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ECONOMÍA La competencia imperfecta y la concentración de capitales. Origen y características del monopolio. El funcionamiento del mercado monopolístico.
40-15023-13
La regulación del monopolio.
Temario 1993
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1. LA COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA CONCENTRACIÓN DE CAPITALES 2. ORIGEN Y CARACTERÍSTICAS DEL MONOPOLIO 2.1. ORIGEN 2.2. CARACTERÍSTICAS
3. EL FUNCIONAMIENTO DEL MERCADO MONOPOLÍSTICO 3.1. EL MONOPOLIO A CORTO PLAZO 3.2. EL MONOPOLIO A LARGO PLAZO 3.3. BARRERAS DE ENTRADA
4. LA REGULACIÓN DEL MONOPOLIO 4.1. POLÍTICAS ANTI-MONOPOLIO 4.2. FOMENTO DE LA COMPETENCIA
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INTRODUCCIÓN
Competencia perfecta y monopolio no son más que dos puntos opuestos de un campo continuo de estructuras de mercado en el que puede operar una empresa y que se conoce con el nombre de competencia imperfecta. Así, algunos economistas consideran que son los puntos extremos, pudiendo contemplarse en cierto modo a las demás estructuras como situadas en una línea que va de la competencia perfecta al monopolio. De hecho, el mercado en competencia perfecta se delimita con precisión por un rasgo distintivo; a menos que todas las empresas estén produciendo bienes que sean idénticos a los ojos de los compradores, no tenemos competencia perfecta. En este tema estudiaremos la estructura de mercado del monopolio. En el caso de competencia perfecta, existen tantos productores individuales que ninguno de ellos puede influir significativamente en el mercado; cualquier productor individual puede variar su producción sin afectar al precio de mercado de una manera relevante. Un monopolista, en cambio, tiene el poder de influir en ese precio.
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1 LA COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA CONCENTRACIÓN
DE CAPITALES
XX La competencia imperfecta En muchas industrias manufactureras, las empresas venden productos diferenciados, tal y como explicamos en el tema anterior. Se trata de productos que son lo suficientemente parecidos como para tratarlos como un mismo artículo, pero que son lo suficientemente distintos como para que los compradores distingan uno de otro. Aunque los productos puedan ser sustitutivos cercanos entre sí, no son perfectamente sustitutivos, como en el caso de competencia perfecta. Las empresas tienen, por lo tanto, algún control sobre los precios; deben decidir un precio para cada una de las líneas de producto. Si no resultan satisfechos con su posición precio-cantidad producida, pueden modificar el precio respecto al establecido previamente. En tales circunstancias, decimos que las empresas administran sus precios. El término precios administrados se refiere a los precios fijados por decisiones individuales de las empresas, en lugar de por las fuerzas impersonales del mercado. Cuando una empresa fija el precio, la cantidad que vende viene determinada por su curva de demanda. Los cambios en las condiciones del mercado se señalizan a la empresa mediante cambios en la cantidad vendida al precio administrado. El cambio en las condiciones no conduce necesariamente a un cambio, por parte de la empresa, en el precio del producto. Con estructuras de mercado distintas a la competencia perfecta, las empresas fijan sus precios y dejan que la demanda determine sus ventas. Las modificaciones en las condiciones de mercado se señalizan a las empresas por medio de variaciones en las ventas. Así, una industria es de competencia imperfecta cuando las empresas oferentes influyen individualmente en el precio del producto de la industria. XX La concentración de capitales. Las economías de escala Los términos economías de escala o rendimientos crecientes a escala se refieren al fenómeno, corriente en la industria manufacturera y en el transporte, de que los grandes niveles de producción tienen costes medios inferiores a los que corresponden a niveles de producción más reducidos. La mayoría de las empresas pueden presentar algunas pequeñas economías de escala cuando pasan de producciones prácticamente nulas a unos niveles modestos de producción; sin embargo, lo que nos interesa aquí son las grandes economías de escala, que dan señaladas ventajas a las grandes empresas frente a las pequeñas, en lo que se refiere a los costes. Las economías de escala pueden derivarse de diversas fuentes, pero las más importantes se deben a las indivisibilidades tecnológicas. Los automóviles pueden fabricarse con métodos artesanos por trabajadores que empleen una maquinaria relativamente sencilla: construyendo las piezas una por una y ensamblándolas después. De hecho, así se fabricaron los primeros
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automóviles. La fabricación artesana es de por sí un proceso con rendimientos a escala casi constantes: la fabricación de un segundo automóvil costará prácticamente lo mismo que el primero. Pero Henry Ford introdujo el método de la línea de montaje, en el que máquinas (y trabajadores) especializados se adaptan a aspectos especiales del proceso total. Esta tecnología de producción goza de la propiedad de indivisibilidad, en el sentido de que una línea de montaje pequeña puede producir, por ejemplo, 100 coches por período, pero no existe ninguna línea de montaje tan mínima que con una centésima parte del equipo y de la mano de obra sea capaz de producir, en un pequeño taller, sólo un coche por período. En términos de costes, una tecnología moderna de producción en masa lleva consigo unos elevadísimos gastos fijos (desde el momento en que se ha tomado la decisión de producir en masa); así, los troqueles y prensas para fabricar carrocerías de automóviles puede costar muchos miles de euros, y servir para la producción de cientos de miles de carrocerías. Supongamos concretamente que los troqueles cuestan 10 millones de euros y pueden producir 100.000 carrocerías antes de quedar inservibles, mientras que los costes de la mano de obra para ensamblar las diferentes partes son de 100 euros una carrocería. Si suponemos que no hay otros costes, el baremo de costes medios será el dado en la siguiente tabla: Producción Carrocerías (Nº de Carrocerías)
Coste Medio Fijo (Miles €/Carrocería)
Coste Medio Variable (Miles €/Carrocería)
Coste Medio (Miles €/Carrocería)
100 1.000 10.000 20.000 50.000 100.000
100 10 1 0,5 0,2 0,1
0,1 0,1 0,1 0,1 0,1 0,1
100,1 10,1 1,1 0,6 0,3 0,2
En este caso, el coste marginal es constante e igual a 100 € por carrocería (pues depende únicamente del coste variable la mano de obra), pero el coste medio desciende desde algo más 100.000 € para 100 carrocerías, hasta sólo 200 € para 100.000. Aunque los costes medios variables fueran crecientes en alguna medida, los costes medios podrían seguir siendo decrecientes. En este ejemplo está suficientemente claro que la empresa nunca pensaría adoptar unas técnicas de producción en masa para sólo 100 carrocerías: la fabricación artesana podría producir con toda seguridad una carrocería por menos de 100.000 €. La elección entre usar métodos de escala grande o pequeña dependerá del nivel de producción planeado. Habrá un nivel de producción para el que los costes medios sean iguales con un método u otro, y el método de producción en masa empezará a usarse por encima de este nivel. Supongamos, para concretar, que la fabricación artesanal de carrocerías presenta un coste constante de 1.100 € por unidad. En este caso, los costes medio y marginal para el proceso de pequeña escala serían constantes e iguales a 1.100 € por carrocería. Puede verse en el cuadro 1. que el coste medio correspondiente al proceso de gran escala será inferior a 1.100 € para cualquier nivel de producción superior a 10.000, y el coste marginal correspondiente a este proceso es menor que el correspondiente proceso de pequeña escala para cualquier nivel de producción. Para producciones superiores a 10.000 unidades, la empresa elegirá la producción en masa, mientras que para producciones inferiores a este nivel elegirá los métodos de pequeña escala.
