18-Los Comienzos de La Historiografía Griega

January 11, 2018 | Author: Franagraz | Category: Historiography, Herodotus, Homer, Greece, Science (General)
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Carlos Schrader – Los comienzos de la historiografía griega

LOS COMIENZOS DE LA HISTORIOGRAFÍA GRIEGA ISBN: 978-84-9822-848-9 Carlos SCHRADER [email protected]

THESAURUS: Ciencia. Geografía. Heródoto. Historiografía. Logografía. Oratoria. Política. Retórica. Tucídides. OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA: Heródoto; Tucídides; Jenofonte;

La

historiografía

helenística.

Polibio.

Otros

historiadores;

Historiógrafos y periegetas. RESUMEN DEL ARTÍCULO Los orígenes de la historiografía griega se articulan en torno a varios factores de importancia. En primer lugar, el afán investigador. Con la llamada 'segunda colonización', que data de los siglos oscuros, el contacto de los griegos con pueblos extranjeros (sumado ello a la génesis de las nuevas comunidades de asiento) provocó una necesidad de afirmación personal que se plasmó en la configuración de Genealogías y Relatos fundacionales. En segundo lugar, el afán explorador. Efectivamente, la 'tercera colonización' conllevó un marcado interés por la exploración de tierras ajenas y la necesidad práctica de explicar la realidad circundante. De este modo, resulta comprensible el gusto por la geografía descriptiva y por la etnografía mediante la redacción de periplos y logoi. En tercer lugar, la creación de una concepción racional del mundo: a ello coadyuvó la filosofía física jonia en el siglo VI a.C. con dos aportaciones trascendentales, la producción de la geografía cartográfica y la sustitución de los esquemas míticos por los modelos de índole racional. Así las cosas, la historiografía griega se ocupará de la Historia Universal, de la investigación histórica, de las causas motoras en el desarrollo de las

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empresas humanas con arreglo a ciertas pautas de arquitectura literaria y estética que destilan ya Heródoto y Tucídides, los historiadores más señalados. Entre estas pautas sobresalen la presencia de un proemio; el planteamiento de una metodología histórica definida; la disposición de la obra en partes narrativas y discursivas; las tipificaciones literarias como los excursos o la aspiración a relatar la verdad; el examen crítico del pasado. En suma, las consideraciones antedichas contribuyeron, entre otras, a una conformación genérica de envergadura que dio paso a una especialización progresiva con la creación de subgéneros apropiados, los cuales primaron, de manera común, la búsqueda del carácter científico y el anhelo de la consiguiente finalidad práctica en las producciones.

Es bien sabido que la historia de la literatura griega comienza con las dos obras más importantes del género épico, la Ilíada y la Odisea, compuestas en el siglo VIII a.C. Y ambos poemas no sólo fueron considerados los más trascendentes de la épica griega, sino que su enorme importancia literaria a lo largo de toda la historia de Grecia fue reconocida sin discusión alguna. Eso es debido a que Homero, o, por mejor decir, los autores de ambos poemas, constituye el último eslabón de una larga cadena de tradición oral que se remonta varios siglos atrás, hasta el mundo micénico, lo que explica la perfección lingüística, estilística y temática que ambas obras poseen. Pues bien, algo semejante cabe decir con respecto a la historiografía en Grecia. Para nosotros, la primera obra conocida en su integridad (siendo, por otra parte, la primera obra en prosa que se nos ha conservado) es la Historia de Heródoto, a la que la Antigüedad profesó, aunque no de una forma tan unánime como en el caso de las producciones homéricas, una gran estimación. Y eso es debido a que también Heródoto constituye el último eslabón de una larga serie de precedentes que, como mínimo, se remontan hasta un siglo atrás. Y, si bien en el caso de los poemas homéricos podemos conjeturar una serie de antecedentes temáticos, pero sin que contemos con ninguna prueba literaria escrita, en el caso de Heródoto conocemos, aunque de manera fragmentaria, una serie de precursores que, sin duda, contribuyeron a configurar lo que habría de ser la primera obra historiográfica del mundo occidental. Es decir, que estamos en condiciones de poder determinar cuáles fueron los elementos que permitieron la aparición de la historiografía griega como género literario. En primer lugar hay que mencionar el mito (de hecho, la obra de Heródoto comienza narrando una serie de relatos míticos) y la literatura que trataba sobre el

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mito en época arcaica; fundamentalmente, la épica. Y es que, durante largo tiempo, para los griegos su historia primitiva residió en los relatos legendarios 1, hasta el punto de que no fue hasta finales del siglo VI a.C. cuando podemos verificar una desmitologización de los relatos tradicionales. Todo ello fue el resultado de un largo proceso que se gestó en época arcaica, cuando se produjeron en Grecia una serie de profundas transformaciones sociales y económicas que llevaron aparejadas hondas modificaciones ideológicas. Con el paso de la monarquía y la aristocracia a una mayor participación ciudadana, se produjo un proceso inconformista que tendió, motivado por la aparición de la conciencia de la razón individual, a la crítica de la tradición heredada, lo que condujo a intentar plasmar nuevas interpretaciones ideológicas que llegarían a sus más radicales manifestaciones en la Atenas de la segunda mitad del siglo V a.C. Hasta entonces, sin embargo, el mito fue, a grandes rasgos, la realidad misma; una realidad que se articulaba en una continuidad temporal, con arreglo a principios genealógicos (a pesar de que una de las características específicas del mito viene dada precisamente por sus rasgos sustancialmente atemporales), debido a que, en las sociedades preliterarias (y la épica se gestó en una sociedad de esas características), la exigencia 'histórica' —entendiendo como tal la necesidad de preservar del olvido las tradiciones del pasado— era competencia exclusiva de un poeta profesional. Así, Homero, como precursor de la cronografía, 'puso orden' a una parte específica del pasado griego, de manera que en él aparece claramente la concepción de sucesión cronológica como principio fundamental de lo que posteriormente habría de ser el pensamiento histórico, dado que sucesos y personajes se insertan, mediante series genealógicas, en un desarrollo temporal continuo. Y también el Ciclo Épico, al ampliar el tema abordado en los poemas homéricos, efectuó una visión general de carácter 'histórico-universal', algo que entre la crítica moderna se conoce como 'historización del epos', dado que se llevó a cabo una descripción ampliada del pasado centrado alrededor de la guerra de Troya, abordando sus precedentes y ampliando los pormenores del conflicto propiamente dicho para concluir con las peripecias de los diferentes héroes griegos en su regreso a sus respectivas patrias. Y, por su parte, Hesíodo pretendió llevar a cabo una ordenación y sistematización de tradiciones dispersas fijando una sucesión cronológica, tanto en la Teogonía, en el plano divino y heroico, como el los Trabajos, que suponen el paso del plano mítico al real en el orden cronológico. No obstante, no radican en el mito las causas inmediatas que propiciaron la aparición de la historiografía en Grecia. Es el propio término 'historia' el que nos informa sobre otro de los condicionantes que permitieron su configuración como 1 Vid. H. Strasburger, Homer und die Geschichtsschreibung, Heidelberg, 1972.

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género literario. Estamos ante la raíz que significa "saber" por haber visto u oído algo (como se refleja en el latín videre, o en el alemán wissen), con lo que el término griego significa,

"información",

"averiguación"

y,

en

definitiva,

"resultado

de

una

investigación". Así, pues, 'historia' es la averiguación (y, en última instancia, el relato de esa averiguación) motivada por un deseo de investigación y basada en la propia observación; si bien, y ya desde Heródoto, el término no hace referencia exclusiva a la observación personal, sino que la averiguación puede llevarse a cabo mediante la interrogación de testigos directos o indirectos, o mediante la consulta de fuentes escritas, algo que se consideró menos fiable que la observación personal a lo largo de toda la historiografía griega. Ese afán investigador surgió en la región de Jonia durante la época arcaica debido al ambiente propicio a la receptividad de los griegos de Asia Menor. La llamada segunda colonización, la que se produjo desde Grecia Continental a Anatolia a lo largo de la denominada edad oscura (desde poco después del fin del mundo micénico hasta el siglo IX a.C.), puso en contacto, a los helenos que colonizaron las costas occidentales de Anatolia, con una serie diversa de pueblos no griegos y, en cierta medida, les hizo romper con parte de su pasado, al tener que abandonar, por ejemplo, los lugares en que habían muerto sus predecesores. Todo ello acabó ocasionando, en las nuevas comunidades que se fueron fundando en la otra orilla del Egeo, una necesidad de afirmación personal, al sentirse sus habitantes deseosos de contar con sus propias tradiciones tanto en esos nuevos asentamientos como en sus posteriores colonias; unas tradiciones relacionadas con el fondo mítico tradicional, en la medida en que las cualidades atribuidas a los diferentes fundadores (todos ellos héroes de mayor o menor rango) determinaban las de las dinastías que pretendían descender de ellos, con lo que, de ese modo, las familias dirigentes de esos nuevos Estados se relacionaban con personajes míticos bien conocidos en las más antiguas tradiciones patrias. Esto, a la larga (pues los testimonios literarios más antiguos de que disponemos en prosa —y son fragmentos transmitidos secundariamente— no se remontan a periodos anteriores a finales del siglo VI a.C.), iba a determinar que una parte importante de las primeras manifestaciones que acabarían dando lugar al género historiográfico se centraran en dos tipos de relatos: las Genealogías de familias aristocráticas (que, como queda dicho, pretendían emparentar con héroes epónimos, que a su vez se hallaban emparentados con héroes bien conocidos o con dioses) y los Relatos fundacionales de las diferentes ciudades. Para ambos tipos de subgéneros la poesía debió ser el vehículo inicial de expresión (como evidencian, por ejemplo, títulos que han llegado hasta nosotros, como la Esmirneida de Mimnermo, relativa a la ciudad

