2010_Economia_06_13.pdf

April 11, 2018 | Author: Carlos Gomez | Category: Goods, Population, Economics, Poverty & Homelessness, Poverty
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ECONOMÍA La base humana de la actividad económica. El concepto de necesidad. Necesidad y contexto social.

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Los bienes económicos.

Temario 1993

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1. LA BASE HUMANA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 2. EL CONCEPTO DE NECESIDAD 2.1. DEFINICIÓN Y CLASIFICACIONES 2.2. CONCEPTO DE NECESIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA ECONÓMICO

3. NECESIDAD Y CONTEXTO SOCIAL 4. LOS BIENES ECONÓMICOS 4.1. DEFINICIÓN 4.2. CLASIFICACIONES 4.3. EL VALOR Y LOS PRECIOS

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INTRODUCCIÓN

El punto de partida de la Economía Política son las necesidades que comporta la vida humana. Ningún individuo puede hacer frente a la vida social sin satisfacerlas. En cierta medida, puede afirmarse que el progreso humano radica en la mayor y mejor satisfacción de los deseos humanos. Mejores condiciones de vida significan más necesidades satisfechas y la aparición de otras nuevas cualitativamente superiores. La satisfacción de las necesidades sociales de todo orden no puede realizarse de forma autónoma, ni gratuita o inmediata. Es preciso disponer de recursos que permitan obtener todo aquello que las satisface y, para ello, además es necesario un cierto tipo de organización social que ordene su satisfacción. Esto es, han de desarrollarse procesos de producción e intercambio que permitan obtener y disfrutar de lo que deseamos. Como sabemos, este conjunto de actividades de producción, de distribución y disfrute es lo que constituye la actividad económica.

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1 LA BASE HUMANA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA Todos los aspectos de la actividad económica tienen al ser humano como protagonista, dedicándose al proceso de producción, transformando de mil formas la naturaleza, o consumiendo los productos que él u otros elaboran. No es posible encontrar resquicio alguno del proceso social de satisfacción de necesidades en donde el ser humano no sea el centro de las actividades que se llevan a cabo, su hacedor o inspirador inmediato. Es por esto que el estudio de la actividad económica debe tomar en consideración su base humana y que lo que suele llamarse el problema demográfico esté siempre presente en el estudio de la Economía Política. El crecimiento demográfico ha sido siempre objeto de discusión y controversia. Thomas Robert Malthus afirmó que uno de los principales problemas de las economías y de las sociedades era que mientras que los recursos crecían en progresión aritmética, la población lo hacía en progresión geométrica. De ahí deducía consecuencias calamitosas para el bienestar futuro si no se establecían ciertas «restricciones morales» para frenar el crecimiento de la población. Carlo M. Cipolla estudió la evolución de la población mundial a lo largo de la historia y concluyó que se daban diferentes etapas (caza, agricultura, industria), cuyo tránsito (en el que influye decisivamente la técnica) se caracteriza por el fuerte impulso demográfico, preguntándose si la humanidad estaría en condiciones de hacer frente a la explosión demográfica que está produciendo en la actualidad. Alfred Sauvy, por su parte, ha puesto de manifiesto la necesidad de considerar a la población como un elemento más de las estructuras sociales y la imposibilidad de comprender su evolución sin tomar en cuenta variables económicas, sociales y culturales. En la actualidad, vivimos en la Tierra más de 6.000 millones de personas, el 80 por 100 de ellos en los países en desarrollo. Se calcula que cada doce años la población mundial crece en 1.000 millones de personas, es decir, que aumenta en 150 personas por minuto, en 80 millones cada año y en 5 personas cada segundo. Los países desarrollados mantienen actualmente una tasa de crecimiento poblacional relativamente baja que tenderá a anularse según datos de la ONU hacia el año 2025, mientras que los países más pobres o subdesarrollados, allí donde hay menos recursos disponibles, tienen una tasa de crecimiento más alta, como puede verse en el cuadro 1. Las consecuencias que Malthus achacaba al crecimiento demográfico hace más de dos siglos no han dejado de preocupar a los científicos sociales actuales, a pesar de que su análisis no tenía en cuenta el factor tecnológico ni las variables socioculturales que permiten nuevas formas de interacción entre los hombres, y entre éstos y la naturaleza. A principios de los años sesenta, un informe elaborado por el Club de Roma advertía que, de mantenerse las tendencias de crecimiento demográfico y el económico, la población mundial llegaría prácticamente al colapso

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antes de un siglo. Años después, la FAO, el Banco Mundial y otros organismos internacionales han enfatizado sobre los resultados de pobreza y malestar que se derivan del aumento de la población en amplísimas zonas subdesarrolladas del planeta. Si se mantiene el estado de cosas actual, se calcula que de los 10.000 millones de personas que poblarían el planeta en el año 2050, sólo se podría alimentar el 15 por 100.

