03 - Espiritu Santo - Sosa Siliezar - Ev 5.1-Libre

April 4, 2019 | Author: Marcelo Jungmann | Category: Holy Spirit, Christ (Title), Catholic Church, Irenaeus, Trinity
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Se detallan aquí algunas líneas generales del desarrollo de la doctrina del Espíritu Santo desde sus incipientes formul...

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 Evangelio 5.1 (2012): 7-28

DESARROLLO DOCTRINAL DE LA PNEUMATOLOGÍA DURANTE LA ERA PATRÍSTICA Y LA ÉPOCA MEDIEVAL Carlos Raúl Sosa Siliezar  NITED K INGDOM  INGDOM  University of Edinburgh, Edinburgh, U  [email protected] Resumen

Se detallan aquí algunas líneas generales del desarrollo de la doctrina del Espíritu Santo desde sus incipientes formulaciones en contextos como la vida cultual de la iglesia hasta los desarrollos dogmáticos más formales durante la época medieval. A la luz de ese análisis histórico, se sugieren varias pautas para reflexionar en cuanto al papel de la Pneumatología en la vida de la iglesia actualmente. Palabras clave : Controversias pneumatológicas - Época medieval - Espíritu Santo - Padres

apostólicos - Patrística - Pneumatología  Abstract

 This article offers an explanation of the general historical developments of the doctrine doctri ne of the Holy Spirit, by paying particular attention to incipient theological formulations in the patristic era and to the more dogmatic developments found in medieval times. Reflexions on this historical description may prove useful when considering the role of Pneumatology in the life and mission of the church. Keywords : Apostolic Fathers - Controversies regarding Pneumatology - Holy Spirit - Medieval

times - Patristic studies - Pneumatology

1.I 1. INTRODUCCIÓN El siglo pasado fue testigo de un inusitado interés por la persona y obra del Espíritu Santo. El surgimiento del pentecostalismo en las filas protestantes y del movimiento carismático en el catolicismo avivó la reflexión pneumatológica.1 Otros sectores del cristianismo han enfocado la doctrina del Espíritu en 1

Del lado católico se debe mencionar mencionar la teología oficial oficial expuesta por Juan Pablo II, Carta encíclica Dominum et Vivificantem sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo . Desde que Joseph Ratzinger recibió el capelo no se puede dejar de mencionar sus escritos como testimonio de la teología oficial católica. En cuanto a su Pneumatología véase Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico  (trad. José L. Domínguez Villar, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2005): 275-297. Cf. además Yves Congar, Sobre el Espí-  ritu Santo. Espíritu del hombre, Espíritu de Dios (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2003). Del lado protestante europeo los dos esfuerzos más importantes son quizá los de Jürgen Moltmann,

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relación con la misión de la iglesia, tanto en su sentido liberacionista 2 como integral.3 Pero poco se ha avanzado en América Latina en cuanto a las fuentes históricas de la Pneumatología. Aun hoy se puede decir que “…la historia de la Pneumatología representa, representa, en el interior de la historia de la teología, una laguna por rellenar… Una presentación detallada y fiable de la historia de la Pneumatología sigue constituyendo un desideratum  de  de la investigación siempre pendiente”. pendien te”.4 El presente estudio no pretende llenar dicho vacío. Aquí solamente se hará un intento por trazar un panorama histórico del desarrollo de la doctrina del Espíritu Santo durante las épocas patrística y medieval. La información recabada en este estudio será útil para investigaciones ulteriores referentes a la doctrina del Espíritu durante la Reforma R eforma y en la época contemporánea. La metodología que se utilizará para abordar este tema es la clásica  Mo-  tivforschung (“investigación de temas”)  temas”)  popularizada por la teología lundense (especialista en la historia de los dogmas) de principios del siglo XX. 5 Según esta metodología se debe buscar descubrir los temas centrales o ideas características que se esconden tras varias formulaciones teológicas. Uno de los riesgos al proceder de esta manera es que la investigación está fuertemente atada a lo que el observador considera como los temas más importantes. Pero conscientes al menos de este riesgo se procederá dando la palabra en primer lugar a las fuentes primarias.

2. EL ESPÍRITU EN EL CULTO Y EN LA VIDA CRISTIANA  El Espíritu Santo y la teología de la vida. La fuente de la vida  (trad. José María Garrido Luceño, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2000) y Paul Tillich, La vida y el Espíritu. La historia y el Reino   (trad. Damián Sánchez Bustamante Páez, Salamanca: de Dios , tomo 3 de Teología sistemática  (trad.

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Ediciones Sígueme, 1984).  José Comblin, Comblin, “Espíritu Santo”, Santo”,  Mysterium Liberationis. Liberationis. Conceptos fundamentales fundamentales de la teología de la liberación  (eds.  (eds. Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino, San Salvador: UCA Editores, 1991), 1:619-642. C. René Padilla, “El Espíritu Santo y la misión integral de la iglesia”, en  El trino Dios y la misión integral (Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2003), 115-147. Christian Schütz, Introducción a la Pneumatología  (trad.   (trad. Santiago del Cura Elena, Salamanca: Ediciones Secretariado Trinitario, 1991), 44. Investigaciones pneumatológicas con otro otro tipo de metodología metodología se pueden considerar considerar en Pablo A. Deiros, La acción del Espíritu Santo en la historia. Las lluvias tempranas (100-550) (Estados Unidos: Editorial Caribe, 1998); Gordon D. Fee, God’s empowering presence. The Holy Spirit in the letters of Paul (Peabody, Mass.: Hendrickson, 1994) y Amos Yong, Discerning the spirit(s).  A pentecostal-charismatic contribution to christian theology of religion (Sheffield: Sheffield Academic Press, 2000).

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Los padres apostólicos desarrollaron un discurso no sistemático del Espíritu Santo. Las referencias que hacen a esta Persona de la Trinidad son, las más de las veces, incidentales, escuetas y muy similares a lo que la Escritura ya afirma. Básicamente, ellos están interesados en relacionar al Espíritu con la vida del creyente y con el culto cristiana particularmente. 2.1. Culto, epiclesis y doxología En el Nuevo Testamento uno de los problemas que pronto enfrentó el cristianismo con relación al Espíritu se dio en el contexto cultual (1Co 12-14). De esa cuenta, los padres apostólicos iniciaron su reflexión pneumatológica en ese mismo contexto.6 Clemente de Roma, por ejemplo, le recuerda a la comunidad cristiana de Corinto que sobre cada uno de ellos “había caído… un copioso derramamiento del Espíritu Santo”. 7 Esta idea solamente le sirve como argumento para exhortar a los corintios a comportarse correctamente en el contexto de vida comunitaria en la iglesia. El Espíritu Santo también fue mencionado por los padres apostólicos en la liturgia de invocación (epiclesis) y en la alabanza trinitaria (doxología). Estos usos litúrgicos son los testimonios más antiguos de la doctrina pneumatológica. Policarpo de Esmirna exclamó una formula trinitaria en el momento de su martirio. 8 La Enseñanza de los apóstoles repite la fórmula bautismal que se encuentra en Mateo 28:19.9 2.2. Vida cristiana  Además de aparecer en contextos cultuales, el Espíritu Santo aparece también en el discurso de los padres apostólicos en estrecha relación con la vida cristiana. Destaca en ese sentido el interés de los padres por reflejar una con6

