037 Descubrir la grandeza de la vida una vía de ascenso a la madure

August 11, 2017 | Author: ccludio | Category: Liberty, Knowledge, Creativity, Personal Development, Reality
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Descubrir la grandeza de la vida Una vía de ascenso a la madurez personal A TRAVÉS DE SUS IDEAS

Alfonso López Quintás

Descubrir la grandeza de la vida Una vía de ascenso a la madurez personal

Desclée De Brouwer

©Alfonso López Quintás, 2009 ©EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2009 C/ Henao, 6 – 48009 BILBAO www.edesclee.com [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Impreso en España – Printed in Spain ISBN: 978-84-330-2287-5 Depósito Legal: BI-3510-08 Impresión: RGM, S.A. – Urduliz

A Alfonso Junquera, excelente óptico y entrañable amigo.

Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 I. Conocimiento de la vida humana por vía de experiencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 1. Experiencia del crecimiento personal a través de doce descubrimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.La formación de guías culturales y espirituales. . . . . . . . . . . 2.Descubrimiento de las doce fases del desarrollo humano. . . Las realidades abiertas o “ámbitos” . . . . . . . . . . . . . . . . . Las experiencias reversibles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El encuentro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los valores y las virtudes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El ideal de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La transformación de la libertad de maniobra en libertad creativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cómo colmar de sentido incluso las vidas aparentemente anodinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La capacidad de ser eminentemente creativos, aún no siendo genios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La importancia de las interrelaciones y del pensamiento relacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El lenguaje y el silencio, vehículos del encuentro . . . . . . . . Fecundidad del proceso de éxtasis y carácter destructor del proceso de vértigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La función decisiva de la afectividad en nuestra vida personal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Síntesis: doce descubrimientos, doce transfiguraciones . . . . . . Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Los niveles de realidad y de conducta . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.Niveles positivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Integración de los niveles positivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un ejemplo de integración de los niveles positivos . . . . . . . 2.Niveles negativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un ejemplo de caída en los cuatro niveles negativos . . . . . 3.La condición relacional de los seres y la interrelación de los niveles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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II. Fecundidad de los doce descubrimientos para el logro de una vida creativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 3. La grandeza del amor conyugal, visto como una forma elevada de encuentro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.El proceso de formación para el amor . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.El matrimonio, escuela de unidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.Una clave de interpretación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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4. La literatura y el cine de calidad, fuente de poder de discernimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.Interpretar una obra es hacer juego con ella . . . . . . . . . . . . 2.Exigencias de este método de análisis . . . . . . . . . . . . . . . . . Distinguir los diferentes niveles de realidad y de conducta

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ÍNDICE

Conocer el secreto de la transfiguración poética . . . . . . . . Rehacer las experiencias básicas de las obras y descubrir la lógica de los procesos que las articulan. . . . . . . . . . . . Captar la expresividad de las imágenes . . . . . . . . . . . . . . . Percibir el poder expresivo del lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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5. La conversión de los profesores en formadores . . . . . . . . . . 193 La colaboración de cinco asignaturas con la clase de ética . . . 195 Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 6. El desarrollo de la persona y la eficacia profesional . . . . . . . Fecundidad de la excelencia ética para la actividad empresarial. . Conclusión: Valoración del nexo entre ética y empresa a la luz de la Escuela de Pensamiento y creatividad. . . . . . . . . . . . Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. La manipulación y el colapso de la vida personal. . . . . . . . . 1.La manipulación al trasluz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Manipular significa manejar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Es manipulador el que quiere vencer a otras personas sin convencerlas, sin ofrecerles razones . . . . . . . . . . . . . . . . La meta del manipulador no es hacer felices a los manipulados, sino dominarlos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La manipulación de las gentes se realiza mediante el lenguaje y la imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.Confrontación de la actitud manipuladora y la actitud inspirada en el ideal de la unidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.El antídoto contra la manipulación y la salvaguardia de la libertad creativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Temas para la reflexión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

209 211 220 225 229 230 230 231 234 234 241 244 246

Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249 Índice de nombres y de materias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253 11

Prólogo

Esta breve obra quiere invitar al lector a una experiencia gratificante: descubrir por propia cuenta las doce fases de nuestro desarrollo personal. Este descubrimiento irá suscitando en él una serie de transfiguraciones, que lo llevarán a una alta cota de madurez ética. La formación ética no implica sólo la adquisición de una trama de conocimientos bien articulados; supone la puesta en forma de nuestras mejores posibilidades creativas. A través de una larga experiencia he llegado a ver con toda lucidez que la vía óptima para formarnos y formar a otros no consiste tanto en trasmitir contenidos cuanto en ayudar a descubrirlos. El que descubre algo valioso por su cuenta –aunque sea con ayuda externa– queda interiormente persuadido de su valor y bien dispuesto para asumirlo en su vida y comunicarlo a otros de forma convincente. Esta clave de orientación pedagógica se muestra sobremanera fecunda cuando queremos vislumbrar la grandeza que podemos adquirir si somos fieles a nuestra vocación más íntima. Para verlo de modo experiencial vamos a recorrer, una a una, las doce fases de nuestro desarrollo personal. Con ello 13

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logramos dos metas vinculadas entre sí: aprender a pensar con rigor y vivir creativamente. Al hacerlo, descubrimos los distintos niveles en que podemos vivir: los positivos y los negativos. Nos impresionará entonces ver, como en una especie de mapa, nuestra situación en la vida: nuestra forma de conocer y tratar las realidades del entorno –que nos ofrecen toda suerte de posibilidades–, nuestra sensibilidad para los grandes valores y la hondura de nuestra mirada, que puede quedarse prendida en lo superficial o bien penetrar hasta las honduras donde se decide el sentido de nuestra existencia. Esta primera incursión en nuestro proceso de crecimiento se clarifica y amplía al captar el mensaje humanístico de las obras literarias y cinematográficas de calidad. Tal experiencia nos permite prever a dónde nos llevan las distintas formas de conducta y prevenir las consecuencias destructivas de algunas muy seductoras. Este poder de discernimiento es decisivo para configurar las diversas formas de vida comunitaria: la familia, la empresa, el centro formativo... Lo constataremos en los capítulos dedicados al incremento de nuestra vida profesional –en concreto, la empresarial–, al cultivo de la vida amorosa, a la conversión de los profesores en auténticos formadores... El lector podrá advertir bien pronto que, con un estilo claro y directo, este libro se propone conseguir logros muy importantes para nuestra vida y nuestro entorno. Y lo consigue con creces, pues nuestros espacios interiores se amplían de forma sorprendente cuando entramos en juego con realidades que nos otorgan múltiples posibilidades creativas. Este horizonte de creatividad que se nos abre eleva nuestra 14

PRÓLOGO

autoestima y acrecienta nuestras previsiones de una vida altamente cualificada. No dedicaremos tiempo a lamentar las precariedad de la formación actual, los riesgos que entraña el clima cultural en el que crecen nuestros niños y jóvenes, las deficiencias de todo orden que muestra nuestra sociedad. Nos entregaremos, sin vacilación alguna, a la tarea ilusionante de descubrir las posibilidades que tenemos de crear formas elevadas de encuentro y hacer surgir, con ello, ámbitos de auténtica cultura, que constituyen nuestro “elemento vital”, el lugar por excelencia de nuestro crecimiento como personas. Hoy se habla, con razón, de la necesidad de conseguir una “mirada profunda”, un modo de ver no miope sino de largo alcance, no unilateral sino comprehensivo, no superficial sino penetrante y profundo. El proyecto que propongo persigue decididamente ese objetivo, poniendo en juego desde el principio esa forma de mirar, de sentir y proyectar. En cuanto hablamos de realidades “abiertas”, que abren paso a las experiencias “reversibles”, en cuya cima se realizan los distintos modos de encuentro y se descubre lo más importante de la vida –el ideal de la unidad–, sentimos que estamos en el buen camino. Cuando luego nos damos cuenta de que, al optar por ese ideal, descubrimos de forma rápida y lúcida los siete aspectos de la vida que nos elevan a un nivel de excelencia –la libertad creativa, el sentido, la creatividad, el lenguaje auténtico, la afectividad plena...–, nos vemos literalmente elevados a lo mejor de nosotros mismos. A ese gozoso proceso de elevación le llamaron los antiguos griegos “éxtasis”, término que tiene el significado básico de “salir de”, pero pronto adquirió el sentido de “salir de sí para elevarse a lo más alto”. 15

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No intenta este libro transmitir una multitud de conocimientos a sus amables lectores, sino invitarlos a una experiencia entusiasmante. Lo que ésta dará de sí lo irán descubriendo ellos mismos; más todavía: lo irán suscitando con su colaboración. Porque lo impresionante de este tipo de experiencias es que las realizamos nosotros pero es gracias a la energía que nos transmiten las realidades buscadas. Por eso no podemos dar, de antemano, una idea precisa de lo que vamos a encontrar. Lo procedente es animarnos a participar, a acercarnos todos al área de irradiación de los grandes valores, con los que sin duda vamos a intimar si respondemos positivamente a la invitación que nos hacen a asumirlos de modo activo. Esta obra está diseñada de forma que se establezca una relación interactiva entre el autor y el lector. Con ese fin se han añadido a cada capítulo varios temas para la reflexión, sumamente útiles para asimilar las claves de orientación expuestas en el mismo. Esta coordinación de teoría y práctica dispone al lector para realizar con sumo provecho los tres cursos on line que ofrece la Escuela de Pensamiento y Creatividad y que otorgan el título de “Experto universitario en creatividad y valores”, según puede verse en la web www.escuela depensamientoycreatividad.org. Alfonso López Quintás Catedrático emérito de Filosofía (Universidad Complutense, Madrid), miembro de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas, de L´Académie Internationale de l´Art y de la International Society for Philosophie

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Introducción

Hoy se reclama, en todo el mundo, una forma de educación que ofrezca a las personas –sobre todo, niños y jóvenes– recursos suficientes para orientarse debidamente en una época tan desconcertada como la actual. Esta alta eficacia del método educativo ha de lograrse sin necesidad de dedicarle un tiempo del que no solemos disponer. Las actividades que se programen y los materiales que se faciliten –conferencias, cursos, talleres, libros, folletos, medios audiovisuales...– han de ser breves, pero lo suficientemente sugestivos para que prendan la atención y susciten entusiasmo. Estas condiciones sólo puede presentarlas –a mi entender– un método que proceda por vía de descubrimiento y suscite admiración ante las realidades y los acontecimientos descubiertos. Ese sentimiento de asombro nos instará a proseguir la búsqueda de lo intuido en principio. Deseoso de configurar y difundir ese método, no voy a transmitir contenidos con el fin de que los lectores los aprendan y aumenten su caudal de conocimientos rápidamente. 17

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Los conocimientos son necesarios, pero más lo es descubrirlos por propia cuenta. De esta forma, los asimilamos profundamente, ejercitamos la creatividad, afinamos la sensibilidad para lo valioso. Mi propósito será, pues, sugerir al lector la forma de aprender lo que es la creatividad al tiempo que la ejercita; conocer los valores a la vez que los asume activamente en su vida. Este método dinámico y creativo será sin duda muy adecuado para la formación de los niños y los jóvenes actuales. Hoy suelen tropezar los educadores con grandes dificultades en la formación familiar y escolar. A menudo, estiman que los jóvenes han perdido en buena medida la sensibilidad para los grandes valores, a la vista del poco entusiasmo que muestran algunos en las clases de ética y religión. Ello les provoca un grado de desánimo y desmotivación preocupantes. Mi experiencia, ya un tanto larga, me inclina a pensar que el problema de fondo no reside tanto en los jóvenes cuanto en los métodos de enseñanza. Urge, por tanto, encontrar un método de formación adecuado a las condiciones peculiares de los educandos. Este método ha de ser interactivo, pues los jóvenes actuales rehuyen más que nunca ser sujetos pasivos de la tarea educativa. De ahí la necesidad de que los alumnos se sientan apelados desde el principio, es decir, invitados a colaborar con interés. Tal interés sólo se despierta si se hacen cargo de lo que se les comunica y sienten que les va la vida en ello, por tratarse de cuestiones que les atañen vivamente. Actualmente, los niños y los jóvenes no se mueven a gusto entre abstracciones. Quieren –digamos así– tocar con la mano aquello de 18

INTRODUCCIÓN

que se les habla y advertir enseguida que “les interesa para la vida”, como suelen decir. Están acostumbrados a manejar instrumentos y desean tener todo bajo control. Por eso se debe empezar el discurso por algo que conozcan bien y les permita engranar con el discurso del profesor y adherirse activamente a él. Una vez que los alumnos asumen activamente lo que se les transmite, han de poder seguir el discurso con máximo interés. Para ello, la exposición ha de estar muy bien articulada y pasar de un tema a otro de forma conexa, de modo que resulte patente que todo se halla vinculado por una lógica interna, y es coherente, no arbitrario, sino fiel a la realidad analizada. Esa coherencia hace leve el discurso y mantiene e, incluso, incrementa la atención. La desconexión, en cambio, genera tedio y despego. La coherencia a que aludo no debe reducirse a la lógica del discurso. Sabemos que éste debe partir de algo familiar al alumno para animarle a participar en la búsqueda que se vaya a realizar. Además de ello, ha de seleccionarse el punto de partida de tal modo que prepare el ánimo del alumno para cuanto se vaya a exponer después. Si el tema básico de la formación humana es el encuentro, debemos empezar disponiendo al alumno –a su entendimiento, su sensibilidad, su capacidad creativa...– para una recta y profunda comprensión de lo que significa en rigor encontrarse. Como luego veremos, este acontecimiento se da en el nivel 2 de realidad y de conducta. Si esto es así, no basta que se lo digamos, en su momento, al alumno; debemos, desde el principio, ayudarle a que ascienda en su vida a ese nivel, lo cual implica que sustituya la actitud 19

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de dominio, posesión, manejo y disfrute –propia de un nivel inferior, el nivel 1– y adopte la actitud de respeto, estima y colaboración que exigen las realidades del nivel 2. De no hacerlo, no podrá comprender por vía de descubrimiento lo que constituye el fundamento de toda la vida ética y, por tanto, la base ineludible de la formación humana. El proceso de formación ética no se reduce a incrementar nuestro conocimiento de lo que debe el hombre llegar a ser; implica, a la par, una serie de transfiguraciones, que nos liberan del apego a la forma de libertad propia del nivel 1 –la libertad de maniobra– y nos conceden la forma auténtica de libertad, que es la libertad creativa. Con ello, nos disponen para crear modos de unidad muy elevados con las realidades del entorno propias del nivel 2, las realidades que denominaremos “abiertas” porque nos ofrecen toda clase de posibilidades creativas. Una vez instalado el alumno en este nivel, podrá realizar los 11 descubrimientos restantes y descubrir por sí mismo –con la guía del formador– todo lo que implica el desarrollo de la persona. Así se capacita para dar razón de cuanto acontece en su vida; y puede, por ejemplo, determinar de modo preciso a) la función que ejerce en su crecimiento personal la mentira –entendida, de raíz, como aversión a la verdad–; b) la vinculación que se da entre el egoísmo y la tristeza, la generosidad y la alegría, la caída en los distintos modos de fascinación y la soledad destructora. Queda, con ello, patente que la formación ética auténtica se inicia a buen paso y sólidamente una vez que la búsqueda parte del lugar adecuado. 20

INTRODUCCIÓN

Este método formativo –condensado en el gráfico de la pág. 35– cumple el anhelo de la Pedagogía de la admiración, procedimiento educativo que no se limita a enseñar contenidos; sugiere la perspectiva adecuada para que cada uno los descubra y admire. El eminente pedagogo Romano Guardini consagró la vida a buscar un método semejante para la formación ética: “Nuestra época –escribe– va comprendiendo claramente que 'formar' es algo distinto que 'enseñar', algo distinto de adquirir ciencia y ordenar saberes. Algo distinto de configurar una idea teorética o estética del mundo. La formación es una labor realizada con un ser vivo; con las energías y las aspiraciones vivas del hombre; con la figura interna y externa que va adquiriendo; con su mundo interior y su entorno”1. La presente obra intenta exponer de forma concisa las líneas maestras de un método de acceso al secreto de la formación ética. Al final del libro veremos con lucidez que los preceptos de la ética no son mandatos impuestos desde fuera; son cauces para lograr nuestro pleno desarrollo. Entonces sabremos prever que, si nos dejamos fascinar por cualquier tipo de adicción patológica, no logramos la felicidad; la destruimos en su misma raíz. Este poder previsor nos permite asumir como algo propio lo que nos advierten los más lúcidos estudiosos de la vida humana. Romano Guardini nos advierte 1. Cf. La fe en nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 1965, p. 122. Versión original: Das Gute, das Gewissen und die Sammlung, M. Grünewald, Maguncia 1929, 1953, p. XII.

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que “la mentira nos enferma y la verdad nos sana”2. Miguel de Unamuno nos confiesa: “Soy un terrible egoísta. Ya no volveré a gozar de alegría. Lo preveo. Me queda la tristeza por lote mientras viva”3. La razón profunda de estas previsiones la descubrimos si damos los pasos sugeridos en este libro, que se halla ampliado en otro titulado El secreto de una vida lograda4. Es un camino entusiasmante hacia la sabiduría. Por él desean llevarnos diversos pensadores a través de mensajes ardientes. “... Me he puesto a escribir casi a tientas en la madrugada, con urgencia, como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio (...). Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Les pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que –únicamente– los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”5. Cómo se conocen esos “valores del espíritu” y de dónde nos viene la energía para optar incondicionalmente por ellos y realizarlos en la propia vida será el objeto de nuestra 2. Cf. Mundo y persona, Encuentro, Madrid 2000, p. 106. Versión original: Welt und Person, Werkbund, Würzburg, 31950, p. 98. 3. Cf. Diario íntimo, Alianza Editorial, Madrid 1970, p. 123. 4. Editorial Palabra, Madrid 22004. 5. Cf. Ernesto Sábato: La resistencia, Seix Barral, 2000, p. 13.

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INTRODUCCIÓN

búsqueda en este libro. Lo he escrito con la inteligencia y el corazón a partes iguales, y pertenece a esa serie de obras que, desde mi Inteligencia creativa6, se dirigen a elaborar una “Lógica del corazón”, afín –en alguna medida– a lo que ahora se denomina “Inteligencia emocional”.

6. BAC, Madrid 42003.

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I Conocimiento de la vida humana por vía de experencia

1 Experiencia del crecimiento personal a través de doce descubrimientos

Vamos a descubrir, al principio, el triple arte de mirar: 1) atender a lo inmediato y, a la vez, superarlo, para no ser miopes; 2) contemplar atentamente cada realidad y no perder de vista las que la rodean, para no ser unilaterales; 3) captar el significado más a mano de cada realidad y acontecimiento pero también su sentido profundo, para no caer en la superficialidad. Entonces podremos dar pasos seguros y gozar, a la vez, de amplias perspectivas. En enero de 2003, cierto telediario de gran audiencia destacó que nos hallamos en el 33º aniversario de la muerte, por sobredosis, de la cantante Janis Joplin. Se la elogió como la “reina blanca del blues”, y, tras recordar que su vida estuvo entregada a toda clase de drogas, se concluyó que había sido “una mujer totalmente libre”. ¿Están preparados los jóvenes actuales para descubrir la forma de manipulación que late en este mensaje televisivo? En caso negativo, no están debidamente formados para vivir en un momento de la historia tan fecundo y tan arriesgado, a la par, como el presente. 27

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1. La formación de guías culturales y espirituales En la película de Ingmar Bergman El silencio, una joven no puede hablar con su amante por no tener una lengua común, y, en un momento de intimidad, le dice con tono satisfecho: “¡Qué bonito es el que no podamos entendernos!”. Un joven que oye esto ¿se da cuenta de la actitud ante la vida que ha adoptado esta joven y de los riesgos que implica para ella? ¿Podría sentirse complacida si supiera lo que significa alegrarse por no poder hablar con quien se tiene intimidad corpórea? Si no sabe contestar a estas preguntas, va por la vida con los ojos vendados y no puede guiar sus pasos con una mínima seguridad. Esta especie de ceguera espiritual constituye una forma de “analfabetismo de segundo grado”, que todos podemos padecer en alguna medida1. No saber unir las letras y adivinar lo que dice un escrito es un modo primario de analfabetismo, y debe ser erradicado pues nos deja desvalidos ante la vida. Si sabemos leer y nos hacemos cargo de lo que se nos comunica, podemos informarnos debidamente y saber a qué atenemos en la vida diaria. Pero, supongamos que no somos capaces de penetrar en el sentido de lo que leemos u oímos. Recibimos datos del exterior, pero no logramos descubrir lo que significan para nuestra vida. Captamos su significado superficial, pero no su sentido profundo. Nos enteramos, por ejemplo, de que una joven está contenta por no poder hablar 1. En qué consiste esta forma de analfabetismo y cuál es la vía óptima para combatirlo lo expongo en la obra Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los valores, págs. 10-23.

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con su amante, pero no vislumbramos siquiera el peligro que implica, en el fondo, tal sentimiento. Bien haremos en tomar medidas para superar esa forma de analfabetismo, que nos deja desconcertados en nuestra vida personal y nos impide regir nuestra conducta con cierta seguridad de éxito. En los últimos tiempos, las clases dirigentes han mostrado interés en orientar la actividad escolar de tal forma que los alumnos aprendan a pensar bien, razonar con coherencia, decidir de modo equilibrado y realista. Este loable propósito no ha tenido siempre el éxito deseado a causa de un puñado de malentendidos. Se pensó, a menudo, que la formación ética consiste en “aprender” valores, y se exhortó a los educadores a consagrar tiempo y esfuerzo a tal forma de enseñanza. Pero la experiencia nos advierte a diario que los valores no se “aprenden”; se “descubren”. Por tanto, no debemos los mayores “enseñarlos”, sino “ayudar a descubrirlos”. Cuando se trata de acceder a las realidades superiores en rango a los objetos, podemos decir con toda decisión que conocemos de verdad lo que descubrimos. Los valores no sólo existen; se hacen valer, proyectan a su alrededor un aura de prestigio. La tarea del educador consiste en acercar a niños y jóvenes a esa área de irradiación de los valores, sugerirles que hagan las experiencias necesarias para descubrir por sí mismos su belleza y su inmensa fecundidad. Hacerse cargo de esa fecundidad y esa belleza es el cometido de una Pedagogía de la admiración. Para llevarla a cabo, se necesitan guías adecuados, personas que conozcan a fondo el proceso humano de desarrollo. En una entrevista televisiva, un joven de 18 años manifestó lo 29

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siguiente: “Hasta hace poco yo era totalmente feliz. Adoraba a mi madre, admiraba a mi novia, sentía ilusión por mi carrera. Pero, un mal día, me entregué al juego de azar y me convertí en un enfermo del juego, un ludópata. Ahora, ni mi madre ni mi novia ni mi carrera me interesan nada. Sólo me interesa una cosa: seguir jugando. Estoy atado al juego. Y lo que más me duele es que empecé a jugar libremente, y ahora me veo hecho un esclavo”. ¿Le explicó alguien, a tiempo, a este desventurado lo que es el proceso de vértigo o fascinación y el de éxtasis o creatividad? Probablemente, no. Ni siquiera el psicólogo que dirigió la entrevista aprovechó la circunstancia para darle una mínima clave de orientación. Pudo haberle indicado, simplemente, que su desgracia comenzó al confundir la libertad de maniobra con la libertad creativa. ¿Algún formador le ayudó a descubrir que existen ambas formas de libertad y que confundirlas bloquea nuestro desarrollo personal y nos lleva al infortunio? Ese maestro hubiera sido un líder auténtico, un guía que ayuda a conocer las leyes del crecimiento personal y dispone el ánimo para admirarse de la grandeza que adquirimos al movernos en la vida con libertad creativa, libertad para realizar algo valioso aun a costa de renunciar a valores inferiores. El joven mostró, al hablar, una tristeza infinita. Me hubiera gustado decirle que levantara el ánimo, pues le quedaba mucha vida por delante para disfrutar del descubrimiento de la verdadera libertad. Es muy posible que nadie haya ayudado tampoco a la joven de la película El silencio a admirar la riqueza del lenguaje auténtico, el que se inspira en la voluntad de crear vínculos personales. No se benefició de una Pedagogía de la 30

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admiración. De haber tenido esa suerte, no sentiría ahora satisfacción sino profunda tristeza al recluirse en un silencio de mudez para evitar crear vínculos con su compañero ocasional. La falta de guías auténticos En el clima actual de desconcierto resulta muy penosa la falta de verdaderos guías culturales y espirituales. La sociedad no suele favorecer la formación de tales líderes pues tiende a cultivar el reduccionismo –la reducción injusta del valor de la vida humana–, la manipulación –el trato de las personas como si fueran meros objetos–, el intrusismo –la osadía de hablar en público de temas trascendentes sin la debida preparación– y el hedonismo, el afán desmedido de acumular sensaciones placenteras. Frente a este empobrecimiento de la vida humana, necesitamos poner en juego una pedagogía de la admiración, no de la coacción; del descubrimiento, no del mero aprendizaje; de la persuasión, no de la transmisión fría; del convencimiento interior, no de la aceptación sumisa. El que aprende lo que es la vida descubriéndola paso a paso, de forma bien articulada, no sólo acaba sabiendo qué ha de hacer para desarrollarse plenamente como persona sino que está bien preparado para transmitir ese conocimiento a otras personas de forma persuasiva y convincente. A veces se dice que no se educa a los jóvenes para ejercer la función de padres. Tal como se la esboza en este libro, la Pedagogía de la admiración sería un buen camino para ello. 31

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Este método de formación tiene, como sabemos, un noble abolengo. En su famosa Carta séptima, Platón cuenta que no facilitó a Dionisio, tirano de Siracusa, un resumen de su filosofía porque, a su entender, el conocimiento filosófico no se obtiene acumulando saberes recibidos de fuera, por significativos que sean, sino adentrándose en el análisis profundo de la vida. Te sumerges durante un tiempo en una cuestión, y, tras bracear largamente con las ideas, surge, como por un relámpago, una luz que ilumina tu mente. Esa luz es la filosofía2. En esta línea, el gran filósofo alemán J. A. Fichte indica al lector de una de sus obras que procure descubrir por sí mismo lo que él le dé a conocer. De lo contrario, se quedará fuera del mensaje recibido: “Todo lo que se puede hacer ahora por ti –escribe– es guiarte para que encuentres la verdad, y a esa dirección se reduce lo que una enseñanza filosófica puede aportar. Pero siempre se presupone que eso hacia lo que el otro te conduce lo poseas de veras interiormente tú mismo, y lo mires y contemples. De no hacerlo, oirías narrar una experiencia ajena, de ningún modo la tuya (...)”3. Si no vibramos personalmente con las realidades que vamos descubriendo –por iniciativa propia o por sugerencia ajena–, no nos haremos cargo de la grandeza que albergan, no sentiremos la íntima emoción que produce lo valioso y no 2. Cf. Cartas, VII, 341 a,b,c,d. 3. Cf. Sonnenklarer Bericht an das grössere Publikum über das eigentliche Wesen der neuesten Philosophie, en Fichtes Werke, Walter de Gruyter, Berlín 1971, p. 337.

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convertiremos el saber en un principio de excelencia personal. En verdad, como bien advirtió Aristóteles, la admiración es el principio de la sabiduría. Cómo formar auténticos guías En un memorable debate de TVE, un grupo de jóvenes defendió el llamado “amor libre”, es decir, el ejercicio arbitrario de la sexualidad, sin más canon de conducta que la apetencia. Otro grupo se mostró partidario de considerar el ejercicio de la sexualidad como el primero de los cuatro elementos que integran el conjunto del amor conyugal: sexualidad, amistad, proyección comunitaria del amor –la fundación de un hogar–, fecundidad del amor en dos aspectos complementarios: el incremento de la unidad entre los esposos y la creación de nuevas vidas humanas. Los telespectadores se asombraron al ver la madurez con que los integrantes del segundo grupo explicaban su posición de manera clara, bien articulada y profunda; sabían distinguir en qué nivel de realidad se da la pasión y en cuál se mueve el amor personal, comprometido y creador; no confundían el significado que puede tener una acción –por ejemplo, una aventura amorosa– y el sentido de la misma. Puede una acción significar mucho para nosotros, por impactarnos en el aspecto psicológico, y tener un sentido muy negativo en nuestra vida, vista con la debida amplitud y hondura. Muchos televidentes se preguntaron, al día siguiente, de dónde procedían unos jóvenes que mostraban tal grado de discernimiento. La explicación era bien sencilla: habían rea33

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lizado un curso sobre el desarrollo del ser humano, y en él hicieron doce descubrimientos, el último de los cuales dejó patente la función de la afectividad en la vida humana. El contenido de ese curso constituye la Primera Parte de esta obra. Una formación ética bien fundamentada no se reduce a adquirir ciertos conocimientos; supone seguir un proceso de crecimiento personal, de configuración de nuestra segunda naturaleza, nuestro modo de ser o êthos, término griego del que procede el vocablo Ética. Este proceso de desarrollo implica una serie de transformaciones positivas, que podemos denominar, por ello, transfiguraciones. El incremento de los conocimientos y el perfeccionamiento de las actitudes no podemos realizarlos con sólo oír a un profesor y retener sus enseñanzas. Debemos aprender a ser creativos en relación al entorno, es decir, a crear modos cada vez más entrañables de unión con las demás realidades –sobre todo, las personas y las instituciones, las obras culturales, los valores de todo orden...–. Tal aprendizaje no implica sólo asumir ciertos contenidos; exige una transfiguración gradual de la conducta. Ese ascenso en calidad se realiza a lo largo de un proceso, bien articulado, de desarrollo personal. Para iniciarlo, hagamos la experiencia de descubrir, una a una, las doce fases de nuestro crecimiento como personas, siguiendo la vía marcada en el gráfico siguiente, que debe leerse de abajo arriba, como indican las flechas.

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9º La importancia de las interrelaciones y del pensamiento relacional

10º El lenguaje y el silencio, vehículos del encuentro

8º Nuestra capacidad de ser eminentemente creativos

11º La fecundidad del proceso de “éxtasis” o creatividad y el carácter destructor del proceso de vértigo o fascinación

7º Cómo colmar de sentido nuestra vida

12º La función decisiva de la afectividad en nuestra vida personal

6º Libertad interior o libertad creativa

5º El ideal de la vida

4º Los valores y las virtudes

3º El encuentro

2º las experiencias reversibles

1º Los “objetos” y los ámbitos

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2. Descubrimiento de las doce fases del desarrollo humano El principal descubrimiento que hemos de realizar en la vida es el del encuentro pues, según la Biología actual más cualificada, los seres humanos somos “seres de encuentro”, vivimos como personas, nos desarrollamos y perfeccionamos como tales viviendo toda serie de encuentros4. En consecuencia, nada hay más importante para nosotros que saber lo que es el encuentro, qué exigencias plantea y qué frutos reporta5. Pero, si queremos descubrir por nosotros mismos lo que significa de verdad encontrarnos, hemos de realizar dos descubrimientos previos: el de las “realidades abiertas” –o “ámbitos”– y el de las “experiencias reversibles”. Primer descubrimiento: las realidades abiertas o “ámbitos” Nuestra primera tarea es aprender a mirar, y descubrir que en nuestro entorno hay realidades abiertas y realidades cerradas. Realidad cerrada es la que está ahí sin tener relación alguna conmigo; por ejemplo, una tabla cuadrada que veo en el taller de un carpintero. En este momento no me ofrece posibilidad alguna para realizar la actividad que tengo entre manos. La veo, por tanto, como un mero “objeto”, una realidad cerrada. Pero figurémonos que pinto en ella unos 4. Cf. Juan Rof Carballo: EI hombre como encuentro, Alfaguara, Madrid 1973; Violencia y ternura, Prensa Española, Madrid 31977; Manuel Cabada Castro: La vigencia del amor, San Pablo, Madrid 1994. 5. Sobre este decisivo tema pueden verse mis obras Estética de la creatividad Juego. Arte. Literatura, Rialp, Madrid 31998, págs. 186 ss, 215-218; Inteligencia creativa, págs. 131-176.

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cuadraditos en blanco y negro. Esta sencilla operación convierte la tabla en tablero. He aquí la primera transfiguración. La tabla se ha convertido en realidad abierta porque ahora, como tablero, es capaz de ofrecernos posibilidades para jugar en ella al ajedrez o a las damas. Es una realidad que se abre a nosotros para permitirnos hacer juego, crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación... Por ser una realidad abierta y abarcar cierto campo, vamos a llamarle ámbito de realidad, o sencillamente ámbito6. Como tal, tiene un rango superior a la tabla vista como objeto. He transfigurado la realidad. Ahora debo transfigurar mi actitud frente a ella. Con la tabla puedo hacer lo que quiera: venderla, canjearla, manejarla a mi antojo, porque es sencillamente para mí una realidad delimitable, pesable, agarrable, situable en un lugar o en otro. Dispongo, respecto a ella, de libertad de maniobra, de maniobrar a mi gusto. Con el tablero en cuanto tal, es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego, no debo actuar arbitrariamente: he de respetar las normas que dicta el reglamento. Mi actitud no ha de ser de dominio, manejo y disfrute –como sucede con la tabla–, sino de respeto, estima y colaboración. Adquiero, así, una forma superior de libertad, la libertad creativa. Si convenimos en que la tabla como objeto y mi actitud respecto a ella pertenecen al nivel 1, el tablero –como campo de juego–, mi actitud de colaboración respetuosa y mi libertad creativa presentan una categoría superior; pertenecen al nivel 2. 6. El concepto de ámbito es desarrollado en varias de mis obras, sobre todo en Estética de la creatividad, Rialp, Madrid 31998, e Inteligencia creativa, BAC, Madrid 42003.

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Acabamos de descubrir dos tipos de realidades –las realidades cerradas y las abiertas, los objetos y los ámbitos– y dos actitudes distintas respecto a ellas: la de simple manejo y la de colaboración respetuosa. Hemos vivido una transfiguración y un ascenso de nivel. Al ascender del nivel 1 al nivel 2, nos liberamos del apego a las realidades dominables –que siempre se hallan fuera de nosotros– y ganamos un modo superior de libertad, la libertad creativa. Con ello adquirimos la posibilidad de unirnos de forma más estrecha con las realidades del entorno. La relación que puedo tener con un tablero de juego es más intensa que con la tabla, ya que jugar es crear relaciones entrañables de colaboración. De modo semejante a la tabla, un fajo de papel pautado que se halla en una papelería es un objeto. Si escribo en él una composición musical, transformo el fajo de papel en una partitura, y lo elevo del nivel 1 al nivel 2. El fajo de papel es mío, lo poseo, puedo utilizarlo para cualquier fin: escribir en él, abanicarme, encender una estufa... Pertenece al nivel 1. Pero, si ese fajo de papel se convierte en partitura, y tomo ésta como guía para interpretar la obra que se expresa en ella, debo respetarla al máximo, colaborar con ella, serle fiel, ajustar mi acción a las normas que ella me da. Estamos en el nivel 2. Otra vez hemos transformado una realidad y cambiado nuestra actitud. Con ello, hemos vivido una liberación interior; hemos convertido la libertad de maniobra en libertad creativa, y hemos ganado un modo más valioso de relación con una realidad del entorno. Del ejercicio de este cuádruple poder transfigurador arranca toda la Ética, vista como un proceso de crecimiento personal y comunitario. 38

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Segundo descubrimiento: las experiencias reversibles Demos un paso adelante en nuestro camino de transfiguraciones. Alguien me habla de un poema que figura en un libro. Es para mí algo que está ahí. Sé que es una obra literaria, pero no me preocupo de asumir las posibilidades que me ofrece y darle vida; la tomo como una realidad más de mi entorno, y queda situada en mi mente al lado de las mesas, las plumas, el ordenador, los libros... El poema lo considero, en este momento, casi como un objeto, una realidad que se halla en mi entorno pero no se relaciona conmigo activamente, ni yo con él. Está a mi lado, pero alejado, al modo de las realidades cerradas u objetos. Pero un día abro el libro y aprendo el poema de memoria, es decir, “de corazón” –como dicen expresivamente los franceses e ingleses–, porque asumo las posibilidades estéticas que alberga, y lo declamo creativamente, dándole el tipo de vida que el autor quiso otorgarle. En ese momento, el poema actúa sobre mí, me nutre espiritualmente, y yo configuro el poema, le doy el ritmo debido, le otorgo vibración humana, lo doto de un cuerpo sonoro. Esa experiencia de declamación no es meramente “lineal”; no actúo yo solo en ella. Es una experiencia reversible, bidireccional, porque ambos nos influimos mutuamente: El poema influye sobre mí y yo sobre el poema. Fijémonos en los cambios realizados. Cambió el poema (pasó de ser algo ajeno a mí a constituirse en principio interno de mi actuación); cambió mi actitud respecto a él (pasó de ser pasiva a ser colaboradora); cambió el tipo de experien39

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cia realizada (pasó de lineal a reversible), y surgió una forma nueva, maravillosa, de unión con el poema: la unión de intimidad. Antes de entrar en relación con el poema, éste era distinto de mí, distante, externo, extraño, ajeno. Al asumir sus posibilidades estéticas y declamarlo, se me vuelve íntimo, sin dejar de ser distinto, pues nada nos es más íntimo que aquello que nos impulsa a actuar y da sentido a nuestra actividad. De esta forma, el poema deja de estar fuera de mí, en un lugar exterior a mí. Él y yo formamos un mismo campo de juego. En eso consiste ser íntimos. La unión de intimidad sólo es posible en el nivel 2, el de la creatividad. Esta transfiguración de lo externo, extraño y ajeno en íntimo da lugar a una forma eminente de unión. Ningún tipo de unión con un objeto alcanza el carácter entrañable que adquirimos al formar un campo de juego con una realidad abierta, que nos ofrece posibilidades creativas. Al asumir fielmente las posibilidades que me ofrece un poema, me atengo a él, le soy fiel, lo tomo como una norma que me guía, y justamente entonces me siento inmensamente libre, libre para crearlo de nuevo, darle vida, llevarlo a su máximo grado de expresividad. Fijémonos en el modo de transfiguración y liberación que se opera aquí: los términos libertad y norma son entendidos de modo tan profundo que dejan de oponerse entre sí y pasan a complementarse. En el nivel 2, la libertad que cuenta es la libertad creativa. La norma que nos interesa es la que procede de alguien que tiene autoridad, es decir, capacidad de promocionar nuestra 40

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vida en algún aspecto7. Un declamador literario, un intérprete musical, un actor de teatro... se sienten tanto más libres cuanto más fieles son a los textos literarios y a las partituras musicales. Cuando actuamos creativamente, es decir, cuando asumimos de forma activa las posibilidades que nos da una obra –literaria, musical, coreográfica, teatral...– convertimos el dilema “libertad-norma” en un contraste enriquecedor. La relación sumisa de la libertad con la norma se transforma, en el nivel 2, en una relación de liberación y enriquecimiento: la norma, asumida como una fuente fecunda de posibilidades, me libera del apego a mi capricho, a mi afán de hacer lo que me apetezca. Amengua, con ello, mi libertad de maniobra, pero incrementa mi libertad interior o libertad creativa, libertad para crecer como persona asumiendo normas enriquecedoras. No olvidemos este dato: toda transfiguración va vinculada con una liberación y una forma superior de unidad. Esto se dio ya en la conversión de la tabla en tablero, pero se da con más intensidad en el caso de la partitura y el poema. Este segundo descubrimiento –el de las experiencias reversibles– es prometedor porque nos abre inmensas posibilidades de relación con las realidades más valiosas de nuestro entorno y hace posible el acontecimiento más importante de nuestra vida: el encuentro. Ahora sí podemos descubrir por dentro lo que significa encontrarse. 7. Como sabemos, el vocablo “autoridad” procede del verbo latino “augere”, que significa promocionar, enriquecer. De él proceden los términos “auctor” (autor) y “auctoritas” (autoridad).

