2010_Economia_04_13.pdf

April 11, 2018 | Author: Carlos Gomez | Category: Mercantilism, History Of Economic Thought, Supply (Economics), Capital (Economics), Adam Smith
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ECONOMÍA Evolución del pensamiento económico. La economía clásica. La crítica marxista.

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La economía neoclásica.

Temario 1993

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1. EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 1.1. EL MERCANTILISMO 1.2. LA FISIOCRACIA

2. LA ECONOMÍA CLÁSICA 2.1. PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO CLÁSICO 2.2. FIGURAS PRINCIPALES DE LA ESCUELA CLÁSICA 2.2.1. Adam Smith 2.2.2. Thomas Robert Malthus 2.2.3. David Ricardo 2.2.4. Jean Baptiste Say

3. LA CRÍTICA MARXISTA 4. LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA 4.1. PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO NEOCLÁSICO 4.2. FIGURAS PRINCIPALES DE LA ESCUELA NEOCLÁSICA 4.2.1. William S. Jevons, Karl Menger y Léon Walras 4.2.2. Alfred Marshall

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INTRODUCCIÓN

Si la economía, como dijo Alfred Marshall es «el estudio de la humanidad en sus asuntos cotidianos», no es de extrañar que el pensamiento económico surja con el pensamiento mismo y ocupe una parte en la preocupación del trabajo de los primeros filósofos griegos. Ya Aristóteles, desde un enfoque moral, se pregunta por las relaciones laborales, el precio justo en las compra ventas o el tipo de interés y los préstamos con usura. Desde esa visión puramente ética hasta el día de hoy en el que el estudio de la economía se aborda de manera más técnica, el pensamiento económico no ha cesado de evolucionar, no siempre en línea recta, sino más bien en espiral, volviendo sobre ideas que en un principio parecían olvidadas y creando también nuevos conceptos y categorías que se incorporan al acerbo acumulado. Schumpeter, en su monumental Historia del Análisis Económico, defiende el estudio del pensamiento económico, entre otras razones, precisamente por la posibilidad de rescatar ideas que por diferentes motivos hayan podido quedar relegadas en el cajón de la historia y que con el tiempo puedan ofrecer validez para el análisis económico. En el presente tema, nos vamos a ocupar de una parte de esa evolución del pensamiento económico. Por la amplitud de esta evolución, el temario oficial de la oposición divide en dos temas el análisis de la evolución del pensamiento económico y aún así, estos dos temas, a la fuerza van a resultar esquemáticos al resumir en unos pocos folios dos siglos de aportaciones en materia económica en cada uno de estos temas. En este primero nuestro cometido será explicar la que es considerada la escuela que hace nacer la economía como ciencia: la Escuela Clásica, cuyo nacimiento se data concretamente en 1776 a la sombra de la inmortal obra de Adam Smith La Riqueza de las Naciones. Esta escuela, que ha sentado las bases al estudio posterior de nuestra disciplina no ha estado carente de críticas y a continuación expondremos la más enconada de ellas y prácticamente coetánea de aquella: la crítica marxista. Finalizaremos el tema con la que fue la contundente respuesta a esta crítica, además de un paso en la sofisticación en el estudio de la economía así como un intento fructífero de distanciar de juicios de valor y acercar al concepto ciencia, la economía. Estamos hablando de la economía neoclásica o el marginalismo. Pero, antes de explicar estas tres escuelas, vamos a utilizar el primer epígrafe del tema, la evolución del pensamiento económico, para dar una visión de conjunto de dicha evolución y para analizar, al menos de forma somera, los antecedentes a estas tres escuelas, para que el conjunto del tema tenga mayor coherencia y resulte más comprensible entender la aparición de la escuela clásica.

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1 EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO Los primeros autores que se preocupan por el análisis de los hechos económicos lo hacen desde una óptica ética o moral. Hay una base común a todos los comentarios de Aristóteles, de los tratadistas romanos y de los escolásticos. Tratan de juzgar moralmente cuestiones tales como el tipo de interés, el precio de las cosas o las relaciones laborales amo-esclavo. Ese enfoque se mantiene durante toda la Edad Media. A partir del siglo XV, y hasta lo que se considera el principio de la ciencia económica con el surgimiento de la escuela clásica, destacan dos escuelas por su peso e importancia en la historia del pensamiento económico: el mercantilismo y la fisiocracia.

1.1. EL MERCANTILISMO El mercantilismo surgió en la época de la acumulación originaria del capital (siglos XV-XVIII) y reflejaba los intereses de la clase comercial burguesa. Los mercantilistas aconsejaban la acumulación de metales nobles y estudiaron la función del dinero, al que por primera vez consideran como una mercancía más cuyo valor viene dado por su escasez o abundancia relativa. Surge así la teoría cuantitativa del dinero, en la que son pioneros los autores de la Escuela de Salamanca: Martín de Azpilicueta (1493-1586) y Tomás de Mercado (?-1575). Consideraban que la ganancia se crea en la esfera de la circulación de mercancías, y que la riqueza de las naciones se basaba en la cantidad acumulada de dinero. De ahí que la política mercantilista tendiera a atraer al país la mayor cantidad posible de oro y plata. Los primeros mercantilistas insistían en que se prohibiera toda exportación de dinero del país. Lo que ellos se proponían era acumular dinero en el país por todos los medios, exportando mercancías al mercado exterior. Con el crecimiento de las formas capitalistas de economía y la ampliación del comercio exterior, se hizo cada vez más evidente la inconsistencia de la política que veía su objetivo en retener el dinero de la circulación. Frente a la política de la balanza monetaria activa, se presentó la política de la balanza comercial. Avanzando en el tiempo, nuevos pensadores de esta corriente consideraron que el Estado tenía que poseer un saldo positivo en la balanza comercial, de manera que la importación de mercancías no superase a la exportación, pero sin prohibir las importaciones y la salida de flujos monetarios. Para que así fuese, se estimulaba el desarrollo de la industria que producía para exportar.

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La producción capitalista estaba en sus comienzos y las ideas de los mercantilistas se hallaban condicionadas por el nivel del desarrollo económico de aquella época. El mercantilismo empieza a descomponerse a mediados del siglo XVII, dado que, a medida que el capitalismo progresa, la forma principal de aumentar las riquezas es la producción capitalista y no la artesanal que potenciaron estos pensadores. El mercantilismo, para Marx, fue la prehistoria de la economía política. Según este autor, la verdadera ciencia económica moderna empieza tan sólo cuando la investigación teórica pasa de centrarse en el proceso de circulación a centrarse en el de producción. En su tiempo, la política del mercantilismo fue progresiva, contribuyó a desarrollar las primeras grandes empresas capitalistas y facilitó el progreso de las fuerzas productivas, lo que fue causó la victoria final del capitalismo sobre el feudalismo.

1.2. LA FISIOCRACIA A mediados del s. XVIII un grupo de intelectuales franceses, dirigidos por F. Quesnay, proponen por primera vez un esquema coherente del funcionamiento del sistema económico, el tableau economique y fundan la corriente denominada fisiocracia. Los fisiócratas consideraban que había un orden natural para todas las cosas, incluyendo la sociedad y el sistema económico. La palabra fisiocracia proviene del griego physis, naturaleza, y significa «el gobierno del orden natural». La palabra fue utilizada por primera vez por Du Pont de Nemours, pero sólo fue usada para identificar la escuela más tarde. En su momento el grupo era conocido solo como les économistes. Los fisiócratas consideran que la riqueza circula entre tres grupos sociales: la clase productiva (los agricultores), la clase estéril (los artesanos y comerciantes) y los propietarios (la nobleza, el clero y los funcionarios). El Estado debe mantener este Orden Natural mediante tres reglas: el derecho a la propiedad, la libertad económica (el laissez faire, laissez passer) y la seguridad en el disfrute de esos derechos y libertades. Los componentes de la escuela trabajaron muy unidos, actuando en cierta forma como una secta o un grupo de presión, con un manifiesto respeto al Quesney, al que consideraban su maestro, y sin manifestar públicamente ninguna disensión. Obtuvieron rápidamente un gran reconocimiento social, gracias a su pertenencia a la alta sociedad y al ser protegidos por miembros de la corte francesa. Los órganos semioficiales fueron Les Ephemerides du citoyen, una publicación de Nicholas Baudeau, y el Journal d’Agriculture, du Commerce, des Arts et des Finances, ambas revistas dirigidas por Du Pont de Nemours. Sin embargo, los intelectuales más prestigiosos de su tiempo, Voltaire, Diderot y Rousseau, los menospreciaron. David Hume dijo de ellos que eran «el grupo de hombres más quiméricos y arrogantes» de su época. Adam Smith los llamó «inofensivos». Ciertamente su lenguaje era muy pomposo, hablaban con misticismo del orden natural y practicaban un cierto culto a su líder, Quesnay, al que adulaban llamándolo «el moderno Sócrates». Su momento de máxima influencia se produce cuando Turgot, afamado político de la época y protector de los fisiócratas, ocupa el cargo de Ministro de Finanzas de la Corte, de 1774 a

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1776. La caída política de éste y el declive económico y social del país a partir de ese momento acabaron con el prestigio de los fisiócratas. A pesar de ello, su influencia intelectual sobre toda la escuela clásica es muy evidente. Contribuyeron al abandono de la doctrina mercantilista, a la difusión del liberalismo y son sin duda precursores de muchas ideas económicas que tienen actualmente plena vigencia.