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de Esmirna, o la Fundación de Colofón de Jenófanes). Pero estos tipos de relatos no se acabarían perfilando definitivamente hasta las primeras producciones en prosa. Además del afán investigador, se dio en Jonia otro de naturaleza exploradora, debido, principalmente, a la llamada 'tercera colonización', que se produjo entre los siglos VIII y VI a.C.2 y que permitió conocer, cada vez en mayor medida, la tierra habitada a la que entonces se tenía acceso. Y ello, a su vez, generó una necesidad práctica, ya que los helenos fueron entrando en contacto con regiones muy alejadas de sus originarios puntos de partida, de manera que era menester informarse de las peculiaridades costeras de las diferentes zonas a las que llegaban, describiendo los puertos naturales, las desembocaduras de los ríos, los cabos, los golfos y todos los accidentes geográficos dignos de ser tenidos en cuenta, con indicaciones adicionales de las distancias entre las diversas referencias. Pero también resultaban de suma utilidad una serie de informaciones relativas a la flora, la fauna, los recursos materiales y la naturaleza y carácter de los pueblos indígenas que poblaban esas nuevas regiones por las que los griegos se iban aventurando, pues hay que tener en cuenta que el espíritu jonio fue siempre más allá del carácter estrictamente práctico y se interesó también por el costumbrismo y las cosas destacables de toda índole. No en vano resulta altamente significativo que los tres primeros logógrafos (con ese nombre se conoce a los precursores de Heródoto) de quienes tenemos noticia procedieran de Mileto: Cadmo —si es que existió—, Dionisio, cuya figura plantea problemas cronológicos, y Hecateo. Esto explica el carácter geográfico y etnográfico que caracteriza a estos otros dos precedentes de la historiografía griega: los Periplos y las Descripciones de la tierra (o lógoi). Naturalmente, el problema principal para establecer una tipología de todos estos testimonios preherodoteos lo constituye su carácter en extremo fragmentario o simplemente su pérdida absoluta, pero sí que puede establecerse una distinción entre periplos y lógoi, ya que los primeros consisten en manuales de instrucción náutica3, con una finalidad estrictamente práctica, que se atenían a un principio unidimensional4 (en el sentido de que no interesaba la superficie, sino la linealidad), mientras que los segundos hacían hincapié en descripciones de tipo etnográfico, sobre todo. Al margen del afán investigador y del afán explorador, la creación de una concepción racional del mundo por parte de la filosofía física jonia en el siglo VI a.C. iba a dar lugar a dos importantes resultados.

2 Cf. A. Domínguez Monedero, La polis y la expansión colonial griega. Siglos VIII-VI, Madrid, 1991, pp. 97 y ss. 3 Cf. F.J. González Ponce, El Periplo griego antiguo, Sevilla, 1994, con amplia bilbiografía. 4 Es fundamental al respecto la obra de P. Janni, La mappa e il periplo. Cartografia antica e spazio odologico, Roma, 1984.

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En primer lugar, la especulación científica supuso la aparición de la geografía cartográfica5, ya que el primer objetivo geográfico a nivel teórico lo constituyó la idea de trazar un mapa de la Tierra. La tradición atribuye al filósofo milesio Anaximandro6, durante la primera mitad del siglo VI a.C., la confección del primer mapa mundi, del que apenas conocemos datos, aunque parece ser que esta primera geografía cartográfica presentaba el predominio de un espíritu geométrico circular (algo que Heródoto no compartiría). El cielo era concebido como una esfera, cuya mitad inferior no resultaba visible, en tanto que la Tierra consistía en un cilindro, con un diámetro que triplicaba su altura, suspendido en medio de la bóveda celeste en virtud de la uniforme atracción que todos los puntos de la misma ejercían sobre la Tierra7. Y esta última, que ocupaba el círculo superior del cilindro, se hallaba rodeada por un Océano Circular (una creencia de la que ya encontramos ecos en la descripción del escudo de Aquiles, en Ilíada, XVIII 606-607), mientras que las zonas emergentes del mar formaban tres continentes de idéntica extensión entre sí (Europa, Asia y África, a la que los griegos denominaban Libia), con la particularidad de que el Mediterráneo se hallaba en el centro de la Tierra, y Delfos, a su vez, ocupaba justamente el centro de la circunferencia terrestre. Así se conjugaba la especulación científica con los datos mitológicos y se explicaba la presencia, en esa localidad de Fócide, del omphalós, la piedra que señalaba el centro exacto de la superficie de la Tierra8. 5 Que distaba mucho de asemejarse a nuestras representaciones modernas, pues, como ha señalado P. Janni(La mappa e il periplo …, pág. 51), "vedere gli antichi come se si fossero consapevolmente messi in cammino per arrivare dove siamo noi e ne fossero rimasti lontani nonostante i loro sforzi, significa avere un'immagine assai inadeguata dell'evoluzione intellettuale dell'umanità". 6 Anaximandro, fr. 12 A 6 DK (= Agatémero, I 1): "Anaximandro de Mileto, discípulo de Tales, fue el primero en atreverse a dibujar en una tablilla la tierra habitada. Tras él se aportaron mejoras por parte de Hecateo, el gran viajero milesio, con lo que se obtuvieron resultados maravillosos". En el mismo sentido se manifiesta Estrabón, I 7: ... tou;" prwvtou" meq∆ ”Omhron duvo fhsi;n ∆Eratosqevnh", ∆Anaxivm androvn te Qalou' gegonovta gnwvrimon kai; polivthn kai; ÔEkatai'on to;n Milhvsion. to;n me;n ou\n ejkdou'nai prw'ton gewgrafiko;n pivnaka, to;n de; ÔEkatai'on katalipei'n gravmma pistouvmenon ejkeivnou ejk th'" a[llh" aujtou' grafh'" ("… Eratóstenes dice que los primeros que siguieron a Homero fueron dos: Anaximandro, amigo y compatriota de Tales, y Hecateo de Mileto; pues lo cierto es que aquél fue el primero que editó una carta geográfica, mientras que Hecateo dejó un diseño cuya atribución conocemos por el resto de su obra"). 7 Cf. Anaximandro, fr. A 11: th;n de; gh'n ei\nai metevwron uJp o; mhdeno;" kratoumevnhn, mevnousan de; dia; th;n oJm oivan pavntwn ajp ovstasin ("la tierra se halla en lo alto sin que nada la sostenga: se mantiene en reposo por su equidistancia de todas las cosas"); y fr. A 26: eijsi; dev tine" oi} dia; th;n oJm oiovthtav fasin aujth;n [sc. th;n gh'n] mevnein, w{sper tw'n ajrcaivwn ∆Anaxivmandro". ma'llon me;n ga;r oujqe;n a[nw h] kavtw h] eij" ta; plavgia fevresqai proshvkei to; ejpi; tou' mevs ou iJdrumevnon kai; oJm oivw" pro;" ta; e[scata e[con: a{ma d∆ ajduvnaton eij" tajnantiva poiei'sqai th;n kivnhsin, w{s t∆ ejx ajnavgkh" mevnein ("hay algunos, como Anaximandro entre los antiguos, que afirman que la Tierra se halla en reposo debido a su equilibrio; pues es propio de lo que está asentado en el centro no inclinarse lo más mínimo hacia arriba, hacia abajo o hacia los lados, ya que es imposible que se mueva al mismo tiempo en direcciones opuestas, de manera que necesariamente se halla en reposo") 8 Vid. A. Ballabriga, Le soleil et le Tartare. L'image mythique du monde en Grèce archaïque, París, 1986, págs. 147 y sigs.

