01 - Deviant Hearts - Jagger Cole

January 31, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download 01 - Deviant Hearts - Jagger Cole...

Description

2

3

Importante Esta traducción fue realizada por un grupo de personas fanáticas de la lectura de manera ABSOLUTAMENTE GRATUITA con el único propósito de difundir el trabajo de las autoras a los lectores de habla hispana cuyos libros difícilmente estarán en nuestro idioma. Te recomendamos que si el libro y el autor te gustan lo apoyes dejando tus reseñas en las páginas que existen para tal fin y que compres el libro si este llegara a salir en español en tu país. Lo más importante, somos un foro de lectura

COMERCIALIZAMOS LIBROS

NO

si te gusta nuestro trabajo no compartas pantallazos en redes sociales, o subas al Wattpad o vendas este material.

¡Cuidémonos!

4

Créditos Traducción Nelly Vanessa

Corrección Nanis

Diseño Bruja_Luna_

5

Índice Importante __________________3

20 _______________________ 177

Créditos _____________________4

21 _______________________ 189

Sinopsis _____________________6

22 _______________________ 197

PLAYLIST ____________________7

23 _______________________ 204

1 ___________________________8

24 _______________________ 216

2 __________________________18

25 _______________________ 223

3 __________________________27

26 _______________________ 231

4 __________________________34

27 _______________________ 245

5 __________________________45

28 _______________________ 252

6 __________________________51

29 _______________________ 264

7 __________________________59

30 _______________________ 274

8 __________________________74

31 _______________________ 287

9 __________________________80

32 _______________________ 294

10 _________________________88

33 _______________________ 301

11 _________________________93

34 _______________________ 312

12 ________________________101

35 _______________________ 318

13 ________________________107

36 _______________________ 321

14 ________________________115

37 _______________________ 328

15 ________________________129

Epílogo ___________________ 336

16 ________________________138 17 ________________________147

Capítulo Adicional Proporcionado Por El Autor _______________ 342

18 ________________________155

Vicious Hearts _____________ 356

19 ________________________165

Jagger Cole ________________ 357

Sinopsis

6

Para detener una guerra en la mafia, me obligan a casarme con mi jurado enemigo. Un brutal, dominante y letalmente hermoso monstruo con un cuerpo creado para la violencia.

Ares Drakos, el nuevo rey de la familia Mafia

Drakos, es el Dios de la Guerra que lleva su nombre. Y ahora, le pertenezco. Nuestra profana unión está destinada a ponerle fin al derramamiento de sangre entre irlandeses y griegos. Una creciente marea destruyendo todos los barcos. Una pareja hecha en el infierno. Y si no podemos dejar de matarnos unos a otros, el dicho de: “hasta que la muerte nos separe” podría suceder antes de que podamos decir “Sí, acepto”. No se supone que sea real. Hasta que se convierte en otra cosa. Algo oscuro, peligroso y deliciosamente desviado. El Dios de la Guerra podría estar invadiendo mi cama, mis sueños y todos mis pecaminosos deseos. Pero hay una cosa que nunca conquistará.

Mi corazón.

PLAYLIST

7

Power Over Me - Dermot Kennedy Lavender Haze - Taylor Swift So Long - Danielle Ponder I Put A Spell On You - Nina Simone Fascination Street - The Cure Bang! - AJR Here - Alessia Cara Misery Business - Paramore Weightless - Arlo Parks Into The Groove - Madonna Sinnerman - Nina Simone Enter Sandman - Metallica Twisted - Two Feet Dreamy Bruises - Sylvan Esso Hang Me Up To Dry - Cold War Kids Desire - Meg Myers For You - Serena Ryder Liberation - BUZZ 45 - Bleachers

1

8

A

NEVE

. La. Mierda. Yo Él lo está haciendo. De nuevo.

Me digo que no vea. Me digo que mantenga mis ojos en el libro y las notas de estudio frente a mí, porque a la NYU en serio no le importa cuál es mi apellido, y no tendrán ningún problema en reprobar mi lamentable trasero de mi programa de maestría en Políticas Públicas y Gobierno si no me concentro. Me digo que ya es hora de que compre unas malditas cortinas, así podré evitar esta... distracción... ya que claramente se perfila como algo frecuente. Pero, ¿cuál es el problema de decirte que no debes hacer algo que en el fondo realmente quieres hacer? La parte de “en el fondo” siempre gana. Siempre. O, al menos lo hace conmigo. Lo que podría decir más sobre mí y mi propio autocontrol... o la falta del mismo. No. Definitivamente es más fácil seguir adelante y culpar a mi nuevo vecino al otro lado de la calle. Vayamos con eso. Quiero decir, es el que sigue caminando desnudo en un ático hecho de maldito vidrio. Mark Twain dijo una vez: “Hay un encanto en lo prohibido que lo hace indescriptiblemente deseable”. Pero, a pesar de lo inteligente que era, está claro que el señor Twain nunca tuvo el vecino que yo tengo. Si lo hubiera hecho, estoy bastante segura de que habría quitado mucho del caprichoso “encanto” de esa declaración. Y, efectivamente, a pesar de mis mejores esfuerzos, o, bueno, seamos reales, mediocres esfuerzos, muy pronto, mi mirada se movía de las notas frente a mí al hombre al otro lado del cañón. Dulce Jesús.

9

Es un maldito dios. Alto y delgado, y tan musculoso como un superhéroe. Hombros y brazos construidos para quitarte la capacidad de hablar. Cincelados abdominales y esas cosas acanaladas de músculos de la cadera que ni siquiera sé cómo se llaman, pero que parecen ser la forma en que la evolución hace que incluso las mujeres inteligentes se vuelvan jodidamente estúpidas. Tatuajes por días. Piel mediterránea profundamente bronceada, con una sombra de barba en su mandíbula afilada como una navaja y oscuro cabello perfectamente despeinado. Es como vivir al lado de un maldito Avenger que modela para Armani mientras no está ocupado salvando al mundo de Thanos. No es de extrañar que parezca tener un problema con el uso de ropa. El calor inunda mis mejillas mientras miro a través del abismo entre nosotros. La luz de la mañana atraviesa su ático, lo cual es otra molestia. Hace dos meses, mi lugar era un apartamento de ensueño. Un loft moderno y lleno de luz en la parte superior de un edificio de treinta y ocho pisos. Tan alto que ni siquiera tenía vecinos que pudieran ver este lugar. ¿Es más que un poco ostentoso? Bueno, sí. Casi cien metros cuadrados de vidrio y acero modernos en el West Side con vista al Hudson. ¿Fue absurdamente caro? También, sí. Pero tiene que haber algunas ventajas que vienen con ser una Kildare para compensar las desventajas. ¿Los problemas para hacer amigos toda mi vida porque mi familia es de la mafia irlandesa? Revisado. ¿Los problemas para tener algún tipo de relación romántica, por la misma razón? Revisar y verificar dos veces. Sin rumbo, a la deriva, completamente insegura de lo que quiero hacer con mi vida, porque ¿qué hacen exactamente las princesas de la mafia todo el día? Jaque y puto mate. Durante el año pasado, me he estado entregando a este programa de maestría en Políticas y Gobierno en la Universidad de Nueva York. ¿Pero después de eso? Quién sabe. Por ahora, al menos finalmente estoy viviendo por mi cuenta. Pero la vida todavía se siente como algo en lo que estoy a la deriva. A decir verdad, estaba bastante segura de que mi tío Cillian cerraría mis planes de mudarme finalmente de la casa principal de la familia a este

10

lugar. Especialmente con toda la violencia y la agitación en los meses pasados cuando la lucha entre las familias irlandesa Kildare y griega Drakos se intensificó a niveles de la Tercera Guerra Mundial. Pero el apartamento de mis sueños y el edificio en sí son increíblemente seguros y fáciles de defender. Especialmente cuando hay un equipo rotativo de cuatro tipos Kildare vigilando constantemente el vestíbulo, estoy segura de que para disgusto de los otros inquilinos. Sin embargo, todo el asunto del “apartamento de ensueño” rápidamente perdió parte de su brillo cuando terminaron la construcción del edificio al otro lado de la calle, al lado del mío. El edificio con el penthouse de vidrio de doble altura que se eleva dos pisos por encima de mi apartamento en el piso treinta y ocho, que ahora bloquea parte de mi vista del río. Su ático de cristal. El hombre con el cuerpo de un dios y aversión a la ropa. El hombre de los sensuales tatuajes y del aspecto moreno y delgado de un guerrero troyano. El hombre con el que no tengo absolutamente nada que ver y tener este tipo de pecaminosos pensamientos. No solo porque me convierte en una asquerosa espía. Sino debido a que es un hombre, debería tener todas las razones del mundo para odiarlo. No solo es mi vecino. Es el enemigo. Pero traten de decirle eso a mi insatisfecha libido y a mis apretados muslos. Por fin se mueve de donde ha estado parado en las ventanas viendo hacia el Hudson con una taza de café en la mano y, afortunadamente, desaparece de la vista. Finalmente. Desaparecida la distracción, me las arreglo para volver a centrar mi atención en las notas de estudio que tengo delante. Nina Simone canturrea por el sistema de sonido mientras me pierdo en los libros. Pero un puñado de minutos más tarde, el movimiento en mi visión periférica arrastra mis ojos hacia arriba de nuevo. Está de vuelta. Y maravilla de maravillas, está

11

vestido con un impecable traje oscuro a la medida. Tiro mis ojos de vuelta a mis notas, luego de vuelta a él. Esta vez, finalmente se va. Exhalo lentamente, tragando mientras dirijo mi atención de nuevo a mis libros de políticas gubernamentales. No tengo tiempo para estas distracciones. No cuando tengo dos semanas de notas por memorizar y también una reunión de la familia Kildare en... Miro mi teléfono y gimo. Mierda. En, básicamente, ahora. Como si fuera una señal, suena el timbre de mi puerta principal. Suspirando, cierro los libros y camino por la sala de estar. Veo por la mirilla por costumbre. Entonces sonrío y abro la puerta de par en par. Las cejas de Eilish se fruncen mientras me mira de arriba abajo. —Neve, qué mierda. ¿Llegaremos tarde y ni siquiera estás vestida? Mi ceño se arruga mientras me miro. —Tienes que vestirte, Neve. —Suspira mi hermana menor. —¡Estoy vestida! —Eso parece pijama. —¿Y? Son cómodos. —Levanto la mirada más allá de ella hacia el tipo alto que está detrás—. Cas, apóyame aquí. Pero Castle simplemente niega con la cabeza rubia arenosa y levanta un musculoso hombro a modo de disculpa. —Cillian quiere que te vistas apropiadamente, niña. Pongo los ojos en blanco ante la palabra niña, pero lo dejo pasar. Castle ha sido de Eilish y mío, supongo que la palabra es “guardaespaldas” durante los pasados diez años. Al crecer, todas nuestras amigas babeaban sobre la sombra de metro noventa y ocho de alto, construido como un mariscal de campo que siempre estaba con nosotras. Eso, o estaban seguras de que una de nosotras se enredaría escandalosamente en una cita con él. Pero, de ninguna manera. De ninguna manera a un grado “eww”. Sí, Castle es ridículamente guapo. Pero para Eilish y para mí siempre ha sido el hermano mayor que nunca tuvimos. Y somos las hermanas pequeñas perpetuamente molestas pero adorables que nunca tuvo.

12

Es por lo que todavía puede salirse con la suya llamándome “niña” o haciendo cosas molestas del tipo hermano mayor como desordenarme el cabello a pesar de que tengo veinticuatro años. Saco mi labio inferior, dándole a Castle mis mejores ojos de cachorrito. —Pero Caasstle… —Suficiente con los ojos abandonados. Ve a cambiarte, Neve —gruñe— . Tu tío no es exactamente de los que se andan con rodeos y quiere que te vistas. —¿Pero por qué? ¿De qué se trata esta reunión? Eilish se encoge de hombros. —No lo sé. Sin embargo, apuesto a que tiene algo que ver con tu nuevo vecino. Aunque me molesta que me obliguen a dejar mis pantalones de chándal y la sudadera con capucha, conozco lo suficiente a Castle como para saber que no cederá en esto. Y conozco a mi tío Cillian suficientemente bien como para saber que uno, no hay margen de maniobra aquí, pero lo más importante es que hay una razón por la que quiere que luzcamos bien. Incluso si no tengo idea de cuál es esa razón. Rebusco en mi zona de desastre de dormitorio, me quito la sudadera con capucha y los pantalones de chándal y me pongo ropa interior y ropa limpia. Cinco minutos más tarde, salgo con una camiseta verde con mangas abullonadas, vaqueros y botas negras de tacón, y me recojo el cabello largo y pelirrojo en una suelta cola de caballo. Eilish, como era de esperar, pone los ojos en blanco. —¿Eso es vestirte bien? —Podría volver a mi extensa colección de pantalones de chándal, si lo prefieres. Eilish suspira, levantando la mano para alisar el único mechón errante de cabello rubio detrás de su oreja. Está en lo correcto. Todavía estoy vestida bastante informal. Especialmente al lado de la princesa de hermana pequeña, que parece una rubia Jackie-O moderna con un vestido de jersey rosa de Chanel y tacones, con el cabello y el maquillaje impecables. A las nueve y media de la maldita mañana, nada menos. Así que demándenme, es lo mejor que puedo hacer.

Finalmente, sonríe mientras vuelve a poner los ojos en blanco.

13

—Está bien, está bien, está bien. Vamos. No deberíamos llegar tarde. —Oye, no soy la que se desanima por el código de vestimenta. Miro a Castle por al menos una risita. Pero se ve aún más sombrío y estoico que de costumbre. —¿Qué pasa contigo? Se encoge de hombros, dándose la vuelta. —Simplemente no quiero llegar tarde. Vamos. Arrugo la frente. —Cas, en serio, ¿qué pasa? Hay un brillo en sus ojos cuando me ve durante medio segundo. Pero aun así, no da nada. —Vayamos a donde tenemos que ir, niña —murmura en voz baja. Le lanzo a Eilish una perpleja mirada mientras lo seguimos por la puerta. Pero ella simplemente niega y me pone cara de “no tengo ni idea”. Dado que mi hermana es incapaz de ser otra cosa que alegre, hablando mierda de alguien sin importar lo terrible que sea, o mintiendo de cualquier manera, está claro que también está en la oscuridad. Veinte minutos después, Castle está estacionando el Range Rover blindado blanco en la acera afuera de O'Bannon's. El pub irlandés del centro de la ciudad fue el centro temporal de negocios y sala de guerra de nuestro tío desde que se mudó a Nueva York desde Londres hace unos meses, después de que las pequeñas peleas entre la familia Kildare y la familia Drakos se convirtieran en una guerra total. Después de que las cosas se volvieron nucleares, cuando la familia Drakos perdió a Vasilis, su jefe de operaciones en Nueva York, y nosotros perdimos a Declan, nuestro jefe. Declan, como en, mi padre. La puerta lateral de O'Bannon's, que conduce al segundo piso donde Cillian ha estado reunido durante los meses pasados, está custodiada por cuatro hombres Kildare con bultos no tan ocultos de armas debajo de sus oscuras chaquetas. Uno le asiente rígidamente a Castle y va a abrirnos la

14

puerta del bar, cuando de repente se escucha el sonido de un auto deteniéndose en la acera detrás de nosotras. Los pelos en la parte de atrás de mi cuello comienzan a erizarse mientras me vuelvo lentamente para fruncirle el ceño al Escalade negro. Y cuando se abre la puerta trasera y sale un hombre con un traje oscuro con pura malicia en el rostro, el corazón me salta a la garganta. —¡CORRE! —grito mientras agarro el brazo de Eilish, girando para chocar contra el de O'Bannon antes de que las balas comiencen a volar. Porque sé muy bien quién es el hombre que acaba de salir de la camioneta. Hades Drakos: un peligroso psicópata certificable y segundo al mando de la familia Drakos. Básicamente, el enemigo público número dos si tu apellido es Kildare. Mientras tiro de mi hermana hacia la puerta, me doy cuenta de algo extraño: los guardias no se están lanzándose a la acción. El propio Castle está parado allí, mirando con el ceño fruncido al segundo hermano mayor Drakos mientras me sonríe salvajemente. —¿Cas? —siseo roncamente, mi pulso acelerado. Claramente, Eilish está tan fuera de onda como yo, porque todavía está escondida detrás de mí, temblando. —Está bien, niña —murmura Castle en voz baja. Ve detrás de mí, su mirada se suaviza como lo hace con frecuencia cuando se trata de Eilish. Lo cual es totalmente comprensible. Soy la hermana con un chip en su hombro y un hacha para moler. Eilish es la dulce. La que podría decirse que es demasiado blanda para este peligroso mundo en el que vivimos. —¡Pero ese es…! —Bu. —Hades se ríe débilmente, guiñándome un ojo de una manera que envía un escalofrío por mi columna. Mueve sus musculosos hombros, la tinta del tatuaje que se encrespa desde el interior del cuello de su camisa de vestir ondea mientras se abotona la chaqueta. —Bueno, Pillow Fort. ¿Podemos entrar ahora? Las arrugas en la frente de Castle se profundizan cuando se enfrenta a Hades. —Es Castle. —Realmente me importa una mierda. ¿Haremos esto o no?

Frunzo el ceño mientras me vuelvo hacia Castle de nuevo.

15

—¿Hacer qué, Cas? Qué harem… —Abre las puertas. Me pongo rígida ante la profunda y poderosa voz que retumba detrás de mí. Una voz que causa una sensación de hormigueo en mi piel, electrificándome tan profundamente como me asusta. La sensación crece y palpita más profunda y cálidamente, hasta que puedo sentir mis mejillas enrojecerse cuando algo perverso se acumula entre mis muslos. Me giro, y mi núcleo se aprieta con fuerza. Es él. Mi vecino. La prohibida distracción. El hombre con el cuerpo divino construido para el pecado con el que no tengo por qué fantasear, pero que Dios me ayude, lo hago. Porque mi vecino no es solo un regalo para los ojos. Es el jodido Ares Drakos, el flamante rey de toda la familia Drakos. Soy vagamente consciente de que más personas salen de un segundo y un tercer SUV que se detienen detrás del primero: los otros hermanos de la familia Drakos y varios otros guardias. A medida que pasan los segundos, y mientras la penetrante mirada de ojos oscuros de Ares continúa apuñalándome, la pregunta de por qué está aquí se desvanece en el fondo. Y la pregunta de por qué me está mirando como si estuviera tratando de descubrir cómo tragarme de un solo bocado pasa a primer plano. —Adentro, todos —gruñe en voz baja, su voz llena de incuestionable poder. Dos de sus tres hermanos, Hades y Kratos, y su hermana Calliope me miran con las cejas ligeramente levantadas mientras pasan junto a mí hacia O'Bannon's. Sus guardias y los hombres de Kildare los siguen. Castle se aclara la garganta, tomando a Eilish por los hombros como si fuera a escoltarla adentro. Sé que debo ir también. Pero de alguna manera, estoy atascada. Es como si mi mirada estuviera atada a Ares. O como si su mirada me hubiera clavado en el mismo pavimento bajo mis pies. Estamos en una concurrida acera de Nueva York. Y, sin embargo, es como si de repente estuviéramos en una burbuja de silencio. Como si todo el resto del mundo se desvaneciera en un bajo zumbido, hasta que realmente

16

puedo escuchar mi garganta apretarse cuando comienza a caminar hacia mí. Me estremezco cuando se detiene justo enfrente de mí, cerniéndose sobre mí. Quiero burlarme de él. O escupir en sus elegantes zapatos. O peor. Pero todo lo que puedo hacer es fruncir los labios y mirarlo. Ares me sonríe a los ojos. —Todavía no te lo han dicho, ¿verdad? Trago. —¿Decirme qué? Una de sus oscuras cejas se levanta con diversión. —No importa. Lo descubrirás muy pronto. ¿Sabes quién soy? —Por supuesto que sé quién eres. —Quiero decir, además de ser tu vecino. Me pongo rígida, tratando desesperadamente de tragarme el calor de mi cara. —¿Vecino? —Mi voz se quiebra. No mal, pero suficiente—. No me había dado cuenta. El peligroso y letalmente atractivo hombre que se cierne sobre mí sonríe sin piedad, con frialdad. —¿No me reconoces? —Yo… supongo que no. —¿Ayudaría si me quitara la ropa? Querido. DIOS. Mi cara se pone tan caliente como el sol mientras rezo para que se abra un sumidero a mis pies. —Yo–yo… —La reunión está a punto de comenzar. Deja que sus labios se curven ligeramente, dándome el más leve destello de dientes blancos. Luego, sin pestañear, comienza a pasar por donde todavía estoy pegada a la acera.

17

Se detiene justo a mi lado, y mi aliento se ahoga cuando se inclina, tan cerca que puedo oler el elegante y amaderado aroma de su colonia y sentir el calor de su aliento en mi oído. —Oh, y Neve... —gruñe en voz baja—. El melocotón no es tu color. Mis cejas se juntan cuando empiezo a girarme hacia él confundida. —No estoy usando… Oh, Dios. Sí, lo hago. Mi mente vuelve a hurgar en mi dormitorio lleno de luz mientras me quitaba la sudadera con capucha y los pantalones de chándal. Donde saqué el top verde y los vaqueros negros… Después de ponerme las bragas color melocotón del día de la colada. No soy la única persona que espía a su vecino. Hijo de puta. Ares se aclara la garganta, se endereza y se abotona la chaqueta mientras me derrito en un charco de mortificación. —Nos vemos allí, princesa.

2

18

L

ARES

a mentira inquieta la cabeza que lleva la corona.

Todos saben eso. Excepto que los reyes generalmente saben que serán reyes mucho antes de tomar el trono. Se preparan para ello toda su vida, entrenan para ello. Están listos cuando llega el día. Yo no lo estaba. Porque nunca estuve destinado a ser rey. Soy Lancelot, el quemante, saqueador y labrando su camino por el maldito campo. No el maldito rey Arturo. Pero la vida, o el destino, o el karma, o como quieran llamarlo, tenía otros planes para mí. Hace nueve meses, mi padre Aeneas, el cabeza de toda la Familia Drakos, murió a manos de mi hermano mayor, Atlas. Mi padre era un hombre duro y brutal. Pero Atlas estaba desquiciado. Y hambriento de poder. Sin mencionar a un maldito idiota que arrastra los nudillos. Su “reinado” duró menos de tres semanas. Luego lo mataron librando una guerra sin sentido contra un hombre con mucho dinero y peligrosos amigos, todo por una mujer. Es una historia absurda. Años y años atrás, Atlas había estado comprometido con la madre de esta mujer, Saoirse, princesa de la mafia irlandesa y hermana de Cillian Kildare. Pero Saoirse terminó teniendo una aventura con otra persona, dando a luz a una hija, Rose, quien terminó con este hombre con los bolsillos llenos y peligrosos amigos. Atlas decidió que la hija de la novia que le habían robado debería ser suya. Obviamente, el hombre con el que vivía y compartía la cama no estuvo de acuerdo. Y cuando el polvo se asentó, mi hermano estaba muerto, y yo era rey en su lugar. A veces estoy convencido de que la vida es realmente una tragedia griega.

O una comedia, según lo cínico que seas.

19

Pero, por pesada que sea la carga de liderar, nací para esto. Todos mis hermanos y yo lo hicimos. Vivir bajo el gobierno de nuestro padre puede haber sido una lección de brutalidad y crueldad, pero nos endureció. Nos preparó para liderar y conquistar. Cuando tomé el trono que me fue otorgado inesperadamente, estaba listo. Y luego, por supuesto, la vida me lanzó otra bola curva. Mis hermanos y yo nacimos aquí en Nueva York. Pero mi padre finalmente prefirió Inglaterra, donde se había criado. Así que allí estuvo la verdadera sede del imperio Drakos durante los pasados doce años, mientras mi tío Vasilis supervisaba nuestras operaciones aquí en la ciudad de Nueva York. Hasta hace cuatro meses, cuando, como digo, la proverbial mierda golpeó al proverbial ventilador. Nuestra familia y la familia irlandesa Kildare nunca se han llevado bien. Hay generaciones de mala sangre entre nosotros, que se remonta a quién recuerda quién sabe cuánto tiempo. En un momento, hubo al menos una media tregua, cuando Saoirse fue prometida a Atlas. E incluso cuando ese matrimonio fracasó, las cosas al menos se enfriaron entre nuestras familias durante los siguientes veinte años más o menos. Hasta que las cosas se torcieron, mucho. Escuché que comenzó como un posible acuerdo de paz. Vasilis se sentó con Declan Kildare, el medio hermano de Cillian y jefe de operaciones Kildare aquí en Nueva York. Pero cualquier “paz” que estuvieran tratando de lograr se hizo añicos cuando estalló un tiroteo entre ellos, matándolos a ambos. Debería significar una guerra total. Un baño de sangre en las calles. El enfrentamiento final entre las familias Kildare y Drakos hasta que solo quedara uno en pie. Por suerte, ni Cillian ni yo somos suicidas. Cillian es un maldito psicópata, de eso no hay duda. Ha sido descrito más de una vez como el tipo de hombre que quiere ver arder el mundo porque disfruta el olor del humo. Y creo que es una justa evaluación. Pero ya sea por interés propio o por codicia, logramos llegar a un acuerdo.

20

Es hora de arreglar esta mierda entre nuestras familias de una vez por todas. Y la clave para resolverlo está actualmente mirándome con dagas desde el otro lado de la habitación. Claramente, nadie se lo dijo todavía. Pero ella lo es todo. Lo somos todo. Mis ojos se estrechan, mi boca se aprieta hasta convertirse en una línea mientras dejo que mi mirada se arrastre por el ceño fruncido en el rostro de Neve Kildare. Tiene sentido que me odie. Incluso si ninguno de nosotros tuvo algo que ver con la violencia de hace unos meses, al final del día, mi tío y su padre se mataron entre sí. Por lo que deduzco, ni ella ni su hermana Eilish eran muy cercanas a Declan. Pero aún. La sangre es la sangre. Y pronto, seremos sangre. Unidos. Unidos para siempre. Mi mandíbula rechina mientras mi mente pasa a otras formas más literales en las que podría atar a la impresionante y furiosa pelirroja al otro lado de la mesa frente a mí. Mi tentadora y pecaminosamente atractiva vecina que realmente debería tener algunas cortinas en su dormitorio. Desde el que me ha estado espiando. El que he estado espiando también. Soy mucho mejor en eso que ella. El deseo hace que mi pene se hinche mientras mi mente retrocede al día de hoy. Cuando estaba parado en mi cocina enjuagando mi taza de café, mirando a través de las ventanas sobre mi fregadero... En su dormitorio. Donde la vi quitarse los pantalones de chándal y la sudadera con capucha y merodear desnuda por su desastre de habitación hasta que encontró otra ropa para ponerse... —Te das cuenta de que te morderá el pene en la primera oportunidad que tenga, ¿verdad?

21

Mi mandíbula rechina y mi tren de pensamientos se interrumpe cuando miro de reojo a mi hermano menor, Hades, sentado a mi lado en nuestro lado de la mesa de conferencias. Cuando éramos niños, solía poner los ojos en blanco por la forma en que nuestro padre nos nombró a todos como dioses, titanes y musas griegos: Atlas, Ares, Hades, Deimos, Kratos y nuestra hermana, Calliope. Pero a medida que crecimos, todos nos convertimos extrañamente en las mitológicas figuras por las que fuimos nombrados. Especialmente Hades. Hay una oscuridad y una ventaja en todos nosotros, nuestro padre se aseguró de eso con su mano dura y su estricta disciplina. Pero Hades, llamado así por el dios de los muertos, el rey del Inframundo, siempre parece deleitarse con eso. El destello sádicamente sociópata que puedo ver actualmente en sus ojos es testimonio de esa oscuridad. Se encoge de hombros ante mi frío silencio. —Sabes que tengo razón. —Lo que sé es que no es el momento ni el lugar, Hades —le gruñí. Mi hermano se encoge de hombros de nuevo, apartándose el largo cabello de la cara. Tiene los penetrantes ojos azul hielo de nuestra madre. Yo tengo los oscuros y melancólicos de nuestro padre. Detrás de él y por encima de todos a pesar de ser más joven que Hades y yo, Kratos imita mi severa mirada hacia nuestro hermano. —Es un buen arreglo —retumba en esa montañosa forma suya. Asiento hacia mi hermano. Kratos es una buena y constante voz de la razón. Aunque Deimos, quien mantiene el fuerte en Londres, es el verdadero pacificador de todos nosotros, los hermanos. Un pacificador al estilo de un disuasivo nuclear, es decir, no es Gandhi. —Oh, estoy de acuerdo. —Hades sonríe con frialdad—. Es bueno para la paz y le pondrá fin al derramamiento de sangre. Quiero decir, no es mi pene el que será masticado. —¿Podrías intentar no ser un imbécil por solo dos minutos, Hades? Me vuelvo para sonreírle tranquilamente a Calliope, mi hermana pequeña de lengua afilada, sentada a mi otro lado. La más joven y pequeña de todos y, sin embargo, de alguna manera, es la guardiana de la ley. Tiene los genes de nuestra abuela Dimitra.

