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BIBLIOTECA DE RECURSOS ELECTRÓNICOS DE HUMANIDADES E-excellence – Liceus.com
SAFO Y ALCEO ISBN - 84-9822-418-7
RAFAEL J. GALLÉ CEJUDO
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Thesaurus: Alceo, Safo, Terpandro, Arión, Mitilene, Pítaco, monodia, mélica, estrofa sáfica y alcaica, epitalamios. Artículos relacionados en Liceus: Anacreonte (15), La poesía lírica, yámbica y elegíaca (5), La lírica popular (6), Íbico y Simónides (11), Píndaro (18), Baquílides (19). 1. RASGOS GENERALES DE LA MONODIA LESBIA. ORÍGENES MÍTICOS. TERPANDRO. ARIÓN. 2. SAFO*. 2.1. Vida. La “cuestión sáfica”. 2.2. Obra. 2.3. Temas y contenidos de la poesía sáfica. 3. ALCEO*. 3.1. Datos biográficos y contexto histórico. 3.2. Obra. 3.3.Temas y motivos de los poemas alcaicos. 3.4. Originalidad y estilo. 4. LA LENGUA DE LA MONODIA LESBIA. 5. SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA (*Salvo indicación expresa los fragmentos de ambos autores se citarán por la edición de Voigt.)
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1. RASGOS GENERALES DE LA MONODIA LESBIA. La versión mítica, recogida por Fanocles en sus Amorcillos (frg. 1 CA), de la mutilación de Orfeo por las Bistónides y el viaje de la cabeza y la lira del cantor por el mar Tracio hasta arribar a la isla de Lesbos, “la más canora de todas” (paséon aoidotáte) no debía ser gratuita, sino que de alguna manera reflejaría el sentir que en la Grecia antigua se tenía de que esta isla fue la cuna o, al menos, punto de referencia esencial en la génesis y evolución de la poesía mélica. La tradición nos ha legado nombres de poetas como los de Terpandro de Antisa o Arión de Metimna, de prestigio panhelénico, cuyas innovaciones poéticas a nivel formal y estructural estarían en la base legendaria de usos musicales y géneros literarios consolidados ya en época clásica. A Terpandro, cuya actividad artística se ubica principalmente en Esparta, donde la tradición transmite que ganó el certamen en las fiestas Carneas en fecha aproximada a la 26ª Olimpiada (ca. 676-673), se le atribuye la “invención” de la lira de siete cuerdas, el perfeccionamiento del nomos apolíneo mediante una nueva reestructuración de la composición en siete partes (según se puede leer en los capítulos iniciales del pseudoplutarqueo Sobre la música) o la fundación de una de las dos escuelas musicales de Esparta. Esta última labor podría inducir, en principio, a relacionarlo con el canto coral, pero esta correspondencia no es en absoluto demostrable. A Arión, por su parte, se le vincula principalmente con la corte de Periandro en Corinto (ca. 600) por lo que sería bastante más joven que el anterior y contemporáneo, al parecer, de Alceo y Safo. A éste se le atribuye, aparte de algunas peripecias fantásticas de ámbito más bien mitológico (cfr. Hdt. 1.23-24), la elevación a categoría artística lírico-coral del ditirambo dionisíaco mediante la adaptación o incorporación de elementos miméticos, lo que para no pocos autores antiguos y estudiosos modernos estaría en el origen del género trágico. Frente a estos poetas “viajeros”, y en época no muy posterior, se sitúan otros de igual prestigio que hicieron llegar el nombre y la fama de Lesbos por toda la Hélade, pero que estuvieron vinculados de forma más o menos permanente a la isla, más concretamente a la ciudad de Mitilene, y cultivaron un tipo de poesía autóctona e irrepetible en la historia de la literatura griega. Éste será el caso de Safo y Alceo. Habría que precisar, no obstante, que este casi permanente arraigo a la isla no debe nunca confundirse o interpretarse como aislamiento literario. Es communis opinio que la poesía lesbia de Safo y Alceo se sustenta en una lengua poética y unas formas métricas muy perfeccionadas desde el punto de vista literario; y que, de igual manera, en lo que se refiere a los contenidos y formas estos poetas están al final de una larga tradición en la que se han sedimentado elementos de tradiciones poéticas orientales, de la tradición griega de los primeros épicos y líricos y, sobre todo, de las formas líricas populares de carácter -2– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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religioso y profano. Todo ello ha generado una obra llena de elementos de nueva creación fruto de la transformación de viejos moldes formales, o adaptación de nuevos contenidos a esos moldes, atribuible a un largo proceso de maduración literaria y, sin duda también, a la pericia poética de los autores. Adrados concreta el origen de la monodia (lesbia, jonia o ática) sirviéndose de la hipótesis de la ampliación de los elementos monódicos detectables en composiciones complejas dotadas de música, danza y canto, fundamentalmente de aquellas partes en que los coreutas se enfrentaban entre sí o con el coro. Del grado máximo de esta amplificación literaria se obtendría la estructura ternaria (proemio-centroepílogo) que caracteriza la poesía monódica arcaica. Por lo demás, la mélica eolia se compone fundamentalmente en estructuras monostróficas basadas en la repetición sistemática, como en la elegía, pero en este caso encontramos estrofas de más de dos versos. Más específicas resultan, en cambio, otras características métricas del verso eolio como la mal llamada por Hermann “base eolia” (dos ancipitia encabezando el verso) o la negación del isocronismo (impedir la resolución de una sílaba larga por dos breves); la primera por lo que de origen oriental indoeuropeo se le ha querido rastrear (Meillet) y por las implicaciones prosódicas y estilísticas que conlleva una composición que no marca el ritmo precisamente en los primeros compases, sino que se comporta como un verso descendente que va buscando la pureza en la parte final; y, sin embargo, esta peculiaridad se compensa, de alguna forma, con la rigidez del isosilabismo, que provoca la coincidencia sistemática de sílaba y elemento, lo que supone de hecho mantener un mismo número de sílabas en cada verso. Característica también de la mélica lesbia será la lengua poética con base dialectal lesbia, a la que dedicamos un capítulo aparte en este trabajo. Y, por último, debe tenerse en cuenta que el público al que va dirigida la monodia es de ámbito restringido. Se trata de poesía cantada dirigida al grupo, a la hetería, al círculo de amigas o discípulas, a los asistentes al simposio, pero no a la colectividad, aunque el poeta, al igual que en la elegía y el yambo, se erige en portavoz del grupo. Es, en definitiva, poesía monopolizada casi en su totalidad por el elemento privado.
2. SAFO. 2.1. VIDA. LA “CUESTIÓN SÁFICA”. La vida de Safo y su producción poética son indisociables de los condicionamientos histórico-políticos en los que se vio envuelta la isla de Lesbos a finales del s. VII y principios del VI, así como de la influencia oriental que desde las ciudades asiáticas iba calando en la cultura lesbia de la época. Lesbos, situada frente a las costas de Asia Menor, mantuvo una estrecha relación cultural y comercial con las regiones asiáticas, especialmente con Lidia, que era vista como paradigma de lujo y poder, que no dudó en intentar sacar provecho de las disensiones -3– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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internas de los mitilenos (cfr. Alc. frg. 69) dando acogida a los exiliados y financiando su rebelión, y que, a la postre, tanto habría de influir en la creación de la lírica literaria griega. Por otra parte, algunas ciudades no estaban dispuestas a renunciar a determinadas ambiciones políticas sobre la costa. Precisamente de esta época (según Eusebio ca. 607603) es el conflicto con los atenienses por Sigeo en la Tróade, cuyo dominio les permitía el control de los Dardanelos y, en consecuencia, el control del comercio con el Mar Negro. Por otra parte, al margen de esta peculiar situación en política exterior, en lo que atañe a los asuntos internos las grandes ciudades de la isla no pudieron sustraerse al movimiento social que convulsionó toda la Hélade en esta época y que culminó con el advenimiento de la tiranía en casi todos los estados griegos. Se trataba, en principio, de contrarrestar las diferencias sociales recortando los poderes económicos, políticos y sociales de la vieja aristocracia y concediendo al pueblo ciertas prebendas económicas y el acceso a algunos de los órganos de gobierno. En el caso concreto de Mitilene y para la época que nos ocupa, la ciudad pasó por las manos de Melancro, tras un breve período oligárquico por las de Mírsilo y quizá mediara más tarde un período en que compartirían poder Mírsilo y Pítaco. Por último, a partir del 590 Pítaco, que había participado en la expulsión de Melancro (612608) y en la campaña de Sigeo, es nombrado aisymnatas. La calidad literaria de la obra sáfica, de una parte, y, de otra, la polémica que muy pronto suscitó su cuestionada moralidad han provocado que desde la Antigüedad se hayan ido prodigando un importante número de noticias, comentarios y valoraciones de escritores y biógrafos que, sumados a los que aportan los repertorios “enciclopédicos” (Suda, Marmor Parium...) y los que son deducibles de su propia obra, pudieran inducir a suponer que se dispone de un legado biográfico más o menos completo de la poetisa. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Muy a menudo las noticias biográficas de una u otra fuente son contradictorias y, en cuanto a las valoraciones y comentarios extraídos de su propia obra, las interpretaciones y deformaciones se suceden en función de las simpatías o antipatías que juicios de tipo moralista pudieran ir dictando. Sirvan de ejemplo las relaciones eróticas que se le han atribuido a Safo con poetas contemporáneos (Alceo), con los de generaciones precedentes (Arquíloco) o posteriores (Anacreonte, Hiponacte) e incluso con personajes mitológicos (Faón). El léxico Suda transmite que Safo nació en Éreso, mientras que Cameleonte (POx. 1800, frg. 1) la hace natural de Mitilene. Tampoco hay unanimidad en cuanto a la fecha, ya que los cronógrafos antiguos barajan para su acmé un arco que va desde el 600 (haciéndola contemporánea de Alceo) hasta el 612-608, según lo cual podría ser incluso de la misma edad que Pítaco (nacido ca. 645). Para los que interpretan en sentido natalicio la forma gegonuîa del Suda la fecha de la 42ª Olimpiada (612-608) correspondería a la de su nacimiento por lo que Safo sería bastante más joven que Alceo. -4– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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Sólo el Mármol de Paros transmite la noticia de un exilio en Sicilia, quizá en la ciudad de Siracusa. Esta noticia, si bien no está corroborada por otra fuente (véase, con todo, el frg. 98, donde se menciona un destierro y la familia de los Cleanáctidas, a cuyo seno pertenecía Mírsilo), sí podría, al menos, estar apoyada por algunos detalles. Nadie duda de que Safo debió pertenecer a la aristocracia mitilena: Lárico, su hermano, fue copero en el pritaneo de la ciudad, labor reservada en exclusiva a la nobleza (cfr. Ateneo 10.424e); Caraxo, otro de sus hermanos, tenía el suficiente poder económico como para establecer relaciones comerciales con Náucratis en Egipto; y además la propia formación literaria de la poetisa la sitúan en un estadio social elevado. Pues bien, si se tiene en cuenta el momento de convulsión política que se produjo en esta época en Lesbos, convertida la isla en un hervidero de rencillas políticas en el que el pueblo clamaba por tiranos que recortaran los poderes de la vieja aristocracia, no sería de extrañar que la familia de Safo se hubiese visto afectada por esta conmoción política y hubiera caído en desgracia. Es posible que, además de sufrir el destierro, la familia hubiese sido despojada de sus bienes y que, una vez de vuelta a Mitilene tras el derrocamiento de Mírsilo, Pítaco no se los hubiera restituido, por lo que la familia se habría visto constreñida por una situación económica poco holgada. Por ejemplo, en el frg. 98 Safo confiesa a su hija Cleis que no puede comprarle un hermoso tocado lidio para su cabello y hay quien ha querido interpretar en el frg. 213A (b, g) que las amigas o discípulas de Safo le pagaban por sus servicios. En este mismo sentido hay también una serie de fragmentos en los que la poetisa subvierte los valores propios de la aristocracia haciendo primar por encima de la riqueza la virtud (frg. 148) o la fama inmortal que le proporcionará su arte. Hay también algunos detalles en la obra que podrían apoyar cierta implicación de Safo (o de su familia) en la política mitilena. Son fragmentos en los que se hacen valoraciones políticas siempre en contra de las familias de los tiranos; así ocurre, por ejemplo, en el citado frg. 98 contra los Cleanáctidas, en el frg. 71, donde se critica a las mujeres de los Pentílidas, con una de las cuales se casó Pítaco (cfr. Alc. frg. 70), o en el frg. 155, donde se ataca a las de la casa de los Polianáctidas (también Alceo criticará a esta familia en su frg. 303A [b]). En cuanto a los miembros de su familia, los biógrafos antiguos la hacen hija de Cleis y de Escamandrónimo (el Suda vacila entre éste y otros siete nombres para el padre), esposa de Cércilas de Andros (si es que éste no es un “nombre parlante” obsceno fruto de algún cómico ático), hermana de Lárico, Caraxo y Erigüio y madre de Cleis. De algunos de ellos, como, por ejemplo, del padre o el marido no se hace mención alguna, más allá del nombre, ni en las biografías antiguas ni en los fragmentos conservados de la poetisa.
Una vez superada la corriente crítica que existía desde la Antigüedad y que hacía de Safo una prostituta depravada que corrompía y mercadeaba con las jovencitas que estaban -5– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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a su cargo (cfr. Cameleonte en POx. 1800; Dídimo en Sen. epist. 88.37; o los intentos rehabilitadores de los autores antiguos por “inventar” otra Safo pervertida para distinguirla de la poetisa), los estudiosos de la llamada “cuestión sáfica” se han centrado básicamente en elucidar qué clase de relación era la que se daba entre las jóvenes en el conocido como “círculo” de Safo. Pues bien, aunque llegar a un acuerdo unánime en esta cuestión parece, de momento, algo lejos de conseguirse, sí hay, no obstante, una serie de elementos que pueden darse casi por seguros. La dificultad estriba en casar de forma conveniente estas supuestas certezas. Las hipótesis interpretativas del círculo sáfico se pueden resumir grosso modo en los siguientes frentes: los que consideran que era una especie de tíaso exclusivo; los que sólo han querido ver una relación pedagógica entre Safo y sus discípulas; los que la entienden como una relación basada en el erotismo y el sexo; y, por último, los que de alguna forma han querido conjugar algunas de las tres opciones o las tres, ya que, ciertamente, pueden ser complementarias. Hoy parece estar descartada definitivamente la idea del tíaso o comunidad religiosa. Una congregación femenina de este tipo tan cerrado no deja de ser una rareza en el mundo griego antiguo y, por otra parte, faltan en la poesía de Safo, salvo algunos casos muy literaturizados, composiciones rituales que pudieran apoyar la existencia de una cofradía de este tipo. Esto no significa que en el círculo de Safo no estuviera contemplada algún tipo de relación cultual que tuviera como divinidades de referencia a Afrodita o Eros. De hecho no se entiende una congregación femenina de ningún tipo en la Grecia antigua sin el padrinazgo de alguna divinidad. En cuanto a la relación pedagógica, resulta difícil negar la hipótesis más sólida que se baraja desde la Antigüedad y la más probable dadas las circunstancias especiales de la Grecia arcaica y de la isla de Lesbos en particular en esta época. A la “casa de las servidoras de las Musas” de Safo acudían las jóvenes pudientes de la isla y de otras zonas de Asia Menor (cfr. PColon. inv. 5860 = SLG 261A) para ser instruidas en las distintas artes y en otras experiencias vitales relacionadas con el refinamiento y el deleite de los sentidos. Esta relación pedagógica es destacada, entre otros, por Filóstrato (VA 1.30) con el ejemplo de Damófila, una panfilia que tras abandonar el círculo de Safo instauró el suyo propio en su tierra de origen. Frente a los defensores de esta hipótesis, algunos autores muestran fundadas dudas sobre qué tipo de escuela sería la de Safo, teniendo en cuenta que hay muy pocas noticias seguras sobre centros educativos femeninos similares, pero sobre todo cuestionan que el contenido mismo de la poesía sáfica sea una muestra real de lo que exigiría la educación aristocrática de la época para sus hijas: Lesbia quid docuit Sappho, nisi amare, puellas? (“¿Qué otra cosa enseñó la lesbia Safo a las jovencitas, sino a amar?”) se preguntaba ya Ovidio en Tristes 2.365. Esta última reflexión ovidiana nos permite enlazar con la cuestión de las relaciones eróticas o sexuales que pudieron haberse dado entre las jóvenes del círculo y entre éstas y Safo. Y es en este punto donde hay que procurar no -6– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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intoxicar con concepciones morales anacrónicas una práctica social reconocida y aceptada en la Antigüedad e incluso propiciada por su valor pedagógico e iniciático para la madurez de la persona. Quizá sea excesivo interpretar que las relaciones homosexuales femeninas representaban una “contracultura” o “subcultura” originada por la segregación de las mujeres con respecto a los hombres, pero no cabe duda de que la mujer buscaba, encontraba y propiciaba entre las representantes de su sexo experiencias que le eran negadas entre los hombres. Por otra parte, téngase muy presente que esta práctica “estéril” no ponía en peligro la institución de la familia (único punto de enlace entre los dos sexos) por lo que era perfectamente compatible con el matrimonio, con el esposo o los hijos (en el POx. 2506 se define a Safo como mujer “casera y laboriosa”). La homosexualidad femenina era aceptada en los círculos privados o en los coros -como la masculina en las palestras o en los banquetes- y no hay por qué pensar que en el de Safo no se diera, a veces incluso con un ardor apasionado, más aún cuando era un amor en cierto modo sagrado o tutelado por Eros y Afrodita. Pero el argumento irrefutable es que la poesía de Safo está preñada de homoerotismo. Y quizá sea esta misma la gran diferencia con respecto a otros círculos en la propia Lesbos, en otras regiones y en otras épocas, a saber, que por primera vez (y habrán de pasar muchos siglos para que pueda ser igualada) el sentimiento homoerótico femenino privado tuvo una cauce de expresión poética de carácter público y además de un nivel artístico no conocido hasta entonces.
