2) - Sabrina Paige - Silas

July 18, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Créditos Moderadoras: Mona, Adejho y Nix Traductoras Maria_clio88 Axcia Adejho Olivera Kyda Nelly Vanessa Magdys83 Kath Nix Gerald Molly Bloom bluedelacour nElshIA

Correctoras Maria_clio88 Mimi Ivettelaflaca YaniM Khira Caronin84 Nanis

Revisión final: Nanis  Diseño: Lectora



 

 

Índice Sinopsis Parte Uno

Diecinueve Veinte

Uno

Parte Tres

Dos

Veintiuno

Tres

Veintidós

Cuatro

Veintitrés

Cinco

Veinticuatro

Seis

Veinticinco

Siete

Veintiséis

Ocho

Veintisiete

Nueve

Veintiocho

Parte Dos

Veintinueve

Diez

Treinta

Once Doce

Treinta y Uno Epílogo

Trece

Playlist

Catorce

Próximo Libro

Quince

Sobre la Autora

Dieciséis Diecisiete Dieciocho



 

 

Sinopsis Tempest

L

lámame Robin Hood. Soy una estafadora. Una artista de la estafa. No robo a los ricos. Me aprovecho de lo peor de lo peor, de las personas que merecen ser estafadas. Tengo dos reglas, mantente en movimiento y nunca te enamores. Sólo he pensado en romperlas con un chico. Y ese chico acaba de entrar de nuevo en mi vida, un fantasma del pasado. Silas Saint.  Ahora es un hombre. Arrogante y sexy como la mier**, y seguro que no es la persona de la que me enamoré hace una vida. Pero cuando me toca, es suficiente para hacer que olvide mi nombre. Él me da ganas de romper todas mis reglas.

H

Silas

e estado luchando todo el tiempo que puedo recordar. Mier**, creo que me salí del vientre luchando. Incluso intenté ser legítimo hasta que los problemas me enviaron fuera de Las Vegas y de nuevo a

West Bend. Nunca esperé que un tipo diferente de molestia bailara el vals de nuevo en mi vida, todas las curvas y tatuajes y descaro. Tempest Wilde.  ¿Alguna idea de lo que significa "tempestad"? Una j*dida tormenta de viento violenta. Eso es mier** que no necesito.



 

 

La amé una vez, hace una vida. Antes de que lo supiera mejor. El amor es para los tontos, y estoy seguro como el infierno que no lo soy. ¿Pero la forma en que me mira? Me dan ganas de darle todo lo que tengo.



 

 

Parte Uno Después de todo, ¿qué es una mentira? No es más que la verdad enmascarada. Lord Byron, Don Juan , Canto XI



 

 

Uno Tempest

E

sta noche voy a robar medio millón de dólares. Bueno, déjame explicar eso. No tomaré  posesión del dinero esta noche, pero es cuando ocurre la magia. Es cuando sello el trato. Y robar en realidad no es la palabra correcta. El hombre que está de pie a mi lado, el que intenta impresionarme con cada fibra de su pequeño asqueroso ser, va a dármelo. Va a insistir en que lo tome. Va a darme las gracias por el privilegio de tomar su dinero. Y entonces, me marcharé. Mi equipo se llevará una parte de las ganancias, dividido en cuatro partes, el resto va a la persona que de verdad lo merece, la víctima de este asqueroso. Entonces, saldremos a toda prisa de Las Vegas, por separado, por supuesto. He estado aquí durante un mes, de todos modos. Es bastante tiempo, por lo que a mí respecta. Me inquieto. Siempre he sido una vagabunda. Tienes que serlo cuando haces lo que hago. Soy una tramposa. Una artista del timo. Una estafadora. Una ladrona. Suena peor de lo que es. La gente piensa que saben lo que significa ser un timador. Piensan que los timadores estafan a pequeñas ancianitas en el final de sus días, quitándoles el dinero de sus jubilaciones ganado con gran esfuerzo. Creen que soy una especie de cazafortunas o viuda negra, casándome con hombres ricos por dinero y esperando hasta que mueran para cobrar. La gente no podía estar más equivocada sobre mí. No saben mi historia. No del todo. No soy el chico malo aquí. O chica mala , más bien. Los verdaderos tipos malos, los verdaderos timadores, son los banqueros, los sucios directores de



 

 

fondos especulativos, los peces gordos directores ejecutivos que juegan con sus empleados como si fuesen peces más pequeños. Ni siquiera me hagas empezar con los políticos, los líderes de los países, los que toman decisiones que afectan a la  buena gente basadas en esos vestíbulos que tienen la mayor parte del dinero y las grandes influencias. Ellos hacen que lo mío parezca un juego de niños. ¿Yo? Soy una de las niñas buenas. Soy como Robin Hood. Lo tomo de los imbéciles, la gente que merece ser engañada, y lo redistribuyo entre la gente que lo merece, los que han sido víctimas. Creo en el karma, en el castigo justo por pasadas fechorías. Pero, a veces, el karma necesita un empujón extra en la dirección correcta. Yo doy ese empujón. Y empujar al karma es justo lo que hago aquí.



Silas A veces el tiempo va más despacio, empieza a pararse, como si alguien pulsase un botón gigante de pausa en todo el universo. Normalmente, ocurre en los momentos importantes: nacimientos, muertes, cosas como esas. Y como ahora. Me senté en la habitación de atrás, en una silla de metal medio oxidada, mirando el suelo de cemento salpicado de porquería de a saber cuántos años, la superficie desgastada con remiendos de forma irregular. Todo se perdió en el ambiente, los hombres en la habitación hablando a mi alrededor, el ruido de la multitud reunida fuera, los que estaban sedientos de sangre, esperando una pelea. Siempre había sido bueno en bloquear la mierda del exterior, separándome de todo lo que me rodeaba y aislándome. Es como sobreviví en mi niñez. Eso y la lucha. Incluso cuando era un niño. Es tu naturaleza , solía decir mi madre. Saliste pateando del útero. Aunque, esta pelea… pelea… esta era diferente. Esta era jodidamente personal .

 

 

―Oye, Saint. ―La voz me sacó de mis pensamientos― pensamientos ―. Saint. ¿Estás escuchando? Trigg se agachó frente a mí, con expresión sombría. Era uno de los luchadores que conocí cuando estaba en el circuito aquí en Las Vegas, antes de volver a West Bend. ―¿Dónde tienes la puta cabeza? ―cuestionó. Trigg pensaba que estaba distraído con lo que había pasado con Abel. Pero eso no era lo que tenía en mente. No se suponía que yo pelease esta noche. Iba a hacerlo Abel. Me había llamado cuando estaba en Hollywood con Elias y River, y me pidió un favor. Era un favor fácil, no debería haber sido importante. Quería que bajase y me posicionase en la esquina durante su pelea. Había estado fuera del circuito los pasados meses y confiaba en mí. Después de lo que había pasado entre Coker y yo, la mierda que me mandó de vuelta a West Bend hace unos meses, sabía que estaría aquí en un instante. Se suponía que esta noche me encontraría en el rincón de Abel, apoyándole. En cambio, Abel estaba en el hospital, después de que le diesen una paliza. La parte de mierda de todo esto es que sabía quién había sido. Joder, todos sabíamos quién era el responsable. Puede que no supiésemos quién era el conductor, pero éramos perfectamente conscientes de quién lo había contratado. Fue Roy Coker, mi antiguo promotor. Todos sabían qué clase de tipo era, lo lejos que podía llegar para asegurarse de que sus luchadores ganaban. O perdían, dependiendo de cómo iban las apuestas y dónde estaban las probabilidades. Coker había intentado que perdiese antes, así que sabía de primera mano qué podía pasar cuando estabas en su camino, cuando no hacías lo que te había dicho. En mi caso, el resultado no había sido genial. Por supuesto, nunca había sido bueno haciendo lo que me decían. de cían. ―Sí, hombre ―respondí respondí― ―. Mi cabeza está justo donde tiene que estar. Trigg se agachó aún más, mirándome a los ojos con intensidad. ―Lo tienes ―aseguró aseguró― ―. Rush es una puta bestia. Pero eres mejor. me jor. Era  mejor, casi dije. Entonces alejé ese pensamiento de mi mente. No había peleado, no en una pelea real en todo caso, desde que Coker me había saboteado hace meses. Cuando me habían golpeado casi hasta la muerte.

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No me encontraba en buena forma cuando regresé a West Bend, incluso cuando para entonces había salido del hospital y estaba relativamente curado, al menos en el exterior. Mi madre había asumido que bebía, pero eso era sólo por el hecho de que me estaba recuperando de la paliza que me habían dado. Le había contado a Elias Elias que habí habíaa regresado a West Bend porque me había vuelto a lesionar la rodilla, no necesitaba verse envuelto en el desastre que era mi vida. Especialmente no cuando había demasiada mierda sucediendo en West Bend. Iba a cuidar de todo por mí mismo. Después de recuperarme, había vuelto a entrenar. El problema era que sabía lo suficiente como para ser consciente de que todo el entrenamiento del mundo no importaría si no estabas peleando. Y la última pelea en la que había estado, había sido un baño de sangre, el mío. Así que tenía el persistente miedo de haber perdido mi talento. Luego, estaba la pequeña cuestión de que el doctor me había dicho específicamente, no más pelear. Me había advertido que otro buen golpe en la cabeza podría matarme. Asentí a Trigg. ―Sí ―enfaticé enfaticé― ―. Soy mejor que Rush. Pero las palabras sonaron vacías, especialmente para mí.

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Dos Tempest

R

evisé los mensajes de texto en mi móvil, manteniendo una expresión en blanco, desinteresada, mientras Coker me presentó a su boxeador. Coker pensó que estaba tendiendo una trampa.Pero él era el que está siendo engañado. Coker era el blanco. Este es Rush   comentó, comentó, señalando al gran hombre, vestido solo con   Este pantalón corto y una toalla sobre los hombros. Rush se puso de pie y caminó hacia nosotros. nosotros. Miré al luchador de arriba abajo, solo apartando apenas los ojos de mi teléfono mientras asentí secamente.   Ya Ya veo.   Sus Sus puntos fuertes son la superioridad en el suelo y ataque   explicó explicó Coker  . Una bestia. No tenía ni idea de qué demonios quería decir.Me volví para salir,mostrando lo impresionada que estaba con el boxeador de Coker y Coker me siguió.  Al igual que un cachorrito , pensé.   Es Es sin duda apuesto   reconocí reconocí     . Eso nunca hace daño a la población femenina. Tengo todo un establo de boxeadores. Diez más, justo como él, todos   Tengo productos de primera   indicó indicó Coker. Podía escuchar la punzada de desesperación en su voz. Coker era como un adolescente torpe, tratando desesperadamente de llegar a la gente asombrosa. Por un segundo, casi me sentí mal por lo que íbamos a hacer con él. Aunque solo por un segundo. Esa sensación pasó cuando recordé exactamente por qué estábamos haciendo esto.

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Cálmate, vaquero   reprendí, reprendí, levantando la mano  . Nunca he dicho nada   Cálmate, sobre la necesidad de más de un luchador. Ni has comenzado a impresionarme con el que tienes. No pongamos el carro delante del caballo, aquí, ¿de acuerdo? Coker sonrió. Rush va a impresionarte   aseveró aseveró  . Eso es malditamente seguro. Y   Rush cuando lo haga, estoy dispuesto a hablar de un trato. Me reí, pero no por la razón que él creía. A veces, una estafa era demasiado fácil. La gente piensa que estafar a alguien requiere una enorme cantidad de engaño o juego de manos, pero en realidad, la mayor parte del tiempo requiere muy poco de engaño real.Solo tienes que elegir el  blanco correcto,el tipo codicioso, el tipo que está más que feliz, de romper las reglas.Ese tipo de blanco está demasiado dispuesto a creer que le voy a dar una ganancia exponencial de su inversión, un trato de una sola vez v ez en la vida. Y cuanto mayor sea el cambio, más dispuesto está el blanco a creer que es posible. La gente está sorprendentemente dispuesta a engañarse a sí misma. Todo el mundo quiere creer en los finales felices. El problema es que el mundo real, está fabricado por personas como yo, personas que están tratando de vender algo que no existe.   ¿Trato, ¿Trato, Sr. Coker?   pregunté pregunté  . Ni siquiera entiende el proyecto. Coker hizo un gesto a los asientos reservados para nosotros en la zona acordonada a un lado del cuadrilátero, me senté, cruzando las piernas y alisando mi falda. Estaba fuera de lugar aquí, con mi falda y tacones de aguja negros de diseño, mi bolso y pendientes caros. El atuendo no era por totalmente conservador; jugando a productora televisión internacional, lo que me había teñidoestaba un poco el cabello de moradodey fui severa en el maquillaje, con delineador de ojos negro y los labios rojos.  Más  polluela rockera que de junta de ejecutivos.Era llamativa en un lugar como este y ese, es exactamente el efecto que buscaba. Estaba presentando una sensación vete a la mierda, hago lo que quiero .Al menos, esa era mi intención. Coker se sentó a mi lado, inclinándose hacia adelante, con los codos sobre las rodillas. Con su cabeza calva, su barriga y su acento, toda su presencia gritaba magnate petrolero ,no promotor de lucha. Naquí o habría solicitado no tuviera una idea dede para   No estabas   mencionó mencionó   . reunirme Carl en lacontigo, Burningsi Sands MMAme habló lo qué que

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estáshaciendo,que no estás solo explorando a un luchador aquí. Dijo que estás comenzando un nuevo canal de lucha, presentando luchas para una audiencia internacional. Ese tipo no puede mantenersu puta boca cerrada. Piensa que somos amigos en vez de rivales. No entiende cómo funciona la empresa. No en la manera en que tú y yo lo hacemos. Cokerdijo se echó a reírestaba y me aquí, sonrió,¿verdad? las comisuras de mi   bocaapretadas. por qué   pregunté pregunté . Me aseguró que sería discreto.Pues bien, me temo que ya no estaré interesada en tu talento. La verdad era que mi equipohabía estado fijando esto, difundiendo que estaba buscando talento local dentro del circuito de Roy Coker. Coker necesitaba saber lo que estaba haciendo aquí en Las Vegas, pero no podía saberlo por mí. El blanco siempre debe pensar que la estafa es su idea. Bueno  dijo dijo Coker  . Su pérdida. Y mi ganancia.   Bueno   Espero Espero que entiendas que la discreción es muy importante para mí y para la gente con la que trabajo   indiqué indiqué  . La falta de discreción es simplemente… simplemente …  inaceptable. Roy Coker hizoun movimiento de cremallera falso con su mano gorda en sus labios gordos. Labios sellados   aseguró aseguró  . Soy tan discreto como se necesita. Pero quiero   Labios que sepas que estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para entrar en el acuerdo. Arrugué la nariz en una expresión de desdén.   Estoy Estoy aquí para ver a tu luchador. Algo más que eso requeriría un mayor capital de lo que posiblemente podrías tener. Era deliberadamente evasiva, ya que contaba con el hecho de que nuestra   Te Te

tapadera había llegado a Coker. Nuestra tapadera era que estábamos observando talentos para un canal de lucha internacional con una gran audiencia en Oriente Medio y Asia del Este. Uno de los miembros de mi equipo, Emir (hacker y extraordinario experto en tecnología)ya había subido videos, supuestamente tomados de nuestro canal de lucha internacional y publicadosen internet, con efecto retroactivo a través de los últimos seis meses. La clave era que habíamos hecho alusión que había una oportunidad potencial para un promotor, que quisiera invertir en uno de los espectáculos.Y ese fue el mensaje que habíamos ido extendiendo a través de susurros y rumores en el circuito de lucha. Ese fue el mensaje que queríamoshacer llegar a Coker. Pruébame  garantizó garantizó  . ¿De qué tipo de capital estás hablando?   Pruébame

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Esperé un momento, escuchando los sonidos de las personas que se reunían alrededor, todos esperando que comenzara la lucha. Medio millón de dólares   le le informé, inclinándome hacia él     Medio   . Estoy aquí para ver a tu luchador, porque soy curiosa y me voy a quedar porque me gusta ver a un hombre atractivoaporreara otro hombre. Pero me temo que invertir en esto,es algo que mejor se deja a los chicos grandes, Sr. Coker. Mantuve los ojos hacia el frente, pero por el rabillo de mi ojo, pude verlo moverse incómodo en su silla. Sacó un pañuelo y se secó la frente. La verdad es que mi equipo sabía lo que podía permitirse. Medio millón de dólares no era un número que acababa de sacarme de la manga. Se quedó en silencio por un momento. Esta era mi parte favorita de una estafa, la parte en la que llegábamos a ver, si lo que habíamos predicho del comportamiento del blanco, era cierto. ¿Picará el cebo? La verdad era,la que casi siempre mordían el anzuelo. no pueden resistir oportunidad de actuar en su codicia. Los hombres codiciosos Para mí, en una gran estafa, no hay nada más emocionante que este momento ahora mismo. Podía sentir la piel de gallina en los brazos. Mi pulso se aceleró, la sangre  bombeó con fuerza en mis oídos, la adrenalina corriendo por mis venas. Esta parte de una estafa era como un nivel alto. Nunca había sido adicta a nada, como el alcohol o las drogas, gracias a mis padres, que me inculcaron la importancia del conocimiento de la situación. Pero el colmo de ejecutar una estafa vencía a cualquier otra cosa en la vida que podía imaginar. Era como una versión extendida, de esedefinitiva, momentoeljusto, antes que lo floja. dados lanzados caigan sobre la mesa, la apuesta destino en de la cuerda El promotor se aclaró la garganta.   Tengo Tengo que llamar a mi hombre   comentó comentó  . Mover algunas cosas.Pero puedo manejar ese tipo de capital. Es decir, si está proporcionando el tipo de rendimiento que he oído que estás consiguiendo para los inversores. Giré la cabeza lentamente y asentí.   Tal Tal vez te subestimé, Sr. Coker. Esa era otra mentira. Estábamos justo en la base, con nuestra estimación de él. Me eché hacia atrás y dato crucédelos mientras locutor sacó a los combatientes,satisfecha con el quebrazos, el acuerdo era un el hecho.

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Me sentía petulante. Coker era nuestro.Por completo. Su luchador solo necesitaba poner un buen ritmo en el otro chico, así podría ser impresionada con él. Entonces era solo cuestión de tratar de convencer a Cokerde que no nos debe dar su dinero. Lo curioso era, que cuanto más sugirieses a alguien que no haga algo, más intrigado está por la posibilidad de hacer exactamente eso. anunció la voz del locutor   , Silas Saint.   Y en pantalón azul   anunció Tan pronto como dijo el nombre, se me erizaron los cabellos de la nuca. No había oído pronunciar ese nombre en años. No desde que tenía diecisiete años. Silas atravesó el cuadrilátero. Incluso antes de que llegara,lo sabía. La forma en que se movía, su físico… físico…  Pero no fue solo sus músculos ondulantes o el corte cincelado de su línea de la mandíbula, lo que me dijo que era el mismo Silas de mi pasado. Era algo intangible, la forma en que desencadenó una especie de memoria sensorial. Era como cada célula de mi cuerpo sabiendo que era él en el cuadrilátero , un choque de la electricidad corriendo a través de mí en respuesta a su mera presencia. Incluso si no hubiera oído su nombre, lo habría sabido. Sabía que era él, en el momento en que lo vi. Tenía el corazón en un puño y contuve la respiración cuando se volvió, caminando hacia mi lado de la jaula. Entonces, me miró directamente a los ojos. Esos malditos azul bebé, los reconocería en cualquier lugar. Me perseguían. Él me perseguía, los recuerdos de él, de la forma en que solía mirarme, su rostro enterrado entre mis muslos. Fui su primer amor. Fue el único hombre que había amado. El que había dejado atrás, sin decir adiós. Y estaba aquí de pie, tan cerca que podría haberme levantado y alcanzarlo.Mientras caminaba por el borde, sus ojos nunca dejaron los míos. Volvió la cabeza para mirarme, incluso después de pasarme. Silas Saint. Sentí la familiar fiebre de atracción, algo primitivo, un viejo sentimiento de hace años. Era lo mismo que había sentido por él cuando éramos niños.

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Su expresión era dura. Enojada. Reconocíla mirada,era la misma expresión que tendría después de los arrebatos borrachos de su padre, cuando había intervenido para salvar a su madre. Estaba tan atrapada en el hecho de que Silas se había materializado de algún lugar profundo en mi subconsciente y ahora estaba de pie justo en frente de mí otra vez, que me tomó un minuto para siquiera darme cuenta, la implicación de su presencia aquí. Coker no estaba en la parte de arriba y más arriba. Es por eso por lo que le habíamos elegido como blanco. Tenía una historia de amañar luchas. Coker querría impresionarme. Querría ganar por cualquier medio necesario. Y eso era un problema. Porque Silas estaba a punto de ser derrotado y realmente lastimado, oSilas estaba a punto de pegarle una paliza al hombre de Coker.En cuyo caso mi estafaterminaría.De sobra. De cualquier manera, mi tapadera estaba a punto de ser descubierta. A mi lado, Coker se levantó.   Hijo Hijo de puta   refunfuñó, refunfuñó, con las manos apretadas en puños.   ¿Algo ¿Algo está mal?   pregunté. pregunté. Nada que no pueda manejar   respondió respondió  . Discúlpame.   Nada Le vi dirigirse hacia uno de sus compinches en el otro lado del cuadrilátero y mi corazón se hundió cuando vi a Silas en el otro lado, la cabeza inclinada, hablando con el chico en su esquina. Esperaba que Silas supiese qué demonios estaba haciendo.Y lo que le esperaba. Deslicé mi dedo sobre la pantalla de mi teléfono y envié un texto sencillo. Tenemos un problema. 

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Tres Silas

P

ensé que estaba jodidamente alucinando al verla allí parada. Tempest Wilde. No había manera en la tierra de Dios de que alguna vez pensara que la vería de nuevo después de que agarró sus cosas y dejó West Bend sin decir una palabra. Teníamos diecisiete. Tempest había huido de la ciudad, sin ni siquiera tener la cortesía de decirme adiós. Había vaciado mi pequeña reserva de ahorros, también, el dinero que había estado acumulando para alejarme de mi familia de mierda. Y mi medalla de lucha libre del campeonato estatal, la cual significaba todo para mí. En aquel entonces, su partida fue el fin f in del maldito mundo para mí. La reconocí en cuanto la vi. Era unos años mayor, por supuesto, y su cabello era más oscuro, no el rubio miel que solía ser, pero demonios, la hubiera reconocido en cualquier parte. Y allí estaba ella, del brazo de Roy Coker. El idiota que casi había conseguido matarme. Trigg estaba en la esquina, diciéndome algo. Habló, pero no lo escuché. Todo en lo que podía pensar era en ella. La odiaba en aquel entonces, después de que se hubiera ido. Podía sentir la ira bombeando a través de mis venas. Estaba enfurecido después de lo que Coker le había hecho a Abel, pero verla allí de pie con Coker era la maldita guinda del pastel. No podía dejar de mirarla. Hacía siete años, había sido mi amuleto de la  buena suerte en el torneo de lucha del campeonato estatal e statal que me había puesto en el radar del entrenador de Oklahoma State, la lucha que terminó de conseguirme el pasaje completo. Hasta que me echaron de la universidad.

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―Saint ―dijo Trigg, golpeando mi rostro― rostro―. Vamos. Concéntrate en la pelea. ―Estoy jodidamente listo ―dije. Al oír gritar mi nombre, me alejé de Trigg y reconocí al árbitro. Cuando mi mirada se encontró con la de Coker, no pude evitar sonreír; habría estado esperando a algún luchador de segunda categoría como sustituto, no a mí. Incluso en la bruma de la adrenalina y el caos del momento, me di cuenta de que estaba furioso. Cuando sonó la campana, Rush se abalanzó, viniendo hacia mí con un aluvión de golpes que esquivé, centrado sólo en desgastarlo. Alguien debería haberle enseñado acerca de no agotarte en los primeros treinta segundos de una pelea. Intervine, dándole una serie de patadas bajas que aterrizaron en el interior de su muslo y, luego, mientras se tambaleaba hacia adelante, al lado y la parte posterior de una de sus piernas. Una de ellas aterrizó justo por encima de la rodilla y gritó mientras caía de espaldas sobre la lona. ―Termínalo, Silas. ―Escuché a Trigg gritar desde la esquina. Así que lo hice. El resto de la pelea fue un borrón mientras terminaba con Rush. aturdido, borrosa por lasiadrenalina y lame neblina de furia. Estaba No estoy seguromidevisión que nublada, me hubiera detenido alguien no hubiera quitado de encima de él después de que la pelea había sido terminada. Cuando me levanté, nuevamente hice contacto visual con Coker. Que se joda. Sabía que tuvo que haber apostado por su tipo; habría imaginado que algún luchador de pacotilla vendría a reemplazar ree mplazar a Abel esta noche. Esperaba que hubiera perdido mucho dinero. Esperaba que le hubiese costado más que eso.  Merecía que le pasara mucho más que eso. El árbitro sostuvo mi puño en señal de victoria, y me quedé allí, inmóvil, viendo a Tempest. Se acordaba de mí… podía verlo en sus ojos. No  No   sabía si estar contento o enojado por eso. A su lado, Coker gritó algo y se marchó furioso, con su rostro enrojecido. Y después Tempest comenzó a alejarse. Hizo una pausa por un momento, mirando sobre su hombro, y me dio la más  breve de las sonrisas.  Maldición.

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Fui tras ella. Ignorando a las personas que me rodeaban, tratando de felicitarme por mi victoria, pasé entre la multitud, en su busca, pero ya se había ido. Cuando me di la vuelta, Trigg estaba allí, con su mano en mi hombro, palmeándome con fuerza. Todavía estaba explorando, buscando a Tempest en la multitud, medio de convencido delaque era que sólohabía un producto de mi imaginación o algún remanente la lesión en cabeza sufrido hace meses. ―¿A dónde vas? ―preguntó Trigg― Trigg―. Mierda, hombre. Esa fue una lucha impresionante. Lo hiciste. Pateaste el trasero de Rush. Y Coker luce jodidamente encabronado, también. ―Sí ―dije, distraído― distraído―. ¿Viste a esa chica? ―¿Qué chica? ―inquirió Trigg― Trigg―. Diablos, esta lucha es todo, Saint. Es tu regreso. Mira a tu alrededor. Todas estas chicas van a estar tirándose sobre ti. Vas a ser inundado con tanto coño que no serás capaz de ver con claridad. ―La mujer con Coker ―expliqué, sin dejar de mirar detrás de él― él ―. ¿La viste? ―No tengo ni idea de quién era, si eso es lo que estás preguntando ―dijo dijo― ―. ¿Tal vez una de sus nuevas chicas? Sin embargo, era jodidamente sexy. No la echaría a patadas de la cama. ¿Por qué? ¿Te gusta? ¿Quieres que pregunte por ahí? Una de sus nuevas chicas. ¿Por qué demonios el pensamiento de eso me daba ganas de moler algo a palos? ―Sí ―dije dije― ―. Pregunta por ahí. Averigua quién es. ―Hecho. ―¿Has oído algo de Abel? ―cuestioné. ―Recibí un mensaje de su esposa durante la pelea ―dijo dijo― ―. Todo está bien, hombre. Bueno, tan bien como se puede esperar después de lo ocurrido. Dijo que su seguro de la planta los cubrirá. Tiene un par de costillas rotas y el médico dice que parece que su pierna va a estar bien. Suspiré de alivio. ―Mierda. Eso es bueno. ―Es jodidamente bueno, diría yo. También ganaste ese premio. Y contra el tipo de Coker. ―Sí. ―Miré a mi alrededor, escudriñando la multitud en busca de Coker ―. Sabes que va a haber problemas. Trigg sonrió.

20 

 

 

―Bueno, no eres la única persona en esta ciudad con la que está eno enojado. jado. ―¿Qué quieres decir? ―pregunté pregunté― ―. ¿Está pasando algo? ―No quiero decir nada ―dijo Trigg― Trigg―. Sólo que el karma tiene una manera de devolvérsela a alguien. Haces esa mierda, jugando sucio de esa forma, finalmente te encontrará. ―Sí ―dije dije― ―. Por supuesto, nunca está de más darle un pequeño empujón al karma, tampoco. Trigg me miró ―¿Qué tienes planeado? Antes de que pudiera contestar, oí la voz de Coker detrás de mí, y me di la vuelta. ―Me costaste un buen dinero, pedazo de mierda ―gruñó, arremetiendo contra mí. Me abalancé sobre él, consiguiendo hacerlo derrapar por el suelo con un buen golpe cruzado que conectó con su rostro, pero un par de sus tipos intervinieron y amenazaron con arrastrarme fuera. Cuando Trigg los bloqueó, el dueño del gimnasio se interpuso entre nosotros. ―No aquí, Saint ―dijo Trigg, parado entre Coker y yo― yo ―. Hay demasiados testigos. Coker limpió su boca, sangre en la comisura de su labio. ―Estás muerto, Saint. ―Intentaste matarme una vez, si no recuerdo mal, Coker ―dije dije― ―. Hiciste un trabajo de mierda. Sonrió, sus dientes frontales manchados de sangre, dándole una apariencia enloquecida. ―La próxima vez lo haré mejor. ―Buena suerte ―dije. Trigg me empujó a través de la pequeña multitud que se había reunido alrededor de nosotros, guiándome a la trastienda. ―Cuídate, Saint ―dijo Trigg― Trigg―. Ese tipo tiene mucho alcance. Ambos sabemos eso. ―Coker es un pedazo de mierda. ―Escupí en el suelo― suelo―. Trigg, hazme un favor. Averigua por qué esa chica estaba con él. Trigg negó y sonrió. ―Sólo tú estarías pensando en coños en este momento.

21 

 

 

―No lo estoy ―aseguré. Eso era sólo parcialmente cierto― cierto ―. Sólo quiero saber qué demonios está tramando Coker. ―Muy bien ―dijo Trigg― Trigg―. Preguntaré por ahí. Alguno de los chicos sabrá. Si te dejo solo, ¿vas a calmarte aquí? No rompas nada. ―Vete al diablo ―dije dije― ―. Mira este agujero de mierda. Aquí no hay nada que romper. ―Me senté en una silla. Trigg tenía razón. Necesitaba jodidamente calmarme. Me senté, respirando y deseando que mi ritmo cardíaco volviera a la normalidad. Pero cuando cerré mis ojos, todo lo que podía ver era a Tempest.

Tempest metió su cabello detrás de su oreja y me miró, sus ojos amplios. Puso sus rodillas contra su pecho, envolvió sus brazos alrededor de sus piernas y se acurrucó en una  pequeña bola, sentada en la roca plana que bordeaba el claro del bosque. Pensé que mi corazón iba a explotar, mirándola. Era la cosa más hermosa que había visto nunca. ― Se Se supone que habrá reclutadores en el torneo de mañana ― comenté. comenté. ― Lo Lo vas a hacer increíble ― dijo dijo― . Sé que lo harás. ―  Mierda. ―  A su lado, agarr agarréé un trozo de la roca ― . Tengo que conseguir una beca, Tempest. Tengo que salir de aquí. Tenemos que salir de aquí. Podemos lograr algo en nuestras vidas fuera de aquí …   Asintió, mordiéndose el centro de su labio inferior. ― L Loo vas a hacer, Silas. Sé que lo harás. Eres así de bueno.  Me volví hacia ella, la pusesesobre mi sobre regazomí,a los horcajadas, piernas envolviendo mi cintura. Su cabello derramó mechones sus rubiolargas miel cayendo alrededor de mi rostro mientras presionaba su frente contra la mía, cerrando sus ojos. ―  A dondequiera que vaya, vas a venir conmigo ― dije dije― . Por una vez, podrías  permanecer en un solo lugar.  Me miró, sus ojos brillantes. ― Cuando Cuando cumpla dieciocho años ― dijo dijo― . Finalmente seré capaz de dejar de mudarme. Tempest se inclinó y me besó, sus labios suaves. Un pequeño gemido escapó de sus labios y su lengua encontró la mía. La apreté con fuerza contra mí.

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Durante los próximos tres días, en el torneo del campeonato estatal, estaba ahí, animándome desde el costado. Mis padres no estaban presentes, y tampoco los suyos, pero ella y Elias estaban allí, y eso es lo que me importaba. Tenía diecisiete años, y Tempest y Elias eran las personas más cercanas en mi mundo. Cuando gané, Tempest corrió hacia mí, saltando en mis brazos y aferrándose a mi cuello mientras de mi cuello y meenvolvía besó. sus piernas alrededor de mi cintura. Enterró su cabeza en el lateral ― Sabía Sabía que ganarías. ― Es Es por ti ― dije dije― . Eres mi amuleto de la suerte. Ahora tienes que venir a todos mis combates. ― Voy Voy a estar en cada uno de ellos ―  prometió.

Dos semanas más tarde, Tempest se había ido. No fue hasta después, que me enteré de un lo que sus padres hecho. Eran estafadores quela habían funcionar esquema Ponzi 1 habían en un par de las familias ricas de ciudad.hecho Eran rumores, por supuesto, ninguna de las familias admitía haber sido estafada. Supongo que no lucía tan grandioso cuando eras una persona de negocios que estuvo involucrada en algún tipo de esquema para hacerte rico de forma rápida y dudosa y perdiste tu dinero. Pero la gente hablaba. En ese momento, incluso no sabía qué demonios significaba el término esquema Ponzi. No fue sino hasta hace unos años, cuando escuché la mención de ese tipo de cosas en las noticias, que me di cuenta de la magnitud de lo sucedido en West Bend. Que los padres de Tempest eran verdaderos artistas de la estafa de la vida real. Y Tempest era parte de eso. Tempest se había ido sin dejar siquiera una nota. Su abuela, supuestamente el motivo por el cual Tempest y sus padres visitaron West Bend, tenía una mancha negra en su reputación, de la clase que mi familia tenía en la nuestra cuando estaba creciendo. Por lo que había oído, se mudó a las afueras de la ciudad, y no estaba seguro de lo que le pasó, o si aún vivía allí.

Esquema Ponzi: es

una operación fraudulenta de inversión que implica el pago de intereses a los inversores de su propio dinero invertido o del dinero de nuevos inversores. Esta estafa consiste en un proceso en el que las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado por ellos mismos o por otros nuevos inversores que caen engañados por las promesas de obtener, en algunos casos, grandes beneficios. El sistema funciona solamente si crece la cantidad de nuevas víctimas.  1

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Demonios, para empezar, ni siquiera estaba seguro de que fuera la abuela de Tempest. Pudo haber sido parte de la estafa. Pero se desvaneció. De la misma forma en que lo había hecho Tempest. Excepto que Tempest no se había desvanecido, al menos no de mi memoria. No podía borrarla de mi pasado, no importa cuánto lo intentara. Pasé todo el tiempo libre de mi último año de secundaria luchando, enojado con ella. Enojado con el maldito mundo. Y el tiempo que no pasaba luchando, estaba en la casa de mi entrenador. Sabía que mi padre trabajaba como conserje en nuestro instituto,  borracho hasta el culo la mayor parte del tiempo. Así que mi entrenador me tomó  bajo su ala. Fue el que me hizo comenzar a trabajar con la madera en su garaje. Pasaba su tiempo libre construyendo muebles y tallando cosas de álamo. Me enseñó cómo utilizar el torno y cómo juzgar un buen trozo de madera. Cuando la artritis en sus manos empezó a ser muy dolorosa para que continuara, me dijo que el lugar era mío. Tempest había en West y agitado todo. Me había Y, luego, se había idoaparecido rápidamente de laBend ciudad, llevando consigo tododado lo quevida. era  bueno en mi vida. Estaba convencido co nvencido de que era mi amuleto de buena suerte y que se lo había llevado cuando se fue. Pero mi entrenador me había puesto en el camino correcto, me dijo que no había tal cosa como la suerte. Tú haces tu propio camino en la vida , dijo. Aun así, todavía me tomó mucho tiempo darme cuenta de que la suerte era algo para los perdedores. Algo así como el amor.

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Cuatro Tempest

M

etí mis pies descalzos debajo de mí en el gran sofá, girando la medalla una y otra vez entre mis dedos, la repetición del movimiento combinada con la sensación del metal frío contra mi piel me calmaba. Iver me pasó una copa de champán, la cogí, a pesar del hecho que era contradictorio con el punto que nos encontrábamos en la estafa. ¿Champán? pregunté pregunté  . No parece que tengamos nada que celebrar.   ¿Champán? ¿Estoy equivocada?    Siempre hay un motivo para tomar champán, querida.   Iver Iver sorbió de su   Siempre copa  . Tú y esa moneda. ¿Me vas a decir alguna vez qué o de quién es?   No No es una moneda   respondí, respondí, distraída con mis pensamientos  . Es solo un amuleto de buena suerte. Embarazosamente, ni siquiera mis pensamientos estaban centrados en la estafa, de la manera que debería haber estado. En cambio, todo en lo que podía pensar era en la inesperada aparición de Silas en mi vida. Miré hacia abajo, a la medalla en mis manos. La visión me llevo de vuelta a los dolorosos recuerdos del día que me marché de West Bend.

 ¡No ¡No me voy!   protesté. Pero continúe tirando mi ropa dentro de la maleta,

 preparando lo inevitable. Por supuesto que me estaba marchando. No había manera posible de quedarme.  ¿Qué? ¿Qué?   Mi madre se plantó delante de mí, con las manos en las caderas y negando . ¿Crees que durarías más de un minuto en esta ciudad después de que nos marchemos? Tu padre y yo estamos haciendo una estafa. Estamos a punto de terminarla. ¿Realmente crees que te podrías quedar aquí y escapar de las consecuencias?

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 Cumplo Cumplo dieciocho el año próximo  clamé  clamé    . ¿No nos podemos quedar en algún

sitio por un año?  Mi madre le hizo gestos a mi padre.  Hazla Hazla entrar en razón  demandó, demandó, indignada . ¿Todo esto por ese chico Saint con el que has estado tonteando todos estos meses? ¿De verdad quieres echar tu vida a perder  por él?

 ¿Todo ¿Todo en mi vida?   Mi voz sonó aguda, como si perteneciera a otra persona  .

Oh sí, todo esto es lo que siempre podría desear, ¿no? ¿Moviéndonos constantemente, de un lugar a otro, con solo un minuto de aviso, mintiendo a todos sobre todo? Esto es como vivir en el paraíso. Nunca nadie sabe mi nombre. Esta vez soy Mariah. ¿Cuál va a ser mi nueva identidad? Nadie sabe mi nombre excepto Silas, pensé. Le había dicho que mi nombre era Tempest. Pensó que solo era un apodo entre nosotros dos. Quería que supiera la verdad. Para mí era importante que por lo menos alguien supiera quién era yo, aunque pensase que Tempest no era más que un mote. Le quería dar a alguien esa parte de mí que no le podía dar a nadie más, similar a la verdad, dar nada más, poralgo lo menos le podía dar mi aunque nombre.solo fuera una pequeñez. Si no le podía  Te Te vienes con nosotros  mandó mandó mi padre . Sé razonable. ¿Sabes lo que pasaría si te quedaras? Cuando se descubra que hemos timado a un grupo de familias en la ciudad, te arrestarán.  Soy Soy una menor  señalé  señalé    . Nadie va a arrestar a una menor.  Una Una menor que está cerca de cumplir los dieciocho  aclaró aclaró mi padre . Recuerda eso. ¿Crees que las autoridades creerán que no has participado en esto?  Me puse de pie, maldiciendo en silencio mi destino, de stino, aun aunque que en mi corazón sabía que irse era la única opción. Están robando a gente buena  reprendí  reprendí    Están  . Gente decente. Eso no está bien. Creo que no había nada más odioso que podría haberle dicho a mi padre, ni aunque le dijese que lo quería ver muerto.  Me miró, con asombro marcado en sus rasgos, antes de girarse hacia mi madre y luego otra vez hacia mí.  ¿No ¿No te he enseñado nada?  cuestionó cuestionó . Alguien que se deja timar debe ser timado. Esta gente, esta buena gente, tiene más de lo que le le quitamos.  No No es correcto recriminé  recriminé   .  ¿Qué pasa con Letty? ¿Qué va a hacer ella cuando nos vayamos? Podría quedarme con ella.

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 Tu Tu abuela no se encuentra bien como para ocuparse de ti  explicó explicó mi madre .

Está luchando como puede. No tiene suficiente dinero como para tener que preocuparse por otra boca más que alimentar.  Me tragué mi orgullo, di un paso adelante y abracé a mi padre. pa dre.  Obviamente Obviamente me voy con ustedes  mentí  mentí    . Pero no estoy emocionada con ello. se nsata  señaló señaló él.   Me alegra ver que estás siendo sensata  S .  Sensata. Solo necesito tomar un poco el aire y pensar sobre las Síí  afirmé  afirmé   cosas. Luego salí y fui directa al coche, agarrando las llaves que le había sacado a mi padre del bolsillo. Iba a ver a Silas. No me iba a ir.

La madre de Silas abrió la puerta, con su albornoz atado fuertemente a su cintura, un moratón reciente bajo su ojo. Se la veía temblorosa y le pregunté si se encontraba bien. Era la primera vez que la conocía.  Silas Silas no está aquí  aclaró, aclaró, con voz vacilante . Ha salido a algún sitio. Regresó a la salita de la pequeña casa, dejando la puerta abierta. Lo tomé como una invitación para entrar. La casa era diminuta, el interior era oscuro y las cortinas estaban cerradas, la única luz que entraba venía de la separación de un centímetro entre los dos paneles de tela barata que estaban enganchados al marco de una de las ventanas. Me quedé parada un minuto,  pestañeando mientras mis ojos se acostumbraban a la os oscuridad. curidad. Nunca antes había estado en la casa de Silas. Le había preguntado una vez si me quería llevar a su casa, pero solo negó, diciendo que no quería que el veneno de sus padres se pegara a mí. Sabía que el padre de Silas trataba a su madre como su saco de boxeo personal. Silas lo odiaba. Estar aquí en persona y viendo dónde vivía Silas era, de alguna manera, más horrible de lo que había anticipado. Respiraba con cortos jadeos, casi como si estuviera hiperventilando, incluso después de decirme que me calmara.  Mientras estábamos viajando hacía dos veranos, una gitana vieja me habló sobre mi aura. Me reí cuando me dijo que mi aura era morada. Dijo que significaba que era intuitiva  y sensible. Ella era e ra una estafadora, debería haberlo sabido. Pero estando ahora mismo aquí de pie, todo lo que podía pensar era que este sitio, incluso la madre de Silas, estaba rodeado  por una nube negra. Si hubiera tal cosa como las auras, todo aquí sería neg negro. ro.

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 ¿Dónde ¿Dónde está Silas?   pregunté   .  ¿Está bien?

Se sentó encorvada en el sofá, su rostro en sus manos.  Está Está fuera, se ha ido a algún sitio. A veces se va. No sé dónde. Solo se va. Sentí una oleada de rabia hacia ella por no saber dónde estaba Silas. ¿Cómo era  posible que no tuviera ni n i idea de dónde estaba su hijo? ¿Y cómo podía demostrar tan ppoca oca  preocupación por él? El sentimiento fue seguido inmediatamente por pena por esta mujer rota.  ¿Está ¿Está bien?   pregunté, con voz suave  . ¿Necesita un poco de hielo? La madre de Silas negó.  S Suu habitación está ahí al fondo si quieres esperar. No sé cuánto tardará. Solo necesito echarme aquí un minuto. Los dolores de cabeza… Su Su voz se apagó y se estiró en el viejo sofá.  Me pregunté si estaba borracha o si debería deber ía llamar a un médico.  Me quede ahí de pie decidiendo qué hacer, cuando habló, sus ojos continuaban cerrados:  Sé Sé cosas sobre ti  avisó avisó . Sobre tu familia. Tu abuela, no es tan hermética sobre algunas cosas como piensan.  Mi corazón se hundió. Silas lo entendería, pensé. pensé . Le había dicho mi nombre. Le había dicho el verdadero. En realidad no. Él no tenía ni idea de quién era yo. Era tan culpable como mis padres, estaba involucrada en todas sus estafas, siempre, desde que era una cría. Silas me odiaría.  Silas Silas tiene una oportunidad, ¿sabes?   precisó, todavía con los ojos cerrados. Ella ni siquiera me podía mirar . Tiene la oportunidad de recibir una beca, para salir de aquí. No comonecesita tú. nada que lo ate. No necesita a nadie que lo ate tampoco. Especialmente alguien Las lágrimas se amontonaron en mis ojos y peleé para no llorar enfrente de ella. Sabía que tenía razón.  Necesito Necesito dejarle un mensaje  alegué  alegué   .  No puedo irme sin más.   Al final del pasillo  indicó indicó . La segunda puerta a la izquierda. No vayas a buscarlo. Será peor para él, decirle adiós. Recorrí el pasillo a trompicones, aturdida, no era capaz de pensar. Cuando entré en la habitación de Silas, me paré justo en la puerta, absorbiéndolo todo. Había un montón de libros arrojados descuidadamente en el suelo, una libreta de notas descansando encima y unos cuantos papeles esparcidos en la cama. Era estéril, muebles y nada más, excepto las

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medallas de lucha colgando en una de las paredes. Daban el único toque de color a la habitación. Todo lo demás era solo... gris. Esquivé los libros, alcanzando un bolígrafo y me quedé parada cuando lo encontré, esperando a las palabras que no querían venir. ¿Cómo podía explicarle la decepción que era mi vida?  Al final, no intenté explicarlo. Había demasiado que decir y era demasiado abrumador. En vez de eso, le dije solo la verdad. Lo siento por todo. Me tengo que marchar. Es lo mejor para los dos. Vas a hacer cosas grandes ya no me necesitas para que te dé suerte. Siempre tendrás mi corazón. Tempest Doblé el papel por la mitad y lo dejé en la cama de Silas. Estaba a punto de salir por la  puerta, pero di un paso atrás, a trás, me paré frente a la pared donde estaban las medallas de lucha colgadas, rememorando sus victorias.  Memorias de mi tiempo con él.  Mis dedos recorrieron las medallas y consideré mis acciones por un momento, antes de quitar una de las medallas de su sitio y ponerla en mi bolsillo. Era la única cosa que quería hacer. No podía irme sin algo suyo, un recuerdo del chico que me robó el corazón. Y luego hice la cosa más dura que podía hacer.  Me marché.

Giraba la medalla una y otra vez entre mis dedos, la textura del emblema y el relieve de las letras eran la cosa más familiar del mundo ahora. Me la había quedado, diciéndome que era un amuleto de buena suerte; como muchos estafadores, tenía una serie de supersticiones que no podía evitar, sin importar lo irracionales que pudieran llegar a ser. Pero era mucho más que un amuleto y no podía convencerme de dejarlo ir. Una voz quebró mis pensamientos. Bueno, ¿Ariana?   Bueno, Miré hacia arriba, respondiendo a mi nombre. O, más bien, el nombre por el que me conocía mi equipo. Era la gente más cercana a mí en todo el mundo y aun así, no sabían mi nombre real.