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Tercer descubrimiento: el encuentro El cuidado en distinguir los diversos modos de realidad que existen y las diferentes actitudes que debemos adoptar respecto a ellos está empezando a darnos luz para comprender acontecimientos muy significativos de nuestra vida. Las experiencias reversibles –de doble dirección– sólo se dan entre seres que tienen cierto poder de iniciativa. Por eso, si queremos vivir tales experiencias y beneficiarnos de su inmensa riqueza, debemos respetar las realidades circundantes en lo que son y en lo que están llamadas a ser. El que no respeta una realidad podrá tal vez dominarla (nivel 1), pero se condena a no poder fundar con ella una relación creativa (nivel 2). Es creativa una persona cuando recibe activamente posibilidades que le permiten dar origen a algo nuevo, dotado de gran significación para su vida. Cuando esas posibilidades se las otorga otra persona, tiene lugar el encuentro, en sentido riguroso. El encuentro se da entre una persona y una institución, un poema, una canción, el lenguaje, una obra literaria.., porque estas realidades nos ofrecen diversas posibilidades que podemos asumir. Tales formas de encuentro encierran un gran valor, como resalta en la declamación de un poema, la interpretación de una obra musical, la creación de vínculos a través del lenguaje, la participación en los ámbitos de vida que plasma una obra literaria... Pero el valor supremo lo ostenta el encuentro cuando es realizado por dos seres personales, pues las 42

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experiencias reversibles adquieren un grado especial de excelencia cuando se realizan entre realidades que gozan de un poder de iniciativa privilegiado en el universo. En las experiencias reversibles creamos modos de unidad entrañables con las realidades del entorno porque las vemos como ámbitos y las tratamos como tales, no como meros objetos. En cuanto las realidades son más valiosas, nos plantean mayores exigencias: el tablero nos marca unos cauces y nos pide fidelidad al reglamento; la partitura nos exige máxima fidelidad a la letra y al espíritu de la obra, y lo mismo el poema. Pero, al exigirnos más, nos enriquecen en medida superior. Y esto sucede porque podemos encontrarnos con ellas, es decir, entrelazar nuestros ámbitos de vida para enriquecernos mutuamente. El encuentro –visto en sentido estricto– no se reduce a mera cercanía física; es el modo privilegiado de unión que establecemos con las realidades personales, que son ámbitos –o realidades abiertas– dotados de un singular poder de iniciativa. Un objeto lo puedo tocar, agarrar, manejar, comprar o vender, unirme a él de modo tangencial. Lo que no puedo es encontrarme con él. Y del encuentro depende la riqueza de mi vida, según nos enseñan la Biología y la Antropología actuales más cualificadas. El encuentro puede darse entre una persona y un poema, una canción, el lenguaje, una obra literaria... porque estas realidades nos ofrecen diversas posibilidades que podemos asumir. Tales formas de encuentro encierran un gran valor, como resalta en la declamación de un poema, la interpretación de una obra musical, la creación de vínculos a través del lenguaje, la participación en los ámbitos 43

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de vida que plasma una obra literaria... Pero el valor supremo lo ostenta el encuentro cuando es realizado por dos seres personales, pues las experiencias reversibles adquieren un grado especial de excelencia cuando se realizan entre realidades que gozan de un poder de iniciativa privilegiado en el universo. Ya tenemos clara esta idea: Cuanto más elevada en rango es la realidad con la que entramos en relación, más valiosa puede ser nuestra unión con ella. Tal unión la logramos si respetamos esa realidad y le concedemos todo su valor. Una persona, por ser corpórea, puede ser agarrada, movida de un lugar a otro, incluso zarandeada. Pero el cuerpo, aunque lo parezca a primera vista, no es un objeto; supera inmensamente la condición de objeto –nivel 1– porque es el medio expresivo de toda la persona. Merece el mismo respeto que ésta, pues se halla en el nivel 2. Esta forma de ver nuestra realidad humana opera una verdadera transfiguración en nuestra mente y nuestra actitud. Nos liberamos de la sumisión al espacio y descubrimos que una realidad distinta de nosotros se convierte a menudo en íntima, sin dejar de ser distinta. De esta forma, realidades que están fuera de nosotros en el nivel 1 se nos tornan íntimas en el nivel 2. Eso queremos decir al indicar que, en este nivel, los términos “dentro” y “fuera” dejan de oponerse para complementarse. Dos personas que se encuentran, en sentido riguroso, no están la una fuera de la otra. Ambas se hallan insertas en un mismo campo de juego, en el cual el aquí y el allí, el dentro y el fuera no indican separación entre una realidad y otra sino lugares distintos desde los cuales están participando en un mismo juego creador, es decir, colaborando al logro de una misma meta. 44

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Por el contrario, si, al tratar a una persona, sólo tomo en consideración su cuerpo y la reduzco a medio para mis fines, la rebajo de rango, la envilezco, le hago injusticia, soy violento con ella. Cada tipo de realidad nos pide una actitud adecuada. La actitud que debemos adoptar respecto a las personas no es la dominadora y posesiva, sino la respetuosa, generosa, colaboradora, servicial..., que es, justamente, la actitud reclamada por las realidades abiertas para dar de sí todas sus posibilidades. Al adoptar esta actitud, aumentamos nuestra capacidad de asumir activamente las posibilidades que se nos ofrezcan y de otorgar las propias. Tengo una preocupación y te pido ayuda. Tú respondes a mi invitación ofreciéndome tu capacidad de pensar, de expresarte, de razonar, de comprender situaciones y resolver problemas. Yo respondo a tu oferta de modo activo, poniendo en juego mis capacidades y ofreciéndotelas. Este intercambio generoso de posibilidades crea un campo operativo común, en el cual nos enriquecemos mutuamente y fundamos una relación de intimidad. Tú influyes sobre mí y yo sobre ti sin afán de dominio sino de perfeccionamiento, y entre ambos ordenamos nuestras ideas, las clarificamos y entrevemos una salida a la cuestión propuesta. Esta colaboración fecunda supone el entreveramiento de nuestros ámbitos de vida, la creación de un campo de juego común. Ese ámbito de participación lúdica que creamos merced a una entrega generosa de lo mejor de nosotros mismos es el encuentro. Encontrarnos no se reduce a estar cerca –nivel 1–; supone entrar en juego creativamente para enriquecernos unos a otros –nivel 2–. El enriquecimiento básico que 45

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experimentamos es saber y sentir que, al vivir en estado de encuentro, superamos la escisión entre el dentro y el fuera, el aquí y el allí, lo mío y lo tuyo. Estamos, pues, ante un fenómeno creativo, propio del nivel 2, el de los ámbitos y la creatividad. Al comprender así, por dentro, lo que es el encuentro, clarificamos mil aspectos de la vida humana. Un día le indiqué a un joven menor de edad que, si salía por las noches y no decía en casa a dónde iba y cuándo pensaba regresar, se comportaba mal con sus padres, pues éstos, en tal caso, se ven angustiados por la preocupación y no pueden descansar. v “Pero ¿por qué han de tener miedo?”, me dijo el joven. v “No, no tienen miedo –agregué yo–; sienten angustia, que es peor. El miedo es temor ante algo concreto, frente a lo cual puedes tomar medidas. La angustia surge cuando el peligro te envuelve, no da la cara, y no sabes qué hacer”. v “Bueno –contestó el joven–, si se angustian..., ése es su problema”. v “Si de veras piensas –repliqué yo– que tal angustia es un problema que sólo atañe a tus padres, debo decirte algo muy grave: no tienes hogar”. v “¿Cómo que no tengo hogar?”, protestó el joven. v Vivienda sí –aclaré yo–, pero no hogar, pues éste surge cuando hay encuentro entre quienes viven en común”. 46

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v ¡Pero yo me encuentro a diario con mis padres...! –agregó el joven, confuso–. v Sí, les tocas al hombro al cruzarte por los pasillos –indiqué yo–, pero eso no es un encuentro. Si te encontraras de verdad, los gozos de tus padres serían tus gozos; sus problemas, tus problemas; y su angustia, tu angustia”. Esta breve pero radical explicación mía le causó al joven mayor impacto que si le hubiera reprochado duramente su conducta. No encontrarse es el mayor infortunio que podemos sufrir, pues el encuentro es la raíz de nuestra vida, como bien sabemos. Según la Biología actual más cualificada, lo que más necesita un recién nacido, en cuanto a su desarrollo personal, es verse acogido por quienes lo rodean. El acogimiento se muestra, sobre todo, en la ternura. De ahí que los biólogos, los pediatras y los pedagogos anden a porfía en recomendar a las madres que, a no ser en caso de enfermedad, amamanten por sí mismas a sus hijos y los cuiden. Amamantar no es sólo dar alimento; es, además, acoger. Al sentir un día y otro la ternura en las yemas de los dedos de quien lo asea y lo viste, el bebé gana confianza en el entorno –formado por la madre, el padre, los hermanos...– y se prepara para abrirse a las demás personas y tener fe en ellas, condición indispensable para hacer confidencias y crear relaciones de encuentro. Sin esa confianza básica, el niño tendrá grave riesgo de sufrir disfunciones psíquicas en la juventud: brotes de violen47

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cia, fracasos escolares, dificultad para realizar la entrega que exige la fe, tanto la humana como la religiosa...8 Para que el ámbito de participación que es el encuentro presente la debida solidez, firmeza y fecundidad, debemos cumplir con el mayor cuidado las condiciones de respeto, estima y colaboración que son propias del nivel 2. Tengamos muy en cuenta que el encuentro es la forma más noble –y, por tanto, exigente– de experiencia reversible. Condiciones del encuentro Como todo lo grande debemos adquirirlo a un alto precio, el encuentro no podemos crearlo con sólo acercarnos físicamente unos a otros (nivel 1); hemos de cumplir las exigencias que nos plantean las actividades realizadas en el nivel 2, nivel en el que se dan las relaciones entre las personas y los ámbitos, modo de realidad en cuya cima se hallan los seres personales. Entre tales exigencias figuran la generosidad, la disponibilidad, la veracidad, la sencillez, la comunicación, la fidelidad, la paciencia, la cordialidad, la participación en tareas relevantes... Son los modos diversos de tratar a un ser personal con respeto, estima y espíritu de colaboración. 1. La generosidad nos lleva a abrirnos a otras personas

con afán, no de dominarlas y ponerlas a nuestro servicio, sino de enriquecerlas, ofreciéndoles posibilidades de desarrollarse y recibiendo activamente las que ellas 8. Véase la sugestiva obra de Juan Rof Carballo: Violencia y ternura, Prensa Española, Madrid 31977.

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nos otorgan. Generosidad procede de generare, engendrar, generar. Es generoso el que genera vida en otras personas, estableciendo con ellas relaciones de encuentro, que no aumentan nuestras posesiones (nivel 1) pero incrementan la calidad de nuestra vida personal (nivel 2). El penetrante filósofo del diálogo, Martín Buber, inspirado en su tradición hebrea, condensó esta idea en una frase muy expresiva: “El que dice tú a otro –es decir, el que lo trata como una persona– no posee nada, no tiene nada, pero está en relación”9. La generosidad inspira las demás condiciones del encuentro. 2. La disponibilidad de espíritu nos inclina a abrirnos a

otra persona, dejar el ámbito confiado del propio yo y correr el riesgo de entregarse a alguien distinto cuyas reacciones posibles desconocemos en principio. La actitud de disponibilidad nos lleva a escuchar las propuestas del prójimo –no sólo a oírlas– y vibrar con ellas. Esa capacidad de vibración personal se llama simpatía, término derivado del griego sympatheia –padecer con–, y hace posible la verdadera comunicación entre las personas. Tal comunicación simpática funda una auténtica empatía y solidaridad, la disposición a sintonizar con los demás, acoplarnos en lo posible a sus gustos y su modo de ser, acompasarnos a su ritmo, compartir en alguna medida sus gozos y sus aflicciones. 9. Cf. Ich und Du, en Die Schriften über das dialogische Prinzip, Schneider, Heidelberg 1954, p. 8. Versión española: Yo y tú, Caparrós, Madrid 21995, p. 8. (El paréntesis es mío).

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3. La veracidad nos lleva a mostrarnos como somos, sin

deformaciones tácticas. Al revelarnos con franqueza y transparencia, manifestamos una voluntad sincera de unir nuestro ámbito de vida al de los demás. Con ello manifestamos tener confianza y fe en ellos. Al ofrecernos de modo confiado y, por tanto, fácilmente vulnerable, hacemos patente que no nos movemos en el plano egoísta de la seguridad, el cálculo y el dominio –nivel 1– sino en el de la gratuidad desinteresada (nivel 2). Por eso les inspiramos confianza. Al presentarnos como fiables, cobran fe en nosotros, nos hacen confidencias y creamos una relación de encuentro10. 4. La sencillez inspira un trato de igualdad. Sabemos que

el encuentro supone un entreveramiento de dos ámbitos o realidades abiertas que tienden a enriquecerse mutuamente. Para ello no hemos de considerarnos autosuficientes, sino aceptar las propias limitaciones y la necesidad de complementación. Tal aceptación requiere sencillez. El altanero estima que puede autoabastecerse y no requiere ayuda de ningún género. El sencillo está pronto a recibir y a dar, bien seguro de que lo que nos enriquece verdaderamente es la actitud de intercambio. “Yo no amo a los sedentarios de corazón –escribe Antoine de Saint-Exupéry–. Los que no intercambian nada no llegan a ser nada. Y la vida no habrá servido para madurarlos”11. 10. Nótese que los términos fe, confianza, fiabilidad, fiarse, confidencia proceden de una misma raíz latina: fid. 11. Cf. Citadelle, Gallimard, París 1948, p. 38; Ciudadela, Círculo de Lectores, Barcelona 1992, p. 38. (La traducción hube de cambiarla, por fidelidad al original).

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5. La comunicación mutua, el intercambio de ideas, sen-

timientos, anhelos y proyectos crea intimidad y anima a compartir la vida del otro de forma activa, creadora de vínculos entrañables. Esta forma de comunicación sencilla y sincera es inspirada por el sentimiento de confianza mutua y la voluntad de compartir plenamente la vida. Comunicarse cordialmente es darse. Tal actitud oblativa inspira el deseo de comprender al otro, ponerse empáticamente en su lugar para ver la vida desde su perspectiva y entender su conducta: sus deseos, proyectos, gustos, reacciones... Esta tarea la llevamos a cabo de modo plenamente satisfactorio cuando procuramos adivinar en qué estriba la felicidad del otro y le ayudamos a lograrla. Si somos de verdad comprensivos con los demás, tenemos facilidad para otorgar perdón a quien, con su conducta, provocó algún tipo de ruptura. Per-donar12 significa, etimológicamente, dar algo valioso. Como sabemos, en latín y en español, el prefijo “per” refuerza la acción del verbo. Lo que se da, al perdonar, es la posibilidad de comenzar de nuevo, considerar un momento dado como un origen, con toda la fuerza creativa que éste implica. Comenzar una y otra vez significa insistir, y ésta es la forma que tenemos los seres finitos, menesterosos, de conseguir algo difícil. No debemos desanimarnos –es decir, perder el ánimo– por haber de levantarnos una y otra vez y comenzar de 12. Derivado del verbo del latín tardío “per-donare”.

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nuevo, porque cada comienzo es una fuente de energía renovada. 6. La fidelidad no se reduce a mero aguante, actitud pro-

pia de muros y columnas (nivel 1). Implica la disposición a crear en cada momento de la vida lo que, en un momento, se prometió crear; por ejemplo, un hogar estable (nivel 2). Prometer supone una gran soberanía de espíritu, ya que exige sobrevolar el presente y el futuro y decidir crear, en cada instante, la propia vida conforme al proyecto establecido en el acto de la promesa. La fidelidad, en consecuencia, es una actitud creativa; no se reduce a soportar algo gravoso de forma pasiva. Por ser creativa, la fidelidad implica flexibilidad de espíritu, no terquedad ni rigidez. La persona terca mantiene rígidamente sus posiciones. La persona flexible está siempre pronta a modificar sus puntos de vista si descubre razones suficientes para ello. 7. La paciencia tampoco se limita a aguantar situaciones

incómodas; significa ajustarse a los ritmos naturales. UÊ -ˆÊÌiÊÀœ“«iÃÊ՘ÊLÀ>âœÊÞÊiÊ“j`ˆVœÊÌiÊ«ÀiÃVÀˆLiÊ՘ʓiÃÊ de reposo, no te pide que te aguantes sino que adaptes tu actividad al ritmo lento de regeneración de tus tejidos. UÊ >ʈ˜Ìˆ“ˆ`>`ÊVœÀ«Ài>Ê̈i˜iÊ՘ÊÀˆÌ“œÊ>ViiÀ>LiÊ>Êۜluntad; en dos minutos puede uno liberarse de la ropa y sostener una relación de intimidad corpórea con otra persona. Pero la intimidad personal sigue un ritmo 52

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lento de maduración, como todos los procesos de crecimiento. Si, para obtener una rápida gratificación sensible y psicológica, pongo en juego la intimidad corpórea sin haber logrado todavía una verdadera intimidad personal –que implica la disposición firme a crear una forma de unión permanente y comprometida–, desajusto los ritmos naturales de mi realidad personal. Soy impaciente, y no logro armonizar dos formas de intimidad que se pertenecen mutuamente. Mi corporeidad me hará sentir, en forma de inquietud interior, que he abusado de ella; la he reducido a medio para mis fines, olvidando que está llamada, por naturaleza, a ser expresión fiel de la vida personal. 8. La cordialidad lubrifica las relaciones humanas. La

hosquedad las entorpece al máximo. Encontrarse significa entreverar dos ámbitos de vida distintos, dos personalidades diferentes, y esta forma estrecha de unión debe ser facilitada por la dulzura de trato, la amabilidad, la flexibilidad de espíritu, el buen humor, la facilidad de comunicación. Estas cualidades no se oponen, de por sí, a la seguridad en sí mismo, la solidez de las convicciones, la coherencia en las actitudes. Si soy profesor y me veo en la obligación de suspender a un alumno, he de hacerlo con la debida cordialidad, dándole las orientaciones necesarias para que salga airoso en el próximo examen. El alumno va a casa suspendido, pero hemos creado unidad y hemos convertido la actividad evaluativa en una fuente de formación humana. 53

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9. Compartir actividades elevadas crea entre nosotros

modos de unión entrañables. Cuando varias personas participan de una realidad valiosa, se unen a ella íntimamente y crean un vínculo fuerte entre sí. Lo advertimos al contemplar a un buen coro interpretar una obra de calidad. Los músicos fijan la mirada en el director, que expresa con sus gestos el sentido de la obra. No se miran entre sí, pero se unen de forma admirable: atemperan el volumen de su voz y ajustan el tempo y el ritmo a los de los demás a fin de lograr una armonía perfecta, que es fuente de la más honda belleza13. Cuarto descubrimiento: los valores y las virtudes Estas exigencias del encuentro –generosidad, veracidad, cordialidad, paciencia...– encierran para nosotros un alto valor por cuanto nos permiten realizar diversos modos de encuentro y desarrollar, así, nuestra personalidad. Tiene valor para nosotros aquello que nos ayuda a “ser más”, a crecer como personas. Acabamos de descubrir, por dentro o en su génesis, lo que son los valores. A partir de ahora tendremos una idea profunda de ellos porque les hemos visto surgir espontáneamente en el proceso de nuestro desarrollo personal. Cuando asumimos los valores como formas de conducta, los convertimos en virtudes. En latín, “virtus” significa fuer13. El tema del encuentro y sus exigencias lo trato ampliamente en las obras siguientes: El poder del diálogo y del encuentro, BAC, Madrid 21997; Inteligencia creativa, BAC, Madrid 42003, págs. 131-217.

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za, capacidad. Las virtudes son capacidades para encontrarse. Todavía hoy consideramos como “virtuoso” de un instrumento musical a quien muestra una extremada pericia para convertirlo en medio de expresión artística. Todos los seres humanos debemos adoptar una actitud virtuosa que nos capacite para crear modos elevados de unidad. De esa forma, configuramos virtuosamente nuestro modo de ser, esa especie de segunda naturaleza que vamos adquiriendo al realizar determinados actos y adquirir ciertos hábitos. Recordemos que esa segunda naturaleza se decía en griego “êthos” –con e larga o eta–, de donde se deriva la palabra Ética14. Hombre éticamente valioso es el que configura un modo de ser que lo dispone favorablemente para crear relaciones de encuentro15. En la parte opuesta, se consideran viciosas las formas de conducta que modelan de tal modo nuestra condición que nos resulta difícil o imposible fundar relaciones de encuentro y llevar nuestra personalidad a madurez. Quinto descubrimiento: el ideal de la vida Al vivir el encuentro plenamente, con la actitud virtuosa requerida, experimentamos en nosotros mismos los espléndidos frutos que reporta. 14. En griego antiguo, éthos –con e corta o epsilon– significaba costumbre. En latín, se tradujo con el término mos, del que procede el vocablo español “moral”. 15. El tema de los valores es ampliamente tratado en mis obras: El conocimiento de los valores, Verbo Divino, Estella (Navarra) 32000; El libro de los valores, Planeta, Barcelona 102003; y en el tercero de los tres cursos on line ofrecidos por la “Escuela de Pensamiento y Creatividad”, bajo el título de “Experto universitario en creatividad y valores” (www.escueladepensamientoycreatividad.org).

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A) Los frutos del encuentro 1. El encuentro, bien realizado, nos otorga energía espiritual, buen ánimo para afrontar la vida diaria, tenacidad para perseverar en el esfuerzo. Cuenta en sus Memorias el genial pianista Arturo Rubinstein que algunas tardes, debido al cansancio, temía no poder dar el concierto. Con esfuerzo acudía a la sala, y, no bien introducía los dedos en el teclado del piano, recobraba las fuerzas en tal medida que tocaba durante dos horas largas con su acostumbrada vehemencia. Esta energía brotaba sin duda del encuentro del pianista con el instrumento y con las obras interpretadas. 2. Nos motiva para ser creativos por encima de los avatares de la existencia. Encontrarse es entrar en juego con una realidad que –por ser abierta, es decir, un ámbito– nos ofrece posibilidades para dar lugar a algo nuevo dotado de valor. Justamente, esta capacidad de asumir posibilidades y hacer que surja algo nuevo valioso es la definición de la creatividad. Yo puedo mover los dedos y pulsar unas teclas de piano. Esta potencia mía no es creativa si no cuento con las posibilidades de sonar que me ofrece un instrumento. Y esta forma de creatividad apenas tendrá un contenido valioso si no dispongo de las posibilidades de crear formas musicales que me otorga una partitura. Cuando estas posibilidades se entretejen con las que me da el 56

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instrumento y las que poseo como pianista, acontece un encuentro, se funda un campo de juego común, y en éste surge una realidad nueva, originaria: la obra musical interpretada. 3. Nos llena la vida de luz. Todo juego –el de la interpretación musical, el del deporte, el del diálogo debidamente realizado...– tiene lugar a la luz que él mismo irradia. El tempo y el ritmo que hemos de imprimir a una obra nos lo revela la obra misma en el juego de la interpretación, lo mismo que el sentido o sinsentido de una jugada de ajedrez lo muestran las jugadas que abre y que cierra cada movimiento que se imprime a las piezas. El juego es fuente de luz. Al hacernos entrar en juego y participar, el encuentro ilumina nuestra existencia en cada momento. En los niveles 2, 3 y 4 conocemos una realidad en cuanto participamos en ella, asumiendo activamente las posibilidades de juego creador que nos ofrece16. Recordemos el bello diálogo que sostienen Pablo, el ciego, y su lazarillo, Marianela, en la obra de Benito Pérez Galdós que lleva este nombre:

16. “Los intelectuales desmontan la cara para explicarla por partes, pero ya no ven la sonrisa. Conocer no es desmontar, ni explicar. Es acceder a la visión. Pero, para ver, hay que comenzar por participar. Es un duro aprendizaje”. “No comprendo sino a aquel con quien me uno”. (Antoine de Saint-Exupéry: Piloto de guerra, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1958, págs. 47, 166; Pilote de guerre, Gallimard, París 1939, págs. 46, 174).

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– “¿Brilla mucho el sol, Nela? Aunque me digas que sí, no lo entenderé porque no sé lo que es brillar. – Brilla mucho, sí, señorito mío. ¿Y a ti qué te importa eso? El sol es muy feo. No se le puede mirar a la cara. – (...) Ya veo que estas cosas no se pueden explicar. Antes me formaba yo idea del día y de la noche. ¿Cómo? Verás: era de día cuando hablaba la gente; era de noche cuando la gente callaba y cantaban los gallos. Ahora no hago las mismas comparaciones. Es de día cuando estamos juntos tú y yo; es de noche cuando nos separamos”. – ¡Ay, divina Madre de Dios! –exclamó la Nela (...). A mí, que tengo ojos, me parece lo mismo”17. Al principio, el ciego se mueve en el nivel 1, y toma la luz en su aspecto físico. Más adelante, aprende a vivir en el nivel 2, y considera la luz como un símbolo del espacio de alegría y luminosidad que abre el encuentro con un ser querido. 4. Nos permite crear una unión de intimidad con otras realidades abiertas o ámbitos: valores, obras culturales, juegos, personas, instituciones... 5. Nos da alegría, gozo, satisfacción interior. Merced a los cuatro frutos anteriores, el encuentro enriquece nuestra vida personal, nos hace crecer, nos pone en camino de plenitud. Al cobrar conciencia de que es17. O. cit., Alianza Editorial, Madrid 1984, págs. 69-70.

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tamos bien encaminados y, en consecuencia, nuestra vida tiene sentido, nos vemos invadidos de gozo, aunque no necesariamente de goce. El goce afecta sobre todo a los sentidos; el gozo es cosa del corazón, entendido como la capacidad de vibración de una persona ante algo valioso. Sentimos gozo –alegría profunda– cuando nos vemos vinculados al bien, la bondad, la justicia y la belleza, porque tal vinculación, lejos de esclavizarnos, nos hace libres para dar a nuestra vida personal todo el alcance a que está llamada. Este tipo de vinculación que libera constituye, como veremos luego más ampliamente, el nivel 3. Esa expansión gozosa supera por dentro toda inclinación al mal humor y la depresión, ese “poder sombrío que le destruye a uno el alma si lo deja medrar”, como dice un buen conocedor del tema18. La alegría serena y honda que brota del encuentro no puede nadie arrebatárnosla desde fuera. Es fruto de nuestra relación íntima y comprometida con cuanto encierra valor. No es mera cuestión de temperamento o simple producto de circunstancias externas favorables; es el esponjamiento del ánimo suscitado por el hecho de vivir el acontecimiento del encuentro y alcanzar, así, el máximo desarrollo como personas. 6. Nos llena de entusiasmo. La alegría se hace desbordante cuando nos encontramos con una realidad muy 18. Cf. Romano Guardini: Cartas sobre la formación de sí mismo, Palabra, Madrid 2000, p. 16. Versión original: Briefe über Selbstbildung, M. Grünewald, Maguncia 1930, 111968, p. 10.

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valiosa que nos ofrece grandes posibilidades en uno u otro aspecto, de modo que, al asumirlas activamente, nos elevamos a lo mejor de nosotros mismos. Este tipo de elevación a lo perfecto lo denominaron los antiguos griegos “éxtasis”. Lo perfecto era para ellos lo divino. “Estar inmerso en lo divino” significaba hallarse sumergido en lo perfecto –en cuanto a bondad, belleza, justicia...–. Esa inmersión es la raíz del “entusiasmo” (enthousiasmós). Si me sumerjo en un cuarteto de Mozart, con su prodigiosa elegancia, transparencia y hondura, siento entusiasmo, porque me encuentro con una realidad que supone una cima en mi vida. 7. Nos inunda de felicidad. Al sentir entusiasmo, intuimos que estamos bordeando la plenitud como personas, porque vemos cumplido nuestro afán natural de unirnos profundamente a lo valioso, lo noble y elevado en distintos aspectos. Esta forma de “satisfacción”, de vernos logrados y “bien hechos” –es decir, “perfectos”– nos colma de felicidad interior, y se traduce en sentimientos de paz, amparo y gozo festivo, es decir, júbilo. El hombre contemporáneo es considerado a menudo como un “ser desamparado e inseguro espiritualmente”19. Ante los 19. El filósofo alemán Peter Wust estudió profundamente esta condición del hombre actual. Véase Ungewissheit und Wagnis, Kösel, Munich, 1946. Versión española: Incertidumbre y riesgo, Rialp, Madrid. Una amplia exposición de su pensamiento puede verse en mi obra: El poder del diálogo y del encuentro, BAC, Madrid 21997, págs. 137-221.

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riesgos de la existencia, busca a menudo amparo en la posesión creciente de bienes y el dominio de personas y grupos. Este afán de dominio y posesión amengua sus posibilidades de encontrarse –ya que el encuentro sólo es posible entre ámbitos, no entre objetos–, y acrecienta su soledad y desvalimiento. La solución se alumbra al descubrir que, en aparente paradoja, sólo podemos sentirnos de verdad amparados como personas cuando renunciamos a todo control y asumimos el riesgo de entregarnos confiadamente a los demás. Si nuestra confianza se ve correspondida y acontece el encuentro, experimentamos la forma singular de amparo que implica el desarrollo pleno de nuestra personalidad. Nos sentimos verdaderamente personas; nos vemos situados en nuestra verdad de seres finitos, abiertos por naturaleza al diálogo y la colaboración. Este hallarse a cobijo crea un espacio interior de honda paz, desbordante del júbilo propio de los acontecimientos festivos. El encuentro tiene, de por sí, un carácter festivo, jubiloso y luminoso, incluso en situaciones adversas20. En las fiestas se encienden luces para simbolizar la luz interior que ellas mismas irradian. Las fiestas se celebran para mostrar comunitariamente el regocijo que produce el encuentro. Todas las fiestas –las familiares, las cívicas y las religiosas– proceden de diversos tipos de encuentro y se nutren de las fuentes de alegría y júbilo que de ellos manan. 20. Víktor Frankl destaca que en la situación límite del campo de concentración de Auschwitz hubo personas que adoptaron formas de conducta increíblemente nobles y elevadas. Cf. El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 1979, págs. 74-75; Man´s search for meaning, Pocket Books, Nueva York, s.f., p.114.

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B) El descubrimiento del ideal de la unidad Al vivir interiormente estos frutos del encuentro y sentirnos realizados, descubrimos de golpe, con la lucidez de las iluminaciones fuertes, que el valor más grande de nuestra vida, el supremo, el que nos da las máximas posibilidades de realización personal, es el encuentro, o –dicho en general– la fundación de los modos más elevados de unidad. Ese valor que los corona y ensambla a todos como una clave de bóveda constituye el ideal de nuestra vida. El ideal no es una mera idea; es una idea motriz, que impulsa nuestra vida y –si es un ideal auténtico– le da pleno sentido. Un ideal falso dinamiza también nuestra existencia, puede darle una fuerza devastadora, pero la vacía de sentido porque la desorienta y desquicia. Del ideal depende todo en nuestra existencia, al modo de una clave musical. Cambias la clave y todas las notas adquieren un sentido distinto. Si descubres el ideal verdadero y te orientas hacia él, experimentas una transfiguración que cambia toda tu vida: v La “libertad de maniobra” se transforma en “libertad creativa”. v La vida anodina se colma de sentido. v La vida pasiva se vuelve creativa. v La vida cerrada se torna relacional. v El lenguaje pasa de ser mero medio de comunicación a vehículo viviente del encuentro. 62

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v La vida temeraria –entregada al vértigo– se torna prudente –inspirada por el ideal de la unidad–. v La entrega al frenesí de la pasión se trueca en amor personal. El descubrimiento de estas siete transfiguraciones completa la experiencia de nuestro desarrollo personal. Vale la pena analizar cada uno de estos descubrimientos porque de ellos pende nuestra excelencia como personas. Veamos de qué forma rápida y quintaesenciada nos revelan su más profundo sentido cuando los vemos a la luz del ideal de la unidad. Sexto descubrimiento: la transformación de la libertad de maniobra en libertad creativa La verdadera libertad no se reduce a la libertad de maniobra, la capacidad de liberarse de trabas externas y satisfacer, en cada momento, las propias apetencias. Consiste en distanciarse de las pulsiones instintivas y elegir la actividad que más contribuya a realizar el verdadero ideal de nuestra vida. Esta forma de libertad es tanto más elevada cuanto más logramos superar el apego a nuestros intereses. En otros lugares21 he expuesto diversas formas de libertad: a) las que se dirigen a liberarse de trabas externas y son modos diversos de libertad de maniobra, b) las que tienden a liberarse de trabas internas y a crear los modos más altos de unidad. Estas formas de libertad creativa las adquirimos cuando acogemos gustosamente el ideal de la unidad e, im21. Cf. El amor humano, Edibesa, Madrid 32004, págs. 107-125 y el curso tercero on line de la “Escuela de Pensamiento y creatividad”, ya citado.

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pulsados por la energía que él nos otorga, respondemos positivamente a la llamada o apelación de los grandes valores vinculados a él: la bondad, la justicia, la verdad, la belleza. Esa actitud de responsabilidad es la adecuada al inmenso privilegio de ser verdaderamente libres, es decir, capaces de elegir el ideal de la unidad como nuestra meta y orientar toda nuestra existencia hacia él con la fuerza que él irradia. Séptimo descubrimiento: cómo colmar de sentido incluso las vidas aparentemente anodinas Nuestra vida está bien orientada y tiene, por tanto, pleno sentido cuando la ponemos al servicio del verdadero ideal. Una vida que corre en pos de un ideal falso puede obtener energía suficiente para lograr éxitos brillantes en el nivel 1, el de la posesión y el dominio, pero carece de sentido al no crear relaciones valiosas y hallarse descentrada y vacía. Este vacío existencial es causa de múltiples desarreglos psíquicos, como bien mostró a través de toda su obra el psiquiatra vienés Viktor Frankl. “Cada tiempo tiene su neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia”. “Así, nosotros en la actualidad ya no estamos confrontados con una frustración sexual, como en tiempos de Freud, sino con una frustración existencial. Y el paciente típico del momento presente ya no padece tanto complejos de inferioridad, como en tiempo de Adler, cuanto sentimientos abismales de falta de sentido, asociados con una sensación de vacío; razón por la cual hablo de un vacío existencial”22. 22. Cf. Der Mensch vor der Frage nach dem Sinn, Pieper, Munich, 71989, p. 141.

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De aquí se infiere que descubrir el verdadero ideal de la vida y optar por él es la meta de la formación humana, ya que nos centra espiritualmente y nos libera de innumerables conflictos interiores. Lo destaca una y otra vez el pedagogo y psicólogo alemán Josef Kentenich: “Como psicólogo, puedo subrayar en principio que el secreto de la maduración de los jóvenes radica en el desarrollo del ideal personal”. “Las dificultades juveniles son superadas en lo esencial cuando los jóvenes encuentran su ideal personal”23. ¿Sabe el lector por qué no se suicidó Beethoven? Lleno de amargura debido a la desgracia de su sordera, el genial compositor se retiró a la soledad de Heiligenstadt, aldea cercana a Viena. Allí redactó prematuramente su testamento, ensombrecido por oscuros presagios de muerte. En él aconseja a sus hermanos lo siguiente: “Recomendad a vuestros hijos la virtud; sólo ella puede hacer feliz, no el dinero, yo hablo por experiencia; ella fue la que a mí me levantó de la miseria; a ella, además de a mi arte, tengo que agradecerle no haber acabado con mi vida a través del suicidio”24. Si Beethoven hubiera sido un hombre entregado al vértigo, es decir, al afán de dominar lo que encandila los instintos para ponerlo al propio servicio, no hubiera podido superar, 23. Cf. Ethos und Ideal in der Erziehung, Schönstatt, Vallendar-Schönstatt, 1972, p. 186. 24. Una traducción directa del original alemán de dicho testamento puede verse en mi obra Estética musical. El poder formativo de la música, Rivera Editores, Valencia 2005, págs. 295-297.

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a la hora del infortunio total, la tentación del suicidio, porque la estación término del proceso de vértigo es la destrucción. Pero su vida estuvo consagrada, afortunadamente, al cultivo del arte y la virtud, es decir, al ejercicio de los modos más altos de creatividad. Recordemos, como ejemplos destacados, el himno a la solidaridad humana en la Novena Sinfonía y a la fidelidad conyugal en la ópera Fidelio25. Octavo descubrimiento: la capacidad de ser eminentemente creativos, aun no siendo geniales La creatividad no es una capacidad reservada a los genios, como suele pensarse desde el Romanticismo. Ser creativo significa asumir activamente las posibilidades que nos ofrece el entorno para dar lugar a algo nuevo dotado de valor. Esa asunción de posibilidades se da en el encuentro. Somos creativos cuando creamos una verdadera relación de encuentro de uno u otro orden. Miguel Ángel fue creativo al plasmar en la Capilla Sixtina del Vaticano el mundo religioso cuyas posibilidades expresivas había asumido. Una madre que amamanta a su hijo con ternura es creativa en alto grado por tejer con él la “urdimbre afectiva” (J. Rof Carballo) que le permitirá desarrollarse plenamente como persona. Colaborar a fundar modos de encuentro en el hogar, en el puesto de trabajo, en el centro académico... es una actividad rigurosamente creativa, no inferior –aunque menos espectacular– que las llamadas creaciones artísticas. 25. Una descripción pormenorizada del sentido de la Novena Sinfonía y de varias obras de W. A. Mozart (Don Giovanni, La flauta mágica) y R. Wagner (Tannhäuser) puede verse en mi Estética musical, págs. 288-297, 339-375.

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Al hacerse cargo de esta posibilidad creativa, millones de personas pueden superar graves carencias de autoestima y superar situaciones oprimentes de aburrimiento e incluso de tedio, el temido “tedium vitae” o cansancio vital. El tedio y el aburrimiento proceden de la falta de creatividad y del sometimiento consiguiente al tiempo marcado por el reloj (nivel 1). Descubrir la posibilidad de ser creativos en toda circunstancia nos abre un horizonte insospechado de realización personal y de entusiasmo (nivel 2), que es el antípoda y el antídoto del aburrimiento y el tedio. Noveno descubrimiento: la importancia de las interrelaciones y del pensamiento relacional Como hemos visto, todo ámbito –por ser una realidad abierta– tiende por naturaleza a relacionarse con otros y enriquecerse mutuamente. Si nos acostumbramos a ver nuestra propia realidad y las realidades que nos rodean como ámbitos, no sólo como objetos, observaremos que nuestro entorno vital no es un mero conjunto de cosas, sino una trama inmensa de ámbitos que en unos casos se crean, se entretejen e incrementan, y en otros se destruyen. Este descubrimiento amplía de forma insospechada nuestra forma de mirar y contemplar todo lo existente. Dejamos de ver rígidamente la mayoría de las realidades como algo delimitado, cerrado en sí, para verlas flexiblemente como un tejido de relaciones. Un trozo de pan parece, a primera vista, un mero objeto, por ser medible, pesable, asible, manejable, situable en un lugar o en otro. Pero, si lo vemos en su génesis, advertimos 67

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que es elaborado a base de frutos de la tierra, por ejemplo el trigo. Una espiga de trigo no la produce un agricultor, al modo como un industrial produce materiales de construcción o artefactos. El agricultor recibe de sus padres unos conocimientos agrícolas y unas semillas. Deposita éstas en la madre tierra y espera a que el océano evapore agua, se formen nubes, las arrastre el viento, caiga la lluvia, se rieguen los campos y, al fin, el sol dore la mies... Esta múltiple interrelación de elementos da lugar, un día, a que florezcan las espigas y obtengamos una cosecha de trigo. Esta cosecha es un don, no sólo el producto de nuestro trabajo. Es el fruto de una confluencia múltiple de realidades y acontecimientos. Por eso tiene un alto valor simbólico: remite a esa vinculación y se presta, por ello, a expresar de forma perfecta la unión entre una persona y el amigo que le invita a compartir con él el pan de la amistad. El pensamiento relacional nos lleva, asimismo, a ver una sencilla ermita como un punto de confluencia de todo cuanto existe: la tierra, que facilitó los materiales de construcción y la base para edificar; el espacio, que alberga la edificación y la ilumina con su luz; los creyentes, que decidieron crear un punto de encuentro entre ellos y el Dios al que adoran, y pusieron sus capacidades al servicio de tal empresa; el santo al que se dedica la ermita y, en definitiva, el Señor de cielos y tierra. Al terminar las obras, estamos ante un “edificio”, no ante una “ermita”. El edificio adquiere carácter de templo cuando la comunidad de fieles se reúne en él, bajo la dirección de su cabeza visible, y entra en relación orante con Dios. Por humilde que sea, la ermita es un lugar en que se 68

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entrelazan activamente todas las realidades existentes y adquiere, así, una dimensión infinita26. Décimo descubrimiento: El lenguaje y el silencio, vehículos del encuentro Lenguaje auténtico es aquel que no sólo sirve de medio para comunicarnos sino de medio en el cual establecemos formas de encuentro. El hecho de que los seres humanos seamos “locuentes” significa que venimos del encuentro amoroso de nuestros padres, que nos llamaron a la existencia, y estamos invitados a crear nuevas formas de encuentro. El hecho de poder ser apelados y responder nos insta desde la primera infancia a movernos en el nivel 2, el de las relaciones personales, inspiradas en una actitud de respeto, estima y colaboración generosa. Ser locuentes significa mucho más que poder hablar; indica que desde antes de nacer estamos inmersos en una trama de ámbitos interrelacionados, en la que debemos configurar nuestra vida de modo activo, creando relaciones y dando lugar a nuevos ámbitos. Las palabras auténticas dan concreción y densidad a los ámbitos. Notas que entre tú y otra persona se está creando un ámbito de malquerencia. Éste es algo difuso, y la vida sigue su curso normal. Mas un día aciago surge la temida confesión: “¡Te odio. No quiero verte!”. Estas breves pala26. La importancia del pensamiento relacional es destacada en mis obras Cinco grandes tareas de la filosofía actual, Gredos, Madrid 1977; Inteligencia creativa, págs. 289-299. Un análisis de la descripción relacional que lleva a cabo Martín Heidegger de un templo griego y del cuadro de Van Gogh “Las botas de campesina” puede verse en mi obra La experiencia estética y su poder formativo, Universidad de Deusto, Bilbao 22004, págs. 91-125.

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bras se desvanecen rápidamente, pero ponen ante tus ojos con tal fuerza el ámbito de aversión que se ha ido formando que la vida en común se torna inviable. Con razón, en ciertas obras literarias se exclama a menudo: “¡No me lo digas: que lo que hace daño es el lenguaje!”27. También sucede a la inversa. Se va creando entre tú y otra persona un ámbito de afecto y no sabes con precisión si se trata de mera camaradería o de amistad o incluso de amor. Un buen día, uno de los dos pronuncia la frase adorada: “¡Te quiero!” Esa corriente de afecto un tanto desdibujada se adensa, cobra relieve e intensidad, de tal modo que parece haberse dado un incremento súbito del afecto mutuo. Pero la única novedad fue una expresión huidiza, que tiene el poder de delimitar un ámbito de atracción y darle perfiles definidos. Una vez descubierto este poder del lenguaje, resulta comprensible que una palabra dicha con ánimo creativo pueda construir toda una vida, y una palabra dicha con intención negativa sea capaz de destruir una existencia entera. El silencio auténtico no se reduce a falta de sonidos; implica una actitud de atención a las realidades complejas, que son tramas de relaciones. Las muchas palabras pueden distraer 27. Teresa, la protagonista de La salvaje, de Jean Anouilh, está a punto de abandonar a su novio. Ante la resistencia de éste a dejarla marchar, ella le dice: “Sí, Florent, no habrá más remedio... Deberías dejarme subir a mi cuarto sin decirme nada. Irás a trabajar como de costumbre, y esta noche te darás cuenta de que ya no estoy, sin saber en qué momento me fui para que no podamos hablarnos todavía otra vez. Esto es lo que hace más daño: hablar”. (Cf. O. cit., en Teatro. Piezas negras, Losada, Buenos Aires, 41968, págs. 123– 124. Versión original: La sauvage, La Table Ronde, París 1958, p. 111).

