangzeb en 1707, que redundó en la fragmentación territorial y la progresiva influencia de Inglaterra en el subcontinente. En China, el ascenso de la dinastía Qing (1644-1911), de origen manchú, había puso fin al periodo de convulsiones que acabó con la dinastía Ming. Finalmente, América, bajo el dominio europeo, estaba en plena expansión de la mano de diferentes economías regionales y de la llegada de numerosos pobladores. Pero Europa también se halla inmersa en un proceso de renovación intelectual que acabará socavando las estructuras feudales, muy vinculadas a la Iglesia y a la aristocracia terrateniente. Desde la reforma de Lutero, la ortodoxia teológica quedó sometida a discusión, y el pensamiento científico se abre camino a través de métodos de de reflexión y observación sobre el mundo alejados del pensamiento religioso. La física newtoniana dio paso a una era de experimentación y desarrollo de nuevos métodos que pronto fueron aplicados a la práctica cotidiana en forma de pequeñas innovaciones que se difundían y discutían a través de publicaciones y reuniones entre personas curiosas. El ambiente que iba formándose en distintos países se plasmó en movimientos como la Ilustración, que se extendió como una mancha de aceite por círculos intelectuales europeos. Sus ideas influyeron en las políticas estatales, que aspiraban a crear condiciones favorables para la instrucción de los súbditos, el desarrollo y difusión de nuevas técnicas aplicadas a la producción y el fomento de las actividades artesanales. Pero estos movimientos no sólo se limitaban al desarrollo técnico y al progreso material, sino que a partir de la segunda mitad del siglo comienzan a oírse voces que reclaman reformas sustanciales de la sociedad y la política, con alternativas radicales al orden feudal aún dominante en buena parte de Europa. En Inglaterra, las nuevas ideas económicas quedaron plasmadas en los escritos de Adam Smith, que publicó en 1776 su gran obra La riqueza de las naciones, un alegato contra los principios que habían guiado la política mercantilista de los Estados, a la vez que anunciaba los beneficios de la división del trabajo y de la libertad de los empresarios en el manejo de sus negocios. En el orden político, las ideas de Voltaire, Rousseau o la división de poderes propuesta por Montesquieu avanzan el pensamiento liberal, cuyos ecos resuenan en la revolución de las colonias americanas en 1776. Los grupos mercantiles y manufactureros cobraban un peso creciente, y aspiran a intervenir en las decisiones de gobierno. Por todo ello, si la máquina de vapor de Watt anunciaba una nueva era en la actividad económica, la Revolución Francesa sentaba las bases de las transformaciones sociales que se extenderían durante el siglo XIX.

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En suma, puede considerarse el XVIII como una especie de siglo bisagra entre una época, la del mundo preindustrial, que tiende a dar sus últimos coletazos y una nueva fase de la historia marcada por la transformación de la economía y la sociedad. Este mismo carácter de bisagra se plasma en el cambio fundamental de los polos de crecimiento, pues anuncia el ascenso de Europa como principal región industrial en el XIX, relegando el papel de Asia, que había sido durante siglos el taller manufacturero del mundo. Con ello, Europa de la mano de Inglaterra como pionera, sentaría en este siglo las bases de la divergencia frente a Asia, como región más dinámica del mundo. 5.2 Crecimiento demográfico y crecimiento agrario El mundo asiste a un incremento notable de la población. Se calcula que se pasó de más de 600 millones de personas en 1700 a 919 en 1800 (tabla 5.1). Por continentes, Asia sigue siendo el más poblado, pues concentra entre el 60 y 65% de la humanidad en su territorio, principalmente en China. Europa, que pasó de 115 a 188 millones se mantiene en torno al 20% y África pierde una parte de su papel relativo al pasar del 10 al 7% del total, aunque en términos absolutos su población no merma. América y los nuevos territorios coloniales, por el contrario, conocieron un aumento demográfico explosivo apoyado en la masiva llegada de inmigrantes (y esclavos). Tabla 5.1. Evolución de la población mundial por continentes (millones de hab., cifras redondeadas) 1000 1200 1300 1400 1500 1600 1650 1700 1750 1800 42 62 73 45 69 89 100 115 140 188 Europa 168 203 216 224 254 292 319 402 508 612 Asia India China

48 70

51 89

50 99

46 112

54 125

68 140

80 150

100 205

130 270

157 345

50 61 67 74 82 90 90 90 90 90 África 13 23 28 30 41 15 9 10 11 29 América 275 348 384 373 446 486 518 617 749 919 Mundo Nota: Hay discrepancias (entre 5-15 %) entre estas cifras y las de la tabla 4.4. Esto se debe a que son estimaciones complejas, a falta de datos estadísticos precisos hasta 1800 para Europa y 1950 para otras zonas del mundo. Fuente: Frank (1998:168), basada en Bennet (1954). En todas partes, el crecimiento de la población viene apoyado en un crecimiento agrario, mayoritariamente extensivo, aunque en también se dan componentes intensivos, fundamentalmente por la introducción de nuevos cultivos. China es un buen ejemplo. La dinastía manchú (Qing) amplió notablemente el territorio chino, poniendo en cultivo un área equivalente a la extensión de México. Por otro lado, la adopción de cultivos americanos como el maíz y la patata incrementó la base productiva. Además, las políticas de control del comercio y abastecimiento mejoraron la seguridad alimentaria. Todo ello propició el espectacular salto de la población china, que según distintas estimaciones pudo triplicarse o hasta quintuplicarse a lo largo del siglo 2. Además, la 2

Son cifras de Kent G. Deng (2003): "Fact or Fiction? Reexamination of Chinese Premodern Population Statistics" Working Paper London School of Economics No. 76/03, que propone

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agricultura asiática también dedicaba una extensa área para cultivos comerciales, como el té, el algodón, la morera, o la caña de azúcar, junto a las tradicionales especias de las áreas del sureste. Lo mismo ocurre en el África subsahariana, cuyo crecimiento, se apoyó, en la extensión de cultivos el ñame, sorgo, mijo o arroz, pero también con la introducción de otros de origen americano, como el maíz y especialmente la mandioca. Con esta raíz los portugueses alimentaban a los esclavos en sus travesías. Fueron ellos quienes la llevaron a África, ya que su cultivo en zonas tropicales no requería grandes trabajos de preparación y permitía una cómoda recolección que evitaba gastos de almacenamiento. Pero buena parte del crecimiento de población del continente negro fue absorbida por el tráfico de esclavos. En Europa se produce la misma combinación. En la mayor parte del continente (regiones mediterráneas, del centro y el este) dominaba el modelo extensivo de crecimiento agrario. La recuperación de tierras baldías y campos abandonados durante la crisis el siglo XVII, o la desecación de marismas permitieron la extensión de los sembrados. En cuanto a soluciones intensivas, la introducción de cultivos americanos, como el maíz primero y más tarde la patata, ayudaron al alza de la producción agraria, gracias a sus mayores rendimientos por hectárea. Sin embargo no hay una tendencia generalizada hacia el aumento de productividad. En la mayor parte de Europa, la escasa disponibilidad de renta de las familias campesinas, que deben dedicar una parte importante del producto agrario a las rentas pagadas al propietario, los derechos feudales (incluido el diezmo) y los impuestos estatales impedían invertir en mejoras en las técnicas y métodos de cultivo, que tampoco resolvían los propietarios por su escasa orientación empresarial. Tampoco ayudaba la escasa dotación de ganado en las explotaciones, que reducía las posibilidades de un laboreo adecuado y el empleo de abono en cantidad suficiente. En muchas zonas, sobre todo en las regiones mediterráneas, los condicionantes ecológicos y climáticos eran otra limitación importante: la escasez de lluvias y la aridez de los suelos impedía reducir el periodo de barbecho sin poner en peligro la recuperación del terreno. En Europa del este, el modelo feudal, que mantenía las relaciones de servidumbre, generaba una baja productividad. Las grandes extensiones se cultivaban con escasos medios técnicos y a través de prestaciones personales de los siervos, o se dejaban para el pasto de una ganadería extensiva orientada a la exportación. Sin embargo, existen islas de progreso agrario. En Europa noroccidental y algunos focos del centro y el sur se profundiza en la orientación de la producción hacia el mercado, cuya demanda generaba importantes incentivos para el crecimiento. En Inglaterra, la aplicación de técnicas procedentes de los Países Bajos con los sistemas de drenaje y ocupación de nuevos terrenos se combinaban con la llamada agricultura convertible (que combinan rotaciones más complejas de alimentos, forrajes y pastos), que permitían en las fincas sustentar un mayor número de cabezas de ganado, lo que aportaba una mayor cantidad de fertilizante, reduciendo o, incluso, eliminando el barbecho. El sistema Norfolk, difundido a partir de fines del siglo unas cifras de partida muy inferiores a las de la tabla 5.1: 56 millones de habitantes en 1701, y 67,6 en 1711, para llegar a fines de siglo a cifras más parecidas (361,7 millones en 1812).

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XVII en Inglaterra, consistía en aplicar una rotación cuatrienal, eliminando el barbecho y permitiendo la incorporación, además de los cereales, de plantas forrajeras como el nabo, y de leguminosas y trébol, que ayudaban a fijar el nitrógeno y recuperar la fertilidad en la tierra. Así, además de acrecentar la producción de cereales, los forrajes permitían estabular el ganado y aumentar su peso (figura 5.1) Las innovaciones técnicas iban unidas a cambios en la propiedad de la tierra. Avanzan las enclosures (cercamiento de fincas), que permiten ignorar las restricciones tradicionales de tipo comunitario, como el pasto en las zonas ya cosechadas o las regulaciones sobre la rotación de los cultivos en los campos abiertos, que dificultaban las innovaciones. Las explotaciones más eficientes crecían, los derechos comunales retrocedían y eso empobrecía al pequeño campesino. Figura 5.1. El sistema Norfolk

Fuente: basado en http://www.claseshistoria.com/ hasta el extremo de perder las tierras arrendadas y verse convertidos en jornaleros. Así, el aumento del tamaño de las explotaciones modernizadas iba en paralelo a la proletarización de los pequeños campesinos, que se convertían en mano de obra asalariada para los terratenientes. El resultado de este proceso era triple:  Incremento de la producción: Permitió abastecer de alimentos a la población, incluso con excedentes para la exportación de cereal (de 2,4 millones de bushels en promedio a comienzos del siglo a más de 7,2 millones en 1754), y al mismo tiempo suministrar crecientes cantidades de lana a una manufactura textil en plena expansión.  Intensificación del trabajo en las explotaciones modernizadas: las nuevas rotaciones y los sistemas de mejora de la tierra (drenajes, abonado, margado) y el ganado eran más intensivas, y demandaban trabajo asalariado. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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 Creciente orientación del mundo rural hacia el mercado: de las granjas modernizadas, de los jornaleros que dependen del salario, de los antiguos campesinos que se reorientan a otras actividades (transporte, industria textil rural, etc). Con todo, hay que subrayar que estos avances son muy minoritarios, y concentrados en Inglaterra y Países Bajos. A escala europea el balance fue muy distinto: el crecimiento demográfico a lo largo del siglo superó el ritmo de la producción y en consecuencia el producto bruto agrario por habitante descendió durante el siglo XVIII un 2,5%. A finales de siglo los precios de las subsistencias sufrieron alzas importantes en muchas zonas, generando hambrunas y picos de la mortalidad. Malthus sabía de lo que hablaba. El caso de América lo corrobora. Aunque la población creció a un ritmo sin igual en Norteamérica (de 1,2 millones de habitantes en 1700 a 10,8 en 1820) y muy sustancial en Latinoamérica (de 13 a 23 millones), la abundancia de tierras y las bajas densidades de partida impidieron que se alcanzase el techo maltusiano. En todo caso, la orientación de la agricultura en América es del todo peculiar al estar en buena parte orientada a la exportación, a través de la agricultura de plantación o las haciendas. El ingenio El ingenio típico del siglo XVIII tenía un cierto sabor de industria doméstica rural. Las tareas agrícolas se llevaban a cabo con técnicas rudimentarias, utilizando el jan (estaca puntiaguda para abrir hoyos en la tierra) en la siembra de caña o, en el mejor de los casos, empleando el arado criollo, de iguales características que el ancestral arado chino. Se sembraba una sola variedad cañera: la criolla. El corte y alza eran, lógicamente, tareas manuales, y el transporte de la caña al trapiche se efectuaba en pequeñas carretas de dos ruedas y una sola yunta, con una carga promedio de 80 arrobas (920 kgs). Los molinos o trapiches eran de madera, con tres mazas verticales entre las cuales se comprimían las cañas. El movimiento se impartía mediante palancas que en número par eran accionadas por bueyes. En realidad mantenían casi el mismo diseño y características técnicas de los instalados en Brasil desde fines del siglo XVII. El jugo extraído a las cañas, llamado guarapo, pasaba a grandes ollas de cobre donde se le cocía hasta lograr por evaporación el grado óptimo de concentración. El combustible usado era la leña y cada paila tenía su fuego individual. El punto de concentración se calculaba empíricamente y una vez obtenido se vaciaba en una resfriadera la masa cocida contenida en la paila. Eran las resfriaderas – barbarismo cubano por enfriadera tableros cóncavos donde se batía la masa cocida utilizando grandes palas de madera hasta lograr su cristalización. Como por su constitución físico química estas mieles concentradas sólo cristalizan parcialmente, quedaban formando una masa espesa los cristales del azúcar y las mieles no cristalizables. La última operación fabril consistía en separar el azúcar cristalizada de las mieles y fue conocida con el nombre de purgar el azúcar. M. Moreno Fraginals, (1978) El ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar. La Habana, Ed. de Ciencias Sociales. Vol I, pp. 78-79

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En el Caribe y áreas tropicales florecen las plantaciones, grandes propiedades trabajadas por esclavos bajo las órdenes de capataces donde se cultiva sobre todo a la caña de azúcar, aunque también se extienden en este siglo el café, el tabaco, el cacao y el algodón, este último en el sur de los Estados Unidos. Las plantaciones disponían a menudo de instalaciones, como los ingenios azucareros, para realizar una primera elaboración del producto de la caña. Las fincas pertenecían a comerciantes privados o sociedades que destinaban el producto a la exportación. En las planicies y zonas templadas y semiáridas, la forma de explotación más extendida es la gran hacienda agroganadera. En estas haciendas los campesinos trabajaban para los propietarios, sobre todo cuidando enormes cabañas ganaderas, y luego vivían en aldeas explotando pequeños terrenos para su subsistencia. El cuero, principal producto de las haciendas, era en cambio destinado a la exportación. 5.3 Población e industria. La protoindustrialización europea Hasta el siglo XVII buena parte de las manufacturas en Europa eran producidas en las ciudades, por parte de artesanos agremiados y dirigidas al comercio local. Desde la segunda mitad del XVII las cosas cambiarán: aparecen nuevas formas de organización –manufacturas reales y protoindustrialización--, nuevos ámbitos de producción y nuevos horizontes de mercado. Desde luego, los gremios subsisten en el siglo XVIII y cuentan con alguna fuerza en sectores concretos, como la fabricación de objetos de lujo, o con oficios muy especializados, e incluso disponen del apoyo de las autoridades en algunos territorios, como en Alemania o el imperio otomano. Aunque los economistas consideran habitualmente a los gremios como un estorbo a la competencia, cumplían funciones que explican su pervivencia. Al agrupar a todos los miembros de un determinado oficio, ejerciendo de hecho un monopolio local, el gremio controlaba las prácticas de fabricación y aseguraba la calidad (pero dificultaban la innovación). Al fijar requisitos restrictivos para acceder al oficio –aprendizajes de hasta doce años, una etapa como oficial, exámenes para ingresar como maestro, exigencia de determinado capital para abrir un nuevo taller– limitaban la oferta y sostenían los precios. Al regular el aprendizaje, frenaban la difusión de secretos artesanales, lo que les defendía de competidores foráneos. Por otro lado, desplegaban funciones asistenciales o representativas que contribuían a la cohesión y la paz social urbanas. Sin embargo, los talleres gremiales difícilmente podían abordar grandes inversiones para producciones a mayor escala. En este caso, el Estado se implicó directamente en la industria, estableciendo instalaciones (como las manufacturas reales en Francia o España) que concentraban un gran número de trabajadores y maquinaria. Su objetivo era tanto producir bienes de calidad como servir de ejemplo para la innovación técnica. En parte se destinaban a la producción militar (astilleros o fábricas de armamento), pero también manufacturas de calidad o incluso de lujo, como las fábricas de paños en Linz, (imperio austrohúngaro) o las fábricas reales de porcelana, tejidos o cristales, establecidas en Francia, Italia o España por los Borbones. Pero por encima de los gremios o las manufacturas reales, el rasgo más notable de este periodo es el desarrollo de la protoindustrialización .

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Aunque a menudo se le identifica con el verlagssystem, putting out system o producción rural de manufacturas, en realidad la protoindustrialización es algo más que industria rural (que siempre existió de una u otra forma). Entre sus rasgos incluye:  la proliferación de fabricación rural financiada y organizada por comerciantes urbanos (es decir, organizada por el capital comercial, no por artesanos).  la producción, sobre todo textil, se orienta a la demanda de mercados lejanos.  afecta al conjunto de una región, con numerosos núcleos y numerosos talleres en cada núcleo, en muy diversas regiones de Europa.  tiene importantes efectos: cambio de actividad de la mano de obra rural, intensificación del trabajo y cambios demográficos.  prepara, según algunos autores, el camino a la industrialización. La protoindstrialización se extiende por numerosas regiones europeas a partir de mediados del siglo XVII. Aprovechando que en muchos sectores la dotación de capital fijo (maquinaria, instalaciones) era escasa, algunos comerciantes (verleger) contratan con los campesinos y sus familias la realización de tareas artesanales (hilado y tejido de textiles principalmente), proporcionándoles la materia prima y pagándoles por su trabajo, eludiendo así las restricciones que establecían los gremios. Esto supuso, en muchos casos, la incorporación de la familia campesina (mujeres y niños incluidos) a la elaboración de manufacturas, aprovechando los tiempos muertos entre las faenas del campo. Para estos hogares campesinos, esto supuso unos ingresos que complementaban las rentas agrarias, aunque cobraran bastante menos que los artesanos urbanos. En definitiva, el capital comercial aprovechaba las situaciones de baja actividad en el medio para emplear a los campesinos como mano de obra flexible y barata. El aumento consiguiente de los ingresos de los hogares campesinos proporcionó un estímulo para el aumento de la natalidad, con la rebaja de la edad del matrimonio de las mujeres y el consiguiente incremento de la fertilidad (más hijos por familia). Además, en algunas zonas de Inglaterra y otros países las actividades protoindustriales afectaron a una población rural que se estaba proletarizando al haberse visto obligados a renunciar a sus tierras como resultado de las transformaciones agrarias. Así, se incrementó sustancialmente la población no agraria de los núcleos rurales (gráfico 5.1). En torno a 1800 era del 36% en Inglaterra, 29% en Alemania y Bélgica, 28% en Francia o 25% en Holanda. La ruralización de la industria se observa en numerosas regiones, desde las aldeas de Irlanda o Flandes, centradas en la producción de prendas de lino, los condados laneros ingleses, las campiñas holandesas, los distritos suecos dedicados en la fabricación de útiles de hierro, o las regiones alemanas de Sajonia o Silesia, especializadas en una gran variedad de productos textiles y metálicos. La oferta de trabajo flexible y a bajo coste era un incentivo para los comerciantes empresarios que compensaban así la inferior calidad y homogeneidad del producto con respecto al de los talleres urbanos. En ocasiones, este proceso llevaba al desarrollo de focos de aglomeración en torno a un centro urbano, centrados en los estadios intermedios de la producción de manufacturas, caso los devanadores de seda que se empleaban UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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en las comunidades rurales próximas a Milán, o los hilanderos de las proximidades de Lille, al margen de las regulaciones gremiales de la producción urbana. En definitiva se trataba de hacer frente a un sensible crecimiento de la demanda de productos baratos impulsados por el crecimiento global de la demanda y la expansión de los mercados internacionales. Por ejemplo, las exportaciones inglesas de manufacturas aumentaron nueve veces entre 1699-1701 y 1772-74. Francia multiplica por ocho sus envíos a sus colonias antillanas y norteamericanas durante todo el siglo. Buena parte de esa producción sale de los núcleos de la protoindustria. Empresarios en la Europa Moderna Aunque el concepto de empresario puede tomarse en un sentido amplio, e incluir a los cabezas de familia campesinos, los terratenientes, los abades de los conventos, los piratas y hasta el capitán de una compañía de mercenarios (¿será casual que se llame compañía?), en general se tiende a considerar que el término “empresario” debe limitarse a aquellos hombres de negocios que invertían capitales en actividades comerciales o manufactureras, y asumían riesgos en busca del máximo beneficio. En este sentido, los empresarios de la Europa moderna comparten varias características:  Invierten sobre todo capitales propios o de familiares y amigos, pues los mercados formales de capitales (banca, bolsas) aún están muy poco desarrollados.  Aprovechan redes de paisanos (como los burgaleses en Flandes), parientes o correligionarios (judíos en Europa y el Islam). Los lazos personales en comunidades pequeñas mejoran la información y reducen los riesgos, minorando los costes de transacción.  Actúan sobre todo en la manufactura, el comercio y las finanzas, sectores en las que las reglas del juego capitalistas están más avanzadas.  Asumen personalmente la dirección de los negocios, delegando rara vez en gestores o administradores profesionales.  La estructura dominante es el “escritorio de comercio”, formado por el empresario, y uno o más secretarios y contables que asumen las tareas de control de la correspondencia (el medio básico de información) y llevan una sencilla contabilidad por partida doble (debe y haber, o gastos e ingresos).  La especialización en una rama de negocios es escasa: lo mismo arriendan el cobro de impuestos, que hacen préstamos, dirigen expediciones comerciales, organizan la producción de manufacturas o explotan una mina.  La forma jurídica de las empresas sigue las fórmulas desarrolladas en la edad media: compañías de responsabilidad ilimitada, de tipo commenda o compagnia. No obstante, surgen las primeras compañías por acciones, con responsabilidad limitada de los accionistas: la pionera es la Compañía de las Indias Orientales Holandesas, cuyas acciones se cotizan en la bolsa de Ámsterdam. Fuente: Valdaliso y López (2000:146-175) La importancia de la protoidustrialización en Europa tiene varias facetas. Aunque la existencia de manufacturas rurales impulsadas por comerciantes se

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remonta incluso a épocas medievales, lo novedoso desde mediados del XVII a fines del XVIII es la dimensión del fenómeno, que afecta a gran número de regiones, trabajadores y productos. Al mismo tiempo, facilita la penetración de los mercados y la actividad asalariada en el mundo rural (la penetración del capitalismo, en suma), y genera en él un aumento de rentas que tuvo dos consecuencias importantes. Por un lado, permite como se ha dicho un aumento del tamaño de las familias, y por tanto de la población total. Por otro, los nuevos ingresos facilitarán el acceso de muchas familias campesinas, que recordemos que constituían el grueso de las economías preindustriales, al consumo de nuevos tipos de productos (textiles, pero también porcelanas, té y azúcar,etc.), generando así incentivos para nuevas ganancias de productividad. Gráfico 5.1 El papel de la industria rural, 1500 1800. Porcentajes de la población europea en cuatro categorías

Fuente: Tello, E. Coord (2005): Guía práctica de historia económica mundial, Barcelona, Universidad de Barcelona, 22, basado en De Vries (1987:310) No está nada clara, sin embargo, la vinculación directa que algunos de sus primeros estudiosos establecían entre protoindustria e industrialización, que incluso va implícita en el mismo término “protoindustrialización”. De hecho, las regiones más penetradas por la protoindustria no siempre fueron pioneras en la industrialización; el caso de Irlanda, Flandes (ver recuadro) o de algunas zonas del norte de Italia son prueba de ello. En otras, incluso pudo haber empobrecido a las familias afectadas, que pasaron a depender exclusivamente de salarios bajos e irregulares. No obstante, puede considerarse que contribuyó a la posterior industrialización por varias vías indirectas: la penetración del capital y las prácticas mercantiles en el mundo rural, la formación de la mano de obra, la intensificación del trabajo, la aceleración del crecimiento demográfico o el incremento y diversificación del consumo en el mundo rural.

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Protoindustrialización y presión demográfica: el caso de Flandes La historia económica de Flandes en el período comprendido entre finales del siglo XVII y finales del siglo XVIII encaja perfectamente dentro de … una fase de “protoindustrialización”… En las zonas rurales de Flandes la industria manufacturera de tejidos representaba sólo una ocupación secundaria que proporcionaba ingresos complementarios a una población esencialmente dedicada a la agricultura. A pesar de esto, resulta asombrosa la estrecha relación entre la organización y desarrollo de dicha industria y otros aspectos de la economía agraria del siglo XVIII. La industria doméstica –así como la difusión del cultivo de la patata y de las nuevas técnicas agrícolas- permitió un gran incremento de la población rural, que trajo consigo la fragmentación de la tierra. Si no hubiera existido esta industria, el aumento de población que se produjo en Flandes durante esta época hubiera hecho necesaria la emigración a las ciudades y a otras regiones. …Puede decirse, pues, que la producción manufacturera rural contribuyó también a acelerar el crecimiento de la población, permitiendo y fomentando activamente su desarrollo. El papel desempeñado por la industria doméstica resulta paradójico, ya que perpetuó la fuerte presión demográfica que, inicialmente, había sido la fuerza que había impulsado su penetración en el campo. Este sombrío “equilibrio de alta presión” pudo mantenerse mientras existió la posibilidad de dar salida en el mercado a las manufacturas de esta industria; pero fue destruido en el siglo XIX cuando la competencia de la producción mecánica de hilos y tejidos y de la nueva industria fabril algodonera de las ciudades sumió la economía y la sociedad flamenca en una profunda crisis. Fuente: F. Mendels, “Agricultura e industria rural en el Flandes del siglo XVIII”, en P. Kriedte, H. Medick, J. Schlumbohm eds. (1986): Industrialización antes de la industrialización, Barcelona, Crítica, pp. 264-265.

5.4 El comercio mundial En el siglo XVIII llega a la madurez el capitalismo comercial, que se ha ido configurando desde que en el siglo XVI se abren los océanos a la expansión europea. Europa se consolida como el pivote de una economía mundial en formación: por una parte actúa como eje de la economía atlántica, y como tal explota los territorios y mares sin más oposición que la competencia entre los propios europeos; asimismo se introduce cada vez más en el comercio asiático, que drenaba un importante flujo hacia Europa y, para cerrar el círculo, las manufacturas asiáticas también llegaban directamente a América a través del Pacífico mediante el galeón de Manila (mapa 5.1). El comercio internacional era tanto una cuestión económica como política. La pugna por los beneficios del comercio agudizó la competencia entre Estados, entre los que sobresalió un puñado de potencias capaces de afrontar los crecientes gastos militares. En otros casos, las compañías comerciales –

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como las de la Indias Orientales—asumen funciones casi estatales en las posesiones coloniales, armando auténticos ejércitos, organizando la burocracia y asumiendo la defensa y el avance de los privilegios comerciales. Mapa 5.1 El sistema de comercio mundial en el siglo XVIII

Fuente: Barraclough, G. (1985): El Mundo. Gran atlas de historia, Ebrisa, Barcelona, t. IV-V, 199 En el XVIII prosiguen los avances en la navegación, con un mayor conocimiento del régimen de los vientos (desde los alisios del Atlántico a los monzones asiáticos), los métodos de navegación astronómica, la mejora de los cascos y los aparejos. El cuadrante de Davis sustituyó en 1590 al astrolabio para determinar la latitud, hasta que fue sustituido por el sextante (1757), aún mas preciso. La fabricación de un cronómetro marino, culminada por John Harrison entre 1737 y 1764, permitió determinar la longitud a bordo, resolviendo un problema de siglos. El resultado de todas estas innovaciones fue el acortamiento de las travesías, la mejora de su seguridad y el aumento de capacidad de carga de los navíos. Entre 1670 y 1780 se triplicó la capacidad de la marina mercante europea, de 1,3 a casi 3,4 millones de toneladas (tabla 5.2).

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Tabla 5.2. Estimaciones de capacidad y distribución regional de la flota mercante europea, 1500-1780 Tamaño total de la flota (miles de toneladas)

Capacidad de carga por cada 1.000 habitantes (toneladas)

Participación regional en la capacidad de carga de la flota europea (%) Sur de Europa

Holanda

Gran Bretaña

Francia

10 -12 ? 200 - 250 3,2 - 4 40 16 1500 600 - 700 7,7 - 9 25 33 10 12 1600 12,8 - 14,1 20 40 12 8 - 14 1670 1.000 – 1.100 3.372 30,7 15 12 26 22 1780 Fuente: Aldcroft, D.H. y Sutcliffe, A (1999): Europe in the international economy 1500 Cheltenham, Edward Elgar, 36.

Hansa

20 15 10 4 to 2000,

El comercio internacional siguió organizado en torno a los mismos agentes, los mismos circuitos –Atlántico e –Indico— y el papel central de la plata americana como moneda de cambio, presentes ya en el siglo XVI. Cambiaron sin embargo las mercancías, donde una mayor variedad de productos ultramarinos sustituyó a las omnipresentes especias, el peso de los distintos agentes –con el ascenso de ingleses y holandeses y el declive de portugueses y españoles—, la aparición de algunos circuitos intercontinentales y sobre todo el volumen de los tráficos. Las importaciones europeas a mediados del siglo XVII se estimaban en unos 24 millones de florines, un siglo después habían aumentado a 140 millones, y en 1780 alcanzaban los 234 millones.

5.4.1 Economía atlántica y comercio triangular: plantaciones y esclavismo. Buena parte de este incremento correspondía al comercio del Atlántico. Desde el siglo XVI se había producido un crecimiento notable de la presencia de los europeos a lo largo de las costas americanas. En el norte sobresalían los recursos pesqueros y forestales, así como la posibilidad de cultivo en las inmensas extensiones de las colonias americanas. Las pieles, la madera para la construcción naval y el pescado (principalmente bacalao), exportados en buena parte a Europa, eran las bases de la economía de las colonias inglesas más al norte. En las colonias del sur se instalaron cultivos de plantación como el tabaco y posteriormente el algodón. En Sudamérica, la explotación minera, que había sido el primer renglón del comercio fue dejando paso a diferentes productos, derivados de la explotación progresiva del territorio. En zonas continentales como México se crearon enormes fincas ganaderas y uno de los primeros productos de exportación fue el cuero. En el Caribe y Brasil florecía una economía de plantación basada sobre todo en el cultivo de azúcar. Es la economía de las plantaciones la que marca un sello distintivo al comercio atlántico durante este periodo, base del denominado comercio triangular, cuyo esquema básico consistía en la circulación de manufacturas de Europa a África (también hacia América), esclavos de África hacia América y productos coloniales y otras mercancías de América hacia Europa.

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Tabla 5.3. Tráfico trasatlántico de esclavos. Nacionalidad del cargador (16511800)

1651-1675 1676-1700 1701-1725 1726-1750 1751-1775 1776-1800

Portugués Británico 53,7 115,2 161,1 243,3 378,3 380,9 405,6 490,5 472,9 859,1 626,2 741,3

Francés Holandés Español USA Otros 5,9 64,8 0 0 0,2 34,1 56,1 0 0 15,4 106,3 65,5 11 0 16,7 253,9 109,2 44,5 0 7,6 321,5 148 1 89,1 13,4 419,5 40,8 8,6 54,3 30,4

Total 239,8 510,0 958,7 1311,3 1905,0 1921,1

Fuente: Findlay – O’Rourke (2007:228). Cantidades en miles. La agricultura de plantación exigía mucha mano de obra. En el siglo XVI, la elevada mortalidad de los nativos americanos llevó a nutrir las plantaciones fueron con esclavos africanos. Las cifras fueron creciendo progresivamente y se calcula que llegaron a América más de 6 millones de esclavos africanos entre 1700 y 1810, más que triplicando las cifras del siglo anterior (tabla 5.3). Teniendo en cuenta las altísimas tasas de mortalidad en las travesías, no es extraño que el tráfico hubiera alcanzado unos 10 millones de seres humanos, una media de unos 100.000 al año, a lo largo del XVIII. La trata era una actividad ya tradicional en el comercio africano, que se había extendido durante la expansión musulmana, incorporando esclavos a la agricultura del norte de África y Oriente Medio, y fue continuada por los europeos en las plantaciones que se establecieron a fines del medievo en las islas atlánticas (Madeira, Canarias). El tráfico de esclavos se originaba en zonas interiores del continente, donde comerciantes locales encargaban las expediciones de captura a las tribus rivales y los vendían a tratantes europeos en los puertos de embarque. Los traficantes pagaban muchas veces en especie, con manufacturas europeas o productos asiáticos reexportados: armas de fuego y metálicas, telas ligeras de algodón (indianas), lino o lana, instrumentos de metal, bebidas, o las apreciadas conchas de caorí de las Maldivas. El auge del tráfico acrecentó el precio de los esclavos, que se multiplicó por cuatro entre fines del siglo XVII y fines del siglo XVIII. Desde África, los navíos recalaban en los puertos americanos. La monarquía española regulaba el tráfico en sus colonias a través del sistema de asiento de negros, un monopolio concedido a los comerciantes para introducir los esclavos pagando a cambio unos sustanciosos derechos a la Corona. Al margen del asiento, sin embargo, un extenso contrabando eludía los controles gubernamentales. La producción de las plantaciones esclavistas alteró significativamente el volumen y variedad de los productos consumidos en Europa: tabaco, algodón, cacao y, sobre todo, azúcar. La producción azucarera evolucionó desde casi 60.000 toneladas en 1700 hasta las más de 280.000 en 1787, destacando las Antillas francesas y británicas con 125.000 y 106.000 toneladas respectivamente. En la década de 1780 el Caribe suministraba el 90% de las exportaciones mundiales. Las importaciones inglesas de este producto se multiplicaron por 10 entre la década de 1660 y la de 1780 y en mayor medida todavía crecieron las de Francia. El sistema de explotación y la articulación de los mercados a través de mejoras en los transportes y la organización comercial permitieron reducir sensiblemente los precios y convertir al azúcar en un producto de consumo habitual en Europa.

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Piratas (pero casi nunca del Caribe) La imagen que de los piratas nos ha transmitido el cine de aventuras resulta muy engañosa. Ésta se ha construido sobre historia reales, como la de Drake (posteriormente Sir Francis Drake) o de Morgan (luego sir Henry); pero que no siempre son las más representativas. En ellas se habla de grandes barcos artillados que rondan el Caribe durante el siglo XVI, con base en la mítica isla de la Tortuga, y que buscan sus presas entre los cargueros españoles repletos de oro y plata, capitaneados por un oficial que es tonto, afectado, o las dos cosas. La realidad de la piratería fue bien distinta, incluso cuando se refiere al modelo oficial. Por ejemplo, es cierto que el gran golpe de Drake se produjo en el siglo XVI (1573) y en el Caribe (Veracruz); pero no el mar, sino a unos 30 kilómetros en el interior. Obtuvo un botín ascendió a 762.000 pesos, unos 20 millones de euros de 1995. *Zonas de actividad: en realidad, no fue el Caribe sino las costas de África, en torno a Madagascar o en el golfo de Guinea donde se desarrolló la gran piratería de la Edad Moderna. Eran zonas mucho menos vigiladas, pues no existía una potencia colonial claramente dominante. Las flotas y galeones españolas, que transportaban los metales preciosos hacia Sevilla o entre el continente y el Caribe, eran convoyes fuertemente custodiados. Sólo ocasionalmente los piratas se atrevían a enfrentarse a naves que viajaban solas o quedaban rezagadas. El sistema español de convoyes fue una estrategia eficaz para defender los tesoros americanos; de hecho, se perdió mucha más plata por tormentas, huracanes o bajíos. *Especialización: La mayoría de los piratas no lo eran a tiempo completo. Dado que muchas de las capturas incluían buques mercantes, a menudo alternaban la piratería con el comercio (las mismas naves y tripulaciones). Vendían su botín –esclavos, ron, pescado o telas– en mercados americanos o africanos, siendo indistinguible lo obtenido por un medio u otro. La frontera entre piratas, corsarios, comerciantes, contrabandistas y marinos es difusa. *Medios: Tampoco el tipo de nave predominante eran los galeones o goletas fuertemente artillados y equipados. La mayoría eran barcos pequeños (de tipo sloop, en torno a 12 metros de eslora y un solo mástil, o goletas de dos mástiles), con poco calado, y equipadas con numerosas piezas de artillería (20-30 o más). Con tales medios difícilmente podían enfrentarse a las armadas de los monarcas europeos (con más de 60 bocas de fuego), y ni siquiera a las naves más grandes de las compañías de las Indias. Su superioridad dependía del tamaño de la tripulación (entre 150 y 200 hombres) para el manejo de las numerosas de piezas de artillería y el abordaje; y, obviamente, de la maniobrabilidad y rapidez de la nave. *Cronología: La gran época de la piratería no es el XVI, sino el período situado entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. *Presas: Los metales preciosos eran el bien más preciado, pero también el mejor defendido. De ahí que los piratas prefirieran presas más modestas (cargamentos de tela, pesca, sal o azúcar) aunque también lucrativas. *Nacionalidad: Tampoco los ingleses se llevan la palma. Holandeses, franceses, españoles, así como asiáticos y africanos, nutrían las tripulaciones. De hecho, el triunfo de las armadas inglesas sobre los piratas en torno a 1720 se relaciona con su victoria sobre la marina holandesa y francesa tras el tratado de Utrecht (1713).

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Fecha 1720 1723 1726

número de piratas activo (estimación)

2.000 1.000 200

en asaltos piratas

40-50 10

*Modales: Ni qué decir que la caballerosidad y galanura de los piratas (de Errol Flynn a Johnny Depp) es cosa del cine. Los marinos más curtidos no querían toparse con ellos; y muchos temblaban –con razón– al avistar la bandera de las tibias y las calaveras. Por cierto, aunque pocas, hubo también cierto número de mujeres en el negocio Extraído de Cordingly, David (1995): Under the black flag, Londres, Harvest Books. Al margen de esta economía interoceánica, se establecieron dentro del continente americano varios circuitos regionales que impulsaron el crecimiento en ciertas regiones. Por ejemplo, las colonias británicas norteamericanas, que posteriormente constituirían los Estados Unidos, tenían un comercio creciente con el Caribe donde a cambio de azúcar, enviaban cereales, productos ganaderos y pesqueros. De igual forma, en el sur de América se estaba desarrollando una economía agroganadera que enlazaba el Atlántico con el Pacífico, a través de rutas y mercados terrestres. 5.4.2 Los cambios en el comercio asiático El espacio del comercio asiático suponía el de mayor volumen y diversidad del comercio mundial. Comprendía el área tradicional del Índico, desde la costa oriental africana y el mar Rojo pasando por el subcontinente indio llegar al estrecho de Malaca y acceder por las islas de las Especias, Filipinas y el mar de China hasta el Pacífico. Los europeos habían sido tradicionalmente demandantes de especias, textiles, tintes, sedas y porcelanas como principales productos. Pero el incremento de los viajes y las actividades comerciales europeas llevó a diversificar los productos de comercio, alentado por el incremento y diversificación de la demanda. El comercio de productos asiáticos hacia Europa siguió creciendo notablemente durante todo este siglo. El monopolio holandés de la Compañía de las Indias Orientales (VOC), exportaba en 1698-1700 productos a Europa por valor de 15 millones de florines, pero en 1778-80 aumentaron a 20,8 millones. Como se observa en el gráfico 5.2, los principales productos importados durante el siglo XVIII eran textiles y seda en bruto. La pimienta y especias, que habían sido el rubro principal a comienzos del XVII, quedan superadas en la segunda mitad del siglo XVIII por nuevos géneros, como té y café, que experimentan un crecimiento notable durante todo este periodo. Los holandeses habían comenzado a cultivar café en la isla de Java y su producción se incrementó rápidamente. El té venía principalmente de China. Los ingleses también aumentan las importaciones de productos asiáticos hacia Europa (tabla 5.4). También eran los textiles y seda en bruto el primer capítulo, aunque casi todo el tejido asiático se destinaba a su reexportación, nutriendo en buena medida el comercio triangular atlántico, ya UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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que las medidas proteccionistas habían prohibido su consumo en la metrópoli. El déficit comercial de este tráfico se saldaba hasta mediados del siglo XVIII con el envío de metales preciosos, que suponían de media el 70% de las exportaciones totales. Sin embargo, a fines del siglo XVIII se reducen sustancialmente las necesidades de plata, debido a los efectos de la ocupación británica de la India y el nuevo régimen fiscal que establece. Así como a las oportunidades que ofrecía el comercio intraasiático con sus enormes mercados. La compañía holandesa, la única potencia que comerciaba con Japón a través del puerto de Nagasaki, activó una corriente provechosa con la India suministrando cobre japonés para las acuñaciones de las monedas de uso corriente, a cambio de seda en bruto y textiles indios. Otro producto con un comercio creciente es el opio, que se comercializa principalmente entre la India como centro proveedor y China e Indonesia como clientes. Los ingleses Gráfico 5.2. Composición de las importaciones de la VOC de Asia a Europa

Fuente: Prakash (1998:116-117)

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Tabla 5.4 Importaciones de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales hacia Europa (1668 1760) (en porcentaje de valor) 1668 - 1670 1698 - 1700 1738 - 1740 1758 - 1760 Pimienta 25,25 7,02 3,37 4,37 Textiles 56,61 73,98 69,58 53,51 Seda en bruto 0,60 7,09 10,89 12,27 Té 0,03 1,13 10,22 25,23 Café 0,44 1,93 2,65 Índigo 4,25 2,82 Salitre 7,67 1,51 1,85 2,97 Varios 5,15 4,52 1,44 1,65 Total 100,00 100,00 100,00 100,00 Fuente: Findlay, R y O’Rourke, K. (2007:309) comenzarán a introducir cobre en la India a partir de la década de 1730 y a partir de 1773 la compañía inglesa de las Indias Orientales convierte en monopolio el comercio de opio, que se utilizará para comerciar con China y así compensar el saldo de las importaciones de té y otros productos. La India es en este siglo la gran productora de textiles para los mercados exteriores. Sus bajos costes de producción eliminaban cualquier competencia; los principales focos eran Gujarat en la costa oeste, especializada en la fabricación de prendas de algodón, y tejidos de seda de alta calidad, y Coromandel y Bengala en el este. Bengala estaba especializada en tejidos de seda, aunque también se exportaba seda en bruto y salitre. El opio se cultivaba primordialmente en la región limítrofe de Bihar y su producción creció notablemente con destino a los mercados asiáticos, China principalmente. El subcontinente indio, más abierto a los intercambios que China, era el primer socio comercial con las compañías europeas durante todo este periodo. Los enclaves europeos, situados en distintos puntos de la costa india, constituían los focos del intercambio de los productos domésticos con destino a Europa o al comercio con otras regiones de Asia. A comienzos del siglo XVIII la India entró en una crisis política derivada de la debilidad y fragmentación del imperio mogol tras la muerte de Aurangzeb, que provocó una fase de inestabilidad en muchas regiones. Esta situación fue aprovechada por los Estados europeos para incrementar su influencia. Primero fue Holanda y posteriormente Gran Bretaña, que desde mediados del siglo XVIII, sobre todo tras la batalla de Plassey (1757), elimina la rivalidad francesa en el continente, desplaza progresivamente a los holandeses y promueve su dominio directo en las regiones más ricas, entre ellas Bengala, de la mano de la administración de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales. Holanda mantendrá su dominio en el mercado asiático de las especias, derivado de su ocupación en las principales zonas productoras, las islas Molucas (conocidas desde el XVI como Islas de las Especias), Batavia y otros puntos del archipiélago indonesio. Los británicos también controlan en el sudeste asiático algunas de las zonas productoras. La VOC holandesa participa en el comercio del té chino, cuyas exportaciones hacia Holanda se multiplican por 10 en la primera mitad del siglo, pero debe pagarlo

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principalmente con plata, en tanto que los ingleses irán sustituyendo sus pagos en dinero por el creciente comercio de opio procedente de la India. 5.5 En torno a los niveles de vida: revolución del consumo y revolución industriosa Ya vimos en un apartado anterior cómo había sido el crecimiento europeo a lo largo del siglo XVIII: más tierras en cultivo, más trabajadores y más tiempo dedicado al trabajo, tanto agrario como artesanal. Los datos del comercio nos revelan a la vez que estaban teniendo lugar cambios importantes en las pautas de consumo, con la incorporación cada vez más habitual de productos coloniales a la dieta (te, azúcar, café) pero también de productos locales o europeos. Pero a lo largo del siglo el crecimiento de la población alimentó la tendencia alcista de los precios, que tuvo un fuerte impacto sobre los niveles de vida de la población. Esta tendencia afectaba más a los precios de los alimentos que a los productos manufacturados, debido al diferencial de productividad de ambos sectores. El crecimiento de la población vino propiciado por la reducción de las tasas de mortalidad derivadas de la práctica desaparición de la peste y de la progresiva reducción de las hambrunas, gracias a las mejoras en la producción y distribución de alimentos. También se observa un aumento de la natalidad, sobre todo en zonas protoindustriales. De este modo, creció el tamaño de las pero aquellas familias que contaban con una sola fuente de renta tuvieron que enfrentarse al empeoramiento de los salarios reales. Este era el panorama en las zonas de agricultura atrasada, donde la baja productividad había comprimido la demanda, y el aumento de la población se había traducido en una caída de los niveles de vida. El aumento de las rentas agrarias beneficiaba sólo a los propietarios, nobleza y clero principalmente, y en las ciudades la estructura gremial dominante dejaba escaso margen para la innovación y el aumento de la productividad. En muchos casos esta situación llevó a una precariedad notable y al aumento del número de pobres entre familias dedicadas a la industria doméstica o a pequeños campesinos y jornaleros agrícolas y urbanos. En otras zonas, sin embargo, principalmente en las economías urbanas de Europa noroccidental (Inglaterra, Países Bajos, norte de Francia, oeste de Alemania), los datos muestran una mejora de los niveles salariales que se refleja en una mayor dotación de bienes de consumo en los hogares, tanto perecederos como semiduraderos y duraderos. Aunque el incremento del producto beneficiaba más a unas clases sociales que otras, las mejoras fue ron también difundiéndose a las escalas más bajas de la sociedad. Además, la economía de muchos hogares no se basaba sólo en el trabajo del cabeza de familia, sino en el de todos sus miembros, de tal modo que aunque se redujera el salario individual, globalmente los ingresos podían ser mayores. Estos ingresos fomentaban nuevas pautas de consumo, tanto de alimentos como de vestidos y otros bienes de consumo que comenzaban a incorporarse en la vivienda (loza para la vajilla, instrumentos de metal en la cocina, adornos domésticos, etc.), así como al acceso a servicios como el café o la taberna. La difusión del consumo de productos coloniales, encabezados por el azúcar, fue la manifestación más visible de estos cambios; la mejora en los sistemas de distribución –buhoneros, pero también tiendas especializadas o almacenes de

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ultramarinos– con una gran expansión del comercio minorista y las ventas a crédito contribuyeron al proceso, que algunos autores han caracterizado como la revolución del consumo en la Europa del siglo XVIII. Gráfico 5.3. Evolución comparativa de salarios reales en distintas ciudades respecto a una ratio de bienestar*

*Nota: Ratio=1 significa que un trabajador no cualificado trabajando a tiempo completo gana sólo lo justo para mantener a su familia al nivel de subsistencia Fuente: Allen, R.C., Bassino, J. P., Ma, D., Moll Murata, C., van Zanden, J.L.(2009), "Wages, Prices, and Living Standards in China, 1738–1925: in Comparison with Europe, Japan and India”, Working Paper No. 123/09. LSE Economic History Department , 58. Tabla 5.5 Consumo per cápita de productos coloniales hacia la década de 1780 (cantidades en Kgs) Europa Azúcar 2,00 Té 0,12 Café 0,42 Tabaco 0,50 Fuente: De Vries (2009:196)

Gran Bretaña 9,0 0,7 0,05 0,7

Países Bajos 4,0 - 5,0 0,5 2,8 2,0 - 3,0

Resto de Europa 0,8 0,05 0,4 0,4

Báltico 1,0 0,37 0,16 - 0,48

Pero el acceso a nuevas pautas de consumo exigía aumentar los ingresos de la unidad familiar, y ello era posible (aunque no en todas partes de Europa) por nuevas vías: bien especializando la producción agraria para dirigirla a los productos que demandaban los mercados, bien aprovechando las oportunidades que ofrecía el verlagssystem u otras actividades para emplear los tiempos muertos de las tareas agrícolas, bien aumentando el número de miembros de la unidad familiar que contribuían a su sustento (el trabajo de niños o mujeres). Todas estas soluciones exigían trabajar más: más días, más

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horas, más personas. Las nuevas rotaciones de cultivos exigían más tareas (drenaje de tierras, abonado, labor, mejora de la tierra con la adición de margas), y el trabajo doméstico en la manufactura permitía aprovechar las horas de oscuridad (aunque exigía gastar en iluminación y calefacción). Es a estos cambios, ligados a actividades más intensivas en trabajo, a los que Jan de Vries ha denominado “revolución industriosa”. La orientación de la actividad hacia los mercados abría la puerta a mayores niveles de consumo, y creaba claros incentivos para intensificar la actividad de los hogares. Así, la revolución industriosa desbrozaba el camino hacia la revolución industrial, creando un nuevo tipo de hogares, con nuevos tipos de trabajadores y consumidores. 5.5

La tesis de la Gran Divergencia ¿Por qué Inglaterra y no China?

En los últimos años, numerosos estudios han revisado las visiones de una China en el siglo XVIII caracterizada por el estancamiento tecnológico, crecimiento demográfico descontrolado, pobreza extrema e inexistencia de relaciones de mercado, incapaz por tanto de entrar en una senda de crecimiento económico. En realidad, en muchas zonas existía una economía especializada apoyada en una agricultura muy productiva y en manufacturas muy integradas en los mercados. La agricultura china había alcanzado impresionantes cotas de productividad con técnicas de cultivo muy depuradas y la intensificación del trabajo en unas explotaciones que tendían a ser cada vez más pequeñas. Algunas zonas del bajo Yang tzé y el río de la Perla alcanzaban las mayores densidades de población del mundo. El comportamiento demográfico se orientaba a controlar la natalidad, limitando el tamaño de las familias. Comparando los niveles de vida, se comprueba que durante el siglo XVIII todavía no hay excesivas diferencias entre China y Europa. Y en cuanto a la técnica, era en muchos aspectos comparable a la europea. Por otra parte Asia seguía siendo en la primera mitad del siglo XVIII el taller del mundo, la región con el producto industrial más elevado. ¿Por qué entonces fue en Europa, concretamente en Inglaterra, y no en China donde se inició el crecimiento que llevaría a la Revolución Industrial? Kenneth Pomeranz inventó el término Gran Divergencia para referirse a esta alteración radical de los equilibrios entre Asia y Europa (representados por China e Inglaterra) a partir de 1800. Hasta entonces, como hemos repetido a menudo, Asia era el continente más rico, más poblado (en número y densidad), más productivo y a menudo más avanzado tecnológicamente. Desde entonces, sin embargo, la brecha no hizo sino agrandarse, a medida que Europa y los países de cultura británica crecían espectacularmente, mientras que Asia perdía impulso. “Entre 1820 y la actualidad –escribe Robert Allen-- los desfases de renta han aumentado con escasas excepciones. Los países que más han crecido son los que eran más ricos en 1820” (gráfico 5.4). La tesis de Pomeranz, sostiene que hubo dos mecanismos que permitieron a Inglaterra dar la vuelta a la tortilla: en primer lugar, a través del dominio colonial, con el control de una extensa superficie en tierra y mar (bancos pesqueros, plantaciones) que le proporcionaba una mayor flexibilidad en la disponibilidad de alimentos (pescado, azúcar, etc.) y materias primas (algodón), así como una gran oferta de trabajo a costes muy bajos (esclavos, trabajadores forzados). El notable aumento de la superficie dedicada al cultivo

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de algodón en las colonias de América sentó una de las bases para el despegue del sector textil. Hasta aquí se trataría de un crecimiento de tipo extensivo. El segundo mecanismo, en cambio, era de tipo intensivo, al incorporar el uso creciente de un nuevo recurso energético que superaba las limitaciones impuestas por el combustible vegetal: la disponibilidad de carbón mineral en grandes cantidades permitía aplicar con éxito las innovaciones tecnológicas desarrolladas en distintos sectores productivos y que preparaba el paso a la economía de tipo inorgánico. Colonias y carbón permitían superar las limitaciones de la economía orgánica inglesa para dar el salto hacia la industrialización. Gráfico 5.4. La gran divergencia. Relación entre el PIBpc en 1820 y el factor de crecimiento 1820-2008

Fuente: Allen (2013:17) La explicación de Pomeranz enlaza con las tesis de E.A. Wrigley, que sostiene que en vísperas de la Revolución Industrial Inglaterra había alcanzado un estadio que ha denominado de economía orgánica avanzada mediante la mejora en la productividad agraria interior. Pero este estadio chocaba con las limitaciones de la superficie agraria disponible. Como sucedía en China, las mejoras de productividad podían alimentar más población, pero la disponibilidad de tierra seguía siendo limitada, y competían por ella la demanda de alimentos, materias primas y combustible. La salida del atolladero se encontraba en el carbón mineral y el paso a una economía de tipo inorgánico. Los datos de Paolo Malanima sobre el consumo de energía confirman esta idea. Malanima ha observado que la economía china era mucho menos intensiva en el consumo de energía que la europea. En 1750, Europa gastaba unas 14.000 calorías per cápita, en tanto que China a fines del siglo

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XVIII no alcanzaba las 5.000. De éstas, el trabajo humano era el principal componente en China, mientras que en Europa una mayor cabaña ganadera y mayores recursos forestales habían diversificado las fuentes de energía, a lo que se sumaba un incremento sustancial de la navegación a vela, los molinos hidráulicos o de viento. El resultado fue reducir el peso de la fuerza de trabajo humana en el total. La economía china a fines del siglo XVIII estaba alcanzando los techos en la economía orgánica: un crecimiento demográfico apoyado en la producción de alimentos y la explotación de combustible vegetal, que competían además entre sí por la disponibilidad de tierra, especialmente en una economía cerrada a las importaciones. Otros autores subrayan también el papel de la energía, pero se preguntan por qué estas diferencias. Para Robert Allen, la respuesta estriba en la evolución de los salarios reales. En Inglaterra, durante el siglo XVIII, a pesar de que la agricultura ganaba productividad, las mayores ganancias de productividad se estaban dando en la industria y el comercio, lo que generaba salarios más altos. Este hecho fue el que creó los incentivos para el descubrimiento y difusión de tecnologías ahorradoras de trabajo. La abundancia y baratura del carbón mineral hizo que estas innovaciones se dirigieran al uso del factor más abundante y baratos. China, en cambio, seguía manteniendo niveles salariales inferiores (gráfico 5.3) y carecía de carbón. Esos dos hechos explican más que cualquier otro, según Allen, la divergencia. La idea de la Gran Divergencia tiene la virtud de recordarnos que debemos tratar de conocer mejor lo que ocurrió en Asia, porque puede ser tan revelador como lo que ocurrió en Europa. Pero no da aún una respuesta convincente a por qué China no mostró el dinamismo que Inglaterra. O quizá debamos admitir que no hay una sola respuesta, y sólo nos estemos esforzando, como a veces hacen los economistas, en predecir hechos pasados. Sabemos cómo acabó la historia y buscamos en el cambio técnico, la revolución industriosa o la del consumo la clave de la Revolución Industrial en Inglaterra. Pero si ésta se hubiera producido, supongamos, en Suecia, estaríamos contando otra historia distinta y buscando causas en las peculiaridades suecas. El hecho de que Holanda, con una agricultura más intensificada y mercantilizada que la inglesa, y con un predominio del capitalismo mercantil, con la mayor renta per cápita del mundo aun en 1820, quedara rezagada en la industrialización debería servirnos de recordatorio al respecto. Y también de que no conviene mirar la historia como una fábula moral con ganadores-pioneros y perdedores-imitadores.

5.7. La evolución económica en España durante el siglo XVIII El siglo XVIII español ilustra algunos de los temas tratados en este capítulo: las limitaciones del crecimiento extensivo, los cambios en el comercio colonial y la aparición de focos de innovación tecnológica. A comienzos del siglo XVIII se produce, tras la guerra de Sucesión, el acceso de una nueva dinastía –la borbónica-- al trono de España. La guerra trajo la pérdida de los territorios que aún le quedaban a la monarquía en Europa, aunque mantuvo el grueso de su imperio en América. La dinastía borbónica desarrolló durante el siglo XVIII una política de fortalecimiento del Estado a través de medidas de racionalización administrativa y fiscal y

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también de políticas mercantilistas, como el desarrollo del comercio con América, la construcción de una flota o la promoción de manufacturas. Pero estas medidas fueron insuficientes para reformar las estructuras existentes. También en España el siglo XVIII es una fase de crecimiento demográfico: la población pasó de 7,7 millones en 1700 a unos 9,5 millones a mediados de siglo y a casi 11 en los años finales. Este crecimiento fue más rápido en la primera mitad de siglo, debido en parte a que muchas zonas se venían recuperando de la depresión del siglo anterior, aunque no es una pauta general para todas las regiones. Como corresponde a un régimen demográfico de tipo antiguo, las altas tasas de natalidad venían acompañadas de tasas de mortalidad también elevadas. El aumento de población se produce en buena medida por la reducción de episodios de mortalidad catastrófica derivados de pestes y epidemias, o malas cosechas. Hay además un cambio de pauta regional en el crecimiento, ya que desde mediados del siglo XVII las regiones litorales crecen más rápidamente que las zonas interiores (al contrario de lo que ocurría desde el siglo XV). En unos casos por los efectos de cambios agrarios, como la difusión del maíz en la cornisa cantábrica, que aumenta la productividad y la posibilidad de alimentar más bocas, y en otros por el desarrollo del comercio. Pero en la mayoría del país, especialmente en el interior peninsular, la expansión de la primera mitad de siglo es de carácter meramente extensivo Con unas modestas tasas de urbanización (un 14% de los españoles viven en núcleos de más de 10.000 habitantes a fines del siglo XVIII), tampoco la población rural no agrícola crece de forma sustantiva, a falta de núcleos de protoindustria. El crecimiento de la población dependía por tanto de las posibilidades de una agricultura en su mayor parte orientada a la producción cerealista en un territorio condicionado por un régimen climático mediterráneo de gran aridez, lo que obligaba a mantener amplias zonas de cultivo en barbecho para mantener la fertilidad. La distribución del terrazgo se había configurado en los siglos medievales con el proceso de repoblación, y generaba distintos sistemas de explotación, que en el norte se caracterizaba por el dominio de las parcelas de pequeña y mediana extensión, cultivadas por campesinos arrendatarios, mientras que en el sur eran más abundantes las grandes explotaciones trabajadas por jornaleros agrarios. La mayor parte de la propiedad quedaba en manos de los grupos privilegiados, la nobleza y el clero, que obtenían buena parte de los ingresos a través de las rentas de la tierra, los diezmos y otros derechos. Los productos típicos de la agricultura mediterránea (cereales, viñedo y olivar) se mezclaban con la crianza de ganado, vacuno y mular para la labor y ovino para la producción de lana. El ganado también aportaba otros productos y estiércol para los campos, aunque en volumen insuficiente para mantener la fertilidad de las tierras. De ahí que los campos mayoritariamente siguieran una rotación bienal de año y vez. En estas circunstancias, el modelo de crecimiento extensivo (más brazos y ampliación de la superficie cultivada, sin que aumentaran los rendimientos) muestra sus limitaciones. Por un lado permitía garantizar a la población la alimentación básica (sobre todo el pan de trigo), pero a costa de terrenos de pasto y monte que comprometían el crecimiento de la ganadería. Durante la primera mitad del siglo XVIII la abundancia de terreno disponible por la caída de la población el siglo anterior permitió el aumento del producto agrario y UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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también de la cabaña ganadera, incluidas las ovejas merinas trashumantes, cuya lana era uno de los principales productos de exportación. Durante la segunda mitad de siglo, sin embargo, la agricultura chocó con dificultades para crecer al ritmo de la población, y la roturación de pastos, montes y espacios poco fértiles pronto tuvieron efectos negativos sobre los rendimientos y el pastoreo. El aumento de la demanda se tradujo en una tendencia creciente de los precios del cereal y también de las rentas que tenían que pagar los campesinos a los propietarios de la tierra. Esto condujo al empobrecimiento de los pequeños cultivadores y una disminución del salario real en los trabajadores no agrícolas. Los gobiernos ilustrados acometieron una serie de reformas con las que trataban de impulsar el crecimiento agrario, tales como el reparto de tierras concejiles, o la libertad del comercio de cereales para animar el comercio interior. Sin embargo no abordaron los principales problemas derivados de las estructuras de propiedad existentes, con una gran extensión de tierras bajo formas vinculadas, como los mayorazgos, o manos muertas, que impedían su venta en el mercado. La industria estaba principalmente orientada hacia el mercado interior. El principal sector era el textil, centrado en los productos de lana, principal materia textil en la península, que se elaboraba en el marco de pequeños talleres artesanales ubicados en las ciudades, a cargo de gremios, donde se hacían los productos de más calidad, o bien en comarcas rurales, donde se tejían paños bastos. En Cataluña, una región que crece durante el siglo XVIII como resultado de los beneficios de su actividad agraria y de la liberalización del tráfico con América, se produce desde mediados de siglo un importante florecimiento industrial. Además de los paños de lana se comienzan a elaborar tejidos de algodón, en principio limitadas al estampado, una vez que se restringen las importaciones de prendas de Asia, y desde la segunda mitad de siglo aparece una incipiente mecanización. Al modelo catalán, sin embargo, le faltaba el suministro de carbón barato que fue un componente esencial de la Revolución Industrial. Al margen del textil, otras industrias estaban relacionadas con el cuero, la elaboración de alimentos, o la producción de hierro y otros metales. La siderurgia era una actividad muy dispersa, en forjas y ferrerías locales aprovechando fuentes de energía tradicionales. Con el fin de promocionar las manufacturas, los gobiernos borbónicos adoptaron diferentes medidas, tales como el establecimiento de Fábricas Reales, con la contratación de técnicos extranjeros que aplicaban las innovaciones más recientes. Es el caso de las reales Fábrica de paños de Guadalajara, Brihuega o San Fernando. En otras ocasiones se establecieron Reales Fabricas para atender a demandas específicas de productos de lujo, con el fin de evitar costosas importaciones, caso de la Real Fábrica de Porcelana del Retiro, o la de Cristal de la Granja, o para hacer frente a la demanda del ejército y la Armada, como los arsenales de Ferrol, Cádiz y Cartagena. También se alentó la actividad industrial de empresarios privados, otorgándoles el estatuto de fábrica real y la concesión de privilegios y exenciones diversas. En general, la experiencia borbónica en la promoción industrial supuso enormes gastos para la Hacienda sin lograr un desarrollo fabril importante. El incremento de la población y la producción estimuló el comercio interior. La mayor parte de la red de caminos era bastante deficiente y el

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régimen fluvial dificultaba seriamente la navegación interior. Se hicieron algunas mejoras en las principales rutas camineras, mejorando los accesos entre Castilla y el Norte, o algunas de las conexiones con Levante y el sur. También se programaron proyectos de navegación interior, algunos de ellos parcialmente concluidos como el Canal de Castilla o el Canal Imperial de Aragón. Todo ello permitió incrementar la capacidad de carga y reducir los costes, aunque todavía eran muy elevados, encareciendo los productos en el mercado. También se eliminaron algunos obstáculos interiores, como las aduanas entre Castilla y Aragón. No obstante, la mayor parte del tráfico se hacía a pequeñas distancias y con escasos medios. Salvo Madrid, que concentraba casi 200.000 habitantes a fines de siglo, el resto de centros urbanos eran de muy escasa dimensión. Había compañías privilegiadas, como los Cinco Gremios Mayores, que se encargaban del comercio de productos de lujo para la Corte, y también intervinieron en negocios con el gobierno, pero no una auténtica burguesía comercial y manufacturera en el interior, a diferencia de lo que ocurría en algunos puertos mediterráneos (con Barcelona a la cabeza) o atlánticos, como Cádiz que había reemplazado a Sevilla en el comercio con la América hispana. El comercio exterior se benefició del fuerte impulso de la economía atlántica a escala europea, y conoció un importante crecimiento. Los Borbones intentaron aplicar medidas mercantilistas para proteger el mercado colonial y estimular el comercio de los nacionales, autorizando la creación de compañías comerciales y liberalizando desde 1765 los intercambios directos con nueve puertos peninsulares, eliminando los anteriores monopolios de Sevilla y posteriormente de Cádiz. Aunque Cádiz siguió siendo el puerto más importante en el tráfico con América, cobraron importancia Barcelona, Málaga, Santander y la Coruña. De América los principales productos seguían siendo los metales preciosos, aunque crecieron las importaciones de tabaco, cacao y azúcar. Desde España se enviaban tejidos, aguardientes y vinos, así como manufacturas de hierro. Con todo, el comercio exterior más importante no se hacía con América sino con Europa, ya que en las dos últimas décadas de siglo las ventas desde España suponían más del 60% mientras que hacia América eran menos del 40%. La creciente demanda de productos agrarios, lana, vino, aguardiente, etc., constituía más del 90% de todas las exportaciones, dirigidas principalmente hacia Europa noroccidental. Las manufacturas eran muy poco significativas. Por el contrario las importaciones desde Europa se centraban en manufacturas, con casi un 60% del total, principalmente textiles, aunque también se recibían alimentos – bacalao y trigo, principalmente– y otras materias primas. España por tanto adquiría un perfil de país con escaso desarrollo industrial y bajo el dominio de las redes mercantiles foráneas, contando con un papel más dinámico en las zonas litorales que en las regiones del interior. La orientación de la política borbónica hacia el imperio colonial determinó el gasto del Estado, principalmente en defensa y estímulo a la Armada. El creciente ritmo de gasto superaba los recursos habituales, obtenidos por los sistemas de recaudación heredados en Castilla de la dinastía anterior y por la imposición de un sistema recaudatorio en la corona de Aragón, los denominados “equivalentes”. A mediados de siglo se produjo un intento de reforma tributaria en Castilla que sustituiría las antiguas rentas provinciales UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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por una “Única Contribución”, de carácter proporcional a las rentas de los súbditos, entre los que se incluiría a la nobleza y el clero; la reforma quedó sin embargo en el estadio inicial –la elaboración del famoso Catastro del marqués de la Ensenada–, sin llevarse nunca a la práctica. Las reformas se limitaron a algunos monopolios y medidas concretas, y no lograron el objetivo de acercarse a aliviar las crecientes deudas originadas por los gastos ordinarios y los extraordinarios de los conflictos militares. Estos gastos obligaron a recursos extraordinarios, como la emisión de Vales Reales en 1780, títulos de deuda con plazo de amortización de 20 años, pero podían ser utilizados como instrumento de pago de determinadas operaciones. Una nueva emisión se realizó en 1781, pero no sirvieron para enjugar la deuda y su cotización cayó. Un mecanismo complementario fue la creación del Banco nacional de San Carlos en 1782, que debía servir para amortizar los vales y obtener ingresos para atender a gastos del Estado. Ahí están los antecedentes lejanos del papel moneda y un banco central en España. La crisis financiera de la monarquía a fines del siglo XVIII estaba relacionada con las dificultades económicas por las que atravesaba España y los bloqueos para llevar a cabo las reformas necesarias para dar un nuevo impulso a la economía. El crecimiento agrario alcanzó su techo a fines del siglo y las necesidades crecientes de alimentos se solucionaron a través de importaciones de cereales. La subida de precios redujo el nivel de consumo de buena parte de la población, con un empobrecimiento creciente que derivó en la fuerte mortalidad de los primeros años del siglo XIX, momento en que se produce una de las crisis agrarias más agudas de todo el Antiguo Régimen, combinada con una oleada de epidemias (1801-1805). Además se unieron los problemas derivados de la crisis internacional que alteró el comercio exterior y originó nuevos gastos para la Hacienda. La incapacidad del gobierno para resolver la situación financiera y preparar un marco de recuperación acabaría en los años siguientes con todo el sistema. España, en todo caso, se mantenía en su conjunto atrasada, al margen de las corrientes más dinámicas de la economía europea. De este panorama sólo se salvaban Cataluña y algunos focos aislados conectados con las corrientes del comercio atlántico. 5. Resumen En estas páginas se ha tratado de: a) Presentar los grandes rasgos de la evolución de la economía mundial desde la salida de la crisis del XVII hasta las vísperas de la industrialización. b) Caracterizar el siglo XVIII como una etapa de transformaciones importantes –aunque no revolucionarias– en la economía mundial. c) Explicar las transformaciones de la agricultura y la manufactura europea en este periodo. d) Introducir los conceptos de protoindustrialización, revolución industriosa y revolución del consumo.