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2 LA ECONOMÍA CLÁSICA Las figuras principales de la Escuela clásica son Adam Smith (1723-1790), Thomas Robert Malthus (1776-1834), David Ricardo (1772-1823), Jean Baptista Say (1767-1832), entre otros. Estos autores merecen la denominación de «clásicos» porque, aunque no fueron los primeros pensadores que analizaron la realidad de los fenómenos de naturaleza económica (ver «árbol de la Economía», según el Premio Nobel Paul Samuelson, en la Introducción), sí fueron los que definitivamente hicieron de la economía una verdadera ciencia, es decir: „„

Recogieron datos y analizaron prácticamente todos y, sin duda, los más importantes problemas económicos.

„„

Formularon conceptos y principios con su grado correspondiente de abstracción, consistencia, homogeneidad y coherencia.

„„

Relacionaron los fenómenos económicos entre sí, de modo que construyeron modelos teóricos no sólo descriptivos, sino explicativos­ (identificando qué fenómeno era causa y qué fenómeno era efecto inmediato o derivado).

„„

Descubrieron y enunciaron leyes (= regularidades) en el comportamiento de las variables económicas, leyes capaces de predecir la evolución real de las magnitudes económicas. Esta capacidad de predicción dentro de los márgenes de probabilidad y certeza propios de las Ciencias Económicas (y de todas las denominadas Ciencias Sociales) es una de sus características más importantes.

Además de ser los constructores del pensamiento económico como corpus de doctrina científica, estos economistas clásicos influyeron en la práctica económica, política y social en un grado no fácil de exagerar: la actual civilización occidental no es inteligible adecuadamente si no se tiene presente la aportación clave del pensamiento de los economistas clásicos en la formación e implantación del sistema de mercado de libre competencia, elemento insustituible de la concepción liberal de la sociedad(la Escuela Clásica es conocida también como Escuela Liberal).

2.1. PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO CLÁSICO En una síntesis del pensamiento económico clásico no pueden faltar los siguientes prinicpios y leyes: 1. No intervención del Estado en la economía La economía funciona mejor, y alcanza sus fines en grado óptimo, cuando actúan libremente las fuerzas naturales económicas,(algo así como los astros recorren perfecta y armónicamente sus órbitas gracias a las fuerzas naturales, sin intervención ajena). Los economistas clásicos defienden la no intervención del Estado en la economía (criterio de laissez-faire, laissez-passer). Las fuerzas naturales de la economía actúan a través del mercado: la oferta y la demanda de los factores de producción (trabajo, capital, tierra) funcionan conforme a un mecanismo regido por una «mano invisible» (la «invisible hand», de A. Smith), que logra dos objetivos: −− Optimización en la asignación de los recursos: aunque cada individuo busque en el mercado su satisfacción particular (p.e., siguiendo su impulso natural de obtener el mejor

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precio), en conjunto se conseguirá para toda la sociedad una optimización de la asignación de recursos (trabajo, capital y tierra) tanto en su grado de utilización como por el establecimiento de un precio de equilibrio para el conjunto de la economía. −− Crecimiento equilibrado de la economía: se alcanzará gracias a esa optimización en la asignación de los factores de producción. 2. Los desjustes del mercado se corrigen por la ley de libre competencia Esta ley además de permitir que se armonicen los intereses particulares de la mejor manera posible y de que coincida la satisfacción del interés particular con la del verdadero interés general, consigue por sí misma, es decir, por el mecanismo de la libre oferta y demanda, que se corrijan los desajustes que en un momento dado puedan darse en la evolución del mercado. Si por ejemplo, el sector calzado presenta un exceso de oferta (desajuste), se producirá automáticamente una disminución (desajuste) del beneficio, que orientará e impulsará a los empresarios de calzado a retirarse (en un grado u otro) de este sector y dedicarse a otra producción, de modo que el mercado recuperará su equilibrio y su crecimiento estable. 3. Equilibrio permanente Precisamente, el equilibrio entre la oferta y la demanda en todos los sectores conducirá a largo plazo a la disminución de beneficios (por el aumento de la competencia de empresarios en busca de beneficio). Cuando eso suceda en todos los sectores, el deseo de invertir co­mo­ empresarios decrecerá y, por tan­to­, la inversión global, hasta que en un determinado sector la demanda de producto sea superior a la disminuida oferta y, consecuentemente, vuelva a crecer la inversión en ese producto en busca de beneficio. El equilibrio se restauraría. Así opina, sobre todo, A. Smith. (Ricardo augura un estado estacionario de la economía). En conjunto todos los clásicos, con la excepción de Malthus, defienden la imposibilidad de desequilibrios permanentes en mercado libre entre la oferta global y la demanda global. Say acuñó la fórmula de que toda oferta crea su propia demanda en un mercado global equilibrado. Para los clásicos, el dinero (punto este especialmente rechazado por Keynes) no era más que «un velo» que meramente «cubría» el intercambio real de bienes. El ahorro no tenía más sentido que el de ser un gasto diferido. Entonces, como el producto total global y el ingreso total global son evidentemente iguales, todo producto (oferta) añadido lleva consigo un aumento de ingresos o rentas de los factores de producción, que como demanda añadida absorberán la oferta añadida. 4. Teoría del valor La ley de la oferta y de la demanda determina el precio de mercado de cada uno de los productos, pero, los clásicos se preocuparon también de definir en qué consistía el valor, como explicación última del intercambio de bienes económicos y como razón determinante de la distribución del producto entre los factores de producción según el valor último aportado por cada factor (capital y trabajo) al producto. Independientemente de las fluctuaciones más o menos transitorias de los precios de mercado, los economistas clásicos, en el fondo, reconocían un valor natural, algo intrínseco al producto, al que los precios tenderían a pesar de sus variaciones de mercado. En general, los clásicos se inclinaron a formular una teoría del valor, que lo identificaba con el coste de producción, y éste, con el coste exclusivamente del trabajo. Mientras A. Smith no distingue entre el valor igual a trabajo incorporado, valor igual a trabajo demandado y valor igual a coste de producción, Ricardo acentuó la identificación