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Las curvas de costes para los procesos de producción a escala grande y pequeña están representadas en la figura 1. Obsérvese que la curva de costes medios para el proceso de gran escala es constantemente decreciente, pero converge hacia el valor del coste marginal (constante) para niveles de producción muy elevados. Las economías de escala se presentan en la mayoría de los procesos fabriles, en el transporte y en los servicios públicos. Debido a las indivisibilidades existentes en aspectos tales como la gerencia, la publicidad y la comercialización, pueden también existir significativas economías de escala en el comercio al por mayor, al por menor e incluso en las finanzas (tal y como ha sido el caso en España con los procesos de fusiones bancarias). Suelen ser más pronunciadas en algunas fases de la fabricación que en otras, y por esta razón, los constructores de automóviles especiales, por ejemplo, pueden emplear métodos de pequeña escala para el montaje, pero comprar bloques de motor y transmisiones a los grandes fabricantes, ya que las economías de escala son más pronunciadas en estas piezas. La existencia de grandes economías de escala tiene un efecto profundo sobre la estructura de la industria y sobre la posibilidad y deseabilidad de la competencia perfecta. Si los costes medios disminuyen continuamente al aumentar la producción, por ejemplo, una empresa en expansión obtendrá una ventaja creciente en sus costes con respecto a las empresas rivales que estén estabilizadas o en contracción. Por tanto, si una industria se compone en sus comienzos de una multitud de pequeñas empresas, y una empieza a crecer, esa empresa puede reducir sus precios por debajo de los costes medios de las demás, expulsarlas del mercado y ampliar por tanto su participación hasta llegar quizá a convertirse en un monopolista. Por otra parte, si se impide que una empresa crezca de está manera, se negará a la sociedad las ventajas (menos recursos empleados por unidad de producción) de las economías de escala.
Figura 1.
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2 ORIGEN Y CARACTERÍSTICAS DEL MONOPOLIO
2.1. ORIGEN Hemos visto en el tema anterior que una economía en competencia perfecta sería ideal desde el punto de vista de la sociedad, al menos en las circunstancias sencillas de nuestro análisis. La reacción pasiva de las empresas individuales a unos precios que no podrían manipular directamente, se traduciría en la utilización eficiente de los recursos en un paquete óptimo de bienes formado por la producción total, todo ello sin ningún control e incluso sin ningún tipo de cálculo por parte del Estado. El cuadro de una economía esencialmente anárquica, con la acción estatal restringida a la policía y la defensa nacional, y que no obstante daba como resultado la eficiencia económica, fue bosquejado por Adam Smith a finales del siglo XVIII y ha sido desde entonces el ideal de los defensores del laissez-faire (una economía sin control estatal alguno). Pero si la competencia perfecta es tan buena, ¿por qué no existe ni siquiera en países sin ningún prejuicio ideológico en contra de ella como los Estados Unidos y Japón? La respuesta es bastante sencilla; sería el interés social lo que llevaría a las empresas individuales a adoptar el comportamiento propio de la competencia perfecta, pero aquél no coincidiría necesariamente con su propio interés. Mientras la empresa no tiene ningún control sobre el precio, la maximización de su ventaja privada (beneficio) maximiza a la vez la ventaja social (eficiencia de la economía) siempre que todas las demás empresas sean también perfectamente competitivas. Pero, como señalaremos más adelante en este mismo capítulo, una empresa puede aumenta su propia ventaja más allá de lo que lograría en competencia perfecta si puede conseguir algún control sobre el precio, y esta ganancia se logra, en parte, a expensas de la ventaja social. Por tanto, una empresa preferirá tener una participación suficientemente grande en el mercado para poder influir sobre el precio (y preferirá sobre todo ser un monopolio y controlar el mercado entero), antes que tener una influencia despreciable, como en el caso de competencia perfecta. Esta es la razón fundamental que hace impracticable la competencia perfecta sin un control del Estado: el incentivo económico que tienen las empresas para pasar a situaciones de competencia imperfecta. El incentivo que mueve a una empresa a obtener una participación sustancial en el mercado de su producto es una cosa, y los medios para conseguirlo son otra. Evidentemente, diez mil pequeñas empresas en una industria no pueden todas ellas alcanzar una participación sustancial en el mercado, porque si la participación de alguna de ellas crece, las de otras tendrán que decrecer. En algunas industrias, la agricultura, por ejemplo, ninguna empresa tiene medios para dominar un mercado nacional, y la mayoría de las explotaciones agrarias operan en unas condiciones próximas a las de la competencia perfecta. En la industria manufacturera (entre otras), por el contrario, existen dos importantes factores técnicos que facilitan el crecimiento de la competencia imperfecta: 1. Existencia de importantes economías de escala en la producción Se entiende por tal el hecho que un volumen grande de producción puede obtenerse a un coste medio inferior al de un volumen pequeño, tal y como explicamos en el epígrafe anterior. Por consiguiente, la gran empresa tiene una ventaja de coste sobre la pequeña, lo que le permite bajar sus precios, expulsar del mercado a las pequeñas empresas y aumentar su participación en el mismo.
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2. Posibilidad de practicar una diferenciación del producto Esto permite a una empresa obtener un producto que es suficientemente distinto del de las otras empresas para crearse un mercado propio, lo que rara vez es posible en agricultura. Además del incentivo y de los medios que tienen las empresas para romper con la competencia perfecta y pasar a la competencia imperfecta, existen otras circunstancias en las cuales la competencia perfecta sencillamente no llegaría nunca a producir ciertos bienes necesarios para la sociedad. Entre éstos se incluyen los bienes públicos (bienes, como la defensa nacional, que no pueden subdividirse y venderse a los consumidores individualmente). Aunque no existiera el problema de la competencia imperfecta, el Estado necesitaría tomar medidas para garantizar el suministro de esos bienes a la economía. Hay que señalar además que las propiedades deseables de competencia perfecta están ligadas únicamente a las situaciones de equilibrio. Pero este no se logra de modo necesario ni inmediato, ni siquiera en un mercado único en competencia perfecta, sin algún tipo de estructura formal, y el desequilibrio puede persistir durante un tiempo considerable en una industria que pasa por una fase que requiere la entrada o salida de muchas empresas. Así pues, y a pesar de sus características deseables, la economía en competencia perfecta no es un sistema autosostenido que subsiste incluso en condiciones próximas a la anarquía, como muchos economistas han creído, ni, aunque lo fuera, podría resolver todos los problemas económicos. La política microeconómica, es decir, las decisiones acerca de cómo, cuándo y dónde deberá intervenir el Estado en el funcionamiento de los procesos ordinarios del mercado, es inevitable.
