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ECONOMÍA Los problemas económicos básicos. Formas de adoptar las decisiones económicas: la tradición, el mercado, la autoridad. Las formas de organización de la actividad económica.
40-15016-13
Los sistemas económicos.
Temario 1993
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1. LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS BÁSICOS 2. FORMAS DE ADOPTAR LAS DECISIONES ECONÓMICAS: LA TRADICIÓN, EL MERCADO, LA AUTORIDAD 2.1. LA TRADICIÓN 2.2. LA AUTORIDAD 2.3. EL MERCADO
3. LAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 3.1. EL LIBERALISMO 3.2. EL INTERVENCIONISMO 3.3. LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA
4. LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 4.1. EL CAPITALISMO 4.2. EL SOCIALISMO
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INTRODUCCIÓN
En este tema se analizarán los problemas económicos básicos que surgen en todas las sociedades que se enfrentan a la tarea de distribuir y organizar la producción que será la base de la actividad económica. Las tres cuestiones fundamentales serán qué cómo y para quién producir. También se estudiarán las distintas formas de organización política bajo las cuales se adoptarán las decisiones económicas, que no son otras que la tradición, el mercado y la autoridad. Una vez definidas estas formas de organización pasaremos a analizar las formas de organización de la actividad económica propiamente dicha que serán muy distintas si se basan en la doctrina liberal, en el intervencionismo o en la planificación económica. Para terminar, se hará un pequeño análisis de los sistemas económicos más importantes vigentes en la actualidad: el capitalismo y el socialismo.
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1 LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS BÁSICOS Toda sociedad humana, ya sea un país industrial avanzado, una sociedad comunista planificada centralmente, una comuna de Taos o una sociedad isleña aislada, debe enfrentarse a tres problemas económicos fundamentales e interdependientes y resolverlos.
¿Qué mercancías van a producirse y en qué cantidades? ¿Cuántos bienes y servicios de los muchos posibles va a producir la economía? ¿Cuándo van a producirse? ¿Debe producir pizzas y camisas hoy? ¿Unas cuantas camisas de buena calidad o muchas baratas? ¿Muchos bienes de consumo (como pizzas y conciertos) o unos cuantos bienes de consumo y muchos bienes de inversión (como fábricas de pizzas y salas de conciertos) para aumentar el consumo futuro?
¿Cómo van a producirse los bienes? ¿Quién los va a producir, con qué recursos y con qué métodos tecnológicos? ¿Quién cazará y quién pescará? ¿Se producirá la electricidad por medio de petróleo y carbón o de saltos de agua y átomos o del sol y el viento? ¿Artesanalmente o en serie? ¿En grandes sociedades anónimas privadas o en empresas públicas? De utilizar todas estas fuentes, ¿en qué cantidad cada una de ellas?
¿Para quién van a producirse los bienes? ¿Quién va a disfrutar y beneficiarse de los bienes y servicios de la nación? O dicho de otro modo, ¿cómo va a dividirse el producto nacional entre los diferentes individuos y familias? ¿Tendremos una sociedad en la que haya unos pocos ricos y muchos pobres o en la que todos compartan por igual la producción de la nación? ¿Retribuiremos más la fuerza física o el coeficiente de inteligencia? ¿Deben heredar la tierra los egoístas y emprendedores? ¿Deben comer bien los vagos?
Aunque estos tres problemas son fundamentales y comunes a todas las economías, cada sociedad trata de resolverlos de distinta forma. Cada una de estas cuestiones será resuelta a través de una teoría distinta:
¿Qué producir? Teoría de los precios.
¿Cómo producir? Teoría de la producción.
¿Para quién producir? Teoría de la distribución.
Tras una atenta lectura, observamos que los tres problemas fundamentales económicos se deben, en realidad, a las limitaciones y elecciones entre los factores productivos y los bienes producidos finalmente en una economía. Los factores productivos son las mercancías o los servicios que utilizan las empresas en sus procesos de producción. Se combinan para obtener productos, mientras que éstos consisten en la variada gama de bienes y servicios útiles que se consumen tras pasar por un proceso de producción. Por ejemplo, cuando se hace una tortilla, los huevos, la sal, el fuego, la sartén y el trabajo cualificado del cocinero son los factores. La esponjosa tortilla es el producto.
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Los factores de producción, como ya vimos en el tema anterior, se clasifican en tres grandes tipos: recursos naturales, trabajo y capital. ¿Por qué surgen las cuestiones fundamentales del qué, el cómo y el para quién producir? Son planteadas fundamentalmente porque la gente quiere consumir mucho más de lo que puede producir una economía. Si pudieran producirse cantidades infinitas de todos y cada uno de los bienes o si los deseos humanos se satisficieran plenamente, no procuraríamos que se utilizaran eficientemente los recursos escasos, ni los empresarios perderían el sueño porque se despilfarrara trabajo o energía. Por otra parte, como todos podríamos tener tanto como quisiéramos, no importaría entonces cómo se distribuyeran las rentas entre las diferentes personas o clases. En ese paraíso de la prosperidad, no habría bienes económicos entendidos como tal, es decir, bienes escasos o limitados. No haría falta economizar en el consumo y, de hecho, la economía ya no sería una ciencia vital. Todos los bienes serían gratuitos, como la arena del desierto o el agua de la playa. Ninguna sociedad ha llegado a una utopía de posibilidades ilimitadas. Los bienes son limitados, mientras que los deseos parecen ilimitados. Las economías industriales avanzadas parecen realmente ricas en comparación con las naciones pobres o las primeras civilizaciones primitivas, pero el aumento de las rentas trae consigo niveles de consumo más altos y necesidades cada vez mayores. Si investigáramos los patrones de consumo, observaríamos que los individuos quieren y necesitan calefacción y refrigeración centrales, películas y discos compactos, automóviles y ordenadores personales, conciertos y actividades recreativas, tiempo de ocio e intimidad, aire puro y agua limpia, fábricas seguras y calles limpias y muchos otros bienes y servicios. Si sumáramos todos los deseos, nos encontraríamos inmediatamente con que no hay suficientes bienes y servicios para satisfacer una pequeña parte de los deseos de consumo de todo el mundo. De poco sirve que el biólogo nos diga que podemos alimentarnos bien con poco dinero al día. Todo el que haya llevado un presupuesto sabe que las necesidades sociales de la vida (las absolutamente imprescindibles) sobrepasan con mucho las necesidades fisiológicas mínimas de alimentos, vestido y alojamiento. En 1958, J. Kenneth Galbraith señalaba en La sociedad opulenta que los consumidores suelen cambiar de un artículo a otro en respuesta a las presiones de la moda y la publicidad. Pero la economía debe tener en cuenta los deseos y las necesidades de los consumidores, ya sean genuinos o inventados. Los economistas investigan cómo se relacionan los bienes limitados entre los deseos que genera una sociedad. La ley de la escasez establece que los bienes son escasos porque no hay suficientes recursos para producir todos los que desea consumir la gente. Ante esta innegable verdad (que los bienes son escasos en relación con los deseos), la economía describe y analiza la forma en que las distintas sociedades hacen frente a los recursos limitados, eligiendo diferentes cestas de bienes (el qué), seleccionando entre diferentes técnicas de producción (el cómo) y decidiendo, en última instancia, quién debe consumir los bienes (el para quién).