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Curiosamente la consideración de la Pneumatología dentro de los linderos de la liturgia se convierte hoy en tema recurrente. Cf. Wayne A. Grudem, ed.,  ¿Son vigentes los dones milagro-  sos? Cuatro puntos de vista  (trad. Ismael López Medel, Barcelona: Editorial Clie, 2004). Clemente de Roma, “ PROS KORINQIOUS” § 2, traducción en J. B. Lightfoot, Los padres apostólicos (Barcelona: Libros CLIE, 1990): 68. Algo similar dice la  Epístola de Bernabé : “veo el Espíritu derramado entre vosotros de las riquezas procedentes del Señor”. “ BARNABA  EPISTOLH” §1, en Lightfoot, Los padres apostólicos , 331. “Por esta causa, sí, y por todas las cosas, te alabo, y bendigo, y glorifico, por medio del S umo Sacerdote eterno y celestial, Jesucristo, tu Hijo amado, por medio del cual, con Él y el Espíritu Santo, sea gloria ahora y por todos los siglos. Amén”. “ MARTURION POLUKARPOU” § 14, en Lightfoot, Los padres apostólicos , 262. “DIDACH TWN APOSTOLWN” § 7, en Lightfoot, Los padres apostólicos , 291.

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ducta ética que emana de la habitación del Espíritu, antes que su preocupación por definir una doctrina ortodoxa. Los padres apostólicos estaban más preocupados por vivir en el Espíritu que por definirlo. La doctrina de los apóstoles muestra cuáles deben ser las cualidades del profeta que habla por medio del Espíritu. En su relato, la doctrina destaca la pureza de  vida cristiana de aquel que profetiza. La doctrina  no niega que exista la profecía, pero sí establece la calidad de vida del profeta como criterio de validación para que la comunidad cristiana pueda discernir:  Y al profeta que hable en el Espíritu no lo probaréis ni lo discerniréis; porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no será perdonado. No obstante, no todo el que habla en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene los caminos del Señor. Por sus caminos, pues, será reconocido el profeta falso y el profeta. [...] Y todo profeta que enseñe la verdad, si no hace lo que enseña, es un falso profeta. [...] Y todo aquel que diga en el Espíritu: Dadme plata y otra cosa, no le escuchéis; pero si os dice que deis a favor de otros que están en necesidad, que nadie le juzgue.10

Ignacio de Antioquia habla del Espíritu Santo destacando su importancia para la vida cristiana. Particularmente enfatiza la pugna entre el Espíritu y la carne. Ignacio marca una radical distinción entre el creyente que vive por el Espíritu y aquel que no ha conocido al Señor. “Los que son de la carne no pueden hacer las cosas del Espíritu, ni tampoco pueden los que son del Espíritu hacer las cosas de la carne... Es más, incluso las cosas que hacéis según la carne son espirituales; porque hacéis todas las cosas en Jesucristo”.11 El padre apostólico que más se destaca en cuanto al tratamiento de la Pneumatología es  El pastor de Hermas . El marco dentro del cual habla de este tema es la ética cristiana.12 El pastor  bien puede ser llamado el proponente de la doctrina de la “delicadeza del Espíritu”.13 Las visiones que recibe Hermas no tienen que ver directamente con el futuro, sino que son más bien revelaciones del presente oculto: errores de la iglesia, pecados y mandamientos no cumplidos por los creyentes. En  El pastor  es evidente que el Espíritu es “delicado” porque no puede habitar en una persona que está imbuida en el pecado. Pero Ibíd., § 11, 293-94. En  El pastor de Hermas  también se detallan algunas cualidades éticas del  verdadero profeta. “POIMHN” 11º mandato, en Lightfoot, Los padres apostólicos , 522. 11 Ignacio de Antioquia, “ PROS EFESIOUS ” § 8, en Lightfoot, Los padres apostólicos , 172-173. 12  Schütz, Introducción a la Pneumatología , 47. 13 Pablo Deiros sostiene que el énfasis de  El Pastor es el don de profecía ( La acción del Espíritu Santo en la historia : 61-64). No obstante, una lectura cuidadosa del texto de  El Pastor   devela que su interés era ético religioso, y la profecía solamente le sirve de marco para su propósito. 10

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cuando el creyente es puro, el Espíritu se mantiene gozoso y puede trabajar libremente. De suerte que es en  El pastor en donde primero se puede encontrar con cierta claridad algo muy parecido a la doctrina de la santificación en el Espíritu.

3. EL ESPÍRITU EN LA EXPERIENCIA, LA DOCTRINA Y LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Los cristianos que sucedieron a los padres apostólicos también prestaron atención a la doctrina del Espíritu pero desde diversos ángulos. En los siglos II y III del cristianismo la Pneumatología se debate entre la ortodoxia y la herejía, la doctrina y la experiencia. En esta época los cristianos abordan el tema pneumatológico desde tres ángulos: la experiencia individual, la doctrina ortodoxa y la historia de la salvación. Como se podrá constatar, estas tres dimensiones no son excluyentes, sino complementarias. 3.1. Pneumatología y experiencia Durante la época de los padres apostólicos continuó siendo práctica común de la iglesia la profecía y las visiones inspiradas por el Espíritu. Pero estas manifestaciones nunca ocuparon el centro de la vida cristiana. En los siglos II y III, en cambio, algunos cristianos empezaron a enfatizar la dimensión sobrenatural del Espíritu tal y como la percibían en la experiencia. Con tal de guardarse de la herejía la iglesia se había visto obligada a reconocer varias fuentes objetivas de autoridad: el canon, la tradición apostólica y los líderes oficiales. Pero esta institucionalización del cristianismo chocó con aquellos cristianos que buscaban experimentar al Espíritu de manera “d irecta”, sin la mediación de los líderes oficiales. Así que en esta época surgió la disputa entre el “carisma” y la “institución”. Un ejemplo de este altercado se puede ver parcialmente en la vida y obra de Montano. 14 Este ex sacerdote pagano había recibido el bautismo cristiano pero 14

Se dice “parcialmente” porque “es inexacto interpretar el origen del montanismo como una protesta contra la organización excesiva de la Iglesia, y en pro de la vieja estructura puramente carismática. Aún más, en sus orígenes el montanismo no abogaba por un retorno a la práctica de las profecías, sino que pretendía que Montano y sus dos profetisas habían recibido una revelación especial y final, de modo que no era de esperarse que el espíritu profético se extendiese al resto de los cristianos”, según Justo L. González, “ Desde los orígenes hasta el Concilio de Calcedonia”, en Historia del pensamiento cristiano (Nashville: Editorial Caribe, 2002), 1:140.