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nuestra atención. La actitud de silencio nos permite atender, a la vez, a diversos aspectos de la realidad y captar, así, la riqueza de las realidades y los acontecimientos que no están delimitados como los objetos sino que abarcan mucho campo por estar abiertos a otros acontecimientos y realidades. Cuando una palabra es pronunciada desde el silencio, expresa mucho más de lo que dice; sugiere todas las relaciones que implica la realidad aludida. Pronuncio las palabras “pan”, “vino”, “ermita”... con recogimiento interior, y no aludo a meros objetos sino a realidades que son fruto de una serie de interrelaciones. El silencio permite dar a las palabras todo su relieve. Por esta profunda razón, las “palabras silenciosas” –palabras inspiradas en el recogimiento– forman la base de la comunicación humana auténtica. Al hablar así, unidos a la trama de ámbitos que forma nuestro verdadero entorno personal, creamos un espacio de enriquecimiento para nosotros y para quien nos oye. Pues, en ese caso, conversar no es sólo intercambiar palabras; es participar de una trama de ámbitos desbordante de posibilidades. Frente a este modo de silencio constructivo se halla el silencio de mudez, propio de quien se calla porque rehuye crear relaciones personales. Recordemos que –en la película de Ingmar Bergman El silencio– una joven se muestra satisfecha por no poder hablar con su amante al ignorar su lengua. ¿Lo hubiera celebrado si tuviera una idea clara de la actitud que implica ese tipo de silencio y de los daños que puede acarrearle? Pensar que su reacción responde sólo a una excentricidad inocua supone una ceguera espiritual harto peligrosa. 71

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Undécimo descubrimiento: fecundidad del proceso de “éxtasis” y carácter destructor del proceso de “vértigo” El proceso de desarrollo personal realizado a través de los diez descubrimientos anteriores hubiera sido imposible si, al descubrir al principio la existencia de los ámbitos y la necesidad de tratarlos de modo respetuoso y colaborador (nivel 2), hubiéramos adoptado frente a ellos, por egoísmo, una actitud dominadora, posesiva y manipuladora (nivel 1). El proceso de vértigo –o fascinación–. Supongamos que me hallo ante una persona que me resulta atractiva debido a las dotes que ostenta. Si soy egoísta y me muevo sólo en el nivel 1, tiendo a tomarla como un medio para mis fines; no la considero como un ser dotado de personalidad propia, deseosa de realizar sus proyectos de vida, crecer en madurez, establecer relaciones enriquecedoras para todos en condiciones de igualdad. La rebajo a condición de mera fuente de sensaciones placenteras y procuro dominarla para ponerla a mi servicio. En el nivel ético, el dominio se logra a través de la seducción y la fascinación. Fascinar y seducir a una persona equivale a arrastrarla, a doblegar su libertad interior y rebajarla al nivel 1. Cuando logro ese dominio, siento euforia, exaltación interior. (Notémoslo bien: No digo exultación, gozo, sino exaltación, euforia. Es decisivo matizar bien el lenguaje si queremos evitar la corrupción de la mente y, con ella, la de la vida personal y comunitaria). Esa forma de exaltación es tan llamativa como efímera, porque se trueca rápidamente 72

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en decepción al advertir que no puedo encontrarme con la realidad apetecida por haberla reducido a mero objeto de complacencia. (Recordemos que con los objetos no podemos encontrarnos porque son realidades cerradas). Al no encontrarme con ella, no desarrollo mi personalidad, pues soy un “ser de encuentro”. Ese bloqueo de mi crecimiento se traduce en tristeza, que es un sentimiento de vacío, de alejamiento de la plenitud personal a la que tiendo por naturaleza. Si no cambio mi actitud básica de egoísmo, ese vacío crece de día en día hasta hacerse muy profundo. Al asomarme a él, siento esa forma de vértigo espiritual que llamamos angustia. Tengo la sensación de que no hago pie, que me falla el fundamento de mi vida –que es el encuentro– y estoy a punto de destruirme como persona, pero no puedo volver atrás. Es el sentimiento de desesperación, la conciencia amarga de haber cerrado todas las puertas hacia mi realización personal. El presentimiento angustioso de estar bordeando el abismo desemboca, finalmente, en una soledad asfixiante, frontalmente opuesta a la vida de comunidad que me veía llamado a fundar por mi condición de persona. El proceso de vértigo es falaz y traidor: nos promete, al principio, una vida intensa y cumplida, y nos lanza súbitamente por una pendiente de excitaciones crecientes, que no hacen sino apegarnos al mundo fascinante de las sensaciones (nivel 1) y alejarnos irremediablemente de la vida creativa y del ideal de la unidad (niveles 2 y 3). Al hacernos cargo de esta condición siniestra del vértigo, comprendemos por dentro el desvalimiento que sentía el joven ludópata de la entrevista 73

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televisiva (cf. págs. 29-30). El vértigo nos aleja del encuentro y, en consecuencia, amengua al máximo nuestra capacidad de unirnos a las realidades del entorno y nos enceguece para los grandes valores. Nos entrega, temerariamente, a todo tipo de riesgos por ser radicalmente imprudente, es decir, por rehuir la inspiración del ideal de la unidad. El proceso de creatividad –o éxtasis–. Si soy generoso y desinteresado y oriento mi vida al ideal de la unidad, al ver una realidad atractiva –por ejemplo, una persona– no tomo esa atracción como un motivo para querer dominarla, es decir, seducirla o fascinarla (nivel 1), sino como una invitación a respetarla, estimarla y colaborar con ella, intercambiando posibilidades de todo orden. Ese intercambio da lugar a una relación personal de encuentro (nivel 2). Al encontrarme, siento exultación y alegría por partida doble, pues con ello perfecciono mi persona y colaboro a enriquecer a quien se encuentra conmigo. Si me encuentro con una realidad muy valiosa, porque me facilita grandes posibilidades de desarrollo y me eleva a un nivel de excelencia personal, siento entusiasmo, un gozo desbordante que supone la medida colmada de la alegría, es decir, de la conciencia feliz de estar desarrollando plenamente mi personalidad. Al adentrarme en un estado de plenitud personal, siento felicidad, veo que he llegado a una cumbre. Al contemplar por primera vez El Moisés de Miguel Ángel u oír La Pasión según San Mateo de Bach, pensamos que ha valido la pena vivir hasta ese momento para poder realizar esa experiencia. Ciertamente, la felicidad se da en lo alto, en el nivel 2, no en 74

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el nivel 1. Ese ascenso hacia lo elevado, lo “per-fecto”, lo bien logrado, fue denominado por los griegos “éxtasis”. Lo bien logrado en cuanto al desarrollo personal viene dado por la vida auténtica de comunidad, que se configura mediante una trama de relaciones de encuentro. Al vivir en estado de encuentro, sentimos que hemos realizado plenamente nuestra vocación y nuestra misión como personas, y ello nos procura paz interior, amparo, gozo festivo, es decir júbilo. La fiesta es la corona luminosa y jubilosa del encuentro. Por eso rebosa simbolismo y marca el momento culminante de la vida de todos los pueblos. En síntesis, el éxtasis es un proceso de auténtico y verdadero desarrollo personal. Por ser creativo, es exigente: pide generosidad, apertura veraz, fidelidad, cordialidad, participación en tareas relevantes... Si cumplimos estas exigencias, nos lo da todo porque nos facilita el encuentro, que es un espacio de realización personal festiva, en el cual recibimos luz para ahondar en los valores, energía para incrementar nuestra capacidad creativa, poder de discernimiento para elegir en cada instante lo que da sentido a nuestra existencia. Vértigo y éxtasis son procesos opuestos por su origen, su desarrollo y sus consecuencias. Pero, hoy día, se tiende a confundirlos para rodear el vértigo del aura de prestigio que orla de antiguo al éxtasis. Esta confusión nos impide discernir qué conductas edifican nuestra personalidad y qué otras la disuelven. Al entregarnos a la fascinación del vértigo, podemos pensar ilusamente que nos elevamos a lo mejor de 75

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nosotros mismos. Al vivir la exaltación eufórica del vértigo, la confundimos fácilmente con la exultación jubilosa del éxtasis. Sentimos en nuestro interior una fuerza de gravitación que nos arrastra con la energía de lo instintivo, y creemos estar logrando una personalidad desbordante de energía creadora. Cuando nos demos cuenta de que somos unos ilusos, tal vez sea demasiado tarde porque habremos caído por el tobogán del vértigo y apenas podremos, de hecho, cambiar la experiencia básica del egoísmo por una de generosidad y renunciar al uso indiscriminado de la libertad de maniobra para adquirir esforzadamente una verdadera libertad creativa. Inspirado en una penosa experiencia personal, el gran escritor Fedor Dostoyevski dejó al descubierto el temible poder de arrastre que poseen todas las formas de vértigo. Indica que una anciana rusa perdió a la ruleta todos sus ahorros y comenta: “No podía ser de otro modo. Cuando una persona así se aventura una vez por ese camino, es igual que si se deslizara en trineo desde lo alto de una montaña cubierta de nieve: va cada vez más de prisa”28. El vértigo nos seduce y arrastra; el éxtasis nos orienta y libera. El vértigo nos desorienta porque no se deja inspirar por el ideal de la unidad; el éxtasis nos centra porque se mueve, agradecido, a la luz del ideal del encuentro. 28. El jugador, Alianza Editorial, Madrid 1980, págs. 126-127.

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Duodécimo descubrimiento: la función decisiva de la afectividad en nuestra vida personal Si descubrimos a nuestro alrededor diversos ámbitos y comprobamos que ellos son quienes nos permiten vivir diferentes modos de encuentro, vibramos con el valor que encierran para nosotros. Esa vibración con lo valioso es el sentimiento. Hay sentimientos de diverso orden. Los sentimientos superiores no se reducen a meras sensaciones, reacciones espontáneas de nuestra sensibilidad ante ciertos estímulos. Son los modos como nuestra persona entera vibra y se conmueve al percibir un valor. Los sonidos del Concierto para Clarinete de Mozart pueden “gustarme”, ser agradables a mi sensibilidad. La obra, vista en conjunto –con los siete modos de realidad que implica29–, hace vibrar toda mi persona, con su capacidad de captar su belleza, su expresividad, su ternura, el horizonte de vida en plenitud que me abre. Esa vibración no se queda en sí misma, como sucede con las meras sensaciones, por intensas que sean; remite a la realidad que la suscita. Veo, en la catedral de Toledo, la obra de El Greco El expolio y siento admiración e incluso sobrecogimiento. Me emociona ver la figura de Cristo que, con su rojo escarlata, parece desprenderse del cuadro, para expresar su independencia interior frente al torbellino de odio que provocan los rostros arremolinados en torno a su cabeza. Ese sentimiento de admiración sobrecogida me revela el alto valor que supone sentirse libre interiormente en una circunstancia extremada29. Estos modos o niveles de realidad son expuestos ampliamente en mi obra La experiencia estética y su poder formativo, págs. 236-265.

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mente hostil. No se trata de una sensación conmovedora pero fugitiva. Es una vibración profunda, que eleva todo mi ser hacia planos de vida superiores. De ahí la conveniencia de cultivar los sentimientos y promover una auténtica “cultura del corazón”, que afine al máximo nuestra sensibilidad para los grandes valores, incremente nuestra capacidad de admirar su grandeza y comprometernos seriamente en la realización de los mismos. Esta concepción profunda del sentimiento nos permite orientar de modo sugestivo y fecundo la formación para el amor conyugal, tema de gran aliento que nos ocupará en el tercer capítulo30. Hoy sabemos que todo el universo –desde los elementos invisibles del átomo hasta las inmensas galaxias– se asienta en relaciones. Vivir en relación es una ley universal. Asumir las tramas de relaciones en las que nos hallamos al nacer y crear formas valiosas de unidad es la gran tarea –privilegiada y arriesgada, a la par– de nuestra vida personal. Si tendemos a crear formas diversas de unidad, es porque sentimos esa forma enigmática de atracción que llamamos “amor”. Pero ¿qué se entiende exactamente por amor? Podemos unirnos a las realidades del entorno de formas diversas. La unión que puedo tener con el mueble de un piano es superficial. Más honda es la unidad que establezco con el piano cuando interpreto en él una obra musical. Todavía es más entrañable el vínculo que creo con la obra misma 30. Este tema es analizado, con el método esbozado en estas páginas, en mis obras: El amor humano. Su sentido y su alcance, Edibesa, Madrid 31994; La formación para el amor. Tres diálogos entre jóvenes, San Pablo, Madrid 1995; El secreto de una vida lograda, Palabra, Madrid 22004.

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y con su autor y su estilo. ¿Qué tipo de unidad supone el amor auténtico? La unidad que ganamos con cuanto suscita algún tipo de goce puede parecernos muy profunda porque resulta conmovedora. Pero, si se reduce a una mera sensación, por intensa que sea, es efímera, se desvanece al instante y sólo deja un recuerdo más o menos perecedero. La conmoción que nos produce satisfacer una pulsión instintiva puede significar una sacudida psicológica, pero no crea una relación valiosa y estable. Con frecuencia, incrementa la actitud egoísta de quien la experimenta, porque los goces son de por sí individualistas, como todos los fenómenos biológicos. La sensación gozosa que te proporciona tomar un dulce apetitoso no la puedo compartir, aunque me sienta muy unido a ti. Se da dentro de los límites de tu organismo. En cambio, el amor verdadero surge siempre en una interrelación personal. Es, por naturaleza, dialógico. Procede de una actitud de generosidad y fomenta el espíritu de generosidad. Pero la actitud de generosidad es muy exigente. Podríamos decir que amar de verdad, generosamente, es un arte que debemos aprender. Necesitamos formarnos para el amor. Es éste un tema de gran alcance que abordaremos tras describir los ocho niveles de realidad y de conducta. Los análisis realizados al hilo de los doce descubrimientos nos han dispuesto para llevar a cabo este estudio con toda precisión. El que haya hecho el recorrido anterior no tendrá peligro de confundir la pasión y el amor conyugal. Sabrá bien que pertenecen a niveles distintos y suscitan sentimientos de rango diferente. 79

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Síntesis: Doce descubrimientos, doce transfiguraciones Al vivir estos doce descubrimientos, nos asombra la grandeza que puede adquirir nuestra vida si la vivimos con autenticidad, movidos por el ideal de la unidad o del encuentro. Cada uno de esos descubrimientos implica una transfiguración: los objetos se convierten en ámbitos; las experiencias lineales, en experiencias reversibles; la mera cercanía, en relación de encuentro; las exigencias del encuentro, en valores y virtudes; la creación de unidad, en el ideal de la vida; la libertad de maniobra, en libertad creativa; los meros hechos, en acontecimientos creativos; el pensamiento relativista, en pensamiento relacional; el lenguaje visto como pura comunicación, en actividad creadora de vínculos; la atracción pasional o erótica, en amor personal... Una vez experimentada esta múltiple transfiguración, sentimos desazón al tropezar con alguien que intente de alguna forma –expresa o artera– bajarnos de los niveles 2 y 3 y re-bajarnos, envilecernos. Esa siniestra actividad reductora se denomina “manipulación”. Para descubrir la gravedad de la manipulación en nuestra sociedad y la forma óptima de conservar frente a ella nuestra libertad interior y nuestra dignidad (tema del capítulo último) debemos saber por experiencia lo que significa desarrollarnos como personas y vivir una vida personal auténtica. A ello contribuye el análisis de los ocho niveles de realidad y de conducta que realizamos en el capítulo siguiente.

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Temas para la reflexión 1º) Los niveles de realidad En la obra de Tirso de Molina El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Don Gonzalo –representante de la vida ética y la religiosa– conversa de noche con Don Juan, hombre entregado a las ganancias inmediatas. Al final de la conversación, Don Juan le dice: “Aguarda, iréte alumbrando”, y Don Gonzalo replica: “No alumbres, que en gracia estoy” (vs. 2456-2458). Al expresarse así, ¿en qué nivel de realidad y de conducta se movieron ambos personajes? 2º) La generosidad, el encuentro y el ideal de la unidad Para descubrir las posibilidades humanas de crecimiento personal, es decisivo captar el poder que tiene la generosidad de romper barreras y crear modos valiosos de relación. Destaquemos este poder de transfiguración en un bello texto de Antoine de Saint-Exupéry. Dos pilotos se alejan de su hogar y su ciudad, sufren un accidente y están a punto de morir exhaustos en el desierto. Un sencillo beduino les ofrece lo que tiene de más preciado: su reserva de agua. La emoción de los jóvenes al verse salvados y el himno que entonan a la fraternidad universal son expresados por Saint-Exupéry en un texto antológico, que vale la pena leer entero y analizarlo cuidadosamente: 81

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“¡Ah! Nosotros habíamos perdido la pista de la especie humana, estábamos separados de la tribu, nos habíamos encontrado solos en el mundo, olvidados por una migración universal, y he aquí que descubrimos impresos en la arena los pies milagrosos del hombre”. “Otro árabe aparece de perfil sobre la duna. Nosotros gritamos, pero flojo. Además, agitamos los brazos y tenemos la impresión de llenar el cielo con señales inmensas. Pero este Beduino mira siempre hacia la derecha...”. “Y he aquí que, sin prisa, ha comenzado a girar un poco. En el momento mismo en que se presente de frente, todo estará cumplido. En el momento mismo en que mire hacia nosotros, habrá extinguido en nosotros la sed, la muerte y los espejismos. Ha iniciado un pequeño giro que cambia ya el mundo. Por un movimiento de un solo busto, por el paseo de su sola mirada, crea la vida y me parece semejante a un dios”. “Es un milagro... Él avanza hacia nosotros sobre la arena, como un dios sobre el mar...”.”El árabe nos miró simplemente. Hizo una ligera presión, con sus manos, sobre nuestras espaldas, y nosotros le obedecimos. Nos echamos al suelo. Aquí ya no hay razas ni lenguajes ni divisiones: Hay ese nómada pobre que ha puesto sobre nuestras espaldas sus manos de arcángel”. “Nos quedamos a la espera, con la frente sobre la arena. Y ahora bebemos, totalmente echados, con la cabeza en el barreño como los bueyes. El beduino 82

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se asusta al vernos y nos obliga constantemente a hacer una pausa. Pero en cuanto nos deja, volvemos a hundir nuestro rostro en el agua”. “¡El agua! Agua, tú no tienes gusto, ni color, ni aroma, no se te puede definir, se te gusta sin conocerte. Tú no eres necesaria para la vida: eres la vida. Tú nos penetras con un placer que no se explica por los sentidos. Contigo entran en nosotros todos los poderes a los que habíamos renunciado. Por tu gracia, se abren en nosotros todas las fuentes cegadas de nuestro corazón”. “...Tú expandes en nosotros una felicidad infinitamente simple”. “En cuanto a ti que nos salvas, Beduino de Libia, te borrarás sin embargo para siempre de mi memoria. No volveré a acordarme de tu rostro. Tú eres el Hombre y te me apareces con el rostro de todos los hombres a la vez. No nos habías mirado nunca a la cara y ya nos has reconocido. Tú eres el hermano bienamado. Y, a mi vez, yo te reconoceré en todos los hombres”. “Te me apareces bañado de nobleza y benevolencia, gran Señor que tienes el poder de dar de beber. Todos mis amigos, todos mis enemigos marchan en ti hacia mí, y ya no tengo un solo enemigo en el mundo”31. Comente estos textos y responda a estas dos preguntas: 1) ¿Por qué razón se reconcilian los dos pilotos con la humanidad? 2) ¿A qué responde que vean la presencia de un hombre como “un milagro”? 31. Cf. Terre des hommes, Gallimard, París 1939, págs. 212, 214-217. Tierra de los hombres, Círculo de Lectores, Barcelona 2000, págs. 164-166.

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3º) El sentimiento de alegría, fruto del encuentro Con palabras inspiradas, el filósofo francés Henri Bergson amplía el concepto de creatividad y lo vincula con el sentimiento de una profunda alegría. “Los filósofos que han especulado sobre la significación de la vida y sobre el destino del hombre no han notado lo suficiente que la naturaleza se ha tomado el cuidado de instruirnos ella misma sobre ello. Con un signo preciso nos advierte que nuestra meta ha sido lograda. Este signo es la alegría. Digo la alegría y no el placer. El placer no es más que un artificio imaginado por la naturaleza para obtener del ser viviente la conservación de la vida; no indica la dirección en la que la vida está lanzada. Pero la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha reportado una victoria: toda gran alegría tiene un acento triunfal. Ahora bien, si tenemos en cuenta esto y seguimos esta línea investigadora, encontramos que siempre que hay alegría hay creación: cuanto más rica es la creación, más profunda es la alegría. La madre que mira a su hijo está gozosa porque tiene conciencia de haberlo creado, física y moralmente. El comerciante que acrecienta sus negocios, el empresario que ve prosperar su industria ¿está alegre en función del dinero que gana y de la notoriedad que adquiere? Riqueza y consideración entran evidentemente de lleno en la satisfacción que siente, pero le aportan goces más que gozo, y lo que expe84

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rimenta de gozo verdadero es el sentimiento de haber montado una empresa que marcha, de haber llamado algo a la existencia. Tomad alegrías excepcionales, la del artista que ha dado cuerpo a su pensamiento, la del sabio que ha descubierto o inventado. Oiréis decir que estos hombres trabajan por la gloria y que extraen sus alegrías más vivas de la admiración que inspiran. ¡Error profundo! Se atiene uno al elogio y a los honores en medida correlativa a la falta de seguridad de haber triunfado. Hay modestia en medio de la vanidad. Se busca la aprobación para tranquilizarse, y para sostener la vitalidad tal vez insuficiente de la obra propia se quisiera rodearla de la cálida admiración de los hombres, como se pone entre algodones al niño nacido prematuramente. Pero el que está seguro, absolutamente seguro, de haber producido una obra viable y duradera, ése no tiene nada que hacer con el elogio y se siente por encima de la gloria porque es creador, porque lo sabe, y porque la alegría que experimenta con ello es una alegría divina. Si, pues, en todos los campos el triunfo de la vida es la creación, ¿no debemos suponer que la vida humana tiene su razón de ser en una creación que puede, a diferencia de la del artista y el sabio, proseguirse en todo momento en todos los hombres: la creación de sí por sí mismo, el acrecentamiento de la personalidad por un esfuerzo que saca mucho de poco, algo de nada, y añade siempre algo a lo que había de riqueza en el mundo?”32. 32. Cf. L'énergie spirituelle, PUF, París 321944, págs. 23-25.

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¿En qué sentido puede esta concepción de la creatividad redimir a multitud de personas de la frustración que supone estimar que su vida es anodina por no implicar una dosis –siquiera mínima– de creatividad, considerada –al modo romántico– como fruto de la genialidad? 4º) El ideal, fuente de ilusión y energía Explicar el sentido de esta sentencia de Friedrich Nietzsche: “Si tienes un porqué, no te importa el cómo”. 5º) Lenguaje auténtico es el inspirado por el amor Para comprender a fondo que estar dotados del don del lenguaje significa mucho más que la capacidad de poder comunicarnos, conviene ahondar en el hecho de que el lenguaje auténtico es el que viene inspirado por una actitud de amor. Intente descubrir las implicaciones del siguiente texto de Ferdinand Ebner, genial precursor de la Antropología Filosófica actual: “La palabra y el amor se implican. Todas las desgracias que ocurren entre los hombres proceden de que éstos rara vez pronuncian la palabra recta. La palabra recta es siempre aquella que pronuncia el amor”33. 33. Cf. Das Wort und die geistigen Realitäten, Herder, Viena 1952, p. 151. Versión española: La palabra y las realidades espirituales, Caparrós, Madrid 1993, p. 125.

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6º) La primera función del lenguaje es crear vínculos Si toda palabra tiene un gran poder, en cuanto nos permite aludir a cuanto implica una realidad o un acontecimiento, el nombre propio de una persona hace vibrar ante nuestra atención el ámbito de vida que ella implica. Comprender esto bien nos abre grandes posibilidades para colmar de sentido nuestra vida de relación y descubrir la razón profunda de ciertas actitudes de hostilidad hacia el lenguaje. En la película El último tango en París, de B. Bertolucci, una joven (María Schneider) lleva varios meses vinculada a un hombre ya maduro (Marlon Brando), y un día quiere saber su nombre propio. Entonces se establece entre los dos un diálogo sumamente expresivo, del que se desprende, si lo analizamos de forma penetrante, el inmenso poder del lenguaje y la capacidad de análisis que nos otorga el conocimiento preciso de los niveles de realidad y de conducta en que podemos movernos: La protagonista (M). No sé cómo te llamas. El protagonista (H). ¡No tengo nombre! M. ¿Quieres saber el mío? H. ¡No, no! ¡No me lo digas! No quiero saber tu nombre. Tú no tienes nombre y yo tampoco. No hay nombres. Aquí no tenemos nombre. M. ¡Estás loco! H. Es posible que lo esté, pero no quiero saber nada de ti. No quiero saber dónde vives ni de dónde eres. No quiero saber absolutamente nada de nada. ¿Has comprendido? 87

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M. ¡Me asustas! H. ¡Nada! Tú y yo nos encontraremos aquí, sin saber nada de lo que nos ocurra fuera. ¿De acuerdo? M. Pero, ¿por qué? H. Pues porque aquí no hace falta saber nombres. No es necesario. ¿No lo comprendes? Venimos a olvidar. A olvidar todas las cosas, absolutamente todas. Olvidaremos a las personas, lo que sabemos, todo lo que hemos hecho. Vamos a olvidar dónde vivimos, a olvidarlo todo. M. Yo no podré. ¿Tú sí? H. No lo sé. ¿Tienes miedo? M. No. Si quiere el lector descubrir el poder formativo de este amargo diálogo, intente captar los niveles de realidad y de conducta en que se mueven los dos protagonistas. Ello le permitirá dar cumplida respuesta a las siguientes preguntas: 1. ¿Qué significa la afirmación, por parte de una persona, de que no tiene nombre? 2. ¿Por qué le parece a María que su compañero está loco? 3. No querer saber nada de la persona cuya intimidad corpórea se comparte ¿en qué nivel de realidad y de conducta se da? 4. ¿Por qué se asusta María? 5. ¿De qué tipo de olvido se trata? ¿Es una actividad creativa? ¿En qué nivel acontece? 88

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7º) El respeto a la persona se expresa en el uso del lenguaje Uno de los momentos más emotivos de esa joya cinematográfica que es Ben-Hur se produce cuando el implacable cónsul romano advierte que el galeote Judá Ben Hur –a quien había tenido atado al remo nº 41– le acaba de salvar la vida, y le dice: “¿Cuál es tu nombre, 41?”. No llamar a una persona por su nombre propio sino por el número del remo que debe mover mecánicamente supone una reducción violenta de su rango como ser humano. Al advertir que ese hombre vejado no actuó con despecho antes le devolvió bien por mal, el altivo jefe da el salto de los niveles de la prepotencia y el dominio (niveles 1, –1, –2) al nivel de la creatividad y el respeto –nivel 2–. Si desea crear con Judá Ben Hur una relación personal de agradecimiento y amistad, el cónsul debe tomar en consideración cuanto implica aquél como ser humano, y esa totalidad –o campo de realidad– viene expresada por su nombre propio. El lugar que ocupaba el infortunado joven en la bodega de la galera servía para caracterizarlo de algún modo a efectos de control, pero era del todo insuficiente para designarlo como persona. El cuidado en distinguir los diversos modos de realidad que existen y las diferentes actitudes que debemos adoptar respecto a ellos está empezando a darnos luz para comprender acontecimientos muy significativos de nuestra vida. Las experiencias reversibles –de doble dirección– sólo se dan entre seres que tienen cierto poder de iniciativa. Por eso, si queremos vivir tales experiencias y beneficiarnos de su inmensa 89

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riqueza, debemos respetar las realidades circundantes en lo que son y en lo que están llamadas a ser. El que no respeta una realidad podrá tal vez dominarla, pero se condena a no poder fundar con ella una relación creativa. Es creativa una persona cuando recibe activamente posibilidades que le permiten dar origen a algo nuevo, dotado de gran significación para su vida. 8º) Las causas y las consecuencias del vértigo. a) Las causas. ¿Tiene sentido que una persona influyente –por ej., un director de radio, televisión o diario– afirme que es contrario a la drogadicción y, al mismo tiempo, fomente un clima de hedonismo entre la gente? Adviértase la relación que media entre el hedonismo –la tendencia a considerar como una meta el acumular sensaciones gratificantes– y el egoísmo; y entre el egoísmo y la entrega al vértigo. b) Las consecuencias. El gran escritor ruso Fedor Dostoyevski tuvo experiencia personal de la fuerza de arrastre que posee el juego de azar. La describió con singular energía en su novela El jugador. Es aleccionador descubrir las distintas fases del proceso de vértigo en las siguientes manifestaciones de uno de los protagonistas: “No diré que yo me sintiese alegre... No, recuerdo que entonces me sentía terriblemente triste, aunque riese a carcajadas con aquella estúpida de Blanche”. “Al champaña empecé a recurrir con demasiada frecuencia, porque me sentía muy triste y aburrido”. “Yo mismo 90

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he sido la causa de mi perdición”. “Si supieran hasta qué grado comprendo yo mismo la abyección en que he caído...”34.

34. Cf. O. cit., Alianza Editorial, Madrid 1980, págs. 164, 168, 179.

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2 Los niveles de realidad y de conducta

Al recorrer las doce fases de nuestro crecimiento personal, descubrimos sucesivamente los niveles 1, 2 y 3. Ahora debemos contemplarlos en conjunto, descubrir su nexo con el nivel 4 y confrontarlos con los cuatro niveles negativos, a fin de lograr una especie de mapa de la vida personal que nos permita fijar rápidamente la situación en que nos hallamos. Esta clarificación nos dará una gran luz para ver por dentro la génesis de multitud de fenómenos de la vida diaria –constructivos y destructivos–, que la Psicología y Psiquiatría, por una parte, y la literatura y el cine, por otra, se cuidan de reseñar.

En plena Edad Media, alguien se acercó a los canteros que trabajaban afanosamente en las obras de una catedral y les preguntó qué hacían:

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v “Estoy desollándome las manos con este pico para poder subsistir”, contestó uno rápidamente. v Un compañero agregó: “Ejercito mi profesión y gano un salario para sostener la familia”. v Tras pensarlo un instante, un tercero manifestó lo siguiente: “Construyo una bella catedral para gloria de Dios y bien de la humanidad”. Los tres artesanos realizaban el mismo trabajo, pero, al hacerlo, se movían en niveles de realidad y de conducta distintos. El primero se movía en el nivel 1. El segundo, en los niveles 1 y 2. El tercero, en los niveles 1, 2, 3 y 4. Los tres tenían razón en lo que afirmaban, pero se hallaban en planos distintos en cuanto al sentido que imprimían a sus vidas y a la calidad creativa de su trabajo. El primero se hallaba estancado en las tareas del nivel 1, que sólo procuran la subsistencia biológica. Los otros dos ampliaban –en medidas distintas– el horizonte de su vida, sin desatender la tarea que estaban realizando, antes dándole un sentido superior. Para orientarnos en la vida, hemos de tener una idea clara de los distintos niveles de realidad y de conducta en que podemos vivir. Un transeúnte vio a un niño que llevaba un niño más pequeño a cuestas y le dijo: “¿Cómo cargas tu espalda con semejante peso?”. El niño le contestó: “¡No es un peso, señor; es mi hermano!”. ¿En qué nivel se hizo la pregunta y en cuál se dio la respuesta? El niño intuía que llevar con afecto a un hermano a la espalda (nivel 2) implica cargar con un peso (nivel 1), pero no se reduce a ello. 94

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1. Niveles positivos Nivel 1 A este nivel pertenecen las realidades que son meras cosas u objetos. El término objeto procede del verbo latino ob-jacere, estar ahí enfrente. Los puros objetos no están insertos en mis proyectos de vida. Se hallan fuera de mi mundo. Figurémonos que estoy en mi despacio y alguien me pide que almacene en él varios ordenadores. En este momento, tales artefactos no me resultan útiles; son para mí meros objetos que pesan y ocupan lugar. No me ofrecen posibilidades; sólo me plantean el problema de colocarlos. Son puros paquetes que debo almacenar. Estoy, respecto a ellos, en el puro nivel 1, el nivel de los objetos poseíbles y manejables. Luego advierto que se trata de un modelo nuevo de ordenadores que presenta ciertas ventajas sobre el que estoy utilizando. Dejo de verlos como meras realidades pesadas y extensas para considerarlos como fuente de posibilidades para mi trabajo. Esta nueva forma de verlos –basada en sus cualidades– los convierte en “ámbitos”. Tomo uno para mi uso; asumo activamente las posibilidades que me ofrece y escribo mis libros con mayor facilidad y rapidez. Al hacerlo, se establece entre mi ordenador y yo una estrecha relación de operatividad. El ordenador es para mí un artefacto que me facilita el trabajo y lo tomo como un medio para ese fin. Es para mí un utensilio. Pero, como ha sido insertado en la red de mis proyectos vitales, se ha “ambitalizado” en cierta 95

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manera1. Ha dejado de ser un mero objeto en mi entorno, algo que está ahí, delante de mí, para convertirse en un ámbito relacionado activamente conmigo. Yo soy el que decido en cada momento lo que he de hacer, pero lo hago dentro de las posibilidades que me abre el utensilio. Se establece, así, entre nosotros una especie de colaboración. Ello me dispone a dar el salto a un nivel superior de realidad y de conducta: el nivel 2. Nivel 2 Más íntima que la relación del usuario con el ordenador es la de un intérprete musical con su instrumento. Éste le ofrece posibilidades de sonar; aquél le hace sonar de una determinada manera, conforme a las exigencias de los diversos estilos. El instrumento es distinto del intérprete, pero entre ambos se establece una forma de unión operativa más estrecha que en el caso del ordenador, porque la manera de recibir el uno las posibilidades del otro es más activa, más creativa. Estamos en el nivel 2, y advertimos de nuevo que, al ascender de nivel, podemos unirnos a las realidades del entorno de forma más entrañable, pues, al asumir las posibilidades que nos ofrece una realidad, nos unimos con ella de forma muy viva, eficiente, colaboradora. Esta colaboración debemos realizarla con agradecimiento y sencillez –por tratarse de un don–, no con espíritu de dominio, posesión, manejo arbitrario y altanero. La meta en el nivel 2 no consiste en dominar y manejar, sino en crear formas 1. Adviértase que no digo “humanizado”, porque el utensilio sigue siendo una realidad infrapersonal. Lo justo es indicar que ha adquirido rango de ámbito, que es superior al de los meros objetos, pero inferior al de los seres humanos.

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de unidad fecundas, y eso se logra asumiendo de modo respetuoso y colaborador las posibilidades que nos vienen ofrecidas. No es correcto, por ello, decir que un pianista maneja un piano. Se ensambla con él para crear de nuevo una obra. El piano tiene mucho que decir en esa tarea. Posee más iniciativa en esa re-creación que el ordenador cuando se presta a que alguien escriba en él. El ordenador pone sus recursos al servicio del que escribe, pero no sugiere en modo alguno el modo de hacerlo –como sucede, en cambio, de alguna forma con el piano–. Por eso su manejo se da todavía en el nivel 1 y tocar el piano se da en el nivel 2. Es un juego creador2. Una persona coloca una serie de libros en un mueble de su casa con fines meramente decorativos. Son objetos de bella factura y quiere exhibirlos. Los trata como simples objetos (nivel 1). Pero un buen día toma uno de ellos y empieza a leerlo. En ese momento, asciende al nivel 2, porque considera el libro como un ámbito –una obra que le ofrece múltiples posibilidades de formación– y se esfuerza por penetrar en su contenido e interpretarlo rectamente. Al hacerlo, gana una forma de unión con él tanto más honda cuanto mayor es la iniciativa de ambos: la del libro para ofrecer ideas fecundas; la del lector para asumirlas como impulso de su propio pensar3. El libro, 2. Las características del juego, visto no como mera diversión sino como una actividad creativa, son expuestas ampliamente en mi obra Estética de la creatividad, Rialp, Madrid 31998, págs. 33-183. 3. “Un libro –escribe José Luis Borges– es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo; hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos”. El libro, en cuanto realidad material pesable, delimitable, asible, es un objeto o una cosa. En cuanto obra literaria, es una realidad abierta a los seres capaces de asumir las posibilidades que les ofrece. Es un “ámbito”, no una cosa. Al serlo, puede ser leída por un posible lector y existir plenamente como obra cultural.

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como objeto, puede ser manejado, hojeado, subrayado, trasladado de un lugar a otro. Como obra cultural, tiene vida propia, posee cierta autonomía, se abre a nosotros para ofrecernos determinadas posibilidades intelectuales, y nos pide una colaboración respetuosa y admirativa. Estamos en el nivel 2. La persona humana tiene un rango superior a los diversos útiles, instrumentos y obras culturales, por eficaces y fecundos que sean para nuestra vida diaria. Una persona no sólo me ofrece posibilidades de diverso orden y, en la misma medida, puede serme útil; es una fuente de iniciativa porque tiene deseos, anhelos y metas, persigue ideales, realiza proyectos; es capaz de dialogar, amar, agradecer y perdonar, sacrificarse y poner su vida al servicio de grandes ideales... No puedo, por tanto, reducir una persona a mero “medio para mis fines” (nivel 1); es un fin en sí misma, y debo verla en todo cuanto abarca, con la serie de relaciones que está tejiendo en su torno cada día (nivel 2). De ahí que el respeto con que he de tratarla haya de ser mayor todavía que el que debo mostrar al instrumento musical en el que vuelvo a dar vida a una obra y al libro que me abre nuevos horizontes intelectuales. Por ser corpórea, la persona humana es susceptible de ser medida, pesada, agarrada, situada en un lugar u otro.., pero ello no nos autoriza a considerar que puede ser “manejada” en el sentido en que lo es un simple objeto o un utensilio. Una persona integra en sí diversos niveles de realidad, como queda patente en el simple acto de saludar. En él se distinguen diversos modos de realidad: el físico, el fisiológico, el psíquico, el afectivo, el creativo, el sociológico, el simbólico... Estos 98

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modos de realidad forman una estructura. Por eso, cuando el cuerpo se quebranta, la persona entera se siente enferma. Los médicos analizan la sangre de un paciente con métodos científicos, como si se tratara de un objeto, pero saben bien que es una persona enferma lo que están cuidando. Treinta turistas se hallaban a punto de subir en un ascensor a un risco de los Alpes austriacos. Un funcionario echó una ojeada sobre ellos y ordenó a tres que se salieran. Un tanto molestos, preguntaron a qué se debía tal discriminación. “A que Vds., en conjunto, pesan unos 200 kilos”, contestó impávido el funcionario. El ascensor era una báscula, y el funcionario había observado que se excedía en esa cantidad el peso debido. Para cumplir con su función, no le importaba si esas personas habían pagado su billete o no, si eran de una clase social u otra, genios o necios; lo único que deseaba era ajustar el peso. En ese momento, los redujo a todos a meros seres graves (nivel 1), pero lo hizo para garantizar su seguridad de personas que deseaban realizar un viaje seguro (nivel 2). El rango de un ámbito es proporcional a su capacidad de abrirse a los demás y ofrecerles más y más altas posibilidades para dar lugar a algo nuevo dotado de valor. Por eso, aceptar las posibilidades que alguien nos ofrece como un don es, a su vez, un don que nosotros le otorgamos, pues con ello él se ve a sí mismo como ámbito, como fuente de iniciativa y vida creadora. La persona no sólo ofrece posibilidades, como todo ámbito, sino que puede hacerlo con la lúcida y cordial intención de enriquecernos. Tengamos muy en cuenta que los seres humanos somos ambitales, ambitalizadores y ambitalizables. Al ser ámbitos de 99

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realidad, podemos abrirnos a otros ámbitos, ofrecerles nuestras posibilidades y potenciar su capacidad creativa, enriqueciendo así su condición de ámbitos. Y lo mismo sucede a la inversa: Otros ámbitos pueden enriquecer nuestra condición de ámbitos, al ofrecernos las posibilidades que ellos albergan. Este enriquecimiento mutuo se desmorona cuando practicamos el reduccionismo, es decir, cuando reducimos el valor de un ámbito de nuestro entorno. v A cierto político se le atribuye la frase de que “toda persona tiene un precio”. Una obra de arte, un libro de calidad, una conferencia... tienen valor (nivel 2), y la sociedad les asigna un precio (nivel 1). El precio de un libro no equivale a su valor. Mucho más debe decirse esto de una persona. Si indico que tiene “precio”, en el sentido de que puede comprarse su actitud ante la vida, se la rebaja al nivel 1. Pierde, con ello, su condición de fuente de libre iniciativa y de posibilidades, y sufre una merma notable en su dignidad. Pero igual sucede a quien la trata con esa actitud, pues la vida humana es relacional, interactiva. v Si un novio dice a su novia –o viceversa– que la ama con toda el alma y, en realidad, sólo estima el halago sensible y psicológico que le producen sus bellas cualidades, se equivoca radicalmente, pues no la ama como persona (nivel 2); la apetece como objeto atractivo, la toma como medio para sus fines (nivel 1). La quiere por ser cómo es, por tener las condiciones que presenta, no por ser quien es. 100

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Para mayor claridad en el uso de los conceptos –exigencia básica en la Escuela de Pensamiento y Creatividad–, debemos notar aquí que una persona nunca puede ser reducida del todo a objeto. Puedo considerar a alguien como medio para mis fines, no como un fin en sí, es decir, como una persona que desea amar y ser amada con voluntad de colaboración, de enriquecimiento mutuo, de respeto profundo a sus condiciones singulares, de fidelidad constante a un ideal compartido. Si no colaboro con ella sino que intento dominarla, condiciono su vida de persona a mis intereses. Con ello no la reduzco a objeto; la bajo de nivel. Sé que es una persona, pero no la trato como tal; la considero como mera fuente de posibilidades para mí, no como persona deseosa de recibir posibilidades y desarrollar su personalidad. Numerosos testimonios de jóvenes revelan que no hay decepción más penosa para ellos que buscar amor personal en una relación y no encontrar sino apetencia sexual. “Busqué amor –confesó una joven– y sólo encontré sexo”4. Buscas amor personal cuando quieres desarrollarte como persona mediante el encuentro con alguien que parece capaz de crear formas íntimas de unidad. Si no lo es y reduce el encuentro contigo a un contacto fugaz y superficial, aunque sea psicológicamente conmovedor, deja frustrado tu más profundo y noble anhelo. Te somete a un empobrecimiento injusto, una especie de timo ultrajante. Quienes rebajaban a otros seres humanos a condición de esclavos sabían muy bien que estos desventurados no eran meros instrumentos de trabajo, sino personas sometidas a un 4. Cf. Josh McDowell y Dick Day: ¿Por qué esperar? Lo que usted necesita saber sobre la crisis sexual del adolescente, Editorial Unilit, Miami 1989, págs. 196-199.

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régimen laboral tiránico. El esclavo piensa, siente, quiere, tiene capacidad de retener las órdenes que se le dan y cumplirlas, pero es también capaz de improvisar sobre la marcha si en algún momento es necesario. El dueño reconoce esa condición y la pone a su servicio, cercenando el anhelo de libertad, de realización de ideales y apertura a un mundo mejor que alberga toda persona. La peculiar reducción a objeto que implica la manipulación resalta en la práctica sádica de amontonar a numerosas personas en un vagón de tren y retenerlas así durante un largo viaje. Se las trata como si fueran paquetes, pero se es consciente de que su realidad tiene un rango muy superior. Este desequilibrio entre el respeto que ellas merecen y el trato que se les dispensa confiere a tal acción un carácter ético muy negativo, pues destruye su autoestima. Si a una persona se la redujera realmente a paquete, se cometería con ella una grave injusticia pero no se la sometería a una lacerante humillación y al consiguiente sufrimiento. Al rebajarla de nivel, se la condena al tormento de verse envilecida. Este rebajamiento de nivel se observa claramente en La Metamorfosis, de Franz Kafka5. Gregorio Samsa, el protagonista, se horroriza una mañana al verse con figura de insecto, pero sigue pensando, sintiendo, queriendo como una persona. Lo que perdió fue la figura de corredor de comercio que tenía ante la sociedad. Quedó rebajado a un nivel infrapersonal, no a un nivel animal. Su figura de animal es sólo una 5. Cf. O. cit., Alianza Editorial, Madrid 1966. Un amplio análisis de esta obra puede verse en mi libro Literatura y formación ética, vol. III, Biblioteca del Educador, Puerto de Palos, Buenos Aires 2006.

