2010_Economia_19_13.pdf

April 11, 2018 | Author: Carlos Gomez | Category: Supply (Economics), Market (Economics), Salary, Prices, Income Distribution
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ECONOMÍA La distribución de la renta. La teoría marginal de la distribución y sus críticas.

40-15027-13

Las políticas de distribución.

Temario 1993

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1. LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA 1.1. DISTRIBUCIÓN Y ASIGNACIÓN EN EL SISTEMA DE MERCADO 1.2. DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA. PERSPECTIVAS 1.2.1. Distribución funcional de la renta 1.2.2. Distribución personal de la renta 1.2.3. Distribución espacial y sectorial de la renta

2. LA TEORÍA MARGINAL DE LA DISTRIBUCIÓN Y SUS CRÍTICAS 2.1. TEORÍA DE LA DISTRIBUCIÓN BASADA EN LA PRODUCTIVIDAD MARGINAL 2.2. CRÍTICAS A LA TEORÍA MARGINAL DE LA DISTRIBUCIÓN

3. LAS POLÍTICAS DE DISTRIBUCIÓN 3.1. OBJETIVOS 3.2. FUNCIONAMIENTO 3.3. INSTRUMENTOS DE POLÍTICA DISTRIBUTIVA 3.3.1. El sistema impositivo 3.3.2. Los gastos de transferencia 3.3.3. Intervención directa en el mecanismo de mercado 3.3.4. Utilización de instrumentos redistributivos en programas públicos destinados a paliar la pobreza

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INTRODUCCIÓN

Las cuestiones de la distribución y redistribución de la renta constituyen problemas que toda economía ha de plantearse de una forma u otra. Afectan al «para quién» de la actividad económica (quién se beneficia de la producción y por tanto logra satisfacer sus necesidades), que acompaña inexorablemente a las cuestiones referidas al «qué» y «cómo» producir. Sin embargo en lo que se refiere a las grandes cuestiones de la distribución de la renta el papel del economista y de la economía como ciencia es limitado. No existen razones económicas claras desde el punto de vista monetarista, clásico o neoclásico por las que una distribución sea preferible a otra, una igualitaria a otra más desigual, por ejemplo. En este orden de cosas el debate es mucho más ético y político que económico. No obstante, sí es función del economista la medición del grado de desigualdad en la distribución existente y el análisis de sus determinantes, así como el estudio de las consecuencias previsibles de diferentes esquemas redistributivos que puedan plantearse. Desde un punto de vista teórico, frente a cualquier distribución de las rentas generadas en la producción, el meca­nismo de asignación de mercado, en ausencia de efectos externos, consigue una asignación de equilibrio que es óptima en el sentido de Pareto (ningún agente podrá mejorar sin empeorar la utilidad o el nivel de producción de otro agente). Sin embargo tal optimalidad no tiene nada que ver con los concep­tos de equidad e igualdad que los miembros de una sociedad pueden considerar relevantes. Un equilibrio Pareto-óptimo puede perfectamente corresponder a la distribución de la renta más desigual que pueda imaginarse (por ejemplo que un único individuo consuma la totalidad de bienes producidos en una economía, y el resto de ciudadanos no consuma nada, siempre y cuando la cantidad consumida por el primero signifique el nivel máximo, y por tanto eficiente, de consumo y utilidad alcanzable en esa economía), y el mecanismo de mercado no corrige esas desigualdades. Si la sociedad desea niveles de igualdad superiores, se requiere que un agente externo, el Estado, intervenga y desarrolle políticas redistributivas. Éstas pueden ser de muy distinto tipo, desde la redistribución directa de rentas a través de esquemas de recaudación impositiva y pagos de transferencia, hasta la intervención en mercados específicos, tratando de asegurar a los vendedores unos ingresos o a los compradores unos desembolsos, más acordes con cierta idea de la justicia distributiva que los que obtendrían si el sistema de mercado operase libremente sin cortapisa alguna.

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De hecho, la corrección de la desigualdad de la distribución de la renta entre la población es una de las principales razones, junto a los fallos de mercado, que justifican la intervención del Estado. A lo largo del presente tema se analizará, por tanto, la distribución de la renta desde distintas perspectivas (funcional y personal fundamentalmente), se estudiará la principal teoría de la distribución, la teoría marginal, concluyendo con la exposición de las principales medidas y políticas de distribución que el Estado puede desarrollar.

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1 LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA La renta toma muchas formas: salarios y sueldos, rentas de alquileres procedentes de la propiedad, intereses, dividendos y beneficios, etc. Cuando clasificamos la renta de esta forma estamos tratando de la distribución funcional de la renta, es decir, las cantidades de renta pagadas a los diferentes factores de la producción por su contribución al proceso productivo y a la actividad económica. Por el contrario, no nos estaremos refiriendo a las cantidades pagadas a los distintos sujetos o economías domésticas. Por otra parte, una determinada persona puede recibir rentas de diferentes factores productivos, así puede percibir el sueldo procedente de su esfuerzo laboral por cuenta ajena (cesión al proceso productivo de la mano de obra de la que es propietario), el pago de un alquiler de un inmueble, o recibir el dividendo de las acciones que posee en una determinada Sociedad Anónima, o de las participaciones en una Sociedad Limitada. Cuando clasificamos la renta de acuerdo a la cantidad de unidades económicas recibidas por cada economía doméstica por la aportación de éstas al proceso productivo, independientemente de los orígenes de aquélla, estamos hablando de la distribución personal de la renta. Buena parte de las políticas económicas, y tal y como veremos al finalizar el tema y abordar éstas, tienen como objeto la modificación de esta distribución personal de la renta.

1.1. DISTRIBUCIÓN Y ASIGNACIÓN EN EL SISTEMA DE MERCADO En el sistema de asignación de recursos basado en el mercado, el principal mecanismo distribui­ dor de rentas es justamente el propio proceso de mercado. Prescindiendo de la actividad redistributiva del Estado, los precios del mercado determinan qué agentes recibirán ingresos y en qué cuantía. De hecho, los precios relativos de los bienes, servicios y factores determinan tanto la asignación de recursos como la distribución de la renta, de forma que ambos procesos se determinan simultáneamente. Es evidente que la asignación de recursos que resulte en la economía es crucial para la distribución de rentas. En equilibrio, los precios relativos determinan las cantidades de trabajo, capital y otros factores que van a emplearse en la producción de los diferentes bienes y servicios y, por tanto, determinan los ingresos de los propietarios de los distintos factores respectivos. Por otra parte, también la distribución de la renta condiciona los precios relativos y la asig­ nación, a través de su efecto sobre la oferta y la demanda de bienes y servicios. La manera en que se distribuyen las rentas generadas en la producción es crucial para la estructura de la demanda, dado que las diferentes preferencias de empresa­rios y trabajadores que derivan en la demanda agregada dirigida a cada bien dependen de la distribución de los ingresos entre los dos grupos de agentes. En un contexto de equilibrio parcial, por tanto, tendríamos que reconocer que la demanda de cada bien depende no sólo de su precio y de los precios de los demás bienes, sino también de la distribución de la renta entre los agentes.

