09-Calino y Tirteo

November 19, 2017 | Author: Franagraz | Category: Sparta, Ancient Greece, Homer, Poetry, Society
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CALINO Y TIRTEO ISBN 978-84-9822-770-3 Carmen Barrigón [email protected]

THESAURUS: Calino. Tirteo. Valor guerreo. Areté. Gloria. Morir por la patria.

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS: Poesía yámbica y elegíaca

RESUMEN DEL ARTÍCULO: Calino y Tirteo son dos poetas griegos del siglo VII a.C. a quienes los eruditos de la Antigüedad les atribuyeron junto con Arquíloco la creación de la poesía elegíaca. De su obra se conservan solo unos pocos fragmentos fundamentalmente de carácter parenético, en los que elogian el coraje en la batalla en defensa del honor, la patria, los hijos y la esposa. Exhortan a los jóvenes a luchar porque consideran que el valor que muestra el guerrero que se enfrenta al enemigo en defensa de su patria constituye la verdadera areté. Para ambos poetas el kléos sigue siendo lo que distingue a un hombre de otro, pero para conseguirlo es necesario desechar las empresas personales y llevar a cabo acciones que beneficien a la ciudad, es decir, dirigidas al bien común.

ARTÍCULO: La vida de Calino y Tirteo transcurre en el siglo VII a.C. y su obra está estrechamente ligada a la realidad histórica del momento. Sus versos reflejan los cambios socio-políticos, los avances en el sistema hoplítico y los enfrentamientos bélicos de su época pero, sobre todo, el cambio operado en el comportamiento del individuo que vive por y para la pólis y lucha por unos nuevos ideales, y el nuevo papel que asume el poeta como emisario del devenir histórico y guía de los ciudadanos. El siglo VII a.C. es decisivo para la historia del mundo griego porque se van a consolidar definitivamente todas aquellas transformaciones que habían visto la luz en los siglos precedentes. En efecto, a lo largo del siglo IX a.C. se había iniciado un lento pero efectivo proceso de recuperación de la situación de atraso y decadencia que

había caracterizado a la época oscura mediante una serie de profundos e importantes cambios que afectaron a todos los órdenes de la vida y que se fueron afianzando en el transcurso del siglo siguiente. Este “renacimiento griego” se plasma en la reaparición de la escritura, en el resurgimiento del comercio, en una paulatina recuperación económica animada por la acuñación de la moneda, en un crecimiento demográfico que provoca una aceleración de la colonización y en la gestación de una nueva forma de organización política que iba a marcar de forma definitiva el propio desarrollo de la historia de Grecia, la pólis. Con el nacimiento de la pólis, una entidad política y moral, una comunidad de hombres, donde todo giraba alrededor de la condición de ciudadano y en la cual sobresalía lo público frente a lo privado, se creó una nueva moral entre los individuos, ahora llamados polîtai. El paso de la familia a la pólis como ámbito de pertenencia cambia el comportamiento del individuo condicionado por su común participación en los órganos político-militares de la ciudad, de modo que prima el bien colectivo frente a las propias exigencias. Parejo al nacimiento de la pólis se desarrolla el cuerpo hoplítico, cuya técnica de combate en falange señala un cambio sustancial en la sociedad griega, no tanto sobre el plano de la táctica militar, cuanto a nivel de estructuración de la sociedad y de la organización política. En efecto, este nuevo sistema de combate comporta un férreo adiestramiento y la formación de un cuerpo especializado, que constituye una masa compacta capaz de ejercer una gran fuerza de choque, de resistencia, de habilidad guerrera y, sobre todo, de solidaridad. En la confrontación hoplítica está presente el carácter de desafío ritual para la conquista del honor, lo cual era conveniente para la mentalidad lúdica y agonística de los griegos. De este modo, cuando en el 370 a.C. se creó la llamada “falange sagrada tebana”, no fue otra cosa que la ejemplificación de la tendencia de la ideología guerrera a considerar la fuerza armada hoplítica un cuerpo consagrado y vinculado por juramento que combatía como una forma especial de público sacrificio de sí mismo. El sistema de valores de los hoplitas y el relativo código del honor eran, obviamente, fuertes para sostener y reforzar la ritualización del cuerpo de guerreros. Autodisciplina y autocontrol a la vez que coordinación rítmica, cohesión, sacrificio propio, solidaridad, valor y coraje eran cualidades incentivadas con el fin de mantener el orden, la disciplina y el ardor en el campo de batalla. La traducción más fiel, en términos políticos, de este código hoplítico que simbolizaba la solidaridad disciplinada de la comunidad cívica, fue encontrada en el concepto de Eunomía, es decir, en la observancia disciplinada de las reglas convenidas.

