122400588-Osho-Tao-Los-Tres-Tesoros-Vol-3.pdf

July 22, 2017 | Author: anfepo1993 | Category: Psychological Egoism, Beauty, Knowledge, Laozi, Truth
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By MaxwellTom Armeroo Fabian

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"LOS TRES TESOROS"

Charlas sobre el Tao Te King de lao Tse VOLUMEN III OSHO Esta es una vista previa. El número total de páginas que se va a mostrar será limitado.

CAPÍTULO 1 LA BÚSQUEDA DEL SABER 9 Dice Lao Tse:

Sin salir de la puerta de tu casa puedes saber lo que ocurre en el mundo. Sin mirar por la ventana puedes contemplar el Tao del cielo. Cuanto más empeño pones en obtener la sabiduría, menos sabes. Por esto, el sabio sabe sin moverse, comprende sin ver, hace sin hacer.

Religión no es erudición; es saber. Los conocimientos pertenecen a la mente; el saber pertenece al ser. Hay una tremenda diferencia y una infinita distancia entre ellos. Esa diferencia no sólo es cuantitativa, sino también cualitativa. Erudición y saber... son tan diferentes como cielo e infierno, tierra y cielo, de manera que lo primero que has de comprender es la diferencia entre «conocimiento» y «saber». Los conocimientos nunca forman parte del presente; siempre forman parte del pasado. En el momento en que dices saber algo, está ya muerto; ha dejado su marca en tu memoria. Es como el polvo que llevas pegado. Ya te has alejado del saber. 10 El saber siempre es inmediato, el saber es aquí y ahora. No puedes decir nada sobre él; sólo puedes «serlo». En cuanto hablas de ello, incluso el saber se transforma en conocimiento. Por eso, Todos-los-que-han-sabido dicen que no puede expresarse. En el momento en que lo expresas, su naturaleza misma cambia; se transforma en conocimiento. Deja de ser el hermoso fenómeno vital del saber. El saber no tiene pasado, no tiene futuro; tiene sólo presente. Y recuerda que el presente no forma parte del tiempo. Por lo general, creemos que el tiempo se divide en pasado, futuro y presente. Eso es completamente falso. El tiempo se divide en pasado y futuro; el presente no es, en absoluto, una parte del tiempo. No puedes mantenerlo en el tiempo. Aunque lo persigas, se escapa. Intenta asirlo y verás que siempre está fuera de tu alcance, porque forma parte de la eternidad, no parte del tiempo. El presente es la eternidad cruzando el tiempo. Es el punto de encuentro entre lo eterno y lo temporal. En el presente, es saber; en el pasado, conocimiento. En cuanto algo forma parte de tu conocimiento, empiezas a hacer planes. Cuantos más datos tienes, más planes haces. El conocimiento implica pasado; «hacer» implica futuro. Entonces no dejas que haya libertad en el futuro; intentas fijarlo de acuerdo al pasado. Te gustaría ser simplemente una repetición del pasado, un poco modificado, decorado, pero sencillamente una repetición del pasado. El hombre de conocimientos es un hombre de planes... y la vida es un fluir no planeado. La vida es libertad; no puedes encasillarla, no puedes clasificarla. Por eso, un hombre de conocimientos no sabe lo que es la vida. Sabe muchas cosas, pero no «sabe» nada. Tiene demasiados conocimientos, pero está vacío, sin sustancia. No puedes encontrar a nadie tan superficial como un hombre de conocimientos. Es sólo superficial, sólo superficial. Carece 11 de profundidad, porque la profundidad se alcanza a través de la eternidad. El tiempo es horizontal; se mueve linealmente en el horizonte. La eternidad es vertical; se desplaza hacia lo profundo y hacia lo alto. Ése es el significado de la cruz de Jesús: el cruce de la eternidad con el tiempo, o el cruce del tiempo con la eternidad. Las manos de Jesús son tiempo; se mueven entre pasado y futuro. El es crucificado en el tiempo y resucita en la eternidad. Su ser es vertical... el ser de todos es siempre vertical; sólo el cuerpo, las manos, tu parte material, son horizontales.

Los conocimientos crean el futuro; el futuro engendra la preocupación. Cuantos más conocimientos tienes, más te preocupas, más te intranquilizas; nunca te sientes a gusto, en casa, sino que, interiormente, tiemblas. Es una patología. El hombre de saber es totalmente diferente: vive en el aquí. Este momento lo es todo, como si el mañana no existiera... y realmente no existe, nunca ha existido; es parte del juego de la mente. Es el sueño del hombre de conocimientos. Este momento es todo lo que hay... y lo es todo. El saber se desplaza verticalmente dentro de este mismo instante; va profundizando más y más y más. El sabio tiene profundidad; incluso su superficialidad es parte de su profundidad. No es superficial. ¿Y el hombre de conocimientos? El carece de profundidad; su profundidad es parte de su superficialidad. Y ésta es la paradoja: el hombre sabio sabe, mientras que el hombre de conocimientos no sabe, no puede saber, porque la erudición no tiene conexión con la vida. Al contrario, ésa es la barrera, la única barrera, el único impedimento. Es algo así: una madre sabe que su hijo es suyo; el padre tiene el conocimiento de que el hijo es suyo. El padre sólo lo cree. En su interior, no está seguro. ¡Sólo la madre lo sabe! 12 Sucedió: Mulla Nasrudin ocupaba el cargo de visir de un pequeño reino. El rey era muy generoso; no era muy rico —el reino era pequeño—, pero sí muy generoso. Cada año Nasrudin iba a verlo... y le comunicaba que su esposa había dado a luz un niño. El rey le obsequiaba con valiosos regalos para él, el niño y la madre... pero llegó un momento en que fue demasiado: ¡iba todos los años! Cuando nació el duodécimo niño y Nasrudin fue a verlo, el rey le dijo: —Mulla, esto es ya demasiado. El mundo padece de superpoblación. ¿Qué pretendes? Si sigues así crearás una pequeña nación. Todos los años lo mismo. ¡Para ya! ¡Que éste sea tu último hijo! Y si no puedes detenerte, si eres incapaz de hacerlo, entonces es mejor que te suicides en vez de estar sobrecargando la Tierra. Nasrudin se sintió muy deprimido. Y cuando nació su decimotercer hijo... «¿Qué hacer?», pensó. «Ahora es mejor que no vaya a ver al rey. Iré al bosque y me suicidaré, como él me dijo». De modo que se dirigió al bosque y lo preparó todo para colgarse... sólo una fracción de segundo y habría colgado, muerto, del árbol. Pero de repente exclamó: —Nasrudin, ¡cuidado! ¡Puede que vayas a colgar al hombre equivocado! El padre simplemente cree serlo; la madre lo sabe. El saber es como la madre; el tener conocimientos es como el padre. Todo conocimiento implica creencia. Saber no es ninguna creencia, es «saber». Es tu percepción, es tu visión; proviene de ti. Es como la madre: el niño crece en su útero y ella lo sabe. El niño forma parte de sí misma; es su extensión, su propio ser, su sangre y sus huesos. El padre 13 es extrínseco; no es intrínseco. Simplemente cree que el niño es suyo.

El hombre de conocimientos cree saber. El hombre de saber sabe. El saber implica una transformación en tu ser; es como un embarazo: forma parte de ti, has de alumbrarte a ti mismo. Es una resurrección en la eternidad; es un alejarse del tiempo y un adentrarse en la ausencia de tiempo; es la conversión de la mente en la no-mente; es algo realmente tremendo y tú tienes la certeza de que está sucediendo en ti. El hombre de conocimientos va acumulando el polvo de los Budas. Cree en Aquellos-que-han-sabido. Todo aquello en lo que cree está muerto. No se ha dado luz a sí mismo. Ha ido acumulando conocimientos procedentes de ios demás. Todo lo ha pedido prestado... y ¿cómo puedes pedir prestado el saber? ¿Cómo puedes pedir prestado el ser? Si el conocimiento ha de ser auténtico, ha de pertenecer a la naturaleza del ser. Georges Gurdjieff solía preguntar a la gente, a los buscadores que iban a verle... lo primero que les preguntaba era: «¿Qué es lo que te interesa: los conocimientos o el ser? Porque aquí no nos preocupamos de los conocimientos; aquí te vamos a dar el ser... tú eliges. Si deseas conocimientos, vete a otra parte. Si anhelas el ser, quédate aquí. Pero opta por uno u otro». ¿Qué diferencia existe entre «ser» y «conocimiento»? La misma que entre «conocimiento» y «saber». Los conocimientos son algo que te ha sido añadido. No son tu vivencia, sino que más bien cargas con ellos. Siempre verás al hombre de conocimientos cargado, agobiado, llevando a cuestas sobre sus espaldas montañas de conocimientos. Verás su rostro muy serio, mortalmente serio, y su corazón aplastado por completo bajo su carga. 14 El hombre de saber es ligero. No carga con nada. Puede volar por el cielo. La fuerza de gravedad de la Tierra no le afecta. La Tierra no le atrae porque la Tierra sólo puede atraer lo pesado. Está en la Tierra, pero no es de la Tierra. Ese es el significado del dicho que Jesús repite una y otra vez: «Mi reino no es de este mundo...». Es de algún otro mundo: del mundo del ser, de la eternidad. Si comprendes correctamente la diferencia, recuerda no seguir nunca el camino del conocimiento. Sigue el camino del saber, del ser, porque sólo entonces ganarás algo. No obtendrás más información, sino que «serás» más. Este es el punto crucial que hay que entender: has de «ser» más. Tu pobreza no es pobreza de información; tu pobreza es pobreza de «ser». Eres pobre y ocultas esa pobreza acumulando cosas. Y los conocimientos también son objetos: palabras, teorías, filosofías, sistemas, teologías... todo «cosas»; sutiles, abstractas, pero «cosas». No estás creciendo; sigues siendo el mismo y te creas la ilusión de que «sabes». Has de comprender estos sutras de Lao Tse bajo esa luz.

Sin salir de la puerta de tu casa puedes saber lo que ocurre en el mundo. Porque, en lo profundo, tú eres el mundo. El mundo no es nada, pero tú eres grande. En realidad, no hay ninguna necesidad de ir a ninguna parte para averiguar nada. Si te conoces a ti mismo habrás conocido a la humanidad entera; si conoces tu ira habrás conocido todas las iras; si conoces tu violencia habrás conocido todas las violencias. No hay ninguna necesidad de ir a

Vietnam, no tienes necesidad de ir a Corea, ni a Palestina, ni a cualquier otra parte. 15 Si conoces tu propia violencia habrás conocido todas las violencias. Si descubres tu propio amor, habrás descubierto todos los amores, toda la historia del amor. Incluso lo nunca escrito, lo nunca conocido, incluso eso lo conocerás porque ¡tú eres la semilla! Es como coger una gota de agua del océano y analizarla. Si lo haces conocerás todo el océano porque en esa pequeña gota se encuentra comprimido todo el océano; es un océano en miniatura. Si analizas la gota y descubres que consiste en H20, sabes que todo el océano consiste en H20. NO hay ninguna necesidad de continuar analizando toda el agua; una gota es suficiente. Si descubres el sabor de una gota, su sabor salado, sabrás que todo el océano es salado... y esa gota eres tú.

Sin salir de la puerta de tu casa puedes saber lo que ocurre en el mundo. Porque tú eres el mundo —un mundo atómico— y todo está sucediendo en ti. Puede que en el mundo suceda a una escala mayor, puede que haya más cantidad, pero la cualidad es la misma. Entendiéndote a ti mismo, lo comprendes todo. En los Upanishads se cuenta una hermosa historia: Un joven, Swetketu, regresaba de la casa de su gurú —de sugurukul, la familia del gurú— después de su aprendizaje y, claro, siendo como son los jóvenes, se sentía muy orgulloso de lo que había aprendido. Se sentía altivo, egoísta. Su padre, el sabio Uddalak, lo vio acercarse. Estaba llegando, entrando en el pueblo, y su padre lo miraba desde una ventana. El padre se sintió triste: «Esto no es aprender. Se ha convertido en un hombre de conocimientos. 16 ¡Esto no es saber!». Uddalak se dijo a sí mismo: «No le había enviado para esto. Se ha equivocado; ha perdido el tiempo». Porque la sabiduría es humilde... no humilde en el sentido de «opuesta al ego», no. No guarda ninguna relación con el ego; ni siquiera es su opuesto porque incluso el opuesto contiene algo de ego. Al percibir la falta de humildad de su hijo, el padre se puso muy, muy triste. «Se ha vuelto mayor y aquí llega este muchacho tras haber desperdiciado muchos años de su vida... ¿Por qué parece tan orgulloso?» El saber siempre te vuelve humilde. ... Esta palabra —humilde— es hermosa. Proviene de la raíz «humus», que significa «terroso, de la tierra, modesto». Y es también la raíz de las palabras «humano» y «humanidad». Sólo te vuelves humano cuando te vuelves humilde; sólo te vuelves humilde cuando eres de la tierra —de la tierra en el sentido de modesto, simple, no condicionado, sencillo... «Aquí viene mi hijo muy orgulloso y altivo... Ha de haberse convertido en un hombre de conocimientos.» Y, efectivamente, se había convertido en uno. Se acercó y tocó los pies de su padre, pero era simplemente una formalidad. ¿Cómo va a querer postrarse alguien que se ha vuelto tan egoísta? El padre le dijo:

—Swetketu, veo tu cuerpo arrodillado, pero no a ti. ¿Qué desgracia te ha sucedido? ¿Por qué pareces tan orgulloso? El hombre sabio es humilde, Swetketu. ¿Has oído hablar de ese Uno, conociendo al cual lo conoces todo? Swetketu contestó: —¿De qué estás hablando? ¿Cómo puedes conocerlo todo conociendo sólo una cosa? ¡Qué absurdo! He aprendido todo lo que puede aprenderse en la universidad. Me he vuelto tan experto cómo es posible volverse en cualquier tema de los que allí se enseñan. He agotado todas las 17 posibilidades del aprender. Cuando mi maestro me dijo: «Ahora lo sabes todo y puedes regresar a casa», entonces, y sólo entonces, regresé. Pero de lo que estás hablando, de ese «Uno», nunca he oído hablar. Nadie me habló de él en la universidad. Aprendimos gramática, lengua, historia, mitología, filosofía, teología, religión, poesía..., todo lo que el hombre conoce lo he aprendido. Soy muy bueno y he logrado la calificación más alta que puede dar la universidad..., pero nunca he oído hablar de ese «Uno». ¿De qué me estás hablando? ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo puedes conocerlo todo conociendo sólo una cosa? Uddalak le dijo: —Sí, ese Uno eres tú, Swetketu. Tat twamasi —Eso eres tú—. Si conoces ese Uno, lo conoces todo, mientras que todo lo que ya conoces es basura. Has desperdiciado tu energía. ¡Vuélvete! No regreses nunca a menos que hayas conocido ese Uno, a través del cual lo conoces todo. Porque —dijo Uddalak a su hijo— en nuestra familia nadie ha sido brahmán sólo de nombre. Nos llamamos brahmanes porque hemos conocido a Brahma. Si no conoces ese Uno, no perteneces a nuestra familia. ¡Vuélvete! Ese Uno eres tú. Eso eres tú. Una semilla muy pequeña, casi invisible para ti mismo. A menos que investigues con detenimiento y durante largo tiempo, con perseverancia y paciencia, no Lo encontrarás. Esa semilla está dentro de ti, es tu esencia interior y todo este inmenso mundo no es más que tú mismo desplegado en un gran lienzo. El hombre es la humanidad. Tú eres el mundo. Dice Lao Tse:

Sin salir de la puerta de tu casa puedes saber lo que ocurre en el mundo. Sin mirar por la ventana puedes contemplar el Tao del cielo. 18 No es necesario mirar por la ventana... las ventanas son tus sentidos: tus ojos, tus oídos, tu olfato... Esas son las ventanas. No hay necesidad de mirar por esas ventanas.

Sin mirar por la ventana puedes contemplar el Tao del cielo. En tu interior puedes ver lo Último... ¿Has visto las estatuas del Buda sentado en silencio con los ojos cerrados, inmóvil? En la India se cuentan historias de gente que permaneció meditando durante tanto tiempo que los pájaros llegaron a posarse sobre ellos y a anidar en su pelo. O que las hormigas se acostumbraron tanto a recorrer sus cuerpos que llegaron a olvidarse de que

aquello era un hombre sentado y empezaron a vivir allí. ¿Qué hacía esa gente? Las enredaderas se extendían sobre sus cuerpos creyendo que les ofrecían una base segura. ¿Qué estaban haciendo allí con aquella inmovilidad? No estaban haciendo nada. Al cerrar todas sus ventanas estaban contemplando el esplendor de esplendores: se estaban contemplando a sí mismos. Y eso es un misterio tan tremendo, algo tan hermoso, que no podrás encontrar nada en la vida que pueda igualársele —en ninguna otra parte— porque dondequiera que vayas y veas lo que veas, lo verás siempre a través de un intermediario. Puedo ver tu cara, pero mis ojos serán los mediadores; ellos me informarán. Nunca podré ver tu cara directamente; siempre será de forma indirecta. Puedo acercarme al rosal y contemplar sus hermosas flores, pero esa belleza será de segunda mano porque mis ojos serán mis informadores, los agentes intermediarios. No puedo contactar directamente con la rosa; los ojos siempre se interpondrán. Los olores me llegarán a través de la nariz. Puedo oír los 19 pájaros cantar, pero su canto será siempre de segunda mano... y a menos que obtengas el conocimiento directamente, ¿cómo vas a conocer el Tao del cielo? ¿Cómo podrás conocer Lo supremo, el fundamento mismo de tu ser? Solamente hay una posibilidad para contactar con Lo supremo directa, inmediatamente, sin ningún mediador, y es ésta: hacerlo en tu propio interior. Cierra todas tus puertas y ventanas y ve hacia dentro. Sucedió: Una de las mujeres más sabias que ha existido nunca ha sido Rabia Al-Adawia. Era una sufí, una gran mística, incomparable. Solía sentarse en su choza con los ojos cerrados, haciendo algo... nadie sabía qué. Otro místico llamado Hassan fue un día a visitarla. Era por la mañana y el sol empezaba a salir. La belleza era tremenda: los pájaros cantaban y los árboles se sentían felices por ver de nuevo la luz. El mundo entero celebraba la mañana. Hassan, desde fuera, la llamó diciendo: —¡Rabia, sal! ¡Contempla la gloria de Dios! ¡Qué mañana tan bonita! Rabia le contestó: —Hassan, más bien haz tú lo contrario: entra y contempla a Dios mismo. Ya sé que eso es hermoso, que es la belleza de la creación, pero no es nada comparado con la belleza del Creador. Es mejor que entres. No sé si Hassan lo entendió o no, pero así funciona todo. El conocimiento se dirige hacia el exterior. Saliendo, puedes conocer muchas cosas, pero no será más que información de segunda mano. Así es la ciencia; la ciencia siempre es de segunda mano, nunca puede ser de primera mano. Nunca puede tener la frescura de la religión. Por mucho que profundice un Einstein, profundizará en el exterior. 20 No podrá refrescarse con ello... Albert Einstein así lo sintió en sus últimos días. Dos o tres días antes de que muriera, alguien le preguntó: —¿Qué te gustaría ser si Dios te diera la oportunidad de volver de nuevo a la Tierra? Y él contestó:

—La próxima vez, en lugar de convertirme en científico, preferiría ser fontanero. Me gustaría llevar una vida simple y ordinaria. Me gustaría vivir siendo un completo desconocido para el mundo entero. Me gustaría vivir anónimamente, sin que nadie supiera de mí, sin que nadie me molestara. Está dando tientos en la dirección correcta. Está tanteando en la dirección en que, algún día, podrá convertirse en un Buda. Cuando uno se harta del exterior, se vuelve hacia el interior. Entonces te gustaría cerrar todas las puertas, todas las ventanas, y simplemente descansar en tu interior.

Sin mirar por la ventana puedes contemplar el Tao del cielo. La ciencia continúa descubriendo leyes y más leyes, pero nunca descubrirán «la Ley». Y «la Ley» es lo que significa la palabra «Tao». La ciencia seguirá descubriendo dioses y más dioses, pero nunca descubrirá «el Dios». «El Dios» es el significado de la palabra «Tao»: lo último, Aquello más allá de lo cual nada existe, más allá de lo cual nada es posible. 21 La ciencia continúa haciendo descubrimientos. Y cuantos más descubrimientos realiza la ciencia, más son descartadas y lanzadas a la papelera las antiguas teorías. Eso es lo que, antes o después, les sucederá a todas las teorías científicas. Todas ellas están condenadas a ser lanzadas a la papelera porque desconocen «la Ley». Son sólo reflejos en el lago, no la verdadera luna. La verdadera luna está dentro y el mundo entero actúa a modo de espejo. Al contemplar la belleza de una rosa, ¿has reflexionado nunca sobre si la belleza reside en la rosa misma o es una proyección tuya? Porque en otros momentos, pasando junto al mismo rosal, nada sucede; no pasa nada especial, nada extraordinario. Es sólo una rosa ordinaria. Pero en otro momento, de otro humor, en otro estado mental, de repente adquiere una belleza, una fragancia tal que se transforma en una nueva dimensión. Las puertas se abren y los misterios te son revelados. Lo que sucede es que la rosa actúa, simplemente, como espejo. Ves todo aquello que tú mismo proyectas. Si te colocas delante de un espejo y te miras en él, el espejo simplemente te refleja; es tu imagen. Si eres feo, reflejará tu fealdad; si eres guapo, reflejará tu belleza. En los momentos en que te sientes feo, todas las rosas se vuelven feas; en los momentos en que estás triste, todas las lunas son tristes; en los momentos en que crees estar en el infierno, la Tierra se convierte en el infierno. Creas la realidad a tu alrededor; proyectas la realidad en tu entorno. Tienes dentro de ti al creador, al Uno, a Aquel al que cuando conoces, lo conoces todo. Por eso, durante siglos los pensadores han estado intentando definir qué es la belleza estéticamente hablando... y no han podido definirla. No han podido porque no existe exteriormente; es una proyección del interior. La rosa no es bonita; eres tú el que crea la belleza a su alrededor. 22 Es como un clavo; tú cuelgas de él la belleza. Tú la vuelves bonita. Por eso, cuando el poeta pasa junto a la rosa, la ve muy hermosa, ¡tan hermosa que parece irreal! Y cuando pasa junto a ella el científico —sin fijarse en absoluto

en que el rosal está florido—, la rosa no existe. Y cuando pasa el hombre de negocios, mira la rosa y piensa cuánto podría ganar si la vendiera. Entonces viene el niño que la arranca y juega con ella unos instantes para olvidarse luego y continuar su camino... La rosa no es nada. Eres tú quien le da su significado. Cada día acude a mí gente que insiste en preguntarme una y otra vez, de mil maneras: «¿Qué sentido tiene la vida?». La vida no tiene sentido alguno. Eres tú el que le da un sentido. Tú creas su significado. Un «significado» no es un algo objetivo, de manera que no lo busques, no le pidas un significado. Si sigues buscándolo llegarás a dar con la verdad: la vida carece de todo significado. Así es cómo, en Occidente, los existencialistas han descubierto que la vida no tiene sentido... pero se han detenido ahí, lo cual es una gran desgracia. En Oriente también lo sabemos, pero no nos hemos detenido ahí. Buda también descubrió que la vida no tiene un significado, pero no se detuvo ahí. ¡Esto es quedarse a mitad de camino! La vida no tiene sentido, pero eso no significa que tu vida no deba tenerlo, no. La vida no tiene sentido si tú no le das esc sentido. En ella no se oculta ningún significado; el significado se lo has de dar tú. Has de proyectar todo tu ser en la vida; entonces vibrará con un sentido. Entonces cantará, bailará, se convertirá en divina. La gente me pregunta: «¿Dónde está Dios? ¿Puedes mostrárnoslo?». Yo no puedo mostrarte a Dios, nadie puede mostrártelo porque a Dios has de encontrarlo tú en tu interior. Entonces podrás verlo en cualquier parte. Entonces lo verás en la rosa; la rosa se convertirá en el espejo y allí verás a Dios. Un pájaro cantará por la mañana y, de repente, la nota tendrá una fragancia que nunca tuvo. Habrás sido tú el que haya contribuido a ello, a volverla divina. 23 Una vez que descubres a Dios dentro de ti, todo se vuelve divino. Si no Lo has descubierto en ti y continúas preguntando: «¿Dónde está Dios?», si sigues preguntando cuál es su dirección, nunca Le verás. Y todas las direcciones son falsas porque El vive en tu interior; no necesita dirección alguna. Hay una hermosa historia, muy antigua: Se dice que Dios creó el mundo y todo era hermoso. Luego creó al hombre y todo se volvió horrible. Con el hombre apareció el infierno. Y el hombre empezó a quejarse de manera que a Dios le resultaba casi imposible dormir o trabajar... ¡tanta gente había! Todos llamando a Su puerta, de noche y de día... se convirtió en una pesadilla. Debió de pensar muchas veces en destruir al hombre para que el mundo recobrara la paz. Pero entonces, algunos sabios consejeros le dijeron: —No hay ninguna necesidad de destruir al hombre. Simplemente cambia de residencia. No vivas más aquí en la Tierra. ... Él solía vivir aquí; por tu culpa tuvo que mudarse... Dios les preguntó: —¿A dónde he de ir? Un consejero le dijo: —Lo mejor es que te vayas al Everest.

Dios le contestó: —¡Qué va! Antes o después, llegará allí un hombre llamado Hillary. Subirá allí y todo empezará de nuevo. Entonces alguien le dijo: 24 —Vete a la Luna. Dios le replicó: —¡Qué va! todo esto no me servirá de nada. Más pronto o más tarde, el hombre llegará a todas partes. Sugeridme un lugar del que él no pueda sospechar siquiera. Entonces un anciano consejero se le acercó y le dijo algo al oído. El asintió diciendo: —Sí, tienes razón. El viejo le había sugerido: —Entonces escóndete dentro del hombre. Nunca lo sospechará. Te buscará por todas partes excepto en su propio mundo interior. Es una bonita historia; casi real... no es historia, pero sí una verdad.

Sin mirar por la ventana puedes contemplar el Tao del cielo. Cuanto más empeño pones en obtener la sabiduría, menos sabes. Parece paradójico, pero sólo lo parece. No lo es. Es un hecho muy simple: cuanto más persigues la sabiduría, menos sabes. Fíjate en los pandits; saben muchas cosas, pero si miras en sus ojos —míralos: ni siquiera un reflejo— no verás ni asomo de sabiduría. Quédate en su compañía y no encontrarás nada. Están vacíos, son completamente falsos, sin nada en su interior. Son sólo un hueco pintado, una oquedad decorada... decorada con muchas escrituras, con las palabras de Aquellos-que-han-sabido. Pero todo es prestado, todo está muerto. Y rodeados de estas palabras muertas casi han muerto también ellos. 25 Ve a un erudito y saborearás el polvo a su alrededor. Te parecerá muy, muy viejo, anciano, casi en las últimas y no encontrarás en él la frescura que es parre de la vida. En él no verás a un río vivo, que fluya adentrándose siempre en lo desconocido. El conocimiento es una limitación; por inmenso que sea es una limitación. Por esto Sócrates dice: «Cuando era joven creía saberlo todo. Cuando empecé a madurar algo, comencé a tener mis dudas, hasta que me di cuenta de que no sabía tanto. Cuando me fui volviendo viejo comprendí que no sabía nada en absoluto». Pero entonces, el oráculo de Delfos declaró que Sócrates era el hombre más sabio que había en la Tierra. La gente que se enteró acudió a Sócrates diciéndole: —¡Qué paradoja! ¡Estamos confundidos! ¿Quién tiene razón? Si el oráculo está en lo cierto entonces eres tú el que se equivoca; si tú tienes razón, entonces el que se equivoca es el oráculo. Y ninguno de los dos podéis estarlo. Creemos en ti, te conocemos, hemos estado contigo, tenemos la sensación de que dices la verdad, que lo que afirmas no es una mentira. Pero el oráculo, el oráculo

divino, nunca ha dicho una mentira. Todo lo que ha predicho el oráculo de Delfos ha resultado siempre cierto. De manera que estamos en un apuro. ¡Ayúdanos! Dices no saber nada..., en realidad afirmas saber únicamente esto: que no sabes nada. Y entonces aparece el oráculo diciendo que Sócrates es el hombre más sabio de la Tierra. Sócrates les dijo: —Ha de haber algún error, porque yo sé más de mí que cualquier otro y afirmo, de nuevo, que no sé nada. Al menos puedo permitirme decir esto: «Sé que no sé nada». Nada más. Id y preguntad de nuevo al oráculo. Habréis entendido mal. O bien no lo habéis interpretado correctamente o... ¡Id de nuevo! Ellos fueron de nuevo y preguntaron al oráculo. El oráculo se rió y les dijo: —Por eso decimos que él es el hombre más sabio de la Tierra: porque sólo sabe que no sabe nada. No es ninguna paradoja. Eso es lo que dice el sabio, el que ha comprendido que el conocimiento es fútil, que el conocimiento no sabe nada, que el conocimiento es basura, que el conocimiento carece de cordura por muy lógico que simule ser... Sólo lo finge.

Cuanto más empeño pones en obtener la sabiduría, menos sabes. ¿Por qué sucede así? Porque cuanto más persigues el conocimiento, más te alejas de ti mismo. Cuanto más te esfuerzas por buscar la Verdad en alguna parte fuera de ti, más te estás alejando de ella, más te alejas del Todo en tu búsqueda del Todo, más te alejas de ti en busca de tu verdadero ser, más te alejas de tu conciencia. ¿Qué estás buscando? Eso que estás buscando se halla en tu interior. La religión es la búsqueda de Eso que ya es tuyo. La religión es ir en pos de Eso que es ya tu realidad. Si continúas alejándote de ti mismo más y más, cada vez sabrás menos... aunque creas saber cada vez más. Conocerás las escrituras, palabras, teorías, y con esas palabras podrás ir hilando, tejiendo, más y más cábalas y haciendo castillos en el aire..., pero no serán más que aire, abstracciones. No existen, están hechos del mismo material del que están hechos los sueños. Los pensamientos y los sueños están hechos del mismo material. Son olas en la superficie de un océano; carecen de toda sustancia. Si quieres conocer la Verdad has de regresar a casa. 27 Yo siempre digo: «Búscalo y te Lo perderás. No busques y Lo encontrarás». Porque el esfuerzo mismo del buscar significa que das por seguro que no Lo tienes contigo. Desde el comienzo, tu búsqueda está condenada al fracaso. Un día, buscando, indagando, acumulando conocimientos, te darás de bruces con este hecho: eres un tonto. Te habría ido mejor si, antes de adentrarte en la inmensidad del mundo buscándolo, hubieras mirado dentro de ti. De nuevo, una pequeña parábola de Rabia Al-Adawia: Una tarde, con el sol ya poniéndose, los vecinos la encontraron buscando algo en la calle. Todos querían a aquella vieja; por supuesto que todos la creían un poco loca, pero era una buena persona... de manera que todos se pusieron a ayudarla preguntándole qué había perdido.

—¿Qué estás buscando? Ella les dijo: —Mi aguja. Estaba cosiendo y perdí mi aguja. ¡Ayudadme, por favor! De manera que todos se afanaron en ayudarla. Entonces, un hombre, dándose cuenta de que la calle era muy ancha y que la aguja era un objeto muy diminuto, pensó que les resultaría prácticamente imposible encontrarla mientras desconocieran dónde se había perdido. Y acercándose a Rabia le dijo: —Dinos exactamente dónde la perdiste. Rabia le contestó: —No me preguntes esto, porque en realidad no la he perdido aquí; la perdí dentro de mi casa. Todos dejaron de buscar y le dijeron: —¡Estás loca! Entonces ¿por qué estás buscando aquí fuera, en la calle, si la has perdido dentro de tu casa? Rabia contestó: 28 —Porque allí está muy oscuro. Aquí hay un poco de luz. ¿Cómo voy a buscarla en la oscuridad? Y ya sabéis que soy pobre, que ni siquiera tengo una lámpara. ¿Cómo voy a buscarla a oscuras? Por eso la estoy buscando aquí, porque todavía queda algo de luz del sol para poder buscarla. La gente empezó a reírse y a decirle: —¡Estás completamente loca! Sabemos que es difícil buscar algo a oscuras... La única solución es pedir prestada una lámpara a alguien y buscarla allí. Rabia les dijo: —Nunca creí que fuerais tan sabios. Entonces ¿por qué siempre buscáis fuera? Yo simplemente hacía lo que vosotros soléis hacer... Si comprendéis eso, ¿por qué no me pedís prestada una lámpara y buscáis en vuestro interior? Sé que está oscuro... Esta parábola es reveladora. Tú buscas siempre fuera... y hay una razón: dentro de ti todo está a oscuras. Cierras los ojos y surge la noche cerrada; no puedes ver nada. Y aunque veas algo no es más que parte del exterior reflejándose en el lago interior: un flujo de pensamientos que has recogido del mercado, rostros que vienen y van..., todos ellos pertenecientes al mundo exterior. Simples reflejos del exterior... y la inmensa oscuridad. Te asustas y entonces piensas que es mejor buscar fuera; al menos allí hay luz. Pero eso no sirve. ¿Dónde has perdido tu verdad? ¿Dónde has perdido tu ser? ¿Dónde has perdido a tu Dios? ¿Dónde has perdido tu felicidad, tu beatitud? Antes de adentrarte en el infinito laberinto del mundo exterior, sería mejor que primero miraras dentro de ti. Si allí no la puedes encontrar, entonces de acuerdo: ve e investiga fuera. Pero eso nunca ha sucedido. Todo aquel que ha mirado en su interior siempre la ha encontrado... porque ya está 29 allí. Sólo necesitas echar una mirada, retornar, dar la vuelta a la conciencia. Tan sólo mira en tu interior.

Cuanto más empeño pones en obtener la sabiduría, menos sabes. Por esto, el sabio sabe sin moverse...

Al ponerte a correr estás perdiendo, desperdiciando tu vida, tu energía, tu oportunidad. Deja de correr, de dar vueltas y vueltas. Deja de correr. De esto trata la meditación: deja de correr y siéntate en silencio con las ventanas y las puertas cerradas; asiéntate en tu interior, descansa interiormente, relájate por dentro, deja que toda la agitación vaya desapareciendo. Y entonces empieza a observar. Al principio será como andar a tientas, al principio la oscuridad te superará, pero a medida que te acostumbres a ella, todo empezará a cambiar. Es como cuando llegas del exterior —ha sido un día muy caluroso y ha hecho un sol de justicia— y entras en tu habitación: no ves nada. Todo parece oscuro porque los ojos están acostumbrados al sol, los ojos están acostumbrados a una luz excesiva. De repente, eso cambia. Los ojos tardarán un poco en acostumbrarse; eso es todo. Se necesita paciencia. Cuando vas hacia tu interior no ves nada; no seas impaciente, no digas al cabo de un minuto que todos los Budas son farsantes porque mantienen que la beatitud se encuentra dentro, aunque tú no ves nada. Sucedió a uno de los pensadores más penetrantes que ha habido nunca en Occidente. Le sucedió a David Hume... Debido a que una y otra vez leía en las enseñanzas orientales: «Ve hacia dentro. Cierra los ojos. Observa», un 30 día pensó: «Probémoslo... aunque sé que no hay nada. Estos orientales están locos, son ilógicos, irracionales, introvertidos. Se engañarán a sí mismos, pero a nadie más». Dijo: «Bien, intentémoslo al menos una vez». Cerró los ojos tan sólo durante un minuto. Luego los abrió y anotó en su diario: «No hay más que oscuridad, algunos pensamientos flotando, unas cuantas sensaciones, y nada más...». No seas tan impaciente. Espera. Deja que todo se vaya asentando en tu interior; lleva tiempo. Has estado tan inquieto durante tantas vidas que asentarte te llevará algo de tiempo. Ten un poco de paciencia. No es necesario nada más. No necesitas tratar de aquietarte porque eso lo perturbará todo de nuevo, lo revolverá más. Simplemente no hagas nada, porque si no, causarás nuevas alteraciones. Esto es lo que significa la hermosa frase de Lao Tse: «Wu wei», haz sin hacer nada. Simplemente sin hacer nada, sucede; eso es hacer sin hacer. Simplemente cierra los ojos y espera, espera, espera, y verás cómo se desmoronan, cómo se asientan, capas y capas de perturbaciones; todo se va asentando. Y aparece el silencio. Lentamente, la oscuridad se va convirtiendo en luz y conoces a ese Uno, conociendo al cual todo es conocido. Porque ese Uno es la semilla. Eso eres tú, Swetketu.

Por esto, el sabio sabe sin moverse, comprende sin ver, hace sin hacer. Y ése es el logro supremo: todo lo logras sin hacer nada en absoluto. Recuérdalo: hagas lo que hagas, no podrás ir más allá de ti mismo. ¿Cómo podrías? Lo que 31 «tú» hagas estará siempre por debajo de ti; no podrá ser superior a ti. Todo lo que «tú» hagas será parte de tu mente; no puede trascenderla. Hagas lo que

hagas, será el ego el que lo hará; no será tu ser. Por eso, el no-hacer es la única manera de actuar. Sentado en quietud, sentado en silencio, sin hacer nada, la hierba crece por sí sola. Y entonces, el esfuerzo, tu hacer, es calmo. Un tremendo e inmenso silencio desciende en ti... Hace unos días estaba leyendo un poema japonés. Uno de sus versos caló en mí muy profundamente, se convirtió en parte de mi corazón. Reza así:

Sin un solo pájaro cantando, la montaña está, si cabe, más quieta. Cuando no hay ningún «hacer», cuando incluso los pájaros dejan de cantar, cuando no hay nada, cuando todo está tranquilo y sosegado, de repente adquieres conciencia de que, desde el comienzo mismo, nada te ha faltado. Siempre has sido Eso que andabas buscando. De repente comprendes: el Señor de los señores está ahí sentado en el trono. Y empiezas a reírte. Cuando Bokuju se Iluminó... ¿Iluminó? No te tomes esa palabra muy en serio. No es nada seria; es la risa suprema, la broma suprema... Bokuju se Iluminó y empezó a reírse a carcajadas; se volvió loco. La gente se congregó a su alrededor y empezó a preguntarle: —¿Qué te ocurre? Por favor, dinos qué te ha pasado. Él les dijo: —No me ha pasado nada. Estaba loco, buscando y rebuscando Eso que ya estaba en mí. 32 Más tarde, cuando la gente le preguntaba a Bokuju: «¿Qué hiciste cuando te Iluminaste?», él les respondía: —Me reí... y a carcajadas. Y aún no he dejado de reírme. Tanto si me oís como si no, no importa: aún no he dejado de reírme. ¡Qué chiste! Lo tienes ya y sin embargo Lo buscas y rebuscas sin encontrarlo... no porque no estuviera ahí, sino porque Lo tenías tan cerca de ti que no podías verlo. Los ojos pueden ver lo lejano, los ojos pueden ver lo distante, porque los ojos necesitan perspectiva. Las manos pueden tocar lo diferente y distante; los oídos pueden oír lo que les es exterior... Por eso, Lao Tse dice que él comprende sin ver, porque ¿cómo vas a verte a ti mismo? ¿Quién verá a quién? El veedor y lo visto son, ahí, uno. Los ojos no son necesarios. ¿Quién verá? ¿Quién hará el esfuerzo? Será como un perro persiguiendo su propia cola, ¡una absoluta tontería!... Y esto es lo que estás haciendo: persiguiendo tu propia cola. Detente y date cuenta de que es tu propia cola. No tienes por qué perseguirla. Persiguiéndola no la alcanzarás. Persiguiéndola no la tendrás. Dejando de perseguirla, la alcanzarás.

... hace sin hacer. Y entonces el tiempo desaparece. Entonces desaparece todo conocimiento, porque los conocimientos son para saber algo, los conocimientos son el instrumento del saber. Una vez sabes, no tiene sentido mantener el instrumento; simplemente desaparece.

El tiempo desaparece porque el tiempo existe debido a tu frustración. Tu frustración lo genera para poder albergar esperanzas de futuro y, en cierta manera, soportar y tolerar esa frustración y consolarte. Mente y tiempo no son dos cosas, sino dos aspectos de lo mismo. Cuando ambos desaparecen, por primera vez eres en tu absoluta gloria. Digámoslo así: te has convertido en un Dios, en un Buda. Y si les preguntas A-los-que-han-ningún esfuerzo por tu parte. Es tu esfuerzo el que ha creado todo el enredo. Deja de esforzarte, siéntate en silencio y observa tu propio interior: wu wei. Despertado te dirán todos lo mismo: Lo has de lograr sin hacer

CAPÍTULO 2 ¡No HAGAS NADA! La página 36 no forma parte de la vista previa de este libro. 37 Primera pregunta:

¿No es la búsqueda de la Iluminación una búsqueda egoísta? Sí, lo es. La más egoísta. No hay otra igual; es incomparablemente egoísta. Y has de ser egoísta; no hay otra manera de ser. Todas las enseñanzas que insisten en que no seas egoísta no te han ayudado en nada; más bien han desviado tu ser, te han vuelto antinatural. El yo es tu centro y ser egoísta es la única manera de ser. Cuanto más intentas no ser egoísta, más excéntrico te vuelves... —La palabra «excéntrico» es hermosa; significa, simplemente, «des-centrado»—. Entonces dejas de tener tus raíces en ti, entonces dejas de estar conectado con tu ser. Y el hombre que no está conectado con su ser vive una vida falsa, una vida artificial. Toda su vida es más un sueño que una realidad. Realmente no puedes evitarlo. En tu interior eres egoísta. A lo sumo puedes volverte un hipócrita. Intentas no ser egoísta, pero eso es imposible. Aunque te esfuerces por no serlo, continuarás siendo egoísta. De esta manera creas una dualidad, un conflicto y todo lo que dices superficialmente, lo niegas en tu interior. ¡Y bien lo sabes! ¿Cómo vas a engañarte a ti mismo? Exteriormente 38 dices una cosa; interiormente transmites sencillamente lo contrario. Sucedió: Mulla Nasrudin fue demandado ante los tribunales y el juez le preguntó: —¿Duermes con esta mujer, Nasrudin? Nasrudin contestó: —No, señoría; en absoluto. ¡Ni siquiera un segundo! Ésta es la situación. Dices algo e inmediatamente tu interior lo contradice. Te conviertes en una contradicción. Te vuelves tenso. Tu vida se convierte en una profunda angustia, en un sufrimiento. Yo te enseño a ser totalmente egoísta porque te enseño a ser natural. Pero si me comprendes correctamente —lo cual es difícil; puedes malin- terpretarme—, si eres realmente egoísta, tu vida desbordará altruismo. Porque cuando un hombre está conectado con su propio ser tiene mucho que compartir, mucho que dar; no es necesario comportarse de manera altruista. Si estás centrado, eres altruista porque tu amor es desbordante. Tu ser se desborda y has de compartir. Eres simplemente como una flor que rebosa fragancia y la difunde a los cuatro vientos. Estás como preñado; dentro de ti tienes tanto que te ves obligado a dar, a compartir. Y cuanto más compartes, más se desarrolla... pero compartes desde tu centro. No te estoy diciendo que cuando eres egoísta dejas de ser altruista, no; justo lo contrario: si intentas ser generoso sigues siendo, interiormente, egoísta. Cuando te vuelves totalmente egoísta, en tu vida se manifiesta una generosidad tremendamente maravillosa. Pero ni siquiera eres consciente de

ella porque si lo eres, es falsa. Lo natural y saludable no requiere conciencia. ¿Eres consciente de tu respiración? Sí... 39 a veces. Cuando algo va mal, cuando surge alguna enfermedad, cuando la respiración no es como debería ser, entonces prestas atención, entonces te alarmas, entonces eres consciente. Si no, la respiración pasa desapercibida. De día y de noche, durante las 24 horas, tanto si estás dormido como despierto, tanto si estás enamorado como si odias, tanto si te mueves como si te sientas, hagas lo que hagas, la respiración continúa. No depende de que seas consciente de ella... Y tienes suerte de que no dependa de tu conciencia, porque si no, estarías ya muerto. Si tuvieras que cuidarte de ella, si tuvieras que mantenerla, haría mucho que se habría detenido. La generosidad debería ser como la respiración. Centrado, surge automáticamente. La generosidad no es lo opuesto al egoísmo; la generosidad es el subproducto de ser totalmente egoísta. Eso es lo que te enseño. Y todas las iglesias, todas las religiones, y todos los sacerdotes y predicadores, han estado enseñándote exactamente lo contrario. Han corrompido a la humanidad, han envenenado vuestras mentes. Ni siquiera puedes centrarte y estás intentando ayudar a los demás, tratando de serles útil. En lo único que los puedes ayudar, fundamentalmente y en primer lugar, es a estar centrados y conectados interiormente. Sí, la Iluminación es una búsqueda egoísta. Esta es la mitad de la respuesta que quisiera darte. Ahora va la otra mitad: debido a que la Iluminación es una búsqueda egoísta —la más egoísta, incomparablemente egoísta— no podrás alcanzar la Iluminación buscándola. Buscarla te convertirá en un buen hombre, sabio, compasivo, y mil y una cosas, pero no hará que te Ilumines. Para mí existen tres tipos de personas. Una: la mal llamada «persona religiosa», el hombre moral, el puritano, el mal llamado «buen hombre» que intenta ser generoso 40 aunque sigue siendo egoísta. Dos: la persona que sabe que no hay ninguna otra manera de ser; la que sabe que ser egoísta es la única forma, la que centrándose deja de ser egoísta, la que a través del egoísmo alcanza la ausencia de egoísmo —como subproducto; sin hacer esfuerzo alguno para lograrlo—. Y la tercera persona, la que no es ni egoísta ni altruista: el Iluminado, aquel que trasciende la dualidad, aquel que trasciende incluso el ego. No hay ningún «yo» oculto en tu interior. Oculto tras de ti no hay nada. Sólo el vacío, aquello que Buda denomina sunyata, la nada absoluta. De manera que la segunda parte de la respuesta es: no puedes lograr la Iluminación buscándola. En eso, todas las búsquedas fracasan, porque hasta que el buscador desaparece, la Iluminación no es posible. Y ¿cómo va a desaparecer el buscador si hay una búsqueda? ¿Cómo va a desaparecer el buscador si sigue existiendo un «yo»? No es posible. ¿Qué sucede entonces? ¿Cómo puede Iluminarse un hombre? Buscando y buscando hasta que llega un momento en que comprende el absurdo de su búsqueda. Puedes buscar

algo que no tienes, o algo que esté en el futuro, pero ¿cómo puedes buscar algo que ya tienes? Buscándolo, lo pasarás por alto. ¿Cómo puedes buscar al buscador mismo? Un buscado puede buscar cualquier cosa, excepto a sí mismo. Intenta buscarse a sí mismo es absurdo. ¿Cómo va a buscarse a s. mismo el buscador? Para que exista una búsqueda ha de haber una distancia entre el buscador y lo buscado. Cuando no hay separación —y realmente no la hay— el buscador es lo buscado. Cuando lo comprendes... y lo comprendes después de mucho buscar, recuérdalo. No dejes de buscar; no te estoy diciendo eso. Te das cuenta después de muchos fracasos, cuando pierdes toda esperanza. Sólo lo comprendes cuando has buscado de todas las 41 maneras posibles, cuando has hecho todo lo que has podido, cuando no has dejado sin remover una sola piedra, cuando has buscado por todos los rincones, cuando has hecho todo lo posible, cuando no queda nada por hacer. Entonces, simplemente te sientas. Las ganas de buscar han desaparecido. No te queda esperanza alguna, ninguna posibilidad de alcanzar esa meta en la vida. En un momento de frustración absoluta abandonas toda búsqueda... Así le sucedió a Buda; así me sucedió a mí; así es como sucede siempre. ¡Es necesario que hagas un tremendo esfuerzo! No te estoy diciendo que dejes de buscar ahora mismo; ¿cómo vas a dejar de buscar si no has empezado? Esfuérzate al máximo. Inténtalo de todas las maneras posibles, implica toda tu energía en ello..., pero no te estoy diciendo que así Lo consigas. Si no lo haces, nunca Lo lograrás; intentándolo así, nadie Lo ha logrado nunca. Tendrás que pasar por ello. Empieza y llegará un instante en que te veas libre de todas las ganas de buscar, de indagar. De repente, te vuelves hacia tu interior... porque siempre has buscado en el exterior. Buscas siempre mirando hacia otra parte, rebuscas por todos los rincones, buscas en todas direcciones... pero en ti hay algo que trasciende todas las direcciones. Puedes llamarlo la undécima dirección. En tu interior existe algo que no es necesario buscar, sino reconocer. Sucede en un instante... ni siquiera en un instante: en una fracción de segundo... ¡Y ni siquiera eso! No sucede en el tiempo. Cesa la búsqueda, el buscador desaparece y de repente ¡Eso está ahí! Siempre ha estado ahí. 42 Segunda pregunta:

¿Cuál es la diferencia entre conocimiento y sabiduría... y comprensión? Hay mucha diferencia... y la diferencia no es cuantitativa, es cualitativa. El conocimiento es una creencia. El conocimiento es la experiencia de otro, no tu propia experiencia. Te dicen que hay un Dios y tú lo crees. Eso es conocimiento. Un joven puede tener muchos conocimientos; no hay ningún problema. Necesitas una buena memoria, necesitas esforzarte un poco. Algún día, los ordenadores podrán hacerlo: llevarás un ordenador en tu bolsillo y no tendrás necesidad de cargar tu cabeza con bibliotecas de libros; el ordenador almacenará todo el conocimiento. Recuérdalo: pronto los ordenadores reemplazarán todos tus conocimientos. El pandit desaparecerá del mundo; el

ordenador ocupará su lugar. Y digo «su» a propósito, intencionadamente, porque un pandit es una máquina, no un hombre. Eso es todo lo que has estado haciendo con el cerebro: alimentarlo con información. Todo conocimiento es prestado. Otros lo han experimentado y tú crees que debe de ser cierto. La sabiduría llega a través de tu propia experiencia. «Conocimiento» equivale a «acumular»; la sabiduría también es acumular. Pero el conocimiento es acumular las experiencias de otros mientras que «sabiduría» es acumular tus propias experiencias. Un joven nunca puede ser sabio. Puede ser erudito, pero para ser sabio se necesita tiempo. Las personas de más edad son sabias porque han tenido que pasar por experiencias. Puede que hayas leído muchos libros sobre el amor y puede que sepas mucho sobre él —lo que otros han dicho sobre él— pero para conocer el amor tendrás que experimentarlo, lo cual te llevará tiempo. Para cuando 43 sepas algo sobre el amor tu adolescencia, tu juventud, habrán pasado. Serás viejo, pero sabio. La vejez es sabia; la juventud puede ser erudita. La sabiduría es la acumulación de las propias experiencias; el conocimiento es la acumulación de las experiencias de los demás. Y entonces, ¿qué es comprensión? La comprensión no es acumulativa. ¿Qué diferencia hay entre creer en la experiencia de otro y creer en la tuya propia? Esa experiencia procede del pasado. Ha dejado de ser actual y, mientras, tú has cambiado mucho. Todos estamos cambiando a cada momento. Un anciano que diga: «En mi juventud experimenté esto», está hablando de otro porque él ya no es él mismo. La sabiduría se encuentra algo más cercana que el conocimiento, pero no muy próxima. La comprensión no es acumulativa; ni acumulas las experiencias de otros ni tu propia experiencia. No necesitas acumular, sino que creces. La comprensión es siempre fresca; la sabiduría ha acumulado algo de polvo y vejez, la sabiduría pertenece siempre al pasado, a tu propio pasado. El conocimiento también es del pasado..., del pasado de otros. Pero, en resumen, ¿en qué se diferencian?... Porque tu propio pasado está lejos de ti como el pasado de cualquier otro; ya no eres el mismo. A cada momento el río está fluyendo —dice el viejo Heráclito— y no puedes adentrarte dos veces en el mismo río. No puedes recorrer dos veces tu propia juventud; has acumulado algo a través de tu experiencia y es tuyo. El conocimiento puede ser eliminado al igual que la sabiduría. Pueden ser eliminados de tu cerebro, eliminados completamente de tu mente. La comprensión nunca puede ser eliminada de tu cerebro; no es parte de él, no es acumulativa. Todo lo acumulativo es acumulado en el cerebro, pero la comprensión forma parte de tu ser; no puede ser 44 eliminada. A Buda no puedes hacerle un lavado de cerebro; en realidad, él mismo se lo ha hecho ya, él mismo se ha limpiado. ¿Cómo vas a limpiarlo tú? Él no acumula; vive momento a momento. Viviendo, su ser crece. Si viviendo,

tu conocimiento aumenta, es sabiduría; si viviendo, tu ser crece, es comprensión; y si sin vivir, sigues acumulando, es conocimiento. La comprensión es el verdadero florecimiento de tu ser. Un hombre de comprensión es como un espejo. Un espejo no acumula nada; un espejo vive siempre en el presente inmediato: refleja todo lo que surge ante él. Tú me preguntas. Tu pregunta puede ser contestada utilizando mi conocimiento, es decir, la experiencia de los demás. Tu pregunta puede ser contestada utilizando mi sabiduría; mi propia experiencia. Tú pregunta puede ser contestada utilizando mi comprensión; entonces soy simplemente un espejo, simplemente respondo. Tú me preguntas —te pones delante del espejo que yo soy— y yo te respondo. Por eso, un hombre de comprensión siempre se sentirá contradictorio, incoherente; ¿cómo va a evitarlo? No carga con el pasado; sus respuestas no surgen de su pasado, sus respuestas están surgiendo en este mismo momento de su ser. Y a cada instante el mundo cambia; es un flujo. ¿Cómo puede servir entonces una antigua respuesta? Aunque las palabras parezcan viejas, la respuesta no puede ser vieja. La comprensión no es repetitiva ni acumulativa. La sabiduría es acumulativa, repetitiva. El conocimiento es acumulativo, repetitivo. El conocimiento es pura creencia; la sabiduría contiene un poco de experiencia; la comprensión es totalmente diferente. Es tu presencia, tu presencia especular. Es una respuesta. Las personas mayores pueden ser sabias; los jóvenes pueden ser eruditos; sólo los niños pueden comprender. 45 Ése es el significado del dicho de Jesús: «Sólo aquellos que sean como niños podrán entrar en mi reino de Dios». Cuando seas como un niño, fresco, sin cargar con ningún pasado, sin cargar con respuestas prefijadas, sin cargar con respuesta alguna..., tan sólo un profundo vacío. Entonces algo resuena en ti. Alguien te hace una pregunta... desde tu memoria no surge contestación alguna, de tu experiencia no surge contestación alguna; tu contestación es una respuesta a este momento. La comprensión siempre es desde el aquí y ahora. La comprensión es lo más hermoso que puede sucederle a una persona. Despréndete del conocimiento y luego despréndete también de la sabiduría. No creas en la experiencia de los demás ni creas en tus propias experiencias... porque pertenecen al pasado. Ya no estás allí; las experiencias han desaparecido. Todo ha continuado fluyendo; el río ha pasado bajo mil y un puentes y ya no es el mismo río aunque lo veas fluir. No es el mismo río; constantemente está cambiando. Todo está cambiando excepto el hecho del cambio. El cambio es el único factor permanente..., así que ¿cómo puedes confiar en el pasado? Si confías en él, siempre te perderás el presente. Los ancianos, los sabios, siempre están dispuestos a aconsejar a los demás. Están rebosando consejos y nadie los escucha... eso es bueno. Nunca los escuches, porque nunca vivirás las mismas experiencias que ellos han vivido. El río nunca será el mismo de nuevo. Si sigues sus consejos te volverás falso, artificial, no-auténtico; serás una mentira. Y tampoco escuches nunca a tu propia experiencia porque también estás envejeciendo a cada día. El ayer siempre te estará dando consejos. Surge una

nueva situación y el ayer aparece. El ayer —el viejo dentro de ti— dice: «Éste es mi consejo: haz esto. Ayer lo hice y resultó 46 bien, funcionó y tuviste éxito». No escuches al viejo que hay en ti. ¡Mantente atento! Sé plenamente consciente de la situación. Y no reacciones; responde. Si todo es nuevo, deja que tu respuesta también sea nueva. Sólo lo nuevo puede encontrarse con lo nuevo, sólo lo nuevo puede resolver lo nuevo, sólo con lo constantemente fresco y nuevo permanecerás vivo y serás fiel a la vida. Tercera pregunta:

Cuando medito sin prefijar un tiempo me doy cuenta de mi gran ansiedad respecto al tiempo. Has dicho que tener conciencia del tiempo es frustración. ¿Podrías explicar este miedo al tiempo? Éste es el único miedo: el miedo al tiempo. El miedo a la muerte también es miedo al tiempo porque la muerte detiene el tiempo. Nadie tiene miedo de la muerte. ¿Cómo tienes miedo de algo que no has conocido? ¿Cómo puedes tenerlo de lo que es completamente desconocido, de aquello que desconoces, que te es extraño? El miedo sólo puede existir con lo conocido. Cuando dices: «Tengo miedo a la muerte», no temes a la muerte... ¡No la conoces! ¿Quién sabe? Puede que la muerte sea mejor que la vida. No temes a la muerte; temes al tiempo. En la India tenemos la misma palabra para ambos. Al tiempo lo llamamos kala y a la muerte también la llamamos kala. Utilizamos la misma palabra para ambos: muerte y tiempo. Eso es significativo...; la palabra kala es significativa, dice muchas cosas, porque el tiempo es la muerte y la muerte no es más que tiempo. 47 El transcurrir del tiempo significa el transcurrir de la vida. Y surge el miedo. En Occidente el miedo es más acusado; casi se ha vuelto crónico. En Oriente no se tiene tanto miedo. Y la razón es que Oriente cree que la vida continúa para siempre, que la muerte no es el fin, que esta vida no es la única vida. Ha habido miles y miles de vidas en el pasado y habrá miles y miles en el futuro. No hay prisa. ¡Por eso Oriente es perezoso: no hay prisa! Por eso en Oriente no existe una conciencia del tiempo... Uno te dice: «Vendré a las cinco en punto»... y nunca aparece. No siente responsabilidad alguna hacia el tiempo. Y mientras, tú esperas y esperas y él llega al cabo de cuatro, cinco horas, diciéndote: «¿Qué ocurre? No pasa nada por llegar tarde». En Occidente el tiempo es escaso debido a que el cristianismo y el judaismo — ambos— creen en una sola vida. Eso ha creado toda esa ansiedad. Tan sólo existe una vida... 70 años a lo sumo, de los cuales un tercio los pierdes durmiendo. Si vives 60 años, 20 los pierdes durmiendo, 20 más en la educación, en esto y lo otro, y los restantes 20 años, trabajando, en tus tareas, con la familia, el matrimonio y el divorcio... ¡Si realmente echas cuentas descubrirás que no hay tiempo para vivir! ¿Cuándo voy a vivir? El miedo te atenaza el corazón mientras la vida pasa. El tiempo se escurre entre tus manos y la muerte se aproxima a cada momento con un ritmo constante. En cualquier momento puede llamar a tu puerta. Y el tiempo es irrecuperable; no puedes volver atrás. Se ha ido, ido para siempre.

El miedo, la ansiedad, la neurosis del tiempo se están volviendo crónicos, casi como si fueran la segunda naturaleza del hombre occidental... continuamente consciente y temeroso del tiempo que se le escapa. Fundamentalmente su miedo es: «Todavía no he vivido; el tiempo está pasando y no puedo recuperarlo, no 48 puedo volver atrás. Se ha ido, ido para siempre». La vida se acorta cada día que pasa, va menguando y menguando... El miedo no es a la muerte; tienes miedo al tiempo. Y si profundizas, verás que tienes miedo de la vida que no has vivido. No has sido capaz de vivir. Si vives, entonces no tienes miedo. Si la vida se vive con plenitud, no hay miedo. Si has disfrutado, si has alcanzado lo máximo que la vida puede ofrecerte, si tu vida ha sido una experiencia orgásmica, una poesía profunda vibrando en tu interior, una canción, una fiesta, una ceremonia, si has vivido cada momento plenamente, entonces el miedo al tiempo desaparece, entonces el miedo no existe. Aun cuando la muerte viniera hoy, estás listo, estás preparado. Has conocido la vida...; en realidad, darás la bienvenida a la muerte porque ahora se abre una nueva oportunidad, una nueva puerta. Un nuevo misterio es revelado: «He vivido la vida y ahora la muerte está llamando a mi puerta. Voy corriendo a abrirla. ¡Entra! Ya que he conocido la vida, me gustaría también conocerte a ti». Es lo que le sucedió a Sócrates cuando se estaba muriendo. Sus discípulos, naturalmente, empezaron a gemir y a llorar. Sócrates abrió entonces los ojos y les dijo: —¡Dejad de llorar! ¿Qué estáis haciendo? ¿Por qué lloráis y gemís? Yo ya he vivido mi vida y la he vivido plenamente. Ahora la muerte se acerca y eso me entusiasma. La estoy esperando con mucho amor, deseándola esperanzado. Una nueva puerta se abre, la vida revela un nuevo misterio. Alguien le preguntó: —¿No estás asustado? Sócrates le contestó: —¿Por qué debería tener miedo a la muerte? En primer lugar, no sé lo que va a suceder. En segundo lugar, hay 49 sólo dos posibilidades: o sobreviviré —con lo cual el miedo deja de ser un problema—, o no sobreviviré —y tampoco en este caso el miedo es un problema—. Si no sobrevivo, no hay ningún problema. Cuando no sea, no podrá haber ningún problema. Y si sobrevivo tal y como soy aquí, si mi conciencia sobrevive, entonces tampoco habrá ningún problema porque todavía estaré presente. También en mi vida hubo problemas y los resolví, de manera que si se presentan otros, los resolveré. Y resolver un problema siempre es una alegría; supone un reto. Aceptas el desafío y lo afrontas. Y cuando lo resuelves, una gran felicidad te invade. El miedo a la muerte es miedo al tiempo. Y el miedo al tiempo es, en el fondo, miedo a los momentos que no has vivido, a la vida que no has vivido. ¿Qué hacer pues? Vive más y vive más intensamente. Vive peligrosamente. Es tu

vida, no la sacrifiques por cualquier tontería que te hayan enseñado. Es tu vida. Vívela. No la sacrifiques a cambio de palabras, de teorías, de patrias, de políticas; no la sacrifiques por nada. Hay muchos que son como carniceros... Han echado sus zarpas sobre ti, te han implantado condicionamientos: «Tu patria está en peligro: ¡has de morir por ella!» —¡qué absoluta tontería!—. «Tu religión está en peligro. ¡Muere por ella!» —¡qué estupidez!—. ¡Es tu vida! ¡Vívela! No mueras por nada más. Mucre sólo por la vida. Éste es el mensaje. Y entonces el miedo desaparecerá. Pero hay gente dispuesta a aprovecharse de ti. Te dicen: «Muere por esto, muere por esto otro». Sólo quieren una cosa: que seas un mártir... y entonces surgirán los miedos. ¡Vive! Y no creas que morir requiere coraje. El único coraje es vivir la vida totalmente; no hay más coraje que éste. Morir es muy simple y fácil. Puedes ir y saltar desde 50 un precipicio, puedes colgarte..., ¡es muy fácil! Puedes convertirte en mártir por un país, por un dios, por una religión, por una iglesia... ¡todos carniceros! ¡Todos asesinos! No te sacrifiques por nada. Estás aquí para ti, para nadie más. Vive. Y vive en libertad total y tan intensamente que cada momento se transforme en la eternidad. Si vives un momento intensamente se transforma en la eternidad. Si vives un momento intensamente, estás moviéndote sobre el eje vertical; abandonas la horizontal. Hay dos maneras de relacionarte con el tiempo: una es nadar en la superficie del océano; otra es bucear en las profundidades, sumergirte en las profundidades. Si simplemente nadas en el océano del tiempo, siempre tendrás miedo, porque la superficie no es la realidad. La superficie no es, realmente, el océano; es simplemente su límite, su periferia. Sumérgete en las profundidades, baja a las profundidades. Cuando vives un momento profundamente, dejas de ser parte del tiempo. Si estás enamorado, profundamente enamorado, el tiempo desaparece. Cuando estás con la persona que amas, con tu enamorado, o tu amigo, de repente el tiempo desaparece. Estás sumergiéndote en las profundidades. Si amas la música, si tienes un corazón musical, sabes que el tiempo se detiene. Si tienes sentido de la belleza, si tienes sensibilidad estética, sensitividad, miras una rosa y el tiempo desaparece; miras la luna y ¿dónde está el tiempo? El reloj se detiene de inmediato. Las manecillas siguen moviéndose, pero el tiempo se ha detenido. Si has amado algo intensamente sabes que trasciendes el tiempo. En muchas ocasiones te ha sido revelado el secreto. La vida misma te lo revela. A la vida le gustaría que disfrutaras. A la vida le gustaría que celebraras. A la vida le gustaría que participaras tan intensamente que no te arrepintieras del pasado, que no recordaras el pasado, porque a 51 cada instante profundizas más y más, a cada instante la vida se vuelve más bella, más orgásmica, se convierte en tu morada. Así vive el hombre Iluminado: vive totalmente y momento a momento. Alguien le preguntó a un Maestro zen:

—¿Qué has estado haciendo desde tu Iluminación? El contestó: —Saco agua del pozo, corto leña en el bosque...; cuando siento hambre, como; cuando tengo sueño, duermo. Eso es todo. Pero recuerda que el hombre que ha alcanzado una profunda comprensión de su propio ser, al cortar leña, sólo corta leña. Nada más. En realidad, incluso el leñador desaparece. Sólo está el cortar leña, el talar. El leñador no está ahí porque el leñador pertenece al pasado. Y cuando come, simplemente come. Un gran Maestro zen ha dicho: «Cuando te sientes, siéntate; cuando camines, camina; pero sobre todo, no dudes». El tiempo es un problema porque no has estado viviendo correctamente. Es simbólico, sintomático. Si vives debidamente, el problema del tiempo desaparece, el miedo al tiempo desaparece. ¿Qué hacer pues? A cada momento, hagas lo que hagas, hazlo con tu totalidad. En lo más simple..., bañándote, sumérgete en el baño por completo, olvídate del mundo entero; al sentarte, siéntate; al caminar, camina... Y, sobre todo, no dudes. Siéntate bajo la ducha y deja que la Existencia llueva sobre ti. Fúndete con esas hermosas gotas de agua que caen sobre ti. Lo más insignificante —limpiar 52 la casa, preparar la comida, lavar la ropa, pasear por la mañana...— hazlo de forma total. Entonces no necesitarás ninguna meditación. La meditación no es más que una manera de aprender a hacer algo de forma total. Una vez lo has aprendido, conviertes tu vida entera en una meditación. Olvídate de todas las meditaciones. Deja que la vida sea la única ley, deja que la vida sea la única meditación. Y entonces el tiempo desaparecerá. Y recuerda que cuando el tiempo desaparece, la muerte desaparece. Entonces no tienes miedo a la muerte. De hecho, la esperas. Simplemente piensa en ello. Si esperas la muerte ¿cómo va a existir la muerte? Esta espera no es suicida. Esta espera no es patológica. Ya has vivido tu vida. Y si has vivido tu vida, tu muerte se convertirá en su culminación. La muerte es el climax de la vida, la cumbre, el crescendo. Has vivido las pequeñas olas del comer, del beber, del dormir, del caminar, del hacer el amor... Has vivido pequeñas olas, grandes olas... y entonces llega la ola mayor: ¡mueres! Tienes que vivirla también de forma total. Y entonces estás dispuesto a morir. Esa misma disposición es la muerte de la muerte. Así es como la gente ha descubierto que nada muere. La muerte carece de fuerza si estás dispuesto a vivirla; la muerte es muy poderosa si le tienes miedo. La vida no vivida le otorga el poder a la muerte. Una vida vivida de forma total absorbe todo el poder de la muerte. La muerte deja de existir. 53 Cuarta pregunta:

¿Estás de acuerdo con el punto de vista que sostiene que la historia se repite a sí misma? No hay nada que se repita, excepto la estupidez... y la historia es estupidez. Se repite a sí misma. Quinta pregunta:

¿Cómo puedo llegar a descubrir que ni yo tu nadie muere? No hay otra manera sino morir. Le preguntaron a un Maestro zen... Un gran emperador acudió a él para preguntarle... Tenía miedo a la muerte — al igual que todo el mundo— y, evidentemente, un emperador tiene más que perder que un mendigo, de modo que un emperador ha de temer a la muerte más que un mendigo. La muerte le ha de quitar más al primero que al segundo, lo cual implica que ha de tenerle más miedo... Se había vuelto viejo y acudió al Maestro zen y le dijo: —Maestro, cuéntame algo sobre la muerte. El Maestro le contestó: —¿Cómo voy a saber nada de ella? El emperador le dijo: —Eres un Maestro Iluminado. El le replicó: —Sí, pero vivo; no muerto. ¿Qué voy a saber de ella? En este instante la vida está aquí. ¡Vívela! Eso es entrenarte para la muerte. Si no, cuando hayas muerto 54 preguntarás: «¿Qué es la vida?». Cuando preguntas: «¿Qué es la muerte? ¿Seguirá igual cuando haya muerto?», ten la seguridad de que te estás perdiendo la posibilidad, la oportunidad, de saber qué es la vida mientras estás vivo. Te contaré un secreto. No se lo cuentes a nadie... Y si lo haces, por favor, dile que no se lo cuente a nadie más: muchos —todos vivos— vienen a mí y me preguntan: «¿Qué es la muerte?»... Y también los fantasmas acuden a mí preguntándome: «¿Qué es la vida?». Por favor, mientras estés vivo, vive al máximo para que cuando te conviertas en un fantasma no necesites ir a un maestro a preguntarle: «¿Qué es la vida?» si descubres qué es la vida, conocerás lo que es la muerte, Y porque lo importante es saber. Si adquieres la capacidad de conocer lo que es la vida, obtendrás la capacidad de conocer lo que es la muerte. Has de desarrollar tu capacidad de saber...; en eso es en lo que Lao Tse insiste: no en acumular conocimientos, sino en saber. Y recuerda que si me preguntas a mí y te contesto: «Sí, sobrevivirás a la muerte», eso será para ti «conocimiento», pero no saber. Y yo no estoy aquí para ayudarte a ser más erudito. Sería un pecado y sufriría por ello. Estoy aquí para hacerte más inteligente; no para suministrarte más información, sino simplemente para ofrecerte la oportunidad de crecer y que tu ser interior florezca. No te preocupes por la muerte. Ahora mismo estás vivo, muy vivo. Vive la vida para que puedas conocerla. Si descubres qué es la vida sabrás lo que es la muerte porque la muerte es el centro de la vida. Nace un niño... ¿Crees que morirá al cabo de 70 años? Entonces te equivocas. Al nacer, el niño trae consigo su muerte en el centro de su ser. Le lleva 70 años descubrir ese centro. Son necesarios 70 años para que ese centro se 55 extienda por todo su ser y entonces, de repente, un día desaparece.

La muerte es el vacío de tu interior; nada más. Sólo la nada que hay en ti. ¡Algo realmente hermoso! La vida es hermosa, pero no es nada comparada con la muerte. La muerte es tremendamente hermosa. Ni siquiera miles y miles de vidas suponen nada en comparación con la muerte, porque la muerte es su culminación. Es el vacío. En profunda meditación puedes comprender qué es la nada. Te encontrarás con la muerte y ésa es la única manera de conocerla: encontrarte con ella. De modo que si un día, meditando intensamente, sientes que vas a morir, no te asustes. ¡Muere! Déjate morir. Deja que suceda... La muerte te habrá llegado y tú la estarás presenciando. La muerte te envolverá y tú la estarás observando... descubriéndola. Pero deja que sea una experiencia y no simple conocimiento. Sexta pregunta:

¿Por qué —aun siendo profundamente consciente y comprendiendo tus propios bloqueos, tus problemas, tu existencia ilusoria— no se produce la explosión que convierte este estado en samadhi? ¿No es suficiente con ser consciente para que eso suceda? Ser consciente es condición suficiente... pero no eres lo suficientemente consciente. Ser consciente es suficiente para provocarlo; si no sucede es porque no eres lo suficientemente consciente. Lo que tú llamas «ser consciente» puede que no sea más que la idea de que eres consciente, pues de lo contrario sobrevendría la explosión. Siempre estás fabricando pensamientos respecto a todo... y confundes esos pensamientos con lo real. 56 Hay gente que cree amar, hay gente que cree ser consciente, hay gente que cree meditar, pero eso son sólo pensamientos, no experiencias vividas. En este caso la explosión no surgirá. Si no, ¡ha de llegar! Si no sucede ten la seguridad de que no eres consciente; simplemente estás pensando que eres consciente. ¿Por qué estás tan ansioso respecto a la explosión? Porque te has ido al futuro. Sólo el pensamiento puede desplazarse al futuro; la conciencia nunca. La conciencia siempre es aquí-ahora. Y utilizo la expresión «aquí-ahora» como una palabra; forma una unidad. La conciencia es aquí-ahora. En el momento en que empiezas a pensar en el futuro, en cuanto sientes ansiedad sobre él, en cuanto te angustian las consecuencias, dejas de ser consciente. Sólo el pensar produce angustia por el resultado. La vida no se preocupa en absoluto por el resultado. El resultado no es lo importante. Amas a una persona y piensas en las consecuencias, en lo que provocará. Si piensas, no amas; si amas, nunca piensas en las consecuencias. Amar es suficiente en sí mismo; no te conduce a ninguna parte. Si meditas, la meditación es algo tan hermoso que no vas a preocuparte por el resultado. Y si te preocupas por los resultados, entonces la meditación no es posible. Esta mente enfocada hacia los resultados es la única barrera, el único bloqueo. No hay muchos bloqueos; el único es el derivado de una mente enfocada hacia los resultados, una mente que nunca está aquí-ahora, que siempre está en

otra cosa pensando en los resultados —mientras haces el amor, piensas en el resultado. En Occidente, ese hermoso fenómeno —el amor— ha sido destruido. Hoy en día, los libros te proporcionan ideas e indicaciones sobre los resultados que es necesario obtener. Mientras haces el amor estás pensando si tendrás o no tendrás un orgasmo. Tú eres el que lo impide. No 57 puede sobrevenirte porque con esta mente el orgasmo es imposible. El orgasmo es un estado libre de mente. Surge cuando la mente desaparece, sucede cuando estás totalmente centrado en el momento. Debido que en Occidente hay tanta gente preocupada por el orgasmo, cada vez se publican más libros sobre cómo lograrlo. Cuantos más libros se publican, más difícil te es alcanzarlo. Y entonces son necesarios más libros. De esta manera, oferta y demanda conforman un círculo vicioso. Es posible que dentro de unos años, en este siglo —todos lo veremos—, cuando este siglo acabe, Occidente se haya vuelto completamente incapaz de tener un orgasmo, porque si empiezas a pensar, los pensamientos actúan como una barrera. Y entonces comienzan las manipulaciones. Me he encontrado con libros titulados Cómo hacer el amor. ¿Puedes imaginarte algo más estúpido que el amor transformado en técnica? Entonces el amor se convierte en una técnica. El amor, o Dios, no son técnicas. No son cosas para «hacer»; son maneras de ser, no maneras de «hacer». Y para ser sólo hay una condición que cumplir y es ésta: estar totalmente presente. ¿Por qué piensas en el resultado? ¿Qué hay de malo en el momento presente? ¿Qué te falta ahora mismo? Yo estoy aquí, tú estás aquí, los árboles están felices, el cielo es hermoso...; ¿qué te falta? ¿Cómo puede haber más perfección que la que existe en este momento? Todo es perfecto tal y como es. Pero tu mente dice: «No. Quedan muchas cosas por hacer. Entonces serás perfecto». Esta es la enfermedad, el cáncer de la mente preocupándose por el resultado, por mejorar las cosas, por hacer el bien. Todo es perfecto; no necesitas ser un perfeccionista. Sólo lo desordenarás todo un poco más; no puedes mejorar nada. Simplemente intenta mantenerte en el presente, relájate en él y deja que 58 el futuro siga su propio curso. No busques metas. Deja que el medio se convierta en el fin. Deja que el camino sea la meta. Séptima pregunta:

Desde este lado de la valla no parece una broma, sino un sucio truco... Es debido a ti; si no, es un bonito chiste. Pero eso es lo que tú interpretas. Este «sucio», este «truco», es lo que tú interpretas. Deshazte de toda interpretación y míralo de nuevo. Míralo con unos ojos nuevos. Es una broma... y bonita. Y Dios es un bromista. Hay una hermosa parábola judía: En un pueblo, en cuanto surgía algún problema, el rabino se iba al bosque y realizaba allí ciertos rituales mágicos rezándole a Dios. Y siempre el pueblo era ayudado.

Un día el rabino murió y lo sustituyó otro rabino. Surgieron nuevos problemas y el sucesor se fue al bosque, pero no encontró el lugar exacto, de modo que le dijo a Dios: —Desconozco el lugar exacto en el que el anciano practicaba sus rituales, de manera que los haré en cualquier parte. Tú estás en todas partes, de modo que no hay problema: puedes escucharme desde dondequiera que estés. Realizó el ritual y el pueblo fue ayudado. Entonces él murió y otro joven lo sustituyó. De nuevo aparecieron dificultades. El hombre se dirigió al bosque y le dijo a Dios: 59 —Desconozco el lugar, desconozco el ritual, pero Tú lo sabes todo...; por lo tanto, ¿de qué servirá intentarlo? Simplemente te digo: «Evita esta dificultad a mi pueblo». el pueblo fue ayudado. Y Entonces ese hombre murió y le sucedió otro joven. De nuevo, el pueblo atravesó dificultades..., pero el joven nunca fue al bosque. Se sentaba en su silla y decía: —¡Escucha! No sé a dónde iban los ancianos, desconozco el ritual, desconozco qué oración recitaban..., pero te contaré una historia... ¡y sé que te encantan los cuentos! Por favor, ¡ayuda a mi pueblo! Y Le contó una historia y el pueblo fue ayudado. Me encanta esta parábola. Dios es un cuenta-cuentos. Le encantan los chistes... pero si a ti te parece un sucio truco, ésa es tu interpretación. Olvídate de tus interpretaciones y vuelve a mirar con una mente fresca, sin interpretaciones, sin la resaca del pasado... y empezarás a reír. El mundo es verdaderamente hermoso; el chiste es perfecto. Octava pregunta:

¿Cuánta paciencia es necesaria? ¿No hay realmente nada que podamos hacer? En cuanto preguntas, yerras. No se puede preguntar cuánta paciencia es necesaria. La pregunta misma revela que no tienes paciencia, que eres impaciente. La paciencia nunca pregunta «cuánto»; la paciencia sabe que hagas lo que hagas siempre es menos de lo necesario. Por esto, 60 Aquellos-que-han-Llegado dicen: «Lo Logramos, no debido a nuestros esfuerzos, sino a Su gracia». No preguntes cuánta paciencia. La pregunta misma surge de la impaciencia. Y «¿no hay realmente nada que podamos hacer?». No, no hay realmente nada que puedas hacer. El «hacedor» es la barrera. Tú eres el estorbo. Deshazte de ese «tú» y del «hacedor». La vida es algo que sucede, no algo que es «hecho». Y todo lo grande y lo hermoso sucede; no puedes «hacerlo». Sólo puedes dejar que suceda..., por favor, déjalo. Todo lo que necesitas hacer es permitirlo. Sucedió: Un hombre —muy atormentado, muy confundido y angustiado— acudió al rabino del pueblo y le dijo:

—Tienes que ayudarme, rabino. Tengo un grave problema. Hoy ha nacido mi duodécimo hijo y yo soy un hombre pobre. No tengo suficiente para mantenerme a mí, a mi esposa y a mis doce hijos. Date cuenta de mi situación. ¡Ayúdame! ¿Qué he de hacer? El rabino saltó diciéndole: —¿Hacer? Acepta mi consejo: ¡no hagas nada! Acepta también mi consejo: «no hagas nada». Ábrete, deja que todo suceda. Siempre está a la vuelta de la esquina; ¡eres tú el que está cerrado! Siempre está listo para suceder en cualquier momento, pero tú no lo permites. Sigues empujando el río. Déjate llevar por él, fluye con él. 61 Novena pregunta:

¿Encuentran finalmente todos los seres su camino hacia la Iluminación? No lo sé. Quizá sí, quizá no. Sólo sé una cosa: todos estamos ya Iluminados. Que, al final, lo descubras o no, depende de ti. ¿Cómo voy a responder por ti? Puedes seguir así hasta la eternidad: haciendo lo que hasta ahora has estado haciendo. Esto es todo lo que sé: todos estamos ya Iluminados. Si, al final, terminarás o no terminarás descubriéndolo depende de ti.

CAPÍTULO 3 CONQUISTANDO EL MUNDO MEDIANTE LA INACCIÓN La página 64 no forma parte de la vista previa de este libro. 65 Lao Tse dice:

El erudito busca constantemente incrementar sus conocimientos; el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día. A través de esta constante disminución alcanza la no-acción. A través de la no-acción, todo es realizado. Aquel que conquista el mundo suele hacerlo sin hacer nada. Cuando uno se ve forjado a la acción, el mundo se encuentra fuera de su alcance. ¿Qué es «conocimiento»? ¿Por qué todos Aquellos- que-han-Despertado están completamente en su contra? Acumular conocimientos es un truco para luchar contra la Existencia. La erudición es una herramienta en manos del ego. Acumular conocimientos es un conflicto: la parte está intentando conquistar el Todo descubriendo sus secretos. El conocimiento es la fantasía fundamental del ego... Al igual que el dinero, al igual que el poder, también lo es el conocimiento. Pero es más peligroso que el dinero, más peligroso que el poder, porque el conocimiento es más sutil. He de contarte la antigua historia bíblica de la expulsión de Adán del Paraíso. Esa parábola tiene significados multidimensionales. Uno de esos significados es «lao-tsiano»: Dios creó el mundo y le dijo a Adán que no comiera la fruta del árbol del Conocimiento... pero ¿por qué particularmente del árbol del Conocimiento? Parece absurdo. Si hubiera prohibido a Adán matar, lo entenderíamos; si hubiera prohibido a Adán el sexo, entonces todas las religiones del mundo lo habrían entendido. Pero Dios ni prohibió el sexo ni la violencia, sino el conocimiento. El conocimiento parece ser el pecado original. Pero ¿por qué lo prohibió Dios? ¿Por qué es peligroso el conocimiento? Porque el esfuerzo mismo por desvelar los secretos supone 66 una agresión. La mayor agresión. El esfuerzo mismo por desvelar los misterios es violencia. Y tus esfuerzos por saber, revelan que estás dispuesto a pelear. Si no fuera así, ¿para qué querrías el conocimiento? El conocimiento es el mecanismo de la agresión, de la lucha y del conflicto. La parte está intentando rebelarse; la parte está intentando tener su propio centro separado del Todo. ¡La parte está intentando convertirse en el centro del mundo! No es que Dios lo prohibiera. Ayer te dije que a Dios le encantan las historias. Ahora debo decirte que el mismo Dios forma parte de una hermosa historia. Dios es la parábola más bonita. En ninguna parte existe nada como Dios. No Lo busques, porque Lo estarás buscando en vano. Nunca Lo encontrarás. Dios es una parábola... ¡pero hermosa! Te descubre muchas cosas. Pero no las entenderás si crees que Dios es una persona. Dios no es una persona. Sucedió:

Una vez asistí a un gran diálogo filosófico. Estaba sentado en la casa de un hombre rico, en su bonito salón; él no paraba de hablar, pero entonces sonó el teléfono en la habitación de al lado y tuvo que dejarme. Y fue una suerte que tuviera que salir porque si no, me habría perdido este gran diálogo. Junto a mí había una gran pecera y dos carpas doradas nadaban en ella. La más joven, de repente, se detuvo y preguntó a la otra: —¿Crees en Dios? La más joven parecía una gran filósofa, una buscadora. La mayor, como si fuera su gurú, le dijo: —Sí. ¿Quién crees que nos cambia el agua todos los días? Si Dios no existe, ¿quién es el que nos cambia el agua todos los días? 67 Todas las ideas sobre Dios son algo así: «¿Quién crees que ha creado el mundo? ¿Quién supones que sigue controlando el mundo, dirigiendo el mundo?...». Son sólo mentes limitadas, pequeñas conceptualizaciones. Dios no es un concepto; es una parábola. Cuando digo: «Dios prohibió», recuerda que no me refiero a que «alguien» prohibiera algo. Simplemente refleja una manera de expresar que la Existencia prohibe el conocimiento. La Existencia permite la inocencia y prohibe el conocimiento porque en la inocencia la parte se une al Todo, permanece unida al Todo, es una con el Todo... y en el instante en que empieza a acumular conocimientos, surge el ego, cristaliza el ego. Ahora la parte deja de fluir con el Todo; ahora posee su propia mente: elige hacer ciertas cosas y no hacer otras; ahora tiene sus propias opciones, ahora tiene sus propias preferencias y rechazos. Éste es el significado de la historia: de repente, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso. Te debes de haber preguntado dónde estaba ese Paraíso. No es un lugar geográfico; es un estado psicológico mental. La inocencia es el paraíso; el conocimiento es la expulsión. Todo niño nace como Adán o Eva: en el paraíso. Pero entonces empezamos a enseñarle cosas, empezamos a condicionarlo. Toda la gente, todos los maestros que lo condicionan, todas esas personas que intentan convertir al niño en un almacén de conocimientos son la serpiente que convenció a Eva de que comiera el fruto del árbol del Conocimiento para así convertirse en Dios, para tener su propio centro al igual que Dios tiene su centro. Si sabes cosas, te convertirás en algo distinto de lo que eres. Todo conocimiento es una seducción para convertirte en algo que no eres. Es el conocimiento el que está creando 68 el futuro, es el conocimiento el que está creando en ti el deseo de convertirte en algo que no eres. «Inocencia» es disfrutar de lo que eres; «conocimiento» es esforzarte por ser lo que no eres. Esa serpiente fue la primera maestra del mundo. Esa serpiente creó una brecha. Esa separación se formó entre el «ser» y el «llegar a ser». Todo conocimiento crea esta brecha entre tu ser y tu «llegar a ser». Crea un sueño,

crea un espejismo, una ilusión: podréis llegar a ser como los dioses. Pero no sois dioses ni podréis convertiros en dioses. La inocencia dice que ya «eres», que no necesitas «llegar a ser». Lo contrario no es posible. Formas parte del Todo, posees las mismas cualidades que posee el Todo; eres santo. La inocencia dice que ya eres eso. No has de hacer nada. Simplemente tienes que disfrutarlo y celebrarlo y sentirte feliz por ello. El conocimiento te dice: «Tal y como eres, estás condenado. No eres nada. Tienes que llegar a ser como los dioses. ¡Inténtalo! ¡Esfuérzate! ¡Actúa! ¡Disciplínate!». Recuérdalo: el día en que el niño empieza a pensar en el futuro, pierde su inocencia. Sólo hasta ese momento —mientras disfruta del presente— sigue siendo un niño, inocente, incorrupto en su ser. El «llegar a ser» aún no ha surgido en él; todavía está en el paraíso... Y el paraíso no es nada. El paraíso es la capacidad de disfrutar por ti mismo aquí y ahora. Ya estás en el paraíso; sin embargo, lo has perdido porque no sabes disfrutar aquí y ahora. Piensas y haces planes para el futuro, para cuando seas como los dioses. Entonces lo disfrutarás. El conocimiento crea el futuro, el conocimiento crea el deseo; el conocimiento crea el «llegar a ser», el conocimiento es samsara, la rueda. Cuando estás en la rueda das vueltas y más vueltas sin llegar a ninguna parte. El conocimiento es el mundo. Cuando Jesús dice: «Mi reino no es de este mundo», se refiere al mundo del «llegar a ser». No 69 se refiere a este mundo, al mundo de los árboles y los pájaros que cantan, de la lluvia que cae, del cielo y las nubes, no. Al decir «este mundo» no se refiere al mundo que te rodea; se refiere al mundo que rodea tu mente y tu ser, al mundo del «llegar a ser», al mundo del deseo, lo que Buda llama tanha: el deseo de ser distinto de lo que eres. Y eso es imposible. Vivirás en un infierno constante. Sólo puedes ser lo que ya eres; sólo eso. Estás intentando algo sencillamente imposible. No puedes ser distinto de quien eres. ¿Cómo vas a serlo? Una rosa intentando ser un loto, un loto queriendo ser otra cosa... pero no son tan tontos. Todavía forman parte del paraíso. El rosal que hay junto a ti todavía está en el paraíso, pero tú no. El niño sentado a tu lado puede que todavía esté en el paraíso, pero no tú. Yo estoy aquí, ante ti... y en el paraíso, pero tú no. El paraíso no es un lugar geográfico; es un espacio interior. El conocimiento crea la brecha, adultera la inocencia, te vuelve viejo. Si no fuera por él, siempre serías como un niño. Y cuando Jesús dice —y está absolutamente en lo cierto— que «a menos que te vuelvas como un niño no entrarás en mi reino de Dios», te da la llave secreta para abrir de nuevo las puertas —ahora cerradas— del paraíso. El conocimiento es el que te expulsa, no Dios. No hay ningún Dios; simplemente es una manera de decir lo mismo. Para expresarlo más sencillamente utilizamos parábolas que sí puedes entender. En el momento en que empiezas a acumular conocimientos, automáticamente te autoexpulsas. Nadie te expulsa. Y en el instante en que te desprendes de tus conocimientos y te vuelves, de nuevo, inocente, eres aceptado. Nadie te acepta.

El conocimiento es un truco para luchar contra el Todo. Y ¿cómo vas a luchar contra el Todo? Serás como una gota del océano luchando contra el océano. Será un infierno, un completo, un continuo sufrimiento. ¿Cómo va 70 la gota a luchar contra el océano? Puede intentarlo, pero no hay ninguna posibilidad de que venza al Todo. Siempre será derrotada. Y eso es el infierno: siempre será derrotada, siempre perderá, siempre fracasará. Y Lao Tse dice: «El conocimiento es el único pecado». Y los que han despertado a su propia inocencia interna dicen lo mismo. Deshazte de todo conocimiento y vuélvete de nuevo inocente y cándido. Recobra tu niñez perdida y de repente te habrás convertido en un sabio, en un santo. No te falta nada. Salvo este deseo de convertirte en otro, nada obstaculiza tu camino.

El erudito busca constantemente incrementar sus conocimientos; el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día. Aquellos que buscan conocimientos se centran por completo en saber más y más. Van acumulando conocimientos y cuantos más acumulan, más cargados están. Mira a tu alrededor: todos parecen llevar una carga muy pesada, todos parecen aplastados por lo que han atesorado. Sufren, pero siguen aferrándose a ellos porque los consideran de gran valor. Si te observas a ti mismo te sorprenderá descubrir cómo te aferras a tu agonía; continúas deseando que, en alguna parte, algún día, surgirá el éxtasis... pero sigues aferrado a tu agonía sin deshacerte nunca de ella. Recuérdalo: ella no se está aferrando a ti; no puede aferrarse a ti. El conocimiento no puede aferrarse a ti; tú te aferras a él. No sólo te aferras, sino que lo vas aumentando, lo ayudas a crecer cada vez más. Dice Lao Tse:

El erudito busca constantemente incrementar sus conocimientos... 71 Todo su interés se centra en aprender más, en acumular más, en saber más. Y cuanto más sabe, menos es por dentro, porque va perdiendo el rastro de su ser. Se convierte en un cúmulo de información, un basurero, y es incapaz de verse a sí mismo, de ver dónde se encuentra. Está perdido en la selva de sus propios conocimientos.

... el que estudia el Lao busca disminuirlos día a día. Aquel que estudia el Lao, el que busca la Verdad y no los conocimientos, el que busca el ser y no el «llegar a ser», es sencillamente lo contrario. Es justo lo opuesto. Cada día disminuye más y más, se descarga, se va aligerando. Sólo quiere aprender a «des-aprender». Lo único que le interesa es cómo aligerarse por completo. Un filósofo alemán fue a ver a Ramana Maharshi. Había estado viajado durante mucho tiempo y debía de haber reflexionado mucho sobre lo que le iba a preguntar. Cuando llegó ante Ramana, le dijo: —He venido para sentarme a tu lado, para aprender muchas cosas. Ramana lo miró con profunda compasión y le dijo:

—Entonces te has dirigido a la persona equivocada porque aquí sólo enseño a «des-aprender». Si has venido a aprender, has venido al lugar equivocado. Ve a otra parre. Pero si estás dispuesto a «des-aprender», si eres lo suficientemente maduro para «des-aprender», entonces puedes quedarte. Tenía razón. Te acercas a un sabio para «des-aprender». Cuando estás harto de lo que has aprendido; cuando has aprendido mucho sin ganar nada; cuando sabes mucho 72 y te encuentras perdido entre tus conocimientos; cuando sabes mucho, pero te has olvidado por completo de quién eres; cuando sabes mucho sobre lo innecesario y no sobre lo esencial; cuando has perdido el conocimiento esencial sobre tu propio ser, entonces acudes a un sabio para «desaprender». Y ésa es la entrega más sublime. Es fácil entregar tus riquezas porque son exteriores a ti. Los ladrones pueden arrebatártelas, pueden hurtártelas. No es algo que forme parte de ti; ¡te son ajenas! Fácilmente puedes abandonarlas. Pero tu conocimiento es un fenómeno interno se desarrolla en tu interior, corre por tu sangre, se convierte en parte de tus huesos, en parte de tu propia médula. Es difícil entregarlo. Es fácil aprender, pero es muy, muy difícil «des-apren- der». ¿Cómo vas a «des-aprender» algo que has aprendido: Es muy, muy difícil dejar de saber algo. ¿Cómo vas a hacerlo? Está profundamente arraigado en ti. A menos que trasciendas la mente —porque estás identificado con la mente— no podrás conseguirlo porque creerás que forma parte de ti. Crees que tu conocimiento es tu ser... ¡Sal de ahí! Todas las meditaciones no son más que técnicas para salir de la mente, para distanciarte un poco de la mente, para apartarte y «desidentificarte» de ella, para trascender a la mente, para convertirte en un observador sobre la colina presenciando lo que está pasando en la mente. Sólo cuando te has distanciado de tu mente existe la posibilidad de abandonar, de deshacerte del conocimiento, de «des-aprender».

... el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día. Ésa es su ganancia. Gana perdiendo día a día; ése es su aprendizaje. Aprende «des-aprendiendo» día a día. Y llega 73 un momento en que es, de nuevo, un niño, sin saber nada. Llega un momento en que entra de nuevo en el paraíso. Ha probado el amargo fruto del conocimiento, pero ha descubierto que no vale nada. El conocimiento es una gran estupidez. Ha descubierto eso y ahora entra de nuevo en el paraíso. Ahora ninguna serpiente podrá seducirlo. Ha madurado; es inocente, pero maduro. Es un niño: inocente, pero alerta, despierto, consciente. Ahora ha alcanzado una pureza mayor, porque una pureza sin conciencia no es duradera. Alguien la corromperá... y, si no es otro, tú te corromperás a ti mismo, porque no estás atento. Adán tuvo que ser expulsado del jardín del Paraíso. Él era absolutamente inocente. Por una parte era como Buda: inocente; por una parte era como Jesús: inocente; pero por otra, carecía de conciencia.

Adán es el comienzo; Jesús es el final. Adán es una mitad; Jesús está completo. La otra mitad se ha vuelto consciente. Ahora Jesús es incorruptible. No sólo es puro, sino también incorruptible. Ahora, su inocencia es absoluta.

... el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día. A través de esta constante disminución alcanza la no-acción. Esto es muy sutil. Presta tanta atención como puedas. Sé tan meditativo como te sea posible. Puede que no sepas que la palabra meditación procede de la misma raíz que «medicina» y «médico», y que su significado original era «técnica para volverse uno», «técnica para sanarte». La medicina es medicinal, y, análogamente, la meditación también es medicinal. Te «re-unifica», te integra, te devuelve la salud. Presta atención y escucha tan meditativamente como te sea posible. Cuando escuchas meditativamente, comprendes; 74 cuando escuchas concentrado, aprendes. Si escuchas concentrado, aumentarás tus conocimientos; si lo haces meditativamente, los perderás. Y la diferencia es muy sutil. Cuando escuchas con atención, esa atención implica una tensión; implica que estás tenso, excesivamente ávido por aprender, por absorber, por saber. Te interesa el conocimiento. La concentración es el camino hacia el conocimiento; la mente, focalizada en un objeto, aprende más. La meditación es la mente «des-focalizada». Simplemente escuchas en silencio, sin tensión en la mente, sin urgencia alguna por saber o aprender; con una relajación total, dejándote llevar, abriendo tu ser. Escuchas, pero no para saber; escuchas simplemente para comprender. Son maneras diferentes de escuchar. Si estás intentando adquirir conocimientos, entonces querrás memorizar lo que te estoy diciendo. En tu interior vas repitiéndolo; en tu mente vas tomando notas, escribiendo en tu memoria, tratando de afianzarlo profundamente en ti para que no se te olvide. Entonces se convertirá en conocimiento. Y la misma semilla podría haberse convertido en un «des-aprendizaje», en comprensión: simplemente escuchando, sin tener interés por acumularlo, sin tener interés por retenerlo en tu memoria, en tu mente. Sencillamente escuchas estando abierto, como si escucharas música, como si escucharas a los pájaros cantando en los árboles, como si escucharas el viento pasando por entre los pinos, como si escucharas el sonido del agua de una cascada... sin nada que recordar, sin nada que memorizar, sin escuchar con una mente de papagayo. Simplemente escuchando en ausencia de toda mente. Ese escuchar es hermoso, extático, No tiene metas; en sí mismo es extático, puro gozo. Escucha meditativamente, sin concentrarte. Todas las escuelas y todas las universidades, enseñan concentración, porque la meta es memorizar las cosas. Aquí la meta no es 75 memorizar, la meta no es aprender nada; la meta es «desaprender». Escucha en silencio... y no creas que te olvidarás. No hay ninguna necesidad de recordar nada; sólo has de esforzarte por recordar la basura porque siempre tratas de olvidarte de ella.

Siempre que escuches la Verdad no habrá necesidad alguna de recordarla porque no puede ser olvidada. Puede que no recuerdes las palabras, pero recordarás la esencia... y eso no formará parte de tu memoria, sino parte de tu ser. Aquí te estoy diciendo algo. Aquí, Lao Tse te está diciendo algo a través de mí para revelarte una parte de tu ser oculto. No te está atiborrando con nueva información; simplemente te está desvelando, redescubriendo, proporcionándote simplemente un vislumbre de tu propio ser.