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Por ejemplo, si se produce una redistribución de la renta que favorece a las familias de menores ingresos esperaríamos que disminuyese la demanda de los bienes inferiores. Por el contrario, un aumento de la desigualdad en la distribución de los ingresos es muy probable que impulse la demanda de bienes de lujo: yates, coches deportivos, etc. Tampoco la oferta es independiente de la distribución de la renta, pues ésta tiene un papel preponderante en la determinación por parte de los agentes, tanto empresas como trabajadores, de la oferta de trabajo que realizarán al mercado; por ejemplo, un aumen­to importante en los ingresos recibidos puede conducir a un agente a disminuir su oferta de trabajo. En general, la distribución afectará a los precios de mercado de los factores y, final­mente, a través de ellos, a las curvas de costes y oferta de las empresas. Existe, por tanto, al mismo tiempo una clara influencia de la distribución de la renta sobre la asignación de recursos a través de su influencia sobre la oferta y demanda de bienes; y, al mismo tiempo, una influencia de los precios en la distribución del ingreso, lo que plantea la simultaneidad y vinculación mutua de los procesos de asignación y distribución en una economía de mercado.

1.2. DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA. PERSPECTIVAS A la hora de estudiar la distribución de la renta existen dos perspectivas básicas de análisis, la funcional y la personal, a las que suelen acompañar la distribución territorial y la distribución espacial. 1.2.1. Distribución funcional de la renta

En caso de que nos preocupe la distribución de la renta entre los distintos factores de producción que contribuyen a generarla (principalmente capital y trabajo), estaremos hablando de distribución funcional. Cuál sea la parte que le corresponde al trabajo y cuál al capital es algo que depende tanto de la proporción de estos factores utilizada en la producción como de su precio relativo. Sin embargo, tal dependencia no es en absoluto clara y lineal. Por ejemplo, para una cantidad de capital dada, un aumento del empleo no tiene por qué incrementar la participación del trabajo en la renta total si tal incremento conlleva una disminución de salarios. El resultado neto podría muy bien consistir en una disminución de tal participación y el que suceda esto o lo contrario es algo que depende de la elasticidad de la demanda de trabajo. Por otra parte, los cambios de los precios relativos del capital y el trabajo afectan a las cantidades de esos factores que los empresarios decidan emplear y, por tanto, a sus participaciones relativas en la renta generada. El estudio de la distribución funcional de la renta presupone que existe una separación clara entre los factores de producción trabajo y capital, de forma que puede distinguirse fácilmente entre los ingresos que corresponden a los propietarios de uno y otro factor. Sin embargo, ello en general no es cierto, dado que existen profesiones (comerciantes, pequeños empresarios, abogados, médicos privados...) en que la separación de trabajo y capital no es clara en absoluto y mucho menos la adscripción de los ingresos obtenidos a uno u otro factor de producción. Por otra parte, tampoco es verdad que los trabajadores no reciban rentas del capital y que los empresarios capitalistas no reciban rentas del trabajo.

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En todo caso, si analizamos la distribución funcional de la renta en España de los últimos años comprobamos que cerca del 65% del total procede de rentas del trabajo (cuando en 1955 tan sólo significaba el 46% y en 1970 el 55%, debido al aumento del precio relativo del trabajo, de los salarios así como de los pagos a la seguridad por cada trabajador -en el año 2009, por ejemplo, el Salario Mínimo Profesional es de 624 euros, cuando antes no superaba los 300 euros-). Junto a las rentas del trabajo, le siguen las rentas mixtas, conformadas por un conglomerado de actividades cuyos ingresos corresponden conjuntamente a una combinación de factores productivos sin que quepa realizar una distribución de la renta obtenida entre ellos, tales como agricultores, profesionales liberales, empresarios individuales, etc; y que significan el 27% del total de la renta española (siendo el 33% en 1955). Las rentas del capital, por su parte, están constituidas por los intereses y dividendos, la renta de las viviendas, así como el ahorro empresarial. Tales rentas han visto reducido su peso porcentual del 17% en 1955 al 7% en la actualidad, aproximadamente. Por último, las rentas del sector público, que recogen los ingresos resultantes de la actividad empresarial y patrimonial de las Administraciones Públicas, minorados por el pago de intereses de la deuda pública, han reducido su porcentaje sobre el total desde un 3% durante las décadas de los cincuenta a los setenta del siglo XX, al 1% actual, motivado, en parte, por el proceso de privatizaciones que ha tenido lugar en España en los últimos años. 1.2.2. Distribución personal de la renta

En caso de que nos interese la distribución de la renta entre los diferentes individuos o familias que forman parte de una sociedad, hablaremos de distribución personal de la renta. Para estudiar la distribución de la renta entre los diferentes miembros de una sociedad, necesitamos partir de los elementos que determinan los ingresos que dichos miembros reciben. Podemos separar las fuentes de ingresos de los individuos en dos grandes bloques que corresponden con los dos grupos de factores más clásicos. Así pues, distinguiremos entre ingresos procedentes del trabajo, Rt, que serán el producto de las horas de trabajo del individuo utilizadas en el proceso productivo, L, multiplicadas por el salario por hora recibido, PL, Rt = LPL e ingresos procedentes del capital, Rc, que serán el producto de las unidades de capital que posea el sujeto, K, multiplicadas por el precio, interés, dividendo o tipo de arrendamiento unitario que se obtenga por ellas, PK, Rc = KPK Por supuesto que no siempre es fácil distin­guir entre una y otra fuente de ingresos; el problema es especialmente complicado en rela­ción al capital humano (educación, conoci­mientos, etc.), dado que después de recibir educación durante muchos años, un profesional recibe un alto precio a cambio de sus servicios; no es claro que éste corresponda únicamente a la retribu­ción del trabajo realizado, sino que probablemente los servicios del profesional incorporan un elemento de capital humano acumulado durante los años de estudio y cuya retribución es parte de los ingresos que recibe.

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Tenemos, pues, que para cada individuo o familia de la economía, su ingreso, R, será la suma de los ingresos provenientes del trabajo y los ingresos provenientes del capital que posea, R= Rt + Rc= LPL + KPK y, en consecuencia, podemos tratar de explicar las diferencias entre los ingresos que reciben los miembros de una determinada economía, estu­diando la distribución entre la población de las cuatro variables que determinan tales ingresos. 1. Horas de trabajo Las horas de trabajo que aportan al proceso productivo los diferentes agentes son mucho más variadas de lo que parece. El trabajo a tiempo parcial, el pluriempleo, los contratos de duración determinada, etc., no son sino manifestaciones del fenómeno de la temporalidad y la inestabilidad laboral. En España, por ejemplo, el 30% de los trabajadores contratados lo hacen a través de contratos de duración determinada; y el 11% de los contratos son de jornada a tiempo parcial, incrementándose sustancialmente tal porcentaje desde 1994 con la aprobación de la Ley reguladora de la actividad de Empresas de Trabajo Temporal. La decisión de trabajar más o menos horas depende de muchos factores, entre los que se incluyen la apreciación relativa del tiempo de ocio respecto del tiempo de trabajo, la riqueza del agente, el salario que espere poder recibir, las necesidades familiares no cubiertas, las posibilidades de empleo, etc. 2. Salarios La dispersión de la distribución de salarios entre la población es, sin duda, una de las principales razones explicativas de la desigualdad en la distribución de la renta. En cualquier economía existen diversos tipos de trabajo con distintas valoraciones en términos de salario. En el sistema de asignación competitivo cada tipo de trabajo se retribuye de acuerdo con el valor de la producción obtenida a partir de dicho tipo de trabajo, es decir, por su productividad marginal. Por tanto, la productividad del trabajador es el elemento crucial que determina el salario, y las diferencias entre salarios responden en gran medida a diferencias en la productividad de los respectivos tipos de trabajo. Por su parte, las productividades de diferentes trabajadores difieren por múltiples causas y motivos, unas inherentes al propio trabajador, como puede ser la educación, las capacidades, destrezas, conocimientos y aptitudes, el entrenamiento y adiestramiento, los rasgos de personalidad, las actitudes, etc. Y otras derivadas de las condiciones del trabajo, y la cantidad y calidad del capital con el que trabaje. 3. Cantidad de capital Junto con la distribución de los salarios, la desigualdad en la distribución de la propiedad del capital existente es la principal razón que explica las disparidades existentes entre los ingresos de los individuos. Y puesto que el capital sólo se adquiere de dos formas, por donación o herencia y por acumulación de ahorros, las desigualdades existentes en su propiedad, necesariamente han de explicarse a través de una u otra de las posibles vías de su adquisición. Pocas conclusiones existen al respecto, aunque parece que la transmisión de la propiedad del capital por herencia es una razón importante del mantenimiento de la desigualdad en la distribución.