La técnica aristocrática de combate individual fue sustituida por la falange o fila ordenada de guerreros en la que se apoyan unos a otros con sus escudos y lanzas. Lo que importaba ahora era el mantenimiento de la disciplina dentro de la táctica colectiva que exigía una armonía completa de movimientos de ataque y defensa. El valor personal y la destreza de los viejos héroes aristocráticos pasa a ocupar un segundo lugar. La defensa de la pólis implicaba ahora a una gran parte de los miembros de la comunidad, muchos de los cuales podían ya costearse el equipamiento militar adecuado, se convierte en una tarea de todos los ciudadanos que anónimamente y sin aspiraciones de gloria personal debían cooperar para defender esta comunidad estrechándose, así, los vínculos entre los distintos estamentos de la sociedad. En esta comunidad, cuyos miembros tienen vivo el sentido de participación en la vida pública, el guerrero es un elemento imprescindible en cuanto representa el compromiso de defender dicha comunidad. Estos avances propician el paso del ideal de la areté heroica de Homero al del sacrificio consciente del individuo por la comunidad. Por su utilidad a la ciudad se ensalza el valor guerrero y el individuo no sobresale por ninguna otra cualidad intrínseca. Esta época de nacimientos y resurgimientos también afecta a las creaciones literarias que tienen que adecuarse a las variadas situaciones del individuo en la pólis griega. Los cambios sociales y políticos repercuten en el papel que el poeta asume en la sociedad y, en consecuencia, en el modo en que manifiesta su actitud a través de sus versos. En este sentido, la época arcaica contempló el nacimiento de una serie de manifestaciones literarias y artísticas que iban a marcar las pautas de desarrollo de toda la civilización griega posterior. Surge la poesía lírica, importante documento histórico y cultural, ya que sirve como testimonio del período de desarrollo y consolidación de las póleis desde finales del siglo VIII hasta comienzos del V a.C. La poesía lírica ocupa un papel privilegiado en estas nuevas comunidades que van reforzando su identidad alrededor del fenómeno religioso y van afianzando sus creencias y tradiciones a través de cultos y ritos en los que el canto y las manifestaciones musicales son fundamentales. La poesía lírica griega se articula en una extensa variedad de géneros, en función del metro, de la modalidad de ejecución y de la ocasión. Entre ellos destaca la elegía, una composición poética en la que van a sobresalir, en el siglo VII a.C., dos poetas de ámbitos geográficos muy distintos: el jonio Calino y el espartano Tirteo. La poesía elegíaca pragmática por su función y por su punto de vista parenético, tiene un auditorio menos oficial y menos escogido que el del rapsoda y se desarrolla en el ambiente del kômos, del simposio en general, entre las vicisitudes del ambiente bélico y político. En cierto modo, es una poesía comprometida con los

problemas sociales de la comunidad y es idónea para expresar contenidos conectados con las transformaciones socio-políticas y económicas de la pólis arcaica. Tanto Calino como Tirteo son testigos excepcionales de una época de cambios, y aunque no es mucha la información que nos proporcionan de forma directa, constituyen un testimonio nada despreciable sobre la mentalidad de las comunidades de las que se sienten miembros efectivos. No es nada raro comprobar que una producción literaria está vinculada a sus circunstancias históricas y sociales. En esta nueva sociedad se asigna al poeta un papel activo y personal y su poesía refleja los cambios y el modo de contemplar la realidad. Efectivamente, la implicación de ambos poetas en los avatares políticos de sus respectivas patrias, justifica el que se les haya considerado impulsores de nuevas circunstancias históricas a través de una participación muy activa. Calino es testigo excepcional de la invasión de los Cimerios y Tirteo del cambio decisivo producido en la sociedad espartana y en su sistema de valores. Esto les lleva a ocupar una posición preeminente en la sociedad más allá del mero entretenimiento o de la queja personal ante una situación inestable. Se convierten en guías de los ciudadanos proporcionándoles unas normas de comportamiento y despertando en ellos la conciencia histórica, como si fueran heraldos de la realidad. Aunque sometidos a los fuertes condicionamientos de su entorno social y a los condicionamientos que la ocasión ejerce en toda composición poética, han sabido reforzar la identidad del individuo como miembro de la comunidad.