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El

principal problema con el que nos encontramos a la hora de poder

profundizar en los conocimientos geográficos de la época viene dado, sin embargo, por el carácter fragmentario de la, por otra parte, no muy abundante documentación escrita que nos ha llegado, ya que no contamos con las dos obras geográficas de Hecateo (si es que en realidad eran dos y no una sola a la que la Antigüedad conocía con dos nombres diferentes), la Periégesis y el Contorno de la Tierra, de las que sólo nos quedan algo más de trescientos fragmentos, aunque muchos de ellos se reduzcan a una mera enumeración de topónimos. Sí sabemos que la Periégesis constaba de dos partes, dedicadas a Europa la primera y a Asia la segunda (aunque es posible que esta división correspondiera materialmente al espacio ocupado por dos rollos de papiro), con probables influencias de Anaximandro y un orden descriptivo del Mediterráneo y del Mar Negro en el sentido de las agujas del reloj. Que no era un tratado periplográfico queda de relieve por el hecho de que la costa era dividida en secciones, según los pueblos que la habitaban o según los países, y en cada una de ellas se describían el litoral y las tierras interiores, descripción que podía prolongarse hasta los confines de la tierra habitada. La pérdida de la producción del logógrafo milesio debe considerarse una laguna irreparable, pues, desde una perspectiva geográfica, su obra no debía de andar a la zaga de la de Heródoto. Es, en suma, la Historia del autor de Halicarnaso (en la que predomina un espíritu rectilíneo) nuestro mejor testimonio para el conocimiento de la Geografía tal y como era concebida a mediados del siglo V, ya que, en su obra, corografía y etnografía se combinan con frecuencia (y de ahí los veintiocho lógoi, o relatos geográfico-etnográfico-históricos, que aparecen), de tal manera que su prestigio motivó que, hasta época alejandrina, la Geografía se subordinase a la Historia. Si la especulación científica fue determinante para la aparición de la geografía cartográfica, la nueva concepción del mundo que esa especulación supuso, y que posibilitó la sustitución de esquemas míticos por otros de orden racional, iba a ser decisiva para la creación de la historiografía. La afirmación de Hecateo, en el primero de sus fragmentos ("así habla Hecateo de Mileto: lo que a continuación expongo se atiene, en mi opinión, a la verdad; pues lo cierto es que los relatos generalizados entre los griegos son, a mi juicio, sensiblemente ridículos"), permite entrever en el logógrafo milesio a un investigador consciente de su originalidad que aplicaba al mito una interpretación racionalista. Y, aunque la crítica no es unánime en su valoración sobre el grado de racionalismo empleado por Hecateo, pues hay autores que piensan en una crítica racional permanente, mientras que otros opinan que la misma no sería sino ocasional, sí que se detecta en él una tendencia generalizada a la 'historización de las leyendas'. Lo importante, en definitiva, es que esa desmitologización de las leyendas iba a atenuar la distinción cualitativa entre las hazañas heroicas del pasado mítico y

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las gestas recientes, de tal manera que narrar estas últimas había de poseer una importancia en sí misma. Y ello iba a resultar decisivo para la aparición de la historiografía, pues figuras como las de Creso, Ciro y tantos otros importantes personajes humanos, aureolados, eso sí, por su actuación trascendente en el devenir de los pueblos, se consideraron equiparables en interés a los relatos heroicos, con lo que se estaba a un solo paso de que la historia pasara a tener una misión comparable a la de la épica: preservar del olvido las gestas, ya no heroicas, sino humanas. Este es precisamente el peldaño que separaba a la logografía de la historia y que fue ascendido por Heródoto, quien, en realidad, no es sino el último escalón de una larga tradición, pues en su obra aparecen relatos genealógicos, narraciones fundacionales, noticias de periplos, especulaciones geográficas y relatos etnográficos. Pero, por otra parte, Heródoto es el principio de algo nuevo con respecto a sus precursores: con él la época mítica dejará de considerarse historia y pasará a ser la 'prehistoria' del pueblo griego. Y a partir de él será el ser humano, individual o colectivamente, con sus grandezas y sus miserias, el centro de la atención de ese nuevo género literario que conocemos como historiografía, ya que fue el creador de la Historia Universal (de la Historia Moderna Universal, debería matizarse), porque no sólo fue el autor de la primera obra extensa escrita en prosa que se nos ha transmitido, sino el primer autor griego que, con criterios de causalidad, se propuso relatar, con un término cronológico definido (desde la fundación del imperio persa — con sus orígenes, relaciones con otros Estados, etc.— hasta la derrota de Jerjes), una historia que superaba los estrechos límites locales de las producciones anteriores. Su objetivo fue narrar las causas y el desarrollo del enfrentamiento entre griegos y persas, desde el pasado lejano al próximo, abarcando todo el mundo conocido en su época. Y todo ello con la conciencia de que el pasado condiciona el presente. Es innegable, sin embargo, que cuestiones como las económicas, las estadísticas o las demográficas fueron ajenas al pensamiento histórico de la Grecia Antigua, pero no lo es menos que nuestra idea del concepto de Historia procede de los autores helenos que cultivaron, desde el siglo V a.C., la investigación histórica, dando lugar a la aparición de la historiografía como género literario, con sus leyes literarias y estéticas, su metodología de análisis del presente o del pasado más o menos inmediato, y su pretensión de veracidad y de llevar a cabo una labor que insistía en su carácter científico. Eso es así porque, como no hay historia sin investigación, sin análisis, debemos distinguir entre los meros datos de valor histórico y la interpretación de los mismos, algo que sólo surgió en la Grecia de mediados del siglo V a.C. Que en Oriente existieron precedentes de lo que podría denominarse conciencia histórica es

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algo indudable; ahí están una serie de relatos cortesanos, de crónicas sagradas o de inscripciones reales que poseen un alto valor documental para el estudio del pasado, pero que, en sí mismos, no alcanzan el rango de lo historiográfico —son meros datos susceptibles de interpretación—, porque adolecen de análisis histórico, al no profundizar en las causas ni en el significado de las consecuencias de lo que narran. Sucede que la historiografía griega no se interesa exclusivamente por los hechos aislados, sino por el decurso de los acontecimientos en su totalidad. Lo que se pretendía era articular la imagen de un todo unitario a fin de poder extraer, de la multiplicidad de los sucesos narrados, el sentido de un proceso interno. Y eso es algo que puede verificarse ya en la primera obra historiográfica griega que se nos ha conservado en su integridad: por los datos que arrojan los fragmentos conservados de los logógrafos, puede afirmarse que Heródoto no sólo fue el autor de la primera obra extensa escrita en prosa que se nos ha transmitido, sino el primer autor griego que, con criterios de causalidad, se propuso relatar, con un terminus cronológico definido — el final de las Guerras Médicas—, una historia que superaba los estrechos límites locales anteriores, al narrar las causas y desarrollo del enfrentamiento entre griegos y persas, desde el pasado lejano al próximo, abarcando la inmensa mayoría del mundo conocido en su época. Esto quiere decir que los historiadores griegos se plantearon, ya desde un principio, la búsqueda de las causas de los hechos, a diferencia de lo que ocurre con las crónicas o con los anales, que por lo general se limitan a repertoriar un mero inventario de sucesos. A este respecto, y como es natural, la historiografía griega muestra una progresiva gradación. Así, y al igual que Homero, Heródoto, que va a narrar un enfrentamiento entre griegos y asiáticos, pretende evitar que las hazañas de las generaciones precedentes sean relegadas al olvido, con lo que atiende a la preservación de la gloria y la fama, que tanta importancia tiene en la épica, pero, al mismo tiempo, el plan de su obra queda perfectamente enunciado desde un principio, ya que se trata de una investigación de las causas de las Guerras Médicas, en la que su atención va a centrarse preferentemente en lo humano y en lo singular, como indica en el proemio:

J rodovtou ÔAlikarnhssevo" iJstorivh" ajpovdexi" h{de, wJ" mhvte ta; H genovmena ejx ajnqrwvpwn tw'/ crovnw/ ejxivthla gevnhtai, mhvte e[rga megavla te kai; qwmastav, ta; me;n {Ellhsi, ta; de; barbavroisi ajpodecqevnta, ajklea' gevnhtai, tav te a[lla kai; di∆ h}n aijtivhn ejpolevmhsan ajllhvloisi. "Ésta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso, para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros —y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento— queden sin realce."