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e) Mostrar el papel del comercio internacional en el impulso de transformaciones económicas más amplias. f) Exponer los cambios en el equilibrio mundial entre Asia y Europa, y ofrecer un intento de explicarlos a través de la tesis de la Gran Divergencia. g) Estimar el impacto de la esclavitud en la expansión económica atlántica. h) Ofrecer un panorama de la economía española a lo largo del siglo XVIII, como ejemplo de atraso que contrasta con zonas más dinámicas (Inglaterra).

6. Conceptos básicos Protoindustrialización Verlagssystem/verleger comercio triangular sistema Norfolk Gran Divergencia Revolución industriosa Revolución del consumo

VOC (Compañía de Orientales, Holanda) Calicó asiento de negros enclosures Única Contribución Vales reales

las

Indias

7. Referencias ALLEN, Robert C. (2013): Historia económica mundial: una breve introducción, Madrid, Alianza. DE VRIES, Jan (2009): La Revolución Industriosa, Barcelona, Crítica. DUPLESSIS, Robert (2001): Transiciones al capitalismo en Europa durante la Edad Moderna. Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza. FINDLAY, Ronald; O’Rourke, Kevin H. (2007) Power and plenty. Trade, War, and the World Economy in the Second Millenium. Princeton, Princeton University Press. KRIEDTE, Peter (1987): Feudalismo tardío y capital mercantil, Barcelona, Crítica. LLOPIS, Enrique, (2005): “Europa entre Westfalia y Waterloo”; en COMÍN, F., HERNÁNDEZ, M. y LLOPIS, E. (eds.): Historia económica mundial, Barcelona, Crítica, pp. 115-154. MALANIMA, Paolo (1995): Economia preindustriale. Mille anni: dal IX al XVIII secolo, Milán, Bruno Mondadori MARKS, Robert (2007): Los orígenes del mundo moderno. Una nueva visión, Barcelona, Crítica. PRAKASH, Om (1998): “European Commercial Enterprise in Pre colonial India”, en The New Cambrigde History of India, Cambrigde, Cambrigde UP WRIGLEY, E. Anthony (1992): Gentes, ciudades y riqueza, Barcelona, Crítica.

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Tema 6. La Revolución Industrial y el crecimiento económico moderno

1. Resultados de aprendizaje Este es un tema central en cualquier temario de historia económica. Es particularmente importante por tanto que el estudiante pueda: 1. Definir y distinguir las nociones de Revolución Industrial (RI) e industrialización. 2. Situar espacial y cronológicamente la RI entre 1760 y 1830 y en algunas regiones de Inglaterra, Gales y el continente europeo. 3. Explicar la RI como un proceso complejo en que confluyen dos corrientes de cambio económico (orgánico avanzado e inorgánico) 4. Discutir y valorar el papel de distintos factores causales de la industrialización: dotación de recursos naturales, marco institucional, ampliación de mercados, e innovación tecnológica. 5. Identificar los tres sectores pioneros de la RI –textil algodonero, siderurgia y ferrocarril– y explicar su evolución en relación con el conjunto de las manufacturas. 6. Discutir el papel del cambio tecnológico en la RI (en torno a la noción de cuello de botella) e innovaciones en racimo. 7. Explicar importancia de la difusión del uso de fuentes de energía fósiles (carbón) y nuevos convertidores (maquinaria textil, máquina de vapor). 8. Caracterizar a los nuevos agentes económicos de la industrialización: empresarios industriales y proletarios. 9. Esquematizar las transformaciones estructurales introducidas por la industrialización (dualidad económica/dualismo) 10. Argumentar algunos de los principales debates sobre la RI: ¿tuvo que ser en Inglaterra?¿escala nacional o regional?¿cómo intervino el Estado? ¿sólo ocurrió en las industrias pioneras?¿cómo afectó a los niveles de vida de los trabajadores? 11. Analizar las repercusiones de la Revolución Industrial de cara al peso de Inglaterra en Europa y Europa en el Mundo.

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2. Índice 6.1 El qué, el dónde, el cuándo y el cómo de la Revolución Industrial. 6.2 Los porqués ¿Qué tenía Gran Bretaña de especial? 6.3 El nacimiento de la nueva industria en Gran Bretaña 6.3.1. El textil algodonero 6.3.2. La siderurgia 6.3.3 La máquina de vapor 6.3.4. La fábrica 6.4 Industrialización sin mecanización: sectores “tradicionales” 6.4.1 Agricultura 6.4.2 Las manufacturas tradicionales 6.4.3. Urbanización 6.5 Factores clave, sectores clave: tecnología, carbón y mercados 6.5.1. Factores productivos 6.5.2. Las instituciones: propiedad, Estado y mercados 6.5.3. Los mecanismos de la innovación técnica 6.6 Empresarios y trabajadores (burgueses y proletarios). 6.7 La nueva economía de base fósil.

3. Algunas preguntas iniciales

 ¿Qué es la Revolución Industrial? ¿Nos afecta incluso a los que no la hemos vivido?  Y si le decimos que la Revolución Industrial empezó en la agricultura ¿cómo se come?  Y si hay una revolución ¿quiénes eran los revolucionarios? ¿inventores? ¿empresarios? ¿obreras?  ¿Por qué asociamos la industrialización con altas chimeneas y humo negro?  ¿Por qué todo ocurrió en Inglaterra? ¿Por qué en el siglo XVIII?  ¿Qué tenía Inglaterra que no tuvieran los demás?  ¿Qué tiene que ver la estatura de los quintos con el nivel de los salarios?  ¿Por qué la mecanización de la producción empieza por los textiles?  ¿Qué hacían los demás sectores mientras algunos se revolucionaban?  La Revolución Industrial ¿fue positiva? ¿para quién? ¿para todos igual?

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4. Contenidos del tema 6.1. El qué, el dónde, el cuándo y el cómo de la Revolución Industrial. Si examinamos la evolución de la población mundial en el muy largo plazo, puede apreciarse en torno a 1800 un cambio de tendencia en el largo movimiento de lento y accidentando ascenso en el número de hombres (y mujeres): el crecimiento demográfico se acelera y sobre todo se torna sostenido. En adelante no volverán a producirse desplomes brutales de la población, como el del siglo XIV. Al menos, no hasta ahora. Si desglosamos las cifras por continentes, se observa que ese movimiento arranca de Gran Bretaña, y se irá difundiendo por el continente a lo largo del siglo XIX, y después a otras zonas del mundo, especialmente a partir de mediados del siglo XX. Si añadimos otro indicador del peso de la humanidad en el planeta, como son las series de emisiones de CO2 y otros gases a la atmósfera, encontramos el mismo salto, en torno a las mismas fechas. Otros indicadores –volumen de producción de acero, cemento o cereales, consumo de energía– vendrían a decirnos lo mismo. Tabla 6.1. Cuatro indicadores del desarrollo económico europeo, 1800-1913 Años

1800 1830 1840 1850 1860 1870 1880 1890 1900 1910 1913

Producción de Consumo de hierro y fundición algodón miles de toneladas métricas (0,6) (0,04) 1,5 0,17 2,6 0,31 3,9 0,47 6,5 0,73 10,5 0,86 13,9 1,14 17,5 1,56 25,5 1,99 36,9 2,49 45,9 2,79

Producción de carbón (12,9) 29,3 45,1 67,2 114,6 180,2 216,7 328,3 437,8 573,9 646,8

Red ferroviaria (km)

175 2.925 23.500 51.850 104.900 169.100 225.200 292.200 351.000 362.200

Fuente: Bairoch, P. (1976): Commerce extérieur et développement, citado en Di Vittorio, coord. (2003): Historia económica de Europa, siglos XV-XX, Barcelona, Crítica, 232. Como ya vimos, el primer gran salto económico de la humanidad fue la revolución agraria del Neolítico, hacia el 10000 adE. Las consecuencias del

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segundo gran salto –la Revolución Industrial, en torno a 1760-1830 dE– fueron mucho mayores en sus dimensiones y en la aceleración que introdujeron en el crecimiento económico. Pero además transformaron para siempre la estructura de la economía. En apenas doscientos años se multiplicó la capacidad de producción –y también de destrucción– de las sociedades humanas, el número de hombres y mujeres, el mundo “encogió” gracias al avance de los transportes y comunicaciones; con la ciencia y la técnica al servicio de la producción, pudo costearse el lujo de humanidad más numerosa, más longeva, más próspera, mejor alimentada y educada y, muy a menudo, más libre políticamente. Claro que también creó un mundo más desigual, más rapaz con los recursos naturales, más interdependiente y más frágil.

Una definición clásica de Revolución Industrial “En el siglo XVIII, una serie de invenciones transformaron la industria algodonera británica y alumbraron un nuevo modo de producción, el sistema fabril. Al propio tiempo, otros sectores industriales registraban progresos similares y a menudo relacionados. Este proceso conjunto, que se alimentaba mutuamente, generó nuevas ganancias en un terreno cada vez más amplio. La abundancia y variedad de estas innovaciones hacen interminable su enumeración, pero se acomodan a tres principios: 1) la sustitución de la pericia y el esfuerzo humanos por las máquinas –rápidas, regulares, precisas, incansables; 2) la sustitución de fuentes animadas por fuentes inanimadas de energía, y en particular, la invención de motores capaces de transformar el calor en trabajo, propiciando así un suministro prácticamente ilimitado de energía; y 3) el uso de materias primas nuevas y mucho más abundantes, y en concreto la sustitución de las sustancias vegetales o animales por minerales y, a la larga, por materiales artificiales. Estas sustituciones crearon la Revolución Industrial. Generaron un rápido aumento de la productividad y, simultáneamente, de la renta per cápita. Este crecimiento, además, se autoalimentaba. En épocas pretéritas, la mejora de la calidad de vida siempre había provocado un aumento de la población que, con el tiempo, neutralizaba las posibles ganancias. Ahora, por vez primera en la historia, la economía y el saber crecían a un ritmo suficiente para generar una corriente continua de progresos. Se olvidaron los controles positivos maltusianos del crecimiento demográfico e ignoraron las predicciones de estancamiento de la ‘ciencia lúgubre’; se abría una nueva era, llena de promesas y expectativas. La Revolución Industrial trastocó también el equilibrio del poder político; en el interior de las naciones, entre ellas y entre civilizaciones; revolucionó el orden social y transformó en la misma medida las formas de pensar y obrar.” David S. Landes (1999): La riqueza y la pobreza de las naciones. Barcelona, Crítica, 179. Es precisamente la dimensión de las transformaciones la que justifica el término de “revolución” aplicado a este proceso; el adjetivo “industrial” procede del papel que las manufacturas, y especialmente un nuevo estilo de industrias UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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mecanizadas, organizadas en fábricas y que recurrían a la energía fósil del carbón mineral, desempeñarán en el proceso. A muchos historiadores no les agrada el término Revolución Industrial, básicamente por dos razones:  los cambios arrancan en varios sectores y afectan al conjunto de la economía, y no exclusivamente a la industria.  el término revolución sugiere un cambio brusco, súbito, que casa mal con un proceso prolongado, que arranca en el siglo XVIII y concluye en el XIX, pero con antecedentes a veces muy lejanos y consecuencias de muy largo alcance. De hecho, son precisamente la profundidad y alcance de los cambios económicos, y su influencia, realmente revolucionaria, sobre la economía mundial los que justifican el empleo del término Revolución Industrial; que por otra parte está tan arraigado que no tiene mucho sentido buscar otro. Con todo, conviene precisar la definición estableciendo el qué, dónde, cuándo y cómo. [Qué: una definición] El proceso de transformaciones económicas pioneras que tuvo lugar en algunas regiones de Gran Bretaña y del continente europeo entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX, ligadas a la introducción de nuevas técnicas y formas de organización en la manufactura, especialmente basadas en el empleo masivo de carbón mineral como fuente de energía, que tendrán como resultado cambios profundos de la estructura económica y la organización social y política. Conviene distinguir entre Revolución Industrial e industrialización. Con ésta nos referimos los procesos de difusión de estas innovaciones a otras regiones o países, a través de la imitación o la importación directa de las técnicas y formas de organización, que produzcan cambios estructurales del mismo tipo que en Gran Bretaña. En este sentido, podríamos hablar de industrialización en España en el siglo XIX, aunque no de Revolución Industrial. [Dónde: ¿países o regiones?] Algunas regiones de Gran Bretaña y del continente europeo: aunque es habitual que los estudios de industrialización se realicen a escala nacional (la única para la que solemos tener información estadística), lo cierto es que el proceso tuvo lugar a una escala más pequeña, regional, y que perdemos detalles importantes si lo olvidamos. En el caso de España, la perspectiva nacional –con una industrialización tardía y accidentada– hace que perdamos de vista que en el caso de Cataluña, y en particular en el área de Barcelona, se produjo una industrialización temprana, basada en la mecanización del textil del algodón por empresarios autóctonos con resultados equiparables a las regiones británicas pioneras. Son varios los factores que justifican la perspectiva regional (en sentido económico) de la Revolución Industrial y la posterior industrialización. En primer lugar la existencia de tradiciones técnicas (con intercambio de ideas y personas) propias de cada región. También una demanda de manufacturas diferenciada regionalmente. Así como instituciones económicas propias (desde sistemas de herencia a normas sobre pago de salarios), las peculiaridades de los mercados de capitales, la fiscalidad, etc. [ Cuándo: cronología] Entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX: la cuestión de la cronología de la Revolución Industrial es debatida, y en parte depende de qué factor consideremos más importante.

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o el cambio tecnológico: entonces arranca más bien de 1780, ya que es a partir de entonces cuando se producen las innovaciones fundamentales en la hilatura del algodón, la máquina de vapor y la siderurgia. o el crecimiento económico (PIB per cápita), en realidad éste es muy lento en el siglo XVIII (probablemente inferior al de Francia), y sólo se consolida después de 1850 (ver tabla 6.2). Tabla 6.2 Crecimiento del PIB y PIBpc en Gran Bretaña, 1760-1830 (en %), según dos estudios distintos. Deane-Cole PIB per PIB cápita 1760-1800 1,3 0,52 1 1800-1830 3 1,61 1,97 Fuente: Floud y Johnson (2004), citados en Escudero (2005:192)

Crafts

PIB

PIB per cápita 0,17 0,52

o el cambio estructural: no hay criterio fijo; si la Revolución Industrial comienza cuando éste se sitúa por debajo del 50%, habría que ir mucho más atrás. Pero si consideramos que comienza cuando el crecimiento de empleo industrial se sitúa por encima del 30% de la población activa, sólo se produce tras las guerras napoleónicas (1815). En todo caso, convencionalmente se acepta el período 1760-1830 como aquel en el que comenzó la Revolución Industrial; aunque también se señala que hubo una serie de transformaciones anteriores en el marco económico (especialmente en la agricultura) e institucional que arrancan de hasta dos o tres siglos antes. [Cómo: las transformaciones de la Revolución Industrial]  Transformaciones económicas: una amplia gama de cambios que afectan al conjunto de la economía, y cuyo resultado será una transformación profunda de la estructura económica. En este sentido, suele decirse que, en realidad, la Revolución Industrial comenzó en la agricultura, pues sólo fue posible gracias a aumentos sustanciales de productividad agraria. Pero también se producen cambios demográficos, que afectarán a la oferta de fuerza de trabajo y a la demanda de bienes, transformaciones en el comercio y los transportes, en el sector financiero. El resultado final sería la pérdida de peso del sector primario a favor del secundario y terciario, que suele equipararse al desarrollo económico.  Cambios en la organización social y política: Históricamente la Revolución Industrial va unida al triunfo del capitalismo. Asimismo, la Revolución Industrial aparece vinculada a las formas del Estado liberal (constitucional y parlamentario). Aunque el capitalismo acabaría imponiéndose en el mundo entre los siglos XIX y XX, existieron procesos de industrialización en sociedades no capitalistas (como la Unión Soviética desde la década de 1920) y otros que no fueron acompañados de transformaciones políticas de tipo liberal o democrático.

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Tabla 6.3. Porcentajes de distribución de la mano de obra británica estimados para el periodo 1811-1911 PRIMARIO Agricultura silvicultura pesca

1811 33,0 1821 28,4 1851 21,7 1881 12,6 1911 8,3 Fuente: Rule (1987:22)

SECUNDARIO Manufactura Minería industria

30,2 38,4 42,9 43,5 46,4

TERCIARIO Comercio y transporte

11,6 12,1 15,8 21,3 21,5

Servicio doméstico y personal

11,8 12,7 13,0 15,4 13,9

Sector publico profesionales y otros

13,3 8,5 6,7 7,3 9,9

 Nuevas técnicas y formas de organización en la manufactura: Tradicionalmente se ha venido explicando la Revolución Industrial como un fenómeno desencadenado por diversas innovaciones tecnológicas (hiladoras y telares mecánicos, bombas y finalmente máquinas de vapor, técnicas de purificación del carbón y el hierro), en varios sectores clave (textil algodonero, siderurgia, minería y finalmente ferrocarril). Estos cambios van a incrementar enormemente la productividad industrial, pero para su aplicación exigirán cambios en la organización del trabajo: la fábrica centralizada en torno a las máquinas y sus motores (hidráulicos o de vapor), dirigida por un empresariopatrón que emplea a un número creciente de obreros cada vez menos cualificados.  Especialmente basadas en el empleo de carbón mineral: En nuestras definiciones de Revolución Industrial e industrialización se hacía mucho hincapié en el papel de las fuentes de energía fósil: primero el carbón mineral y posteriormente, a partir de finales del siglo XIX, del petróleo. Según se expuso en el tema Uno, será el empleo de los combustibles fósiles y el desarrollo de máquinas adecuadas (convertidores) que lo transforman en trabajo (la máquina de vapor, la turbina, el motor de explosión y después los motores eléctricos) lo que marque la diferencia entre las sociedades agrarias-orgánicas y las industriales-inorgánicas, donde la energía disponible es mucho mayor. Tipos de carbón La primera distinción importante es entre carbón mineral (o de piedra), que se extrae de las minas y el carbón vegetal, que se obtiene por una combustión parcial de leña (carboneo). El vegetal, el más utilizado antes de la Revolución Industrial, tiene un poder calorífico incluso mayor que algunos carbones minerales, pero su problema es el coste (muy superior ya en el XVIII). El carbón mineral es una roca originada por la descomposición y sedimentación de materiales vegetales, de la que existen varios tipos. De menor a mayor poder calorífico: turba, lignito, hulla y antracita. A estos tipos de carbón natural, hay que sumar el coque, que es en realidad un combustible artificial obtenido de la destilación de la hulla, que es calentada en hornos cerrados (en ausencia de oxígeno) a altas temperaturas. Con ello se consigue un combustible mucho más apto para su empleo en los altos hornos.

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La disponibilidad de carbón mineral abundante y barato fue un factor determinante en la Revolución Industrial que explica, entre otras cosas, qué sectores y qué regiones obtuvieron mejores resultados. Al menos en un primer momento, la cercanía a los yacimientos de carbón resultó crucial. Más adelante, la mejora de los sistemas de transportes abarató el suministro; y las mejoras de eficiencia técnica de las máquinas de vapor redujeron la cantidad de combustible necesaria para generar el mismo trabajo. Ambos fenómenos acabaron haciendo posible la industrialización de regiones que no contaban con acceso económico al carbón. ¿Por qué ha sido tan discutido el concepto de Revolución Industrial? Desde luego, en parte por su importancia. Pero sobre todo porque conviven varias concepciones distintas del fenómeno, que según Joel Mokyr pueden agruparse en cuatro escuelas: 1. escuela del cambio social: según ésta, “la Revolución Industrial fue ante todo un cambio en el modo en que se realizaban las transacciones económicas entre las personas”, fundamentalmente “la aparición de mercados de bienes y factores de producción establecidos, competitivos e impersonales”. 2. escuela de la organización industrial: hace hincapié en el tamaño y la estructura de la empresa, es decir, en el nacimiento del sistema fabril, más capitalizado, y que emplea mano de obra asalariada sujeta a una disciplina estricta y a controles de calidad. 3. escuela macroeconómica: destaca la importancia de variables agregadas tales como el crecimiento del PIB, la formación de capital o la estructura de la economía. 4. escuela tecnológica: considera que son los cambios tecnológicos, con una lógica propia, los que determinan los demás cambios “y se centra, por lo tanto, en la invención y la difusión de los nuevos conocimientos tecnológicos.” De hecho, todos estos cambios tuvieron lugar en la Revolución Industrial: de ahí que resulte tan difícil encontrar una definición que satisfaga a todos, puesto que cada autor tiende a resaltar lo que le resulta fundamental. Además, hay otro factor que dificulta el acuerdo, y es que en Gran Bretaña confluyeron dos corrientes de cambio distintas, responsable cada una de parte del crecimiento económico total.  La primera, ligada a cambios ocurridos en la economía tradicional (orgánica), que conformaron lo que Wrigley denominó economía orgánica avanzada.  La segunda, que resultaría a largo plazo la más importante, estaba ligada a las innovaciones en materia de fuentes de energía fósil (carbón) y los nuevos convertidores que abriría camino la economía inorgánica. La aparición de la economía orgánica avanzada en Gran Bretaña arranca, como no podía ser de otro modo, del sector primario. Las mejoras de productividad agraria (la base de todo) parecen ligadas al mayor tamaño de la cabaña ganadera, lo que significaba mucho más abono disponible para los campos de labor y más fuerza de tiro. La disponibilidad de animales tenía dos ventajas adicionales: mitigaba las oscilaciones anuales de las cosechas UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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(puesto que los años malos para el cereal podían ser buenos para el forraje) y permitía transportar abonos minerales (marga y cal, sobre todo) en mayor cantidad. Todos estos avances se dan Gran Bretaña desde fines del siglo XVII. Tabla 6.4. Estimaciones del tamaño de la cabaña ganadera en Gran Bretaña (1695-1870) (millones de cabezas) Caballos Vacas Ovejas Cerdos Territorio 1,2* 4,9 12,0 3 Inglaterra y Gales 3,4 25,6 2,1 Inglaterra 1,1 3,1 21,8 2,1 GB 1,5 4,4 24,4 2,5 GB Nota: *incluye asnos. Fuente: Wrigley (1993:52)

c. 1695 1779 1812 1855

A esto se sumó el uso creciente de carbón mineral (aunque sólo fuera como fuente de calor doméstico y en algunas manufacturas, en especial la fabricación de vidrio y ladrillos) sustituyendo a la leña, lo que significó un incremento importante de la energía disponible. Ambos factores (incremento del ganado y del uso de carbón) bastan según Wrigley para explicar los incrementos de productividad agraria en Gran Bretaña, que permitió un crecimiento de la población y la urbanización compatibles con el incremento de los niveles de vida, que generó una demanda solvente para los productos industriales. El crecimiento de la economía orgánica avanzada sienta así las bases para el crecimiento de la economía basada en combustibles fósiles: por un lado, una agricultura más productiva alimenta a una población mayor que puede dedicarse a otras actividades. Además, la mejora de productividad agraria permite incrementar los salarios, lo que a su vez genera las rentas con las que la necesidad de bienes y servicios puede convertirse en demanda efectiva. En tercer lugar, la explotación del carbón, aunque fuera para usos limitados de calefacción y en algunas manufacturas, genera incentivos para la explotación de nuevos yacimientos, lo que conduce a reducciones en su precio y su aplicación a nuevos procesos. Así pues, el crecimiento económico en la Inglaterra de la Revolución Industrial tuvo dos fuentes: las mejoras de la economía orgánica y la introducción de la inorgánica, siguiendo la terminología de Wrigley. Dicho de otro modo, tiene dos caras, lo que ha llevado a señalar el dualismo de la economía británica, es decir, su segmentación en dos “economías” distintas. Por un lado, la tradicional, que incluía la agricultura, la construcción, la industria a domicilio y buena parte de los oficios tradicionales. El crecimiento de la productividad de esta “economía” era más lento, pero con apreciables mejoras y también aumentos de la capitalización (ratio del capital con respecto al trabajo invertido). Algunos autores, especialmente Maxine Berg, han hecho hincapié en la importancia de estos cambios --técnicas manuales, innovaciones de producto y nuevas divisiones del trabajo-- en los sectores manufactureros tradicionales, que seguían representando a comienzos del XIX la mayor parte de la economía británica. Cambios que no sólo se concretan en las fábricas ni se limitan a la tecnología. Por otro lado, estaba la “economía” moderna, que incorporaba avances tecnológicos y el uso de carbón mineral como combustible, lo que generaba

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una mayor capitalización, pero también espectaculares aumentos de productividad. De hecho, el dualismo no sólo se daba entre estas dos economías, sino también en el interior de los mismos sectores (había una siderurgia moderna que convivía con las fraguas tradicionales, por ejemplo). También había un dualismo geográfico (entre regiones industrializadas y no industrializadas) muy típico en los procesos de industrialización (en España, por ejemplo). El concepto de dualismo se ha aplicado en ocasiones a la teoría del desarrollo económico, defendiendo que las etapas iniciales tienen siempre un marcado carácter dual (ya sea sectorial, geográfico, o ambos), que ralentiza las tasas de crecimiento generales (si el sector tradicional supone el 80% de la economía, será su crecimiento medio el que determine el total); pero que finalmente los sectores modernos acaban “tirando” del conjunto de la economía.

6.2. Los porqués ¿Qué tenía Gran Bretaña de especial? Dado que Gran Bretaña fue la cuna de la Revolución Industrial, los historiadores han buscado durante años identificar los rasgos (sociales, de organización industrial, macroeconómicos o tecnológicos) peculiares de la sociedad o la economía británicas que explicaban el fenómeno: las causas, los requisitos o, en su versión más light, los factores concomitantes de la Revolución Industrial. En muchos casos, el objetivo no era sólo explicar el proceso histórico, sino también ofrecer recetas de política económica para los procesos de desarrollo en el mundo actual. Entre estos requisitos, diversos autores han destacado los de carácter geográfico, como la riqueza mineral, el clima templado o la misma insularidad (como elemento de protección); de carácter más estrictamente económico, como la existencia de un fuerte crecimiento demográfico, un sistema agrícola muy productivo, la disponibilidad de canales para el transporte o una potente manufactura rural; de carácter institucional, como la temprana consolidación de de la propiedad privada y las patentes o un sistema político parlamentario; y de carácter educativo o cultural, como una actitud positiva hacia la ciencia, una ética protestante favorable al trabajo o una mentalidad poco “aristocrática” en el conjunto de las élites y la población. La nómina de factores barajados es muy larga. Sin embargo, un análisis detallado de cada uno de ellos, comparándolo con lo ocurrido en otros países, permite concluir que ninguno de ellos desempeñó el papel de requisito necesario. Por ejemplo, el crecimiento demográfico por sí solo debería dar lugar a niveles salariales moderados, lo que debería haber frenado más que incentivado la sustitución de mano de obra por máquinas. En cuanto al nivel de desarrollo científico y tecnológico, el de Francia a fines del XVIII era equivalente o incluso superior al británico. Holanda contaba con una agricultura tanto o más productiva que la británica, y también algunas regiones de China, y era una sociedad igualmente orientada hacia los mercados, pero se rezagó en la industrialización. Suiza, donde se produjeron tempranos procesos de innovación tecnológica, no tuvo una legislación de patentes en todo el siglo XIX (y tenía una tradición religiosa calvinista aún más clara que Inglaterra). El Banco de Inglaterra y el sistema financiero en general desempeñaron un papel

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muy menor en la financiación de la industria, y la legislación sobre sociedades anónimas era mucho mas restrictiva que en Francia. Y así sucesivamente. Así pues, es muy posible que la pregunta “¿por qué la Revolución Industrial ocurrió en Inglaterra?” sea más engañosa que útil. Sin duda, una combinación de distintos factores –muchos de los mencionados– influyó en su éxito; pero también es cierto que si la industrialización hubiera comenzado en otros lugares, nos estaríamos fijando en los factores “especiales” que allí se dieron, y contando por tanto la historia de otro modo. El riesgo del razonamiento a posteriori es muy alto cuando se narra la historia del “triunfo” de Gran Bretaña, una historia en la que quizá hubiera un cierto componente de azar. Pero la obligación de los historiadores es buscar explicaciones –aunque no sean del todo convincentes, y generen debates largos y complejos– y en historia económica deben ser explicaciones basadas en razonamientos económicos. En ese sentido, la mayoría de ellas, ya estén basadas en factores político-institucionales, tecnológicos, culturales o científicos presentan el mismo problema, y es qué explican condiciones que pudieran ser necesarias para el desencadenamiento de la Revolución Industrial, pero no fueron suficientes. Nos explican el tipo de factores que podrían explicar la aparición de una serie de innovaciones tecnológicas (la oferta de tecnología), pero no por qué en un momento dado se adoptaron. Y eso debe explicarse desde el lado de la demanda de esas tecnologías. Ésta es la gran virtud de la explicación de Robert Allen, quien sostiene que fue la carestía del factor trabajo en Gran Bretaña, junto con la abundancia (y bajo precio) del carbón mineral y de los capitales necesarios para adoptar las innovaciones técnicas necesarias para aprovechar ese carbón, lo que explica la rentabilidad de las innovaciones ahorradoras de trabajo, y por tanto su demanda. Volveremos a esta explicación más adelante, pero antes conviene repasar los hechos fundamentales de la Revolución Industrial. 6.3. El nacimiento de la nueva industria en Gran Bretaña. El relato habitual de la Revolución Industrial suele ceñirse a una serie de sectores clave: la industria textil (y en particular el subsector algodonero), la siderurgia, la máquina de vapor y por fin el ferrocarril a partir de 1825. Es el relato, por ejemplo, de las obras clásicas de Trevor Asthon o Phyllis Deane, y que sintetizan todos los manuales de historia económica. De forma muy resumida, va más o menos así. 6.3.1. El textil algodonero En toda Europa, el sector textil se basaba tradicionalmente en la lana de las muy abundantes ovejas (no en vano el carnero era, junto con el cerdo, la base de la dieta cárnica). Se trata de una fibra dura, cálida y cuyo trabajo se conocía desde la Antigüedad. La pañería de lana cubría una gama amplia de calidades y precios. Comparativamente, las industrias basadas en la elaboración de la seda y del lino, una fibra vegetal cultivada en ambientes húmedos, estaban mucho menos difundidas.

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Mapa 6.1. Industria y carbón en Europa hacia 1875

Fuente: Pollard (1991:9)

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Desde comienzos del siglo XVII los paños de lana tuvieron que hacer frente a la competencia de un nuevo tipo de telas: los percales o calicós de algodón. Eran telas ligeras, que admitían estampados novedosos y llamativos, fáciles de lavar y además mucho más baratas que los equivalentes de lana. El principal problema era que la planta del algodón requería para su crecimiento climas más cálidos que el británico, por lo que durante casi un siglo se importaron las telas acabadas desde la India (tabla 6.5) y sólo a comienzos del XVIII se plantearon importar el hilo, o incluso el algodón en rama, para elaborarlo en Inglaterra. Para ello fueron fundamentales las políticas mercantilistas de prohibición de las importaciones de calicós (leyes de 1700 y 1721). La idea era proteger de la competencia a los fabricantes de paños y tejidos de lino, pero dado que los consumidores seguían demandando los de algodón, la prohibición sirvió para proteger a la naciente industria algodonera inglesa. Tabla 6.5. Importaciones de tejidos de algodón indios a Europa (piezas/año) Cía. Holandesa de las Indias Orientales 12.000

Cía. Inglesa de las Indias Orientales

1619-1621 1625 221.500 1660 200.000 1670 578.000 1680 707.000 Fuente: Landes (1991:150), basado en Steensgaard (1990), cuadro 3.8, pp. 123-126 El proceso de las innovaciones en la fabricación de telas de algodón en Inglaterra puede seguirse en la tabla 6.6. Comienza en 1733 con la lanzadera volante: una pieza puntiaguda que “lanzaba” el hilo de la trama entre la urdimbre. John Kay le añadió unas ruedecillas y un cordel que la movía sobre una guía, lo que permitía que la pieza tejida fuera mucho más ancha, sólo limitada por la longitud de los brazos del tejedor. De este modo, aumentaba la producción de los telares, y por tanto la necesidad de hilo (harían falta 8 o 10 hiladores para cada telar). Se creaba así un “cuello de botella” en la fase de hilado, que fue resuelto años más tarde con varias innovaciones en las técnicas de hilado. La primera de éstas fue la spinning-jenny de Hargreaves (1768) que permitía hilar 8 husos a la vez (que a finales del siglo serían hasta 120). Pero para mover la nueva hiladora mecánica había que sustituir la fuerza y habilidad del hilador tradicional con un solo huso, y aquí entra la water-frame de Arkwright, una máquina hiladora movida con energía hidráulica. En 1785 fue combinada con la jenny por Samuel Crompton para dar lugar a una máquina híbrida, llamada por ello mule (o mula). Estas máquinas de gran tamaño requerían un tipo de energía no humana (hidráulica o de vapor), por lo que se hizo necesario instalarlas en fábricas, donde se ubicaban tanto ellas como sus motores. En 1825 Richard Roberts automatizó la mule, de modo que no se requería un tejedor experto, sino sólo un trabajador (o trabajadora) menos fuerte y cualificado. Cada una de estas innovaciones genera un “cuello de botella” en las fases anteriores o posteriores de la fabricación textil, que incentivan los esfuerzos para resolver las limitaciones surgidas. Las innovaciones UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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incrementan las necesidades de capital y reducen las de mano de obra cualificada, al sustituir el factor trabajo por capital (máquinas y motores). Macroinventos y microinventos se van desplegando “en racimos” (como una uva tira de otra en un racimo), y afrontando cuellos de botella, lo que explica que suelan concentrarse en una misma región (especializada en un tipo de proceso) y un mismo sector de actividad (aunque luego pasen a otros), y también en el tiempo. De este modo se alimenta el proceso de cambio técnico acumulativo. Tabla 6.6. Primeras etapas de la mecanización de la producción textil Año 1733

1764

1769

1775 1779

1787

1791

1793

1799

Fase del proceso H: Hilado;T : Tejido A: Acabado (lavado, blanqueado, tinte) (T ) Lanzadera volante (J.Kay)

Características

Consecuencias

Reduce de 2 a 1 el número de Aumenta demanda de hilo tejedores por telar Crea cuello de botella en la fase de hilado (H) Spinning jenny Máquina sencilla y barata. (J. Hargreaves) Permitía que un trabajador manejara varios husos a la vez. Uso en las casas de los hiladores. Produce hilo fino pero quebradizo Permite hasta 80 husos a la vez (H) Water-frame -Máquina compleja. -Requiere el concurso de (A. Arkwright) -Movida por energía hidráulica. un empresario capitalista. -Requería una fuerte inversión -Fuerza el paso del para construir una fábrica y debía sistema de trabajo a ser instalada junto a un río. domicilio al sistema fabril. - Hilo fuerte pero basto. Primera máquina de vapor -Permite emplear energía del Elimina las restricciones de John Watt carbón para mover máquinas de localización. (H) Mule-jenny Mezcla de las dos anteriores de Multiplica producción de (S. Crompton) ahí su nombre (mula) hilo. Genera cuello de botella sobre la fase del tejido. (T) Telar mecánico El telar movido primero por la Cuello de botella sobre los (E. Cartwright) fuerza del caballo y más adelante procesos de acabado. por el agua o el vapor. Mayor demanda de algodón en rama (materia prima) (A) Método para obtener Utilizaba sal y ácido sulfúrico. sosa. La sosa se utilizaba para el lavado (N. Leblanc) previo al blanqueado. (Recogida algodón) Permite separar las semillas de la Cambio de proveedores de Desmotadora fibra de algodón americano (más materia prima. mecánica.(E.Whitney) corta). (A) Polvo blanqueador a Ácido clorhídrico más potasa. partir del cloro (Ch. Tennant)

Como resultado, la fabricación de telas de algodón creció en Inglaterra de forma espectacular. Como indicador se utilizan los datos de importaciones de la materia prima, que se multiplicaron casi por 1.000 entre 1700 y 1860 (tabla 6.7). Al mismo tiempo, los tejidos se abarataron como resultado de la mecanización y las economías de escala, lo que le permitió conquistar nuevos mercados. Cerca del 55% de los tejidos de algodón producidos entre 1760 y

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1840 se exportaban; hacia 1800 estas exportaciones superaban en valor a las de lana, y entre ambas constituían el grueso de las exportaciones británicas. ¿Por qué fue el algodón el protagonista de este proceso? A diferencia de la lana, el inconveniente del algodón en rama –la materia prima básica– es que debía importarse en su totalidad: en principio de la India, luego de Oriente Medio. Se introdujo su cultivo a finales del XVII en algunas colonias inglesas del Caribe y desde el siglo XVIII se fue extendiendo en las plantaciones esclavistas del sur de Norteamérica. Sin embargo, su principal ventaja es que era una fibra resistente y flexible a la vez, que se prestaba al hilado mecánico mucho mejor que los vellones de lana (cuyos hilos se rompían fácilmente con los movimientos de las primeras máquinas). Además, al ser un sector nuevo, era más fácil vencer las reticencias de los artesanos o gremios a los cambios. Por último, sabemos que los tejidos de algodón gozaban de una gran demanda. Tabla 6.7. Importaciones de algodón en rama de Gran Bretaña (toneladas) Importaciones Reexportaciones % 1700 633 142 22 1750 1.051 29 3 1780 3.119 147 5 1800 25.406 2.004 8 1819 67.921 7.540 11 Fuente: Mitchell, B.R.(1988): British Historical Statistics, Londres; CUP, 331 6.3.2. La siderurgia Las innovaciones en la siderurgia comenzaron algo antes que en el textil, aunque sus repercusiones fueran más lentas y más indirectas: la fabricación de hierro o acero no iba destinada al consumo, pero resultó clave para la construcción de máquinas, fábricas y más tarde infraestructuras de transporte (puentes de hierro y vías férreas). Las principales novedades vinieron de la mejora de:  El combustible: la sustitución del carbón vegetal tradicional por carbón mineral, fundamentalmente hulla (Darby, 1709), que en Gran Bretaña tenía un bajo precio debido a la riqueza de sus yacimientos. Además, desde su invención en 1767 también se empleó coque, un combustible elaborado a partir del calentamiento y reducción del carbón, que se adaptaba mejor a la producción de hierro en hornos altos.  Los hornos: la sustitución de las forjas tradicionales por altos hornos, en los que la circulación de aire permitía obtener temperaturas más altas.  Los procesos: procedimientos mecánicos para batir el hierro y librarlo de impurezas (como el pudelado), o laminarlo (rodillos). Henry Cort, 1784. La ventaja competitiva de Gran Bretaña en la siderurgia radicaba en la disponibilidad de mineral de hierro y sobre todo de carbón, que es el input más abundante. La siderurgia consumía mucho más carbón que hierro, lo que hacía que los hornos se ubicaran normalmente en las proximidades de las minas de carbón. El resultado de estas ventajas e innovaciones fue un incremento espectacular de la producción de hierro, que permitió no sólo atender a una demanda creciente (especialmente con el ferrocarril) a precios más bajos sino también exportar.

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Tabla 6.8 Producción británica de hierro colado (1720-1850) (toneladas medias anuales) 22.000 289.000 1720 1801-1820 25.000 543.000 1760 1821-1830 69.000 921.000 1788 1831-1840 127.000 1.624.000 1791-1800 1841-1850 Fuente: Mitchell, B.R.(1978): European Historical Statistics. Macmillan. La fabricación del hierro El hierro se utiliza de dos maneras principalmente: hierro fundido o colado y hierro forjado o dulce. El hierro colado se obtiene directamente del alto horno en estado líquido y permite obtener las formas deseadas simplemente vertiéndolo en moldes adecuados. Al contener un porcentaje de carbón y otros minerales relativamente alto, resulta muy duro aunque muy frágil. Se utiliza para obtener formas complejas sin necesidad de estar sometido a tensiones ni torsiones, como por ejemplo las ollas, estufas, cañones, bastidores de máquinas, etc. El hierro forjado se obtiene volviendo a encandecer el hierro colado para extraer impurezas por oxidación (exposición al aire) y compresión. Las ventajas del hierro forjado son la maleabilidad y la tenacidad, es decir, al rojo vivo puede ser trabajado fácilmente y es muy resistente a la tensión y a la torsión. El uso de este tipo es mucho más extenso que el del hierro colado: rejas, clavos, herramientas, vigas o partes móviles de las máquinas son algunos ejemplos. Feliu y Sudrià (2007:106) Figura 6.1. Horno de pudelado de Cort (sección)

Fuente: Wikipedia (Puddling) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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6.3.3 La máquina de vapor Las mejoras en la producción siderúrgica fueron necesarias para la construcción del último gran invento de la Revolución Industrial: la máquina de vapor. Aunque las bombas de vapor, que empleaban la potencia del agua evaporada quemando carbón, se empleaban desde fines del XVII en las minas para achicar agua, era necesario superar dos grandes obstáculos. Aquellas primeras máquinas de vapor tenían una eficiencia térmica muy reducida, y sólo generaban un movimiento vertical, cuando muchas máquinas requerían un movimiento rotatorio. Ambos problemas fueron resueltos en torno por James Watt, un mecánico del laboratorio de la universidad de Glasgow, asociado pronto con el fabricante Mathew Boulton, que en 1769 consiguió mejorar la eficiencia térmica de la bomba de Newcomen incorporándole un condensador separado donde se enfriaba el vapor, mejorando la estanqueidad de los cilindros e incorporó quince años después un sistema rotatorio a la máquina. Con todo, WattBoulton sólo habían conseguido instalar unas 500 máquinas en Inglaterra hasta 1800, cuando expiró su patente. Y aún seguían siendo poco eficaces térmicamente (menos del 5%), de escasa potencia (sólo unos 15 CV) y tamaño aún demasiado grande. Aunque a lo largo del siglo las innovaciones en materiales, mecánica y energía permitieron superar estos problemas. El resultado más espectacular de estos avances fue la incorporación de la máquina de vapor al transporte, con la invención del ferrocarril primero y más tarde de la navegación a vapor. Curiosamente, los primeros intentos de aplicar la máquina de vapor al transporte se vieron frenados por Watt, que consideraba demasiado peligrosas las máquinas de alta presión y se negó a autorizar el uso de sus patentes. Tras los intentos de Richard Trevithick a comienzos del siglo XIX en Gales, primero con locomotoras autónomas y luego con otras que se desplazaban sobre raíles de hierro, no sería hasta la década de 1820 con George Stephenson cuando el ferrocarril estuvo en condiciones de dar el salto: en 1825 la línea minera Stockton-Darlington sustituyó los caballos inicialmente previstos por una máquina de vapor, y en 1830 el trayecto Liverpool-Manchester se convirtió en la primera línea ferroviaria diseñada como tal, atendida por la locomotora Rocket de Stepenshon. La fiebre del ferrocarril arrancó en Gran Bretaña con apoyo parlamentario y grandes movilizaciones de capitales privados que se tradujeron en la puesta en servicio de más de 3.000 kilómetros de red en 1842. Tabla 6.9. Crecimiento del ferrocarril (longitud de líneas abiertas, en km) País 1840 1870 1914 Austria-Hungría 144 6.122 22.981 a Bélgica 334 2.897 4.676 a Francia 410 15.544 37.400 Alemania 469 18.876 61.749 Italia 20 6.429 19.125 Países Bajos 17 1.419 3.339 Rusia 27 10.731 62.300 España 5.295 15.256 Suecia 1.727 14.360 Gran Bretaña 2.390 21.558b 32.623 Estados Unidos 4.510 84.765 410.475 a b Notas: 1913; 1871. Fuente: Cameron y Neal (2005:230) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Figura 6.2. La locomotora Rocket, de Stephenson

Fuente: Wikipedia (Stephenson’s rocket) 6.3.4. La fábrica La última de las grandes novedades de la Revolución Industrial, su icono, no fue un cambio tecnológico, sino organizativo: la fábrica. Curiosamente, tampoco se trata estrictamente de una innovación: existían grandes instalaciones industriales ya en la Edad Media. En el siglo XVII las manufacturas reales mercantilistas ya utilizaban el sistema fabril de concentración de un gran número de trabajadores, especializados en distintas tareas, y con maquinaria e instalaciones muy costosas. La fábrica es “un establecimiento donde se concentra la mano de obra, organizada sobre la base de una división del trabajo, donde el proceso productivo está mecanizado con maquinaria accionada por fuentes de energía no animal, todo ello bajo la autoridad de un empresario” [Valdaliso y López (2000:178)]. La innovación fundamental de la fábrica durante la Revolución Industrial, frente a otras manufacturas concentradas, fue la mecanización completa de la producción y su transformación en un proceso de flujo continuo, lo que permitía emplear mano de obra menos cualificada y peor pagada (mujeres y niños entre otros), estandarizar la producción y producir bienes en masa con bajos costes unitarios. Hay dos visiones básicas sobre las ventajas de la fábrica para el empresario. Una es la tecnológica, que hace hincapié en la necesidad de concentrar las máquinas y motores para obtener economías de escala, ahorrar costes de transporte de materias primas o aumentar la división del trabajo y garantizar la seguridad de unas inversiones costosas. La otra es laboral, y resalta la importancia del control de la mano de obra: vigilancia del trabajo, trabajadores, control de los tiempos, persecución del fraude. De hecho, uno de los logros del sistema fabril fue regular las jornadas, eliminar días festivos y suprimir tiempos muertos. Todo ello permitió aumentar el número de horas trabajadas en comparación con las de los trabajadores a domicilio, que a menudo compatibilizaban sus tareas con las del campo y organizaban los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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tiempos a su conveniencia. El aumento de productividad del trabajo fue considerable, lo que permitía rentabilizar las fuertes inversiones y, si era preciso, pagar mejores salarios. Los trabajadores, en cambio, veían la otra cara de la moneda: pérdida de poder de negociación de los trabajadores cualificados, de autonomía sobre su trabajo, disciplina... De ahí que muchas de las luchas iniciales de los trabajadores se enfocaran a la destrucción de máquinas (el movimiento ludita de 1811-1812) y se saldaran con asedios e incendios de fábricas mecanizadas. Pese a sus ventajas, la fábrica tardó en imponerse, incluso en Inglaterra, y convivió en muchos casos con talleres artesanales a los que subcontrataban parte de las tareas. Esta estrategia proporcionaba más flexibilidad para afrontar las fluctuaciones de la demanda, y permitía reducir la inversión inicial. Hacia 1840, la fábrica sólo predominaba en los sectores pioneros –textil algodonero, siderurgia y construcción mecánica–, mientras que los talleres más pequeños predominaban en la confección, la industria alimentaria, el calzado o la cerámica, dependiendo de lo avanzada que estuviera la mecanización (la del textil lanero se retrasó por problemas técnicos), el potencial de economías de escala (mayor en sectores de demanda mayor y más homogénea) y la capacidad de resistencia de los artesanos (organizados o no). 6.4. Industrialización sin mecanización: sectores “tradicionales” Hasta aquí, la visión clásica de los sectores modernos. Pero ya advertimos sobre la naturaleza dual del crecimiento económico en la Inglaterra del siglo XVIII, y la importancia de los sectores “tradicionales”, fundamentalmente la agricultura y las manufacturas tradicionales. Por dos razones:  su peso marca los ritmos del crecimiento macroeconómico, ralentizándolo, ya que el crecimiento de su productividad era inferior al del sector moderno (en torno al 0,65% al año, frente al 1% de los modernos entre 1780 y 1860) y su peso en la economía, muy superior. Un ejemplo: la industria lanera seguía siendo en 1820 el principal subsector del textil en Gran Bretaña, por encima del algodón.  sus relaciones con los sectores “modernos” son mucho más complejas de lo parece a primera vista. Los sectores tradicionales contribuían en muchas maneras al avance de los modernos: facilitando mano de obra cualificada, encargándose de algunos procesos difícilmente mecanizables, generando rentas para la demanda efectiva de los productos de la industria moderna, acumulando capitales que podían trasvasarse al sector moderno y, lo más importante, proporcionando alimentos y materias primas que marcaban la estructura de costes de todo la economía. 6.4.1. Agricultura Anteriormente se ha subrayado que este sector constituye la clave del cambio económico en cualquier economía preindustrial. La agricultura británica había incrementado notablemente su productividad, lo que hizo posible que en 1800 cada trabajador agrario pudiera alimentar a casi 3 personas, mientras que hacia 1500 el excedente apenas daba para mantener a 1,35. La diferencia es abismal. Las fuentes de la mejora de la productividad agraria fueron varias:  Nuevos sistemas de rotación, que significaban mejoras inmediatas en la productividad de la tierra, al reducir el barbecho y por tanto incrementar la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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superficie explotada cada año. Uno de los más difundidos en el siglo XVIII fue la rotación cuatrienal, que al incorporar tubérculos y forraje no sólo permitían eliminar el barbecho (ya que éstos fertilizaban la tierra), sino que proporcionaban alimentos para el ganado. Además, una parte de los aprovechamientos mejoraban la producción de subsistencias (patatas) y otros estaban destinados a los mercados (lúpulo, legumbres, ganado), lo que incrementaba la actuación de los incentivos económicos sobre los campesinos.  nuevos aperos de labranza: en particular arados tirados por caballos que permitían labrar más rápidamente, con una fuerza de tiro que podía aprovecharse además para labores de transporte.  la mejora de la cabaña ganadera fue fundamental. Más ganado significaba ante todo más abono, más fuerza de tiro para las tareas agrícolas (incluidos el acarreo de cal o margas como abono, o el traslado de la producción a los mercados), y más producto comercializable (lana o carne) y por tanto más renta para los campesinos. Pero no sólo aumentó el número, sino que también mejoró la calidad del ganado, a través de técnicas de selección que permitieron criar animales más adecuados para las distintas tareas: vacas lecheras más productivas (de 100 galones al año por cabeza a 380 en 1800), bueyes y ovejas que producían más carne, y caballos más rápidos y fuertes.

Las funciones de la agricultura en la industrialización La industrialización siempre empieza en la agricultura. Dicho así, parece un disparate (o una paradoja), pero si concebimos los procesos de industrialización como cambios estructurales que permiten el paso de una economía agraria a una industrial, es lógico que las transformaciones primeras, y más importantes, arranquen del sector mayoritario en la economía de partida. El requisito fundamental era un incremento de la productividad agraria, que permitiría derivar parte de los factores productivos (tierra, trabajo y capital) antes empleados en la agricultura a los otros dos sectores. Rondo Cameron ha resumido las aportaciones del aumento de productividad de la agricultura al proceso de industrialización (y en general al desarrollo económico) en cinco aspectos: El sector agrario puede aportar un excedente de población (mano de obra) para dedicarse a ocupaciones no agrícolas. El sector agrario puede abastecer de materias primas industriales y alimentos para la población no agraria. La población agraria puede servir de mercado para la producción de las industrias y los servicios. El sector agrario puede suministrar capital para invertir en otros sectores, bien sea de forma voluntaria (directa) o involuntaria/indirecta a través de los impuestos. A través de las exportaciones, el sector agrario puede proporcionar divisas que permitan a otros sectores importar bienes de equipo o materias primas no disponibles en el país. Basado en Cameron y Neal (2005:305-306) Todos estos cambios están interconectados mediante circuitos de retroalimentación, y tienen en común un incremento de las horas de trabajo y el UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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volumen de capital invertidos en la agricultura. Hay que preguntarse por tanto qué llevó a los campesinos ingleses a trabajar y a invertir más en sus explotaciones. Y las respuestas están en el marco institucional:  La explicación más tradicional se basa en el incremento de los cercamientos de tierras (enclosures) que puso fin al sistema de campos abiertos (open fields) predominante en la agricultura inglesa en la época medieval y moderna. Los campos abiertos iban unidos a prácticas comunales que impedían la introducción de los nuevos sistemas de rotación. Los enclosures aprobados por el Parlamento permitían a los propietarios cercar sus explotaciones, impidiendo así la entrada del ganado de los vecinos, e invertir con más seguridad en la mejora de cultivos. También conducían al empobrecimiento de los campesinos más pobres. Esto llevó a explotaciones de mayor tamaño que podían ser trabajadas con mano de obra asalariada. No obstante, no está claro que los cercamientos sean un fenómeno tan importante. Aunque cronológicamente el incremento de los enclosures coincide con las mejoras de la productividad agraria a partir de 1750, no está claro que fueran la causa. Allen argumenta, por ejemplo, que fueron los incentivos del mercado (procedentes del comercio internacional y la industria rural, así como el mayor tamaño de las ciudades) los que hicieron rentables las inversiones que exigían los cercados, y por tanto impulsaron explotaciones más grandes, capitalizadas y con más trabajadores asalariados. En muchos casos, además, las innovaciones técnicas fueron adoptadas igual de rápido en zonas de campos abiertos.  El otro cambio institucional fue la penetración de los mercados en el mundo rural, tanto en el acceso de los campesinos a mayores niveles de consumo (revolución del consumo) como en las repercusiones de la demanda urbana y manufacturera. Este proceso, que venía caracterizando a la agricultura inglesa (y holandesa) desde la salida de la crisis del siglo XVII, se agudizó en la siguiente centuria. A lo largo del XVIII, el alza de los precios agrarios (por el crecimiento urbano y de las manufacturas) generó un fuerte incentivo que aceleró el proceso. 6.4.2 Las manufacturas tradicionales A lo largo del siglo XVIII, e incluso hasta las primeras décadas del XIX, en la industria británica siguieron predominando los sectores tradicionales: sin motores, relativamente poco mecanizados, ubicados en talleres rurales o urbanos (incluso bajo la disciplina de los gremios), basados en la habilidad de los artesanos y centrados en productos tradicionales. La tabla 6.10 muestra cómo en 1770 las manufacturas de lana representaban el grueso del sector textil. En 1801 aún superaba en valor y trabajadores al algodón. Y todavía en 1831 el sector de la construcción era el primero en valor añadido. La historia de la prodigiosa ascensión de los sectores modernos y el hundimiento de los “tradicionales” debe matizarse a la luz de estos datos. La diversidad del sector manufacturero era enorme, igual que su dispersión geográfica, especialización y modos de organización del trabajo.Maxine Berg ha mostrado cómo las manufacturas “tradicionales” también estaban inmersas en un proceso de cambios que en muchos casos redundaban en aumentos de productividad. La fabricación de artículos de metal (cuchillos, tijeras, hoces y guadañas) en Sheffield había experimentado una expansión importante basada en la pericia de los artesanos, la especialización (los fabricantes de cuchillos se separaron de los de tijeras) y la división del trabajo UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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(los trabajos de forja y afilado se realizaban en instalaciones distintas), pese a estar aun dominada por Tabla 6.10 Contribución sectorial al valor añadido de la industria británica en 1770, 1801 y 1831 1770 1801 1831 millones £

%

millones £

%

millones £

%

7,0 30,7 10,1 18,3 15,9 14,1 Lana 5,1 22,4 8,4 15,2 9,8 8,7 Piel 2,4 10,5 9,3 16,9 26,5 23,5 Construcción 1,5 6,6 4,0 7,3 7,6 6,7 Hierro 1,3 5,7 2,5 4,5 5,2 4,6 Cerveza 1,9 8,3 2,6 4,7 5,0 4,4 Lino 1,0 4,4 2,0 3,6 5,8 5,1 Seda 0,9 3,9 2,7 4,9 7,9 7,0 Carbón 9,2 16,7 25,3 22,4 0,6 2,6 Algodón 0,5 2,2 1,0 1,8 1,2 1,1 Velas 0,3 1,3 1,8 3,3 1,2 1,1 Jabón 0,2 0,9 0,9 1,6 0,8 0,7 Cobre 0,1 0,4 0,6 1,1 0,8 0,7 Papel Total 22,8 100 55,1 100 113 100 Fuente: Crafts (1983:180), cit. en Berg (1985:48). Libras esterlinas corrientes y porcentajes. los gremios. En otros casos, el papel de los mercaderes-fabricantes (verleger) y el trabajo a domicilio era fundamental, como en la elaboración de hilados y prendas de lana en el Yorkshire. En Birmingham se desarrolló a lo largo del XVIII una potente industria de bibelots (artículos menudos: hebillas, botones, juguetes, cajas lacadas), orientados a los mercados coloniales, que es un buen ejemplo de la complejidad de los cambios. Por un lado, coexistían grandes fábricas, algunas con cientos de trabajadores, con pequeños talleres urbanos y una extensa red de trabajadores a domicilio en las zonas rurales cercanas. Por otro, está asociado a la metalurgia del bronce –materia prima de los bibelots– con 71 fundiciones en la ciudad en 1791. Al mismo tiempo, existían numerosos artesanos con talleres pequeños o medianos que realizan algunas de las tareas más cualificadas del proceso. Pero también trabajaban muchas mujeres y niños. Las ganancias de productividad podían venir de la aplicación de capitales a la producción, pero también de la especialización y la división del trabajo. Las conexiones entre lo tradicional y lo moderno son mucho mas comunes de lo que a veces se ha dicho, permitiendo formas de organización más flexibles, el trasvase de trabajadores y el desarrollo y la difusión de nuevas técnicas. Un dato significativo de estas conexiones: Mathew Boulton, el socio de Watt en la fabricación de máquinas de vapor, se enriqueció precisamente con la fabricación de bibelots. 6.4.3. Urbanización La existencia de núcleos urbanos importantes era a la vez un síntoma y un factor de desarrollo. Síntoma porque su subsistencia exigía mecanismos económicos (flujos de rentas y abastecimiento de alimentos) que permitían UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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sustentar a poblaciones de decenas de miles de personas que no producían sus propios alimentos; y factor de desarrollo porque tal aglomeración de personas justificaba su existencia proporcionando al resto servicios o productos de un tipo u otro, como manufacturas o servicios comerciales, financieros y políticos. En 1700 Londres ya era la principal capital europea y en 1801, la única que se situaba por encima del millón de habitantes. La banca –presidida por el Banco de Inglaterra–, una Hacienda gobernada por el Parlamento o el pujante sector comercial, orientado al exterior, son buenos ejemplos de estos servicios, que contribuyeron de modo importante a la industrialización. Tabla 6.11 Distribución porcentual de la población, 1500-1800 1500 1800 Urbana

Rural no agraria

Mayor éxito en el periodo Inglaterra 7% 18% Éxito moderado en el periodo Países Bajos 30% 14% Bélgica 28% 14% Éxito modesto en el periodo Alemania 8% 18% Francia 9% 18% Austria-Hungría 5% 19% Polonia 6% 19% Cambios pequeños en el período Italia 22% 16% España 19% 16%

Agraria

Urbana

Rural no agraria

Agraria

74%

29%

36%

35%

56% 58%

34% 22%

25% 29%

41% 49%

73% 73% 76% 75%

9% 13% 8% 5%

29% 28% 35% 39%

62% 59% 57% 56%

62% 65%

22% 20%

20% 16%

58% 64%

Fuente: Allen (2009:17) El proceso de urbanización en Inglaterra, y sobre todo el protagonismo de Londres, son una de las claves del crecimiento del siglo XVIII; pero no debe olvidarse que desde el siglo XVI existían en Europa sociedades con tasas de urbanización muy elevadas, mientras que Inglaterra era una sociedad fundamentalmente rural: en los Países Bajos e Italia, sobre todo, pero también en España. Sin embargo, la urbanización no trajo aparejada una Revolución Industrial. La diferencia fundamental parece radicar en que en Inglaterra, igual que antes en los Países Bajos, se produjo un gran incremento de la población rural dedicada a tareas no agrarias: manufactura, transporte, comercio y servicios de distinto tipo. A estas alturas, debería haber quedado claro que la Revolución Industrial no fue sólo un asunto de inventores, fábricas, ciudades y nuevos productos. Es hora de pasar a preguntarse de nuevo por los factores clave que la hicieron posible. 6.5. Factores clave: factores productivos, instituciones y tecnología Conocidos ya los hechos fundamentales, volvamos a la explicación de las causas de la Revolución Industrial. Como ya dijimos, nos parece particularmente convincente la explicación de Robert Allen, que hace hincapié en los factores que explican la demanda de innovaciones tecnológicas en Inglaterra, ligada fundamentalmente a la oferta y precios relativos de los distintos factores productivos (tierra, capital, trabajo). Con todo, examinaremos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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también algunas cuestiones relativas al marco institucional y a la dinámica de la propia innovación tecnológica. 6.5.1. Factores productivos Tierra (recursos naturales): a este respecto, el factor fundamental fue el carbón mineral. La abundancia de carbón en Gran Bretaña –especialmente en Gales y en el centro de Inglaterra– vino acompañada de un uso relativamente temprano en la industria y los hogares. Esta demanda fomentó un sector minero potente, que hacía importantes inversiones para la extracción en vetas profundas, lo que incrementó la producción y permitió reducir los precios. La producción y el consumo de carbón mineral cobraron gran importancia en Gran Bretaña, que si a comienzos del XIX era el único productor importante, todavía a finales de siglo producía cerca de la mitad del total europeo. La cercanía de los focos industriales modernos a las cuencas mineras, o a canales y puertos para el suministro también pone de relieve su importancia. Además, como señala Mokyr, “la minería del carbón generó más innovaciones tecnológicas que cualquier otra industria con anterioridad a la Revolución Industrial”: las primeras máquinas de vapor, como la de Savery o Newcomen, eran bombas para drenar agua de las minas, y las vagonetas sobre raíles de hierro se emplearon también por primera vez en el sector. Con todo, más importante que la abundancia o cercanía del carbón mineral es su precio. En Gran Bretaña, conoció un lento incremento entre 1600 y 1700 y de cierta estabilidad entre 1700 y 1830 (gráfico 6.1). Pero sobre todo contrasta con el precio creciente de la leña, que era el combustible alternativo. En casi todos los países europeos, la demanda de leña y carbón vegetal condujo la deforestación de las regiones más cercanas a los centros de consumo, y al encarecimiento de ambos productos. Holanda logró escapar al problema con el uso de turba desde el siglo XVII, pero este combustible era inadecuado para la siderurgia y resultaba más caro que la hulla. Gráfico 6.1 Precios reales de la leña y el carbón en Londres (1400-1830)

Nota: BTU: British Thermal Unit, medida de energía equivalente a 1.055 julios

Fuente: Allen (2009:87) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Trabajo: la oferta de trabajo viene determinada fundamentalmente por el volumen de la población. Pero también son relevantes los cambios en la dedicación de los habitantes (paso de pasivos a activos –incluidos cambios en la edad de incorporación al trabajo– o de un sector a otro). Además, hay que tener en cuenta los cambios en la duración de la jornada laboral. La Revolución Industrial vino acompañada de un fuerte crecimiento de la población británica, que se duplicó entre 1761 y 1831. Pero por diversas razones sería más correcto considerar este proceso como una consecuencia antes que como un requisito previo de la industrialización. En primer lugar, las tasas de crecimiento demográfico sólo se aceleraron cuando el proceso estaba en marcha: entre 1700 y 1760, la tasa de crecimiento anual fue del 0,3%, alta, pero no insólita en sociedades preindustriales. Pero aumentó al 1,2% entre 1770 y 1840. En segundo lugar, el crecimiento se debió tanto a un descenso de la mortalidad como a un aumento de la natalidad. Los dos procesos están relacionados con una mayor prosperidad. La mortalidad cayó sobre todo como consecuencia de mejoras en la higiene (incluido un mayor consumo de jabón, ropa interior de algodón más barata y obras de alcantarillado), así como una alimentación mejor. La mayor natalidad se explica por el aumento de la oferta de empleos, que redundó en mayores tasas de nupcialidad y matrimonios más tempranos; y por tanto más hijos por pareja. Este crecimiento fue compatible con una fuerte emigración, sobre todo a EE.UU; y no sólo desde una Irlanda agraria atrasada, sino también desde la Inglaterra avanzada e industrial. Esto pone de relieve que la abundante oferta de mano de obra no era un requisito fundamental para la industrialización. Tabla 6.12. Población de Inglaterra, Gales y Escocia (1701-1851) Año

Millones de Números índice habitantes (100=1761) 1701 6,8 86 1751 7,3 92 1761 7,9 100 1801 10,8 136 1821 14,1 178 1831 16,3 206 1841 18,5 234 1851 20,8 263 Fuente: Mitchell, B.R.(1978): European Historical Statistics,. Citado en Escudero (2005:168) Tabla 6.13. Inglaterra. Natalidad, mortalidad y crecimiento vegetativo Períodos

Tasa natalidad (tantos por mil) (1)

Tasa mortalidad ( tantos por mil) (2)

1701-1751 32.3 28.4 1761-1801 36 26.8 1811-1841 37.8 23.3 Fuente: Wrigley y Schofield (1981). Citado en Escudero (2005:168)

Crecimiento vegetativo (1-2)

3.9 9.2 14.5

Sin embargo, pese al crecimiento demográfico los salarios ingleses resultaban comparativamente elevados en el siglo XVIII (gráfico 6.2), y además crecieron en términos reales (es decir, en términos de lo que podía UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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comprarse con ellos). Esto hacía que fuera rentable la introducción de una maquinaria. Gráfico 6.2 Salarios reales en varias ciudades del mundo (1375-1825) (equivalentes en plata)

Fuente: Allen (2009:40) Los salarios altos se daban tanto en el sector manufacturero como en el sector agrario, y redundaban en unos niveles de bienestar material poco habituales (la llamada “revolución del consumo”). Además, los salarios convergían (gráfico 6.3) en distintas zonas, lo que indica la existencia de un mercado laboral bastante flexible. Por último, eran altos tanto en relación con el coste del carbón, como con el del capital, los factores que podían sustituirlo. Gráfico 6.3 Convergencia de salarios urbanos en Inglaterra (1500-1850)

Fuente: Allen (2009: 43)

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Pero la pregunta ¿por qué eran tan altos? La respuesta se encuentra, sobre todo, en las mejoras de productividad en la agricultura (tanto por hectárea como por hora trabajada) y en la manufactura tradicional. Con una productividad mayor los empleadores podían pagar mejores salarios; y los trabajadores obtenían incentivos –en una sociedad crecientemente consumista– para trabajar más y mejor. Así, tanto la revolución industriosa como la del consumo contribuyeron a alimentar el proceso que llevó a la industrialización. También lo hizo el crecimiento de las ciudades: en ellas era mayor el coste de la vida y el porcentaje de la población que dependía de un salario. La diferencia crítica de Gran Bretaña estriba en que el crecimiento de las ciudades –y sobre todo de Londres– contribuyó a mantener altos los salarios medios de todo el país, cosa que no ocurrió en otras partes. Durante la Revolución Industrial los salarios se mantuvieron altos porque hubo restricciones a la oferta de mano de obra. Una parte considerable de los trabajadores rurales no emigraban a la ciudad porque encontraba empleo en sus propias aldeas. De hecho, aunque la participación del sector primario en la población activa se redujo suavemente, el número total de personas empleadas en la agricultura y ganadería siguió creciendo hasta finales del siglo XIX. Por otro lado, los servicios y manufacturas tradicionales, cuya producción aumentaba, siguieron dando empleo a una parte considerable de los trabajadores. En resumen, los sectores industriales más dinámicos no pudieron aprovecharse de unos salarios bajos, por lo que tuvieron que invertir en tecnologías ahorradoras de trabajo. Tabla 6.13. Población total y población agraria en Gran Bretaña* (millones de personas) 1700 1820 1900

Población total 8,4 21,2 41,2

Población agraria 4,70 (56 %) 8,50 (40 %) 6,6 (16 %)

*Incluye Irlanda, que no figura en las cifras de tabla 6.10 Fuente: Feliu y Sudrià (2007:114), con datos de Maddison. Sólo cuando la difusión de las innovaciones ahorradoras de trabajo se hubo consolidado, la agricultura empezó a expulsar mano de obra, la incorporación de mujeres y niños a las fábricas y la ruina de los sectores tradicionales (incluida la agricultura y la industria a domicilio en Irlanda) incrementaron la oferta de trabajo, los salarios se estabilizaron/comenzaron a bajar. Aunque para entonces ya estaban claros los beneficios (para los empresarios) de la introducción de maquinaria. El último aspecto a tener en cuenta en la oferta de trabajo en la Revolución Industrial es el número de horas efectivas trabajadas. Parece claro que, ya antes de la difusión de las fábricas, las formas de trabajo habían ido cambiando. Los atractivos del consumo de bienes –azúcar, té, nuevos tejidos o accesorios, ajuar doméstico– habían incentivado estos cambios, alterando la ecuación tradicional de los usos del tiempo: teniendo que elegir entre tiempo libre o más consumo, los trabajadores ingleses empezaban a inclinarse por el consumo. Capital: Que Inglaterra disponía de abundantes capitales, acumulados sobre todo en el comercio exterior, se demuestra con los bajos tipos de interés (en torno al 3% anual), por otro lado comunes en otros países en la época. Pero el UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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capital fue el menos importante de los factores productivos, ya que las inversiones requeridas por los nuevos procedimientos de producción no eran excesivas –máquinas y fábricas eran relativamente baratas–, y se financiaron por los medios habituales hasta entonces: la reinversión de los beneficios, sobre todo, los ahorros de los empresarios y sus familias, y las redes de crédito informal (descuento comercial, letras de cambio) dominantes en las economías preindustriales. Es decir, que ni los capitales acumulados en la agricultura ni en el comercio exterior se invirtieron, salvo excepciones contadas, directamente en la industria –los terratenientes y ricos mercaderes preferían gastar en tierras, palacios y un tren de vida lujoso–, ni tampoco indirectamente a través de una banca aún poco desarrollada. Más que el origen del capital industrial o las tasas de inversión (que lógicamente aumentaron), lo que sí cambió fue la proporción entre el capital fijo (instalaciones, maquinaria) y el circulante (salarios, materias primas y otros proveedores). El capital fijo se incrementó notablemente, sobre todo en los sectores modernos, y hacia 1830 ya superaba al capital circulante. También se incrementó notablemente el capital social acumulado (infraestructuras de transporte, escuelas, hospitales) como resultado de la industrialización. Pero en general los incrementos de la productividad en la industria vinieron mucho más de mejoras en el uso del factor trabajo que en el del capital. En todo caso, ni la abundancia de capitales ni su precio (indicado por los tipos de interés) distinguían a Gran Bretaña de otros países europeos que, sin embargo, no llevaron a cabo una Revolución Industrial. En suma, son sobre todo los precios relativos de los distintos factores productivos (trabajo por un lado, y sus sustitutos, maquinaria-capital y carbón, por otro) los que explican la introducción de innovaciones en los nuevos sectores industriales en Inglaterra. Este es el núcleo de la explicación de Allen de por qué fue en Inglaterra, y no en otros países, donde se produjo la Revolución Industrial: simplemente era allí el único lugar dónde el trabajo era tan caro y el carbón tan barato (el capital, aproximadamente, tenía el mismo precio). Eso fue lo que introdujo a Inglaterra en la senda de las innovaciones tecnológicas que sustituían trabajo por carbón. Y también explica porqué otros países sólo adoptaron masivamente esas innovaciones a partir de 1850 cuando se produjo: a) una acumulación de avances técnicos que hacía más eficientes las máquinas, y por tanto las hacía rentables incluso allí donde el carbón todavía era caro. Entre 1720 y 1840 las máquinas de vapor pasaron de necesitar 45 libras de carbón por caballo de vapor/hora producido a tan solo 2 libras. b) una evolución de los salarios reales que hizo rentable la sustitución masiva de trabajo por capital (incluido el carbón). Pero además de la dotación relativa de los factores de producción –que fue cambiando a medida que se desarrollaba la Revolución Industrial– influyeron, y mucho, las condiciones en las que estos factores podían asignarse, condiciones que vienen definidas por el marco institucional.