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imagen del descenso de nivel a que estaba siendo sometido; del nivel propio de una persona que deseaba vivir una vida creativa era rebajado al nivel de una persona considerada como mero medio para sostener la economía familiar. Sus condiciones de persona capaz de ejercer una profesión y ganar un salario no eran utilizadas para potenciar su capacidad creativa y desarrollar su personalidad, sino para garantizar la tranquilidad económica de la familia. La única posibilidad que le quedaba de sentirse algo creativo en la vida era el proyecto que abrigaba de sufragar a su hermana Grete los estudios de violín en el conservatorio de Praga, la capital. Esa posibilidad –que lo unía como un hilo de oro al mundo de la creatividad y, por tanto, de la vida personal–, se anuló drásticamente cuando Grete –el único familiar que lo trataba con cierta obsequiosidad– subrayó ante sus padres la necesidad de reconocer que el ser extraño que tenían en casa ya no era Gregorio sino sencillamente “un bicho”. Entonces Gregorio fallece. Resulta estremecedor pensar que una persona sólo puede vivir como tal cuando en algún aspecto desarrolla una vida creativa, y tal actividad depende en buena medida de las posibilidades que le ofrezca su entorno. Lo decisivo es la actitud humana ante los distintos modos de realidad Hemos visto anteriormente que, en el nivel 2, podemos establecer relaciones cada vez más valiosas y creativas con realidades de rango progresivamente superior (el ordenador, el piano, el libro, la persona...). Si las tratamos con actitud 103

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dominadora y posesiva, tendemos a hacer tabla rasa de esas diferencias y reducimos tales realidades al nivel 1, tomándolas como medios para nuestros fines, simples “objetos que están ahí a nuestra disposición”. Sabemos bien que son relaciones distintas las que creamos con un ordenador, con un instrumento musical, con un libro, con una persona, y que, al tomarlos como simples utensilios para cubrir nuestras necesidades, no los reducimos a meros objetos. Pero lo cierto es que, si adoptamos una actitud egoísta, no reparamos tanto en la valía de dichas realidades –en su capacidad de ofrecernos posibilidades con cierto poder de iniciativa– cuanto en el hecho de que pueden satisfacer nuestras necesidades y deseos. Es importante distinguir los diversos modos de realidad con los que entramos en relación, pero lo decisivo es si adoptamos ante ellos una actitud de respeto, de adecuación a sus exigencias, o bien una actitud banalmente utilitarista. Sabemos bien que la tendencia egoísta al dominio suele volvernos toscos, elementales, insensibles al análisis cuidadoso de cuanto implican las distintas realidades de nuestro entorno. Por eso nos lleva a reducirlas a simples medios para satisfacer nuestros intereses. Con frecuencia, nos acostumbramos desde niños a manejar objetos de manera expeditiva (nivel 1) y luego aplicamos esa forma de trato a realidades –utensilios, instrumentos, libros, personas, instituciones– que, merced a las posibilidades que pueden ofrecernos, están llamadas a ejercer en nuestra vida un papel relevante si las tratamos con el debido espíritu colaborador (nivel 2). Esta actitud descendente, empobrecedora, nos quita libertad interior y nos somete a las situaciones externas en que 104

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nos hallemos. Si éstas son desconsoladoras, no sabremos cómo levantar el ánimo. Ello explica que en situaciones límite, como las propias de los campos de concentración, la única salvación posible sea mirar hacia lo alto, es decir: asumir el ideal de la unidad y consagrar la vida a realizarlo. Esta consagración permitió a no pocos reclusos orientar todo su dinamismo personal hacia el bien, situarse por encima de la mezquindad espiritual de quien pretendía envilecerlos mediante el poder destructivo de las vejaciones y alcanzar cotas de gran dignidad6. Estamos, con ello, en el nivel 3. Nivel 3 Para adoptar de manera estable la actitud de generosidad y colaboración que nos exigen las realidades que no son objetos sino ámbitos (nivel 2), necesitamos estar vinculados de raíz no sólo a las personas e instituciones sino a ciertas sutiles realidades que parecen meras ideas pero son decisivas para vivir plenamente como personas. Me refiero a la bondad, la verdad, la justicia, la belleza, la unidad. El animal, por tener “instintos seguros” –que ajustan su actividad a las condiciones de supervivencia–, no necesita inspirar su modo de actuación en esos grandes valores. Actúa bien –es decir, garantiza su existencia y la de la especie– con sólo dejarse llevar de sus pulsiones instintivas. El ser humano necesita orientar dichas pulsiones hacia la realización del ideal auténtico de su 6. Da testimonio emotivo de ello un testigo excepcional, el psiquiatra Víktor Frankl, en su bellísimo libro El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 1979, págs. 74-75. Versión original: Man´s search for meaning. An introduction to logotherapie, Pocket Books, Nueva York, s.f., p. 114.

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vida. Tal ideal consiste en crear formas elevadas de unidad con espíritu de amor incondicional a la bondad, la verdad, la justicia, la belleza. Este vínculo profundo a tan altos valores sólo es posible cuando renunciamos a la voluntad de dominio, posesión, manejo arbitrario e interesado y nos hacemos sensibles a lo más noble y valioso. Esa fina sensibilidad para lo elevado nos hace presentir la insospechada fecundidad de unos valores que no se nos imponen coactivamente, pero muestran un poder imponente para colmar nuestra vida de sentido, creatividad y libertad interior. Por eso presentan para nosotros un valor excelso y nos atraen poderosamente, sin arrastrarnos. Cuando sabemos responder positivamente a la llamada de esos valores, experimentamos su fuerza transfiguradora. Esa energía interior la adquirimos en el nivel 3. Un alto dirigente de empresa tenía en su mano conceder ciertas licencias sumamente solicitadas. Recibía toda suerte de recomendaciones. Él las aceptaba con tranquilidad, bien seguro de que no quedaría atrapado en una red de intereses, porque su vinculación profunda e inquebrantable al valor de la justicia le daba una inmensa libertad interior. “Dile que se hará justicia”, me decía imperturbable cuando le comunicaba que alguien se empeñaba en que recomendara su solicitud. Si le hubiera preguntado qué tipo de realidad tiene eso que llamamos “la justicia”, me hubiera dicho seguramente que para él era algo tan real, tan serio y fecundo como lo es un criterio de vida, una pauta, un norte que orienta y da sentido a la existencia. 106

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De modo análogo, si a Mozart le dijera alguien que “la música” es sólo una palabra, una idea, pues lo único real son las composiciones, los instrumentos y los intérpretes, sufriría un ataque de risa ante tal banalidad y luego contestaría algo así: “La música es lo que me mueve a componer desde niño, lo que llena mi interior de belleza, de la energía de los ritmos, de la magia de las armonías, de la expresividad melódica... ¿Cómo no va a ser real? Es un principio de realidad, un origen enigmático, pero no por ello irreal. De él procede y en él se asienta el encanto insondable del arte de los sonidos”. Justamente esto es lo que venía a decir el gran Platón cuando subrayaba, en el albor de la filosofía occidental, la importancia decisiva de las “ideas”, que no son meros “conceptos” sino “principios de realidad”. Así, la belleza es el fundamento de todo lo bello7; la justicia, de lo justo; la bondad, de lo bueno; la verdad, de lo verdadero; la unidad, de lo uno... Nos convencemos de que tales valores son reales y principios de vida en plenitud cuando participamos de ellos al vivir experiencias valiosas. Como hemos visto, Antoine de SaintExupéry nos cuenta en su obra Tierra de los hombres que dos pilotos jóvenes se hallan extenuados en el desierto. Su vida pende del hecho azaroso de que un beduino, el hombre más humilde del desierto, los descubra al pasar, se apiade de ellos y les ayude. Cuando la situación es ya desesperada, uno de ellos lo hace, renunciando a buena parte de la reserva de agua que le quedaba para su larga travesía. ¿Cómo se explica ese 7. El carácter eminentemente real de las ideas lo expone Platón de modo especialmente nítido en el diálogo Hipias mayor.

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gesto heroico de generosidad? Sin duda porque, en lo hondo de su ser, se hallaba vinculado a la bondad de tal forma que su conducta obedecía a estas convicciones: “El bien hay que hacerlo siempore; el mal, nunca”. “Es bello hacer el bien; es feo practicar el mal”. “Es justo ofrecer posibilidades de vida a todos, incluso a los desconocidos”. “El que hace el bien es un verdadero hombre”. Al vivir enraizados en la bondad, la justicia, la belleza, la verdad y la unidad, nuestra persona se transfigura, adquiere su máxima dignidad y adquiere un poder insospechado de transfigurar a los demás. Nada extraño que los pilotos se reconcilien, en la persona del beduino, con todos sus enemigos y deseen retornar a la unidad con los suyos. Releamos a esta luz, la parte final del texto: “En cuanto a ti que nos salvas, beduino de Libia, tú te borrarás sin embargo para siempre de mi memoria. No me acordaré más de tu rostro. Tú eres el Hombre y te me apareces con el rostro de todos los hombres a la vez. No nos has visto nunca y ya nos has reconocido. Eres el hermano bienamado. Y, a mi vez, yo te reconoceré en todos los hombres (...). Te me apareces bañado de nobleza y de bondad, gran Señor que tienes el poder de dar de beber. Todos mis amigos, todos mis enemigos en ti marchan hacia mí, y yo no tengo ya un solo enemigo en el mundo”8. Los jóvenes pilotos, tal vez hasta entonces sensibles a la amistad pero no enraizados incondicionalmente en el bien, la 8. Cf. Tierra de los hombres, Círculo de lectores, Barcelona 2000, págs. 165166. Versión original: Terre des hommes, Gallimard, París 1939, p. 212.

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verdad, la belleza, la unidad y la justicia, hicieron, en su encuentro con el beduino, la experiencia de estos fecundísimos valores e intuyeron de súbito la grandeza que adquiere la vida humana cuando se eleva a ese nivel. De ahí su inmediata conversión a la amistad incondicional, la que se sitúa por encima de los sentimientos inspirados por el egoísmo. Nivel 4 Para lograr que nuestra vinculación radical al bien, la verdad, la justicia, la belleza y la unidad sea incondicional, de modo que se mantenga por encima de cualquier vicisitud, debemos sentirnos religados por nuestra misma realidad personal a un Ser que no cambia y constituye la encarnación perfecta de tales valores. Dios, por amor, crea a las personas a su imagen y semejanza. Este acto creador las dota de una dignidad suma e inquebrantable, que las hace acreedoras a un respeto absoluto, es decir, absuelto o desligado de cualquier condición. Puede hallarse alguien, por culpa suya, en un estado de desvalimiento total, e incluso de envilecimiento e indignidad. No es digno de alabanza por ello, pero, como persona, merece ser tratado con respeto y bondad compasiva, porque su origen es el Señor absolutamente bueno. Al sentirnos religados, en el núcleo de nuestra persona, a Quien es la bondad, la verdad, la justicia, la belleza y la unidad por excelencia, situamos nuestra vida en el nivel 4. La fundamentación última de la opción incondicional por los grandes valores –unidad, bondad, verdad, justicia, belle109

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za– que se da en el nivel 3 se halla en el nivel 4, al que sólo acceden los creyentes. Los no creyentes pueden muy bien realizar tal opción y elevarse, así, a la cima de la vida ética. Lo que les falta es la posibilidad de dar a su actitud una fundamentación última, absoluta, inquebrantable. Integración de los niveles positivos La experiencia propia del nivel 4 hace posible la del nivel 3, que es, a su vez, la base de la vida de encuentro propia del nivel 2. En un ser corpóreo-espiritual como es el hombre, estos tres niveles se apoyan en el nivel 1. Y, viceversa, la vida en el nivel 1 adquiere un sentido personal en las experiencias propias del nivel 2, que, para ser auténticas, remiten al nivel 3, que, a su vez, requiere la fundamentación última del nivel 4. Esta implicación mutua y jerarquizada de los cuatro niveles es la base de su interna riqueza y del papel decisivo que juegan en nuestro desarrollo personal. Veámoslo sucintamente. 1. Por nuestra condición corpórea, los seres humanos debemos cubrir ciertas necesidades materiales. Para satisfacerlas, hemos de movilizar a menudo los servicios de otras personas. Si alguien trabaja fuera de casa para aportar a ésta un salario, tiene derecho a esperar que un familiar dedicado a las labores domésticas le prepare la comida y le arregle la ropa. Esto no implica egoísmo ni afán de dominio, pues viene exigido por el reparto de papeles y puede y debe hacerse con una actitud de mutuo respeto y estima. 110

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2. Sucede, no obstante, que, al estar dotados de espíritu, no podemos quedarnos en una relación de mero trueque de servicios. Al tiempo que prestamos la debida colaboración, debemos otorgar felicidad a los demás, que son personas, no meros robots destinados a realizar una función determinada. La felicidad se da en el encuentro, y éste exige ante todo una actitud de generosidad, desprendimiento y abnegación. No basta adoptar una actitud de pura reciprocidad, según la cual tanto doy cuanto recibo, o doy para recibir. Hay que optar por dar y darse. Esta opción nos eleva al nivel 2. Vemos aquí con claridad cómo se entretejen los niveles. La persona humana es muy compleja, y ninguna actitud se da en estado puro; remite a otras que la fundamentan y colman de sentido. 3. Por su condición corpórea y espiritual, el ser humano tiende por naturaleza a integrar sus diversas potencias, las instintivas y las espirituales, y a procurar que éstas orienten aquéllas hacia el encuentro, y por tanto, hacia el bien, la justicia, la belleza, la verdad y la unidad. El hombre vive como persona y se perfecciona ascendiendo a los niveles superiores, a través del proceso de éxtasis o de encuentro, que lo eleva a lo mejor de sí mismo porque lo aúna consigo y con los demás. Al ordenar nuestras potencias de abajo arriba –lo que implica una jerarquización–, establecemos paz en nosotros mismos y en nuestro entorno. En cambio, si autonomizamos nuestra tendencia a poseer y dominar y poner todas las realidades a nuestro servicio –actitud propia del nivel 1–, nos volvemos inauténticos, falsos, 111

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porque nuestra verdad de hombres se patentiza cuando nos abrimos para crear encuentros (nivel 2) de modo bondadoso, justo y bello (nivel 3). Ese poder de ordenar todas las potencias a la creación de modos de unidad relevantes es privilegio del espíritu. Bien entendida, la energía que procede de la opción por el ideal de la unidad no se opone a la energía que albergan las fuerzas instintivas. Cuando nuestra meta es lograr los modos más valiosos de unión, ambas formas de energía se complementan, no se oponen. 4. Nuestro organismo biológico se halla cerrado en sí. Aunque te quiera con toda el alma, mi corazón no puede bombear tu sangre si el tuyo enferma. Estamos aislados. Pero nuestro organismo, para subsistir, debe abrirse al entorno pues necesita aire, sol, alimento, agua... En cuanto personas, tenemos el privilegio único de poder contemplar todos los seres como algo distinto de nosotros, y decidir en nombre propio. Esta sorprendente autonomía se expresa en la breve partícula “yo”. La conciencia de poder decir “yo pienso esto y decido hacerlo porque lo quiero...”, nos inclina a sentirnos el centro de universo y olvidar que, si bien nuestro yo puede distanciarse de todos los seres del entorno, no puede alejarse de ellos. No hemos de olvidar nunca que nuestro ser es dinámico y su energía procede de dos centros: el yo y el tú, visto como el conjunto de las demás personas, las instituciones, los valores, todas las realidades que son para nosotros fuente de posibilidades. 112

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5. Quedarse en el yo aislado reduce el alcance de nuestra realidad personal y la empobrece. Limita nuestro haz de relaciones al campo de nuestros intereses vitales, más egoístas que altruistas. Nos retiene en el nivel 1, frenando la tendencia natural hacia los niveles 2, 3 y 4. Lo ajustado a nuestra naturaleza espiritual es ejercitar la fuerza de unificación que proviene del espíritu. Hoy sabemos por la ciencia que los seres humanos somos “seres de encuentro”. Lo somos por ser “ambitales”, ya que cada ámbito tiende de por sí a abrirse a los demás, ofreciéndoles posibilidades y recibiendo las que ellos le otorgan. Al tender por naturaleza a vivir creando encuentros, somos seres “ambitalizables” y “ambitalizadores”, es decir, podemos recibir ayuda de otros ámbitos para enriquecer nuestra vida y podemos –y debemos– ayudar a otros a vivir plenamente su condición ambital. Por presentar estas tres condiciones, lo normal es vivir ascendiendo, unificando energías, creciendo al unirnos a cuanto nos rodea de forma bondadosa, justa y bella. 6. Este movimiento ascendente o “extático” viene promovido por las normas juiciosas que recibimos, desde niños, de personas dotadas de sabiduría, expertas en el conocimiento de las leyes del crecimiento personal. Esas normas nos instan a integrar nuestras energías en orden a la creación de unidad: “No nos cansemos de hacer el bien”, nos exhorta San Pablo. “Por tanto, siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien 113

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a todos...” (Gal. 6, 9-10). Las normas de este género nos instan a subir a niveles altos, vivir creativamente, considerar los niveles 2 y 3 como nuestro hogar. Si alguien nos dice que la cultura, el arte, la religión deben servir a la vida –entendida, de forma pseudoromántica, como una forma de actividad espontánea, no reglada por las normas procedentes del espíritu–, ya sabemos desde ahora que se nos sugiere, de modo reduccionista, renunciar al movimiento de ascenso que viene dado por el proceso de éxtasis y ponernos en peligro de caer por el tobogán del vértigo. La vida biológica, con toda su trama de pulsiones vitales, encierra un gran valor. Toda actividad realizada con buena salud suscita cierta dosis de agrado. Lo agradable es valioso, no sólo por ser placentero sino por indicarnos que estamos ante algo saludable. Pero reducir toda actividad a fuente de goce es un reduccionismo ilegítimo, ya que el valor de lo agradable debe supeditarse a otros valores superiores, por ejemplo la propia salud y el bien de los demás. Para realizar un valor superior –por ejemplo, cuidar a un enfermo–, debemos con frecuencia renunciar a valores inferiores –por ejemplo, un rato de descanso–. Pero esa renuncia no implica una represión –el bloqueo de nuestro desarrollo personal–, sino un ascenso a los niveles donde se da el encuentro. Supone, por tanto, la elevación a lo mejor de nosotros mismos. No hay aquí conflicto alguno entre lo que, de forma un tanto vaga, se denomina vida y espíritu. Hay colaboración en orden 114

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al logro del ideal de la persona. Lo ha visto Gustavo Thibon con perspicacia: “El verdadero conflicto no se plantea entre la vida y el espíritu, sino entre (...) la comunión y el aislamiento (...). Y la solución del conflicto no consiste en escoger entre el espíritu y la vida, que no son más que partes del hombre, sino en optar por el amor, que es el todo del hombre. El amor y su unidad se adueñan de todo en el hombre, incluso del conflicto”9. De lo antedicho se desprende que nuestra forma de vivir es éticamente valiosa –es decir, justa– cuando se ajusta a nuestra realidad personal y a las realidades vinculadas con nosotros. Los problemas morales son, en buena medida, cuestiones ontológicas, relativas al modo de ser de nuestra realidad y de las realidades de nuestro entorno vital. Nuestra realidad humana es auténtica y verdadera cuando se traduce en vida generosa de encuentro, y ésta no puede darse plenamente si no hacemos una opción decidida a favor del bien, la verdad, la justicia, la belleza y la unidad. Necesitamos el nivel 1 porque debemos cubrir múltiples necesidades, pero no hemos de considerar la satisfacción de éstas como nuestra meta en la vida. Ese nivel nos sirve de apoyo para ascender a niveles superiores (el 2, el 3, el 4), que vienen exigidos por nuestra realidad de personas, si la vemos en su última raíz. 9. Cf. Sobre el amor humano, Rialp, Madrid 1961, p. 75.

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Un ejemplo de integración de los niveles positivos En El Alcalde de Zalamea –de Pedro Calderón de la Barca, figura señera del Siglo de Oro español–, un campesino hacendado y honrado, de nombre Pedro Crespo, se solivianta ante los peligros que corren las jóvenes debido a la obligación que tienen los “villanos” de alojar en sus casas a las tropas reales. Don Lope de Figueroa, general del ejército que acampa en Zalamea, le replica: “¿Sabéis que estáis obligado a sufrir, por ser quien sois, estas cargas?” Pedro Crespo responde: “Con mi hacienda, pero con mi fama, no. Al rey la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios”. (Jornada I, escena XVIII) En este texto se alude a cinco niveles de realidad y de conducta. Con el término “cargas” se refiere Don Lope a la obligación que tenían los campesinos de albergar a las tropas transeúntes en sus casas (nivel 1), lo que implicaba no sólo incomodidades y gastos, sino riesgos nada leves para la honra de las hijas de cada familia (nivel –1). Don Lope, al 116

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hablar de esa forma, se mueve en el nivel 1: alude al mero hecho de tener que albergar a los soldados. Pedro Crespo, preocupado por el peligro que corre el honor de su hija Isabel (nivel –1), se eleva rápidamente a niveles superiores. Reconoce que es deber de todo ciudadano servir al rey con lo que uno posee (la propia hacienda e incluso la vida –nivel 1–)10. Pero el honor, entendido como el valor de la conducta moral recta –nivel 2–, no lo podemos entregar a nadie como si fuera un objeto o una posesión (nivel 1), pues “es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios”. El término “alma” alude aquí a la persona como ser creado por Dios a su imagen y semejanza y llamado a servirle exclusivamente a Él. El ser humano está tan obligado a cuidar su honor como a realizar el bien, la justicia, la belleza, la unidad (nivel 3), pues es la forma de actuar propia de quien viene de Dios y está llamado a volver a Él (nivel 4). El nivel 3 surge al relacionarse dinámicamente la persona con el Creador. Al tomar conciencia de esa vinculación radical, nos vemos ob-ligados –vinculados de raíz– a realizar acciones bellas, buenas, justas y auténticas, es decir, verdaderas. Se dice que la conciencia es la que nos obliga a servir al bien, la justicia, la verdad, la belleza, la unidad (nivel 3). Es cierto, a condición de que se entienda la conciencia como “el heraldo de Dios”, en expresión del cardenal Newman (nivel 4). San Pablo, desde la cercanía en que vivía con su Maestro, Jesús –con el que se sentía identificado–, exhorta así a sus fieles cristianos: “Por lo demás, 10. Sabemos que la propia vida está situada en un nivel muy superior a la hacienda, pero da la impresión de que para el buen campesino es algo que uno tiene y que está dispuesto a dar si viene exigido por el bien común.

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hermanos, tened en cuenta lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, de virtuoso y laudable” (Fil 4, 8). Alude, con ello, claramente a la necesidad de vivir en el nivel 2, inspirados en todo momento por el compromiso radical que implica el nivel 3, bien fundamentado en el Ser absolutamente bueno, justo, verdadero y bello (nivel 4). Según algunos eruditos, en el teatro del Siglo de Oro español el término honor se identifica con la honra, la fama, la opinión o estimación de los demás11. En la moral cristiana se subraya la importancia de regir la conducta por criterios propios, internos, iluminados por la propia conciencia, independientemente de lo que piensen y juzguen las gentes del entorno. Dada la importancia que tiene para una persona que vive en sociedad la opinión de los demás sobre ella, se tendió en el teatro –afanoso siempre de reflejar las tendencias populares– a confundir el honor con la fama (término procedente del sustantivo latino fama –voz pública-). En sus inspirados versos, Calderón quiere delatar esa confusión banal y restablecer el sentido primigenio y profundo del honor12. El análisis de los niveles positivos nos da una clave metodológica decisiva El estudio de estos niveles nos permitió advertir que, si una persona adopta generalmente la actitud de dominio, posesión y disfrute propia del nivel 1, para ponerlo todo a su 11. Véase, por ejemplo, el prólogo de Domingo Ynduráin a El alcalde de Zalamea, Alianza Editorial, Madrid 1989, págs. 23 ss. 12. Véase el prólogo de Gabriel Espino a El alcalde de Zalamea, Editorial Ebro (Clásicos Españoles), Madrid 1956, págs. 15 ss.

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servicio, no acertará a captar de modo preciso lo que significa el encuentro y la eficacia que muestra la actitud de respeto, estima y colaboración, propia del nivel 2. Este descubrimiento básico nos hace ver que, antes de iniciar a una persona en el conocimiento razonado de lo que implica la vida ética, debemos ayudarle a adoptar la actitud correspondiente al nivel 2, es decir, a las realidades que son superiores a los objetos y no deben ser manejadas de modo arbitrario e interesado, sino respetadas y valoradas conforme a su rango. De modo análogo, para adentrarse en el campo de los valores más altos –verdad, bondad, belleza...– es necesario ascender al nivel 3, que halla su fundamentación última en el nivel 4, el religioso. De aquí se infiere que, antes de proclamar ante alguien la Buena Nueva evangélica, sea necesario ayudarle a realizar el ascenso desde el nivel 1 al nivel 2 y de éste al nivel 3. Esto no significa, en modo alguno, una confusión de las áreas propias del conocimiento y de la conducta ética. Significa, sencillamente, cumplir las condiciones básicas del conocimiento de las realidades que pertenecen a los niveles 2, 3 y 4. El drama de la figura de Don Juan, el Burlador de Sevilla, radica en que se movió siempre en el nivel 1 y no conoció la riqueza del encuentro. Por eso bloqueó su desarrollo personal y destruyó su personalidad. Dicho en lenguaje religioso, muy popular sobre todo en tiempos de la Contrarreforma, “condenó su alma”13. Por eso entró en conflicto con Don Gonzalo, el 13. Un amplio estudio sobre El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, y el Don Giovanni, de Mozart, puede verse en mi obra Cómo formarse en ética a través de la literatura, Rialp, Madrid 21994, págs. 93-151.

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Comendador, portavoz –por así decir– de los niveles 2, 3 y 4 –niveles ético, axiológico y religioso, respectivamente–.

2. Niveles negativos Nivel –1 Si, por haberse debilitado nuestra relación con el ideal de la unidad, carecemos de energía interna para ascender a los niveles 2, 3 y 4, nos movemos exclusivamente en el nivel 1 y tendemos a adoptar una actitud egoísta. En consecuencia, damos primacía a nuestro bienestar, consideramos a los demás como un medio para nuestros fines, intentamos poseer y dominar cuanto nos rodea para incrementar nuestras gratificaciones de todo orden. Al no estar compensada esta tendencia al propio bienestar (nivel 1) con la voluntad de hacer felices a los demás (nivel 2), corremos riesgo de tornarnos egocéntricos e insensibles, poco o nada preocupados de ser bondadosos, justos y veraces con ellos, así como de unirnos a ellos y procurarles una vida bella. Al unirse esta insensibilidad con la costumbre de supeditar el bien de los demás a nuestros intereses, no tenemos mayor dificultad en hacérselo ver y sentir abiertamente, con lo cual herimos su sensibilidad y quebrantamos su autoestima. Iniciamos, con ello, el proceso de vértigo y bajamos al nivel –1. Dos jóvenes se unieron en matrimonio, y tanto su posición social como su porte hacían presagiar un buen futuro. Tal presagio pareció cumplirse durante unos años. Pero un día, tras una larga estancia en el hospital, a la joven esposa se le diagnosticó una enfermedad crónica, que no es mortal 120

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pero impide vivir normalmente. Cuando regresó a casa, las primeras palabras que oyó a su marido fueron éstas: “Lo siento, pero ahora ya no me sirves como mujer. Tengo que irme”. Y la dejó sola, con su hija. Esta frase dio un vuelco a su vida, porque le reveló de un golpe que su marido la había reducido a un medio para saciar sus apetencias (nivel 1), y, al perder calidad ese medio, resultaba para él “inservible” (nivel 1). Tal vez le haya dicho mil veces que la “amaba” con toda el alma. A juzgar por su actitud actual, nunca la amó de verdad (nivel 2). La apeteció (nivel 1) cuando ella tenía sus potencias en estado de florecimiento. Ahora la ve inútil, como un utensilio estropeado (nivel 1), y se apresura a canjearla por otro nuevo. Las operaciones de canje son típicas del trato con meros utensilios. Realizarlas con personas supone un rebajamiento de éstas al nivel 1. Es, por eso, un acto de violencia. Decirlo abiertamente a la persona interesada supone un ultraje e implica una caída en el nivel –1. Nivel –2 Si alguien considera a otra persona sólo como un medio para sus fines –por tanto, como una posesión–, y no ve satisfechas sus pretensiones, puede llegar a desahogar su frustración con insultos e incluso con malos tratos, psíquicos y físicos. Se trata de una ofensa de mayor gravedad que la anterior y supone la caída en el nivel –2. Actualmente, la sociedad se halla confusa e indignada ante el fenómeno de los malos tratos entre cónyuges. Se reclaman, para evitarlo, toda clase de medidas policiales y judicia121

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les. Pero apenas hay quien se cuide de investigar las fuentes de esta calamidad social. El análisis de los niveles de realidad y de conducta nos permite radiografiar este fenómeno degenerativo y poner al descubierto algunas de las causas básicas de la misma. Nivel –3 En casos, la persona rebajada de nivel intenta salvar su dignidad alejándose de quien no le garantiza un mínimo de respeto, estima y colaboración. Si éste sigue entregándose al poder seductor del vértigo del dominio, puede verse tentado a realizar el acto supremo de posesión que es matar a una persona para decidir de un golpe todo su futuro. Al hacerlo, se precipita hacia el nivel –3. No pocas personas manifiestan su estupor ante el hecho de que alguien mate a quien comparte con él la vida. Visto aisladamente, es un hecho que parece inverosímil. Si lo situamos en su verdadero contexto (que es el nivel –3) y lo vemos como derivación del nivel –2, con cuanto implica, advertimos que estamos ante una caída por el tobogán del vértigo. Todo es injustificable, pero resulta perfectamente comprensible cuando conocemos las fases de la vía de envilecimiento que es el proceso de vértigo. Nivel –4 En esta caída hacia el envilecimiento personal, cabe la posibilidad de llevar el afán dominador al extremo de ultrajar la memoria de los seres a quienes se ha quitado la vida. No pocos terroristas han mancillado las lápidas que guar122

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dan los restos de sus víctimas. Esta vileza los hunde en el abismo del nivel –4. La burla es una forma prepotente de dominio, propia de quien disfruta altaneramente al presenciar el espectáculo de la estatua derribada. En el fondo, las actitudes propias de los niveles negativos son formas cada vez más agresivas de dominio. Están inspiradas por el ideal egoísta de dominar, poseer y disfrutar, así como las actitudes características de los niveles positivos responden al ideal generoso de la unidad y el servicio. Un ejemplo de caída en los cuatro niveles negativos El proceso de envilecimiento en cinco fases es recorrido por la figura literaria de Don Juan, configurada en el Siglo de Oro español por Tirso de Molina y recreada posteriormente por numerosos autores: Molière, Zorrilla, Torrente Ballester..., y de modo singular por Daponte-Mozart en la genial ópera Don Giovanni. Don Juan representa el tipo de hombre que toma a las mujeres como medios para sus fines eróticos y –lo que es todavía más grave– para satisfacer su afán de dominio mediante la burla. Cuando su criado Catalinón lo califica de “el gran burlador de España”, Don Juan considera esta calificación como un “gentil nombre”14 y no duda en confesar que halla su mayor gusto en burlar a una mujer y dejarla sin honor15: “Ya de la burla me río. ¡Gozaréla, vive Dios!”16. 14. Cf. Tirso de Molina: El burlador de Sevilla y Convidado de piedra, vs. 1280, 1485. 15. O. cit.,1315-1317. 16. Cf. O. cit., vs. 1345-1346.

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Don Juan no enamora a las mujeres; las seduce con falsas promesas y, no bien se le entregan, las deja burladas (niveles 1, –1), que es una forma cruel de dominio. Cuando alguien le hace frente para pedirle cuenta de sus tropelías, reacciona con violencia y mata (niveles –2 y –3). Se mofa incluso de sus víctimas. Su afán de burla no se detiene ni ante el umbral que separa esta vida de la eterna. Hace chanzas, en el cementerio, con la estatua del Comendador, a quien él mismo había dado muerte alevosa, y le invita a cenar en su casa (nivel –4). Este espíritu altanero le impide arrepentirse, acto creativo consistente en asumir la vida pasada como propia, reconocer que ha sido mal orientada y prometer ante el Creador –origen del orden natural y el moral– configurar la vida futura con un proyecto existencial más ajustado a la dignidad de la persona. Don Diego dice a Don Juan: “Mira que, aunque al parecer Dios te consiente y aguarda, su castigo no se tarda, y que castigo ha de haber para los que profanáis su nombre; que es juez fuerte Dios en la muerte”. Don Juan contesta: “¿En la muerte? ¿Tan largo me lo fiáis? De aquí allá hay gran jornada”17 17. O. cit.,

vs. 1442-1450.

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No resiste Don Juan la confrontación de sus actitudes negativas con las actitudes positivas que reclama la vida ética y la religiosa, y acaba destruyendo su personalidad, o, dicho en lenguaje religioso, “condenando su alma” (nivel –5). Don Gonzalo –el Comendador, representante en la obra del nivel ético y el religioso– le dice a Don Juan con energía: “Dame esa mano; no temas, la mano dame”. Don Juan contesta: “¿Eso dices? ¿Yo, temor? ¡Que me abraso! ¡No me abrases con tu fuego!”. Don Gonzalo agrega: “Este es poco para el fuego que buscaste”18.

3. La condición relacional de los seres y la interrelación de los niveles Sabemos que los distintos seres del universo se constituyen de forma relacional. Una elipse no puede polarizarse en torno a uno de sus centros: debe mantener la tensión entre el uno y el otro. Una planta tiene que abrirse a la luz y absorber agua. El hombre necesita relacionarse con cuanto le rodea 18. O. cit., vs. 2740-2745). Una amplia confrontación de El burlador de Sevilla y Convidado de piedra, de Tirso de Molina, Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, y Don Giovanni, de Daponte-Mozart puede verse en mis obras Cómo formarse en ética a través de la literatura, Rialp, Madrid 32008, págs.; Estética musical, págs. 339-352.

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para asumir toda suerte de posibilidades y ser creativo. Esa relación ha de tener como principio inspirador la bondad, la verdad, la justicia, la unidad, la belleza, que hallan en el Creador su última fuente. Al integrar, de esta forma, la tendencia al encuentro propia del nivel 2 con la opción incondicional por la bondad, la verdad, la justicia, la unidad y la belleza (nivel 3), vistas como principios de vida enraizados en el Creador (nivel 4), nuestra vida personal adquiere un desarrollo ilimitado. En cambio, si las diversas formas de encuentro son vividas como meras fuentes de gratificaciones para nosotros, carecen de impulso ascendente y corren riesgo de reducirse a puro intercambio de intereses, propio del nivel 1. De este nivel es fácil deslizarse hacia los niveles inferiores, como hemos visto. Por eso es sumamente peligroso exaltar la vida y oponerla al espíritu. Al hablar de vida, no se alude sólo a la vertiente biológica de nuestra persona, sino a la tendencia a entregarse espontáneamente a las pulsiones instintivas y dejar de lado los criterios y normas que emanan del espíritu. Esa entrega supone que se da preferencia a la vida regida por “instintos seguros” y alejada de la responsabilidad y los riesgos que implica la actividad creativa, propia del espíritu. Esta deserción de la vida espiritual empobrece la vida humana y no permite resolver ninguno de los problemas planteados por la capacidad de pensar, sentir, querer, planificar... Si no cambiamos nuestro afán posesivo y dominador (nivel 1) por una actitud de respeto y servicio (nivel 2), los problemas no harán sino acrecentarse a medida que se vaya amenguando nuestra capacidad de orientar todas nuestras energías hacia 126

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la realización del ideal de la unidad. Si los instintos se independizan del espíritu, acabamos poniendo la inteligencia al servicio de los instintos, que de por sí son insaciables y nos llevan a toda suerte de extremismos. Por eso, ascender a los niveles 3 y 4 no es un lujo de espíritus selectos; constituye una garantía de autenticidad para cuanto acontece en el nivel 2. Moverse en el nivel 3 es propio del ser humano visto como “ser de encuentro”, pues el encuentro perfecto pide adhesión incondicional a la bondad, la justicia, la veracidad, la belleza, la unidad. Con profunda razón solía advertir Romano Guardini que el espíritu humano enferma cuando no asume estos grandes valores19. “(...) La vida del espíritu se realiza en su relación con la verdad, con el bien y con lo sagrado. El espíritu está vivo y goza de salud por medio del conocimiento, la justicia, el amor y la adoración (...). ¿Qué ocurre cuando aquella relación es perturbada? El espíritu enferma. (...) Esto sucede con toda seguridad desde el momento en que la verdad en cuanto tal pierde su importancia, el éxito sustituye a lo justo y lo bueno, lo sagrado ya no se siente y ni siquiera se echa de menos. Lo que entonces ocurre no pertenece ya a la psicología sino a la filosofía del espíritu, y lo que puede resultar eficaz en tales casos no son medidas terapéuticas, sino tan sólo una inversión del pensamiento, una conversión, es decir, la metanoia”20. 19. Cf. El poder, Cristiandad, Madrid, 1982, p. 77. (Versión original: Die Macht, Werkbund, Würzburg 41957). 20. Ibíd.

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El nivel 3 –visto en su vinculación al 4 y al 2– constituye el “elemento” propio del ser humano, el lugar donde su espíritu puede desplegarse plenamente, mostrar toda su fecundidad creadora, hallarse en su hogar propio. Millones de jóvenes se preguntan actualmente si existe alguna garantía de que el amor perdure. La única garantía es que el amor constituya un encuentro auténtico merced a su vinculación a los niveles superiores. De los análisis realizados en este capítulo se desprende que es decisivo en la vida adoptar la actitud adecuada a cada nivel o modo de realidad. Si lo hacemos, subimos extáticamente a lo más alto de nosotros mismos. De lo contrario, descendemos a los estadios más envilecidos de nuestra vida personal. Mantener esta idea ante los ojos, cuando influimos sobre los demás y cuando somos afectados por ellos, resulta muy aleccionador. Es el propósito de la teoría de los niveles de realidad y de conducta.

Temas para la reflexión 1. Paso del nivel 1 al nivel 2 Para habituarse a conceder a cada realidad y cada actividad el alcance y el valor que tiene, debemos ejercitarnos en distinguir los niveles de realidad y de conducta. Indique los distintos niveles que se dan en la siguiente anécdota. El Principito –en el conocido relato de Saint-Exupéry–, al ver un avión abatido sobre la arena del desierto, preguntó al piloto: “¿Qué es esta cosa?”. El piloto se apresuró a corregirle: 128

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“No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión. Y me sentí orgulloso –añade– haciéndole saber que volaba”21. ¿Por qué corrige el piloto al Principito? Para contestar de forma precisa, basta advertir que el avión es una fuente de posibilidades para el piloto. Constituye, por tanto, para él una realidad abierta, un ámbito. En consecuencia, no puede tratarlo como si fuera un mero objeto; debe asumir las posibilidades que le ofrece –su energía, sus formas aerodinámicas...–, y atenerse a las condiciones que le pone para volar. 2. Dos tipos de distancia y lejanía El gran filósofo Martin Heidegger escribe: “El apresurado anular las distancias no trae cercanía, pues la cercanía no consiste en una pequeña medida de distancia. Pequeña distancia no es ya cercanía. Gran distancia no es todavía lejanía. ¿Qué es la cercanía si, no obstante la reducción al mínimo de las mayores distancias, permanece ausente? ¿Cómo puede ser que con el desplazamiento de las grandes distancias todo siga lo mismo de lejano y de cercano? Todo queda asumido en una amorfa indistinción. Pero ¿no es acaso este aplastamiento en la indistinción más temible que la escisión de todas las cosas entre sí?”22. Los términos “distancia” y “cercanía”, así como sus derivados o afines, se hallan, unas veces, en el nivel 1 y otras en el nivel 2. Indique en qué nivel de realidad se halla cada uno según la intención del autor, que usted ha de adivinar por el contexto. 21. Cf. Antoine de Saint-Exupéry: El principito, Alianza Editorial, Madrid 21972, p. 18; Le petit prince, Harbrace Paperbound Library, Nueva York, 1943, p. 11. 22. Cf. Vorträge und Aufsätze, Neske, Pfullingen 1959, p. 163; .

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3. La condición creativa del juego A la luz de la experiencia personal que tenemos de diversos tipos de juego, esforzémonos en descubrir el carácter creativo de toda experiencia lúdica. Jugar no se reduce a divertirse. Entender el juego como mera diversión empobrece la vida humana en una medida que tal vez no sospechamos, pues jugar implica asumir activamente, bajo unas normas determinadas, las posibilidades que se nos ofrecen en orden a crear algo nuevo dotado de valor y de sentido. Tales posibilidades nos son otorgadas por diferentes realidades y dan lugar a otras tantas formas de juego: v La actividad de tocar un instrumento musical constituye en todo rigor un juego, pues crea formas musicales dentro del cauce marcado por las reglas de la composición y la interpretación. Por eso, la actividad de tocar un instrumento se expresa en tantas lenguas con el verbo “jugar”: spielen, to play, jouer, jalaab... v Los distintos deportes son formas diversas de juego en cuanto realizan jugadas, dentro del marco de un reglamento, con vistas a conseguir la meta que significa el triunfo. v Un diálogo auténtico puede ser considerado como un juego, porque crea un espacio de intercambio de posibilidades bajo unas condiciones –respeto, atención, voluntad colaboradora...–, con el propósito de incrementar la amistad o clarificar una cuestión. 130

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El juego, así entendido, presenta un carácter serio, en sentido de reglado y fecundo. Sabemos que la literatura, el cine y el arte de calidad resultan divertidos y regocijantes, pero, si los reducimos a mera diversión, los mutilamos injustificadamente. La pérdida que ello entraña la descubrimos al intuir la riqueza que nos aporta la lectura profunda de obras literarias y la contemplación de obras artísticas y cinematográficas. Todas ellas presentan las condiciones propias del juego creador23.

23. Pueden verse amplias precisiones sobre el juego y sus características en mi Estética de la creatividad, págs. 33-183.

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II Fecundidad de los doce descubrimientos para el logro de una vida creativa

3 La grandeza del amor conyugal, visto como una forma elevada de encuentro

El que haya descubierto –en las sesiones anteriores– las once primeras fases del desarrollo humano está bien dispuesto para plantear debidamente el tema del amor conyugal y no confundir precipitadamente –como sucede con demasiada frecuencia– el amor y la pasión. Últimamente, los centros escolares han promovido con empeño la formación de niños y jóvenes en cuestión de sexualidad. Ciertamente, una instrucción básica en esta materia es necesaria. Pero, con frecuencia se ha dado primacía a la información biológica y apenas se ha destacado el verdadero sentido de las relaciones amorosas. Cada día se hace más urgente una auténtica “formación para el amor”. Al hilo de nuestro recorrido por las once fases primeras del crecimiento personal descubrimos que, según ascendemos a niveles superiores de realidad y de conducta, transfiguramos nuestro modo de ser y de comportarnos. Esa transfiguración es la que nos prepara de veras para vivir la vida de relación amorosa con la altura de miras que ella misma demanda.