22

Al otro lado de la habitación, el grupo de hombres Kildare que ha estado hablando en voz baja entre ellos finalmente encuentra asientos en la mesa. Cillian y yo nos vemos a los ojos y asentimos. Esto no fue idea suya, ni mía. Fue Dimitra quien lo presentó por primera vez: una manera de dejar atrás para siempre las hostilidades entre nuestras familias y nuestras subsidiarias. Como señaló, lo más cerca que hemos estado de la paz antes fue cuando Atlas se dispuso a casarse con Saoirse. ¿Qué mejor manera convirtiéndonos en familia?

de

arreglar

nuestras

diferencias

que

Pero cuando miro a Neve sentada al otro lado de la mesa, todavía observándome con pura malicia, está claro que su tío todavía no le ha dicho lo que está a punto de suceder. Esto debería ser interesante. Cillian se aclara la garganta, recostándose en su asiento mientras sus ojos verdes recorren la habitación, silenciándola con una mirada. —No soy de los que dan discursos elegantes, así que iré directamente al grano. Estamos aquí porque las hostilidades entre nuestras organizaciones alcanzaron un nivel insostenible. Las rivalidades son una cosa. Pero cruzamos demasiadas líneas y hay demasiada sangre en las calles. Saca una pitillera plateada del bolsillo del pecho, la abre, desliza uno entre sus labios y lo enciende hábilmente con un Zippo plateado. El humo se enrosca alrededor de la cabeza del irlandés mientras sus brillantes ojos verdes lo atraviesan. —No me pondré todo llorón y sentimental. La verdad es que la razón por la que todos estamos aquí es que la guerra significará la ruina para las familias Kildare y Drakos. Destruirá nuestros intereses comerciales. Y ya hay suficientes chacales dando vueltas, esperando la primera señal de debilidad para atacar. El Cartel Bolinaro. La Familia Carveli. La Reznikov Bratva, sin mencionar a sus aliados. La helada mirada de Cillian cae sobre mí. No parpadeo. —Entonces, con el interés de no ser golpeado por la espalda por un enemigo mientras discutimos como colegiales, Ares y yo llegamos a un

23

acuerdo, uno que terminará con estas hostilidades para siempre y hará que nuestras dos familias sean más fuertes que nunca como un frente unido. Observo el rostro de Neve contraerse en confusión mientras se gira para fruncirle el ceño a su tío. Oh, esto está a punto de ponerse bueno. —¿Un frente unido? Maldita sea, Ezio. Frunzo el ceño en silencio mientras me inclino, girando para clavar mi mirada a lo largo de la mesa hasta donde Ezio Adamos está lanzándole dagas a Cillian. —Por favor, continúa con este jodido frente unido que se supone que debemos tener con… —Ezio. Mi voz no es ni alta ni muy contundente. Pero atraviesa la habitación de todos modos, silenciándolo rápidamente. Me mira, la furia y el dolor hierven detrás de sus ojos. La familia Adamos es una familia subsidiaria, tributaria de la nuestra. Su lealtad se prometió a la familia Drakos durante generaciones, y la forma en que puedo ver a Ezio a punto de suicidarse con una bomba en toda esta discusión me hace rechinar la mandíbula con fuerza. Pero lo entiendo. Y lo siento por él. El único hijo de Ezio, Jason, estaba en la reunión donde Vasilis Drakos y Declan Kildare abrieron fuego. También fue asesinado. —Ares, por favor —me sisea, el dolor brilla en sus ojos—. No puedes estar considerando seriamente aliarnos con estos Micks sin honor y traicioneros... —Cállate —espeto. No soy completamente despiadado. Entiendo que está sufriendo. Pero este definitivamente no es el lugar para ello. Ni el momento para que comience a lanzar insultos. Cillian se aclara la garganta, mirando a Ezio al otro lado de la mesa. —¿Qué... aliviaría tu dolor?

Mierda.

24

Este no es Cillian siendo diplomático. Es él yendo a la garganta, y Ezio está a punto de caer directamente en su trampa. —¡¿Qué aliviaría mi puto dolor?! —le grita al irlandés. —No creo que haya tartamudeado, señor Adamos. ¿Cuál es la tasa actual de duelo en estos días? ¿Diez mil? ¿Veinte mil? Maldita sea. Ezio se pone de pie, su rostro es una máscara de hirviente furia mientras gira la cabeza para verme. —¡Esto es insultante! No me sentaré aquí… —Sí lo harás. —Mi mirada se endurece sobre él. Le diré de nuevo cuánto lamento su pérdida más tarde. Aquí no. —Lo. Harás. Su boca se estrecha hasta convertirse en una línea mientras señala con un dedo a través de la mesa hacia Cillian. —¡¿Este pedazo de mierda se atreve a ofrecerme dinero?! ¡Perdí un HIJO, Ares! —Y yo perdí a un maldito hermano —espeta Cillian con frialdad—. Pero aquí estamos. Y puedes subir a bordo o ir a buscar un buen trozo de cuerda en algún lugar y unirte a tu hijo. Sí, no exageran cuando llaman a Cillian un sádico sociópata. La habitación se queda en silencio. El rostro de Ezio se vuelve morado. Parece que está considerando seriamente saltar sobre la mesa y asesinar a Cillian con sus propias manos. Pero en cambio, gira sobre sus talones, me mira con saña y sale corriendo de la habitación. —Bueno, tengo que decir. Esto es el DOBLE de divertido de lo que imaginaba —murmura Hades a mi lado. Cillian suspira, tamborileando los dedos sobre la mesa mientras su mirada vuelve a mí. —Necesitas mantener a tus perros con una correa más apretada. —Él mantendrá la tregua —le gruñí.

25

Mis ojos giran hacia Neve de nuevo, absorbiendo su cabello rojo fuego, las pecas que le cubren la nariz y los agudos ojos verdes tan parecidos a los de su tío, todavía entrecerrando los ojos por la confusión. —¿Y tú? —murmuro, pasando mi mirada de Neve a Cillian—. ¿Mantendrás nuestro acuerdo? Da una larga y lenta calada a su cigarrillo y luego asiente lentamente. —Lo haremos. Se vuelve hacia su sobrina y mis ojos también se fijan en ella. —Neve —susurra Cillian—. No hay una manera fácil de decir esto. Y si hubiera alguna otra forma… —Se encoge de hombros—. Pero no la hay. No una que no termine en más sangre. Su ceño se frunce más profundo. —Tío, ¿de qué estás hablando? ¿Y por qué yo…? —Te casarás con Ares Drakos, Neve. Esa será la tregua final para acabar para siempre con esta mierda entre nuestras familias. La habitación se queda en silencio. El rostro de Neve se vuelve blanco mientras ve estupefacta a su tío. Parpadea, frunciendo el ceño como si quisiera que se riera de la espectacular broma que acaba de hacer. Pero no es una broma. Esto está ocurriendo. Y a pesar de lo reacio e infeliz que estoy al respecto, supongo por la mirada de horror que se extiende por su rostro que es el doble de renuente e infeliz. —¡¿Qué?! Cillian toma una última bocanada de su cigarrillo, exhalando hacia el techo antes de dejar caer la colilla en la taza de café frente a él. —Es la única forma, Neve. Te casarás con Ares, y es definitivo. Ella parpadea, temblando mientras su boca forma silenciosas palabras, ninguna sale. —No… —Me temo que no es una discusión, Neve —dice en voz baja, con un destello de arrepentimiento y una rara disculpa en Cillian en el rostro. —¡Como el infierno que…!

—Neve —gruñe densamente—. Está. Decidido.

26

Lentamente, con el rostro pálido como un fantasma, Neve se gira para dejar que sus feroces ojos verdes se claven en los míos como cuchillos. La veo también. Mi pequeña vecina mirona. Mi enemiga. Mi esposa. —Creo que encontrarás, Neve, que es la mejor manera de resolver toda la mala sangre… —Y yo creo que te encontrarás, Ares, con un cuchillo en la garganta si te acercas a mí. Se pone de pie abruptamente, con los ojos desorbitados por el miedo y la ira. —Neve —sisea Cillian en voz baja—. Está hecho… —Oh, terminamos, es correcto. Sin una palabra más, gira, se precipita hacia las puertas de la sala de conferencias y las atraviesa. Mierda. —Entonces. —Suspira Hades, su voz gotea diversión—. ¿Ya estás listo para hablar sobre la armadura corporal para tu pene, o quieres hablar de la despedida de soltero?

3

27

NEVE

—¡¿L

o sabías?!

Hay asesinato en mis ojos y furia en mi voz mientras corro atravesando el pub cerrado escaleras abajo hacia donde Castle y Eilish están sentados en el bar. Mi hermana se da vuelta en su asiento, mirando mi rabia y mis lágrimas en confundida sorpresa. Por la dura y sombría mirada de Castle, ya tengo mi jodida respuesta. —¿¿¡Lo sabías!?? —le grito, clavando un áspero dedo contra su pecho de granito. —Neve, escúchame… —¡Oh, vete a la mierda! —chasqueo—. ¡Idiota! ¿¡Lo sabías y no me lo dijiste!? ¿¡Cómo pudiste!? Eilish se desliza de su taburete, moviéndose entre nosotros. —Oh, espera. —Se vuelve hacia Castle—. ¿Qué sabías tú? —¡Ese Cillian me tiene listo para casarme con el maldito Ares Drakos! El rostro de Eilish palidece mientras gira para mirarme. —¡¿Qué?! —Sí, se casará con Ares —gruñe Castle en voz baja. Mi hermana pequeña se vuelve para mirarlo boquiabierta. —¿Lo sabías? Él suspira, pasando una mano por su corto cabello, incapaz de mirarme. —Oh, lo sabía muy bien. Me llevó directo al foso de los leones —siseo. —¡Neve, vamos! —Gira hacia atrás, mirándome, con los brazos abiertos en señal de súplica—. Estás actuando como si fuera el estratega intelectual detrás de toda la operación. Solo soy el músculo contratado, niña.

28

Eso es una mierda y ambos lo sabemos. Castle es el músculo, claro, pero cualquier idiota con un fetiche de gimnasia podría haber sido nuestro guardaespaldas. Castle fue elegido para el trabajo hace diez años no solo porque es grande o por su experiencia como guardabosques del ejército, sino porque es muy inteligente, táctico y siempre está seis pasos por delante. —Lo sabías —siseo, la acusación gotea de mis labios. Castle suspira pesadamente. —Sí, niña, lo sabía. —Vete a la mierda. Y deja de llamarme niña. Estoy a punto de ser una mujer casada, ¿o no te enteraste? —¿Qué iba a hacer, Neve? —chasquea—. ¿Secuestrarte para llevarte al puto México o algo así? —¡Podrías haberme dejado caer de un avión sobre la Antártida y sería mejor que casarme con la maldita familia Drakos! —le grito. Eilish se vuelve, su cara blanca. —¿Tú... realmente lo harás? Cierro los ojos con fuerza. —Realmente lo hará —dice Castle en voz baja—. Es un trato que tu tío y Ares hicieron para enterrar el hacha entre las dos familias para siempre. —¡Es jodidamente medieval, es lo que es! —siseo. Sus ojos se estrechan. —¿Crees que no estoy de acuerdo contigo? —Creo que eres un jodido Judas, es lo que pienso —escupo, empujándolo detrás del bar. Tomo una botella de whisky y le echo un chorrito a un vaso. Mi mano tiembla, mis nervios tintinean como locos cuando lo llevo a mis labios. —Neve, vamos. —Castle me mira con incertidumbre—. Son las diez de la mañana… —Oh, ve a jugar con tus treinta piezas de plata, imbécil. Me llevo la botella y el vaso, vuelvo a su lado de la barra y me subo a un taburete. —Neve... —dice Eilish en voz baja, con la voz entrecortada mientras pone una mano en mi brazo—. ¿Qué harás?

—Huir —escupo—. Matar a Cillian. No lo sé.

29

Castle se aclara la garganta. —Mira, no estoy de acuerdo con esto… —Oh, qué bueno saberlo. Vete a la mierda. Estoy siendo mucho más dura con Castle de lo que debería. Pero en este momento, es gritarle a él, quien me engatusó aquí hoy sabiendo en lo que me estaba metiendo y dijo una mierda, o con mi hermana igualmente excluida. Entre los dos, maldita sea, será Castle quien atrape mi ira en este momento. —No estoy de acuerdo con eso —repite—. Pero tienes que entender por qué Cillian jugó esa carta. Lo cambiará todo. Borrará las hostilidades entre las familias y todas las familias subsidiarias. Convertirá a Drakos y a Kildare en una superpotencia. Neve, sé que no estás ciega a la política de este mundo. Sabes que hay rumores del Cartel, la Bratva... esperando que los irlandeses y los griegos se hagan pedazos para poder entrar y dividir el botín. Sé todo eso. Todavía no hace nada para calmar mi acelerado corazón o la furia que surge en mi pecho. Castle suspira mientras se sienta en el taburete a mi lado y deja caer una pesada mano sobre mi hombro. —Lo siento, niña. Realmente lo hago. No digo que me guste, pero la realidad es que la hija mayor Kildare que se casa con el hijo mayor Drakos hace borrón y cuenta nueva. El matrimonio es ley en este mundo, lo sabes. Es por lo que Cillian optó por esto. —Estamos en el puto siglo veintiuno y estamos en Nueva York — escupo—. Él puede casarse con Ares. Castle sonríe bajo, negando con la cabeza. Exhalo mientras toda la lucha me abandona, y el temor comienza a llenar el espacio vacío que queda. Mierda. Maldita mierda-DIABLOS. Ares. Me casaré con Ares. El mismísimo dios de la maldita guerra.

30

El que tiene el cuerpo divino moldeado por el pecado y la tentación, querrás decir. Me sonrojo, y rápidamente tomo un gran trago de whisky para tratar de quemar el traidor y lujurioso pensamiento de mi cabeza. Pero solo trae otros sucios pensamientos que involucran a Ares y a su divino físico. Su cincelada mandíbula y sus perfectos pómulos. Sus penetrantes ojos oscuros, cabello oscuro, relucientes dientes blancos y piel bronceada. Sin mencionar sus abdominales CGI. Y su perfecto trasero. Y sus ritmos de cadera y su…. Me sonrojo violentamente, vaciando lo último de mi vaso antes de alcanzar la botella de nuevo. —Despacio. Castle la empuja fuera de mi alcance. Me giro para mirarlo. —Dámela. Niega. —Sé que no te gusta esto. Pero ya está hecho. Siento a Eilish hundirse en el taburete al otro lado de mí y poner sus brazos alrededor de mí. —Neve… —Está bien —murmuro con frialdad. —No lo está —gruñe Castle—. No precisamente. Jodidamente apesta. Por lo que vale, será mejor que estés segura de que estaré pendiente de que Ares la cague aunque sea una vez. Te hable fuera de lugar, o te ponga un maldito dedo encima, y lo pagará con sangre. —Por el esfuerzo, Cas. Pero todavía estoy enojada contigo. —Hago un puchero. Me muestra una torcida sonrisa cuando me giro para darle un puñetazo en el brazo. Hay una pausa. Entonces… —Quiero decir... —Eilish frunce el ceño—. ¿Qué tan real tiene que ser? Niego. —¿Eh?

31

—Como, tal vez solo sea un matrimonio en papel, ¿sabes? Todavía podrás vivir en tu casa, o… —Me mira esperanzada—. ¿De regreso a casa? Y todavía podrás ir a clase y tener tu propia vida. ¿Tal vez sea solo una cosa de figura decorativa? —No tengo idea —murmuro, dejando caer la frente en mis manos, mis codos en la barra. Me giro para ver a Castle—. Aunque supongo que tú sí lo sabes. Él niega. —No. —Gran ayuda eres. Sonríe irónicamente. —Vamos a llevarte a casa. —O una mejor idea —incita Eilish—. Volvamos a la casa... Se refiere a la casa principal Kildare, donde viven ella, Cillian y Castle. —¿Y desaparecer en un montón de películas cursis y comida chatarra? Frunzo el ceño a mi vaso vacío. —¿Y alcohol? Ella sonríe. —Seguro. Castle pone una mano en mi hombro. —Haré que uno de los muchachos se dirija a Brooklyn y te recoja un poco de pizza de Lucali. Lo miro. —Entiendes que sobornarme con mi pizza favorita en todo el mundo es admitir tu culpa, ¿verdad? Se encoge de hombros. Gimo Esto es una pesadilla. Pero por dentro, mi núcleo se está tensando. Mi pulso se acelera. Y oscuros y depravados pensamientos se escabullen y merodean por los bordes de mi mente.

32

Apesta más que me case con Ares Drakos. Pero si olvido quién es, y olvido el hecho de que somos enemigos... Fluyo. Quiero decir, vean al hombre. Podría ser peor. Podría casarme con Ezio Adamos o alguien así. Me estremezco mientras paso las manos por mi cabello. —¿Bien? —Eilish empuja con suerte—. ¿Qué opinas? La miro. —¿Prometes que habrá alcohol? Asiente irónicamente. —Bien, vamos. —Me giro para ver a Castle—. Todavía estás enganchado con la pizza de Lucali, no lo olvides. Y quiero extra de esas anchoas que tienen a un lado. Las de Sicilia. Se ríe bajo. —Pondré manos a la obra. Y yo pondré manos a la obra para descubrir cómo torpedear todo esto. Porque por muy pecaminosamente atractivo que sea Ares, y por mucho que la depravada idea de compartir una cama con él me excite vergonzosamente, de ninguna manera. No me casaré con ese hombre como parte de un arreglo comercial de la mafia. No me importa lo que se necesite. Encontraré otra manera. Algo con diplomacia, o dinero, o cualquier cosa. No me casaré con Ares. Castle vuelve a colocar la botella detrás de la barra y los tres nos dirigimos al Range Rover, yo arrastrando los pies. No veo el auto hasta que es demasiado tarde. No escucho el chirrido de los neumáticos ni el estallido de las pistolas con silenciadores que atraviesan las ventanas del SUV que pasa hasta que no hay posibilidad de zambullirse para cubrirse o huir. Es como si estuviera en una pesadilla, o tratando de correr bajo el agua. Giro en cámara lenta, el horror vuelve mi cara cenicienta mientras veo el rojo florecer en el pecho de Castle a través de su blanca camisa de vestir. Mientras lo veo caer como una piedra a la acera.

33

Cuando me giro y siento que mi corazón se rompe en un millón de pedazos cuando veo la sangre manchando la parte delantera del vestido Chanel de Eilish, justo antes de que sus ojos se pongan en blanco y se derrumbe en el pavimento. Y luego, por encima del sordo ruido del tráfico de la ciudad de Nueva York, todo lo que puedo escuchar es mi propia voz. Gritando.

4

34

S

ARES

algo del pub irlandés a un borrón de caos.

Soy vagamente consciente de eso y automáticamente me agacho para cubrirme y saco el arma de mi chaqueta mientras el SUV negro pasa rugiendo, las bocas de las armas lanzan fuego a través de las ventanas bajadas. Pero luego hago otra cosa. Algo curioso que me sorprende. Las balas siguen volando cuando paso por encima del macizo de flores detrás del cual he estado agazapado. Puedo sentirlas rebotar en el pavimento a mis pies y en la pared de ladrillos detrás de mí mientras cruzo la acera y tiro a Neve al suelo. Ella grita y se retuerce, pero no me muevo. No me relajo, cubro su cuerpo con el mío mientras las ventanas del Range Rover blanco junto a nosotros estallan en granizo teñido de negro. Luego me levanto, me pongo de pie con un gruñido en los labios, levanto mi arma y le disparo algunas rondas al SUV negro mientras se aleja rugiendo. Memorizo la matrícula justo antes de que gire en una esquina. Solo entonces soy consciente de los gritos. Me doy la vuelta, y algo se endurece y se enfría dentro de mí cuando por un segundo, al ver a Neve colapsar en el suelo, creo que le dieron. Pero luego me doy cuenta rápidamente de que no es ella. Es su maldita hermana. El guardaespaldas, Castle, también está caído. Bueno, él puede esperar. —¡Quítale tus malditas manos de encima…! —Muévete —le gruño a Neve, mientras caigo de rodillas junto a Eilish. Mis manos recorren sus costados y su abdomen donde la sangre se filtra en su vestido.

—No toques una mierda…

35

—¡Estoy buscando heridas de entrada! —le ladro a Neve—. ¡No para tener una maldita sensación! ¡Jesús! Su boca se cierra cuando el volumen y la intensidad de mi voz la sacan de su terror. Me giro hacia su hermana, frunciendo el ceño mientras mis dedos trazan la sangre. ¿Dónde diablos están los agujeros de bala? Neve y yo saltamos cuando Eilish de repente jadea por aire, erguida de golpe con terror en los ojos. —¡¡NEVE!! —grita Eilish mientras su hermana solloza de alivio, envolviendo sus brazos alrededor de ella. La sangre no es de ella. Neve y yo nos damos cuenta en el mismo segundo. Porque de repente miramos hacia donde Castle está desplomado en el suelo. Mierda.

—¿Estás absolutamente seguro? Mi tono es letal. Kratos asiente sombríamente. —Hice que mi chico en la policía de Nueva York verificara la matrícula. Definitivamente es uno de los suyos. Suyo como en ese imbécil de Ezio. El que le disparó balas a Neve al pasar, a Eilish y a Castle, que muy fácilmente podría haber convertido todo esto en una guerra total, fue Ezio. Lo mataré jodidamente. Hades, Kratos y yo estamos encerrados en una sala de conferencias libre en Mount Sinai West, el hospital más cercano al de O'Bannon. Los tres, junto con Cillian y algunos de sus hombres, trajimos a un Castle herido, a una Eilish conmocionada y a una Neve casi catatónica aquí hace una hora. Pero todos están bien. Bueno, en su mayor parte.

36

La sangre de Eilish era de Castle. Pero aun así, él estará bien. El tipo fue suficientemente inteligente como para llevar un chaleco antibalas debajo de la camisa, que atrapó la mayoría de los disparos que lo alcanzaron. Tiene algunas costillas magulladas y heridas en el brazo, el hombro y la cadera que tuvieron que suturarse donde lo rozaron; de ahí provino la sangre de Eilish. Pero por mucho que me duela decirlo, el principal teniente y guardaespaldas de Kildare es un duro hijo de puta. Estará bien. También Eilish, que solo está siendo tratada por el moretón en el trasero que recibió cuando se desmayó. Castle está bien. Eilish está bien. Neve, por otro lado... Siento que algo confuso me recorre las venas mientras pienso en los otros miles de resultados que podrían haber ocurrido hoy. Podría haber, y habría, destruido el acuerdo de paz que Cillian y yo negociamos si su sobrina hubiera sido asesinada a tiros, por la cabeza de uno de mis supuestos malditos aliados, además. Jesús. Pero está bien. Está ilesa. No puedo decir que lo mismo será cierto para Ezio cuando le ponga las manos encima. —¿En qué diablos estaba pensando? —murmura Kratos, paseando por el suelo junto a las ventanas. Hades maldice bajo. —Está enojado porque su hijo fue asesinado por esos malditos sucios Micks... Luego se detiene en seco, sus ojos se lanzan hacia la puerta detrás de mí. Me giro para ver a Cillian de pie allí, apoyado contra el marco de la puerta, dejando que una verde mirada fría y espeluznante permanezca en mi hermano. —No, por favor, ¿estabas diciendo? Hades sonríe sádicamente. —Estaba diciendo que Ezio está más que un poco molesto porque tu maldito Micks mató a su hijo.

37

La habitación se siente tensa como la mierda por un segundo o dos. Estoy esperando a que desaparezca esa extraña sonrisa psicópata en el rostro de Cillian, y que se apresure repentinamente hacia mi hermano. Pero nunca sucede. Sigue sonriendo así. Podríamos estar negociando una tregua y formando una sociedad aquí. Pero no significa que todavía no desconfíe del irlandés de ojos verdes y de su reputación de ser un desquiciado. Cillian deja que esa sonrisa suya penetre directamente en Hades, hasta que mi hermano frunce el ceño y se remueve incómodo. Cillian no dice nada. Pero finalmente suelta a Hades con los ojos, girando su mirada hacia mí. —En realidad me importa un carajo el estado emocional de tu hombre. Pero entiendes que es hombre muerto, ¿verdad? Aprieto la mandíbula, pero asiento. Porque lo entiendo, incluso si no me gusta. Ezio es un buen hombre y la familia Adamos sirvió bien a mi tío durante años. Si Ezio muere, peor aún, si los Kildare lo matan y permito que suceda, tendremos otro problema en nuestras manos. Y es uno que tendremos que abordar. O más bien, uno que tendré que enfrentar. Saluden al jefe. Sin embargo, Cillian no se equivoca. Eso tendrá que pasar. Ezio tendrá que ser eliminado. Le disparó a la jodida sangre Cillian, por el amor de Dios. —Será atendido. Hades me mira. Le devuelvo la mirada. —Prépei na symveí. To katalavaínoume kai oi dýo —le susurro en griego. Tendrá que pasar. Ambos entendemos eso. Su rostro se oscurece cuando aparta la mirada. Pero luego, lentamente, asiente y me ve. —Nai, enochlíste. Katalavaíno. Sí, hermano. Entiendo. Cillian me observa.

38

—Tienes exactamente una hora para capturarlo y traérmelo. O de lo contrario quemaré esta maldita ciudad hasta los cimientos hasta encontrarlo. Mi boca se adelgaza. —Seamos claros en una cosa. Estamos de acuerdo aquí. Pero estamos entrando en una sociedad igualitaria. Me acerco a Cillian, sin parpadear incluso cuando me ve con esa mirada suya psicópata. —No me das órdenes ni ultimátums. ¿Está entendido? No dice nada durante unos segundos. Finalmente, sus labios se curvan en las comisuras mientras levanta una ceja. —Puedes quitarte las bragas, Dios de la Guerra —murmura—. Nos entendemos uno al otro. Pero necesito que encuentren a ese hombre, y necesito que lo encuentren ahora. Espero que puedas apreciar la urgencia. —Puedo hacerlo. Y lo tendrás tan pronto como encuentre… —Ares. Miro a Kratos para verlo asentir a través de la pared de vidrio que forma el otro lado de la sala de conferencias. Al otro lado, un hombre de rostro blanco pero mandíbula apretada está de pie con la cabeza en alto, flanqueado por dos de mis hombres. Ezio. —Vaya, vaya, entrega de puerta a puerta tan rápida, estoy impresionado —murmura Cillian con saña. Me giro, frunciendo el ceño cuando lo veo sacar una navaja de su chaqueta. —Tranquilo. —Oh, iré con calma. Y lento. Hades y yo nos vemos con incredulidad, y me da una mirada de “qué carajos”. —Estamos en un hospital, Cillian… —murmuro. —Sí, soy muy consciente de eso. Pero solo estamos en un hospital porque ese hijo de puta que está parado allí metió a mis dos sobrinas, si no lo recuerdas. Por no hablar de uno de mis mejores hombres. Por eso le arrancaré la piel.

39

La puerta de la sala de conferencias se abre y uno de mis muchachos asoma la cabeza. —Señor Drakos, Ezio quiere hablar. Vino a nosotros solo, por cierto. Asiento, luego veo alrededor. Necesitamos estar en algún lugar que no esté lleno de malditas ventanas. —Encuéntranos una habitación con algo más de privacidad —le gruño al guardia antes de que asienta y se agache para salir por la puerta. Me dirijo a Cillian—. Y tú. Suficiente con la mierda de Silence of the Lambs hasta que resolvamos esto. Veo la oleada de maldad detrás de sus ojos. —Por favor —agrego. Cillian se pasa los dientes por el labio, pensando. —Bien. Pero llevaré mi cuchillo.

—Tienes mi puta palabra, Ares. Cinco minutos después, estamos en la capilla del hospital, con mis hombres afuera vigilando las puertas. Ezio parece que está a punto de orinarse mientras observa la causal forma en que Cillian está moviendo la navaja en sus manos con la practicada habilidad de un cirujano. O de un carnicero. Ezio acaba de terminar de contarnos cómo tres de sus hombres actuaron fuera de su autoridad para tratar de eliminar a Neve, así como a cualquier otro Kildare que pudieran. —Tienes que entender, que están enojados, Ares. Jason estaba… —Se ahoga mientras mira hacia otro lado—. Mis hombres lo querían mucho y reaccionaron muy mal a la noticia de la tregua. Sienten que se está traicionando su memoria. Se aclara la garganta nerviosamente mientras se vuelve hacia Cillian. —No tengo la muerte de mi hijo contra ti personalmente, señor Kildare. Y como muestra de buena fe, aunque me duele, los tres hombres

40

responsables de hoy están amarrados en una camioneta abajo. Son tuyos para hacer con ellos lo que desees. Miro a Cillian. —¿Estamos bien? Levanta una ceja, mirando a Ezio con frialdad antes de volverse hacia mí. —Eso depende. ¿Le crees? —Sí. Realmente lo hago. Conozco a Ezio Adamos desde hace mucho, mucho tiempo. Y aunque entiendo que él y sus hombres están enojados por lo que le pasó a Jason, no es lo suficientemente estúpido como para empezar a tirar balas en medio del puto centro de Manhattan a las diez de la mañana. Cillian levanta un hombro. —Entonces sí, estamos bien. Ezio sonríe débilmente y se acerca al irlandés. Extiende una mano, que Cillian ve por un segundo antes de estrecharla con firmeza. Ezio se pone rígido cuando el agarre de Cillian se aprieta y lo acerca. —No te equivoques, señor Adamos —gruñe en voz baja—. Si descubro que me mentiste, digamos, si estos hombres tuyos admiten ciertas cosas que omitiste, tal vez bajo tortura… Ezio se estremece. Cillian sonríe. —Entonces te encontraré y te cortaré desde el trasero hasta la nuca. Se inclina hacia Ezio. —Por el frente. Ezio se estremece y luego asiente rígido. —Entiendo, señor Kildare. —Fantástico. Ahora, me gustaría mucho que me mostraran esa camioneta. Cuando Ezio y Cillian se van y estoy solo con mis hermanos otra vez, Hades silba bajo y se vuelve hacia mí. —Está certificadamente loco. Lo sabes ¿verdad? —Creo que me di cuenta de eso, gracias, Hades —murmuro secamente.

Niega con la cabeza, mirando hacia otro lado.

41

—¿Qué? —Nada. —Habla —gruñí. Mi hermano menor se encoge de hombros y se vuelve hacia mí. —Mira, entiendo que es tu trono. Y sí, en el papel, esta tregua es algo bueno. —¿Pero? Se encoge de hombros. —Pero, ¿realmente consideraste la familia que unirás a la nuestra? —Es política, Hades. Nada más. Es como firmar un tratado entre dos países. Sonríe, levantando una ceja. —Sí, hasta que Neve empiece a tener bebés, eso es. Kratos se ríe. Los miro a ambos. —Eso no sucederá. —Así de confiado en tu juego de tirar y rezar, ¿eh? Suspiro mientras los dos se ríen. —Quiero decir que no sucederá. Será mi esposa solo de nombre. No tendré sexo con ella. —Tienes toda la razón, no lo tendrás. Mierda. Los tres nos volvemos al sonido de la voz de Neve en la puerta. Me dispara dagas, con los brazos cruzados sobre su pecho. Su largo cabello rojo está fuera de su desordenada cola de caballo de antes, y ahora cae en cascada sobre sus hombros y sobre el verde de su camiseta. —No me pondrás un puto dedo encima, idiota... —Déjennos —gruño, girándome hacia mis hermanos. Los dos me ven, luego a Neve, luego a mí otra vez. —Ahora.