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su práctica cristiana distaba mucho de ser la práctica oficial de la iglesia.15 Junto a sus discípulas Maximila y Priscila, Montano se dedicó a propagar la idea de que recibía profecía, visiones y revelaciones escatológicas. Este nuevo movimiento anunciaba que con su líder se había iniciado una nueva dispensación, se había inaugurado la época del Espíritu, la nueva Jerusalén y un reinado de mil años. De esa cuenta, la iglesia que hasta entonces había sido la oficial quedaba en entredicho. A la luz de esto, no sorprende que autores tan antiguos como Eusebio de Cesárea haya hecho un juicio sumamente negativo del movimiento: Dicen que en la Misia de Frigia hay una aldea que se llama Ardabán. Allí, según se cuenta, un recién convertido llamado Montano, la primera vez… por el excesivo anhelo de su alma por ser el primero, permitió al enemigo entrar en su vida y quedó sujeto por el espíritu. De pronto estuvo como arrebatado y entró en un éxtasis como un poseído; empezó a hablar y a pronunciar raras palabras, profetizando desde entonces contra la costumbre que nos llegó por la tradición y por la sucesión.16

Dadas las grandes habilidades de Montano para organizar a sus seguidores y por la gran acogida de su doctrina, este movimiento se perfilaba como un “av i vamiento” en el cristianismo antiguo. No obstante, el montanismo incurrió en el peligroso error de arrogarse la exclusividad de ser iglesia de Cristo. El montanismo se olvidó de que no solamente los dones extraordinarios provenían del Espíritu, y que aun los dones “extraordinarios” eran dados por Dios para la unidad y edificación de su cuerpo. Pero la evaluación de la “nueva profecía” – como se le conocía al movimiento montanista –   es difícil por la distancia cronológica que nos separa de él, la experiencia que se tiene del pentecostalismo actual, y porque la mayor parte de referencias al montanismo se encuentran en los escritos de sus detractores. Como sea, Paul Tillich ha indicado que la iglesia perdió en cuatro áreas con la condena del montanismo: 1) el canon triunfó sobre la posibilidad de nuevas revelaciones, 2) se confirmó la jerarquía tradicional contra el espíritu profético, 3) la escatología se hizo menos significativa de lo que había sido en la edad

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Luigi Padovese, Introducción a la teología patrística  (trad. Alfonso Ortiz García, Pamplona: Editorial Verbo Divino, 2000), 99-100. Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica , libro V capítulo 16 § 7 (Barcelona: Libros CLIE, 1988) 1:314. Cf . José María Magaz, “La herejía en la „Historia Eclesiástica‟ de Eusebio de Cesárea”, Revista Agustiniana 122 (mayo-agosto 1999), 494-499.

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apostólica, 4) se perdió la disciplina estricta de los montanistas dando lugar a una laxitud creciente dentro de la iglesia.17 Uno de los personajes cristianos más reputados que rompió con la iglesia oficial para formar parte de la “nueva profecía” fue Tertuliano. Hacia el 213 d.C. este teólogo decidió pasarse al bando de Montano y, desde luego, su teología se vio influida por tal decisión. En su fase como montanista Tertuliano relaciona la acción del Paráclito sobre todo con la “disciplina”. 18 Tener el Espíritu implica llevar una vida rigurosa. El deber del cristiano que ha sido iluminado por el Espíritu Santo era, para Tertuliano, santificarse para cumplir la voluntad del Padre.19 A la luz de esta idea, Tertuliano pensaba que el Espíritu solamente puede habitar en la comunidad de creyentes obedientes. De manera que si la iglesia institucional estaba en pecado, no había problema alguno en buscar otro grupo de creyentes rigurosos aunque separados de la iglesia oficial. La iglesia verdadera para Tertuliano era aquella que tenía al Espíritu.20 El otro creyente destacado que emitió opiniones referentes al Espíritu Santo a la luz de su experiencia fue Cipriano. A diferencia de Tertuliano, este cristiano no rompió con la iglesia oficial. Cipriano interpretó su experiencia de conversión al cristianismo como una obra del Espíritu Santo que le procuró una nueva vida.21  Al Espíritu, que se difunde copiosamente, no se le encierra dentro de unos límites, ni se le puede frenar con barreras infranqueables dentro de un espacio reducido. Fluye continuamente, rebosa abundantemente: basta que nuestro corazón tenga sed y se abra. Él nos inundará con tanta gracia como capaces seamos de creer.22

Paul Tillich, De los orígenes a la Reforma , tomo 1 de Pensamiento cristiano y cultura en occidente (Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1976), 71, 72, citado en Deiros, La acción del Espíritu , 139, 140. 18  Schütz, Introducción a la Pneumatología : 57, n. 74. 19 Constantino A. Balaguer y José Manuel Serrano Galván, “Introducción” a Tertuliano, A los mártires. El escorpión. La huida en la persecución  (Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 2004), 43. 20 Para una evaluación negativa de esta actitud de Tertuliano véase Yves M. J. Congar, El Es-   píritu Santo  (trad. Abelardo Martínez de Lapera, Barcelona: Editorial Herder, 1991), 96. Como testimonio contrapuesto a Tertuliano, Congar cita a Hipólito, quien tiene en alta estima a la iglesia oficial (Ibíd., 97). 21 Cipriano, “A Donato” § 4, traducido en Joaquín Pascual Torró, La unidad de la iglesia. El  padrenuestro. A Donato (Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1991), 118. 22 Ibíd., § 5, 119. 17

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 Además, para Cipriano la función principal del Espíritu era infundir en el creyente la gracia necesaria para que éste llevara una vida de santidad. Este énfasis en la doctrina de Cipriano hace recordar a los padres apostólicos. 3.2. Pneumatología y doctrina Otro grupo de cristianos de la antigüedad abordó el tema del Espíritu Santo para procurar articular una formulación más dogmática. Dentro de este grupo destacan aquellos que relacionaron la Pneumatología con otras doctrinas.  Justino Mártir relacionó la Pneumatología con la doctrina del Logos. Justino llamaba al Espíritu “Espíritu profético” porque para él la función básica de la tercera persona de la Trinidad había sido anunciar a Cristo. Justino argumenta que los profetas del Antiguo Pacto tenían espíritu de sabiduría (Salomón), de entendimiento y consejo (Daniel), fortaleza y piedad (Moisés), de temor (Elías), y de ciencia (Isaías). Después, el Espíritu descansó, es decir, cesaron sus dones, una vez venido Aquel sobre el que reposaría la plenitud del Espíritu. De esa cuenta, es Cristo el que puede repartir los dones a los que en Él creen. 23 La Pneumatología de Clemente de Alejandría está subordinada a “la teología del Logos y al papel de éste en la creación y en la salvación”.24 De manera que Clemente estudia al Espíritu Santo con relación a la cristología.25 A la luz de los evangelios es evidente que el Espíritu no actúa por sí solo. Obra a través de Cristo desde su concepción y actúa por medio de la iglesia, el cuerpo de Cristo.26 En Clemente el Espíritu actúa en el Logos desde la primera creación hasta la nueva creación. Orígenes es el primero en la historia de la literatura cristiana en tematizar propiamente el Espíritu Santo. 27 Relacionó la Pneumatología con varias doctri-