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2 FORMAS DE ADOPTAR LAS DECISIONES ECONÓMICAS:
LA TRADICIÓN, EL MERCADO, LA AUTORIDAD
Para el economista, la sociedad presenta un aspecto poco común. A pesar de los problemas de la pobreza, la contaminación o los conflictos bélicos, el economista ve un proceso que debe entender antes de fijar su atención en los problemas del momento, sean de la urgencia que sean. Ese proceso es el mecanismo para la supervivencia básico de la sociedad, un mecanismo para llevar a cabo las complicadas tareas de qué, cómo y para quién producir necesarias para su misma continuidad. Pero el economista ve también algo más que a primera vista resulta bastante sorprendente. Al examinar no sólo la diversidad de las sociedades contemporáneas, sino dando además una rápida ojeada a toda la historia, el economista descubre que el hombre no ha podido resolver con éxito los problemas económicos sino a través de tres caminos. Esto es, dentro de la enorme diversidad de las instituciones sociales actuales que dirigen y moldean el proceso económico, el economista conjetura que hay sólo tres tipos culminantes de sistemas, los cuales, ya sea por separado o combinados entre sí, permiten a la humanidad resolver su desafío económico. Estos tres grandes sistemas económicos son los siguientes: los regidos por la tradición, los regidos por la autoridad los regidos por el mercado.
2.1. LA TRADICIÓN Tal vez la manera más antigua de hacer frente al desafío económico y hasta hace pocos años la que indudablemente gozaba de una aceptación más general, ha sido la tradición. Esta fue una modalidad de organización social en la cual, tanto la producción como la distribución estaban basadas en procedimientos del pasado remoto, que se consolidaron como resultado de un largo proceso histórico de ensayos y errores y se mantuvieron mediante fuertes sanciones de la ley, de la costumbre y de la creencia. Las sociedades basadas en la tradición resuelven los problemas económicos con gran flexibilidad. Primero, tratan el problema de la producción (asegurar que las tareas necesarias sean ejecutadas), transmitiendo el oficio de padres a hijos. Así, una cadena hereditaria garantiza que las habilidades pasarán de unos a otros y que los oficios se sucederán de una generación a otra. Adam Smith escribió que en el antiguo Egipto, todo ser humano estaba obligado por razones religiosas, a seguir la ocupación de sus padres, y cualquier cambio de ocupación se consideraba como el más abominable sacrilegio. Y no sólo en las civilizaciones de la antigüedad se preservó un ordenamiento productivo dentro de la sociedad. En nuestra propia cultura occidental, hasta los siglos XV y XVI, la asignación hereditaria de las tareas constituía también la principal fuerza estabilizadora dentro de la sociedad. Aun cuando había algún intercambio entre el campo y la ciudad y de una ocupación a otra, el nacimiento determinaba generalmente el papel que cada cual desempeñaría en la vida. Uno nacía destinado para la tierra o para el comercio, siguiendo las huellas de sus antepasados. Así, la tradición era la fuerza estabilizadora e impulsora que actuaba detrás de un gran ciclo recurrente de la sociedad, asegurando que el trabajo se ejecutase cada día de un modo muy parecido a como se había hecho en el pasado. Aún en la actualidad, en las naciones menos industrializadas del mundo, la tradición desempeña este inmenso papel organizador. Al menos hasta hace poco tiempo, en la India uno nacía dentro de una casta que tenía su propia ocupa-
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ción. «Mejor es el trabajo hecho por ti mismo, aunque no sea perfecto, que hacer el trabajo de otro, aunque resulte excelente», se predicó en el Bhagavad-Gita, el gran poema filosófico y moral de la India. La tradición no sólo proporciona una solución para el problema de la producción de la sociedad, sino que también regula el problema de la distribución. El modo de organización de la sociedad basado en la tradición a la hora de dividir el producto social puede llegar a ser muy sutil e ingenioso. También puede ser muy tosco y rudo, si se juzga según nuestras normas sociales actuales. Con frecuencia la tradición ha asignado a las mujeres (en las sociedades no industrializadas) la porción más raquítica del producto social. Pero independientemente de que la tradición difiera de nuestras opiniones morales habituales o esté de acuerdo con ellas, debemos comprender ha constituido durante muchos siglos un método viable para distribuir la producción de la sociedad. Las soluciones tradicionales a los problemas económicos de la producción y la distribución se encuentran más frecuentemente en sociedades agrícolas primitivas o sociedades no industrializadas, en las cuales, además de llenar una función económica, la aceptación indiscutible del pasado proporciona la perseverancia y la tolerancia necesarias para hacer frente a destinos adversos. Aun dentro de nuestra propia sociedad, la tradición continua desempeñando un papel en la resolución del problema económico. Su papel en la determinación de la distribución de nuestra propia producción social, es pequeñísimo, aun cuando la persistencia de ese tipo de pagos tradicionales (tales como propinas a los mozos, asignaciones a menores o bonificaciones basadas en la duración de los servicios prestados), son todos ellos vestigios de viejos sistemas tradicionales para distribuir los bienes, como también lo es el pago diferencial que se hace a hombres y mujeres aun cuando ambos ejecuten trabajos iguales. Gran parte del proceso que se sigue empleando actualmente en nuestra sociedad para la selección de personal, está decisivamente influido por la tradición. Todos conocemos familias en las que los hijos continúan el trabajo de sus padres dentro de una determinada profesión o negocio. En una escala un poco mayor, la tradición nos hace también alejarnos de ciertos empleos. Por ejemplo, los hijos de familias de clase media generalmente rehuyen los trabajos en fábricas, aun cuando en ellos pueden obtener mejor salario que en los trabajos de oficina, sólo porque el empleo en un taller no es tradicional dentro de la clase media. Así, inclusive en nuestra sociedad, la costumbre constituye un mecanismo importante en la solución del problema económico. Una consecuencia muy importante del mecanismo de tradición es que la solución que da a la producción y a la distribución es estática. Así, la economía de una tribu beduina o de una aldea de Burma, presenta hoy en día muy pocos cambios esenciales en relación con lo que era hace cien años o, inclusive, hace mil años. La mayor parte de los pueblos que viven en sociedades sujetas a la tradición, repiten en las normas diarias de su vida económica muchas de las rutinas que las caracterizaban en el pasado remoto. Estas sociedades pueden crecer y derrumbarse, remontarse y declinar, pero son acontecimientos externos (la guerra, el clima, aventuras y desventuras políticas) los que determinan sus cambios de situación. El cambio económico interno, generado en el seno mismo de la comunidad, no es más que un factor insignificante en la historia de la mayoría de los estados sujetos a la tradición. La tradición resuelve el problema económico, pero a expensas del progreso económico.