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4. Retribución del capital Este es el elemento menos importante de los cuatro que inciden en las diferencias de renta obtenida por los miembros de una economía. Las retribuciones que obtienen los propietarios del capital tienden a ser muy homogéneas, igualdad forzada en buena medida por la pro­pia movilidad relativa del capital en respuesta a diferencias en su retribución, o por la fijación de tipos legales de interés. Por supuesto que en toda economía existen oportunidades ex­traordinarias, líneas de producción especial­mente rentables, innovaciones que encuentran fuerte demanda, etc., pero dado su carácter extraordinario no es claro que estas posibilida­des sean importantes a la hora de explicar la desigualdad existente en la distribución de la renta. Una vez conocida la combinación de elementos que hemos señalado como determinantes de la distribución de la renta entre las familias, para reflejar intuitivamente la desigualdad se suele acudir al análisis gráfico, y en particular a la curva de Lorenz (figura 1), llamada así en honor al estadístico norteamericano que la elaboró en 1905, y que sirve para mostrar la relación que existe entre los grupos de población y sus respectivas participaciones en la renta nacional. La diagonal 00» que aparece en nuestra figura representa una distribución igualitaria, en la que cada porcentaje de familias recibe un porcentaje idéntico de renta. Esta línea se suele llamar de equidistribución o de distribución igualitaria. La curva de Lorenz indica la distribución de la renta para cada período a estudiar. En particular, nuestro ejemplo de curva de Lorenz muestra que, por ejemplo, el 20% de las familias de renta más baja reciben aproximadamente el 6% de la renta total, y que el 50% de las economías familiares reciben aproximadamente el 22% de la renta total de la economía. Cuanto más alejada está la curva de Lorenz de la diagonal, mayor será la desigualdad en la distri­bución de la renta nacional. Es decir, cuanto mayor es el área de desigualdad (zona comprendida en­tre la línea de equidistribución y la curva de Lo­renz), más desigualmente se reparte la renta entre los ciudadanos del país en cuestión.

Figura 1.

La medida de la desigualdad en la distribución de la renta puede reflejarse mediante un número: el índice de Gini, resultante de dividir el área de desigualdad, es decir, el área comprendida entre la línea de equidistribución y la curva de Lorenz, entre el área del triángulo OO’O». Un índice próximo a cero indica una distribución muy igualitaria, mientras que si está próximo a uno muestra una distribución muy desigual o concentrada.

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1.2.3. Distribución espacial y sectorial de la renta

La renta de una economía puede analizarse desde otras dos perspectivas, desde un punto de vista geográfico espacial, y desde un punto de vista sectorial. En relación a la distribución de la renta espacial, es aquella con la que se mide la distribución y reparto de la renta de una nación entre los distintos territorios que componen la economía, ya sea desde una vertiente municipal, regional, provincial o autonómica. En España se suele utilizar el indicador autonómico de distribución espacial de renta, que sirviéndose del PIB por habitante y de la participación de cada comunidad autónoma en el PIB nacional, observa los desequilibrios territoriales. Para compensar las desigualdades espaciales existen los incentivos regionales que son ayudas especiales a las regiones menos desarrolladas, y los fondos de compensación o solidaridad interterritorial, de redistribución espacial de la renta. En este sentido, en España, Madrid y Cataluña son contribuyentes netos (junto a Baleares, Aragón y Navarra) al fondo de solidaridad, por contra de Extremadura, Galicia, Asturias, Andalucía y las dos Castillas, que son Autonomías receptoras netas. En la Unión Europea existen los fondos de cohesión, como mecanismo de compensación de desigualdades territoriales. Junto a la distribución personal, funcional y espacial, la renta puede distribuirse teniendo en cuenta su generación por cada una de las distintas ramas de actividad. Así la distribución de la renta sectorial diferencia entre la renta generada por el sector primario (agricultura, ganadería y actividades agropecuarias, y que tiene un peso relativo en España cercano al 5%), la generada por el sector secundario (industria, construcción, energía y minería, que alcanza en España el 31%, incluyendo el 12% derivado de la construcción) y la generada por el sector terciario (servicios, que en España significa el 64% del total de rentas).

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2 LA TEORÍA MARGINAL DE LA DISTRIBUCIÓN Y SUS CRÍTICAS La teoría de la distribución de la renta en los mercados competitivos no es más que un caso especial de la teoría de los precios. Los salarios constituyen el precio del trabajo, la renta es el precio de la tierra y el tipo de interés es el precio del capital. Pero dentro de esta regla general, quedan sin responder numerosas preguntas controvertidas e importantes, sobre la diferencia de sueldo entre profesionales, la subida de los precios del suelo, la determinación de los tipos de interés y las tasas de beneficio del capital, etc. De todos estos temas se encarga la teoría de la distribución de la renta, que analiza los mercados en los que se fija el precio de los factores de producción. La clave de la fijación del precio de los factores se encuentra en la teoría de la empresa y la producción basada en la productividad marginal, que nos permite observar que los precios de los factores están estrechamente relacionados con la Ley de los Rendimientos Decrecientes. A lo largo del presente apartado observaremos como las curvas de demanda de los diferentes factores de producción pueden expresarse en función de los ingresos derivados de sus productos marginales. Uniendo las curvas de demanda y las ofertas de cada factor, obtenemos el precio y la cantidad de mercado de cada uno. XX La interdependencia de las demandas de factores de producción La peculiaridad básica de la demanda de factores se deriva del hecho tecnológico de que los factores no suelen trabajar aislados. Si yo deseo hacer un jardín, de nada me sirve una pala sola o un hombre con las manos vacías, sino que sólo ligando ambos factores podré cavar el jardín. En otras palabras, la productividad de un factor, por ejemplo el trabajo, depende de la cantidad de otros factores disponibles para trabajar. Es esta interdependencia de las productividades de la tierra, el trabajo y los bienes de capital la que complica el problema de la distribución de la renta. En caso de que tuviéramos que distribuir todo el producto de un país entre los diferentes factores, y si la tierra hubiera producido tanto, el trabajo tanto, y el capital el resto, el proceso de distribución sería muy sencillo. En un sistema de oferta y demanda, si los distintos factores pudieran producir bienes por sí solos, cada uno los produciría autónomamente y disfrutaría de los frutos y recompensa de su trabajo. Pero la expresión «producido por sí sólo» es inalcanzable, dado que la independencia de las productividades de los factores no existe en la realidad. La resolución, por tanto, del enigma de la distribución de la renta entre factores debe de resolverse mediante el juego de la oferta y la demanda, que actúan en mercados perfecta o imperfectamente competitivos. XX La productividad marginal La teoría de la producción parte del concepto de función de producción, que determina el nivel máximo de producción dadas unas determinadas cantidades de tierra, trabajo y capital. Utilizando el concepto de función de producción se puede definir rigurosamente el producto marginal, como la cantidad adicional que se producirá en caso de incorporar una unidad adicional de un factor productivo manteniendo constantes todos los demás factores.