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Precisamente, para establecer las causas del conflicto, Heródoto pasa, acto seguido (I 1-5), a abordar las primeras diferencias y enfrentamientos que se produjeron entre griegos y bárbaros en época mítica, pero lo hace atribuyendo a sus informadores la responsabilidad de las noticias sobre los mitos relativos a los raptos de Ío, Europa, Medea y Helena (I 5, 3): Esto supone que, en Tucídides, el salto cualitativo sea muy apreciable. En el historiador ateniense (a diferencia de lo que ocurre con Heródoto, en quien se da una visión teonómica del mundo) no sólo hay una consciente exclusión de interpretaciones religiosas y míticas de la historia (cf. I 22, 4), sino que por vez primera nos encontramos con el propósito de subrayar con nitidez la distinción entre causas remotas (ajlhqestavth provfasi") y causas próximas (aijtivai), como señala, en I 23, 6, al distinguir entre lo que inevitablemente obligó a Esparta a entrar en guerra y las razones fenoménicas concretadas en los conflictos de Epidamno y Potidea: "Lo cierto es que soy de la opinión de que, en puridad, la verdadera causa de la guerra residió —aunque nunca se reconociera abiertamente— en el creciente poderío de Atenas, que llenó de temor a los lacedemonios y los forzó a hacer uso de las armas. No obstante, los motivos que ambos bandos adujeron oficialmente, para romper el tratado y declarar la guerra, fueron los que a continuación paso a relatar."

Por otra parte, los historiadores griegos redactan sus escritos históricos como obras de arte sujetas a normas estéticas y literarias precisas, lo cual nos obliga a no valorarlos desde una perspectiva exclusivamente científica. Y ese convencionalismo literario no se circunscribe tan sólo al aspecto estilístico, que es, sin embargo, de una importancia notable, pues las diferencias específicas entre los distintos autores son muy apreciables. Este carácter literario de las obras historiográficas implica que en las mismas aparezca un repertorio constante de elementos típicos, entre los que, sin ánimo de exhaustividad, cabe citar los siguientes: 1) La presencia de un proemio, en el que el autor da noticias autobiográficas e incide en la importancia del tema que va a abordar. Es éste un rasgo que aparece ya en Hecateo (FGrHist 1, fr. 1 a), al decir:

ÔEkatai'o" Milhvsio" w|de muqei'tai: tavde gravfw, w{" moi dokei' ajlhqeva ei\nai: oiJ ga;r ÔEllhvnwn lovgoi polloiv te kai; geloi'oi, wJ" ejmoi; faivnontai, eijsivn. "Así habla Hecateo de Mileto: lo que a continuación expongo se atiene, en mi opinión, a la verdad; pues lo cierto es que los relatos generalizados entre los griegos son, a mi juicio, sensiblemente ridículos."

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Y, si el logógrafo jonio escribe con un objetivo, aplicar criticismo a lo que ha recogido (levgein), pero situándose todavía dentro del mu'qo", también Heródoto, tal y como antes señalábamos, establece el plan de su obra en el proemio: evitar que ta;

genovmena ejx ajnqrwvpwn ... ejxivthla gevnhtai, ... te … ajklea', firmando asimismo su obra. Pues bien, no de otro modo procede Tucídides en I 1, cuando dice:

Qoukudivdh" ∆Aqhnai'o" xunevgraye to;n povlemon tw'n Peloponnhsivwn kai; ∆Aqhnaivwn, wJ" ejpolevmhsan pro;" ajllhvlou", ajrxavmeno" eujqu;" kaqistamevnou kai; ejlpivsa" mevgan te e[sesqai kai; ajxiologwvtaton tw'n progegenhmevnwn, tekmairovmeno" o{ti ajkmavzonte" te h\/san ej" aujto;n ajmfovteroi paraskeuh'/ th'/ pavsh/ kai; to; a[llo JEllhniko;n oJrw'n xunistavmenon pro;" eJkatevrou", to; me;n eujquv", to; de; kai; dianoouvmenon. "Tucídides de Atenas escribió la historia de la guerra que entre sí libraron los peloponesios y los atenienses a partir del instante mismo en que estalló, pues intuía que iba a ser una contienda generalizada y mucho más importante que las anteriores. Se basaba en que ambos bloques entraban en ella en el cenit de su poderío económico y militar, advirtiendo, de paso, que el resto del mundo griego se adhería a uno u otro bando: unos Estados lo hicieron en seguida, en tanto que otros, por su parte, abrigaban esa intención."

Sin embargo, es significativo el empleo del verbo xunevgraye, atestiguado aquí por vez primera con el significado de escribir la historia de algo (el término iJstoriva está ausente de la obra tucidídea). En primer lugar, el historiador ateniense compuso una obra para ser leída y no escuchada, a diferencia de la intención de Heródoto, en quien el término ajpovdexi" denota oralidad9; y, en segundo término, hay que destacar que, en tanto que Heródoto se contenta con afirmar, Tucídides pretende demostrar lo

9

Cf. O. Murray, "Herodotus and Oral History", en H.W.A. Sancisi-Weerdenburg y A. Kuhrt (eds.), Achaemenid History II: The Greek Sources, Leiden, 1987, pp. 93-115; y J.A.S. Evans, "Oral Tradition in Herodotus", en Herodotus, Explorer of the Past: Three Essays, Princeton, 1991, pp. 89-146. Asimismo, R. Thomas, Oral Tradition and Written Record in Classical Athens, Cambridge, 1989 (especialmente pp. 15-94), quien señala, en p. 6, que "anthropological studies show the fundamental importance of certain elements to the study of oral tradition. The most important factor in oral tradition is the way the tradition is passed on. This includes several elements: the precise nature and form of the transmission, for example, whether the tradition is passed on in poetic or other fixed form; the group which transmits it, whether a family, dynastic or whole community; and why it is being transmitted (e.g. for status or honour). All these factors bear on the character of the tradition, its 'distortions', whether it is likely to be transmitted accurately or over a long period of time, the tenor or bias of the tradition. For instance, where we find traditions kept by professional memorizers who lay great stress on strict accuracy because they are responsible for dynastic traditions, we may expect fairly accurate transmission over a long period. The reasons behind transmission are also crucial. Even without a narrowly functionalist view of oral tradition, it is obvious that nothing is remembered or passed down for no reason at all. Traditions may, for instance, confirm the prestige and authority of the royal house. Those aims help select and transform the content of the traditions". Vid., también de la misma autora, Literacy and Orality in Ancient Greece, Cambridge, 1992, que incluye amplia bibliografía. Y, asimismo, S.R. Slings, "Oral Strategies in the Language of Herodotus", en E.J. Bakker, I.J.F. De Jong y H. Van Wees, Brill's Companion to Herodotus, Leiden, 2002, pp. 5378.

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que afirma. Además, con wJ" ejpolevmhsan pro;" ajllhvlou", el historiador ateniense indica que va a narrar la guerra entre Atenas-Esparta y sus respectivos aliados, por lo que su relato va a abordar la historia militar, pero también —y en esto supera a Heródoto— será historia política: el objetivo de la investigación tucidídea es la guerra en sí misma, en sus diversas fases y con todas sus causas, implicaciones y consecuencias. Lo que especialmente despierta su atención son las causas profundas de la guerra y las consecuencias morales que la misma conllevó, y por eso enfatiza hechos que lo prueban, aunque, en sí mismos, no fueran decisivos para la suerte del conflicto, como el juicio y destrucción de Platea (III 52-68), la stavsi" de Corcira (III 69-85), o la expedición ateniense contra Melos (V 84-119). Para un historiador impregnado, como Tucídides, por el método hipocrático, la guerra era como una enfermedad, por lo que, al igual que, cuando el cuerpo humano se halla sano, no pueden observarse en él las diferentes patologías, tampoco en periodos de paz se evidencian las alteraciones que afectan al organismo social. Y, si el médico puede estudiar la salud mediante el examen de cuerpos enfermos, el historiador puede hacer lo propio con las leyes que rigen a los Estados mediante el análisis de las guerras y las épocas de crisis, en las que se ponen al descubierto todas las alteraciones y fuerzas elementales de los pueblos: la patología del poder, el derecho del fuerte o la ambición política. Y ello debido a tres impulsos primarios de la naturaleza humana: la ambición (filotimiva), el egoísmo (pleonexiva) y el miedo (devo"). 2) El establecimiento de una metodología histórica determinada, ya que, en general, los historiadores griegos se plantearon como objetivo prioritario eliminar, aunque fuese de manera subjetiva, las tradiciones que no les resultaban fidedignas. Por eso, si Antíoco de Siracusa10, el primer historiador siciliano, que nació hacia el año 460, ya declara, al comienzo de su obra Sobre Italia (FGrHist. 555, fr. 2), haber escogido

ejk tw'n ajrcaivwn lovgwn ta; pistovtata kai; safevstata "entre las antiguas narraciones, aquellas que resultaban más plausibles y claras",

el propio Éforo, el primer autor de una Historia Universal, tendió a marginar la prehistoria porque desconfiaba de las narraciones fabulosas 11. 3) La articulación de la obra en partes narrativas y discursivas, algo que ya se encuentra establecido en la épica. Así, los discursos en la historiografía griega (en los