2.2. CARACTERÍSTICAS XX El monopolio sin economías de escala Como sabemos que la competencia perfecta es eficiente desde el punto de vista económico y produce el paquete óptimo de bienes (al menos en determinadas circunstancias), estamos en condiciones de juzgar el efecto del monopolio sobre la economía mediante la comparación del precio y la producción en régimen de monopolio con el precio y la producción en competencia perfecta, en las mismas condiciones de costes. Cualquier divergencia entre el equilibrio del monopolio y el de la competencia perfecta suministrará un indicador de posible ineficiencia económica. Si no existen indivisibilidades que den lugar a economías de escala, la comparación es directa y sencilla Los costes medios a largo plazo serán los mismos para la industria competitiva y para el monopolio, y el coste marginal coincidirá con los costes medios. Se supone que las condiciones de la demanda no dependen de la estructura de la industria. Se ofrece la comparación en la figura 2. Para la competencia perfecta el equilibrio de mercado estará en el punto C de intersección de la curva de oferta de la industria y la curva de demanda del mercado, dando una producción de la industria en competencia perfecta igual a Qc al precio competitivo Pc. Para el monopolio sin embargo la oferta puntual de la industria será M, dando una producción de monopolio igual a Qm a un precio de monopolio Pm.
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Los resultados de la comparación pueden establecerse inmediatamente; un monopolio obtendrá un volumen de producción inferior y lo venderá a un precio superior que una industria competitiva equivalente, siempre y cuando no existan economías de escala. La diferencia entre el precio de monopolio Pm y el precio de competencia Pc es el margen del monopolista. Es el aumento de beneficio sobre el precio de competencia que resulta más rentable para el Figura 2. monopolista. El monopolista podría, por supuesto, imponer un precio todavía más alto respecto al de competencia, pero las consiguientes pérdidas de ventas harían disminuir sus beneficios. La superficie sombreada en la figura 2 representa el máximo excedente de beneficio que podría obtenerse sobre el beneficio competitivo mediante el uso del poder de monopolio. La ineficiencia económica que resulta del monopolio se debe a la reducción de la producción llevada a cabo por el monopolista para aumentar el precio hasta el nivel que le es más rentable. Desde el punto de vista de la economía general, podemos señalar que el coste marginal representa el valor para la comunidad de los recursos necesarios para obtener una unidad más de producto, suponiendo que no existe monopolio en los mercados de recursos. El precio del producto representa el valor para los consumidores (y por consiguiente para la comunidad) de poseer una unidad adicional de producto. Como el monopolista obtiene una producción que vende a un precio superior al coste marginal, la sociedad podría salir ganando si aumentase la producción del producto monopolizado, porque el coste social de los recursos adicionales desplazados a esta industria (coste marginal) sería menor que la ganancia social de poseer una unidad adicional de producto (medida por el precio). Por tanto, el efecto primario del monopolio es reducir por debajo del nivel óptimo la producción de los bienes monopolizados, dentro del paquete total productos. Si la industria manufacturera está ampliamente monopolizada, mientras que la agricultura no lo está, la economía contará con más productos agrarios y menos productos manufacturados de lo que sería el óptimo, mientras que el precio de las manufacturas será más alto respecto al de los productos agrarios de lo que sería en una situación de competencia perfecta. La conclusión general de que el monopolio da lugar a precios más altos y producciones menores que la competencia perfecta es válida para otras formas de competencia imperfecta. Se puede suponer que el monopolio provoca unas divergencias con respecto al óptimo mayores que otras formas de competencia imperfecta pero esto puede no ser siempre cierto, tal y como analizamos en los dos puntos siguientes. XX El monopolio con economías de escala Las conclusiones obtenidas sobre la relación entre el monopolio y la competencia perfecta tienen que ser modificadas si existen grandes economías de escala. En este caso, no es necesariamente válida la argumentación elemental desarrollada antes.
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Consideremos un caso en el que existe un proceso de pequeña escala y otro de gran escala y en el que el proceso de gran escala tiene un coste medio menor, pero solamente puede aplicarse para grandes niveles de producción; supongamos también que la industria en competencia perfecta se compone de empresas todas las cuales producen un nivel inferior al necesario para que sea económico el proceso de gran escala. La curva de oferta de la industria será entonces horizontal e igual al coste medio correspondiente a la pequeña escala, aun cuando la producción total de la industria esté al nivel para el cual es ya rentable el proceso de gran escala. Este caso se ilustra en la figura 3, donde Sc es la curva de oferta (=curva de costes medios, pues suponemos un equilibrio a largo plazo) de la industria en competencia perfecta, produciendo en condiciones de pequeña escala, mientras que CMa, es la curva de costes marginales (supuesta horizontal y, por tanto, coincidente con la de costes medios) para el proceso de gran escala. El equilibrio en competencia perfecta se alcanzará en el punto C, dando lugar a una producción Qc al precio Pc, mientras que el monopolista, que emplea el proceso de gran escala, producirá una cantidad Qm mayor y la venderá a un precio Pm menor. Figura 3.
El monopolista vende una producción mayor a un precio menor que la industria en competencia perfecta, aunque sigue teniendo un margen demonopolista, pero este margen es menor que el ahorro de coste por u tilizar el proceso de gran escala. Si el margen del monopolista (que depende de la elasticidad de la demanda) es mayor que el ahorro de coste por emplear el proceso de gran escala, la producción obtenida en competencia perfecta puede ser mayor, y su precio menor que en la situación de monopolio, a pesar de la existencia de economías de escala. La pérdida social derivada del monopolio sigue existiendo, incluso cuando las economías de escala son lo suficientemente pronunciadas como para que el monopolista obtenga un volumen superior de producción al de la industria competitiva, pues sigue siendo cierto que el coste marginal de los recursos adicionales desplazados hacia la industria es menor que el valor marginal de la producción adicional. En este caso, ni el monopolio ni la competencia perfecta proporcionan resultados óptimos. La optimalidad requiere la satisfacción simultánea de dos condiciones: 1. La producción tiene que ser tal que el precio sea igual al coste marginal. 2. El proceso más eficiente (el de gran escala) es el que deberá usarse. La competencia perfecta satisface la primera condición pero no la segunda, mientras que el monopolio satisface la segunda pero no la primera. La solución política estaría en una gran empresa que aprovechara las ventajas de las economías de escala, pero que produjera hasta el punto en el que se igualasen precio y coste marginal, lo que el monopolista no haría voluntariamente.