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Del estudio de la función de producción y del producto marginal, se puede observar que con cada unidad adicional de factor productivo incorporado al proceso de producción se incrementa en una cantidad cada vez menor la producción, es decir, tiene un producto marginal decreciente, con lo que nos referimos a la Ley de Rendimientos Decrecientes. Fundamentándonos en la teoría de la producción, debemos mostrar un nuevo concepto clave en la teoría de la distribución: el ingreso del producto marginal, que para un factor determinado, es el ingreso adicional producido por una unidad adicional de dicho factor incorporado a la producción, es decir, se trata del dinero adicional que genera la venta de la producción aportada por un trabajador adicional o una unidad de factor adicional. En el caso de que nos encontremos en un mercado competitivo es fácil calcular el ingreso del producto marginal. En este caso el producto marginal que aporta el trabajador (PML) puede venderse al precio competitivo. Por otro lado, y al estar analizando el caso de la competencia perfecta, el precio del producto no depende de la producción de la empresa y, por tanto, es igual al ingreso marginal (IM). En términos más generales, en condiciones de competencia perfecta, cada trabajador vale para la empresa el valor moneta­rio del producto marginal del último trabaja­dor; el valor de cada hectárea de tierra es el pro­ducto marginal de la tierra multiplicado por el precio del producto; y así con cada factor. El análisis cambia en caso de tratarse de mercados de competencia imperfecta. La competencia per­fecta no es más que un caso extremo, aquel en el que la curva de demanda del producto de cada empresa es horizontal. Cuando la curva de demanda de una empresa tiene pendiente negativa, el ingreso marginal generado por cada unidad adicional de producto vendida es menor que el precio (dado que para vender una unidad adicional la empresa debe bajar el precio y, por tanto, perder ingreso en la venta de las siguientes unidades). Por consiguiente, si IMP, el pro­ ducto marginal de cada unidad de trabajo valdrá para la empresa el IM. Resumiendo, el ingreso adicional que genera a la empresa una unidad adicional de factor (como el trabajo) se denomina ingreso del producto marginal. Viene expresado en térmi­nos monetarios por el ingreso marginal (IM) multiplicado por el producto marginal del fac­tor (PML en el caso del trabajo). El ingreso del producto marginal representa el ingreso adicional que obtiene la empresa empleando una unidad adicional de un factor y manteniendo constantes todos los demás. Es el producto marginal del factor multiplicado por el ingreso marginal derivado de la venta de una unidad adicional de producto. Así, por ejemplo, el ingreso del producto marginal del trabajo (IPML) sería: IPML = IM X PML XX La demanda de factores Una vez analizados algunos conceptos subyacentes, pasamos a examinar los determinantes de la demanda de factores. Debemos señalar, en primer lugar, que existe una diferencia esencial entre la demanda de bienes de consumo por parte de las economías domésticas y la demanda de factores por parte de las empresas. La primera, la demanda de productos finales (bienes y servicios) deriva de la satisfacción o utilidad directa que le reportan estos bienes de consumo, a quien los consume. Pero

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una empresa no compra estos factores por la satisfacción directa que espera obtener de ellos, sino por la producción y el ingreso que confía en recibir indirectamente, al utilizar los factores en su proceso productivo y lograr vender sus productos. La satisfacción también importa, pero en una etapa posterior, dado que en función de la que obtienen los consumidores cuando consumen un producto se determina la cantidad de bienes y servicios a producir. Las decisiones de consumo de las economías domésticas condicionan la producción. Así pues, al referirnos a la demanda de factores productivos, concluimos que se trata de una «demanda derivada». Las demandas de factores de producción son derivadas, lo que significa que cuando las empresas maximizadoras del beneficio demandan un factor, lo hacen porque éste les permite producir un bien por el que los consumidores están dispuestos a pagar ahora o en el futuro. La demanda del factor se deriva, en definitiva, de las demandas de bienes finales por parte de los consumidores. A estas alturas del análisis debemos preguntarnos ¿qué determina la demanda de un factor de producción? Para responder a tal pregunta se debe analizar la elección de factores óptima que realiza una empresa orientada hacia el beneficio, y descubrimos que las empresas maximizarán el beneficio contratando factores productivos mientras su ingreso adicional (IPM, Ingreso del producto marginal del trabajo o del capital) sea superior a su costo adicional; es decir, para maximizar los beneficios, deben añadirse cantidades de los factores mientras su ingreso del producto marginal sea superior a su costo marginal de producción o a su precio en el mercado. En el caso de los mercados de factores per­fectamente competitivos, en los que el ingreso del producto marginal es igual al precio multiplicado por el producto marginal, IPM=PxPM una empresa competitiva maximizadora del be­neficio siempre querrá comparar los costos y los ingresos derivados de la contratación de una cantidad mayor de trabajo o de tierra. El costo adicional es el salario del trabajo o el alquiler de la tierra. El ingreso adicional es el precio del producto multiplicado por el producto marginal del trabajo o de la tierra. Vemos, pues, que las empresas perfectamente competitivas maximizan el beneficio cuando: „„

Producto marginal del trabajo X precio del producto = precio del trabajo = salario.

„„

Producto marginal de la tierra X precio del producto = precio de la tierra = alquiler.

Y así sucesivamente, por cada factor empleado en el proceso productivo. Las condiciones de elección de la cantidad de factores maximiza­dora del beneficio nos permite describir cómo deben combinarse todos los factores. Si nuestra empresa desea maximizar los beneficios, segui­rá las condiciones que acabamos de indicar para todos los factores que utilice. Si bien, aún podemos resolver fácilmente las ecuaciones y obtener un importante y nuevo conjunto de ellas para el caso de empresas perfectamente competitivas: Producto marginal del trabajo Producto maarginal de la tierra 1 = = Precio del trabajo Precio de la tierra Precio del produccto

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Esta última condición nos dice que los beneficios se maximizan cuando el producto marginal por unidad monetaria de factor es igual en todos los factores (regla idéntica a aquella que sirve para maximizar la satisfacción del consumidor según la teoría del consumidor, según la cual se maximiza la utilidad total cuando la utilidad marginal por unidad monetaria se iguala para todos los bienes consumidos). Hemos mostrado que una empresa maximizadora del beneficio elegi­ría las cantidades de factores de tal manera que el precio de cada uno fuera igual a su IPM (ingreso del producto marginal), lo cual implica que una vez hallada la curva de IPM de un factor, podemos averiguar inmedia­tamente su demanda, por lo que estamos ya en condiciones de describir exactamente la demanda de factores de producción, y por tanto su distribución, no sin antes resumir lo hasta ahora visto: Si el precio de un factor, como puede ser el trabajo, sube sin que varíen los de los demás factores, generalmente a la empresa le interesará sustituir el factor encarecido por los demás. Una subida de PL reducirá PM/PL y hará que se despida trabajo y se alquile tierra hasta que se restablezca la igualad de los productos mar­ginales por unidad monetaria de factor, reduciendo así la cantidad necesaria de L (trabajo) y aumentando la demanda de tierra. Una reducción de PL producirá el efecto contrario, y una subida de PA (precio de la tierra) hará, por la misma razón, que se sustituya la tierra, que ahora es más cara, por trabajo. XX Determinación de los precios de los factores a través de la oferta y la demanda Hasta ahora presentamos los fundamentos del análisis de la demanda. Mostramos que dados los precios de los factores las empresas maximizadoras del beneficio elegían eficientemente las combinaciones de factores de acuerdo con sus ingresos del producto marginal, así, por ejemplo, si bajaba el precio de la tierra, cada agricultor sustituía algunos facto­res como trabajo, maquinaria y abonos, por ejemplo, por tierra. Para obtener la curva de demanda del mercado de factores se deben de sumar las deman­das de cada una de las empresas. Así, por ejemplo, a un precio dado de la tierra, suma­mos todas las demandas de tierra de todas las empresas a ese precio, y lo mismo con cada uno de los precios de la tierra. En otras palabras, sumamos horizontalmente las curvas de deman­da de cada empresa para obtener la curva de demanda de mercado de cada factor. Segui­mos el mismo procedimiento con cada factor, sumando todas las demandas derivadas de to­das las empresas para obtener la demanda de mercado de cada factor. Para cada caso la demanda derivada de cada uno de los factores se basa en el ingreso del producto marginal del factor en cuestión. La figura 2 muestra una curva de demanda general de un factor de producción, DD. Figura 2. Fijación competitiva de los precios de los factores de producción.

