NGENESPANOL.COM | SEPTIEMBRE DE 2015
MARFIL Un colmillo carnada. Un GPS oculto. La historia de un crimen.
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BIRMANIA Escalar, fallar y sobrevivir
AFGANISTÁN Tesoros budistas condenados a muerte
septiembre de 2015 • vol. 37 • núm. 3
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Tras el marfil En África, algunas milicias se financian mediante el comercio del marfil de elefante. ¿Puede un colmillo falso impedirlo?
Al rescate de Mes Aynak En Afganistán, una fortuna en mineral de cobre yace enterrada bajo un tesoro con artefactos budistas ancestrales.
De colores Los científicos estudian los expresivos cambios de color de los camaleones, sus lenguas y su hábitat que desaparece.
Por Bryan Christy Fotografías de Brent Stirton
Por Hannah Bloch Fotografías de Simon Norfolk
Por Patricia Edmonds Fotografías de Christian Ziegler
98 Testimonio | El arte de un jardín estadounidense Armado con un teléfono celular, un fotógrafo cataloga la fauna y flora locales. Por James Estrin
Fotografías de Joshua White
En portada Un colmillo artificial como este fue equipado con un transmisor y lo sembraron en el mercado de marfil, de manera que sus viajes –y las actividades ilegales de los comerciantes– pudieran rastrearse. Fotografía de Rebecca Hale
50 El punto sin regreso
¿Es Hkakabo Razi en verdad la montaña más alta de Birmania? En un intento por medirla, un equipo de alpinistas arriesgó todo. Por Mark Jenkins Fotografía de Cory Richards
Sobre un mar de nubes, Renan Ozturk hace una pausa en una pendiente del Hkakabo Razi. Es uno de los tres alpinistas que intentaron llegar a la cima de la montaña.
R E V I S TA O F I C I A L D E N AT I O N A L G E O G R A P H I C S O C I E T Y
Inspiración para cuidar el planeta National Geographic Society fue fundada en Washington, D. C., como institución científica y educativa sin fines de lucro “para el incremento y difusión del conocimiento geográfico”. Desde 1888, la Sociedad ha apoyado más de 9 000 exploraciones y proyectos de investigación, contribuyendo al conocimiento de la Tierra, los mares y los cielos.
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EXPLORA Planeta Tierra
Marejada ciclónica
MICHAEL SHAINBLUM
Un modelo de tormentas moderno arroja nueva luz sobre los relámpagos. Al investigar el comportamiento de las nubes, David Romps y sus colegas de la Universidad de California en Berkeley diseñaron lo que, dicen, es el modelo más preciso para pronosticar la caída de rayos hasta ahora. Luego lo usaron para proyectar cómo se multiplicarían los rayos –y cómo podrían provocar más incendios forestales– si el planeta continúa calentándose. Para que una tormenta produzca esa súbita descarga eléctrica, conocida como relámpago, debe haber agua líquida y hielo, además de corrientes ascendentes de viento lo bastante rápidas para mantenerla suspendida. Romps teorizó que al poner esos factores en una ecuación podría calcular qué tan seguido caerían los rayos. Multiplicó los valores de la precipitación registrada por la energía convectiva potencial disponible, o qué tan rápido puede formarse una nube de tormenta. Sus cálculos, con datos de 2011, coincidieron 77 % de las veces con las caídas de rayos registradas. El modelo convencional solo tenía 39 % de exactitud. Mientras más cálido es el aire, más vapor de agua puede contener para alimentar una tormenta. Por cada grado centígrado que el mundo se calienta, las caídas de relámpagos se pueden incrementar 12 % en Estados Unidos, dice Romps. Si las emisiones de bióxido de carbono continúan al ritmo actual, puede significar 50 % más rayos para 2100. —Lindsey N. Smith
EXPLORA
Ciencia
Inyección al estómago La mayoría prefiere tomar una pastilla que ser inyectado con una jeringa. Pero las pastillas no son perfectas. Las inyecciones intravenosas llevan más rápido el medicamento al torrente sanguíneo y algunas medicinas a base de proteínas, como la insulina, no se pueden administrar oralmente. El estómago comienza a digerirlas antes de que sean absorbidas. Ahora, los investigadores han inventado una mejor manera de tomar tu medicina: tragar la aguja. Por fuera, esta nueva píldora “se ve como cualquier otro multivitamínico –dice el ingeniero químico Carl M. Schoellhammer–, pero en cuanto llega al estómago su cubierta exterior se disuelve y deja al descubierto las agujas”. Las agujas de acero inoxidable, de 1.27 mm de largo, liberan la droga cuando penetran el recubrimiento del tracto gastrointestinal. No te preocupes, no sentirás nada. El tracto no registra el dolor y, con sus poco más de 19 mm, esta cápsula es bastante pequeña para viajar por él. Hasta ahora solo ha sido probada en animales, sin ningún signo de dolor o lesión. Sin embargo, desecharla es algo lento: le tomó al menos siete días para salir del cuerpo de un sujeto de prueba. —Rachel H. Shea DESDE ARRIBA: REBECCA HALE; CARL SCHOELLHAMMER Y GIOVANNI TRAVERSO, HOSPITAL GENERAL DE MASSACHUSETTS / ESCUELA MÉDICA DE HARVARD / INSTITUTO TECNOLÓGICO DE MASSACHUSETTS
La píldora de microagujas (arriba, a escala) se ve espinosa sin su cubierta y bajo los rayos X, pero los pacientes no la sienten.
Diario del explorador Lucas Gheco
Tu suscripción hizo posible que National Geographic Society financiara este y otros proyectos de exploración e investigación. Para ver más de los EL FUTURO DE LA exploradores, visita ngenespanol.com/exploracion. EXPLORACIÓN
Redibujar la historia Desde la antigüedad y en diferentes culturas, las cavernas se han considerado puntos de conexión con lo divino. Dentro de estos recintos rocosos nuestros antepasados plasmaron su vida cotidiana e incluso su cosmovisión, dándole forma y sentido a un mundo inexplicable. A su vez, crearon la primera manifestación artística de la humanidad. Hoy, investigaciones en la sierra de El Alto-Ancasti, en Argentina, sugieren que estos pictogramas pudieron servir a un propósito aún más elevado. Estudios morfológicos de los motivos, análisis químicos de los pigmentos y excavaciones de los pisos de las cuevas, descubrieron una cronología más compleja. Las primeras investigaciones apuntaban a que este arte pertenecía a la cultura Aguada (600-900 d.C.), pero “los nuevos estudios indican diferentes eventos de pintado, desde anteriores a esta cultura y hasta inicios del siglo xx –dice Lucas Gheco, becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas e investigador de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca–. Residuos de fogatas antiguas, instrumentos cerámicos, metálicos y restos óseos indican actividades de hace cientos o miles de años, quizá vinculadas a rituales que recién comenzamos a entender”. Cada representación oculta el trazo de una historia que podría confirmar las teorías que en todo el mundo vinculan el arte rupestre con el chamanismo. —Erick Pinedo
Este territorio es uno de los reservorios más importantes de América del Sur por la cantidad y variedad de abrigos con arte rupestre prehispánico. Aquí hay, al menos, un centenar de cuevas y aleros con pinturas y grabados rupestres.
FOTOS: OSCAR DECHIARA
IMÁGENES
Brasil En la frontera entre Brasil y Argentina, un diluvio de mariposas desciende a orillas del río Iguazú. Cuando el río baja, forma estanques con suelos y lodos húmedos, ricos en minerales y aminoácidos que atraen a estos piéridos, los cuales absorben el agua y secretan el exceso (proceso conocido en inglés como puddling). DANIEL PINHEIRO
India Espolvoreados de amarillo y verde, cinco aldeanos en Nandgaon celebran el Lathmar Holi, festival lúdico previo al Holi enraizado en la mitología hindú. El festival anual de dos días incluye altercados simulados entre hombres y mujeres de dos pueblos. MANISH SWARUP, AP IMAGES
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Estados Unidos Como pasta hirviendo en una olla, estas anguilas americanas de 10 centímetros de largo serpentean en un plato de cristal con destino a los mercados de pescado asiáticos. Esta especie –que desova en el mar de los Sargazos y es barrida hasta Maine por la corriente del Golfo– vive la mayor parte de su vida en agua dulce. HEATHER PERRY
IMÁGENES
Concurso de Fotografía de National Geographic
La toma del millón El año pasado, personas de 135 países enviaron más de 9 000 imágenes al concurso de fotografía de National Geographic, nuestra colecta anual de las mejores fotos de lectores seleccionadas por los editores y fotógrafos de la revista. Los jueces eligieron a los ganadores en las categorías Gente (en esta página), Lugares y Naturaleza (pág. sig.). Las imágenes ganadoras transmiten un sentido de lugar y tiempo, y capturan momentos únicos de manera creativa. “Tenían capas y matices e invitaban al espectador a pensar”, dice Monica Corcoran, directora del concurso de foto y de la comunidad Foto del Lector. Por la imagen de abajo, Brian Yen, ganador del gran premio, recibió 10 000 dólares y un viaje a las oficinas de National Geographic en Washington, D.C. Para entrar al concurso de este año visita ngphotocontest.com.
GENTE Brian Yen Hong Kong, China
En un día caluroso en Hong Kong, la gente se amontona en un tren con aire acondicionado. Cuando las luces se atenuaron, se destacó una joven mujer, perdida en el resplandor de su propio mundo digital.
IMÁGENES
Concurso de Fotografía de National Geographic
LUGARES
Triston Yeo Singapur Yeo estaba en Budapest, impartiendo un taller de fotografía. En una piscina eligió usar una reja de malla en vez de pasar su lente a través de ella. “La foto final da una sensación voyerista”, comenta.
NATURALEZA Nicole Cambré Bruselas, Bélgica
De viaje por el norte del Serengueti, del lado de Tanzania, Cambré vio un grupo de ñus cruzando metódicamente el río Mara. Mientras otros esperaban, uno saltó.
IMÁGENES
Concurso de Fotografía de National Geographic
En la calle Misión La fotografía callejera es una manera de conquistar el ruido, la luz y el caos del mundo. Nosotros pedimos ver esos momentos, sin interrupción.
NOTA DEL EDITOR
“En la calle no tienes un telón de fondo, no hay un segundo plano liso, no controlas la acción. Esto implica poner atención en la luz, los edificios, las paredes, el espacio negativo”. —Benjamin Lowy, fotógrafo de National Geographic
Yves Vernin Ensuès-la-Redonne, Francia En la basílica de Notre-Dame de la Garde, en Marsella, Vernin se preguntaba cómo fotografiar el viento frío y fuerte. No pasó mucho cuando dos mujeres, ambas con el cabello revoloteando, ascendieron por unas escaleras cercanas. František Štaud Hradec Králové, República Checa En París, Štaud planeó explorar la ciudad, pero el cielo nublado le hizo cambiar de opinión. Se sentó por una hora cerca de un anuncio exterior, esperando, según dice, “hasta que algo pasara”. Y sucedió.
Instintos básicos Una reflexión gentil sobre el amor y la lujuria en el reino animal
Apariencias que engañan Como podría ocurrir en toda familia numerosa, el clado o rama de los Galloanserae tiene algunos miembros hermosos y otros más simples, algunos promiscuos y otros monógamos. Este superorden aviar incluye faisanes comunes, pavorreales y cisnes, entre 452 especies de aves de caza y acuáticas. Pero los machos más coloridos y lujuriosos de los Galloanserae podrían no transmitir los mejores genes a su descendencia, según un estudio reciente. “Ha habido muchas teorías respecto a que los ornamentos, colores hermosos y colas grandes aparecen en los machos más aptos –dice la bióloga evolutiva Judith Mank, del University College de Londres–. Estuvimos revisando explícitamente esa teoría” en el estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. Mank y sus colegas analizaron genes de seis especies de aves con ambas propiedades. En las aves atractivas encontraron un genoma de evolución rápida marcado por mutaciones genéticas leves; no apareció en las aves poco llamativas. Cuando las hembras se aparean con machos atractivos, se transmiten fallas genéticas que pueden afectar las perspectivas de la especie a futuro. El estudio confirmó que “no hay relación entre el atractivo y la aptitud –afirma Mank–. Un macho puede ser atractivo, pero no cumple en lo genético. De alguna manera, se trata de publicidad engañosa”. —Patricia Edmonds
Estos faisanes comunes (Phasianus colchicus) fueron fotografiados en Cammack Gamebird Farm, en De Witt, Nebraska. JOEL SARTORE
HÁBITAT / TERRITORIO
Granjas y praderas de América del Norte, Europa y Asia ESTATUS DE CONSERVACIÓN
Preocupación menor OTROS DATOS
El faisán común pertenece a un superorden aviar que data de hace 90 millones años.
Un macho promiscuo y llamativo puede atraer a las hembras, “pero no cumple en lo genético”.
Colmillos falsos con dispositivos GPS ocultos exponen el rastro de los cazadores furtivos de elefantes en África. INVESTIGACIÓN ESPECIAL
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El guardaparques veterano Jean Claude Mambo Marindo se sienta al lado de casi un centenar de colmillos de elefante confiscados a cazadores furtivos en el Parque Nacional de Garamba, en la República Democrática del Congo. El parque ha perdido todos sus rinocerontes por la caza furtiva por sus cuernos. Ahora está sitiado debido a su marfil, principalmente por soldados corruptos de ejércitos nacionales y el grupo terrorista Ejército de Resistencia del Señor (LRA).
Guardaparques practican sus habilidades de equitación en el Parque Nacional de Zakouma, en Chad. El parque tiene cuatro equipos de guardaparques montados, pues los caballos son la única manera de patrullar con eficiencia durante la estación húmeda, cuando los elefantes se dirigen a tierras más secas, fuera del parque.
Soldados ugandeses de la Fuerza de Tarea Regional de la Unión Africana buscan al líder del LRA, Joseph Kony, en la República Centroafricana (RCA), arrastrándose con cuerdas para cruzar los ríos. Los hombres de Kony pasan de una frontera a otra para esconderse en países con gobiernos débiles.
Por Bryan Christy • Fotografías de Brent Stirton
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uando el Museo Americano de Historia Natural decidió actualizar la sala de mamíferos norteamericanos, el taxidermista George Dante recibió una llamada. Cuando murió la tortuga Solitario George, emblema de las islas Galápagos, fue Dante quien asumió la tarea de restaurarlo. Pero este artesano, uno de los taxidermistas más respetados del mundo, nunca ha hecho lo que estoy a punto de pedirle. Nadie lo ha hecho. Investigación especial de National Geographic Society Este artículo inaugura la Unidad de Investigaciones Especiales de National Geographic Society, que informará sobre crímenes contra la vida silvestre. Este proyecto fue posible gracias a una subvención de The Woodtiger Fund.
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nat ional geo g raphic • sep t iembre de
2015
Quiero que Dante diseñe un colmillo artificial de elefante que se vea y se sienta como los colmillos confiscados que me prestó el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. Quiero que dentro del colmillo falso inserte un GPS hecho a la medida y un sistema de rastreo satelital. Si puede lograrlo, le pediré que haga algunos más. En el mundo criminal, el marfil opera como moneda, así que, en cierto modo, le estoy pidiendo que imprima dinero apócrifo al que pueda dar seguimiento. Utilizaré estos colmillos para cazar a quienes matan elefantes y para saber qué caminos sigue el marfil, de qué puertos sale, en qué barcos viaja, por cuáles ciudades y países transita y dónde acaba. Los colmillos artificiales plantados en un país del centro de África, ¿se dirigirán al este –o al J. MICHAEL FAY, SOCIEDAD PARA LA CONSERVACIÓN DE LA VIDA SILVESTRE
En mayo de 2013, cazadores furtivos del grupo insurgente Seleka masacraron 26 elefantes en Dzanga Bai, un abrevadero rico en minerales de la RCA.
oeste–, hacia una costa con transporte viable hasta los mercados asiáticos? ¿Irán hacia el norte, la ruta más violenta del marfil en el continente africano? ¿O no irán a ninguna parte, descubiertos antes de que los muevan y entregados por una persona honesta? Para probar el marfil, los traficantes rasparán el colmillo con una navaja o sostendrán un encendedor debajo de él; el marfil es un diente y no se derretirá. Mis colmillos tendrán que comportarse como el marfil. “Y yo voy a encontrar una manera de conseguir ese brillo”, dijo Dante, refiriéndose al lustre que tiene un colmillo limpio de elefante. “También necesito líneas de Schreger, George”, le digo, refiriéndome al entramado en la base de un colmillo aserrado que semeja los anillos de crecimiento de un tronco de árbol. Como gran parte del mundo, George Dante sabe que el elefante africano sufre un asedio. Una floreciente clase media china con un insaciable gusto por el marfil, una pobreza atroz en África
que debilita y corrompe la aplicación de la ley y más maneras que nunca de matar a un elefante han creado una tormenta perfecta. El resultado: alrededor de 30 000 elefantes africanos han sido sacrificados cada año, más de 100 000 entre 2009 y 2012. Y el ritmo de la matanza no disminuye. La mayor parte del marfil ilegal va a China, donde un par de palillos en marfil puede representar más de 1 000 dólares y los colmillos tallados, cientos de miles de dólares cada uno. África oriental es ahora el punto de partida de gran parte de la caza furtiva. En junio, el gobierno de Tanzania anunció que el país perdió 60 % de sus elefantes en los pasados cinco años; disminuyeron de 110 000 a menos de 44 000. Durante el mismo periodo, su vecino Mozambique informó haber perdido 48 % de sus elefantes. Los lugareños, que incluyen aldeanos pobres y guardaparques sin paga, matan elefantes a cambio de dinero, un riesgo que están dispuestos a correr porque, incluso si los atrapan, las penas a menudo son insignificantes. Pero en el centro de África, como supe de primera mano, algo más siniestro provoca la matanza: milicias y grupos terroristas, financiados en parte por el marfil, están cazando furtivamente elefantes, con frecuencia fuera de sus países de origen e incluso escondiéndose dentro de parques nacionales. Saquean comunidades, esclavizan a personas y matan a los guardaparques que se interponen en su camino. Sudán del Sur, la República Centroafricana (RCA), la República Democrática del Congo (RDC), Sudán, Chad. Cinco de las naciones menos estables del mundo, según la clasificación de la organización Fondo por la Paz, con sede en Washington, D.C., acogen a quienes viajan a otros países para matar elefantes. Año tras año, la ruta de las mayores y más terribles matanzas de estos animales se remonta a Sudán, que ya no tiene elefantes pero protege a terroristas de origen extranjero dedicados a la caza furtiva, y es el hogar de los yanyauids y de otros merodeadores transcontinentales sudaneses. Los guardaparques suelen ser la única fuerza que se enfrenta a los asesinos. Superados en número y mal equipados, conforman el frente de una batalla violenta que nos afecta a todos.
i nve s t i g ac i ó n e s pe c i a l : t r á f i c o d e m a r f i l
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En enero de 2014, mientras pasaba por rayos X un contenedor con destino a Vietnam, cuyo contenido declarado era de nueces de la India, las autoridades portuarias de Togo vieron algo extraño: marfil. Se encontraron más de cuatro toneladas, la mayor confiscación en África desde la entrada en vigor, en 1990, de la prohibición mundial del comercio de marfil. El ADN sugiere que parte del marfil proviene de elefantes asesinados en la RCA en 2013.