CALINO DE ÉFESO Las colonias jonias diseminadas a lo largo de la costa de Asia Menor conocerán un notable desarrollo económico, político y cultural entre los siglos VIII y VI a.C, lo cual se refleja en una riquísima vida literaria, de la cual Calino es un ejemplo significativo. Es un poeta del que prácticamente no se nos han transmitido datos biográficos, seguramente porque de él también los antiguos parecen desconocerlo casi todo. La ciudad originaria o de adopción de Calino sería Éfeso a la luz de los testimonios de Estrabón y de Focio. Este último, citando a Proclo, menciona a Calino, entre los poetas que escribieron en metro elegíaco, como oriundo de Éfeso, haciéndose eco de una tradición ya patente en Estrabón cuando en su Geografía (XIV 1.4) recuerda a Calino como testimonio de la costumbre de llamar “esmirneos” también a los habitantes de Éfeso como consecuencia de las estrechas relaciones que mantuvieron estas dos ciudades, y de ello parece quedar constancia en una plegaria dirigida a Zeus, probablemente ante el temor de una inminente invasión (fr. 2+2aW= 2G.-P)

“piedad para los esmirneos … … … Recuerda si alguna vez bellos muslos de buey

Su datación es más o menos coincidente con la de Arquíloco, con quien compartió su experiencia sobre los cimerios y sus hazañas. Su vida transcurre en la primera mitad del siglo VII a.C. El punto de referencia para su cronología es la invasión, alrededor del año 670 a.C., del pueblo semilegendario de los Cimerios, conocido también por Homero, ya que precisamente es su amenaza la que sirve de trasfondo al fragmento más extenso conservado de este poeta. Es un pueblo nómada asentado al Norte del mar Negro que, al inicio del siglo VII a.C., entra en contacto con los frigios, los magnesios y los lidios, según refiere Heródoto (I 6.3), y devasta junto a los Treres algunas ciudades griegas de Asia Menor. Sobre la obra de Calino no tenemos mucha información, ya que apenas si se conservan cuatro fragmentos, la mayoría con uno solo verso, aunque para los eruditos de la Antigüedad fue uno de los posibles creadores de la elegía, junto a Arquíloco y Tirteo. El conocimiento de su poesía nos viene a través del fragmento más extenso conservado (fr. 1W= 1G.-P). Consta de 21 versos y se nos han transmitido junto a otros textos de Tirteo en la sección del “elogio al valor” de la Antologia de Estobeo (IV 10.12). Es por tanto, el fragmento elegíaco más significativo del poeta jonio y el más antiguo testimonio de la elegía guerrera simposíaca de carácter parenético, en cuanto se resuelve esencialmente en la exhortación a los jóvenes para que se batan con coraje en defensa de la patria.

¿Hasta cuando vais a permanecer pasivos? ¿Cuándo vais a tener valeroso el ánimo, vosotros, jóvenes? ¿No sentís vergüenza ante vuestros vecinos mientras permanecéis inertes? Creéis estar en período de paz y entretanto la guerra ha invadido toda vuestra tierra

*** y que cada uno antes de morir arroje su último dardo, pues es un espléndido honor para un hombre combatir contra los enemigos, por su tierra, sus hijos y su esposa legítima. La muerte llegará en el momento en que las Moiras la hilen; pero ahora, cada uno avance derecho blandiendo la lanza y su fuerte corazón bajo el escudo cubierto, tan pronto como se trabe el combate; pues no está establecido para el hombre escapar de la muerte predestinada ni aunque sea el descendiente de antepasados inmortales. Con frecuencia, retorna después de salir indemne de la batalla y del fragor de los dardos y en su casa le alcanza el destino de la muerte; pero éste no es amado ni añorado por su pueblo, en cambio, al otro, el humilde y el poderoso lo lloran, si algo le sucede; pues todos echan en falta al hombre valeroso si muere y, si vive es igual a un semidiós. Como a una torre lo contemplan con sus ojos:

es uno sólo, pero realiza empresas dignas de muchos.