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Además de la curva de demanda, también debemos tener en cuenta la curva de oferta del factor, como la mostrada en la figura 2.

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La curva de oferta puede tener pendiente positiva, negativa o incluso vertical. Si el factor de producción es trabajo y suben los salarios, es posible que los individuos quizá piensen que pueden trabajar menos horas, por lo que la curva SS puede acabar volviéndose hacia atrás a la izquierda, en lugar de seguir elevándose hacia la derecha. El precio de mercado del factor se fija en el punto en el que su curva de demanda derivada corta a su curva de oferta. Y si la curva de demanda del factor se desplaza hacia arriba, su precio de equilibrio tiende a subir. En cambio, si aumenta la oferta de un factor, de tal manera que la curva de oferta se desplaza hacia la derecha, el precio del factor tiende a bajar. Los precios de los factores son determinados por la relación entre la oferta y su demanda. Si aumenta la demanda de un factor como la tierra, aumenta la participación de éste en la renta nacional. Del mismo modo, las ofertas y las demandas de, por ejemplo, camiones o programadores de computadoras o de edificios de oficinas influyen en los precios y cantidades vendidas. Asimismo, la curva de oferta puede volverse hacia atrás en casos especiales como el trabajo. Por tanto, en una economía de mercado competitiva los precios de los factores y las rentas de los individuos no se determinan al azar. Existen claras fuerzas de oferta y deman­da que dan lugar a unos rendimientos altos para los factores escasos que son muy útiles en la producción de los bienes que desea el público que dispone de poder adquisitivo. Y, por supuesto, el rendimiento de un factor tiende a disminuir si es más abundante o si los consumi­dores dejan de desear los bienes que ese factor es mas apto para producir. La competencia da y la competencia quita.

2.1. TEORÍA DE LA DISTRIBUCIÓN BASADA EN LA PRODUCTIVIDAD MARGINAL Ahora podemos resolver el enigma de cómo asignan los mercados la producción nacional entre dos o más factores de producción. John Bates Clark, distinguido economista de la Universidad de Columbia, elaboró hacia 1900 una teoría simplificada de la distribución que puede aplicarse a la determinación compe­titiva de los precios y los salarios, cualquiera que sea el número de bienes y de factores, aunque es más fácil de comprender si se analiza para una economía simplificada en el que sólo existe un producto. Denominamos al producto Q y suponemos que el precio es 1. En esta situación, una función de producción nos indica la cantidad Q que se produce con cada cantidad de horas de trabajo, L, y cierto número de hectáreas de tierra homogénea, A. Ahora Clark razona de la forma siguiente: el primer trabajador obtiene un producto marginal grande porque tiene mucha tierra a su disposición. El trabajador 2 tiene un producto marginal algo menor, debido a la Ley de Rendimientos Decrecientes, pero los dos trabajadores son iguales y por tanto deben obtener exactamente el mismo salario. Pero ¿Cuál será ese salario? ¿El PM (producto marginal) del trabajador 1? ¿El PM menor del trabajador 2? ¿La media de estos dos? En condiciones de competencia perfecta, en que los propietarios de la tierra pueden contratar tantos trabajadores como deseen, la respuesta es sencilla: los terratenientes nunca contratarán libremente ese segundo trabajador si el salario de mercado que deben pagar es superior al nuevo producto marginal recibido. Por tanto, la curva de demanda de trabajo garantizará que todos los trabajadores que se contraten percibirán como salario el producto marginal del último trabajador.

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El exceso de PM producido por el primer trabajador y todos los anteriores al último, se lo apropia el terrateniente, siendo su ganancia residual. La figura 3 muestra que la curva del producto marginal del trabajo nos proporciona la curva de demanda DD de todos los empresarios en función de los salarios reales. RENTA

SALARIOS

Figura 3. Distribución del rpoducto nacional.

La población activa nos da la oferta de trabajo (SS), y el salario de equilibrio se encuentra en E. La masa salarial total viene dada por W (salario) X L (Cantidad del trabajo) que es el área del rectángulo denominada SALARIOS, 0SEN. No sólo hemos determinado la participación distributiva del trabajo sino también la de la renta de la tierra. El triángulo de la renta, denominado en la figura RENTA, mide sencillamente todo el exceso sobre el producto marginal aportado por los primeros trabajadores y que no les ha sido devuelto en forma de salarios.

Justa o injustamente, todos los trabajadores son igua­les; todos los terratenientes son competidores libres que pueden contratar o no trabajo a voluntad; es inevitable, pues, que en condicio­ nes competitivas todos los trabajadores perci­ban un salario igual al PM del último de ellos y que, por la Ley de los Rendimientos Decrecientes, quede un triángulo residual de renta que vaya a parar a los terratenientes. Con esto completamos la teoría de la distri­bución basada en la productividad marginal. Obsérvese que en este ejemplo los salarios de los trabajadores son superiores a las rentas de la propiedad: el área del rectángulo correspon­diente a los salarios es unas tres veces mayor que el del triángulo residual de la propiedad. Esta relación de 3 a 1 entre la renta del trabajo y el resto de la renta refleja el hecho de que los sueldos y los salarios constituyen entre 2/3 y tres cuartas partes de la renta nacional. La teoría de la productividad marginal descu­bierta por J. B. Clark supuso un gran paso adelante en la comprensión de la fijación de los precios de los diferentes factores, llegando a deducir que la posición de la tierra y el trabajo podía invertirse para obtener una teo­ría completa de la distribución. La teoría agre­gada de la distribución de la renta de Clark es compatible con la fijación realista de los pre­cios de cualquier número de bienes producidos por cualquier número de factores. Pero aun­que es una teoría rigurosa, las productividades marginales sólo nos dan la mitad de la respues­ta a la distribución de la renta, es decir, deter­minan la hoja de las tijeras que representa la demanda pero omiten la hoja que representa la oferta. Una teoría completa de la distribución de la renta debe incluir, pues, un par de fuerzas:

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„„

Las fuerzas de la demanda de factores, influidas tanto por la función de producción como por las demandas de bienes finales que se encuen­tran tras las demandas derivadas de factores.

„„

Las ofertas de factores, determinadas por la dotación de la naturaleza, el tamaño y la cali­dad de la población trabajadora y el stock acumulado de bienes de capital.