 Justino Mártir, “Diálogo con Trifón” § 87, en Alfonso Ropero, Lo mejor de Justino Mártir (Barcelona: Editorial CLIE, 2004), 328, 329. 24 Luis F. Ladaria,  El Espíritu en Clemente Alejandrino. Estudio teológico-antropológico (Madrid: Uni versidad Pontificia Comillas, 1980), 19. 25 La cristología como teología del Logos está desarrollada en Clemente de Alejandría, “El Pedagogo” libro I, en Alfonso Ropero, Lo mejor de Clemente de Alejandría (Barcelona: CLIE, 2001), 43-120. 26 Cf. Keith Warrington, Discovering the Holy Spirit in the New Testament (Peabody, Mass.: Hendrickson Publishers, 2005), 3-49. 27  Schütz, Introducción a la Pneumatología , 51. 23

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nas.28 Aquí interesa particularmente la relación que trazó entre la Pneumatología y las Escrituras. Para Orígenes el Espíritu Santo fue quien inspiró el texto sagrado, por lo tanto, es él quien debe socorrer al lector cristiano durante la interpretación.29 Y puesto que el Espíritu inspiró las Escrituras es lógico suponer que estas poseen un sentido espiritual más allá del literal. …aquel que se dedicara con toda castidad, moderación y vigilancia a los estudios de esta clase, pudiera ser capaz por este medio de trazar el significado del Espíritu de Dios, que quizá está enterrado profundamente, y el contexto, que puede señalar en otra dirección que el uso ordinario de lenguaje podría indicar… los misterios que se relacionan con el Hijo de Dios… son el tema de explicación de aquellas personas que están llenas del Espíritu Divino.30

3.3. Pneumatología e historia de la salvación Ireneo representa otra línea de pensamiento pneumatológico con relación a las dos categorías expresadas con antelación. Este padre estaba interesado particularmente en dar respuesta a las necesidades que apremiaban a su congregación.31 Por eso, en Ireneo la Pneumatología está ligada a la creación y nueva creación (historia de la salvación), los dones y el ministerio, y la vida cristiana en general. El Espíritu fue como una mano del Padre a través de la cual se realizó la creación del hombre a semejanza de Dios. 32 Después de la “modelación” del hombre, este recibió la comunión del Espíritu. 33 No obstante, el ser humano pecó y perdió la “túnica de santidad que recibió del Espíritu”. 34 Por eso, el ser humano no puede ser salvo sin el Espíritu. El creyente tiene la salvación escrita en su corazón por el Espíritu, sin papel o tinta. No obstante, el Espíritu en la salvación sólo es una parte de la manifestación de esta Persona divina. Su labor De particular interés resulta la doctrina de la “divinización” del creyente por influjo del Espíritu. A este respecto véase Salvador Vergés, Imagen del Espíritu de Jesús. Persona y comuni-  dad de amor (Salamanca: Ediciones Secretariado Trinitario, 1977), 121, 122. 29 Orígenes, “Tratado de los principios” libro 1 § 3, en Alfonso Ropero, Lo mejor de Orígenes (Barcelona: Editorial CLIE, 2002), 89. 30 Ibíd., libro IV § 1: 318. 31 Justo L. González, Retorno a la historia del pensamiento cristiano. Tres tipos de teología (Buenos  Aires: Ediciones Kairós, 2004), 42. 32  Ireneo, Contra las herejías , en Guillermo Pons, ed.,  El Espíritu Santo en los Padres de la Iglesia (Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1998), 31. 33  Ibíd. 34 Ibíd., 32. 28

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continuará hasta que el creyente vea cara a cara al Padre y sea nuevamente hecho a su imagen y semejanza.35 En cuanto a la unidad de la Iglesia, Ireneo señala que está muy relacionada con el bautismo.36 Para Ireneo fe, bautismo, perdón de los pecados y recepción del Espíritu constituyen una unidad indisoluble. 37 En el bautismo es donde inicia la nueva creación en el creyente particular. El cristiano recreado es colocado en la comunidad cristiana para la edificación de otros a través de los dones. Ireneo reconoce que en la actualidad existen dones proféticos, lenguas, declaración de misterio, echar fuera demonios, pre-conocimiento, sanar enfermos, resucitar muertos; aunque se opone a ciertos nósticos (en especial a Marcus) que pretendían falsear el don de profecía. 38 Como sea, los dones no son un fin en sí mismo sino que están íntimamente ligados con la edificación de la iglesia. Las diversas manifestaciones del Espíritu deben provocar la edificación y unidad de la Iglesia. Guardamos celosamente la fe recibida de la Iglesia, la misma que como un depósito de grandísimo valor colocado en un buen recipiente, rejuvenece siempre bajo la acción del Espíritu de Dios y hace rejuvenecer incluso al mismo vaso en que se halla depositada. A la Iglesia se ha confiado este don de Dios, como el aliento de vida a la obra modelada, a fin de que tengan vida todos los miembros que lo reciben. Y en él está depositada la comunión con Cristo, es decir, el Espíritu Santo, garantía de incorrupción, confirmación de nuestra fe y escala de subida a Dios. Porque en la Iglesia, dice, puso Dios apóstoles, profetas, doctores y toda la restante actividad del Espíritu, del que no participan los que no se adhieren a la Iglesia, sino que se privan a sí mismos de la vida por sus falsas doctrinas y por sus depravadas acciones. Porque donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde reside el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia.39

Finalmente, el Espíritu Santo es sumamente importante en el desarrollo de la vida cristiana. El creyente recibe la unción del Espíritu para ser renovado y guiado por el camino de la rectitud.40 “Él [el Espíritu] también descendió sobre el Hijo de Dios… acostumbrándose en comunión con Él a mora r en la raza Ibíd., 139, 140. Ireneo de Lion, Demostración de la predicación apostólica § 7 (trad. Eugenio Romero Pose, Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 2001), 65. 37  Schütz, Introducción a la Pneumatología , 52. 38  Deiros, La acción del Espíritu , 96-98. 39 Contra las herejías , en Pons,  El Espíritu Santo, 73, 74. 40  Deiros, La acción del Espíritu , 93. 35 36

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humana, para quedar con los seres humanos, y para morar en las criaturas de Dios, obrando la voluntad del Padre en ellos, y renovándoles de sus viejos hábitos a la novedad de Cristo”.41 El testimonio patrístico de la doctrina y obra del Espíritu Santo en los siglos II y III es mucho más amplio de lo que aquí se ha destacado. Estas tres dimensiones que se han descrito sirven únicamente como líneas maestras para estudios ulteriores.

