1342255435 Oscar Masotta El Modelo Pulsional

August 3, 2017 | Author: Gxille | Category: Psychoanalysis, Jacques Lacan, Sigmund Freud, Philosophical Science, Science
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EL MODELO PULSION AL Oscar Masotta

Catálogos Editora

Primera edición: Ediciones Altazor, 1980 SEGUNDA E D IC IO N Catálogos Editora, 1986 TERCERA EDICION 1990

ISBN: 950-9314-15-3 © 1986 por Catálogos Editora Independencia 1860, Buenos Aires Queda hecho el depósito que marca la ley 11723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

INDICE

Germán L. García Oscar Masotta y el análisis laico

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Oscar Masotta El modelo pulsional Cap. i Gran m odelo pulsional. Autoconservación vs. Sexualidad. 1911: pulsiones yoicas. 1914: narcisismo. La libido. La “lamelle” y los gnósticos. El caso Jung: la sublimación automática.

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Cap. II Jung y la libido genitalizada. 1914: un convidado de piedra, la pulsión de destrucción. Pulsión y sus destinos: el “ trazado” de la pulsión. Yo de placer y odio. El cadáver fáctico. El odio y elresto. Narcisismo de las pequeñas diferencias. La palabra “Aggresion”.

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Cap. III Ubicuidad de las tendencias destructivas. Agresión y masculinidad. Ambivalencia en la mujer. El chiste. Frustración y agresividad. Bedürfniss y N ot. Impulsos agresivos y super-yo. Cólera infantil y oráculo paternal. Judith. Cortadores de trenzas. Agresividad y narci­ sismo. El Moisés de Miguel Angel. 73 Cap. IV 1. — El odio precede al amor. Una quiebra del terreno geológico. El amor genital. Inducción negativa de la idea de amor. El amor inma­ duro de Balint. Amor primario com o éxtasis y experiencia. El psico­ análisis no es una erótica. 87 2. — De la observación a la especulación. No hay muerte natural. El padre muerto y la biología. The turn o f the screw: el sujeto se con* tituye a partir del otro. Cuatro hipótesis sobre Más allá del principio del placer. Placer funcional según Fenichel. 99

ADVERTENCIA EDITORIAL

El contenido de este libro lleva en sí el espíritu que animó a su autor en las Lecciones de introducción al psicoanálisis. El original mecanografiado ha quedado inconcluso como consecuencia del fallecimiento de Oscar Masotta. Por tanto, su publicación se lleva a cabo respetando todas las caracte­ rísticas de una obra cuyo autor no alcanzó a revisar y darle término. Las notas m anuscritas que M asotta agregara posterior­ mente en el margen izquierdo de algunas páginas del origi­ nal, se reproducen aquí como notas al pie. La paginación de las citas de Freud se estableció de acuerdo con la edición de las Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973. Las citas alemanas corresponden a las Gesammelte Werke, Imago Publishing, Londres. La revisión y ordenamiento del material original para la presente edición estuvo a cargo de Gustavo Dessal. ^ —

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OSCAR MASOTTA Y EL ANALISIS LAICO Germán L. García

¿Quién le puede tener miedo a Philip Greenacre? Masotta es cien veces más peligroso. Emilio Rodrigué1

i Histoire de la psychanalyse (Tomo I y II, Hachette, París, 1982) tiene un capítulo sobre el psicoanálisis en la Argentina, redactado por Antonio Cucurullo, Haydée Faimberg y Leonar­ do Wender. Los autores replican, sin una referencia explícita, a un libro m ío2 donde subrayaba la historia anterior a la fun­ dación de la A.P.A., operando en la tram a de otros discursos sociales. Para comprobar esta afirmación basta confrontar la actual versión con la aparecida en 1967 bajo el títu lo Historia, enseñanza y ejercicio legal del psicoanálisis (Ed. Bibliográfica Omeba, Bs. As.). Los autores argentinos hablan ahora de Ger­ mán Greve, James Mapelli, Aníbal Ponce, José Ingenieros, etcétera. Sorprenden tam bién por sus alusiones a Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo y Felisberto Hernández. La presente histoire está dirigida por Roland Jaccard y expone, con variantes, la perspectiva del psicoanálisis inter­ nacional frente a lo que se ha propagado en nombre de Jacques Lacan (el capítulo dedicado a Francia y escrito por Alain de Mijolla es bastante explícito, incluso en sus omisiones). Y las preguntas siguen ahí, cuando se trata de la formación: a) ¿Có­ mo se puede analizar y seleccionar a la vez, en lo que se llama didáctico, cuando la función del analista supone la suspensión ¡

Emilio Rodrigué: El paciente de las 50.000 horas. Ed. Fundamento.