42

—Estoy yéndome, estoy yéndome —murmura Hades, lanzando una sonrisa en dirección a Neve mientras él y Kratos pasan lentamente junto a ella y salen por la puerta. Cuando estamos solos, suspiro y me apoyo en el banco detrás de mí, cruzando los brazos sobre el pecho. —¿Cómo están Castle y tu hermana? —Estarán bien, gracias —murmura, todavía frunciéndome el ceño. —¿Sí? —Quiero asegurarme de que escuchaste lo que dije. Si pones un solo maldito dedo en… Ladro una carcajada. —¿Crees que tengo algún interés en ponerte un dedo encima? Las cejas de Neve se disparan. —¿Qué diablos se supone que significa eso? —Significa —espeto—. Que eres lo más jodidamente alejado de la esposa ideal que podría imaginar. La pelirroja me mira boquiabierta. —Está bien, grosero —se burla, negando con la cabeza—. Y vete a la mierda, también… —Eres tempestuosa, obstinada, imprudente, malhablada... ¿continúo? —¡Oh, por favor hazlo! —Eres una vagabunda. —No soy… —He visto tu dormitorio, Neve. Sus palabras mueren en su garganta. —Ni siquiera intentes negarlo. El rostro de Neve arde mientras me ve con el ceño fruncido. —No tienes gracia, eres difícil, y… —dirijo una elocuente mirada sobre su atuendo —… tienes un sentido abismal de la moda. Su boca forma una amplia y escandalizada forma de “O”. —Está bien, entonces, primero, imbécil, cómete una bolsa de penes...

Jadea y me acerco a ella.

43

—Dicho todo eso —gruño, haciéndola temblar mientras me cierno sobre ella—. Cuando estemos casados… cuando seas mi esposa… Su respiración se corta bruscamente cuando mi mano se acerca a su mandíbula. —Si elijo poner un dedo sobre ti, o varios dedos, o incluso una mano entera… —Sonrío con frialdad—. O cosas que no sean una mano… Sus ojos se agrandan aún más cuando su rostro se vuelve carmesí. —Hijo de… —Si elijo hacer algo de eso para ejercer mi derecho marital —siseo débilmente—. Lo haré. ¿Está entendido? Neve se eriza, hirviendo a fuego lento con odio y calor mientras me ve a los ojos. —Quítame las manos de encima. Mantengo mis ojos fijos en ella. Traga, y trato de ignorar la forma en que su pulso zumba acaloradamente debajo de mis dedos. —Dije Quita. Tus. Manos. De. Mí… Mis dedos dejan su piel y mi mano vuelve a caer a mi costado. Pero no me alejo. —Por ahora, lo haré. Pero pronto, Neve —murmuro en voz baja, saboreando la forma en que su respiración se entrecorta un poco mientras me acerco—. Cuando seas mi esposa, si así lo decido, pondré mis manos sobre ti cuando quiera. Donde quiera. Su cara palpita con calor, sus ojos se amplían, y no puedo pasar por alto la forma en que su garganta se mueve mientras traga el bulto atrapado en ella. —Me gustaría verte intentarlo, idiota —sisea. —Desafío aceptado. Me doy la vuelta y salgo por la puerta sin decir una palabra más. Solo en el ascensor un minuto después, me apoyo contra la pared, mi pulso late con fuerza en mis oídos.

44

No estaba mintiendo, o tratando de ser un imbécil. Realmente es lo más lejano que podría haber imaginado para mí como esposa. Es todas esas cosas que mencioné, y todas esas cosas me rechinan los engranajes. Entonces, ¿por qué la idea de poner mis manos sobre ella a pesar de todo eso me emociona tanto? ¿Por qué convierte mi sangre en fuego líquido y mi pene en maldito acero? ¿Por qué me enciende tanto la idea de pelear con esta mujer que ni siquiera me gusta por su obediencia y sumisión? ¿Y por qué la idea de Neve Kildare, con toda su lucha y toda su actitud, de rodillas mirándome y rogando por mi pene, me envuelve con un deseo más fuerte que cualquier cosa que haya sentido en mi vida? Tal vez la dome. O tal vez me mate mientras duerma. De cualquier manera, sucederá. Lo único que queda por hacer ahora es abrocharse el cinturón y agarrarse fuerte.

5

45

—¿A

NEVE

lgo para beber? —¿Los osos cagan en el bosque?

Mi tío sonríe, mirándome por encima del hombro mientras sirve dos grandes whiskies. —No recuerdo que tuvieras una boca así cuando eras más joven. Se aleja del carrito del bar y se mueve para sentarse en su escritorio, antes el escritorio de mi padre, previo a deslizar uno de los vasos hacia mí. —Sláinte. —Salud —murmuro, chocando mi vaso con el suyo antes de llevármelo a los labios—. Y fue probablemente porque tenía doce años la última vez que pasaste algún tiempo en Nueva York. Levanta una ceja en reconocimiento. —Desde entonces, ¿te volviste una completa gánster? Sonrío. —Imagínate, eres criada por un jefe criminal en una familia criminal que hace cosas criminales, y luego todos se sorprenden cuando no resultas ser una princesa ni una congresista. —A menos que seas Eilish. Pongo los ojos en blanco y mi tío se ríe en voz baja. —Estoy bromeando. Y no las estoy comparando. Tomo otro pensativo sorbo. —A veces desearía ser más como ella. —¿Y por qué? Bufo. —No lo sé. ¿Quizás porque es agradable? Cillian se encoge de hombros, tomando un sorbo de su bebida.

—Agradable puede ser una desventaja.

46

—No sé sobre eso. Está funcionando bastante bien para Eilish. A la gente le gusta. Y yo solo soy… —Espinosa. Sonrío. —Oh, gracias. Me devuelve la sonrisa, brindando por mí con su vaso antes de tomar otro largo sorbo. Yo también bebo, viendo la oficina que nos rodea. Casi nunca venía aquí. Antes, cuando era la oficina de mi padre, en la casa de mi padre. Cillian no la cambió mucho desde que se mudó con nosotros hace unos meses, después del tiroteo. Pero hay suficiente de él aquí ahora que empieza a sentirse más como su oficina que como la de papá. Nos apenamos cuando mataron a mi padre, Eilish y yo, eso es. Pero luego, después de un tiempo y algunas lágrimas, estábamos bien. La mayoría de las personas que nos rodean, estoy segura, especularon que ambas estamos poniendo una cara valiente con todos los cambios que siguieron, que todo es un acto. No lo hacemos, y no lo es. Aquí está la cosa: Eilish y yo queríamos a nuestro padre. Y a pesar de su frialdad y brutalidad, estoy segura de que también nos quería. Pero después de que mamá murió, él simplemente... no sé cómo decirlo. No es que no nos quisiera. Era solo que era uno de esos padres que realmente nunca... se dedicó a la paternidad. Declan Kildare fue nuestro padre biológico. Pero nunca fue realmente nuestro padre, si tiene sentido. Y en cuanto a ser una familia, especialmente después de la muerte de mamá, olvídenlo. Éramos más como extraños que estaban emparentados. —¿Cómo está Castle? Cillian gruñe. —No le resultará fácil respirar por un tiempo con esas costillas magulladas, pero estará bien. ¿Eilish? Me encojo de hombros.

47

—También está bien. Vimos su película favorita y comimos comida chatarra antes de que se durmiera. Estará bien, solo está un poco conmocionad. —¿Y tú no lo estás? Mi ceño se frunce. —¿Lo estoy? Extrañamente, no, no lo estoy. Lo cual no tiene sentido. No es como si alguna vez hubiera sido testigo de un tiroteo desde un vehículo. —Tal vez un poco —miento. Cillian, por supuesto, ve a través de mí. Pero no me presiona ni me llama la atención. Frunzo el ceño mientras lo veo por encima del borde de mi vaso. —¿Alguna noticia sobre los tiradores? —Atendido. —¿Quién fue? —Nadie de quien debas preocuparte. Suspiro pesadamente. —Tío… —Bien. Algunos de los hombres de Ezio Adamos, actuando fuera de turno y estrictamente por su cuenta. —¿Y crees eso? —Ahora sí. Arrugo la frente. —¿Por qué? Cillian solo sonríe en voz baja, con un venenoso brillo en los ojos. Oh. Puedo conectar los puntos por mi cuenta. La mayoría de la gente le tiene miedo a mi tío. Pero yo no, y no estoy segura de habérselo tenido alguna vez. Quiero decir, obviamente lo veo por quién y qué es. Entiendo que hay una voraz oscuridad en él, igual que entiendo que probablemente sea legítimo en algún lugar del espectro sociópata, si es que es algo. Pero no le temo.

48

Sé que es letalmente peligroso si eres su enemigo. Pero no es un monstruo. He visto monstruos reales, cuando tenía nueve años. Cillian también. Me salvó de uno. Mi tío suspira, deja su whisky y coloca su dedo debajo de su barbilla. —Necesito disculparme por lo de hoy. —¿Quieres decir que no me dirás que sería una moneda de cambio política? —Sí. Chupo mis dientes mientras lo miro a través del escritorio. —¿Por qué no me lo dijiste antes? Se encoge de hombros. —Porque no había decidido por completo una forma u otra hasta que nos sentamos en esa mesa de conferencias hoy. Soy lector de personas, e incluso si hubiéramos hablado de eso de antemano, tuve que sentarme en esa habitación con ustedes dos y leer tanto su rostro como el tuyo, antes de tomar una decisión. —¿Tu decisión? Hay un borde en mi voz que no se pierde. —Sí, Neve, mi decisión, como cabeza de toda esta familia y organización. La ira surge en mi pecho. —¿Y no tengo nada que decir sobre el hecho de que me casarán? Se encoge de hombros. —Oh, lo tienes. Es solo una opinión mucho más pequeña que la mía. Lo observo. Cillian solo toma un sorbo de su whisky y me ve directamente. —¿Y si me niego? —No sugeriría hacer eso. —¿No? —chasqueo—. ¿Recibiré el mismo trato que cualquier infierno profano que les haya pasado a los hombres de Ezio Adamos hoy?

Cillian suspira en silencio.

49

—Neve, creo que me conoces lo suficiente como para saber que iría hasta los confines de la tierra para protegerte del daño. Realmente lo haría. Mi ira se desvanece. La vergüenza por mis propias acusaciones me sube a las mejillas y desvío la mirada. —Podría amenazarte, Neve —gruñe en voz baja—. Recordarte que podría quitarte el fondo fiduciario que paga tu lujoso apartamento, tu ropa, toda tu vida. —No necesito un elegante apartamento … —Y tu educación. Mis labios se fruncen mientras entrecierro los ojos hacia él. —¿Podrías amenazarme, o me estás amenazando? —Mis amenazas rara vez pasan desapercibidas. Frunce el ceño profundamente, girando el vaso en su escritorio frente a él. —Neve, esto sucederá. Tiene que hacerlo. Fin de la historia. —Pero ¿por qué? —chasqueo. —¡Mira a tu alrededor! —gruñe—. A la familia Kildare le ha ido bien, muy, muy bien de hecho. Pero tocamos nuestro techo. Nuestros rivales, en cambio, no parecen tener techo. ¿El Cartel? ¿La Brava? Neve, son más que organizaciones criminales. Ahora son imperios multinacionales. —Entonces, ¿me casaré con Ares Drakos para que puedas comprar una casa más grande? Pone los ojos en blanco. —No pretendas ser jodidamente estúpida, Neve, porque sé que no lo eres. No se trata de codicia. Se trata de supervivencia. Si no crecemos, nos quedaremos en el polvo y en las sombras que dejan a su paso quienes están construyendo los nuevos imperios. Cillian suspira, pellizcando el puente de su nariz. —Terminar con el derramamiento de sangre con la familia Drakos es imperativo para sobrevivir hoy. Asociarse con ellos es la única manera de garantizar que tengamos un futuro.

50

La ira hierve a fuego lento bajo mi piel cuando me levanto abruptamente, bebo el resto de mi whisky y golpeo el vaso sobre el escritorio. —Entonces, ¿entonces?

supongo

que

simplemente

saqué

la

pajita

corta,

—Seguro que lo hiciste —sisea—. Y siento eso, realmente lo siento. Pero así es como sobreviven las familias en este juego, Neve. Lo sabes. Mira, no deseaba esto para ti. Pero realmente es la única manera. Necesito un poco de aire. Comienzo a dirigirme a la puerta de su oficina cuando su voz me detiene. —Neve. Cillian se pone de pie, con los nudillos sobre el escritorio mientras me mira a los ojos. —Te casarás con Ares Drakos. Y es definitivo.

6

51

—A

ARES

res. Mi abuela sonríe con una majestuosa y practicada sonrisa mientras me abraza. —¿Kai pós eínai o polemistís mou?

¿Y cómo está mi guerrero? —Estoy bien, ya-ya. Le devuelvo el abrazo, su frágil cuerpo, parecido a un pájaro, desaparece en mis enormes brazos por un minuto antes de retirarme. Puede ser pequeña y puede parecer que una fuerte brisa la haría polvo. Pero solo un tonto subestimaría o descartaría a Dimitra Drakos. Esos delgados y frágiles brazos y esa cara de halcón contienen toda la letalidad de una ametralladora combinada con la sutileza de un cuchillo en las costillas. Y ningún viento le hará una mierda a una mujer a la que hasta los huracanes le temen. —Ven, Ares, sentémonos. Dimitra me guía atravesando la lujosa casa de la familia Drakos en la que viví antes de mudarme al Reino Unido: una impresionante y asombrosa mansión neoclásica ubicada en lo alto de un edificio de cuarenta pisos en Central Park South. Doce habitaciones, el doble de baños, terrazas con terrenos completos con dos piscinas y una cancha de tenis, y una bodega que rivaliza con casi cualquier otra colección privada en Estados Unidos. No hace falta decir que la fila de agentes que salivan esperando el día en que decidamos vender este lugar es... larga. Pero pueden babear todo lo que quieran. Permanecerá en nuestra familia para siempre. Cuando entramos en el salón, el lugar favorito de Dimitra en la casa para celebrar la corte, lo encontramos ya ocupado por Calliope. Desde que todos regresamos a Nueva York, Calliope y Kratos viven aquí con ya-ya. Yo estoy en mi nuevo lugar en el West Side, y Hades está, que yo

52

sepa, en algún lugar del Lower East Side, tal vez en Alphabet City. Su dirección exacta es un misterio. Pero dada la afición de mi hermano menor por el hedonismo y el caos, estoy bastante seguro de que no me gustaría pasar sin avisar de todos modos. Cuando entramos en la habitación, mi hermana levanta la vista de lo que sea que esté viendo en su teléfono y me sonríe débilmente. Sé por qué lo hace. Uno de los tres hombres responsables del tiroteo de ayer era un tipo más joven, Tomás, creo que se llamaba. Dudo sinceramente que fuera algo romántico, pero sé que él y Calliope se juntaban y formaban parte de la misma escena de discotecas de vez en cuando, siendo de la misma edad. Ahora, si tiene suerte, Cillian ya lo mató. Si no tiene suerte... bueno, todavía no está muerto. Y mi hermana es plenamente consciente de que di el visto bueno para que eso sucediera. Pero incluso si está enojada o herida, incluso Calliope entiende cómo funciona nuestro mundo. Hay reglas. Hay cadenas de mando. No es una democracia, es una maldita monarquía absoluta. Y desafortunadamente, ayer me tocó no solo jugar al rey, sino también al juez y al jurado. Solo le dejé a Cillian la parte del verdugo. Me siento un poco mal por la forma en que tuvo que desarrollarse. Pero Tomás y los otros dos hombres se pasaron de la raya. Así que pagaron el precio. Es la ley de la selva. —¿Cómo estás? Calliope suspira, encogiéndose de hombros, el breve destello de ira en su rostro se desvanece. Nuevamente, sé que entiende cómo funciona todo esto. Y sé que incluso a través de su ira, sabe que no tuve opción de hacer lo que hice. Aún. Hablaré con ella más tarde, lejos de Dimitra. —Estoy bien. Todavía un poco asustada por lo de ayer, pero bien. Dimitra hace un sonido de molesto cloqueo contra sus dientes. —Mis nietos apenas están de vuelta en casa conmigo y ya tengo que preocuparme por la violencia. —Se solucionó, ya-ya —gruñí en voz baja—. No volverá a suceder.

Suspira, negando con la cabeza antes de ver a mi hermana.

53

—Callie, mi amor, ¿podrías darnos la habitación, por favor? Mi hermana asiente, guarda su teléfono y se pone de pie. —Naí, ya-ya. Se acerca y le da a nuestra abuela un abrazo rápido y un beso en la mejilla antes de volverse hacia mí. —Hace tiempo que estamos atrasados para una cena —murmuro—. Arreglemos eso pronto, por favor. Quiero… —Está bien, Ares. —Sonríe irónicamente—. Estoy bien. En realidad. Lo entiendo, ¿de acuerdo? —Sus cejas se arquean—. Eres el rey ahora, ¿verdad? Me muestra una media sonrisa mientras me da palmaditas en el pecho y pasa junto a mí para salir de la habitación. —Está enfadada por los hombres de Ezio, ¿verdad? Me giro para asentir a Dimitra. —Así es. Sobre uno en particular. Mi abuela frunce el ceño mientras toma asiento en uno de los sofás junto a la gigantesca chimenea. Me siento en el que está enfrente de la mesita que hay entre nosotros. —¿Lo amaba? Niego. —No... no lo creo. —¿Sentía lujuria por él, entonces? Mi nariz se arruga. —Tampoco. Creo que solo eran amigos. El alivio inunda el rostro de Dimitra. —Bien. No nos gustaría que los rumores volvieran a… —¿Ese maldito cerdo? El rostro de Dimitra se pone rígido ante mi lenguaje. Es anticuada de esa manera. Pero lo deja pasar, solo dándome una torcida sonrisa.

54

A quién se refiere, y a quien siempre me referiré como “ese maldito cerdo” es a Luca Carveli, jefe de la familia criminal Carveli en la costa oeste. Un repugnante asqueroso hombre con menos de cero honor. Quien desafortunadamente también está prometido a mi hermana. El arreglo lo hizo nuestro padre hace años, para resolver una disputa entre las familias y cimentar un pacto comercial que hizo a ambas partes muy, muy ricas. Lo quemaría. Sin embargo, todo se derrumbaría si lo hiciera. La idea de ellos juntos me pone la piel de gallina. Porque Luca es un hombre violento y cruel, sin mencionar treinta años mayor que Calliope. La única gracia salvadora de todo el arreglo es que no se convertirá en suya hasta que cumpla veintiún años. Pero eso está surgiendo rápidamente. —Es lo que es, Ares. Así es como funcionan estas cosas. Obviamente lo sabes. Pero podemos hablar de tu hermana en otro momento —dice Dimitra asintiendo lentamente—. Hoy quiero hablar de ti. —Bueno, aquí estoy. —Con un chip en tu hombro y palabras enjauladas detrás de enojados dientes, sí, puedo ver eso. Suspiro. —Ya-ya, estoy haciendo lo que tengo que hacer por nuestra familia. Por favor, no esperes que lo disfrute. Se ríe. —Ares, no eres el primer Drakos en casarse por razones distintas al amor verdadero. Y por favor, no intentes decirme que no te sientes al menos un poco atraído por ella. Es una chica muy bonita. Gruño sin comprometerme, incluso si mi mente parpadea con mil arremolinados pensamientos sobre el rostro de Neve. De sus agudos ojos verdes y de su ardiente cabello rojo. De sus perfectos pechos y de su delicioso trasero cuando se cambió, aparentemente ajena al hecho de que podía ver su apartamento tan fácilmente como ha estado espiando el mío. —También hará bebés muy bonitos contigo. Parpadeo, saliendo de mis fantasías para hacer una amarga mueca.

—No sucederá.

55

Resopla, agitando una mano hacia mí mientras niega. —Anoisies 1. —No son disparates, ya-ya. Eso no es parte del arreglo. Nos casaremos. Uniremos los Drakos a los Kildare y evitaremos que la sangre se derrame en las calles. Pero no seré… —¿Y por qué, hmm? Frunzo el ceño. —Porque es horrible. Dimitra se ríe, sus pequeños y frágiles hombros suben y bajan como alas de buitre plegadas hacia atrás. —Por favor. ¿Cómo es horrible exactamente? —¿Te gustaría la lista completa, o solo el discurso de ascensor con viñetas? —¡Theé mou, el dramatismo! Mi mandíbula se aprieta. —Es testaruda. Obstinada. Es... —Los hombres fuertes no tienen por qué temerles a las mujeres fuertes, Ares. —Ochi, ya-ya. No le temo como tal, y no es su fuerza lo que se me mete debajo de la piel. No, es su terquedad. Además, es voluble. De mal genio. — Empiezo a marcarlos con mis dedos—. Mal hablada. Cruda. Perezosa. No sofisticada. Y trata de cubrir todos esos defectos con un interminable torrente de sarcasmo. —Bueno, te casarás con ella. —Dimitra se encoge de hombros. —Sí —gruño—, lo haré. —Entonces conviértela en lo que necesita ser. —¿Y qué es exactamente? —Una reina digna de un dios, Ares. —Mi abuela se encoge de hombros en silencio—. ¿Crees que todo el mundo se casa por amor? Las personas de

1

Disparates.

56

familias como la nuestra se han casado por poder y protección durante siglos. No lo olvides, somos descendientes de espartanos. Es su mito favorito, uno al que persiste en aferrarse: que mis hermanos y yo estamos directamente relacionados con los tipos sin camisa con los abdominales CGI de la película 300. —No tengo tiempo para una reina o una esposa —gruño—. Estoy tratando de liderar un imperio. No para elegir juegos de cubiertos y porcelana coordinados, ni cortinas. No, deduzco, que Neve Kildare sea ese tipo de mujer en lo más mínimo, pero aun así. Tonterías. Dimitra no se equivoca. Neve es una chica increíblemente hermosa. Y en circunstancias muy diferentes, si ella no fuera ella o si yo no fuera yo, entonces sí, estaría más que feliz de tenerla en mi cama. Sobre sus rodillas. Sobre mi regazo. Contra las malditas ventanas, rogándome que la penetre de cualquier manera y en cualquier lugar que elija con cada centímetro de mi grueso pene. Pero Jesucristo, nada de eso implicaría casarme con ella. —¿Es ella, o el concepto de matrimonio lo que pareces encontrar desagradable? —No tengo nada en contra del matrimonio. —¿Qué pasa con lo que te concierne personalmente? Me encojo de hombros. —No tengo nada en contra de casarme yo mismo, no. —¿Y con quién te casarías, exactamente? ¿Si no estuviéramos en esta situación y tuvieras libre elección? —Es fácil. Con una buena griega… Se burla abruptamente. —No. —¿No qué? —No trates de complacerme con “una buena chica griega”, nieto. He visto a las chicas con las que sales. Raramente son griegas, y créeme, ninguna es buena, de alguna manera.

Frunzo el ceño. Dimitra me sonríe. Hay una pausa.

57

—Es un buen partido, Ares. —Para la familia. —Para la familia, sí. Pero también para ti. —¿Quién está complaciendo a quién ahora? —¡Próseche ti glóssa sou! —Jadea con un chasquido de dientes y una escandalizada mirada en su rostro. Vigila tu lengua. Pero cuando sonrío, pone los ojos en blanco y me devuelve la sonrisa. Se estira sobre la mesa entre nosotros, tomando mis manos entre las pequeñas y marchitas suyas. —Agáli-agáli gínetai i agourída méli. Poco a poco, se convertirá en miel. —Eso es sobre uvas y vino. Se encoge de hombros. —Es un proverbio griego, puede ser sobre cualquier cosa. Uvas, vino... —Arquea una plateada ceja hacia mí—. Casamiento… Mi ceño se frunce mientras mi mandíbula se aprieta. Dimitra me da palmaditas en la mano. —Si no es perfecta, o si no es quien necesitas que sea, entonces moldéala. Moldéense a ambos, si es necesario. —¿Cómo diablos se supone que debo…? —Eres un rey, Ares —murmura, mirándome con frialdad—. Harás lo que tengas que hacer por tu familia. Incluso si significa ponerte una máscara y desempeñar el papel que debes desempeñar. Luego, encogiéndose de hombros, deja de lado su mirada severa y me sonríe mientras me da palmaditas en la mano otra vez, esta vez con más delicadeza. —Ven, busquemos a Kratos y a tu hermana. Quiero cenar afuera esta noche.

58

Y yo quiero averiguar cómo diablos se supone que debo casarme con la pequeña bruja desafiante y de lengua afilada al otro lado de la calle sin que ambos nos matemos. Y quiero averiguarlo rápido.

7

59

M

NEVE ierda, este lugar es un puto palacio.

Por lo que deduzco, hay dos formas de llegar a la mansión neoclásica, opulenta y en expansión que la familia Drakos llama hogar aquí en Nueva York. Puedes tomar el ascensor privado que sube directamente a la casa. O puedes tomar el otro ascensor, el que se detiene en el piso debajo del techo del edificio principal, sobre el cual se encuentra la mansión. Desde allí, una elegante escalera de vidrio y piedra serpentea hacia los terrenos de la propiedad, lo que permite al visitante salir de una estructura tipo glorieta a través de los jardines de la mansión misma. Sí, hay jardines. Hay terrenos. Y sí, pueden adivinar por qué entrada Cillian, Castle, Eilish y yo somos conducidos cuando llegamos a la casa de los Drakos para la “cena de celebración” en honor al inminente impío matrimonio de Ares y yo. Estamos en Central Park South, también conocida como la fila de los multimillonarios, y la familia Drakos tiene lo que parece ser una finca en la campiña inglesa, completa con jardines de rosas, esculturas clásicas, una cancha de tenis y dos piscinas, todo en la puta cima de un edificio con vistas al maldito Central Park. Es salvaje. No hace falta decir que trato de mantener la calma, aunque mi mandíbula todavía golpea el suelo cuando salimos de esa glorieta. Los terrenos están cubiertos con luces blancas parpadeantes y bombillas colgantes. Un cuarteto de cuerdas toca bajo al otro lado de la piscina número uno, y los camareros con esmoquin blanco están por todas partes, pasando bandejas de entremeses y copas de champán de cristal. Crecí con riqueza, y la casa Kildare en el Upper East Side está llena de dinero. Pero aun así, quiero decir, santa mierda. —Un poco exagerado, ¿no?

60

Sonrío cuando escucho la voz familiar. Y cuando me giro, sonrío y permito que el corpulento hombre mayor me abrace con fuerza. —¡Owen! —Eilish sonríe cuando el viejo amigo de nuestro padre me suelta y la abraza a ella también. “Owen” es Owen Foley, jefe de la familia Foley, subsidiaria del imperio Kildare. Él y nuestros padres eran buenos amigos, y lo conocemos desde que su cintura era aproximadamente de la mitad de lo que es ahora y su cabello, lo que queda de él, era rubio arena en lugar de gris plateado. Es de la vieja escuela. Con lo cual quiero decir que ahora podría vivir como príncipe, pero subió de rango rompiendo rótulas y partiendo cráneos como un verdadero gánster. Es dulce como un osito de peluche con Eilish y conmigo, incluso a menudo se refiere a nosotras como sus sobrinas. Pero no es alguien de quien me gustaría estar en el lado malo. Owen se gira para darle una amistosa palmada al hombro de Castle antes de estrechar la mano de Cillian con firmeza. —Bueno, lo hiciste, loco hijo de puta. Felicidades. Cillian levanta un hombro con desaprobación mientras desliza un cigarrillo entre sus labios y lo enciende con un hábil movimiento de su Zippo plateado antes de girarse para asentir con la barbilla hacia mí. —Neve merece el verdadero crédito. No yo. Owen hace un chasquido con los dientes mientras niega. —Le estás haciendo un gran servicio a la familia, Neve. Sé que puede parecer sombrío, pero cuando el imperio Kildare se convierta en una dinastía... —Oye ¿Owen? —Sonrío débilmente—. ¿Te parece bien si pasamos la cena antes de empezar a lanzar la palabra dinastía? Sonríe. —Por supuesto, por supuesto. —Tira de mí para darme otro abrazo y besa la parte superior de mi cabeza—. ¿Puedes perdonar a un anciano por estar orgulloso de ti? Cillian frunce el ceño mientras ve a su alrededor. —¿A quién tengo que sobornar para que uno de esos camareros me traiga algo que no sea jodido champán?

61

Sonrío mientras me giro para escanear el impresionante jardín en la azotea. —Estoy segura de que podemos... Me congelo cuando mi mirada es atrapada y sostenida por otro. Alguien con penetrantes ojos oscuros y una mandíbula letalmente afilada. Alguien con cabello oscuro y despeinado y piel bronceada. Alguien que se ve jodidamente bien en su traje oscuro en este momento. La mirada de Ares no se aparta ni un milímetro de la mía mientras avanza a grandes zancadas por el jardín hacia donde estamos todos agrupados. Hay una frialdad en su sonrisa cuando sus ojos me clavan. Le devuelvo la mirada, con una pequeña mueca en mis propios labios. Solo cuando se interpone en medio de nosotros, la mirada severa y oscura de su rostro se convierte de repente en una sonrisa cordial y acogedora. Interesante. Puede que Ares no haya nacido para ser rey, pero se adaptó muy bien al papel. Es bueno en esto: mezclarse cuando tiene que hacerlo, apaciguar cuando tiene que hacerlo. También siendo aterrador e intimidante cuando tiene que serlo. —Gracias a todos por venir y bienvenidos a la casa de mi familia. —Oh, ¿esta es tu casa? —murmura Castle, solo la mitad bajo—. Y aquí pensé que estábamos en el Museo de Arte Moderno. Me congelo, viendo a Cillian reprimir una sonrisa. Ares mira a Castle con frialdad, pero su encantadora sonrisa persiste. —Igual que los irlandeses, los griegos tuvieron que tomar lo que pudieron, cuando pudieron, después de venir a este país. Esto... —se gira y agita una mano hacia la mansión que se extiende detrás de él—... es gracias a mi bisabuelo Nico. Tenía un negocio de contrabando de éxito moderado en el que participaban media docena de barcos de pesca que transportaban cargamentos ocultos entre Grecia, Turquía e Italia. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, había países con un interés creado en proporcionar armas y ayuda a las potencias aliadas, pero no se podía ver que lo estuvieran haciendo, ya que aún no estaban oficialmente en la guerra. —Hombre inteligente, tu bisabuelo.

Ares asiente hacia Cillian.

62

—En efecto. Inteligente, loco y lo suficientemente audaz como para ofrecerle sus servicios al gobierno de Estados Unidos por un precio. Después de que terminó la guerra, vino a Nueva York y compró el mismo edificio en el que estamos parados. Había tomado la mitad de su pago en bonos de guerra, lo que significaba que cuando golpeó la Gran Depresión, estaba bien. Compró acciones en el mercado de valores por centavos de dólar, y cuando se recuperó, bueno… Se encoge de hombros con una sonrisa fácil. —Digamos que hay una razón por la que esta casa parece haber sido construida en la campiña inglesa. A mi lado, las cejas de Eilish se disparan. —Estás bromeando. —En absoluto. Hizo que lo enviaran todo aquí, ladrillo por ladrillo, y lo volvieran a armar. Ares se aclara la garganta. —Pero ya basta de mi casa. —Se vuelve y estrecha la mano de Cillian, luego la de Owen, antes de volverse hacia Castle—. Espero que te sientas mejor. —Estoy bien —gruñe Castle. —Y tú, señorita Kildare. —Ares se da vuelta, su rostro lleno de apuesto encanto mientras le sonríe radiantemente a mi hermana—. Necesito disculparme sinceramente por lo que sucedió el otro día. —Oh… es… —tartamudea. Y se sonroja. Malditos rubores. Mi boca se frunce. No caigas en sus tonterías, Eilish. —Estoy bien, gracias. —Bien. Y te ves hermosa, si se me permites decirlo. Su sonrojo se profundiza mientras mira el hermoso vestido verde azulado de Maticevski que está usando para la cena formal de esta noche, lo que por supuesto la hace lucir aún más como una maldita princesa de Disney. Tengo que admitir que el color es impresionante con su cabello.