A través de esta constante disminución alcanza la no-acción. El conocimiento es un «hacer», un conflicto, una lucha. Es lo que Darwin denomina «supervivencia del más apto». Es luchar contra la naturaleza, es una guerra constante del hombre contra el todo. ¡Qué estupidez! Pero es así. Cuando quieres aprender algo realmente estás intentando aprender a «hacer» algo. Todo conocimiento es pragmático, práctico. Quisieras convertirlo en una práctica, hacer algo con él, pues si no dirás: «¿Por qué aprender? ¿Para qué?». Siempre aprendes algo previendo que te será útil. Por eso, en un mundo pragmático, empírico, las artes, lentamente, van desapareciendo. Nadie quiere escuchar poesía, nadie quiere escuchar música, porque la pregunta es: ¿qué puedes «hacer» con eso? ¿Puedes ganar dinero con ello? ¿Puedes adquirir poder a través de ello? ¿Qué puedes hacer? ¿Puedes reparar un automóvil escuchando música? 76 ¿Puedes construir una casa? No, no puedes utilizarla. La música no es práctica, no tiene una «utilidad»... ¡y ésa es su belleza! La vida entera es no-utilitaria. No tiene ningún propósito, no va hacia ninguna parte. Simplemente es aquí, sin encaminarse hacia ninguna parte. No tiene metas a las que llegar, no tiene destino. ¡Es un juego cósmico! Los hindúes la llaman «lila», un juego... como los niños jugando sin metas a la vista; el jugar es, en sí mismo, la meta. Disfrutan jugando, gozan, son felices... ¡nada más! El aprender siempre tiene como meta «hacer» algo. Es una técnica para convertirte en un gran «hacedor». Si sabes más, puedes hacer más. Y entonces, ¿para qué sirve el des-aprender? Para convertirte en un no-hacedor. Poco a poco empezarás a no saber nada y a ser incapaz de «hacer» nada. Poco a poco, a medida que el conocimiento desaparezca de ti, también desaparecerá el «hacer». Empezarás a «ser»; entonces podrás «ser», pero no serás un «hacedor». Y no quiero decir que no vayas a hacer nada; incluso un Buda tiene que pedir limosna, incluso un Lao Tse ha de buscar la manera de obtener pan y mantequilla y cosas así. Cuando llovía tenía que buscar cobijo y... Vivió una larga vida; llevó una vida muy saludable. No, no quiero decir que no «hagas»; quiero decir que te conviertes en un «no-hacedor». Las cosas empiezan a suceder. No las provocas; suceden. El hacedor, el manipulador, desaparece, se disuelve, se esfuma. Y con el hacedor desaparecido, el ego deja de existir. La gente viene a mí y me pregunta: «¿Cómo podemos entregar el ego?». No puedes entregar el ego. Si el ego está ahí, ¿quién será el que se entregue? Es el ego el que pregunta, es el ego el que trata de averiguar cómo entregarse.

Puedes inclinar la cabeza, puedes poner la cabeza a mis pies y decir: «Me entrego», pero eso es lo que te estoy 77 diciendo que has de entregar. Ahora, eso sobrevivirá alimentándose de la entrega misma. Irás y le dirás a la gente: «Me he entregado totalmente a mi Maestro. Mi 'yo' ya no existe». Pero el «yo» pervive por mucho que proclame lo contrario. Se manifiesta a través de todo: de la entrega, a través de la renuncia. No, no puedes entregar el ego. Pero si empiezas a desaprender, un día, de repente, descubrirás que el ego nunca ha existido. En primer lugar, nunca existió y estabas preguntando una estupidez: «¿Cómo lo he de entregar?». Desde el comienzo mismo nunca existió, nunca ha existido. De repente empiezas a mirar dentro de ti y no lo encuentras; ni siquiera el más ligero rastro de él. Nunca ha existido. Es un falso concepto que surge del «hacer». De manera que es un proceso: el conocimiento te ayuda a convertirte en un «hacedor». Entonces, cuando eres un «hacedor», adquieres un centro — evidentemente, un falso centro; no puede ser un verdadero porque no estás separado de la Existencia—. Un verdadero centro sólo sería posible si pudieras existir separado de la Existencia. ¿Puedes existir independientemente? ¿Puedes existir sin el aire que te rodea? ¿Puedes existir sin respirar? ¿Puedes existir sin que el sol te suministre continuamente vida y energía? ¿Puedes existir sin árboles que te den frutos continuamente? ¿Sin que la tierra te ofrezca sus cosechas? ¿Puedes existir sin las lluvias, las arenas y el mar? ¿Puedes existir sin estrellas ni luna? No, no puedes. No puedes existir independientemente. Entonces, ¿cómo puedes decir que posees un centro? Sólo el Todo puede tener un centro. De hecho, sólo el Todo puede permitirse decir «Yo», nadie más. Sin embargo, al ir disminuyendo tu conocimiento, desmantelas toda la estructura. Pero comienza desde la base. La base es el conocimiento. Deshazte de los cimientos, 78 abandona la base y la casa empezará a desplomarse. La casa pertenece al «hacer». Los cimientos son los conocimientos, la casa es el «hacer» y dentro de la casa vive algo parecido a un imaginario fantasma: el ego. Cuando los cimientos desaparecen, la casa se desploma. Cuando la casa se desploma, de repente te das cuenta de que nadie vivía allí. La casa siempre ha estado vacía. Era simplemente una idea, una fantasía. Era simplemente un sueño mental, una pesadilla.

A través de esta constante disminución alcanza la no-acción. A través de la no-acción, todo es realizado. Éste es el secreto. No haciendo nada, todo es hecho. Todo está ya haciéndose. Tú, innecesariamente te entrometes, causando mucho alboroto. Sin ti, todo va lo más perfectamente que podría ir. Una vez lo descubres, te deshaces del «hacedor», te vuelves parte del flujo, fluyes con el río sin ni siquiera nadar. Ahora mismo estás intentando ir río arriba y, claro, te sientes cansado, notas que estás siendo derrotado. Nadie

está intentando derrotarte; el río no está intentando vencerte. De hecho, el río se ha olvidado por completo de que existes. Y es una gran suerte para él, pues si no se volvería loco al saber de tu existencia, si supiera que existes. ¡Hay tantos y tantos locos! No, el río es completamente ajeno a esto, felizmente ignorante de que existes, de que estás intentando ir río arriba. Sucedió: En un día parecido al de hoy, lluvioso, el río que pasaba por el pueblo se había desbordado. 79 De repente, alguien llegó corriendo a la casa de Mulla Nasrudin y le dijo: —Nasrudin, ¿qué estás haciendo aquí? ¿No te has enterado? ¡Tu esposa se ha caído al río! ¡Ve a rescatarla! Nasrudin empezó a correr. Nadie habría supuesto que fuera tan rápido porque todos los maridos quieren, en cierto modo, que sus esposas se ahoguen en algún río. Eso es perfecto. Y todos en el pueblo sabían que no se llevaban bien, que todo iba mal con los dos continuamente peleándose, de manera que aquello era una bendición, una gracia del cielo... pero Mulla Nasrudin corrió muy rápido, ¡Nunca se habrían imaginado que la amara tanto! Se metió en el río y empezó a bracear, a luchar contra el río, nadando a contracorriente. La gente le decía: —¿Qué estás haciendo? ¡ Qué tonto eres! ¡El río se ha llevado a tu esposa corriente abajo! ¿A dónde vas tú? Nasrudin les dijo: —¡Callaos! Conozco bien a mi esposa. Ella siempre irá a contracorriente; no puede ir a favor de la corriente. Esa no es su naturaleza. Todo el mundo va a contracorriente intentando luchar contra el río. ¿Por qué? Porque al luchar puedes generar el concepto de ego. En el desafío, en la resistencia, puedes crear la noción de «ego». Si dejas de luchar y Huyes con la corriente, poco a poco descubrirás que «tú» no eres. Por eso a la gente le encantan los desafíos; la gente ama el peligro, la gente quiere luchar. Si no hay nadie con quien luchar, crearán una cosa u otra con la que pelear, porque sólo la lucha puede sustentar su ego. ¡Y tiene que ser mantenido continuamente! Es como una bicicleta: pedaleas y no puedes dejar de pedalear pues, si no, caerás. Tienes que pedalear continuamente. El ego necesita tu pedaleo continuo. A cada instante has de luchar con algo. Una vez dejas 80 de luchar, descubres de improviso que la bicicleta ha desaparecido. El ego no puede existir sin lucha. El aprender ayuda al hacer; el hacer ayuda a luchar; la lucha crea al ego. Este es el sistema, la ciencia. Y de esto es de lo que trata la religión. Deshazte del conocimiento, olvídate de él; vuélvete inocente como un niño. De repente te darás cuenta de que las cosas están cambiando. Ahora no eres un «hacedor». Cuando no eres un «hacedor» no es que las cosas dejen de suceder; continúan sucediendo. «Tú» eres lo irrelevante. Cuando el «tú» no era, las cosas sucedían: amanecía como amanece ahora... ¿Has oído hablar de una vieja que vivía en un pequeño pueblo y que creía que el sol salía gracias a ella? Tenía muchos gallos y justo antes de que el sol

saliera empezaban a cantar, a armar jaleo. Ella creía que el sol salía gracias a aquellos gallos. Era una conclusión lógica. En cuanto empezaban a cantar, sin falta, de inmediato, el sol empezaba a asomarse. Nunca sucedía al revés. Y les dijo a sus vecinos: —El sol sale gracias a mí. En cuanto deje este pueblo viviréis en la oscuridad. Ellos se rieron. Enfadada, abandonó el pueblo con todos sus gallos y se fue a otro pueblo. Y claro, por la mañana salió el sol y ella se rió diciendo: —¡Ahora se darán cuenta! ¡Ahora está amaneciendo en este pueblo! Ahora gemirán y llorarán y se arrepentirán, pero no regresaré. Todo ha estado sucediendo sin ti. Todo ha sido perfecto sin ti. Cuando no estés aquí todo será tan perfecto como siempre. Pero tú no lo crees así porque si lo hicieras tu ego desaparecería. Todo continúa cuando el «hacedor» desaparece. 81

A través de la no-acción, todo es realizado. Las cosas suceden debido a que el Todo está actuando. Y cuando no luchas, te conviertes en un vehículo del Todo, en un instrumento, en una flauta, hueco por dentro. Y el Todo sigue cantando a través de ti. A cada instante, mejores canciones sonarán a través de ti. Incluso ahora, a pesar de ti, surgen a veces. En ocasiones sientes un súbito silencio descendiendo sobre ti. No sabes de dónde viene. Es como llovido del cielo. Surge porque, de algún modo, en ese momento te olvidaste de luchar. Te olvidaste —puede que estuvieras cansado—... te olvidaste de luchar y de repente todo es hermoso. Pero el cielo no siempre está tan abierto. De nuevo las nubes se arremolinan porque «tú» apareces de nuevo. Justo en el momento en que sientes que todo es hermoso, de repente, empiezas a «hacer» algo. La mente comienza a pensar: «¿Cuánto durará este instante? Puedo perderlo, de modo que he de hacer algo para preservarlo, para asegurarlo». Ahora «tú» has entrado en escena. La flauta ha dejado de estar hueca. Se ha llenado de «ti». La música no fluye; ha desaparecido. Y cuando no la encuentras piensas: «Debí haberme esforzado más», ¡Y es debido a tu esfuerzo que la has perdido! Pero tu mente sigue diciéndote que deberías haberlo intentado con más empeño y que, de haberlo hecho así, habría seguido fluyendo. A veces, sentado bajo las estrellas, sientes una paz emerger en tu corazón. No parece de este mundo. Te sorprende. No puedes creerlo. Me he encontrado con gentes sencillas que durante sus vidas han experimentado muchos momentos similares a los de un Buda, pertenecientes a una conciencia crística, pero nunca hablaron de ellos a nadie porque no creían que eso les pudiera haber sucedido a ellos. En realidad, los han 82 reprimido. Los atribuyen a su imaginación. ¿Cómo va a ser posible algo así sin hacer yo nada? ¿Cómo es posible que de repente me sienta extático? Tú también puedes recordarlos en tu propia vida... y en momentos en que nunca lo esperabas: yendo a la oficina, en la rutina diaria... el sol está alto, estás transpirando, y, de repente, algo llama a tu hogar: por un instante dejas de ser tu viejo «yo». Recobras el paraíso... Y luego lo pierdes de nuevo. Te olvidas de él porque no forma parte de tu estilo de vida. Ni siquiera hablas de

ello. Piensas: «He de habérmelo imaginado. ¿Cómo va a ser esto posible? No he hecho nada; ¿cómo puede pasarme a mí? Debo de habérmelo imaginado; fue una ilusión, un sueño». No hablas de ello. He observado detenidamente a miles de personas y sólo me he encontrado con unos pocos que no experimentaran esos momentos en su vida. Pero nunca hablaron de ellos con nadie. Y si lo intentaron, la gente se rió creyéndolos unos tontos, unos estúpidos. No creen en lo que han vivido; lo reprimen. La humanidad no sólo ha reprimido el sexo; la humanidad ha reprimido la muerte, la humanidad ha reprimido todo lo hermoso que contiene la vida. El hombre ha sido obligado a convertirse en un autómata, en un robot. Todas las pistas, todas las puertas hacia lo desconocido se le han cerrado. Pero Lao Tse tiene razón y dice lo que en verdad sabe; yo también lo sé: todo sigue sucediendo por sí mismo. Durante muchos años he estado sin hacer nada; ni siquiera he pensado en ello. Todo sigue sucediendo por sí mismo. Es un puro deleite ver cómo las cosas siguen sucediendo por sí mismas. Es un puro deleite ver cómo las cosas suceden solas. Es mucho lo que sucede sin tu «hacer». Y cuando sucede sin tú hacerlo, posee una belleza propia. No contiene 83 violencia alguna. Posee gracia; es encantador. Cuando tú lo haces, ejerces una fuerza. La gracia desaparece; se convierte en algo feo. La violencia no puede ser grácil. Y para ser no violento —y ésta es la única manera, tal y como dice Lao Tse—, simplemente despréndete de todo conocimiento, despréndete del «hacedor». Simplemente sé y permite que las cosas sean. Y todo empezará a florecer, todo empezará a fluir. Es el conocimiento el que te ha congelado.

A través de esta constante disminución alcanza la no-acción. A través de la noacción, todo es realizado. Aquel que conquista el mundo suele hacerlo sin hacer nada. Cuando uno se ve forjado a la acción, el mundo se encuentra fuera de su alcance. Los que han hecho cosas excepcionales fueron no- hacedores. Puede parecer que los hacedores hacen, pero sus logros no son duraderos. Alejandros, Napoleones, Hitlers o Mussolinis, se empeñaron en hacer muchas cosas, pero sólo crearon pesadillas a su alrededor y en ellos mismos. Su hacer supuso un alto coste a miles, a millones de personas... y a ellos también. Su hacer se convirtió en un suicidio. Mataron a millones y, finalmente, acabaron consigo mismos. Eso es todo lo que sucedió. Fueron como una pesadilla; locos, neuróticos, asesinos. Esos no son conquistadores; no han conquistado el mundo. Y fíjate ahora en un Buda, en un Lao Tse, en un Jesús... ¡qué clase tan diferente de florecimiento! Pasan los siglos, las épocas se suceden, y Lao Tse sigue floreciendo. Su fragancia sigue tan fresca como siempre. No ha perdido nada de su frescura, no ha envejecido, no ha acumulado 84 polvo. Es tan fresca como una gota de rocío de esta misma mañana.

La gente que ha vivido en el ahora permanece siempre en el ahora. Nunca pertenecen al pasado. Lao Tse es más contemporáneo que un Hitler, que un Mussolini. Un Lao Tse seguirá siendo contemporáneo durante los miles de años venideros. Siempre será contemporáneo. Un Jesús nunca es parte de la historia del pasado; siempre forma parte del presente. Aunque muere, nunca muere; sigue vivo. Ese es el significado de la parábola cristiana de la resurrección: «El murió en la cruz, pero al día siguiente apareció andando de nuevo». No lo tomes literalmente. Es una bonita parábola de profundo significado. Lo mataron en la cruz, pero no pudieron acabar con él. A los pocos días estaba de nuevo en camino, en movimiento. No puedes matar a un Jesús. No puedes matar a quien ha conocido el nohacer porque sólo puedes acabar con el ego. El ego puede ser destruido; el ser, nunca. Resucita. Con el cristianismo sucedió justo lo contrario: la cruz se convirtió en lo más importante. La resurrección debería haber sido lo más importante, no la cruz. Aunque muchos hayan muerto en la cruz, eso no es muy importante. Lo más importante es la resurrección. Todo el cristianismo debería depender de esto: no se puede matar a Jesús. Podemos asesinarlo, podemos crucificarlo, pero no podemos acabar con él. El sigue estando fresco; siempre está fresco. Puedes encontrártelo en cualquier encrucijada, puedes encontrártelo en cualquier parte. En la India, nunca hemos representado a ningún ava- tar —ni a Rama, ni a Krishna, ni a Buda, ni a Mahavira— anciano. No es que nunca envejecieran, no. Envejecieron. El cuerpo tiene que seguir sus leyes; la naturaleza nunca cree en las excepciones; la regla es absoluta. Rama, Krishna, Buda y Mahavira también envejecieron, pero nosotros nunca 85 los hemos representado como viejos, sino siempre como jóvenes. Todas las imágenes de la India son del Mahavira joven, del Buda joven, del Krishna joven, del Rama joven; nunca viejos. ¿Por qué? Porque conocemos su «esencia de juventud» y sabemos que nunca se volvieron viejos. El cuerpo viene y se va, pero su «esencia de juventud» permanece. Su fragancia, su inocencia poseen en ellos una cualidad de eternidad. Estos son los verdaderos conquistadores... y no hicieron nada. Nadie sabe lo que hizo Lao Tse: nada. No podrás encontrar una vida más tranquila que la de Lao Tse. En ella nada acontece. Sólo una cosa acontece: él mismo. Eso es todo. No acontece nada más. Por eso, esa gente nunca aparece en la historia. A lo sumo se convierten en pequeñas notas a pie de página, porque no tienen biografía alguna. No tienen nada. Hitler tiene una gran biografía. A su alrededor sucedieron muchas cosas; dentro de él, nada. Sólo hubo algo que nunca sucedió: su ser nunca emergió. Pasaron muchas otras cosas; se podrían escribir y escribir miles de páginas y aun así quedaría mucho por contar. Pero ¿y de Lao Tse? Simplemente una nota a pie de página... Incluso podrías obviar esa nota a pie de página. El no forma parte de la historia; no es importante. Pero éstos son los verdaderos conquistadores... y siguen conquistando. Todavía Lao Tse sigue lanzando sus redes y aún mucha gente es atrapada, convertida, transformada, resucitada de sus tumbas. El milagro continúa.

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Aquel que conquista el mundo suele hacerlo sin hacer nada. Cuando uno se ve forjado a la acción, el mundo se encuentra fuera de su alcance. Nunca alientes a nadie a que haga nada, nunca te animes a ti mismo a hacer algo. Deja que las cosas sucedan. Entonces Dios estará haciéndolas a través de ti. Hay dos maneras de hacer las cosas: una, hacerlas tú; otra, que Dios las haga a través de ti. Si tú las haces, crearás ansiedad, angustia y miseria en ti porque entonces estarás buscando una meta. Pensarás: «¿Triunfaré o no triunfaré?». Te interesará más el resultado que el proceso y entonces sentirás una constante angustia. Suceda lo que suceda, te sentirás frustrado. Si tienes éxito, te sentirás frustrado porque el éxito no te supondrá el bien que de él esperabas. Si fracasas, evidentemente te sentirás desgraciado. Las personas que fracasan se sienten desgraciadas; las que han tenido éxito, también. De hecho, los que han triunfado son más desgraciados que aquellos que han fracasado porque un fracaso implica una esperanza. Al hombre que realmente ha triunfado no le quedan esperanzas. Todas sus esperanzas se desvanecen. Ahora no tiene a dónde ir; ha triunfado. Pregunta a los muy ricos por qué se sienten tan desgraciados. Al pobre, podemos entenderlo, pero ¿por qué los ricos son tan desgraciados? Han triunfado y al hacerlo se han dado cuenta de que no les ha servido de nada, de que el éxito no les ha dado nada; simplemente han desperdiciado toda su vida. Ahora no pueden recobrar el tiempo perdido y no parece haber ningún futuro, ninguna esperanza, porque puede que tengan millones de dólares —a lo sumo, si continúan en la misma línea tendrán muchos más millones— , pero ¿de qué les servirá? Si todos esos millones no les han 87 proporcionado satisfacción, más millones tampoco se la proporcionarán. Has de comprender esta palabra: «satisfacción». Es una palabra muy singular. Procede de la raíz latina «satir». Satisfacción, satisfacer, saciar, proceden de satir, y ésta de la raíz sánscrita sat. «Sat» significa «lo real», lo absolutamente real. De la misma palabra, sat, deriva el término japonés satori: el que ha comprendido la Verdad. Sat significa ser la Verdad, aquel que ha comprendido la Verdad, aquel que ha logrado el satori. Pero «saciar» y «satis-facer» significan «aquel que ha perdido el contacto con su raíz original». Nada puede satisfacer excepto la Verdad. Por eso, cuando tienes éxito en el mundo no obtienes la «satisfacción». Sólo sat puede darte la «satisfacción». Puedes acumular millones de dólares, de libras, pero de repente te das cuenta de que nada te satisface. Tu sed sigue siendo la misma; no se ha apagado. Y ahora no te quedan esperanzas. Has aprendido un truco: cómo triunfar. Ahora has triunfado y has desperdiciado toda tu vida en ese éxito. Y no surge la satisfacción, sino una profunda frustración, un estado de desesperación. ¿Y si fracasas? ¿Cómo vas a sentirte satisfecho? En el mundo, si fracasas, fracasas; y si triunfas, también fracasas.

Hay un proverbio que dice: «No hay nada mejor que el éxito». Yo lo he cambiado un poco y te digo: «No hay nada peor que el éxito». El fracaso, es fracaso; el éxito, también es fracaso. Sólo hay una posibilidad: que conozcas a tu ser, sat. Sólo eso podrá satisfacerte, sólo eso nunca falla. Pero eso no forma parte del «llegar a ser», no tiene nada que ver con el tiempo. Ahora mismo, en este mismo momento, se encuentra a tu alcance. Ya está ahí en todo su esplendor. En tu interior está el rey en su trono... pero nunca vas allí. Buscas dinero, conocimientos, prestigio, poder... y lo buscas 88 fuera. ¡Y todos los que buscan fuera... terminan entrando dentro! Deja de «aprender»; aprende a «des-aprender». ¡Entra! Deshazte del «hacedor»; aprende a hacer las cosas sin «hacerlas». Y existe un secreto. Es el mayor de los secretos, el milagro más grande que puede sucederle a uno. Y es éste: conviértete simplemente en un instrumento, en un vehículo, en una flauta hueca, y canciones divinas empezarán a sonar a través de ti. Sencillamente, no te interpongas entre tú y tu Yo. En eso consiste todo el Yoga, el Tantra, la Religión. Por favor, ponte «tú» a un lado, no te interpongas. Simplemente ponte a un lado y deja pasar el carruaje de Dios. Si eres capaz de aprender esa única cosa —mantenerte al margen— lo habrás aprendido todo. Entonces te darás cuenta de que todo funciona por sí mismo. El Todo está actuando. La parte no necesita hacer nada, sólo participar. Solamente es necesario que no cree problemas ni conflictos. Sólo ha de mantenerse en el Todo. Estar con el todo es ser religioso. Estar contra el Todo es pertenecer al mundo.

CAPÍTULO 4 ¡MUCHACHO! ¡LO HEMOS ALBOROTADO NOSOTROS! La página 90 no forma parte de la vista previa de este libro. 91 Primera pregunta:

Entiendo que contemplas la inocencia como lo opuesto al conocimiento, pero ¿qué dices de la ignorancia? La gente sin conocimiento es, frecuentemente, manipulada por los que sí lo tienen. Por favor, di algo al respecto. La ignorancia es el estado previo al conocimiento; la inocencia es el estado que existe después del conocimiento. La ignorancia es preconocimiento; la inocencia, postconocimiento. Parecen similares y lo son en cierto modo; no obstante, son totalmente diferentes. Un niño es ignorante. Cuando calificas a un niño como «inocente» estás cometiendo una equivocación. La ignorancia se parece a la inocencia porque el niño no tiene conocimientos —parece inocente—, pero los tendrá. Probará el amargo fruto del conocimiento; se verá obligado a hacerlo. El se encuentra como Adán en el jardín del Paraíso; y será expulsado. Pasará por ello, pecará, será corrompido. Su inocencia no tiene fuerza, es impotente. No podrá evitar sumirse en el conocimiento. El conocimiento penetrará en él, la serpiente lo seducirá, el mundo lo corromperá, se adentrará en los vericuetos del conocimiento, en los modos de la mente. Está a punto —como una semilla— para adentrarse en el conocimiento. No tiene inocencia; es ignorante. 92 Pero un sabio como Lao Tse que ha conocido el mundo y que ha regresado a casa, que ha sido corrompido, que ha recorrido los caminos del pecado y del conocimiento, que ha probado el amargo fruto y que ahora ha madurado, que ha dejado a un lado el conocimiento, que se ha vuelto de nuevo como un niño, es inocente. Sólo un sabio es inocente. Jesús dice: «Sólo aquellos que sean como niños podrán entrar en mi reino de Dios». Recuerda que dice: «...como niños...», no niños. Los niños no podrán entrar en el reino de Dios, sino sólo aquellos que sean como niños. ¿Qué significa: «... que sean como niños...» y no «que sean niños»? Se refiere a aquellos que hayan pasado por el mundo, que sepan lo que es la corrupción y que hayan recobrado su virginidad. El conocimiento tiene dos opuestos: inocencia —la inocencia del sabio— e ignorancia —la ignorancia del niño—. Y no me malinterpretes cuando insisto en la inocencia; no me refiero a la ignorancia. No te estoy diciendo: «Sé ignorante». Si eres ignorante, simplemente estás aplazando el conocimiento; un día u otro, antes o después, caerás en la trampa del conocimiento. Pasa por ella. Vívela, conócela, prueba su amargo fruto. Acepta ser expulsado del paraíso para que así puedas regresar y reclamarlo; entonces su cualidad será totalmente diferente. Cuando fuiste expulsado, eras simplemente un ignorante. Cuando Adán fue expulsado del Paraíso, era absolutamente ignorante. Cuando Jesús entró de nuevo en él, ya no era el mismo Adán.

Un sabio inocente, al haber conocido lo que el mundo significa, al saber lo que el mundo implica, a través de esa comprensión, lo trasciende. 93 Segunda pregunta:

¿Cuál es la relación entre la meditación y el proceso de «des-aprendizaje»? No guardan ninguna relación porque la meditación es «des-aprender». No son dos cosas que puedan relacionarse; son una misma cosa, un solo proceso. La meditación es «des-aprender»; «des-aprender» es meditación. En realidad, ¿qué haces cuando meditas? Simplemente desprogramas la mente. Paso a paso, una a una, vas pelando las capas de la mente. Eres como una cebolla; te vas pelando a ti mismo. Te quitas una capa, la más superficial; aparece otra capa y la arrancas, te desprendes también de ella; surge otra... y así sigues sin parar. Pero, un día, pelas la última capa y en tus manos no queda nada. La cebolla entera ha desaparecido. Echas una mirada a tu alrededor y eres incapaz de encontrarte. Este es el punto donde culminas la meditación. Ahora ya no es meditación; se ha convertido en samadhi. Se ha convertido en eso que Occidente denomina «éx-tasis», y que, en realidad, debería llamarse «ín-tasis». La palabra «éxtasis» procede del «ekstasis» griego que quiere decir «estar fuera de», estar fuera de tu personalidad, de tu piel, de manera que dejas de formar parte de ella. Eso es éx-tasis. Pero el samadhi es más como ín-tasis: estás tan profundamente dentro de ti que «dentro» y «fuera» desaparecen. Te conviertes en lo interior, en el interior mismo. No es que estés dentro; eres el «dentro». Esto es samadhi. La palabra samadhi tiene dos raíces: una es «sam». «Sam» quiere decir «junto», absolutamente unido. La otra es «adha». «Adha» quiere decir «ir», «llegar», «ser». O sea, estar unido, alcanzar la unión, convertirte en la unión. «Samadhi» significa estar tan unido, ser tan uno, estar tan cristalizado que 94 en ti no hay ningún opuesto. Te has convertido en una unidad, una unanimidad, una armonía de los opuestos. La mente es polar. Piensas una cosa y, de repente, otra parte de la mente la niega. ¿Quieres meditar? Una parte de la mente dice «sí», y otra dice «no». ¿Quieres convertirte en sanyasin ahora mismo? Una parte de la mente dice: «De acuerdo», mientras que otra parte te dice: «Ten cuidado. ¿Qué estás haciendo? No lo hagas. Espera». Y también para las trivialidades: «¿Qué vestido llevaré hoy?». Estás de pie ante el espejo y la mente es incapaz de decidir. La mente es una multitud. «Des-aprender» quiere decir «deshacerte de esta multitud», desembarazarte de todas esas personas y alcanzar tal unidad que ni siquiera puedas decir que eres uno porque «uno» sólo tiene sentido en una multitud. «Uno» sólo es significativo si «dos» es significativo. Por eso los hindúes nunca lo han llamado «uno», sino no-dual. Sencillamente dicen: «No dos», tan sólo para mostrar que al decir «uno» el «dos» entra por la puerta trasera, porque ¿qué significado tiene «uno» si no existe el «dos»? Si decimos que Dios es uno, si decimos que en samadhi eres uno, entonces el

«dos» simplemente está a la vuelta de la esquina. Y luego viene el tres y, después, el mundo entero. Los hindúes han insistido desde siempre en que Dios es no-dual, no-dos, adwai. En samadhi no eres dos; eso es todo. No se afirma nada más; sólo de forma negativa para que los números no entren de nuevo por la puerta trasera. «Des-aprendiendo» te vuelves no-dos. Al aprender te conviertes en muchos; al aprender te conviertes en legión, en una muchedumbre... y esa muchedumbre va incrementándose más y más. Cuanto más aprendes, más aumenta la multitud. El resultado último del aprendizaje sólo puede ser la locura; nada más. 95 De modo que no es sólo accidental que los grandes pensadores de Occidente se hayan vuelto locos de una u otra manera. De hecho, si hay algún pensador occidental que no se haya vuelto loco eso simplemente revela que no ha sido un pensador muy, muy profundo; sólo eso. Nietzsche se volvió loco; era un verdadero pensador. ¿Y Bertrand Russell? Nunca se volvió loco; se quedó en la superficie, sólo fue popular, pero no muy profundo. En Oriente ha sucedido exactamente lo opuesto. No concebimos que Buda pudiera volverse loco. Eso sería la cosa más imposible del mundo: Buda loco. Nietzsche puede enloquecer porque Nietzsche es un pensador. Buda no puede volverse loco porque no es un pensador. Si ha abandonado todo pensar, ¿cómo va a volverse loco? Un día, toda la muchedumbre desapareció y él se quedó solo, sin nadie que lo molestara; tan solo que ni siquiera es «uno», porque ¿quién hay allí para aseverar que eres uno? Si allí hay alguien para asegurar que eres uno, el otro todavía está presente. La meditación es «des-aprender», pelar tu cebolla. Es difícil, porque te has identificado con la cebolla. Crees que tú eres esas capas, de manera que «pelar-te» es difícil y también doloroso. No es simplemente como quitarte la ropa; más bien es como desollarte. Te has identificado demasiado con ellas. Pero una vez sabes cómo, una vez te has desprendido de una capa, de nuevo sientes aparecer la frescura. Te renuevas. Entonces, tu coraje aumenta. Entonces, te sientes esperanzado. Entonces, te sientes más seguro. Entonces, puedes pelar otra capa. Cuanto más te pelas, más silencioso, más feliz, más dichoso te vuelves. Ahora te hallas en el camino correcto. No está muy lejos el momento en que habrás pelado toda la cebolla... 96 Pero es bueno pelarte capa por capa, porque te resulta imposible desprenderte de la cebolla entera. Esa también es una posibilidad. A veces ha sucedido, pero ocurre con una intensa comprensión que no es, por lo general, corriente. Hay dos caminos para alcanzar la Iluminación: uno, el súbito; otro, el gradual. Muy raramente se da el súbito, pero sucede. El camino gradual es más fácil porque entonces no te estoy pidiendo que tires la cebolla entera; eso sería demasiado. Tendré que persuadirte: pela la primera capa que ya está sucia. Tú también sientes que está sucia de tanto polvo que ha acumulado. Se ha resecado mucho y se ha ido encogiendo más y más mientras tú te has ido

quedando encerrado en ella de manera que se ha convertido en una prisión. Por eso me escuchas y la arrancas. La segunda capa será más difícil de pelar. Estará fresca, te aferrarás a ella. La tercera todavía será más difícil. Cuanto más capas pelas, más difícil te resulta porque empiezan a suceder cosas bonitas. Aún no has alcanzado el centro, pero te estás acercando. Es como si te dirigieras hacia el río y con el frescor del aire empezaras a sentirte bien. Ahora el mercado queda atrás; el aire viciado ha desaparecido, la rancia atmósfera se ha esfumado, el cielo está más abierto. El río se encuentra más cerca, te está enviando mensajes a través del aire: «¡Estoy cerca! ¡Ven!». Y cuanto más te acercas, más te aferras a las capas, porque sientes: «Esto me está sucediendo gracias a esta capa». ¡No! ¡No está pasando gracias a esa capa! Está sucediendo porque ahora estás más cerca del centro. Hay gente que se aferra a las cosas mundanas y también me encuentro con gente que se aferra a las cosas espirituales ... que son parte de las capas. Alguien dice: «¡Qué luz tan maravillosa se me ha aparecido!». Viene y me dice: «Osho, ayúdame a recordar siempre esa luz». ¿Qué harás con ella? La luz es una experiencia, 97 no eres tú. Es diferente de ti. Tú eres el «presenciador», el testigo. Antes experimentabas con el dinero; ahora, con la luz, pero es lo mismo: un objeto. Ahora quieres aferrarte a él. Si te hubiera dicho: «Despréndete de tu dinero, de las cosas mundanas», lo habrías entendido, pero si te digo: «¡Despréndete de toda esta estupidez, de esa luz, de tu kundalini que despierta, de tus visiones, del loto que florece en ti! ¡Abandona todo este sin sentido!», te preguntarás qué clase de hombre espiritual soy. Debo ayudarte a que más lotos florezcan en ti. Están ocultos y han de ser desenterrados. Te he de ayudar a pelar toda tu cebolla. No voy a dejar que te detengas antes de que alcances la «nada». La «nada» —sunyata— es la meta: todas las capas peladas y el vacío en tu mano. Sólo quedas tú, sin experiencia alguna. La espiritualidad no es una experiencia. Es alcanzar, retroceder hasta el experienciador mismo. No es una experiencia; todas las experiencias pertenecen al mundo porque forman parte de las capas; no forman parte de ti. La meditación es el proceso de «des-aprender». No preguntes qué relación guardan; no mantienen ninguna. No son dos cosas; no guardan ninguna relación. Tercera pregunta:

Creo entender que cuando todo es uno, los seres humanos son uno. Para mí, ignorar la miseria de las calles es negar la unidad. Por favor, di algo al respecto. Cuando todo es uno desaparece el ignorar o no ignorar. Cuando no todo es uno, entonces surge la cuestión del ignorar o no ignorar; entonces surge la disyuntiva. Pero cuando sientes que todo es uno, no hay disyuntiva alguna. 98

No estoy diciendo que ignores nada, no estoy diciendo que dejes de ignorar; «tú» desapareces y, por tanto, lo que suceda sucede. Si empiezas a servir a esa gente de la calle... perfectamente bien. Si no lo haces, no lo haces. Intenta seguirme... Tú crees que cuando te des cuenta de la unidad servirás a esas personas. Puede que así sea; puede que no. Cuando percibes la unidad, ¿quién es el servidor y quién el servido? ¿Quién eres tú, el que está percibiendo esa miseria y siente simpatía y compasión? ¿Y quiénes son «ellos»? El «ellos» ha desaparecido. No se puede aseverar nada sobre lo que pasará. Algo ocurrirá, pero nadie puede predecirlo. La pregunta surge porque no percibes la unidad; es simplemente una idea en la mente. Has estado pensando y eso es una conclusión lógica; no es vital. Un mendigo está en la calle...; tú pasas junto a él y te sientes herido. Es el ego el que se siente herido. Sientes compasión... o no la sientes; simplemente lo ignoras. Ignorar es ego; sentir compasión también es ego. «Tú» estás allí en ambos casos. Evidentemente, la compasión es un ego «mejor», más pulido —en cierto modo, dorado—, pero también es ego. El hombre que ignora la compasión puede que tenga un ego muy, muy vulgar, nada pío ni religioso, poco refinado, pero ego al fin y al cabo. Y para mí, ambos egos son lo mismo. Tanto si sientes compasión como si la ignoras, «tú» estás allí. Todo mi esfuerzo aquí es totalmente diferente. Recalco que «tú» no has de estar presente. Deja que lo que ha de suceder, suceda. Si sientes que la compasión surge en ti —si «tú» no estás presente— entonces sólo existe compasión. Entonces no dices: «Yo siento compasión por ese mendigo», porque ese «yo» no puede sentirla. ¿Cómo puede sentir compasión el «yo»? La compasión que pueda fluir a través del «yo» está corrompida. No posee esa inocencia, esa belleza que debería tener. Forma parte del ego; fortalecerá 99 el ego, creará barreras para que no alcances la unidad. «Tú» serás compasivo, te volverás un gran hombre, o una gran mujer, un gran servidor de la gente... y, desde siempre, los grandes servidores de la humanidad han estado causando mucho daño. No los necesitamos más. Son gente malintencionada. En realidad, si alimentas tu ego a través de la compasión se debe a que en lo más profundo de ti te gusta que los mendigos estén en la calle; si no, ¿cómo ibas a sentir compasión? En tu interior quieres que a tu alrededor haya leprosos, mendigos, lisiados, ciegos, para que puedas sentirte bien siendo compasivo y servicial. Si toda la miseria desapareciera del mundo, los grandes servidores de la humanidad serían muy desgraciados porque entonces no tendrían nada que hacer. Es como si Dios tuviera compasión de ellos prolongando la miseria en el mundo. No, no estoy aquí para deciros que os convirtáis en servidores de la gente. Eso no ha servido de nada. Eso crea un ego sutil, pío, y cuando el ego es pío, es más venenoso porque parece muy hermoso y te aferras más a él. Estoy aquí para ayudarte a que te desembaraces del ego: pío e impío; el del pecador y el del santo. Has de desembarazarte del ego. Entonces, todo lo que sucede es hermoso.

Vas y te sientas al lado del mendigo, lo ayudas, pero «tú» no estás presente. Entonces Dios fluye a través de ti, el Todo opera a través de ti. Entonces no esperas ningún resultado, ni siquiera el agradecimiento del mendigo. Ni buscas al fotógrafo, ni al reportero para que te haga un reportaje a tiempo, ni que los gobiernos se den cuenta, ni que el comité de adjudicación del Premio Nobel se acuerde de ti. No. «Tú» no estás allí, y tu mente no registrará que has servido, que has ayudado, que fuiste de gran ayuda 100 para alguien que estaba en la miseria. No, no lo recordarás. «Tú» no lo habrás hecho. Fue Dios quien lo hizo trabajando a través de ti. Fuiste poseído. Cuando estás vacío te posee la fuerza divina. Entonces, suceda lo que suceda, es hermoso. A veces es posible que sirvas, que seas de ayuda a alguien, y a veces puede suceder que lo ignores. Nunca se sabe. A veces, simplemente puedes pasar de largo. Si el Todo no siente que ha de hacerlo, si el Todo tiene sus propios planes, no interferirás. Si ese hombre necesita el sufrimiento, si ese sufrimiento ha de convertirse en un acuciante dolor en su interior, si ese acuciante dolor ha de proporcionarle un nuevo nacimiento, entonces Dios no lo ayudará. Ha de madurar a través de él y ayudarlo lo perjudicaría. De manera que no intervengas; déjalo. Si Dios —y cuando digo: «Dios» quiero decir «el Todo»; no cualquier persona, sino el Todo—, si el Todo quiere sacarlo de su miseria empezará a actuar a través de tus manos, pero por favor, no te entrometas. No sabes lo que está pasando, lo que va a pasar. ¿Por qué sufre este hombre? Ha de haber alguna razón. Puede que esté sufriendo por algo que haya hecho, puede ser su karma; o puede que esté atravesando los dolores de un parto a través del cual será renovado. Es como encontrarte con una mujer que va a dar a luz. Ella llora, se queja, grita, y sientes compasión y lo ayudas. Así no nacerá el niño. Entonces eres el enemigo, no el amigo. El niño morirá dentro del útero y luego la mujer morirá por eso. A veces es necesaria la cirugía; a veces es necesaria la indiferencia; a veces es necesaria la compasión. Pero no debes ser «tú» quien decida; no has de ser «tú» quien tome la decisión. De manera que sólo puedes hacer una cosa: desaparecer, «des-aprender», descondicionarte. Entonces eres un vehículo. Pero entonces no eres tú quien eliges y puedes 101 decir con todo tu ser: «Hágase Tu voluntad». Y, suceda lo que suceda, es hermoso. Cuarta pregunta:

Por favor, explica el libre albedrío del hombre y su reíación con el ser y el nohacer. No hay, no existe el libre albedrío. Es simplemente una conceptualización del ego. No puede haber algo así. Y no te estoy diciendo lo contrario, no te estoy diciendo que seas dependiente ni esclavo. La mente se desplaza a los extremos muy fácilmente. Crea dicotomías: o eres libre —libre albedrío— o eres un esclavo. Los dos son

falsos, los dos son conceptos falsos, porque no eres; ¿cómo vas a ser un esclavo? Y tampoco puedes ser libre, porque en ambos casos primero has de

ser. La vida es una inmensa interdependencia. Simplemente eres una parte orgánica del Todo. No estás separado, de modo que ¿cómo vas a ser libre? Pero no estoy diciendo que no seas libre, recuérdalo. ¿Cómo vas a ser libre o dejar de serlo? No eres, no existes en absoluto. Es una inmensa interdependencia y esa interdependencia es la Totalidad, Dios. Pero el ego sigue encontrando medios... He oído: Una vez un gran elefante cruzaba por un puente. El puente era muy viejo y empezó a crujir. Una mosca estaba sentada en la cabeza del elefante, cerca de una oreja, y cuando hubieron pasado —dejando el puente casi destrozado—... cuando hubieron pasado, la mosca le dijo al elefante: 102 —¡Tío! ¡Cómo lo hemos dejado! Pero el elefante no le hizo caso, de modo que la mosca le dijo: —¿Qué ocurre? ¡ Eres tonto o qué! ¿No me oyes? Pero el elefante ni siquiera la escuchó. El Todo es inmenso. Nosotros no somos siquiera unas moscas. La desproporción es enorme, tremenda. No es como la proporción entre una mosca y un elefante; eso no es nada. Nosotros no somos casi nada y el Todo es realmente inmenso. Pero tú sigues intentándolo, insistiendo en que el puente se ha desencuadernado debido a ti. La mosca fue, en cierto modo, muy considerada. Dijo: «¡Tío! ¡Cómo hemos dejado ese puente!». ¡Nosotros! Eso es mucha consideración. Si la mosca hubiera tenido la mente de un hombre, habría dicho: «... yo». Las moscas son muy consideradas. Por lo menos incluyó al elefante. Pero el hombre dice que goza de libre albedrío. Ni siquiera incluye al Todo. Lo descarta por completo. Dice: «Yo». En el mundo han existido dos filosofías: una propugna el libre albedrío. Pero debido a que este concepto es falso, completamente falso, puedes argumentar en su contra, se ha razonado en su contra. Otro bando dice: «Nadie es libre. Sólo somos títeres y los hilos están en unas manos desconocidas. Todo lo que El determina, sucede. Sólo somos esclavos, nada más». Ambos bandos están equivocados. No eres ni esclavo ni libre. Es un poco difícil de entender...: formas parte del Todo porque «tú» no eres. Pero si te consideras separado, te sentirás como un esclavo. Si te ves como una parte del Todo entonces te convertirás en el amo, pero serás el amo junto al Todo, no contra el Todo. Si estás contra el Todo, te conviertes en un esclavo. Si fluyes con el 103 río, te conviertes en el amo. ¡Te conviertes en el río! Si intentas ir río arriba, te vuelves un esclavo. El libre albedrío no existe, ni tampoco la esclavitud. Dependencia e independencia son, ambas, expresiones erróneas. Has de descartarlas por

completo; no has de usarlas. Lo que existe es la interdependencia. Yo existo en ti, tú existes en mí. Así es la vida: existimos en cada uno de nosotros; somos alguien gracias a todos. El aire que estaba en mí hace sólo un momento ha salido y ahora ha entrado en ti. Hace un instante podría haber dicho: «Esto es mi aliento», pero ¿dónde está ahora? El corazón de otro ser vivo está latiendo gracias a él. Por tu cuerpo fluye la sangre... Hace sólo unos días fluía como la savia de un árbol, luego se convirtió en un fruto, ahora fluye por tu cuerpo. De nuevo volverás a la tierra —polvo en el polvo— y, de nuevo, nacerá un árbol. Te convertirás en fertilizante. Y, de nuevo, el árbol vivirá y producirá frutos y los hijos de tus hijos los comerán. Has comido a tus abuelos; los estás comiendo. ¡Y esto continúa sin detenerse! Todo el pasado es comido por el presente. Y todo el presente será comido por el futuro. La vida está interrelacionada, profundamente inter- relacionada. Es como una red. Tú eres simplemente el punto de cruce de dos hilos; no existes. Eres sencillamente un nudo entre dos hilos que se cruzan. Cuando lo comprendes... te ríes, ¡realmente te ríes! ¡Con la carga que has estado soportando! Por eso Jesús dice: «Ven, sigúeme. Mi carga es ligera». Tu carga es muy pesada. Tu carga eres «tú». Jesús dice: «Mi carga es ligera; no pesa». Porque cuando «tú» no eres, no hay peso; la gravedad no actúa entonces. Empiezas a levitar. Te crecen alas. Puedes volar. Olvida las dicotomías: independencia y dependencia; todo está interrelacionado. Si intentas ser independiente, 104 te sentirás dependiente; si intentas ser independiente, fracasarás y te sentirás frustrado, dependiente. Y ambos conceptos son un error. Simplemente mira en tu interior: «tú» no existes. Eres simplemente unos rayos que se cruzan, que crean una red, una trama... Durante unos días estás aquí y luego desapareces. Y entonces, de nuevo, vuelves a aparecer aquí... y desapareces. ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas de nuevo? ¡Al Todo! Desapareces para descansar. Y luego vuelves de nuevo aquí. Llega la primavera y los árboles empiezan a florecer y los pájaros a cantar...: una nueva vida. Y al poco, se va; todo se sosiega. Y de nuevo volverá. Has estado aquí muchas, muchas veces; estarás aquí muchas, muchas veces; pero una vez entiendas que «tú» no existes, que el Todo sigue jugando a través de ti, una vez lo entiendas no habrá ninguna necesidad de volver una y otra vez al cuerpo. Entonces no será necesario; te habrás vuelto consciente, estarás despierto. Entonces no será necesario que te manifiestes. Descansarás en el Todo. A esto lo hemos llamado tnoksha, nirvana. A esto lo hemos llamado «la libertad última». En Occidente eso es muy difícil de entender porque en cuanto piensas en la «libertad» piensas en el libre albedrío. En Oriente siempre que hablas de libertad hablas de liberarte de todo libre albedrío. Libertad quiere decir «liberarte de ti mismo». En Occidente significa «liberarte de todas las barreras, de toda limitación»... pero permaneciendo «tú»; es «tu» libertad. En Oriente, cuando hablamos de libertad, no incluimos en ella al «tú». El «tú» forma parte de la esclavitud, está ligado a la esclavitud. La libertad perdura, no

«tú»; eso es el moksha. No es que «tú» te vuelvas libre; al contrario, te liberas de ti. El «yo» no existe. El «yo» simplemente desaparece. Era un falso concepto, una idea arbitraria. Util, pero falsa. 105 Quinta pregunta:

¿Ha hccho la civilización algún bien? Sí: te vuelve tan pecador que, poco a poco, has de ir volviéndote santo. Te lanza a una sufrimiento tan grande que te ves obligado a empezar a buscar pistas para salir de esa prisión. La civilización es de mucha ayuda. Ayuda a que tú crezcas, ayuda a que comprendas el sufrimiento de la vida. Tan sólo fíjate con lo que ocurre aquí. A mí acude mucha más gente de Occidente que de India. Occidente es más civilizado, más cultivado... y, evidentemente, más desgraciado. Todo el mundo está al borde, al límite, de la locura. Sólo es necesario un empujoncito... Dicen que de cada cuatro personas, tres están al límite de la locura. De cada cuatro personas, una, algún día, se convertirá en víctima del cáncer. De cada cuatro personas vivas —vivas a día de —, de esas cuatro, una va a tener cáncer. La civilización produce el cáncer. Es un gran regalo porque muestra el absurdo de la mente. La civilización hace emerger todo el absurdo de la mente. Una cultura empieza a volverse religiosa solamente cuando es muy civilizada, rica, próspera. Un país pobre no puede ser religioso; no puede permitirse el lujo de ser religioso. Un país pobre cree en el comunismo; un país rico se preocupa por la meditación, por el sanyas. El país pobre piensa en el pan y la mantequilla; el país rico está saturado de todo lo que la civilización, la ciencia o la tecnología pueden dar. Quiere algo más. Cuando las necesidades del cuerpo son cubiertas, surgen las de la mente. Cuando éstas son cubiertas, entonces aparecen las necesidades espirituales. Hay una jerarquía. Si tus necesidades corporales no son satisfechas no te preocuparás 106 por las de tu mente. Cuando tienes hambre no piensas en poesía; no puedes. Es absolutamente imposible. Cuando tienes hambre no puedes pensar en la música. Beethoven no significa nada para ti cuando tienes hambre. Cuando tienes hambre, «belleza» es una palabra sin sentido. Miras una cara bonita... y allí ves un poco de pan. Oí de un poeta que estaba perdido en la selva. Durante tres días no pudo encontrar el camino. Era un gran poeta y había escrito muchas, muchas poesías, muchos hermosos poemas de amor: sobre la luna, sobre las mujeres bonitas, sobre los ríos, sobre las montañas, sobre los mares... Después de tres días sin comer llegó la noche de la luna llena. El la miró y se quedó asombrado. En ella no veía ningún hermoso rostro. Tan sólo un pan, un

chapati... Con las necesidades corporales satisfechas, de repente la poesía, el arte, la música, el baile, la literatura, la filosofía, todo, se vuelve tremendamente fascinante. El corazón oye nuevas llamadas.