2 Germán L. García: La entrada del psicoanálisis en la Argentina. Ed. Altazor, 1978.

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del juicio?; b) ¿Cómo es posible reglamentar el control, una vez que se escucha allí que se trata de una demanda quizá pasa­ jera referida a la angustia producida por la propia función del analista?; c) ¿Cómo explicar la exclusión del análisis laico y/o la oprobiosa complicidad con algunos más allá del viejo argu­ mento de coyuntura que buscaba el respeto frente al poder médico? La histoire es otra: se trata de recuperar el efecto “ psico­ análisis francés” producido por Jacques Lacan, cambiando de esa manera las relaciones de fuerza existente entre los diversos países de la propia I.P.A. No es éste, sin embargo, nuestro tema. Aunque la versión que se da del psicoanálisis argentino revela de manera sorpren­ dente la urgencia de explicitar el análisis laico y sus incidencias en la transmisión del psicoanálisis. Allí se propone una alianza —para evitar la “ medicalización” del psicoanálisis, provocada por la ley de 1954 que lo convierte en una especialidad médi­ ca— con algunos que son llamados filósofos y epistemólogos (Gregorio Klimovsky, Guillermo Mací, David Maldvsky, entre otros). ¿No se podría evitar lo mismo proponiendo una modi­ ficación de dicha ley? Seguramente la A.P.A. sabe que la lógica de la moral kantiana —que Jacques Lacan descubrió sadiana— muestra el vel entre el bienestar y el Bien, de manera que la segregación de algo es necesaria para mostrar al sujeto bruto del placer, al sujeto patológico, como lím ite a superar. Dejemos a sus empistemofílicos la tarea de explicar a la obtusa formación médica argentina las implicaciones de la mo­ ral kantiana, de la que encontraran ejemplos realmente aterra­ dores en la historia reciente del país. Por otra parte, a la recuperación de Pichón-Riviére le sigue un reconocimiento oratorio de su enseñanza “ oral” (y Dios sabe lo que este término supone en persona de su proce­ dencia), que deja abierta la puerta que durante tantos años estuvo cerrada. El detalle toe en esta “ histoire” chic es la exclusión del nombre de Oscar Masotta (1930/1979) que obliga, transitiva­ mente, a borrar los últimos quince años del psicoanálisis argen­ tino. La política irrumpe en tanta politesse y como la repre­ sión supone el retom o de lo reprimido, Oscar Masotta es nom­ brado por el francés Christian Delacampagne al referirse a “ La

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psychanalyse dans la péninsule ibérique” (Tomo II, pgs. 390/ 91). Sí, nuestros autores construyeron, en resonancia con la coyuntura, una historia donde existen demasiados desapare­ cidos. ¿No se trata del hábito de la violencia, por suerte sólo imaginada en este caso? Silvia Sigal y Eliseo Verón, después de un análisis del discurso de Perón, dicen en una de sus conclu­ siones: “ Se observará el carácter paradójico de la situación, puesto que en el campo discursivo está constituido por una pluralidad de discursos cada uno de los cuales pretende el lu­ gar de la verdad y debe, al mismo tiempo, aceptar la existencia de los discursos adversos. Se comprende entonces por qué uno de los problemas cruciales del discurso político, problema tal vez inevitable e insoluble, es la existencia de la palabra del O tro "3. Los autores aclaran que este problema parece insoluble en la democracia, puesto que cuando se adopta la violencia se borra “ ...la existencia misma del campo político, (y) el pro­ blema se simplifica: no lo será ya la palabra del Otro, sino la existencia del Otro. De donde se sigue que la violencia políti­ ca no es tal vez otra cosa que la situación lím ite del mismo problema: en efecto, la manera más segura de tener la última palabra es reducir el enemigo al silencio” .3 Nuestros analistas dirán que no tienen “ enemigos”, que sus respectivos análisis garantizan la “neutralidad” : nada más falso para un discurso que se basa en las figuras del arriba y el abajo, lo que está adentro y 1q que está afuera, lo claro y lo oscuro, lo anterior y lo posterior. Esa linealidad ascendente que constituye el campo donde se concentran, practica la se­ gregación excluyendo la solidaridad horizontal y promoviendo su deformación vertical (se ofrece “ ayuda psicológica” a los que vuelven derrotados de las Malvinas, pero se interpreta co­ mo “sacrificio por el retom o del padre” la matanza de Ezeiza). Lo que sigue es un intento de incluir lo que los autores excluyen, puesto que no los reduzco al silencio y creo perti­ nente la pregunta con la que concluyen; “ Et la tache du futur

3 Silvia Sigal y Eliseo Verón: “Perón: Discurso p o lítico e ideología” (En: Argentina, Hoy. Compilador: Alain Rouquié, Ed. Siglo XXI, 1982).

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ne serait-elle pas repenser l’anticipation dont a fait preuve le pasé?” . II La théorie comme fiction (Seuil, 1979) de Maud Mannoni dedi­ ca algunas páginas al psicoanálisis en la Argentina, donde co­ mete una serie de errores de información. Por mi parte, respon­ do en la revista Ornicar? (No. 20/21, .París, 1980). En el mis­ mo número de la revista una lettre de Maud Mannoni reconoce algunos errores que luego suprime en la versión castellana del mismo libro (Ed. Grijalbo, 1981) y afirma, a la vez, sus con­ vicciones: ella conoce el surgimiento de la Escuela Freudiana (Argentina), pero está impresionada (“ très impressionée” ) por el trabajo clínico de Arminda Aberastury, del grupo de Pichon-Riviére, Eduardo Kalina, José Bleger, María Langer, Die­ go García Reinoso y Fernando Ulloa. Agradezco su manera directa de exponer una posición, así como señalo que el silencio sobre Oscar Masotta (al que llama “chamán” en su libro) me hace recordar que en 1972 Maud y Octave Mannoni conocieron a los nombrados mediante la invi­ tación que éste les hiciera para visitar la Argentina. La carta en que los Mannoni(s) responden a la invitación es clara: “ La teo­ ría debe realizarse en una práctica (y no en una técnica)” . (Cuadernos Sigmund Freud, 2/3, Bs. As., 1973.) Oscar Masotta practicaba el psicoanálisis como un secreto a voces, puesto que carecía de legitimidad para hacerlo de otra manera. Incluso la gente formada por él, cuando las circunstancias se lo permitían, trabajaban en los hospitales y llegaron a inten­ tar la creación de una clínica privada para trabajar con “ niños psicóticos” . Las personas que nombra Maud Mannoni tenían, ■es verdad, una larga experiencia permitida por el lugar que ocu­ paban en las jerarquías establecidas antes del intento de difun­ dir el discurso de Jacques Lacan. ¿Por qué Oscar Masotta invi­ ta a los Mannoni(s)? Busca una legitimidad en el campo del psicoanálisis argen­ tino (de ahí la mesa redonda donde son invitados A. Aberastu­ ry, D. García Reynoso, E. Rodrigué, F. Ulloa, M. Langer, R.