Calino dirige una vibrante exhortación a los jóvenes para que combatan en un momento de gran dificultad, cuando la guerra “ha invadido toda su tierra” (v.4). El peligro temido por el poeta es el de los Cimerios, que como testimonian fuentes asirias lograron penetrar en Éfeso e incendiar el templo de la diosa Ártemis. El poeta frente a la violencia incontrolada y “bárbara” de este pueblo del norte opone la solidez de la ética que premia el valor, el coraje en la batalla en defensa del honor, la patria, los hijos y la esposa (vv. 6-7). Pero, sobre todo, la motivación a combatir y a vencer el miedo es buscada en el conocimiento compartido del poeta y de su público sobre la inestabilidad de la muerte. A través de una serie de versos gnómicos, tupidos de ecos de la tradición poética, Calino recuerda a los jóvenes soldados que no es dado a conocer el día de la muerte y evitarla tampoco se le ha concedido a los hombres, ni aunque sean de estirpe inmortal (vv. 8-13). Sin embargo, a quienes logran sobrevivir a la batalla les está destinado regresar a su casa, para lo cual es imprescindible poseer un espíritu fuerte y valeroso, y su premio consiste en alcanzar la condición de semidioses y servir de ejemplo a un pueblo entero. Claramente, el poeta está asumiendo el valor fundamental de la ética cívica de la época. A lo largo de estos versos se va constituyendo uno de los temas fundamentales de la elegía arcaica: la exhortación al valor, la incitación y al mismo tiempo la descripción de la batalla hoplítica en sus distintas fases. En este sentido, muestra vínculos particularmente fuertes y significativos con la épica a través de motivos típicos de esta variedad compositiva, ya conocidos desde Homero: primacía de la defensa de lo que es propio de cada uno, el respeto entre conciudadanos, la admonición al valor, el sentido de la vergüenza de los jóvenes guerreros y, finalmente, el tema de la gloria, entendida como recompensa. Calino evoca de una forma muy directa el mundo de Homero: por ejemplo, en el contexto patriótico y de autosacrificio nos recuerda a Héctor y hay una reminiscencia de las palabras que éste dirige a Andrómaca (Ilíada VI, 487 ss) cuando dice que la muerte espera igual al valiente que al cobarde. Este vínculo tan estrecho con el epos a nivel de sentimientos se aprecia igualmente en la lengua, en la dicción y en el sistema formular. La lengua presenta algunas formas idiomáticas propias del jónico de Asia, mientras otras son propias de la dicción épica en sentido estricto. El epos está presente no sólo en el sistema formular sino también en la construcción de imágenes

tópicas, como la del combatiente que como una “torre” llega a ser baluarte de defensa y su valor iguala al de muchos hombres (cf. Odisea XI, 556, sobre Ayax). Pero aunque es verdad que la elegía guerrera en general y Calino, en particular, muestran una dependencia del epos, hoy día existe la creencia de que la elegía es la matriz de la que depende parte de la dicción épica, en la que están presentes temas o situaciones características de la elegía (cf. Aloni 2007, 157).

TIRTEO Hacia la mitad del siglo VIII a.C, numerosas ciudades del Peloponeso griego en expansión tuvieron que hacer frente al excesivo incremento de la población que afectaba a toda Grecia. Los espartanos afrontaron el problema ocupando zonas colindantes, en este caso las tierras de Mesenia, cuya fertilidad pone de manifiesto Tirteo cuando dice “buenas para arar y sembrar”. Los territorios conquistados a Mesenia fueron divididos en lotes, distribuidos entre los espartanos y cultivados por los hilotas. El sometimiento de esta región vecina y la explotación agraria de su territorio provoca que Esparta, desde finales del siglo VIII a.C. y a lo largo del siglo VII a.C, viviera un momento de gran prosperidad que se refleja en un extraordinario florecimiento cultural. Pero, como es lógico, esta situación conduce a la rebelión de la población mesenia desembocando en dos guerras, la primera de las cuales la tradición sitúa en época del rey Teopompo, a finales del siglo VIII a.C. (entre el 730 y el 710 a.C.) y la segunda a mediados del siglo VII a.C, precisamente, en la época en la que se desarrolla la actividad poética de Tirteo (640-637 a.C.). Cualquiera que haya sido el papel desempeñado por el poeta en la vida política griega, es difícil negarle un origen espartano en virtud de diversos testimonios biográficos y de los numerosos indicios internos de su corpus poético. Por ejemplo, en sus fragmentos el poeta se asimila a la estirpe de los Heraclidas y no disocia sus sentimientos de los de otros ciudadanos espartanos. Sin embargo, entorno a su figura se difunden desde la antigüedad y hasta el siglo XIX una serie de informaciones biográficas en las que los rasgos legendarios se mezclan con los meramente históricos afectando, sobre todo, a su origen, su profesión e incluso a su físico. El hecho de que en Esparta se hablase el dialecto dorio pudo provocar el que desde la Antigüedad se le negara dicho origen. Platón lo reclamó para Atenas (Leyes 629a) y de este supuesto origen ateniense del poeta se hicieron eco muchos escritores posteriores, según los cuales habría sido traído desde Atenas por los espartanos, siguiendo las instrucciones de un oráculo de Delfos, no sólo como poeta capaz de movilizar con sus palabras a los guerreros frente a los mesenios, sino como general para dirigir a sus hoplitas. Estas mismas fuentes van forjando una figura del poeta dejándose llevar por la imaginación.