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2.2. LA AUTORIDAD El método de la autoridad impuesta, del mando económico no es tanto una solución basada en la perpetuación de un sistema viable a través de la repetición inalterable de sus modos habituales de obrar, sino que se basa en la organización de un sistema según las órdenes emitidas por un caudillo económico. Con cierta frecuencia encontramos el método autoritario de control económico superpuesto sobre una sociedad tradicional que le sirve de base. Así, los faraones de Egipto ejercían su mandato económico por encima del ciclo inmemorial de prácticas agrícolas tradicionales en las que se apoyaba la economía egipcia. El método autoritario de organización económica de ninguna manera se limitó a Egipto. Lo encontramos en los despotismos de la China medieval y clásica, que produjeron entre otras cosas, la colosal obra de la Gran Muralla, o en la labor que ejecutaron los esclavos para construir gran parte de las grandiosas obras públicas de la antigua Roma. Lo encontramos en el siglo XX en los mandatos de las autoridades económicas del comunismo. En forma menos drástica lo encontramos también en nuestra propia sociedad; por ejemplo, en forma de impuestos, es decir, en la apropiación de una parte de nuestro ingreso que realizan las autoridades nacionales para fines públicos. Un economía basada regida por la autoridad, igual que el sistema tradicional, ofrece soluciones a los problemas de la producción y distribución. En épocas de crisis agudas, provocadas por guerras por ejemplo, éste puede ser para la sociedad el único sistema efectivo para organizar su esfuerzo humano o distribuir sus bienes. Independientemente de su evidente eficacia para enfrentarse a los momentos apremiantes, el mando tiene una utilidad adicional en la solución del problema económico. A diferencia de la tradición, el ejercicio del mando no causa un retardo en la evolución económica. Sin duda, el ejercicio de la autoridad es el instrumento más poderoso con que la sociedad cuenta para reforzar su transformación económica. Por ejemplo, la autoridad en la China moderna o en la antigua Rusia ha efectuado cambios radicales en los sistemas de producción y de distribución. También en la sociedad occidental, ha sido y es necesaria a veces la intervención de la autoridad económica en el curso normal de la vida económica, para acelerar o provocar los cambios. Por ejemplo, el gobierno puede utilizar sus ingresos fiscales para trazar una red de carreteras que incorpore alguna comunidad estancada al flujo activo de la vida económica. Puede emprender la construcción de un sistema de regadío que cambiará radicalmente la vida económica de una vasta región. También puede influir considerablemente en la distribución de los ingresos entre las distintas clases sociales. Sin duda, la autoridad económica que se ejerce dentro del marco de un proceso político democrático es muy diferente de que ha sido impuesta por la fuerza a los ciudadanos de una sociedad. Hay una inmensa distancia social entre un sistema tributario controlado por el congreso y una descarada expropiación o una incautación del trabajo humano por parte de un gobernante supremo e indiscutible. Pero aun cuando los medios sean mucho más moderados, el mecanismo es el mismo. En ambos casos el poder desvía el esfuerzo económico hacia metas elegidas por una autoridad superior. En ambos casos interfiere con el orden existente en la producción y la distribución para crear un nuevo orden prescrito desde la situación de poder.
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En sí, esto no entraña ni un elogio ni una censura al ejercicio del mando. El nuevo orden impuesto por las autoridades puede disgustar o halagar nuestro sentido de justicia social, del mismo modo que puede mejorar o empeorar la eficiencia económica de la sociedad. Está claro que el mando puede ser un instrumento tanto de la voluntad democrática como de la totalitaria. No hay un juicio moral implícito que pueda formarse en este momento acerca de los grandes mecanismos de control económico. Antes bien, es importante señalar que ninguna sociedad (desde luego ninguna sociedad moderna) carece de elementos de mando, así como que ninguna está desprovista de la influencia de la tradición. Si la tradición constituye el gran impedimento para la transformación económica y social, también el mando económico puede ser el gran estímulo para dicho cambio. Como mecanismos para asegurar la solución venturosa del problema económico, ambos logran sus propósitos, ambos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. En conjunto, la tradición y la autoridad, son responsables en gran parte de la larga historia de los esfuerzos económicos que el hombre ha realizado con el fin de enfrentarse a su ambiente y a sí mismo. El hecho de que la sociedad haya sobrevivido es el testimonio de su efectividad.