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Malfé y J. Bleger) mediante una referencia a París. Supongo que tanto Octave como Maud Mannoni descubrieron esa “ ope­ ración” y que respondieron de maneras diferentes: Maud se molestó y Octave respaldó a Oscar Masotta (quien, por otra parte, tenía sus mismas iniciales). Lo que estaba en juego no era la práctica contra la teoría, sino el problema de legitimi­ dad de los analistas laicos (Oscar Masotta no era médico, tam ­ poco psicólogo). Este malentendido está en el comienzo y sus consecuencias, como tratarem os demostrar, llegan hasta la esci­ sión de la Escuela Freudiana (Argentina). Después de la invitación de Maud y Octave Mannoni, Os­ car Masotta da otro paso: unas jornadas de psicoanálisis en la Facultad de Medicina, realizada con la colaboración del Insti­ tuto Goethe y la Asociación Científica Argentino-Alemana. Al poco tiempo se funda la Escuela Freudiana (Argentina) y un año después —en 1975— Oscar Masotta presenta su “ escue­ la” en la Ecole Freudienne de París. ¿Qué es lo que dice allí? —“ ¿Pero no había entre nosotros una cuestión de trans­ gresión cuya resolución nadie podría querer georgiana? ¿Quién es el preso que da el primer paso cuando se es hijo de la sofistiquería o habrá que creer en la conexión mental con un padre, analista número uno, Freud para'nom brarlo? Los límites de la libertad, como dijo una vez Lacan, se lo ve, se parecen peligro­ samente a las restituciones de la locura. Hablo en todo caso en mi propio nom bre” .4 En mayo de 1971 se había publicado el primer número de Cuadernos Sigmund Freud, donde Oscar Masotta responde a Emilio Rodrigué: “ No atacábamos a Rodrigué, lo dejábamos hablar” . Y a continuación: “ ¿Cuál es la relación ‘intrapsíquica’ de Rodrigué con la figura de Freud y con el nombre de Freud? La pregunta, se ve, es legítim a.” En la misma revista se puede leer, escrito por Oscar Maso­ tta: “ Sobre todo, imagínense!, que además decimos que nos identificamos con Freud, y ello para convertir a Lacan en nues­ tro Fliess. No es necesário hacer más salvedades” . 4 Oscar Masotta: “ Comentario para la Ecole Freudienne de París so­ bre la fundación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1 9 7 5 ”. En En­ sayos Lacanianos. Ed. Anagrama, 1976.

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La legitimidad, la paternidad, que también busca en Enri­ que Pichón-Riviére como anverso de Emilio Rodrigué: “ Cuan­ do con el transcurso del tiempo Pichón lesiona seriamente su salud por un cierto abuso de alcohol y de las drogas, no las pesadas ni las modernas, las de farmacia, el viejo es inhibido a la Asociación Psicoanalítica Argentina. ¿Qué se-les puede re­ prochar? Después de haberle ofrecido asistencia médica y psi­ coanalítica, ¿qué más podían hacer? Como esas familias dema­ siado estructuradas, o tal vez demasiado internamente to rtu ra­ das ya, a las que nada enseña la producción de un loco” . Hablando de sí mismo, Oscar Masotta dice en 1965: “Pe­ ro las cosas estaban así: mi padre había muerto y yo había hecho una enfermedad en ocasión de esa muerte. Y desde el día que caí enfermo (fue de la noche a la mañana) me tuve que olvidar de golpe de Merleau-Ponty y de Sartre, de las ideas y de la política, del compromiso y de las ideas que había forjado sobre m í mismo. Tuve entonces que buscarme un psicoanalis­ ta. Y me pasé un año discutiendo con él, sobre si mi enferm e­ dad era una histeria o una esquizofrenia” .5 La publicación en Les temps modernes de Terrazajaula (texto donde Diana Machiavello, amiga y colaboradora de Os­ car Masotta, narra su propio “ b ro te” ) promovida por Maud Mannoni (quien vuelve a retomarlo en La teoría como ficción), quizá fuese un reconocimiento desplazado de aquello que no pudo escuchar. Las cosas estaban así: de la noche a la mañana la histoire intelectual de Oscar Masotta se cortaba en dos. Nacido en 1930, estudiante de filosofía que no termina su carrera había pertenecido a la revista Centro (1953) y luego Contorno (donde se publicaban nombres que después configu­ rarían una “ generación” : David e Ismael Viñas, León Rozitchner, Juan José Sebreli, etcétera). Traductor de La trascenden­ cia del ego de Sartre, lector de Merleau-Ponty, se interesaba en la lectura “ existencialista” de la novela. En la presentación frente a la E.F.P. Oscar M asotta nom ­ bra a Luis Juan Guerrero (1899/1957), autor de una “ estética” en tres volúmenes donde podemos leer: “ Vico, figura precurso­

