1_01 ABRAMS, Sociología como Historia

April 2, 2019 | Author: Alejandro Diaz | Category: Sociology, Sociedad, Theory, State (Polity), Pobreza e indigencia
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Philip Abrams

SOCIOLOGÍA COMO HISTORIA * PHILIP ABRAMS

Tres tipos de Sociología Histórica  Trate  Tra te el lect le ctor or de formu fo rmula larr preg pr egun unta tass seri se rias as acer ac erca ca del de l mundo mun do cont co ntem empo porá ráne neoo y vea ve a si puede prescindir prescindir de las respuestas históricas. históricas. Sea cual fuere la cuestión, cuestión, conflicto conflicto en Medio Oriente o en Irlanda del Norte, racismo en los guetos urbanos, pobreza y problemas sociales en las regiones del Clyde o del Tyne, ** caída de gobiernos en Italia o en Chile, tendemos a pensar que una respuesta respuesta adecuada, que explica satisfactoriam satisfactoriamente ente lo que nos sorprende, sorprende, se expresa en términos históricos. Esta apelación a la Historia no es una inclinación humana natural pero se volvió casi natural para el pensamiento pensamiento occidental moderno. Hemos llegado a dar por sentado la idea de que “en mi principio está mi final”, de que el presente necesita ser entend entendid idoo como como un prod produc ucto to del del pasad pasado. o. Y al natur naturali alizar zarla, la, alcan alcanza zamo mos, s, quiz quizás ás inconscientemente, una importante agudeza sociológica. Puesto que en realidad no son las “familias problema” que hoy en día viven en el oeste de Newcastle o en el sur de Chicago, lo que explica la concentración de enfermedades sociales en esas áreas, sino las formas de funcionamiento de largo plazo de los mercados de vivienda y de trabajo de los cuales dichas familias familias son las víctimas actuales. actuales. No es la intransigencia intransigencia de los actuales actuales gobiernos de Israel o Siria lo que explica el persistente riesgo de guerra en Palestina, sino el significado y la profundidad de esa intransigencia en el escenario de siglos de lucha cultural y religiosa, imperialismo y desconfianza. No es la incompetencia o el oportunismo de los políticos italianos contemporáneos lo que da cuenta de la eterna crisis de gobierno de Italia sino los problemas que resultan de los intentos a lo largo del siglo pasado para hacer un Estado nación unificado a partir de una sociedad fragmentada y profundamente dividida. Puesto que rechazamos explicaciones del presente en términos del presente y puesto que nos  volc  vo lcam amos os a la His tori to riaa con co n el fin fi n de dar expl ex plic icac acio ione ness má máss sati sa tisf sfac acto tori rias as,, lo que esta es tamo moss haciendo es virar hacia una comprensión más profunda y más real, al tiempo que también damos un giro hacia la Sociología. La explicación sociológica es necesariamente necesariamente histórica. histórica. Así, la Sociología Sociología Histórica no es un tipo especial de Sociología sino, más bien, es la esencia de la disciplina. Todas las  vari  va rieda edade dess de Soci So ciol olog ogía ía subr su bray ayan an las la s “dos “do s cara ca ras” s” del mund mu ndoo soci so cial al,, pres pr esen enta tand ndoo a éste és te como un mundo del cual somos tanto los creadores como las criaturas, los hacedores como los prisioneros; un mundo que nuestras acciones construyen y que poderosamente nos constriñe. constriñe. La cualidad cualidad distintiva del mundo social para el sociólogo es, en consecuencia, consecuencia, su * Este texto reproduce el capítulo 1, “Introduction: sociology as history”, del libro de Philip  Abr ams, am s, Historical Sociology , Cornell University Press, Ithaca, 1982, pp. 1-17. La traducción del inglés al castellano fue realizada por Marcelo Raffin [Nota del compilador]. * * El autor autor hace hace referen referencia cia a los conglo conglomer merados ados urbano urbano-in -indus dustria triales les de los ríos ríos Clyde Clyde (Escocia) y Tyne (norte de Inglaterra). [Nota del traductor].