Cuando también son satisfechas las necesidades de la mente, por primera vez, Dios, la religión, la meditación y el éxtasis adquieren importancia. Y emprendes su búsqueda. Esta es la diferencia entre esas tres palabras: si todas las necesidades corporales son satisfechas, el país es civilizado; si todas las necesidades de la mente son satisfechas, el país es culto, y si todas las necesidades espirituales son satisfechas, el país es religioso. Hasta ahora, no ha habido países religiosos. A lo sumo, algunas civilizaciones han llegado al punto de la cultura; eso es todo. Hasta la fecha, no ha existido en el mundo un solo país religioso. La gente cree que la India es religiosa, pero ningún país ha sido aún religioso. La India 107 alcanzó una vez un climax cultural, en los días de Krishna, hace 5.000 años, y entonces surgió la necesidad, la búsqueda de Dios. Ahora, América se encuentra casi en la misma situación: ha empezado una profunda búsqueda interior. La civilización ayuda, ayuda mucho, porque hace emerger todas las miserias ocultas de la mente. Y has de reconocerlas, a todas... para transcenderlas. No hay otra manera. Sólo te satisfará experimentar que nada en esta Tierra, nada enfocado al cuerpo o a la mente, te será de mucha ayuda... De acuerdo, han de satisfacerse las necesidades del cuerpo; y luego ¿qué? Disfrutas con la música, con la poesía, de acuerdo... Entonces, un día, de repente te sientes frustrado. ¿Qué es todo esto? Estás jugando con palabras y castillos en el aire. No te proporcionan una profunda satisfacción. Sólo la religión puede satisfacerte; sólo la religión puede contentarte. Ella toca tu centro más íntimo. Pero la civilización crea la situación en la que la religión es posible. Sexta pregunta:

¿Es el Todo consciente de Sí mismo? No; ni consciente ni inconsciente. Ése es el significado de supraconsciente. La inconsciencia es un estado de sueño: no eres consciente de ti mismo. La conciencia es ser consciente de ti mismo: te das cuenta de tu «yo». Pero eso crea una división: el «yo» y la conciencia del «yo». Te conviertes en dos. El Todo ni es consciente ni inconsciente. El Todo es supraconsciente, porque en él no existe división entre ego y conciencia. 108 Y cuando te vuelves uno con el todo, tu tampoco eres consciente ni inconsciente. O eres ambas cosas. Eres inconsciente en cierto modo —porque no hay ningún «yo» del que ser consciente— y consciente en otro —porque estás muy despierto. Si puedes imaginártelo... —pues es difícil de imaginar—, si puedes concebir un estado en el que no exista ningún «yo» sino sólo conciencia —nadie de quien ser consciente, sino sólo conciencia— entonces coexisten el descanso —un descanso a modo de sueño— y la conciencia —una conciencia como cuando estás despierto—. Puedes decir que es ambos, o puedes decir que no es ninguno. Pero has de recordar una cosa: todo lo que tú sabes es irrelevante cuando hablas del Todo. Todo lo que conoces... y conoces dos cosas:

inconsciencia y conciencia, las dos son irrelevantes. O bien las unificas o bien te desprendes de ellas. El Todo es totalmente diferente. No puedes clasificarlo en función de lo que has conocido hasta ahora. Y no se puede decir mucho de él, porque para todo lo que diga tendré que usar tus palabras. Y entonces surgirá la tergiversación. Así que lo mejor es adentrarte en el Todo y conocerlo en vez de plantear preguntas sobre El. Haz preguntas sobre ti porque ahí está el problema... y ese problema tiene que ser resuelto. Con el Todo no hay ningún problema. Olvídate de El. Tan sólo plantea preguntas sobre ti porque éstas sí pueden ser resueltas. Un día, cuando te adentres en el Todo, lo comprobarás. Y no hay otra manera de comprobarlo. Eso —y no es información; es, simplemente, una pista. No la tomes demasiado literalmente— es todo lo que te estoy dando: «El Todo es supraconsciente». Es ambos: consciente e inconsciente... y no es ninguno. 109 Séptima pregunta:

Un artista es un artista en tanto que es creador. ¿Crear no es hacer? ¿No son la mayoría de las formas de arte el resultado de un hacer, de un esforzarse,y no de un «ser»? Si un artista simplemente «fuera», no produciría arte alguno. ¿Es un inundo sin arte lo que persigues? ¿Es ésta la finalidad de la creación? La pregunta ha de dividirse en partes. La primera parte: «Un artista es un artista en tanto que es creador». Entonces no lo has entendido correctamente. Un artista sólo es artista en la medida en que permite que la creación se manifieste. No es «él» el que crea. Si «él» crea, no es un creador. Puede que esté componiendo las cosas, pero no es un creador. Será un técnico, pero no un artista. Por ejemplo: al crear poesía, puedes hacerlo según las reglas poéticas, sin un solo error... pero no será poesía. Puede que la gramática sea perfecta, puede que el lenguaje sea absolutamente correcto, el ritmo, la métrica, puede que todo esté perfecto, pero el resultado será simplemente un cadáver: perfecto, pero sin vida, sin contener alma alguna. Entonces no serás un poeta; a lo sumo, un técnico. «Tú» puedes componer poesía, pero «tú» no puedes crearla. Porque cuando creas, has de desaparecer por completo de la escena. Cuando creas, el Creador crea a través de ti, no tú. Todos los grandes poetas lo saben, todos los grandes científicos lo saben: cuando su «yo» no está presente, algo empieza a fluir a través de ellos; son poseídos. Algo superior fluye, se filtra, a través de ellos; se convierten sencillamente en un instrumento. Un artista es un artista en la medida en que se abre a la creación; él no crea, no es una acción voluntaria. Por eso, toda la antigua poesía es anónima. Nadie sabe quién creó 110 los Upanishads..., hermosos, tremendamente sublimes. Nadie sabe quién hizo las cuevas de Ajanta y Ellora; son anónimas. Nadie sabe quién esculpió en piedra la poesía de Khajuraho; es anónima. Los antiguos artistas lo comprendieron correctamente: no era «su» creación, sus nombres no debían figurar allí. No firmaron sus obras. Dios fue el creador; ellos fueron sólo los vehículos

que El utilizó. Y se sentían agradecidos por haber sido escogidos como vehículos. Los poetas, los artistas, los pintores, los músicos, los científicos, de primera clase, todos, lo saben. Sólo los mediocres lo desconocen. El mediocre es un imitador. Imita a los genios. Entonces él es el ego: «Es mi creación». Ningún artista que se precie se ha autoproclamado «creador». «¿Crear no es hacer?» No. Crear es dejar de hacer. Surgen muchas cosas, pero no hay nadie que las «haga».

«¿No son la mayoría de las formas de arte el resultado de un hacer, de un esforzarse?» No. En el instante en que la mente que persigue metas aparece, surge la fealdad, no el arte, ni la belleza. Cuanto más presente está la mente persiguiendo sus metas, más fealdad hay. Cuando no hay mente, entonces florece la belleza, entonces aparece una gracia que no es de esta tierra. «Si un artista simplemente 'fuera', no produciría arte alguno». No, solamente entonces surgiría el arte. «¿Es un mundo sin arte lo que persigues?» No, el mundo carece ya de arte. Me gustaría un mundo totalmente artístico..., pero hay dos tipos de arte: el arte del técnico —que es un seudoarte— y el arte del artista. Hay demasiado seudoarte en el mundo. El arte realmente auténtico ha desaparecido. Y ha de ser así porque el arte auténtico sólo puede surgir con seres auténticos. ¿Cómo pueden personas que no son auténticas crear auténtico arte? Este fluye a través de ti. La poesía brota del centro más profundo del poeta. Si no existe ese centro, si el poeta no está centrado, 111 si no tiene raíces, si vive en la superficie, ¿cómo va a alimentarse la poesía de lo más profundo de su ser? La poesía siempre será inferior al poeta. Y puede que resultes engañado porque tú tampoco eres auténtico. En un mundo falso en el que las máscaras se han convertido en la realidad y los rostros originales han sido olvidados por completo, donde lo real ha desaparecido, donde las rosas han dejado de florecer en los rosales para ser manufacturadas de plástico en fábricas, donde el hombre mismo ha dejado de ser natural y se ha convertido en algo manufacturado, el auténtico arte desaparece. Me gustaría que el mundo entero rebosara auténtico arte, que vibrara de arte, que viviera el arte, porque ése es el único camino: trascender el arte a través del verdadero arte, del arte real. Si la música es verdadera música, pronto pasarás a la meditación, porque la música te proporcionará sólo un ligero vislumbre de la meditación; nada más. Si es real, te dará un vislumbre; si no es real —como lo es toda la música pop: no real, sólo superficial— te hará sentirte un poco catártico, podrá proporcionarte un cierto estado mental en el que puedas olvidarte de ti mismo, podrá intoxicarte un poco... como el alcohol. Por eso toda la música pop suena tan fuerte: te ahoga. Al sonar tan alta tienes que olvidarte de ti mismo. ¿Cómo vas a recordarte con algo tan fuerte retumbando a tu alrededor? Te olvidas de ti mismo. Es como una droga. La verdadera música te irá volviendo más refinado. Se irá haciendo más y más silenciosa. De hecho, la verdadera música te ayudará a escuchar el silencio en el que todas las notas desaparecen, donde sólo permanecen los huecos. Surge

una nota y desaparece; la otra no ha llegado y hay una separación. En esa separación, la meditación fluye hacia ti. 112 La auténtica música te ayudará a avanzar hacia la meditación trascendiendo las necesidades de la mente y dirigiéndote hacia las necesidades espirituales. La auténtica poesía te proporcionará un vislumbre de la mente de los sabios... aunque sólo un vislumbre. Abrirá una ventana a través de la cual podrás contemplar los lejanos Himalayas. Y entonces surgirá en ti un impulso y empezarás el viaje. El arte no es la meta; es una necesidad de la mente. Ha de ser satisfecha. A través de la ventana del arte surgirá el impulso: verás el lejano horizonte y su belleza se convertirá en una tremenda atracción para ti, te atraerá. La civilización es necesaria para crear el arte, la poesía, la música, la pintura... pero ésas no constituyen la meta; a lo sumo, lugares donde descansar durante la noche. Por la mañana, de nuevo te pones en camino hacia la distante meta. La meta siempre es Dios; nada más te satisfará. Octava pregunta:

Soy novel respecto a tu enseñanza, pero si he comprendido bien, afirmas, más o menos, que el conocimiento obtenido a través de libros es mera información y que como tal es inútil y estéril, que lo importante es el conocimiento interior derivado de la experiencia, el sentimiento más que el intelecto. ¿Por qué entonces publicas libros para vender? Hablo para inducirte al silencio. Utilizo las palabras para conducirte hacia la existencia sin palabras. Los libros son para llevarte más allá; no te aferres a ellos. A lo sumo, son puentes. Pero si construyes tu casa en un puente, eres un necio. ¡Atraviésalo! Ahora mismo no puedes comprender el silencio; sólo puedes comprender 113 las palabras. Tendré que utilizar palabras para entregarte el mensaje del silencio. Entre las palabras, entre líneas, puede que, si te quedas por aquí lo suficiente, un día empieces a oír el silencio. Entonces no serán necesarios. Entonces, quema estos libros, los Vedas, las Biblias y las escrituras. Mis libros también han de ser quemados. Lo has de dejar todo atrás. Pero ahora mismo no estás preparado. Cuando lo estés, ningún libro será necesario. Estos libros no se publican para aquellos que entienden. Esos libros son publicados para aquellos que tienen deseos de entender, pero que todavía no comprenden. Su deseo es hermoso. Se los ha de ayudar. Y si tengo que ayudarte, me he de acercar a ti. Antes de que tú puedas acercarte a mí, yo tendré que acercarme a ti; es la única manera. Antes de que pueda conducirte hasta donde estoy, tendré que bajar hasta donde tú estás. Estos libros no son necesarios. Se publican para ti. Si puedes saltarlos, si puedes obviarlos, si puedes dejarlos a un lado, perfecto... pero no podrás hacerlo porque si no, no estarías aquí. Estás aquí para escucharme. Todavía estás esperando obtener algo si me escuchas. Yo no creo que escuchándome ganes nada. Creo que si me escuchas te volverás capaz de escuchar lo que no es dicho, y eso sí supondrá una ganancia. Nadie gana nada a través de los libros, pero los libros te pueden ayudar a trascender los libros.

Todas las escrituras dicen lo mismo. En los Upa- nishads se dice: «Nayatama pravachanen labhyo —esta alma no puede ser obtenida escuchando sermones— na medhya na bahúna shruten —o mediante la inteligencia, o a través de la lectura—». En otra parte, los Upanishads dicen: «¿Dónde está la meta? ¿Dónde se encuentra la meta? Trasciende las palabras; sólo entonces lo sabrás». El punto donde las palabras se detienen, donde no puedes avanzar más, ése es el punto, la puerta. La Biblia, el 114 Corán, todos ellos existen para ayudarte a que los trasciendas. Si los has estado guardando en tu cabeza, se debe a tu estupidez. No los has entendido, pues dicen: «No te aferres a las palabras, no te aferres a las teorías, a los conceptos, a las filosofías. ¡Todo eso es basura!». Mis libros están para que los trasciendas. Disfrútalos por el camino, pero no te aferres a ellos. Y prepárate para trascenderlos. Novena pregunta:

Ayer dijiste que solamente a través del no-hacer y del «des-aprender» podremos descubrir nuestro verdadero ser. ¿Qué hacer si nuestras profesiones requieren muchos conocimientos? ¡Aprende! Pero limítalo a tu profesión, no dejes que eso se convierta en tu alma. Evidentemente, es necesaria la información. Un doctor tiene que saberse las 707 arterias, los 433 músculos, los 71 huesos, los 230 nervios y miles de cosas más del cuerpo... ¡y sobre todo unos 10.000 medicamentos! Si no, no sería doctor. Pero éste no es el problema. Ha de saber todo esto... pero eso no es conocimiento; eso es información: útil, práctica, pero sin suponer crecimiento alguno en tu ser. Guárdala separadamente. Ha de seguir siendo parte de la memoria. Que no te aplaste. La memoria tiene una tremenda capacidad; todavía no se ha inventado ningún ordenador con tanta capacidad. La memoria de un hombre —si le das el tiempo suficiente— puede memorizar todos los libros que hoy existen en el mundo. La memoria de un hombre puede contener todos los libros. Tiene esa tremenda capacidad. La única condición es 115 que has de guardar una distancia. La información es información; el conocimiento es conocimiento. Saber es algo totalmente diferente. El saber está relacionado con el ser, es la sombra del ser. A través de la información serás útil a otros; a través del saber te Iluminarás. No es una herramienta. En el mundo, en el mercado, la información es necesaria. No es mala. Sólo se pervierte cuando crees que tu información se ha convertido en tu saber. Entonces estás confundido. Sé doctor cuando estés en tu hospital; cuando llegues a casa, olvídate de ello. Estaba en casa de un juez del Tribunal Supremo. El hombre era uno de mis devotos. Su esposa —mientras estaba su marido ausente— me dijo: —Mi marido te ama y tiene mucha fe en ti; ¡ayúdame un poco! Si le dices lo que sea, lo hará. Yo le pedí:

—Dime, ¿qué ocurre? ¿Qué quieres? Ella me dijo: —Dile solamente una cosa: que en casa no ha de ser juez. Incluso en la cama sigue siendo magistrado. Sólo eso. Nos tortura como a nadie. Nunca es un hombre, nunca es un padre, ni un marido; nunca es un amigo. Durante las veinticuatro horas del día es juez del Tribunal Supremo. Y todos estamos asustados... Los niños tiemblan delante de él porque nos mira como si fuéramos delincuentes ante su tribunal esperando ser juzgados. Por favor, haz que toque con los pies en el suelo. Si durante unas horas se olvidara de que es juez del Tribunal Supremo sería una bendición para nosotros. 116 Si eres un buen médico, ¡estupendo! Sé médico en el hospital, pero no mires a tu esposa con los ojos de un médico. Por lo que sé, raramente sucede que los doctores sean buenos amantes; te miran como hacen siempre. Saben tanto sobre el cuerpo que ¿cómo van a amar a una mujer? Saben que contienes toda esa porquería: arterias, mucosi- dades, secreciones... Lo saben. Durante el día entero, enfermedades y más enfermedades. Y cuando miran a su mujer, lo que guardan acumulado se interpone. Los médicos no son buenos amantes. Te resulta difícil olvidarte de tus conocimientos, de tu información. Lo que te estoy diciendo es: en el hospital es necesaria; utilízala, pero que no te utilice ella a ti. Cuando llegues a casa, tírala. De la misma manera que cambias de ropa. No usas la misma ropa que en el hospital; te la cambias, te pones una chaqueta... ¡pues igual! Deja toda la información a un lado; sé un hombre. Y entonces, las dos cosas podrán ir paralelas: la información podrá funcionar como una herramienta y tú crecerás como ser. El ser crece mediante el saber, no mediante los conocimientos. Si puedes tenerlo presente y estar atento, entonces perfecto. El otro día vino un amigo y me trajo muchos libros. Por la mañana, antes de dármelos, me estaba escuchando y se quedó un poco perplejo: soy contrario al conocimiento. Así que por la tarde me dijo: —Te he traído todos estos libros, pero tú estás en contra de todo conocimiento. ¿Qué he de hacer? Yo le dije: —Puedes darme esos libros y traerme cuantos quieras. El conocimiento no puede destruirme. Yo puedo usarlo, pero no me dejo utilizar por él. Esto es lo que has de entender. 117 Décima pregunta:

¿Por qué últimamente llevas todos estos sombreros tan elegantes? ¡Pregúntaselo a los sombreros! Aparecieron de repente. Alguien me los envió; se cruzaron en mi camino. Has de preguntárselo a ellos, no a mí. Y querían ser bienvenidos y respetados.

CAPÍTULO 5 MÁS ALLÁ DEL HONOR Y LA DESHONRA 121 Lao Tse dice:

El que sabe no habla; el que habla no sabe. Él rellena sus aberturas, cierra sus puertas, suaviza sus cantos, desenmaraña sus enredos, atenúa su luz calma su agitación; ésta es la mística unidad. Entonces, el amor y el odio no pueden tocarle; beneficio y pérdida no pueden alcanzarle; honor y deshonra no pueden afectarle. Por eso es siempre el más reverenciado en el mundo. El lenguaje es humano; obviamente ha de estar muy limitado. Es bueno para todo lo objetivo; es completamente inútil para lo interno, para lo interior. El lenguaje puede expresar ciertas cosas, pero no puede expresarlo todo. Si estás sentado a la mesa para cenar, el lenguaje te sirve para decir: «Por favor, pásame la sal». Es práctico. Es útil, pero no puede expresar la Verdad, porque 122 la Verdad no es un bien, la Verdad no es un objeto. No reside fuera de ti; surge en alguna parte en el centro más profundo de tu ser. Podemos decidir cómo vamos a llamar a una cosa; es entre tú y yo; es un contrato. Si ambas partes así lo acuerdan, el lenguaje es absolutamente válido. Pero si algo ha sucedido en mi interior, no es algo entre tú y yo. No puedo indicarte qué es. Y aunque te lo indicara, no lo verías. Así que no hay posibilidad de contrato alguno. La religión está más allá del lenguaje. A lo sumo, el lenguaje puede reflejar lo que no es. No puede expresar la Verdad, sino decir lo que no es. A lo sumo puede ser una negación. No podemos decir qué es Dios porque eso sería limitarlo con nuestras parcas palabras, con nuestros conceptos; a lo sumo podemos expresar lo que El no es. Todas las escrituras sólo reflejan lo que El no es. Eliminan el error, pero nunca señalan la Verdad. Pero si insistes eliminando errores, un día, de repente, la Verdad se te revelará. No es revelada a través del lenguaje, sino a través del silencio. De modo que lo primero que has de comprender —porque se convierte en una gran trampa si no lo entiendes— es que el lenguaje puede ser peligroso; puedes resultar engañado por él. Conoces la palabra «Dios», pero la palabra «Dios» no es Dios. En ella no hay nada divino. La palabra «Dios» es completamente hueca y vacía. No contiene nada. Puedes seguir repitiéndola millones de veces; nada te sucederá. Es un cascarón vacío; carece de sustancia interior. Las palabras no pueden transmitir la experiencia interna. Pudo haber sido la Verdad cuando Jesús habló de ella; para él pudo haber significado algo, pero no para aquellos que lo escuchaban. Has de entenderlo. Si digo: «Samadhi», para mí significa algo; sé lo que es. Pero cuando tú oyes la palabra «samadhi» es simplemente sonido en tus oídos; a lo 123 sumo, puedes entender el significado que aparece en el diccionario. Pero un diccionario no es igual a vivir. No suple el vivir.

El samadhi sólo puede ser conocido entrando en él, convirtiéndote en él; no hay otra manera de conocerlo. Por eso Lao Tse sigue insistiendo: «La Verdad no puede ser expresada y lo que se dice de ella no puede ser la Verdad». Pero él habla porque al menos puede afirmarse eso, esa negativa. Dice:

El que sabe no habla; el que habla no sabe. Al menos puede afirmarse esto. Lao Tse habla... tanto si sabe como si no. Según su propio principio, si sabe no debería hablar. Si habla, entonces es que no sabe, entonces lo desconoce. Y tú te enfrentas a un enigma que no puede ser resuelto: «Si no sabe, ¿cómo puede expresar tan gran verdad?».

El que sabe no habla; el que habla no sabe. Si sabe, entonces ¿por qué habla? Si no sabe, entonces ni siquiera puede fantasear sobre esas profundidades. Trata de entender esta paradoja. Simplemente está eliminando una parte. Lo que dice, lo que está diciendo en estas dos frases —profundamente saturadas de significado, tremendamente importantes— es únicamente esto: «Que no te engañen las palabras». No son la Verdad; pueden parecer la Verdad, pero no lo son. 124 No puedes expresar un momento vivido. Lo vivo sólo puede conocerse viviéndolo. Te enamoras... Entonces sabes lo que es. Puedes leer y leer mil y un libros sobre el amor, puede que sean hermosos libros, incluso pueden haber sido escritos por gente que ha amado, gente que sabe lo que es el amor... pero leyéndolos nunca sabrás lo que es el amor. El amor no es un concepto para entender. Es una experiencia para ser vivida. Cuando se apodera de ti, eres desplazado de tu centro; desapareces. El amor existe, no «tú». No puedes manipular el amor. Puedes manipular conceptos, puedes interpretar un concepto, puedes darle este o aquel significado, pero ¿y con el amor? El amor no puede ser manipulado. No es que «tú» ames; «tú» no haces nada. Es algo que te sucede; de repente, estás en un torbellino. Una fuerza mayor ha tomado posesión de ti. Has dejado de ser tú; te posee. Por eso la gente cree que los enamorados están locos. Lo están. El amor es una bella locura. Es como la locura, tiene la cualidad de la locura, porque eres poseído por él. La gente dice: «El amor es ciego». Y tienen razón: el amor es ciego. ¡Porque el amor tiene sus propios ojos! Los ojos corrientes no le sirven. El amor tiene sus propias maneras de ver, de sentir, de ser. Toda normalidad es abandonada; sales de lo normal. El amor tiene su propia clase de mundo. Alrededor del enamorado se crea un mundo nuevo. Parece estar ciego a todo lo demás, pero en realidad no es ciego. De hecho, por primera vez tiene ojos, ve. Ve interiormente. Sólo puedes saber lo que es el amor enamorándote, convirtiéndote en el amor mismo, no en un amante. Si eres sólo un amante, el amor no ha surgido en ti todavía. Aún permaneces «tú» al mando. Si quieres, puedes dejarlo; si quieres, puedes alejarte. Hay todavía una opción, el amor no

ha surgido; todavía no has sido poseído por él. No lo conoces. Puede que estés siguiendo algún 125 modelo, alguna teoría, sobre cómo amar y cómo no amar. Debes de estar guiándote por determinados condicionamientos. El amor no se ha convertido en tu corazón, no late en ti; sigue siendo parte de tu mente. El lenguaje pertenece a la mente; la experiencia, al corazón. Y el corazón tiene su propio mundo, tiene su propia dimensión. De manera que el amor no puede ser expresado... y la Verdad es aún más profunda que el amor. Has de acordarte de los tres planos. El primero es el mental, el más superficial: el mundo del lenguaje, de los conceptos, de las teorías. Puedes manipularlo muy fácilmente; allí eres el amo. Luego hay un segundo plano, más profundo que el mental: el del corazón. Allí no dominas nada. Te conviertes en un esclavo. No puedes controlarlo. El amor se convierte en el amo; hace de ti su esclavo. Te posee completamente. Pero aún entonces la mente puede decir algo sobre el amor, porque el corazón no está muy lejos de la cabeza; la distancia no es muy grande. La mente puede tener vislumbres, puede mirar atrás, puede mirar hacia dentro y tiene unos vislumbres. Por eso surge la poesía, por eso pintar es posible, la música es posible. Estas son vislumbres del corazón desde la mente. Pero hay una tercera capa de tu ser, la última capa, el verdadero sustrato, el auténtico cimiento. Eso es tu ser. La cabeza es pensamiento; el corazón, sentimiento; el ser es,simplemente, ser. Dios, Verdad, Extasis, 'Nirvana, Iluminación, todos pertenecen al ser. La cabeza ni siquiera ha oído hablar de él. Puede tener un cierto vislumbre de la segunda capa, la del corazón, la del amor, pero ni siquiera ha oído hablar de la existencia de otra capa más profunda que el corazón... El corazón puede obtener algunos vislumbres del ser, porque está más cerca de él. Por eso los enamorados pueden comprender 126 algo —un poco— de la oración. Porque la oración es, sencillamente, como el amor. Cuando Jesús dice: «Dios es amor», está hablando a gente de corazón; está hablando a sus discípulos. Si hubiera estado hablando en una universidad, a profesores universitarios, a académicos, no les habría contado esa tontería de que Dios es amor. Les habría dicho que Dios es matemática, que Dios es lógica, o algo así. Pero estaba hablando a sus discípulos más íntimos, a los más cercanos a él, a los que sentían un profundo amor por él. Por eso les decía: «Dios es amor». Estaba hablando a sus corazones con el lenguaje del corazón. Le estaba indicando a la gente de corazón que hay una meta ulterior. Esa meta ulterior es Dios y donde tú estás se encuentra el amor. Jesús está intentando crear un puente entre Dios y el amor. Por eso dice que Dios es amor, o que el amor es Dios. No hablaba a los jefes religiosos, a los teólogos, a la gente versada en temas religiosas, no; estaba hablando a los pescadores, a los granjeros, a los carpinteros... a la gente que no vive en la cabeza. La gente que vive en el mundo del sentimiento pertenece al

sentimiento. Por eso podía decir que Dios es amor. El corazón puede alcanzar ese pequeño vislumbre. Así que el primer paso es desde la cabeza hasta el corazón. Y el segundo paso es desde el corazón hasta el ser. No puede decirse nada sobre el ser, porque ni siquiera es posible decir nada sobre el corazón. Nada puede decirse sobre el ser. Tienes que moverte, tienes que vivirlo para conocerlo. No existen atajos hacia él. Dice Lao Tse:

El que sabe no habla. 127 Todos los que han sabido no han hablado. Pero no te lo crees, porque Buda estuvo hablando continuamente durante cuarenta años. Todos los días, durante cuarenta años. No hizo más que hablar y hablar. Y, no obstante, todos los que lo conocieron afirman que nunca dijo una sola palabra. Yo continúo hablando todos los días, pero aquellos de entre vosotros que me conocen saben que no he dicho una sola palabra. Todo lo que se dice son, simplemente, indicaciones. No dicen nada en sí. Son como una red, la red de un pescador, para que aquellos que viven en la cabeza puedan ser cogidos. Una vez son atrapados, el lenguaje deja de ser útil. Entonces su corazón empieza a latir, entonces surge la comunión —no una comunicación, sino una comunión— entre Maestro y discípulo; entonces sus corazones empiezan a latir al mismo ritmo; entonces respiran al unísono. Entonces no es necesario decir nada; entonces todo se entiende sin decir una palabra. Todos estos discursos son una preparación para el silencio. Y sólo en el silencio se te puede comunicar la Verdad. Bodhidharma fue a China, hace ya muchos siglos, buscando a un discípulo. Tenía algo en su interior que entregar y sus días estaban contados; pronto tendría que abandonar su cuerpo. Estaba buscando a alguien con quien fuera posible la comunión. La India estaba llena de grandes eruditos, pero tuvo que ir a China para encontrar a alguien que pudiera comprender el lenguaje del corazón, el lenguaje del silencio... que no es en absoluto un lenguaje. Esperó durante nueve años y entonces llegó su discípulo. Nadie sabe lo que sucedió entre ellos, nadie puede saberlo. Pero algo fue transferido. Bodhidharma entregó todo lo que tenía a Hui-Neng. Y entonces nació la tradición zen. 128 Actualmente, la gente continúa diciendo que Bodhidharma transfirió el Zen a Hui-Neng. Fue una transmisión sin escrituras, una comunicación sin palabras. Aunque hubieras estado allí presente, no te habrías dado cuenta de lo que fue transmitido. Fue un salto del ser; de un ser a otro ser. Hui-Neng estaba abierto y Bodhidharma se introdujo en él. Dijo algo que no puede ser dicho, que no puede ser expresado con palabras, sino con el ser. Fue transferido existencialmente... y ése ha seguido siendo el sistema. Desde entonces, los Maestros zen siguen comunicando su palabra última sin palabras. Sucedió que un Maestro zen se estaba muriendo. Llamó a su discípulo más querido y le dijo:

—Ha llegado el momento y debo entregarte la escritura que he estado custodiando desde hace mucho tiempo. Mi Maestro me la entregó cuando se estaba muriendo y ahora soy yo el que se muere. Cogió un libro, un libro que había estado escondiendo bajo su almohada. Todo el mundo lo sabía, pero a nadie le había permitido echarle una ojeada. Guardaba un gran silencio al respecto. Cuando iba al baño, se llevaba el libro con él. A nadie le había permitido ver lo que contenía y todos sentían curiosidad, una tremenda curiosidad. Y ahora había llamado a aquel discípulo y le había dicho: —Ha llegado el último momento y tengo que entregarte la escritura que me dio mi Maestro. ¡Guárdala! Consérvala tan cuidadosamente como te sea posible. Protégela para que no sea destruida. Es un valioso tesoro. Si se pierde, se perderá para siempre. El discípulo se rió y le dijo: —Todo lo que ha de alcanzarse lo he alcanzado sin esta escritura. ¿Para qué la necesito? Puedes llevártela contigo. Pero el Maestro insistía. El discípulo le dijo: 129 —De acuerdo. Si insistes, entonces lo acepto. Y el Maestro le entregó el libro. Era una tarde invernal, muy fría y el fuego ardía en la habitación. El discípulo cogió el libro y sin ni siquiera mirarlo, lo lanzó al fuego. El Maestro se levantó gritando: —¿Qué haces? Y el discípulo gritó aún más fuerte: —¿Qué estás diciendo? ¿Conservar un libro? El Maestro empezó a reírse y le dijo: —Has pasado el examen, ¡Si lo hubieras querido conservar, habrías fallado! Y no había nada en él. Si te he de decir la verdad, estaba completamente vacío. Simplemente era para ver si eras capaz de comprender el silencio o si seguías aún aferrándote a las palabras, a los conceptos, a las teorías, a las filosofías. Todas las filosofías, todo lo expresable, es como la antesala, el porche, de un palacio. Todas las tardes te veo en el darshan, en el porche... porque las preguntas sólo pueden ser resueltas en el porche. Una vez estás preparado, deja de haber preguntas y puedes entrar en el palacio. ¿Has oído alguna vez el nombre de Zenón, un sabio griego? Fue el fundador de la filosofía estoica. Como yo, enseñaba en el porche. La palabra «estoico» proviene de la palabra griega «stoikas», que a su vez procede de «stoa», que quiere decir «porche». Durante toda su vida estuvo enseñando en el porche y la gente le decía: —Tienes una casa muy bonita... ¿por qué enseñas en el porche? Y él les contestaba: —Toda enseñanza es, sencillamente, como un porche; cuando estás listo para escuchar el silencio, entras en el templo. Entonces no hay nada que decir. 130 Al proceder de la palabra «stoa» —porche— toda su filosofía es conocida como «estoicismo».

Todas las palabras son, a lo sumo, porches; te llevan hacia el templo interior. Pero si te aferras a ellas, entonces permaneces en el porche... y el porche no es el palacio. Lao Tse te está diciendo algo que es como un porche, una puerta. Si lo entiendes, te desharás de todas las palabras, del lenguaje; en realidad, de toda la mente. Allí donde dejas tus zapatos en el porche, también debes dejar tu mente. Sólo entonces penetrarás en el templo más profundo del ser.

El que sabe no habla. Y aunque hable, habla para decir sólo eso. Aun cuando hable, lo hace exclusivamente contra el hablar. No quiere decir nada con sus palabras, sino simplemente destruir todas las palabras que hay en ti. Su discurso es destructivo. Quiere crear un vacío dentro de ti y, evidentemente, las palabras sólo pueden ser destruidas con palabras. El veneno sólo puede ser vencido por el veneno. Tienes una espina en el pie y necesitas otra espina para sacarla. Todo lo que estoy diciendo es como una espina para arrancar las espinas que ya están clavadas en tu ser. Una vez éstas son extraídas, la segunda es ya inútil. Tiras las dos. Todas las palabras son utilizadas por Aquellos-que- Saben para extraer otras palabras que han arraigado en ti. Una vez estés vacío, se acabó. En la India hubo un gran hombre, alguien muy singular. Puedes contar con tus dedos los hombres como él. Su nombre fue Nagarjuna. Lo contradijo todo, argumentó contra todo, criticó todas las teorías. Y la gente se quedaba perpleja. Le preguntaban: 131 —De acuerdo; todo lo que dices es verdad, pero ¿cuál es tu punto de vista? Y él les decía: —No tengo ningún punto de vista. Estoy aquí sólo para destruir las teorías. No tengo una teoría con que reemplazarlas. Sea cual sea la tuya, ven y te la rebatiré destruyéndola. Pero no me pidas otra para reemplazarla porque no tengo ninguna. Te quedas vacío... y es perfecto; no hay ninguna necesidad de hacer nada. Si crees en Dios, Nagarjuna te rebatirá a Dios. Si no crees en Dios y eres ateo, él te rebatirá el ateísmo. Si crees en un alma, él es enemigo del alma. Si no crees en un alma, entonces también es tu enemigo. Si le preguntases: —¿Cuál es tu filosofía? El se encogería de hombros y simplemente te diría: —Ninguna. ¡Estoy aquí para destruirlas todas! Aquellos-que-saben hablan sólo para destruir, para que únicamente quede el vacío. En ese vacío surge la comunión. La palabra «comunión» significa «alcanzar la unión». Entonces surge una profunda unidad y en esa unidad lo que no puede ser dicho puede ser comunicado. No es necesaria ninguna palabra, ni siquiera gestos. Simplemente es transferido sin escritura alguna.

El que sabe no habla; el que habla no sabe. Él rellena sus aberturas... Ahora te está diciendo qué hacer, cómo alcanzar ese silencio que conoce la Verdad, cómo alcanzar ese vacío en

132 el que la Verdad desciende sobre ti, en el que te conviertes en un vehículo y Dios toma posesión de ti. Te transformas en un templo y Dios aparece y se establece en ti.

Él rellena sus aberturas... La mente tiene muchas aberturas a través de las cuales es constantemente rellenada y reabastecida. Siempre estás mirando... ¿Qué miras? No miras nada en particular; simplemente miras. Observas todo lo que pasa por tu lado, lo miras. A través de los ojos la mente anhela almacenar toda la información que pueda. La mente es curiosa: te fijas en los anuncios de las fachadas aunque pasas ante la misma fachada todos los días; los lees una y otra vez. Ya sabes lo que dicen, los has leído muchas veces, pero de nuevo, cuando pasas por allí, inconscientemente, como un robot, vuelves a leerlos. Continúas recopilando información para la mente; la mente necesita ser alimentada con información. Es un ordenador que constantemente está pidiendo: «Tengo hambre; dame más conocimientos». Los conocimientos son la comida de la mente, se alimenta de ellos. Los oídos continúan escuchando todo lo que sucede. Todos los sentidos son las aberturas a través de las cuales la mente sigue buscando más y más conocimientos. Incluso conocimientos completamente inútiles. Ni siquiera puedes imaginarte para qué te van a servir. Pero la mente sigue acumulándolos en la esperanza de que algún día, quizá, pueda usarlos. Y ese día nunca llega. Dice Lao Tse:

Él rellena sus aberturas... 133 Si quieres alcanzar el silencio, llena sus aberturas. Abre los ojos sólo cuando sea completamente necesario. ¡Mira tan sólo cuando te sea absolutamente necesario! Si no, no lo hagas. Pasa de largo, sin mirar. Mantén los ojos vacíos. Contempla el mundo con los ojos vacíos, de manera que no estés mirándolo, que no mires nada. Cuando te encuentras con un Iluminado puede que tengas esa sensación. Te mira, pero no te está mirando. Mira y no mira. Sus ojos son espejos vacíos. Ni es indiferente, ni está interesado. Oye y no oye. Si dices algo, lo oye, pero si te detienes a la mitad no siente curiosidad por conocer la media frase restante. Aunque te detengas a mitad de frase, él lo toma como punto final. ¡Se acabó! No siente curiosidad. Entonces la mente deja de acumular. En los monasterios tibetanos, siempre que un nuevo discípulo quiere ingresar en uno tiene que sentarse a la puerta durante veinticuatro horas, a veces incluso durante cuarenta y ocho horas e incluso en ocasiones más tiempo aún... hambriento, con los ojos cerrados. El Maestro pasará muchas veces por la puerta, pasarán los discípulos, otras personas vendrán e irán y él tiene que permanecer allí sentado con los ojos cerrados. Ese es el primer examen: ha de ser capaz de olvidarse de la curiosidad. Si no lo hace así, querrá mirar y ver quién va y quién viene, deseará abrir los ojos para ver quién ha venido, quién ha pasado; sentirá curiosidad. Si una persona es tan inquieta y curiosa que no

puede mantener los ojos cerrados durante veinticuatro horas, entonces será rechazado por el monasterio. Incluso cuando los niños pequeños quieren ingresar en un monasterio tienen que pasar por esta prueba. Pero si eres capaz de mantener los ojos cerrados durante veinticuatro horas, es una hazaña, porque la mente es tan inquieta y anhela tanta información que, si no se 134 la suministras, empieza a presionarte. En realidad, comienza a morir. Por eso, la suspensión sensorial puede convertirse en la muerte de la mente. Se han hecho y se siguen realizando muchos experimentos en todo el mundo sobre la suspensión sensorial. Cuando se priva a tus sentidos de su comida habitual, el tiempo parece no tener fin. Pasa realmente una hora y crees que ha transcurrido una eternidad. Se te permite estar totalmente cómodo, descansando en un tanque hecho a modo de útero materno, en agua tibia, flotando, sin ansiedad alguna, con la oscuridad rodeándote... ¡Qué hermoso! Sin ninguna preocupación, simplemente te relajas de nuevo en el útero... pero al cabo de unos minutos empiezas a sentir una profunda inquietud. La mente pide un suministro constante de comida. La suspensión sensorial ha sido uno de los métodos más utilizados en Oriente. Aquel que desea alcanzar el éxtasis, el samadhi, tiene que aprender a vivir sin esa ansia constante de la mente por ser alimentada. Estás haciendo dos cosas simultáneamente... La gente viene a mí y me dice: —Nos gustaría librarnos de la mente. Sólo es angustia y nada más. Un infierno. Pero si yo les digo: —Entonces, cierra tus aberturas cada vez más. Te resultará difícil porque por una parte quieres que la mente muera y, por otra, continúas alimentándola. Yo envío a la gente a un retiro de veinte días de silencio. Realmente, a los cuatro o cinco días, viven un infierno. No hacen nada; sólo se les permite estar sentados con los ojos cerrados, con los oídos tapados. Pueden moverse, caminar —pero sin mirar a su alrededor; tan sólo fijándose en los dos o tres metros de camino que hay delante de ellos—, comer, descansar. Nada en particular, sino simplemente 135 relajar los sentidos, cerrar las aberturas... Después del cuarto o quinto día, la mente empieza a rebelarse. Si son capaces de continuar entonces, aproximadamente al decimocuarto o decimoquinto día, la mente empieza a aceptar el hecho de manera análoga a cuando le dices a una persona agonizante en el hospital: «Te estás muriendo»; lo niega y lo rechaza, pero poco a poco lo va aceptando. Al no poder hacer nada para remediarlo, lo acepta y al hacerlo, la preocupación desaparece. Entonces se relaja. Tras el decimocuarto o decimoquinto día, si continúas y te mantienes indiferente al martilleo constante de la mente deseosa de buscar más alimento para sí misma, la mente se relaja. Y una vez se relaja, en tu interior tu ser empieza a florecer. La mente es la que esclaviza al ser.

Trata de vivir dependiendo de los sentidos tan mínimamente como te sea posible. Mulla Nasrudin vino una vez a mí. Oyéndome hablar de meditación, se interesó. Le dije que primero, durante un año, se mantuviera sentado con los ojos cerrados, sabiendo perfectamente —conociéndolo bien— que le resultaría imposible. El me dijo: —Pero no cerraré los ojos. Yo le dije: —¿Me has entendido? ¿Está o no está claro? ¡Cierra los ojos! De manera que los cerró un poco, a medias, los mantuvo entreabiertos, y me dijo: —No puedo hacer más que esto. Yo le dije: —¿Por qué? El me contestó: —Soy un hombre del camino medio. A lo sumo puedo medio cerrar mis ojos. No puedo cerrarlos por completo. 136 ¿Quién sabe lo que puede pasar? Puedo perderme algo bonito. Por eso no puedo hacerlo. Puedo dejar los ojos entreabiertos, medio cerrados y medio abiertos, atentos a lo que ocurra. Y siguió diciendo: —Estoy absolutamente de acuerdo con aquella vieja señora que acudía a la iglesia: siempre que se mencionaba el nombre de Dios, se arrodillaba. Eso estaba bien, pero el sacerdote se inquietó un poco porque siempre que se mencionaba el nombre del diablo, también entonces se arrodillaba. Un día, el sacerdote no pudo contener su curiosidad. Después de que la congregación saliera, se acercó a la vieja? dama y llevándola fuera de la iglesia le preguntó: «¿Qué le ocurre? ¿Por qué hace esto? Puedo entender que cuando se menciona el nombre de Dios se arrodille, pero ¿por qué cuando se menciona el nombre del diablo también se arrodilla?». Ella le contestó: «Nunca se sabe. Puede serme útii algún día». Mulla Nasrudin me dijo: —Soy estrictamente un hombre del camino medio Me arrodillo ante Dios... y también ante el diablo; uno nunca sabe. Quizá pueda serme útil. La gente continúa intentando pactar con la mente. Pero no puedes ganar. Si pactas, la mente ganará. Todos los pactos son derrotas en el mundo interior. Si decides que te gustaría conocer el centro más profundo de tu ser, entonces ésta es la manera:

... rellena sus aberturas, cierra sus puertas, suaviza sus cantos, desenmaraña sus enredos, atenúa su luz 137 calma su agitación; ésta es la mística unidad. Entonces descubrirás Eso que es Uno. Ésta es la mística unidad, la comunión. Te lo repetiré de nuevo:

...rellena sus aberturas... Utiliza tus sentidos tan poco como te sea posible. Y si te fijas, verás que los estás usando innecesariamente; el 99 % de las veces puedes dejar de usarlos. Con un 1 % es suficiente. Y te sorprenderá descubrir que cuando utilizas tus sentidos al mínimo se vuelven muy agudos. Porque toda la energía se concentra. Cuando no vas mirándolo todo y a todos, de repente ves la rosa claramente, sin nubes. Si no, sigues fijándote en todo, en todas las cosas, en tantas cosas que la rosa es tan sólo una cosa más. La rosa no puede florecer para ti, para tus polvorientos ojos. Vas y miras a tu hijo, pero en realidad no lo ves. Mantienes ante tus ojos una pantalla constituida por tantas y tantas experiencias... tus ojos están ya llenos. ¿Cómo vas a ver la cara de tu hijo? Si la vieras, verías en ella el rostro de Dios. No ves florecer a la rosa; si la vieras florecer, la rosa habría desaparecido y habrías contemplado el florecimiento de lo divino. Si no utilizas tus sentidos innecesariamente, tus ojos se mantendrán limpios, frescos, receptivos. Cuanto más utilices tus sentidos, más cansados y aburridos estarán. Perderán su agudeza, perderán su sensibilidad; se irán embotando más y más. 138

... rellena sus aberturas, cierra sus puertas... Cuando descubras que tu mente ha abierto una puerta para entrar en el mundo, ciérrala. La mente dispone de muchos ardides para adentrarse en el mundo. Simplemente fíjate por dónde huye entrando en el mundo. Freud descubrió que la mente funciona de manera completamente asociativa. Esa es una puerta... Observas a un perro y, de hecho, deberías limitarte a observarlo sin ir más allá. De repente, recuerdas el perro que conociste en tu niñez, recuerdas que perteneció a una muchacha y que estabas enamorado de ella... y así sigues sin parar. Ahora este perro, el hecho en sí, lo que tienes ante ti, desaparece; simplemente ha funcionado como una llave y te has puesto en marcha: te enamoraste de esa muchacha, pero no pudiste conseguir su amor... Luego aparecen todos los demás anhelos, todas las otras muchachas; una cola interminable. Y así vas saltando de una cosa a otra. Desde cualquier punto la mente se lanza a un mundo de locura en un proceso que no tiene fin. Freud utilizó esta puerta —la asociación del pensamiento— en su método psicoanalítico. Por eso, el psicoanálisis se prolonga durante años y años, de hecho, sin resultado alguno. Puedes continuar y así para siempre. Una cosa lleva a otra, un pensamiento lleva a otro... y hay millones y millones de pensamientos. He oído: Mulla Nasrudin estaba enamorado de una mujer. La invitó a su casa y cuando estaban en la cama, descansando, relajados, la mujer le dijo: —Nasrudin, ¿cuántas mujeres han estado aquí, en tu cama, antes de mí? 139 Nasrudin guardó silencio. Pasaron los minutos, pasó casi media hora, y entonces la mujer le dijo: —¡Todavía estoy esperando tu respuesta!

Nasrudin le contestó: —¿Qué crees que estoy haciendo? ¡Todavía estoy contando! Así es como todo está relacionado. Si empiezas a contar, si empiezas a asociar, el proceso no tiene fin. La asociación es una puerta. Y hay muchas puertas. Tendrás que descubrirlas. Y siempre entras por las mismas puertas y te metes en los mismos problemas sin darte nunca cuenta de que se ha convertido en un proceso repetitivo, un círculo vicioso. Continúas moviéndote en círculos. Cierra todas las puertas. Al principio será difícil porque te parecerá que te estás suicidando. El samadhi es como el suicidio. La única diferencia es que ningún suicidio es tan completo como el satnadhi. Pero no sólo es un suicidio, sino también una resurrección. Es una cruz y una resurrección. Lo viejo muere y nace lo nuevo. Y entonces desaparecen los problemas, entonces puedes regresar al mundo... pero regresas siendo totalmente diferente. Entonces el mundo no te perturba. Entonces no hay ningún problema. Entonces puedes utilizar los ojos y oídos y hacer lo que quieras hacer porque nada te perturba. Una vez te has asentado, arraigado y centrado en tu ser, nada te perturba. Permaneces en el mundo y el mundo no está allí. Te adentras en la noche más oscura y la luz interior nunca te deja. Vives alumbrado por esa luz interna; ahora con la oscuridad exterior no hay problema. 140

... cierra sus puertas, suaviza sus cantos... La mente es muy astuta, sagaz, lógica. Es una gran racionalizadora. Justifica todo lo que quiere hacer. Todas esas razones son falsas. Si las examinas con detenimiento verás que no son razones, sino racionalizaciones. Quieres estar enfadado... y encuentras una excusa. La excusa no es la causa, pero te engañas a ti y a los demás justificando tu enfado con ella. Esa excusa era simplemente una excusa; la racionalizaste. Vienes a casa tras haberte enfadado con el jefe y entonces saltas sobre tu esposa. Ya te encontrabas nervioso, enfadado, hirviendo de rabia, pero te era difícil volcarla sobre el jefe; podías haber tenido que pagar un precio demasiado alto. No valía la pena. Pensaste: «Es mejor callarse». Contuviste tu ira, continuaste sonriendo, seguiste meneando la cola. Y entonces llegaste a casa. Tenías que proyectarla sobre alguien, tenías que encontrar el eslabón más débil de tu vida sobre el que proyectarla sin tú perder nada. Y la volcaste sobre tu esposa, o sobre tu hijo. O si eres un marido calzonazos como lo son casi todos los maridos y tu esposa es también el jefe y no pudiste volcarla sobre ella, la proyectaste sobre tu perro, tu gato, o rompiendo la radio, o lo que fuera, o volviéndote loco al coger el coche... Puedes entregarte por completo a tu ira e ir pisando el acelerador más y más. Actualmente, los psicólogos dicen que casi el 50% de los accidentes de automóvil ocurren debido a nuestros enfados. No son debidos al tráfico, sino que guardan relación con el tráfico interno de la mente, ¡El 50%! ¡Es demasiado! Si estás enfadado empiezas a circular a más y más velocidad. Estás deshaciéndote de tu ira a través de la velocidad... pero puede que pienses: «¡Qué brisa más buena! ¡Qué

141 mañana tan hermosa! Me gustaría darme una buena vuelta». Es tan sólo una excusa. Las mañanas son hermosas todos los días, no sólo hoy. Y cuando alguien te adelanta o intenta adelantar a tu automóvil... Una vez me ocurrió viajando yo con un amigo. El conducía y de repente me di cuenta de que estaba conduciendo demasiado rápido y que además —yo me iba fijando en los indicadores— íbamos en la dirección equivocada, de modo que le pregunté: —¿Qué sucede? El me dijo: —¡Tranquilo! Sólo media hora más. Así que esperé. Y me di cuenta de lo que estaba haciendo: estaba intentando dar alcance a un automóvil que había adelantado al nuestro. Cuando le hubo adelantado, detuvo el automóvil y dijo: —Ahora podemos ir hacia donde íbamos. ¿Qué se creía ese tío? Nunca volví a viajar de nuevo con aquel hombre. ¡Estafea loco! Pero él lo racionalizó diciendo: —Si cedes en las cosas pequeñas, empiezas cediendo en las cosas grandes. A lo que añadió: —Nunca cedas en nada. ¡Pelea, te cueste lo que te cueste!... Porque la vida es una lucha, la supervivencia del más apto. Llegábamos tarde; la gente me estaba esperando en otro pueblo al que llegamos dos horas tarde... pero él tuvo que enfrentarse con aquel desconocido, que quizá ni siquiera se diera cuenta de lo que estaba pasando. Y pudo 142 habernos matado —a mí y a él— simplemente porque estaba enfadado. La mente sigue buscando justificaciones... y las llama «razones». No son «razones».