4. L A DIVINIDAD DEL ESPÍRITU Durante las épocas que ya se han estudiado aparecieron ciertos indicios en cuanto a la doctrina del Espíritu con relación al Padre y al Hijo. Tertuliano, por ejemplo, acuñó el término Trinidad. Novaciano, además, le dio a la iglesia de occidente el primer estudio amplio sobre la Trinidad. Pero esta doctrina no fue suficientemente desarrollada hasta que empezaron a pulular herejías en contra de la divinidad del Hijo y del Espíritu. 4.1. Herejías pneumatológicas En cierto sentido las herejías pneumatológicas derivaron de las discusiones cristológicas. Hacia el siglo IV la doctrina que más se debatía giraba en torno a la persona de Jesucristo (monarquianismo, apolinarismo, nestorianismo, monofisismo, por ejemplo). Pronto aquellos que trataban de explicar lógicamente las relaciones entre el Padre y el Hijo se vieron envueltos en polémicas relacionadas con el Espíritu Santo. Los primeros en proponer ideas extrañas en cuanto al Espíritu fueron los arrianos y el montanismo. El arrianismo negaba la divinidad del Hijo y pronto llegó a negar la divinidad del Espíritu también. La condena de este movimiento se dio en el primer concilio ecuménico (Nicea 325 d.C.). El montanismo, como ya se vio, llegó a afirmar que su líder Montano era la encarnación del mismo Espíritu. Este movimiento también fue condenado por la iglesia oficial. Pero no sería sino hasta el siglo IV cuando apareciera la herejía más fuerte en contra del Espíritu Santo, el grupo de los pneumatómacos  – adversarios del Espíritu. Al parecer, el padre de esta herejía fue Macedonio, obispo de Constantinopla del 342 al 360 d.C. Los pneumatómacos afirmaban la divinidad del

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Ibíd., 94.

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Hijo pero le negaba tal distinción al Espíritu Santo. 42 La base para tal doctrina era la Escritura misma. Los macedonianos decían que puesto que la Sagrada Escritura nunca afirma explícitamente que el Espíritu Santo sea Dios, la consecuencia es que no se le debe considerar divino.43 Esta herejía suscitó la reflexión de varios padres de la iglesia que legaron a la posteridad verdaderas joyas de la literatura pneumatológica. Entre ellos mencionamos aquí a dos de los padres capadocios, a Dídimo de Alejandría y a Nicetas de Remesiana. 4.2. Respuesta ortodoxa Basilio de Cesárea aceptó el reto metodológico que planteaban los pneumatómacos y se empeñó en buscar en la Escritura testimonio de la divinidad del Espíritu. Fruto de sus reflexiones fue el tratado Sobre el Espíritu Santo. Su escrito explica muchos aspectos relacionados con el Espíritu, pero fue su defensa de la divinidad de la Tercera Persona la que le ganó un lugar en los anales de la posteridad. De hecho, su escrito fue el texto decisivo para la definición de fe del segundo concilio ecuménico (Constantinopla 381 d.C.). Por consiguiente, no es posible que quien ha oído “Espíritu” configure en su mente una naturaleza circunscrita o sujeta a cambios y mudanzas o enteramente igual que la creatura, sino que, subiendo en sus nociones hasta lo más alto, necesariamente debe concebir una esencia inteligente, infinitamente poderosa, infinitamente grande, fuera de la medida del tiempo y de los siglos, y generosa de los bienes que posee.44

En línea con el pensamiento de Basilio aparece Gregorio Nacianceno, otro de los padres capadocios. En su discurso 31 de su celebérrima obra Discursos teológicos , Gregorio defiende la divinidad del Espíritu en contra de los seguidores de Macedonio. La polémica del Nacianceno con los pneumatómacos se centra en dos puntos fundamentales: 1) la persona del Espíritu no se encuentra explícitamente revelada en el texto sagrado, 2) el Espíritu no puede haber sido engendrado por el Padre, porque entonces sería Hijo; tampoco puede proceder 42 

Congar,  El Espíritu Santo , 103. Una herejía similar, aunque no muy poderosa, fue la de los trópicos, que consideraban al Espíritu como criatura del Hijo. Esta herejía encontró su acertada refutación en la pluma de Atanasio de Alejandría en su Cartas a Serapión   (Schütz, Introducción a la Pneumatología , 60). 43 Giovanna Azzali Bernardelli, “Introducción” a Basilio de Cesárea,  El Espíritu Santo (trad.  Argimiro Velasco Delgado, Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1996), 22, 23. 44  Basilio, El Espíritu Santo, capítulo IX § 22: 141, 142.

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de él como una criatura, porque entonces no sería Dios. 45 En su réplica a los pneumatómacos sostiene:  A estos últimos [los pneumatómacos] les digo: ¿Por qué nos llamáis “triteístas”  vosotros que honráis al Hijo, aun desechando al Espíritu Santo?... Para nosotros no hay más que un solo Dios, porque una sola es la divinidad, y los seres que proceden retornan a la unidad, aun cuando se crea que son tres; en efecto, uno no es más Dios que el otro, ni uno está delante y el otro detrás; no están separados por la voluntad, ni divididos por la potencia; aquí no se puede encontrar nada de cuanto existe en los seres divididos. Si es posible decirlo con bre vedad, la divinidad es indivisa en seres divididos entre sí.46

La labor literaria de estos dos capadocios desembocó en la formulación pneumatológica en el contexto trinitario más antigua que todavía hoy se confiesa como ortodoxa. En el concilio de Constantinopla, se definió por fin la doctrina del Espíritu en relación con la Trinidad. Uno de los tres presidentes del concilio fue el mismo Gregorio Nacianceno. Dídimo de Alejandría fue otro creyente que reflexionó en cuanto al Espíritu Santo. Aunque perdió la vista física a la edad de cuatro años no cabe duda que recibió los ojos espirituales que solamente la Tercera Persona puede otorgar. Su Tratado sobre el Espíritu Santo  (374-375 d.C.) es toda una defensa de la divinidad del Espíritu en contra de los macedonianos. Para Dídimo el Espíritu es divino, incorporal, inmutable, ilimitado, impasible e indivisible. Su obra santificadora en el creyente es un testimonio de su divinidad. 47 Por último vale mencionar a Nicetas de Remesiana, un autor poco conocido. Su breve opúsculo De Spiritus Sancti Potentia  tiene la apariencia de una apología en contra de la herejía pneumatómaca. 48 El tratado es una sencilla reflexión acerca de la divinidad del Espíritu y la adoración que merece.

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José Ramón Díaz Sánchez-Cid, Introducción a Gregorio Nacianceno. Los cinco discursos teológicos (Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1995), 58. Díaz Sánchez-Cid, Los cinco discursos teológicos , discurso 31 § 13-14: 237-238. Dídimo el ciego, Tratado sobre el Espíritu Santo  (trad. Carmelo Granado, Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1997), 44-48, 59, 80-83, 92-93, 100-101, 116, 158. Una de las cualidades peculiares de la Pneumatología del alejandrino es su inclinación a atribuir la acción del Espíritu Santo en la jerarquía eclesiástica, contrario a lo que pensaba Tertuliano, por ejemplo. Carmelo Granado, Introducción a Nicetas de Remesiana. Catecumenado de adultos   (Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1992), 17.