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6.5.2. Las instituciones: propiedad, Estado y mercados La orientación de la economía inglesa –como la holandesa– hacia los mercados venía de atrás, y ha sido considerada por distintos autores –desde Karl Marx a Douglass North– como un factor clave. La penetración del capitalismo y el papel del Estado marcarían la diferencia. La tesis de North, ganador junto con Robert Fogel del primer Nobel de Economía para un historiador, sostiene que fue la definición de los derechos de propiedad –individual y con libertad de acción para el titular– lo que permitió asignar más eficientemente los recursos. A diferencia de otras sociedades europeas, que sólo empezaron a avanzar hacia este tipo de propiedad tras abolirse el feudalismo con la Revolución Francesa de 1789, en Inglaterra las revoluciones del siglo XVII garantizaron una adecuada definición de los derechos del propietario, con el apoyo de los tribunales y la ausencia de una fiscalidad real confiscatoria. Todo ello creó el marco adecuado para garantizar la estabilidad de las inversiones, ampliar el ámbito de los mercados (de factores productivos y de bienes), y reducir sustancialmente los costes de transacción (los costes ligados al establecimiento y obediencia de los contratos, los de la información, etc.). Sumado a ello, una legislación sobre propiedad intelectual (derecho de patentes) que garantizaba a los inventores recibir los beneficios de sus ideas, fomentó la innovación y dotó a Inglaterra de una ventaja decisiva de cara a la industrialización. La explicación de North tiene algunos problemas: en primer lugar, no está nada claro que la situación inglesa en materia de régimen de derechos de propiedad fuera mucho más avanzada que la de Francia o China. La presión fiscal era más alta que en el resto de Europa. Tampoco el sistema de patentes era muy distinto al de otros países europeos (como Francia o España), y de hecho generaba algunos problemas para la difusión de la innovación (como vimos en el caso de las resistencia de Watt a permitir la fabricación de máquinas de vapor de alta presión). De hecho, si algo parece distinguir al gobierno parlamentario es una mayor intervención en la economía –impuestos más altos, expropiaciones para construcción de infraestructuras, regulación restrictiva de las sociedades anónimas, altos aranceles, leyes de pobres, compañías privilegiadas– más que el supuesto laissez-faire (del francés “dejar hacer”: la política de no intervención del Estado). No obstante, parece claro que la penetración del capitalismo –basada en la libertad de mercado y en la propiedad privada– creaba un marco más adecuado para la asignación de los factores productivos. Y en este sentido Inglaterra estaba muy avanzada (aunque no tanto como para explicar por sí solo la diferencia con el resto del mundo). Pero tanto o más fundamental que la intervención directa del Estado fue la penetración de los mercados en la economía inglesa, un hecho que venía de atrás (desde al menos la salida a la crisis del siglo XVII) y que resulta tan básico que a veces pasa inadvertido a muchos autores, que dan por supuesta su existencia y buen funcionamiento. Los mercados y sus reglas de funcionamiento son una institución económica fundamental. Y más aún las del mercado de factores productivos que las de bienes. Mercados de factores En buena parte de Europa existían graves limitaciones a su funcionamiento. El mercado de la tierra estaba limitado en muchos países por la existencia de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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instituciones hereditarias, como los mayorazgos, los fideicomisos o las manos muertas eclesiásticas (propiedades de la Iglesia que no podían venderse) o la de extensas propiedades públicas (estatales o comunales) que impedían la libre comercialización de la tierra. Aunque algunas de estas instituciones funcionaban también en Inglaterra (amplios terrenos comunales, el strictsettlement, equivalente al mayorazgo), en general parece haber existido un mercado activo y fluido para la tierra, que permitía que pasarsan de manos de los propietarios menos eficientes a los más eficientes. El movimiento de enclosures fue en buena parte un modo de privatización de tierras. También el sistema de propiedad del subsuelo (recursos minerales) fue en Inglaterra mucho más flexible que en otros países, donde era por norma patrimonio de los reyes, y en los que las reglas para las concesiones mineras eran rígidas, arbitrarias y limitadas temporalmente. También los mercados de capitales eran relativamente libres, aunque en esto Inglaterra no se diferenciaba gran cosa de otros países europeos: los tipos de interés, indicador básico del precio del dinero, eran muy similares (en torno al 3%) en la mayor parte de Europa. Por otro lado, los capitales acumulados en la agricultura, el comercio exterior o la manufactura circulaban de una actividad a otra sin mayores restricciones. Si acaso, Inglaterra se caracterizó por una legislación restrictiva de las sociedades de responsabilidad limitada debido a las experiencias especulativas de comienzos del siglo XVIII, como la llamada South Sea Bubble, una burbuja generada por la venta masiva de acciones de una compañía privilegiada (South Sea Company), que llevó al Parlamento a aprobar en 1720 la Bubble Act (Ley de la burbuja), que exigía la aprobación parlamentaria expresa para cada nueva sociedad por acciones. Por último, y fundamental, tampoco en el mercado de trabajo había las restricciones que en otros lugares –gremios poderosos o servidumbre– que impidieran a los trabajadores emplearse allí donde les pagaran mejor. La libertad de los ciudadanos garantizaba la movilidad y la flexibilidad de la oferta de trabajo. La difusión de la industria doméstica y rural (protoindustrialización) desde el siglo XVII había incorporado al mercado de trabajo a amplios sectores de la población al margen de las regulaciones de los gremios. Mercados de bienes En la Inglaterra del siglo XVIII se dio una mayor penetración de los mercados de bienes. Frente al modelo medieval de mercados semanales y ferias anuales, surgen, incluso en los medios rurales, las tiendas. Estas eran establecimientos permanentes y separados de los gremios de fabricantes, con una oferta muy variada de productos (de tipo colmado o tienda de ultramarinos), aunque en las ciudades estaban más especializados. Las redes de comercialización –mayoristas, almacenistas, viajantes, tenderos– crecieron y penetraron en el territorio, poniendo a disposición de los consumidores una oferta creciente y variada de bienes, ligada a la revolución del consumo. Por otro lado, el crecimiento del comercio internacional en el siglo XVIII en Inglaterra fue espectacular, y los comerciantes de Londres desempeñaron un papel clave en el crecimiento de la ciudad. Sin embargo, el mercado interior siguió siendo clave para las manufacturas, absorbiendo en torno al 90-95% de la producción, al menos hasta 1780. De ahí en adelante, el comercio exterior pasó a representar una parte creciente del producto nacional de Inglaterra, hasta el 40% hacia mediados del siglo XIX. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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El desarrollo de los transportes –infraestructuras e intermediarios– fue un requisito básico para el crecimiento y penetración de los mercados, que en Inglaterra fue muy anterior al despliegue de la red ferroviaria. La construcción o mejora de los puertos marítimos, así como una densa red de caminos pavimentados que fue financiada a través de sistemas de peajes. Igualmente se construyó una red de canales que unían los principales ríos. El apoyo del Estado a estas iniciativas fue muy visible desde comienzos del siglo XVIII, y especialmente a partir de 1750. Desde esa fecha y hasta 1820 se construyeron 4.500 kilómetros de vías navegables (frente a los 1.500 que ya existían). La red de carreteras, por su parte, creció hasta 22.500 km en 1770, con una densidad absolutamente excepcional para cualquier país de la época (mapa 6.2) Mapa 6.2. Red de carreteras en Inglaterra en 1786

Fuente: Historical Library of Australia Como resultado e indicador de la integración de los mercados locales en un mercado nacional unido, los precios de las mercancías tendieron a unificarse (converger) en toda Inglaterra. De nuevo, estamos ante una cadena de retroalimentación que liga el aumento de la población y la renta al crecimiento de la demanda, que a su vez arrastra la producción (que genera mayores rentas y por tanto más consumo), lo que hace posibles las inversiones necesarias para incrementar la circulación de mercancías. Todos estos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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procesos ocurrieron al margen de la innovación técnica (al menos de la innovación del carbón y el vapor). 6.5.3 Los mecanismos de la innovación técnica Aunque hemos intentado dejar claro que la Revolución Industrial no fue meramente un proceso de innovación tecnológica, es indudable que ésta tuvo un papel clave en el proceso. Habrá que preguntarse por qué. Como acabamos de ver, una parte de la respuesta tiene que ver con la estructura de costes de los factores productivos: los elevados salarios y el carbón barato creaban los incentivos adecuados para la introducción de innovaciones que permitían ahorrar el factor caro (trabajo), sustituyéndolo con otros más baratos (carbón y capital en forma de máquinas y fábricas). Otra parte está ligada al cambio institucional: un sistema de propiedad (incluida la propiedad intelectual de las patentes) que permitía a los agentes económicos dirigir sus recursos a los sectores donde obtienen mejor remuneración, y unos mercados de factores productivos que garantizaban la flexibilidad de la oferta, al permitir a esos agentes actuar con notable libertad. Además, la dimensión de los mercados de bienes creaba incentivos para abordar cambios dirigidos a la producción en masa. Las economías de escala mejoraban los beneficios en los sectores modernizados; pero sólo eran posibles si la demanda crecía y si los costes de transacción y transporte se reducían. Con todo, hay un tercer factor, que tiene que ver con la lógica autónoma de la innovación. ¿Era Inglaterra, como sostiene David Landes, una nación de inventores? Es evidente que existen factores culturales que influyeron:  La secularización del pensamiento (liberado de los corsés de la religión): pero fue un movimiento general en el siglo XVIII, igualmente visible en la Ilustración francesa (y en otras partes de Europa).  La difusión de la ciencia: aunque la penetración de la Revolución Científica del XVII fuera mayor en Inglaterra, no parece que las innovaciones de la industria estuvieran directamente ligadas a la labor de los científicos, sino que fueron en buena parte obra de artesanos o técnicos (relojeros o técnicos de laboratorio como Watt) con conocimientos prácticos de los procesos productivos.  La alfabetización, ligada a la reforma protestante (que exigía a los fieles la lectura individual de la Biblia) es otro factor que suele aducirse, al haber permitido una acumulación de capital humano ausente en otros países. En general, las tasas de alfabetización eran mayores en las ciudades que en los pueblos, así que el crecimiento de la población urbana debería redundar en un aumento del número de quienes sabían leer y escribir. Estudios basados en la capacidad de firmar documentos, como indicador de la alfabetización, demuestran que hubo un notable crecimiento de ésta; y sobre todo entre las mujeres y las capas sociales más bajas en Inglaterra antes de 1700. Con todo, no está tan claro que Gran Bretaña fuera una sociedad mucho más alfabetizada que Holanda, Francia o Suecia. Además, los resultados del intento de medir la incidencia de la variable alfabetización en modelos de crecimiento económico para el siglo XVIII suelen indicar que es un factor muy poco significativo. En todo caso, ninguno de estos aspectos demuestra, a priori, que la Inglaterra del XVIII tuviera una mejor dotación de “materia prima” tecnológica. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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De hecho, las comparaciones con Francia (la otra potencia científica del período) suelen señalar que no deben buscarse aquí los factores causales de la Revolución Industrial. Porque incluso aunque éste fuera el caso, y justificara una mayor oferta de innovaciones, no explicaría por qué la economía inglesa demandaba esas innovaciones (es decir, estaba dispuesta a dedicar esfuerzos y recursos en su aplicación). Las razones de la demanda deben buscarse, como bien señala Allen, en la estructura de costes y beneficios, es decir, en los incentivos que ofrecía la economía inglesa en su conjunto. Otra cosa es que, una vez desencadenado el proceso de innovaciones, y bajo las condiciones expuestas (dotación de factores y marco institucional), el proceso acabara autoalimentándose, y los macroiventos (en la expresión de Joel Mokyr) abrieran camino a una serie de microinventos que los perfeccionaban o aplicaban a nuevas ramas o procesos. La rueda del progreso tecnológico (el círculo virtuoso de la innovación) podía echar a rodar.

6.6. Empresarios y trabajadores (burgueses y proletarios). Los cambios económicos también promovieron cambios en la sociedad. El mundo de los campesinos y terratenientes aristócratas, de los artesanos cualificados, criados y pequeños comerciantes no desaparecerá de un plumazo de toda Europa (por ejemplo, la servidumbre se mantuvo en Rusia hasta 1861). En cierto modo el Antiguo Régimen –como denominaron los revolucionarios franceses de 1789 al orden anterior– pervivirá de forma cada vez más residual hasta comienzos del siglo XX, en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Karl Marx sostenía, sin embargo, que la industrialización había creado dos tipos de agentes nuevos en la escena económica:  los empresarios capitalistas (industriales, comerciantes, financieros) cuyo objetivo era la acumulación de beneficios en un mundo donde la libertad económica era un derecho fundamental, la propiedad privada era sagrada, y el estatus venía marcado por la riqueza, no por la cuna.  los trabajadores, cada vez menos cualificados y menos autónomos (menos dueños de su tiempo y de sus espacios), cada vez más urbanos, que vendían “libremente” su fuerza de trabajo a cambio de un salario que siempre valía menos que ese trabajo. Éstas eran según Marx las dos clases sociales surgidas de la industrialización, que bautizó como burgueses y proletarios, condenados según él a un enfrentamiento cada vez más agudo que sólo podía desembocar en una revolución proletaria que acabara con el mundo capitalista. Que se equivocara en el pronóstico no quiere decir que el diagnóstico fuera erróneo. Los empresarios de la Revolución Industrial encarnan el ideal de Schumpeter del empresario como gestor de la incertidumbre y promotor de la innovación. En la Inglaterra de la época, la incertidumbre y el riesgo en los negocios eran máximos, lo que convertía a esos empresarios industriales pioneros en héroes de una historia con tintes épicos: un avispado Mathew Boulton asociado con Watt para fabricar máquinas de vapor, un Richard Arkwright que hizo de la hiladora mecánica de su invención la base de un emporio textil en los Midlands, o un William Cartwright capaz de defender a sangre y fuego su fábrica contra los asaltantes luditas en 1812. Sabemos bastantes cosas de estos emprendedores pioneros:  La mayoría provenía de familias con tradición empresarial (los terratenientes o los profesionales liberales desconocían los negocios y se UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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mantuvieron al margen), con padres que dirigían sus propios negocios: empresarios, comerciantes, incluso tenderos o labradores. Tabla 6.14. Origen socio-profesional de los industriales británicos. 1750-1850 (en porcentaje)

Ocupación

Industrias textiles

Industrias mecánicas

Padres Fundadores

Padres Fundadores

Aristocracia Profesiones liberales y clero Comerciantes Industriales, empleados y artesanos Agricultores y mineros (propietarios) Obreros Otros Primera ocupación

5,2 10,3 25,8 26,8 25,8 4,1 2,1

1,6 0,8 23,4 50,8 1,6 1,6 0,8 19,4

11,0 4,9 18,3 32,9 17,1 9,8 6,1

2,7 3,6 12,6 43,2 8,1 17,1 4,5 8,1

Fuente: Valdaliso y López (2000:203), basado en Crouzet (1985). ¿Qué hacen los jefes? El título de un artículo de David Landes (What do bosses really do?) nos da pie para analizar el papel de los empresarios y por tanto el origen del beneficio empresarial. La economía clásica no incluía su papel entre los factores productivos, pero cada vez con más frecuencia se considera un aspecto clave en la introducción de las innovaciones técnicas o de otro tipo que conducen a las ganancias de productividad que no se explican sólo por la productividad pura de los otros factores (recursos, trabajo y capital). Básicamente, hay tres concepciones al respecto. La primera considera que el beneficio empresarial es sencillamente el resultado de la apropiación (indebida) por parte del empresario de las ganancias derivadas del trabajo, los recursos o el capital. Así, salvo que el empresario sea el propietario del capital invertido (cosa que no siempre ocurre: de hecho, el empresario moderno rara vez es el dueño de la empresa), en cuyo caso su ganancia corresponde a los rendimientos de éste, el beneficio no está justificado económicamente. Ésta sería la interpretación del empresario como villano o parásito; la de Karl Marx, Leon Walras o S. Marglin. Una segunda visión, ligada en cierto modo a la anterior, señala que en realidad no existe beneficio empresarial, sino que las ganancias le corresponden o bien como dueño del capital, si lo es, o bien como trabajador cualificado: aquí confluyen economistas como Adam Smith, o con matices Marshall y Keynes (el empresario como capitalista o gestor). En tercer lugar, otros sostienen que el beneficio es el pago a la capacidad del empresario de anticipar la existencia de un beneficio (en una innovación, sobre todo) y asumir el riesgo: esta visión del empresario como héroe creador de riqueza es la postura de Jean Baptiste Say, pero sobre todo de Johan .A. Schumpeter y F.H. Knight. En John Stuart Mill –el responsable de popularizar el término francés entrepreneur en Inglaterra– se mezclan las ideas de la remuneración del trabajo, el capital y el riesgo. Adaptado de Valdaliso y López (2000:11-27) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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 La mayoría partía de cierto nivel de riqueza familiar: sólo una minoría habían sido obreros, jornaleros o artesanos pobres. El mito del empresario hecho a sí mismo (self-made man), aún quedaba muy lejos.  Pocos eran inventores: más bien eran artesanos o prácticos (Akrwright fue uno de los pocos inventores que hicieron fortuna). Normalmente los empresarios eran los que invertían anticipando las oportunidades de negocio.  Su formación era práctica: no existían apenas escuelas de negocios.  En su mayoría, las empresas eran familiares, gestionadas por sus propietarios y financiadas con la reinversión de beneficios y capital propio y de amigos y parientes. Esto permite reducir los riesgos para el capital, reduciendo sus costes. De los trabajadores sabemos muchas más cosas, debido sobre todo a una larga tradición de estudios ligada al movimiento obrero. En historia económica, los debates se han centrado en averiguar hasta qué punto la industrialización afectó al nivel de vida de los trabajadores. Los primeros análisis sobre las repercusiones de la Revolución Industrial para los trabajadores (los pobres en general) arrancan de las denuncias de comienzos del XIX sobre el hacinamiento en las ciudades, la brutalidad de la disciplina en las fábricas o el empleo de mujeres y niños en fábricas o minas. La obra La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), de Friedrich Engels (más tarde colaborador y mecenas de Marx), empresario industrial él mismo, es un clásico (lo cual, según algunas definiciones, significa que ya no lo lee nadie). Existe acuerdo en que, a largo plazo (a finales del siglo XIX) las condiciones de vida de los trabajadores mejoraron: las jornadas laborales se habían reducido de 12 a 9 horas, la esperanza de vida había aumentado a 41 años, los salarios reales eran más altos, así como los niveles de consumo y la calidad de la vivienda obrera. En realidad, el debate se centra en lo que ocurrió en el curso de la industrialización. ¿Creció o se redujo el nivel de vida de los trabajadores? Y, si hubo un empeoramiento ¿éste fue uno de los factores de la acumulación de capital en manos de los empresarios? Para contestar a estas cuestiones se emplean diversos indicadores económicos, referidos fundamentalmente a los salarios reales, la esperanza de vida, y medidas antropométricos (básicamente la talla). Pero esos indicadores tienen problemas. Por ejemplo, la reducción de la estatura media (medida normalmente para el reclutamiento militar), que señalaría un empeoramiento en la dieta y la salubridad del entorno, también puede ser resultado de una menor mortalidad infantil (la “selección natural” de los más débiles es menos fuerte), que a su vez determina una mayor esperanza de vida, que se considera un indicador positivo. Otro problema nace de que Inglaterra no era una sociedad uniforme: así, mejoras generales de las condiciones de vida del conjunto de la población, serían compatibles con el empeoramiento de las condiciones de vida de importantes grupos (los campesinos, o las mujeres urbanas, por ejemplo). Por estas y otras razones, el debate sobre el nivel de vida lleva arrastrándose más de 70 años sin que parezca llegar aún a una conclusión. Los datos de salarios no coinciden debido a problemas de medición (¿Qué categorías de trabajadores se tienen en cuenta? ¿Cambia la duración de las jornadas de trabajo?). El gráfico 6.4 presenta dos series de autores distintos. La diferencia es notable, sobre todo a partir de 1813. La serie de Feinstein es mucho más “pesimista” (práctica estabilidad de salarios reales UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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hasta 1830), derivada sobre todo de las caídas generales de precios, mientras que la de Lindert y Williamson, aunque registra una caída importante hacia 1800, muestra una mejora clara tras el final de las guerras napoleónicas, y la duplicación del salario real hacia mediados de siglo. Gráfico 6.4. Salarios reales (1783-1852). Índices (1783=100)

Fuente: Feinstein (1998:643), citado en Escudero (2005:195). En cuanto a la esperanza de vida, aumentó (en término medio) desde la segunda mitad del XVIII hasta 1800, pero luego se estanca claramente. Además, las cifras son notablemente inferiores en las ciudades más pobladas (lo que coincide con las críticas al hacinamiento de la vivienda y condiciones ambientales insalubres) y sin tendencia a mejorar hasta 1840. Tabla 6.15. Esperanza de vida al nacer en Inglaterra y Gales, 1761-1850 Años 1761-1799 1800 1810 1820 1830 1840 1850

Media de Inglaterra-Gales 35,5 40 41 41 41 41 41

Ciudades > 100.000 hb

30 35 29 30 34

Fuente: Szreter y Mooney (1998: 614), citado en Escudero (2005: 170). Los datos de estatura media muestran un aumento de 2-3 centímetros entre 1760 y 1850 (lo que indicaría un empeoramiento de las condiciones de vida y salubridad), que además afecta más a los obreros urbanos (menos altos que los trabajadores de “cuello blanco” y agrícolas) y menos a las clases UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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acomodadas. Sin embargo, dentro del mismo periodo hay fases de fuerte ascenso (1790-1820: 4 cm) y otras de notable descenso (1820-1850: 5,4 cm). Gráfico 6.5. Estatura media de los reclutas de 18 años, 1750-1916

Fuente: Floud, R. Watcher,K y Gregory, A. (1990): Height, health and history: nutritional status in the United Kingdom, 1750-1980, Cambridge, CUP, 136 La conclusión de estos datos es que a lo largo del siglo XVIII las condiciones de vida y trabajo de los obreros británicos permanecieron más o menos igual, o mejoraron algo, aunque los signos de mejoría en el XIX son ambiguos: quizá en los salarios reales, poco en la esperanza de vida y con oscilaciones difíciles de explicar en la estatura. Es necesario preguntarse si esta mejora se debió a la evolución “natural” de los mercados, que permitió a los asalariados hacerse con una parte del pastel de las ganancias de productividad, o era fruto de los movimientos de protesta que arrancan casi en paralelo a la Revolución Industrial y que culminarían en el nacimiento de un fuerte movimiento sindical, de inspiración socialista y anarquista. Como vimos, los datos no permiten cerrar el debate del nivel de vida. Pero es que además no está en absoluto claro que fueran las condiciones objetivas de vida, ni siquiera la percepción de las mismas por parte de los trabajadores, las que expliquen el nacimiento el movimiento obrero. Por el contrario, la obra de E.P. Thompson indica que en la formación de la clase obrera y sus movimientos organizados influyeron tradiciones de muy diverso origen –luchas de jornaleros agrarios, movimientos políticos radicales, disidencia religiosa, asociaciones de artesanos, espacios propios de sociabilidad– que fueron conformando una conciencia de unidad y unas formas de acción colectiva que darían nacimiento al movimiento sindical de las Trade Unions y las organizaciones socialistas. Las luchas obreras habrían permitido a los trabajadores hacerse con una parte mayor del pastel generado por el crecimiento económico moderno, en buena parte gracias a la productividad de su trabajo.

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Aunque la forma prototípica de organización obrera, los sindicatos (trade unions en inglés) no aparecieron hasta la década de 1830, y con ellos la huelga como forma característica de lucha, ya desde mucho antes se produjeron movimientos de protesta y formas de asociación que en absoluto eran bien vistos por patronos y autoridades. De hecho, las asociaciones fueron perseguidas por la ley (Combination Acts de 1799-1800), lo que constituye en sí mismo un reconocimiento de su importancia. En el siglo XVIII las revueltas populares seguían adoptando formas tradicionales, en particular los llamados motines de subsistencias, en los que las multitudes –normalmente locales, pero a veces procedentes de pueblos distantes o condados enteros, con significativa iniciativa de mujeres– fuerzan a bajar los precios de los alimentos, requisan harina o cereal u obligan a las autoridades a intervenir las reservas de cereal. Aunque se trata de una forma de protesta típica de sociedades agrarias en momentos de carestía, legitimadas por una economía moral (la creencia de que el bien común debía prevalecer ante el beneficio privado) compartida a menudo por las autoridades, estos motines revelan la creciente dependencia de las clases populares con respecto a los salarios. A esto se suman las protestas de los braceros/jornaleros agrarios, más raras y locales, aunque conocieron un gran estallido en 1830-1831 en las revueltas del capitán Swing, extendidas por veinte condados, con miles de participantes, dirigidas a mejorar los salarios y destruir trilladoras mecánicas, que se saldaron con más de 2.000 detenciones, 500 encarcelados y 19 ejecutados. Ligadas a ellas, las primeras formas de protesta propiamente obreras fueron las revueltas luditas (nada que ver con la diversión, sino con un mítico Ned Ludd o capitán Ludd que las simbolizaba) dirigidas a la destrucción de maquinaria por parte de obreros y artesanos que consideraban que la mecanización atentaba contra sus intereses, al abaratar los precios y reducir salarios. Las primeras surgieron en los años de las guerras napoleónicas: estallaron en 1811 y se extendieron al año siguiente por tres importantes distritos textiles. Estas revueltas combinaban la acción política (peticiones al Parlamento), la sindical (sociedades de socorro mutuo, negociación con los patronos), y la acción violenta con asaltos a fábricas y almacenes, y la destrucción de maquinaria: telares llamados anchos para calcetería, tijeras mecánicas para el tundido, etc. Las destrucciones alcanzaron a unos 1.000 telares y llevaron al gobierno a movilizar tropas (2.000 soldados enviados a Nottingham, en plena guerra con Napoleón) y castigar la destrucción de maquinaria con pena de muerte. Aunque los movimientos luditas se han contemplado a menudo como una revuelta desesperada contra el “progreso” que representaban las máquinas y las fábricas, de hecho tenían una racionalidad mucho mayor de lo que pudiera parecer. Para empezar, formaban parte de movimientos de negociación salarial (o de precios, pues muchos artesanos trabajaban a destajo para fabricantes o comerciantes). En ocasiones estaban conectados a movimientos revolucionarios clandestinos (jacobinismo, inspirados en las ideas de la revolución francesa), o bien de corte democrático más reformista, como los que desembocaron en el cartismo. Tras la revocación de los Combination Acts en 1825, se abrió el camino para la formación de sindicatos parecidos a los que conocemos hoy, que en 1834 llevaron a la formación de la primera confederación sindical nacional (Grand National Consolidated Trade Unions), dirigida por Robert Owen. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La cuestión de hasta qué punto la mejora final de las condiciones de vida de los trabajadores británicos se debió a la actuación de estos movimientos es incierta, pero desde luego contribuyeron a conformar a la clase obrera, al igual que a los empresarios, como un agente social unido capaz de movilizarse en defensa de sus intereses. 6.7. La nueva economía de base fósil Sintetizar brevemente lo expuesto en este tema (que a su vez es un intento de síntesis de muchas páginas escritas sobre el asunto) resulta una tarea compleja. Con todo, nos daríamos por satisfechos si hubiéramos conseguido transmitir unas cuantas ideas clave sobre la Revolución Industrial:  Que no fue un mero asunto de inventos e innovaciones (aunque tuvieron mucha importancia).  Que aunque se estudie a escala nacional, se desenvolvió en buena parte a escala regional.  Que implicó también transformaciones importantes en los sectores “tradicionales”.  Que vino precedida de cambios importantes y relacionados en la agricultura, la demografía, el transporte, el comercio y las propias manufacturas.  Que no existe un único requisito imprescindible, sino la combinación de muchas transformaciones en la economía y también en el marco institucional.  Que aunque finalmente redundó en un crecimiento económico sostenido, sus consecuencias no fueron igual de beneficiosas para todos los sectores sociales.  Que los precios relativos del carbón (barato) y el trabajo (caro) parecen haber sido determinantes en la adopción a gran escala de innovaciones tecnológicas.

5. Resumen En este tema se ha tratado de: a)

Presentar el concepto de Revolución Industrial y discutir los problemas que plantea.

b)

Diferencias los conceptos de Revolución Industrial e industrialización.

c)

Analizar las principales explicaciones sobre los factores causales de la Revolución

Industrial. d)

Subrayar el carácter dual del crecimiento económico en el curso de la Revolución

Industrial. e)

Subrayar el carácter regional de los procesos.

f) Explicar el papel de las innovaciones tecnológicas, pero no con una lógica propia, sino ligadas a los niveles relativos de precios de los factores de producción. g)

Destacar y explicar la importancia del empleo de carbón mineral. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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h)

Analizar el significado de las fábricas como innovación de tipo organizativo.

i) Mostrar los rasgos fundamentales y los intereses contrapuestos de los dos grupos protagonistas de la Revolución Industrial: empresarios y obreros.

6. Conceptos básicos Revolución Industrial industrialización carbón mineral coque ferrocarril fábricas patrones/empresarios inventores proletarios máquinas

Pudelado (horno de Cort) siderurgia algodón jenny Sistema fabril. urbanización máquina de vapor (John Watt) salario real nivel de vida luditas/ludismo

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Apéndice. Principales innovaciones tecnológicas (1700-1850) Agricultura 1700-1830: Generalización en Gran Bretaña de sistemas de rotación de cultivos sin barbecho. Arados de hierro más perfeccionados tirados por caballos. Máquinas sembradoras tiradas por caballos. 1830-1840: Fertilizantes químicos. 1842: Comienzan las importaciones de guano de Perú para abonar.

Energía 1711:Máquina de vapor atmosférica de Newcomen. 1775: Máquina de vapor (Watt Boulton). 1827: Turbina hidráulica. 1827: Caldera de vapor de alta presión. 1829: Motor electromagnético. 1831: Dinamo y transformador.

Textil 1701: Estampado del algodón. 1733: Lanzadera volante. 1738:Hiladora de husos mecánicos. 1764: Máquina de hilar spinning-jenny. 1769: Máquina de hilar water frame. 1779: Máquina de hilar mule-jenny. 1786: Telar mecánico. 1793: Máquina desmotadora de algodón. 1801: Telar mecánico para seda. 1841: Nueva lanzadera para telar mecánico.

Minería 17201790: Desagüe con máquinas de vapor atmosféricas. 1755: Raíles de hierro para vagonetas movidas con fuerza de sangre. 1813: Lámpara de seguridad contra gases explosivos. 18001850: Empleo de máquinas de vapor para ventilación y transporte en vertical y horizontal. 18301850: Nuevos explosivos.

Siderurgia

Transportes Comunicación

1709: Carbón mineral para la producción de arrabio. 1740: Acero al crisol. 1767: Destilación de la hulla (coque). 1776: Máquinas de vapor en los fuelles de los altos hornos. 1784: Pudelación del arrabio para obtener hierro dulce. 1790: Sustitución de la energía hidráulica por el vapor en forja y laminación. 1830: Inyección de aire caliente en altos hornos. 1839: Acero al manganeso.

1755: Raíles para vagones (industria minera). 1773: Primer puente de hierro. 1783: Globo atmosférico. 1793: Primer telégrafo (Chappe). 1801: Locomotora de Trevithick y primer ferrocarril en una fábrica siderúrgica de Gales. 1814: Locomotora de Stephenson. 1821: Buque de hierro a vapor. 1825: Ferrocarril StocktonDarlington. 1829: Locomotora Rocket. 1836: Hélice para buques. 1837: Telégrafo Morse.

Química 1740: Producción de ácido sulfúrico mediante el método de campana. 1785: Blanqueado con cloro. 1791: Sosa cáustica Leblanc. 1792: Alumbrado con gas. 1830: Vulcanización del caucho. 1832: Cerillas.

Construcción 1756: Cemento. 1800-1850: Estructuras de hierro.

Metalmecánica 1761: Fuelles de cilindro. 1774: Taladro hidráulico. 1797: Torneado mecánico. 1839 : Martillo a vapor.

Papel 1798: máquina de hojas continuas (Robert). 1800:Máquina de Foudrinnier.

Fuente: Escudero (2005:157)

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7. Referencias ALLEN, Robert C. (2009): The industrial revolution in global perspective, Cambrigde, Cambridge University Press. ASHTON, Trevor (1968): La Revolución Industrial, 1760-1830, México, Fondo de Cultura Económica. BERG, Maxine (1987): La era de las manufacturas, 1700-1820. Una nueva historia de la Revolución Industrial británica, Barcelona, Crítica. DEANE, Phyllis (1968): La Primera Revolución Industrial, Barcelona, Península. ESCUDERO, Antonio (2005): “La Revolución Industrial en Gran Bretaña (1760-1840)”, en COMIN, F., HERNÁNDEZ, M. y LLOPIS, E. eds. (2005): Historia económica mundial. Siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 155-197. FELIU, Gaspar y SUDRIÀ, Carles (2007): Introducción a la historia económica mundial, Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia. LANDES, David S. (1999): La riqueza y la pobreza de las naciones. Por qué algunas naciones son tan ricas y otras tan pobres, Barcelona, Crítica. MOKYR, Joel (1987): “La Revolución Industrial y la Nueva Historia Económica”, Revista de Historia Económica, V, 2 (203-241) y 3 (441-482). MOKYR, Joel (1993): La palanca de la riqueza: creatividad tecnológica y progreso económico, Madrid, Alianza. POLLARD, Sidney (1991): La conquista pacífica. La industrialización de Europa, 1760-1970, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza. RULE, John (1990): Clase obrera e industrialización. Historia social de la Revolución Industrial británica, 1750-1850, Barcelona, Crítica. THOMPSON, Edward P. (1989): La formación histórica de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica (1ª ed. 1977). VALDALISO, Jesús y LÓPEZ, Santiago (2000): Historia económica de la empresa, Barcelona, Crítica. WRIGLEY, E.A. (1992): “Introducción: ¿en qué consistió la Revolución Industrial?”, en Gentes, ciudades y riqueza. La transformación de la sociedad tradicional, Barcelona, Crítica, 11-33 (trad. de Enrique Gavilán). WRIGLEY, E.A. (1993): Cambio, continuidad y azar. El carácter de la Revolución Industrial inglesa, Barcelona, Crítica.

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Tema 7. La difusión de la industrialización (c.1815c.1913)

1. Resultados de aprendizaje El estudio de este tema debe capacitarle para: 1. Discutir la industrialización como proceso de imitación/difusión. 2. Situar cronológicamente a partir de 1815 los procesos de industrialización en el continente, empleando como indicador principal los datos de estructura económica. 3. Caracterizar distintos modelos/pautas de industrialización en Europa: primeros seguidores, rezagados y descolgados, a partir de los casos de Bélgica, España y Rusia. 4. Explicar las ventajas de los países seguidores. 5. Analizar los rasgos principales de la industrialización francesa como contramodelo a la británica. 6. Identificar los problemas de financiación de la industrialización y las distintas soluciones adoptadas (autofinanciación, banca de inversión, financiación estatal). 7. Establecer las relaciones entre agricultura e industrialización. 8. Definir y explicar con ejemplos los conceptos de librecambio y proteccionismo, exponiendo los argumentos e intereses que subyacen. 9. Definir los principales rasgos de la intervención del Estado en los distintos procesos de industrialización. 10. Valorar los avances en la formación de capital humano y su relación con el crecimiento económico en este periodo. 11. Describir los rasgos principales de los primeros procesos de industrialización fuera de Europa: EE.UU. y Japón. 12. Establecer las condiciones de la supremacía británica en el comercio mundial y el triunfo del librecambio.

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2. Índice 7.1 Introducción: tras los pasos de Albión 7.2 Los países seguidores 7.2.1 Bélgica, el primer seguidor 7.2.2 Francia, la excepción a las reglas 7.2.3 Alemania: un largo proceso de industrialización 7.2.4 La industrialización temprana fuera de Europa: Estados Unidos 7.3 Los atrasados en la industrialización 7.3.1 La periferia europea 7.3.2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX 7.3.3 El atraso español 7.3.4 El pionero asiático: Japón 7.4 La industrialización y el triunfo del librecambio. La supremacía británica 7.5 El mundo tras la industrialización .

3. Algunas preguntas iniciales 

 ¿Era la industrialización una carrera en la que hay quien entra en cabeza y quien queda para el pelotón de cola?



¿Quiénes son los corredores? ¿Países, empresas, regiones, personas?



¿Por qué algunos países no llegaron ni siquiera a empezar a correr?



¿Qué tenía Francia que aun sin industrializarse seguía siendo una potencia en Europa? ¿O es que sí se industrializó?



En el club industrial ¿sólo admitían blancos?



¿Alguien sabe qué es lo que hay que tener para ser una potencia industrial? ¿Banca? ¿Universidades? ¿inventores? ¿obreros? ¿todo junto?



¿Cuándo se considera que un país está industrializado?



Los factores productivos, ¿importan?



En la industrialización, ¿manda la oferta o la demanda?

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4. Contenidos del tema

7.1. Introducción. Tras los pasos de Albión Durante muchos años, los estudios sobre la difusión de la industrialización se han dedicado a analizar las condiciones o requisitos previos (dotación de recursos, transformaciones agrarias, innovaciones científico-técnicas, institucionales, financieras, etc.) que debían cumplirse en cada país para alcanzar el estadio como nación industrial. Estas condiciones estaban relacionadas con los estadios que todo país, siguiendo el modelo británico, debía ir superando para lograr el despegue, o take-off, que llevaba al crecimiento sostenido, según la expresión de W. Rostow. Sin embargo, esta visión resultó doblemente fallida: no funcionaba para explicar los procesos de industrialización en los distintos países, y tampoco servía para extraer recetas para los países en desarrollo de nuestro tiempo. Si en el capítulo anterior vimos cómo la Revolución industrial nació en Gran Bretaña, en éste analizaremos como los cambios llegaron a algunos países europeos, Estados Unidos y Japón. Por evidentes razones de espacio no se estudian todos los casos. Sólo los de aquellos países más importantes o más significativos por una u otra causa. Conviene recordar la distinción entre:  revolución industrial: como fenómeno único, que se dio en ciertas zonas de Gran Bretaña a partir del siglo XVIII, de paso a una economía basada en combustibles fósiles y las máquinas.  Industrialización: como proceso de difusión de estas innovaciones a otras regiones o países, a través de la imitación/adaptación, que resultan en cambios estructurales del mismo tipo que en Gran Bretaña. En este sentido, parece claro que los “imitadores” de la revolución industrial británica podrían tener algunas ventajas, empezando por la posibilidad de importar las máquinas e innovaciones, aprovechar la cualificación de sus técnicos pero también aprender de sus errores. Alexander Gerschenkron desarrolló una interpretación sobre la industrialización tardía que señalaba que el atraso económico podía ser en ciertas circunstancias una ventaja, que acortaría la duración y reduciría los costes de la industrialización a través de varios mecanismos:  adoptando las técnicas más novedosas de los países avanzados, ahorrándose los costes de las soluciones técnicas intermedias (un UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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ejemplo actual es el de los países en desarrollo que carecían de buenas redes de telefonía fija, pero que no tendrán que construirlas, al ser más baratas las de telefonía móvil);  estableciendo de entrada unidades productivas más grandes con las consiguientes economías de escala;  gracias a una intervención más activa del Estado o la banca, una vez conocido el camino a seguir. De hecho, según Gerschenkron debería haber una pauta muy distinta entre los primeros países industrializados y los más rezagados. Lo cierto es que una y otra vez, los análisis se encuentran con pocos factores comunes, menos requisitos imprescindibles, muy pocas recetas para la industrialización y muchas excepciones a casi cualquier regla que se detecte. Francia, como veremos, es la principal, pero ni mucho menos la única. Tabla 7.1. Progreso de la industrialización en Europa (cifras per cápita),1860 Algodón en bruto kgs

Reino Unido 15,1 Alemania 1,5 Bélgica 2,9 Francia 2,5 Suiza 5,6 Austria-Hungría 1,2 Rusia 0,5 Fuente: S. Pollard (1991: 138).

Hierro en lingote kgs

130 13 69 26 6 9 4

Carbón kgs

2.480 400 1.310 390 50 190 50

Vapor fijo Instalado (cv)

24 5 21 5 3 2 1

Línea de ferrocarril kms

44 21 30 18 28 10 1

El primer apartado del tema se refiere a los tres casos de industrialización de los seguidores europeos (Bélgica, Francia y Alemania) y también se analizan los rasgos principales de la industrialización de los Estados Unidos. A continuación observaremos las condiciones de los países rezagados en la industrialización y las diferentes pautas en cuanto a resultados, distinguiendo los países nórdicos de los mediterráneos, con el caso español como ejemplo. Veremos también con detalle el caso ruso, como ejemplo de la industrialización en el este europeo, para concluir con la industrialización de Japón. 7.2. Los países seguidores 7.2.1 Bélgica, el primer seguidor Tradicionalmente se ha considerado a Bélgica como el alumno aventajado de Gran Bretaña en la difusión de la industrialización. Sus pautas de crecimiento en los sectores modernos –principalmente siderurgia–, la transformación del sector agrario y de los transportes y su apertura comercial guardan muchas similitudes con el modelo inglés. Pero también presentaba grandes diferencias, como el papel que desempeñó el Estado en el proceso (mucho más activo que en Gran Bretaña), o la evolución del territorio como entidad política hasta su independencia en 1830. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La modernización de la economía en los territorios belgas era un hecho en las últimas décadas del siglo XVIII. La producción de carbón mineral en la zona de Chaleroi, la de textil de algodón en Gante o de lana en Verviers estaban adoptando rápidamente las innovaciones británicas. Uno de los técnicos más famosos que llegó de Gran Bretaña fue William Cockerill, que fabricó maquinaria textil en Verviers y posteriormente, desde 1807, en Lieja. Sin embargo, el otro gran sector, el del lino, se encontraba vinculado a la tradición protoindustrial, sobre todo en la zona de Flandes, cuya producción se generaba en el medio rural a pequeña escala, y se quedó estancado (ver capítulo 5.3). Por entonces, Bélgica no era un país independiente: hasta 1795 fue un conglomerado de territorios con muchas herencias feudales. Entre 1795 y 1815 quedó incorporado a Francia, lo que le permitió beneficiarse de las transformaciones introducidas por legislación revolucionaria y napoleónica, y de paso del bloqueo continental (el intento de Napoleón de aislar económicamente a Inglaterra, que favoreció a quienes competían con los productores ingleses). Entre 1815 y 1830 pasó a formar parte del reino de los Países Bajos, hasta la independencia definitiva en 1830. De este modo, la demanda creciente de los mercados exteriores permitió una primera fase de crecimiento a finales del XVIII, que se truncó tras 1815 y sobre todo en 1830, perdiendo los mercados exteriores que había tenido bajo la soberanía francesa y posteriormente holandesa. Rápidamente, el crecimiento belga se apoyó en la producción de bienes intermedios asociados al rápido crecimiento de la siderurgia. Los altos hornos introdujeron las técnicas de pudelado y laminado, así como las máquinas de vapor. Las ricas cuencas de carbón mineral suministraron combustible barato a los centros siderúrgicos enclavados en la zona de Chaleroi, donde funcionaban los altos hornos con coque desde los años 20, así como en la región de Lieja, donde John Cockerill, hijo de William, instala un gran centro siderúrgico y de construcción de maquinaria en Seraing, con más de 3.000 trabajadores. Allí se construye la primera locomotora del continente en 1835, sólo 10 años después de la de Stephenson. Las transformaciones institucionales y la iniciativa del Estado desempeñaron un importante papel en el modelo belga. En primer lugar permitieron la reestructuración del sector agrario, al desamortizar y privatizar las propiedades de la Iglesia y de las tierras comunales. De un paisaje de multitud pequeñas parcelas campesinas explotadas intensivamente, se pasó al predominio de grandes explotaciones agrarias con mano de obra jornalera. Como resultado el sector agrario liberó de mano de obra para las nuevas industrias urbanas. Bajo la dominación francesa también se abolieron definitivamente las reglamentaciones gremiales. Así comenzaron a formarse empresas de base familiar y comanditaria, pero también se permitieron las sociedades por acciones. El Estado intervino decisivamente en la inversión directa en la industria a través de la creación de la Société Génerale, sociedad bancaria fundada en la década de 1820, pero que se consolidó tras la independencia como la punta de lanza de las iniciativas en la industrialización. Uno de los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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principales destinos de la inversión fue la mejora de las infraestructuras, en canales navegables y sobre todo el ferrocarril, que cobró un primer impulso entre 1834 y 1843 de la mano de la iniciativa pública, dotando a Bélgica de la red más densa del continente. Otro banco público que también intervino en inversiones industriales fue la Banque de Belgique (1835). El crecimiento industrial de Bélgica no puede entenderse sin su orientación a los mercados exteriores. La pequeña dimensión del país, a pesar de la gran densidad de población, limitaba su crecimiento. Pero su favorable situación geográfica le permitía acceder a los principales mercados europeos. Por ello desde un principio optó por una política librecambista con sus vecinos, que le llevó a firmar acuerdos con Francia y el Zollverein en la década de 1840. Su crecimiento también está muy vinculado a la llegada de técnicos y trabajadores británicos, que habían aplicado las nuevas máquinas en los centros industriales, así como las inversiones francesas en empresas mineras. 7.2.2 Francia, la excepción a las reglas El modelo francés ha sido una anomalía a la hora de aplicar las pautas seguidas por la industrialización anglosajona. Por una parte, su ritmo de crecimiento nunca fue muy rápido, ni tuvo sectores directores o piloto tan claramente definidos como Gran Bretaña. Representa para muchos historiadores una vía alternativa que llega prácticamente a los mismos resultados desde el punto de vista del producto per cápita, y con ventajas en términos de bienestar social. En primer lugar resalta, a diferencia del caso inglés, el lento crecimiento demográfico durante todo el siglo, con tasas de natalidad muy inferiores a las británicas. Entre 1800 y 1913, Francia pasa de 30 a 41 millones de habitantes, es decir apenas un 30% más en tanto que Inglaterra había cuadruplicado su población (de 9 a 36,5 millones). El lento crecimeinto de la población está relacionado con el modelo agrario, que consolidó unas estructuras de propiedad muy repartida, donde la falta de capital para aumentar la productividad limitaba el tamaño de las familias, lo que impedía liberar mano de obra para otros sectores. Además, la urbanización fue relativamente baja a lo largo de todo el siglo; Francia siguió siendo una sociedad mayoritariamente rural, rasgo característico de su crecimiento. En 1851 el 65% de la población activa trabajaba en el sector primario, frente al 22% en Gran Bretaña, y todavía en 1906 era más de un 40%. El bajo crecimiento demográfico condujo a un elevado nivel de empleo, que se tradujo en una progresiva incorporación de la mujer al trabajo en el curso del siglo XIX. El peso rural de la economía francesa deriva en buena medida de la evolución de las estructuras agrarias desde fines del siglo XVIII y sobre todo de las transformaciones que tuvieron lugar con la Revolución de 1789. Con la abolición de los derechos feudales, los antiguos explotadores directos (arrendatarios o colonos) de la tierra se convirtieron en propietarios. Aunque había grandes variedades regionales, con grandes explotaciones en zonas del norte, en general se consolidó una estructura en la que dominaban las UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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explotaciones de pequeña y mediana dimensión, cultivadas por los campesinos propietarios (mapa 7.1). Carecían de recursos suficientes para introducir nuevos métodos de cultivo, por lo que crecimiento de la productividad fue muy pobre (ver tabla 7.2 en su comparación con Inglaterra). Sin embargo, la agricultura francesa mantuvo hasta la década de 1860 una relativa prosperidad gracias a los precios altos que garantizaban por la política proteccionista. Un tercer factor importante es la dotación de recursos energéticos. En Francia, la producción de carbón mineral resultará insuficiente para las necesidades interiores, y sus costes de extracción y transporte eran mucho mayores que en Inglaterra o Bélgica. Existen algunas cuencas carboníferas importantes –Pas de Calais, Normandía– que se explotan desde el siglo XVIII, pero el consumo de energía durante las primeras fases está vinculado a recursos tradicionales, como el carbón vegetal o la energía hidráulica. El aumento de la producción industrial incrementó las necesidades de carbón mineral importado, que suponía entre el 25 y 45% del total consumido, que siguió siendo bastante inferior a Bélgica o Gran Bretaña (tabla 7.1). La cuarta característica de la evolución industrial francesa es la ausencia de un sector claramente líder o rector de la industrialización. En Francia primaban las industrias de bienes de consumo, y destacaba el textil. El textil de algodón crece notablemente ya a fines del siglo XVIII, por encima del resto de los sectores. Los centros más importantes se encontraban en Alsacia (Mulhouse), donde la hilatura se apoyaba en máquinas movidas por fuerza hidráulica, y también en Normandía. Al abrirse los mercados exteriores en la década de 1860 no pudo hacer frente a la competencia y se estancó. Sin embargo, el sector más dinámico fue el de la seda, apoyado en innovaciones técnicas que resultaron decisivas para conquistar mercados exteriores. Las exportaciones de seda se convirtieron en el primer renglón por ingresos en el sector exterior. En la siderurgia, la industrialización francesa tiene, además de los problemas asociados con la dotación de carbón mineral, unos rasgos marcados por la dispersión geográfica y la pequeña dimensión de las instalaciones. Las instalaciones de Le Creusot, que a fines del siglo XVIII habían incorporado altos hornos que consumían carbón mineral, eran una isla en el mapa de la siderurgia francesa, dominadas por las forjas y hornos que utilizan carbón vegetal como combustible.

En cuanto a los ritmos del crecimiento, son lentos en la primera mitad del siglo, tanto en la industria como en la agricultura. Sin embargo, a partir de la década de 1850 se produce un cambio de ritmo, con tres etapas marcadas: una primera de expansión hasta 1870, una segunda de crisis y transformación hasta 1890 aproximadamente y por fin una fase de rápida innovación y crecimiento hasta la primera guerra mundial.

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Mapa 7.1 La explotación directa de la tierra en Francia, 1882

Fuente: Braudel, F. y Labrousse, E. Dirs. (1976): Histoire économique et sociale de la France, Paris, PUF, tomo III. L’avènement de l’ère industrielle (1789années 1880),656

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Tabla 7.2 Niveles comparados de producción (valor añadido en precios corrientes por trabajador) en Francia e Inglaterra Francia /Gran Bretaña % Período agricultura industria 1815/1824 70 130 1825/1834 75 124 1835/1844 58 135 1845/1854 55 134 1855/1864 62 129 1865/1874 64 137 1875/1884 50 118 1885/1894 46 105 1895/1904 42 85 Fuente: O'Brien,P. y Keyder, C. (1979): “Les voies de passage vers la société industrielle en Grande-Bretagne et en France (1780-1914)”: Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 34e année, N. 6,. pp. 1284-1303, tablas 3 y 4. 1850-1870: esta fase comienza un periodo de crecimiento agrario, basado tanto a la extensión del área de cultivo –por reducción del barbecho– como en la especialización, con el aumento de las explotaciones que combinan el cultivo de cereal y plantas forrajeras para el ganado, la expansión del viñedo, la remolacha azucarera o las plantaciones de moreras. Parte de los cultivos se orienta hacia los mercados, con la consiguiente mejora de las rentas que impulsa la demanda. La expansión de ferrocarril (una red que alcanza 15.500 km en 1870) tiene efectos de arrastre sobre sectores diversos y de articulación e integración de las distintas regiones. Estas mejoras de las infraestructuras, con una participación parcial del Estado, repercuten en el sector industrial, con tienen un papel preponderante del sector de bienes de producción. El crecimiento de la red ferroviaria alimenta la demanda de productos siderúrgicos –el convertidor Bessemer se introduce en 1858—y la fabricación de locomotoras. La demanda interior tira de las manufacturas, con un fuerte crecimiento en el algodón. También se observa en esta fase una importante mejora de las tasas de inversión industrial, debido también a la implicación del sector financiero. Destaca la actividad del Crédit Mobilier, fundado en 1852 por los hermanos Pereire, un banco de negocios entre cuyos principales objetivos figuran las inversiones a largo plazo, especialmente en ferrocarriles o en el extranjero. No obstante, el grueso de la financiación sigue dependiendo en buena medida de la reinversión de los beneficios de las empresas. La legislación es aún muy restrictiva para la expansión de sociedades anónimas. Los ritmos de crecimiento obedecen a modelos regionales muy desiguales, con un fuerte dualismo entre las regiones dotadas de recursos (sobre todo carbón) y que inician una temprana modernización en el Norte o Alsacia, frente a las regiones del Oeste y el Sur, dominadas todavía por técnicas tradicionales de producción y un peso abrumador del sector agrario. En cualquier caso, no quiere decir que la productividad de la industria, en su conjunto, fuera baja, y según algunos autores podría ser superior a la británica (tabla 7.2). UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Gráfico 7.1 Desarrollo del ferrocarril en Francia, Alemania y Rusia (1840-1910).

Fuente: A. Di Vittorio (2003: 271) Pero el cambio más importante de la segunda mitad del siglo se opera en el comercio exterior, con una orientación hacia el librecambio tras la firma del acuerdo con Gran Bretaña en 1860. El llamado tratado Cobden-Chevalier rebajaba los aranceles de las manufacturas inglesas, principalmente textiles, así como de la hulla y el hierro; Inglaterra por su parte recibiría sin tasas artículos de seda, moda, frutas y otros productos; y rebajaría los aranceles de los vinos franceses. Además se aplicaría la cláusula de nación más favorecida, que estipulaba que un acuerdo más favorable de uno de los firmantes con un país tercero se aplicaría automáticamente en el otro. Tratados similares se firmaron en los años siguientes con Bélgica, el Zollverein, Suiza, España, Países Bajos y Portugal. Los efectos fueron inmediatos, ya que el comercio exterior, que representaba el 29% del producto bruto en 1860 pasó al 41% en 1870 y la balanza comercial casi siempre fue excedentaria entre 1851 y 1876. 1870-1890: Esta fase está marcada por los efectos de la guerra francoprusiana (1870-1871) que acaba con la derrota francesa y la pérdida de Alsacia y Lorena, dos de los polos industriales más avanzados que se incorporan a Alemania, junto con el pago de una cuantiosa indemnización. A esto se suman los efectos de la depresión de 1873 y de la liberalización arancelaria, con un descenso en el ritmo de crecimiento económico y la acentuación de problemas en el sector agrario (plagas en los gusanos de seda, importaciones de cereales de ultramar, crisis de la filoxera en el viñedo), que se traduce en la merma de la renta de muchos pequeños agricultores. Esta situación frena aún más el crecimiento demográfico. Así, a la atonía resultante en la demanda interna se suma otro problema grave de la industria: la escasez y los altos costes del carbón, importado casi en un tercio del consumo. El capital se dirigía más hacia el exterior que al fomento de la industria interna. Un efecto compensador, sin UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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embargo, vendrá de la mano de los planes del Estado en obras públicas (plan Freycinet de 1879), que supone un aumento del gasto público y frena la caída de la demanda industrial, al estimular la construcción de nuevas vías férreas. 1890-1914: El panorama se transforma en las dos décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando la vuelta al proteccionismo a partir del arancel Méline (1892) ayuda a recobrar parte del vigor del sector agrario y del mundo rural, donde todavía habita la mitad de la población. Esta nueva fase, aun contando con los problemas estructurales como el elevado coste energético, está caracterizada por el crecimiento de los nuevos sectores de la denominada segunda revolución industrial (tema 8), con una fuerte componente de innovación, como el eléctrico, químico o la automoción. El desarrollo de la energía hidroeléctrica permite alterar el mapa de localización industrial, con la posibilidad de llevar la nueva energía a grandes distancias. Aunque hay progresos en la concentración fabril no se puede olvidar que buena parte de la producción sigue ligada a empresas de menos de 10 trabajadores. A pesar del rebrote del proteccionismo, durante este periodo se observa una mayor integración en la economía internacional, con un sensible aumento del comercio exterior. Es sintomática la intensificación de las relaciones franco-británicas, donde Francia consigue un excedente comercial derivado de las exportaciones de manufacturas y productos orientados a una demanda de calidad, mientras que Gran Bretaña exporta materias primas (principalmente carbón) y bienes semiacabados.