10

Vid. N. Luraghi, "Ricerche sull'archeologia italica di Antioco di Siracusa", Hesperia 1, 1990, pp. 61 ss. 11 FGrHist. 70, fr. 9: peri; me;n ga;r tw'n kaq∆ hJm a'" gegenhmevnwn … tou;" ajkribevstata levgonta" pistotavtou" hJgouvm eqa, peri; de; tw'n palaiw'n tou;" ou{tw diexiovnta" ajpiqanwtavtou" ei\nai nomivzomen, uJp olambavnonte" ou[te ta;" pravxei" aJpavs a" ou[te tw'n lovgwn tou;" pleivstou" eijko;" ei\nai mnhmoneuvesqai dia; tosouvtwn.

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que la intertextualidad acostumbra a ser importante) suelen ser de cuatro tipos: epidícticos, o 'de tesis', de los que son un buen ejemplo, en Heródoto, la respuesta de los atenienses (VIII 143-144) a la proposición de Mardonio, formulada a través de Alejandro de Macedonia, para que pactaran con los persas, y, en Tucídides, el discurso fúnebre (II 35-46) pronunciado por Pericles; forenses, o 'judiciales', como, en Heródoto, la pretendida polémica entablada por tegeatas y atenienses en su deseo de situarse en el ala izquierda en la 'segunda posición' que los griegos ocuparon en Platea (IX 26-27), y, en Tucídides, el debate entre plateos y tebanos (III 53-67) que acabó con la destrucción de los primeros; antilógicos, o 'contrastivos', como, en Heródoto, el ahistórico debate constitucional sobre el mejor régimen de gobierno que podrían adoptar los persas tras la muerte del 'falso' Esmerdis (III 80-82), o, en Tucídides (V 89-115), el famoso 'diálogo de los melios'; y, finalmente, deliberativos, como, en Heródoto, la sesión del 'Estado Mayor' persa convocada por Jerjes para deliberar (VIII 8-11) sobre la conveniencia de emprender la Segunda Guerra Médica, y, en Tucídides (I 68-86), la 'Conferencia de Esparta'. Que los discursos que aparecen en la historiografía griega son creación de los propios historiadores (debido a razones estilísticas, lo que, por ejemplo, motiva además que se evite que los documentos a que aluden sean citados en su forma original, de manera que cada autor los adaptaba a su propio dialecto y estilo) es algo que queda claramente de manifiesto en Tucídides, que hace una explícita declaración sobre el particular, al decir (I 22, 1): "Por lo que se refiere a los diversos discursos que pronunciaron los oradores de uno y otro bando cuando iban a entrar en guerra o cuando ya se hallaban en plenas hostilidades, resultaba difícil recordar la estricta literalidad de lo que se dijo, tanto para mí, respecto a las intervenciones que escuché personalmente, como para quienes en distintas circunstancias me iban informando. Por ello, los he redactado tal y como, a mi juicio, cada orador debió de haber expresado lo más apropiado sobre los diversos avatares, ateniéndome lo más escrupulosamente posible al sentido general de lo que realmente se dijo."

Si, en I 21, 1, Tucídides afirma que su reconstrucción de la historia antigua de Grecia12 es tan sólo aproximada, en el siguiente capítulo, que aquí nos ocupa, aborda

12

∆Ek de; tw'n eijrhmevnwn tekmhrivwn o{m w" toiau'ta a[n ti" nomivzwn mavlista a} dih'lqon oujc aJmartavnoi, kai; ou[te wJ" poihtai; uJmnhvkasi peri; aujtw'n ejpi; to; mei'zon kosmou'nte" ma'llon pisteuvwn, ou[te wJ" logogravfoi xunevq esan ejpi; to; prosagwgovteron th'/ ajkroavsei h] ajlhqevsteron, o[nta ajnexevlegkta kai; ta; polla; uJp o; crovnou aujtw'n ajpivstw" ejpi; to; muqw'de" ejknenikhkovta, huJrh'sqai de; hJghsavmeno" ejk tw'n ejpifanestavtwn shmeivwn wJ" palaia; ei\nai ajpocrwvntw" ("Con todo, no incurriría en un error quien, a partir de los datos aducidos, crea que los hechos sucedieron poco más o menos como he narrado, y no admita que tuvieron lugar más bien como ciertos poetas los han cantado, exagerándolos para engrandecerlos, ni como los han relatado algunos logógrafos atendiendo más bien a la cautivación del auditorio que a la estricta verdad, pues esos hechos no pueden ser investigados y la mayoría de ellos, debido al tiempo transcurrido, se han convertido en leyendas inverosímiles; no incurriría, repito, en un

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los límites a la exactitud de su reconstrucción de la historia contemporánea. Y los elementos en que se basa para esa reconstrucción son de una naturaleza doble: por una parte ta; e[rga, los hechos militares y políticos, para cuya reconstrucción se basa13 en su propio recuerdo (aujto;" parh'n) y en testimonios de terceros (para; tw'n

a[llwn), con el problema que suponía el partidismo de sus fuentes; y, por otra parte, se hallan los discursos, que presentan una casi absoluta uniformidad estilística, sin que en ellos tiendan a aflorar rasgos individuales, de manera que un ateniense se expresa como un lacedemonio, o Pericles como Cleón (independientemente del contenido, claro está). Sucede que, en líneas generales, los discursos, en Tucídides, constituyen la expresión del análisis histórico del propio historiador (y ello con un estilo tan conceptualmente abstracto que resulta inverosímil pensar que un auditorio cualquiera hubiese podido comprenderlos, lo que demuestra que fueron escritos para ser leídos y no para ser pronunciados), pero de una manera tal que el autor ateniense no opina en forma personal prácticamente nunca, y se sirve de las intervenciones de los diferentes oradores para que sea el propio lector quien, a partir de ellas, extraiga sus propias conclusiones. Además, los discursos tucidídeos presentan otros dos rasgos adicionales: se da en ellos la tendencia a que sirvan para anticipar hechos posteriores, particularmente en las arengas de los generales, que exponen la táctica que piensan seguir y que luego es llevada a la práctica, para que el lector pueda hacerse una idea cabal sobre la inteligencia del estratego de que se trate. Asimismo, es frecuente que los discursos se organicen de manera contrastiva, en forma de tesis y réplica (como sucede, por ejemplo, con las intervenciones de Cleón y Diódoto, en III 37-48), a la que, en ocasiones, se añade una contrarréplica (como ocurre en el 'Debate de Esparta', en I 68-86), dándose además la circunstancia de que, a veces, las réplicas a ciertos discursos no tienen lugar en la misma sesión u ocasión, como ocurre con el primer discurso de Pericles, que fue pronunciado en Atenas (I 140-144) y que constituye una antítesis al segundo discurso corintio, pronunciado en Esparta (I 120-124). Es más, hay, ocasionalmente, discursos que carecen de réplica (como ocurre con el de error quien considere que lo que he contado responde —de una manera satisfactoria para tratarse de hechos remotos— a conclusiones basadas en los indicios más evidentes"). 13 Ta; d∆ e[rga tw'n pracqevntwn ejn tw'/ polevm w/ oujk ejk tou' paratucovnto" punqanovmeno" hjxivwsa gravfein, oujd∆ wJ" ejmoi; ejdovkei, ajll∆ oi|" te aujto;" parh'n kai; para; tw'n a[llwn o{son dunato;n ajkribeiva/ peri; eJkavs tou ejpexelqwvn. ejpipovnw" de; huJrivs keto, diovti oiJ parovnte" toi'" e[rgoi" eJkavstoi" ouj taujta; peri; tw'n aujtw'n e[legon, ajll∆ wJ" eJkatevrwn ti" eujnoiva" h] mnhvmh" e[coi ("Por lo que se refiere a los hechos acaecidos en la guerra, no estimé oportunos plasmarlos a partir de testimonios obtenidos del primer informador que encontrara, ni como yo creía que podían haber sucedido, sino que relaté aquellos en los que intervine personalmente y aquellos que, siéndome facilitados por terceras personas, verifiqué punto por punto con el mayor rigor posible. Con todo, la documentación sobre el particular resultó laboriosa, debido a que los testigos de los diferentes episodios no coincidían en sus referencias sobre ellos, sino que se manifestaban según la simpatía de cada cual hacia uno u otro bando, o según su grado de memoria").

