1991. Trad. 1992. Derrida, J. El otro cabo. La democracia para otro0 día
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Jacqúes Derrida
Jacques DERRlDA es, sin duda, el mayor polígrafo de ......,.._.. ...... .,. . ,.,. .
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la gramatología, La voz y el fenómeno, La escritura y la diferencia, Márgenes de la filosofía, Del Espíritu. Heidegger y la cuestión, y ese indescifrable monumento que es Glas. El traductor, Patricio Peñalver (Universidad de Murcia), es uno de los más reputados conocedores del pensar derridiano, al' que ha dedicado La des construcción (Barcelona, 1989).
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Pensar Europa. Pensar Europa de otra manera. No soñar eon una .. Nu eva Europa": el suefío del mederHismo es, indisolublemente, la pesadilla forjada por los totalitarismos. Sino «Otra Europa», desde sus propios márgenes o bordes: los colonizados rebeldes, levantados ahora en el pr opio interior, expropiados como > que traducimos a veces por «en el día de hoy>>, (eventualmente con la resonanpia ,. un cierto acontecimiento, un advenimiento singular de
bles (no podemos y no debemos olvidarlos, pues ellos no nos olvidan), del eurocentrismo y del antieurocentrismo? ¿Estoy abusando del «nosotros~> si empiezo diciendo que, sabiéndolos ahora de memoria, y por agotamiento, puesto que estos programas inolvidables son agotadores y están agotados, no queremos ya saber nada más hoy ni del_ euro~ centrismo ni ,del antieurocentrismo? Más allá de esos programas demasiado conocidos, ¿de qué «identidad cultural» debemos responder? ¿Responder ante quién? ¿Ante qué memoria? ¿Para qué promesa? ·Y es «identidad cultural» una buena palabra para t__. «hoy»? Un título es siempre un cap. Es una cabecera de capítulo, y también un encabezamiento. Al proponer este título, «El otro cap», para unas breves reflexiones casi improvisadas, pensaba en el avión, en primer término, en el lenguaje de la navegación aérea-o marítima. En el mar o en el aire, una nave '~ por ejemplo, otro continente, hacia un destino que es el:suyo pero que puede cambiar. En mi lengua se
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dice >: · . La diagnosis de Valéry· es el examen· de una crisis;· de la crisis por excelencia, si se puede de.:. cir, aquella que pone en peligro el. capital como capital de cultura: «Digo que el capital de · nuestra cultura está en peligro» (t: II, p. 1090).' ·Como; médico, Valéry analiza el síntoma de la «fiebre». Sitúa el mal en•la estructura misma del capital.. Éste supone la realidad de la cosa~ es decir; · la cultura material, ·ciertamente, pero·también la·existencia de los hombres. La retórica: valériana es :aquí a la vez cultural, económica, técnica, científica y militarestratégica:
ausencia de hombres, que tienen necesidad de ellos y que saben seroirse de ellos. Advertid estas dos condiciones. Para que el material de la cultura sea un capital, aquél exige también la existencia de hombres que tengan neceú' dad de él y puedan servirse de él: es decir, de hombres que tengan sed de conocimiento y de potencia de transformaciones interior~, sed· de desarrollo de su sensibilidad; y que .sepan, por otra parte, adquirir o ejercer lo que hace falta en cuanto a hábitos, disciplina intelectual, convenciones y prácticas para ut::il:i2ar el arsenal de documentos y de instrumentos que los siglos han acumulado. Digo que el capital de nuestra cultura está en peligro.)> (t. II, p. 1089-90). " El lenguaje de la memoria (puesta en re~en;a~ archivo . ' documentación, acumulación) cruza. pues~ el lenguaje·'económico tanto como el lenguaje tec:nocientífico de-la. polemología («conocimiento,>, ;¡ns; trumeritosn~.l«potencÍa>>, «arsenal», .etc.). El peligra