7.2.3 Alemania: un largo proceso de industrialización Alemania suele considerarse el último caso de la primera oleada industrializadora europea. En realidad, esta apreciación es algo engañosa. Alemania no fue un país unificado hasta 1870; a comienzos del siglo XIX su territorio era un conglomerado de estados independientes entre los que destacaba el reino de Prusia. El proceso de unificación culminó por tanto en el último tercio del siglo con la constitución del Imperio alemán, cuando el crecimiento económico industrial era ya un hecho. Por este motivo, aunque las transformaciones económicas venían del siglo XVIII, la inexistencia de un mercado interior, con aranceles y monedas distintos, condicionó el desarrollo en la primera mitad del siglo XIX. Había además otras diferencias importantes entre los territorios alemanes: estructuras agrarias muy distintas entre el Oeste y el Este, y tradiciones manufactureras con territorios donde pervivían las reglamentaciones gremiales y otros en los que dominaba la industria rural o la industria siderúrgica dispersa, como en Sajonia, Silesia o Westfalia. El inicio del proceso de modernización, por tanto, vino de la mano de la eliminación de los antiguos vestigios del Antiguo Régimen. Con la invasión napoleónica se aplicaron en Prusia los decretos de 1807 y 1811 que abolían la servidumbre, que existía principalmente en la zona del este, y permitían el acceso de los campesinos a la propiedad agraria. Estos decretos permitieron a los antiguos señores –junkers– consolidar sus propiedades y abrirse a los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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mercados, aplicando sistemas modernos de gestión e introduciendo nuevos cultivos, como la patata, o la remolacha azucarera. La combinación de plantas forrajeras y cereales permitió reducir los barbechos e incrementar la cabaña ganadera. En Prusia estos cambios hacen que en la década de 1880 el barbecho solo afecte a una quinta parte de las fincas, cuando a comienzos de siglo cubría la mitad. También se produjo una importante ampliación de la superficie cultivada con la privatización de terrenos comunales. En el Oeste sin embargo predominaban explotaciones mas reducidas, con un amplio sector de pequeños y medianos campesinos propietarios. Las mejoras de productividad y los nuevos métodos de explotación permitieron un importante aumento del producto agrario, que contribuyó a proveer de alimentos a una población creciente e incluso obtuvo un margen para la exportación de productos agropecuarios (cereales, lana, etc.), ingresos exteriores que servían en parte para saldar las compras de de tecnología y maquinaria moderna. El verdadero impulso de la industrialización alemana viene ligado a la formación de un gran mercado interior entre las décadas de 1830 y 1850. Esta se realizará a través de la unificación arancelaria con el establecimiento del Zollverein (unión aduanera) a partir de 1834, la unificación monetaria y el desarrollo de la red de transportes. Mapa 7.2. El Zollverein alemán (1834-1871)

Fuente: Wikipedia (Zollverein)

El Zollverein se llevó a cabo a iniciativa de Prusia, que desde 1818 elimina los aranceles interiores entre sus territorios y favorece la integración de los Estados vecinos, aplicando aranceles moderados. La unión aduanera termina UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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agrupando a la mayor parte de los territorios alemanes en 1834, aunque con posiciones encontradas en lo tocante a los aranceles exteriores. Algunos estados, como Baviera o Sajonia, eran partidarios del proteccionismo para defender sus industrias locales, mientras que otros (Prusia y los estados marítimos del norte) eran partidarios de aranceles más bajos, que favorecían una mayor apertura. Las ideas de Friedrich List sobre la protección a las industrias nacientes justificaban a los primeros, pero finalmente Prusia impuso su criterio con una política de apertura exterior. Alemania contaba con varios sistemas monetarios que quedaron reducidos progresivamente a dos principales, la zona del gulden que agrupaba a los Estados del sur, y la del tálero de los del norte. En 1838 se reconocía el cambio fijo entre el gulden y el tálero, de modo que se daba un paso decisivo hacia una moneda única, aunque esta no se materializará hasta 1871 con el establecimiento del marco. Estos procesos se complementaron con el rápido desarrollo de las infraestructuras de transporte que vinieron de la mano del ferrocarril, cuyo primer impulso entre 1835 y 1845 le permitió poner en funcionamiento más de 2.000 km que enlazan importantes centros urbanos. El Estado prusiano tomó la iniciativa para acelerar el ritmo de expansión de la red garantizando a las compañías un interés mínimo de los títulos que emiten y desde 1847 es el mismo Estado quien financió directamente líneas menos rentables. En 1850 se habían puesto en funcionamiento 5.800 km de red ferroviaria, mientras que en Francia disponían sólo de 3.000. Las primeras líneas se equipan todavía con raíles británicos, más baratos que los alemanes. Junto a ello también se impulsó la navegación fluvial, y las obras de canalización que permitieron el crecimiento de la navegación interior. En estas fechas las principales ciudades quedaron enlazadas bien por canales fluviales o bien por ferrocarril. La formación de un gran mercado interior está ligada al descenso de los precios del transporte, que facilita los intercambios regionales y el impulso de la demanda para los productos industriales. El ferrocarril, aunque en principio se construyó con materiales importados, tuvo más tarde un efecto de arrastre sobre el sector minero-siderúrgico doméstico, como demandante de combustible y productos de hierro, así como de máquinas de vapor. Ello estimuló la expansión de la minería de carbón en las cuencas tradicionales, como Silesia o el Sarre, y sobre todo en el Ruhr, que contaba con grandes reservas de excelente carbón en yacimientos más profundos, hasta entonces no explotados por problemas técnicos. La introducción de máquinas de vapor más eficientes y la inversión de capitales incrementaron rápidamente la producción de carbón y asimismo comenzó a instalarse en esta zona una moderna siderurgia, orientada principalmente a la demanda ferroviaria. La aplicación desde la década de 1850 del proceso Bessemer de fabricación de acero disparó la producción. También ligado a la expansión ferroviaria estuvo el crecimiento de la industria mecánica en centros urbanos, como Berlín, donde aparecen empresas especializadas en la construcción de locomotoras, o Chemnitz.

El papel del Estado Las primeras historias de la industrialización resaltaban, apoyándose en un supuesto modelo británico, que lo más beneficioso para el éxito del proceso UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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era que el Estado interviniera poco o nada: laissez-faire, laissez-passer, le monde va de lui même, era la máxima que amparaba ese no-intervencionismo. Lo cierto es que casi nadie sostenía esa postura extrema: ni siquiera Adam Smith, de quien se suele decir erróneamente que limitaba el papel de las autoridades públicas a garantizar la propiedad privada, y la seguridad interior y exterior (defensa, policía y justicia). Con el tiempo y más estudios, resultó que ni la actitud de las autoridades británicas había sido tan abstencionista (regularon el comercio exterior e interior, el mercado financiero, promovieron infraestructuras, vigilaron las condiciones sanitarias y laborales, etc.), ni la intervención del Estado en otras industrializaciones había sido siempre negativa. Explicaciones como las de Gerschenkron justifican su eficacia para impulsar la industrialización en países atrasados, y más tarde las tesis de los autores institucionalistas, como Douglass North, nos han recordado la importancia de un marco institucional estable para la buena marcha de la economía. La intervención estatal en los procesos de industrialización se centró en:  la creación de un marco jurídico estable y favorable a los negocios y la iniciativa privada. En este sentido, las reformas agrarias liberales emprendidas en muchos países son una pieza clave de la industrialización.  actividades de fomento: inversiones en infraestructuras o educación, regulación del comercio exterior mediante aranceles (que favorecen a algunos sectores), subvenciones o beneficios fiscales a ciertos sectores , regiones o empresas, pedidos públicos a determinadas empresas, etc.  regulación de actividades económicas o mercados de bienes o factores; es muy habitual la legislación laboral, fijando a veces topes salariales, pero también límites de edad o de horas semanales. También la regulación de los mercados de alimentos (con precios máximos y prohibiciones de exportar, por ejemplo) eran muy habituales.  Intervención directa en actividades productivas, creando empresas o nacionalizando otras, como medio de crear industrias consideradas estratégicas o que se quieren que funcionen como modelo para un sector. Dependiendo de cómo se ejerciesen, estas funciones podían resultar beneficiosas o dañinas, o incluso ser positivas a corto plazo (un arancel protector para una industria naciente) y dañinas a largo plazo (si se prolongan en el tiempo). Por otro lado, otras actividades del Estado, y muy especialmente la guerra, podían tener efectos muy directos sobre la economía. Por último, a la hora de considerar el papel del Estado debemos tener en cuenta los medios. Cuando contaban con una hacienda saneada, podían invertir directamente en actividades de fomento, creación de industrias o promoción de las exportaciones. Sin embargo, si la situación hacendística no era tan saneada, como solía ocurrir, la intervención estatal se producía más por la vía de la legislación, que no siempre surtía los efectos deseados. Los déficits prolongados de los Estados, además, podían tener efectos muy negativos, impidiendo rebajas y racionalizaciones de los impuestos, encareciendo los capitales y recortando la capacidad de inversión pública. Este primer esfuerzo industrial, centrado en el ferrocarril y los sectores de bienes de producción habían requerido desde el comienzo importantes dotaciones de capital. Para ello fue crucial la constitución de sociedades financieras y bancos orientados a la inversión industrial que se UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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establecieron desde la década de 1840 bajo la forma de sociedades anónimas. Es el comienzo de la “banca universal”, llamada así porque combinaba el crédito en los negocios comerciales a corto plazo y la financiación a largo plazo de proyectos industriales. Es el caso por ejemplo del Berliner DiskontoGeselleschaft, fundado en 1851 o el Darmstadter Bank en 1853. Esta vinculación entre banca e industria permitirá un mejor acceso al ahorro que contribuirá al aumento de la tasa de inversión industrial. A partir de mediados del siglo se inicia una fase de rápido crecimiento, donde el proceso de sustitución de importaciones se une a la modernización creciente de los distintos sectores productivos. El sector agrario conoce un notable aumento de productividad (gráfico 7.2) que libera un importante excedente de mano de obra campesina que alimentará el despegue industrial del periodo. El aumento de las rentas y la capitalización de las explotaciones convierten al sector agrario en un importante mercado para los productos industriales. De igual modo, el excedente agrario en la balanza comercial sirve para obtener mercancías. En 1846 la población activa agraria era del 56,8% mientras que en la industria se empleaba el 23,6%. En 1871 la relación era del 49,3% en la agricultura y el 28,9 en la industria. Gráfico 7.2 Producción agraria per cápita, población ocupada en la agricultura y población total en los territorios alemanes (1846-1869)

Fuente: Elaboración propia a partir de M. Hau (1994: 26) y T Pierenkemper (2001:103 y 106) Es el momento en que comienza a expandirse el sector líder por antonomasia de la industria alemana: el minerosiderúrgico con la creciente extracción de carbón de la cuenca del Ruhr, donde se forma el mayor complejo siderúrgico alemán. Este crecimiento viene de la mano de la constitución de sociedades como Krupp o Siemens, y un movimiento inversor que tiene como principal destino el sector ferroviario y la industria de maquinaria. La aplicación del proceso Bessemer se realizará al mismo tiempo que en Gran Bretaña, La extensión de las líneas férreas crece de los más de 5.800 km construidos en 1850 a más de 11.000 en 1860 y alcanza casi 19.000 diez años después. En este último periodo, casi la totalidad del material utilizado es de producción interior. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Siderurgia y proceso Bessemer Hierro y acero son materias primas básicas en cualquier proceso de industrialización: comparado con el hierro colado, el acero, una aleación de hierro y pequeñas proporciones de carbono, es más duro, aunque menos dúctil, resiste mejor la corrosión y se presta mejor a la soldadura. Como suele ocurrir, también es más difícil y caro de obtener. La importancia del invento de Henry Bessemer (el segundo de una saga de inventores ingleses, que lo patentó en 1855) es que fue el primer proceso que abarató la obtención de acero a partir del arrabio (pig iron: el hierro fundido que sale del alto horno). El convertidor consistía básicamente en un enorme horno en forma de pera, forrado de una capa de arcilla, que podía inclinarse para cargar la materia prima y verter el acero, y dotado de una serie de conductos que permitían inyectar aire en grandes cantidades. Esto producía la oxidación del hierro fundido, eliminando impurezas y obteniendo así el acero. El proceso tenía alguna complejidad química y no se adaptaba igual de bien a todos los tipos de hierro, lo que hacía necesario agregar a la fundición algún otro mineral. Estos problemas hicieron que las primeras fundiciones que emplearon la patente de Bessemer no dieran buenos resultados. Así que el inventor mismo construyó una fundición, y en unos años comenzó a producir cantidades importantes, a un coste muy inferior al de la competencia: de unas 40 £ por tonelada a 7£. De este modo, el acero comenzó a emplearse masivamente en la construcción, las industrias metal-mecánicas y el transporte.

En la década de 1850 se han conformado las bases del despegue industrial alemán, caracterizado por el peso de los sectores de bienes de capital en la estructura industrial, apoyados en la abundante dotación de carbón mineral que ha favorecido el desarrollo de la siderurgia y las construcciones mecánicas. Los sectores de bienes de consumo, comenzando por el textil quedan más rezagados en su crecimiento: a pesar de su modernización, el sector algodonero no tiene apenas un peso significativo, y está muy expuesto a la competencia británica. Es el sector lanero, mucho más extendido, el que mantiene una posición de privilegio apoyado en la modernización del hilado y el tejido. La consolidación del crecimiento industrial tiene lugar entre 1871 y 1914, con varios rasgos característicos. En primer lugar el peso de la innovación y el desarrollo técnico. Los territorios alemanes habían desarrollado desde el siglo XVIII un sistema educativo basado en la extensión de la educación primaria gratuita y una educación secundaria orientada a la formación técnica y profesional. Al mismo tiempo se había producido una transformación de la educación superior, con universidades que daban gran peso a la ciencia y la tecnología. Estas condiciones permitieron contar con una mano de obra alfabetizada y preparada para distintos sectores productivos, así como ingenieros y técnicos altamente cualificados.

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Gráfico 7.3 Evolución del Producto Nacional Bruto alemán (1850-1910)

Fuente: N.J.G. Pounds (2000: 475) Tabla 7.3 Indicadores económicos y población. 1911

Países

Gran Bretaña Francia (a) Alemania Imperio Austro-Húngaro Italia Rusia Estados Unidos Japón

Población (millones)

Acero (millones Tm)

41 39 65 65 35 122 98 52

7,8 4,7 17,6 2,6 0,9 4,9 30 s.d.

Energía eléctrica (miles milones.kWh)

3 2,1 8,8 1 2,2 2 43,4 1,5

Ácido sulfúrico (miles Tm.)

1.082 900 1.500 350 596 275 2.500 s.d

(a) Sin Alsacia y Lorena; datos de ácido sulfúrico para GB y Francia, de 1913

Fuente: Di Vittorio (ed.), (2003: 254) Este capital humano sirvió para acelerar el impulso industrial alemán no sólo en los sectores que ya desarrollados, como la siderurgia, sino en los más novedosos, la electricidad y la química, resultado de los avances de la segunda revolución industrial, con sinergias y efectos de arrastre que facilitaron un rápido crecimiento (gráfico 7.3). Es por ejemplo, el caso de la aplicación del proceso Gilchrist Thomas de producción de acero barato, que permitió utilizar las menas de hierro con fósforo de la cuenca de Lorena, recientemente adquiridas por Alemania y que incrementaron rápidamente la producción. Pero enseguida despega también el sector metalúrgico, asociado a los procesos de innovación en química (abonos, tintes) e ingeniería. Al mismo tiempo la electricidad cobra auge y se crean empresas como AEG.

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El aumento de las necesidades de financiación de los nuevos sectores estrecha los lazos entre banca e industria y favorece las formas de concentración empresarial, como los cárteles, que se extienden en el sector minero y siderúrgico, con fórmulas de integración horizontal que facilitan el control del mercado interior, para evitar la caída de precios. Al mismo tiempo, esta concentración permite economías de escala y aumentos de productividad que facilitan la venta de los productos en el exterior, de modo que la venta de productos manufacturados supera a la de materias primas y alimentos. Alemania se había convertido en la segunda nación industrial por detrás de los Estados Unidos y conseguía hacerse con importantes mercados exteriores para sus manufacturas. 7.2.4. La industrialización temprana fuera de Europa: Estados Unidos El primer país situado fuera de Europa en dar el salto industrializador fue Estados Unidos, apoyado en una enorme dotación de recursos naturales y la gran extensión de su territorio, escasamente poblado al inicio. El país conoció a la largo del siglo XIX una gran expansión demográfica resultado fundamentalmente de un impresionante crecimiento vegetativo (natalidad superior a la mortalidad), incluyendo a la población negra, aún después de que en 1808 se prohibiera la trata internacional de esclavos (la ley determinaba que también los hijos de esclavos también lo eran). Al crecimiento se sumaba la inmigración europea, que empezó a cobrar importancia sobre todo a partir de mediados de siglo, con el paréntesis de la guerra de Secesión. En la década anterior a la Primera Guerra Mundial, la inmigración superó anualmente el millón de personas. Gráfico 7. 4 Población norteamericana nacida fuera de los EE.UU. (1850-2000)

Fuente: Oficina Presupuestaria del Congreso (2004): A description of the inmigrant population

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Tabla 7.4 Evolución demográfica de Estados Unidos (miles de habitantes) Total

Blancos

Negros

Año Mliles hb Mliles hb % Mliles hb % 3.929 3.172 80,7 757 19,3 1790 5.308 4.306 81,1 1.002 18,9 1800 9.638 7.867 81,6 1.772 18,4 1820 19.553 84,3 3.639 15,7 1850 23.192 33.589 87,1 4.880 12,7 1870 38.558 55.101 87,5 7.489 11,9 1890 62.948 66.809 87,9 8.834 11,6 1900 75.995 81.732 88,9 9.828 10,7 1910 91.972 Fuente: Oficina del Censo de Estados Unidos. s.d., sin datos.

Indígenas Otros Mliles hb.

s.d. s.d. s.d. s.d. 26 248 237 266

s.d. s.d. s.d. s.d. 63 110 114 147

%

s.d. s.d. s.d. s.d. 0,1 0,5 0,4 0,3

En 1850 la población apenas superaba los 23 millones de habitantes, pero durante la segunda mitad del siglo se triplicó, por encima de 75 millones, y una década después casi llegaba a 92 millones. Los negros suponían en la primera mitad del siglo más de un 15% de la población, un 90% de ellos esclavos. La población indígena autóctona ya era prácticamente insignificante. El espectacular crecimiento de la población no servía sin embargo para colmar las necesidades de mano de obra en las distintas actividades económicas. La escasez del factor trabajo incentivó la búsqueda de sistemas de ahorro de mano de obra a través de innovaciones técnicas y maquinaria, lo que significaba aumentar las inversiones de capital (es decir, se produjo un proceso de sustitución de trabajo por capital). Por otra parte, la escasez de trabajadores incrementó los salarios, contribuyendo al elevado poder adquisitivo de la población. Por ello, buena parte del crecimiento se orienta a la satisfacción de un mercado interno en plena expansión, que adquiría los bienes agrícolas e industriales domésticos. El crecimiento económico hasta 1860 Las bases del crecimiento económico de Estados Unidos desde la independencia hasta la Guerra de Secesión se encuentran en la expansión agraria que resulta de la ocupación del territorio situado al Este de los ríos Mississipi-Missouri, junto a la especialización productiva, que fue posible gracias al desarrollo de los sistemas de transporte. En este periodo la agricultura es el sector predominante: proporciona materias primas y alimentos, así como es el primer sector en ocupación y en ingresos por exportaciones. El Noreste, con granjas pequeñas y medianas, se combina la explotación agraria con la actividad forestal. Hacia el Medio Oeste las fincas aumentan de tamaño, unas dedicadas a la agricultura cerealista extensiva –trigo, maíz– y otras a la ganadería. En el Sur se desarrolla la agricultura de plantación (arroz, tabaco, algodón), basada en trabajo esclavo, que sobre todo se orientará hacia el cultivo del algodón. El estímulo de la industria textil moderna (nacional y británica, sobre todo), y las innovaciones técnicas como la desmotadora de E. Whitney que permitieron mecanizar tareas intermedias abaratando sustancialmente el producto, convirtieron al algodón en rama en el principal UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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producto de exportación norteamericano (50% del valor total) y a Estados Unidos en primer productor en 1860, con dos tercios del total mundial. Mapa 7. 3. Crecimiento agrario y extensión de la red ferroviaria en EE.UU.

Fuente: Barraclough, G. (ed., 1985): El Mundo. Gran atlas de historia, Ebrisa, Barna, t. 4-5, 222 Gráfico 7.5 Producción de algodón en Estados Unidos (1790-1860) en Tm

Fuente: Economic History Net (eh.net/encyclopedia/article/phillips.cottongin)

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La expansión hacia el Oeste, hasta el río Mississipi, y la integración de las diferentes regiones del país fue posible gracias a la mejora de los sistemas de transporte. Partiendo de la base de una buena red fluvial, la construcción de carreteras de peaje y de los canales que enlazan la zona de los Grandes Lagos con la costa Este permitieron la salida de los productos agrarios del interior por vía navegable (la más barata). El ferrocarril comienza a extenderse a fines de la década de 1830, de la mano de la iniciativa privada a través de inversiones británicas. Las regiones del norte se estaban especializando en bienes de consumo, como la industria textil, el calzado o la madera, así como en la construcción naval, adaptando rápidamente las técnicas más adelantadas y el sistema fabril. En esta fase la energía es principalmente de origen hidráulico, que sirve para mover los nuevos telares mecánicos. El crecimiento económico permitía combinar el impulso del mercado interior, (una población creciente y con altas rentas) con un mercado exterior donde exportaba productos primarios e importaba tecnología y maquinaria. La política comercial, influida por los escritos de Alexander Hamilton, adoptó un proteccionismo extremo para eludir la competencia de las manufacturas británicas. Así, la industria naciente norteamericana adoptó las innovaciones que permitieron ensanchar progresivamente el sector secundario de su economía, volcándose hacia el mercado interior. El auge económico de los Estados Unidos (1865-1913) Tras la guerra de Secesión (1860-65) los Estados Unidos se convierten en una potencia económica mundial, apoyándose de nuevo en las ventajas de un territorio extenso que fue siendo colonizado y puesto en explotación, con la masiva llegada de inmigrantes y el paralelo desarrollo del ferrocarril, verdadero eje de crecimiento de este periodo. La red férrea, que contaba en 1860 con 49.000 kilómetros, se multiplicó por 5 en 1890 hasta casi a los 250.000, más que todo el tendido ferroviario europeo en conjunto. El desarrollo del ferrocarril tuvo múltiples efectos sobre el resto de la economía: aparte de abaratar los precios del transporte de las mercancías y acortar sustancialmente los tiempos, supuso un notable estímulo para sectores como el de la minería del carbón y el siderúrgico, y también contribuyó a la evolución de la empresa moderna a través de las nuevas formas de organización y gestión en las que las empresas ferroviarias fueron pioneras. R. Fogel consideró sin embargo que su contribución al crecimiento no fue tan intensa, ya que calcula que el ahorro social que produjo estaba en torno al 1,2% del producto nacional bruto. La agricultura también se benefició del desarrollo ferroviario. La expansión territorial hacia el Oeste se lleva a cabo con la puesta en cultivo de grandes extensiones y ranchos para la ganadería. La Homestead Act (1862) garantizaba la distribución de tierras públicas para quien las cultivara y estimuló el desplazamiento de gran número de colonos. En el Sur, la guerra trajo la abolición de la esclavitud y la transformación de las explotaciones esclavistas en fincas que trabajan los negros con contratos de aparcería; además el cultivo de algodón se expandió hacia el Oeste.

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Tabla 7.5 Producción de carbón en los Estados Unidos, 1829-1899

Año

Producción de carbón mineral (Miles de Tm) Antracita Bituminoso

1829 138 102 1839 1.008 552 1849 3.995 2.453 1859 9.620 6.013 1869 17.083 15.821 1879 30.208 37.898 1889 45.547 95.683 1899 60.418 193.323 Fuente: http://eh.net/encyclopedia/article/adams.industry.coal.us

% incremento por década

550 313 142 110 107 107 80

Tm per cápita

0.02 0.09 0.28 0.50 0.85 1.36 2.24 3.34

La industria va adoptando el sistema fabril, y aumenta el tamaño de las fábricas, que tratan de aprovechar las economías de escala con la instalación de maquinaria. El mayor crecimiento procede de las industrias de bienes de producción, caso del acero, que atiende a la demanda del ferrocarril y construcción de maquinaria. La región del noreste y los Grandes Lagos se convierte en el principal polo industrial favorecido por los yacimientos de hierro y la abundancia del carbón de los Apalaches (Pensilvania). La expansión de la minería (tabla 7.5) cambia la estructura del consumo de energía, donde el carbón pasa de representar el 40% en 1880 al 70% a fines de siglo. También se desarrollan nuevos sectores como el eléctrico y el químico, en los que de la formación de ingenieros cobra una importancia crucial. La industria norteamericana participa en las innovaciones de la denominada segunda revolución industrial, a través de la adopción de sistemas de comunicación como el telégrafo y el teléfono, o la puesta en marcha de ramas industriales como el sector eléctrico, químico, petróleo o el automóvil. La industria va concentrando a la población en grandes ciudades y las fábricas adquieren grandes dimensiones. Las empresas adoptan los nuevos sistemas de organización y forman conglomerados que abarcan las diferentes fases del proceso productivo, con fórmulas de integración vertical y horizontal. Es la fase de los grandes trusts donde aparecen magnates como Carnegie en el acero y Rockefeller en el petróleo. También se forman grandes bancos de inversión, como J.P. Morgan que participan también en sociedades industriales y compañías ferroviarias. Se introducen mejoras en la organización industrial como la introducción de piezas estandarizadas que permitirán dar el salto a la producción en cadena y la adopción del modelo fordista. H. Ford consigue en su cadena de montaje de automóviles desarrollar el modelo T, el primero diseñado con todas las piezas intercambiables. Otro ingeniero, W. W. Taylor, desarrollará los sistemas de ahorro de tiempos para aumentar la productividad. Antes de terminar el siglo XIX, Estados Unidos se convierte en la primera potencia industrial del mundo.

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7.3. Los atrasados en la industrialización 7.3.1 La periferia europea Durante la segunda mitad del siglo XIX, el crecimiento industrial en los países más adelantados tiene un efecto de arrastre sobre el resto de Europa a través de varios mecanismos. El primero es el comercio internacional, que entre 1820 y 1880 ve multiplicarse su volumen por nueve, dos terceras partes del cual corresponden al comercio intraeuropeo. Este crecimiento se debe en buena medida a la especialización (división internacional del trabajo): la demanda creciente de alimentos y materias primas de los países industrializados favorece las exportaciones y la entrada de divisas en los países más atrasados; los países industriales a su vez venden manufacturas y maquinaria, lo que permite a los atrasados acceder a nuevas tecnologías de producción. Además, se produce una creciente exportación de capitales desde los países industriales, que llevan a la promoción de empresas extractivas, industrias de transformación, redes de transporte y servicios públicos. Mapa 7.4. Europa: crecimiento del PIB (tasa anual acumulada 1830-1910)

Fuente: Pounds (2000: 473) En este proceso se advierten varios modelos de crecimiento industrial: por una parte el de aquellos países, como Noruega, Suecia, Dinamarca, y UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Holanda, que aprovechan su situación geográfica y/o la disponibilidad de recursos primarios demandados por los países industriales –avena, madera y hierro en el caso de Suecia, recursos forestales y pesqueros en Noruega, alimentos en Dinamarca y Holanda–, que les permiten obtener recursos para invertir en industrias de transformación. El ritmo de crecimiento de estos países se apoya en cambios institucionales, que favorecen las transformaciones agrarias en beneficio de una capa de pequeños y medianos agricultores que orientan su producción hacia el mercado. Se trata en la mayoría de los casos de países pequeños en términos de población (aunque no en densidad, caso de Holanda), lo que podría generar más incentivos para abrirse a mercados exteriores. Otro importante factor común a estos países es la existencia de un alto nivel de alfabetización entre la población, lo que facilita la transmisión de conocimientos y la oferta de trabajadores especializados. El crecimiento se acelera desde mediados del siglo y mejora sensiblemente el nivel de renta per cápita de sus poblaciones, hecho que contribuye a incrementar el mercado interno, y a fomentar el sector secundario con el apoyo del capital extranjero (tabla 7.6). Tabla 7.6. Crecimiento del PNB per cápita en las diferentes regiones europeas (en dólares de 1960 (media Europa occidental=100) Regiones

Europa occidental Escandinavia Europa mediterránea Europa oriental Austria-Hungría Fuente: Berend y Ranki (1988: 356)

1860

384 273 309 180 288

Índice*

1910

100 71 80 47 75

638 604 355 287 469

Índice*

100 95 55 44 73

Frente a este modelo se encuentra un grupo formado por los países mediterráneos y del Este de Europa, caracterizados por:  estructuras agrarias atrasadas (pese a las reformas agrarias) y agriculturas poco productivas;  mercados internos a menudo amplios (por volumen de población), pero compuestos en buena parte por campesinos pobres que generan una escasa demanda efectiva de bienes y servicios.  pobre formación de capital a nivel interno, lo que lleva a recurrir a inversiones extranjeras.  fuerte atraso tecnológico y carencias de capital humano.  comercio exterior propio de países atrasados: exportan bienes de poco valor añadido (productos agrarios o materias primas) e importan los de alto valor añadido (maquinaria, manufacturas) y capitales. En estas condiciones, un rasgo común a todos estos procesos de industrialización fue, como señaló Gerschenkron, el papel del Estado como sustituto de la iniciativa privada en la promoción industrial. El problema era que la capacidad de intervención del Estados en estos países se veía minada por la pobreza de la base fiscal, especialmente si, como era habitual, la pervivencia de clases muy poderosas de terratenientes, a menudo nobles,

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impedía reformas fiscales que gravasen de forma eficaz la principal forma de riqueza: la tierra. El Estado, entonces, deseoso de promover la industrialización pero privado de recursos económicos, a menudo intervenía más por la vía de la legislación (se cumpliera o no) que la de la inversión. Quizás por eso también fue habitual en estos países una fuerte orientación proteccionista, que pretendía favorecer un proceso de sustitución de importaciones. Otro rasgo muy marcado en estos países fue el dualismo económico, con economías dominadas por agriculturas muy atrasadas, que siguen creciendo por vías extensivas (cuando crecen), con unas actividades industriales reducidas a pequeños enclaves, favorecidos por la dotación de recursos mineros, los lazos con otras economías o la protección del Estado. La principal diferencia entre los modelos de la Europa del Este con respecto al mediterráneo radica en el grado de atraso de sus agriculturas. En la Europa Oriental, donde pervivió la servidumbre hasta fechas muy tardías (empezó a abolirse a comienzos del XIX, pero Rusia no lo hizo hasta 1861), la transformación de los campos se demoró más, con ella la industrialización. En la Europa mediterránea, en cambio, las reformas agrarias del XIX fueron algo más tempranas y afectaban a campesinos libres (aunque a menudo igual de pobres que los siervos) El ferrocarril: ¿héroe de la industrialización? La locomotora, una máquina de vapor sobre ruedas que se desplaza sobre raíles fabricados en los nuevos hornos altos, parece representar allí donde llega el espíritu y la fuerza motriz de la industrialización. A su paso, el mundo cambia. Y es cierto en muchos sentidos, pero la evaluación de sus efectos económicos es algo más compleja. Entre otras cosas porque sabemos que muchas de las compañías ferroviarias acabaron generando pérdidas en muchos países (pues los beneficios de explotación no justificaban los enormes costes de construcción) y que muchas líneas mejoraron la velocidad pero no el volumen de las mercancías transportadas (bien porque resultaba caro, bien porque no había suficientes mercancías que transportar). Los efectos del ferrocarril sobre la economía, como los de otros sectores, pueden dividirse en: Encadenamientos hacia atrás (backward linkages) que representan los efectos que la construcción y explotación del ferrocarril ejercía como demandante de bienes y servicios: hierro para la construcción de raíles y maquinaria, madera para traviesas, trabajo para desmontes y mantenimiento de las líneas, etc. Estos efectos son los más fáciles de valorar, a partir de las cuentas de las compañías. Encadenamientos hacia adelante (forward linkages), los efectos sobre los sectores que se benefician de los servicios que el ferrocarril oferta, son más difíciles de valorar. Los ahorros en tiempo de transporte, ganancias en seguridad, ahorros en el coste del transporte (que deben tener en cuenta las tarifas), los efectos de la rapidez de las noticias sobre los costes de transacción, los beneficios para los consumidores de un acceso a alimentos más baratos, etc. son mucho más difíciles de cuantificar. Uno de los intentos más serios de valorar esos encadenamientos hacia delante de los ferrocarriles fue el cálculo del ahorro social, aplicado UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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inicialmente a Estados Unidos por el que luego fuera premio Nobel, Robert Fogel. La idea era medir la diferencia de costes un año suponiendo que no existiese el ferrocarril, y que las mercancías transportadas por tren lo hicieran por los medios alternativos más eficientes existentes en el momento (canales, caminos, ríos o cabotaje). La diferencia, comparada luego al PNB, era lo que denominaba ahorro social. Las conclusiones iniciales de Fogel fueron que el ahorro social en EE.UU. (donde las distancias eran enormes y por tanto cabía presuponer que las ventajas del ferrocarril serían importantes) resultaba muy modesto. Fogel concluía era que sin ferrocarril el crecimiento económico apenas se habría retrasado un año. Los cálculos de ahorro social se repitieron luego para otros países (España entre ellos), dando lugar siempre a un fuerte debate, tanto por la complejidad de las estimaciones y supuestos necesarios para alcanzar la cifra, como por sus mismas conclusiones. La principal ventaja de estos debates radica en avivar el debate sobre el papel de ferrocarril, que si probablemente no fue el héroe aún vive en la imaginación popular. En estas circunstancias, buena parte de la población sigue siendo rural, ya que el raquítico sector industrial no ofrece oportunidades para emigrar a las ciudades, y la alternativa en épocas de penuria (como las que vendrán a partir de fines del XIX) será la emigración, como lo refleja la gran masa de emigrantes que llegan a América desde el Sur y Este de Europa en las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Si los flujos de capital revelan dónde se halla la riqueza, los flujos de hombres no son menos significativos. 7.3.2 El crecimiento económico en Rusia durante el siglo XIX Rusia es el país más extenso y poblado de Europa a comienzos del siglo XIX. Hasta 1861 sus estructuras económicas y políticas eran típicamente feudales. La población era abrumadoramente agraria y rural, la mitad sometida a servidumbre, con un peso minúsculo de la vida urbana y la industria. Las grandes distancias y los deficientes sistemas de transporte hacían caros los intercambios, de ahí la escasa integración del mercado interior, compuesto además por una población de bajo nivel de renta, ligado a economías de subsistencia. Las actividades artesanales quedaban reducidas principalmente al marco de las aldeas y satisfacían la demanda de los campesinos. Desde el siglo XVII, la consolidación del Estado ruso fue acompañada de un proceso de expansión territorial hacia el sur y el este con la formación de colonias en Siberia y Asia Central. Intentos de modernización se produjeron bajo el reinado de Pedro I y Catalina II, que incorporaron técnicos extranjeros para establecer manufacturas con las que dotar al Estado de productos para la Corte y para el ejército, aplicando políticas mercantilistas de promoción industrial. Durante el siglo XIX la población conoció un extraordinario impulso, a lo que contribuía la abundancia relativa de tierra y la dedicación de la familia campesina a actividades artesanales complementarias, en el marco de industria rural difusa (kustar). El modelo familiar se caracterizaba por una muy temprana edad del matrimonio de la mujer (16 años), lo que redundaba en un largo periodo de fecundidad marital y altas tasas de fertilidad (7,6 hijos por mujer, cuando en el resto de Europa rondaba los 5). La elevada mortalidad, sobre todo infantil, se UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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compensaba con las altísimas tasas de natalidad resultantes, generando un crecimiento vegetativo que permitió a Rusia casi quintuplicar su población entre 1800 y 1913 (desde 35 a 170 millones). Hasta 1861 las relaciones sociales estaban dominadas por la existencia de la servidumbre, que mantenía atados a los campesinos a la tierra, sin posibilidad de movilidad, condenando así a la pobreza a la mayor parte de la población. Esta situación bloqueaba los intentos de modernización, tanto por el bajo nivel de productividad agraria, como por la imposibilidad de incrementar la demanda de productos industriales. Solo existían algunos islotes de actividad industrial, como la siderurgia de los Urales, que aprovechaba la dotación de mineral y los abundantes recursos hidráulicos. Otro foco lo constituían las nuevas industrias algodoneras situadas en Moscú y San Petersburgo, donde también destacaban las actividades vinculadas a la construcción naval. Las primeras reformas importantes se produjeron en 1861 con el edicto de Emancipación de la servidumbre del zar Alejandro II y la posibilidad del acceso a la propiedad de la tierra por parte de los campesinos. Pero estas reformas beneficiaban sobre todo a los antiguos señores a los que, además de reservarse un buen porcentaje de las tierras, se les asegura unos pagos en concepto de derechos de redención. La tierra que se queda en manos de los campesinos se vincula al sistema comunitario de la aldea, el mir, que se responsabiliza colectivamente de los pagos de redención y por tanto impide ya no legalmente pero sí de hecho la movilidad de los campesinos. El mir redistribuye periódicamente las tierras en función del tamaño de las familias, y la explotación se realiza con métodos tradicionales. Las tierras de la nobleza, sobre todo en las regiones meridionales –tierras negras– se convirtieron en grandes explotaciones destinadas a la producción de cereales principalmente para su exportación. Esta se vio facilitada por la construcción de la red ferroviaria, que enlazaba las zonas productoras con los puertos. En una primera etapa (1866-75) se ponen en funcionamiento casi 18.000 km de red; la mayoría del trazado lo construyen compañías privadas con capital extranjero y el material debe ser importado, amparado en una legislación librecambista que elimina los aranceles. A partir de la década de 1870 se produce un periodo de estancamiento debido a la entrada en Europa de cereales desde ultramar, que provoca el hundimiento de los precios y la merma de ingresos por exportaciones. En estos momentos es el Estado quien toma la iniciativa para promover la actividad industrial, mediante contratos y subsidios a través una política de emisión de deuda pública que suscriben los financieros extranjeros. La política emprendida por el ministro de Hacienda, S. Witte desde 1893 se centró en estabilizar el presupuesto para atraer capital exterior y a la vez continuar el fomento de la industria pesada. En este caso, el ferrocarril se convierte en el principal elemento que promueve la demanda interna de la industria y fomenta el crecimiento de la siderurgia en las décadas de 1880 y 1890, con la puesta en funcionamiento del centro industrial del Donbass en Ucrania, una rica cuenca carbonífera, aprovechando el mineral de hierro de los yacimientos de Krivoi-Rog, donde también es importante la aportación de capitales extranjeros. Baku, junto al mar UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Caspio, es otro centro industrial que comienza a destacar, asociado al petróleo. Hacia 1900 un 60% del capital de las compañías por acciones estaba en manos extranjeras. Los sectores de bienes de consumo siguen mayoritariamente vinculados a la producción artesanal, aunque hay empresas con maquinaria moderna en el sector algodonero, situadas en torno a Moscú y San Petersburgo, donde se instalan fábricas de grandes dimensiones, pero que evolucionan precariamente, debido al escaso tirón de la demanda interna. El sector bancario comenzó a desarrollarse durante la segunda mitad del siglo XIX con la formación de bancos comerciales. El banco del Estado ruso en principio aglutinaba las inversiones, aunque desde la década de 1890 la banca privada va cobrando cada vez más importancia. En 1906 los bancos de San Petersburgo intermedian en los empréstitos extranjeros que financian las inversiones industriales. El número de bancos, inicialmente muy numerosos, fue reduciéndose hacia fines del siglo XIX a través de un proceso de concentración; en 1914 cuatro entidades controlaban más de la mitad del capital y con ello buena parte de las inversiones industriales. En 1905 la crisis agraria que se extiende por Rusia se une a los efectos de la derrota en la guerra contra Japón. Todo ello produce revueltas de hambre y escasez que obligan al gobierno a tomar medidas políticas y económicas. El primer ministro Stolypin completó la reforma agraria, decretando en 1906 la abolición del mir y abriendo a los campesinos la posibilidad de comprar sus tierras. Su propósito era modernizar la actividad agraria para lograr mayores excedentes para el mercado y estimular el crecimiento de una clase de campesinos acomodados –kulaks– que evitara los estallidos revolucionarios. Estos kulaks habían surgido de la creciente diferenciación social en el campo, y se hicieron con buena parte de las tierras de las comunas. Las reformas, sin embargo, aunque permitieron incrementar la producción, no acabaron con la pobreza de la mayoría de los campesinos. Todavía en 1913 quedaba en el campo el 72% de la población activa, concentrando el 44% del ingreso total. El crecimiento agrario a fines del siglo XIX se basó en la ampliación de los sembrados y la expansión de cultivos como patatas y remolacha azucarera. El comercio exterior siguió creciendo y mantenía superávits a base de exportar productos agrarios y forestales, de los que un 50% eran cereales, y a cambio se importaban bienes de capital y manufacturas diversas. El perfil del comercio exterior era otro reflejo del atraso y las deficiencias que mantenía la economía rusa en su industrialización. 7. 3.3 El atraso español Hace más de 40 años, Jordi Nadal escribió un libro que se haría famoso: El fracaso de la revolución industrial en España. Sus conclusiones mostraban cómo a lo largo del siglo XIX la economía española había quedado claramente rezagada: las reformas agrarias de los liberales no habían servido para satisfacer las aspiraciones de los campesinos ni tampoco para aumentar significativamente la productividad, con lo que la agricultura no ejerció sus funciones de cara a la industrialización; el ferrocarril se había proyectado según prioridades políticas (red radial), en vez de atender a las necesidades de integrar el mercado interior, y además no había ejercido apenas efectos de arrastre UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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sobre la siderurgia nacional; la minería, por falta de técnicas e inversiones, se había convertido en un enclave del capital exterior, que exportaba el mineral en bruto (con menos valor añadido) y luego los beneficios; y hasta el moderno sector textil catalán, pionero en el siglo XVIII, había quedado casi condenado a una política proteccionista para salvaguardar el mercado interior. Estudios posteriores han matizado esta visión del fracaso industrial, observando distintos rasgos del crecimiento. No obstante, es cierto que España en 1913 seguía muy rezagada frente a las naciones industrializadas: en PIB/ per cápita, en producción y consumo de energía, en tecnología. La estructura de la población activa, con casi dos tercios de la mano de obra en el sector primario, revelaba que la industrialización podía haber empezado, pero aún distaba de concluirse. Por ello, ante las dificultades de la crisis agraria de fin de siglo, la respuesta fue, como en otros países atrasados, la masiva emigración a América. Tabla 7.7. Indicadores del atraso de la economía española hasta 1910

Distribución sectorial de la población activa Agricultura Industria Servicios Tasa de actividad (% activos sobre población total) Tasa de analfabetismo (% sobre > de 10 años) Hombres Mujeres Productividad por activo en agricultura (índice 1882=100) Productividad por activo industria (1882=100) Esperanza de vida al nacer (años) *=1890 Tasa de urbanización (población en núcleos > 5.000 hb) **=1787

1797

1860

1887

1900

1910

61,3 63,5 64,7 66,3 66,0 15,3 17,3 17,1 16,0 15,8 23,4 19,2 18,1 17,7 18,4

74

39,8 40,0 37,8 63 57 50

60 88

50 76

45 68

39 59

83,0 94,0

24**

146 150 29,7 29,1* 34,8 41,7 30,3 37,7 39,2 42,0

Fuente: Llopis (2002:147), Pascual y Sudriá (2002:205), Maluquer (2002:245-246, 262), todos en Comín, Hernández, Llopis (eds.) (2002). Carreras, A. y Tafunell, X. (eds) (2005) Estadísticas históricas de España, siglos XIX-XX, Madrid, BBVA. El periodo que transcurre entre 1800 y 1913 en España se puede dividir en distintas fases, según se atienda a factores de tipo político, o social. Desde el punto de vista económico, sin embargo, podemos distinguir tres fases (las fechas indicadas son aproximativas):  1800-1840: época marcada por la crisis del Antiguo Régimen y las consecuencias de la guerra de la Independencia, caracterizada por los fuertes cambios del marco institucional.  1840-1880: fase de arranque de la industrialización y de la modernización económica, aunque marcada también por los vaivenes políticos y los problemas de crecimiento.  1880-1913: Arranca en un contexto de estabilidad política que permite por ejemplo sanear las cuentas de la Hacienda, y tras los efectos de la gran

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crisis agraria de fin de siglo, se inicia un proceso muy lento pero ya sostenido de modernización económica, también en la agricultura. El primer periodo (1800 y 1840), está marcado por la crisis del sistema feudal, visible desde fines del siglo XVIII, y sobre todo por las consecuencias de la guerra de la Independencia (1808-1814). Entre los efectos inmediatos de la guerra figuran los daños a la agricultura, la cabaña ganadera y las manufacturas, lo que redundó en un estancamiento de la población en torno a los 11,5 millones de habitantes. Pero la guerra desencadenó también la difusión de las ideas liberales, que iban a plantear la abolición del sistema feudal, promoviendo el fin de la monarquía absoluta, la implantación de una sociedad de ciudadanos iguales ante la ley (sociedad de clases) y la consagración de la propiedad privada y el mercado como bases de la libertad económica. Tales ideas habían calado ya durante la guerra, y quedan manifiestas en la obra de las Cortes de Cádiz, pero tardarán en imponerse con la vuelta al trono de Fernando VII. Por cierto que, como consecuencia indirecta de la guerra y la difusión del liberalismo, también debe tenerse en cuenta la pérdida hacia 1824 de la mayor parte del imperio colonial español en América, a raíz de una serie de movimientos independentistas en los que destacó la figura de Simón Bolívar. Los años 18151840 son, de nuevo, una época de fuerte inestabilidad política, que perdura en los años de minoría de edad de Isabel II. En las fases en que los liberales acceden al poder –Trienio 1820-1823, algunas fase de la Regencia de María Cristina y Espartero (1836-1843) – avanzan las reformas institucionales de corte liberal, las más importantes de las cuales constituyen lo que se ha denominado la reforma agraria liberal, un conjunto de medidas de distinto tipo, adaptadas o modificadas en distintos periodos, con un mismo fin: eliminar los vestigios feudales en el campo (especialmente en el régimen de propiedad) e impulsar el avance de los mercados. En otras palabras, abrir paso al capitalismo. Entre las medidas más importantes de la reforma agraria liberal figuran:  desamortizaciones: expropiación y venta en subasta de las propiedades del clero regular (Trienio liberal, desamortización de Mendizábal en 1836) y el clero secular (Espartero 1841).  abolición de instituciones feudales: señoríos, mayorazgos, privilegios de la Mesta y diezmos (todas afectaban a la propiedad de la tierra).  libertad para comerciar con productos agrarios y a los propietarios para disponer de sus fincas y cercarlas. Las reformas alteraron el marco institucional de la agricultura, pero no lograron mejoras generales de productividad: éstas hubieran exigido inversiones, y sin embargo ni los campesinos podían (la mayoría eran pequeños propietarios o jornaleros) ni los grandes propietarios querían (con tierra escasa y mano de obra abundante, el sistema les iba bien). No obstante, hay un buen número de excepciones regionales, en Cataluña y Valencia sobre la base del viñedo o la huerta, por ejemplo, donde las reformas consolidaron grupos de labradores acomodados que sí comenzarían a buscar ganancias de productividad. Para buena parte de la agricultura del interior, sin embargo, el fuerte crecimiento de este periodo es sobre todo de naturaleza extensiva: fuerte impulso a las roturaciones, como respuesta a una caída general de precios agrarios, y rápido crecimiento de la mano de obra (por el aumento general de la población), en el contexto de una agricultura tradicional (basada en el cereal de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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secano), sin apenas innovaciones y poco capitalizada. De ahí que la mayor parte de la población siguiera dedicada a las actividades agrarias. En cuanto a la industria, siguió organizada de forma tradicional, aunque también le afectan los cambios institucionales como la abolición de los gremios (inicialmente en 1813, y definitiva en 1834). La excepción principal a este panorama fue el sector textil catalán, ya pionero en el siglo XVIII, que avanzaba hacía por el camino del modelo inglés: especialización en el algodón, mecanización, creación de fábricas y el uso de la energía del vapor. No es casual que la primera fábrica accionada vapor fuera la de Bonaplata en Barcelona (1833). Sin embargo, diversos problemas frenaban el impulso: la pobreza del mercado interior, sobre todo, pero también la pérdida de los mercados coloniales, el atraso técnico y la carestía del carbón. Esto último también afectó a los primeros pasos de siderurgia moderna: los primeros altos hornos creados en Marbella y Málaga por el empresario riojano Manuel Agustín Heredia funcionaban con carbón vegetal, lo que impidió fabricar finalmente a precios competitivos. En todo caso, la industria moderna en esta fase era aun un reducto mínimo en medio de una España atrasada y agraria. Las bajas tasas de urbanización (tabla 7.7) son reveladoras. Otro factor que contribuyó al estancamiento durante este periodo fue el comercio exterior, principalmente derivado de la pérdida del mercado colonial americano. La independencia de la mayoría de las colonias contrajo los intercambios ultramarinos y España escoró todavía más sus tráficos hacia Europa noroccidental, exportando principalmente aceite y vino. La pérdida de las colonias también tuvo un fuerte impacto sobre los ingresos de la Hacienda. El déficit crónico incrementó la deuda y junto a ello una escasez de numerario que obligó a una política comercial prohibicionista, para reservar el mercado nacional a los productores interiores y evitar al máximo las importaciones. El periodo que va de 1840 a 1880 se caracteriza por un crecimiento moderado pero sostenido. La inestabilidad política ni mucho menos ha desaparecido (aún quedan dos guerras carlistas y una revolución en 1868 que desembocó en la I República), pero los cambios institucionales liberales no tienen ya vuelta atrás. Algunas se completan, como la desamortización de Madoz en 1855 que amplía la subasta a propiedades comunales y de los ayuntamientos, o la Ley de Minas de 1868 que estabiliza las concesiones y abre paso a inversiones exteriores. En general, los dos períodos de mayores reformas corresponden con el llamado Bienio Progresista 1855-56 y el Sexenio Revolucionario, de 1868 a 1874. Aunque la población creció (de 15,5 millones de 1850 a 17,5 en 1887), siguen siendo visibles los rasgos de atraso (tabla 7.7), incluyendo la persistencia de crisis de mortalidad catastrófica, la última de las cuales sería la epidemia de cólera de 1885, que causó unos 120.000 muertos. La agricultura crece de forma considerable, pero todavía sobre patrones extensivos. La desamortización de Madoz, al poner en venta terrenos que servían de colchón de seguridad para las comunidades campesinas, agravó la desigualdad social en el campo, incrementando el número de arrendatarios o de jornaleros sin tierra. La abundancia de mano de obra, ligada a los efectos del proteccionismo (precios altos) creaba muy pocos incentivos para la introducción de máquinas ahorradoras de trabajo, y en general para las inversiones en mejoras de productividad. No obstante, en algunas zonas de la periferia prosigue la especialización agraria, orientada a los mercados exteriores, ya sea con los cítricos en la huerta valenciana, el ganado vacuno en Galicia o el viñedo en UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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muchas zonas de España. Con todo, a partir de la década de 1870, la llegada de cereales baratos de ultramar desencadenará una crisis general de las agriculturas europeas que en la España cerealista se saldará con fuertes tasas de emigración, mayor empobrecimiento del campesinado y nuevas oleadas de protesta social. El sector industrial creció de la mano de la ampliación del mercado interior: el crecimiento de población, los aranceles proteccionistas y la mejora de las infraestructuras de transporte contribuyeron a crear un mercado suficiente para mantener un sector industrial reducido y no competitivo, pero próspero. La construcción ferroviaria, iniciada en 1848, se aceleró tras la aprobación en 1855 de una Ley que, con su complemento en 1856 con la de Sociedades de Crédito, alentaba la entrada de inversores extranjeros, con beneficios garantizados, importantes subvenciones y franquicias arancelarias para importar materiales de construcción. Aunque la extensión de la red, que pasó de 455 kms en 1855 a 4.800 kms en 1865 y 6.000 diez años después, supuso una importante rebaja de los costes del transporte, que se reflejó en la convergencia regional de los precios, el tráfico existente era insuficiente para generar beneficios a las compañías, que atravesaron serias dificultadas a partir de la década de 1860. Las principales (MZA y Norte) eran de origen francés, como lo era el 60% de las inversiones. La construcción de la red ejerció además escasos efectos de arrastre sobre la siderurgia española, debido a las franquicias para importar el material. El sector secundario seguía dominado por los bienes de consumo, con el alimentario y el textil como subsectores predominantes. La molienda de trigo había generado industrias transformadoras en Castilla con destino al mercado interior y a los restos del mercado colonial (Cuba y Puerto Rico). Las fábricas de aceite orientadas a la exportación se localizaban en Cataluña. Esta región seguía siendo además el foco más moderno del sector textil, tanto lanero como algodonero, cuya producción se multiplicó por siete al tiempo que reducía sus precios, lo que le permitió ampliar sus mercados, desplazando a las manufacturas más tradicionales. Aunque subsistieron centros laneros secundarios en Alcoy, Béjar, Antequera y Palencia, Cataluña concentraba en 1880, además de todo el textil algodonero, el 63% de la producción de paños de lana. En cuanto a la industria pesada, vinculada a la siderurgia, apenas lograba despegar. Tras el fracaso de la siderurgia andaluza –forzado por la carestía del combustible– , surgen nuevos establecimientos en las cercanías de las minas de carbón, que constituía el input principal (siete toneladas de carbón por tres de mineral de hierro para cada tonelada de arrabio). Así surge en la década de 1850, de nuevo de la mano de capitales extranjeros, una siderurgia en Asturias con núcleos en Mieres y La Felguera. El nacimiento de la siderurgia vasca, en cambio, se basaba en la existencia de ricas minas de hierro, aunque su prosperidad corresponde sobre todo a la fase posterior a 1880 en su conexión con las importaciones de carbón británico. La minería conoció a partir de la década de 1860 un fuerte auge, especialmente tras la Ley de Minas de 1868. De nuevo, resultaron clave las inversiones y la llegada de técnicos extranjeros: los ingleses explotan las piritas de Huelva (Tharsis Suplhur Co. y Río Tinto Co.), franceses e ingleses en el plomo de Jaén, los Rothschild las minas de mercurio en Almadén y desde 1870 capitales belgas, alemanes, franceses y británicos desembarcan para la explotación de las minas de hierro vizcaínas. Estos metales eran materias UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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primas básicas en los desarrollos de la industria química y mecánica de la segunda revolución industrial, por lo que su demanda venía de los países más industrializados. El problema es que en buena parte se exportaban en bruto, sin apenas valor añadido, y dejando pocos beneficios en el país. Con todo, cabe preguntarse si en ausencia de las inversiones extranjeras hubieran podido surgir empresas nacionales con capitales y técnicas para impulsar este desarrollo. El caso de la industria textil catalana demuestra que en algunos lugares ocurrió así, pero las dimensiones y características del negocio minero, siderúrgico o químico eran muy distintas de las del textil. Tabla 7.8 Evolución del comercio exterior español (1840-1880) (medias anuales, en millones de pesetas corrientes)

Periodo Exportaciones Importaciones 1840-44 135,7 143,9 1845-49 156,4 162,3 1850-54 152,9 187 1855-59 286,7 332,4 1860-64 287,8 485,1 1865-69 352,3 418,1 1870-74 473 478,9 1875-79 527,9 501 Fuente: Pascual y Sudrià (2002: 228)

Saldo -8,2 -5,9 -34,1 -45,7 -197,3 -65,8 -5,9 26,9

Relación real de intercambio (184549=100)

100 147 226 185 191 184 210

Vemos en todo caso como la economía española experimenta estímulos que vienen del exterior. El incremento del comercio exterior –a una media del 4,5% anual entre 1840 y 1880– fue muy superior al del PIB, un 1,7%. La balanza comercial, sin embargo, es típica de un país atrasado: un saldo siempre negativo, en el que destacan las importaciones de manufacturas y maquinaria, mientras se exportan productos primarios: alimentos (a veces elaborados, como el vino o aceite), minerales (plomo, hierro, mercurio) sobre todo a finales de siglo. Es cierto que mejoraron las relaciones reales de intercambio (terms of trade, es decir la ratio entre el precio medio de las exportaciones y el de las importaciones, o dicho de otro modo, la capacidad adquisitiva de las exportaciones con respecto a las importaciones), pero la estructura del comercio exterior seguía revelando el atraso de la economía española. En cuanto a la política comercial, siguió siendo prioritariamente proteccionista, garantizando el mercado interior a los productores cerealistas y los industriales textiles, aunque avanzaba la opinión librecambista como en toda Europa. Ligado a ella, el arancel Figuerola de 1869, planteaba un desarme arancelario gradual y la eliminación de prohibiciones de importación, se enfrentó a una fuerte oposición de grupos de interés partidarios de la protección, y no llegó a aplicarse nunca en su totalidad. En este contexto, el Estado podría haber actuado (como apuntaba Gerschenkron) como sustituto del sector privado, en la promoción de la industria, o bien estimulándola indirectamente mediante inversiones en educación o infraestructura. De hecho, la construcción del ferrocarril es un ejemplo de ello, pero en general el Estado fue más una fuente de problemas que de soluciones. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La política económica estuvo condicionada por las deficiencias del sistema fiscal, cuya reforma –Mon-Santillan en 1845– fue obstaculizada por los grandes propietarios, especialmente en la aplicación de los impuestos directos sobre la propiedad de la tierra. De este modo, la recaudación siguió dependiendo de impuestos indirectos (sobre el consumo, básicamente), y resultó insuficiente para las necesidades de gasto. Como consecuencia, el Estado emitía títulos de deuda pública cuyos intereses no siempre podía pagar; la renegociación de esta deuda debilitó la posición española en los mercados exteriores, recortando sus posibilidades de recurrir a préstamos para financiar las inversiones. Al mismo tiempo, para atraer compradores para la deuda ofrecía altos tipos de interés, con lo que encarecía las inversiones en el conjunto de la economía. Los déficits y la deuda pública condicionaron muchas importantes medidas de política económica: las desamortizaciones se hicieron mediante subasta al mejor postor, aunque podría haber sido mejor garantizar el acceso de los campesinos a la propiedad de sus tierras; también la construcción del ferrocarril (financiada en buena parte con la desamortización de Madoz) se abrió en condiciones muy favorables a la inversión exterior; del mismo modo las concesiones mineras a inversores extranjeros tras 1868 estuvieron condicionadas por debilidad de la hacienda, como la concesión a los Rothschild en 1870 de la explotación del mercurio de Almadén por treinta años, que les convirtió en prácticos monopolistas de ese metal en el mundo. El último periodo se sitúa entre la década de 1880 y 1913. Está marcado en primer término por los efectos de la depresión agraria, que hunde los precios y la actividad económica, y por el fin del imperio colonial en América y Filipinas en 1898. Aunque en muchos aspectos significa una prolongación de los rasgos del periodo anterior –peso abrumador del sector agrario, atraso industrial, balanza comercial deficitaria y propia de país atrasado, problemas hacendísticos, etc. – lo cierto es que supone el inicio de un avance sostenido de modernización que sólo se romperá, parcialmente, con la Guerra Civil de 1936-39. En muchos sentidos, las cosas ya no irán a peor. Demográficamente la mortalidad comienza un rápido descenso, y ya no volverán las mortandades catastróficas. Las tasas de alfabetización y la formación de capital humano mejoran también lentamente, y la urbanización comienza a despegar. La agricultura, tras el shock de la crisis de fin de siglo, se reajusta, bien sea expulsando trabajadores hacia la emigración o profundizando en la especialización en productos de exportación: en ambos casos crece, aunque sea lentamente, la productividad. La industria es, sin embargo, la que sigue tirando del crecimiento, gracias a la inversión privada, en ocasiones alimentada por capitales repatriados desde las colonias. A la ampliación y diversificación del núcleo catalán, se suma un fuerte foco de industria pesada en el País Vasco, en torno a los altos hornos de Vizcaya; y aunque hay presencia de capital extranjero, el capital local supone la mitad de las inversiones. La entrada de tecnología y capitales extranjeros alentaron también el desarrollo de algunos sectores nuevos, como la industria eléctrica o química, y servicios de red (aguas, electricidad, telefonía). Alimentados por los sectores industriales y comerciales, comienzan a surgir a finales de siglo los primeros bancos modernos, al tiempo que la circulación de papel moneda y las cuentas bancarias empiezan a desplazar al papel del dinero metálico en la circulación monetaria. Aunque el Estado sigue arrastrando déficits, una serie de reformas hacendísticas inauguradas por Raimundo Fernández Villaverde en 1899-1900 permitieron UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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sanear los ingresos y reducir los déficits. El dualismo económico seguía siendo muy marcado, pero surgían núcleos nuevos de modernización económica: el País Vasco, Madrid, Valencia. Aunque con resultados muy inferiores a los pioneros y sus imitadores, o incluso frente a otros rezagados como Italia o Portugal, España parecía avanzar con paso lento, pero seguro, por la senda de la industrialización.