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del valor como trabajo incorporado al producto. Marx heredó este concepto de Ricardo. Malthus y el mismo Ricardo agregaron a este conjunto de problemas de la ley de la oferta y de la demanda sus teorías de la renta de la tierra y de la población (ver más adelante Malthus y Ricardo). 5. Ley de bronce de los salarios Un caso significativo de la ley de la oferta y de la demanda es el salario (precio del trabajo como factor de producción), que puede oscilar en el mercado, pero que tiende a la larga a su valor natural (como todos los precios de mercado tienden a largo plazo a su valor natural). El valor natural del salario es el coste de manutención del trabajador, que asegura la permanencia de la fuerza de trabajo. A este valor mínimo de salario para manutención tiende el salario real como precio de mercado. A esta ley la bautizó Lasalle como «ley de bronce de los salarios». 6. Ley de la ventaja comparativa En los intercambios internacionales, opinaban los economistas inmediatamente anteriores a los clásicos (los mercantilistas, evidentemente, e incluso los fisiócratas) que una de las partes sufría una pérdida por la naturaleza misma del cambio. Los clásicos llegaron a formular la ley de la «ventaja comparativa», según la cual una y otra parte puede obtener ganancia en el intercambio de mercancías a nivel internacional. Profundizando en el contenido de la doctrina clásica expuesta, y utilizando terminología y concepctos actuales, se podría afirmar que los economistas clásicos parecen haber construido un modelo teórico de equilibrio estático a largo plazo, modelo que representaba los mecanismos de funcionamiento de una economía de mercado ideal. «Ideal» en el sentido de que los precios, resultado del funcionamiento perfecto de una oferta y una demanda libres, cumplían con su misión clave de informar eficazmente sobre las condiciones reales del mercado. Además, los precios servían, por su información, de estímulo decisivo para provocar el conjunto de decisiones coherentes de cada sujeto o unidad económica (sea de inversión, sea de consumo). En este modelo de economía ideal, cada unidad económica tendría a su disposición una información suficiente (la suministrada por los precios) acerca de la oferta y la demanda de los distintos mercados, tanto el de bienes y servicios como el de factores de producción. Nota sobresaliente de esta información ideal es que las unidades económicas recibirán la información gratis, con ra­pi­dez­y con fiabilidad y exactitud­. Co­mo con­­secuencia, en este mer­ca­­do i­deal, los precios varían, a su vez, de forma rápida y precisa, de mo­­do que, si se dan transacciones­a precios más altos o más bajos que los precios ideales de equili­brio, no por eso deja de éste de ser recu­perable con facilidad y rapidez, es decir, que los precios con­su reac­ción rápida y precisa esti­mularían los­reajustes de demanda y oferta has­ta la nueva situación de equilibrio. Cualquier vaivén de oferta o demanda se reflejará, según el pensamiento clásico, de modo automático en la flexibilidad de los precios, que reconducirá los salarios y tipos de interés del capital de modo que se logre el pleno empleo de los factores de producción en el nuevo equilibrio de la economía. Naturalmente, si algo violentase la ágil flexibilidad de los precios cuando con su movimiento buscan el nuevo equilibrio entre oferta y demanda, por ejemplo, un decreto de precios fijos dado por el Gobierno, o un no de los sindicatos al descenso de los salarios, entonces sí se podría dar un resultado de «no pleno empleo» de los recursos, situación de depresión económica y de desempleo involuntario. Pero esto siempre motivado por una causa externa al libre funcionamiento del mercado.

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Hay que resaltar, además, como punto clave en la doctrina de los clásicos, la defensa de la propiedad privada de los medios de producción (capital), como derecho natural y como instrumento de bienestar y de realización de la esencia de la persona.

2.2. FIGURAS PRINCIPALES DE LA ESCUELA CLÁSICA 2.2.1. Adam Smith

Nacido en Escocia en 1723, cursó estudios en Glasgow y también en Oxford. Fue profesor de Lógica y Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow no menos de trece años de su vida. Sus clases allí dieron lugar a una de sus principales obras, La teoría del os entimientos morales (The theory of moral sentiments), que se publicó en 1759. Y en 1776 publicó su obra cumbre económica: An inquiry into the nature and causes of the wealth of nations, conocida en español como La riqueza de las naciones. Por esta obra principalmente es A. Smith considerado el fundador de la ciencia económica; también, dentro de ésta, de la Escuela Clásica. A. Smith cree en un gran Orden Natural establecido por el Creador: Ese Orden Natural está vigente en los astros y en el reino de la naturaleza y también en el ámbito de la sociedad, donde el individuo, que busca su interés particular, es «conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en su propósito», es decir, contribuirá también al bien o interés común sin pretenderlo expresamente. El hombre, afirma el filósofo moralista A. Smith, está dotado de un don natural que actúa debido a seis motivos distintos: el amor a sí mismo, la simpatía, la tendencia a la libertad, el sentido de propiedad privada, el hábito de trabajo y la inclinación a intercambiar bienes. El resultado es la armonización del interés particular con el general, aunque el individuo sólo pretenda lograr intencionadamente su beneficio. La consecuencia fundamental para la economía de este Orden Natural es que nada ni nadie debe interferir en el comportamiento libre de los ciudadanos: expresamente ni el Estado ni los monopolios. El Estado debe atender otras necesidades, como defensa, justicia y actividades importantes no rentables (obras públicas, etc.), desatendidas por los ciudadanos precisamente por su irrentabilidad. El gran principio de su doctrina económica es la libre competencia. Sin ella, los distintos frenos a la oferta libre y a la demanda libre no sólo dificultan el logro del bien particular, sino que disminuyen el bien común o general. Los motivos individuales para el comportamiento económico, guiados por la mano invisible, conseguirán regular de modo automático los desequilibrios del mercado. En el conjunto, los cambios que a la larga se produzcan por decisiones económicas individuales serían los más adecuados. El capital por ejemplo, acudirá a un sector o saldrá de él, como reacción automática, según dicte el aumento o disminución del beneficio obtenible en el sector. El equilibrio está así garantizado. El hombre, que desea y necesita determinados bienes que son escasos (la escasez relativa a la necesidad constituye la esencia del bien económico), o los obtiene produciéndolos a través de su trabajo, o los obtiene intercambiándolos por otros bienes suyos. La escasez y la necesidad contribuyen así al trueque de bienes y a que surja la especialización en la producción: cada sujeto económico se especializa en producir aquellos bienes para los que tiene una mayor capacidad. Con menor esfuerzo relativo se consigue todo lo que se necesita. Este proceso de producción especializada se denomina división de trabajo. Es obvio que cuanto más sujetos participen en el intercambio de bienes, más tenderán a especializarse: «La división del trabajo depende de la amplitud del mercado», enuncia A. Smith

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como principio económico. De hecho, la actual creciente especialización (división de trabajo) fue espectacularmente potenciada en la naciente sociedad industrial por el capital, que se tradujo en mayor productividad del trabajo: la especialización va en aumento, de modo que una persona se dedica, gracias a las máquinas, no ya a la producción de un solo producto, sino a la realización de una sola tarea. Es famoso el ejemplo de A. Smith sobre la especialización del trabajo en la producción de alfileres: «un operario solo en un día es cierto que no podría hacer veinte alfileres... hacer un alfiler viene a dividirse en dieciocho o más operaciones distintas, estirar el metal, enderezar, cortar, afilar, preparar la cabeza, etc. Pero diez empleados en un taller se repartían las operaciones, cada uno ejecutaba dos o tres operaciones distintas. A pesar de que estaban muy mal provistos de máquinas..., con esta especialización de operaciones se producía al día por cada empleado cuatro mil ochocientos alfileres». Seguún A. Smith, esta mejora de la producción se debe al ahorro de tiempo del trabajador, la utilización más precisa de cada una de las herramientas, mejor aprovechamiento de las cualidades peculiares de cada trabajador, posibilidad de emplear incluso a los menos hábiles para tareas y aprendizajes simples y uso de maquinaria para labores simplificadas y repetidas a gran velocidad. Al intercambiar bienes, es obvio que un bien de mayor valor se cambie por varios de menor valor, o por más dinero que uno de menor valor. Pero en una economía libre, ¿qué es lo que da a cada cosa un valor distinto?, ¿qué es el valor en el fondo? A. Smith, como algunos predecesores (Bernouilli y Rugort (1727-1781), cuya teoría del valor como utilidad marginal no sería incorporada definitivamente a la ciencia económica hasta fines del siglo XIX con los neoclásicos), vieron la importancia decisiva del valor en el intercambio y, por tanto, en toda la teoría y la práctica de la economía. A. Smith, no sin bastantes titubeos, se inclinó a medir el valor por la cantidad de trabajo necesaria para conseguir un determinado bien. Fue Ricardo el que formuló la teoría del valor trabajo de modo más pleno; y de Ricardo pasó a constituir un elemento clave en la teoría de K. Marx. A. Smith mantenía que el número de horas de trabajo era el factor determinante del valor de un objeto o producto; pero ¿no intervienen también en la producción de muchos bienes, además del trabajo, el capital y la tierra?. Prescindiendo aquí del dudoso criterio de A. Smith de que el valor, entonces, equivale no al trabajo incorporado en el producto, sino al trabajo que se pudiera adquirir con él, la postura de A. Smith evoluciona en su definición de valor: «puesto que la retribución del trabajo es el salario, la del capital los beneficios (utilidades, interés) y la de la tierra la renta, estas tres renumeraciones serán fuentes originarias de todo valor en el cambio». Aquí queda formulada una nueva explicación del valor como coste de producción: las cosas tienen uno u otro valor para su intercambio, según lo que cuesta (salario, beneficio, renta por trabajo, capital y tierra) producirlas. Este valor, que será su precio natural, no siempre coincidirá con el precio fluctuante del mercado, pero a la larga la regulación automática del mercado tenderá a hacer coincidir el precio de éste con su precio natu­ral o valor: «Hacia él gravitan todos los precios», en frase de A. Smi­th­. Al definir A. Smith la situación del trabajador, del capitalista y del terrateniente (los tres sujetos originarios de la producción y de la participación en lo producido), puntualiza lo siguiente sobre la actuación de los mismos en la economía: „„