63

La falsa y empalagosa sonrisa de Ares permanece pegada en su rostro cuando finalmente se vuelve para dejar que esos penetrantes ojos me corten. Me encuentro con su mirada sin pestañear. —Y, por supuesto, mi hermosa futura novia, que se ve absolutamente radiante esta noche. Me muevo incómodamente con el vestido negro de Dolce and Gabbana con lentejuelas que llevo puesto y que me parece la mitad de pequeño. Mis cejas se levantan. —Gracias. Es de Eilish. —Bueno, con el debido respeto a tu hermana, parece que fue hecho para ti. Y luego, de repente, todavía sonriendo dulcemente, aún dejando que esos ojos me atraviesen, Ares se mueve directamente a mi espacio personal. Y entonces el bastardo sigue. Su mano se desliza sobre mi cadera y, de repente, todos los nervios de mi cuerpo chisporrotean cuando me doy cuenta de lo que está pasando. ¡¿Joder, en serio está a punto de besarme?! Sí, lo hará. Pero giro la cabeza en el último minuto, temblando cuando siento sus suaves labios y la parte de atrás de su mandíbula rozar mi mejilla. Todavía estoy temblando y hormigueando cuando se aleja y le sonríe al resto del grupo. —Bueno, ¿vamos adentro? Cillian, apuesto a que te vendría bien un trago de verdad. Le hace señas a uno de los miembros del personal que espera en las sombras, quien rápidamente se acerca corriendo. —Por favor, acompañe a nuestros invitados de honor al interior y asegúrese de que estén bien atendidos. El hombre asiente, sonriendo mientras nos hace un gesto para que lo acompañemos. Pero me quedo atrás, viendo cómo Owen, Castle, Cillian y mi hermana lo siguen atravesando los jardines. No se me escapa que Ares no vaya con ellos. —No creas que no me doy cuenta de lo que estás haciendo —murmuro, volteándome para mirarlo.

—¿Y qué estoy haciendo exactamente?

64

—Poniéndolo un poco grueso, ¿no? Me sonríe sin alegría, arqueando una ceja. —Se llama ser cordial. Deberías probarlo alguna vez. —Excelente. Iré a buscar una bebida adecuada… —Me di cuenta de que pusiste cortinas. Me sonrojo, hirviendo a fuego lento bajo su mirada. —Sí, escuché que había un mirón en el vecindario. —Gracioso, yo escuché lo mismo. Intento no atragantarme con el champán. —Sin embargo, me parece divertido que te hayas molestado. Mi ceño se frunce. —¿Y por qué? El jadeo cae espontáneamente de mis labios cuando desliza su mano sobre mi cadera y se acerca a mí de nuevo. Trato de retroceder, pero su agarre en mi cadera se aprieta, manteniéndome atrapada contra su duro y poderoso cuerpo. Su boca baja, y tiemblo cuando siento su aliento contra mi oído. —Porque no habrá cortinas entre nosotros una vez que seas mi esposa. Dulce Jesús. Algo perverso y malo palpita profundamente en mi centro, derritiéndose en calor que se acumula entre mis muslos. Que es precisamente cuando Ares se aleja abruptamente. Lo veo con una mezcla de sorpresa e ira. —¿Disculpa? —Cuando estemos casados, no te esconderás detrás de una cortina. —Ahh, no, las cortinas se mantendrán levantadas. Se encoge de hombros. —Está bien. Pero no importará. —¿Por qué no?

—Porque no vivirás allí. Vivirás conmigo.

65

Parpadeo con sorpresa. —Eh... no, ¿no lo haré? —Oh, sí, lo harás. Y antes de que vayas a lloriquear con tu tío, créeme, estará de acuerdo conmigo. —¿Por qué diablos viviría contigo? —Esto puede sorprenderte, pero es una práctica bastante común para las parejas casadas. Lo miro. —Pero no somos una pareja. Somos un acuerdo de paz. —Sí, un acuerdo de paz que debe ser reconocido no solo por tu familia y la mía, sino por todas nuestras familias tributarias y subsidiarias. Por nuestros asociados de negocios. Incluso por nuestros enemigos y rivales. Ares entrecierra sus oscuros y ardientes ojos hacia mí. —Tenemos que vender esto, Neve. O no funcionará. Así que sí, vivirás conmigo. Ahora —se aclara la garganta, alejándose—, haré las rondas con los otros invitados e intercambiaré cortesías. Te sugiero que hagas lo mismo. Y luego se fue, se alejó, dio la vuelta y cruzó el jardín a grandes zancadas hacia la pequeña multitud de invitados.

Estoy agotada a los diez minutos de haber entrado en la gran casa. Persona tras persona, jefes de familias tributarias tanto de Drakos como de Kildare, parientes, socios comerciales, se me acercan para felicitarme por mis “inminentes nupcias”. Y en esos diez minutos, estoy sinceramente atónita de que cada persona aquí sea demasiado tonta para darse cuenta de cuán obviamente escenificó mi matrimonio con Ares, o bien es un actor realmente bueno. —Aquí. Salto, sintiendo latigazos por la nueva voz detrás de mí. Pero en lugar de ofrecerme otra mano o un beso en la mejilla para aguantar, me encuentro cara a cara con una chica deslumbrante con cabello oscuro y brillantes ojos

66

azules, quien lleva un hermoso vestido de tiras de color blanquecino que complementa maravillosamente su piel bronceada y aceitunada. Calliope Drakos, hermana menor de Ares. —Pensé que probablemente podrías usar esto. —Levanta uno de los dos vasos de cristal que tiene en las manos, lleno de líquido ámbar y una sola bola redonda de hielo, y me lo ofrece—. El whisky es tu veneno, ¿verdad? —Creo que el alcohol es mi veneno esta noche. Pero sí, lo es. —Sonrío con curiosidad mientras lo tomo de su mano—. Gracias. —Ningún problema. Soy Calliope. —Sí. Yo soy… —Sí, quiero decir, sé quién eres. Sonrío tímidamente. —Lo siento. Igual. —¿Aburrida todavía? —Más bien completamente abrumada, honestamente. Calliope asiente, arqueando las cejas mientras choca su vaso contra el mío. —Bueno, salud. ¿No son divertidos los matrimonios falsos? —dice sarcásticamente—. ¿No puedes decir si todos los que te rodean son realmente buenos actores o si son mucho más tontos de lo que hubieras pensado, amirite? —¡Oh, Dios mío, exactamente! —espeto—. Quiero decir. No es como si todos aquí pudieran pensar seriamente que tu hermano y yo tuvimos un lindo cliché de Hollywood, ¿verdad? Se ríe, tomando un sorbo de su bebida. —Algunos probablemente puedan. Otros simplemente saben cómo es el juego. O, si eres mi ya-ya… Se vuelve para asentir, y luego sonreír y saludar a una diminuta anciana de aspecto viejo sentada al otro lado del vestíbulo en una de las salas de estar llenas de invitados a la fiesta. La mujer le sonríe a Calliope antes de volver su mirada hacia mí, donde se detiene un poco antes de asentir levemente.

67

—Es mi abuela Dimitra. Es como la vieja mafia griega de la vieja escuela. En su opinión, casarse con alguien que no conoces para resolver una disputa es un lindo encuentro de Hollywood. Estoy bastante segura de que así es como ella y mi abuelo se conocieron, en realidad. —No puedo esperar a la película. Se ríe. —Solo si Glen Close interpreta a ya-ya. Me río. —Yo la vería. Sonreímos mientras desciende un incómodo silencio, ambas sorbemos nuestras bebidas lentamente. —Mira, lo entiendo. Ares no es quien probablemente imaginaste para ti. —Sí, difícilmente. Me estremezco en el segundo que lo digo, lanzándole una mirada de disculpa. —Joder, lo siento mucho, eso salió totalmente mal. Pero Calliope simplemente lo ignora. —Ningún problema. Mira, lo entiendo. Mi hermano puede ser un idiota. Pero no es terrible. Confía en mí, hay matrimonios mafiosos mucho peores por ahí. —¿Sí? ¿Como de quién? —murmuro amargamente. —Como el mío. Me estremezco, frunciendo el ceño cuando mis ojos regresan a los de ella. —Mierda, la cagué de nuevo. Lo siento mucho. Yo no… —Ech, no te preocupe. —Soy... un poco famosa por poner el pie en mi boca —murmuro—. Lo siento. Solo se ríe en silencio. —No, de verdad, está bien. Quiero decir, no, no está bien. Es un troll y treinta años mayor que yo.

Mi cara cae.

68

—Mierda. —Cuéntame sobre eso. La glamorosa vida de las hijas de una familia criminal. —¿Cuándo…? —No hasta dentro de un año más. Bueno, menos de un año ahora. Pero, no te preocupes, lo tengo resuelto. Hago una mueca. —Déjame adivinar. Ordenado como si hubieras hecho las paces con eso. —Joder, no. Me refiero a que compraré un pasaporte falso y desapareceré antes de casarme con ese asqueroso. Frunzo el ceño, no estoy segura si habla en serio o no. Cuando sonríe y me guiña un ojo, le devuelvo la sonrisa. Tomo un sorbo de mi bebida, girándome para escanear a la multitud antes de que mi mirada se detenga repentinamente. Sobre Ares. Más específicamente, en Ares sonriendo por todos lados, hablando con una linda chica con un vestido rojo con un escote extremadamente pronunciado que actualmente está jugando con su corbata. Ni siquiera me doy cuenta de que mi mandíbula se está apretando hasta que realmente comienza a dolerme. Es como un chorro de agua fría, sacudiéndome y apartando mi atención de ellos dos. Rápidamente tomo un gran sorbo de mi bebida. ¿Qué mierda fue eso? ¿Celos? Me hago una mueca. Recupérate, chica. Ni siquiera me gusta Ares. Y nuestro matrimonio es una broma. No estoy celosa de que coqueteé con... quién diablos sea. Pero cuando veo hacia atrás, está de vuelta otra vez: ese monstruo verde retorciéndose dentro de mí, saliendo de mi pecho con las garras mientras mis ojos se fijan en ellos dos. —Uf, ¿qué está haciendo esa vaca aquí? Empiezo, parpadeando mientras vuelvo mi atención a Calliope.

—¿Mmm?

69

Mira más allá de mí a la zorra del vestido rojo. —Lucía Bolinaro. Quiero decir, honestamente, no leas nada de eso. Ha estado ladrándole al árbol de mi hermano durante años. Pero aun así… — Mira a Ares—. No es una gran mirada a tu propia fiesta de compromiso, imbécil. Ares, como si sintiera nuestra atención, se vuelve hacia nosotras. Sonríe cuando ve a su hermana. Cuando se da cuenta de que soy quien está a su lado, sigue sonriendo. Pero esta vez, también hay una pequeña sonrisa. Y antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, está caminando hacia nosotras, con la chica. —Ahh, ahí estás —me dice suavemente—. Querida, esta es Lucía. Lucía, esta es Neve. La chica de rojo me sonríe plásticamente. —Eso oí. Dios mío, ¿no te limpias bien? Parpadeo, mirándola conmocionada. Quiero decir, fui a una escuela privada. Y crecí con dinero. Puedo hablar tan fuerte como quiera. Pero me toma tan desprevenida que momentáneamente me quedo sin palabras. Calliope, sin embargo, no lo hace. —¿Verdad? —arrulla sarcásticamente a Lucía—. Lástima que tú no lo hagas. El ceño de Ares se frunce profundamente mientras le lanza una fría mirada a su hermana antes de volverse hacia mí. —El padre de Lucía es Ricardo Bolinaro. El jefe del Cartel Bolinaro, es lo que no se dice. —Ohh —Calliope asiente lentamente—. Así que eso explica la coca debajo de tu nariz. La mano de Lucía vuela hacia sus fosas nasales. Que en realidad no tienen nada de cocaína. Al menos no en este momento. Cuando se da cuenta, le lanza una mirada fulminante a Calliope. —¿Y cómo está tu prometido de cincuenta años, Calliope? —Oh, genial —responde con voz falsa de chica del valle—. En realidad, probablemente lo conozcas.

Lucía frunce el ceño.

70

—¿Por qué… —Estoy segura de que es amigo de todos esos viejos sugar daddies a los que sueles colgarles los problemas de papá. Toma todo lo que tengo no estallar en carcajadas. Como en todo. Calliope está oficialmente bien en mis malditos libros. Lucía, mientras tanto, mira con dagas a Calliope antes de volverse hacia mí. —Felicitaciones —murmura sin ningún significado detrás de eso antes de girarse y caminar de regreso a la fiesta. —¡Adiós! ¡Te extraño! ¡Besos! —Calliope lanza tras ella. El rostro de Ares es frío y severo cuando se vuelve para ver a su hermana. —¿Qué diablos, en serio, Callie? —¿Qué? Es una zorra. Y se ve muy mal coquetear con otras chicas en tu propia fiesta de compromiso. Él pone los ojos en blanco. —No estaba coqueteando. Y es una conexión comercial importante. Crece. Calliope le devuelve la mirada. —Bueno, tu prometida real es súper genial, y esa no. No seas un idiota. —Y no me hagas amenazar a los cantineros con daño físico si siguen sirviéndote. —¡Oye! —suelta Calliope mientras su hermano le quita el vaso de la mano. —Tienes veinte, no veintiuno. —Oh, Dios mío, ¿cómo es que eres el jefe literal de una familia criminal y eres tan tonto por las reglas? Ella suspira, girándose hacia mí. —Fue genial conocerte. Lo siento, mi hermano es una manta tan mojada. Sonrío.

—Encantada de conocerte también, Calliope…

71

—Callie. Puedes llamarme Callie. Y con eso, se gira y se funde con la fiesta, dejándonos a Ares y a mí solos. —Vaya, bueno, Lucía se ve tan genial. Mierda. Odio haberlo dicho en el segundo en que sale volando de mi boca. Porque me hace sonar… —¿Celosa? Aprieto los dientes, deseando que el calor que se extiende por mi rostro desaparezca. Me giro para ver a Ares sonriéndome, sus diabólicos ojos brillan. —¿Mmm, no? Qué asco. Sonríe. —Lucía realmente es solo un contacto de negocios. Pero solo porque uno de nosotros se divierta en esta ciudad… Veo rojo. O verde. O, no sé, marrón, o algo así. Sea lo que sea, me tiene erizada mientras frunzo los labios hacia él. —Oye, yo me divierto. —No por lo que he visto a través de las ventanas de tu dormitorio, no lo haces. Lo miro. —Raro. —Olla, te presentamos a la tetera. Pongo los ojos en blanco. —No estaba celosa. Pero eres el que dijo que teníamos que vender esto. Se verá muy mal si mi nuevo esposo está metiendo su pene en cada chica linda que ve. —Estoy completamente de acuerdo. Esperen ¿qué?

72

Me vuelvo hacia él, temblando cuando su mirada se clava en mí. Mientras su mano de repente se desliza sensualmente sobre mi cadera, derritiendo mi carne. —Por eso solo le meteré la pene a una chica bonita. Su mano de repente se desliza completamente hacia atrás, haciendo que mis ojos se agranden mientras casual y descaradamente toma mi trasero a través del vestido. Trago. —Eso desearías. —No tengo que desearlo. Lo sé. —Sigue soñando, imbécil. —He notado que no has movido mi mano de tu trasero, por cierto. Me sonrojo mientras empujo mi mano hacia atrás y agarro su muñeca. —Eh-eh-eh, ya es demasiado tarde. —¿Tarde? ¿Por qué? —Porque ya he estado tocándote el trasero durante el último minuto y medio, y la gente se dio cuenta. Ahora, están mirando, porque piensan que es lindo. Si apartas mi mano, se verá mal. —También se verá mal si te apuñalo en el pene con mi tacón en cinco segundos. Saca tu maldita mano de mi trasero. —Lo haré, cuando sea apropiado hacerlo. Lo veo. —Es apropiado quitarle la mano en alguien cuando te lo pide. Su sonrisa se ensancha. —Sabes que se supone que debemos hacer pequeños bebés por el tratado de paz, ¿no? Me sonrojo profundamente, temblando bajo el calor y el poder de su mano todavía en mi trasero. —Ahora, ¿cómo crees que haremos eso sin la… —su sonrisa se amplía—… mecánica involucrada. Mis mejillas arden intensamente mientras veo su irrazonable y escandalosamente atractivo rostro.

73

—No habrá bebés, y ciertamente no habrá ninguna mecánica entre nosotros. —Creo que deberíamos apostar a… —¿Neve? Salto ante el sonido de la voz de mi hermana. Me doy la vuelta rápidamente, tirando rápidamente de la mano de Ares de mi trasero al mismo tiempo. —¡Oh, hola! —espeto torpemente. Mi cara todavía está palpitando. También mi trasero donde su mano me estaba agarrando. —¿Has visto a Castle? —No ¿por qué? Se muerde el labio y se vuelve para escanear la habitación. —¿Eilish? ¿Qué pasa? —Yo… —Sus ojos se lanzan a Ares y de nuevo a mí. —Ese tipo Ezio acaba de entrar. Mierda. —Y me preocupa que Castle... ya sabes. Empiece algo. Si, igual. —Mierda. Está bien, dirígete por ese camino, yo me dirigiré hacia allí. Eilish asiente y desaparece de nuevo en la fiesta. Me giro para ir hacia el otro lado cuando Ares me detiene con un firme agarre en mi brazo. —Te acompaño. Puedo ayudar. —¿Sabes qué? — Le sonrío dulcemente—. ¿Qué tal si yo voy por aquí y tú vas a ayudar a Lucía a encontrar el broche delantero que falta en su vestido? O un maldito sostén, para el caso. Giro sobre mis talones, tirando de mi brazo mientras me sumerjo en la multitud. No estoy celosa. De. Ninguna. Jodida. Manera.

8

74

—¿Q

ARES

ué está sucediendo? Hago una mueca ante la preocupada cara de Kratos. —Ezio está aquí.

—Mierda. —Sí, lo necesito fuera de aquí antes de que encienda un maldito fusible en esta cosa. Kratos asiente. —En eso. —¿Alguna idea de dónde está Hades? Mi hermano menor me da una mirada significativa, y pongo los ojos en blanco. Excelente. Con alguna chica. Como si no tuviera suficientes fuegos apareciendo sin que Hades le meta el pene a la hija de una familia subsidiaria. O peor aún, a una de las familias subsidiarias Kildare. —Encuéntralo, haz que vuelva a meterse el pene en los pantalones y luego encuentra a Ezio. Por favor. —Te tengo —retumba Kratos antes de girarse y caminar hacia la fiesta. —Bueno, ella estará muy divertida, ¿no? Frunzo el ceño, volviéndome al sonido de la voz de Lucía. —¿Disculpa? Pone los ojos en blanco. —Tu esposa. Puedo ver a dónde va con esto. Porque me pasó antes, con otras mujeres con las que he estado. Aunque todas las relaciones que he tenido

75

podrían describirse como casuales, en el mejor de los casos. Y es ser muy generoso. Lucía y yo nos conocemos desde hace bastante tiempo. No hemos estado juntos, juntos, por supuesto, aunque dejó dolorosamente claro que estaría más que bien con eso si las cosas fueran así entre nosotros. Alerta de spoiler: no lo estarán. Nunca. Podría enumerar todo tipo de razones por las que no lo estarán, como el fantástico negocio que su padre y nuestra familia hacen juntos, y que la posibilidad de que nos reunamos y luego no funcione podría ponerlo en peligro. O el hecho de que sé muy bien que Ricardo Bolinaro tiene otros planes de matrimonio para su única hija. Pero lo más importante, Lucía y yo nunca hemos sido, y nunca seremos, algo porque veo a través de ella. Sus exagerados intentos de coquetear o seducir cuando se trata de mí no son porque esté interesada. Es porque es jodidamente buena en lo que hace. Para todos los efectos, Lucía es la voz y la sede del poder del Cartel Bolinaro, al menos en Estados Unidos, donde su padre tiene dificultades para venir de visita debido a problemas legales en curso. Y lo hace todo escondiéndose a simple vista como una mocosa de un fondo fiduciario que se divierte con la multitud internacional de la alta sociedad. En pocas palabras, Lucía me ve como una marca. Y piensa que mostrar su escote y menospreciar a la mujer con la que me voy a casar es una forma de romper mis defensas. Especialmente cuando se trata de los términos del acuerdo comercial entre su familia y la mía que hemos estado tratando de negociar. —¿Ares? Frunzo el ceño, saliendo de mi ensoñación y mirándola con el ceño fruncido. —¿Qué dijiste sobre mi esposa? Lucía pone los ojos en blanco. —Dije que estará muy divertida… —Sabes qué, nos haré un favor a los dos aquí y ahora, Lucía —espeto, sorprendiéndola. —Ares, yo...

—No permitiré que te cagues en Neve Kildare. ¿Está jodidamente claro?

76

Frunce el ceño. —¿Por qué? La miro. —Porque es odioso e innecesario. —No, quiero decir, ¿por qué es la línea que no cruzarás ni permitirás que alguien más cruce? Frunzo el ceño, mis pensamientos se enredan en un repentino atasco de tráfico. Ehh… —Porque será mi esposa, por eso. —Ares, por favor. No soy una de las aduladores aquí para besar el anillo o inclinarse a tus pies. Ambos sabemos por qué te casarás... —El por qué no es de tu maldita preocupación —gruño—. Ahora, ¿está claro? Sus labios se fruncen. Honestamente, puede ser la primera vez en toda su vida que un hombre le dice que no. —Te hice una pregunta, Lucía. ¿Está. Claro? Su rostro se oscurece, sus ojos se estrechan. —Cuidado, Ares —sisea entre dientes—. No olvidemos quién es mi padre, sin mencionar el volumen de negocios que elige hacer con tu familia. —Estoy seguro de que eso no depende de si sufro o no la maquiavélica mierda de su hija. Lucía parece como que la acabo de abofetear. —Estúpido. —Sí, bueno, toma un número y ponte en la fila. Se burla y entra en la casa. Pongo los ojos en blanco antes de recordar de repente el tema en cuestión: Ezio, apareciendo en esta de todas las jodidas fiestas, como el maldito idiota que es. Una cerilla encendida bailando el vals en una fiesta llena de yesca seca.

77

Neve y yo aún no estamos casados. Y hasta que lo estemos, este pequeño alto al fuego entre Drakos y Kildare después de los eventos que mataron a mi tío y a su padre pende de un puto hilo. Atravieso la fiesta como un espectro vengativo, mirando a izquierda y derecha en busca de Ezio. Tengo que encontrarlo antes de que arruine todo este puto asunto del reino… Mierda. Ahí está. Veo a Ezio al otro lado de los jardines, cerca del borde del edificio que desciende cuarenta pisos hasta Central Park South. Solo, con Neve. MIERDA. Atravieso el jardín como una exhalación, casi derribando a uno de los camareros a una piscina, tratando de llegar a ellos antes de que Ezio diga o haga algo estúpido. O Neve lo haga, para el caso. Estoy a solo unos metros de ellos, justo al otro lado de un seto, cuando de repente, me detengo al escuchar la voz de Neve. —Dije, ¿está claro, señor Adamos? —Mira, Neve… —Es señorita Kildare. Pronto será señora Drakos, en caso de que lo hayas olvidado. Mi ceja se eleva mientras veo a través de un pequeño espacio en el seto. Neve y Ezio están solos en el borde. El rostro de Ezio está sonrojado, sus ojos salvajes. Claramente ha estado bebiendo, y definitivamente parece que estaba tratando de empezar una mierda con Neve. Excepto que ella está de pie, erguida y firme, defendiéndose con una mirada severa y fría en su rostro. Que me jodan. Ezio frunce el ceño. —Mira. Sé que a tu papá también lo mataron. Pero eran buenos hombres… —Me importa una mierda si eran la madre Teresa, lady Gaga y el puto Jesús. Necesitas entender quién soy para ti.

Una pequeña sonrisa bromea en las comisuras de mi boca.

78

Bueno... esto es interesante. Ezio empieza a abrir la boca. Pero Neve cierra eso rápido mientras continúa atacándolo. —Ahora, te dirigirás a mí con cortesía, o no te dirigirás a mí en absoluto. Soy la nueva reina de tu rey, ¿recuerdas? Y si vuelves a ver a mi hermana, haré que te arrojen desde un techo. A Ezio se le saltan los ojos cuando, de repente, se acerca a él, con la mano sobresaliendo y agarrando su cuello con el puño. —Incluso puedo hacerlo yo misma. Bueno. Estoy impresionado. Y duro. ¿Qué carajos? El rostro de Ezio se arruga y, de repente, el hombre llora sinceramente. —Lo-lo siento mucho, señorita Kildare —se ahoga—. Te lo prometo, los hombres responsables del otro día fueron atendidos. Mi hijo era muy querido por mis hombres. Por favor, perdona su enfado. Y por favor… —se ahoga—. Perdóname. Mi pena… —Realmente lamento tu pérdida, señor Adamos. Y de repente, Neve lo está abrazando, acariciando su espalda reconfortante mientras él solloza en silencio por un momento antes de alejarse. Sonríe con una sonrisa torcida, secándose los ojos. —Cristo, señorita Kildare, debe pensar que soy un bufón. Ella niega, sonriéndole. —No, señor Adamos, no lo hago. Creo que el dolor duele, y es raro que sepamos qué hacer con él. Él le sonríe. —Ares tuvo suerte de encontrarte —dice en voz baja. —¿Por qué? —Porque tú, señorita Kildare, eres una verdadera reina. Observo aturdido cómo mi futura esposa convierte una situación de mierda en oro macizo. Y por primera vez, me doy cuenta de dos cosas.

79

Uno, que Neve es una jodida fuerza a tener en cuenta. Es audaz. Es dura. Y es valiente. Y dos, todo eso es una seria excitación. Estoy tan jodido.

9

80

L

NEVE

a fiesta de compromiso era una cosa. Pero una semana después, llega la verdadera realidad: me mudo al departamento de Ares la noche antes de nuestra boda.

Sí.

Estoy de pie en el casi vacío de lo que una vez fue mi “apartamento de ensueño” viendo a los trabajadores de la mudanza empaquetar lentamente el resto de mis cosas. Y cuando miro hacia arriba, a través de las ventanas, es aún peor. Porque al otro lado de la calle, puedo ver a esos mismos trabajadores de mudanza llevando mis cosas al ático de Ares. Es como si no solo estuviera contento con absorberme en su mundo y de convertirme en su maldita novia. Tiene que llevarse todas mis malditas cosas también. Mis libros, mi ropa, mis recuerdos. Todo está siendo absorbido por el oscuro vórtice de Ares, junto con mi apartamento y yo. Creo que es el apartamento que más pica. Mudarme de la casa familiar a mi propio lugar fue un gran paso para mí. Y me encantó vivir aquí. Pero, desde hace una hora, se vendió, por lo que el corredor me llamó para informarme. Eso dolió. Pensé brevemente en mantenerlo, incluso si me obligaran a vivir al otro lado de la calle. Pero la idea de mirar por las ventanas todos los días y ver mi sueño aquí vacío se sentía demasiado triste incluso para contemplarlo. Bueno, tal vez ahora sea el soñado apartamento de otra persona. Alguien a quien no se lo quitarán de encima cuando se vean obligados a casarse con el mismísimo dios de la guerra. La última de las cajas de mudanza pasa por la puerta. Y luego, estoy sola en el vacío. Salto cuando siento una mano en mi hombro. Pero es solo Eilish. Me da una comprensiva mirada, seguida de una astuta sonrisa.

Arrugo la frente.

81

—¿Qué? —Bueno, sé cuánto significó para ti mudarte de la casa y conseguir este lugar, y sé que estás triste por dejarlo. Mi rostro cae cuando me doy la vuelta para inspeccionar el apartamento vacío. —Sí, es que… —Así que lo compré. La miro. —Disculpa ¿qué? Me sonríe. —Lo compré. Honestamente, Neve, necesitas a un mejor agente. Estaba muy abajo en la lista contra otros apartamentos en el vecindario… Contengo las lágrimas mientras la abrazo con fuerza. —Gracias. Mira, te lo devolveré... —No, no lo harás. Es mi… —Se encoge de hombros—. Mi regalo de bodas para ti. Mira, sé que tienes que vivir con Ares. ¿Pero tal vez puedas usar este lugar como una oficina o algo así? —Eres la mejor hermana de todos los tiempos, ¿lo sabías? —Bueno, claro. Ambas nos giramos ante el sonido de un golpe en la puerta abierta detrás. Calliope está de pie allí, sus ojos recorren el espacio vacío. —Vaya. Este lugar es precioso. Me encanta la luz aquí. —Sí, a mí también. Arruga la nariz. —Lo siento, tienes que renunciar y mudarte al lugar de Ares. Al menos es muy ordenado. Y está obsesionado con tener sábanas y toallas limpias. Entonces, ahí estará eso. Sonrío. —En realidad, mi increíble hermana se aseguró de que también pueda conservar este lugar.

Calliope arquea las cejas y se gira para sonreírle a Eilish.

82

—Hombre, ¿cómo consigo una hermana como tú? —Frunce el ceño—. ¿O una hermana en absoluto, para contrarrestar a todos los hermanos? — Sonríe mientras marcha hacia allí—. Oye, lo siento, no creo que nos hayamos conocido en la fiesta de compromiso. Soy Calliope. —Eilish, hola. Calliope se gira hacia mí. —Entonces, ¿qué harán esta noche? Me encojo de hombros. —Íbamos a relajarnos en casa, tal vez a ver algunas películas y pedir comida china. La hermana de Ares hace una mueca. —Sí, eso es bueno... también. Me río. —No lo sé. No es como si quisiera salir y celebrar como si fuera una boda real mañana. Quiero decir, sin ofender, pero… —Oh, ninguna tomada. —Calliope se muerde el labio antes de volverse hacia mí—. ¿Estás totalmente empeñada en lo de la comida china y en las películas? —No precisamente. Eilish se encoge de hombros. —Me apunto a lo que sea que Neve quiera hacer. Calliope se aclara la garganta. —¿Puedo hacer una contra sugerencia, entonces? —Seguro. Nos sonríe a Eilish y a mí. —¿Les gusta bailar?

