10 Teorias Sobre La Naturaleza Humana I

September 12, 2017 | Author: Lino Latella | Category: Marxism, Communism, Truth, Karl Marx, Homo Sapiens
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filosofía...

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ampliada

de Siete teorlas sobre la natumleza huedición también completamente en la colección revisada Teorema). y una notable introducción popular a las cuestiones fundamentales del pensamiento occidental. Esta nueva edición incorpora nuevos capltulos sobre el Hinduismo, el Confucianismo y Kant. También amplía y profundiza el debate original de las siete teorías, teniendo en cuenta la más reciente erudición y los estudios sobre feminismo y relativismo. El capítulo final examina las perspectivas y los iímites de la interpretación científica de la naturaleza humana e incluye una propuesta de nueve tipos diferc:1tes de psicología. De forma lúcida y en pocas páginas el texto condensa tanto la esencia de las tradiciones más antiguas, como las ideas de Platón, Kant. Marx, Freud, Sartre, Skinner y Lorenz, poniendo de manifiesto cómo la humanidad ha luchado por comprender su naturaleza. Examinando cada teoría desde cuatro puntos de vista (la naturaleza del universo, la naturaleza de la humanidad. los males de

ESTEmana libro(publicado es una

la humanidad y la propuesta para curar dichos males). pretende estimular a los lectores para que reflexionen sobre quiénes somos, qué nos motiva y cómo podemos entender y mejorar el mundo

0111081

Leslie Stevenson y David L. Habennan

Colección Teorema

Diez teorías sobre la naturaleza humana Confucianislno) Hinduismo) la Biblia) Platón) Kant) Marx) Freud) Sartre) Skinnel'~ Lorenz

Traducción de Elisa Lucena

CÁTEDRA TEOREMA

Título original de la obra: Ten 71?eories ofHuman

Natl/re

Índice PREFACIO Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley. que establece penas de prisión y/o multas. además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios. para quienes reprodujeren. plagiaren. distribuyeren o comunicaren públicamente. en todo o en parte. una obra literaria. artística o científica. o su transformación. interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio. sin la preceptiva autorización.

13 PRIMERAPARTE INTRODUCCIÓN

CAPÍTULoPRIMERO.Teorías rivales y valoración crítica de ellas .,. 1. Concepciones rivales de la naturaleza humana . 2. Comparación entre el cristianismo y el marxismo . 3. Otras «ideologías» sobre la naturaleza humana . 4. La crítica de teorías . 5. Defensas frente a objeciones: «sistemas cerrados» . 6. La esperanza de una discusión y valoración racionales 7. La validez de las proposiciones . 7.1. Juicios de valor . 7.2. Proposiciones analíticas . 7.3. Proposiciones empíricas que incluyen las teorías cien tÍficas .

© 1974, 1987. 1998 by Oxford University Press, Inc. New York. N. Y.. USA. 'This translation of Ten Tbeories of Human Nature. Tbird Edition. originally published in English in 1998.

is published by arrangement with Oxford University Press, Inc" © Ediciones Cátedra (Gmpo Anaya. S. A.), 2001 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid Depósito legal: M. 16.144 -2001 I.S.B.N.: 84-376-1905-X Pril1ted in Spail1

Impreso en Closas-Orcoyen. S. L. Polígono Igarsa. Paracuellos de Jarama (Madrid)

7.4. Proposiciones

metafisicas

TRES ANTIGUAS

SEGUNDA PARTE TRADICIONES

.

40 41

RELIGIOSAS

CAPÍTULO 2. Confucianismo: el camino de los sabios [David L. Haberman] . Teoría del universo . Teoría de la naturaleza humana . Diagnóstico

21 21 24 27 30 31 34 36 37 38

.

47 48 50 52

7

Prescripción Desarrollos posteriores Discusión crítica Lecturas recomendadas CAPÍTULO 3. El hinduismo upanisádico: la búsqueda nocimiento último [David L. Haberman) Teoría del universo Teoría de la naturaleza humana

. . . . del co. . .

Diagnóstico Prescripción Interpretaciones divergentes El Advaita Vedanta de Sankara El Vishishta Advaita Vedanta de Ramanuja Discusión crítica Lecturas recomendadas CAPíTULO4. La Biblia: la humanidad en relación con Dios

Algunas observaciones críticas acerca del cristianismo Lecturas recomendadas

CINCO

Diagnóstico Prescripción Lecturas recomendadas CAPÍTULO 6. Kant: razón y libertad, historia y gracia Metafisica y epistemología Teoría de la naturaleza humana

8

69

71 72 77

. . . . . . . .

89

. . . .

82

83 84 94

95 97 99

103 107 108 109 111 112 115 118

TERCERAPARTE PENSADORES FILOSÓFICOS

CAPÍTULO 5. Platón: el imperio de la razón Base m('tafisica Teoría de la naturaleza humana

Diagnóstico

67

80

Base metatlsica: la concepción judeocristiana de Dios . La teoría de la naturaleza humana del Antiguo Testamento . Diagnóstico . Prescripción . La doctrina cristiana de la naturaleza humana . La doctrina cristiana del pecado La salvación cristiana

55 62

Prescripción Lecturas recomendadas CAPÍTULO 7. Mane la base económica mana

165 170 de la naturaleza

172

Vida y obra Teoría de la historia Teoría de la naturaleza humana Diagnóstico Prescripción Lecturas recomendadas CAPÍTULO 8. Freud: la base inconsciente

hu-

".........................

de la mente

Vida y obra Teoría básica Teoría de la naturaleza humana Diagnóstico Prescripción Discusión crítica Lecturas recomendadas CAPÍTULO 9. Sartre: la libertad radical.....................................

173 177 183 186 189 193 195 195 199 200 205 207 210 217 219

Vida y obra de Sartre Teoría del universo Teoría de la naturaleza humana

222 224 225

Diagnóstico Prescripción Lecturas recomendadas

229 234 238 CUARTA PARTE

DOS EJEMPLOS DE TEORÍAS CIENTÍFICAS SOBRE LA NATURALEZA HUMANA . . . . . . . . . .