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Encontrarse de verdad no es fácil, pero es posible. Veámoslo de cerca, analizando lo que implica el verdadero amor conyugal y cómo se logra. El escritor francés Jean Guitton compartió el horror y el desamparo de un campo de concentración con varios miles de jóvenes. Esta experiencia le inspiró la observación siguiente: “Son raros los espíritus que poseen un conocimiento penetrante de las potencias de la vida y una incorruptible libertad frente a ellas”1. ¿De verdad son pocas las personas que conocen el sentido y el alcance del amor humano conyugal? Se cuenta que un niño pequeño se acercó a un amiguito y le dijo al oído: “Oye, ¿sabes lo que me han dicho mis padres? Que los niños vienen de París”. Y el otro, muy seguro de sí, le contesta: “¡Ah! Pues tú no les digas nada. ¡Que lo sigan creyendo...!” Sin duda, este crío daba por hecho que estaba en el secreto de todo. Tal vez conociera algún detalle biológico relativo a la procreación. Pero ¿sabía cuál es el sentido de la vida sexual? ¿Qué relación tiene con el amor? ¿Qué consecuencias acarrea cuando es separada del amor personal? En la película de François Truffaut Jim et Jules, una joven sostiene relaciones íntimas con dos chicos. Luego se casa con uno de ellos, pero mantiene la misma forma de vida. Todo parece transcurrir plácidamente, tan plácidamente como el agua del río que se desliza bajo el viejo molino que han arreglado y en el que ahora viven. Pero, en un momento dado, cuando todo parecía sonreír a los tres jóvenes, uno de ellos dice esta frase inquietante: “Hemos jugado con las 1. Cf. L´amour humain, Aubier, París 1948, p. 11.

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fuentes de la vida y hemos perdido”. Poco después, sin que mediara ninguna reyerta, la joven invita a su amigo a dar un paseo en coche y pide al marido que abra bien los ojos. Se mete en el coche, arranca y, al pasar por un puente cercano, da un giro brusco y se precipita al río. La película termina con la estampa patética del marido, que contempla cómo dos pequeñas urnas de cenizas son depositadas en sendos nichos. Me gustaría preguntar al niño del cuento, que parece saberlo todo, por qué acabó trágicamente esta historia en apariencia tan idílica. ¿Podía haberse previsto que movilizar frívolamente las fuerzas de la vida puede llevar a la destrucción? En buena medida sí. Podía verse desde el principio que los tres jóvenes eran unos ilusos, porque ese tipo de “amor” –tan mal entendido y orientado– no podía durar. Pero ¿cómo puede preverse esto? Es muy importante esta pregunta porque estar formado implica saber prever, ver a lo lejos, que es privilegio de una inteligencia madura. Hoy cunde la sospecha de que el amor duradero es imposible, y millones de jóvenes rehuyen casarse por miedo a que la unión amorosa no sea duradera. ¿Somos unos ilusos cuando ponemos ilusión en el amor? Si confundimos el amor conyugal con la mera pasión, somos unos ilusos pues la pasión de por sí es efímera. Actualmente, numerosos libros, revistas divulgadoras, incluso métodos de formación sexual tratan minuciosamente los aspectos biológicos del ejercicio de la sexualidad; pero apenas aluden al sentido de la relación amorosa. Transmiten a niños y jóvenes multitud de imágenes superficiales acerca de la relación amorosa; imágenes que en su mayoría incitan 137

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a vivir la experiencia amorosa de forma hedonista, atenta sólo a la propia gratificación. Lo grave es que multitud de jóvenes ven un significado en esa actividad amorosa, porque significa mucho para ellos pues les resulta atractiva, y no reparan en que se les está hurtando el verdadero sentido de la misma. Pero una actividad sin sentido es literalmente insensata, y no puede llevarnos a la felicidad, sino a la amargura. Eminentes psiquiatras se han extenuado últimamente para dejar en claro que una vida sin sentido es una vida ilusa, y la falsa ilusión destruye la auténtica felicidad. Por eso, la formación auténtica busca el sentido de la vida; no sólo cómo se realiza una acción, ni qué sensaciones produce, sino el sentido que ostenta en el conjunto de nuestra vida. Pero ¿cuándo tiene sentido el ejercicio de nuestra afectividad? La contestación es clara: cuando está bien orientada. “Tener sentido” una acción y “estar bien orientada” son expresiones equivalentes. En este momento me suelen preguntar los jóvenes: “¿Qué hemos de hacer para orientar acertadamente la afectividad?”. Aquí es donde empieza el proceso de formación para el amor. A mi entender, no debemos los educadores limitarnos a responder directamente a esa pregunta, para que los jóvenes sepan de forma rápida a qué atenerse. En muchos casos, nuestras palabras no expresarían para ellos sino conceptos vacíos. Debemos ayudarles a descubrir que nuestra afectividad está bien orientada y desborda, por tanto, sentido cuando todas sus manifestaciones tienden, en última instancia, a realizar el ideal de la unidad. Veámoslo un tanto de cerca. 138

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1. El proceso de formación para el amor El recorrido que hemos hecho hasta descubrir el puesto que ocupa la afectividad en nuestro desarrollo personal –descubrimiento 12º– nos permite ahora clarificar a fondo cómo hemos de vivir el proceso de formación para el amor. Es un proceso de transfiguración que culmina la serie de transfiguraciones vividas a lo largo de los doce descubrimientos. Sigamos de cerca a dos jóvenes que sienten en sí el aleteo del amor mutuo y quieren recorrer el camino del noviazgo hacia la alta cota del matrimonio. Supongamos que se llaman Juan y María. Para mayor brevedad, voy a dirigirme sólo a Juan, pero cuanto le diga afecta también a María, naturalmente. Veo a Juan y le pregunto si ama a María. El me responde que le apetece sobremanera estar con ella, verla, tratarla. Yo le advierto: “¡Cuidado, Juan, que apetecer no es todavía amar!”. Pero “¿es malo sentir atracción hacia alguien?”, me pregunta. No lo es, le explico yo. Pero tampoco puede considerarse ya como amor. Es sólo el comienzo del proceso amoroso. Apetecer es propio del nivel 1. Y no olvidemos que la actitud propia de este nivel es la de dominar, poseer, manejar y disfrutar. Si estoy hambriento y soy goloso, tomo un pastel y me lo como ansiosamente. El pastel desaparece, pero no me quedo diciendo: “¡Qué lástima, que no volveré a verlo, con lo que yo le quería...!”. No, no le quería (nivel 2); lo apetecía, que es bien distinto. Esta distinción me recuerda la siguiente anécdota. Dos jóvenes se casaron y parecían entenderse bien, pero un mal día 139

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el esposo le dijo a la esposa: “Me voy, porque en realidad a quien amo es a una compañera de trabajo”. ¿De verdad la amaba? ¿O, más bien, la apetecía, porque era más vistosa y le resulta más “rentable” en las relaciones íntimas? Recordemos que el adjetivo “rentable” es propio del nivel 1 y su uso carece de sentido en el nivel 2. Debemos aquilatar bien los conceptos pues, de no hacerlo, tergiversamos la realidad y queda al descubierto que no sabemos pensar con la debida precisión. Juan, entonces, me pregunta: “¿Qué debo hacer para convertir la apetencia –es decir, la atracción primera– en auténtico amor?” Cuando trates a una chica –le respondo–, pregúntale a tu voz interior seriamente: “¿Qué pretendo con esta relación? ¿Pasar el rato, divertirme (nivel 1), o crear un verdadero encuentro con ella, una relación que pueda llevarnos a un alto grado de creatividad, como es fundar un hogar y dar vida a nuevos seres (nivel 2)? Esto último –fundar un hogar– es grandioso; implica un alto grado de creatividad. Lo anterior –reducir la otra persona a medio para los propios fines– es mezquino, pues significa rebajarla al nivel 1. Querer de veras a una persona es una actitud propia del nivel 2. Tomarla como mera fuente de diversión y gratificaciones supone una manipulación altanera, una desmesura que envilece a quien la comete. Envilece porque no es creativa, no crea nada, se reduce a una llamarada sentimental. En cambio, el auténtico querer es muy fecundo, pues su fruto es el encuentro, visto en toda su riqueza. La formación para el amor es formación para el encuentro, bien entendido. Juan me pregunta, entonces, qué debe hacer para crear una relación de encuentro con María. Mi respues140

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ta es clara: “Ésta es la gran tarea del noviazgo. Para llevarla a cabo, decídete a ser generoso con María. La generosidad es la clave de toda relación humana auténtica. No te quedes nunca en el primer valor que encuentres; no te apegues a las ganancias inmediatas. Pasa más allá. Sube al nivel 2, el de la generosidad. Moviliza la imaginación para descubrir qué es lo que hace feliz de verdad a María y proponte, como una meta, conseguirlo. Compórtate de modo abierto, veraz, fiel, paciente, cordial, participativo, comunicativo..., y verás cómo dejas de querer sólo el halago que te producen las buenas cualidades de María; querrás a María como persona. Este es el gran cambio, el que nos eleva del nivel de la apetencia –nivel 1– al nivel del amor –nivel 2–”. Se trata de una verdadera transfiguración, una transformación inmensamente superior a la que hemos realizado –en el primer capítulo– con una tabla y con un papel. Merced a ella, ya no ves en María sólo un cuerpo adorable; ves a la persona, a todo aquello que sugiere su nombre: María. Esta elevación de espíritu te permite tomar la gran decisión y decirle estas palabras decisivas: “Tengo muchos motivos para quererte, pero ahora te quiero a ti, María, por ser quien eres, no sólo por lo que eres. De ahí mi deseo de crear contigo un hogar en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad”. Y, sin pretenderlo, pronunció la fórmula del matrimonio. Juan se encuentra ya en el nivel del verdadero amor –el del encuentro–, pero tal vez tema que este amor puede fallar y me pregunta si hay alguna garantía de que el amor perdure. Mi respuesta es decidida: “En la vida humana no hay garan141

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tías absolutas. Hoy me hallo en plena forma y mañana puedo levantarme agotado. Pero hay una garantía muy firme de que nuestra actitud amorosa perdure cuando nuestro amor es auténtico. Y lo es si cumplimos las condiciones del encuentro (nivel 2) y optamos incondicionalmente por el ideal de la unidad, eminente valor que implica también la bondad, la verdad, la belleza, la justicia (nivel 3). Si optas por estos valores con la firmeza de las decisiones fuertes, estarás dispuesto, en toda circunstancia, a cumplir las condiciones del encuentro: la fidelidad, la cordialidad, la comunicación amorosa, la participación cordial... Al elevarnos al nivel 3 –bien fundamentado para los creyentes en el nivel 4–, nuestra vida ética logra un grado muy alto de madurez. Esta madurez interior es la gran garantía de que el amor sea auténtico y perdure”.

2. El matrimonio, escuela de unidad Si haces esto, amigo Juan, y vives tu vida conyugal en los niveles 1, 2 y 3, bien articulados entre sí, convertirás tu hogar en una escuela de unidad. Tú y María viviréis vuestra vida con libertad creativa; la colmaréis de sentido y creatividad; vuestro lenguaje estará inspirado por el amor; no os dejaréis llevar del vértigo sino del éxtasis, y vuestra afectividad será, en todo momento, expresión viva de vuestro amor personal. Para amar con autenticidad hay que ser libre interiormente, saber elegir no sólo en virtud de nuestras apetencias sino del ideal del encuentro, de la seria decisión de crear con la otra persona una forma muy alta de unidad. 142

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Esta forma excelente de vivir convertirá a Juan y a María en “portavoces del universo”. La planta, al exhalar perfume y exhibir sus bellas formas, da gloria a Dios pero no lo sabe ni lo quiere. Lo mismo el astro, al recorrer fielmente su órbita. Quienes lo saben y lo quieren son las personas que crean lúcida y voluntariamente formas elevadas de unidad, conscientes de que, al hacerlo, completan la obra de la creación. Cuando María, en el día de la boda, acuda al templo a prometer crear con Juan una vida de unidad llevará sin duda un bello ramo de flores en la mano, y podrá decirles: “Vosotras dais gloria al Creador pero no lo sabéis; Juan y yo lo sabemos y os invitamos a venir con nosotros porque os daremos voz, seremos vuestro portavoz ante las gentes, y esto os otorgará un instante de gloria porque vuestro verdadero ser se pondrá de manifiesto luminosamente, os pondréis en verdad”. Por eso las bodas suelen irradiar tanta alegría, pues “la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado”, como dijo el gran Bergson, y no hay mayor triunfo en la tierra que crear formas altas de unidad2. Al verse elevados a esta alta dignidad, comprenderán a fondo los nuevos esposos la grandeza que ostenta el amor conyugal cuando presenta, bien conjugados entre sí, los cuatro elementos que lo constituyen: 1. La sexualidad, la tendencia instintiva a unirse corpóreamente con otra persona por la atracción que ejerce sobre el propio ánimo y las sensaciones placenteras que suscita. Esa 2. Cf. Henri Bergson: L'énergie spirituelle, PUF, París 321944, p. 23.

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unión puede ser muy emotiva, excitante, embriagadora. Pero la embriaguez nos saca de nosotros mismos para fusionarnos con la realidad seductora. La fusión es un modo de unión perfecto en el nivel 1 (como se ve cuando dos bolas de cera se funden y forman una sola bola de mayor tamaño), pero sumamente negativo en el nivel 2, pues la unión entre ámbitos exige respeto, es decir, estar cerca manteniendo cierta distancia. Para contemplar un cuadro, no debo pegar los ojos al lienzo; he de situarme a la distancia que marcan las reglas estéticas. De modo semejante, si deseo conversar con un amigo debo acercarme a él, pero guardando la distancia necesaria para abrir entre ambos un espacio de comunicación. En el nivel 2, la unión verdadera la conseguimos al enriquecernos mutuamente, ofreciendo y recibiendo posibilidades. La energía sexual puede unir estrechamente a las personas en el nivel 1, pero no en el nivel 2 si no va unida con el propósito de crear esa forma de unidad personal que llamamos amistad. La sexualidad, ejercitada a solas, como mera fuente de satisfacción sensible y psicológica, no incrementa la generosidad hacia la otra persona; más bien, encrespa el egoísmo y anula la posibilidad del encuentro. El egoísmo inspira la voluntad de poseer y dominar aquello que encandila los instintos. Esa voluntad nos aferra a la actitud propia del nivel 1, actitud utilitarista que sólo atiende a las cualidades gratificantes de la otra persona, no a la persona como tal. 2. La amistad. Para hacernos amigos de una persona que nos atrae, debemos considerar su atractivo no como una incitación a convertirlo en fuente de gratificaciones inmediatas, 144

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fáciles, superficiales, sino como una invitación a entrar en relación de trato con esa persona en cuanto tal, no en cuanto soporte de un haz de cualidades encandilantes. Renunciamos, con ello, a la libertad de saciar los instintos de forma inmediata –sin voluntad de crear una auténtica relación de amistad con la otra persona–, y ponemos en juego una forma más valiosa de libertad: la libertad interior o libertad creativa. Tal renuncia implica un sacrificio, pero no una represión, porque dejar de lado un valor inferior para conseguir uno superior no bloquea el desarrollo de nuestra personalidad; lo promueve. Para dar primacía voluntariamente a unos valores sobre otros, necesitamos suscitar en nuestro ánimo desde niños el sentimiento de asombro ante cuanto encierra un valor: el clima hogareño de amor incondicional y ternura, un bello paisaje, un pueblo acogedor, una obra artística o literaria de calidad, un juego vivido con espíritu creativo, una conversación ingeniosa, un día espléndido, una acción noble, una fiesta popular o litúrgica vivida con autenticidad... Esta capacidad de emocionarnos al ver la alta calidad de seres y sucesos cotidianos nos da energía interior suficiente para vencer la tendencia a las ganancias inmediatas y consagrarnos a la fundación de modos de unión más exigentes. Al ascender al nivel 2 y atender más bien a hacer feliz a la otra persona mediante el encuentro que a concedernos toda suerte de gustos sensibles y emociones psicológicas, descubrimos un mundo nuevo, distinto del mundo embriagador de las sensaciones y superior a él. Superior en cuanto abre la posibilidad de crear una relación de amistad, es decir, de comprensión y ayuda mutuas, de elaboración y realización 145

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de proyectos comunes, de afectos profundos, no reducibles a goces sensoriales. En ese ámbito de amistad se advierte que las potencias sexuales dejan de ser un mero medio para obtener goces sensibles y se convierten en el medio en el que se expresa nuestro anhelo de unión personal. Entonces, se descubre con lucidez que las fuerzas instintivas están llamadas a colaborar con nosotros en la gran tarea de crecer como personas. Si el ideal de nuestra vida es crear formas elevadas de unidad, resulta obvio que debemos superar toda manifestación amorosa que reduzca la unión personal a mero empastamiento sensorial3. Si estamos habituados a movernos en el nivel 1, tememos caer en el vacío si renunciamos a tal empastamiento y ascendemos a una forma de conducta desinteresada (nivel 2). Es comprensible, porque desde un nivel inferior no puede captarse, ni siquiera a veces adivinarse, la riqueza que alberga un nivel superior, con sus realidades de mayor rango y las actitudes humanas correspondientes. Por eso es decisivo que, en algún momento de la vida, entremos en contacto, a la vista de algún modelo, con la riqueza que encierra el nivel 2. Cuando nos decidimos a cambiar de actitud y tratamos a otros con amistad, con sincera voluntad de promocionar su personalidad, nos sorprendemos al observar de qué forma se ensancha nuestro ámbito de vida, pues encontrarse implica un intercambio de posibilidades de todo orden. 3. El desconsuelo que produce en nuestro ánimo la reducción del amor personal a meras sensaciones sensibles resalta de modo aleccionador en los textos de la obra de Jean Anouilh Eurídice, que actualiza el mito de Orfeo. Pueden verse sendos comentarios en mis obras Inteligencia creativa, págs. 169-172; Cómo formarse en ética a través de la literatura, págs. 287-308.

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En el nivel 1, el ensanchamiento de una realidad –por ejemplo, una finca– se realiza a costa de la colindante. En el nivel 2, al entrar una realidad en el ámbito de otra no la invade; acrecienta su riqueza interior. El hombre egoísta avanza hacia los otros con ánimo de succionar su espacio vital. El hombre generoso se relaciona con los demás para potenciar su radio de acción. De ahí que, en el nivel 2, cuando estamos cerca de otras personas agradecemos que existan; no experimentamos resentimiento por el hecho de que puedan superarnos y disminuir nuestra autoestima4. Cuando uno siente agradecimiento porque existen los demás, está bien dispuesto para otorgar a su amor una dimensión comunitaria. 3. La proyección comunitaria del amor. Cuando la atracción primera que sentimos hacia una persona se convierte en auténtico amor, nos vemos insertos en el dinamismo propio de este tipo de vinculación y ascendemos a un plano distinto del de la sexualidad y del de la amistad. De hecho, los seres humanos procedemos del encuentro amoroso de nuestros padres, que, en cuanto tales –no como meros progenitores–, nos llamaron a la existencia. Nuestra vida ha de consistir en 4. Ahora comprendemos perfectamente que la amistad surge cuando se cumplen las condiciones del encuentro, vistas y vividas como valores y como virtudes. Con profunda razón indica Aristóteles en su Ética a Nicómaco (1156 b) que “la amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; porque éstos quieren el bien el uno del otro en cuanto son buenos (...)”. La amistad es “una virtud, o va acompañada de virtud, y, además, es lo más necesario para la vida. Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes (...); porque ¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacer bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos?” (O. cit., 1155 a).

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responder agradecidamente a esa invitación. Si agradecer significa estar a la recíproca en generosidad, nuestra respuesta debe consistir en crear nuevas formas de encuentro. He aquí la razón profunda por la cual el amor personal se desarrolla creando formas de vida comunitaria. El amor personal se enciende en la intimidad de nuestro ánimo y se incrementa en el ámbito recatado de las confidencias mutuas. Pero llega un momento en el cual pide, de por sí, adquirir una proyección comunitaria, darse a conocer, fundar un ámbito de vida dentro de la sociedad, es decir, un hogar, un lugar de acogimiento donde arde el fuego del amor y se trasmite a otros ámbitos afines, formando así la “gran familia” de los allegados. He aquí cómo, al reflexionar sobre la vida amorosa, resalta de inmediato el poder creativo que alberga. Hemos dado dos saltos: del nivel 1 al nivel 2, y de la actitud íntima privada a la actitud comunitaria. Ésta, a su vez, nos insta a otorgar una nueva dimensión al amor: la que roza el enigma de la creatividad más alta. 4. La fecundidad del amor. Por darse en el nivel 2, la relación conyugal se muestra poderosamente creativa: incrementa la amistad entre los esposos y da origen a nuevas vidas. Al sopesar la importancia de ambas actividades, descubrimos maravillados el poderío de la unidad matrimonial. De la amistad escribió Lope de Vega: “Yo dije siempre, y lo diré y lo digo,/ que es la amistad el bien mayor humano”5. 5. Cf. La Circe, con otras rimas y prosas, en Biblioteca de Autores Españoles, vol. 38, Madrid 1950, p. 373.

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Por otra parte, dar vida a una persona es un acontecimiento sobrecogedor. Cuando reparamos en el hecho de que dos personas, incluso las más sencillas, pueden generar un ser capaz de pensar, sentir, querer, elaborar proyectos de todo orden, amar, tomar posición frente al universo entero e incluso frente a sí mismo, a sus progenitores y al Creador, nos parece tocar fondo en el enigma de la realidad y sentimos un inmenso respeto hacia esa región de los orígenes. Estos cuatro aspectos o ingredientes del amor conyugal deben hallarse tan vinculados entre sí que formen una estructura, es decir, una trama de elementos que se exigen y complementan entre sí de modo que, al desgajar uno de ellos, se desmorona el conjunto. Si, para procurarnos gratificaciones aisladas, movilizamos el primero de los elementos del amor conyugal –la sexualidad– y dejamos de lado los otros tres, despojamos nuestra relación amorosa de toda creatividad, nos alejamos del ideal de la unidad y situamos nuestra vida en el nivel 1, en el cual el amor se reduce a pasión. Esa actitud unilateral es injusta con el ser humano, que vive como persona al crear toda suerte de encuentros. Por mi condición de persona humana, me veo inserto en un dinamismo poderoso que me lleva a unirme conyugalmente con otra persona e independizarme de mis raíces familiares. Esta energía biológica, psicológica y espiritual ¿tiene por único fin satisfacer una necesidad individual primaria, como sucede con el comer y el dormir? Estas necesidades persiguen la meta de conservar nuestra existencia biológica, no la de configurar nuestra personalidad, porque no tienen capacidad 149

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de crear relaciones de encuentro. En cambio, la actividad sexual pone en relación íntima a dos personas y las somete a una peculiar conmoción. ¿Qué finalidad persigue esta vinculación conmovedora? Sin duda alguna, la creación de un modo valioso de unidad, una relación de encuentro. Vista en el conjunto del proceso humano de desarrollo integral, la potencia sexual presenta una condición abierta, tiende a desbordar nuestros límites individuales y constituirnos como personas, en el sentido de seres comunitarios. Pero esta vida comunitaria desborda la relación de amistad entre los cónyuges, porque, como toda forma de vida, lleva en sí la exigencia de perdurar, lo cual implica la necesidad de renovarse mediante la procreación. El dinamismo interno del amor personal exige a quienes se unen conyugalmente por amor que lo hagan abiertos a la creación de nueva vida, y no conviertan el atractivo de su relación mutua en una meta. Esta apertura a la fecundidad significa la orientación de las potencias sexuales hacia fines que desbordan el área privada de cada persona y la llevan a plenitud. Tal orientación genera una energía insospechada, capaz de integrar los diversos aspectos del proceso amoroso personal. La vinculación de estos aspectos no amengua la fuerza de las pulsiones instintivas, que entrañan cierto valor; ordena su energía al logro de la espléndida meta que es crear una vida de profunda unidad personal, con toda la fecundidad que implica. Si el ideal de nuestra vida es crear modos relevantes de unidad, debemos movilizar todas nuestras energías para lograr ese propósito. Este deber hemos de asumirlo con amor por cuanto no nos viene impuesto desde fuera sino sugerido 150

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desde lo más íntimo de nuestra naturaleza sexuada, ordenada a la creación de ámbitos amorosos. El tema del amor humano muestra su espléndida grandeza cuando lo vemos dentro del dinamismo de nuestro crecimiento personal. Lo indica certeramente Gustavo Thibon: “Nosotros no queremos una plenitud sexual que se compre al precio de la plenitud humana; no sentimos ningún gusto por costumbres que, bajo pretexto de satisfacer plenamente al sexo, vacían al hombre de todo lo demás. Únicamente el matrimonio puede al mismo tiempo satisfacer el instinto sin degradar a la persona”6. Esta degradación comienza cuando, por afán irreflexivo de exaltar la potencia sexual, se la aísla de su contexto natural, que es la estructura formada por los cuatro ingredientes del amor: sexualidad, amistad, proyección comunitaria y fecundidad. Tal aislamiento empobrece la vida amorosa, y todo empobrecimiento injusto es un acto de violencia contra la realidad, en este caso contra nuestra propia realidad personal. Nada ilógico que, tanto en la vida cotidiana como en la expresión literaria y cinematográfica de la misma, el cultivo de las relaciones sexuales al margen del amor personal, creador de amistad y de vida comunitaria, vaya unido a menudo con actos de suma violencia.

6. Sobre el amor humano, Rialp, Madrid 31961, p. 64.

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3. Una clave de interpretación El planteamiento anterior nos permite clarificar de forma lúcida los temas que suelen plantearse a los jóvenes en el noviazgo y en el matrimonio, tales como las relaciones prematrimoniales y la planificación familiar. Intenté mostrarlo con cierta amplitud en El secreto de una vida lograda7. Aquí sólo cabe indicar que, cuando ponemos en juego una inteligencia madura –dotada de largo alcance, amplitud y profundidad–, descubrimos con asombro la grandeza que muestra la vida afectiva en los niveles 2 y 3, y la penosa indigencia de la misma si se la reduce a las exiguas posibilidades del nivel 1. Desde este nivel no podemos formarnos para el amor, pues –como sabemos– desde un nivel inferior no se puede ni vislumbrar siquiera lo que sucede en los niveles superiores. Acceder al matrimonio sin superar el nivel 1 es exponerse al fracaso, pues la vida en este nivel responde a una actitud de egoísmo, que tiende a poseer, manejar y disfrutar. Cuando trato los objetos con esta actitud, actúo bien. Si adopto la misma actitud con realidades superiores a los objetos, las rebajo de rango, las bajo al nivel 1. Se trata de una manipulación injusta, que puede hacernos caer por un tobogán envilecedor, como resalta en la anécdota relatada al hablar de los niveles negativos. Ya vemos que, cuando se toma el egoísmo como norma de vida, impulso del obrar, el sentir y el preferir, bloqueamos nuestro crecimiento personal. Esta constatación nos 7. Editorial Palabra, Madrid 22004.

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advierte que vivir sólo en el nivel 1 es muy peligroso, porque podemos despeñarnos por la vía del vértigo. Lo juicioso es dar el salto al nivel 2, el de la generosidad y creatividad, y por tanto del gozo y la felicidad, y afirmar esa decisión ascendiendo al nivel 3, que supone un logro ético de primer orden. Una anécdota condensa todo lo antedicho. No hace mucho recibí la visita de dos novios. El joven me indicó que estaban a punto de separarse porque la novia le reprochaba cierta fijación exclusivista en las relaciones sexuales, cuyo atractivo era –a su entender– poco bagaje para comprometerse con él en matrimonio. Yo les expliqué brevemente los niveles 1 y 2. No bien terminé, el novio confesó lo siguiente: “Ahora veo que me he movido sólo en el nivel 1, y mi novia intuía que este nivel debe vincularse con lo que sucede en el nivel 2. Por eso se sentía frustrada. Lo comprendo, pero ella no supo explicarme de dónde procedía esa frustración. Lo que me extraña y me duele es que ni a ella ni a mí nos lo haya explicado nadie en todas las lecciones de ética y áreas afines a que hemos asistido”. Es una calamidad, ciertamente, que a tantos niños y jóvenes no se les abran de par en par las puertas del asombro al ver ante sí, imponente, la grandeza que adquiere nuestra vida cuando vinculamos el nivel 1 al 2, y el 2 al 3. Descubrir estas altas cotas de grandeza que puede adquirir nuestra vida cuando ejercitamos una “mirada profunda” y nos “interesamos por la cara oculta de las cosas y los seres” es la colosal tarea de la Pedagogía de la admiración. 153

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“Las necesidades más grandes del hombre –escribe el cardenal Daneels– están ocultas profundamente en él. La felicidad duradera se encuentra un poco más lejos, un poco más hondo de lo que suponemos. (...) Dichoso aquel que da un primer paso en esa dirección”8. Para ser felices debemos ensanchar el horizonte de nuestra vida, abriendo el espacio interior a las realidades más elevadas. Es el empeño del proyecto educativo que estoy promoviendo bajo el título de Escuela de Pensamiento y Creatividad.

Temas para la reflexión 1. Distinción entre complacencia y amor En la novela de Albert Camus, El extranjero, observamos que el protagonista, Meursault, siente complacencia en acompañar a María, bañarse juntos en la playa, sostener con ella relaciones íntimas. Parece que se encuentran. Pero, una vez recluido en la cárcel, afirma que María ya no le interesa. Al perder la vecindad física y la posibilidad de sentir el halago de ciertas cualidades de su amante, manifiesta que le es indiferente pensar si ésta tiene otras relaciones o no. Su «amor» hacia María no resistió la prueba de la ausencia física.

8. Cf. Godfried Daneels: “Necesidad de una mirada profunda”, en

Consudec 696 (1992) 1244 ss.

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v En realidad, lo que sentía Meursault por María ¿puede considerarse como amor, sentimiento que implica encuentro, o debe ser visto como mera apetencia, que se reduce a una pulsión instintiva? v ¿En qué nivel se movía Meursault? ¿En el 1 o en 2?9. 2. Diferencia entre la unidad de fusión y la unión amorosa El poeta Manuel Machado pone en boca de un amante el deseo de licuarse y verterse en las venas de su amada. Este tipo de unión fusional ¿incrementa el amor o lo destruye? 3. La confusión de la atracción pasional y el encuentro En la ópera wagneriana Tannhäuser, Venus –la diosa del placer erótico– quiere atraer hacia sí a Tannhäuser y le dice: “¡Para nuestra unión debe haber una fiesta de la alegría; celebremos alegres la solemnidad del amor!” (Acto I, Escena II). Con la palabra “amor” se designa en este contexto la “pasión erótica” –nivel 1–, que procede de la seducción y conduce al vértigo. Entendido así el amor, ¿tiene sentido considerar la entrega al mismo como una “fiesta” y una “solemnidad”?

9. Cf. O. cit., Alianza Editorial, Madrid 1971. (Versión original: L'étranger, Galliard, París 1957). Puede verse un amplio comentario de esta obra en mi Estética de la creatividad, págs. 431-463.

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4 La literatura y el cine de calidad, fuente de poder de discernimiento

Si todo lo antedicho lo hemos descubierto personalmente, estamos bien dispuestos para aplicarlo a nuestra vida diaria y convertirlo en una fuente de discernimiento en orden a distinguir las experiencias que construyen nuestra personalidad y las que la destruyen. Por instinto de conservación, daremos la primacía a las primeras y rechazaremos las segundas. Tal aplicación la podemos hacer reflexionando sobre nuestra propia experiencia o bien sobre las experiencias humanas reflejadas en la literatura y el cine de calidad.

Es sorprendente la capacidad formativa que muestran las obras literarias y cinematográficas cuando sabemos penetrar en el mensaje que nos ofrecen los grandes autores. Desde hace un tiempo se propone como método ideal para formar en cuestiones éticas el análisis penetrante de obras literarias y cinematográficas1. A través de éstas no son los profesores 1. Véase, por ejemplo, José L. López Aranguren: Ética, Revista de Occidente, Madrid 31965, págs. 413-415.

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quienes descubren el sentido de la vida y sus acontecimientos básicos sino escritores y cineastas bien dotados para penetrar en los secretos del alma humana. La sugerencia es valiosa, pero apenas ha sido llevada a la práctica. Por mi parte, he intentado colmar esta laguna elaborando un método basado en la teoría del juego y de los ámbitos2.

1. Interpretar una obra es hacer juego con ella No se puede interpretar debidamente una obra literaria si no se sabe con precisión lo que ésta es e implica. Una obra de arte es independiente de su autor, pero no es un objeto; no es producto de un proceso fabril, sino fruto de un encuentro, el encuentro entre el autor y un aspecto de la realidad, la realidad propia o la de los seres circundantes. Ostenta, en consecuencia, un modo de ser relacional, en virtud del cual puede abrirse a los lectores y ofrecerles posibilidades para comprender algún aspecto importante de la vida. Un objeto puedo utilizarlo para algún menester, pero me sigue siendo distante. Una obra literaria puedo asumirla, hacer juego con ella, convertirla en una especie de voz interior, en el impulso de mi obrar. Como sabemos, a este tipo de realidades que son más que objetos las denominamos «ámbitos». Toda interpretación auténtica de una obra im2. Cf. Cómo formarse en ética a través de la literatura, Rialp, Madrid 32008; Literatura y formación humana, vol. III de la Biblioteca del educador, seis vols., Puerto de Palos, Buenos Aires, 2005. El método de análisis literario y cinematográfico es expuesto, además, ampliamente en el segundo curso on line que lleva por título: “Experto universitario en creatividad y valores”.

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plica entrar en juego con una realidad «ambital», no meramente «objetiva». Comprender esto es el secreto para convertir la lectura de obras literarias en una escuela de formación integral. Una obra literaria de calidad no es sólo producto del esfuerzo de su autor. Si alguien dice: “Cervantes tenía talento literario; un buen día tomó la pluma y produjo una obra genial que llamamos Don Quijote de la Mancha”, reduce la obra injustamente a mero producto de un esfuerzo realizado por una persona bien dotada. Una obra literaria exige más que ese esfuerzo. Se ilumina cuando el autor entra en relación de encuentro con un aspecto de la realidad, en este caso la realidad del alma hispana en su doble vertiente quijotesca y sanchopancesca. Un día y otro, en condiciones diversas pero siempre incitantes, Cervantes vivió de cerca esos dos modos de encarar la existencia, con lo que tienen de noble y plebeyo, heroico y rutinario, entusiasmante y deprimente. La vida es un gran campo de juego o de encuentro. Y, como el encuentro es fuente de luz y de sentido, todo campo de juego es un campo de iluminación. Cervantes supo entrar en juego, aceptar el reto de la vida diaria, y en su interior se le fue iluminando el sentido de la existencia humana. A esa luz escribió El Quijote. No lo hizo para comunicar a los demás algo que ya sabía perfectamente. Al escribir, se le fue iluminando de forma plena lo que constituía su objeto de análisis y de expresión. Si la obra literaria es en sí misma un campo de juego, interpretarla debe consistir obviamente en hacer juego con ella. Hacer juego con una obra implica rehacer sus experien159

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cias básicas. Toda obra se estructura a partir de una o varias experiencias nucleares. En El principito (A. de Saint-Exupéry) late la experiencia del encuentro interpersonal; en El túnel (E. Sábato), la de la confusión entre amar a una persona y poseerla; en La metamorfosis (F. Kafka), la de la necesidad de vivir creativamente para sentirse personas y no verse envilecidos... Al revivir tales experiencias, se alumbran en el espíritu del lector las mismas intuiciones que tuvieron en su día los autores e impulsaron y guiaron su proceso creador. A la luz de tales intuiciones podemos leer las obras por dentro, reviviendo su génesis, como si fuera uno el autor3. Para llevar a cabo esta lectura creativa, genética, recreadora del texto, se debe evitar toda precipitación en la lectura, no limitarse a tomar nota de los hechos narrados, de las peripecias argumentales descritas, sino rehacer personalmente las experiencias fundamentales del relato, aquellas en las que se apoya el conjunto de la obra y adquiere su verdadero sentido. Al ir leyendo, hemos de prestar atención, sobre todo, a los temas que el autor quiere exponer a través de los argumentos. El «Principito» le pide al piloto que le dibuje un cordero. Este es un hecho que pertenece al argumento de la conocida obra de Saint-Exupéry. Pero, ¿cuál es el tema que quiere el autor plantearnos? Indudablemente, el de la primacía de la vida creadora sobre la vida biológica. El Principito representa la vertiente elevada del hombre que no se preocupa tanto de salvar la vida en los momentos de extremo peli3. En mi Estética de la creatividad, págs. 384-477, muestro cómo se puede comprender una obra (La Náusea, de Sartre, El extranjero y Calígula, de Camus) hasta el último pormenor si se rehacen personalmente sus experiencias nucleares.

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gro cuanto en darle pleno sentido a través de la creatividad, sobre todo la que impulsa el encuentro interhumano. Los temas que los autores suelen destacar no son algo sencillo; encierran una gran riqueza de aspectos que el lector debe captar. En una obra literaria se describen múltiples actos humanos a través de los cuales una persona o un grupo social va desarrollando un proyecto vital e intentando dar sentido a su existencia conforme a determinados criterios. Para darles alcance debemos cumplir varias exigencias.

2. Exigencias de este método de análisis Distinguir los diferentes niveles de realidad y de conducta La primera tarea a realizar consiste en distinguir los diversos niveles de realidad y de conducta, calibrar su importancia y percibir su mutua relación. Un autor es grande porque vivió intensamente su relación con lo real y supo plasmar el fruto de tal encuentro en obras de alta expresividad. Para comprender tales obras en todo su alcance, debemos adivinar los modos de realidad que el autor quiso plasmar luminosamente en ellas. Nos quedaremos fuera de juego como lectores si damos por supuesto que la única forma de realidad o, al menos, la forma modélica viene dada por los objetos –seres mensurables, delimitables, ponderables, asibles...–. Hay modos de realidad que no presentan estas características, pero se muestran dotados de una eficiencia tal que constituyen el origen del dinamismo humano. Poner al descubierto y mostrar la relevancia de los modos de realidad que no son objetos sino ámbitos es la meta del arte y la literatura. 161

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El sentido profundo de las obras literarias se da en el plano de los ámbitos (nivel 2), no de los meros objetos (nivel 1). Los ámbitos debemos entenderlos como realidades abiertas que nos ofrecen diversas posibilidades para actuar creativamente. Una obra literaria o cinematográfica de calidad no narra meros hechos ni describe meros objetos. Muestra las tramas de ámbitos que tejen nuestra vida, los acontecimientos que nos abren o nos cierran nuevas posibilidades, los procesos espirituales –constructivos o destructivos– que podemos seguir en la vida4. En la vida del hombre –ser bifronte: corpóreo y espiritual a la vez–, los ámbitos o realidades abiertas se apoyan siempre en realidades cerradas u objetos, vinculados a la materia (el tablero se apoya en la tabla; la partitura, en el papel; la obra musical –que surge al ser interpretada–, en los instrumentos...); 4. Afín a la distinción de objetos y ámbitos, es la de hechos y acontecimientos. Un hecho es algo que acontece en nuestra vida pero no altera el curso de la misma, pues ni nos abre un campo de posibilidades ni nos lo cierra. Te pregunto si son las 10 de la mañana y respondes que sí. Esta respuesta es un mero hecho. Vas a la iglesia, te pregunta el sacerdote si aceptas como cónyuge a la persona que te acompaña y dices que sí. Es el mismo hecho que antes –nivel 1–, pero en este contexto tiene un carácter de acontecimiento en tu vida, porque te abre una serie de posibilidades y te cierra otras (nivel 2). Es necesario, asimismo, distinguir entre significado y sentido. El significado, por ejemplo, de beber un vaso de vino es siempre el mismo. Beber a solas para matar las penas y beber en compañía de un amigo para festejar un triunfo tienen un sentido distinto. De modo semejante, conviene advertir la diferencia que media entre un proceso artesanal –por ejemplo, hacer una mesa vulgar– y un proceso artístico –crear una mesa dotada de valor artístico–. Los hechos, los significados y los procesos artesanales se dan en el nivel 1. Los acontecimientos, los sentidos y los procesos creadores pertenecen al nivel 2. Requieren, por ello, un tratamiento muy distinto. Grabemos bien esta diversidad de realidades y niveles, porque nos dará torrentes de luz para descubrir lo que somos y la calidad de vida personal que estamos llamados a lograr.

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los acontecimientos suceden a la par que se dan ciertos hechos; el sentido es el significado peculiar que obtiene una acción en un determinado contexto; los procesos creativos llevan en la base procesos artesanales. La obra literaria –y, de modo afín, la cinematográfica y la artística– vincula fecundamente ambos tipos de realidades y subraya el mayor rango de los primeros: los ámbitos, los acontecimientos, el sentido, los procesos creativos. Se trata, por tanto, de una integración jerarquizadora, como lo patentiza el siguiente gráfico: TEMA (Nivel 2):

ámbitos

ARGUMENTO (Nivel 1): objetos

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procesos creativos

significado procesos artesanales

2.1.1. Captar los niveles de realidad en las obras literarias Para acostumbrarnos a distinguir al vuelo estos dos niveles de realidad y los diversos sentidos que puede presentar un texto hemos de realizar una vez y otra análisis de frases en las que se entrecrucen ambos niveles5. Sirvan de ejemplo las siguientes: 5. Gabriel Marcel, celebrado dramaturgo y profundo pensador, nos pone alerta acerca de la diversidad de sentidos que un texto ofrece a los distintos tipos de lectores: «(...) Bajo la materialidad objetiva de un texto que está ahí para todo el mundo, pueden esconderse sentidos jerarquizados que se revelarán sucesivamente al lector si está dotado de un poder de penetración suficiente». «Lo propio de un sentido es no revelarse sino a una conciencia que se abre para acogerlo». Interpretar un texto literario implica una verdadera creación, como sucede con el intérprete musical que quiere descubrir el sentido profundo de una obra más allá del significado inmediato que cualquier conocedor de la escritura musical puede ver en los signos de la partitura. Esta interpretación creadora es una «participación efectiva en la inspiración misma del compositor» (cf. Présence et immortalité, Flammarion, París 1959, págs. 23-24).

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1. «Un solo ser os falta y todo queda despoblado». Este verso de las Premières Meditations Poétiques del poeta romántico Alphonse de Lamartine carece de sentido en el nivel 1 –pues, obviamente, aunque perezca un ser, permanecen millones sobre la tierra–, y se muestra sobremanera sugestivo y realista en el nivel 2, ya que el sentido de la vida de un hombre brota en el encuentro con seres que, a través de una relación de trato, se han convertido para él en únicos en la tierra, polos de imantación de toda su vida. Al faltar dichos polos, que constituyen la meta de su obrar y el sentido de su existir, el mundo en derredor se convierte en un desierto, entendido este vocablo de forma simbólica, como imagen del grado cero de creatividad6. 2. Asediado por la conciencia de haber asesinado a su amigo el rey Duncan, Macbeth siente la fiebre del delirio. Su mujer le sugiere que busque agua y limpie sus manos. Macbeth replica con infinita tristeza: «¿Todo el océano inmenso de Neptuno podría lavar esta sangre de mis manos? ¡No! ¡Más bien mis manos colorearían la multitudinosa mar, volviendo rojo lo verde!»7. La fuerza expresiva de esta frase arranca del entrecruzamiento de los niveles 1 y 2 en la palabra «sangre». La sangre, como elemento físico, puede limpiarse con un poco de agua, pero, como signo de un acto criminal, no puede ser borrada por toda el agua del océano. El valor simbólico brota de un entreveramiento de ámbitos. La 6. Véase el comentario dedicado a El principito de Saint-Exupéry en Cómo formarse en ética a través de la literatura, págs. 210 ss. 7. W. Shakespeare, La tragedia de Macbeth, acto II, Aguilar, Madrid 1943, 1225; traducción de Luis Astrana Marín.