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4.3. Formulación trinitaria En el 381 d.C. se celebró el segundo concilio ecuménico de la iglesia, con vocado por el emperador Teodosio para restablecer la unidad de la iglesia.49 El concilio no quería ser totalmente original sino heredero de la definición dogmática establecida en Nicea el 325 d.C. El resultado final del concilio fue el “símbolo niceno-constantinopolitano” cuyo tercer artículo reza:  Y [creo] en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Y en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados y esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.50

Con la definición dogmática de la divinidad del Espíritu quedaba abierta la posibilidad de formulaciones ortodoxas más detalladas. En este sentido corre la obra de grandes autores como Gregorio de Nisa (el tercer padre capadocio), Cirilo de Jerusalén y Ambrosio de Milán. Gregorio de Nisa asistió al concilio ecuménico de Constantinopla. En el 383 d.C. pronunció un discurso sobre la divinidad del Hijo y del Espíritu; pero, como buen místico, su interés está más en describir la relación del Espíritu en el proceso de perfección del creyente. Para Gregorio el Espíritu es ante todo una gracia de Dios que inhabita en el creyente para producir frutos de santidad.51 Cirilo de Jerusalén participó como signatario del Concilio de Constantinopla. Sus Catequesis XVI-XVII se titulan Sobre la divinidad del Espíritu , y probablemente fueron escritas antes del 381 d.C., aunque no hay certeza de esto. Pero lo que sí es seguro es que la metodología teológica de Cirilo hace uso de la categoría del misterio. Para este creyente lo importante es explicar lo que la Escritura sí dice y abstenerse de sobrepasar su enseñanza. Por eso, su explicación teológica parece más una cadena de textos bíblicos que una explicación de los 49

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Lorenzo Perrone, “De Nicea (325) a Calcedonia (451). Los cuatro primeros concilios ec uménicos. Instituciones, doctrinas, procesos de recepción”, en Historia de los concilios ecuménicos  (ed. Giuseppe Alberigo, trad. Alfonso Ortiz García, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2004), 55, 56. Heinrich Denzinger y Peter Hünermann,  El magisterio de la iglesia. Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de Rebus Fidei et Morum   (trads. Bernabé Dalmau, Constantino Ruiz Garrido y Eva Martín Mora, Barcelona: Editorial Herder, 2000), 111. Gregorio de Nisa, Sobre la vocación cristiana   (trad. Lucas F. Mateo Seco, Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1992): 89, 90, § 9.

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“puntos oscuros” de la doctrina pneumatológica. Para Cirilo el Espíritu, además de ser divino, es un ser personal: …el Espíritu Santo es uno y el mismo; viviente y subsistente y que está siempre presente con el Padre y el Hijo; que no es hablado o espirado por la boca y los labios del Padre o del Hijo, ni se difunde por los aires, sino que es personal y que habla, y actúa y es dispensador y santificador, pues la economía de la salvación para con nosotros, que procede el Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es... indivisible, armónica y única.52

 Ambrosio es el primer occidental que escribió un tratado sobre el Espíritu Santo. En la primera parte de su tratado Ambrosio defiende la idea de que el Espíritu Santo no es una cosa más, sino que está por encima de las cosas. Por tanto, el Espíritu no ha sido hecho ni creado. 53 Para Ambrosio el Espíritu Santo es divino porque no tiene pecado, es inmaculado, perdona pecados, no es criatura sino creador, no adora sino que es adorado. Tiene lo propio de la divinidad: escruta los corazones, es veraz y resucita los muertos. 54 El Espíritu es inmaculado y omnipotente. 55 Por medio del Espíritu, Dios sella al creyente y, por tanto, se reproduce en el cristiano la imagen y semejanza de Cristo y de Dios. El cristiano se hace de esta manera partícipe de la naturaleza divina: Hemos, pues, sido sellados por Dios con el Espíritu. En efecto, como morimos en Cristo para renacer, así somos también sellados con el Espíritu para poder tener el esplendor, su imagen y gracia, lo que evidentemente es el sello espiritual. Pero aunque aparentemente somos sellados en el cuerpo, en realidad somos sellados en el corazón, para que el Espíritu Santo reproduzca en nosotros los rasgos de la “imagen celeste”.56

5. EL ESPÍRITU S ANTO EN LA COMMUNIO INTRA- TRINITARIA Después de definir la divinidad del Espíritu con relación al Padre y al Hijo se hizo necesario explicar las relaciones intra-trinitarias. Tanto los pensadores de oriente como los de occidente se esforzaron por explicar estas relaciones divinas. Particularmente en oriente se echó mano del término  pericorésis   para 52 53 54 55 56

Cirilo de Jerusalén,  El Espíritu Santo catequesis XVII § 5 (trad. Carmelo Granado, Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1998), 70, 71. Ambrosio de Milán,  El Espíritu Santo (trad. Carmelo Granado, Biblioteca de Patrística 41; Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1998): § 27-31. Ibíd., § 132-152. Ibíd., § 169. Ibíd., § 79.

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explicar la comunión interna de las personas divinas en el seno de la Trinidad. Pronto esta doctrina también se utilizó en occidente haciendo uso del correspondiente término latín circuminsessio.57 El teólogo más representativo de la teología occidental en reflexionar en cuanto a la Pneumatología en términos de las relaciones intra-trinitarias fue Agustín de Hipona. Sus ideas pneumatológicas parten de los esfuerzos de los padres que le precedieron (Ambrosio, los Capadocios, por ejemplo), pero a la vez sus propuestas van un poco más allá. De manera que Agustín se puede considerar como una bisagra teológica en cuanto al tema del Espíritu Santo. Es en él en donde concluye un primer período más enfocado en la divinidad del Espíritu, y es en él también en donde inicia la Pneumatología medieval más unida al tema del don del amor y las relaciones intra-trinitarias. Para Agustín lo propio del Espíritu Santo es su relación en cuanto al Padre y al Hijo.58 De ahí que la cualidad más destacada del Espíritu sea justamente su sentido de comunidad. Por lo mismo, el Espíritu actúa también como vínculo de unidad, y por lo tanto en Agustín la Pneumatología está estrechamente unida a la eclesiología.59 Para Agustín, el Espíritu Santo es el alma del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo. Mas  ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué debéis temer. Acontece que en un cuerpo humano [...] hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, el pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo vivía; una vez cortado perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras vive en el cuerpo; el hacerse hereje equivale a ser amputado, y el alma no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis re-

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Congar,  El Espíritu Santo: 482-485. En la iglesia oriental uno de los primeros en utilizar la categoría de  pericorésis en teología fue Juan de Damasco. Un desarrollo reciente de esta forma de concebir la Pneumatología se puede ver en Karl Rahner, “El Dios Trino como principio y fundamento trascendente de la historia de la salvación”, en Johannes Feiner y Magnus Löhrer, dirs.,  Mysterium Salutis . Manual de teología como historia de la salvación  (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1969, 1977), 311-335.  Joseph Ratzinger, “El Espíritu Santo como comunión. Sobre la relación entre Pneumatología y espiritualidad en San Agustín”, en Convocados en el camino de la fe. La Iglesia como comunión  (trad. José Ramón Matito Fernández, Madrid: Ediciones Cristiandad, 2004), 42. Agustín de Hipona, Enquiridión. Tratado de la fe, la esperanza y la caridad , en Alfonso Ropero, Lo mejor de Agustín de Hipona  (Barcelona: Editorial CLIE, 2001), 275-277.