123 126 131 136 141 146 148 151 154 160

CAPíTULO 10. La psicología conductista: Skinner sobre el condicionamiento Supuestos teóricos básicos Teoría de la naturaleza humana Diagnóstico Prescripción Lecturas recomendadas CAPÍTULO 11. La psicología evolutiva: Lorenz sobre la agresión

243 247 249 259 261 263 265

9

Base teórica: la evolución La teoría de la naturaleza animal de Lorenz Teoría de la naturaleza humana Diagnóstico '" .., Prescripción Discusión crítica Lecturas recomendadas QyINTA

266 270 274 275 277 278 282

PARTE

CONCLUSIÓN 12. Hacia una interpretación unificada: nueve ti· pos de psicología . Lecturas recolnendadas .

A mis hijas, Sonia y Lydia, que sin duda me han enseñado muchas cosas sobre la naturaleza humana

CAPÍTULO

287 296

L. S.

A mis padres, Reuben y Ruth, que son en muchos sentidos lasfuentes de mi propia naturaleza humana

D.H.

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Prefacio A comienzos de los setenta me encontré, como profesor inexperto de la Universidad de Saint Andrews, frente a un nutrido número de estudiantes de primer año a los que el sistema tradicional escocés exigía seguir un curso de filosofía. (Saint Andrews ha decidido sabiamente desde entonces que es mejor que el impulso para hacer filosofía provenga de dentro antes que de fuera.) Me pregunté entonces qué convenía a un auditorio semejante de reclutas, la mayor parte de los cuales no continuaría estudiando filosofía. Mi respuesta consistió en ampliar un curso convencional de filosofía de la mente a una discusión sobre diversas teorías de la naturaleza humana (y le estoy agradecido al jefe de departamento, Len Goddard, por permitirme hacerla). La primera edición de este libro surgió de aquella experiencia pedagógica. Ha pasado un cuarto de siglo desde su primera publicación, y el libro sigue siendo útil para cursos introductorios que se imparten en numerosas instituciones de diversos países. La segunda edición tenía un nuevo capítulo final, pero se limitaba a hacer cambios cosméticos aquí y allá, dejando sin tocar, de una manera bastante complaciente, los siete capítulos principales (yo tenía también la errónea impresión de que la economía requería introducir cambios mínimos en la composición). El tiempo ha pasado, la investigación filosófica ha avanzado, el feminismo y el postmodemismo han ganado influencia en las humanidades, la investigación científica en psicología y biología se ha desarrollado deprisa, y ahora ha sur13

gido una nueva ola de teorías evolutivas sobre la naturaleza lmmana. Tras veinticinco años más de estudio -y de vida-, posiblemente se esperará de mí que encuentre algo más que decir sobre la naturaleza humana. Pero el tema es infinito, la tarea resulta desalentadora y mis conocimientos y capacidades son finitas. Me doy cuenta de que supone un raro privilegio ser leído por tantos miles de estudiantes, y Robert Miller, de Oxford University Press, me ha persuadido para aceptar la correspondiente responsabilidad de mejorar el libro hasta donde me sea posible hacerlo en estos momentos. La primera cuestión era la de adherirse o no al número mágico siete. La idea de exponer algunas teorías no occidentales resultaba atractiva. Pero no estoy cualificado para hacerla yo mismo: precisaba de alguien con la competencia apropiada, que simpatizara con el espíritu del proyecto y que estuviera dispuesto a escribir en un nivel introductorio, utilizando la estructura cuatripartita de teoría del universo, teoría de lo humano, diagnóstico y prescripción que los lectores y educadores parecen haber encontrado útil, Es un placer para mí decir que David Haberman, de la Universidad de Indiana en Bloomington, ha satisfecho periectamente estos cirterios, contribuyendo con dos nuevos capítulos sobre confucianismo e hinduismo que confio aumentarán el rango y el interés intercultural del libro. Los demás capítulos continúan siendo obra mía -por tanto, el «yo»relativo al autor hace referencia a Leslie Stevenson. Desde luego, una vez que uno empieza sugiriendo más teorías por considerar, no se sabe dónde parar -Aristóteles, el estoicismo, el islam, Aquino, Hobbes, Spinoza, Hume, Nietzsche, Heidegger, Chomsky ... El feminismo requiere una mejor respuesta que el mínimo ajuste que hice en la segunda edición. Pero parecía dificil escoger una única figura feminista representativa o una teoría para someterla a consideración. Lo que hemos intentado hacer es indicar lo que cada una de las teorías implican acerca de las mujeres, y a lo largo de todo el libro hemos empleado un lenguaje neutral en lo tocante al genero. He decidido añadir un capítulo sobre Kant, el tllósofo al que he dedicado más tiempo en el resto de mi obra, aunque 14

sólo he empezado a apreciar el aspecto más práctico de su pensamiento recientemente. Gran parte de los escritos de Kant son tremendamente abstractos y técnicos, pero he intentado ofrecer un resumen inteligible de su teoría de las facultades humanas, de la base de su tratamiento de la ética, la política y la religión, así como del reconocimiento del mal radical en la naturaleza humana y su esperanza en el progreso en los asuntos humanos. Yo me inclino por defender una convenientemente modernizada versión de su llamamiento a la razón de la Ilustración tardía, en contraste con las aproximaciones postmodernistas o culturalmente relativistas que se han puesto de moda últimamente. En el caso de las siete teorías originales, esta vez he reescrito cada capítulo exhaustivamente, ampliándolos hasta más de la mitad de la longitud original y (espero) profundizando su tratamiento al tiempo que he mantenido el nivel introductorio. Pero soy dolorosamente consciente de que no puedo afirmar ser un experto en ninguno de estos temas y de que mi discusión tiende a detenerse cuando la argumentación se vuelve ditlcil, lo que es, desde luego, el destino de todo libro introductorio. Los comentarios de diversas personas que han servido como árbitros me han salvado de cometer errores y han sugerido un tratamiento más adecuado en algunos lugares. Estoy especialmente agradecido a Julia Annas por hacerme ver cuántas cosas había pasado por alto en la República de Platón, sobre todo el argumento moral basado en su teoría tripartita del alma, que aún tiene mucha relevancia para nosotros en la actualidad. Mi exposición previa estaba seguramente int1uida por la critica de Popper del programa político platónico. Estoy agradecido a Allen Wood por sus comentarios a mi capítulo sobre Kant, a Richard W. Miller por los suyos sobre Marx, a un colaborador anónimo por sus observaciones sobre Freud ya Stephen P. Stich por su ayuda con Skinner y Lorenz. Al regresar a estos temas, también oigo en mi mente los débiles ecos de la voz tonante de Isaiah Berlin en las conferencias que pronunció en Oxford hace algunos años (y que fue una de las inspiraciones que me llevaron a escoger la tllosofía como primera opción). 15