... suaviza sus cantos... Intenta desenmascararlas... y cuanto más lo intentes, más suavizarás los cantos. Entonces, de repente, te darás cuenta de toda la irracionalidad de la mente que continúa insistiendo: «¡Soy racional!». Uno de los más grandes descubrimientos de este siglo es que el hombre no es racional. Aristóteles definió al hombre como un «animal racional». Nos llevó veinte siglos descubrir la verdad. Y se lo debemos a Freud. Él descubrió que el hombre no es en absoluto racional. Es un animal racionalizador, no racional. En realidad, las razones no existen, aunque él continúa buscándolas. Continúa creando una falsa fachada de razones alrededor de sus instintos inconscientes. ¡Obsérvalo y pronto te darás cuenta! Y una vez lo veas, se suavizarán los cantos de la mente. Entonces no parecerá tan aguda, tan diestra, tan inteligente. Y no lo es; no existe ninguna mente inteligente. La mente no puede ser inteligente; la mente es mediocre. La característica de la mente es la mediocridad.

Simplemente observa a la gente a la que se califica de «genio», «con talento», «muy inteligente». Uno de esos grandes genios —puede que incluso haya obtenido el Premio Nobel— se levanta por la mañana y descubre que sus zapatillas no están en el lugar habitual... y se vuelve loco. ¡El gran genio! ¡Y porque sus zapatillas no estaban en el lugar habitual cuando despertó ha echado a perder el 143 día entero! ¡Se ha enfadado con todo el mundo! Y puesto que sus zapatillas no estaban en el lugar debido, alguien pagará las consecuencias. ¡Y llamas a este hombre «genio»! Sucederán muchas cosas de las que se derivarán impensables consecuencias: acudirá enfadado a la oficina; enfadado, hablará con la gente; creará una cadena de enfados. Y cada enfado conduce a otro más profundo. Puede que haga algo de lo que se arrepienta después. Y todo porque sus zapatillas no se encontraban en el lugar correcto. ¡Y llamas a este hombre «genio»! ¡Y lo consideras muy, muy inteligente! Puede que sea muy listo, pero no es sabio. Puede ser listo, pero no inteligente. Puede ser un erudito, pero no posee la capacidad de «saber». ¿Qué importancia tiene que las zapatillas no estuvieran en el lugar correcto? No; eso es simplemente una nueva excusa. Puede estar relacionado con otras cosas: quizá por la noche sufrió una pesadilla, tuvo miedo y se levantó temblando... y entonces vio que las zapatillas no estaban en el lugar correcto. Ahora toda su ira se focaliza en este hecho. Puede que lo pague con su sirviente, puede que lo despida, o que eso se convierta en la causa de su divorcio. Quizá creas que voy demasiado lejos... pero no. He observado muchos divorcios y nunca he encontrado buenas razones que los justifiquen. Simplemente es así, por nimiedades. En la vida no cuentan las grandes cosas, sólo las nimiedades.

... suaviza sus cantos, desenmaraña sus enredos... La mente está muy enmarañada, encadenada y atada, llena de asociaciones; es una red, una red de locura. Todo se va almacenando en la mente y enmarañándose más y más. Cuantas más cosas sabes, más confusa se encuentra la 144 mente, porque todo lo que vas añadiendo se lo añades a su confusión.

... desenmaraña sus enredos... Intenta ver las cosas más claramente, trata de ver esa confusión. Observa la confusión. Conviértete en un observador y no te identifiques con ella. Distánciate un poco de tu mente. Crear esta distancia es convertirse en sanyasin; crear esta distancia es crear la posibilidad de evolucionar internamente. «Desenmaraña sus enredos...» ¿Cómo lo harás? Si intentas desenmarañarlos, nunca lo conseguirás. La única manera de hacerlo es creando una distancia. Debes de haberlo observado muchas veces, aunque puede que no le hayas prestado atención: cuando otro es el que tiene problemas, siempre sabes dar buenos consejos. Si eres tú el que tiene esos mismos problemas, entonces no

demuestras tanta sabiduría. ¿Por qué? ¿Por qué sucede? ¿Por qué funciona tan bien tu inteligencia cuando es otro el que está en dificultades? Porque hay una distancia. Estaba leyendo la biografía de una gran actriz: Sarah Bernhardt. Una vez, estaba en el teatro. Había una actriz novel en escena y esa actriz debutante se identificó tanto con su papel, con la obra, que se olvidó por completo de que era actriz. Empezó a sollozar, a llorar a moco tendido, y se sumergió tanto en ello que tuvo que ser retirada del escenario a mitad de obra, simplemente porque se había olvidado por completo de que estaba interpretando un papel, de que era actriz. Se implicó como si aquello fuera su vida. Cuando Sarah salió, llamó a la debutante y le dijo: 145 —Cuando lloras, el público no llora. Debes llorar, pero guardando una distancia. No debes identificarte con la acción. Y ésa debería ser la clave de toda tu vida porque la vida no es más que un gran drama. El escenario es inmenso, pero no es más que una comedia. Has de mantener una distancia. Todo lo que sucede, sucede en la obra, en el drama. Tú eres el testigo; no debes identificarte. Si te identificas, te enredas. Si permaneces distante, si eres capaz de observar desde la distancia, tu mente nunca se sumirá en la confusión. Si te mantienes a distancia, tu mente se mantendrá transparente como el cristal. Toda la confusión surge por tu identificación.

... atenúa su luz No lo consideres todo bajo la luz de la mente, bajo el resplandor de la mente. Disminuye su luz. Mira también las cosas desde el corazón. Lleva la luz suave del corazón a ellas; obsérvalas también bajo la luz del amor. No lo consideres todo exclusivamente desde un punto de vista lógico. No seas demasiado lógico. A veces necesitas también ser ilógico; sólo entonces puedes guardar el equilibrio. Sé racional... y también irracional. Porque eres ambos. Tienes que guardar ese equilibrio. Hay momentos de sensatez y también necesitas algunos momentos de locura. Sé un matemático, pero, a veces, también vuélvete loco con la música. Sé calculador, pero en ocasiones también baila. Trabaja, pero juega también... para no desequilibrarte. Si la mente se convierte en tu única manera de ver las cosas, entonces su luz es excesiva, es destructiva. Entonces, su resplandor mismo no te permitirá ver las cosas como 146 son realmente. Es como cuando miras al sol y luego los objetos: todo parece oscuro y no lo ves como es.

... calma su agitación... La mente está constantemente agitada en su interior. Es un caos continuo; una tormenta que no cesa. Deja que se calme; si no, no te permitirá escuchar la música más dulce de la vida, no te permitirá contemplar las maravillas de la vida, no te permitirá sentir. Y ¿cómo calmar esa agitación en ti? ¿Qué hacer? Si miras en tu interior y descubres allí agitación, simplemente siéntate a la orilla... No te metas en ella. El río está discurriendo y tú te sientas a su orilla y

lo dejas fluir. No hagas nada. Aprende el arte de hacerlo todo sin hacer nada. Simplemente siéntate y observa. Realmente es un gran secreto. Si eres capaz de ver y observar la agitación de la mente, poco a poco, ella misma se irá calmando. Es como cuando entras en tu casa y levantas polvo; luego te sientas y el polvo del aire desaparece por sí mismo. Si empiezas a querer limpiar el polvo, levantarás más. Así que no te metas, no intentes calmar la agitación. ¿Quién lo intentará? ¿Cómo intentarás hacerlo? Revolverás capas aún más profundas. No hagas nada; tan sólo siéntate. Y sentarse así es meditación. En Japón, llaman a la meditación «za-zen». Za-zen significa «simplemente estar sentado sin hacer nada». Un monje zen se sienta de seis a ocho horas, todos los días, simplemente sin hacer nada. Y sólo por sentarse así durante unos días, durante unos meses, la mente se va calmando por sí misma. Los locos son llevados a los monasterios zen. Allí no les hacen nada, no les dan ningún tratamiento. Simplemente 147 los ayudan a que se calmen por sí mismos. Les dan de comer, no los molestan, no les dan ninguna disciplina. Los albergan en cabañas apartadas cuidando de que sus necesidades estén cubiertas y diciéndoles que se queden allí sentados, o de pie, y que no se preocupen. A los veintiún días, los locos se calman. Su agitación desaparece. Ahora los psiquiatras occidentales se van interesando por ello porque son incapaces de lograr, en años, esos mismos resultados. Y utilizan electroshocks, shocks insulínicos, esto y lo otro... ¡y crean aún más agitación! Y aunque, en cierto modo, ayuden, lo hacen a costa de que el hombre pierda su conciencia. La locura es reprimida, pero el hombre también pierde su viveza. Después de un electroshock no eres de nuevo el mismo hombre. Y si la descarga ha sido muy fuerte, entonces pierdes también algo de inteligencia. La locura habrá desaparecido, pero tu carácter resultará afectado permanentemente. Realmente no es una ganancia, o bien es una ganancia a un alto precio. Puedes volverte normal, se te puede forzar a ser normal, pero también te volverás un poco tonto. En los monasterios zen no hacen nada. Conocen el gran secreto de Lao Tse: «No hagas nada. Simplemente siéntate, simplemente observa». Todo se va calmando por sí mismo. ¿Por qué? Porque permanecer agitado es antinatural. Esta es la ley. Si no haces nada, todo se calmará a su tiempo. ¿Cómo pueden mantenerse permanentemente agitadas las cosas? Te sientes enfadado... Tan sólo siéntate con los ojos cerrados... y ¡observa! ¿Por cuánto tiempo podrás permanecer enfadado? ¡Pruébalo! De repente, al cabo de unos minutos, verás que ya no lo estás, o que la intensidad ha disminuido. O bien, puede que al cabo de media hora descubras y recuerdes de repente que estabas enfadado; te habías olvidado y pensabas en otras cosas... Si te hubieras 148 dejado llevar por la ira, podrías haber matado a alguien o ¿ ti mismo... o haber acabado con una relación o con el amor. Y eso es más peligroso que matar a un ser querido. Podrías haber destruido algo bonito y delicado. Simplemente sentándote se va calmando. Se calma porque hay una gran ley trabajando: la

vida no tolera una agitación permanente. No puede ser permanente; sólo el descanso puede serlo. Todo se calma... si le das tiempo; sólo se necesita tiempo.

... calma su agitación ésta es la mística unidad. Entonces, el amor y el odio no pueden tocarle; beneficio y pérdida no pueden alcanzarle; honor y deshonra no pueden afectarle. Por eso es siempre el más reverenciado en el mundo. Entonces la dualidad desaparece. Cuando has alcanzado tu centro más profundo, lo Uno, la dualidad, desaparece. Amor y odio, honor y desgracia, fracaso y éxito, todo desaparece. Y la dualidad mayor también lo hace: la del alma y el cuerpo, la de Dios y el mundo. Entonces todo es uno, un inmenso océano de unidad. Todo está saturado de una sensación oceánica. Es extática. Es una bendición. Es la mayor bendición que puede sucederle a un hombre. Y cuando aparece esta bendición, esta bendición de unidad, entonces:

Por eso es siempre el más reverenciado en el mundo. Sólo esos seres son por y para siempre reverenciados. Pasan los siglos, los reyes vienen y van, se levantan 149 imperios que son destruidos... pero un Buda, un Jesús o un Krishna permanecen. No forman parte del mundo temporal y cambiante. Son eternos como las estrellas, inmóviles, inmutables, guiando a aquellos que están dispuestos a ser guiados, preparados para derramar todo lo que tienen sobre aquellos cuyos corazones están abiertos y no cerrados. CAPÍTULO 6 NUNCA TE DEJARÉ 153 Primera pregunta:

¿Por qué nunca contestas a mis preguntas? Esta es de Anand Sariputa. Si no contesto, entonces ésa es la respuesta. Intenta entenderla. Tengo mis razones... Si preguntas simplemente por preguntar, nunca te contesto. ¡Ésa es la respuesta! Si tus preguntas rebosan ego, si las preguntas son lo menos importante, si el que sean tuyas es lo más importante, entonces no las contesto. Pero ésa es la respuesta. Debes preguntar sólo si verdaderamente es necesario. No estoy aquí para transmitirte una información que puedes obtener en cualquier otra parte. Si realmente es una necesidad, siempre contesto. Aun cuando sienta que la pregunta conlleva un ego excesivo, también la contesto, pero entonces nunca lo hago directamente. Entonces contesto a través de las preguntas de otros. Y eso es lo que he estado haciendo. Pero cuando existe tanto ego la respuesta no te preocupa. Solamente te preocupa una cosa: «¿Ha sido contestada mi pregunta? ¿Sí o no?». Sí, la he contestado... pero a través de las preguntas de los demás.

Y ¿por qué tanto interés por una pregunta? Si es la mía, si no lo es... Una pregunta no pertenece a nadie. Y los problemas humanos no son muy diferentes. Toda la humanidad está inmersa en la misma trampa, la humanidad 154 entera se encuentra en la misma condición, aunque puedan diferir los grados. Y he estado contestando a muchas preguntas. ¿No has escuchado muchas veces la respuesta a tus preguntas? Tus oídos están taponados por el ego. Sólo ansias oír tu pregunta contestada... Y en ese caso, te la perderás. En cierta manera no la he contestado, aunque sí lo he hecho de muchas otras maneras. Cuando hagas una pregunta no te preocupes esperando que la conteste. De alguna manera, indirectamente, la he de haber contestado. Me fijo en lo que necesitas, en lo que verdaderamente te es necesario, no en tus falsas necesidades egoicas. Abandona tu ego y luego pregunta. No preguntes por preguntar. Deja que sea una auténtica pregunta. Y no esperes que «tu» pregunta sea contestada. Las preguntas son preguntas. No son tuyas ni de nadie. Segunda pregunta:

Dijiste que uno Llega cuando se encuentra totalmente frustrado. ¿Puedes llegar también cuando estás totalmente extático? ¡Imposible! Porque el éxtasis total no es factible a menos que hayas Llegado. Sólo cuando Llegas el éxtasis total florece. Si no, ¿para qué necesitarías Llegar si vivieras en un éxtasis total? Entonces no habría que ir a ninguna parte. ¡Ya habrías alcanzado la meta! En el éxtasis total la meta es dejada atrás. Entonces ¿quién es el que quiere Llegar? ¿A dónde vas a Llegar? No hay ningún «a dónde». El camino ha desaparecido. En la frustración total surge el éxtasis. Y ¿por qué digo «en la frustración total»? Porque si todavía crees que 155 la felicidad es posible en este mundo —y cuando digo «en este mundo» recuerda que no me refiero al mundo de los árboles, de los pájaros, del cielo. Cuando digo «en este mundo» quiero decir: «En tu mente, en esta mente, en esta mente centrada en el ego»—... si todavía albergas la esperanza de que, a pesar de las muchas frustraciones ocurridas, quizá haya un atisbo de esperanza aguardándote, un día u otro, en alguna parte en el futuro, si crees que la felicidad es posible con esta mente que posees, con este ego, entonces el éxtasis no surgirá. El éxtasis sólo surge cuando comprendes que con esta mente no es posible felicidad alguna, cuando te das cuenta absolutamente del hecho de que esta mente describe círculos. Nunca será lo que estás buscando, nunca será beatitud, una bendición. Cuando lo comprendes totalmente, de repente la mente se desintegra. ¿Cómo vas a aferrarte a ella sin esperanzas? Y recuerda que no es la mente la que se está aferrando a ti. Tú te estás aferrando a ella. ¿Cómo puede algo muerto como la mente aferrarse a ti? Eres tú el que se aferra a ella porque aún albergas esperanzas. La frustración total destruye toda esperanza y te quedas absolutamente inerme. Has de darte cuenta de una cosa. Muchas veces te sientes desesperado, pero no de manera total. Incluso en tu desesperación, en alguna parte, se oculta la

semilla de la esperanza. Y de nuevo empieza a germinar. Terminas con una mujer o con un hombre y te sientes frustrado, pero no has acabado con «la mujer» o con «el hombre» como tales. Has terminado con una mujer en particular, o con un hombre en particular, pero no con el género femenino, con la feminidad. En alguna parte, en tu frustración, sigue acechándote un deseo: ha de haber una mujer hecha para ti. Y podrás ser feliz con ella. Te sientes frustrado con alguien determinado, pero no en general. 156 La frustración es total cuando te sientes frustrado con todo. Entonces la energía se mueve hacia adentro. Empieza a invertir su dirección. Entonces deja de ir hacia afuera. Puedes sentirte frustrado con la casa en que estás viviendo, pero no con el palacio en que otro está viviendo. Entonces intentarás salvar esa distancia convirtiendo tu choza en un palacio. Podrás sentirte frustrado con el dinero que posees, pero no con el dinero como tal. O con el poder que tienes pero no con la pasión por el poder como tal. «Frustración total» significa sentirte realmente frustrado, encontrarte de repente en una situación en la que no hay a donde ir, absolutamente ningún lugar al que ir. Únicamente entonces la energía se vuelve hacia adentro. Y en esa inversión se halla el éxtasis. Por eso yo lo llamo «ín-tasis», no «éx-tasis», porque es un volverse hacia adentro, un ir hacia el interior, dirigirse al propio ser de uno. Ahora no buscas al otro, no miras hacia el futuro. Simplemente estás tratando de averiguar quién eres. El mundo entero ha desaparecido, toda esa pesadilla ha desaparecido. Está surgiendo el Despertar. Este Despertar se convertirá en la meta y entonces te sentirás totalmente extático. Y cuando digo «totalmente extático» puedes entenderme mal, porque has estado viviendo en el sufrimiento y todo lo que diga lo entenderás desde el punto de vista de un hombre miserable. Cuando digo «extático» piensas en algo opuesto al sufrimiento, algo parecido a la felicidad. Entonces lo entiendes mal. Ni es como el sufrimiento ni como felicidad. Es diferente, completamente diferente, categóricamente diferente, diametralmente diferente. Es un fenómeno totalmente diferente. La beatitud ni es felicidad ni infelicidad. Ambas —esa dualidad— han desaparecido. Estás en casa. 157 Y no percibes sentirte extático, recuérdalo. Si te sientes extático, entonces existe la posibilidad de que el sufrimiento regrese, porque no te has hecho uno con el éxtasis. Todavía estás separado. Todavía estás experimentándolo. Es algo distinto a ti. No eres tú. Si le preguntaras a Buda: «¿Te sientes extático?», él se encogería de hombros. La pregunta misma carece de sentido, no es pertinente. Por eso Buda guardaba silencio ante muchas preguntas, porque sabía que dijera lo que dijera, sería tergiversado. Si me preguntas: «¿Estás contento?», ¿qué he de contestarte? Si me preguntas: «¿Eres infeliz?», ¿qué he de decirte? Alguien me ha preguntado: «Dices estar en el paraíso. ¿Hay dolor en el paraíso?». No hay dolor, pero inmediatamente me gustaría agregar: «Ni tampoco hay placer». Porque placer y dolor son dos aspectos de la misma moneda. El placer se convierte en dolor; el dolor se convierte en placer. No son dos cosas.

En Japón sucedió algo que me gustaría contarte... En Japón creen que un ratón blanco es de buen agüero. Si alguien, de repente, ve un ratón blanco se siente muy feliz: le sucederá algo bueno. Y eso fue lo que ocurrió. Un padre y su hijo estaban sentados cenando, cuando de repente el hijo vio un ratón blanco justo detrás del padre. Y le dijo a su padre: —No te vuelvas. Detrás de ti hay un invitado, una señal de muy buen agüero. Date la vuelta despacio. Y el padre se giró despacio y vio un ratón blanco. Ambos se sintieron muy felices porque realmente era una buena señal: les iba a suceder algo maravilloso. El ratón blanco empezó a dar vueltas a su alrededor y, al no ser molestado, empezó a bailar y a saltar. Pero mientras saltaba, de súbito, se convirtió en un vulgar ratón gris. 158 En realidad, le había caído encima un recipiente con harina, harina blanca, y por eso parecía blanco. Cuando empezó a bailar se convirtió en un vulgar ratón gris. Los dos, padre e hijo, cerraron los ojos porque la buena señal había desaparecido. Pero, incluso cerrando los ojos, el ratón gris seguía allí. Es una bonita historia. Así es como ocurre. No te quedes contemplando la felicidad demasiado tiempo porque si lo haces se desprenderá la harina blanca y de repente dirás: «¡Hay un ratón gris! ¡No lo mires!». ¡Deja que el ratón blanco baile detrás de ti! No mires demasiado atentamente ni durante demasiado tiempo. En la vida, lo bueno y lo malo no son dos cosas separadas. El día se convierte en noche y la noche vuelve de nuevo a convertirse en día. Es un círculo que da vueltas como la rueda de una carreta: los mismos radios suben y bajan una y otra vez. Si me preguntas si me siento feliz o infeliz, no podré contestarte categóricamente. Estos términos son irrelevantes. A lo sumo puedo decirte que «Yo soy» y que esa «sensación de ser» es totalmente extática. Pero hay éxtasis. No es una experiencia. Es mi manera de ser en este momento. No es algo que me esté sucediendo. Es la naturaleza misma. Cuando eres tú mismo, cuando vuelves a casa, cuando llegas al centro más profundo de tu ser, no te sucede nada nuevo. Siempre te ha estado sucediendo. Por primera vez te das cuenta. Ese darte cuenta puede parecerte novedoso pero es algo muy, muy antiguo; tan antiguo como el mundo, tan antiguo como los dioses. Ha estado ahí desde el mismo principio. Pero estás demasiado interesado en el dolor y el placer del mundo exterior. Toda tu conciencia se dirige hacia afuera. 159 Cierra las puertas, cierra las ventanas, asiéntate en tu interior y, de repente, un día empezarás a reír. Un día empezarás a sonreírte al darte cuenta de que estabas buscando algo que ya tenías ahí. Estaba leyendo la vida de un misionero cristiano. Acababa de llegar a una ciudad de Oriente. Su alojamiento y la iglesia se encontraban en las afueras de la ciudad. Había sólo dos bungalows y él ocupó uno.

Desde el primer día, cuando una mañana daba una vuelta por los alrededores para familiarizarse con ellos, le atrajo el bungalow vecino. Le pareció bonito. Los árboles eran muy verdes y había muchas flores. Paseando por allí le entraron ganas de saber a quién pertenecía. Deseaba conocer, presentándose, al propietario, pero allí no había nadie. Controló su curiosidad, pero cada día que pasaba su curiosidad iba en aumento. Un día —aproximadamente al mes de estar allí— no pudo contenerse más y, atravesando el jardín, se acercó hasta la puerta principal, pero estaba cerrada con llave. Dio una vuelta a la casa, pero no pudo descubrir ninguna señal de que alguien estuviera allí. Estaba completamente vacía y silenciosa. Se sintió un poco aprehensivo — «¿Qué sucede?»— y se dirigió a la salida. Al pasar junto a la verja se dio cuenta de que no había visto una nota, un pequeño aviso: «La llave está en la casa del vecino». Y se sorprendió porque la casa del vecino era su propia casa. No había ninguna otra casa; sólo dos. Regresó y se lo preguntó a su esposa. Ella le dijo: —Sí, la llave está aquí. ¿Por qué no me lo preguntaste? El día que llegamos vino una persona y me dijo: «Guarde esta llave. Me voy unos meses. Regresaré pronto, pero mi hijo se ha ido a la guerra y puede volver entre tanto 160 y quizá desee quedarse durante unos días y descansar. Por favor, guárdeme esta llave». La llave estaba en su casa. El misionero empezó a reírse y dijo: —¡Vaya chiste! Durante un mes la casa me estuvo rondando por la cabeza. Quería entrar, pero me contuve. No era correcto... entrar en ella, violentarla, invadirla... Pero hoy ya no pude contener mi curiosidad y me dije: «Vale. De acuerdo. Iré y veré qué pasa». ¡Y pasa que la llave siempre ha estado en mi casa! La llave está contigo. El tesoro está contigo. Te has olvidado de ambos. Cuando la energía vuelve hacia adentro... ésa es la llave. La energía que se dirige hacia el interior es la llave que abre la puerta. Y, de repente, el tesoro más grande de todos los tesoros está ahí. Tercera pregunta:

Dijiste que cuando dos seres están enamorados, están en comunión. ¿Por qué entonces el mundo lo llama «caer enamorado»* cuando en realidad es un suceso extático y no supone caer a un plano inferior? El mundo lo llama «caer enamorado» porque el mundo es gobernado por la cabeza. Y el corazón se encuentra por debajo de la cabeza. Cuando alguien se enamora, cae desde la cabeza hasta el corazón. Y el corazón está ahí desde la infancia. La cabeza se desarrolla después. La cabeza es un desarrollo posterior. * En inglés en el original, To Fall in love, enamorarse o literalmente «caer enamorado». 161 Naces con un corazón, pero no naces con una mente. Naces con la posibilidad de la mente, no con la mente. Se te ha de enseñar a razonar, pero no se te puede enseñar a amar. Las escuelas, los colegios y las universidades existen debido a la razón. No existe ninguna escuela, ninguna universidad, ningún

colegio para el amor. ¡No es necesario! Naces con un corazón que ya funciona perfectamente. La mente es simplemente una posibilidad. Si es educada, condicionada, funcionará; si no, no funcionará en absoluto. Por eso, cuando en tu juventud te lanzas a una relación amorosa, lo sientes como una daída, porque la mente percibe que estás retrocediendo, cayendo de nuevo en la infancia, retrocediendo hacia el corazón. Y la cabeza condena siempre al corazón. Esa condena está implícita en el término «caer». La mente te está diciendo: «¿Qué tontería vas a hacer? ¿Estás loco? ¡Te arrepentirás! ¡Evítalo!». Para la cabeza el amor es el mayor enemigo, porque una vez te enamoras te vuelves irracional. Fíjate en dos que estén enamorados: dicen tonterías, se comportan alocadamente, casi han perdido el juicio. Mientras, la cabeza sigue condenándolos y juzgándolos: «¿Qué estáis haciendo? Vuestro comportamiento es impropio». Por eso el mundo califica el amor como «caída». Pero es bueno caerse. También —en otro sentido, no en un sentido condenatorio— equivale a una «caída», porque te lleva hacia la profundidad. La razón es superficial. El corazón es un fenómeno interior más profundo. Te arrastra hacia la profundidad, sumergiéndose en tu ser. No lo condenes. La sociedad lo condena porque la sociedad considera el amor un fenómeno anárquico. Gastamos mucho dinero educando a chicos y chicas, para que, de repente, un día se enamoren. Entonces toda esa estructura se conmociona. 162 Se dice que las madres educan a sus hijos durante años para que se conviertan en sabios y que luego, en cuanto se encuentran con otra mujer, en unos minutos se vuelven tontos de nuevo. Una mujer se esfuerza durante años para que su hijo adquiera algo de sabiduría y éste, en un instante, en cuanto otra mujer aparece, se vuelve a comportar como un tonto. No lo condenes, porque la tontería tiene su propia belleza. De hecho, un hombre que nunca se comporta como un tonto no es lo suficientemente sabio. Ser siempre sabio, ser sabio veinticuatro horas al día, siete días a la semana, es una necedad. A veces necesitas olvidarte de tu sabiduría y actuar como un tonto. Sólo entonces hay equilibrio. El tonto forma también parte de la vida. En los días de la antigüedad cada rey tenía en su corte un gran tonto. Constituía un factor equilibrador porque en la corte había demasiados hombres sabios y, a veces, demasiados hombres sabios resultan ser demasiados cocineros en la cocina. Lo echan todo a perder. Son solamente «razones»; carecen de las raíces del corazón. Se requería un tonto. En todas las grandes cortes había un tonto que aportaba sentido del humor a la corte. El introducía el sentido del humor. Los hombres sabios muestran siempre caras serias, tristes y graves. Y la seriedad es buena, pero sólo a veces. Tiene sus momentos. Y hay momentos en que se debe ser un poco tonto. Para mí, un hombre realmente sabio es espontáneo. Cuando es necesaria su sabiduría, es sabio. Cuando es necesaria su tontería, es un tonto perfecto. Si no eres capaz de desplazarte a los extremos, entonces eres un fenómeno fijo y muerto. Has de ser capaz de cambiar, de ser flexible. Debes poder

razonar profundamente y también debes poder ser irracional. Calcular y amar. Aritmética y poesía. Sabio y viejo; tonto y joven. 163 Cuando el niño y el anciano se encuentran, cuando el sabio y el tonto se convierten en una unidad, alcanzas el supremo desarrollo. Recuérdalo. Retén siempre la capacidad de enamorarte, de ser tonto, de comportarte alocadamente. Para mí, el único tonto es el hombre que siempre es sabio. La vida necesita de extremos y de medios. La tontería es muy refrescante. Limpia tus ojos, te da perspectiva. Te hace recobrar de nuevo la inocencia del niño. Supone, de nuevo, espontaneidad. Entonces no estás encasillado en un modelo. Fluyes. Pero no intentes ser continuamente un tonto. Eso es, también, estupidez. Y es fácil para la mente aferrarse a un extremo. Lo más difícil para la mente es permutar las polaridades porque perturba tu estabilidad. A ti te gustaría quedarte fijo en un modelo. Esa es la línea de menor resistencia. Aprendes un truco y entonces te adhieres a él. Permaneces encerrado en lo conocido. No quieres adentrarte en lo desconocido. No quieres aprender, no quieres abrirte a lo nuevo. La mente siempre quiere ser de izquierdas o de derechas, esto o lo otro... pero ser algo. Y la vida se halla en el fluir, en el no ser nada. Ser capaz de ser todo y no ser nada. Ser capaz de desempeñar cualquier papel y no aferrarte a él. «Ningún rol» debería ser tu lema vital. Deberías ser capaz de cambiar de rol, de abandonar tu rol, como cambias de ropa. Los roles son para ser usados y si no te aferras ni te limitas a ellos, reteniendo tu libertad, tu capacidad de Huir, conservas la capacidad de disfrutar la vida en su totalidad. La sabiduría es buena; la tontería, también. La aritmética es bella; la poesía, también. Esta es la paradoja. Usa la cabeza, usa el corazón, y si eres capaz de utilizarlos a ambos, acontecerá en ti una tremenda revolución. Si sabes utilizarlos a ambos te darás cuenta de que eres la tercera fuerza. No eres ninguna de las dos; ni cabeza ni corazón. 164 Si puedes pasar fácilmente de una a otra, no puedes ser ninguna de ellas. Has de estar separado de ambas. Entonces surge el «presenciador». Entonces se interrumpe la identificación. Y esa «presenciación» es de lo que trata la meditación. Cuarta pregunta:

Con frecuencia dices: «Yo estoy contigo», pero mientras sufro, solamente encuentro soledad. ¿Se debe esto a que no estoy en sintonía contigo o a que el camino hacia el centro es un camino de soledad? Cuando te digo que estoy contigo, te lo digo de verdad: «Estoy contigo». Pero sólo me comprenderás cuando estés en un estado de ánimo celebrante. Cuando te sientes infeliz y miserable, estás ciego. Yo estoy contigo, pero no puedes verlo. Tus ojos están llenos de lágrimas. Y si no lo ves, ¿qué puedo hacer yo? Simplemente esperar. Hay un viejo proverbio que reza: «Cuando lloras, lloras a solas; cuando ríes, el mundo entero ríe contigo». La risa posee una cierta cualidad religiosa. Quizá por eso haya sido prohibida en todas las iglesias. Conlleva religiosidad.

Si quieres sentirme, si quieres darte cuenta de que estoy contigo, ríete más, disfruta más, toma la vida como algo divertido, no seas serio. Sé que esta pregunta es de Yoga Lalita. Ella es seria. Un poco demasiado seria. La seriedad se convierte en melancolía; la seriedad se transforma en enfermedad; la seriedad es patológica; es un mal. La risa es salud... Y no te estoy diciendo que no seas sincera. La sinceridad es totalmente diferente de la seriedad. Uno ha de ser sincero y auténtico; sólo entonces la vida te revela sus misterios Las páginas 165-167 no se muestran en esta vista previa. 168 ser simplemente la opuesta: el hombre ha creado a Dios a su propia imagen. Te imaginas que ahí, en alguna parte, hay alguien. Y Le hablas, Le confiesas tus pecados, solicitas Su perdón. Rezas. Es bueno, adecuado para el corazón. Te ayuda un poco. Te sientes más aliviado, percibes una luz. Quizá haya un Dios, quizá no. Pero eso no importa. Al creer que hay un Dios puedes descargarte, puedes entregarte. Te es más fácil. La hipótesis es útil. Pero en el judaismo, en el cristianismo y en el islam no existe nada como el moksha. Existen cielo e infierno. El infierno es para aquellos que nunca se han relacionado con Dios, sino que más bien han estado oponiéndosele, contraviniendo sus deseos, pecando. El cielo es para aquellos que Le han rezado, para los que han actuado según sus deseos. Pero no existe algo así como el moksha, la libertad absoluta. Porque incluso en el cielo Dios será el que gobierne... y El no es un demócrata. Es completamente dictatorial porque por encima de El no hay nadie. El es el creador: puede hacer y puede deshacer. Puede hacer lo que desee. Y parece ser un poco caprichoso: perdona a los pecadores. Y también debe de suceder lo contrario: la gente virtuosa pero que nunca ha rezado debe de estar sufriendo en el infierno, porque los no virtuosos pero que sí rezaban están disfrutando con hermosas mujeres, vino y otras delicias en el cielo. Dios parece ser un poco caprichoso. Es como si el hombre hubiera creado la hipótesis de Dios como un consuelo, como si la figura de Dios surgiera del miedo y no del saber, de la culpa y de la miseria del hombre y no de la comprensión. La meditación no es un diálogo. Es silencio. No hay nadie con quien relacionarte, con quien hablar. Para un meditador rezar es una tontería... ¿Qué estás haciendo? ¿Con quién estás hablando? La página 169 no forma parte de la vista previa de este libro. 170 un poco tonto, para que baje de la cabeza, para que descienda un poco del trono del ego. Porque, enamorado, has de entregarte. No puedes continuar con el ego. Si cargas con él, el amor no es posible. Y si veo que han vivido, que han aprendido, que han experimentado lo que es el amor, entonces les digo que «caigan» todavía más profundamente en meditación. Es la «caída» última porque no hay abismo más profundo que el de la meditación. Si eres del tipo mental, adéntrate en la oración, en el amor, pero no los conviertas en una meta. No son la meta. Por eso el cristianismo y el islam no alcanzan la altura del budismo. No. Se quedan en el segundo nivel. Son mejores que las personas mundanas vulgares, pero no son absolutamente del

otro mundo. Se quedan a mitad de camino. Están bien, pero no es suficiente. Para el tercer nivel se requiere un Buda, un Lao Tse. Si no puedes amar, reza. Si has amado y has conocido lo que es amar, entonces busca el estar solo. Hay dos clases de «estar solo»: una es la soledad; la otra, la solitud. Si no has amado y avanzas hacia el estar solo, será soledad. Sentirás una profunda hambre del otro. No será solitud. El otro estará allí, como una ausencia. Continuamente sentirás la ausencia del otro, lo añorarás. Quizá por eso las personas que no han amado empiezan a hablar con Dios, con un fenómeno imaginario, para llenar su soledad, para relacionarse con alguien. Es una fantasía, un sueño. Está bien, es religioso, pero sigue siendo un sueño. Has de trascender todo sueño, has de alcanzar el punto en que estés suficientemente seguro de que el otro no es necesario. Y no estoy diciendo que esta clase de persona no ame. De hecho sólo esa clase de persona puede amar. Pero entonces ama desde la abundancia. Entonces no será una necesidad. Al contrario, se sentirá tan rebosante, tan anegado, que querrá compartir. Y buscará 171 gente que quiera aliviarlo, que lo ayude a descargar su corazón. El mayor amante es aquel cuya necesidad de amor ha desaparecido. Existen pequeños amantes para los cuales el amor es una necesidad, como la comida. No pueden vivir sin comida ni tampoco pueden vivir sin una mujer o un hombre. Pero cuando puedes vivir sin ellos sintiéndote tan bien como si los tuvieras, entonces sucede el más grande acontecimiento. Si un diálogo comienza desde el silencio es entonces el más maravilloso diálogo. De manera que has de recordar estas dos cosas: si sientes en ti una gran ansia de amor, entonces la oración es tu camino. Deja que el otro esté ahí; habla con él, quédate con él. La pregunta anterior a ésta se refería a mis palabras: «Yo estoy contigo»... Eso es para la segunda clase de gente, para aquellos que necesitan amor. Si te vuelves de la tercera clase, entonces no te diré: «Yo estoy contigo». Te diré: «Yo soy tú». Entonces el «estar con» carece de sentido. Entonces, simplemente yo soy tú, tú eres yo. Entonces no hay dualidad. Sexta pregunta:

¿Qué estás haciendo con tus manos? Emocionalmente me siento más inclinado a observarlas que a atender a las palabras que pronuncias. Es natural, porque cuando estoy hablando me dirijo a vuestras mentes. La emoción no puede verse involucrada, la emoción no puede estar presente. Estoy hablando con tu razón para persuadirla. Y ¿qué estoy haciendo con mis manos? Cuando estoy hablando a vuestras mentes también estoy jugando continuamente con vuestros corazones. 172 He de trabajar en dos niveles. Para que tu mente se convenza de que ha llegado el momento de desaparecer, de suicidarse, de que ha llegado la hora en que la razón ha de suicidarse, continúo hablando. Pero tan sólo eso no es suficiente. Porque si de repente te cortaran la cabeza y el corazón no hubiera

empezado a funcionar, te sentirías sumido en una confusión muy, muy profunda. A través de mis manos sigo trabajando con tu corazón... Por eso, en la India, llamamos a los gestos mudras. Cuando un Buda hace un gesto, es significativo, importante. Las manos son fuentes muy, muy profundas de energía. Con los movimientos de las manos se crean pautas de energía, de energía invisible. Si eres capaz de sentir, lo sentirás y percibirás que algo está actuando continuamente en el corazón. Es algo parecido a esto...: chas visto a un alfarero modelando una vasija de barro? Trabaja con ambas manos. Una, dentro de la vasija y la otra, fuera. La sostiene desde el interior y exteriormente le da forma. Y, mientras, la rueda gira. Con mis palabras voy destruyendo tu mente. Con mis manos, sigo dando sostén a tu corazón, animándolo a que funcione más, animándolo a que funcione de forma natural. Es natural que te sientas así. Pero no prestes mucha atención a mis manos porque si les prestas demasiada atención, entonces te relacionarás con mis manos a través de tu cabeza. ¡Olvídate de mis manos! ¡Déjalas trabajar! Porque el corazón actúa en la oscuridad. El funcionamiento, el camino del corazón, es indirecto. Es como las raíces de los árboles: trabajan ocultas en la tierra en una profunda oscuridad. Si las expones a la luz empiezan a secarse. Así que no prestes mucha atención a mis manos, porque si prestas demasiada atención a mis manos será tu mente la que les esté prestando esa atención. Y entonces 173 errarás el objetivo. Podrás disfrutar, podrás sentir como una cierta emoción emerge en ti, pero te habrás perdido lo que vale la pena. ¡Presta atención a mis palabras! Sumérgete por completo en mis palabras de manera que mis manos y tu corazón se queden solos, sin que «tú» te interpongas. Si no, puedes crearte problemas; puede que «tú» te conviertas en la barrera. Y también estoy trabajando en el tercer nivel... Eres absolutamente incapaz de verlo. Puedes ver los movimientos de mis manos, ¡fíjate! Puedes comprender las palabras que utilizo, pero de mis manos tan sólo puedes ver el movimiento, no el significado. Las palabras son para la cabeza; las manos, para el corazón. Y ahí está mi ser inundándote continuamente. Ni siquiera puedes ver su movimiento. Mi ser... como una nube que te envuelve... No prestes atención a mis manos. Déjalas que actúen indirectamente. Séptima pregunta:

Cuando te distancias de la mente te encuentras en un estado de meditación, pero de repente, subrepticiamente, te identificas de nuevo con la mente. De nuevo te has quedado dormido. Y eso es altamente frustrante. ¿Puedes decir algo al respecto? Es frustrante, pero no te sientas frustrado. Más bien, en cuanto veas que te identificas con la mente, recuerda de nuevo, presta atención, despiértate un poco. En lugar de poner la energía en la frustración, pon la energía en el recuerdo. Recuerda de nuevo. Entonces, de nuevo, estarás alerta... y tu mente lejos.

174 Sucederá una y otra y otra vez. Te volverás a dormir una y otra y otra vez. Y tendrás que ser sacado de ahí. No empieces a sentirte frustrado. Es natural, tenlo por seguro. Es natural. Has vivido con la mente durante tanto tiempo, has vivido identificado con la mente durante tanto tiempo que resulta natural olvidarte una y otra vez. Pero aunque seas consciente, aunque estés atento, despierto, considérate afortunado porque hay millones de personas que viven toda su vida sin que por un solo instante sean conscientes. Ni durante un solo segundo son conscientes de lo que está sucediendo, ni por un instante saben quiénes son. Considérate afortunado. No te sientas frustrado. Interpreta siempre las cosas de manera positiva; no las interpretes negativamente, porque la negatividad conlleva más negatividad; la positividad conlleva más positividad. Si te sientes frustrado, entonces el recuerdo de sí será cada vez menos presente porque no surge en una mente frustrada, en una mente miserable, en una mente enfadada. ¡Nunca surge! Entonces, irá apareciendo cada vez menos y tú te sentirás cada vez más frustrado. Y, al ir sintiéndote más y más frustrado, se presentará cada vez más raramente hasta desaparecer por completo. Siéntete positivo. Aunque sucediera por un solo instante, da gracias a Dios, siéntete agradecido. Te ha sucedido algo extraordinario. Aunque dure un solo momento. ¿Qué más da? Si ha sucedido durante un instante, puede ocurrir durante toda la vida. De hecho, nunca vives más de un solo momento, nunca vives dos momentos juntos. Si puede suceder durante un solo instante, entonces tienes la llave. Un momento es toda la vida; un momento es toda la eternidad; porque nunca conseguirás reunir dos momentos. Siempre será un solo momento. 175 Y si puedes recordarte un momento, puedes recordarte siempre. Siéntete positivo y da las gracias. Siéntete agradecido y de repente verás como surgen más momentos de recuerdo de sí. Y llegará un día en que nunca te dormirás. Llega. Ha llegado a otros seres humanos como tú, me ha llegado a mí. Simplemente soy como tú. No es nada especial. Eres tan capaz como cualquier otro. Simplemente sé un poco más positivo respecto a que suceda. Eso servirá. Octava pregunta:

¿Cuál es la diferencia —si es que hay alguna— entre «centro de uno mismo»y el «centro egoico de uno mismo»? El centro de uno mismo no es el centro de uno, sino el centro del Todo, mientras que el centro egoico sí es el centro de uno. Esa es la única diferencia... pero es una inmensa diferencia. Cuando «tú» no estás presente, sientes un centro, pero ése no es «tu» centro. Es el centro del Todo. Cuando «tú» estás presente, posees un centro —un falso, un seu- docentro— que no es el centro del Todo. Y hasta que sea el centro del Todo no te sentirás en paz. Vives en un sueño, no en la realidad. Y nosotros nos hemos acostumbrado tanto al sueño que nos hemos olvidado por completo de qué es la realidad y qué un sueño.

En la psicología oriental consideramos la realidad como un sueño. En la occidental se considera los sueños como realidad. Por eso Freud, Jung, Adler y todos los demás interpretan, analizan, los sueños para entender tu realidad. ¡Qué importancia dan a los sueños! En Oriente no hemos interpretado nunca los sueños. Nunca nos hemos preocupado por ellos. Al contrario, más 176 bien decimos que la realidad entera es sueño, maya, ilusión. Pero existe la tentación de considerar los sueños como reales. Sucedió: Mulla Nasrudin soñó una vez que estaba friendo excremento de vaca. Y eso lo alteró mucho. Como le ocurriría a cualquiera. Por la mañana acudió a un adivino, a un intérprete de sueños, y le dijo: —Me siento muy angustiado. ¡Dime qué significa! El adivino le dijo: —Mi tarifa es una rupia. Dame una rupia y te lo interpretaré. Mulla Nasrudin dio un saltó y le dijo: —¡Estúpido! Si tuviera una rupia ¿acaso freiría estiércol? ¡Iría al mercado, compraría pescado y lo freiría! Existe la tendencia a considerar los sueños como parte de la realidad. Entonces toda tu realidad se transforma en sueño. La psicología occidental y la propia mente occidental consideran los sueños como reales. Es una actitud muy infantil. La califico de infantil porque los niños hacen lo mismo. Ellos nunca distinguen entre sueños y realidad. Un niño se despierta por la mañana llorando. Le preguntas: «¿Qué te sucede?». Y él te dice: «Ahora mismo tenía un juguete. ¿A dónde se ha ido?». Estaba soñando con un juguete; se ha despertado y el juguete de su sueño ha desaparecido y él está llora que llora. Quiere recuperar ese juguete. Es incapaz de darse cuenta. Sus sueños le parecen reales. La psicología occidental se encuentra excesivamente dominada por la mente infantil. La oriental se encuentra La página 177 no forma parte de la vista previa de este libro. 178 parte dos. Evidentemente no puedes ser ninguna de las dos. Has de estar por detrás de ellas. Y si de nuevo sientes que ésta es una tercera porción de la mente que observa, entonces te conviertes en la cuarta. Si de nuevo sientes que ésta es una cuarta parte de tu mente, entonces te conviertes en la quinta. Tú eres eso que trasciende, eso que siempre trasciende. Nunca eres eso que puedes observar. Esa debe ser la regla, el criterio: nunca eres aquello que puedes observar. Eres el «presenciador», el observador en la colina. Décima pregunta:

Cuando uno se siente feliz y extático y quiere compartir con los demás, pero encuentra gente a su alrededor que no tiene ganas de compartir; ¿qué ha de hacer? ¡Has de celebrar su tristeza! Deberías disfrutar de su tristeza. No vayas en contra de la gente. Unete a ella.

«Unirse a ella» tiene su belleza propia. Si la gente está triste, siéntete triste, pero disfrútalo. Debido a que no tienes ningún motivo para estar triste, puedes disfrutarlo fácilmente. Celébralo profundamente, pero siéntete triste. Si están llorando, llora. Deja que corran las lágrimas. Pero ¡disfrútalo! ¡Es tan bonito! ¿Has llorado alguna vez disfrutando? Pruébalo, no hay nada como eso. Supera todas las experiencias. ¡De repente ves que puedes llorar y disfrutar! Las lágrimas pueden aparecer, pero no son de tristeza. Una cierta belleza fluye a través de ellas. Y siempre que estás con gente, sutilmente abandonas tu ego. Intenta «unirte». Haz el propósito de no oponerte nunca, en la medida que te sea posible. «Unirte» es ser 179 religioso; estar en contra es ser político. Vaya donde vaya la gente, únete a ella. Te contaré una historia: Uno de los más grandes sanyasins griegos fue Diógenes. Era una persona maravillosa porque cuando no te sientes apegado a nada alcanzas una cierta gracia. Cuando te apegas a las cosas te vuelves feo, te asemejas a un objeto. El era un hombre absolutamente libre. Solía ir desnudo... Un día se encontró con una gente, con unos comerciantes, que quisieron capturarlo para venderlo. Al parecerles empresa harto difícil —pues Diógenes era un hombre sano y muy fuerte, capaz de derrotar, por lo menos, a ocho personas, mientras que los comerciantes de esclavos eran sólo cuatro y eso les hacía desconfiar un poco— se pusieron a reflexionar y luego lo rodearon. Diógenes les dijo: —No tengáis miedo. Siempre estaré de vuestra parte. ¿Qué sucede? Decídmelo y yo os resolveré el problema. Ellos le dijeron: —Este es un problema que no te gustará resolver. El les dijo: —No hay nada que no me guste resolver. Simplemente explicádmelo. Ellos le contestaron: —Esto es lo que pensamos: queremos capturarte y hacerte prisionero. El les dijo: —Bien, estoy absolutamente de acuerdo. ¿A qué estáis esperando? ¿A qué esperáis? ¡Empezad! Aquí están mis manos. Ellos no podían creérselo. Se miraban entre sí. Sospechaban. Aquel hombre que se ofrecía y... El les dijo: 180 —¡No os preocupéis! Nunca lucho. Fluyo. Ése ha sido siempre mi estilo de vida. Así que ¡tomadme! ¡Hacedme prisionero! Si el Todo quiere que así sea, que así sea. Ellos sintieron miedo, pero lo intentaron. Y entonces recobraron su confianza. El no luchaba. Encadenado, empezó a caminar con ellos. Pero era un hombre tan extraño... ¡no puedes hacer esclavo a un hombre así! Aquellas cuatro personas parecían estúpidas a su lado. Diógenes les dijo: Y

—No tengáis miedo. No necesito llevar estas cadenas, porque siempre fluyo. Iré dondequiera que vayáis. ¡Nunca os dejaré! Ellos se sintieron aún más atemorizados. ¿Qué clase de hombre era aquél? ¿Quién era? Pero empezaron a hacer lo que les decía. Un Maestro es un Maestro; no puedes hacer de él... Un Maestro es un Maestro incluso en prisión. Poco a poco empezaron a contarle sus propios problemas. ¡Les parecía tan feliz, tan tremendamente extático! Como si no fuera de este mundo. Se convirtieron en sus amigos... y no sólo en sus amigos, sino en sus discípulos. Cuando llegaron al mercado, eran ya sus discípulos y él, el Maestro. Le decían: —Maestro, dinos qué hacer. Y él les decía: —No os olvidéis de que habéis venido aquí para venderme. Estáis perdiendo la cabeza. ¡No seáis tan olvidadizos! ¡Recordad por qué me habéis cogido! Ellos le decían: —Ahora no podemos hacerlo. Pero él les contestaba: —No tenéis que preocuparos. Seguid vuestra idea. Yo me ofrezco. Ellos no podrían creerlo. ¿Qué iba a hacer aquel hombre? 181 Entonces llegaron al mercado. Todo el mundo sentía interés, todo el mercado estaba interesado en aquel esclavo porque nunca antes habían visto un esclavo tan bello. Apareció el subastador. Y cuando Diógenes se levantó y el subastador empezó a decir: —Este hombre es muy hermoso, sano y muy, muy fuerte. Entonces Diógenes dijo: —¡Detente! Permíteme subir. ¡No sabes presentar a la gente! Asustado, el subastador bajó. ¡Aquel hombre parecía muy fuerte y poderoso! Diógenes subió y —nunca antes había ocurrido en ningún mercado de esclavos— dijo: —¡Que se acerquen todos los esclavos! ¡Aquí hay un Maestro que quiere ser vendido! Así es como uno debe fluir con la gente, con la vida, con los árboles, con los ríos. No luches. Luchar es el único pecado. No te resistas. Si la gente llora, llora tú. Si la gente ríe, ríe tú. Y si eres capaz de hacerlo, de repente sentirás que eres simplemente un «presenciador», no un hacedor. Y ése es el secreto de todos los secretos. CAPÍTULO 7 DIFÍCIL Y FÁCIL La página 184 no forma parte de la vista previa de este libro.