El rastro de los contrabandistas
Asesinatos contra civiles por parte de grupos armados de diciembre de 2008 a junio de 2015
El contrabando de marfil es una fuente rica de financiamiento para grupos terroristas como el Ejército de Resistencia del Señor, que ha llevado a cabo ataques crueles en aldeas del centro de África. Para hacer un seguimiento del comercio ilícito, National Geographic Society encargó la creación de colmillos artificiales con rastreadores GPS ocultos que fueron plantados en la cadena de abastecimiento del contrabando.
Asesinatos del Ejército de Resistencia del Señor
Lugares donde se reportó la presencia del líder de la LRA, Joseph Kony
CHAD
PARQUE NACIONAL ZAKOUMA
Elefantes Territorios conocidos
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Localización del GPS
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DÍA 53 Última localización del colmillo en Junio de 2015
DARFUR Lugar de la masacre de Heban en 2012
10 1
Asesinatos por otros grupos conectados con la caza furtiva
Ruta de los colmillos artificiales
PARQUE NACIONAL DE ZAKOUMA Casi 90 % de los elefantes del parque fueron cazados furtivamente entre 2002 y 2012. El mejoramiento en las condiciones de seguridad en años recientes ha impedido más matanzas.
100 muertes
Ed Daein KAFIA KINGI Controlado por Sudán, se cree que este territorio conflictivo ha sido un refugio seguro para el LRA.
FRONTERA RECLAMADA POR SUDÁN DEL SUR
SUDÁN Árbol Ubicación del colmillo en un camión Tienda o una tienda
Songo
DÍAS 21 a 44 Dafaq P.N. MANOVOGOUNDASAINT FLORIS P.N. BAMINGUIBANGORAN
PARQUE NACIONAL RADOM
KAFIA KINGI
0m
EVIDENCIA SATELITAL Contrabandistas mantuvieron los colmillos durante tres semanas en este campamento en Kafia Kingi antes de moverse hacia el norte.
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Kafia Kingi FRONTERA RECLAMADA POR SUDÁN p en nS d ur: c to de L beeeraa ón n d lP b r d G up ar armad dooss noo ide d n
DÍA 16 Los colmillos ingresan a Sudán
DÍA 10
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SUDÁN DEL SUR
Grupo en la República Centroafricana: Seleka
P. N. SURESTE
DÍA 5
REPÚBLICA CENTROAFRICANA Obo Mboki
PARQUE NACIONAL DE GARAMBA Desertores del LRA afirman que Kony les exigió a los cazadores furtivos dentro del parque cuotas y plazos de entrega.
DÍA 1
P. N. GARAMBA
Empieza el rastreo de los colmillos
Kpaika
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO 100
0 mi 0 km
Nagero
Dungu
100
VIRGINIA W. MASON, HEIDI SCHULTZ Y BRAD SCRIBER FUENTES: ARMED CONFLICT LOCATION & EVENT DATA PROJECT; C4ADS; BRYAN CHRISTY; CITES ETIS TRAFFIC; DIGITALGLOBE (IMÁGENES SATELITALES); GRUPO ESPECIALISTA EN EL ELEFANTE AFRICANO DE UICN/SSC (DATOS DE LOS GUARDAPARQUES, 2012); INICIATIVA PARA LA CRISIS DEL LRA DE RESOLVE Y NIÑOS INVISIBLES; UNEP/GRID-ARENDAL; BASE DE DATOS MUNDIAL SOBRE ZONAS PROTEGIDAS
Kony ingresó por primera vez en la RDC con 70 combatientes, el 8 de marzo de 2006.
Después de que el esposo de Lucienne Lanziwa murió en un ataque del LRA en Garamba, ella recibió un estipendio modesto. El guardaparques Kumboyo Onme está de pie detrás de su hijo, Genekpio, quien escapó meses después de que lo secuestrara el LRA.
LAS VÍCTIMAS DE GARAMBA El Parque Nacional de Garamba en el extremo noreste de la RDC, en la frontera con Sudán del Sur, un Sitio Patrimonio de la Humanidad sancionado por la UNESCO, es famoso internacionalmente por sus elefantes y sus vastas zonas verdes. Pero nadie alza la mano cuando le pregunto a un grupo de niños y ancianos en la aldea de Kpaika, a unos 50 kilómetros del margen occidental del parque, cuántos de ellos lo habían visitado. Entiendo por qué cuando pregunto: “¿Cuántos de ustedes han sido secuestrados por el Ejército de Resistencia del Señor?”. El padre Ernest Sugule, el sacerdote de la aldea, me cuenta que muchos niños de su diócesis han visto a los miembros de su familia ser asesinados por el Ejército de Resistencia del Señor, o LRA, el grupo rebelde ugandés dirigido por Joseph Kony, uno de los terroristas más buscados de África. Sugule es el fundador de un grupo que brinda asistencia a víctimas del ejército de Kony. 14
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“He conocido a más de 1 000 niños que han sido raptados –dice mientras conversamos dentro de su iglesia en la ciudad cercana de Dungu–. Cuando los raptaron, eran muy jóvenes y los obligaron a hacer cosas terribles. La mayoría de los niños está sumamente traumatizado cuando regresa a casa”. Tienen pesadillas, continúa Sugule. Tienen visiones retrospectivas. Sus propias familias temen que sean demonios o soldados para siempre, y piensan que podrían matarlos por la noche. Se supone que las niñas fueron violadas, así que les resulta difícil encontrar marido. A veces los aldeanos se burlan de los niños que regresan empleando la misma expresión de los hombres de Kony: “LRA Tongo Tongo”. “LRA Corta Corta”, una referencia, explica Sugule, al uso vicioso de los machetes por parte de los militantes. Kony es un ex monaguillo católico cuya misión declarada es derrocar al gobierno de Uganda, en representación del pueblo acholi del norte de ese país, y gobernarlo según su versión de los Diez
Mandamientos. Desde los años ochenta del siglo xx, y empezando en Uganda, presuntamente los secuaces de Kony han asesinado a decenas de miles de personas, cercenado labios, orejas y pechos de mujeres, violado a estas y a niños, cortado los pies de aquellos que atrapan andando en bicicleta y secuestrado a niños pequeños para crear un ejército de niños soldados que crecen entre asesinos. En 1994, Kony salió de Uganda y viajó con su pandilla de asesinos a otros países. Primero fue a Sudán, lo que dio inicio a un patrón de saltos constantes entre países, el cual continúa para dificultar su seguimiento. Era la época en la que el norte y el sur de Sudán estaban en una guerra civil, y Kony le ofrecía al gobierno de Sudán, en Jartum, un medio para desestabilizar al sur. Durante 10 años, Jartum lo abasteció de alimentos, medicinas y armas, incluidos rifles automáticos, baterías antiaéreas, granadas propulsadas por cohetes y morteros. Fue en gran medida gracias a los esfuerzos
del grupo Niños Invisibles y a su video, Kony 2012, por lo que este personaje se convirtió en un nombre conocido en Occidente. En Estados Unidos, los presidentes George W. Bush y Barack Obama apoyaron iniciativas ya sea para arrestarlo o matarlo. El Departamento de Estado declaró a Kony “terrorista mundial especialmente designado” en 2008 y la Unión Africana ha designado al LRA como organización terrorista. Cuando el norte y el sur de Sudán firmaron un acuerdo de paz en 2005, Kony perdió a su anfitrión sudanés. En marzo de 2006 huyó a la RDC y estableció su campamento en el Parque Nacional de Garamba, que en aquel entonces albergaba 4 000 elefantes. Desde Garamba, Kony expresó su deseo de paz con Uganda, mientras él y sus hombres vivían sin ser molestados dentro y alrededor del parque, protegidos por un acuerdo de cese al fuego. Su ejército cultivó vegetales. Kony incluso invitó a la prensa extranjera a entrevistas dentro de su campamento. Mientras tanto, infringiendo el
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Margaret Acino tenía 23 años, estaba embarazada y trabajaba en los campos cerca de Gulu, Uganda, cuando un comandante del LRA pidió una navaja y les ordenó a sus niños soldados que le cortaran los labios, las orejas y la nariz. Siete cirugías después los perdonó. “Es más fácil de sobrellevar”, dice Margaret.
alto al fuego, sus hombres incursionaron en la RCA, donde secuestraron a cientos de niños y convirtieron en esclavas sexuales a las mujeres que trajeron al parque. El padre Sugule me presenta a tres jovencitas, víctimas recientes de secuestro por parte del LRA, sentadas en una banca de madera en su iglesia. Geli Oh, de 16 años, pasó más tiempo con el ejército de Kony que sus dos amigas: dos años y
Los elefantes muertos financian el terrorismo. “El marfil opera como una cuenta de ahorros para Kony”, dice Marty Regan, del Departamento de Estado de Estados Unidos. medio terribles. Vio muchos elefantes en el Parque Nacional de Garamba, señala, adonde la llevó el LRA. “Dicen que entre más elefantes maten, más marfil obtienen”. Las fuerzas de Kony han disminuido de un máximo de 2 700 combatientes en 1999 a un núcleo estimado de 150 a 250 hoy día. Los asesinatos de civiles también han caído de 1 252 en 2009 a 13 en 2014. Pero los secuestros están aumentando otra vez. Aldea tras aldea encontré víctimas de Kony que relatan haber sido alimentadas con carne de elefante y cómo los militantes se llevaban el marfil, después de haber matado a los animales. ¿Pero adónde? EL SOLUCIONADOR DE PROBLEMAS Para seguir mis colmillos artificiales desde la selva hasta su destino final, necesitaba un dispositivo de rastreo capaz de transmitir ubicaciones exactas sin zonas muertas. Tiene que ser durable y suficientemente pequeño para caber en las cavidades que George Dante hará en los bloques de resina y plomo con los que formó los colmillos. Quintin Kermeen, de 51 años, residente de Concord, California, tiene las credenciales y la personalidad que estaba buscando. Kermeen ha 18
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construido rastreadores y collares electrónicos para vida silvestre, desde osos andinos hasta cóndores de California y demonios de Tasmania. Nos conocemos por Skype. “Debe ser un verdadero amante de los animales”, le digo “No soy un amante de los animales –alega airadamente–. Soy un solucionador de problemas”. “Entonces es el hombre que necesito” Me río. Después de meses de experimentación, finalmente llega por correo el dispositivo de rastreo de marfil hecho a la medida. Consiste en una batería capaz de durar más de un año, un receptor GPS, un transmisor-receptor de iridio y un sensor de temperatura. Mientras Dante procedía a instalar el rastreador de Kermeen dentro de su molde de colmillo, un tercer integrante del equipo, John Flaig, especialista en aerofotografía en globo del espacio cercano –imágenes tomadas por lo menos desde la altura de los aviones espía– se preparaba para monitorear los colmillos cuando se movieran. Utilizando la tecnología de Kermeen, podría ajustar cuántas veces al día intentarían comunicarse con un satélite por internet. Los seguiríamos utilizando Google Earth. “QUIERO MARFIL PARA MUNICIONES” El 11 de septiembre de 2014, Michael Onen, sargento del ejército de Kony, abandonó el Parque Nacional de Garamba llevando un AK-47, cinco cargas de municiones y una historia. Se encuentra sentado en una silla de plástico frente a mí, en un claro en la base de las fuerzas de la Unión Africana en Obo, en la esquina sureste de la RCA, donde está detenido. Onen había tomado parte en una operación de caza furtiva del LRA en Garamba, formada con 41 combatientes, entre los que se encontraba Salim, hijo de Kony. La operación fue concebida por este, dice Onen. Durante el verano, los soldados de Kony habían matado 25 elefantes en Garamba y regresaban a su guarida para llevar el marfil. En torno a nosotros rondan soldados del ejército ugandés que conforman todo el contingente de la Unión Africana asentado en Obo, comprometidos a encontrar y matar a Kony. Los soldados
aceptan a Onen como uno de ellos. Lo es de manera fundamental. Tenía 22 años la noche de 1998 en que los soldados de Kony atacaron su aldea en Gulu, Uganda, y lo sacaron de su cama. Su esposa, secuestrada más tarde, fue asesinada. Desde el momento de su captura, relata Onen, fue un disidente. Al ser pequeño, se quejaba por tener que cargar los bultos pesados que los militantes de Kony transportaban de campo en campo durante sus patrullajes por el centro de África. A causa de sus quejas, lo golpeaban con un machete. Pero Onen se salió con la suya. En lugar de convertirse en soldado, fue designado comunicador, un operador de radio al tanto de las comunicaciones secretas de Kony. Durante las pláticas de paz fallidas con Uganda, mientras Kony se mantuvo escondido en Garamba de 2006 a 2008, Onen le fue asignado al principal negociador por la paz de Kony, Vincent Otti. A Otti le gustaban los elefantes, recuerda Onen, y prohibió que los mataran. Pero después de que Otti dejara Garamba para participar en las pláticas de paz, Kony empezó a matar elefantes por el marfil. Otti estaba furioso, señala Onen. “¿Por qué acumulan marfil? –le reclamó Otti a Kony–. ¿No te interesan las pláticas de paz?”. “No, quiero el marfil para municiones y seguir peleando”, fue la respuesta de Kony, según Onen, que escuchaba las transmisiones. “El marfil opera como una cuenta de ahorros para Kony”, dice Marty Regan, de la Oficina de Operaciones de Estabilización y Conflictos del Departamento de Estado de Estados Unidos. El ejército de Kony había llegado a Garamba en 2006 con pocas municiones para continuar su guerra, me confiesa Onen. “Solo el marfil haría fuerte al LRA”, recuerda que decía Kony. En lugar de firmar un acuerdo, el jefe del LRA había ejecutado a su negociador por la paz. Desde Garamba, Kony envió a Darfur un equipo de exploración para estudiar una nueva relación con las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS), que lo habían apoyado contra Uganda. Esperaba intercambiar marfil por granadas propulsadas por cohetes y otras armas. Mientras tanto, según Onen, los hombres de Kony ocultaron el marfil
enterrándolo o sumergiéndolo en ríos. Su relato fue corroborado por Caesar Achellam, un ex jefe de inteligencia de Kony que ahora se encuentra bajo custodia del gobierno de Uganda. “Pueden sacar lo que quieran hoy día –dijo– y mantenerlo ahí durante dos, tres o incluso más de cinco años”. El ejército ugandés finalmente atacó los campamentos de Kony en Garamba a finales de 2008. El ataque aéreo, conocido como Operación Trueno Luminoso, incluyó apoyo de la RDC, el sur de Sudán y Estados Unidos. Pero no logró eliminar a Kony ni su liderazgo. La respuesta de este fue inmediata y salvaje. En la víspera de Navidad, sus soldados se dispersaron en equipos pequeños y asesinaron a civiles. En tres semanas, las bestias de Kony mataron más de 800 personas y secuestraron más de 160 niños. La Agencia para los Refugiados de la ONU estima que la masacre desplazó a 130 000 congoleños y a 10 000 sudaneses. El 2 de enero de 2009, el horror llenó de sangre los cuarteles de Garamba, en Nagero, donde los soldados de Kony incendiaron el edificio principal de los guardaparques, destruyeron equipo y asesinaron a por lo menos ocho guardaparques y empleados administrativos. Seis años después, el 25 de octubre de 2014, me dice Onen, su misión de caza furtiva en Garamba se programó para entregar marfil a Kony en Sudán. Kony se mostró inflexible en sus transmisiones de radio. “No pierdan ni un solo colmillo”, instruyó al grupo, según Onen, quien afirma que el plan era llevar el marfil a una reunión en la RCA y después a una ciudad mercado en Darfur, llamada Songo, no lejos de la guarnición de las Fuerzas Armadas de Sudán en Dafaq. Ahí, añade Onen, los hombres de Kony intercambian el marfil con los militares de Sudán por sal, azúcar y armas. La relación es estrecha: “Las FAS le avisan a Kony si hay conflicto”, dice Onen. Hasta donde Onen sabe, la brigada de caza furtiva que él abandonó sigue avanzando hacia el norte desde Garamba a través de la RCA, rumbo a Sudán. A mí me parece razonable pensar que la deserción del operador de radio podría haber demorado el avance de los 25 colmillos de elefante enviados a Kony.