Trabajador: por una parte, los salarios reales tenderán a subir siempre que los beneficios impulsen a los empresarios a demandar trabajo (y no suban los precios de lo que consume el trabajador); y, por otra parte, esta mejora de los salarios reales lleva a un crecimiento de la población por encima incluso de las oportunidades de empleo, lo cual hace bajar el salario

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hasta el nivel de salario suficiente para asegurar la manutención del trabajador o salario de subsistencia, que A. Smith llama salario natural. „„

Capitalista: los beneficios atraen a los empresarios hacia un determinado sector, pero el aumento de producción en ese sector (competencia) llevará a que la oferta sea superior a la demanda, con lo cual los beneficios por ventas disminuirán hasta el punto en que el empresario prefiera escapar del sector y transformar su industria en otra. La tendencia de este proceso de saturación de sectores inducirá una disminución del beneficio relativo.

„„

Terrateniente: dado el aumento de población (aumento por la mejora de salarios, a su vez originada por la demanda de trabajo por parte de los empresarios), también subirán los precios de los alimentos. A esto seguirá un aumento de la inversión en la agricultura y un aumento de la renta (los salarios ya no subirán más). Así, la renta del terrateniente crece con la riqueza común o general de la sociedad.

Las limitaciones teóricas del pensamiento de A. Smith no desvirtúan su decisiva aportación como primer formulador de la ciencia económica. 2.2.2. Thomas Robert Malthus

Su teoría de la población constituye la contribución más conocida e importante de este economsita clásico. Su obra Ensayo sobre el principio de población (An Essay on the Principles of Populations as it affects the future improvement of Society) se publicó anónimamente en 1798. El éxito le hizo publicar una segunda edición, ya con su nombre, en 1803. Aunque la primera edición ya enuncia sus opiniones fundamentales definitivas, es en la segunda cuando se robustece su análisis científico y modera sus conclusiones. Numerosos autores habían reflexionado sobre las posibilidades más o menos limitadas de la Tierra para alimentar a su creciente número de habitantes: así, Robert Wallace (1697-1771) quiere demostrar que la Utopía de Tomás Moro es imposible en la prácticadebido al crecimiento demográfico. Willian Godwin, socialista optimista, en su Political Justice se opone a Wallace y defiende el fenómeno del aumento de población.En contraposición con Godwin escribe Malthus su Ensayo sobre el principio de población (primera edicióncomo dijimos anónima, porque su mismo padre Daniel era partidario de Goldwin). La tesis de Malthus es sencilla: el ritmo de crecimiento de la población es superior al de la capacidad de la Tierra para aumentar su producción de subsistencias. Partiendo de la base de que el alimento es necesario para la existencia del hombre y de que el instinto de multiplicarse se presenta como necesario y «permanecerá aproximadamente en el mismo estado», enuncia que la población, si no se controla su crecimiento, aumenta en progresión geométrica, mientras que los alimentos sólo lo hacen en progresión aritmética. Malthus hace referencia a los dos tipos de frenos que han actuado de hecho sobre el aumento de población en la Historia: El «positivo» o provocador de mortalidad, como es la miseria, el vicio y la guerra, y el «freno negativo», o sea, el aplazamiento de los matrimonios, que reducía la natalidad (con peligro para la moral). En la segunda edición de su ensayo, Malthus insiste en que los frenos para que la población no exceda el nivel de recursos alimenticios son la contención moral (incluso el celibato), el vicio y la miseria. Su análisis es más científico y acentúa cómo los recursos de subsistencia limitan la población y cómo la población crece con el aumento de las subsistencias. Otro argumento presenta Malthus en posteriores ediciones: la realidad de los rendimientos decrecientes. El cultivo de una parcela de tierra dará una cosecha, que no aumentará propor-

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cionalmente a los aumentos de trabajo o capital invertidos en ella, sino que los incrementos de producto serán cada vez menores. Cada vez se cultivarán tierras menos fértiles porque las más fértiles se habrán agotado. No puede quedar sin mencionar que Malthus, al analizar los movimientos cíclicos, advierte sobre las crisis por exceso de oferta o sobreproducción, que los demás clásicos tienden a no admitir, porque según la doctrina clásica «toda oferta crea su propia demanda». Sólo Marx y Keynes tratan a fondo esta posibilidad de crisis por exceso de oferta o insuficiente demanda. Malthus (y Keynes le seguirá y reconocerá la inspiración de su doctrina) propone un aumento del gasto de las clases poderosas­y del mismo Estado, aunque sea­­improductivo, con tal de que el aumento de salarios pueda rea­vi­­var el consumo (la demanda) has­­ta que se reajuste con el exceso de oferta. Es célebre la Crítica de Malthus a las Leyes de Pobres en Inglaterra por el temor a que la protección social, favoreciendo nacimientos entre colectivos improductivos, empeorase la distancia entre producción de alimentos y crecimiento demográfico. El que hoy se consideren muy discutibles tanto la formulación de sus repetidas progresiones de crecimiento de población y de alimentos como la ley misma de rendimiento decrecientes (también Ricardo la sostuvo), no rebaja el mérito de haber introducido en la teoría económica la población como factor insoslayable.. 2.2.3. David Ricardo

Economista británico, de origen judío; fue uno de los miembros más importantes de la Escuela Clásica. Su obra teórica fue la más profunda y plena de la escuela. Estimulado por la obra de A. Smith, publicó diversos libros y artículos, entre los que destaca Principios de Economía Política (Principles of Political Economy and Taxation), en 1817. Su método fue estrictamente deductivo, teórico. Ricardo analiza en primer término la renta que percibe el terrateniente. La califica de renta diferencial, porque se determina según la diferente calidad de unas y otras tierras. En efecto, conforme a la ley de los rendimientos decrecientes, el producto no crecerá proporcionalmente a los aumentos de trabajo o capital, sino que lo hará cada vez en menor proporción. Recurrir a tierras de peor calidad para obtener cosechas iguales que en las mejores tierras, forzará a invertir más en estas tierras peores (más costes en máquinas y mano de obra) y elevar los precios del producto para cubrir el plus de costes. Estos nuevos y mayores precios de venta de los productos agrícolas harán que se eleven los precios de venta de todos los productos agrícolas, incluso los que se venían cosechando en las tierras de mejor calida, y así los nuevos y mayores precios favorecerán a los propietarios o terratenientes de estas tierras, que, sin aumentar sus costes, verán incrementados sus ingresos por los nuevos y mayores precios. Respecto a la teoría del valor, Ricardo mantiene que el valor de intercambio de los bienes está determinado por la cantidad de trabajo incorporado en su producción. Va más allá que A. Smith al definir que el valor de un bien se computa por el número de horas de trabajo empleadas por el trabajador en su producción y, además, por las horas de trabajo empleadas en el capital y la tierra. Y, ¿cómo se calcula el valor del trabajo mismo?. Con innegable coherencia, Ricardo entiende que el valor del trabajo se determinará por el número de horas de trabajo necesarias para producir esa fuerza de trabajo, es decir, las horas de trabajo necesarias para producir los bienes de subsistencia que mantienen al trabajador y a su familia. En resumen, será mayor el

