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2 Número de palabras: 838 2

Olga la oruga

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La granja de Fausto

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¿Dónde está Gustavo?

por Claire Daniel ilustrado por Jamie Smith

Lecturas niveladas

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H O UG H T O N M IF F L IN

por Claire Daniel ilustrado por Jamie Smith

Copyright © por Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este trabajo puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma o medio, electrónica o mecánicamente, incluyendo fotocopia o grabación, ni por ningún sistema de almacenamiento de información, sin el permiso por escrito del propietario de los derechos del contenido, a menos que dicha copia esté expresamente permitida por las leyes federales de propiedad intelectual. Cualquier solicitud de permiso para copiar cualquier parte de este trabajo debe ser enviada a Houghton Mifflin Harcourt School Publishers, atención Permisos, 6277 Sea Harbor Drive, Orlando, FL. 32887-6777. Impreso en Chile ISBN: 978-0-547-03523-9 ISBN Edición Chile: 978-0-547-87250-6 1 2 3 4 5 6 7 8 9 2252 20 19 18 17 16 15 14 13 12 11 4500000000      ABCD La posesión de esta publicación en formato impreso no autoriza a los usuarios a convertir esta publicación, o cualquier parte de ésta, en formato electrónico.

Un sábado por la mañana, yo estaba dormido. Sin aviso, escuché algo que no quería escuchar. Era la voz de mamá: —¡Beto! ¡Despiértate! —Pero es el fin de semana. Quiero dormir —me quejé. —Beto —insistió —. Hoy vamos a ver a tu abuela. ¿Te acuerdas? 2

Yo sí me acordaba. Mis amigos y yo íbamos a visitar a Abuela en Arroyo Chico, un hogar para ancianos. Íbamos a llevar nuestras mascotas. Mi perro Oscar me saludó como siempre lo hacía. Él estaba listo para irse estuviera yo listo o no. —¿Dónde está Gustavo? —pregunté—. Quiero llevar mi cachorro también. —Gustavo aparecerá, Beto —dijo Mamá—. Vístete y baja a desayunar. 3

Creo que Gustavo escuchó desayuno porque en eso asomó la cabeza por las cobijas. A Gustavo le encantaba dormir bajo las cobijas conmigo. Abracé a mi cachorro. Algún día, Gustavo lucirá igual que Oscar. Por ahora, ¡es un cachorro que siempre se pierde!

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Después de desayunar, mis amigos y yo llegamos a Arroyo Chico. Todos llevamos nuestras mascotas. Iván trajo su conejo y Maribel trajo su hámster. Andrés trajo su gato y Saúl trajo su mono. Nos fuimos todos a la sala con Abuela y sus amigos. A Abuela le dio gusto verme, ¡pero no creo que le haya dado gusto ver al mono de Saúl!

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Todo iba muy bien hasta que las mascotas notaron que había otras mascotas. El conejo corrió detrás del hámster y el gato corrió detrás del conejo. Y Oscar no se la quería perder. ¡Salió corriendo tras el gato! El mono de Saúl chilló a las demás mascotas. La sala reventaba de animales corriendo y haciendo ruidos. Todos gritamos a nuestras mascotas para que dejaran de correr unas tras otras, pero creo que no nos escucharon. Hacían muchísimo ruido. De pronto, me eché a reír. Después, todos mis amigos se echaron a reír también.

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Después, empezó la locura. —¡Ya basta! —rugió Abuela. Todas las mascotas la obedecieron y dejaron de correr unas tras las otras. Hasta el mono de Saúl dejó de chillar. Los animales se quedaron tranquilos. Abuela suspiró y sonrió. Después, dijo: —Qué bueno que todos trajeron sus mascotas. Pero no deben de hacer tanto ruido y tienen que estar tranquilas. ¿Qué les parece si imaginamos que estamos en la escuela. Piensen en cómo comparten las cosas en la escuela. Haremos lo mismo con sus mascotas. Las pueden compartir con nosotros una por una. 7

Puse una correa a Oscar. Iván puso su conejo en una caja y Maribel metió su hámster en una jaula. Andrés puso su gato en un contenedor para mascotas y Saúl se aseguró de que su mono se sentara en una silla y que no se moviera. Después, nos turnamos para compartir nuestras mascotas con Abuela y sus amigos. Oscar y yo esperábamos nuestro turno. Noté que Gustavo, mi cachorro, no estaba. Miré a mi mamá. Ella lo tenía hacía un momento. —¿Dónde está Gustavo? —le susurré. De pronto, Mamá lucía sorprendida y un poco preocupada. Por un momento, todos guardaron silencio. Todos escucharon a Mamá susurrarle a Abuela: —¿Dónde está Gustavo?

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Todos buscaron a Gustavo. Iván y su conejo buscaron debajo de las sillas de la sala, pero no lo encontraron. Andrés y su gato buscaron en la cocina, pero Gustavo no estaba allí. Maribel y su hámster buscaron en el jardín, pero Gustavo no estaba allí tampoco. El mono de Saúl buscó en todos los lugares altos. Buscó en las repisas más altas y en los libreros. Hasta se subió en los árboles del jardín. ¡Nadie podía encontrar a Gustavo! Abuela se cansó: —Necesito tomar una siesta —dijo—. No te preocupes por Gustavo. Estoy segura de que lo encontrarás. Mamá y Abuela se fueron al dormitorio. Todos seguían buscando a Gustavo. Después, Mamá entró de nuevo a la sala con una gran sonrisa. —¿Gustavo se perdió y estás contenta? —le pregunté. —Estoy segura de que Gustavo está bien —dijo—. Dale un beso a tu abuela antes de que se duerma.

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Abuela estaba casi dormida cuando llegué a su cama. Vi que ella también sonreía. Le iba a dar su beso cuando vi un bulto en la cama. Era un bulto muy raro. Toqué el bulto y se movió. El bulto se movió hacia la orilla de la cama, así que levanté la cobija. Gustavo me miró y, ¡me dio un beso a mí! ¡Se había escondido debajo de las cobijas otra vez!

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¡Gustavo ya no estaba perdido! El conejo de Iván entró brincando al cuarto de Abuela y el hámster de Maribel se acurrucó en sus brazos. El gato de Andrés ronroneó y el mono de Saúl aplaudió. —Tener amigos es maravilloso —dijo Abuela—. Es bueno que tus amigos tengan mascotas también.

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—Las mascotas nos enseñan a amar —dijo Abuela—. También nos hacen reír. Ella acarició a Gustavo. —¿Quieres decir que podemos volver a visitarte? —pregunté. —¡Claro que sí! —dijo Abuela—. Pero no olvides venir con tus amigos. ¡Y traigan sus mascotas! ¡No olviden traer sus jaulas, cajas y correas!

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Olga la oruga

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La granja de Fausto

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¿Dónde está Gustavo?

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