5 Oscar Masotta: “Roberto Arlt, yo m ism o”. En Conciencia y Es­ tructura. Ed. Jorge Alvarez, 1969.

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ra de una nueva estirpe de filósofos, y Hegel, term inación rigu­ rosa de la total Metafísica de Occidente, nos ofrecen las gran­ des líneas para el desarrollo de una Estética operatoria. La me­ todología inaugurada por Husserl y consumada por Heidegger, especialmente en los últimos aportes de ambos pensadores, nos da una base firme para la exposición de los problemas” . Luego cita a Merleau-Ponty. Sartre y Malraux. En alguna parte Oscar Masotta afirma que la Argentina es un país sin maestros, pero alguna vez le escuché recomendarme a Luis Juan Guerrero, de quien había aprendido algo siendo su alumno en la Universidad. Un crítico uruguayo llamó “ parricidas” a los que forma­ ban el grupo de la revista Contorno. ¿Quiénes eran los padres que había que suprimir? En la novela Eduardo Mallea, en el ensayo Ezequiel M artínez Estrada y en la política Juan Do­ mingo Perón. Pero ocurre que la caída de Perón en 1955 escinde al gru­ po. Oscar Masotta sospecha de un antiperonismo que incluye desde la aristocrática revista Sur hasta el Partido Comunista Argentino: “ En fin —escribe Masotta en 1956— ¿no será que los hombres de élite, progresistas o conservadores, liberales o totalitarios, socialistas o católicos, terminan todos por pare­ cerse? Educar las masas, espiritualizarlas, piden angustiosamen­ te nuestros espíritus refinados” .6 Contorno está por igual contra Sur y contra el Partido Comunista. ¿Dónde situarse, entonces? En 1958 algunos del grupo creen encontrar un lugar en el gobierno de Frondizi (1958/62) y no tardan en alejarse desencantados. Pero es en esos años que se consolida un dispositivo cultural que luego quedará girando en el vacío (importación de la psicología so­ cial norteamericana, expansión de la psicología y la sociología, aparición del análisis de mercado, etcétera). El Instituto Di Telia —donde Oscar M asotta expone el pensamiento de Jacques Lacan en 1969— es parte de ese pro­ yecto fracasado de “ modernizar” el país según los postula­ dos del “desarrollismo” . El golpe de estado de Onganía en 1966 produce el éxodo de profesores de las universidades (abandonan el país lingüistas 6 Oscar Masotta: “ Sur o el antiperonismo colonialista”. En Concien­ cia y Estructura. Ed. Jorge Alvarez, 1969.

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como Luis Prieto, diseñadores como Tomás Maldonado). Lo que excluye la universidad consolida un mercado cultural (mo­ da de los grupos de estudio pagos, autores nuevos y nuevas edi­ toriales, “ boom ” de la literatura latinoamericana, etcétera). Oscar Masotta se aleja de la crítica literaria y la filosofía, para entrar en el campo de la semiología (difunde el arte pop, el happening, la primera bienal de la historieta). En 1969 reco­ pila una serie de ensayos (Conciencia y estructura, Ed. Jorge Alvarez) agrupados de la siguiente manera: 1 Filosofía y psicoanálisis. 2 Crítica y literatura. 3 Estética de Vanguardia y comunicación de masas. Durante ese mismo año dicta clases en el Centro de Estu­ dios Superiores de Arte (Universidad de Buenos Aires) y sus referencias son: Barthes, Dorfles, Francastel, Genette, Goosen, Jacobson, Lissitsky, Troubetzkoy, etcétera. La filosofía —es decir, el existencialismo, ha terminado. Un año después publica Introducción a ¡a lectura de Jacques Lacan, producto de un trabajo que puede fecharse en sus pri­ meras referencias a este autor, aparecidas en un artículo de 1959. El rechazo de los hombres de “ élite” que en 1956 le ha­ cía defender al peronismo, se convierte en el interés por la “ cultura de masa” (la historieta, los medios de comunicación). Después de esta experiencia que lo acerca a la cultura nortea­ mericana y lo aleja de la francesa, Jacques Lacan aparece como un retom o a los intereses de juventud (llega mediante MerleauPonty) que también le habían dado sus referencias a los EE. UU. Poco antes de morir, en un acto público, Oscar Masotta dice: “ En estos días me acordaba de una observación que Sartre hacía en sus viejas Situaciones I, en un artículo sobre 1919, la novela de John Dos Pasos” (Textos, Biblioteca Freudiana, número 2). John Dos Pasos leído por Sartre, Roberto Arlt leído por Oscar Masotta mediante la lectura que Sartre hacía de Genet. Jacques Lacan, como puede verse, no llegó por “ casuali­ dad” a convertirse en el soporte de la “ restitución” invocada por Oscar Masotta.

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III Siendo atópico, necesitaba hacerse un lugar y para eso debía primero hacer ese mismo lugar (una clínica para niños psicóticos se llamó El Lugar... luego ese piso fue sede de la Escuela Freudiana). El acta de fundación de la Escuela Freudiana, redactada por Oscar Masotta, se firma el 28 de junio de 1974. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? En la presentación frente a la E.F.P. Oscar Masotta lo resume así: 1. Los grupos de estudio “ se motivaron sin duda en las carencias de la enseñanza universitaria, en la inestabilidad do­ cente producida por las cambiantes situaciones políticas, u más simplemente en que las librerías tenían más que ofrecer que los profesores en la universidad. Carlos Astradas y Luis J. Guerrero habían sido radiados de la Facultad de Filosofía y lo malo es que habían sido los mejores y no había otros” . 2. Además un país sin tradición cultural asentada y una capital sobresofisticada, pero sin defensa contra la entra­ da masiva de inform ación...” . 3. “ El primer sofista (vendíamos el saber filosófico: los grupos eran pagos) fue Saúl Kartz, quien pronto dejaría en cambio Buenos Aires por París donde se entregaría a los estu­ dios althusserianos. Con los años todo el mundo había term i­ nado por aceptar la nueva institución (grupos de estudios pagos), prevalecieron entonces algunos notables del género.” Nombra a Raúl Sciarreta, Gregorio Klimosvky, León Rozichtner. En el momento en que se funda la Escuela Freudiana tiene unos trescientos alumnos en grupos privados y enseña Jacques Lacan desde hace más de cinco años. Los alumnos de Oscar Masotta conocen bien a Sigmund Freud y avanzan hasta donde pueden en la lectura de Jacques Lacan. Hay más infor­ mación en la calle y en las librerías que en la Universidad y la A.P.A. (ésta última se ampara en la legitimidad médica y en la experiencia clínica). Al revés de lo que se dice, es la “ experien­ cia clínica” de los lacanianos lo que molesta a los de la A.P.A. (cobran menos, hacen menos sesiones por semana y tienen prestigio de estar en la vanguardia). Masotta prosigue en la presentación frente a la E .F.P.: 4. “ La discusión dentro de la A.P.A. había obedecido a