Cuadro 1.

Desde el punto de vista de la Economía Política, el problema de la población radica en determinar las condiciones en que los recursos existentes y los potencialmente obtenibles pueden satisfacer las necesidades de los seres humanos. Multitud de estudios científicos y conferencias internacionales de expertos han puesto de manifiesto la relación existente entre crecimiento demográfico y crecimiento económico, así como la necesidad de impulsar el desarrollo económico para que mayor población no signifique necesariamente más pobreza y más necesidades insatisfechas. Pero, en muchas ocasiones, se contempla el problema del crecimiento demográfico como un fenómeno aislado de otros fenómenos sociales. Unas veces, no se tiene en cuenta que las altas tasas de natalidad de países subdesarrollados no son sino consecuencia del propio subdesarrollo, y así, en lugar de poner el énfasis en la superación de éste, se focaliza sobre el problema de la limitación de la población, olvidándose de que, como se ha dicho tantas veces, en esos países pobres el mejor anticonceptivo es el desarrollo. Otras veces, se ha considerando solamente el montante o la capacidad potencial de obtención de recursos de las economías en un momento y en una situación dada, soslayándose de esta forma un factor importante: la desigualdad que puede existir a la hora de distribuir los recursos. Ésta puede implicar (y de hecho implica) que, aun cuando se disponga de suficiente capacidad potencial de producción, su distribución no se haga atendiendo a las necesidades globales de la población, sino sólo a las de una parte de ella. Eso explica que haya sobreproducción al mismo tiempo que escasez, que unas clases sociales o países vivan en la abundancia mientras otros permanecen en la pobreza. Además, habrá de tenerse en cuenta que los recursos básicos de los que dispone el hombre son susceptibles de un uso muy versátil, es decir, que pueden proporcionar muy diferentes tipos de bienes. Y no siempre las sociedades orientan su esfuerzo productivo a la obtención de los que realmente necesitan los ciudadanos para vivir, sino que se impulsa, por ejemplo, la producción de bienes de lujo o, más dramáticamente, de exterminio.

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Afirmar que, con los ritmos actuales de crecimiento de población, la humanidad no podrá sobrevivir sino con pobreza y miseria, es decir, una verdad a medias: se olvida señalar que se llegará a esa situación si la propia Humanidad es incapaz de solucionar el problema del desarrollo social y cultural, y el problema del reparto igualitario. La desigualdad, la incultura y la pobreza no serán las consecuencias, sino las causas de la hecatombe, pues en ellas está la razón de que los hombres y las mujeres no estén en condiciones de decidir sobre el alcance de sus vidas y sus generaciones. Es por todo ello que el problema del crecimiento demográfico ha de contemplarse indisolublemente unido al problema de la actividad económica del hombre; y que carezca de sentido extraer conclusiones sobre las consecuencias del aumento de la población y sobre el bienestar humano si no es teniendo en cuenta todos los procesos económicos que conducen a la producción y a la distribución de los bienes que pueden satisfacer sus necesidades.

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2 EL CONCEPTO DE NECESIDAD

2.1. DEFINICIÓN Y CLASIFICACIONES Es la sensación de carencia de algo unida al deseo de satisfacerla. En términos económicos será el deseo del consumidor por determinados bienes que desea con mayor o menor intensidad. XX Clasificación de las necesidades La necesidad recorre toda la escala de apetencias del consumidor, desde la verdadera angustia producida por la sed hasta la más frívola que pueda experimentarse en el deseo de darse un capricho de poca importancia. En cualquier caso, la existencia de un deseo, de una inclinación al consumo, presupone y exige la existencia de una necesidad en el hombre. Tipificar las necesidades es complicado y, quizá, superfluo porque la evolución de las costumbres amplía continuamente la gama de las mismas. Sin embargo, podemos encontrar distintas clasificaciones. XX Primera clasificación Esta primera clasificación distingue entre: „„

Necesidades vitales o fisiológicas: son aquellas que se precisa satisfacer en orden a la conservación del individuo. Son necesidades primarias de alimentación, cobijo y vestido. Cuando una persona tiene insatisfechas estas necesidades, es un individuo sólo preocupado de obtener aquellos bienes vitales, es decir, imprescindibles para seguir viviendo, y en aquellas situaciones límites en que estos casos se producen, el hombre vuelve al estado primitivo de la lucha por la existencia de una forma muchas veces brutal y primitiva.

„„

Necesidades normales y suntuarias:esta clasificación tiene sentido relativo. La frontera entre lo normal o suntuario depende de las circunstancias del ser humano: su renta, su edad, los valores vigentes en la sociedad en que vive, etc. Podemos comprender que lo que es suntuario para un determinado sujeto o estrato social es completamente normal para otros. Millones de familias que en España disfrutan de televisor consideran normal la necesidad de contemplar en la pequeña pantalla su programa favorito, cosa que puede ser valorada como una necesidad suntuaria por aquellas familias más humildes que, deseándolo, no poseen los medios económicos para adquirirlo.