Varios lectores han apuntado que Skinner y Lorenz son figuras obsoletas, pero no cabe duda de que no hay nada tan actual como el pasado reciente. Aceptaría que, sub Jpeáe aeternitatis, ninguno de ellos merecería probablemente estar en el mismo panteón que los demás autores tratados aquí. Pero explorar supuestas teorías científicas más recientes sobre la naturaleza humana parecía un cometido demasiado elevado para mis conocimientos y para la extensión pensada para este libro. AsÍ, tras alguna vacilación, he decidido mantener un tratamiento actualizado de Skinner y Lorenz. Espero que la discusión crítica de ellos (y, en particular, de su extrapolación de animales a seres humanos) equipará a los estudiantes para abordar las teorías más recientes con una mirada igualmente escéptica. En la nueva conclusión ofrezco una breve visión de conjunto de algunos desarrollos recientes y distingo no menos de nueve diferentes tipos de psicología. Los dos antiguos capítulos introductorios han sido unidos en uno. En él he intentado hacer de la epistemología y la filosaRa de la ciencia algo un poco menos primitivo, pero es función de otros libros ofrecer introducciones sistemáticas a estas áreas. Éste parecía ser el lugar en el que tocar, aunque sólo fuera de pasada, el desaRo del relativismo, que ha derribado tantas academias humanÍsticas desde la primera edición de este libro. Con la adición de los capítulos sobre confucianismo, hinduismo y Kant y la decisión de no prestar una atención proporcionada a las teorías más recientes, el libro ha crecido más bien hacia atrás que hacia delante. Aunque esto puede reflejar mi propia especialización filosófica, tal vez no sea una mala cosa ofrecer un contraste con la obsesión prevaleciente de estar a la última en las últimas investigaciones y especulaciones. En nuestra precipitación hacia el futuro seguramente existe el peligro de caer en un provincialismo del presente que olvide la sabiduría del pasado. Me gustaría dar las gracias a Anne Cameron y a Barbara Orton por haber procesado el texto de la segunda edición y a Nora Bartlett por su ayuda en la edición final. Me gustaría recordar afectuosamente a mi padre, Patrick Stevenson (muerto en 1983), por su fastidiosa atención a los asuntos estilísticos 16

en la primera edición, lo que debió de contribuir a su éxito y espero que se haya trasmitido a través de mí a las ediciones siguientes. También quisiera agradecer a Robert Miller su continuo aliento y apoyo en la redacción de esta edición revisada y ampliada. L. S. Andre'ws Agosto de 1997 Sto

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PRIMERA PARTE

Introducción

CAPÍTULO PRIMERO

Teorías rivales y valoración crítica de ellas 1. CONCEPCIONES RIVALES DE LA NATURALEZA HUMANA

Esto es lo que depende de nuestra concepción de la naturaleza humana: para los individuos, el sentido y el propósito de nuestras vidas, lo que debemos hacer o aquello por lo que debemos esforzamos, lo que podemos esperar conseguir o llegar a ser; para las sociedades humanas, qué concepción de comunidad humana podemos esperar desarrollar y qué tipo de cambios sociales deberíamos hacer. Nuestras respuestas a todas estas grandes cuestiones dependen de si pensamos que existe alguna naturaleza «verdadera» o «innata» de los seres humanos. Si es así, ¿en qué consiste? ¿Es diferente para las mujeres y los hombres? ¿o no hay tal naturaleza humana «esencial», sino tan sólo una capacidad para ser moldeada por el entorno social, esto es, por fuerzas económicas, políticas y culturales? Sobre estas cuestiones fundamentales acerca de la naturaleza humana existen grandes discrepancias. «¿Qyé es el hombre para que de él te acuerdes ... Apenas inferior a un dios le hiciste, le adornaste de gloria y esplendof», escribió el autor del Salmo 8 del Antiguo Testamento. La Biblia considera a los hombres como seres creados por un dios trascendente con un propósito definido para nuestra vida. «La naturaleza real del

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hombre es la totalidad de las relaciones sociales», escribió Karl Marx a mediados del siglo XIX. Marx negaba la existencia de Dios, y sostenía que cada persona es el producto del estado eco~ómico particular de la sociedad humana en la que él o ella Vive. «El hombre está condenado a ser libre», dijo JeanPaul Sartre en la Francia ocupada de la década de los 40, Sartre también era ateo, pero difería de Marx en que sostenía que nuestra naturaleza no está determinada por la sacie?ad, l~i por nin'guna otra cosa. Mantenía que cada persona ll1dlVldual es completamente libre para decidir qué es lo que él o ella quiere ser y hacer. En contraposición a él, los teóricos modernos de la sociobiologÍa han tratado a los seres humanos como productos de la evolución dotados de patrones de con,ducta biológicamente determinados y específicos de la espeCIe. No escapará a los lectores contemporáneos que estas tres citas de la Biblia, Marx y Sartre utilizan la palabra masculina «hombre» (en la traducción española) cuando es de suponer que la intención era la de referirse a todos los seres humanos, incluyendo a las mujeres y a los niños. Este uso ha sido muy extendido, y se le defiende a menudo como algo convenientemente breve y taquigráfico, pero no hace mucho que ha sido criticado por contribuir a presunciones cuestionables acerca del dominio de la naturaleza humana masculina y el consecuente desprecio u opresión de la naturaleza humana femenina. Aquí hay importantes asuntos dignos de ser tratados que implican mucho más que los usos lingüísticos. Tocaremos temas feministas en algunos puntos de este libro, pero no los abordaremos directamente; no hay ningún capítulo sobre teorías de la naturaleza humana específicamente feministas. Nos hemos esforzado al escribir por evitar el lenguaje sexista, pero no se puede evitar en las citas. Diferentes concepciones de la naturaleza humana conducen a diferentes ideas sobre lo que debemos hacer y cómo podemos hacerla. Si nos hizo un Dios supremo y todopoderoso, entonces es su intención lo que define lo que podemos y debemos ser, teniendo que dirigimos a él para solicitar ayuda. Si, por otra parte, somos productos de la sociedad, y si descubrimos que nuestras vidas no son satisfactorias, entonces no 22

