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Mercedes Díaz de Cerio – Las categorías nominales en griego antiguo
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LAS CATEGORÍAS NOMINALES EN GRIEGO ANTIGUO: GÉNERO, NÚMERO Y CASO ISBN 978-84-9822-801-4 MERCEDES DÍAZ DE CERIO DÍEZ
[email protected] THESAURUS: sintagma nominal, sustantivo, adjetivo, caso, género, número, complemento del nombre, sistema casual, epiceno, determinante OTROS ARTíCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS: Área de Sintaxis: Tema 2. La oración en griego antiguo: concepto, estructura, constituyentes y niveles. Tipos. Tema 4. Sintaxis y semántica del nominativo y vocativo en griego antiguo Tema 5. Sintaxis y semántica del acusativo en griego antiguo. Tema 6. Sintaxis y semántica del genitivo en griego antiguo. Tema 7. Sintaxis y semántica del dativo en griego antiguo. Tema 8. Las preposiciones. Los preverbios. Tema 9. Sintaxis del adjetivo en griego antiguo. Los cuantificadores y numerales. Tema 10. Los demostrativos y el artículo en griego antiguo. Tema 11. Los pronombres en griego antiguo. Tema 12. El verbo en griego antiguo. Las categorías verbales de número, persona y voz. Área de Morfología: Tema 1. El sistema morfológico nominal griego frente al indoeuropeo. Género, número, caso, declinación. ESQUEMA 1. Introducción a las categorías nominales. 2. La categoría de género. 2.1. Preliminares a la exposición de la categoría de género. 2.2. Contenido del género en griego antiguo. 2.3. Estructura de la categoría de género en griego antiguo. 3. La categoría de número. 3.1. Preliminares a la exposición de la categoría de número. 3.2. Contenido del número en griego antiguo. 3.3. Estructura de la categoría de número en griego antiguo. 4. El caso. 4.1. Preliminares al estudio del caso. 4.2. El contenido de los casos en griego antiguo. 4.3. La estructura del sistema casual. 5. La concordancia.
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1. Introducción a las categorías nominales Las categorías de género, número y caso son expresadas por las clases de palabras nominales (i.e. sustantivos, adjetivos y participios, pronombres y numerales) y, por ende, por todo sintagma nominal (sobre el SN, sus componentes y estructura, cf. Tema 9 § 1.2.1.1). De forma regular, estas tres categorías se expresan en griego antiguo desinencialmente a través de morfemas amalgados (e.g. en la desinencia –an no cabe discernir la marca de caso acusativo de la marca de género femenino de la marca de número singular). Su propia denominación, tradicional, de “categorías” implica que constituyen distinciones gramaticalizadas en el sistema de la lengua; sin embargo, como se se verá, con propiedad sólo número y género (cf. § 2.1.i) clasifican los términos nominales en razón de tales distinciones; el caso, por el contrario, no clasifica: más bien expresa la función o relación del término en su contexto sintagmático, por ello, se le describe más adecuadamente como un “relacionador”. Ahora bien, aunque las tres “categorías” nominales son grosso modo comunes a las clases de palabras nominales, se detectan ciertas particularidades ligadas a determinadas clases de palabras (cf. Adrados 1992: 296): • se registran ciertos fenómenos de defectividad formal: (i) el artículo, pronombres y participios carecen de forma de caso vocativo; (ii) en los pronombres personales se detectan carencias de oposición singular/plural (nin ‘le’, ‘lo’, ‘la’, ‘los’, ‘las’), de oposición de género masculino/femenino (hJmei'" ‘nosotros’, ‘nosotras’), que también se constata en los reflexivos, etc.; cf. Tema 11; (iii) los numerales cardinales desde “cinco” hasta “ciento noventa y nueve" carecen de formas flexivas (e.g. pevnte ‘cinco’); cf. Tema 9 § 2.2.1. • las “categorías” nominales son inherentes al sustantivo; en artículos, pronombres y adjetivos, las marcas de género o número sólo expresan concordancia (§§ 2.2, 3.2 y 5); por otra parte, sólo el adjetivo posee gradación (cf. Tema 9 § 1.7). A continuación se ofrece la descripción individualizada de cada categoría— género (§ 2), número (§ 3) y caso (§ 4)— en la que se consignan las peculiaridades asociadas a cada clase de palabras; por último, se explora globalmente el fenómeno de la concordancia (§ 5). 2. La categoría de género Tras una breve revisión general de la categoría (§ 2.1), se explora su contenido (§ 2.2) y su estructura interna (§ 2.3) en griego antiguo.
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2.1. Preliminares a la exposición de la categoría de género De forma introductoria se examina: (i) las peculiaridades de la categoría de género y (ii) el desarrollo diacrónico de la categoría en griego antiguo. (i) En la aproximación al género se impone destacar una diferencia esencial en los aspectos de forma y contenido que presentan las clases de palabras sustantivo y adjetivo: en los sustantivos no hay, como en los adjetivos, una variación formal sistemática asociada a la categoría (la mayoría de los sustantivos —salvo casos excepcionales del tipo niño/niña– no poseen correlato de género: decibelio/—, — /música, mientras que en el adjetivo, el contraste es usual: hermoso/hermosa); al tiempo, el contenido del género se asocia a diferencias semánticas en los sustantivos (e.g. niño “referente sexuado macho”/ niña “referente sexuado hembra”) mientras que las variaciones de género en el adjetivo carecen de contenido, ya que sólo reproducen el género del sustantivo con el que concuerdan (e.g. niño hermoso/niña hermosa; hermoso decibelio; hermosa música); por ello, el género se ha descrito como categoría inherente (“género autónomo”) en el sustantivo y como fenómeno de concordancia (“género sintáctico) en el adjetivo y determinantes. Se profundiza a continuación, desde una perspectiva interlingüística, en dos aspectos fundamentales que han sido mencionados: (a) el mecanismo de concordancia como medio de expresión del género del sustantivo y (b) el abanico de contenidos semánticos que capta el género. (a) Las categorizaciones de género (y su extensión en las distintas clases de palabras) exhiben una amplia variedad en el conjunto de lenguas: e.g. el griego antiguo cuenta con una distinción regular de género masculino-femenino-neutro en el sustantivo (cf. oJ stratov", hJ strativa, to; stravteuma ‘ejército’), adjetivo (kalov"-kalhvkalovn ‘hermoso-hermosa-hermoso’) y algunos pronombres (ejkei'no"-ejkeivnh-ejkei'no ‘’aquel-aquella-aquello’). Aunque la marca de género en los sustantivos del griego antiguo ofrece gran variedad (se registran medios léxicos: pavthr/mhthvr, medios morfológicos,
ya
mediante
marca
flexiva,
como
en
ajdelfov"/ajdelfhv
‘hermano/hermana’, ya mediante derivación sufijal, como en levwn/levaina ‘león/leona’, y medios sintácticos oJ/hJ kuvwn ‘el perro/la perra’; cf. § 2.3.b), es posible inferir, en cierta medida, el género de un sustantivo a partir de su forma (e.g. masculinos en –o": strathgov" ‘general’; femeninos en -a: devspoina ‘señora’, con notables excepciones: masc. oJ neaniva" ‘el joven’; fem. hJ oJdov" ‘el camino’). Este tipo de lenguas, dotadas de sistemas formales de género se denominan por ello “lenguas de género explícito”. En el extremo contrario figuran lenguas como la inglesa, en la que sólo se conservan distinciones de género en algunos pronombres (he/she/it), ya que ni adjetivos ni determinantes poseen variaciones sistemáticas de género (gentle, the), ni en los sustantivos cabe inferir su eventual referencia sexuada a partir de su forma (brother: referente macho, sister: referente hembra); este tipo de lenguas, más opacas a la
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categoría de género, se denominan “lenguas de género encubierto”; cf. Corbett (1991: 63). En ambos tipos de lengua, son los mecanismos de concordancia, en última instancia, los que revelan el género de un sustantivo como ilustran aquellos sustantivos que carecen de indicación formal inequívoca de su género (cf. puente romano, fuente clara). Este hecho desvela el citado carácter peculiar del género, que, a pesar de constituir una categoría inherente al sustantivo, sólo puede definirse formalmente con precisión en razón de la concordancia, es decir, a través del determinante o adjetivo que acompaña al sustantivo o del pronombre que lo refiere (cf. Szemerényi 1996: 155). (b) En relación al contenido semántico del género, es obvio que el contraste de género masculino y femenino refleja la distinción extralingüística de sexo propia de los seres sexuados (macho/hembra: niño/niña); el género neutro refleja, asimismo, el contraste extralingüístico entre los seres no sexuados (característicamente inertes, por ello denominados “de género inanimado”), frente a los citados seres sexuados (denominados “de género animado”), como el propio término latino neutrum (calco del gr. oujdevteron) delata: ‘ninguno de ambos’ (ni masculino ni femenino). Ahora bien, estas distinciones semánticas de sexo y animacidad no agotan el contenido de la categoría, como indican los numerosos casos del léxico en los que tales distinciones no son operativas: e.g. el llavero (referente inanimado, género masculino), la guardia (referente masculino colectivo, género femenino), ta; paidikav ‘el (joven) amado’ (referente animado masculino y género neutro, en número plural); tales casos evidencian el componente puramente gramatical, no motivado semánticamente, del género: los nombres se clasifican como masculinos, femeninos o neutros con independencia de su referente (la comparación interlingüística ilustra este componente de arbitrariedad en la asignación de género: esp. masc. el sol / al. fem. die Sonne, esp. fem. la luna / al. masc. der Mond); de hecho, la propia designación de “género” (lat. genus ‘clase’) hace referencia a la función clasificatoria del género, que asigna los términos a una clase: la de los términos masculinos (niño, sofá, decibelio, etc.), o la de los femeninos (niña, silla, música, etc.), o la de los neutros (cf. al. neutro das Hund ‘perro’, das Wort ‘palabra’, etc.); cf. Corbett (1991: 1). Se detectan de forma adicional contrastes marginales de género, que captan una distinción semántica diversa de las diferencias de sexo y animacidad: así, el contraste regular en griego antiguo entre el término animado femenino que designa el árbol y el término neutro que designa el fruto (hJ a[pio" ‘peral’ :: to; a[pion ‘pera’). El contenido del género es, en definitiva, heterogéneo y no unitario. (ii) El proceso diacrónico de creación y consolidación del género griego es fundamental para su estudio sincrónico; aunque el desarrollo de la categoría de género en indoeuropeo (IE) sigue sujeto a discusión (en particular, el carácter antiguo