2.2. OBRA. La obra de Safo fue muy leída y apreciada desde el momento de su creación, pero no será hasta época helenística cuando se hagan las primeras ediciones dirigidas probablemente por Aristarco o Aristófanes de Bizancio. De una de ellas, la conocida como “vulgata alejandrina”, de autoría y fecha inciertas, procederían los textos tal como nos han sido legados en fuentes indirectas y papiráceas. Ahora bien, en lo que se refiere al número de libros de que constaba esta edición, la cuestión es mucho más compleja de elucidar. Todas las noticias procedentes de la Antigüedad coinciden en que Safo compuso, aparte de las odas líricas, otro tipo de formas poéticas: elegías y ¿otras? (sic el POx. 1800), epigramas, dísticos elegíacos y yambos (sic el Suda, que además distingue las monodias de la poesía lírica) y epitalamios (Serv. ad Verg. Georg. 1.31). Así pues, todas las fuentes que ofrezcan una cifra concreta sobre el número de libros en que se dividía la obra de Safo son
susceptibles
de
ser
interpretadas
en
sentido
lato
o
inclusivo,
es
decir,
sobreentendiendo que ese número incluye toda la obra de la poetisa, o bien en sentido estricto, esto es, entendiendo que el número se refiere sólo a la obra lírica. En el primer caso, la obra de Safo estaría compuesta por nueve libros, coincidiendo así con la noticia de Tulio Láurea en AP 7.17; mientras que en el segundo, la obra podría estar compuesta como -7– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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mínimo por diez u once libros, que serían: ocho o nueve de poesías líricas (la letra de guarismo del Suda, la letra zeta, puede tener valor ambiguo al ir referida a números de libro), otro que correspondería al resto de composiciones (sic quizá el Suda) y tal vez otro más de Epitalamios, titulado así explícitamente (según noticia de Servio, loc. cit.: Sappho, quae in libro qui inscribitur ‘Epithalamia’ ait... = Sapph. frg. 116). Ahora bien, hay un dato, al que no siempre se le ha dado la debida importancia, y es que entre todos los documentos antiguos que mencionan uno o varios libros de Safo sólo hay referencias hasta el libro VIII. Por lo tanto, consideramos que es un buen punto de partida la hipótesis que, a nuestro entender, mejor incardina todos estos datos con las noticias de los antiguos, la de que la obra de Safo estaría compuesta por nueve libros en total, uno de los cuales, el noveno, recibiría el nombre específico de Libro de los epitalamios. La división de los libros se hizo en función del esquema métrico empleado y esa misma práctica ha sido seguida por los editores modernos, desde las primeras ediciones de Lobel a comienzos del pasado siglo, en su intento por reconstruir la obra sáfica. En general, los testimonios sobre los que se basa la distinción métrica (Hefestión, Papiros de Oxirrinco 1231, 2076, 1787, 2290, Servio, escolios a diferentes obras líricas, etc.) han sido bien sistematizados por Page, cuyas conclusiones reproducimos a continuación (téngase en cuenta, no obstante, que el conspectus metrorum de la edición de Voigt refleja una realidad algo más compleja): el libro I, sería el más extenso, estaría compuesto por 330 estrofas sáficas (llamada así por haberle dado la poetisa la forma definitiva), esto es, 1320 versos; el libro II por pentámetros dactílicos eolios; el libro III por asclepiadeos mayores; el libro IV por tetrámetros jonios mayores; el libro V por gliconios, falecios y asclepiadeos menores; del libro VII sólo quedan dos referencias de Hefestión a un esquema yámbico-glicónico-báquico; y de los libros VI y VIII no hay ninguna noticia significativa sobre sus contenidos. En total, pues, podrían haber sido entre 10.000 y 12.000 versos, no sólo monódicos, sino también corales en los epitalamios y en los cantos rituales de las Adonias. Y, aunque la parte conservada sea ínfima, lo cierto es que podemos tener una idea, si no cabal, al menos muy aproximada de lo que fue el tono poético general de la poesía sáfica.
2.3. TEMAS Y CONTENIDOS DE LA POESÍA SÁFICA. La poesía de Safo se ha clasificado tradicionalmente en diferentes apartados en función de la temática, la forma, el destinatario, etc. De esta forma se han distinguido poemas de tema erótico, de tema familiar, los dedicados a las amigas y a las enemigas, los himnos o poesía de tema mítico, los que tienen la naturaleza como motivo principal o los epitalamios. A diferencia de Alceo, no hay, salvo las excepciones arriba señaladas, poemas de contenido político. Y también salvo excepciones (Sapph. 1, 44, 94 y 96) los fragmentos conservados son de extensión muy breve. Por otro lado, al igual que gran parte de la lírica -8– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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arcaica griega, la poesía de Safo hunde sus raíces en lo más profundo de la tradición literaria culta griega y, al mismo tiempo, en la lírica popular sacra y profana, por lo que el resultado será una poesía de carácter popular, que reutiliza las formas tradicionales (himnos, formas dialógicas...) para contenidos novedosos, en la que son apreciables huellas de la épica o la lírica anterior y que, en definitiva, alcanza cotas de perfección literaria difícilmente superables. Pero, sin duda, la mayor novedad de la poesía sáfica con respecto a cualquier otra forma de expresión literaria de la Grecia arcaica es que por primera vez podemos hablar de poesía escrita por y para mujeres. Y esto no es, en absoluto, cuestión baladí, porque uno de los aspectos más interesantes y dignos de estudio de la poesía sáfica es, sin duda, el debate, las implicaciones y consecuencias que por primera vez se derivan tras la convergencia entre esta nueva concepción poética de naturaleza femenina y la tradición poética masculina, prácticamente la única existente hasta entonces. Antes de pasar a considerar por separado los distintos contenidos de la poesía sáfica ilustrados con algunos ejemplos, es preciso definir los dos elementos que van a determinar la práctica totalidad de la obra de Safo; nos referimos, de una parte, al componente erótico y, de otra, al intraducible concepto de la abrosýna. En cuanto al primero, si se exceptúan algunas composiciones de Arquíloco, se puede afirmar que por primera vez el amor se va a constituir en tema literario subjetivo casi exclusivo en un poeta, porque incluso en aquellas composiciones que no son personales (los epitalamios de encargo, por ejemplo) el amor sigue siendo tema recurrente. Se trata de un sentimiento íntimo, profundo y de repercusión plena, ya que abarca todos los ámbitos concretos y abstractos que forman parte de la vida de la poetisa; el amor engloba su forma de vivir, su forma de pensar, la familia, el círculo de amigas y rivales, la naturaleza, la fiesta o el arte. Es un amor del que, a su vez, se derivan todas las sensaciones y sus contrarios: el amor y el odio, el deseo y el hastío, las alegrías y tristezas, la insatisfacción y la pasión, el dolor y el regocijo, la confianza y los celos, la admiración y el desprecio, la vida misma o la muerte, la añoranza, el presente... Pero si importante es el componente erótico en la poesía de Safo, no menos fundamentales son los elementos que conforman el atrezo y el escenario en que se desarrolla ese amor; elementos sólo en apariencia secundarios o externos a la relación amorosa y de los que aquí se aprovechan todas sus posibles connotaciones. Si de alguna manera se pudiera definir el conjunto de todos esos elementos ésa es, sin duda, mediante el concepto de abrosýna. La propia Safo lo admite (frg. 58.25): “yo amo la delicadeza”. Este concepto abarcaría, en efecto, la delicadeza, pero también la ternura, la belleza y el refinamiento que envuelven los escenarios naturales o los comportamientos, actitudes e indumentaria de las jóvenes. En una naturaleza idílica, las amigas de Safo, de las que se describe su hermosura, sus vestidos y calzado, su peinado, su forma de caminar, de -9– © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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sentarse o hablar, sus gestos, etc., trenzan coronas de flores o girnaldas para coronarse ellas o hacer sacrificios a la diosa. El conocido como Himno a Afrodita (Sapph. 1), el poema que encabeza la colección sáfica, nos ha sido transmitido por Dionisio de Halicarnaso y es el único que se conserva íntegro. En él Safo pide a la diosa que, al igual que en otras ocasiones ha sido su aliada en cuestión de amores, también ahora venga a auxiliarla. En este poema se dan cita gran parte de los elementos fundamentales de la poesía sáfica: el elemento erótico, el míticoliterario, la naturaleza, la memoria como “factor de revitalización de la experiencia amorosa”, la transformación y reutilización de los moldes formales predeterminados de origen popular, como la estructura dialógica, o de origen culto, como la del himno cultual, para un desarrollo literario distinto, de índole privada y lírica (ya Solón había hecho esto mismo en su Elegía a las Musas). Se mantiene la estructura ternaria arcaica, pero en el centro el “mito sáfico” desplaza al mito tradicional. Digna de mención es, sin duda, la retardación hasta el verso 25 de la identidad femenina de la destinataria de los requiebros amorosos por parte de Safo. La diosa, con enigmática sonrisa, pregunta a Safo (vv. 18-24): “¿A quién tengo esta vez que persuadir a volverse hacia tu amor? ¿Quién, Safo, es injusta contigo? Porque si te rehuye, pronto te perseguirá; si no acepta regalos, no obstante, los hará; y si no te ama, pronto te amará, por más que no quiera ella.”
Hasta este momento la audiencia no sabe que los desvelos eróticos de Safo son por una mujer. Pero más controvertida es quizá la interpretación exacta de las palabras de la diosa, que Safo reproduce en estilo directo, sobre todo desde que Page sostuviera que, además de la interpretación tradicional, según la cual la diosa asegura a Safo que por su intervención la amada esquiva pronto se convertirá en amante fervorosa, está también aquella otra según la cual la diosa, con fingido disgusto, riñe a Safo por su inconstante amor que pronto la ha de convertir, como ya ha pasado otras veces, de amante ardiente en amada desdeñosa.