„„

Necesidades individuales y colectivas: según las experimente un consumidor aislado o una colectividad social agrupada. Por ejemplo, serán individuales las necesidades de alimentarse o de ir al teatro. Será colectiva la necesidad de orden público y de policía. Efectivamente, de forma individual nadie cree tener necesidad de policía por considerarse personalmente honrado, pero la sociedad conoce que la delincuencia es un fenómeno real contra el que hay que combatir, por lo que son necesarias las fuerzas de orden público. Lo mismo podríamos decir de la educación nacional, de los servicios sanitarios o de los transportes públicos.

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„„

Necesidades elásticas y rígidas: son elásticas aquellas que varían ampliamente de acuerdo con las variaciones en los deseos que experimenta el sujeto. La evolución de la renta, la variación de la edad del individuo, de su nivel cultural, etc. hace cambiar la intensidad con que se desean las cosas, es decir, la importancia o gradación de la necesidad. Por ejemplo, la edad puede disminuir necesidades que en la juventud se experimentan muy intensamente, como son la práctica de deportes o la afición al baile.

Por el contrario, existen necesidades rígidas, inalterables, constantes, que nada las hace variar o que son casi insensibles a la variación y evolución del sujeto. El ejemplo clásico, y quizá el más elocuente, de estas necesidades es la de salar los alimentos. Gusta tomar la comida con un determinado grado de sal; sin embargo, ni la renta ni los cambios culturales del sujeto le influyen para que cuando sea más rico o esté más cultivado ponga más sal en sus alimentos. XX Segunda clasificación En esta segunda clasificación, las necesidades son divididas en dos órdenes distintos: por un lado, las que directamente afectan al aspecto material del individuo y, por otra, aquellas otras que se refieren a necesidades más sutiles, de contenido psicológico o intelectivo. „„

Necesidades materiales Entre ellas, destacamos como más importantes: −− Supervivencia, que refunde en sí misma lo que se definía como necesidades vitales. La supervivencia nos empuja con la mayor fuerza posible, pues el conseguirla y asegurarla nos permite gozar del máximo beneficio de la vida. Esta necesidad se experimenta en una amplia escala de aspiraciones, desde las más elementales de la lucha por la vida, hasta las más complejas en las que se desea un estándar de vida alto, una cierta posición social, un puesto destacado en la llamada sociedad de consumo. Un análisis profundo de la clave de los deseos del individuo descubrirá en su fondo, a mayor o menor profundidad según los casos, la realidad latente de un deseo de supervivencia nunca suficientemente satisfecho. −− Sexualidad, importantísima necesidad que biológica y psicológicamente todas las personas experimentan de una forma más o menos intensa según sexo, edad y características de los individuos. −− Placer y comodidad. Para terminar estos grandes grupos de necesidades que físicamente experimenta el ser humano, refundimos en un solo grupo el deseo de placer y comodidad que, en su vida material, persigue constantemente. Es indudable el deseo de placer que de modo natural se formula el hombre, para cuya consecución ha luchado y trabajado desde siempre. Pero es también importante no olvidar que su historia es también la de la conquista de la comodidad. Recorriendo simplemente la evolución de la vivienda o la forma de trasladarse el hombre a través de los tiempos, comprendemos cómo ha buscado la comodidad y lo sugerente que puede ser para él la promesa de obtenerla.

„„

Necesidades intelectuales El individuo no solamente tiene unos deseos comunes y permanentes en lo material sino que, analizando la personalidad humana, se descubren también apetencias de tipo intelectual o afectivo, sumamente difundidas, y que afectan a todas o casi todas las personas. La clasifi-