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o reciente de la creación del femenino; cf. Morfología Tema 1), cabe bosquejar su posible desarrollo. En un primer estadio se constituiría la oposición de género animado/inanimado, que capta la diferencia extralingüística entre seres vivos e inertes, así como la distinción concebida como tal (hipótesis "animista” de Grimm, frente a la cual caben otras hipótesis explicativas de la diferencia entre animados y neutros; cf. Meier-Brügger 2000: 259); las aparentes excepciones se explicarían como resultado de personificación (e.g. el fuego se concebiría como un elemento inerte en el neutro griego to; pu'r pero como una entidad dinámica, activa, en el masculino latino ignis a causa de la diversa valoración cultural del referente). Con posterioridad se crearía dentro del género animado la oposición masculino/femenino, quizás a partir de la forma (hipótesis formal de Brugmann) de sustantivos en –a que expresan referentes femeninos, del tipo *gwuna— (gunhv) ‘mujer’, cuyo formante -a se "infecta" del contenido ‘femenino’, el cual se trasvasa a los adjetivos de tema en –a, al tiempo que, por polarización, los adjetivos en –o- se identifican como portadores del contenido ‘masculino’: kal-av— (jón.-át. kalhv)/kal-ov-" (cf. Adrados 1992: 250-1). Una vez constituida la distinción masculino/femenino, los sustantivos animados se reinterpretan como masculinos o femeninos atendiendo a criterios de contenido (hipótesis sexista de Grimm) en razón del referente sexuado macho o hembra (oJ pathvr ‘padre’/ hJ mhvthr ‘madre, ajdelfov" ‘hermano’/ ajdelfav [jón.-át. ajdelfhv] ‘hermana’) o de una concepción analógica, en caso de referentes no sexuados (oJ oujranov" ‘cielo’ / hJ gai'a ‘tierra’); o bien, atendiendo a criterios de forma: la asociación de los formantes –a- y –o- con los contenidos femenino y masculino en el adjetivo se extiende por analogía a los sustantivos, de modo que los sustantivos en -a se catalogan como femeninos y los en –o- como masculinos: hJ gefuvr a— ‘puente’, oJ lovgo" ‘alocución’; al extenderse de este modo la categoría de género a todos los elementos del léxico el género gramatical se convierte en un procedimiento lingüístico en el que la incidencia semántica del referente es prácticamente inexistente. Los tres géneros así constituidos en griego antiguo se mantienen en la evolución posterior de la lengua y persisten en griego moderno. 2.2. Contenido de la categoría de género en griego antiguo Procede examinar a continuación qué términos léxicos se asocian a cada género en griego antiguo: 1. Género masculino: incluye términos que designan seres sexuados machos humanos (oJ ajnhvr ‘varón’) y animales (oJ kavpro" ‘jabalí’) y un amplio número de términos de referente no animado entre los que cabe destacar aquellos sustantivos cuyo género adopta el de la palabra representativa de la clase: e.g. vientos (oJ Bovrea"
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‘el viento boreal’ sobre oJ a[nemo"), ríos (oJ Nei'lo" ‘el Nilo’ sobre oJ potamov"), meses (oJ Gamhliw'n ‘Gamelión (mes nupcial)’ sobre oJ mhvn). 2. Género femenino: incluye términos que designan seres sexuados hembras humanos (hJ gunhv ‘mujer’) y animales (hJ oi\" ‘oveja’) y un amplio número de términos de referente no animado, cuyo género reproduce el de la palabra representativa de la clase: naves (hJ jArgwv ‘la Argo’ sobre hJ nau'"), islas y penínsulas (hJ Levsbo" ‘Lesbos’ sobre hJ nh'so"), caminos (hJ e[xodo", ‘camino de salida’ sobre hJ oJdov"), fuentes (hJ Kallirrovh ‘Calírroe’ sobre hJ phvgh o hJ krhvnh), tierras y ciudades (hJ Ai[gupto" ‘Egipto’ sobre hJ cwvr a, hJ Kovrinqo" ‘Corinto’ sobre hJ povli"). 3. Género neutro: incluye términos que designan objetos inertes, como elementos naturales (pu'r ‘fuego’), productos vegetales (a[nqo" ‘flor’), partes del cuerpo (govnu ‘rodilla’), productos manufacturados (tovxon ‘arco’), abstractos (tevr ma ‘límite’); ocasionalmente refiere seres animados si se prescinde del sexo (tevknon ‘criatura’, o[rneon ‘ave’; cf. § 2.4). Subsidiariamente, el sufijo de creación de diminutivo se halla asociado al género neutro, sea su referente sexuado (to; paidivon “el bebé”) o no (to; teicivon ‘el murete’, ‘el tabique’). Con carácter general, la asignación de género está semánticamente motivada en los sustantivos
masculinos y femeninos que designan los seres sexuados
correspondientes, así como en los términos neutros que designan seres inertes; en el resto de los sustantivos, la asignación de género es semánticamente inmotivada. Ahora bien, mientras que la referencia a un ser inerte por medio de un término masculino o femenino (masc. oJ cw'ro", fem. hJ cwvra ‘territorio’) no es infrecuente, sí lo es, en cambio, la referencia de seres sexuados por medio de términos neutros (e.g. to; tevknon ‘criatura’), lo cual delata la relevancia conceptual del sexo en la constitución de la categoría; se han de mencionar a este respecto, dos casos en los que no hay ajuste entre el sexo del referente y el género gramatical correspondiente: los sustantivos “epicenos” (a) y los sustantivos de “género común” (b). (a) Los sustantivos “epicenos”, dotados de un género gramatical fijo, designan animales de ambos sexos: hJ ajlwvphx ‘el zorro/la zorra’ (cf. esp. la tortuga [macho o hembra], el delfín [macho o hembra]). Los sustantivos epicenos designan usualmente animales poco ligados al hombre: animales no domésticos o cuyo sexo no es relevante económicamente para el hombre. Eventualmente se detecta una tendencia a ajustar el género gramatical y la referencia sexuada, bien precisando el sexo del referente por medio de un adjetivo, a[rrhn ‘macho’ / qhvleia ‘hembra’: hJ ajlwvphx oJ a[rrhn ‘el zorro macho” (cf. lat. lupus femina ‘loba’, ing. he-goat ‘cabra macho’, she-goat ‘cabra hembra’), bien creando el correspondiente término de la oposición: se crea oJ peristerov" ‘palomo’ sobre hJ peristerav ‘paloma’, como se retrata cómicamente en el conocido pasaje aristofánico de Nubes 658-90, en el que se propone burlescamente la
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creación de un femenino hJ ajlektruvaina ‘la gallina’ a partir del epiceno con género masculino oJ ajlektruwvn ‘el gallo’/‘la gallina’. (b) Los sustantivos de género “común” refieren seres sexuados, especificando el sexo del referente en cada ocasión por medio de determinante y/o adjetivo masculino o femenino: qeo;" mevga" /megavlh ‘un dios grandioso/una diosa grandiosa, oJ/hJ a[nqrwpo" ‘el ser humano [macho/hembra]’, oJ/hJ bou'" ‘el buey/la vaca’ (cf. el/la portavoz). La indicación del sexo del referente por medio de un adjetivo (cf. hom. qhvleia qeov" ‘diosa’) convive con la esporádica creación del término correspondiente de la oposición: a partir de oJ /hJ qeov" se crea dialectalmente (lesb. y át.) hJ qeav ‘diosa’ (análoga a la forma homérica qevaina ‘diosa’). Se hallan próximas a los sustantivos de género común ciertas designaciones de oficios vinculados regularmente a un determinado sexo que pueden comportarse como nombres comunes reflejando formalmente la incorporación de miembros del otro sexo a la profesión o actividad (hJ ijatrov" ‘la médico’ se emplea secundariamente a partir del término originario oJ ijatrov" ‘el médico’), si bien se detecta también la tendencia a ajustar referencia sexuada y género gramatical por medio de la creación del correspondiente término opositivo: hJ maqhvtria ‘discípula’ a partir de oJ maqhthv" ‘discípulo’ (cf. esp. la médica sobre el médico). 2.3. Estructura de la categoría de género en griego antiguo La categoría contiene en griego antiguo una oposición básica entre (i) un término animado (masculino, femenino o de género “común”) y un término inanimado, en la que éste (género neutro) es el término negativo (el no marcado morfológicamente); los términos animados acogen a su vez (ii) una oposición sexuada: masculino/femenino. (i) Oposición de animacidad. El empleo del género neutro para referentes animados (uso neutro del término no marcado en lugar del marcado) posee ocasionalmente cierta motivación semántica, como la eventual irrelevancia del sexo (to; tevknon ‘criatura’); ahora bien, con frecuencia tal empleo constituye un uso expresivo que implica bien un efecto despersonalizador obvio en (2a), al referir a los dioses como una fuerza antes que como seres personales, bien un matiz peyorativo, de cosificación, perceptible en la designación despectiva to; ajndravpodon (2b) del esclavo, frente a otras disponibles (e.g. oJ dou'lo"). Muy excepcional parecer ser la asociación de un matiz afectivo al género neutro en designaciones personales (e.g. el empleo del neutro ”Abron procedente del adjetivo aJbrov"-av-ovn ‘delicado’ como nombre propio de una hetera), ya que en el caso frecuente de diminutivos de nombres propios (Adrados 1992: 234), el matiz afectivo procede, con propiedad, del diminutivo y no del género neutro gramaticalmente asociado al sufijo de diminutivo (2c). Por otra parte, el proceso inverso de personificación, usualmente poética, de términos neutros (3a), es
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parejo al de términos masculinos o femeninos de referente inanimado (3b); mas, al margen de estos usos sumamente expresivos, no se registra una verdadera oposición de animacidad en los términos animados (masculinos o femeninos) de referente inanimado respecto de los correspondientes inanimados (e.g. hJ hJmevr a ‘día’ y to; h\mar ‘día’), como señala Adrados (1992: 232-47). (2a) … ejpistavmenovn me to; qei'on pa'n ejo;n fqonerovn te kai; taracw'de" ejpeirwta'/" (“… me preguntas … a mí que bien sé que la divinidad toda es celosa y causa de perturbación” [lit. ‘lo divino’]], Hdt. 1.32) (2b) oujde; ga;r ajndro;" tou'tov g∆ ejsti;n to; pavqhma, to; ajdikei'sqai, ajll∆ ajndrapovdou tino;" w|/ krei'ttovn ejstin teqnavnai h] zh'n (“Y esa experiencia de padecer injusticia no es propia de un hombre sino de un esclavo, para el que es mejor estar muerto que vivo”, Pl. Grg. 483b) (2c) w\ Swvkrate". w\ Swkrativdion (“¡Sócrates! ¡Socratillo!”, Aristoph. Nu. 222) (3a) w\ fevggo" eu\fron hJmevra" dikhfovrou (“¡Oh luz benévola del día que trae justicia”, A. Ag. 1577) (3b) eijpev moi, ... , a[mbrote Favma (“Dime, … , voz inmortal”, S. OT 157) (ii) Oposición sexuada. En la oposición instaurada dentro del género animado entre los géneros masculino y femenino, es el término masculino el negativo frente al término positivo femenino, como demuestran tanto el uso neutro de formas masculinas en plural para englobar referentes masculinos y femeninos (en [5a] la referencia del término masculino tou;" ajpoqnhv/skonta" incluye varones y mujeres), así como el empleo del masculino singular genérico (5b) y el notable empleo en poesía trágica (5c) del participio masculino plural con referente femenino singular (en el ejemplo, Electra), que ha sido interpretado (Langhoef 1977) como vestigio en época clásica del rasgo arcaico de ausencia de moción (es decir, uso del género “animado”), fenómeno que, a punto de desaparecer, cobraría vigor. En cualquier caso, en estos empleos late un uso genérico, difuminador, caracterizado por desligar el medio de expresión respecto de su referente en aspectos fundamentales como las categorías de género (y número) en contextos que garantizan una interpretación correcta. (5a) Qavptousi de; tou;" ajpoqnhv/skonta" oiJ nomavde" … (“Los nómadas entierran a sus muertos …”, Hdt. 4.190) (5b) Deino;n to; tivktein ejstivn: oujde; ga;r kakw'" pavsconti mi'so" w|n tevkh/ prosgivgnetai (“Terrible es el dar a luz: pues a quien sufre los dolores (del parto) no le adviene odio hacia lo que ha parido”, S. El. 770-1)
