137552722 Ionesco Eugene El Cuadro PDF
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El Cuadro Autor: Eugene Ionesco Personajes: El Señor Gordo
Pierre Leproux
El pintor
Paul Chevalier
Alicia
Tsilla Chelton
La Vecina
Marie Damien
El cuadro, puesta en escena por Robert Posthe que había montado admirablemente Jacques ou la soumision se estreno en Paris, en Octubre de 1995, en el teatro de la Huchette. En la interpretación de esta obra, hay que evitar un error. Los actores no deben adoptar en la primera parte un procedimiento realista o hasta naturalista, ni pensar que se trata de una crítica del capitalismo que explota al artista pobre. Una interpretación realista es evidente que no pude servir para la asegunda parte de la obra cuyo tema es la “metamorfosis”, tratada en la parodia para ocultar su seriedad. En realidad, esta guiñolada debe representarse por “Augustus” de circo, del modo más pueril, mas exagerado, mas “idiota” posible. No hay que dar a los personajes un “contenido psicológico”; en cuanto al “contenido social”, es accidental, secundario. Los comediantes (especialmente el Señor Gordo) no deben temer a las muecas horribles, las volteretas, el paso de transición de un estado a otro. Los tumbos de situación deben hacerse brusca; violenta, groseramente sin preparación. La significación de esta farsa no puede desprenderse y llegar a ser verosímil, más que a fuerza de inverosimilitud y de idiotez. La idiotez puede constituir esa clase de simplificación reveladora. Esta guiñolada se público, por vez primera en los “cuadernos del colegio de patafísica”
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Habitación grande sin más muebles que una mesa de despacho muy grande. Teléfono. Gran sillón de cuero, enorme, cual corresponde a la enorme mesa. En ese sillón está sentado el Señor Gordo. Puerta a la derecha, puerta a la izquierda, ventana a la izquierda, en el rincón. El Señor, con aire satisfecho de sí mismo; esta en mangas de camisa y lleva una rosa prendida en el pecho; corbata decolores estridentes; puede llevar las mangas remangadas; reloj de pulsera enorme, de oro, se limpia los dientes con un gran limpiadientes de oro, mientras habla: las orejas son un limpia_ orejas que tiene sobre la mesa. La chaqueta cuelga del respaldo del sillón; en la solapa de la chaqueta, otra rosa. El pintor.- Va vestido muy pobremente, sin afeitar, casi parece un mendigo. Lleva corbata “La valliere”. Trae su obra, un gran lienzo arrollado debajo del brazo. Alicia.- Mujer muy vieja, delantal sucio, zapatones o zuecos o zapatillas sucias, cabello blanco, despeinado bajo una cofia; gafas; es manca, en la mano hábil lleva un bastón blanco. Sorbe a menudo; se limpia la nariz con los dedos. El pintor.- Es excesivamente tímido; parece bobo. Esto puede representarse en el estilo de los hermanos Marx Al levantarse el telón, el Señor gordo está sentado ante su mesa de despacho. Mira muy a menudo su reloj de pulsera; juega con su corbata abigarrada; se limpia los dientes, las orejas, las narices, con los aparatos propios del caso: lápiz, cortaplumas, cortapapel, dedos. Frente a él, en pie, respetuosamente alejado, cerca del puerta derecha, el Pintor. A este, también puede antojársele limpiarse los dientes: Intenta hacerlo, sin conseguirlo, cuando, incidentalmente, el Señor Gordo vuelve la cabeza. El señor gordo.- Acérquese usted, acérquese… (El Pintor no se mueve) Sabe usted, lo más largo fue la puesta en marcha. ¡Ah, sí, no fue fácil! ¡He tenido que sobrepasar obstáculos invencibles que he vencido! ¡Pero no he llegado de golpe y porrazo!; no existe el milagro, créame señor mío, debe comprenderme. El Pintor.- ¡Oh sí, señor, le comprendo! El Señor Gordo.- Soy un bulldog, me encarnice, no solté la presa. (Enseña los dientes, hace “!Ham! ¡Ham!, los mantiene apretados, Sin cerrar los labios, y gruñe con un perro) Lo esencial, señor mío, es el aguante. 2
El Pintor.- El aguante, sí señor. El Señor Gordo.- Porque nada le cae del cielo a usted guisadito, como el mana del desierto. (Mostrando con la mano todo el ámbito de la habitación, las paredes, la mesa, si mismo). Vea el resultado de mis trabajos, todo esto es mío. ¿Qué dice usted? ¿eh? Diga usted lo que dice de todo ello. El Pintor.- Claro, si, claro. El señor Gordo (limpiándose la frente con un gran pañuelo). El fruto de mi esfuerzo, el sudor de mi frente. Estoy orgulloso de él. El Pintor.- Claro… Esta usted en su derecho. Puedo, sin vanidad, ponerme como ejemplo. Que les sirva a los demás… y a usted. No soy un egoísta como suelen serlo la mayoría de los que han llegado, sí, señor, como yo, a fuerza de voluntad, de testarudez, de energía, de trabajo. Acabo de decirle, señor mío, que no hay milagro. Pues, si, señor, existe el milagro. El Pintor.- ¡Ah! ¿El milagro? El señor gordo.- Si, compréndame bien. Un solo milagro, el verdadero milagro, el milagro por excelencia: trabajo. El Pintor (Ingenuo).- ¡Ah sí tiene usted razón!, el milagro del trabajo. El señor gordo.- Ya ve usted. Usted mismo lo dice. Sé que tengo razón. (Muestra de nuevo las paredes, la mesa) La concentración de mis esfuerzos, esta casa. El Pintor.- No puede negarse (coloca el otro rollo de lienzo bajo el otro brazo) El Señor Gordo.- Soy hijo de mis obras. La vida ha sido para mi un largo combate. La vida es una lucha despiadada ¡Va uno marchando sobre cadáveres! No sé si usted de mi opinión. El Pintor.- ¡Oh sí, señor! El señor gordo.- Una lucha sin piedad, pero… honrada: la competencia libre. El pintor.- La competencia libre, sí, señor. El Señor Gordo.- Acaba uno por encontrar en ella una especie de satisfacción, un placer amargo y profundo, el goce del deber cumplido… De noche, puede uno dormir porque 3
tiene la conciencia tranquila (CIERRA LOS OJOS UN SEGUNDO, APOYA LA CABEZA EN UNA MANO FIGURANDO LA ALMOHADA, Y FINGE RONCAR) El Pintor.- Tranquila, sí, señor (INTENTA LIMPIARSE UN DIENTE CON EL DEDO, PERO NO PUEDE) El señor Gordo.- (VOLVIENDO A ABRIR LOS OJOS). Sí, tranquila ¡Y hasta que punto ¡Que tranquilidad! ¡Es tranquilidad de la calma después de la tormenta! El Pintor.- ¡Ah sí, después de la tormenta! El Señor Gordo.- Acérquese, acérquese. (EL PINTOR APENAS SE MUEVE. EL SEÑOR GORDO CONTINUA, LLORIQUEANDO, COMO SE APIADASE DE SÍ MISMO) He llevado una vida muy dura desde mi tierna infancia. Mi padre… en fin, no hablemos de él, tal vez no fue su culpa después de todo, se murió. Mis abuelos también. Mi madre se volvió a casar con un borracho. Mi padre también bebía mucho, pero era mi padre. Mientras que el otro ¿Cómo explicárselo? No era más que m i padre adoptivo, y no del todo. En resumen, mi madre se murió también. (ENTERNECIÉNDOSE). No puede usted figurarse lo que es para un muchacho, arrojado a la vida, en plena selva… El Pintor.- (ENTERNECIÉNDOSE TAMBIÉN HASTA DERRAMAR LAGRIMAS) Sí, señor, me lo figuro. El Señor Gordo.- (DANDO UN PUÑETAZO EN LA MESA) ¡No señor mío, no puede usted figurárselo! ¡Pero me levante!... El Pintor (TÍMIDAMENTE) Yo también he pasado por eso, yo también… Mi madre… El Señor Gordo.- No, no, señor mío, no es lo mismo. ¡Somos tan diferentes unos de otros! El Pintor.- ¡Ah, eso sí! El Señor Gordo.- ¿Ve usted esa ventana que da a la calle? (HACE SEÑAL AL PINTOR DE QUE SE ACERQUE A ELLA) Vaya usted, vaya. El pintor.- (SIEMPRE CON SU LIENZO BAJO EL BRAZO, SE ACERCA) ¿Aquí? El señor gordo.- ¿Qué ve usted?
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El Pintor.- Gentes que pasan. El señor gordo.- ¿Qué hacen? El pintor.- Pasan. El Señor Gordo.- Eso es muy vago. Mírelos mejor. Ninguno se parece a otro. El Pintor.- En efecto El Señor Gordo.- Yo lo sé, no es la primera vez que les miro; los observo siempre cuando no recibo a nadie, en mis horas de premeditación. El Pintor.- (VOLVIENDO DESPACIO AL SITIO DE ANTES, SIEMPRE CON EL LIENZO DEBAJO DEL BRAZO) Si, señor. (EL SEÑOR GORDO, SE LIMPIA LAS OREJAS; EL PINTOR INTERRUMPE)
QUIERE
LIMPIARSE
UN
DIENTE,
PERO
SE
El Señor Gordo.- Los veo desde el interior… ¡Pero suelte usted su cuadro! Y, sin embargo, son todos semejantes; ese es todo el misterio de la vida… (EL PINTOR, VUELVE A COLOCAR EL ROLLO DE LIENZO BAJO EL BRAZO, NO SABIENDO DONDE DEJARLO) No gaste usted el tiempo en cambiar de brazo, como se cambia de hombro el fusil. El Pintor.- Señor usted disculpe… El Señor Gordo.- ¡Cambiar el cuadro de brazo como se cambia del hombro el fusil! Es un chiste ingenioso. ¡ja, ja! ¿Lo ha notado usted? El Pintor.- ¡Oh! Si. ¡Ja ,ja! EL Señor gordo.- Siéntese amigo El Pintor.- (BUSCANDO DE NUEVO EN VANO, CON LA VISTA, UN ASIENTO) Si, señor. El Señor Gordo.- Vea, amigo. Tengo detrás de mi veinte años de bolsa. Jugué, gane. (SEÑALANDO EL TELÉFONO) ¡Tengo Teléfono! ¿Lo oye usted? Y marcha. (SUENA EL TELÉFONO). No sé si está usted convencido. El Pintor.- Si, señor. 5
El Señor Gordo.- Ya lo oye usted. ¡Otra vez! (SEÑALA DE NUEVO EL TELÉFONO. ESTE SUENA, SE DETIENE) No, no intento convencerle absolutamente. Es preciso que se convenza usted por sí mismo. ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah!... La bolsa endurece a un hombre. La bolsa, es la vida… Hay que elegir. El Pintor.- Si, señor. El Señor Gordo (SOLLOZANDO).- He dormido en las pajas, amigo en el hospital, dios sabe dónde, me he instruido por mis propios medios, no he tenido juventud verdadera. El Pintor.- (SOLLOZANDO TAMBIÉN) ¡No llore usted, señor! (EL SEÑOR GORDO TIENE LA CABEZA ESCONDIDA ENTRE LAS MANOS, SOBRE LA MESA; DESPUÉS, ALZA AL FRENTE) El Señor Gordo.- Vivo en esta casa, mi casa, con mi hermana… Tiene mucha más edad que yo… siempre he tenido, créame, no es por darme tono, va a usted a creer que hablo en broma… El Pintor.- ¡Oh, no, señor! ¡Oh no! El Señor Gordo.- (HACIÉNDOLE FURIOSOS GESTOS DE QUE SE CALLE) Siempre he tenido afición a las artes: la buena música, la buena literatura, la buena pintura, el cine… ¡Ay! No he tenido mucho tiempo para leer ni para ir al museo, a los conciertos, al teatro… no hace uno lo que quiere en la vida. (CON FUERZA) Los que presumen de hacer lo que quieren en la vida, no saben lo que dicen, pobre amigo mío. El Pintor.- ¡Ay, no, señor, no lo saben! El Señor Gordo.- Por las tardes, al salir de la bolsa, estaba demasiado cansado, ya ve usted: pero tengo alma de artista. Debo decirle que, lejos de precisar a los creadores, como tal vez se sienta usted inclinado a pensar, porque le conozco… (MIRA FURIOSAMENTE AL PINTOR; SE PONE EN PIE, CON EL DEDO ÍNDICE ALARGADO HACIA EL, CASI METIÉNDOSELE EN UN OJO) El Pintor.- (RETROCEDIENDO) No, no lo pienso. ¡Ah, eso no! ¡No! ¡Nooo! El Señor Gordo.- (VOLVIENDO A SU MESA Y SENTÁNDOSE DE NUEVO EN UN SILLÓN) ¡Hace usted bien! (DESPUÉS, MUY AMABLEMENTE) Pero, siéntese. (EL PINTOR MIRA EN DERREDOR, CON DESALIENTO) Lejos de despreciar a los creadores, los admiro, pero a los “Buenos” a los “verdaderos”, a los artistas