podrá haber ninguna solución real hasta que se transforme la sociedad humana. Si somos radicalmente libres, nunca podemos escapar a la necesidad de la elección individual; tendremos que aceptarlo y tomar nuestras decisiones con total conciencia de lo que estemos haciendo. Si nuestra naturaleza biológica nos predispone o determina a pensar, sentir y actuar de determinada manera, tendremos que tener en cuenta esto de una forma realista. Las creencias rivales acerca de la naturaleza humana se encarnan por lo general en distintos modos de vida y en sistemas políticos y económicos. La teoría marxista (en una de sus versiones) dominó tanto la vida pública en los países gobernados por el comunismo que el cuestionamiento de ella podía tener serias consecuencias para aquel que la ponía en duda. Podemos olvidar fácilmente que hace unos siglos el cristianismo ocupó una posición dominante similar en la sociedad occidental: los herejes y los no creyentes eran discriminados, perseguidos e incluso quemados en la hoguera. Aun en la actualidad, en algunos países o comunidades existe un consenso cristiano socialmente establecido al que los individuos sólo se pueden oponer asumiendo un ciert? coste para ell~s mismos. En la República de Irlanda, por ejemplo, la doctnna católica romana ha sido aceptada hasta hace poco como una política restrictiva en materias sociales tales como el aborto, la contraconcepción y el divorcio. La Iglesia católica ejerce también una fuerte influencia en la Polonia postcomunista. En los Estados Unidos, un informal erhos cristiano protestante afecta a gran parte de las discusiones públicas, y ello a pesar de la separación oficial de la Iglesia y el Estado. Una filosofIa «existencialista» como la de Sartre puede parecer menos proclive a tener implicaciones sociales, pero una manera de justificar la moderna democracia «liberal» es apelando a la concepción filosófIca de que 110 hqy valores objetivos para la vida humana, sino tan sólo elecciones subjetivas e individuales. Esta asunción (que es incompatible tanto con el cristianismo como con el marxismo) ejerce una gran influencia en la sociedad occidental moderna, superando con creces a su manifestación particular en la fllosotla existencialista francesa de mediados del siglo xx. La democracia liberal está

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conservada religiosamente en la Declaración estadounidense de Independencia, con su separación entre política y religión y su reconocimiento del derecho de cada individuo de perseguir libremente su propia concepción de la felicidad. (Debería sei1alarse, sin embargo, que alguien que cree que existen estándares morales objetivos puede seguir defendiendo un sistema social liberal si él o ella piensa que no es prudente intentar imponer/os)

2.

COMPARACIÓN

ENTRE EL CRISTIANISMO

Y EL MARXISMO

Examinemos un poco más de cerca el cristianismo y el marxismo en tanto que teorías rivales de la naturaleza humana. Aunque difieren radicalmente en su contenido, presentan notables similitudes en su estructura, en la manera en que las partes de cada doctrina encajan y dan lugar a modos de vida. En primer lugar, cada una hace afirmaciones acerca de la naturaleza del universo como un todo. El cristianismo se compromete, por supuesto, con la fe en Dios, un ser personal que es omnipotente, omnisciente y sumamente bueno, siendo creador, soberano y juez de todo lo que existe. Marx condenó la religión al considerada «el opio del pueblo», un sistema ilusorio de creeficias que lo distrae de sus problemas sociales reales. Mantenía que el universo existe sin la necesidad de nadie que esté detrás o más allá de él y que su naturaleza es fundamentalmente material. Tanto el cristianismo como el marxismo presentan creencias acerca de la historia. Para el cristiano, el sentido de la historia viene dado por su relación respecto de lo eterno. Dios usa los acontecimientos de la historia para realizar sus designios, revelándose a Su pueblo elegido (en el Antiguo Testamento), pero sobre todo en la vida y muerte de Jesús. Marx afirmó haber encontrado un patrón de progreso en la historia humana que es completamente interno a ella. Pensaba que hay un desarrollo inevitable desde un estado económico a otro, de manera que así como el sistema económico del feudalismo fue superado por el capitalismo, el capitalismo daría 24

paso al comunismo. Las dos concepciones ven un patrón y un sentido en la historia, aunque difieren en la naturaleza de la fuerza que la impulsa y en la dirección de su avance. En segundo lugar, siguiendo las contradictorias afirmaciones acerca del universo, se dan diferentes descripciones de la naturaleza esencial de los seres humanos individuales. Según el cristianismo, hemos sido hechos a imagen de Dios, y nuestro destino depende de nuestra relación con Él. Todas las personas son libr~s de aceptar o rechazar los designios divinos y serán juzgadas según cómo ejerzan esa libertad. Este juicio va más allá que cualquier cosa que pertenezca a esta vida, ya que todos sobrevivimos a la muerte física. El marxismo niega la vida después de la muerte y todo juicio eterno. También quita importancia a la libertad individual, y dice que nuestras ideas y actitudes morales vienen determinadas por el tipo de sociedad en que vivimos. En tercer lugar, existen diferentes diagnósticos sobre lo que falla en la vida humana y en la humanidad. El cristianismo afirma que el mundo no se corresponde con los designios de Dios, que nuestra relación con Dios se ha roto porque hacemos un mal uso de nuestra libertad, rechazamos la voluntad divina y estamos infectados por el pecado. Marx reemplaza la noción de pecado por el concepto de «alienación», que sugiere también algún estándar ideal que la vida humana real no satisface. Pero la idea de Marx parece referirse a la alienación de uno mismo, de la propia y verdadera naturaleza: su atlrmación reside en que los seres humanos tienen potencialidades que las condiciones socio económicas del capitalismo no permiten desarrollar. La prescripción para un problema depende del diagnóstico. Así, para terminar, el cristianismo y el marxismo ofrecen respuestas completamente diferentes a los males de la vida humana. El cristiano cree que sólo el poder de Dios mismo puede salvamos de nuestro estado de pecado. La afirmación que sorprende es que Dios ha actuado para redimir al mundo en la vida y muerte de Jesús. Todos necesitan aceptar este perdón divino para poder comenzar entonces a vivir una vida nueva y regenerada. La sociedad humana no estará verdaderamente redimida hasta que los individuos se vean así transfor-