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(5c) Pesouvmeq∆, eij crhv, patri; timwrouvmenoi (“Sucumbiré, si es preciso, en el intento de vengar a mi padre …”, S. El. 399) 3. La categoría de número Tras una breve introducción general a la categoría (§ 3.1), se aborda su contenido (§ 3.2) y su estructura interna (§ 3.3) en griego antiguo. 3.1. Preliminares a la exposición de la categoría de número De forma introductoria se propone: (i) una aproximación general al contenido de la categoría y (ii) el examen del desarrollo diacrónico de la categoría en griego antiguo. (i) La categoría de número presenta como nota dominante en la mayoría de las lenguas su escasa homogeneidad. En efecto, (a) en caso de entidades contables, el número contrasta cantidades: la singularidad frente a una multiplicidad (niño/niños); junto a este contenido, que forma el núcleo semántico de la categoría, el número permite también (b) en caso de entidades no contables (“continuas”, “de masa”) contrastar una masa indiferenciada, en singular, con la concepción de esa entidad como dotada de diferenciaciones internas cuantitativas o cualitativas, en plural (vino/ irse de vinos, vinos de España [clases de vino]). Ciertas lenguas poseen, adicionalmente, otras categorizaciones intermedias del continuum numérico: el par (dual), el trío (trial), cantidades exiguas (“paucal”), etc. (cf. Corbett 2000: 20-38). Otras distinciones semánticas próximas al contenido cuantitativo, como el contraste entre singulativo y colectivo (e.g. hJ i{ppo": ‘yegua’ [poét. ‘caballo’] / ‘el cuerpo de caballería’), o entre el individuo y el género (e.g. oJ qeov" ‘el dios [individual]’ / ‘el ser divino [genérico]’), entre otras, carecen de reflejo gramatical sistemático, pero afloran ocasionalmente en ciertos usos de la categoría, como se verá. Al margen de este contenido semántico, perceptible en la clase de palabras en la que la categoría es semánticamente funcional —los sustantivos—, el número, como el género, posee en adjetivos y determinantes un contenido gramatical de marca de concordancia, similar al que posee el número marcado en la forma verbal. En efecto, el fenómeno de concordancia del predicado verbal con el Sujeto determina que la categoría de número se marque también en el predicado, en conexión con la de persona (cf. Tema 4 § 1.4.1.1); se detectan, sin embargo, concordancias irregulares, con frecuencia motivadas semánticamente (especial mención requiere el hecho de que la categoría de dual del griego antiguo es más persistente en el sintagma nominal que en el verbal, lo cual se manifiesta en la frecuencia de concordancias anómalas de Sujeto dual con verbo plural; cf. Tema 12 § 2). (ii) En griego antiguo se registran tres categorizaciones de número —singular, plural y dual—, que se expresan desinencialmente, en amalgama con las categorías
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de género y caso (en dual se diferencian solamente dos formas casuales: cwvr acwvr ain, qewv - qeoi'n, cei're - ceiroi'n). La evolución del número dual (a) junto con la posible herencia de un supuesto número “colectivo” indoeuropeo (b) constituyen dos fenómenos de la diacronía de la lengua griega que es oportuno mencionar por su relevancia (cf. Morfología: Tema 1). (a) El número dual, fenómeno reciente desde el punto de vista del indoeuropeo, es una categoría inestable en el griego del primer milenio: las formas de dual, documentadas en griego micénico, figuran combinadas con —y con frecuencia sustituidas por— formas de plural ya en lengua homérica, en el marco de un proceso de eliminación perceptible en la mayoría de los dialectos, con excepción del ático, en el cual se refuerza hasta el punto de que constituye uno de los principales rasgos de color dialectal (hasta el s. IV a. C. aproximadamente, momento a partir del cual ya no se registra en inscripciones); la eliminación de este número está consumada en griego postclásico. (b) La reconstrucción de un número “colectivo” en IE asociado a la desinencia *-(e)H2 (griego –a) se vincula con el llamativo plural de género neutro de significado “colectivo” que coexiste junto a la forma de plural regular numérica del término: sg. kuvklo" ‘rueda’ / pl. masc. numérico kuvkloi ‘ruedas’ :: pl. neut. colectivo kuvkla ‘carro’; el carácter originario colectivo de la desinencia de tales neutros plurales daría razón de su llamativa concordancia con verbos singulares (ta; zw'/a trevcei). Por otra parte, el hipotético rastreo de esa desinencia de colectivo en numerosos abstractos (gr. biva, lat. uita) armonizaría también con la indiferencia de tales sustantivos a la oposición de cantidad (cf. § 3.2.ii). 3.2. Contenido de la categoría de número en griego antiguo Como se ha mencionado, el contenido de la categoría de número es variado en razón de que el término designe un referente contable o no (cf. § 3.1.i); tales variaciones de contenido se aprecian en los sustantivos que cuentan con una oposición regular de número (sg./pl./dual); un importante sector del léxico, sin embargo, no cuenta con esa oposición: son las formas que exclusiva o habitualmente figuran en un determinado número: singular (singularia tantum), plural (pluralia tantum) o dual (dualia tantum); la respectiva selección de la forma (o singular o plural o dual) de estos términos no es siempre arbitraria, sino que suele estar relacionada con su tipo de referente. Procede, por ello, revisar qué tipo de términos y referentes se hallan asociados a cada subcategoría de número: 3.2.1. En número singular se presentan: (i) términos dotados de contraste singular/plural que refieren entidades contables en número de uno (dravc mh [miva] ‘dracma [una]’);
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(ii) términos que no establecen oposición con formas de plural: (a) sustantivos documentados sola o regularmente en singular (Singularia tantum), por poseer un referente no discreto: elementos naturales (aijqhvr ‘éter’, pu'r ‘fuego’, u[dwr ‘agua’, gavla ‘leche’), minerales (sivdhro" ‘hierro’), vegetales (si'to" ’trigo’); (b) términos que designan entidades abstractas (biva ‘violencia’, fovbo" ‘miedo’, peiqwv ‘persuasión’); (c) términos que designan referentes concretos únicos, personales (Swkravth" ‘Sócrates’), geográficos (Puvlo" ‘Pilo’, Nei'lo" ‘Nilo’), naturales (selhvnh ‘luna’, a{l" ‘mar’), etc. Del elenco anterior se desprende que figuran usualmente en singular términos cuyo referente no admite cómodamente una cuantificación: es el caso de entidades no discretas (a) (“hierro”, “leche”), ya que la eventual formación de plural que pueda crearse modifica el referente presentándolo como contable (“unos hierros”); del mismo modo, los conceptos (b) no son permeables a la cuantificación (“miedo”): el plural que puede eventualmente crearse refiere manifestaciones concretas del abstracto o tipos cualitativos (“mis miedos”, “los temores de la senectud”; cf. § 3.3.B.i). Asimismo, en la designación de entidades exclusivas (c), la unicidad del referente impone el uso del singular, aunque caben usos excepcionales del plural como se verá (cf. [22] en § 3.3). Por otra parte, otros términos tradicionalmente catalogados como Singularia tantum, sí poseen un correlato plural, si bien se emplean usualmente en singular porque el contexto comunicativo condiciona la referencia a una entidad particular (qevro" ‘verano’, qewrikovn ‘tasa de entrada al teatro’, etc.), si bien cabe el empleo de las respectivas formas plurales; asimismo, los términos que designan órganos y funciones únicos en el individuo (kardiva ‘corazón’, nou'" ‘entendimiento’, etc.), a pesar de referir entidades discretas, susceptibles, por tanto de poseer un plural (usualmente, plural distributivo; cf. iiia), podrían incluirse en este grupo. De forma análoga, los colectivos morfológicamente singulares (hJ i{ppo" ‘el cuerpo de caballería’; hJ neovth" ‘la juventud’ = ‘los jóvenes’, hJ povli" ‘el conjunto de ciudadanos’) suelen emplearse en singular por su referente unitario, no segmentable, pero pueden, eventualmente crear un plural en designación de varias colectividades, como se verá (cf. [19] en § 3.3). (iii) Términos que habitualmente exhiben la oposición singular/plural se emplean en singular en ciertos contextos de forma equiparable al plural: (a) en un contexto en el que las entidades de un conjunto están asociadas de forma individual a elementos integrantes de otro conjunto (contexto distributivo) puede enfatizarse la relación individual que asocia cada unidad a cada elemento del conjunto (Singular distributivo), con frecuencia, en presencia de un pronombre o adjetivo distributivo (pa'", e{kasto", etc.) (6); (b) dado un referente plural, se emplea la expresión singular porque prima la concepción de la unidad individual que representa el conjunto de entidades similares (Singular representativo o genérico) (7a), usualmente en compañía de artículo (cf. Tema 10) y, con frecuencia, materializado en un participio que posee valor genérico
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(7b). (c) El empleo excepcional de una forma singular para un referente plural (8) se ha denominado Singular poético por analogía con el sólido uso del “plural poético”, dado que se documenta en ese registro en lo que parece ser una licencia poética. (6) toi'" de; par∆ eJautw'/ parhvggeilen, ejpeida;n sfendovnh ejxiknh'tai kai; ajspi;" yofh'/, paianivsanta" qei'n eij" tou;" polemivou", ... (“Y dió proclama a los suyos de que, cuando la catapulta les alcanzara y el escudo retumbara, entonando el peán, salieran a la carrera contra los enemigos … ”, X. An. 4.3.29) (7a) Kovterav toi oJ pezo;" mempto;" kata; plh'qov" ejsti … ; (“¿Te resulta censurable nuestra infantería por su número …?” [lit. ‘el soldado de infantería’], Th. 7.48) (7b) tw'/ dh; to;n ejrw'ntav te kai; mh; krinou'men… (“¿En qué distinguiremos al que está enamorado y al que no?”, Pl. Phdr. 327d) (8) provqumon ei\c∆ ojfqalmo;n eij" ∆Iavsona: “(Puso sus ojos atentos sobre Jasón [lit. su ojo]”, E. Med. 1146) 3.2.2. En número plural se presentan: (i) términos que designan entidades discretas en cantidad superior a la unidad (dravcmai duvw, trei'", pollaiv, ktl. ‘dracmas dos, tres, muchas’, etc.); (ii) términos documentados exclusiva o usualmente en plural (Pluralia tantum), que poseen (a) un referente o compuesto o simétrico: designación de fiestas (ta; Dionuvsia ‘festejos en honor de Dioniso’) y rituales (gavmoi ‘nupcias’, musthvria ‘ritos mistéricos’), topónimos: regiones, cordilleras (Trhcivniai pevtrai ‘Rocas Traquinias’) y archipiélagos (Pitiou'sai ‘Pitiusas’); partes del cuerpo (ojfqalmoiv ‘ojos’, rJivne" ‘narices’); objetos (provtonoi ‘cables de navío, trinquetes’, tovxa ‘arco [en ocasiones, incluyendo flechas]’, gravmmata ‘escrito’; quvr ai ‘puertas’, pevdila ‘sandalias’); (b) un referente material no discreto (xuvla ‘madera’, kriqaiv ‘cebada’); (c) un referente abstracto (hom. mhvdea ‘designios’, melhvmata ‘cuitas’); (d) un referente único, en nombres de ciudades (Qh'bai ‘Tebas’). En la mayoría de los casos mencionados, la selección de la forma plural capta la complejidad interna o externa del referente: e.g. (a) la variedad de acciones que componen festejos y ritos, que en ocasiones se suceden a lo largo de varios días, las pluralidad de parajes que componen una región extensa, la variedad de islas que componen un archipiélago, etc. (ocasionalmente, el conjunto integrado por una multiplicidad de elementos constituye un referente colectivo claramente diferenciado de la mera multiplicidad de elementos integrantes: e.g. gravmmata ‘escrito’, creado a partir de la pluralidad de gravmmata ‘letras’ que lo componen). De modo análogo, la composición simétrica o en pareja del referente de términos como quvrai ‘puerta’, rJivne"
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(propiamente, ‘aletas de la nariz’) en su acepción ‘nariz’, equivalente al sg. rJiv", ojfqalmoiv ‘los ojos’, pevdila ‘sandalias’, condiciona su uso preferente en plural. Asimismo, (b) en el caso de referentes no contables como productos naturales (xuvl a ‘madera’, kriqaiv ‘cebada’) predomina la visión plural (por ejemplo, de las mieses; cf. ingl. oats ‘avena’). La designación exclusiva en plural de (c) entidades no concretas (hom.