185 Lao Tse dice:

Alcanza el no-hacer, ocúpate en nada, saborea lo que no tiene sabor,

sea grande o pequeño, mucho o poco, equilibra el odio con la virtud. Afronta lo difícil cuando aún es fácil, ocúpate de lo grande cuando aún es pequeño. Los difíciles problemas del mundo han de ser abordados mientras aún son simples. Los grandes problemas del mundo han de ser abordados mientras aún son pequeños. De esta manera, el sabio, sin vérselas nunca con grandes problemas, consigue grandes cosas. Aquel que promete a la ligera descubrirá que le es difícil mantener su palabra. Aquel que todo lo considera fácil encontrará muchas dificultades. Por eso, incluso el sabio considera difícil cualquier cosa y debido a ello nunca tiene problemas. La vida no es un problema. Es más un misterio para ser vivido que un problema para ser resuelto. Pero se convierte en un problema. Y se convierte en un problema porque sigues posponiéndolo todo, aplazándolo hasta mañana. 186 Lo que puede hacerse hoy, lo que debe hacerse hoy, no puede ser hecho mañana. Eso que habría sido muy bonito hoy, que podría haber sido un misterio que vivir, mañana se convertirá en un duro problema difícil de resolver. La vida en sí misma, vivida aquí y ahora, no es un problema. Aplazarla es lo que crea los problemas. Y entonces los vas acumulando. Entonces acumulas tal montaña a tu alrededor que se te hace casi imposible vivir. Te quedas paralizado, impedido, encerrado en una camisa de fuerza. Intenta primero entender esto y entonces te será fácil entrar en el sutra. Hace tan sólo unos días estaba diciendo que incluso un genio, alguien con verdadero talento —un ganador del Premio Nobel, un gran intelectual conocido en el mundo entero—, puede comportarse de una manera infantil. Si por la mañana cuando despierta descubre que sus zapatillas no están en el lugar que debieran, se enfada, se irrita. Si en ese mismo instante fuera capaz de prestar atención a su enojo, se reiría. ¡Es realmente estúpido, ridículo! Pero no le presta atención. Entra en el baño, irritado, de mal humor, y empieza a afeitarse la barba, pero es casi inconsciente de que tiene un problema sin resolver, de que ahí hay un problema entrometiéndose una y otra vez en su ser. Y a cada instante aumenta, porque en la vida todo crece constantemente. Todo lo que está vivo está creciendo. Y cuando tú estás vivo, tu ira está viva, crece. Nunca se queda igual. A cada instante acumula más y más inercia y fuerza. Continúa afeitándose, pero irritado, sin disfrutar con lo que hace, con su frescura, del bello instante en que uno se siente aliviado. No, no está de humor para disfrutar. Inconscientemente deja que la navaja de afeitar se le caiga de las manos. ¡Y ahora se enfada aún más! Si lo considerara adecuadamente, se reiría. Es una estupidez enfadarse, porque una navaja de afeitar no es un ser; una navaja de

187 afeitar nunca es responsable de nada. ¿Cómo puedes enfadarte con una navaja de afeitar? Pero ahora se siente aún más irritado. Sus manos hacen gestos alocados, inconscientes. Y de nuevo se le cae golpeando el antiguo espejo que tanto le gustaba. Y el espejo se rompe. ¡Ahora si que se vuelve loco! Va de aquí para allá, se golpea contra los muebles, da un portazo, castiga a su hijo porque no ha hecho los deberes, empieza a discutir, riñe con su esposa... ¡y tan sólo por una tontería de nada! Porque las zapatillas no estaban donde debían. ahora nuestro personaje sube a su coche y se dirige a la oficina. Y Pero nunca llega porque tiene un accidente. ¡Era predecible! Y simplemente por culpa de las zapatillas, porque no se encontraban en el lugar correcto. Ahora conduce como un loco, volcando su ira en los pies, apretando el acelerador. ¡Está ebrio, borracho de ira! Y tiene un accidente. Después de doce o quince horas, cuando abre los ojos, se encuentra en el hospital. Y nunca será capaz de relacionar todos esos hechos. Y así, la historia se repite una y otra vez... Se enamora de la enfermera... y así sucesivamente. ¡Simplemente porque las zapatillas no estaban en el lugar correcto! La familia entera patas arriba... se divorcia... su mundo no volverá a ser nunca el mismo. Tan sólo porque sus zapatillas no se encontraban en el lugar correcto. Encara las cosas al momento, no permitas que se acumulen en tu interior. No las vallas acumulando. La vida es muy bonita... y se vuelve fea. No es un problema. Cada problema es tan insignificante que resulta tonto calificar a la vida como «problema». No es un problema para los árboles, no es un problema para los pájaros, no es un problema para la tierra, para el cielo. Sólo es un problema para el hombre, porque sólo el hombre ha aprendido el truco: el truco del posponer. Entonces lo pequeño se va volviendo 188 más grande. Entonces llega un momento en que no puedes con ello. Entonces te vuelves muy pequeño mientras que el problema va haciéndose tan grande que es casi imposible vérselas con él. Entonces llevas siempre esa carga sobre tu cabeza. Y con tanta carga, ¿cómo puedes disfrutar? ¿Cómo vas a gozar? ¿Cómo vas a celebrar? ¿Cómo vas a bailar? Y entonces alguien dice: «Dios existe». Tú escuchas esas palabras, pero no puedes creerlas. Quizá sea un diablo el que dirige el mundo entero, pero no un Dios. Tu vida entera se encuentra tan lisiada, tan impedida, tan agobiada que te gustaría suicidarte. Es muy raro encontrar a un hombre que no haya considerado alguna vez la idea de suicidarse. Los psicoanalistas dicen que todo hombre, toda mujer, piensa unas diez veces a lo largo de su vida en suicidarse. No te suicidas porque eres un cobarde. No supone ningún mérito para ti; por eso no te suicidas. Lo consideras y eso es suficiente. Eso significa que la vida se ha vuelto tan imposible de ser vivida que, en vez de irte arrastrando cada vez más y más por ella, quisieras abandonarla, convertirte en un marginado. Si tienes libros nuevos o inéditos de Osho , compártelo a [email protected]

¿Cómo vas a amar a Dios? ¿Cómo vas a orarle? Porque la oración surge de una gran gratitud; la oración nace del agradecimiento. Una vida bien vivida se convierte en una vida de oración. No tiene nada que ver con iglesias, templos ni mezquitas. Tiene que ver con la calidad de tu vida. Una vida bien vivida, momento a momento, conscientemente, con atención, sin posponer nada, se convierte en una vida de oración. Y, poco a poco, la oración se va convirtiendo en meditación. Entonces ni siquiera rezas, porque las palabras son una perturbación. Entonces tu oración se vuelve silenciosa. Y cuando la oración es silenciosa, es meditación. Para comprender que la existencia es hermosa, sagrada, que la existencia es una bendición, un gozo, tendrás 189 que vivir un tipo diferente de vida: una vida sin aplazamientos. Este es el significado de vivir momento a momento. Olvídate del pasado. Ya no existe. Se ha ido muy lejos, ha desaparecido. Cargas innecesariamente con fantasmas. Ya no existen. El futuro no puede abrumarte. ¡Todavía no ha aparecido! Cuando llegue, ya te las verás con él. ¿Por qué haces planes sobre él ahora mismo? Nunca será de la manera que lo hayas planeado. Tus planes se convertirán en un problema mayor, porque cuando haces planes de antemano, tratas de imponer tu plan a la Existencia. Y la Existencia no va a seguirte. ¡Tú eres el que puede ir tras ella y sentirse agradecido! Pero la Existencia no puede seguirte; no lo sabes todo. Desconoces lo que el Todo desea, el destino del Todo. Y si haces tus planes en privado, se opondrán al Todo. Y serán destruidos. Entonces tu corazón estará roto. Olvídate del pasado. Y no introduzcas el futuro. Este momento lo es todo. Si vives este momento con atención, entonces irás encarando cosas, cosas sencillas, y a medida que vayas resolviendo esas cosas sencillas, crecerás, y no habrá ningún gran problema. Lao Tse dice que para un gran hombre no hay ningún gran problema. Por lo general se cree lo contrario: los grandes hombres existen porque son capaces de afrontar los grandes problemas. Y Lao Tse dice que para un gran hombre no existen los grandes problema porque nunca deja que los problemas se vuelvan grandes. Siempre los afronta cuando son pequeños, cuando puede manejarlos. Entonces se puede hacer algo. Y cuando tratas con los problemas momento a momento, siempre te sientes fresco, ligero. Nunca acumulas polvo en tu ser. Te deslizas al instante siguiente, fresco, joven y virgen. Te deslizas hasta el momento siguiente como una serpiente se desliza fuera de 190 su vieja piel. La vieja piel queda atrás y surge la fresca y joven piel. Entonces la vida es un misterio y no un problema que resolver. Ha de ser vivida y vivida totalmente. Entonces te sientes agradecido. Entonces ha sido una bendición. Recuérdalo e intenta entonces comprender los sutras de Lao Tse.

Alcanza el no-hacer, ocúpate en nada, saborea lo que no tiene sabor...

Al actuar, no hagas nada. Éste es el más profundo secreto de Lao Tse. Te dice que si las cosas pueden ser hechas mediante el no-hacer, ¿por qué molestarse en hacerlas? Si las cosas pueden ser hechas no actuando, al actuar, al intentar hacer, tan sólo te crearás problemas. Permíteme unos ejemplos. Debes de haber oído el nombre de Arquímedes. Su historia es famosa. Estaba intentando resolver un problema científico. Lo había intentado por todos los medios, se había esforzado al máximo, no podía dormir, no podía hacer nada más que pensar en ello. El rey le había dado un problema que resolver y tenía que ser resuelto inmediatamente. Y él era el primer hombre en enfrentarse a aquel problema, de manera que no había ningún precedente, ningún antecedente, nada en el pasado que pudiera ayudarlo. Nunca antes se había planteado aquel problema; era la primera vez. Y se había esforzado mucho, al máximo, tanto como le había sido posible. ¿Qué hacer entonces? ¡Si no puedes resolverlo, no puedes resolverlo! Te sientes desvalido. El se sentía impotente. La página 191 no forma parte de la vista previa de este libro. 192 todo aquello que le indicaron que hiciera y lo hizo tan perfectamente que no pudieron decirle: «No te estás esforzando lo suficiente. Por eso no Lo consigues». Se implicó tan bien que sus propios maestros le dijeron: «Ahora, perdónanos. Vete a otra parte. Nada te sucede y no sabemos cómo seguir ayudándote. Busca a otros maestros». Y Buda se sintió hastiado de maestros, hastiado de sistemas, de filosofías, hastiado de técnicas, de métodos, y empezó a actuar según él mismo. Pero tampoco entonces sucedió nada. Transcurrieron seis años, seis años de una existencia de pesadilla, viviendo en la angustia más profunda. Entonces, un día, mientras cruzaba el río Niranjana cerca de Bodh-Gaya, se sintió muy débil debido a un largo ayuno —alguien le había sugerido que un ayuno prolongado lo ayudaría—, se sintió tan desfallecido que le resultó imposible cruzar el río. El río Niranjana no es muy grande, pero él estaba muy débil. Se tuvo que agarrar a las raíces de un árbol, pues, si no, la corriente se lo habría llevado. Y allí, aferrado a las raíces de un árbol, surgió en él un pensamiento: «¿Qué he estado haciendo? Simplemente me he destruido, no he Llegado a ninguna parte. He dejado atrás el mundo, he acabado con él. Y ahora también he acabado con el moksha, la salvación, dios, la verdad, o como quieras llamarlo. No me importa. También eso ha desaparecido». Y en aquel instante se sintió aliviado. Cuando buscas y rebuscas, aparece una tensión. Esa misma tensión se convierte en la barrera. Cuando no había búsqueda, ni indagación alguna, todo era relajación. Lo mismo que le sucedió a Buda en el río Niranjana le ocurrió a Arquímedes en su bañera. Estaba relajado y en esa relajación sintió una explosión de energía. Ahora bien, esa energía no era suya. Esa energía era la del Todo. Él había desaparecido. «Tú» existes debido a tu búsqueda, a tu codicia, a tus deseos. Cuando no hay codicia, La página 193 no forma parte de la vista previa de este libro. 194

allí, espiritualmente estaba allí. Por eso aquel árbol se convirtió en el árbol de su Iluminación. Ni un solo pensamiento, ni una onda en el lago de su conciencia. Todo silencio, sin ningún deseo perturbador, sin que nada se agitara. Estaba contemplando la última estrella desaparecer y... se Iluminó. Y después, cuando la gente le preguntaba: «¿Cómo Lo lograste?», él les decía: «Cuando dejé de indagar, de buscar. Cuando dejé de ser activo. Entonces, en una profunda inacción, sucedió». Siempre sucede así. A veces también puedes haberlo observado —no como Buda, no como Arquímedes—... Intentando recordar un nombre que tienes en la punta de la lengua, dices: «Lo tengo en la punta de la lengua. Y no me viene». Y te sientes agobiado y muy tenso. Pero ¿qué puedes hacer? ¡Si no te viene, no te viene! Y cuanto más lo intentas, más imposible te resulta. Entonces te olvidas de ello. Coges un cigarrillo y te pones a fumar, o te das una vuelta por el jardín. Te distraes con otras cosas: enciendes la radio, te haces un té o te enfrascas en lo que sea olvidándote de ello. Y, de repente, te acuerdas. El recuerdo te viene. Una iluminación pequeñita, pero de la misma naturaleza. Un satori muy, muy pequeño, ínfimo, del que no podrás presumir mucho, pero de esa misma naturaleza. Si has entendido el proceso, habrás entendido lo que Lao Tse quiere decir con «inacción». Hay cosas que no puedes lograr mediante la acción. Éste es el criterio: si hay algo que puedes lograr a través de la acción, pertenece a este mundo. Si puedes obtener algo «haciendo», eso pertenece al mundo de la materia. Lo que pertenece al mundo del espíritu no puede alcanzarse mediante la acción. Sólo puede lograrse a través de la inacción, de la relajación, del total abandono. Las páginas 195-196 no se muestran en esta vista previa. 197

Alcanza el no-hacer, ocúpate en nada... Atender constantemente tus asuntos genera ansiedad. A veces, ocúpate en nada; no hagas nada. En mi niñez, mi abuelo estaba muy preocupado por mí. Era un hombre adorable y muy inteligente, viejo y sabio. Siempre que me veía sentado —pues así transcurrió toda mi infancia: no haciendo nada, simplemente sentándome en silencio— me decía: «¡Levántate! ¡Haz algo! Si no, no lograrás nada en la vida. Serás un fracasado». ¡Y era cierto! Absolutamente cierto. De pura compasión me estaba diciendo eso. Me decia: ¡por lo menos, ve y juega!?te quedes ahí sentado. Me haces sentir mal». De modo que me iba de una habitación a otra y allí me sentaba. Una vez saboreas lo que no tiene sabor, nada hay que se le pueda comparar. Es incomparable. Una vez ves que ocuparte en nada es la mayor tarea del mundo, entonces todas las demás te parecen pequeñas, juveniles, infantiles, tontas. Pero, particularmente en Occidente, nunca ha habido un Maestro que haya dicho: «No hagas nada». Jesús lo intentó, pero lo mataron. Y Jesús lo intentó con mucha cautela, porque no habría sido comprendido en absoluto. Si hubiera hablado como Lao Tse, nadie le habría entendido. Los judíos son grandes «hacedores». Hacen muchas cosas bien. Es difícil superar a los judíos

en lo que sea. Nunca compitas con uno de ellos. Te derrotará. Son grandes hacedores. El mundo entero ha estado contra ellos. Muchos Hitlers han surgido y han desaparecido. Intentaron acabar con los judíos, pero nada. Siguen ahí más fuertes que antes. Los judíos son la raza más ligada al mundo. Creen en el hacer. No pudieron entender a Jesús; no obstante, él les habló como Lao Tse: de manera velada, en parábolas. Ningún 198 otro Maestro lo ha intentado. Muy al contrario, el proverbio reza: «Cuando no haces nada te conviertes en el diablo». Y Lao Tse dice que cuando no haces nada te conviertes en el campo de actuación de Dios, no del diablo. El diablo se apodera de ti cuando quieres hacer algo; entonces estás en manos del diablo, entonces puede poseerte, puede tentarte, puede forzarte, puede hacerte perseguir lo material, los logros. Pero el diablo no puede acercarse al hombre que no quiere hacer nada, al que se ocupa del no hacer. Es imposible, porque el diablo es el hacedor. Me gustaría contarte de nuevo, desde un punto de vista diferente, la historia de por qué Adán fue expulsado del Jardín del Edén, del Paraíso. Adán llevaba una vida como la de los animales, la de los árboles y los pájaros, sin hacer nada. Simplemente gozaba, simplemente disfrutaba, como hacen los niños, sin hacer nada, disfrutando, jugando. Y Dios le había dicho: «No comas del fruto del Arbol del Conocimiento», pues en cuanto comes el fruto del Conocimiento, inmediatamente te conviertes en «hacedor», porque el conocimiento es inútil a menos que sea un medio para hacer algo. «Conocimiento» equivale a «saber cómo». El conocimiento es una ayuda técnica para hacerlo todo más hábilmente. El conocimiento te convierte en un hacedor más eficiente. Pero la serpiente, el diablo, los sedujo. Primero sedujo a Eva. Y eso también es significativo porque dondequiera que vayas siempre encontrarás a Evas que empujan a sus maridos a hacer algo: «¡Ve y haz algo! ¡Hemos de tener una casa más grande! ¡Compra un automóvil más grande! ¡Necesito más diamantes! ¡Ve y haz algo! ¡No te quedes sentado en casa!». Las mujeres continúan empujando a sus maridos. La página 199 no forma parte de la vista previa de este libro. 200 El hombre tiene que volverse de nuevo inocente. Tiene que abandonar el conocimiento. Pero sólo puedes abandonar el conocimiento cuando descubres que todo lo hermoso, lo verdadero o lo bueno sucede sin hacer. De lo contrario, no podrás abandonar el conocimiento. Lao Tse está intentando hacerte entender. Está intentando darte la visión de que ha de dejarse a un lado todo conocimiento. Pero, entonces, inmediatamente preguntas: «Si ha de abandonarse el conocimiento, ¿cómo podremos hacer tantas cosas?». Y él te dice: «No necesitas tantas cosas. El ser más profundo florece con el no hacer».

Alcanza el no-hacer, ocúpate en nada, saborea lo que no tiene sabor... Lao Tse nunca utiliza el nombre de Dios. Siempre utiliza indicaciones. Nunca utiliza expresiones directas... «lo que no tiene sabor». Dios no tiene ningún

sabor, porque el sabor solamente puede existir en la dualidad. Si algo es dulce, entonces algo ha de ser amargo. Si algo es bueno, entonces algo tiene que ser malo. Si algo es divino, entonces algo tiene que ser maligno. «Lo que no tiene sabor» equivale a «no dual», lo que los hindúes llaman «advaita», no dos. «Lo que no tiene sabor» es una expresión poética. Te da una pista, no una instrucción directa.

... sea grande o pequeño, mucho o poco, equilibra el odio con la virtud. Éste es un concepto muy revolucionario. Tienes que entenderlo muy, muy sutilmente. 201 Has oído el famoso dicho de Jesús: «Ama a tus enemigos». Lao Tse profundiza aún más. Te dice: «Equilibra el odio con la virtud, no con el amor». Habría sido más fácil decir: «Cuando alguien te odie, responde con amor. Ama al enemigo». Pero ¿por qué no te está diciendo: «Ama»? Hay razones muy profundas. Cuando Jesús dice: «Ama a tus enemigos», está aceptando la dualidad de amor y odio. Está aceptando lo dual. En tu interior, ya amas a tu enemigo, si no, ¿cómo podrías odiarlo? A menos que ames a tu enemigo no puedes odiarlo. Ya amas al enemigo en tu profundo inconsciente; por eso lo odias. Amor y odio coexisten. Cuando amas a una persona, te olvidas de que también la odias. Si te fijas, te darás cuenta del hecho de que si amas a una persona, entonces también la odias. Y si odias a una persona, entonces también la amas. Enemigos y amigos no son muy diferentes. Amas al amigo conscientemente; lo odias inconscientemente. Odias al enemigo conscientemente; lo amas inconscientemente. No pueden existir de forma separada. Son dos aspectos de la misma moneda: amor-odio. A veces te incomoda descubrir que sientes ansias de matar. A veces piensas en matar a tu esposa, a tu marido, o en asesinar a tu madre o a tu padre. Y te sientes muy culpable. ¿Por qué, por qué? No te sientas culpable. Es natural. En el amor, el odio está oculto. Y piensa en tu enemigo, profundiza en tu odio. Descubrirás que lo amas. Quizá sea una manera negativa de amar... El odio es una manera negativa de amar. Sucedió: Mahatma Gandhi y Mohamed Jinna, dos grandes políticos de la India, eran enemigos declarados, y claro, los enemigos declarados se encuentran enlazados entre sí. Cuando Gandhi fue asesinado y Jinna se enteró se sintió La página 202 no forma parte de la vista previa de este libro. 203 completamente fría, te mata. La compasión no es fría; la compasión es suavemente fresca. «Frialdad» equivale a «muerte»; «suavidad», a «equilibrio».* Deja que te lo explique de otra manera. La compasión es suave; la indiferencia, fría. Si comparas la compasión con el amor y el odio, es suave. Si la comparas con la indiferencia, es caliente. Es caliente comparada con la indiferencia y su frialdad. Es fría comparada con la temperatura del amor y el odio. «Virtud» es compasión. No es amor, no es odio. Es un equilibrio entre los dos. No es indiferencia. Da vida. Pero si no conoces esta distinción, la compasión te parecerá indiferencia. La distinción es muy sutil. El suave frescor te parecerá

frialdad, pero lo primero está vivo, fresco. La frialdad está absolutamente muerta. «Virtud» es compasión.

..., equilibra el odio con la virtud. Afronta lo difícil cuando aún es fácil... Todo lo difícil pasa por una fase en que es fácil. Si prestas atención, te darás cuenta. Es muy fácil destruir una semilla; es muy difícil destruir un gran árbol. Y todo asume la forma de semilla. Cuando surge la ira, simplemente es como una semilla. Si en ese momento quieres apartarte de ella, no hay ningún problema. Pero si le permites arraigar dentro de ti, extenderse por el interior de tu ser, agobiarte, entonces destruir esa ira será muy, muy difícil. Te parecerá estar destruyéndote a ti mismo. Habrá arraigado en ti. Juego de palabras en inglés en el original. Cold significa «frío»; cool significa «fresco» y también «suave, agradable». 204

... sea grande o pequeño, mucho o poco, equilibra el odio con la virtud. Afronta lo difícil cuando aún es fácil, ocúpate de lo grande cuando aún es pequeño. Y todo es pequeño y fácil en el presente. Si no pospones nada, todo resulta fácil y pequeño. Eres lo suficientemente poderoso para cambiarlo, para transformarlo. Pero si dices: «Mañana veremos», si dices: «No hay prisa», si optas por lo fácil y dices: «Algún día, cuando tenga el tiempo suficiente, me enfrentaré al problema», entonces el problema crecerá y arraigará. No lo pospongas, porque entonces no podrás actuar sobre él. Y eso es lo que has estado haciendo hasta ahora. Has estado aplazándolo todo, durante vidas. Y luego acudes a mí y me dices: «Me gustaría conocer el silencio, me gustaría sentirme en paz». Durante vidas sin número has estado posponiendo encarar esos problemas que hierven dentro de ti. Has de afrontarlos. Es necesario operar... Pero, de nuevo, tienes prisa. Durantes unos días —cuatro o cinco— meditas y luego vienes a mí y me dices: «No sucede nada». ¿No te das cuenta de lo ridículo que es? ¿Qué estás pidiendo? Durante vidas y vidas has estado posponiéndolo todo. Tu ser se ha convertido en una ruina. Tu jardín ha desaparecido. Todo ha quedado destruido. Sólo la cizaña subsiste... Y, de repente, un día quieres tener un hermoso césped. Te llevará tiempo. Has de eliminar la cizaña. Has de eliminar sus raíces, sus semillas. Has de renovar la tierra. Y ahora no es fácil. Pero, por lo menos, puedes hacer una cosa: empezar a vivir momento a momento, para no ir acumulando más sin sentidos a tu alrededor, más basura en torno a ti. Por lo 205 menos puedes limpiar una parte del jardín y empezar a trabajar en el presente. Y una vez descubres cómo se han complicado los problemas, una vez entiendes que son asequibles si los afrontas en su inicio, todo volverá a ser

fácil de nuevo. Pero has de darte cuenta de este matiz, de esa sutileza, de esa sensación.

Los difíciles problemas del mundo han de ser abordados mientras aún son simples. Los grandes problemas del mundo han de ser abordados mientras aún son pequeños. De esta manera, el sabio, sin vérselas nunca con grandes problemas, consigue grandes cosas. Todo esto parece paradójico... ¡y no lo es! Son simples verdades que no se contradicen.

«De esta manera, el sabio, sin vérselas nunca con grandes problemas...», porque no tiene grandes problemas. Nunca trata con grandes problemas. Por eso es grande. Tú crees justo lo contrario. Piensas que un hombre es grande porque se ha enfrentado a grandes problemas, a grandes desafíos. Y los ha superado. ¡Eso es una tontería! Un gran hombre no tiene nada que superar. Cuanto mayor es, menos cosas ha de superar. Y si es muy grande, no ha de superar nada. El hombre más formidable no tiene ningún problema por resolver. Ni grande ni pequeño. Porque nunca les permite aumentar de tamaño. Sólo se convierten en problemas cuando los pospones. Ahora mismo, si los vives, no son problemas. Forman parte de la vida. ¡Y son hermosos! Tan sólo empieza a estar atento. En cuanto te des cuenta de que surge un problema, abandona toda actividad. Obsérvalo, préstale atención. Sencillamente mira en su 206 interior, en su esencia. A veces, una sola sonrisa bastará para cambiarlo. Con sólo una sonrisa será suficiente y te hallarás fuera del círculo vicioso. Otras veces, no será necesario nada, ni siquiera una sonrisa, ni una risa. Tan sólo con prestar atención, viendo en su interior, desaparecerá, igual que las gotas de rocío desaparecen por la mañana cuando sale el sol. Simplemente obsérvalo. Aplícale el sol de la conciencia y desaparecerá. ¡El problema es muy pequeño y tú eres grande, inmenso! Simplemente siendo encarado, observado, cambia su cualidad. Deja de ser un problema. Puedes solazarte en él, puedes disfrutar de él. Entonces la vida se convierte en una comedia.

Aquel que promete a la ligera descubrirá que le es difícil mantener su palabra. Si comprendes la vida, nunca harás promesas, porque prometer es aplazar. O lo haces ahora o deberías decir: «No sé. Mañana ya veré». En el Mahabaratha se cuenta una bella anécdota: Los cinco hermanos Pandavas vivían ocultos en el bosque. Un día, se les acercó un mendigo. Udhishthir estaba sentado fuera de la choza y el mendigo le pidió una limosna. No mucho: un poco de pan, unos chapatis. Udhishthir se lo pensó y... como siempre nos ocurre con los mendigos, nos sentimos incómodos al tener que tomar una decisión. Le dices: «Ven mañana», sólo para evitar tener que decidir. Sabes que el hombre no puede venir mañana de nuevo y no quieres ser tan rudo para decirle: «No te daré nada». Quieres

también proteger tu imagen: eres muy compasivo. Así que le dices: «Ven mañana. No me molestes ahora». 207 Udhishthir hizo lo mismo. Le dijo: —Ven mañana. Bhima, otro hermano —que no destacaba por su sabiduría o inteligencia... aunque a veces sucede que los que no son muy inteligentes despiertan—, empezó a reírse de repente y, saliendo de la casa, se dirigió hacia el pueblo. Udhishthir le preguntó: —¿A dónde vas? El le contestó: —Voy a decirle a la gente del pueblo que mi hermano ha vencido al tiempo: ha prometido a un mendigo que le dará algo si vuelve al día siguiente. De repente, Udhishthir se dio cuenta... ¿Cómo puedes decirle a alguien: «Vuelve mañana»? Puede que mañana no estés aquí. Puede que ese mendigo mañana no exista... Corriendo, Udhishthir alcanzó al mendigo y le dio todo lo que pudo. Y abandonó su costumbre de prometer. Prometer sólo es posible si existe la certeza del mañana. Pero ¿quién sabe algo sobre el mañana? Hay una antigua y gran historia china. Un rey estaba muy enfadado con su primer ministro. Por una u otra causa, el rey lo sentenció a muerte. Tradicionalmente, si alguien iba a ser ejecutado por orden del rey, el rey tenía que visitarlo un día antes para preguntarle si tenía algún deseo que satisfacer. El último deseo del condenado debía ser satisfecho. Y aquel hombre no era un hombre ordinario. Había servido al rey durante muchos años como primer ministro. Había sido uno de sus íntimos. Pero algo salió mal. Hizo algo, el rey se enfadó con él y ordenó que fuera ejecutado al día siguiente. Y el rey fue a verlo veinticuatro horas antes. 208 El primer ministro era un hombre valiente. Había sido general en muchas guerras. Cuando llegó el rey, el primer ministro empezó a llorar y a gemir. Las lágrimas corrían por sus mejillas. El rey le dijo: —Nunca me habría imaginado que un hombre de tu valentía se pusiera a llorar porque lo fueran colgar al día siguiente. ¿Tienes miedo a la muerte? El primer ministro le contestó: —Eso no me importa. Nunca he tenido miedo a la muerte. Es algo más... pero olvídate de eso. Ahora no hay tiempo. El rey sintió curiosidad y le dijo: —¿Qué ocurre? ¡Cuéntamelo! Estoy aquí para satisfacer tu último deseo. Te prometo darle cumplimiento. Dime cuál es. Has servido mucho tiempo a mi reino y me gustaría satisfacerte. ¡Dímelo! El primero ministro le dijo: —Si insistes, entonces te lo diré. Es una larga historia. Cuando yo era joven vivía con un gran Maestro. Era un Iluminado y conocía muchos secretos. Yo aprendí uno: hay una singular clase de caballo al que se le puede enseñar a

volar. Durante toda mi vida he estado buscando esa clase de caballo al que se le puede enseñar a volar, pero no he podido encontrar uno solo. E, ironía del destino, el caballo que montas es de esa clase de caballos. ¡Y mañana por la mañana yo estaré muerto! Todo ese saber desaparecerá conmigo. Ese secreto se perderá para la humanidad. Por eso estoy llorando. El rey le dijo: —¿Ese caballo puede volar? ¿Cuánto tiempo te llevará enseñarle?... El rey se interesó en el tema: «Si este caballo puede volar por el cielo será algo extraordinario, incomparable. 209 Algo que ningún otro rey en el mundo podrá exhibir». Y le dijo: —Olvídate de la ejecución. Dime cuánto tiempo tardarás. El hombre le contestó: —Me llevará un año. El rey le dijo: —De acuerdo. Probarlo no cuesta nada. Durante un año lo intentarás. Si el caballo vuela, no sólo no serás colgado, sino que te casarás con mi hija y compartirás mi reino: mitad y mitad. Pero si el caballo no aprende a volar, serás ejecutado. De modo que podemos probarlo. Ve y llévate el caballo. El hombre subió al animal y se dirigió a su casa. Allí, encontró a su esposa y a sus hijos llorando porque aquél era el último día. A la mañana siguiente el marido, el padre, estaría muerto. ¡Y no podían creer lo que estaban viendo! El regresaba montado en un caballo. Creyeron estar soñando. Se restregaron los ojos y le preguntaron: —¿Qué ocurre? ¿Cómo te las has arreglado para volver? Les contó toda la historia. La esposa empezó a llorar de nuevo y le dijo: —Eres un estúpido. Sé muy bien que no sabes nada de lo que afirmas saber. Inventaste una mentira. Y si había que mentir, ¿por qué sólo un año? ¡Debías haber pedido cincuenta años, veinte años, por lo menos! Un año pasará muy rápido y se convertirá en una pesadilla. Durante todo el año estaremos temblando porque al poco tendrás que morir. El hombre les dijo: —No temáis. Un año es muy largo. Puede que el rey muera, puedo morirme yo, puede que el caballo muera. ¡No os preocupéis! No os preocupéis. Un año es suficiente tiempo. 210 Lao Tse dice:

Aquel que promete a la ligera descubrirá que le es difícil mantener su palabra. Aquel que todo lo considera fácil encontrará muchas dificultades. Por eso, incluso el sabio considera difícil cualquier cosa y debido a ello nunca tiene problemas. Lao Tse te está diciendo: «No prometas. Si no, perderás la fe»... porque el tiempo cambia las cosas.

No afirmes nada sobre el futuro, porque el futuro es incierto. A lo sumo puedes tener la certeza de este momento; eso es todo. Y el que vive en este momento sin prometer, sin posponer, sin pensar, sin hacer planes de futuro, vive una vida tan simple, tan inocente, que su fe crece, su confianza crece, su agradecimiento crece. Se convierte en un vehículo a través del cual la gracia suprema fluye. Se convierte en un instrumento de Dios, del Tao. Pero el que promete a la ligera, el que lo va aplazando todo a la ligera, el que no cree que haya nada difícil... Intenta comprenderlo. Lao Tse te dice: «Todo es simple si lo afrontas debidamente desde un principio». No creas que es simple, no creas que es fácil, porque si piensas que es fácil surgirá la tendencia a posponerlo: «Algo tan fácil... ¿Por qué molestarme ahora? Puedo hacerlo mañana». Todo es fácil, pero lo crees muy difícil. Afróntalo de inmediato pues, si no, se volverá difícil.

Por eso, incluso el sabio considera difícil cualquier cosa... ... sabiendo bien que es fácil. Pero lo considera todo difícil para que la tendencia interna a posponer sea refrenada. 211 Las cosas pequeñas, las cosas muy ordinarias, pueden ser realizadas muy fácilmente... pero el sabio las considera difíciles.

...y debido a ello nunca tiene problemas. ... porque lo va resolviendo todo. Las cosas nunca aumentan, nunca son demasiado grandes. Él vive momento a momento, completamente libre del pasado, completamente libre del futuro. Es como un espejo, vacío. «Espejo vacío» es la expresión adecuada para el sabio. Tú te pones ante él y él te refleja. Cuando te vas, tu reflejo desaparece. El espejo está de nuevo vacío, de nuevo preparado para reflejar lo que aparezca. El espejo nunca dice: «Mañana lo reflejaré». Si dijera: «¡Ya lo reflejaré mañana!», se acumularían tantas cosas que nada sería reflejado. Ese es el estado de tu mente. Has estado posponiendo. Ahora, deja de posponer. Fíjate en los problemas. Observarlos los dejará casi resueltos. Y ¿qué sucederá con los pequeños detalles? Podrás manejarlos. Todos somos capaces de resolver nuestros problemas. Todos hemos de ser capaces. Si tú eres capaz de crear esos problemas, ¿quién si no tú va a poder resolverlos? Si tú los creas, tú los puedes resolver. Estos sutras de Lao Tse son muy significativos. Préstales atención. Medita en ellos. Deja que tu ser se empape de ellos.

CAPÍTULO 8 ÉSTA ES LA REINA: CLEOPATRA

215 Primera pregunta:

Siento una tremenda confianza en que voy a Iluminarme muy pronto... pero quisiera que mi Iluminación se retrasara un poco porque parece haber más gozo en la demora de la Iluminación que en la Iluminación misma. ¿Por qué? No sientas tanta confianza... si no, se demorará para siempre. La confianza en uno mismo no es una cualidad para el viaje interior. Es una barrera. En el mundo exterior la confianza en uno mismo es una ayuda, es un imperativo. Sin ella no puedes hacer nada en el mundo exterior porque es necesario un ego, es necesaria una especie de locura. Pero en cuanto pasas a lo interior, todas las cualidades que eran útiles en el viaje exterior se convierten en obstáculos. No es necesario un «yo», no es necesaria la confianza en uno mismo. Has de perder el ego por completo, Sólo entonces existirá la posibilidad de Iluminarte. «Tú» nunca te iluminarás. Cuando «tú» desapareces, aparece la Iluminación. Es lo primero que has de recordar. Y lo segundo es: ¿cómo vas a comparar si es mejor Iluminarte o esperar la Iluminación? La comparación sólo es posible cuando te has Iluminado. Cuando conoces ambos estados, entonces puedes compararlos. 216 No te engañes a ti mismo. No intentes racionalizarlo. Debido a que has de esperar, estás intentando racionalizarlo: el esperar es muy bello, hay mucha felicidad y beatitud. Si la espera supusiera tanta beatitud —más que en la Iluminación— entonces aquellos que La alcanzaron eran unos estúpidos. Buda, Lao Tse, Krishna y Jesús fueron todos estúpidos, necios. Entonces, ¿para qué intentar Llegar? No. Estás intentando engañarte a ti mismo. No pareces estar acercándote... y la mente es muy astuta, muy sagaz. Te dice: «¿Quién tiene prisa? Si no Llega, ¡qué más da! Es muy bonito. Esperar está bien. Es tremendamente gozoso». Estás intentando ocultar tu impotencia. De esta manera seguirás dando vueltas. Se está retrasando... y se retrasará, se demorará para siempre si hay demasiado ego. ¡Se demora debido a ti! No es que la espera sea dichosa en sí misma... Esperar siempre es una miseria, esperar es siempre estar a mitad de camino, es estar en el limbo. Esperar siempre supone tensión, sufrimiento. Si no, ¿quién se preocuparía por Llegar? ¿Por qué Lo estás esperando? ¡Estás esperando Llegar! La espera no puede ser hermosa... pero puedes intentar consolarte. Abandona el ego, olvídate de los falsos consuelos porque solamente tú serás el engañado. No podrás engañar a nadie, pero sí podrás engañarte a ti mismo para toda la eternidad. Deshazte del ego, deshazte de ese «exceso de confianza» —es egoísta— y de súbito surgirá la Iluminación. ¡No tendrás que esperar nada! La espera surge debido a los obstáculos que estás creando. La Iluminación no está interponiendo ningún obstáculo en tu camino. Dios no te

está alejando de El. Nadie te está creando dificultades. Si no Llegas, es sólo por ti. Así que olvídate de esa confianza en ti mismo, olvídate del ego, y entonces, de repente, descubrirás que la 217 Iluminación no es algo que te sucede. La Iluminación es tu misma naturaleza, tu mismo ser. Cuando el ego desaparece, ella aparece. Entonces tú eres la Iluminación. Y olvídate de los consuelos. Has de haber oído —puesto que la he contado muchas veces— la conocida historia de la zorra y las uvas. La escribió uno de los hombres más extraordinarios: Esopo. Una zorra se acerca a una parra repleta de uvas, de racimos de uvas. Empieza a saltar intentando alcanzarlas, pero no puede conseguirlo. Están demasiado altas. No salta lo suficiente. Entonces echa una mirada a su alrededor por si alguien la estuviera mirando. Una pequeña liebre la está observando desde un arbusto y le pregunta: —¿Qué pasa? ¿No llegas a las uvas? Ella le contesta: —No, hija, no. No es eso. Es que las uvas están verdes. Eso es un consuelo. Y yo te digo que las uvas nunca están verdes... por lo menos las uvas de la Iluminación. Nunca están verdes. Siempre están maduras y dulces. Si no puedes alcanzarlas, no intentes consolarse diciéndote que te encanta la espera. Tan sólo trata de entender por qué te ves obligado a esperar. ¿Quién te está obligando a esperar? Nadie. Sólo tú mismo. Esa confianza contigo mismo, ese «yo». 218 Segunda pregunta:

¿Es el caos de hoy en día, de nuestra época, diferente del de otros tiempos? Parece que fueran unos tiempos especiales. ¿O es que toda época es especial? Sí, toda época es especial, cada momento es especial. Pero en cada época se siente que esa época es especial. Es el ego de la época. Cada época se ha sentido siempre a sí misma única, la más revolucionaria, la más caótica, la más guerrera, la más erudita, la más sabia... siempre «algo» especial. He oído... No sé la verdad que pueda contener, pero debe de ser cierto. Conociendo la mente humana ha de serlo... Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén, se dice que las primeras palabras que dirigió Adán a Eva mientras salían por la verja fueron: —Querida, estos momentos son los más revolucionarios que hemos vivido. ¡El primer día del mundo, más bien el primer momento, el primer paso en el mundo y... ¡la revolución! «Estos momentos son los más revolucionarios que hemos vivido.» Y desde entonces cada Adán así lo ha sentido, cada Adán le ha repetido a Eva: «Querida, esta época es la más grande, la más especial». ¿Por qué sucede

esto? Tu época es especial, la religión en la que naces es especial, el Maestro al que sigues es especial —el más grande del mundo—, el libro en el que crees ha sido escrito por el propio Dios y no por seres humanos corrientes... Todo lo que te pertenece es especial. Así se mantiene, se sostiene, el ego. Esos son sus apoyos. 219 El país en el que naces es especial. Si eres indio, entonces tu país es sagrado. Si eres inglés sabes perfectamente que los ingleses son los mejores del mundo. Si eres francés, lo mismo. Así sucede. Y es un método tan astuto que no eres consciente de lo que te estás haciendo a ti mismo: haciendo de tu religión algo especial, volviéndote especial. ¡No es el cristianismo, sino tú el que es tan especial! Es debido a ti que el cristianismo parece ser especial. No es que la India sea una tierra sagrada. Es debido a ti, a que eres tan religioso. ¡Así de sagrado es tu ser! Debido a ti toda la India es un país religioso, especial. Dondequiera que hubieras nacido habría pasado igual. Si hubieras nacido en Holanda, o en China, lo mismo habría sucedido. Intenta comprenderlo. El mundo es siempre o bien ordinario o bien extraordinario. No tiene objeto decir que «siempre es extraordinario»; eso no representa ninguna diferencia. Solamente si existen momentos ordinarios pueden darse algunos momentos extraordinarios. De manera que puedes decir: «El mundo, el tiempo, el país, la religión... todo es ordinario», o: «Todo es siempre extraordinario». Es lo mismo, porque entonces nada hay con lo que puedas establecer una comparación, con lo que puedas contrastarlo. Y, lentamente, si vas olvidándote de esas afirmaciones, verás que «tú» has desaparecido. ¿Tu país, ordinario? Si fuera así no podrías caminar tan orgullosamente como lo haces. ¿Tu lengua, vulgar? Entonces dudarás un poco. Si todo es ordinario —tu nacimiento, tu familia, esto y lo otro— ¿cómo podrá sentirse fuerte el ego? Sin nada en lo que apoyarse, el ego cae por los suelos. Esos son trucos muy sutiles... He oído hablar de un profesor, un profesor de filosofía de la Universidad de París. Un día, de repente, les dijo a sus estudiantes: 220 —¡Soy el hombre más grande del mundo! Ellos no podían creérselo. Aquel vulgar profesor... y además, profesor no de física, sino de filosofía. Nadie asistía a sus clases. Sólo en escasas ocasiones alguien, algún loco, acudía a ellas. Nadie tenía en cuenta su departamento, el más desacreditado de la Universidad... ¿Y era aquél el hombre más famoso del mundo? Se pusieron a reír y le dijeron: —Siempre hemos oído decir que los filósofos son un poco excéntricos, pero ahora lo estás demostrando. ¿Tú, el hombre más importante del mundo? Entonces ¿qué hay de Richard Nixon? ¿Y de Mao Tse-Tung? ¿Y de Indira Gandhi? ¿Qué hay de esa gente? El les dijo:

—¡Esperad! Siempre que digo algo, lo demuestro. Soy un lógico. Y lo demostraré. Tengo la prueba. A menos que tuviera una forma de probarlo nunca afirmaría algo así. Y al día siguiente llevó consigo un mapamundi. Lo colgó de la pared y dijo: —Acercaos. Ahora os lo demostraré. ¿Cuál es el país más importante del mundo? Y claro, era Francia...; todos eran franceses. De modo que el mundo entero fue descartado, hasta que quedó sólo Francia. Y entonces preguntó: —¿Cuál es la ciudad, el pueblo, más importante de Francia? Y claro, era París. Todos eran parisienses. Entonces preguntó: —Y ¿cuál es el lugar más importante de París? Evidentemente era la Universidad, la ciudadela de la sabiduría. 221 Entonces los estudiantes empezaron a sentirse algo inquietos porque se estaba acercando más y más y les iba a resultar difícil refutarle. Entonces les preguntó: —¿Cuál es el mejor departamento de esta Universidad, el más importante? Y claro, tenía que ser el de filosofía; el más antiguo, con los conocimientos más secretos. —Y ¿quién es el jefe del Departamento de Filosofía? Ese es el hombre más importante del mundo. Así es como funcionamos todos. Ésta es la lógica, ésta es la prueba. Por favor, no seas estúpido. Deja que los filósofos sean los tontos; no tienes por qué serlo tú. Olvídate de todo este sin sentido. Es pura basura. Una vez lo olvides, te sentirás tan limpio como si te hubieras bañado en la eternidad. Te sentirás tremendamente aliviado, tremendamente joven, porque toda esta podredumbre en tu cabeza te está corrompiendo. Estás enfermo debido a ella. No podrás recuperar la salud a menos que te desprendas de toda esta basura. Sé simple, ordinario. Todo es ordinario... o puedes llamarlo «extraordinario»; da lo mismo. Esta mañana es tan extraordinaria como cualquier mañana. Siempre buscamos lo extraordinario... Siempre que te enamoras, sientes: «Esta mujer es mi reina, mi Cleopatra. Nunca ha habido una mujer igual...». Pero todos los enamorados se han sentido así. Y no sólo eso, sino que te enamorarás una y otra vez, y una y otra vez sentirás: «Esta es la verdadera Cleopatra; la otra no era nada». Y te olvidarás de que has estado diciendo lo mismo a muchas mujeres... Todos los que aman sienten su ego reforzado. Y eso ha sido la causa de muchísimo sufrimiento en el mundo. Los cristianos creen ser especiales, los escogidos de Dios. Las páginas 222-223 no se muestran en esta vista previa. 224 han nacido. Se han aferrado a ello y nunca se han descaminado. Son cobardes; no han aprendido nada. Para mí, su valor es nulo. Puede que sean buenas

personas, pero su bondad es insípida, no está sazonada. Es monótona y sin vida. Encontrarás dos tipos de santos en el mundo. Uno, aquel que es santo por miedo, por miedo al infierno, por miedo a las consecuencias. Nunca ha pecado. Casi parece un santo de arcilla; no es real. No ha Alcanzado nada. Y no será sabio, porque ¿de dónde va a obtener su sabiduría? Si nunca anduvo descaminado, ¿cómo va a madurar? Será un niño, ignorante, tonto y estúpido. No será dañino, pero no podrás aprender nada de él. A lo sumo, podrá enseñarte su estupidez, su cobardía. Luego hay otro tipo de santo... y serás afortunado si puedes encontrar a uno de este otro tipo, porque de cada cien santos, noventa y nueve son tontos. Esa es la proporción. Esa es la proporción entre estupidez e inteligencia, de modo que en todas partes ha de mantenerse la misma. En el mundo, en el mercado, existe la misma proporción: noventa y nueve personas tontas y una inteligente, sabia, consciente. La misma proporción ha de reflejarse también con los santos, o mires donde mires. Si tienes suerte de encontrar a alguien que haya vivido —vivido peligrosamente— y haya explorado en todas direcciones sin miedo, aprendiendo a través de la experiencia a trascender el pecado... no alguien que no haya pecado nunca, sino alguien que haya pecado, tan total e intensamente que por ello haya trascendido el pecar, conociéndolo en todas sus dimensiones, viendo su absurdo, trascendiéndolo..., si puedes encontrar a un santo así, sólo a través de él discurre el camino, el sendero. Jesús podía decir a la gente: «Yo soy el camino», jesús no es un vulgar y estúpido santo. Por esa razón fue crucificado. Si hubiera sido un estúpido santo ordinario, le 225 habrían reverenciado. Los judíos habrían dicho de él: «¡He aquí al hijo de Dios!». Pero el problema consistía en que sus maneras no eran precisamente las adecuadas, no se ajustaban a lo que los judíos creían correcto; no eran precisamente morales. A veces gustaba de la compañía de una prostituta. Eso no es santificable. A veces gustaba de estar con borrachos y bebía vino... ¡Le encantaba! Y anduvo con toda clase de gentes. No fue nunca respetable ni le importó en absoluto la respetabilidad. Los inmorales, los condenados por la sociedad eran sus amigos. Anduvo con toda clase de compañías. Esa era la razón, la razón fundamental por la cual todos los sacerdotes y todos los mal llamados «santos» se pusieron en su contra: porque estaba cercenando las raíces mismas de la vieja moralidad. Ese hombre era peligroso, tenía que ser destruido, porque introducía en el mundo algo que suponía el caos para la moralidad ordinaria. La moralidad ordinaria vive basándose en reglas, mientras que un santo vive basándose en su conciencia, no en normas. Las normas son para los cobardes. Un santo vive según su disciplina interna; no cree en ninguna otra disciplina. Su propia conciencia es la única ley. Y él la sigue. Dondequiera que lo lleve, él está listo para seguirla. Si lo lleva al infierno, irá al

infierno. Porque ésa es su manera de averiguar la verdad: siguiendo a su propio ser. No permite que nadie lo obligue a nada. Se rebela. Los santos ordinarios son inofensivos, pero los santos como Jesús son peligrosos... para la sociedad, para la cultura, para los sistemas de vida fijos, para el statu quo, para lo establecido. Jesús debió de ser como un hippie: rebelde, rompiendo todas las reglas. ¡Así es como uno debe vivir! Porque a menos que vivas totalmente libre, a menos que sufras debido a lo que tú eliges, no transcenderás nada. Seguirás siendo un santo de barro. 226 Me preguntas: «¿Merece un pecador Iluminarse?». Y yo te contesto: «¿Quién si no?». Se lo ha ganado. Ha sufrido pecando. A través del pecado ha madurado. Pero no te estoy diciendo que simplemente pecando vaya a Llegar. Si así fuera, ¡todos habríamos Llegado! Pecado más conciencia; ésa ha de ser la fórmula. Pecado más conciencia. Entonces ve dondequiera y haz lo que te guste. Esa conciencia te traerá de regreso, esa conciencia será siempre la escalera con la cual podrás trascender cualquier experiencia. Si Jesús hubiera nacido en la India no habría sido crucificado, no. Aquí nunca hemos crucificado a nadie, aunque hemos conocido incluso a gente más peligrosa. Jesús no es nada. Hemos conocido a Krishna. De hecho, hay muchísimas probabilidades de que «Cristo» sea una forma distorsionada de «Krishna». Jesús debió de poseer algunas de las cualidades de Krishna. En bengalí, Krishna es «Kristo». En muchas lenguas europeas «Crist» es «Cristo». «Cristo» parece ser un derivado de «Krishna». «Cristo» no es el nombre de Jesús. «Jesu-Cristo» quiere decir «Jesús el Krishna». En él había algo de Krishna... Se enamoró de María Magdalena de la misma manera que Krishna se enamoró de Radha... Los judíos no creyeron en él. Eran gente muy moral, matemática, calculadora... ¡y entonces aparece ese hombre y destruye todas sus estructuras! Aceptamos que Krishna tuviera 16.000 novias. Las llamamos «gopis». «Gopi» es una palabra más adecuada que «novia», más amorosa y más profunda. Aceptamos sus 16.000 mil gopis y nunca lo crucificamos. Y no todas eran sus esposas... Algunas eran las de otros. Radha no era su esposa, sino la mujer de otro. Hace tan sólo unos días hubo un juicio en un tribunal de Uttar Pradesh, sobre unas tierras. Unos terrenos habían figurado durante siglos a nombre de Radha Krishna. Ahora han aparecido nuevas leyes que prohíben La página 227 no forma parte de la vista previa de este libro. 228 permanecer consciente, bebe tanto como quieras. Sólo será agua; nada más. Se dice que Jesús convirtió el agua en vino. Yo te enseño el otro truco: cómo convertir el vino en agua. Siendo consciente. Entonces obrarás un milagro mayor que el realizado por Jesús. Sé consciente y el vino se transformará en

agua. Sé consciente y el sexo se convertirá en amor. Sé consciente y el amor se convertirá en oración. Sé consciente y la oración se convertirá en meditación. Sólo has de recordar una cosa: haz lo que te guste, pero hazlo siendo plenamente consciente. Entonces no te perderás. Cuarta pregunta:

¿Puede uno convertirse en adicto a la catarsis? Sí. La mente tiene una enfermedad muy profundamente arraigada. Yo la llamo «ex»: «ex-cederse», «extralimitarse». Estate atento a esta enfermedad del «ex». Puedes excederte haciendo lo que sea y, entonces, aquello que debía ser beneficioso se vuelve perjudicial. Comer es bueno, es vida, pero puedes comer demasiado y entonces se convierte en algo venenoso. Puedes morirte por comer excesivamente. De hecho, los investigadores médicos dicen que la gente muere más por comer con exceso que de inanición. Los periódicos informan de las personas que mueren de inanición, pero nunca de cuánta gente muere por comer con exceso. Debería informarse primero de eso. Hay mucha más gente que muere debido a excesos en su alimentación. Un hombre puede vivir durante tres meses sin comer nada en absoluto, pero si abusas 229 del comer durante tres semanas, no sobrevivirás. Inténtalo. Durante tres días come tanto como puedas... Sucedió: Mulla Nasrudin y un discípulo fueron a visitar La Meca. Como derviches, llamaban a la puerta de las mansiones que encontraban en su viaje y allí les daban comida y también agua. Y cuando comían, Nasrudin engullía tanto como podía y luego se acostaba para dormir. Pero su discípulo tenía un curioso hábito: comía un poco, daba unos saltos y luego comía un poco más. Un día Nasrudin le dijo: —¿Qué haces? Cuéntame tu secreto. ¿Acaso no soy tu Maestro? El discípulo le dijo: —De acuerdo, Maestro. He descubierto que si como un poco, bebo un poco de agua y luego doy unos saltos, entonces la comida se asienta y puedo comer un poco más. Es como con una caja: colocas las cosas y... Nasrudin se quitó su sandalia y le golpeó duro en la cabeza diciéndole: —¡Estúpido! ¡Cómo te atrevías a mantener oculto un secreto tan valioso! ¡Y pensar en la cantidad de comida que he desperdiciado! Tenía la intuición de que estaba aún muy lejos de mi límite, porque el límite del comer está, al fin y al cabo, en reventar de comida. Pero desconocía este truco. ¡Has estado ocultándome este gran secreto y ahora me siento muy miserable! ¡Cuánta comida he desperdiciado! Acuérdate de la enfermedad del «ex». Mata de muchas maneras. Comer en exceso o hacer el amor en exceso puede matarte. Muchas personas vienen a mí... Practican el sexo en exceso. Se están matando. O comen excesivamente; se están matando.