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Integrantes del equipo de búsqueda con perros levantan pesas en la base de la Unión Africana en Obo, RCA. Los perros son pastores belgas malinois, famosos por su uso en operaciones militares, especialmente en condiciones difíciles como la selva densa del centro de África.
Quizá yo también podría enviarle mis colmillos falsos. “¡ES USTED UN MENTIROSO!” Un funcionario del aeropuerto internacional de Dar es-Salam, en Tanzania –uno de los países que exploré para introducir mis colmillos– mira en una pantalla de rayos X cuando mi equipaje rueda hacia su escáner. “Abra esta”, ordena.
Todo el centro de África es una granada de mano cuya espiga fue jalada por una historia de explotación de recursos desde el extranjero, dictaduras y pobreza. Abro mi maleta para exponer dos colmillos falsos y le entrego cartas del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos y de National Geographic que certifican que son artificiales. Se reúne una multitud. Los funcionarios alzan dedos acusadores y alegan. Quienes ven los colmillos piensan que soy un traficante de marfil. Quienes ven la pantalla de rayos X, que muestra los rastreadores en el interior, piensan que estoy contrabandeando una bomba. Después de más de una hora de debate animado le hablan por teléfono al experto en vida silvestre del aeropuerto. Cuando aparece, toma un colmillo y recorre con su dedo el extremo de la base. “Líneas de Schreger”, dice. “Exactamente –le contesto–. Las mandé hacer…”. Me señala con el dedo y grita: “¡Es usted un mentiroso, bwana!” (bwana significa “señor” en suajili). En 10 años nunca se ha equivocado, señala: los colmillos son reales. La policía me arresta y paso una noche en custodia; me dan un escritorio para que duerma. El productor de televisión de National Geographic, J.J. Kelley, se acuesta en el suelo en la zona de espera. Pide agua para mí y lo sacan del edificio. Cuando regresa, horas después, trae tres cenas de pollo y varias botellas de 22
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cerveza pagadas por el jefe de la policía. Los tres cenamos juntos (el jefe de la policía, musulmán, nos dejó las cervezas). Por la mañana, después de la llegada de funcionarios de la División de Vida Silvestre de Tanzania y de la Embajada estadounidense, me liberan. Nuestro incidente en el aeropuerto fue una de muchas dificultades con los colmillos artificiales. Varios funcionarios de Tanzania que habían presidido mi arresto en el aeropuerto, incluido el experto en vida silvestre, regresaron al día siguiente para desearnos buen viaje. “Hicieron exactamente lo que se supone que deben hacer”, les dije al estrechar sus manos. Me sentí reconfortado al encontrar tan vigilantes a los ejecutores de la ley en Tanzania, porque el país está plagado por quizá la peor caza furtiva de elefantes de África, y la corrupción abunda. En 2013, Khamis Kagasheki, entonces ministro de Recursos Naturales y Turismo de Tanzania, declaró que el comercio ilegal de marfil “involucra a gente rica y a políticos que han formado una red muy elaborada”. Acusó a cuatro integrantes del Parlamento de Tanzania de participar en él. LOS GUERREROS DE GARAMBA A mi alrededor escucho el clic clac de las armas automáticas al ser cargadas. Volé desde los cuarteles de Garamba hasta una pista de aterrizaje sucia, en lo más profundo del parque, para unirme a una patrulla contra la caza furtiva. Llego a lo que es el frente norte de los guardaparques, un puesto de avanzada vulnerable tanto a los cazadores furtivos sudaneses como al ejército de Kony. Aquí, una unidad de la patrulla forestal está permanentemente desplegada para proteger uno de los activos más importantes del parque: una torre de radio en construcción. Garamba es administrado por medio de una asociación entre el Departamento de Vida Silvestre de la RDC y Parques Africanos, una agrupación con sede en Johannesburgo, Sudáfrica. Desde el ataque de 2008-2009 por parte de los soldados de Kony, los guardaparques terminaron de construir nuevos cuarteles y adquirieron dos aeroplanos y un helicóptero. Pero las municiones
son peligrosamente escasas –ni siquiera son suficientes para el entrenamiento básico– y el arma más grande de los guardaparques, una ametralladora, suele atascarse más o menos cada tercer tiro. Cada uno de los guardaparques con los que voy a salir ha sido equipado con un puñado de balas para unos AK-47 viejos y poco confiables, la mayoría incautados a los cazadores furtivos. Caminamos ocho horas entre hierba de elefante tan alta y gruesa que es posible perderse a solo seis metros del hombre delante de uno, bajamos por barrancos de hierba, subimos colinas expuestas al enemigo, cruzamos un estanque tenebroso que nos llega hasta la cintura. Al oír el crujido de una rama o al detectar un aroma inesperado en el viento, un guardaparques delante de mí, Agoyo Mbikoyo, tiene un gesto de precaución y me dejo caer de cuclillas junto con todo el equipo y espero en silencio. Caigo en cuenta que los soldados de Kony y otros grupos armados caminan cientos de kilómetros desde Sudán hasta esta cortina de hierba infinita para matar elefantes. Me pregunto si los hombres de Kony están allá fuera en este momento. La cifra reciente de elefantes muertos en Garamba es enorme, aun para los estándares centroafricanos. Los cazadores furtivos mataron por lo menos 132 el año pasado y, hasta junio de este año, los guardaparques habían descubierto otros 42 cadáveres con agujeros de bala, más de 30 de los cuales se atribuyeron a una sola expedición sudanesa de caza furtiva. La pérdida combinada es más de 10 % de toda la población de elefantes del parque, que en la actualidad se estima en apenas unos 1 500 ejemplares. De marzo de 2014 a marzo de 2015, los guardaparques de Garamba registraron 31 encuentros con cazadores furtivos armados, más de la mitad de los cuales viajaba en grupo hacia el sur desde Sudán del Sur y Sudán. Incluían fuerzas armadas de Sudán del Sur (SPLA) y militares sudaneses, así como desertores de esos grupos y una mezcla de rebeldes de origen sudanés. Los propios soldados de la RDC amenazan la frontera sur del parque y a veces también los aldeanos de los alrededores cazan elefantes furtivamente. Además, se cree que alguien –no está claro quién– mata
elefantes desde helicópteros, como resulta evidente por los agujeros de bala en la parte superior de los cráneos y la remoción de los colmillos con lo que solo pueden ser motosierras. “Mi interpretación –dice Jean Marc Froment, entonces director del parque–, es que los militares ugandeses llevan a cabo operaciones dentro de Garamba y, al mismo tiempo, están tomando un poco de marfil”. Pero, agrega, los cazadores furtivos podrían ser del SPLA, quienes utilizan el mismo tipo de helicóptero que se ha visto sobre el parque. Un consejero de los militares ugandeses rechaza la acusación acerca de los helicópteros y sugiere que a los elefantes podrían haberles disparado en la parte superior de la cabeza después de haber sido abatidos. Tras trabajar extensamente por todo el centro de África, Froment fue transferido a Garamba a principios de 2014, luego de que los guardaparques descubrieron docenas de cadáveres de elefante en el parque. Se suponía que era una asignación a corto plazo, pero vio demasiada muerte para abandonarla. Había crecido no lejos de Garamba, en una época en que era posible volar sobre el parque y ver 5 000 elefantes en un solo encuentro. Ahora es raro ver 250 en una manada. Froment utiliza la palabra “guerra” para describir la lucha en la que están los 150 guardaparques de Garamba con los cazadores furtivos. El dinero está disponible para equipar a los guardaparques con mejor equipo, pero la compra de armas nuevas requiere la aprobación formal del ejército congolés, algo que Froment no ha logrado conseguir. A la mitad de nuestro patrullaje llegamos a un claro de hierba quemada al lado del río Kassi, el sitio de una batalla reciente entre guardaparques de Garamba y cazadores furtivos del SPLA, en la que, me cuentan los guardaparques, mataron a dos cazadores furtivos. Encuentro fragmentos de una calavera humana y, donde había acampado el SPLA, casi levanto una granada de mano activa al confundirla con una tortuga bebé. Según los guardaparques, el SPLA la había arrojado durante la lucha. No había explotado… todavía. Toda la parte central de África es una granada de mano cuya espiga fue retirada por una historia
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de explotación de recursos desde el extranjero, dictaduras y pobreza. “La cuestión de la caza furtiva es una cuestión de gobierno –afirma Froment–. Protegemos el elefante para proteger el parque. Protegemos el parque para darle algo de valor a la gente”. Lucha por el elefante porque sabe que, sin la presencia de animales, nadie apoyará a Garamba, y el parque –al que él llama el “corazón de África”– se perderá. Garamba es un crisol dentro de un crisol; un parque bajo asedio en un país con frecuencia en guerra civil, en una región que casi ha olvidado la paz. Durante nuestro patrullaje no encontramos cazadores furtivos ni grupos rebeldes. Pero el tiempo acecha a nuestro equipo: meses más tarde, el 25 de abril de 2015, mientras patrullaba en el parque, Agoyo Mbikoyo, el guardaparques que me llevó a Garamba, fue asesinado a tiros por cazadores furtivos. En junio, tres oficiales más de Garamba también. Se cree que los culpables fueron sursudaneses, según Parques Africanos. 24
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PLANTAR LOS COLMILLOS FALSOS Después de visitar Garamba, acordé con una fuente confidencial introducir mis colmillos en el mercado negro cerca de Mboki. Esta pequeña aldea de la RCA, a medio camino entre Garamba y Sudán, ha sido el blanco de ataques por parte del ejército de Kony y donde algunas personas que escaparon de él encontraron seguridad. Esta aldea se encuentra en la ruta del marfil hacia la base de Kony en Darfur. BLANCOS INVOLUNTARIOS Fue justo después de las 4 a.m. en el cerro de Heban, en Chad, a 130 kilómetros de la frontera con Sudán y a 100 kilómetros al noreste del Parque Nacional de Zakouma, hogar de la mayor manada restante de elefantes, 450 ejemplares. Seis guardaparques, especialistas en la lucha contra la caza furtiva, y su cocinero –toda la unidad Hippotrague (término francés para “antílope ruano”)– se despertaron, se vistieron con uniformes de camuflaje
La unidad contra la caza furtiva de Zakouma, Equipo Mamba 1, incluye al conductor Issa Adoum (camisa marrón). Después de que cazadores furtivos sudaneses mataron a su padre, Adoum rechazó la diya, un pago tradicional de la comunidad. “La diya es para accidentes”, dice. Se puso freno a la caza furtiva, pero llevará años reconstruir la manada del parque, ahora de 450 individuos.
y se prepararon para las oraciones de la mañana, devotos incluso en la oscuridad. Era temporada de lluvias y los guardaparques, al igual que los elefantes a los que estaban cuidando, habían dejado el parque en busca de terrenos más altos. Zakouma respira sus elefantes. Los inhala en la temporada de sequía, los exhala en la de lluvias; durante esta, el parque es más lago que tierra y los elefantes se dividen en dos grupos para escapar de las inundaciones. Uno se dirige al norte, hacia Heban; el otro, al oeste, hacia el centro de Chad. Los guardaparques que estaban en el cerro de Heban tenían pocas razones para preocuparse por su seguridad. Estaban relevando a un equipo que había llevado a cabo una redada en un campamento de cazadores furtivos sudaneses tres semanas antes e incautó más de 1 000 municiones, teléfonos móviles que contenían fotografías de elefantes muertos hinchados, un teléfono satelital con un cargador de panel solar, dos colmillos
de elefante, un par de pantalones de camuflaje y un uniforme con la insignia de Abu Tira, policía muy conocido de la Reserva Central acusado de haber cometido asesinatos, asaltos y violaciones en masa en Darfur. Los guardaparques también recuperaron una licencia sellada por el ejército sudanés: otorgaba permiso a tres soldados para viajar de Darfur a una ciudad cerca de la frontera con Chad. El Parque Nacional de Zakouma ha perdido cerca de 90 % de sus elefantes desde 2002. La mayoría –más de 3 000– fue víctima de la caza furtiva entre 2005 a 2008. Durante esos años llegaban cazadores furtivos sudaneses en grupos de más de una docena de hombres armados, acampaban dentro del parque durante meses y, en una ocasión, mataron 64 elefantes en una sola partida de caza. Cuando la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre introdujo un aeroplano para vigilancia, en 2008, la caza furtiva disminuyó, pero los merodeadores sudaneses se adaptaron
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Una imagen acogedora regresa a Zakouma: bebés. Gracias a la intensificación de los esfuerzos, el parque no ha perdido ningún elefante por cazadores furtivos desde 2012. Sin el estrés de la caza furtiva, los elefantes han empezado a reproducirse otra vez y han nacido más de 40 crías.
Cinco de los seis hombres de la unidad de patrulla Hippotrague, de Zakouma, fueron asesinados por cazadores furtivos de elefantes afuera del parque; el sexto se presume muerto. La familia de Idriss Adoum (segundo desde la izq.) siguió a un sospechoso hasta Sudán. El cocinero Djimet Said (p. op.) fue baleado, pero sobrevivió y caminó 18 kilómetros en busca de ayuda, hasta la siguiente aldea.
y regresaron en cuadrillas de ataque de menos de seis hombres. Se infiltraban en el parque para cacerías de un solo día. Los hombres de la unidad Hippotrague suponían que todos los cazadores furtivos habían huido a casa. Pero, en lugar de eso, esa mañana estaban escondidos entre los árboles que rodeaban el campamento de los guardaparques. Los cazadores furtivos abrieron fuego y mataron a cinco de ellos. Un sexto guardaparques, un centinela joven, bajó corriendo por el cerro, desapareció y se supone que murió. El cocinero del equipo, también herido, recorrió 18 kilómetros para pedir ayuda. LA COMPLICIDAD DE SUDÁN Al igual que Somalia con la piratería, Sudán hizo lo mismo con la caza furtiva de elefantes. En 2012, no menos de 100 cazadores furtivos sudaneses y chadianos recorrieron a caballo el centro de África hasta el Parque Nacional Bouba Ndjida, 28
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en Camerún. Establecieron un campamento y, en una embestida de cuatro meses, mataron hasta 650 elefantes. De acuerdo con Céline Sissler-Bienvenu, directora para el África de habla francesa del Fondo Internacional para el Bienestar de los Animales, quien dirigió un grupo dentro del parque después de la matanza, los cazadores furtivos muy probablemente pertenecían al grupo tribal rizeigat de Darfur. Estos tienen vínculos con los yanyauids, las milicias violentas apoyadas por el gobierno sudanés que cometieron atrocidades en Darfur. Asimismo, en 2013, cazadores furtivos sudaneses y chadianos estuvieron implicados en la carnicería de casi 90 elefantes –entre ellos, 33 hembras preñadas, así como crías recién nacidas– cerca de Tikem, Chad, no lejos de Bouba Ndjida. El hecho de que integrantes del ejército sudanés intercambien armas por marfil con el LRA plantea interrogantes sobre los más altos niveles del gobierno sudanés. En 2009, Bashir se convirtió en el primer jefe de Estado en funciones del
mundo en ser procesado por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya. En la presentación de su caso, el fiscal de la CPI, Luis Moreno Ocampo, recalcó el control de Bashir sobre los grupos de los que se dice están detrás del tráfico de marfil en Sudán: “Utilizó al ejército, alistó a la milicia yanyauid. Todos ellos le reportan, todos ellos lo obedecen. Su control es absoluto”.