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cibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad.60

El Espíritu, según Agustín, se experimenta en la eclesialidad, no en la indi vidualidad. No cabe duda que para Agustín el Espíritu opera solamente a través de la Iglesia. Por eso, la Iglesia absorbe muchas de las manifestaciones del Espíritu en la vida individual del creyente. Parece que la única acción del Espíritu en la vida individual del cristiano está relacionada con la santidad. El otro trazo teológico de Agustín tiene que ver con la relación entre el Espíritu Santo y el amor ( caritas  ).61 El Espíritu es por excelencia el don de amor de Dios. Dios se comunica en el Espíritu Santo como amor. 62 Y ese don de Dios, según Agustín, solamente se puede recibir en la iglesia a través de los sacramentos.63

6. L A CAUTIVIDAD BABILÓNICA DE LA PNEUMATOLOGÍA El lector atento identifica rápidamente la “cautividad babilónica” com o aquel período de setenta años en los que Israel vivió fuera de la tierra prometida, en Babilonia. Haciendo uso de esta frase los historiadores acuñaron la metáfora “cautividad babilónica del papado” para referirse a la etapa de aprox imadamente setenta años (1309-1377) durante la cual los papas vivieron en  Aviñón, sometidos al control francés. 64 Ahora utilizamos aquí esta misma metáfora para referirnos a los más de 700 años de sequía doctrinal pneumatológica durante la edad media. Los asuntos relativos al Espíritu Santo durante esta época estuvieron encarcelados, en general, a los sacramentos, la controversia filioque y el papado. En cierta manera la perspectiva eclesiológica de la Pneumatología en Agustín preparó el terreno del sistema sacramental de la edad media. La teología de la gracia como el don de Dios que se comunica al ser humano por medio de los sacramentos suplantó a la Pneumatología. Durante la edad media aquel que Agustín de Hipona, Sermón 267   en Pons,  El Espíritu Santo , 82. Véase además el tratado de  Agustín sobre la Trinidad. 61 Cf. Vergés, Imagen del Espíritu de Jesús , 192-198. 62 Ratzinger, “El Espíritu Santo”, 45. 63  Schütz, Introducción a la Pneumatología , 87. 64 Cf. M. D. Knowles, La iglesia en la Edad Media , tomo 2 de  Nueva historia de la iglesia   (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1983): 407-414. Todavía Lutero en 1520 utilizó esta metáfora en su celebérrimo opúsculo La cautividad babilónica de la iglesia . Cf. Martín Lutero, La cautividad babiló-  nica de la iglesia , en Obras de Martín Lutero  (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1967), 1:173-259. 60

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quisiera experimentar a Dios debía encontrar al Espíritu en los sacramentos de la iglesia oficial.  Además de ser supeditado a los sacramentos, el Espíritu Santo quedó atado a la controversia doctrinal. El debate en cuanto al “filioque”  supuso grandes diferencias entre oriente y occidente. El credo que la iglesia había adoptado en el seg undo concilio ecuménico (Constantinopla, 381) rezaba “creo en el Espíritu Santo que procede del Padre...”. Pero en el III sínodo de Toledo (589) la iglesia agregó “Asimismo debemos confesar y predicar que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y que es de una única sustancia con el Padre y el Hijo”.65 La cláusula Filioque había sido añadida en las iglesias de Hispania y Galia para prevenir a la iglesia del arrianismo. Pero los griegos no podían aceptar la cláusula porque según Focio: “el Filioque es una interpolación injustificada”, “destruye la monarquía del Padre” y “relativiza la realidad de la existencia pe rsonal o hipostática en la Trinidad”. 66  En su obra  Mistagogia del Espíritu Santo, Focio se empeñó en declarar herética la idea de que el Espíritu procede del Padre y del Hijo.67 Debido a esta controversia las fuerzas teológicas de oriente y occidente se diluyeron en una Pneumatología bastante pobre. Al final el Filioque   terminó siendo uno de los factores más fuertes para que Roma y Bizancio se separaran definitivamente en el año 1054. Finalmente, el Espíritu estuvo cautivo por el papado. Fue en la edad media en donde se echan los cimientos del papado tal y como se conoce hoy día. Dada la creciente autoridad de la que empezó a gozar el obispo de Roma, pronto no faltaron quienes le adjudicaron al inquilino de la cátedra petrina la obra exclusiva del Espíritu. El Papa se erigió como aquel que habla por medio del Espíritu, y por lo tanto su palabra tiene autoridad. Esta relación tan estrecha entre

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Lat. Spiritus aeque Sanctus confitendus a nobis et praedicandus est a Padre et a Filio procedere et cum Patre et Filio unius esse substantiae . Denzinger y Hünermann,  El magisterio de la iglesia : 225. El III Sínodo de Toledo no es reconocido como concilio, porque no hubo en él representantes de la parte oriental de la iglesia cristiana del entonces. Evangelista Vilanova, Historia de la teología cristiana  (Barcelona: Editorial Herder, 1987), 1:334. Emilio Mitre Fernández, “Emperadores, papas, patriarcas y misioneros hasta finales del siglo IX”, en  El mundo medieval  tomo 2 de Historia del c ristianismo (Madrid: Editorial  Trotta, 2004), 76.

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papado y Pneumatología se consumó durante el primer Concilio Vaticano (1869-1870) cuando se definió el dogma de la infalibilidad papal.68  Ante tal situación no es extraño que durante la época medieval haya surgido  Joaquín de Fiore propugnando por la inauguración de la era del Espíritu como la época en la cual el Espíritu Santo irrumpe libremente sin sacramentos, sin clero y sin mediaciones metodológicas para entender la Biblia. 69 Pero después de su muerte las doctrinas de Joaquín fueron condenadas en el siglo XIII. 70 Por su parte, los grandes teólogos medievales (Anselmo de Canterbury y  Tomás de Aquino, por ejemplo) 71 y los grandes místicos de la época (San Buenaventura, San Bernardo de Claraval, por ejemplo) siguieron la senda trazada por Agustín de Hipona y poco se avanzó en la formulación pneumatológica.72

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B. Mondin, “El Espíritu Santo como legitimación del papado”, Concilium 148 (septiembreoctubre 1979), 239. Cf . Hans Urs von Balthasar, “Dios es su propio exegeta”, Communio 1.86 (enero-febrero 1986), 10-12. José Luis Illanes y Josep Ignasi Saranyana, Historia de la teología , 3ª edición (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2002): 57, n. 23. Otro grupo que enfatizó la acción sin mediaciones del Espíritu fue el de los “puros” (cátaros, bogomiles o albigenses). Pero puesto que fueron condenados por la ortodoxia oficial no se disponen de escritos originales para extraer conclusiones acertadas en cuanto al movimiento. Baste decir que abogaban por la recepción del Espíritu solamente a través de la imposición de manos, que los capacitaba para llevar una vida pura (Knowles, La iglesia en la Edad Media , tomo 2 de  Nueva historia de la igle-  sia : 372). Un personaje famoso condenado por sus ideas en cuanto al Espíritu fue Pedro  Abelardo, quien en el opúsculo De úntate et trinitate divinas exhibió ciertos rasgos de modalismo (Denzinger y Hünermann,  El magisterio de la iglesia , 324). Estos dos teólogos también consumieron sus energías en la disputa del Filioque. En su tratado De processione Spiritus Sancti  Anselmo aborda esta controversia. “Introducción” a las Obras completas de San Anselmo  (trad. Julián Alameda, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1952): 114. En su monumental Suma teológica , Tomás de Aquino también se explaya en el tema de la procedencia del Espíritu. Tomás de Aquino, Suma teológica  (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1959), 2-3:225-245. En cuanto a la teología del “amor” con relación al Espíritu Santo en Buenaventura y Be rnardo ver San Bernardo,  En la escuela del amor , ed. Mariano Ballano (Madrid: Biblioteca de  Autores Cristianos, 1999). Aquí Bernardo indica: “...el Espíritu Santo es el amor y la benignidad del Padre y del Hijo” (pág. 61). También vale la pena echar un vistazo a San Buen a ventura,  Experiencia y teología del misterio , ed., Julio Gómez Chao y Jesús Sanz Montes (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos 2000), 49-53.