7. 3. 4. El pionero asiático: Japón Antes de 1850 Japón era un país todavía anclado en un pasado de profundos rasgos feudales. La mayor parte de la población vivía en el medio rural, con una agricultura basada en el cultivo del arroz en la que los campesinos eran en su mayoría arrendatarios o colonos de los daimios. Estos eran a la vez grandes propietarios y señores feudales que impartían justicia en sus territorios, disponían de ejércitos propios y cobraban tributos en especie, que suponían un alto porcentaje de la cosecha. La autoridad central estaba encarnada por el shogun, un gobernador o valido que era el más poderoso de los señores feudales, mientras que el emperador quedaba reducido a funciones meramente ceremoniales. La familia Tokugawa ejercía el shogunato desde 1603, gobernando Japón a través de una administración central situada en Edo (Tokio), con los daimios a sus órdenes. Los daimios contaban a su servicio con tropas de samurais, caballeros formados para la guerra pero que con el fin de los conflictos internos habían quedado sin función militar, muchos de ellos empobrecidos y obligados a buscar medios de vida alternativos. En el siglo XVII el crecimiento económico incentivó la especialización agraria, con una creciente importancia de cultivos como el té, el algodón, la caña de azúcar o la cría de gusanos de seda. Se extendió la economía monetaria y la dedicación al comercio de sectores intermedios tanto procedentes del mundo rural como de los samurais. La elevación de la renta produjo una creciente diferenciación social. Una peculiaridad llamativa de la economía japonesa era su cierre al exterior. Tras unos primeros contactos con los europeos en el siglo XVI, cuando mantuvieron relaciones comerciales con portugueses y holandeses, y permitieron la entrada de misioneros católicos, a comienzos del XVII la política del shogun cambió, prohibiendo el cristianismo y restringiendo al máximo el comercio con el exterior. Este quedó durante más de dos siglos reducido a los intercambios con algunos juncos chinos y con una colonia holandesa establecida en Nagasaki. Los japoneses tenían prohibido salir del país bajo pena de muerte. Esta situación se fue suavizando desde mediados del siglo XVIII, y algunos japoneses consideraban la posibilidad de una apertura al exterior. Sakuma Shozan (1811-1864), un funcionario encargado de la defensa costera, se mostraba partidario de adoptar armamento occidental así como de la construcción de una flota, sobre todo tras las noticias de la derrota de China en las guerras del Opio. Sin embargo el cambio radical llegó a mediados del siglo XIX, con las visitas del comodoro Perry a Japón, en 1853 y 1854, al mando de una flota estadounidense. Los “barcos negros” de Perry, (denominados así por la carbonilla de sus chimeneas), fuerzan la apertura comercial que se materializa con la firma en 1858 del tratado Harris, uno de los “tratados desiguales” que las potencias europeas y Estados Unidos impusieron en Asia por estas fechas. El tratado obligaba a Japón a abrir nuevos puertos al comercio internacional, les UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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permitía traficar con cualquier tipo de producto (incluida la exportación de plata y oro, aunque no el opio), concedía a los comerciantes privilegios de extraterritorialidad y establecía unos aranceles muy moderados (no más del 5%). Los tratados fueron sentidos como una imposición humillante por muchos japoneses, aunque de hecho era el reconocimiento de la inferioridad militar de Japón. Los acuerdos agudizaron las tensiones internas, con revueltas y atentados tanto a los extranjeros como a miembros del gobierno. Buena parte de los samurais mostraba una abierta oposición a la política gubernamental y las potencias extranjeras presionaban para evitar la revocación de los tratados. Entre 1860 y 1868 se fue fraguando un ambiente que pasó de las revueltas y estallidos aislados, a la convicción de la necesidad de establecer un gobierno fuerte y una economía próspera que pudieran contrarrestar la amenaza exterior. Esta nueva postura aglutinó sobre todo a los samurais que terminaron por deponer a la dinastía Tokugawa. La restauración Meiji (1868-1912) La restauración Meiji de 1868 coloca al emperador (que toma ese nombre, Meiji, por el que se conoce al periodo) como cabeza del nuevo Estado, que adopta modelos legislativos e institucionales de Occidente: la abolición del sistema feudal, decretada en 1871, elaboración de una constitución y leyes modernizadoras, así como una reorganización territorial en prefecturas donde los representantes quedan bajo las órdenes del gobierno central. Entre las reformas más importantes destaca la reforma fiscal/agraria llevada a cabo en 1871-73 con el fin de extraer recursos de la agricultura para emplearlos en la modernización del país, a la vez que se suprimen los derechos feudales de los daimios a cambio de una compensación. La reforma educativa, a partir de 1872, extiende una red de escuelas primarias y secundarias dirigidas a difundir entre la población los conocimientos y prácticas tomados de Occidente. En la educación superior este sistema tiende a establecer en los puestos principales a profesores formados en Occidente, así como la contratación de técnicos y profesores occidentales para impartir clases en las universidades niponas, especialmente en materias científicas y técnicas. Otro de los objetivos modernizadores era el ejército, en sus inicios supervisado por una misión francesa. Se adoptó un sistema de reclutamiento que permitía la movilizar a un importante contingente y una escala de mando inspirada en el ejército prusiano. En 1894, en vísperas de la guerra con China, el ejército japonés ya estaba dotado con material moderno, la mayor parte de fabricación nacional. El papel de la agricultura, como en cualquier proceso de industrialización, es fundamental, ya que es el sector predominante tanto en empleo como en producto, y por tanto la principal fuente de ingresos fiscales del Estado. Además, desde el sector primario se producen los principales artículos para la exportación (té y seda). Por este motivo las medidas del gobierno tendieron a incrementar la producción a través de la extensión de la formación técnica de los campesinos en nuevos métodos de cultivo, fertilización y lucha contra las plagas. Se crearon escuelas técnicas de agronomía para la mejora y selección de semillas. Las reformas agrarias no alterarán sin embargo el sistema de explotaciones, que quedarán en su mayoría bajo formas de agricultura intensiva en pequeñas parcelas con trabajo familiar. La producción se incrementó por la puesta en UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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cultivo de nuevas superficies, un 10% más entre 1880 y 1900, pero sobre todo por una mejora de productividad, un 30% entre ambas fechas, que permite liberar mano de obra para la industria. El Estado es consciente de que el único recurso para no caer bajo la dependencia colonial occidental es imitar sus sistemas productivos y modernizar el país. Varias misiones viajan al extranjero en la década de 1870 para copiar sus instituciones y tecnología, así como sistemas de armamento y construcción naval. Y al mismo tiempo se emprende un plan de iniciativas económicas que promueven la industrialización y orientan el comercio exterior para obtener recursos financieros para compensar la compra de maquinaria. Uno de los sectores que rápidamente se modernizó fue el transporte, a través de la iniciativa estatal en la construcción de líneas ferroviarias, que luego serán completadas por la iniciativa privada. También se desarrolló el comercio marítimo de cabotaje entre los principales puertos, con empresas navieras que cuentan con subsidios estatales. El comercio exterior, que se basa en la venta de seda y té a cambio de manufacturas y maquinaria, era deficitario en la década de 1870. Para resolverlo, como no se puede alterar la política arancelaria según los tratados desiguales, el Estado mejora los criterios de calidad de los productos de exportación a través de la difusión de nuevas técnicas en la hilatura de seda, y la creación de fábricas con maquinaria occidental. Estas medidas incrementarán la producción, pero sobre todo el valor de las exportaciones (con más tejidos), principalmente a Estados Unidos (tabla 7.9). Tabla 7.9 Participación de los textiles en las exportaciones totales de Japón (% en valor) Algodón Seda Hilo Tejidos En bruto Tejidos 1890-4 0.2 0.9 38.0 4.7 1895-9 8.4 1.7 31.7 7.2 1900-4 9.3 2.4 29.2 10.6 1905-9 7.7 3.8 28.8 8.0 1910-14 10.9 5.1 30.8 6.4 Fuente: Y.Andō (1975): Kindai Nihon Keizai Shi Yōran,Tokio, Tokyo University Press, 118 A partir de la década de 1880 el Estado cambia la política de estímulo directo a la industria por la privatización de activos industriales, que pasan a los zaibatsu, grandes conglomerados de empresas, en tanto que el gobierno se centra en potenciar la educación y estímulos indirectos como los contratos para fabricación de armamento. El sector privado cobra la iniciativa en la inversión y comienza a controlar el sector del comercio exterior, hasta entonces en manos de extranjeros. Por sectores industriales, el textil es el que aporta mayor valor añadido y un peso creciente en las exportaciones. Aunque buena parte todavía se rige por métodos tradicionales, se produce la progresiva concentración de la hilatura en fábricas, con el uso de maquinaria, sustituyendo progresivamente al trabajo en el medio rural, que producía bienes de menos calidad. La demanda internacional de seda fue en aumento, lo que alimentó el crecimiento de la producción progresivamente hacia fábricas más grandes. Un proceso similar se dio en el algodón, producto orientado a la sustitución de importaciones, con un rápido aumento entre 1886 y 1890, y que posteriormente fue ocupando un papel UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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creciente en la exportación. El posterior acceso privilegiado a los mercados chino y coreano, junto con las rebajas en los aranceles a la materia prima, supuso un poderoso impulso que hizo pasar de las 382.000 hilanderías en 1893 a 2,4 millones en 1913 y 6,6 millones en 1929, y una progresiva concentración empresarial. La producción de hilaza se multiplicó por seis entre fines del siglo XIX y 1925-29, y su destino se orientaba cada vez más a las fábricas de tejido modernas, orientadas tanto al mercado interior como al exterior (tabla 7.9). Figura 7. 1 Estructura de un zaibatsu

Fuente: Elaboración propia a partir de Bénichi y Nouschi (1987: 159) El sector siderometalúrgico creció aun más rápido, gracias en parte al tirón del gasto en armamento –guerras contra China en 1894-95 y Rusia 190405– para reforzar el poderío militar. El aumento del presupuesto en armamento e industrias relacionadas supuso un tirón que afectó a toda la economía, incluida la extracción de carbón con métodos modernos. El crecimiento industrial de Japón se basaba en un modelo intensivo en trabajo, ya que éste era abundante y barato. También mostraba un marcado dualismo, donde al tiempo que se mantenía un extenso sector de pequeñas empresas, relacionadas principalmente con bienes de consumo (elaboración de alimentos, textil, cerámica, etc.) se incrementaba el papel de los grandes conglomerados industriales, zaibatsu, que controlaban varios sectores económicos, como el caso de Mitsui, o Mitsubishi, con grandes intereses en el comercio exterior, sector naviero además de empresas industriales textiles, siderúrgicas, etc. Estos conglomerados disponían a su vez de bancos para ordenar sus inversiones y controlar otras empresas (ver figura 7.1). La apertura japonesa al exterior fue inmediata desde comienzos de la década de 1870 y con resultados notables. En un principio las exportaciones consistían en productos primarios y semiacabados, entre los que destacaba el hilo de seda, a cambio de manufacturas y bienes de equipo. Posteriormente Japón comenzó a exportar bienes semiacabados y manufacturas –tejidos bastos de algodón, telas de seda- aunque mantuvo parte de las importaciones de bienes de equipo a la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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vez que se convirtió en importadora de alimentos y materias primas industriales, principalmente algodón en rama, carbón y hierro. El crecimiento del comercio exterior obligó a buscar mercados y zonas de provisión, lo que derivó en una política imperialista en Asia que culminó con las guerras chino-japonesa de 1894-95 y ruso-japonesa de 1904-5, saldadas ambas con victoria nipona. La primera le concedió la soberanía sobre Taiwán, y la segunda el protectorado sobre Corea, así como una zona de influencia en el norte de China.

7.4 La industrialización y el triunfo del librecambio. La supremacía británica. Durante el siglo XIX crece el peso de Europa en el mundo, de la mano de los procesos de industrialización que se llevan a cabo en el continente. A mediados del siglo XIX Europa contaba con una quinta parte de la población mundial, pero la correspondían un 70% de todos los intercambios. Dentro de este panorama Gran Bretaña era el líder indiscutible, ya que con el 2% de la población mundial su comercio representaba casi el 20% del total. La aceleración de los intercambios fue impulsada por el rápido crecimiento de la demanda de materias primas, alimentos y manufacturas, que originó una creciente interconexión entre las economías de los distintos territorios. Desde la publicación de la Riqueza de las Naciones por Adam Smith, había ido ganando la idea de que la prosperidad económica se apoyaba en la especialización y la eliminación de trabas en los mercados. Adam Smith había criticado las políticas mercantilistas, que Gran Bretaña todavía mantenía en buena medida a través de las leyes de Cereales o las vinculadas a las leyes de Navegación. Otro economista, David Ricardo (1772-1823), profundizó en las tesis librecambistas, criticando la vigencia las leyes de Cereales, que mantenían elevados los precios de los alimentos reduciendo el poder de compra de los trabajadores y los beneficios de los empresarios, y propugnando la libertad comercial apoyada en la especialización. En su obra Principios de Economía Política y Tributación (1817), David Ricardo esbozó la teoría de las ventajas comparativas, donde planteaba que cada país se debía especializar en aquellos bienes sobre los que contaba con una mayor eficiencia en sus factores de producción. Puso como ejemplo a Inglaterra, productor de textiles y Portugal, productor de vino. Portugal se debía especializar en producir vino e Inglaterra en los textiles, obteniendo beneficios ambos países. En la década de 1840, los industriales ingleses veían que los costes de producción estaban siendo presionados al alza por las necesidades de los trabajadores, que tenían que pagar unos alimentos muy caros. La nobleza terrateniente había conseguido mantener unos derechos de importación que cerraban el mercado inglés a las importaciones de cereales, lo que se traducía en precios interiores muy elevados. Esta situación fue resuelta en 1846, en el contexto de una fase de crisis agraria, cuando el Parlamento derogó la ley de Cereales y con ello abrió el mercado británico a las importaciones de grano. Poco después también se derogarían el resto de las normas mercantilistas. Con la creciente influencia de Gran Bretaña, las tesis librecambistas se fueron extendiendo por el continente, El principal impulso se produjo en la década de 1860 tras la firma del acuerdo Cobden-Chevalier con Francia, visto UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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anteriormente, al que siguieron otros muchos acuerdos bilaterales apoyándose en los efectos de la cláusula de nación más favorecida. Las potencias europeas presionan en otras zonas del mundo por la apertura de los mercados y, en este sentido, fuerzan a China, Japón y Turquía, para rebajar los aranceles, política que se ha denominado “el imperialismo del libre comercio”. En el caso de China, estos acuerdos (como el de Nanking,1842) resultaron de la derrota surgida del conflicto de las guerras del opio con Gran Bretaña, lo que tuvo como consecuencia la apertura del mercado chino y la rebaja de los aranceles a las mercancías importadas, zonas de influencia y privilegios de extraterritorialidad a los comerciantes europeos. De igual forma, Japón tuvo que abrir su mercado al exterior desde 1854, situación que se tradujo en un acuerdo, establecido en 1858, por el que se imponía un arancel para las importaciones no superior al 5% durante 40 años. La India, al estar controlada como colonia por Gran Bretaña, tuvo que ajustarse también a una política marcada de aranceles bajos, que favoreció las importaciones. Desde mediados del siglo XIX la India consumió habitualmente entre un cuarto y un tercio de las exportaciones británicas. Como principal nación manufacturera, Gran Bretaña se especializó en la venta de textiles de algodón y productos siderúrgicos. Sin embargo, la balanza comercial era deficitaria por el abrumador peso de las importaciones de alimentos y materias primas. Tras la derogación de las leyes de Cereales, las importaciones de trigo se dispararon, y en 1858 suponían casi un 15% de las importaciones totales, segundo capítulo tras el algodón en rama. Los principales socios comerciales británicos eran Estados Unidos, proveedor de algodón en bruto, y la India, que había cambiado notablemente su perfil en el comercio internacional, pasando de exportar manufacturas a vender materias primas, como opio o algodón en rama, e importar manufacturas de algodón, principalmente británicas. Tabla 7.10 Balanza de pagos corriente de Gran Bretaña (1816-1870)

1816-1820 1826-1830 1836-1840 1846-1850 1856-1860 1866-1870

emigrantes, Beneficios, Seguros saldo Balanza turistas, transportes intereses, ,intermediación, neto dividendos comisiones total comercial gobierno marítimos -11 -3 10 8 3 7 -14 -3 8,5 9,5 2 3 -23 -4 11 15 4 3 -25 -6 14 18 4 5 -33,5 -8 26 33,5 8 26 -65 -9 45 57 13 41

Medias anuales en millones de libras. Fuente: M. Beaud (1990:145). El saldo comercial británico fue deficitario durante todo el siglo XIX. Sin embargo, la balanza de pagos (que engloba no sólo las mercancías, sino los capítulos del transporte, intermediación y movimientos de capital) era excedentaria, pues el saldo comercial negativo se compensaba con otros capítulos, como los beneficios derivados del transporte marítimo o los beneficios de las inversiones en el exterior (tabla 7.10) El dominio del transporte marítimo quedaba de manifiesto en la capacidad de carga de su marina mercante, que UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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durante la segunda mitad del siglo XIX alcanzaba casi la tercera parte del total mundial (tabla 7.11). Tabla 7.11 Carga útil de la marina mercante británica y el resto del mundo,18201913. Millares de Tm

1820 1850 1900 1913

Marina a vela 2.436 3.397 2.096 843

Gran Bretaña Marina a vapor 3 168 7208 11273

Carga útil total 2.448 4.069 30.928 45.935

Resto del mundo Marina a Carga útil Marina a vela vapor total 5.800 20 5.880 11.400 800 14.600 6.500 22.400 96.100 4.200 41.700 171.000

Fuente: A. Maddison (2002:95) Sin embargo, las tesis librecambistas fueron discutidas por partidarios de la protección a la industria naciente, que veían en los peligros de la superioridad tecnológica británica una ventaja decisiva para el crecimiento industrial. En Estados Unidos, Alexander Hamilton tuvo un papel muy influyente en el diseño de una política comercial proteccionista que dominó las relaciones exteriores durante prácticamente todo el siglo XIX, convirtiendo a Estados Unidos en uno de los países más proteccionistas del mundo. Sus escritos, especialmente Report on Manufactures (1791), influyeron en otros autores, como el alemán Friedrich List, que en su Sistema Nacional de Economía Política (1841), elaboró la teoría de la defensa de la industria naciente como paso previo al desarrollo, uno de cuyos elementos básicos era la protección contra la competencia extranjera. Los partidarios del proteccionismo de la industria naciente argumentaban que el librecambismo beneficiaba a los países con una industrialización ya madura, pero que habían utilizado herramientas proteccionistas en el proceso previo, algo que intentaban impedir a los nuevos países engancharse al proceso de industrialización. La especialización según unas hipotéticas ventajas comparativas podía significar para muchos países la vía hacia un subdesarrollo permanente. El debate no ha concluido desde entonces y marca las discusiones sobre el modelo a seguir por los países en desarrollo (la tesis de retirar la escalera, Chang 2004). 7. 5 El mundo tras la industrialización A comienzos del siglo XX sólo un puñado de países, la mayor parte en Europa, había logrado elevados índices de industrialización, lo que suponía una transformación estructural de sus economías y una sensible elevación de la renta per cápita. La difusión de la industrialización alteró los equilibrios económicos en el mundo, abriendo la brecha de Europa con Asia, que hasta entonces había dominado la producción industrial. En 1860, Europa supera la mitad del producto industrial total (gráfico 7.5); su población más que se duplica entre 1800 y 1900, y pasa de representar algo más de un quinto de la población mundial a superar una cuarta parte, y eso sin tener en cuenta los emigrantes europeos que desembarcaron en otros continentes. Mientras tanto, Asia y África redujeron su peso demográfico y económico. La industrialización consolidó el poder económico europeo y afirmó su influencia en todos los continentes. También afirmó el poder y la ideología de la expansión del mercado como UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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motor del crecimiento por todo el mundo. No resulta extraño que en 1860 las naciones con un alto índice de industrialización, incluyendo a los Estados Unidos, fueran capaces de imponer sus condiciones a China y Japón con la firma de tratados desiguales para abrir el comercio a los países occidentales. Mientras que China se quedó a merced de las condiciones impuestas por los extranjeros, Japón inició una vía de modernización para contrarrestar el poder occidental, logrando altos índices de crecimiento a fines del siglo XIX, hasta convertirse en el primer país industrializado en Asia. Gráfico 7.5. Participación en el producto industrial mundial (1750-1900)

Fuente: Marks (2007: 181) Fuera de Europa, sólo Estados Unidos y Japón, por caminos bien diferentes, conocieron esas transformaciones. Hacia el último cuarto del siglo XIX, el desarrollo de la segunda revolución industrial permitirá el rápido crecimiento de Alemania y Francia, y aún con más vigor el de los Estados Unidos. Los países más atrasados de Europa inician el proceso con diferentes velocidades, según el grado de preparación o la aptitud de las instituciones para adoptar los cambios. Mientras que en el norte de Europa se aprovecha el tirón de la demanda para iniciar vías de modernización, en el Este y el Sur los procesos serán más lentos y desiguales. Rusia, a pesar de sus avances, todavía en 1914 es un gran país con un pesado lastre agrario. La superioridad económica que confiere el desarrollo industrial pone el resto del mundo a merced de los intereses de las naciones más adelantadas, que exigen materias primas y acceso a los mercados para obtenerlas y vender sus productos. Los capitales circulan desde el centro a la periferia para fundar empresas y redes de transporte que permiten una mayor integración. A mediados del siglo XIX se firman acuerdos para facilitar la expansión del comercio internacional, o se imponen a las naciones que se niegan, caso de China o Japón. La industrialización ya afecta a todo el mundo, sea como partícipe, como aspirante, como afectado o como víctima. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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5. Resumen En estas páginas se ha tratado de: a) Presentar el concepto y las grandes etapas de la industrialización en el siglo XIX. b) Subrayar los factores comunes en los procesos de industrialización, especialmente en el papel de la agricultura, el Estado y las instituciones y las influencias exteriores. c) Mostrar los hechos y rasgos principales de distintos procesos de industrialización, tanto en Europa como fuera de ella. d) Exponer los principales indicadores cuantitativos del progreso o atraso en la industrialización. e) Buscar elementos comunes en los distintos procesos que permitan establecer unas pautas o modelos diferenciados de industrialización. f) Introducir razonamientos económicos sobre la escasez y abundancia relativa de determinados factores de producción a la hora de explicar algunas de estas pautas. g) Discutir las ventajas e inconvenientes que los países rezagados tenían frente a los pioneros en la industrialización. h) Ofrecer un marco de evoluciones nacionales que permita entender el gran cambio de los mercados mundiales a partir de 1870. i)

Explicar la fase librecambista que se extiende desde Gran Bretaña a mediados del siglo XIX.

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6. Conceptos básicos Zollverein Cártel Librecambio Relación real de intercambio Banca de negocios trust Balanza de pagos

Código Civil Société Genérale dualismo mir aparcería. Zaibatsu. Proteccionismo.

7. Referencias BEASLEY, W.G. (1990): Historia contemporánea de Japón, Madrid, Alianza. BEREND, Ivan, T. y RANKI, G. (1988), “Una industrialización sin revolución industrial. La periferia europea en el siglo XIX”. En VV.AA. La Revolución industrial, Barcelona, Crítica. CHANG, Ha-Joon (2004): Retirar la escalera. La estrategia del desarrollo en perspectiva histórica, Madrid, La Catarata-Universidad Complutense. COMÍN, Francisco; HERNÁNDEZ, Mauro; LLOPIS, Enrique (eds.) (2002): Historia económica de España, Barcelona, Crítica. DI VITTORIO, Antonio, coord. (2003): Historia económica de Europa. Siglos XVXX, Barcelona, Crítica. ESCUDERO, Antonio (2005): “La Revolución Industrial en Gran Bretaña (17601840)”, en COMIN, F., HERNÁNDEZ, M. y LLOPIS, E. eds. (2005): Historia económica mundial. Siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 155-197. FELIU, Gaspar y SUDRIÀ, Carles (2007): Introducción a la historia económica mundial, Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia. GERSCHENKRON, Alexander (1973): Atraso económico e industrialización. Barcelona, Ariel. MADDISON, Angus (2002), La economía mundial. Una perspectiva milenaria, Madrid, Ediciones Mundiprensa. NADAL, Jordi (1973), El fracaso de la revolución industrial en España, Barcelona, Ariel. PIERENKEMPER, Toni (2001), La industrialización en el siglo XIX, Madrid, Siglo XXI. POLLARD, Sidney (1991): La conquista pacífica. La industrialización de Europa, 1760-1970, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza. POUNDS, N. J. G. (2000): Geografía histórica de Europa, Barcelona, Crítica.

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Tema 8. Segunda revolución industrial y primera globalización (c. 1870-1914) 1. Resultados de aprendizaje Esperamos que el estudio del tema le permita: 1. Definir el concepto segunda industrialización y diferenciarla de la primera industrialización. 2. Caracterizar la primera globalización de la economía mundial. 3. Analizar los factores que explican la oleada de políticas proteccionistas a partir de la década de 1870. 4. Esquematizar el funcionamiento del patrón oro y explicar su contribución al crecimiento del comercio. 5. Establecer los rasgos más notables de la intervención del Estado en las distintas economías europeas. 6. Definir el concepto de imperialismo, y explicar los factores de su aparición en este momento histórico. 7. Analizar los efectos que la crisis de 1873 y la pérdida de las colonias tuvieron sobre la economía española.

2. Índice 8.1. La segunda industrialización 8.1.1. La base científica del cambio tecnológico 8.1.2 El nuevo papel del capital humano 8.1.3 La revolución de los transportes y las comunicaciones: la vuelta al mundo en ochenta días 8.1.4 La renovación de la industria pesada: siderurgia, química, eléctrica 8.1.5. Del carbón al petróleo 8.1.6. La aportación del marco institucional 8.2. La internacionalización de la economía: avances en la integración de mercados y movilidad de factores 8.2.1 El desarrollo y transformaciones del comercio internacional 8.2.2. Los flujos migratorios: dimensiones y sus efectos sobre la distribución de la renta 8.2.3 Integración de los mercados de capital 8.3. La “Gran Depresión” y el nacionalismo económico 8.3.1. Reacciones: el nuevo papel de los Estados 8.4. La economía española de la Restauración a la Primera Guerra Mundial 8.4.1. La evolución económica y la depresión finisecular 8.4.2. Proteccionismo agrario y proteccionismo industrial 8.4.3 La pérdida de las colonias y la hacienda pública 8.4.4 El auge de principios del siglo XX y el arranque de la segunda revolución industrial 8.4.5 Balance del período UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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3. Algunas preguntas iniciales

 ¿Es la globalización un fenómeno de nuestros días? Y si no lo es ¿cuándo empezó?  ¿Qué semejanzas y diferencias tienen la globalización del último cuarto del siglo XIX con la del siglo XX?  ¿Son

tan

evidentes

las

ventajas

del

libre

comercio?

¿Y

sus

inconvenientes?  ¿El comercio mundial es un juego de suma cero (donde tiene que haber ganadores y perdedores) o de suma superior a cero (donde puede ocurrir que todos ganen)?  ¿Por qué algunas potencias industriales no practicaron el librecambio?  ¿En qué se diferencia el proteccionismo de último cuarto del siglo XIX de las políticas mercantilistas de siglos anteriores?  ¿Por qué el hundimiento de los precios de fines del XIX (Gran Depresión) coincidió con un crecimiento de los salarios reales y mejoras del nivel de vida?

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4. Contenidos del tema Cuando hablamos hoy de la globalización –un proceso que no sólo afecta a la economía—, tal vez no seamos conscientes de que constituye la fase más avanzada de un proceso de progresiva ampliación de los circuitos de circulación de ideas, personas, mercancías, capitales (y por supuesto armas) que arranca desde épocas muy remotas. Pero si un período merece el nombre de primera globalización es la segunda mitad del siglo XIX, prolongada hasta la víspera de la Primera Guerra Mundial. A lo largo de estas décadas se produce el espectacular aumento de los flujos de mercancías, de capitales y de personas. Las fuerzas que lo impulsan proceden de las naciones industrializadas o en proceso de industrialización, con particular protagonismo de Gran Bretaña. Los distintos fenómenos de esta primera globalización tienen que ver todos, en alguna medida, con las fronteras nacionales. De hecho, buena parte de la historia de los avances y retrocesos del librecambio nacen del intento de reducir la densidad de esas fronteras en forma de aranceles, contingentes o derechos diferenciales de bandera. Desde el punto de vista monetario, el patrón oro puede entenderse como un mecanismo para crear una moneda universal; es decir, sin fronteras. Los flujos de capitales (inversiones) y personas (migraciones) irán en cambio encontrándose con barreras cada vez más altas a medida que avance el período, pero eso no impedirá que se multipliquen. Por último, otra parte de la historia tiene que ver con la apertura forzosa de fronteras –como hicieron los norteamericanos y europeos en Asia– e incluso con la creación de fronteras allí donde no existían antes, como en África. Es la cara menos pacífica pero igualmente real de la primera globalización. Este tema complementa con una óptica internacional el análisis de los procesos nacionales de industrialización de los temas anteriores. Por ello, en algún momento se hace referencia a procesos y fenómenos ya examinados, pero poniéndolos en un contexto internacional y comparativo. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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8.1 La segunda industrialización. La expresión “segunda revolución industrial” (o segunda revolución tecnológica, en otros autores) se ha utilizado para caracterizar los avances científicos y técnicos que tuvieron lugar en el último tercio del siglo XIX. Sus características y sobre todo los factores que influyeron en la innovación técnica la diferencian claramente de la primera revolución industrial iniciada en el siglo XVIII. La segunda revolución industrial marca también un cambio en el liderazgo tecnológico en favor de Alemania y Estados Unidos y en detrimento de Gran Bretaña. En cuanto a la denominación, las mismas razones que hacen considerar inadecuado hablar de “revolución industrial” para referirnos a las transformaciones estructurales fuera de Inglaterra, nos hacen preferir el término de segunda industrialización para hablar de un proceso que se prolongó en el tiempo y afectó de modo distinto a muy diversos países y sectores. 8.1.1. La base científica del cambio tecnológico Los avances técnicos de la revolución industrial inglesa fueron obra de artesanos hábiles y apenas guardaron relación con avances científicos. Podríamos decir que primero se inventó la máquina de vapor y posteriormente se formularon las leyes de la termodinámica, que explicaban por qué, a veces, esas máquinas de vapor no explotaban. La segunda industrialización en cambio fue el resultado directo de la aplicación de una serie de avances científicos a la tecnología y a la organización de la producción. La investigación y el desarrollo científico precedieron y fueron condición necesaria para las innovaciones tecnológicas. 8.1.2 El nuevo papel del capital humano En este contexto, el capital humano vio revalorizada su importancia. Por un lado era necesario disponer de una masa crítica de científicos capaces de avanzar la investigación básica. Asimismo, se necesitaban ingenieros que pudieran aplicar los avances científicos al desarrollo tecnológico; muchos de ellos engrosarían las filas de un grupo de empresarios de nuevo tipo, que ya no eran los propietarios de las empresas sino gestores profesionales. Por último era necesario disponer de una base de trabajadores con un sólida formación técnica, capaces de manejar las nuevas máquinas y llevar a cabo los nuevos procesos de producción. La disponibilidad de ese capital humano dependía básicamente del sistema educativo. En este sentido Alemania y Estados Unidos estuvieron a la cabeza. Autores como David Landes han señalado que esta es una de las causas que explican la pérdida del liderazgo industrial británico en el último cuarto del siglo XIX. El sistema educativo británico tenía como objetivo proporcionar a una gran masa de población unos conocimientos elementales que facilitasen su integración en la sociedad. Las universidades británicas estaban más orientadas a la formación de las élites y cuadros pero relegando a un segundo plano la formación científico-técnica. Poco había en el sistema británico parecido a una formación profesional. Frente a esto Estados Unidos y, especialmente, Alemania contaron con un sistema educativo capaz de proporcionar formación básica a amplias capas UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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de la población, así como de una red escuelas técnicas en las que formar a trabajadores especializados y por último de un sistema universitario en el que la formación científica y técnica recibía una atención preferente. Este sistema educativo permitió a ambos países contar con capacidad de innovación tecnológica y mano de obra especializada capaz de desarrollar las nuevas industrias siderúrgicas, químicas y eléctricas. 8.1.3 La revolución de los transportes y las comunicaciones: la vuelta al mundo en ochenta días Si los primeros navegantes portugueses y castellanos que circunvalaron el globo en el siglo XVI emplearon más de dos años en su viaje, el título de la obra de Julio Verne resume claramente los avances del transporte en el siglo XIX. Si en el siglo XX la revolución de las comunicaciones ha estado protagonizada por el automóvil, el teléfono y el avión, en el siglo XIX tal protagonismo correspondió al ferrocarril, el telégrafo y la navegación a vapor. Por lo que respecta al ferrocarril, el factor determinante fue la extensión de las redes ferroviarias dentro de cada país y posteriormente la interconexión de dichas redes entre 1850 y 1870. En el período que abarca este tema se desarrollaron redes secundarias nacionales; se llevó a cabo la apertura de los túneles transalpinos, que mejoraron notablemente las comunicaciones norte/sur dentro del continente europeo; al otro lado del Atlántico se construyeron líneas transcontinentales en Estados Unidos (1883-1893) y, finalmente, en el Imperio ruso se construyó el transiberiano entre 1891 y 1913. La construcción de estas líneas que conectaban el interior del continente con los puertos tuvo un impacto mayor sobre el desarrollo de los intercambios que los propios avances del transporte marítimo. Al tiempo que las redes se ampliaban se produjeron mejoras en la eficiencia de las locomotoras, que permitieron aumentar la capacidad de carga y reducir el coste por tonelada transportada, y con ello el precio del transporte terrestre. Tabla 8.1 Extensión de la red ferroviaria mundial (miles de km)

Europa Gran Bretaña Alemania Francia Rusia

1850 23,5

1870 104,0

1900 282,0

1913 359,0

10,5 6,0 3,0 1,0

24,5 19,5 17,5 10,5

33,0 43,0 36,5 50

38,0 61,0 49,5 65,0

América del Norte 14,8 América del Sur y Centro -Asia -África -Oceanía 0,04 Fuente: Ocampo Suárez-Valdés (2007:129), basado 1780-1880

90,0 357,0 457,0 3,0 42,0 107,0 8,4 60,0 108,0 1,8 20,0 44,0 1,8 24,0 35,0 en Rioux (1971): La révolution industrielle,

Los orígenes de la navegación a vapor se remontan a las primeras décadas del siglo XIX. Se aplicaron inicialmente a la navegación fluvial (ríos o canales), donde la navegación a vela era prácticamente imposible lo que obligaba a recurrir a la tracción animal en los trayectos contracorriente. Las primeras embarcaciones a vapor empleaban grandes ruedas de palas, que se UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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adaptaban mal a la navegación marítima y oceánica. Esta se enfrentaba además al problema de la poca fiabilidad de las máquinas (lo que hacía necesario combinarlos con velas) y la necesidad de cargar grandes cantidades de carbón para las travesías más largas. No obstante, en 1838 la embarcación británica Sirius completó la primera travesía del Atlántico. Por todo ello, los principios de la navegación en las grandes rutas oceánicas fueron complejos y la competencia con la navegación a vela fue dura, máxime teniendo en cuenta la notable mejora de la eficiencia de esta última, con la botadura de los clippers de cuatro mástiles, con una capacidad de carga de 3.000 a 5.000 toneladas, y capaces de hacer 300 millas por día (de 12 a 14 días en atravesar el Atlántico). Hasta 1875 los vapores no representaron competencia para los clippers. Sólo entonces cuajaron una serie de innovaciones técnicas que mejoraron la fiabilidad, eficiencia y rentabilidad económica de los vapores. Entre ellas hay que mencionar la sustitución de la rueda de palas por hélices a partir de 1843. La construcción de cascos de hierro primero y de acero (desde 1883) y la introducción de máquinas compuestas de doble y triple expansión que requerían menos combustible, con lo que se aumentaba la capacidad de carga de mercancías. Por otro lado, la apertura en 1869 del canal de Suez, de 162 km de longitud, obra del ingeniero francés Ferdinand Lesseps, resultó decisiva para que se impusieran los vapores en las largas rutas, al evitar la circunvalación de África. Un efecto similar entre el Atlántico y el Pacífico tuvo la apertura en 1914 del canal de Panamá. Tabla 8.2 Porcentaje del vapor en el tonelaje total de varias flotas, 1850-1910 País 1850 1860 1870 1880 1890 1900 1910 Gran Bretaña 3 7 12 27 63 79 91 Estados Unidos 2 2 7 14 30 40 56 Alemania 1 3 5 11 62 71 84 Noruega 0 1 1 2 10 35 59 Canadá 2 2 3 5 7 19 34 Francia 2 6 12 20 61 60 64 Italia 0 2 2 5 24 60 63 Suecia 1 3 4 9 26 50 76 España 1 3 11 18 60 83 91 Rusia --13 15 26 50 76 Países Bajos 1 2 3 12 46 76 89 Dinamarca 1 2 4 14 38 69 85 Finlandia 0 1 1 3 10 15 22 Bélgica 4 3 17 55 94 97 98 Grecia --1 3 16 48 69 Fuente: Valdaliso, J.M. (1991): Los navieros vascos y la marina mercante en España, 1860-1935. Una historia económica, Bilbao, IVAP, 90 La principal consecuencia económica fue el drástico abaratamiento de los fletes. Entre 1820 y 1910 las tarifas se redujeron a una octava parte, lo que facilitó tanto la integración de los mercados agrarios e industriales como los grandes flujos migratorios.

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Gráfico 8.1. Índice de los precios de los fletes (precios de 1913)

Fuente: Comín (2005:247) Buena parte del negocio de la construcción naval, los fletes y los seguros estuvieron en manos de empresas británicas, al menos hasta la Primera Guerra Mundial. En 1890 el 73% del tonelaje de navíos a vapor navegaba bajo bandera británica. La otra consecuencia fue el acortamiento sustancial de la duración de los viajes. El mundo se hacía más pequeño, y eso también tenía consecuencias económicas: las técnicas de transporte refrigerado de bienes perecederos hicieron posible, por ejemplo, la llegada de carne de ultramar (América y Australia), de costes muy inferiores, a mercados muy alejados. Mapa 8.1. Mapa de isocronas de Francis Galton (1881)

Fuente: Street, Nicholas (2006): Time Contours: Using isochrone visualisation to describe transport network travel cost , Londres, Department of Computing Imperial College UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Pero durante este periodo no sólo mejoró el transporte de personas y mercancías sino también el de las informaciones, cruciales para los negocios, que empezaron a circular a velocidades insospechadas. La telegrafía, que se desarrolló entre 1837 y 1892, estuvo vinculada inicialmente al ferrocarril. Las líneas telegráficas se extendieron por Europa y EEUU. En 1860 se constituyó en Paris la Unión Telegráfica Internacional con el fin de fijar normas y procedimientos para las comunicaciones telegráficas internacionales. El tendido de cables telegráficos submarinos se inició en 1851 (entre Inglaterra y Francia), en 1856 se tendió el primer cable entre Inglaterra y EEUU, pero no fue hasta 1866 cuando se dispuso de un primer cable con un rendimiento eficaz para las comunicaciones transatlánticas. El telégrafo proporcionó un sistema de comunicaciones para los negocios y los gobiernos. La explotación requirió la aparición de compañías que se organizaron de forma similar a las empresas ferroviarias, como la Western Union en EEUU; mientras que en Europa los servicios telegráficos quedaron bajo el control de los Estados. La telegrafía sin hilos se desarrolló entre 1896 y 1919 y fue inventada por el italiano Marconi (aunque hay controversia, ya que algunos conceden la autoría a Nikola Tesla), que contó con el apoyo de la Oficina Postal Británica. Marconi no cedió los derechos al gobierno británico, sino que creó la Wireless Telegraph and Signal Company. Los primeros clientes fueron las armadas británica e italiana. El desarrollo de la radiodifusión se completó con la patente norteamericana de la válvula de vacío y la patente de la emisión continua de ondas, adquiridas por la Radio Corporation of America (RCA). Por último, la telefonía se desarrolló entre 1867-1913, a partir de los trabajos de Alexander G. Bell sobre el sistema de transmisiones telegráficas. En 1868 fundó la Bell Telephone Company. Las primeras centralitas manuales sólo funcionaban en redes locales, por lo que resultaba difícil alcanzar economías de escala dado el restringido número de usuarios. A finales de siglo la aparición de centralitas y su interconexión fue resolviendo estos problemas. 8.1.4 La renovación de la industria pesada: siderurgia, química, eléctrica Por lo que se refiere a la siderurgia los principales avances tuvieron que ver con la mejora en la producción de acero, material que aúna las ventajas del hierro y del hierro colado (flexibilidad, ductilidad y dureza), que fue básico para la construcción de máquinas y grandes estructuras. La primera innovación fue el convertidor Bessemer que permitió reducir la operación de afino de 24 horas a 20 minutos, lo que sumado a los ahorros de carbón, redujo drásticamente los costes de producción. El horno MartinSiemens (1864-65) permitió producir acero a partir de chatarra y utilizando combustibles con bajo poder energético. La limitación de ambos métodos es que no podía utilizarse para producir acero a partir de mineral de hierro con alto contenido en fósforo. Esto dejaba fuera de juego a los importantes yacimientos de Lorena y revalorizaba los de Suecia y el País Vasco para proveer el mineral. En 1879 Gilchrist y Thomas patentaron un método que permitía la eliminación del fósforo a través de la incorporación de cal –proceso básico-. Ello supuso un gran impulso para la siderurgia alemana, que además benefició indirectamente a la producción de fertilizantes químicos, porque la escoria resultante se utilizaba para elaborar fosfatos y superfosfatos.

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En relación con la química, los grandes cambios se produjeron en la aplicación industrial de la química orgánica. Alemania se situó a la vanguardia de la química industrial cuyas aplicaciones más importantes fueron la producción de tintes sintéticos, fertilizantes inorgánicos y más adelante fibras sintéticas. Entre las principales inventores destacan Adolf von Baeyer que sintetizó el tinte de índigo en 1880 o Friedrich Haber , que descubrió el proceso para fabricar amoniaco, base de la elaboración de fertilizantes como el nitrato amónico, aunque también se dedicó a fabricar explosivos y gases letales. Ahora ya era posible obtener por procedimientos químicos sustancias que antes sólo se extraían de plantas y organismos existentes en la Naturaleza. Mención especial merece el desarrollo de la industria petroquímica. Si bien la electricidad era bien conocida desde finales del siglo XVIII, su aplicación a gran escala requirió resolver tres grandes problemas: su producción, transporte y su utilización para producir luz o fuerza motriz. La producción se llevó a cabo a partir de centrales hidroeléctricas y térmicas. Las primeras bombillas fueron fabricadas en 1880 por Thomas A. Edison y Joseph Swan. A partir de aquí fueron posibles las primeras redes de alumbrado público. La producción de energía motriz (tras el desarrollo de motores eléctricos en la década de 1880) hizo posible su aplicación al transporte: tranvías y ferrocarriles suburbanos (metro).

8.1.5

Del carbón al petróleo

Las primeras aplicaciones del petróleo tuvieron que ver con su utilización en el alumbrado y la producción de lubricantes. La extracción de petróleo se inicio a mediados del siglo XIX en los Estados Unidos cuando Rockefeller instaló en Cleveland la primera refinería. La primera utilización en motores de combustión interna fue llevada a cabo en Alemania por Daimler en 1883 y Diesel en 1892. Hubo que esperar a comienzos del siglo XX para que un derivado del petróleo, la nafta, empezase a ser utilizada como combustible por los barcos.

8.1.6. La aportación del marco institucional Pero la segunda industrialización no fue una cuestión meramente tecnológica; factores institucionales y organizativos resultaron decisivos para que las invenciones pudiesen traducirse en nuevas actividades económicas. La consolidación de la gran empresa La aplicación de las innovaciones en el ferrocarril planteó retos organizativos que exigieron el desarrollo de nuevas prácticas empresariales y nuevos tipos de empresa. En primer lugar tuvieron que hacer rentables las costosas inversiones en infraestructuras; la proporción de costes fijos que tenían que soportar no tenía parangón con lo conocido hasta ese momento (hacia 1880 suponían dos tercios de los costes de las compañías ferroviarias). Precisaban además controlar el tráfico de trenes para garantizar la seguridad y maximizar la utilización de su capacidad para hacer rentable el negocio. Todo esto hizo necesario el desarrollo de sistemas de información no sólo de los trenes, sino de los costes. Esto supuso el abandono de la teneduría de libros UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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y la introducción de modernos sistemas de contabilidad financiera de capital y de costes. La contabilidad financiera tenía como finalidad proporcionar a los consejos de administración información suficiente para la toma de decisiones, proporcionada en informes mensuales por departamentos de intervención. La contabilidad de capital facilitaba la captación de inversiones; empezaron a distinguirse cuentas de construcción o capital de cuentas de explotación. La contabilidad de costes permitía fijar tarifas y mejorar la eficacia y la eficiencia. La complejidad de la gestión de las compañías ferroviarias llevó una clara separación entre propiedad y administración. Aparecieron gestores profesionales a los que los propietarios (accionistas) encargaban la dirección de la empresa. Se estableció una jerarquía de ejecutivos y administradores, distinguiendo entre el staff encargado de fijar normas y definir las políticas de la empresa y los ejecutivos de línea encargados de ejecutarlas. Este modelo organizativo se extendió a otros sectores como el de las telecomunicaciones y más adelante a otras grandes empresas de diferentes sectores. Las crecientes exigencias de capital, unidas a los efectos generados por la competencia en la quiebra de muchas empresas, sobre todo en fases depresivas, llevó a procesos de concentración en formas distintas con objeto de maximizar beneficios derivados de economías de escala y la posibilidad de controlar mercados. Así aparecieron formas de concentración horizontal – caso de los cárteles-, que eran agrupación de empresas en un mismo sector (por ejemplo en el minero-siderúrgico alemán), o concentración vertical, que agrupaban a empresas que integraban las distintas fases de un proceso productivo, caso de la compañía petrolífera Standard Oil en Estados Unidos, con el control de pozos, refinerías y redes de distribución. En Estados Unidos el trust es un modelo de concentración de empresas, tanto de tipo horizontal como vertical. Nuevas fuentes de financiación: banca mixta y mercados de capitales Las grandes inversiones asociadas a la segunda revolución industrial requerían no solo nuevas formas de empresa y nuevos sistemas de gestión; también era necesario desarrollar nuevas instituciones y sistemas de financiación. En Alemania surgió la banca mixta (a veces llamada universal) que atendía tanto a la demanda de crédito a corto como a largo plazo. En relación este último tipo de financiación los bancos alemanes mantuvieron estrechas relaciones con los grandes cárteles surgidos en el ámbito de la siderurgia y de la industria química. Las operaciones de financiación solían llevar aparejada la toma de acciones por parte del banco, de tal forma que representantes del mismo entraban en los consejos de administración de la empresa beneficiaria del crédito. De esta forma los bancos participaban en la gestión y disponían de información de primera mano sobre el desarrollo de sus inversiones. Este tipo de bancos, aunque a menor escala aparecieron posteriormente en otros países. En Estados Unidos aparecieron bancos de negocios o de inversión como la J. P. Morgan, que se especializaron en la financiación de las grandes inversiones industriales. En este sentido, el holding se constituye como una empresa financiera propietaria de otras empresas a través del control mayoritario de su accionariado.

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¿Proteccionismo o librecambio? Una de las más largos debates asociado a la industrialización se centró en las políticas comerciales que debían seguir los Estados. Sabemos que hasta los inicios del siglo XIX la posición generalizada seguía anclada en las políticas mercantilistas de protección y elevados aranceles o prohibiciones a las importaciones (sobre todo de manufacturas, pero también de alimentos), derecho diferencial de bandera, con objeto de defender los intereses de la economía nacional. Adam Smith criticó duramente estas políticas, pero fue otro de los padres del liberalismo económico, David Ricardo, quien le dio soporte teórico con su doctrina de la ventaja comparativa. Ésta estipulaba que cada país debía especializarse en la producción de aquellos bienes en que fuera más eficiente. No sólo, como sostenía Adam Smith, cuando tuviera una ventaja absoluta (fuera capaz de producir a menor coste), sino que debería especializarse sólo en aquellos bienes en el que la diferencia de costes fuera mayor en relación con sus socios comerciales. La consecuencia de esta teoría es que aunque un país no tenga ventaja absoluta en la producción de ningún bien, le convendrá especializarse en aquellas mercancías para las que su ventaja sea comparativamente mayor o su desventaja comparativamente menor. De este modo, el libre comercio beneficiaría la división internacional del trabajo y el crecimiento económico en todos los países. Desde el punto de vista de la Hacienda pública, el debate era si eran preferibles aranceles bajos, pero que recaudaran más gracias al aumento de las importaciones (arancel fiscal, como el inglés, muy rentable para el Estado), o bien aranceles proteccionistas (que protegían mucho y recaudaban poco). Gran Bretaña, como pionero de la industrialización, adopta desde la década de 1840 una postura librecambista (favorable al libre comercio, que en la práctica significaba aranceles bajos y ausencia de prohibiciones de exportar o importar) que tenía como fin liberar las trabas para extender las ventas de sus productos industriales e importar alimentos baratos. Uno pensaría así que librecambistas estarían del lado del progreso y la industrialización, frente a los proteccionistas asociados a los intereses agrarios. Pero esa divisoria no funcionaba siempre así. Precisamente la competencia británica dio lugar a un movimiento proteccionista entre los industriales del continente europeo y en EE.UU, con el argumento de la defensa de las industrias nacientes para protegerlas de los británicos. Es cierto que a veces lo que se trataba de defender eran sectores tradicionales poco eficientes. Por el contrario, propietarios agrarios como los plantadores de algodón del sur de los Estados Unidos, los junkers prusianos o la nobleza rusa eran partidarios del librecambismo para dar salida a sus productos en los mercados internacionales. En España también surgieron agrios debates: los industriales catalanes, inicialmente librecambistas, se mostraron pronto partidarios de un proteccionismo que les reservara el mercado interno español, para lo cual buscaron la alianza con los propietarios cerealistas castellanos. Fue a partir de la década de 1860 cuando el librecambismo tuvo su mayor periodo de expansión, a partir de la firma del tratado Cobden-Chevalier y la proliferación de acuerdos bilaterales que incluían la cláusula de nación más favorecida. Sin embargo, el librecambismo se puso a prueba con los efectos de la globalización de fines del XIX, que provocó una reacción proteccionista y dejó abierta a polémica para el siglo siguiente. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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8.2. La internacionalización de la economía: avances en la integración de mercados y movilidad de factores 8.2.1 El desarrollo y transformaciones del comercio internacional La revolución de los transportes creó las condiciones para un incremento de los intercambios internacionales. Este a su vez provocó la progresiva convergencia de precios al quedar interconectados los diferentes mercados. En este contexto cada país procuró aprovechar la ventaja comparativa que le daba su dotación de recursos. Pero no todos sacaron el mismo provecho. Gráfico 8.2. Convergencia de precios del vacuno y del trigo en Gran Bretaña y EE UU (1865-1913)

Fuente: Comín (2005:245)

Las exportaciones de productos manufacturados. Hasta 1875 Gran Bretaña mantuvo la ventaja de país pionero en la industrialización. Entre 1875 y 1913 dicho liderazgo se vio amenazado por el desarrollo de las exportaciones alemanas y estadounidenses, especialmente en la siderurgia, la química y el sector eléctrico. Gran Bretaña sólo consiguió mantenerse por delante en las exportaciones de textil. Para explicar el estancamiento británico se han aducido diferentes razones. En primer lugar, la obsolescencia del equipamiento tecnológico. Gran Bretaña no fue capaz de renovar su aparato productivo, ni de incorporarse a los nuevos sectores industriales. El sistema financiero, pieza clave para el desarrollo de los nuevos sectores industriales intensivos en capital, no incorporó nada parecido a los bancos mixtos alemanes o a la banca de inversiones norteamericana. Tampoco se renovaron las estructuras organizativas de las empresas. Finalmente, el Estado no fue capaz de impulsar el desarrollo de un sistema educativo capaz de formar cuadros técnicos y crear universidades que desarrollasen la investigación básica. A este respecto, los costes de mantener un Imperio, que benefició principalmente a algunos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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empresarios a costa del contribuyente británico, pueden explicar la falta de inversiones del Estado en educación. Al señalar las debilidades de Gran Bretaña se han apuntado indirectamente las fortalezas de Alemania y Estados Unidos para liderar las exportaciones manufactureras. Alemania, con un mercado interior más reducido que el norteamericano, pasó a liderar las exportaciones siderúrgicas gracias a los cambios tecnológicos apuntados más arriba (procedimiento Gilchrist Thomas). El sólido sistema educativo alemán permitió un gran desarrollo de la investigación en el terreno de la química orgánica y sus aplicaciones a los tintes sintéticos y los fertilizantes. La presencia de las empresas alemanas en los mercados internacionales se vio reforzada a través de grandes cárteles, apoyados por el Estado, que les permitieron practicar políticas de dumping, consistentes en vender sus productos en los mercados exteriores a precios inferiores a los del mercado interior, incluso por debajo del coste, con la finalidad de eliminar a otros competidores. Estas políticas comerciales podían aplicarse gracias al estricto control que los cárteles ejercían sobre el mercado interior alemán. La industria norteamericana se desarrolló a partir de una política de sustitución de importaciones impulsada por su potente mercado interior. Se imponían elevados aranceles a las manufacturas importadas para permitir así el desarrollo dentro del país de industrias que los produjesen. Conforme dichas industrias se iban consolidando se iba rebajando el nivel de protección a fin de hacerlas cada vez más competitivas en el exterior. La supremacía tecnológica norteamericana se hizo patente especialmente en la industria de construcciones mecánicas, en la que introdujeron los métodos de estandarización, consistentes en fabricar productos a partir de piezas estándar que eran ensambladas. Este procedimiento de fabricación se introdujo inicialmente en la industria de producción de armas. Exportaciones de productos primarios procedentes de zonas templadas. Los ferrocarriles y la navegación a vapor permitieron el incremento de las exportaciones hacia Europa, primero de cereales y lana y más tarde de carne — una vez que estuvieron disponibles barcos frigoríficos. Estos productos llegaron a Europa desde regiones templadas del planeta como Australia, Argentina, Estados Unidos, Canadá, etc. La abundancia de tierras en dichas regiones y el tamaño de las explotaciones permitió la mecanización de algunas labores, lo que, junto con la utilización de fertilizantes, permitió a dichos países reducir costes, y gracias al abaratamiento del transporte, colocar sus productos en los mercados europeos a precios con los que no podían competir las agriculturas tradicionales europeas. La expansión de las exportaciones tuvo efectos depresivos en Europa y generó un importante flujo migratorio desde el Viejo Continente, que acabó dirigiéndose a los mismos países que les habían arruinado, atraídos por los elevados niveles de renta per cápita y la demanda de mano de obra. Exportaciones de productos tropicales En el último cuarto del XIX, estas exportaciones, que venían del siglo XVI y XVII, también se beneficiaron de la reducción del precio de los fletes marítimos. Sin embargo, la renta per cápita de estos países cayó respecto a la de los países industrializados. La explicación ha de buscarse en la baja productividad de estas agriculturas. A diferencia de lo que ocurrió en las zonas templadas, la producción de cultivos tropicales se basaban plantaciones intensivas en trabajo. La abundancia de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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mano de obra, especialmente en Lejano Oriente, dispuesta a migrar de unos países a otros, junto con la disponibilidad de tierras de cultivo dotó de una elevada elasticidad a la oferta de productos tropicales, que mantuvo los precios estancados o con una tendencia a la baja en relación a los precios de los productos manufacturados que importaban. Suelen citarse como ejemplos la expansión de las plantaciones de té desde China a territorios como Ceilán y la India (gracias a migraciones de trabajadores chinos); la introducción del cacao en Ghana o las plantaciones de caucho en Malasia. La aparición de productos sustitutivos agravó las dificultades de estos países para mejorar su renta per cápita. Buen ejemplo de ello es el azúcar obtenido en Alemania a partir de la remolacha, que empezó a exportarse con apoyo de subvenciones estatales y arruinó a los plantadores de caña de azúcar de Jamaica. También la producción alemana de tintes sintéticos tuvo efectos devastadores para las plantaciones de índigo de la India. Oros países industrializados compitieron también con los países atrasados de las regiones tropicales en algunos productos. Pueden citarse como ejemplo, las exportaciones de tabaco y algodón de Estados Unidos o las de té y seda de Japón. Para cerrar la enumeración de los problemas de las economías tropicales citaremos el que representó la concentración de las exportaciones en uno o dos productos. La práctica del monocultivo supuso un fuerte riesgo para las economías tropicales, haciéndolas dependientes de las fluctuaciones de los precios en los mercados internacionales. La única salida para lograr un incremento de la renta per cápita serían las políticas de sustitución de importaciones de manufacturas, lo que requería el desplazamiento de recursos productivos desde el sector agrario exportador a la industria local. Habría que esperar a la Primera Guerra Mundial para que el descenso forzado de las exportaciones de manufacturas de los países europeos en guerra crease las condiciones para aplicar una política de sustitución de importaciones.

8.2.2. Los flujos migratorios: dimensiones y sus efectos sobre la distribución de la renta En el último cuarto del siglo XIX se produjeron amplios movimientos migratorios favorecidos por factores como la reducción de los costes de transporte, debida más a la reducción del tiempo de travesía (de los 44 días que se requerían en un barco de vela hacia 1867 a los 7 u 8 días que necesitaban los vapores hacia 1890) que por el precio de los pasajes. La cada vez más abundante información facilitada por parientes y amigos sobre las mejores condiciones de vida, la publicidad de las compañías navieras y de ferrocarril, las subvenciones de algunos gobiernos como el británico o el apoyo de los sindicatos impulsaron la emigración a Ultramar. Finalmente, la ausencia de cortapisas legales contribuyo a su expansión en este periodo. Tres regiones concentraban los movimientos mundiales: El Atlántico, el sur de Asia, y el norte de China y Siberia. Las cifras que se barajan para el total de emigrantes europeos entre 1821 y 1914 son de 46 a 51 millones de personas. En el último cuarto del siglo XIX llegaron a los EEUU unos 600.000 inmigrantes por año y un millón en las primeras décadas del siglo XX. En un orden mayor, incluso, se produce la emigración asiática. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Los emigrantes procedían principalmente de Europa y los países más poblados de Asia (China e India). Los europeos emigraron de forma permanente hacia regiones templadas del planeta como EEUU, Canadá, Argentina, Australia o Sudáfrica. Si bien en las décadas centrales del siglo los países de procedencia fueron del noroeste y Alemania, a fines del XIX, gracias a la industrialización de estos territorios, las zonas de origen fueron Europa Central y Oriental, y especialmente Italia y España.

Gráfico 8.3. Tendencias regionales en las migraciones globales (1846-1940)

Fuente: McKeown, A, (2004) "Global Migration, 1846-1940", Journal of World History, 15, 165 La emigración de China e India tuvo un carácter más temporal, al realizarse bajo contratos para trabajar en plantaciones que tenían una duración de unos 5 años. Dichos contratos incluían el coste del transporte y sometían a los emigrantes a condiciones próximas a la servidumbre. Las regiones receptoras fueron las plantaciones de Ceilán, Indias Orientales Holandesas y Malasia. También hubo una importante emigración de chinos hacia California (hasta su prohibición en 1882), Canadá y Brasil. Los flujos migratorios se dirigieron hacia regiones en las que abundaban recursos naturales y escaseaba la mano de obra. Para los países de origen esto supuso un alivio para el exceso de oferta de mano de obra. El resultado de estas corrientes migratorias fue mejorar los niveles salariales en las zonas de las que partían los emigrantes y frenar el crecimiento de los mismos en los territorios de destino, donde el factor trabajo era escaso. Este es uno de los efectos redistributivos de la globalización. Sin embargo, en algunos países receptores de inmigrantes, los sindicatos acabaron reaccionando proponiendo medidas que regulasen y finalmente limitasen las entradas para frenar así la caída de los salarios. Este fenómeno se inició en los EEUU donde a partir de 1880 se aplicaron medidas como la reducción de los subsidios a la inmigración, la exigencia de contrato de trabajo a los emigrantes, los de controles de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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alfabetización, y finalmente, ya después de la Primer Guerra Mundial el establecimiento de cuotas anuales, distribuidas por regiones de origen.

Tabla 8. 3 Destinos y procedencia de la emigración europea 1821-1915 1821-1850 Procedencia Europa Noroccidental Gran Bretaña Alemania Resto Europa N-O Europa Sur-Oriental Austria-Hungría Italia España y Portugal Resto Europa SW Total

millones 3,4 2,6 0,6 0,2

% 100 76,5 17,6 5,9

Estados Unidos Canadá Argentina Brasil Australia Otros destinos Total

7,4 4,6 2,1 0,7 0,7

3,4

100

millones 2,38 0,74 0,02 0,41 3,55

8,1

1881-1915

Total

%

millones

%

millones

%

91,4 56,8 25,9 8,6

13,7 8,9 2,2 2,6

42,8 27,7 6,8 8,1

24,5 16,1 4,9 3,5

56,2 36,9 11,2 8,0

8,6

18,4 4,2 7,8 4,3 2,1 32,1

57,3 13,1 24,3 13,4 6,5 100

19,1 4,4 8 4,6 2,1 43,6

43,8 10,1 18,3 10,6 4,8 100

0,2 0,2 0,3

1821-1850 Destino

1851-1880 millones

2,5 2,5 3,7 100

1851-1880

% millones 67,0 7,73 20,8 0,82 0,44 0,6 0,45 0,79 11,5 0,58 100 10,8

1881-1915

% millones 71,5 21,7 7,6 2,59 4,1 4,26 4,2 2,97 7,3 2,77 5,4 1,64 100 35,93

Total

% millones 60,4 31,87 7,2 4,15 11,9 4,7 8,3 3,44 7,7 3,56 4,6 3,82 100 51,54

% 61,8 8,1 9,1 6,7 6,9 7,4 100

Fuente: Feliu y Sudriá (2007: 224), sobre datos de Kenwood y Lougheed (1978) 8.2.3 Integración de los mercados de capital La integración de los mercados de capital fue fruto de varias circunstancias. En primer lugar, de la mejora de los sistemas de información entre los centros financieros; la generalización del patrón oro, que redujo los riesgos de invertir en el exterior, y la estabilidad política y ausencia de conflictos internacionales de envergadura. A esto hay que añadir que en este período no existieron restricciones legales a los movimientos de capital entre países. Las inversiones europeas se concentraron principalmente en América del Norte y del Sur y Australia. Es decir, en las llamadas economías de frontera cuyos abundantes recursos naturales y escasez de mano de obra hacían más atractiva la inversión. Los británicos concentraron sus inversiones fuera del continente europeo; mientras que Francia y Alemania invirtieron sumas importantes en Rusia, Europa centrooriental, y los países mediterráneos. Los países asiáticos, con abundante mano de obra barata, recibieron menos inversiones. Estados Unidos era un gran receptor de inversiones, pero invirtió también grandes cantidades en América Latina. Estas inversiones permitieron la obtención de concesiones por los gobiernos a empresas norteamericanas de monopolios de explotación a cambio de la concesión de empréstitos. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Tabla 8.4 Destino de la inversión extranjera europea (1913-1914) (%) País de origen Destino

Gran Bretaña

Francia

Alemania

Rusia 2,9 25,1 Turquía 0,6 7,3 Europa del Este (otros) 0,7 10,4 Europa occidental (periferia) 1,3 11,6 Europa occidental (centro) 0,4 3,3 Europa (sin especificar) 0,5 3,3 Total parcial 6,4 61,1 Asia y África 25,9 21,1 América Latina 20,1 13,3 América del Norte y Australasia 44,8 4,4 Otros (sin especificar) 2,8 0,0 Total 100 100 Fuente: Comín (2005:259), basado en Williamson y O’Rourke (1999:229)

7,7 7,7 20,0 7,2 5,5 5,1 53,2 12,8 16,2 15,7 2,1 100

Las inversiones se materializaron sobre todo en la compra de acciones y bonos o títulos de deuda emitidos por gobiernos. La inversión directa por parte de empresas adquirió importancia solo en los primeros años del siglo XX, de la mano de grandes compañías americanas que construyeron fábricas en países como Reino Unido, Canadá y Australia. Las garantías legales ofrecidas por los diversos países a los inversores también condicionaron el destino de las mismas. En principio, los inversores preferían la seguridad que ofrecía el marco jurídico proporcionado por sus territorios coloniales. Respecto a países no sometidos a regímenes coloniales las medidas de presión de los inversores sobre los países que no cumplían con sus compromisos fueron desde el cierre de las bolsas de Londres o París a sus valores a la fiscalización directa de sus haciendas públicas asumiendo la recaudación de determinados impuestos e incluso la intervención militar para cobrar deudas. 8.3. La “Gran Depresión” y el nacionalismo económico. Las mejoras técnicas y el incremento de la competencia provocado por la globalización de la economía tuvieron como efecto una reducción general de precios durante el último cuarto del siglo XIX, que llevó a acuñar el término “Gran Depresión” con el que es conocido este período en la historia económica. Décadas más tarde la depresión de los años 1930 le robaría el título. El aumento de la producción y la mejora de los transportes provocaron la llegada a Europa de grandes cantidades de alimentos y materias primas a precios con los que no podían competir los productores europeos, empobreciéndolos y favoreciendo la emigración hacia los Estados Unidos, donde la avalancha de emigrantes presionó los salarios a la baja, provocando reacciones por parte de los sindicatos. Finalmente, las exportaciones de manufacturas europeas impedían el desarrollo de industrias nacientes en América y Oriente. A esto se sumaron problemas generalizados (aunque no contectados) en las entidades financieras de diversas partes del mundo, por el UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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agotamiento del ciclo inversor del ferrocarril o bien por problemas específicos de solvencia, dando lugar a pánicos bancarios y bursátiles. Tabla 8.5 Índice de precios de venta al por mayor (1871-1875=100) Carbón y metales

Fibras textiles

Productos cereales

Productos animales

Azúcar, té, cacao, tabaco

Ïndice general

1871-75 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 1876-80 66,7 85,4 95,4 102,6 90,2 92,0 1881-85 60,7 76,9 83,7 98,6 75,1 83,5 1886-90 61,5 66,5 67,7 84,8 56,8 70,6 1891-95 63,6 60,3 66,0 84,6 53,7 68,3 Fuente: Ocampo Suárez Valdés (2007:120), basado en Saul, S.B. (1978): The myth of the Great Depression, 1873-1896 En realidad no se trató de una depresión sino de una desaceleración del crecimiento, que afectó sobre todo a los países en los que predominaban los sectores industriales tradicionales. Frente al aumento de la competencia las reacciones fueron diversas: la reducción de la competencia interna mediante procesos de concentración empresarial (cárteles); la protección del mercado nacional mediante aranceles; el control de mercados exteriores (colonialismo) y la amortiguación de los efectos sociales mediante la introducción de seguros de enfermedad, paro, jubilación, etc.