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mados. El marxismo dice lo contrario: no puede haber una mejora real de las vidas individuales hasta que se haya producido un cambio radical en la sociedad. El sistema socioeconómico del capitalismo debe ser reemplazado por el comunismo. Dice que este cambio revolucionario es inevitable debido a las leyes del desarrollo histórico; lo que los individuos debieran hacer es unirse a este movimiento progresista y ayudar a mitigar los dolores del palia de la nueva era. Dentro de estas prescripciones rivales se hallan implícitas concepciones dispares de un futuro en el que la humanid,ld será redimida o regenerada. La concepción cristiana remite a un pueblo que es restituido al estado que Dios se propone que alcance, un estado en el que ese pueblo ama y obedece libremente a su hacedor. La vida nueva comienza tan pronto como el individuo acepta la salvación de Dios y se une a la comunidad cristiana, aunque el proceso debe completarse más allá de la muerte, pues los individuos y las comunidades son siempre imperfectas en esta vida. La concepción marxista remite a un futuro inscrito en este mundo, a una sociedad perfecta en la que las personas pueden convertirse en sus verdaderos sí mismos, no estando ya alienados por las condiciones económicas, sino actuando libremente en mutua cooperación. Tal es el fin de la historia, si bien no se debería esperar su realización inmediatamente después de la revolución; se precisará un estado de transición antes de que la fase superior de la sociedad comunista pueda darse. Tenemos aquí dos sistemas de creencias que presentan un alcance total. Tradicionalmente, los cristianos y los marxistas han afirmado ser poseedores de la verdad esencial del conjunto de la vida humana; han establecido algo acerca de la naturaleza de todos los seres humanos, en cualquier tiempo y lugar. Y estas cosmovisiones no reclaman un mero asentimiento intelectual, sino acción práctica; si creemos realmente en cualquiera de las dos teorías, deberíamos aceptar sus impl~caciones para el propio modo de vida y obrar en consonanCIa. Como último punto de comparación, conviene sellalar que para cada sistema de creencias ha existido una organización humana que reclama para sí la lealtad de los creyentes y 26

hace valer una cierta autoridad sobre la doctrina y la práctica. Para el cristianismo está la iglesia, y para el marxismo el partido comunista. O, para ser más exactos, han existido desde hace mucho tiempo iglesias cristianas rivales y una diversidad de partidos comunistas o marxistas. Cada uno afirma seguir la verdadera doctrina de su fundador, definiendo las versiones rivales de la teoría básica como ortodoxas y siguiendo diferentes políticas prácticas.

3.

OTRAS

«IDEOLOGÍAS»

SOBRE LA NATURALEZA

HUMANA

Mucha gente ha notado esta semejanza en estructura entre el cristianismo y el marxismo, y algunos han sugerido que el último es una religión tanto como el primero. Esto da que pensar tanto a los creyentes de los dos tipos, como a la persona no comprometida con ellos. ¿Por qué explicaciones tan diferentes de la naturaleza y el destino del ser humano tendrían que tener estructuras semejantes? Pero existen muchas más concepciones de la naturaleza humana que estas dos. Las teorías de los antiguos griegos, en especial de sus grandes filósofos Platón y Aristóteles, siguen influyendo en nosotros en la actualidad. Desde la emergencia de la ciencia moderna en el siglo XVII, diversos pensadores han intentado aplicar los métodos científicos (tal y como los entendieron) a la naturaleza humana -por ejemplo, Hobbes, Hume y los pensadores franceses de la Ilustración dieciochesca. Más recientemente, las teorías de la evolución de Datwin y las especulaciones psicoanalíticas de Freud han afectado fundamentalmente a nuestra comprensión de nosotros mismos. La biología y la psicología modernas otrecen una gran variedad de teorías supuestamente científicas acerca de la naturaleza animal y humana. Algunos distinguidos científicos, incluyendo a Skinner y a Lorenz, han ofrecido su propio diagnóstico de la condición humana, aparentemente sobre la base de su competencia científica. Fuera de la tradición occidental se han dado concepciones de la naturaleza hwnana chinas, hindúes y africanas, algunas 27

de las cuales siguen estando vigentes. El islam, a menudo considerado «oriental», y estrechamente vinculado al judaísmo y al cristianismo en sus orígenes, está experimentando un resurgimiento de su fuerza popular en la medida en que los pueblos de Oriente Medio expresan su rechazo de algunos aspectos de la cultura occidental, y ha ganado también influencia entre los afroamericanos. Como decrece la influencia de la teoría marxista, en Rusia hay algunos que han buscado orientarse por su pasado cristiano ortodoxo, y otros por una gran variedad de formas modernas de espiritualidad; en China, el confucianismo ha recibido una cierta re activación oficial. Algunas de estas concepciones están inscritas en las sociedades e instituciones humanas, como lo han estado el cristianismo y el marxismo. Si esto es así, no son meras teorías intelectuales, sino modos de vida susceptibles de cambio, crecimiento y decadencia. Un sistema de creencias acerca de la naturaleza humana sostenido por algún grupo de personas que considere que dicho sistema origina su modo de vida, es lo que comúnmente se denomina una «ideología». El cristianismo y el marxismo son seguramente ideologías en este sentido; incluso el subjetivismo de valores puede formar, como ya se ha señalado, la base ideológica del liberalismo político. Una ideología, pues, es más que una teoría, pero incluye alguna concepción teórica de la naturaleza humana. Lo que proponemos hacer en este libro es examinar ciertas influyentes teorías que afirman tener implicaciones prácticas para los asuntos humanos. No todas son ideologías, ya que no todas tienen el correspondiente grupo de gente que sostenga la teoría y que considere que origina su modo de vida. Pero las teorías que hemos seleccionado para discutir exhiben en su totalidad los principales elementos de esa estructura común que hemos visto en el cristianismo y en el marxismo: 1. ·2. 3. 4. 28

una teoría de fondo sobre el mundo; una teoría básica de la naturaleza de los seres humanos; un diagnóstico de lo que falla en nosotros; y una prescripción para enmendarIo.