Los colmillos artificiales siguen una ruta que, según me dijeron desertores del LRA, lleva el marfil rumbo a la base de Kony en Kafia Kingi. Ahora, los colmillos pueden estar en Jartum. Michael Onen, el desertor del ejército de Kony, me contó que el LRA y los yanyauids habían luchado por el marfil, con un grupo robándole al otro, y que fue el éxito de los yanyauids en el tráfico de marfil lo que originalmente le dio la idea a Kony de empezar a matar elefantes. El LRA les vende a las Fuerzas Armadas de Sudán, dijo Onen. A pesar del papel de Sudán como refugio seguro para grupos conocidos por traficar marfil, como el LRA, los yanyauids y otras bandas de cazadores furtivos, el país ha atraído una atención oficial limitada como Estado de caza furtiva. La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), organización sustentada en un tratado que sanciona el comercio internacional de marfil –y sus continuas prohibiciones– ha identificado ocho países “de interés primordial” cuando se trata del tráfico internacional de marfil: China, Kenia, Malasia, Filipinas, Tailandia, Uganda, Tanzania y Vietnam. Ocho más están considerados de interés secundario: Camerún, Congo, la República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, Gabón, Mozambique y Nigeria. Tres más están clasificados como “de importancia para vigilar”: Angola, Camboya y Laos. 30
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Sudán no se encuentra en estas listas, aun cuando los cazadores furtivos sudaneses son la principal razón de que se mate a los elefantes en varios de los países listados como de interés primordial y secundario por la CITES. Sudán también es un proveedor bien documentado de marfil para Egipto. Y es receptor de una sustanciosa inversión china en infraestructura, que generalmente llega con trabajadores chinos, una fuente de contrabando de marfil en muchas partes de África. De acuerdo con el secretario general de la CITES, John Scalon, Sudán no aparece en estas listas porque la CITES establece prioridades basadas principalmente en confiscaciones de marfil y ha habido pocas de estas relacionadas con Sudán en años recientes. Este hecho plantea la pregunta: si el marfil es obtenido furtivamente por los sudaneses, ¿adónde va? UNA GUARIDA DE KONY Mis colmillos artificiales se mantuvieron inmóviles durante varias semanas. Un par de puntos azules en forma de lágrimas en la pantalla de mi computadora, la cual muestra un mapa digital del extremo oriental de la RCA. De pronto, como el corcho en un agujero de pesca, hubo un ligero movimiento. Se trasladan unos pocos kilómetros. Súbitamente se mueven a un ritmo constante hacia el norte, a unos 20 kilómetros por día a lo largo de la frontera con Sudán del Sur, evitando todas las carreteras. Al decimoquinto día después de que empezaron a moverse, cruzan hacia Sudán del Sur y, desde ahí, siguen su camino hacia el enclave de Kafia Kingi, territorio conflictivo en Darfur controlado por Sudán. Kafia Kingi es tan reconocido como guarida de Kony que, en abril de 2013, una coalición de grupos, incluidos Niños Invisibles, Enough Project y la organización Resolve, publicó un informe llamado “Escondido a plena vista: el refugio de Sudán para el LRA en el enclave de Kafia Kingi, 2009-2013”. “No es un secreto para nadie que Kony está en Sudán –dice Marty Regan, del Departamento de Estado de Estados Unidos–. Es su santuario”. Pocos días después, los colmillos avanzan hasta Songo, la ciudad mercado sudanesa donde Onen
dijo que los hombres de Kony comercian con marfil. En Songo, los colmillos permanecen tres días en lo que parece un claro fuera de la ciudad. Luego se dirigen 10 kilómetros al sur, de regreso a Kafia Kingi. Después de tres semanas, los colmillos se dirigen otra vez hacia el norte, de regreso a Sudán. Cada vez más rápido, continúan hacia el norte antes de virar abruptamente hacia el este, en dirección a Jartum. “Oímos que se fue con Seleka”, me dijo Issa, el hijo de Idriss Adoum, refiriéndose a la violenta coalición rebelde que derrocó al gobierno de la RCA el 24 de marzo de 2013. Si es verdad, Soumaine Issa encontrará cazadores furtivos que trabajan con Seleka. Esta y su rival, Antibalaka, han prendido fuego a personas, las han arrojado de puentes y han asesinado gente sin motivo, convirtiendo a la RCA en un Estado sin ley, el tipo de lugar donde prosperan el grupo de Kony y otras organizaciones terroristas. En mayo de 2013, cazadores furtivos sudaneses respaldados por Seleka atacaron Dzanga Bai, un oasis de elefantes en el Parque Nacional Dzanga-Ndoki, en el suroeste de la RCA, y mataron 26 elefantes. Dzanga Bai –también conocido como la “aldea de los elefantes”– es un estanque cenagoso rico en minerales donde se congregan estos animales. A principios de este año, Kony sufrió la deserción de su comandante de operaciones, Dominic Ongwen, quien relató a las fuerzas de la Unión Africana que la ambición de Kony por el marfil fue reforzada por Seleka. “Los rebeldes de Seleka tenían una reserva de alrededor de 300 colmillos de marfil que vendieron, lo que les permitió conseguir suministros que los ayudaron a derrocar al presidente François Bozizé en la RCA”, les dijo según su sesión informativa. Ongwen indicó que el plan de Kony es obtener tanto marfil como sea posible “para su supervivencia futura en caso de que no pueda derrocar al gobierno de Uganda”.
Ongwen también dijo que Kony pretende formar una brigada para establecer contacto con Boko Haram, el grupo terrorista nigeriano responsable de matanzas generalizadas y los secuestros de cientos de mujeres y colegialas nigerianas. Boko Haram también utiliza la selva como base de operaciones: el bosque de Sambisa en Nigeria, una reserva al sur del lago Chad. En marzo de 2015, el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, le prometió lealtad a ISIS y su grupo cambió su nombre a Provincia de África Occidental del Estado Islámico, dándole a ese grupo terrorista de Medio Oriente una cabeza de playa en África occidental. ¿QUÉ SIGUE? Hasta el momento, mis colmillos artificiales enviaron su última comunicación desde una ciudad sudanesa llamada Ed Daein, 800 kilómetros al suroeste de Jartum. Sé en qué casa están: mediante Google Earth veo su techo azul claro en mi pantalla. Están en un lugar 1.2 °C más frío que la temperatura ambiente, así que tal vez fueron enterrados en un patio trasero. Hasta ahora han viajado 950 kilómetros desde la selva hasta el desierto en menos de dos meses. Su recorrido es compatible con la ruta que, según los desertores de Kony, toma el marfil rumbo a la base del caudillo en Kafia Kingi. Para el momento en que lean esto, mis colmillos podrían haber ido a Jartum. O es posible que aparezcan en el país que más consume marfil ilegal: China. Entre tanto, mientras los líderes de Europa, Medio Oriente y Estados Unidos plantean estrategias acerca de cómo detener la red cada vez más extensa de organizaciones terroristas internacionales, en algún lugar de África un guardaparques defiende su puesto, sosteniendo un AK-47 y un puñado de balas, luchando en la línea del frente por todos nosotros. j
“Esta asignación fue emocionante para mí porque no es solo una historia de explotación animal”, dice Bryan Christy, quien escribe reportajes sobre el tráfico de vida silvestre para esta revista. “Era la historia de una guerra tácita”.
Brent Stirton ha ganado muchos premios por su fotoperiodismo de investigación. Los sujetos de esta historia no fueron tímidos, dice. “Han pasado por mucho y se sentían cómodos al revelar sus vidas”. BYBA SEPTIKOVA
i nve s t i g ac i ó n e s pe c i a l : t r á f i c o d e m a r f i l
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Al rescate de Mes Aynak Bajo la amenaza de ataques por parte del talibán, arqueólogos excavan un complejo budista espectacular, antes de que sea arrasado por una operación enorme de extracción de cobre.
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La perspectiva vuelve mucho más grande este altar de piedra de 2.4 metros en Mes Aynak, Afganistán. Los arqueólogos han descubierto solo una fracción del extenso complejo budista que data de los siglos III a VIII d. C.
BODHISATTVA, ESQUISTO, 38.8 CENTÍMETROS, SIGLOS III-V
FRAGMENTO DE 28.9 CM. DE UN BUDA DE 2.1 M DE ALTURA, ARCILLA, SIGLOS V-VI*
DIPANKARA, UN BUDA DEL PASADO, ESQUISTO, SIGLOS III-V
GUERRERO (ORIGINALMENTE A CABALLO), ARCILLA, SIGLOS IV-V*
MECENAS FEMENINO, ARCILLA PINTADA, 81.2 CENTÍMETROS, SIGLOS V-VII
CABALLO, ARCILLA, 8.3 CENTÍMETROS DE LARGO, SIGLOS III-VII*
BUDAS EN DOS NIVELES, ESQUISTO, 24.8 CENTÍMETROS, SIGLOS III-IV
MONEDA ACUÑADA EN NOMBRE DEL REY HUNO KHINGILA, PLATA, SIGLO V*
SIDARTA GAUTAMA SEDENTE, ESQUISTO, 28.4 CENTÍMETROS, SIGLOS III-V
Los miles de artefactos que han salido a la luz reflejan la riqueza que el cobre dio a este centro religioso e industrial. Esta muestra incluye una rara representación de Sidarta Gautama antes de convertirse en Buda (p. op., inferior, der.) y el Buda de madera completo más antiguo que se conoce (der.), de 20 centímetros de altura, que data de 400 a 600 d. C.
MAYOR PARTE DE LOS ARTEFACTOS, FOTOGRAFÍAS TOMADAS EN EL MUSEO NACIONAL DE AFGANISTÁN, KABUL; IMÁGENES CON ASTERISCO, FOTOGRAFÍAS TOMADAS EN MES AYNAK, CORTESÍA DEL INSTITUTO AFGANO DE ARQUEOLOGÍA
Por Hannah Bloch FotografÍas de Simon Norfolk
l sur de Kabul, como a una de Gardez, lejos de las tiendas bulliciosas, los camiones que escupen humo de diésel y el traqueteo de las carretas tiradas por burros, hay una curva cerrada a la izquierda hacia un camino sin pavimento. En un distrito de la provincia de Logar, simpatizante de los talibanes, los alrededores se han estremecido con bombas camineras, ataques intermitentes con cohetes, secuestros y asesinatos. La carretera continúa junto al lecho seco de un río y pasa por aldeas pequeñas, retenes paramilitares y torres de centinelas, hasta un complejo de techo azul acordonado con alambre de púas. Poco más adelante, la vista se abre hacia un valle desarbolado, surcado por trincheras y antiguas murallas expuestas. Allí, en los últimos siete años, un equipo de arqueólogos afganos e internacionales, apoyado hasta por 650 trabajadores, ha desenterrado miles de estatuas, manuscritos, monedas y monumentos sagrados budistas, y sacado a la luz monasterios y fortificaciones completas que datan del siglo iii d.C. Más de un centenar de puestos de revisión rodean el sitio, patrullado día y noche por unos 1700 policías. La excavación es, por mucho, la más ambiciosa en la historia de Afganistán. Sin embargo, la seguridad no se puso solo para a la protección exclusiva de unos cuantos científicos y obreros locales. Sepultada bajo las ruinas yace una veta de mineral de cobre de cuatro kilómetros de ancho que se extiende kilómetro y medio o más hacia el interior de Baba Wali, la montaña que domina el sitio. Está considerado como uno de los yacimientos sin explotar más grandes del mundo, con alrededor de 11.4 millones de toneladas de cobre. En la antigüedad, ese metal hizo ricos a los monjes budistas de la localidad; colosales depósitos de escoria púrpura, azul y verde –los residuos solidificados de su fundición– caen por las laderas de 36
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Baba Wali para atestiguar una producción de escala casi industrial. Por ello, el gobierno afgano confía en que el cobre enriquecerá nuevamente al país o, al menos, lo hará autosuficiente. el nombre es engañoso: Mes Aynak, “pequeña fuente de cobre”, pero el lugar nada tiene de pequeño. En 2007, China Metallurgical Group Corporation (MCC), compañía de Pekín que encabeza un consorcio respaldado por el gobierno, ganó los derechos de extracción de cobre con un contrato de arrendamiento a 30 años (China está ávida por este metal; hoy consume la mitad de la producción mundial). La empresa ofertó más de 3000 millones de dólares y prometió proporcionar
infraestructura al distante y subdesarrollado distrito, incluidos caminos, un ferrocarril y una planta eléctrica de 400 megavatios. Funcionarios afganos calcularon que la mina inyectaría 1 200 millones de dólares a la endeble economía nacional que, desde 2002, depende de la ayuda exterior y hoy encara un déficit anual de 7 000 millones de dólares. El potencial arqueológico de Mes Aynak fue descubierto hace décadas, de manera que, cuando se hizo público el acuerdo con los chinos, defensores de la herencia cultural afgana exigieron que los antiguos tesoros del lugar se excavaran y se registraran debidamente antes de que se perdieran por causa de la mina a cielo abierto. Pero las piezas
Un esqueleto manchado por el cobre del suelo yace junto a una estupa de Mes Aynak. Se desconoce si el individuo vivió cuando los monasterios se encontraban activos o en una era posterior.
ya estaban en peligro: no por la destrucción del talibán, sino por haber sido sustraídas paulatinamente por los saqueadores y perdidas para la ciencia. “Si no los destruye la minería, los destruirá el saqueo”, afirma el arqueólogo francés Philippe Marquis, quien dirigió las excavaciones de 2009 a 2014. Es preferible, dice, documentar ahora tanto como sea posible, de manera sistemática. A pesar de la estrecha seguridad, las amenazas actuales han demorado el desarrollo de la mina. me s ay nak
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En 2012, cuando se tomó esta foto, unos 500 obreros excavaban el sitio, dándose prisa para rescatar sus tesoros antes de que empezara la extracción de cobre. Al demorarse la operación, un equipo menos numeroso ahora trabaja en una zona donde la influencia insurgente es cada vez mayor.
Construido por ingenieros chinos, el complejo de techo azul fue abandonado luego de una serie de ataques con cohetes en 2012 y 2013. Las minas terrestres que dejaron los soviéticos en la década de los ochenta del siglo xx suponen otro peligro, igual que los artefactos explosivos sembrados más recientemente por los talibanes y Al Qaeda. En 2014, ocho especialistas en desminado perecieron en ataques talibanes (cuando Afganistán se encontraba bajo el control del talibán, Mes Aynak albergó un campamento de élite de Al Qaeda, donde, de acuerdo con la Comisión 9/11, fueron entrenados cuatro de los secuestradores que
Mes Aynak también fue un centro económico clave en Gandhara, región que actualmente abarca el oriente de Afganistán y el noroeste de Pakistán. Era una encrucijada de la civilización, el lugar donde confluían las grandes religiones del hinduismo, budismo y zoroastrismo, y donde se fundían las antiguas culturas de Grecia, Persia, Asia central e India. En palabras de Abdul Qadir Temory, principal arqueólogo afgano del proyecto, era “el centro del mundo”. En los primeros siglos de la era cristiana, los budistas de Gandhara revolucionaron el arte de la región al refinar una sensibilidad estética que
Las demoras en la mina han dado a los arqueólogos mucho más tiempo para excavar. El pasado que desvelan ofrece un marcado contraste contra la violenciay el caos del presente. participaron en los ataques de 2001 contra Nueva York y Washington, D.C.). Si a los desafíos de seguridad añadimos las complicaciones de logística –la falta de un ferrocarril para sacar el cobre de la región y una escasez de agua grave–, no sorprende que la instalación minera, proyectada para comenzar a operar en 2012, todavía no lo haya hecho. En 2013, MCC empezó a retractarse de algunas condiciones del contrato y las dos partes aún no han renegociado el acuerdo, así que resulta improbable que la extracción se lleve a cabo antes de 2018. Si acaso. Sin embargo, las demoras han dado mucho más tiempo del esperado a los arqueólogos para excavar, aunque con una fuerza de trabajo significativamente reducida. El pasado que están desvelando tiene un marcado contraste contra la violencia y el caos del presente. Desde los siglos iii a viii d. C., Mes Aynak fue un centro espiritual que floreció en relativa paz. Al menos siete complejos monasteriales de varios pisos, con capillas, habitaciones para monjes y otras salas, forman un arco alrededor del sitio, cada uno protegido por torres antiguas de vigilancia y murallas altas. Dentro de los complejos fortificados y sus residencias, los arqueólogos han desenterrado casi 100 estupas de esquisto y arcilla, así como relicarios, elementos centrales del culto budista; y las estupas varían en tamaño, desde monumentales hasta portátiles. 40
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sintetizaba los vestigios de antiguos siglos de conquista. Fueron de los primeros artistas del mundo en representar a Buda con forma humana y realista, innovación helenística tomada de la época de Alejandro Magno, quien marchó por Afganistán en 330 a. C. En Mes Aynak se han descubierto capillas que albergan estatuas de Buda con el doble del tamaño natural y que aún conservan en sus ropajes rastros de pintura roja, azul, amarilla y anaranjada, así como escondites de joyas de oro, fragmentos de manuscritos antiguos y paredes adornadas con frescos. Un nicho resguardaba una estatua de esquisto representando a Sidarta Gautama antes de convertirse en Buda. Desde el sitio han caído cascadas de monedas de cobre de los siglos iii a vii d. C., acumulándose en el suelo de viviendas donde las han recogido por centenares para guardarlas cuidadosamente. Muchas llevan la efigie de Kanishka el Grande, gobernante kushán del siglo ii que pudo haber practicado el budismo, aunque lo acogió en su imperio junto con otras tradiciones, como la antigua religión persa del zoroastrismo y su culto al fuego. Muchas de las monedas halladas en Mes Aynak representan, por un lado, a Kanishka y, por otro, a un Buda sedente o alguna deidad persa como Ardokhsha, diosa de la buena fortuna. “La acuñación de Kanishka era valorada desde Roma hasta China –explica Nancy Hatch Dupree, de 87 años, antigua residente de Kabul y autoridad
respetada entre los eruditos de la herencia afgana–. En la producción de Kushan hay 23 dioses y diosas, lo que simboliza la tolerancia. Marca una época de criterios más amplios”. Aunque se sabe mucho sobre los nexos del budismo antiguo con el trueque y el comercio, se desconoce su relación con la producción industrial. Y es allí donde Mes Aynak podría despejar muchas dudas: apunta a la existencia de un sistema económico budista más complejo de lo que se presumía. A diferencia de Bamiyán –sitio antiguo de peregrinación budista mucho mejor conocido y centro de caravanas en la Ruta de la Seda, situado 200 kilómetros al noroeste–, parece que Mes Aynak prosperó, eminentemente, como centro de extracción y producción de cobre. Una especie de Pittsburgh respecto de la Nueva York que fue Bamiyán, ya que sus centros monásticos yacen justo encima del mineral de cobre. “No conozco otro sitio donde los monasterios coexistieran en perfecta [simbiosis] con centros de producción o industriales –dice Zemaryalai Tarzi, arqueólogo afgano quien visitó Mes Aynak por primera vez en 1973, con un equipo francés–. No hay precedentes de relaciones estrechas entre monasterios budistas y explotadores de recursos naturales, industriales o comerciales”. para desentrañar el significado completo de Mes Aynak se necesitarán décadas y una nueva generación de arqueólogos. Luego de obtener su título en la Universidad de Kabul, Sultan Masoud Muradi, de 24 años, hijo de un albañil kabulí, compitió para participar en las excavaciones del Q Beca de la Sociedad El mapa satelital de Mes Aynak fue financiado en parte con tu suscripción a National Geographic. IMAGEN PANORÁMICA COMPUESTA DE TRES IMÁGENES
En 2010, las tomas aéreas de un montículo llamado Shah Tepe revelaron pozos de saqueadores (izq.). Al cabo de un año, los arqueólogos habían descubierto un fabuloso edificio fortificado (der.).
sitio. Dice sentirse orgulloso de trabajar en armonía con sus colegas de distintas etnias, lo que no es no poca cosa en un país escindido en los años noventa del siglo xx por una guerra civil espantosa entre grupos muyahidines, divididos en facciones étnicas. “Tenemos una historia de 5 000 años y es muy importante que la conozca la nueva generación de afganos –dice, mientras sostiene una pala pequeña durante un descanso–. De lo contrario, solo seremos famosos por el terrorismo y la producción de amapola”. hoy día, el paisaje de Mes Aynak está deforestado. Es posible que la antigua fundición de cobre contribuyera a la denudación de la zona, lo cual, a su vez, pudo poner fin a la producción de metal. Era necesario quemar cantidades enormes de madera para hacer carbón y se habrían requerido hasta nueve kilogramos del combustible para extraer apenas 0.45 kilogramos de mineral de cobre. Además, haría falta mucho más para elevar la temperatura del fuego a casi 1 093 °C y mantener ardiendo un horno pequeño durante varios días. El británico Thomas Eley, especialista en arqueometalurgia que en 2012 realizó el trabajo de campo en Mes Aynak, detectó un cambio en la producción de cobre durante un periodo relativamente corto: de la fundición a un proceso más lento y concienzudo, todo lo opuesto a lo esperado. No obstante, sucede que el procedimiento más eficaz, denominado fundición de escoria, me s ay nak
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DIVINO Y MUNDANO Kafiriat Tepe incluía zonas privadas para monjes y zonas públicas para el culto general. Las pinturas de salones y capillas celebran a las potencias seglares y religiosas, lo cual sugiere que el monasterio gozaba del apoyo de la élite reinante. Podría esclarecer la historia social y política del budismo.