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Hermócrates [IV 59-64], al propugnar el principio de 'Sicilia para los sicilianos', o con los tres pronunciados por Pericles: I 140-144; II 35-46 y 60-64), lo que ha llevado a pensar que, en tales circunstancias, Tucídides consideraba que la opinión del orador en cuestión era correcta al plantear sus argumentos. 4) Otros elementos típicos, al margen de los mencionados, no poseen un carácter tan generalizado y varían sensiblemente según los diferentes historiadores, aunque en todos ellos suelen aparecer escenas tipificadas en la narración de las batallas —si bien hay que tener en cuenta que escribían para un público conocedor del tema, dado que este último y los propios autores poseían experiencia personal como combatientes—, así como una serie de excursos a lo largo de sus obras, que, si en el caso de Tucídides contribuyen a subrayar ta;

tekmhvria (como ocurre con la

'Arqueología' de Grecia, en I 2-19, con la de Sicilia, en VI 2-5, o con la narración del final de la tiranía en Atenas, en VI 54-59), en Heródoto, por su técnica compositiva arcaica, constituyen uno de los rasgos más genuinos de su obra, como el propio historiador señala en IV 30, 1, al decir:

prosqhvka" ga;r dhv moi oJ lovgo" ejx ajrch'" ejdivzhto. "Pues, a decir verdad, mi relato ha ido, desde un principio, en busca de digresiones",

si bien su importancia va decreciendo a medida que la Historia progresa14, como queda de relieve si atendemos a la estructura de la misma. Hay que tener en cuenta, en definitiva, que el convencionalismo literario a que está sujeta la historiografía griega es lo que explica que, en aras de conseguir una mayor eficacia narrativa, las obras de los historiadores griegos suelan presentar inexactitudes cronológicas o de contenido, ya que se dirigían a un público más o menos contextualizado y de ahí que, en ocasiones, no incidan en aspectos que, para el investigador moderno, resultan imprescindibles. Ahora bien, los historiadores griegos, ya desde Heródoto, se plantean la exigencia de un examen crítico del pasado. Y que ello se da ya en el historiador de Halicarnaso es algo en lo que, últimamente, se viene incidiendo con creciente insistencia. Baste recordar lo que, en VII 152, 3, dice, con arreglo al principio del audiatur et altera pars, a propósito de las presuntas negociaciones entabladas entre 14

Cf. K. Meister, Die griechische Geschichtsschreibung. Von den Anfängen bis zum Ende des Hellenismus, Stuttgart, 1990, p. 33: "Die Exkurse stehen […] jeweils an der Stelle, an der sich ein neues Volk dem Hauptstrom der Erzählung, der Auseinandersetzung zwischen Ost und West, einfügt. Sie sind also keineswegs an mehr oder minder passenden Stellen eingereiht, sondern Ausdruck eines sehr sinnvollen und kunstvollen Gliederungsprinzips. Das einem Stromsystem vergleichbare Kompositionsprinzip Herodots mit seiner weit ausgreifenden Exposition und einer darauffolgenden zunehmenden Dichte der Darstellung ist keineswegs singulär, sondern in der archaischen Literatur Griechenlands auch sonst anzutreffen, besonders bei Homer, dem Vorbild Herodots, und in der Orestie des Aischylos".

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Jerjes y Argos, poco antes de la Segunda Guerra Médica (y de las que el historiador duda):

ejgw; de; ojfeivlw levgein ta; legovmena, peivqesqaiv ge me;n ouj pantavpasin ojfeivlw, kaiv moi tou'to to; e[po" ejcevtw ej" pavnta lovgon. "Y, si yo me veo en el deber de referir lo que se cuenta, no me siento obligado a creérmelo todo a rajatabla; y que esta afirmación se aplique a la totalidad de mi obra" .

Esta afirmación resulta altamente reveladora; lo que ocurre es que, durante decenios —y, sobre todo, entre los críticos alemanes 15—, el declarado rigor metodológico de Tucídides ha ensombrecido el incipiente y deslavazado, pero no menos existente, método histórico de Heródoto. Estas características presentes en toda la historiografía griega (interés por el decurso de los acontecimientos en su totalidad, a fin de articular complexivamente un todo unitario que permitiese extraer, de la multiplicidad de los hechos narrados, el sentido de un proceso interno; la indagación de la causa de los hechos; que estemos ante obras de arte tipificadas; y, finalmente, la exigencia necesaria de un examen crítico del pasado ) no fueron, sin embargo, las únicas. Como resultado de la evolución del género, es detectable la especialización que se fue produciendo paulatinamente; y por eso cabe hablar, en puridad, de Heródoto como 'padre de la historia' 16, pues en él se halla el germen que posibilitó la multiplicidad de subgéneros que cultivaron los historiadores, sobre todo a partir del siglo IV a.C. Y, así, nos econtramos con subgéneros como el de las Helleniká, la Historia de Grecia, cultivado por Jenofonte o Teopompo; el subgénero que trataba de la historia de personajes eminentes (el caso más destacado es el de Alejandro, y su máximo exponente Calístenes); el subgénero que abordaba la historia sobre Roma escrita en griego, con Polibio como representante más conspicuo; los autores que cultivaron la Historia Universal, como Éforo o Diodoro; el subgénero de la Historia Constitucional, como la cultivada por Aristóteles en su Constitución de Atenas; los estudios de historia local, entre los que especialmente destacan los dedicados al Ática, y que se incluyen en el subgénero de la Atidografía, o los historiadores de Sicilia y la Magna Grecia; etc. Todo este sumario elenco permite comprobar que, entre los autores griegos, el concepto de historia fue sumamente amplio, dado que los diferentes historiadores no se limitaron a cultivar la historia de tipo político-militar, sino 15

Vid. D. Fehling, Die Quellenangaben bei Herodot. Studien zur Erzählkunst Herodots, BerlínNueva York, 1971, quien llegó a dudar incluso de que el historiador hubiese viajado para recoger su información: "die extreme Möglichkeit —dice en la p. 170— wäre, dass Herodot seine griechische Heimat nicht verlassen hat. Wäre er also ein Stubengelehrter?". 16 Cf. Cicerón, De leg., I 1, 5.

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que —y es algo que comienza ya con Heródoto— en las diversas obras encontramos descripciones etnográficas, antropológicas, geográficas, mitográficas, religiosas y, en general, todo aquello que un autor consideraba destacable, en la línea jonia de la atracción por ta; qwmavsia. Asimismo, los historiadores griegos se plantearon la necesidad de conferir un carácter científico a sus producciones, al tiempo que perseguían una finalidad concreta al escribir sus obras. Por eso, tal y como señaló Strasburger17, "in der sachbezogenen Theorie hingegen, über den Sinn geschichtlicher Forschung und Darstellung hat das Altertum zwei Grundauffassungen entwickelt, die auch noch unsere Alternative sind: historia vita memoriae und lux veritatis (das Weiterleben der Erinnerung und das Licht der Wahrheit) andererseits: historia magistra vitae (die Lehrmeisterin des Lebens). Also im einen Falle die zweckfreie Wissenschaft: Sammlung, kritische Reinigung und Bewahrung der Kunde um ihrer selbst und um der Erkenntnis

willen,

das

rein

gelehrte,

sozusagen

antiquarisch-museale

Geschichtsverständnis. Im anderen Falle: Geschichte als Lehrstoff". Bien es cierto que estos dos conceptos (el de la historia vitae memoriae et lux veritatis y el de la historia magistra vitae) fueron acuñados por Cicerón18, pero lo hizo siguiendo los ejemplos que la historiografía griega le proporcionaba, ya que el prototipo de autor para quien la historia era vista como el medio para que la memoria del pasado se mantuviese viva y sirviera para que la verdad resplandeciera es, naturalmente, Heródoto, que investiga y narra los hechos por un simple afán de conocimiento (kata; qewrivh" provfasin, en la línea en que él mismo justifica, en I 29, 1, los viajes de Solón) y de información, siguiendo en este punto el modelo de sus predecesores logográficos. Con todo, la finalidad utilitaria y didascálica, la que consideraba a la historia como maestra de la vida, fue la más extendida entre los autores griegos 19 por influencia de Tucídides, aunque, como es lógico, hubo entre los diversos historiadores disparidad de criterios a propósito de qué enseñanzas podían extraerse de la historia. Así, Tucídides sostiene que la historia permite extraer enseñanzas de tipo conceptual, cuando, por la 17