Igualmente controvertida es, sin duda, la interpretación del frg. 31, transmitido casi completo por Ps.-Longino y conocido como la oda de los signa amoris. Ríos de tinta han corrido tratando de explicar las circunstancias y los personajes de esta composición, pero lo cierto es que no se puede saber con exactitud en qué contexto se produce la situación descrita en el poema. ¿Se trata de un himeneo o, más bien, de un contexto de boda, aunque no necesariamente de un himeneo? ¿La sintomatología psicofísica de Safo es producto de los celos o tan sólo del amor que profesa a la joven? ¿El parecido con los dioses del personaje masculino del poema se refiere a la fortuna porque disfruta de la - 10 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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compañía, la sonrisa y la voz de la muchacha o a la fortaleza de aquéllos porque puede resistir los encantos de la joven, al contrario que Safo que pierde el autocontrol con sólo verla? Éstas son sólo algunas de las muchas interrogantes que han suscitado estos breves versos, pero quizá haya que dejar, como aconsejan los profesores Bécares y Pordomingo, que cada lector saque su propia conclusión, ya que “todas las interpretaciones son expresión clara del principio de ambigüedad y polivalencia de todo texto poético”. Ahora bien, no es ésta la única vez que Safo admite ser presa de un Eros violento, que “zarandea las mientes, como el viento las encinas en el monte” (frg. 47) o que se siente a merced de esta “bestezuela agridulce, irrechazable y que desata los miembros (glykýpikron, amáchanon y lysiméles, los tres epítetos en el frg. 130). De igual manera, la expresión de la erótica popular sáfica tiene también su contrapartida en el ámbito heterosexual (frg. 102): Dulce madre, no puedo tejer mi urdimbre dominada por el deseo de un muchacho por culpa de la suave Afrodita.
Otro de los poemas más hermosos de Safo, conocido por la célebre priamela que lo encabeza, es el frg. 16, cuyos cuatro primeros versos reproducimos a continuación: Unos que un ejército de jinetes, otros que de infantes y otros que de naves dicen que sobre la negra tierra es lo más hermoso; yo, en cambio, que aquello que uno ama.
Adrados defiende que este tipo de poesía que se abre exponiendo un tema de debate, una opinión general o una exhortación tiene sus orígenes en los esquemas de la poesía simposiaca. Fränkel ha querido ir más allá y distingue este poema del resto de la obra sáfica, ya que entiende el estudioso que éste alberga “todos los elementos de la gran lírica coral”. El poema, escrito en estrofas sáficas, da comienzo con una máxima general, reserva para el centro el exemplum mítico (la propia Helena lo abandonó todo por amor) y cierra con la concreción de la gnome basada en la experiencia personal de la poetisa (vv. 15-20): ... y ahora me acuerdo de mi Anactoria ausente. De ella quisiera yo el amoroso andar y el luminoso brillo de su rostro ver más que los carros de los lidios y las armas de los infantes.
Mención especial en la obra sáfica merecen los epitalamios. No se conserva ningún ejemplo íntegro, pero sí bastantes fragmentos que se adaptan bien a una composición de estas características. Por fortuna, se puede reconstruir la estructura poética de un epitalamio antiguo gracias a los testimonios conservados, por ejemplo, en Teócrito (Id. 18) o Catulo (carm. 61 y 62). Pues bien, entre los fragmentos conservados de Safo se pueden - 11 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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distinguir los que pertenecen a los distintos momentos de los cantos del cortejo de los jóvenes y las doncellas, los elogios de la novia y el novio, los intercambios corales (esquemas dialógicos) y el enfrentamiento entre sexos, el lamento de la joven al separarse de la madre o al perder su virginidad, el momento en que el coro conduce al novio al tálamo nupcial, la expresión del deseo de una noche doblemente larga, los cantos de albada, el conocido estribillo “¡oh, Himeneo!”, etc. Cierto es que la adjudicación de muchos de estos fragmentos a los epitalamios es pura conjetura y que incluso algunos han sido objeto de aguda controversia en este sentido. El caso más significativo es el del frg. 44. Se trata de un fragmento de 34 versos en bastante buen estado, de formas casi épicas (Lobel y Page dudaron de su autenticidad), que recoge el momento en que el heraldo proclama la llegada de Héctor a Troya con Andrómaca convertida en su flamante esposa y el recibimiento que los troyanos brindan a la pareja. Algunos estudiosos sostienen que habría sido una elección muy poco afortunada el tema de las bodas de Héctor y Andrómaca como ejemplo mítico para ilustrar un epitalamio, cuando de todos es sabido el luctuoso final que tuvo esta pareja; sin embargo, no se puede negar con certeza absoluta que lo hubiera sido y, de hecho, una importante parte de la crítica defiende esta clasificación poética. Mayor unanimidad parece haber en lo que se refiere a la identificación de los fragmentos que se conservan pertenecientes a los himnos (frg. 44a a Ártemis [atribuido por L.-P. a Alceo, frg. 304] y frg. 17 a Hera). Están sumamente literaturizados y todo apunta a que constituirían la parte central o mítica de una estructura hímnica ternaria tradicional. Además, como sostiene con acierto Lesky para los de Alceo, es posible que tuvieran más de colorida narración mítica que de religioso. Tienen también su lugar reservado en la obra sáfica las composiciones dedicadas a la familia. Los frgs. 5 y 15b están dirigidos a su hermano Caraxo, seducido por una hetera en Náucratis que a punto estuvo de hacerle perder las ganancias adquiridas con el comercio. Aquí Safo, al tiempo que trata de hacer entrar en razón a Caraxo, no duda en atacar a la hetera codiciosa. Los frgs. 132 y 98a-b están dedicados a su hija y su madre y en ellos se incluyen imágenes cotidianas de enorme sencillez poética. Y, por último, aunque no por ello menos importante, estaría la poesía dedicada a las jovencitas. A este grupo pertenecen la mayor parte de los fragmentos conservados de Safo y a través de ellos se pueden reconstruir con bastante fidelidad los sentimientos y pasiones que presidían la relación de la poetisa con sus amigas y rivales, aunque, huelga decirlo, el estado fragmentario de gran parte de estos versos convierte, en ocasiones, en difícil labor su correcta interpretación. Sirva de ejemplo el frg. 168b. Pocas veces en la historia de la literatura se ha dicho tanto en tan pocas palabras y pocas veces también se han abierto tantas puertas a la interpretación en tan pocos versos:
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Se ha puesto la luna y las Pléyades; es media noche, pasa la hora, y yo duermo sola.
Del resto de la producción poética atribuida a Safo, los yambos, elegías y epigramas, no se ha conservado nada, ya que los tres epigramas transmitidos bajo su autoría en la Antología Palatina (6.269, 7.489 y 505) son ciertamente de época posterior.
3. ALCEO. 3.1. DATOS BIOGRÁFICOS Y CONTEXTO HISTÓRICO. Aún más que la de Safo, la vida de Alceo está estrechamente vinculada al devenir político de la isla de Lesbos y, más en concreto, a la figura de Pítaco. De hecho, tradicionalmente se han intentado conjugar los datos ofrecidos por los cronógrafos antiguos con los que aportan o se pueden deducir de la principal fuente de información sobre este período, que no es otra que la propia obra alcaica, lo que ha llevado a forzar o idealizar quizá en demasía la participación o implicación personal directa de Alceo en estos acontecimientos históricos y políticos. El Papiro de Oxirrinco 2506 relaciona la 40ª Olimpiada (ca. 620-616) con la figura de Alceo, probablemente con su nacimiento, lo que de alguna manera confirmaría el dato del léxico Suda (y quizá también del frg. 75) que informa de que el poeta era demasiado joven para poder haber participado en el derrocamiento de Melancro sucedido en la 42ª Olimpiada (ca. 612-608). Apoya este dato la noticia de Diógenes Laercio (1.74) según la cual en ese episodio participó Pítaco “con los hermanos de Alceo”. También en la 42ª Olimpiada fecha el léxico Suda el combate singular sostenido entre Pítaco y el general ateniense Frinón durante la campaña de Sigeo, por lo que también habría sido muy joven Alceo para haber participado en este episodio bélico. Ahora bien, si para la campaña de Sigeo se toma como referencia, no el dato del Suda, sino el de Eusebio, que la sitúa entre los años 607 y 603, Alceo sí habría tenido edad suficiente para haber participado y, como afirma la tradición (Hdt. 5.95), el conocido episodio del abandono del escudo (401b = 428 L.-P.) habría tenido lugar en algún momento durante la contienda de Sigeo. Si, por el contrario, se admite la fecha del Suda habría que adelantar unos años (ca. 630) la fecha de nacimiento del poeta. En cuanto a Pítaco, Diógenes Laercio fecha su floruit durante la guerra por Sigeo y, de forma convencional, el Suda su nacimiento cuarenta años antes en el 652-648 (52ª Olimpiada). Pero si admitimos con Diógenes que murió a los setenta años ca. 570-569 y que no vivió más de diez años retirado después de los diez que ocupó el cargo de aisymnatas, hemos de admitir que ascendió al cargo en el 590 y concluir que
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quizá el nacimiento se produjera unos años más tarde de lo que transmite el Suda, por lo que no sería tan amplia la franja de edad que separaría al estadista de Alceo. No conocemos el nombre del padre de Alceo, pero sí su ascendencia aristocrática de la que el poeta se siente orgulloso (frg. 6). Heraclides Póntico describe la nobleza eolia como ufana de sí misma, arrogante, hedonista y algo libertina, lo que parece confirmar la poesía de Alceo, aunque cierto es que el juicio de Heraclides podría haberse formado precisamente a partir de la poesía lesbia. Se han transmitido también los nombres de algunos de los hermanos de Alceo como, por ejemplo, Antiménidas (frg. 350) o Cicis (frgs. 414, 112.26?), así como otras muchas noticias, algunas de ellas de difícil ubicación en la biografía del poeta. El frg. 75 podría estar recogiendo recuerdos de la niñez del poeta incluidos los referentes a la amistad de su familia con la de Pítaco. Pero hay un acontecimiento que, de ser real y todo apunta a que así fue, bien podría haber condicionado de raíz la personalidad, la actitud política y, por consiguiente, la creación poética de Alceo. Para derrocar a Mírsilo los oligarcas de Mitilene, entre los que se encontraba Alceo, se conjuraron. Pítaco, que también habría tomado parte en la conjura, traicionó a sus compañeros revelando a Mírsilo los planes (escolio a frg. 114). La rebelión fue abortada y los conjurados obligados a marchar al exilio. De la noticia del PBerol. 9569, que transmite el destierro que sufrieron Alceo y “los que estaban con él” en Pirra (frgs. 129 y 130) no hay que deducir que el poeta acaudillara la conjura, sino simplemente que de todos los que en ella participaron su nombre es el más digno de mención para la posteridad. Pues bien, es más probable que esta traición hiciera insoportable para Alceo la presencia de Pítaco en el poder de Mitilene que el supuesto origen plebeyo del estadista, deducido casi exclusivamente del kakopatrídas del frg. 348, cuando difícilmente hubiera tenido acceso a una magistratura o hubiera sido admitido en un círculo de conjurados oligarcas o se hubiera casado con una Pentílida (una de las familias de más rancio abolengo en la isla, descendiente de los Atridas) si no hubiera sido de noble cuna. El epíteto despectivo de Alceo podría hacer referencia más bien al origen tracio de la familia de Pítaco o a la dipsomanía patológica atribuida a su padre Hirras. Del frg. 70 se puede deducir un período de tiranía compartida entre Mírsilo y Pítaco hasta la muerte del primero, acontecimiento que Alceo celebra con alegría despiadada (frg. 332): Ahora hay que emborracharse y beber con saña, porque ya ha muerto Mírsilo.