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es decir, la manera en la cual la sociedad es vivida por los individuos como un sistema de hechos, externo, dado, coercitivo, aun mientras los individuos se encuentran ocupados haciéndolo y rehaciéndolo a través de su propia imaginación, comunicación y  acción. De esta forma, puede decirse con Berger y Luckmann (1967), que la cuestión central del análisis sociológico es la resolución de la “imponente paradoja” descubierta a su vez por cada uno de los padres fundadores de la Sociología: “¿Cómo es posible que la actividad humana deba producir un mundo de cosas?”. Y cada vez más, los sociólogos confirman la sabiduría de sus padres fundadores al concluir que sólo hay una manera de resolver la paradoja: esto es, históricamente. Las dos caras de la sociedad, el hecho de que la acción social sea tanto algo que elegimos hacer como algo que tenemos que hacer, se encuentran inseparablemente unidas al hecho de que, sea cual fuera la realidad que la sociedad tiene, ésta es una realidad histórica, una realidad en el tiempo. Cuando nos referimos a las dos caras de la sociedad nos estamos refiriendo a las maneras por las cuales, en el tiempo, las acciones se transforman en instituciones y s on, a su vez, cambiadas por la acción. Tomar y   vender prisioneros se transforma en la institución del esclavismo. Ofrecer servicios personales a un soldado a cambio de su protección, se transforma en feudalismo. Organizar el control de un fuerza de trabajo extendida sobre la base de reglas estandarizadas, se transforma en burocracia. Y el esclavismo, el feudalismo y la burocracia se transforman en los escenarios fijos y externos en los cuales luego tienen lugar las luchas por la prosperidad o la supervivencia o la libertad. Al sustituir los servicios de trabajo por pagos al contado, el señor y el campesino en forma conjunta se embarcan en el desmantelamiento del orden feudal que sus bisabuelos habían construido. En sus dos aspectos, entonces, el mundo social es esencialmente histórico. El proceso es el vínculo entre la acción y la estructura. La idea de proceso y el estudio del proceso son las herramientas para desentrañar la “imponente paradoja” de Berger y Luckmann. Lo que elegimos hacer y lo que tenemos que hacer está prefigurado por las posibilidades históricamente dadas entre las cuales nos encontramos nosotros mismos. Pero la historia no es una fuerza por derecho propio como tampoco lo es la sociedad. Más bien, como lo expresa el sociólogo histórico francés Roland Mousnier (1973: 145): “La historia no tiene dirección por sí misma, ya que está modelada por la voluntad de los hombres y las elecciones que éstos toman. Sin embargo, cada segundo que pasa, los hombres eligen con su conducta.” Y cómo nos comportamos ahora -ya sea que tiremos una bomba u organicemos una marcha por la paz, o que protestemos por la desigualdad o prosperemos gracias a elladepende en gran medida de lo que la experiencia previa hizo posible y con sentido para nosotros. Tanto el alumno responsable como el irresponsable están dominados por el peso establecido históricamente de las instituciones educativas; el sentido de la actividad de ambos deriva de la realidad de dichas instituciones. Podemos construir nuevos mundos pero sólo sobre la base y en el marco de lo que quienes nos precedieron construyeron para nosotros. Sobre esa base y en ese marco, el contenido de nuestra actividad puede re-hacer o des-hacer las instituciones que nos rodean. Tanto la prefiguración de la acción por la estructura y la transformación de la estructura por la acción, ocurren ambas como procesos en el tiempo. Es basándose en esta idea que la Historia y la Sociología se funden y que la Sociología se vuelve capaz de responder a nuestras urgentes preguntas: por qué el mundo es como es, por qué determinados hombres y mujeres toman determinadas decisiones y por qué tienen éxito o fracasan en sus proyectos. En este sentido, la Sociología Histórica siempre fue un elemento central de la Sociología. La idea de proceso es decisiva para la manera en que el trabajo sociológico se lleva a cabo. Pero la Sociología se transformó en histórica en formas más específicas también. Como una manera distinta de pensamiento, la Sociología nació a la cabeza de cambios históricos monumentales y desde el comienzo fue prefigurada por la experiencia de dichos cambios. Hacia la década de 1840, cuando el análisis social sistemático se difundió en

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Europa por primera vez, existía un sentimiento común que el ritmo y el alcance del cambio asociado a las revoluciones política e industrial de las dos generaciones previas, habían dejado al mundo social en un caos incomprensible en el cual sólo era cierto el hecho del cambio en sí mismo. En palabras del poeta Lamartine “el mundo desordenó su catálogo” (citado en Burrow, 1966: 94). Enfrentados con el panorama de anarquía intelectual y social, los primeros sociólogos buscaron una comprensión ordenada de los procesos de cambio social y sobre todo de los cambios implicados en la transición al industrialismo. Marx,  Weber y Durkheim, los tres padres fundadores cuya influencia es mayor hoy en día, hicieron de la naturaleza de la transición al industrialismo la preocupación organizacional básica de su trabajo y procuraron, a través de la comprensión de esa transición particular, acceder a una comprensión más amplia del proceso social, o Historia, en general. Y así también lo hicieron sus contemporáneos Comte, Spencer y Hobhouse. Todos eran conscientes de que  vivían en un mundo que estaba cambiando dramáticamente año a año y en el cual las relaciones entre los cambios que la gente quería y los que realmente ocurrían, eran misteriosas, frustrantes y oscuras. ¿Por qué la búsqueda de riqueza parecía generar pobreza a una escala sin precedentes? ¿Por qué el triunfo de los principios de libertad e igualdad aparecían de la mano de nuevas y monstruosas formas de opresión? ¿Lo que estaba ocurriendo con las relaciones sociales en el curso de la industrialización, era una cuestión de azar, de elección o de necesidad? ¿En qué medida el industrialismo era un destino inevitable? ¿Cuáles de sus características podían ser alteradas por la acción humana y cómo?  A tales preguntas se podía responder de muchas maneras diferentes. En lo que coincidieron los primeros sociólogos era en que éstas eran las preguntas importantes que había que hacerse. La transición al industrialismo compelía la imaginación. Del análisis de dicha transición se podría pasar a una Sociología más general pero no menos Histórica. De esta manera, Max Weber enfatizó la burocratización cada vez mayor del mundo social que veía como la tendencia dominante de la industrialización. Y procuró relacionar esa tendencia con otras tendencias características de la misma transición: cambios en la escala de la organización, en las formas de la división del trabajo y su complejidad, en la naturaleza de la autoridad legítima y de las bases sociales del poder. Pero su interés iba más allá de identificar la tendencia a la burocracia y relacionarla con sus causas y sus conceptos correlativos. También estaba preocupado por la fuerza de la tendencia a la burocracia, el punto hasta el cual constituía una necesidad de la sociedad industrial y el límite hasta el cual y las formas en las que podía ser resistida o eludida. El estudio de la burocratización constituía así, en un nivel más profundo, un estudio de las formas  posibles  de vivir en la sociedad industrial. En gran parte de la misma manera, el énfasis de Karl Marx en la formación de las clases y en la estructuración del conflicto de clases, constituía también un interés por identificar las maneras en las cuales los hombres podían actuar dentro de un escenario social poderosamente determinado para llevar adelante resultados deseados, un estudio de la relación entre la acción social y la estructura social en general. Y lo mismo puede decirse de la exploración de Émile Durkheim de la relación entre la división del trabajo y el desorden moral, que el llamó anomia. En el centro de cada una de estas contribuciones extraordinarias a la Sociología, se encontraba la simple pregunta: ¿Hasta qué punto el mundo tiene que ser como es? La decisión de buscar una respuesta histórica a dicha pregunta fue lo que convirtió en sociólogos a cada uno de esos hombres. Examinaremos con mayor detalle las respuestas dadas por Marx, Weber y Durkheim al problema de la transición al industrialismo así como al problema más general de aprehender la relación entre acción social y estructura social como una cuestión de proceso histórico. Desde luego, existieron también muchas tentativas menos exitosas en el tratamiento de estos problemas, y pese a que ya no es necesario malgastar el tiempo en ellas, en ningún detalle, vale la pena decir aquí algunas palabras sobre el modo general en el que eran erróneas. Modelar la ciencia social firmemente sobre la ciencia natural era un intento para