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reproches con respecto a la ideología política de la institución en su conjunto y la de sus analistas, a la posición de privilegio del psicoanalista en el interior de las instituciones y las clases sociales, al mandarinismo burocrático de su régimen interno y el análisis didáctico, a la lamentable pobreza teórica de los se­ minarios” . 5. “Comienza entonces- con un pacto de estudio el tra que conduciría fundamentalmente a la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Dos jóvenes psicólogos y un flamante sociólogo a quien no interesaba la sociología, acuden a verme para pro­ ponerme un grupo sobre los textos de Lacan*. El grupo no habría de ser pago. Ellos eran Arturo López Guerrero, Jorge Jinkis y Mario Levin. Más tarde se nos uniría Juan David Nasio, un miembro actual de la Ecole Freudienne de París, quien me reconocía entonces el mérito de haber introducido la peste en Buenos Aires (...) Si es que un psicoanalista se debe a sí mis­ mo —habíamos entendido— es a él a quien corresponde deter­ minar lo que eso quiere decir. En abril de 1969 parodiamos (sic) los encuentros de Freud y Fliess (...) se unía al grupo otro grupo de médicos, psicoanalistas independientes ya que deten­ taban en común, en algún m om ento de sus vidas, haber decidi­ do no ingresar en la asociación oficial. En un tiem po habían in­ tentado unir la práctica política a la psicoterapia, pero varia­ ban ahora sus modelos y com prendían que no había otra psi­ coterapia que la psicoanalítica..” . Oscar Masotta se había alejado de la política, este grupo de médicos buscaba una distancia de la misma. No hubo una “forclusión” de la política: una nota al pie de página, en la ver­ sión francesa de la presentación de Masotta frente a la E.F.P., explícita este punto a propósito de la posición de Héctor Jankelevich (véase Ornicar? No. 20/21, París, 1980). Se decidió, mediante una discusión explícita, excluirse de una guerra de declaraciones de cuyas consecuencias nadie podía defenderse. La posición política de cada miembro de la Escuela Freudia­ na no quedaría “reflejada” en las publicaciones y actividades de la misma. Oscar Masotta dice frente a la E.F.P.: “ ¿Cómo interpretar el término historia en un mom ento en que en la

* Incógnita. Ninguno de los nombrados avaló con su firma la Escue Freudiana fundada por Oscar Masotta en 1974. (Nota 1986.)

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Argentina ella no se piensa sino que se hace, a empellones san­ grientos?” Intelectuales excluidos de la Universidad (Masotta es uno de ellos), psicólogos excluidos del psicoanálisis y médicos sin didáctico, sobre la base de una economía asentada en los gru­ pos de estudios y/o la derivación surgida de los mismos, fun­ dan la Escuela Freudiana. Al fondo, la violencia política. En las jom adas de 1974, aludiendo a la muerte de Salvador Allende, Oscar Masotta dice: “ Pero la historia es algo más que el relato del pasado y lo negro de nuestro texto se tiñe con la sangre de un presidente muerto. Se lo ve: hay aquí una convergencia de azares cuya necesidad pareciera medirse en términos de tiem po y de san­ gre” (Cuadernos Sigmund Freud, No. 4, 1975). La alternativa tiempo o sangre había sido enunciada por Perón, defendido por Masotta en 1956: “Tal co y u n tu ra—con­ tinúa— es un nido de víboras (...). Bajo la sombra de la anéc­ dota histórica como fantasma inmundo correrá por suerte el agua de las fundaciones legítimas” . Decir supone el derecho de enunciación sobre lo que se dice, de ahí que el primer punto del acta de fundación de la Escuela Freudiana sea realizativo: “ Como el psicoanalista, la reunión en grupos de psicoanalistas para instituir el grupo, sólo depende de sí misma. Cuando el grupo, además, se nombra, a saber, que se otorga nombre a sí mismo, entonces se funda. Esta reflexión, la presente, sobre lo que ciertas fundaciones son en esencia, funda la Escuela Freudiana de Buenos Aires” .7 Al fin, el problema de legitimidad se resuelve en una parodia, enunciada en el nombre, que debe dar lugar a un trabajo que, retroactivamente, la convierta en verdadera: “ Los abajo nom­ brados instituyen, con la única solvencia del reconocimiento del futuro trabajo recíproco, un proyecto abierto de investiga­ ción y práctica precisa, el psicoanálisis” . Si en 1971 Oscar M asotta se atreve a proponer un “ psico­ análisis de Rodrigué” que opera como superyó, en tanto legiti­ midad imperativa, en 1974 recupera el valor realizativo de la primera tópica de Freud. La lectura de Jacques Lacan es pivo­ 7 Acta de Fundación de la Escuela Freudiana (Argentina). Cuadernos Sigmund Freud, No. 4, 1975.