230 Sí; también puedes excederte meditando. A la mente le gusta siempre llegar al límite. La mente es extremista; nunca quiere quedarse en el medio, porque estar en el medio es estar sin mente. Si te mantienes exactamente en el medio, no hay mente. Cuando te desplazas a un extremo, surge la mente. Cuanto más te alejas del centro, más se entromete la mente tomando posesión de ti. Tanto si comes demasiado como si ayunas en exceso, la mente está allí. Por eso, ni estoy a favor de comer demasiado ni en favor del ayuno. Simplemente mantente en el medio. Come adecuada, equilibradamente. Recuerda siempre equilibrarte en todo. Puede que medites en exceso y entonces te sentirás agotado en vez de resucitado, revivido, revitalizado, rejuvenecido. Te sentirás exhausto. Y entonces te desplazarás al otro extremo y dirás: «No sirve para nada. Esta meditación no me sirve para nada. He de dejarla. Por su culpa me estoy agotando». No te estás agotando por su culpa; te estás agotando debido a tus excesos. ¿Cómo saber entonces que «éste» es el punto medio? Es difícil, muy difícil. Has de ser muy, muy consciente. Sólo entonces lo sabes. Cuando comes, ¿dónde está el punto medio? El punto medio está en el momento en que todavía te sientes un poco hambriento, un poquito hambriento. Sabes que si sigues comiendo te sentirás pesado. Exactamente ahí; detente. Si comes cuatro chapatis y luego te sientes pesado, come entonces tres chapatis. Lo correcto es detenerse ahí. Tres cuartos de tu estómago han de estar llenos y un cuarto, vacío. ¡Eso es lo correcto! Deja algo de espacio para que la comida pueda ser agitada, transformada, convertida en sangre. ¡Déjale un poco de espacio! La comida necesita un cierto espacio en el estómago. La página 231 no forma parte de la vista previa de este libro. se sienten somnolientos. No pueden mantenerse conscientes; se mueven como si estuvieran profundamente dormidos, como sonámbulos. Esa hora es adecuada para Vinoba, pero no significa que sea adecuada para todos. A él le va bien porque se alimenta de una forma determinada y no necesita dormir más. Sólo ingiere curd, leche cuajada. Casi se alimenta exclusivamente de curd. La leche necesita ser digerida; el curd está predigerido. La leche entra en el cuerpo y se convierte en curd y entonces... La cuajada es una comida casi digerida. Y él come muy poco porque tiene úlceras, úlceras crónicas. Por eso le va bien. Pero sus seguidores también toman curd... y si no tienen úlceras, las tendrán. ¡Estúpidos! Sencillamente están acidificando sus estómagos. Y él se levanta a las tres porque no necesita dormir más. ¡Y todos se levantan a las tres! Entonces todo el ash- ram dormita durante el día... Yo he estado allí y he visto las caras de esa gente: sonámbulos, casi hipnotizados. ¿Cómo van a estar más atentos y conscientes? ¿Cómo van a meditar? Descubre tu propio ritmo... Todos tenemos nuestro propio ritmo. Y tu ritmo es tan singular como tus huellas digitales. Al igual que la huella de tu pulgar es diferente de todas las demás huellas del mundo, de la misma manera en cada individuo todo es único. Posees tu propio ritmo respecto a todo.

He trabajado con muchas personas y esto es con lo que me he encontrado: todos somos muy diferentes. No existe una regla fija que poder aplicarnos. Sólo una flexible comprensión. Eso es todo. Has de encontrar tu propio ritmo. Intenta descubrir tu propio ritmo también con la catarsis. Este debe ser el criterio: si la catarsis te agota, entonces te estás excediendo. Si no te excedes, después te has de sentir muy, muy bien, muy ligero. Como si la gravedad dejara de actuar 234 no le ayudas, no cooperas; más bien creas barreras. Si eso es lo que estás haciendo —y es lo que hacen la mayoría de los enamorados—, si cuando el otro te llama no le respondes, luego, cuando tú lo llames, él no te responderá. Porque cuando el otro te llama te das cuenta de que si no respondes, retuerzas tu ego. Entonces te sientes el amo de ti mismo: nadie puede empujarte, nadie puede lanzarte hacia aquello que no deseas. No sigues a nadie. Se acerca la persona que amas... Se siente contenta y le gustaría sentarse en profundo silencio contigo, pero tú permaneces cerrado. Luego, cuando eres tú el que la solicita, no obtienes ninguna respuesta. ¿Has visto cómo se comunican entre sí los pájaros? Eso es «responsabilidad». El cuco emite su llamada; primero es sólo él. Luego otro cuco le responde. Se contestan a través de sus trinos, de su canción. Puede que estén lejos, en árboles muy lejanos. Entonces empiezan a acercarse; han respondido. Finalmente se posan en el mismo árbol y se van aproximando, amándose. Cuando el otro te dice: «¿Estás listo?», dile «sí». Respóndele con tu totalidad. No seas avaro. Eso es lo que significa ser responsable. Pero según tú lo entiendes, el amor carece de responsabilidad alguna. Esa palabra ha sido corrompida, destruida, envenenada. La madre le dice al niño: «Soy tu madre. Has de tenerme respeto». El marido dice: «Soy tu marido. Estoy trabajando para ti. ¡Has de mostrarme respeto!». El padre le dice al hijo: «No seas irrespetuoso. Cuando hagas algo, piensa en mí». Eso no es ser responsable. Has adulterado una hermosa palabra, la has corrompido. «Responsabilidad» se ha convertido casi en sinónimo de «deber». Y «deber» es una palabra fea. El amor es hermoso. Amas a tu madre y la quieres, pero no es un deber. Si es un deber es mejor no amarla, La página 235 no forma parte de la vista previa de este libro. 236 No, no me preguntes cuál es la relación entre amor y responsabilidad. No hay ninguna» Cuando no hay amor, surge la cuestión de la responsabilidad. Cuando no hay amor, empiezas a hablar de «deber». Cuando hay amor, el amor mismo es la responsabilidad.

«¿Significa 'amar a otra persona' tratar de resolver sus problemas además de los tuyos?» No. Nunca lo intentes. Eso es una violación. Acepta a esa persona

tal como es, con todos sus problemas. Eso es amor. Y si te pregunta, comparte tu visión, pero no intentes cambiarlo. Es muy difícil, porque la mente es una manipuladora. En nombre del bien, tratando de hacer el bien, intenta manipular. Eso es política. La esposa te dice: «Te regaño porque estás turnando. Tienes que dejar de fumar. No es bueno, estás acabando con tu salud». Y yo he sido testigo de cómo una esposa regañona perjudica la salud más que fumar. Y la esposa continúa regañándote, diciéndote: «Es por tu salud. Yo te quiero». Durante treinta años te ha estado regañando... Últimamente se ha estado experimentando con el regañar y se ha descubierto algo muy extraño. Se ha comprobado con los alimentos que ingieres: el pan, la mantequilla, las verduras, el zumo de frutas... Han colocado el zumo de fruta y otros alimentos en una bandeja mientras la esposa regaña y grita... ¡y el zumo resulta corrompido! ¡En la bandeja! El zumo se vuelve tóxico, venenoso. Piensa en lo que estará pasando en tu estómago, porque en la bandeja todo es aún inorgánico, en cierto modo sin vida. Si el zumo se echa a perder en el vaso, ¿qué sucederá cuando esté en tu estómago? Por entonces se habrá convertido en parte de tu fluido vital, estará aún más vivo. Las regañinas destruyen la vida, la salud... ¡y tu esposa te regaña para proteger tu salud porque estás fumando! Si realmente te amara, ¿te regañaría? No, imposible. ¿Cómo va a gritarte? Sencillamente te amará. Y te amará tanto y tan profundamente 237 que tu necesidad de fumar desaparecerá. De hecho, la gente fuma porque nunca ha recibido besos de corazón. Si se los besará con amor, con un amor tremendo, no turnarían. Las personas fuman porque sus madres no les han ofrecido su pecho tan totalmente como deberían haberlo hecho. Les dieron pecho a regañadientes, muy a su pesar. En su mente subsiste un deseo incumplido y ahora, al fumar, están dando satisfacción a ese deseo. Fumar es altamente simbólico. El cigarrillo suple al pezón. Y el cálido humo que es inhalado sustituye a la leche caliente que fluye del pecho de la madre. Si todas las madres del mundo amaran a sus hijos no habría necesidad de fumar. Simplemente desaparecería. Es un síntoma, no una enfermedad. Las madres deberían saberlo. ¡Sólo así se podrá detener! Ahora en América se ha decidido —el Congreso lo ha decidido— que en todos los paquetes de cigarrillos figure la inscripción: «Las autoridades sanitarias advierten que fumar es perjudicial para la salud». Nada ha cambiado. Lo que el paquete lleva escrito no ha supuesto diferencia alguna. Al contrario: la venta de cigarros ha aumentado. La gente es suicida, quiere autodestruirse: «¿Que los cigarrillos son dañinos? De acuerdo, vamos a dejar que nos destruyan». Sus vidas carecen de valor para intentar conservarlas... ¿Estás diciendo que es perjudicial?... La gente es suicida. Están buscando algo para autoperjudicarse porque nadie los acepta; ni ellos mismos se aceptan. Si amas a una persona la aceptas totalmente, con todos los defectos. Esos defectos son parte de la persona. Pero tu amor trata de cambiarlos... Recuérdalo: el amor nunca intenta cambiarte, pero te cambia profundamente. Si eres capaz de amar, eso implicará una revolución. Y esa revolución llegará

tan silenciosamente que ni siquiera oirás sus pasos. Nadie se enterará de lo que está sucediendo. 238 Todo sucederá en silencio. Los capullos se abrirán y florecerán sin ningún ruido. Simplemente así. Y nunca intentes cambiar a la persona que amas, porque el mismo esfuerzo por cambiarla revela que amas a una mitad mientras que rechazas la otra. Ese es el significado de ese intentar cambiarla. Dices: «Te quiero..., pero no me gusta tu nariz. Te amo, pero no me gusta tu cara». Una muchacha muy gorda me contó que sólo había un chico que la quería, pero que le decía: «Amo tu alma, pero no tu cuerpo». Todos los enamorados dicen lo mismo: «Te quiero, pero... no puedo amar tu humo. ¡Lo odio!». Pero eso parece un rechazo. Para el otro, fumar forma parte de su ser. Se ve impotente. Así es como es. De repente, no es aceptado, se contrae... Has envenenado algo tan bonito como el amor por algo tan poco esencial como el fumar. Si amas, simplemente ama. Si el amor luego implica un cambio, de acuerdo. Si no aporta ese cambio... también de acuerdo. Sexta pregunta:

¿Por que el amor se percibe como algo más ilusorio que el odio? Sí, así es. El amor nos parece más ilusorio que el odio porque estando enamorado has de abandonar tu ego, mientras que odiando el ego se fortalece. Por eso, la gente ama menos y odia más. Incluso en aquel al que aman encuentran algo que odiar. Odias en un 99% y en un 1%, amas. E incluso ese 1% te parece irreal porque cuando el ego desaparece en ciertos momentos, «tú» no estás allí. Y cuando el ego regresa no puede recordar qué sucedió exactamente... porque no estaba 239 allí. Parece un sueño, como si nunca hubiera sucedido, como si simplemente hubieras soñado con ello. El ego no tiene recuerdo alguno de la experiencia amorosa. Si estás realmente enamorado, en ese momento surge el éxtasis. El ego no está presente. Los límites desaparecen, se funden, se encuentran, desapareciendo el uno en el otro. Después de la experiencia, cuando el ego regresa, de nuevo aparecen los límites. Te sientes separado de tu amante. Parece como si lo hubieras contemplado en una película o leído en una novela. ¿Sucedió realmente? El ego no fue testigo de ello. Es como cuando por la mañana sientes que pasaste una buena noche, que dormiste bien, pero si alguien insiste en preguntarte: «¿Cómo lo sabes si tú estabas profundamente dormido?», entonces te encoges de hombros, empiezas a vacilar y dices: «Sí, tienes razón. Es sólo una sensación». En el sueño, en el sueño profundo, el ego desaparece. Por eso, Patanyali dice en su Yoga sutras que el samadhi y el sueño tienen una cosa en común: la desaparición del ego. El amor y el samadhi también tienen una cosa en común: la desaparición del ego. El ego está tan identificado contigo que sin ti no puede funcionar, de manera que siempre que el ego desaparece todo parece irreal. El odio parece ser más real, el luchar parece ser más real. Esta es mi observación: mucha gente ama tan sólo para poder pelear.

La gente tiene interés por el amor si eso conlleva algún desafío, si no, no. Hay mujeres que sólo se enamoran de los maridos de las demás, nunca de los solteros, porque entonces no existe lucha alguna, ningún desafío. Hay hombres que siempre andan tras las esposas de otros hombres, pero que nunca se interesan por las mujeres solteras; les son indiferentes. A menos que haya un triángulo, el asunto no parece interesarles. 240 No puedes hacer una película sin un triángulo, no puedes escribir una novela sin un triángulo. Con sólo dos, la cosa resultaría algo aburrida. Una tercera persona supone un desafío, energía. Entonces estás alerta y luchas. Incluso enamorado, andas en busca del odio, la lucha, la guerra y el conflicto. El ego es alimentado con el conflicto. El odio parece ser lo más real. Por eso, mires donde mires, aparecen las guerras... Si te fijas cuando hay guerra verás que la gente anda de una manera diferente, todos se mueven rápido, sus rostros parecen más radiantes y reflejan un gran interés... Por la mañana, al brabmamuhurt, se levantan y compran el periódico y, en todas partes, todo el mundo entabla conversaciones... como si estuviera sucediendo algo... Cuando no hay guerra, se sienten amodorrados. La vida se vuelve una rutina. El odio parece poseer mayor realidad. Y no debería ser así. Si te mantuvieras la situación sería diferente: el odio se volvería irreal mientras que el amor constituiría la realidad, porque la realidad sólo puede conocerse cuando el ego desaparece. A través del ego no puedes conocer la realidad. Es la barrera hacia la realidad. Séptima pregunta:

¿Cuál es la mejor manera de coexistir con el pequeño juez que, en mi cabeza, está siempre repicando con su martillo: «Mal, mal. Bien, bien». No juzgues al juez. 241 Octava pregunta:

¿Qué es mejor: darse un baño o meditar? Esto lo ha preguntado Dominique, una visitante francesa. Por lo que conozco de los occidentales es mejor darse un baño. Después del baño puedes meditar. Pero primero date el baño. El cuerpo va en primer lugar. Límpiate el cuerpo porque la meditación es también una limpieza, una profunda limpieza del ser. Y si no limpias tu cuerpo, no tendrás interés por limpiar tu alma. Limpia tu cuerpo. Eso es el comienzo. Limpia el templo. Sólo entonces podrás bañar al dios que reside dentro del templo. Novena pregunta:

¿Merezco Iluminarme? No, en absoluto. Pero no tengas miedo ni te angusties. Nadie se lo merece. Es un regalo de Dios, es prasad, una gracia. De hecho, cuanto más creas merecerlo, menor será la posibilidad de que acontezca. Cuanto más sientas que no lo mereces, mayor será la posibilidad de que suceda. Deja que suceda. No es cuestión de merecerlo. Solamente deja que suceda.

La página 244 a 246 no forma parte de la vista previa de este libro 247 CAPÍTULO 9 PRINCIPIO Y FINAL Lao Tse dice:

Lo que yace quieto es fácil de controlar; lo que no es aún manifiesto es fácil de prever; lo quebradizo como el hielo es fácil de romper; lo menudo es fácil de dispersar. Trata con las cosas antes de que se presenten; verifica el desorden antes de que se extienda. El árbol que casi no puedes abarcar nació de una pequeña semilla. El edificio de nueve pisos empegó como un puñado de tierra. Un viaje de mil li. da comiendo a nuestros pies. El que actúa malogra. El que agarra deja escapar. El sabio no actúa y por eso no echa nada a perder; no agarra y por eso no deja escapar. Los asuntos de los hombres son, con frecuencia, malogrados cuando están a punto de ser concluidos. Siendo cuidadoso tanto al comiendo como al final se evita el fracaso. Por eso el sabio aspira a no tener deseos y no otorga valor a las cosas difíciles de obtener. Aprende lo que no es aprendido y restituye lo que la multitud ha perdido. De esta manera deja seguir el curso de la naturaleza y no presume de interferir en ella. 248 Una alegoría china trata sobre un monje que buscaba a Buda. Estuvo viajando durante años y años y entonces, finalmente, llegó al país donde Buda vivía. Sólo le quedaba cruzar un río para verse cara a cara con él. Se sentía extático. Preguntó si había alguna barca o bote para cruzar a la otra orilla, pues el río era muy caudaloso. Pero la gente de la orilla le dijo: —Nadie podrá llevarte allí porque una leyenda dice que el que va a la otra orilla nunca regresa. Nadie se atreverá a llevarte allí. Tendrás que ir nadando. Con mucho miedo, evidentemente, porque el río era muy ancho, pero sin saber de ninguna otra manera, el monje se lanzó al agua. En medio del río vio un cadáver que, flotando, se le acercaba. Se asustó y quiso alejarse de él. Lo

intentó de muchas maneras, pero no pudo. El cadáver resultó sabérselas todas. Intentara lo que intentara, seguía acercándosele. Entonces, al no ver modo alguno de alejarse de él y sintiéndose poseído por la curiosidad —pues el cadáver parecía ser el de un monje budista, con su túnica ocre y su cabeza afeitada—, acumuló todo el valor que pudo y dejó que se le acercara. En realidad, más bien se puso a nadar hacia él. Le miró la cara y empezó a reírse a carcajadas... porque era su propio cadáver. No podía creer lo que sus ojos veían, pero era él. Lo miró una y otra vez. Era su propio cadáver... Y entonces el cadáver se alejó flotando río abajo y con él desapareció todo su pasado: todo lo que había aprendido, todo lo que había poseído, todo lo que había sido, el ego, el centro de su mente, el «yo»... todo se alejó con el cadáver. Y se sintió totalmente vacío. Ahora no sentía ninguna necesidad de ir a la otra orilla, no le era necesario ir a la otra orilla porque su pasado había sido engullido de una vez por el río. Él era el Buda 249 mismo. Empezó a reírse por haber estado buscando al Buda en el exterior, cuando el Buda estaba dentro. Y regresó riéndose a la misma orilla de la que se había alejado unos minutos antes, pero nadie lo reconoció. Incluso le dijo a la gente: —¡Soy el mismo hombre! Pero ellos se rieron. No era el mismo hombre. Realmente no lo era. Y ése era el origen de la leyenda: nadie, ni uno solo de los que se dirigían a la otra orilla, regresaba. Todos volvían... pero sin ser ya los mismos. El viejo hombre había muerto y otro completamente nuevo había ocupado su lugar. Me gustaría que esta alegoría arraigara en tu ser tan profundamente como fuera posible. Ese va a ser tu futuro. Si realmente insistes en viajar hacia la tierra del Buda, en alcanzar lo Ultimo, en conocer lo Supremo, un día u otro llegarás al ancho río donde todo lo que has hecho y todo lo que puedas hacer, todo lo que has poseído y todo lo que puedes poseer, todo lo que has sido y todo lo que puedes ser, todo, será arrastrado por el caudaloso río y llevado, lentamente, hacia el océano. Y quedarás totalmente solo, sin posesión alguna, sin cuerpo, sin mente. En esa solitud florecerá la flor del Buda. Habrás alcanzado la tierra del Buda. Habrás conocido el Tao. Estos sutras de Lao Tse son métodos para alcanzar la tierra del Buda interior. Ahora, intenta comprender estos sutras. 250

Lo que yace quieto es fácil de controlar... Has estado intentando, de mil y una maneras, contenerte, controlarte, pero no has sido capaz porque tu mente no está quieta. Cuando la mente no está inmóvil, no puedes retenerla. Cuando se aquieta, desaparece, deja de estar presente... y ése es el único modo de contenerla.

No puedes controlar la mente. De hecho los que controlan la mente son aquellos que no tienen mente. Es una equivocación decir «controlar la mente». La gente con mente nunca la controla, no puede hacerlo. Si hay mente, ella te controlará a ti. Sólo si no hay mente puedes controlarla. Y la mente deja de estar presente cuando está inmóvil. Por esto, cuando alguien dice: «Me gustaría tener la mente quieta, una mente silenciosa, una mente calmada», no saben lo que están diciendo. La mente sólo existe cuando no está inmóvil. No existe algo así como una mente inmóvil. ¡Una mente inmóvil es una no-mente! ¿Has visto alguna vez una tormenta calmada? ¿La has visto nunca? Cuando la tormenta se calma, desaparece. La mente es una tormenta, una agitación. Cuando se aquieta, desaparece. Las olas han desaparecido. Si las olas están allí, la agitación persiste. De modo que, a sabiendas o sin saberlo, si calmas la mente entrarás en un estado de no-mente.

Lo que yace quieto es fácil de controlar... En realidad, no hay que hacer ningún esfuerzo para retenerlo. Es muy fácil. Decir «es fácil» no es correcto porque «fácil» implica una cierta dificultad, es una categoría dentro de la dificultad. «Difícil» y «fácil» poseen la misma cualidad. Difieren en grado, en cantidad, pero no en calidad. 251 No, no es correcto decir «fácil». Por eso, Lao Tse dice una y otra vez que la verdad no puede ser expresada. Cuando es expresada deja de ser verdad... Pero él ha de usar el lenguaje de la misma manera que yo he de utilizar el lenguaje. Y cualquier lenguaje carece de relación alguna con los más profundos fenómenos, con las más profundas experiencias. Todo lenguaje es irrelevante, recuérdalo. Simplemente usa el lenguaje, utiliza el lenguaje, como indicador. Yo te señalo la luna y el cielo con mi dedo. Mi dedo no es la luna; es un indicador. No te aferres a él, olvídate de él por completo. Si te muestro el dedo, no te estoy señalando el dedo; te estoy señalando la luna; el dedo es irrelevante. Puedo señalarte lo mismo con un palo, con lo que sea. Cualquier cosa sirve de indicador. El indicador no guarda relación alguna con la luna. Todo lenguaje es un indicador. Lao Tse quiere expresar algo que no es precisamente eso:

Lo que yace quieto es fácil de controlar... Pero él está señalando en la dirección correcta. Si quieres contenerte, si quieres controlarte, si quieres convertirte en Maestro de tu propio ser, si no quieres ser un esclavo, un esclavo de múltiples señores que te manipulan, te dirigen, te controlan, te oprimen, que se aprovechan de ti —tus enemigos, tus amigos, los parientes y amigos íntimos, los rivales—, que tratan de manipularte, de controlarte, si quieres ser tu propio amo, la única manera es calmar tu mente, enlentecer su proceso, ir apagando su locura. La mente tal como es corre alocadamente. Enlentece su proceso. Persuádela para que vaya rápida, pero sin correr. Luego convéncela de que vaya más lenta y no rápida. Después convéncela de que no ha de estar en marcha, sino

252 quieta... Lentamente ve convenciéndola de que ha de ir enlenteciéndose. Y a medida que la mente vaya más despacio podrás distinguir los espacios entre dos pensamientos. Y en esos espacios te encontrarás. En esos intervalos desaparece un pensamiento mientras otro no ha aparecido aún; una nube se ha ido mientras que aún no ha aparecido otra. Pero entre las dos, en ese intervalo, en ese espacio, puedes ver el cielo azul. Ese cielo azul eres tú. Y una vez obtienes un vislumbre de quién eres, vas reduciendo más y más la velocidad de tu mente porque es tremendamente gozoso. La actividad de la mente es el infierno, la inactividad de la mente es el cielo. La completa desaparición de la mente es el moksha. En inglés no hay ninguna palabra para moksha; por eso utilizo la misma palabra. Significa: más allá de toda dualidad. Cielo e infierno; ambos. Donde no hay ni dolor ni placer, sino que simplemente estás tú, en tu pureza, en tu solitud, absoluta.

Lo que yace quieto es fácil de controlar; lo que no es aún manifiesto es fácil de prever... Recuerda siempre que cuando una enfermedad se ha apoderado de ti, es difícil recuperarte. Puedes curarte, pero te llevará tiempo. Podías haberlo prevenido si te hubieras dado cuenta antes de que se manifestara. En la Rusia soviética están desarrollando una nueva clase de fotografía, una fotografía con un gran, grandísimo potencial. La llaman «fotografía Kirlian». Kirlian ha desarrollado películas muy sensibles que permiten fotografiar tu aura, tu cuerpo eléctrico. A través de esas fotografías es posible prever si vas a estar enfermo dentro de seis meses. La fotografía te revela ahora si dentro de seis meses puedes ser víctima de la tuberculosis o de lo que sea. No eres, en 253 absoluto, consciente de ello. Ningún médico puede predecirte que vayas a enfermar porque pareces absolutamente sano. La enfermedad no se ha manifestado todavía. No ha alcanzado el cuerpo físico. Ni siquiera ha alcanzado la mente. Todavía está en el cuerpo eléctrico, en lo más sutil de ti, en eso que las religiones han llamado «cuerpo astral». La palabra «astral» procede de la palabra «estrella». «Astral» quiere decir «cuerpo estelar», hecho de luz. Es el cuerpo eléctrico. Por eso la ciencia de las estrellas se llama «astrología». Ahora Kirlian ha desarrollado un sistema altamente científico para predecir las enfermedades. Y las predice con el 100% de exactitud. Cuando dice: «Esta enfermedad está en camino», nadie lo cree, ningún médico es capaz de verificarlo. No se ve... porque el médico puede examinar, a lo sumo, el cuerpo; ningún psiquiatra puede saberlo porque sólo puede examinar la mente. Se halla aún más profunda, inmanifestada, en el astral. Y Kirlian dice que allí puede ser tratada y que entonces nunca aparecerá. Esto será muy, muy importante en el futuro. Un día u otro, todos los hospitales experimentarán con el cuerpo astral. Únicamente entonces podrán desaparecen completamente las enfermedades porque serán tratadas antes de que se manifiesten en ti, antes de que seas consciente de su existencia. Esto es lo que Lao Tse está diciendo respecto a los más profundos fenómenos de tu ser. Allí también sucede lo mismo. Si reduces la velocidad del proceso podrás darte cuenta: la ira se está aproximando, podrás verla. La ira tiene tres

fases. Primero está en forma de semilla en el astral. Si eres muy consciente podrás presentir la llegada de la tormenta. Aún no se ha presentado, está llamando a la puerta. Llama muy sutilmente, pero puedes oírla. No te das cuenta porque eres una muchedumbre. Dentro de ti hay tanto ruido, tanta charla, que te es imposible oír ese 254 sutil sonido. Pero si te silencias un poco te darás cuenta de la ira antes de que te alcance. Entonces puede ser tratada muy fácilmente. La segunda fase es cuando la ira se ha apoderado de ti. Entonces es casi imposible arrinconarla. De hecho te encuentras tan poseído por ella que no estás presente para controlarla. Cuando estás enfadado, no estás. Sólo hay ira. Todo tu ser es poseído. Puede que sea sólo por un momento, pero te pierdes en ella, te envuelve, y puedes hacer algo de lo que te arrepientas más tarde. Pero eres impotente; te conviertes en un maníaco, en un loco. Y luego viene la tercera fase, cuando la ira ha desaparecido. Entonces todos nos damos cuenta. Cuando la ira se ha esfumado, incluso el más tonto se da cuenta. Entonces te arrepientes e intentas encontrar excusas a tu enfado, lo racionalizas e intentas aproximarte a la otra parte, a aquel sobre el que has lanzado tu basura, tu ira, para que te perdone, para que te dé el perdón. Esta es la tercera fase. Y en esta tercera fase la gente siempre promete no enfadarse de nuevo, pero sus votos carecen por completo de fuerza. No servirán de nada porque son hechos en la tercera fase, cuando la ira ha desaparecido. Ahí todos somos sabios. Tienes que ser consciente cuando la ira está presente. Es difícil rechazarla, pero si te das cuenta del momento en que se presenta la ira, no harás mal a nadie. Sencillamente la observarás y se evaporará. Si se ha apoderado ya de ti te será imposible rechazarla, pero entonces te dañará a ti y no a los demás. No te enfadarás con nadie; simplemente hervirás de ira y dejarás que se vierta en el vacío, en el cielo. Si te das cuenta en la segunda fase, sólo tú resultarás perjudicado; nadie más. Pero si te das cuenta en la primera fase antes de que se manifieste, ni siquiera te dañarás a ti mismo. Las páginas 255-256 no se muestran en esta vista previa. presta atención a la primera. Cuando sientas el primer atisbo de ira, mantente atento. Cuando sientas sea de codicia, mantente atento. Si pasas de largo por ese punto, entonces te será más difícil manejarlo. En el primer momento todo es fácil. Se encuentra como semilla. Puedes lanzarla lejos; no has de preocuparte por ella. Pero cuando se convierte en un gran árbol, entonces resulta difícil. Y los árboles que ves son una cosa — puedes cortarlos—, pero la ira, la codicia o el sexo, —los árboles internos— se enredan en tu ser. Cuando los cortas, sangras; cuando los cortas, sufres. La gente me pregunta siempre: «¿Cuándo comprenderemos de dónde surge tanto sufrimiento? ¿Por qué seguimos aferrándonos a esta miseria?». Esta es la razón: la miseria se ha convertido en parte de tu ser. Si la cortas, sangras. No es como una túnica que puedas simplemente quitarte; es como tu piel. Si te la arrancas, sufrirás. Quizá tu piel esté enferma, quizá tengas un eccema, pero

sigue siendo tu piel. Sufres, pero no puedes arrancártela porque eso supondría un sufrimiento aún mayor. La gente se aferra a la miseria porque al menos así puede aferrarse a algo. Si la miseria desaparece, entonces no habrá a lo que aferrarse. Y, por lo menos, la miseria es conocida y familiar, es un viejo amigo con el que ya has sintonizado, del que sabes que está allí; una antigua enfermedad. Entonces te acostumbras a ella. Te aferras a la miseria porque cortarla supone cortar tu propio ser. Recuerda siempre darte cuenta de las cosas cuando se encuentran en el estado inmanifestado. Ahora mismo te das cuenta cuando ya han desaparecido, de modo que simplemente te engañas a ti mismo. ¿Cómo vas a darte cuenta de algo cuando ha desaparecido? Te vuelves muy sabio cuando la ira se ha esfumado, pero ¿de qué te sirve? Te vuelves muy, muy sabio cuando has cometido alguna tontería y 258 la acción ha sido completada; entonces eres sabio. Esta sabiduría es inútil, esta sabiduría es estupidez. Todos podemos ser sabios así. Si has de empezar un proceso de verdadera transformación deberías darte cuenta cuando «eso» está ahí. Entonces puedes hacer algo. Y si puedes darte cuenta cuando todavía no ha aparecido, entonces todo puede arreglarse.

... lo que no es aún manifiesto es fácil de prever; lo quebradizo como el hielo es fácil de romper; lo menudo es fácil de dispersar. Trata con las cosas antes de que se presenten... Parece absurdo. Tú te das cuenta de las cosas cuando han desaparecido. También Lao Tse dice que has de darte cuenta de las cosas cuando no están presentes... pero antes de presentarse. La diferencia es entre «después» y «antes». Te enfrentas a la ira cuando no está presente, cuando ha desaparecido. Lao Tse dice que te enfrentes a ella cuando todavía no haya surgido, cuando todavía no haya aparecido. Date cuenta de las cosas antes de que surjan y ganarás una calidad de ser totalmente diferente: un ser virgen, inocente, incorrupto.

... verifica el desorden antes de que se extienda. No esperes y no pospongas. No digas: «Lo haré mañana». El mañana nunca llega. El mañana nunca ha existido, nunca existirá. Es simplemente una imagen en tu mente. Siempre es hoy. Lo que existe siempre es el ahora. Sólo existe este momento. Si quieres hacer algo, hazlo aquí y ahora. No lo pospongas y no digas: «Es algo tan insignificante que 259 podemos hacerlo mañana». Nada es insignificante. Si no estás alerta, cuando llegue el mañana se habrá vuelto grande, enorme. Y entonces te verás en dificultades. Puede que mañana no te sea posible enfrentarlo. Nunca dejes incompletos los problemas porque así es como te vas cargando. Lleva siempre una vida completa instante a instante. Todo lo que tengas que hacer hazlo ahora. Todo lo que tengas que decir dilo ahora. Sé ahora todo lo que hayas de ser. No digas: «Mañana». Mañana es la tierra del necio. Así es como actúa la estupidez: posponiendo. Si puedes completarlo todo en este

momento, siempre estarás fresco para el próximo momento. No te quedará nada pendiente. Y si la muerte le llega a una persona así, siempre se sentirá preparada y feliz porque nunca habrá dejado nada incompleto. Siempre estará listo porque siempre estará completo. Si la muerte te llega a ti, te verás en dificultades porque te quedan mil y una cosas por completar y te gustaría tener un poco más de «tiempo». Siempre quisiste hacer algo... y nunca lo has hecho. En realidad, has completado todo lo inútil y has aplazado todo lo útil. Si pospones tu ira para mañana, puede ser bueno... ¡pero nunca pospones tu enfado para mañana! Te enfadas en cuanto puedes y aplazas para mañana el amar. Codicias ahora mismo, en cuanto pospones el compartir para mañana. Eres violento ahora mismo; a la compasión le dices: «Nos veremos mañana». Todo lo que es estúpido lo haces de inmediato sin esperar a mañana. Y continúas aplazando todo lo hermoso. Nunca pospones el sufrimiento; siempre pospones el gozo. Por eso, al llegarte la muerte descubres que has llevado una vida miserable, aplazando las bendiciones, la dicha. Y ahora que te llega la muerte, lloras y gimes diciendo: «Quiero un poco más de tiempo porque nunca he vivido 260 realmente». Haz simplemente lo contrario: bendice este momento. La miseria puede posponerse. No hay prisa. Y si eres dichoso en este instante, el sufrimiento nunca aparecerá porque este momento lo es todo, todo lo que existe. El próximo momento ha de llegar y surgirá de este momento. Si eres dichoso en este instante, el próximo será más dichoso al surgir de él. Y cuando llegue la muerte dirás: «Estoy absolutamente dispuesto porque solamente he estado posponiendo miserias. Es bueno que hayas venido». Ahora no hay urgencias; ahora, el mañana ha desaparecido por completo. Esto es lo que hace el sabio: afronta los problemas ahora, encara cada situación cuando aparece. Si completas lo que haces, liberas mucha energía. ¿Lo has advertido en ti mismo? Si no completas una cosa, permanece en tu cabeza reclamando ser completada. Hasta que la completes, seguirá revoloteando a tu alrededor, acechándote. Puede que sea una nimiedad, pero te seguirá acechando. ¡Acábala! Si a cada momento puedes completar lo que haces... y te digo que puedes hacerlo... porque yo lo hago. No expongo teorías. Hablo de forma totalmente práctica. Puede hacerse, hay gente que lo ha hecho... pero son muy pocos. Una vez descubras el truco, te reirás de ti mismo. Es muy simple. Es como dar un giro a la llave y la cerradura se abre. Si prestas atención te darás cuenta de si lo has completado todo. Por la noche, los sueños desaparecerán porque son experiencias cotidianas incompletas que están intentando completarse. Y si los sueños desaparecen, entonces los pensamientos desaparecerán también porque sueños y pensamientos son la misma cosa. Los sueños utilizan el primitivo lenguaje de la visualización, el lenguaje de las representaciones, mientras que los pensamientos no son más que sueños sofisticados, ensueños. Soñar y pensar son dos aspectos 261

del mismo proceso... Vas a tener una entrevista. Preparas mentalmente lo que vas a decir, lo que esas personas te preguntarán. Preparas muchas cosas. Entonces vas allí y, de repente, lo ensayado no encaja. No puede encajar porque esa gente no sabe nada de tus preparativos. Te hacen preguntas y tú no estás en el presente porque estás demasiado lleno de tus propias ideas, de tus preparativos. Te preguntan una cosa y tú entiendes otra. Contestas con tu respuesta a la carta, pero ellos no te la han solicitado. Y yerras. Y después de equivocarte, al salir de la habitación, de nuevo empiezas a reflexionar sobre qué deberías haber contestado. El proceso empieza otra vez. Lo revives todo retrospectivamente. Pero en aquel momento, exactamente en el momento en que era necesario, no estabas presente. Así es como te pierdes la vida entera. Hay una historia zen: En un pueblo había dos templos rivales, como suelen serlo siempre. A los devotos de ambos no se les permitía acudir al templo rival. Eran enemigos declarados. Y los dos sacerdotes, ancianos ya, tenían sendos muchachos que los ayudaban en las pequeñas tareas: comprar en el mercado, esto y lo otro, etc. Los dos le habían pedido a su muchacho que no hablara con el del rival, ni en la calle ni en el mercado. —¡No! La gente del otro templo es corrupta. ¡No hables con ellos! Pero los muchachos son muchachos y cuando prohibes algo a un muchacho diciéndole que no lo haga, lo hará. Es natural. Y sintieron interés en conocer el porqué de esa prohibición. De modo que un día se encontraron por el camino mientras iban al mercado. El muchacho del templo uno le preguntó al otro muchacho: 262 —¿A dónde vas? El otro muchacho le contestó: —A dondequiera que mis piernas me lleven. Escuchando siempre cuestiones metafísicas también él se había vuelto un metafísico. Simplemente iba al mercado a buscar verduras, pero dijo: —A dondequiera que mis pies me lleven. ¡Vivo espontáneamente! El otro muchacho se sintió confuso. Había sido derrotado. No pudo exhibir su metafísica. Regresó y le preguntó a su Maestro qué debía haber hecho: —Usted me lo había prohibido... pero soy un tonto. Son gente muy mala. Le hice una simple pregunta a aquel muchacho: «¿A dónde vas?» y él empezó a decir tonterías... pero me derrotó. Me siento herido. El Maestro le dijo: —No debes sentirte así. Pregúntale de nuevo mañana y cuando te diga: «A dondequiera que mis pies me lleven», le planteas un koan zen: «Si no tuvieras ningún pie, ¿a dónde irías?». Entonces tendrá su merecido. Al día siguiente el muchacho esperó a que llegara el otro. Cuando apareció, el primer muchacho estaba listo y le preguntó: —¿A dónde vas? El otro muchacho le dijo: —¡Vivo con espontaneidad! ¡A dondequiera que el viento me lleve!

No dijo nada de los pies. El primer muchacho se sintió perdido, sin saber qué hacer: «Esa gente es realmente muy hábil. No son fiables. ¡Ha cambiado la respuesta!». Se dio la vuelta muy enfadado y le dijo a su Maestro: La página 263 no forma parte de la vista previa de este libro. 264 —¿Cómo fue la conferencia? Mark Twain la miró y le dijo: —¿De qué conferencia estás hablando? ¿De la que preparé, de la que di o de la que me hubiera gustado dar? ¿Cuál de ellas? Preparas algo, dices otra cosa y te hubiera gustado decir otras. Pierdes el tiempo y entre tanto la vida se escapa. Y sigues acumulando basura. Entonces te entra el miedo a la muerte. Si no, la muerte sería un bello descanso. Estarías dispuesto a relajarte, después de haber vivido tus días, de haber amado, vivido, disfrutado, celebrado... Entonces llega el momento, llega el atardecer y quisieras descansar. Y si el Todo así lo quiere regresarás de nuevo por la mañana: fresco, joven, capaz de vivir de nuevo... pero de eso no te preocupas.

El árbol que casi no puedes abarcar nació de una pequeña semilla. El edificio de nueve pisos empegó como un puñado de tierra. Un viaje de mil li da comiendo a nuestros pies. No te preocupes por la meta. El primer paso es también el último. El principio es el fin. Este momento lo es todo. Un viaje de mil kilómetros empieza a los pies de uno mismo. No te preocupes por la meta. Simplemente disfruta, goza dando el primer paso. El segundo paso surgirá del primero. Y luego vendrá el tercero. No necesitas preocuparte por ello. Deja que el día siguiente cuide de sí mismo. La página 265 no forma parte de la vista previa de este libro. 266 Un viaje de mil li da comiendo a nuestros pies. Si quieres seguir viajando... hazlo danzando. Si no quieres continuar el viaje, entonces no lo hagas. Pero no te arrastres. No te obligues a ti mismo. Pero así es como sigue sucediendo. La gente viene a mí y me dice: «No estamos seguros, ni siquiera tenemos la certeza de si queremos o no queremos meditar. Hemos llegado a esa conclusión». Si no estás seguro de si quieres o no quieres meditar, entonces lo primero es averiguarlo. Si no, estarás haciendo algo a medias. Si no, estarás haciendo algo de lo que te arrepentirás. Y después puede que quieras destruirlo y que entonces te sea muy, muy difícil. Aprender algo es difícil, pero no tan difícil como desaprenderlo. Asegúrate. Si no quieres meditar, olvídate de ello. No es malo: no ha llegado el momento adecuado. Espera. Haz otras cosas que realmente quieras hacer ahora mismo. Deja que eso sea tu meditación. Si quieres ganar dinero, deja que eso sea tu meditación. Gana dinero. Algún día, cuando te sientas frustrado, entonces llegará el momento adecuado. Si quieres meterte en política, ¡hazlo! La eternidad no tiene prisa. Dios no tiene prisa. ¡Puede esperar!

Haz aquello que quieras hacer. Hay tiempo suficiente. Ese es el significado del concepto oriental de «renacimiento»: hay tiempo suficiente. Ha habido millones de vidas y seguirá habiendo millones de vidas. Tómate tu tiempo. ¡Y relájate! Haz lo que quieras hacer, porque sólo a través del hacer creces y maduras. Si éste no es el momento para que medites, deja que sea así. ¡Y no te sientas culpable! Y si es el momento para meditar, vuéleate en ello totalmente. ¿Cómo vas a emprender un largo viaje con una mente Las páginas 267-269 no se muestran en esta vista previa. 270 el ritmo, la métrica, la gramática, puedes hacerlo todo bien y sin embargo estar la poesía ausente. Porque no es algo que puedas «hacer». Un poeta nace, no se hace. Un enamorado también nace, no se hace. Es tan escaso como un gran poeta, tan escaso como un gran músico, tan escaso como un gran pintor. Pero por lo menos la gente puede consolarse respecto al amor creyendo que están enamorados. Todo el mundo cree ser capaz de amar, pero esa experiencia es muy, muy rara. Amar es conocer el secreto más grande, el wu-wei. Si amas, te Iluminarás. Si amas, ya has Llegado, porque conoces el secreto. Este mismo secreto servirá para Iluminarte. De modo que —dejando el ejemplo a un lado— eso no servirá. Consideremos algo más sencillo, algo que todo el mundo conoce: el sueño, por ejemplo. Si intentas dormirte, serás incapaz de dormir. Cuanto más lo intentes, más imposible te será dormir. Este es el problema de los que padecen insomnio. Hay gente que da consejos, hay consejeros que te dicen: «Haz esto, haz esto otro... Cuenta de uno a cien y luego vuelve a contar desde cien hasta uno...». Pero cuanto más cuentas, más despierta está la mente. Y para contar hacia atrás —cien, noventa y nueve, noventa y ocho...— tienes que estar más alerta que nunca. Puedes contar millones para encontrarte al final que el sueño no aparece. Mulla Nasrudin padecía de insomnio y acudió a un psiquiatra. El psiquiatra le dijo: —Eso no es nada. No es que la psiquiatría sepa qué hacer, sino que los expertos fingen saberlo. Le dijo: 271 —Haz una cosa. Tú comercias con lana, conoces las ovejas. Ponte a contar ovejas. Empieza a contarlas, desde uno hacia delante, sin parar. Finalmente, te dormirás. Al día siguiente, Nasrudin fue de nuevo, esta vez muy excitado, medio loco. Entró en la consulta del psiquiatra tan violenta y airadamente que éste se asustó. Le dijo: —¿Qué sucede, Nasrudin? Nasrudin le contestó:

—Antes de utilizar su método, yo dormía dos, tres horas, por lo menos. Pero anoche no puede dormir ni siquiera eso porque me puse a contar sin parar... miles de ovejas... Y entonces pensé: «Esto no funciona». De modo que empecé a esquilarlas, a acumular montañas y más montañas de lana... Y luego pensé: «Esto no funciona», y empecé a fabricar mantas con ella, que es a lo que me dedico... ¡Diez mil mantas! Pero ¿quién me las va a comprar? Me ha vuelto completamente loco. Ahora, estas diez mil mantas están en mi cabeza. Y el mercado está bajo, las cosas no van bien y es difícil encontrar compradores... Así ocurre. No es posible ayudar a alguien que tiene dificultades para dormirse. La única manera es decirle: «No hagas nada». Sigue esperando; no hagas nada. Todo lo que hagas dificultará que te duermas porque el sueño pertenece al «dejar de hacer». El sueño llega; ¡no lo puedes provocar! De repente te lo encuentras, te envuelve, te pierdes. Pregúntales a los que concilian fácilmente el sueño. Te dirán: «No hacemos nada. Apenas colocamos la cabeza en la almohada y apagamos la luz, desaparecemos». ¡No hay nada que hacer! Y lo mismo es verdad sobre la Iluminación: no hay nada que hacer. Apagas la luz, descansas sobre la almohada y ¡allí vas! La Iluminación es un profundo descanso. El ego es actividad; la ausencia de ego, inactividad, pasividad. No es Las páginas 272-273 no se muestran en esta vista previa. luna de miel. Si hay amor, la vida entera se convierte en una luna de miel en la que cada momento es nuevo, cada momento aporta nuevas revelaciones. Por eso le dije a Samarpan: «Espera. Una luna de miel mayor te aguarda». ¡Y siempre es así! Pero recuerda que te has de comportar al final como si fuera el principio.