A partir de aquí los acontecimientos son bastante confusos. Hay fragmentos en los que no se sabe si Alceo arremete contra Mírsilo o Pítaco, salvo aquellos en los que se advierte o se critica la elección del segundo como aisymnatas. Hay noticias también (POx. - 14 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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2506) de un segundo destierro y un tercer “regreso”, lo que implicaría también un tercer exilio. De esta época podrían ser los fragmentos ubicados en Asia Menor, algunos de los cuales no se sabe bien si se refieren a conflictos externos entre lidios y medos o a las campañas de los exiliados para derrocar a Pítaco, como, por ejemplo, el tan citado de la “batalla del puente” (POx. 2506, frg. 91). Tenemos noticias efectivamente de ayudas económicas por parte de las autoridades lidias a los exiliados en el destierro, cuyas familias estaban arruinadas (frgs. 63, 69), con el fin de apoyar el derrocamiento de Pítaco y así poder sacar algún tipo de contrapartida económica, comercial o política una vez que éstos recuperaran el poder en la isla. Por otra parte, las noticias relativas a las estancias o viajes del poeta a Egipto, Beocia o el Ebro tracio necesitan mayor confirmación. Y tampoco hay certidumbre en lo que se refiere a los enigmáticos episodios de Mnamón y Amardis recogidos en los frgs. 305 y 306A(b) respectivamente; en el primero, Alceo no quiere enemistarse con este Mnamón, pese a que proporcionó un barco para el regreso de Mírsilo; y en el segundo, el poeta defiende su inocencia frente a un frigio de nombre Amardis que lo acusa de haber dado muerte a alguien. Finalmente, del frg. 50, en el que poeta menciona sus canas, se debe deducir que llegó a anciano, aunque no se pueda saber si lo hizo en Lesbos o en el exilio. Leyendas sobre la magnanimidad de Pítaco sostienen que lo perdonó o que, al menos, hizo regresar a todos los exiliados políticos en una amnistía general al final de su mandato. Sólo nos queda el frg. 350, que corresponde a un prosphonetikón o canto de bienvenida a su hermano Antiménidas de regreso de las campañas de los babilonios contra Ascalón, y del que se ha querido interpretar que Alceo se encontraba en ese momento en Mitilene. Pero lo cierto es que ni siquiera se sabe si volvió a Lesbos tras la muerte del tirano. Algunos críticos sostienen que un acontecimiento de esta importancia en la biografía del poeta tendría algún tipo de reflejo en la obra, pero servirse del argumentum ex silentio en un corpus tan fragmentario como el conservado de Alceo es, a nuestro entender, ciertamente poco razonable.
3.2. OBRA Hefestión establecía claras diferencias de uso entre los signos diacríticos de la edición que Aristófanes de Bizancio hiciera de los poemas alcaicos con los que, una generación posterior, empleara Aristarco para comentar la que el mismo llevara a cabo. Por otra parte, el hecho de que en ninguna de las fuentes haya referencias a ningún libro posterior al 10º ha llevado a la crítica a defender, no sin razón, que estas ediciones helenísticas podrían haber estado divididas en diez libros. De éstos se desconoce el criterio de ordenación, aunque, a diferencia de la de Safo, es sabido que no fue el métrico. La edición estaba encabezada por un libro de Himnos y la primera composición era el Himno a - 15 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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Apolo (frg. 307a) seguido del Himno a Hermes (frg. 308) y en tercer lugar por el Himno a las Ninfas (frg. 343; cfr. POx. 2734, fr. 1), pero lo cierto es que pocos son los fragmentos de la obra de Alceo que se pueden atribuir con seguridad a uno u otro libro de la edición. Es más, la triste realidad es que no se conserva un solo poema de Alceo completo, cuando de una nota marginal del POx. 1788 al frg. 120 se puede confirmar que uno de los libros de la edición tenía por lo menos mil versos, lo que podría significar, por tanto, que la obra completa podría superar o estar cercana a los 10.000 versos. En cuanto a los contenidos, la propuesta de Crusius (libros I-II: himnos; libros III-IV estasiotiká o cantos de guerra; libros V-VI: eróticos; y libros VII-X: convivales) es puramente conjetural y pretender repartir equitativa y proporcionalmente las distintas noticias y restos que se conservan. Pero las fuentes mencionan sólo los skoliá mele (Aristot. Pol. 3.14), esto es, sympotiká o canciones convivales y los stasiotiká (Str. 4.167), sin que ello implique que tengan que ser dos libros diferentes de la obra, ni siquiera dos obras diferentes, sino que podrían ser tan sólo dos formas distintas de titular una única obra. Alceo, al igual que Safo, fue muy apreciado ya en su propia época y su prestigio se mantuvo a lo largo de toda la Antigüedad. Las noticias sobre comentarios a su obra de las épocas helenística e imperial son buena prueba de este aprecio. En efecto, tenemos noticias de comentarios de Calias, Cameleonte, Dídimo (Schol. Arist. Thesm. 162) o Dicearco (Ath. 11.460f-461a) y sabemos, además, que Aristóteles se sirvió de sus poemas para la composición de su Historia de Mitilene. Pero testimonio inequívoco del prestigio literario de Alceo desde época helenística son, sin duda, los innumerables restos papiráceos que desde principios del s. XX han venido a quintuplicar los escasos fragmentos que por transmisión erudita se conservaban del poemario alcaico. Estos restos estaban limitados casi exclusivamente a las citas contenidas en la obra de gramáticos, metricólogos, escoliastas y a las citas eruditas incluidas en las obras de otros autores como Ateneo, Estrabón o Plutarco. Por último, uno de los mayores reconocimientos a la autoridad poética que fue Alceo en la Antigüedad lo proporciona la utilización más que moderada de temas y formas por parte de Horacio, quien, probablemente, conociera íntegra la obra del poeta. Pues bien, al margen del mayor o menor acierto en la adaptación, se ha de admitir que las Odas de Horacio fueron puente de oro entre determinados motivos alcaicos y la tradición literaria occidental.
3.3. TEMAS Y MOTIVOS DE LOS POEMAS ALCAICOS. Ya Horacio (carm. 2.13.26 s.) recordaba que Alceo cantó con voz más plena que Safo “las dolorosas desgracias de la navegación, del destierro y de la guerra” (et te sonantem plenius aureo,/ Alcee, plectro dura navis,/ dura fugae mala, dura belli). Y, en efecto, los stasiotiká o cantos de guerra y política de Alceo son los que mayor interés han - 16 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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concentrado para la posteridad, quizá, como ya se ha comentado, por su valor como documento histórico; sin embargo, no faltan en las fuentes antiguas noticias sobre la celebridad también de su poesía simposiaca, erótica o hímnica. Si además se suman los fragmentos conservados de tema mítico (no adjudicables en principio a ningún himno concreto), la poesía gnómica y otros fragmentos de tema familiar completaremos el legado, muy reducido con respecto a su magnitud original, de la poesía alcaica. Y, como bien se ha afirmado, si en lugar de haberse conservado un legado tan fragmentario, se tuviese acceso a la obra completa, es posible que aumentara el número de temas y motivos, pero poco variaría nuestra valoración de Alceo como hombre y como poeta. Sin embargo, uno de los problemas más graves que provoca un corpus poético en estas condiciones de transmisión es que, en ocasiones, las fronteras temáticas no están del todo bien definidas. Así, por ejemplo, no siempre se puede trazar una línea exacta entre lo hímnico y lo mítico y aún más complejo resulta en el género simposiaco, donde tienen cabida temas políticos, eróticos, gnómicos, etc. A veces incluso hay problemas de distinción entre lo mítico y lo político, cuando lo primero se emplea en sentido alegórico o como exemplum para ilustrar una determinada actitud política.