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buscar leyes sociales que podían reclamar la fuerza de las leyes naturales. Constituía, sobre todo, una tentativa para tratar de reducir el casos real del cambio social a orden intelectual, al postular lo que un científico social inglés denominó “las leyes de la tendencia” ( l aws of  tendency   ) (Buckle, 1857: 27). Las versiones más ambiciosas de esta tentativa eran aquellas que evocaban la idea de evolución y procuraban identificar las leyes de la evolución que subyacían y gobernaban al proceso de cambio histórico. Pero mientras las teorías de la evolución parecían dar una respuesta clara y contundente a las preguntas sobre la naturaleza de la transición al industrialismo, explicando claramente y con lujo de detalles hacia dónde se dirigía la sociedad, lo hacían, paradójicamente, suprimiendo y negando la preocupación más profunda de la Sociología Histórica por explicar la relación entre la acción social y la estructura social como una relación realmente doble. En su lugar, estas teorías imponían a esa relación la noción de leyes necesarias de la evolución, de una lógica de la evolución y de un fin que debía ser alcanzado. Quiérase o no, la sociedad se estaba moviendo en una dirección determinada, a través de estadios de desarrollo y de acuerdo con leyes de crecimiento. La única acción real disponible para el individuo en un análisis de este tipo, es ajustar su conducta para encajar en las tendencias que las leyes de la evolución realizarán de todas formas. Para dicha perspectiva, los significados y las acciones de los individuos, que deberían constituir la mitad del objeto de la Sociología, dejan de ser interesantes o importantes. A lo sumo podría indicarse, en forma reservada, como lo hizo Herbert Specer (1961), la extravagancia y la perversidad que llevó ciegamente a los hombres a desafiar su destino. Una versión moderna y modificada de este tipo de Sociología Histórica espúrea, esto es, la discusión que se conoce con el nombre de “tesis de la convergencia”, es discutida más adelante en este libro. Por lo demás, es suficiente decir que cuando las ideas de la evolución y el desarrollo aparecen en el análisis social lo hacen hoy en día, como en el siglo XIX, a manera de metáforas que nos alejan, antes que acercarnos, de la verdadera Sociología Histórica. Sin embargo, existe otro tipo de Sociología que es verdaderamente Histórica en el sentido que yo asigno a esta expresión, aunque no se ocupa de cuestiones de la transición al industrialismo o incluso de cualquier otro tipo de transformaciones sociales a gran escala. En realidad, podría llamársela Microhistoria. La Historia, es decir, la interacción de la estructura y la acción, no es desde ya algo que sucede únicamente en el gran escenario de las sociedades y las civilizaciones consideradas como un todo. También ocurre en las cárceles, las fábricas y las escuelas, en las familias, las empresas y las amistades. Cualquier relación que persiste en el tiempo tiene una historia si elegimos pensarla en esos términos; la acción, incluso en el escenario más restringido, puede tratarse históricamente porque tiene una historia. El estado de la niñez es también el proceso de crecimiento. La condición de estar enfermo es también el proceso de la cura. E incluso en estas situaciones sociales a pequeña escala, burlarse de los procesos históricos, es decir, la Sociología del transformarse en, volverse  a un nuevo estado ( t he sociology of becoming   ), es para el sociólogo la mejor manera de descubrir la relación real entre la estructura y la acción, el condicionamiento estructural de la acción y  los efectos de ésta sobre la estructura. Es simplemente la manera más fructífera de hacer Sociología. Lo que descubrimos cuando tratamos de esta manera situaciones sociales a pequeña escala, es meramente una Historia en la cual los individuos comunes cobran mucha mayor importancia de la que generalmente se les acuerda y en la cual, en consecuencia, se ve mucho más fácilmente la interdependencia detallada entre lo personal y lo social. El hecho de que hablemos de carreras personales antes que de revoluciones sociales, por ejemplo, del nio en la familia antes que de la clase obrera bajo el capitalismo, o de individuos que se  vuelven des viados antes que de las sociedades que se transforman en industriales, no requiere un tipo diferente de análisis. Antes que nada, el estudio de la interacción a pequeña escala pone mucho más en evidencia la naturaleza necesariamente histórica de la buena Sociología, de lo que podría suponerse. Lo que alguien hace hoy sólo pude explicarse en