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te de la realización de un acto de fundación cuya retroactividad articula el nombre de Sigmund Freud como legitimidad de un pacto que excluye la genealogía de la Asociación Psicoanalítica Argentina. IV Mais le temps rend manifeste —et cela dans le contexte de la dissolution de l’EFP— ce qui n’avait cessé d’insistir: les divergences recouvertes par la référence á Masotta. (C. Gallano-Petit et J. Salinas, Ornicar? (25)

Hay diferentes versiones de las divergencias surgidas en la Ar­ gentina, desde que Oscar Masotta comienza la propagación de Jacques Lacan. Una habla de precipitación, otra de rivalidades personales y la tercera, que citamos aquí, de un efecto de la disolución de la EFP. Por nuestra parte, quisiéramos precisar: — La precipitación es constitutiva del acto. — Las personas son sujetos de enunciación “transindividuales” . — La Escuela Freudiana (Argentina) se escindió antes que la Escuela Freudiana (París). Sin contar con el análisis laico que se enfrenta al análisis oficial, en una alianza con médicos sin didáctico, en la disputa de una clientela de psicólogos, se llega a la estupidez por evitar la tontería. El matrimonio Lemoine declara en Buenos Aires, en aquellos días de la muerte de Jacques Lacan, el asombro que le produce que alguien cite un seminario de éste último que per­ manece inédito en París. Esos seminarios inéditos fueron, desde el comienzo, el soporte de los laicos y es allí donde Oscar Masotta legitima su posición excéntrica (era una referencia cuya referencia fue el “psicoanálisis francés contemporáneo” ). ¿Cómo llega Oscar Masotta, que nunca estudió en París y estuvo una sola vez con Jacques Lacan, a situarse en ese lugar? La respuesta es retroactiva a lo dicho por Jacques Lacan en Caracas: fue un lector, no un alumno. Un lector para el que los textos de Jacques Lacan eran mandatos, imperativos cate­

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góricos: “Jacques Lacan atrae, intriga, y hay quienes —y no son los peores— esperan bastante de su pensamiento, y ello mucho antes, muchas veces, de conocer una sola de sus ideas. Impasse significativo que debe ser imputado sin duda a la vi­ sión histórica del mismo. Lacan me diría: si la audiencia espera es porque tiene poco en las manos” (Oscar Masotta, 1969). La transferencia de esta espera, su falta de análisis y la resolución por el acting no autoriza a cerrar la página sobre el dictamen cínico de un diagnóstico (que, sin duda, hay que sa­ ber... suspender). Oscar Masotta sabía que se juega a la política, pero tam ­ bién había leído en La caria robada que el final del juego está ya decidido en otro lado. Por lo tanto, sólo queda esperar lo que uno desea y dejarse llevar por lo que dicta (puesto que la voluntad de no ceder frente al goce es un sueño del deseo que regula los fracasos del placer). Antes de la fundación de la Escuela Freudiana Oscar Ma­ sotta había publicado dos números de Cuadernos de Sigmund Freud (el primero en junio de 1971 bajo el títu lo “ temas de Jacques Lacan” y el segundo —con número 2/3— bajo el títu ­ lo “Maud y Octave Mannoni, el estallido de las instituciones”, fechado en febrero de 1973 y que contiene el material surgido de la visita que el matrimonio francés había realizado a Bue­ nos Aires. Ausente Oscar Masotta se publica el número 4, bajo el títu lo “ Jom adas Sigmund Freud”, con el material expuesto en la Facultad de Medicina de Buenos Aires entre el 28 de setiem­ bre y el 13 de octubre de 1973. El número siguiende de Cuadernos de Sigm und Freud (5/6), fechado en marz# de 1978 recoge bajo el títu lo “ Escue­ la Freudiana; el discurso y la fundación”, los problemas surgi­ dos de aquel acto (la institución psicoanalítica, el análisis di­ dáctico, la enseñanza del psicoanálisis, la supervisión, teoría de la entrada, grados y jerarquías). Si las primeras revistas se plantean problemas de la “ teo­ ría ” , aquí es la escuela como problema lo que aparece. Es ob­ vio que la EFP era el modelo, era obvio que el funcionamiento instaurado se convertía en obstáculo. El número 7 de Cuadernos de Sigm und Freud (el último en aparecer antes de la división de la Escuela Freudiana en ju ­

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nio de 1979) intenta retom ar los problemas del discurso analí­ tico bajo el título “ Los límites de la interpretación” . Si la adopción del modelo francés había llevado a dejar de lado otros problemas, allí se intentaba por la publicación bilin­ güe de un texto de Freud tom ar distancia por el castellano y el alemán. Era tarde, porque la producción de ese mismo número de la revista estaba dentro de lo que se quería soslayar. ¿Cómo se podía instaurar los grados, si faltaba el pase? Oscar Masotta propuso un procedimiento particular: aquel de los fundadores que deseara ser nominado como Analista de la Escuela (AE) le escribiría explicitando su pedido. Si la respuesta era negativa, podría volver a escribir, si era negativa por segunda vez, un jurado ad hoc decidiría sobre el problema. El paso previo era que los fundadores reconocie­ ran a Oscar Masotta como A.E. Se hizo de esa manera y el resultado mostró los lím ites: tres médicos y tres analistas laicos (incluyendo a Oscar Masotta). A la inversa de la “ garantía irónica” propuesta por Jacques Lacan para los Analistas Miembros de la Escuela (AME), el funcionamiento ideado por Oscar Masotta convertía a los que no eran AE en AME. ¿No era el problema entre el análi­ sis médico y el laico lo que estaba insistiendo? Uno de los seis AE era un médico designado (sic) por el Centro de Medicina de Buenos Aires. En conclusión, quedaban allí dos AE laicos y dos AE mé­ dicos, con sus respectivos más uno (Oscar Masotta y el médico extradesignado). En lugar de AME ocupado por médicos y psicólogos y marcado por la negación del lugar de AE, produce efectos: los psicólogos se dividen entre los que reconocen el análisis laico de Oscar Masotta y los que se reconocen en el psicoanálisis mé­ dico. Lo explícito en una discusión entre los que “ leen, saben hablar y enseñan” y los que “ practican, tienen experiencia y callan” . Dos de los tres médicos designados como AE rom pen con el Centro de Medicina y deciden impugnar la autoridad de Os­ car Masotta mediante la promoción de asambleas para decidir otro tipo de autoridad. Oscar Masotta, en sucesivas cartas pú­ blicas, se niega a este recurso y exhorta a quienes siguen de acuerdo con él a no participar en asamblea alguna. Esto hace