2.3. EL MERCADO Existe una tercera solución del problema económico, es decir, una tercera solución al problema de mantener formas de producción y distribución socialmente satisfactorias y es la organización de la sociedad basada en un sistema de mercado, organización que, de modo verdaderamente notable, permite a la sociedad garantizar su propio abastecimiento con una cantidad de recursos mínima en comparación con los empleados por la tradición o el mando. Una economía de mercado es un complicado mecanismo que coordina a los individuos, las actividades y las empresas por medio de un sistema de precios. En este tipo de economías, no existe ningún individuo u organización responsable de la producción el consumo, la distribución y la fijación de precios. El mercado debe concebirse como un mecanismo mediante el cual los compradores y los vendedores pueden determinar los precios e intercambiar bienes y servicios. Pueden estar centralizados, como el mercado de valores, o descentralizados, como el de vivienda o trabajo, o puede tratarse incluso de un mercado electrónico como ocurre en el caso de muchos activos y servicios financieros, que se negocian por medio de ordenadores. El mercado se caracteriza fundamentalmente por reunir a los compradores y a los vendedores para fijar los precios y las cantidades. En un sistema de mercado, todo tiene un precio, que es el valor del bien expresado en dinero. Los precios representan los términos en los que las personas y las empresas intercambian voluntariamente las diferentes mercancías. A través de estos precios se equilibra el consumo y la producción de los diferentes mercados estableciéndose lo que se conoce como equilibrio general. Esto ocurre tanto para los bienes y servicios de consumo como para los factores productivos. La simple perplejidad que la idea de mercado crearía en la mente de alguien no familiarizado con ella, puede servir para aumentar nuestro propio asombro ante este mecanismo económico que resulta el más refinado e interesante de todos. ¿De qué manera nuestro sistema de mercado nos garantiza que nuestras minas encontrarán mineros y nuestras fábricas obreros? ¿Cómo se ocupa de la producción de ropa? ¿Cómo se produce el fenómeno de que, en una nación mane-
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jada por el mercado, cada persona pueda proceder realmente como quiera y al mismo tiempo llenar las necesidades que la sociedad presenta en su conjunto? La economía, tal y como la concebimos corrientemente, tiene por objeto principal precisamente el enfoque de estos problemas. Las sociedades que se basan fundamentalmente en la tradición para resolver sus problemas económicos, encierran menos interés para el economista profesional que para el antropólogo de la cultura o el sociólogo. Las sociedades que resuelven sus problemas económicos, valiéndose principalmente del ejercicio del mando, plantean interesantes cuestiones económicas: pero en ellas el estudio de la economía está necesariamente subordinado al estudio de la política y del ejercicio del poder. Es aquella sociedad que soluciona sus problemas económicos por medio del proceso del mercado, la que presenta un aspecto particularmente interesante para el economista. Es evidente que muchos de los problemas que se encuentran actualmente en los Estados con economía de mercado tienen que ver con el funcionamiento o mal funcionamiento de este sistema. Y como precisamente la razón de sus problemas contemporáneos a menudo nace de las operaciones del mercado, estudiamos la economía misma. A diferencia de lo que ocurre en el caso de la tradición y la autoridad, en los que rápidamente comprendemos la naturaleza del mecanismo económico de la sociedad, cuando tratamos de analizar una sociedad de mercado, nos encontramos perdidos si carecemos de conocimientos económicos. Porque en una sociedad de mercado, el hecho de que los problemas de producción y distribución tengan que resolverse mediante el libre intercambio de los individuos, sin la ayuda de pautas dictadas por la tradición o la autoridad, no resulta de ninguna manera evidente; tampoco es claro el modo ni el tamaño de las críticas que deban hacerse al mecanismo del mercado por las desgracias de la sociedad, después de todo también encontramos pobreza, descuido y contaminación y armamentos en economías que no son de mercado.
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3 LAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA La economía queda supeditada a la política, al decir que los fines que ha de cumplir la Ciencia Económica vienen fijados y determinados por otras disciplinas. No sólo por este motivo nos interesa la organización política de los Estados, sino además y muy principalmente porque ella marca el desenvolvimiento de la vida humana en un porcentaje muy elevado, y ya sabemos que una gran parte de esa actividad humana es actividad económica. Modernamente, no es suficiente con analizar los sistemas políticos de los países considerados aisladamente, sino que es preciso introducirse en un ámbito mucho más amplio, porque el desarrollo económico de un país está supeditado a la propia organización interna y también a la de otros países debido a las continuas relaciones internacionales de todo tipo. Las asociaciones de carácter económico-político son hoy muy numerosas entre países, y lo que ocurre en uno de ellos preocupa al resto porque, tarde o temprano, influirá de algún modo en todos los demás. En todos los problemas económicos coyunturales es concluyente la organización política de cada país, porque según sea ésta así será el grado de influencia que pueda desplegar en el campo económico que le corresponde. En términos generales podemos decir que la acción del Estado sobre la economía se concreta en dos líneas de actuación; una primera o de efectos directos y que tiene su origen en la propia actividad económica del Estado (Administración Pública), y otra, indirecta, que proviene de las directrices políticas emanadas del mismo y con destino a la acción económica general. En lo que difieren las distintas tendencias políticas es en qué momento termina la primera y dónde empieza la segunda, qué actividades debe controlar directamente el Estado y cuáles deja en manos privadas. Nos encontramos con dos posturas opuestas sobre el papel que el Estado debe tener en la actividad económica, por un lado la liberal, que mantiene que el Estado no ha de influir en las decisiones de producción y distribución de la economía y por otro lado la intervencionista, que defiende todo lo contrario. Entre el liberalismo económico puro, con origen en el liberalismo político del siglo XIX, que sólo asigna al Estado aquellas funciones económicas muy directas que se deriven de sus dos funciones primordiales: mantener el orden público, y cuidar de la seguridad interior y exterior del país; hasta el intervencionismo a ultranza por el que todo debe hacerlo el Estado, hay una larga serie de posiciones eclécticas con mayor inclinación hacia uno u otro extremo. Antes de dar las bases de cada uno de los pensamientos límites, hemos de concretar el hecho de la relatividad de ambos con respecto al tiempo y a la evolución que el mismo entraña en la organización política y social, porque lo que hoy se considera liberalismo, tan sólo hace 50 años hubiera parecido un intervencionismo intolerable, y viceversa..., y ésto no es otra cosa que una consecuencia de la propia evolución en la aplicación de las doctrinas y sistemas políticos.