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2.2. CRÍTICAS A LA TEORÍA MARGINAL DE LA DISTRIBUCIÓN Hemos visto que la teoría de la productividad marginal, que se relaciona con la demanda de factores productivos, constituye la mitad de la teoría tradicional de la distribución, dado que la otra mitad es la teoría de la oferta la cual afirma que los factores se desplazarán de sus ocupaciones en búsqueda de la máxima ventaja neta. Es la mitad de la teoría correspondiente a la productividad marginal la que ha estado sujeta a mayores críticas y sobre la que existen numerosas confusiones, de las que podemos destacar las siguientes: 1. La teoría supone que existe competencia perfecta en todos los mercados. Esta afirmación es sencillamente errónea. La relación entre el producto marginal físico y el ingreso del producto marginal se verá alterada si el grado de competencia varía, pero el ingreso del producto marginal se igualará con el precio de un factor (tanto en competencia perfecta, en competencia imper­fecta, en oligopolio y en monopolio) sólo cuando se trata de una empresa precio aceptante en el mercado del factor. 2. La teoría supone que la cantidad y el valor del producto marginal de un factor son conocidos por el empresario. Las críticas argumen­tan que la empresa no pagará a ningún factor el valor de su producto marginal, por­que la empresa no conocerá lo que es el producto marginal y será incapaz de calcular esta magnitud aunque lo intentara. Para otros autores, esta crítica es superficial, dado que el hecho de que las empresas sepan o no sepan lo que son sus productos marginales resulta irrelevante. Ya hemos señalado que las re­tribuciones de acuerdo al ingreso del producto marginal se producen automática­mente siempre que la empresa esté maximizando sus beneficios. No importa cómo la empresa consigue esto, ya sea por casualidad, por suerte, por habilidad, o calculando las cantidades marginales. Siempre que se maximicen los beneficios, los factores al­canzarán el valor de sus productos marginales. La teoría no pretende describir de qué forma calculan los empresarios, predice simplemente cómo reaccionará ante di­ferentes situaciones, en el supuesto de que estén maximizando sus beneficios. 3. La teoría está deshumanizada porque trata el trabajo del hombre de la misma forma que cualquier otro factor, como por ejemplo una extensión de tierra o un equipo de trabajo. Para muchos autores, esta crítica carece de fundamentos, dado que cualquiera que la acepte, debe explicar detalladamente por qué son nece­sarias dos teorías distintas para los factores humanos y no humanos. Deberá tam­bién mostrar que su teoría «humana» elabora predicciones que difieren de las efectuadas por la teoría de la productividad marginal. Esta teoría es únicamente una teo­ría de la demanda de un factor y predice que la cantidad de trabajo que la empresa de­sea adquirir (y la de los demás factores) depende del precio del factor en cuestión, las condiciones técnicas de la producción y la demanda del producto fabricado por este trabajo. No se ha presentado todavía evidencia alguna que indique la necesidad de tener dos teorías distintas de la demanda de factores de producción humanos y no humanos. Las condiciones de oferta pueden diferir entre factores humanos y no hu­manos, pero estas diferencias ya están consideradas en la teoría. En realidad, una de las aportaciones

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significativas de la teoría es que las consideracio­nes no monetarias son más importantes en la asignación de un trabajo que otros fac­tores, porque el propietario del factor debe estar físicamente presente para ofrecer sus servicios, mientras que para el propietario de la tierra y del capital esto no es ne­cesario. 4. Al pagar a todos los factores de acuerdo con sus productos marginales, la distri­bución resultante de la renta será justa. Algunos defensores de la teoría de la produc­tividad marginal no sólo han mantenido que la teoría es correcta, sino que afirman que permite describir una distribución funcional de la renta que es la justa, porque los factores son recompensados de acuerdo al valor de sus contribuciones al produc­to marginal. Numerosos críticos a los bajos niveles salariales que permanecieron a lo largo del siglo XIX reaccionaron apasionada y normativamente en contra de una teoría que pretendía justificar estas tasas salariales. Tales críticas se basaron en que, de acuerdo con la teoría de la productividad marginal, cada trabajador (o cada unidad de cualquier factor) no recibe el valor de su contribución personal a la producción, sino el valor de lo que el último trabajador empleado añadiría a la producción si se mantuvieran constantes todos los demás factores. Si estuvieran empleados un millón de trabajadores de las mismas características, cada uno de ellos recibiría en concepto de salario una cantidad igual al producto adicional que habría aportado el millonésimo trabajador, si hubiera sido contratado mientras el capital y los demás factores permanecían constantes. Cualquiera que sea nuestro concepto de justicia, no es correcto decir que cada factor recibe el valor de su propia contribución a la producción. Es obvio que cuando hay numerosos factores que contribuyen a la producción, resulta generalmente imposible dividir la producción total en las cantidades aportadas por cada factor. Basándose en tales críticas, se suele afirmar que la teoría no explica la asignación de los factores, en particular la demanda de capital, y de ahí que no sea capaz, por ejemplo, de predecir el efecto sobre la asignación de los factores de la gran cantidad de intervenciones gubernamentales concretas sobre los mercados de factores productivos.

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3 LAS POLÍTICAS DE DISTRIBUCIÓN La política de distribución está integrada por un conjunto de medidas de política económica cuyo objetivo principal es modificar la distri­bución de la renta entre los grupos sociales o los individuos. Decimos objetivo principal, pues no debemos olvidar que cualquier medida de política econó­ mica, sea o no distributiva, afectará secundaria­mente a la distribución de la renta. Existe la política de distribución porque, aun­que el libre funcionamiento del mercado asegura la plena y eficaz utilización de los recursos pro­ductivos, no está garantizada una distribución de la renta que se considere justa por la sociedad.

3.1. OBJETIVOS Los objetivos de la política de distribución se pue­den concretar en los siguientes puntos: 1. Garantizar una base mínima de nivel de vida para todos los ciudadanos. En algunas eco­nomías se ponen condiciones y reservas a este objeti­vo, en el sentido de lo que se debe es de proporcionar la base mí­nima a aquellos ciudadanos que por sus propios medios y en el contexto del mercado no pueden al­canzarla. 2. Tender hacia una igualación primaria en la distribución de la renta. Un ejemplo de lo anterior sería la creación de un impuesto negativo sobre la renta, a pesar de la pérdi­da de ingresos fiscales que supone. 3. Tender hacia una igualación en la renta como objetivo subsidiario. En este caso la re­distribución de la renta se pretende alcanzar como resultado de algún otro objetivo a cumplir, como pueda ser aumentar los in­gresos fiscales por medio de un impuesto progresivo sobre la renta. 4. Promover la «meritocracia». En este caso se trata, no ya de modificar la distribución de la renta, sino de distribuir las oportunidades que provoquen un reparto más justo. En este sentido dos estrategias a seguir son: promover la educación gratuita, que afecta a una redistribución de las capacidades, y tender a la limitación del derecho a la he­rencia, lo que supone una redistribución de la riqueza.

3.2. FUNCIONAMIENTO A la hora de poner en práctica una política distri­butiva, un interrogante que se debe despejar es a favor de quién o de qué grupos se desea distri­buir. En un principio caben tres opciones: „„

Tomar como punto de referencia el propio individuo y tratar de distribuir la renta a fa­vor de determinados individuos en función de características específicas.

„„

Tomar como unidad distributiva la familia o economía doméstica y tomar las medidas que se consideren idóneas en tal sentido.

„„

Elegir como unidad distributiva determina­dos grupos o colectivos socioeconómicos, tales como jóvenes, ancianos, agricultores, mujeres, desempleados, etc.

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Otra cuestión sobre la que hay que decidir an­tes de diseñar una política distributiva es la concerniente a cómo llevar a cabo la distribución, esto es, si ésta se realizará en especie o en térmi­ nos monetarios. Así, por un lado, cabe establecer determinadas subvenciones sobre los precios de los bienes que representan una elevada propor­ción en los presupuestos de los grupos sociales menos pudientes económicamente, como, por ejemplo, alimentación o vivienda, o por el contra­rio se puede ofrecer gratuitamente a ciertos indi­viduos algunos bienes, tales como la educación o la sanidad.