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que las asambleas tengan “ m ayoría” opuesta a Oscar Masotta. Por último, envía un telegrama: “ La EFBA fundada 28 junio 1974 para resguardar fines, reconoce su despliegue campo del psicoanálisis y como efecto de discurso no tergiversado en su seno continúa hoy bajo nombre de Escuela Freudiana de la Argentina. La integran quienes agregan su firma a mi firma”. Oscar Masotta.* Algo menos de la mitad de los miembros firmaron este te­ legrama: los meses siguientes fue la búsqueda de un local, la organización de una nueva biblioteca —puesto que los bienes comunes habían quedado del otro ladcr- y la programación de las actividades. Cuadernos de Sigm und Freud, a pesar de ser anterior a la fundación de la Escuela Freudiana y estar dirigida por los que seguían con Oscar Masotta, quedó “ legalmente” en manos de los otros. Oscar Masotta no había calculado la posibilidad de que esto fuera llevado hasta este límite. En una de sus cartas públi­ cas dice: “ Con respecto a la Comisión Directiva: desconocerla. Hacerlo en primer lugar como saboteo y abiertamente. No creo que la situación dure mucho. No tem an que por algún artificio legal puedan ellos quedarse con el nombre de la Escuela Freu­ diana de Buenos Aires. Ese nombre, que nosotros instituimos con nuestra histo­ ria y nuestro trabajo, está ligado a mi nombre (...) Lejos irían con un significante así de marcado” (8/5/79). Fueron, unos meses después, hasta Caracas. Allí, por su parte, se abrió una nueva grieta. Los que seguían en el Centro de Medicina de Buenos Aires invocaron el nombre de Oscar Masotta —con razón, puesto que ellos habían seguido en la nueva escuela hasta la muerte de éste— marcando la incisión del grupo de los médicos. Es obvio que la confusión pertenencia y referencia es constante y produce, desde el comienzo, efectos incalculabes. ¿Cómo no confundirse con la referencia a París, sin definir las coordenadas de la propia pertenencia? Los que imaginan que pertenecen a París tienen como referencia a los poderes fácticos que operan en el campo (Universidad, Hospital, etcétera). 8 Escuela Freudiana de la Argentina (Homenaje a Oscar Masotta). Ed. Paradiso, 1979.

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A la inversa, cuando se intenta instaurar un nuevo espacio de pertenencia se choca con las referencias fácticas (converti­ das en pertenencia legitimadas por la referencia a París). ¿De qué se trata, entonces? Una referencia de alguien que siguió con Oscar Masotta y otra de un “homenaje” postum o de quienes lo habían rechazado. Dice Sara Glasman: “ En el transcurso del año 1973 se organizaron en la Facultad de Medicina de Buenos Aires unas jornadas similares a las hoy realizadas (Biblioteca Freudiana de Barcelona). Fue un instante fugaz que permitió el acceso de cierto tipo de discurso, el acceso de un Decir, al templo del su­ puesto saber médico que lo había refractado desde siempre y que volvió a reprimirlo, a borrar sus huellas, apoyándose en el oscurantismo desatado por la posterior dictadura militar” (Diwan, 2/3, septiembre de 1978). A pesar de su declaración de principio, la frase identifica las “ Luces” con el ámbito de la Facultad de Medicina. Fue des­ pués de esas Jomadas del 73 que se fundó la Escuela Freudiana y fue después del golpe militar que el “ oscurantismo” de algu­ nos médicos amantes de las luces apeló contra Oscar Masotta en nombre de la nueva verticalidad restituida. (Por supuesto, esos médicos eran de “ ideología progresista” y su interés por apropiarse en exclusiva del psicoanálisis era ajeno al proyecto 'criminal de los militares. Contrario a lo que dice Sara Glasman, el discurso analí­ tico conoció y conoce un auge especial en tanto pudo escapar de la abolición impuesta a otros discursos (el fréudomarxismo, cierta psiquiatría social, etcétera). Si bien esto no dice nada de la verdad de cierto discurso, sí habla de un discurso que no puede eludir esta verdad: el psicoanálisis no puede ser un bien, tampoco el defensor de un progreso. Lo que se gana por un lado —dice Jacques Lacan— se pierde por el otro y suponer que se gana es olvidar que se pier­ de. ¿Puede decirse, también, que algunas veces se habla de pér­ dida para resguardar mejor lo que se gana? Así parece mostrar­ lo cierta retórica de la “ carencia” instaurada en medio de un horror demasiado real —así le parecía, al menos, a Daniel Sibony cuando lo invitamos suponiendo que podía estar al margen de ciertas presencias que queríamos evitar—. La otra referencia miente: “ Es desde su implicación con