mhvdea ‘designios’),
poco
usual,
encubre
quizás
la
referencia
a
las
manifestaciones variadas y concretas de la entidad abstracta (cf. § 3.2.1.i.). Menos transparente resulta la designación en plural de un referente singular, típicamente en (d) nombres de ciudades, que, ocasionalmente, exhiben dobletes de número (sg. Mukhvnh /pl. Mukh'nai ‘Micenas’); cabe que el número plural capte los varios elementos de la ciudad (la acrópolis, la pólis en sentido estricto, los barrios), o bien la combinación de la ciudad y los territorios circundantes, o bien, por extensión, la referencia a los habitantes (cf. Leovntinoi ‘Leontinos’); cf. Lasso de la Vega (1968: 245); de hecho, los orígenes de estas formas de plural pueden ser variados (cf. Las Vegas en referencia a las vegas del río; Los Ángeles en alusión a la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles; Burgos, en referencia a los burgos medievales, etc.). En definitiva, aunque en la mayoría de estos Pluralia tantum la complejidad del referente condiciona claramente la preferencia en griego por la forma plural, la competencia de formas en singular (con frecuencia, Singularia tantum) permite apuntar que es la conceptualización diversa del referente la que condiciona la selección de un número u otro en una gran parte del léxico examinado, con cabida para la especialización normativa. (iii) Los tipos etiquetados tradicionalmente como (a) Plural colectivo y (b) Plural elíptico resultan próximos a los casos anteriores en tanto su empleo en plural se halla asimismo condicionado por la complejidad (interna o externa) del referente en cuestión. (a) Constituyen Plurales colectivos las designaciones de agrupaciones estables de personas (oiJ jAqhnai'oi ‘los atenienses’, oiJ a[rconte" ‘los arcontes’, etc.). En este uso se detecta el contenido numérico regular del plural ya que hay referencia a la multiplicidad de individuos que forman la colectividad o la clase; por ello, aunque el Plural colectivo puede competir con el Singular representativo o colectivo (e.g. oJ jAqhnai'o", oJ a[rcwn: “el ateniense”, “el arconte”) en designación de un referente colectivo, al tiempo, puede coexistir con un plural numérico regular (‘mil atenienses”, “dos arcontes”), en contraste con el correspondiente singular singulativo, en referencia un individuo específico (“un ateniense”, “un arconte”). (b) El Plural elíptico designa parejas heterogenéas, funcionalmente unitarias: “padres”, en referencia a padre y madre (9a), oiJ koivranoi ‘los reyes’, en referencia al rey y la reina; por ello, suele competir con formas de dual (9b). La denominación de “elíptico” alude a la peculiaridad de que la forma de plural se realiza sobre el término que designa un miembro del par
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(en los ejemplos, el masculino), mientra que la referencia al otro miembro resta implícita en el propio uso de plural (cf. infra el uso paralelo de “dual elíptico”). La elección de la forma plural se justifica por la complejidad del referente, lo cual se evidencia en el contraste con el respectivo plural numérico, predicado de entidades homogéneas (los reyes godos ≈ rey + rey …). (9a) w\ pai' tokevwn ajgaqw'n ÔHravklei", ... (“Heracles, hijo de nobles padres, …”, X. Mem. 2.1.33) (9b) ... tokh'e duvw, tw; mh; geivnasqai o[fellon (“… mis [dos] padres, que ojalá no me hubieran engendrado”, Hom. Od. 8.312) (iv) Términos que suelen presentar una oposición regular singular/plural pueden emplearse en plural de forma contextualmente equiparable a la forma singular: el Plural distributivo, que etiqueta el uso de plural para designar la multiplicidad de entidades idénticas asociadas de forma individual a cada miembro de un conjunto (10), posee el valor numérico básico del plural (cantidad superior a uno de una entidad contable). Como los respectivos de Plural y del citado Singular distributivo permiten apreciar, en idéntico contexto distributivo el empleo de la forma de plural enfatiza la repetición de la relación singular mientras que el uso de la forma singular enfatiza la identidad de la relación reiterada. (10) sigai; tw'n newtevr wn para; presbutevroi" (“el silencio de los jóvenes ante sus mayores [lit. ‘los silencios’]”, Pl. R. 425a) (v) Términos que suelen presentar una oposición regular singular/plural, cuyo plural, en aplicación a un referente singular, revela que esa forma de plural carece de valor numérico (a diferencia de [iv]) y que posee, por el contrario, un efecto magnificador, marcadamente estilístico, que es consistente con el hecho de que estos empleos suelen pertenecer a registros lingüísticos muy específicos (con frecuencia, literarios): (a) el plural en referencia a objetos (levktra ‘tálamo’, dwvmata ‘palacio’) o personas (11) singulares, característico de un registro solemne, documentado principalmente en los textos trágicos (Plural poético); cf. Moorhouse (1982: 1); (b) el plural empleado por el emisor para referirse a su persona como un recurso cortés que suaviza la referencia al “yo” (Plural modestiae, también denominado auctoris por su empleo frecuente por los escritores) (12); (c) el plural empleado por individuos dotados de autoridad en referencia a la propia persona (Pluralis maiestatis) (13) y su contrapartida, el plural de respeto empleado para dirigirse a ellas (Pluralis reuerentiae) (14), empleados ambos con profusión en el lenguaje de las cancillerías helenísticas de
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Egipto, Roma, Bizancio (atendiendo a su distribución, Lasso de la Vega 1967: 257-268 propone reservar la etiqueta de “plural mayestático” para los citados usos helenísticos, ya que los de época clásica pueden interpretarse con propiedad como plurales poéticos); cf. usos similares del número plural en los pronombres en el Tema 11 § 1.3. (11) Levch de; tou' qanovnto" ejn ceroi'n ejmai'n craivnw (“Y mancillo el lecho del difunto con mis manos [lit. ‘lechos’]”, S. OT 821-822) (12)
“Ennoiav
poq∆
hJmi'n
ejgevneto
o{sai
dhmokrativai ..., (“Me vino el
pensamiento de cuántos regímenes democráticos … [lit. ‘nos]” X. Cyr. 1.1.1) (13) oi[koi de; chJmei'" eijsovmesq∆ a} crh; poei'n (“Y en mi casa yo sabré bien lo que hay que hacer” [lit. ‘nosotros sabremos’; Creonte, rey de Tebas], S. OC 1037) (14) th;n eujdaimonivan th;n uJpavrcousan uJmi'n (“la felicidad que poseéis” [a Filipo de Macedonia], Isoc. II. 24) 3.2.3. En número dual figuran términos que refieren: (i) entidades contables en número de dos (dracmav ‘dos dracmas’), o bien que designan (ii) referentes dotados de composición simétrica o que se presentan usualmente en pareja (cf. Campanile 1989). En el primer caso (i), en el que el dual no está condicionado referencialmente, cabe diferenciar el denominado dual anáforico (15a), empleado para designar dos entidades presentadas de forma individualizada en el contexto precedente, a las que se refiere de forma conjunta a través de la forma dual, y el dual autónomo (15b), empleado, con el refuerzo frecuente de un numeral (duvw, a[mfw), para presentar una pareja no habitual. En el caso (ii), es el carácter naturalmente doble o simétrico del referente el que condiciona el uso habitual del término en dual; en este uso, denominado dual natural (16), se registra la siguiente variedad de referentes: (a) partes simétricas del cuerpo (e.g. el duale tantum homérico o[sse ‘los dos ojos’), si bien se detecta cierto grado de normatividad en este campo (e.g. se prefiere el plural ojfqalmoiv ‘ojos’, w\moi ‘hombros’, bracivone" ‘brazos’, en contraste con las formas duales de povde ‘pies’, cei're ‘manos’); (b) animales asociados en parejas (i{ppw, los dos caballos del carro; bove, los dos bueyes de una yugada); (c) objetos en pares, con frecuencia, en relación estrecha con miembros corporales simétricos (koqovr nw, el par de coturnos del actor trágico; dou're, el par de lanzas del guerrero
homérico);
(d)
seres
personales,
divinos
y
humanos,
íntimamente
relacionados: qewv ‘las dos diosas’ (en referencia a Deméter y su hija Perséfone), parejas de hermanos: Dioskouvr w ‘los Dioscuros’ (Cástor y Pólux), Ismene y Antígona (cf. S. Edipo Rey 1462), Eteocles y Polinices (cf. S. Antígona 13); cf. Moorhouse (1982: 2).