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7. CONCLUSIÓN Una revisión somera a la historia de la doctrina del Espíritu Santo deja ver una cierta evolución dogmática que inicia con el culto cristiano y concluye en la  Trinidad. La iglesia antigua inició su reflexión sobre el Espíritu Santo en el contexto de la adoración litúrgica, posteriormente se empezó a relacionar la Pneumatología con otros ámbitos de la vida cristiana: la experiencia extática, el Logos y la historia de la salvación. Pero el surgimiento de herejías que atacaban la persona del Espíritu desvió la atención de los teólogos del siglo IV a tratar el tema casi exclusivamente de la divinidad del Espíritu.  A fines del siglo IV y durante el siglo V la iglesia tanto de occidente como de oriente concentra sus esfuerzos teológicos en la doctrina del Espíritu con relación a la Trinidad. Pero entrada la edad media el Espíritu es presa de controversias dogmáticas, o pasa a ser patrimonio exclusivo de las élites eclesiásticas (el papado), o se circunscribe a la doctrina de la gracia mediada a través de los sacramentos. En todo este recorrido se puede percatar una constante: cada vez que la teología oficial tiende a la reflexión pneumatológica desatendiendo la realidad de la  vida práctica surgen movimientos reaccionarios y extremistas que enfocan sobremanera elementos experimentales (de la experiencia) olvidados por la teología. Este es el caso del movimiento montanista en el siglo III y de la doctrina de Joaquín de Fiore en la edad media. Este breve recorrido también ha develado ciertas tensiones que la iglesia ha experimentado durante su peregrinaje durante la época patrística y la edad medieval. El lector se habrá percatado de que muchas de estas tensiones aún se  viven hoy día. Se pudo notar que la iglesia entró en pugna eclesiológica cuando empezó a hablar del Espíritu Santo. Muchos pensaban que la jerarquía eclesiástica  – por ser instituida por Dios –  era la depositaria privilegiada del Espíritu Santo. Pero los grupos que no pertenecían a esa élite solamente podían experimentar al Espíritu Santo de segunda mano, a través de la jerarquía. Consecuentemente surgió una iglesia-institución contrapuesta a otra iglesia-carismática. El ejemplo más notable en esta pugna lo devela Tertuliano. Aun cuando nació en la iglesiainstitución no tuvo ningún problema en pasar a la iglesia-carismática (el montanismo), porque para él el cuerpo de Cristo es aquel cuya vida proviene del Espíritu no de la jerarquía. Hoy día muchas iglesias tradicionales están experimentando una crisis similar. Los líderes que pertenecen a la jerarquía tradicional (pastores ordenados, graduados de seminario, por ejemplo) son considera-

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dos como no teniendo tanta autoridad pneumatológica como los apóstoles o profetas de iglesias de reciente formación. Unido al punto anterior se pudo notar que otra tensión que experimentó la iglesia fue la dialéctica entre la eclesialidad y la individualidad. Aquellos movimientos que se arrogaban la irrupción particular del Espíritu por medio de visiones, profecía u otra suerte de dones maravillosos despreciaron a la iglesia institucional. A la vez, la iglesia institucional anatematizó a los grupos que enfatizaban otros aspectos del Espíritu que ellos no acostumbraban experimentar. El triste resultado de dicha tensión fue la división. ¡Oh paradoja de la Pneumatología! Bíblicamente el Espíritu Santo actúa como elemento de unidad tanto en la Trinidad (  pericoresis  ) como en la iglesia. En el cuerpo de Cristo no puede existir un espíritu para el ojo, otro espíritu para la mano, etc. En la iglesia unida como comunidad se manifiesta un solo Espíritu por medio del cual los creyentes tienen libre acceso al Padre. Hoy día se está reflexionando con nuevos ojos acerca de la Pneumatología. La teología feminista reacciona a la visión patriarcal de Dios al enfatizar la femineidad del Espíritu Santo. Algunos teólogos protestantes relacionan al Espíritu con la teología ecológica. Aquí no es posible hacer toda una lista de las propuesta pneumatológicas contemporáneas. Lo que sí se puede hacer es sugerir algunas pautas que se pueden tomar en cuenta para hacer Pneumatología. Estas pautas, desde luego, surgen del estudio histórico del desarrollo de la doctrina del Espíritu en la era patrística y la época medieval. Una de las categorías teológicas que no se debe olvidar en los estudios pneumatológicos es la categoría del misterio. La teología es posible porque Dios ha tomado la iniciativa de revelarse. No obstante existen elementos dogmáticos que Dios no ha deseado revelar explícitamente en la Escritura. Sería tarea para personas opulentas de tiempo dedicarse a elucubrar en los misterios de Dios. El cristiano comprometido con su realidad eclesial debería preocuparse más por enfocar su atención en los temas que más aquejan la vida cristiana y la vida de la iglesia en el mundo. En lugar de consumir energías en tratar de explicar la procedencia del Espíritu Santo, quizá sea más provechoso reflexionar en cuanto a los datos bíblicos que nos permitan relacionar la Pneumatología con la misión de la iglesia. Otra pauta para el discurso pneumatológico puede ser la correlación equilibrada entre dogma y liturgia. Se pudo notar que la teología del Espíritu Santo brotaba naturalmente en la liturgia de los padres apostólicos. Hoy día también debería haber una correlación entre las formulaciones dogmáticas referentes al

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Espíritu y los cantos que se entonan o la oración que se pronuncia al Señor en el culto público comunitario. Finalmente, la teología del Espíritu debe tomar en cuenta la conexión que debe existir entre experiencia y obediencia. Los debates de los miembros de la iglesia no deberían de enfocarse en quien tiene la experiencia más sobrenatural del Espíritu (visiones, lenguas, etc.) sino en quien es más obediente al Espíritu Santo que habita en él. Una Pneumatología está incompleta cuando solamente se plasma en discurso racional o se exponen al narrar una experiencia del Espíritu sin que ninguna de ellas (el discurso racional o la narración de la experiencia sobrenatural) conduzca al cristiano y a la iglesia a un nivel más claro de obediencia y santidad.

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