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términos de su relación con lo que otro hizo antes en esas situaciones; tenemos que entender esto como un momento en una secuencia. Nos vemos obligados a reconocer en este punto que no es la estructura social como un mundo atemporal de hechos o la acción social como un mundo atemporal de significados sino la Historia lo que constituye el objeto propio de la Sociología, vale decir, que la estructura y el significado están relacionados a través de la acción en el tiempo. Más adelante, examinaré parte de la obra de Erving  Goffman y de David Matza como ejemplos de este tipo de Sociología Histórica poderosa pero a pequeña escala. Mientras tanto, tenemos tres tipos de cuestiones que constituyen la Sociología Histórica. En primer lugar, la cuestión específica de la transición al industrialismo, a la que podríamos agregar una cuestión que ha surgido recientemente sobre aquello en lo que, a su  vez, se está convirtiendo el indus trialismo. En segundo lugar, una cuestión que rastrearía el patrón de libertad y coerción implicado en las carreras de historias de vida de los individuos en sus mundos personales inmediatos de vida social cotidiana, es decir, familias, hospitales, iglesias, lugares de trabajo. Y en tercer lugar, la insistencia fundamental en que, en última instancia, aquello de lo que la Sociología se ocupa es de la relación del individuo como un agente con fines, expectativas y motivos y la sociedad como un entorno coercitivo de instituciones, valores y normas; y que dicha relación tiene su existencia real no en algún tipo de mundo abstracto de conceptos, teorías y vocabulario técnico, sino en el mundo inmediato de la Historia, de secuencias de acción y reacción en el tiempo. Al contrario, las teorías sobre la relación entre el pasado, el presente y el futuro que excluyen la necesidad de un examen detallado de la acción de los individuos sobre la estructura social y viceversa, al proponer leyes y períodos de evolución y desarrollo con una necesariedad propia, pueden descartarse como algo menos que Sociología seria. (No voy a hacer una digresión en este punto para discutir en detalle los argumentos de la teorías evolucionistas o de desarrollo; críticas concluyentes sobre éstas pueden encontrarse en los trabajos de Popper (1959), Nisbet (1969) y Hirst (1976). Y por la misma razón, debe quedar en claro que por lo que bregamos al hablar de Sociología Histórica como un elemento central de la Sociología en general, es mucho más que un requerimiento por un mayor “ background  histórico”. La mayoría de los libros de Sociología tienen en general un capítulo que se ocupa del panorama histórico de lo que se discutirá en el cuerpo del libro. Dichos capítulos dan cuenta de los acontecimientos “significativos” que proveen el contexto para la experiencia actual; así, la esclavitud se presenta a menudo como parte del panorama general de la situación contemporánea de los negros en los Estados Unidos de Norteamérica, o el desarrollo de técnicas anticonceptivas como un factor de contexto importante para comprender la familia moderna. Pero muy frecuentemente, el resto del análisis es bastante “histórico”: no se trata al gueto negro como algo que se construye y se enfrenta en forma constante; no se analiza a la familia moderna como algo que las personas reciben y transforman durante sus relaciones personales. Hacer justicia a la realidad de la Historia no es simplemente indicar la manera en que el pasado proporciona una base general al presente, sino tratar lo que la gente hace en el presente como una lucha para crear el futuro a partir del  pasado, de entender que el pasado no es sólo la matriz del presente sino la única materia prima a partir de la cual puede construirse el presente. Un ejemplo puede ser útil a esta altura para traer a tierra esta idea bastante general. Consideremos la cuestión del Estado de Bienestar. Discernir el sentido del bienestar social Por Estado de Bienestar entiendo las medidas que un gobierno toma para proteger el nivel de vida de sus gobernados, en circunstancias en que se juzga que el funcionamiento normal del mercado es incapaz de llevar adelante esa tarea en forma adecuada. Tales circunstancias incluyen típicamente la ancianidad, la niñez, la maternidad, la enfermedad, la discapacidad, el desempleo y el empleo con bajos salarios. Las medidas que se toman incluyen también típicamente, planes de jubilación, planes de beneficios a la infancia y 