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XX Discriminación de Precios Hasta ahora hemos supuesto que el monopolista fija el mismo precio a cada unidad de su producto, sin importar a quién y dónde lo vende. Sin embargo, son posibles otras situaciones; es frecuente, por ejemplo, que la leche se venda a un precio si está destinada a su consumo directo y a otro si se ha de emplear en la elaboración de helados o queso. En ocasiones, los médicos, los abogados o los asesores de empresas cobran sus servicios en función de las rentas de sus clientes. En algunos cines, como en algunas líneas aéreas, los precios son inferiores, tanto para los niños como para las personas mayores de sesenta y cinco años. Las empresas venden, a menudo, sus productos más baratos en el extranjero que en el mercado nacional. Las compañías eléctricas, en algunos casos, venden la electricidad más barata cuando va a ser empleada en la industria, que cuando está destinada al consumo doméstico. La discriminación de precios se produce cuando las empresas venden unidades diferentes de su producción a diferentes precios por razones que no tienen ninguna relación con las diferencias en los costes. En este punto se realiza un análisis formal de la discriminación de precios. El punto clave del análisis es que la discriminación de precios permite a los vendedores captar una parte del excedente del consumidor, que de otra manera iría a los compradores. Esto puede hacerse mediante dos tipos de discriminación, la primera entre las unidades vendidas a los compradores individuales, la segunda la realizada entre los compradores. La figura 4 muestra que, si el monopolista puede discriminar entre las unidades vendidas, siempre ganará más que cuando fija un precio único. Para cualquier nivel de producción siempre existe algún sistema de discriminación de precios que proporcionará unos ingresos totales mayores a los alcanzados con un determinado precio único. Por lo tanto, siempre que sea posible, valdrá le pena discriminar precios, ya que con ello se aumenta el ingreso que corresponde a cualquier cantidad producida. La discriminación de precios desvía el excedente del consumidor hacia los ingresos del productor. En cada uno de los cuatro paneles, el monopolista se enfrenta con la misma curva de demanda, D, suponiéndose que la cantidad vendida es q0. Cada empresa realiza una discriminación de precios distinta; en cada caso, el ingreso de la empresa se representa en el área ligeramente sombreada, mientras el excedente del consumidor se representa en el área más oscura. De esta forma se observa que a medida que aumenta la discriminación de precios, el excedente del consumidor disminuye y el ingreso del productor aumenta. La discriminación de precios no sólo incrementa el ingreso total del monopolio para un nivel de producción dado, también constituye un incentivo para que la empresa aumente su producción. El sentido intuitivo de esta proposición puede encontrarse si consideramos el ingreso marginal bajo un sistema de precios únicos y bajo un sistema discriminatorio. El monopolio que fija un precio único produce una cantidad menor que la industria perfectamente competitiva, ya que produciendo y vendiendo más hace que el precio disminuya en contra de su propio interés. La discriminación de precios permite a la empresa evitar esta falta de incentivo. En la medida en que efectúe sus ventas en bloques independientes, podrá vender una parte sin afectar al mercado de los bloques ya vendidos.
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Figura 4.
En el caso de la discriminación de precios perfecta, en la que cada unidad producida se vende a un precio diferente, la producción del monopolio sería la misma que la que correspondería a una industria perfectamente competitiva. Esto puede verse fácilmente. Si cada unidad puede venderse a un precio distinto, la empresa venderá una unidad adicional sin afectar al mercado de las unidades anteriores. El ingreso marginal de vender una unidad adicional es el precio de dicha unidad. Por lo tanto, la curva de demanda es la curva de ingreso marginal y el monopolista alcanza el equilibrio en aquel punto en el que el precio (en este caso, el ingreso marginal) es igual al coste marginal. Éste es también el punto de equilibrio competitivo. Se ha visto que la discriminación de precios es rentable cuando se puede realizar. La cuestión es saber cuáles son las circunstancias que permiten efectuar tal discriminación. La discriminación entre las unidades de producción vendidas al mismo comprador precisa que el vendedor sea capaz de seguir la pista de las unidades de producto que un comprador consume cada período.
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De este modo, la décima unidad adquirida por un determinado comprador en un mes concreto puede venderse a un precio distinto que la quinta unidad, solamente si el vendedor sabe quién la compra. Esto lo puede hacer una compañía eléctrica o del gas, por medio de la lectura de los correspondientes contadores; o las editoriales de publicaciones periódicas, que pueden distinguir entre los que renuevan la suscripción y los nuevos suscriptores. También es posible hacerlo en algunas empresas de servicios (por ejemplo, una dedicada a la limpieza de automóviles) extendiendo algún certificado que permita beneficiarse de un precio menor al utilizar el servicio por segunda vez dentro de un margen limitado de tiempo. Igualmente es factible, para los vendedores de cualquier artículo, adjuntar cupones al producto que permitan comprar, en un período determinado, el mismo bien a un precio reducido. Un resultado parecido se consigue cuando las empresas hacen propaganda del tipo «llévese tres y pague dos». La clave que facilita la existencia de una discriminación entre los distintos compradores se basa en la siguiente condición: la discriminación entre los compradores exige que los bienes no puedan ser revendidos por el comprador que adquiere el bien a un precio menor al comprador que hace frente a un precio más alto. Con frecuencia, esta reventa no se puede impedir. Aunque el carnicero del barrio quisiera que un banquero pagase el doble que el barrendero, no tendría ningún éxito si lo intentase. El banquero siempre puede ir a un supermercado en el que se desconozca su ocupación. Incluso si el carnicero y el supermercado se pusiesen de acuerdo para hacerle pagar el doble, siempre podría contratar al barrendero para que hiciese la compra en su lugar. En el lado opuesto, se encuentra el cirujano en la medicina privada, que puede tener éxito si decide discriminar entre sus clientes ya que al banquero no le beneficiará en nada que el barrendero se opere por él. La posibilidad de impedir la reventa tiende a asociarse con las características del producto o con la identificación de grupos bien definidos de compradores. Los servicios son menos fáciles de revender que los bienes; también es más fácil revender bienes muebles (como los electrodomésticos) que productos que precisan de una instalación compleja del fabricante (como la maquinaria pesada). Los costes de transporte, las barreras arancelarias o las cuotas a la importación sirven para separar geográficamente clases de compradores, haciendo posible la discriminación.