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“sinceros”… porque vera. (CON AMPLIA SONRISA) En arte… especialmente en pintura, puesto que es su caso… El Pintor (CONFUSO) ¡Oh! Señor, mi modesta persona… El Señor Gordo.- … Como en los negocios, se necesita una honradez profesional. ¡De otro modo, el negocio no marcha! Si quiere usted seguir mi consejo, haga de sus arte un modo de combatir… El arte, a su manera, es una lucha por la vida, que vale tanto como la guerra o el comercio, la trata de blancas, O el mercado negro. La elección es cuestión de temperamento. En resumen, lo que todos vamos buscando es la felicidad; somos compañeros de un mismo ideal: la felicidad, la satisfacción de los instintos, de las necesidades… ¡De nuestros a petitos y de nuestro amor propio! ¿Hay ideal más noble? No. El Pintor.- ¡Oh, si…. No…! ¡Seguro! El Señor gordo.- y he aquí, al fin al cabo, porque los hombres pueden entenderse. No hay comunidad que pueda fundarse si no existe identidad de meta. Ese es el principio de todo humanismo. El pintor.- El humanismo es una gran cosa. El señor gordo.- Si… claro está, procede de lo humano. ¡Y lo humano es lo que hace el hombre! (EL PINTOR Y EL SEÑOR GORDO PERMANECEN UNOS INSTANTES, SOÑADORES) El Señor Gordo.- Siéntese, deje usted su cuadro (EL PINTOR MIRA EN REDEDOR) Ya que ha permitido que le haga mis confidencias, voy a decírselo todo. No se opone, ¿Verdad? Me gusta confiarme. El Pintor.- Desde luego…, me siento muy honrado… no esperaba… El Señor Gordo.-Le doy las gracias por su atención… Me gusta confiarme, no a todo el mundo, no me confío mas que si tengo confianza… Es usted tal vez el primero… El Pintor.- ¡Oh! Señor…, tratare de merecer la confianza que… El Señor Gordo.- ¡Silencio! Seguramente, la merecerá usted. Se, siento a quien se la doy. Acaba usted de llegar a mi casa para venderme un cuadro. El Pintor.- (TIMIDAMENTE).- Si…., si es posible quisiera la verdad… 7
El señor Gordo.- Y, sin embargo, no es usted un cualquiera. Es usted… amigo… Porque tengo olfato, eso es lo que me permitió llegar donde he llegado… Es usted una de esas almas nobles, tan escasas en nuestros días, permeables… Le complace escuchar a los demás, compartir el dolor del prójimo, es usted, de seguro… ¿Cómo diría yo? ¿Verdad que no me engaño? El Pintor.- Señor, así lo espero. El Señor Gordo.- Es usted uno de esos para quien el otro, digo bien: el o-o-tro, existe: no es usted un egoísta; esa es la palabra. El Pintor.- Esa es la palabra. El Señor gordo.- No lo niegue…., nada de falsa modestia… No hablo por adularte, sirvo a la verdad ¡Yo, El Pintor amigo, no miento! El Pintor.- No he dicho tal cosa… El Señor Gordo.- Así, al fin de este combate en el cual ha vencido, que ha hecho de mi lo que soy… que me permití realizar… (ADEMAN POMPOSO) en resumen, no quiero repetirlo… amigo mío… que me lo ha dado todo… me falta algo… me falta algo. Algo que es tal vez, lo esencial. ¿se pone en pie) No soy feliz, amigo. ¿Se vuelve a sentar. Aspecto muy decepcionado. Suspira) .- (compasivo) - ¿No es usted feliz? ¡Oh! El Señor Gordo.- ¡Ay de mí! Nadie lo diría. ¡Que complejo es el corazón humano! Padezco ansiedad de belleza. Me falta. (SE DA GRANDES GOLPES DE PECHO) Mi afección a las artes, atrévome a decir, mi pasión, nunca logre satisfacerla. Yo que en todo he tenido éxito, no encontré, por ejemplo, una mujer que me comprendiese, que me comprenda, que siga comprendiéndome: Verdad que no es fácil. El Pintor.- ¡Ay, no, no es fácil! No puede decirse que es fácil puesto que no lo es. El Señor gordo.- ¿Pero es verdaderamente imposible? El Pintor.- Quizá no sea verdaderamente imposible. El Señor Gordo.- A decir verdad ¡Es imposible! El Señor Gordo.- No. No es imposible. 8
El Pintor.- Al fin y al cabo, yo también creo que no lo es El Señor Gordo.- No, no, a pesar de todo, no creo que sea verdaderamente imposible. En Todo caso, hay que verlo. Una mujer, señor mío, que reúna todas las cualidades del alma y del cuerpo, psicosomáticamente… que sea inteligente…esa es la palabra! El Pintor.- La palabra, si El Señor gordo.- y además encantadora… ¡encantadora! ¡Bella y Comprensiva! Pero bella, por encima de todo, amigo mío, bella ¡Ay, no la he encontrado en mi camino! El Pintor.- (SOÑADOR) En el camino de la vida… El Señor Gordo.- Si, al menos, pudiese tener la imagen, la foto, el reflejo de la belleza de mi casa. (AMPLIO ADEMAN) Estas paredes desnudas, si me cree usted… El Pintor.- ¡Oh, sí, señor le creo…! El señor Gordo.- Estos muros desnudos me pesan porque no tienen peso. El Pintor.- (SEÑALANDO EL LIENZO QUE TIENE DEBAJO DEL BRAZO) Tal vez… quizá… este cuadro le convendría… acaso…. En cierta medida… pudiera… El señor Gordo.- Me planteo una pregunta: ¿Puede al arte reemplazar a la mujer soñada, hermosa y suave que me falta? El Pintor.- Inténtelo… Véalo… (SEÑALA EL LIENZO) El Señor Gordo.- Evidentemente, mi hermana, de mucha más edad que yo, está en esa casa, no le ha ido bien en la vida, no es mala, ¿Qué sería de ella sin mi? La he recogido, proveo sus necesidades, está en la cocina en este momento…, me cuida cuanto puede, se ocupa de los trabajos domésticos, no diré que no me tiene cariño, pero verá usted… en fin… usted comprende, el afecto de una hermana, no es lo que necesito, no lo es… El Pintor.- No, eso no puede ser… El Señor Gordo.- No le guardo rencor, fíjese, no le guardo rencor. Sin embargo, si fuese bella, hallaría pacer mirándola (SOLEMNE Y LIRICO) Por la tarde, al volver a casa, fatigado por la fealdad de la vida, me gustaría poder contemplar un rostro bello, una silueta graciosa… No tengo más que ella, amigo, en la vida. Es fea. (GESTO DE DESESPERACIÓN) 9
El Pintor.- ¡Que desdicha! El Señor Gordo.- Si, amigo ¡Ay de mí! No ocultemos la verdad, no nos serviría de nada. El Pintor.- Tiene usted razón, no nos serviría de nada absolutamente El Señor Gordo.- Mi hermana, mi amigo, no ha logrado destruir en mi el deseo profundo de belleza, no, le ha hecho aun más vivo, más agudo… (SUSPIRO) más doloroso… No puede figurarse hasta que punto El Pintor.- (COMPADECIDÍSIMO) ¡Le comprendo señor! El Señor Gordo.- (IMPULSO DEL CORAZON AGRADECIDO) ¡Ah querido maestro!, admiro en usted esa comprensión generosa. De aquí en adelante, tiene usted un buen lugar en mi casa, en mi espíritu, nos entendemos. El Pintor.- Mucho me lisonjea, me siento muy feliz al… El Señor Gordo.- Todo lo comprende usted en seguida mientras tanto no han comprendido nada en mi vida, ni siquiera sospechan mi existencia. ¡Nunca me vieron! El Pintor.- Hubiera debido… El Señor Gordo.- Mi hermana está muy lejos de ser despreciable, no es mala del todo, el instinto de belleza no está completamente abolido en ella. Más, la belleza en ella esta como hundida en las profundidades tenebrosas, tragada en la noche impenetrable del olvido. Hay que ir a descubrirla en su inconsciente. Mi hermana, amigo mío, vive más que en el universo de la necesidad, forja sus propias cadenas, ¡no tiene libertad! Porque, amigo mío, sin la belleza, la música, la pintura, la poesía, el teatro, el grabado, el arte decorativo, el cine, la moda, el dibujo… El Pintor.- ¡Bah, seriamos… bah…! El Señor Gordo.- Si, ¿Qué seriamos? A usted se lo pregunto. El Pintor.- Pues… Pues… no lo se El Señor Gordo.- Yo se lo diré. (DA UN TREMENDO PUÑETAZO EN LA MESA) ¡Brutos, señor mío! El Pintor.- (LIGERAMENTE ASUSTADO) ¡Oh! Puede que no tanto… El Señor Gordo.- Si ¡Brutos! El Pintor.- Sin embargo, Sin embargo… El Señor Gordo.- ¿Cómo, sin embargo? No hay sin embargo que valga, no hay que contradecirme. ¿Acaso no decía usted ahora mismo que me comprende? El Pintor.- Si, señor, le comprendo. 10
El Señor Gordo.- ¿Entonces? (PAUSA. EL PINTOR ESTÁ UN POCO MOLESTO, Y SE CAMBIA UNA VEZ MAS EL LIENZO DE BRAZO) Siéntese, amigo, siéntese. (EL PINTOR BUSCA DONDE Y NO ENCUENTRA) La tengo a mi cargo, me gano la vida, estoy en situación de alimentar una boca, eso se sobreentiende. El pintor.- (DÉBILMENTE) La boca de su hermana El Señor Gordo.-De ella estamos hablando. Pero ¿Dónde está usted? El Pintor.- Aquí, señor, aquí. Usted disculpe, escuchándole. El Señor Gordo.- En fin, en resumen, no le reprocho más que una cosa, una cosa de la cual, sin embargo, no es responsable. Le reprocho no ser un ornamento, una joya, un descanso de la vista en esta casa demasiado desnuda, demasiado severa, demasiado austera… Una obra de arte que no te obliga, señor mío, a comprar cuadros… Tengo que comprar cuadros porque mi hermana es fea ¡Y me va a costar caro! El Pintor.- No tanto, Señor. Usted lo sabe. Un hombre como usted… El Señor Gordo.- (CAMBIANDO BRUSCAMENTE DE TONO, COMO HOMBRE DE NEGOCIOS, MUY DURO) En fin, cartas sobre la mesa. ¿Cuánto me pide usted por su lienzo? El Pintor.- (CONFUSO PORQUE LA PREGUNTA LE TOMA DESPREVENIDO) Pues, pues… no sé, señor… El Señor Gordo.- ¿Cuál es su precio? ¡Vamos! Precise. No traspase usted los precios medios de las obras maestras de la pintura. El Pintor (CONFUNDIDO) No he venido, Señor, sino para rogarle sencillamente… que tenga la bondad de echar una ojeada sobre esta obra… y que tenga a bien… El Señor Gordo.- Basta de charla. Usted ha venido a colocar su mercancía. No nos andemos con rodeos. Ahora bien yo, como acabo de decírselo, por las razones que le he dado a entender, estoy o, “matiz” estaría evolutivamente, preciso, eventualmente “even-tu-al-mente” dispuesto a ser comprador de la obra llena de las exigencias artísticas como financieras, exigencias que son la sencilla expresión de un ideal a la vez artístico y económico sincero y elevado. El Pintor.- (CADA VEZ MAS CONFUNDIDO) Si, señor… claro que si… Evidentemente. El Señor Gordo.- En cuanto a las exigencias económicas, que deben ser modestas, usted es la que tiene que hacerme saber el precio. En cuanto a la calidad artística, que debe ser de primer orden, me fio de mi gusto personal. El Pintor.- Primero, eche una ojeada al cuadro; en seguida, me dirá si puede interesarle… esos es… Lo primero es que le guste.