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sangre derramada por un acto violento con voluntad de asesinato es el testimonio viviente, sensible, de un entreveramiento colisional de dos ámbitos de realidad: el del agresor y el del agredido. Si se trata de dos personas amigas, una de las cuales reviste la dignidad suprema de representante máximo del pueblo, la colisión presenta un carácter especialmente agudo, y el simbolismo del elemento que le da cuerpo –en este caso, la sangre– se acrecienta sobremanera. Analicemos la frase y veamos con qué habilidad saca partido Shakespeare de la posibilidad de situar, a la vez, ciertos términos en el nivel 1 y en el 2. Al comenzar diciendo Macbeth: “¿Todo el océano inmenso de Neptuno podría lavar...?”, parece que responde a su esposa en el mismo nivel en que ella había hecho su propuesta: el nivel 1, al que pertenece el “agua”, vista como un elemento material capaz de eliminar la suciedad. Pero, al agregar, como complemento de la frase, “esta sangre de mis manos”, difracta súbitamente nuestra atención y la sitúa en dos niveles a la vez: el nivel 1 y el –3, porque esa sangre concreta se halla en sus manos debido al asesinato que acaba de cometer. Esa sangre sigue siendo una realidad biológica –indispensable para vivir y susceptible de análisis científico–, y pertenece por tanto al nivel 1, pero en este momento presenta un carácter sumamente negativo en el aspecto ético pues delata una actividad criminal (nivel –3). En el conjunto de la frase, el verbo lavar conserva su significado cotidiano de limpiar (nivel 1), pero adquiere el sentido de purificar (nivel 2). 165

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Por eso afirma seguidamente que todo el agua del mundo no puede lavar (en sentido de purificar) ese tipo singular de sangre que ensucia sus manos asesinas, antes, al contrario, esas manos mancharán –en el aspecto ético– cuanto toquen (nivel –3). La segunda frase “¡No! ¡Más bien mis manos colorearían la multitudinosa mar, volviendo rojo lo verde!” debemos verla también en los dos niveles, para que muestre toda su impresionante expresividad. El autor quiere que nos imaginemos, en el nivel 1, que un poco de sangre tiñe de rojo los inmensos océanos y, al mismo tiempo, nos indica que esa trasmutación se ha realizado de hecho en el nivel –3 porque un hombre, con sus manos, ha subvertido el orden ético de forma tan grave e irreversible como es un homicidio. En el acto IV de la obra de Victor Hugo Hernani, Don Carlos se halla ante el sepulcro del emperador Carlomagno y exclama: “¡Aquí reposa Carlomagno! (...) ¡Haber sido más grande que Aníbal, que Atila, tan grande como el mundo... y que todo quepa aquí! ¡Conquistad arteramente un imperio, y ved el polvo que hace un emperador!”8. La sobrecogedora expresividad de este texto la consigue Víctor Hugo instando al lector a situar en el nivel 1 ciertas realidades relevantes –Carlomagno, Atila, Aníbal...– que pertenecen al nivel 2. Veamos con qué astuta pericia nos hace pendular del nivel 1 al 2, y viceversa. 8. O. cit., Librairie Larousse, París 1971, págs. 127, 130. Versión española: Hernani, Espasa-Calpe, Madrid 31966, págs. 61-62.

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v Comienza con una indicación relativa al nivel 1: “¡Aquí reposa...!”. Pero inmediatamente indica el sujeto de la frase: “Carlomagno”. Nos conmueve pensar que todo un emperador –honrado con el título de “magno”– esté encerrado en la angosta oquedad de un sepulcro. Tras la primera sorpresa, advertimos que la grandeza de este emperador procede de las instituciones que creó, los proyectos que diseñó y en parte realizó; en una palabra: del ámbito de vida personal y social que supo configurar. Este ámbito pertenece al nivel 2. Y descubrimos que el autor, de propósito, nos ha hecho pasar, subrepticiamente, del nivel 1 al 2. v Seguidamente recorre el camino inverso para hacer explícito el contraste y provocar un mayor asombro en el oyente: “¡Haber sido más grande que Aníbal, que Atila, tan grande como el mundo... y que todo quepa aquí!”. Nos invita el autor a imaginarnos el ancho mundo reducido a las dimensiones de una tumba. Hemos descendido abruptamente al nivel 1. v Concluye el texto de forma irónica: “¡Conquistad arteramente un imperio, y ved el polvo que hace un emperador!”. De nuevo nos eleva al nivel 2, para suscitar en nuestra imaginación toda la red de actividades que supone la conquista de un imperio y derrumbar súbitamente ante nuestros ojos ese castillo de naipes, con el simple recurso de mostrarnos que tamaña gloria se ha reducido a un puñado de cenizas (nivel 1). 167

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El autor sabía bien que Carlomagno, visto como emperador –nivel 2–, no yace en el sepulcro –nivel 1–, ni siquiera ha muerto del todo, ya que pervive en las estructuras políticas y en la cultura de Occidente (nivel 2). En la tumba sólo se hallan sus “restos corpóreos” (nivel 1). Un emperador no se convierte en polvo. Si tuvo una personalidad relevante, fue debido a su poder creativo, y éste presenta unas condiciones de espacio y tiempo distintas y superiores a las que afectan a la materia corpórea, que es la que se convierte en polvo. Todo ello lo dejó el autor de lado tácticamente para confundir los niveles de realidad y provocar en el lector una especial conmoción. Si desean los lectores participar en el comentario de los textos de V. Hugo y W. Shakespeare, pueden contestar a las preguntas siguientes: v ¿Presentan tales frases un poder expresivo? En caso positivo, ¿a qué se debe? v ¿Están bien construidas, con perfecta lógica, o bien se cometen en ellas extrapolaciones y encabalgamientos de diversos planos de la realidad? ¿Son aceptables estos cruces y extrapolaciones a) en el plano filosófico, b) en el plano literario? 2.1.2. Descubrir los niveles de realidad en obras cinematográficas La distinción de niveles conviene realizarla también sobre el ejemplo de varias películas de calidad9. Tomemos dos bien conocidas y sobresalientes: 9. Un análisis amplio de 22 películas actuales con el método de la Escuela de Pensamiento y Creatividad lo ofrece Mª Ángeles Almacellas en su obra Educar con el cine, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004.

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1. Camino al paraíso, de Bruce Beresford Durante la última guerra mundial, un grupo de mujeres australianas, inglesas y norteamericanas son apresadas en Singapur por los japoneses y sometidas a las crueldades propias de los campos de concentración. Varias de ellas forman un conjunto musical, que se especializa en interpretar piezas orquestales con la sola ayuda de la voz. Los guardianes las castigan duramente (niveles –1 y –2) cuando las sorprenden juntas ensayando. No las tratan como personas (nivel 2), sino como meras prisioneras (nivel 1); las hacen sentirse rebajadas de condición (nivel –1), las someten frecuentemente a tratos vejatorios (nivel –2) e incluso castigan cualquier indisciplina con la pena de muerte (nivel –3). Cuando ya se hallan las internas muy afectadas por esas condiciones inhumanas de vida, los guardianes seleccionan de entre ellas a las más bellas y les ofrecen pasar a vivir en una mansión lujosa, al servicio de varios oficiales (nivel –1). La mayoría prefieren seguir unidas al grupo y crear belleza a través de la interpretación musical (niveles 2 y 3). La dificultad de esta elección queda reflejada en un breve diálogo. Una de las jóvenes pregunta al intérprete japonés si en la mansión habrá agua caliente, y él responde: “Mucha agua caliente y mucho jabón”. Ella se destaca del grupo y se encamina hacia la sala a la que deben ir las jóvenes que aceptan el nuevo modo de vida. La directora del coro se interpone en su camino y le insta a serles fiel. Cuando ve que ella intenta alejarse, le dice: “¡Nos faltará una contralto...!”. La joven se vuelve y, con una sonrisa desolada, le pregunta: “¿Me estás pidiendo que renuncie a comida, a jabón y sabe Dios a qué más para morirme de hambre 169

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y cantar?”. La directora le mira fijamente a los ojos y le dice: “¡Sí, eso es lo que te pido!”. La joven duda un instante, mira hacia la sala donde hubiera comenzado para ella el bienestar, y súbitamente se da media vuelta y se echa, sollozando, en los brazos de su compañera. Dos de los implacables guardias que presencian la escena parecen conmoverse. Un día, el grupo de cantoras está a punto de ofrecer un concierto a sus compañeras de infortunio, acto de comunicación artística que implica una forma de encuentro y un acto de opción por el valor de la pura belleza (niveles 2 y 3). Los guardianes son alertados y acuden precipitadamente a la carpa en que se hallan las mujeres. Se presiente lo peor. Pero, en el momento de irrumpir los guardianes en la carpa, suena el primer acorde del Adagio de la Sinfonía del nuevo mundo, de Antolin Dvorak. Los guardianes se detienen, como sobrecogidos por el encanto de esa música bellísima. De repente, se vieron elevados del nivel 2, en que solían moverse, al nivel 3, propio de la belleza en estado puro. Esa experiencia provocó una leve mejoría en las condiciones de vida del campo. Sobrecoge observar que la aparición de la belleza pueda conmover a personas que parecen ser el prototipo de la dureza y la crueldad. Esta película nos sugiere que lo decisivo en la vida es descubrir los valores más altos y sentir asombro ante ellos. Suscitar sentimientos de asombro ante las realidades valiosas es la tarea primordial del proceso formativo, pues los valores elevados no arrastran, se hacen valer, nos invitan a que los asumamos, suscitan admiración en los espíritus sensibles a esa llamada y les ayudan a situarse en los niveles que están llamados a constituir nuestro auténtico hogar. Es buena oca170

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sión ésta para pensar si los medios de comunicación suelen elevar nuestro ánimo o tienden, más bien, a deprimirlo. 2. Titanic, de James Cameron Al comienzo de la obra llama la atención el ajetreo que precede a la salida del inmenso navío, el poderío de éste, la conciencia de grandeza que tienen los directores de la empresa y que contagia a todos los viajeros. Se daba por supuesto que ese maravilloso ingenio, prodigio de la mejor técnica, era indestructible: “Ni Dios puede hundirlo”, opina uno de los pasajeros. El capitán se mueve con aire de soberanía, orgulloso del poder que alberga en sus manos de tripulante. Al verse en alta mar, ordena que pongan las máquinas casi a pleno rendimiento para que todos se asombren de la velocidad que puede alcanzar el navío. Da la impresión de que considera superfluo tomar precauciones pues no cabe sospechar que ese gigante pueda ser amenazado por alguna fuerza natural. Es penoso el contraste entre la grandeza del navío y la estrechez de miras de los viajeros. Los que se alojan en primera clase marcan rígidamente las distancias con los pasajeros de clases inferiores y se entregan a sus pasatiempos favoritos. Vistos desde fuera, no parecen superar el nivel 1. La monotonía del viaje es rota por una relación amorosa que se establece entre dos jóvenes y aparece tensionada por el hecho de que pertenecen a clases sociales muy distintas y la joven viene acompañada por su novio. Éste es de buena presencia y goza de excelente posición, pero muestra una actitud dominadora (nivel 1) y no suscita entusiasmo alguno en la joven. Presa de una grave depresión, ésta parece dispuesta a arrojarse al agua (nivel –3), pero aparece un joven pobre, simpático y abierto, 171

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que la ayuda a salir del trance. Se inicia, con ello, una rápida escalada hacia la pasión erótica y la intimidad corpórea. No hay tiempo a comprobar si esta atracción primera (nivel 1) llega a florecer en un auténtico encuentro, una relación de amistad y compromiso creador (nivel 2), porque pronto colisiona el buque con el iceberg y se desencadena la tragedia. La joven se comporta respecto al joven de forma valiente y abnegada; incluso expone su vida para no separarse de él. Inicia, así su ascenso al nivel 2 y mueve a su amigo a invitarla. Inicia, así su ascenso al nivel 2 y mueve a su amigo a imitarla. Al iniciarse el hundimiento del barco, se crea un clima de pavor, y el instinto de conservación lleva a los pasajeros a situaciones de extremo nerviosismo. El inmenso navío se parte, al fin, en dos y se hunde lentamente, en medio del desesperado griterío de quienes buscan un lugar todavía no anegado por las aguas. Impresiona contemplar la impotencia de todos, pobres y ricos, marineros y marinos, ante esta fatalidad inesperada. En ese clima agitado (nivel 1) apenas tiene encaje la canción navideña que interpreta un cuarteto de cuerdas (niveles 2 y 3). Incluso los músicos parecen tocarla sin convicción, como para cumplir hasta el final una función que en este momento ha dejado de tener sentido. En otra versión, en blanco y negro, del tema “Titanic”, la fidelidad de los cuatro músicos a su tarea artística es muy significativa porque da elevación espiritual a la desesperada situación que se está viviendo. Viene a ser un testimonio de que, cuando todo perece en el nivel 1 y se quiebran las seguridades básicas, permanece intacta la belleza a la que estamos vinculados de raíz (nivel 3). Este 172

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valor singular de la interpretación musical se debe a la peculiar orientación que se imprimió a toda la película. Al final, cesa toda agitación y bullicio, y sobre el rumor del mar helado sólo queda una voz: la del marino que pregunta a gritos si hay todavía alguien con vida. A la ansiedad del nivel 1 sucede ahora la desolación absoluta, sólo mitigada en alguna medida por el hecho de que la joven protagonista acaba siendo rescatada y erige en su interior al fiel amigo muerto un recuerdo imperecedero (nivel 2). Vista la obra en conjunto, se observa que el juego de los niveles de realidad y de conducta salva a esta obra de la espectacularidad superficial. Conocer el secreto de la transfiguración poética Al descubrir la existencia de los ámbitos y su importancia en la vida del hombre, es fácil adivinar en qué consiste la quintaesencia de la actividad literaria en los diversos géneros: drama, novela, poesía... Ayudar a los alumnos a descubrirlo es la segunda gran tarea del profesor. Recordemos que el propósito de todo artista y literato no consiste en reproducir y narrar hechos, respectivamente, sino en plasmar ámbitos de vida y dejar entrever la lógica interna que los articula. En el prólogo de la obra Germinie Lacerteux –cuya protagonista es una empleada de hogar que se siente desvalida a causa de un embarazo prematuro–, los hermanos Goncourt se esfuerzan por mostrar que todo suceso humano, por anodino que sea, es digno de ser tomado como tema principal de una obra literaria, pues “en estos años de igualdad en 173

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que vivimos (...), en un país sin castas y sin aristocracia legal, las miserias de los pequeños y de los pobres deben despertar el mismo interés, emoción y piedad que las miserias de los grandes y los ricos”. Esta razón es válida en el campo ético y social, pero no en el estético. En éste, la verdadera razón para conceder honores de primera figura a un argumento sórdido radica en su condición de ámbito de realidad. Todo lo que signifique un mundo lleno de sentido puede ser asumido como tema literario. Plasmar un mundo, un ámbito de realidad, es la meta de todo arte, que no atiende tanto a los objetos y los hechos –por tanto, a los argumentos– cuanto a los ámbitos –a los temas profundos–. La realidad está constantemente cambiando, incrementando su trama de ámbitos o bien amenguándola. Los procesos de enriquecimiento o empobrecimiento son el tema propio de todo arte, el plástico y el literario. El gran poeta y escritor Pedro Salinas, en el primer capítulo de su obra La realidad y el poeta10, estudia las diversas vertientes de la realidad: la vida interior del hombre, la realidad exterior, el mundo de lo fabril –lo producido por el ser humano–, las acciones y gestas del hombre, la realidad cultural. Advierte con razón que estas vertientes de la realidad son potencialmente poéticas, pero lo poético las trasciende a todas ellas. No indica, sin embargo, cómo puede el poeta “transmutar la realidad material en realidad poética”11. Por eso, aun subrayando con acierto que la poesía de Jorge Guillén asume las más diversas realidades del mundo, no acierta a precisar qué tipo de realidad o qué aspecto de ella es lo que convierte 10. Ariel, Barcelona 1976, págs. 15-34. 11. O. cit., p. 209.

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a cada ser en «materia poética»12. Se acerca al tema, lo bordea una y otra vez, pero lo deja en suspenso. “Lo bello del mundo, lo que tenga de poético –escribe– se da de un modo vago, disperso, genérico; hay poesía en todas partes, en ninguna. El primer paso de la actividad poética es dejarse apoderar de esa belleza, recibirla, entregarse a ella. (...) Pero cabe una actitud reactiva: la de apoderarse a nuestra vez de aquello que dejamos se apoderara de nosotros. ¿Y cómo? Pues simplemente cobrando conciencia clara, plena, de ello”13. Obviamente, no queda con esto clarificado el paso o salto de lo prosaico a lo poético. A mi ver, este salto coincide con el tránsito del nivel objetivo al ambital14. El verso de Jorge Guillén “No hay soledad. Hay luz entre todos. Soy vuestro” está situado en el nivel poético porque no se limita a describir hechos; plasma un acontecimiento decisivo: la luz que brota en el encuentro interhumano. Salinas destaca que “la poesía tiene el deber primordial de crear”. Ciertamente, pero lo decisivo es mostrar que la creación poética consiste, ante todo, en plasmar ámbitos de vida. “Eran las cinco en punto de la tarde. Las heridas quemaban como soles a las cinco de la tarde, y el gentío rompía las ventanas a las cinco de la tarde. A las cinco de la tarde. 12. O. cit, págs. 209-210. 13. O. cit., p. 209. 14. Sobre la transformación del espacio físico en ámbito lúdico, véase mi Estética de la creatividad, págs. 319-383.

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¡Ay qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes! ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!” Estas frases de la elegía de Federico García Lorca a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías trascienden el nivel prosaico de la mera indicación de un dato horario objetivo para convertirse en creación poética porque al repetir la hora a modo de tañido de campanas, no se limitan a dar una información; fundan un ámbito de encuentro, el encuentro múltiple y trágico que tiene lugar a las cinco de la tarde en un día de toros. Bien precisado el carácter específico de la actividad literaria, se debe resaltar la condición eminentemente real del contenido de las obras literarias de calidad. Se trata de un realismo de ámbitos, de acontecimientos, de diversas formas de sentido, de procesos creativos, no de objetos, de hechos, de meros significados y procesos artesanales. Por eso pueden los argumentos (vistos como tramas de hechos) ser puras ficciones, pero no los temas (que describen la lógica que rige la vida humana en todo tiempo y lugar). Los hechos que forman la trama argumental de La tragedia de Macbeth, de Shakespeare, tal vez no han ocurrido nunca. No importa, pues el propósito del autor fue mostrar al espectador la condición siniestra del proceso de vértigo, el vértigo –en este caso- de la ambición de poder que, al principio, prometió al noble inglés una conmovedora plenitud y, al final, lo sumió en la tragedia colectiva. Este es el tema profundo de la obra, que nos sitúa ante la posibilidad real de dejarnos seducir por la ambición de poder. A eso se debe que esta obra literaria nos siga conmoviendo en circunstancias tan distintas como las actuales. 176

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Rehacer las experiencias básicas de las obras y descubrir la lógica de los procesos que las articulan Los temas propios de las obras literarias se expresan y revelan en las experiencias nucleares de las mismas. Una lectura atenta nos permite descubrir las experiencias que deciden la marcha de cada obra, su dinamismo dramático. Empezamos a leer, por ejemplo, El túnel, de Ernesto Sábato, y advertimos que el protagonista, Castel, siente interés por María, pero no la ama; en realidad, lo que ansía es dominarla. Esta experiencia de dominio es una forma de vértigo y explica cuanto sigue a continuación. Basta tener en cuenta la lógica del vértigo para comprender por qué Castel siente tristeza, angustia y desesperación y acaba destruyendo a María y a sí mismo. La penetración en una experiencia básica nos pone en la pista para descubrir la lógica que rige el proceso que vertebra la obra: en este caso, se trata de un proceso de vértigo de dominio. Para descubrir y rehacer personalmente las experiencias fundamentales de una obra, debemos conocer con la mayor finura posible los acontecimientos básicos de la vida humana: amor y odio, fidelidad y traición, agradecimiento e indiferencia, risa y llanto, alegría y tristeza, desolación y entusiasmo, arrepentimiento y pertinacia, entusiasmo y abatimiento, encuentro y soledad, aburrimiento y euforia...15 15. Numerosos autores ofrecen espléndidos análisis de tales fenómenos y acontecimientos. Las obras de Bergson, Blondel, Newman, Guardini, Teilhard, Scheler, Marcel, Hildebrand, Laín Entralgo, Moeller, Guitton, Ebner, Buber, Urs von Balthasar, Plessner, Binswanger, Mouroux y tantos otros describen con singular penetración las experiencias que se hallan en la base de las obras literarias valiosas. Todo profesor que desee llevar a cabo una labor bien aquilatada de análisis literario debe consagrar tiempo a meditar obras de ese género que le permitan tematizar sus experiencias personales y poner de manifiesto su interna articulación.

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Al tropezar en la lectura con una experiencia que nos parece decisiva, no debemos pasar de largo, limitándonos a tomar nota de ella. Hemos de rehacerla personalmente, para comprender todas sus implicaciones y descubrir el sentido profundo de cuanto sucede en la obra. Conviene subrayar que en la interpretación artística y literaria se impone tener paciencia, dejar en suspenso el juicio cuando no se comprende del todo el sentido de un pormenor, porque el sentido brota en el juego. Hemos de “pensar en suspensión” (Karl Jaspers), poner en juego un pasaje con otros. De esta forma, todo se va clarificando y adquiriendo pleno sentido. Al comienzo de Yerma, de F. García Lorca, no sabemos qué significa en rigor el sueño de Yerma y quién es el pastor y el niño vestido de blanco que éste lleva de la mano. Al final del primer cuadro del primer acto, el enigma se revela al aparecer Víctor, el sencillo pastor de carácter abierto con el cual estima Yerma que hubiera podido tener una verdadera relación de encuentro y el fruto consiguiente que es el hijo. En la obra de A. Buero Vallejo En la ardiente oscuridad, los ciegos del internado viven alegres. El recién llegado, Ignacio, considera esta alegría como ilusa y falsa. He aquí la experiencia crucial en la que se debe profundizar. ¿Puede un ser humano despojado de un sentido tan importante como la vista sentir verdadera alegría en la vida sabiendo que existe la luz y hay mil realidades atractivas que contemplar? ¿Queda el ciego, por esta carencia, despojado de toda posibilidad creativa que otorgue cierta plenitud a su existencia? Ignacio y Carlos responden de manera opuesta a estas preguntas, y tal discordancia impulsa el movimiento dramático que culminará en tragedia. 178

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Como acabamos de ver, en La tragedia de Macbeth William Shakespeare nos cuenta un argumento sobrecogedor. No lo hace para divertirnos con una historia emotiva, sino para lograr algo mucho más valioso: que descubramos la dimensión del abismo al que caemos cuando nos dejamos arrastrar por la fascinación del poder. Este es el tema de la obra, y en él debemos prender la atención porque arroja torrentes de luz para comprender a fondo nuestra vida. Sin duda estamos convencidos de que jamás mataremos a un rey para heredar su trono, pero podemos adoptar, un día, una actitud de egoísmo que nos lleve a dejarnos fascinar por la ambición de poder o dominio en algún otro aspecto. ¿Somos capaces de prever las consecuencias de tal fascinación? Para ayudarnos a ello, el autor nos dice, con impresionante fuerza, lo siguiente: Miraos en este espejo. Una persona de alta condición social se deja seducir por un proyecto ambicioso y no duda en arrasar los derechos de los demás. Mata al rey y a sus hijos, los herederos, y obtiene el ansiado trono. Su triunfo parece total. Ello debería reportarle una inmensa alegría e incluso entusiasmo. Sucede, en cambio, lo contrario. Recordemos la desoladora tristeza que embarga a Macbeth cuando, tras el asesinato, le dice su mujer: “¡Lávate esas manos!”. Y él responde, sombrío: “¿Todo el agua del inmenso océano de Neptuno podría lavar estas manos? ¡No! Más bien estas manos colorearían el multitudinoso mar, volviendo rojo lo verde”16. Pronto verá Macbeth que tenía razón para sentirse desolado, pues la entrega a la fascinación 16. Cf. O. cit., acto II, escena 2. (Obras Completas, Aguilar, Madrid 1943, p. 1225).

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nos produce en principio euforia, exaltación interior, pero inmediatamente nos sume en la decepción, el vacío, la tristeza, la desesperación y la aniquiladora soledad que es fruto del odio. Para expresar esta soledad, Macbeth se ve al fin asfixiado por un cerco implacable y pierde la vida con todos sus allegados. Esta obra presenta una trama de acciones muy negativas en el aspecto moral, pero resulta aleccionadora por su valor “catártico” (Aristóteles) o purificador. Nos purifica el ánimo al mostrarnos las fases de un proceso de destrucción personal que cada uno de nosotros puede seguir en algún momento de su vida. De forma más suave nos transmite el mismo mensaje el genial cineasta C. Th. Dreyer en su obra Dies irae. Dos jóvenes han iniciado una relación de amor que en su situación social resulta imposible. Se acercan a un lago y saltan a una pequeña barca. El joven empuña los remos y pregunta a la joven: ¿A dónde vamos? Ella responde, abatida: “A donde nos lleve la corriente”. En ese lago no hay corrientes que puedan arrastrar una barca gobernada por un joven fornido. Obviamente, se alude al poder que tiene el vértigo de arrastrarnos hacia modos arriesgados de conducta. Captar la expresividad de las imágenes Estas experiencias básicas hallan expresión cumplida, ambigua pero intensa, en las imágenes literarias. Es decisivo para la interpretación literaria que el alumno afine su sensibilidad para percibir, a un tiempo, la doble vertiente de las 180

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imágenes –la sensible y la suprasensible, la objetiva y la ambital– y aprenda a descubrir en ciertos «personajes» vertientes de una misma realidad. Recordemos, por vía de ejemplo, algunas de las imágenes que descubrimos en diversas obras. En Siddhartha, de Hermann Hesse, el barquero Vasudeva significa la vertiente del hombre que va en busca de una experiencia de éxtasis que lo lleve a plenitud personal. Por eso, cuando Siddhartha, el hombre que busca la perfección, decide quedarse junto al río en actitud contemplativa, extática (con un tipo de éxtasis precario, pero sincero), Vasudeva se retira. Su función estaba cumplida y no tenía sentido permanecer en escena. Govinda acompaña a Siddhartha cuando éste va en busca de un maestro que le transmita una doctrina de salvación. Se separa de él cuando su amigo quiere seguir su propio camino para encontrar la perfección a través de la experiencia personal. Govinda y Vasudeva son personajesimagen, que deben ser comprendidos en su auténtico sentido funcional en el conjunto del dinamismo de la obra. Por lo que toca a La metamorfosis, de Franz Kafka, ¿qué significa la transformación de un hombre en vil insecto? En el aspecto espiritual ¿no había sufrido anteriormente el protagonista un proceso de envilecimiento del que era consciente? ¿Qué querrá decir el autor al mostrar a una persona que adquiere cuerpo de insecto y pierde toda capacidad de actuar como una persona, pero conserva la capacidad humana de pensar, sentir, querer, anhelar, sufrir...? El hecho de que la familia llegue a considerar abiertamente a Gregorio como un bicho e intente desentenderse de él implica también una metamorfosis o cambio de nivel, del nivel de la creatividad a un 181

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nivel de puro utilitarismo. Este giro en la actitud de la familia, sobre todo de la hermana, Grete, es lo que determina la muerte de Gregorio. Tal desaparición significa que éste se vio totalmente fuera de juego, es decir, asfixiado en el aspecto lúdico –o creativo–. Al recibir jaque mate el rey, éste queda privado de toda posibilidad creativa y la partida de ajedrez se termina. Justo, esta vinculación entre creatividad y vida personal es lo que nos quiere poner Kafka ante los ojos, pero lo hace, lógicamente, a través de imágenes, como sucede siempre en el arte y la literatura. Antes de analizar San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno, hemos de recordar que en la personalidad del autor pueden distinguirse dos vertientes bien diferenciadas: la agónica y la esperanzada. En sus ensayos filosóficos y religiosos, Unamuno pone en tensión desgarrada el entendimiento y la voluntad, la vida intelectual y la vida volitiva. En el Diario íntimo subraya con toda energía que, si uno practica el bien y crea formas elevadas de unidad con el prójimo, acaba creyendo. Tal alumbramiento de luz va unido con un sentimiento de gozo. Por el contrario, si uno polariza egoístamente todas las realidades del universo en torno al propio yo, se condena a no sentir en la vida más que abatimiento. Meditemos de nuevo el texto de Unamuno en el que vincula su egoísmo y su tristeza: “Es tal vez una forma aguda de egotismo. En vez de buscarme en Dios, busco a Dios en mí”. “Ya no volveré a gozar de alegría, lo preveo. Me queda la tristeza por lote mientras viva”17. La vertiente agónica da lugar en Unamuno a una condición 17. Diario íntimo, Alianza Editorial, Madrid, 1972, p. 123.

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dolorida y humillada, que toma cuerpo en la imagen de Blasillo el Bobo, que repite maquinalmente –es decir, sin creatividad– lo que ha oído. La vertiente del Unamuno esperanzado adquiere voz y figura en la imagen de Ángela, la “portadora de la buena nueva”, de la noticia de que Don Manuel, el párroco, murió creyendo no creer, pero en realidad creía, pues el que se sumerge en una comunión de fe participa de la fuente de luz que dicha comunidad hace brotar. Unamuno vivió pensando que no creía en sentido riguroso porque su idea de fe y de conocimiento era demasiado restringida, pero en las notas del Diario íntimo adivina un nexo profundo entre la fe, la actitud de sencillez y la actividad creadora de unidad. El bloqueo intelectual a que fue sometido Unamuno por los prejuicios de su época no le permitió dar razón de este enigmático vínculo, pero no fue obstáculo para que su talento literario lo haya plasmado en la figura compleja de Don Manuel. Con toda verdad pudo indicar Unamuno que en esta obra había querido expresar “lo más hondo y dolorido de su espíritu”. Por esta voluntad de ahondar en el secreto de la vida espiritual, toda la obra está rebosante de imágenes. Don Manuel, el párroco, pide a Ángela, la feligresa, que le dé la absolución. Ángela toma en serio la proposición y se siente “invadida de un extraño sacerdocio”. He aquí una imagen de la voluntad del párroco –que cree no creer en la vida perdurable– de ser acogido en la comunidad de fe de la parroquia, de la cual es portavoz Ángela. Si ésta, al observar que Don Manuel se inmerge en el ámbito espiritual del pueblo, manifiesta que oye sonar las campanas de la iglesia sumergida en 183

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el lago, ello no debe entenderse en el nivel 1 sino en el 2, es decir, como imagen de la comunidad de fe que supera el aquí y el ahora y abarca a las generaciones anteriores que transmitieron a las actuales sus creencias18. El caballo, en Las bodas de sangre de Federico García Lorca, debe ser visto como símbolo del vértigo, del proceso espiritual que empieza exaltándonos, para precipitarnos luego en la tristeza, la angustia, la desesperación y la destrucción. El “principito” –en el relato de Saint-Exupéry– aparece en el desierto al alba. Yerma, por el contrario, se escapa del hogar de noche. No se trata de meras indicaciones de tiempo objetivo o de presencia o ausencia de luz, sino de imágenes que expresan, respectivamente, el deseo de fundar ámbitos de amistad o de romperlos. Las imágenes, con su condición bifronte y su poder expresivo, ponen luminosamente ante los sentidos realidades y acontecimientos profundos que pasan, a menudo, inadvertidos a las gentes. Gregorio Samsa, metamorfoseado en insecto indefenso e inmóvil, es imagen del drama espiritual que este anodino corredor de comercio sufría desde antiguo en su interior. Kafka no plasma una mera ficción; quiere poner ante nuestros ojos, en todo su horror, un estado espiritual que se da con harta frecuencia y que pocos suelen advertir aunque sea tan real –en el plano del espíritu– como los objetos que perciben nuestros sentidos. Las obras literarias constituyen un tejido de ficciones en cuanto a su argumento. Los hechos narrados o vividos en la 18. San Manuel Bueno, mártir, Alianza Editorial, Madrid 1966, p. 18.

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obra no se han dado nunca ni se dan en la vida real de la forma que ahí presentan. Creonte y Antígona pueden no haber existido nunca. Por otra parte, los actores que los encarnan no son, en su vida extrateatral, ni gobernante ni hermana de un traidor, respectivamente. Sin embargo, el tema de la obra es plenamente real en todo tiempo. Por eso sigue interesándonos hoy la tragedia de Sófocles. El conflicto entre el ámbito de la ley y el de la piedad tiene en nuestros días plena vigencia aunque presente un ropaje argumental distinto, pues el modo actual de castigar a los traidores no consiste en negarles el derecho de sepultura. Percibir el poder expresivo del lenguaje Visto con rigor, el lenguaje es el vehículo viviente de los ámbitos de realidad que el hombre va creando en su vida. Por eso da cuerpo expresivo a los símbolos y a las imágenes. El lenguaje no es un fenómeno huidizo, como sucede en el plano objetivo, en el cual se reduce a una vibración pasajera del aire; tiene un poder colosal de crear ámbitos o destruirlos. Hay tantas formas de lenguaje cuantas hay de relación del hombre con los seres del entorno. Recordemos las palabras que, en La salvaje de Jean Anouilh, dice Teresa a su novio Florent antes de abandonarlo: “Irás a trabajar como de costumbre, y esta noche te darás cuenta de que ya no estoy, sin saber en qué momento me fui para que no podamos hablarnos todavía otra vez. Esto es lo que hace más daño: 185

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hablar”19. En el nivel 1, el de los objetos y el manejo de los mismos, esta indicación sobre el lenguaje carece de sentido. No así en el plano lúdico o creador (nivel 2). En éste, el lenguaje da cuerpo a ámbitos de realidad que, por ser fluidos, parecen carecer de densidad. Al adquirirla, merced a las palabras, se puede hacer muy duro perderlos. Pensemos en todo lo que implica la frase “me voy” cuando la pronuncia una persona con la que uno ha creado un ámbito de intimidad, lleno de muy sugestivas expectativas... Cuando, en La metamorfosis de Kafka, Grete, la hermana de Gregorio Samsa, deja de llamar a éste por su nombre para considerarlo como un mero insecto, corta el cordón umbilical que lo unía a la existencia, y provoca su desaparición20. En La malquerida, de Jacinto Benavente, Raimunda no llama a su marido «asesino» sino cuando ya ha roto los lazos de amor y concordia que lo unían a él. Antes daba rodeos para no pronunciar esa palabra, que encarna un ámbito de escisión y lo pone ante los ojos en toda su crudeza21. Estas cinco exigencias del análisis literario sólo podemos cumplirlas si leemos atentamente las obras hasta conseguir sintonizar personalmente con ellas y captar sus momentos decisivos. Es una labor paciente que exige tiempo y dedicación, pero este esfuerzo se ve colmado al fin por una sorpren19. La sauvage, La Table Ronde, París 1958, p. 111 (La salvaje, en Teatro. Piezas negras, Losada, Buenos Aires 1968, p. 124). Cf Cómo formarse en Ética a través de la Literatura, págs. 263-287. 20. Die Verwandlung, en Sämtliche Erzählungen, Fischer, Frankfurt 1970, 95100; La metamorfosis, Alianza Editorial, Madrid 1966, págs. 94-99. 21. Cómo formarse en Ética a través de la Literatura, 157-159.

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dente fecundidad, pues cada lectura de una obra literaria de calidad se convierte, así, en una espléndida lección de ética y de antropología, cuando no incluso de filosofía de la religión, como es el caso de San Manuel Bueno, mártir.

Temas para la reflexión 1. La vía óptima para la renovación espiritual En la película War (guerra), el protagonista se dirige hacia dos niños que han maltratado a su hijo. Ellos se repliegan pensando que va a darles su merecido castigo. Tanto mayor es su sorpresa cuando ven que se reduce a regalarles dos apetitosos dulces. Cuando su hijo le pregunta por qué les da los dulces que había comprado para su madre y su hermana, él contesta escuetamente: “Porque a ellos posiblemente nadie les da nada”. v ¿En qué nivel se movieron los cuatro personajes? v Si queremos que la reprensión y el castigo susciten una verdadera renovación en la persona descarriada, ¿cuál es la vía más eficaz para conseguirlo: Forzarle a pensar en las consecuencias de su conducta y encerrarle en el pozo de una vida sin horizontes, o hacerle entrever la grandeza que encierran otras formas posibles de conducirse? 2. El poder salvador de la amistad Bien leída, la literatura de calidad nos revela el sentido de las actitudes y los sentimientos básicos de la vida humana, por ejemplo la amistad, y su importancia decisiva en nuestra 187

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vida. En su Ética a Nicómaco (1155, a.), Aristóteles indica que “la amistad es lo más necesario para la vida”. Esta idea resalta de forma impresionante en una obra entrañable de Ernst Hemingway: El viejo y el mar22. Un pescador anciano no ha logrado en 80 días pescar nada y, abrumado por la conciencia de fracaso, se adentra en el mar, apresa un gran pez y desborda esperanza, pero, en oleadas sucesivas, poderosos tiburones devoran su tesoro a dentelladas. Lucha contra ellos denodadamente, mas no los maldice. Los admira por su bella forma, su energía, su decisión implacable, y se lo hace saber. Al final se siente fatigado, “cansado por dentro”, pero no se desespera; enfila su barca hacia el puerto y pide al viento que hinche la vela y lo lleve a casa rápidamente. A pesar de la inmensa soledad que implica la derrota, no pierde el ánimo porque espera ver al muchacho que solía acompañarle a pescar. “No es bueno estar solo en la vejez, pero es inevitable”, se dijo, apenado23. El viejo pescador hablaba con los peces, con los pajarillos que revoloteaban en torno a su barca, con el inmenso mar, incluso con los temidos depredadores, pero llega un momento en que ese diálogo no llena su corazón; necesita la comunicación humana, el calor de la presencia. “El muchacho sostiene mi vida, pensó”24. Cuando el pescador llegó a puerto y se encontró con Manolín, le dijo con su expresivo laconismo: “Te he echado de menos”25. El amor desinteresado con que el muchacho se es22. Cf. O. cit., G. Kraft limitada, Buenos Aires 1959. Versión original: The old man and the sea, Penguin Books, Harmondsworth (Inglaterra), 1966. 23. Cf. El viejo y el mar, p. 59; The old man and the sea, p. 40. 24. Cf. El viejo y el mar, p. 136; The old man and the sea, p. 95. 25. Cf. El viejo y el mar, p. 169; The old man and the sea, p. 112.

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meró en cuidarle llenó con creces el inmenso vacío interior del anciano, que se vio abandonado por la suerte y cayó en extremo desvalimiento. El vacío queda expresado dramáticamente en la imagen del esqueleto del gran pez, que ahora “no era más que basura a la espera de que se la lleve la marea”26. Tras la amarga decepción, adquiere relieve y valor especial la imagen que cierra la obra: el muchacho velando el sueño del anciano enfermo y abatido. 3. La orientación del poder hacia el verdadero ideal En El gran dictador, Charles Chaplin representa a dos personajes antagónicos: el dictador Adolf Hitler y un barbero judío del ghetto de Varsovia. Al final, en su papel de “dictador”, sorprende a un auditorio de militares con un breve y vibrante discurso que supone un alegato contra la mentalidad egoísta y dominante que inspira las dictaduras. “Lo siento, pero no quiero ser emperador; no es mi oficio. No pretendo gobernar ni conquistar a nadie. Me gustaría ayudar –si fuera posible– a judíos y gentiles, negros y blancos. Todos deseamos ayudarnos. Los humanos somos así. Queremos vivir para la felicidad de los otros y no para hacerlos desgraciados. ¿Por qué nos tendríamos que odiar y menospreciar? En este mundo hay lugar para todos. La Tierra, que es generosa y rica, puede abastecer todas nuestras necesidades. 26. Cf. El viejo y el mar, p. 163; The old man and the sea, p. 114.

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El camino de la vida puede ser el de la libertad y el de la belleza, pero, a pesar de todo, nos hemos perdido. La codicia envenena el alma de los hombres..., levanta murallas de odio en el mundo..., nos está haciendo avanzar hacia la miseria y la muerte. Hemos creado la época de la velocidad y nos sentimos enclaustrados. La máquina que produce abundancia nos ha dejado en la penuria. Los conocimientos nos han vuelto escépticos; nuestra inteligencia nos ha hecho obstinados y crueles. Pensamos demasiado y sentimos poco. No necesitamos máquinas sino humanidad. No necesitamos inteligencia sino amor y ternura. Sin estas virtudes todo es violencia y todo se pierde. La aviación y la radio nos han acercado más. La naturaleza de estos descubrimientos es un claro llamamiento a la bondad del hombre... a la fraternidad universal... a la unión de todos nosotros. En estos momentos, mi voz llega a millones de personas de todo el mundo... millones de desesperados, hombres, mujeres, niños... víctimas de un sistema que tortura a los humanos y encarcela a inocentes. A quienes me puedan escuchar les digo: ‘No desesperéis’. La desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que la codicia agonizante... de la amargura de hombres que temen el progreso. Los hombres que odian desaparecerán, los dictadores caerán y el poder que arrebataron al pueblo será devuelto a éste. Hannah, ¿me escuchas? ¡Donde estés, levanta los ojos! ¿Lo ves, Hannah? ¡El sol rompe las nubes que se esparcen! ¡Salgamos de la oscuridad y vayamos a la luz! 190

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¡Entremos en un mundo nuevo, un mundo mejor en que los hombres estarán por encima de la codicia, del odio y de la brutalidad! ¡Mira hacia arriba, Hannah! El alma de los hombres ha conseguido alas y ya empieza a volar. Vuela hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza. ¡Mira el cielo, Hannah! ¡Mira el cielo!”. a) Exponga, aplicando la teoría de los niveles, los valores y los antivalores a que alude Chaplin en los párrafos transcritos. b) Señale el valor clave –el “ideal”– que inspira la actitud renovadora del protagonista.