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subsidios familiares, protección por sistema de seguro contra el desempleo, accidentes industriales y enfermedades y algún tipo de control público de los servicios de salud y  educación. Pero pese a que podría estarse bastante de acuerdo acerca de una definición mínima del Estado de Bienestar como la precedente, los problemas de interpretación acerca de qué es un sistema de bienestar determinado y cómo funciona, siempre fueron controvertidos. En Gran Bretaña, por ejemplo, encontramos una amplia gama de puntos de discusión, tanto sobre los efectos como sobre las metas del bienestar social. Y detrás de esos debates yace una controversia más profunda acerca de cómo debe entenderse el sistema de bienestar social en su totalidad en el análisis de la sociedad británica moderna. Estas cuestiones a su vez se ligan con otras discusiones sobre la razón por la cual nuestro sistema de bienestar social parece reiteradamente no poder alcanzar sus objetivos; es decir, por qué, por ejemplo, en 1968, un análisis bastante conservador podía concluir que pese a todas nuestras disposiciones de bienestar social, “cerca de 5 millones de personas se encuentran  viviendo por debajo del nivel nacional mínimo considerado por el gobierno” (Atkinson, 1968). Respecto de los efectos del bienestar social, las posiciones varían desde un extremo, en el que se considera que se presenta como una “Carta del Ocioso” que ampara al irresponsable en la necesidad de trabajar, al otro extremo, en el que se sostiene que constituye una gran treta secreta para hacer pagar engañosamente al trabajador durante su tiempo de trabajo, los beneficios inadecuados que el Estado aparece concediéndole en forma graciosa cuando se ve impedido de trabajar. Existe asimismo una diversidad similar de puntos de vista sobre los fines del bienestar social (Marshall, 1970). Algunos consideran que el objetivo del Estado de Bienestar es simplemente eliminar la pobreza y alcanzar un nivel de vida mínimo en todo el país por debajo del cual no quede ningún habitante. Otros sostienen, más ambiciosamente, que los esquemas de bienestar social deberían procurar, tal como lo señala Marshall, “maximizar el bienestar social”, desarrollar servicios que mejoraran en forma continua la calidad de vida total de la comunidad en su conjunto basándose en la idea no de un nivel mínimo para algunos, sino de un nivel óptimo para todos. Luego, más radicalmente, están aquellos que piensan que la meta de las medidas de bienestar social es promover la búsqueda de la igualdad social redistribuyendo el ingreso real de los sectores ricos de la sociedad a los menos ricos. Las posiciones sobre los méritos y los defectos de la acción concreta de los servicios de bienestar social están íntimamente relacionadas por supuesto, con estos distintos puntos de vista sobre los aspectos de los que debería ocuparse el bienestar social. Al mismo tiempo, en un país como Gran Bretaña, es bastante claro que mientras algunos servicios fueron organizados sobre la base de una cierta concepción de los objetivos del bienestar social, otros parecen implicar objetivos muy diferentes. Así, mientras el Sistema del Beneficio Complementario ( Supplementary Benefit system ** *) puede pensarse, en el mejor de los casos, como un intento para eliminar la pobreza, el Servicio de Salud es presumiblemente un intento para maximizar el bienestar social y la implementación de la educación polivalente es vista generalmente al menos, como un paso más en la búsqueda de la igualdad. Entonces, ¿qué debemos entender por nuestro sistema de bienestar social en su conjunto? Sin duda los análisis estrictamente contemporáneos, ahistóricos, pueden dar cuenta de la acción concreta del Estado de Bienestar. Por ejemplo, nos revelarían que en realidad ese Estado hace muy poco para redistribuir el ingreso, que su incapacidad en la redistribución del ingreso significa que su capacidad para maximizar el bienestar social es muy limitada y  que en los últimos años casi no logró eliminar la pobreza en un alto porcentaje. Pero una  vez que llegamos a este cuadro de situación, surgen nuevas preguntas si pretendemos * ** Sistema por el cual el Estado otorga una suma de dinero extra a quienes se encuentran en estado de necesidad [Nota del traductor].