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cación dada por el profesor W.I. Thomas de la Universidad de Chicago reúne caracteres de universalidad y permanencia, y las necesidades que cita son las siguientes: −− Deseo de nuevas experiencias. Se experimenta de una forma más o menos intensa por todo individuo. Nos lleva al cambio de aficiones, amistades, trabajos y a la prueba de nuevos productos. Nos inclina a viajar y conocer cosas nuevas, a crear, inventar, construir, experimentar. Es un deseo más despierto en la juventud, adormecido en la madurez y que desaparece con la senectud. −− Deseo de seguridad. Convive con el anterior en el ánimo de las personas, aunque representa su antítesis. Junto a aquel deseo de aventura, el consumidor tiene también una profunda apetencia de seguridad. Es conservador, precavido y ahorrador. Defiende sus hábitos y costumbres. Es un deseo sintonizado de manera inversa con el anterior: está menos acusado en la juventud, intensificándose al aumentar la edad del sujeto. −− Deseo de respuesta. Debido a la necesidad de convivencia social, el hombre experimenta un deseo de respuesta que le hace temer la soledad y apetecer la compañía de los demás, sentirse protegido, saberse querido por otros. El deseo de respuesta no es más que la aspiración al amor que toda criatura humana lleva en lo más intimo de su ser. −− Deseo de reconocimiento. Es el más sutil de los cuatro deseos intelectivos que se describen. En él se incluyen también la vanidad y la ambición. Esta apetencia es generalizada, sin distinción alguna de sexo, edad, condición social o lugar de nacimiento. La gente espera un reconocimiento ajeno: el niño, a su habilidad por haber aprendido a decir papá; el joven, a su destreza por haber marcado un gol en el equipo de su colegio, la chica por la coquetería de sus andares, el ama de casa por lo sabroso del postre que prepara... Tiene este deseo una segunda vertiente: la necesidad de autorreconocimiento, de saberse a sí mismo útil, de sentirse uno mismo satisfecho de su personalidad, de su trabajo, su familia, su ambiente. El no tener este deseo suficientemente cumplido ocasiona frustraciones. Cuando esta necesidad está cubierta, la persona desea que el autorreconocimiento que él mismo se profesa se extienda a los demás. Surge así esa necesidad de prestigio que tanta importancia tiene para la personalidad humana. XX Tercera clasificación La siguiente clasificación establece dos divisiones para distinguir los tipos de necesidades: dependiendo de quién surgen y de su naturaleza. „„

Según quién experimente la necesidad −− Necesidades del individuo: −− Naturales: por ejemplo, comer. −− Sociales: surgen de la vida en sociedad, por ejemplo celebrar las bodas. −− Necesidades de la sociedad: −− Colectivas: parten del individuo y pasan a ser de la sociedad; por ejemplo, el transporte. −− Públicas: surgen de la misma sociedad; por ejemplo, el orden público.

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„„

Según su naturaleza −− Necesidades vitales o primarias: de ellas depende la conservación de la vida; por ejemplo, los alimentos. −− Necesidades civilizadas o secundarias: son las que tienden a aumentar el bienestar del individuo y varían de unas épocas a otras con el medio cultural, económico y social en que se desenvuelven los individuos; por ejemplo, el turismo.

El concepto de necesidad humana, es decir, la sensación de carencia de algo unida al deseo de satisfacerla es, como se refleja en la clasificación anterior, algo relativo, pues los deseos de los individuos no son algo establecido. El dicho «si más tienes, más deseas» parece reflejar fielmente la actitud de los individuos respecto a los bienes materiales. Así pues, el hecho real con el que se enfrenta la Economía es que, en todas las sociedades, tanto en las ricas como en las pobres, los deseos de los individuos no se pueden satisfacer completamente. XX Necesidades según Maslow Esta clasificación de necesidades sería la establecida por A.H. Maslow, que diferencia entre: „„

Necesidades de orden inferior.

„„

Necesidades de orden superior.

Para él, cuando las necesidades primarias quedan razonablemente satisfechas, una persona hace más hincapié en las necesidades secundarias. Así, establece una jerarquía en las necesidades situándolas en distintos niveles: 1. Necesidades físicas o fisiológicas 2. Necesidades de seguridad o protección. 3. Necesidades sociales y de pertenencia. 4. Necesidades de estima y status. 5. Necesidades de autorrealización. Los niveles 1 y 2 son las conocidas necesidades de orden inferior y los niveles 3, 4 y 5 se conocen, según Maslow, como necesidades de orden superior. Esta teoría de Maslow se desarrollará más ampliamente en el tema 64.

2.2. CONCEPTO DE NECESIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA ECONÓMICO En términos económicos, hablamos de necesidad en un sentido muy amplio: es todo aquello que se desea. Comporta una situación de insatisfacción o carencia y puede hacer referencia a todo tipo de deseos, siempre que su satisfacción requiera un determinado esfuerzo, esto es, siempre que no la podamos alcanzar gratuitamente. Es, por tanto, indiferente que se trate de necesidades estrictamente materiales o inmateriales. En principio, suponen un problema económico semejante satisfacer la necesidad de vestirse o alimentarse adquirir cultura o ser una persona educada.