Así, Pausanias (IV 15,6) lo describe como maestro de letras dotado de poco seso y cojo de una pierna, y Porfirio (ad Hor. art. poet. 402) va más allá hablando de una deformidad que afectaba a parte de sus miembros. Junto a esta procedencia, que ya rechazó Estrabón (VIII 4.10), ha gozado también de cierta credibilidad entre los estudiosos modernos la hipótesis de un origen milesio, que recoge el léxico bizantino Suda, basándose en la supuesta incongruencia del uso del dialecto jónico en la dórica Esparta y en que la forma y el contenido de su poesía aparecen estrechamente ligados al epos y son demasiadas las afinidades con Calino. Aunque no es fácil determinar hasta que punto la lengua del poeta pudo influir en la asignación de estos diferentes orígenes, lo cierto es que ésta no nos sirve para establecer conclusiones referentes a la patria de Tirteo; primero, porque se trata de una tradición poética sometida a las limitaciones propias del género y, segundo, porque las formas dialectales que aparecen presentan peculiaridades en la transmisión manuscrita que hacen problemática su interpretación. Según se desprende de los propios fragmentos poéticos conservados, parece que estamos ante un poeta local que hace gala de mostrarse como un ciudadano perfectamente identificado con su comunidad espartana, en la que ejerce un papel activo en períodos convulsos. Efectivamente, Tirteo vive en un período de profunda crisis en Esparta. El peso de la nueva guerra mesenia aumenta el distanciamiento entre ricos y pobres, que se ven incitados a solicitar una redistribución más equitativa de la tierra. El poeta no puede permanecer impasible ante el endurecimiento de los conflictos y el aumento de los desequilibrios sociales en su patria, y es en este contexto en el que debemos situar la parénesis político-militar de su poesía, dirigida a reivindicar el valor del buen gobierno como única posición de salvación frente al enemigo. Cuando se analiza la poesía arcaica conservada de modo fragmentario siempre se nos plantea la cuestión de la posible unidad de las composiciones, su pertenencia a diferentes partes, si se recogían en libros o si los títulos con los que se las conoce los ha dado el poeta. Según el léxico Suda, las obras de Tirteo fueron recogidas en cinco libros que comprendían “exhortaciones mediante elegías” (Hypothekai di’ elegeías) y “cantos de guerra” (méle polemistéria) y, quizás también, si hacemos caso a Ateneo (XIV 630f), “cantos de marcha”, quien recuerda que los espartanos marchaban recitando las composiciones de Tirteo aprendidas de memoria. Los méle polemistéria de Tirteo enlazan con una tradición de cantos de batalla conocidos como embatéria, que acompañaban el ritmo de marcha, escritos en dialecto dorio y estructura métrica anapéstica.