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Solo Silas lo sabía. De pie a unos cuantos pasos de mí, Iver frunció sus labios pensativamente, luego se echó hacia atrás, hundiéndose en una silla frente a mí y estiró la pernera de su pantalón, que era sin ninguna duda de un traje de cinco mil dólares. Si había una cosa que Iver tenía, era un gusto impecable y eso abarcaba todo: arte, ropa,  joyas, mujeres. y untenido flirteoesaimposible. entre yoSilas. nunca había habido esaEra chiguapísimo chispa. spa. No había chi chispa spa conPero nadie másIver qu quee ycon Ese era el problema del primer amor, del tipo tan ardiente como había sido el mío con Silas. Te destruía para siempre, te dejaba comparándolo con cualquier otro por el resto de tu vida. La chispa fue tan brillante, que nunca nadie llegaría llega ría a estar a la altura. Incluso ahora, el recuerdo de las manos de Silas recorriendo mi cuerpo, acariciando mi piel, el calor de su aliento contra mí, envió un escalofrió por toda mi espina dorsal.   Bueno, Bueno, ¿qué?   pregunté. pregunté. Bueno   d dijo ijo Iver, sus cejas se fruncieron mientras me miraba  . Bueno   Bueno algo , querida. Tu mente estaba en otro sitio y ciertamente, no estabas pensando en el descuidado promotor al que estamos desplumando. de splumando. Sentí que mis mejillas se sonrojaban y eso no era típico de mí. Aprendí hace mucho tiempo a esconder mis reacciones, sonrojarme no era algo que quisiese hacer en mi tipo de trabajo. Era un descuido, una pena de muerte potencial. En cambio, me reí de la insinuación de Iver de que estaba distraída distraída con algo. No estaba distraída. No me  permitiría estar distraída con recuerdos de Silas. Silas era historia pasada. El champán me está haciendo sonrojar   mentí. mentí.   El   Puedo Puedo ver el rubor   comentó comentó Iver  . Pero definitivamente,

no es por el champán. La Ariana que conozco puede manejar una o dos copas de champán. Pero me abstendré de hurgar en tu pequeño secreto solo para satisfacer mi curiosidad. Tenemos problemas más importantes que atender. Distraerse no es una opción.   No No   repetí, repetí, castigándome a mí misma mentalmente  . Distraerse no es una opción.   Entonces Entonces   continuó continuó Iver  . ¿Qué te dice tu instinto? ¿Mi instinto?   le le pregunté inexpresivamente.   ¿Mi

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Todo en lo que podía pensar era en lo que mi instinto me decía sobre Silas. Ve a verlo. Saqué ese pensamiento de mi cabeza.   Sí, Sí, querida   comentó comentó Iver, negando  . Algo te ha alterado. ¿Qué te dice tu instinto sobre el trabajo? ¿Sobre Coker? Me obligué a volver al presente. Basta del pasado. Esa mierda no iba a comerme viva.   Mi Mi instinto me dice que lo hemos perdido. Hizo todo lo que sabíamos que haría. Se tragó la información sobre el proyecto televisivo, luego amañó el combate. Era exactamente lo que queríamos. Definitivamente picó   afirmó afirmó Emir desde el otro lado de la habitación de   Definitivamente hotel, donde estaba sentado en un escritorio con dos ordenadores abiertos, absorto con algo tecnológico. Emir era nuestro experto en cualquier cosa que tuviera que ver con tecnología. En otras palabras, las cosas que no entendía.   Se Se libró del otro luchador con un atropello a la fuga. El luchador está en el Mercy General todavía. Tiene unos cuantos huesos rotos, pero parece ser que se pondrá bien. Eso es bueno   manifesté manifesté  . Estábamos fuera cuando pasaron ese tipo de   Eso cosas. Nunca se había desecho de nadie de esa manera antes.   Me Me sentí mal, responsable por el luchador que habíamos dañado. Pero me dije que si no hubiese sido ese luchador, hubiera sido algún otro. Además, estábamos creando toda esta estafa para el beneficio de otra de las víctimas de Coker  . Excepto que ahora vamos a tener que marcharnos.   ¿Por ¿Por qué?   cuestionó cuestionó Iver. Me senté recta en mi silla.   El El luchador de Coker acaba de perder. Ese es el problema. Necesitábamos que el tipo ganara. Iver bebió de su copa, encogiéndose de hombros.   Supongo Supongo que así es como lo ves tú   comentó. comentó. ¿Me estás diciendo que deberíamos continuar?   pregunté pregunté  . Es   ¿Me demasiado arriesgado. No nos arriesgamos. A no ser que el objetivonos esté tirando el dinero, no manejamos el juego. No lo perseguimos. Coker estaba intentando impresionarnos con su tipo, al que acaban de derrotar. Ahora, esperará

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que nos vayamos, no que lo persigamos. Lo seguimos, estamos necesitados. Eso es una sentencia a muerte para nosotros. Lo sabes. Es una causa digna   discutió discutió Oscar desde el otro lado de la habitación   Es mientras nos levantábamos, bebiendo casualmente su vaso de whisky escocés. Suspiré. Siempre son causas dignas   confirmé confirmé  . Y Coker es un asqueroso pedazo   Siempre

de mierda. Ya estoy al tanto de todo eso.   Pero Pero este caso es bastante personal para mí   expresó expresó Iver. ¿Y con qué frecuencia hemos hecho nosotros un trabajo personal para Iver?   ¿Y   dijoEmir dijoEmir  . Ni siquiera sabía que él tenía una vida privada que fuera más allá que tirarse a modelos.   La La intriga y la emoción en mi vida personal se te iría de las manos, Emir se burló Iver, con ojos risueños.   se Emir se rió. Actrices ctrices y champán veinticuatro horas al día, siete días a la semana.   A No olvides el caviar   añadió añadió Iver  . Y los yates. Soy como el James   No

Bond

de los timadores, en realidad. Este era la primera vez que Iver pedía algo personal. Iver era una persona extremadamente reservada. Incluso yo, que podía seguir a la gente fácilmente, todavía no sabía exactamente dónde vivía. Pero por lo visto tenía un ama de llaves con un marido que solía ser uno de los lo s luchadores de Coker, uno que fue dejado de mala manera cuando Coker terminó con él. Iver consideraba a Coker como un problema personal del que había que deshacerse. Somos un grupo variopinto , pensé, un grupo de estafadores reformados que siguen estafando. Pero por el bien común.Era estúpido. Irrisorio. Pero éramos lo que éramos. Mis padres siempre solían decir que se puede sacar a un timador de una estafa, pero nunca podrías sacar la estafa del timador. Yo era quien era. Hacía las cosas a mi manera, no a la manera de mis padres. Ellos veían a todos como objetivos, sin importar quién. Y si tenías una vulnerabilidad, te hacía mejor objetivo. Mis padres aborrecían la debilidad. Cuando cumplí los dieciocho, prometí hacer las cosas de otra manera, usar mis habilidades solo con gente que lo mereciera. No fue hasta que me junté con Iver, Emir y Oscar que todo empezó a encajar. Iver habló, su voz insistente:

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Nunca   Nunca

he dicho que deberíamos perseguirlo   explicó explicó  . De hecho, deberíamos ponerle el listón más alto. Hacerlo pasar por más aros   agregó agregó Oscar, subiéndose las gafas.   Hacerlo   Por Por favor, no me digas que esto te parece buena idea, Oscar   supliqué supliqué  . Siempre eres la voz de la razón. No tomamos riesgos excesivos. Me enseñaste eso. Podemos reagruparnos y planear algo más. Emir puede piratear sus cuentas. Piratearlas es demasiado arriesgado   indicó indicó Emir.   Piratearlas   Deberías Deberías escuchar lo que Iver tiene que decir   aconsejó aconsejó Oscar  . Cuando recibimos tu mensaje, discutimos otras posibilidades.   Esto Esto es un motín   refunfuñé. refunfuñé. Iver negaba, riendo. ¿Motín?   cuestionó cuestionó  . ¿Estás sugiriendo que eres la capitana de este   ¿Motín?  barco?   Siempre Siempre pensé que yo era el capitán   alegó alegó Emir. Iver lo señalaba con una sonrisa traviesa. ¿Lo ves?   provocó provocó  . Has herido los sentimientos de Emir. Además, hace   ¿Lo tres días, estabas de acuerdo con tumbar al promotor. ¿De repente quieres cortar y salir corriendo? Me sonrojé. La verdad era, que ver a Silas me había asustado. Estaba tratando de no ser supersticiosa, pero verlo había sido como una señal. No era un buen presagio, alguien volviendo del pasado así. No quiero dejarlo y salir corriendo   mentí mentí     No   . Quiero irme, para poder volver otro día. Un viejo sabio me enseñó eso. Miré significativamente a Oscar, quien estaba de pie apoyando su codo en el gran piano, la viva imagen de un inofensivo jubilado. En realidad, era un brillante estratega y uno de los timadores más exitoso del último siglo.   Bueno Bueno  intervino intervino Oscar  . Creo que está es una opción viable. De acuerdo.   Suspiré Suspiré  . ¿Cuál es el plan? Véndemelo.   De   El El promotor quedó en ridículo   declaró declaró  . Su luchador no valía nada. Estabas buscando talentos e inversores para un canal de televisión legítimo , pero a lo mejor no estás buscando talentos. A lo mejor lo que realmente estás buscando es lo contrario al talento.   Tipos Tipos que se dejen tumbar   determiné. determiné.

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Más   Más

que dejarse derribar   precisó precisó Iver  . Que estuvieras buscando, de hecho, luchadores para una red privada sin reglas, ¿bien? A lo mejor es lo último en lucha sin reglas. Completamente fuera de la legalidad.   ¿Hasta ¿Hasta morir?   pregunté, pregunté, negando. No lo vendería de esa manera   puntualizó puntualizó Iver  . Un canal gladiador.   No Una auténtica pelea de gladiadores. Un combate a muerte. Por lo tanto, hasta morir   repetí. repetí.   Por Iver hizo un sonido de negación. Que se les pueda machacar, ma-cha-car   explicó. explicó.   Que Coker probablemente estaría más que feliz de proveer el producto para   Coker algo así   admití. admití. Esto es mucho más sucio   dijo dijo Iver  . Lo que significa que también será   Esto más caro. Con mucho más riesgo.   Mejor Mejor para nosotros   comentó comentó Oscar, guiñándome un ojo. Lo   Lo

que significa más dinero. Una recompensa más grande. ¿Cuánto más? pregunté, mirando a Emir.   pregunté, Emir sonrió. He estado mirando sus finanzas   aclaró aclaró  . Podemos subir más.   He Había algo enfermo en la emoción que me recorrió ante la perspectiva de subir la apuesta inicial, de incrementar el riesgo. Esto debe ser igual que la emoción que los jugadores de apuestas tienen, pensé. Pero era lo correcto , me dije. Coker era la peor escoria. Y luego estaba el tema del esposo del ama de llaves de Iver, merecía una revancha, después de lo que Coker le había hecho.   De De acuerdo   acepté acepté  . Estoy en el juego.

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Cinco Silas

― ¿E ¿E

s aquí? ―pregunté. La pequeña casa frente a nosotros, rodeada de un patio pequeño, casi todo marrón, el único color verde provenía de malas hierbas que crecían en parches moteando la tierra. Una bicicleta de niño estaba apoyada contra la escalera de entrada. Al otro lado de la calle, tres hombres estaban de pie conversando frente a otra casa igual de deprimente, apoyados contra una camioneta hecha polvo. Podía sentir cómo nos miraban mientras salíamos del auto. ―Sí, hombre ―aseguró Trigg― Trigg―. No es bueno. John y Debbora tuvieron que mudarse aquí hace unos meses. Fueron capaces de pagar algunas de las facturas del hospital, pero se llevó todo lo que tenían. ―Mierda. No puedo creer que estén viviendo en un sitio así. Les he enviado dinero, pero no era mucho por lo que le debía a Fat Harry. No sabía que era tan malo. Coker debería pagar por sus acciones. ―Suspiré profundamente y guardé las llaves del auto en mi bolsillo antes de mirar a los hombres al otro lado de la calle― calle ―. Elias va a matarme si le hacen algo a su Mustang. Enloquece cuando tiene que ver con su auto. ―Bueno, es un auto bonito. Tiene sentido que se vuelva psicópata. Lo vigilaremos desde adentro ―comentó Trigg. Levantó el dobladillo de su camisa, revelando el revolver metido en la cinturilla del pantalón― pantalón ―. Pero traje esto, por si acaso. ―¿Cómo lo está haciendo la pequeña? ―pregunté mientras nos acercábamos a la puerta de entrada. ―Está bien ―contestó Trigg― Trigg―. Johnny dijo que ha estado teniendo algunos problemas en la escuela. Pero eso no es una gran sorpresa, si la escuela está en un vecindario como este, ¿entiendes?

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La puerta se abrió antes que llamásemos y Debbora nos recibió en la puerta, con un delantal atado a la ci cintura. ntura. Sacudió sus manos en él y nnos os hizo un gesto para que entráramos, mirando detrás de nosotros a los hombres del otro lado de la calle. ―Silas, Trigg, entren ―indicó indicó― ―. ¿Qué están haciendo aquí? Permanecimos de pie con torpeza en la entrada de la pequeña casa y Trigg se inclinó frente a una ventana después de abrazar a Debbora. ―Voy a mantener un ojo fuera para vigilar el auto ―comentó. ―Es el auto de mi hermano ―expliqué, sabiendo lo que parecía, nosotros conduciendo en este vecindario con un auto como ese, como un par de imbéciles ricachones. La verdad es que éramos todo lo contrario. ―Probablemente sea una buena idea vigilarlo ―respondió Debbora, sacudiendo la cabeza― cabeza―. Esos hombres de allí no son buenos. Drogas, creo. Un montón de gente entra y sale de la casa. ―Trigg comentó que se mudaron aquí hace unos meses ―pregunté. Debbora señaló hacia la mesa y las sillas, me senté mientras se apresuraba hacia la cocina, tomando vasos y una jarra con agua. ―Las facturas del hospital nos dejaron sin dinero ―aclaró. ―Aun así, pasó hace un año ―repliqué, negando con la cabeza― cabeza ―. Pensé que se habían pagado las facturas por gastos médicos con el seguro de Johnny. ―Se pagaron todas las facturas por po r gastos médicos que fueron resultado de la pelea ―afirmó Debbora― Debbora―. Pero estaba ocultando sus mareos, ¿cómo los llaman? Vértigo. No podía manejar maquinaria pesada por lo que perdió su empleo como como operario en la fábrica hace unos meses. Todo empezó a ir cuesta abajo. ―Lo siento, Deb ―lamenté lamenté― ―. Me fui y… y…  no lo sabía. Si hubiese podido habría mandado más. Sacudió la mano con desdén. ―Por favor, Silas ―protestó protestó― ―. Ya has hecho mucho. Después de lo que pasó contigo… contigo …  ―Tuve suerte ―intervine, cambiando de tema. No quería una fiesta de compasión― compasión ―. ¿Qué está haciendo Johnny? ¿Ahora está bien? Debbora se encogió de hombros. ―Salimos adelante ―afirmó afirmó― ―. Está de empaquetador en una tienda, tomando trabajos aquí y Estaremos allá. Aún bien. tiene Cuéntame mareos y sobre migraña. Solo necesitamos hacer ocasionales pequeños recortes. ti. ¿Qué

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estás haciendo? ¿Vuelves a la ciudad para quedarte? Johnny estará realmente contento de verte. Aunque hoy trabaja hasta tarde. Negué. ―Solo pasaba por aquí ―comenté comenté― ―. Tuve una pelea la noche pasada. Debbora palideció. ―¿Volviste con Coker? ―No, no, por supuesto que no ―aseguré aseguré― ―. Abel me llamó para estar en su esquina durante una pelea, pero acabó en el hospital, así que tomé su lugar. Se llevó la mano a la boca y abrió los ojos con sorpresa. ―¿Está bien? ¿Fue Coker? Negué. ―No, no ―mentí, mirando a Trigg. Debbora no necesitaba preocuparse por nada más― más―. Tuvo un accidente de auto. Fue totalmente al azar. Está bien, solo magullado, nada serio. Le diré que preguntaste por él. ―¿Entonces ya peleaste? ―preguntó, con voz inestable. Alcancé su mano, cubriéndola con la mía. ―Sí ―respondí respondí― ―. Y también estoy bien. Pateé el culo del tipo. Debbora acarició el dorso de mi mano. ―Por favor, cuídate Silas ―rogó rogó― ―. Fuiste listo por marcharte cuando lo hiciste. Me preocupo por ti y por los otros luchadores. ―Estoy bien ―reiteré reiteré― ―. Te trajimos algo. El dinero de la pelea, menos lo que le debía a alguien. Con suerte ayudará. Trigg sacó el sobre con el dinero de su chaqueta y lo deslizó por la mesa. ―Debería ser suficiente para que se ayuden un poco. No es permanente pero… pero …  Debbora inspiró bruscamente, llevando la mano a la boca. ―No ―exclamó exclamó― ―. No podría aceptarlo Silas, es tuyo. Necesitas el dinero. ―No tomaré un no por respuesta, Deb ―argumenté argumenté― ―. Has sido como una madre para mí, más que mi propia madre y no puedo pensar que tú y Johnny estén en apuros. No es justo. ―No puedo aceptar tu caridad, Silas ―alegó con voz firme― firme―. Tengo un empleo, limpiando para un hombre rico y le dije lo mismo cuando me ofreció ayuda. No somos un caso de caridad. Saldremos adelante.

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―Esto no es caridad, Deb ―insistí insistí― ―. Es un pago por toda la mierda que  Johnny y tú han hecho por po r mí, sacándome de problemas la primera vez que vine a Las Vegas. ¿O no recuerdas que me ayudaron con mis problemas, metiéndome en la parte trasera de la camioneta? ―No nos debes nada, Silas ―aseguró, negando. Pero pude ver la duda en sus ojos y su resolución debilitándose. ―Sí, seguro, no les debo nada ―me mofé― mofé―. Solo mi vida. No me importa lo que digas, el dinero se queda. Si no quieres tomarlo, entonces guárdalo para Cara. ―Sabía que la mención del nombre de su hija haría que Debbora aceptase. Me miró durante un largo rato antes de asentir finalmente. ―Gracias, Silas ―dijo dijo― ―. A ti también, Trigg. Trigg sonrió. ―No me mire a mí ―comentó comentó― ―. Esto es idea de Silas.

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Seis Tempest

―M

e alegro que haya luz del día ―aseguré. No habíamos llegado a nuestro destino y el vecindario estaba empezando a tener un aspecto cada vez más peligroso. Iver estaba abstraído, con la mirada centrada en lo que nos rodeaba. ―Sí ―comentó distraído― distraído―. Probablemente nos dispararían aquí por la noche. ―El GPS dice que estamos en el lugar correcto ―indiqué indiqué― ―. Esta es la dirección que Emir obtuvo. Emir podía obtener virtualmente cualquier información que necesitásemos sobre los objetivos y la gente que ayudábamos, pero había algo en comprobar las cosas en persona que siempre me hacía sentir mejor sobre un trabajo. Emir se reía de mí, llamándome supersticiosa, ya que su información nunca era incorrecta. Y en este caso, teníamos fotografías sobre el vecindario dónde el ama de llaves de Iver y su familia vivían, obtenidas fácilmente de internet, pero no podían reemplazar ver con tus propios ojos. Normalmente hacía este tipo de cosas al principio, cuando estábamos verificando la historia de la víctima, antes incluso de empezar un trabajo. Pero esta vez, había estado intentando romper con los viejos hábitos, diciéndome que las compulsiones no eran razonables. Cuando llegaba el momento, era una criatura de hábitos. Iver sabía que me volvía loca no haber hecho aún mi inspección. Así que estuvo de acuerdo en acompañarme. ―Solo no hagas que te maten ―advirtió advirtió― ―. He visto las fotos de Emir y conozco a Debbora. La historia es auténtica. Estacioné al final de la calle, lo suficientemente lejos de la casa. ―¿De repente consiguió dinero? ―pregunté, señalando el brillante Mustang estacionado a la entrada.

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Iver frunció el ceño. ―¿Es uno de los autos de Coker? Negué, repasando mentalmente la lista de los autos conocidos de Coker. Tenía buena memoria para detalles como ese. ―No que yo sepa. Permanecimos sentados durante unos minutos, con el motor apagado. ―Hubiera traído una botella de champán si hubiese sabido que íbamos a estar en una operación de vigilancia ―comentó. Me reí, recordando la primera vez que trabajamos juntos. Estábamos bajo vigilancia, a causa de un mal trato de Iver. Pero, de un modo típico en él, no estaba para nada preocupado.

― Barbilla Barbilla arriba, muchacha ― demandó, demandó, con un falso acento escocés y un guiño― .

No es el fin del mundo, ¿sabes? Permanecí a un lado de la ventana mirando hacia abajo, a la camioneta camuflada  fuera del hotel, el mismo auto que había permanecido allí durante horas. No dije nada,  paranoica por la presunción que habían puesto pue sto micrófonos en la habitación. Entonces se giró sobre los talones, cruzó la habitación hacia el bar y tomó una botella de champán de la hielera. Agarrando dos copas, pasó por mi lado sin decir una palabra. ― ¿¿Champán? Champán? ¿En serio? Es mediodía y apenas bebo en las ocasiones especiales ― mencioné. mencioné. ― Oh, Oh, querida ― comentó comentó― . No es para ti. ― Y abandonó la habitación, cerrando la  puerta de golpe.  Momentáneamente aturdida, me pregunté qué demonios estaba haciendo. Observé desde la ventana que caminaba hacia la camioneta, blandiendo la botella de champán y las copas como si no le importara nada en el mundo. Se me atascó la respiración y me puse la mano en la boca mientras tocaba en la parte trasera de la camioneta y se abría la puerta. Les ofreció el champán a los agentes, diciéndoles algo, entonces se alejó como si no hubiese pasado nada raro. Incluso desde dónde estaba,  pude verlo silbar mientras caminaba. Cuanto volvió, yo permanecía allí, boquiabierta, antes de empezar a reír. ― ¿Qué ¿Qué les dijiste? ―  pregunté. Sonrió.

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― S Simplemente implemente los estaba felicitando por un trabajo bien hecho ― aseguró aseguró― . Es

importante reconocer a los funcionarios. A menudo son menospreciados.

Se abrió la puerta de la casa del ama de llaves e inspiré bruscamente mientras dos hombres salían y se dirigían al auto. ―Invitados, ―comentó, e hizo una pausa― pausa ―. Y…  espera un minuto. Sabes quiénes son. Negué y tragué duro. ―No. ―No me mientas ―advirtió advirtió― ―. ¿O has olvidado que puedo leer a la gente? La expresión en tu rostro lo dice todo. ―No es nada ―indiqué indiqué― ―. Nadie. Puse el auto en marcha, preparada para rebasarlo y salir volando de allí, pero no pude obligarme a hacerlo. En cambio, solo me quedé allí, con la mirada centrada en Silas. Le vi abrir la puerta del conductor y entrar, las luces traseras se encendieron. Cuando el auto se alejó de la puerta de entrada, vacilé. La vocecita de mi cabeza, la sensata, me dijo que seguirle era una mala idea. No lo hagas , pensé. Déjale marchar. ―Puedo ver lo que vas a hacer ―informó informó― ―. Y si por un momento crees que voy a dejar que sigas a alguien que no está involucrado con este trabajo por una razón personal, sin conocer todos los sórdidos detalles, no me conoces lo suficiente. Ignoré Iverpudiese y bajé vernos. por la calle, despacio, lo suficientemente lejos detrás de Silas para quea no Si había una cosa que sabía hacer, era e ra seguir a alguien. Fue una de mis lecciones mientras crecía. Cuando tenía ocho años, estaba especializada en carterismo. Mi padre me había enseñado sus trucos con las cartas y a los diez, era una maestra del póquer y podía estafar jugando al billar. Había estado involucrada en las estafas de mis padres como apoyo, pero en la adolescencia era buena en ello.  Muy buena.

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Mis padres estaban orgullosos. Mentir y evadir eran mi segunda naturaleza. Evadir una persecución era tan instintivo como respirar. Perseguir a alguien sin ser visto tomó algo más de tiempo. Mi educación no fue exactamente normal. Había sido muy inusual, y por inusual  ,, quiero decir bastante jodida  para los estándares de la mayoría de las personas. Mientrasyotros aprendían a leer y escribir, yo aprendía el juego de los tres sombreros el artecríos de ser carterista. Algunos niños aprendían la Regla Dorada, yo aprendí el Código de los Timadores.

La mano de mi padre voló a mi muñeca, tan rápido como un rayo, y me miró con una sonrisa socarrona, su diente de oro brillando con la luz del sol. ―  Atrapada. ―  Maldición. ― Retiré andrajosa y gastada. Retiré la mano de golpe y la metí en el bolsillo de mi chaqueta, ― Hanna Hanna Wilde ― dijo, dijo, mirando a mi madre― . Tu niña ha hecho un intento de robar mi cartera excesivamente pobre. ― ¿Mi ¿Mi niña? ―  Mi madre estaba frente a la casa, sentada en una mecedora, sosteniendo un periódico cerca del rostro. Dejó caer el extremo, entonces miró hacia nosotros― . Las técnicas de Tempest como carterista son más parecidas a las tuyas que a las mías.  Mi padre miró hacia mí y me dio un guiñó. ―  Mejor suerte la próxima p róxima vez ve z ― aconsejó aconsejó― . Necesitas más práctica. Ya tienes ocho años. Deberías ser más discreta que eso. Suspiré y pateé un guijarro en el suelo bajo mi pie. ― Vamos, Vamos, papá ― me me quejé ―  ―.  ¿Cuándo puedo intentarlo de verdad? ― Podrás Podrás intentarlo cuando estés preparada ― advirtió advirtió― . Y solo entonces. Si puedo atraparte significa que no estás preparada. Lo seguí hacia el porche delantero de la casa en la que nos estábamos quedando. No era nuestra casa, por supuesto. Era una estafa. La estábamos ocupando, haciéndonos pasar  por familiares de los dueños. Habíamos estado allí durante dos semanas. se manas. ― ¿Papá? ¿Papá? ―  pregunté.

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Se sentó en el porche, entonces sacó un mazo de cartas y empezó a mezclarlas, las cartas volaban en el aire en un borrón. Me senté frente a él, hipnotizada como siempre por el movimiento. ―  Me gusta estar aquí ― afirmé. afirmé. No respondió, solo siguió mezclando, moviendo los dedos con rapidez. ― ¿No ¿No podemos quedarnos? ―  pregunté.  Mi madre me miró sobre el periódico. ― ¿Quieres ¿Quieres decir como la gente normal?  Asentí, el pensamiento de ser una persona normal, alguien con una casa y amigos, alguien que permanecía en un mismo lugar, era como algo salido de un sueño. ― No No estás destinada a ser una persona normal, ¿me escuchas? ― amonestó amonestó mi padre, dejando de mezclar las cartas. Dejó tres cartas en la pequeña mesa entre nosotros, me hizo un gesto― . Siéntate. Eres una estafadora, ¿lo entiendes? Es tu patrimonio. ¿Quieres trabajar para otro el resto de tu vida? ¿Ser una esclava del sistema? Exhalé con dureza. ― No No ― respondí. respondí. No sabía qué significaba eso, aunque sonaba a algo malo ― . Pero  podríamos quedarnos en un sitio. No tendríamos que q ue mudarnos tanto.  Mi padre me miró por un largo tiempo. ― ¿Y ¿Y qué? Encuentra la reina ― ordenó, ordenó, esperando un momento mientras esperaba a que eligiese una carta; lo que hice, incorrectamente ― . Echas raíces, mueres. Tan simple como eso. No hay un único lugar para quedarse para gente como nosotros. Eres una vagabunda. Está en tu sangre. La gente que trabaja para alguien, está siendo timada. Los que poseen los negocios, son los verdaderos timadores. Señalé la carta del medio. Sin raíces. Viajar estaba en mi sangre.  Justo ahora, sentada aquí con mis padres era un engaño, un descanso de lo que era una vida caótica. El problema consistía en que me gustaba el descanso. Era reconfortante. Seguro. Quería quedarme en un único lugar. Pero sabía que era temporal, que algo malo esperaba justo al otro lado de la esquina. Siempre lo hacía. ― Observa Observa la carta ― reprochó reprochó― . Esta vida no es algo que eliges. Es algo en lo que naces. Eres una niña con suerte. ¿Toda esta gente preocupándose de sus vidas? ¿Sus

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metas? Eres más lista que ellos. Estás aprendiendo cómo funciona el mundo. O timas o te timan, ¿lo entiendes? El problema era que no quería verlo de ese modo, nosotros contra ellos. Incluso si así  fuera entonces quería quedarme. Permanecer excluida, odiada por todos, no era vida. Eso era lo que no entendía. Golpeó la mesa, sus dedos cerca de las cartas. ―  Ahora ― exigió exigió― . ¿Dónde está la reina?

El Mustang de Silas no era exactamente difícil de seguir, un brillante auto azul que llamaba la atención, especialmente mientras atravesamos las calles de este vecindario apestoso. ―Te estás volviendo a distraer ―indicó Iver― Iver―. Solo puedo asumir que te preocupas con pensamientos sobre uno de esos hombres en el auto. Odio ser el portador de malas perodebemos estoy alarmado que señalar que este pequeño paseo tienenoticias, que acabar, reunirnospor contener Coker. Coker.  Mierda , pensé. Mantén la cabeza en el juego, Tempest . Estaba actuando como una adolescente enamorada, siguiendo a Silas calle abajo. Acechándolo. Era una locura. ¿Qué demonios iba a hacer, incluso si descubría dónde se estaba quedando Silas? Era estúpido y era más lista que eso. ―Ahora ―incitó incitó― ―. Suelta la historia. ―No hay nada que contar ―aseguré, mirando a Silas girar. Prácticamente tuve que forzarme a mantener el volante derecho, evitando girar y seguirle. Por mi visión periférica pude ver el borrón azul de un auto perdiéndose en la distancia y exhalé― exhalé ―. Solo es un fantasma del pasado, eso es todo. Iver bufó en desacuerdo. ―Ese chico no me parece un fantasma. Juzgando por tu expresión cuando lo viste, diría que es una parte importante de tu presente. No respondí. La última cosa que necesitaba ahora mismo era que Silas fuese parte de mi presente. Era pasado y ahí era donde se iba a quedar. Lo dejé en West Bend. Silas y yo éramos historia antigua.

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Siete Silas

T

rigg colgó el teléfono. ―Abel salió del hospital ―dijo ―dijo― ―. Fue dado de alta ayer por la noche. Está listo para irse. ―Es un alivio ―le dije. Solo pensar en lo que el maldito de Coker le había hecho a Abel, y a nosotros tres, me estaba matando. ―Saldremos a tomar unas cervezas ―dijo Trigg― Trigg―. Vamos a celebrar. Abel se reunirá con nosotros. ―Sí ―le dije― dije― , es una puta celebración que Abel terminara en el hospital por causa de ese imbécil. ―Muy bien, pesimista ―dijo Trigg― Trigg―. ¿O qué tal si celebramos su recuperación? Y puedes refunfuñar y estar enojado y averiguar cómo matar a Coker. Gruñí. ―Eso suena mejor. ―día Porde favor, dime que no vas a metió dispararle al chico veas. Noenaelplena luz del todos modos. ―Trigg la mano en lacuando mochilaloubicada piso del auto, y abrió una bolsa de papas fritas. ―Vamos, hombre ―le dije― dije―No en el auto de mi hermano. Serás quien reciba un disparo a plena luz del día si desparramas migas. Trigg me ignoró, metiendo una papa en su boca y masticando con fuerza, luego limpiado las esquinas de la boca sin dejar de comer. ―Me muero de hambre, hombre ―dijo dijo― ― , tengo que comer. ―De todos modos, ¿le disparé la última vez que lo vi, mamá? ―le pregunté. Trigg entrecerró los ojos. ―No ―dijo dijo― ― , pero eso fue en la pelea.

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―¿Y? ―le pregunté con aire ausente. La pelea. Todo lo que podía recordar sobre la lucha era a Tempest, de pie al lado de Coker. Luciendo como el pecado en ese traje que vestía, la falda ajustada a su culo curvilíneo. ―Estabas distraído ―dijo dijo― ―. Y, además, había testigos. ―¿Estás diciendo que no merece un disparo? ―le pregunté― pregunté―. ¿Después de lo que me hizo? ¿Y a Johnny? ¿La forma en que dañó a Abel al atropellarlo y huir? ―No es lo que digo, y lo sabes ―dijo Trigg― Trigg―. Coker merece algo peor que un disparo. ¿Joder a los combatientes de esa manera? Solo digo que no le hagas nada a plena luz del día, eso es todo. ―No soy un idiota. ―No he dicho que fueras un idiota,  idiota―dijo dijo― ―. Solo quiero saber qué demonios pasa por tu cabeza. ―Cállate y come tus papas, Trigg ―dije dije― ―. No te invité para que habláramos de nuestros sentimientos. Coker es un maldito peligro para la seguridad. Fin de la historia. ―También lo era Jade ―dijo. Me reí, el sonido amargo. No había oído ese nombre desde hacía tiempo. ― Jade ―escupí su nombre.  Jade era mi exnovia, quien me traicionó. Traición era una palabra demasiado amable para lo que había hecho. Intento de asesinato  era más preciso. No supe si alguna vez le importé una mierda, o simplemente había trabajado para Coker desde el principio. Coker sabía que yo era demasiado paranoico como para hacerme algo él mismo, por lo que la había utilizado. Ella fue quien le echó algo a mi bebida en la pelea.  Jade podía irse al infierno por lo que a mí respecta. ―No está en ningún lado, sabes ―dijo dijo― ―. Salió del radar. Probablemente hacia alguna parte en el desierto. Ya lo sabía. Jade había desaparecido después de esa pelea, hacía meses. Traté de averiguar a dónde se había marchado antes de irme, pero no pude. No supe si Coker la protegía o si estaba muerta. Para ser honesto, después de lo que me había hecho, esperaba que fuera lo último. ―Hasta nunca ―le dije― dije―. La misma mierda debería sucederle a Coker. Podríamos dejarlo en el desierto. Trigg me miró desde el asiento del pasajero, con una sonrisa en su rostro.

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―Sí, claro, solo tendremos que matarlo y dejarlo ahí. No hay problema. ―Se detuvo por un momento― momento ―. A un chico guapo como tú debería irle bien en la cárcel. ―Cállate de una puta vez antes que borre a golpes esa maldita sonrisa de tu cara ―le dije. ―Hablando en serio ―dijo Trigg― Trigg― , un par de amigos míos están en un club de motociclistas de aquí que organiza algunos combates, apuestas y cosas para algunas personas ricas. El Club de Motociclistas del Infierno. Estoy seguro que podrían hacer desaparecer a Coker. ―O podríamos hacerlo nosotros. ―¿Alguna vez te has deshecho de un cuerpo? ―preguntó Trigg― Trigg―. No es tan  jodidamente fácil. Esto no es un maldito programa de televisión. ¿Sabes cuánta mierda forense hay que pensar? Reí. 2

―No Has estoy estadobromeando, viendo demasiado . ―. Tú eres el puto genio. Deberías ― hombreCSI ―dijo dijo― saber eso. ―¿Por qué crees que no me he encargado de él? ―pregunté. Trigg se encogió de hombros. ―No sé qué pasa por ese gran cerebro tuyo ―dijo dijo― ―. Realmente solo pensé que habías empacado tus cosas y abandonado Las Vegas por West Bend. ―Tengo que volver ―le dije. Di golpecitos con mis dedos sobre el volante, pensando en toda la mierda que tendría que enfrentar e nfrentar al regresar a casa. ― Lo que que pasó sí. con― tuNo madre fuenada una mala ―dijo ―Sí. Supongo tengo másbrujería que decir al negando. respecto. Había reflexionado sobre el suicidio de mi madre desde que sucedió. Sobredosis de píldoras y licores no parecía su estilo. No dudaba que fuera capaz de suicidarse. Pero tenía motivos para no hacerlo. Como el hecho de que el idiota de mi abusivo padre por fin estaba fuera de la imagen. No tenía sentido suicidarse ahora, después que su torturador estuviera finalmente muerto. ―Buscaremos algunas cervezas, amigo. Despejaremos tu mente de esas cosas. ―La voz de Trigg interrumpió mis pensamientos― pensamientos ―. Esta noche. Uno de los

Crime Scene Investigation (también llamada CSI: Las Vegas o CSI: En la escena del crimen) es una serie de televisión estadounidense de ficción.

2 CSI:

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chicos de mi gimnasio tiene una chica que estará de camarera en uno de los hoteles de lujo de aquí. Ella nos conectará, ni siquiera tendremos que pagar. ―Muy bien ―acordé acordé― ―. Esta noche. Oye, ¿has preguntado por ahí sobre la chica que estaba con Coker en la pelea? Trigg mordió otra papa. ―Ah, sí, me olvidaba decirte ―dijo dijo― ―. Ha estado en algunos gimnasios de la ciudad. Una productora de televisión, se ocupa de peleas chinas o alguna mierda así. Un canal privado. Maggie algo. ¿James? Jameson. Maggie Jameson. ―Peleas chinas ―dije. Trigg sacudió los restos de papas de su regazo y cayeron al suelo. Hice una nota mental para limpiar el auto antes que Elias lo viera y tuviera un ataque al corazón. Ya podía verlo, aferrándose a su pecho antes de desplomarse por la sola idea de tener migas en los asientos de su auto. ―No sé ―dijo dijo― ―. ¿Del Oriente Medio quizá? Algo así. ¿Quién sabe? Canales extranjeros, decir,serealmente, ¿a quién diablos importa? Así quequiero Tempest hacía llamar Maggie. Era le una productora de televisión internacional. O era más probable que se hiciera pasar por una. La idea casi me hizo reír. Qué montón de mierda. Elias había llamado antes, sin duda, queriendo saber dónde diablos estaba su auto, pero lo ignoré. No le había avisado a Luke o a Killian, tampoco. Ni siquiera sabía si todavía estaban en la ciudad. Tenía que ir a casa. Nada me mantenía aquí ahora que la lucha había terminado. Excepto Tempest. Ella estaba llevando a cabo algún tipo de estafa. Tenía que estarlo. Y si estaba estafando a Coker, claro que quería saberlo. Y seguro como el infierno quería ser parte de ello.

Tempest Le entregué a Coker el trozo de papel escrito con los números de cuenta. Lo tomó, el temblor de su mano traicionando su nerviosismo.

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―Esta es, entonces ―dijo. ―Sí, eso es todo ―dijo Iver, mirando a Coker hacia abajo, sobre el borde de las copas que había donado para la reunión. Su voz no podría haber estado más saturada de esnobismo si lo intentaba. Tuve que ocultar una sonrisa. Iver era excepcionalmente bueno jugando con los considerados como difíciles de conseguir. Era de sus dotes más desarrolladas― desarrolladas―. Pero si es demasiado para ti, te animo a que una reconsideres. ―Sí ―dije, sonriéndole a Coker― Coker―. Es una buena cantidad de dinero, y un riesgo para cierto tipo de personas. Por supuesto que debes consultar con un asesor si eres la clase de hombre que necesita una confirmación, porque este tipo de transacción está destinada a hombres que se sienten cómodos asumiendo riesgos. Iver puso los ojos en blanco y miró a Coker con desdén. ―Sí ―dijo dijo― ―. Supongo que un millón de dólares es una suma considerable para algunas personas. Coker se aclaró la garganta, su rostro enrojeciendo. ―Un millón de dólares no es simple cambio para la mayoría de la gente. Iver se volvió hacia mí, su mano en mi codo, alejándome de Coker, hacia la puerta. ―Dije que esto era un error, lidiar con un nuevo inversor ―dijo, su voz era un susurro― susurro―. Tú y las vibraciones que recibes de las personas, almas gemelas y todo eso. Es una tendencia adorable, pero una a la que realmente re almente debes renunciar. Me volví hacia Coker. ―Es muy raro que considere un acuerdo con un inversor que personalmente no conozco desde algún tiempo, señor Coker. Solo lo tomo en cuenta debido a su reputación de ayudar a sus combatientes utilizando cualquier medio necesario. ―Hice hincapié en las palabras. Quería dar a entender que era un tramposo, que sabía que era un hombre podrido hasta la médula― médula ―. Siento que compartimos una cierta… cierta … sensibilidad, un parentesco, si se quiere. Pero no necesito su ayuda. ―Compartimos el mismo tipo de sensibilidad ―dijo Coker― Coker―. Estos combatientes, son nuestra materia prima. Iver lo interrumpió. ―Me temo que no estoy a gusto con este acuerdo para nada. ―¿Qué? ―El rostro de Coker enrojeció aún más. Miró de un lado a otro entre Iver y yo― yo―. Dijiste que teníamos un trato. Un acuerdo.

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Puse la mano en la manga de Iver. ―Roger, por favor ―dije dije― ― , el señor Coker es exactamente el tipo de hombre que entiende lo que tratamos de hacer. Coker asintió. ―Lo hago, lo hago. Y los espectadores quieren el tipo de boxeador que puedo ofrecer. ―Nuestros clientes tienen todo, señor Coker ―le dije― dije―. Son líderes del mundo que deben tener sus apetitos… apetitos…restringidos…  en público. Quieren una experiencia de lucha más… más…auténtica , y están dispuestos a pagar un precio por ello. ―No tengo ningún problema en invertir el dinero. ―Se rió nerviosamente― nerviosamente―. Es solo que, desde mi lugar, un millón de dólares es una gran inversión, eso es todo. Iver suspiró y puso los ojos en blanco, mirando a Coker de arriba abajo antes de volver hacia mí. ―No lo sé ―dijo dijo― ―. Simplemente, lidiar con un inversor de poca monta parece más un problema, como para agregarlo al redil. Simplemente podríamos pedir a uno de los otros inversores que aumente su contribución a un millón. Estoy seguro que Billy Murdoch estaría bien con ello. Coker abrió los ojos como platos. ―¿William Murdoch es uno de los inversores? Iver se llevó la mano a la boca. ―He dicho demasiado. Debemos irnos. ―Abrió sus ojos mientras me miraba. ―No, no ―dijo Coker― Coker―. Tengo mi portátil aquí. Solo quería otra reunión como medida de precaución. Estoy listo para hacer la transferencia. Asentí. ―Cuando estés listo. Iver dio golpecitos en su reloj con impaciencia. ―Me temo que no podemos esperar mientras se encarga de los arreglos ―dijo dijo― ― , ya que tenemos otro compromiso urgente. ―Cruzó la habitación, sin esperar por mí. Estreché la mano de Coker. ―Tendrás que perdonar a Roger ―le dije― dije―. Está tan acostumbrado a manejar transacciones grandes se ha empresario. olvidado de lo que es enriquecer a pequeños empresarios.más Él solía ser unque pequeño

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―Pequeño Pequeño…― …―La La voz de Coker farfulló, luego se silenció. Sabía que los engranajes en su cabeza resolverían lo implícito en mis palabras, no solo era un pequeño negociador, mucho más pequeño que las ballenas con las que normalmente tratábamos, sino que además lo consideraban como un caso virtual de caridad. Lo implícito era que lo haríamos rico. Obscenamente rico.  Un hombre como Coker no sería capaz de resistir la tentación. Le tendí la mano, estrechando la suya. ―Tengo que irme ―le dije― dije―. Estaremos en contacto. ―Entonces me giré sobre mis talones y me uní a Iver afuera. Los dos permanecimos en silencio incluso después de llegar al auto. Mientras conducía, Iver pulsó la pantalla de su teléfono. No habíamos pasado ni cinco minutos en la carretera cuando levantó la vista. ―El dinero fue transferido ―dijo. Me reí, incapaz de contener mi alegría. ―Has hecho un trabajo brillante allí ―le dije― dije―. Tu esnobismo es bastante convincente. Iver guiñó un ojo. ―No dejes que el juego te engañe, cariño ―dijo dijo― ―. Mi esnobismo rara vez es parte de la estafa. Reí. ―Sabes, cuando empezamos juntos, no estaba segura si realmente tenías un corazón. ―¿Te he convencido de lo contrario? ―preguntó preguntó― ―. Y dicen que no se puede estafar a un estafador. ―¿Quién diablos dice eso? ―pregunté pregunté― ―. Ese no es el dicho. Por supuesto que se puede estafar a un estafador. Dicen que a quien no se puede estafar es a un hombre honesto. ―Me temo que eso no es muy preciso tampoco ―dijo. ―¿Has estafado a gente honesta?― honesta?―pregunté. Iver presionó en su teléfono, distraído. ―No desde que me hiciste ver el error en mis actos ―dijo dijo― ―. Soy un hombre cambiado. Reformado. ―Un santo regular ―le dije.

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―Has sido la pequeña Srta. Robin Hood por mucho tiempo ―dijo Iver, levantando la vista de su teléfono― teléfono―. ¿Alguna vez has estafado a alguna persona honesta? ―Una vez ―dije, la imagen Silas parpadeando en mi mente― mente ―. Hace mucho tiempo. Después de todo, el amor definitivamente era una estafa, ¿no?

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Ocho Silas

―S

iento haberme perdido la pelea, hombre ―dijo Abel. Se sentó a la mesa en el bar, con una pierna enyesada― enyesada ―. He oído que fue épica. ―Demonios ―le dije― dije―. ¿Pides disculpas porque Coker te persiguió? ¿Bromeas? Rió. ―No. No hay manera de que pida disculpas por eso. Solo lamento faltar a tu regreso. Quiero decir, si hubieras luchado contra mí, habrías sido avergonzado, porque te habría sacado la mierda. Levanté mi vaso de cerveza. ―Bueno, brindemos porque tuve que patear el culo de Rush, entonces. En lugar de que hayan pateado mi culo. ―Brindemos por eso ―dijo Trigg. Se levantó― levantó―. Ahora, bebe. Stacey solo trabaja hasta las diez, y hasta entonces, la cerveza es gratuita. Me bebí los últimos sorbos, y arrebaté el vaso de Abel de su mano, entregándoselo a Trigg. ―Ahí tienes. Una mano golpeó duramente mi espalda, y me giré esperando golpear a alguien. En cambio, me encontré cara a cara con un hombre mayor, vestía un suéter gris, con un bastón en la mano. ―Eres ese luchador ―dijo dijo― ―. Te vi en la pelea de la otra noche. Fuiste muy notable. ¿Este viejito veía peleas de novatos? La mirada de incredulidad debe haberse reflejado en mi rostro, porque él se rió entre dientes.

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―Oh, vamos, incluso un anciano como yo debe tener algunos pasatiempos ―dijo dijo― ―. Hacer apuestas en peleas solo es uno de los míos. Y tú me hiciste ganar diez de los grandes. Silbé. ―Felicitaciones. ―Debe ser agradable , pensé. Diez de los grandes superaba la  bolsa de la lucha. ―Bueno, vamos― vamos―dijo dijo― ―. Si ustedes, caballeros, estuvieran dispuestos, hay un  bar en el piso superior reservado exclusivamente para los juegos. Sus bebidas van por mi cuenta. Lo que deseen. El cielo es el límite. Abrí la boca para declinar, un par de cervezas baratas es suficiente para mí, cuando a mi lado, Trigg se me adelantó. ―¿Bebidas gratis en el bar de arriba? ―preguntó preguntó― ―. Absoluta-jodida-mente. ―Gracias ―dije dije― ―. Pero solo beberemos cerveza aquí abajo, en esta barra, con el resto de los comunes. El anciano se rió entre dientes. ―Bueno, si cambias de opinión ―dijo. Me entregó una tarjeta― tarjeta ―. Necesitarás esta tarjeta llave para acceder a los pisos superiores. Sin decir palabra, se giró y se fue. Trigg arrebató la tarjeta de mi mano. ―Bueno, muchachos ―dijo dijo― ―. Esta noche llegaremos a beber como lo hace la gente rica. Silas, eso te incluye.

Tempest Iver me entregó una copa de champán. ―Por otro trabajo bien hecho ―dijo, levantando su copa― copa―. ¿Dónde está Oscar, de todos modos? Como si fuera una señal, la puerta de la habitación se abrió, y Oscar ingresó. ―Estoy aquí ―dijo dijo― ―. Fui por un poco de aire fresco. Emir le entregó una copa.

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―El dinero está depositado en cuentas que la familia podrá acceder permaneciendo debajo del radar de cualquier entidad gubernamental. Menos nuestras acciones, por supuesto. Iver asintió. ―Le daré la noticia a Deborah. Suspiré. ―¿Qué sigue, muchachos? Iver se encogió de hombros. ―El sur de Francia es agradable en esta época del año. ―¿Emir? ―pregunté. ―Tengo un vuelo mañana para salir de la ciudad ―dijo dijo― ―. Hay una convención de cómics, y un nuevo video juego por el que he estado muriendo por encerrarme con él durante una semana. ― pregunté― viajar ―¿Y Oh,tú,yaOscar? sabes――pregunté dijo― dijo ―. ― Un. ¿Planeas viejo como yo,lejos? no perseguiré modelos y ni viajaré en yates nunca más. Iver se rió entre dientes. ―No dejes que te cuente historias, Ariana ―dijo, llamándome por mi alias estafador― estafador ―. Oscar tiene más vida en su dedo meñique izquierdo que nosotros en todo nuestro cuerpo. ¿Qué tramas realmente, viejo? Oscar rió. ―Creo que pasaré un mes en Roma ―dijo. Iver suspiró. ―Había una chica italiana una vez… vez…  Emir levantó la mano. ―El resto de los mortales no necesitamos escuchar tus aventuras con modelos y herederas. Los ojos de Iver brillaron. ―Hablando de herederas, hay una hija de un magnate naviero que realmente debería comprobar. Emir hizo una mueca. ―¿No te cansas de ser un mujeriego? ―preguntó. Iver sonrió.

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―No entiendo la pregunta ―dijo, volviéndose hacia mí― mí―. ¿La pregunta tiene sentido para ti? Reí. ―Muchachos, dejen su disputa. ―¿Qué planes tienes para tu tiempo libre, Ariana? ―preguntó Oscar― Oscar―. ¿Lo dejarás al destino? Después de un trabajo, por lo general me dirigía al aeropuerto sin equipaje y sin planes, para tomar cualquier vuelo disponible que me provocara. Supongo que podría lanzar un dardo en un mapa o algo así, realmente  dejarlo en manos de la suerte para decidir. Y tal vez haría eso, en algún momento en el futuro. Pero esta vez, regresaba a Colorado. Mi abuela todavía estaba allí. Había pasado casi un año desde que me escabullí para volver a verla, y eso era suficiente. Bebí un sorbo de la copa. ―Creo que sí ―mentí mentí― ―. ¿Hay que reunirse en Nueva York la próxima vez, chicos? Otra regla del estafador, mantenerte siempre en movimiento. Rotamos ciudades y descartamos identidades como las personas cambian de ropa. ―En el Four Seasons, creo ―dijo Iver― Iver―. O el Ritz. ―El Ritz ―dijo Oscar― Oscar―. Ahora, ¿vamos al restaurante a cenar? Iver hizo una pausa. ―Oscar, te ves como el gato que se comió al canario ―dijo dijo― ―. ¿Qué tortuosidad tienes planeada? Emir arrugó la nariz. ―Por favor, di que no le dijiste al maître que era uno de nuestros cumpleaños ―comentó comentó― ―. Si tengo que escuchar a los camareros cantar para mí… mí…  ―Oh Dios, Oscar ―le dije― dije―. Si tienes algo bajo la manga… manga…  Oscar puso las manos en el aire. ―¿No puede un anciano cenar con amigos sin que sus motivos sean cuestionados a cada momento? ―preguntó, exhalando fuertemente― fuertemente―. Los timadores son de las personas menos confiadas en el mundo. Iver rió. ―Hablas como un hombre culpable ―dijo.