Cuatro horas después, estoy completamente borracha.

83

Pero también estoy teniendo el mejor momento de mi vida. Calliope nos llevó a este lugar llamado The Deep en algún lugar de Brooklyn. Tiene música dance de los 80 a todo volumen, cocteles increíbles y una política muy, ahh, laxa de verificar la identificación de Calliope en la puerta principal. Las tres nos estamos divirtiendo. —¡¡Salud!! Dejé escapar un grito, cada una echando un trago de vodka de frambuesa en un vaso de prosecco con un poco de ron de vainilla en la parte superior. El vaso de chupito golpea el fondo, convirtiendo todo el vaso en un brebaje rosa burbujeante de aspecto mágico que rápidamente llevamos a nuestros labios. Nos los tragamos en tiempo récord, y nos partimos de risa cuando tiramos los vasos de pinta vacíos sobre la barra. Nos estamos volviendo buenas bebiéndolos sin derramarlos por todas partes. Quiero decir, seguro que deberíamos hacerlo, considerando que es nuestra cuarta ronda. —¡Hagamos otra! Eilish, que bebe, pero es un peso ligero total, me lanza una mirada de “por favor, no”. Quiero decir, se está divirtiendo, pero también está claro que esa última ronda es probablemente su límite para la noche. ¿Pero yo? Esta noche, estoy bebiendo como si estuviera en una misión. Cualquier cosa para no pensar en que mañana me casaré con un hombre al que apenas conozco. —Está bien, está bien, solo dos. —Le doy una descuidada e indulgente sonrisa a mi hermana antes de girarme para hacerle señas al cantinero. Una gran mano aprieta mi muñeca, tirando de mi mano hacia abajo. —Creo que es suficiente, niña. Me giro para ver a Castle. —¡Oh, mira, alguien invitó a un aguafiestas! Me da una mirada. —Vamos, Neve. Mira, lo entiendo. Quieres soltarte, divertirte un poco. Entonces diviértete. Pero poner cara de mierda es lo opuesto a eso. Pongo los ojos en blanco.

—¿Quién te invitó, de todos modos?

84

Ha estado aquí todo el tiempo, lanzándome miradas de desaprobación desde el otro extremo de la barra, donde ha estado bebiendo el mismo refresco de jengibre durante tres malditas horas. —Mi trabajo me invitó. Ya sabes, ¿en el que tengo la tarea de asegurarme de que tu borracho trasero no se meta en ningún problema? Calliope resopló, lanzándole una mirada a Castle antes de mirarme. —Me gusta. —Genial, puedes tenerlo. Será mi regalo de despedida de soltera para ti. —Oooh, ¿puedo quedármelo? —¡Sí! —No —murmura Castle al mismo tiempo. Se vuelve hacia mí—. Ve a bailar y diviértete, niña. Noquéate. Pero el bar está cerrado. —Eres un idiota. —Bien. Lo miro por última vez antes de que Eilish y Callie me aparten. —Vamos, Neve, te encanta esta canción. —Mi hermana me sonríe, obviamente muy borracha pero aún no tan borracha como Callie y yo. No está equivocada. Me encanta “Into the Groove” de Madonna. —Uf, está bien, vamos a bailar —espeto, dejando que Eilish me aleje. Castle me lanza una firme mirada antes de escabullirse de nuevo a su cerveza de jengibre en el otro extremo de la barra. —¡Solo tomaré agua! —grita Callie sobre la música—. ¡Te veré ahí fuera! Eilish y yo nos fundimos con la multitud en la pista de baile y me dejo ir. Cierro los ojos, levanto las manos y simplemente bailo mientras el alcohol y la serotonina recorren mi torrente sanguíneo. Siento el calor del club, siento mi cabello pegado a mi frente, siento el sudor corriendo por la parte baja de mi espalda. Una última noche de libertad, antes de que me encadenen a Ares para siempre. Y hasta entonces, Eilish y yo bailaremos hasta rompernos el trasero. También nos divertiremos mucho haciéndolo. Me animo cuando me doy

85

cuenta de que Callie se unió a nosotras, y me doy la vuelta para darle un gran abrazo borracho. —Psst. Te traje algo. Miro hacia abajo entre nosotras para darme cuenta de que está sosteniendo muy hábilmente dos pintas de prosecco con flotadores de ron de vainilla y dos tragos de vodka de frambuesa rosa. Cuando arrastro mis ojos hasta los suyos, está sonriendo de oreja a oreja. —Realmente me encantará ser tu cuñada, ¿no? —¡Sí! Veo a Eilish, quien solo se ríe y niega. —Oye, es tu despedida de soltera. —¡Al diaaaaablo si lo es! Me doy la vuelta, choco mi vaso con el de Callie y dejo caer el trago. —¡Salud!

No tengo idea de qué hora es, pero sé que estoy perdida. Como, muy, muy perdida, especialmente después de que Callie logró colar dos rondas más de bebidas más allá de un Castle vigilante. En la pista de baile, soy un desastre, pero me lo estoy pasando genial: bailo como una maníaca, empapada en sudor, con el cabello revuelto. No tengo idea de dónde lo conseguí, pero hay un vaso de whisky en mi mano. Sonrío salvajemente mientras tomo un gran trago y tiro mi cabeza hacia atrás para gritar hacia el techo a través del rugido de la música. … que se apaga abruptamente. Las feas luces se encienden, cegándome mientras un mar de abucheos de los otros clientes llena el espacio. Me giro hacia Callie y la veo igual de confundida que yo. No puede ser la hora de cerrar ya. Me vuelvo vacilante, encuentro a Eilish, luego observo cómo su rostro se arruga, su mirada se desliza más allá de mí. —Oh mierda, Neve… —Qué… ¡OYE!

86

Grito, agitándome mientras unas fuertes manos me agarran de los brazos y me empujan hacia atrás entre la multitud. —¡¡OYE!! ¡AYUDA! ¡Alguien ayúdeme! El miedo estalla en mi cerebro borracho. —¡CASTLE! ¡Castle! Cuando giro la cabeza y lo veo parado casi a mi lado, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho sin hacer nada, me resisto. —¿Qué diablos estás…? —Te dije que te relajaras, niña —murmura. Me agito un poco más cuando de repente me levantan tres escalones hasta la puerta del club y luego me empujan a través de ella y salgo al fresco de la noche. Las manos me sueltan y giro hacia los dos enormes hombres que me sacaron a rastras del club sin contemplaciones. —¿Quién diablos creen que…? —Neve. Me pongo rígida al instante. Incluso con el alcohol nublando y adormeciendo mis sentidos, puedo sentir el puro poder de su voz retumbando detrás de mí. Trago, el aire fresco de repente me hace sentir mucho, mucho más borracha que dentro del club. Me balanceo sobre mis pies, frunciendo el ceño mientras el mundo gira un poco antes de que logre voltearme para enfrentarlo con solo un pequeño tropiezo. Ares, vestido con un traje oscuro, me ve desde la puerta abierta de un todoterreno negro. —Se acabó la fiesta. Métete en el puto auto. Mis labios se fruncen. —No. La mandíbula de Ares rechina, los músculos de su cuello se ondulan peligrosamente. —Te divertiste. Fue tu despedida de soltera. Pero nos casamos mañana. Estás lista. Entra. Mi estómago se revuelve, haciéndome palidecer mientras trato de estabilizarme.

Gime, pellizcando el puente de su nariz.

87

—No haré esto contigo al costado de la calle. Métete. En. El. Maldito. Auto. —Mira, ¿piensas casarte conmigo? Yo, por cierto, estoy absolutamente en contra, en caso de que alguien tenga curiosidad… —Yo no, en realidad… —Significa que me perteneces. Pone los ojos en blanco. —Eso no es… —Oh, no, creo que lo es. ¡Ves, quieres una chica del Cartel con los senos cayéndose que diga que ¡sí, Ares! ¡Lo que quieras, Ares! —Neve, ve… Ahí es cuando me doy cuenta de que todavía estoy sosteniendo mi vaso de whisky. Y todos, Eilish, Castle, Callie, los guardias, el propio Ares, rápidamente se quedan en silencio y quietos cuando el contenido de ese vaso cae en la cara de Ares. —Pero, la cosa es —balbuceo, sintiendo que el mundo da vueltas a mi alrededor—. Que en realidad no posees… posees… Mierda. Sucede antes de que pueda siquiera moverme. Los cocteles Dios sabe cuántos prosecco y vodka de frambuesa que consumí con el estómago casi vacío vuelven corriendo a saludarme... … en todos los zapatos de Ares. Ahí es cuando me desmayo.

10

88

E

ARES

s extraño, verla en mi cama así.

No debería ser así, especialmente porque ella vive aquí ahora, y mañana a esta hora, será mi esposa. Pero aun así, hay algo inesperado que sacude dentro de mí cuando asomo la cabeza en mi habitación y la encuentro metida debajo de las sábanas, profundamente dormida. O, seamos honestos, desmayada. Eilish ve hacia arriba desde donde está sentada en el costado de la cama, con una expresión tímida, tal vez un poco asustada en su rostro. —Siento… —No tienes de qué arrepentirte —murmuro en voz baja—. No eres su guardián. Neve es adulta. Asiente incómoda. —Bueno, puede que haya tenido algo que ver con esta noche... Lo tuvo. Pero sé muy bien que no es quien alimentó y avivó el fuego para que ella siguiera. Me ocuparé de esa específica persona en un minuto. —Realmente no hemos tenido muchas oportunidades de hablar, ¿verdad? Eilish sonríe irónicamente, negando con la cabeza. —Yo... supongo que no. —No debes tenerme miedo, ¿sabes? Levanta los ojos hacia mí, con una expresión curiosa en su rostro. —No me asustas. No es un desafío. No es bravuconería. En realidad es extrañamente honesta. —Sin embargo, tengo miedo de lo que le pase a mi hermana.

—No la lastimaré, Eilish.

89

—Lo sé. —Me sonríe—. Eres peligroso, pero no ese tipo de peligroso. —¿Y qué tipo de peligroso es ese? —El tipo del que las mujeres tienen que cuidarse. Pero, sé que no eres tú. Lo puedo ver en tus ojos. Se gira para ver a Neve, profundamente dormida en mi cama. Tira de las cobijas un poco más sobre el hombro de su hermana. —Estoy más preocupada de que pierda quién es, estando contigo. Mi ceño se frunce. —¿Qué quieres decir? —Neve es fuerte. Quiero decir, muy, muy fuerte. Cuando éramos pequeñas… —Eilish se detiene, frunce el ceño y ve hacia otro lado—. De todos modos, es simplemente fuerte. Y creo que le dio un vuelco que de repente tuviera que desempeñar este papel de esposa ahora para curar la disputa entre nuestras familias. Casarse contigo no es algo que hubiera elegido para sí misma. Levanto las cejas. Es bueno saber que la hermana pequeña de mi sonrojada novia no hará nada. Eilish me mira rápidamente. —Lo siento, eso salió mal. Solo sonrío y niego. —Está bien. Mi piel es más gruesa que eso. —No, quiero decir, no creo que el matrimonio sea algo que hubiera elegido para sí misma. Nunca. Con nadie. Igual yo. Quiero decir, lo pensé antes. Me preguntaba si había alguien ahí fuera para mí, alguien con quien realmente quisiera pasar mi vida. Pero lo más cerca que estuve imaginando a esa efímera persona era esencialmente yo en forma femenina. Lo que probablemente habla de un narcisismo subyacente en el que aún no estoy listo para sumergirme, muchas gracias.

90

Pero es lo que imaginé. Alguien tranquila y sensata. Alguien que considerara los riesgos y las recompensas antes de lanzarse a algo con los dos pies. Alguien fuerte y orientada a objetivos. Alguien sofisticada. Nunca imaginé a alguien como Neve Kildare. Pero ahora, aquí estamos. —Mira, Ares, esta noche no era ella, solo para que lo sepas. —No pensé que lo fuera. —Quiero decir, no quiero que pienses que es como una gran fiestera o una borracha o algo así. Sonrío con cansancio. —Eilish, entiendo el concepto de desahogarte. La jodida sabe que lo hice yo mismo más a menudo de lo que debería. Ella frunce el ceño. —¿Quieres que intente moverla al sofá o algo así? —¿Qué? —Quiero decir... —Se sonroja—. Lo siento, se siente raro dejarla dormir en una cama contigo sin que esté despierta para saber que está pasando... —Espero que sepa qué buena hermana tiene. El rostro de Eilish se enrojece mientras sonríe. —Pero no será necesario. No me quedaré aquí esta noche. Mi abuela quiere que duerma en la casa de la familia Drakos la noche antes de la boda. —Me encojo de hombros—. No con mi futura novia. Es anticuada de esa manera. Eilish asiente. —¿Te importa si me quedo aquí con ella, entonces? Nosotras... ese era nuestro plan esta noche de todos modos, antes... —Lo preferiría, en realidad. Me sonríe. —Sé que Neve probablemente tampoco es lo que habrías elegido para ti. Pero en realidad es bastante buena. —Intentaré mantener la mente abierta. Dejo a Eilish sola con su hermana dormida, cierro la puerta de mi habitación antes de darme la vuelta y caminar de regreso a la sala de estar

91

principal con el ceño fruncido. Calliope levanta la vista desde donde está hecha un ovillo en el sofá tomando agua con gas, hay una botella de aspirina ya abierta en la mesa de café frente a ella. —Mira, Ares… —¡No es la mejor amiga de tu maldita hermandad de mujeres, Callie! —Exploto que antes de que pueda decir otra palabra—. Será tu… —¿Mi qué? —mi hermana escupe de vuelta—. ¿Mi reina? —Pone los ojos en blanco—. No, Ares. Será mi cuñada. —Por favor, no me digas que necesito explicarte los sutiles puntos subyacentes de este matrimonio. —Oh, vete a la mierda. Sé que no es real, idiota. Pero al mismo tiempo, en realidad es real. De verdad te casarás con Neve mañana, Ares. Lo que la convertirá en mi cuñada real. Y sé que ninguno planeó esto, o incluso se habrían elegido entre miles de otras opciones si les hubieran dado la opción. Pero no me disculparé por tratar de sacar lo mejor de las cosas y encontrar puntos en común aquí. No me disculparé porque me guste. —Entonces puedes jodidamente casarte con ella —me quejo. —¡Con alegría lo haría! —chasquea—. ¿Me libraría de casarme con el maldito Luca Carveli? Me estremezco, frunciendo el ceño cuando el maremoto de ira comienza a salir de mí. Callie y yo nos miramos antes de que exhale lentamente y aparte la mirada. —Lo lamento. —Está bien. —Sin embargo, esta noche estuvo fuera de control, y sé que lo sabes. Hay mucha gente en la ciudad que no está exactamente emocionada de que nuestra familia y los Kildare se fusionen. —Teníamos a ese sexy guardaespaldas de ellas con nosotras. Pongo los ojos en blanco. —A, no me digas eso. B, es un hombre. No me importa si es Army Rangers o lo que sea. Todavía es un maldito tipo. Y C, la situación se empeoró aún más porque ustedes tres tienen cara de mierda. Callie me sonríe.

92

—¿Es la parte de estar borracha, o la parte en la que Neve podría haber estado restregándose con algún atractivo chico en el club? Odio la rugiente oleada de celos que explota atravesando mi sistema en el segundo en que lo dice. Se necesita todo lo que tengo para mantener mi cara completamente neutral. —Todo esto es fingido, Callie —gruño, más como un recordatorio para mí que para ella. —Ella no lo hizo, por lo que vale. Las restregadas, quiero decir. —No me importa. —Eh, ajá. Seguro. Pongo los ojos en blanco. —Es bastante divertida, ¿sabes? —Anotado. Adelante, nos vamos. Frunce el ceño. —En realidad, creo que me quedaré aquí esta noche. —¿Qué? —Sí, Neve me invitó a hacerlo, antes. —Cuando estaba completamente borracha. —Ja, ja. ¿Puedes por favor dejarme disfrutar de tener una hermana por una vez? Le sonrío irónicamente. —¿Te quedarás? —Me quedaré. —¿Debería cerrar con llave el mueble bar? Callie me hace señas con ambas manos. —Ve a dormir un poco, imbécil —gime, desplomándose en el sofá—. No lo olvides, te casarás mañana. Como si pudiera jodidamente olvidarlo.

11

93

D

NEVE

ulce mierda misericordiosa. Todo me duele.

Gimo, haciendo una mueca ante las cuchillas de dolor que cortan mi cráneo. Parpadeo, y cuando todavía veo oscuridad, el pánico comienza a apoderarse de mí. Me levanto de un salto. Eso solo provoca un nuevo estallido de punzante dolor en mi cabeza y náuseas en mi estómago. Jesús, ¿qué diablos me pasó? Pero luego, mientras me siento allí en la oscuridad, todo vuelve horriblemente. El club. Las bebidas, todas las bebidas, siempre, en la historia del mundo. El baile. Y luego… Oh, mierda. Se me revuelve el estómago cuando recuerdo haber tirado la bebida en la cara de Ares y luego vomitado sobre sus zapatos. Gimo, entrando en pánico mientras veo de lado a lado, solo ahora me doy cuenta de que estoy en una cama. En su cama. Mi corazón da un vuelco cuando giro la cabeza, de repente me doy cuenta de que hay un cálido cuerpo a mi lado. Ay Dios mío. Antes de saber lo que estoy haciendo, lo empujo y me levanto de la cama mientras trato de no vomitar. —¡Aléjate de… OW! —aúllo de dolor mientras me deslizo de la cama e inmediatamente golpeo mi espinilla contra la mesita de noche. —¡Neve! Levanto mi mirada al sonido de la voz de mi hermana. Parpadeo y lentamente, mientras mis ojos comienzan a acostumbrarse a la oscuridad, me doy cuenta de que Ares no está en la cama conmigo. Es Eilish. —Espera.

94

La escucho susurrar. Entonces, de repente, una cálida luz inunda el enorme dormitorio cuando acciona un interruptor en su lado de la enorme cama. Me estremezco, viendo hacia otro lado y gimiendo mientras mis ojos se ajustan una vez más. Parpadeo, orientándome lentamente. Sí, estoy en el dormitorio de Ares. Y cuando miro las paredes, me doy cuenta de por qué no podía ver una mierda aquí. Tiene esas opacas persianas montadas en rieles sobre toda la enorme pared de ventanas. Gimo cuando la punzante sensación me corta la cabeza de nuevo. Todavía no estoy completamente sobria. Pero estoy mucho, mucho más sobria que antes. Con cautela, levanto la cabeza para lanzarle una tímida mirada a mi hermana. —Hola. Me da una comprensiva mirada. —Hola a ti. ¿Cómo te sientes? —Como una absoluta mierda. Hace una mueca mientras salta de la cama con una facilidad que es envidiable para mí en mi estado actual. —Espera. Se lanza al baño privado, donde la escucho susurrar alrededor. Un minuto después, sale con un vaso de agua y una botella de aspirinas. —Oh, Jesús, dame, dame —gimo agradecida mientras me pone tres pastillas en la palma de la mano y me entrega el vaso. Me las trago, seguidas por el resto del vaso de agua. —¿Un poco mejor? Me estremezco, asintiendo mientras me vuelvo a acostar en la cama. —Lo estaré en un rato. Gracias. Eilish se acurruca a mi lado, cara a cara, como solíamos hacer cuando éramos niñas bajo el fuerte de las mantas. —¿Él está aquí? Niega. —No. Sin embargo, Callie sí. En el sofá de la sala de estar. —¿Qué hora es?

95

—En realidad no tan tarde. Salimos súper temprano. Son solo las dos de la mañana. Hago una mueca. —Entonces... esta noche se me escapó un poco. Sonríe. —Sí, un poco. Pero te divertiste. —¿Lo hice? Se ríe. —Oh, créeme, lo hiciste. Tonterías. —No hice nada completamente vergonzoso, ¿verdad? Se estremece. —Quiero decir, además de vomitar sobre los zapatos de Ares. Eilish se encoge de hombros. —No precisamente. Bueno, excepto que le gritaste a Castle. Gimo, haciendo una nota para disculparme con él en la mañana. —Excelente. —Creo que lo entenderá, Neve. Necesitabas desahogarte. Cierro los ojos, asintiendo mientras dejo que mi mejilla se hunda en la almohada. —Desearía poder hacer esto por ti, sabes —murmura Eilish en voz baja. —No, no lo deseas, créeme. —Suspiré—. Pero te quiero por decirlo. —Bueno... —Sonríe con picardía—. Quiero decir, ¿al menos es guapo? —Sí, al menos está eso. —¿Nerviosa por lo de mañana? —No. Sí. Y odio estarlo, dado que ni siquiera es una boda real. Eilish se muerde el labio. —Puedo… —¿Qué?

—¿Puedo verlo?

96

Sonrío. Es tan Eilish que quiera ver el vestido, incluso después de este desastre de noche, incluso sabiendo completamente que mañana solo será un acto. —Sí. —Sonrío—. Seguro. Con el autocontrol de una monja, se desliza casualmente de la cama en lugar de saltar como sé que quiere hacer. Entra en el enorme vestidor y el armario adjuntos al dormitorio de Ares y vuelve a salir con un enorme porta trajes blanco. Los dos lo compramos hace tres días. Me tomó nueve minutos, porque es el segundo vestido que me probé. La única razón por la que no elegí el primero es que Eilish me rogó que me probara el segundo y cedí. No lo he visto desde entonces. Neve cuelga la bolsa en la parte de atrás de la puerta del baño. Lo baja lenta y reverentemente, dejando que la luz de la mesita de noche brille sobre el vestido blanco del interior. Está bien, maldita sea. Lo admito. Es un vestido precioso. —Lucirás tan hermosa mañana. —Me veré tan jodidamente con resaca mañana. Me sonríe mientras vuelve a cerrar la cremallera de la bolsa. —Durmamos un poco, entonces. Hago una parada técnica en el baño para enjuagarme rápidamente en la ducha y cepillarme los dientes. Luego, me deslizo en la cama con mi hermana y cierro los ojos, escuchando cómo su respiración se vuelve pesada y se vuelve a dormir a mi lado. Sin embargo, el sueño no viene por mí. No por un tiempo, al menos. En cambio, me quedo allí tumbada viendo al techo, pensando en mañana. En mi vida. En Ares. No me controlará como una puta esposa trofeo ni marioneta. Si cree que lo hará, está a punto de arrepentirse del día en que accedió a esto.

Oh, Dios, me siento como la muerte.

97

Mantuve la sonrisa pegada en mi rostro para mi familia, e incluso para su familia. Posé para una foto con Dimitra, la abuela de Ares, quien me recitó un montón de lo que me parecieron cosas bonitas, aunque quién sabe, porque para mí todo era literalmente griego. Incluso me las arreglé para murmurarle una sincera disculpa a Castle por volverme loca con él. Por suerte, me dice que todo está bien y luego me desordena el cabello. Bastardo. Me mantuve firme durante todo el espectáculo de gong de la mañana de ir a la mansión Drakos, donde se llevará a cabo la boda, sentarme para el cabello y el maquillaje, todo eso. Pero ahora que estoy sola, solos yo y el vestido en una de las habitaciones de invitados, puedo sentir que la energía se me escapa. Sentada en una bata, me vuelvo para fruncirle el ceño a la bolsa de ropa blanca que cuelga junto a la ventana. Más allá, puedo ver la hermosa pérgola de boda blanca adornada con alrededor de mil millones de rosas blancas en el jardín. Joder, realmente está pasando. Hay un golpe en la puerta. —¿Sí? La puerta se abre, sacudiéndome. Pero es el hombre que la atraviesa el que hace que mis entrañas se aprieten y mi corazón se retuerza en un nudo. Lo miro. —Se supone que no debes verme antes de la boda. —Se supone que no debo verte con el vestido antes de la boda. Me estremezco cuando sus ojos se deslizan sobre la bata de seda corta que estoy usando. Se aclara la garganta y, por primera vez desde que entró, me doy cuenta de que lleva esmoquin. Mierda. Se ve demasiado bien en esmoquin. —Me disculpo si fui duro anoche. No fue que salieras… —Sí, ¿controlando mucho? Me da una fulminante mirada.

98

—Es que nuestras dos familias tienen muchos enemigos por ahí, ninguno de los cuales está muy contento de que estemos uniendo fuerzas. No quise ser un imbécil, estaba realmente preocupado. Me puse un poco nervioso. Lo lamento. Asiento ante su disculpa curiosamente sincera. —Gracias. Siento lo del whisky en tu cara. Y… Asiente. —¿Y? Me aclaro la garganta. —Y lo siento por vomitar en tus zapatos. —Gracias. Pero no, no lo haces. —No, no lo hago. Se ríe bajo. —Entonces, ¿estás lista para hacer esto? —No precisamente. —¿Debería usar botas de goma? Sonrío levemente mientras le muestro el dedo. —Gracioso. —Trátalo con seriedad, Neve. —Lo consideraré seriamente. Me mira. —De nuevo, las apariencias de este asunto. —Oh, Dios mío, no podría estar más de acuerdo —digo con entusiasmo—. Tienes mucha razón, Ares. Y creo que la apariencia que deberíamos estar dando será casta y sana. Entonces, creo que deberíamos convertir esa oficina de esa casa tuya en un segundo dormitorio para mí. Sonríe débilmente. —Sabes, en la antigua Grecia, los hombres solían sacar a sus esposas del botín de guerra, conquistándolas y teniendo sexo con ellas por primera vez en el mismo campo de batalla donde sus parientes acababan de ser asesinados.

99

—Y en la antigua cultura celta, las mujeres castraban a los hombres que intentaban ponerles las manos encima sin su permiso. —Le dedico una sonrisa ganadora—. Solo alimento para el pensamiento. La mandíbula de Ares rechina. —Cuando te cases conmigo, serás mía. Y créeme, cuando te tenga… — Me estremezco cuando se acerca, ese limpio olor a madera de él enciende pequeñas bolsas de calor en mí—. No tendré que obligarte, esposa. Trago, sin confiar en mí misma para responder. —Bien. —Ares se endereza y se vuelve hacia la puerta—. Nos vemos pronto.

El resto es una neblina borrosa de votos murmurados. Un sacerdote ortodoxo recita las cosas tanto en español como en griego, y luego brotan las palabras que sellarán mi destino y me unirán para siempre al oscuro, melancólico, hermoso pero sombrío hombre que está frente a mí. —Puede besar a la novia. Mi boca se aprieta, los labios se fruncen cuando Ares comienza a bajar su cabeza hacia la mía. Veo el brillo del acero en sus ojos, y me estremezco cuando de repente toma mi rostro con firmeza. Arrastra su pulgar sobre mi labio inferior, todo el tiempo apuñalando esa letal mirada suya en mis ojos. Y me hace algo. Me estremezco. Apenas, y sólo por un momento. Pero es suficiente, y mis defensas caen por medio segundo. Es todo lo que necesita. Instantáneamente, su boca se aplasta contra la mía en el beso más feroz, vicioso y castigador de toda mi vida mientras me besa hasta dejarme completamente jodida. Este no es un beso cortés de “puede besar a la novia”. Es un beso tipo “santa mierda”. Mi mente se queda en blanco, y juro que veo estrellas. Entonces se acabó. Somos marido y mujer.

Para siempre.

100

12

101

E

NEVE

s una boda pequeña, con solo unas treinta personas presentes: mi familia, la familia Drakos, Owen y algunos de sus hombres, Ezio y algunos de los suyos, y un par de otros “socios comerciales” de ambas familias. Pero la lista de invitados podría ser de una sola persona, y aun así sería una boda demasiado grande para mí. Y la recepción que le sigue a la ceremonia es la cereza del pastel. Estar allí de pie y casarse con Ares, recitar votos y todo eso, ya era bastante malo. Pero desfilar frente a todos en la recepción en el salón de baile de la finca Drakos es un círculo completamente nuevo del infierno. Principalmente, porque todo es tan falso. Personas como Owen se me acercan con rostros sonrientes para felicitarme, como si fuera real. Siento que hubo una parte de esta boda en la que todos bebieron koolaid loco y no obtuve un vaso. Así que ahora aquí estoy, improvisando la parte en vivo en el escenario. Y es agotador. Al menos algunos de los invitados se están divirtiendo. Sonrío cuando miro y veo a Callie y a Eilish bailando en la pista de baile frente a la banda de jazz en vivo contratada para el evento. Kratos, quien mide como uno noventa y ocho, se une a ellos, sonriendo mientras va a tientas a través de algunos movimientos de baile. Incluso Hades, como el dios de la muerte que es, parece estar divirtiéndose. O, al menos tanto como he visto. Mientras tanto, estoy yo, la sonrojada novia, deambulando entre la pequeña multitud tratando de evitar que la sonrisa de plástico se me caiga de la cara. En el lado positivo, mi resaca prácticamente se fue, aunque todavía arrugo la nariz y sacudo la cabeza cada vez que pasa un camarero y me ofrece una copa de champán.

—¡Ahí estás!

102

Suspiro, plasmando la sonrisa aún más firmemente en mi rostro mientras me vuelvo hacia Owen una vez más. Sonríe con una sonrisa amplia y rubicunda, levantando el gran vaso de whisky en sus manos. Bueno, al menos alguien no tiene demasiada resaca para beber de la familia Drakos fuera de casa y del hogar. —Tu madre y tu padre estarían muy orgullosos de ti, ¿sabes? —Gracias, Owen. —¿Y sabes? Eres la viva imagen de Sheila vestida de blanco, con el cabello así recogido. Dios, le hubiera encantado verte así. Sonrío en silencio. Sheila era mi abuela materna, quien terminó teniendo una tórrida aventura con el padre de Cillian, Brendan, que es como llegó a ser mi padre. Sheila en realidad nunca se casó ni nada por el estilo, pero Owen siempre ha llevado una antorcha por ella, especialmente cuando ha estado bebiendo. —Bueno, Owen, sé que si estuviera aquí hoy, estaría arrancándote ese vaso de la mano y pidiéndote un baile. Sonríe ampliamente. —Especialmente con tu abuelo Brendan fuera de escena. Sin ofender. Me río. —Ninguna tomada. —Tu padre, Dios lo tenga en su gloria, fue un gran hombre y amigo. ¿Pero su padre? —Owen frunce el ceño—. Un verdadero imbécil. Me río cuando se encoge de hombros y luego me da un abrazo. —Perdóname, estoy borracho. —Bien. Ve a buscar uno para mí. Sus cejas se disparan mientras su mirada cae significativamente a mi estómago. —De ninguna manera —hago una mueca—. Simplemente tomé demasiados anoche. —Sabes que las resacas son como las mujeres, ¿verdad?