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El Señor Gordo.- (SE LEVANTA, SE DIRIGE HACIA EL PINTOR, VUELVE A SENTARSE) No puede interesarme sino dentro de ciertos límites financieros; es un principio, amigo mío, créame, no es más que un principio. El Pintor.- Si, señor… desde luego… comprendo. El Señor Gordo.- Así me gusta. El pintor.- Sin embargo… El Señor Gordo.- (OFENDIDO POR EL “SIN EMBARGO) ¿Sin embargo, que? El Pintor.- (BALBUCEANDO)- Es preciso… quiero decir… Tal vez fuera menester… que viese usted primero… El Señor Gordo.- (CON UNA SONRISA GROSERAMENTE ASTUTA) Amigo, el precio primero, la estética después. El Pintor.- Es bastante delicado. Ea, mírele El Señor Gordo.- ¡No, no, no!... En cuestión de delicadeza no tiene usted nada que enseñarme; no quiero ver nada, antes de ver sus pretensiones materiales. Se lo repito, es un principio. ¿No decía usted que me comprendía? El Pintor.- ¡Oh, sí! ¡Oh, si…! El Señor Gordo.- Entonces. ¿El precio? El Pintor.- ¡Hum! ¡Ejem! Sabe usted… El Señor Gordo.- (CON ALTANERIA) ¿Qué desea usted que sepa? ¿Qué se figura que todavía ignoro? El Pintor.- De seguro está usted al corriente… (HACIENDO UN ESFUERZO) Un pintor de mi categoría, un pintor contemporáneo, por ejemplo, Rembrandt o Rubens… El Señor Gordo.- A esos señores no los conozco a pesar de ser un ignorante. El Pintor.- Lo sé, lo sé muy bien… Rembrandt o Rubens… El Señor Gordo.- ¿Al menos no se trata de pintura no figurativa? El Pintor.- ¡Oh, no, señor! La hice; he superado ese plano, ahora vuelvo al sujeto real El Señor Gordo.- Afortunadamente; ha vuelto usted de su error. Le felicito. El Pintor.- Pues, si me lo permite, Rembrandt o Rubens venden un cuadro como este… por 500.000 (QUINIENTOS MIL) francos. Yo puedo cederle el mío por 400.000 (CUATROCIENTOS MIL).
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El Señor Gordo.- (ESTUPEFACTO) ¡Cuatrocientos mil francos! ¡Usted no conoce el valor del dinero! Eso representa una fortuna, pobre amigo mío, una fortuna. Sería dar una prima al menor esfuerzo. En la bolsa, no gano yo todos los días semejante suma. Y la bolsa, como espero habérselo hecho comprender, es un combate encarnizado, que desgasta a un hombre. Es una carrera de velocidad, un combate paso a paso; el más valiente es el que gana. Mientras que usted se está sentadito tranquilamente ante su caballete. ¡No, amigo, cuatrocientas mil veces no! El Pintor.- Mi arte tampoco es fácil; no está al alcance de todos. El Señor Gordo.- Volvamos a nuestros carneros. El pintor.- Puedo dejárselo en trescientos mil francos. El Señor Gordo.- Cuatrocientos o trescientos mil francos. El Señor Gordo.- Cuatrocientos o trescientos mil es casi lo mismo. El Pintor.- Por doscientos cincuenta mil… doscientos… El Señor Gordo.- Trescientos… Doscientos mil, sigue siendo casi lo mismo. El Pintor.- Cien mil. El Señor Gordo.- (LEVANTANDO LOS BRAZOS AL CIELO)- ¡Cien mil!.... Cien mil o doscientos mil, ¿Qué diferencia encuentra usted? El Pintor.- Ochenta mil (EL SEÑOR GORGO LE DICE QUE NO CON LA CABEZA) sesenta mil El Señor Gordo.- De setenta a sesenta, sabe usted… (CABECEA PARA DECIR QUE NO) El Pintor.- Cincuenta mil. El Señor Gordo.- De sesenta mil a cincuenta mil, no hay ni siquiera un paso. De usted varios, pobre, de usted varios. El Pintor.- Me parece que he rebajado el precio considerablemente, confiéselo… El Señor Gordo.- ¿Qué quiere que confiese? El Pintor.- (HACIENDO UN GRAN ESFUERZO) En este caso, señor, usted disculpe… seria despreciar demasiado mi trabajo… (CON ESFUERZO Y BALBUCEANDO) Porque yo también tengo principios. El Señor Gordo.- Mejor para usted. Si tiene principios, guárdeselos. Y guárdese el cuadro. (PAUSA. ESTÁ EN PIE CON LAS MANOS CRUZADAS A LA ESPALDA) En lugar de principios más le valdría recubrir puntapiés en el trasero. ¡Es preferible!
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El Pintor.- Lo lamento, señor. ¡Hasta la vista! (SE DIRIGE HACIA LA PUERTA) ¡Me quedo con mis principios y me niego a recibir, usted perdone, los puntapiés en el trasero! El Señor Gordo (IMPLORANDO DE PRONTO, LLORIQUEA) ¡Un instante! Vamos a ver..., amigo, no va a dejarme usted con esas paredes sucias y desnudas, con esas paredes horrendas, estas paredes cuya ausencia de belleza me abruma! ¡Reflexione, piense también en los demás! Hágame la limosna de su genio, a mi, el necesitado…, desde ese punto de vista, ¡¡¡ Necesitado!!! El Pintor.- (CERCA DE LA PUERTA, CON SONRISA FORZADA) También el arte, sépalo usted, se paga… El Señor Gordo.- ¡Tonterías! Un artista como usted, como espero que lo es usted, un artista no es un comerciante, ¡debe ser un sacerdote de la belleza, como las vestales! (MUY JOSÉ PRUDHOME MEZCLADO CON GROUCHO) El Pintor.- Tengo que vivir, señor mío. El Señor Gordo.- (EXAGERADAMENTE HUMILDE) ¿Y yo? ¿Acaso no tengo que mantener a mi hermana? Sea usted, se lo suplico. El Pintor (VOLVIENDO A ACERCARSE) Puede que tenga usted razón ¡Debemos ayudarnos unos a otros! El Señor Gordo (EXAGERADAMENTE ALTIVO) No le pido que me lo ofrezca gratuitamente…, me molestaría. No quiero deber nada a nadie. El Pintor.- ¡Pudo dejárselo por catorce mil francos! El Señor Gordo.- (LIMPIANDOSE UNA OREJA) ¡Cuatro mil francos! Es más que demasiado, pobre amigo mío. No piense en ello. El Pintor.- Había dicho… había dicho catorce mil, no cuatro mil… catorce mil. El Señor Gordo.- No soy tonto ni sordo. Ha dicho usted cuatro mil. El Pintor.- ¡Oh, no señor, se lo aseguro!... ¡Catorce mil! El Señor Gordo.- (OFENDIDO)- ¿De modo que niega usted su propia propuesta, con la cual, por otra parte, yo no estaba de acuerdo? ¡No es usted hombre de honor! Un hombre de honor no tiene más que una palabra. ¡Una sola! El Pintor.- Catorce, señor mío. El Señor Gordo.- Cuatro. El Pintor.- Catorce, usted dispense. Dije catorce El Señor Gordo.- ¿Catorce qué? 14
El Pintor.- Catorce mil. El Señor Gordo.- (ESTUPEFACTO) ¡Catorce mil! (SARCÁSTICO) ¿y se figura que voy a creerle? No soy un primo. El Pintor.- Sin embargo. El Señor Gordo (EN PIE, CON LOS BRAZOS CRUZADOS, DE PERFIL AL PUBLICO) No hay sin embargo. Más vale no hablar más de ello. Hasta mas ver, amigo. El Pintor.- Esta bien. ¡Hasta mas ver, señor mío! (SE DIRIGE DE NUEVO HACIA LA PUERTA) ¡Hasta mas ver! (SALE) El Señor Gordo.- (CORRIENDO DETRÁS DE ÉL) Diga, amigo, diga… (SALE Y VUELVE A ENTRAR CON EL PINTOR, AL CUAL TIRA DE UNA MANGA) Espere… Sea como sea, quiero hacer algo por usted. Le ofrezco cuatrocientos… El Pintor.- ¿Cuatrocientos mil francos? ¡Oooh, señor! El Señor Gordo.- ¡ja,ja! (SE RÍE MUY FUERTE) Habla usted en broma… El Pintor.- Pues… si… no… si… ¿Por qué no? El Señor Gordo.- Le ofrezco cuatrocientos francos en todo y por todo. El Pintor.- (SUBITO, DESPUÉS DE HABER CALCULADO UN SEGUNDO EN SILECIO) – De acuerdo, señor. Perfectamente. El Señor Gordo.- (GRAN PALADA EN EL HOMBRO AL PINTOR, QUE SE TAMBALEA) ¡Sentía que íbamos a entendernos! ¡Conozco A los artistas, los artistas deberían también conocerme! El Pintor.- (CON SINCERIDAD) ¡Oh si! El Señor Gordo.- (CONDESCENDIENTE) Le estimo, amigo. El Pintor. (EMOCIONADO) Gracias, señor. Sabe usted, me hubiese desolado el que no nos hubiésemos entendido. El Señor Gordo.- ¡A mi también! Un arreglo amistoso, aunque no cueste nada, vale más que un pleito largo por mucho que cueste. El Pintor.- Soy completamente, de la misma opinión. El Señor Gordo.- Lo cual me honra El Pintor.- Voy a desenrollar el lienzo El Señor Gordo.- ¡Oh, hubiera podido hacerlo solo! No es absolutamente indispensable. Un Lienzo es un lienzo. Con tal de que sea una obra de arte, es todo lo que pido. 15
Llenara la pared, adornara un poco este ambiente triste, será menos penoso para mi vivir con el… (GRAN SUSPIRO; SE LIMPIA LOS DIENTES O LAS OREJAS) El Pintor.- (INTENTA LIMPIARSE TAMBIEN LOS DIENTES, MIENTRAS DICE) Desde luego El Señor Gordo.- (VOLVIENDOSE HACIA EL PINTOR) Ciertamente. El Pintor.- Ciertamente. El Señor Gordo.- Ciertamente. Empleamos la misma expresión, lo cual quiere decir que el acuerdo es perfecto. El Pintor.- Si, el acuerdo es perfecto. (EL SEÑOR GORDO RUIDOSAMENTE; EL PINTOR FLACO SE RIE DÉBILMENTE)
SE RIE
El Señor Gordo.- (ARREPINTIÉNDOSE) Si, a pesar de todo, mirásemos el lienzo… para tener la conciencia tranquila… El Pintor.- ¡Oh no! Nada… aunque a decir verdad, tengo un poco de prisa… pero, en fin… por usted… El Señor Gordo.- ¡Ay amigo! Quiero saber qué es lo que compro; estoy en mi derecho. No compro nada a ojos cerrados. ¡Ni siquiera la pintura! El Pintor.- Es justo; está usted en su derecho. El Señor Gordo.- Pues dese prisa, ya que pretende usted que la tiene. El Pintor.- En seguida, señor. (DESENRROLLA EL INMENZO LIENZO) El Señor Gordo.- (A MEDIDA QUE EL PINTOR VA DESENROLLANDO EL LIENZO EN EL SUELO) Si… Si… siii…. El Pintor.- (TÍMIDAMENTE, SIN HABER TERMINADO DE DESARROLLAR EL LIENZO) - ¿Qué le parece? El señor Gordo.- Todavía nada, amigo mío. Hay que verla… Desenróllela por completo. Vamos, vamos… más de prisa… El Pintor.- Si, señor, si. (EXTIENDE EL LIENZO, ENREDÁNDOSE EN ÉL) El Señor Gordo.- (MIRÁNDOLE Y SIN AYUDARLE) ¡Que torpe es usted! ¡Cuidado! No vaya usted a estropear mi cuadro. El Pintor.- Perdone. El Señor Gordo.- (DANDO PATADITAS) ¡Ay,ay,ay,ay…! El Pintor.- ¡Ea,ya esta! 16
El Señor Gordo.- ¿Por fin? El Pintor.- ¿Qué le parece? El Señor Gordo.-(DÁNDOSELAS DE GRAN CONOCEDOR) ¡Hum! Si… si El Pintor.- Eso es El Señor Gordo.- Es un retrato… un retrato de mujer… si, es verdad, no es pintura nofigurativa… El Pintor.- ¿Verdad? El Señor Gordo.- ¡No la pise! ¡Que aturdido es usted! Le he dicho que tenga cuidado con mi lienzo. El Pintor.- Perdone… El Señor Gordo.- (DESCONTENTO) ¡Es malo! ¡Es figurativo! El Pintor.- Lo que usted quería. Ya se lo advertí El Señor Gordo.- No nos hemos puesto de acuerdo sobre las condiciones. Sabe usted, tengo buen gusto. Puede usted confiar en mi juicio. Hubiera preferido, en efecto… un lienzo no figurativo, a no ser que hubiera sido verdaderamente… figurativo. El Pintor.- ¡Ahh! ¡Hubiera usted debido explicarse! El Señor Gordo.- Es lo que es, claro, desde luego, pero sin embargo, lo que es… ¿Qué es realmente? El Pintor.- Dígalo usted que tiene tanto gusto. El Señor Gordo.- (COMPETENTE) No quiero decir aun nada definitivamente, dado que veo mal su obra, así, extendida en el suelo… Una obra de teatro se hace para ser representada, un cuadro para estar colgando. Un lienzo tendido en el suelo, no es más que un mapa de Estado Mayo. No se ven más que algunos detalles por aquí, algunos detalles por allá, un hormiguear, un reborde de líneas, algunos colores… el conjunto huye. El Pintor.- Huye…. Si, huye…. El Señor Gordo.- Debe usted saber también que existe diferencia esencial entre un cuadro y la colgadura, aunque ambas palabras empiecen con la misma letra. El Pintor.- Si, empiezan lo mismo, terminan de otro modo. El Señor Gordo.- (SIN MOVERSE)- Cuélguelo, ya que está usted aquí. Me echara usted una mano.