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Nueve Silas

―S   ―S

anta mierda. Este lugar es una locura ―dijo Trigg, su voz solo poco queda, en la forma en que la gente borracha trata de susurrar. ―Podemos pedir comida y todo, ¿verdad? ―Abel se inclinó hacia mí―. Temo que vayan a venir tras nosotros con una factura increíblemente enorme. Tenía mis dudas, pero negué. ―Parece que todo ha  ha   sido atendido ―admití―. Quiero decir, incluso nos dejaron entrar como estamos vestimos. No estábamos exactamente en ropa de gimnasio, pero no estábamos vestidos como las pocas personas, en su mayoría parejas, aquí en el restaurante poco iluminado. Había visto a dos parejas escoltadas a través del área de la barra hacia el restaurante y usaban trajes y vestidos. Y yo que pensaba que estaba vistiéndome realmente elegante esta noche, poniéndome un vaquero y una camiseta. Teníamos que destacar como algo insólito, incluso si la zona del bar estaba vacía. ―¿Un puro, señores? ―Un hombre apareció junto a la mesa, vestido con un esmoquin y llevando una caja. ―Demonios, claro que sí ―dijo Trigg, luego se aclaró la garganta―. Quiero decir, sí. Por favor. Eso sería excelente. Señor. A mi lado, escuché a Abel reprimir una carcajada. ―Qué elegante ―dijo en voz baja.  baja.  Seleccionamos los cigarros y los colocamos en la mesa. ―Vaya que esto es vida ―dijo Trigg―. Demonios, si me hago profesional, así es como sería la vida todo el tiempo. ―Si te haces profesional ―dijo Abel―, tendrás que entrenar y vivir limpio y así no perder todo por lo que has trabajado.

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―Vamos, hombre ―dijo Trigg, señalando todo su cuerpo―. Este cuerpo es una maldita máquina. Puede manejar cualquier cosa que le lances. Abel rió. ―Como quieras, amigo ―dijo―. Dale un par de años. Espera hasta que tengas treinta. Mierda, incluso veinticinco. ―Eso está muy lejos ―dijo Trigg―. En este momento, estoy en mi mejor condición. Todos nosotros lo estamos. ―Sí, hombre, mírame ―apuntó Abel, señalando a su pierna en el yeso―. Soy como la definición de la mejor condición, aquí mismo. Se me ocurrió mirar por la habitación mientras reían. Y de repente, todo se desvaneció hasta el fondo. Era ella. Tempest. Estaba de pie en la entrada del restaurante, usando este pequeño vestido negro que se ajustaba a sus curvas, el material brillando en la luz de las velas. Debería haber lucido conservadora y elegante en el vestido que llevaba, era ese tipo de vestido, pero no podría haber lucido mejor si lo hubiera intentado. El vestido sin tirantes no hizo nada para ocultar los tatuajes que se retorcían alrededor de sus antebrazos y bíceps, que serpenteaban a través de su hombro y se asomaban por debajo de las pequeñas correas. Por supuesto, podría haber estado usando una bolsa de papel de mierda, por todo lo que me importaba, no podía quitarle los ojos de encima. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, sus labios se abrieron, solo un poco. Fue como si todo en el mundo se detuviera, en ese momento. Me levanté. Sabía que debía sentirme enojado con ella por irse. Sabía que tenía que evitar querer tener nada que ver con ella. Era una maldita ladrona que hizo promesas y huyó con cosas que eran preciosas para mí. Al igual que con mi corazón de diecisiete años de edad. Pero no podía evitarlo. La quería. Crucé la habitación, escuchando a Abel protestar desde donde estaba sentado a la mesa. ―¿Qué demonios estás haciendo, Silas?  Silas? 

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―Mierda. Es la productora de televisión ―dijo Trigg, ululando―. Tiene algunas pelotas. Está fuera de su maldita liga. Está con el hombre rico, el que compró las bebidas. Detrás de ella, había un grupo de hombres parados. Eran modestos, anodinos, de ninguna manera se veían como si pertenecieran al mismo grupo. Uno llevaba un traje caro, como una especie de modelo masculino. Otro llevaba una sudadera con capucha y zapatillas de deporte, gafas de montura negra encaramadas en la punta de la nariz. Y el hombre de más edad, el que nos había invitado aquí, para empezar, se quedó detrás de ellos en una chaqueta de punto, sosteniendo un bastón. Sentí una oleada de algo que no podía descifrar al verla con ellos. Estos hombres tenían que ser las personas con la que estaba trabajando, con las que había elegido estar. Su equipo. Una ola de celos se apoderó de mí, este sentimiento de posesión que no podía quitarme de encima. Había sido mía una vez. O, más bien, en un tiempo  pensé  que  que era mía. Me dije que ya no tenía derecho a ella. Nunca lo había tenido, incluso en aquel entonces. Me detuve, a pocos metros de distancia del grupo, mirando al anciano. ―Usted.   ―Usted. Tempest se volvió para mirar detrás de ella ―Oscar ―dijo ella, su voz suave―. ¿Qué hiciste?  hiciste?  Se encogió de hombros. ―Soy simplemente un hombre viejo, en busca de un almuerzo ―dijo, tomando la manga del hombre en traje y llamando al anfitrión―. Creo  Creo   que una mesa en el otro extremo, por allá por la ventana, estará muy bien. Para tres. El nerd con los lentes levantó la vista de su teléfono. ―Somos cuatro.  cuatro.  El hombre del traje le dio una palmada en la espalda y se aclaró la garganta. ―Creo que solo somos somos tres para la cena, Emir ―comentó.  ―comentó.  El grupo siguió al maître al otro lado del restaurante y di un paso adelante, cerca de Tempest. Tuve la tentación casi irresistible de deslizar mi mano hasta la nuca de su cuello, tomar un puñado de cabello y atraerla contra mí.

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O jodidamente estrangularla. No estaba seguro de cuál sentimiento era más fuerte. En cambio, me quedé allí, mirándola. ―Tempest Wilde ―dije―. ¿O debería llamarte Maggie?  Maggie?   Se quedó allí, sin expresión por un momento. ―Me encontraste ―respondió.  ―respondió.  No estaba seguro de si estaba decepcionada o contenta. Y luego una sonrisa jugó en los bordes de sus labios. ―Silas Saint ―dijo ella―. Ha pasado un largo tiempo. tiempo.   Inclinó la cabeza hacia abajo, apartó un mechón de cabello marrón y púrpura que estaba sobre su frente y me miró, los ojos brillantes. Su cabello era diferente de como lo recordaba. Pero la mirada que me dio era familiar. Esa parte, no la había olvidado. 60 

 

 

Parte Dos C

uando uno está enamorado, siempre comienza a engañarse a sí mismo y siempre termina por engañar a los demás. Eso es lo que el mundo llama un romance. Oscar Wilde, Retrato de Dorian Gray  ~

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Diez Tempest

―¿Q   ―¿Q

ué estás haciendo aquí, Tempest? ―preguntó Silas. Estaba parado tan cerca de mí que no podía pensar en nada excepto en la forma en que sus labios se sentirían mientras se arrastraban a través de mi piel. ―Una chica siente hambre ―le dije. Tan pronto como como las palabras salieron de mi boca, me di cuenta de lo mucho que sonaban como una insinuación. Silas hizo un sonido con su garganta, bajo y gutural. Me quedé inmóvil, bebiendo su presencia. Quería quedarme allí para siempre, con mi vida detenida. ―Estuviste en la pelea ―dijo―. Maggie. ¿Jameson, es así ahora? ―Tempest ―dije―. Es Tempest. Siempre lo fue. Se echó a reír, pero no había alegría en el sonido. En su lugar, solo fue amargo. ―¿Tu nombre era real, entonces? ―preguntó―. Esa es la única cosa sobre t i que no fue una mentira. ―Sabes que no es cierto, Silas ―dije, mi voz suave―. Contigo, fue real. Fuimos reales. ―Pensaba que lo había engañado, arrancado su corazón y dejado en West Bend, que lo dejé, sin importarme nada. No podía saber lo difícil que fue para mí irme en aquel entonces. Su madre tenía razón. Solo lo arrastraría hacia abajo No tenía idea de lo difícil que era ahora, parada aquí delante de él. ―¿Sé eso, Tempest? ―preguntó―. No sabes el significado de la palabra real. ―Te amé una vez ―le di je,  je, honesta. Por una vez―. En aquel momento. Eso fue real. Algo brilló en su rostro, doloroso e intenso, y casi lamenté haberle dicho la verdad. Fue un error, decirle algo que le causara más dolor, años más tarde.

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Silas dio un paso adelante, tan cerca de mí que podía sentir su aliento cálido, su rostro a centímetros del mío. Lo escuché inhalar y cada célula de mi cuerpo respondió a su cercanía, anticipando su toque. Desesperada por su toque. Quería saber si sus labios sabían de la forma en que solían hacerlo. Quería saber si se sentiría igual debajo de mis dedos que como hace años. Quería saber si nuestros cuerpos se fundirían, encajando como dos piezas de un rompecabezas, como lo hicieron cuando éramos adolescentes, inicialmente torpes e ingenuos. Pero no me besó. En cambio, deslizó su mano por mi brazo, dejando un rastro de piel de gallina a su paso, hasta que su mano llegó a mi nuca. Aferró mi cabello, agarrando un puñado, y me llevó cerca de él. El movimiento envió una onda de dolor a través de mi cuerpo que me hizo hacer una mueca. Seguido inmediatamente por una oleada de excitación por su toque. ―Fuera ―gruñó―. Ahora. Solo apenas aflojando su agarre en mi cabello, con su mano todavía en mi cuello, me llevó alrededor de las mesas en el bar, más allá de sus amigos y a través de las puertas de cristal tintado que se abrían a un balcón, vacío de cualquier otra persona. El paisaje urbano se extendía frente a nosotros, las luces parpadeantes de Las Vegas se prolongaban durante kilómetros hasta que se desvanecían en el borde del desierto. Música sonaba suavemente desde los altavoces. altavoce s. Silas me empujó hacia adelante hasta llegar al otro extremo de la terraza, donde un toldo con tela blanca y ondulante combinaba con cojines blancos y mesas de cristal. Sin preguntar, tomó mi bolso de mis manos y lo puso en una de las mesas. Apenas dejó de moverse. En cambio, me guió hacia el borde del espacio, su agarre inflexible en mí. Solo se detuvo cuando llegamos a la pared de cristal que bordeaba el balcón, finalmente soltándome. Me volví hacia él, mi corazón golpeando salvajemente en mi pecho. ―La mayoría de la gente diría “Hola. ¿Cómo has estado? Toma asiento. ¿Puedo comprarte un cóctel?” ―le dije. Silas no sonrió. Su expresión era oscura, con los ojos más grises que el azul suave de mis recuerdos, como el tipo de cielo que se ve en la playa justo antes de una tormenta. Oscuros y amenazantes.

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Dio un paso adelante y retrocedí, la barandilla del balcón frío contra mi piel envuelta en la tela de corte bajo de mi vestido. Silas deslizó su mano alrededor de mi cintura, el gesto posesivo. Cuando habló, su voz era er a baja y ronca: ―¿Te gustaría que te dijera hola? ―preguntó. ―preg untó.   ―Eso estaría bien. ―Hola, Tempest. La forma en que lo dijo, desde el fondo de su garganta, me hizo débil y tragué antes de hablar. ―Hola, Silas. ―¿Quieres sentarte? ―Su mano se deslizó hasta la mitad de mi estómago, estómago, deteniéndose por un momento. El movimiento envió una descarga de excitación, como electricidad, corriendo por mis m is venas. ―No. ―¿Puedo comprarte un cóctel? ―Pasó su dedo por el medio de mi abdomen, entre mis senos, a la cima de mi escote y se detuvo allí. ―No. Bajó la mirada hacia mi pecho, mientras trazaba el contorno de la parte superior de ellos, justo por encima de la tela de mi vestido. Cerré los ojos suavemente, sintiéndome de diecisiete años de nuevo, anticipando su cuerpo apretado contra el mío. ―No ―dijo―. Eso ya no estorba. ¿Estás contenta ahora?  ahora?   ―Eufórica ―le dije―. ¿Era tan difícil extenderle un poco de cortesía a una vieja amiga? Gruñó en respuesta. ―¿Es eso lo que somos, Tempest? ¿Viejos amigos? ¿Por qué demonios estás repentinamente apareciendo en mi vida? Me encogí de hombros, el gesto mucho más indiferente de lo que me sentía. En el exterior, era la imagen de la calma. En el interior, era una historia totalmente diferente. ―Coincidencia ―le dije―. O tal vez es simplemente el retorcido ret orcido sentido del humor del universo. Era consciente del dedo de Silas, detenido en la parte superior de mi seno, inmóvil. Mi respiración se atoró en mi garganta. ―¿Qué estabas haciendo con Coker? ―preguntó.  ―preguntó.  

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―No puedo decirte eso, Silas. ―Quería explicarle, explicar le, decirle  por qué   estaba haciendo lo que estaba haciendo, decirle que no era la que fui en ese entonces, cuando fui cómplice de las estafas de mis padres. Pero sabía que la explicación sonaba hueca. Además, ¿qué diablos sabía de Silas ya? ¿Podía incluso confiar en él? Me miró, sus ojos azules llenos de una mezcla de lujuria y de ira. Deslizó un dedo por debajo de la tela de mi vestido, contra mi seno desnudo. Inhalé bruscamente, degustando la frescura del aire, y miré detrás de él al restaurante, consciente de que estaba apenas bloqueando mi cuerpo con el suyo. ―¿Preferirías estar en el interior, con tus socios de negocios? ―preguntó, notando mi mirada. Su dedo se deslizó más abajo, rozando mi pezón, que se tensó de inmediato en respuesta a su toque. Escuché un gemido escapar de mis labios. ―Estoy aquí contigo, ¿no? ―le pregunté. No podía pensar. No cuando comenzó a jugar, girando su dedo alrededor de mi pezón. ―Sí, pero tuve que arrastrarte por el cabello para salir aquí ―dijo―. Si deseas irte… irte…  ―Su voz se apagó, pero el dedo no detuvo su movimiento. No respondí a su implicación de que era libre de irme. No verbal, de todos modos. En cambio, arqueé mi espalda a su toque. Dándole permiso. Silas me apretó con más fuerza contra la pared del balcón, inclinándose más contra mí y separando mis rodillas con su pierna. Sentí la tela de mi vestido levantarse sobre mi muslo. No apartó los ojos de los míos mientras quitaba su mano de mi seno y llegaba hasta el dobladillo de mi vestido, al interior de mi muslo. Negué. ―Aquí no. ―Apenas pude pronunciar las palabras. La excitación inundaba mi cabeza, por lo que me era imposible pensar. ―Nadie puede vernos ―dijo. Sus dedos tocaron el pliegue en la parte superior de mi muslo y me quedé sin aliento. ―Silas ―dije, más un gemido gemido que una palabra inteligible. ―¿No llevas bragas? ―preguntó, su tono era más una afirmación que una pregunta―. Jesucristo, Tempest. Negué. Era vertiginoso, estar tan cerca de él otra vez.

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―Las marcas de las bragas ―dije en voz baja―, no me gustan. ―Mierda. ―M ierda. ―¿Es eso lo que estás está s  buscando, Silas? ―le pregunté. No estaba segura si lo estaba desafiando o haciéndole una oferta―. ¿Un polvo rápido, por los viejos tiempos? Su mano se movió, subiendo entre mis piernas, y su dedo encontró mi clítoris. Cuando me tocó, gemí, más fuerte de lo que pretendía. Se inclinó hacia mí, su boca cerca de mi oreja, y habló en voz baja: ―Definitivamente voy a joderte, Tempest ―dijo―. Pero no habrá nada rápido al respecto. Voy a sentirte venir, aquí mismo, ahora mismo, en mis dedos. Y luego te llevaré a donde diablos te estés quedando y voy a reencontrarme con cómo se sentiría hacerte venir en mi polla. El calor subió a mi rostro y pude sentir mis mejillas sonrojarse. ―Eres descarado, ¿verdad? ―le pregunté―. No exactamente el e l viejo Silas que solía conocer.  Jugó en mi entrada con la punta de su dedo hasta que lo estaba agarrando, hundiendo mis dedos en sus brazos. Luego lo hundió dentro de mí. ―Las cosas cambian ―dijo.  ―dijo.  ―No todo ―le dije. Algunas cosas siguen exactamente iguales. Hizo un sonido bajo en su garganta, algo parecido a un gruñido, y bajó su  boca a la mía, besándome con avidez, su lengua buscando la mía. Fue áspero, duro. Si era posible que un beso estuviera lleno de años de ira silenciosa, este era ese beso. Era familiar y extraño. Silas era familiar y extraño al mismo tiempo. Mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas, encendido por el calor de él contra mí. Quería arrancarle la ropa, presionar mi cuerpo contra el suyo, sentir su piel en la mía. Quería que me aplastara con su toque. Arqueé mi espalda, reuniéndome con él mientras me besaba, no queriendo que se fuera. No queriendo que dejara de hacer lo que estaba haciendo entre mis piernas, sus dedos moviéndose dentro de mí, acariciándome, llevándome más y más alto. Cuando quitó sus labios de los míos, tiré mi cabeza hacia atrás, mi cabello derramándose sobre mis hombros. Silas pasó los labios por el lado de mi cuello y

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luego hasta mi oreja, moviendo la lengua por el lóbulo, enviando un escalofrío a recorrer mi espalda. ―Oh Dios, Silas ―le dije.  dije.  Susurró, sus labios cerca de mi oído: ―Vente para mí. ―Tú… no ―Tú…  no deberías… deberías… aquí  aquí… …  Silas. ― Mi voz era entrecortada, mis palabras saliendo entre jadeos. ―Vente para mí ―dijo, con la voz insistente. Me acarició, las yemas de sus s us dedos dentro de mí presionando contra ese lugar más sensible. ―Silas… tú ―Silas…  tú… … deberías  deberías… … parar. Hizo una pausa. ―¿Quieres que me detenga? ―preguntó―. Quiero que estés malditamente segura de eso. No. Eso no era lo que quería. ¿Qué es lo que quiero de nuevo? Me presioné contra su mano. ―Eso es un no, entonces ―dijo―. Quieres que siga adelante. ―Sí ―le dije.  dije.  Pero no se movió. En cambio, pasó la lengua por el lóbulo de mi oreja, respirando el calor en mi contra. ―Dilo, entonces. ―Sí. Sigue ―le dije, mi voz casi voz  casi un gemido. Hizo un sonido de chasquido con la lengua. ―De verdad necesitas aprender modales y cortesía ―dijo―. Pídemelo bien. Me reí, volviendo mi rostro a su encuentro, mis labios rozando los suyos. ―Estás bromeando. Rodó su pulgar sobre mi clítoris. ―Casi ―dijo―. ¿Qué es lo que quieres, Tempest? Si quieres que siga, debes decir “por favor, Silas, llévame al borde, hazme venir aquí, con tus dedos”. Abrí la boca, mi cabeza nublada por el deseo. Dios, sería tan fácil, tan increíblemente fácil, solo decirle por favor. Rogarle a Silas, de la forma en que quería. Pero que se joda ese arrogante hijo de puta .

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―No ―dije, mis ojos fijos en los suyos―. Sabes que no soy ese tipo de chica. ―¿Del tipo que dice por favor? ―preguntó.  ―preguntó.  ―Del tipo que ruega ―dije , ―dije , mis sentidos regresando. ¿Quién diablos creía que era Silas, volviendo de nuevo a mi vida, agarrándome por la piel del cuello y diciéndome qué hacer? ¿Diciéndome que me iba a penetrar sin sentido si sólo se lo pedía educadamente? Las comisuras de la boca de Silas subieron. Con sus dedos aún firmemente dentro de mí, se acercó y me besó en los labios, esta vez con cuidado, tomando mi labio inferior entre los dientes y tirando de él antes de soltarlo. Luego deslizó sus dedos de entre mis piernas y se llevó la mano a la boca. Lentamente, pasó la lengua desde la base de sus dedos hasta la punta. ―Sabes exactamente igual. Me sonrojé, una mezcla de frustración sexual e irritación con Silas por su arrogancia. Por su maldito juego. E irritada conmigo misma, por la forma en que, cuando dijo palabra  , la imagen de él desnudo, recostado mientras lo tomaba en milaboca, brillósabes en mi mente. No pude evitar preguntarme si sabría igual. Y el hecho que me lo estuviera preguntando me enojaba. ―Debería dejar que vuelvas con tus amigos ―le dije. Mientras necesitaba ir a tomar una ducha fría. Hice una mueca por la palpitación entre mis piernas. Algo que parecía sorpresa se dibujó en su expresión y sentí una sensación de satisfacción petulante. ¿Pensaba que realmente iba a rebajarme y a rogarle que me lo hiciera aquí? Ahora que su toque no me estaba distrayendo más, la idea parecía estúpida. Silas siempre había sido engreído. ―Sí ―dijo―. Ha sido una… reunión una… reunión… … interesante. Retrocedió y me acordé de algo. Tomé mi bolso de la mesa de al lado. ―Espera. Silas se detuvo. ―¿Qué?   ―¿Qué? ―Aquí. ―Saqué la medalla, la decisión impulsiva, antes de tener la oportunidad de reconsiderar. Había cumplido su propósito: era un recordatorio de lo que había habido entre nosotros, hace mucho tiempo. Pero no me dio suerte. No habíamos sido afortunados juntos. Habíamos sido exactamente lo contrario.

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Silas le dio la vuelta en la mano, con el ceño fruncido. ―Mi medalla del campeonato estatal ―dijo.  ―dijo.  Asentí. ―Pensé que sabías que me la había llevado. Me miró. ―La guardaste. Me reí. ―¿Creías que la había empeñado o algo?  algo?  Se quedó quieto, sin moverse. ―No. Sí. Infiernos, tomaste mis ahorros. ¿Por qué no la empeñaste? ―En primer lugar ―dije―, es una medalla de lucha libre. No está hecha de oro. En segundo lugar, ¿de qué estás hablando? Nunca tomé tus ahorros. ―Cuando te fuiste ―dijo―. Te fugaste con el dinero que había ahorrado para salir de West Bend. Te llevaste la medalla del campeonato estatal, esa fue solo la cereza del pastel. Negué lentamente. ―No ―le dije―. La medalla fue lo único que tomé y me sentí bastante mal por eso y por haberme ido así. Quería decírtelo en persona, pero dejé la nota con tu madre… madre …  Silas me interrumpió. ―¿Cuál nota?  nota?  ―Dejé una nota en tu habitación el día en que mis padres y yo nos fuimos a la ciudad. ―No ―dijo Silas―. No había ninguna nota. Las cosas simplemente no estaban. ―¿No te lo dijo tu madre? ―le pregunté por reflejo antes de darme cuenta―. No, por supuesto que no. No lo hizo. Silas miró la medalla en sus manos, luego de vuelta hacia mí, con una expresión difícil de leer. ―Durante todo este tiempo ―dijo―, pensé que simplemente te habías marchado.

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―¿Pensaste que me había ido sin decir nada? ―le pregunté―. ¿Y que había robado tus ahorros? Sabía para lo que era el dinero. Para salir de West Bend, para alejarte de tu padre. Me miró. ―Para nosotros ―dijo―. Se suponía que iba a ser para pa ra nosotros. Tragué, mi garganta repentinamente apretada. ―Sí ―le dije―. Y para nosotros. ―Nos íbamos a casar ―dijo, dándole la vuelta a la medalla una y otra vez en la mano. ―No tienes que recordármelo ―le espeté―. No es que se me olvide. No podía olvidarlo. Incluso si había sido hace una eternidad. e ternidad. ―Te odié ―dijo Silas―. Durante mucho tiempo, te odié. Asentí parpadeando, mordiéndome el labio inferior para distraerme de las lágrimas que amenazaban con brotar de mis ojos. ―Lo sé. ―¿Por qué la guardaste? ―preguntó, dando un paso adelante de nuevo, de  nuevo, más cerca de mí. ―Para la buena suerte ―dije. Fue la respuesta automática que di cuando Iver, Emir y Oscar me habían preguntado por ella, seguida inmediatamente de la respuesta honesta―: Necesitaba un recordatorio. De ti. De nosotros. Silas me miró durante un largo rato, con la mirada fija. Por un momento, fue como si fuera el mismo chico de nuevo, el que había amado antes. ―Está bien ―dijo―. Un recordatorio de nosotros…  nosotros…   Pero sus palabras no eran nostálgicas. Tenían toda la promesa de lo que quería hacerme y me estremecí. Paradas de puntillas en mis zapatos de tacón alto, rocé mi mejilla contra la suya. ―Llévame a algún lugar ―le susurré―. A algún lugar que no sea aquí. ―Pídemelo bien ―dijo.  ―dijo.  ―Por favor. Hizo el mismo sonido de nuevo, ese bajo gruñido que sugería que estaba a punto de inclinarse y tomarme aquí. ―Vamos ―dijo, con la mano en la parte baja de mi espalda.  

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Caminamos hacia el interior, a través del bar, los amigos de Silas nos miraron en nuestro paso. ―Afortunado hijo de puta ―dijo uno uno de ellos, silbando bajo. Volviendo la cabeza, le guiñé un ojo por encima de mi hombro mientras pasábamos. ―Discúlpenme. ―El maître nos detuvo cuando nos íbamos―. Señorita  Jameson. ―¿Sí? ―Estaba distraída por los pensamientos de Silas y lo que quería que  que   me hiciera. ―¿Los señores con los que estuvo antes?  antes?   Miré a través del restaurante a la mesa vacía. ―¿Sí? ―pregunté―. ¿Se fueron?  fueron?  Asintió. ―Dijeron que se encargaría de todo. Me reí. ―Por supuesto que sí ―le dije―. Agréguelo a la cuenta de la habitación, habitació n, por favor. ―Por supuesto ―dijo―. Y, señorita Jameson, me pidieron que le dijera adiós. ―Ya veo ―dije.  ―dije.  La mano de Silas estaba en mi brazo cuando salimos del restaurante. ―¿Todo está bien?  bien?  Si dejas a un grupo de timadores solos durante treinta minutos, encontrarán una manera de hacerte terminar con la cuenta, incluso si eres uno de ellos. ―Todo está bien ―le dije―. Creo que tenemos una suite para nosotros solos. solos.  

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Once Silas

N

os detuvimos frente a la puerta de la habitación, de hotel, de Tempest, y me pregunté si iba a reconsiderarlo y decir que me perdiera. Pero no lo hizo. En cambio, me miró, con los ojos muy abiertos, e hizo esa cosa con la lengua de nuevo, la cosa donde la pasó por encima de su labio inferior. Y todo en lo que podía pensar era en hacerle moretones a sus labios con los míos. Recordé la forma en que su lengua se sentía en mi piel, cómo su dulce boca se sentía envuelta alrededor de mi polla. El pensamiento envió calor fluyendo a través de mi cuerpo, poniendo mi polla dura de inmediato. ―Aquí está ―dijo Tempest, con la voz entrecortada. Esa voz entrecortada me hizo retroceder a los diecisiete años otra vez, cuando se sentó a horcajadas sobre mí mientras estábamos sentados en una roca al lado del arroyo, su aliento caliente contra mi oreja mientras me cabalgaba, sus gemidos haciendo eco a través del espacio al aire libre. Agarré su cintura y la atraje hacia mí, presionando mi dureza contra ella. Cuando inhaló, su pecho se levantó y miré hacia abajo a su vestido, el escote bajo me dio más que un atisbo de lo que había debajo. Atisbo, demonios. Recordaba todo lo que estaba debajo de ese vestido como si fuera ayer. Mis manos tenían su cuerpo memorizado, cada curva, cada ángulo. Excepto, por supuesto, que eso fue cuando teníamos diecisiete años. Todo en ella había cambiado. No era la misma chica de la que me enamoré en ese entonces. No, la Tempest que sostenía ahora había crecido. Y había conservado esa maldita medalla todo este tiempo. No sabía qué diablos pensar de ella. La odiaba en aquel entonces por irse en la forma en que lo hizo. La odiaba por hacer lo que había hecho, ayudar a sus padres

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con la estafa que dañó a la misma gente de la ciudad que ya despreciaba a mi familia, incluso antes que fuera asociado con ella. Había hecho las cosas peores para mí. Ella no entendía eso. O no le importaba. Pero aquí estaba, en mis brazos otra vez, toda curvas, tatuajes y descaro. Y la deseaba. Mis manos viajaron por los lados de sus caderas, siguiendo la longitud de su vestido hasta donde terminaba. Tomé el borde del material en mis manos, luego las deslicé por debajo de él hasta alrededor de sus caderas, ahuecando su trasero curvilíneo. Cuando Tempest se rió, fue un sonido que era más familiar que cualquier otra cosa en el mundo. Golpeó mis m is manos. ―Silas, mi vestido está sobre mi trasero ―dijo. ―Oh, ¿verdad? ―Manoseé su trasero más duro― duro―. Eso no es decente en absoluto. ―Suéltame, antes que alguien venga por este pasillo. ―¿Quién va a venir por este pasillo? ―pregunté pregunté― ―. Me gusta este trasero. Me encantaba este trasero. ―Bueno, no tiene que verlo todo el mundo ―dijo. Pero estaba sonriendo. ―Entonces será mejor que te des prisa con esa tarjeta llave ―dije dije― ―. Porque estoy seguro que no voy a dejar de tocarte. Tempest volvió a reír, y el sonido la hizo imposible de resistir. Verla me hizo algo. Despertó cosas en mí que pensé que había enterrado hace mucho tiempo. Sus labios se separaron ligeramente, y no esperé lo que iba a decir en respuesta. Solté su trasero con una mano y deslicé la misma mano detrás de su cabeza, tirando de ella contra mi boca. Se abrió para mí, su lengua presionando contra la mía, gimiendo en mi boca mientras me besaba. Entonces, tan pronto como el beso había comenzado, puso sus manos en mi pecho y me empujó, su lápiz labial manchaba los bordes de sus labios, ahora hinchados por el beso. ―Espera ―dijo dijo― ―. Tengo la llave aquí. ― Jugueteó con el cierre de su bolso, y deslicé mis manos de nuevo a donde habían estado, acariciando su trasero― trasero ―. Manos fuera, Silas. Agarré la llave de sus dedos y la agité cerca de la manija de la puerta, abriéndola de golpe. En cuclillas a su lado, justo ahí en el pasillo, levanté la falda por encima de su trasero, mis brazos se envolvieron alrededor de sus muslos, sosteniéndola en su lugar.

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Tempest gritó. ―¿Qué demonios estás haciendo, Silas? ―No estoy seguro de recordar tu trasero ―dije dije― ―. Ha pasado mucho tiempo. Necesito una vista más cercana. ―Aquí no ―dijo ella. ―Tienes razón. ―Antes que pudiera protestar de nuevo, me incliné hacia ella, poniéndome de pie con ella sobre mi hombro, su trasero cerca de mi cabeza, su falda recogida hasta la cintura. ―Silas Saint ―dijo dijo― ―. Bájame. ―No lo creo ―respondí respondí― ―. Tengo una mejor vista ahora. ―Bájame. Pero no lo hice. En cambio, le di una nalgada en el trasero mientras caminaba dentro de la habitación y se lo agarraba con una mano. ―Solía gustarte cuando te tocaba de esta manera. ―Éramos niños ―contestó. ―Estoy seguro que fue solo eso ―dije dije― ―. Éramos solo adolescentes excitados, ¿verdad? ―Pasé mi mano por su nalga curvilínea, todavía en mi hombro, luego toqué con mi dedo entre sus piernas, sintiendo su humedad. Se retorció con mi tacto. ―Silas, bájame de una puta vez, ahora ―dijo Tempest. Pero la ignoré mientras atravesaba la suite, más allá de la sala de estar y el piano de cola, notando la ridícula opulencia. ― Jesús, Tempest. Estás viviendo a lo grande, ¿no? ¿Quién demonios se queda en una suite de hotel con un piano de cola? ―Es un gasto de negocio ―respondió. ―Gasto de negocio ―dije. Las palabras salieron amargas, a pesar que no fue mi intención sonar de esa manera. Sácalo de tu cabeza , me dije. No tienes que preguntar cómo demonios Tempest consigue su dinero. Esta es sólo una aventura. Esto es sólo visitar de nuevo el pasado, superarlo y dejarlo ir.  Cuando llegué a la habitación, le deposité sobre la cama. ―A su servicio, mi señora ―dije, con la mejor voz de mayordomo que pude hacer. Añadí un gesto y una reverencia, solo por diversión.

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Estaba tratando de aligerar mi estado de ánimo, pero fallando. Sólo hizo el momento más incómodo. ―¿A mi servicio? ―preguntó. Se volvió sobre su costado y apoyó la cabeza en su mano. Un mechón de cabello cayó sobre su rostro y lo metió detrás de su oreja― oreja ―. Si ese es el caso, es mejor que te pongas a trabajar. ―¿En serio? ―pregunté de pie junto a la cama, absorbiéndola con mis ojos. Se quedó con una pierna cruzada sobre la otra, la tela de su vestido subiendo sobre su muslo, cubriendo el trasero que acababa de nalguear. Me pregunté si había dejado una huella en su carne, y mi polla se agitó con la idea. Crucé al otro lado de la habitación y tiré de los lados de mi camisa, con la intención de tirar la ropa en el sillón que estaba en una esquina. Pero me detuve al ver la silla.  Mierda. Esa maldita silla probablemente costó más que la bolsa de mi lucha. Suspiré. Necesitaba sacar ese tipo de pensamientos de mi cabeza. Tenía a una chica tendida aquí en la cama, no una chica, la  chica, la chica a la cual le habría dado todo en el maldito mundo para retenerla cuando éramos jóvenes, la chica por la cual habría hecho cualquier cosa; y aquí estaba ella, pronto a estar desnuda, acostada en una cama en el hotel más lujoso que jamás había estado en toda mi maldita vida. Y todo en lo que podía pensar era en cómo había conseguido el dinero que pagó por la maldita habitación.  Mierda, Silas, ¿qué demonios está mal contigo? Trigg y Abel me patearían en las bolas por lo que estaba pasando por mi cabeza en este momento. Detrás mí, oí lainclinándose música encendiéndose, suave sobreremoto los altavoces, y me volvía para ver adeTempest para poner un control en la mesa junto la cama. ―¿Qué? ―preguntó, sentándose en la cama― cama ―. Tienes una mirada. ―No tengo una mirada ―Tienes una mirada, y no es la misma que tenías hace un minuto, la que decía que estabas a punto de saltar sobre mí. Negué. ―Es todo el lugar, Tempest ―dije dije― ―. Tienes un maldito piano en tu habitación de hotel. ¿Siempre es así?

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Tempest miró hacia abajo, el cabello se deslizó hacia adelante cubriendo un lado de su rostro. Metió las piernas por debajo de ella en la cama. ―Silas ―dijo dijo― ―. No es lo que piensas. ―Es difícil de digerir, es lo que creo ―dije dije― ―. Al ver todo esto, pagado por gente inocente. Tempest se echó a reír, pero cuando la miré, no estaba sonriendo. ―Inocente ―dijo dijo― ―. Sí, claro. Caminé a lo largo de las ventanas que se alineaban en las paredes de la habitación del piso al techo, con vistas al horizonte de Las Vegas. Esas luces en las casas por ahí estaban donde la gente común se quedaba, la gente como yo y mis hermanos. El tipo de gente que ella y sus padres estafaron. La gente como sus padres, Tempest y su equipo, veían a la gente normal como objetivos. Imbéciles. ―Recuerdo que querías renunciar a todo, sabes ―dije. En aquel entonces, cuando me importaba y yo a ella, quería dejar todo atrás. ―Recuerdo muchas cosas, Silas ―comentó. Yo también. Ese era el maldito problema , pensé. Recordaba demasiado. Al igual que su sabor. No podía olvidarlo. O el aspecto que tenía cuando se corría, la expresión de su rostro, de placer desenfrenado. O la forma en que había jugado con sus manos y observado el suelo, cuando me dijo que me amaba, por primera vez, como si tuviera demasiado miedo de decir las palabras por temor a que no le dijera lo mismo. No podía olvidar nada de eso. Pero eso fue antes. Antes que descubriera quién era realmente. Me volví hacia ella. ―No soy estúpido, Tempest. ―¿Te doy la impresión de creer que eres un idiota, Silas? ―preguntó preguntó― ―. Siempre has sido una de las personas más inteligentes que conozco. ―Todo esto ―dije dije― ―. No lo has conseguido exactamente trabajando en un empleo ordinario. No es como que te ganaste esto, limpiamente. Tempest me miró, con los ojos brillantes. Deslizándose fuera de la cama, cruzó hasta el otro lado de la habitación y se paró frente a mí.

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―No ―declaró declaró― ―. Lo sabes. Lo sabías cuando viniste aquí. Lo sabías antes de levantar mi vestido, en el balcón allí afuera y metieras tus dedos en mí. Si de repente eres demasiado gallina para continuar, no lo disimules con alguna crisis de conciencia de mierda. La ira se precipitó a través de mí. Maldita sea, esta chica me enojaba de una manera que nunca me había enfurecido cuando éramos éra mos niños. La cosa es, que tenía razón. Había hecho un montón de mierda sucia, apostando por mí mismo en peleas. Tampoco era como si nunca me hubiera dejado ganar en una pelea antes. Demonios, estaba pensando en asesinar a sesinar a Coker. No tenía espacio para ser todo moralista. Sin embargo. ¿Gallina?  Era como si quisiera hacerme enfadar. Su cabeza estaba inclinada hacia mí, con los labios entreabiertos, respirando poco profundo. Podía oírlo, incluso sobre la música que sonaba en el estéreo, Sam Smith a una una noche, se quedara. No doblarla sabía si quería decirlepidiéndole, a Tempest que se aventura jodiera y de alejarme de suque mierda, o si quería sobre la cama y hundir mi polla dentro de ella hasta que no pudiera caminar. ―Gallina ―dije. Le puse la mano en la nuca nuevamente, enroscando mis dedos en su cabello. La sensación me hizo endurecer inmediatamente, y tuve que recordarme a mí mismo de no arrancarle el puto cabello de la cabeza, quería tirarla hacia mí tan fuerte. Hizo este pequeño gemido y se inclinó hacia mí, con su mano sobre mi pecho. ―Ya sabes, si camina como pato. O alguna metáfora que funcione con las gallinas ―dijo dijo― ―. Hazlo o cállate. Las comisuras de sus labios se elevaron, como si estuviera provocándome, y sin embargo no podía evitarlo. Quería morder el anzuelo. Luego se lamió el labio inferior, y todo había terminado para mí.

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Doce Tempest

L

a mandíbula de Silas se tensó, y la mirada que cruzó por su rostro … por un minuto, no pude estar segura que no sólo me odiaba. Me atrajo hacia él, su mano agarrando mi cabello con fuerza. Trayendo su boca sobre la mía, aplastó mis labios con los suyos, su beso insistente y poderoso. No era uno de esos besos suaves, de la clase que pensarías que dos amantes, perdidos hace mucho tiempo y reunidos, tendrían. Este beso era como una maldita guerra, su lengua atacando la mía, la mía luchando contra la suya, ambos resolviendo la tonelada de equipaje de problemas que cargábamos. Pero me encontré fundiéndome en él, dejándome ir. No quería hablar con él sobre el pasado. No quería pensar en lo que había pasado entre nosotros, en todo lo que se había perdido. Cuando Silas se apartó de mí, me alejó de un tirón de sus labios por mi cabello, respiró fuerte y abrió la boca. Lo interrumpí, con miedo que fuera a decir algo más en lo que no quería pensar. ―No quiero jodidamente hablar ―dije. ―Entonces deberías callarte ―respondió, tirando de mi cabello con más fuerza, inclinando mi rostro hacia el suyo. Pero su voz era finalmente ligera, burlándose― burlándose―. Tal vez debas encontrar un mejor uso para esa boca perspicaz que tienes. Me besó de nuevo, duro como antes, y gemí, presionando mi cuerpo contra el suyo. Pude sentir su dureza, y lo quería desnudo y dentro de mí, la necesidad urgente. Pero empujé mi mano contra su pecho, rompiendo el beso. ―Tal vez debería ―dije dije― ―. ¿Tienes alguna sugerencia? Silas hizo un sonido bajo en su garganta, liberando libera ndo mi cabello. ―Puedo pensar en un par de cosas ―dijo.

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Agarrando los bordes de su camisa, la halé hacia arriba en los lados. La tiró por su cabeza, arrojándola al suelo detrás de él. Pasando mis manos sobre su pecho, dejé que mis dedos jugaran por toda la extensión. Cerré los ojos por un momento, recordando cómo se sentía bajo mis dedos cuando teníamos diecisiete años, cuando solía escaparme de mis padres y huir con él para ocultarme, hacer el amor cada vez que podíamos, encontrar un lugar para estar solos. Retorcí el botón de sus vaqueros, mis movimientos torpes superados por la anticipación de estar con él. ―¿Sí? ―pregunté pregunté― ―. ¿Qué tipo de cosas? Los ojos azules de Silas se oscurecieron con lujuria. Se alejó de mí, y me observó mientras se quitaba los zapatos, dejó que su pantalón cayera al suelo, y lo deslizó por la alfombra. Sus músculos se ondulaban con cada movimiento, y sentí que mi corazón se aceleraba. Dios, todavía es tan jodidamente hermoso. No había otra manera de decirlo. Era más difícil ahora de lo que había sido cuando lo amaba antes, tanto físicamente como de otras maneras. Hastiado. Enojado. Me hizo desearlo más. Alcanzando la cintura de sus bóxers, los bajé, liberando su erección. ―¿Bien? ―pregunté pregunté― ―. ¿Qué preferirías que hiciera con mi boca? Silas se apoderó de mis brazos, me estrechó contra su desnudez mientras salía de la última prenda de ropa que llevaba. Su frente apoyada contra la mía, habló cerca de mi boca. ―Puedes ponerte de rodillas y envolver esa dulce y atrevida boquita tuya alrededor de mi polla. Inhalé bruscamente y me besó, suavemente esta vez, su lengua tentándome. Deslizando mis manos sobre su pecho duro y abajo por su abdomen musculoso, me hundí hasta las rodillas entre sus piernas, con su polla frente a mí. Moviendo mis manos hasta sus muslos, me detuve, mi boca a un centímetro de distancia, y miré hacia arriba. ―¿Es esto lo que querías? ―Mierda, Tempest ―dijo, su voz grave mientras enroscaba sus manos en mi cabello― cabello ―. Sabes que sí. Tienes que dejar de hablar, maldita sea. Reí. ―Eres más mandón de lo que solías ser.

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Silas se apoderó de mi cabello, y mi cuerpo respondió de inmediato, el latido entre mis piernas más insistente ahora. ―Eres más respondona de lo que recordaba ―dijo. ―No tienes ni idea ―dije, envolviendo mi mano alrededor de la base de su polla y guiándolo hacia mi boca. Lo toqué con la punta de mi lengua, saboreando el sabor salado del líquido preseminal que goteaba de la cabeza. Silas gruñó. ―Demonios, Tempest. ―Ni siquiera he empezado ―dije, lamiendo su longitud antes de llevarlo a mi  boca. Moviendo mi mano arriba y abajo sobre su polla, empecé a chuparlo, más duro mientras trabajaba. Se quedó en silencio, con los ojos medio cerrados, hasta que ahuequé sus bolas en mi mano y froté la zona sensible debajo de ellas. Entonces, sus ojos se abrieron y me miró con los ojos entornados. ―Sigue haciendo lo que estás haciendo, Ojos Brillantes, y vas a hacer que me venga directo en esa descarada boquita tuya. Me detuve por el uso de su apodo para mí. Nadie me había llamado así en años. De repente abrumada por emociones que no podía explicar, me aparté de él. Silas me miró. ―Mierda, ¿crees que no lo recordaba? ―No lo sé. ―Pensé que lo había olvidado. O había intentado intentado sacarlo de mi cabeza, de la misma manera que había intentado, con poco entusiasmo, olvidar todo lo demás de él. Me haló para ponerme de pie y me atrajo hacia sí. ―No podía olvidar ―dijo, después después tarareó en voz baja unos compases de la canción, las palabras que había memorizado hace mucho tiempo, esa canción acerca de ver a alguien por primera vez. Estaba sonando en esa cafetería donde habíamos ido en nuestra primera cita oficial, “First Day of My Life 3”. Sentada frente a él, nerviosa en el incómodo silencio, había dicho que me gustaban las palabras, la  banda era Bright Eyes, y el apodo se había pegado, sólo entre nosotros. 3

First

day

of

my

life :

Ojos

https://www.youtube.com/watch?v=6fVoN1bXOsU  https://www.youtube.com/watch?v=6fVoN1bXOsU 

brillantes.

Video

de

la

canción:

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Toqué mi boca con mi mano, sacudí la cabeza. ¿Por qué demonios un pequeño apodo tonto me hace sentir tan malditamente… malditamente … nostálgica? La mano de Silas se acercó a la mía, alejó los dedos de mi boca, y luego señaló la parte interior de mi muñeca contra sus labios antes que los arrastrara hasta el interior de mi antebrazo. El acto me hizo temblar. Moviendo ambas palmas hacia arriba por mis brazos hasta mis hombros, vaciló en las tiras de mi vestido, y luego deslizó sus manos alrededor de mi espalda, encontrando la cremallera. Cuando se atascó, se detuvo, me hizo girar alrededor de modo que mi espalda quedó frente a él, y tiró con más fuerza. ―¿Es esto algún vestido de castidad de broma o qué? ―preguntó. Besó mi cuello, distrayéndome totalmente mientras intentaba con la cremallera de nuevo. ―Voy a arrancarte este maldito vestido en los próximos dos segundos si no sale ―dijo, antes que la cremallera finalmente cediera y el vestido cayera al suelo. Y luego las manos de Silas estaban en mí, cubriéndome, viajando sobre mis caderas, sobre la carne de mi trasero, que había nalgueado juguetonamente antes, y a través de mi espalda. No pude evitar soltar un gemido por su toque. Con él de pie detrás de mí y mis ojos cerrados, fui transportada a los diecisiete años de nuevo, de vuelta a cuando su toque era la cosa más familiar en el mundo. Era como volver a un lugar en el que había vivido, que se sentía como un hogar. Ser tocada por la única persona que se había sentido como un hogar. ―Por favor, Silas ―susurré. Deslizó sus manos alrededor de mí, tomó mis pechos, su erección presionó firmemente contra la carne de mi trasero. ―Sabía que podías decir por favor. Gruñí. El imbécil había estado esperando a que le rogara. ―Deja de perder el tiempo y sólo fóllame ya ―dije. Hizo un sonido que era algo entre una risa y un rugido. Agarrando mis muñecas, les dio un tirón hasta la parte baja de mi espalda y me empujó hacia una de las ventanas que daban a la ciudad. Haló mis brazos hacia arriba rudamente, fijando mis palmas contra la ventana por encima de mi cabeza. Luego pasó las manos hacia abajo por mis brazos desde las puntas de mis dedos hasta mi hombro, besando mi oreja y luego mi cuello, la aspereza de su ligera  barba contra mi piel haciendo que cada movimiento fuera f uera aún más delicioso. Llegó entre mis piernas y luego retiró sus dedos.

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―Mierda, estás mojada ―dijo, su voz gutural. ―Por supuesto que sí ―contesté contesté― ―. Te estoy pidiendo que me folles por aquí. ―Bueno, entonces voy a tener misericordia de ti. No tendrás que rogar más. ―Presionó su miembro erecto contra mi entrada, y luego se detuvo― detuvo ―. Mierda. Espera. Condón. Me volví a mirarlo por encima del hombro. ―No tengo ninguno. Tú tienes algunos, ¿no? ―No No… … quiero decir… decir… ―Se detuvo, negando― negando―. Jesucristo, Tempest, no estoy teniendo exactamente mucho sexo, ¿de acuerdo? Sonaba exasperado, y no pude evitar ocultar una sonrisa. No es que tuviera sexo últimamente. Últimamente significando los últimos siete años desde que había visto por última vez a Silas. Era consciente que era jodidamente ridícula. Ridícula. Era una mujer adulta. Pero era complicado. No tenía la intención de no tener sexo con nadie más. Sólo nunca encontré a nadie más. Fui la primera de Silas, y él había terminado siendo mi único. Era como volver al punto de partida. Pero no le dije que no hubo nadie más. m ás. ―Estoy tomando la píldora, y estoy limpia ―dije dije― ―. ¿Y tú? ―Estoy limpio, Tempest ―respondió respondió― ―. Y ha pasado un tiempo desde que he tenido relaciones sexuales. No tanto como para mí. ―Bueno ―dije, volviendo a colocar mis manos donde él las había puesto en la ventana― ventana ―. ¿Entonces qué estamos es esperando? perando? ―¿Estás segura? ―preguntó. Arqueé mi trasero hacia él. ―Deja de hacer preguntas y pon tu polla en mí, antes que cierre tu boca de otra manera. ―¿Estás amenazándome con callarme sentándote en mi rostro? ―susurró, su  boca cerca de mi oreja. Lo sentí burlándose de mi entrada con su polla polla― ―. Creo que me gusta esa manera de callarme. ―En otra oportunidad ―dije dije― ―. En este momento, te quiero dentro de mí. Se detuvo en mi entrada, burlándose de mí con su dureza.