103

Pongo los ojos en blanco. He escuchado esta broma antes de él. Pero todavía me rompe. —La mejor manera de superar una es meterse debajo de una nueva. —No suena como el Yeats que conozco. Sonrío ante la voz de Cillian y me giro para verlo arqueando una afilada ceja hacia Owen. Owen solo se ríe entre dientes y le da una palmada en el hombro. —Como cualquier buen irlandés verdadero, soy un maldito poeta cuando tengo mis copas. —Claramente. Sin embargo, hazme un favor y ve a recitar tus copas en otro lugar por un minuto. Necesito hablar con mi sobrina. Owen se ríe de nuevo, dándome un último abrazo antes de alejarse arrastrando los pies en dirección al bar. —Escuché que realmente pintaste la ciudad de rojo anoche. Gimo. —Digamos que se cometieron errores. —Escuché que también pintaste los zapatos de Ares. Hago una mueca Cillian solo sonríe. —Sé que las felicitaciones están en orden, pero estoy dispuesto a apostar que apuñalarás a la próxima persona que te lo diga. —No tienes idea. Cillian asiente y luego baja la voz. —Sabes que nunca habría aceptado esto si pensara que era un hombre malo, ¿verdad? —murmura. Me encojo de hombros, volteándome para escanear a la multitud cuando de repente mis ojos se posan en Ares. Está al otro lado del salón de baile, charlando con la cantante principal mientras el resto de la banda termina una pieza instrumental. La cantante le muestra a Ares una sonrisa, él asiente antes de que ella regrese al escenario y se escabulle hacia el micrófono. —La siguiente es una petición del novio a su dama especial del momento. Señora Drakos, esta es para usted.

104

Todo el mundo a mi alrededor aplaude y vitorea, volteándose para sonreírme y adularme. Me muerdo la lengua, esperando cualquier tontería sarcástica que Ares esté a punto de lanzarme a través de la banda. Hasta que de repente se lanzan “Sinnerman” de Nina Simone. Que resulta ser una de mis canciones favoritas. Me quedo allí sin palabras, mi ceño fruncido y los últimos rastros de mi resaca olvidados mientras escucho, perdiéndome en la canción. En el momento en que llega a la parte de correr hacia el río, me giro lentamente, vacilando mientras mi ojos de repente encuentran a Ares. Me está viendo directamente. Frunzo el ceño con curiosidad. Solo levanta un hombro, el más leve atisbo de sonrisa se curva en las comisuras de su boca antes de alejarse. ¿Fue pura suerte? ¿O el hombre del que no sé nada, que no sabe nada de mí, de alguna manera conoce mi canción favorita? Y si sabe mi canción favorita, ¿es una rama de olivo que la banda la toque, o es solo un preámbulo para que me joda la cabeza? ¿Un mensaje para decirme que no soy tan extraña para él como me gustaría pensar? —Alguien hizo su tarea. Miro a mi tío. A juzgar por la forma de su mandíbula y como sus ojos verdes parecen diseccionar a Ares desde el otro lado de la habitación, supongo que no soy la única que se pregunta si hay un significado más profundo para “Sinnerman” en este momento. —Acabas de decir que es un buen hombre —murmuro, mientras la banda va a través de la canción. —Lo hice. Pero también agregaré esto. —Se gira, deja su bebida en una mesa junto a nosotros y pone sus manos sobre mis hombros—. Si alguna vez te lastima, o te hace daño de alguna manera, si está teniendo sexo con otras chicas y creando un escándalo para ti, o hablando mal de ti con alguien. Incluso si es desagradable contigo… —Sus venenosos ojos verdes brillan peligrosamente—. Le cortaré el cuello, con tratado o sin él. Quiero que sepas eso. Sonrío mientras me hundo contra mi tío y lo abrazo con fuerza. —Lo sé.

105

Gruñe, abrazándome rígidamente de vuelta. Que es más de lo que esperaba. Porque Cillian no es de mostrar mucho cariño. Y definitivamente no es un abrazador. Cuando se aleja, me da un breve asentimiento. —Siéntete libre de decírselo a Ares también. Sonrío. —Me aseguraré de transmitirle el mensaje. Cillian levanta una ceja, tomando su bebida de la mesa antes de girarse y caminar de nuevo entre la multitud. Exhalo, sonriendo a mi pesar mientras me giro para ver a la banda. La están matando absolutamente con esta melodía. Y me estoy divirtiendo mucho viendo a Eilish y a Callie discutiendo en la pista de baile. —¿Neve Kildare? Maldita sea. Mis hombros se desploman y la falsa sonrisa regresa a mi rostro cuando me doy vuelta para ver quién es el que quiere poner a prueba mi paciencia dándome sus felicitaciones ahora. Cuando veo quién es, estoy desconcertada. No conozco al estoico hombre del traje gris. De hecho, no estoy segura de haberlo visto antes, menos aún hoy en la boda. —Hola, lo siento —me aclaro la garganta mientras extiendo mi mano— . No estoy segura de que nos hayamos conocido... —Un Seiceadóir le dice hola. En el instante en que escucho el nombre, es como sumergirme en agua helada, ya que todas las pesadillas que he tenido durante los pasados quince años vuelven de golpe. Cada aterrorizado grito que pronuncié cuando estaba encerrada en esa choza hace tantos años. Cada ahogado sollozo. Todas las expectativas cada vez que escuchaba el chasquido de una ramita bajo sus botas afuera, que estaba a punto de morir. Un Seiceadóir.

El Ejecutor.

106

Mi monstruo. Me entumezco, y el mundo a mi alrededor se vuelve lento mientras veo al hombre levantar la mano. Veo el destello del arma en esa mano cuando me apunta a la cara. Y luego, de repente, todo vuelve a acelerarse y me doy cuenta de que algo pasa a mi lado. No algo. Alguien. Un grito se aloja en mi ahogada garganta mientras veo a Ares chocar contra el hombre. Levanta la mano en el aire y toda la habitación estalla en un caos cuando el arma dispara salvajemente hacia el techo. Con un fluido movimiento, con el rostro absolutamente inexpresivo y concentrado, Ares gira y con un musculoso brazo agarra al hombre por el cuello desde atrás. Se estira hacia atrás con la otra mano, los dedos se doblan alrededor de un cuchillo de carne de un juego de cubiertos en la mesa detrás de él. El cuchillo parpadea. El hombre en la llave de estrangulamiento que acaba de tener un arma en mi cabeza gorjea mientras sus ojos se agrandan. Y de repente, toda su garganta se abre frente a mí, y un tsunami de sangre inunda la parte delantera de su traje. Solo miro fijamente, incapaz de respirar, incapaz incluso de parpadear mientras Ares deja caer el cuerpo en el charco de sangre en el suelo, dejando caer el cuchillo junto a él. Lentamente, sus ojos se elevan hacia los míos. Ya no está en blanco. Esta vez, están llenos de un torbellino de emociones. Furia. Fuerza. Venganza. Y posesividad.

13

107

—T

ARES

engo a nuestros mejores muchachos pululando por la ciudad —gruñe Hades—. No queremos hacer un gran problema al respecto, porque no queremos alentar a ningún imitador o tener a alguien más con un hacha para blandir saliendo de la carpintería. Les pedí que sean discretos cuando empiecen a patear puertas y a hacer preguntas. Hades parece furioso. Lo cual es interesante, porque apenas le ha dicho más de cinco palabras seguidas a Neve en su vida, y tiene tanto interés en ella, y en nuestro matrimonio, como en convertirse en un casto pacifista. Sería muy fácil atribuir su ira al hecho de que alguien logró burlar nuestra seguridad y traer un arma a nuestra casa. Pero es más que eso. Cuando mira a Neve, hay un destello del mismo tipo de ira que vi en su rostro una vez cuando un tipo trató de agarrar el trasero de Callie en un evento de gala. Es la mirada de un hermano que está jodidamente enojado porque alguien acaba de intentar meterse con su hermana. Y es un desarrollo interesante. Pero si está enojado, yo estoy jodidamente furioso. Sí, estoy enojado porque alguien superó a nuestros muchachos. Estoy furioso porque trajeron un arma a la casa de mi familia y la usaron con violencia. Pero más que eso, alguien intentó dispararle a Neve. Y eso sacó a relucir una bestia en mí que absolutamente no esperaba. Me dirijo a Kratos. —Quiero saber cómo diablos ese pedazo de mierda logró escapar de nuestra seguridad. Y quiero saberlo para ayer. Mis hermanos asienten bruscamente y se alejan para sumergirse en sus órdenes. Castle me mira.

108

—Nuestra gente hará lo mismo. Tengo algunos hombres en Queens en los que confío y con los que puedo contar. Si se ordena algo como esto en esta ciudad, lo sabrán. Asiento. Él asiente, dándose la vuelta para irse antes de detenerse para mirarme. —Y gracias, Ares. Cuando se va, me giro para escanear la habitación y mis ojos se posan en Neve. Toda la recepción está bloqueada y está sentada acurrucada con Cillian, su hermana y Callie en una mesa al otro lado de la habitación. Empiezo a acercarme a ella, cuando una mano aterriza en mi brazo. —¿Tienes un segundo? Me giro hacia la rubia joven británica detrás de mí. —Por supuesto. Curiosamente, conocí a Elsa Guin por primera vez mientras estaba sentado frente a ella, en una reunión legal que mi difunto hermano Atlas exigió una vez con Rose, la chica que finalmente murió tratando de robar. Elsa estaba allí como abogada del padre de Rose. En ese momento, era la mejor abogada del Reino Unido. Y cuando la mierda golpeó al ventilador con Atlas, la cacé lo más rápido que pude. Técnicamente, desde que se mudó a Nueva York, es socia de Crown and Black, una firma de abogados líder aquí en la ciudad. Pero también es la abogada personal de facto de mi familia. Y en este momento, está aquí en control de daños. —¿Dónde estamos? —La banda conoce la partitura, sin juego de palabras. Estoy bastante segura de que no es la primera vez que tocan en una fiesta para una familia como la tuya y sucede algo así. Estarán en silencio. Pero se les pagará seis veces la tarifa que se acordó originalmente para la noche. —Está bien. Su sonrisa dice que no fue una sugerencia. —Hablé con el resto de los invitados que no son de la familia Drakos ni Kildare y les pedí que firmaran acuerdos de confidencialidad. —Toca violentamente su teléfono—. Sin embargo, te enviaré por correo electrónico una lista de invitados que podrían ser potenciales puntos débiles.

—Nadie hablará.

109

Ella se encoge de hombros. —Creo que estar demasiado preparado es mejor que luchar por los botes salvavidas después de que alguien hace un agujero en el casco del barco. —Me parece bien. —Ahora, en cuanto al cuerpo... Se da la vuelta, aclarándose la garganta incómodamente cuando su mirada se posa en el mantel manchado de sangre que cubre al hombre muerto que atacó a Neve. El rostro de Elsa palidece un poco, y veo que los músculos de su garganta suben y bajan mientras trata de tragar un bulto atrapado en ella. Elsa es ambiciosa. Y creo que tal vez un poco buscadora de emociones. Pero incluso con la obscena cantidad de dinero que le pago por sus servicios, nadie tan limpio e increíblemente motivado como ella trabajaría fácilmente para una familia criminal. Se sumergió en lo más profundo de nuestro mundo. Aun así, puedo decir que todo esto es demasiado para ella. —Será atendido. Ella se estremece. —Y nunca escuché eso. —¿Escuchar qué? Sonríe, asintiendo. —Bien. Bien. Eso es todo por mi parte, entonces. —Gracias, señorita Guin —murmuro. —Mi placer. Y no hace falta decir que nunca estuve aquí hoy. —Y todos estamos profundamente entristecidos porque no pudiste asistir a la boda. Sonríe irónicamente. —Hablaremos pronto, señor Drakos. Y felicidades. Felicidades por tu boda falsa. Elsa recoge sus archivos y se dirige al ascensor. Luego me giro, nivelando mis ojos en Neve.

Neve, quien podría haber muerto hoy.

110

Neve, quien se ve más frágil y conmocionada de lo que nunca la había visto antes. O alguna vez supe que incluso que se podía ver. Antes de darme cuenta, me muevo por el suelo hacia ella. Cillian me mira. Asiente, se pone de pie y, sin decir palabra, me pone una mano en el hombro. Puedo leer el “gracias por salvar a mi sobrina” en su feroz mirada. Arrastro mis ojos hacia Neve y me aclaro la garganta. —Nos vamos. Ahora. Espero una pelea. O un “vete a la mierda” de algún tipo. Pero solo mira hacia arriba a mí y asiente. —Bien. Se vuelve y abraza a su hermana, luego a la mía. Y luego se levanta, incluso tomando mi brazo ofrecido mientras giramos y nos dirigimos hacia los ascensores. —¿A dónde vamos? —A casa —gruño, quitándome la chaqueta y poniéndola sobre sus hombros—. Iremos a casa.

Cuando regresamos al ático y la puerta se cierra detrás de nosotros, finalmente se relaja. Sus hombros caen, mi chaqueta se desliza de ellos, y puedo ver que el color regresa a su rostro. Bien, bien. Pero ahora quiero respuestas. Por supuesto que estoy preocupado por la brecha de seguridad. Y el hecho de que a Neve le acaban de poner un arma en la cara, y que acabo de cortarle la garganta a un hombre delante de ella, cuya evidencia todavía está salpicada en mi camisa y en su vestido de novia. Pero todo el clan Kildare guardó silencio sobre el elefante más grande de la habitación, que es quién era ese hijo de puta y por qué estaba allí en primer lugar. ¿Por qué marchó directamente hacia Neve? ¿Y qué diablos le dijo para que pareciera tan afligida justo antes de que saliera corriendo y lanzara su tiro al techo?

—¿Quién era ese?

111

Está de espaldas a mí, y puedo ver la forma en que la pregunta la hace ponerse rígida de nuevo, la forma en que los músculos debajo de la cremosa piel expuesta donde el vestido cae por su espalda se tensan y ondulan. —No lo sé. —Interesante. Parecía conocerte. —¡Bueno, no lo conozco! —chasquea, girando hacia mí. Su cara está pálida. Sus ojos tienen una mirada maníaca, como si el miedo encarnado estuviera hirviendo a fuego lento justo debajo de la superficie. Y no es solo miedo por lo que acaba de pasar. Es más profundo que eso, más fundamental. Está aterrorizada en este momento. ¿De qué? —Neve, ¿qué te dijo justo antes de que yo… —No lo sé. —Quiero decir que estaba tres metros delante de ti. No oíste lo que él… —¡No lo recuerdo! ¡¿Está bien?! Mi boca se cierra y mi mandíbula se tensa. —Bien. —¿Todavía seguiré siendo interrogada, o puedo ir a cambiarme mi vestido de novia empapado de sangre ahora? Exhalo lentamente. —Adelante. —Muchas gracias. Se da la vuelta y marcha por el pasillo hasta el dormitorio. Me tomo un momento y considero prepararme un muy necesario trago. Pero luego miro hacia abajo y hago una mueca al ver mi camisa. Sí, yo también debería cambiarme. Me desabrocho la camisa manchada de sangre y me la quito mientras camino por el pasillo detrás de ella. Dentro de mi habitación, salta un poco cuando me escucha entrar. Está concentrada en el broche en la parte posterior de su vestido, pero gira la cabeza cuando entro. —¿Te importa malditamente?

—¿Entiendes, esta es mi habitación también?

112

—Bueno, ¿puedo tener algo de privacidad por un maldito segundo? Mi mandíbula rechina. —¿Necesitas ayuda? —¡No! ¡Necesito un poco de maldita privacidad! Suspiro. Bien. Sin una palabra, me giro y entro al baño, cerrando la puerta detrás de mí antes de hundirme contra ella. Debería haberme hecho esa bebida. Me quito el resto de la ropa y envuelvo una toalla alrededor de mi cintura. En el tocador de mármol blanco, me lavo las manos en el lavabo, las ruedas en mi cabeza giran mientras observo cómo la sangre en mis manos convierte lentamente el agua en rosa mientras se arremolina por el desagüe. Cristo, qué día. Me doy la vuelta y estoy a punto de estirarme para abrir la ducha cuando de repente oigo un chillido procedente del dormitorio. Mi cuerpo reacciona por impulso, abriendo la puerta de un tirón antes de entrar corriendo en la habitación, listo para destruir con mis propias manos a quienquiera que nos haya seguido hasta aquí. Pero no hay nadie más en la habitación. Es solo Neve, maldiciendo en voz alta con los brazos doblados torpemente detrás de la espalda, todavía luchando con el broche de su vestido. Y de repente, todo en lo que puedo pensar es en el único sabor de sus labios que tuve en el altar. Dulces. Suaves. Desafiantes, y sin embargo, santa madre de Cristo tan invitantes. De espaldas a mí y preocupada como está, claramente no me ha oído volver a la habitación. Y no cambio eso. No digo una palabra, solo me muevo hacia ella. Y no es hasta que mis dedos rozan los suyos que jadea y se sacude de repente. —Yo…

—Solo cállate y déjame ayudarte.

113

Se pone rígida, y prácticamente puedo escuchar su cerebro desplazándose a través de una lista de sus juramentos o insultos favoritos para lanzarme. Pero suelta lentamente el vestido, deja caer las manos a los costados. Agarro el broche atascado en mis dedos, lo giro con fuerza y tiro hacia abajo. La espalda del vestido se suelta cuando se abre. —Grac… Se estremece cuando mis dedos se deslizan hacia la cremallera escondida debajo del broche, agarrándola, lentamente comenzando a bajarla. —Ares, yo puedo… Se apaga mientras sigo adelante, en silencio, mis ojos pegados a su espalda mientras más y más de su cremosa carne está expuesta a mis ojos. Mi mandíbula rechina cuando mi pene comienza a endurecerse bajo la toalla alrededor de mi cintura. La cremallera se detiene en la parte baja de su espalda, y la veo temblar. Mis dedos se deslizan por debajo de las dos mitades de la parte de atrás de su vestido, separándolas mientras se deslizan por sus hombros. Jadea en silencio y sus manos se lanzan hacia arriba para evitar que la tela caiga de sus senos. Doy un pequeño tirón a las dos mitades del vestido. No tirando de él, sino dejando claras mis intenciones. Neve deja caer las manos. El vestido cae. Y no hay puta vuelta atrás ahora. El vestido se acumula a sus pies, dejándola jadeando en silencio, de espaldas a mí, en tan sólo una tanga blanca de encaje. Bragas de novia. Mis manos se deslizan lentamente sobre sus caderas, saboreando la forma en que su cuerpo tiembla bajo mi toque. La forma en que su piel es jodidamente suave y cálida. La forma en que gime casi en silencio mientras la giro lentamente. Y cuando estamos uno frente al otro, me muevo hacia ella, nuestros cuerpos se presionan mientras las duras puntas de sus pezones se arrastran

114

contra mi pecho desnudo. Sus ojos se agrandan cuando me ve, esos orbes verdes suyos se arremolinan tanto con desafío como con lujuria. Tanto con desconcierto como con necesidad. Como si estuviera tratando de decidir si me besará o me apuñalará. Tomo la decisión por ella. En un solo movimiento, sostengo su mandíbula, levanto su boca hacia la mía y quemo mis labios con los suyos en el beso más posesivo y consumidor de mi vida. Definitivamente no hay vuelta atrás ahora.

14

115

E

NEVE

l primer beso en el altar fue cruel y feroz, como si Ares estuviera diciendo algo. Reclamándome. Fue castigador y decisivo, y sí, hizo que mi corazón diera un brinco y mi pulso se acelerara.

Pero este segundo beso es el que enciende mi sangre y hace que los dedos de mis pies se doblen contra el suelo mientras el mundo explota a mi alrededor. Porque no se trata de probar un punto. Es una necesidad pura, posesiva, consumidora e incendiaria. Nuestras bocas chocan, y gimo cuando su lengua se adentra en mis labios para bailar con la mía. Me estremezco cuando mi cuerpo se derrite contra el suyo, el rugiente calor de su piel y el ondulante poder de sus músculos me convierten en un charco mientras gimo en el beso. Sus manos toman mi rostro y agarran mi cadera posesivamente, fijando mi pelvis contra la suya y haciéndome temblar cuando siento el latido del bulto debajo de su toalla. Su lengua prueba y explora mi boca mientras mis manos arañan su pecho, como si necesitara desesperadamente estar aún más cerca de su cuerpo de lo que ya estoy. Y dulce Jesús, su cuerpo. Lo vi de lejos, cuando era simplemente mi peligroso vecino enemigo sin cortinas. Pero de cerca, es increíblemente magnífico. Los simples humanos no están construidos así. Los dioses están construidos así. Me estremezco, gimiendo en su boca mientras mis palmas presionan su pecho duro como una roca. Gruñe, su agarre sobre mí se vuelve más fuerte, su lengua aún más exigente mientras mis dedos recorren los surcos de sus abdominales hasta las cinceladas líneas de sus caderas. Mi pulso late con fuerza, y pura lujuria estalla dentro de mi centro mientras mis dedos tiran con entusiasmo de la toalla alrededor de su cintura. De repente, estoy jadeando cuando nos hace girar y me empuja hacia la cama. Gimo mientras se arrastra detrás de mí, sus ojos oscuros y fieros como frías dagas arrastrándose desnudas sobre mi piel, su mandíbula

116

afilada como una navaja crujiendo con lujuria y necesidad y sus hombros ondeando mientras se mueve sobre mí. La toalla cae, y no hay forma de que pueda intentar evitar que mis ojos caigan entre nosotros. Donde inmediatamente casi saltan de mi cabeza. Santa. Mierda. Lo vi desnudo desde veinte metros de distancia. Pero no es como si alguna vez estuviera duro cuando lo veía mientras tomaba su café de la mañana. Bueno, ahora lo está. Oh, Dios mío, está duro ahora. Y Ares es enorme. Tan enorme como en “¿cómo diablos cabrá eso dentro de mí?”. Grueso, hinchado, hermoso, haciéndome temblar mientras palpita contra mi muslo. —Un poco más grande cuando no se ve desde el otro lado de la calle, ¿eh? —Oh, sí… Mierda. Me sonrojo ferozmente cuando mis ojos saltan a los suyos y tomo la arrogante sonrisa en su rostro. Rápidamente, me obligué a fruncir el ceño. Como el infierno le daré a Ares Drakos la satisfacción de verme babear sobre su pene, metafóricamente hablando, por supuesto. —Oh, lo siento, ¿querías que acariciara tu ego y te dijera cuán grande y duro es tu pene…? Mece las caderas, dejando que su hinchado pene se arrastre ardientemente contra mi vagina a través de mis bragas, que se están mojando vergonzosamente. Y ninguna fuerza en la tierra podría detener el patético gemido que sale de mis labios. —Lo siento, ¿qué fue eso? No entendí bien eso. Abro la boca para lanzar algo afilado y morderlo. Pero luego el hijo de puta lo vuelve a hacer, apretando su enorme pene contra mis bragas ahora completamente resbaladizas, haciendo que la tela de encaje roce eléctricamente mi clítoris. Lo cual, por supuesto, me hace gemir. De nuevo.

117

—Ahora, ¿qué estabas diciendo exactamente sobre mi gran y duro pene? —gruñe densamente, bajando su boca a mi cuello. —Yo no estaba… ¡mierda! El hijo de puta me muerde, duro. Nunca me había pasado eso antes. … Y realmente me gusta. Mucho. El placer zumba a través de mi núcleo y el calor se acumula entre mis muslos mientras lo hace de nuevo, pasando sus dientes sobre la tierna piel y arrastrando otro profundo gemido de mi pecho. Ares se mueve más abajo, pellizcando mi clavícula y haciéndome gemir. Luego, incluso más abajo, el salvaje contraste entre su barba y la suavidad de sus labios sobre mi piel, poniéndola de gallina. Se mueve hacia abajo sobre mi seno izquierdo, y jadeo, temblando y gimiendo cuando sus labios de repente se envuelven alrededor de mi dolorido pezón. Que rápidamente muerde con sus dientes. —Joder… —Ese es el plan. Me estremezco, se me corta el aliento cuando bajo mi oscura mirada hacia donde él me ve desde mi pecho. Mantiene sus ojos fijos en los míos mientras baja su boca de nuevo a mi pezón. Su lengua se arremolina lenta y sensualmente alrededor de la punta de color rosa oscuro, haciendo que mi cara se hunda de placer antes de que de repente lo muerda otra vez. Siseo, gimiendo tanto de placer como de molestia porque le estoy dando la satisfacción de saber que me está convirtiendo en un charco. Me retuerzo debajo de él, apretando la mandíbula con más fuerza mientras su lengua se desliza de un pezón a través de mi piel al otro. —Cierra esa boca todo lo que quieras, princesa —gruñe contra mi piel— . Cierra los ojos con fuerza, mira hacia otro lado, haz tu mejor esfuerzo para ocupar tu mente en otra cosa. Puedes mentirte todo lo que quieras, pero tu cuerpo te delata. —Jódete, hace… oh…

118

Su mano se desliza hacia abajo para agarrar mi trasero posesivamente antes de darle un suave apretón justo cuando me lame el pezón de nuevo. —Por favor, continúa —murmura sombríamente—. Creo que me encanta aún más cuando tu boca miente mientras tu cuerpo pide más. —Arrogante hijo de… Mi cuerpo se sacude, arqueándose desde la cama en puro éxtasis mientras su pulgar baja por mi apertura a través de mis bragas. Lo vuelve a hacer, y no hay forma de detener los gemidos de dolor que salen de mis labios. Su boca comienza a deslizarse por mi cuerpo, su lengua, labios y dientes dejan marcas en mi piel mientras mi estómago se estremece bajo su toque, más y más abajo, hasta que mis ojos se abultan cuando siento que sus dedos se doblan en la cintura de mis bragas. Me pongo rígida, temblando mientras mis manos van hacia abajo para agarrar su cabello. —Estás acostumbrado a cierto tipo de chica… —¿Exactamente a qué tipo de chica crees que estoy acostumbrado? — gruñe contra la piel de mi cadera, sus ojos se deslizan por mi cuerpo para fijarse en los míos. Sonrío sarcásticamente. —Sumisamente obediente, dispuesta a hacer lo que sea necesario solo para tener la oportunidad de estar cerca del gran Ares Drakos. Su ceño se levanta, con una sonrisa arrogante en los labios. —¿Ya terminaste? —Ni siquiera cerca. Estoy empezando. ¿Supongo que con la cabeza llena de aire? ¿Insípida? ¿Sin opiniones reales porque eso se interpondría en el camino? Ares suspira, levantando la frente. —Acicalada, glamorosa, arreglada a todas horas del día, depilada… Mi cara arde en el segundo que lo digo. En retrospectiva, no estoy segura de lo que esperaba para mi noche de bodas. Pero baste decir que, por loco que parezca, no implicaba echar un polvo.

119

Es un error del que me estoy arrepintiendo de repente, ahora que estoy con el mismo Dios del Sexo, con el cuerpo perfecto, con los músculos afilados y con el pene ridículamente hermoso, que está, estoy segura, acostumbrado a las chicas que caen en su cama luciendo perfectas, con piernas suaves y vaginas depiladas. Lo que... no soy yo. Quiero decir, sí, me afeité las piernas esta mañana. Y no es como si me hubiera vuelto una mujer de las cavernas allí abajo. Pero digamos que no estoy exactamente en condiciones de usar bikini en este momento. Ares arquea una ceja mientras levanta su mirada hacia la mía. —Yo... quiero decir... —Mi cara arde intensamente mientras lentamente baja sus ojos a mis bragas, justo enfrente de su cara—. Yo… Sin previo aviso, deja caer su boca en mi cadera y muerde. —Joder... —gimoteo, sacudiéndome y jadeando de placer. Y antes de que pueda detenerlo, porque todavía estoy temblando por la sensación peligrosamente sexy de sus dientes contra mi cadera, sus dedos se deslizan dentro de mis bragas y tiran de ellas hasta la mitad del muslo. Me sonrojo ferozmente cuando observa el suave vello rojizo-pelirrojo. Se lame los labios y, lentamente, sus ojos se arrastran hacia los míos. —¿De verdad crees que tengo miedo de un pequeño fuego? Con un bajo gruñido, su boca cae entre mis piernas. Y cuando su lengua se adentra entre mis resbaladizos pliegues, todo mi mundo se derrite a mi alrededor. —Oh joder... Ares gime mientras arrastra su lengua arriba y abajo de mi apertura, convirtiéndome en masilla debajo de su boca. Desliza su lengua más arriba, y cuando sus labios envuelven mi palpitante clítoris y zumban contra él, grito cuando mi cuerpo se levanta de la cama. Me estremezco de placer cuando lame mi dolorido capullo, sin piedad, como si estuviera dominando mi clítoris, exigiendo sumisión. Arremolina la punta de su lengua alrededor de él, provocándolo hasta que estoy jadeando y arañando las sábanas mientras mis caderas se elevan ansiosamente hacia su boca.

120

Ares tira de mis bragas el resto del camino y luego empuja mis rodillas hacia atrás y las separa, abriéndome lascivamente a su hambrienta mirada. Su boca se adentra entre mis muslos, y grito cuando su lengua se hunde en mí. Su palma golpea mi trasero, una, dos, tres veces, hasta que estoy temblando y estremeciéndome y tan jodidamente cerca de correrme que siento que explotaré en un millón de pedazos. Que es exactamente cuándo se detiene. Me ahogo, con los ojos desorbitados y el ceño fruncido en señal de protesta mientras se aleja de mi vagina. —Qué… pero… Mi rostro arde ardientemente mientras se desliza por mi cuerpo, sonriéndome con arrogancia. —¿Sí? —Idiota —me quejo—. Yo… Cierro la boca con fuerza, temblando mientras miro hacia abajo para verlo envolver una mano alrededor de su grueso y carnoso pene mientras abre mis rodillas. —¿Estabas diciendo? Trago, arrancando mi mirada de regreso a él. —¿Sí? —gruñe, con esa sonrisa todavía en su rostro. —Estaba… oh, joder… —gimoteo cuando siento la gran, hinchada y sedosa cabeza de su pene deslizarse entre mis labios, jugando contra mi abertura. —¿Estabas diciendo? Gimo mientras lo miro. —Estaba cerca —murmuro. —Bien. —¿Qué diablos estás…? Oh. Mi. DIOS. Se desliza dentro de mí, cada. Uno. De. Los. Gruesos. Centímetros de él, en un suave y poderoso empuje.

Mis ojos se quedan en blanco. Mi cuerpo se tensa.