3.1. EL LIBERALISMO El liberalismo económico apoya sus ideas de libertad de acción de los particulares en que cada unidad económica de consumo (familia) conoce la mejor forma de actuar para satisfacer sus necesidades porque es quien mejor conoce éstas, y la unidad económica de producción (empresa) es la primera interesada en obtener los bienes a bajo coste para intentar venderlos al precio más
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elevado posible. Si el beneficio así obtenido es alto, acudirán otras empresas que producirán los mismos bienes; se establece así una competencia que terminará por situar los precios a un nivel sólo algo superior a los costes. De esta forma los consumidores encuentran los bienes que desean (porque las empresas no fabricarán aquellos que no se demanden) a un precio reducido. Este proceso analítico conduce a solucionar el problema colectivo partiendo de actuaciones particulares interesadas en su propia situación. Esto lo resumía la famosa referencia de Adam Smith a la mano invisible: «El particular emplea su capital de forma que le produzca el mayor beneficio posible. Al hacerlo así, generalmente ni trata de favorecer el interés público ni sabe en cuánto le favorece; lo único que busca es su propia seguridad, su propio beneficio. Y en ello hay una mano invisible que le lleva a favorecer un fin que no estaba en sus intenciones. Al buscar su propio interés, el particular muchas veces favorece el de la sociedad mucho más eficazmente que si lo hiciese a propósito». En consecuencia, el liberalismo económico apoya la libre competencia entre empresas y no admite, no sólo ya la interferencia del Estado, sino tampoco las agrupaciones privadas cuya finalidad inmediata sea la de romper ese libre juego para mejorar sus resultados. No afirma que el Estado esté ausente de una manera total de los temas económicos, antes bien le asigna el papel de juez en el mantenimiento de la libre competencia, e incluso que intervenga en aquellos sectores donde los particulares no llegan o que sean de carácter esencial para la comunidad. La proyección del liberalismo económico en el comercio, y más concretamente en el internacional, se conoce con el nombre de librecambio, doctrina ésta cuya tesis central es que «cuanto menos sean los obstáculos, obstrucciones y restricciones al comercio internacional, los recursos de todos los países se utilizarán mejor y en consecuencia los niveles de vida a alcanzar por todos y cada uno serán los más elevados posibles». Dicho de otra forma, el librecambio induce a la especialización internacional, de modo que cada país producirá aquellos bienes para los que está mejor dotado vendiéndolos en el resto del mundo a un precio competitivo, beneficiándose no sólo él, sino también los países a los que la producción interna de estos bienes les resulte menos económica. No hemos de olvidar que las bases expuestas del liberalismo son principios y razonamientos teóricos perfectamente lógicos, pero al contrastar su aplicación real surgen una serie de inconvenientes, e incluso en el propio plano de la discusión teórica también se pueden poner objeciones a la doctrina liberalista. En primer lugar, puede que los responsables de la producción no conozcan con amplitud todas las posibilidades de factores a emplear, por lo que no siempre el producto se consigue con el menor coste, e incluso aunque haya algunas empresas que logren costes más bajos no quiere decir que sean las que continúen la producción, porque otras empresas económicamente más fuertes pueden reducir (por un tiempo) los precios y hacer caer a aquellas que producen más barato. Otra objeción es que el liberalismo económico no resuelve el problema de la formación de bienes de capital cuya rentabilidad no sea relativamente inmediata. Al ser la demanda más o menos inmediata la que rige el sistema, las empresas atenderán a esta demanda dedicando todos los medios a la obtención de esos beneficios, y descuidando la capitalización de aquellos
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que cubrirán necesidades indirectas por su lejanía en el tiempo, y que en su día probablemente serían rentables para los empresarios de dos o tres generaciones posteriores.
3.2. EL INTERVENCIONISMO La visión contraria al liberalismo es la que contempla el intervencionismo económico partidario de la dirección centralizada en el Estado de todos los asuntos económicos. Esta doctrina se apoya en dos argumentaciones básicas: una positiva, y que considera al país como una gran empresa que posee medios de producción y necesidades que atender, por lo que deben explotar sus recursos de la forma más racional y eficiente posible, y hacerlo para todos, siendo el Estado el ente más idóneo para su realización. La argumentación negativa se refiere al peligro que entraña el liberalismo, en el sentido de que muchos empresarios privados que no han podido superar el sistema de competencia (pérdidas, malos productos...) han estado utilizando recursos del país con mal aprovechamiento. El intervencionismo no admite este riesgo. Para llevar a cabo la dirección de la economía, el Estado ha de constituir oficinas y organismos rectores que orienten, ejecuten y controlen la producción; y aquí está precisamente la principal objeción hecha al intervencionismo: la burocracia y la incompetencia o inmoralidad de los funcionarios. Es probable que esas calificaciones sean demasiado drásticas y lo que realmente se quiera expresar es que, el mayor obstáculo con que cuentan las doctrinas intervencionistas es aquel que se deriva de la apatía y falta de interés personal de esos funcionarios motivado por la no consecución de beneficios individualizados acordes con el esfuerzo personal desarrollado. Cuando el interés personal y colectivo sobrepasan el ámbito estrictamente económico y entran, por ejemplo, en el área de la seguridad y la defensa, el intervencionismo es prácticamente imprescindible (casos de guerra, catástrofes,...). Teóricamente los dos sistemas conducen al mismo fin, por lo que no puede establecerse una comparación sobre la bondad de cada uno. Y en el terreno de las realizaciones prácticas, ambos son utópicos e irrealizables, por lo que los países que los han adoptado han ido poco a poco matizando sus sistemas de acción con aplicaciones del otro, y hoy puede afirmarse que todos los países tienen un sistema base, pero que tienden al opuesto en mayor o menor medida. La intervención del Estado en sentido moderno parte de los albores del siglo XIX cuando los gobiernos empezaron a preocuparse por las condiciones de trabajo, legislándose sobre el trabajo de los niños, las mujeres, etc., y posteriormente sobre el papel del Estado como mediador en los conflictos laborales entre trabajadores y empresarios. Las causas de intervención en los países tradicionalmente liberalistas se encuentran en las modificaciones a que ha dado lugar la industrialización y la producción en gran escala en la propia sociedad, que ha hecho surgir nuevas necesidades de carácter colectivo cuya satisfacción sólo puede ser resuelta por organismos que engloben a esa colectividad. Un economista tan caracterizado del sistema liberalista como el profesor Paul A. Samuelson dice sobre este tema: «La realidad es que muchas de las alabanzas al sistema de competencia están fuera de lugar porque el nuestro (se refiere al norteamericano) es un sistema mixto de empresas públicas y privadas, y es también un sistema mixto de competencia y monopolio. En resumen, no es ni blanco ni negro, sino gris y con lunares».