ALMACÉN Vasijas grandes de cerámica almacenaban agua y comida.
COMEDOR PATIO CENTRAL
CELDAS
Base de piedra Adobes de dos metros de espesor
Los monjes de las minas El monasterio fortificado de Kafiriat Tepe, representado aquí con el aspecto que pudo haber tenido en los siglos V y VI d.C., era parte del antiguo complejo minero de Mes Aynak, próspero centro budista. La rica región cuprífera, localizada a 48 kilómetros al sur de Kabul, sirvió recientemente como campo de entrenamiento de Al Qaeda y fuente de antigüedades para saqueadores. Ahora, los arqueólogos intentan desenterrar y rescatar el sitio antes que se transforme en una mina a cielo abierto. FERNANDO G. BAPTISTA, RYAN MORRIS Y EMILY M. ENG; PATRICIA HEALY MODELO 3D: ICONEM-DAFA ILUSTRACIÓN: ROCÍO ESPÍN; JOSÉ DANIEL CABRERA FUENTES: PHILIPPE MARQUIS; NICOLAS ENGEL; CATHERINE HEIM
CAPILLA SUR Con influencia de estilos grecorromano clásico e indio, enormes estatuas de arcilla de Buda están flanqueadas por representaciones más pequeñas de devotos y bodhisattvas, seres que se encuentran en el camino hacia la iluminación. Con frecuencia la piel se teñía de rosa o dorado Cubierta de yeso Cuerpo de arcilla Interior de haces de varas y hierba
Kafiriat Tepe iri ir (Ampliado aela izq.)
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CAPILLA NORTE L NOR OR E ORT TORRES DEFENSIVAS O DE
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PATIO DE LAS ESTUPAS Banderines de oración ondean en lo alto mientras monjes y visitantes caminan ceremoniosamente alrededor de estupas con estatuas consagradas. Soldados montan guardia en las murallas defensivas del monasterio.
Agujeros que dejaron los saqueadores revelan grandes estupas, monumentos venerados que albergan reliquias sagradas. Quizá fueron construidas sobre estructuras más antiguas y pequeñas.
Los arqueólogos han desenterrado un barrio de casas de adobe, talleres artesanales y posibles edificios administrativos. Al fondo, Shah Tepe estaba fortificado, pero mostraba pocos signos de violencia.
Rostros antiguos de Buda (yeso dorado, 20.3 centímetros de alto, arriba) y de personajes locales (arcilla pintada, extrema der.) evocan la época en que Mes Aynak era una encrucijada de Asia central. Los rostros modernos pertenecen a miembros del equipo de excavación que trabaja para rescatar del olvido un fragmento de la rica herencia cultural de Afganistán.
MECENAS, 7.1 CENTÍMETROS, SIGLOS IV-VII
MECENAS, 14.9 CENTÍMETROS, SIGLOS V-VII*
MECENAS O BODHISATTVA, 9.9 CENTÍMETROS, SIGLOS IV-VII
MECENAS, 7.1 CENTÍMETROS, SIGLOS IV-VII
requería más combustible. Entonces, al menguar el suministro de árboles para la producción de carbón, los fundidores tal vez se vieron obligados a utilizar el método más lento. Para procesar tanto cobre necesitaban una fuente confiable de agua para lavar el mineral y enfriar los lingotes candentes. Probablemente recurrieron a manantiales montañosos, arroyos someros y antiguos canales de irrigación subterráneos llamados karez, que aún se usan en algunas partes de Afganistán. En la sección norte del sitio excavaron un karez de nueve metros de largo, tal vez parte de una red de dichos canales. Pero la deforestación continua debió reducir la precipitación en la zona, lo que agravó la escasez de agua. los arqueólogos deben enfrentar no solo un problema de escasez sino de superabundancia: la celeridad con que ha avanzado la excavación supera la capacidad para almacenar y proteger cuanto sale del suelo. “Es fácil excavar –comenta Omar Sultan, ex viceministro de cultura de Afganistán y arqueólogo educado en Grecia–. Lo difícil es proteger”. Han enviado más de 1 000 de las piezas más importantes al Museo Nacional de Afganistán, en Kabul. “Pero, lamentablemente, no podemos aceptar todos los artefactos –confiesa Omara Khan Massoudi, directora del museo desde hace muchos años–. No hay espacio”. Por lo pronto, los miles de objetos que no se encuentran en el museo están en la bodega temporal del sitio o cerca de allí, y la mayoría aún no ha sido analizada ni estudiada. Massoudi y Sultan hablan de construir un museo local, aunque lo más probable, al menos a corto plazo, sería crear un museo virtual y una reconstrucción en línea para preservar el recuerdo de Mes Aynak después de que se inicie la explotación minera. Sin embargo, antes habrá que resolver los desafíos de seguridad del país y las demoras ulteriores de la instalación minera que podrían plantear amenazas más graves a largo plazo. En buena medida, la seguridad de Mes Aynak depende de garantizar que los hombres de la localidad –vulnerables a los Radicado en el Reino Unido, el fotógrafo Simon Norfolk es especialista en paisajes. A lo largo de 12 años ha explorado con su obra el significado de “campo de batalla” y las múltiples interpretaciones que puede tener el término.
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incentivos o las amenazas del talibán– tengan trabajo bien remunerado. Muchos resienten que la mina de cobre los haya desplazado de sus aldeas. El Banco Mundial, que ha contribuido a la labor arqueológica por medio de un proyecto conjunto con el Ministerio de Minas y Petróleo de Afganistán, calcula que, con el tiempo, la mina creará 4 500 empleos directos y muchos miles de puestos indirectos, si bien hay un creciente escepticismo en cuanto a que dichas plazas de trabajo lleguen a ser realidad. Con los años, algunos centenares de hombres han recibido salarios generosos (con respecto del estándar local) para empuñar picos y palas o llevar a cabo tareas no especializadas en el sitio
arqueológico. Pero “si no tienes comida ni salario, si tus hijos pasan hambre, haces lo que sea –dice Habib Rahman–. Tal vez me una al talibán. Ellos pagan un sueldo”. En 2001, mientras pastoreaba sus cabras, ese padre de 42 años y barba entrecana perdió una pierna a causa de una mina terrestre. Ahora camina con muletas, dos horas de ida y dos de vuelta desde su aldea en la montaña, para lavar fragmentos de cerámica en Mes Aynak. La penosa vida de lugareños como Rahman difícilmente cambiará en el futuro inmediato y muchos sienten ambivalencia por la rica historia que ayudan a desenterrar, ya que no tienen lazos personales con el pasado preislámico. Tampoco ayuda que el Talibán haya amenazado a algunos
En busca de tesoros, los saqueadores arruinaron este Buda de tamaño mayor que el natural. “La arqueología es el único medio para proteger el sitio”, afirma Philippe Marquis, quien supervisó las excavaciones hasta 2014.
trabajadores, acusándolos de promover el budismo. Con todo, existe admiración por los logros de la antigüedad. “Mis antepasados fueron musulmanes –dice un obrero de 36 años y veterano del ejército afgano, quien solo proporcionó el nombre de Javed–. Pero sabemos que muchas generaciones pasaron por este suelo. Mientras trabajo, pienso que aquí hubo una civilización, una fábrica, una ciudad, reyes. Y sí, esto también es Afganistán”. j me s ay nak
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EL FUTURO DE LA
EXPLORACIÓN
EL PUNTO SIN RETORNO De cómo un pico olvidado que se eleva desde la selva de Birmania (Myanmar) casi acaba con un grupo de alpinistas de élite.
Un viento que congela los huesos azota la cuerda de escalada mientras Cory Richards asciende por una arista expuesta en un intento por alcanzar la cima del Hkakabo Razi, la montaña más alta de Asia suroriental, según se dice. RENAN OZTURK
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Mark Jenkins (de pie) y Renan Ozturk hacen una pausa para almorzar con la cima cubierta de nieve del Hkakabo Razi a la vista (parte superior izq.). Los alpinistas esperaban ser los primeros en medir con precisión la altura de la montaña con un GPS.
Un puente permite el cruce sobre el río Tamai en ruta hacia la base de la montaña. Los alpinistas pasaron semanas abriéndose paso por una densa selva tropical, evadiendo serpientes y evitando la claustrofobia a lo largo de senderos oscuros en forma de túneles.
Por Mark Jenkins Fotografías de Cory Richards
l viento se estrella contra mí. Intento desesperadamente sujetar mis piolets para evitar que me arranque de la pared. Empujo la cabeza contra la nieve, me tranquilizo y miro hacia abajo. Debajo de mis crampones hay una caída de 1 500 metros. Es como mirar desde la puerta abierta de un avión. Estoy en la cordada junto con mis dos compañeros, nada nos sujeta a la montaña. Una caída en este momento nos llevaría a los tres a una segura muerte en picada. Cuando el viento amaina, clavo a golpes una estaca de aluminio en la nieve a la que sujeto la cuerda. No se sostendría si cayese, pero me brinda suficiente comodidad psicológica para continuar. En un terraplén de roca pongo el ancla y aseguro a mis compañeros Cory Richards y Renan Ozturk en el desfiladero. “¡Buena punteada, hermano!”, grita Cory. Asciende, inclinándose hacia la izquierda, buscando un acceso entre el granito y la nieve. Cuando Renan llega hasta mí, no hay espacio en mi cornisa, de modo que se pasa a la suya. Cory camina de puntas por encima de nosotros y desaparece. Renan y yo esperamos, encorvados para protegernos del viento. Estamos demasiado apartados como para conversar. Solo estamos ahí de pie, del lado del risco cubierto de nieve a una altura de más de cinco kilómetros. Después de media hora empezamos a congelarnos. En una hora ya no sentimos los dedos de las manos ni de los pies. “No puedo más –grita Renan a través de su barba congelada–. Ya no siento los pies. Debo comenzar a moverme”. No sabemos lo que Cory hace arriba de nosotros, pero tenemos tanto frío que no importa. Renan empieza a ascender, lo sigo. Seguimos unidos por la cordada, así que es crucial que ninguno de nosotros caiga. Se supone que la cuerda está asegurada a la montaña para impedir una caída, pero predicamentos mortales como este 56
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suelen suceder en la práctica del alpinismo. Cuando no hay buenos anclajes, tus compañeros se convierten en tus anclajes, física y emocionalmente. Debes confiar tu vida a su buen juicio y capacidad, y ellos encomiendan su vida a la tuya. Es el código de las montañas. Renan y yo nos detenemos en un pequeño recoveco rocoso que domina la ladera norte. Por entre la ventisca podemos ver a Cory atravesar otra extensión de nieve. Es muy peligroso que Renan y yo sigamos avanzando. De nuevo, debemos esperar. Nos arrimamos uno contra otro, pero seguimos congelándonos. “Mis pies están tan fríos como para dar marcha atrás”, dice Renan. Quiere decir que están cerca de congelarse. Me pregunto, al menos por décima vez en esta expedición, si es el final de nuestro intento por escalar el mayor pico de Birmania. Muy por debajo de nosotros, los demás integrantes de nuestro grupo nos alientan en espíritu. El director de nuestro campamento base, Taylor Rees, está al pie de la montaña. El día anterior dejamos a Hilaree O’Neill y Emily Harrington en el Campamento 3, una tienda de campaña anidada en una cresta, donde nuestro agotado grupo había sostenido una amarga discusión sobre quién intentaría ascender a la cumbre. Cuando Cory logra rodear un espolón rocoso, comenzamos a movernos. Pasa una hora antes de que nos reunamos de nuevo en una cornisa
Llevados hasta el límite, a los integrantes del grupo –de izq. a der., el camarógrafo Renan Ozturk, el escritor Mark Jenkins, el fotógrafo Cory Richards, la alpinista Emily Harrington y la jefa de la expedición Hilaree O’Neill– comienza a escasearles la comida durante el recorrido a pie. “Ninguno de nosotros previó que nos agotaríamos tanto”, comenta Cory.
estrecha. Nuestro objetivo inmediato permanece lejos de nosotros en las alturas: la cresta del borde occidental, que brilla como el filo de una espada. “Yo voy primero”, indica Renan. Desaparece en el brillo del sol. La cuerda se tensa, Cory parte. Cuando se esfuma, sigo yo. Alcanzar la cresta y extender mi rostro hacia el sol es como asomarme al paraíso. Tiro de mi cuerpo hasta alcanzar la cresta y me envuelve una manta de luz solar. Después del frío oscuro en la cara norte, me siento renacer. Renan y Cory se han dejado caer por encima de la cresta y han descubierto una plataforma de piedra que pende sobre la cara sur. “¡Es la cornisa del almuerzo!”, clamo a gritos para bautizar nuestra atalaya. En unos cuantos minutos logro que crepite nuestra estufa diminuta. Renan se quita las botas y comienza a frotarse los dedos. Cory empieza a TAYLOR REES
tomar fotos. Después de más de una semana de escalada, es la primera oportunidad real que tenemos de vislumbrar la cumbre: una pirámide de nieve escarpada y brillante. Aunque también vemos lo que nos queda por escalar: una cresta amenazadora de roca y nieve, protegida por pináculos con forma de dagas. “tengamos una aventura a la antigua usanza –había dicho Hilaree–, una expedición a algún lugar todavía remoto y desconocido”. Era la primavera de 2012 y descendíamos del monte Everest. Hilaree es sin duda la mujer más fuerte que haya conocido. Después de alcanzar la cima del Everest, ascendió la de su vecino, el Lhotse, con dos ligamentos del tobillo rotos. Teníamos mucho en común. Los dos nos criamos amando las montañas. Ambos estábamos casados y teníamos dos hijos, además de que e l p u n to s i n retor n o
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UNA CIMA HUIDIZA
ASIA
BIRMANIA (MYANMAR)
En su mayoría inexplorada, la cordillera Dandalika, que atraviesa las fronteras de China, Birmania e India, ha sido opacada por el Himalaya en los círculos del alpinismo. Sin embargo, encierra un enigma seductor. Elevándose desde la remota selva del norte de Birmania, el Hkakabo Razi (la que se cree es la montaña más alta de Asia suroriental) sigue sin ser medido con un GPS. El otoño pasado, una expedición de National Geographic Society emprendió una aventura para escalarla y disipar la duda.
O CÉANO ÍNDICO
Día 1
Htang Ga
Día 2
596 m (1 956’) Kilometraje diario: 51
Shabyen
529 m (1 734’) 13 km (total acumulado hasta entonces: 64 km)
Paso
Días 3 y 4
1 764 m (5 787’)
Gawle 646 m (2 118’) 45 km (109 km) Termina la etapa en motocicleta del viaje; el grupo se ve obligado a reducir su equipo de 28 a 20 sacos de lona.
Día 7
Ngawa En el primer día de la caminata, a Hilaree casi la pica un crótalo verde de labios blancos.
L A H I M A
Y
1 071 m (3 515’) 19 km (146 km)
Días 5-6
Pangnamdim Río Tamai
A
apu
Gawai 1 164 m (3 819’) 19 km (165 km)
TÍBET Cordillera
Dandalika
Dirección de la vista Hkakabo Razi 5 881 m 19 296’ Ruta de acercamiento
Lohit
Brahm
Día 8
985 m (3 230’) 18 km (127 km) Sin porteadores suficientes, el grupo debe reducir de nuevo su equipo; la cuenta de sacos de lona cae ahora a 13.
tra
KACHIN
INDIA
Myitkyina
CHINA
BIRMANIA ( M YA N M A R ) Mandalay Bagan
ar w ady Ay e y wadi ) ( Ir r a
LAOS Naipyidó
TAILANDIA
Bahía de Bengala
Rangún 100
0 mi 0 km
100
MARTIN GAMACHE; CHARLES PREPPERNAU FUENTES: MARK JENKINS; HILAREE O’NEILL, THE NORTH FACE; DIGITALGLOBE; PLANETOB- SERVER DEM; TAMOTSU NAKAMURA, JAPANESE ALPINE NEWS
Después de pasar por aldeas cristianas, el grupo entra en una región budista y tiene su primera vista de las montañas.
**Elevaciones documentadas del Hkakabo Razi: rusa, 1986: 5 691 m; estadounidense, 1972: 5 750 m; ASTER GDEM V2, 2011: 5 754 m; británica, 1925: 5 881 m *Todas las distancias fueron calculadas desde puntos GPS reunidos en el campo por integrantes de la expedición.
INICIO
Putao 448 m (1 469’)
*La escala varía en esta perspectiva. La distancia lineal entre la ciudad de Putao y la cumbre del Hkakabo Razi es de 111 kilómetros. La ruta efectiva del grupo abarcó 243 kilómetros.