Sólo las teorías que combinan tales ingredientes nos ofi-ecen la esperanza de solucionar los problemas de la humani· dad. Por ejemplo, la afirmación individual de que todos somos egoístas es un breve diagnóstico, pero no otrece manera de comprender por qué somos egoístas ni sugerencia alguna sobre si podemos y cómo podemos superar el egoísmo. La máxima de que todos deberíamos amamos los unos a los otros es una breve prescripción, pero no explica por qué lo encontramos tan difícil ni ayuda a 10grarIo. La teoría de la evolución, aunque tiene mucho que decir sobre los seres humanos y nuestro lugar en el universo, no da por sí misma ni diagnósticos ni prescripciones. Las teorías que examinamos comprenden las del cristianismo y Marx. También dirigimos la mirada hacia el hinduismo . y el confucianismo, antiguas tradiciones de India y China que siguen ejerciendo una gran influencia. Contemplamos la filosofía de Platón (en su mayor parte, tal y como aparece expues' ta en la República, uno de los mejores libros de todos los tiempos y una obra todavía fácil de leer) y la de Kant (uno de los más grandes filósofos). De entre los pensadores del siglo xx, examinamos a Freud (cuyas teorías psicoanalíticas tanto han afectado al pensamiento del siglo xx); al filósofo existencialista francés Sartre; a B. F. Skinner (un psicólogo estadounidense que atlrmaba tener la clave del condicionamiento de la conducta humana) y a Konrad Lorenz (un biólogo austriaco que intentó explicar la naturaleza humana en los términos de la evolución darwinista). En cada uno de los casos tratamos de esbozar sucintamente el trasfondo esencial, pero es imposible explorar las diversas variedades de cada tipo de teoría, especialmente en el caso de una «teoría» surgida de toda una cultura religiosa más que de un único pensador. Con las teorías psicológicas o biológicas modernas no podemos esperar estar al día en los últimos desarrollos, pues las fronteras científicas y especulativas están en continuo movimiento. Pero tal vez sea más importante en un libro introductorio concentrarse en cuestiones fundamentales de metodología, conceptos y valores, con la esperanza de equipar a los lectores para que puedan aplicar estas lecciones a futuras nuevas teorías. AsÍ, intentamos resumir claramente las ideas clave de cada teo-

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ría, interpretándolas a través de la estructura cuatripaltita antes bosquejada. Sugerimos una cuidada selección de lecturas adiciolules que son relevantes para cada teoría.

4. LA CRÍTICA DE TEORÍAS Al tiempo que exponer las ideas básicas de cada teoría, queremos sugerir algunas de las principales ditlcultades a las que se enfrentan. Así, en cada capítulo aparecerá alguna discusión crítica que alentará -esperamosa los lectores a seguir pensando por sí mismos. (En unos capítulos, la crítica sigue a la exposición; en otros, está entretejida con ella.) Antes de que comencemos nuestra tarea principal, revisaremos las posibilidades de valoración racional de estos controvertidos temas. Una vez más, será útil considerar primero los casos del cristianismo y del marxismo para ver qué suele suceder cuando criticamos teorías de la naturaleza humana. La afirmación cristiana más básica acerca de! universo, que Dios existe, se enfrenta, desde luego, a múltiples objeciones escépticas. Por escoger una de ellas, es seguro que el sufrimiento y el mal que se dan en e! mundo cuentan contra la existencia de Dios, tal y como es concebido según la tradición. Pues si Él es omnisciente, debe conocer el mal, y si es omnipotente, debe ser capaz de eliminado, de manera que, si es sumamente benevolente, ¿por qué no lo hace? En particular, ¿por qué no responde Dios a las plegarias de los creyentes para mitigar los diversos padecimientos que acontecen en todo e! mundo? La atlrmaeión marxista básica acerca del mundo -que se da un progreso inevitable en la historia del mundo a través de distintas etapas de desarrollo económicoestá tan expuesta al escepticismo como la anterior. ¿Es en absoluto plausible que tal progreso sea inevitable? ¿No depende de muchos factores que no son económicos y que no están predeterminados, tales como las contingencias de la política y las guerras? En concreto, no se han producido revoluciones comunistas en e! corazón del capitalismo -los Estados Unidos y los países industrializados de Europa occidental-, y los regímenes comunistas de Europa oriental han colapsado a tlnales del

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siglo xx. De manera que, ¿¡lO tenemos aquí una evidencia directa contra la teoría de Marx? Las afirmaciones cristianas y marxistas acerca de la naturaleza de las personas individuales también suscitan grandes problemas filosóficos. ¿Somos realmente libres y responsables de nuestras acciones? ¿O todo en nosotros está determinado por nuestra herencia, educación y entorno? ¿Puede la persona individual continuar existiendo después de la muerte? A la vista del hecho universal y obvio de la mortalidad humana, la supuesta evidencia de la supervivencia resulta una cuestión altamente controvertida. Mas ¿puede ser verdadera la concepción materialista de que los seres humanos están hechos nada más que de matelia, a la luz de nuestras distintivas capacidades mentales para percibir y sentir, pensar y razonar, discutir y decidir? También surgen dudas sobre las respectivas presClipciones para los problemas humanos. Desafia la razón humana ]a afirmación cristiana de que hay un hombre particular que es divino y que constituye e! medio de! que se vale Dios para su reconciliación con e! mundo. La creencia marxista de que la revolución comunista es la respuesta a los problemas de la humanidad adscribe casi tanto significado a un acontecimiento histórico particular como la concepción cristiana. En ninguno de los casos viene apoyada la afirnlación cósmica por la histOlia subsiguiente de esas comunidades, instituciones o naciones en las que se supone que surte efecto la regeneración prevista. Las iglesias cristianas y los distintos países gobernados por el comunismo han mostrado, en épocas pasadas las primeras y en el siglo xx los segundos, una mezcla de bien y mal como la que ha sido evidente en el resto de la historia humana. La práctica cristiana y la comunista no han eliminado e! desacuerdo, el egoísmo, la persecución, la tiranía, la tortura, e! asesinato ni la guerra.

5. DEFENSAS FRENTE A OBJECIONES: «SISTEMAS CERRADOS»

Estas objeciones comunes al cristianismo y al marxismo están bastante gastadas en la actualidad. Lo que resulta interesante es que la fe en ellos no ha desaparecido. La influencia