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valor de cambio de un bien cuanto mayor sea la cantidad de trabajo incorporado (directamente en él y previamente en el capital y tierras). Es célebre el análisis de Ricardo de la distribución del producto entre los factores (trabajo, capital y tierra): los intereses de trabajadores y empresarios son opuestos entre sí (el salario para unos es su ingreso y para otros, un coste), pero los intereses de trabajadores y empresarios coinciden frente a los de los terratenientes, que a la larga serán los más beneficiados (o los únicos beneficiados). Ricardo anuncia la disminución de ganancias de los empresarios, y por tanto de la inversión global, hasta alcanzar una consiguiente situación estacionaria de la economía. Formuló Ricardo, también con brillantez, la ley de la ventaja comparativa o costes comparativos. Si un país A produce una unidad de producto X en un día de trabajo, y produce una unidad de producto Y en tres días de trabajo, mientras que otro país B produce esa unidad de producto X en dos días de trabajo y produce una unidad de Y en cuatro días de trabajo, es evidente que, aunque en ambos productos el país A produce su unidad de X o Y con menos cantidad de trabajo que el país B (para el producto X, 1/2 y para el producto Y, 3/4), relativamente la ventaja del país A al producir el producto X es mayor que su ventaja al producir el producto Y. La consecuencia es que, aunque el país B está en desventaja en ambos productos, tiene ventaja comparativa en el producto Y. Por tanto, ambos países saldrán ganando (paradójicamente) si el país A se especializa en X y lo exporta al país B y el país B, se especializa en Y y lo exporta al país A. 2.2.4. Jean Baptiste Say

Economista francés (Lyon, 1767 - París, 1832). Este empresario de origen protestante fue el primer profesor de economía política de la Europa continental. Fue el gran divulgador fuera de Gran Bretaña de las ideas liberales de la escuela clásica y, muy particularmente, de su obra fundacional: La riqueza de las naciones, de Adam Smith. Say publicó en 1803 un Tratado de economía política que cumplió esa misión de dar a conocer la nueva ciencia, empleándose como libro de texto en toda Europa y en Norteamérica hasta finales del siglo XIX. Pero fue también un pensador original, que se permitió añadir algunos retoques al sistema clásico. Uno de los más importantes fue el descubrimiento de la figura del empresario como factor fundamental de la producción en un medio capitalista; partiendo de su experiencia personal en los negocios, definió el empresario como el personaje que asume la responsabilidad, la dirección y, por tanto, el riesgo de las actividades productivas, que puede ser una persona distinta de quien pone el capital. Otra innovación de Say fue la introducción del concepto de utilidad como determinante de la demanda de los bienes y, por tanto, de su precio; pero sin llegar a defender una teoría subjetiva del valor, que le habría llevado a contradecir los fundamentos de la economía clásica. Pero, sobre todo, es recordado por la ley de los mercados o ley de Say, que asegura que en un mercado libre es imposible una crisis general de superproducción, ya que la oferta crea su propia demanda (o sea, que toda actividad productiva genera rentas, salarios y beneficios suficientes para adquirir los productos que lanza al mercado), en contraposición a las ideas de Malthus.

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3 LA CRÍTICA MARXISTA Karl Marx nació en Tréveris. Estudio en Bonn y Berlín. Perteneció al Doktoren Club de Berlín como hombre de la izquierda hegeliana. Tomó fundamentalmente de Feuerbach su materialismo humanista y recuperó la dialéctica de Hegel, reinterpretándolos. Su obra fundamental en economía es El capital (Das Kapital) de 1867 y ya en su anterior Contribución a la crítica de la Economía Política (Zur Kritik der Politischen Ökonomie) de 1859, resume Marx en su prólogo con suficiente precisión su concepción materialista de la historia y el juego de la economía en la base real de la sociedad. Después de la muerte de Marx, Engels recompuso los materiales y notas inacabados para publicar el segundo volumen del El Capital en 1885 (en rigor, preparado en tercer lugar) y el tercer volumen en 1894. Aún se publicó un cuarto volumen después de la muerte del mismo Engels, preparado por Karl Marx Kautsky, Teorías de las plusvalía (Theorien über den Mehrwert) en 1905. Su análisis del funcionamiento de la economía no debería separarse de su concepción global dialéctico-materialista de la marcha de la historia ni de su concepción del hombre, que según Marx por el trabajo se autorrealiza, siendo a la vez parte de la naturaleza y superador de la misma. En la producción social, los hombres contraen «determinadas relaciones sociales necesarias e independientes de su voluntad» (relaciones de producción), que responden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales (estas fuerzas, el trabajo, incluyen también la técnica). Marx llama base real o estructura económica de la sociedad, a este conjunto de relaciones de producción. Sobre ella se levanta la superestructura jurídica y política con sus correspondientes formas de conciencia social, determinadas por la realidad económica de la estructura. «El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser (social, como defendía Hegel), sino, por el contrario, el ser social es lo que determina necesariamente su conciencia». Marx sostiene que, en un momento del desarrollo, las fuerzas productivas materiales (trabajo y técnica fundamentalmente) entran en contradicción con las relaciones de producción, es decir, con las relaciones de propiedad sobre los medios de producción. Se produce entonces una revolución social, que desde la base o estructura (la realidad económica que cambia por la contradicción) va afectando a toda la «ingente superestructura» erigida sobre ella. Más o menos rápidamente se revoluciona lo jurídico, político, religioso, artístico, filosófico, en resumen, las formas ideológicas de conciencia de este problema y de su posible solución. Marx advierte que ninguna formación social desaparece (por la revolución) y que jamás aparecen nuevas y superiores formas de producción antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas existentes y que se engloban en la vigente formación social hasta su madurez. Según Marx, en la historia de la humanidad se han ido estableciendo nuevos modelos económicos en la sociedades atendiendo supuestamente a épocas de progreso: el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. El modelo burgués llega a su crisis por un enfrentamiento no entre individuos, sino entre clases. Toda la historia de la sociedad (una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo) es una historia de lucha de clases, explotadoras y explotadas, hasta llegar a la fase presente, en la que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede emanciparse de la clase que la explota y oprime (la burguesía) sin emancipar para siempre a la sociedad entera de toda opresión, explotación y de las luchas de

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clases. Es la era del socialismo, que desembocará en comunismo, solución definitiva, sin propiedad privada, donde el trabajo será no un medio de vida sino una necesidad vital. Marx estudia en este contexto el funcionamiento de la economía, las relaciones económicas de la sociedad de su tiempo, precisamente relaciones entre clase dominante y dominada, y, en definitiva, construye una teoría del modelo de desarrollo capitalista, que le permitirá anunciar sus contradicciones y crisis final. Para Marx, en línea con Ricardo, el valor de cambio (no el de uso de las cosas,cuyo fin es la satisfación de las necesidades personales) es la cantidad de trabajo empleado para su producción, pero este trabajo incorporado se entiende como el trabajo que es socialmente necesario para la producción del bien. El valor no depende de que el trabajador sea más o menos hábil, más o menos diligente o perezoso. El valor de cambio se determina por el trabajo socialmente necesario «para producir un valor de uso en las condiciones normales con el grado medio de pericia e intensidad del trabajo». El valor de cambio es una parte del tiempo total de trabajo de la sociedad que se necesita para producir ese artículo o producto. Cabalmente, la sociedad capitalista es, de todos los modelos económicos que han existido, el que más fácilmente moviliza la fuerza de trabajo, de modo que tiene más relevancia la cantidad total de fuerza disponible de trabajo que la misma aplicación concreta. La característica de la sociedad capitalista no es la circulación de dinero, ni siquiera la misma propiedad privada como tal, sino la posibilidad de encontrar en el mercado al trabajador libre, que vende al propietario de los medios de producción, mediante un precio acordado (el salario), su fuerza de trabajo­. Marx concretó el proceso de producción para el capitalista en la fórmula D1-M-D2, es decir, el recorrido del dinero D1, que se transforma en D2 con la venta de mercancía M. Tras haber comprado con D1 los factores de producción (fuerza de trabajo, etc.), el empresario obtiene al final del proceso de producción y venta de la mercancía una cantidad de dinero D2 superior: a esa diferencia positiva, a esa ganancia D2 – D1 la denomina Marx plusvalía. La plusvalía o extravalor tiene su origen en el trabajo que relaciona máquinas y materias primas, para lograr la producción del producto con sus pluses de valor. Marx, siempre en la línea de Ricardo, defenderá que el valor del trabajo, a su vez, se determina por el tiempo de trabajo requerido para la producción de los medios de subsistencia (subsistencia física, que puede variar según lo que la civilización de cada país considere necesidades esenciales de subsistencia). Precisamente por el salario que recibe, el trabajador adquiere sus medios de subsistencia. Es evidente para Marx que el valor del trabajo contratado es menor que el valor que, gracias al trabajo, se integra o incorpora en la producción de M. En la realidad, el trabajador trabaja para producir M más horas de las necesarias para adquirir los medios para su subsistencia (su salario). Esas horas de más de trabajo, y su plus de valor así generado será asumido por el capitalista y configurará finalmente la diferencia positiva de valor, la plusvalía. Las fórmulación matemática del análisis de Marx es el siguiente: p + c + v = valor M donde p es la plusvalía, c es la capital constante (máquinas y materiales), v es igual al capital variable (valor de la fuerza de trabajo empleado) y M, mercancía. El grado de explotación del trabajo por el capital viene dado por la tasa de plusvalía (p´) que se expresa matemáticamente como la siguiente relación: p’ = p/v