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3 EL FUNCIONAMIENTO DEL MERCADO MONOPOLÍSTICO Una empresa está en una situación de monopolio en un mercado si es la única oferente del producto, y si el producto es lo suficientemente diferente de los demás productos para que su curva de demanda pueda considerarse relativamente estable y no demasiado sensible a los cambios en los demás mercados. Las compañías eléctricas tienen auténticos monopolios en el suministro de electricidad dentro de sus respectivas zonas. Por el contrario, la empresa Seat, que tiene el monopolio de oferta de los coches Seat, opera en un mercado íntimamente relacionado con el de los coches Renault u Opel y no se le puede aplicar el análisis básico del monopolio. En una economía industrial amplia, el verdadero monopolio es en realidad un fenómeno raro, fuera de las industrias de servicios públicos como las abastecedoras de energía o transporte ferroviario. Otras que durante muchos años han tenido estructura de monopolio, como la telefonía, ha vivido un proceso de liberalización progresiva desde finales de los años ochenta.
3.1. EL MONOPOLIO A CORTO PLAZO XX La demanda y el ingreso La empresa monopolista seguirá las reglas generales de conducta de una empresa que trata de maximizar su beneficio, tal y como se estudió en el tema anterior, obteniendo un volumen de producción para el cual son iguales su coste marginal y su ingreso marginal. Sus costes se determinarán de manera similar a los de las empresas en competencia perfecta, pero la diferencia estará en la determinación del ingreso. Como el monopolista es el único oferente, la curva de demanda de su producción será la curva de demanda del producto en el mercado y tendrá, por tanto, una pendiente decreciente. A diferencia de la empresa en competencia perfecta, cuya participación en el mercado es tan pequeña que puede vender cuanto desee al precio en vigor, el monopolista solamente puede aumentar sus ventas si induce a los consumidores como grupo a comprar más, ofreciéndoles su producto a un precio inferior. Otra forma de ver esta diferencia es fijarse en que el monopolista puede subir su precio, perdiendo algunas ventas pero obteniendo un precio mayor por unidad en la cantidad que continúe vendiendo, mientras que la empresa en competencia perfecta no venderá nada si trata de elevar su precio por encima del vigente en el mercado. Dado que un monopolista solo puede vender más si rebaja su precio, su ingreso marginal (ingreso adicional por vender una unidad más) será menor que el precio, suponiendo que vende a todo el mundo al mismo precio, esto es trabajamos bajo la hipótesis de no discriminación de precios. XX Producción de equilibrio y beneficio La exposición geométrica del modelo elemental del monopolio puede verse en la figura 5. Contiene las curvas de costes medios y marginales de la empresa (CMe y CMa, respectivamente) y sus curvas de ingresos medios y marginales (IMe e IMa). Para el monopolista, la curva de ingresos medios es simplemente la curva de demanda del producto. La curva de ingresos marginales está situada necesariamente por debajo de la de ingresos medios, puesto que el ingreso marginal correspondiente a una cantidad vendida cualquiera es inferior al precio al que esta cantidad puede ser absorbida por el mercado.
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El volumen de producción más rentable para la empresa es aquel para el cual el coste marginal y el ingreso marginal son iguales, es decir, Q*, que corresponde en la abcisa al punto A de intersección de las curvas CMa e IMa. Obsérvese que esta intersección (A) de las curvas CMa e IMa no nos da más que el volumen de producción de máximo beneficio. La ordenada de A no es el precio; el precio tiene que leerse sobre la curva IMe (curva de demanda) en el punto B situado en la vertical de A. La acción abierta del monopolista será normalmente fijar precio y ofrecer entonces en venta lo que el mercado absorba a ese precio. De esta forma la secuencia de decisiones será la siguiente:
Figura 5.
1. Determinar la producción de máximo beneficio Q*. 2. Fijar el precio P*, al que los compradores adquirirán exactamente la cantidad Q*, y ofrecer el producto a ese precio. Si su información sobre la demanda del mercado es incorrecta, la empresa venderá exactamente Q* al precio P* y maximizará su beneficio. El coste medio de cada unidad vendida lo da el punto C sobre la curva de costes medios, y el ingreso medio es el precio, por lo que el beneficio por unidad viene dado por la distancia vertical BC. El beneficio total es el área sombreada en el gráfico, igual al beneficio por unidad multiplicado por el volumen de producción. Una vez que se han establecido las condiciones de demanda y de costes, el monopolista tiene solamente un precio y un volumen de producción que son óptimos. Carece de sentido preguntarse qué volumen de producción ofrecerá el monopolista a cada uno de los distintos precios. Una empresa monopolista determina el precio al que desea vender: es fijadora del precio; mientras que en competencia perfecta la empresa acepta el precio de mercado, que está fuera de su control, por lo que es precio-aceptante. Un mercado con monopolio de oferta carece de una curva de oferta del tipo ordinario, pues el monopolista no se propone ofrecer cantidades distintas a diferentes precios, sino que sólo ofrece una cantidad a un precio (recordemos que este análisis se realiza bajo la hipótesis de no discriminación de precios).
3.2. EL MONOPOLIO A LARGO PLAZO El monopolista tiene la misma oportunidad de realizar ajustes a largo plazo que la empresa competitiva. La empresa representada en la figura 5, por ejemplo, no se encontraría en equilibrio a largo plazo si fuera posible ampliar el tamaño de su planta de modo que pudieran obte-
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nerse producciones superiores a Q (correspondiente al punto en que el coste medio empieza a subir) al mismo coste medio que las producciones menores. Es evidente que el beneficio de la empresa aumentaría si pudiera obtener la producción Q* al mismo coste medio al que puede obtener la producción Q, dado que el coste medio habría bajado sin que ninguna otra cosa hubiese cambiado. Sin embargo, la empresa no elegiría en este caso la producción Q*; podría aumentar aún más sus beneficios con una expansión de producción. Si la empresa, mediante un aumento del tamaño de planta, puede prolongar hacia la derecha el tramo horizontal de la curva de costes medios, su equilibrio a largo plazo será aquél donde se igualen el coste medio y el ingreso marginal. La razón es que, cuando la curva de costes medios es horizontal los costes medios y los marginales son iguales, con lo que la igualdad del coste marginal y el ingreso marginal implica la igualdad del coste medio y el ingreso marginal. La empresa de la figura 5 aumentaría su capacidad hasta llegar, en el tramo de producción con coste medio mínimo, al volumen de producción de máximo beneficio, como se muestra en la figura 6, donde P** y Q** son el precio y la producción a largo plazo del monopolio. Hay que señalar que, con rendimientos constantes a escala, tanto el monopolista como la empresa en competencia perfecta producirán al coste medio mínimo. El monopolista lo hará fijando un precio por encima del coste medio mínimo (dado que está igualando el coste medio mínimo con el ingreso marginal), mientras que la empresa en competencia perfecta venderá a un precio igual al coste medio mínimo. Figura 6.