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(15a) tivktw de; pai'da" paidi; duvo me;n a[r sena", ∆Eteokleva kleinhvn te Poluneivkou" bivan, ... tw; d∆ ej" fovbon pesovnte, … (“Y le engendro a mi hijo dos hijos varones: Eteocles y el ilustre Polinices … y ellos, incurriendo ambos en temor, …”, E. Ph. 55-6 y 69) (15b) ejsto;n de; duvo lovfw hJ ∆Idomenh; uJy hlwv (“Y la ciudad de Idómena la forman dos elevadas colinas”, Th. 3.112) (16) … loidorei'taiv te kai; tw; cei're movgi" ajpevcetai (“… me insulta y a duras penas mantiene lejos las [dos] manos”, Pl. Smp. 213d) Cabría incluir en este grupo dos empleos del dual caracterizados asimismo por referir una pareja heterogénea: dual elíptico y dual doble; sin embargo, la consistencia de tales usos en lengua griega está sujeta a debate. En efecto, el dual elíptico, postulado por Wackernagel en el empleo de Ai[ante en Hom. Il. 4.273, por ejemplo, en referencia a la pareja formada por Áyax y otro (su hermanastro Teucro), frente al uso habitual del término para designar a ‘los dos Áyax’ (Telamonio y Oileo, dual numérico propio de entidades contables: Áyax + Áyax), se justificaría semánticamente por designar una pareja estable de hermanos que actúan unitariamente (cf. ii.d); la escasa frecuencia de este empleo y la limitación de su documentación a la épica homérica revelan el carácter sumamente marginal de este uso y su deuda con el proceso de composición oral de los poemas homéricos. Por su parte, el dual doble, testimoniado en védico, presenta los dos términos que conforman un par en yuxtaposición marcados ambos con la desinencia de dual (es decir, la dualidad se marca léxica y morfológicamente, con la peculiaridad de que la marca léxica hace no sólo redundante, sino estrictamente inapropiada, la marca morfológica); sin embargo, el ejemplo griego aducido como muestra de este uso: jAktorivwne Molivwne ‘ambos: Actorión y Molión’ (Hom. Il. 11.750, cf. Adrados 1992: 264) puede asimismo ser interpretado en otro sentido, como un dual natural en referencia a hermanos siameses, en una inusual combinación de doble patronímico: la del abuelo materno (Molo) y la del padre (Áctor): ‘los dos descendientes de Molo, hijos de Áctor’ (cf. Hainsworth 1993: 304), por lo que se podría interpretar como un empleo de dual para una pareja de hermanos análogo al considerado en ii.d. En cualquier caso de los mencionados, la marca flexiva de dual puede estar reforzada por medio de un numeral (a[mfw, ajmfotevr w, duvw, duvo), especialmente en el caso del dual ocasional, como ya se comentó; esta “hipercaracterización” del dual es consistente con la debilidad de la categoría en el sistema: con frecuencia, se emplea la marca dual para presentar un par y, a continuación, se emplean de forma sistemática los morfemas de plural, de modo que cabe interpretar que la categoría de dual se
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emplea como una variante marcada de las formas de plural en caso de referente dual, asociada al deseo del hablante de enfatizar la dualidad. 3.3. La estructura de la categoría de número en griego antiguo Integran la categoría de número dos oposiciones: una oposición poco rentable (A) de plural/dual, propia de entidades contables o entidades simétricas, en la que el término marcado es el dual, en claro retroceso, prácticamente sustituido por el plural (término negativo), y una oposición central (B) de singular/plural, en la que el término marcado es el plural. Esta segunda oposición exhibe variedades en razón de la naturaleza —contable, no contable o ambas– del referente (cf. Adrados 1992: 273-86): (Bi) En la configuración más simple, que empareja dos términos (uno singular y uno plural), la oposición contrasta —como se ha visto— la unidad frente a la pluralidad: dravc mh ‘dracma’/ dravc mai ‘dracmas’ en caso de referentes contables; en caso de entidades no contables (términos de masa, colectivos y abstractos), la oposición contrasta, en griego como en otras lenguas (§ 3.1.ii) una concepción homogénea o continua en número singular (“carne” en [17a]) con una concepción discontinua de la entidad en número plural en sentido numérico (“carnes” en el sentido de “porciones de carne” en [17b]), o cualitativo (“carnes” en tanto variedades, e.g. rojas, blancas, magras, etc.); análogamente, términos de referente “abstracto” contrastan la entidad abstracta en singular con sus manifestaciones concretas en plural (timhv ‘estimación’ / timaiv ‘honores’), como ilustra en (18) “geometrías” en el sentido de “problemas geométricos”, como manifestación concreta de la ciencia geométrica. En estos casos (entidades no discretas), el empleo de plural implica la recategorización semántica del término, que se convierte de no discreto y no cuantificable en discreto y cuantificable. (17a) kh'rux, th' dhv, tou'to povre kreva", o[fra favgh/si, ⁄ Dhmodovkw/ (“Heraldo, lleva esta carne, para que la coma, a Demódoco”, Hom. Od. 8.477) (17b) kai; ejgevnonto kreva eJkavstw/ hJmw'n triva (“y eran tres porciones de carne para cada uno de nosotros”, X. Cyr. 2.2.2) (18) ejpivpedon kalei'" ti, kai; e{teron au\ stereovn, oi|on tau'ta ta; ejn tai'" gewmetrivai"… (“¿Denominas a algo “superficie”, y a algo, a su vez, “sólido”, como en los problemas geométricos?”, Pl. Men. 76a) (Bii) En caso de que el referente de un término sea susceptible de una interpretación contable y no contable o bien singulativa y colectiva (o que, a partir de una acepción básica cree secundariamente la otra), sus formas de singular, o de plural, o ambas, pueden poseer más de un valor: (a) un sg. como povli" ‘ciudad’ posee
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una acepción colectiva de ‘conjunto de ciudadanos’ (19a) a la par que una acepción contable ‘una ciudad’ (19b), a la cual corresponde un pl. contable povlei" ‘ciudades’ (19c). (b) Un sg. contable del tipo a\qlon ‘premio’ (20a), dotado de su correspondiente pl. contable a\qla
‘premios’ (20b), desarrolla un pl. de tipo colectivo a\qla
‘competiciones atléticas’ (20c), que designa una nueva unidad colectiva (el conjunto de competiciones atléticas de cada edición), susceptible de ser cuantificada a su vez. (c) Coexisten valores contables y no contables tanto en la forma de singular como en la de plural: a un sg. no contable kevramo" ‘masa de barro’ (21a) corresponde un pl. no contable, de masa discontinua, kevr ama ‘montones de barro’, a partir del cual se crea un sg. contable oJ kevr amo" ‘pieza manufacturada de barro’: ‘azulejo’, ‘teja’, (21b) que permite crear un pl. contable kevr ama ‘tejas’ (21c); análogamente, al abstracto no contable ajr ethv ‘virtud’ corresponde un pl. concreto ajretaiv ‘manifestaciones de virtud’; al tiempo, se desarrolla la acepción contable del término ajrethv ‘una virtud’ (concreta frente a otras, e.g. sofrwsuvnh ‘moderación’ frente a dikaiosuvnh ‘justicia’), que se evidencia en el correspondiente pl. contable ajretaiv (‘virtudes’). (19a) kai; fanero;n me;n ei\con oujde;n oiJ Spartia'tai shmei'o n, ou[te oiJ ejc qroi; ou[te hJ pa'sa povli" (“y no contaban con una prueba visible ni los espartiatas, ni los enemigos, ni la ciudad entera”, Th. 1.132.1) (19b) ∆Epivdamnov" ejsti povli" ejn dexia'/ ejsplevo nti ... (“Epidamno es una ciudad situada a la derecha del que se adentra navegando …”, Th. 1.24.1) (19c) tuvr annoiv te o{soi h\san ejn tai'" ÔEllhnikai'" povlesi (“cuantos tiranos había en las ciudades griegas”, Th. 1.17.1) (20a) … toi'" d j eu\ fronou'sin oujqe;n a\qlon ejpoivhsan (“… en cambio, no dispusieron ningún premio para los que razonan sensamente”, Arist. Rh. 1414b) (20b) a\qla ga;r oi|" kei'tai ajreth'" mevgista, … (“pues para quienes están dispuestos los mayores premios al mérito, …”, Th. 2.46) (20c) a[n ti" ejn a[qloi" ajpokteivnh/ tinav, … ( “Si un hombre mata a otro en una competición atlética …”, D. 23.54) (21a) …, w|/ gevnei kevramon ejpwnomavkamen, … (“… tipo al que hemos denominado ‘barro’”, Pl. Ti. 60d) (21b) kevramo" de; ouj gh'" ojpth'" ejstin, ... (“La teja no es de tierra cocida …”, Paus. 2.44) (21c) ajnti;
de;
tw'n
keravmwn
tai'"
folivsi
tw'n
zw/w'n
ta;"
stevga"
katekavlupton (“y en vez de tejas, cubrían sus techumbres con las escamas de los animales”, DS 17.105.5)
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La oposición examinada singular/plural puede suspenderse ocasionalmente (casos de neutralización, e.g. pl. nuvkte" en referencia a una noche, o el uso citado del término singular con referencia plural del singular “representativo"), o bien puede ser no operativa desde un inicio en aquellos términos defectivos que sólo presentan un número (términos “singularia o pluralia tantum”), sujetos con frecuencia, como se ha podido observar, a procesos de regularización que eliminan la neutralización; así, sobre el Plurale tantum puvlai ‘puerta’ (la pluralidad capta las dos hojas de la puerta de una sola entrada; cf. Qermovpulai ‘el paso, la entrada de las Termópilas’) se crea secundariamente un singular puvlh ‘puerta’ (22), que abre el camino a una interpretación contable. En el caso de los Singularia tantum, se aludió (§ 3.2.2.ii) a la creación de plurales de términos de referente único, bien sin modificación del sentido (23a), bien con ligera modificación del significado en designación de un tipo o clase, es decir, con referencia genérica y no ya específica (23b); asimismo, la citada creación de un plural a partir de un Singulare tantum abstracto en referencia a las manifestaciones concretas de la entidad abstracta (23c) constituye un procedimiento frecuente de eliminar la neutralización de la oposición (uid. ej. [18]). (22) Kai; tugcavnw te klh'/qr∆ ajnaspastou' puvlh" calw'sa, … (“Y al tiempo que descorría el cerrojo de la puerta …”, S. An.1186) (23a) ou[te
duv∆
Ai[ante"
menevthn
qeravponte"
“Arho":
(“… ni siquiera
resistieron los dos Ayantes, servidores de Ares”, Hom. Il. 8.79) (23b) … ouj Faivd ra" ejpoivoun povrna" oujde; Sqeneboiva" (“… no creaba yo fulanas del tipo de sus Fedras y Estenebeas”, Aristoph. Ra. 1043) (23c) caivrein ou\n ejavsa" ta;" tima;" ta;" tw'n pollw'n ajnqrwvpwn, … (“Así pues, haciendo caso omiso de los considerados honores por la mayoría de los hombres …”, Pl. Grg. 526d) Al igual que sucede en la categoría de género, la vigencia de la oposición en gran parte del léxico permite que los términos situados al margen de ella la adopten secundariamente a través de procesos de concretización, de abstracción, de transformación de nombre propio en común o viceversa, entre otros (e.g. tov livnon ‘lino’ nombre común de referente no discreto, sin plural posible, adopta referencia única por personificación como nombre propio de la deidad vegetal oJ Livno" “Lino”, sin plural posible, a partir del cual se denomina un tipo de canción trenética, la canción del lino, transformándose en nombre común de nuevo, susceptible de oposición numerativa: ‘el canto’/’los cantos del lino’).