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El excedente sobre el capital invertido está expresado como:

g=

p c+v

donde g es la tasa de ganancia, que el capitalista intentará que sea lo mayor posible. Lo que Marx llama la composición orgánica del capital indica la proporción o peso relativo de capital constante (máquinas y materiales) en el total de disponibilidades financieras:

"o" =

c c+v

Relacionando la tasa de ganancia con la composición orgánica del capital se obtiene la siguiente relación:

g=

pc+v c  −   = p′ (1 − " o ") vc+v c+v

es decir, que para una tasa de plusvalía constante (p’) la ganancia (g) será tanto menor cuanto mayor sea el peso relativo de la maquinaria (c) en el total de disponibilidades financieras (c+v). Ante el previsible descenso del porcentaje de beneficio (ya anunciado por Ricardo), debido a que los capitalistas tienden a incrementar la composición orgá­nica del capital (más máquinas pa­ra conseguir más productividad del mi­s­mo trabajo contratado), Marx opina que una serie de factores pueden­retrasar esta tendencia a la baja de los beneficios como por ejemplo un salario por d­e­bajo del valor de la fuerza de traba­jo, el aumento del ejército industrial de reserva (que no es otra cosa que la fuerza de trabajo disponible de la sociedad), etc. Marx, está de acuerdo con las conclusiones de la escuela clásicoa sobre los ciclos económicos con posible sobreproducción, insuficiente consumo o demanda, depresión económica, disminución de ingresos empresariales, baja de precios, pérdidas para los capitalistas, paro y aumento del ejército industrial de reserva. Cree así mismo que todo ello dará lugar a un nuevo ciclo de recuperación. Y aquí parece separarse Marx, sobre todo, de Ricardo: para Marx la recuperación traerá contrataciones más favorables a los capitalistas que hayan resistido la depresión, y así se intensificará­mas la concentración capita­lis­ta y se incrementará la pro­le­ta­riza­ción de la clase dominada. Nos hallamos, según Marx, en una de las grandes contradicciones del capitalismo: crisis de superproducción o infraconsumo. Se dan otras contradicciones tan importantes como el previsible descenso de ganancia y posible cierre de empresas, los factores que frenan esta tendencia, etc. Estas contradicciones provocarían el colapso final del sistema capitalista y la consiguiente revolución social tendría su momento maduro. Schumpeter (otros marxistas están en desacuerdo con Marx en su visión del colapso final del capitalismo) duda de si lo decisivo será el agotamiento interno del sistema por las crisis capitalistas y sus ciclos, que llevan la economía a límites cada vez más irrecuperables o a la mera e inevitable situación estacionaria de la economía que preveía Ricardo, con quien Marx en el fondo acabaría coincidiendo una vez más, a pesar de que los factores indicados como contradicciones retardatarias de ese final sean en este caso la causa para llegar a un colapso o situación estacionaria de la economía.

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4 LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA

4.1. PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO NEOCLÁSICO A la muerte de John Stuart Mill (1806-1873), autor que se puede considerar como el último de los clásicos (a pesar de su convicción liberal le hace defender el asociacionismo de los obreros como libertad intocable de la persona) y que ve en la competencia y libre oferta y demanda la única salvación frente a todo dirigismo, surge en plena teoría económica clásica la llamada Escuela Neoclásica. Su aportación fundamental y revolucionaria respecto al pensamiento clásico es la introducción del concepto de marginalidad en economía. Ya su nombre, Escuela Neoclásica, proclama la coincidencia con los clásicos en los puntos fundamentales de su doctrina: en conjunto, la exposición relativamente extensa ofrecida en el punto uno: Pensamiento de la Escuela Clásica, permite en este apartado dar por conocidos los puntos de doctrina coincidente como son la no intervención del Estado en la economía, la fe absoluta en la competencia libre del mercado e incluso, en cierto sentido, el problema del valor, elemento clave que ha de explicar el intercambio y la distribución del producto, aunque, al tratar el concepto de valor, reconociéndole la misma posición crucial en la teoría y práctica económica, la Escuela Neoclásica trazará sus nuevas teorías fundamentales que descubren y formulan la verdadera (no clásica) naturaleza del valor y construirá sus nuevos métodos de Ciencia Económica. En efecto, el mayor distanciamiento entre clásicos y neoclásicos se evidencia en la teoría del valor. Para los clásicos el valor era un dato tan objetivo como la cantidad de trabajo incorporado en el producto, el valor de los clásicos era independiente del vaivén de los precios del mercado, que gravitan hacia él. Para los neoclásicos la importancia del análisis del valor es su contribución precisamente para la determinación final de los precios, dejando en segundo lugar si el valor en sí es capaz de ser medido objetivamente, con medida invariable. Los neoclásicos mantienen que el valor de un bien fundamental es inteligible y, en consecuencia, mensurable, por el efecto de satisfacción que produce en el sujeto que consume el bien (cuyo valor se estudia). Lo característico de este efecto de satisfacción en el sujeto por el consumo del bien es que cuanta más cantidad de bien consume el sujeto, menor es la satisfacción añadida. Esta característica de «a más cantidad de bien consumida, menor satisfacción» regula la demanda de ese producto, y esta demanda condicionará el precio de mercado y será la base del principio económico clave de la Escuela Neoclásica: el principio de la utilidad marginal decreciente. Las dos leyes fundamentales de la teoría de la utilidad marginal se suelen conocer como primera y segunda ley de Gossen: 1. Ley de saturación de las necesidades Según Gossen, «la cantidad de un mismo goce disminuye constantemente a medida que experimentamos dicho goce sin interrupción, hasta que se llega a la saturación». 2. Ley de igualdad de utilidades marginales ponderadas La satisfacción mayor que puede lograr el individuo se da cuando se encuentra en un punto en el cual ante la posibilidad de utilizar uno de varios bienes, que en cualquiera de ellos que invierta su siguiente última unidad de dinero (por ejemplo, un euro) espera obtener el mismo grado de satisfacción añadida. «Ponderada» significa precisamente que la última unidad de dinero le va a reportar la misma satisfacción añadida, sea cual sea el bien elegido para comprar.

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En conjunto, otras características del pensamiento neoclásico además del marginalismo tanto en demanda como en oferta y su consiguiente determinación del precio en el mercado como punto de cruce de ambas (analizado por Marshall) fueron: „„

Introducción del cálculo infinitesimal en la economía para análisis de lo marginal, unidad infinitamente pequeña

„„

Preferencia del método deductivo ahistórico desde la coherencia lógica entre variables económicas frente al método histórico inductivo de la Escuela histórica alemana, que critica la validez universal de las leyes económicas de los clásicos y sostiene la necesidad de contar con las instituciones reales y los condicionantes históricos. Según esta escuela sólo los métodos estadístico-inductivos conducirán a teorías económicas fiables.

Veremos ahora los rasgos más característicos y las aportaciones más transcendentales del pensamiento de varios autores de la Escuela Neoclásica para centrarnos finalmente en el más importante de ellos, Alfred Marshall, pilar básico del pensamiento de esta escuela.