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Un cínico podría decir de la libre competencia lo que Bernard Shaw dijo, en cierta ocasión, del cristianismo: que su único defecto consiste en que nunca ha sido puesto en práctica. Jamás ha existido un siglo de oro de la libre competencia, y hoy día la competencia no es perfecta en el sentido económico, e incluso posiblemente, cada vez lo es menos, debido en gran parte a la índole peculiar de la producción en gran escala y a la técnica, a los gustos de los consumidores y a la organización comercial.
3.3. LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA Hacia la mitad del siglo XX surgió un nuevo sistema de organización de la actividad económica que tiene la denominación de planificación económica. De hecho, no es que se trate de un sistema mixto entre los dos clásicos, sino más bien un sistema más pragmático y realista que no se plantea si es el Estado o los particulares los que deben ejecutar las acciones económicas, sino que parte de los hechos, sin plantearse siquiera si tal o cual actividad debe ser pública o privada, simplemente asume el régimen político existente sin modificar la intervención estatal vigente, y se preocupa de dar orientación al sector privado. El sistema de planificación implica decisiones centralizadas sobre la producción, el control de precios y costes, la localización de industrias y servicios, etc. Puede decirse que la mayoría de los países industrializados, con un desarrollo suficientemente elevado, han planificado de algún modo y en grado variable su economía. El contexto de la planificación estatal es variable y puede ir desde la consecución de unos objetivos muy concretos de un pequeño sector hasta la consecución de otros tan amplios como el propio país. La forma de incidir en las actividades privadas es también muy amplia; esta guía u orientación puede hacerse mediante simples recomendaciones, hasta la acción directa en materia fiscal, crediticia, etc. El ejemplo más claro y cercano de planificación lo encontramos en Francia, que intentó coordinar los planes generales del gobierno y los de las empresas privadas cuyos beneficios vienen determinados, no en función de su adhesión al plan, sino, principalmente, por el mercado. Es por tanto una planificación extensiva y voluntaria que consiste en la conservación de la economía de mercado siendo compatible con la explotación racional de recursos a nivel nacional y de acuerdo con los gustos y preferencias de los consumidores. La mayor ventaja de este sistema consiste en que se promueve el desarrollo con rapidez y sin excesivas brusquedades al situar a las empresas privadas y a los organismos económicos del Estado en situación de conocer y eliminar las dificultades para el desarrollo futuro y reducir las incógnitas sobre las tendencias de la economía en su conjunto.
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4 LOS SISTEMAS ECONÓMICOS Es sorprendentemente difícil encontrar una definición sucinta de capitalismo. Pero todas las opiniones, de derecha o de izquierda, estarían de acuerdo en que sus características esenciales son éstas:
El derecho legal a la propiedad privada de los medios de producción. Bajo el capitalismo, los medios de capital de la sociedad son propiedad de una minoría de individuos (capitalistas) que tienen el derecho de usar esta propiedad para lograr utilidades privadas.
La determinación de la distribución en el mercado. El capitalismo descansa primordialmente en el sistema de mercado, no sólo para colocar sus recursos entre varios usos, sino también para establecer los niveles de ingreso (como salarios, rentas, utilidades) de las diferentes clases sociales.
La definición de socialismo es la imagen reflejada en el espejo (opuesta) del capitalismo. En su primera acepción, el término socialismo implica un sistema social que se diferencia de otros sistemas sociales por la naturaleza de sus relaciones de propiedad. El capitalismo reconoce un derecho relativamente irrestricto de propiedad privada en los medios de producción mientras que el socialismo niega este derecho y reserva tal propiedad a los organismos públicos. De esta manera, se establece la distinción medular entre el capitalismo y el socialismo en lo referente a la pertenencia de la propiedad, a lo cual, la mayoría de los socialistas añadirían también que, el socialismo, a diferencia del capitalismo, depende primordialmente de la planificación y no del mercado, tanto para la distribución total de sus recursos como para la de los ingresos. Estas definiciones son lo que el sociólogo Max Weber consideraba «tipos ideales». Tienen como fin resumir y abstraer de la enorme variedad de instituciones y experiencias históricas reales los elementos esenciales que dan forma a un modelo puro de institución o actividad en la cual estamos interesados. Tratamos de un tipo ideal como éste cuando estudiamos la operación de un mercado bajo competencia pura, sabiendo conscientemente que ningún mercado nunca estuvo en realidad libre de imperfecciones. De la misma manera el énfasis dado a la propiedad privada contra la pública y a la distribución planeada contra la de mercado sirve para pulir nuestra concepción de los elementos irreductibles de capitalismo y socialismo que deben ser descubiertos detrás de sus muchas variaciones en la historia real. Está claro que los elementos que todos aceptan como decisivos en la definición de capitalismo y socialismo como tipos ideales no nos dicen mucho acerca de las sociedades que muestran esos elementos característicos. En realidad, hoy en día al pensar en las diferencias entre las naciones occidentales capitalistas o entre las naciones occidentales socialistas comenzamos a preguntarnos si las palabras capitalismo y socialismo tienen algún significado.