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que amenaza al capital amenaza esencialmentP. la «idealidad» del capital: nuestro «capital ideak dice Valéry. La idealidad reside en aquello que en la capitalización misma se de-limita, excede las fronteras de la empiricidad sensible o de la particulari· • dad en general, para abrirse al infinito y dar lugar a lo universal. La máxima de maximalidad que, heue el es íritu mismo encm « s e conjunto de máximos es Europa»). Conocemos bien el programa de esta lógica o de esta analógica. Podríamos formalizarlo, como expertos que somos: nosotros, los viejos. filósofos europeos. Es una lógica~ Ja lógica misma, que yo no quiero criticar aquí. Estaría incluso dispuesto a suscribirla: pero con una mano solamente, pues guardo otra para escribir o para buscar otra cosa, quizás fuera de Europa. No solamente para .b uscar, en el modo de la investigación, del análisis, del saber y de la filosofía, lo que ya se encuentra fuera de Europa, sino para no cerrar por anticipado, una frontera al por-venir del acontecimiento, a lo que viene, a lo que viene quizás, y que quizás viene . de una orilla· completamente diferente. . Según la lógica capital que vemos confirmarse aquí, lo que amenaza a la identidad europea no amenazaría esencialmente a Europa sino, en el Espíritu, a la universalidad de la que aquélla res.pon-: de, de la que ella es su reserva:.•el-capital o la capital. Lo que pone en crisis el cápital cultural como capital ideal («He asistido a la_desaparición pro~
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formación regular de nuestro capital ideal .. .>>), es la desaparición de esos hombres que ••sabían leer: virtud que se ha perdido», estos hombres que «Sabían oír e incluso escuchan>, que ~·sabían ver>> , «Teleer», «volver a oír» y «volver a ven> - en una pa· labra, de esos hombres capaces también de OTI·
er, para respon er ante, para respon er e y para responder a aquello que habían oído, visto, leido~ sabido una primera vez. Mediante esta memoria responsable, lo que se constituía en «Valor sólido>, (Valéry subraya estas dos palabras) producía al mismo tiempo una ·plus-valía absoluta, a saber, el crecimiento de un capital universal: que no pueden, sino .ex~ 66
ceder (y que deben hacerlo} del orden de la determinación teórica, del saber, de la certeza, del juicio, del enunciado en forma de «Esto es aquello»; más ge~eralmente, y más . esencialmente: exceder del orden del presente o de la presentación. Cada vez que se las reduce a aquello que deben exceder, nos vemos abocados al error, a la inconsciencia, a lo impensado, a la irresponsabilidad; el rostf'B teR presentttble de la 'bttens eoneieneitt td:e la que hay que decir también que una cierta máscara grave y sin sonrisa de la mala conciencia declarada no es, a menudo, más que el anuncio de una astucia suplementaria: la buena conciencia tiene, por definición, recursos inagotables, que siempre se podrán explotar). Una última palabra. La paí-adoja de la paradoja - como la fisión en cadena, una paradoja que se propaga en nuestro disclll'So - debería impulsarnos a la vez a tomar muy en serio el viej() nombre de Europa, y a tomarlo, prudentemente, ligeramente; sólo entre comillas, como el mejor paleónimo; en una cierta situación, para aquello que (nos) recordamos o que (nos) prometemos. Por las mismas razones, usaré de esa manera la palabra «capjtal»: la capital o el capital. Y, naturalmente. las palabras «identidad» y ((cultura>>, Soy europeo, soy sin duda un intelectual europeo; me gusta recordarlo, me gusta recordármelo; y, ¿por qué tendría que evitarlo? ¿En nombre de qué? Pero yo no soy, ni me siento, europeo de parte a parte. Con lo cual quiew decir, me empeño 67
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en o debo decir: no quiero y no debo ser europeo de paite a parte. La pertenencia «de pleno derecho», y el «de parte a parte», deberían ser incompatibles. Mi identidad cultural, aquélla en nombre de la cual hablo, no es sólo europea, no es idéntiGa a ella misma; y yo no soy «culturaln de parte a parte. Si, para concluir, declarase que me siento euro-
Notas
c1on misma, ser ,por ello más o menos:europeo? Las dos·· cosas; indudablemente. Que se saquen las conseeuenmas; A los otros, en todo caso, y a mí entre ellos, les tocará decidir;