121

Y de repente, me corro, más fuerte que nunca en toda mi vida, por un jodido kilómetro de campo. Es como dejar la tierra. Es como si cada célula de mi cuerpo se desmoronara y se encendiera como brasas al mismo tiempo. Una experiencia fuera del cuerpo. Muerte para el ego. Entrando en una nueva dimensión. Oh, olvídense de las malditas metáforas floridas: estoy teniendo el orgasmo más grande y explosivo que he tenido. Y es literalmente solo por él entrando en mí. De repente, su boca se aplasta contra la mía, y antes de darme cuenta, lo estoy besando de regreso, desesperadamente. Mis brazos comienzan a rodear su cuello, pero agarra mis muñecas y las empuja de vuelta a la cama, fijándolas allí mientras se cierne sobre mí. Gimo, esforzándome contra su agarre mientras las réplicas de mi orgasmo parpadean como una mini explosión a través de mi centro. —Envuelve las piernas alrededor de mis caderas —ordena. Quiero desafiarlo, porque, bueno, parece ser lo nuestro: me dice que haga algo, le digo que no de manera creativamente cruda. Excepto que ahora, es como si hubiera accionado un interruptor en mí. Se metió en lo más profundo de mí y apagó el desafío. Y todo lo que quiero es que siga haciéndome sentir como si lo hiciera. Me estremezco cuando mis piernas se envuelven alrededor de sus musculosas y acanaladas caderas, mis tobillos se encuentran en su espalda. —Buena chica. Mierda. Gimoteo, estremeciéndome cuando su pene se flexiona profundamente dentro de mí. Sus caderas comienzan a retroceder. Gimo mientras bajo mi mirada hacia donde estamos conectados, mirando con asombro cómo cada centímetro de su resbaladizo y reluciente pene sale de mi ansiosa vagina, hasta que solo la hinchada cabeza se aloja dentro. Mis ojos se elevan hacia los suyos y me estremezco ante la intensidad que veo allí, sosteniendo mi mirada, cautivándome. A toda yo.

Y luego me empuja, duro.

122

Grito, mis muslos aprietan sus caderas mientras mis ojos se ponen en blanco. Gimo de puro placer sin adulterar mientras lo hace una y otra vez, hasta que sus caderas comienzan a rodar como pistones, golpeando su enorme y hermoso pene dentro y fuera de mí mientras me deshago debajo de él. Ares gime, alto, y Dios, es caliente. Lo hace de nuevo, siseando de placer mientras su boca cae en el hueco de mi cuello. —Joder, tu bonita vagina se siente tan jodidamente bien ordeñando mi pene. Mis ojos se vuelven a poner en blanco, mi pulso martillea en mis oídos mientras me penetra contra el colchón. Comenzamos a movernos más rápido, ambas caderas ruedan y se balancean contra las del otro, más fuerte y más violentamente. Gimo salvajemente, los músculos de mi brazo se tensan contra su agarre, necesitando desesperadamente tocarlo ahora mismo. Pero las mantiene clavadas con fuerza a la cama, y el implacable poder y la fuerza de su agarre forzando mi sumisión es como una droga, un golpe de pura dopamina en mi corteza frontal que nunca antes había sentido. Las caderas de Ares se mueven más rápido, penetrándome aún más fuerte mientras mi propio cuerpo se mueve para tomarlo más profundo. Nuestros cuerpos rozan juntos, la piel resbaladiza por el calor y el sudor. Mis gemidos llenan la habitación, sus salvajes y primitivos gruñidos llenan mis oídos cuando comienza a penetrarme. No a hacer el amor. No a dormir juntos. Ni siquiera a tener sexo. Esto es penetrar. Como animales. Como dioses. Y santo cielo, ¿es bueno? —Eso todo. Sigue ordeñando mi pene con esa codiciosa vaginita, princesa —me dice con voz áspera al oído—. Aprieta mi gran pene con tu pequeña vagina. Más duro. Más apretado. Quiero que tu vagina ruegue por mi semen. Explotaré. O tendré un infarto. O ambos. Y mientras corremos de cabeza hacia el olvido, todo mi cuerpo comienza a enrollarse y apretarse, hasta que mi visión se vuelve borrosa y comienza a ponerse blanca.

—Harás que me corra en ti tan jodidamente fuerte, princesa.

123

Por una fracción de segundo, tengo un destello de claridad. —¡Espera! —digo justo cuando me tambaleo en el borde—. Yo-yo no estoy en ningún control… —Bien. Dulce. Maldito. Dios. Es la animal y cavernícola posesividad en su voz áspera y gemida en mi oído. Es esa simple respuesta a mi preocupación de no estar tomando la píldora: “Bien”. Es el fósforo encendido que cae sobre el charco de gasolina hirviendo en mi interior. Y cuando se prende, todo mi mundo explota. Todo lo que veo es blanco. Todo lo que siento es puro éxtasis rompiendo cada nervio de mi cuerpo mientras me destrozo absolutamente. Mi cuerpo se arquea y mis caderas se balancean hacia arriba de la cama, mis brazos aún están sujetos mientras el orgasmo detona atravesándome. Ares gime, mordiendo con fuerza mi cuello mientras mete su gordo pene hasta el fondo y me suelta. Puedo sentirlo palpitar y bombear violentamente, lo que se siente como galones de su semen caliente derramándose dentro de mí mientras mi visión se nubla y el aire abandona mi cuerpo. Débilmente, soy consciente de sus labios en mi cuello, besando suavemente donde sus dientes me marcaron. Soy consciente de sus manos soltando mis muñecas, aunque ahora ni siquiera puedo moverme. Soy consciente de su boca jugueteando con mi mandíbula antes de que sus labios encuentren los míos hambrientos. Qué. Mierda. Fue. Eso. No fue una penetrada. Fue una experiencia religiosa. Fue ver al infinito, encontrarse cara a cara con un poder superior. Fue sexo como no sabía remotamente que podría ser. Me estremezco cuando lo siento sacar su pene de mí. Joder, estaré adolorida mañana. Habrá valido la pena. Ares se pone de pie lentamente, girando el hombro y el cuello. Y, por supuesto, dado que soy incapaz de moverme, todo lo que hago es ver, con

124

hambre, su desgarrado físico. Mis ojos caen, y me sonrojo cuando me doy cuenta de que estoy mirando como una loba su pene todavía muy duro y brillante con una sola gota de semen blanco en la punta. —Sigues mirándome así y no tendré más remedio que penetrarte de nuevo. Mis mejillas arden, mi labio se traba en mis dientes mientras mis ojos se clavan en los suyos. Pero gimo, negando con la cabeza. —Sí, ¿quieres que me dé un infarto? Porque así es como tendré un ataque al corazón. Sonríe. —¿Buen ataque al corazón o mal ataque al corazón? —¿Existe tal cosa como un buen ataque al corazón? —Dímelo tú. Sonrío, mordiéndome el labio. —Sí, lo hay. Porque, ¿qué diablos fue eso? Sí, estuvo bien. Muy, muy bien. Ares me devuelve esa sonrisa ligeramente arrogante y engreída. Lo cual, odio admitirlo, está creciendo en mí de una extraña manera. Como, que se está volviendo encantadora. Rayos conmigo misma. Me aclaro la garganta mientras me siento con cautela en el borde de la cama y alcanzo mis bragas. Ares las echa a patadas. —Um, ¿perdón? Me sonríe. —No las necesitarás. Pongo los ojos en blanco. —Bueno, muchas gracias por tomar esa decisión por mí. —Ningún problema. Ahora, ¿de qué lado te gusta dormir? Me tenso.

125

Me preguntaba cuándo llegaríamos a esto. Porque esto de compartir la cama es mi línea. O más bien, está justo sobre mi línea. Diré los votos sin realmente quererlos. Usaré su anillo y seré su esposa, y haré... bueno, lo que acabamos de hacer, de buena gana, además, porque maldita sea. Pero compartir una cama parece demasiado... íntimo. Demasiado real. Demasiado fuera de la línea para un arreglo falso. —Creo... que en realidad dormiré en el sofá. Las cejas de Ares se elevan. —¿Disculpa? —Yo… —Te escuché jodidamente —gruñe—. Me gustaría saber por qué. Me encojo de hombros, encontrándome con su mirada. —Porque. Llamaradas de fuego están en sus ojos. —Porque jodidamente qué, Neve. —Porque solo quiero hacerlo, ¿de acuerdo? —No, en realidad —responde bruscamente—. No está bien. Eres mi puta esposa. —Oh, vamos. Me mira. —Tenemos un acuerdo, Neve. —Sí. En público, seré tu esposa… —En privado, también, al parecer. Me cocino a fuego lento, los restos del placer que acabo de sentir parpadean a través de mi centro incluso mientras lo fulmino con la mirada. —Eso fue... necesidades humanas básicas. —M-hmm —murmura secamente. Bueno, esto no irá a ninguna parte. Me pongo de pie, me doy la vuelta y agarro una almohada de la enorme cama antes de empezar a quitarle el edredón.

—¿A dónde diablos crees que vas?

126

—Ya te lo dije: a dormir en el sofá. —Como el diablo que lo harás. —Mírame. De repente agarra mi muñeca, pero me libero de su agarre, girando hacia él. —¡No es real entre nosotros, Ares! Sus ojos se estrechan peligrosamente. —Los votos que pronunciaste dicen lo contrario. También tu hinchada vagina con mi semen todavía goteando de ella. Me quedo boquiabierta, mis ojos se amplían y mi rostro se vuelve carmesí. Empiezo a decir algo. Pero las palabras no salen, así que simplemente cierro la boca y giro sobre mis talones para salir de la habitación. —Entonces, déjame asegurarme de haber captado esto correctamente. En público, serás mi esposa. Y en privado, ¿solo serás mi puta? Giro y antes de que pueda detenerme, mi palma se conecta con fuerza con su mejilla. Mierda. Eso fue un error. La mandíbula de Ares se aprieta y sus ojos arden con fuego letal. Sus labios se curvan cuando va a agarrarme, pero le doy una palmada en la mano. —Como tu puta, soy yo cumpliendo el contrato y yéndome después. Buenas noches, imbécil —escupo, girando. Pero me detengo, volviéndome hacia él, lanzando una mirada asesina en su dirección—. Y feliz maldito día de tu boda. Me giro y salgo corriendo de la habitación, tomando mi almohada y el edredón. Ares cierra la puerta de golpe detrás de mí. Furiosa, entro a su sala de estar y empujo el edredón y la almohada en el sofá antes de envolverme en ellos. Feliz maldito día de tu boda, de verdad.

127

Y, sin embargo, aunque estoy furiosa, ahora que estoy sola, mi mente no se enfoca en lo idiota que acaba de ser. Y, si soy honesta, qué idiota tal vez fui, con mi abrupto cierre. Se centra en lo que sucedió antes de todo eso. En la parte donde ese hombre al final del pasillo hizo que mi cuerpo sintiera un nivel de placer que sé con certeza que nunca antes había sentido. A la parte en la que acabo de tener, por mucho, el mejor sexo de mi vida. Como, en volver a evaluar mi definición de la palabra orgasmo. Me muerdo el labio, hirviendo a fuego lento mientras me hundo más en los pliegues del edredón. Mis muslos se aprietan y una resbaladiza capa los cubre mientras mi piel se frota. En la oscuridad de la sala de estar de Ares, mi traidora mano serpentea por mi cuerpo entre mis piernas. Giro la cabeza, ahogando mis gemidos en la almohada mientras empiezo a frotar mi clítoris. Todavía estoy adolorida por lo completo y absoluto que el maldito Ares me dio antes. Pero la necesidad de otra versión lo consume todo. Mis dedos ruedan sobre mi clítoris, frotando más rápido y fuerte mientras me retuerzo, reproduciendo cada espeluznante detalle y recordando cada cosa sucia que me gruñó al oído antes. Hasta que no puedo soportarlo más. Grito en la almohada, mi cuerpo se retuerce y se estremece en el sofá mientras me corro contra mi mano. No se parece en nada a lo que sentí con Ares. Pero rasca la picazón. Algo así. Cuando las réplicas se desvanecen, me desplomo debajo del edredón, inhalando y exhalando con fuerza mientras miro hacia el techo. Lentamente, a medida que el placer de mi liberación se desvanece, también lo hacen los acalorados pensamientos del hombre al final del pasillo. Y en cambio, mis pensamientos se vuelven más oscuros, más retorcidos, más aterradores, a medida que comienzan a concentrarse en otro. En el monstruo. Me estremezco, temblando mientras revivo el momento de hoy cuando me apuntaron con un arma a la cara. Mientras escucho de nuevo las silbadas palabras de la boca del hombre. Un Seiceadóir te dice hola.

Un Seiceadóir.

128

El Ejecutor. El hombre que persiguió mis pesadillas durante quince años. El hombre que me arrancó de mi mundo y me empujó en la negrura de la oscura y húmeda de esa choza en el bosque. El Señor te ve y te ama, pequeña. Tu sacrificio llevará las almas de los impíos al infierno, y alumbrará las alas de todos los ángeles... Con un ahogo, me estremezco, saltando de golpe en el sofá. Trago, jadeando, se me pone la piel de gallina mientras mis ojos recorren el enorme ático. No seas tonta. Estás a salvo aquí. No podrá atraparte aquí. Más temprano, Cillian me preguntó qué me dijo el hombre. Mentí y dije que fue solo “te mataré”. He estado tratando de averiguar por qué mentí desde entonces. Ahora, creo que lo sé. Si puedo pretender que el hombre con el arma hoy no dijo lo que dijo, entonces no es él. No es mi monstruo de alguna manera acercándose a mí desde el pozo al que lo arrojaron. Es solo otra pesadilla, aterradora pero irreal, como las que tengo todo el tiempo. Pero si ese hombre realmente dijo eso… si realmente me miró a los ojos y me dijo “el Ejecutor te saluda” entonces tengo problemas mucho más grandes que un falso matrimonio mafioso con Ares Drakos. Trago, acurrucándome en mí misma mientras mis ojos se mueven por la sala de estar y al pasillo que conduce a la habitación de Ares. De repente, desearía haberme quedado allí, en su cama, con él. El sueño no llega rápidamente, y es bien pasada la medianoche cuando finalmente me vence. Cuando lo hace, viene con oscuridad y miedo. Y con los recuerdos del monstruo.

15

129

E

ARES

l día después de la boda, hay una gran discusión de estrategia en la barra de desayuno de la casa Kildare, una impresionante y majestuosa casa de seis pisos en el Upper East Side, justo al lado de Central Park. Nico Drakos no es el único que aprovechó la oportunidad de apoderarse de su parte del Sueño Americano. Lachlan Kildare, el bisabuelo de Cillian, hizo su moneda a la antigua usanza: esculpiéndola del suelo un empapado centímetro de sangre a la vez, y rompiendo algunos cráneos ocasionalmente. Lachlan provenía de una larga línea de irlandeses que se abrieron paso a duras penas desde Five Points en lo que se convirtió en el Bajo Manhattan cuando toda la ciudad estaba básicamente gobernada por tribus en guerra: irlandeses, ingleses, escoceses, italianos e incluso algunos griegos. Pero él, como Nico Drakos, fue un inteligente hijo de puta. Cuando el equipo de Lachlan se hizo cargo de una cuadra, o comenzó a trabajar en una red de protección para una nueva tienda o fábrica, no apostó el dinero ni lo gastó en mujeres y alcohol. Al menos, no todo. Fue lo suficientemente inteligente como para poner la mayor parte en el mercado de valores, donde hizo una jodida absoluta matanza con los productos básicos de metal cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Pero cuando la economía se derrumbó en el Martes Negro, iniciando la Gran Depresión, Lachlan lo perdió todo. Así que hizo lo único lógico que un hombre podía hacer. Robó el edificio del Tesoro de Estados Unidos. Al menos, ese es el rumor. Pero es la única forma de explicar que lo haya perdido literalmente todo y que, de repente, tuviera suficiente dinero para comprar un edificio completo en el barrio más lujoso de la ciudad, durante una catástrofe económica mundial, nada menos que en efectivo.

130

Cualquiera que sea la historia real, la residencia Kildare es jodidamente hermosa. Quiero decir, sí, donde crecí es literalmente una mansión de campo inglesa, mudada ladrillo por ladrillo a Nueva York. Pero este lugar grita dinero viejo. Madera oscura, bronce y mármol por todas partes, exquisita artesanía de la vieja escuela. Es la perfección de la Edad Dorada y, francamente, siento más que un poco de envidia. Neve y yo llegamos en un SUV negro con chofer, a prueba de balas, después de la mierda que pasó ayer, con una armada escolta en el auto detrás de nosotros. Viajamos en silencio. De hecho, apenas me ha dicho una mierda desde anoche. Y en el silencio, me siento en el asiento trasero de la camioneta repasando cada sucio detalle de nuestra primera noche juntos como marido y mujer. Joder, qué noche. Nunca tuve sexo así, nunca. Quiero decir, suelo jugar en el lado más rudo. Pero hay algo en el desafío de Neve, o en la forma en que me arroja mierda a la cara, o tal vez es solo en la forma en que parece completamente imperturbable por mí, lo que saca a relucir el maldito animal que hay en mí. Penetrarla fue... crudo y salvaje. Y a diferencia de cualquier mujer que haya conocido antes, estar con Neve fue como combinar dos elementos radiactivos y ver la explosión. Y honestamente, estoy jodidamente enganchado ahora. Es como si cada centímetro de ella estuviera hecho a la medida para presionar cada botón que tengo, incluso los que no conocía. Su suave y esbelto cuerpo, curvado en todos los lugares correctos. Piel cremosa, salpicada de pecas. Un trasero en el que podría, y absolutamente planeo, hundir mis malditos dientes. Senos perfectos para mis manos y mis labios. Una boca que pide ser domesticada o silenciada con la mía. O penetrada, como la chica mala que es. Y su vagina... Cristo. Una vagina no tiene por qué ser tan jodidamente perfecta, como si estuviera hecha a medida para apretar cómodamente mi pene a un centímetro de su vida. Cada embestida fue una lucha por agarrarse fuerte, por no ceder y correrse demasiado pronto porque se sentía jodidamente bien.

131

En resumen, cuando llegamos a la residencia Kildare en completo silencio, estoy duro como una piedra de nuevo. En el interior, Neve se va de inmediato, entrando a la casa y diciendo algo sobre encontrar a su hermana. Minutos más tarde, mientras Cillian y yo comenzamos a discutir la estrategia y cómo procederemos después del ataque de ayer, llega Hades, seguido directamente por Kratos y Calliope. Callie me da un breve asentimiento antes de subir las escaleras para encontrar a Neve y a Eilish. Hades se aclara la garganta, su rostro arrugado, enojado y cansado mientras mueve su mirada sobre el resto de nosotros. Ha estado despierto toda la noche con un par de autos llenos de hombres Drakos, dejando caer silenciosamente a cualquier pobre bastardo que crea que podría tener algún conocimiento sobre el ataque de ayer. —En serio, ¿nadie tiene algo? —gruñe. Cillian se aclara la garganta. —Las cosas están en movimiento. —¿Las cosas están en movimiento? —chasquea mi hermano. He estado fuera toda la maldita noche pateando puertas y reventando cabezas, ¡¿y tienes las cosas en movimiento?! ¿Qué diablos se supone que significa eso? Lo miro. —Tranquilo —siseo. Cillian sonríe y vuelvo a asombrarme por el venenoso brillo esmeralda en sus ojos, ese tipo de descentrada forma extraña y psicópata en la que siempre parece estar viendo a través de las personas, no a ellas. No mentiré. Puede que no le tenga miedo a Cillian, necesariamente. Pero todavía me saca de quicio. —Significa —gruñe Cillian en voz baja—, que las cosas están en movimiento. Si decido divulgar más, lo haré. ¿Si no? —Sus labios se curvan peligrosamente en las comisuras—. Entonces cerrarás tu maldita boca y no hablarás nunca. Vuelve a hablarme de esa manera, o te cortaré la lengua y la freiré con mis huevos matutinos. ¿Nos entendemos? Hades parece que quiere seguir con esta mierda, incluso conmigo mirándolo con veneno. Afortunadamente, una sutil patada en la espinilla de Kratos, de pie junto a él, lo sacude a la realidad. —Yo... no dormí mucho —murmura Hades.

132

Cillian se aclara la garganta. Aparentemente, esa será suficiente como disculpa. —El desayuno se servirá en el invernadero de arriba. Incluso hay café, para aquellos que nos quedamos despiertos un poco después de la hora de acostarse —añade deliberadamente, sonriéndole levemente a Hades. Afortunadamente, mi hermano ignora el cebo. Todos seguimos a Cillian arriba, donde salgo para usar el baño. Después de que terminé y salí, sacudiendo las manos para secarlas, de repente choqué contra una pared. O más bien, una pared choca contra mí. Una pared rubia, marcadacomo-la-jodida. Aprieto los dientes, gruñendo cuando Castle me agarra por el cuello y me estrella contra la pared. —Querrás quitarme las manos de encima hace dos jodidos segundos —siseo. —¿Sí? —chasquea con saña, fulminándome con la mirada de muerte— . ¿No te gusta cuando la gente te pone las manos encima? Arrugo la frente. —¿Qué diablos te pasa? —¡¿Que pasa conmigo?! —gruñe, empujándose cerca—. Lo que me pasa es que le pusiste las manos encima a Neve. Mis cejas se juntan mientras lo miro con completa confusión. —¿De qué diablos estás hablando? —¿Casado por menos de veinticuatro malditas horas, y ya la estás golpeando? —Sus labios se curvan en un gruñido—. ¿Y luego tienes la audacia de aparecer aquí pensando que no te mataré por eso? Está bien, estoy seriamente confundido. —Primero —espeto—, tienes que quitarme tus malditas manos. En segundo lugar, no tengo la menor idea de lo que estás hablando. Arrugo la frente. Mierda. ¿Es esta su próxima brillante idea? ¿Mentirle a su sobreprotector guardaespaldas con que la he estado golpeando para que venga a romperme las rodillas? —¿Neve te dijo algo?

133

—No tuvo que hacerlo —escupe Castle—. Joder, vi las marcas que le dejaste, hijo de puta. Frunzo el ceño con perplejidad. —Las marcas que dejé en… Me congelo, y de repente, estoy tomando todo mi poder para no sonreír. —Su cuello —murmuro en voz baja—. Viste marcas en su cuello. El rostro de Castle se pone lívido. —Maldita sea, lo hice. Y si crees que eso es jodidamente gracioso… —Tal vez sería mejor que dejaras de meter la nariz en lo que dos adultos casados que consienten hacen a puerta cerrada. Parpadea. Y luego, de repente, la bombilla se enciende sobre su cabeza. Hace una mueca, arrugando la nariz cuando sus manos de repente se caen de mi camisa. —Eh. —Sí, eh —murmuro de regreso, ajustando mi cuello. Castle me ve. Sonrío levemente de nuevo. —¿Qué pasa, Castle? ¿Celoso? Lo dudo. Pero es algo que me he estado preguntando, y tengo que saber. Falso o no, Neve es mi puta esposa ahora. Y me gustaría mucho saber si el hijo de puta corpulento y bastante guapo que la ha estado protegiendo todos estos años lo ha hecho simplemente porque es su trabajo o porque quiere meterse en sus bragas. Sin embargo, tengo mi respuesta al instante, cuando su rostro se arruga con evidente desagrado. —Cristo, no, maldito pervertido. Estaba preocupado porque es básicamente mi hermana pequeña. Empujo el punto. —¿Estás seguro? ¿Seguro que no es un pequeño enamoramiento, Castle? Ni un poco celoso de que tenga que ir a lugares a los que solo… Se rompe, con más saña de lo que esperaba. Gruño cuando sus manos se envuelven alrededor de mi cuello, estrellándome contra la pared.

134

—Estás hablando de una mujer que es básicamente mi hermana — gruñe—. Así que cállate y muestra un poco de respeto, pequeño desviado de mierda… —¿Castle? Se pone rígido, ambos giramos la cabeza para ver a Eilish de pie allí, mirándonos como si ambos nos hubiéramos vuelto locos. —¿Qué diablos está pasando? —Nada. Las manos de Castle caen de mi cuello. Se aclara la garganta mientras se aleja de mí. —Nada, Eils. Solo un amistoso desacuerdo. —¿Amistoso? —Su voz está llena de sarcasmo. Me encojo de hombros. —Sí, completamente amistoso —murmura Castle. —Está bien, bueno, mi tío los está buscando a ambos. Así que... vengan a desayunar. Le da a Castle una extraña mirada antes de girar y desaparecer de nuevo por la esquina. —Eres un maldito imbécil, ¿lo sabías? —me gruñe. —Oh, entonces es la hermana menor por la que tienes una erección… Esta vez, estoy listo para él y esquivo el golpe salvaje que me lanza, apenas, se lo concedo. Me vuelvo hacia él, mis labios forman un gruñido mientras me quito la chaqueta y levanto las manos. —¿Quieres bailar, hijo de puta? —gruño. —Oh, créeme, me he estado muriendo durante mucho tiempo por romper tus malditos dientes de suficiencia en tu… —¡¿Qué diablos en serio?! Mierda. Ambos giramos ante el sonido de la voz de Neve esta vez. Está parada con los puños en las caderas, mirándonos. —¿Terminamos con el concurso de medir el pene de los machos? Porque sería genial. Castle frunce el ceño, observándome.

135

—Dímelo tú, niño bonito —gruñe—. ¿Terminamos aquí? Terminaste con tus juegos tratando de averiguar dónde están mis lealtades, o cuáles son mis malditas intenciones hacia las dos jóvenes que he protegido con mi vida desde que eran niñas, ¿eres un maldito bicho raro? Parpadeo. Y de repente, me doy cuenta de lo mucho que se pasó de la raya todo esto. Y todo surgió de esta loca idea de Castle deseando a Neve. Lo cual es clara y obviamente nada. Entonces, ¿por qué diablos me irritó tanto? ¿Por qué diablos me convertí en un hombre de las cavernas alfa con Castle, quien obviamente es un aliado, y uno bueno, cuando se trata de Neve? Frunzo el ceño, soplando aire a través de mis labios. —Sí —murmuro, sacando mi mano—. Terminamos. Castle me ve. Me encojo de hombros. —Lo siento. Yo solo… —Mis ojos se lanzan a Neve, luego de regreso a él. Él asiente sutilmente, estrechándome la mano con firmeza y luego acercándome para darme una palmada en la espalda. Se demora por un segundo, su boca cerca de mi oído, en el lado opuesto de donde Neve está de pie mirándonos para que no pueda escuchar. —Estamos del mismo lado, amigo. Ambos solo la queremos a salvo, ¿sí? Asiento. —Sí. —Bien. Me da una palmada en la espalda una vez más, luego se aleja y le sonríe a Neve mientras aplaude. —Muy bien, ¿dónde está este famoso desayuno? Estoy hambriento. Se marcha, dejándonos a Neve y a mí solos. Me dirige una fulminante mirada. —¿En serio? —En serio ¿qué? —¿Estás celoso de Castle?

136

—No estoy celoso —gruño. Mi dedo salta entre nosotros—. No es real, ¿recuerdas? Ni siquiera compartimos una cama. Neve pone los ojos en blanco. Y sin otra palabra, se marcha. Está bien, en serio. A la mierda la vida de casado.

Después del desayuno, y de una larga charla sobre reforzar la seguridad en la residencia principal Kildare, la propiedad de Drakos y mi ático, y aún más conversaciones sobre posibles pistas sobre lo que sea que pasó en la boda, todos vamos por caminos separados. Neve y Eilish se dirigen a la biblioteca, junto con mi hermana. Kratos tiene algunas personas con las que quiere hablar en Brooklyn en persona, así que se va. Castle desaparece con Cillian en su estudio para hacer algunas llamadas, dejándome solo en la mesa del desayuno tomando un café junto a Hades. —Entonces. —Mi hermano me sonríe como un lobo—. ¿Cómo estuvo la noche de bodas? —Vete a la mierda. Se ríe. —No me malinterpretes, son divertidos, pero tal vez dejen de morderse el cuello cuando haya un desayuno familiar a la mañana siguiente. Consejo profesional: si Dimitra viera esa mierda, te patearía el trasero con un zapato. Pongo los ojos en blanco. —Es mi maldita esposa, Hades. Uno, cállate. Dos, muestra un poco de puto respeto. —Solo estoy tratando de salvar tu lamentable trasero de ya-ya. —Se encoge de hombros, tomando un sorbo de su café antes de girarse y echar un vistazo a la biblioteca. Neve y Callie están viendo lo que parecen ser fotos de la boda en el teléfono de Callie, a juzgar por los comentarios. Eilish se acerca y se inclina sobre el brazo del sofá para echar un vistazo, lo que hace

137

que su falda se levante un poco más de lo que le gustaría si supiera que Hades la estaba mirando con los ojos. —Bueno, hola. Veo a mi hermano, agarro su barbilla y tiro de su rostro hacia mí. —¡Oye! Manos fuera, idiota. —Te quitaré las manos de encima si quitas los ojos de Eilish. Arquea una ceja. —¿Y por qué? —Porque es tu puta familia ahora, degenerado. —No precisamente. —Hades… Se ríe, negando con la cabeza y palmeando mi rodilla. —Relájate. No es mi tipo, de todos modos. —Tenía la impresión de que cualquier cosa que “tuviera pulso” era tu tipo. Hades aprieta su corazón, estremeciéndose dramáticamente. —No, pero honestamente, no acosaré a la hermana de tu esposa. Calma. Es demasiado inocente, de todos modos. Limpia y dulce es un desvío para mí, lo sabes. Pongo los ojos en blanco y me paro mientras termino el resto de mi café. —¿Y tú, hermano? —gruñe Hades—. ¿Neve es tu tipo? No respondo, solo le doy una aguda mirada antes de darme la vuelta y salir a buscar a Cillian en su oficina. No, no lo es. Pero sigue siendo mía. Y anhelo más.

16

138

D

NEVE

urante la semana pasada, caí en una rutina. O al menos, mis noches a las mañanas tienen una rutina que consiste en dormir sola en el sofá mientras mi esposo duerme en una cama que tiene que ser incluso más grande que una cama tamaño king. Como, un trabajo hecho a medida que debe tener cuatro metros y medio de ancho. Ares podría acomodar fácilmente a otras diez personas allí. Lo cual es un pensamiento que persiste en mi cabeza como veneno. Porque en realidad no me imagino a otras diez personas en la cama de Ares con él. Estoy pensando en otras diez mujeres en alguna monstruosa orgía. Y Dios, odio lo apuñalada y herida que me provoca. Pero aparte de las noches que paso en el sofá, básicamente estoy confinada a su ático o, siempre que me acompañen hasta allí, a la casa de piedra rojiza Kildare. Las clases fueron suspendidas. O al menos, atenderlas en persona lo hizo. Órdenes de Cillian, dado el ataque en la boda. Protesté, principalmente porque siento que necesito hacer un escándalo al respecto. Sin embargo, al final, la idea de ir al campus me hace sentir... expuesta. Y cada vez que pienso en caminar hacia y desde diferentes clases, todo lo que puedo visualizar es a ese hombre con el arma saltando de las sombras, tratando de matarme de nuevo. Entonces, ahora soy oficialmente una estudiante a distancia. Lo que en realidad no es una cosa en la NYU, lo busqué y, sin embargo, aquí estoy. Lo cual casi seguro tiene algo que ver con mi tío, aunque me asegura que fue “nada más que cordial” al hablar con mis profesores y con la administración. Al final, siempre que no afecte mis calificaciones y todavía se me permita asistir de forma remota, decido que no necesito saber toda la verdad. Por supuesto, no impide que mi némesis haga un comentario especial para oscurecer mi ya agrio estado de ánimo.