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proseguir con una explicación sociológica de  por qué  el sistema funciona así. Y cuando pasamos del qué al por qué, nuestra Sociología se vuelve necesariamente Histórica. Nos damos cuenta de que progresivamente pretendemos mayor información sobre las formas en las que se construyó el Estado de Bienestar. Esto no significa que la Historia provea una repuesta libre de ambigüedades sino todo lo contrario. No obstante, sólo a través de un análisis histórico podemos empezar a esbozar lo que aparece como una comprensión sociológicamente adecuada de por qué nuestro actual Estado de Bienestar es la criatura curiosamente mixta y generalmente ineficiente que tenemos. Lo que pretendemos es una explicación en términos de acción y estructura, de proceso social, del modo en que nuestro sistema de bienestar social se conformó de esta manera. Existen cuatro explicaciones de este tipo en la literatura sobre el tema (Goldthorpe, 1964a, Parkin, 1972, Gilbert, 1973). Comparándolas desde el punto de vista de su adecuación como explicaciones del Estado de Bienestar, podemos llegar a tener una idea de lo que implica una buena Sociología Histórica. Teniendo en cuenta la idea principal que cada una de ellas promueve al explicar el desarrollo del bienestar social, podemos llamarlas por conveniencia las teorías del bienestar social del “iluminismo”, la “necesidad”, la “acción” y  el “poder” respectivamente. La teoría del iluminismo propone que las medidas del bienestar social se implementan primeramente como el resultado de la influencia de la opinión pública informada y  comprometida y que es la naturaleza de esa opinión la que determina la naturaleza de las medidas. Esta posición enfatizaría el rol de los pensadores iluministas como T. H. Green, que sealaba las responsabilidades sociales del Estado en sus conferencias de Oxford durante la década de 1870, y de los científicos sociales como Charles Booth y Sir William Beveridge, que en sus investigaciones demostraron la necesidad de medidas de bienestar social en aos posteriores, al crear entre los políticos y los legisladores una conciencia de reformas susceptibles de ser implementadas así como un compromiso para introducirlas. Muchos de los alumnos de Green pasaron luego a la actividad pública y debieron dar testimonio de la importancia de sus ideas en la modelación de su conducta. Pocos negarían el impacto de Booth en la reedición de la Ley de Pobres después de 1905 o la influencia directa de Beveridge en el carácter de las medidas de seguridad social introducidas en la década de 1940. Tampoco puede rechazarse la posición más general presente en análisis como Derecho y Opinión Pública en Inglaterra  (1905) de A. V. Dicey, que existen “corrientes de opinión” en la sociedad, que dichas corrientes varían en intensidad en distintos períodos y  que cuando alguna de esas corrientes es especialmente poderosa, termina causando un fuerte impacto en los legisladores y encontrando expresión en la legislación: de esta manera Dicey  explica la implementación de medidas de bienestar social después de 1895 en razón del ascenso previo a una posición dominante de una corriente de opinión “colectivista”. Sin embargo, esta perspectiva deja seguramente algunas preguntas vitales sin responder, aunque a decir verdad, sin siquiera formular. Por ejemplo, ¿de dónde surgen las corrientes de opinión? ¿Por qué una corriente determinada es dominante en un momento determinado? ¿Cómo precisamente esas corrientes son recepcionadas en la legislación? En otras palabras, para el sociólogo la teoría del iluminismo es demasiado unidimensional para ser satisfactoria. Podría decirse que esta teoría reconoce que los hombres hacen su propia Historia pero no reconoce el hecho igualmente importante de que no la hacen como les gusta. Por supuesto los hombres actúan en base a ideas pero las ideas que tienen en un momento determinado y, más aún, la influencia que estas ideas ejercen, no es exactamente una cuestión intelectual. Muchas buenas ideas nunca llegan a oírse y muchas malas florecen por generaciones. Su éxito o su fracaso debe ser entendido de un modo más social que el que la teoría del iluminismo ofrece, como una cuestión vinculada a las condiciones sociales en las que esas ideas existen y a la resistencia o recepción que encuentran entre quienes tienen el poder de actuar.

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Por el contrario, la teoría de la necesidad  del bienestar social se ubica casi en el extremo opuesto al de la teoría del iluminismo , al enfatizar el rol de las condiciones sociales independientemente de las ideas y opiniones que posibilitan la reforma social. Para esta posición, el foco de atención se centra en la existencia de circunstancias (pobreza, desempleo, enfermedades, analfabetismo y desgaste de vida y recursos asociado a ellas) que compelen a la acción. La reforma social es vista entonces como la respuesta inevitable a estos urgentes problemas sociales. Así, en  Ensayos sobre el Estado de Bienestar , R. M. Titmuss (1958) considera que muchos de los servicios sociales contemporáneos fueron la respuesta necesaria al debilitamiento de la familia que la revolución industrial inevitablemente trajo como consecuencia. En esta misma línea de pensamiento, sostiene que la guerra moderna, especialmente después de 1939, crea la necesidad de medidas de bienestar social a través de sus “requerimientos” de una población físicamente apta (para proveer recursos a los servicios armados), de la organización y el cuidado de las poblaciones de las ciudades evacuadas al campo y del mantenimiento de un alto número de dependientes (mujeres, niños y heridos). Por otra parte, estos argumentos encuentran una amplia recepción en análisis que tratan el desarrollo global del Estado de Bienestar como la solución inevitable a los problemas sociales inevitablemente creados por el funcionamiento caótico del mercado durante el transcurso del desarrollo de las sociedades urbanas e industriales. También puede encontrarse una versión modificada de esta teoría en la posición, adoptada agresivamente por Bismarck en Alemania y un poco menos abiertamente por Lloyd George en Gran Bretaña, según la cual las medidas de bienestar social deben introducirse si se quiere evitar el socialismo. En este sentido, el bienestar social es el precio necesario que el capital tiene que pagar al trabajo para evitar algo peor. En mi opinión, ésta es la versión más fuerte de la teoría de la necesidad. Pero incluso y una vez más, esta versión es extrañamente unidimensional. Generalmente nos fuerza a concentrarnos en el modo en que los hechos y  las condiciones sociales constriñen y obligan a los hombres a actuar de determinada manera y corrige la ligera tendencia de la teoría del iluminismo a desvincular las ideas de su contexto social. Pero al mismo tiempo tiende a negar el hecho, igualmente importante, de que lo que los hombres hacen, aun en las condiciones sociales más extremas, es realmente algo que eligen hacer . En el siglo XVII la gente aceptaba la pobreza pero en el siglo XIX se indignaba con ella, aunque es discutible que las condiciones de vida de los pobres fueran realmente peores en el 1600 que en el 1800. Pero luego, en el siglo XIX, muchas personas de clase media asumieron la posición de que el problema real de los pobres no residía en sus salarios sino en su adicción al alcohol. Esto también constituyó una opción, una interpretación de las condiciones sociales y no una respuesta inevitable a las condiciones sociales. Y si el bienestar social es una respuesta necesaria a los problemas de la industrialización, ¿cómo es posible que los alemanes fueran los primeros en reconocer su necesidad o que los estadounidenses pudieran evitar hacerlo virtualmente hasta la década de 1960? La teoría de la necesidad se ocupa demasiado de la estructura social y muy poco de la acción social para ser aceptable como una Sociología Histórica adecuada. La teoría de la acción  de la historia del bienestar social constituye un intento deliberado para restablecer ese desequilibrio. Procura ocuparse de los aspectos específicos y en detalle del cambio social de una manera que, la perspectiva del iluminismo y la de la necesidad, no logran hacer; explicar, por ejemplo, por qué el problema de la vejez se soluciona en un país con planes de jubilación privados y en otro, con planes de jubilación estatales, o por qué el bienestar social es tratado como un derecho del ciudadano durante un período y como una liberalidad por parte del Estado, en otro. Esta teoría llena el espacio existente entre las ideas de los hombres prominentes y los problemas de la sociedad ya que apunta al modo concreto en que los miembros reales de la sociedad viven los problemas, convierten su experiencia en propuestas competentes y alternativas para ocuparse de esos problemas y luchan para garantizar una solución determinada. En este sentido, Goldthorpe, en su valiosos ensayo,