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A veces, se suele hablar de necesidades básicas o primarias para distinguirlas de otras que no se reputan estrictamente imprescindibles para los seres humanos. Así, se distinguiría, por ejemplo, entre la alimentación o la educación. Recientemente, economistas y politólogos, que reflexionan sobre el concepto de bienestar, coinciden en que no debe realizarse una lectura reduccionista del concepto de necesidad primaria, entendiendo que ésta se refiere tan sólo a las necesidades materiales imprescindibles para sobrevivir. Se concibe, más bien, que son necesidades primarias todas aquellas que hay que satisfacer para poder ejercer plenamente como ciudadano, de acuerdo con el modo de vida medio imperante en la sociedad en un momento dado, y que, por lo tanto, el bienestar humano (entendido como satisfacción de necesidades primarias para actuar en la sociedad) no consiste solamente en la mera supervivencia, sino en la disposición de todo aquello que permite el desarrollo integral (político, económico, social y cultural) de los individuos. Por ello, el reduccionismo más absurdo que suele dominar a los enfoques económicos convencionales es el que se deriva de centrar el análisis económico en los procesos destinados, exclusivamente, a proporcionar bienes materiales a los individuos. Reducen el abanico de necesidades humanas a la de «tener», cuando, en realidad, los seres humanos sienten también otras de modo prioritario: ser, hacer o relacionarse. Para que los conceptos de riqueza o bienestar que utilizan los economistas sean rigurosamente expresivos del grado de satisfacción humana que se disfruta, deberán contemplar la dimensión plural de sus necesidades; porque también son problemas económicos los que tienen que ver con la posibilidad de que los seres humanos sean, hagan o se relacionen de modo más satisfactorio.

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3 NECESIDAD Y CONTEXTO SOCIAL La necesidad humana no es un fenómeno ajeno al contexto cultural y social de los individuos. Las necesidades no han sido siempre las mismas, ni pueden ser satisfechas de la misma forma. La tecnología, las pautas culturales, los gustos o modas, o incluso los propios fines que persiga la organización social como un todo, determinan los deseos humanos y conforman un determinado estado de necesidad. Las necesidades las crea la propia sociedad y en función de cuál sea la naturaleza de ésta y de los intereses que en ella prevalezcan, así serán las necesidades que sienta el ser humano. El problema principal que comporta la satisfacción de nuestras necesidades deriva de que el ser humano dispone, generalmente, de medios o recursos escasos. Eso implica que no todas las necesidades humanas puedan ser satisfechas, y de ahí que sea preciso un sistema social de satisfacción de necesidades, es decir, un sistema que provea de mecanismos de elección de cara a determinar cuáles satisfacer y de qué modo. Las corrientes subjetivistas del pensamiento económico consideran la necesidad como la razón última e inductora de la producción de bienes y servicios, y la escasez como única determinante de su satisfacción. De ahí que se hable de soberanía del consumidor como expresión de que las decisiones de éste son las que determinan las relativas a la producción y la distribución. Según estas corrientes, se produce todo aquello que los consumidores desean o demandan, y se distribuye para que se satisfagan sus necesidades. Pero estos criterios difícilmente pueden explicar la realidad de las cosas. A pesar del progreso constante, de la cada vez mayor disponibilidad de recursos y de las más amplias posibilidades de producción, aún quedan muchísimas necesidades humanas insatisfechas: según informes recientes del Banco Mundial, hay alrededor de 1.100 millones de personas en el mundo con ingresos anuales inferiores a 210,35 €, y es sabido que sólo el 25 por 100 de la población del planeta está bien alimentada. Sucede que las necesidades sólo se convierten en consumo (es decir, se satisfacen) cuando se dispone de renta o riqueza suficiente para obtener bienes y servicios. Y por ello el problema de la necesidad se retrotrae inevitablemente al problema de la capacidad de participar en lo producido y en su reparto entre los agentes económicos. Además, hay que tener en cuenta que la producción no se orienta a satisfacer la necesidad de un modo abstracto. La producción de todo aquello que deseamos requiere una inversión previa de recursos, y esto implica determinados costes. Dependiendo de quiénes sean los agentes económicos que producen, de qué forma contribuyen a ello y de cómo se organice socialmente la distribución, los resultados del proceso de producción serán disfrutados por toda la sociedad o sólo por una parte. En nuestras economías, el sistema de derechos de apropiación existente reconoce a los propietarios de los recursos productivos la capacidad de apropiarse de las ganancias resultantes de aplicar recursos a la producción. Y eso da lugar a que, en muchas ocasiones, el objetivo de la actividad productiva sea la obtención de ganancias (poniendo bienes o servicios a disposición exclusivamente de quienes pueden pagarlos) sin satisfacer de modo general las necesidades sociales. Es decir, que no se produce lo que necesita el ser humano sino aquello que es rentable, susceptible de proporcionar ganancias. Y eso es precisamente lo que origina que en nuestras so-