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4. El caso Tras abordar cuestiones preliminares al estudio del caso (§ 4.1), se examina su contenido (§ 4.2); por último, se aborda la estructura del sistema casual del griego antiguo (§ 4.3). 4.1. Preliminares al estudio del caso De forma preliminar se ha de revisar: (i) la naturaleza de “relacionador” del caso, (ii) su caracterización formal y funcional y (iii) el desarrollo diacrónico del paradigma casual en la evolución de la lengua griega. (i) Como se ha mencionado previamente (cf. § 1), aunque el caso se cuenta tradicionalmente como una de las categorías nominales, constituye con propiedad un “relacionador”, por su función de especificar la relación sintagmática del término que porta la marca casual, función en la que el caso puede combinarse con otros medios formales como las marcas preposicionales (cf. Tema 2 § 3.2.1). (ii) Como todo signo lingüístico, en el caso se asocia (a) una marca formal a (b) un contenido, habitualmente denominado “función casual”. (a) La propia denominación latina de casus, calco latino del término griego ptw'si" ‘caída’, ‘flexión’, expresa la percepción de que el nombre adopta variantes formales respecto de una forma considerada básica: el nominativo. Un término nominal se presenta, así pues, en griego antiguo, en una variedad de formas (nominativo [N], vocativo [V] acusativo [Ac], genitivo [G], dativo [D]; los dos primeros, casos “rectos”, se distinguen de los demás, “casos oblicuos”, en que no admiten rección preposicional). Tal conjunto de variantes formales constituye el paradigma casual (hecha abstracción de los distintos tipos flexivos: flexión en –o-, en –a-, etc.). Los casos (N, Ac, G, D, V) constituyen, por tanto, los integrantes del paradigma casual, mientras que su expresión formal en forma de desinencias (en amalgama morfemática con género y número), que se añaden a la raíz o al tema (e.g. povd-e", pod-w'n, etc.) para expresar un contenido relacional, constituyen las “marcas casuales” (Blake 1994: 2). La variedad interlingüística que el caso ofrece es muy amplia; en efecto, en las lenguas con sistemas casuales desarrollados cabe una gran variedad en torno al número y función de los casos, como ilustra la familia indoeuropea, en la que los cinco casos del griego antiguo contrastan con los seis del latín y los siete del antiguo indio, o en el estadio actual, el carácter flexivo de ruso y alemán, por ejemplo, contrasta con la práctica eliminación del caso en inglés y en gran parte de las lenguas romances (a excepción de ciertos residuos en el pronombre e.g.: I/me, yo/me/mí). La función que los casos desempeñan se realiza a través de otros medios en las lenguas carentes de ellos, como el empleo de adposiciones: preposiciones (cuya masiva extensión en las
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lenguas romances corresponde precisamente a la desaparición de la categoría casual; e.g. el uso en español de “de” en lugar del genitivo o el uso de “a” y “para” en sustitución del dativo) o postposiciones (e.g. en japonés o marca el Objeto Directo, no el complemento del nombre, etc.), o bien el orden de palabras (e.g. en lengua inglesa este mecanismo contribuye decisivamente a identificar Sujeto y Objeto, funciones captadas en lenguas flexivas por los casos nominativo y acusativo, respectivamente). (b) El contenido del caso ha constituido el objeto nuclear de la teoría gramatical prácticamente desde los inicios de esta ciencia en época helenística; en efecto, el hecho histórico de que la ciencia gramatical haya surgido en torno a lenguas flexivas (griega y latina) ha determinado la nuclearidad de la “teoría casual” hasta prácticamente el s. XX, en el que el desplazamiento del interés hacia el estudio de lenguas con poco o nulo componente flexivo ha contribuido a minimizar la importancia de esta cuestión en la teoría gramatical. Por otra parte, en las lenguas altamente flexivas, como las citadas, la teoría casual reviste suma importancia debido a que el contenido de los casos está íntimamente relacionado con el fenómeno de la transitividad, que constituye el núcleo de la sintaxis de lenguas de tipo nominativoacusativo, como las indoeuropeas. En definitiva, por estar situada en el centro de la especulación gramatical, la teoría casual ha sufrido directamente el influjo de la modificación de las corrientes teóricas, como se tratará de exponer a continuación. Grosso modo puede establecerse un amplio período de predominio de una gramática universal procedente de un enfoque racionalista, que, modelada sobre la lengua latina, se proyectaba sobre las demás lenguas. En el s. XIX, el espíritu neogramático contribuye en la teoría casual a la descripción minuciosa de los distintos empleos de los casos en cada lengua (e.g. “genitivo de filiación”, “genitivo de precio”, etc.), agrupándolos al tiempo en el trasfondo del uso de la lengua que se había erigido en modelo de la familia indoeuropea: el sánscrito; ello supone que en las gramáticas de griego antiguo, por ejemplo, se examinan los usos del genitivo propiamente dicho (supuesta herencia del genitivo del IE) y el genitivo ablativo (supuesta herencia del ablativo indoeuropeo) y en el caso del dativo griego se rastrean las huellas de tres casos reconstruidos en indoeuropeo (dativo, instrumental y locativo). A principios del s. XX, en el contexto del progresivo relegamiento de las lenguas clásicas a favor tanto de las lenguas vernáculas como de lenguas de otros continentes ajenas a la familia flexiva indoeuropea, la gran revolución teórica del estructuralismo conduce a que los casos se examinen dentro de cada lengua, sin proyectar ya el contenido que presentan los casos de una lengua (especialmente la latina) a otras. En efecto, la gran aportación de la metodología estructuralista a la teoría casual es que establece el “significado” de un caso en razón de las relaciones que mantiene con los demás elementos del sistema (distinguiendo entre “significado” del caso y “valor” del
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caso); la propuesta de Jakobson sobre los casos rusos, la propuesta de Hjelmslev para un gran abanico de lenguas, la de De Groot sobre la lengua latina, las de Kurylowicz para los casos del griego antiguo y del indoeuropeo, entre otras, se enmarcan en este modelo. La novedad de este enfoque contribuye a que la teoría casual constituya en la primera mitad del s. XX la cuestión lingüística más debatida. La irrupción de la teoría generativista, con su diferenciación entre estructura profunda y estructura superficial, revierte, en lo que a la teoría casual concierne, en la propuesta de la existencia de casos “profundos”, en la conocida formulación de Fillmore (designados con frecuencia por medio de las etiquetas tradicionales de “genitivo”, “dativo”, etc.), que son independientes de que su manifestación “superficial” adopte la forma de un caso o de cualquier otro medio de expresión (como sucede en lengua inglesa, la principalmente examinada en estos estudios). A partir de este enfoque, las etiquetas casuales y los contenidos asociados a ellas se contemplan progresivamente como relaciones semánticas (e.g. “thematic roles”, en la reciente formulación generativista de Rección y Ligamiento, o “funciones semánticas” en la Gramática Funcional holandesa, entre otras; cf. § 4.3), manteniendo, no obstante, en mayor o menor medida la posibilidad de un contenido gramatical para algunos casos, como se verá. La cuestión subyacente en el trasfondo de esta especulación teórica es la del significado de los casos en cada lengua y la cuestión aneja de en qué medida existe un núcleo de significado casual común a varias lenguas que legitime la universalidad de los conceptos de “nominativo”, “genitivo”, etc. El contenido básico que se ha asignado a los casos, procedente de la citada especulación sobre las lenguas indoeuropeas, ha basculado desde antiguo entre dos extremos: un contenido gramatical, máximamente perceptible en casos como nominativo (N), “marcador de Sujeto”, acusativo (Ac), “marcador de Objeto Directo”, dativo (D), “marcador de Objeto Indirecto” y genitivo (G), “marcador de la relación adnominal”, y un contenido semántico, como el de instrumental (I), “marcador de Medio o Instrumento”, locativo (L), “marcador de Ubicación”, ablativo (Ab), “marcador de Procedencia”, lativo o directivo, “marcador de Dirección”, prosecutivo, “marcador de Trayectoria”. Las diversas teorías trataban de establecer un tipo de significado común en todos los casos, bien de carácter gramatical bien de carácter semántico (éste de contenido espacial, por lo que se han calificado de “localistas” este tipo de hipótesis, que se remontan a los propios griegos, como Planudes, y cuya formulación moderna más notable se halla en Anderson 1976). Una formulación intermedia es la “teoría semilocalista” propuesta por Kurylowicz (1977: 141-156) para los casos del indoeuropeo, que combina ambos contenidos (gramatical y espacial) en dos subsistemas casuales —uno gramatical (N, Ac, G) y otro semántico espacial (Ac-lativo,
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L, Ab, I-prosecutivo)—, ambos interrelacionados en tanto la mayoría de los casos combinan los dos tipos de contenido, uno de ellos como contenido primario, el otro como contenido secundario (e.g. en griego antiguo, Ac: Objeto Directo y Dirección; G: dependencia nominal y Procedencia; D: Objeto Indirecto y Ubicación). El gran debate del s. XX en torno al significado de los casos pende precisamente en torno a la cuestión de si los casos poseen un significado unitario, como el estructuralismo postulaba, o más bien pueden portar una pluralidad de ellos (Touratier 1978, Serbat 1981; cf. Willems 1997: 79-95), de modo que los intentos de hallar un contenido único para cada caso (y, al tiempo, un tipo de contenido común a todos los casos) constituiría una pura elucubración del lingüista. Esta cuestión crucial no ha sido resuelta de forma definitiva y satisfactoria; en la exposición sobre el contenido de los casos del griego antiguo que sigue (§ 4.2), se adoptará la perspectiva de la Gramática funcional, que es la empleada en la descripción individual de cada caso en esta Sintaxis (Temas 4 a 7). (iii) El estudio del paradigma de cinco casos griego remite necesariamente al estadio previo indoeuropeo, cuya reconstrucción continúa sujeta a debate. La variedad de sistemas casuales que presentan las lenguas indoeuropeas sustenta diversas reconstrucciones posibles, polarizadas en dos extremos: la restitución al IE del sistema de casos o más reducido o más amplio, que entraña, respectivamente, la interpretación de los sistemas casuales amplios como innovación o como arcaísmo (y viceversa). Desde la hipótesis tradicional que restituye ocho casos en la flexión indoeuropea, se considera que en griego se ha operado una innovación consistente en el sincretismo o fusión de casos formal y funcionalmente próximos: D, L e I indoeuropeos recalarían en el dativo y G y Ab indoeuropeos en el genitivo; la hipótesis contraria, posterior al descubrimiento del hetita, reconstruye un núcleo primitivo de la flexión indoeuropea, los llamados “casos centrales" (N, Ac, G, D), documentados en las lenguas anatolias; en cambio, para el IE postanatolio no existe consenso acerca del número de casos, de forma que los casos no centrales (L, I, Ab y V), con desarrollo reciente, dialectal y defectivo, podrían contemplarse, antes que como “fósiles” previos al proceso de sincretismo, como “gérmenes” de lo que no llegó a convertirse en paradigmático. El testimonio del estadio micénico, que contribuiría decisivamente a resolver esta cuestión, resulta ineficaz por la extrema ambigüedad de las grafías micénicas. En cualquier caso, por sincretismo o por indiferenciación originaria, el griego antiguo distribuye en los cinco casos que conforman su paradigma las funciones que otras lenguas próximas encomiendan a un número mayor de casos. En la evolución posterior de la lengua se registra la simplificación del paradigma casual por desaparición del caso dativo, eliminado (salvo en ciertos arcaísmos) del griego moderno.