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5 La conversión de los profesores en formadores

Es un desperdicio injustificado consagrar miles de horas e ingentes recursos a transmitir a niños y jóvenes los contenidos de las disciplinas académicas y no sacar a ese esfuerzo el fruto debido respecto a su formación integral como personas. Necesitamos un método eficaz para conseguir que la actividad informativa desempeñe también una función netamente formativa. La idea clave que me permitió elaborar este método fue la de relación, latente en el concepto de encuentro. Toda área de conocimiento que contribuya, en alguna forma y desde su peculiar perspectiva, a resaltar la importancia de estos dos conceptos afines contribuye al propósito formativo del centro escolar. En la actualidad se considera urgente descubrir cómo orientar la vida cultural y, concretamente, la actividad académica de modo que niños y jóvenes graben a fuego en su ánimo que nada es más importante en sus vidas que crear formas de unidad valiosas, relevantes; formas, por tanto, de encuentro. 193

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Ésta es la vía regia para lograr la formación integral que han perseguido últimamente, sin gran éxito, diversas leyes de educación. Estas leyes consideran ineludible que cada profesor contribuya desde su actividad específica a la formación humana de los alumnos y, para ello, disponen que en las clases analicen, desde una u otra vertiente, unos cuantos valores que juzgan primordiales. Los profesores deberán discernir qué temas de sus programas son los más adecuados para aludir a cuestiones como la educación moral y cívica, la formación vial, el amor, la salud, la tolerancia... Se han publicado últimamente numerosos libros y artículos acerca de los valores humanos y su introducción en las diversas áreas. El resultado de tan benemérito esfuerzo ha sido más bien pobre, debido a un error de planteamiento. A mi entender, cada área de conocimiento y, por tanto, cada asignatura académica debe contribuir a la formación integral de los alumnos, pero no ha de hacerlo mediante el análisis directo de ciertos valores seleccionados por la administración, sino a través del estudio profundo de las cuestiones del propio programa que permiten comprender a fondo cómo se desarrolla la persona humana y alcanza su plenitud. Los resultados de la investigación actual nos llevan a la convicción de que el proceso de desarrollo de la persona humana depende del encuentro, y éste es un modo eminente de relación. La formación de niños y jóvenes se inicia de verdad cuando se abre su ánimo a la admiración que producen los conceptos de relación y de encuentro. Si cada una de las asignaturas escolares contribuye por sí misma a suscitar tal asombro, presta un servicio decisivo a la tarea educativa. 194

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Aquí radica la clave para resolver el problema de cómo convertir a los profesores en auténticos formadores sin hacerles salir de sus áreas de conocimiento. Apliquemos esta clave y veamos de qué forma tan radical y eficaz pueden colaborar cinco áreas de conocimiento con la asignatura de Ética a poner las bases de una sólida formación humana.

La colaboración de cinco asignaturas con la clase de Ética 1. Un profesor de Matemáticas no ha de contentarse con enseñar a los alumnos a operar con las estructuras matemáticas: resolver una ecuación, interpretar una fórmula... Al mismo tiempo, debe hacerles ver la fecundidad y la belleza que tienen tales estructuras, que son tramas de interrelaciones. v Una fórmula, por ejemplo, es bella y poderosa porque con suma economía de medios logra una gran expresividad, un gran poder para explicar fenómenos importantes del mundo observable. Johannes Kepler sintió una emoción desbordante al observar que con una pequeña fórmula podía prever el movimiento de los astros. Max Planck, el fundador de la Mecánica Cuántica, afirma que Kepler se mantuvo fiel a su investigación científica, a pesar de mil avatares, merced a su “fe profunda en la existencia de un plan definido detrás de la creación entera”1. 1. Cf. Heisenberg, Einstein y otros: Cuestiones cuánticas, Kairós, Barcelona 1987, p. 212.

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v Al recibir el Premio Nobel, el científico chino Chen Ning Yang hizo la siguiente declaración: “Permítanme Vds. subrayar que la sencillez conceptual y la verdadera belleza de las simetrías que resultan de experimentos tan complicados representa para los físicos un gran aliento. Aprendemos a esperar que la naturaleza tenga un orden”2. v En la misma línea, Albert Einstein escribe: “Es aquí –en este esfuerzo por unificar racionalmente la multiplicidad de elementos– donde la ciencia alcanza sus más grandes éxitos... Pero cualquiera que haya experimentado la intensa satisfacción que produce todo avance logrado en este campo siente una profunda reverencia por la racionalidad que se pone de manifiesto en todo lo que existe”. “Aunque es cierto que los resultados científicos son enteramente independientes de cualquier tipo de consideraciones morales o religiosas, también es cierto que justamente aquellos hombres a quienes la ciencia debe sus logros más significativos fueron individuos impregnados de la convicción auténticamente religiosa de que este universo es algo perfecto y susceptible de ser conocido por medio del esfuerzo humano de comprensión racional”3. v Suele decirse que las Matemáticas son “frías y áridas”. Esta impresión es fruto de una consideración superficial. Basta considerar, por ejemplo, que una 2. Cf. Physikalische Blätter, 14 (1958) 344. 3. Cf. Heisenberg, Einstein y otros: Cuestiones cuánticas, p. 170.

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disciplina aparentemente tan poco emotiva como la Geometría inspiró a Juan de Herrera el opúsculo Elogio de la figura cúbica4, que constituye la base estética de la contextura del Real Monasterio de El Escorial. Al captar, guiados por el genial arquitecto, la belleza del cubo, generada por el tejido de relaciones a que da lugar esta figura geométrica, descubrimos un mundo cultural y religioso desbordante de emoción tras la apariencia adusta de ese “desnudo arquitectónico” que es “El Escorial”, según Miguel de Unamuno. v Una forma de emoción todavía más honda la experimentamos al percatarnos de la relación enigmática que existe entre las estructuras matemáticas que configura la mente humana y las estructuras que constituyen el tejido interno de la realidad. Si pensamos una vez y otra en esta sorprendente interrelación, nos parece tocar fondo en el enigma de la realidad. v Orientado así el curso de Ciencias Matemáticas, el alumno termina al final asombrado ante la importancia insospechada del concepto de “relación”. 2. En la clase de Ciencias físicas, el profesor ha de mostrar que la materia, como explica el físico atómico canadiense Henri Prat, “no es más que energía ‘dotada de forma’, informada; es energía que adquirió una 4. Un amplio comentario al mismo se halla en mi obra Hacia un estilo integral de pensar, I. Estética, Editora Nacional, Madrid 1967, págs. 299-312.

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estructura”5. En su último estrato, la realidad cósmica no está compuesta por trozos infinitamente pequeños de materia, sino por “energías estructuradas”, interrelacionadas. Como sabemos, una estructura es una trama de interrelaciones. Ello permitió decir al famoso físico inglés A. S. Eddington: “Dadme un mundo –un mundo con relaciones– y crearé materia y movimiento”6. Los conceptos de relación y de estructura adquieren de día en día un rango mayor en el pensamiento científico. Al final del curso, el alumno se pregunta, admirado, qué tipo de energía deben de albergar las relaciones para ser capaces de dar lugar a la maravilla del universo. Esta admiración le lleva a pensar seriamente que la relación no afecta de forma accidental a cada uno de los seres; decide la existencia de los mismos. 3. El profesor de Ciencias de la Naturaleza muestra a los alumnos una roca sedimentada y les pide que la “lean” y descifren su “sentido”. Con ello, les insta a que ejerciten las tres dimensiones básicas de una inteligencia madura: largo alcance (ver más allá de las apariencias), comprehensión (poner en relación diversas realidades al mismo tiempo), profundidad (buscar el sentido de los fenómenos). Para explicar cómo se llegó al estado actual de dicha roca, el alumno debe imagi5. Cf. L’espace multidimensionnel, Les Presses de l’Université de Montreal, Montreal 1971, p. 15. 6. Cf. Space, time and gravitation, Cambridge 1920, p. 202.

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narse que diversas realidades y acontecimientos de la naturaleza (agua, viento, erosión de las rocas, fuego interior de la tierra...) entran en relación durante millones de años. Al explicar la polinización de las plantas, el “ciclo del agua”, los microclimas de los bosques y otros temas afines, el profesor incrementa incesantemente la admiración del alumno ante el concepto de relación. 4. El profesor de Historia del Arte destaca que, para los antiguos griegos, el orden genera armonía, y ésta da lugar a las diferentes categorías estéticas: simetría, repetición, unidad en la variedad, integridad de partes... La armonía, vista de esta forma, es fuente de belleza y de bondad en todos los órdenes de la vida: el artístico –y, más en general, el estético–, el ético, el urbanístico... Subes a la Acrópolis y admiras la belleza majestuosa del Partenón. Cuál no será tu asombro cuando sepas que esa cualidad admirable se debe a la armonía del conjunto, cualidad que es debida a dos tipos de relación: la “proporción” y la “medida”. La medida a la que debe ajustarse el edificio es la figura humana. Por importante que sea el templo, ha de ser “mesurado”, “comedido”: ni demasiado grande ni demasiado pequeño respecto a la figura del hombre que lo contempla. Además, las dimensiones de cada parte del edificio han de ser determinadas de manera “proporcionada” a las de las demás. Por ejemplo, las columnas, por ser dóricas, deben medir de alto 16 199

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veces el radio de la base, que es tomado como módulo. La anchura del triglifo y de la metopa ha de hallarse en una proporción de 1 a 1,6. Hasta los pormenores más diminutos deben guardar una determinada proporción entre sí. Algo semejante cabe decir de las obras esculturales, por ejemplo la Venus de Milo y el Apolo del Belvedere. Sus dimensiones guardan relación con las de la figura humana, son medidas o mesuradas por ésta. Pero también las dimensiones de cada una de sus partes tienen una medida interior porque están proporcionadas entre sí conforme a un canon generador de belleza: la “sección áurea” o “número de oro”. Los artistas griegos advirtieron que, si se divide una superficie en dos partes, de la cual una ocupa el 0,382 del conjunto y la otra el 0,618 –o bien, el 0,528 y el 0,472–, el efecto resultante es de gran equilibrio y belleza. Las proporciones de la Venus fueron calculadas de esta forma. Se dividió su figura en dos partes: desde la coronilla de la cabeza hasta el ombligo, y desde aquí hasta la planta del pie. Esta segunda parte abarca el 0,618 de la longitud total. La otra se reduce al 0,382. Cada una de estas dimensiones es subdividida en otras dos: desde la coronilla de la cabeza hasta el arranque del cuello, y de aquí al ombligo. La primera parte abarca el 0,472, y la segunda el 0,528. Cada una vuelve luego a dividirse, de forma que hasta la parte más pequeña del cuerpo queda sometida a proporción mutua. 200

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Esta relación proporcional no se ve pero se siente. Es una realidad de tipo distinto a la de los materiales de los que está compuesta la obra, pero no es menos real. Es tan real que merced a ella esos productos del ingenio humano se convierten en campos expresivos llenos de armonía. Tales campos son ámbitos, no meros objetos. Estas obras pesan, ocupan un lugar, tienen límites precisos, ofrecen resistencia, pueden ser tocadas, desplazadas, vendidas... Pero superan con mucho el nivel de los meros objetos. Son puntos de irradiación de belleza, de armonía, de expresividad y simbolismo... Al final del curso, el alumno se ve sumergido gozosamente en el sugestivo mundo del arte y sobrecogido por el poder que tiene la relación de “engendrar obras en la belleza” –como decía Platón– y convertir la vida humana en algo digno de ser amado. 201

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5. Lo dicho acerca de la importancia de la relación halla en la música una confirmación inmediata, vivaz e impresionante. La música comienza con la relación y crea sus espléndidos edificios sonoros a base de interrelaciones. Doy sobre la mesa cuatro golpes inconexos. Aquí no hay música todavía. Vinculo esos sonidos entre sí, y surge la música merced a su elemento primordial, que es el ritmo. El ritmo nace al interrelacionar diversos sonidos. Esta interrelación rítmica da origen a la melodía. Diversas melodías superpuestas permitieron descubrir el sugestivo fenómeno de la armonía. Todo en la música es relación. Al oír el primer tema de una obra, vibramos con la obra entera. Al entra en contacto con los materiales sonoros, presentimos los otros seis niveles de la composición: los sonidos intervinculados, la estructura que los ensambla, la emotividad que suscitan, los ámbitos que expresan, el mundo cultural que inspiró su estilo, la situación vital para la que fue compuesta la obra. La música nos insta a no quedarnos en los valores inmediatos sino a trascenderlos hacia las realidades a las que remiten. Aprendemos, así, a dar a nuestra inteligencia las tres condiciones de la madurez: largo alcance, comprehensión y profundidad. Todavía gana mayor madurez nuestra forma de pensar cuando observamos que en la interpretación musical superamos la escisión entre la independencia y la solidaridad y aprendemos a relacionar fecundamente ambas actitudes. En una obra polifónica, cada voz –tenor, bajo, soprano, contralto– goza de total independencia respecto a las otras. Nadie puede inmiscuir202

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se en ella. Pero, cuando empieza a cantar, presta suma atención a las otras, atempera su volumen y su ritmo al de ellas, aviva la sensibilidad para crear un tejido sonoro armónico y equilibrado. El que adopta una actitud creativa, no intenta dominar a nadie e imponerse. Al contrario, se cuida de promocionar a los demás y resaltar sus cualidades, pues la riqueza del encuentro es proporcional a la calidad personal de quienes se unen. Por su carácter eminentemente creativo, se supera en la música la escisión entre la libertad y las normas. El buen intérprete obedece a la partitura, que es su cauce expresivo, el principio de su actuación artística, su impulso creador. Sabe que sin la obra no sería nada, estaría condenado a la inexpresividad. Mas he aquí que, al entregarse a la tarea de re-crear la obra, advierte que gana una libertad interior gozosísima, se ve dotado de la capacidad de crear toda una trama sonora, llena de belleza y expresividad. Al ajustarse a la obra, limita su capacidad de maniobra, pero adquiere su auténtica libertad expresiva al crear un campo de juego o encuentro. En éste se supera la relación de alejamiento entre el aquí y el allí, el interior y el exterior, y se gana una relación peculiar de intimidad, que no fusiona a quienes se unen, antes incrementa su propia identidad. Por el mero hecho de practicar la música, cultivamos la vida del espíritu –con lo cual se promueve la auténtica cultura–, sencillamente porque sentimos vivamente la capacidad que tienen las relaciones de crear formas perfectas y engendrar la más alta belleza. 203

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Acabamos de ver que las diferentes áreas destacan, de una forma u otra, la importancia y la valía de la relación. Ello impresiona al alumno. Pero conviene que éste saque el máximo provecho de tal asombro para su formación como persona. Eso sucederá si en el centro escolar se imparte una asignatura –titulada, por ejemplo, Ética o bien Formación humana– que explique en pormenor el papel de la relación en el proceso de desarrollo humano. Cuando un alumno, tras descubrir lo que significa la relación en el universo, oiga decir al profesor de Ética que los seres humanos somos “seres de encuentro” y, consiguientemente, el “ideal de nuestra vida” es fundar modos valiosos de unidad, es decir, de encuentro, dirá para sí: “¡Pues claro! ¡Cómo iba a ser de otro modo si todo el universo está fundado en la relación y nuestras obras culturales más excelsas son tramas de relaciones?”. Al oír que, para crecer como personas, debemos vincular libertad y normas, libertad y estructuras, independencia y solidaridad..., el alumno no se dejará llevar por la tendencia actual a considerar las estructuras y las normas como una camisa de fuerza impuesta a la espontaneidad de la conducta humana. Sabrá entender esos esquemas como contrastes, no como dilemas, pues aprendió en diversas clases que la estructura, bien entendida, es principio de vida, y la norma –si es juiciosa y fecunda– ofrece un cauce a la libertad humana para desplegarse airosamente. Ahora vemos con claridad que los distintos profesores, sin hablar directamente de ética o de axiología, han preparado al alumno para penetrar a fondo en el núcleo de la doctrina ética. Merced al método indicado, las enseñanzas de las profesores se conectan en el espíritu del alumno mediante el hilo 204

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conductor de la categoría de relación. Además de transmitir unas enseñanzas, los profesores irradian un espíritu peculiar, un modo positivo de ver la realidad, una perspectiva lúcida desde la cual puede el alumno penetrar en el reducto último de la existencia, que es la relación. Esa perspectiva es la propia del pensamiento relacional. A partir de ella es posible levantar todo el edificio de la formación humana7. Ahora vemos lúcidamente que la cultura contemporánea, bien analizada y vivida, puede contribuir eficazmente a orientar nuestra existencia y darle pleno sentido. Buen ejemplo de ello es el poder formativo extraordinario que albergan las distintas áreas de conocimiento, si las vemos desde la perspectiva indicada anteriormente.

Temas para la reflexión 1. La función decisiva de la categoría de relación en la ciencia Leamos atentamente el siguiente texto del gran físico alemán Werner Heisenberg, advirtiendo cómo destaca la relación entre las estructuras matemáticas, el orden del universo y el enigma de la belleza: “... Kepler logró descubrir nuevas formas matemáticas con los resultados de sus observaciones minuciosas de las órbitas de los planetas y logró formular las tres famosas 'leyes de Kepler' . Hasta qué punto se 7. Estas ideas sobre la conversión de los profesores en formadores se hallan explanadas en mi obra Enseñanza Escolar y Formación humana, vol. III de la Biblioteca del Educador, seis vols., Puerto de Palos, Buenos Aires, 2005.

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sentía heredero de Pitágoras al hacer estos descubrimientos y hasta qué punto lo arrastraba la belleza de las interrelaciones expresadas en sus fórmulas lo vemos cuando compara las revoluciones de los planetas alrededor del sol con las oscilaciones de una cuerda: cuando habla del armonioso acorde de las diferentes órbitas planetarias, de la armonía de las esferas (...). Kepler se sentía profundamente impresionado tras haber encontrado una conexión central en la que no habían pensado los hombres y que a él le había sido deparado descubrir, una interrelación de suprema belleza. Al cabo de algunos decenios, Isaac Newton hizo en Inglaterra una detallada exposición de esta interdependencia, que fue descrita por él minuciosamente en su gran obra 'Philosophiae naturalis principia mathematica'. Quedaba trazado el camino de las ciencias exactas para casi dos siglos”8. 2. Papel predominante que desempeñan los conceptos de relación y estructura en las ciencias físicas Adviértase en el texto siguiente del físico y filósofo alemán Wolfgang Strobl la importancia decisiva de la relación en la constitución del universo: “Los conceptos de relación (...) y de estructura (...) vienen a figurar, cada vez más, en el primer lugar y rango de las categorías científicas. Se impone la pri8. Cf. Más allá de la física, BAC, Madrid 1971, p. 240.

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macía de la totalidad e integración mutua sobre sus constituyentes”. “... Todas las 'cualidades' que adscribe la física a las partículas elementales (...) son conceptos relativos, o mejor: relacionales”9. 3. Nexo entre relación, armonía musical, paz y belleza La música es toda ella relación. De ahí su inmenso poder formativo, que Daniel Barenboim y Karl Popper destacan con palabras sencillas pero profundas: “La concordia se expresa musicalmente como armonía. La orquesta exige que los músicos se escuchen, que ninguno intente tocar más alto que el otro, que se respeten y se conozcan. Es un canto al respeto, al esfuerzo de conocer y comprender al otro, algo clave para poder solucionar un conflicto que no tiene solución militar”10. “La música polifónica es un logro singular, original y realmente maravilloso, de nuestra civilización occidental –escribe Popper–. La música polifónica, en la cual se integran melodías de diversa configuración y diferentes normas de armonía, llegará a ser vista como un espléndido modelo de una paz mundial creativa”11. 9. Cf. Introducción a la filosofía de las ciencias, Revista Estudios, Madrid 1951, págs., 67-68, 80. 10. Cf. Entrevista realizada a Barenboin en el periódico ABC el 20-10-2002. 11. Citado por Erwin Schadel en su excelente artículo “Poliphonie als Modell für interkulturelle Verständigung”, en Die Menschenrechte im interkulturellen Dialog, Peter Lang, Frankfurt 1998, págs. 194, 36.

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6 El desarrollo de la persona y la eficacia profesional

Un joven empresario italiano me confesó en cierta ocasión: “Mi actividad empresarial es una cadena de éxitos. Me veo lleno de gloria, pero a mi vida no le encuentro sentido”. Mi contestación fue ésta: Tener sentido significa estar bien orientado. La orientación justa a nuestra actividad nos la da el verdadero ideal de la vida. ¿Cuál es el ideal auténtico de nuestra vida? Como sabemos, esta cuestión la aclara la Ética. Por esta profunda razón se analiza actualmente en diversos países la relación entre la Ética y la Empresa. Tal investigación se inspira en un hecho prometedor: diversas empresas potentes han constatado por experiencia que el éxito empresarial va unido a la excelencia ética. Pero ¿qué se entiende rigurosamente por Ética? A clarificar esto debidamente puede colaborar con eficacia la Escuela de Pensamiento y Creatividad, proyecto formativo que inspira este libro1. 1. Amplia información sobre este proyecto puede verse en la WEB www.escue-

ladepensamientoycreatividad.org

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La Ética no se reduce a ofrecer un rimero de normas. Nos ayuda a descubrir qué condiciones debemos cumplir para desarrollarnos plenamente como personas, es decir, qué actitudes hemos de adoptar para configurar debidamente la segunda naturaleza (en griego, êthos) que vamos adquiriendo a través de los actos que realizamos y los hábitos que adquirimos. La Ética nos enseña que ciertas actitudes construyen nuestra personalidad como seres individuales y comunitarios; otras, en cambio, la debilitan o, incluso, la destruyen. Las primeras nos elevan a niveles de realidad y de conducta muy elevados; las segundas nos despeñan hacia niveles de un progresivo envilecimiento. La tarea de la Ética consiste en darnos lucidez para discernir qué experiencias son constructivas y cuáles negativas y nos otorga fuerza para optar por las primeras, aunque sean exigentes. Esta fuerza y esa lucidez las adquirimos cuando descubrimos la excelencia del encuentro y del ideal. Tal descubrimiento lo realizamos cuando vivimos, una a una y de forma creativa, las 12 fases de nuestro crecimiento como personas. Si lo hacemos, respondemos positivamente a las apelaciones de nuestro propio ser y ganamos autenticidad. Al ser fieles a nuestro ser más profundo, realizamos diversas transfiguraciones, que nos elevan a un nivel de excelencia. Entonces descubrimos que la tarea de la Etica no es prohibir sino transfigurar, es decir, elevar. Formarse en Ética no implica sólo aprender ciertos contenidos; exige una transformación hacia modos superiores de ser2. Esta transforma2. “La doctrina moral se ha vuelto excesivamente doctrina de lo prohibido –escribe Romano Guardini–. Estas consideraciones quieren hacer justicia a la

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ción se da en un proceso entusiasmante, que hemos analizado en el Capítulo 1. Vista de esta forma, la excelencia ética se muestra sumamente eficaz para el desarrollo de las diversas actividades profesionales, por ejemplo la empresarial.

Fecundidad de la excelencia ética para la actividad empresarial Entre las actividades profesionales, destaquemos la actividad empresarial, bien sabido que cuanto digamos sobre ella puede aplicarse, en buena medida, a las demás. Si ha de cumplir sus dos fines básicos –crear riqueza y promover la personalidad de sus colaboradores–, la actividad empresarial debe moverse, a la vez, en los niveles 1 y 2, bien fundamentado éste en el nivel 3. En el nivel 2 –el del encuentro, la creatividad, la actitud de respeto, estima y colaboración– todo es relacional, abierto, interactivo, colaborador, generoso, es decir, generador de vida. He aquí la clave decisiva para orientar la empresa de modo ajustado a las personas y a los grupos humanos.

elevación viva, a la grandeza y la belleza del bien. Con demasiada frecuencia se ve la norma ética como algo que se impone desde fuera a un hombre en rebelión; aquí el bien ha de entenderse como aquello cuya realización es lo que de veras hace al hombre ser hombre. (...) Este libro lograría su intención si el lector percibiera que el conocimiento del bien es motivo de alegría”. Cf. Una ética para nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 31974, p. 12. Versión original: Tugenden. Meditationen über Gestalten sittlichen Lebens, Schöning, Paderborn 41992.

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Observemos que ya tenemos dos claves para orientar bien la vida de la empresa: 1ª) fomentar el pensamiento relacional –propio de quienes optan por el ideal del encuentro o la unidad–; 2ª) integrar –vincular operativamente– los niveles 1, 2 y 3 de realidad y de conducta. Al poner en juego estas dos claves, perfeccionamos notablemente nuestra vida personal y nuestra actividad empresarial. Hitos decisivos de este proceso de perfeccionamiento son, entre otros, los siguientes: 1. La maduración de la inteligencia. El pensamiento relacional –propio del nivel 2– lleva a madurez nuestra inteligencia. La inteligencia madura se caracteriza por tres condiciones: a) Capacidad de ver a lo lejos, más allá de lo inmediato, de lo que tenemos ante los ojos. Con ello supera la miopía intelectual. b) Poder de captar, al mismo tiempo, diversos aspectos de la realidad contemplada. Así evita la unilateralidad o parcialidad en el pensar. c) Inclinación a descubrir el sentido de cuanto piensa. De esta forma se libera de la superficialidad del pensamiento. La superficialidad en el pensar, cuando supera ciertos límites, causa devastaciones en la vida de las personas y las sociedades. 2. La conversión de las oposiciones en contrastes. Este paso hacia la madurez personal se halla en la línea de las transfiguraciones que hemos descubierto en diversos contextos. 212

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La inteligencia madura nos dota de gran flexibilidad de pensamiento y nos permite advertir que en el nivel 2 muchas oposiciones se convierten en contrastes fecundos: la libertad (que en el nivel 2 es la libertad creativa) se vincula con las normas, es nutrida por ellas; la autonomía se articula con la solidaridad; la autoridad del jefe se aúna con la iniciativa de los colaboradores; dar órdenes se coordina con la voluntad de escuchar el parecer de los subordinados; la cordialidad se une a la firmeza; la competitividad se armoniza con la solidaridad; promover al máximo el beneficio de la empresa va de la par con la promoción del bienestar de los trabajadores... En el nivel 1 todo esto parece una trama de paradojas inconciliables. En el nivel 2 se trata de relaciones contrastadas pero complementarias. Al leer el libro en que Roberto Servitje, cofundador de la empresa internacional Bimbo, explica las razones del éxito sorprendente de esta magna organización, tememos naufragar en un mar de paradojas, pero, al advertir que tal empresa se mueve en el nivel 2, descubrimos con grata sorpresa que no se trata de paradojas sino de algo perfectamente lógico y viable3. Una de esas aparentes paradojas es la exigencia simultánea de un mando único en la empresa y de la participación de los trabajadores en ella. Tal participación presenta diversos grados. A medida que el trabajador recibe alguna información sobre la estructura de la empresa y conoce el papel que juega con su actividad en el conjunto, empieza a sentir que participa en la tarea común. 3. Cf. Estrategia de éxito empresarial, Pearson Educación, México 2003. En adelante, citaré directamente en el texto.

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3. La participación en la empresa y la conversión del trabajo en juego creador, lleno de sentido. Participar en una realidad –un músico en la interpretación de una obra, un deportista en un partido, un trabajador en la vida de la empresa...– significa recibir una serie de posibilidades y crear con ellas, lúcida y libremente, algo valioso, algo que conduce a la meta perseguida en cada caso. Esa participación, cuando tiene carácter creativo, transfigura el trabajo y lo convierte en una forma singular de “juego creador”. Vemos, de nuevo, que la vida ética es una sucesión constante de transfiguraciones. Convertir el trabajo en juego es un logro decisivo en la humanización de la vida empresarial. Existe juego –en sentido, no de mera diversión, sino de actividad creativa– cuando asumimos activamente las posibilidades que nos ofrece una realidad y colaboramos a lograr la meta que ella se propone. Esto sucede, por ejemplo, cuando participamos en la interpretación de una obra musical, coreográfica o teatral. Interpretar significa asumir activamente las posibilidades expresivas que nos ofrece una obra y darle nueva vida. Algo semejante debe suceder en la empresa. Para que el trabajo tenga este carácter valioso de juego, el trabajador ha de verse inserto en la empresa de forma activa e invitado a dar, en ella, lo mejor de sí mismo. Se advierte con frecuencia que, cuando las personas tienen la posibilidad de dar lo mejor de sí mismas, acaban dándolo. En cambio, un operario suele volverse indiferente cuando no tiene posibilidad de participar. De aquí se desprende que, además de facilitar un salario justo, debe la empresa –por su propio bien– ofrecer a sus colaboradores la posibilidad de obtener en el 214

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trabajo satisfacción, prestigio, seguridad y autoconfianza. “Para crear interés en los trabajadores –escribe Akio Morita, presidente de Sony– éstos deben ser incorporados a la familia y tratados como miembros respetados de ella”. Y Carlos Llano, especialista en Ética de la Empresa, advierte: “Se atisba ya un trabajo cuya finalidad sea la afirmación de uno mismo y el cumplimiento de una misión en el mundo”. Los seres humanos no nos vemos afirmados en nosotros mismos –seguros de nuestra valía personal y dotados de la necesaria autoestima– cuando carecemos de las posibilidades necesarias para realizar nuestras potencias. Nacemos dotados de ciertas potencias: inteligencia, voluntad, sentimiento, capacidad creativa... Pero, si no tenemos ocasión de aplicar estas potencias a ciertas posibilidades, apenas podemos ser creativos, y nos vemos abocados a la frustración. La empresa ha de analizar bien dichas potencias y ofrecer las posibilidades adecuadas para desarrollarlas. Esta práctica implica una ética del éxito económico y, a la vez, una ética del desarrollo integral del ser humano. Este fue el caso del Grupo Bimbo, empresa panificadora internacional que no se redujo a conceder a los colaboradores ciertos beneficios para tenerlos satisfechos; se propuso elevarlos de nivel en todos los aspectos. Para ello fue concediéndoles una creciente participación en la vida de la empresa. Esta mejora debe hacerse por sus pasos, cuidando de que cada concesión disponga el clima de la empresa de modo que resulte viable abordar la siguiente fase de la participación. 215

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Los fundadores del Grupo Bimbo –los hermanos Roberto y Lorenzo Servitje– adoptaron, por principio, una actitud de generosidad, que inspira un clima de confianza básica y se plasma en el lema: “Servir bien”. En esto consistió su “filosofía”, como indica Roberto Servitje en el libro citado. El primer servicio que podían prestar a sus colaboradores era mantenerlos bien informados de la marcha de la empresa, a fin de que supieran cuál era su papel en el conjunto. De este modo, los trabajadores descubrían que su trabajo tenía un sentido dentro de la empresa. Sorprendidos por este trato considerado –inspirado en una confianza básica del empresario en el trabajador–, los trabajadores de la filial instalada en Guatemala hicieron este público reconocimiento: “Nunca nos habían hablado así; nunca nos habían tomado en cuenta así; nunca nos habían respetado así”. Estos trabajadores se emocionaron al ver que se les facilitaba una buena información. Pero informar bien significa expresarse de modo veraz y transparente, y esto sólo es posible cuando se actúa a diario con máxima corrección y limpieza. Al advertir los trabajadores esta conexión entre transparencia en la información y honradez en la conducta, cobraron confianza en la dirección. Ya sabemos que la veracidad y la confianza son virtudes que se potencian mutuamente. El trabajador que confía en el dirigente lo ve como fiable, y esto lo lleva a confiarse a él y escuchar con espíritu acogedor lo que le indique, aunque suponga un sacrificio, como sucede en casos de reciclaje. Esta doble fiabilidad permitió a la empresa incrementar la participación de los trabajadores y confiarles puestos ge216

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renciales. Así, para gestionar el funcionamiento de la flota de 25.000 camiones que posee la empresa Bimbo, con los consiguientes accidentes y la problemática que éstos plantean, se creó una Comisión de seguridad formada por los mismos trabajadores. En su mayoría, éstos respondieron a tal muestra de confianza por parte de los directivos con una mayor implicación, una actitud más positiva, una creciente confianza en sus posibilidades y un poder de iniciativa superior. Esta acrecentada autoestima agudizó su ingenio, potenció su imaginación creadora, mejoró la creatividad. Al adquirir tal grado de madurez, la participación de los colaboradores en la empresa mostró toda su eficacia. De este modo pudieron los directivos “liberar y desencadenar ese enorme potencial que hay en todo hombre cuando es tratado como persona” (132). Al incrementarse la participación en la empresa y el clima de confianza, se propusieron los directivos conceder a los trabajadores cierta participación en la propiedad. A falta de espacio para exponer en pormenor este sugestivo tema de la participación, diré solamente que esta especie de “gerencia múltiple” (Charles McCormick) o “gerencia participativa” (Douglas McGregor), realizada en virtud del principio de subsidiaridad, facilita la autorrealización de los trabajadores y supera el riesgo de alienación que entrañan las formas superespecializadas de trabajo, como bien fustigó Charles Chaplin en su película Tiempos modernos (92). El empresario que es un buen líder procura liberar los potenciales ocultos de cada colaborador, consciente de que tal liberación supone un incremento de la eficacia de la empresa (112). 217

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Consta que ciertos éxitos espectaculares de algunas empresas se deben, en buena medida, al fomento de la participación, así entendida y realizada: “Pienso que el éxito del empresariado de ese país (Japón) se debe más que nada al respeto a las personas –escribe R. Servitje–. (...) Se les permite participar. Y ellas se entregan con toda el alma. Piensan que su empresa es un lugar que tienen que cuidar; que es parte de sí mismas (...). Sin duda, lo más importante en este milagro es que, en vez de usar a las personas, las involucra” (115). En la misma línea anota Akio Morita: “Pienso que todo el mundo experimenta un sentimiento de satisfacción cuando lleva a cabo un trabajo que representa un desafío, cuando el trabajo de esa gente y el papel que cumple en la compañía son reconocidos”. “En consecuencia –añade Ph. de Woot–, todos los esfuerzos deben tender hacia la transformación del trabajo en actividad creadora, factor de enriquecimiento humano. La evolución técnica favorece este curso. Pero las tendencias naturales de toda sociedad (...) se oponen a dicha evolución”. 4. Necesidad de líderes bien formados. Para realizar estos cambios y conceder a la empresa una alta cualificación ética, se requieren personas bien formadas, auténticos líderes, guías que sepan dar a la actividad empresarial un impulso permanente hacia lo valioso. Ningún cambio que valga la pena –escribe Lawrence M. Villar– “puede realizarse sin el liderazgo enérgico y tesonero de un funcionario fuerte del más alto nivel”4. 4. Cf. Un nuevo espíritu empresario. Apud. R. Servitje: O. cit., p. 218.

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R. Servitje concede gran importancia al tema del liderazgo en la empresa y lamenta que escaseen los líderes entendidos como personas que ponen sus cualidades intelectuales, sentimentales y volitivas, así como sus destrezas de todo orden, al servicio del bien común. “La legitimación de la autoridad es la voluntad de servicio” (203), pues “el líder nace para servir” (205). “Con vehemencia afirmo que un sano liderazgo es vital, que debemos estar alerta en cualquier área en la que actuemos para elegir, para nombrar, para aceptar, para apoyar solamente a los líderes que de verdad cumplen los requisitos... Y para oponernos con todas nuestras fuerzas y posibilidades a que los puestos sean ocupados por gente indeseable” (210). “... Estoy convencido de que todo depende de la cabeza que dirige” (218). Al subrayar la importancia de contar con buenos líderes, Servitje insiste en la idea de que “el gran problema es la educación” (224)5. El que está debidamente formado dispone de medios suficientes para informarse y comunicarse de modo rápido y barato, para simplificar los procesos sin perder “el capital que significa un personal bien preparado” (228), para buscar mano de obra asequible pero gratificarla debidamente, para realizar los cambios necesarios en orden a perdurar y mejorar, avanzando así con prudencia hacia la vanguardia de la investigación y la producción. “Es una tentación seguir haciendo las cosas igual cuando salen bien. Hay que correr riesgos si se quiere perdurar. Hoy es imposible cerrarse en sí y no estar en peligro de perecer...” (238). 5. Esta idea es ampliada y ahondada en mi obra Liderazgo creativo, Ediciones Nobel, Oviedo 2004.

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El logro de la excelencia exige realizar las transformaciones necesarias para mantener, en situaciones diversas, un nivel de alta calidad. Realizar con prudencia tales cambios exige una formación sólida, no sólo intelectual sino volitiva y emocional. “Debemos entender primero nuestro sistema educativo y después apoyar con toda nuestra fuerza su mejoramiento constante. Trabajemos firmemente para que la educación no sólo imparta conocimientos sino que inculque también valores espirituales y principios morales” (255). En esta línea parecía moverse también el innovador dirigente ruso Mijail Gorbachov cuando escribió lo siguiente en su obra Perestroika: “En la actualidad, nuestro principal trabajo es elevar al individuo espiritualmente, respetando su mundo interior y fortaleciendo su moral” (255).

Conclusión Lo antedicho nos permite comprender por qué tantos empresarios notables destacan hoy la necesidad de vincular la vida ética y la vida empresarial. Para aclarar en qué consiste tal vinculación se subraya la necesidad de tratar a los trabajadores como adultos, con dignidad y respeto, por ser la fuente principal del aumento de la productividad, más todavía que la inversión de capital o la automatización. Se pretende, así, conseguir la excelencia en la empresa. A ello tiende el Modelo europeo para la gestión de la calidad (EFQM). Se destaca, en esta línea, que “la próxima era en la dirección empresarial pertenece a quienes consideran el éxito en términos del mayor servicio posible al mayor número posible 220

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de personas” (C. Francis). Wellbergen, presidente de la Shell alemana, afirma que “la sociedad espera elevadas prestaciones económicas por parte de la empresa; sin embargo, al mismo tiempo incide en su responsabilidad social”. Esta apertura de la empresa a la sociedad, vista como una comunidad de personas que ansían una alta calidad como tales, puede dar lugar a un cambio de mentalidad enormemente prometedor. La búsqueda de la excelencia de que nos hablan Peters y Waterman en su famosa obra En busca de la excelencia”6 nos lleva a forjarnos una idea más equilibrada y valiosa del hombre: “El ser humano deja de ser concebido como un individuo aislado y en competencia permanente con los otros y pasa a ser visto como un ser en relación, consciente de los desafíos comunes a enfrentar y de una existencia común a compartir” (Marcos Arruda). Esta intensificación simultánea del carácter globalizado de la economía mundial y de la vinculación cordial y eficiente de las personas entre sí significa un auténtico crecimiento espiritual de la Humanidad. Aquí se unen dos tipos de inteligencia: la inteligencia racional, propia de la ciencia, y la inteligencia cordial o emocional, propia de toda persona que promueva la “cultura del corazón”7. A esa fecunda unión alude el renombrado economista Joseph Aloys Schumpeter al escribir estas lúcidas palabras: “Está en juego la condición humana del economista o del político: porque la economía, 6. Cf. O. cit., Edic Folio, Barcelona 1990. 7. Sobre este sugestivo tema puede verse mi obra: Liderazgo creativo, Ediciones Nobel, Oviedo 2004 y el Tercer Curso on line (www.escueladepensamientoycreatividad.org).

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como actividad humana, no puede desconocer el fin de la misma: el bien, la felicidad del hombre, es decir, no puede prescindir de la ética”. En una conferencia pronunciada en 2001 en la Sociedad Española de Axiología (Madrid), Ignacio H. de Larramendi, fundador de la empresa internacional Seguros Mapfre, hizo esta aguda observación: “Sin ética no se puede triunfar en la empresa a la larga. No es que con ética a veces se pueda triunfar, sino que, a la larga, sin ética no se puede triunfar”. Si confrontamos la buena marcha de su empresa en diversas naciones con el fracaso de otras que adoptaron procedimientos no éticos, parece confirmarse la exactitud de dicha sentencia. No es extraño que esto suceda, ya que los valores éticos ordenan la vida de modo adecuado a las exigencias de toda empresa humana cualificada. Valoración del nexo entre ética y empresa a la luz la Escuela de Pensamiento y Creatividad Esta forma de ver la actividad empresarial abre un nuevo horizonte, un modo de ver la vida más acorde a lo que afirma hoy sobre el ser humano la mejor Antropología filosófica. Esto significa un paso de gigante hacia una humanidad mejor. Pero no podemos contentarnos con ello. Si queremos sacar pleno provecho de este giro, hemos de avanzar más y descubrir que esta nueva actitud viene exigida por nuestro ser más profundo. Al hacernos cargo de ello, adquirimos una inmensa energía interior y un gran equilibrio personal, las dos cualidades necesarias para llevar adelante la ingente 222

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tarea de remodelar la actividad empresarial, en todos los órdenes: el industrial, el sanitario, el educativo... Aquí es donde las investigaciones de la Escuela de Pensamiento y Creatividad pueden prestar una ayuda decisiva, por varias razones concatenadas: 1. Ofrece un método para que personas de distintos niveles –directivos y subordinados, educadores y educandos, médicos y pacientes... –descubran el carácter relacional de la vida del hombre y su actividad. El hombre es un ser de encuentro y no podemos desarrollarnos de forma individual sino en relación, por tanto, creando vida comunitaria. 2. Este método se preocupa de no quedarse en lo accidental, sino ir a lo esencial. Por eso a) no sólo ayuda a descubrir ideas sino claves de orientación; b) no sólo le interesa descubrir claves, sino fraguar convicciones; c) no sólo fraguar convicciones, sino diseñar procedimientos concretos de actuación. Por ejemplo, no se contenta con hablar de la necesidad de escalar cotas de alta eficiencia y excelencia. Hace ver, muy en concreto, que, si ese deseo de excelencia responde a una actitud egoísta o altanera, cuanto se haga por satisfacerlo se dará en el nivel 1, con lo cual el fracaso humano está asegurado. De la misma forma, no se limita a instar a los empresarios a coordinar el mando y la promoción de los subor223

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dinados. Hace ver, con toda precisión, que es algo viable si la actividad empresarial se mueve en el nivel 2, en el cual muchas relaciones que son paradójicas en el nivel 1 aparecen en él como contrastadas. De esta forma, se les hace posible comprender por dentro la viabilidad y la efectividad de cuanto se les recomienda. 3. Los promotores de la Escuela de Pensamiento y Creatividad abrigamos la convicción firme de que, si se plantea debidamente el problema de coordinar la actitud éticamente valiosa y la rentabilidad económica, se consigue un gran desarrollo de la empresa y un notable crecimiento personal. Por eso hemos configurado un método de pensamiento que nos permite realizar tal coordinación de manera rápida, clara, precisa y persuasiva. a) Rápida, porque la teoría de los niveles es como un mapa que facilita el diagnóstico. b) Clara, pues cultiva el pensamiento aquilatado. Al hablar de la persona, subraya por igual su carácter individual y su condición comunitaria. De ahí la necesidad de tratar a todos los colaboradores con respeto y promocionar su dignidad. c) Además de clara, la coordinación que logra la Escuela de Pensamiento y Creatividad es precisa, por cuanto extrema su cuidado de ser coherente. d) Al ser coherente, resulta, además, persuasiva y eficaz. No hay nada más persuasivo que lo que se muestra, a la vez, coherente con nuestros deseos más íntimos y beneficioso para la comunidad. 224

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Esta magnífica coherencia se consigue cuando orientamos la vida hacia el ideal de la unidad, en perfecta conformidad con nuestra condición de “seres de encuentro”. Nadie es más eficaz para la comunidad que quien está dotado de una formación profesional sólida y se entrega al ideal del encuentro. El ideal es nuestra mayor fuente de energía. Cuando es auténtico, el ideal nos da, además de energía, sentido. El que está lleno de energía y de sentido posee una fuerza de convicción insuperable. Es un gran líder, y una bendición para todos. Ese tipo de liderazgo es el que promueve con toda ilusión la Escuela de Pensamiento y Creatividad.