4.2. FIGURAS PRINCIPALES DE LA ESCUELA NEOCLÁSICA 4.2.1. William S. Jevons, Karl Menger y Léon Walras

Estos tres autores neoclásicos junto con H.H. Gossen, (y sus seguidores) han sido distinguidos con el nombre calificativo de marginalistas. Intentan medir (caeteris paribus, es decir, suponiendo que ninguna otra variable económica cambie) cuál es el efecto económico que resulta de la influencia de un factor motivante, precisamente cuando entra en juego ya la última unidad de este factor motivante, entonces, ¿qué grado de efecto o comportamiento económico se sigue? No se cuestiona qué es utilidad en general: utilidad es la capacidad básica de un bien para satisfacer necesidades. Se desea medir la utilidad marginal: ¿qué grado de satisfacción produce la última unidad de un bien que está siendo consumido? Cualquiera advierte la importancia que los neoclásicos atribuyen a la psicología en la teoría económica: la conexión entre el valor y las motivaciones individuales hace de éstas un factor económico de primer orden­. Veremos ahora un pequeño resumen del pensamiento de cada uno de estos autores que ha sido transcendente para la escuela neoclásica. XX William S. Jevons Nacido en Liverpool en 1835 en el sendo de una rica familia de comerciantes que se arruinó antes de que pudiera terminar sus estudios, por lo que emigró a Australia donde trabajó en la Casa de la Moneda de Sidney. En su objetivo de equiparar la Economía con las ciencias naturales, Jevons utilizó un tratamiento matemático. A comienzo de la década de 1870, simultáneamente a otros trabajos de Walras y Menger, publica una elaborada síntesis de las teorías del consumo, del intercambio y de la distribución, asentando así las bases para la «revolución marginalista» que le siguió. Considera que la utilidad sólo puede ser medida en términos ordinales y que la utilidad proporcionada por un bien es inversamente proporcional a la cantidad de ese bien previamente poseída. Establece claramente la diferencia entre utilidad total y lo que llamó grado final de utilidad, que después recibió el nombre de utilidad marginal.El grado final de utilidad (satis-

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facción) que un individuo obtendrá de un bien será «el grado de utilidad de la última adición, o de la posible adición siguiente, de una cantidad muy pequeña o infinitamente pequeña, del bien disponible que consume». XX Karl Menger Carl Menger nació en Nowy Sacz, Galitzia en 1840. Estudió en las Universidades de Viena, Praga y Cracovia. En 1873 fue nombrado profesor de Economía Política de la Universidad de Viena. Fundador de la Escuela Austriaca, es considerado uno de los tres fundadores y líderes del marginalismo junto a Jevons y Walras. Difiere de Gossen y Jevons en la opinión que éstos mantenían de que el motor del comportamiento del individuo no es necesariamente el placer y el dolor. Para Menger, sea cual sea el mecanismo de decisión, el comportamiento del individuo es el núcloe del fenomeno económico, así, un bien apto y disponible para satisfacer necesidades humanas será económico sólo si es escaso. Incluso entonces, el valor de uso de un bien varía según las preferencias individuales y es difícil de determinar. Cada individuo tiene varias necesidades y varios bienes disponibles. El individuo tiende a elegir porciones o cantidades diferentes de cada bien. Las va consumiendo en tanto en cuanto le satisface su necesidad. Si se acaba la satisfacción (porque se satura la necesidad o porque el individuo se orienta hacia otro bien), también se acaba el valor. La porción última ha sido la porción marginal, y su grado de satisfacción, la utilidad marginal. Menger no duda de que también el valor de cambio se apoya en la preferencia subjetiva: se intercambiarán bienes mientras dos sujetos posean distintos bienes que uno y otro valoran de forma distinta. Si los valorasen igual, cesaría la razón del intercambio. (Menger recuerda que cada sujeto actúa conforme a su mecanismo de utilidad marginal, que en el fondo «compite» con la utilidad marginal del otro). Otros neoclásicos importantes son: Friedrich von Wieser (1851-1926) y Eugen von BöhmBawerk (1851-1914), austríacos de la Escuela de Menger. XX Léon Walras En Suiza, la revolución marginalista fue iniciada a comienzos de la década de 1870 por Leon Walras. De los tres, Walras fue el único que se atrevió a introducirse en las complejidades matemáticas de un equilibrio general multimercados. Yendo más allá del análisis individual, busca la formulación de un equilibrio general como resultado del cumplimiento del principio de utilidad marginal de todos los individuos (uno por uno), actuando sobre cada uno de los bienes. Así, llega al establecimiento de un modelo macroeconómico homogeneizado. Es decir, establece un sistema de tantas ecuaciones (con equilibrio de demanda y oferta) como bienes existan en el mercado menos uno. Este bien,denominado bien numerario sería el homogeneizador del sistema, ya que todos los demás bienes se expresan en función de éste, como si fuese la unidad de cuenta. Las incógnitas (n-1) son los precios a que se igualarán oferta y demanda de cada bien, siempre medidos en unidades del bien numerario. Es el más conseguido de los primeros modelos macroeconómicos homogeneizados de la historia.

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4.2.2. Alfred Marshall

Autor de la obra más importante de la economía neoclásica, Alfred Marshall (1842-1924), profesor de Keynes en Cambridge, completó el análisis marginalista de la demanda llevada a cabo por sus predecesores con un análisis marginalista de­ la oferta. Del mismo modo que había quedado establecido que la demanda era determinada por la utili­dad marginal decreciente, Marshall añadió que la oferta quedaba fijada por el paralelo principio de costes marginales crecientes. Así como la utilidad o satisfacción que obtenemos con un bien va­ decreciendo a medida que aumentamos su consumo, también los costes van creciendo con la producción (dadas unas inversiones de capital fijo y una función de producción), de modo que el empresario sólo seguirá producien­do más bienes si los precios de venta suben y absorben los costes extras. Con esta aportación de Marshall la curva de demanda y de oferta de cada bien en su cruce fijaban el precio de equili­brio. Marshall, como gran teórico de la escuela neoclásica, jamás da por definitiva su postura, a pesar del rigor metodológico que preside su asombrosa obra Principios de Economía (Principles of Economics) de 1890, que tardó veinte años en publicar y que tuvo el éxito de las obras perfectas por el rigor, por su integración de todo el saber económico hasta el momento y por su sentido de continuidad. Sabía que su enfoque del homo economicus (como si el hombre no fuese más que un mecanismo económico) no agotaba todas las motivaciones por las que actúa el ser humano, pero se atuvo al método del caeteris paribus (es decir, en el supuesto de que las demás variables no cambien), típico de la lógica neoclásica. Coincide con el análisis de la utilidad marginal (que incluso tenía estudiada antes de Jevons) y traza la línea de demanda de un individuo respecto a un bien, línea obviamente decreciente. A continuación, partiendo de las líneas de demanda individuales construye la de demanda agregada de todos los consumidores del mercado, y bajo el supuesto caeteris paribus, es decir, si no se modifican las otras variables (los gustos o preferencias de los consumidores, sus rentas mo­netarias, los precios de los restantes bienes), la línea agregada de demanda será igual a la suma de las individuales. Dando un paso más, analiza la marginalidad en el comportamiento del empresario que produce y realiza la oferta de productos. El empresario productor busca el beneficio, así los costes de una producción crecen con el aumento de producción. Llegará el momento en que estos costes igualen (si el precio de venta no cambia) al ingreso del empresario derivado de las ventas. En el punto en que la última unidad producida tenga un coste (coste marginal) igual al precio de venta, la producción debe detenerse para que el empresario evite tener pérdidas. La línea de la oferta se construye teniendo en cuenta los costes marginales como la línea de la demanda se construye a partir de las utilidades marginales. Es muy conocida la siguiente comparación de Marshall (al separarse de Jevons, para quien los precios se explicaban suficientemente por la utilidad marginal y la correspondiente demanda): «... discutir sobre si es la hoja de arriba o la de abajo (en unas tijeras) la que corta un papel...». Para Marshall son las dos, el cruce de las curvas de oferta y demanda, las que en su punto de equilibrio determinan el precio de equilibrio definitivo. Esta teoría marginalista de formación de precios se aplica también para el precio de los factores de producción o, lo que es lo mismo, para la teoría de la distribución del producto entre los factores de producción. Así, el precio del capital, es decir, el interés que se paga por el capital, dependerá de la oferta del capital (según el ahorro) y de la demanda de capital (según

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la productividad del capital). Otro tanto pasa con el salario, precio del trabajo, que también se determinará por el cruce en el punto de equilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo­y no, como opinaban los clásicos­, por el núme­ro de horas de trabajo incor­porado. Una de las reflexiones de Marshall que menos ha confirmado la realidad es la referente a los cambios empresariales a largo plazo en la producción. Las grandes empresas gozan de costes medios (no marginales) decrecientes y parecen capaces de eliminar así la competencia de las empresas menores. Marshall opinó que el gigantismo empresarial se vería frenado por factores humanos de vitalidad, por mercados especiales, etc., opinión no confirmada por los hechos reales. Marshall creía en el automatismo clásico de reajuste y reequilibrio de los mercados libres, con competencia considerada perfecta. Hoy se conoce mejor la realidad de la competencia imperfecta, con su eficacia razonable en la formación de precios y en la asignación de recursos­.