3.3. INSTRUMENTOS DE POLÍTICA DISTRIBUTIVA Los instrumentos de que dispone la política de distribución son fundamentalmente tres, el sistema impositivo, los gastos transferenciales (entre los que cabe destacar los correspondientes al seguro de desempleo y subvenciones asociadas con la política educativa) y aquellas medidas que implican la intervención directa del Estado en el mecanismo de mercado. 3.3.1. El sistema impositivo

Existen muchas figuras impositivas pero, en gene­ral, podemos pensar que todos los impuestos modifican la distribución de la renta. Algunos, como los indirectos, la modifican en el sentido de per­judicar a los grupos de renta más baja, y por eso se les califica de regresivos. Piénsese que los in­dividuos con menor renta pagan lo mismo que los más afortunados, con lo que el porcentaje de impuestos es superior para los más pobres. Los impuestos sobre la renta o impuestos direc­tos pueden ser neutrales, en el sentido de que no modifican la distribución de la renta dado que el tipo impositivo (el porcentaje que se recauda so­bre la renta) es el mismo para todo nivel de renta. Lo normal, sin embargo, es que de los impuestos directos sean proporcionales con mínimo exen­to o que el tipo impositivo se eleve con la renta (progresivos, tal y como ocurre en España, donde el tipo máximo alcanza el 45%), modificando la distribución de la misma en beneficio de los menos favorecidos. 3.3.2. Los gastos de transferencia

Generalmente, los impuestos pretenden, de for­ma prioritaria, conseguir recursos financieros para el sector público y, subsidiariamente, modi­ficar la distribución de la renta. Las transferen­ cias, sin embargo, persiguen más directamente garantizar una base mínima de nivel de vida para todos los individuos y procurar una igualación primaria en la distribución de la renta. En efecto, el seguro de desempleo y las pensiones de jubila­ción garantizan una base mínima a personas que de otra forma no podrían obtener tales ingresos. Un impuesto negativo sobre la renta cumple tam­bién estos objetivos. 3.3.3. Intervención directa en el mecanismo de mercado

El tercer bloque de actividades redistributivas que puede llevar a cabo el Estado es el que se centra en la intervención en el funcio­namiento del mercado. Estas medidas actúan en el proceso de formación de los ingresos, esto es, sobre las fuerzas de demanda y oferta de mano de obra y sobre otros factores de la producción tales como el capital. Ejemplos conocidos de este tipo de políticas son la imposición de salarios míni­mos (en muchos países entre ellos España, existe legislación que establece un precio mínimo para el trabajo, por debajo del cual nadie puede ser

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contratado. El objetivo declarado de este tipo de medidas es asegurar una retribución mínima a todos los empleados e impedir, por tanto, que el mercado lleve los salarios correspondientes al trabajo menos cualificado a niveles de miseria) y la limitación de los di­videndos y los alquileres (la política de alquileres es un ejemplo típico de política de precios máximos con fines distributivos. La justificación en este caso suele ser el intento de que las familias no tengan que destinar a alojamiento una parte demasiado grande de sus ingresos), así como los controles sobre los precios de determinados artículos, ge­neralmente de primera necesidad, o de producción agrícola. Otro ejemplo característico es la congelación temporal de los salarios. En términos generales cabe señalar que si estas políticas no se basan en un análisis minucioso del funcionamiento de los mercados en cuestión, pueden romper el equilibrio de mercado, e incluso ir en contra de los intereses de aquellos colectivos (o al menos sobre parte de ellos) a quienes las autoridades desean ayudar. Así, el establecimiento de un precio (salario) mínimo, disminuye la cantidad demandada del trabajo, de forma que del colectivo de los trabajadores salen ganando los que siguen empleados y pierden los que se ven despedidos. De modo similar, el establecimiento de un tope a los alquileres reduce el número de casas de alquiler ofrecidas. De esta forma ganan los que consiguen una casa de alquiler, pues pagan un precio inferior al que fijaría el mercado, y pierden los que no consiguen alquiler. 3.3.4. Utilización de instrumentos redistributivos en programas públicos destinados a paliar la

pobreza Los gobiernos han tratado de reducir la pobreza abordando cada una de sus principales causas; tratando de reducir el número de parados, de aumentar la renta de los ocupados, de ayudar a los que no pueden trabajar por una u otra razón, de mejorar la cualificación y aptitud profesional de los trabajadores de bajos salarios y de reducir la discriminación. XX El desempleo El Estado intenta reducir el porcentaje de desempleo y sus costes por medio de tres medidas: „„

El seguro de desempleo que permite a las personas que se encuentran temporalmente en paro obtener unos ingresos. En todo caso, quedarían desprotegidos los parados de larga duración así como las personas que entran por primera vez en la población activa, que no reciben ningún subsidio de desempleo.

„„

El compromiso del Estado de mantener un nivel cercano al pleno empleo, con el objetivo de reducir aquel número de personas que se encuentran involuntariamente en paro.

„„

Los programas de reciclaje y las oficinas de empleo ayudan a encontrar trabajo a las personas que han perdido el que tenían. Estos programas de reciclaje tienen un éxito limitado, dado que los puestos que crea la economía suelen exigir unas cualificaciones laborales distintas de las que exigían los puestos destruidos.

XX Renta de los ocupados El Estado aborda el problema de la desigualdad de la renta intentando elevar los ingresos de las personas de bajos salarios que trabajan, y lo hacen a través de dos grandes programas destinados a tal fin:

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„„

La legislación sobre el salario mínimo profesional que pretende elevar los salarios de las personas que carecen de cualificaciones.

„„

Las deducción fiscal por rentas derivadas del trabajo, que concede el Estado a los trabajadores a través del sistema Tributario, con lo que en términos netos se incrementa el salario real.

XX Programas asistenciales Las adminis­traciones públicas (gobierno central, auto­nómico y local) financian progra­mas destinados a ayudar a las personas que no pueden participar, total o parcialmente, en la población activa, tales como: „„

La renta de garantía, instrumentada como ayuda familiar o pensión mínima para quien no puede acceder a la presta­ción de desempleo o cuando ya la ha ago­tado, teniendo familia a su cargo y una renta inferior al salario mínimo interprofe­sional. La prestación supone el 75 % del salario mínimo.

„„

Distintas Comunidades Autónomas han instrumentado, por su parte, ayuda denominada «salario social» o «renta básica», para desempleados en situación de desamparo o pertenencia a grupos de exclusión social.

XX Garantizar las necesidades vitales bási­cas: la red de seguridad Existen, ade­más, varios programas cuyo objetivo es ayudar a garantizar que los pobres reciban un nivel mínimo de determinadas necesi­dades básicas: éste es el caso de la benefi­cencia municipal, de las casas de acogida de algunos ayuntamientos o de los come­dores sociales de los Departamentos de Bienestar. Estos programas, así como los destinados a complementar la renta de las personas muy pobres, constituyen una red de seguridad que tiene por objeto proteger a los miembros más desafortunados de la sociedad. En todo caso, en la medida en que la edad y el paro contribuyen a la pobreza, el esfuerzo del Estado en su erradicación exige para el primer colectivo un compromiso de transferencias de renta a pensionistas e inválidos, y de formación en capital humano para el segundo colectivo. Ilustrativamente se suele comentar que «no se trata de dar peces sino cañas, y enseñar a pescar».