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―Dime. ―¿Decirte qué? ―Dime cuánto me deseas, Tempest. Mi cuerpo respondió con un chorro de humedad por la idea. ―Quiero sentirte ―contesté. ―¿Así? ―preguntó, deslizándose dentro de mí centímetro a centímetro, a un ritmo muy lento― lento―.¿Quieres sentir mi polla dura dentro de ti? Gemí ante la intrusión bienvenida y luego otra vez cuando comenzó a moverse, lentamente al principio, luego ganando impulso. Amasó mis senos, sus pulgares dando vueltas alrededor de mis pezones, la sensibilidad aumentando mi excitación. Gemí su nombre una y otra vez mientras él construyó un ritmo, hundiendo su polla desnuda dentro de mí tan profundo como podría ir. Nunca habíamos hecho esto, completamente desprotegidos, piel contra piel, incluso en la adolescencia. Así que supongo que esto era otra primera vez con co n él. ―Oh Dios, Silas ―grité, mi cuerpo respondiendo a sus caricias. Sentí como si me estuviera llevando más y más alto. Agarró un puñado de mi cabello, tirando mi cabeza hacia atrás y me sostuvo apretada contra él mientras empujaba dentro de mí y besaba mi oreja. Cuando habló, el calor de su aliento en ella me tenía tan lejos que no podía pensar en otra cosa que no fuera estar fusionada con él. Su toque. Sus labios. Su polla. Todo era una bruma de sensación. ―Estás tan apretada, Tempest ―dijo, empujando dentro de mí con más fuerza. Dejando ir mi cabello, se agarró a mi cintura, mi trasero presionando con tanta fuerza en su contra, que no podía pensar en e n estar lejos de él. ―Silas ―grité. Cada célula de mi cuerpo estaba en llamas por su toque. Mis palmas contra la ventana fría, cerré los ojos, cerrando el paso a todo lo demás, excepto él y yo. El toque de Silas, su respiración, el calor de su cuerpo… cuerpo … eran las únicas cosas que importaban. Monté la olade delos placer cada vez manos más alto, hasta que fluyó a través de mi cuerpo hasta la punta dedos de mis y pies.

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Cerca de mi oreja, la voz de Silas, cortó a través de todo. ―Acaba conmigo, Ojos Brillantes ―dijo con voz ronca― ronca―. Quiero sentir que te vienes conmigo. Ya estaba tan cerca, pero sus palabras me empujaron sobre el borde, y desde algún lugar fuera de mí, escuché mi voz vo z gritando su nombre una y ootra tra vez cuando me vine, la explosión de placer tan intenso que pensé que iba a perder el aliento. Silas empujó dentro de mí una, dos, tres veces, cada vez más profunda que la anterior, y luego se estrelló contra mí, inundándome con su semilla. Después, se aferró a mis pechos, su rostro acarició contra el costado de mi cuello, murmurando mi nombre. Nos quedamos así por lo que pareció una eternidad, mi corazón golpeando salvajemente. El pecho de Silas estaba presionado contra mi espalda, subiendo y bajando rápidamente mientras recuperaba el aliento. Después de un rato, apartó mechones de cabello en la parte de atrás de mi cuello y me besó, el gesto enviando una oleada de placer a través de mi cuerpo que era casi imposible de soportar. ―Tempest ―dijo, su voz suave. ―Sí. ―No había nada más que decir. Fue incómodo a medida que caminamos alrededor del baño, limpiándonos a nosotros mismos, ya no distraídos con la bruma del deseo. No debería ser incómodo , pensé, sintiéndome extrañamente decepcionada. ¿Había pensado que las cosas iban a caer mágicamente en su lugar, sólo porque habíamos tenido sexo? Caminando junto a mí en el dormitorio, Silas nalgueó mi trasero, el gesto me sacudió fuera de mis pensamientos. Me agarró del brazo y me atrajo hacia él, sus labios rozando los míos ligeramente, sin besarme. Regina Spektor tocaba “Samson”  en el estéreo, y empecé a tararear la canción, mientras Silas acarició su rostro contra el mío y se balanceaba suavemente al ritmo de la música. No dijo nada, y dejé que me sostuviera mientras bailábamos desnudos en la habitación del hotel. Bailar con él se sentía triste. Debería sentirme feliz , pensé. Pero estar con él no se sentía como un hola. Se sentía como una despedida.

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Trece Silas

A

costado en la cama, pasé las manos por el cabello de Tempest, pensando en mis cosas. No sabía qué carajo pensar sobre lo que estaba pasando entre nosotros. Era un fantasma de mi pasado que nunca pensé que vería de nuevo. Y ahora, no solo la estoy viendo de nuevo, sino que estoy tocándola, follándola… follándola… recostado aquí, abrazándola. Mi cerebro no podía empezar a procesar esa mierda. No sabía qué demonios decirle. Había tantas cosas que habían pasado entre nosotros. Se movió a mi lado.   ¿Cómo ¿Cómo has estado, Silas?

Exhalé pesadamente. Era la clase de pregunta que hacías en la reunión de la secundaria y que contestas con alguna mierda sobre todas las cosas que estás haciendo, alardeas de tu ascenso y de tu esposa rubia de piernas largas y tres preciosos hijos. No tenía una respuesta impresionante. ¿Cómo le explico lo que me había hecho cuando se fue?     Estoy Estoy bien   contesté. contesté.

Bien  comentó comentó  . Eso es bueno.   Bien Me quedé en silencio.   Yo Yo no estaba bien   explicó explicó  . Por un tiempo. Las cosas no estaban bien.

No , pensé. Fueron una mierda cuando te fuiste .   ¿Tus ¿Tus padres?   pregunté pregunté  . ¿Están por ahí?

Se rió, el sonido amargo.   En En algún lugar.

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¿No lo sabes?   ¿No Tempest se encogió de hombros.   Tuvimos Tuvimos una discusión, después de que huimos de West Bend   indicó indicó  .

Necesitaban mantener un perfil bajo. Yo quería quedarme en un lugar, terminar el último año. Ya no quería estafar. Amenacé con entregarlos a la policía y me echaron. reprendí, mi mano se detuvo.    Jesús, Tempest   reprendí, Tomó mi mano, poniendo su rostro en ella.   Lo Lo sé   afirmó afirmó  . No debería haber hecho algo así.

¿Algo como qué?   ¿Algo   Amenazarlos Amenazarlos con entregarlos a la policía   aclaró aclaró  . Era la mayor traición.

Me deslicé hasta una posición sentada, la levanté contra mí en el montón de almohadas apiladas en la cabecera de la cama. Fueron ellos los que te arrastraron por todo el país y te criaron   Fueron criminal   justifiqué  . Tenías diecisiete años. Fueron los que te echaron.

como un

No podía entender la forma en que sus padres la utilizaban. ¿Cómo demonios se suponía que tenía que llegar a ser nada más que una criminal, si la habían criado de esa  forma?  Tempest se volvió hacia mí en la cama y metió las piernas debajo de ella.   Es Es una cosa de estafador   replicó replicó  . No delatas. Y la familia… familia… 

Pero no los delataste   indiqué. indiqué.   Pero   Amenacé Amenacé con hacerlo   precisó precisó  . E iba en serio. Lo habría hecho. Creo que

los habría entregado y los vería ir a prisión. Estuvo mal. Estaba enojada y llena de odio y quería lastimarlos por alejarme de West Bend. Lejos de mí . Sabía que eso es lo que quería decir.

Entonces, ¿qué pasó?   Entonces,   Se Se fueron   contestó contestó  . Se pusieron en marcha. Desaparecieron.

Sin ti.   Sin Tempest asintió.   Puf Puf   dijo dijo  .

Desaparecidos. He tanteado el terreno, los he seguido aquí y

allá, solo vigilados. de que estaban Mi madre mepara enviómantenerlos postales algunas veces.Quería No séasegurarme cómo me encontró. Supongobien. que me

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está vigilando de la misma forma que yo a ella. Estiré el brazo y tomé su rostro con mi mano, mi palma apoyada en su mejilla. Pasando mi pulgar a lo largo de su barbilla, le dije:   ¿Por ¿Por qué demonios no regresaste a West Bend?

¿Por qué demonios no regresaste a mí?  Tempest se mordió el labio inferior, pasé la yema de mi pulgar por su labio donde había tirado entre sus dientes.

¿Para   ¿Para

volver a ti?   cuestionó cuestionó  . Me odiabas. Y tu madre tenía razón en algo. Ibas a terminar consiguiendo una beca universitaria. Tenías todo a tu favor para salir disparado de West Bend. No me necesitabas para retenerte, metiéndote en problemas cuando robara cosas de algún lugar o estafara a la persona equivocada.   Tempest Tempest   empecé. empecé.   

  

  

No loprotestó . No me desTealguna sobre eso no es Es exactamente que habría pasado. habríamierda arruinado.   que Se encogió Se de cierto. hombros lejos de mi mano y bajó la vista hacia la cama  . Lo habría hecho y lo sabes. Quería decirle que me arruinó de todas formas. Cuando se fue, no me quedaba nada. Durante años, así es como viví. Como si no tuviese nada por lo que vivir. Estaba enojado con el maldito mundo. Pero me hizo callar antes de que pudiera decir nada, trepando en mi regazo y presionando sus labios contra los míos. No hablamos después de eso. En cambio, se deslizó en mi polla y encontramos un ritmo suave cuando envolvió sus piernas alrededor de mi cintura y me montó hasta que finalmente nos corrimos corr imos juntos en una explosión cegadora. Cuando se corrió, no aparté la vista. Traté de memorizar su expresión, de grabarla en mi cerebro, guardarla en mi memoria para que pudiera recuperarla en el futuro. Sabía que lo que estaba pasando entre nosotros no podría durar. Este momento fue fugaz. Todo lo fue.

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Tempest Cuando desperté, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas y bañando la habitación en luz dorada. Junto a mí, Silas presionó su cuerpo contra el mío. Cuando me moví, murmuró algo y me tiró más fuerte contra él. Estar acostada en la cama así con él era una primera vez. Cuando éramos adolescentes, era una cópula frenética en una choza de cacería abandonada o fuera en una manta bajo las estrellas. Nunca como esto. Era agradable. Pero al mismo tiempo, la dulzura amarga de ello rompió mi  jodido corazón. Silas deslizó su mano por el lado de mi cadera, acarició su rostro contra mi cuello. Buenos días.   Buenos   Buenos Buenos días.

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Silas pasó su mano sobre mi cadera, su erección se empujó en mí. Mi cuerpo respondió inmediatamente, mis pezones endureciéndose mientras pasaba sus manos sobre mis pechos.   Tempest Tempest   dijo, dijo, su mano moviéndose hacia culo  . No puedo tener suficiente de ti.

abajo para agarrar un poco mi

  Seguro Seguro

que anoche tuviste suficiente de mí   provoqué, provoqué, apenas capaz de ocultar que una sonrisa cubriese mi rostro  . Apenas conseguí dormir. Ajá   murmuró murmuró  . ¿Te estás quejando? No parece que tu cuerpo se esté   Ajá quejando. Se agachó entre mis piernas, encontró mi clítoris y a la vez tiró de mi culo contra él. Reí.   No No me estoy quejando en absoluto   aseguré. aseguré. Pero le di un golpe rápido en la mano  . Tengo que orinar.

Salí de la cama, esquivando a Silas y riendo mientras se abalanzaba sobre mí, tratando de agarrarme otra vez. En el interior del baño, me cepillé los dientes y me hice mayormente presentable, maravillada de mi horrible caso de cabello desgreñado.

 

 

Silas abrió la puerta y entró. Me di la vuelta.   ¡Silas! ¡Silas!   chillé, chillé,

mi voz con un tono agudo  . La puerta estaba cerrada. ¿Demasiado inapropiado? ¿Qué? Estoy allí afuera cerca de orinarme   se se justificó, sonriendo de pie   ¿Qué? enfrente de mí, con la evidente tienda de campaña.   Entonces, Entonces, ¿estás a punto de orinar delante de mí?   cuestioné, cuestioné, protegiendo mis ojos y dando un paso alrededor  . ¡No necesito ver eso!   ¿Todavía ¿Todavía

no estamos en ese punto?   preguntó preguntó por encima de su hombro mientras cerraba la puerta detrás de mí. Lo escuché soltar una risita.   ¡No! ¡No!   grité grité  . Definitivamente no estamos en ese punto.

Cuando salió del baño, se quedó de pie con las manos en la ccintura. intura.   Entonces, Entonces, no orinar enfrente de ti   zanjó zanjó  . ¿Nadie nunca te dijo que eres

un poco mojigata?   Sí, Sí, soy una completa mojigata   me me burlé  . Solo porque no quiero verte mear. Soy como una jodida monja.   Tienes Tienes

una boquita sucia   amonestó amonestó Silas, sonriendo.Agarró mi cintura, su mano dando vueltas alrededor de ella, en la parte baja de mi espalda. Tal vez deberías lavarla   insinué. insinué.   Tal ―Mierda, Tempest   protestó protestó  . No me tientes. Me vas a hacer pensar en lo que debería usar para lavarla. No terminamos las cosas de esa forma anoche, si lo recuerdas. Sí, lo recordaba. Sí, definitivamente recordé estar de rodillas a los pies de Silas, su polla en mi  boca. La memoria trajo una avalancha de calor instantánea entre mis piernas.   Podríamos Podríamos

terminar las cosas de esa forma hoy   sugerí, sugerí, mi mano arrastrándose hacia abajo, mi palma rodando sobre su dureza.   Tengo Tengo

toda la intención   aseguró, aseguró, su boca cerca de mi oreja  . Voy a poner mi rostro entre tus piernas y lamerte hasta que grites. Quiero que te corras en mi lengua. Acaricié la longitud de su polla con mi mano. ¿Estás tratando de empezar algo conmigo en este momento?   ¿Estás Silas refunfuñó en mi oreja:

89 

 

 

No   rebatió rebatió  . Tengo el agua corriendo en el baño.   No Se giró y lo seguí, caminando lentamente hacia los azulejos de mármol en el amplio baño, donde la bañera en medio de la habitación estaba casi llena hasta el  borde, burbujas bailando a lo largo de la superficie. Silas se inclinó y cerró el agua, su mirada se encontró con la mía.

  ¿Qué? ¿Qué?

  ¿Un ¿Un baño de burbujas?

Se encogió de hombros.   Viste Viste

el agujero de mierda donde crecí   explicó, explicó, cruzando hacia donde estaba parada y me atrajo para besarme  . Has traído a este pobre chico basura  blanca a una jodida suite de un ático át ico en Las Vegas. Podrías estar acostumbrada a esta clase de cosas, pero yo no. Así que vas a subir en esta bañera que es del tamaño de una piscina pequeña y déjame hacer lo que siempre he querido hacerte. Levanté la vista hacia él.

  ¿Qué ¿Qué es?

90 

Pasar mis manos sobre ti en la bañera   contestó, contestó, deslizando sus dedos por   Pasar mi cabello antes de besarme suavemente en los labios  . Lavarte.   Quieres Quieres

tomar un baño conmigo   repetí, repetí, distraída por sus dedos en mi

cabeza.   Quiero Quiero

disfrutar de este lugar contigo   informó informó  . La bañera, el dormitorio, la sala, el pasillo. Te quiero por todo este lugar.   Silas Silas   empecé.Una empecé.Una

parte de mi quería irse, ahora mismo. Correr. Me

estaba dirigiendo de vuelta a Colorado a mi abuela y después quién York. sabía a dónde. Probablemente, a algún lugar para en elver extranjero. Y después a Nueva El próximo mes, en otro lugar. Y Silas estaba ahora en Las Vegas, peleando. No me quedaba en un lugar. No por él y no por nadie. Sin importar cuánto lo quería. No es que él fuera siquiera a preguntar. pre guntar. Pero pude sentir el impulso de quedarme con él aquí, jugando a las casitas en esta enorme habitación de hotel, pasando días en la cama. Este sentimiento era peligroso. Parecía que Silas sentía mi duda y puso su dedo en mis labios. otra jodida palabra   advirtió advirtió  . Lo que sea que estás pensando,

No digas   No

 

 

no lo digas. Esto es lo que es. Te quiero y voy a tenerte, Ojos Brillantes. No estoy discutiendo contigo y no estoy jugando. Me importa una mierda el resto. Aquí y ahora, tú eres mía y eso es todo lo que hay. Abrí la boca para hablar pero me interrumpió;   

Si tengo hables besándote, Tempest, lo haré   prometió, prometió, antes evitar de queque llevara su boca a la mía,ayúdame, dejándome sin palabras. Se apartó  . Ahora   ordenó ordenó  . Entra en esa maldita bañera antes de que te lance yo mismo. Negué, riéndome cuando entré en la bañera y la calidez del agua me envolvió. Ya no sabía qué diablos hacer con Silas. Salió del baño y cuando volvió a entrar, escuché el estéreo encendido, Matt Nathanson cantando acerca de ahogarse en el amor, Silas tenía una botella de champán y dos copas en su mano.   Encontré Encontré esto en tu refrigerador   comentó. comentó.

¿Qué hora es, de todas formas?   pregunté. pregunté.   ¿Qué   No No

tengo idea   respondió, respondió, sonriendo mientras llenaba las copas y me entregaba una  . Y no lo quiero saber. No me importa. Nada más importa en este momento. Silas se deslizó en la bañera, sosteniendo su copa en alto, fuera del agua. Se sentó enfrente de mí, recostándose y sonrió antes de dar un sorbo a su copa.   Entonces, Entonces, ¿es así todo el tiempo?   ¿Qué? ¿Qué?  pregunté pregunté  . ¿Champán y baño de burbujas?   S Sii  afirmó afirmó  . ¿Viviendo la buena vida?

Algunas veces   aclaré. aclaré.   Algunas   ¿¿Debo Debo preguntarte cómo has llegado hasta aquí, después de que tus padres

se fueron? ¿O no quiero saber? Me encogí de hombros.   Es Es complicado. No quieres saber.

Asintió.   Nada Nada sobre ti es sencillo, Tempest   comentó. comentó.

Bebió su copa en un solo trago, después la dejó en el suelo junto a la bañera. Sonreí con nostalgia.

91 

 

 

Ninguna de las mejores cosas de la vida son   Ninguna

fáciles.

  Ven Ven aquí   mandó, mandó, tomando la copa de mi mano y dejándola a su lado en

el suelo antes de tirarme sobre él. Pasó sus manos por mi cuerpo mojado, rodeando mis pechos y sentí una ráfaga dede excitación ante su toque. sus mi manos, trajopasó aguasus hasta la parte superior mi cabeza. Goteó en miAhuecando cabello y sobre espalda, manos por mi cabello una y otra vez. Me apoyé en él, cerrando los ojos mientras lavaba mi cabello lentamente y con ternura, sin decir una palabra. Por un rato solo me perdí ante su toque y la música. No sabía si esto era por el sexo de la noche anterior, la falta de sueño, el calor en la bañera o la copa de champán, pero me sentía mareada, borracha en él. Me deslicé por debajo del agua y enjuagué mi cabello, cuando subí, Silas me tiró sobre su regazo, su dureza evidente.   Te Te deseo   aseguró, aseguró, guiando la cabeza de su polla en mi entrada.

Me mecí poco a poco, deslizándome en su longitud, hasta que estuvo completamente dentro de mí. Mi cabello cayó hacia adelante, goteando, enviando pequeños riachuelos de agua corriendo por su rostro mientras mis labios se encontraron con los suyos. No dije nada, solo me moví contra él, lentamente al principio y después más duro, a medida que me sentía más excitada. Silas agarró mi culo, moliéndome sobre él.   Tempest Tempest   dijo, dijo, con voz ronca  . No creo que tengas una idea de lo que me

haces. Gemí, mi lengua enganchada en sus dientes mientras lo besaba más duro, presionando mis pechos contra su pecho. Ahuecó uno de mis pechos en su mano, después lo cubrió con su boca, arremolinando su lengua alrededor de mi pezón y chupándome mientras lo montaba.   Eso Eso es   animó animó  . Tómalo más profundo. Monta a mi polla.

Mis movimientos se hicieron más rápidos a medida que lo tomé más profundo en mi interior. Agarró un puñado de cabello y tiró mi cabeza hacia atrás mientras me besaba con avidez, sus dientes raspando sobre mis mejillas, mi mandíbula y mi cuello.   Fóllame, Fóllame, Silas   exigí, exigí, colocando las palmas de mis manos en el borde de la

 bañera detrás de él para prepararme. Cuando me deslicé, Silas se quejó: Esta maldita bañera   refunfuñó, refunfuñó, levantándome en su polla  . Fuera.   Esta

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Ahora. Salí de la bañera y le tiré una toalla a Silas, deteniéndome para ver el agua correr por su cuerpo. Me envolvió en la toalla, acariciándome apresuradamente antes de secarse rápidamente con ella, después la dejó caer al suelo. Salimos del baño, yo primero, caminando de espaldas para poder mirarlo.

  ¿Qué ¿Qué estás mirando?   preguntó, preguntó, sonriendo.   A ti.

¿Te gusta lo que ves?   ¿Te Le sonreí y puse los ojos en blanco.   Solo Solo me quieres para acariciar a tu ego.

Asintió y contoneó sus cejas, con gesto exagerado.   Eso Eso no es todo lo que jodidamente quiero que acaricies   aclaró. aclaró.

Reí.   Chico Chico sucio.   Parece Parece que lo sacas de mí   alegó, alegó, acercándose a mí y lo esquivé  . Oh, ¿así

es como va a ser? Voy a perseguirte si tengo que hacerlo.   Ven Ven

a buscarme entonces   pedí, pedí, girándome y dirigiéndome hacia la

habitación. Por detrás de mí, Silas rio, atrapándome cuando giré en el pasillo. Bien   Bien

pensado   elogió, elogió, levantándome, con las manos por debajo de mi culo. Envolví mis piernas alrededor de su cintura  . Todavía no te he tenido en esta habitación.

93 

 

 

Catorce Silas

T

empest rió. ―Así que, ¿vas a tenerme en todas partes de esta habitación de hotel? La miré. ―¿Crees que estaba bromeando? ―pregunté pregunté― ―. Han pasado siete años desde que te vi. Tengo mucha mierda reprimida que resolver contigo. Eso era un maldito eufemismo. Además, estaba volviendo a casa, no iba a quedarme en Las Vegas. ¿Quién sabía dónde iría Tempest, o dónde viviría? Si iba a librarme de toda esta angustia contra ella, ahora era mi única opción. ―¿Entonces, vas a resolverlo follándome por toda la habitación de hotel? ―inquirió Tempest. ―Ese parece tan buen plan como cualquiera ―comenté comenté― ―. Te dije que iba a tenerte por todo el lugar. Sólo no he decidido dónde demonios te quiero. El gran piano estaba allí puesto, tentándome. Así que me dirigí allí, todavía sujetando a Tempest, que miró sobre su hombro, riendo. ―¿El piano? ―cuestionó cuestionó― ―. ¿En serio? ―¿Qué? ―pregunté pregunté― ―. La tapa está bajada. Estoy seguro que puede sostenerte. ―Oh, ¿sólo a mí, entonces? ―indagó indagó― ―. ¿No vas a subirte ahí conmigo? ―Bueno, no seamos malditamente ridículos ―pedí, poniendo su culo en el  borde del piano y separándole los muslos. Tempest se rió, inclinándose hacia adelante, el cabello le caía por la frente, ocultando sus ojos.

94 

 

 

―Eres el único en poner mi culo desnudo en la tapa de un piano ―comentó comentó― ―. ¿Quién te crees que eres, Christian como se llame? La acerqué, así su culo estaba en el borde, y me agaché, tocándola con la lengua. ―Sabes tan que dulce, no puedo evitarlo aseguré― aseguré ―. ¿Y quién demonios es Christian? Espero no estés hablando de un―novio. No respondió, sólo dejó salir un gemido cuando empecé a lamerla lentamente, con cuidado, explorándola con la lengua antes de centrarme en su clítoris. Tempest agarró la parte posterior de mi cabeza, acercándome más a ella y me alejé. ―¿Entonces? ―¿Entonces, qué? ―murmuró, con la respiración pesada. ―¿Quién es ese Christian? ―Ya sabes. El de ese libro, el del BDSM ―respondió. Y volví a cubrir su clítoris sólo para probarla, chupándolo en mi boca y sacándole otro gemido. Probé su entrada con mi lengua, su sabor era dulce y salado al mismo tiempo― tiempo ―. No puedo… puedo … recordar recordar… … el nombre… nombre… ahora mismo. ―Estaba pensando que comerte sobre el piano se parecía más a esa película, la del rico hombre de negocios y la prostituta. ―Deslicé mi dedo en su interior, acariciándola lentamente mientras volvía a poner la boca sobre su clítoris. Cuando habló, los gemidos interrumpían sus palabras. ―Lo recuerdas. Alcé la mirada entre sus muslos. ―Recuerdo que me obligaste a verla ―aclaré, introduciendo un segundo dedo. ―Oh, Dios, sí ―dijo, echando la cabeza hacia atrás― atrás―. Tú… Tú… fuiste fuiste… … mierda mierda… … quiero decir, comprensivo… comprensivo… sobre ello. ―Sólo quería meterme en tus pantalones ―puntualicé, volviendo a poner la  boca sobre su clítoris. Me agarró más fuerte, acercándome a ella de nuevo, ahora gemía con más frecuencia. Mi polla estaba dura como una piedra. No sabía qué demonios pasaba con esta chica. Pero algo sobre ella aún me volvía loco. ― Justo como ahora ―dijo, las palabras seguidas― seguidas―. Mierda… Mierda… Silas.

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Continué, encontrando un ritmo con los dedos, penetrándola mientras me metía su clítoris en la boca. ―Oh, cariño, ya no estoy intentando meterme en tus pantalones ―aseguré aseguré― ―. Es algo seguro. Es sobre hhacerte acerte venir con mi lengua y, después, voy a follarte hasta que te corras de nuevo. Saqué mis dedos y enterré mi rostro entre sus piernas, probando su dulzura. La follé con la lengua hasta que se corrió, apretándome la cabeza con los muslos mientras se inclinaba y presionaba mi cabeza contra ella. Cuando acabó, pude saborearla en mis labios, en mi lengua. Pero no le di tiempo para recuperarse. En cambio, la levanté del piano mientras aún estaba relajada, su cabeza apoyada en mi cuello, y la deposité en la cosa más cercana que pude encontrar, ese gran sillón cubierto con un tejido de apariencia aterciopelada. Entonces hice lo que prometí. Deslicé mi polla en su húmedo coño, todavía pulsando por su orgasmo, y la follé hasta que no pude más, corriéndome finalmente en su interior. Después, la apreté junto a mí, sintiendo el calor de su cuerpo en el mío, escuchando el sonido de su respiración en la tranquilidad de la habitación. Quería quedarme así, la vida en pausa, tendido aquí con ella y pretendiendo que era más de lo que era. Pero eso era estúpido, ambos lo sabíamos. Lo que había pasado ahora era lo que era. Estábamos resolviendo algo del pasado y nada más. Tempest era una timadora, alguien que engañaba a gente inocente. No importaba lo duro que fuese de imaginar, ese era un hecho. Este era un cierre, lisa y llanamente. No podía ser nada más. Incluso si quería que lo fuese.

Tempest Paséfirmemente mi dedo arriba y abajo por el Era anverso de su mano, dondetumbada tenía la palma apoyada en mi abdomen. peligroso, estar aquí con él

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como si fuésemos una pareja, dos personas normales con vidas normales. Se sentía demasiado familiar, demasiado hogareño. Me recordé que ya no había nada entre nosotros. Cualquier cosa que estuviera sintiendo ahora mismo sólo era un artefacto del pasado, los restos de un romance de niñez, la bruma, delirio y estupidez del amor de juventud. Y todos sabían que no podías confiar en tus sentimientos cuando tenían que ver con un amor adolescente. Eso es todo lo que era Silas y nada más. ―¿Silas? ―pregunté. ―Sí, Ojos Brillantes. ―Su mano se quedó quieta en mi estómago. estómago . ―Lo siento, ¿sabes? ―Pensé que lo sabía, pero decirlo parecía importante. ―Lo sé ―contestó, besando la parte posterior de mi cabeza. Se quedó un largo hablar ―: ¿Te estás quedando en Las Vegas?tiempo en silencio antes de volver a hablar― ―No. ―No dije más. Él no necesitaba saber dónde iría. ¿Para qué? Era una timadora. No me quedaba en un sitio más tiempo del que me llevaba hacer una estafa. No tenía citas. No tenía relaciones. Y estaba muy segura de que no me enamoraba. Pero Silas no me preguntó para que me explicase. No me hizo más preguntas, sólo me giró de espaldas, espald as, deslizó su polla en mi interior y me folló con c on lentitud, sus ojos fijos en mí todo el tiempo. Me dije que lo que estaba pasando era un cierre. Y la mañana siguiente, cuando nos dijésemos adiós, me recordaría eso. El problema era que cuando dije adiós, no se sintió como un cierre. Sino como si sólo hubiese apretado el botón de pausa en nosotros. Y eso me asustaba.

97 

 

 

Quince Silas

  P

areces… descansado   comentó areces… comentó Trigg, enfatizando la palabra, con una gran sonrisa en su rostro. Se rió con fuerza ante su propio chiste.   Cierra Cierra la boca   protesté protesté  . ¿Qué está sucediendo, de todos modos? ¿Por qué Deborah quiere regresar el dinero? Trigg se encogió de hombros. No lo sé   afirmó afirmó  . Pero quiere reunirse y devolvértelo. Dijo que no pudo   No contactarte porque tu teléfono estaba apagado. No le dije que la razón por la que tu teléfono estaba apagado era porque estabas tirándote a la sexy chica productora de televisión del bar de la otra noche. Ni siquiera sabía que lo tenías en ti, hombre.     Se Se detuvo, riéndose  . Pero supongo que lo tenías en ella, ¿verdad?   ¿Qué ¿Qué edad tienes, doce años?   cuestioné cuestioné  . No voy a dejar que Deborah devuelva el dinero. ¿Le dijiste eso? Trigg asintió.   

Lo hice. Johnny dijo que ellos estaban forrados.

  ¿Cómo ¿Cómo es que están de repente forrados en dinero?

No lo dijo por el teléfono   comentó comentó  . Por eso tenemos que ir en persona.   No Pero insistieron en devolverlo. Eso es todo lo que sé. Ahora, cuéntame sobre la chica. ¿Era tan ardiente en la cama como parecía?   Maldita Maldita sea no voy a hablar de eso contigo, Trigg. Trigg se rió.   Lo Lo siento   se se disculpó  . No me di cuenta que ya estuvieses todo enamorado de ella.   

  

  

Cállate sentencié . No estoy enamorado de ella. Me dije que lo decía en serio.

98 

 

 

  No No lo entiendo, Deborah.   El El sobre de efectivo estaba sin tocar en la mesa entre nosotros  . Eso fue un regalo.

Lo necesitas más que nosotros, Silas   manifestó. manifestó. Sus mejillas estaban   Lo sonrojadas y estaba prácticamente sonriendo.   ¿Qué ¿Qué sucedió? ¿Ganaste la maldita lotería?   pregunté. pregunté. Casi  respondió respondió  . En realidad no puedo hablar de eso.   Casi   Bueno, Bueno, necesitas hacerlo, porque no voy a tomar de vuelta ese dinero hasta que me digas qué está sucediendo. No es nada malo, Silas   aseguró aseguró  . De hecho, es todo lo contrario.   No Alguien se tomó la molestia de hacer las cosas bien con Coker. Estamos bien ahora. Para siempre. Negué.

Mierda,   Mierda,

Deborah   mascullé mascullé  . Si algo suena demasiado bueno para ser cierto, definitivamente así es. ¿Esto involucra dinero? No quiero que tú o Johnny terminen lastimados. Es legítimo   explicó explicó  . Nos reunimos con un abogado. Hay un   Es fideicomiso establecido.   No No entiendo   respondí respondí     . ¿De Coker? Deborah se encogió de hombros.   Mi Mi jefe hizo los arreglos, uno de los chicos para los que limpio casas. Dijo que Coker había visto el error en sus acciones. Miré hacia Trigg, que estaba sorprendido. Eso no suena como Coker   indiqué. indiqué.   Eso Deborah sonrió.   No No me importa si Coker fue presionado para darnos ese dinero, o si lo hizo porque encontró a Jesús. Lo único que me importa es el hecho de que el dinero es de verdad, Silas, que nos podemos mudar de este barrio del infierno y que mi hija no va a recibir un disparo dirigiéndose a la escuela. Deborah, de verdad me aseguraría de que esto no sea nada ilegal… ilegal…    Deborah, Deborah se puso de pie.

99 

 

 

No sigas, Silas   interrumpió interrumpió  . Incluso si ese dinero no fue conseguido de   No la manera más apropiada, me he asegurado de que estemos bien. Y ni hablar de que no vas a tomar ese dinero de vuelta. Sé que tienes tus propios asuntos por los que preocuparte. Miré a Trigg y negó.   Muy Muy bien, Deborah   acepté acepté  . Voy a confiar en que sabes lo que estás haciendo.   Gracias Gracias   expresó expresó  . Ahora, sonríe. Es un buen día. Esperé hasta que estuvimos conduciendo lejos para decir algo más sobre esto.   ¿Qué ¿Qué demonios está sucediendo?   Sabes Sabes tanto como yo, hombre   dijo dijo Trigg. ¿Qué demonios pasó en los últimos días?   ¿Qué   ¿Quieres ¿Quieres decir, en los últimos días mientras estabas encerrado en una   

habitación de hotel, teniendo sexo con la productora de televisión? cuestionó Trigg, sonriendo. No voy a hablar sobre ella   le le advertí.   No   No No lo sé, hombre   continuó continuó  . No escuché que sucediese nada. No hay forma de que el dinero haya venido de Coker, por el amor de Dios. ¿Puedes imaginarte a Coker teniendo algún remordimiento, dándole dinero a Johnny? No   estuve estuve de acuerdo  . Es una locura. Aun así, indaga por ahí, ¿lo   No harías? Mira si alguien está hablando sobre algo como eso sucediendo. Tan solo me gustaría saber que no es dinero de un capo de la droga o algo, no sé qué demonios, siendo lavado o algo así. Muy bien   afirmó afirmó  . ¿Vas a estar por aquí o vas a salir?   Muy   T Tengo engo que regresar a West Bend y devolverle este auto a mi hermano   comenté comenté  . ¿Pero recuerdas lo que dijiste sobre esos amigos tuyos, los del club de motociclistas?   Los Los que se harían cargo de Coker… Coker…    Sí, Sí, esos   respondí respondí     . Haz algunas averiguaciones allí también, si puedes. No necesito hacer preguntas sobre eso   indicó indicó Trigg  . Solo dilo y se   No encargaran de esto. Coker no intentó matarme, sin embargo, así que no es mi asunto. Eres tú, Johnny o Abel quienes deben tomar esa edición. Asentí.

  Lo Lo pensaré.

100 

 

 

  ¿Dónde ¿Dónde

demonios has estado?   Elias Elias miró detrás de mí hacia la entrada

del auto. Le lancé las llaves del auto. No te preocupes, tu precioso bebé está bien   me me detuve  . Casi. Necesito   No limpiarlo a detalle. ¿Qué?   preguntó preguntó Elias, empujándome a un lado para mirar el auto  .   ¿Qué? ¿Maldita sea, comiste ahí?   Son Son solo migajas   le le grité a sus espaldas mientras iba hasta el auto  . No te preocupes. Envolví el cadáver en el maletero con lona primero.   ¿Cómo ¿Cómo estás, Silas?   River River abrió la puerta, pero asomó la cabeza, mirando hacia Elias, antes de levantar las cejas hacia mí  . De verdad es muy quisquilloso con ese auto, ¿verdad?   Quisquilloso Quisquilloso puede definirlo   insinué insinué  . Pero mejor es loco. ¿Así que esta es la nueva casa? Incluso aunque fui a Los Ángeles con Elias cuando fue a decirle a River que la amaba, aún no podía creer que la estrella de películas de Hollywood hubiera regresado a West Bend para establecerse. Si hubiera tenido que ser honesto conmigo mismo, estuve un poco celoso. Uno pensaría que una estrella del momento sería toda estirada y mimada, pero River parecía preocuparse de verdad por mi hermano gemelo. Quería algo como lo que tenían. Pensé que tenía ese algo especial con Tempest, hace años. Pero estaba equivocado. Estar con ella durante los dos últimos días en Las Vegas comenzó a recordarme demasiado cómo eran las cosas con ella en ese entonces. Aquello despertó viejos sentimientos en mí y eso no era bueno.   Sí. Sí.   Sonrió Sonrió  . También comienza a verse bien. Estamos organizando todo ahora. ¿Quieres algo de beber?   Café Café estaría bien, si tienes   pido, pido, mientras la sigo hasta la cocina  . ¿Cómo es la vida afuera de la escena de Hollywood? ¿Te estás aburriendo ya de West Bend?   No No todavía.   Abrió Abrió el refrigerador  . ¿Quieres leche con tu café? Oh, toma. Prepáralo como te guste. El azúcar está en el mostrador. Eché un par de cucharadas de azúcar en la taza y tomé un sorbo.   Es Es un cambio de ritmo bastante grande para ti, ¿no?

101 

 

 

River se encogió de hombros.   Eso Eso pensarías   respondió respondió  . Pero West Bend parece tener su propia cuota de drama, así como California. Me reí. Mierda. Eso seguro.   Mierda.   Elias Elias estaba preocupado por ti   mencionó. mencionó. Los pasos de Elias eran pesados cuando entró golpeando a la cocina. No estaba malditamente preocupado   dijo dijo malhumorado, abriendo uno   No de los armarios para sacar una taza de café y luego cerrándolo de golpe  . Estaba preocupado por mi auto, tal vez. ¿Dónde demonios has estado?   ¿Qué, ¿Qué, eres mi esposa?   pregunté. pregunté. Elias entrometiéndose estaba molestándome y, de repente, me estaba sintiendo muy protector con el tiempo que había pasado con Tempest. Podía adivinar qué marchado demonios de ibaWest a decir le contaba que habíalo estado con ella. Elias se había Be nElias Ben justosidespués que Tempest hizo, obtuvo o btuvo su 4 GED   y se unió a la marina temprano, pero sabía lo que había sucedido con Tempest. Y sabía que estuve destrozado por eso, en ese entonces. Elias odiaría que hubiera estado con ella. Estaría seguro de que estaba engañándome. Y si era honesto, tampoco no podía confiar en ella. Pero eso no importaba, ya que no iba a volver a verla. Elias tenía la mandíbula apretada y sabía que estaba tratando de no perder los estribos justo enfrente de River. Estuviste   Estuviste

desaparecido antes, actuando todo misterioso y esa mierda. Y esta vez saliste disparado camino a Los Ángeles con mi auto, ¿pero aun así no me vas a decir dónde has estado? No toma tanto maldito tiempo conducir desde Los Ángeles hasta West Bend, Silas. Sentada a la mesa, River se aclaró la garganta.   Elias. Elias. No, en serio, hermano  dijo dijo él.   No, Exhalé pesadamente.

: General Educational Development Test («examen de desarrollo de educación general»). Es un examen de certificación para los alumnos que no obtuvieron el diploma de preparatoria. 4GED

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Siento no haber contestado el teléfono, ¿está bien? Tuve una pelea mientras   Siento estuve allí. ¿Una pelea?   preguntó preguntó River  . ¿Estás bien?   ¿Una   Sí, Sí, estoy bien   contesté. contesté. Luego me di cuenta que ella pensó que quise decir   

que me había metido en una pelea de bar oluego algo en así Las. Peleo veces. de O  peleaba  , más regularmente. En Albuquerque, Vegasalgunas en el circuito lucha de allí. Boxeo, algo de artes marciales mixtas, esa clase de cosas.   Pensé Pensé que te habías lesionado el ligamento anterior cruzado   intervino intervino Elias, citando la mentira que le había dicho antes como razón para regresar a West Bend. No le había querido decir que Coker había intentado lastimarme. Estaba tratando de impedirle que se involucrara en esa mierda. Ya está más o menos curado ahora   respondí respondí     Ya   . De todos modos, fue solo un favor para un amigo que tuvo que retirarse de la pelea, un trato de solo una vez. Estoy fuera de escena ahora.bien? DebíLo haber llamado, pero estaba tratando de atar algunos cabos sueltos allá, ¿está siento. Elias masculló en respuesta, pero sabía que eso quería decir que estaba perdonado.   Mira, Mira, he estado tratando de ponerme en contacto contigo por una razón. Killian tuvo que volver a la plataforma petrolífera, pero Luke ha estado yendo por ahí entre su trabajo. Ha estado investigando cosas. Mi hermano Killian era un tipo duro, trabajando en las plataformas de petróleo por meses a la vez. Del mismo modo, el trabajo de Luke como bombero paracaidista por lo que general, lo tenía alejado de las cosas. Estaba sorprendido de que se hubiera quedado en estado el pueblo tiempoElias que yloyo había Mis dos hermanos mayores habían tantodo listosel como parahecho. salir como el infierno, lejos de este pueblo y nuestra familia, tan pronto como pudiéramos.   ¿Oh ¿Oh sí?   pregunté, pregunté, tragando mi café  . Es extraño que Luke se haya quedado por aquí. ¿De verdad está así de interesado en las muertes de nuestros padres? Elias se encogió de hombros. Luke no se está quedando por eso   explicó explicó  . Creo que debe haber una   Luke chica por la que se está ablandado.   Aun Aun así   recalqué recalqué  . Ahora que Luke ha estado preguntando sobre la muerte de mamá, estás interesado. Pero cuando dije que el suicidio era sospechoso, yo era el loco.

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Luke no tiene un historial de ser errático   se se justificó Elias.   Luke   ¿Amigo, ¿Amigo, cuál es tu problema?   cuestioné. cuestioné.   Vamos, Vamos,

chicos. No peleen.   River River se paró al lado de Elias y colocó su mano sobre su brazo  . Elias. Elias entrecerró sus ojos hacia mí.   Bien Bien   cedió, cedió, besando la cima de la cabeza de River  . Necesito llamar a Luke de todos modos. River se sentó a la mesa de la cocina mientras Elias subió pisoteando las escaleras. Ella apuntó hacia la silla al otro lado. Elias estaba preocupado por ti, ya sabes.   Elias   Elias Elias tiene el hábito de preocuparse por cosas sin ninguna maldita razón contesté.   contesté.   Me Me imagino   admitió admitió  . Es tu hermano, así que probablemente es sobreprotector.   ¿Eras ¿Eras sobreprotectora con tu hermana?   inquirí, inquirí, arrepintiéndome de inmediato de la pregunta. Tenía que ser algo doloroso para ella, después de que había atrapado a su hermana y a su exprometido juntos  . Lo siento, no quise decir eso. Soy un idiota por completo.   No No lo sientas   aseguró aseguró River, riéndose  . Solía ser sobreprotectora con ella. Probablemente pude haberlo hecho mejor. Ya sabes, ya que resultó ser una imbécil. Suspiré.   La La familia, ¿verdad? Síí   respondió respondió  . No puedes vivir con ellos, no puedes matarlos y tirar sus   S

cuerpos.   Eres Eres muy buena, River   contesté contesté  . Quiero decir, es muy fácil hablar contigo. Más fácil que hablar con mi maldito hermano algunas veces. Se sonrojó.   Gracias, Gracias, Silas   dijo dijo  . Estoy segura que Elias tiene buenas intenciones, sabes.   Sí, Sí, bueno   expresé expresé  . Cree que soy el mismo chico que expulsaron de la escuela hace años. ¿Lo eres?   cuestionó. cuestionó.   ¿Lo No.   No.

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Bueno, entonces, no te preocupes por eso.   Bueno,   Siento Siento lo que pasó con tu hermana y tu mamá y esas cosas   expuse. expuse.

River se rió. Yo no   aseguró aseguró  . Estoy muy feliz de que las cosas sucedieran así. Viper   Yo era un imbécil. Y mi hermana y mi mamá eran parásitos. Las cosas se solucionaron exactamente como debían. Si no hubiera sucedido así, nunca hubiera conocido a Elias. Además, el karma los alcanzó de todos modos.   ¿Qué ¿Qué quieres decir? No debería sentirme tan engreída, ¿pero qué puedo decir? Soy mezquina.   No Me reí.   Estoy Estoy seguro de que no es tan mezquino mez quino sentirse engreído. ¿Qué sucedió? Me he enterado de todo esto por mi miss amigos, si te importa   aclaró aclaró  . Y   Me algunas revistas también. Mi hermana perdió el gran contrato que tenía con la compañía de modelos cosméticos. Resulta que tienen algunaa cláusula Tenerdea una de sus haciéndole una mamada alguien de enmoralidad. un programa televisión no era exactamente acorde con su marca.   Se Se lo tiene bien merecido.   Bueno, Bueno, espera, hay más   aseguró aseguró River  . Luego fue y se hizo algo de cirugía plástica. Y, por la forma en que lucía en los tabloides, salió … mmmm, no muy bien. Así que ha sido echada de su agencia, también. Y Viper tuvo sexo con todas sus amigas modelos, así que eso se terminó.   Espero Espero que tu mamá obtenga lo que se merece   declaré. declaré.   River River dio todas sus cosas a caridad   alabó alabó Elias, caminando detrás de ella y colocando su mano sobre su hombro  . Vendió la casa y la echó.   Es Es toxica   afirmó afirmó ella, tomando la mano de Elias  . Así que ahora, he limpiado el peso muerto en mi vida y estamos teniendo un nuevo comienzo en West Bend. La forma en que River miraba a Elias me hizo pensar en Tempest. Olvídate de ella , me dije. Probablemente ya olvidó todo sobre ti para este momento.  

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Dieciséis Tempest

C

aminé por la acera hacia el edificio con el casco en mi mano y miré alrededor con cautela. No había regresado al pueblo de West Bend desde que tenía diecisiete años. Había vuelto a este área en general a visitar a mi abuela Letty, pero después del escándalo con mis padres, ella se había trasladado al pueblo de al lado. Me mantuve alejada de Colorado completamente por los primeros dos años después de dejar West Bend hasta que ya no estuve viviendo precariamente, y luego regresé por períodos cortos cuando podía durante los años. Antes, cuando todo sucedió con mis padres y huimos del pueblo, mi abuela se gastó el poco dinero que tenía para contratar a alguien que nos siguiera el rastro, pero fracasó. Fue dos años después, cuando finalmente regresé para verla, que se enteró de que mis padres habían terminado por echarme y que había estado viviendo por mi cuenta. Desde entonces, nos habíamos vuelto cercanas, aunque sólo fuera a través de visitas poco frecuentes. Mi abuela era mi única familia y un recordatorio de un tiempo en mi vida cuando las cosas eran tranquilas. Felices. Por supuesto, ese período de tiempo fue como la calma antes de la tormenta. No había sido capaz de verla tan a menudo como quisiera y nunca había vuelto a West Bend, desde que mi abuela se había trasladado a uno de los pueblos vecinos. Hasta ahora. Ahora que ella estaba en este ―¿cómo demonios lo llamaba el sitio en línea?― línea? ― , un centro de asistencia , tuve que regresar a West Bend para verla. No estaba muy interesada en la idea de meterla en este lugar. Incluso había intentado contratar una enfermera que fuera a su casa y la ayudara, pero ella no iba aceptar nada de eso. Había protestado, había dicho dicho que era hora de qu quee se mudara aquí. aquí. Me enfadé ante la idea. ¿Un asilo de ancianos? No, gracias. Pero ella había insistido en que no era un lugar así y al teléfono se escuchaba feliz.

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Hasta que me llamó hace algunas semanas y dijo que quería verme. Eso me tenía preocupada, incluso aunque aseguró que no era una emergencia. emerg encia. Así que estaba de regreso en West Bend por primera vez en siete años. Le había mentido a Iver y a los demás, diciéndoles que iba a volar algún lado para tomar algo de tiempo libre. Mi equipo no sabía nada sobre mi pasado o mi familia. Por supuesto, probablemente Emir tenía un expediente sobre mí, pero jamás había dicho nada, así que preferí pensar que se había abstenido de usar sus habilidades en tecnología para averiguar todo lo que había que saber sobre mí. Mi equipo eran las personas más cercanas en el mundo a mí, aun así, no sabían nada sobre mi pasado. Y la única cosa que yo sabía sobre sus pasados eran las partes que involucraban las estafas. Los estafadores eran divertidos de esa manera. Éramos maestros en dejar atrás nuestros pasados, creando vidas nuevas a donde sea que fuéramos y descartando las viejas. Mi infancia no era tan real para mí como mi presente y no quería manchar mi presente con fantasmas del pasado. Con excepción de Silas. Traje esa parte de mi pasado derecho hasta mi presente. Y era maravilloso. Pero necesitaba dejar a Silas atrás en Las Vegas, donde pertenecía. La puerta de su cuarto estaba abierta, pero toqué de todas formas. ―¿Nana? Letty levantó la mirada de donde estaba sentada en su silla tapizada, vestida de la cabeza a los pies con un chándal de leopardo tachonado con diamantes de imitación. Su rostro inmediatamente se iluminó. ―¡Tempest! ―No te levantes, nana ―dije, atravesando el cuarto para abrazarla― abrazarla―. ¿Cómo estás? ―Oh, eres un regalo para la vista, cariño ―dijo ella― ella―. Siéntate, siéntate. Quédate un momento. Vas a quedarte por un tiempo, ¿verdad? ―Un par de días, nana ―respondí. Podía permitirme tomarme un par de días en West Bend , me dije. Dudaba que alguien me reconociera ahora, al menos con una mirada superficial. La última vez que de verdad puse un pie en el pueblo de West Bend, era una desgarbada y torpe chica de diecisiete años. E incluso si pasaba que alguien me reconocía, no es como si hubiera una orden para mi arresto.