4.1. EL CAPITALISMO El capitalismo, según el economista americano Daniel P. Loucks, es un sistema de organización económica caracterizado por la propiedad privada y por el uso para el beneficio privado del capital creado por el hombre y del de origen natural (tierra, etc.).
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Cuando se quiere detallar más el concepto de capitalismo, comienzan las dificultades, pues una de las características de este sistema es la del cambio de sus rasgos secundarios en el tiempo y en el espacio. Cuando se habla de los orígenes del capitalismo moderno, implícitamente se está haciendo referencia a la organización económica de la Europa de los siglos XVI al XVIII. Se puede tratar el capitalismo norteamericano actual o se puede estudiar el desarrollo capitalista en su conjunto, pero cuando se hace esto último, finalmente se acaba haciendo alusión a un tipo concreto de capitalismo. Hoy consideramos que el prototipo o modelo clásico del capitalismo fue precisamente el capitalismo liberal de la segunda mitad del siglo XIX, apoyado jurídicamente en la propiedad privada, con un ejército de reserva de trabajadores que permitían una desenfrenada explotación que hizo desarrollarse en alto grado la lucha de clases, y con un maquinismo y una división del trabajo en grado cada vez más elevado. Fueron la primera guerra mundial y la depresión económica iniciada en 1929 los que originaron cambios importantes en el sistema capitalista. La gran depresión hizo surgir formas de capitalismo totalitario, donde desaparecían las libertades formales, y en las cuales la intervención del Estado (en colisión con los grandes intereses económicos) aumentaba de forma extraordinaria. Surgieron las formas capitalistas del fascismo, el nacionalsocialismo y el corporativismo, que son intentos de defender el sistema capitalista tras épocas de intensa degradación del sistema por la guerra, el paro, las luchas sociales, etc. En los países donde el capitalismo liberal había alcanzado su máximo esplendor, la salida de la crisis se marcó con el comienzo de reformas económicas de importancia: incitaciones indirectas (EE.UU..), nacionalizaciones motrices (Reino Unido) y planificación indicativa (Francia). La autoridad económica ha pasado a desempeñar (en diferentes formas según la estructura económica de cada país) un papel cada vez más importante. Y ello con dos propósitos fundamentales: impedir la aparición de crisis económicas y asegurar el crecimiento económico continuado, sin bruscos movimientos. Una característica de las formas actuales del capitalismo, es que los servicios públicos han dejado de estar a la altura del consumo privado. Las escuelas no pueden competir con la televisión, el cine u otros espectáculos al uso. ¿Y por qué sucede esto en la actualidad? Porque el principio básico del capitalismo (el máximo de rentabilidad o de lucro a cortoplazo) no ha variado en absoluto. Todo lo que no ofrezca una saneadarentabilidad, y los servicios públicos y la atención a muchas necesidades sociales entran en esa categoría, se sitúan muy al final en la escala de preferencias para invertir. Para el trabajador, el trabajo no tiene sentido, sino en tanto que contribuye a la creación de un mundo más humano, en el que sus verdaderas necesidades individuales y colectivas se vean atendidas satisfactoriamente. Por el contrario para el capital, el trabajo no tiene sentido sino en cuanto que es origen de producción y de beneficios, cualquiera que sea la utilidad de los productos o servicios a los que se arrancan tales beneficios.
4.2. EL SOCIALISMO Como visión de conjunto, el socialismo es una corriente de pensamiento con multitud de expresiones, todas ellas coinciden en el afán de igualitarismoentre los hombres, que teóricamente no puede ser logrado sino con una mayor o menor sustitución de la propiedad privada por la colectiva en los medios de producción.
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Los fundadores del llamado «socialismo científico», Marx y Engels, dedicaron todo su esfuerzo al análisis de la sociedad capitalista en que vivimos. Estos se negaron, por cuestión de principios, a tratar el problema más detalladamente, por temor a resultar más utópicos que científicos. De hecho, fueron los dos primeros planes quinquenales soviéticos los que demostraron con la evidencia que el socialismo podría funcionar. Muy posteriormente aparecieron una serie de exposiciones teóricas sobre la construcción del socialismo, hechas por quienes en mayor o menor grado habían sido protagonistas de tal proceso. En este sentido, pueden citarse la obra de Stalin, así como la de Oskar Lange y otros teóricos de este sistema. Los pasos a seguir, según Lange, para realizar con resultado positivo la revolución socialista, son los siguientes: 1. Reforma agraria Debe quedar claro que la revolución socialista se distingue sustancialmente de todas las revoluciones o transformaciones político-económicas precedentes. El Gobierno socialista tiene que realizar una serie de reformas para transformar la estructura socioeconómica. Desde esta perspectiva, la reforma agraria es decisiva para suprimir los vestigios de feudalismo que aún tuvieran su asiento en este sector de la producción y para redistribuir la riqueza y la renta entre la población campesina, que en lo sucesivo será un sólido apoyo de transformación. Al propio tiempo es preciso expropiar la gran propiedad capitalista: los grandes bancos, la industria en gran escala y los medios de transporte. 2. Ajuste entre el sector público y el privado En el proceso de la edificación del socialismo constituye un segundo paso el ajuste entre el sector socialista y el sector capitalista de la economía, compuesto por las pequeñas y medianas empresas no nacionalizadas. Con ello, el Estado se asegura el control del sector capitalista residual. Factores decisivos en ese control son las organizaciones de trabajadores y el propio peso del sector socialista, con el cual el sector capitalista se ve en última instancia forzado (por su propio interés) a mantener relaciones amistosas. 3. Constitución de cooperativas Un tercer paso lo constituye la integración de la producción agrícola y artesana en la economía socialista, a través de la constitución de cooperativas, que resuelvan o por lo menos amortigüen la falta de economías de escala en sectores tan fragmentados, y que al mismo tiempo vayan imprimiendo una mentalidad de organización y planeamiento y de solidaridad con los demás sectores del sistema. Con todo esto, el Estado socialista cuenta con una base suficientemente firme para la planificación económica centralizada. Al igual que sucede en el capitalismo, también dentro del socialismo existen países en muy diferente nivel de desarrollo económico. Ello significa que aparecen tratamientos diferentes para problemas aparentemente análogos, lo cual origina una pluralidad de vías hacia el socialismo, sin que se pueda afirmar rotundamente que una sea mejor que las otras, pues, en definitiva, cada una de ellas es, en sus elementos diferenciadores, la respuesta a las particularidades concretas de cada país.