De su obra la tradición indirecta conserva veintitrés fragmentos con un total de ciento cincuenta versos. Unos poemas ensalzan los fundamentos de la organización política y social de Esparta, y otros contienen exhortaciones al combate, con términos estrechamente vinculados a la tradición homérica, pero usados con fuertes connotaciones ideológicas. Los primeros aparecen en los testimonios de la antigüedad con el título independiente de Eunomía (“el buen gobierno”) que celebraba la constitución espartana. No es el nombre que le dio Tirteo sino una denominación que en el mundo antiguo se aplicaba con relativa frecuencia a una situación -con este título se le atribuyen elegías también a otros elegíacos-. Una de las elegías más extensas (fr. 10 W=6-7 G.-P) pertenece al conjunto de las Exhortaciones y se nos ha transmitido a través del orador Licurgo (Contra Leócrates 106-107) en un amplio excursus dedicado a Tirteo y a la costumbre de los espartanos de recitar los poemas delante de la tienda del rey antes de la batalla. Este uso espartano estaba sustentado por la determinación de una ideología en la que cada individuo solidariamente ponía todo su empeño para el bien común, para la salvación de todo el batallón hoplítico; pero además, pone de manifiesto el carácter funcional de la poesía en la sociedad griega. La palabra del poeta ejerce una influencia inmediata y directa sobre los grupos implicados en la actividad político-militar. Tirteo es consciente de su papel y del efecto que producen sus palabras en el auditorio, por ello no es de extrañar que las fuentes antiguas destaquen el ardor guerrero que infundía en los hoplitas escuchar y recitar las composiciones tirteicas. El poema se mueve en un clima de parénesis guerrera. Es la areté homérica aplicada al ambiente colectivo de Esparta, donde la virtud individual se manifiesta en el interior de la falange de los hoplitas. La idea central es la tradicional de la vergüenza que se reserva a los jóvenes que huyen de la batalla, abandonando a los hombres de más edad. Hermosa es la muerte para el hombre que cae en las primeras filas valiente luchando por su patria, en cambio, dejar la propia ciudad y los fértiles campos y mendiga, es lo más doloroso de todo: vagar con la madre querida y el anciano padre con los hijos pequeños y la esposa legítima. Odiado por quienes encuentra al lugar donde llega, empujado a la indigencia y a la odiosa pobreza, deshonra a su linaje, envilece su noble figura, y toda clase de infamias y vilezas lo sigue. Pero si, hasta ese punto, para el hombre errante no hay ninguna atención ni respeto, ni consideración ni compasión. ¡Luchemos con coraje por esta tierra y por nuestros hijos muramos, sin escatimar nuestras vidas. ¡Jóvenes! Combatid resistiendo unos junto a otros, no deis inicio a una fuga cobarde ni a la derrota engrandeced y fortaleced el ánimo en vuestro pecho

y no tengáis apego a la vida en el encuentro con el enemigo. A los de más edad, cuyas rodillas ya no son ágiles, a los ancianos, no los abandonéis en la huída. Pues es vergonzoso que, caído en las primeras filas yazca en tierra por delante de los jóvenes un hombre de más edad con la cabeza ya blanca y la barba canosa, exhalando su valeroso ardor en el polvo, mientras tiene entre las manos los genitales ensangrentados -infamia que indigna a quien lo ve con sus ojosy el cuerpo desnudo; pero para el joven todo es digno, mientras posee la espléndida flor de la amable juventud. Lo admiran los hombres que lo ven, es deseable para las mujeres cuando está vivo; es bello cuando cae en las primeras filas. ¡Que cada uno, con las piernas bien abiertas, permanezca firme, apoyado en el suelo con los dos pies, mordiéndose el labio con los dientes.

A través de estas palabras, el poeta también pone de manifiesto que los jóvenes no están a la altura de las generaciones precedentes, a la vez que la visión escandalosa que supone a la colectividad el cadáver tendido de un anciano, le sirve para contraponerla a la muerte bella y gloriosa del joven, que confiere a su cuerpo caído un halo de gloria y de esplendor, que le permite permanecer en el recuerdo colectivo. La segunda elegía de tema militar (fr.11W= 8G.-P) recogida en el libro IV de la Antología de Estobeo, es un llamamiento en un momento de extrema angustia y muestra, de manera especial, la directa relación entre el poema y la situación histórica. Se conservan treinta y ocho versos a través de los cuales exhorta a los guerreros a la lucha y recuerda a los espartanos que son descendientes de Heracles, que conocen la victoria y la derrota y que aquellos que permanecen firmes en la formación de los hoplitas son los que principalmente se salvan. Pero este fragmento tiene valor, además, por ser una de las primeras referencias literarias sobre el sistema de combate hoplítico, consistente, fundamentalmente, en el enfrentamiento de dos masas de combatientes, falanges, cuyos miembros portaban casco, coraza y grebas como armas defensivas y lanza y espada como armas ofensivas. En el momento del choque los hoplitas debían mantener la formación lo más ordenada posible utilizando los escudos tanto de parapeto como de ariete ejerciendo un fuerte empuje contra los enemigos, “escudo contra escudo…casco contra casco” como dice Tirteo. La historia de la elegía arcaica coincide con la formación y el desarrollo de la pólis, un modelo de organización social, político y económico en el cual bajo cada individuo prevalecen las prerrogativas y los intereses de toda la comunidad. Tirteo muestra en otro de sus fragmentos, igualmente transmitido por Estobeo (IV 10) el tema dominante del bien común (fr. 12W= 9 G.-P). Los valores individuales y aristocráticos aún presentes en la tradición épica se presentan ahora a través de un hilo conductor colectivo que orienta y determina la ética pública del ciudadano arcaico. El kléos sigue