8.3.1. Reacciones: el nuevo papel de los Estados Para hacer frente a estos problemas, los Estados iban a desarrollar una serie de políticas que reabrirían un período de intervención en la economía que pondría fin al ideal del laissez faire. El simple juego de los mercados no era suficiente para responder a los desequilibrios provocados por la primera globalización. Los Estados desplegaron un conjunto de políticas desde la vuelta al proteccionismo hasta la implantación de medidas sociales que redujesen los impactos negativos sobre las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas, pasando por estímulos a la producción y a las exportaciones, así como políticas monetarias que intentaban introducir mecanismos de control automático sobre los desequilibrios de las balanzas de pagos (adopción del patrón oro). Las políticas proteccionistas (proteccionismo negociado) y de estimulo a la industria Durante este período se generalizó un tipo de arancel, denominado de doble columna, que establecía tarifas diferentes para cada producto a los países con los que se tuviera un acuerdo comercial y a los que no. Por ello, aunque hay un claro retorno al proteccionismo, es también un periodo presidido por la continua negociación de tratados comerciales entre los principales países industrializados. Habría que hablar por ello de un proteccionismo negociado, con los efectos en cadena de la cláusula de “nación más favorecida”. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Alemania, con la aprobación del arancel de 1879 bajo la presión de terratenientes y siderúrgicos, inició este camino. A partir de este momento todos los países europeos a excepción de Inglaterra, Irlanda, Holanda, Bélgica y Dinamarca, fueron promulgando aranceles proteccionistas, que dieron lugar a algunas guerras arancelarias, con subidas de tarifas que respondían a las nuevas subidas. Francia elevó en 1887 los aranceles para el trigo y en 1892, el arancel Méline, generalizó la protección a otros sectores. Este arancel provocó sendas guerras arancelarias con Suiza e Italia. En ese mismo año Suecia endureció su protección. Las potencias industriales no se limitaron a levantar barreras arancelarias, también aprovecharon su superioridad para imponer el librecambio forzoso en los territorios coloniales y países dependientes. Así, los países latinoamericanos, aceptaron tratados desiguales por los que Gran Bretaña les impuso fijar unos topes arancelarios del 5 por ciento para los productos británicos. Entre 1842 y 1858 se impusieron tratados similares a distintos países asiáticos, que se prolongaron hasta la Primera Guerra Mundial. Fuera de Europa, la amenaza eran las exportaciones industriales procedentes del Viejo Continente, por ello algunos estados aplicaron políticas de protección a sus industrias nacientes. Entre ellos cabe citar a Estados Unidos, Rusia y Japón. Fue en Estados Unidos donde Alexander Hamilton formuló la teoría de la protección a las industrias nacientes mediante una combinación de altos aranceles (47 al 57 por ciento), con políticas como el apoyo gubernamental a la investigación, el gasto público en educación y las subvenciones directas a ciertas compañías. La protección de la industria naciente en Rusia se concretó en la prohibición de importación de materiales para la construcción de ferrocarriles, lo que significaba apoyar a la siderurgia y la industria mecánica rusas. Japón no pudo aplicar una política arancelaria debido a los tratados impuestos por los norteamericanos. Por ello hubo de recurrir a otras medidas, entre las que cabe citar la creación directa de industrias por parte del Estado, el fomento de la educación técnica mediante el envío de estudiantes japoneses al exterior, y un profundo programa de reformas institucionales. A partir de 1911, el gobierno japonés, pudo aplicar también medidas de protección a su industria, una vez finalizado el tratado comercial con Estados Unidos. Las políticas monetarias: el patrón oro La progresiva adopción del patrón oro entre 1875 y 1914 facilitó enormemente el desarrollo de los intercambios comerciales al establecer paridades (valores de cambio) entre las diferentes divisas. El patrón oro fue un sistema de tipos de cambio fijos entre divisas. Su funcionamiento requería las siguientes condiciones:  Cuando un país lo adoptaba establecía la paridad fija de su divisa frente al oro.  Los billetes de banco debían ser convertibles.  El banco central se comprometía a mantener unas reservas de oro proporcionales a los billetes emitidos y a ajustar el dinero en circulación a la fluctuación de las reservas.  Debía permitirse la libre exportación e importación de oro en barras, lingotes o monedas. De esta forma la oferta mundial de oro determinaba tanto la oferta monetaria UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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como el nivel de precios mundiales. Entre 1875 y 1896 la estabilidad de la oferta mundial de oro produjo un ligero descenso de los precios en los países que adoptaron el patrón oro. Los descubrimientos de nuevas minas a fines del XIX modificaron esta tendencia. En 1871 sólo Gran Bretaña y Portugal formaban parte del patrón oro. Ese año se incorporó Alemanía y, poco después, Francia, Estados Unidos y otros países. Hubo naciones cuya incorporación fue temporal o incompleta; y otras, como España, que nunca formaron parte del mismo. Para los países que adoptaron el patrón oro las ventajas estribaban en favorecer los movimientos de capital. A cambio tenían que asumir ciertas restricciones, ya que debían practicar una política fiscal y monetaria ortodoxa y subordinar su control sobre los tipos de interés al mantenimiento de la paridad de sus divisas con el oro. Asimismo les exponía a crisis económicas ya que no podían utilizar la devaluación de la moneda como mecanismo de corrección, sino que los ajustes se hacían mediante incrementos del tipo de interés, lo que solía repercutir negativamente en los niveles de renta y el empleo. Los países que no adoptaron el patrón oro (mantuvieron un patrón plata, o bien bimetálico) vieron como se depreciaron sus divisas entre 1893 y 1894, lo que favoreció sus exportaciones y contribuyó al desarrollo de industrias de sustitución de importaciones. A cambio tuvieron que soportar tipos de interés más elevados y hubieron de hacer un mayor esfuerzo para amortizar su deuda externa fijada en oro. Desde el punto de vista teórico, el patrón oro tendía a restablecer los desequilibrios en las balanzas de pagos. Cuando se producía una situación de déficit en la balanza de pagos tenía lugar una salida de oro del país, con la consiguiente reducción de las reservas. El banco central elevaba los tipos de interés para frenar la salida de oro, lo que tenía un efecto negativo sobre la actividad económica y el empleo. La contracción de la oferta monetaria reducía además el nivel de precios. De esta forma se hacían más competitivas las exportaciones, incrementándolas, y por el contrario se reducían las importaciones. Así, a costa de reducir los niveles de actividad y de empleo, se volvía a recuperar el equilibrio de la balanza de pagos. Por el contrario, cuando un país tenía una situación de superávit en su balanza de pagos veía como sus reservas se incrementaban, con lo que el banco central debería aumentar el dinero en circulación. Esto elevaba los precios, lo que a su vez haría menos competitivas las exportaciones del país, que se reducirían, y por el contrario aumentarían las importaciones. De esta forma también se tendería a corregir el superávit. Este funcionamiento teórico no se dio en la práctica. Los países con superávit difícilmente aceptaban vincular las entradas de oro con un aumento del dinero en circulación y el consiguiente incremento del nivel de precios y pérdida de competitividad. En muchas ocasiones en lugar de aumentar el dinero en circulación optaron por aumentar el nivel de reservas del país. El ajuste recaía así necesariamente en los países con déficit en sus balanzas de pagos. Estos, al no poder actuar sobre el tipo de cambio para hacer más competitivas sus exportaciones tenían que realizar el ajuste, como hemos visto, a través de aumentos en los tipos de interés para frenar las salidas de oro, con las consiguientes disminuciones del nivel de renta y aumento del desempleo.

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Figura 8.1 Funcionamiento teórico del patrón oro como mecanismo de equilibrio de las balanzas de pagos

El funcionamiento del patrón oro aumentó y diversificó las funciones de los bancos centrales. En principio se limitaban a desempeñar su función de emisores de papel moneda en función de la evolución de las reservas monetarias, que a su vez estaban determinadas por el saldo de la balanza de pagos (aumentaban con el superávit comercial y se reducían en caso contrario) y fijar los tipos de interés. Al final de periodo acabaron asumiendo el papel de “último prestamista”, que acudía en auxilio de otras instituciones financieras en problemas. La crisis financiera de 1907, en la que quebró el banco norteamericano Knickbroker Trust ante la inexistencia de un banco central que acudiese en su ayuda, hizo ver la necesidad de establecer un banco central, creándose en 1913 el Sistema de la Reserva Federal. Más adelante los bancos centrales tendrían que asumir también funciones relacionadas con el control de cambios. Las políticas fiscales y el incremento del gasto: primeras manifestaciones del Estado del bienestar Los efectos sociales negativos que tuvo la primera globalización, derivados de la competencia de las importaciones y la caída de los precios, se sumaron al malestar que las penosas condiciones de trabajo (largas jornadas laborales, trabajo infantil), las deficientes condiciones de higiene y salubridad de las ciudades, así como la ausencia de cualquier tipo de protección social, provocaban entre el proletariado urbano. Poco a poco fue surgiendo un

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movimiento sindical como herramienta de lucha y de presión por parte de los trabajadores. Frente a esta situación, en el último cuarto del siglo XIX, desde Alemania se fueron extendiendo una serie de políticas de protección social, que lógicamente obligaron a una reestructuración de los sistemas impositivos. El movimiento sindical y las organizaciones políticas de trabajadores se escindieron entre los que abogaban por la revolución o por las reformas. Estos últimos presionaron para lograr el reconocimiento del sufragio universal masculino, como vía para conseguir peso político y forzar el establecimiento de una legislación de protección social. De modo más o menos satisfactorio, éste se fue implantando en varias naciones occidentales a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. La Alemania de Bismarck pese a no ser el Estado más democrático de la época, sí que era el que contaba con un movimiento socialista más importante, por ello, no es de extrañar que fuese en ese país donde se pusieron en marcha las primeras medidas de protección social. El avance se produjo en varios frentes: la legislación laboral y introducción de seguros de accidentes, enfermedad y vejez. En Alemania el seguro de accidentes se introdujo en 1871 y el de enfermedad en 1883. En Inglaterra no fue hasta 1911, donde también se implantaron seguros de desempleo y jubilación en 1909. En EEUU hasta 1930 no hubo una ley federal sobre seguros de accidentes. En cuanto a la legislación laboral, se limitó y reguló el trabajo infantil y se redujo la duración de la jornada laboral, primero a 12 horas y finalmente a 8 ya en el siglo XX. Aumento del gasto público y desarrollo de la fiscalidad directa. La aplicación de estas medidas supuso un incremento del gasto público, que en Alemania e Italia paso del 10 al 17 por ciento del PIB entre 1880 y 1913; en Inglaterra y Japón llegó al 14 por ciento. Los incrementos de ingresos se lograron mediante el desarrollo de la fiscalidad directa a través de impuestos sobre la renta, patrimonio y herencias. Estos impuestos, que gravaron principalmente a las clases más acomodadas, representaban un cierto pacto social por el que dichas clases aceptaban contribuir a la mejora de las condiciones de vida de los menos favorecidos a cambio de paz social. En Gran Bretaña el impuesto sobre la renta se generalizó en 1863, en Alemania se introdujo en 1891, seguido dos años más tarde de un impuesto sobre el patrimonio, en el resto de países europeos se introduciría tras la I Guerra Mundial. En Estados Unidos, tras una declaración de inconstitucionalidad en 1894, hubo de esperarse a 1913 en que se aprobó la decimosexta Enmienda a la Constitución para implantar un impuesto federal sobre la renta. Nacionalismo, imperialismo y competencia por los mercados mundiales En el siglo XIX surgió un concepto de nación que se ha prolongado hasta nuestros días, basado en una idea trascendente de nación, considerada como una realidad existente más allá de los individuos. El idioma, la cultura e incluso la raza proporcionaron los rasgos definitorios a esas realidades inmateriales. El principal problema de este concepto es que por lo general siempre acabó definiéndose por la exclusión de los individuos que no pertenecían a ella. Este tipo de nacionalismo tuvo repercusiones económicas en el siglo XIX. Por un lado sirvió de base para reclamar políticas proteccionistas; más adelante UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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para recortar flujos migratorios reclamando la reserva del empleo para los nacionales; y finalmente, lanzó a los Estados a una carrera colonial en la que el prestigio de la nación se medía por el tamaño de su imperio. Mapa 8.2. África tras el reparto colonial (1914)

Fuente: Universidad de Michigan, Exploring Africa. África fue el continente a repartir en el siglo XIX. Al finalizar el siglo sólo Liberia y Abisinia permanecieron como territorios independientes. Gran Bretaña a partir de la colonia de El Cabo, en el extremo meridional del continente, (arrebatada a los holandeses durante las guerras napoleónicas) y del protectorado sobre Egipto constituyó un imperio que casi unía el Mediterráneo con el Sur del continente. Francia centró sus intereses en la parte noroccidental del continente (Argelia, Marruecos) y controló Madagascar en el Índico. Alemania llegó tarde, pero pudo obtener algunos territorios tanto en la costa este como en el litoral atlántico. Italia conquistó Libia y Somalia. Bélgica se hizo con la cuenca del río Congo en el centro del continente. Portugal aumentó sus enclaves litorales por los territorios de las actuales Angola y Mozambique y, finalmente, España ocupó parte del Sahara, Guinea y la franja norte de Marruecos. Este es, básicamente, el mapa que quedó trazado en la Conferencia de Berlín de 1885. La otra gran región donde se consolidó el imperialismo europeo fue en el sur de Asia. La ocupación británica de la India durante el siglo XVIII se había extendido a zonas que actualmente cubren Pakistán y Birmania, además de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Malasia. Holanda mantenía sus posesiones en el archipiélago indonesio y Francia había conseguido atrapar una buena parte de la península indochina. Ha existido un gran debate acerca de las causas que llevaron a las potencias industriales a construir grandes imperios. Algunos autores como Hobson sostuvieron que la causa había que buscarla en razones económicas. La abundancia de recursos naturales y materias primas imprescindibles para las industrias y los bajos costes de la mano de obra en los territorios a colonizar hicieron prever a los inversores grandes beneficios y en consecuencia reclamaron de sus gobiernos el establecimiento de un marco legal y jurídico que diese garantía a sus inversiones. El establecimiento de colonias fue la solución arbitrada por las principales potencias industriales para garantizar la protección a sus ciudadanos y empresas. Algunos autores han estimado que, de haberse imputado a empresas y particulares los costes de las administraciones, las inversiones en las colonias hubieran sido ruinosas, pero de hecho estos costes no se imputaron y quienes se decidieron a invertir en las colonias se beneficiaron del esfuerzo de los contribuyentes de sus países de origen. Para los gobernantes de la época ese coste se justificaba en términos de prestigio nacional. 8. 4. La economía española de la Restauración a la Primera Guerra Mundial 8.4.1. La evolución económica y la depresión finisecular En la economía española del último cuarto del siglo XIX habían aparecido algunos focos débiles de industrialización. Por un lado con el desarrollo de un sector textil en Cataluña desde principios del XIX, que orientaba su producción principalmente al mercado interior, incapaz de ser competitivo en los mercados exteriores. Y, por otro lado, un sector siderúrgico que había experimentado un crecimiento limitado, condicionado tanto por los problemas de suministro energético (escasez y carestía del carbón nacional y recurso a las importaciones desde Gran Bretaña), como porque en la construcción del ferrocarril, a partir de 1855, se había antepuesto el interés por captar capitales extranjeros, que quedaban vinculados con la importación de los materiales necesarios para su construcción. Por todo ello la economía española era en este período una economía de base agraria (en torno a un 65% de la población activa en 1900), que había experimentado un crecimiento extensivo en lo que se refiere a los cereales y que tenía su fuerte rubro exportador en los vinos de calidad producidos en Andalucía. El sector cerealista, que había experimentado un incremento de la producción basado casi exclusivamente en la ampliación de las superficies de cultivo favorecida por las grandes desamortizaciones, fue uno de los más afectados. La caída de los precios provocó el hundimiento de las rentas de la tierra y una caída de la demanda de mano de obra en el campo. Las dificultades del sector se vieron atemperadas temporalmente por el buen comportamiento exportador del sector vitivinícola. El fuerte incremento de las exportaciones de vinos comunes en la década de los ochenta fue consecuencia de la devastación provocada por la plaga de filoxera en los viñedos franceses. Los productores galos, con el fin de mantener su posiciones en los mercados internacionales de vinos de calidad, procedieron a importar UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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grandes cantidades de vinos comunes de Italia y España, que eran mezclados con caldos franceses de calidad y exportados con etiqueta francesa a los mercados tradicionales de los vinos franceses. El arancel de 1882 fue el marco legal en el que se desarrollaron estas exportaciones. El boom vinícola se prolongó casi 10 años, hasta que se produjo la recuperación de las cepas francesas y por ello las importaciones desde España e Italia dejaron de ser necesarias para los productores franceses. La crisis del agro tuvo entre sus consecuencias un fuerte incremento de las migraciones. Entre 1885 y 1913 se estima que emigraron más de dos millones de personas. La mayor parte originaria de las regiones cerealistas afectadas por la caída de los precios internacionales, Galicia y Asturias. También jugó en favor de la emigración hacia América la creciente demanda de trabajo existente en Ultramar. No obstante, si comparamos las cifras de emigración españolas con las italianas, vemos que el fenómeno migratorio fue mayor en términos absolutos en Italia. Ello se debe a la segunda consecuencia que tuvo la caída de los precios internacionales. Nos referimos al aumento del proteccionismo. 8.4.2. Proteccionismo agrario y proteccionismo industrial La recuperación de los viñedos franceses coincidió con el período de 10 años de vigencia del arancel de 1882, por lo que hubo de procederse a negociar un nuevo arancel. El arancel de 1891, que supuso un importante incremento de la protección para la economía española, fue el resultado de la confluencia de un amplio y diverso grupo de intereses. Los productores castellanos de trigo, los productores catalanes de tejidos; los productores siderúrgicos vascos, todos ellos, presionaron al gobierno para plantear un duro arancel. Los especialistas consideran que la dureza del proyecto de arancel debe ser considerada fruto de la estrategia negociadora frente al gobierno francés. Pero las negociaciones fracasaron y lo que pretendió ser un instrumento de negociación acabó en arancel. El arancel de 1891 contribuyó al mantenimiento de una agricultura atrasada y a someter a la población española a unos elevados precios de los productos alimenticios, que afectaron negativamente a los costes salariales de una industria que no lograba ser competitiva. Esta falta de competitividad en los mercados internacionales se intentó contrarrestar con una depreciación de la peseta del orden del 8% frente al franco y la libra en 1892 y una segunda devaluación en 1896-98 que alcanzó el 30%. Así las cosas, la economía española no tenía otra salida que insistir en un proteccionismo aún más rígido, como el alcanzado con el arancel de 1906. Éste se centró principalmente en incrementar el nivel de protección de la industria y permitió ciertos logros en el incremento de algunas producciones: cemento artificial, material ferroviario, industrias mecánicas, material eléctrico, etc. La fuerte protección arancelaria no bastó y los representantes de los principales sectores industriales reclamaron ayudas directas al Estado mediante la realización de pedidos, un buen ejemplo de ello fue la renovación de la flota de la Armada. Tanto el Estado como los empresarios poco o nada hicieron para mejorar la competitividad de la industria. La industria textil catalana siguió dependiendo del cierre del mercado interior y de los mercados coloniales de Ultramar, hasta la pérdida de las últimas colonias. En la siderurgia, la cartelización de sectores UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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como el siderúrgico acabó bloqueando la entrada de competidores. La creciente protección de la economía española coincide en cuanto a la tendencia con lo ocurrido en la mayor parte de las economías europeas, si bien varía en su grado de intensidad, ya que a comienzos del siglo XX, la española era una de las economías europeas con mayores niveles de protección. 8.4.3 La pérdida de las colonias y la hacienda pública Ante la falta de competitividad de las exportaciones españolas muchos vieron en la reserva de los mercados coloniales un balón de oxígeno para la maltrecha economía española. En 1882 se promulgó la ley de Relaciones Comerciales con las Antillas. Esta ley garantizaba a los fabricantes españoles un acceso libre de aranceles a los mercados coloniales; al tiempo que gravaba las exportaciones de las colonias hacia la metrópoli. Esta clara asimetría fue el caldo de cultivo del independentismo. El estallido de la guerra en Cuba y Filipinas obligó a la Hacienda Pública a llevar a cabo una importante emisión de deuda sobre la tesorería cubana, que no bastó para cubrir las necesidades financieras de las campañas militares `por lo que hubo de recurrirse a la emisión de moneda. No obstante la guerra tuvo un efecto dinamizador de la actividad económica al aumentar la demanda de suministros para las tropas coloniales. La derrota militar obligó a la firma de Tratado de París, por el que Estados Unidos, que tomó parte en el conflicto en apoyo de los independentistas cubanos, obligó al Estado español a asumir las obligaciones de la deuda contraídas por la hacienda colonial. Las últimas guerras coloniales tuvieron un efecto positivo en último término sobre la hacienda española. La situación en la que quedaron las finanzas públicas obligó al ministro Fernández-Villaverde a llevar a cabo una reconversión de la deuda, que se vio favorecida por la coyuntura financiera internacional caracterizada por abundancia de capitales que conllevaba tipos de interés más bajos. Además de la reconversión se llevó a cabo una reforma fiscal que supuso la creación de nuevos impuestos sobre el sueldo de los funcionarios, los intereses de la Deuda, los beneficios de las empresas y nuevos impuestos indirectos. El consiguiente aumento de la presión fiscal saneó las finanzas públicas, pero tuvo consecuencias negativas a medio plazo. La resistencia al incremento de la presión fiscal fue especialmente intensa en Cataluña y de hecho se vincula a la popularización del sentimiento nacionalista. 8.4.4 El auge de principios del siglo XX y el arranque de la segunda revolución industrial Pese a todo lo dicho, los últimos años del siglo XIX y la primera década del XX constituyeron una época de auge de la economía española. Las guerras coloniales supusieron un incremento de la demanda y la pérdida definitiva de las colonias provocaron la repatriación de importantes sumas de capital que regresaron a la metrópoli. La depreciación de la peseta proporcionó buenas oportunidades de inversión. Se estima que estas entradas de capital supusieron una cuarta parte de la renta nacional. Durante estos años, en España, se consolidó la gran empresa UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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especialmente en sectores como el eléctrico, el industrial y el financiero. Estas grandes empresas en muchos casos fueron el resultado de procesos de concentración y fusiones y estuvieron ligadas a la aparición de algunos bancos de inversión como el Banco de Vizcaya. La presencia de estas grandes empresas en los mercados bursátiles favoreció el desarrollo de las bolsas de Madrid y Bilbao especialmente. Estas grandes corporaciones industriales pronto se constituyeron en grupos de presión e influencia y obstaculizaron el desarrollo de mercados competitivos, lo que no era ajeno a lo que estaba ocurriendo en países vecinos. En estas grandes empresas tenía una fuerte presencia el capital nacional, lo que influyó en el desarrollo de un nacionalismo económico, cuyos intereses quedaron plasmados en el mencionado arancel de 1906. Durante estos años se dio el auge de nuevas tecnologías vinculadas a las aplicaciones de la electricidad. El desarrollo del alumbrado público eléctrico planteó una fuerte competencia con las compañías gasistas que acabó beneficiando a los consumidores mediante la rebaja de las tarifas. La electricidad fue aplicada también al transporte público mediante la construcción de redes de tranvías a través de la implantación de empresas de capital belga. La electrificación fue especialmente beneficiosa en un país con escasos recursos carboníferos, como era el caso de España. La urbanización se vio muy favorecida especialmente a partir de 1905 en que quedó resuelto el problema del transporte de corriente eléctrica de alta tensión y el abaratamiento de los motores eléctricos. La electrificación fue posible gracias a la aparición de grandes compañías de capital nacional como la Sociedad Hidráulica Santillana (1905) , Electra de Viesgo (1906), Hidroeléctrica española (1907), Unión Eléctrica Vizcaína (1908); a partir de 1909 llegarán capitales extranjeros creándose Cooperativa Electra Madrid (1910), Eléctricas Reunidas de Zaragoza (1911), Unión Eléctrica Madrileña (1911) Energía Eléctrica de Cataluña (1911), Ebro Irrigation and Power (1911), Catalana de Gas y Electricidad (1912). La electrificación contribuyó de forma notable a la formación bruta de capital desarrollándose una carrera por el control del mercado español por parte de empresas francesas, canadienses, británicas y estadounidenses. 8.4.5 Balance del período El balance de la evolución de la economía española en las últimas décadas del XIX y primeras del XX es negativo en términos de convergencia. El producto interior bruto per cápita de la economía española se redujo respecto a la media europea. Los historiadores económicos se han esforzado en dar explicaciones. Jordi Nadal habló del fracaso de la revolución industrial en España provocado, principalmente, por el atraso agrario, la falta de un mercado interno y una Hacienda asfixiada por el déficit que impidió al Estado desplegar políticas de crecimiento. Prados de la Escosura ha explicado el fracaso de la industria española por su incapacidad para competir en los mercados exteriores agazapada tras una política proteccionista; algunos, como Sudrià y Nadal, han matizado esto poniendo de manifiesto las dificultades con que se encontraron las empresarios industriales para acceder a los mercados externos. Otros autores como C.E. Núñez han aludido a los problemas derivados de una deficiente escolarización, debida tanto a la falta de oferta como a la falta de demanda, UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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especialmente de educación femenina. Los dos grandes promotores de la escolarización en el Antiguo Régimen (Iglesia y Ayuntamientos) se vieron privados de recursos por las desamortizaciones y el Estado no se ocupó de la educación casi hasta 1900. También se ha discutido el impacto que tuvo la no adopción del patrón-oro. España mantuvo un patrón bimetálico (plata/oro), si bien dadas sus dificultades para mantener las reservas de oro en la práctica fue un patrón plata. La no adopción del patrón-oro dificultó la integración de la economía española en la internacional. Sin embargo, tuvo como efecto positivo el posibilitar una política expansiva apoyada por la depreciación de la peseta, que hizo atractiva a los inversores extranjeros la entrada en nuestro país. En definitiva, como puede verse son varias y diversas las explicaciones que se han dado a la falta de convergencia de la renta media “per cápita” de la economía española respecto a otras europeas a lo largo del siglo XIX. 5. Resumen Este capítulo se ha dedicado a: a) Exponer el concepto y características de la segunda revolución industrial como consecuencia de innovaciones técnicas resultado de la aplicación del conocimiento científico, que afectaron a los transportes y comunicaciones, la siderurgia, la química industrial y las aplicaciones económicas de la electricidad. b) Mostrar cómo la segunda revolución industrial revalorizó la importancia del capital humano como motor del desarrollo. c) Explicar por qué la aplicación económica de las innovaciones técnicas requirió cambios en la forma de organización de las empresas y el desarrollo del sistema financiero. d) Destacar la integración de los mercados internacionales, resultado de las innovaciones: aumento de los intercambios de productos, hombres y capitales a escala mundial, lo que permite hablar de una primera globalización. e) Subrayar la reducción del nivel general de precios durante el último cuarto del siglo XIX como consecuencia de las mejoras de productividad y el incremento de la competencia. f) Analizar las respuestas de empresas y Estados a la competencia, intentando minimizar sus efectos a través de políticas de concentración industrial (cárteles); la adopción de políticas proteccionistas; el control político de nuevos mercados (colonialismo) y el desarrollo de servicios sociales que redujesen los efectos sociales. g) Exponer la evolución de la economía española el último cuarto del siglo XIX en este contexto, en que hubo de hacer frente a los efectos de la gran depresión y de las consecuencias de la pérdida de las últimas colonias. h) Destacar cómo la repatriación de capitales combinada con el efecto de las medidas proteccionistas y un saneamiento de las cuentas públicas permitieron un ligero desarrollo de la industria española durante la primera década del siglo XX.

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6. Conceptos básicos Segunda revolución industrial Cárteles Dumping Banca mixta Banca de inversiones "Gran depresión" Patrón oro Convergencia Proteccionismo Librecambio

Reservas de divisas Aranceles de doble columna Cláusula de nación más favorecida Convertibilidad del papel moneda Banco Central Fiscalidad directa Políticas de protección social Nacionalismo económico Repatriación de capitales Imperialismo

7. Referencias CARRERAS, Albert y TAFUNELL, Xavier (2003): Historia económica de la España contemporánea, Barcelona, Crítica. COMÍN, Francisco (2005): “La segunda industrialización en el marco de la primera globalización. En COMIN, F.; HERNANDEZ, M.; LLOPIS, E., eds. (2005): Historia económica mundial (ss. X-XX), Barcelona Crítica, 239-289 COMIN, Francisco (1996): Historia de la hacienda pública. I. Europa, Barcelona, Crítica. EICHENGREEN, Barry (2000): La globalización del capital. Historia del sistema monetario internacional, Barcelona, Antoni Bosch. FONTANA. G.L. (2003): “El desarrollo económico de Europa en el siglo XIX” en DI VITTORIO, A. (2003): Historia económica de Europa, ss. XV-XX, Barcelona, Crítica, 304-433. FOREMAN-PECK, James (1995): Historia económica mundial. Relaciones económicas internacionales desde 1850, Madrid, Prentice-Hall. HEADRICK, Daniel R. (1998): Los instrumentos del Imperio: tecnología e imperialismo europeo en el siglo XIX, Madrid, Altaya. HOBSBAWM, Eric J. (1989): La era del imperio (1875-1914), Barcelona, Ariel KINDLEBERGER, Charles P. (1988): Historia financiera de Europa, Barcelona, Crítica. MALUQUER DE MOTES, Jordi (2002): “Crisis y recuperación económica en la Restauración (1882-1913)”, en COMIN, F.; HERNANDEZ, M.; LLOPIS, E., eds. (2002): Historia económica de España (ss. X-XX), Barcelona, Crítica, 243-283. NOBLE, David (1987): El diseño de Estados Unidos: la ciencia, la tecnología y la aparición del capitalismo monopolístico, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. OCAMPO SÚAREZ-VALDES, J. (1998) Historia Económica Mundial y de España, Oviedo, Universidad de Oviedo. TORTELLA, Gabriel (2007): Los orígenes del siglo XXI. Un ensayo de historia social y económica contemporánea, Gadir, Madrid. ZAMAGNI, Vera (2001): Historia Económica de la Europa Contemporánea, Barcelona, Crítica.

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Tema 9. La economía mundial en el periodo de entreguerras (1914-1945)

1. Resultados de aprendizaje El estudio de este tema noveno le permitirá: 1. Identificar los grandes cataclismos de la economía mundial en el periodo de entreguerras (1914-1945). 2. Debatir las causas económicas de los enfrentamientos entre Alemania y los demás países europeos en las décadas previas a la Primera Guerra Mundial. 3. Analizar el significado económico de la Primera Guerra Mundial para los países beligerantes y el resto de economías del mundo. 4. Situar en el fin de la Primera Guerra Mundial el comienzo de la primacía de EE.UU. en la economía mundial. 5. Caracterizar el comunismo como sistema económico implantado en Rusia soviética tras la revolución de 1917 y explicar sus diferencias con respecto al capitalismo. 6. Identificar las fases principales de las políticas soviéticas –comunismo de guerra, nueva política económica (NEP) y planificación-- y sus diferentes resultados en la agricultura y la industria. 7. Explicar los desequilibrios en la economía real y en el sector financiero que llevaron a la depresión de la década de 1930. 8. Diferenciar los conceptos de crisis, crac de 1929 y depresión de los años 30. 9. Explicar el auge de la intervención económica del Estado tras la Primera Guerra Mundial y la depresión de los años 1930. 10. Formarse una visión de conjunto de las distintas medidas adoptadas frente a la depresión en EE.UU., Francia, Inglaterra, Alemania y otros países. 11. Analizar los factores que condujeron a la segunda guerra mundial. 12. Insertar la evolución de la economía española en las principales corrientes de la economía mundial del periodo.

2. Índice 9.1. Introducción: el mundo entre guerras. 9.2. La Primera Guerra Mundial (1914-1918). 9. 2.1 Causas económicas y políticas. 9. 2.2 La Gran Guerra 9.2.3 Efectos de la guerra en la economía mundial 9.2.4 La revolución soviética en Rusia UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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9.3. Las consecuencias económicas de la paz (1919-1923). Inestabilidad y nuevos problemas. 9.4. La recuperación de la economía mundial (1924-1929) 9.5. Crisis y depresión (1929-1933) 9.6. Los intentos de recuperación (1933-1939) 9.7. El ascenso de Stalin en la URSS. Fin de la NEP y comienzo de la planificación. 9.8. De nuevo la guerra (1939-1945). 9.9. La evolución de la economía española (1914-1945) 9.9.1 De la guerra mundial a la guerra civil (1914-1936) 9.9.2 La guerra civil y la posguerra (1936-1945)

3. Algunas preguntas iniciales

       

¿Se ha planteado alguna vez que un ruso, alemán o inglés que nació en 1900 tuvo que asistir al menos a dos guerras destructivas en el curso de su vida? ¿Sabía que algunos territorios europeos, durante estos treinta años, han formado parte de tres Estados diferentes? ¿Cómo afectaron las dos guerras mundiales a la economía? ¿Conoce alguna crisis anterior a ésta que vivimos donde haya habido tanto desempleo y una caída de la actividad mucho mayor en los países industrializados? ¿Por qué se ensayaron tantas soluciones distintas para la crisis de los años 30? ¿Funcionó alguna? ¿Qué relación tiene el gasto militar con la recuperación económica de la década de 1930? ¿Cómo marcó al mundo la revolución soviética de 1917 en Rusia? ¿Cómo un Estado puede funcionar con una economía totalmente planificada y al margen del mercado?

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1. Contenidos del tema 9.1 . Introducción: el mundo entre guerras. En 1913 Europa, con poco más del 25% de la población mundial contaba con el 46% del PIB, y su participación en las exportaciones totales superaba el 60%. A través de sus imperios coloniales, Europa controlaba una extensión que se extendía a aproximadamente un 85% de la superficie terrestre. El progreso industrial y el librecambismo, encabezados por Gran Bretaña, dominaban las relaciones económicas internacionales. Sin embargo, los treinta años que median entre 1914 y 1945 son uno de los periodos más convulsos de la historia, atravesado por dos guerras mundiales, una devastadora crisis económica internacional y un brutal experimento de transformación social, la revolución rusa. El sistema capitalista, que había llegado a 1913 con los parabienes de un desarrollo científico nunca alcanzado y la mejora de los niveles de vida de amplios sectores de población, no pudo impedir las oleadas de destrucción que causaron en el corazón de Europa dos terribles conflictos. Al mismo tiempo este periodo significó la consolidación de los Estados Unidos como primera potencia económica y militar del mundo. En 1950, Europa con la URSS no alcanzaba el 40% del PIB y la economía mundial se encontraba sometida a las condiciones de un mundo bipolar regido por dos lógicas opuestas: la de los países de la órbita capitalista, encabezados por los Estados Unidos, y la órbita socialista liderada por la Unión Soviética. La sociología occidental consagró durante el siglo XIX el papel civilizador de Europa, un modelo a imitar por el resto de civilizaciones gracias a sus logros económicos, tecnológicos y avances sociales. Una idea que justificaba, según sus defensores, el imperialismo europeo. Sin embargo, el periodo que media entre 1914 y 1945, con su retahíla de sangrientos regímenes totalitarios, mostró al mundo la cara oscura de Europa como “continente civilizador”. A partir de 1945 se abriría un nuevo periodo, cimentado en gran medida sobre las secuelas de esta convulsa etapa. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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En sentido estricto, el período de entreguerras se limita a los años de relativa paz entre 1918 y 1939. Resulta sin embargo conveniente detenerse a examinar cómo afecta la guerra –y más estas guerras totales del siglo XX– a las economías de los contendientes, y hasta de los neutrales. 9.2. La Primera Guerra Mundial 9.2.1 Causas económicas y políticas A comienzos del siglo XX el crecimiento económico mundial había alcanzado un grado sin precedentes. La economía mundial experimentaba un proceso de integración galopante, aunque había diversos elementos de tensión entre los países más desarrollados. Uno de ellos derivaba del movimiento cíclico del sistema capitalista. La gran ola de inversiones europeas en territorios extraeuropeos había multiplicado la producción agrícola y ganadera, así como la minería y otras actividades. Las mejoras en los transportes trajeron una caída de los fletes que permitía inundar Europa con materias primas y alimentos baratos, pero al hacerlo agudizaba la tendencia depresiva de los precios (y de los beneficios empresariales). Gran Bretaña había optado por una política librecambista, apoyada en el sector exterior, desmantelando su agricultura; la importación de alimentos baratos le daba de ese modo la posibilidad de mantener salarios bajos y, por tanto, altos beneficios a los empresarios industriales. Ello había supuesto, también, eliminar la influencia política de propietarios y campesinos. No era el caso, en cambio, de los países de Europa continental, como Francia y Alemania, con un extenso sector agrario, que se veía golpeado por el impacto de los bajos precios internacionales de cereales y productos ganaderos. Alemania en 1910 contaba con un 35% de su mano de obra ocupada en la agricultura, más de 10 millones de personas. En Francia, la población activa agraria en 1906 representaba el 42% del total. Los agricultores eran fervientes partidarios de medidas proteccionistas para sus productos, y propiciaban políticas nacionalistas con gran influencia en sus parlamentos. El temor británico se centraba en la competencia industrial y comercial de Alemania. En las décadas finales del siglo XIX, Gran Bretaña se había visto superada por el ritmo de crecimiento industrial alemán y norteamericano. La rapidez del crecimiento alemán y su estrategia en los mercados exteriores (el dumping internacional practicado por los cárteles) habían generado una fuerte rivalidad. Los productos industriales alemanes eran muy apreciados incluso en Gran Bretaña. En 1887 intentando aplicar medidas proteccionistas, los políticos británicos exigieron el etiquetado de la procedencia, Made in …., con intención de proteger a la industria nacional, aunque al parecer el efecto fue contraproducente, ya que los consumidores preferían aquellos con la etiqueta Made in Germany. La marina mercante alemana había crecido rápidamente, compitiendo en el transporte con los británicos, que la consideraban como un puntal estratégico de su primacía económica. Según Foreman Peck, el efecto de la “invasión comercial” alemana fomentó un miedo xenófobo totalmente desproporcionado. Fruto de este ambiente se impulsó desde el gobierno británico una carrera de construcción naval a comienzos del siglo XX, alentada también en Alemania por el almirante Von Tirpiz. Aunque la superioridad británica de la inversión exterior era incontestable, las inversiones alemanas habían aumentado espectacularmente y desde Europa suroriental se dirigían al Este. El tendido del ferrocarril que por el imperio UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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otomano terminaba en Bagdad fue concedido a empresas alemanas, suscitando los recelos británicos en una zona que tenía importancia, no sólo por la cercanía a las rutas estratégicas a la India, sino por los ya apreciados recursos petrolíferos que atesoraba, ya que el petróleo comenzaba a ser considerado como el producto energético del futuro. El desarrollo de la política colonial tampoco había aproximado a británicos y alemanes. Era un elemento más del fortalecimiento de las políticas nacionalistas. Alemania había salido tarde en la carrera colonial, aunque había logrado algunos territorios en el reparto sancionado por la conferencia de Berlín (1884-85). Sin embargo, los intentos por tener influencia en el norte de África terminaron con la hostilidad francesa y el aislamiento alemán en la Conferencia de Algeciras (1906), situación que se agravó con el episodio del cañonero Panther en 1911, atracado en Tánger, que de nuevo agudizaba las tensiones franco-alemanas en Marruecos y empeoraba la relación con los británicos. Francia se encontraba muy vinculada a Rusia, con fuertes intereses económicos derivados de las inversiones de empresas rusas en minería, el ferrocarril y deuda pública. Además, desde 1870, con la pérdida de Alsacia y Lorena, los ánimos nacionalistas franceses eran abiertamente antialemanes y su influencia pesaba en las decisiones económicas, como por ejemplo la supresión de inversiones francesas en suelo alemán. El conflicto de los Balcanes (1906-1913), donde se enfrentaban directamente los intereses de Rusia, Austria-Hungría y Turquía, con sus secuelas de problemas nacionales e identitarios, radicalizó el sistema de alianzas. A partir de este momento las potencias europeas aumentaron el ritmo en la carrera de armamentos (gráfico 9.1). Se calcula que entre 1908 y 1913 el gasto militar de las potencias europeas se incrementó un 50%. Gráfico 9.1 Evolución del gasto militar de las potencias (1870-1912)

Fuente: J. Eloranta (2007: 261)

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Un acontecimiento, precisamente en los Balcanes, el asesinato en julio de 1914 del heredero del imperio austrohúngaro en Sarajevo por un nacionalista (o patriota según otras versiones) serbio, fue lo que desencadenó las hostilidades. A pesar de sus objetivos internacionalistas, los partidos y sindicatos socialistas de trabajadores no evitaron la ola nacionalista que atravesó los distintos países beligerantes, impidiendo una reacción antibelicista significativa, que se redujo a escasos sectores de la izquierda. La guerra se prolongó durante cuatro años y se extendió más allá de Europa. Los Estados Unidos se pusieron de parte de los aliados en 1917 y Japón también aprovechó las expectativas de derrota alemana, para anexionarse sus territorios coloniales en el Pacífico y aumentar su influencia en la zona.

9.2.2 La Gran Guerra (1914-1918) La denominada Primera Guerra Mundial fue una guerra de nuevo tipo. En buena medida es una aplicación de la maquinaria industrial con fines de destrucción. El desarrollo científico y tecnológico aporta nuevos materiales, equipos y armas. También se hacen notar en el desarrollo de nuevos sistemas de transporte (vehículos, ferrocarriles, submarinos, aviones) y explosivos más potentes. Científicos como el alemán Haber, padre de la síntesis del amoniaco, un producto esencial para el desarrollo de los fertilizantes nitrogenados, participó en el desarrollo de los gases letales utilizados en la contienda, como el gas mostaza. La guerra afectó directamente a la economía a través del bloqueo comercial y el desvío de recursos para la producción bélica. Los Estados movilizaron, aparte de un gran contingente de tropas, enormes recursos para fabricar armamento y obtener suministros para los movilizados. Se activaron compras de materiales esenciales en el exterior, lo que contribuyó a aumentar el déficit y el endeudamiento. La guerra –por primera vez motorizada, incluso en el aire– realzó el valor del petróleo como recurso estratégico. También afectó al empleo y la fuerza laboral, ya que al ser movilizados los varones obligó a la incorporación de mujeres a la producción. El gasto se orientó al esfuerzo bélico, resintiéndose los niveles de vida de la población. La guerra llevó a los países inmersos en la contienda a graves situaciones de escasez y penuria, que estallaron en sublevaciones, como sucedió en Rusia con la revolución bolchevique. En los últimos compases del conflicto, las sublevaciones de las tropas hastiadas de la carnicería fueron frecuentes. Fue una guerra en la que, aunque se desarrolló también en escenarios extraeuropeos, como el de Oriente Medio, el grueso de la contienda asoló el continente europeo. 9.2.3 Efectos de la guerra en la economía mundial El desencadenamiento del conflicto alteró de modo drástico la economía mundial. El espacio económico más avanzado, con la excepción de EE.UU., quedó bajo los efectos de un largo episodio que acabó con millones de vidas humanas, destruyó una tremenda cantidad de capital físico en construcciones e instalaciones industriales, desvió la mano de obra de los países beligerantes hacia la guerra y hundió el nivel de vida de las sociedades implicadas. Los efectos demográficos indirectos del conflicto en forma de privaciones y miseria se hicieron notar en la gravedad de episodios como la gripe española del UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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invierno de 1918-19, que tuvo una extensión planetaria y se cobró la vida de 50100 millones de personas en todo el mundo. Conflictos todavía latentes como la guerra civil en Rusia, que no acabó hasta 1921, asociada a hambrunas terribles, incrementaron la mortalidad durante este periodo. Entre víctimas directas e indirectas, así como personas no nacidas, se calcula en unos 65 millones las pérdidas demográficas del periodo 1914-21 en Europa debidas al conflicto bélico y sus secuelas. Tabla 9.1. Costes humanos y financieros de la Primera Guerra Mundial

Aliados Rusia Francia Imperio Británico Italia Estados Unidos Japón Imperios Centrales Alemania Austria-Hungría Turquía Bulgaria Total de los dos bandos

Moviliza- Muertos Heridos Total % de bajas Coste dos de sobre finanmillones bajas* movilizados ciero ** 42,2 5,2 12,8 22,1 52,3 57,7 12,0 1,7 5,0 9,2 76,3 5,4 8,4 1,4 4,3 6,2 76,3 9,3 8,9 0,9 2,1 3,2 35,8 23,0 5,6 0,7 0,9 2,2 39,1 3,2 4,4 0,1 0,2 0,4 8,2 17,1 0,8 0,0 0,0 0,0 0,2 -22,9 3,4 8,4 15,4 67,4 24,7 11,0 1,8 4,2 7,1 64,9 19,9 7,8 1,2 3,6 7,0 90,0 4,7 2,9 0,3 0,4 1,0 34,2 0,6 1,2 0,1 0,2 0,3 22,2 0,4 65,0

8,5

21,2

37,5

57,6

* Se incluyen los prisioneros desaparecidos **Miles de millones de dólares a precios de 1913 Fuente: Citadas en J.C.Ocaña Las estructuras productivas se emplearon en sostener el esfuerzo bélico, lo que redibujó el mapa productivo a nivel mundial. En ocasiones, se vuelven a producir materias de que escaseaban en los mercados o se habían encarecido mucho. Inglaterra, muy dependiente de la importación de alimentos, vio reducir progresivamente durante la guerra las entradas de productos, mientras que incentivó paralelamente la producción agraria. En cambio, en Europa continental la producción tanto agraria como industrial se contrajo sustancialmente. Ello benefició a los países no beligerantes en Europa, como España, y en otros continentes, cuyas exportaciones aumentaron en volumen y más aún en valor, dadas las subidas de precios. Eso fomentó su desarrollo industrial, tanto para hacer frente a la demanda de su mercado interior, privado de los proveedores tradicionales, como para vender a los clientes en guerra. Estados Unidos, que hasta su entrada en la guerra actuó como importante proveedor de productos y capitales a los aliados, fue el mayor beneficiado, acumulando grandes reservas de oro. Se convirtió así en la primera potencia económica desplazando a Gran Bretaña. El gasto público, que ya se había elevado en los años previos con motivo de la carrera de armamentos, se disparó durante la guerra. Los presupuestos incurrieron en fuertes déficits financiados a través de deuda pública y la emisión monetaria, que provocaron el aniquilamiento de las reservas de los bancos centrales. La escasez de productos de consumo contribuyó también a la inflación desencadenada, originando una caída general del nivel de vida. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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9.2.4 La revolución soviética en Rusia En Rusia la situación fue especialmente dramática. Aunque venía experimentando un rápido crecimiento económico desde finales del siglo XIX, arrastraba aún un serio atraso, con una amplia población agraria e ínfimos niveles de vida. Ya en 1905, tras perder la guerra contra Japón, los estallidos revolucionarios obligaron a adoptar reformas como la abolición del mir o el establecimiento de un parlamento. Del mismo modo, la guerra mundial agravó en Rusia las condiciones de grandes masas de población y radicalizó el descontento contra el régimen zarista. La movilización de gran cantidad de tropas deficientemente equipadas y pésimamente dirigidas, se tradujó en derrotas militares y cuantiosas bajas, a la vez que se extendía la carestía provocada por el desabastecimiento y la inflación. La inestabilidad política y la presión obrera de las ciudades alentada por los partidos revolucionarios, condujeron en febrero de 1917 a la abdicación del zar Nicolás II y la formación de un gobierno provisional, dirigido por Kerensky, que siguió apoyando la guerra. Sin embargo, las revueltas de soldados y obreros agrupados en soviets (comités) auparon al poder finalmente en octubre de 1917 a un gobierno revolucionario dirigido por Lenin, del partido bolchevique. La primera medida del gobierno revolucionario fue rendirse a las potencias centrales (tratado de Brest-Litovsk, marzo 1918). La paz que reclamaban los soviets costó grandes pérdidas territoriales y económicas. El gobierno bolchevique tuvo que hacer frente a una situación económica gravísima en medio de una guerra civil que sucedió al conflicto mundial, y a la beligerancia de las potencias occidentales. Las primeras medidas se concretaron en el reparto de la tierra a los campesinos y la supresión de la propiedad privada en la gran industria, pasando a ser gestionada por el Estado. Las pequeñas empresas (menos de 10 trabajadores), aunque podían seguir siendo privadas, quedaron bajo control obrero. También se nacionalizó la banca, al tiempo que la moneda sufrió un proceso hiperinflacionario que la volvió prácticamente inservible. Se impuso en su lugar un sistema de intercambio basado en la circulación de vales o el trueque, así como los pagos en especie a los trabajadores. Todas estas medidas se engloban en la llamada política de comunismo de guerra, que intentaba resolver los problemas básicos de la población a la vez que la supervivencia del régimen. Los resultados de esta política fueron devastadores (gráfico 9.3). La industria se hundió, pero lo peor ocurrió en el sector agrario. Los destrozos de la guerra mundial junto con el saqueo y la desorganización de la guerra civil causaban enormes dificultades para la producción y la distribución. La peor parte la llevó la agricultura. Los repartos de tierra, que en realidad legalizaban las ocupaciones de los campesinos, llevaron a una gestión muy deficiente, con escaso capital, en explotaciones muy reducidas y con precios muy bajos, impuesto por el gobierno para abastecer las ciudades. Estos problemas desalentaron la producción para los circuitos oficiales, desviando buena parte hacia el mercado negro. Parte de la población urbana emigró al campo y Lenin instauró un sistema de requisas forzosas para hacerse con el cereal necesario para el abastecimiento urbano. La violencia y represión generada con UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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este sistema redujo la parte destinada a consumo y simiente, situación que provocó la hambruna de 1920-21, en la que se calcula que murieron más de cinco millones de personas.

9.3 Las consecuencias económicas de la paz (1919-1923). Inestabilidad y nuevos problemas Estados Unidos había salido de la guerra como gran potencia mundial. El presidente Wilson había propuesto en sus Catorce Puntos un plan para la paz y el futuro de las relaciones internacionales, que incluía la creación de un organismo internacional, la Sociedad de Naciones, para conjurar el riesgo futuros conflictos. Sin embargo, a la postre, ni los Estados Unidos asumieron su nuevo papel (el Senado nunca ratificó el tratado de paz de Versalles ni la entrada en la Sociedad de Naciones), ni se firmó una paz con propósito duradero. Por otra parte, el modo en que Estados Unidos ejerció su nuevo papel como primera potencia económica no sirvió para dar estimular la economía internacional. Estableció medidas proteccionistas (arancel FordneyMcCumber de 1922), restricciones al crédito y a la inmigración. Los diversos tratados de paz firmados tras la guerra, emblematizados en el Tratado de Versalles, establecieron un nuevo marco de relaciones internacionales basado en las sanciones impuestas a los vencedores sobre los derrotados. El mapa político de Europa cambia de arriba abajo. Se impone la desintegración de los imperios de preguerra (ruso, austrohúngaro y otomano) formando una serie de estados independientes en el Este de Europa y Oriente Medio. El nuevo mapa rediseña también las fronteras de Alemania, con la devolución de Alsacia y Lorena a Francia, y la pérdida de cerca de un 10% de su territorio. Entre los tratados firmados destaca el de Versalles (1919), que los aliados imponen a Alemania. En la conferencia de paz de París, el presidente norteamericano Wilson trató de promover unas condiciones benévolas, pero se impuso el espíritu de revancha de Francia, que venía de la guerra francoprusiana de 1870. Los cambios de frontera suponen la pérdida de importantes recursos carboníferos (Silesia), y férricos (Lorena). La región del Sarre quedaba bajo administración de la Sociedad de Naciones y se desmilitarizaba la orilla derecha del Rhin. Alemania perdía sus territorios coloniales en África y Asia, y buena parte de su flota, a la vez que se supervisa su desarme. Pero sobre todo se imponen unas exigencias exorbitantes por reparaciones (compensaciones) de guerra. Antes de firmar el acuerdo, Alemania se vio forzada a realizar pagos en especie (carbón y productos siderúrgicos). En 1921, la Comisión de Reparaciones fijó finalmente a factura de las indemnizaciones en 33.000 millones de dólares. Las condiciones económicas del tratado fueron duramente criticadas por J.M. Keynes, representante británico en la conferencia, que dimitió en junio de 1919 ante la imposibilidad de cambiar sus durísimas cláusulas.

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Mapa 9.1 Fronteras europeas tras el tratado de Versalles.

Fuente: Foreman-Peck (1995: 235) Además de las reparaciones, otra de las repercusiones financieras de la guerra fue la deuda contraída entre los aliados, resultado de los enormes préstamos concedidos. Tras la guerra, el principal prestamista, los Estados Unidos, reclamó a sus socios el montante de la deuda en un momento en que apenas disponían de fondos. Aunque Estados Unidos no deseaba vincular el problema de la deuda a las reparaciones de guerra, en la práctica, los países deudores no comenzaron a satisfacer los pagos hasta que empezaron a cobrar las reparaciones (ver figura 9.1).

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Figura 9.1 Red de compromisos financieros internacionales tras la Primera Guerra Mundial (cantidades en miles de millones de dólares).

Fuente: M.Beaud (1990: 223) La guerra había sacado a los países beligerantes de la disciplina del patrón-oro y había disminuido sensiblemente las reservas en los bancos centrales. Y los nuevos Estados surgidos tras la guerra apenas disponían de ellas. Mientras tanto se había disparado la circulación monetaria, carente de respaldo y convertibilidad. Esto supuso su pérdida de valor y el aumento de los precios, a la vez que enormes fluctuaciones y movimientos especulativos. La situación se agravó sobre todo en los países vencidos, que tenían que hacer frente al pago de reparaciones, lo que condujo a episodios de hiperinflación y destrucción de la moneda en países como Austria, Hungría o el más conocido, el de Alemania. La hiperinflación alemana fue un episodio de indudable trascendencia tanto por el peso económico de Alemania el mundo como por su vinculación al espinoso problema político de las reparaciones. Con una merma de sus recursos derivados de las pérdidas territoriales y las dificultades de su economía para producir el montante exigido, la economía alemana mantenía un agudo déficit comercial que suponía la salida de marcos al exterior. Además, la dificultad de recaudar impuestos en una economía en quiebra llevó a Alemania a una política de emisiones de dinero y de endeudamiento contra el crédito del banco alemán. En un principio la depreciación monetaria mejoró las exportaciones, debido a que los precios reales de los productos alemanes eran menores en el exterior. Ello benefició sobre todo a las grandes empresas y comerciantes, que cobraban en divisas, y a corto plazo también repercutió positivamente en el empleo y la producción. El problema es que la inflación al final no se pudo controlar, disparándose a partir de mediados de 1922. El gobierno quería demostrar que las reparaciones impedían la recuperación UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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porque reducían las posibilidades de exportar y obtener divisas. Francia y Bélgica se negaban a ceder y ante el retraso en el pago, las tropas francesas y belgas ocuparon el Ruhr a comienzos de 1923, tratando de cobrarse en productos lo que no cobraban en dinero. Frente a ello se produjo un amplio movimiento de resistencia pasiva, apoyada por el gobierno alemán mediante el envío de marcos a los trabajadores y empresas. El marco papel se depreció hasta niveles increíbles, y los precios se habían multiplicado por un billón a fines de 1923, con relación al inicio del año (tabla 9.2). Tabla 9.2. La hiperinflación alemana (1919-1923). Fechas

Diciembre-1918 Junio-1919 Diciembre 1919 Junio-1920 Diciembre 1920 Junio-1921 Diciembre 1921 Junio-1922 Diciembre 1922 Junio-1923 Diciembre 1923

Circulación de billetes: billetes del banco estatal en miles de millones de marcos

22 30 36 54 69 75 114 169 1.280 17.300 500x106 Fuente: Morilla Critz (1988: 64).

Marcos- papel por cada marcooro (según cotización del dólar)

2 3 11 9 17 17 46 76 1.810 26.000 100x109

Valor de stock de billetes (en miles de millones de marcos-oro)

11,0 10,0 3,3 6,0 4,0 4,4 2,5 2,2 0,71 0,65 -

Índice de precios al por mayor (1913=1)

25 3,1 8,0 13,8 14,4 13,7 34,9 70,5 1.475 19.400 1.260x109

La inflación tuvo efectos perdurables sobre los distintos grupos sociales: el empobrecimiento de las clases medias y trabajadores asalariados, ahorradores y rentistas, que vieron esfumarse sus rentas, en tanto que se enriquecía una minoría de especuladores. La solución, en primer término, vino de la mano de medidas internas que garantizaban el equilibrio presupuestario, con un duro ajuste de los gastos corrientes, como la rebaja de salarios a los empleados públicos. Adicionalmente, la instauración de una moneda nueva, el rentenmark, a un cambio de uno por un billón de marcos papel, cuyo respaldo no quedaba sobre oro sino con una hipoteca sobre la riqueza inmobiliaria del país. Estas bases de estabilidad se apuntalarían posteriormente restableciendo una nueva moneda, un nuevo marco-oro, apoyada en la llegada de los préstamos extranjeros y una reforma del acuerdo sobre el pago de las reparaciones. 9.4.

La recuperación de la economía mundial (1924-1929)

La nueva fase de crecimiento, tras la inestabilidad de los años de la posguerra, vino dada por una recuperación de varios elementos que habían permitido la integración económica internacional. Uno de ellos era la vuelta al patrón oro. Esta idea había partido ya de la conferencia internacional de Génova en 1922, pero se reconocía que resultaba difícil aplicar el sistema UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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anterior debido fundamentalmente a la escasez y gran desigualdad de reservas de oro en los bancos centrales. Por ello, la fórmula utilizada, denominada patrón cambio oro (gold exchange standard), admitía como reservas además del oro, las divisas convertibles en oro, como el dólar o la libra. Las monedas no eran directamente convertibles en oro en las transacciones entre particulares. Aunque Estados Unidos retornó a la paridad de preguerra, los distintos países podían de fijar un tipo de cambio inferior al de antes de la guerra, flexibilizando los plazos para aplicarlo. Por ejemplo, Francia estabilizó su divisa en 1926, pero Japón no lo hizo hasta 1930. A partir de 1924 numerosos países fueron retornando a esta nueva disciplina cambiaria, facilitando la recuperación del comercio internacional. Paralelamente se paliaban las secuelas de la hiperinflación mediante una serie de medidas entre las que destacaba el denominado plan Dawes –por el funcionario norteamericano que encabezó la Comisión de las negociaciones- de 1924. Se trataba de un acuerdo para reconducir los pagos por reparaciones, ajustando los plazos a las condiciones de recuperación de la economía germana. Otro elemento esencial del plan era la concesión de un préstamo para sostener el nuevo marco y hacer frente a las primeras anualidades de las reparaciones. Este préstamo sería el inicio de un movimiento que expandió el crédito desde los Estados Unidos hacia Europa en los años siguientes. En 1929 un nuevo acuerdo, el plan Young, intentaría regular nuevamente los pagos, aunque la crisis impidió su entrada en vigor. De este modo, se sentaron las bases que permitieron una nueva fase de crecimiento de la economía internacional. Los distintos Estados ajustaron sus políticas a la nueva situación de distinta manera: Gran Bretaña retornó a la paridad de preguerra con la libra, lo que suponía un problema de deflación que redujo el ritmo de crecimiento y, al tener un tipo de cambio sobrevaluado, de la competitividad para los productos ingleses en el exterior, a la vez que mantenía la crisis en los sectores tradicionales y elevadas tasas de desempleo; otros países, como Francia, Gráfico 9.2 Índices de la producción manufacturera (1920-1938)

Fuente: M. Niveau (1989:172) UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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devaluaron sus monedas para acelerar la salida de la crisis, lo permitió superávits de balanza de pagos que alentaron la recuperación. Estados Unidos entra en una fase de intenso crecimiento, apoyado sobre todo en sectores con elevadas ganancias de productividad, como la electricidad o el automóvil, que a su vez tiran de otros (petróleo o la siderurgia). El crecimiento era producto de la combinación de la innovación tecnológica y la extensión de los nuevos sistemas de organización de la producción. A su vez, generó un fuerte alza de beneficios en las empresas industriales pero también de los salarios reales, marcando una creciente divergencia de rentas con los sectores tradicionales, agrícola y producción de materias primas, así como respecto a los países no industriales. Japón consiguió un fuerte crecimiento apoyándose en las exportaciones, expandiendo sus productos –por ejemplo la seda-- por el mercado asiático y el Pacífico. En resumen, los países industrializados habían recobrado el ritmo de crecimiento, pero Europa había perdido un buen trecho en beneficio de los Estados Unidos (gráfico 9.2 y tabla 9.3).

Tabla 9.3 Distribución de la producción manufacturera mundial 1913-1938 (%) Periodo

EE.UU Alema- Reino nia Unido

1913 35,8 14,1 14,1 1926-29 42,2 11,6 9,4 1936-38 32,2 10,7 9,2 Fuente: J. Morilla Critz (1988: 91).

Francia URSS Suecia Japón India Resto

7,0 6,6 4,5

4,4 4,3 18,5

1,0 1,0 1,3

1,2 2,5 3,5

1,1 1,2 1,4

21,1 21,2 18,7

Mundo

100 100 100

El crecimiento vuelve a la economía internacional; los intercambios exteriores se reactivan a partir de 1924, cuando recuperan los niveles de preguerra. No obstante, el crecimiento del comercio fue bastante por detrás del de la producción mundial. Esto obedece en parte a la aparición de nuevos territorios industrializados que principalmente se orientan al mercado interior. Por ejemplo en la India se expandió la fabricación de acero, cemento o azúcar, cubriendo una demanda que antes exigía importaciones. Otro motivo fue el aumento generalizado de los aranceles. También la caída de los precios de productos primarios, derivado de un exceso de oferta, trajo una caída del valor de los intercambios (aunque no necesariamente su volumen). Los movimientos de capitales se reactivaron, aunque también cambiaron, ya que el flujo principalmente se dirigía desde Estados Unidos hacia Europa y a América Latina. Alemania era el primer receptor del capital exterior. Gran Bretaña, como segundo exportador, lo dirigía fundamentalmente a los territorios de su imperio. En la Unión Soviética, la salida del marasmo de los primeros años se produjo con la vuelta parcial al mercado que Lenin estableció a través de la NEP (siglas de Nueva Política Económica). Con objeto de recuperar la producción, cesaron las requisas de cereales y se estableció en su lugar un impuesto en especie, al tiempo que las pequeñas empresas industriales retornaron a manos privadas. Los campesinos podían vender sus cosechas en los mercados, aunque el Estado fijaba los precios, y se permitía arrendar tierras, lo que introdujo un fenómeno de diferenciación con el progreso de los campesinos acomodados (kulaks). Este movimiento vino acompañado también de una estabilización monetaria con la creación del chervonetz (respaldado en oro) para UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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transacciones exteriores y rublos papel en el mercado interior. El comercio interior también pasó en parte a manos privadas. Con todo ello, la producción agraria se recuperó más rápidamente que la industrial, de modo que los precios de las manufacturas, más escasas, eran muy superiores a los que fijaba el Estado para los alimentos, provocando la llamada crisis de las tijeras, o la divergencia creciente entre los precios agrarios e industriales, hasta que el propio Estado intervino bajando los precios industriales y subiendo los agrarios, al tiempo que trataba de estimular la producción de manufacturas. Para ello recurrió a autorizar las importaciones de bienes de equipo y maquinaria, que se tenían que pagar con cereales y oro, ya que no consiguió atraer capitales por la negativa a reconocer la deuda previa a la revolución. En 1928 la Unión Soviética había recuperado los niveles del producto de preguerra con un aumento significativo de la industria pesada, al tiempo que había impulsado el crecimiento agrario, pero con la aparición de nuevas desigualdades sociales (NEPistas en las ciudades y kulaks en el campo) que iban contra los principios de la revolución. Gráfico 9.3 Evolución de la producción en Rusia (1913-1926). Índice 100=1913

Fuente: G. Feliu y C. Sudrià (2007: 329)

9.5 Crisis y depresión (1929-1933) Como apunta Charles Kindleberger, los préstamos comerciales, las indemnizaciones y las deudas de guerra provocaron una situación imposible en las finanzas internacionales de los años 20. Estados Unidos se mantuvo en la posición de que las reparaciones y las deudas interaliadas estaban totalmente desconectadas. Francia quería ante todo cobrar las reparaciones y Gran Bretaña optaba por llegar a un acuerdo para cancelar las deudas. Alemania evidentemente, estaba en contra de las reparaciones y había utilizado los préstamos internacionales, básicamente de tipo comercial a corto plazo, para UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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hacer frente a sus compromisos, pero también para inversiones a largo plazo (instalaciones industriales, obras de infraestructura, etc.). A los problemas financieros se añadían los de la economía real, algunos ya apuntados. Las inversiones y el desarrollo técnico en la agricultura habían propiciado un enorme aumento de la producción, por encima del crecimiento de la demanda, lo que provocaba tendencias depresivas en los precios. Esto afectaba a extensos grupos de agricultores, crecientemente endeudados, y sobre todo a países o territorios coloniales orientados a la exportación de estos artículos, que constituían por otra parte el principal renglón del comercio internacional, empeorando su relación real de intercambio. Las cosechas extraordinarias de café brasileño en 1927, 1928 y 1929 tendieron a hundir los precios a pesar de las medidas para almacenar reservas. En productos como el caucho o el cobre, el intento de cartelizar la producción se rompía con la puesta en explotación de nuevas minas o plantaciones, impulsada por los altos precios. Por otra parte, en Gran Bretaña, el envejecimiento de los sectores industriales tradicionales –textil, carbón- y la política monetaria impidieron el crecimiento necesario para absorber los elevados índices de desempleo. Gráfico 9.4 Precios de las acciones en la Bolsa de Nueva York (índices)

Fuente: Kindleberger (1985: 128) En otras áreas de la economía, en cambio, los beneficios se disparaban. Así, en las industrias con mejores índices de productividad, que accedían a mercados más amplios, o en el sector financiero. La política monetaria y crediticia en Estados Unidos se escoró hacia mecanismos expansivos, como la rebaja de tipos de interés y la liberalización del crédito. De este modo, ante los signos de debilitamiento de la inversión productiva motivados por las menores perspectivas de beneficio, el flujo de capital derivó hacia la especulación en bolsa, que no paraba de crecer desde 1927 (gráfico 9.4). Este movimiento fue acelerado por un sistema bancario disperso y las operaciones a corto plazo realizadas en buena parte a crédito. Al final, el efecto atracción de los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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beneficios bursátiles redujo las salidas de capital norteamericano hacia Europa. Y estos capitales eran los que garantizaban la actividad y equilibraban la la balanza de pagos de Alemania y otros países. A partir de 1928, la subida de los tipos de interés en Estados Unidos también atrajo capitales del exterior, hinchando la burbuja especulativa. Junto a ello aparecieron ya en este año claros signos de debilitamiento en numerosos países. La creciente divergencia entre los dividendos y el rendimiento que generaba la especulación no tenía lógica, como se pudo comprobar en el otoño de 1929 en Nueva York. La burbuja estalló finalmente con el crac de la bolsa en las sesiones del viernes negro del 24 de octubre y en la del martes negro siguiente, 29. El crac de Wall Street, más que causante de la crisis debe considerarse como el punto de ruptura de la frágil situación de la economía internacional, que terminó por hundirse del todo. La secuencia del pánico que siguió al crac bursátil revela bien la inestabilidad del equilibrio en todos los sectores, desde el financiero hasta el industrial, pasando por el agrario y comercial, que provocó una espiral deflacionista, con la caída en picado de la producción y del empleo. En Estados Unidos, el hundimiento de los valores bursátiles arrastró a las empresas, cuyos activos se depreciaron drásticamente, y a los bancos que habían prestado enormes sumas a inversores poco solventes. El cierre de las empresas, sin posibilidad de acceso al crédito por la quiebra del sistema bancario, redujo drásticamente la actividad económica y envió al paro a buena parte de la población activa, con un grave efecto en la contracción de la demanda que impedía la recuperación de la producción y agudizaba la deflación. La economía internacional, ya de por sí amenazada por las tendencias depresivas en los precios y los mecanismos proteccionistas, se desintegró rápidamente con un repliegue de las inversiones internacionales y el hundimiento de los intercambios. Estados Unidos, principal potencia comercial, arbitró rápidamente políticas restrictivas de crédito y subidas de aranceles que profundizaron la dinámica recesiva. En 1930 la aprobación del arancel Smoot-Hawley originó una respuesta en cascada de países que incrementaron las medidas proteccionistas. En 1931 la extensión de la crisis financiera afectó duramente a varios países europeos. En mayo quebró el Creditanstalt austriaco y la crisis se extendió a Alemania, cuyo gobierno cerró los bancos y suspendió la convertibilidad del marco en oro. A fines de verano fue Gran Bretaña quien desvinculó la libra del oro, medida que enseguida aplicaron otros muchos países. Estados Unidos se mantuvo en el patrón oro, lo que obligó a una política monetaria muy restrictiva, que no frenaba la recuperación. Sin embargo, el abandono del sistema de patrón oro, junto con las medidas proteccionistas, como la preferencia imperial británica de 1932, contribuían a empeorar la situación, ya que intentaban establecer un tipo de cambio devaluado que propiciara las ventas en el exterior, movimiento que hundía más y más los precios de las mercancías. Ante el cierre de los circuitos del crédito y la enorme caída de los términos de intercambio para sus productos, varios países productores de bienes primarios dejaron de pagar la deuda desde 1931. A finales de 1932 el valor del comercio mundial era un tercio del de 1929 (gráfico 9.5).