Temas para la reflexión 1. Relación entre respeto, dignidad personal y eficacia laboral Comente el siguiente texto escrito por el renombrado empresario japonés Akio Morita en su obra Made in Japan: “Hay que tratar a las personas como adultos, como socios, con dignidad, con respeto. Tratarlas a ellas –no a la inversión de capital ni a la automatización– como la fuente principal del aumento de la productividad. Estas son las lecciones fundamentales que se derivan de nuestra investigación sobre las empresas sobresalientes. En otras palabras, si se desea aumentar la productividad y la consiguiente recompensa financiera, hay que tratar a los obreros como la partida más importante del activo”8. 8. Apud T.J. Peters y R.H. Waterman: En busca de la excelencia, Ediciones Folio, Barcelona 1990.

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2. Fecundidad del vínculo entre voluntad de servicio y rentabilidad Lea detenidamente los textos siguientes, y, si está de acuerdo con los autores, indique las razones básicas que le mueven a ello. “Hoy, quizá por primera vez –agrega R. A. Beck, presidente de la Prudencial Insurance–, formamos parte del intento real de integrar dos sistemas de valores distintos: los que están orientados a ganarse la vida y los que van dirigidos a construir la vida”. Según Welbergen, presidente de la Schell alemana, “una política empresarial que no tenga en consideración las necesidades sociales de la comunidad y enfoque la actividad solamente bajo objetivos económicos está condenada al fracaso... (...) La sociedad espera elevadas prestaciones económicas por parte de la empresa; sin embargo, al mismo tiempo incide en su responsabilidad social”. “La historia reciente nos advierte que en la dura lucha por la supervivencia sólo prevalecen las empresas con una base sólida y con una serie de valores, de principios rectores que les permiten cobrar fuerza institucional”9.

9. Cf. Estrategia de éxito empresarial, p. 46.

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3. Cómo vincular las exigencias del capital y el desarrollo de las personas trabajadoras Comente, a la luz de lo expuesto en este capítulo, el siguiente texto de la encíclica Centessimus annus (43 b), de Juan Pablo II: “El desarrollo integral de la persona humana en el trabajo no contradice sino que favorece, más bien, la mayor productividad y eficacia del trabajo mismo, por más que esto pueda debilitar centros de poder ya consolidados. La empresa no puede considerarse únicamente como una 'sociedad de capitales'; es, al mismo tiempo, una 'sociedad de personas', en la que entran a formar parte de manera específica y con responsabilidades propias los que aportan el capital necesario para su actividad y los que colaboran con su trabajo”. 4. La superación del “hombre robot” mecanizado y deshumanizado Vea la película de Charles Chaplin Tiempos modernos y confronte el trato que se daba entonces a los trabajadores y el que se postula hoy como el único adecuado a su desarrollo personal y a la buena marcha de la empresa.

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7 La manipulación y el colapso de la vida personal

Al vivir personalmente los doce descubrimientos que constituyen nuestro proceso de desarrollo personal, sentimos verdadero asombro ante las inmensas posibilidades creativas –brillantes o sencillas– que se nos abren en la vida. Ese horizonte prometedor de vida personal colmada se nos cierra de forma hosca cuando somos presa fácil de los manipuladores.

Los análisis realizados anteriormente nos han dispuesto para no dejarnos arrastrar por quienes confunden vértigo y éxtasis, dan por supuesto que la libertad y las normas se oponen siempre, toman el ideal del dominio y el disfrute como la meta auténtica de la vida... Esta claridad de ideas nos da cierta libertad interior frente a los ardides de los manipuladores. Pero no debemos olvidar que éstos son “prestidigitadores de conceptos”, “ilusionistas de la mente”, y necesitamos conocer de cerca sus tácticas arteras para no ser burlados por su arte de la tergiversación. 229

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v Hay actualmente quienes hablan sin cesar de la libertad con aire de exaltación. ¿Sabemos distinguir cuándo nos ayudan, con ello, a vivir plenamente nuestra vida y cuándo, por el contrario, nos manipulan seduciéndonos con formas de vida indignas de nuestra condición de personas? v Observas que alguien se manifiesta partidario de la eutanasia activa y aduce como razón que es partidario de la libertad. ¿Sabrías discernir si ejerce un papel de guía o, más bien, de manipulador? Este poder de discernimiento lo adquirimos al analizar cuatro puntos: 1) qué significa exactamente manipular, 2) quién manipula, 3) con qué fin lo hace, 4) qué tácticas moviliza para ello. Una vez expuestos someramente estos temas, quedará de manifiesto que la posición del manipulador se opone a la actitud que inspira el proceso de crecimiento personal. Tal clarificación nos permitirá descubrir un antídoto contra la manipulación que salvaguarde, en cierta medida, nuestra libertad interior.

1. La manipulación al trasluz 1. Manipular significa manejar. Para ello se rebaja al nivel 1 –el de la posesión, dominio y manejo de objetos– una realidad que tiene más rango que los objetos y pertenece al nivel 2, el de la colaboración creativa. 230

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v La manipulación comercial reduce las personas (nivel 2) a la condición de meros clientes, seres manejables a través de las astucias de la propaganda (nivel 1). v La manipulación ideológica considera las personas como meros seguidores. v La manipulación política toma a los ciudadanos como meros súbditos. v La manipulación amorosa trata a la persona a quien se dice “amar” como un “objeto de deseo”, un “medio para los propios fines”. Amontonar a 200 personas, como si fueran paquetes, en un vagón de tren en el que podrían caber dignamente 20, significa manipularlas, rebajarlas de condición, envilecerlas. Este envilecimiento es un acto sádico, no sólo por ser cruel, sino básicamente por hacer injusticia a la dignidad de tales personas. Puede, por ello, decirse que las cuatro formas de manipulación antedichas constituyen otros tantos modos de sadismo en la medida en que son reduccionistas, reducen el valor de personas dignas de respeto. 2. Es manipulador el que quiere vencer a otras personas sin convencerlas, sin ofrecerles razones. No lo es el que las guía hacia algo valioso para promocionar su personalidad. El que nos orienta hacia un valor, indicándonos la riqueza que alberga, habla a nuestra inteligencia y nos deja libertad de opción. Es un guía, un maestro que desea nuestro desarrollo como personas y procura ena231

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morarnos de los grandes valores, por cuanto nos ofrecen posibilidades para lograr una vida de alta calidad. Si alguien confiesa que nunca habla a sus hijos de los valores para no manipularlos, muestra que desconoce lo que significa manipular y lo que supone guiar. El manipulador no quiere promocionar nuestra personalidad, nuestro conocimiento profundo de los valores, nuestra libertad creativa...; actúa, subrepticiamente, sobre nuestros centros de decisión para que sigamos sus consignas y defendamos sus intereses. No habla a nuestra inteligencia ni respeta nuestra libertad. Por eso no necesita ser muy inteligente para dominarnos, sino un tanto astuto. Este tipo de arrastre artero se denomina seducción, fascinación, no enamoramiento. Al analizar el tema de la manipulación, debemos matizar cuidadosamente los conceptos y expresarlos con los términos adecuados. Esa labor de seducción la lleva a cabo arteramente el manipulador a través de diversos recursos o “trucos”. La mayoría se basan en la táctica de poner en relación una realidad muy atractiva automáticamente para millones de personas con la realidad que se quiere promocionar. Al ser atraídos de forma automática, carecemos de tiempo para reflexionar y solemos dar por hecho que la realidad que se ha vuelto atractiva es incuestionablemente deseable y, por tanto, digna de ser adquirida. Con ello abdicamos de nuestra condición de seres inteligentes y libres para convertirnos en dóciles clientes. No hemos sido engañados pero sí manipulados. 232

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Aparece en la pantalla de televisión un coche lujoso. Por la parte opuesta se deja ver la figura de una joven bellísima. No dice una sola palabra; sencillamente, sonríe. El coche se desliza por un paisaje exótico y una voz misteriosa nos invita a entregarnos a todo tipo de sensaciones... En este anuncio comercial no se aduce razón alguna para elegir este coche en vez de otro. Se intenta volverlo atractivo con el simple recurso de vincularlo a realidades sumamente agradables. El coche queda, así, orlado de prestigio. Nadie se preocupa de orientarnos en la compra de un vehículo. Eso significaría tratarnos como personas: hablar a nuestra inteligencia y nuestra libertad. Se intenta seducirnos mediante un astuto juego de imágenes y palabras. Seducir es arrastrar, actividad sólo adecuada a los meros objetos. Quedamos, con ello, situados en el nivel 1, rebajados de rango, envilecidos. Este tipo de manipulación comercial suele aliarse con la manipulación psicológica para incrementar su poder de sugestión. Si un día y otro se pone en relación el consumo de bienes costosos con el señorío personal y el prestigio social, se insta a las gentes a realizar adquisiciones que superan su nivel de vida. Adviértase cómo en el siguiente anuncio de un coche lujoso se vinculan astutamente la manipulación comercial y la psicológica: “Un señor como usted debe utilizar un coche como éste, que es el señor de la carretera. Enseñoréese de sus mandos y siéntase todo un señor...”. 233

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Al repetir hasta veinte veces la palabra “señor” y sus derivados, se pretende conseguir que personas de clase media alta se hagan la ilusión de que, al ostentar ese vehículo, traspasarán la frontera que los separa de la clase superior. 3. La meta del manipulador no es hacer felices a los manipulados, sino dominarlos en algún aspecto de la vida y dirigir interesadamente su conducta. Si el propósito de las emisoras de radio y televisión es aumentar la audiencia a cualquier precio, podemos inducir que los contenidos que nos ofrecen no se dirigen a incrementar nuestra riqueza espiritual sino a convertirnos en oyentes adictos a sus programas. En un congreso, varios empresarios cinematográficos confesaron que, en más de una ocasión, filmaron a los espectadores de una determinada película y, posteriormente, proyectaron a la vez las dos películas, para captar la reacción del público ante cada pormenor y dosificar luego los incentivos psicológicos a fin de aumentar la audiencia. Obviamente, esto significa tratar a los espectadores como meros clientes, no como personas, seres que, para lograr el desarrollo debido, necesitan determinados alimentos espirituales. 4. La manipulación de las gentes se realiza mediante el lenguaje y la imagen, que, por ser elocuente, constituye una forma particular de expresión y, por tanto, de lenguaje. a) Las palabras talismán. Un experto en el manejo oculto de los pueblos, José Stalin, manifestó que el medio más eficaz que poseen los estados modernos para do234

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minar a las gentes no son las armas sino los vocablos del diccionario. En ciertos momentos de la historia, algunos vocablos cobran un prestigio especial, pues toda la vida humana parece gravitar en torno a ellos. Los términos orden –en el siglo XVII–, razón –en el XVIII– y revolución –en el XIX– fueron tan valorados socialmente que apenas osaba nadie ponerlos en tela de juicio. Esa orla de prestigio la tuvo en el siglo XX y la mantiene a comienzos del XXI el término “libertad”. Se trata de términos “talismán”, que parecen albergar el secreto de la autenticidad humana. De ahí arrancan sus dos poderes básicos: v Prestigian de modo automático a los vocablos que son afines o parecen serlo. Así, democracia, autonomía, independencia, cogestión, cambio... se convierten, por su cercanía al término libertad, en vocablos talismán por adherencia. v Desprestigian automáticamente a todo vocablo que se les oponga o parezca oponérseles. La supervaloración de la libertad –entendida unilateralmente como “libertad de maniobra” o “libertad de elección arbitraria”– lleva a considerar la censura, todo tipo de censura, como opuesta insalvablemente al ejercicio de la libertad. La aceptación de la libertad –así entendida– es tan incondicional y ardorosa que, actualmente, el que defienda algún tipo de censura queda desplazado del entramado sociocultural de forma automática. No se analiza su posición; se lo excluye abruptamente. 235

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El poder fascinador de las palabras talismán es tan grande que toda propuesta que parezca promover la libertad, la autonomía, la independencia, la cogestión... suele ser aceptada por principio sin el menor análisis crítico. Si un partido político consigue que su denominación aparezca de algún modo vinculada al vocablo libertad, encuentra la vía expedita para imponerse a otros que no tengan tal afinidad, aunque de hecho sean más eficaces en la defensa de la libertad humana auténtica. Por una serie de razones que he explicado en otro lugar, el término cambio fue visto por ciertos pueblos como afín a libertad1. En algunos momentos de la vida, poder cambiar implica cierto grado de libertad. Haciendo un hábil escamoteo de conceptos, se hace pensar a las gentes que todo cambio implica libertad. Conseguido este trueque, pueden ganarse incluso elecciones generales en naciones nada incultas. Uno puede preguntarse cómo es posible que millones de personas instruidas se dejen arrastrar por un vocablo mal entendido. La explicación radica en la fuerza encandilante de los términos talismán, que empiezan iluminando y acaban encegueciendo. Ello explica que el manipulador suela introducir astutamente alguna palabra talismán en el discurso cuando necesita conseguir la adhesión de las gentes con razo1. Sobre este tema pueden verse mis obras: La revolución oculta. Manipulación del lenguaje y subversión de valores, PPC, Madrid 1998; La tolerancia y la manipulación, Rialp, Madrid 22008.

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nes poco convincentes. Hace unos años, cierto ministro de justicia resumió las razones que le llevaron a defender una ley proabortista en la frase siguiente: “La mujer tiene un cuerpo y hay que concederle libertad para disponer de ese cuerpo y de cuanto en él acontezca”. El uso del verbo tener resulta aquí improcedente pues el género de posesión que expresa se refiere sólo a objetos (nivel 1) y el cuerpo humano tiene un rango superior a éstos, por pertenecer al nivel 2. Para superar la endeblez de la primera frase (“La mujer tiene un cuerpo”), el ministro introdujo inmediatamente la palabra talismán “libertad”, bien seguro de que el prestigio –nunca bien revisado– de la misma llevaría a multitud de personas a inhibir su capacidad crítica y aceptar su razonamiento. Así sucedió de hecho. Para ser libres interiormente, debemos hacer frente al lenguaje manipulador y someterlo a un análisis penetrante. Al oír la palabra “libertad”, hemos de preguntar al demagogo –que rehuye, por principio, matizar el lenguaje– a cuál de las distintas formas de libertad se refiere. Esta pregunta, aparentemente inocua, deja al demagogo desvalido, pues su fuerza de arrastre deriva, en buena medida, de la confusión de conceptos. En el caso que nos ocupa, el ministro aludía a la “libertad de maniobra”, la libertad para disponer arbitrariamente de la vida naciente, pero nosotros sabemos que poder elegir libremente entre varias posibilidades no es sino una condición para ser libre. Ser de veras libre, con un modo de libertad interior o libertad creativa, implica 237

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poder distanciarse de las propias apetencias y elegir las posibilidades que nos permitan lograr nuestro ideal, no las más atractivas. Con este sencillo análisis neutralizamos la astucia del manipulador y dejamos su propósito al descubierto. Razón sobrada tenía Ortega y Gasset al advertir: “¡Cuidado con los términos, que son los déspotas más duros que la Humanidad padece!”. En verdad, como indica Martín Heidegger, “las palabras son a menudo en la historia más poderosas que las cosas y los hechos”2. b) Los esquemas mentales. Nuestra forma de pensar y de expresarnos viene encauzada por una serie de “esquemas” o pares de términos: dentro-fuera, interior-exterior, arriba-abajo, libertad-norma, independencia-solidaridad... Si manipulamos estos esquemas, podemos dominar a las personas en el centro mismo de su pensar y su decidir. Sirva de ejemplo el esquema “libertad-norma”, decisivo en nuestra vida ética. En el nivel 1, el guión que divide los dos términos de los tres primeros esquemas (dentrofuera, interior-exterior, arriba-abajo) indica una oposición dilemática: o estoy dentro o estoy fuera, o arriba 2. Cf. Nietzsche I, Neske, Pfullingen 1961, p. 400.

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o abajo. Si deslizo la atención a los dos esquemas siguientes (libertad-norma, independencia-solidaridad) y doy por hecho que el guión presenta en ellos el mismo significado, puedo afirmar, sin parecer ilógico a primera vista, que la libertad y las normas se oponen, de modo que tenemos que elegir entre lo uno o lo otro. Dejo de lado el hecho decisivo de que la libertad y las normas afectan a nuestra vida creativa, que se realiza en el nivel 2, y, astutamente, no me pregunto qué sucede con la relación entre libertad y normas cuando asumo creativamente una norma porque intuyo que es fecunda para mi actividad. Con ese descenso del nivel 2 al nivel 1 consigo tergiversar el sentido de la libertad humana y llevar la confusión a multitud de personas. Cuando José Stalin ponderaba el poder de las palabras para sojuzgar a los pueblos, se refería sin duda a las palabras insertas en los correspondientes esquemas, que es donde juegan su papel expresivo. c) Los planteamientos tácticos. Si aceptamos un planteamiento diseñado de manera astuta para dominarnos, corremos riesgo de llegar a conclusiones no deseadas. Buen número de los temas controvertidos en los últimos tiempos –divorcio, aborto, eutanasia...– son planteados a menudo de modo unilateral. Al tratar la cuestión del divorcio, se destaca la necesidad de resolver el problema de los matrimonios rotos, pero se rehuye introducir el análisis del posible efecto negativo del divorcio sobre los hijos. Para defender la ley abortista, se subraya el drama de las jóvenes embarazadas, pero 239

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se echa un velo sobre los derechos del nasciturus. El delicado tema de la eutanasia se lo plantea con frecuencia en el nivel 1 y se da por supuesto3 que somos dueños de nuestra propia vida y podemos disponer de ella. Se deja de lado la posibilidad de que la vida sea un don y merezca un respeto incondicional por nuestra parte (nivel 2). Todo planteamiento unilateral debe ser rechazado con decisión, pues delata la intención estratégica del manipulador de omitir los datos que no favorecen la tesis que quiere imponer. d) Los procedimientos tácticos. El manipulador moviliza diversos recursos para dominar al pueblo sin que éste se aperciba de ello. Vean cómo se puede manipular sin mentir. Tres personas difaman a una cuarta en un pueblo. Yo me acerco a ésta y le cuento exactamente lo que dicen, pero hago un pequeño trueque con el lenguaje. En vez de decirle quiénes son los difamadores, me limito a indicarle: “¡Esto dice de ti la gente!”. Si le revelara los nombres, le infundiría miedo ante la maledicencia, y ella podría superarlo tomando ciertas medidas: hablar con esas personas o, incluso, intimidarlas. Si, en vez de los nombres concretos, indico el colectivo –“la gente”–, suscito angustia en su ánimo, pues se ve acosada por un entorno anónimo contra el que no puede defenderse. De aquí arranca el temible fenómeno del rumor, que puede tener efectos devastadores. 3. El manipulador nunca se detiene a demostrar nada; da por supuesto lo que le interesa para sus fines.

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2. Confrontación de la actitud manipuladora y la actitud inspirada en el ideal de la unidad Para ganar claves certeras de orientación en la vida, conviene poner de manifiesto qué distinta es nuestra conducta cuando adoptamos la actitud respetuosa y creativa que responde al ideal de la unidad (nivel 2) y cuando nos dejamos llevar de la actitud dominadora y manipuladora que es impulsada por el ideal egoísta de la posesión y el disfrute (nivel 1). Se trata de dos posibilidades de la vida humana que bien haremos en tener ante los ojos para cultivar al máximo nuestra creatividad y frenar la tendencia al dominio, evitando así el doble riesgo de manipular y ser manipulados. 1. Nos esforzamos, al principio de esta obra, en conocer a fondo las realidades de nuestro entorno y descubrimos los “ámbitos”, realidades que, por tener mayor rango que los objetos, nos instan a conducirnos de modo respetuoso y colaborador. El manipulador procura ignorar los ámbitos e incluso rebajarlos de condición, a fin de aferrarse al nivel 1 de realidad y de conducta. Sólo quiere tratar con objetos –o ámbitos reducidos a objetos–, porque en ese nivel de realidad parece quedar justificada su actitud posesiva y arbitraria. 2. Destacamos, luego, gustosamente la posibilidad de realizar experiencias “reversibles”, bidireccionales, que son tan fecundas como exigentes y disponen nuestro ánimo para toda suerte de encuentros. 241

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El manipulador da preferencia a las experiencias “lineales”, en las cuales el sujeto tiene mando absoluto sobre el objeto afectado. 3. Al encontrarnos, nos vemos inmersos en una fuente de luz, que promociona el conocimiento de los valores, las virtudes y el ideal de la unidad, visto como la gran meta de nuestra vida. Nos regocija poner todas las cartas de nuestra existencia boca arriba y conocer a fondo las leyes de nuestro desarrollo personal. Para ello, fomentamos al máximo la inteligencia, con sus tres características: largo alcance, amplitud –o comprehensión– y profundidad. El manipulador rehuye clarificar los secretos de la vida; pone todo su empeño en confundirlo todo, para defender con éxito en cada momento lo que más le conviene. Por eso nos aleja del conocimiento de los valores, nos enceguece para todo lo que es noble y elevado. 4. Una vez descubierto el ideal de la vida, toda nuestra existencia queda polarizada en torno a él. La libertad verdadera –libertad creativa– consiste en orientar nuestra actividad hacia esa meta suprema (nivel 2). Por moverse en el nivel 1, el manipulador no conoce sino el ideal egoísta de la propia satisfacción y reduce la libertad humana a la libertad de maniobra, centrada en el propio yo. Es una forma de libertad dominadora, no libertad creativa, ya que ésta es generosa y abierta. 242

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5. Al tomar como tarea básica de la vida crear encuentros, procuramos ver cada realidad en toda su riqueza, como “una trama de relaciones” (nivel 2). El manipulador tiende siempre a reducir el valor de cuanto existe para dominarlo más fácilmente (nivel 1). Por eso reduce los dos centros en torno a los cuales se teje nuestra vida –el yo y el tú, el yo y los ámbitos del entorno...– a uno solo –el yo aislado–. Con lo cual, aunque parezca paradójico, deja al ser humano descentrado y desvalido. 6. El pensamiento relacional enriquece de forma sorprendente nuestra visión de lo que somos y lo que nos rodea. El pan, el vino, la ermita... los vemos como el fruto de múltiples relaciones fecundas. El lenguaje auténtico nos aparece como el vehículo por excelencia de la creación de vínculos. El silencio lo vivimos como una actitud de recogimiento que nos permite captar en bloque las realidades complejas. El amor conyugal se nos presenta en todo su poder creador de lazos profundos, de hogares y nuevas vidas (nivel 2). El manipulador lo reduce todo a objeto –o a “medio para los propios fines”– a fin de mejor dominarlo (nivel 1). El pan y el vino los ve como meros productos de un proceso fabril. El lenguaje lo reduce a medio para comunicarnos e, incluso, para dominar el pensamiento y la conducta de los demás. El amor lo considera como una actividad que podemos realizar y tener bajo control. Nótese que la expresión, de origen 243

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francés, “hacer el amor” tiene el carácter contundente y operativo propio de las actividades realizadas en el nivel 1; revela una actitud reduccionista, que falsea de raíz el sentido más hondo de las relaciones humanas íntimas. Esta sucinta confrontación de ambos estilos de pensar pone nítidamente al descubierto el carácter siniestro de la manipulación: parece que nos da poder, pero nos torna desvalidos, pues bloquea el desarrollo personal del manipulador y del manipulado.

3. El antídoto contra la manipulación y la salvaguardia de la libertad creativa La experiencia diaria nos advierte que no basta vivir en un régimen democrático para gozar de auténtica libertad. Si queremos ser verdaderamente libres en una sociedad manipuladora, debemos tomar tres medidas: 1ª. Estar alerta, conocer en pormenor cuanto hemos dicho anteriormente sobre qué es manipular, quién manipula, para qué lo hace, con qué medios lo realiza. 2ª. Pensar con rigor, ajustar el pensamiento a las exigencias de cada modo de realidad. El que sabe pensar con la debida precisión matiza los conceptos y el lenguaje. Esta finura mental le permite delatar, ágilmente, los escamoteos de ideas que realiza el manipulador. 244

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3ª. Vivir creativamente. El que vive los doce descubrimientos que constituyen el proceso de nuestro desarrollo personal (capítulo 1º), adquiere un conocimiento de primera mano de lo que deben ser sus actitudes ante la vida. Si hace una promesa y la cumple, aprende por sí mismo lo que significa la virtud de la fidelidad. Cuando el manipulador de turno advierta que su estado de vida le exige sacrificios para mantenerse en un nivel de altura y le incite a no aguantar más, podrá decirle que no está llamado a aguantar pero sí a ser fiel, que es una actitud distinta y superior, pues significa crear en cada momento la forma de vida que, en un instante determinado, prometió crear. La primera medida hemos empezado a tomarla al realizar los análisis de este capítulo, que bien haremos en ampliar todo lo posible4. Las dos siguientes las pusimos por obra en los capítulos anteriores, consagrados a una triple tarea: vivir la experiencia del proceso humano de desarrollo, poner en forma nuestra capacidad de pensar con rigor, acostumbrarnos a vivir creativamente5. Cuando uno se hace cargo de la capacidad destructiva de la manipulación, se asombra de que apenas se estudie este tema en los centros escolares. Ningún estudiante debiera salir de las aulas sin un conocimiento preciso de lo que es la manipulación y de los modos de neutralizarla en nuestra vida. 4. Puede ser útil para ello mi obra: La tolerancia y la manipulación, Rialp, Madrid 22008. 5. Esta decisiva labor la realizo con mayor amplitud en la obra Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los valores, BAC, Madrid 42003 y en los tres cursos on line que conceden el título de “Experto universitario en creatividad y valores”.

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Ya los niños deben ser iniciados en este tema, y los jóvenes bachilleres y los universitarios han de ahondar en él lo suficiente para trasmitirlo a otros y defenderse por igual de la tentación de manipular y del riesgo de ser manipulados. Es su libertad interior lo que está en juego y, con ella, su destino como personas.

Temas para la reflexión 1. Un ejemplo de estilo periodístico manipulador Un editorial de un periódico contrario a la política de los Estados Unidos publicó un editorial con el título: “La histeria del presidente Reagan”. Comienza describiendo las severas medidas que éste había tomado para frenar el aumento alarmante del alcoholismo y la drogadicción. Reconoce abiertamente que era urgente poner freno a tal deterioro moral. Pero, al final, conecta con el título y advierte que esa tarea debiera hacerse con serenidad y comedimiento, no con “el histerismo del Sr. Reagan”. Sabemos que el lector de periódicos suele fijarse, precipitadamente, en el comienzo y en el final de los artículos. El editorialista relata una actividad en sí benemérita de un político, pero, para dañar su imagen, utiliza unos términos descalificadores. Hubiera sido muy distinto si en vez de “histeria”, hubiera escrito, por ejemplo, “contundencia”o “decisión”. Relate y comente algún caso afín de manipulación que advierta en su entorno, por ejemplo en el periodístico y en el político. 246

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2. La contaminación del ambiente moral Comentar el texto siguiente, tomado del primer discurso dirigido a la nación checa por el ex-presidente Václav Havel. “Lo peor es que vivimos en un ambiente moral contaminado. Nos sentimos moralmente enfermos porque nos hemos acostumbrado a decir algo diferente de lo que pensamos. Aprendimos a no creer en nada, a ignorarnos, a preocuparnos solamente por nosotros. Conceptos como amor, amistad, compasión, humildad o perdón han perdido su profundidad y sus dimensiones y para muchos de nosotros representan sólo peculiaridades psicológicas...”. “Nuestro país (...) puede irradiar constantemente amor, comprensión, el poder del espíritu y de las ideas. Es precisamente este brillo lo que podremos ofrecer como nuestra contribución específica a la política internacional. Basaryk basó su política en la moralidad. Intentemos, en un nuevo tiempo y de una nueva manera, restaurar este concepto de política. Aprendamos y enseñemos a otros que la política debería ser una expresión del deseo de contribuir a la felicidad de la comunidad más que de una necesidad de engañarla o arruinarla. Aprendamos y enseñemos a otros que la política puede ser no sólo el arte de lo posible, especialmente si eso significa el arte de la especulación, cálculo, intriga, pactos secretos y maniobras pragmáticas, sino que incluso puede ser el arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorarnos y mejorar el mundo”. 247

Conclusión

Al sobrevolar la obra entera, advertimos que somos seres dinámicos destinados a realizar en la vida un ideal. Si se trata del ideal verdadero –el ideal del encuentro o la unidad–, seguimos un proceso ascendente –“extático”– que nos lleva a la cota más alta de nuestra realización personal. Nos produce admiración y asombro ver a qué alturas de la vida personal podemos llegar. Si el ideal es falso –el ideal egoísta que busca el propio interés y lleva al “vértigo”–, corremos riesgo de empobrecernos hasta el envilecimiento. Nos produce estupor descubrir lo bajo que podemos llegar a caer. La Pedagogía de la admiración, bien asentada en un estudio profundo de los niveles de realidad y de conducta, nos da torrentes de luz para comprender lo peligroso que es acomodarse a las condiciones del nivel 1 y renunciar a los horizontes que nos ofrecen los niveles superiores. Si damos por supuesto que las realidades de nuestro entorno son meros objetos dominables y poseíbles, seremos incapaces de descubrir las inmensas posibilidades de vida personal que nos ofrecen los niveles 2, 3 y 4. Una vez más advertimos que des249

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de un nivel inferior no se puede conocer lo que ocurre en los niveles superiores. Esto nos permite extraer una conclusión de largo alcance: Antes de iniciar los estudios de ética, estética, metafísica y religión, debemos ayudar a los alumnos a cambiar la actitud propia del nivel 1 por la del nivel 2. Si tienden a considerar las realidades del entorno como objetos para disponer de ellas en provecho propio, no podrán acceder a las realidades que estudian dichas áreas de conocimiento precisamente porque presentan condición de ámbitos. Descuidar esa preparación espiritual de los alumnos supone correr un riesgo cierto de trabajar en vano. La Pedagogía de la admiración nos enseña a solucionar los problemas por vía de elevación, no de descenso. Por suscitar asombro en nuestro ánimo, al revelarnos la grandeza que otorga a nuestra vida el ideal de la unidad, esta orientación formativa nos guía e impulsa sin coaccionarnos, perfecciona nuestra libertad, dota a nuestra inteligencia de las tres dimensiones que la llevan a madurez –largo alcance, comprehensión, profundidad–, ensancha nuestros espacios interiores, nos convierte en personas íntegras, felices, conscientes de estar realizando plenamente su vocación. ¿Ha experimentado el lector, alguna vez, la emoción que produce el Cuarto Tiempo de la Novena Sinfonía de Beethoven? El entusiasmo desbordante que suscita es expresión feliz de la solidaridad de los hombres entre sí y con el Creador, el Padre amoroso que habita por encima de la bóveda celeste1. 1. Un análisis pormenorizado de esta parte de la Novena Sinfonía lo ofrezco en mi Estética musical, Rivera Ediciones, Valencia 2006, págs. 288-298.

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CONCLUSIÓN

Esa cumbre de la expresión artística es un reflejo fiel de la grandeza a que nos puede llevar, si la vivimos a fondo, la Pedagogía de la admiración 2.

2. Si el lector desea conocer más a fondo este método formativo, puede realizar los tres cursos on line que llevan por título “Experto universitario en creatividad y valores” (www.escueladepensamientoycreatividad.org).

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Índice de nombres y de materias

Aburrimiento, 67 Acogimiento, 47 Adler, Alfred, 64 Afectividad, 77ss. Alegría, 58, 84-85 Almacellas, Mª Ángeles, 168 Ámbitos, 36, 37, 162 Amistad, 144, 187ss. Amor conyugal, 33, 63, 78, 135ss. Formación para el amor, 79, 139ss. Analfabetismo de segundo grado, 28ss. Anouilh, Jean, 70, 146, 185 Aristóteles, 33, 147, 180, 188 Armonía, 207 Autoridad, 40, 41 Bach, Juan Sebastián, 74 Barenboim, Daniel, 207 Beck, R.A., 226 Beethoven, Ludwig van, 65, 250 (Novena Sinfonía) Benavente, Jacinto, 186 Ben-Hur, 89

Bergman, Ingmar, 28 Bergson, Henri, 84-85, 143 Bertolucci, Bernard, 87 Borges, José Luis, 97 Buber, Martin, 49 Buero Vallejo, Antonio, 178 Cabada Castro, Manuel, 36 Calderón de la Barca, Pedro, 116 Cambio, 236 (término talismán) Camus, Albert, 154-155 Censura, 235 Chaplin, Charles, 189-191 (El gran dictador), 227 Chen Ning Yang, 196 Cine (su poder formativo), 157ss. Camino al paraíso, 168-170 Titanic, 171-173 War (Guerra), 187 Comunicación, 51 Contrastes, 204, 212ss. Cordialidad, 53 Creatividad, 41, 42, 56, 66-67, 84-85 Cuerpo humano, 44

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Cultura del corazón, 78 Daneels, Godfried, 54 Dentro-fuera, 44 Depresión, 59 Desarrollo personal Doce fases, 13, 20, 27ss., 35 (gráfico) Descubrir, 13, 17, 18, 21, 29 Disponibilidad, 49 Dostoievski, Fedor, 76, 90 Dreyer, Carl Theodor, 180 Ebner, Ferdinand, 86 Eddington, A.S., 198 Einstein, Albert, 196 El Greco, 77 Empresa, 209-227 Encuentro, 19, 41ss., 81ss Condiciones del e., 48 Sus frutos, 56ss. Entusiasmo, 59, 60 Escuela de Pensamiento y Creatividad, 111, 209, 222-225 Esquemas mentales, 238ss. (su manipulación) Êthos, 34, 210 Ética, 34, 55, 204, 209ss., 211-222 (y empresa), 226 (y rentabilidad) Experiencias reversibles, 15, 39ss. Éxtasis, 74ss. Fe, 50 Felicidad, 60 Fichte, Johann Gottlieb, 32 Fidelidad, 52 Fiesta, 61 Formación f. ética, 13, 21 f. integral, 194ss.

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Frankl, Victor, 61, 64, 105 Freud, Sigmund, 64 García Lorca, Federico, 176, 178, 184 Generosidad, 48, 81ss. Goncourt (Hermanos), 173-174 Gorbachov, Mijail, 220 Guardini, Romano, 21, 22, 59, 127-128, 210 Guías culturales y espirituales, 28ss. Guillén, Jorge, 175 Guitton, Jean, 136 Havel, Vaclav, 247 Hedonismo, 31 Heidegger, Martin, 69, 129, 238 Heisenberg, Werner, 195, 205 Herrera, Juan de, 197 Hesse, Hermann, 181 (Siddhartha) Hemingway, Ernest, 188 (El viejo y el mar) Hogar, 46, 147 Hugo, Victor, 166-168 Ideal de la unidad, 15, 55, 62, 81ss., 86 Imágenes (expresividad de las), 180ss. Integración i. de las potencias humanas, 111 i. de los niveles positivos, 110-118 Inteligencia i. emocional, 23 i. madura, 202, 212 Intimidad, 45, 58 Intrusismo, 31 Joplin, Janis, 27

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NOMBRES

Juan Pablo II, 227 (Centessimus Annus) Juego, 56, 57, 97, 130 (condición creativa) Kafka, Franz, 102, 160, 181, 184, 186 Kentenich, Josef, 65 Kepler, Johannes, 195, 205 Lamartine, Alphonse de, 164 Larramendi, Ignacio H. de, 222 Lenguaje, 62, 69ss., 86ss., 89-90, 185 (poder expresivo) Libertad creativa, 20, 30, 37, 40, 41, 62, 63, 237 Libertad expresiva, 203 Libertad de maniobra, 30, 37, 41, 62, 63, 237 Libertad-norma, 40, 41, 203, 204, 238 Liderazgo en la empresa, 218-220 Literatura (su poder formativo), 157ss. Exigencias del método lúdicoambital, 161ss. Llano, Carlos, 215 Lógica del corazón, 23 Lope de Vega, 148 López Aranguren, José Luis, 157 Luz, 57, 58 Machado, Manuel, 155 Manipulación, 31, 229-247 La m. y la actitud inspirada en el ideal de la unidad, 241244 La m. y su antídoto, 244-246 Marcel, Gabriel, 163

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MATERIAS

Matrimonio, 142ss. McDowell, Josh, 101 Método interactivo, 18, 21 Miguel Ángel, 66, 74 Mirada profunda, 15 Morita, Akio, 215, 218, 225 Mozart, W.A., 60, 66, 77, 107, 119 Música (su carácter relacional), 202, 203, 207 (polifonía) Nietzsche, Friedrich, 86 Niveles de realidad y de conducta, 14, 93-131, 163ss. n. positivos, 95ss. n. negativos, 120-125 ejemplos de n. 128-131 Objeto, 36 Ortega y Gasset, José, 238 Paciencia, 52 Partenón, 199-200 Participar, 16, 45, 48, 54, 57, 213, 214ss. (en la empresa), 217 Pedagogía de la admiración, 21, 29, 30, 31, 33, 153, 249-250 Perdón, 51 Pérez Galdós, Benito, 57 (Marianela) Persona, 98ss., 209ss. (su desarrollo) Peters, T.J. y Waterman, R.H., 221, 225 Planck, Max, 195 Planteamientos tácticos, 239 Platón (Carta séptima), 32, 107 Poema (experiencia del), 39 Popper, Karl, 207

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LA

GRANDEZA

Prat, Henri, 197 Prever, 14 Procedimientos tácticos, 240 Profesores, 193ss. (su conversión en formadores) Reduccionismo, 31 Relacional, 62, Pensamiento r., 67-69, 125-128, 195-205, 202, 203, 205-208 Respeto, 225 (y eficacia laboral) Responsabilidad, 64 Rof Carballo, Juan, 36, 48, 66 (urdimbre afectiva) Rubinstein, Arturo, 56 Sábato, Ernesto, 22, 160, 177 Saint-Exupèry, Antoine de, 50, 57, 83, 107-108, 128, 160 Salinas, Pedro, 174 Schadel, Erwin, 207 Schumpeter, Joseph A., 221 Sencillez, 50 Sentido, 27, 33, 62, 64ss., 138 Servitje, Roberto y Lorenzo, 213, 215-216 (Grupo Bimbo), 218, 219 Sexualidad, 143 Shakespeare, William, 164 (Macbeth), 176, 179 Significado, 27, 33

DE

LA

VIDA

Silencio, 69ss. Sófocles, 185 Stalin, José, 234, 239 Strobl, Wolfgang, 206 Talismán (palabras), 234ss. Thibon, Gustavo, 115, 151 Tirso de Molina, 81, 119, 123-125 (Don Juan) Trabajo, 214 (su conversión en juego creador) Transfiguración, 13, 20, 34, 37, 38, 41, 44, 63, 80, 210, 214 t. poética, 173-176 Truffaut, François, 136 Unamuno, Miguel de, 22, 182183 (San Manuel…) Valores del espíritu, 22, 29, 54, 105 (bondad, verdad, unidad…), 109 (opción incondicional) Venus de Milo, 200-201 Veracidad, 50 Vértigo, 63, 72ss., 90 Villar, Lawrence M., 218 Virtudes, 54 Wagner, Richard, 66, 155 (Tannhäuser) Woot, Ph. de, 218 Wust, Peter, 60 Zorrilla, José, 119

256

Director: Manuel Guerrero 1. Leer la vida. Cosas de niños, ancianos y presos, (2ª ed.) Ramón Buxarrais. 2. La feminidad en una nueva edad de la humanidad, Monique Hebrard. 3. Callejón con salida. Perspectivas de la juventud actual, Rafael Redondo. 4. Cartas a Valerio y otros escritos, (Edición revisada y aumentada). Ramón Buxarrais. 5. El círculo de la creación. Los animales a la luz de la Biblia, John Eaton. 6. Mirando al futuro con ojos de mujer, Nekane Lauzirika. 7. Taedium feminae, Rosa de Diego y Lydia Vázquez. 8. Bolitas de Anís. Reflexiones de una maestra, Isabel Agüera EspejoSaavedra. 9. Delirio póstumo de un Papa y otros relatos de clerecía, Carlos Muñiz Romero. 10. Memorias de una maestra, Isabel Agüera Espejo-Saavedra. 11. La Congregación de “Los Luises” de Madrid. Apuntes para la historia de una Congregación Mariana Universitaria de Madrid, Carlos López Pego, s.j. 12. El Evangelio del Centurión. Un apócrifo, Federico Blanco Jover 13. De lo humano y lo divino, del personaje a la persona. Nuevas entrevistas con Dios al fondo, Luis Esteban Larra Lomas 14. La mirada del maniquí, Blanca Sarasua 15. Nulidades matrimoniales, Rosa Corazón 16. El Concilio Vaticano III. Cómo lo imaginan 17 cristianos, Joaquim Gomis (Ed.) 17. Volver a la vida. Prácticas para conectar de nuevo nuestras vidas, nuestro mundo, Joaquim Gomis (Ed.) 18. En busca de la autoestima perdida, Aquilino Polaino-Lorente 19. Convertir la mente en nuestra aliada, Sákyong Mípham Rímpoche 20. Otro gallo le cantara. Refranes, dichos y expresiones de origen bíblico, Nuria Calduch-Benages 21. La radicalidad del Zen, Rafael Redondo Barba 22. Europa a través de sus ideas, Sonia Reverter Bañón 23. Palabras para hablar con Dios. Los salmos, Jaime Garralda

24. El disfraz de carnaval, José M. Castillo 25. Desde el silencio, José Fernández Moratiel 26. Ética de la sexualidad. Diálogos para educar en el amor, Enrique Bonete (Ed.) 27. Aromas del zen, Rafa Redondo Barba 28. La Iglesia y los derechos humanos, José M. Castillo 29. María Magdalena. Siglo I al XXI. De pecadora arrepentida a esposa de Jesús. Historia de la recepción de una figura bíblica, Régis Burnet 30. La alcoba del silencio, José Fernández Moratiel –Escuela del Silencio (Ed.)– 31. Judas y el Evangelio de Jesús. El Judas de la fe y el Iscariote de la historia, Tom Wright 32. ¿Qué Dios y qué salvación? Claves para entender el cambio religioso, Enrique Martínez Lozano 33. Dios está en la cárcel, Jaime Garralda 34. Morir en sábado ¿Tiene sentido la muerte de un niño?, Carlo Clerico Medina 35. Zen, la experiencia del Ser, Rafael Redondo Barba 36. La Sabiduría de vivir, José María Toro 37. Descubrir la grandeza de la vida. Una vía de ascenso a la madurez personal, Alfonso López Quintás

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