XX Variaciones de la demanda El poder del monopolio se ve también afectado por los desplazamientos a largo plazo de la demanda. Una variación en la curva de demanda afecta a la posición del monopolista a través de un complejo mecanismo, dado que su equilibrio depende tanto del tamaño de mercado como de la elasticidad de la demanda. La mayor elasticidad posible de la demanda (infinita) corresponde a la curva de demanda horizontal, que da las mismas condiciones de demanda que la competencia perfecta. Por tanto, mientras más elástica sea la demanda del producto que fabrica el monopolio, menos monopolista será la empresa, por lo que los desplazamientos de demanda que aumentan su elasticidad reducirán el poder efectivo de monopolio de la empresa. Parece observarse una tendencia económica general hacia el aumento de la elasticidad de la demanda de los artículos que usualmente se venden en condiciones de monopolio. La mayor parte de las barreras que defienden a un monopolio pueden sortearse parcialmente mediante la producción de artículos similares, aunque no idéntica. Los monopolios sostenidos mediante licencias, como los ferrocarriles han sido debilitados no por la competencia de otras empresas
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ferroviarias, sino por la competencia de los transportes por carretera o avión, que han elevado la elasticidad de la demanda de los transportes por ferrocarril. Los monopolios sostenidos mediante patentes se han visto asimismo sometidos a la competencia de productos similares que no requieren el proceso patentado.
3.3. BARRERAS DE ENTRADA Si el monopolio s rentable, otras empresas serán atraídas a producir ese mismo producto. La persistencia del monopolio depende de la presencia de algún tipo de barreras de entrada para otras empresas. Entre estas barreras se encuentran las siguientes: 1. Barreras de tipo legal Son ejemplos de estas barreras los derechos de autor, algunos tipos de licencias (que prohíben directamente la entrada a las demás empresas), las patentes (que impiden a otras empresas usar algún tipo esencial de técnica de producción) y las marcas registradas (que hacen difícil que otras empresas convenzan a los compradores potenciales de que su producto es idéntico al del monopolista). Estas barreras legales son la base más antigua y segura para la creación de un monopolio: los reyes solían conceder derechos de monopolio a quienes querían recompensar por algún servicio. También se han constituido amplios monopolios sobre la base de patentes y derechos de autor, aunque éstos sólo protegen durante un número limitado de años. 2. Barreras económicas Se deben principalmente a la existencia de indivisibilidades en la tecnología de producción. Estas indivisibilidades impiden a los potenciales competidores iniciar sus operaciones a una pequeña escala para ampliar después; tienen que entrar operando desde el principio a una gran escala. Entrar produciendo a gran escala entraña mayores riesgos para el competidor, y el mercado puede no ser lo suficientemente grande para absorber, con unos beneficios aceptables, la producción de dos empresas que operan con grandes dimensiones. Si, a pesar de estas circunstancias, aparecen competidores, la industria se transformará en un oligopolio (pues las empresas serían pocas y grandes) en lugar de alcanzar la estructura de la competencia perfecta. 3. Barreras de tipo informal y frecuentemente ilegal Suelen consistir en la intimidación física, financiera o política de los posibles competidores. Una empresa puede, por ejemplo, llegar a un acuerdo informal con el oferente de una materia prima esencial para que no la suministre a los competidores potenciales. Barreras de esta clase implican algunos costes, tal vez un soborno, para el monopolista.
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4 LA REGULACIÓN DEL MONOPOLIO Las ineficiencias económicas que lleva consigo el monopolio constituyen el problema más conocido y antiguo que se presenta en el funcionamiento de la economía de mercado; por ello, la política antimonopolista tiene una larga historia. Por otra parte, los beneficios del monopolio pueden ser considerables, y el monopolista tiene un claro interés en ejercer presiones políticas contra los intentos de reducir su poder económico. El Estado puede sentir la tentación de apoyar a los monopolios a cambio de una parte del beneficio de los monopolistas y, desde luego, así lo ha hecho en el pasado. Desde el punto de vista de la eficiencia económica, la política frente al monopolio en una economía de mercado dependerá fundamentalmente de la presencia o ausencia de economías de escala importantes. En ausencia de éstas, no existe ningún argumento a favor del monopolio, pero si hay economías de escala, la tolerancia del monopolio puede ser una política mejor que la promoción de una industria compuesta por empresas pequeñas e ineficientes, aunque no sea la mejor política posible.
4.1. POLÍTICAS ANTI-MONOPOLIO Se ha argumentado a veces que no se necesita ninguna política antimonopolista positiva, sino simplemente que la acción del Estado no fomente el monopolio. La base de la argumentación es la siguiente: el monopolio tiende por su propia naturaleza a autodestruirse, pues los elevados beneficios que obtiene atraerán competidores nuevos que romperán el monopolio siempre que no existan barreras a la entrada; y por otra parte, que hay pocas barreras a la entrada que puedan mantenerse si no hay una acción del Estado que las respalde. En la realidad, aunque es cierto que las fuerzas de la competencia actúan contra la persistencia del monopolio, todos los testimonios indican que su actuación es muy lenta. Mas aún, todos los casos conocidos de ruptura de un monopolio han desembocado en la formación de un pequeño grupo de grandes empresas (oligopolio), quedando allí, aunque algo reducidas, todas las ineficiencias básicas de la competencia imperfecta. Por tanto, no podemos eludir la necesidad de una política frente el monopolio. Esta política tendrá que presentarse en dos frentes diferentes: 1. Evitar o eliminar el monopolio en los casos en que no se observe la existencia de eficiencias económicas asociadas a una gran escala de las empresas. 2. Permitir que exista un solo oferente en los casos en que se observe la existencia de economías de escala, pero evitando o prohibiendo que adopte la política de precios de un monopolista. Está bastante claro que el primer requisito de una buena política contra el monopolio, como de cualquier otra política, es disponer de información, pues la actitud frente al monopolio en una industria concreta dependerá de que realmente existan o no en ella economías de escala, y de la magnitud de las mismas. Hay ciertos casos en los que la existencia de economías de escala se acepta por puro empirismo. Se trata de los llamados monopolios naturales, como el suministro de servicios telefónicos, gas y electricidad, correos y, a veces, el transporte (aunque en los últimos años se esta produciendo un profundo replanteamiento de estos monopolios naturales). La prestación del