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El Pintor.- ¡Con mucho gusto! (EMPIEZA A ENRROLLAR EL LIENZO) El Señor Gordo.- ¿No se irá a manchar con él? El Pintor.- ¡No, señor no! Lo enrollo para desenrollarlo sobre la pared. (SE DIRIGE CON EL LIENZO MEDIO ENRROLLADO HACIA LA PARED DEL FONDO) El Señor Gordo.- Haga lo que quiera. Es usted libre. El Pintor.- ¡Oh, no señor! Estoy a la disposición de usted. El Señor Gordo.- Además, para colgar no se enrolla. (Profundo) Mas bien, diría yo, todo lo contrario. El pintor.- (JUNTO A LA PARED) Hay que colgarlo bastante alto. El Señor Gordo.- Evidentemente., para que no arrastre por el suelo. ¡Tengo que enseñárselo todo! (LEVANTANDO LOS BRAZOS) ¡que enseñárselo todo! El Pintor.- Para colgarlo alto, en la pared se necesitaría una escalera de mano. El Señor Gordo.- (DANDO GRITOS EN DIRECCIÓN DE LA COCINA) ¡Alicia! ¡Alicia! Voz cascada de Alicia- ¡Voy! (ACUDE PRECIPITADAMENTE. EN EFECTO, ES MUY VIEJA, CARGADA DE HOMBROS; LLEVA UN PAÑUELO EN LA CABEZA, BAJO EL CUAL ASOMAN MECHONES DE CABELLOS BLANCOS. GRUESAS GAFAS NEGRAS, DELANTAL. ES MANCA. EN MANO VALIDA, CUBIERTA CON UN MITON, LLEVA UN BASTON BLANCO) Alicia.- ¿Para qué, hermanito querido? El Señor Gordo.- (CON VOZ DE TRUENO) ¡Eso a ti no te importa! ¡Voladito, he dicho! ¿Tengo que repetir mis órdenes? Alicia.- (CON MIEDO) ¡Ay, hijito mío, no te enojes! Ya voy. (SALE) El Señor Gordo.- Es mi hermana El pintor.- Si, señor. ¡Ay! Ya lo veo. El Señor Gordo.- Vamos, vamos… (PATALEANDO) ¡Mas a prisa! ¡Despacha! ¡No tardes! Alicia.- Aquí estoy. (VUELVE A ENTRAR. LO PRIMERO QUE APARECE ES EL CABO DE LA ESCALERA DE MANO) ¡Hermanito querido, pesa! El Pintor.- ¿Puedo echarle una mano? 18
El Señor Gordo.- No le vendrá mal; con eso tendrá dos. Vaya. Alicia.- (AL PINTOR, QUE LA AYUDA A LLEVAR LA ESCALERA, MIENTRAS ELLA EMPLEA EL BRAZO VALIDO Y EL MUÑON) Gracias, señor. Pesa, estoy cansada. Soy vieja, figúrese… El Señor Gordo.- Siempre te estás quejando. Al Señor no le interesa (ENTRE LOS DOS, LLEVAN LA ESCALERA Y LA APOYAN CONTRA LA PARED DEL FONDO) Alicia.- ¿Es aquí? El Señor Gordo.- (SIN MOVERSE) ¡No allá! Vamos, vamos. Cuidado, no estropeen nada, no arañen la pared ¡Ah!... Eso no me gusta. (A ALICIA) ¡Dale el lienzo! Alicia.- (CON VOZ CASCADA; TIENE MIEDO) Si, si hermanito. (EL PINTOR SE SUBE A LA ESCALERA. ALICIA LE ALARGA EL LIENZO ENRROLLADO) El Pintor.- (INTENTA COLGAR EL LIENZO) ¿Aquí señor? El Señor gordo.- Espere. (VA AL CENTRO DEL ESCENARIO, REFLEXIONA UN INSTANTE) Demasiado alto. (EL PINTOR LLEVA, SIGUIENDO LAS INDICACIONES DEL SEÑOR GORDO, EL RROLLO A SITIOS DIFERENTES, MIENTRAS ALICIA, SIN HABLAR, SE MUEVE DE MODO DESORDENADO) ¡Demasiado bajo! ¡A la derecha! ¡A la izquierda! ¡A la derecha! ¡Demasiado bajo! ¡Demasiado alto! ¡Demasiado bajo! ¡No!... Es a la derecha de la izquierda, no a la izquierda de la derecha. Con tal de que no esté cabeza abajo. Cuidado con la simetría. Digo:”la simetría”, eso hay que tenerlo en cuenta ¡Ahí, ahí! ¡Atención ahí! ¡A la izquierda, a la derecha, viceversa, a la derecha, a la izquierda, versa! Ya está. No moverse. Colgad ahí. Suéltelo todo. (EL ROLLO COLGADO SE DESENROLLA. APARECE UN GRAN LIENZO, UNA ESPECIE DE TAPIZ, QUE REPRESENTA UNA MUJER MUY HERMOSA DE ASPECTO REGIO; SE VE EL RESPALDO DEL TRONO. LA MUJER TIENE LOS OJOS NEGROS, VISTE UN TRAJE DE PURPURA, TIENE EN LA MANO UN CETRO) Alicia.- (AL PINTOR) ¿Quién es esa señora? El Señor Gordo.- ¡Silencio! El Pintor.- (DESDE LO ALTO DE LA ESCALERA) ¿Qué le parece? (CON TEMOR) El Señor Gordo.- Me parece, naturalmente, algo, pero no puedo decirle nada, no me deja usted ver. Baje usted de la escalera, de prisa, de prisa. El Pintor.- Si señor. (BAJA PRECIPITADAMENTE) 19
El Señor Gordo.- ¡Pero Alicia, vamos, ponte a un lado, no me quites la vista, no saques la lengua! Alicia.- (QUE HABÍA SACADO LA LENGUA AL VER A LA MUJER PINTADA) ¡Enseguida, enseguida, hermanito! ¡No había sacado la lengua! (VUELVE A SACAR LA LENGUA) El Señor Gordo.- Quiten la escalera, ¡no van a dejarla ahí hasta la navidad! El Pintor.- En seguida, señor. (BAJA PRECIPITADAMENTE) El Señor Gordo.- Alicia, no pierdas el tiempo. Ayuda al artista a retirar la escalera. ¿Dónde tienes la cabeza? Alicia.- ¡No te enojes, hermanito querido! (SOLLOZA). No hace más que reñirme, señor ¡Si usted supiera! El Pintor.- ¡Oh, señor, no riña usted! El Señor Gordo.- (AL PINTOR) ¡Eso a usted no le importa! (A ALICIA) ¡Ya te he dicho que no andes quejándote a todo el mundo! ¡Empujen la escalera entre los dos! (EL PINTOR A ALICIA EMPUJAN LA ESCALERA, LLORANDO) El Señor Gordo.- ¡Basta! (TEMPLANDO, AMBOS SE DETIENEN) ¡Ahora, mírame, juzgare! (SE ACERCA, SE ALEJA, SE VUELVE A ACERCAR AL CUADRO, COMO SI FUERA GRAN CONOCEDOR) El Pintor.- Dígame sinceramente. El Señor Gordo.- (A ALICIA) Alicia, no te quedes allí pegada al cuadro. No me dejas ver. La comparación no te favorece, ¡esperpento! ¡Vuélvete de espaldas! ¡Escóndete! Alicia.- (AL PINTOR) Ya lo está usted viendo. Mi simple presencia le molesta. (SE VUELVE DE ESPALDAS) El Pintor.- (A ALICIA) Me da usted pena. (TIMIDAMENTE, AL SEÑOR GORDO) La hace sufrir, señor… (ALICIA SE VUELVE HACIA EL PUBLICO CON EL ROSTRO BAÑADO EN LAGRIMAS) El Señor Gordo.- (A ALICIA) ¡Necia! (ALICIA LLORA MAS FUERTE) El pintor.- (A ALICIA) Tranquilícese, señora. El Señor Gordo.- (AL PINTOR) ¡Ocúpese de lo que le interesa! El Pintor.- Perdone
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El Señor Gordo.- (AL PINTOR) Se pasa la vida llorando, por necesidades o para molestarme ¡Esta completamente desprovista de sentido artístico! El Pintor.- Acaso no del todo…. Después de todo, es un ser humano. Alicia.- (SOLLOZANDO) ¿Qué es el sentido artístico? El Señor Gordo.- El sentido de lo bello. Alicia.- (LLORANDO) ¿El sentido de que? El Señor Gordo.- (AL PINTOR) Ya lo ve usted. Lo que yo le decía… El Pintor.- ¡Oh, señor! Es más digna de lástima que de censura. Es una invalidez como otra cualquiera… El Señor Gordo.- ¡Ay, las invalides... no le faltan! (A ALICIA) Vuelve a tus cacerolas. Alicia.- (LIMPIANDOSE LOS OJOS CON EL DELANTAL) Bueno, bueno, bueno, bueno…. (SALE POR LA PUERTA QUE DA A LA COCINA; LA DEJA ENTREABIERTA; DE VEZ EN CUANDO ESCUCHA Y MIRA LO QUE PASA EN LA ESCENA; AL FIN, ACABA POR VOLVER) El Señor Gordo.- (AL PINTOR) los hermanos se siguen y n o se aparecen… El Pintor.- (TIMIDAMENTE) Ejercite su gusto, señor El Señor Gordo.- (MIRA EN SILENCIO, DURANTE ALGUNOS INSTANTES, EL LIENZO DEL PINTOR, MIENTRAS ESTE PARECE ESTAR MUY CONMOVIDO) Lo ejercito, amigo, lo ejercito… Hum… no le convenga a usted demasiado. El Pintor.- (CON SONRISA FORZADA) ¿Que le hemos de hacer… que quiere usted? El Señor Gordo.- Pues bien… Vera usted, cuanto más pienso en su obra, menos se que pensar acerca de ella; me gusta precisar. El Pintor.- Si, si… El Señor Gordo.- Su obra tiene defectos, veo lo que ha querido usted hacer, es un retrato… un retrato de mujer, si no me engaño… El Pintor.- En Efecto, señor, no se engaña. El Señor Gordo.- Si…. De modo que representa una mujer sentada…, voy descifrando ¿no es cierto...? Sentada en un sillón, con un cetro en la mano. Es como una foto en grande; un retrato ¿no es eso? El Pintor.- Exacto 21
El Señor Gordo.- El sillón en el cual esta mujer está sentada se parece mucho a un trono. Quizá lo sea. Un trono cuya parte inferior no se ve; se deja adivinar, sin embargo… El Pintor.- Se deja adivinar, sí señor, al menos lo espero Alicia.- (SACANDO LA CABEZA)- Si se adivina, es lo principal El Señor Gordo.- (A ALICIA) ¡Cállate! (AL PINTOR) Puesto que tiene un cetro, aunque no tenga corona, debe ser una reina. Esta parte inferior que se deja adivinar, son los pies de ese sillón o si se quiere el trono. En la medida que se dejan adivinar sin que se les vea, su lienzo de usted es lo figurativo. El Pintor.- En esa medida, sí, señor El Señor Gordo.- Esa princesa, esa mujer, esta también ella, en un estilo medio figurativo, porque no se ve tampoco sino que se adivina, los pies, las piernas, los muslos, la pelvis de la mujer. El Pintor.- ¡Oh, sí, señor! Eso precisamente. El Señor Gordo.- ¿Cómo puede uno darse cuenta de que esa mujer es una mujer? Ese es uno de los misterios de su arte, por el cual le felicito. Alicia.- Es la sugestión. El Pintor.- Gracias, Señor. El Señor Gordo (COMPETENTE) - ¡Espere! Es preciso aclarar el misterio. ¿Cómo es posible darse cuenta, puesto que no se ve sino el nacimiento de los senos, ya que los pezones están cuidadosa, osare decir púdicamente, ocultos bajo un corpiño de encaje? No se ven los senos de la mujer y, sin embargo, se sospecha que están ahí… El Valor de la sugestión es cierto, es innegable. En Cuanto a las piernas de esta mujer, no se hace más que adivinar por pura deducción lógica, que las tiene. Pero no nos la sugiere en modo alguno. (HABLANDO MUY FUERTE) ¡Eso es un defecto! El pintor.- Perdone, señor. Lo lamento en extremo. El Señor Gordo.- En efecto, amigo, el arte y la lógica son dos cosas diferentes, y si se debe acudir a la lógica apara comprender el arte, el arte se v y no queda más que la lógica. El pintor.- Le digo, señor El Señor Gordo.- Muy Bien. Alicia.- (DEJANDOSE VER) Ya te lo había dicho yo. ¡Ay, ay,ay, ay! ¿Llaman? ¡Marcha, márchate! (ALICIA DESAPARECE PARA REAPARECER UN MOMENTO DESPUÉS) 22