H. Strasburger, "Die Wesensbestimmung der Geschichte durch die antike Geschichtsschreibung", Sitzungsberichte der wissenschaftlichen Gesellschaft an der J.W. Goethe Universität Farnkfurt am Main, Wiesbaden, 1966 (3ª ed., 1975), p. 52. 18 De oratore, II 36; y vid. D. Flach, Einführung in die römische Geschichtsschreibung, Darmstadt, 1985, págs. 81 y sigs. 19 Cf., por ejemplo, Polibio, I 1, 1: Eij me;n toi'" pro; hJm w'n ajnagravfousi ta;" pravxei" paralelei'fqai sunevbaine to;n uJpe;r aujth'" th'" iJstoriva" e[painon, i[s w" ãa]nà ajnagkai'on h\n to; protrevpesqai pavnta" pro;" th;n ai{resin kai; paradoch;n tw'n toiouvtwn uJp omnhmavtwn dia; to; mhdemivan eJtoimotevran ei\nai toi'" ajnqrwvpoi" diovrqwsin th'" tw'n progegenhmevnwn pravxewn ejpisthvm h". ("Si los historiadores que me han precedido hubiesen obviado elogiar a la historia propiamente dicha, sería absolutamente ineludible que yo instase a todo el mundo a que se decidiera por el estudio de obras de esta naturaleza, ya que para los seres humanos no hay mejor medio de aprendizaje que el conocimiento de los hechos del pasado".)

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influencia que, como antes señalaba, sobre él ejerció el método de la medicina hipocrática, manifiesta, en I 22, 4: "Por otra parte, la ausencia de contenido mítico en mi obra quizá resulte poco apropiada para una lectura pública; pero me contentaré con que la consideren útil cuantos quieran averiguar el significado de lo ocurrido y de lo que, de acuerdo con la idiosincrasia de la naturaleza humana, suceda en el futuro de manera idéntica o análoga. Y es que he compuesto una obra que constituye un logro definitivo y no una de circunstancias cuya finalidad es oírla en una ocasión concreta".

Tenemos,

ante

todo,

una

manifiesta

declaración

en

contra

de

las

composiciones logográficas que eran dadas a conocer en lecturas públicas. Y, además, existe la convicción de que el conocimiento del cuerpo político posibilita —al igual que el del humano permite estudiar sus afecciones— el pronóstico desde una perspectiva política. De ahí que Tucídides pretenda establecer con claridad los síntomas de la patología que sufrió Grecia en vísperas de la Guerra del Peloponeso en su ya citado pasaje de I 23, 6. Si éste es el punto de vista de Tucídides sobre la finalidad de la historia, en Éforo, por ejemplo, las conclusiones son, sobre todo, de tipo moral, entendiendo por ello que los personajes y las empresas gloriosas instan a la emulación, mientras que las desdeñables mueven a la repulsión. Así tenemos una gran corriente de la historiografía griega, que tendió a fomentar la imitiación —más emocional que racional—, concretada principalmente en las obras de Duris y de Filarco. Al margen, en suma, de la finalidad que cada autor perseguía al escribir su obra, sí que puede afirmarse que todos los historiadores griegos se atuvieron, en mayor o menor medida, a una metodología histórica definida. Y ello se manifiesta ya con Heródoto, pues, pese a que con él estamos en los comienzos del género historiográfico, en la Historia, aunque nunca declarada de manera sistemática, existe una metodología histórica, que cobraría verdadera carta de naturaleza en los historiadores posteriores. Ante todo, como elemento primario para la obtención de datos, los autores griegos suelen basarse en su observación personal (aujtoyiva) de los hechos intrínsecamente destacables o que resultaban llamativos por contraste con fenómenos específicamente helenos, pues la aujtoyiva fue el principio fundamental, desde el punto de vista metodológico, en la historiografía griega20, a la que puede calificarse de "Kunst der Primärforschung", a diferencia de la "Sekundärarbeit" de los historiadores

20

Cf. G. Schepens, L' 'autopsie' dans la méthode des historiens grecs du Ve siècle avant J.C., Bruselas, 1980, especialmente capítulo I, pp. 3-32.

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modernos. Así, en el fr. 110 de Éforo (que procede de Polibio, XII 27, 7) leemos lo siguiente:

ÔO me;n ga;r “Eforov" fhsin, eij dunato;n h\n aujtou;" parei'nai pa'si toi'" pravgmasi, tauvthn a]n diafevrein polu; tw'n ejmpeiriw'n. "Lo cierto es que Éforo afirma que, si fuera posible asistir personalmente a todos los episodios, esa sería con ventaja la mejor forma de informarse."

Y el propio Polibio21 criticó el método de Timeo22, porque este último daba prioridad al oído sobre la vista y prefería la consulta de obras escritas, con lo que nos encontramos una tradición —la de dar prioridad a la aujtoyiva— que tiene ya precedentes en Heráclito, cuando, en el fr. B 101 DK, dice:

ojfqalmoi; ga;r tw'n wjtw'n ajkribevsteroi mavrture" "de hecho, los ojos son testigos más rigurosos que los oídos",

y continúa en Heródoto, quien, en I 8, 2, con ocasión del episodio de la mujer de Candaules, hace decir al entonces monarca lidio que

w\ta ga;r tugcavnei ajnqrwvpoisi ejovnta ajpistovtera ojfqalmw'n "en realidad los hombres desconfían más de sus oídos que de sus ojos";

y aparece también en Tucídides (I 22, 2), cuando el historiador ateniense afirma que, por lo que a ta; e[rga se refiere, estimó oportuno plasmar aquellos oi|" te aujto;"

parh'n, "en los que intervine personalmente". Un segundo medio del que se valen los historiadores para el logro de información (y que se conoce con el nombre de ajkohv) se basa en la obtención de datos a partir de fuentes escritas y orales, que fueron de una importancia capital para la consecución de sus objetivos. Bien es cierto que, como la obra de Heródoto es fundamentalmente una historia de tradición oral sobre el pasado inmediato (sobre la 'Historia Moderna' de la Grecia de su época, podríamos decir), a diferencia de la historia política del presente que creó Tucídides, los testimonios orales fueron en él de especial importancia para la recopilación de datos23. El historiador, sin embargo, era 21

XII 27, 1-3: duei'n ga;r o[ntwn kata; fuvsin wJ" a]n ei[ tinwn ojrgavnwn hJmi'n, oi|" pavnta punqanovmeqa kai; polupragmonou'men, ajkoh'" kai; oJravsew", ajlhqinwtevra" d∆ ou[sh" ouj mikrw'/ th'" oJravsew" … touvtwn Tivmaio" th;n hJdivw mevn, h{ttw de; tw'n oJdw'n w{rmhse pro;" to; polupragmonei'n. tw'n me;n ga;r dia; th'" oJravsew" eij" tevlo" ajpevsth, tw'n de; dia; th'" ajkoh'" ajntepoihvsato ("la naturaleza nos ha dotado de dos medios gracias a los cuales podemos informarnos de muchas cosas, así como averiguar otras: se trata de la audición y la vista, que es, con diferencia, mucho más fidedigna …; de ambos procedimientos, Timeo optó por el más sencillo, pero menos apto de cara a investigar: prescindió por completo del testimonio visual y lo sustituyó por el auditivo"). 22 Cf. R. Vattuone, Sapienza d'Occidente. Il pensiero storico di Timeo di Tauromenio, Bolonia, 1991. 23 Cf. R. Thomas, Oral Tradition and Written Record in Classical Athens, Cambridge, 1989, p. 7, al hablar sobre los historiadores: "for though they used oral tradition, they may have rearranged their material considerably (as indeed a study of oral traditions suggests) and engaged in extensive research. They may be a source for information contained in oral traditions but not necessarily for any one unaltered tradition. Herodotus in particular cannot be

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consciente del carácter parcial o poco fiable de sus informadores, como no deja de señalar en VII 152, 3, al enunciar el principio del relata refero. Por eso tiende a presentar, sobre un mismo personaje o suceso, versiones diferentes, que se complementaban u oponían, según los casos, lo que viene a probar su buena fe de historiador. Sea como fuere, es un tópico que aparece en todos los proemios de los historiadores griegos su aspiración a contar la verdad. Así, si hemos hecho ya mención a los de Heródoto o Tucídides, también Polibio, al aludir al contenido de su obra, en I 2, 8, se manifiesta en el mismo sentido:

Kaiv wJ" peri; th'" dunasteiva" aujtw'n me;n ta; o{la dia; th'" hJmetevra" grafh'" e[xestai safevsteron katanoei'n, oJmoivw" de; kai; peri; tou' povsa kai; phlivka sumbavllesqai pevfuke toi'" filomaqou'sin oJ th'" pragmatikh'" iJstoriva" trovpo". "Indudablemente el dominio romano se entenderá considerablemente mejor merced a mi obra, que, por su propia naturaleza, permitirá comprender con mayor profundidad hasta qué punto la naturaleza de la historia pragmática proporciona ayuda a los estudiosos".