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servicio lleva consigo en todos estos casos la construcción previa de una amplia red de líneas telefónicas, líneas de transmisión, redes de conducciones, enlaces postales u otras estructuras básicas que, una vez creadas, pueden servir para atender a muchos clientes con un pequeño coste adicional. Si la industria es más eficiente con un único oferente que con muchos, existen tres opciones fundamentales en cuanto a la política a seguir: 1. No hacer nada, permitiendo que la empresa única opere como un monopolio ordinario que trata de maximizar sus beneficios. 2. Permitir que una empresa privada opere en régimen de monopolio, pero regulándolo mediante la fijación del precio o la aplicación de algún sistema de impuestos especiales, a fin de que su comportamiento se asemeje más al de una empresa en competencia que a un monopolio en lo que se refiere al precio y el volumen de producción. 3. Convertir el monopolio en propiedad pública, con lo que política de precios y producción será fijada directamente por el Estado. Si nos ajustamos a un modelo analítico elemental de la empresa, no hay ninguna diferencia entre la regulación y la propiedad pública. En principio, la empresa privada puede ser regulada para que actúe exactamente igual que lo haría una empresa pública bajo instrucciones oficiales. Si en el comportamiento deseado se incluyera el funcionamiento con pérdidas, el coste para el Estado de una intervención a la empresa privada sería equivalente a la pérdida que soportaría directamente en caso de ser pública la empresa. Pero cuando descendemos al detalle del funcionamiento en condiciones reales, surgen diferencias entre la propiedad pública y la regulación. Si el precio regulado se fija con independencia de los beneficios de la empresa, la empresa privada se siente fuertemente estimulada a mejorar su eficiencia técnica y reducir sus costes, cosa que no sentirán los administradores de una empresa pública. Por el contrario, si es el beneficio unitario lo que se regula, que es el caso más frecuente, la empresa privada puede perder este incentivo, pues las reducciones de sus costes darán lugar sencillamente a reducciones de los precios, sin que cambien los beneficios. El tipo más corriente de regulación de los servicios públicos en España consiste en que una comisión reguladora fije un precio máximo (gasolina, teléfonos, electricidad...) que la empresa puede aplicar a los diferentes tipos concretos de servicios, utilizando como criterio algún nivel estándar de beneficio, que la empresa concesionaria del servicio no deberá sobrepasar. En la práctica, esta tasa estándar de beneficio es a la vez un máximo y un mínimo, la empresa no puede aplicar unos precios más altos que den lugar a un beneficio superior a aquella tasa, pero se le garantiza de hecho que podrá siempre cargar los precios que le proporcionen la tasa máxima de beneficio permitida. En la figura 7 vemos un análisis gráfico de esta regulación de precio máximo, que denominaremos Pb. El punto socialmente óptimo es el C, donde Cma es igual al precio, pero el monopolio no puede cubrir costes vendiendo a un precio Pc. La regulación iría encaminada a que el precio se fije al nivel de CMe. En el punto B se fija un precio inferior al precio del monopolio (Pm), pero sin forzar al monopolista a salir del mercado.
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Si aumentan los costes, la empresa solicita, y suele obtener, un aumento de los precios. El organismo regulador no tiene ningún control sobre los costes, y se limita a aceptar la que la empresa declara. De esta forma, el sistema no ofrece garantía de que se emplee efectivamente la tecnología de menor coste e incluso favorece las inversiones de capital muy costosas que pueden ser antieconómicas. La propiedad pública tiene también sus propios problemas, muchos de los cuales son más políticos que económicos en sentido estricto. Las empresas de propiedad pública pueden estar bajo fuertes presiones para otorgar a grupos políticamente poderosos concesiones económicas que no tendrían ninguna justificación por razones de política económica. Pueden verse obligadas a subvencionar otras actividades del Estado (por ejemplo, Figura 7. a conceder pases gratuitos en el transporte urbano a los jubilados) y están a la vez sujetas a críticas si operan con pérdidas. Pueden estar organizadas con arreglo a unas estructuras de gestión que proceden de la experiencia burocrática y no son adecuadas para el funcionamiento de una empresa; y pueden verse también obligadas a contar con directivos cuyas principales cualificaciones son políticas. Muchas de las empresas públicas de mayor éxito son las que tienen una estructura parecida a la de una sociedad anónima privada, con sus acciones en manos del público, lo que da a sus administradores casi la misma libertad de acción que en una empresa privada. Este es el modelo que se ha ido adoptando progresivamente en España para algunos ex-monopolios muy significativos.
4.2. FOMENTO DE LA COMPETENCIA Pasemos ahora a los casos en que no existen economías de escala importantes y, por consiguiente, hay fuertes argumentos en pro de la competencia. En muchos países no existe una política sobre esta cuestión. Los Estados Unidos y la Unión Europea cuentan con el sistema más desarrollado de acción en este campo, en lo que constituye una mezcla de disposiciones conocida con el nombre de legislación antitrust. Estas medidas tratan sobre todo de declarar ilegales los métodos más obvios por los que una empresa podría obtener y mantener un monopolio en una industria sin economías de escala. Entre estos métodos prohibidos se incluyen:
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La compra de empresas competidoras o la fusión con ellas.
Acuerdos con un proveedor importante de medios de producción para que deje de suministrárselos a las empresas competidoras.
Acuerdos con sindicatos de trabajadores para boicotear a las empresas competidoras.
Adquisición del control de una importante fuente de abastecimiento de la industria o de un competidor esencial de sus productos.
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Es probable que las medidas antitrust sean suficientes para evitar la creación de monopolios, pero no lo son para evitar el oligopolio, y no suelen ser suficientes para garantizar la competencia perfecta. Si el monopolio ya existe, la prohibición de las técnicas de monopolización carece evidentemente de sentido. En este caso, se tendrá que romper el monopolio, partiéndolo en varias empresas menores, o habrá que arbitrar medidas que aseguren el crecimiento de las empresas competidoras. La legislación norteamericana incluye disposiciones para dividir las grandes empresas, pero los problemas para desmontar un monopolio son enormes. ¿En cuántas partes hay que dividirlo? ¿Con qué criterios? ¿A quién debe atribuirse la propiedad de las distintas partes? El ejemplo clásico de ruptura de un monopolio el de la Standard Oil (1911), que tardó muchos años en consumarse, y que se dividió en 34 partes, la mayoría de ellas muy grandes: Standard Oil de New Jersey (actual Exxon), Standard Oil de New York (actual Mobil), Standard Oil of California (actual Chevron), Standard Oil of Indiana (actual Amoco), Atlantic Continental y otras empresas de tamaño similar. El resultado fue una estructura oligopolística, o una serie de monopolios regionales en competencia muy imperfecta. También se ha empleado en los Estados Unidos el fomento de empresas competidoras, como por ejemplo, después de la segunda guerra mundial, vendiendo el Gobierno a Kaiser Aluminum y no a Alcoa las instalaciones sobrantes de la guerra, con objeto de romper la posición cuasimonopolística de esta última compañía. Ha habido otros intentos oficiales para mantener en funcionamiento varias empresas, como por ejemplo, el intento de la Unión Europea de crear una importante industria aeronáutica a través del Airbus, para hacer frente a las dos compañías americanas que copaban el mercado hasta hace pocos años, Mc Donell Douglas y Boeing. Pero, como en los casos de ruptura de monopolios, el resultado siempre es el oligopolio.