El Señor Gordo.- Del mismo modo que si, por ejemplo, para comprender la lógica, hay que apelar al arte, la lógica se va. ¿De veras me comprende usted? El Pintor.- Si, señor, le comprendo muy bien. El Señor Gordo.- (HURGÁNDOSE LA NARIZ CON UN DEDO) Bueno. Este es el punto débil, la objeción mayor que le hago. En su obra, se adivina y no siempre, lo que no se ve; no se ve lo que adivina. Hay en ello una contradicción flagrante y también, como consecuencia una confusión de estilo, una mezcla impura de lo figurativo y lo no figurativo. El Pintor.- Si, señor, m doy cuenta. Las críticas de usted son justas, pero ¿Qué le hemos de hacer? El Señor Gordo.- Ahora ya es demasiado tarde… Tal vez no ha tenido usted suficientemente en cuenta el principio básico según el cual: la lógica demuestra mientras que el arte sugiere. El Pintor.- No conocía ese principio. El Señor Gordo.- De aquí en adelante, reflexione sobre él. Por lo demás, es bastante fácil: esa mujer, real o imaginaria que usted pinto está bien pintada: tiene cabello oscuro., ojos verdes, cutis mate, labios, nariz, barbilla, etc…Además finalmente, es una verdadera reina. Alicia.- Reinas del Arroyo… ¡En cuanto ve una teta, pierde la cabeza! (RETIRA LA CABEZA) El Pintor.- Si señor. Es una reina. El Señor Gordo.- (PATALEANDO) Déjeme interpretar a mi solo.. Creo haberle demostrado que soy capaz de hacerlo. El Pintor.- Me callo. El Señor Gordo..- Me doy cuenta ¡ay! Que le falta la corona… Este retrato, imaginario o no, está incompleto, querido amigo… El Pintor.- En efecto. ¡Oh, lo siento infinito! ¡Estoy desolado…, desolado… ¿Qué hacer? (SE RETUERCE LAS MANOS) El Señor Gordo.- ¡Hubiera usted debido desolarse antes! En Fin, hay también en su obra algunas cualidades que paso en silencio honradamente. Por su propio interés. El Pintor.- De acuerdo. El Señor Gordo.- En Resumen. El Cuadro necesita que haga usted en algunas enmiendas esenciales. (DECISION BRUSCA). No puedo adquirirlo en su estado actual. El Pintor.- ¡Oh! 23
El Señor Gordo.- Me lo volverá a traer usted mas tarde. Volveremos a hablar. Por ahora, no hablemos más. Lléveselo. El pintor.- ¡Ay señor… señor…! Es tan pesado…, ocupa tanto sitio. Si quiere. Se lo dejo por trescientos francos. El Señor Gordo.- ¡Imposible! Alicia.- (DESDE EL QUICIO DE LA PUERTA, EN TONO LAMENTABLE) Hermano vamos…, vamos…, comprende, lo que haces no es amable. (AL PINTOR) ¡No es amable, señor, es duro, siempre lo ha sido!... El Señor Gordo.- ¿A ti quien te mete? ¿a ti que te importa? ¡A tus cacerolas. Alicia.- Si, si, ya me voy, no me gruñas. (DESAPARECE UN INSTANTE, PERO POCO DESPUÉS VUELVE A ASOMAR LA CABEZA) El Señor Gordo.- (AL PINTOR) Para hacerle un favor, consiento en tenerlo aquí… por algún tiempo… en depósito. Dentro de algunos meses, decidiré si me quedo con él o no. Claro que no puedo pagarle nada. El Pintor (CONFUNDIENDOSE EN MUESTRAS DE AGRADECIMIENTO) Gracias, gracias de todo corazón. Gracias por querérmelo guardar en su casa. El Señor Gordo.- Para hacerle un favor. El Pintor.- Ya lo sé, y se lo agradezco. El Señor Gordo.- Así se libra usted de él. Yo no… pero en fin… El Pintor.- ¡Ay! El Señor Gordo.- Si tengo tiempo, si me parece que vale la pena, hare yo las enmiendas indispensables. El Pintor.- Le quedare agradecidísimo. ¿Cómo darle las gracias? El Señor Gordo.- Por guardarlo en depósito, le exigiré… que pague… muy poca cosa. Nos arreglamos, amigo, no tema; si lo hago, es únicamente por amor al arte, y porque me tomo interés por usted. El Pintor.- Es usted generoso. El Señor Gordo.- A menos que… en fin, ya veremos. Si me doy cuenta de que puede darnos alguna ganancia, le ofreceré un buen tanto por ciento. ¿No tiene usted teléfono? El Pintor.- No, señor El Señor Gordo.- ¡Estos artistas! ¡Todos son ingleses!
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El Pintor.- Claro… si…. El Señor Gordo.- No importa… Tengo su dirección… Le escribiré… le mandare un telegrama. Váyase… (Con sonrisa bromista) Le echo a usted a la calle, ya lo ve, déjeme… Tengo que trabajar. Trato hecho. El Pintor.- Gracias. Hasta la vista. El Señor Gordo.- Trato hecho.(Cuando el pintor se dirige a la puerta, Alicia entra en la escena) Alicia.- (al Pintor)- Hasta La vista, señor, hasta la vista. Que usted lo pase bien. ¡Buena suerte! (El Señor Gordo contempla el cuadro y se va haciendo cada vez más humilde, mientras Alicia cambia de personalidad y se hace asombrosamente agresiva; el Señor Gordo, apenas el Pintor desaparece inclina, temeroso. El cambio de actitud de ambos personajes es instantáneo, muy visible. Absurdo, inesperado. Todo hay que subrayarlo burdamente) El Señor Gordo.- (SEÑALANDO TÍMIDAMENTE EL CUADRO) ¿verdad? Está bastante bien. ¿Qué te parece, querida?
Está bien,
Alicia.- ¿Qué idea se te ha ocurrido de comprar ese cuadro tan feo? ¡No te metas los dedos en la nariz! ¿Qué te ha entrado? ¿Estás loco? ¡A tu edad! ¡Eres incorregible! El Señor Gordo.- (YA DESFALLECIENTE AUNQUE TODAVÍA LE QUEDA ALGÚN RESTO DE SU AUTORIDAD ANTERIOR)- Eso es cuenta mía. Tengo derecho. Hay que tapar con algo las paredes; no me comprendes… para embellecer esto. Alicia.- ¡Esnobismo… idiota! No hace falta ninguna. Vamos a ver. Tanto regatear. ¡Tiempo perdido! Ahora no tendremos nada que comer, nada que echarnos encima. ¡Nos arruinas con tus caprichos de cretino! más te valiera haber pensado en el contrato, en los papeles… ¿De qué sirve todo esto? ¿Eh? Tiempo perdido, dinero perdido. El Señor Gordo.- No te inquietes, Alicia. Dinero, lo vamos a ganar. Alicia.- Mejor harás, en primer lugar, en ocuparte del certificado El Señor Gordo.- (MIRANDO FURTIVAMENTE EL CUADRO) -¿El Certificado? Alicia.- Si. Parece que ni siquiera lo sospechas. Me citaron de la Alcaldía para el certificado… El Señor Gordo.- ¿De la Alcaldía? Alicia.- (SE PASEA DANDO VUELTAS EN TORNO AL SEÑOR GORDO, EL CUAL, INMÓVIL, VUELVE LA CABEZA A LA IZQUIERDA, A LA DERECHA, 25
PARA SEGUIRLA) – De la Alcaldía Pero como ya me llamaron de la Alcaldía para el certificado, no puede ser para el certificado… (AL ANDAR, GOLPEA CON FUERZA EL SUELO CON EL BASTÓN) Pero como tampoco puede ser para otra cosa, porque ya me llamaron para otra cosa, estoy preguntándome para que será… (EL SEÑOR GORDO CALLA. ELLA LEVANTA EL BASTÓN) ¿Eh?... ¿Para que podrá ser? ¿Tú no te lo preguntas? ¿En qué gastas el tiempo? ¡En mirarla, granuja! ¡Cochino granujilla! ¡Al trabajo! El Señor Gordo.- (LLENO DE MIEDO, SE ACERCA A LA MESA, LANZANDO FURTIVAS MIRADAS AL CUADRO DEL CUAL SE ALEJA CON PESAR) ¡Mi trabajo lo hago, Alicia… Alicia.- (PERSIGUIENDO AL SEÑOR GORDO, QUE BUSCA LUGAR SEGURO DETRÁS DE LA MESA) ¡Víbora! ¡Borracho! Te pasas la vida mirándola… ¡Ay, estoy, sin aliento..! El Señor Gordo.- ¡Oh, mi pobre Alicia … mi pobrecita Alicia… Alicia.- ¡Hipócrita, embustero, crápula! ¡Ay, si no estuviera yo aquí! ¡ Estarías tu ya a las puertas de la cárcel! ¡No piensas más que en eso! (SEÑALA EL CUADRO, Y LEVANTA EL BASTÓN PARA GOLPEARLE) El Señor Gordo.- ¡Alicia, por favor, querida…Alicia… que cuesta dinero, que nos va a dar provecho! Alicia.- Vacila ¡Ah!... No sé que me detiene…! Imbécil! Mírala… a esa mala mujer, a esa zorra, fea, asqueroso El Señor Gordo.- ¡No me pagues! ¡No me pagues! Alicia.- ¡Ahora el caballerito necesita cuadros pornográficos!... Beldades… Mujeres desnudas. Figúrense… El Señor Gordo.- (ESCONDIÉNDOSE DETRÁS DE LA MESA)- No está desnuda, muy al contrario. A mi parecer, esta demasiado vestida. Alicia.- (LE PERSIGUE CON EL BASTON LEVANTADO) ¡Idiota lúbrico! El Señor Gordo.- (PROCURANDO ESCONDERSE) Es una buena adquisición, no lo comprendes… Al Mirarla, es en eso en lo que estoy pensando… ¡Solo en eso… no en otra cosa! Alicia.- ¡Solo en eso! Ni siquiera te he dicho cuanto te va a pagar por el depósito. El Señor Gordo.- Pagara lo suyo, no te preocupes, todo se arreglara… y entre tanto, nos aprovecharemos de la obra maestra… Si, tu también te aprovecharas. Alicia.- Aprovecharme yo? ¿De esa puerca? ¿Por quién me tomas?