Comienzo del acercamiento al campamento base 10-13 de octubre de 2014 El gobierno estatal de Kachin informa a los integrantes del grupo que no pueden abandonar la ciudad.
Día 9 Días 10-11
Dazhongdon
Dashutu
1 285 m (4 217’) 14 km (179 km)
1 465 m (4 805’) 10 km (189 km)
Día 12
Dahongdam 1 820 m (5 971’) 18 km (207 km) El grupo llega a la última aldea, desde este punto el sendero es más difícil y peligroso.
Algunos sospechan que el Gamlang Razi, un pico que fue medido en 5 870 metros en 2013, mediante el uso de tecnología de GPS, podría en realidad ser la montaña más alta de Birmania.
Día 13
Campamento Gaman 2 112 m (6 929’) 7 km (214 km)
Gamlang Razi
Una expedición birmana pudo haber alcanzado la cima dos meses antes que el grupo; registró un punto máximo de 5 790 metros, pero los integrantes murieron durante el descenso.
5 743 m (18 841’) Mark, Renan y Cory regresan.
Campamento 4 5 663 m (18 579’)
Hkakabo Razi** Día 14
5 519 m (18 108’) Hilaree y Emily no ascienden más. 5 275 m (17 305’)
Day 15
Campamento japonés 2 748 m (9 015’) 8 km (232 km)
El alpinista japonés Takashi Ozaki realizó la primera ascensión al Hkakabo Razi por su cara norte en 1996, pero no midió su elevación.
Día 16
Sec ción de s
Campamento 3
Campamento 2
Campamento Pala 2 507 m (8 225’) 10 km (224 km)
Los integrantes del grupo pasan a un bosque de coníferas y se encuentran con alpinistas japoneses en retirada, quienes les suministran cuerdas y combustible para estufa.
5 870 m 19 259’
PUNTO ALTO
Campamento de confluencia 3 289 m (10 790’) 8 km (240 km)
habitada:
35 km.
Cara norte Ruta de ascenso
Campamento 1 4 807 m (15 771’)
CAMPAMENTO BASE Día 17 4 029 m (13 217’) 3 km (243 km) Taylor espera al grupo de alpinistas.
Balanceando una carga de 25 kilos, un porteador atraviesa un puente colgante como si fuera la cuerda floja. Al grupo le costó trabajo hallar lugareños para llevar el equipo. “Teníamos unos 35, queríamos cerca de 60”, dice Taylor Rees, integrante del grupo. Al final tuvieron que dejar parte del equipo.
buscábamos el modo de compaginar la vida familiar con las expediciones. Asimismo, nos desilusionaba tanto el carácter comercial como las multitudes del Everest. Debíamos volver a lo que nos había convertido en alpinistas en un principio. Pero hallar un lugar en verdad remoto tiene sus bemoles. Un avión nos puede transportar a los polos Norte o Sur; podemos montarnos en un helicóptero que nos lleve al campamento base del Everest o del Makalu; embarcaciones para turistas hacen cruceros por el Nilo y el Amazonas. Algo verdaderamente remoto –algún lugar para el que alcanzarlo haga falta días o incluso semanas– casi ha desaparecido de la Tierra. Y, sin embargo, sabía de un lugar, una montaña que desde hacía mucho tiempo me tenía subyugado. Aunque, dada mi historia personal con ella, fui reacio a decir algo. A la larga, después de intercambiar ideas, mi entusiasmo me venció. “¿Qué tal –titubeé– el Hkakabo Razi?”. Se dice que el Hkakabo Razi es el pico más alto de Asia suroriental. Es un macizo dentado de roca negra y glaciares blancos que se eleva desde la selva tórrida de Birmania septentrional. Localizado apenas al otro lado del borde oriental del Himalaya, en la frontera con el Tíbet, su altura
Los porteadores hacen un receso sobre un lecho de hojas de bambú. En algunas aldeas, el grupo contrató a familias enteras, incluso a los abuelos, para llevar el equipo. La mayoría eran de la etnia rawang, que habita en remotos valles cerca de la frontera tibetana y rara vez se encuentran con personas de fuera.
Los rawangs no eran inmunes a los caprichos de la selva. Nos trajeron a una pequeña con picaduras de insecto infectadas. Un anciano tribal me dijo: “Aquí todo el mundo o mejora por sí solo o muere”. fue determinada por primera vez por un equipo de medición británico en 1925, en 5 881 metros. Es un pico tan remoto que pocos alpinistas han oído hablar de él. Para llegar a la montaña sería necesaria una caminata de dos semanas por la densa selva, desgarrada por gargantas muy profundas y habitada por víboras venenosas. Hilaree se enganchó de inmediato. Ya planeábamos nuestra expedición antes de partir de Katmandú. Me enteré del Hkakabo en los años ochenta, cuando me hice de un ejemplar de Burma’s Icy Mountains, del explorador británico Francis 62
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Kingdon-Ward. El libro describía la expedición que realizó a la región en 1937 y su audaz intento por escalar en solitario el Hkakabo Razi. Alcanzó una altura de más de 4 500 metros antes de que su empeño fuera frustrado por un infranqueable “muro de granito... más allá de mis capacidades”. Las “capacidades” de Kingdon-Ward eran proteicas. Botánico brillante, escritor lírico, cazador infatigable de plantas y, supuestamente, espía británico, Kingdon-Ward era uno de esos aventureros al estilo del viajero polar Roald Amundsen o del explorador amazónico Percy Fawcett. Desde
1909 hasta 1956 hizo más de 20 expediciones a Asia central, en las que recogió cientos de plantas y dio nombre a muchas, incluyendo especies de rododendros y lirios. Estaba decidido a realizar el primer ascenso al Hkakabo Razi, así que en el otoño de 1993 recluté a mis amigos de escalada Steve Babits, Mike Moe y Keith Spencer. Mike había sido mi mejor amigo desde la preparatoria y conocí a Keith y Steve en la Universidad. Desde entonces, Mike y yo habíamos realizado varias ascensiones pioneras en las Rocosas, así como el primer descenso en kayak por el río Níger, en África occidental. En esa época, la junta militar que controlaba Birmania había prohibido el acceso a la región septentrional. Planificamos inocentemente evadir este obstáculo mediante el acceso a la montaña desde el Tíbet, el cruce ilegal de la frontera, viajar ligeros y raudos, sin porteadores.
Volamos a Lhasa y cruzamos a hurtadillas por la región oriental del Tíbet (también cerrada a los extranjeros), mediante aventones y echando mano de la labia para cruzar los retenes. Nos llevó más de un mes llegar apenas cerca de la base de la montaña. Mike y Steve debieron volver a casa. Se nos acabó la comida en el lado norte del Hkakabo y tuvimos que bajar hasta una aldea tibetana. Allí nos arrestaron unos militares chinos. Firmamos una confesión por nuestra “mala conducta” y fuimos deportados. Dos años después, para pesar mío, el gobierno de Birmania concedió al alpinista japonés Takashi Ozaki un permiso para escalar el Hkakabo Razi. Ozaki era un veterano incontenible del Himalaya (moriría en el Everest en 2011, durante un ascenso). Tuvo dos intentos fallidos en el Hkakabo Razi en 1995, pero en septiembre de 1996, tras dos meses de escalada, alcanzó la cumbre junto e l p u n to s i n retor n o
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Pisando con cautela, los porteadores siguen un sendero estrecho por un desfiladero. “Un resbalón y eres hombre muerto –señala Mark, quien ya había intentado escalar el Hkakabo en 1993–. Hay muchas formas de morir antes de que puedas ver la montaña”.
con el alpinista Nyima Gyaltsen, oriundo del Tíbet. Declaró lo siguiente al diario Asia Times: “Puedo decir con certeza que el Hkakabo Razi es una de las montañas más difíciles y peligrosas del mundo. Nunca había tenido tanto miedo”. Ozaki no midió la altura de la cima con un GPS, lo cual dejó indeterminada la altitud exacta de la montaña. Jóvenes y convencidos de nuestra invencibilidad, Mike, Keith y yo hablamos sobre volver al Hkakabo Razi (Steve se había cambiado a aventuras diferentes). Pero no habría de ser. Mike murió en una expedición en 1995, junto con su hermano y otras dos personas. Ninguno de nosotros se recuperó del todo. Con todo, Keith y yo seguimos realizando expediciones y a menudo practicábamos la escalada en hielo. El 2 de enero de 2009 nos hallábamos en la ascensión de una cascada congelada, en Wyoming. Lo estaba asegurando desde un pequeño nicho en el hielo. Él escalaba alegremente, unos cinco metros debajo de mí, cuando oímos un estruendo ensordecedor. Una sección del hielo encima de nosotros se había desprendido. Segundos más tarde se desplomaron toneladas de hielo. Keith murió: se le había roto el cuello.
Cerca del campamento base, Renan, Emily y Hilaree hallaron banderas de plegaria budistas. Siguiendo una tradición alpinista del Himalaya, quemaron ramas de junípero para tener buena suerte. Unas semanas antes, dos alpinistas birmanos habían desaparecido en el Hkakabo Razi.
Las semanas que he pasado con Cory y Renan han sido como mirarme a mí y a mis dos amigos muertos en el pasado. En estos dos hombres menores que yo veo la misma pasión por escalar, la misma sensación de ser a prueba de balas que teníamos hace 22 años. No había razón por la cual yo siguiera vivo y Keith no. Habíamos tomado las medidas de seguridad pertinentes. Él no cometió ningún error y yo no hice nada por salvarme. No hubo moraleja, además de la verdad ineluctable de que las montañas son peligrosas y que a veces infligen horror y pesar a aquellos que osan escalarlas. mientras holgazaneo bajo el sol en nuestra cornisa del almuerzo, en el Hkakabo Razi, sorbiendo fideos calientes con Cory y Renan, recuerdo a los amigos que perdí. Mike era divertido 66
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como Cory, quien nos alentaba a continuar con chistes perfectamente oportunos. Keith era callado como Renan, siempre embebido en la grandeza a su alrededor, la voz calma. Las últimas semanas que he pasado con Cory y Renan han sido un poco como mirarnos en el pasado, a mí mismo y a mis compañeros fallecidos. Reconozco en estos dos hombres menores que yo la misma pasión por escalar montañas, la fuerza plena de determinación, la ambición desmedida y, a ratos, la misma sensación de ser a prueba de balas que Mike, Keith y yo teníamos hace 22 años.
Una vez repuesta nuestra determinación, comenzamos a estudiar la cresta almenada que teníamos frente a nosotros y que lleva a la cima. Dado que la montaña ha permanecido en gran medida inexplorada, ascendemos con poco conocimiento del terreno. La cresta occidental del Hkakabo es una hoja de serrucho de tres kilómetros de longitud: una serie de torres de piedra separadas por collados de nieve filosos y abruptos. A diferencia de otras montañas, donde uno puede subir directamente a la cima, nosotros habíamos estado ascendiendo y descendiendo por los picos del acantilado durante toda la escalada. Intentamos determinar una ruta posible, pero la cresta dentada zigzaguea como la cola de una serpiente, por lo que no podemos ver todos los obstáculos. Sin embargo advertimos un pequeño desfiladero que parece el mejor lugar para acampar durante la noche.
Nos toma cuatro horas alcanzarlo. Estamos tan cansados que apenas podemos formar a pisotones una base para la tienda de campaña. Cuando intentamos meter los postes en ella, el viento la levanta. Lanzamos nuestras mochilas dentro y la aseguramos con cuerdas ancladas. Sabíamos que esa noche sería un suplicio. Desde el Campamento 3 podíamos apreciar que la cresta se volvía más técnica y traicionera. Así que redujimos el peso de nuestras mochilas y llevamos solo lo más esencial. Dejamos nuestros sacos de dormir invernales y llevamos solo fundas livianas para sacos. Tenemos una estufa, una botella de combustible, una olla, una cuchara, dos comidas instantáneas de pasta y los tres estamos metidos en una tienda para dos personas. Sentados rodilla con rodilla, la espalda contra la tienda, disponemos la estufa sobre nuestras botas y casi nos asfixiamos cuando hervimos agua e l p u n to s i n retor n o
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Renan desciende por una ladera después de hallar infranqueable la ruta. Para librar el laberinto de crestas y falsas cumbres no cartografiadas de la región, el grupo se vio obligado a retroceder dos veces, desperdiciando energía y tiempo preciosos.
Un corredor henchido de nieve amenaza con envolver a Hilaree (izq.) y a Emily (abajo) cuando ascienden por su flanco pulverulento. El peligro de avalanchas y desprendimientos de rocas aumentaba conforme el grupo ascendía más por el terreno empinado envuelto por la neblina.
Las sanguijuelas nos caían en el cuello cuando pasábamos entre las ramas húmedas o se adherían a nuestros pies y piernas. Todo el día nos arrancábamos sus cuerpos hinchados de sangre; nos dejaban mordeduras que tardaban semanas en sanar. obtenida de la nieve. Llevamos puesto todo lo que tenemos. Renan dice poco, lo cual es normal. Pero incluso Cory está callado. Hemos dormido juntos por semanas. Conocemos nuestros secretos. Sé que Renan lidia con la traición de un amigo. Sé que Cory lucha por permanecer casado y ser un fotógrafo que viaja por todo el mundo. Ellos saben que me persiguen los recuerdos de mis amigos muertos, que esta montaña es mi ballena blanca. Mis pensamientos se desvían a cuán cerca estamos de nuestro objetivo y a una fea disputa en nuestro grupo. llegar al pie del hkakabo razi nos llevó un mes. Justo lo que Hilaree y yo habíamos deseado en las laderas del Everest –lo remoto– era el elemento mismo que había amenazado nuestra expedición desde el inicio. Primero tuvimos que atravesar casi todo Birmania. Desde Rangún tomamos un autobús a Bagan, luego un transbordador río arriba por el Irawadi hasta Mandalay, donde abordamos un tren que parecía que se iba a descarrilar en cualquier momento. En Myitkyina abordamos un avión en el que un pasajero documentó un AK-47 como equipaje de a bordo. Al llegar a Putao, la ciudad más septentrional del estado de Kachin, pasamos cinco días “bajo arresto” mientras unos funcionarios jugaban a la papa caliente con nuestros permisos para escalar. Finalmente cargamos nuestro equipo en una caravana de motocicletas durante una travesía de tres días, cruzamos varios arroyos y lodo, hasta el momento en que solo podía pasarse a pie por un sendero. Comenzó entonces la caminata de 243 kilómetros hasta la base del Hkakabo por la selva oscura y húmeda. Durante dos semanas avanzamos por un camino que parecía un túnel, el cual siempre se elevaba abruptamente o de súbito descendía, 72
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desde una aldea a la siguiente, justo como lo había hecho Francis Kingdon-Ward 77 años antes. Dormíamos en chozas de bambú construidas sobre pilares de los pobladores de la etnia rawang. Aunque el estado de Kachin es famoso por sus minas de jade y oro, y por la tala ilegal de madera, los habitantes de esta región del extremo norte crían principalmente cerdos y pollos, además de cultivar pequeños arrozales. El primer día de la caminata por la selva, a Hilaree casi la pica una víbora. En el último momento la vio enroscada en el sendero y saltó sobre ella. Todos mantuvimos nuestra distancia excepto Cory, quien se arrodilló y comenzó a tomar fotos. “Crótalo verde de labios blancos”, aseveró. Formaba parte de una docena de serpientes sobre las que el experto en toxinología Zoltan Takacs nos había advertido y cuyo veneno podría ser fatal. Llevábamos dos antídotos, uno para víboras, otro para cobras y búngaros, aunque Takacs nos señaló que resultaba incierto el confiar en antídotos en medio de la selva. Mucho menos peligrosas eran las sanguijuelas. Nos caían en el cuello cuando nos abríamos paso entre las ramas húmedas o se adherían a nuestros pies y piernas al cruzar riachuelos. Todo el día nos arrancábamos de la piel sus cuerpos hinchados de sangre; nos dejaban mordeduras que tardaban semanas en sanar del todo. Además estaban las arañas. Avanzábamos apartando telarañas del tamaño de redes de pescar. Algunas tenían arañas con colmillos tan grandes que eran visibles a un metro de distancia. Los rawangs no eran inmunes a los caprichos de la selva. En cierta aldea, una madre afligida nos llevó a su hija que chillaba; su cuerpecito estaba hinchado por picaduras infectadas. Hilaree y Emily le untaron crema antibiótica. Cuando pregunté qué pasaría con la niña, un anciano de
la tribu me dijo: “Aquí todo el mundo o mejora por sí solo o muere”. Las piernas de una de nuestras porteadoras más jóvenes estaban tan ribeteadas de piquetes que tenía la piel granulosa como la de un sapo. Era una de las tres niñas de unos 12 años a quienes contratamos vergonzantemente, junto con sus hermanos, padres y abuelos, para que llevaran nuestro equipo. Contratamos a cualquiera que pudimos hallar. Todos levantaban cargas con eficiencia consumada. Buscábamos porteadores de una aldea para que nos ayudaran a llegar a la siguiente. Algunos trabajaban unos cuantos días, otros apenas unas horas. A veces nos abandonaban sin decir una sola palabra. En realidad, llevábamos demasiadas cosas: cámaras y equipo de iluminación, computadoras portátiles, baterías, incluso drones para rodar secuencias aéreas. Pero todo era inútil si no contábamos con las suficientes espaldas fuertes para transportarlo. De suerte que comenzamos a dejar bolsas en las aldeas hasta quedar con un cuarto de nuestra carga inicial. En casi cualquier otro momento habríamos hallado a muchos lugareños dispuestos a ganarse 15 dólares al día, el doble del salario de la localidad. Pero cuando llegamos en el otoño de 2014, el Hkakabo Razi sorprendentemente se había convertido en noticia de primera plana. El 10 de septiembre de 2014, tres semanas antes de que partiéramos de Estados Unidos, se leía en un encabezado: “Comienza en Birmania la búsqueda de alpinistas desaparecidos”. Una expedición de ocho hombres, todos birmanos, había partido rumbo al Hkakabo Razi para llevar a uno de sus ciudadanos a la cumbre del pico más alto del país. Era una cuestión de orgullo nacional. El 31 de agosto, después de dos semanas de escalada, dos integrantes del grupo enviaron una señal desde algún lugar cercano a la cima. Nunca más se supo de ellos. Se montó una enorme búsqueda en la que fueron contratados porteadores de las aldeas locales para que abastecieran a los grupos de rescate. Unos helicópteros sobrevolaron a gran velocidad y baja altura la selva entre Putao y la montaña. Más tarde desapareció uno de los helicópteros con
dos pilotos y un pasajero. Se suspendió la búsqueda de los alpinistas y siguió la del helicóptero. Nueve días después, el pasajero salió a tropezones de la selva y condujo a los rescatistas hasta los pilotos: uno de ellos estaba vivo con graves quemaduras, el otro había muerto. Tras décadas de oscuridad, el Hkakabo Razi había cobrado tres vidas en un mes. Otro grupo de alpinistas de Estados Unidos estaba, en parte, detrás de esta repentina atención a la montaña. Un año antes, Andy Tyson había encabezado una expedición birmano-estadounidense a Gamlang Razi, un pico vecino. Tras estudiar mapas topográficos rusos contemporáneos, así como imágenes de Google Earth, Tyson había determinado que el Gamlang en realidad podría tener una altura mayor que el Hkakabo. El grupo de Tyson realizó el primer ascenso al Gamlang Razi en septiembre de 2013. Con un GPS de precisión topográfica, midieron su altura en 5 870 metros. Aunque esta medición era 11 metros menor que la de 5 881 metros determinada por el estudio británico del Hkakabo de 1925, era mayor que los 5 691 metros calculados por los topógrafos rusos. “Nadie en Birmania quería creer que el Gamlang era más alto que el Hkakabo”, me confió Tyson el año pasado, al señalar que el Hkakabo es un símbolo de orgullo nacional venerado desde tiempos remotos, y que un extranjero cuestionara su preponderancia avergonzaba a algunos birmanos (Andy Tyson murió trágicamente en abril en un accidente aéreo). De hecho, la expedición birmana quería demostrar que el Hkakabo Razi aún era el pico más alto del país. Antes de desaparecer, sus desventurados alpinistas habían transmitido una lectura de GPS de 5 790 metros. Para mi propia investigación me había puesto en contacto con Robert Crippen, geocientífico de NASA. Conversamos sobre diferentes métodos para medir el Gamlang y el Hkakabo Razi. “Lo verdaderamente esencial es que errores de 30 metros o más podrían no ser evidentes, y esta es más o menos la diferencia entre los dos –afirmó–. Así que tenemos indicios, pero no pruebas, sobre cuál es más alto”. e l p u n to s i n retor n o
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La montaña más alta de Myanmar seguiría siendo un enigma hasta que alguien estuviera en la cumbre del Hkakabo Razi con un GPS. renan, cory y yo nos pasamos la cuchara, cada uno de nosotros engulle sopa caliente, al tiempo que el viento golpea la tienda de campaña. Cuando la olla se enfría, nos la pasamos entre nosotros y bebemos con avidez lo que queda del líquido. Empacamos nieve en la olla, la ponemos de nuevo sobre la estufa y seguimos derritiendo nieve hasta que cada uno tiene una botella llena de agua caliente, con la que dormiremos sobre el pecho. Hace tanto frío que preferiríamos permanecer toda la noche entrelazados alrededor de la estufa ronroneante (al diablo los vapores tóxicos), pero no tenemos suficiente combustible. Disponemos nuestras cuerdas y mochilas debajo de nosotros y buscamos alguna manera de 74
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estirarnos. Si nos recostamos sobre el costado, sería apenas posible. “No hay nada que me guste más que recostarme haciendo cucharita con dos tipos bien apestosos”, bromea Cory. Estamos tan apretujados que ninguno puede moverse sin dar un codazo o golpear con la rodilla a los otros. No esperamos dormir. Esperamos sufrir. Nos cubrimos el rostro con nuestros pasamontañas como caballeros que cierran sus visores en preparación para la batalla. Colocamos nuestros mitones debajo de las caderas para aislarlas de la nieve. “Me estoy congelando”, digo en la oscuridad de la noche. He intentado abstenerme de decirlo durante un par de horas. Mi espalda ha estado apoyada contra la pared de la tienda de campaña durante tanto tiempo que el frío ha penetrado mi pecho. “Debo encender la estufa o algo”.