Y fue ese criterio de aspirar a la verdad, como resultado de una elección metodológica, el que dio lugar a la afirmación de objetividad e imparcialidad como meta de los diferentes autores, tal y como señala, con carácter general, Luciano, en su tratado sobre Cómo se debe escribir la historia, al afirmar, en el cap. 39, con un optimismo simplificador, parangonable al del positivismo del siglo XIX:

tou' de; suggrafevw" e[rgon e{n, wJ" ejpravcqh eijjpei'n. "el objetivo supremo del historiador estriba en narrar los hechos tal y como ocurrieron".

Es evidente que la propia praxis historiográfica impedía en ocasiones que ello fuera posible, debido al patriotismo o a las ideas políticas de los diferentes autores, al carácter de sus fuentes de información, etc., pero no es menos cierto que ya desde los inicios, en el propio Heródoto, encontramos afirmaciones que se pronuncian a sabiendas incluso de las reacciones negativas que las mismas podían suscitar en parte de su público. Esto es, por ejemplo, lo que sucede con el famoso elogio de Atenas, que el halicarnaseo proclama en VII 139. Esta toma de conciencia de una eventual reacción positiva o negativa en los destinatarios de las obras históricas griegas está motivada porque todos los autores escriben sobre el presente o sobre el pasado próximo, siguiendo al respecto los

taken as a direct source for 'uncontaminated' oral traditions. This might be tempting, partly because of the surprisingly common image of him wandering around the Mediterranean writing down anything he is told without further inquiry, literary aims or arguments of his own. We cannot evaluate the historian's methods or achievements adequately before we understand what his sources were like".

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modelos creados por Tucídides y Heródoto, respectivamente (incluso aquellos historiadores que trataron el pasado más remoto, como Éforo, dedicaban gran parte de su obra al más inmediato); y, además, la guerra fue, por lo general, el tema central de sus relatos, en cuanto que la misma era un signo de cambio, y

la idea de

transformación predominó por lo general en la historiografía helena. Recordemos que Tucídides comparte con Homero —con lo que en este punto entronca con la influencia de la épica en la Historia herodotea— el deseo de narrar algo dinámico: si el poeta quiere cantar los dolores (a[lgea) que la cólera de Aquiles acarreó a los aqueos (Ilíada, I 2), Tucídides va a narrar las calamidades (paqhvmata) que la Guerra del Peloponeso acarreó a Grecia (I 23, 1), por haber sido kivnhsi" … megivsth … toi'" ”Ellhsin …

kai; mevrei tini; tw'n barbavrwn, wJ" de; eijpei'n kai; ejpi; plei'ston ajnqrwvpwn (I 1, 2). Por eso Strasburger ha señalado24 que "nicht der Zustand also, sondern seine Unterbrechung wird damit zum Gegenstand der Betrachtung gemacht, die Krise, die Krankheitsepisode, die den Gesundheitszustand des Völkerlebens unterbricht"; de ahí que se haya dicho que la obra de Tucídides es 'cinética'. Es indudable que la metodología histórica varió de autor en autor, y que, por ejemplo, el salto cualitativo de objetivos es radical entre Heródoto y Tucídides, que creó una historia política del presente como modelo

ej" aijeiv, pero, independientemente de las diferencias

individuales, puede afirmarse que los diferentes historiadores griegos se insertaron en relación cronológica con las obras de sus predecesores, aunque ideológicamente disintieran de ellos, de tal manera que, con esto, se constituyó una especie de historia perpetua, que había comenzado con las Guerras Médicas y que continuó hasta el fin del mundo griego antiguo25. Pero no es menos cierto que, como se ha señalado atinadamente, "the historians of antiquity should be treated as products of their age, not as if they themselves were carrying out Quellenforschung, the scientific study of sources. The word 'sources' is itself problematic, and covers a range from recent inspection of a text

24

H. Strasburger, "Die Wesensbestimmung der Geschichte" …, p. 58.

25

Cf. K. Meister, Die griechische Geschichtsschreibung …, p. 205: "Auffallend ist weiterhin die häufig zu beobachtende Tatsache, dass die griechischen Historiker zeitlich an das Werk ihrer Vorgänger anknüpfen und dieses thematisch fortsetzen. Dies gilt u. a. für das Verhältnis Thukydides-Herodot; Xenophon-Thukydides; Diyllos-Ephoros; Athanis-Philistos; PolybiosTimaios; Poseidonios-Polybios. In der Moderne wird vielfach der Umstand hierfür verantwortlich gemacht, dass man damit die Deutungs- und Darstellungskategorien des Vorgängers in gewissem Umfange als für sich selbst verbindlich erachtete. Dies ist deshalb unzutreffend, weil sich die eigene Darstellung und historische Methode vielfach beträchtlich von denen der Vorgänger unterscheiden —man denke nur an das Verhältnis Thukydides-Herodot, XenophonThukydides oder Polybios-Timaios: Massgebend ist vielmehr die Tatsache, dass man die eigene Darstellung nicht isolieren möchte, sondern sie sozusagen dem Strom der Gesamtgeschichte einfügen will. Auf diese Weise entstand in der Tat eine kontinuierliche Schilderung, eine Art historia perpetua, die fast ohne Unterbrechung von der Zeit der Perserkriege […] reichte".

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to an inaccurate memory of a snatch of a poem. The motives of ancient historians may be 'literary' rather than or as well as historical; and this permitted, for instance, the retention of anachronisms in such 'sources', and the preferring of easier and more charming authorities to harder if earlier and better ones. Given the nature of ancient book-production, even collation was hard work, as the younger Pliny said ('onerosa collatio', 5. 8. 12). Ancient historians can often be shown to have been aware of each other's writings, though there was […] a tendency to be more aware of the methodological sections of a predecessor's work than of his routine narrative"26.

26

S. Hornblower (ed.), Greek Historiography, Oxford, 1994, "Introduction", pp. 71-72.

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APÉNDICE: GÉNESIS Y DESARROLLO DE LA HISTORIOGRAFÍA GRIEGA HASTA FINALES DEL S. V a. C.

(1) Hecateo (FGrHist 1): Genealogías. Acusilao de Argos (FGrHist 2): Genealogías. Ferécides de Atenas (FGrHist 3): Genealogías. (2) ¿Cadmo de Mileto? [Fundación de Mileto y de toda Jonia]. Caronte de Lámpsaco (FGrHist 687 b): Hôroi lampsacenos. (3) a) Periplos preliterarios: Eutímenes de Masalia (FGrHist 243). Escílax de Carianda (FGrHist 709). Periplo masaliota [¿= Eutímenes?] > Ora maritima de Avieno. b) Periplos literarios: Periplo Hannón (¿siglo V?). [Palat. Gr. 398.] (4) Hecateo: Periégesis. Dionisio de Mileto (FGrHist 687): Persiká / Tà metà Dareîon. (quizá la misma obra). Janto de Sardes (FGrHist 765): Lidiaká, Magiká. Caronte de Lámpsaco: Persiká. [Estos tres últimos autores presentan problemas de cronología con relación a Heródoto.] (5) Hecateo: Gh'" perivodo" < Anaximandro (frs. A 1 y 6 DK).

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(6) Helánico (FGrHist 4): Atthís, publicada tras 406 (frs. 171, 172), que supone la fundación de la atidografía. Antíoco de Siracusa (FGrHist 555): Sikeliká, Perì Italías. (7) Helánico: Sacerdotisas de Hera en Argos, Vencedores en los Juegos Carneos (por su carácter panhelénico, acabó imponiéndose el sistema de Hipias de efectuar los cómputos por Olimpiadas). (8) Estesímbroto de Tasos (FGrHist 107): Sobre Temístocles, Tucídides y Pericles (antecedente de la biografía). Ión de Quíos (FGrHist 392): Visitas (autobiografía). (9) Damastes de Sigeo (FGrHist 5): Sobre los poetas y los sofistas.

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