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El Señor Gordo.- He hecho un favor al pintor, le he librado de ella, estaba felicísimo, será un buen negocio… Me está muy agradecido, nos pagara mucho. Alicia.- No te dará nada, o casi nada. Conozco a los poetas y a sus… demás… No valen gran cosa. El Señor Gordo.- Eres injusta. Alicia.- Esta demasiado contento al verse libre de ella; nadie la quiere. No le vuelvas a ver el pelo. Ha sido vivo. Te ha dado el timo. Solo tú quieres esa porquería… La voy a echar a la espuerta de la basura. (HACE ADEMAN DE DESCOLGAR EL CUADRO PARA TIRARLO) ¡Le voy a retorcer el pescuezo! (HACE EL ADEMAN CORRESPONDIENTE) El Señor Gordo.- ¡No hagas tal! Es un negocio. Tengo buenas esperanzas, a fe mía, sí, tengo buenas esperanzas… Alicia.- (VACILA) ¡Habrá que verlo! Entre tanto, te vas a pasar días, semanas enteras, meses, toda tu vida, mirándola, perdiendo el tiempo en lanzarle miraditas dulces con esos ojos de sapo. (LLORIQUEANDO) ¡Egoísta! ¡En vez de cuidarme, de pensar en mi que estoy enferma! No me falta nada ¿Verdad? El Señor Gordo.- ¡En la medida de lo posible. Alicia.- ¿A mis dolores de reuma? El Señor Gordo.- ¡Los tienes! Alicia.- ¿Y mis gafas que se me rompieron? El Señor Gordo.- Te compre otras. Las llevas puestas Alicia.- Pero no son las mismas. El Señor gordo.- Son tan buenas como las otras. Alicia.- (CHILLANDO Y LEVANTANDO EL BASTÓN) ¡Es falso, mentiroso, embustero, crápula. El Señor Gordo.- (LEVANTANDO LOS OJOS AL CIELO)! Nunca se dará cuenta de la nobleza de mis aspiraciones! Alicia.- (SIGUE AMENAZÁNDOLE) ¡No volverás a moverte de tu escritorio! ¡Te estarás ahí… (EL SEÑOR GORDO SE SIENTA EN EL SILLÓN, SIGUIENDO EL MOVIMIENTO DEL BASTÓN DE ALICIA) ¿Dónde están los contratos? ¿Dónde están? El Señor gordo.- (INDICANDO EL CAJÓN) ¡Están ahí! Alicia.- ¡Los dejas que duerman en el cajón! ¿Están preparados? 27
El Señor Gordo.- Se preparan en un momento Alicia.- ¿Perezoso! ¡Sácalos ahora mismo! ¿Qué van a decir los clientes? Vas a perderlos todos, todos. (EL SEÑOR GORDO SACA LOS PAPELES DEL CAJÓN Y LOS COLOCA SOBRE LA MESA) ¡A trabajar! No haces más que charlar con cualquiera… El Señor Gordo.- No soy yo quien ha hecho venir al pintor. Se ha presentado el… ¡Atraído por la notoriedad! Alicia.- Jactancioso, charlatán. No sirves más que para eso. Ese pintor idiota, ese imbécil, que no tiene talento, cualquiera podría hacer lo que hace el, los niños de cuatro años pintan mejor. El Señor Gordo.- No es verdad. (LO DICE TÍMIDAMENTE) Alicia.- (AMENAZANDO AL SEÑOR GORDO QUE DESAPARECE DETRÁS DE LA MESA PARA ESQUIVAR LOS BASTONAZOS) ¡Cierra ese pico! Van y dejan sus cuadros en cualquier parte, en casa de cualquier estúpido, que no entiende de nada, que finge entender… El Señor Gordo.- (DETRÁS DE LA MESA) Yo no finjo. Alicia.- ¡Peor que peor! El Señor Gordo.- (SACA TÍMIDAMENTE LA CABEZA) No es verdad… (ALICIA LANZA EL BASTONAZO QUE NO ALCANZA AL SEÑOR GORDO PORQUE HACE DESAPARECER LA CABEZA A TIEMPO) Alicia.- ¡A callar! ¡Ocúpate de los contratos! Si esta noche no has terminado, no habrá sopa ni postre, ni comida. El que no trabaja no come… El Señor Gordo.- (APARECIENDO Y DESPARECIENDO TÍMIDAMENTE) De aquí a la noche, estará terminado. (BASTONAZO DE ALICIA QUE NO DA EN EL BLANCO) Alicia.- ¡Promesas! Siempre tengo que estarte vigilando. Como si no tuviera otra cosa que hacer… El Señor Gordo.- (SACANDO DE NUEVO LA CABEZA TÍMIDAMENTE Y VOLVIÉNDOLA A ESCONDER) Si ni me dejas, no terminare nunca…. Alicia.- (NUEVO BASTONAZO) ¡Ay de ti, si no esta terminado! ¡Cuidado con el palo, y nada d comida! ¿Entendido? El Señor Gordo.- Si, Alicia, entendido. Alicia.- Voy a fregar ese asco de vajilla… Dejo abierta la puerta de la cocina… Cuidado conmigo… No te digo más…
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El Señor Gordo.- (SACA TÍMIDAMENTE LA TÍMIDAMENTE, SALE POR COMPLETO) ¡Seré bueno!
CABEZA,
TAMBIÉN
Alicia.- Te vigilare… (SEÑALA EL CUADRO) Que no te pesque yo lanzando miraditas, que no te pesque… ¡Ven aquí! El Señor Gordo.- (SE ACERCA CON TEMOR. ALICIA LE DA TIRONES DE OREJAS) ¡Ay, ay, ay! Alicia.- ¡Que no te pesque mirándola! ¡Ea! ¡Asia prenderas! (MIRA EL CUADRO; ESCUPE, MIENTRAS EL SEÑOR GORDO, A QUIEN HA SOLTADO, LLORA COMO UN CRIO) ¡Me las pagara! ¡Veremos lo que hago con ella! (SALE POR LA IZQUIERDA, HACIA LA COCINA, COJEANDO Y GRUÑENDO CON IRA; ANTES DE SALIR, DICE: ¡MIRA QUE TE MIRO! ¡A TU ESCRITORIO! (LE AMENAZA CON UN BASTON; EL SEÑOR GORDO SE SIENTA A LA MESA A TODA PRISA) (EL SEÑOR GORDO, EN CUANTO SE QUEDA SOLO, MIRA LOS PAPELES. LANZA UN SUSPIRO DE ALIVIO; AL CABO DE UN MOMENTO, SE LIMPIA LA FRENTE; VUELVE FURTIVAMENTE LA VISTA AL CUADRO DURANTE UN SEGUNDO; LUEGO LA HUNDE DE NUEVO EN SUS PAPELES) Voz de Alicia.- ¡No te distraigas! ¡Estoy aquí! ¡Observo! El Señor Gordo.- (ASUSTADO) ¡No, no Alicia! ¡No, no, Alicia queridita!.... (VUELVE AL TRABAJO. OTRA MIRADA, INQUIETA, A LA PUERTA DE LA COCINA. DESPUÉS, OTRA MIRADA; PARECE MÁS TRANQUILO; SE VA LEVANTANDO LENTAMENTE, LUEGO UN POCO MAS; PRECISAMENTE EN ESE MOMENTO, SALE DE LA COCINA UN RUIDO DE VAJILLA QUE SE ROMPE, Y SE OYE LA VOZ DE ALICIA QUE GRITA; ¡MIERDA! EL SEÑOR GORDO SE SIENTA A TODA PRISA, ATERRADO COMO SI EL MONTÓN DE PLATOS ROTOS LE HUBIESE CAÍDO SOBRE EL CRÁNEO, Y SE FEBRILMENTE AL TRABAJO) El Señor Gordo.- Siete y ocho, quince, quince por tres cuarenta y cinco, cuarenta y cinco dividido por tres quince, quince menos siete, siete y uno ocho…, son ocho millones…, ocho millones multiplicados por diez, son ochenta millones, si…, ochenta millones…, ochenta millones, ochenta millones por diez, son ochocientos millones…, ochocientos millones de beneficio, deducidos los impuestos…, deducidos los impuestos…, ochocientos millones de beneficios…, en dos semanas no está demasiado mal…, podría ser mejor…., ¡ser mejor…! ¡Ser mejor! (SE OYE RONCAR A ALICIA) ¿Duerme? ¿o finge dormir? (Muy fuerte) ¡Ochocientos millones! ¡Ochocientos! (ALICIA SIGUE RONCANDO) (EL DICE A VOZ DE GRITO) ¡Ochocientos millones! ¡Ochocientos millones-ones-ones! (SE DETIENE; LOS RONQUIDOS NO CESAN) Duerme… He ganado ochocientos millones, me parece que puedo distraerme un poco. (MIRA EL CUADRO) ¡Una distracción que no cuesta nada! (SE LEVANTA, SE DIRIGE HACIA EL CUADRO, ANDANDO DE PUNTILLAS, DESPUÉS LO PIENSA MEJOR) ¡Mas vale estar seguro! (SE DIRIGE HACIA LA PUERTA DE LA COCINA, CON PRECAUCIÓN, METE LA CABEZA, LA VUELVE A SACAR, LOS 29
RONQUIDOS CONTINÚAN; CIERRA SUAVEMENTE LA PUERTA DE LA COCINA, LOS RONQUIDOS SE OYEN MENOS, DESPUÉS CESAN; EL SEÑOR GORDO MIRA POR EL OJO DE LA LLAVE , PEGA LA OREJA DE LA PUERTA, SE YERGUE, TRANQUILIZADO; VA HACIA EL CENTRO DEL ESCENARIO, CANTURREANDO, PERO ANDANDO DE PUNTILLAS, SOBRE TODO CUANDO SE VA ACERCANDO AL CUADRO, ANTE EL CUAL SE DETIENE, DE ESPALDAS AL PÚBLICO, Y, AL PRINCIPIO, CON LAS MANOS CRUZADAS A LA ESPALDA) ¡Un buen negocio! … ¡Que hermosa es! ¡No he perdido el dinero! Hasta le he ganado… ¡Aunque Alicia diga…! (ACARICIA LOS BRAZOS DE LA MUJER PINTADA) ¡Oh, lago, suspende tu vuelo! ¡Que piel tan lisa tiene!... La pintura se prueba también con la boca… (DA GRANDES BESOS AL RETRATO) ¡Querida! ¡Oh a-a-amor mío! (SE EXTASÍA, OLFATEA) Huele Bien…. Pintura (ÉXTASIS) a-aa al o… oleo! (SE PEGA AL CUADRO) ¡Eres bella ¡Oooh querida… (SE ALEJA. AL CUADRO) ¡Oh mujer! (SE PEGA AL CUADRO, EN ÉXTASIS, DESPUÉS, DA UN PASO A LA DERECHA, OTRO A ALA IZQUIERDA, OTRO A LA DERECHA, POR TODOS LADOS) Eres radiante… El mundo se hace feo cuando se le mira siempre desde el mismo lado. ¡Hay que moverse! (UN PASO A LA IZQUIERDA, OTRO A LA DERECHA. DECLAMA CON GRANDILOCUENCIA RIDÍCULA) La extensión fangosa se transforma en pradera, el cielo es un océano de islas floridas… en los desiertos, he aquí los oasis. Los ríos corren por las arenas áridas… Eres un sendero de espinos en flor… Me recuerdas las capitales tragadas por las olas…. Me recuerdas… me recuerdas… ¿Qué era? ¿Qué era? Soy joven… me cubro de brotes, verdegueo…. ¡Ah la,la,la,la,la,la,la! Hasta florezco… (SE ACERCA AL CUADRO, ACARICIA LOS BRAZOS PINTADOS) Florezco… Florezco… ¡Ah me vuelvo poeta! (ALICIA ASOMA LA CABEZA, EL SEÑOR GORDO, EN SU ÉXTASIS, NO SE DA CUENTA DE ELLO) ¡Oooh, aah…! ¡Te adoro! Alicia.- ¡Vicioso! ¿No te da vergüenza? El Señor Gordo.- (PEGADO AL CUADRO) Me voy a derretir ah, si… me derrito… ¡Ooh! (EL SEÑOR GORDO, SUBE UNO O DOS ESCALONES DE LA ESCALERA DE MANO, PARA BESAR MEJOR A LA MUJER PINTADA) Alicia.- ( ADELANTA. EL SEÑOR GORDO NO SE HA DADO CUENTA DE QUE HA ENTRADO) ¡Camello lúbrico! El Señor Gordo.- ¡Ay, el arte es largo, la vida es breve! Alicia.- (DANDO VUELTAS POR EL ESCENARIO COJEANDO) El Arte es el opio del pueblo. La vida también El Señor Gordo.- (BAJANDO LA ESCALERA) ¿Aléjame para acercarme más! Alicia.- (SIN DEJAR DE DAR VUELTAS Y LLORIQUEANDO) ¡A su edad! ¡Y además es fea, es fea…! ¡ sin la menos fuera hermosa! (EL SEÑOR GORDO TIRA BESOS AL CUADRO; ALICIA, AL MISMO TIEMPO ESCUPE CONTRA ÉL, Y LE AMENAZA CON EL BASTÓN) 30