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4.2. El contenido de los casos del griego antiguo Desde la perspectiva funcional adoptada en el presente estudio, el caso — dada su mencionada (§ 1 y § 4.1) función básica de “relacionador”— marca con frecuencia una relación sintagmática, que agrupa dos fenómenos diferentes: el caso marcador de función (§ 4.2.1) y el caso impuesto por concordancia (§ 4.2.2). 4.2.1. El caso marcador de función sintáctica o semántica El caso como marcador de la relación sintagmática —habitualmente de dependencia— del término nominal respecto de un elemento principal (el verbo o un SN) precisa en griego antiguo bien (a) la función sintáctica del término, (b) bien su función semántica (cf. Tema 2 § 3.2.2.1); existen, además, usos etiquetados como “absolutos”, en los que el núcleo del SN no depende de ningún elemento de la oración en la que se inserta (está construido “absolutamente”; e.g. “genitivo absoluto”). (a) Marcas casuales de función sintáctica Las funciones sintácticas marcadas por un caso en griego antiguo incluyen: en el ámbito oracional, las funciones de (i) Sujeto y (ii) Complemento Directo (CD) (para la consideración de la función Complemento Indirecto, cf. § apdo. b); en el ámbito sintagmático, (iii) la función de Complemento del nombre. (i) La función sintáctica Sujeto, cuyo contenido consiste en codificar el participante que el hablante adopta como punto de partida para exponer la situación referida en su enunciado (e.g. cf. las alternancias de diátesis: Aquellos vándalos destrozaron el coche / El coche fue destrozado por aquellos vándalos; cf. Tema 4 § 1.4.1 y Tema 11 § 4), se asigna al Primer Argumento de la predicación; por el mismo motivo, posee un status particular, ya que determina la concordancia del verbo (por este motivo no resulta adecuada la calificación del caso como marcador de “rección”, aceptable para la mayoría de usos de este apartado § 4.2.1; cf. Tema 4. § 1.1). La función sintáctica Sujeto puede recaer sobre constituyentes dotados de muy diversas funciones semánticas (e.g. Agente en el ejemplo activo anterior, Paciente-Afectado en el ejemplo pasivo anterior, Experimentador en Añoro los buenos tiempos, Fuerza en El viento abatió los árboles", etc.; cf. Tema 3 § 1.4.1). El hecho de que tales constituyentes exhiban la misma marca de nominativo en griego antiguo (supuesto que el predicado posea forma finita, esto es: marca desinencial de número y persona) implica que dicho caso posee un contenido gramatical, de modo que, dada la función sintáctica Sujeto, la función semántica del término resulta irrelevante a efectos formales. Resulta plausible conjeturar que el caso nominativo ha podido adquirir un contenido tan notablemente abstracto a partir de un contenido semántico más concreto: la expresión del Agente;
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dado que en una lengua del tipo nominativo-acusativo como el griego antiguo, la función semántica habitual del Sujeto en el prototipo transitivo es la de Agente, la marca casual asociada al Agente ha podido constituir el medio idóneo para expresar todo constituyente con función Sujeto. Por otra parte, en caso de que el verbo figure en forma no finita, el griego antiguo dispone de otras marcas para el Primer Argumento: el Sujeto de un infinitivo no correferencial con ningún constituyente de la oración principal adopta la forma de caso acusativo (cf. Tema 3 § 1.4.1.2 y Tema 14 § 2.3); en las construcciones participiales, el término nominal Sujeto de la construcción participial exhibe diversos casos dependiendo de que la construcción sea absoluta o concertada (cf. Tema 14 § 3.1). (ii) La marca usual de la función sintáctica de Complemento Directo (CD) en griego antiguo es caso acusativo; dicha función se asigna a los Segundos Argumentos que cumplen el requisito (además de, en tanto argumentos, constituir complementos necesarios) de admitir la transformación a Sujeto en la construcción pasiva (cf. Tema 4 § 3.4), indicio claro de un elevado grado de transitividad. En efecto, el prototipo transitivo describe una situación en la que el participante Agente, canónicamente animado, expresado por el Primer Argumento (Sujeto), provoca una alteración física en el participante Afectado(-Paciente), expresado por el Segundo Argumento (Objeto), de modo que cualquier desviación de este esquema aleja la construcción resultante del prototipo transitivo. Por tanto, la marca de acusativo habitual del Segundo Argumento en lengua griega indica la función semántica de Afectado(-Paciente) característica de este término en el prototipo transitivo. La elección de esta marca en construcciones de transitividad reducida (cf. e.g. ajrevskw se ‘te agrado’), en los que el Segundo Argumento no constituye con propiedad un Afectado(-Paciente), revela la tendencia de la lengua a extender la marca prototípica de CD como marca sintáctica de Objeto (Segundo Argumento), imponiéndola sobre la marca de función semántica (cf. Tema 2. § 3.2.1.1 y Tema 5 § 4.3). Por su parte, los verbos que no adoptan la marca prototípica de acusativo en su Segundo Argumento (metevcein tinov" ‘participar en algo’, boeqei'n tiniv ‘ayudar a alguien’, etc.) revelan, a través de ese indicio, grados reducidos de transitividad, por lo que, en líneas generales, tales Segundos Argumentos no admiten la transformación a Sujeto de la construcción pasiva (si bien se registra una gradación en el índice de transitividad de estas construcciones y, por tanto, en el grado en que admiten pasivización). La marca casual indica en cada caso la función semántica del término (Beneficiario en el dativo de bohqei'n, Instrumento en el dativo de crh'sqai; cf. Temas 6 y 7 § 2.1.1.1.I), como es evidente a partir del hecho de que tales casos marcan las mismas FSs en los constituyentes opcionales (adjuntos); así, por ejemplo, numerosas construcciones que presentan su Segundo Argumento en dativo se desvían del
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prototipo transitivo en la animacidad que caracteriza a este Segundo Argumento (cf. la marca “a” introductora de los CD de referente animado en español); del mismo modo, en el Objeto de crh'sqai ‘usar’, a todos los efectos análogo a un CD (incluso en la admisión de construcción pasiva), la marca de la FS Medio o Instrumento prevalecería de forma anómala en el conjunto del sistema, por razones diacrónicas, sobre la del status sintáctico. Cabe, no obstante, la hipótesis alternativa (cf. Tema 2 § 3.2.1), que interpreta las marcas casuales de los argumentos como marcas despojadas de contenido semántico: dado que los argumentos deben presentarse necesariamente en uno de los casos disponibles en la lengua y, dado que la interpretación de la relación semántica de un argumento está fuertemente condicionada por el verbo, la marca casual resulta en cierta medida irrelevante y, por tanto, de selección arbitraria (cf. Tema 7 § 3); esta hipótesis da cuenta difícilmente, sin embargo, de la estrecha relación mencionada entre la función semántica asociada a un mismo caso tanto en argumentos como en adjuntos. Es obvio que la relación semántica que un argumento mantiene con su predicado está condicionada en gran medida por el contenido léxico del predicado; mas, si se considera que las posibilidades de relaciones semánticas de un argumento son tan variadas como las que posibilita el léxico, mientras que las funciones semánticas gramaticalizadas por la lengua son escasas y fijas, se sigue que cada función semántica constituye una categoría gradual, como un prototipo que admite desviaciones: los casos en los que la FS se desvía fuertemente del prototipo favorecen la percepción de un uso arbitrario de la marca casual asociada a la correspondiente FS (e.g. la FS Beneficiario del Segundo Argumento marcado en dativo en bohqei'n ‘ayudar’, aún garantizada por el propio verbo, está reforzada por el empleo de la marca de dativo, mientras que en el Segundo Argumento de ejoikevnai ‘asemejarse’, el contenido de FS Beneficiario es prácticamente inexistente; es la presión del verbo la que garantiza la interpretación de la relación semántica del término). (iii) La función de Complemento del nombre, propia del ámbito sintagmático, está asociada a la marca de caso genitivo; cf. Tema 5. (b) Marcas casuales de función semántica El caso que exhiben los Terceros Argumentos marca la función semántica del término (e.g. FS Afectado en el acusativo de construcciones ditransitivas de “doble acusativo”: ejrwta'n ti
tina ‘preguntar algo a alguien’, cf. Tema 5 § 4.4.3; FS
Procedencia en ajfelei'n ti tinov": ‘tomar algo de alguien’, cf. Tema 6, etc.). Cabe analizar de modo análogo la marca de dativo de los Terceros Argumentos de predicados que expresan una transferencia material o comunicativa (“dar”, "llevar", “decir”, etc.): didovnai ti tiniv ‘dar algo a alguien’: en tales argumentos el caso dativo marcaría la FS Receptor-Beneficiario (cf. Tema 7. §. 3.1.1). Tal análisis constituye una