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del cristianismo ha sufrido una erosión a lo largo de los últimos siglos, pero sigue gozando de gran vitalidad. De una u otra forma, conserva el poder de convencer y convertir. Cierto es que el marxismo tiene en la actualidad menos defensores que antes (excepto, quizá, en China), pero contó con la lealtad de ,!1Ucha gente durante gran parte del siglo xx a pesar de sus obVIOSproblemas de principios y de práctica. Aun ahora,. algunos pod~ían argumentar que los regímenes de Europa onental no pUSIeron adecuadamente en práctica la teoría de Marx y que sus ideas básicas continúan siendo válidas. ¿ Cómo podría alguien seguir creyendo en el cristianismo y en el marxismo en vista de las objeciones comunes? En primer lugar, los creyentes buscan alguna manera de justitlcarlas. El cristiano afirma que Dios no siempre elimina el malo responde a nuestras plegarias, lo que es una torma de decir que lo que nos parece mal a nosotros puede ser lo mejor. Algunos marxistas sugirieron que en Occidente no ha habido revoluciones comunistas porque se «sobornó y despachó» a los obreros mediante la concesión de mejores niveles de vida, sin darse cuenta de que su verdadero interés residía en el derrocamiento del capitalismo. A las dudas sobre las respectivas prescripciones de estas ideologías, los creyentes pueden responder que la completa regeneración de la naturaleza humana está aún por llegar y que las terribles cosas sucedidas en la historia del cristianismo y el comunismo representan sólo una etapa más en el camino de la perfección. Al justitlcar de este modo las dificultades de la teoría y apelar al futuro como reivindicación, los creyentes pueden mantener su compromiso con algunos visos de plausibilidad. Los teóricos de las iglesias y de las «repúblicas populares» han adquirido mucha práctica en la justificación de los métodos de Dios o del partido gobernante.

En segundo lugar, el creyente puede ponerse a la defensiva atacando los motivos del crítico. Los cristianos suelen decir que aquellos que persisten en suscitar objeciones intelectuales al cristianismo están cegados por el pecado, que es su propia soberbia lo que les impide ver la luz. El marxista puede atIrmar que a aquellos que no reconocen la verdad del análisis marxista de la historia y de la sociedad les engaña su «falsa

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conciencia», y también puede decir que el modo capitalista de producción tiende a impedir que los que se benefician de él reconozcan la verdad de su sociedad. AsÍ, en caela caso, los motivos de! crítico pueden ser analizados en los términos de la misma teoría analizada en ese momento, y e! creyente, por tanto, puede intentar rechazar la crítica. En e! caso de la teoría freudiana -que ofrece su propia y distintiva manera de explicar las acciones y actitudes humanas-, este método de contraataque ffente a la crítica ha sido profusamente empleado. Las siguientes son dos maneras típicas de mantener una creencia a la luz de dificultades intelectuales. Si se defiende una teoría mediante estas estratagemas: 1. no permitiendo

que ninguna evidencia cuente en contra de la teoría, es decir, hallando siempre algún modo de justificar evidencias putativas contrarias, o 2. respondiendo a la crítica mediante e! análisis de los motivos del crítico en los términos de la propia teoría, entonces decimos que la teoría en cuestión se sostiene como un «sistema cerrado». Parece que el cristianismo, el marxismo y la teoría freudiana pueden ser mantenidos como sistemas cerrados, pero esto no significa afirmar que todos los cristianos, marxistas o ffeudianos sostienen su creencia de esta forma. ¿Por qué podría la gente querer mantener una creencia a la luz de dificultades conceptuales y evidencias contrarias? La inercia y la escasa disposición a admitir que se está equivocado deben de desempeñar aquí un papel impOliante. Si uno ha sido educado en una cierta creencia y en su modo de vida asociado, o si uno se ha convertido a ella y ha seguido sus preceptos, hace falta valor para cuestionar o abandonar el compromiso de una vida. Cuando una creencia es una ideología empleada para justificar el modo de vida de un grupo social, resulta ditlcil para los miembros de esa comunidad considerarIa objetivamente. Existen fuertes presiones sociales que conducen a seguir reconociéndola, y a los creyentes les resulta natural sostenerIa como un sistema cerrado. La gente esta-

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rá inclinada a sentir que su creencia, aunque expuesta a algunas dificultades teóricas, contiene cierta penetración vital, cierta visión de las verdades esenciales que poseen importancia práctica. Cuestionarla puede amenazar lo que otorga sentido, finalidad y esperanza a la propia vida y poner en peligro la propia posición social.

6.

LA ESPERANZA

DE UNA DISCUSIÓN

Y VALORACIÓN

RACIONALES

¿Es posible, por tanto, discutir diferentes teorías de la naturaleza humana de una manera racional y objetiva, como nos proponemos hacer en este libro? Pues, cuando tales teorías están inscritas en modos de vida, creer en ellas parece ir más allá del mero razonamiento. En último término se puede apelar a la fe o a la autoridad, a la pertenencia a una comunidad, a la lealtad o al compromiso: puede que no haya respuesta a las preguntas «¿Por qué debería creer esto?» y «¿Por qué debería aceptar esta autoridad?» que satisfaga a alguien que no sea ya miembro del grupo o tradición en cuestión o se sienta atraído por él. En el mundo contemporáneo, las tradiciones e ideologías rivales son tan influyentes como siempre. Los dogmas propios de un culto, los religiosos, políticos, nacionalistas, étnicos, psicoterapéuticos y los basados en el género son afirmados con grados diversos de agresividad o cortesía, crudeza o sofisticación. Los medios de comunicación de la denominada «aldea global» parecen unir culturas diferentes sólo en el sentido de la confrontación, no del diálogo. Los atractivos de la certeza, el compromiso, la «identidad» y la pertenencia a un grupo en una. comunidad fuertemente definida son tan poderosos como SIempre. El escepticismo resulta tentador como reacción a lo anterior. En nuestros días suele adoptar la forma intelectual del «relativismo cultural» o del «postmodemismo», según los cuales ninguna tradición cultural o concepción de la naturaleza humana en particular está más justificada racionalmente que otra. Uno de los más influyentes profetas de esta tendencia es el filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche, quien ha 34