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También había una parte de mí que deseaba la familiaridad de West Bend. Era el único lugar en el que había sido de verdad feliz y quería una dosis de esa sensación de nuevo. ―Déjame mirarte, niña ―pidió Letty, deteniéndose, con sus ojos recorriendo mi cuerpo de arriba abajo, entrecerrando los ojos mientras me miraba ―. ¿Has perdido peso? No me mientas, no estás durmiendo lo suficiente. Puedo verlo en tus ojos. ―Está bien, nana ―dije dije― ―. Basta ya con el bombardeo de preguntas. ―Oh, nada de nana  para mí ―habló habló― ―. ¿Para qué es el casco? ¿Estás montando esa trampa de la muerte otra vez? Suspiré, fingiendo exasperación, pero secretamente feliz con todas las preguntas. Era una parte de nuestra rutina que era familiar. ―Sí, nana. Estoy durmiendo. No, no he perdido peso. Sí, estoy comiendo. Sí, aún estoy montando la motocicleta… la conduje hasta aquí desde Las Vegas, de hecho. Ahora, ¿cómo te sientes? ―Siéntate, niña ―dijo insistentemente, apuntando a la silla tapizada al otro lado de ella. Esperó hasta que me senté para comenzar de nuevo, chasqueando la lengua contra sus dientes mientras meneaba la cabeza― cabeza ―. Los jóvenes de estos días. No sé porqué querrías conducir una cosa como esa. Estás pidiendo ser aplastada por un camión. Me reí. ―Sí, bueno, no todos podemos montar en caballos con calesas, de la forma en que la gente lo hacía cuando eras una niña. Letty abucheó. ―Los caballos arrastran carruajes ―replicó replicó― ―. ¿Crees que tengo doscientos años, Tempest? ―No te ves ni un día mayor de los ciento cincuenta años, nana ―dije. Soltó una carcajada con la mano en su estómago y, finalmente, recuperó su aliento. ―Oh, Tempest, te extrañé a ti y a tu sentido del humor. Me incliné hacia adelante en la silla. ―En serio, nana ―dije dije― ―. ¿Cómo estás? Sé honesta conmigo. ¿Te están tratando bien? ―¿Estás bromeando, niña? ―preguntó, apuntando hacia sí misma― misma―. ¡Mírame! Estoy malditamente fantástica. Este lugar es el paraíso. pa raíso.

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Me reí con tanta fuerza que casi me ahogué, al escuchar las palabras malditamente fantástica salir de la boca de Letty. ―¡Nana! ―Oh, silencio ―dijo dijo― ―. Tengo ochenta años. Puedo decir lo que quiera, joder. ―Bueno, pareces estar muy bien, nana ―dije dije― ―. Y también te ves bien. Me gusta el leopardo. Letty sonrió. ―Tiene diamantes de imitación para que brille más ―comentó comentó― ―. Tienes que sobresalir aquí, sabes, mantenerte al día. Hay mucha competencia. ―¿Con quién estás compitiendo? ―Hay más mujeres que hombres aquí, verás, así que tienes que asegurarte que estás en tu mejor forma ―declaró. Su mirada permaneció en mis brazos― brazos―. ¿Te hiciste tatuajes nuevos? Ese, con el pájaro allí, cerca de tu hombro, me gusta. Creo que necesito algo de tinta. Me reí. ―Nana, ¿qué demonios se te ha metido? Se inclinó hacia adelante, bajó su voz, su tono conspirativo. ―¿Quién no se me ha metido, Tempest? ―Oh, por Dios, ¿estás hablando de lo que creo que estás hablando? ―pregunté pregunté― ―. ¿Estás saliendo con alguien? Se sentó de vuelta en su silla, cruzó sus brazos sobre su pecho y meneó sus cejas sugestivamente. ―Oh, cariño, estoy saliendo con nadie ―dijo dijo― ―. Estoy tanteando el terreno.  Mucho . Todono el tiempo. Mi mandíbula cayó abierta. ―Nana, ni siquiera sé qué decir. ―Oh, sí ―comentó comentó― ―. Este sitio es el cielo en la tierra. Quiero decir, el alojamiento en sí es así así, y la comida frecuentemente es incomible, pero mi vida social nunca ha sido mejor. No tenía esta cantidad de sexo cuando tu abuelo estaba vivo, que en paz descanse. ―Hizo la señal de la cruz, aunque sabía que ella no era religiosa. ―Me alegra que te estés divirtiendo ―dije, incapaz de contener mi risa.

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―Diversión no es la palabra ―mencionó mencionó― ―. Estoy teniendo el mejor momento de mi vida. Hay hombres elegibles con prescripciones para la pequeña píldora azul por todo este lugar. ―Oh, Dios ―respondí respondí― ―. No estoy segura que el personal aquí esté equipado para lidiar contigo. ―No lo está ―dijo con toda naturalidad― naturalidad―. Y no les des pistas tampoco. Déjame divertirme un poco antes de morir. ―Siempre y cuando no te mueras ―dije dije― ―. No por un largo tiempo. ―Todavía me quedan unos cuantos años ―comentó comentó― ―. No te preocupes por eso. ―Bueno, si sigues festejando como si tuvieras veintiuno, puede que lo hagas más pronto, nana ―repliqué. ―Bueno, entonces iré a la tumba con alegría ―contestó contestó― ―. Como una estrella de rock. Me reí. ―Te extrañé mucho, Letty. ―Es tan bueno verte, Tempest ―dijo dijo― ―. Pero hay una razón por la cual quería que vinieras. ―¿No para que pudieras contar tus historias de libertinajes? ―pregunté. ―Bueno, si quieres escucharlas, puedo contarte del Sr. Johnson en la habitación 122 ―dijo dijo― ―. Se metió a escondidas aquí la otra noche y… y…  Levanté mi mano. ―Nana ―advertí advertí― ―. No me cuentes esta historia. Tendré que insistir. ¿Escuchaste de mis padres o algo? Negó, una mirada oscura cruzando su rostro. ―Tus padres ―comentó, frunciendo el ceño― ceño ―. La pregunta más apropiada es si tú, su única hija, ha oído de ellos. ―Te habría dicho si lo hubiera hecho ―respondí respondí― ―. Por supuesto que no. No he escuchado de ellos desde que me fui por mi cuenta. ―¿Cómo están las cosas? ―preguntó, su voz sólo un poco más alta que un susurro― susurro ―. Sé que no escupirás todos tus secretos, pero, ¿has derribado a algún hombre malo últimamente? Le había dicho la verdad a mi abuela hace años, le conté que estaba siguiendo los pasos de mis padres, pero con un giro en el juego de las estafas. Sonrió cuando

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le expliqué por qué estaba haciendo pequeñas estafas, dijo que corregir los errores en la manera en que lo estaba haciendo, era un trabajo lo “bastante noble”.  noble”.   ―Acabo de terminar con un caso, nana. ―¿Alguien que se merecía todo lo que obtuvo? Asentí. ―Definitivamente ―dije dije― ―. Y conseguimos algo de dinero para la familia a la que él hizo daño, personas que de verdad ver dad estaban pasándolo mal. Sonrió. ―Sabes, cuando tu mamá empezó con tu padre, estuve devastada. Sabía que era un estafador en el momento en que puse mis ojos sobre él. Sólo tenía esa vibra. Arruinó nuestra relación. Y cuando ella te alejó de mí cuando eras una niña, pensé que los dos te arruinarían. Pero aquí estás, toda crecida, de pie por ti misma y haciendo lo correcto. Sentí que me sonrojé. ―Bueno, no hago exactamente lo correcto ―mencioné mencioné― ―. Estoy rompiendo la ley. Agitó su mano. ―Bah ―dijo dijo― ―. A veces, las personas se salen con la suya al hacer cosas terribles y la ley nunca los castiga por ello. La vida necesita personas como tú para arreglar las cosas. Aunque no sea necesariamente legal. ―Definitivamente no es legal ―contesté. Letty me miró por un largo tiempo. ―Legal o no, no podría estar más orgullosa de ti, querida.

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Diecisiete Silas 

―A

sí que ya no crees que estoy loco, ¿eh? ―Me recosté en la silla, con los brazos cruzados sobre el pecho. ―Por favor.― favor.―Luke me sonrió― sonrió―. Siempre vas a estar algo loco, hermanito. Pero creo que tu teoría sobre la muerte de mamá al menos tiene algún mérito. ―¿Es por eso que estás en West Bend, Luke? ―interpelé interpelé― ―. ¿Debido a que te interesa que podrían haber tenido una razón para querer a nuestros padres muertos? Su rostro enrojeció. No podía recordar un momento en el cual viera a Luke ruborizarse. Miré a Elias al otro lado de la habitación y este sonrió. ―No ―respondió Elias, cruzando la habitación y tirando de una silla de la mesa de la cocina― cocina―. Hay una chica, ¿verdad? Luke sacudió la cabeza. ―No quiero hablar de eso. ―Tiene novia ―aclaró Elias, con burla en su voz― voz ―. Mierda, ojalá Killian estuviera aquí. Él le daría un infierno, hombre. ―Cállense, imbéciles ―vociferó Luke. ―Si no quiere hablar de eso, déjalo en paz, Elias ―reflexioné, de repente pensando en mi reacción hacia Trigg cuando me preguntó sobre Tempest. Elias me estudió, entrecerrando los ojos. ―¿Qué estás haciendo, apoyándolo? ―cuestionó cuestionó― ―. Tú eres quien generalmente comienza con algo como esto. ―Sí, bueno― bueno―respondí respondí― ―. Tal vez no quiere hablar de ello, porque es alguien que significa algo para él.

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―Dejen de jodidamente hablar de mí como si no estuviera en la habitación, chicos ―replicó Luke― Luke―. Estoy sentado aquí mismo. Pero Elias no le hizo caso, mirándome todavía. ―¿Desde cuándo te convertiste en el Sr. Sensible? ―preguntó preguntó― ―. Lo siguiente que sabré es vamos a estar sentados vez también empezaremos a llorar. por ahí hablando de nuestros sentimientos. Tal ―Cállate ―demandé demandé― ―. Tú eres el que está en e n la luna por River. ―Sí, porque es River ―contestó contestó― ―. ¿La has visto? ―No podía dejar de sonreír, y sabía que era feliz. Fue bueno verlo. ―¿Por qué no retomamos lo que hablábamos? ―sugerí sugerí― ―. Dejen de desviarse del tema. La muerte de nuestros padres. Podía sentir los ojos de Elias en mí, pero cedió. ―Está bien. Sigo con la idea de que es ridículo que fueron asesinados. Todo el mundo quería al maldito muerto ―reflexionó, refiriéndose a nuestro borracho y abusivo padre― padre―. Si hubiera sido asesinado, habría ocurrido en una pelea en algún  bar, no en la mina abandonada detrás de nuestra casa. ―O uno de nosotros lo habría matado ―puntualizó siniestramente Luke. Era cierto, el hecho de que uno de nosotros no lo hubiera matado era un milagro― milagro ―.Solo que creo que no tiene sentido una sobredosis con píldoras y alcohol. Ella ni siquiera bebía. ―Un montón de cosas no tenían sentido cuando se trataba de ella― ella ―puntualizó Elias― Elias―. Era inestable, inestable, pero… ¿cómo dice el dicho? La mejor explicación es la más simple, ¿verdad? Ese es el caso aquí. Deja de buscar formas complicadas para dar sentido a las cosas. ―Tal vez tengas razón ―murmuré. Elias estaba en la etapa de luna de miel con River, y estaba seguro de que eso era parte de su renuencia a pensar en algo de esto. No lo podía culpar exactamente. Si tuviera algo como lo que él con River, tal vez yo tampoco estaría preocupándome de esta mierda. Una imagen de Tempest en el piano mientras enterraba mi cabeza entre sus piernas cruzó por mi mente, y me sacudió. No iba a tener nada como Elias y River, no con Tempest. Aunque quisiera. ―No, está equivocado ―alegó Luke― Luke―. Saben que recibió una oferta por el derecho propiedad ayúdame … fue tu teoría en de primer lugar. antes de morir Hay una conexión. Silas ayúdame…

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―Ya pensé en eso ―dijo Elias― Elias―. Pero no parece estar relacionado. Es un pedazo de mierda de la ciudad, y ella ni siquiera estaba considerando la oferta. ―Bueno, no quería hablar de eso ―recalqué recalqué― ―. Eso no quiere decir que no estaba considerándolo. O que no estuviera relacionado. ―CreoElias. que no deberíamos estar removiendo mierda solo para atizarla ―sentenció ―Bueno, la gente es asesinada por razones personales o financieras, ¿verdad?― ¿verdad? ―cuestionó Luke. ―¿De dónde sacaste eso? ―clamó Elias― Elias―. ¿Has estado viendo programas de crímenes? ―Cállate ―refunfuñó Luke― Luke―. Estoy yendo a alguna parte con esto. Esas son las principales razones por las que las personas son asesinadas. Así que si ellos lo fueron, sería por una de esas razones. ―O al azar ―sugirió Elias. Luke asintió. ―Está bien, o al azar. ―Bueno, ya eso está descartado ―recalcó Elias― Elias―. La probabilidad de que el imbécil haya sido asesinado por motivos personales, disfrazados de un accidente en la mina detrás de la casa, es baja, y no hay razón para que nuestra madre haya muerto. Ella era bastante inofensiva. Inofensiva,  pensé, recordando como había destruido la carta de Tempest y tomó el dinero que había ahorrado para estar con ella. Había arruinado las cosas entre nosotros. Estaba lejos de ser inofensiva en mis libros. La motivación financiera podría estar allí ―señaló Luke― Luke―. Si la empresa la quería―fuera de la propiedad. ―Entonces, ¿qué? ―objetó Elias― Elias―. ¿Alguna empresa minera está sacando a los residentes que no vendan sus tierras en la ciudad? Es una idea completamente ridícula. ―Bueno, ¿qué tal si no fuera solo eso? ―reflexioné reflexioné― ―. Tal vez el imbécil encontró algo en la montaña cerca de la zona minera. O tal vez estaba buscando algo. Eso explicaría por qué estaba allí, cuando esa mina había sido abandonada hace años. Luke rió con fuerza, el sonido haciendo eco a través de la cocina. ―Sí ―subrayó subrayó― ―. Abandonada por tu culpa, Silas. Elias se rió.

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―Es gracioso ahora― ahora―argumentó argumentó― ―. No fue divertido en ese entonces. ―No, no fue jodidamente divertido ―ratifiqué. Nuestro padre había pateado la mierda fuera de mí por lo que había pasado, la manera en que yo había perdido el permiso que le permitía vender carbón en la ciudad cuando éramos niños. Era la única razón por lo que había terminado siendo conserje en la escuela, era una penitencia suficiente para mí por sí mismo. Pero antes, mi castigo había involucrado dos costillas rotas. ―Bueno, la explosión fue bastante legendaria― legendaria ―recalcó Elias. ―Demonios sí, lo fue ―sostuvo Luke― Luke―. De todos modos, vine y le dije lo mismo a Elias. Pero fui a la propiedad y no vi nada, así que no sé qué pensar. No pude encontrar la oferta de la empresa que mamá recibió. ―La he recorrido de atrás hacia adelante en mi mente ―dijo Elias― Elias―. Creo que hay una mejor explicación que la de que el idiota estaba borracho como una cuba divirtiéndose un poco en la mina y algo cayó sobre su cabeza de mierda causándole un trauma. La oficina forense dijo que probablemente fue una roca. Hubo derrumbes. Gruñí una respuesta. No estaba seguro de lo que pensaba. Demonios, ni siquiera sabía si me importaba, no es como si fuera cercano a cualquiera de ellos. Además, saber que mi madre me había traicionado de la manera en que lo hizo cuando se trató de Tempest, me había amargado todo el asunto. Tal vez era mejor dejar las cosas como estaban. Aun así, no dolería solo pasar por la propiedad y echarle una mirada. ―Tal vez solo me pase por allí y le dé una mirada ―propuse propuse― ―. A ver qué encuentro. Elias negó con la cabeza. ―No esperen que me una a ustedes ―dijo dijo― ―. Todavía estamos arreglando las cosas en casa. ―Entendido ―aclaré riendo― riendo―. Tengo una idea bastante clara de las cosas que estás haciendo. ―Maldición, sí ―respondió Elias, sonriendo ampliamente. ―¿Luke? ―pregunté pregunté― ―. ¿Quieres ir conmigo? ―¿Cuando? Me encogí de hombros. ―Mañana, supongo. Ahora se está haciendo tarde. Va a oscurecer pronto y no quiero volver allí en la oscuridad. o scuridad.

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Luke miró la mesa. ―Oh Oh― ―contestó contestó― ―. Sí. No, quiero decir. No puedo. No mañana. Elias alzó una ceja. ―Oh, ¿sí? ―preguntó preguntó― ―. ¿Tienes grandes planes? ―Cállate ―exclamó Luke― Luke―. Tengo planes. Planes en los que no necesito que ustedes, imbéciles, estén incluidos. Elias se burló antes de volverse hacia mí. ―El calendario social de Luke está reservado. Lo siento, amigo, vas a tener que hacerlo solo.

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Dieciocho Tempest

―E

ntonces, ¿sobre qué necesitas hablar conmigo, nana? ―pregunté pregunté― ―. Por favor dime que no sólo quieres contarme los chismes sobre tu vida sexual. ―No te entretendré con cuentos de mi vida social ―respondió respondió― ―. En este momento, de todos modos. Quería hablar contigo acerca de la casa. ―¿Qué hay con eso? ―pregunté pregunté― ―. Creo que hay que aferrarse a ella, nana. ―No estaba preparada para que vendiera su casa, incluso si quería deshacerse de ella. En mis veintitrés años, era el único lugar que alguna vez había sentido como mi hogar. Ese periodo de tiempo en West Bend fue el más largo que había pasado con ella, demonios, era uno de los períodos de tiempo más largos había pasado en cualquier lugar, y del que tenía buenos recuerdos. No quería dejar ir esos recuerdos. Algo así como los que tenía de Elias. ―Quiero que mires el papeleo, querida ―señaló señaló― ―. Tienes ojo para los detalles y entiendes un engaño. Quiero asegurarme que no soy estafada. ―¿Qué hiciste, nana? ―pregunté en voz alta― alta―. ¿La pusiste en el mercado? ¿Alguien te hizo una oferta? Agitó su mano. ―No, no, nada de eso ―contestó contestó― ―. Pero esta compañía lo hizo, esta empresa de minería podría estar moviéndose a West Bend. Han estado haciendo ofertas a la gente aquí y allá, a la mayoría que tienen propiedades en West Bend. ―¿Cuál es la oferta? ―pregunté pregunté― ―. ¿Es justa? ―Bueno, no lo sé ―respondió respondió― ―. Es por eso que quiero que veas. ―No creo que deberías venderla, nana ―exclamé exclamé― ―. A menos que necesites el dinero, en cuyo caso me aseguraré que lo tengas.

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―Cariño, no estoy diciendo que quiero venderla ―puntualizó puntualizó― ―. Solo creo que hay algo extraño sobre esta empresa. ―¿Qué quieres decir? ―pregunté pregunté― ―. ¿Hicieron algo? ―Eso es lo que me pregunto ―señaló señaló― ―. Iba a hacer un poco de investigación internet, tratar de averiguar acerca de la empresa, pero ya me conoces y a lasen computadoras. Reí. Describir a mi abuela como adversa a la tecnología sería decir poco. ―Sí, nana, lo sé. ―Así que pensé que podrías hacer un poco de investigación, saber un poco más sobre ellos, averiguar lo que están haciendo. ―Entiendes que soy una artista de la estafa y no un detective privado, ¿cierto? ―interrogué. ―Silencio ―protestó protestó― ―. Por supuesto que lo sé. Pero es necesario tener habilidades de investigación para ser un estafador. Sé que lo haces y no trates de convencerme de lo contrario. ¿De qué otra manera puedes encontrar información sobre las empresas que vas a timar? Sonreí. ―Me atrapaste, nana. Movió su dedo hacia mí. ―No trates de engañarme. Quiero que busques. Tengo una extraña sensación. Gruñí. ―Nana, tú y tus corazonadas. ―Tengo razones para sospechar ―recalcó. ―Está bien ―acepté, hundiéndome de nuevo en la silla y preparándome para una larga historia― historia―. Soy toda oídos. ―¿Te acuerdas de Esther Saint, la señora Saint?― Saint?―preguntó. Mi pecho se apretó ante la mención de su nombre. ―Sí ―dije lentamente― lentamente―. Sé quién es. Asintió con la cabeza, penetrándome con la mirada. ―Pensé que podrías recordarla ―dijo dijo― ―. Tú y el chico Saint, Silas, era su nombre, se llevaban bien, por lo que recuerdo. Nos llevábamos bien. 

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Eso era un eufemismo. No pienses en Silas , me dije. Aclaré mi garganta. ―¿Qué pasó? ―Creció para ser un atractivo joven, ese Silas ―reveló reveló― ―. Esos ojos azules suyos… suyos … oh, parece como un joven jov en Paul Newman. ¿Sabes quién era Paul Newman? ―Por supuesto que sé quién es Paul Newman, nana. Estaba en The Sting , es prácticamente requisito para un estafador verlo ―reflexioné con aire ausente, mi mente corriendo. Ella hablaba sobre Silas en el presente. La imagen de Silas saliendo de la bañera, el agua corriendo por su musculosa espalda y por encima de su perfecto culo, brillaba en mi mente. ―Bueno, ese Silas es un Paul Newman atractivo ―ratificó Letty. ―Había escuchado que se mudó de aquí ―apunté con voz temblorosa. ―Oh, lo hizolapor un tiempo ―aseveró aseveró― ―. Fue a la universidad poraquí un año dos creo, después abandonó y peleó algunos combates. Pero volvió haceo unos meses. ¿Por qué? ¿Te interesa? Suspiré. ―Tengo curiosidad, nana, eso es todo. ―Pero mi corazón latía con fuerza. ¿Cómo diablos estaba Silas de regreso en West Bend? ―Uh huh ―murmuró murmuró― ―. Bueno, si tu curiosidad saca lo mejor de ti, se queda en casa del entrenador Westmoreland, ocupa el apartamento sobre el garaje. No que estés más que curiosa. La ignoré. ―Nana, ¿qué tiene esto que ver la propiedad, o la empresa minera? ―Estoy llegando a eso ―afirmó afirmó― ―. No me apresures. Esther Saint se suicidó hace no mucho tiempo. ―Oh ―manifesté manifesté― ―. Eso es terrible. ―Silas no había dicho nada y me pregunté por qué. ―Bueno, la conocía ―mencionó mencionó― ―. Hace años tuvo depresión y era miserablemente infeliz con su marido. Era una verdadera pieza de trabajo. Nada  bueno, malvado borracho si alguna vez hubo uno. Pero no creo que se haya suicidado. Dicen que fue una sobredosis con pastillas y alcohol, pero de hecho sé que no bebía, bebía, a causa de las borracheras de su marido. marido.

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No sabía cuánto de lo que me estaba diciendo creerle a Letty. La única vez que había conocido a la madre de Silas, me había parecido bastante fuera de sintonía. Por supuesto, también había recibido una paliza poco antes de conocerla. ―Hasta ahora no entiendo que tiene que ver esto con la casa, nana. un accidente ―señaló señaló― ―. Algunos meses atrás. Fue detrás― deElsupadre casa,también cerca de tuvo la mina. ―¿La mina? ―pregunté pregunté― ―. ¿Tenían una mina? ―Me devané los sesos tratando de recordar si había visto una mina cuando estuve en la casa de Silas. ¿Quién tiene una maldita mina en su patio trasero? pensé. ―Oh, no de la forma en que estás pensando, cariño ―dijo dijo― ―. La gente de los alrededores hacía su propia minería todo el tiempo, explotaban las laderas de la montaña. Eso estaba menos regulado que ahora. No tenías que tener toda una empresa; sólo necesitabas un permiso para explotar. El padre solía vender carbón en la ciudad para llegar a final de mes, por supuesto, gastaba la mayor parte de ello en―elAsí bar.que hubo un accidente minero… minero … ―resolví. ―resolví. Quería saber qué demonios había sucedido con la familia de Silas. Él no había dicho ni una palabra al respecto. Por supuesto que no lo haría, ¿cierto? ―Bueno, eso es lo que dijeron que fue. Lo llamaron un accidente, dijeron que estaba explotando en su patio trasero ―dijo dijo― ―. Por supuesto, no creo que indagara mucho. Ese hombre no era exactamente querido aquí. ―No No… … ―exclamé, más como una declaración que como una pregunta. Definitivamente no era querido por Silas. Odiaba a su padre. Quería salir de West Bend lo más rápido posible. De alguna manera dudaba que tuviera el corazón destrozado por su muerte. Y por lo que me había contado sobre él, sospechaba que el pueblo sentía lo mismo― mismo―. ¿Pero no crees que haya sucedido de esa manera? ―Bueno, pensé que lo había hecho ―argumentó argumentó― ―. Y luego Esther Saint se suicidó. Eso me hizo pensar. No tenía sentido que se hubiera ido después de que el estúpido marido estaba finalmente fuera del panorama. Además, estaba el alcohol, ella no era una bebedora. Y estaba viéndose con el alcalde. ―¿Qué quieres decir, viéndose con el alcalde? ―pregunté. ―Quiero decir, viéndose con él ―afirmó afirmó― ―. Follando, creo que lo llaman los  jóvenes. Reí.

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―Sí, nana ―admití admití― ―. Follando. ¿Es algo que sabes con certeza? Se encogió de hombros. ―Tengo mis fuentes ―apuntó. ―Está bien ―argumenté argumenté― ―. ¿Qué tendría que ver todo esto con la propiedad? ―No me veas así ―dijo. ―¿Verte cómo? ―Como que piensas que soy una anciana senil. ―Definitivamente no creo que seas senil, nana ―aclaré aclaré― ―. Eres la que duerme con la mitad de los hombres en este lugar. ―Cállate ―advirtió, mirando hacia la puerta― puerta ―. Uno de ellos piensa que somos exclusivos. No quiero que escuché. ―¡Nana! ―censuré. ―No me sermonees ―corrigió corrigió― ―. Soy mayor. ―No puedes usar eso como una excusa para todo. ―La mayoría de las veces funciona ―declaró declaró― ―. De todos modos, como decía antes, creo que hay algo extraño en esta empresa minera. No sé sobre todo esto. Está sobre mi cabeza. Pero creo que las muertes podrían estar relacionadas. Suspiré. ―Muy bien, nana ―consideré consideré― ―. ¿Tiene alguna evidencia? ―Bueno, sé lo que escuché de la misma Esther ―dijo. ―Está bien. ―Dijo que su marido sabía algo que iba a hacerlos ricos ―hizo su declaración, y luego se sentó en la silla con los brazos cruzados, visiblemente satisfecha de sí misma. ―¿Eso es todo? ―pregunté. ―¿Eso es todo? ―recalcó recalcó― ―. Eso es todo. Claramente el padre se enteró de algo, o supo algo en lo que la empresa estaba interesada, tal vez algo en su propiedad, tal vez algo en otra propiedad aquí, no sé. Pero le dijo a su esposa, y su esposa le dijo al alcalde o a alguien más. Y eso la mató. ―Eres una habitual de Agatha Christie ―insinué. ―No me faltes el respeto ―increpó increpó― ―. ¿Qué piensas?

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―Creo que… que… ―Mi voz se apagó y elegí mis palabras cuidadosamente― cuidadosamente―. Creo que ciertamente está en el ámbito ámb ito de posibilidades. ―No me crees. ―Creo que es menos probable que el hecho de que el padre era un borracho loco que estaba lleno de afirmé― afirmé ―. Yestener Esther Sainty más suicidándose tragándose un montón demierda pastillas―con alcohol más aconveniente fácil que hacerlo de otra manera. ―Te voy a dar la documentación de la empresa ―dijo dijo― ―. Promete que la verás. Suspiré. ―Si se tratara de cualquier otra persona, nana… nana…  ―Lo sé. ―Sonrió Sonrió― ―. Harás feliz a una mujer moribunda. mor ibunda. ―¡Nana! ―exclamé. ―¿Qué? ―Puso susestuviera manos en alto―. en alto― Todos a morir con el tiempo Tempest. No dije que me muriendo este vamos momento. A veces, no estaba segura si la parte estafadora en mí realmente vino de mis padres o de ella.

Circulé por la ciudad, pensando en la posibilidad de ser reconocida, aunque mi cabeza y mi rostro estuvieran ocultas por el casco de la moto. Sabía que era un pensamiento irracional. Incluso si no hubiera estado llevando el casco, habían pasado años desde que estuve allí y ahora era un adulto, no una adolescente. Era imposible que alguien me reconociera. Al menos mis padres habían sido inteligente acerca de a quiénes habían estafado aquí, aprovechándose del alcalde para ese entonces y algunos hombres de negocios, aunque ninguno había presentado un reporte. Todos ellos tenían que perder si se perseguía algo en contra de mis padres. Esa era otra regla de estafa que aprendí, siempre encontrar un objetivo que se perjudicaría gravemente si se revelaba que había sido timado. La mayor parte del tiempo, los hombres de negocios no podían darse el lujo de divulgar esa información, sería hacer que los inversores perdieran perdieran la fe en detrimento de su posición o peor aún, serían implicados en posible corrupción.

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Por supuesto, eso no significaba que uno de esos hombres de negocios simplemente pudiera encargarse de ti de otra forma, fuera de los canales legales. Ahí es donde los timadores tenían que cuidarse las espaldas. Simplemente podría salir de la ciudad en este momento,  pensé. Podría tomar un vuelo, tumbarme en la playa y beber margaritas.   Y olvidarme de Silas. Eso sería lo más inteligente por hacer. Pero, en cambio, me encontré dirigiéndome hacia la posada que había encontrado en mi GPS. West Bend no ofrecía exactamente mucho alojamiento, incluso después de todos estos años. Este lugar era lo suficientemente lindo, sin embargo , pensé mientras me estacionaba en el camino de la entrada y apagaba el motor. Era como salido de una película, una pequeña casa de campo blanca con un gran porche y mecedoras en el frente. Demonios, incluso un border collie se acercó corriendo a saludarme cuando me bajé de la moto. Con todo, era exactamente lo contrario a la clase de lugar en donde una tatuada chica, montando una Harley Road King, debería alojarse. Especialmente si estuviera tratando de pasar desapercibida en la ciudad. Pero me dije que estaba de paso. Era solo por una noche y entonces me iría. Estaba visitando a mi abuela. Eso es. Estaba segura como el infierno que no regresaba a revivir mi pasado, con nostalgia por mi relación con Silas. Y ciertamente no estaba interesada en permanecer en West Bend después de enterarme que Silas podría estar aquí, y no viviendo en Las Vegas como había asumido. Ciertamente no. ―Hola. ―Me agaché para acariciar al perro lanudo y giré la etiqueta con su nombre sobre mi mano― mano―. Hola, Bailey. Bueno, eres una chica preciosa, ¿cierto? Una mujer apareció y un niño pequeño corrió por el porche. ―¡Papi! ―gritó el niño. ―No, no, cariño ―dijo ella, cuando subí por los escalones― escalones ―. Ese no es papá. ¿Eres Molly?

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Asentí. ―Llamé e hice una reserva más temprano. Tendió su mano. ―Soy June ―indicó indicó― ―. Es un placer conocerte. El pequeño Stan oyó la moto y pensó que eras su padre. Por un minuto yo también. Mi marido Cade monta una, es dueño de una tienda en la ciudad. Hace trabajos de pintura personalizada. ―¿Ah sí? ―exclamé. No hubiera vinculado a esta mujer de aspecto dulce y en avanzado estado de gestación como la esposa de un motero― motero ―. Voy a tener que pasar por el taller y echar un vistazo. ―Entra ―dijo June― June―. ¿Cuánto tiempo te quedarás? ―Sólo por unos días, creo.  June charlaba mientras tomaba mi tarjeta de crédito, una de las muchas falsificaciones que poseía, recomendándome algunas de las atracciones turísticas fuera de la ciudad. Se ofreció a darme un recorrido por la casa, pero me negué. ―Sabes ―aseguré aseguré― ―. Estoy bastante cansada y tengo algo de trabajo por hacer, así que estaré bien pasando el rato en la habitación. ―Oh, ¿qué tipo de trabajo? ― June abrió la puerta de uno de los dormitorios― dormitorios ―. El baño es justo ahí dentro. ―Soy abogada ―expliqué O más bien, Molly era abogada. Molly McAdams era abogada de entretenimiento con motocicleta de Los Ángeles con un novio llamado Tyler y una gata llamada Alice. Molly era una de mis diez identidades  básicas. Las rotaba, conocía los detalles como si fueran parte de mi propia historia, y me servían bien. ―¿Qué tipo de ley practicas? ―preguntó June. ―Derecho del Entretenimiento ―contesté. ―Oh, eso es interesante ―exclamó exclamó― ―. Estoy segura que has oído que West Bend tiene nuestra propia estrella de cine. ―No lo había escuchado ―dije con aire ausente. Todo en lo que podía pensar era en el hecho que quería entrar en la habitación y quitarme de encima el polvo del viaje. El hotel en que me quedé la noche anterior, en camino desde Las Vegas, no había sido precisamente el mejor y me sentía sucia. ―La tenemos ―afirmó afirmó― ―. River Andrews. Hace comedias románticas. Se  juntó con Elias Saint, y se mudó aquí a West Bend.

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Mi corazón se aceleró ante el nombre. Maldita sea , pensé. ¿Qué demonios pasaba con los hermanos Saint siendo traídos a colación en todo momento? Era como si el destino estuviera tirándome mi aventura con Silas justo en el rostro. ―Bueno ―dijo June, inclinándose para recoger a su pequeño― pequeño ―. Hay café y té en la cocina, una de esas jarras con tazas, por lo que puedes solo servirte. Y hay algunos productos horneados y fruta en el mostrador. Aunque si no has cenado, puedo recomendarte algunos restaurantes. Por lo general sirvo el desayuno a las nueve en el comedor. ―Eso suena fantástico, June ―comenté comenté― ―. Entre el café y el Internet, creo que estaré bien hasta mañana. ―Muy bien. Esto fue fácil ―admitió admitió― ―. Estamos en la casa de al lado si necesitas algo. El número de teléfono está pegado en el refrigerador. Tan pronto como cerró la puerta, me quité la mochila y desempaqué, comiendo una barra de proteína mientras me preparaba un baño. Me hundí en la  bañera agua caliente envolviéndome y puse mi cabeza contra la porcelana, cerrandocon misel ojos. No podía sacar a Silas de mi cabeza, ni el recuerdo de nuestro, no muy lejano, encuentro. Silas deslizando su dedo por mi hombro y brazo mientras se sentaba en la  bañera, frente a mí. Silas, su rostro cerca del mío, su voz apenas más que un susurro, acariciando con sus dedos por mi muslo y entre mis piernas, luego deslizándolos dentro de mí en el balcón del restaurante del hotel. Silas mirándome, su rostro entre mis piernas mientras yacía en el piano. Silas debajo de mí mientras lo montaba, al aire libre, junto al arroyo, cuando teníamos diecisiete.deSilas, agarrando mi culo mientras me giraba en círculos, mis piernas alrededor su cintura, después de ganar el campeonato estatal de lucha libre. Silas, su rostro cerca del mío mientras se movía dentro de mí, diciéndome que algún día nos casaríamos. Era como una condenada repetición, los mejores momentos de mi vida. Y ahora, estar en West Bend estaba haciendo que esos recuerdos fueran más vívidos. Recordé que lo que pasó con Silas en Las Vegas sólo fue una aventura. Una aventura que no podía sacar de mi cabeza. El calor corrió a través de mi cuerpo, y me encontré deslizando mi mano sobre mis pechos y luego bajando por mi estómago. Sabía que debería sacar de mi cabeza los recuerdos de Silas, no caer en ellos.

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En cambio, apoyé mi cabeza contra la bañera y dejé que la imagen de Silas dominara mis pensamientos, mi mano moviéndose entre mis piernas, deslizándose sobre mi clítoris una y otra vez hasta que finalmente me vine. Y cuando caí por el  borde, el rostro de Silas era lo único que veía.  veía. 

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Diecinueve Silas

N

o sabía bien cómo me sentía, manejando hasta casa. No había regresado desde después del funeral, desde que me había ido a Hollywood con Elias para perseguir a River. Luke dijo que teníamos que ir al lugar, limpiarlo y decidir qué hacer con las cosas. Mi madre había escrito un testamento dejándonos todo a nosotros cuatro, fechado un mes antes de su muerte, otra cosa que me como hizo para sospechar. cuándocon miantelación? madre era lo suficientemente responsable escribir¿Desde un testamento No me convencía. Aun así, tampoco estaba seguro qué hacía aquí. Después de todo lo que mis padres habían hecho, pasar tiempo preocupándome por si habían sido asesinados parecía una mala inversión de tiempo. Pero me dije que solo sería una hora y que satisfaría mi curiosidad. Descubrí que no estaba solo ni bien llegué a la casa. Una camioneta blanca sin marca estaba estacionada a un costado. Contemplé entrar en la casa y buscar la escopeta por si acaso, pero decidí no hacerlo. Probablemente es solo un empleado , me dije mientras me dirigía hacia la parte trasera. O algunos niños de la escuela secundaria que saben que el lugar está vacío. En cambio, un hombre usando un casco de construcción naranja holgazaneaba en el límite de la propiedad, cerca del antiguo sitio de los explosivos. Cuando me vio, de inmediato se incorporó, sacando un transmisor de su cinturón y hablando por él. Estaba demasiado lejos para oír lo que decía. ―¡Oye! ―grité―. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? aq uí? Un segundo hombre salió de la entrada a la mina y sacó su teléfono celular

tan otropronto tipo. como me vio. Estaba de espaldas a mí, pero percibí que hablaba con el

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Corrí hacia ellos. ―¿Tienen alguna razón para estar aquí? Esta es mi m i propiedad. propiedad.   Uno de los hombres levantó las manos. ―Somos topógrafos, simplemente estábamos mirando el terreno.  terreno.  ―Entonces, ¿supongo que tienen alguna identificación que lo demuestre? ―pregunté―. ¿Son de la ciudad o del condado?  condado?  Los hombres se miraron. ―Estamos haciendo un examen de rutina de la mina. ―Sí, lo entiendo ―dije dije― ―. Entonces, ¿quién es exactamente su empleador? ¿Y dónde están sus identificaciones? Perdónenme si no soy precisamente amable con extraños que piensan que pueden hurgar libremente dentro de mi propiedad privada. Se miraron de nuevo.  Ahora sí me estaban haciendo enfadar. ―Tienen dos segundos para decirme qué demonios están haciendo aquí, y para quién trabajan exactamente, o entraré en la casa y buscaré la escopeta que mi madre solía tener sobre la chimenea. ¿Cuánto quieren apostar a que todavía está cargada? ―pregunté. ―Espera, espera ―dijo el primer hombre. Metió la mano en el bolsillo de atrás― atrás ―. Sacaré mi billetera ahora. Somos de la empresa minera. ―¿Quién demonios te dio permiso para venir aquí? ―le pregunté, mirando la identificación― identificación―. Joder, esto es propiedad privada.

―No le dispares al maldito mensajero ―dijo el otro― otro―. Solo estamos haciendo nuestro trabajo. ―¿Su trabajo implica invadir propiedad privada? No contestaron, solo recogieron sus bolsos y comenzaron a alejarse de mí. ―No queremos ningún problema ―dijo el primero, levantando las manos otra vez. ―Bueno, problemas es lo que están a punto de conseguir ―dije. Di grandes zancadas hacia la casa. Por lo que podía recordar, la escopeta estaba todavía sobre la chimenea. ―Mierda. ―Oí que dijo uno de ellos detrás detrá s de mí.  Mejor que salgan corriendo , pensé. Mi mente daba vueltas mientras me

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acercaba a la casa. Si no estuviera paranoico sobre lo que estaba ocurriendo en esta

 

 

ciudad, esto levantaría unas cuantas banderas rojas. Mi teoría de que estaban sucediendo algunas cosas en este pueblo no resultaba tan disparatada cuando personal de la empresa minera empezaba a hurgar en mi propiedad. Metí la llave en la cerradura de la puerta principal, pero me detuve cuando escuché el crujido de neumáticos sobre la gravilla en la calzada. Tan pronto como vi el auto del comisario, la sangre subió a mi cabeza. Ni siquiera tuve que esperar a que la puerta del auto se abriera para par a saber quién estaba dentro.  Jed Easton salió y caminó lento por la calzada co como mo si tuviera todo el tiempo del mundo. Estaba lamentando haber perdido tiempo hablando con los dos chicos, en vez de ir a buscar la escopeta como debería haber hecho. ―¿Estás aquí para arrestar a esos dos imbéciles, invadiendo mi propiedad? ―le pregunté.  Jed ni siquiera miró a los dos chicos, que estaban ocupados entrando en su camioneta. Oí la camioneta arrancar y negué con un gesto. ―No, creo que no. ¿Apoyas al bolsillo de la empresa minera, entonces?  Jed sonrió, mirándome desde detrás de sus gafas de sol espejadas. Hijo de puta engreído de mierda.  Jed había tratado a mi familia como si fuera mierda durante años, me había molestado cuando regresé a la ciudad, c iudad, al igual que a Elias. No me gustaba el maldito hombre. ―No creo que sea asunto tuyo saber a qué bolsillo apoyo, Elias ―dijo Jed― Jed―. ¿O es Silas? No puedo ver tu pierna, por lo que es difícil darme cuenta. Bueno, no te acompaña esa basura blanca, tu novia estrella, por lo que no puedes ser Elias. ―¿Tienes novia, Jed? ―le pregunté― pregunté―. ¿O simplemente te masturbas por las noches con la foto de tu madre? El rostro de Jed se ensombreció. Se levantó las gafas de sol espejadas y me miró, con los ojos brillantes. ―Voy a ignorar eso ―dijo dijo― ―. Pero será mi única advertencia. ―¿Advertencia? ―le pregunté, riéndome― riéndome―. ¿O qué? ¿Me llevarás a la comisaría por no respetar esa pequeña placa de comisario que tienes ahí? ¿O por sugerir que eres, literalmente, un hijo de puta? No me queda claro qué parte viola la ley.  Jed sonrió, pero la expresión era siniestra.

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―Nosotros dos somos los únicos aquí en este momento. Y creo que los hombres de la empresa minera pueden atestiguar que los amenazaste. Deberías tener mucho cuidado. ―¿Me estás amenazando por hacer un comentario sobre tu madre? ―Me detuve, confundido. No había considerado que Jed estuviera involucrado en todo esto. Hasta ahora. Había algo en la forma en que se presentó aquí con tanta rapidez, y su actitud hacia mí tan amenazante. ―No ―le dije― dije―. Esa no es la razón, ¿verdad?  Jed sonrió de nuevo, las comisuras de sus labios se tensaron. ―Tú y yo somos los únicos aquí en las afueras de la ciudad, Silas. La casa más cercana está ¿a cuánto? ¿Un kilómetro? Nadie nos ve. Y estoy seguro de que la casa de tu madre contiene algunas armas guardadas. Si no recuerdo mal, a tu padre alcohólico le gustaban las armas. Siempre me sorprendió que tu madre terminara de la manera en que terminó. Pensé que finalmente moriría porque tu padre le pegaría un tiro en la cabeza, no por ingerir un frasco de pastillas. Pero supongo que nunca terminamos de conocer a las personas, ¿verdad? ―Vete a la mierda, Jed. ―Apreté los puños, acercándome un paso― paso ―. Si hablas mierda sobre mi familia, hablas mierda sobre mí. ¿Por qué no lo intentas conmigo como un hombre de verdad? ―le pregunté, inmediatamente lamentando mis palabras. Lo último que necesitaba era recibir un disparo de un policía con gatillo fácil. Como si fuera una señal, Jed sacó su arma y me apuntó. Me detuve en seco, levantando las manos en el aire, apenas pudiendo hablar a través de mi rabia. ―¿Así que, así es como irán las cosas, Jed? ―le pregunté― pregunté―. ¿Me dispararás, aquí, en medio del patio delantero de mi madre? ―Mantén las manos en el aire, donde pueda verlas ―dijo Jed. Se puso de pie, su arma apuntándome, inquebrantable. Quería abalanzarme sobre él y tirarlo de culo, pero, en cambio, me quedé allí, tragándome el enojo. ―No me voy a resistir, Jed ―le dije― dije―. Y deberías pensar largo y tendido si quieres otro  cuerpo en tus manos. ―Lo miré de manera significativa. Elegí mis palabras con cuidado, sabiendo que estaba dándole a entender que tenía algo que ver con la muerte de mis padres. Quería medir su reacción. No estoy seguro de qué tipo de reacción esperaba.

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Entrecerró los ojos, todavía sin moverse, y podría asegurar que estaba contemplando dispararme. Pero no preguntó de qué demonios le hablaba. No sabía qué diablos estaba sucediendo aquí, solo que, fuera lo que fuese, Jed estaba involucrado hasta las pelotas. Estaba seguro de eso. Lo sabía. Cuando Jed finalmente se movió, se fue detrás de mí. Me preparé, pensando que era mi final. ―¿Me dispararás por la espalda, Jed? ―le pregunté― pregunté―. Eso parece bastante propio de alguien como tú. Pero en lugar de un tiro, lo escuché hablar. ―Tírate al suelo ―dijo dijo― ―. Pon las manos sobre tu cabeza. ―¿Me estás jodiendo? ―Dije: tírate al suelo y ponte en posición ―dijo Jed― Jed―. ¿O es que no entiendes que yo soy la ley aquí? Me reí de su ridícula declaración, pero me puse de rodillas, luego me acosté sobre mi estómago. ―Suenas como un villano de dibujos animados ―le dije― dije―. ¿Acaso no puedes ser un poco más creativo creat ivo que “Yo soy la ley por estos lares”?  lares”?   Jed me ignoró, colocándome las manos detrás de mi espalda y amarrando mis muñecas lo suficientemente ajustadas como para que me cortaran co rtaran la piel. ―¿Está bien así? ―preguntó preguntó― ―. No quiero que estés incómodo. En la oficina del comisario nos enorgullecemos del buen trato que damos a nuestros prisioneros. levantóempujándome de un tirón, para riéndose mientras me empujaba hacia la patrulla y abría Me la puerta, que entrara. ― Jódete, Jed ―escupí. Puso en marcha el motor y deslizó sus gafas de sol espejadas de nuevo sobre su rostro. ―Te lo dije antes, Saint ―dijo dijo― ―. Tú y aquellos hermanos tuyos deben andar con mucho cuidado. Sería una buena idea que comenzaras de cero en algún lugar fuera de West Bend. ―Si piensas que esto logrará que sienta menos curiosidad por saber qué demonios está pasando aquí, estás jodidamente loco ―le dije. Si no me interesaba antes, ahora sí.

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Veinte Tempest

M

e senté en el porche en una de las mecedoras, tomando una taza de café e investigando en internet sobre la empresa minera que mi abuela había mencionado. No era un grupo muy grande, así que no aparecía mucho en los medios, pero se habían metido en algunos problemas hace unos años, un accidente que fue resuelto fuera de los tribunales. Había un artículo de un pequeño periódico del pueblo que citaba a la esposa de uno de los mineros que se había negado a llegar a un acuerdo, acusando a la compañía de las cosas de siempre: condiciones inseguras, etc. Tomé nota de su nombre, pero el caso parecía  bastante sencillo. No encontré mucha evidencia de que la compañía hubiese sido acusada de algo nefasto en el pasado, aunque sería mucho más sencillo si tuviera las habilidades de Emir para investigar en internet. Pensé en llamarlo, pero luego tendría que explicar qué estaba haciendo en West Bend, y eso era lo último que quería hacer. Estaba tan perdida en mis pensamientos, que me sobresalté cuando sonó mi celular. ―¿Hola? ―¿Tempest? ¿Eres tú? Es difícil escuchar con el ruido de fondo de aquí. ―Era la voz de mi abuela, y podía escuchar el estruendo de voces en el área común del hogar de ancianos, amortiguado por la sala de enfermería. ―Sí, nana, soy yo ―respondí respondí― ―. Estaba a punto de ir a visitarte. Revisé los papeles que me diste. Parece una oferta sencilla para comprar tu casa. No hay nada raro en eso, al menos. ―Oh, cariño, eso es adorable de tu parte ―dijo dijo― ―. Pero no te llamo por eso. ―¿Qué sucede? ―pregunté. ―Es sobre los hermanos Saint.