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“El desarrollo de la política social en Inglaterra” (1964a), concluye que “el curso del desarrollo seguido debe interpretarse en gran medida como el resultado de encuentros sucesivos entre varios grupos que persiguen objetivos diferentes y generalmente conflictivos”. Desde este punto de vista, el análisis del Estado de Bienestar deviene una cuestión de análisis del modo en que determinadas medidas adoptadas en el país fueron introducidas durante el curso de debates, campañas y luchas entre diversos y numerosos grupos sociales (organizaciones de empleadores, el movimiento obrero, grupos religiosos, estadísticos, médicos), cada uno de los cuales postulaba diferentes medidas y proponía las soluciones que consideraba mejores desde su posición particular. La legislación es una suerte de producto neto de ese proceso. La rivalidad entre la Iglesia de Inglaterra y las iglesias No Conformistas encontró su fundamento en la primera política educacional inglesa. Las posiciones y los intereses de los médicos y las sociedades de seguros privadas dominan los primeros años de la historia del servicio de salud. Lo importante en cada contexto es tratar la explicación del cambio social como “clivajes y tensión” y como “la acción dirigida hacia un fin por parte de individuos y grupos en búsqueda de sus objetivos”. En otras palabras, la teoría de la acción representa un intento serio para entender a la Historia como un nexo entre la acción y la estructura, es decir, un intento para tratar la explicación sociológica como una forma de mostrar cómo las estructuras sociales de un momento histórico determinado modelan la acción humana, dentro de las cuales se encuentran los individuos mismos, y cómo la acción humana deviene un proceso a través del cual esas estructuras son a su vez modificadas. Sin embargo, la teoría de la acción tiene sus propias dificultades. La historia de la política social está llena de acciones orientadas a fines que no logran alcanzar su objetivo, de grupos que persiguen fines que no se realizan. Las medidas adoptadas no son exactamente el resultado neto del juego de fuerzas y grupos de la sociedad sino que parecen ser más bien, un cierto tipo de resultado en el que algunos grupos consiguen más y otros menos, lo que pretenden. Algunas medidas demuestran ser “posibles” y otras no. Después de 1918, los ministros británicos de vivienda no pudieron regularmente adoptar las medidas que hasta entonces habían propiciado porque ya no podían controlar la industria de la construcción ni las asociaciones de construcción. De manera más general, el patrón de política parece invariablemente modelarse, no por el juego y la interacción de intereses y grupos sociales, sino por el hecho de que algunos intereses y grupos demuestran ser persistentemente más influyentes que otros. Es este aspecto del proceso social que la teoría del poder  del bienestar social procura relevar. En oposición a la teoría de la acción, esta teoría enfatiza el punto hasta el cual la acción tiene finalmente lugar en una estructura social y que una de las cosas que quedan implícitas cuando hablamos de estructura social es el poder, esto es, el hecho de que lo que cada grupo concreto consigue no depende de lo que elige querer sino de lo que puede forzar o persuadir a otros grupos a que le permitan tener. En este orden de ideas, Parkin en Desigualdad de clase y orden político (1972) trata al Estado de Bienestar, no simplemente como el resultado de la presión por parte de grupos de reformadores, sino más bien como una expresión de lo que los oponentes poderosos a la reforma eligieron conceder ante esa presión. Las demandas por medidas que redistribuyeran el ingreso entre los grupos sociales no tuvieron éxito. Antes bien, las medidas que se adoptaron otorgaron beneficios a los pobres con la transferencia de ingresos al interior del ciclo de vida de los mismos pobres. La cuestión central respecto de estas medidas no es que fueran preferibles a las de los reformadores, sino que eran aceptables para sus oponentes, por lo que el poderío de éstos constituyó el factor decisivo. Sin negar el rol de los teóricos que formulan ideas de reforma o la relevancia de las condiciones sociales que proveen contextos en los cuales algún tipo de reforma parece necesaria y urgente, y reconociendo a la acción dirigida a un fin como el elemento dinámico del cambio social, la teoría del poder alcanza un sentido más equilibrado y realista de la relación entre acción y estructura que cualquiera de sus rivales, sentido que