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Pichón Rivière, con Arminda Aberastury, con Rodrigé y aún con Garma que la inserción de Masotta con el psicoanálisis tie­ ne que ver con lo más real de éste: el acto analítico. No es pues tampoco azaroso que la Facultad de Medicina fuera el lugar de las primeras jom adas públicas, con motivo de un homenaje a Freud. La clínica estaba en su mira” (Notas de la Escuela Freu­ diana de Buenos Aires, diciembre de 1979). La clínica es el ámbito “ territorial” de la Facultad de Medicina y el hecho de que Pichón-Riviére le prestara algunas revistas (con artículos de Jacques Lacan) a Oscar Masotta, se convierte en esta afirma­ ción: “ Son las vicisitudes de la trasferencia que se anudan en él, desde O tro lugar y a la que Pichón Rivière puso cuerpo para anudar un hallazgo que hizo de Masotta no un filósofo, no un enseñante, sino un psicoanalista. Su encuentro con Pichón Ri­ vière, lo liga a una historia que no es sólo la de la cultura gené­ rica sino a una historia que se rem onta a la Apa, a la fundación del psicoanálisis: cura (sic) realizada por un psicoanalista” (ídem). Pichón Rivière, que se fue de la APA para fundar su Es­ cuela de Psicología Social, es devuelto a la misma para que Masotta pueda estar en la “ fundación” del psicoanálisis. ¿Así que la filial argentina de la I.P.A. fundó el psicoanálisis? Estos médicos que no hicieron el didáctico encontraron en el “ me­ didor” Oscar Masotta el discurso de Jacques Lacan que les per­ mite, en la actualidad, ser reconocidos por la Asociación Psicoanalítica Argentina como “vanguardia” del psicoanálisis. Siguendo una sutil cadena m etonim ica de nombres y de cuerpos se puede llegar desde el presidente de la I.P.A. hasta cualquiera de estos “ lacanianos” , sin que sea necesario dar un solo salto y tam poco encontrarse con algún sobresalto. Despues de todo, no será la primera vez que un movimiento concluye en el mo­ mento en que sus dirigentes pasan a ser parte del poder esta­ blecido. Una de las consecuencias del golpe militar de 1976 será la desaparición progresiva de los espacios intersticiales y la recu­ peración del discurso del psicoanálisis —del que había sobrevi­ vido por su distancia con la política explícita— por las institu­ ciones oficiales y por los que se apresuran a oficializar sus ins­ tituciones. Un ejemplo: “ Grupo o institución, el Círculo Freu­ diano desarrolla hoy una activa vida científica. Todo comenzó

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(sic) en 1976, en las clases de Psicopatologia que un grupo de profesionales dictáramos en la carrera de psicología (UNBA). En un mom ento fue necesario que docentes y alumnos forja­ ran un ám bito que consintiera (sic) el estudio y la discusión de la Obra de Freud” (Letra Freudiana, No. 1, Bs. As., 1978).

V Nous ajouterons en 1982: pas besoin d’être psychologue non plus, psychologue des facultés, et à cet égard tendre à uniformiser le non-médicin sous une catégorie professionelle se ramènerait à un rejet de la Laienanalyse. J. P. Colombier, Littoral No. 5, Paris, 1982.

Mis laicos no existen todavía —dice Freud a Pfister, en una carta de 1928. Es decir la palabra “ Laien” (laicos) designa por aproximación una figura que se parecía al seglar, al hijo del siglo que se sustrae a una tradición. Una función nueva, un nuevo discurso: el analítico. Freud defiende el análisis laico en un trabajo de 1926 titulado Die Frage der Laienanalyse (tradu­ cido por López Ballesteros como Análisis Profano). Freud no usa “profan” (profano), tam poco “Entuieihen” (profanidad), sino “L a/en” (laicos). En 1910 el problema era otro: Uber “wilde” Psychoanalyse (El psicoanálisis silvestre). Por otra par­ te, The Wild Analyst (la biografía de Groddeck escrita por Cari y Sylvia Grossman) es traducida como El psicoanálisis pro­ fano (F.C.E., 1967). En inglés el viento puede ser “ w ild” (li­ bre) sin profanar nada. ¿Por qué traducir “wilde” , sin las comi­ llas de Freud, por “ silvestre”? ¿Por qué traducir el “w ild” in­ glés por profano? Los traductores también son Laien, hijos del siglo, que captan ciertos campos semánticos constituidos. En 1910 existe la desviación “wilde” (el que va por la libre) y en 1926 no se ha podido definir el estatuto de aquellos “Laien” y el psicoanálisis queda sumido en la legitimidad médica. El análisis laico plantea el proglema de una cofradía —con las connotaciones de secta, sea religiosa o de rufianes— que

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puede llegar a responder en espejo a la impostura que dice combatir. ¿No es el problema de las “ escuelas” que no llegan a instaurar la transmisión explícita del legado que dicen trans­ mitir? La cofradía es también cota (malla defensiva, fortifica­ ción, etcétera) que defiende un cuerpo instituido excluyendo el discurso instituyen te (es el efecto de grupo borrando el efec­ to del discurso). ¿Por qué resulta imposible el estatuto laico del psicoaná­ lisis? Si bien Sigmund Freud sabía que la medicina poco tenía que decir del hecho de que el cuerpo goza de sí mismo, es ver­ dad como garantía de la propagación de su discurso. Pero, ¿qué ocurre en la actualidad, cuando la medicina descubre los hábitos de esa figura como un obstáculo para su propia realiza­ ción? “ El analista tiene horror de su acto” —dice Jacques Lacan. ¿Se encontrará en esta afirmación la respuesta a esa ten­ dencia a buscar un plus como soporte de la práctica? Es cono­ cida la función fálica de los “títu lo s” (sean profesionales, de nobleza, de libros publicados) y su relación con cierta falla en la función del nombre. ¿Qué fonemas imposibles de escuchar gritarían allí don­ de esta equivalencia dejaría hablar ese agujero que el nombre cubre? Deixis en fantasma que multiplica el “ allí” (tanto vale la otra escena como París). La función de los analistas laicos nunca fue estudiada de manera particular, quizás por quedar borrada dentro de una historia general: la del psicoanálisis en los USA. En efecto, en un artículo de John A. P. Millet sobre el psicoanálisis en los Estados Unidos, podemos leer: “ La política de Freud había sido siempre aceptar a los legos dotados para la enseñanza, con la vista puesta en su transformación en terapeutas”. “Este punto de vista se oponía a un arraigado prejuicio de los norteamericanos (...) En 1927, esta controversia alcanzó su cumbre en las deliberaciones de la New York Society y-de la American Psychoanalytic Association. Los legos habían->i ^ /»w
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