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Gruñí. Por qué demonios llamaría para hablar de Silas, en especial cuando había pasado toda una mañana sin pensar en él, escapaba a mi comprensión. ―Nana, no quiero hablar sobre Silas Saint. ―Tienes que escucharme ―dijo, luego su voz fue amortiguada― amortiguada ―. Dile que voy a jugar al bridge en unos cinco minutos. ―¿Qué? ―pregunté confundida. ―No te hablaba a ti, cariño ―respondió respondió― ―. Estoy hablando con Michael a mi lado. ―Iré pronto, nana ―le dije― dije―. Te veré en unos minutos y podremos hablar de ese tema. ―Quería distraerla de cualquier disparate que tuviera en su cabeza sobre Silas. ―No, Tempest ―rechazó rechazó― ―. Eso es lo que quería decirte. No deberías venir aquí. ―¿Qué? ¿Por qué no? ―Estuvimos escuchando la radio policial ―explicó explicó― ―. Las chicas y yo. ―Dios, nana ―dije dije― ―. ¿La radio policial? ¿En serio? ―Me gusta ―dijo dijo― ―. Me mantiene informada de lo que pasa en el pueblo. No se puede confiar en los periódicos, ya sabes. Me gusta la información inmediata. Además, hay algunos camioneros con los que hablo por la antena BC5. Tienen unas  bocas muy sucias, también, como para darme su mejor conversación sexy. Reprimí una carcajada. ―No necesito escuchar sobre tus conversaciones sucias con los camioneros, nana. ―¿Dije que hablaba sucio con los camioneros? ―preguntó preguntó― ―. Ellos me hablan a mí. Me gusta escuchar. No me des sermones por mis pasatiempos tampoco. Soy una mujer mayor. ―Una mujer mayor, mi trasero ―respondí respondí― ―. Eres peor que alguien con un tercio de tu edad. Se rió. ―Envejecer es liberarse, querida ―dijo dijo― ―. Como debe ser.

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: Banda ciudadana. Es una frecuencia de radio destinada a la comunicación entre civiles.

5BC

 

 

―Está bien, nana. ―Traté de hacerla volver a enfocarse, pensando que seguramente me arrepentiría por mi siguiente pregunta, pero sin ser capaz de evitarla― evitarla ―. ¿Qué escuchaste en la radio policial? ―Oh sí. La radio. Bueno, esa es la cosa. El comisario, no creo que lo conozcas,  Jed Easton no espero por respuesta― respuesta ― , es todome un agradó, personaje. per sonaje. Tan sucio como era un cerdo en su― chiquero, siempre lo ha sido. Nunca ni siquiera cuando un niño. Jed recibió una llamada por un incidente en la casa Saint. ―Está bien. ¿Y entonces? ―pregunté. Mi voz era indiferente, pero tenía el corazón en la boca. Silas ni siquiera está aquí  , me dije a mí misma. Está en Las Vegas. ―Entonces ―continuó continuó― ―. Pensé que conocías a los hermanos Saint, a Silas en particular. Así que imaginé que podrías estar interesada. Aparentemente había alguna clase de altercado, y Jed Easton arrestó a uno de ellos. Fue hace unas horas. ―¿Dijeron cuál? ―Por supuesto que no. Solo “el sospechoso” esto, y “el sospechoso” aquello ―explicó explicó― ―. Pero pensé que, posiblemente, era alguien que conocías, pensé que te interesaría ir a la cárcel y ofrecer tu ayuda. ―Supe de ellos hace mucho tiempo ―mentí. Había visto a Silas hace unos días. En el sentido más bíblico. El calor subió a mis mejillas ante el recuerdo del aliento de Silas en mi cuello, sus manos aferrando mis muñecas sobre mi cabeza. Mi corazón latía rápidamente. ¿Y si era Silas el que había sido arrestado? No , me dije. La idea era ridícula. Acababa de dejar a Silas en Las Vegas. Incluso él estaba quedándose en West Bend, la probabilidad de que ahora estuvierasiaquí era infinitamente pequeña. Aun así. ―Ajá ―dijo Letty. ―¿Qué clase de ayuda voy a ofrecer en una cárcel, de todos modos? ―pregunté. ―Bueno, Molly ―dijo, usando mi alias― alias―. No lo sé. Pero pensé que podrías descubrir eso por ti misma, al ser un pez gordo de los abogados de Los Ángeles y eso. ―Nana ―dije dije― ―. ¿Cómo conseguiste esa información? ―Clásico de Letty, tan incapacitada cuando se trataba de la tecnología que no podía manejar ni un

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maldito motor de búsqueda en internet, aun así era capaz de enterarse de los asuntos de todos en este pueblo al momento en que sucedían. ―¿Qué? ―preguntó preguntó― ―. No puedo escucharte. Mis oídos, no funcionan tan  bien ya. Me reí. ―Me escuchaste muy bien. ―Oh, me tengo que ir. Mis chicas y yo estamos por jugar algo de bridge. Espero no verte esta tarde, cariño. Suspiré ante la indirecta no tan sutil de mi abuela de que debería ir a la cárcel. ―No te diviertas demasiado, nana. ―No lo haré ―contestó contestó― ―. Tengo que asegurarme que mi corazón aún funcione. Odiaría desplomarme y dejar a todos estos hombres maduros aquí para que Ethel los coseche. Colgué el teléfono, recuperándome de lo que me había dicho. No era Silas a quien habían arrestado esos hombres. Él aún estaba en Las Vegas. Habría mencionado si pensaba regresar a West Bend. ¿De la misma forma que yo mencioné que venía hacia aquí? Silas fue parte de mi pasado, me dije, incluso, mientras organizaba todo lo que podría necesitar para ir a la cárcel.

―Eres rápida ―dijo la mujer uniformada detrás del escritorio, su cabello peinado hacia atrás en un moño apretado― apretado ―. No sabíamos que teníamos cazadores de ambulancias6 en West Bend. ¿Y tú, Daryl? Un hombre uniformado con una gran barriga sobresaliendo sobre la cintura de su pantalón estaba sentado en un escritorio al otro lado del cuarto, revisando los puntajes deportivos en su computadora. Gruñó en respuesta sin apartar la mirada. Le ofrecí a ella mi sonrisa más profesional. ―Eso pasa cuando ya tienes un abogado ―dije dije― ―. Y me gustaría saber de qué se le acusa a mi cliente. 6

Cazadores de ambulancias:

Se refiere a un abogado solicitando a los clientes en el lugar de la catástrofe. Este tipo de abogados suelen perseguir a las ambulancias a los hospitales para conseguir

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clientes.

 

 

―Bueno, señorita McAdams ―habló ella, inclinándose hacia adelante, con los brazos sobre el escritorio― escritorio ―. Siendo una abogada, sabe que toma tiempo procesar a los prisioneros. Silas Saint no ha sido procesado aún. ―Exhalé cuando escuché su nombre.  Así que era Silas. La forma en que hablaba de él lo hizo sonar como si fuera un pavo en el horno, como si no lo hubieran terminado de cocinar― cocinar ―. Ni siquiera me ha mostrado sus credenciales. Y no luce lo suficientemente mayor para ser una abogada. Y está usando vaqueros. ―Bueno, señorita Edwards ―dije, leyendo su placa de identificación e imitando su tono― tono―. Imagine estar de vacaciones desde Los Ángeles en este idílico pueblo, disfrutando de un croissant y escapando de las constantes exigencias de su firma de abogados. Luego, imagínese que se entera que un cliente suyo, un cliente querido, uno de sus mejores clientes, tiene un cuñado que ha sido injustamente arrestado. ―¿Es usted la abogada de River Andrews? ―cuestionó, mirando hacia Daryl. ―No pida la ayuda de Daryl, oficial Edwards ―dije dije― ―. Simplemente le estoy pidiendo que confíe en el poder de su imaginación. Imagínese qué pensaría, siendo ese abogado. Tal vez podría suponer que se trata de una gran campaña de acoso en contra de su cliente y de aquellos que son importantes para ella. Tal vez pueda comenzar a pensar en las diversas y variadas formas de hacer una demanda contra el departamento del comisario por negarle al señor Saint sus derechos constitucionales. Tal vez quiera considerar las demandas personales que podría presentar. ¿Puede imaginarse ese escenario como yo, oficial Edwards? La mujer parecía nerviosa, girándose de nuevo hacia Daryl, y escondí una sonrisa mientras introducía una mano en mi cartera y sacaba mi tarjeta de presentación falsa, la que era parte del kit de identidad de Molly. Di gracias en silencio a los dioses de los estafadores haberfalsa escogido esta identidad particular. Molly jamás había usado supor tarjeta de presentación que en la identificaba como abogada, pero había una primera vez para todo. La coloqué sobre el escritorio, y ella la miró. ―Ahora, sabe que mi cliente tiene derecho a un abogado. Odiaría pensar que usted estuvo infringiendo sus derechos. También odiaría pensar que tendré que llamar a algún amigo de los medios. Ellos aman las historias sobre pequeños pueblos que abusan del poder. En caso de duda, invocar la amenaza de los medios. Esperé sonar suficiente como una abogada aceptable. Daryl finalmente levantó la mirada de su computadora.

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―Vamos, Ruby ―dijo dijo― ―. Déjala hablar con él. Ya sabes que ha sido procesado. No necesitamos ninguna mierda. La mujer policía frunció el ceño. ―Daryl, ya sabes que fue el mismo alguacil Easton quien lo trajo. ¿Quieres tratar con él cuando descubra que aprobaste el ingreso de una abogada de la gran ciudad? ―No te preocupes, Daryl ―intervine intervine― ―. Veré que seas presentado en los artículos de los diarios como el dedicado oficial que se mantuvo firme contra el abuso desenfrenado del poder y la corrupción en el departamento policial. La historia prácticamente se escribe por sí sola. Daryl me ignoró. ―Tan solo déjala pasar, Ruby ―dijo dijo― ―. Sabes que no tenemos a nadie más con excepción del Sr. Jenkins, y sabes que está en la celda de los borrachos. De todos modos, Silas Saint conseguirá salir bajo fianza ahora que es cuñado de esa estrella de cine. Me incliné hacia adelante, con los brazos sobre el mostrador. ―Es así, Ruby. Su expresión se suavizó, y suspiró. ―Bien. ―Se detuvo por un momento, y luego se inclinó más cerca― cerca ―. ¿Así que eres la abogada de River Andrews? ¿Apuesto a que conoces a muchas estrellas, verdad? Niego, llevándome un dedo a los labios. ―No puedo responder a esa pregunta, oficial Edwards ―dije dije― ―. Secreto confidencial entre abogado-cliente y esas cosas. Ni siquiera podía recordar si la privacidad entre abogado y cliente aplicaba en este escenario, si era como la de los loqueros que no podían decir si alguien era su cliente. Pero Ruby pareció creerse la respuesta. Se puso de pie, alejándose del mostrador, con una expresión de decepción en su rostro, así que decidí darle algo. ―Aunque, aquí entre nosotras ―dije, bajando mi voz con complicidad― complicidad―. Tal vez conozca a esta persona que representa a una gran estrella de cine, quien fue arrestado hace poco por tener sexo con una prostituta en Londres hace algunas semanas. Los ojos de Ruby se abrieron.

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―No pude creer eso ―dijo ―. Siempre pareció un chico tan amable en sus películas. Supongo que nunca sabes de verdad cuando una persona te está engañando o no. ―No, Ruby ―dije, negando con un gesto― gesto ―. Verdaderamente no lo sabes. Hay muchas personas falsas en este mundo.― mundo. ―Guardé mi tarjeta falsa en la cartera de Molly. ―No tienes ni qué decirme ―dijo dijo― ―. Te los daré de regreso. Tienes que dejar tu bolso y tu teléfono aquí. Lapicera y cuaderno de notas únicamente. Quince minutos después, Ruby estaba guiándome por el pasillo hacia un cuarto. ―No tenemos todos los accesorios como en los grandes lugares ―dijo dijo― ―. Pero este es uno de nuestros cuartos de interrogación. También funciona como sala de visitas. El micrófono está apagado, para que no podamos escuchar las conversaciones legales. Pero estarás en el video de circuito cerrado ubicado en el frente, en caso de que algo salga mal. Miré a través de la pequeña ventana cuadrada de la puerta, donde Silas estaba sentado con un overol, las manos esposadas y sobre la mesa de aluminio. ―¿Pueden quitarle las esposas? Negó. ―Lo siento, Sra. McAdams ―dijo dijo― ―. Debemos seguir el protocolo. Estaré por aquí en caso de que necesite algo. El botón de alarma está en la pared. Manténgase cerca de la puerta; el prisionero permanece en el asiento más alejado de la puerta. No le dé nada al prisionero, ni siquiera un lápiz. Estoy segura de que ya conoce todas las reglas, son cosas comunes. ―Por supuesto ―dije, mirando de nuevo por la ventana. Abrió la puerta. ―Saint ―dijo dijo― ―. Su abogada está aquí. A su favor, Silas permaneció inexpresivo. ―Gracias, Ruby ―dije, caminando hacia la mesa, con papel y lápiz en la mano. La puerta se cerró de un golpe detrás de mí. ―¿Abogada? ―preguntó Silas― Silas―. ¿Eso es lo que eres? ―Cuando me conviene ―dije dije― ―. Y algunas veces cuando necesito sacar a un amigo de prisión. ―¿Amigo? ¿Amigo?― ―preguntó preguntó― ―. No me llames esa mierda. Tú y yo no somos amigo.

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Me molestó su declaración. ―Eso es malditamente odioso, Silas ―dije dije― ―. Solíamos ser amigos, hace mucho tiempo. Silas se inclinó hacia adelante. ―Nunca quise que fuéramos solo amigos, Tempest ―dijo. Tragué con fuerza, comprendiendo lo implícito en sus palabras. No necesitaba escuchar a Silas decir que había querido algo más conmigo. ―Bien, no somos amigos Silas. Los amigos se cuentan cosas el uno al otro. Como el hecho de que aún viven en su pueblo natal. ―Las palabras se escucharon más agresivas de lo que quise, y me arrepentí tan pronto como salieron de mi boca. Silas entrecerró los ojos, y su voz era dura. ―No dijiste exactamente que regresarías a West Bend. ¿Entonces qué demonios hace aquí, Sra. McAdams?

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Parte Tres

E

l lugar que amamos, ese es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones. ~ Lord Oliver Wendall Holmes, Sr. Homesick in Heaven 

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Veintiuno Silas

―¿Q   ―¿Q

ué estoy  haciendo aquí? ―preguntó―. No pareces feliz de que viniera. Para ayudarte, debo añadir. Reí. ―¿Feliz? ―No sabía qué sentir sobre que Tempest viniese aquí. Pero, ¿ feliz? Definitivamente no era la palabra. Esa era una forma demasiado sencilla de definir nuestra complicada relación. No podía decidir si quería arrancarle la ropa y hacerla mía, o decirle que no la quería volver a ver. ―Estoy aquí para sacarte de apuros ―continuó Tempest―. Deberías estar de rodillas agradeciéndomelo. No pude evitar sonreír. La imagen de Tempest arrodillada entre mis piernas, poniendo mi polla en su boca, centelleó inmediatamente en mi imaginación. Pude sentir cómo se endurecía mi polla con el pensamiento de sus labios rodeándome, incluso mientras estaba aquí sentado en la cárcel. Eso era un poco  jodido. ―Dame un par de horas ―comenté, inclinándome y bajando la voz―, y estaré arrodillado expresando mi gratitud con mi lengua. Puso los ojos en blanco, pero noté cómo se enrojecían sus mejillas. ―Asumes que estaré interesada interesada en tu expresión de gratitud. ―Oh, Ojos Brillantes, Brillantes, vamos ―protesté―. No hagas como que eres inmune a lo que pasó entre nosotros. ―Lo que pasó entre nosotros fue algo de una sola vez ―contestó―. Un cierre. ―Y sin embargo, aquí estás, sentada frente a mí al otro lado de la mesa

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indiqué . En West Bend, Colorado. En la cárcel. Haciéndote pasar por mi abogada.

 

 

―Es mi buena acción del año ―dijo―. Necesito algo de buen karma.  karma.   ―¿Caridad? ―cuestioné―. No parece muy adecuado para una timadora, ¿no? Me miró, con la boca abierta, como si fuese a contestarme con una respuesta perspicaz. Pero en cambio, preguntó: ―¿Vas a decirme por qué te arrestaron?  arrestaron?  ―¿Vas a seguir con la farsa de la abogada? ―No sabes si soy abogada o no ―respondió―. No nos hemos visto en años, Silas. Podría haber estudiado derecho. ―¿Lo hiciste?  hiciste?  Sonrió. ―No ―confesó―. Pero tengo una tarjeta del colegio de abogados en mi bolso que dice que soy miembro de la Asociación Americana del Colegio de Abogados y que practico la abogacía. No pude evitar reírme. ―Por supuesto que la tienes ―dije―. Bueno, no estoy en un apuro del que necesite tu ayuda. Se encogió de hombros. ―Eres el que está en la cárcel, no yo ―comentó―. Solo pensé que podría pasarme y ofrecer mis servicios, pagar tu fianza si lo necesitas. Estoy segura que tu compañero de celda estará contento que te quedes una larga temporada. Reí. ―Estamos en West Bend, no en Las Vegas ―señalé―. Estoy seguro que estaré bien. ―Es todo lo que necesitaba saber ―sentenció, levantándose―. Les haré saber que hemos acabado. Suspiré. ―Espera.   ―Espera. Tempest se giró para enfrentarme, sorprendida. ―¿Sí?   ―¿Sí? ―Siéntate ―pedí.  ―pedí.  ―Eres horriblemente mandón para alguien que está esposado ―increpó―.

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¿Estás seguro que quieres darme órdenes? Podría irme simplemente.

 

 

―Podrías  ―asentí―. Pero Pero no quieres  irte. Aún estás pensando lo bien que estábamos juntos en Las Vegas, ¿no? Se quedó de pie, inmóvil, excepto por la cosa que hacía donde se pasaba la lengua sobre el labio inferior. Lo que me volvía loco. ―No pensé en ello ni un momento ―afirmó. ―afirmó . ―¿No? ―cuestioné―. Porque yo sí. De hecho, he sido incapaz de pensar en otra cosa. La puerta se abrió y una oficial metió la cabeza. ―¿Han acabado ya? ―preguntó.  ―preguntó.  ―No ―respondió Tempest―. Solo estaba estirando las piernas. Seré más consciente de permanecer sentada. Gracias oficial oficial Edwards. ―Volvió a sentarse en la silla―. Has estado pensando en ello.  ello.   No estaba muy seguro si lo afirmaba o preguntaba. ―Por supuesto que he estado pensando en ello ―confirmé―. No puedo dejar de pensar en tu sabor. ―Dime qué paso ―pidió―. Dime por qué te arrestaron.  arrestaron.   La ignoré, incapaz de resistir jugar con ella un poco. ―No puedo dejar de pensar en poner la cabeza entre tus piernas ―revelé―. Pasando la lengua sobre tu coño, metiéndome tu clítoris en la boca, chupándolo. ―Silas ―reprendió, ―reprendió, con voz severa. Pero se removió en la silla y tenía las pupilas dilatadas―. ¿Por qué te arrestaron?  arrestaron?  Seguí ignorándola. ―No puedo dejar de pensar en chupar ese dulce clítoris, introduciendo los dedos en ti y llevarte hasta el punto que suplicas por por mi polla ―me detuve―. ¿Por qué estás en West Bend, Tempest? Inspiró, con los labios ligeramente entreabiertos. ―Visitar a mi abuela, Silas.  Silas.  No estaba seguro si estaba siendo sincera o no. De hecho, ese era todo el problema entre nosotros. No sabría decir cuando estaba mintiendo. Era una timadora, justo como sus padres. No sabía si era er a siquiera capaz de ser sincera. ―Ahora, tú, Silas ―exigió―. El arresto. ¿Qué pasó?  pasó?  

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―¿Cómo sabías que estaba aquí? ―pregunté.  ―pregunté. 

 

 

―Mi nana ―respondió―. Lo escuchó en la radio de la la policía en la residencia de ancianos. ―Estaba preguntando en serio, Tempest ―protesté.  ―protesté.  ―Es la verdad ―se justificó―. Lo juro por Dios. A mi nana y sus amigas les gusta escuchar la radio de la policía porque son un poco entrometidas. Ella me llamó. Me reí y también lo hizo ella, de repente la tensión entre nosotros desvaneciéndose, con la ayuda de una anciana y su escáner de la policía. ―Ahora tú ―repitió―. ¿Por qué te arrestaron?  arrestaron?   ―Estaba en casa de mi madre ―respondí―. Jed, el sheriff de la ciudad, apareció, nos peleamos, mierda hablada, hablada, me apuntó con un arma y me arrestó. Es una sandez. Por eso no me preocupo sobre ello. Desestimarán los cargos. ―No sabía lo de tu madre, Silas ―dijo―. Mi abuela me lo dijo. Siento lo que le pasó. Me encogí de hombros. ―La   recuerdas, como era ―comenté―. No es como si fuésemos cercanos. Y ―La después, averigüé la mierda que te tiró y yo… yo … era la única que podría haber tomado la carta y el dinero. Cuando pasó, me destrozó. Y ella fue la única culpable. ―Callándose ―dijo.  ―dijo.  ―Sí.   ―Sí. ―Mi abuela mencionó que fue una sobredosis. Apreté la mandíbula. ―Eso dicen.  dicen.  ―¿No lo crees? ―preguntó.  ―preguntó.  ―No sé qué demonios creer ―me quejé―. Ya no sé qué demonios pasa en esta ciudad. Tempest me miró un largo momento. ―Ajá.   ―Ajá. ―Ajá, ¿qué? ―pregunté.  ―pregunté.  ―Eso es exactamente exactamente lo que mi nana nana dijo ―declaró Tempest. Golpeó la libreta con el bolígrafo, mirándome con aire pensativo. pensativo.

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Veintidós Tempest

―N   ―N

i siquiera parece como si hubieras pasado la noche en la cárcel ―bromeé―. Estás realmente radiante.  radiante.  ―Me siento malditamente radiante ―dijo Silas, frotándose la barba en su mentón. Círculos oscuros se alineaban bajo sus ojos―. Gracias por sacarme. Aunque ni siquiera viniste a la audiencia. nadacuando ―dije, riéndome―. Fue fácil. Ya que fuiste liberado bajo tu propia fianza.―De Lo haría quieras. ―¿Para qué es el casco?  casco?  Salimos a la calle. ―Mi moto ―dije―. Tu moto.  moto.  ―¿Vas a llevarme a casa en tu bicicleta? ―preguntó.  ―preguntó.   ―Si por bicicleta, te refieres a motocicleta, entonces sí ―dije, apuntando a mi moto―. Ese es mi transporte, justo justo allí. ―¿Estáás bromeando? ―preguntó.  ―¿Est ―preguntó.  Negué. ―Nop ―respondí―. Tómalo o déjalo.  déjalo.  ―Santa mierda ―dijo―. Es una motocicleta bastante buena. ¿Qué es, una Harley? ―Sííp, una Road King. Súbete ―le dije―. Solo tengo un casco, así que espero ―S que estés bien sin uno. ―Tengo un cráneo duro. ¿Pero me vas a convertir en tu perra de montar? ―preguntó. Pero estaba riéndose―. Está bien, no hay problema. Siempre y cuando sea tu perra. ―Mi moto, mis reglas. ―Pasé mi pierna sobre la moto y esperé a que Silas se

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deslizara detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Entonces

 

 

deslizó sus manos más arriba, acunando mis pechos, y se inclinó más cerca para susurrar en mi oreja. ―Me gusta una mujer que toma el control ―dijo.  ―dijo.   Le di una palmada en sus manos alejándolas alejándola s de mis pechos. ―Solo cállate y sostente.  sostente. 

―¿Quieres entrar? ―preguntó Silas, el momento de repente se puso incómodo. Nos quedamos de pie en la parte baja de las escaleras que llevaban al apartamento en el garaje, como dos personas persistiendo al final de la noche en una primera cita, decidiendo si deberían ir por todo o no. ―Yo… ―comencé a hablar, pero Silas me interrumpió.  interrumpió.   ―Me gustaría que entraras ―dijo, dando un paso hacia mí―. El apartamento no es la gran cosa, solo este sitio que estoy rentando a mi viejo entrenador. No es nada elegante. No como Las Vegas, quiero decir. ―No estoy segura de si es una buena idea, Silas. ―Mi aliento se atoró en mi garganta, mi corazón acelerándose por su proximidad―. Tú y yo. No puedo…  puedo…  Ni siquiera sabía qué decir. Había Había tantos “no puedo”…  puedo”…  No puedo quedarme en West Bend. Contigo. No puedo dejar de ser una estafadora. Es lo que soy. No puedo ser honesta. No sé cómo. No puedo amarte. No creo en el amor. ―Tú fuiste quien regreso a West Bend, Tempest ―dijo, la intensidad de su mirada me desconcertaba―. ¿Me vas a decir que la única razón por la que te apareciste por aquí fue para visitar a tu abuela? ¿Después de todo este tiempo? ―Pensé que vivías en Las Vegas ―respondí. Pero mis palabras sonaron patéticas, incluso para mí. ―Tonterías ―acusó―. Eso puede ser lo que te dijiste a ti misma. Me encogí de hombros. ―Es la verdad.  verdad. 

Estaba mintiendo.

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―Tempest Wilde, estoy siendo educado como el infierno ahora mismo ―dijo―. Estoy pidiéndotelo, como una caballero y todo, ¿entrarías a mi casa? ca sa? Cuando lo que debería estar haciendo es agarrarte, subirte sobre mi hombro y azotar fuertemente ese trasero curvilíneo tuyo. Me río,lopero Silas tiene una forma de hablar sucio que me hace querer exactamente que él quiera. ―Un caballero es la última cosa en el mundo que eres, Silas Saint. ―Tiene mucha razón ―dijo―. Y estoy diciéndote ahora mismo que quiero que entres a mi casa. ―¿Y entonces qué, Silas? ―pregunté.  ―pregunté.  Dio un paso más cerca de mí, con su boca cerca de mi oreja. ―Y entonces voy a hacer que lo lo que te hice en Las Vegas parezca nada. El calor fluyó a través de mi cuerpo, el calor de su respiración en mi cuello enviando escalofríos a lo largo de mi piel. ―Silas ―dije, todavía dudando.  dudando.  Dudando hasta que tocó mi cuello con sus labios, justo en el punto cercano a mi oreja que siempre enviaba escalofríos por mi espalda. Dejé salir un suave gemido mientras arrastró sus labios a lo largo de mi mandíbula, luego cubrió mi  boca con la suya. La forma en que me besó debilitó mis rodillas y me derr derretí etí contra él. Debería haber sido consumida por la lujuria. Pero todo en lo que pude pensar fue la forma en que me llevó a su casa como un novio cargando a su esposa por el umbral. Fue un recordatorio de lo que podría haber sucedido entre nosotros si las cosas hubieran sido diferentes. Silas se detuvo en la puerta, aún cargándome. ―¿Qué sucede? ―preguntó―. Tienes esa mirada.  mirada.   Negué. No estaba segura de qué demonios estaba sintiendo, solo que estaba triste. ―Bájame, Silas ―dije con la voz ronca. Mi voz sonaba áspera.  áspera.   Obedeció, luego metió la mano en su bolsillo por las llaves y desbloqueó la puerta detrás de mí. ―Lo sé ―dijo.  ―dijo. 

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―¿Qué sabes?  sabes? 

 

 

―Tienes miedo. Puedo verlo en tus ojos ―respondió―. Quieres huir.  huir.   ―Yo… ―comencé.  ―comencé.  ―No ―dijo, con un tono brusco―. No quiero escuchar ninguna ninguna mierda, Tempest. No vas a huir esta vez. ―Me besó de nuevo, hambriento, su lengua encontrando la mía, y cada parte de mi cuerpo lloró por su toque. Lo quería. Ahora, antes de escuchar esa voz en mi cabeza, la que hacía todas las objeciones racionales, dándome todas las razones por las que no debería estar con él. Ahora mismo, lo deseaba. No quería pensar sobre mañana. Solo el ahora. ―Tómame, Silas ―susurré―. Ahora.  Ahora.  Hizo un sonido bajo y gutural en su garganta y me levantó. Sus manos sostuvieron mi trasero y envolví mis piernas apretadamente alrededor de su cintura. Pateó los la míos. puerta para cerrarla detrás de él, aún cargándome; sus labios  jamás dejaron El apartamento era pequeño, pero ni siquiera llegamos a la habitación. Silas me colocó sobre el mostrador de la cocina y, tirando de mi camiseta por sobre mi cabeza en un rápido movimiento, desabroché mi sostén y lo arrojé al piso. Gruñó cuando me arqueé para besarlo, mis senos presionados contra su pecho, y tiré de los costados de su camiseta. ―Maldita camiseta ―dijo, apartándose de mí y tirando de esta por encima de su cabeza. Inhalé con fuerza cuando lo vi. ―¿Qué? ―preguntó.  ―preguntó.  Negué con un gesto. ―Nada ―dije―. Es solo que creo que jamás me voy a cansar de verte sin ropa. Silas me besó, deslizando su mano sobre mi seno. Mi pezón se endureció ante su toque y lo acarició con su pulgar, moviéndolo en círculos alrededor y alrededor hasta que estuve casi delirante de excitación. ―Bueno entonces ―dijo―, déjame hacerte el maldito día. día.   Observé con admiración mientras se deslizaba el pantalón de su cintura, desnudándose, y pateó su ropa por el piso de baldosas. Cuando se giró hacia mí,

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ya estaba duro como una roca.

 

 

―¿Qué tal eso? ―preguntó―. ¿Mejor?  ¿Mejor?  Me reí. ―Ven aquí y te mostraré lo mucho que me gusta.  gusta.   ―¿Cómo seré capaz de decirlo? ―cuestionó, con su boca cerca de mi oreja. Desabrochó mi pantalón y me incliné hacia atrás en el mostrador, permitiéndole deslizar mi vaquero de mis caderas. Después que lo bajó por mis piernas, se puso de pie, sus ojos recorriendo cada centímetro de mí. ―¿Solo vas a quedarte ahí parado? ―pregunté.  ―pregunté.  ―Deja de quejarte ―respondió, riéndose―. Puedes simplemente dejarme aquí parado mirando ese dulce cuerpo tuyo si quiero mirarlo. Me sonrojé bajo su mirada, pero solo duró por un momento antes que estuviera tocándome de nuevo. De regreso a donde pertenecía. Sus dedos se deslizaron por mis costados y enganchó un dedo bajo mis  bragas, apartándolas de mi pie. ―¿Estás usando bragas está vez, eh? ―preguntó―. Quiero ver lo mucho que te gusta. ―Deslizó ―Deslizó un dedo entre mis piernas, gruñendo cuando encontró mi humedad. Inclinándose, me besó con tanta fuerza que pensé que lastimaría mis labios. ―Quítalas ―susurré―. Te quiero ahora. No puedo esperar. ―Estaba prácticamente rogando por él. Mi cuerpo parecía sentir que habían pasado una eternidad, no días, desde que me había tocado. Moría por él. Cuando Silas finalmente me desnudó, con mi trasero sobre la fría superficie del mostrador, no perdió más tiempo. Entró en mí en un rápido movimiento y me colgué de sus hombros, con las piernas alrededor de su cintura mientras me follaba. Solo las primeras embestidas fueron lentas. Después de eso, se empujó dentro de mí con fuerza con golpes rápidos y me arqueé hacia él, queriéndolo todo, tan profundo como fuera posible tenerlo. ―No puedo tener suficiente de ti ―dijo.  ―dijo.   Me pegué contra él, apretando mis piernas a su alrededor y guiándolo más profundamente, mi cabeza estaba demasiada nublada con deseo para siquiera

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pronunciar una palabra en respuesta. Lo quería fundido contra mí.

 

 

Quería todo lo que tenía. No podía pensar en nada excepto en cómo se sentía su polla dentro de mí, la sensación de su piel contra la mía, la forma en que su aliento se sentía caliente en mi cuello. ―Más, Silas ―jadeé. Fue todo lo que pude decir. decir.    Más. Mis palabras lo estimularon y me tomó con más fuerza, llevándome más y más alto como si estuviera montando una ola en el mar a punto de volverse cresta. Enterré mi cabeza en su hombro y me sostuve de él, mis uñas enterrándose en su piel mientras llevaba su polla más profundo dentro de mí. ―Tempest ―dijo Silas, su voz apenas era más que un gruñido―. Llega conmigo antes que explote. Sus palabras me llevaron al borde y grité su nombre mientras me venía, sintiéndole estrellarse dentro de mí. Después, me senté con las piernas envueltas a su alrededor y mi cabeza en su pecho, todo mi cuerpo aún temblaba por mi orgasmo. Nos quedamos así, casi inmóviles por lo que pareció una eternidad mientras nuestra respiración regresaba a la normalidad. Mi oreja contra su pecho escuchaba el latido de su corazón. Me hizo sentir tranquila. ―Tu corazón suena como si fuera a explotar ―dije.  ―dije.  Silas acarició mi cabello. ―Me haces sentir como un hombre viejo ―dijo.  ―dijo.   ―¿Qué? ―Levanté la mirada―. Ninguno de los dos es viejo.  viejo.   ―Me vas a provocar un maldito ataque al corazón, sin embargo ―dijo, sonriéndome―. Con lo que me estás haciendo.  haciendo.   ―¿Qué te estoy haciendo exactamente? ―pregunté, con voz ligera.  ligera.  ―Me estás estás matando, Ojos Brillantes Brillantes ―comentó, besando el costado de mi cuello―. No puedo dejar de dejar de pensar en ti. O de follarte. O de pensar en follarte. No respondí. Quería ser honesta, decirle que me sentía de la misma forma. Estaba dividida entre mi instinto de huir y mi deseo de quedarme. Silas me levantó de nuevo.

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―Espera ―dijo―. Voy a llevarte al llevarte  al dormitorio. Donde perteneces.

 

 

Me reí, pero mantuve mis brazos y piernas alrededor de él con fuerza, solo poniéndome de pie cuando llegamos al dormitorio. ―¿Levantándote? ―preguntó―. Iba a ponerte justo en la cama.  cama.   ―¿Ah sí? ―repliqué―. ¿Crees que tienes  tienes   toda esa energía, anciano? Justo estabas quejándote por cómo te dejé exhausto. Silas se estiró por mi trasero y esquivé su mano, saltando sobre el suave colchón y aterrizando con un suave rebote. Trepó a la cama después de mí, colocándome sobre mi costado para mirarlo. ―Podría necesitar un minuto para recuperar el aire, Tempest ―dijo―. Pero no hay oportunidad en el infierno de que me vayas a dejar exhausto. Deslicé mi mano sobre su pecho, mis ojos observando cada centímetro de él, tratando de memorizar cada ondulación de sus musculo, los tatuajes que cubrían su piel. Estaba segura de que, como los míos, cada dibujo tenía una historia, y me hizo pensar todo lo de su vida que me había perdido. Qué tantas historias tenía que no me incluían. ―Sabes que si me quedo, te agotaría ―dije.  ―dije.   No estaba hablando del sexo y ambos lo sabíamos. Silas atrapó mi muñeca, dejándola quieta. ―Mírame ―dijo.  ―dijo.  ―Silas ―le advertí. Pero miré sus ojos, a pesar del rápido aleteó de mi corazón y el miedo que bombeaba por mis venas. El miedo de ser conocida. ―Crees has significa cambiado, ―dijo―. que el hecho de lo que sucedió con tusque padres queTempest nada es igual entreOnosotros. ―Silas, tú tú y yo sabemos que enterarte de quién era, que mis padres y yo éramos unos mentirosos, cambió todo. ―Eso es mentiras ―negó―. Sentiste lo que hice en Las Vegas. El mismo calor que había allí está entre nosotros ahora. ―Es química, Silas ―dije―. Eso es todo.  todo.  Silas entrecerró los ojos y me miró por un largo rato. Temí haberlo lastimado con mis palabras y quise retractarlas. Tuve que convencerme que era solo química entre nosotros y nada más. ¿Qué más podría ser?

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―¿Crees que eso es todo lo que es? ―preguntó Silas, apretando su mandíbula―. Sin mentiras, Tempest. Por una vez, sé sé honesta conmigo. ¿Realmente crees que eso es todo lo que hay entre nosotros? ¿Buen sexo y nada más? ―Esto no es un maldito cuento de hadas, Silas ―respondí―. Soy una estafadora. Misnopadres son unosNo estafadores. Nocabalgata hay finales para gente como yo. Esto es una película. hay ninguna haciafelices el atardecer. ―¿Crees que soy estúpido? ―dijo, soltando mi muñeca y deslizando su mano alrededor de mi cintura, para dejarla en la parte baja de mi espalda―. Creo que te estás mintiendo a ti misma ahora mismo, m ismo, Tempest. De repente me sentí claustrofóbica, como si no pudiera respirar. Coloqué mi palma sobre su pecho y lo aparté. Quería huir. ―Algunos chicos juegan fú fútbol y toman lecciones de ballet ―dije―. Yo crecí aprendiendo a robar carteras y a contar los naipes. Miento. Engaño a la gente. Les robo. ―¿Sabes cómo contar naipes? ―preguntó Silas, las comisuras de su boca elevándose―. Eso es un poco asombroso.  asombroso.   Le di un golpe en el pecho. ―No estoy jugando, Silas.  Silas.  ―Tampoco yo ―dijo―. No eres tus padres. No creo que seas alguien terrible. ―Entonces eres ingenuo.  ingenuo.  No supe por qué lo estaba apartando, por qué quise que pensara que era alguien horrible. No creía que fuera alguien horrible. Estaba estafando a personas malas, creía en lo que estaba haciendo. La idea de permitirle entrar era simplemente demasiado aterradora. Había usado tantas máscaras y tantas identidades por tanto tiempo que no sabía si podía dejar que alguien me viera. Silas negó. ―Crees que puedes esconderte de mí, pero conozco demasiado bien quién eres, Tempest. Te he visto todo el tiempo. ―La parte estafadora en mí m í es lo que soy ―dije―. No hay nada más. Eso es todo lo que hay. Silas me miró por un rato fijamente.

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―¿Estabas estafando a Coker en Las Vegas, verdad? ―preguntó.  ―preguntó. 

 

 

Veintitrés Silas

―P   ―P

or supuesto ―dijo―. Pensé que te habías dado cuenta. Sabías que no era productora de televisión. ―Sabía que no eras un ejecutivo de televisión, pero no sabía cuál era exactamente tu punto de vista ―dije. En gran parte era cierto. Aunque, una vez que Deborah devolvió el dinero que había ganado en la lucha, empecé realmente a preguntarme qué estaba haciendo Tempest con Coker en Las Vegas. Tempest se encogió de hombros. ―Me atrapaste ―dijo dijo― ―. Estafé a Coker. ¿Y qué? Ya sabes que soy una estafadora. No es ninguna gran sorpresa. ¿Por qué demonios estaba siendo tan terca acerca de esto?  Es casi como si quisiera  que la odiara. Una parte de mí deseaba poder odiarla. ―Tú eres quien le dio el dinero a Johnny y Deborah ―dije. ―No tengo idea de lo que estás hablando ―respondió rápidamente. ―Estás tan llena de mierda, Tempest ―dije. Pero el hecho que estaba evitando decirme que había hecho esta cosa increíble para Johnny y su familia ya no me enojaba. En cambio, estaba empezando a encontrarlo encantador. Deslicé mi dedo bajo su barbilla e incliné su rostro hacia mí. ―Tú y tu equipo le robaron dinero a Coker y se lo diste a la familia. ―Sí ―dijo dijo― ―. Coker se lo merecía. Era un imbécil. No pude ocultar la sonrisa que cruzó por mi rostro ante la idea de esta chica destruyendo a Coker.

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―Maldita sea, se lo merecía.

 

 

―¿Entonces, no te importa? ―¿Importarme que estafaste a un imbécil y le diste el dinero a Johnny y su familia? ―pregunté pregunté― ―. ¿Por qué demonios habría de importarme? ―Porque no es exactamente legal , , Silas ―dijo. Me reí de la ironía de su pensamiento que me importaría si estuviera participando en actividades ilegales, cuando yo estuve considerando llevar a Coker al desierto. ―¿Qué? ―preguntó preguntó― ―. Te estás riendo. ―Me estoy riendo porque eres ingenua, Tempest ―dije. ―¿Qué quieres decir? ―Coker y yo tenemos un pasado ―dije dije― ―. Hubiera pensado que los estafadores harían una mejor investigación. ―No profundizamos en los combatientes individuales ―dijo dijo― ―. Se trataba de  Johnny. No sabía que eras uno de los suyos. Quiero decir, sabíamos que había hecho algo de mierda sombría real… real…  ―Fui uno de sus luchadores por un tiempo ―dije dije― ―. El cabrón me pidió que me dejara ganar, había apostado en mi contra. Estaba cansado de su mierda y listo para renunciar de todos modos. Iba a ir con otra persona. Era mi última pelea, y había apostado por mí mismo… mismo … Así que de ninguna manera iba a dejarme dej arme ganar. ―Así que se aseguró que perdieras ―dijo Tempest. Sentí su mano, cálida en mi pecho, y me miró con ira en sus ojos. ―Sabía que no confiaba en él ―dije dije― ―. Pero estaba viendo a alguien… alguien… ―Vi ―Vi el cambio en la expresión de Tempest, y pude sentir su tensión en mis brazos. ―No quiero oír de alguien más…  más…   ―No alguien importante para mí ―dije. Pero tuve que ocultar o cultar una sonrisa. El hecho que estaba molesta porque mencioné a otra mujer era encantador. Me gustaba esta pequeña racha de celos que Tempest mostraba― mostraba ―. La chica que estaba viendo me metió algo antes de la pelea. Puso algo en mi agua, y… y …  bueno  bueno… … la mierda pasó. ― Jesús, Silas ―dijo Tempest―. Tempest―. Ellos… mi equipo… dijeron que Coker tenía antecedentes de ese tipo de cosas. Sin embargo, no sabía que te había hecho daño. ―Estoy bien ―dije dije― ―. Ahora. Pero me dieron una paliza algo feroz. Así que después de eso, me largué de Las Vegas y regresé a West Bend.

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―¿Por qué estabas en Las Vegas, luchando de nuevo? ―preguntó, sacudiendo la cabeza.

 

 

―Sólo le estaba haciendo un favor a un amigo ―dije dije― ―. Él me quería en su esquina en una pelea porque era la única persona en quien confiaba. Y luego se quedó varado por un atropello y fuga. Era cosa de una sola vez… Mi médic o dijo que no tenía que luchar de nuevo, después de lo que Coker me hizo, a causa de la lesión en mi cabeza. Pero no pude decir que no. Tempest asintió. ―Esa fue nuestra culpa, Silas ―dijo dijo― ―. Estábamos acorralando a Coker, pero no pensamos que iría tan lejos. ―¿Acorralando? ―Acorralando ―explicó explicó― ―. Cercándolo. Empezamos rumores sobre el programa de televisión en algunos de los otros gimnasios, sabiendo que Coker querría impresionarnos. Nos dimos cuenta que él querría que la lucha, por lo menos, fuera algo real, por lo que no iría tan lejos como para ponerle a alguien un roofie, ¿sabes? No hay nada en su pasado indicando que había tomado nunca a nadie en un atropello y fuga. ―El luchador que fue golpeado, Abel, está bien ―dije dije― ―. Quiero decir, no habría estado bien si no tuviera seguro. Pero él está bien. Tempest sacudió la cabeza. ―Siento que sucediera de esa manera. ―¿Todo eso, lo que hiciste con Coker, es la forma en que haces las cosas en general, o fue él alguna excepción a la regla? ―pregunté. Esa era la pregunta candente. Podría vivir con ella estafando imbéciles y dando el dinero a la gente a la que había hecho daño.noble Diablos, no al solo podíaenvivir eso, podría respaldarlo. Había algo francamente en eso, menos mis con libros. Pero si ella estaba timando a gente por timarlos, tomando el dinero de gente  buena, gente trabajadora, honesta… honesta… bueno, bueno, esa era una cosa totalmente diferente. ―¿Qué quieres decir? ―preguntó. ―¿Es esto lo que haces? ―dije dije― ―. ¿Con imbéciles? ¿O era Coker algún tipo de excepción a la regla? Tempest exhaló pesadamente. ―Cuando mis padres me echaron, juré que haría las cosas de manera diferente ―dijo dijo― ―. Estaba en Las Vegas, y pensé que podría conseguir un trabajo

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de verdad, uno con un sueldo fijo, ¿sabes? Pero no es lo que yo era. Era una estafadora. Así que hice trabajos cortos: trucos de cartas, carterismo, ese tipo de

 

 

cosas para sobrevivir. Luego, cuando llegué a mi primera gran estafa sin mis padres, sabía que quería hacerlo diferente, así que elegí a alguien sucio, alguien que mereciera lo que le pasara. ―Y eso es lo que estás haciendo ahora ―dije, mi sensación de alivio palpable. Sabía que Tempest no era igual a sus padres, no importa lo que ella pensara. Sabía que era diferente a ellos. ―Estafamos a personas que son malas ―dijo dijo― ―. Asesinos, pedófilos, ejecutivos de empresas que se encargan de robar las pensiones de sus empleados. Los hacemos pagar. Y entonces nos encargamos de las víctimas, las personas que se vieron afectadas por ellos. Antes, no hubiera habido justicia para Johnny, Débora y su hija. Ahora sí, por un largo tiempo, por lo menos. Es suficiente para conseguir que salgan adelante. ―Es diferente de lo que hicieron tus padres ―señalé. ―Mis padres estafan indiscriminadamente, no les importa si eras honesto o deshonesto. Me hubieran hechomerobarle a una si pensaban llevaba dinero en efectivo. Así es como crié. Mi padremonja solía decir que todoque el mundo era un posible blanco. Se dio la casualidad que es más fácil estafar a un chico malo, porque, bueno, tienden a ser deshonestos y codiciosos, así es como muchos de sus  juegos se realizaron. ―¿Es así como sucedió en West Bend? ―pregunté. Pasé mi mano por su espalda, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos. Me demoré en su tatuaje, trazando el contorno de una de las aves en el hombro. Tempest enarcó las cejas. ―Bueno, la gente que estafaron aquí nunca dijeron nada. Nunca los persiguieron en absoluto. Entonces, ¿qué te dice eso? ―Que eran deshonestos ―dije, mis dedos demorándose en las alas del tatuaje del pájaro. Miré de cerca las plumas, a los morados y azules que se arremolinaban juntos― juntos―. ¿Qué es el tatuaje del pájaro? ―Ellos eran deshonestos ―respondió. Hizo una pausa, mirando a su hombro antes de responder a mi pregunta― pregunta ―. Es una golondrina. Tracé sobre los bordes. ―Es hermosa ―dije dije― ―. Muy bonita tinta. ¿Qué significa? Tempest me miró y movió su lengua sobre el labio inferior, y por un momento, estuve distraído por lo que estaba haciendo.

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momento, estuve distraído por lo que estaba haciendo. ―Los viajeros las ven mucho ―dijo dijo― ―. Antiguamente, los marineros llegaron a tatuarse golondrinas para marcar el número de kilómetros que habían viajado.

 

 

Así que es sólo un símbolo de libertad, ¿sabes? Estar en el camino. Nunca mirar hacia atrás. ―¿Es eso lo que has estado haciendo? ―pregunté, trazando mi dedo por todos los lados del tatuaje, levantando piel de gallina en su piel― piel ―. ¿El ir y nunca mirar hacia atrás? Exhaló pesadamente. Con cansancio, pensé. ―Es lo que hago, Silas ―dijo dijo― ―. Una de las reglas. ―¿Qué reglas? ―pregunté. ―Reglas de Estafador ―dijo dijo― ―. Mis reglas. Nunca dejes de moverte. No mires hacia atrás. ―Entonces, ¿esas son las dos reglas con las que vives? ―pregunté pregunté― ―. ¿Una especie de código de estafador? Negó con la cabeza. ―Son sólo mías. ―¿Alguna otra regla, o es todo? ―Una más ―dijo dijo― ―. No te enamores. Me quedé en silencio, mi dedo trazando por su brazo antes de traerlo de vuelta a su hombro y hacia abajo entre sus pechos. Sus pezones se levantaron con la atención de mi tacto, y se retorció enfrente de mí. No le dije que estaba equivocada sobre el tatuaje de la golondrina. Las golondrinas podrían representar la libertad y los viajes… pero estaba olvidando la parte más importante. Y ese era el hecho, que no aimporta golondrinas siempre regresaban casa. cuántas miles de kilómetros viajaran, las

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Veinticuatro Tempest

D

esperté con Silas moviéndose a mi lado. ―Lo siento ―dijo dijo― ―. No estaba tratando de despertarte. Sólo tenía que levantarme para cepillarme los dientes. E ir al baño. ―Con clase ―dije, rodando sobre mi estómago en la cama y arrastrándome sobre su cuerpo hasta que mi cabeza estaba en su pecho. Mi mejilla presionada contra su piel caliente. No quería moverme de donde estaba acostada. Quería quedarme así durante todo el tiempo que pudiera. Ese hecho fue aterrador. Alojarme aquí por unos pocos días era una cosa, ¿pero más que eso? Permitir que me acostumbrara a esto con Silas, no era una  buena idea. Y sin embargo, es la única cosa que quería hacer. Silas pasó su mano sobre mi cabello, las hebras aferrándose a sus manos momentáneamente, a continuación, volviendo a caer en su lugar mientras las dejaba ir. ―¿Cómo dormiste? ―Bien ―dije, la respuesta automática. El recuerdo de la noche anterior estaba grabado en mi cerebro… Silas y yo moviéndonos en sincronía, el sudor brillando en nuestra piel. Me había quedado dormida en los brazos de Silas después de mi necesidad completamente saciada. No había dormido tan bien en años― años ―. ¿Cómo dormiste? ―Mmm ―murmuró, tirando de mí hacia él, cerca, de modo que mis senos rozaron su pecho. Me besó suavemente en los labios, pero lo rechacé. ―Tengo mal aliento ―dije.