L La Crise de l'esprit, Note (o L'Européen), in E.ssa!.s quasi politiques, Oeuvres, la Pléiade, t. I, p. 1004). (Se me permitirá indicar, de pasada: por lo que concierne aqui a Europa y al Espíritu, ya se trate especialmente de VaMry y de Husserl, más implícitamente de Hegel y de Heidegger, esta-conferencia precisa, y en consecuencia suponía, en UIJ a cierta medida, reflexione~ publicadas en otras obras, y má.s visiblemente en De l'esprit. Heideggiret la question, GaliMe, 1987 (trad. esp. Del espíritu. Heidegger y la pregunta, Pr.:textos, 1990). En suma, no se hace aquí sino prolongar lln poco la larga nota que este libro consagra en particular a Valéry (p. 97). La nota bosquejaba un «análisis compru:a:jyo de esos tres discursos, los de Valéry, de Husserl y de H:eidegger, sobre la crisis o la destitución del espíritu como ~s píritu de Europa>> y se había dejado ya interpelar por ur.a pregunta de Valéry: «El fenómeno de la explotación gene:::.a.lizada del globo, el fenómeno de la equiparación de lás t~·> nicas y eLfenómeno democrático, que hacen posible ur.a deminutio capitis de Europa, ¿deben sertltomados corno elecisiones' irrevocables del destino? ¿Disponemos de algur_a libertad todavía contra esta amenazadora conjuración~ .., l.a Crise de l'(fsprit, Deuxieme Lettre, t. I, p. 1000). · ·A la pregunta «¿Pero quién es entonces europea?:o, e:5 decir, a la pregunta por núe~tra «distinció'n» y por a¡¡:uello que , 11, p. 987 sq.] «Allí donde domina el Espíritu europe() se ve aparecer el maximum de necesidades, el maximum .de trabajo, el . maximum de capital, el maximum de rendimiento; el maximum de ambición,.. el maximum de poder, el maximum de modificación de la naturaleza exterior, el maximum de relaciones ,y de intercambios. ' ; . ' ' Este conjunto de máximos es Europa, 'o la imagen de Europa. , r , Por otra parte, las condiciones de esta· formación, y de esta.desigualdad .sorprendente, dependen evidentemente -. de la cualidad de los individuos, de la cualidad media del Hamo europeus. Es notable que el hombre de Europa no se vea definido por la raza, ni por la leng'ua, ni por las costumbres, sino por los deseos y por· la amplitud :. de la voluntad ... Etc.>> (t.I,. p. 1014). : ~ ¡· ¡.
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músculos» (II, p. 922). Este acontecimiento no es sólo capital, es también el acontecimiento de lo capital mismo, a saber, de lo que se llama la cabeza. Y además, o por consiguiente, más allá del mero saber histórico, este discurso concierne inmediatamente y al mismo tiempo a la cosa histórica, al tejido mismo de los aconte•cimientos, en primer lugar desde el punto de vista de Europa. Lo que habría escapado a los historiadores es en suma lo que le habría ocurrido al acontecimiento. El >, «la Cons-ciencia de· una· misión-espiritual permanente>>: ;.tranjero, no ya sólo -d el extranjero europE'-' sino .de un extranjero que viene a contaminar desde más lejos;c;más precisamente, desde otras orillas, desde el ex.t (JI, p. 1095:. 8. La lógica de este texto es también una analó~. En realidad, depende toda ella de una analogía disimélrica entre el espíritu y el valor. El espíritu es un valor, ciertamer.· te, entre otros., como el oro, el trigo o el petróleo; pero e; también la fuente de todo valor, y así .el valor exceder.tt; la plusvalía absoluta y en consecuencia sublime de lo qu~ analogía y la condición fuera de serie, lo trascendental. lu trascateg()rial de toda la economia. Es un ejemplo, y un ejem· plo ejemplar, el ejemplo por excelencia. No hay otro. Como Va).éry lo dice muy bien de otra manera, me contentaré Cü ll reunj.r algunas citas alrededor de lo que él mismo &.ma. como de paso, "el punto capital»: «Es un signo de los t.enpos (... ) el que sea incluso urgente interesar a los espí::.oc.;; en la suerte del Espíritu, es decir, en su propia suerte ':.... Ellos han tenido confianza en el espíritu, pero ¿qué espíritu; y>qué entendían por esa palabra? ... Esta palabra es i:anombtable, puesto que evoca la fuente y el valor de :o::lc...;; las demás». Desde; ese momento, presente, inmanente a lo eJ.::~ lo que no es él, a todos los valores .que no valen por él. pue~e entrar sin riesgo en la analogía, en el paraleliEm (> de la.economía y la economía del paralelismo, .en~e el cattj tal y el capital. Es. «e~ mismo», el>, los sondeos se ajustan a un ritmo que no será jamás
la referencia más visible), incluso si un «tiempo fuerte>> ha sido preparado por la tradición de una filosofía política. Bajo ese nombre o bajo algún otro, no creo que -se haya hablado de la opinión pública -tomándosela en serio- sin el modelo de la de· mocracia parlamentaria, y en tanto que un aparato de leyes (en Francia: desde el artículo XI de La Declaración de los Derechos Humanos a la Ley de