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BIBLIOGRAFÍA BIBLIOGRAFÍA REFERIDA BARBER, W.: Historia del pensamiento económico. Alianza Editorial. Madrid, 1998. BELTRÁN FLÓREZ, L.: Historia de las doctrina económicas. Ed. Teide. Barcelona, 1993. GARCÍA DE ORO, R.: Karl Marx: el capital. Magisterio Español. Madrid, 1987. SCHUMPETER, J. A.: Historia del Análisis Económico. Ed. Ariel. Barcelona, 1996. SCHUMPETER, J. A.: Síntesis de la evolución de la ciencia económica y sus métodos. Ed. Oikos Tau. Vilassar de Mar, 63999. SWEEZY, P. M.: Teoría del desarrollo capitalista. Fondo de Cultura Económica de España. Madrid, 1977.

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RESUMEN Evolución del pensamiento económico. La economía clásica. La crítica marxista. La economía neoclásica.

1. EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 1.1. EL MERCANTILISMO (SIGLOS XV-XVIII) „„ Surge la teoría cuantitativa del dinero, en la que son

pioneros los autores de la Escuela de Salamanca: Martín de Azpilicueta (1493-1586) y Tomás de Mercado (?-1575). Consideraban que la ganancia se crea en la esfera de la circulación de mercancías, y que la riqueza de las naciones se basaba en la cantidad acumulada de dinero. „„ El mercantilismo empieza a descomponerse a mediados del siglo XVII, dado que, a medida que el capitalismo progresa, la forma principal de aumentar las riquezas es la producción capitalista y no la artesanal que potenciaron estos pensadores.

1.2. LA FISIOCRACIA „„ Un grupo de intelectuales franceses, dirigidos por F.

Quesnay, proponen un esquema coherente del funcionamiento del sistema económico, el tableau economique y fundan la corriente denominada fisiocracia. Los fisiócratas consideraban que había un orden natural para todas las cosas, incluyendo la sociedad y el sistema económico. La palabra fisiocracia proviene del griego physis, naturaleza, y significa «el gobierno del orden natural». „„ Los fisiócratas consideran que la riqueza circula entre tres grupos sociales: la clase productiva (los agricultores), la clase estéril (los artesanos y comerciantes) y los propietarios (la nobleza, el clero y los funcionarios). El Estado debe mantener este Orden Natural mediante tres reglas: el derecho a la propiedad, la libertad económica (el laissez faire, laissez passer) y la seguridad en el disfrute de esos derechos y libertades.

2. LA ECONOMÍA CLÁSICA Las figuras principales de la Escuela clásica son Adam Smith (1723-1790), Thomas Robert Malthus (17761834), David Ricardo (1772-1823), Jean Baptista Say (1767-1832), entre otros. Estos autores merecen la denominación de «clásicos» porque recogieron datos y analizaron prácticamente todos y, sin duda, los más importantes problemas económicos. Descubrieron y enunciaron leyes

2.1. PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO CLÁSICO 1. No intervención del Estado en la economía Los economistas clásicos defienden la no intervención del Estado en la economía (criterio de laissezfaire, laissez-passer). Las fuerzas naturales de la economía actúan a través del mercado: la oferta y la demanda de los factores de producción (trabajo, capital, tierra) que logra dos objetivos: −− Optimización en la asignación de los recursos. −− Crecimiento equilibrado de la economía. 2. Los desajustes del mercado se corrigen por la ley de libre competencia. 3. Equilibrio permanente entre la oferta y la demanda. 4. Teoría del valor Los clásicos se inclinaron a formular una teoría del valor, que lo identificaba con el coste de producción, y éste, con el coste exclusivamente del trabajo. 5. Ley de bronce de los salarios El valor natural del salario es el coste de manutención del trabajador, que asegura la permanencia de la fuerza de trabajo. A este valor mínimo de salario para manutención tiende el salario real como precio de mercado.

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6. Ley de la ventaja comparativa Según la cual una y otra parte puede obtener ganancia en el intercambio de mercancías a nivel internacional.

2.2. FIGURAS PRINCIPALES DE LA ESCUELA CLÁSICA

„„ El valor de cambio se determina por el trabajo social-

mente necesario.

„„ La característica de la sociedad capitalista no es la

„„ „„

2.2.1. Adam Smith (Escocia, 1723) Publicará en 1776 su obra cumbre Las riquezas de las naciones, por la que es considerado el fundador de la ciencia económica y de la Escuela Clásica. Cree en un gran Orden Natural establecido por el Creador. El gran principio de su doctrina económica es la libre competencia y la división de trabajo.

2.2.2. Thomas Robert Malthus Su obra Ensayo, sobre el principio de su teoría de la población, se publicó anónimamente en 1798. La tesis de Malthus parte de la base de que la población, si no se controla su crecimiento, aumenta en progresión geométrica, mientras que los alimentos sólo lo hacen en progresión aritmética. Señalará dos tipos de frenos para que la población no exceda el nivel de recursos alimenticios: la contención moral, el vicio y la miseria.

2.2.3. David Ricardo Publicó Principios de Economía Política, en 1817. Analiza la renta que percibe el terrateniente. La califica de renta diferencial, porque se determina según la calidad de unas y otras tierras. Es célebre el análisis que hace de la distribución del producto entre los factores (trabajo, capital y tierra) y de la ley de la ventaja comparativa o costes comparativos.

2.2.4. Jean Baptiste Say Es recordado por la ley de los mercados o ley de Say, que asegura que en un mercado libre es imposible una crisis general de superproducción. Descubrió la figura del empresario como factor fundamental de la producción en un medio capitalista.

„„

„„

circulación de dinero, sino la posibilidad de encontrar en el mercado al trabajador libre. Marx concretó el proceso de producción para el capitalista en la plusvalía. Las fórmulación matemática del análisis de Marx es: p + c + v = valor M donde p es la plusvalía, c es la capital constante (máquinas y materiales), v es igual al capital variable (valor de la fuerza de trabajo empleado) y M, mercancía. El grado de explotación del trabajo por el capital viene dado por la tasa de plusvalía (p´) que se expresa: p’ = p/v El excedente sobre el capital invertido está expresado como la tasa de ganancia. g=

p c+v

4. LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA 4.1. CO NEOCLÁSICO „„ La Escuela Neoclásica introducirá del concepto de

marginalidad.

„„ Las dos leyes fundamentales de la teoría de la utili-

dad marginal:

1. Ley de saturación de las necesidades 2. Ley de igualdad de utilidades marginales ponderadas 4.2. FIGURAS PRINCIPALES DE LA ESCUELA NEOCLÁSICA 4.2.1. William S. Jevons, Karl Menger y Léon Walras Jevons emplea razonamientos matemáticos; Menger estudia el comportamiento del individuo como núcleo del fenómeno económico; Walras establece un modelo macroeconómico homogeneizado.

4.2.2. Alfred Marshall

3. LA CRÍTICA MARXISTA „„ Su obra fundamental es El capital, 1867. „„ Marx sostiene que, en un momento del desarrollo,

las fuerzas productivas materiales (trabajo y técnica fundamentalmente) entran en contradicción con las relaciones de producción. Se produce entonces una revolución social.

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Realiza un análisis marginalista de la oferta.

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