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BIBLIOGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA REFERIDA LANCASTER, K.: Economía Moderna. Alianza Editorial. Madrid, 2004. LIPSEY, R.G.: Introducción a la Economía Positiva. Ed. Vicens Vives. Barcelona, 1999. MOCHÓN MORCILLO, F.: Economía, teoría y política. Ed. McGraw Hill Interamericana de España. Madrid, 2000. MOCHÓN, F.: Microeconomía. Ed. McGraw-Hill Interamericana de España. Madrid, 1997. SALVATORE, D.: Teoría y problemas de microeconomía. Ed. McGraw-Hill Interamericana de España. Madrid, 1992. VARIAN, H.R.: Microeconomía intermedia: un enfoque actual. Antoni Bosch Editor, 2001.
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RESUMEN La competencia imperfecta y la concentración de capitales. Origen y características del monopolio. El funcionamiento del mercado monopolístico. La regulación del monopolio.
1. LA COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA CONCENTRACIÓN DE CAPITALES Una industria es de competencia imperfecta cuando las empresas oferentes influyen individualmente en el precio del producto de la industria. El término, economía de escala, se aplica cuando los grandes niveles de producción tienen costes medios inferiores a los que corresponden a niveles de producción más reducidos. Las economías de escala pueden derivarse de diversas fuentes, pero las más importantes se deben a las indivisibilidades tecnológicas. Las economías de escala se presentan en la mayoría de los procesos fabriles, en el transporte y en los servicios públicos.
2. ORIGEN Y CARACTERÍSTICAS DEL MONOPOLIO 2.1. ORIGEN Desde Adam Smith, finales del siglo XVIII, se defiende una economía sin control estatal alguno. En la industria manufacturera, entre otras, existen dos importantes factores técnicos que facilitan el crecimiento de la competencia imperfecta: a) Existencia de importantes economías de escala en la producción. b) Posibilidad de practicar una diferenciación del producto.
2.2. CARACTERÍSTICAS El monopolio sin economías de escala tiene unos costes medios, a largo plazo, que serán los mismos para la industria competitiva, y el coste marginal coincidirá con los costes medios.
La diferencia entre, el precio de monopolio (Pm) y el precio de competencia (Pc), es el margen del monopolista. El margen del monopolista es el aumento de beneficio sobre el precio de competencia que resulta más rentable para el monopolista. La ineficiencia económica que resulta del monopolio, se debe a la reducción de la producción llevada a cabo por el monopolista para aumentar el precio hasta el nivel que le es más rentable. En el monopolio con economías de escala, el coste marginal de los recursos adicionales desplazados hacia la industria es menor que el valor marginal de la producción adicional. En este caso, ni el monopolio ni la competencia perfecta proporcionan resultados óptimos. La optimalidad requiere la satisfacción simultánea de dos condiciones: a) La producción tiene que ser tal que el precio sea igual al coste marginal. b) El proceso más eficiente, el de gran escala, es el que deberá usarse. La discriminación de precios se produce, cuando las empresas venden unidades diferentes de su producción a diferentes precios, con las diferencias en los costes. La discriminación de precios no sólo incrementa el ingreso total del monopolio, para un nivel de producción dado, también constituye un incentivo para que la empresa aumente su producción. El monopolio que fija un precio único produce una cantidad menor que la industria perfectamente competitiva, ya que produciendo y vendiendo más hace que el precio disminuya en contra de su propio interés. La discriminación de precios permite a la empresa evitar esta falta de incentivo. La clave que facilita la existencia de una discriminación de precios perfecta, se basa en la siguiente condición: la discriminación entre los compradores exige que los bienes no puedan ser revendidos, por el comprador que adquiere el bien, a un precio menor, al comprador que hace frente a un precio más alto.
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3. EL FUNCIONAMIENTO DEL MERCADO MONOPOLÍSTICO Una empresa está en una situación de monopolio, en un mercado, si es la única oferente del producto, y si el producto es lo suficientemente diferente de los demás productos para que, su curva de demanda, pueda considerarse relativamente estable y no demasiado sensible a los cambios en los demás mercados.
3.1. EL MONOPOLIO A CORTO PLAZO El monopolio a corto plazo determinará sus costes de manera similar a los de las empresas en competencia perfecta, pero la diferencia estará en la determinación del ingreso. La acción abierta del monopolista será fijar precio, y ofrecer en venta lo que el mercado absorba a ese precio. De esta forma la secuencia de decisiones será la siguiente: a) Determinar la producción de máximo beneficio Q*. b) Fijar el precio P*, al que los compradores adquirirán exactamente la cantidad Q*, y ofrecer el producto a ese precio.
3.2. EL MONOPOLIO A LARGO PLAZO Con rendimientos constantes a escala, tanto el monopolista como la empresa en competencia perfecta producirán al coste medio mínimo. El monopolista lo hará fijando un precio por encima del coste medio mínimo, dado que está igualando el coste medio mínimo con el ingreso marginal, mientras que la empresa en competencia perfecta venderá a un precio igual al coste medio mínimo. Cuantas más variaciones haya de la demanda del producto, que fabrica el monopolio, menos monopolista será la empresa, por lo que los desplazamientos de demanda que aumentan su elasticidad reducirán el poder efectivo de monopolio de la empresa.
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3.3. BARRERAS DE ENTRADA Existen barreras de entrada para otras empresas. a) Barreras de tipo legal. b) Barreras económicas. c) Barreras de tipo informal y frecuentemente ilegal.
4. LA REGULACIÓN DEL MONOPOLIO 4.1. POLÍTICAS ANTI-MONOPOLIO La política anti-monopolio se presentará en dos frentes diferentes: a) Evitar el monopolio en los casos de económias asociadas a una gran escala de las empresas. b) Permitir que exista un solo oferente, pero evitando que adopte la política de precios de un monopolista. Las empresas de propiedad pública pueden estar bajo fuertes presiones para otorgar a grupos políticamente poderosos, concesiones económicas.
4.2. FOMENTO DE LA COMPETENCIA Las medidas antitrust tratan de declarar ilegales los métodos más obvios por los que una empresa podría obtener y mantener un monopolio en una industria sin economías de escala. Los Estados Unidos y la Unión Europea cuentan con este sistema de acción, en pro de la competencia.
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