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Gráfico 9.5 La espiral contractiva del comercio mundial (enero 1929-junio 1933) (valor de las importaciones totales de 75 países, en dólares-oro)

Fuente: C.M Reinhart y K. Rogoff, K (2009): This Time Is Different: Eight Centuries of Financial Folly, Princeton, Princeton University Press, p. 265

La crisis financiera se trasladó rápidamente al sector real, es decir, a la producción y el consumo. Los ahorradores que perdieron su dinero en bolsa se encontraban a menudo con deudas contraídas en la época de expansión cuando endeudarse para comprar una casa más grande o jugar en bolsa parecía una buena idea. En algunos casos los endeudados son campesinos, que pierden sus tierras (pero el banco que ejecutó las hipotecas no puede explotarlas, no es su negocio). Eso repercute en morosidad para los bancos, y para los consumidores en una caída del gasto; lo cual crea problemas a las empresas, que a su vez necesitan solicitar créditos y, o bien no los reciben (por considerarse de riesgo), o bien deben pagarlos a tipos de interés más altos. La confianza en la economía cae, y eso retrae la inversión. Los problemas de las empresas se saldan a menudo con despidos, y en un país donde no existen subsidios de desempleo (la mayoría entonces, incluyendo EE.UU), resultan en más endeudamiento, más caída del consumo, más despidos… La caída de los precios, que en teoría debía ser la solución a los problemas, genera un proceso de deflación que retrae aún más el consumo y la inversión. La espiral, que funcionaba como un “círculo virtuoso” en la época de bonanza, se convierte en un trágico círculo vicioso. La crisis salta de un sector a otro: bancos, granjas, manufacturas, la construcción, el comercio minorista... Los Estados sufren la caída de sus ingresos fiscales, lo que les priva de recursos para intervenir inyectando dinero en la economía; algo que, por otra parte, desaconsejaba la ortodoxia económica del momento, defensora a ultranza del equilibrio presupuestario. Los resultados: caídas brutales de producción, desempleo rampante, deflación generalizada y por todas partes un profundísimo malestar social (tabla 9.4).

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Tabla 9.4. Impacto de la Gran Depresión

País

Mínimo del PIB Año

Alemania 1932 Austria 1933 Bélgica 1932 Dinamarca -Estados 1933 Unidos Francia 1932 Grecia 1931 Holanda 1934 Italia 1931 Japón 1930 Polonia 1933 Reino Unido 1931 Suecia 1932 URSS -Fuente: Tafunell (2005:316)

Año de Mínimo del Mínimo de la Mínimo del Tasa de nivel del PIB recuperación producción nivel de paro del nivel del industrial precios (1929=100) PIB de 1929 Promedio (1929=100) (1929=100) 1931-35

76,5 77,5 92,1 --

1936 1939 1936 1930

61 62 63 91

77 95 75 89

12 14 10 12

71,5

1939

62

75

21

85,3 93,5 90,5 94,5 92,7 79,3 94,2 95,7 --

1939 1932 1937 1935 1932 1937 1934 1934 1930

74 -84 86 -58 89 89 --

75 87 77 76 83 58 85 91 --

--9 5 --13 6 --

9.6 La salida de la Depresión. Las políticas de recuperación (1933-39) Las políticas de recuperación en la economía internacional se guiaron por dos principios fundamentales: el abandono de las prácticas liberales, y las soluciones nacionalistas, apoyadas en la mayor intervención de los Estados en la economía. El abandono del patrón oro y las devaluaciones monetarias habían sido un recurso casi general. La Conferencia Monetaria Internacional de 1933 intentó frenar la tendencia, pero lo único que se consiguió fue la cancelación definitiva de las deudas de guerra y las reparaciones. En 1933 Estados Unidos suspendió la convertibilidad del dólar, quedando Francia como principal potencia asociada al oro. Casi todos los países utilizaron las devaluaciones como mecanismos de protección, que a la postre suponía también elevar el peso del endeudamiento externo, a la vez que mantenían bajos los precios de los productos en el mercado exterior. La salida de divisas se restringió mediante controles de cambios y sustitución de importaciones. Al mismo tiempo, se establecieron bloques económicos que atendían las necesidades de materias primas, como la Commonwealth de Gran Bretaña con los países de su órbita colonial o los tratados de Alemania con países de Europa oriental. El intervencionismo de los Estados se concretó con medidas activas para fomentar el empleo y estimular la demanda a través de programas de obras públicas. El New Deal, que lanzado por F.D. Roosevelt en 1933 tras su llegada a la presidencia de los EE.UU., era un compendio de medidas que trataban de: evitar futuros movimientos especulativos (reforma bancaria y de la bolsa), así como frenar la deflación y estimular la demanda interna, con programas de industrialización acordados con empresas y trabajadores UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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(NIRA), restringiendo la competencia, y medidas en la agricultura, limitando el área sembrada para los productos más excedentarios, proporcionando subsidios y créditos a los agricultores. Al mismo tiempo se llevaron a cabo programas de obras públicas para mejorar las infraestructuras de comunicaciones o desarrollar áreas rurales, como el valle del Tennessee donde se construyeron grandes embalses que proporcionaban electricidad y permitían la puesta en regadío de amplias extensiones. El gasto público también se orientó a paliar los efectos de la depresión entre los grupos más desfavorecidos, extendiendo por ejemplo la cobertura de la Seguridad Social. Todas estas medidas, aunque estimularon la recuperación, no tuvieron el éxito esperado. La NIRA fue declarada inconstitucional en 1935 y los planes agrarios, aunque redujeron el área de cultivo y la población activa, no evitaron el crecimiento de la producción, lo que mantuvo bajos precios y rentas. Gran Bretaña y Francia también perseguían la reactivación, aunque por vías distintas. La devaluación de la libra en 1931 permitió a Gran Bretaña llevar a cabo una política monetaria expansiva, con una reducción de tipos de interés que estimuló sectores como la construcción, mitigando el desempleo, aunque sin erradicarlo debido a la crisis estructural de las industriales tradicionales. Por otro lado, imprimió un giro proteccionista a su política comercial, privilegiando arancelariamente a sus zonas de influencia colonial (principio de preferencia imperial) y reduciendo los intercambios con Europa. Gran Bretaña es un ejemplo de escasa intervención del Estado, aunque a partir de 1938 la situación internacional la impulsó a incrementar notablemente el gasto en armamento. Francia, en cambio, siguió un curso diferente. La crisis no golpeó tan duramente su economía y, como disponía de grandes reservas de oro, siguió vinculada al patrón oro con una política deflacionista que acabó perjudicando el crecimiento de la década de los años 30. La subida al poder de una coalición de izquierdas en 1936 condujo a medidas favorables a los trabajadores (acuerdos de Matignon: vacaciones pagadas, semana de 40 horas y derechos sindicales) pero sin crear un ambiente propicio para la reactivación, lo que produjo un malestar empresarial y salidas de capitales que, a la postre, forzarían la devaluación y la retirada de las medidas sociales aprobadas. El bloqueo de la situación política y la desconfianza general llevaron nuevamente a otra devaluación en 1938 y nuevos intentos de estimulo a través de un aumento del gasto público. Estas medidas se adoptaban en un contexto político de gran inestabilidad: desde el fin de la primera guerra mundial el impacto de la crisis en muchos sectores sociales y temor a los estallidos revolucionarios de inspiración soviética llevó a la radicalización social con un debilitamiento de los regímenes parlamentarios y la irrupción de regímenes autoritarios o fascistas, como en Italia tras 1924. Alemania había sido el país europeo más golpeado por la depresión y la inestabilidad política, que se tradujeron en el auge de los partidos comunista y nacionalsocialista. Los nazis hacían bandera del rechazo radical al tratado de Versalles (territorios, compensaciones, limitaciones al ejército, etc.), el racismo como aglutinante de la nación alemana, el desprecio por el régimen parlamentario y la oposición frontal a los partidos y sindicatos de izquierda. Con este programa, A. Hitler llega al poder en Alemania en enero de 1933. No se puede comprender la recuperación económica alemana, cuya autoría técnica se atribuye a Hjalmar Schacht, fuera del marco de medidas políticas del nazismo, caracterizado por la supresión de la democracia y el dirigismo absoluto del Estado. También en la política económica, con el apoyo de los grupos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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industriales agradecidos de haberse librado de la agitación obrera. Los principios rectores eran la autarquía y una perspectiva de expansión territorial hacia territorios habitados por “razas” consideradas inferiores (espacio vital). Los programas de recuperación se basaron en una expansión del gasto del Estado, que pasó del 16% en 1929 al 34% en 1938, concentrado en el fomento de obras públicas, dirigidas a reducir el desempleo, y de los sectores industriales pesados, en concreto los relacionados con armamento. El gasto militar pasó de representar en 1933 algo más del 8% del presupuesto al 61% en 1938. Los efectos sobre el empleo fueron notables, pues el paro desapareció prácticamente, si bien se había producido un empeoramiento de los salarios reales. El control de la economía se extendió a la provisión de materias esenciales y al comercio exterior. Como el crecimiento agrario no fue suficiente para evitar la importación de cereales, se extendieron los acuerdos de clearing o compensación de tipo bilateral, principalmente con países de Europa suroriental. En Japón la depresión había golpeado con mucha dureza, sobre todo al sector agrario, que había visto disminuir bruscamente los precios del arroz y las dificultades para exportar seda al exterior, principalmente al mercado norteamericano. El precio de la seda en bruto, producto estratégico en las economías campesinas, se había reducido a menos una cuarta parte entre 1923 y 1932. El descontento campesino fue capitalizado por los sectores militaristas que impusieron su política de fortalecimiento de los zaibatsu y la expansión exterior. En 1931 el ejército inició la campaña de Manchuria imponiendo un nuevo gobierno, de corte totalitario, que devaluó fuertemente el yen e inició una política de intenso gasto público, principalmente orientado a la industrialización y el rearme. La nueva cotización del yen favoreció la exportación y la sustitución de importaciones industriales, pero también provocó que Gran Bretaña y Estados Unidos aprobaran medidas discriminatorias contra los productos japoneses. El rápido crecimiento industrial supuso un cambio cualitativo en la evolución económica, si bien no comportó mejoras del nivel de vida general. En el resto del mundo la depresión también había tenido un tremendo impacto. La mayor parte de los países basaban su crecimiento en la exportación de productos primarios y éstos se habían hundido: entre fines de los años 20 y fin de los 30 los precios de los minerales cayeron un 60%, los de azúcar, café y algodón más de dos terceras partes y el caucho en un 80%. Esto suponía que los términos reales de intercambio empeoraban, es decir, se necesitaba exportar cada vez más cantidad de producto para importar lo mismo. El hundimiento de los precios había incrementado sustancialmente la deuda de estos países y la miseria de gran parte de su población. Por ello, las políticas económicas para salir de la depresión marcan el abandono de las bases del librecambio: devaluaciones, medidas proteccionistas y el fomento de industrias sustitutivas de importaciones. En Turquía, la industria pasó del 9 al 17% del PIB entre 1929 y 38; en Chile el crecimiento industrial fue de un 48% entre 1932 y 1937; incluso en las colonias como la India, la industria dobló su tamaño en la década posterior a 1928. Todo ello impulsado por el auge de movimientos políticos de corte nacionalista y populista que arrinconaban a las antiguas oligarquías exportadoras, vinculadas con el capital internacional, y debilitaban a los gobiernos coloniales.

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9.7. El ascenso de Stalin en la URSS. Fin de la NEP y comienzo de la planificación Mientras que los países de la órbita capitalista estaban inmersos en una profunda depresión, la Unión Soviética tenía una evolución totalmente distinta. Tras la muerte de Lenin a comienzos del año 1924, el partido terminó eligiendo a Stalin como líder del país. Su política, aunque siguió en los primeros años en el marco de la NEP, marcó un cambio de rumbo a partir de 1928 con la puesta en marcha de un programa de planificación centralizada y de colectivización agraria. Los objetivos que se pretendían, con el establecimiento de planes quinquenales, eran llevar a cabo en el menor tiempo posible la transformación de un país agrario en una potencia industrial, y el establecimiento de un modelo de sociedad alternativo al capitalista, “el socialismo en un solo país”. El programa de industrialización suponía detraer recursos de otros sectores, especialmente del sector agrario, y mantener bajos niveles de vida con el fin de desviar el ahorro resultante hacia la inversión. La planificación se diseñó a través de un organismo estatal –Gosplan– que fijaba los objetivos de producción a través de ministerios encargados de cada sector. También se fijaban con carácter imperativo los precios. Casi paralelamente al inicio de la planificación, se puso en marcha un agresivo plan de colectivización agraria. La idea era convertir las tierras de cultivo en granjas colectivas (koljoz), donde la tierra y ganado era común, así como las tareas a realizar, supervisado todo por delegados del partido. Junto a las granjas colectivas, había granjas estatales (sovjoz) y se establecieron parques de maquinaria y tractores, que tenían como misión aportar maquinaria para aumentar la productividad de los koljozes. En 1933 la colectivización afectaba al 83% del área cultivada. Este aparente éxito no pudo ocultar los métodos coactivos utilizados para llevarlo a cabo y tampoco los fracasos en materia de producción, ya que la desorganización del proceso y las malas cosechas provocaron un fuerte estancamiento, así como una fuerte merma de la cabaña ganadera, con fases incluso de severas hambrunas (1932-33). El efecto más notable fue el desplazamiento de una gran masa de mano de obra campesina hacia los nuevos centros industriales. Los resultados de los dos primeros planes quinquenales fueron notables: la producción industrial se multiplicó por cinco, concentrada en los sectores pesados, acero y carbón, y también se dio un impulso notable a la electrificación del país. El segundo plan quinquenal hizo un esfuerzo por la mejora de la educación así como de los sistemas de transportes, pero tuvo como aspecto más dramático la extensión de la represión política en distintos niveles de la sociedad, incluso entre los cuadros del partido y el ejército soviético (las llamadas Grandes Purgas). Estos planes elevaron a la URSS al segundo puesto de potencia industrial en el mundo (ver tabla 9.3). El tercer plan quinquenal, iniciado en 1938 insistió en la inversión industrial, con una clara dedicación al sector de armamento. Por ello se potenció el sector siderometalúrgico y también la industria química. Este plan se suspendió con el inicio de la guerra en 1941. Semejante crecimiento, sin embargo, era fruto de la subordinación de las necesidades del conjunto de la población a las prioridades establecidas por los dirigentes comunistas: la colectivización forzosa, la conversión de los sindicatos en meros apéndices del Partido Comunista, la persecución de toda forma de crítica (incluida, o más bien a fortiori la que nacía del mismo PCUS), la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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extensión forzosa de las jornadas de trabajo, el desprecio por las aspiraciones de los consumidores a consumir más y mejores bienes eran facetas cotidianas del régimen estalinista. La sustitución de los mecanismos del mercado por la planificación burocrática generó numerosos problemas en la asignación de recursos productivos. La propaganda y el adoctrinamiento de la población, o el mero terror donde no llegaban éstas, contribuían a mantener el sistema en pie. 9.8 De nuevo la guerra La depresión mundial de la década de 1930 se mezcla con una situación muy inestable en las relaciones internacionales, con conflictos latentes derivados de los efectos de la Primera Guerra Mundial (caso alemán) o los nuevos surgidos por el expansionismo de regímenes totalitarios (invasión de Manchuria por Japón, 1931; expansión italiana en Etiopía en 1935, guerra civil española, 1936; invasión japonesa de China en 1937). Como apunta E. Hobsbawm, probablemente el fascismo no hubiera tenido un puesto relevante en la historia de no haberse producido la gran depresión de los años 30. Las reivindicaciones expansionistas de Japón o Italia se unieron al irredentismo nazi, azuzado por los efectos del Tratado de Versalles y apoyado en la idea del “espacio vital”. Frente a este militarismo agresivo, las democracias capitalistas se aislaron, caso de Estados Unidos, o en el caso de Francia y Gran Bretaña intentaron eludir el enfrentamiento –políticas de no intervención en España, apaciguamiento en Munich (1938)–. No obstante, las políticas de rearme, generalizadas durante la segunda fase de la década de 1930, anunciaban un conflicto inevitable. Al final, la guerra estalló en Europa en 1939 y también se extendería en Asia de la mano de la expansión japonesa por varios países, culminando con la entrada de la Unión Soviética y los Estados Unidos (1941) y su prolongación hasta 1945. La contienda afectó principalmente a territorios europeos y asiáticos, así como al norte de África, dejando una tremenda secuela de destrucción humana y material, favorecida por la aplicación de las técnicas más avanzadas (gases letales en campos de exterminio, tecnología atómica). Las víctimas se contabilizaron por decenas de millones, entre 60 y 80, afectando sobre todo a la Unión Soviética y China, víctima a menudo olvidada en este terrible conflicto. Tabla 9.5 La carga de la guerra (gastos militares, como % del PIB)

Aliados EEUU GB URSS Eje Alemania Italia Japón

1939 a b

1940 a b

1941 a b

1942 a B

1943 a b

1944 a b

1 15

2 44

11 53

31 52

42 55

42 53

1

2 17

23 8 22

23

44 12 22

40

11 28

53 23 27

52

32 61

52 22 33

63

43 61

55 21 43

70

45 53

70 76

Nota: a) precios corrientes; b) precios constantes

Fuente: Mark Harrison, ed. (1998): The economics of World War II: six great powers in international comparison, Londres, CUP, 21 UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Más aún que la Primera, la Segunda Guerra Mundial supuso la articulación de todas las economías contendientes en torno al esfuerzo de guerra, y una movilización sin precedentes de recursos, hombres y material de guerra (tabla 9.5). Afectó además por vez primera de forma habitual a las poblaciones civiles en la retaguardia: el empleo de los bombarderos llevó la guerra (y la destrucción) a cientos de kilómetros de las líneas de frente. Sólo EE.UU. consiguió librarse, salvo el ataque inicial a su base de Pearl Harbor (Hawái). Por último, la experiencia del conflicto anterior y la conciencia de que se trataba de una guerra que sólo podría resolverse con la victoria de uno u otro bando, llevó a los Estados implicados a multiplicar las herramientas de intervención en la economía. La guerra, de una manera brutal, puso fin a los últimos coletazos de la depresión de los años 30: la movilización militar acabó con el paro donde aún existía (e impulsó la incorporación de la fuerza laboral femenina), las destrucciones acabaron con cualesquiera stocks que quedaran, la demanda militar tiró de los precios, el dinero volvió a correr (aunque no siempre con respaldo del oro), los Estados inventaron nuevas formas de financiarse y las empresas tuvieron pedidos de sobra. Si Keynes había recomendado (irónicamente) que el Tesoro enterrara billetes metidos en botellas y luego pagara por desenterrarlos como medio para acabar con el desempleo y mejorar la renta real, la guerra demostró ser, en muchos sentidos, el gran enterrador de su tiempo.

9.9 La evolución de la economía española (1914-1945) España vivió durante este corto periodo un intenso proceso de transformaciones económicas, sociales y políticas que tenían que ver con las condiciones de atraso económico y su inserción en la economía y política internacional. En el primer tercio del siglo XX se observan rasgos de modernización a través de indicadores demográficos que muestran la caída de las tasas de mortalidad y natalidad, el aumento de la esperanza de vida (que pasa de 41,7 a 50 años entre 1913 y 1933) así como una transformación estructural que reduce el peso de la agricultura en el producto total y de la población activa agraria, que pasa del 66,3% en 1900 al 45,5 en 1930. Asimismo se observan avances en la tasa de alfabetización y de escolarización de la población infantil, que pasan entre 1910 y 1940 respectivamente del 36 al 54,7% y del 49,7 al 76,8%. La población española habitaba todavía en zonas rurales, pero era creciente el peso de los centros urbanos y la población dedicada a la industria y los servicios. Entre 1900 y 1930 la población que vivía en núcleos de más de cincuenta mil habitantes pasó del 13,6 al 20,2% y siguió abriéndose la brecha a favor de las zonas litorales frente a las interiores. A pesar de los avances, la coyuntura económica seguía dependiendo en gran medida del peso del sector agrario. Eran las cosechas anuales las que marcaban las principales oscilaciones por sus efectos en toda la economía. La agricultura creció durante todo este periodo debido al aumento de la superficie cultivada gracias a la reducción del barbecho por la incorporación de fertilizantes y maquinaria y la extensión de leguminosas en los ciclos de rotación. Sigue siendo una agricultura principalmente cerealista, aunque las partidas de granos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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que más crecen corresponden a la producción de cereales-pienso, lo que indica un incremento de la cabaña ganadera –mular, porcino- y también se extendieron cultivos orientados al mercado como el olivo y los frutales. La agricultura era el principal renglón de las exportaciones y contribuía a financiar la entrada de bienes de equipo y capital del exterior. Sin embargo había grandes diferencias regionales de productividad y distribución de la renta agraria, con importantes bolsas de subempleo en la zona meridional, fuente permanente de conflictividad que no se pudo resolver a través de la emigración. En materia industrial, los principales sectores estaban vinculados a los bienes de consumo y más específicamente el de elaboración de alimentos, destinado al mercado interno. Sin embargo crecen muy lentamente los relacionados con industrias mecánicas por su escasa innovación tecnológica. Sin embargo hay algunos sectores como el químico y el eléctrico que crecen durante todo este periodo. 9.9.1 De la guerra mundial a la guerra civil (1914-1936) La primera fase cubre los años de 1914 a 1919, cuando España se aprovecha de su condición de neutralidad en la Primera Guerra Mundial con un fuerte crecimiento tanto para hacer frente a una creciente demanda internacional como para sustituir importaciones de productos que no llegan por razones bélicas. Así, las empresas obtuvieron beneficios extraordinarios y la balanza comercial tuvo un superávit durante los años del conflicto (gráfico 9.7). Estos factores positivos sirvieron para acumular reservas y nacionalizar algunos activos en manos extranjeras. Sin embargo, este periodo dulce no fue aprovechado para renovar tecnológicamente el tejido industrial y aumentar la productividad. La fuerte demanda provocó el desajuste con una oferta poco flexible, que derivó en una aguda escalada inflacionista (gráfico 9.6) y afectó a los niveles de vida de los trabajadores, generando inestabilidad social y conflictos laborales, como la huelga general revolucionaria de 1917, resolviéndose momentáneamente con aumentos salariales e intentos de regulación del abastecimiento de productos básicos, a través de la creación del Ministerio de Abastecimientos en 1918. Pero el fin de la guerra y la inmediata posguerra se tradujo en la vuelta a una fase de estancamiento que se produce desde 1920, cuando la recuperación económica europea dificulta la salida de los productos españoles, con un repunte de las importaciones, agravando el déficit comercial (gráfico 9.7). La sobrecapacidad generada en los años de la guerra, sin modernización, llevó al cierre de empresas y paro, que agudizó las tensiones sociales con un espectacular incremento de jornadas de huelga (gráfico 9.6) . El gobierno tuvo que echar mano de medidas proteccionistas –arancel Cambó, 1922- para mantener sectores poco productivos, que habían aprovechado la guerra para expandirse sin innovaciones. La crisis política y social, con represión de sindicatos, y los problemas generados por el conflicto marroquí terminaron con el régimen parlamentario de la Restauración y la llegada de Primo de Rivera al poder en 1923, inaugurando la dictadura que llevaría hasta 1929.

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Gráfico 9.6 Índice de precios de consumo y de jornadas perdidas por huelgas en España, 1905-1936 (100: 1913) 600

índice de precios de consumo 500

índice de jornadas perdidas 400

300

200

100

1936

1935

1934

1933

1932

1931

1930

1929

1928

1927

1926

1925

1924

1923

1922

1921

1920

1919

1918

1917

1916

1915

1914

1913

1912

1911

1910

1909

1908

1907

1906

1905

0

Fuente: Maluquer de Motes, J. (2005) en Albert Carreras y Xavier Tafunell (coords),1201 y 1267 La entrada de Primo de Rivera coincide con una fase de crecimiento, animado por las excelentes cosechas de 1925, 26 y 27, y por la demanda de inversión, sobre todo en el sector público. La coyuntura internacional, que también entró en un ciclo de crecimiento, animó el comercio, favoreciendo la venta de productos agrarios al exterior y la entrada de capitales. La balanza exterior deficitaria se fue haciendo menos gravosa por el aumento más rápido de las exportaciones (gráfico 9.7). El gobierno de Primo de Rivera incorporó un programa intervencionista que resultó más retórico que real. Se creó el Consejo de Economía Nacional en 1924 para dirigir la actividad económica y se establecieron una serie de planes, como el de 1926 que se extendían al fomento de las obras públicas –presas, infraestructuras-, y la formación de monopolios. Sin embargo, es en este periodo cuando aumenta la inversión extranjera, con la entrada de capital para la constitución de filiales de empresas multinacionales que trataban de eludir el marco proteccionista. El Estado se encontraba con escasos recursos para llevar a cabo sus planes de inversión pública, que no pudieron resolver los intentos de reforma tributaria, a pesar del aumento de ingresos de monopolios como el del petróleo. Así pues, el fin de la dictadura coincidió con la del inicio de la crisis internacional de 1929, lo que llevó a un bloqueo político que se resolvería con la llegada de la II República en 1931. La fase republicana coincide con los efectos de la crisis internacional de la década de los años 30, que en España se manifestó más tardía y suavemente que en los países más desarrollados. Además, su duración fue más corta, pues en 1934 se había recuperado el nivel de 1930. El crecimiento se vio favorecido por buenas cosechas y el repunte de la inversión pública. La caída de la demanda internacional afectó a las exportaciones, aunque el déficit comercial no fue elevado por la reducción simultánea de las compras en el exterior. Sin UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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embargo es un periodo marcado por las tensiones sociales y políticas derivadas del programa de reformas que trataba de aplicar el gobierno republicano de izquierdas, en materia de tributación y sobre todo con la reforma agraria, que perseguía prioritariamente un objetivo social, al intentar redistribuir la renta agraria a través de la mejora en la explotación de las fincas y asegurar el empleo en el campo. La reforma agraria contó con el rechazo radical de los grandes propietarios agrarios y terminó siendo bloqueada por el gobierno de derechas que subió al poder en 1934. Al mismo tiempo se agudizaba el radicalismo político que cristalizó en la llegada del frente Popular al gobierno en 1936 y la preparación del golpe de Estado de julio que condujo a la guerra civil (1936-39). Gráfico 9.7 La evolución del comercio exterior en España, 1910-1935. En millones de pesetas corrientes

Fuente: Carreras y Tafunell, coords. (2005: 601) 9.9.2 La guerra civil y la posguerra (1936-1945) La década que marca el inicio de la guerra civil y la posguerra hasta 1945 está condicionada estrechamente por el marco internacional, que también sufre los rigores de la contienda de la II Guerra Mundial. Es, por tanto, un periodo de desarticulación económica, con buena parte de los aparatos productivos vinculados al conflicto, que sufren la destrucción o están condicionados por el mismo. En el caso de España, la guerra finalizó con la derrota del régimen parlamentario republicano que, a pesar de controlar buena parte de los centros industriales, sufrió el debilitamiento por las divisiones políticas internas y la ausencia de apoyo exterior, salvo de la Unión Soviética. Frente a ellos, el ejército sublevado contó con una férrea dirección y el inestimable apoyo de Italia y Alemania. La importante merma de población, provocada por la guerra y destrucción material, se combinó con una cruel represión que afectó a la población vinculada con el régimen de la República, la más preparada, que fue asesinada, encarcelada o condenada al exilio forzoso. Este elemento formaba parte de la política del nuevo régimen, dirigida a desmantelar todo el edificio de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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reformas de la II República, adoptando un sistema de intervención radical en toda la economía. El régimen de Franco inauguró el periodo con un programa integrado por elementos inconexos de política económica, a veces contradictorios entre sí, en un marco autárquico que provocó un desastre agravando las penosas circunstancias de la posguerra. El nuevo régimen tenía como objetivo la industrialización del país alejándose de cualquier mecanismo vinculado a abrir el mercado a la competencia, que fue sustituido por intervención y dirigismo. Todo ello tenía como fin el autoabastecimiento y la construcción de un régimen autárquico que sería la base de su fuerza. Desde la agricultura, el Estado reguló ya el mercado con la creación del Servicio Nacional del Trigo y una serie de disposiciones que anularon totalmente las reformas republicanas, devolviendo las tierras a sus antiguos propietarios, de facto recuperadas durante la guerra. Se crearon asociaciones que junto a la Guardia Civil velarían por la paz social en el campo. Se llevó a cabo un plan de colonización con la puesta en riego de extensiones para aumentar la producción, asociado a la construcción de grandes presas. Pero sus resultados prácticos fueron decepcionantes en los primeros años. La escasez de abono, maquinaria y animales de labor provocaron la caída de la producción y el control del mercado fue sustituido por el mercado negro. La escasez fue notable, con penosas condiciones de vida en el campo y las ciudades. En la industria se extendieron también los controles, tanto en el abastecimiento de materias primas como en el dirigismo hacia los sectores pesados, que deprimieron la producción de bienes de consumo. El INI, creado en 1941, se convirtió en un holding de empresas públicas en sectores muy diversos. Pero sus resultados fueron muy escasos en los primeros años. En definitiva, el régimen franquista durante los primeros años apostó por un extremo intervencionismo que, en lugar de recuperar la economía, la mantuvo en una dura crisis afectando sustancialmente a los niveles de vida de la población, marcados por las deficientes condiciones de nutrición y aprovisionamiento de productos de consumo en el marco de un aislamiento internacional que se prolongaría durante los años siguientes. 5. Resumen Hemos tratado en este capítulo de: a) Exponer las tensiones económicas y políticas que llevaron a la Primera Guerra Mundial. b) Analizar las consecuencias a corto y medio plazo de la guerra sobre la economía internacional y las de los países contendientes. c) Mostrar los factores que condujeron a la Gran Depresión de los años 30 en las salidas a la crisis de posguerra. d) Explicar los principales rasgos y etapas de la organización soviética de la economía en Rusia, y valorar su influencia en el resto del siglo XX. e) Mostrar cómo la segunda revolución industrial revalorizó la importancia del capital humano como motor del desarrollo. f) Explicar las respuestas a la depresión de los años 30 en distintas economías industriales. g) Describir someramente el significado económico de la Segunda Guerra Mundial, y sus diferencias respecto a la Gran Guerra. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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h) Esquematizar las principales transformaciones y tensiones de la economía española desde las repercusiones de la neutralidad en la Primera Guerra Mundial hasta las consecuencias de la Guerra Civil de 1936-1939. 6. Conceptos básicos. patrón cambio-oro Hiperinflación Crac bursátil New Deal acuerdos de clearing planes quinquenales

Comunismo de Guerra NEP deflación colectivización Koljoz, sovjoz Autarquía intervencionismo

7. Referencias ALDCROFT, Derek K. (2003) Historia de la economía europea, 1914-2000. Barcelona, Crítica BARCIELA, Carlos (2002) “Guerra civil y primer franquismo”, en COMIN, F., HERNÁNDEZ, M. Y LLOPIS, E. eds. (2002): Historia económica de España, siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 331-367. COMÍN, Francisco (2002): “El período de entreguerras”, en COMIN, F., HERNÁNDEZ, M. Y LLOPIS, E., eds. (2002): Historia económica de España, siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 285-329. CARRERAS, Albert y TAFUNELL, Xavier, coord., (2005): Estadísticas históricas de España: siglos XIX-XX, Bilbao, Fundación BBVA. FELIU, Gaspar y SUDRIÀ, Carles (2007): Historia económica mundial, Valencia, Universidad de Valencia. FOREMAN-PECK, James (1995): Historia económica mundial. Relaciones económicas internacionales desde 1850, Madrid, Prentice Hall. FRIEDEN, J. (2007): Capitalismo global. El transfondo económico de la historia del siglo XX, Barcelona, Crítica. GALBRAITH, John. K. (2000): El crac del 29, Barcelona, Ariel. HARDACH, G. (1986): La primera guerra mundial 1914-1918, Barcelona, Crítica HOBSBAWM, Eric J. (2010): Historia del siglo XX, 1914-1991, Barcelona, Crítica. KEYNES, John M. (1919, 1ª ed.): Las consecuencias económicas de la paz. Barcelona, Crítica. KINDLEBERGER, Charles P. (1985): La crisis económica, 1929-39, Barcelona, Crítica. MILLWARD, Alan S. (1986): La Segunda Guerra Mundial, 1939-1945, Barcelona, Crítica. MORILLA-CRITZ, J. (1988): La crisis económica de 1929, Madrid, Pirámide TORTELLA, Gabriel (2010): El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX. Madrid, Alianza. YERGIN, D. (1992): La historia del petróleo, Madrid, Plaza-Janés&Cambio16.

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Tema 10. La evolución de la economía mundial tras la Segunda Guerra Mundial (1945-1991)

1. Resultados de aprendizaje Al finalizar el estudio de este tema logrará: 1. Entender las bases del orden económico mundial que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y las bases de la recuperación económica. 2. Ofrecer una visión de conjunto de los principales factores que han influido en el rápido desarrollo económico experimentado tras la Segunda Guerra Mundial. 3. Identificar los principales rasgos de la intervención estatal en las economías capitalistas durante este período. 4. Comprender la importancia que tuvo en el proceso de recuperación de la economía europea la cooperación entre los países. 5. Analizar las causas del más extenso período de crecimiento económico de las economías industrializadas. 6. Explicar la lógica de funcionamiento del bloque económico soviético y sus debilidades. 7. Enumerar las consecuencias económicas de la descolonización y situar en su contexto la aparición del concepto de Tercer Mundo. 8. Comprender los factores que pusieron fin a la expansión económica a principios de los 70 9. Analizar los cimientos sobre los que se asentó la reestructuración de la economía mundial en los años 80 10. Comprender el hundimiento de las economías del bloque soviético. 11. Contextualizar el desarrollo de la economía española en relación con las grandes tendencias de la economía europea e internacional. 2. Índice 10.1. Introducción: medio siglo de crecimiento 10.2. Los años de la reconstrucción (1945-1950) 10.2.1. Los cimientos del nuevo orden económico (1941-1944) 10.2.2 La reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial 10.2.3 La influencia soviética en la Europa del Este 10.2.4. España en los años de la autarquía 10.3. Expansión y crecimiento de la economía mundial (1950-1973) 10.3.1 Factores explicativos del crecimiento 10.3.2. La integración económica de Europa 10.3.3 Las economías de planificación centralizada 10.3.4. El despertar del Tercer Mundo 10.3.5. España de la autarquía a la industrialización (1950-1973) 10.4. Años turbulentos: inestabilidad cambiaria y crisis energética (1971-1979) 10.4.1 Primeros síntomas de agotamiento de la expansión UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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10.4.2. La subida del precio del petróleo y la crisis energética 10.5. La salida de la crisis: bases para la recuperación (1979-1991) 10.5.1 Bases para la recuperación: el giro de las políticas económicas 10.5.2. El hundimiento de las economías socialistas a fines de los 80. 10.5.3 El despegue de los tigres asiáticos y China 10.5.4. España: crisis económica y transición política (1975-1991) 10.6. ¿Fin de la historia? 3. Algunas preguntas iniciales  ¿Por qué si la Primera Guerra Mundial desembocó en la depresión de los años 30, la Segunda, mucho más destructiva, fue el inicio del período de crecimiento más generalizado de la historia de la humanidad?  ¿Cómo y por qué los países europeos, que en un periodo de treinta años se enzarzaron en dos guerras mundiales, fueron capaces de iniciar un proceso de cooperación que ha conducido a la Unión Europea?  ¿Por qué, pese a su crecimiento, ninguna otra economía ha conseguido alcanzar a EE.UU.?  ¿Cómo se ha distribuido el crecimiento? ¿Han crecido todos? ¿Lo han hecho en la misma medida? ¿Se han aproximado los países más pobres a los más ricos?  ¿Por qué se interrumpió el largo ciclo de crecimiento económico generalizado de 1950 a 1973?  ¿Qué es la estanflación? ¿No se había dado nunca en el pasado? ¿Qué tuvo que ver en ello el petróleo? 

¿Cómo se salió de las crisis del petróleo? ¿Qué vino después?



¿Por qué colapsó el bloque soviético?



Y España ¿qué? ¿campeona de Europa?

Al hacer balance del espectacular crecimiento de la economía mundial, durante la segunda mitad del siglo XX surgen algunas preguntas más.  ¿Podemos seguir creciendo? ¿Debemos seguir creciendo? ¿Para qué?  ¿Crecer a cualquier precio?  ¿Acabará el crecimiento con nuestro hábitat como especie?  ¿Desarrollo sostenible o decrecimiento?  ¿Será el nuevo reto de la ciencia económica aprender a decrecer de forma ordenada?

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4. Contenidos del tema 10.1. Introducción: medio siglo de crecimiento Nos acercamos a nuestro tiempo. Detendremos el análisis histórico veinte años atrás, a comienzos de la década de 1990. Tres hechos confluyen en esos años –los tratados de desarme nuclear de 1987, la caída del muro de Berlín en 1989 y la implosión de la URSS en 1991— que marcan un mismo fenómeno: el fin de la era la división del mundo en dos bloques político-económicos encabezado cada uno por una superpotencia nuclear: EE.UU. y la URSS. Gráfico 10.1. Crecimiento de la población mundial, 1900-2010 (millones de habitantes) y tasas de crecimiento acumulado 1950-2010 (%)

Fuente: Naciones Unidas (World population prospects) Aunque aparentemente lo que domina el período 1945-1991 sea la “guerra fría” entre capitalismo y comunismo, desde una perspectiva más amplia es ante todo una época de un formidable crecimiento económico, de un definitivo avance de la globalización y de avances tecnológicos espectaculares. De nuevo, las cifras básicas (PIB, población y consumo de energía) nos permiten cifrar la magnitud del cambio: de 2.500 millones de habitantes en 1950 se llegó a los 6.000 millones a finales de siglo. Dos mecanismos han permitido alimentar a esa creciente población sin grandes episodios de mortalidad catastrófica: el crecimiento de los alimentos disponibles y una reducción tardía pero notable de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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las tasas de natalidad, responsable principal de la moderación del crecimiento a partir de la década de 1960 (gráfico 10.1). Es cierto que la situación en África, con más dificultades para controlar la natalidad y sobre todo con un menor crecimiento económico, sigue experimentando hambrunas y mortandades catastróficas, pero pese a lo intolerables que resultan en un mundo rico como el nuestro, sus dimensiones distan mucho de las que tuvieron históricamente. La explicación radica en el fuerte crecimiento de la producción a escala mundial (tabla 10.1), que ha permitido incrementar no sólo el PIB global sino las cifras de PIB per capita, de unos 2.100 dólares (constantes) anuales en 1950 a 5.700 en 1998. Se trata además de un crecimiento generalizado, que aunque muy superior en las economías industriales avanzadas, ha beneficiado de forma muy notable a Latinoamérica y Asia. En este sentido, resultó crucial la llamada “revolución verde” promovida entre 1945 y 1970 por Norman Borlaug e impulsada por los organismos internacionales, que mediante la introducción de semillas mejoradas de cereal, aumento de los inputs de agua, fertilizantes y plaguicidas, obtuvo grandes incrementos de la productividad agraria, que se multiplicó entre dos y cinco veces, especialmente en los países más atrasados. Sin embargo, las diferencias entre los países y regiones ricos y los pobres no han dejado de ampliarse, excepto en las décadas de los 50 y los 60. Las cifras de las exportaciones (tabla 10.1) muestran el avance definitivo de la globalización económica gracias al abaratamiento de los transportes y los cambios institucionales favorables al comercio, junto con la extendida convicción de las ventajas que éste aportaba a la especialización productiva a escala mundial. Tabla 10.1. Crecimiento de la población, PIB, PIB/pc y exportaciones, 1950-1998 (tasas anuales acumuladas) PIB per Exportaciones cápita 1950- 1973- 1950- 1973- 1950- 1973- 1950- 19731973 1998 1973 1998 1973 1998 1973 1998 0,70 0,32 4,81 2,11 4,08 1,78 8,38 4,79 Población

Europa Occidental Países de inmigración europea Japón Asia (sin Japón) Latinoamérica Europa del Este y antigua URSS África Mundo

PIB

1,55

1,02

4,03

2,98

2,44

1,94

6,26

5,92

1,15 2,19 2,73

0,61 1,86 2,01

9,29 5,18 5,33

2,97 5,46 3,02

8,05 2,92 2,52

2,34 3.54 0,99

9,97* 4,28

5,95* 6,03

1,31

0,54

4,84

-0,56

3,49

-1,10

9,81

2,52

2,33 2,73 4,45 2,74 2,07 1,92 1,66 4,91 3,01 2,93 Fuente: Maddison (2002, 126-127). Nota: * toda Asia, incluido Japón.

0,01 1,33

5,34 7,88

1,87 5,07

El mundo no había conocido una época de crecimiento tan prolongado, tan intenso y tan global como la de la segunda mitad del siglo XX. Cabría esperar por tanto –retomando uno de los argumentos centrales de nuestra explicación— algún avance importante en la energía disponible o los convertidores empleados. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Repasando de nuevo el gráfico 1.4 (véase tema 1), se observa muy claramente el salto espectacular en la producción (y por tanto en el consumo) de energía a partir de 1945. Los incrementos del consumo de energía son acordes con el crecimiento económico. Se produjeron cambios menores, aunque importantes, en la eficiencia de los convertidores empleados –motores de explosión, turbinas, bombillas, etc. — pero sin que se haya producido ningún cambio revolucionario en las fuentes de energía, que siguen siendo básicamente combustibles fósiles, no renovables, ni en los tipos de convertidores. Esto plantea una incógnita importante sobre la sostenibilidad del modelo de crecimiento económico que se difunde tras la Segunda Guerra Mundial, especialmente si tenemos en cuenta las graves disparidades en el consumo de energía en los países más avanzados con respecto al resto, y las ya visibles presiones sobre los precios de la energía generadas por el crecimiento de la población a escala mundial y la demanda impulsada por mayores niveles de renta (tabla 10.2). Tabla 10.2. Desigualdades en el consumo de energía (varios países o regiones), 1990-2008 (kWh/habitante) 1990 2008 Estados Unidos 89.021 87.216 Unión Europea 27 40.240 40.821 Oriente medio 19.422 34.774 China 8.839 18.608 India 4.419 6.280 Latinoamérica 11.281 14.421 África 7.094 7.792 Mundo 19.421 21.283 Fuente: Wikipedia (World energy consumption), datos de International Energy Agency Este tema se dedicará a analizar los grandes procesos económicos de la segunda mitad del siglo XX, articulado en tres etapas:  una primera de rápida recuperación tras la guerra mundial, hasta 1950;  las dos décadas siguientes (1950-1973) constituyen un período prolongado de intenso crecimiento económico generalizado, con tasas de crecimiento del PIB per cápita próximas al 3% a nivel mundial (tabla 10.1);  desde comienzos de la década de 1970, la crisis del sistema monetario internacional y el alza de los precios del petróleo desestabilizaron las bases del crecimiento capitalista y obligaron a la economía mundial a adaptarse a nuevas condiciones; los países del bloque comunista, por su parte, entraron en un periodo de deterioro económico que acabaría en una quiebra del bloque a comienzos de los años 90.

10.2 Los años de la reconstrucción (1945-1950) 10.2.1 Los cimientos del nuevo orden económico Aún antes de que acabara la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y Gran Bretaña se plantearon cómo establecer las bases para la reconstrucción de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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la economía mundial una vez que finalizase el conflicto. Las lecciones del periodo de entreguerras y de la lucha contra la gran depresión, así como el temor a la extensión del comunismo soviético marcaron el camino. Se impuso la visión de que la reconstrucción de posguerra tenía que basarse en la recuperación de todos los países vencedores o vencidos, de que la intervención de los Estados era clave para la ordenación de las economías y de que el avance del libre comercio y la cooperación entre países eran las garantías de progreso económico y estabilidad política. El establecimiento de la ONU (1945) aspiraba a mejorar la Sociedad de Naciones de preguerra, para lo que se le dotó de un órgano, el Consejo de Seguridad, en el que tenían asiento permanente y capacidad de veto las potencias vencedoras (Estados Unidos, URSS, Inglaterra, a las que se añadirían posteriormente Francia y China). Pese a sus limitaciones, la ONU aspiraba y aspira a establecer unas reglas de juego comunes para todos los países y un sistema de resolución pacífica de los conflictos internacionales. En la economía, el equivalente a la ONU fueron las instituciones surgidas de la conferencia de Bretton Woods (1944), en la que participaron 45 países, incluida la URSS, que sin embargo no participó en los acuerdos. El objetivo básico era fomentar el desarrollo del comercio internacional, pero ello exigía también un sistema monetario internacional que sustituyera al patrón-oro. Los tres pilares del sistema de Bretton Woods eran por tanto: a) la aceptación del dólar norteamericano como única moneda convertible en oro y por tanto su adopción como patrón de cambio internacional, con respecto al cual se establecía la paridad del resto de monedas; b) el establecimiento de una serie de instituciones financieras internacionales, que desempeñaran las funciones asignadas al sistema financiero en cualquier economía: control de los cambios y de la masa monetaria (encomendado al Fondo Monetario Internacional, FMI). Este Fondo serviría para auxiliar a aquellas economías con fuertes desequilibrios en sus balanzas de pagos y lo haría mediante préstamos a corto plazo (5 años) a cambio del compromiso de que dichas economías adoptasen medidas de estabilización. Los préstamos se hacían con cargo a un fondo constituido por las aportaciones de los Estados miembros en función del PIB de cada país. Por otro lado se creó una institución dedicada a financiar el desarrollo económico mediante préstamos a largo plazo a los países más pobres: el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (BIRD), más adelante convertido en Banco Mundial. En sus primeros años de funcionamiento se centró en préstamos para la reconstrucción, necesaria tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y a partir de los años 60 en préstamos a los países en desarrollo. c) El tercer pilar del nuevo orden económico fue el fomento del comercio internacional a través de una Organización de Comercio Internacional (1946) que no llegó a funcionar debidamente, sobre todo debido a la oposición de los EE.UU., y que sería sustituida por un acuerdo internacional destinado a eliminar barreras al comercio y reducir los aranceles, el llamado Acuerdo General sobre Tarifas y Aranceles (GATT, en inglés, 1947). El GATT celebraría rondas negociadoras periódicas que permitirían ir avanzando en la liberalización de los intercambios, hasta que en 1995 dio lugar a la creación de la Organización Mundial del Comercio UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Gráfico 10.2 La reducción arancelaria a través de las rondas del GATT

Fuente: Elaboración propia a partir de WTO, 1995,Trading Into the Future, Ginebra, pp. 5 y 9. 10.2.2. La reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial Las muertes provocadas por la Segunda Guerra Mundial se cifran entre unos cincuenta y setenta millones de personas (unos cuarenta en Europa), cerca del 60% de los cuales eran no combatientes. A ello hay que sumar las destrucciones materiales: sólo en la URSS habían sido arrasadas 17.000 ciudades así como el 70% de las infraestructuras de transporte. La renta nacional había descendido en un 50% en Austria y Polonia, en un 40% en Finlandia, Grecia e Italia y entre el 10 y el 20% en Francia, Países Bajos y Bélgica, y aún menos en Gran Bretaña, Suiza y Suecia (tabla 10.3). Sin embargo, la recuperación, especialmente en Europa, fue bastante rápida: por un lado los nacimientos habían aumentado en el curso de la guerra, por lo que no hubo un retroceso global de la población. Por otro, la destrucción de equipos productivos no fue en absoluto general. Por último, y éste fue el factor más importante, EE.UU. se involucró decididamente en la recuperación, en parte por la convicción de que el mundo exigía un liderazgo en la paz, y en parte también para sostener su propio crecimiento, puesto que la demanda generada por la recuperación de las economías devastadas evitaría el colapso de su aparato productivo una vez finalizada la producción para la guerra. Las ayudas norteamericanas a Europa comenzaron a llegar desde julio de 1945, a través de una agencia de Naciones Unidas (UNRRA, Administración de las Naciones Unidas para la Reconstrucción y la Rehabilitación), que distribuyó 25.000 millones de dólares. Y posteriormente a través del European Recovery Program (ERP), llamado Plan Marshall por la propuesta lanzada en julio de 1947 por el general George Marshall, Secretario de Estado norteamericano, para contrarrestar la expansión soviética. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Tabla 10.3. Daños de la guerra y reconstrucción posbélica. Año de la preguerra en el que el PIB fue el mismo que en 1945

Año en el que el PIB recuperó el nivel más alto de la preguerra

Tasa anual de crecimiento del PIB durante la reconstrucción (1945 hasta el año de la 2ª columna)

Austria 1886 1951 Bélgica 1924 1948 Dinamarca 1936 1946 Francia 1891 1949 Alemania 1908 1951 Italia 1909 1950 Holanda 1912 1947 Noruega 1937 1946 Suecia Nunca Suiza Nunca Reino Unido Nunca Fuente: Barciela (2005:345), basado en Crafts y Toniolo (1996: 4).

15,2 6,0 13,5 19,0 13,5 11,2 39,8 9,7

El programa, previsto para cuatro años (1948-1951) incluía tanto donativos (cerca del 70%) como préstamos por una cuantía inicial de unos 13.000 millones de dólares, aunque se prolongó en el tiempo y llegó a abarcar también las “ayudas” militares de EE.UU. a sus aliados de la OTAN. Buena parte de la ayuda era en especie –productos norteamericanos— y quedaba condicionada a que los países receptores garantizaran a eficiencia en la utilización de las ayudas y establecieran organizaciones conjuntas para facilitar los pagos internacionales. Tales condiciones fueron las que provocaron que la URSS y sus aliados no participasen en el programa, pese a estar presentes en la conferencia inicial de París en 1947. Gráfico. 10.3. Plan Marshall. Distribución por tipos de ayuda de las entregas del ERP a Europa (1948-1951) (en millones de dólares)

Fuente: Sorel, E. y Padoan, P.C. (2008): The Marshall Plan: lessons learned for the 21st century, París, OCDE, p. 17.

La ayuda tenía como objetivo reequilibrar las balanzas de pagos europeas con los Estados Unidos. Para ello era necesario mejorar la productividad y así poder iniciar las exportaciones y revitalizar el comercio UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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intraeuropeo. Los medios para lograrlo no eran sólo las inversiones, sino también la cooperación internacional, a través de tres vías: a) un programa común de recuperación económica, para lo que se creó la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE, convertida luego en OCDE), que acordó cómo se repartirían las ayudas norteamericanas, pero no logró consensuar un plan conjunto de desarrollo, que habría requerido la coordinación de políticas nacionales muy distintas. Sus logros en este período se centraron en establecer unos principios generales para lograr la estabilidad monetaria, el estímulo de las exportaciones, la reducción de las importaciones, la modernización de las estructuras productivas y la eliminación de los desequilibrios intra-europeos. b) uniones aduaneras, impulsadas por los norteamericanos dieron escasos frutos inicialmente: Francia e Italia firmaron un tratado de unión aduanera (Francital) en 1949, igual que el Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), pero los intentos de integrar ambas no cuajaron. Inglaterra, por su parte, no quería renunciar al sistema de preferencia imperial de la Commonwealth, que constituía de facto una zona de librecambio y abarcaba todos los territorios del antiguo Imperio británico), c) Unión Europea de Pagos (1950), tuvo como finalidad establecer un sistema de pagos que permitiese la reactivación del comercio intraeuropeo. Para ello, los importadores pagarían las importaciones a su banco central, en moneda nacional, y cada mes se hacían las compensaciones entre bancos centrales. Los países deudores recibían automáticamente créditos procedentes de un fondo de 350 millones de dólares de la ayuda americana. El sistema funcionó y de hecho fue el intento de cooperación internacional que tuvo efectos más prometedores. La intervención norteamericana fue muy distinta en Japón. En este país las autoridades militares norteamericanas aprovecharon la ocupación para imponer un conjunto de reformas institucionales, que transformasen la sociedad japonesa para aproximarla a los modelos occidentales. Se llevó a cabo una importante reforma agraria, a través de programas gubernamentales de compras de tierras a los terratenientes para su reventa a bajos precios a los cultivadores directos, lo que produjo una importante transferencia de la tierra cultivable (se calcula un 38% del total entre 1947 y 1949) y la conversión de antiguos campesinos arrendatarios en propietarios. Se disolvieron los grandes conglomerados industriales (zaibatsu) y se aprobó una nueva legislación laboral que suponía la introducción de sindicatos. Al tiempo sirvió para desactivar los riesgos del resurgimiento del nacionalismo y del militarismo. EEUU impuso una constitución en la que el país renunciaba a contar con ejército. En los años venideros esto liberaría a la economía japonesa los recursos que otros países dedicaron al mantenimiento de sus ejércitos. Más adelante, la proximidad del Japón a los escenarios de la Guerra Fría (Corea y China) hizo ver a los norteamericanos la necesidad de apoyar la rápida reconstrucción de la economía japonesa, para lo cual se llevó a cabo un amplio programa de ayudas similar al desarrollado en Europa. La industria japonesa se benefició de los pedidos militares necesarios para hacer frente a la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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guerra de Corea (1950-53). La transferencia de tecnologías norteamericanas y la apertura del mercado estadounidense a los productos nipones garantizarían la expansión y el rápido crecimiento de la economías japonesa entre 1950 y 1973. 10.2.3 La influencia soviética en la Europa del Este La URSS junto con Alemania sufrió las peores consecuencias de la guerra en términos de pérdidas de vidas humanas; de destrucción de ciudades, infraestructuras de transporte y plantas industriales. Tras la victoria obtuvo compensaciones en forma de anexiones territoriales con sus poblaciones (650.000 km2 y unos 24.000.000 de habitantes), reparaciones de guerra y el mantenimiento de sus ejércitos de ocupación con cargo a los países en que quedaron estacionadas sus tropas. Los Estados Unidos pasaron rápidamente de la condición de aliados a la de enemigos en potencia. La solución a la primera etapa de la Guerra Fría (194647) fue el acuerdo de la división de Europa en zonas de influencia. En unos casos, como los países bálticos, fueron incorporados al territorio de la URSS. En otros, como Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria, se instalaron gobiernos afines al régimen soviético. En Yugoslavia y Albania, aunque triunfaron regímenes comunistas su evolución los separó de la URSS. Mapa 10.1. Modificación de fronteras y construcción del bloque soviético

Fuente: Wikipedia (Eastern bloc) En todos estos países se implantó una economía de planificación similar a la soviética. El objetivo inicial de los primeros planes quinquenales en estos UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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países fueron la industria pesada, la producción de energía y las infraestructuras de transporte. Los mayores problemas se dieron en la aplicación del modelo al sector agrario. En países como Polonia la fuerte oposición del campesinado impidió imponer el modelo de explotación colectivizada, aunque se expropiaron las tierras. En respuesta al Plan Marshall, los soviéticos crearon un organismo de cooperación, la Comisión de Ayuda Económica Mutua (COMECON) en 1949. El COMECON, en la práctica, lejos de los objetivos teóricos de cooperación, fue el marco de un sistema de relaciones bilaterales al servicio de la Unión Soviética. Las economías de estos países se orientaron a la producción de bienes demandados por la economía soviética e importaban los excedentes de producción de la misma. Las dificultades al comercio que imponían los tipos de cambio artificiales de sus divisas, hicieron que las relaciones comerciales entre los países de la órbita soviética predominasen los acuerdos de trueque más que un verdadero comercio. 10.2.4 España los años de la autarquía La Guerra Civil (1936-1939) dio paso a una larga posguerra que coincidió con la Segunda Guerra Mundial. La postura ambigua del régimen de Franco frente a los contendientes –inicialmente favorable al Eje, luego reafirmando su neutralidad– situó a la economía española en un escenario de aislamiento. Tabla 10. 4. Comparación de las destrucciones físicas por la guerra de España y la segunda guerra mundial (en %). Porcentaje de material dañado sobre el stock inicial Loco- Vago- Flota mones marina toras de mercarga cante

Energía eléctrica

Potencia eléctrica instalada

Caida prod. electricidad

Cabaña animal E Q U.

B O V.

Proporción de muertes sobre población % vivien- Total Activa das destruido

Francia 76 65 73 2,8 27 25 11 8 1,4 3,1 Italia 50 57 76 5,4 26 32 14 5 0,9 2,2 Grecia 82 91 73 3,1 56 39 49 21 7,0 18,9 España 34 40 23 0,9 16 26 10 0,5-4 1,1-1,5 2,7-4,0 Fuente: Catalan, J. (1995): La economía española y la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Ariel, 54-5 Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial el mantenimiento del régimen de Franco, alineado políticamente con los regímenes totalitarios derrotados en el conflicto, privó a la economía española del conjunto de ayudas a la reconstrucción ofrecidas por los norteamericanos. Intervencionismo y autarquía son los dos términos que definen la evolución de la economía española en este período. La intervención del Estado se produjo en dos direcciones, por un lado hacia el control de precios y por otro hacia la asignación de recursos. De alguna forma se prolongaron sistemas de gestión propios de un período de guerra. Los agricultores tenían que vender su producción de cereales al Servicio Nacional del Trigo (SNT), que fijaba precios con criterios administrativos. Como quedaban por debajo del precio de equilibrio, fue inevitable la reducción UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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de la producción y la aparición de un mercado negro. La escasez obligó a implantar sistemas de racionamiento hasta 1951. La situación se salvó gracias a las masivas importaciones de trigo y otros alimentos desde Argentina y más tarde desde EE.UU. Gráfico 10.4. Trigo comercializado en el mercado negro en España (%)

Fuente: Barciela, Carlos (2002:343)

Los mismos sistemas se aplicaron al control de los aprovisionamientos de la industria mediante los cupos de combustible, materias primas y licencias de importación. Finalmente, el Estado asumió el rol de empresario con la creación de empresas públicas. Para ello se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) y se nacionalizaron empresas como Telefónica y el transporte ferroviario con la creación de Renfe. El INI creó empresas como Endesa y Enher (en el sector eléctrico); la empresa Nacional Bazán (astilleros), CASA (aeronáutico) o la fracasada Encaso (para obtener gasolina sintética por destilación de pizarras). El nuevo régimen estableció un rígido control sobre los salarios, fijados por el Ministerio de Trabajo, lo que combinado con una inflación descontrolada condujo a un empeoramiento de las condiciones de vida de la población. Los salarios reales durante los años 40 y 50 apenas alcanzaban la mitad de los de 1936. Ello provocó la contracción de la demanda agregada, que se concentró en artículos básicos y estimuló la tendencia a sustituir maquinaria por mano de obra barata. Mientras los salarios cayeron, los beneficios empresariales aumentaron; no ha de olvidarse qué sectores sociales apoyaban al régimen. Ante la falta de reformas fiscales y la necesidad de mantener al ejército, movilizado para hacer frente por un lado a los focos de resistencia interiores (maquis) y a la amenaza de una invasión aliada, el Estado no dispuso de recursos para aplicar políticas de estímulo a la recuperación económica y prácticamente se limitó al mantenimiento del orden. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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10.3. Expansión y crecimiento de la economía mundial (1950-1973) 10.3.1 Factores explicativos del crecimiento. El período que va de 1950 a 1973 está caracterizado, como ya señalamos, por un intenso desarrollo y crecimiento económico. El PIB mundial creció a una tasa cercana al 5% anual. Las mayores tasas de crecimiento per cápita se dieron en los países desarrollados (tabla 10.1) debido al diferente impacto del crecimiento demográfico entre los países desarrollados y los del Tercer Mundo. Los factores que operaron a favor de este crecimiento son múltiples. En el bloque capitalista, los factores del crecimiento pueden dividirse entre los que operan por el lado de la oferta y los factores de la demanda 3. Desde el punto de vista de la oferta, resultaron cruciales: 1. Las elevadas tasas de inversión: derivadas del incremento de los beneficios empresariales, el aumento del ahorro familiar y las inversiones internacionales de EE.UU. 2. El progreso tecnológico: empezando por la revolución verde de la agricultura; el sector químico con derivados del petróleo (plásticos) y productos farmacéuticos; la electricidad y la electrónica (incluida la creciente industria de electrodomésticos), las telecomunicaciones (con la televisión) y transportes (popularización del automóvil y auge del transporte aéreo). En este sentido, es importante señalar la importancia de la abundante oferta de petróleo a precios moderados. También la importancia de los procesos de transferencia tecnológica (inicialmente casi sólo desde EE.UU.). 3. La terciarización de la economía, es decir, del crecimiento y diversificación del sector servicios tanto privado como público, posible gracias a los aumentos de productividad en la agricultura y la industria. 4. La liberalización de la economía mundial, que permite a los países aprovechar sus ventajas comparativas y obtener economías de escala, y genera un fuerte incremento del comercio mundial. con efectos directos sobre las condiciones demográficas, el desarrollo científico y técnico, el movimiento de capitales y la transnacionalización de las empresas. 5. Un marco institucional favorable, tanto a nivel nacional (a través de políticas de fomento industrial o de la innovación, mejoras de la condiciones generales de vida y prestaciones sociales) como internacional (instituciones de fomento del comercio, mecanismos de pago y cooperación internacional). El incremento de la demanda se explica por los siguientes factores: 1. Las políticas de pleno empleo. 2. El crecimiento general de la renta, debido a mejoras en la productividad. 3. El crecimiento de la renta real de las familias, con dos facetas: mejores salarios (posibles gracias a las mejoras de productividad y la presión sindical) pero también más salarios en la familia (aumento del número de mujeres casadas que trabajan fuera de la casa). 4. El incremento de la propensión al gasto de las familias, como resultado de la seguridad derivada de los sistemas de previsión social y también del efecto de la inflación moderada, que desincentiva el ahorro. 3

La explicación que sigue está tomada de Feliú y Sudrià (2007: 437-453)

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5. El incremento de la demanda del sector público. 6. El crecimiento del comercio exterior. La incidencia de cada uno de los factores de producción para explicar el crecimiento, se ha comprobado que en las economías avanzadas radica en una mayor calidad de los mismos y una utilización más eficiente (representados por la Productividad Total de los Factores, PTF). Por el contrario, en los países atrasados se explica por el incremento de recursos, capital y trabajo (tabla 10.5). Tabla 10.5. Contribución de los factores al crecimiento económico (1950-1973)

Bloque o País OCDE2 URSS Asia3 América Latina Japón EEUU GB RFA Francia

Crecimiento del PIB

5,4 5,1 5,6 5,2 9,3 3,7 3,0 5,9 3,1

Contribución del factor

Tierra 0 3 1 3 -1 0 0 0 0

Trabajo

Capital

En porcentajes 12 35 41 35 16 31 2 2 7

26 51 33 27 26 28 33 27 21

Contribución de la PTF1

62 10 26 34 59 41 66 70 72

NOTAS: 1) PTF: Productividad Total de los Factores; 2) Media aritmética de los cinco países siguientes: Japón, Estados Unidos, Gran Bretaña, RFA y Francia; 3) Engloba a Japón; sin este país, el PIB asiático sería 5,2.

Fuente: Barciela (2005: 359), basado en Carreras (2003: 394) La intervención del Estado en la economía creció en todas partes. Las políticas keynesianas se impusieron, dando prioridad a la lucha contra la depresión y el desempleo frente al control de precios o el equilibrio de las cuentas públicas. Las políticas de dinero barato (bajos tipos de interés) y déficit presupuestario buscaban así impulsar la economía (tablas 10.5 y 10.6). Por un lado, aumentó la actividad reguladora del Estado, como en Francia, donde se aplican políticas de planificación flexible o indicativa. Cada cuatro años el gobierno francés marcaba sus previsiones macroeconómicas, que indicaban al sector privado hacia qué objetivos se dirigiría la acción y la inversión pública. En Inglaterra a principios de los 60 se creó el National Economic Development Council, que publicaba también periódicamente previsiones macroeconómicas a corto plazo. Otra forma de intervención de los Estados fue la nacionalización de ciertos sectores, como el energético o el de los transportes. Por último, el papel del Estado creció como proveedor de servicios sociales (sanidad, educación, pensiones, seguros de desempleo), que contribuyeron a la construcción en este período del llamado Estado del bienestar (welfare state) en un intento de frenar el avance de los partidos de izquierda y la expansión del comunismo.