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Obviamente Reí.

dijo . Esta es la vida real, no una novela romántica.

 

 

―Bueno, entonces déjame lavarme los dientes. Silas apretó la carne de mi trasero y me presionó contra él. ―Oh, no quieres levantarte de la cama, ¿verdad? Aquí se está muy agradable y caliente. Es frío y solitario por ahí. ―Realmente tengo que hacer pis ―dije, apartándome de él. Gimió en voz alta. ―Vamos, Ojos Brillantes ―dijo dijo― ―. Sabes que quieres un pedazo de esto. Me reí mientras entraba en el cuarto de baño y cerraba la puerta detrás de mí. Estar aquí con Silas en su casa se sentía cómodo. No era como la mañana después que estuvimos en Las Vegas, aquella en la que me sentí torpe y vacilante. Esta se sentía como estar en algún lugar familiar. Me sentía como en casa. Ignoré el pensamiento, me distraje con facilidad tan pronto como abrí la puerta del baño. Silas estaba en la cama, las sábanas apartadas de su cuerpo, completamente desnudo, mostrando con orgullo su erección. Sonrió. So nrió. ―Iba a levantarme e ir a hacerte el desayuno ―dijo dijo― ―. Pero luego pensé,  bueno, no me gustaría dejar esta perfectamente buena erección perderse. Puse los ojos en blanco. ―No eres más que clase ―dije dije― ―. Me estoy dando cuenta que no aprendiste modales en los siete años desde que he estado fuera, ¿verdad? ―¿Modales? ―preguntó preguntó― ―. No entiendo. ¿Cuáles son estos modales de los que estás hablando? Me acerqué a lael cama, de los con ojoslasdemanos Silas de en inmediato mí mientras caminaba. No perdió tiempodisfrutando cuando lo alcancé, en mi cintura, tirando de mí hacia la cama. Llevando una pierna por encima de su cuerpo, me arrodillé con las rodillas a cada lado de él. Envolvió la mano alrededor de la base de su polla rígida y guió la punta a mi entrada, frotándolo en mi humedad antes que se burlara de mí presionándola contra co ntra mi clítoris. ―Deja de molestarme ―dije dije― ―. Sabes que estoy mojada. ―Dime que me deseas. ―Quiero tu polla en mí, Silas ―dije, alcanzando entre mis piernas y moviendo su mano. Sustituí su mano con la mía, sosteniendo su eje constante

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mientras me hundía en él.

 

 

―¿Y qué te parece? ―preguntó, su expresión cambiando a una de descarado placer cuando comencé a balancearme hacia adelante y hacia atrás en él. Sentí que mis ojos casi rodaban de nuevo en mi cabeza. ―Es perfecto. Silas pasó las manos por mis costados y sobre mis pechos hasta que llegó a mis hombros. ―No creo que esto vaya a llegar ser aburrido ―dijo. ―¿Qué? ―pregunté, mi aliento atrapado. Hablaba como si fuéramos a estar  juntos en el futuro, y el problema era que cuando decía cosas así, sonaba sonaba… … agradable. ―Verte así, desnuda, encima de mí ―dijo, sus manos en mi cintura, guiándome hacia arriba y abajo en su polla. Me deslicé en él, meciéndolo más profundo dentro de mí mientras sus manos recorrían mi cuerpo. Yo antes. también ―dije, atrapándose de nuevo, pero no por la misma razón―que Ahora erami poraliento mi creciente excitación, mi mayor necesidad de él. Empecé a aumentar mi ritmo, conduciéndolo dentro de mí más duro mientras encontraba un ritmo con él. Silas entrelazó sus dedos con los míos, y agarré sus manos para apalancarme mientras me rendía a mi creciente placer. Cuando me miró, sus ojos estaban nublados de lujuria. ―Yo malditamente te…  te…  Empujé sus palmas hacia arriba cerca de su cabeza, impidiéndole terminar su frase. No quería que dijera lo que pensaba que iba a decir, la sola idea hizo que mi corazón latiera en mi pecho. Mis dedos aún entrelazados con los suyos, los llevé a su dura longitud, por lo que podía sentir su polla profundamente en mi interior, provocando un fuerte gemido en él. El sonido envió calor fluyendo a través de mí, todo el camino hasta la punta de mis dedos. ―Silas ―dije en voz baja. Mi cabello cayó en pedazos alrededor de mi rostro y se movió hacia adelante, cubriendo alrededor de nosotros mientras me inclinaba cerca de él, mi rostro a pocos centímetros del suyo― suyo―. Silas ―repetí. ―Malditamente te amo, Tempest. ―Agarrando mis nalgas, asegurándose que quedara firmemente plantada en su contra y que su polla quedaba alojada

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dentro de mí, me dio la vuelta sobre mi espalda en la cama. Una vez que estuvo encima de mí, atrapó mis manos contra el colchón por encima de mi cabeza.

 

 

―Oh, Dios mío, Silas.― Silas.―Apenas podía hablar mientras se conducía dentro de mí con movimientos cortos y rápidos, que me llevaban más y más cerca del borde del orgasmo. ―¿Qué, Tempest? ―susurró, sus palabras puntuadas por sus embestidas― embestidas ―. ¿Qué te gusta? ―Esto, Silas. ―Lo que estaba haciendo era por lo que era muy difícil pensar. ―Dime cuánto te gusta que esté dentro de ti. ―Mierda Mierda… … Silas. Silas.― ―No podía decir nada más que su nombre. No podía pensar en nada más excepto en lo que estaba haciendo con su polla. ―Dime ―dijo dijo― ―. Porque me encanta cuán malditamente apretada eres. Me encanta lo mojada que estás. Me encanta cómo encajas en mí como un guante Cada palabra que decía me ponía más caliente. ―Silas ―dije dije― ―. Estoy tan cerca. Vas a hacer que me corra. Se inclinó hacia mí, su lengua jugueteando con el lóbulo de mi oreja. Cuando habló, sus palabras fueron música grave cerca de mi oído. ―No ―dijo dijo― ―. No vas a correrte todavía. Vas a decirme lo mucho que te gusta mi polla dentro de ti, lo mucho que quieres que me corra en tu dulce coño …  ―Silas ―advertí. Mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas… El calor de mi excitación y el calor de su cuerpo eran tan abrumadores. Me consumía por él… por su toque, su calor, su presencia.  presencia.  ―Dime, Ojos Brillantes― Brillantes―dijo, moviéndose dentro de mí con golpes terriblemente lentos, su polla presionando contra el punto más sensible dentro de mí. ―Te a…―Me a…―Me detuve en seco, consciente de lo cerca que estaba de decir la palabra amo. ―¿Qué, Tempest? ―dijo, en voz baja, haciendo una pausa, burlándose de mí― mí ―. Dilo. Quiero oírlo. ―Amo tu  polla―dije, arqueándome hasta tocar mis labios con los suyos, y presionó los suyos con los míos con un gruñido. ―Suficientemente bueno ―dijo. Cuando me besó, me dejé llevar, fundiéndome con él, olvidando todo lo demás, excepto la sensación de su piel en la mía. En este momento, él y yo éramos las únicas cosas en el mundo que me

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importaban―. Córrete conmigo, Tempest. importaban― Al igual que antes, su orden me empujó sobre el borde, y me aferré a él, con la cabeza enterrada en su hombro, gritando en él mientras me corría. Silas gritó mi

 

 

nombre mientras se estrellaba contra mí, enterrándose hasta la empuñadura y dejándose llevar. Cuando finalmente abrí los ojos, el pulso entre mis piernas todavía insistente, los ojos de Silas fueron las únicas cosas que vi. ―Silas ―susurré. Cubrió un lado de mi rostro con la palma de su mano, acariciando mi mejilla con el pulgar. ―Tempest ―susurró. Besó mis labios de nuevo― nuevo ―. ¿Por qué follarte es tan increíble? ―Es, probablemente, porque soy impresionante ―dije, sonriendo. Me sentí mareada en el resplandor del sexo. ―Es un hecho ―dijo, mirándome por largo tiempo antes que finalmente desviara la mirada. La forma en que me estaba mirando… mirando…  Me hizo sentir como que podría haber algo más. ―Mírame, Tempest ―dijo. ―Silas, yo no… ―empecé ―empecé―. ―. Es demasiado…  demasiado…  No dije lo que estaba pensando. Es demasiado. Es demasiado… íntimo. ―Tempest ―dijo dijo― ―. Quédate aquí conmigo.― conmigo.―No se movió de donde estaba, enterrado dentro de mí. ―No puedo, Silas, tendré que… Me detuvo. ―No dije que te quedaras conmigo para siempre ―dijo dijo― ―. Sólo ahora. Refúgiate aquí conmigo por un tiempo. Ocúltate conmigo. Lo que tengas fuera de aquí, puede esperar. Pulsa el botón de pausa en todo lo demás. Abrí mi boca, mis pensamientos llenos de todas las razones para no hacer exactamente lo que Silas estaba pidiéndome que hiciera. Iba a tener que irme… Era parte de un equipo que me necesitaba.   No podía amar a alguien. Era un fraude. No podía darle lo que quería. No podía desnudar mi alma. Era demasiado tarde para

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mí. Estaba demasiado acostumbrada a jugar un millón de papeles diferentes.

 

 

―No vas a decir que no, Tempest ―dijo Silas, anticipándose a todas mis objeciones no dichas, como si pudiera leer mi mente. Y, a pesar de todos mis miedos, de toda la mierda que se arremolinaba en mi cabeza como un loco, amenazando con abrumarme, le dije que sí. ―Está bien ―dije dije― ―. Lo haré. Pondré todo en espera. Presionar el botón de pausa.

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Silas Veinticinco

  N

o va a funcionar   comentó comentó desde donde se sentó en el sillón, con la espalda erguida, los pies en el suelo. Solo abre la boca y deja de quejarte   respondí respondí     Solo   .

Quédate quieta.

Dtiro. ate prisa y acaba de una vez   protestó protestó  . Cinco dólares a que no logras hacer   elDate Me puse de pie a la entrada de la sala de estar, una bolsa de palomitas en una mano y una palomita de maíz en la otra. Cinco dólares   acepté acepté  . Pero no trates de engañarme y mover la cabeza   Cinco en el último minuto, tampoco. Honor de estafadora   aseguró aseguró Tempest, guiñando un ojo. Se deslizó hasta   Honor el borde de la silla y abrió la boca  . Está bien. Hazlo. Tiré la palomita de maíz hacia ella, cuando rebotó en su frente, se rió.   Vaya Vaya qué puntería tan mala que tienes ahí.   Eso Eso no es lo que dijiste anoche   respondí, respondí, mirándola lascivamente. Tempest se rió.   Cinco Cinco dólares, amigo   comentó comentó  . Y no acepto pagarés. Cruzando la habitación, agarré el mando a distancia y presioné el botón de reproducción, empezando la película, alguna comedia romántica que Tempest había escogido. Poniéndola en pie, me deslicé detrás de ella en el sillón de gran tamaño y la atraje hacia mi regazo, con los pies colgando sobre los apoyabrazos. ¿Puedo pagarte con sexo?   pregunté. pregunté.   ¿Puedo Tempest arqueó una ceja.

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¿Cinco dólares? Eres una follada barata.   ¿Cinco

 

 

Nunca   Nunca

dije que no lo fuera   precisé, precisé, metiendo mi mano en la bolsa de palomitas de maíz ahora descansando en su regazo. A propósito dejé caer algunas palomitas en la parte delantera de su pecho, cubierto con fina tela de una de mis camisetas de algodón que llevaba puesta  . Vaya. Supongo que tendré que recuperar eso. Tempest se echó a reír mientras alejaba de un golpe mis manos de sus pechos.   Eres Eres terrible   recriminó. recriminó.   Por Por terrible , obviamente quieres decir caliente y sexy   contesté, contesté, agarrando parte de su seno. Se rió y me dio un manotazo para apartarme, distraída por la película. Esta es River, ¿no es así?   preguntó, preguntó, señalando hacia la actriz en la   Esta pantalla. Sí, es ella   confirmé. confirmé.   Sí, Es hermosa.   Es   ¿Puedes ¿Puedes creer que mi maldito hermano está con ella?   cuestioné. cuestioné. Puedo   respondió respondió   Puedo

Tempest, dándome una sonrisa maliciosa   , ¿un tipo

así de sexy? Lo follaría. Pasé mi mano sobre su pecho de nuevo.   Será Será mejor que no   discutí discutí     . Estas son mías. Tempest se rió.   No No te preocupes   comentó comentó  . Eres el gemelo más apuesto.   Voy Voy a tener que cuidar cuando te deje sola con él   me me quejé, negando  . Se mudó de nuevo aquí con él y todo, se alejó completamente de Hollywood. Tempest se enderezó sobre mi regazo y se giró hacia mí.   ¿Crees ¿Crees que la gente realmente puede hacer eso?   ¿Hacer ¿Hacer qué?   pregunté, pregunté, pero ya sabía de lo que estaba hablando. Solo quería oírselo decir. Quería saber que estaba pensando en nosotros. La verdad era que malditamente sabía lo que quería. Lo sabía desde que tenía diecisiete años. Y estar de vuelta aquí con ella, empujando el botón de pausa en el mundo exterior, solamente me confirmó todo lo que sentía.

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¿Crees   ¿Crees

hizo por Elias?

que es posible dejarlo todo atrás?   cuestionó cuestionó  . ¿Cómo River lo

 

 

¿No es eso lo que haces?   pregunté. pregunté.   ¿No Negó.   No No lo entiendo   indicó indicó  . ¿Qué quieres decir? La mujer de las mil identidades me está preguntando si es posible   ¿¿La reinventarse?  cuestioné. cuestioné. Exhaló pesadamente.   Eso Eso no es lo mismo   se se justificó. No, no lo es.   Tomé Tomé un mechón de cabello de donde cayó frente a sus ojos   No, y lo metí detrás de su oreja  . Es fácil simplemente tomar una nueva identidad. Es mucho más difícil volver a casa. Reinventarte y convertirte en alguien más es simple. Aceptar quién eres, eso es lo más difícil, Tempest. Me miró por un largo tiempo con ojos suaves, antes de hablar de nuevo.   Nunca Nunca he tenido un hogar, Silas. No estoy hablando de un lugar , Tempest   expliqué expliqué  . Mi padres, ya sabes   No cómo estaban. Mi padre era un idiota borracho y mi madre era … bueno, hizo todo lo posible para meterse entre nosotros por aquel entonces, para detener cualquier otra cosa que podría haber sucedido entre nosotros. Y casi todo el mundo en esta ciudad pensó que mis hermanos y yo éramos la basura blanca de mis padres inservibles.   Pero Pero volviste aquí   alegó alegó  . Todavía sientes como que este lugar es tu casa.   No No   rebatí, rebatí, negando  . Sabes que no es de lo que estoy hablando, Tempest. No es este lugar. Deslizó el dedo a lo largo de mi hombro por un tiempo, siguiéndolo con la mirada, hasta que finalmente me miró.   West West Bend es el único lugar en el que he estado alguna vez en el cual me sentí como que pertenecía   comentó. comentó. Exhalando fuertemente, envolví mi mano alrededor de su muñeca con suavidad, deteniéndola de distraerse por tocarme.   Eres Eres la razón por la cual este lugar se sentía como casa, Tempest.   Me Me pongo… pongo…... inquieta   aclaró, aclaró, negando  . Nunca he estado en un solo lugar.

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La besé en los labios, deslizando mi mano de nuevo a su nuca y acercándola hacia mí. Quería a esta chica más de lo que jamás había querido nada en e n mi vida.

 

 

Cerré los ojos y respiré profundamente su aroma familiar. Quería beberla. Quería amarla. No estaba seguro de si me lo permitiría.

Tempest

M

e recosté sobre mi estómago en la cama de Silas, usando su camisa y nada más, moviendo mis pies en el aire detrás de mí. Silas y yo habíamos decidido presionar el botón de pausa para todo fuera de

este lugar.

Nunca antes había hecho algo como esto. No estaba segura de que pudiera. Cuando dije que tenía que regresar ala pequeñaposada donde me había estado quedando, estuve segura de que Silas pensó que estaba marchándome permanentemente. Lo había besado largo y con fuerza, sus manos arrastrándose por mi espalda hacia mi cabello, la clase de beso que tienes con alguien cuando se están marchando y nunca vas a verlo de nuevo. Fue la clase de beso que dejas con alguien, esperando que sea la última cosa que recordará sobre ti. Durante todo el viaje al motel, pensé en lo sencillo que sería tan solo irse, montarme en mi motocicleta hacia el atardecer y olvidarme de Silas. De la misma forma que hice antes. Excepto que nunca había sido tan fácil olvidarme de él. Había hecho un trabajo de mierda con eso. Silas jamás me había dejado, siempre estaba allí, una parte de mí. Podría haberme alejado de West Bend, pero nunca jamás lo había dejado detrás. Me dije que era estúpido quedarme aquí. Debería arrancarme la tirita e irme ahora, antes de que fuese muy doloroso de hacer después. Y entonces registré mi salida delaposada, di vuelta a mi moto y vine

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directamente hacia aquí. De regreso a Silas.

 

 

Silas vino detrás de mí, se subió a la cama y deslizó sus brazos por mi espalda  baja. ¿En qué estás pensando?   ¿En   Nada Nada   mentí, mentí, cambiando el tema  . Solo estaba mirando tu cama. Es muy

hermosa, como tus otros muebles. ¿Es algo local?   Los Los hice yo   comentó comentó Silas. Me deslicé a una posición sentada y me estiré para pasar mis dedos a lo largo de la cabecera. Hiciste esto   repetí repetí     Hiciste   . Tú mismo. Silas asintió.   No No parezcas tan sorprendida   protestó protestó  . No sabes todo lo que hay para saber de mí.   Claramente Claramente   afirmé afirmé  . Eres un hombre de misterios, Silas Saint. Soy como el James Bond de West Bend, Colorado    bromeó, guiñando.   Soy   ¿Entonces ¿Entonces de verdad hiciste todo esto? Silas se encogió de hombros.   D Después espués de que te fuiste, estuve enojado con todos y con todo   explicó explicó  . Me lancé a la lucha libre y el entrenador Westmoreland sabía que mis padres no eran los mejores, así que terminé pasando mucho tiempo practicando y esas cosas. Él y su esposa empezaron a dejarme ir a su casa para las cenas y esa clase de cosas. No tenían ningún hijo, creo que no podían tenerlos, así que me trataron como si lo fuera. Mejor de lo que mis padres lo hicieron. Tu entrenador es quien te alquila este lugar ahora   indiqué. indiqué.   Tu Sí, su esposa murió hace unos años, no estuve aquí entonces, pero supe que   Sí, se lo tomó bastante mal. Este fue el primer lugar al que vine cuando regresé a West Bend hace unos meses. Ni siquiera fui a ver a mi madre por un tiempo después de que llegué aquí   agregó agregó  . Solo vine a ver al entrenador. ¿Y qué hay sobre los muebles?   pregunté pregunté  . ¿Fue quien te metió en   ¿Y hacerlos? Oh, sí, los muebles   comentó comentó Silas  . Fue cosa del entrenador. Tenía todo   Oh, este garaje montado como un taller e iba allí a esconderse y hacer cosas. Después de que te fuiste, hizo que comenzara a hacerlo. Dijo que necesitaba tener algo más

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que la lucha para ocupar mi mente y trabajar la madera era relajante.

 

 

Quise decirle a Silas que no fue el único que había quedado devastado cuando me fui. Pero en cambio, toqué el cabecero de la cama, dejé que mis dedos se quedaran en la superficie de la madera que había sido cuidadosamente tallada y lijada hasta que estuvo suave y tersa. Esto es genial, Silas   aseguré. aseguré.   Esto   Es Es álamo temblón   explicó explicó Silas  . Es local. Deberías hacer piezas de estas y venderlas. De verdad eres muy bueno.   Deberías Ondeó su mano restándole importancia. No, nunca podría hacer eso.   No, ¿Por qué no?   ¿Por Silas se encogió de hombros. No lo sé   contestó contestó  . La gente no va a comprar esas cosas. No a mí, de   No todos modos. Es solo un pasatiempo. Estirándome de nuevo sobre la cama, tiré a Silas a mi lado para que me mirara. Realmente podrías hacer algo genial con esto   animé animé  . Cuando tienes un   Realmente talento como ese, deberías usarlo. El talento que tengo es golpear a la gente   alegó alegó  . E incluso eso ni   El siquiera es un talento. ¿Es eso lo que has estado haciendo?   cuestioné. cuestioné.   ¿Es De repente me di cuenta que Silas había estado tanteando en lo que había estado haciendo durante los últimos siete años, sacándome información pieza por pieza. Mientras tanto, solo sabía lo que había asumido sobre él y eso estaba resultando ser diferente a la vida real.   ¿Qué, ¿Qué, desde qué te fuiste?   preguntó preguntó Silas  . No he estado haciendo mucho. Nada importante.   Cuéntame Cuéntame de todos modos   insistí, insistí, mi mano alisando la tela de su camiseta sobre su pecho, sintiendo la dureza de sus músculos mientras se flexionaban bajo su camiseta en respuesta a mi toque  . ¿Conseguiste esa beca que estabas haciendo en la secundaria? ¿La de lucha?   ¿Para ¿Para el estado de Oklahoma?   preguntó preguntó Silas, su rostro ruborizándose. ¿Qué?  inquirí inquirí     ¿Qué?   . ¿Dije algo malo?

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  No No   respondió, respondió,

negando  . Digo, sí, conseguí la beca. No dijiste nada malo. Es solo que… que… me echaron.

 

 

¿Te echaron de la universidad?   ¿Te   Sucedió Sucedió

a principios del segundo año   relató relató  . Después de que fui a Albuquerque, conseguí algunos trabajos ocasionales y entré en el circuito de pelea de allí. Hay muchas cosas clandestinas en esa zona, Artes marciales mixtas, boxeo, esa clase de cosas. Luchaba contra cualquier cosa o persona, no importaba qué fuera.   ¿Por ¿Por qué te echaron de la universidad?   interrogué interrogué  . ¿Qué sucedió? Silas exhaló pesadamente. Vencí a este tipo   comenzó comenzó  . Y fui echado por asalto. No debería haber   Vencí sido algo tan grande, pero el chico tenía dinero. Sus padres donaron un ala de uno de los edificios o algo. No presentaron cargos, pero solo porque lo que sucedió fue público. ¿Qué quieres decir?   ¿Qué   

Estuvimoseraenninguno una fiesta él estaba chica, sabía quién demonios de yellos, pero ladiscutiendo golpeó. La con chicaesta tenía unano maldita nariz sangrando, digo, estaba sangrando por todo el lugar. Y alguien estaba de pie ahí con un teléfono grabando. Así que le pegué una paliza y llevé a la chica al hospital.   ¿Entonces ¿Entonces te echaron de la universidad por eso?   cuestioné.No cuestioné.No había ido a la universidad, pero me pareció que no querrían a alguien que estaba golpeando a su novia como estudiante. El dinero manda   replicó replicó  . De todas las personas debería saberlo mejor   El que nadie. De todos modos, ¿qué demonios habría hecho con un título? No necesitas una carrera para pelear en el cuadrilátero.   Eres Eres una de las personas más listas que conozco, Silas   aseguré aseguré  . Siempre estabas leyendo esos libros cuando estábamos en la escuela.   Sí, Sí, pero saber un montón de mierda sobre historia y filosofía no paga las facturas, ¿verdad?   ppreguntó reguntó Silas, su voz amarga. Entonces sonrió y tocó mi  brazo  . Es cosa del pasado, ¿verdad?, no llorar sobre la leche derramada y todo eso. ¿Hay algún otro tópico que pudiera usar que fuera apropiado? Me reí. ¿El pasado es el pasado?   ¿El   Exactamente Exactamente   sentenció, sentenció, su mano acunando mi trasero  . ¿Por qué no me

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distraes con el presente, en cambio?

 

 

Mmmm   ffarfullé, arfullé,   Mmmm

mientras Silas se inclinaba más cerca para besarme. Comenzó a tirar de mi camiseta por el costado, pero lo detuve  . Espera. Silas negó.   ¿De ¿De qué es esa espera de la que estás hablando?   Quiero Quiero ver el taller   pedí pedí     . Donde haces todas estas cosas. Quiero ver en qué estás trabajando. Te lo cambio   ppropuso, ropuso, deslizando su mano bajo la tela de mi camiseta y   Te acunando mi seno. ¿Por qué?   ggemí, emí, distraída por el hecho de su palma áspera contra mi   ¿Por pezón.   E Encuentra ncuentra una forma de distraerme ahora y te mostraré el taller cuando terminemos   explicó. explicó. Sus dedos moviéndose sobre mi pezón, erecto por su toque.   Suena Suena como un trato para mí   comenté. comenté. 171 

 

 

Silas Veintiséis ―¿C

uánto tiempo ha pasado? ―Tempest se situó en la encimera, con la espalda hacia mí, agitando un bol de masa de galletas con una cuchara de madera. Un par chándal, demasiado grande para ella, colgaba alrededor de sus caderas; y llevaba una de mis camisetas anudada por debajo de sus pechos, dejando al descubierto su vientre. Me miró por encima del hombro, mechones de cabello cayendo sueltos de su cola de caballo, y mi corazón se llenó sólo mirándola. ―¿Qué? ―pregunté. Estaba demasiado distraído por el hecho de que esta chica, esta chica que había amado durante tanto tiempo, esta estafadora que había timado a Coker, se encontraba en mi apartamento, llevaba mi ropa y horneaba malditas galletas. Galletas. Como si fuera Martha Stewart o algo así. en suTempest mano. se dio la vuelta, con la espalda contra la encimera, el bol y la cuchara ―Me miras fijamente ―dijo dijo― ―. Estás mirándome como… como…  no sé lo que es, pero me estás asustando. Sonreí. ―Oh, te estoy asustando, ¿verdad? ―Sí, quiero decir, no estoy segura de si tienes hambre o…  o…  ―Definitivamente estoy hambriento ―aseguré. Tempest sonrió.

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―Acabas de tener tu porción de mí esta mañana.

 

 

―Lo sé. Y ahora me muero de hambre de nuevo ―dije dije― ―. ¿Qué me has preguntado? Estoy demasiado distraído por el hecho de que puedo ver a través de esa camiseta que llevas. ―Espera ―dijo Tempest, dándose la vuelta y dejando el bol sobre la encimera―. ¿Hay un molde de galletas aquí? encimera― ―¿Me veo como el tipo de persona que tiene molde de galletas en su casa? ―inquirí inquirí― ―. Deberías haberme dicho que querías que tomara eso de la tienda cuando me enviaste por todas las cosas para galletas. Tempest suspiró. ―¿Tienes un sartén, al menos? ―cuestionó cuestionó― ―. Y me preguntaba, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que he estado aquí? Abrí una puerta en la encimera y le entregué un sartén plano. ―Los días se mezclan, ¿no? Tempest miró el sartén, su rostro se arrugó. ―Supongo que esto funcionará ―dijo dijo― ―. Será una galleta gigante, ¿de acuerdo? La observé mientras vertía la mezcla en el sartén, el acto de que cocináramos ya era rutina. Habían pasado tres semanas desde que había accedido a quedarse aquí, desde que había decidido pulsar el botón de pausa en todo lo que existía fuera de este lugar. Cuando se fue para buscar sus cosas en el lugar donde se había alojado, estaba seguro de que no iba a volver. Pero había regresado una hora más tarde, de pie en mi puerta. Al día siguiente, estaba seguro de que empacaría y huiría. Pero se quedó. Y un día se convirtió en tres, en diez, y ahora habían pasado tres semanas. Me estaba acostumbrando a tenerla aquí. Ella se sentía como en casa. No quería volver a la realidad. Había cosas a las que sabía que tenía que hacerle frente… Elias había llamado la semana pasada después de que alguien le había dicho que yo había sido arrestado, y empezó meterse conmigo, así que sabía que se preguntaba qué diablos estaba pasando. Necesitaba volver al mundo real en algún momento. Pero refugiarme aquí con Tempest era lo más cercano a la paz que había

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sentido en un largo tiempo. Y creía que ella sentía lo mismo. Mi teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Lo ignoré las dos primeras veces, pero la tercera, Tempest insistió:

 

 

―En serio, Silas ―dijo dijo― ―. Responde a la maldita cosa ya. El hecho de que estamos metidos aquí no significa que no debes contestar el teléfono. Me reí mientras entraba en el dormitorio para tomarlo. ―Hola. ―¿Dónde diablos has estado? ―preguntó Trigg― Trigg―. Mierda, hombre, te he mandado mensajes y llamado. ¿Qué demonios? ―He estado ocupado ―repliqué. ―¿Demasiado ocupado para tus putos amigos? ―inquirió inquirió― ―. ¿Qué, follaste a una chica que está fuera de tu liga y de repente eres muy importante? Me quedé en silencio. ―Espera ―dijo Trigg― Trigg―. ¿Sigues  follando con ella? No estás aún en Las Vegas, ¿verdad? ―No, no estoy en Las Vegas ―respondí. ―No has dicho que ya no estés follándola ―dijo Trigg. ―Debido a que es ridículo y no voy a responder a eso. ―Lo estás―dijo Trigg― Trigg―. Mierda, hombre, ¿te he conocido durante cuántos años ahora? Sé cuando estás evitando mierda o tratando de mentir. Eres el peor maldito mentiroso del mundo. ―Trigg ―suspiré suspiré― ―. ¿Qué diablos quieres? ―Bueno, quiero  saber sobre la chica productora de televisión ―dijo dijo― ―. Pero ya que no estamos hablando de eso, te diré por qué llamé. ―Eso estaría bien ―hablé hablé― ―. Llegar al punto sería maravilloso. ―Te estoy haciendo un maldito favor, Silas ―dijo dijo― ―. Podrías ser un poco más amable. ―Lo siento, Trigg ―dije con voz cantarina― cantarina ―. ¿He herido tus sentimientos? Incluso diré por favor. ―Deberías ―comentó llorando falsamente― falsamente―. Deja de joder. Quería decirte que algunas cosas raras han estado sucediendo con Coker. ―¿Qué quieres decir? ―pregunté con cautela, esperando oír que Coker estaba buscando a Tempest y el resto de su equipo. ―Está buscando combatientes por todo el circuito de lucha, presumiendo de

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tener alguna gran oportunidad de hacer dinero ―explicó Trigg― Trigg―. Peleas internacionales. Está hablando sobre convertir a la gente en estrellas. Abel y yo, obviamente, no somos idiotas. Pero algunos de los chicos están cayendo.

 

 

Exhalé, mi alivio palpable. Lo que fuera que Tempest le había prometido, Coker era al parecer lo bastante tonto como para no darse cuenta de que no iban a hacer nada. ―Sí, me quedaría fuera de eso, Trigg. ―¿Sabes algo al respecto? ―preguntó Trigg. Me detuve. Tempest querría que fuera discreto. ―No, no sé nada ―mentí mentí― ―. Pero si es algo que involucra a Coker, tú no quieres estarlo. Trigg guardó silencio durante un minuto. ―Entendido ―dijo dijo― ―. Hay otra oportunidad para ti, sin embargo. Coker no está involucrado en ello en absoluto. Uno de los otros promotores te quiere, ha estado tratando de ponerse en contacto. Se acerca una pelea con un gran pago. Diez mil dólares. ¿Has estado al tanto de esa mierda? ¿Si había estado al tanto de esa mierda? Había estado corriendo en las mañanas con Tempest, utilizando el pesado saco que colgaba en la esquina del garaje de la planta baja para practicar. No se suponía que luchara. Órdenes del médico. La última pelea había sido improvisada e inesperada, de verdad. Le estaba haciendo un favor a Abel. No estaba tratando de volver a hacerlo, pero la atracción era fuerte. ―Sí ―dije dije― ―. He estado al tanto de esa mierda. ―Deberías hacer esta pelea ―comentó comentó― ―. Sé que era la última vez para ti, que saldaste tu deuda con Big Johnny, pero son diez de los grandes. Eso sería una gran cantidad de fines de semana divirtiéndonos, ¿sabes? ―No sé ―dije, pensando en Tempest en la otra habitación. Sabía que odiaría la idea de que peleara. ―Diez mil dólares, Silas ―dijo dijo― ―. Este tipo tenía una erección por ti específicamente. Ha estado tratando de localizarte. ¿Qué podrías hacer con diez mil dólares? ―Voy a pensar en ello ―dije, oyendo a Tempest detrás de mí. ―¿Qué hay que pensar? ―preguntó Trigg. ―Amigo. He dicho que lo pensaría ―respondí. ―Bueno, piensa mucho en ello ―dijo Trigg― Trigg―. Y rápido. Va a ser muy pronto.

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Necesito saber lo antes posible. Suspiré.

 

 

―Sí. Te lo haré saber. Colgué el teléfono y me volví hacia Tempest, quien deslizó sus brazos alrededor de mí. ―¿Qué pasa? ―inquirió. ―Era uno de los chicos con los que entrené en Las Vegas ―dije dije― ―. ¿Sabías que Coker todavía no se ha dado cuenta que lo estafaste? Está buscando luchadores para algún canal de televisión internacional o algo así. a sí. Tempest sonrió. ―Te dije que somos buenos en esto ―comentó comentó― ―. Por lo general, los tenemos esperando por un tiempo. Emir tiene algo creado para auto-responder en el correo electrónico del objetivo para un par de semanas y luego librarse de él. En el momento en que se dan cuenta que han sido engañados, estamos en otro lugar. ―Diría que eres una perra astuta, pero apruebo que estafes a Coker, así que no lo haré. ―Soy una perra astuta ―dijo mirando hacia mí, su sonrisa radiante. Deslizó su mano por la cintura de mi chándal― chándal―. ¿Quieres ver cómo de astuta soy? ¿Crees que podemos hacerlo antes de que las galletas g alletas salgan del horno? ―¿Por cuánto tiempo estarán en el horno? ―Doce minutos ―contestó. ―Te echo una carrera ―dije. 

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Veintisiete Tempest

―L

o siento por las galletas ―manifesté. Pero no lo sentía en lo más mínimo. Silas se rió. ―Yo no. Valió la pena una galleta quemada gigante. Y una casa llena de

humo. ―Mi nana me llamó ayer ―comenté. No le había dicho sobre ella. Habíamos pasado las últimas tres semanas follando y hablando de lo sucedido en nuestras vidas desde que éramos adolescentes. Pero no habíamos hablado de West Bend. O sobre la mierda que ocurrió con el sheriff. O acerca de que mi abuela me había pedido que examinara los hechos. No quería que la realidad se entrometiera entre nosotros, para perforar la pequeña burbuja perfecta que teníamos. Vivíamos en el pequeño universo de fantasía que habíamos creado, y me encontré no queriendo irme. Sin embargo, quería que conociera a la persona más importante para mí, mi abuela. ―¿Está en West Bend? ―Está en el hogar de ancianos de la ciudad― ciudad ―respondí respondí―. ―. Discúlpame… un centro de asistencia. ―Oí que ella se había ido ―comentó comentó― ―. Después de lo que pasó con tus padres y todo eso… eso…  ―No se mudó muy lejos ―aseguré aseguré― ―. Ahora está aquí en la ciudad. Quiero que la conozcas. La sonrisa que cruzó su rostro no pudo haber sido más grande si lo intentara. ―Muy bien.

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―No esdeuna aseguré― ― , es decir, no es algo gigante. No hagas algo enorme ello.gran cosa ―aseguré

 

 

Estaba mintiendo. Era la mayor de las cosas. No podía creer que acababa de ofrecerle conocer a mi abuela. Ella pensaría que íbamos a casarnos. Silas seguía sonriendo. ―Sí ―afirmó afirmó― ―. No es gran cosa. ¿Cuándo? ―En serio ―repuse repuse― ―. Estás haciéndolo en algo grande. Puedo verlo en tu rostro. No lo hagas. Puedes conocerla cuando quieras. Tal vez mañana o algo así. ―De ninguna manera― manera―apuntó apuntó― ―. ¿Qué tal ahora? ―Ahora es repentino. ―Exactamente ―proclamó proclamó― ―. No voy a darte la oportunidad de cambiar de opinión.

Nana audiblemente, su posible. mano sobre la boca, haciendo su mejor esfuerzo para ser tanjadeó dramática como fuera ―Oh mis estrellas ―exclamó exclamó― ―. Este es Silas, S ilas, ¿no es así? Mi…, mi…, mi…, mira esos ojos. Silas se rió entre dientes. ―Es un placer conocerla, señora Weston. ―Oh, y es tan amable como guapo, ¿no? ―preguntó, señalando las sillas de la habitación para indicarle que podía sentarse― sentarse ―. Llámame Letty. Sra. Weston me hace sentir como mi madre, y eso me hace sentir que tengo cien años de edad y aún no es así. Siéntate conmigo y charlemos, ¿quieres? Dije que eras un joven Paul Newman, ¿no? Esos ojos. Por supuesto, no te había visto en persona, sólo las fotos de tu madre. ―Eras amiga de mi madre― madre―aventuró Silas. Letty se hundió en su sillón y alisó su chándal, la elección de hoy era rosa tachonado con diamantes de imitación púrpura. ―No sé si nos llamarían amigas exactamente ―argumentó argumentó― ―. Tu madre, que en paz descanse…, no quiero hablar mal de los muertos, pero tu madre era una… persona…complicada.   persona…complicada. Silas hizo un ruido que sonaba como un cruce entre una risa y tos.

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―Complicada es una buena manera de decirlo. ―Bueno, entonces sabes, no creo que tu madre realmente tenía amigos ―consideró Letty― Letty―. No estoy segura de que fuera realmente capaz de algo de esa

 

 

naturaleza. Pero éramos buenas conocidas, yo diría que, a causa de las dos siendo las ovejas negras en la ciudad por su familia fam ilia y la mía, teníamos eso en común. ―La gente no tomó demasiado bien a mis padres y a mí huyendo de la ciudad como lo hicimos ―aclaré. Me sentía mal por el efecto que habíamos tenido en tanta gente. ―Oh, ahora puedo ver la línea de preocupación en medio de tu frente ―informó Letty― Letty―. Una chica joven como tú no debería tener arrugas. Deja de preocuparte con las cosas que sucedieron hace años. Siempre he tenido un poco de oveja negra, mucho antes de que tus padres hicieran lo suyo. Además, añade un poco de color a mi vida, ¿quién tiene una historia así de salaz?, mi hija y su marido estafadores. No me duele ni un poco. Reí. ―Nana, no estoy segura de que necesites más salsa añadida añad ida a tu vida. Mi abuela se inclinó hacia delante y miró a Silas. ―Está hablando de mi vida social activa aquí ―explicó guiñando un ojo― ojo―. Por supuesto, si yo fuera sesenta años más joven, le daría a alguien como tú un plazo por su dinero, joven. ―Oh, Dios mío, nana ―interrumpí interrumpí― ―. Mierda, por favor, no coquetees con Silas. ―Cuida tu boca ―amonestó, y no pude evitar reírme. ―Tú eres la que dijo que estaba, y cito , “follando fantástico” la última vez que vine a verte, nana. ―No estoy hablando de mi lenguaje ―afirmó afirmó― ―. Estoy hablando que me dijiste de no coqueteara con este hombre sentado frente a mí, que es la viva imagen de Paul Newman, o bien, ¿quién es ese otro o tro actor, el joven co conn los ojos azules? ―No sé, nana ―repuse, riendo y sacudiendo la cabeza. Silas se reclinó en su silla, con los brazos cruzados sobre su pecho, sonriendo mientras observaba de una a la otra. Mi abuela agitó la mano. ―Sabes de lo que estoy hablando ―insistió insistió― ―. Ese actor. El que toca desnudo  bongos en su casa. Silas se rió en voz alta.

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indicó― ―. Bueno, muchas gracias, Letty.―¿Te refieres a Matthew McConaughey? ―indicó Negué con la cabeza.

 

 

―No la animes ―advertí advertí― ―. Lo siguiente que sabrás es que va a estar pidiendo que te pares para que pueda tener una mejor vista de tu culo. ―Oh, ¿te gustaría que me parara, Letty? ―ofreció, sonriendo y fingiendo ponerse de pie― pie― , estaría feliz de hacerlo. ―Ustedes dos me hacen parecer una especie de vieja mujer lasciva ―lamentó Letty. Levanté las cejas. ―Bueno, no eres ciertamente ninguna monja. Letty se echó a reír. ―No hay forma de confundirme con una monja, eso es seguro ―aseveró aseveró― ―. Ahora, más importante aún, este Silas. ¿Es tu novio? ―Se volvió hacia mí, haciendo gala de ignorar a Silas. ―¡Nana! ―increpé increpé― ―. Está sentado justo ahí. ―Por eso exactamente es por lo que pregunté ―afirmó, dirigiendo su atención a Silas― Silas―. ¿Eres su novio? Lo miré, mis ojos muy abiertos, y sonrió, inclinándose hacia adelante en su silla. ―Me gustaría serlo, Letty ―anunció anunció― ―. Más que eso, incluso. Letty gritó y se volvió hacia mí mientras yo lo miraba, el corazón latía con fuerza en mi pecho. No podía pensar en nada excepto el hecho de que le había traído aquí, para conocer a mi abuela, y ahora me estaba emboscando, delante de ella. La cabeza me daba vueltas. La voz de Letty rompió a través de mis pensamientos. ―Espero que escucharas eso, chica ―indicó, entrecerrando los ojos mientras me miraba. ―Estoy demasiado vieja para un novio ―respondí observándolo― observándolo―. No somos adolescentes. ―No ―contestó, sin romper el contacto visual― visual―. Nosotros no somos adolescentes. Y tienes razón acerca de estar demasiado vieja para un novio. Estamos de acuerdo en eso. Mi corazón dio un vuelco. Su cambio de opinión fue repentino. No sé si me

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sentí aliviada o decepcionada. Tenía miedo de estar decepcionada.

 

 

Pero cuando miré a Silas, parecía desconcertado. Sonrió y me guiñó un ojo. ¿En qué diablos estaba pensando? ―Sabes ―indicó Letty― Letty―. La vida es demasiado corta para tontear alrededor sin saber lo que quieres. Tienes que darte cuenta de esa mierda. De lo contrario, todo lo que vas a tener es pesar. ―Letty, no necesito un sermón…―comencé, sermón…―comencé, ignorando el hecho de que podía sentir los ojos de Silas en mí. m í. ―Todos necesitamos este sermón, de vez en cuando ―amonestó amonestó― ―. La vida es demasiado corta como para no tomar lo que quieres de ella, y eso incluye tener vínculos con la gente, gente que importa. Estar a la deriva sólo es divertido durante un tiempo, o si tienes algún lugar, alguien, a quien volver. No dije nada, medio escuchando como Letty me daba un sermón. ¿Qué demonios estaba pensando, con Silas aquí? Debería haber sabido que a Letty le gustaría demasiado. Traté de ignorar la voz en la parte posterior de mi cabeza, que decía que esa es la razón exacta por la que lo había traído a conocerla. ―Ahora. Ahora.― ―Su voz atravesó mis pensamientos― pensamientos―. Ahora que los dos están aquí. Vamos a hablar de esta ciudad. Le pedí a Tempest que investigara para mí.

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Silas Veintiocho

―¿E   ―¿E

stás seguro que quieres hacer esto? ―le pregunté.  pregunté.   Tempest me miró desde el asiento del pasajero donde se encontraba. ―¿Estás bien con traerme aquí?  aquí? 

―Estoy bien si tú lo estás ―dije. Dios,sonaba como un idiota. La pregunta de Letty sobre si era el novio de Tempest me había descolocado. El problema era que no quería ser el novio de Tempest. Teníamos veinticuatro años, demasiado viejos para esta mierda. A los veinticuatro se consideraba joven a la mayoría de la gente que todavía salía y se divertía sin compromisos. Pero Tempest y yo no éramos  jóvenes a los veinticuatro años. Ambos habíamos pasado por muchas cosas. Y tuvimos una gran maldita historia como para salir en citas. No podía imaginarme llevándola a cenar para llegar a conocerla. No quería llevarla a cenar y al cine. Quería tener a esta chica en mi casa. Para siempre. Esta mujer era mía. Siempre había sido mía. ―¿Te resulta extraño volver aquí?  aquí?  Me encogí de hombros. ―Algo así ―dije―. En realidad no. Quiero decir, me quedé un tiempo en l a casa de mi madre cuando regresé a West Bend. Y vinimos después del funeral y todo eso. También pensé en volver volve r hace unas semanas. ―Pero te arrestaron ―dijo Tempest.  Tempest.  

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 bueno―Sí,  bueno… …  antes de que siquiera pudiera entrar ―dije―. Y desde entonces,

 

 

―Bueno. ―Tempest ―Tempest acomodó su cabello detrás de su oreja y se lamió los labios. Ese maldito labio. Mi polla se agitó al verla, y tuve que decirme a mí mismo que me controlara. ―Sí ―dije―, desde entonces estuve contigo. ―Abrí la puerta del auto―. Vamos. Antes de poner la llave en la puerta principal, le advertí: ―Es… no es a lo que estás acostumbrada, sabes. Quiero decir, éramos pobres y…   y… Tempest puso su mano en mi brazo. ―Silas ―dijo―, no tienes que darme explicaciones sobre tu infancia. Entiendo. Y estuve antes en tu casa. ―Oh, sí. ―Me había olvidado de eso.  eso.   ―Sí ―dijo. En la puerta, miró a su alrededor―. Entonces, buscamos algo que vincule a tu mamá con la empresa minera. ―O con Jed ―dije―. O el alcalde. Elias dijo que alguien había comentado que había dormido con el alcalde. Tempest respiró profundamente. ―Está bien ―dijo―. ¿Buscas por un lado y yo, por el otro? otro?   ―Gracias por hacer esto. ―No podía expresar con palabras lo que sentía, lo que significaba para mí que Tempest estuviera e stuviera aquí conmigo. Sabía que el haberme llevado a conocer a su abuela había sido un gran problema para ella, a pesar de sus protestas. Miró hacia atrás mientras caminaba por el pasillo. ―Me alegra que me hayas traído ―dijo. ―dijo.  

No pasaron más de treinta minutos cuando Tempest gritó desde el otro lado de la casa. ―Silas ―dijo―, encontré lo que estamos buscando.  buscando.  Seguí su voz hasta la habitación de mi madre, donde la encontré sosteniendo un pequeño libro.

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―¿Qué es?  es? 

 

 

―El diario de tu madre ―dijo―. Acabo de empezar a hojearlo, buscando qué decía en la fecha cercana a su muerte. ―Luke pasó por aquí y no vio nada ―dije―. ¿Dónde estaba?  estaba?  Tempest señaló la pared. ―Lo tomé de la rejilla en la pared, allí ―dijo.  ―dijo.  ―¿Cómo supiste dónde mirar?  mirar?  Tempest se encogió de hombros. ―Pensé que si había algo que pudiera vincular al sheriff con algo sucio, probablemente ya habría estado aquí y se habría llevado cualquier cosa oculta en un lugar evidente, como debajo del colchón o en un cajón. El lugar no parece como si hubiera sido revuelto, pero si es inteligente, eso habría hecho. La rejilla es donde escondería algo si tuviera que ocultarlo. O en el suelo, debajo de una tabla. O en el exterior, si tuviera algún acceso. O…  O…   La interrumpí: ―Está bien, entiendo la idea. ¿Lo leíste?  leíste?   Abrió una página. ―Un poco ―dijo―, para ver si había algo. alg o. ―¿Y lo hay?  hay?  Asintió. ―Probablemente deberías sentarte.  sentarte. 

―Bueno, a la mierda ―di ―di je―.  je―. Entonces, Luke y yo teníamos razón. Algo pasaba, y tanto Jed como su padre están sucios. Eso no me sorprende una mierda. ―Al menos ahora tienes respuestas ―dijo Tempest―. ¿Cómo te sientes acerca de tu madre? ―¿Te refieres a su confesión de matar a mi padre?―le pregunté, negando con un gesto―. Enojado.  Enojado.  ―Lo siento, Silas ―dijo.  ―dijo.  ―Ni siquiera es porque lo haya matado ―dije―. Quiero decir, fue un imbécil toda mi vida. Nos golpeaba a todos. Es porque ella lo mató ahora en vez de hacerlo

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años atrás, cuando éramos niños. ―Antes, cuando te aterraba ―dijo Tempest.  Tempest.  