Siendo cuidadoso tanto al comiendo como al final se evita el fracaso. Por eso el sabio aspira a no tener deseos y no otorga valor a las cosas difíciles de obtener. Aprende no-aprendiendo y restituye lo que la multitud ha perdido. De esta manera deja seguir el curso de la naturaleza y no presume de interferir en ella. «... el sabio aspira a no tener deseos». El único deseo que vale la pena es desear no tener deseos. Porque todos los deseos generan sufrimiento. «Deseo» significa que has dejado de vivir la vida que tienes delante. El deseo siempre se dirige hacia alguna otra parte. El vivir sucede en este momento. El deseo siempre se dirige hacia alguna parte del futuro. El deseo es aplazamiento, el deseo son sueños y esperanzas. El deseo no es la realidad. En Oriente llamamos al mundo ilusorio maya. Y no es que estos árboles sean ficticios, no. Son tan reales como tú. No es que las montañas sean irreales o que los Himalayas no sean reales. Son tan reales como tú. Más aún. ¿Por qué entonces llamamos al mundo «ilusorio»? Con «mundo» nos referimos al mundo del deseo, no al mundo objetivo. Es el mundo de tus deseos que te rodea. Eso es ilusorio, eso es maya; un sueño. Y debido a ese mundo, no puedes vivir este mundo que es real. Si abandonas todo deseo te enfrentas

cara a cara con la realidad. Te encuentras con la realidad. Empiezas a vivirla. Y eso es 275 una bendición. Es un gran momento. Si te lo pierdes, te lo pierdes todo. Si logras vivirlo, lo logras todo.

... el sabio aspira a no tener deseos. Se dice de Junaid, un místico sufí, que ascendió muy alto en su pureza, en sus logros, en su renuncia. Un día un mensajero de Dios se le acercó —recuérdalo: son parábolas. No las tomes literalmente— y le dijo: —Dios está muy contento contigo, has hecho grandes méritos. Ahora puedes pedirle lo que desees. Junaid empezó a reírse y contestó: —¡Vaya tontería! Mi Maestro me ha dicho que abandonara, que me desprendiera, de todo deseo. De modo que desear no es nada para mí. Deberías haber venido un poco antes. Ahora es inútil. Ahora no tengo deseos y tú vienes y me dices: «Pide y lo que pidas te será concedido». Tu venida es inútil. Pero el mensajero insistió diciéndole: —Eso sería insultar a Dios. Has de pedir algo porque cuando Dios ofrece algo, no puedes decirle no. ¡Es un regalo! ¡Tómalo! ¡Sea lo que sea! Pide lo que sea, pero pide algo. Entonces Junaid cerró los ojos. ¿Qué hacer? Se encontraba en un apuro porque todos sus deseos habían desaparecido. Ahora no tenía ningún deseo. Entonces abrió los ojos y dijo: —Dile a Dios que mi único deseo es no desear nada más en la vida. Que me conceda este deseo, el deseo de no tener deseos. Eso no es realmente un deseo. Es abandonar todo deseo. Si no desear tener deseos fuera un deseo, si realmente fuera un deseo» entonces ese deseo sería suficiente Las páginas 276-277 no se muestran en esta vista previa. La palabra «buda» quiere decir: aquel que está despierto, el que no está dormido. Te conviertes en un Buda contemplando cómo tu ego, tus posesiones, lo que has aprendido, tus conocimientos, todo... tu cadáver, el pasado muerto, es arrastrado por el río. Si fluyes con el río, antes o después, te hallarás ante tu cadáver. Si luchas con el río, nunca verás tu propio cadáver. ¡Y bendito es el hombre que ha contemplado su propio cadáver arrastrado por el río de la vida!

CAPÍTULO 10 ¿QUÉ ES LO SIGUIENTE? 281 Primera pregunta:

Has dicho que en la vida no hay ninguna meta, ningún propósito. Y no obstante nosotros estamos aquí con nuestra Iluminación como meta. Por favor, habíanos de esto. Si estás aquí con la Iluminación como meta, no puedes estar aquí. Físicamente puede que parezcas estar aquí, pero no estar conmigo. Tu meta está en el futuro, ¡y yo estoy aquí! Una mente con metas se dirige hacia el futuro ¡y nunca nos encontraremos! Sé que estás aquí para obtener algo...; por eso no lo consigues. Yo estoy aquí para convencerte de que abandones esa idea de obtener algo: la Iluminación, el moksha, el nirvana... Dios incluido. Si te deshaces de esa mente que busca metas... Y sólo hay mentes que buscan metas; no hay ninguna otra clase de mentes... Si la abandonas, estás Iluminado. La Iluminación no es una búsqueda, es un darse cuenta. ¡No es una meta! Es la misma naturaleza de la vida. Tal y como es la vida, es Iluminación. No hay que añadirle nada, no hay que mejorarla. La vida es perfecta. No está yendo desde la imperfección a la perfección. Está yendo desde la perfección a la perfección. Tú estás aquí buscando lograr algo. Eso está actuando como una barrera. Derriba esa barrera. ¡Simplemente 282 vive el presente! Olvídate de propósitos. La vida no puede tener ningún propósito. La vida es su propio propósito. ¿Cómo va a tener otro propósito? Si así fuera, te encontrarías en una regresión infinita. Entonces ese propósito tendría otro propósito y luego ese otro tendría otro... La vida no tiene propósito alguno. Por eso es tan hermosa. Los hindúes la han llamado lila, juego... Ni siquiera es un juego. Actualmente, en Occidente la palabra «juego» ha adquirido una gran, una tremenda relevancia. En dos o tres años se han publicado cientos de libros con títulos como: El mejor de los juegos; El juego increíble; Los juegos que la gente juega, y así sucesivamente. Pero hay una diferencia entre estos «juegos» y «juego». Los hindúes no califican el «juego» de la vida como «juego», porque incluso un «juego» tiene un propósito, un resultado que obtener, un triunfo que conseguir, un rival al que derrotar... Entonces un «juego» se convierte en un «juego»; entonces se vuelve serio. Los adultos «juegan juegos»; los niños sólo juegan. La propia actividad es suficiente en sí misma. Tiene un fin intrínseco. No tiene metas añadidas. La vida es un juego, lila, y en cuanto estás listo para jugar, estás Iluminado. Intenta entenderlo desde otra dimensión. Ya eres aquel que estás intentando ser. Cuanto más te esfuerces por serlo, más te alejarás. ¡Abandona todo esfuerzo y simplemente acéptate! ¡Sé sencillamente eso! ¡Y de repente ahí

está! Siempre ha estado ahí, pero lo buscabas demasiado seriamente. Esa era la única causa de que no te dieras cuenta. Tú estás aquí para lograr algo: la Iluminación, el samadhi, el satori, lo que sea. Para mí, todas esas palabras son tonterías porque te impulsan hacia una nueva línea de deseo. Te abren de nuevo la puerta del deseo. La página 283 no forma parte de la vista previa de este libro. 284 aquí: tan sólo para persuadirte de que mires tu propia cara una vez más; de que busques en tu interior y no en el exterior yendo en pos de algo que no existe. La vida es un juego sin objeto, un juego de fuerzas infinitas. Un juego hermoso si no tienes una mente que busque metas. Feo, si tienes la ambición de convertirte en algo, de ser algo, de hacer algo. ¡Relájate! Olvídate por completo del futuro. Sólo existe este momento y este momento es la eternidad. Esta vida es lo único que existe. No pienses en la otra orilla. Justo el otro día estaba contándote la alegoría china del hombre que regresó de en medio del río. ¿Por qué volvió de allí? Porque no hay ninguna otra orilla. Esta es la única orilla. ¿Y por qué empezó a reírse? Porque comprendió de repente que él era el Buda a quien había estado buscando. Los Maestros zen dicen a sus discípulos que si, mientras meditan, algún día se encuentran con el Buda, lo maten inmediatamente: «No pierdas un solo momento. ¡Mátalo al instante! Si no, te desviará del camino». Y tienen razón. Si mientras estás meditando ves a Krishna con su flauta, te parecerá algo maravilloso... De nuevo empezarás a soñar, de nuevo habrás quedado atrapado en sueños y deseos. Y luego aparece Jesús y te quedas atrapado en la red de la mente. Es una tela de araña. Y entonces llega Buda y te olvidas de ti mismo. Por eso los Maestros zen dicen: «Mata al Buda inmediatamente». Limpia el camino. No dejes que nadie más esté presente. Es decir: no permitas que haya meta alguna. Simplemente sé total. Solo... en tu absoluta pureza. Esto es la Iluminación. He de repetírtelo porque sé que te olvidarás una y otra vez: ya eres lo que estás buscando. Deja que eso se convierta en tu mantra fundamental. Si entiendes este mantra, lo habrás entendido todo. 285 Inténtalo. Las metas... Durante demasiadas vidas te has entregado a ellas. Ahora intenta vivir momento a momento, como si no hubiera ningún futuro. Al principio será sólo «como si», pero luego te darás cuenta de que este «como si» es la única realidad. Al principio puede que sea simplemente una simulación, pero pronto comprenderás que ese fingimiento es la única realidad.

Tú has venido con una meta, pero yo no te permitiré que mantengas tus metas. Si no escapas de mí, la meta desaparecerá. Simplemente espera un poco más y desaparecerá. O bien estás aquí conmigo o con tu meta. Has de Segunda pregunta:

¿Qué diferencia hay entre reacción y respuesta? Hay una gran diferencia, no sólo en cantidad, sino en calidad. La reacción surge del pasado; la respuesta nace del presente. Reaccionas desde tus viejas pautas del pasado. Alguien te insulta: de repente el viejo mecanismo se pone en marcha. En tu pasado hubo gente que te insultó y tú te comportaste de una cierta manera; ahora, de nuevo, te comportas de la misma manera. No estás respondiendo a este insulto ni a este hombre. Sencillamente estás repitiendo un viejo hábito. No miras a este hombre, no ves que este nuevo insulto tiene un diferente sabor. Simplemente funcionas como un robot. En tu interior actúa un cierto mecanismo. Pulsas un botón y dices: «Este hombre me ha insultado», y reaccionas. No reaccionas a la verdadera La página 286 no forma parte de la vista previa de este libro. 287 ateo, es un hombre peligroso que pierde a la gente. Es un revolucionario, un corruptor». Debe de haber oído hablar algo de mí y se ha formado un concepto, una idea. Ha escupido a su propia idea. «Si lo piensas detenidamente —dijo Buda— ha escupido sobre su propia mente. Yo no formo parte de ella y entiendo que este pobre hombre debía de querer decir algo...» porque ésta es una manera de decir algo. Escupir es una manera de decir algo. Hay momentos en que sientes que el lenguaje es impotente. En el amor profundo, en la ira intensa, en el odio, en la oración... hay momentos de mucha intensidad en los que el lenguaje no sirve. Entonces tienes que hacer algo. Cuando sientes un amor profundo besas a la persona, o la abrazas. ¿Qué estás haciendo? Estás diciendo algo. Cuando estás enladado, intensamente enfadado, agredes, escupes al otro. Estás diciéndole algo. Y puedo entenderlo. El debía de querer decir algo más. Por eso le hice la pregunta: «Y ahora, ¿qué más?»... Aquel hombre se sintió aún más perplejo. Y Buda les dijo a sus discípulos: —Vosotros me ofendéis más porque me conocéis y habéis vivido durante años conmigo... y todavía reaccionáis. Confundido, desconcertado, el hombre volvió a su casa. Y no pudo conciliar el sueño en toda la noche —es difícil...; cuando ves a un Buda te es difícil dormir de la manera en que dormías antes. Te resulta imposible—. Una y otra vez la experiencia vivida lo asaltaba. No sabía explicarse lo que había pasado. Se puso a temblar y a sudar. Nunca se había encontrado con un hombre igual. Había hecho añicos su mente, sus pautas, todo su pasado. A la mañana siguiente, regresó allí y se postró a los pies de Buda. 288

Buda le preguntó de nuevo: «Y ahora, ¿qué?». Ésta es una manera de expresar algo que no puede ser expresado con el lenguaje. Cuando vienes y tocas mis pies estás diciéndome algo que no puede expresarse de forma normal porque las palabras son insuficientes, no pueden transmitir ese significado. Buda dijo: —Mira, Ananda. Este hombre ha vuelto de nuevo y está diciendo algo. Este hombre es un hombre de emociones profundas. El hombre miró a Buda y le dijo: —Perdóname por lo que te hice ayer. Buda le contestó: —¿Perdonarte? Yo no soy el mismo hombre a quien se lo hiciste. El Ganges prosigue su curso. Nunca es de nuevo el mismo Ganges. Todo hombre es un río. El hombre al que escupiste ya no está aquí. Yo me parezco a él, pero no soy el mismo. ¡En estas veinticuatro horas han sucedido muchas cosas! El río ha fluido mucho. Sólo en apariencia parezco el mismo. Así que no puedo perdonarte porque no tengo ningún rencor contra ti. Y tú también eres nuevo. Veo que no eres el mismo hombre que vino ayer, porque aquel hombre estaba enfadado. Estaba enfadado y me escupió... y tú te estás arrodillando a mis pies, tocando mis pies. ¡Cómo vas a ser el mismo hombre! ¡No eres el mismo hombre! ¡Olvidémonos pues de él! Los dos, el hombre que escupió y el hombre al que escupió, han desaparecido. Acércate y hablemos un poco. Eso es responder. La reacción surge del pasado. Si reaccionas, desde tus viejos hábitos, desde tu mente, no estás respondiendo. Ser sensible es estar totalmente vivo en este momento, aquí-ahora. Responder es algo muy hermoso. Es vida. 289 La reacción está muerta, fea, podrida; es un cadáver. En un 99% de las ocasiones reaccionas, y tú lo llamas «responder». En tu vida muy rara vez respondes. Pero siempre que sucede, tienes un vislumbre. Siempre que sucede, la puerta de lo desconocido se abre. Regresa a tu casa y mira a tu esposa desde la respuesta y no desde la reacción... Yo me fijo en la gente... Pueden haber vivido con una mujer durante treinta, cuarenta años, pero han dejado de mirarla. Saben que es su vieja esposa, su vieja mujer. Creen conocerla, pero el río ha estado fluyendo todo el tiempo. Esta mujer no es la misma con quien ellos se casaron. Esa pertenece al pasado. Esta mujer existe aquí y ahora; es una nueva mujer. A cada momento estás naciendo de nuevo. A cada momento mueres y a cada momento naces. ¿Te has fijado en tu esposa, en tu madre, en tu padre o en tu amigo, últimamente? Has dejado de mirarlos porque crees que son viejos, así que ¿de qué te va a servir fijarte en ellos? Retrocede y míralos de nuevo con ojos frescos, como mirarías a un extraño. ¡Y te sorprenderá ver cuánto ha cambiado esa vieja mujer! Todos los días suceden cambios tremendos. Todo es un flujo, todo continúa discurriendo. Nada está congelado. Pero la mente es algo muerto. Está congelada. Y si actúas desde tu mente congelada, vivirás una vida sin vida. Realmente no vives...; ¡ya estás en la tumba!

Olvídate del reaccionar. Abrete más y más a responder. «Res-ponder» es ser «res-ponsable». «Res-ponder», ser «res-ponsable», es ser sensible. Pero sensible al aquí y ahora. Las páginas 290-291 no se muestran en esta vista previa. 292 que no la desees. Te estoy diciendo: «Deséala». Deséala total, absolutamente, de manera que el hermoso instante en que te olvidas de ese deseo surja en tu vida y te Ilumines. Cuando te Ilumines no será necesario que desees la Iluminación para los demás. Tu forma de ser será tal, tu voz será tal que la gente se quedará prendada. Todo tu ser se convertirá en una puerta para aquellos que están buscando. Entonces no pondrás nada de tu parte, no harás nada. Aquí yo no estoy haciendo nada. Simplemente estoy aquí. Ese «estar aquí» es suficiente. Es una fuerza magnética. Con estar aquí es suficiente. Y te permito estar conmigo. Algo sucederá. Un Maestro es sólo un agente catalizador. Nunca hace nada. Sólo está presente. Un Maestro no es un «hacedor». Vive en una pasividad absoluta, sin hacer nada, porque conoce el arte de hacer sin hacer. Las cosas suceden por sí mismas. El discípulo piensa que el Maestro lo ha ayudado, aunque el Maestro sabe que él no ha hecho nada. El discípulo cree que se le ha dado mucho... y también tiene razón porque le ha sucedido algo grande, pero su comprensión no es nítida porque piensa: «¿Cómo puede suceder algo si no se ha hecho?». Ese es el problema para el discípulo. El piensa: «El Maestro está haciendo mucho por mí». El discípulo no puede entender cómo suceden las cosas, todas esas grandes cosas, si alguien no las «hace». «Yo no estoy haciendo nada, de modo que el Maestro debe de estar haciéndolo por mí». Pero el Maestro tampoco está haciendo nada. El discípulo está abriéndose al Maestro y éste está disponible. Eso es todo. Es un agente catalizador. Su presencia es la que «hace». La página 293 no forma parte de la vista previa de este libro. 294 has de hacer es dejar de juzgar. Si quieres fumar, ¡fuma! Fuma meditativamente, olvidándote de lo que los demás digan. Fumar puede ser una hermosa meditación. No luches contra eso. Fuma meditativamente, creando perfectos anillos. ¡Disfruta! De repente, un día descubrirás que tu necesidad ha desaparecido. Te parecerá una tontería. No juzgues, porque cuando juzgas aparecen el «bien» y el «mal». Si algo es inútil, al no juzgarlo, es abandonado. Si meditas mientras fumas descubrirás que puedes meditar sin fumar. E incluso meditar mejor. Entonces ¿por qué fumar innecesariamente? Un día dejarás el cigarrillo en la mesa, en el cenicero, y nunca lo volverás a coger... Pero no es un juicio. Si dices que algo es malo, le estás dando raíces. Y siempre ocurre que lo malo es más fuerte que lo bueno, porque lo bueno es lo que los demás te dicen que hagas, mientras que lo malo es lo que tú quieres hacer. Evidentemente, lo

bueno nunca podrá tener en ti tanta fuerza como lo malo porque lo malo es lo que te gustaría hacer, mientras que lo bueno es lo que los demás están intentando forzarte a hacer. Te resistes a ese bien. Se parece más a una esclavitud, a una atadura, mientras que a lo perjudicial lo ves como la libertad. Si se te obligara a ir al cielo escaparías de él y te lanzarías al infierno porque dirías: «Por lo menos aquí hay libertad». Y los santos, los mal llamados santos, los religiosos, forzando a la gente a hacer el bien, han provocado un daño terrible, incalculable, a la conciencia humana. Es mejor forzar a la gente a hacer el «mal» de manera que «malo» sea asociado con «esclavitud», con los egos de los demás, mientras que «bien» sea asociado con el propio ego. Entonces la gente se volverá mejor. Sucedió: La página 295 no forma parte de la vista previa de este libro. 296 ¿Qué más da si vives un año menos? Habrías vivido 70 años; ahora vivirás 69 si sigues fumando dos paquetes de cigarrillos al día. Te perderás un año, pero ¡qué importa! Vas a desperdiciar 69; habrías desperdiciado 70. Un año menos significa un año menos de hacer estupideces en el mundo. En cierto modo es bueno. Te has ido, el mundo está menos cargado. No te preocupes por todas estas cosas y no hagas juicios de valor. No juzgues. Si disfrutas, disfruta. Si no disfrutas, detente. No es necesario juzgar, no es necesario implicar moralidad alguna para cambiar esas cosas. Si lo haces, nunca podrás cambiarlas. Cuanto más trates de librarte de ellas, cuanto más las niegues, más poderosas se volverán, porque siempre que intentas expulsar algo fuera de ti estás descubriendo tu interés en ello. En cuanto dices: «No voy a hacer esto», sabes que tu inconsciente te está diciendo: «Hazlo, es bonito.» No crees pues esos círculos viciosos. El otro día estaba repitiendo el dicho de un monje zen: «Cuando camines, camina. Cuando duermas, duerme. Cuando comas, come. Por encima de todo, sé total». Yo agregaría: «Cuando fumes, fuma. Por encima de todo, sé total». Acéptalo, simplemente. Si simplemente lo aceptas, ¿qué verás? Verás la estupidez que se oculta en ello. Fumar no es lo importante. A través del fumar, estás negando algo, estás rebelándote contra algo... Tu padre está allí de pie... Eres un niño pequeño y tu padre es muy poderoso y te dice: «No fumes». Y tú quieres negar su autoridad. Y empiezas a fumar. Tu madre, el sacerdote en la iglesia, la catequesis de los domingos, todos te dicen: «No fumes porque si no te irás al infierno». Nunca te gustó aquel sacerdote, nunca te gustó aquel sermón. Te obligaron a que fueras a las catequesis del domingo... De hecho te parecían el infierno. Y quisiste rebelarte, hacer valer tu ego. Todo 297 el mundo trataba de reprimirte; todo el mundo te estaba forzando, presionando, obligando; todos intentaban manipularte. Por eso te fuiste al baño y fumaste... y se restableció el orden. Te habías rebelado. ¡Te sentías bien!

Fumar te ayudó a sentirte bien, a sentir que no eras impotente, que podías rebelarte. Tu padre puede que fuera muy, muy poderoso... pero supiste engañarle. Y tu madre puede que fuera muy inteligente, intuitiva, pero no sabía que fumaras. Cuando fumes en silencio, meditativamente, todas estas cosas —las razones de por qué lo haces— te serán reveladas. Y una vez conozcas la causa... La causa no es el cigarrillo; el cigarrillo es simplemente un síntoma. La causa es muy profunda y está oculta... Una vez descubras la causa, entonces dependerá de ti. Puede que tu padre esté muerto y tú todavía estés vengándote. Ahora podrás entender que nunca te quiso mal. Puede que no te hiciera ningún bien, puede que intentará ayudarte de una manera tan inadecuada que te haya causado mal... pero su intención era buena. Quería ayudarte. Puede que no supiera cómo ayudarte —de hecho, te hizo mal—, pero no puedes dudar de su buena intención. De repente, te reconcilias con tu padre, te reconcilias con tu madre... y el cigarrillo se cae de tus manos sin ninguna acción por tu parte. Te has reconciliado. Era una rebelión. Ahora no hay por qué; comprendes y asunto concluido. Y haz lo mismo con otras cosas. Entonces, lentamente, verás cómo cambian. Cuanto más las comprendes, más posibilidades hay de cambiarlas. Y ese cambio posee una gracia especial porque no es forzado. No estoy en contra de nada. Sólo estoy en contra de la inconsciencia, de la falta de atención. Fuma con la mente totalmente atenta y descubrirás, se te revelarán, muchas cosas asociadas con el fumar. Se convertirá en una terapia 298 primordial. Profundizarás más y más y más en tu niñez y descubrirás los hechos que lo originaron. ¿Por qué tiene ese poder sobre ti? ¿De dónde viene ese

poder? ¡Ha de haber mucha emoción involucrada! El mero hecho de aspirar y exhalar no puede tener tanta fuerza... Millones de personas fumando, haciendo esa estupidez, gastando su dinero en eso, su vida en eso, sufriendo mil tipos de enfermedades... pero todavía continúan. Debe de haber oculto algo más de lo que aparece a simple vista. No es simplemente un cigarrillo. Es muy simbólico. Es un síntoma. En lo profundo hay asociadas capas y capas de cosas- Si sencillamente tiras el cigarrillo y esas causas permanecen en tu interior, te obligarán a recoger de nuevo el cigarrillo. ¡Comprende! Sin comprender, nunca te esfuerces por cambiar nada. Comprender te hace cambiar; sólo el comprender te cambia y te transforma. Que la comprensión sea tu única ley. Quinta pregunta:

Si no hago nada empicho a sentirme invisible en vez de sentirme arraigado en la tierra. ¿Es posible ser ambas cosas? Sí. No sólo es posible, sino que es completamente necesario. Siempre que te suceda, sucederá de las dos maneras. Ambas se presentarán simultáneamente. Cuando no haces nada el ego se siente desarraigado porque el ego es el hacedor. Cuanto más haces, mejor se siente el ego. Siente que tiene raíces, se siente asentado en la tierra, con una posición segura. Cuando no estás haciendo nada, el ego es invisible, pierde su fuerza. Y al estar tú identificado con el ego sientes que te estás haciendo invisible,

299 que te estás convirtiendo en vapor, que te evaporas, que estás perdiendo solidez. Esta es una parte. La otra parte: pronto te darás cuenta de que si permites que surja esa invisibilidad, que aparezca esta evaporación, sin caer de nuevo en el ego, sin empezar a hacer algo, entonces estás arraigado. Ese arraigamiento pertenece al ser. La desaparición es del ego. Antes de que el ego desaparezca completamente y comprendas el arraigamiento de tu ser, va a haber un intervalo. Y ese intervalo es la noche oscura. En ese espacio te sentirás muy aprensivo, asustado. ¿Qué está pasando? ¿Te estás volviendo loco? ¿Lo estás perdiendo todo? Porque todo lo que ahora posees es la identidad del ego. Si se escapa de tus manos sentirás que lo has perdido todo y surgirá la tentación de aferrarte a lo viejo para sentirte con raíces. No te preocupes. Deja que el ego desaparezca y se evapore en el cielo. Si puedes permanecer en ese espacio en blanco durante unos días...; cuanto más lo aceptes, menor será el intervalo; si puedes aceptarlo totalmente, en el segundo siguiente percibirás tus raíces... pero es difícil aceptarlo totalmente. Dudas. La mente te dice: «¿Qué está sucediendo?». La vieja casa se ha desmoronado; ¿dónde está la nueva? El viejo ser ha desaparecido; ¿dónde está el nuevo?... Pero es necesario un tiempo, es necesario un espacio en el que la vieja casa ya no está y en el que todo el tumulto y el caos creados por la desaparición de la vieja casa se vayan disipando, en el que tus ojos se vayan aclarando mientras el humo y el polvo desaparecen de ellos. Entonces, de

repente, eres capaz de ver la nueva casa: el ser. Sucede simultáneamente, de modo que no temas. Deja que suceda, ayuda a que suceda. 300 Sexta pregunta:

Cuando soy consciente de mis pensamientos o de mi respiración, de inmediato cambian. ¿Es eso natural o un sutil y arraigado hábito de no aceptar lo que es? Es natural. Siempre que te das cuenta de algo le aportas una nueva cualidad; cambia. Si te das cuenta de tu restas una nueva cualidad; cambia. Si te das cuenta de tu respiración, la respiración cambiará su ritmo. No intentas cambiarla, no hay ninguna necesidad de esforzarte. Simplemente presta atención al aire entrando y saliendo y percibirás un cambio. El ritmo no será el mismo porque ahora estarás respirando conscientemente. Primero respirabas inconscientemente. Ahora algo nuevo ha surgido: la conciencia. Caminas... Generalmente caminas inconscientemente. No es necesario hacerlo de otra manera; el cuerpo es como un mecanismo. Pero entonces empiezas a caminar conscientemente, le aportas tu conciencia. Y de repente descubres que tu caminar ha adquirido una cualidad diferente: es más elegante, más estético, más bonito; no te estás arrastrando. Más bien, en lo profundo de tu interior, ha empezado la danza. Cuando la respiración cambie con la conciencia, de repente sentirás un sutil silencio envolviéndote. Con el cambio de respiración todo tu cuerpo vital cambia. Te sientes más vivo, más intensamente vivo. Todo lo que hagas lo harás de forma más total. Si comes, comerás de manera más total. Habrá menos pensamientos dando vueltas en tu mente. Si caminas respirando conscientemente te darás cuenta de que la mente está más centrada, de que no hay diálogo interior. Y entonces podrás ver con mayor claridad. Respirando conscientemente captarás con más intensidad la belleza de las flores. Tendrán colores más vivos de 301 lo que ordinariamente tienen, como si una especie de LSD hubiera sido liberado en tu interior. Los árboles te parecerán más verdes; verás cada árbol con un verde diferente. Hay miles de tonalidades de este color... Tú, simplemente, ves un verde... porque no ves en absoluto. Pero cada árbol tiene su propio verde, cada hoja tiene su propio ser. Y cuanto más te das cuenta, más hermosa resulta la vida. ¡Es una danza cósmica, es una sinfonía cósmica! Pero sólo sintonizas con ella cuando tu ser está en sintonía. ¡Es natural! Recuérdalo. Date cuenta muy, muy lentamente; no fuerces tu concentración sobre el respirar. Eso es diferente: si fuerzas tu concentración nada de lo que te he dicho sucederá. Al contrario, te sentirás agotado. Si te concentras en el respirar eso signif ica que te obligas a fijarte en tu respiración. Entonces limitas tu conciencia observando tu respiración. Y te sentirás tenso. Entonces no podrás ver las flores, el sol, el cielo, las arenas y el mar. No. Porque cuando los veas, te olvidarás de tu concentración... Concentración no es conciencia. Conciencia es algo totalmente diferente: eres absolutamente consciente sin esfuerzo alguno por serlo. Si te olvidas, eso

también es válido... olvídalo. No te sientas culpable por ello. Cuando recuerdes de nuevo, vuelve a fijarte. Es necesaria una conciencia relajada porque si no puede aparecer tanta tensión en la respiración que resulte fatal. Puede ser peligroso para el cuerpo y generar muchas enfermedades. De modo que: «no» a la concentración; «sí» a la simple atención. Eso te hará sentir totalmente diferente. Te sentirás muy, muy ligero, conectado, en casa. 302 Séptima pregunta:

Dijiste recientemente que para Iluminarte primero has de pasar por una frustración total en la que pierdas completamente toda esperanza. Pero parece imposible perder la esperanza cuando sabes que un Maestro te está ayudando con su presencia. No te preocupes por esto. Yo me daré cuenta del momento en que te sientas completamente frustrado. Octava pregunta:

Lao Tse parece ser el hombre más honesto, pero Georges Gurdjieff solía teñir pájaros y venderlos como canarios. Lao Tse dice: «No hagas nada y realízate». Gurdjieff dice que solamente sirve esforzarse de manera sobrehumana. ¿Es la realización de Gurdjieff tan grande como la de Lao Tse? ¿Cómo explicas esa diferencia? Sí, no hay grados en la Iluminación. O es, o no es. Lao Tse y Gurdjieff son dos Iluminados. Y no hay grados. Nadie está más Iluminado; nadie está menos Iluminado. Pero su trabajo es diferente, su tiempo es diferente, su época es diferente, la gente con la que han de tratar y los discípulos que tienen son diferentes. Lao Tse vivió en un mundo muy primitivo. La gente era muy simple, humilde, sin tensiones, sin prisas. En realidad, no tenían sentido del tiempo. Eran más naturales. Gurdjieff vivió en una época totalmente opuesta. Lao Tse vivió en Oriente y Gurdjieff en Occidente... y en el siglo XX, el siglo más loco en el que casi todos estamos neuróticos. Gurdjieff tenía que inventar cosas distintas La página 303 no forma parte de la vista previa de este libro. 304 son sobrehumanas. Cuando haces un esfuerzo sobrehumano alcanzas un punto en el que Lao Tse adquiere inmediatamente un significado para ti. Sólo después de pasar por Gurdjieff serás capaz de abandonar todo esfuerzo. En la actualidad, no es posible acercarse directamente a Lao Tse. De hecho, eres tan astuto y sagaz que escuchando a Lao Tse y leyendo a Lao Tse no te será posible dejar de esforzarte. Es más probable que te aferres a la pereza. Cuando empiezo a hablar de Lao Tse veo cómo la gente se lanza a hacer preguntas, preguntas «adecuadas»: «Entonces, ¿por qué hemos de trabajar en el ashram? ¿No deberíamos dejar de trabajar?». Quieren dejar de trabajar. No es que hayan comprendido, porque si hubieran comprendido no preguntarían eso. Lao Tse no te está diciendo que dejes de trabajar. Te está diciendo que

dejes de esforzarte. Trabaja, sin esforzarte, de manera natural. No te está ayudando a volverte perezoso diciéndote: «No hagas nada y simplemente túmbate»... Incluso eso es correcto si no esperas que los demás acudan para alimentarte. Eso es absolutamente correcto. Pero si echas una mirada a tu alrededor diciendo: «¿Es que no va a venir la gente a presentarme sus respetos como el gran Paramahansa que soy, como alguien que ha comprendido?». Entonces te volverás perezoso. Gurdjieff tiene razón. Te dice que hagas un esfuerzo sobrehumano. Obliga a la gente a hacer ese esfuerzo. Los conduce hasta allí, los lleva hasta el punto más allá del cual no hay nada. Entonces el esfuerzo cae por sí mismo. Tú no puedes dejar de esforzarte. Te has estado aferrando tanto a tu esfuerzo que... Estaba leyendo una vez las memorias de alguien... 305 Gurdjieff estaba construyendo un ashram cerca de París, en Fontainebleau. Estaban levantando la estructura y le dijo a un hombre —al carpintero, un discípulo— que se pusiera a trabajar sin descanso, sin detenerse, sin irse a dormir: «Continúa trabajando». Ocho horas, diez horas, doce horas, veinticuatro horas, y él seguía trabajando. Después de treinta y seis horas Gurdjieff se precipitó corriendo al lugar donde él estaba. Lo encontró sentado sobre el tejado, completamente dormido con las herramientas en la mano. Si hubiera hecho algo de ruido se habría caído de allí. Era peligroso, de manera que Gurdjieff les dijo a todos que callaran. Como un gato, subió por el tejado, se acercó al hombre y lo sacudió. El hombre abrió los ojos. No podía creer dónde estaba, lo que había sucedido. Treinta y seis horas de trabajo continuo... Ese día Gurdjieff le dijo: «Ahora no necesitas trabajar». Estaba maduro. Si el hombre lo hubiera dejado voluntariamente, habría bajado para dormir. Si el hombre hubiera abandonado su esfuerzo entonces habría bajado, porque era peligroso. Sentado en el tejado, puedes caerte. Pero eso no pertenecía a su decisión consciente; él hizo todo lo que pudo hacer conscientemente y entonces llegó un momento en que simplemente se deslizó en el sueño. No hizo nada por su parte. Todo se detuvo. Incluso las herramientas estaban en su mano. Él estaba aún dispuesto a seguir trabajando. E incluso puede que hubiera estado trabajando en sueños. Pero ese día Gurdjieff lo liberó diciéndole: «Ahora, empieza a meditar». A veces solía obligar a la gente a realizar tareas sin propósito alguno... tareas que a ti te harían volverte loco. Un día les mandaba que cavaran una zanja, para al día siguiente mandarles que la rellenaran. Y al tercer día les obligaba a cavarla de nuevo, para, al cuarto, rellenarla. Y así 306 durante meses. Los que eran muy racionales se decían a sí mismos: «Esto es absurdo». Y se iban. Sólo aquellos que se entregaban realmente continuaban sin hacer ninguna pregunta.

Si eres capaz de seguir a un Maestro hasta tal extremo, sin preguntarle nada, sin plantearle una sola pregunta, creyendo simplemente que debe haber algo en él... Cuando te dice: «Cava esta zanja durante todo el día —diez horas trabajando— y luego tápala de nuevo. Y luego, vuélvela a cavar para taparla de nuevo», ¿qué está haciendo? Está intentando sacarte de tu mente. Es un esfuerzo sobrehumano. Si durante tres meses uno hace lo mismo todos los días, es fácil comprender que al cabo de esos tres meses se haya convertido en un hombre totalmente diferente. Ahora está listo para la meditación. Al principio, Gurdjieff no te daba meditaciones. Primero te probaba desde todos los ángulos. Miraba en cada rincón de tu ser si eras capaz de entregarte. De entregarte a cualquier absurdo. Y ayudó a muchos. Era la persona correcta para su época, particularmente en Occidente. No intentes ver contradicciones entre los dos; no hay ninguna. Todos Aquellos-que-han-Despertado han estado enseñando lo mismo, diciendo lo mismo. Sus palabras difieren, pueden parecerte contradictorias, pero ellos no pueden ser contradictorios. Si te lo parecen entonces en tu capacidad de razonar hay algo equivocado. Profundiza más. Un día alcanzarás el estrato en que comprobarás que están diciendo lo mismo. Gurdjieff dice: «Esfuérzate tanto como puedas». Lao Tse dice: «No hagas nada. Deja que todo suceda». Y los dos están diciendo lo mismo porque sólo después de esforzarte al máximo serás capaz de entender a Lao Tse. Lao Tse habría entendido a Gurdjieff perfectamente. Si hubieran colaborado, habría sido perfecto. 307 Eso es lo que estoy intentando hacer: Gurdjieff y Lao Tse; ambos. Por eso verás muchas contradicciones en mí. En Lao Tse no hay ninguna contradicción. En Gurdjieff no hay ninguna contradicción. Si los unes, entonces ves la contradicción. Pero en mí verás contradicciones a cada momento. No es necesario traer a otro Iluminado para descubrirlas. Yo soy contradictorio. Porque veo que la vida es polar. Tienes que ser obligado a esforzarte al máximo... Sólo entonces surge la entrega, solamente entonces te dejas llevar. Novena pregunta:

¿Cómo puede el hombre llegar a las estrellas? No es necesario. Ya estás en las estrellas: en la Tierra. No hay ninguna necesidad de ir a otra parte. Y dondequiera que vayas, serás el mismo. Ve hacia adentro. La Tierra es una estrella. Debido a que está muy cerca de ti, no la ves. Si fueras a otra estrella, no la verías; estarías demasiado cerca de ella. La Tierra parece una estrella desde ese espacio lejano. El hombre no puede ver lo próximo. El hombre sólo puede ver aquello que está lejos y distante. Trata de ver lo que tienes cerca. Trata de ver eso que eres tú. Ya estás en una estrella, ya perteneces a las estrellas. No es necesario ir a otra parte.

Y todo este tratar de ir a la Luna, a Marte, es —en un sentido sutil— una tontería. Lo que importa es cambiarse a uno mismo, no ir a alguna otra parte... porque allí seguirás siendo el mismo. Dondequiera que vayas crearás el mismo mundo, el mismo miserable mundo. 308 Las estrellas no te ayudarán. Sólo lo hará una transformación interior. Décima pregunta:

Percibo mucha libertad y amor cuando dices: «Si no quieres meditar hasta que sientas ganas de hacerlo, no hay nada de malo en hacer otras cosas que te interesen». Pero, lamentablemente, ¿cómo y por qué algunos de tus discípulos que no meditan esperan que los demás sí lo hagan —utilizando a veces incluso la crítica indirecta— como si fuera un deber? Porque sienten mucha compasión hacia ti. Lo que yo digo te puede parecer bien, pero lo que ellos dicen... Por favor, haz lo que dicen. Será bueno para ti. Y solamente podrás comprender lo que estoy diciendo cuando hayas hecho lo que mis discípulos te están diciendo que hagas. Si te digo: «Sé libre», siempre te parecerá bien. Si te digo: «No hagas nada»; si te digo: «Ya eres lo que quieres ser», te sentirás muy bien. El ego es alimentado. Pero cuando mis discípulos te dicen: «Medita; haz algo», te es difícil, porque no quieres hacer nada. Quieres ser perezoso. si ésta es la situación no podrás entenderme, no podrás Y comprender lo que te estoy diciendo. Cuando digo: «No hay que hacer nada», estoy diciendo la verdad absoluta. Pero puedes malinterpretarlo. Cuando mis discípulos dicen algo, están diciendo algo práctico que no puedes malinterpretar. O lo haces o no lo haces. Y cuando te dicen: «Hazlo», tiene un significado. No son ellos quienes te lo están diciendo. Soy yo, de nuevo, quien te lo está diciendo a través de ellos. La página 309 no forma parte de la vista previa de este libro. 310 conciencia oriental ha estado precipitándose día a día, bajando más y más, y pronto llegará el infortunado momento en que tendrás que ir a Occidente para aprender meditación. Pero antes de que eso ocurra, aquí quedan todavía algunas posibilidades. No las desperdicies. Escuchar es bonito, porque no has de hacer nada. Simplemente sentarte. Incluso puedes dormirte y escuchar; puedes descansar. Pero meditar es entrar en un caos, un tumulto, interno. Y le tienes miedo. ¿Qué dirá la gente? Los demás se reirán: «¿Tú saltando y bailando y en catarsis?». No, eso es para los tontos, no para ti. Tú ya sabes demasiado. Olvídate de todo eso que sabes, si no escucharme no te servirá de mucho. Lo que estoy diciendo es cierto, pero primero tienes que hacer mucho. Sólo entonces podrás comprender eso que Lao Tse llama «hacer sin hacer». Undécima pregunta:

¿Cómo es posible el progreso —sea en la civilización, la cultura o la religión— si aceptamos la vida como es y no buscamos cambiarla en modo alguno? No hay necesidad de progreso alguno. El progreso es el dios más falso creado por el hombre. No es necesario. ¿Qué significa «progreso»? «Progreso» significa, en esencia, sacrificar el presente por el futuro, sacrificar el hoy para vivir el mañana. Entonces el mañana, de nuevo, no es el mañana; es hoy. De nuevo te sacrificas por el mañana: el padre se sacrifica por sus hijos, éstos a su vez por sus hijos y nadie vive la vida. Una generación se sacrifica 311 por la otra porque tiene que haber progreso. Y entonces nadie vive la vida. El progreso no es necesario. La palabra misma «progreso» te lanza al futuro. Y nunca tiene un fin. No puedes alcanzar un estado en el que puedas decir: «Ahora he alcanzado el progreso», porque el progreso no es algo que lograr. Es un proceso. Por eso, el momento en que digamos: «Ahora todos podemos disfrutar, ahora hemos alcanzado el progreso» nunca llegará. El progreso siempre seguirá siendo un proceso. Así es como la humanidad ha intentado vivir hasta ahora. En nombre del progreso ha sacrificado todo su gozo. No es necesario sacrificar nada. Olvídate del futuro. ¡Vive para ti! Mientras haya tiempo, vive totalmente. Tus niños vivirán su propia vida. No te sacrifiques, porque sacrificar a los padres es muy peligroso. Nunca perdonarán a sus hijos y entonces esos hijos siempre estarán en contra de esos padres porque no podrán perdonar esa actitud: tu sacrificio. Todo el mundo ha sido educado para ser un mártir para otro. Eso es una estupidez, simple y llanamente. Pero es en nombre del progreso. ¡Olvídate del progreso! Los pájaros nunca se han preocupado por él. ¿Qué hay de malo en ellos? ¿Qué se han perdido? Tampoco los árboles se han preocupado nunca. Tampoco los Himalayas se han preocupado nunca. ¿Qué se han perdido? Han estado gozando desde hace mil años; siempre han estado gozando. Están gozando ahora y gozarán en el futuro. Sólo el hombre padece la enfermedad llamada «progreso». Es un cáncer. Y tú sigues sacrificándote diciendo: «Hoy no puedo disfrutar. Hoy tengo que trabajar duro para tener dinero mañana. Entonces disfrutaré». ¡Pero el mañana nunca llega! ¿Cómo vas a disfrutar entonces? Tienes hijos y tienes que trabajar duro para que esos hijos puedan disfrutar 312 mañana. Y ellos tendrán sus propios hijos y esos hijos tendrán sus propios hijos... ¿Cuándo llegará el momento en que puedas disfrutar? Tu madre se sacrificó por ti. Fue una mártir. Nunca tuvo un solo momento de deleite porque estaba trabajando para ti, se estaba sacrificando por ti. ¿Disfrutas ahora gracias al sacrificio de tu madre? No. No estás disfrutando porque ella te enseñó el truco de sacrificarte por alguien más: por el país, por la religión, por la humanidad... pero siempre sacrificarte.

Los dioses han ido cambiando, pero el sacrificio ha persistido siempre. A veces es por el país, a veces por la humanidad, a veces por el cristianismo, a veces por el islam... ¡pero has de sacrificarte! Con el hombre siempre ha subsistido un secreto que ha estado matándolo, envenenándolo. ¡No! ¡Deja ya de hablar de «sacrificarte»! ¡Basta de hablar de «progreso»! ¡Vive tu vida! Si algo sucede como producto de ella, estupendo. Si nada sucede, tú no eres el responsable. No estás dirigiendo el mundo. Y todo lo que llamas «progreso» —grandes casas, tecnología, grandes automóvile,...— ¿ha añadido algo a la felicidad del hombre? En realidad ha sido al contrario: han acabado con esa posibilidad. Puedes vivir en un palacio, pero un palacio no es la felicidad. Puedes tener un Rolls Royce, pero tener un Rolls Royce no es ser feliz. Puedes ser tan miserable como en cualquier otra parte. La pregunta es cómo hacer al hombre más feliz... Y si este progreso sigue envenenándote, el hombre nunca podrá estar contento. Es un truco, una conspiración, para empujarte al suicidio... por los demás. Y entonces eso obligará a unos a suicidarse por otros. El mundo entero se ha convertido en el infierno. ¡Olvídate de esta locura del progreso! Todo está bien como está hoy y tú sólo estás aquí ahora. ¡Vívelo! 313 Y si como producto de tu vivir algo sucede, resultará hermoso. ¡Y te digo que surgirá de tu vivir! Pero no lo llamo «progreso», porque la palabra misma es fea. Apunta al futuro. Yo lo llamo más bien «crecimiento», no progreso. Vive este momento. De esta vida surgirá otro momento que, desde luego, será mejor y más rico que el primero. Entonces vívelo más profundamente porque ya habrás aprendido a vivir profundamente. Constantemente estás aprendiendo y cada momento se vuelve más y más intenso. De cada momento surge otro momento. Del hoy nace el mañana; más rico, más dichoso, más extático. De ti nacen tus hijos y los das a luz en éxtasis. ¡Y no estabas intentando alumbrarlos! ¡Estabas disfrutando tu amor! En realidad, no te interesaban directamente. Han nacido de tu éxtasis, de tu experiencia orgásmica. Compartes tu éxtasis con ellos. Ellos crecen contigo aprendiendo a ser extáticos, dichosos. Sus hijos crecerán sabiendo qué es eso. Esto es crecimiento, no progreso. Con el progreso se desarrolla lo no-esencial mientras que lo esencial muere. En el crecimiento, lo no-esencial es no-esencial. Si aparece, de acuerdo. Si no aparece, mejor incluso. Pero lo esencial crece. ¿Y qué es lo esencial? Lo esencial es la beatitud, tu felicidad interna, la experiencia orgásmica, la experiencia cumbre. No tendrás grandes palacios, pero vivirás experiencias cumbre. Eso es perfecto. Puede que vivas en una choza... ¡y será suficiente! Puede que no tengas ropas muy caras, pero no las necesitarás. Tu ser es rico. Al crecer se abre una dimensión diferente, totalmente diferente. Hasta esta generación el progreso ha dominado la mente humana, pero para la nueva generación, el crecimiento se ha convertido en una palabra

significativa y tremendamente importante. En los grupos de crecimiento —los grupos de encuentro, los talleres de crecimiento, las terapias... 314 no se está ansioso por progresar. Se está ansioso por crecer. Y para mí esa palabra es significativa. El crecimiento se basa en el presente. El progreso está orientado hacia el futuro. El crecimiento surge a partir del vivir y el progreso surge a partir del sacrificio. El crecimiento es vida; el progreso, un suicidio. Las páginas 320-323 no se muestran en esta vista preva.

ÍNDICE Capitulo 1- La búsqueda del saber .................................................................................................7 Capítulo 2 - ¿No hagas nada? ........................................................................................................ 35 Capitulo 3 - Conquistando el mundo mediante la inacción ................................................................................................................ 63 Capitulo 4 - ¡Muchacho! ¡Lo hemos alborotado nosotros! ............................................................................................................... 89 Capítulo 5 - Más allá del honor y la deshonra ......................................................................... 119 Capítulo 6 - Nunca te dejaré .......................................................................................................... 151 Capítulo 7 - Difícil y fácil ...................................................................................................................183

Capítulo 8 - Ésta es la reina: Cleopatra ....................................................................................... 213 Capítulo 9 - Principio y final ............................................................................................................ 245 Capítulo 10 - ¿Qué es lo siguiente? ..............................................................................................279 Sobre el autor .......................................................................................................................................315 Sobre el Meditation Resort

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