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ciedades predominen lo que llamamos deseos inducidos por la oferta, necesidades que no son imprescindibles para ningún aspecto de nuestra vida social, pero cuya satisfacción por el consumo es fuente de importantes beneficios. Es el condicionante de la ganancia lo que hace que, en nuestras sociedades, el consumo se considere el centro de la actividad económica y las necesidades, insaciables. En consecuencia, resulta que, para conocer y analizar hasta qué punto y de qué forma se satisfacen nuestros deseos y necesidades, es preciso estudiar la manera en que se organiza la producción y la distribución y los derechos que tienen reconocidos los individuos para participar en el producto social. Eso es lo que delimita las fronteras del reino de la necesidad y lo que determina realmente las posibilidades que tienen los seres humanos de traspasarlas. Precisamente, las dificultades para traspasar esas fronteras constituye uno de los problemas básicos de la Economía Política. Las decisiones acerca del uso de los recursos no son unívocas en el sentido de que exista una dinámica inevitable hacia la pobreza y la insatisfacción de las necesidades humanas. Significa, por el contrario, que el problema de cuáles satisfacer y en qué grado hacerlo no depende de una ley económica universal y abstracta, sino de los intereses económicos que prevalezcan en el mundo, de la decisión colectiva que se realice y, también, del tipo de compromiso ético predominante en nuestras sociedades.

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4 LOS BIENES ECONÓMICOS

4.1. DEFINICIÓN El concepto de bien es correlativo al de necesidad. Es todo aquello que satisface, directa o indirectamente, los deseos o necesidades de los seres humanos. Podríamos también definirlo como toda cosa disponible y que los hombres juzgan útil para satisfacer sus necesidades. Es importante señalar cuatro connotaciones importantes de esta definición de bien: la existencia de un deseo humano (independientemente de que sea más o menos real, inducido o provocado); la existencia de la cosa apta para satisfacerlo; el conocimiento del individuo de que la cosa posee capacidad para satisfacerlo y la posibilidad de utilizarla. Desde el punto de vista de la Economía Política, interesa determinar cuándo algo que presenta estas características es considerado como un bien económico, de dónde procede su utilidad y valor como tal y en virtud de qué procesos es posible obtenerlo y/o disfrutarlo. Los bienes económicos son aquellos que no se encuentran a disposición de los seres humanos de forma libre y gratuita y cuya adquisición requiere, por tanto, una asignación específica de esfuerzo o recursos en detrimento de la que pudiera realizarse para otros. Son bienes escasos, de obtención costosa, y por ello se les diferencia de los bienes no económicos, a los que precisamente se les suele denominar bienes libres o gratuitos. Los bienes económicos son aquellos que son útiles, escasos y transferibles. Los bienes libres (como por ejemplo, el aire) son aquellos de los que hay cantidad suficiente para satisfacer a todo el mundo. Hay que señalar que un bien puede ser económico o no dependiendo de las circunstancias geográficas, históricas o sociales. En los países desarrollados disponemos del agua como un recurso prácticamente gratuito, del que podemos disfrutar apenas sin coste ni esfuerzo. En otras zonas del planeta, sin embargo, el agua es un recurso escaso y costoso.

4.2. CLASIFICACIONES Los bienes se pueden tipificar clasificándolos de la siguiente forma: „„

Según su carácter −− Libres: son ilimitados en cantidad, o muy abundantes, y no son propiedad de nadie. Un ejemplo típico es el aire. −− Económicos: son escasos en cantidad, en relación con los deseos que hay de ellos, y son apropiables. De su estudio se ocupa la economía.

„„

Según su naturaleza −− De capital: no atienden directamente a las necesidades humanas.. −− De consumo: se destinan a la satisfacción directa de necesidades. −− Duraderos: permiten un uso prolongado. −− No duraderos: se ven afectados directamente por el transcurso del tiempo.

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„„

Según su función −− Intermedios: deben sufrir nuevas transformaciones antes de convertirse en bienes de consumo o de capital. −− Finales: ya han sufrido las transformaciones necesarias para su uso o consumo.