siendo lo que distingue a un hombre de otro, pero para conseguirlo es preciso llevar a cabo acciones que beneficien a la ciudad, y no empresas personales. En esta elegía de cuarenta y cuatro versos el éxito deportivo y la efímera gloria que concede es puesta en relación con la auténtica areté que consigue el hombre valeroso. Para Tirteo el valor supremo reside en el valor de quien combate por la patria, ésta es la verdadera areté. La primera y fundamental virtud de un ciudadano es el valor en la batalla como componente de la tropa. Esta es la esencia de una sociedad donde ser ciudadano coincide con ser soldado, y el valor le infunde la capacidad de soportar el combate en sus fases más cruentas, lo obliga a permanecer firme en primera línea de la falange, a no ceder al terror ni a la fuga que comporta la derrota y la vergüenza para todos los demás, pero sobre todo le ayuda a incitar el propio compañerismo e infundir coraje y ardor al resto de los hoplitas. Es una crítica radical a la ideología heroica tradicional. Recordemos que el héroe homérico combatía para obtener honor y gloria para sí mismo, para mostrar su propio valor. Frente a esto, Tirteo con el fin de exaltar el valor guerrero multiplica los valores que le parecen ficticios y los refuta uno a uno. Comienza diciendo que no va a recordar ni a tener en cuenta a un hombre ni por la velocidad de los pies o la fuerza en la lucha, ni aunque tuviera la estatura y la fuerza de los Cíclopes. Después, enumera un elenco de cualidades de algunas figuras míticas e históricas que para el poeta no sirven para atestiguar el verdadero valor de un hombre, es decir, la areté. Aspecto, fuerza, velocidad, belleza, riqueza, poder, elocuencia, no son nada frente al valor de quien combate por la patria. La areté solo la logra el guerrero que se enfrenta valientemente al adversario. Tanto en la muerte como en la vida éste recibe los máximos honores. Por su origen el género elegíaco se encuentra vinculado al dialecto jonio de Asia Menor de los siglos VII-VI a.C. En el caso de Tirteo, de cuna espartana, este dialecto alcanza una significación específica y constituye la base fundamental de su lengua. Junto a este componente adquiere gran relevancia la lengua homérica mientras los rasgos de su lengua materna, el laconio, no pasan de ser hipotéticos, bien porque ya están en la épica, bien porque admiten otras explicaciones.

En definitiva, Calino y Tirteo participan de la creación de aquella elegía política que se escuchó mientras la pólis griega tuvo una vida propia y el orador aún no había reemplazado al poeta. El primero defendió la gloria como recompensa del hombre que muere en combate, mientras el segundo elevó la areté al valor supremo del individuo. Tras considerar las victorias atléticas, el vigor físico, la rapidez de los pies, la belleza física, el esplendor real y la elocuencia concluye que la areté consiste

en morir por la patria. El prototipo de anèr agathós es el guerrero valeroso que no abandona la formación, lucha cuerpo a cuerpo con los compañeros y muere en primera fila combatiendo por su ciudad. En ambos poetas se aprecia una evolución en el ideal de la areté homérica y en Tirteo un cambio en la táctica bélica: el guerrero homérico que sale de la formación para retar a duelo a sus enemigos se ha sustituido por la falange de los hoplitas, cuya fuerza se sustenta sobre la permanencia en su sitio de cada combatiente, que al sentirse implicado en la defensa de la pólis cambia la gloria individual por la victoria colectiva. Areté y agathós son los dos términos que designan en Homero las cualidades humanas más altamente estimadas. Ambos representan al guerrero capacitado y valiente que, en tiempo de confrontaciones, obtiene el éxito y goza de las ventajas sociales inherentes a su condición. La Ilíada nos traslada a una época dominada sobre todo por el ideal de la areté heroica y nos ofrece una imagen del héroe cuyo marco exclusivo es el campo de batalla. Por ello, en una sociedad de guerreros, el criterio decisivo de la areté es el valor y la capacidad del soldado, a quien el éxito le acompaña. Pero cuando los héroes homéricos luchan lo hacen de forma individual, es un combate personalizado, en el que no importa tanto matar a un enemigo cuanto añadir honor al propio honor dando muerte a un antagonista ilustre. En su sistema de valores el honor era la virtud más excelsa por la que el héroe homérico lucha incluso a costa de su propia vida, y la pérdida del honor, era el desastre más intolerante que podía sucederle. La muerte gloriosa y valerosa impregna al héroe homérico con cualidades que le permiten trascender su finitud y perdurar en el recuerdo. Pero el hoplita que en las filas de su falange lucha espalda contra espalda, escudo contra escudo, no es ya el héroe de la epopeya homérica. Solo se le exige que permanezca firme, sin abandonar su fila, y no que se cubra de gloria gracias al combate individual y, aunque morir es bello cuando se cae en primera fila, también es imprescindible que sea en defensa de la patria y por el bien de la colectividad. Los poemas tirteicos evocan los ideales heroicos de la vergüenza y deshonor que significaba la cobardía, cuando el poeta exhorta a los jóvenes guerreros a luchar en defensa de su patria, pero sus acciones no están valoradas del mismo modo que en la épica, deben estar encaminadas para defender el bien común como miembros de la pólis y afectan tanto a jóvenes como a ancianos. Para Tirteo, el más viejo y el más venerable cuya muerte contrasta con la del más joven no es el desgraciado anciano evocado por Príamo, sino un valeroso hoplita, lleno de ardor, valor y coraje, capaz de luchar y morir en primera fila, en el lugar ocupado normalmente en la falange por los néoi. En ello reside la auténtica areté