a) Los stasiotiká. Como ya se ha apuntado a lo largo de estas páginas, a partir de los fragmentos de Alceo de tema político o bélico se puede ir ilustrando la actitud del poeta ante el devenir histórico-político de la oligarquía mitilenia a finales del s. VII y principios del VI: la oposición a Melancro (frg. 75), la campaña contra los atenienses por el dominio de Sigeo (frg. 401b), la oposición a Mírsilo (frgs. 6, 208, 332), el exilio de los conjurados en Pirra (frgs. 129, 130b), la elección de Pítaco (frgs. 74, 141, 348) y la oposición política de los oligarcas (acusaciones e insultos contra el tirano [frgs. 70, 76], ayuda lidia para derrocarlo [frgs. 63, 69], la traición [frgs. 67, 129, 306], engaños [frgs. 68, 69], la lealtad al grupo o hetería [frg. 71], las armas de los conjurados [frg. 140], exhortación a la lucha [frgs. 112, 167], desánimo por la derrota [frgs. 73, 296], etc.). Ahora bien, este tipo de poesía exhortativa y de denuncia no va a ser exclusiva en la líricia griega arcaica, pero sí va a ser original la utilización por vez primera de ritmos propios de la tradición eolia, una métrica muy rica y diversa, y una sugerente e innovadora utilización de la lengua como instrumento poético. Pero en la poesía política de Alceo hay dos imágenes que merecen especial mención, no por su originalidad, sino por su trascendencia poética: la anécdota del abandono del escudo durante el combate y la alegoría de “la nave del Estado”. En el primer caso (frg. 401b), difícil es dilucidar cuánto hay de pose poética (u homenaje a Arquíloco) y cuánto de realidad histórica en este fragmento. Asegura el poeta, en unos versos que confirman el cambio de mentalidad en los valores de la aristocracia con respecto a la - 17 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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antigua areté, que tuvo que abandonar su escudo para ponerse a salvo y que los atenienses lo han depositado como ofrenda a Atenea (al igual que algún sayo se envanece con el escudo que el de Paros abandonara una generación antes; cfr. Archil. frg. 12 Adr.). Y, en el caso de los fragmentos que recogen completa o parcialmente la alegoría de “la nave del Estado” (frgs. 6, 73, 208, 249, 306), dignas de mención son las muchas variantes en que este motivo se muestra: la nave referida no se corresponde con el ideal clásico de la polis, sino con el devenir del grupo social al que pertenece el poeta o bien representa un símbolo de añoranza. Los fragmentos más extensos (frgs. 6 y 208) nos han sido legados por fuentes papiráceas y literarias (Heráclito, All. 5) y en escolios marginales a algunos de los restos papiráceos se puede leer que los versos iban dirigidos contra el gobierno de Mírsilo. Por lo demás, la alegoría recoge la serie de metáforas completa: las olas y los vientos que azotan la nave, el choque contra los escollos, los mástiles quebrados y las velas hechas jirones, la arenga para no naufragar y defender la vida, salvar la carga o arrojarla por la borda, echar el ancla, etc.
b) La poesía simposiaca. Ateneo (10.430a) sostiene que Alceo gustaba de beber “en cualquier momento y en cualquier circunstancia” (pâsan hóran kai pâsan perístasin) y ciertamente contamos con un buen número de fragmentos para ilustrar el tema convival propiamente dicho en la obra del poeta. Ahora bien, hay que tener presente que el simposio es el lugar natural de ejecución de la monodia alcaica, por lo que en principio la mayor abundancia de fragmentos con este contenido no debería sorprender. En efecto, Alceo invita a beber por el frío (frg. 338), por el calor (frgs. 367, 347), de día o de noche (frgs. 346, 352), en circunstancias adversas “para olvidar las penas” (frg. 335, 346), por la muerte del tirano (frg. 332) o describe las carteras y copas (frgs. 316, 322, 352, 369) y el juego del cótabo (frg. 322). También estará presente el vino en la poesía gnómica, por ejemplo, en el célebre aserto de “vino y verdad” (frg. 366) o en el de “el vino es el espejo del alma” (frg. 333). El vino se imbrica de forma natural al tema del carpe diem en el frg. 38 (imitado por Horacio, carm. 1.4), en el que, como bien se ha señalado (Lesky), “se pierde la perspectiva consoladora de la existencia más allá de la muerte”, propia de la épica. El vino va también indefectiblemente unido a las relaciones homoeróticas, en las que el poeta describe o solicita beber con sus hermosos jovencitos (frg. 73 Baquis, frg. 368 Menón, frg. 376 Dinómenes). En definitiva, el tema simposiaco tiene una triple perspectiva consolatoria, de resignación y exhortativa que, en cierto modo, resume la compleja actitud poética de nuestro autor. Especialmente ilustrativo en este apartado temático resulta la reelaboración que en metro lírico y lengua poética lesbia hace Alceo de los versos de Hesíodo, Trabajos y días 582 ss. en el frg. 347:
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Hes. Op. 582 ss. Cuando el cardo florece y la cantarina cigarra posada en el árbol derrama su melodioso canto sin cesar bajo sus alas en la estación del fatigoso verano, entonces más rollizas están las cabras y el vino es mejor, más lujuriosas las mujeres y más lacios los hombres están, pues su cabeza y sus rodillas Sirio las reseca y su piel está desecada bajo el sofocante calor. Alc. frg. 347 Riega tus pulmones con vino, pues el astro está cumpliendo su giro; la estación es rigurosa; todo está sediento bajo el sofocante calor; resuena bajo las hojas la encantadora cigarra […] y florece el cardo. Ahora las mujeres están más lascivas y febles los hombres, pues su cabeza y las rodillas Sirio las reseca.
c) La poesía hímnica y de tema mitológico. La de los Himnos es, sin duda, una de las más lamentables pérdidas en el conjunto de la poesía alcaica y de la lírica arcaica en general. Sin embargo, pese a que no se conserva ninguna composición íntegra, sí podemos formarnos una idea bastante aproximada de cómo podrían haber sido los himnos, bien por las paráfrasis de autores posteriores, por ejemplo, la de Himerio (Or. 14.10 ss.) del Himno a Apolo (frg. 307, ahora también por el POx. 2734), bien por las adaptaciones de poetas latinos, como, según transmite Porfirio, la de Horacio (carm. 1.10) del Himno a Hermes (frg. 308). En otros casos son composiciones coetáneas y similares en cuanto a su concepción las que pueden ayudar a tener una idea más o menos cabal de la composición alcaica. Tal es el caso del Himno a los Dioscuros (frg. 34) con respecto al Himno homérico del mismo tema (más tardíamente ya Theoc. Id. 22), ya que todo apunta a que podrían ser similares en cuanto a la estructura y aretalogía y con ligeras variantes en cuanto a la genealogía y atributos en función del diferente usus auctoris. La poesía hímnica está considerada la más elevada y equilibrada del poeta lesbio. De los restos conservados es factible deducir que mantenía la estructura ternaria y que en su composición se fundían los influjos de la hímnica religiosa y popular, lo que no significa (y de hecho es una idea cada vez más descartada) que tuvieran una función cultual, ni siquiera que fuera poesía por encargo de los diferentes santuarios. Es de presumir que el destino final de estas composiciones sería igualmente el grupo o hetería y el contexto de ejecución también el simposiaco. Por otra parte, al igual que el himno sáfico ya estudiado o la más conocida experiencia poética de Solón con su Elegía a las Musas, Alceo no duda en aprovechar una estructura literaria bien aquilatada para readaptarla a un uso privado. Pues bien, dejando al margen los insalvables problemas de identificación de algunas piezas, conservamos fragmentos de distintos himnos: a Apolo (frg. 307), a Hermes (frg. - 19 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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308), a las Ninfas (frg. 309, quizá a las Musas), a Atenea Itonia (frg. 325), a Eros (frg. 327, con una curiosa genalogía que lo hace hijo de Iris y Céfiro), a Dioniso (frg. 349, quizá a Hefesto), a los Dioscuros (frg. 34, donde se recoge el hermoso detalle de la epifanía de estas divinidades en forma de fuego de Santelmo), y quizá también de un Himno a Zeus (frg. 386). En cuanto a los restantes fragmentos de tema mitológico, Alceo se nutre de la temática aportada por Homero y el Ciclo épico tan afín a la tradición eolia. En algunos casos es muy difícil discernir si estos fragmentos formaban parte de estructuras literarias mayores como himnos, o bien estaban incluidos en otras estructuras de menor entidad y suponían tan sólo recreos literarios sobre momentos o episodios muy concretos del acervo mitológico con los que el poeta buscaba entretener al público o aleccionar a modo de exempla, ya que carecen de la ampulosidad del epos o del énfasis de la lírica coral. En este sentido, uno de los usos más particulares tiene lugar cuando el mito se emplea como alegoría política. El ejemplo más ilustrativo de ello lo tenemos en el frg. 298, en el que se recoge el episodio de la violación de Casandra en el altar de Atenea por parte de Áyax, el castigo que la diosa inflige a los griegos por la acción sacrílega y la equiparación de este acto de soberbia con el de Pítaco en el poder. Otros episodios mitológicos son los siguientes: el frg. 42 recoge una comparación de las bodas de Helena y Paris con las de Tetis y Peleo; el frg. 283 los estragos de la guerra en Troya por culpa de Helena; el frg. 44 los ruegos que por su hijo Aquiles hace Tetis a Zeus; y el frg. 38 el mito de Sísifo como ejemplo de una actitud vitanda. Son, en definitva, reflexiones sobre determinadas actitudes y acciones que encuentran su perfecto correlato en el mito usado en función paradigmática.