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alternativa a la propuesta tradicional de contemplar el caso dativo de tales argumentos como marca de la función sintáctica de Complemento Indirecto, propia de un participante que es afectado de forma mediata (o indirecta) por la acción verbal, y cuya animacidad e incapacidad de figurar como Sujeto de la construcción pasiva lo diferencian del CD. En cualquier caso, dado que los CI están necesariamente asociados a la FS Receptor-Beneficiario, en gran parte de la actual teoría gramatical tanto la aceptación tradicional de esa función sintáctica como su eliminación constituye más bien un problema de descripción teórica (Tema 7 § 2.1.1.1.I). De modo similar a lo expuesto, la marca de caso de los términos opcionales indica la FS del constituyente; sin embargo, a diferencia de lo que acontece en el caso de los argumentos, el contenido léxico del adjunto (rasgos de animacidad, de indicación de lugar, tiempo, etc.) constituye un factor condicionante en la asignación de FS, dado que, por la laxa ligazón del adjunto con el verbo, la interpretación de la relación semántica pende casi exclusivamente del propio término, de modo que el contenido léxico del término (además de la marca casual) resulta crucial en la constitución de dicha relación semántica (e.g. las indicaciones de tiempo están confinadas regularmente a términos nominales que indican unidades de tiempo o a adverbios de contenido temporal). Este hecho permite que numerosas FSs adscritas a adjuntos compartan un mismo medio de expresión (la misma marca casual), diferenciándose por rasgos léxicos cruciales; así, la asignación de animacidad en distribución
complementaria
distingue
Agente
(+)
de
Fuerza-Causa
(-),
o
Intermediario(+) de Instrumento(-), entre otros. El cuadro que se ofrece a continuación recoge la relación entre marcas casuales (sin preposición) y las FSs asociadas en griego antiguo, en contrapartida al cuadro de FSs del Tema 2 § 3.2.1.2). (26) Tabla de relación entre FS y marcas casuales Marcas acusativo
dativo
genitivo
Rasgos léxicos /lugar/ /tiempo/ /+humano/ /-humano/ /lugar/ /tiempo/ /+humano/
Funciones Afectado (-Paciente) Dirección Duración Receptor / Destinatario / Beneficiario Instrumento, Fuerza Ubicación Tiempo Causa, Modo Agente, Fuerza Origen (Procedencia) Valor / Precio
Dado el mencionado empleo de una misma marca casual para varias funciones semánticas (además de las funciones sintácticas citadas), es obvio que el uso del caso
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desnudo genera un amplio grado de ambigüedad; ello es notorio en los registros literarios que manifiestan un uso preferente del caso aislado, como el lenguaje poético; es por ello por lo que en la evolución de la lengua se tiende a desterrar el uso del mero caso en favor de expresiones preposicionales, más precisas, lo cual redunda, a la postre, en la reducción del sistema casual que se advierte en griego moderno. En adición al uso de los meros casos que se ha contemplado, los casos se emplean también en el interior de SPs, en combinación con diversas preposiciones; de hecho, la variedad de casos que una misma preposición admite es prueba de que el contenido del caso no es irrelevante, según captaba la propuesta de Kurylowicz de considerar la combinación de preposición con la desinencia casual como un “morfema discontinuo” (cf. Tema 8 § 1.3.2; asimismo para el inventario exhaustivo de las FSs asociadas a la combinación de preposición más caso, cf. Tema 8 § 1.4.3). 4.2.2. El caso marcador de concordancia En griego antiguo el caso del núcleo nominal se reitera, por el fenómeno de concordancia, en los elementos nominales que, lo determinan o modifican: i.e. en construcciones atributivas, apositivas y predicativas. (i) Todo elemento susceptible de flexión que modifica a un núcleo nominal en el interior del SN concuerda con el núcleo en caso, así como en género y número (e.g. th'", parelqouvsh", y tauthsiv respecto de nukto;" en [27]). (ii) La aposición consiste en la yuxtaposición en la cadena hablada de dos sintagmas nominales, cuya concordancia de caso expresa que son correferenciales (28); para las aposiciones en nominativo, cf. Tema 4 § 1.5.2; en acusativo, cf. Tema 5 § 12; en genitivo, cf. Tema 6; en dativo, cf. Tema 7 § 2.1.1.2. (iii) El predicativo —sustantivo (28a) o adjetivo (28b)—, que modifica a un término nominal al tiempo que complementa al predicado verbal, concuerda en caso con dicho término nominal (dikastai'" con ejkeivnoi" en dativo [29a], u{stero" con oJ ÔIppokravth" en [29b]); para los predicativos adjetivos cf. Tema 9 § 1.2.3; para los predicativos en caso nominativo, cf. Tema 4 § 1.4.3; en acusativo, cf. Tema 5 § 5; en genitivo, cf. Tema 6; en dativo cf. Tema 7 § 2.1.1.2). (27) Th'" ga;r parelqouvsh" nukto;" tauthsiv, … (“Esta noche pasada …, Pl. Prt. 310a) (28) oJ gavr me Qhsevw" pai'", ∆Amazovno" tovko", ÔIppovluto", … (“Pues a mí, el hijo de Teseo, el fruto de la Amazona, Hipólito…, E. Hipp. 10-11) (29a) … eij bouvlontai … dikastai'" ejkeivnoi" crhvsasqai (“… si quieren … servirse de ellos como jueces”, Th. 3,52)
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(29b) oJ de; ÔIppokravth" ... u{stero" ajfiknei'tai (“ Hipócrates … llega más tarde”, Th. 4. 90) 4.3. La estructura del sistema casual Las propuestas específicas sobre la estructura del sistema casual griego (es decir, las relaciones de oposición que mantienen los cinco casos entre sí), ya mencionadas en la revisión de la teoría casual de § 3.1.ii.b., no pueden abordarse con detalle en este trabajo; de forma general cabe mencionar que el nominativo codifica la función Sujeto (y usos denominativos), por lo que es central su oposición frente al acusativo, como caso que codifica la FS del Afectado (-Paciente), en su ampliación hacia constituir la marca de función sintáctica de CD. Por otra parte, el acusativo expresa —ligado a lexemas de lugar y tiempo– relaciones espaciales y temporales, en clara contraposición con genitivo y dativo: mientras el primero expresa la Extensión espacial, la Direccion y la Duración, el dativo suele codificar la Ubicación espacial y temporal; el genitivo, por su parte, suele expresar el origen (la Ubicación y Tiempo, en usos muy restringidos léxicamente). Por otra parte, el caso dativo codifica la FS Receptor-Beneficiario (la primera, en Argumentos; la segunda, en adjuntos), en asociación habitual con lexemas animados, y la FS de Instrumento, en asociación con lexemas inanimados concretos, mientras que expresa las FSs de Fin-Causa y Modo regularmente con lexemas de referentes no concretos (para los usos en detalle, cf. Temas 4 a 7). La alta rentabilidad y correspondiente ambigüedad del dativo ha podido influir decisivamente en la necesidad de especificar su contenido por medio de preposiciones, contribuyendo a su eliminación del sistema casual. En esta breve panorámica no se recogen todos los usos en detalle de los casos: el propio modelo teórico de prototipo conduce a destacar los usos más centrales, relegando los usos desviados o contextuales a las exposiciones individuales sobre cada caso. Por último, se ha de mencionar, siquiera brevemente, el carácter excepcional del vocativo, cuyo ámbito de actuación no se sitúa en el nivel representativo, como el resto de los casos, sino en el nivel presentativo o de la interacción (cf. Tema 2 § 2 y Tema 4 § 2 para su empleo en detalle); la percepción de esta particularidad del vocativo ha contribuido a que sólo muy tardíamente, de manos de Dionisio Tracio (s. II a.C.), fuera incluido en la nómina de casos, atendiendo principalmente a razones de carácter formal (su marca desinencial en los masculinos de la flexión temática, análoga a la de los demás casos). Dado que el vocativo, por su autonomía sintáctica y entonativa, no responde a la función característica de todo caso de marcar relaciones sintagmáticas dentro de la predicación, es excluido de forma regular del sistema casual en la teoría lingüística actual.
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5. La concordancia A lo largo de la exposición de las categorías nominales se ha hecho frecuente alusión al fenómeno de la concordancia, fundamental en las lenguas flexivas; la concordancia consiste en la covariación de un rasgo formal en dos términos, con el propósito de marcar una relación sintáctica o referencial entre ellos. El término en el cual es inherente la categoría, cuya marca “reitera” el otro término, es el “controlador” de la concordancia (Corbett 2006: 4); e.g. las categorías de género, número y caso son —como se ha visto con anterioridad— inherentes al sustantivo; sin embargo, en lenguas como el griego antiguo, todos los modificadores de naturaleza nominal (es decir, las clases de palabras nominales: determinantes y adjetivos —incluidos los participios—), presentan idénticas marcas de caso, género y número con el fin de indicar su posición dependiente del sustantivo (e.g. el niñ-o bonit-o; l-a-s niñ-a-s bonita-s). En lenguas escasamente flexivas, en cambio, es el núcleo el que porta toda la información categorial, mientras que sus modificadores permanecen invariables (e.g. the huge ship, the huge ship-s); de este modo el procedimiento morfológico de la concordancia origina una redundancia en parte antieconómica, en parte profiláctica, pues esa iteración de la categoría gramatical asegura su correcta decodificación en el discurso. La concordancia actúa en diversos ámbitos: sintagmático, oracional y discursivo. En el ámbito del sintagma, ya ilustrado, la concordancia de un modificador respecto del núcleo atañe a las categorías de género, número y caso (en adición a lo expuesto en este tema uid. Tema 9 § 1.3); en el ámbito oracional, la concordancia de Sujeto y verbo atañe a las categorías de número y persona y muy excepcionalmente de género (cf. Tema 4 § 1.4.1.1.1.-2 y Tema 12 § 2); en el ámbito del discurso la concordancia indica identidad de referente (así, en el uso de pronombres personales y adjetivos posesivos, deícticos y fóricos (para los cuales, cf. Tema 11) y relativos (cf. Tema 17). La concordancia, como procedimiento formal que es, tiende a efectuarse de forma mecánica; no obstante, en todos los ámbitos en los que opera, cabe la posibilidad de que ese mecanismo quede en suspenso: son los casos calificados tradicionalmente de concordancia ad sensum, en los que las consideraciones semánticas priman sobre el aspecto formal.
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