para estos elegíacos: el valor guerrero ha trascendido la areté homérica para aplicarse al marco de la colectividad en el interior de la falange hoplítica y en aras del bien común.

SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

1. EDICIONES Y TRADUCCIONES: CAMPBELL, D. A., Greek Elegiac Poetry, Cambridge, Mass 1999 CAVALLI, M., Lirici greci. Poeti elegiaci, Milán 1992. FERRATÉ, J., Líricos griegos arcaicos, Barcelona, El Acantilado, 20002, pp. 46-59. GENTILI, B.- PRATO, C., Poetae Elegiaci. Testimonia et fragmenta, Leipzig, Teubner, I, 1979; II, 1985 (20002). GERBER, D. E., Greek Elegiac Poetry: from the seventh to the fith centuries Bc, Cambridge (Mass.)- Londres, vol. VIII: Loeb, 1999. PRATO, C., Tirteo, introduzione, testo critico, testimonianze e commento, Ed. dell’Ateneo, Roma 1968. RODRÍGUEZ ADRADOS, F., Líricos griegos. Elegíacos y yambógrafos arcaicos, I-II, Madrid, Alma Mater,19812. SUÁREZ DE LA TORRE, E., Antología de la lírica griega arcaica, Madrid, Cátedra, 2002, pp. 103-112. VOX, O., Lirica Greca, Bari, Levante, 1998. WEST, M. L., Iambi et Elegi Graeci ante Alexandrum Cantati, Oxford, I, 19892; II, 19922.

2. SELECCIÓN DE ESTUDIOS ALONI, A., L'elegia greca e l'epigramma dalle origini al V secolo : con un'appendice sulla "nuova" elegia di Archiloco, Florencia 2007. BOWRA, C. M., Early Greek Elegists, Cambridge, Mass, 1935 (reimp. 1960). CASILLAS BORRADILLO, J.M., “Tirteo: aproximación al contenido histórico de los poemas 4D+6+7D”, Actas XXX Coloquio Estudiantes de Filología Clásica, Valdepeñas 1991, pp. 205-215. LASSO DE LA VEGA, J., “El guerrero tirteico”, Emerita 30.2, 1962, pp. 9-57 (=Ideales de la formación griega, Madrid 1966, pp. 115-180). MAQUIEIRA RODRÍGUEZ, H., “La lengua de Tirteo. Influencia homérica, dialecto literario y dialecto materno”, Actas del VII Congreso Español de Estudios Clásicos, I, Madrid 1989, pp. 229-234.

MARKOS, A., “La notion de la vertu chez Tyrtée”, Acts of the 3rd. International Congr. of Peloponnesion Studies, II, Atenas 1987-1988, pp. 129-147. MORALEJO, J. J., “Tirteo, Fr. 1 y 2 (ed. Adrados)”, en J. A. López Férez (ed.), Estudios actuales sobre textos griegos (II Jornadas Internacionales, UNED, 2528 octubre 1989), Madrid 1991, pp. 47-56. MUÑOZ VALLE, I., “Tirteo y Solón”, EClas 65, 1972, pp. 33-56. QUATTROCELLI, L., “Tirteo: poesia e andreia a Sparta arcaica”, en M. Vetta- C. Catenacci, I luoghi e la poesia nella Grecia antica, Alessandria 2006, pp. 133144. WEST, M- L., Studies in Elegy and Iambus, Berlín-Nueva York 1974.

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