sido descrito como el «maestro de la sospecha» porque siempre estuvo dispuesto (como Marx antes que él y Freud después) a diagnosticar un compromiso ideológico o una necesidad psicológica no reconocida detrás de las afirmaciones supuestamente «objetivas» sobre la verdad o la moralidad. Si saltamos a la conclusión de que no puede haber una discusión objetiva y racional de las teorías rivales de la naturaleza humana, el proyecto de este libro puede parecer condenado al hacaso desde el principio. Qtiero sugerir, sin embargo, que tal desesperación es prematura. Por una parte, no todas las teorías que discutimos son ideologías de un grupo social identificable, y en tales casos es menos probable que sean defendidas de esta manera tan estrecha de miras. Pero más importante resulta que, aun si una creencia se convierte en una ideología y es mantenida como un sistema cerrado, la valoración racional de ella sigue siendo posible para aquellos que estén dispuestos a intentado. Pues siempre podemos distinguir lo que alguien dice del motivo que tuvo esa persona para decido. El motivo puede tener relevancia si deseamos entender la personalidad de quien habla o algo sobre su sociedad. Pero si lo que nos importa ante todo es la verdad o la falsedad de lo que se dice y si hay buenas razones para creedo, el motivo es irrelevante. Las razones que el hablante puede ofrecer para algo no son necesariamente las mejores razones a las que se puede acceder para apoyado. Nada nos detendrá a la hora de discutir lo que se dice sobre la base de sus propios méritos. A pesar del desprecio de Nietzsche por la teoría del conocimiento y la filosofía moral (por expresado con la agudeza acostumbrada), despliega una doble norma en su propio pensamiento, pues tiene que presuponer que pose~ algún modo de conocer o justificar lo que él mismo afirma. El escribió: «La falsedad de un juicio no es para nosotros, necesariamente, una objeción a éste. La cuestión es hasta qué punto fomenta y preserva la vida, hasta qué punto preserva y aun reproduce la especie.» Por una parte, describe el juicio como falso, y, por otra, sugiere que puede tener algún otro tipo de virtud que incrementa la vida. Pero hómo sabe que es falso? No cabe duda de que se puede aceptar una proposición y ac-

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tuar basándose en ella al tiempo que se reconoce que puede resultar falsa -tal es la condición humana ordinaria. Pero si Nietzsche piensa que una afirmación es falsa o un juicio moral inaceptable, debería tener una idea de qué le jltStifiC{{ para mantener ese punto de vista. Nadie puede optar por algo sin razonar ni justificar: todos tenemos que efectuar nuestros propios juicios a la luz de las evidencias que nos resultan accesibles, incluyendo lo que los demás dicen sobre el asunto. El segundo rasgo de los sistemas cerrados -la técnica de responder a toda crítica atacando los motivos del crítico- es, pues, racionalmente insatisfactoria. Porque si lo que se discute es si una teoría es verdadera o si hay buenas razones para creerla, las objeciones que alguien pueda aducir contra ella deben ser respondidas fundándose en sus propios méritos, sin tener en cuenta sus posibles motivaciones. La motivación de alguien puede ser peculiar u objetable de algún modo, pero lo que la persona en cuestión dice puede ser verdadero y justificable mediante buenas razones. (La crítica no se refuta despreciando al crítico. Los críticos más anodinos son los que tienen -al menos en parte- razóll.) Y si se considera la motivación, analizarla en términos de la teoría que se está sometiendo a discusión es tanto como asumir la verdad de esa teoría, por lo que se incurre en una petición de principio. Una objeción a una teoría no puede ser vencida racionalmente limitándose a reafirmar una parte de ella.

7. LA VALIDEZ DE LAS PROPOSICIONES

El primer rasgo de los sistemas cerrados, que es el rechazo de todas las evidencias existentes que contradicen la teoría, debe ser tratado con cierta reserva. A menudo sentimos que tal «explicación" es tan sólo «justificación", que no resulta demasiado convincente excepto para aquellos que están dispuestos a creer en la teoría. (Consideren cómo los cristianos tratan de resolver el problema de por qué Dios no evita el sufi-imiento, o las dificultades de los marxistas al enfrentarse al problema de por qué no se han dado revoluciones en Occidente.) Debemos intentar decidir cuándo una explicación se-

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mejante es racionalmente justificable y cuándo es mera «justificación». Para hacerlo, debemos distinguir diferentes tipos de proposiciones que pueden introducirse como parte de una teoría.

7.1. Juicios de valor

En primer lugar, una proposición puede ser un juicio de valor que dice lo que debe ser el caso en lugar de una atlnnación fl Consideremos, por ejemplo, la afirmación de que todos los niños educados apropiadamente son buenos y considerados, o que en una sociedad más igualitaria los hombres no serían tan agresivos. Pero, entonces, nos vemos obligados a preguntar qué se supone que son exactamente las condiciones relevantes Y (qué es lo que constituye, en los ejemplos, una «educación ap.ropiada» o «una sociedad más igualitaria») y qué evidencias eXIsten que apoyen las afirmaciones hipotéticas (¿cómo podría alguien saber lo que sucedería en tales situaciones contraHcticas?). Tal vez lo que se quiera decir sea algo de la forma: «Siempre que los seres humanos no son X, sufren las consecuencias Z.» Aquí podemos tener tanto una generalización fáctica como un juicio de valor implícito acerca de la no deseabilidad de Z, por lo que deberíamos exigir evidencias que apoyen la pnmera y razones en favor de! segundo. La objetividad de los juicios de valor es, por supuesto, uno de los pro.blemas flmdamentales de la tilosofía, pero no lo estoy preJu~gando a9~í. Sólo apunto la necesidad de este tipo de cuestIOnes clanfIcadoras cuando se discute sobre la naturaleza humana.

7.2. Proposiciones analíticas Hay una segunda manera, muy diferente, en la que una proposición puede ser invulnerable a evidencias contrarias, y esto sucede cuando se trata de una cuestión de definición. Por ejemplo, si alguien dice que todos los seres humanos son animales, no está claro cómo podría contradecirlo cualquier evidencia concebible. Supongamos que alguien afirma, frente a la teoría de la evolución, que los animales y nosotros no tenemos un ancestro común. ¿No seguiríamos contarido como 38

animales, si bien de una clase especial, dado que nadie puede negar que vivimQs, nos alimentamos, nos reproducimos y morimos? Supongamos que se hicieran autómatas capaces de caminar y hablar, pero no de comer o reproducirse como nosotros. En ese caso, no serían animales. Podríamos tratados como personas si interactuasen con nosotros adecuadamente, de manera que estuvieran implicados los deseos, los sentimientos y la responsabilidad de las acciones, pero seguramente no pasarían por humanos. (Los alienÍgenas inteligentes también podrían pasar por personas, pero no serían humanos.) Parece como si no pudiera llamarse a nada ser humano excepto cuando se cuenta como un animal. Si es así, la proposición de que todos los seres humanos son animales no afirma nada acerca de los hechos, sino que se limita a revelar parte de los que significamos por la palabra «humano». Esta proposición es verdadera por definición y, en la terminología filosófica, se dice que es «analítica», esto es, su verdad depende meramente del análisis del significado de sus términos. Si una proposición es analítica en este sentido, no puede ser refutada por ninguna evidencia concebible, pero tampoco puede ser demostrada por evidencia alguna, ya que no intenta decir nad
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