Alicia.- ¿Qué encuentra en ella extraordinario? El Señor Gordo.- (EN ÉXTASIS) ¡Querida…, querida, que-e-e-e-rida! Alicia.- ¿Qué tiene más que yo? claro que tiene dos brazos y yo no tengo más que uno y medio, pero yo al menos tengo piernas y ella no… y si estoy manca, no es sino un accidente de la ancianidad. El Señor Gordo.- ¡Joven soberana! Alicia.- (SIEMPRE INDIGNADA) ¡Es trampa! Ese cuadro, a juzgar por su estilo, es el siglo pasado. El Señor Gordo.- (SIEMPRE EN ÉXTASIS) ¡Oh que joven eres! ¡Oh tan joven… tan joven! Alicia.- (INDIGNADÍSIMA) Por lo cual, tiene ochenta años; no es más joven que yo… Y si tiene veinte años, podrías ser su padre…. ¡cochino! El Señor Gordo.- Sin embargo, le falta algo… Alicia.- ¡Ay, ay, ay! ¿Qué va a ser de nosotros? Se va a arruinar por ella… El Señor Gordo.- (AL CUADRO) Ya veo lo que le hace falta… Alicia.- (LLORIQUEANDO) ¡No piensa en mis dolores de reuma! El Señor Gordo.- (VA HACIA LA MESA, ABRE EL CAJÓN, SACA DE ÉL UNA CORONA, DESPUÉS VUELVE A SUBIRSE EN UNA ESCALERA, INTENTANDO, EN VANO, COLOCAR LA CORONA SOBRE LA CABEZA DE LA MUJER PINTADA) Voy a coronarla Alicia.- (GIMIENDO) Gastos inútiles. (AL CUADRO) ¡Por culpa tuya! ¡Por culpa tuya! (AL SEÑOR GORDO) ¡Cochino egoísta! (ALICIA GIMOTEA, DA VUELTAS EN REDONDO, AMENAZA EL CAUDRO CON EL BASTÓN; LOS DOS REPRESENTAN INDEPENDIENTEMENTE, SIN HACER CASO UNO AL OTRO; EL SEÑOR GORDO NO VE A ALICIA) El Señor Gordo.- (SUBIENDO A LA ESCALERA) Esto es… ¡Esto es! Alicia.- ¡Que idiota! ¡Ay, ay, ay, el muy puerco no piensa más que en divertirse… Que los demás se diviertan le trae sin cuidado. (EL SEÑOR GORDO INTENTA EN VANO COLOCAR LA CORONA SOBRE LA CABEZA DE LA MUJER PINTADA) El Señor Gordo.- (PONIÉNDOSE NERVIOSO) ¡Ay, ay! ¡No se sostiene…, no se pega! Alicia.-Ya te decía yo que no podrías…no es ya para tu edad… 31
El Señor Gordo.- (EMPECINÁNDOSE RABIOSO, PATALEANDO COMO UN CRIO, GOLPEANDO EL LIENZO, ETC) ¡No se sostiene…, no se sostiene! Alicia.- ¡Pero que desdicha! El señor Gordo.- (DESOLADO) ¡No aprendí a pintar a tiempo! Ahora es demasiado tarde. Alicia.- ¡Perder Así el tiempo! ¡Por ese idiota, por ese monstruo! El señor Gordo.- (SIN BAJAR DE LA ESCALERA) Probemos de otro modo… Alicia.- (LLORA) ¡Ay, ay, ay, ay! El Señor Gordo.- (AL CUADRO) ¡Sostenla, sujétala entre tus brazos, ayúdame! (INTENTA SUJETAR LA CORONA ENTRE LOS BRAZOS DE LA MUJER PINTADA; EVIDENTEMENTE, NO LO CONSIGUE) ¡No puedo…, no puedo..! ¡No quiere! (GIME TAMBIÉN) Alicia.- ¡Te está bien empleado! El Señor Gordo.- (DESOLADO) ¡Que lastima! Alicia.- Con eso aprenderás. El Señor Gordo.- (DESOLADO, AL CUADRO) ¡No puedo… no puedo! Alicia.- ¡Ahora veras! ¡Aguarda! (MIENTRAS EL SEÑOR GORDO SIGUE INTENTANDO EN VANO PEGAR LA CORONA AL CUADRO, ALICIA, LLORANDO, VA A BUSCAR UN CUBO LLENO DE AGUA A UN RISCO DE LA HABITACIÓN O A LA COCINA) Alicia.- (VOLVIENDO CON EL CUBO, ARROJA EL AGUA SOBRE LOS HOMBROS DEL SEÑOR GORDO) ¡Remedio para los enamorados! El Señor Gordo.- (SORPRENDIDO, DEJA CAER AL SUELO LA CORONA; SE SACUDE COMO UN PERRO) ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! (BAJA LA ESCALERA) ¡Esto me lo pagaras! (LA AMENAZA DESPUÉS DE HABERSE SACUDIDO COMO UN PERRO; PERO “VERDADERAMENTE” COMO UN PERRO) ¡Me lo pagaras! ¡Me lo pagaras! (QUIERE PEGARLA) Alicia.- No… no ¡Me siento mal! ¡Ay, que me desmayo! Me duele el cráneo, tengo unas ganas de devolver. No me puedo tener, me caigo… ¡Me caigo!... Ve a buscar una silla… Ni eso se te ocurre. Mejor harías en comprar sillas que son más útiles que los cuadros (CIERRA LOS OJOS)
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El Señor Gordo.- Perdón… perdón… ¡Mi pobre Alicia! Voy… voy… ¿no te habré matado?... ¡porque me llevarían a la cárcel! Alicia.- (ABRIENDO UN OJO) ¡llévate el cubo! El Señor Gordo.- Si, si (SE APODERA DEL CUBO) Alicia.- (GIMOTEANDO) Me caigo, date prisa… No me tengo en pie… ¡Estoy muy mal! El Señor Gordo.- ¡Ah! ¡Nunca estaré tranquilo! (SE VA DE MALA GANA HACIA LA COCINA, CON EL CUBO EN LA MANO; DESAPARECE EN LA COCINA, SE LE OYE DECIR:) Jamás Alicia.- (SE YERGUE, DURANTE LOS MOMENTOS DE AUSENCIA DEL SEÑOR GORDO Y MIRANDO EL CUADRO DICE:) ¡Asquerosa! (AMENAZA) El Señor Gordo.- (VUELVE CON UNA SILLA QUE TIENE RESPALDO BASTANTE ALTO Y BRAZOS. ALICIA VUELVE A SU ACTITUD DOLIENTE) Toma, siéntate (COLOCA LA SILLA A LA DERECHA DEL CUADRO) Alicia.- ¡Al lado de ella, no! ¡Al lado de ella, no! (PERO A PESAR DE TODO, SE SIENTA) El Señor Gordo.- ¡Porque la comparación no te favorece! (SE VE QUE EN LA MANO QUE TIENE DETRÁS DE LA ESPALDA, EL SEÑOR GORDO LLEVA UNA GRAN PISTOLA) Alicia.- ¡No me has visto bien, insolente, no me has mirado! ¡Ya no sabes ni ver! ¡Un cuadro malo feo, feo, feo! (SE LEVANTA Y DA VUELTAS, COJEANDO Y GOLPEADO EL SUELO CON EL BASTÓN) El Señor Gordo.- (MIMOSO) ¡Tienes un bastón de ciega y te sirves de él como si fuera sorda! Alicia.- Te oigo muy bien, no te preocupes, te oigo muy bien. El Señor Gordo.- (AUN MÁS MIMOSO) siéntate… reponte… Alicia.- No tengo tiempo. Tengo trabajo. Moriré en pie como un caballo… El Señor Gordo.- (en tono muy duro, repentinamente) ¡No te muevas! Alicia.- ¡No me vas tú a mandar! El Señor Gordo.- (LA AMENAZA CON LA PISTOLA)
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Alicia.- (espantada, se sienta) ¡Ase…sino! El señor Gordo.- ¿El médico te había recetado descanso? Alicia.- (TEMBLANDO, ANTE LA AMENAZA DE LA PISTOLA) Mas valdrá que me envíes a la montaña El Señor Gordo.- (SIEMPRE AMENIZÁNDOLA CON LA PISTOLA, SE RIE FEROZMENTE) Alicia.- ¡Se te puede escapar el gatillo! El Señor Gordo.- (FEROZMENTE) ¡Mejor que mejor! Alicia.- ¿Qué quieres?... Explícame… habla…, habla…, hermanito… solo las palabras cuentan…, todo lo demás es charlatanería… El Señor Gordo.- ¡Yo pienso exactamente lo contrario! ¡Silencio!.... ¡No te muevas!... No quiere volverte a oír, no quiero que te muevas sin permiso. (LA AMENAZA CON LA PISTOLA) ¡Atención! Alicia.- (GIMOTEANDO) ¡Ay hermanito! ¡Un accidente ocurre cuando menos se piensa! El Señor Gordo.- Precisamente. ¡No llores más! ¡Prohibido! Alicia.- ¿Por qué meter miedo a tu hermana? ¿Por qué quieres matarla? El Señor Gordo.- ¡Eso es cuenta mía! Alicia.- Perdón, perdón… (EN UNO DE SUS MOVIMIENTOS SE LE CAE EL CHAT DE LA CABEZA; SE VEN SIUS CABELLOS GRISES, SUCIOS, MAL PEINADOS) ¡Se me cayó! Está en el suelo. Ya ves lo que has hecho. ¡Déjame recogerlo! El Señor Gordo.- No es culpa mía ¡Déjalo donde esta o pobre de ti! Esto se puede disparar. Alicia.- No tengo otro… Hace frio… ¡Se va a manchar! (ADEMAN PARA RECOGERLO) El Señor Gordo.- ¡No! ¡No hagas trampas! Alicia.- ¡No juegues con la pistola! El Señor Gordo.- 1Prohibido moverse, prohibido llorar…, atención… está cargada! Alicia.- (OBEDECIENDO)- Ya no me muevo, ya no hablo, no tires, hermanito querido… No hagas trampas El Señor Gordo.- Ponte bien derecha… apóyate en el respaldo. 34