Se suele distinguir también, entre bienes de consumo y de inversión (según que su destino sea la satisfacción inmediata del deseo o contribuir a la obtención de otros bienes), o entre bienes de lujo y de primera necesidad, y entre perecederos y duraderos. Una distinción tradicional se hace entre bienes en economía es la materiales e inmateriales o servicios. Aunque alguno de los primeros economistas científicos entendía que estos últimos no eran auténticos bienes económicos, hoy día este criterio no carece de sentido. Sabemos que actividades intangibles, desde cortar el cabello a la programación radiofónica, no sólo satisfacen necesidades sociales sino que añaden valor al producto social y por ello las incluimos inmediatamente en el concepto general de bien económico. Finalmente, es necesario hacer una última consideración en relación con el concepto de bien. Éste, como se acaba de indicar, es todo aquello que tiene utilidad (entendida como capacidad de satisfacción). Ahora bien, para muchas personas también es útil la religión, la militancia en un partido político, o incluso la crianza de un hijo. Y, sin embargo, nada de esto es considerado correctamente como un bien económico, aun cuando a veces requiera una cierta inversión de esfuerzo para disfrutarlos. Las corrientes económicas subjetivistas dirían que el valor de un bien radica precisamente en su utilidad y que la medida de la utilidad es la medida de su valor. Según Juan Torres López (Catedrático de Economía Política y Hacienda Pública), este criterio es claramente insuficiente para analizar y describir rigurosamente los términos de los intercambios económicos. Más bien, el valor (y, por lo tanto, lo que determina los términos del intercambio) es únicamente el esfuerzo humano acumulado para producir el bien o para ponerlo en condiciones de satisfacer necesidades. Precisamente, porque la ausencia de esfuerzo humano acumulado (de trabajo) es lo que caracteriza lo no económico, y porque éste es el único criterio que cumple el requisito de mensurabilidad que requiere el intercambio. Además, para que podamos hablar de «bien económico» es preciso que su adquisición se realice por medio del intercambio. Cuando los bienes se intercambian, ya no sólo tienen utilidad sino que, además, tienen valor de cambio, entendido éste como la relación cuantitativa que tiene un bien con los demás a la hora del cambio: nos indica qué cantidad de alguna otra cosa es preciso dar para obtenerlo, o recibir para entregarlo. Por eso, sigue siendo aceptable la clásica distinción entre valor de uso y valor de cambio. El valor de uso expresa simplemente la capacidad intrínseca de un bien para satisfacer necesidades, mientras que el valor de cambio sólo aparece en aquellas cosas o actividades que son apropiables y que se obtienen por intercambio. La apropiabilidad y la posibilidad de cambio son, en suma, las características que, junto con la utilidad, deben definir, en sentido estricto, a los bienes económicos, a los que también suele denominarse mercancías. Por eso, y a pesar de que pueda tener utilidad -pues satisface la necesidad humana de reproducirse-, no consideramos a un hijo como un bien económico.

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Pero sí lo sería si fuese comprado, como a veces sucede en un mercado negro. E igual ocurre, por ejemplo, con el arte: una pintura o cualquier composición musical sólo tendría valor de uso, pues es útil para nuestro solaz; pero desde el mismo momento en que alguien tenga un derecho de propiedad sobre ella y se intercambie por algo, se convierte, inexorablemente, en una mercancía.

4.3. EL VALOR Y LOS PRECIOS Conviene hacer una matización importante acerca del valor económico de las mercancías. Como se ha dicho, éste procede del trabajo humano que se acumula para su obtención, puesto que todas las actividades que llevan a disponer de bienes no son sino trabajo acumulado de diferentes formas o cualidades. En la situación más simple posible, las mercancías se intercambiarían unas por otras en cantidades equivalentes al trabajo que ha «costado» obtenerlas o producirlas. A este coste lo llamamos coste de producción. Sería también su valor de cambio y a su expresión monetaria la llamamos precio. Si la mercancía X tiene un coste de producción doble al de la mercancía Y, diremos que el valor de cambio de una unidad de X son dos unidades de Y (para obtener una unidad de X, habrá que dar dos de Y). Si se utiliza moneda, la relación sería igual pero en términos monetarios. El precio de X es el doble que el de Y. Sin embargo, los precios (los valores de cambio) no siempre son iguales a los costes de producción (al valor de los bienes y servicios), como sucede en los siguientes ejemplos: „„

Si la mercancía X no es deseada por nadie, será difícil que su productor obtenga el precio que corresponde a su alto coste de producción. Luego una condición para que los precios equivalgan a los costes de producción (o simplemente, valor de las mercancías) es que haya correspondencia entre lo que se produce y lo que se demanda por los individuos.

„„

Si una mercancía Y, que es menos costosa, la produce alguien que dispone de privilegio en el intercambio (por ejemplo, si puede decidir si la vende o no, provocando en éste útimo caso escasez), podrá conseguir precios por encima del valor o del coste de producción.

„„

En las economías modernas, los Estados establecen impuestos que obligan a elevar el precio en relación con el valor, o conceden subvenciones que permiten fijar precios por debajo de éste.

Es decir, que no siempre coinciden el valor y los precios. Sólo si los intercambios se llevan a cabo en unas determinadas condiciones de equilibrio predominará una tendencia a igualar los valores a los precios. La ausencia de este equilibrio de forma reiterada y aguda será la causa de los problemas económicos más importantes.

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BIBLIOGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA REFERIDA CÓRDOBA, J.L. y TORRES, J.M.: Teoría y aplicaciones del Marketing. Ed. Deusto. Barcelona, 1998. MOCHÓN MORCILLO, F.: Economía básica. Ed. McGraw-Hill Interamericana de España. Madrid, 1995. TORRES LÓPEZ, J.: Economía Política. Ed. Pirámide. Madrid, 2004.

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RESUMEN La base humana de la actividad económica. El concepto de necesidad. Necesidad y contexto social. Los bienes económicos.