Bloqueado por agujas de roca con forma de dientes, Mark da marcha atrás desde la cresta que conduce hacia la cima nevada del Hkakabo. Para seguir avanzando, el grupo habría tenido que pasar una noche sin alimento ni tienda de campaña ni sacos de dormir. “Habríamos perdido algunos dedos, si no la vida”, dice Cory.
nos preocupaba que llegaran a la cima antes que nosotros. Los había demorado el rescate de los alpinistas birmanos. A la larga, hicieron su propio intento por la cresta occidental, la ruta que también teníamos pensado seguir. El jefe de su grupo, Hiro Kuraoka, estaba lesionado. Se había resbalado entre cantos rodados. Pero estaba animado y fue generoso: nos explicó a detalle la ruta que siguieron y nos mostró numerosas fotos de la topografía de distintos campamentos. Afirmó que se habían detenido a poco más de 100 metros de la cima, al lado de un borde lleno de nieve, delgado como navaja y con pináculos infranqueables. Le dimos a Hiro un frasco de ibuprofeno y él nos dio combustible para la estufa y cuerdas. Su grupo estaba vencido pero con vida, lo que es realmente lo único que importa al final. Al cabo de casi dos semanas de caminata, por fin pasamos de la selva fétida a la pendiente de la ladera meridional del Hkakabo. La humedad tropical fue reemplazada por una neblina alpina tonificante y buscamos en nuestros bolsos los forros polares y las chaquetas de plumón. Habíamos perdido peso y estábamos cansados de la ardua caminata. Además, se nos agotaba el
Si alguno de nosotros resbalara de la cresta, la única forma de salvar la vida sería que el siguiente alpinista de la cordada se lanzara precipitadamente hacia el lado contrario, ambos rezando durante un milisegundo para que la cuerda no se corte. “Pásate en medio, yo tomaré el lado externo”, replica Cory. Intercambiamos lugares y no me caliento, pero tampoco me enfrío más. Durante la hora más oscura y fría empiezo a imaginar que alguien descubre nuestros cuerpos huesudos en la nieve. Finalmente, por fin, llega el amanecer. en la selva, dos días antes de llegar al campamento base, nos encontramos un grupo japonés cuyos integrantes, extenuados y ojerosos, se retiraban del Hkakabo como si volviesen del frente de una batalla épica. Habíamos oído de ellos y
tiempo. Al planificar la expedición habíamos convenido en volver a casa para el día de Acción de Gracias. En tiempos de Kingdon-Ward, el punto final de una expedición rara vez se basaba en una fecha predeterminada, pero en nuestra era el tiempo es el artículo menos disponible. Teníamos solo 10 días antes de comenzar nuestra caminata de regreso desde la montaña. Sabía que a Ozaki le había tomado 25 días desde el campamento base para escalar la montaña. En la siguiente semana establecimos tres campamentos durante el ascenso por la espina de la e l p u n to s i n retor n o
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Extenuados y decepcionados, Cory (izq.) y Mark están sentados junto a una fogata en Pangnamdim, una de las últimas aldeas situadas en el sendero que sale de la selva. “Queríamos una aventura a la antigua usanza, y la conseguimos”, relata Mark. ¿Y en cuanto al éxito? “La montaña siempre decide”. RENAN OZTUR
Todo alpinista serio tiene una enorme vanidad. No se pueden aceptar los riesgos y el sufrimiento constante en las grandes montañas sin ella. Podemos hablar como budistas, pero no se engañen, en realidad somos narcisistas resueltos. cresta occidental, pero con la presión del tiempo y enfrentados a las dificultades del terreno, se tensaban las relaciones entre los integrantes del grupo. Me preocupó en particular cuando Hilaree llegó al Campamento 2 con una hipotermia que puso su vida en peligro. Logramos calentarla, pero fue un momento aleccionador. Al día siguiente, en el ascenso al Campamento 3, ni Emily ni Hilaree parecían sentirse cómodas en las empinadas caras de hielo y nieve. Avanzaban lentamente. En retrospectiva, debimos haber esperado este ritmo más lento. Emily es campeona nacional de alpinismo deportivo, pero tenía poca experiencia en la escalada de este tipo de terreno mixto. Hilaree es una renombrada practicante del esquí de montaña, que tiene en su currículo algunas difíciles expediciones de escalada alpina. Cory, Renan y yo, sin embargo, tenemos más antecedentes en este tipo de medio ambiente. Cory fue el primer estadounidense en alcanzar la cima del Gasherbrum II, en Pakistán, a 8 035 metros, durante el invierno (además de sobrevivir una avalancha en el trayecto). Renan había formado parte del grupo que ascendió a la cima del Meru central en India, a 6 310 metros por la Aleta de Tiburón, un ascenso brutal que muchos creían imposible. Por mi parte, durante 35 años de escalar he realizado primeras ascensiones en la Antártida y las Rocosas, los Alpes y el Himalaya. Estas experiencias no modificaban ninguno de los peligros inherentes, pero significaban que los tres podíamos avanzar más rápido y confiar implícitamente nuestra vida los unos a los otros en nuestra tentativa de alcanzar la cima. Esa noche, en el Campamento 3, Renan y Cory expresaron en privado sus inquietudes acerca de ascender más junto con todo el grupo. Pasamos el siguiente día en nuestras tiendas de campaña, aclimatándonos, y no hubo manera de evadir la 78
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dolorosa conversación. Con su voz suave, Renan señaló que el ascenso se volvería más peligroso. También se señaló que tres personas que avanzaran rápidamente tendrían mejor oportunidad de alcanzar la cima en el poco tiempo que nos quedaba. Emily aceptó de inmediato, pero Hilaree se ofendió muchísimo e insistió en que debía hacer el intento de alcanzar la cima. Le expliqué que era una cuestión de seguridad para todo el grupo, pero habíamos herido sus sentimientos. “Voy a decir algo –declaró emotivamente al salir de la tienda de campaña–. [Improperio], Mark, por el voto de confianza”. Nada resulta más mortífero en las montañas que un orgullo desmedido, pero el orgullo desmedido es fundamental para escalarlas. Todo alpinista serio tiene una enorme vanidad. No se pueden aceptar los riesgos y el sufrimiento constante en las grandes montañas sin ella. Podemos hablar como budistas, pero no se engañen, en realidad somos narcisistas; narcisistas decididos, resueltos, masoquistas. Casi todos nosotros, en alguna montaña en determinado momento, hemos desafiado la lógica y nos hemos rehusado a dar marcha atrás, como Hilaree lo hacía ahora. Algunos hemos tenido la fortuna suficiente de sobrevivir esos momentos desacertados. Puede sonar severo, pero me hallo en una época de mi carrera como alpinista en la que la transparencia y la franqueza van por encima del silencio cortés, incluso con mis amigos. Todos estábamos cansados, mareados por el aire enrarecido, temerosos de lo que nos esperaba, y durante las siguientes horas las conversaciones degeneraron en gritos, acusaciones y recriminaciones. Finalmente, Cory no pudo soportar el rencor y dijo que Hilaree podía tomar su lugar. A Renan y a mí nos preocupaba, pero accedimos a regañadientes.
A las tres de la mañana, cuando comenzamos a enlazarnos en cordada, con el aullido de un helado viento tibetano, Hilaree tomó la decisión correcta. Dijo que hacía demasiado frío para ella y que si padeciera de una segunda hipotermia, podría poner en peligro al grupo. Le dijo a Cory que fuera en su lugar. “¿por qué hacemos esto? –pregunta Cory, pasando apuros para calzarse las botas dentro de la diminuta tienda de campaña–. ¡En verdad! ¿Por qué?”. Tiene las manos tan entumecidas que no puede atarse las cintas. “Porque es muy divertido”, responde secamente Renan. Tras 39 días de embarcaciones, trenes, serpientes y sanguijuelas; después de escalar con dificultad las escarpadas caras de la cresta occidental del Hkakabo, es el día de atacar la cima. Tomamos un gran trago de té hasta que la olla se vacía, luego salimos a rastras de la tienda para recibir una paliza del viento. Una ventisca gira a nuestro alrededor. El sol es una esfera fría y distante. Nos colocamos los crampones, nos enlazamos en cordada y comenzamos a escalar. Tenemos los pies y los dedos de las manos entumidos, pero el movimiento es mejor que temblar dentro de la tienda. La sangre empieza a bombear y el calor vuelve a nosotros gradualmente. Juntos atravesamos la primera de una serie de grandes agujas de roca. A ambos lados, más de un kilómetro por debajo, hay un océano de nubes. Si alguno resbalara de la cresta, la única forma de salvar la vida sería que el siguiente alpinista de la cordada se lanzara precipitadamente hacia el lado contrario, ambos rezando durante un milisegundo para que la cuerda no se tense sobre una roca filosa y se corte. Esta es la profundidad de la confianza necesaria en la escalada de montañas. Así es como se va más allá de uno mismo y se establece un vínculo con los compañeros de escalada. Es la razón por la cual escalamos. Nos reunimos en una pequeña proyección de nieve. “Tengo miedo –dice Cory–. En verdad que me [palabrota] de miedo. Creo que hay que volver”. Su franqueza descarnada resulta extrañamente consoladora. Expresa lo que sentimos todos. Pero Renan y yo no estamos listos para volver.
Voy primero en la cordada y rodeamos un bloque cubierto de nieve, avanzamos por un estrecho paso de roca, atravesamos una medialuna de nieve con ayuda de nuestros piolets y, de pronto, la ruta hacia la cima aparece. Estoy horrorizado. Sabíamos que teníamos que franquear otro desfiladero profundo en la cresta, pero en ese momento advertí que estaba lleno de dientes enormes de piedra, como la mandíbula de un dinosaurio. Nos llevaría horas, hasta bien entrada la noche, escalar por estas fauces talladas por el viento. Para alcanzar la cima haría falta otra noche en la montaña, pero esta vez sin tienda de campaña, estufa, comida ni agua. Estaríamos encaramados sobre una cornisa en un lado de la montaña, expuestos al viento en la oscuridad, y moriríamos congelados. Es el punto sin retorno. Cobro conciencia de que no alcanzaremos la cumbre. No mediremos la altura del Hkakabo Razi. No resolveremos el enigma de la montaña más alta de Birmania. Durante toda la expedición he llevado conmigo una foto de Mike Moe y Keith Spencer. En esta, Mike y Keith están de pie sobre una montaña, llevan puestos abrigos de plumón acolchados, cascos y una gran sonrisa. Tenía muchísimas ganas de colocar este retrato en la cima. Pero no habría de ocurrir. Escarbo con las manos un pequeño agujero y coloco la foto en la nieve. Tomo una lectura con el GPS en nuestro punto más alto, 5 743 metros, luego desciendo lentamente a lo largo de la cresta para alcanzar a Renan y Cory. Ellos ya saben que nuestra expedición ha terminado. Lo único que queremos ahora es descender con vida. j Ve un fragmento de cinco minutos tomado de Down to Nothing, película premiada y que fue rodada por Renan Ozturk, integrante de la expedición, y producida por Camp 4 Collective, disponible en las ediciones digitales de la revista y en ngenespanol.com Esta expedición fue auspiciada por una subvención de National Geographic’s Expeditions Council y The North Face.
e l p u n to s i n retor n o
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Lenguaje colorido Los camaleones se comunican cuando cambian de color, cazan con lenguas tan veloces como el rayo y viven en algunos de los hábitats más amenazados de la Tierra.
“Donde hay luz, los camaleones cambian”, escribió Percy Bysshe Shelley. El poeta acertó en cuanto al aspecto científico: los cristales que reflejan la luz en las células de la piel dan a estos camaleones pantera sus variados colores.
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Para un camaleón pantera joven, entre mejor pueda mezclarse con su entorno, más a salvo estará de sus depredadores. La especie es nativa de Madagascar y África continental.
Cuando los camaleones pantera machos se enfrentan, despliegan colores intimidantes. Si uno de los dos no se retira, la confrontación puede escalar a siseos, embestidas y mordidas.