Alicia.- Me hace daño en la espalda. Es Imposible. El Señor Gordo.- Imposible no es palabra francesa… Dobla las rodillas… Vamos… Vamos… (ALICIA, ASUSTADA, OBEDECE, TRABAJOSAMENTE) Alicia.- Tengo dolores de reuma. El Señor Gordo.- (JUGANDO PELIGROSAMENTE CON LA PISTOLA) No quiero escuchar nada, vamos… vamos Alicia.- Con esa pistola puedes matar los pájaros de los vecinos… ¡atención! El Señor Gordo.- ¡Me da lo mismo! (COLOCA LA PISTOLA DEBAJO LA NARIZ DE ALICIA. ELLA VACILA, HACE MUECAS) ¡A callar se ha dicho! ¡Cuidadito con hablar ni verte! Alicia.- (INMÓVIL DE MIEDO, GIMOTEA) Una anciana como yo, tu hermana que te ha mimado, quieres matarme… ¡Si no tienes piedad de mis años! El Señor Gordo.- ¡Silencio de una vez! ¡Hablar no es propio de tus años! ¡Atención! (MUESTRA LA PISTOLA) ¡Si me enojas, disparo! (ALICIA SE CALLA TEMBLANDO) Haces muy buen blanco Alicia.- Ooooh! El Señor Gordo.- ¡Piensa en la pistola, está cargado! ¡La cabeza derecha! ¡La cabeza alta! (ALICIA QUIERE HABLAR) ¡Silencio! ¡Ay, ay,ay! (DE PATADITAS) No te muevas. ¡Sonríe! Te digo que sonrías. (LE APOYA LA PISTOLA EN LA MEJILLA, ALICIA SONRÍE, CONSERVARA LA SONRISA HASTA EL FINAL. SE ALEJA UN POCO, DESPUÉS DE HABER ARRANCADO CON BRUSCO ADEMAN, EL SEGUNDO CHAL DE ALICIA QUE LE PONE SOBRE SUS RODILLAS) ¡Atención! ¡Disparo! (SE OYE UN DISPARO) Alicia.- ¡Ah! (ALICIA ESTA DESCOTADA, TIENE EXACTAMENTE EL BUSTO DE LA MUJER DEL CUADRO. EN SU MOVIMIENTO DE ESPANTO, SE LE HA CAÍDO LA PELUCA Y LAS GAFAS BLANCAS; APARECE SU CABELLO OSCURO; SUS OJOS, SU ROSTRO SON EXACTAMENTE LOS DE LA MUJER PITADA) El señor Gordo.- ¡Pero! ¡Pero! (EN ESTE MOMENTO, UN BRAZO BROTA EN EL MUÑÓN DE ALICIA) ¡Y también el brazo! (SEGÚN EL EFECTO ESCÉNICO QUE HABRÁ QUE DECIDIR EN LA PUESTA DE LA ESCENA, PUEDE QUE SEA EN ESTE MOMENTO, CUANDO ALICIA, CON LA MANO QUE HA VUELTO A BROTARLE, SE QUITA LAS GAFAS: GAFAS, PELUCA, ETC. YACEN EN EL PISO COMO DESPOJOS)
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El Señor Gordo.- ¡Hurra! ¡Hurra! (DISPARA UN TIRO AL AIRE. SALTA DE LA ALEGRIA, DESPUÉS SE DETIENE) ¿Y el cetro? (EN ESTE MOMENTO, EL BASTÓN BLANCO DE ALICIA SE HACE LUMINOSO. SI ESTO ES DIFÍCIL DE REALIZAR, EL SEÑOR GORDO PUEDE ARROJAR A UN RINCÓN EL BASTÓN DE ALICIA, Y PONERLE EN LA MANO UN CETRO QUE SACA DEL CAJÓN; PARA QUE EL BASTÓN SEA LUMINOSO, BASTA CON QUE TENGA UNA LAMPARITA ELÉCTRICA EN LA PUNTA. ALICIA ESTA RADIANTE) ¡Aquí está el cetro! ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Mis felicitaciones mi querido maestro! (SE ESTRECHA A SI MISMO LA MANO) ¡Le falta la corona! (COLOCA SOBRE LA CABEZA DE ALICIA LA CORONA TAMBIÉN LUMINOSA) ¡Una obra maestra! ¡He creado una obra maestra! (SOLLOZA DE GOZO AL CONTEMPLARLA) ¡He sobrepujado al modelo! ¡Lo he hecho mejor que el pintor! ¡Ya no necesito más sus servicios! ¡Ya no quiero más cuadros suyos! ¡Los hago yo… y mejores! ¡ y voy a fundar un instituto de belleza! (HACE REVERENCIAS GROTESCAS ALTERNATIVAMENTE ANTE EL CUADRO Y ANTE ALICIA INMÓVIL, REBOSANTE DE GOZO) ¡Majestad! ¡Majestad! ¡Majestad! (LUEGO DIRIGIÉNDOSE AL PUBLICO) ¡Soy Perfecto! ¡Tenia razón! (SE ABRE LA PUERTA A LA DERECHA; APARECE LA VECINA QUE SE PARECE EXACTAMENTE A ALICIA, ANTES DE SU TRANSFORMACIÓN) La vecina (TRAE UNA SILLA) ¡Ay perdonen! (EL SEÑOR GORDO SE INTERRUMPE LIGERAMENTE AVERGONZADO) ¿Estorbo? El Señor Gordo.- ¡Oh no!... A decoir verdad, no… Estaba dando saldos… porque si… porque estoy contento… La Vecina.- Venia con mi silla porque sé que ustedes no tienen mucha, a tejer aquí… En mi casa, hace frio…, aquí no hace tampoco más calor… El Señor Gordo.- ¡Entre usted, entre! (ESTO LO HA DICHO JUNTO A LA PUERTA. LA VECINA ENTRA) La vecina (VIENDO A ALICIA) ¡Ah vamos! 1Compra usted estatuas de reinas! ¡Embellece la casa! El Señor Gordo.- (ORGULLOSO, GROTESCO, SOLEMNE) ¡Ya lo ve usted! La Vecina.- ¿y también un cuadro? Diríase que el cuadro es una copia de la estatua… sin la corona… El Señor Gordo.- (rompe a reír de satisfacción) Es todo lo contrario… la estatua es una copia del cuadro… mas la corona… La Vecina.- ¡Oh si… es superior al modelo… es magnífica! El Señor Gordo.- ¡Soy Artista! La Vecina.- Tiene más peso, mas carne.. No sabía que tuviera usted tanto genio ¡La felicito! 36
El Señor Gordo.- No hay que juzgar a las gentes por su aspecto. La Vecina.- Cualquiera diría que está viva. ¡Es una Beldad! El Señor Gordo.- ¡Ja, ja, ja! ¡Es Alicia! La Vecina.- No es posible…. ¡Oh señor…, hágame el mismo favor que a ella…! El Señor Gordo.- Des un gran trabajo… Cuesta caro La Vecina.- Le daré hasta la camisa. El Señor Gordo.- Esta bien, Cedo a sus suplicas. (APARTE) La venderé por miles de millones. (A LA VECINA). Coloque ahí la silla, siéntese. Obedézcame. Así. (ALICIA Y LA VECINA QUEDAN UNA A CADA LADO DEL CUADRO) ¡Empezamos! (SACA LA PISTOLA) La Vecina.- ¡Ay, es pintura a la pistola! ¡Me encanta! El Señor Gordo.- ¡No se mueva…! (LA VECINA SE INMOVILIZA EN SU SILLA) Empezamos… (SE ABRE LA PUERTA DE LA DERECHA Y APARECE EL PINTOR) El Pintor.- Buenos días Señor. El Señor Gordo.- ¿Qué desea usted? El Pintor.- (SIEMPRE TÍMIDO) Dispénseme, señor. Me dijo que volviese dentro de tres semanas, a saber si adquiría mi lienzo… si se decidirá… El Señor.- ¡Vea usted lo que he hecho! El Pintor.- ¡Oooh, es admirable! El Señor Gordo.- Mi hermana… El Pintor.- ¡Oh, no es posible… es bella… y formalita como una estampa! El Señor Gordo.- Y soy el que he rehecho su educación. ¡He empleado ahora el terror, ahora la persuasión! El Pintor.- ¡El terror! El Señor Gordo.- (MOSTRANDO LA PISTOLA) ¡Con esto! (SE APOYA LA PISTOLA EN LA SIEN) El Pintor.- ¡Oh!... Pero… No haga usted eso… Se va a hacer daño… El Señor Gordo.- (RIENDO) No, no tenga cuidado… (DISPARA, SE OYE UN TIRO) 37
El Pintor.- ¡Aah Señor! El Señor Gordo.- (RIENDO) Ya le he dicho que no es peligroso…. Únicamente por medio del terror… Ya lo ve usted, le he sobrepujado… El Pintor.- ¡Oh, señor… hasta que punto..! Me había dicho que usted tenía talento, pero a decir verdad, no creí que fuera tanto…. ¡Que éxito!.... ¡Una obra maestra el primer intento! … Y yo, entonces, ¿Qué voy a hacer? El Señor Gordo.- Yo me convierto en artista. Conviértase usted en hombre de negocios El pintor.- ¡No me queda más que descolgar el cuadro! El Señor Gordo.- Antes, págueme cuarenta millones por el deposito El Pintor.- ¡No llevo encima tanto dinero! El Señor Gordo.- Ira usted poco a poco… En cuarenta días… un millón diario… y diez millones de intereses. El Pintor.- Si, señor, es un precio razonable… Entre tanto, se lo dejo a usted…. El Señor Gordo.- ¡Sera, entonces, ochenta millones! Puede usted retirarse. El Pintor.- (DISPONIÉNDOSE A SALIR) ¡Hasta ver más! (SE DETIENE ANTES DE LLEGAR A LA PUERTA; MUY ESTÚPIDO) Tenia usted una hermana gemela…. Ahora tiene usted dos hermanas gemelas, y con la señora (SEÑALA A LA VECINA) va usted a tener tres hermanas gemelas… El Señor Gordo.- (QUE MIENTRAS HABLABA EL PINTOR, HA SACADO DEL CAJÓN DE LA MESA DOS CORONAS, PONLE UNA DE ELLAS SOBRE LA CABEZA DE LA VECINA) Y con esta tres! El Pintor.- ¡Es tremendo! (RETROCEDE ANDANDO DE ESPALDAS Y SE QUEDA PEGADO A LA PUERTA) El Señor Gordo.- (DISPARA CONTRA LA VECINA, CUYOS DESPOJOS CAEN, Y A LA CUAL SE VE HERMOSA COMO LA MUJER DEL CUADRO; DESPUÉS DICE AL PINTOR) ¡Y cuatro con usted! (APUNTA CON LA PISTOLA HACIA EL PINTOR) El Pintor.- (CON MODESTIA) Oh por mí no se moleste. ¡No soy digno! El Señor Gordo.- ¡Oh, sí, ya verá usted! (DISPARA UN PISTOLAZO CONTRA EL PINTOR; LAS ROPAS VIEJAS DE ESTE CAEN SÚBITAMENTE, Y EL APARECE VESTIDO COMO PRÍNCIPE ENCANTADOR) El Pintor.- ¡Oh tantísimas gracias! (SE QUEDA INMÓVIL)
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(EL SEÑOR GORDO COLOCA UNA CORONA SOBRE LA CABEZA DEL PINTOR) El Señor Gordo.- ¡Ya que estamos en ello, aprovechemos! (SE SUBE A UN ESCABEL, Y DISPARA AL AIRE; LA ILUMINACIÓN HACE QUE TAMBIÉN LA DECORACIÓN SE METAMORFOSEE: CAEN DEL TELAR FLORES, SERPENTINAS, PETARDOS Y LUCES DE BENGALA ILUMINAN LA ESCENA. NO HAY QUE TEMER LA FASTUOSIDAD DE UNA “FIESTA DE FERIA”) El Señor Gordo.- ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Bravo! ¡Aah…! ¿Y yo? (DESCONSOLADO) ¿y yo?.... ¡Oh, sigo no siendo hermoso! (AL PÚBLICO, OFRECIENDO LA PISTOLA) ¿quieren ustedes disparar sobre mi? ¿Quién quiere disparar sobre mí? ¿Quién quiere pegarme un tiro?
Telón
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