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Tabla 10.6. Gasto público como porcentaje del PIB. 1950 1960 Francia Alemania Holanda Reino Unido EEUU Japón

27,6 30,4 26,8 34,2 21,4 19,8

1973

34,6 32,5 33,7 32,6 27,8 20,7

38,8 42,0 45,5 41,5 31,1 22,9

Tabla 10.7. Presión fiscal y participación de impuestos sobre la renta 1950 1970 Recaudación tributaria de las administraciones públicas (% PIB)

Alemania España Francia Italia Reino Unido

Impuesto sobre la renta (% ingresos impositivos del Estado)

22,5 1,8 18,8 14,0 39,1

29,3 7,8b 26,7 20,9 41,3

Recaudación tributaria de las administraciones públicas (% PIB

37,5 20,4 37,2 28,4 37,4

Impuesto sobre la renta (% ingresos impositivos del Estado

36,9* 1,1 17,2 17,6 37,8

NOTAS: a) En 1970 se trata de los ingresos totales no financieros; b) Sólo recaudación del Estado; * Impuestos sobre la renta y el patrimonio pagados por las familias.

Fuente: Barciela (2005:360-361) Otro gran estímulo de este período de expansión fue el rápido incremento del comercio mundial. A ello contribuyeron organizaciones internacionales como el GATT y otras agencias que consiguieron reducciones progresivas de los aranceles y de las barreras comerciales. Un caso específico del incremento de los intercambios comerciales fue la creación de grandes áreas de libre comercio como el Mercado Común Europeo o la EFTA. Gráfico 10.5. Distribución geográfica del comercio mundial, 1950, 1970 y 1980

Fuente: Van der Wee, Herman (1986: 307). UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Aquellas economías que se abrieron a estos intercambios muestran mayores tasas de crecimiento; cabe citar los casos de España, Portugal o Grecia en Europa y de Corea del Sur, Taiwán, Singapur o Nueva Zelanda en el Extremo Oriente. Las zonas menos abiertas al comercio internacional como América Latina o África muestran tasas de crecimiento más reducidas. Finalmente, otro factor que influyó en la expansión de la economía mundial fue la ayuda al llamado Tercer Mundo. Tanto los países desarrollados como organismos internacionales como el Banco Mundial, agencias de la ONU (FAO, UNESCO, UNICEF, etc.) y más recientemente el FMI han invertido grandes cantidades de recursos en las economías más atrasadas. Sin embargo, los efectos sobre su crecimiento fueron limitados. El atraso no se explica sólo en términos de déficit de capital físico, sino que es la disponibilidad de capital humano (muy abundante en la Europa de la posguerra y muy escaso en las regiones más atrasadas) lo que marca la diferencia en lo que respecta a los efectos de las ayudas al desarrollo. De ahí, que en los últimos años los organismos internacionales y los sistemas de cooperación al desarrollo hayan puesto en acento en la mejora de los sistemas educativos de los países del llamado Tercer Mundo. Este importante crecimiento económico se tradujo un incremento de la convergencia hasta 1970, es decir, un acercamiento entre países desarrollados y menos desarrollados. En el balance final tanto Europa como Estados Unidos perdieron posiciones a favor principalmente de Japón. El crecimiento se logró además en condiciones de pleno empleo; durante este largo periodo (195073) la tasa de paro se mantuvo entorno al 2,6 % en Europa, al 1,6 % en Japón y al 4,5 % en EEUU. También hubo bajos niveles de inflación (4,3% en Europa, 5,2 en Japón). Convergencia, pleno empleo, baja inflación y estabilidad cambiaria diferencian claramente el período que va de 1950 a 1973 tanto del periodo de entreguerras (1918-1939) como de los difíciles años que seguirán a la crisis energética de 1973. 10.3.2 La integración económica en Europa Durante esta fase de crecimiento económico generalizado se puso en marcha el proceso de integración de las principales economías europeas, sentándose así las bases de la actual Unión Europea. Con la declaración el 9 de mayo de 1950 del Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman, en la que se anunciaba la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) se iniciaba el proceso que conduciría a la integración económica. La CECA aspiraba a coordinar, bajo el mando de una Alta Autoridad la producción siderúrgica de Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, creando un mercado común para el carbón y el acero. El Tratado de creación (París, 18 de marzo de 1951) sentó las bases para el establecimiento de unas instituciones comunes, que servirían de germen a la futura Unión Europea. Las negociaciones posteriores concluyeron con la firma el 25 de marzo de 1957 en Roma de los tratados de la Comunidad Económica Europea y del EURATOM. En los diez años siguientes hubo importantes avances, fundamentalmente en la formación de un mercado común y en el diseño de una política agraria UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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común (PAC). Para lo primero, era necesaria la reducción progresiva de los aranceles intracomunitarios y la supresión de los contingentes de importación en un proceso gradual que concluyó tres años antes de lo previsto (1967), aunque más complejo resultó el establecimiento de una Tarifa (arancel) Exterior Común (TEC), ya que hubo de negociarse en el marco del GATT y se exceptuaron algunos productos que recibieron una protección especial, casi todos ellos ligados a la producción agraria. Como resultado de estas medidas, el comercio entre los seis países miembros creció en un 130% en los primeros cuatro años. Mientras tanto, el éxito de la Comunidad Económica Europea atrajo a nuevos candidatos, incluido el inicialmente muy escéptico Reino Unido, que se incorporó a la CEE en 1971, y en 1973 lo harían Dinamarca e Irlanda. En los tres casos las negociaciones obligaron a concesiones mutuas. La Europa de los Nueve, a la vista de los grandes avances logrados, pasó a plantearse nuevos objetivos, concretados en el plan Werner (1970), que aspiraba a lograr la unión económica y monetaria en 10 años. Pero la crisis económica desatada a comienzos de la década de los 70 dio al traste con estos planes, retrasando dos décadas los proyectos de unión económica y monetaria. 10.3.3 Las economías de planificación centralizada Durante esta etapa expansiva también las economías comunistas de planificación, especialmente en la Europa de Este, experimentaron importantes avances, si bien es difícil cuantificarlos dada la falta de fiabilidad de sus estadísticas y de que éstas recogían solo datos de producción industrial y agraria, lo que hace que las macromagnitudes oficiales sean difícilmente comparables con las de las economías occidentales. El modelo soviético de fuertes inversiones en la industria pesada e infraestructuras era capaz de generar importantes tasas de crecimiento, aunque la eficiencia económica global y la satisfacción de los consumidores resultaran difícilmente alcanzables a través de la planificación centralizada. Tras esa fase de crecimiento, estas economías entraron en una fase de estancamiento desde finales de los 50 provocado por sus graves problemas estructurales de funcionamiento. Una primera explicación del estancamiento hay que buscarla en el carácter extensivo de su crecimiento, basado en la aportación de grandes cantidades de mano de obra mal pagada y fuertes aportaciones de capital físico. Por otro lado, la planificación fracasó en lo relativo a la producción agraria y sobre todo en lo que se refiere a los niveles de vida y consumo de sus ciudadanos. Las diferencias en términos de nivel de vida entre los ciudadanos orientales y occidentales irían aumentando en las décadas siguientes provocando la creciente desafección de la población a los regímenes comunistas. La ineficiencia de su tecnología se hizo patente en que la economía soviética consumía por unidad de producto entre dos y tres veces la energía empleada por las economías occidentales. Las industrias no producían para el mercado sino para cumplir con las cuotas asignadas por los organismos de planificación lo que tuvo como efecto un descuido alarmante por la calidad, en beneficio de la cantidad. No existían incentivos para la innovación y los burócratas que planificaban la asignación de los recursos carecieron de la visión y la independencia para UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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destinar fondos de inversión a nuevos sectores económicos como la informática o la ingeniería genética. Los costes de la Guerra Fría también pasaron factura a un sistema productivo ineficiente. La URSS mantuvo una política de apoyo a los movimientos comunistas en diferentes partes del globo. China, Corea, Vietnam, Cuba, Libia, Angola, Mozambique, Etiopía y Afganistán jalonan las zonas de conflicto en las que se desarrolló la llamada Guerra Fría. Se ha estimado que el esfuerzo por mantener la intervención en el exterior llegó a suponer en algunos momentos el 25% de su PIB. Tampoco ha de olvidarse imputar en este terreno el coste la carrera espacial en lo que tuvo de competencia por lograr el prestigio y reconocimiento frente a los norteamericanos, sus adversarios. Todas estas tensiones se harían insoportables para el sistema durante las crisis energéticas de los 70 y llevarían a desesperados intentos de reforma de los 80. China: un caso aparte. Mención especial dentro del bloque de las economías comunistas merece el caso de China que entró a formar parte de las economías socialistas una vez que los comunistas, el 1 de octubre de 1949 proclamasen la República Popular China con capital en Pekín (Beijing). Rápidamente pusieron en marcha un programa de modernización del país. Entre 1949 y 1952 el objetivo fue la reconstrucción y la normalización de la actividad económica. La producción de alimentos era un 30% inferior al nivel anterior a la Guerra. Para activar la producción agraria los latifundios fueron distribuidos entre los campesinos, si bien se estimuló a los pequeños campesinos a colaborar en unidades de producción más amplias. El sector energético y el bancario fueron nacionalizados. Tras estos primeros logros se adoptó el modelo de planificación soviético para lograr el desarrollo de la economía china. El primer plan quinquenal chino (1953-57) puso el énfasis en el desarrollo del sector industrial a costa del sector agrario. El primer plan quinquenal consiguió un incremento anual de la producción industrial de un 19% y la Renta Nacional lo hizo en un 9%. Por lo que se refiere al sector agrario se incentivó la creación de cooperativas en las que las rentas de los campesinos se fijaban a partir de la tierra que aportaron a la cooperativa. Cada familia pudo mantener pequeñas parcelas para su autoconsumo. En 1957 el 93,5% de las explotaciones formaban parte de cooperativas. Los logros fueron menores en el sector agrario, que no logró superar un crecimiento del 4% anual. Estos malos resultados del sector agrario llevaron a los dirigentes chinos encabezados por Mao Zedong a abandonar el modelo soviético de planificación centralizada. La nueva estrategia de desarrollo se inició con el denominado “Gran Salto Adelante” (1958), que pretendía acelerar el crecimiento del sector agrario mediante la industrialización del campo. Se trataba de crear grandes unidades en las que se combinase la producción agraria con la industrial. Una producción industrial que proporcionaría entre otras cosas maquinaria agrícola. Las cooperativas creadas en el periodo anterior se agruparon en grandes comunas, que reunían a unas 5.000 familias. El experimento fracasó estrepitosamente, en parte por las adversas condiciones meteorológicas de los años 1959-1961 y en parte por el miedo de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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los dirigentes de las comunas a incumplir con las exigentes cuotas de producción fijadas por las autoridades. El resultado fue que la producción se redujo drásticamente y se produjeron hambrunas catastróficas que provocaron entre 15 y 45 millones de muertos, según distintas fuentes. El fracaso del Gran Salto Adelante generó críticas internas dentro del partido hacia Mao encabezadas por el Ministro de Defensa, que fue acusado por el máximo dirigente chino de servir a los intereses soviéticos. Tras el fracaso económico del Gran Salto Adelante, Mao cedió el día a día de la gestión del gobierno a Liu Shaoqi y Deng Xiaoping para la reactivación de la economía, que se desarrolló lentamente a lo largo de los años 60. Las relaciones con la URSS fueron tensas, especialmente tras la retirada de los asesores técnicos y de las ayudas soviéticas en 1961. En la década de los sesenta las tensiones fronterizas estuvieron a punto de llegar a hostilidades abiertas. En 1966 Mao proclamó la “Revolución Cultural”, que pretendía lograr la reforma del modo de pensar y del comportamiento de la población alejándolo de los modos burgueses de pensamiento. El balance de la misma no pudo ser más catastrófico. Muchos científicos, ingenieros y cuadros de primer nivel fueron relegados de sus funciones, cuando no víctimas de persecuciones y purgas. La “Revolución cultural” supuso la pérdida de una gran cantidad de capital humano, que en nada contribuyó a la renqueante marcha de la economía china. Para compensar el distanciamiento de la URSS, China inició una apertura a Occidente que llevó a la firma de los acuerdos de 1971 con Estados Unidos y a su entrada en la Naciones Unidas. El balance de la era de Mao no podía ser más decepcionante en términos económicos. El país en su conjunto poco había avanzado respecto a la situación de 1949.

10.3.4 El despertar del Tercer Mundo El concepto de Tercer Mundo surge como consecuencia de la división del mundo en los dos grandes bloques encabezados por las superpotencias. Todos los países del llamado Tercer Mundo tienen en común bajas rentas per capita y haber sufrido procesos de colonización. Los países del Tercer Mundo también se beneficiaron del crecimiento y del desarrollo experimentado por la economía mundial después de la Segunda Guerra Mundial. Entre 1950 y 1973 el bloque asiático tuvo un crecimiento de su Producto Interior Bruto del 5,2% (Japón registró un crecimiento del 9,3%); el bloque africano creció a un 4,5%. Tasas superiores a las de Europa (4,1), la URSS y sus satélites (2,5) y Estados Unidos (2,4). Los efectos de este crecimiento sobre la renta per cápita fueron muy escasos debido al fuerte crecimiento de su población. La gran fase de crecimiento económico del siglo XX apenas acercó a esos países de los más desarrollados y desde luego no logró sacarlos de la trampa de la pobreza. El subdesarrollo es aún el gran reto de la Humanidad, entre otras cosas porque afecta al 80% de la población mundial. Los diferentes análisis de las causas del subdesarrollo permiten agruparlas en causas endógenas y exógenas. La primera de las endógenas o internas tiene que ver con el medio físico. Las economías subdesarrolladas se distribuyen a lo largo del trópico. En estos territorios enfermedades como la fiebre amarilla, la malaria, cólera, etc. se propagan con gran facilidad. Por otro lado, las agriculturas tropicales tienen UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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bajas tasas de productividad, que condicionan la producción de excedentes y por tanto repercuten negativamente en el resto de sectores. Finalmente, las estructuras sociales arcaicas también constituyen un obstáculo para la modernización. Hay otro grupo de causas que podemos considerar exógenas, entre ellas destaca el colonialismo. Todos estos países tienen también en común haber sufrido períodos de ocupación colonial, si bien las relaciones entre colonialismo y atraso económico no están muy claras y de hecho es fácil encontrar contraejemplos. Baste mencionar que la Cuba colonizada del siglo XIX disfrutó de mayores niveles de renta que las jóvenes repúblicas iberoamericanas que alcanzaron su independencia a principios de ese siglo; o Hong Kong, colonia británica hasta 1997, ha tenido niveles de desarrollo muy superiores a los de territorios de su mismo entorno geográfico que alcanzaron su independencia tras la II Guerra Mundial. Otro grave obstáculo para el desarrollo de estos países ha sido la explosión demográfica. Es el resultado de la combinación de la medicina occidental y de pautas sociales y culturales tradicionales que favorecían una alta natalidad. La mortalidad cayó drástica y rápidamente mientras que la natalidad se mantuvo en tasas elevadas, produciendo así un crecimiento de la población del 2,16% en la segunda mitad del siglo XX. La mayores tasas de crecimiento se han dado en las zonas más pobres de África con el 3,1%; siendo más reducidas en América Latina (1,9) y Asia (2,2), excluida China, donde las políticas activas de reducción de la natalidad consiguieron bajar la tasa de crecimiento al 1,2%. En resumen, la explosión demográfica impidió que el incremento del PIB de estas economías entre 1950 y 1973 se tradujera en una mejora de las rentas per cápita.

La independencia de las colonias. Tras la Segunda Guerra Mundial se inició el gran proceso de descolonización. La Conferencia de San Francisco de 1945 sentó las bases para la descolonización. En primer lugar Japón abandonó todos los territorios conquistados desde 1931 y posteriormente tuvieron lugar las descolonizaciones británicas y francesas, que se prolongaron entre 1945 y 1965. La descolonización portuguesa de Angola y Mozambique se retrasó hasta 1974-75. En medio de un mundo dividido en bloques, algunos de estos Estados se agruparon en el movimiento de los no alineados que cobró forma en la Conferencia de Bandung (1955). Los resultados de la independencia han sido dispares. Los países de la zona del Pacífico se han beneficiado del activo comercio generado por la influencia de las economías japonesa y norteamericana. Las inversiones de estos países junto con las mejoras de la producción de alimentos logradas gracias a la llamada revolución verde (el gran salto en la producción agraria entre 1940 y 1970, caracterizado por mejoras en la selección de semillas y grandes inversiones en regadío, fertilizantes y plaguicidas) han dado lugar al desarrollo industrial de la zona.

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Mapa 10.2. Los procesos de descolonización en África y Asia

Fuente: Kalipedia Por el contrario el desarrollo del Sudeste Asiático se ha visto condicionado por el desarrollo de guerrillas comunistas (Vietnam, Camboya, Laos) que generaron guerras civiles en las que a menudo se implicaron las dos superpotencias. El subcontinente indio, dividido tras la independencia de Gran Bretaña en dos grandes Estados, la India (de mayoría hindú) y Pakistán (de mayoría islámica), se benefició del legado colonial en lo que se refiere a infraestructuras de transporte, educación –incluida la superior y sanidad-. Sus gobiernos aplicaron los principios de la planificación indicativa y encontraron los principales escollos en la transformación de una agricultura lastrada por una estructura dual de la propiedad y las grandes desigualdades de renta y sociales consolidadas por el sistema de castas. En la actualidad el África subsahariana es una de las regiones del planeta con mayores niveles de subdesarrollo, pobreza y enfermedades. Los nuevos gobiernos no estaban preparados para asumir las responsabilidades que ello implica. Su ineficacia y altos niveles de corrupción han marcado negativamente la evolución de estas economías en las últimas décadas. La gestión de la independencia: dirigismo económico. En el momento en el que se produce la independencia, los referentes a imitar en cuanto a políticas de desarrollo tenían un denominador común: una fuerte intervención del Estado. En el Primer Mundo, los principios keynesianos, dominantes en este período, asignaban un claro papel a las políticas económicas de los Estados como motores del desarrollo y principal mecanismo para evitar la recesión. Nacionalizaciones de sectores productivos estratégicos y planificación indicativa abundaban por doquier. En el UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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llamado Segundo Mundo liderado por los soviéticos, la planificación centralizada y los planes quinquenales parecían haber dado buenos resultados para sacar a la URSS del atraso de comienzos del siglo XX y convertirla en una gran potencia industrial, ya en los años 30. La clave había sido la colectivización de la agricultura y su empleo al servicio de la industrialización. Estos eran los referentes que tenían los líderes económicos de los países que habían alcanzado la independencia. La industrialización era la meta a lograr. Tras la Segunda Guerra Mundial un conjunto de economistas latinoamericanos, encabezados por Raul Prebisch, lograron que muchos de los líderes políticos de los países del tercer mundo abrazasen las llamadas tesis “dependentistas”, que ellos propugnaban. De acuerdo con ellas, la dominación secular ejercida por las potencias coloniales era la principal causa del atraso económico. Las economías de las colonias se habían ordenado al servicio de los intereses de las metrópolis, a saber, producir y exportar materias y alimentos e importar productos manufacturados. Esta división de la producción había condenado a la pobreza a estos países, ya que desde fines del siglo XIX los precios de las materias primas y los alimentos presentaban una tendencia a la baja, frente a las manufacturas. Para romper esta situación recomendaban apoyar las industrias nacionales autóctonas mediante la sustitución de importaciones. Es decir, mediante una política de elevación de los aranceles a las importaciones de manufacturas. Se trataba en definitiva de reservar el mercado nacional de productos industriales a las industrias nacionales. Las exportaciones de productos agrarios y materias primas contribuirían a proporcionar recursos a los Estados para sus políticas de desarrollo. Esta política produjo buenos resultados a países como Argentina, Brasil o México durante las dos guerras mundiales. El vacío dejado por la reducción de las exportaciones europeas y norteamericanas pudo ser cubierto, sin competencia, por las industrias locales. Tras la guerra estos países mantuvieron esas políticas de sustitución de importaciones, pero a la larga las industrias de estos países no fueron capaces de competir en los mercados exteriores. Los resultados de tales políticas fueron inflación, incrementos en los déficits de las balanzas de pagos, endeudamiento de los Estados, agotamiento de las reservas de divisas y empobrecimiento general, manifestado en la disminución de la renta per cápita respecto a otros países. La renta per cápita argentina era el doble que la española en 1950; en 1982 apenas alcanzaba el 42% de ésta. Estos fueron los resultados de un análisis erróneo del problema del subdesarrollo. La causa del atraso no estaba en la especialización en la producción de productos primarios, ni el deterioro de la relación de intercambio entre productos primarios y manufacturas (los datos manejados por estos economistas han sido puestos en cuestión) y existen claros contraejemplos de cómo el deterioro de la relación de intercambio de un determinado bien no ha de resultar necesariamente negativa. Pensemos en el deterioro de la relación de intercambio entre los ordenadores y los productos primarios en los últimos años. Esto ni mucho menos ha supuesto la ruina para las economías punteras en la producción de este tipo de bienes. Otros problemas como el monocultivo, o la falta de diversificación de la producción y la escasez de capital humano, que diera flexibilidad a la mano de obra, no fueron identificados como causas de subdesarrollo y por tanto no se actuó sobre ellos. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Otras economías del Tercer Mundo apostaron por la apertura a los mercados exteriores y por aprovechar su ventaja comparativa en la economía internacional. En general los países que optaron por este camino tuvieron mejores resultados. Una de las primeras economías atrasadas que apostó por la liberalización fue, como veremos, la de España. El Plan de Estabilización de 1959 suponía la ruptura con un período en el que se buscó un desarrollo industrial autárquico. El ejemplo fue seguido en los primeros años 60, por el Brasil liderado por Castelo Branco, que tras un golpe de Estado se hizo con el poder. La combinación de apertura al exterior y férreo control interno del mercado de trabajo en un entorno de dictadura militar tuvo efectos positivos sobre el desarrollo económico. Otros casos similares tuvieron lugar en otras partes del planeta, baste mencionar la también dictadura de Suharto en Indonesia o la de Pinochet en Chile. Por desgracia, la liberalización de las economías parecía más sencilla en regímenes autoritarios que democráticos. Si bien es cierto que la contradicción entre desarrollo económico y subdesarrollo político, en muchos casos, empezando también por España y siguiendo por los Estados ex comunistas de la Europa Central, han acabado imponiendo la implantación de regímenes democráticos por métodos pacíficos. Otro ejemplo de los beneficiosos efectos de la apertura a los mercados exteriores sería el caso de China. Tras la muerte de Mao en 1976, el régimen de Deng Xiaoping fue permitiendo progresivamente el restablecimiento de los mecanismos de mercado y libre empresa. Se ha hablado de un comunismo de “mercado”. La fórmula de apertura a los mercados exteriores y férreo control interno sobre la población que había tenido éxito en las dictaduras militares que padeció América Latina, volvería a funcionar. 10. 3.5 España de la autarquía a la industrialización (1950-1973). La guerra fría y la ayuda americana Tras el estallido de la Guerra de Corea (1950) el gobierno norteamericano empezó a ver al régimen de Franco como un útil aliado en la Guerra contra el comunismo. Esto hizo posible la firma de los tratados de 1953. A cambio de permitir la instalación de una serie de bases norteamericanas, España recibió ayudas en divisas que hicieron posible la importación de las materias primas y bienes de capital que el país necesitaba para superar la autarquía. De la autarquía a la sustitución de importaciones Los mecanismos de intervención se relajaron suprimiéndose las cartillas de racionamiento. Para estimular la producción agraria se eliminó el control de precios (excepto para los cereales); se facilitaron subvenciones para la compra de maquinaria y fertilizantes y se inició un proceso de concentración parcelaria que tenía como finalidad a reordenar la estructura de las explotaciones eliminando los nocivos efectos que tenía la excesiva parcelación de las mismas y así poder mecanizar la producción. Con todo ello se logró un significativo aumento de la producción agraria. Por lo que se refiere al sector energético, las divisas norteamericanas permitieron la importación de petróleo y se llevó a cabo la reestructuración del sector eléctrico mediante la interconexión de redes regionales y el abandono del control de tarifas. El establecimiento de un tipo de cambio múltiple (que estaba UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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en función del producto con el que se comerciase) facilitó la reactivación del comercio exterior. La política de autarquía dio paso a la de sustitución de importaciones. Esto es, que la demanda interna fuese atendida por una industria nacional apoyada por el Estado. Estos apoyos se concretaron en una política arancelaria proteccionista; un mecanismo de control de cambios y la intervención directa del Estado en la producción industrial a través del Instituto Nacional de Industria. El fracaso de esta política de sustitución de importaciones se debió a la incapacidad para controlar la inflación. Las inversiones del INI se financiaron con la emisión de deuda, que el Banco de España compraba mediante la emisión de moneda. A este problema se añadió el creciente desequilibrio de la balanza de pagos, pues las importaciones de materias primas y capital aumentaron sin que fuesen compensadas por exportaciones. El plan de Estabilización. Por todo ello la economía española hacia 1956 se hallaba en un callejón sin salida. Era necesario dar un giro a la política de sustitución de importaciones. En 1957 tomó posesión un nuevo gobierno con un ambicioso programa reformista que incluía la elevación de los tipos de interés, para controlar la inflación; una reforma impositiva para aumentar la recaudación; el establecimiento de un tipo de cambio único y una devaluación de la peseta de un 18%. Este paquete de medidas se mostró demasiado tímido para hacer frente a la gravedad de la situación. Por ello, se vio la necesidad de lograr una auténtica apertura de la economía española. En 1957 se produjo la admisión de España por la OCDE como país asociado, a cambio de que se diseñase e implementase un Plan de Estabilización supervisado por el FMI. El Plan se puso en marcha a mediados de 1959. El objetivo principal era reducir los desequilibrios de la balanza de pagos, para ello se llevó a cabo un nuevo incremento de los tipos de interés; se recortó el crédito al sector privado; aumentó la fiscalidad; se estableció un tipo de cambio único de 60 pesetas por dólar y empezó a exigirse el depósito de un 25% previo a la realización de las importaciones. El Plan tuvo, en un primer momento, efectos negativos sobre la actividad económica que se neutralizaron en parte por la rigidez del mercado de trabajo, que contuvo el aumento del desempleo y la emigración de un gran número de españoles ante los efectos recesivos del Plan. No obstante en un plazo de un año ya se observó una mejora en las cuentas exteriores, que se reflejó en un aumento de las reservas, un incremento de las exportaciones y una reducción de las importaciones. A lo largo de los 60 la economía española experimentó un proceso de liberalización, que se vio acompañado de unas elevadas tasas de crecimiento anual cercanas al 8%, siendo estas las más elevadas de la OCDE. La aportación del sector exterior. A este crecimiento contribuyó el sector exterior mediante una progresiva liberalización del comercio exterior. El Arancel de 1960 eliminó los cupos y las UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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licencias de importación. La adhesión de España al GATT conllevó una progresiva reducción de aranceles. Se facilitó la entrada de capitales extranjeros mediante un decreto de 1959 que autorizaba la inversión extranjera hasta el 50% del capital social de la empresa; permitía la repatriación de beneficios y sentaba garantías jurídicas claras para la adquisición de propiedades por extranjeros. También contribuyó a los buenos resultados del sector exterior la firma, en 1970, del Acuerdo Preferencial con las Comunidades Europeas, que permitió una reducción de los aranceles para los productos industriales españoles en los mercados comunitarios, con lo que aumentaron las importaciones y se consiguió una mejora de la productividad interna al verse facilitadas las importaciones de bienes de capital. La balanza de pagos se equilibró gracias a estas inversiones, a las remesas de inmigrantes y a los ingresos por turismo, que llegaron a cubrir el 40% del valor de las importaciones españolas. La industrialización de los 60 Durante los años 60 la distribución sectorial de la producción de la economía española se transformó. La agricultura pasó del 40 al 22% del PIB, la industria del 24 al 35 % y el sector servicios del 23,5 al 27%. El aumento de la producción industrial se debió principalmente al crecimiento de la demanda interna; mientras que en 1959 el 70% del gasto de las familias se dedicaba a necesidades básicas, en 1973 este porcentaje se redujo al 47%, aumentando así notablemente el consumo de productos industriales. Las exportaciones industriales en 1973 representaban solo el 7% de la producción nacional. Gráfico 10.6. Índice de producción industrial en España (1930-2000), 1929=100. Escala logarítmica

Fuente: Carreras, A. y Tafunell,X. (eds) (2005) Estadísticas históricas de España, siglos XIX-XX, Madrid, BBVA, gráf. 5.1.

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La industrialización fue posible gracias a un importante éxodo de población rural a las ciudades (unos 2 millones de personas). Esto consiguió contener el crecimiento de los salarios industriales; aumentó la demanda de vivienda y productos industriales y tuvo un efecto inverso para los salarios agrarios, que aumentaron como consecuencia de la escasez relativa de mano de obra. Este factor contribuyó también a favorecer la mecanización de la producción agraria, lo que junto con un incremento del uso de fertilizantes produjo un aumento de la productividad agraria de un 5,8% anual. El mantenimiento de prácticas intervencionistas hipotecó el crecimiento a medio plazo. Entre los aspectos negativos de la evolución de la economía española en este período hay que citar el mantenimiento de prácticas intervencionistas, que se concretaron en los llamados “Planes de Desarrollo”, inspirados en la planificación indicativa francesa, mediante los cuales el gobierno marcaba la pauta a seguir por el sector privado en materia de inversiones. El intervencionismo afectó también al sector financiero. Los bancos estuvieron obligados a respetar un coeficiente de caja, que limitaba la posibilidad de ofrecer crédito y unos coeficientes de inversión obligatoria que beneficiaron a sectores con baja productividad, como la siderurgia, el naval y la minería. A medio plazo, esto llevó a un crecimiento hipertrófico de estos sectores, que obligaría a llevar a cabo una importante reconversión industrial en los 80. El segundo aspecto negativo fue la incapacidad del gobierno para llevar a cabo una reforma fiscal que hiciese posible aumentar la inversión en infraestructuras y en educación. El lastre de estas políticas intervencionistas se haría patente a partir de la primera crisis del petróleo en 1973.

10.4 Años turbulentos: inestabilidad cambiaria y crisis energética (19711979) A comienzos de los años 70 el largo ciclo de crecimiento y desarrollo económico mundial iniciado a principios de los 50 quedó interrumpido. Frente al crecimiento con pleno empleo y estabilidad, el período que vamos a analizar se caracteriza por aumentos simultáneos de desempleo e inflación (algo que nunca había ocurrido), fuertes desequilibrios externos y un aumento de las diferencias entre países desarrollados y países pobres. La crisis no afectó de forma homogénea a las diferentes áreas económicas. Durante este período se producirá la incorporación de los “tigres asiáticos” (Corea, Taiwan, Hong Kong y Singapur) al conjunto de países desarrollados; la integración económica en Europa dará un salto adelante con la firma de Acta Única en 1985 y del tratado de Maastricht (1992); se produce el desmantelamiento del bloque soviético y de las economías de planificación y, finalmente, la apertura de la economía China.

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Gráfico 10.7. Inflación y paro: de la expansión a la estanflación. Cifras medias de los 16 países capitalistas más desarrollados.

F Fuente: Tello, E. Coord. (2005): Guía práctica de historia económica mundial, Barcelona, Universitat de Barcelona, p. 146. Nuestro análisis de este período abarcará el período de desencadenamiento de la crisis (1971-1979); la absorción de la misma por las diferentes economías (1979-1985) y finalmente, el período en el que se crean las condiciones para reiniciar el crecimiento económico que abarca desde mediados de los ochenta hasta los primeros años 90. 10.4.1 Primeros síntomas de agotamiento de la expansión: las dificultades de la economía norteamericana y la suspensión de la convertibilidad del dólar. Entre 1968 y 1973 dos acontecimientos transformaron la relación de fuerzas entre los principales actores del sistema económico mundial. El primero se produjo el 15 de noviembre de 1971, cuando el presidente Nixon anunció la suspensión de la convertibilidad del dólar. El otro acontecimiento fue la drástica elevación de los precios de petróleo como consecuencia del enfrentamiento de los países árabes con Israel. A finales de los sesenta, el creciente deterioro de la balanza de pagos norteamericana con el crecimiento del gasto militar (guerra de Vietnam) acabó por crear un déficit que forzó la devaluación del dólar el 15 de agosto de 1971. Al mismo tiempo que la productividad permanecía estancada, la inflación se disparaba. La devaluación del dólar ponía fin al sistema de Bretton Woods. Estados Unidos suprimió la convertibilidad del dólar al oro; aplicó una sobretasa del 10% a las importaciones, redujo en otro 10% las ayudas a otros países y decretó una congelación de precios y salarios. Esto suponía un incremento de la protección de la economía norteamericana que provocó protestas tanto en la CEE como en otros Estados. En diciembre de 1971 los principales países industrializados (Alemania, Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Países Bajos, Reino Unido y Suecia) firmaron en Washington unos acuerdos que realinearon las paridades de sus divisas en torno a un “tipo central” respecto al cual se permitían márgenes de fluctuación; Estados Unidos suprimió la sobretasa a las importaciones y se elevó el precio del oro. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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Ahora se abría un nuevo período en el que todas las monedas serían fiduciarias y su valor relativo se establecería, como para cualquier bien o servicio, en función de la oferta y la demanda en los mercados. La oferta y la demanda de una moneda venían a su vez determinadas por la situación de la balanza de pagos de país que la emitía. Un superávit en la balanza comercial significaba que habría un fuerte demanda de tal divisa y por tanto que su cotización aumentaría y viceversa. Un déficit de la balanza de pagos, provocaría una devaluación. El problema es que la devaluación generaba nuevos aumentos de precios al aumentar la demanda de productos para la exportación y en consecuencia inflación. A partir de 1973, cuando tras una nueva devaluación del dólar el mundo avanzó hacia un sistema de flotación generalizado, la CEE hubo de buscar un nuevo modelo y avanzar hacia un Sistema Monetario Europeo que entró en vigor en 1979. Se creó una moneda de cuenta: el ECU. El ECU se definió como una “cesta de monedas” dónde el peso de cada una estaba en función de la contribución del PIB de su país al PIB comunitario y su aportación al Fondo Monetario Europeo. Cada país miembro de la CEE estableció un tipo de cambio con cada una de las monedas comunitarias. Para cada tipo de cambio se fijaba el tipo de cambio central, el inferior (tipo de cambio central menos el 2,25%) y el superior (tipo de cambio central más el 2,25%). La banda de fluctuación podría ampliarse excepcionalmente. El Fondo Monetario Europeo nutrido con aportaciones de los Bancos Centrales intervendría comprando o vendiendo divisas para mantener a las divisas dentro de las bandas de fluctuación establecidas. 10. 4.2 La subida del precio del petróleo y la crisis energética Desde la Segunda Guerra Mundial el petróleo se fue convirtiendo en la principal fuente de energía, especialmente para el transporte. Las grandes compañías petrolíferas de los países industrializados perforaron pozos a lo largo del planeta. La mayor concentración de hallazgos y reservas se localizó en el Golfo Pérsico. Las grandes multinacionales americanas y europeas alcanzaron acuerdos muy ventajosos con los países de la zona para su extracción y comercialización, con unos precios que crecían por debajo de la inflación. A comienzos de los 60 los países productores constituyeron un cártel, la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), cuya finalidad esa establecer un mayor control sobre los precios. Un hecho político desencadenaría la crisis. La victoria israelí en la llamada Guerra del Yom Kippur (otoño 1973) actuó como catalizador del descontento de los países árabes, que utilizarían la elevación de los precios del petróleo como arma política. De octubre de 1973 a enero de 1974 el precio del crudo se multiplicó por cuatro. Dada la importancia del petróleo en los costes de transporte, la subida de precios rápidamente se trasladó a un amplísimo conjunto de bienes y servicios. La elevación del coste de la vida generó una presión al alza sobre los salarios, que a su vez repercutieron en los costes de las empresas. En poco tiempo una espiral inflacionista atenazaba la economía mundial. Pronto muchas empresas se encontraron con dificultades para mantener su actividad y el desempleo, las huelgas y la inestabilidad social hicieron su aparición en las principales economías industriales. Esta inestabilidad social es también consecuencia de la ruptura del pacto tácito entre partidos sindicatos y trabajadores que había contribuido al largo UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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período de crecimiento tras la II Guerra Mundial. Trabajadores y sindicatos aceptaron un moderado crecimiento de los salarios que favoreciese la inversión y asegurase la prosperidad futura a cambio de avances en las políticas de protección social. A fines de los sesenta, el casi pleno empleo logrado, y las dudas de los trabajadores y sindicatos a cerca de que la moderación salarial garantizase inversiones y progreso futuro, dada la creciente movilidad del capital, rompieron el pacto por la moderación salarial y aumentaron las presiones a favor del aumento de los salarios. Gráfico 10.8. Evolución de los precios del petróleo y nivel general de precios

Fuente: Foreman-Peck, J. (1995): Historia económica mundial. Relaciones económicas internacionales desde 1850, Madrid, Prentice Hall, 438 Respuestas a la crisis en las economías industrializadas El impacto de la crisis sobre las dos grandes potencias, EEUU y la URSS, se atenuó por el hecho de que ambas eran autosuficientes en cuanto al abastecimiento de crudo por su condición de productores. Los EEUU afrontaron la crisis con un pequeño recorte del consumo; mientras que la URSS aprovechó para incrementar sus exportaciones. Los integrantes de la OPEP se enriquecieron de forma extraordinaria, y los países exportadores más poblados como (Irán, Irak, Argelia Venezuela, Indonesia y Nigeria) pusieron en marcha grandes programas de desarrollo. La crisis empobreció principalmente a las economías industrializadas europeas y a Japón; asimismo supuso un duro golpe para las economías del Tercer Mundo que no producían petróleo. Los problemas con que se enfrentaban las economías industrializadas no productoras de crudo fueron básicamente dos: por un lado, tenían que llevar a cabo un ajuste energético para reducir el consumo de petróleo y por otro lado un ajuste social para encajar, a través de la política de rentas y reducción de salarios reales, el empobrecimiento que había supuesto la subida de los precios del petróleo. Como señala Carreras, en el conjunto los países industrializados de Europa y Japón hubo tres tipos de reacciones. La primera fue la de los que aplazaron ambos problemas, por ejemplo, los gobiernos de Suecia y España que no trasladaron totalmente la subida de los precios en origen a los precios de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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venta al público; para ello redujeron la fiscalidad sobre estos productos y fueron los ingresos fiscales los que se deterioraron. Un segundo grupo de países (Francia, Inglaterra, Italia, Holanda) sí que afrontaron el problema energético y, al trasladar a los precios de venta al público la mayor parte del incremento de los precios en origen, lograron fomentar políticas de ahorro energético y la utilización de fuentes de energía alternativas. Sin embargo, estos países no afrontaron el problema social que suponía el empobrecimiento relativo y no se actuó sobre la política de rentas. Los sindicatos consiguieron incrementos salariales en consonancia con el aumento de los precios, lo que originó un fuerte incremento de la inflación. Finalmente, el tercer tipo de reacción está representada por Japón y la República Federal de Alemania, que optaron por trasladar completamente a los precios de venta al público la totalidad del aumento de los precios en origen. En estas dos economías es donde antes se aplicaron medidas más severas de ahorro energético y orientación de la producción hacía sectores menos dependientes del petróleo, como la industria eléctrica y electrónica. Además, el banco central alemán, Bundesbank, aplicó una rígida política que obligó a empresas, familias y administraciones a reducir sus niveles de gasto, encajando así el empobrecimiento que había supuesto la subida de los precios del petróleo. Cuando las economías de la OCDE estaban recuperándose de la primera crisis petrolífera llegó la segunda. En 1979 el régimen del Sha de Persia fue reemplazado por la instauración de la República Islámica de Irán, liderada por el ayatolá Jomeini, clérigo integrista islámico. Este hecho desestabilizó una de las principales regiones productoras de crudo. Al año siguiente estalló la guerra entre Irán e Irak, aliado en aquella ocasión de Estados Unidos y las potencias occidentales para frenar el avance del integrismo islámico. Los precios del crudo casi se doblaron. Para la República Federal de Alemania y Japón, esta nueva elevación apenas tuvo impacto, pues ya se estaban dejando sentir los efectos de las políticas de ahorro energético. Para Inglaterra, Francia e Italia, llegó el momento de asumir grandes acuerdos nacionales para no trasladar a incrementos salariales la nueva subida de petróleo con el fin de controlar la inflación. Para los que había intentado eludir el problema como España y Suecia, las cosas fueron más complicadas pues tuvieron que afrontar simultáneamente el problema energético y sus costes sociales.

El impacto de la crisis energética en las economías en desarrollo. La segunda crisis del petróleo desencadenó en el Tercer Mundo la llamada “crisis de la deuda”. Dicha crisis se manifestó más claramente en México en 1982. Durante los años de incremento de los precios del petróleo, los países integrantes de la OPEP con más petróleo y menos población (estados árabes del Golfo Pérsico) acumularon enormes fortunas, que fueron invertidos en las economías industrializadas. Los “petrodólares” afluyeron a las bolsas o fueron a parar directamente a inversiones en los países avanzados. Para aquellos países productores más poblados (México, Venezuela, Irán, Irak, Indonesia, Nigeria, etc.), los beneficios del petróleo sirvieron para poner en marcha grandes programas de inversiones en infraestructuras. Muchos de estos países recurrieron al endeudamiento para acelerar dichos programas. También se endeudaron a la fuerza otros países del Tercer Mundo, para hacer frente a los UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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desequilibrios de sus balanzas de pagos ante la elevación de la factura del petróleo, a la espera de que los precios volviesen a sus niveles previos a la crisis. Finalmente, también durante los 70 se endeudaron las economías socialistas del Este de Europa. La ineficiencia de su sistema productivo y las facilidades dadas por la República Federal de Alemania para financiar inversiones en infraestructuras les llevó a acudir a los mercados internacionales de capital. Todos estos endeudamientos se produjeron principalmente en dólares. Dos acontecimientos pusieron a todos estos países en graves dificultades para hacer frente al pago de su deuda externa. El primero a comienzos de los 80 con el cambio en la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos al elevar los tipos de interés para contener la inflación. Esto provocó una revalorización de la divisa norteamericana. El segundo, fue la política defensiva del presidente Ronald Reagan. La iniciativa de defensa estratégica, conocida popularmente como “guerra de las galaxias” supuso un fuerte incremento de las inversiones militares que se financió a través de la emisión de deuda. El papel hegemónico de los Estados Unidos y la confianza de los inversores en su economía hicieron compatibles algo que en principio no lo era, elevados tipos de interés con un fuerte incremento de su endeudamiento, que a su vez incrementó la demanda de dólares, presionando aún más al alza la cotización del dólar. Los países endeudados (en dólares) ante este incremento de la cotización del dólar, tuvieron cada vez más dificultades para atender los compromisos de su deuda. Los temores se convirtieron en psicosis, cuando el presidente Portillo de México anunció una devaluación del peso, la nacionalización de la banca y otras medidas de ajuste. Con el nuevo valor del peso, el atender los compromisos de la deuda externa resultaría prácticamente imposible, a no ser que ésta se renegociase. Un pánico parecido al del año 1929 se extendió por los mercados mundiales y el contagio de los problemas de México a otras economías latinoamericanas, conocido como “efecto tequila” se hizo inevitable. Los bancos acreedores, ante el temor por la incapacidad de esas economías para pagar la deuda contraída, se negaron a renegociarla y procedieron a exigir los pagos, sin aceptar aplazamientos. EEUU asumió el liderazgo en la resolución de la crisis. De él procedía del problema de la elevada cotización del dólar y el peso de los norteamericanos en las dos instituciones internacionales, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, era mayor que el de cualquiera de los otros socios de las mismas. Ambas instituciones hubieron de acometer la dirección de procesos de estabilización de las economías con problemas para hacer frente al pago de la deuda y se inició un programa de renegociaciones. A lo largo de los 80 se fue resolviendo el problema. A ello contribuyó, por un lado, el que a partir de 1985 la Reserva Federal modificase su política de tipos de interés, iniciándose un descenso de la cotización del dólar y por otro la ruptura del cartel de la OPEP en 1986, cuando Arabia Saudí decidió unilateralmente aumentar su producción de crudo. Esta medida fue adoptada por otros países productores, con lo que se produjo a su vez un descenso del precio del petróleo.

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10.5 La salida de la crisis: bases para la recuperación 5.1. Bases para la recuperación: el giro de las políticas económicas El efecto combinado de la desarticulación del sistema de Bretton Woods, con la instauración de un sistema de tipos de cambio flotantes, más la inflación y el estancamiento (estanflación) derivada de las crisis del petróleo planteó una situación nueva ante la cual las políticas económicas keynesianas que habían contribuido al extraordinario desarrollo de la economía mundial entre 1950 y 1973 no tenían respuesta. Dichas políticas explicaban cómo evitar la depresión, en cierto modo recurriendo a la inflación, es decir a estimular la actividad económica inyectando dinero en el sistema, pero ¿qué hacer cuando depresión e inflación se daban al mismo tiempo? Para los keynesianos la inflación era consecuencia de factores reales. Los precios subían como consecuencia de la escasez y de elementos estructurales como la aparición de situaciones de monopolio. Frente a esta idea, otro grupo de economistas, conocidos como monetaristas y encabezados por el norteamericano Milton Friedman, sostenían que el nivel de precios venía determinado principalmente por la cantidad de dinero en circulación. Por tanto, para los keynesianos habría que recurrir a políticas estructurales y fiscales, mientras que para los monetaristas la solución estaba en restringir la oferta monetaria asumiendo las consecuencias iniciales de contracción de la actividad económica. El abandono de las políticas keynesianas a favor de planteamientos monetaristas se fue imponiendo desde 1975 en países como Alemania, Suecia y Canadá, que se marcaron como objetivos la reducción de la inflación a través de la política monetaria mediante el control del volumen del dinero en circulación. Los bancos centrales procurarían aumentar la liquidez (dinero en circulación) a una tasa que fuera la suma del ritmo del crecimiento real del PIB y de la tasa de inflación prevista, para lo cual actuarían sobre los tipos de interés. Estados Unidos en 1976, Francia en 1977, Japón en 1978 y el Reino Unido en 1979 siguieron esta iniciativa. Los efectos sobre la reducción de la inflación no se dejaron sentir hasta principios de los 80. En ello también influyó la reducción de los precios del crudo y la aceptación por parte de los sindicatos a negociar subidas salariales más acordes con la marcha de la economía. Otro cambio tuvo que ver con las políticas fiscales y de redistribución de la renta. Se redujo la progresividad de los impuestos directos y aumentó el peso de los impuestos indirectos. Finalmente, los Estados también redujeron su actividad reguladora y su intervención en la actividad económica imponiéndose el principio de subsidiariedad, es decir, el sector público solo debería hacer aquello que demostrase hacer mejor que la iniciativa privada. Este enfoque se concretó en la sustitución de prácticas regulatorias por políticas de incentivos y en la privatización de buena parte de las empresas públicas (compañías aéreas de bandera, monopolios en el sector de telecomunicaciones y transportes, abandono de intervenciones en sector naval, minería y siderurgia). Estos principios monetaristas de política económica, alejados del keynesianismo, no solo se aplicaron en las principales economías industrializadas, también tuvieron su reflejo en el proceso de integración económica en Europa. En este contexto de desregulación y liberalización ha UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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de entenderse la firma del Acta Única en 1986 por parte de los países integrantes de las Comunidades Europeas. El Acta se marcaba como objetivo remover todas las barreras administrativas, burocráticas y fiscales que impedían de hecho el funcionamiento del mercado único. Asimismo se fomentó la actuación de tribunales de defensa de la competencia, la supresión de empresas públicas y de las ventajas de que estas gozaban en la contratación de servicios por las administraciones públicas. En el ámbito internacional se impulsó la liberalización de los mercados y la reducción de aranceles y barreras para el comercio mundial en la ronda del GATT celebrada y 1986 y la creación de la Organización Mundial del Comercio tras la ronda Uruguay en 1990. 10.5.2 El hundimiento de las economías socialistas a finales de los ochenta Estos países importaban el crudo, principalmente de la URSS. Dentro del COMECON los precios del petróleo se fijaban calculando el precio medio de los últimos 5 años, con lo que durante los primeros años de la crisis apenas se vieron afectados por la subida de los precios. La segunda elevación de los precios en 1979 tuvo para ellos un impacto más drástico en sus economías. Al mismo tiempo la ineficiencia de sus sistemas productivos era cada vez más evidente. Y, al igual que la URSS, tuvieron que incrementar progresivamente sus importaciones de Occidente, incluso para atender necesidades básicas. Ante esta evidencia, la propia URSS se planteó la necesidad de iniciar un programa de reformas. La guerra de Afganistán, combinada con el intento de hacer frente a la iniciativa de defensa estratégica del presidente Reagan, dejó bien a las claras la incapacidad de la economía soviética para producir los recursos necesarios para sostener los gastos de defensa. Gorbachov propuso un programa de reformas económicas (Perestroika) que no dieron los resultados esperados y de transparencia (Glasnost), que favorecería el cambio político. El abandono de las economías de planificación se inició con el desmoronamiento de los regímenes políticos que las sustentaban. La caída del muro de Berlín en 1989 simboliza claramente este proceso. En muy pocos meses y de forma casi totalmente pacífica se produjo el relevo del poder de los dirigentes comunistas. Los dirigentes soviéticos plantearon también la necesidad de hacer una transición hacia el establecimiento de un sistema democrático. Estas propuestas de Gorbachov provocaron un intento de golpe de Estado en agosto de 1991, que fue frenado por Boris Yeltsin. Tras el fracaso del golpe los cambios se aceleraron. La URSS fue finalmente disuelta dando paso a la creación de la Confederación de Estados Independientes (CEI) el 8 de diciembre de 1991. En la mayor parte de estos países se convocaron elecciones y se inició una etapa de drásticas reformas económicas. Los tres retos para hacer el tránsito de una economía de planificación centralizada a una economía de mercado eran, en primer lugar, la apertura a los mercados exteriores incluyendo el comercio de bienes y servicios, así como la movilidad de personas y capitales. En segundo lugar el establecimiento de los mecanismos de mercado, que reemplazasen a los organismos de planificación. Finalmente, el tercer reto fue la privatización de la propiedad estatal. La venta de bienes y empresas públicas ha dado lugar a la UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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aparición de grandes fortunas y grupos de interés que han mediatizado el desarrollo de la actividad política. Para la mayor parte de estos países, en los primeros años, estos cambios produjeron caídas drásticas del PIB, equivalentes a las que produjo la Segunda Guerra Mundial. En la década de los 90 estas economías fueron recuperándose. Las que mejor hicieron la transición fueron las que acometieron los cambios necesarios con mayor decisión y rapidez. Polonia encabezó este proceso. Las que quedaron atrapadas en la transición fueron Rumanía y Bulgaria. Caso aparte lo constituye la disolución de la antigua Yugoslavia. De sus territorios sólo Eslovenia, que consiguió su independencia con la protección de otras potencias europeas, pudo evitar las consecuencias de la guerras balcánicas de los 90. Por lo que se refiere a la URSS ninguna de sus repúblicas había conseguido a fines de los 90 recuperar el nivel de producción de 1990. 10.5.3 El despegue de los “tigres asiáticos” y China. Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong constituyen el conjunto de países que experimentó un mayor crecimiento del PIB, PIB per cápita y productividad del trabajo entre 1973 y 1992. Su modelo de crecimiento se basó en un gran esfuerzo inversor tanto en bienes de equipo y educación junto con la apertura al exterior y desarrollo del mercado; así como una transición demográfica controlada. Las exportaciones junto con una política económica ortodoxa (control de la inflación y del déficit público) y unos costes laborales moderados contribuyeron al rápido desarrollo de estas economías. La economía china se benefició de un proceso de liberalización y apertura progresiva al exterior. 10.5.4 España: crisis económica y transición política (1975-1991) El impacto de las crisis del petróleo en la economía española Entre 1974 y 1985 se produjo una fuerte desaceleración del crecimiento del PIB español, que se mantuvo en torno al 2% anual, frente ello contrasta con las altas tasas de crecimiento de entre el 5 y el 8 por ciento registradas en los sesenta. Los logros alcanzados respecto a la convergencia con las economías europeas se pierden durante este período y en 1985 la situación a este respecto era similar a la de 1973. Todo ello es consecuencia de la crisis económica derivada de la elevación de los precios del petróleo, la desarticulación del sistema de Bretton Woods y de la aparición de nuevos países industriales en Lejano Oriente. En España los efectos de la crisis se vieron agravados por la coincidencia con el proceso de transición política. En diciembre de 1973 era asesinado Carrero Blanco, vicepresidente del gobierno y posible sucesor de Franco al frente del régimen. Este magnicidio ponía al régimen contra las cuerdas. La reacción del gobierno frente a la elevación de los precios del petróleo, que acaba de producirse unos meses antes, consistió en intentar evitar el traslado del incremento de los precios en origen a los consumidores, a costa de sacrificar los ingresos que obtenía el Estado por la fiscalidad sobre los carburantes. Pese a todo, finalmente los precios de los carburantes aumentaron. Esto, como en el resto de economías, produjo un incremento de la inflación. Dado que el incremento de UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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los salarios se vinculó a la inflación, se entró en una espiral que alcanzaría en 1977 un pico de inflación del 40%. Muchas empresas no pudieron hacer frente al incremento simultáneo de costes (carburantes más salarios) con lo que poco a poco la tasa de paro que estaba en un 3% antes de la crisis llegó a alcanzar al 20% de la población. A estos altos niveles de paro contribuyó también la interrupción del flujo migratorio hacia Europa. Al tiempo aumentó rápidamente el déficit de la balanza exterior y se produjo un importante descenso de las reservas de divisas. El gobierno reaccionó con una tímida devaluación de la peseta (10%), cuyos efectos fueron neutralizados por la inflación en menos de un año. Democracia, concertación social y reformas económicas. Con la muerte de Franco en 1975 se inició el proceso de transición política. El primer gobierno, nombrado tras las elecciones de verano de 1977, se encontró con un cuadro económico muy similar al que en 1957 obligó a tomar las drásticas medidas de ajuste del plan de Estabilización. En octubre de 1977, el vicepresidente primero del Gobierno, Fuentes Quintana, convocó a los partidos políticos a una reunión de la que saldrían los Pactos de la Moncloa. Dichos pactos tenían como objetivo el control de la inflación y la limitación del crecimiento de los salarios reales (gráfico 10.9). Se trataba de repartir equitativamente el coste de la crisis. Las medidas tomadas incluyeron una devaluación de la peseta del 20%, una reforma del marco laboral y una profunda reforma fiscal. Se dejó para más adelante acometer la reconversión de la industria y la reestructuración del sistema financiero. Gráfico 10.9. Tasa de inflación y desempleo en España (1975-2000)

Fuente: Rojo, L.A. (2002): “La economía española en la democracia (1976-2000), en Comín, Hernández y Llopis, eds (2005), 397-435, Gráficos 11.2 y 11.4 En cuando al marco laboral, se inició una política de concertación social con empresarios y sindicatos. El primer logro del gobierno fue que la revisión anual de los salarios dejase de vincularse a la inflación pasada, para tomar como referencia la inflación prevista por el gobierno. De esta forma se UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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consiguió que el crecimiento real de los salarios no fuese en adelante superior a la inflación. El siguiente caballo de batalla fue la flexibilización del mercado de trabajo con el fin de frenar el crecimiento del paro. En 1980 el Estatuto de los Trabajadores ampliaba los márgenes de despido e introducía los expedientes de regulación de empleo. Pese a todo, el desempleo estructural sería uno de los males que aquejaría a la economía española y que la diferenció del resto de las economías europeas. Las concesiones de los sindicatos en la política de concertación, se logró a cambio de otras contraprestaciones, el llamado salario social representado por la mejora de los servicios públicos, gracias a una política fiscal orientada a la redistribución de la renta. La reforma fiscal llevada a cabo por los primeros gobiernos de la UCD, se apoyó en el impuesto sobre la renta de las personas físicas con un gravamen progresivo; el impuesto de sociedades y la introducción del IVA como gran impuesto indirecto, si bien este último no se aplicó hasta la entrada de España en la Comunidad Europea en 1986. El gasto público pasó del 22% del PIB en 1973 al 42,5% en 1985 como consecuencia del desarrollo del Estado del bienestar. La presión fiscal pasó del 23,8 al 35,5 por ciento y de una situación de superávit de 1,1% del PIB en 1973, se generó un déficit del 7% en 1985. Las partidas que más se incrementaron fueron las de educación, y las transferencias (pensiones y prestaciones por desempleo); así como las ayudas a empresas en crisis y, lógicamente, aumentó también la partida de gastos financieros para atender el creciente endeudamiento. Se puede decir que los primeros gobiernos de democracia lograron un cambio revolucionario en cuanto a la igualdad. En 1973 España era el país con mayores niveles de desigualdad de la OCDE, mientras que en 1990 la desigualdad se había reducido a una tercera parte. Otro de los ámbitos de actuación de estos primeros gobiernos fue la reforma del sistema financiero. Se constituyó el Fondo de Garantía de Depósitos y la Corporación Bancaria, con ello se logró mantener la confianza de los depositantes y evitar así una crisis sistémica. Al mismo tiempo se dictaron medidas liberalizadoras que permitieron a los bancos fijar libremente los tipos de interés. Todas estas intervenciones se hicieron con grandes aportaciones de fondos públicos, en torno a 1,5 billones de pesetas, a lo que ha de añadirse medio billón aportado por los bancos más saneados. El Estado acudió también en ayuda de la industria, mediante una política de “socialización de pérdidas”. Grandes empresas con pérdidas fueron nacionalizadas e incorporadas al INI. Con fondos públicos se financió la reducción de capacidad productiva y el recorte de las plantillas. En total el Estado dedicó a estos sectores un billón de pesetas. La integración en la Comunidad Económica Europea, El camino de la integración fue largo. En 1962 el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Castiella, dirigió una carta a las Comunidades solicitando la adhesión de España. Tras una serie de largas negociaciones, las Comunidades optaron por la firma de Acuerdo Preferencial con España en 1970. Dicho acuerdo fue muy favorable para nuestras exportaciones industriales, que se multiplicaron por cuatro entre 1970 y 1984; no fue tan positivo, sin embargo, para las exportaciones agrícolas. Globalmente la economía española obtuvo un superávit comercial a principios de los 80. UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

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La incorporación a la CEE se produjo a partir del 1 de enero de 1986 y tuvo un rápido impacto en el crecimiento de la economía española. En los cinco primeros años el PIB se incrementó a una tasa del 4,2 por ciento anual. Se crearon cuatro millones de puestos de trabajo, se moderó la inflación y mejoró el déficit público. Este crecimiento se basó en un incremento de la inversión protagonizado principalmente por empresas europeas que deseaban estar presentes en el mercado español. Todos estos efectos positivos fueron consecuencia del impacto de un hecho único y no repetible, el de la integración y por ello estuvieron acotados en el tiempo. Un análisis más detallado de los efectos de la integración nos muestra que el impacto fundamental tuvo lugar en relación con el comercio exterior. Las importaciones de los países comunitarios aumentaron muy por encima de las exportaciones. El resultado fue un importante déficit exterior en la balanza por cuenta corriente que hizo imprescindible recurrir al ahorro exterior para su financiación. La vinculación de la peseta al sistema monetario europeo que implicaba un tipo de cambio fijo y unos tipos de interés elevados fue suficiente para atraer el ahorro externo hasta el punto de provocar la apreciación de la peseta a finales de los 80. Esto junto al déficit público y la inflación, lastraría el desarrollo de la economía española en los noventa y agravarían la repercusión que tuvo en nuestro país la crisis con la que se inició la década. La integración fue seguida de un amplio programa de reformas del marco institucional. Se creo el Tribunal de defensa de la Competencia se inició liberalización del sector servicios. Por lo que se refiere al sistema financiero las reformas se materializaron en la completa liberalización de los movimientos de capital y el control de cambios. El Banco de España fue dotado de mecanismos para controlar el funcionamiento de las instituciones financieras. Todas estas medidas coincidieron con un fuerte proceso de concentración de la banca privada. Los siete grandes bancos quedaron reducidos al duopolio formado por el BBVA y el BSCH. La liberalización de los mercados de trabajo iniciada en 1984 tuvo dos efectos negativos. Por un lado se estableció un mercado dual (trabajadores fijos / trabajadores temporales) y por otro, aumentó el poder de negociación de los trabajadores fijos en la reivindicación de mejoras salariales. El ajuste de las empresas ante el aumento de dichos costes se hizo a cambio de reducir puestos de trabajo temporales. En los años 90 se llevarían a cabo nuevas reformas. Finalmente, desde 1986 se ha llevado a cabo la privatización del sector público. En muchos casos las empresas públicas fueron vendidas, una vez saneadas financieramente, a multinacionales del sector, tal es el caso de la venta de Seat a Volkswagen, o, en el caso de las empresas estratégicas como Telefónica, Repsol o Endesa la privatización se llevó a cabo mediante ventas públicas de acciones. Con el balance, a comienzos de los noventa, de los efectos de la integración en la Comunidad Económica Europea cerramos el análisis de la evolución de la economía española durante este período.

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10. 6 ¿Fin de la historia? Cualquier texto de historia económica es necesariamente una historia inacabada. Como se indicó al comienzo del tema, hemos elegido el inicio de la década de los 90 para poner los puntos suspensivos. Dicha elección es tan arbitraria como cualquier otra, elegimos ese momento por coincidir con la fase en que las economías desarrolladas habían conseguido superar los efectos de la crisis energética y se habían puesto ya en marcha un nuevo conjunto de políticas económicas diferentes de las keynesianas que había predominado en la larga fase expansiva (1950-1973), que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Ese momento coincide también con la caída del muro de Berlín, que representa gráficamente el hundimiento de las economías de planificación. La crisis de comienzos de los 70 representó el fin de la ilusión del crecimiento económico estable e indefinido. Durante las últimas décadas del siglo XX se hizo patente el nuevo catálogo de retos económicos. La imparable globalización y la liberalización del comercio puede tener efectos beneficiosos o, por el contrario, perjudiciales en función del grado de simetría que los países con mayor capacidad de influencia acepten dar al proceso. Las restricciones arancelarias y de tipo técnico impuestas por éstos a las importaciones procedentes de las regiones menos desarrolladas del planeta no permiten por el momento ser muy optimistas al respecto. Los mercados financieros, los más beneficiados por la globalización, se han fortalecido, son más eficientes, pero por el momento se carece de los instrumentos internacionales de supervisión y regulación que velen por la estabilidad del sistema. La importancia de la calidad del marco institucional y jurídico para garantizar una adecuada estructura de derechos de propiedad e incentivos coherentes se han demostrado básicos para garantizar el desarrollo económico. Los mejores resultados, en términos de crecimiento, han sido logrados por países que han disfrutado de fuertes entradas de capital extranjero y han basado su expansión en las exportaciones; pero como ya se ha demostrado en el caso de Japón, entre otros, este modelo no es sostenible a largo plazo, por lo que el horizonte de países como China no parece del todo despejado. El envejecimiento de la población en los países europeos siembra dudas sobre la posibilidad de mantener las prestaciones y el modelo de Estado del bienestar. Finalmente, La explosión demográfica experimentada por los países en desarrollo, combinada con su crecimiento económico ha puesto el problema de la sostenibilidad del crecimiento económico y la presión de los recursos como el principal reto que ha de afrontar la Humanidad en el presente siglo. Será el trabajo de los economistas, pero no sólo, del que puedan salir soluciones para dar respuesta a este conjunto de interrogantes. Por nuestra parte confiamos en que la historia económica sea una herramienta de utilidad para dotar de perspectiva y amplitud al trabajo de los futuros economistas y administradores de empresas para los que hemos elaborado este texto de Historia Económica.

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5. Resumen El capítulo que acaba de concluir aspiraba a: a) Describir los rasgos principales de una economía mundial dividida en tres bloques: capitalista, comunista y Tercer Mundo. b) Explicar el papel fundamental de las ayudas norteamericanas y la cooperación entre países en la recuperación de la economía europea en la posguerra. c) Caracterizar el periodo entre 1973 y 1950 como la más intensa y prolongada etapa de crecimiento y desarrollo económico en la historia. d) Argumentar el papel clave de las políticas keynesianas, la expansión del comercio internacional y el cambio técnico en la explicación del crecimiento. e) Discutir la evolución de las economías menos desarrolladas, con las mayores tasas de crecimiento del PIB, que sin embargo se vio en parte anulado por su fuerte crecimiento demográfico. f) Situar en la crisis del sistema cambiario y la crisis del petróleo de principios de los 70 el comienzo de una fase de estancamiento económico con altas tasas de inflación y paro. g) Señalar cómo la recuperación de la crisis vino ligada a un giro en las políticas económicas orientadas por principios monetaristas (control del dinero en circulación, reducción de la intervención del estado, liberalización de los mercados y del comercio mundial) h) Analizar la recuperación de las economías capitalistas y la crisis definitiva de las economías de planificación a partir de los años 80.

6. Conceptos básicos Acuerdos de Bretton Woods Tercer Mundo Fondo Monetario Internacional Banco Internacional de Reconstrucción (BIRD) Acuerdo General sobre Tarifas y Aranceles (GATT) Plan Marshall Mercado Común Tarifa Exterior Común Economía de planificación centralizada Políticas keynesianas Políticas monetaristas

Industrialización mediante sustitución de importaciones Plan de Estabilización (1959) Descolonización Políticas fiscales de transferencia de rentas Tesis dependentistas Estanflación Acuerdos de Washington Pactos de la Moncloa Acuerdo Preferencial con la CEE

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