Ahora bien, esos sondeos se publican en la prensa, que frecuentemente es la que toma y puede tomar-la iniciativa de hacerlos. Se sabe, en fin,· y el periódico produce la novedad de esa noticia tanto como la refiere, que la opinión pública no es yá en' nuestros días lo que -ha sido -ayer y desde los comienzos de su historia. 3_, Pues el -fenómeno rio ·h a sido ja~ás natural-, es decir: universali No más, por otra parte,' -que. la cotidianidad como categoría mayor ~del ritmo social. A-ntes de preguntarse,.porla; supuesta·:«realidad» de la opinión pública-lwy, como ·por la cine" matogr-afía de su silueta, hay que recordar que el fantaSma tiene una 'historia: europea, reciente, y fuerteme:Qte escandida. El- discurso -sobreda, -oPi:· rUÓn, ciertamente, es viejo COmO' el mundo: •dóxa u .«opinión)> (no es exactamente lo mismo) tienen sin duda equivalentes en culturas no ,occidentales.· Pero· la -historia de la opinión·pública:'parece liga~ da;c ·por ·su parte, al -discurso político de :Eun:>pa. Es.un artefacto moderno·-(las premisas:! de,':las~ Re voluciones americana y francesa proporcionan aquí
tido o prometido la formación, la expresión y so· bre todo la «publicación», justamente, de esa opinión aparte de las representaciones políticas- o corporativas. Si bien no es electoral en ·su momento más propio, la opinión, como su nombre indica, -está llamada a pronunciarse por medio de un juicio. Éste no esjamás un saber, sino una evaluación comprometida, un-acto voluntario: Tiene siempre la forma del > anuncie un «SÍ o no••. ¿En qué se convierte entonces esa reserva de experiencia, de eva.-
(Libro de Quejas)*. Lugar de Un electorado potencial, la opinión pública es una asamblea de ciudadanos llamados a decidir, mediante un juicio, sobre temas que son competencia de las representaciones legales, pero también sobre temas que escapan a éstas,, al menos provisionalmente, en una zona que se está ampliando hoyy que se diferencia de manera acelerada, planteando así serias
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los «gustos», las «costumbres»), que no depende del juicio (sí o no) y de laxepresentación, en todos los sentidos de esa palabra? Es ahí donde cabe plantearsé·preguntas sobre la autoridad de la opinión _: no· en· sus, contenidos, sino en su forma de juicio pre-electoral - e incluso sobre la distinción privado/público, cuyo rigor se verá siempre amenazado por, eUenguaJe,: por sí solo, y desde la·primera señal. ¿Qué lugar público - -y en consecuencia p olítico - conceder a ese tipo ·'de preguntas? -, ~Un «gobierno de opinión» puede ·hacer jugat la·opirlión, inventarla· o invocarla contra ·las representaciones instituidas~ Pero esto sólo ·puede hacerse y decirse en democracia, al menos formal. Una dic:tadura>popular o ' un régimen totalitario no son· go-biérnos de opinión (y lo que hoy sale a la luz e"::J ·l a;URSS es:quizás muy sencillamente una opiniól pública). :Los :nuevos medios para «mantenerse al día»;-:para tomar ·el pulso de la opinión a un ritme> cuasi~diario; autorizan y .obligan a un cierto podn (por; ejemplo~'el de ;un jefe de ·E·stado, o incluso d de·un:gobierno demoerático) a tener en cuenta m:a
mocracia liberal, si no sobre sus principios..Recuerden las manifestaciones en favor de la «escuela pri~ vada>•, las_ «coordinadora~:!•• de estudiantes· o ,de enfermeras, los debates en torno a la RU 486,,, al sida, a la toxicomanía oJos preservativos, e incluso a la ._película de Scorsese .(estoy hablando· aquí de la palabra, de la declaración o la. manifestación; . ese elemento de· la opinión, y no de las tbombas destinadas a acabar con ella). , Pero ·todo aqúello que no pertenece al orden del juicio, de la deci• sión; y sobre todo de la representación, ·escapa a la vez a Ias.:instituciones democráticas, actuales y a lfl opinión pública COrriO tal. .Esas .dos· .cosas .es.., tán ; conjuntadas por la· f>OSibilidad de evaluación eu.la fórma ::deljuicio .que Hecide: (sí o -no), y·que se lleva a •cabo· en pna.representación. Las encues~ tas de opinión intentan escapar a esa ley, por,una parte desbordando los temas electorales y las deci~
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evolución antes y al margen de su expresión en el Parlamento, en los partidos y los sindicatos; aut
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