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reconoce la fuerza de ambos términos. Es mejor Historia y mejor Sociología. Responde a preguntas que otras perspectivas dejan sin resolver. Y nos ofrece un marco general dentro del cual podemos entender tanto el patrón como el detalle del proceso social concreto (la formación del Estado de Bienestar) que estamos analizando. Desde este punto de vista, el bienestar social puede analizarse no sólo como una alternativa al funcionamiento sin control del mercado sino también como una alternativa al mayor control que la demanda de socialismo implica. Pueden rastrearse, como lo hace Parkin, las formas en que el Estado de Bienestar es construido como una alternativa tanto al capitalismo como al socialismo, en parte por un proyecto deliberado y en parte por omisión, en el sentido de lo máximo que los débiles podrían obtener y que los fuertes concederían. Es la acción en el contexto de ese tipo de poder y no la acción solamente, lo que explica por qué terminamos teniendo, por ejemplo, un sistema de seguridad social basado en aportes sobre la tasa inmobiliaria y no en impuestos directos proporcionales al ingreso, esto es, un sistema que impone una carga relativamente mayor a los grupos de menores ingresos. Y de manera más general, explica las razones por las cuales desembocamos en un Estado de Bienestar antes que en el socialismo o la igualdad social. Como expresa Parkin (1972:43): El intento para remediar la desigualdad a través del bienestar social trae muy pocos inconvenientes al sistema de estratificación social. Como resultado es mucho más aceptable para la clase dominante que otras soluciones. Los motivos por los cuales los socialistas proponen proyectos para ocuparse de la desigualdad son sin lugar a dudas muy diferentes de aquellos por los cuales la clase dominante los acepta. Para los socialistas, el ataque a la desigualdad contenida en las reformas educativas y en las medidas de bienestar social, surge de un compromiso ideológico orientado a mejorar la suerte de las clases bajas. Pero la aceptación final de dichas medidas por parte de la clase dominante, se apoya en razones muy diferentes. Sin exagerar demasiado, podríamos decir que la posibilidad de que las posiciones socialistas sobre la desigualdad se vuelvan políticamente  via bles o aceptables, depende del otorgamiento de venta jas a la clase dominante o, al menos, a sectores importantes de ésta. Las reformas de bienestar social o meritocráticas contienen estas ventajas... no así las reformas igualitarias diseñadas para cambiar las reglas de distribución y propiedad. No es sorprendente entonces que la primera interpretación del socialismo sea aceptada como políticamente legítima mientras que la última sea considerada como irresponsable o utópica.

 Vista desde este punto de vista, la formación del Estado de Bienestar se transforma en un testimonio auténtico del encuentro de la actividad social y la estructura social. Epílogo La Sociología Histórica no se ocupa, en consecuencia, de imponer grandes esquemas de desarrollo evolutivo a la relación entre el pasado y el presente ni de reconocer simplemente el sustrato histórico del presente. Constituye más bien un intento para entender la relación entre la actividad personal y la experiencia, por un lado, y la organización social, por el otro, como algo que es construido continuamente en el tiempo.  Toma al proceso permanente de construcción como el aspecto central del análisis social y  considera que dicho proceso puede estudiarse en contextos muy diferentes, tales como: las biografías y las carreras personales; el surgimiento y la caída de civilizaciones enteras; los acontecimientos particulares, como una revolución o una elección, o desarrollos concretos, como la constitución del Estado de Bienestar o la formación de la clase obrera. El contexto específico al que los sociólogos eligieron prestar mayor atención es el que he llamado la

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transición al industrialismo. Pero a fin de cuentas, la Sociología Histórica es más una cuestión de interpretación del mundo que de elección de un aspecto concreto del mundo a analizar. Siguiendo este razonamiento, pueden concluirse dos cosas: primero, que no existe una diferencia necesaria entre el sociólogo y el historiador; y segundo, que toda Sociología que se considere a sí misma seria, debe ser Sociología Histórica. Como lo expresó Charles  Wright Mills (1959), la “promes a intelectual” global de la disciplina es “permitir a los hombres... tomar conciencia de las estructuras históricas y de su propio lugar dentro de ellas”.

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Referencias bibliográficas

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