d) La poesía de tema erótico, gnómico y familiar. Las fuentes clásicas latinas no dudan en recurrir a la figura de Alceo como ejemplo de poeta erótico. Así, Quintiliano (10.1.63) lamenta que su estilo descienda en este tipo de composición; Cicerón menciona algunas anécdotas contenidas en esta poesía homoerótica dedicada a los jovencitos (Tusc. 4.71; Nat. deor. 1.79); y Horacio (carm. 1.32.9-12) recuerda cómo el poeta se deleitaba con el joven Lico. Sin embargo, tampoco se conserva ningún fragmento extenso de esta poesía erótica. En este caso será también la comparación con las adaptaciones latinas la que puede ayudar a completar parte de la temática, aunque, claro está, no permita hacer valoraciones en cuanto al estilo. De los fragmentos conservados podemos deducir que Alceo cultiva la poesía erótica de tema homosexual y heterosexual. En los frgs. 41, 296b y 380 el poeta canta a Afrodita, en el tercero además admitiendo su rendición a los poderes de la diosa; los frgs. 39, 73, 368, 376 están dedicados a jóvenes mancebos, entre los que, sin embargo, no se cita al joven Lico “de - 20 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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ojos y cabellos oscuros” citado por Horacio (loc. cit.); el frg. 119 trata del rechazo, al modo arquiloqueo, de la vieja rijosa que pretende al poeta (imitado por Hor. carm. 2.5.9); las prostitutas tienen también su sitio en la poesía alcaica (frgs. 117b, 299, 306i); en el frg. 303A(a), de discutida atribución a Safo o Alceo, se menciona un juguete sexual (ólisbos); y, por último, si Hor. carm. 3.12 es, como todo parece indicar, una adaptación del poema al que perteneció el frg. 10 de Alceo, el conocido como “el lamento de la doncella”, es posible que estemos ante un planto de mujer, mimético y quizá dialogado, en el que la joven canta sus penas de amor. Se trataría de poesía literaria muy cercana al tono popular de las canciones locrias. En lo que atañe a la poesía gnómica de Alceo, ésta ha sido tildada de poco profunda. Ciertamente el poeta acude al repertorio tradicional, en lo que sin duda constituyó un acercamiento al sermo cotidianus o un intento por conferir a esta poesía cierto tono popular. Ahora bien, tratándose de literatura de arenga o reivindicativa, no hay que descartar la indiscutible utilidad que este tipo de formas gnómicas poseen. Así, por ejemplo, el frg. 360 recoge la máxima de que el hombre no puede ser valorado en función de su dinero; el frg. 364 el de que “la pobreza es hermana de la Impotencia”; el frg. 366 el de “vino y verdad”; el frg. 333 el de que “el vino es el espejo del alma”; el frg. 320 “nada sale de nada”; o el frg. 112 el de que “los hombres son los bastiones que defienden las ciudades”. Y, por último, en cuanto a los poemas de tema más familiar, ya se han citado algunos fragmentos en los que se habla con orgullo de los aristocráticos orígenes de su prosapia (frgs. 6, 130b), de la primera amistad de su familia con la de Pítaco (frg. 75), de sus hermanos Antiménidas (frgs. 48, 350) o Cicis (frg. 414 y quizás 112.26) o el conocido fragmento 384 dedicado a Safo “coronada de violetas, sacra, de sonrisa de miel”.
3.4. ORIGINALIDAD Y ESTILO. Calificar o definir la poesía alcaica como espontánea y libre o ajena a toda tradición literaria es un error en el que afortunadamente ha dejado de incurrirse en los estudios dedicados a la obra de Alceo. La vinculación del poeta con toda la tradición poética que le precedió, bien de origen culto épico (Homero, Hesíodo, el Ciclo) o lírico (Arquíloco, Estesícoro, Solón), bien de origen popular (hímnica, cantos locrios, etc.) es una realidad absolutamente innegable. Ahora bien, ello no significa que no podamos calificar a Alceo de poeta innovador en el conjunto de la lírica arcaica griega, creador de un estilo propio caracterizado por una expresión poética muy particular y un uso exclusivo de los recursos literarios que el metro eolio y la lengua poética lesbia ponían a su disposición. De esta forma, a partir de los temas que la tradición le ofrecía, y enriquecidos con su experiencia personal, Alceo crea un tipo de poesía inédita en la lírica arcaica. Ya Quintiliano (10.1.63) alababa el estilo de Alceo y Dionisio de Halicarnaso lo situaba junto a Homero como - 21 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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ejemplo del estilo equilibrado (Comp. 2.4), el mejor valorado por el crítico, definiéndolo por su “grandeza de espíritu, concisión, suave vehemencia, formas expresivas y claridad” (Imit. 2.2). Por otra parte, Alceo practica lo que se ha dado en llamar poesía de clase, esto es, poesía enfocada y determinada por la actividad ejercida por su grupo o hetería; sin embargo, en la poesía alcaica no se ven reflejados (al modo pindárico) los ideales que precisamente ostenta la clase que representa el poeta. Pero quizá el rasgo que mejor define la poesía de Alceo es la versatilidad o la alternancia entre un estilo más natural y otro más caótico y vigoroso. En efecto, de una parte estaría una poesía más temperamental, viva, inmediata y llena de dramatismo, que se nutre y a la vez evoca las impresiones tomadas del mundo circundante; y en el otro extremo, el lector se enfrenta ante una naturalidad y expresividad popular, de frase breve y estilo paratáctico, hasta tal punto sencilla que hizo creer a la crítica durante varios siglos que era una poesía espontánea y sin elaboración literaria. No en vano Dionisio de Halicarnaso sostenía que si a los stasiotiká se los despojaba del metro tendríamos un discurso político. Pero, nada más lejos de la realidad. La poesía de Alceo está muy literaturizada y, a poco que se profundice, se muestra un uso muy medido de los contenidos y un complejo manejo de los recursos métricos y lingüísticos que la tradición eolia pone a disposición del poeta y que logran que el arte de Alceo resida precisamente en su aparente falta de elaboración literaria.
4. LA LENGUA DE LA MONODIA LESBIA. La poesía de Safo y Alceo nos ha sido legada por dos fuentes de soporte bien distinto, pero con una problemática semejante en cuanto a la lengua: los fragmentos papiráceos y las citas de autores antiguos, lo que se conoce como “la tradición indirecta de los líricos”. Los papiros se escalonan desde el s. III a.C. hasta el IV d.C. y la lengua empleada coincide básicamente con la de las inscripciones. Ahora bien, éstos siguen sin ser un documento definitivo en lo que se refiere a la consideración del lesbio de la época en que escribieron los poetas, ya que se podría haber elaborado el lesbio que aparece en los fragmentos papiráceos de Safo y Alceo sobre el lesbio contemporáneo (esto es lo que se ha sospechado para alguna de las características fundamentales del dialecto; por ejemplo, Schwyzer, Hamm o Hooker para la retrotracción del acento o Hooker también para la psilosis). En cuanto a la “tradición indirecta de los líricos”, esto es, las citas de los eruditos del imperio, no hay más remedio que reconocer que no son, tampoco, de una fidelidad irreprochable. Sabido es que estos autores tardíos, en no pocas ocasiones, citan de memoria, y no hay que olvidar las vicisitudes de copia que sufre un texto inserto en otro de distinto dialecto y distinta época. A estas deficiencias hay que añadir que estas citas tienen esencialmente el mismo problema de los papiros, esto es, que (con independencia de las - 22 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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corruptelas adquiridas en la transmisión) estos textos dependen de una edición helenística (la “vulgata alejandrina”) que quizá remonte a una o varias ediciones anteriores hechas por gramáticos del ámbito eolio de Asia Menor en los ss. III o IV, pero no más atrás. En contrapartida a estos datos, y como consuelo menor, el hecho de que la edición de los líricos se hiciera antes de época helenística pudo ayudar a conservar mejor los rasgos específicos de la lengua de los poetas. Así pues, lo primero que hay que plantearse al estudiar la lengua de la monodia lesbia es qué estado de lengua reflejan los poemas de Safo y Alceo. Son, si exceptuamos algunas inscripciones minúsculas y a falta de otros textos contemporáneos que permitan la comparación, el único testimonio escrito en la zona eolia de Asia Menor en época arcaica. A este dato objetivo hay que sumar la poderosa influencia de la corriente crítica que aseveraba sin ningún tipo de prueba definitoria que la lengua de Safo y Alceo, especialmente la de la poetisa, era el lesbio hablado de su época y que su poesía era un producto inmediato y espontáneo, fruto directo de los sentimientos y vivencias personales de ambos poetas. ¿Se había de mantener, pues, esta concepción romántica decimonónica y considerar que el texto que se nos ha conservado representa el lesbio (mitileno) vernáculo de los ss. VII-VI a.C.? Durante los tres primeros cuartos del s. XX los estudios sobre la lengua de la monodia lesbia estuvieron básicamente determinados por los postulados de Lobel. Éste había