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BIBLIOGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA REFERIDA FISCHER, S., DORNBUSCH, R., (et al.): Economía.Ed. McGraw-Hill Interamericana de España. Madrid, 1989. HEILBRONER, R. L.: Naturaleza y lógica del capitalismo. Ed. Península. Barcelona, 2003. LANGE, O. y TAYLOR, F. M.: Sobre la teoría económica del socialismo. Ed. Ariel. Barcelona, 1981. SAMUELSON, P. A. y NORDHAUS, W. D.: Economía. Ed. McGraw-Hill Interamericana de España. Madrid, 2002. TAMAMES GÓMEZ, R. y GONZÁLEZ HUERTA, B.: Estructura económica internacional. Ed. Alianza. Madrid, 2003. TORRES GONZÁLEZ, F.: Lecciones de economía. Autor-editor 133. Pozuelo de Alarcón, 1986.
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RESUMEN Los problemas económicos básicos. Formas de adoptar las decisiones económicas: la tradición, el mercado, la autoridad. Las formas de organización de la actividad económica. Los sistemas económicos.
1. LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS BÁSICOS Toda sociedad humana debe enfrentarse a tres proble-
mas económicos fundamentales e interdependientes: −− ¿Qué mercancías van a producirse y en qué cantidades? −− ¿Cómo van a producirse los bienes? −− ¿Para quién van a producirse los bienes? Cada una de estas cuestiones será resuelta por una teoría distinta: −− ¿Qué producir? Teoría de los precios. −− ¿Cómo producir? Teoría de la producción. −− ¿Para quién producir? Teoría de la distribución. Los bienes son limitados.
2. FORMAS DE ADOPTAR LAS DECISIONES ECONÓMICAS: LA TRADICIÓN, EL MERCADO, LA AUTORIDAD El economista conjetura que hay sólo tres tipos de sistemas, que permiten a la humanidad resolver su desafío económico: los regidos por la tradición, los regidos por la autoridad y los regidos por el mercado.
2.1. LA TRADICIÓN Esta fue una modalidad de organización social en la
cual, tanto la producción como la distribución estaban basadas en procedimientos del pasado remoto.. Las soluciones tradicionales a los problemas económicos de la producción y la distribución se encuentran más frecuentemente en sociedades no industrializadas. Una consecuencia muy importante del mecanismo de tradición es que la solución que da a la producción y a la distribución es estática.
2.2. LA AUTORIDAD La tradición y la autoridad, son responsables en gran parte de la larga historia de los esfuerzos económicos que el hombre ha realizado con el fin de enfrentarse a su ambiente y a sí mismo. El hecho de que la sociedad haya sobrevivido es el testimonio de su efectividad.
2.3. EL MERCADO La organización de la sociedad basada en un siste-
ma de mercado permite a la sociedad garantizar su propio abastecimiento con una cantidad de recursos mínima en comparación con los empleados por la tradición o el mando. En un sistema de mercado, todo tiene un precio, que es el valor del bien expresado en dinero. Los precios representan los términos en los que las personas y las empresas intercambian, voluntariamente, las diferentes mercancías, estableciéndose un equilibrio general.
3. LAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA La acción del Estado sobre la economía se concreta
en dos líneas de actuación; una directa, que tiene su origen en la propia actividad económica del Estado (Administración Pública), y otra, indirecta, que proviene de las directrices políticas emanadas del mismo y con destino a la acción económica general. Existen dos posturas opuestas sobre el papel que el Estado debe tener en la actividad económica: el liberalismo y el intervencionismo.
3.1. EL LIBERALISMO El liberalismo económico mantiene que el Estado no
ha de influir en las decisiones de producción y distribución de la economía.
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Apoya la libre competencia entre empresas, y no ad-
mite las agrupaciones privadas cuya finalidad inmediata sea la de romper ese libre juego para mejorar sus resultados. La proyección del liberalismo económico en el comercio, y más concretamente en el internacional, se conoce con el nombre de librecambio. El liberalismo económico no resuelve el problema de la formación de bienes de capital cuya rentabilidad no sea relativamente inmediata.
3.2. EL INTERVENCIONISMO El intervencionismo económico es partidario de la
dirección centralizada, en el Estado, de todos los asuntos económicos. La intervención del Estado en sentido moderno parte de los albores del siglo XIX, cuando los gobiernos empezaron a preocuparse por las condiciones de trabajo.
3.3. LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA Es un sistema que parte de los hechos, sin plantearse
siquiera si tal o cual actividad debe ser pública o privada, simplemente asume el régimen político existente sin modificar la intervención estatal vigente, y se preocupa de dar orientación al sector privado. Es una planificación extensiva y voluntaria que consiste en la conservación de la economía de mercado siendo compatible con la explotación racional de recursos a nivel nacional y de acuerdo con los gustos y preferencias de los consumidores. La mayor ventaja de este sistema consiste en que se promueve el desarrollo con rapidez.
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4. LOS SISTEMAS ECONÓMICOS 4.1. EL CAPITALISMO El capitalismo, según el economista americano Da-
niel P. Loucks, es un sistema de organización económica caracterizado por la propiedad privada y por el uso para el beneficio privado del capital creado por el hombre. Para el capitalismo, el trabajo es origen de producción y de beneficios, cualquiera que sea la utilidad de los productos o servicios a los que se arrancan tales beneficios.
4.2. EL SOCIALISMO El socialismo es una corriente de pensamiento con
afán de igualitarismo entre los hombres, que puede ser logrado por una mayor sustitución de la propiedad privada por la colectiva, en los medios de producción. Los pasos a seguir, según Lange, para realizar la revolución socialista, son: −− Reforma agraria. −− Ajuste entre el sector público y el privado. −− Constitución de cooperativas.
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