ÁFRICA
Ambilobe
MADAGASCAR
MADAGASCAR Antananarivo OCÉANO ÍNDICO 0 mi
150
0 km 150 NGM MAPS
Por Patricia Edmonds Fotografías de Christian Ziegler
S
olo por el conjunto de características fenomenales, pocos rivalizan con el camaleón: una lengua mucho más larga que su cuerpo, la cual se dispara para atrapar insectos en una fracción de segundo; ojos de visión telescópica, montados en torretas, que giran de manera independiente; patas con dedos fusionados en una especie de manopla con pinzas; cuernos que brotan de la frente y el hocico; ornamentos nasales nudosos; una estructura de piel alrededor del cuello, parecida a una gorguera de encaje isabelina. De todas sus peculiaridades corporales, al camaleón lo define una en particular, de la que se tiene noticia desde Aristóteles: el cambio de color de su piel. Es un mito popular que los camaleones adquieren el color de lo que tocan. Aunque algunos cambios sí los ayudan a mezclarse con lo que los rodea, el cambio en la piel en realidad es una reacción fisiológica que sobre todo sirve para comunicarse. Es la forma de comunicación de los camaleones, que funciona como un lenguaje colorido con el que se expresan sobre las cosas que los afectan: cortejo, competencia, estrés ambiental. Por lo menos esa es la creencia en la actualidad. “Aunque los camaleones han llamado la atención durante siglos, todavía los rodean muchos misterios –dice Christopher Anderson, adjunto en el posdoctorado de biología en la Universidad de Brown y experto en camaleones–. Todavía estamos armando el rompecabezas para entender 86
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cómo funcionan sus mecanismos en realidad”, desde la proyección explosiva de la lengua hasta la física de la variación de colores en la piel. Recientemente, los científicos han hecho descubrimientos importantes sobre la fisiología del camaleón al observar al reptil en cautiverio. Mientras tanto, en estado silvestre, su futuro es incierto. Cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) publicó una nueva evaluación de los camaleones en su Lista Roja de noviembre pasado, clasificó a por lo menos la mitad de las especies como amenazadas o a punto de recibir esta categoría. Anderson es miembro del Grupo de Especialistas en Camaleones de la UICN, al igual que la bióloga Krystal Tolley, becaria de National Geographic Society, cuyas expediciones en el sur de África han documentado especies nuevas de camaleones y hábitats que desaparecen. Según Tolley, en afrikáans los camaleones tienen dos nombres comunes. Uno es verkleurmannetjies, el cual significa “pequeños hombres coloridos”. El otro es trapsuutjies, que se traduce como “caminar cuidadosamente” y se refiere al andar lento y extraño de los camaleones, pero también puede interpretarse como una súplica para conservar estos curiosos reptiles y el territorio que es su hogar. alrededor de 40 % de las más de 200 especies conocidas de camaleones se encuentra en la isla de Madagascar. Del resto, la mayoría vive en el
Los camaleones de Madagascar pueden ser tan pequeños como el Brookesia micra, de menos de tres centímetros, y tan grandes como el de Oustalet, de 68.5 centímetros de largo, que aquí se ve frente a árboles baobab.
continente africano. Gracias a las pruebas de ADN se ha descubierto que algunos camaleones casi idénticos son genéticamente distintos. Más de 20 % de las especies conocidas se ha identificado apenas en los últimos 15 años. Anderson estudia la alimentación de los camaleones con un detalle intrincado. Mediante una cámara que captura 3 000 cuadros por segundo, convirtió 0.56 segundos de un camaleón que se comía un grillo en un video educativo de 28 segundos sobre la mecánica de la proyección de su lengua. Dentro de la bolsa gular del camaleón hay un hueso para la lengua, rodeado de capas de tejido
elástico y colagenoso en el interior de un músculo tubular acelerador. Cuando el camaleón acecha un insecto, abre la boca, saca la lengua y el músculo tubular se contrae, presionando las capas que se disparan como si fueran de resortes. La punta de la lengua tiene una forma que funciona como una ventosa húmeda, con la que captura a su presa. La lengua se vuelve a enrollar y la cena está servida. Anderson opina que los científicos tienen más que aprender sobre la proyección de la lengua. La comprensión en cuanto a la coloración de los camaleones también ha cambiado y en especial, de manera drástica, a principios de este año, camaleones
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Un insecto sucumbe cuando un camaleón del género Calumma sale a buscar alimento; su visión extremadamente aguda le permite proyectar su lengua con precisión quirúrgica.
cuando se publicó la investigación de Michel Milinkovitch. Durante mucho tiempo, los científicos pensaron que los camaleones cambiaban de color cuando los pigmentos de las células de la piel se extendían, como si fueran prolongaciones de células parecidas a venas. Milinkovitch, genetista evolutivo y biofísico, comenta que la teoría no funcionaba porque hay muchos camaleones verdes pero no pigmentos verdes en las células de su piel. Así, Milinkovitch y sus colegas de la Universidad de Ginebra empezaron a “hacer física y biología al mismo tiempo”, dice. Bajo una capa de células pigmentarias de piel encontraron otra capa de células de piel con cristales a nanoescala acomodados en un entramado triangular. Al exponer muestras de piel de camaleón a presión y sustancias químicas, los investigadores descubrieron que estos cristales pueden “afinarse” para alterar el espacio entre ellos. Eso, a su vez, afecta el color de la luz que refleja el entramado de cristales. Conforme aumenta la distancia entre los cristales, los colores reflejados cambian de azul a verde, amarillo, naranja y rojo: un despliegue caleidoscópico común entre los camaleones pantera mientras pasan de relajados a agitados o amorosos. a los siete años, Nick Henn tuvo su primer camaleón. Veinte años después, el aficionado y criador tiene hasta 200 de ellos en el sótano de su negocio, en Reading, Pensilvania. Hileras de jaulas de malla metálica contienen plantas para escalar y pisos arenosos donde las hembras pueden poner sus huevos. Las luces y los atomizadores recrean los climas nativos de los reptiles. Para evitar que los animales se desquicien entre sí, Henn coloca las hembras donde no puedan ver a los machos y los machos, donde no puedan ver a las hembras ni a otros machos rivales. Ember, un camaleón pantera macho joven, es de los llamados “de barra roja”, variedad nativa del distrito de Ambilobe al norte de Madagascar. Su torso tiene franjas rojas y verdes tipo cebra, además de una color aguamarina en cada costado, como un coche de carreras. 90
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Henn lleva a Ember sobre la vara hacia una jaula habitada por Bolt, un camaleón pantera macho adulto de franja azul, el de mayor tamaño en la colección de lagartos de Henn. Cuando este abre la puerta y Bolt ve a Ember, la respuesta es inmediata. Cuando Bolt avanza unos cuantos centímetros, sus franjas verdes cambian a un amarillo vívido, y las púas de su dorso, su garganta y las órbitas de sus ojos, de verde a un anaranjado rojizo. Ember se pone más rojo, pero Bolt es más ostentoso en lo que a despliegue se refiere. Además, se acerca más, su boca se abre con amplitud y despliega unas encías amarillo brillante. Henn se retira y regresa a Ember a su jaula. De no haberlo hecho, me explica, Bolt habría tratado de embestir o morder a Ember, cuya piel casi seguro habría cambiado a un tono pardo, el color de la derrota. Aunque todos los camaleones cambian de color, algunas especies no lo hacen tan drásticamente como para sorprender a los observadores. Sin embargo, casi todos tienen otra técnica para la intimidación física: pueden verse de mayor tamaño. Estrechan su anchura e incrementan la altura de sus cuerpos desdoblando las costillas, articuladas en forma de V, para elevar su columna vertebral. También pueden verse enormes cuando enrollan estrechamente sus colas y utilizan el aparato de sus lenguas para expandir la garganta. Al mostrar este perfil a sus adversarios, el camaleón luce más voluminoso. En las jaulas donde Henn tiene a los camaleones hembras, una de nombre Katy Perry –de color rosado salmón debido a que está lista para aparearse– está al lado de otra llamada Peanut, rosa con franjas oscuras porque ya se apareó; está gestante y lleva sus huevos. Si a Katy se le acercara un macho que la impresionara con su cortejo, o baile de balanceos a los lados y arriba y abajo, ella podría ceder y permitir que la montaran. Si ese mismo macho se acercara a Peanut, esta se tornaría mucho más oscura, con manchas brillantes, y abriría sus fauces de manera amenazante hacia él. Si este persistiera, ella empezaría a sisear o trataría de morderlo. Tanto los camaleones machos como las hembras son polígamos. La mayoría de las especies
Los cambios de color tardan entre 30 segundos y dos minutos.
Código de color Los camaleones pueden cambiar rápidamente su apariencia en respuesta a la temperatura, el ambiente y el estado de ánimo. Recientemente, los científicos identificaron un factor clave de su habilidad para hacerlo: estos reptiles pueden “afinar” las distancias entre los cristales a nanoescala en su piel que reflejan la luz, lo que crea un espectro de colores. Camaleón pantera Furcifer pardalis
Bajo la piel SUMISO
NEUTRAL
ESTIMULADO
Un camaleón se oscurece cuando necesita demostrar que no es una amenaza (por ejemplo, después de perder una pelea: dispersa melanina, un pigmento oscuro, en las capas superiores de su piel).
En descanso, por lo general es verde o pardo para combinar con el ambiente. Las longitudes de onda azul y verde se reflejan en los cristales estrechamente agrupados; la roja y la amarilla los atraviesan.
Los colores vibrantes pueden señalar agresión o deseo de aparearse. Los cristales se separan, lo que refleja las longitudes de onda amarilla, anaranjada y roja.
LUZ
Eritróforos Las células con pigmentos rojos generalmente están en las zonas de la piel que forman franjas.
Xantóforos Estas células contienen pigmentos amarillos.
E
Melanóforos La melanina en estas células se mueve hacia arriba, cuando el camaleón es sumiso, y hacia abajo, cuando está estimulado.
D PI
ER
DE
MI
RM
El poder de los cristales
MANUEL CANALES; MEG ROOSEVELT. ILUSTRACIÓN: SHIZUKA AOKI FUENTES: DEVI STUART-FOX; RUSSEL LIGON; KRISTOPHER KARSTEN; MICHEL C. MILINIKOVITCH, JEREMIE TEYSSIER, SUZANNE V. SAENKO, DIRK VAN DER MAREL (FOTOS INSERTAS)
IS
150 micrones (cerca del doble del diámetro de un cabello humano)
Iridóforos Estas células contienen los nanocristales.
Uno de los elementos estructurales del ADN, los nanocristales transparentes hechos de guanina, forman un entramado. Su grosor, espaciado e índice de refracción determinan qué color se crea.
S
EN UN CAMALEÓN EN DESCANSO, LOS CRISTALES FORMAN UN ENTRAMADO ESTRECHO.
500 nanómetros
LOS CRISTALES SE DISPERSAN CUANDO UN CAMALEÓN ESTÁ ESTIMULADO.
Después de que estos camaleones pantera se enfrentaran por una hembra, el ganador aún ostenta los colores de pelea, mientras el perdedor adquirió un color oscuro de sumisión.
Madagascar es hogar de más de 40 % de las especies de camaleones. De arriba a la derecha, en dirección de las manecillas del reloj: un camaleón de O’Shaughnessy duerme aferrado a una rama. Las protuberancias rostrales –que ayudan a que individuos de especies similares se reconozcan y pueden usarse como armas de pelea– adornan los hocicos del camaleón de nariz larga, del de Will y del de Parson, una de las especies mayores.
ponen huevos, pero algunos paren sus crías en sacos translúcidos parecidos a un capullo. Los camaleones no crían, así que los jóvenes están por su cuenta desde que salen del cascarón. Para evitar a las aves o las serpientes que los cazan, los camaleones han desarrollado formas novedosas de esconderse. La mayoría de las especies son arbóreas; cuando estrechan su cuerpo, son suficientemente delgados como para esconderse en el lado opuesto de una rama. Si los camaleones que habitan en el suelo ven un depredador, aclara Tolley, algunos “se hacen la hoja”, retorciendo sus cuerpos para que parezcan hojas arrugadas en el suelo del bosque. Los camaleones pueden esconderse de algunas amenazas pero no de la agricultura de tala y quema que destruye sus hábitats. La UICN clasifica nueve especies en peligro crítico, 37 en peligro, 20 como vulnerables y 35 casi amenazadas. tolley y su equipo han identificado, en Sudáfrica, Mozambique, Tanzania y la República Democrática del Congo, 11 especies nuevas de camaleón desde 2006. La profesora, nacida en Massachusetts, ha estudiado los camaleones en África desde 2001 y trabaja para el Instituto Nacional Sudafricano para la Biodiversidad en Ciudad del Cabo. Cuando un estudio genético confirma que un camaleón pertenece a una especie nueva, “se siente que no solamente estás escribiendo un artículo científico al azar que nadie va a leer –dice Tolley–. Estás logrando algo, y esto va a durar para siempre”. Inmediatamente señala que “al mismo tiempo que pienso ‘vaya, esto es muy bueno’, es horrible. Veo a los pequeños camaleones aferrados a sus ramas mientras el bosque se destruye”. Al describirlo, su voz se quiebra. “No puedo evitar pensar que ojalá nunca los hubiera encontrado –explica–, porque si esto no se detiene, pronto estarán extintos”. j 96
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El ciclo vital del camaleón de Labord dura solo un año. Algunas especies pueden vivir una docena de años en cautiverio, pero menos de la mitad de ese tiempo en estado silvestre.
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REBECCA HALE
Christian Ziegler, radicado en Panamá, estudió ecología tropical antes de convertirse en fotoperiodista. Sus imágenes de ciencia, conservación e historia natural han ganado premios de World Press Photo y otras distinciones.
¿Los sujetos de este artículo te sorprendieron? Todos los días, con su asombrosa conducta de cacería y su belleza extraña, pero mi mayor sorpresa fue también
triste: darme cuenta de lo pequeños que son los hábitats que les quedan. Los camaleones, junto con otras criaturas de Madagascar, en verdad necesitan nuestra ayuda.
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TESTIMONIOS DIARIO DE UN FOTÓGRAFO
Sapo de Fowler Anaxyrus fowleri
Arte desde un jardín estadounidense Por JAMES ESTRIN Fotografías de JOSHUA WHITE
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D
urante su niñez en el sureste de Indiana, Joshua White solía tumbarse en el jardín de su casa para observar hormigas y escarabajos. Encontraba en aquellas pequeñas criaturas una sensación de asombro y se esforzaba por entender los misterios de la naturaleza. Capturaba sus descubrimientos entomológicos en frascos de encurtidos, vasos de unicel o en sus propias manos. White creció y se volvió un artista. Hace poco se mudó a Carolina del Norte, donde pasa mucho tiempo como lo hacía en su infancia: camina cerca de su casa y examina los alrededores cuidadosamente. Lo que ha cambiado es que ahora capta
Mantis religiosa Familia Mantidae
a sus sujetos diminutos con la cámara de un celular, lo que le permite interpretarlos artísticamente y compartirlos con espectadores más allá del jardín de su casa. Ha plasmado su pasión por la naturaleza en su proyecto “Estudio fotográfico del jardín estadounidense”. Sus tomas en tono sepia y el despliegue del diseño tienen el aire de los elegantes catálogos científicos de especies del siglo xix, que se dibujaban a mano. Darwin viajó grandes distancias para observar y esbozar plantas y animales en lugares casi inaccesibles, pero White documenta los que abundan en la vida cotidiana y que rara vez se consideran dignos de atención. “No hay que viajar a lugares
exóticos para tomar una fotografía interesante –sostiene–. La belleza todo el tiempo está a nuestro alrededor”. White está convencido de que la mayoría no piensa lo suficiente en el mundo que habitamos “o que ocurre bajo nuestros pies”. Las fotografías que comparte –en Instagram y Tumblr, así como en museos y galerías de arte– exigen con delicadeza que prestemos atención a los seres que, en muchos sentidos, conforman los cimientos del ecosistema. Aunque es frecuente considerar que estas criaturas son molestas o plagas, las imágenes de White nos piden no solo reconocer que están aquí, sino que además son fundamentales para la vida. j
Rudbekia Rudbeckia fulgida
Tábano Familia Tabanidae
Ciempiés Chilopoda
Clemátide Clematis sp.
Sapo Anaxyrus sp.
Fruto de achira (diseccionado) Canna sp.
Concha de caracol común de jardín Clase Gastropoda
Ajo silvestre Allium vineale
Insecto plecóptero Perlidae sp.
Ratón Peromyscus sp.
Bellota Quercus sp.
Plantas de la Familia de las Asteráceas
Seta Omphalotus sp.
Ardilla gris de las Carolinas Sciurus carolinensis
Plántula de acebo Ilex sp.
Clemátide (pétalos eliminados) Clematis sp.
Ortiga de Bull Solanum carolinense
Grillo Familia Rhaphidophoridae
Lampazo menor Arctium minus
Guaje Lagenaria sp.
Los guías de White en sus safaris fotográficos son su perro Coco y su hija Virginia, quien orgullosamente le señala posibles modelos. Cuando plantas, insectos y animales pequeños captan la atención de White, los lleva a casa y los fotografía con su iPhone sobre un fondo blanco. Después de convertir las fotografías en imágenes en blanco y negro, agrega un filtro llamado Earlybird. Todos los ejemplares mostrados se hallaron muertos, excepto el sapo de Fowler; White lo fotografió rápidamente antes de liberarlo.
Huevos de ave paseriforme Familia Passeriformes
Lunaria Lunaria annua
Zarcillo de vid silvestre Vitis sp.
Clemátide (pétalos eliminados) Clematis sp.
Los temas de White no son raros ni exóticos, al menos no en West Jefferson, un pequeño pueblo en las montañas Blue Ridge en Carolina del Norte, donde vive. Sin embargo, se pregunta si en 50 años parte de la flora o fauna que ha fotografiado estará en peligro o se habrá extinguido debido al cambio climático. Aunque se interesa en la belleza inherente de los temas que elige, White espera que sus fotografías hagan que los espectadores rememoren los encuentros con la naturaleza que tuvieron durante su infancia.
un jardín de estados unidos 103
Bajo la lupa Por Bill Bonner, archivista de National Geographic
Guardia armada En Teherán, Maynard Owen Williams fotografió la puerta de Bagh-e Melli, entonces una de las entradas al complejo del Ministerio de Guerra, mientras trabajaba un artículo para la edición de octubre de 1931 de National Geographic. La estructura de 1906 hace eco de la arquitectura persa tradicional, pero una mirada a través de la lupa revela un giro moderno: azulejos decorativos con ametralladoras adornan su fachada. En la actualidad, la puerta sigue en pie y las ametralladoras permanecen; sin embargo, las banderas a cada lado de las armas del mosaico fueron pintadas para ocultar la imagen central del león y el sol, antiguo símbolo de los gobernantes iraníes. —Margaret G. Zackowitz
MAYNARD OWEN WILLIAMS, NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE
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