establecido tres corpora lingüísticos de textos en los fragmentos de Safo y Alceo: el primero, compuesto por la mayor parte de la poesía sáfica, sólo muestra formas que dan “amplio testimonio de un uso particularmente normal, más cerca del lesbio eólico y claramente distinto del uso de la épica y del uso del jonio y del ático” (éstos serían para Lobel los únicos poemas escritos en lesbio vernáculo puro); el segundo, los llamados por Lobel “abnormal poems” de Safo, una minoría de fragmentos en el corpus de la poestisa, que admiten características lingüísticas ajenas al lesbio, generalmente de la épica (éstos poemas quedan para Lobel al margen de toda discusión o reconstrucción del lesbio vernáculo e incluso se llega a negar la autenticidad de alguno de ellos); y, el tercero, el corpus poético de Alceo, que presenta pocas formas ajenas al lesbio, pero por el contra están “distribuidas... sin reservas sobre todo el cuerpo de su verso”. Este último grupo, a caballo entre los dos primeros, sólo puede ser usado para corroborar la evidencia de Safo, pero nunca podría ser objeto de un estudio independiente. Dos años después, en el volumen dedicado a los fragmentos poéticos de Alceo, sobre el principio de que “un dialecto vernáculo o hablado, en contraste con uno literario, tiene en principio una vía y no más de expresar un significado”, Lobel se reafirma en sus teorías y sostiene que éste fue siempre el caso de Safo y que, consecuentemente, su lengua puede ser tenida como representativa del lesbio de los ss. VII-VI; y que, por el contrario, Alceo siempre mostró formas anómalas. - 23 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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Los postulados de Lobel son rígidos en extremo y, aunque es cierto que un dialecto vernáculo sigue el citado principio en líneas generales, en la práctica hemos de admitir la coexistencia de formas arcaicas y nuevas durante períodos de transición. Con todo, sus teorías tuvieron un gran número de partidarios (Turyn, Bowra, Gallavotti o Page), aunque igualmente han sido objeto de continuas críticas y revisiones: Mastrelli, Gomme, Marzullo, Kazik-Zawadzka, Hamm, Hooker, Bowie, etc. A mediados del pasado siglo, Hamm proporcionó la más completa y detallada descripción de la fonética y la morfología del dialecto poético lesbio. Su gramática es una obra sencillamente indispensable, aunque insiste en adscribir a un posible origen épico la mayor parte de las características ajenas al lesbio. Los estudios de Hooker y Bowie, por el contrario, plantean ya con rigor la existencia de una tradición poética eólica que influyó en los poemas homéricos. Para el segundo, las formas “anómalas” de la poesía lesbia podrían ser formas eolias nativas más que épicas. En efecto, el testimonio de poetas anteriores a Alceo y Safo, las especiales características del metro eolio (recuérdese que la perfección de la poesía eolia la sitúa en el último eslabón de una larga tradición poética) y la presencia de eolismos en Homero y otros poetas podrían sugerir la existencia de un idioma poético nativo. Los arcaísmos se habrían ido manteniendo a lo largo de generaciones y, de esta manera, las formas arcaicas no tienen por qué ser explicadas como epicismos. Por tanto, la conclusión que nos parece más plausible es que la lengua de Safo y Alceo tienen el mismo grado de elaboración literaria que la épica o cualquier otra variedad lírica contemporánea. La presencia de formas ajenas a la lengua lesbia que, independientemente de su origen, coexisten con los lesbismos, en ocasiones incluso creando “dobletes”, son prueba indiscutible de ello. Así pues, hay que desterrar definitivamente la idea de que la monodia lesbia es un producto de origen espontáneo, al margen de la rica tradición poética externa y autóctona en cuyo seno nació, y codificada en el dialecto vernáculo de los poetas. Rara vez en la historia de la literatura universal -en la de la Grecia antigua desde luego nunca- la lírica ha logrado abstraerse de la tradición poética que la precede y envuelve o ha recurrido al coloquialismo durante el proceso de creación, ni siquiera, como es el caso que ahora nos ocupa, cuando esa poesía es fruto de los sentimientos más íntimos y privados del poeta.
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5. SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA La edición más autorizada de los poetas lesbios es la de E.-M. Voigt, Sappho et Alcaeus. Fragmenta (Amsterdam 1971), pero los Poetarum Lesbiorum Fragmenta (Oxford 1955) de Lobel-Page o la Greek Lyric I (Cambridge-Londres 19902) de Campbell siguen siendo bastante útiles. En cuanto a las traducciones en castellano contamos con la de Adrados en Lírica griega arcaica (Madrid 1980) para los dos poetas y la de H. R. Somolinos, en Poetisas Griegas (Madrid 1994) sólo para Safo, ambas prácticamente íntegras; poemas selectos pueden leerse en Rabanal (Madrid, Aguilar, 1969), Navarro-Rodríguez (Madrid, Akal, 1990), Ferraté (Barcelona, Sirmio, 1991), Suárez de la Torre (Madrid, Cátedra, 2002) o García Gual (Madrid, Alianza, 1980). Ofrecemos a continuación una selección de trabajos en castellano o publicados en España, aunque no hemos querido silenciar, por su relevancia, los de Page, Hamm, Hooker y Bowie. Información bibliográfica exhaustiva puede leerse en Gerber, Lustrum 35 (1993) y los addenda en Lustrum 36 (1994), donde se relacionan más de 1000 entradas de trabajos sobre los poetas en general y cada uno de sus fragmentos en particular.
Bécares, V. - Pordomingo, F., “Lírica griega. Safo, fr. 2D= 31 LP" en Comentario de textos griegos y latinos (Madrid 1979) 29-45. Bowie, A. M., The Poetic Dialect of Sappho and Alcaeus (N. York 1981). Díaz Tejera, A., “Safo: el amor como experiencia y teoría" en Serta gratulatoria in honorem Juan Régulo (La Laguna 1985) 213-221. Fernández Galiano, M., “La lírica griega a la luz de los descubrimientos papirológicos”, I Congreso Español de Estudios Clásicos (Madrid 1958) 59-180. --“”--, Safo (Madrid 1958) [reimpr. con drástica reducción de notas en VV.AA. El descubrimiento del amor en Grecia (Madrid 1959) 5-54]. --“”--, “Iris Murdoch, Alcmán, Safo y la siesta”, EClás. 57 (1969) 97-107. --““--, “Le poète dans le monde archaïque, sa personalité et son rôle: Sappho” en Actes du VII C. de la Fédér. Int. des Assoc. d'Ét. Clas. I (Budapest 1984) 131-148. González González, M. M., “Versiones decimonónicas en castellano de la Oda a Afrodita (frg. 1 V.) y de la Oda a una mujer amada (frg. 21 V.) de Safo”, CFC(G) 13 (2003), 273-311. Guzmán Guerra, A., “Motivaciones de las conexiones metafóricas : “oír” / “cumplir un deseo” (kluvw) en Safo”, en Corolla Complutensis. Homenaje a J. S. Lasso de la Vega (Madrid 1998), 127-130. Hamm, E.-M., Grammatik zu Sappho und Alkaios (Berlín 1958). Hooker, J., The Language and Text of the Lesbian Poets (Innsbruck 1977). - 25 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
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Iriarte, A., Safo (siglos VII-VI a.C.), Madrid 1997. Laguna Ortiz, A. M., “Nueva descripción funcional de los eolocoriambos de Alceo y Safo”, CFC(G) 7 (1997), 243-262. Larrañaga H. D., “Safo”, REC 13 (1969), 73-102. Lasso de la Vega, J.S., “La primera oda de Safo" CFC 6 (1974) 9-93 [reimpr. De Safo a Platón (Barcelona 1976) 13-170]. López López, A., “Safo como referente de las poetas hispanas en los siglos XIX y XX”, FI 8 (1997) 221-241. Martos Montiel, J.F., Desde Lesbos con amor: homosexualidad femenina en la Antigüedad (Madrid 1996) [= Supplementa Mediterranea 1]. Martos Montiel, J.F. - Vega Rodríguez, F., “Demetr. 907B: a propósito de una cita plutarquea de la oda 31 de Safo” en Estudios sobre Plutarco (Málaga 1990) 39-46. Ortega, A., El despertar de la lírica en Europa. De Arquíloco a Safo (Salamanca 1974). Page, D. L., Sappho and Alcaeus. An Introduction to the Study of Ancient Lesbian Poetry, (Oxford 1955). Pòrtulas, J., “Para leer a Safo”, Argos 7 (1983) 59-75. Rodríguez Adrados, Fr., “El campo semántico del amor en Safo” RSEL 1 (1971) 5-23. --“”--, Sociedad, amor y poesía en la Grecia antigua (Madrid 1995). Rodríguez Somolinos, H., “El castigo del tirano (Alc. 143 Voigt)”, Epos 10, 1994, 13-18. --““--, “Notas léxicas a Safo y Alceo” Emerita 62 (1994) 109-125. --“”--, Estudios sobre el léxico de Safo y Alceo (Madrid 1998). Romano Martín, S., “Perdidit urbes: Catulo, Safo… y Alceo”, en Aldama Roy, A. M. (coord.), De Roma al siglo XX (Madrid 1996), 421-428 Ronchi March, C. A., “La composición ciclica de la Oda 31 L.-P. de Safo a la luz del papiro florentino publicado en 1965", AHAM 17.2 (1972), 257-259. Salvador Castillo, J. A., “MYSTIKA EROTIKA: experiencia y conocimiento en el fr. 31 V. de Safo”, Homenatge J. Alsina I, 291-296. Schadewaldt, W., Safo. Mundo y poesía. Existencia en el amor (México 1973 [1950]). Suárez de la Torre, E., “Safo, el alma, el verso, el cuerpo” en E. Moral- A. de la Villa, La mujer, alma de la literatura (Valladolid 2000) 15-27. Vara, J., “Melos y Elegía" Emerita 40 (1972) 433- 51.
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