1. LA BASE HUMANA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA „„ El problema demográfico está presente en el estudio

de la Economía Política porque ha sido siempre objeto de discusión y controversia. „„ El problema de la población radica en determinar las condiciones en que los recursos existentes y los potencialmente obtenibles pueden satisfacer las necesidades de los seres humanos. „„ Necesidad de impulsar el desarrollo económico para que mayor población no signifique necesariamente más pobreza y más necesidades insatisfechas. „„ La desigualdad que puede existir a la hora de distribuir los recursos explica que haya sobreproducción al mismo tiempo que escasez, que unas clases sociales o países vivan en la abundancia mientras otros permanecen en la pobreza.

„„ Necesidades elásticas y rígidas: son elásticas aque-

llas que varían ampliamente de acuerdo con las variaciones en los deseos que experimenta el sujeto. „„ Por el contrario, existen necesidades rígidas, inalterables, constantes, que nada las hace variar o que son casi insensibles a la variación y evolución del sujeto. XXSegunda clasificación „„ Necesidades materiales más importantes:

1. Supervivencia. 2. Sexualidad. 3. Placer y comodidad. „„ Necesidades intelectuales de carácter universal: 1. Deseo de nuevas experiencias. 2. Deseo de seguridad. 3. Deseo de respuesta. 4. Deseo de reconocimiento. XXTercera clasificación

Según quién experimente la necesidad:

2. EL CONCEPTO DE NECESIDAD 2.1. DEFINICIÓN Y CLASIFICACIONES El concepto de necesidad es la sensación de carencia de algo unida al deseo de satisfacerla. XXPrimera clasificación de las necesidades „„ Necesidades vitales o fisiológicas: son aquellas que

se precisa satisfacer en orden a la conservación del individuo. Cuando están insatisfechas estas necesidades, el individuo vuelve al estado primitivo de la lucha por la existencia. „„ Necesidades normales y suntuarias: esta clasificación tiene sentido relativo. La frontera entre lo normal o suntuario depende de las circunstancias del ser humano: su renta, su edad, los valores vigentes en la sociedad en que vive, etc. „„ Necesidades individuales y colectivas: según las experimente un consumidor aislado o una colectividad social agrupada.

„„ Necesidades del individuo: naturales y sociales. „„ Necesidades de la sociedad: colectivas y públicas. „„ Necesidades vitales o primarias. XXNecesidades según Maslow

Las necesidades según Maslow serían: „„ Necesidades de orden inferior. „„ Necesidades de orden superior.

2.2. CONCEPTO DE NECESIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA ECONÓMICO „„ Son necesidades primarias todas aquellas que hay

que satisfacer para poder ejercer plenamente como ciudadano, de acuerdo con el modo de vida medio imperante en la sociedad en un momento dado. „„ El bienestar humano (entendido como satisfacción de necesidades primarias para actuar en la sociedad) no consiste solamente en la mera supervivencia, sino en la disposición de todo aquello que permite el desarrollo integral (político, económico, social y cultural) de los individuos.

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tema 6 economía

3. NECESIDAD Y CONTEXTO SOCIAL „„ Las corrientes subjetivistas del pensamiento econó-

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mico consideran la necesidad como la razón última e inductora de la producción de bienes y servicios. Las necesidades sólo se convierten en consumo (es decir, se satisfacen) cuando se dispone de renta. Dependiendo de quiénes sean los agentes económicos que producen, de qué forma contribuyen a ello y de cómo se organice socialmente la distribución, los resultados del proceso de producción serán disfrutados por toda la sociedad o sólo por una parte. No se produce lo que se necesita, sino aquello que es rentable, susceptible de proporcionar ganancias. Los deseos inducidos por la oferta son necesidades que no son imprescindibles para ningún aspecto de nuestra vida social, pero cuyo consumismo es fuente de importantes beneficios.

4. LOS BIENES ECONÓMICOS 4.1. DEFINICIÓN „„ Los bienes económicos son aquellos que no se en-

cuentran a disposición de los seres humanos de forma libre y gratuita. Son bienes escasos, de obtención costosa. „„ Los bienes libres son aquellos de los que hay cantidad suficiente para satisfacer a todo el mundo.

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4.2. CLASIFICACIONES „„ Los bienes se pueden tipificar de tres formas:

−− Según su carácter serán: libres o económicos. −− Según su naturaleza serán: de capital o de consumo. −− Según su función serán: intermedios o finales „„ El valor de cambio es la relación cuantitativa que tiene un bien con los demás a la hora del cambio. „„ Las posibilidades de cambio son las características que deben definir a los bienes económicos o mercancías.

4.3. EL VALOR Y LOS PRECIOS „„ El valor económico de las mercancías procede del

trabajo humano que se acumula para su obtención. „„ Las mercancías se intercambiarían en cantidades equivalentes al trabajo que ha «costado» producirlas. A este coste lo llamamos coste de producción y a su expresión monetaria se la llama precio.

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