 

 

―Exacto ―dije―. Me refiero a que nos golpeaba justo frente a ella, ¿sabes? Ves a tus hijos recibir una maldita paliza, y dejas que ese monstruo los pateé como la mierda, sin hacer nada al respecto, pero ¿lo matas por dinero? Eso es jodido. Tempest niega. ―Es un asunto de mierda, Silas.  Silas.  Me encogí de hombros. ―Supongo que lo es ―dije―. No derramé lágrimas por ella antes, y como como la mierda lo haré ahora. ―También sabemos lo que está pasando en la ciudad ―dijo―. Y tenemos una idea de quién la mató. ―Debemos enseñar esto a mis hermanos ―dije.  ―dije.  La expresión de Tempest pareció decaer ―No sé si debo ir contigo ―dijo.  ―dijo.   Cubrí su mano con la mía. ―¿Piensas que Elias te odia?―pregunté.  odia?―pregunté.   ―Sé que no le gustó lo que hice, Silas ―dijo―. ―dijo―. El que te haya dejado y todo. Sí. Supongo que me odia. Sonreí. ―¿Y qué te importa lo que piense? ―pregunté―. Esta Tempest  a quien no le importauna mierda  es realmente entrañable. La Tempest nerviosa es muy linda también. ―Cállate, Silas ―dijo―. ―dijo―. Ni siquiera dije que iría. ―Tengo el auto ―dije―. ―dije― . Irás.

―¿Dónde diablos has estado? ―preguntó Elias con su gran voz. Luego miró detrás de mí―.¿Quién es ésta? Tienes una novia. ¿Por qué no lo dijiste? Puse los ojos en blanco. ―Elias, es Tempest.  Tempest.  ―Hola, Elias ―saludó ella. Llegué a su lado, entrelazando nuestras manos.

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Se fría, y me miró, mordiéndose el labioque inferior. No pude evitar sentirme felizsentía de que estuviera nerviosa; eso significaba le importaba lo suficiente como para preocuparse por lo que Elias pensara sobre ella.

 

 

―¿Esa  Tempest? ―preguntó él―. Ni siquiera malditamente te reconozco. ―Se paró en la puerta, sin moverse o invitarnos a entrar―. ¿Qué diablos haces aquí? ¿Y qué demonios haces con ella? Esta chica c hica te destrozó cuando se fue. El rostro de Tempest se sonrojó, pero no dijo nada. ―Elias ―dije entre dientes―. No es de tu incumbencia.  incumbencia.   ―Al diablo con eso ―dijo él―. Por supuesto que es mi maldito asunto. Soy asunto.  Soy tu maldito gemelo. ―Elias Saint. ―La voz de River se escuchó tirante, y Elias apenas giró la cabeza, todavía mirándome―. Aléjate de esa puerta e invítalos a entrar.  entrar.  Miré a Tempest y murmuré: ―No pasa nada. ―Mientras Elias se daba la vuelta y caminaba por el pasillo hacia River, dejando la puerta abierta detrás. ―Entrenn ―dijo mientras Elias pasaba airado junto a ella―. Tempest, ―Entre ¿verdad? Es un placer conocerte. Estoy encantada de ver a Silas tan feliz. Soy River. Tempest sonrió. ―Vimos una de tus películas, el otro día ―dijo ella―. Silas me habló de ti. ti.   ―Cosas buenas, espero ―dijo River.  River.  ―Solo cosas buenas ―dijo Tempest.  Tempest.  River nos guió hacia el interior, hasta la sala de estar. ―Entra ―dijo ella―. Ignora a Elias. Es pura bravuconería. No quiso decir nada con eso. Elias se acercó por detrás de River y pasó un brazo a su alrededor, con gesto protector. ―Claro que sí, quise decirlo decirlo ―dijo. ―dijo.   ―Elias ―dijo River, en tono de advertencia.  advertencia.   Tempest palideció, y asustada como había estado sobre nosotros, tuve miedo que esto le diera una razón para irse. ―Cállate de una puta vez ―le dije―. Mi vida amorosa no es asunto tuyo, y yo soy feliz. Así que crece. No vinimos aquí para que nos interrogues. Vinimos porque encontramos algo importante. ―Puse el diario sobre la mesa de   café―.

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Ahora. Te sugiero que comiences a leer.

 

 

Una hora más tarde, la sala quedó en silencio, la discordia entre Elias y Tempest olvidada. ―Entonces, Jed fue quien la mató ―dijo Elias, apretando la mandíbula.  mandíbula.  ―Eso parece ―dije.  ―dije.  ―Explícame todo como si no supiera nada ―dijo River―. Sabemos que tu madre mató a tu padre. ―El motivo se expuso antes en el diario ―dije―. La mina en el patio trasero de la casa fue abandonada durante años después que mi padre perdió el permiso para escavar allí. ―Porque Silas hizo estallar mierda allí ―dijo Elias.  Elias.  ―Sí, porque lo jodí―acordé―. De todos modos, para resumir, mi padre encontró algo en ese lugar, escavó allí sin que nadie supiera. Llevó a su profesor de geología de la secundaria, quien aún trabajaba como conserje. El profesor de geología se interesó porque era europio y valdría mucho el esfuerzo si alguien quería empezar a cavar. ―Y ahí es cuando le dijo a tu madre que tenía un plan para que fueran ricos ―dijo River.  River.  ―Sí, y leyendo entre líneas parece que el profesor de de geología hizo planes a sus espaldas, habló con el alcalde, y…  y…   ―No vi nada en esto que relacione a nuestra madre con el alcalde ―dijo Elias. Tempest me miró. ―Está allí ―dijo―. Está un poco antes en el diario. Ella y Jed Easton padre mantuvieron un romance por un tiempo. Sonaba como si fuera dulce con ella. Elias gruñó. ―Él estaba casado ―dijo―. Hombre, ella seguro podría haber encontrado mejores hombres. ―No creo que estuviera tan, tan encantada con él ―le dije―. De todos modos, la basura se emborrachó y le dijo a nuestra madre que serían ricos. Ella no le creyó al principio, pero luego habló con el alcalde.

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―Quien ya lo sabía ―dijo River―, debido al profesor de geología. ¿Por qué ―Quie el profesor no fue directamente a la empresa minera?

 

 

―Parece que muchas de ellas se encuentran en terrenos privados ―dijo Tempest―. Mi abuela recibió una oferta por su casa, en las afueras de West Bend, pero dijo que ha habido otras ofertas, sobre todo en lugares de la ciudad. ―No lo entiendo ―dijo River―. ¿Cómo sería eso? La empresa empr esa minera solo compra la propiedad y minas para ello, ¿no? ―Bueno, primero que nada, tratan de conseguir una ganga ―le dije―.Los dije― .Los residentes no saben exactamente lo que tienen. Esa es la parte más importante. ―Y nadie puede establecer una mina en la ciudad ―dijo Elias, volviéndose hacia River. ―Oh, está bien ―dijo River―. Tendría que dividirse en zonas para minería o algo así, ¿no? ―Exacto ―dijo Elias.  Elias.  ―Así que ahí es donde interviene el alcalde ―dijo River.  River.   Asentí. ―El alcalde y Jed podrían haber engrasado  engrasado las ruedas ―dije.  ―dije.  ―Así que, si tu madre estaba en esto, ¿por qué Jed la mató? ―preguntó River. ―Lo explica en el diario ―dije―. Era codiciosa. No solo quería vender la tierra. Pensó en sobornar a Jed y al alcalde. Así que amenazó al alcalde. Creyó que podría razonar con ella, pero ella dijo que haría explotar todo el asunto: el hecho de que Jed y el alcalde estuvieran sucios, la empresa minera estafando a los residentes de la ciudad en el precio de la tierra, esa fue toda la cosa. ―Asumimos que Jed la mató, sin embargo ―dijo River―, no lo sabemos. sabemos.   ―Tienes razón ―le dije―. El diario solo lo implica. No lo dice directamente. Simplemente dice que Jed fue a verla y la amenazó. ―Jed o su padre ―dijo Tempest―. Fue uno de ellos.  ellos.   ―Así que, la pregunta es ―dijo River―: ¿qué hacemos con lo que sabemos?  sabemos?   ―Esa definitivamente es la pregunta ―dijo Elias―, y no sé la respuesta.  respuesta. 

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Veintinueve Tempest

―¿E   ―¿E

stás bien? ―Silas permaneció en silencio todo el camino a casa, solo hablando una vez que estábamos de vuelta en su apartamento. ―Ha sido un largo día ―le dije. Me sentía pensativa y fatigada mentalmente por todas las cosas que habían sucedido en el transcurso del día. Acabar aquí con Silas, jugando a tener un hogar y fingir que el mundo real no existía era una cosa; teniendo al mundo real entrometido y golpeando la realidad sobre nuestras cabezas era otra cosa completamente. ―Eliias no tenía derecho a estar hablando de esa manera ―dijo Silas. ―El S ilas.   ―En realidad, tiene razón ―le dije―. Me odia y con buen motivo. ―Crucé mis brazos, apoyándome en el mostrador de la cocina. ―Te odia por lo que me hiciste ―dijo Silas―. Fue hace mucho tiempo y no tiene motivo para ser un idiota por eso ahora. ―Se puso de pie frente a mí y pasó su dedo por mi brazo, pero no se movió. ―No ―dije, negando con un gesto―. ¿Qué demonios estamos haciendo aquí, Silas? Silas exhaló pesadamente. ―Tempest ―dijo―. No dejes que las cosas que mi hermano dijo dañen lo que tenemos ahora. El pasado es pasado. Excepto cuando no lo es. ―El pasado nunca es realmente pasado, Silas ―le dije. Me había estado alojando aquí, jugando a la casita con Silas, pero me estaba engañando a mí misma pensando que había una posibilidad de que pudiera dejar las cosas co sas atrás. ―Nunca dejé de amarte, Tempest ―dijo Silas. Puso su dedo bajo mi ba rbilla,

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inclinó mi cabeza hasta la suya y me dio un beso en los labios. ―Me odiabas, en ese entonces ―protesté.  ―protesté. 

 

 

―Pero no dejé de amarte ―contrarrestó―. Y sé que sientes lo mismo por mí.   El teléfono celular de Silas sonó ruidosamente r uidosamente en su bolsillo y gimió. ―Jodido perfecto tiempo ―dijo―. Ignóralo.  Ignóralo.  ―Debes contestar ―le dije―. Probablemente es Elias. El ias. ―No ―insistió―. Ignóralo.  Ignóralo.  Sonó dos veces más y Silas maldijo entre dientes. ―Bien ―dijo―. Pero tú y yo no acabamos con esta conversación.  conversación.   Me hundí contra el mostrador, escuchando pequeñas partes de la conversación cuando entró en la sala de estar. Algo sobre una pelea. Silas sonaba agitado, pero cuando regresó, sonrió. ―Quiero que te quedes ―dijo―. Aquí, en West Bend.  Bend.  ―¿Tomas una llamada de teléfono y de repente  repente  quieres que me quede? ―le dije, negando―. ¿De qué demonios estabas hablando, una pelea?  pelea?   ―Hay una pelea en Las Vegas, mi amigo Trigg me llamó ―dijo―. Con un premio de buen tamaño. ―Pensé que no tenías que estar luchando ―le dije―. Las órdenes del médico. médico.   Se encogió de hombros. ―Me viste pelear en Las Vegas ―dijo, cruzando la habitación y deslizando sus manos en mi cintura―. No se suponía que debía luchar en ese entonces, tampoco. Pero lo hice y estuvo bien. Puse mis manos en su pecho y lo empujé. ―¿Por qué qué diablos vas a hacer algo así, Silas? ―Cálmate ―dijo―. ¿Por qué te estás enojando tanto al respecto? Es una pelea. Son diez mil dólares. Puedo conseguir un lugar mejor y puedes quedarte conmigo. En algún lugar… lugar…no como este cuchitril. Además, puedes venir a verme. Serías mi amuleto de buena suerte. El miedo se aferró a mi pecho ante la idea de Silas peleando de nuevo. ―¿Qué demonios estás pensando? Tú eres el que me mencionó que el doctor te dijo que no vuelvas a pelear. Tuviste una lesión en la cabeza. Si tomas otro golpe podrías morir. Se apartó de mí, apretó los puños.

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―Los médicos dicen cosas así ―dijo―. Es lo que hacen. Cubren sus traseros en caso de demandas.

 

 

―Sabes, para alguien tan inteligente, puedes ser realmente estúpido a veces, Silas ―dije.  ―dije.  ―¿Por qué eres una aguafiestas acerca de esto? ―preguntó―. Esta es nuestra oportunidad. Es dinero fácil y tendríamos algo para empezar, algo para nosotros. ―¿Por qué eres tan impulsivo? ―le pregunté―. Podrías morir. No hay tal cosa como el dinero fácil. Silas ladeó la cabeza. ―Lo dice la estafadora.  estafadora.  ―Sí, lo dice la estafadora, Silas ―dije, mi voz volviéndose cada vez más fuerte―. Por lo que debes realmente escucharme. Es una cosa colosalmente estúpida por hacer. Además, tengo dinero. Frunció el ceño e hizo un sonido bajo. ―No quiero tu dinero.  dinero.  ―¿Porque es el dinero de una estafadora? ―Escuché mi voz cada vez más aguda. ―No, porque no quiero ser incapaz de cuidar de ti.  ti.  ―No te pedí que me cuides, Silas ―dije―. Nunca necesité que me cuidaran antes y te aseguro que no lo necesito ahora. ¿Y qué demonios estamos aún discutiendo, de todos modos? No he dicho que me estaba mudando de nuevo a West Bend, o a algún lugar para que puedas cuidar de mí. Silas se quedó quieto, apretando la mandíbula. Su presunción de que me mudaría de nuevo aquí para que pudiera cuidar de mí me estaba enojando. Gimió en voz alta y pisoteó a través del cuarto para atarse un par de zapatillas. ―Maldición. No puedo pensar aquí ―gruñó―. Voy a una puta caminata. ―Bueno ―grité mientras se iba―. Que Que sea larga. Tal vez vuelvas actuando menos como un maldito hombre de las cavernas. Oí el golpe de la puerta detrás de él.

Una hora más tarde, se encontraba oscuro y estaba furiosa, mis pensamientos

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seguían diablos podía Silas tan irresponsable con su vida? Se poníaagitándose. en peligro¿Cómo y luego intentaba actuarserresponsable conmigo, como si fuésemos a conseguir una casa de madera blanca y estar juntos para siempre. Me

 

 

arrepentí de todos los pensamientos que habían estado pasando por mi cabeza últimamente, los que tenía sobre cómo podía estar con Silas, cómo podríamos asentarnos y vivir una vida normal. Fantasías sobre cómo podría renunciar a estafar y simplemente estar con él. Entonces hizo algo que demostró que él era simplemente impulsivo, un neandertal en el corazón. Y había retrocedido cuando le dije que tenía dinero, como si hubiera sido mancillado o algo así. Cuando oí un golpe en la puerta, fui corriendo y la abrí, lista para enfrentar a Silas. ―¿Qué? ¿Olvidaste tu llave?  llave?  Pero no era Silas de pie en la puerta. Era Iver. ―¿Problemas en el paraíso? ―preguntó.  ―preguntó.   Lo observé. ―¿Me rastreaste?  rastreaste?  ―Te necesitamos, cariño ―dijo―. Y te perdiste la reunión en la ciudad de Nueva York. No iba a dejar que te desvanecieras en la nada sin saber si estabas viva o si Coker había llegado a ti. ―Coker es un idiota aún más grande de lo que pensábamos ―le dije, momentáneamente olvidando lo enojada que estaba con Silas―. No se da cuenta de nada todavía. Negó con un gesto y suspiró. ―A veces realmente es como quitarle quita rle un caramelo a un bebé, ¿no es así? ―¿Cómo me has encontrado aquí? ―le pregunté. preg unté.   Enarcó las cejas. ―¿Necesitas preguntar? Emir sabe todo.  todo.  Exhalé pesadamente. ―Por supuesto que sí ―le dije.  dije.  ―¿Y? ―preguntó Iver―. ¿Te quedas aquí, en medio de la nada, o te vas a reunir con nosotros en la tierra de los vivos? v ivos? Me quedé allí, paralizada por la indecisión. Tenía un equipo, amigos , esperando en Nueva York. Y alguien que significaba algo para mí aquí. Alguien

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que afirmó estar seguro de lo que quería, pero actuó de manera totalmente opuesta a eso.

 

 

¿Qué demonios iba a hacer?

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Silas Treinta

C

uando volví al apartamento estaba oscuro y las luces estaban apagadas. Había salido a correr, ocho kilómetros, y estaba pegajoso por el sudor. Encendí la luz del pasillo y llamé a Tempest, incluso cuando sabía, antes de entrar por la puerta, que se había ido. Su moto no estaba estacionada en su lugar en la acera y había tratado de convencerme que solo había salido, tomándose su tiempo, excepto que su mochila y ropa no estaban donde habían estado en mi habitación. Permanecí en la habitación, empapado en sudor, exhausto y cansado, inspeccionando lo que había alrededor. Era como si nunca hubiese estado aquí. Me sentía entumecido. Todo este maldito día, de principio a fin, había sido como una bola gigante de mierda, finalizando con nuestra estúpida discusión. Estaba siendo un idiota. Todo el tiempo que estuve fuera corriendo, estuve pensando, que estaba siendo un idiota. Esa pelea que hice por Abel se suponía que sería una única vez, solo porque era Abel… Abel …  y porque me habría sacado de mi deuda, asegurándome que Big Harry no me partiese las putas piernas. Era el último dinero que debía. Había sido arrogante, estúpido, pensando simplemente que podría conseguir rápidamente otros diez de los grandes haciendo una pelea más. Quería algo que mostrase a Tempest que tenía algo. Que no era una apuesta perdedora. Quería que nos diese una oportunidad. No quería ir a ella sin nada y pedirle que se quedara conmigo. Y nada, era exactamente lo que tenía. Tenía ese maldito anillo, esa tontería que compré cuando tenía diecisiete, aún guardado en mi vestidor. En aquel entonces había pensado que era muy

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romántico, consiguiéndole un anillo hecho con la piedra que llevaba su nombre, la piedra tempest7. Estaba acostumbrada a las cosas bonitas, cosas como las que tenía en Las Vegas y no tenía nada como eso. Incluso el maldito anillo que iba a darle era tan  barato como yo. Aquí estaba, solo, pensando sobre todas estas cosas. Pero sobre todo, estaba enojado porque no se despidió. De nuevo.

Tempest ―¿Por qué demonios insististe en ir a cenar? ―pregunté a Iver. Estaba molesta con Silas por su desconsideración, molesta conmigo misma por pelear con él e irritada con Iver por aparecer aquí. A duras penas podía contener mi rabia y ahora, estaba sentada aquí frente a Iver, en este pequeño restaurante a las afueras de la ciudad. ―Complacerme. Conduje aquí desde el aeropuerto en medio de Ningunapartevilla, Colorado, para rescatarte de esta ciudad. No he comido y ahora ya pasa la hora de la cena y estoy hambriento ―comentó Iver, alzando la mirada hacia la camarera que se acercaba― acercaba ―. No creo que tengas lista de vinos, ¿verdad, cariño? Ella se puso la mano en la cadera, alzando las cejas y dándole una mirada a Iver, que podría haber despegado la pintura de la pared. ―No tengo lista de vinos, mejillas dulces―respondió. Iver me miró, sorprendido. ―¿Qué dije? ―preguntó. ―Creo que fue el cariño lo que te llevó al límite ―indiqué. Levantó su menú.

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Tempest: También conocida como ojo del águila o piedra pietersite. Es un extraño óxido de cuarzo

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que solo se encuentra en África y China. Contiene abigarrados colores, remolinos de oro, azul de medianoche profundo, rojo, marrón y blanco. Cuando se pone a la luz cambia de color.

 

 

―¿He perdido todo mi encanto? ―cuestionó cuestionó― ―. ¿Este lugar es una especie de realidad alternativa donde no tengo efecto sobre las mujeres? ―No es para tanto ―contesté, poniendo los ojos en blanco. ―Tengo dos billetes de salida de Denver ―comentó comentó― ―. Hacia Nueva York. ―¿Tenemos un objetivo? ―Oscar tiene algunos posibles, pero nada que haya llamado especialmente nuestra atención ―respondió respondió― ―. Pero…n Pero…noo consigues tu billete hasta que no me hables sobre el hombre que es la razón razó n por la que te perdiste el encuentro. e ncuentro. Negué. ―Iver, no quiero hablar de ello ―dije con cansancio― cansancio―. Es…n Es…nii siquiera sé qué es. Se acabó, creo. No estoy segura. Iver se recostó en la silla y cruzó los brazos sobre el pecho. ―Cuéntamelo todo ―insistió insistió― ―. No me voy a marchar. Así que le relaté toda la historia…l historia …laa historia de Silas y yo de principio a fin. Todo el tiempo, Iver comió filete y yo mordisqueaba mi plato, revolviéndoseme el estómago. Servían vino, e Iver ordenó una copa del tinto de la casa, haciendo una mueca y declarándolo inaceptable en cuanto tocó sus labios. Cuando terminé, Iver se recostó en su silla y me miró atentamente. ―Bueno, está resuelto. ―¿Qué está resuelto? ―Me sentía exhausta, al final estaba pagando el peaje de todo un día emocional. ―Lo que debería hacerse. ―Iver se limpió las esquinas de la boca con la servilleta. ―¿De qué estás hablando? ―pregunté, me sentía malhumorada― malhumorada―. No voy a tomar un consejo amoroso del hombre que no pasa más de una noche con una mujer. ―No estaba hablando de tu vida amorosa ―explicó explicó― ―. Estaba hablando sobre la ciudad. He decidido qué se necesita hacer sobre ello. ―No, no, no ―discutí, levantando la mano― mano―. No vas a traer aquí a Oscar y Emir. ―Por supuesto que sí, cariño ―aseguró, acercándose, con voz baja― baja ―. Y sólo

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tendremos que estafar a la ciudad. Negué.

 

 

―He estado ahí, lo he hecho ―indiqué indiqué― ―. De todos modos, no es la ciudad ese es el problema. Iver sacudió la mano. ―Lo sé ―comentó comentó― ―. Pero estafar a la ciudad suena mucho más dramático que estafar al sheriff, al alcalde y la compañía minera . Para de intentar quitarme la diversión. ―Una idea perfecta ―sentencié sorbiendo mi café― café―. Especialmente cuando has sido visto en público conmigo. Iver se encogió de hombros. ―Entonces está vez me quedaré fuera de escena ―rebatió rebatió― ―. O tú. O ninguno. Trabajaremos más tarde en los detalles. ―No voy a unirme, Iver. ―Bueno, entonces haz las paces con tu novio y sube a bordo ―dijo Iver― Iver―. No encuentro encuentro el concepto de la monogamia tan emocionante, pero claramente estás locamente enamorada de él. ―No estoy locamente enamorada de él ―protesté débilmente. Pero lo estaba. Sabía que lo estaba. ―¿Pienso personalmente que debes retirarte del juego? No ―determinó Iver. ―No dije que me estaba retirando ―recalqué recalqué― ―. Ni siquiera pronuncies esa palabra. Pero Iver alzó su mano de nuevo. ―Déjame acabar, cariño ―intervino intervino― ―. Sólo me oirás pronunciar estas palabras una vez y si alguna vez le dices a alguien que las dije, lo neg negaré aré todo. ―Esto es algo que tengo que oír ―dije. ―Estuve enamorado una vez ―afirmó y cuando abrí la boca para hablar, Iver me hizo callar― callar―. Estuve casado. No me mires como si fuese la cosa más extraña que jamás hayas oído. Fue hace mucho tiempo. Ella murió. Solo estuvimos  juntos un año hasta que murió y fue el año más feliz que nunca tuve, incluso cuando los últimos seis meses correspondieron a estar con ella acostada en una cama de hospital viéndola consumirse, literalmente un esqueleto de lo que fue. No lo cambiaría por nada del mundo. ―Iver, yo… yo… 

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―Calla, cariño ―pidió pidió― ―. Estoy impartiendo mi sabiduría justo ahora. Es raro encontrar a alguien que te entienda. Y es incluso más raro que le suceda a gente como nosotros. ¿Alguien que pueda traspasar todas las tonterías, que te vea

 

 

a pesar de todas las máscaras que usas? Es imposible. Cuando encuentras eso, te aferras a ello. No importa si es por un momento o por toda la vida. ―No sé si puedo, Iver ―me quejé― quejé―. ¿Qué pasa si no hay nada ahí, en el fondo de todo? ―Todo el mundo está asustado, cariño ―indicó indicó― ―. Y todos nos sentimos como fraudes. Y todo el mundo se pone máscaras, ocurre que los estafadores las usan más visiblemente que otros. Silas te ve por lo que eres y eso es algo algo.. ―Estoy aterrorizada ―confesé. ―Bien ―dijo Iver. Tomó un sorbo de su café e hizo una mueca― mueca ―. Es así como sabes que es amor, por cierto. Porque te asusta muchísimo.

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TreintaSilasy uno M

e senté en el brazo del sofá, dormitando a pesar que no era tan tarde. El golpe en la puerta de entrada casi me puso los pelos de punta. Cuando la abrí, Tempest habló antes de que pudiese decir algo:

―No quiero que estés en una maldita pelea ―exigió―. Porque no Porque  no quiero que pierdas, ¿bien? Asentí. ―Está bien.  bien.  ―Está bien, ¿como que estás admitiendo que estás escuchando lo que estoy diciendo, o que estás de acuerdo? ―Está bien, como que entiendo que estaba siendo un idiota por ser desconsiderado ―respondí―. Y que fui que fui un idiota antes, saliendo en medio de una pelea. Y, joder, también por pelear contigo. ―Ambos fuimos idiotas ―afirmó―. Nonadie. estoy Siempre acostumbrada a nada ¿sabes? No estoy acostumbrada a estar con has sido solodetú.esto, No hubo nadie después de ti. ―Nadie que significase tanto ―comenté.  ―comenté.  ―Eso también ―estuvo de acuerdo―. Pero no, quiero decir, de verdad literalmente, nunca ha habido nadie más que tú. Ninguna follada, ni una cita. c ita. ¿Siete años y no había estado con nadie más que conmigo?  ¿Esta chica, que tenía a hombres ofreciéndose a diestro y siniestro, que era tan guapa que apenas podía pensar con claridad? Mierda, había estado en el hotel con aquel tipo de su grupo de estafadores, el que parecía salido de las páginas de una revista y al que había

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querido pegar el maldito rostro en Era cuanto lo vi, porque pensé que estaba juntos. Esta chica solo en había estado conmigo. ridículo. Me habría reído, excepto que parecía demasiado seria sobre ello.

 

 

―Di algo, Silas ―pidió―. Te cuento algo malditamente malditam ente personal y estás mirándome como si tuviese dos cabezas. Me tiemblan las manos. No hablé. Caminé hacia ella, puse una mano en la base de su cabeza y la acerqué hacia mí. La besé, mi boca envolviendo la suya, no queriendo nada más que todo de ella. No había nada que pudiese decir ahora mismo. No tenía palabras. Lo que quería decir era demasiado. Así que la levanté y la llevé dentro, caminando directamente a la habitación, donde la dejé frente a mí. No dije nada mientras le quitaba la ropa y permaneció completamente desnuda frente a mí. No dije nada mientras me desvestía y me mantuve desnudo frente a ella. Y no dije nada mientras empezaba a aplicar besos sobre su cuello, por sus pechos, por su estómago, o cuando me arrodillé entre sus piernas y cubría su coño con mi boca. La probé con mi lengua, pero todos mis sentidos se empaparon de ella cuando se corrió sobre mí, agarrándose a mi cabeza y empujando mi rostro hacia ella. Apenas la dejé recuperar el aliento antes de levantarla en mis brazos, a pesar de que la cama estaba a pocos metros, la llevé a ella, la acosté suavemente. ―Silas ―susurró, rompiendo la tranquilidad entre nosotros―. Te necesito.  necesito.  Te necesito. Ella podría haber estado hablando de sexo o más que eso, no me importaba. Arqueándola hacia mí la besé, gimió suavemente en mi boca cuando presioné la punta de mi polla contra su entrada. Paré por un minuto, saboreando la sensación de su humedad contra la piel desnuda, antes de zambullirme en su dispuesto coño. Esta vez hice el amor con ella, con golpes largos y lentos, escuchando sus respiraciones superficiales, la forma en que gemía mientras más se excitaba. Le  besé el cuello, justo debajo de su lóbulo, el sitio que le daba escalofríos y hacía que gimiese con necesidad. ―Estás tan jodidamente húmeda ―susurré. ―susurré. ―Es lo que me haces ―gimió, curvándose contra mí, sus manos en mi cintura, tirándome hacia ella con fuerza. ―¿Es esto lo que quieres? ―pregunté mientras me introducía en ella tan profundo que pensé que iba a atravesarla.

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―Oh, Dios. Silas. ―Su voz era ronca, su respiración dificultosa―. Más duro, sí. Me introduzco en ella una y otra vez, más profundo con cada golpe.

 

 

―Estás tan hinchada ―dije―. Tan apretada.  apretada.  Gritó mi nombre otra vez. ―Estoy tan cerca ―jadeó―. Vas a hacer que me corra.  corra.  tomando uno deconsus en la mano llevándolo a mi boca, chupéMe su incliné, pezón erecto rozándolo mispechos dientes. ―Mierda, Silas ―gimoteó―. Haz que me corra. Por favor.  favor.  Apenas podía resistir. La besé duro, entrando en ella una y otra vez. ―¿Quieres que me corra en ti? en ti? ―Mierda. ―Su respiración era superficial y me miró, con la boca abierta.  Jadeando. Era el jadeo lo que me iba a matar. ―Dime lo mucho que lo quieres ―exigí.  ―exigí.  ―Silas ―susurró.  ―susurró.  ―Sí, cariño cariño.. ―Apenas podía pensar en otra cosa que no fuese correrme en su interior―. interior―. Dime.  Dime.  Se quejó. ―Te amo, Silas.  Silas.  Esas palabras. Entré en ella una última vez, corriéndome.

Tempest Alcé la mirada hacia Silas, desde donde estaba tumbada con la cabeza apoyada en su pecho y él me miró. ―¿Recuerdas lo que dijiste o solo era una de d e esas cosas de cuando te corres? ―preguntó―. ¿Como gritar el nombre incorrecto?  incorrecto?   Reí, levantándome para sentarme a su lado, acariciando su pecho con la mano perezosamente.

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―¿Te ha pasado mucho? ―pregunté―. ¿Gritar otro nombre durante el sexo?  sexo?   Silas sonrió.

 

 

―No tienes que preocuparte de eso ―aseguró―. Soy la clase de hombre de una sola mujer. Sé dónde pertenezco. ―Pasó  ―Pasó  su dedo por mi hombro, sobre el contorno de mi tatuaje―. Algo así como esa golondrina en tu hombro. Acertaste   exactamente sobre los marineros, ¿sabes? Los marineros lo llevaban para mostrar lo lejosa que habían viajado. Pero también para la buena suerte, para guiarlos de vuelta donde pertenecían. Sonreí. ―No sabía esa parte ―admití―. Pero sí, recuerdo lo que dije y quería decirlo. Silas asintió. ―Bien ―dijo.  ―dijo.  ―¿Eso es todo lo que tienes que decir? ―cuestioné―. ¿Te digo que te amo y solo dices bien? Silas sonrió burlonamente. ―Solo quería oírtelo decir de nuevo, Tempest ―se burló.  burló.   Le golpeé en el pecho. ―Eres un idiota.  idiota.  Silas rió. ―Pero ahora soy soy tu idiota. Salí de la cama mientras Silas protestaba, haciendo un débil intento de agarrarme, pero realmente solo descansando perezosamente en la sensación del  bienestar después del sexo. ―Pensándolo bien ―me mofé―, quizás debería retirarlo.  retirarlo.   Silas se levantó de golpe y chillé cuando me alcanzó, agarrándome de la muñeca y acercándome a él. ―Nunca digas eso ―advirtió―. Ahora estás atrapada conmigo.  conmigo.   ―¿Sí? ―pregunté.  ―pregunté.  Se alejó de mí. ―Es cierto ―comentó―. Quise decir lo que dije antes. No voy a tener citas contigo. No quiero ver si eres la correcta para mí, o lo que demonios haga la gente normal. Nuestra historia es demasiado complicada para eso. Lo eres. Lo sabía

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cuando éramos adolescentes y lo sé ahora. Eres mía. Quiero que seas mía. Te amo. Lo hice desde que te conocí. co nocí. Lo hice los últimos siete años.

 

 

―¿Qué me estás preguntando? ―cuestioné, el corazón saliéndome del pecho―. No soy el tipo de chica de la valla blanca, Silas.   Silas dio un paso atrás y, por un momento, pensé que lo había herido, pero caminó hacia su escritorio, abrió el cajón superior y sacó una cajita. Se me cortó la respiración mientras volvía hacia mí, todavía desnudo. ―He tenido esto desde que éramos niños ―contó―. Hablamos sobre casarnos, pero realmente iba a preguntártelo, ¿sabes? Antes de que te marchases. ―Silas. ―No sabía qué decir. Habíamos hablado sobre casarnos pero realmente nunca pensé que hubiese ido y me comprase un anillo. Y mucho menos que lo guardase todo este tiempo. ―Puede que lo odies y pienses que es estúpido ―explicó―. No es e s nada caro. De hecho es bastante barato. Pero significaba algo para mí en aquel momento. Abrió la caja y sacó el anillo. ―Estuve ahorrando parapero él, ennoaquel entonces. Lo hiceLahacer para porque ti. Es una piertesite. Es una piedra rara, es preciosa ni nada. conseguí se llama piedra tempest, porque tiene todos estos remolinos en ella que parece como una tormenta, ¿sabes? ―Silas, es precioso ―aseguré.  ―aseguré.  ―Es estúpido y sentimental ―farfulló.  ―farfulló.  ―Cállate y bésame ―mandé y lo hizo. Cuando finalmente rompimos rompimos nuestro  beso, me miró. ―¿Entiendes que te estoy preguntando que te case conmigo, no? ―interrogó.  ―interrogó.   Reí. ―Sí, Silas. Lo entiendo ―afirmé―. Quiero decir es una proposición hecha desnudo y no te pusiste sobre una rodilla ni nada, pero… pero …  ―No tenemos exactamente una relación tradicional ―intervino―. Pero puedo volver a ponerme de rodillas si quieres. Reí y alejé su mano mientras la movía por mi abdomen, encaminándose hacia su destino entre mis piernas. ―Eres dulce un minuto, asqueroso al siguiente.  siguiente.  Se inclinó y me besó, toqueteando mi nalga con una mano.

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―Acostúmbrate, Ojos Brillantes Brillantes ―comentó―. Porque eso nunca va a cambiar.

 

 

La verdadera esperanza es veloz, y vuela con alas de golondrina. ~ William Shakespeare, el rey Ricardo III  

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Silas Epilogo

―E

s en realidad bastante pintoresco―dijo pintoresco―dijo Oscar, mirando alrededor― alrededor ―. Frío, por supuesto. Pero pintoresco. ―La conectividad conectividad es mierda aquí arriba ―se quejó Emir― Emir ―. Esta bajo cero. Tiene que estarlo, ¿verdad? ―Gracias a todos por venir ―dijo Tempest, en su voz excesivamente paciente, la que utiliza mucho conmigo― conmigo―. A pesar que están protestando y quejándose de todo. Oscar sonrió. ―West Bend es preciosa ―dijo dijo― ―. Pintoresca. Me recuerda los Alpes suizos. Además, Emir debe aprender a esquiar mientras esté aquí. Tomar un poco de aire fresco. Emir hizo una pausa, levantándose de donde había estado cavando alrededor en una maleta. ―Oh, no, no―dijo―. No voy a esquiar. Esto no implica que esquié, ¿verdad? Apreté mis manos en la cintura de Tempest y la atraje cerca de mí, riendo. ―Te puedo enseñar ―le dije―. Le estoy enseñando a ella. ―Ya esquiaba muy bien antes de ti, muchas gracias― gracias―protestó. protestó. ―Oh, seguro que lo hacías, cariño―le cariño―le dije, besando la parte superior de su cabeza. Entonces negué y murmuré la palabra, exagerada , y Tempest se apartó, dándome un golpe en el brazo. ―Yo sí esquío bien ―dijo. ―Si por bien, quiere decir, así como los turistas lo hacen―le hacen― le dije.

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―Eso no está mal. está mal. Lo tomaré ―Me refiero a los niños turistas―le turistas―le dije.

 

 

―Voy a ignorar eso―dijo Tempest―. ¿Este lugar es de suficiente bajo perfil para todos? ―Creo que va a servir muy bien. ―Iver se enderezó de donde había estado  buscando en el interior del refrigerador―. Vamos a tener que tomar las precauciones adecuadas, dividirnos cuando adoptemos nuestras identidades, pero está bien como un campamento base. Literalmente casi un campo, en este caso. ―Estamos muy lejos de West Bend―dijo Oscar―. Más de una hora, y en el medio de la nada. Y todo el mundo está rentando. Nadie ha sido seguido. Se tomaron todas las precauciones. ―Y, lo más importante es que incluso abasteciste el champán―dijo champán―dijo Iver, sosteniendo una botella. ―Puedes agradecer a Silas por eso ―dijo Tempest―. Lo Lo ordenó especialmente en el almacén general. Silas, vasos cada vez me caes mejor ― dijoel Iver mien mientras tras descorchaba botella―. Voy a―servir y vamos a brindar por nuevo engaño. ―Hubo unlagolpe en la puerta y frunció el ceño―. Ahora ¿quién está a punto de arruinar un perfecto  brindis? ―Ese sería Luke―dije, cruzando la habitación―. No te preocupes, preocupe s, él está al corriente. Fue educadosobre las precauciones que debía tomar, evitando una cola y todo eso. ―Espero que no estés revelando todos los secretos comerciales―dijo comerciales―dijo Iver. ―¿Qué secretos comerciales? ―p ―preguntó reguntó Luke. ―¿Este es el gemelo? ―preguntó Emir―. No se ten tan iguales. ―Sólo somos hermanos―dijo hermanos―dijo Luke. ―Sí, por desgracia ―dije, ―dije, mientras Luke envolvió su brazo alrededor de mi cuello, poniéndome en una llave de cabeza. ―¿Por desgracia? ―preguntó Luke. ―¿Se te olvidó que era luchador? ―le dije, fácilmente tirando del brazo de Luke de su cuello. ―Sí, pero soy más grande y más viejo que tú ―dijo Luke― Luke―. Y más en forma. ―¿Es esto lo que hacen en Colorado? ―preguntó Iver.

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Tempest rodó los ojos. ―Muchachos, por favor no destruyan este lugar. Yo reí.

 

 

―Sí, está bien ―le dije, soltando el brazo de mi hermano. Jale a Tempest contra mí, deslicé mis manos a su alrededor hasta la parte baja de su espalda, y le  besé la punta de su nariz― nariz―. ¿Feliz? ―Por supuesto ―dijo dijo― ―. ¿Tú? ―Mucho. Mucho.― ―Lo era. Podría haber estado en cualquier lugar con Tempest, en cualquier parte del mundo, y hubiera sido tan apestosamente feliz. No había nada que pudiera cambiar eso.

Tempest ―Oh, Dios mío, con la cara de ganas de besarse todo el tiempo ―gritó Luke― Luke ―. Consigan una habitación. ―Cállate ―dijo Silas― Silas―. Estás celoso. ―¿De que se trata eso? ―le pregunté, y Silas se encogió de hombros. ―Él está todo embobado con una chica ―dijo Silas. ―¿Así que le estás dando mierda al respecto? ―le pregunté― pregunté―. ¿Eres un completo idiota? ―Es lo que hacemos ―dijo Silas. ―¿Dónde está el otro? ―Emir elevó la voz desde el otro lado de la habitación― habitación ―. ¿No hay un gemelo? ―Está en Hollywood ―le dije― dije―. Está saliendo con River Andrews. Emir me miro con una expresión en blanco. ―¿Quien? ―Es una actriz ―le dije― dije―. Comedias románticas. ―Oh. ―Emir miró hacia abajo y volvió a lo que estaba haciendo. ―Está recibiendo un premio― premio―le dije― dije―. Uno grande. Elias fue con ella a la entrega de premios. Va a estar en la televisión en vivo. ―Estará al aire en unos veinte minutos, también― también ―dijo Lukemientras

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caminaba alrededor . ¿Hay una TV? Le dije a Elias que quería verlo en un traje de mono. ―Ejem. Ejem.― ―Iver tintineó una cuchara contra un lado de su vaso― vaso―. Un brindis. Si todo el mundo por favor levanta una copa de champán.

 

 

Cuando lo hicimos, y el zumbido de pláticas en la sala se tranquilizó, Iver se aclaró la garganta. ―Ahora Ahora― ―dijo dijo― ―. Cuando me enteré que el miembro más atractivo de nuestro equipo se había fugado a una pequeña ciudad de Colorado con alguien, no podía imaginar que era verdad. La mano de Silas se envolvió de forma protectora alrededor de mi hombro. ―El más atractivo, seguro ―susurró en mi oído. ―Hasta Hasta― ―dijo Iver, aclarándose la garganta de nuevo― nuevo ― , hasta que la oí hablar de él. Y entonces comprendí que era la única cosa que posiblemente ella podría haber hecho. Porque cuando te encuentras a la persona por la que te dan ganas de dejar todo atrás, no puedes hacer nada más que eso. Oscar levantó su copa. ―Por Ariana y Silas. ―¿Quién es Ariana? ―preguntó Silas. ―Sobre eso…  eso…  Silas se volvió hacia mí. ―Tu verdadero nombre no es Ariana, ¿verdad? Yo reí. ―No No― ―le dije― dije―. Es Tempest. Ellos me conocen como Ariana.― Ariana.―A continuación les gritó― gritó―: Es Tempest, chicos. Mi nombre de nacimiento no es Ariana. Oscar puso su mano sobre su corazón. ―Estoy herido de que nos hayas dado uno falso ―dijo. ―Lo he sabido hace tiempo ―dijo Emir, abriendo una de sus computadoras portátiles en la mesa que estaba detrás. Iver se volvió hacia él. ―¿Y no has dicho nada, Emir? Se encogió de hombros. ―Sólo deberías asumir que lo sé todo. Porque probablemente lo hago. ―Me parece que encuentro eso partes iguales admirable y reprobable ―dijo

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Iver. ―Gracias. ―Emir se sentó, escribiendo furiosamente en su teclado.

 

 

―¿Es esta la parte donde planeamos el engaño? ―preguntó Silas antes de traer sus labios a mi mejilla. Sentí un escalofrío de placer ante su simple toque, y acaricié con la nariz en su contra. ―Oh, no ―le dije― dije―. Aún no. Esta es la parte en la que bebemos champán y hablamos. ―¿No debería el champán ir después del engaño? ―preguntó. ―Permítanme que la vuelva a llenar para ustedes. ―Iver apareció junto a nosotros, llenando el vaso de Silas― Silas―. Nosotros bebemos champán en cualquier momento. Esta es la parte donde te regalamos historias historias de Aria… quiero quiero decir, las legendarias excentricidades de engaño de Tempest. Miré a Iver, mis ojos se estrecharon. ―No las historias embarazosas ―le dije. ―Por supuesto, esas son los que vamos a compartir― compartir―dijo Oscar. Tomó un sorbo de su copa de champaña― champaña―. Son las historias más importantes de todas. ¿Recuerdas el momento en Mónaco cuando…? cuando…? Gruñí. ―Vamos, chicos. Luke interrumpió desde donde estaba enfrente de la televisión. ―La cámara acaba de pasar sobre Elias y River en la multitud ―dijo dijo― ―. Creo que su categoría es la siguiente. ―Salvada Salvada… … por ahora ―dijo Oscar. Vimos, de pie alrededor de la televisión, mientras que River, vestida con un vestido dorada hasta el piso que brillaba bajo las luces, caminaba al escenario para recoger su premio. La cámara se enfocó brevemente sobre Elias, que estaba sentado entre el público, con una amplia sonrisa. ―Súbele, hombre― hombre―gritó Silas― Silas―. No podemos escuchar lo que dice. La boca de River se movía, y Luke pulsó en el botón de volumen. ―Está agradeciendo a la gente― gente―dijo dijo― ―. ¿Puedes oírlo? ―¿Quién es ese? ―le pregunté, mirando mientras un hombre que llevaba pantalón de cuero ajustado y una andrajosa camiseta negra subía al escenario, agarrando el micrófono de su mano.

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―Mierda Mierda― ―dijo Silas― Silas―. Ese es su puto exnovio. ―Oh, Dios mío, ¿el que la engaño? ―le pregunté― pregunté―. ¿Con su hermana? Iver y Oscar estaban hablando y Luke los hizo callar.

 

 

―Ese es imbécil Viper ―dijo dijo― ―. ¿Crees que River va a empujarlo fuera del escenario? Vimos como Viper agarró el micrófono de su mano y se puso de rodillas, proclamando su amor por ella y pidiendo disculpas por sus indiscreciones. A mi lado, Silas abucheaba. ―Mierda, si River no lo golpea, Elias va ir hasta allí y golpear a su culo en la televisión en vivo. Pero Viper no dijo más de dos oraciones antes que River arrancara el micrófono de su mano. ―Estúpido cabrón― cabrón―dijo. Y luego, cuando empezó a ponerse de pie, ella le dio un puñetazo en la cara. Luke y Silas se carcajearon. Luke se apartó de la TV, que ahora cortó a comerciales, riendo. ―River puede malditamente defenderse ―dijo dijo― ―. No puedo esperar a que Elias nos cuenta toda la historia. ―Ella es uno de nosotros ―dijo Silas― Silas―. Una Saint. Y simplemente no jodes con nosotros. ―Hablando de eso ―dijo Oscar― Oscar―. ¿Tenemos una actualización de Coker? ―Él descubrió que lo habían tenido ―le dije― dije―. Finalmente. Tardó bastante tiempo. ―Pero, resulta que él también debía dinero a algunos europeos del este ―dijo Silas― Silas―. Uno de mis amigos en Las Vegas dijo que desapareció. ―Bueno, no es esto querida ―dijo Iver― Iver―. Es feliz para siempre por todas partes. ―Estilo estafador ―dijo Oscar. ―Bueno, feliz para siempre para todo el mundo a excepción de las personas que estamos a punto de estafar ―dije, sonriendo― sonriendo―. El sheriff y el alcalde no saben lo que les espera. Nunca había pensado que me gustaría volver a West Bend de nuevo. Nunca pensé que estaría con Silas, pero una vez que lo encontré, no iba a dejarlo ir esta vez. Era feliz y Silas era feliz y por el momento, nada más en el mundo, incluyendo la estafa, importaba. Lo único que importaba éramos nosotros.

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Fin 211 

 

 

Playlist “Stay with Me” (Sam Smith)  Smith)  “First Day of My Life” (Bright Eyes)  Eyes)  “Samson” (Regina Spektor)  Spektor)  “Come On, Get Higher” (Matt Nathanson) Nathanson)   “Thinking Out Loud” (Ed Sheerhan)  Sheerhan)  “Something I Need” (One Republic)  Republic)  “Let Her Go” (Passeng ( Passenger) er)   “In My Bones” (Ron Pope)  Pope)  “I Choose You” (Sara Barellis)  Barellis)  “You’re the Reason I Come Home” (Ron Pope) Pope)  

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róximamente

Luke (West Bend Saints #3) 213 

Luke Saint

A

la m****a ser bueno. No seré dominado. Hay tres cosas en la vida en las que soy condenadamente bueno: follando, saltando de aviones, y apagando incendios forestales. ¿Establecerme? Sí, claro. Y definitivamente no con alguien como

Autumn MayBurn. Es tensa, sarcástica, y demonios, tiene un niño. ¿He mencionado que es diez años mayor que yo? Hay un millón de razones por las que no debo tocarla. Que se j***n todas esas razones.

 

 

La madre soltera con el ardiente y sexy cuerpo y el descaro que iguala al mío; va a ser mía. Autumm MayBurn

N

o hay nada en este mundo que desprecie más que un chico malo. Especialmente un exasperante, arrogante, mujeriego, chico malo que rezuma sexo por cada poro. Soy mamá. Una mujer de negocios. Tengo responsabilidades. Lo último que necesito es tener sexo con Luke Saint y que juegue conmigo. Él piensa que sólo porque me salvó la huerta de un incendio, puede decirme cómo manejarlo. Cree que sabe lo que necesito, lo que anhelo. El problema es que creo que podría estar en lo cierto.

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S Sabrina Paige

abrina Paige escribe acerca de mujeres sexys e inteligentes, y los machos alfa que las aman. Motociclistas forajidos, vaqueros y militares son parte de sus dramas. Ha encontrado su propio final feliz con su esposo militar, y su adorable pequeño.

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