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BIBLIOGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA REFERIDA ALBI, E. et. al.: Estado y Economía: elementos para un debate. Fundación BBVA. Bilbao, 1995. CUERVO-ARANGO, C. y TRUJILLO DEL VALLE, J. A.: Introducción a la economía. Ed. MacGraw Hill. Ciudad de México, 1989. FRANK, R. H.: Microeconomía y conducta. Ed. MacGraw Hill Interamericana de España. Madrid, 2005. IPSEY, R. G.: Introducción a la economía positiva. Ed. Vicens Vives. Barcelona, 1996. LÓPEZ LÓPEZ, M. T. y UTRILLA DE LA HOZ, A.: Introducción al sector público español: Ed. Civitas. Madrid, 1993. MANKIW, G. W.: Principios de economía. Ed. MacGraw Hill Interamericana de España. Madrid, 2004. MUSGRAVE, R. A.: Hacienda pública. Teórica y aplicada. Ed. MacGraw Hill Interamericana de España. Madrid, 1999. MOCHÓN, F.: Economía. Teoría y Política. Ed. McGraw Hill Interamericana de España. Madrid, 2000. STIGLITZ, J. E.: Economía. Ed. Ariel Economía. Barcelona, 1993. STIGLITZ, J. E.: La economía del sector público. Antoni Bosch, editor. Barcelona, 1988. TORRES LÓPEZ, J.: Introducción a la economía política. Ed. Civitas. Madrid, 1993. TORRES LÓPEZ, J.: Economía política. Ed. Civitas. Madrid, 2000.

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RESUMEN La distribución de la renta. La teoría marginal de la distribución y sus críticas. Las políticas de distribución.

1. LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA La renta toma muchas formas: a) La distribución funcional de la renta son las cantidades de renta pagadas a los diferentes factores de la producción, por su contribución al proceso productivo, y a la actividad económica. b) La distribución personal de la renta clasifica ésta, de acuerdo a la cantidad de unidades económicas recibidas por cada economía doméstica, por la aportación de éstas al proceso productivo, independientemente de sus orígenes.

1.1. DISTRIBUCIÓN Y ASIGNACIÓN EN EL SISTEMA DE MERCADO Existe una clara influencia de la distribución de la renta sobre la asignación de recursos, a través de su influencia sobre la oferta y demanda de bienes, y, al mismo tiempo, una influencia de los precios en la distribución del ingreso, lo que plantea la simultaneidad y vinculación mutua de los procesos de asignación y distribución en una economía de mercado.

1.2. DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA. PERSPECTIVAS Existen dos perspectivas básicas de análisis, la funcional y la personal, a las que suelen acompañar la distribución territorial y la distribución espacial.

1.2.1. Distribución funcional de la renta El estudio de la distribución funcional de la renta presupone que existe una separación clara entre, los factores de producción trabajo y capital, de forma que pueden distinguirse los ingresos que corresponden a los propietarios, de uno y otro factor.

1.2.2. Distribución personal de la renta La distribución de la renta, entre los diferentes miembros de una sociedad, parte de 4 elementos que determinan los ingresos que dichos miembros reciben: horas de trabajo, salarios, cantidad de capital y retribución de capital.

1.2.3. Distribución espacial y sectorial de la renta La renta de una economía puede analizarse desde otras dos perspectivas, desde un punto de vista geográfico espacial, y desde un punto de vista sectorial. La renta espacial, es aquella con la que se mide la distribución y reparto de la renta de una nación entre los distintos territorios que componen la economía, ya sea desde una vertiente municipal, regional, provincial o autonómica. En España se suele utilizar el indicador autonómico de distribución espacial de renta, que sirviéndose del PIB por habitante y de la participación de cada comunidad autónoma en el PIB nacional, observa los desequilibrios territoriales. La distribución de la renta sectorial diferencia la renta generada por: B El sector primario (agricultura, ganadería y actividades agropecuarias, y que tiene un peso relativo en España cercano al 5%). b) El sector secundario (industria, construcción, energía y minería, que alcanza en España el 31%, incluyendo el 12% derivado de la construcción). c) El sector terciario (servicios, que en España significa el 64% del total de rentas).

2. LA TEORÍA MARGINAL DE LA DISTRIBUCIÓN Y SUS CRÍTICAS La teoría de la distribución de la renta se encarga de analizar los mercados en los que se fija el precio de los factores de producción. La clave de la fijación del precio de los factores, se encuentra en la teoría de la empresa y la producción, basada en la productividad marginal, que nos permite observar que los precios de los factores están estrechamente relacionados con la Ley de los Rendimientos Decrecientes.

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La resolución de la distribución de la renta entre factores debe de resolverse mediante el juego de la oferta y la demanda, que actúan en mercados perfecta o imperfectamente competitivos. El ingreso adicional que genera a la empresa una unidad adicional de factor (como el trabajo) se denomina ingreso del producto marginal. Viene expresado en términos monetarios por el ingreso marginal (IM) multiplicado por el producto marginal del factor (PML en el caso del trabajo). Las demandas de factores de producción son derivadas de las demandas de bienes finales por parte de los consumidores. La determinación de los precios de los factores, a través de la oferta y la demanda no se hace al azar. Existen claras fuerzas de oferta y demanda. La competencia da y la competencia quita.

2.1. TEORÍA DE LA DISTRIBUCIÓN BASADA EN LA PRODUCTIVIDAD MARGINAL La teoría de la productividad marginal descubierta por J. B. Clark supuso un gran paso adelante en la comprensión de la fijación de los precios de los diferentes factores, llegando a deducir que la posición de la tierra y el trabajo podía invertirse para obtener una teoría completa de la distribución. Una teoría completa de la distribución de la renta debe incluir: a) Las fuerzas de la demanda de factores, influidas por la función de producción como por las demandas de bienes finales. b) Las ofertas de factores, determinadas por la dotación de la naturaleza, el tamaño y la calidad de la población trabajadora y el stock acumulado de bienes de capital.

2.2. CRÍTICAS A LA TEORÍA MARGINAL DE LA DISTRIBUCIÓN

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c) La teoría está deshumanizada porque trata el trabajo del hombre de la misma forma que cualquier otro factor, como por ejemplo una extensión de tierra o un equipo de trabajo. d) Al pagar a todos los factores de acuerdo con sus productos marginales, la distribución resultante de la renta será justa.

3. LAS POLÍTICAS DE DISTRIBUCIÓN 3.1. OBJETIVOS a) Garantizar una base mínima de nivel de vida para todos los ciudadanos. b) Tender hacia una igualación primaria en la distribución de la renta. c) Tender hacia una igualación en la renta como objetivo subsidiario. d) Promover la «meritocracia».

3.2. FUNCIONAMIENTO A la hora de poner en práctica una política distributiva se desea dividir entre el propio individuo, la familia y colectivos socioeconómicos.

3.3. INSTRUMENTOS DE POLÍTICA DISTRIBUTIVA 3.3.1. El sistema impositivo 3.3.2. Los gastos de transferencia 3.3.3. Intervención directa en el mecanismo de mercado 3.3.4. Utilización de instrumentos redistributivos en programas públicos destinados a paliar la pobreza „„ Medidas contra el desempleo.

Las mayores críticas que se destacan:

„„ Programas para elevar la renta de los ocupados.

a) La teoría supone que existe competencia perfecta en los mercados. b) La teoría supone que la cantidad y el valor del producto marginal de un factor son conocidos por el empresario.

„„ Financiación de programas asistenciales. „„ Programas que ayudan a garantizar las necesidades

vitales básicas.

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