139

Me estremezco cuando veo el número de la profesora Martell, mi profesora de Política Urbana, en mi teléfono. —Hola, profesora Mar… —No sé cómo lo balanceaste, y estoy seguro de que no quiero saberlo. —Profesora Martell, lo siento mucho. Hubo un pequeño problema familiar… Ladra una fría risa. —Oh, estoy segura que sí. Ahora bien, ¿sería el tema de tu reciente matrimonio con el jefe de una familia criminal griega? ¿O tendría algo que ver con tu tío criminal? ¿Quizás hay un banco que necesita ser atracado? No hace falta decir que hay una razón por la que la llamo mi némesis. Política Urbana ya es una clase increíblemente dura y matizada. Pero es aún peor con la profesora Candace Martell respirándome en el cuello porque tiene algún tipo de venganza contra mí, Dios sabe por qué. —De todos modos, te llamo porque quería asegurarme de que sabías que estar a distancia significará un escrutinio más estricto en tu trabajo de curso. Porque por supuesto que lo hará. —Soy consciente de ello. Y gracias de nuevo, profesora, por la comprensión. —Espero que sepas en lo que te estás metiendo, Neve. Cuelga. Sí, yo también.

Es la sexta o séptima mañana de vivir con Ares cuando me siento erguida en el sofá, despertando en puro caos. Mi corazón late como si estuviera en modo de supervivencia total mientras la violenta, horrible y jodidamente fuerte música retumba en el ático. No, borren eso. Ni siquiera es música. Es ruido. Como un muro de caos sónico con alguien que suena como un demonio gritando sobre él.

140

Es básicamente la mierda que les dijeron a los terroristas capturados en Zero Dark Thirty, y siento que mi corazón está a punto de estallar fuera de mi pecho. O como si estuviera a punto de tener un ataque de nervios, solo siete segundos después de despertarme. Qué. Mierda. Con el ceño fruncido, me envuelvo en el edredón y avanzo por el pasillo que conduce al dormitorio de Ares y a su oficina en casa. La puerta de la oficina está cerrada, así que la golpeo con furia, una y otra vez, sin estar realmente segura si puede escucharme por la locura. Pero de repente, la puerta se abre de golpe y parpadeo cuando me encuentro cara a cara con un Ares sin camisa. Sus bíceps están más hinchados que de costumbre, y hay una capa de sudor en su pecho. Mirando más allá de él, puedo ver el banco de ejercicios y las mancuernas instaladas en el otro extremo de la oficina, al lado de su escritorio. Trago con dificultad, el calor se arrastra a mi cara. Ya pasó una semana desde esa primera noche, nuestra noche de bodas. Cuando me ayudó a quitarme el vestido y luego se deshizo de casi todas mis inhibiciones y reservas. Cuando me penetró a un centímetro de mi vida, haciéndome correrme con tanta fuerza que estoy bastante segura de que tengo distensiones musculares abdominales permanentes por apretar con tanta fuerza. No se ha repetido. De hecho, no nos hemos tocado en absoluto, y mucho menos hecho eso. Y no es como si ninguno de nosotros estuviera reprendiendo los avances del otro. No ha habido un avance, de ninguno de nosotros. Ni siquiera hablamos mucho. Es como si tuviéramos una explosiva noche de sexo, y luego ambos recordáramos que se trataba de un matrimonio falso y decidiéramos derribar las paredes. Muros muy, muy altos. Lo cual está bien conmigo. Bueno, casi bien. Porque si bien esa noche podría haber sido explosiva a un nivel que me dejó conmocionada, sin mencionar que todavía estaba magullada y dolorida,

141

no es como si “lo sacara de nuestro sistema”. O al menos, no lo sacó de mi sistema. En realidad, estoy bastante segura que empeoró las cosas. Estar con Ares esa noche fue como probar la heroína. Fue como recibir un subidón de un adictivo demonio que gustosamente permitías que clavara sus garras en ti. Una adicción con la que literalmente sueñas. Lo cual hago. Vivamente. Por la noche. Con insoportables y mortificantes detalles. Porque si bien podría dar vueltas y vueltas toda la noche soñando con deslizarme en la cama de Ares y sentir que me toma así de nuevo, no hay una maldita forma en que sea quien mencione o inicie algo. Tampoco es una tontería de rol de género. Es orgullo. De ninguna manera le daré a ese hombre presumido y arrogante la satisfacción de que le pida -peor aún, de suplicarle- que me penetre de nuevo. No. No sucederá. En cuanto a Ares, o está en el mismo juego de “no pedir primero” o no quiere que se repita. Y no es para tocar mi propia bocina, pero llamo tonterías a la opción número dos. Lo que significa que ambos estamos en este juego de la Guerra Fría de no ceder primero. Y lo odio. Me detengo en seco, todavía hirviendo a fuego lento, obligando a mis ojos a permanecer en los suyos en lugar de deslizarme por su acanalado, musculoso y pecaminoso cuerpo. —¿Sí? Le frunzo el ceño. —¿Qué diablos estás escuchando? —Se llama death metal, princesa. —¡Es horrible!

142

—Bueno, gracias por esa admisión no solicitada de tener un gusto de mierda en la música. Lo miro. —¿Disculpa? Tengo un gusto fantástico, ¿¡podrías apagar eso!? —¿Qué? —¡Ya te lo dije! —grito—. ¡¿Podrías por favor apagar eso?! —Ahh… —me sonríe débil y con aire de suficiencia—. No. Lo miro. —¿Por favor? Ares levanta un hombro, arqueando una ceja. —Podría hacerlo. —¿Pero? —Pero te costará. Mis ojos se estrechan letalmente hacia él. —¿En serio? —Real y verdaderamente. Me estremezco cuando el cantante, o el troll, o el duende, o quien malditamente que esté gritando alemán o élfico o klingon o lo que sea en el micrófono, comienza de nuevo en la ensordecedora pista. —¡Bien! —chasqueo—. ¿Cuánto me costará? Sólo dilo. La sonrisa de Ares se vuelve sádica y acalorada. Odio cómo mi pulso se acelera de repente. Cómo se me endurecen los pezones bajo la fina camiseta que me puse para dormir anoche. —Con alegría. El precio eres tú, de rodillas, aquí y ahora, con mi pene en tu garganta. Ojalá pudiera decir que mi primera reacción es abofetearlo. O llamarlo cerdo, o imbécil. O decirle que se vaya a la mierda con un atizador al rojo vivo. Sin embargo, debido a que aparentemente dormir con Ares Drakos me convirtió en una adicta a los penes con la libido de una niña de doce años, no es mi primera reacción. En absoluto.

143

Lo primero que hago cuando dice su precio es apretar los muslos mientras el calor se acumula entre ellos. Lo segundo es detenerme a la fuerza para no caer literalmente de rodillas aquí. Creo que necesito ayuda psiquiátrica. Trago, recuperándome y obligando a mi respiración y pulso a estabilizarse lo mejor que pueden. Entonces le sonrío con fuerza, tratando de contener la oleada de lujuria que inunda mi rostro. Ares me devuelve la sonrisa. —¿Es un sí lo que veo en tus ojos, querida esposa? —¿Hmm? No. En realidad fue un “ve a chupártelo tú mismo, imbécil” lo que viste. Error de novato, no te rindas. Sus labios se curvan en un gruñido en las esquinas, y me estremezco. —Iremos a cenar en la casa de mi familia esta noche. Mi gente, la tuya, algunos socios comerciales. —¿Por qué? Ares se encoge de hombros. —Porque necesitamos mostrarles un frente fuerte y unido a nuestros enemigos y aliados. Todo es parte del espectáculo. Estarás lista para partir a las seis. —Paso. Frunce el ceño. —¿Disculpa? —Dije que paso. Como en, no, gracias. —No fue una petición, esposa. Tampoco lo es la estipulación de que te pongas lo que puse sobre la cama para ti. Frunzo el ceño cuando me doy la vuelta para ver por el pasillo hacia la puerta abierta del dormitorio. Miro hacia él. —¿No tienes curiosidad? Aprieto los dientes. Joder, por supuesto que la tengo. Ares sonríe, pasa junto a mí y entra en el dormitorio. Lo sigo, aunque solo sea para alejarme más de ese maldito death metal. Dentro del dormitorio, se gira, levantando un musculoso brazo para tomar un pequeño vestido negro delgado, corto, brillante y glamoroso.

No es tan nada como yo, que es cómico.

144

—Sí, no. No usaré eso. —Lo usarás mucho. —Lo siento, ¿tenías la impresión de que era una escolta profesional? — chasqueo—. Porque es quien usa un vestido como ese. —Entonces las escoltas que conoces tienen muy buen gusto. Llevarás esto esta noche. Respiro lentamente, midiendo mis palabras antes de levantar los ojos, sonriéndole con tensión. —¿Recuerdas que mencioné que podrías estar acostumbrado a cierto tipo de chica? Ares pone los ojos en blanco. —¿Del tipo que usaría eso? —presiono—. ¿Y cómo no soy esa chica? Ares se queda en silencio por un segundo, solo mirándome. De repente, hace un movimiento de bostezo exagerado. —Estúpido. Se aclara la garganta. —Lo siento. Me quedé dormido allí por un segundo. —Eres un idiota. —Y tú estarás lista a las seis, usando esto. Conduciremos juntos. Fin. De. La. Discusión. Antes de que pueda abrir la boca, ya está cruzando el dormitorio hacia el baño. Sus pantalones cortos y calzoncillos de entrenamiento de repente caen al suelo mientras camina quitándoselos, convirtiendo mi rostro en un escandaloso tono rojo mientras mis ojos se pegan a su perfecto trasero. Luego se aclara la garganta, levantando mis ojos hacia los suyos, mirándome con diversión por encima de su hombro. Mi cara palpita con calor. —Si deseas ver más de cerca, eres más que bienvenida a unirte a mí en la ducha. Trago, estremeciéndome levemente cuando el crudo deseo inunda instantáneamente mi sistema.

—Quiero decir... —Sonríe—. Si realmente lo necesitas.

145

Su arrogante sonrisa se asegura que entienda muy bien que “lo” no significa “una ducha”. No, me está buscando para romperme primero. Para que le ruegue si puedo ducharme con él, aunque solo sea para estar cerca de su pene. —Eres más que bienvenida —dice de nuevo, guiñándome un ojo—. Mientras digas por favor. Maldito. Cabrón. Le devuelvo su sonrisa de suficiencia, haciéndole una mueca antes de salir corriendo de la habitación cuando la ducha comienza detrás de mí. Marcho directo a su oficina y apago la música, exhalando físicamente con alivio cuando el bendito silencio me cubre de repente. Gracias a Dios. Estaba a punto de perder la maldita cordura si tuviera que escuchar un minuto más de eso. De vuelta en la sala de estar, me acurruco en el sofá con una taza de café y saco mi computadora portátil y los libros de mi bolso. Falsa mafiosa, casado o no, todavía tengo trabajo escolar que hacer si alguna vez obtendré este maldito título de maestría. Estoy gruñona, todavía medio dormida y muy poco sexual. Pero al menos está callado… Casi salgo de mi piel cuando la música de metal que grita de rabia de repente estalla en el ático desde la oficina de Ares. El café se derrama sobre mi regazo y sobre mis notas de estudio, y maldigo en voz alta mientras me pongo de pie. —Lo siento, ¿dijiste algo? Levanto mi mirada, viendo furiosamente a Ares mientras se inclina casualmente contra la pared del pasillo. Está vestido esta vez, al menos. —Idiota… Frunce el ceño, golpeándose las orejas y sacudiendo la cabeza. —Lo siento, ¿podrías gritar? No puedo oírte por encima de la música. Lo fulmino con la mirada. —Tengo que ir a atender algunas cosas. El vestido todavía está en la cama. Estarás lista a las seis.

146

Mis dientes rechinan mientras lo veo caminar casualmente por el ático, abrir la puerta y salir sin decir una palabra más. En el momento en que se cierra la puerta principal, vuelvo a su oficina para apagar la maldita música. Solo para encontrar la puerta cerrada y bloqueada. Hijo de puta.

17

147

L

NEVE

e sonrío cordialmente al miembro del personal de la casa Drakos que me saluda cuando salgo del ascensor hacia la lujosa casa. —Buenas noches, señorita Drakos...

—Señora Kildare. El hombre frunce el ceño con perplejidad. —Me quedaré con mi apellido de soltera —le explico. Asiente rígidamente. —Muy bien, señora. Las bebidas se servirán en la biblioteca del segundo piso. —Suena genial. ¿Fue demasiado entusiasta? Ya estoy ebria por las dos copas de vino que bebí un poco rápido en el salón de cocteles de la calle. —¿Puedo molestarte con la hora? El hombre sonríe y mira su reloj. —Las siete y cuarto, señorita. —Hermoso. Gracias. —¿La acompaño hasta el…? —Oh, no, gracias. Lo puedo manejar. Con paso ligero y un agradable zumbido de vino que me levanta el ánimo, recorro el pasillo hasta una de las elegantes escaleras de mármol que conducen al segundo piso. Me detengo en uno de los espejos dorados que cuelgan de la pared, girando y sonriéndome. El vestido de tiras, con la espalda abierta y largo hasta el suelo es mucho más mi estilo que cualquier otra mierda de Pretty Woman con la que Ares quería que me pavoneara. Este es blanco con un diseño azul, que me recuerda a un clásico patrón de porcelana azul, y me encanta.

148

Es lo que sucede cuando Ares decide hacer todo lo posible y tratar de convertirme en su esposa dócil y obediente. No “lista y esperándolo” a las seis. No usando el pequeño disfraz que eligió para mí. Será en mis términos. Disfruto de un encantado giro más antes de subir a la biblioteca para tomar un coctel. Pero apenas estoy subiendo las escaleras cuando una mano de repente agarra mi muñeca y me hace girar para sujetarme contra la pared. Jadeo, mi corazón salta y late con fuerza cuando mis ojos se encuentran con los tormentosos y penetrantes de mi esposo. —Es un juego interesante el que elegiste. Me estremezco. A pesar de que tengo coraje líquido fluyendo por mis venas, y aunque me di una charla de ánimo durante la hora pasada sentada en la barra, diciéndome que no aguantaré su basura... de pie aquí, clavada a la pared, con el hombre más peligrosamente atractivo y letal que he conocido cerniéndose sobre mí, todavía titubeo un poco. Entonces me detengo, tomando aliento y encogiéndome de hombros casualmente. —No estoy en ningún juego. —Mierda. Te esperé por… —Simplemente estoy eligiendo no entrar en tu juego. Los ojos de Ares se estrechan. —Te dije muy claramente… —Todavía no te has dado cuenta de que no me posees, ¿verdad? Sus ojos brillan y su agarre se aprieta en mi brazo, haciéndome temblar mientras el calor y la lujuria hierven traidora y peligrosamente a través de mí. —Como el infierno, que no lo hago. Eres mi esposa. Pongo los ojos en blanco. —Soy tu compañera de cuarto, Ares. Ni siquiera compartimos una cama. —Es un poco difícil sentir simpatía por una mujer que decidió activamente pasar sus noches en el sofá, Neve.

149

—Vaya, Ares, sé que una mujer que no cae sobre sí misma para gatear sobre manos y rodillas hasta tu cama es un concepto extraño para ti. Bueno, me alegra abrirte los ojos a nuevas experiencias. Por nada. Sonríe con aire de suficiencia. —Ahh, ahí están esos celos otra vez. —Yo… Hago una pausa cuando veo un destello de movimiento más allá de su hombro. Al final del pasillo, una mujer sale de la biblioteca, con un coctel en una mano y un celular en la oreja en la otra. Le sonríe ampliamente a algo, asintiendo antes de volverse para ver en nuestra dirección. No estaba “celosa” hace un segundo. Pero cuando me doy cuenta de quién es la mujer, mi temperamento, y los celos que sigo jurando que no existen, surgen. Lucía maldita Bolinaro. Aquí. De nuevo. Me lanza una rápida y falsa sonrisa antes de regresar a la biblioteca. Se me acelera el pulso cuando me vuelvo hacia Ares y sonrío. —Oh por favor. Desearías que estuviera celosa de tus putas. Resopla. —¿De mis putas? —De tus amigas especiales —me burlo—. Mujeres. Novias. Amigas para tener sexo. Amantes. Como sea que las llames. Su ceño se frunce, un ligero rizo persistente en las comisuras de su boca. —Tengo treinta y un años, Neve —gruñe—. Espero que no tuvieras la impresión de que me había estado reservando para el matrimonio. —Oh, créeme, nunca imaginé que tendrías ese tipo de autocontrol — espeto—. Pero no estoy segura, dado lo importante que es para ti toda nuestra imagen, que invitarlas a cenar con tu nueva esposa sea exactamente apropiado. Frunce el ceño confundido antes de que haga clic para él. —¿Estás hablando de Lucía?

—No estoy hablando de…

150

—Es una amiga. —Excelente. —Como en una amiga, Neve —murmura—. No es un eufemismo. Su padre es Ricardo Bolinaro. Estamos conectados a través de los negocios. No es que tenga que darte explicaciones. —No lo tienes qué hacer. Porque me importa una mierda. Pone los ojos en blanco antes de entrecerrarlos hacia mí. —¿Y tú? —gruñe en voz baja—. ¿Algún esqueleto de exnovios que deba conocer? —Oh, montones. Es como apretar un botón. Instantáneamente, observo su rostro ponerse rígido en una máscara de furia, sus ojos lívidos y peligrosos. Me estremezco, tragándome el rubor de la emoción por escandalosamente atractivo que se ve así ante la mención de mis ex.

lo

De los cuales, por cierto, hay un gran y patético total de uno. —Tengo veinticuatro, Ares —le espeto, imitando su tono de hace un segundo—. Espero que no tuvieras la impresión de que me había estado guardando. Su mandíbula se tensa, igual que su posesivo agarre en mi brazo, a un nivel casi doloroso. Pero joder, qué calor verlo transformarse en esta máscara de furia y celos solo ante la burlona mención de otra persona. —Aww, tu pobre ego está herido porque no fui una sonrojada novia en nuestra noche de bodas... Jadeo cuando de repente casi me tira de mis pies, arrastrándome a la vuelta de la esquina y empujándome delante de él a través de una puerta hacia un baño de invitados. Mi pulso se dispara, mi núcleo se estremece y se contrae cuando Ares irrumpe detrás de mí y cierra la puerta. —¿Qué diablos crees que estás…? Mis palabras se convierten en un gemido cuando me hace girar a la fuerza, fijándome contra el espejo de cuerpo entero montado en la pared de

151

azulejos dentro del baño. Su peso me presiona, aplastándome y haciéndome jadear ansiosamente cuando siento sus labios en mi oído. —Te vi muy sonrojada —gruñe. Dejo escapar un ahogado y estremecido gemido cuando sus dientes raspan el lóbulo de mi oreja. —Especialmente cuando te estaba penetrando. Mi ceño se hunde, mi mejilla presionada contra el espejo y mi aliento empañado mientras tira de mi vestido hasta la cintura. Me azota el trasero con la palma de la mano, haciéndome gritar mientras araño el vidrio frente a mí. —Y aclaremos algo —sisea Ares peligrosamente en mi oído. Jadeo y mis ojos miran fijamente mientras tira de mis bragas hasta mis rodillas y empuja su muslo entre mis piernas, obligándolas a separarse. Escucho su cremallera, y tiemblo mientras jadeo contra el espejo, estremeciéndome cuando una de sus grandes manos envuelve mi garganta por detrás. —No somos compañeros de cuarto. Eres mi puta esposa. Su gorda e hinchada cabeza se hunde entre los labios de mi vagina, deteniéndose allí mientras me tambaleo al borde de mi cordura. —Y estoy jodidamente cansado de fingir lo contrario. Agarra mi cadera, aprieta mi garganta y conduce cada puto centímetro de su enorme pene dentro de mí en un poderoso empujón. Santa. MIERDA. Por una fracción de segundo me estremezco, pero el placer que sigue a la invasora sensación inicial es abrumador. Gruñe, sumergiéndose bruscamente en mí de nuevo, esta vez con tanta fuerza que me levanta sobre las puntas de mis pies. Grito, gimiendo contra el espejo mientras olas de deseo nublan mi visión. Ares gruñe en mi oído, agarrándome con fuerza y penetrándome brutalmente. Sin piedad. Agresivamente. Deliciosamente. Y mientras su hermoso pene se clava en mí una y otra vez, sus abdominales golpean mi trasero y sus dedos se envuelven con fuerza alrededor de mi garganta, me pierdo en la ferocidad de eso.

152

He estado deseando esto, como una droga. Como una drogadicta anhelando el próximo golpe. Toda la maldita semana. —Dime —dice con voz áspera en mi oído, gruñendo mientras me penetra, sus bolas golpean mi clítoris mientras gimo de placer—. Dime cuántas veces te tocaste en ese sofá durante la semana pasada, pensando en mí inmovilizándote y penetrándote como si supiera muy bien que querías que lo hiciera. Vuelvo a gemir, jadeando mientras embiste contra mí, penetrándome contra el espejo una y otra vez. —Yo-yo no… —Mentirosa. ¿Cuántas veces, Neve? —gruñe mientras se entierra, su mano deja mi cadera para azotar mi trasero, duro—. Dime cuántas jodidas veces hiciste que este lindo gatito se corriera, deseando que fuera… —¡Diez! —grito, sollozando profundamente dentro de mí.

de

placer

mientras

gira

su

pene

Ares gime. —¿Te tocaste diez jodidas veces en siete días? Gimoteo. —Qué chica tan sucia. Sus dientes muerden mi cuello, haciéndome jadear mientras el placer aumenta. —Muéstrame. Ni siquiera me molesto en luchar contra eso. No trato de actuar escandalizada ni sorprendida. No puedo hacerlo. Instantáneamente dejo caer una de mis manos con entusiasmo y avidez entre mis piernas, gimiendo cuando empiezo a frotar mi resbaladizo clítoris mientras me penetra. —Ahí está mi niña buena —dice con voz áspera en mi oído—. Déjame sentir que jodidamente te corres para mí. Déjame sentir esta pequeña vagina caliente correrse sobre mi jodido pene, como si supiera que me ha estado doliendo toda la puta semana. Grito, gimiendo cada vez más fuerte mientras me golpea. Sé que nuestras familias están justo al final del pasillo y que es posible que puedan escuchar. Sé que estoy siendo demasiado ruidosa.

Pero no. Puedo. Detenerme.

153

Siento un pellizco y un tirón en las rodillas, y luego el sonido de la tela rasgándose. Antes de que, de repente, encaje en mi boca y mi mundo se encienda. Son mis bragas. Simplemente me arrancó las jodidas bragas y me las metió en la boca para ahogar mis gemidos y llantos mientras me penetra contra la pared del baño. Pierdo todo el autocontrol. Todo compostura. Toda sensación de cualquier cosa excepto la eléctrica sensación de su cuerpo fijándome contra el espejo mientras su grueso pene me empuja una y otra vez, como un martillo neumático, hasta que mis piernas comienzan a ceder. Su mano se aprieta alrededor de mi garganta mientras su boca juguetea con el lóbulo de mi oreja. —Mírate —ordena. Gimoteo mientras mis ojos se elevan hacia el espejo. Mi pulso se acelera y mi núcleo se aprieta con fuerza mientras observo la vista completamente sumisa: Ares me penetra bruscamente por detrás, mi cara está roja por el placer y sus dedos alrededor de mi garganta, mis bragas metidas en mi boca. mientras la saliva gotea por mi barbilla, todo mientras froto mi clítoris furiosamente, desesperada por liberarme. —Y ahora te verás jodidamente corriéndote para mí. Hazlo. Mírate correrte sobre mi pene como una chica codiciosa. Exploto. Me refiero a que todo mi maldito mundo detona. Grito dentro de la mordaza que tengo en la boca y tiro del espejo con tanta fuerza que estoy segura de que se romperá. Me arqueo contra él, doblando los dedos de mis pies mientras me levanto sobre las puntas de mis pies con su pene enterrado hasta la empuñadura dentro de mí. La liberación se siente como cruzar al más allá por un segundo. Es como ser estallada en un millón de pedazos revoloteando y dispersándose arrastrados por el vórtice de un huracán. Salgo disparada hacia otro mundo, ahogándome y sollozando de placer contra el espejo mientras Ares se hunde en mí. Gimo cuando siento su pene palpitar y pulsar, derramando su semen profundamente dentro de mí mientras me hundo de nuevo en él.

El tiempo se detiene. El mundo deja de girar.

154

Santa. MIERDA. Todavía estoy temblando cuando siento que sus labios rozan mi cuello y mi oreja. Las arruinadas bragas son arrancadas de mis labios, y ahogo un gemido. Entonces, de repente, gira mi cabeza y sus labios aplastan los míos, besándome profundamente. Lentamente, me giro en sus brazos. Mis manos toman su rostro mientras se desliza posesivamente sobre mis caderas, atrayéndome hacia él. El beso se profundiza, surgiendo mientras jadeamos en la boca del otro. Y luego, se acabó. Lentamente, se aleja, sus ojos chispean con fuego líquido cuando se encuentran con los míos. Me sonrojo cuando vuelve a meter su pene en sus pantalones y me alisa el vestido. —No estoy seguro de que te las vuelvas a poner. Miro hacia abajo para verlo girando mis bragas rotas y mojadas en un dedo. Mi cara arde intensamente y mis labios se fruncen mientras las arranco de sus manos y las meto en mi bolso después de que lo recojo del suelo. Tragando, lo veo a los ojos, y ambos nos quedamos como congelados. Ares se aclara la garganta mientras se arregla la chaqueta y se aparta el cabello de la cara con los dedos. —Ahora —gruñe, mirándome con una pequeña sonrisa en su rostro que me electriza de nuevo—. Vayamos a comer. No sé qué fue eso. Pero fue algo completamente diferente. Algo inesperado. Algo elevado y gigante. Tal vez a una altura que se suponía que no debíamos alcanzar, como Ícaro volando demasiado cerca del sol. Porque seguro que se siente como si yo estuviera en llamas.

18

155

C

NEVE

amino aturdida al lado de Ares mientras nos dirigimos por el pasillo hacia la biblioteca donde todos están tomando unas copas antes de la cena. Mi pulso sigue latiendo en mis oídos. Mis piernas se sienten como espaguetis, y mis tobillos se tambalean en mis tacones. Me estremezco cuando empiezo a caer, mi tobillo casi se tuerce. De repente, su mano está ahí, entrelazada con la mía, su otra mano en mi espalda baja para estabilizarme. —¿Estás bien? —Bien —me encogí de hombros casualmente—. ¿Tú? Ares me mira, arqueando una ceja. Es como la Guerra Fría que tuvimos toda la semana, ninguno quería ser el primero en sugerirle otra ronda de olímpico y divino sexo al otro. Sonrío para mí misma. Supongo que gané eso, ya que es el que me arrastró al baño para joderme los sesos. Pero ahora que se libertó la válvula de presión, y que desahogamos ese vapor y energía sexual, es como si hubiéramos vuelto al punto de partida de otro punto muerto. Excepto que esta vez, ninguno quiere ser el que diga lo obvio: que lo que sea que acaba de pasar allí atrás fue muy bueno. Absurdamente bueno. Bueno como en arruinado-para-sexo-normalahora. Ares se encoge de hombros. —Estoy bien. —Bien. ¿Bien? Uf. Justo en ese momento, afortunadamente justo antes de llegar a la puerta de la enorme biblioteca de la familia Drakos y a los cocteles, pasamos

156

frente a un gran espejo dorado que cuelga de la pared. Me doy la vuelta y se me cae la cara cuando capto mi reflejo, que al parecer me olvidé de ver de verdad en el baño mientras aún estaba en medio de mi subidón post orgásmico. Soy un desastre. No, borren eso. Soy un caliente desastre. De hecho, parezco la chica del cartel de “acabo de tener sexo en un baño”. Que, por supuesto, es lo que hice. Qué asco. Me detengo en seco, quitando mi mano de la de Ares. —¡¿Planeabas dejarme entrar a la cena con nuestras dos familias luciendo así?! Sonríe, encogiéndose de hombros. —Idiota 2. —¿De nuevo? ¿Tan pronto? Bueno, si insistes en querer más, pero yaya realmente se enfadará si llegamos tarde a… —Oh, Dios mío, crece —murmuro, reprimiendo una sonrisa y forzando un ceño fruncido mientras lo fulmino con la mirada. Me detengo frente al espejo para arreglarme el cabello y saco un lápiz labial de mi bolso. —Entra tú primero. Estaré ahí. —Seguro. Se inclina y besa mi mejilla. Ambos nos congelamos. Parpadeo rápidamente. Frunce el ceño, su mandíbula chasquea antes de aclararse la garganta. —Sí, nos veremos allí. No es hasta que está de vuelta en la biblioteca, con la puerta cerrada entre nosotros, que exhalo. Como, en serio, ¿qué diablos está pasando? Rápidamente, termino de arreglarme para no parecer una zorra de club. Cuando giro hacia la puerta de la biblioteca, me detengo. 2

Dick en inglés, polla, que al traducirse se pierde el juego de palabras.

Todavía no estoy lista para toda esa cháchara familiar.

157

Así que en vez de eso, doy la vuelta y golpeo los tacones por un pasillo diferente magníficamente decorado de la extensa propiedad Drakos. Asomo la cabeza a una sala de estar. Y allí, al otro lado de la habitación cerca de la ventana, veo un carrito de bar completamente abastecido. Hermoso. Me acerco y me sirvo un pequeño vaso de whisky, puro. No es que sea alcohólica y “necesite” un trago. Pero, quiero decir... ahora mismo... Necesito un trago. El whisky quema agradablemente mientras pasa por mi lengua y baja por mi garganta. Me estremezco, exhalo lentamente mientras me doy la vuelta... y casi me da un infarto cuando me doy cuenta de que no estoy sola en la habitación. Dimitra Drakos está sentada en una silla justo al lado de la puerta por la que acabo de pasar. Es una cosa tan pequeña, parecida a un pájaro, que ni siquiera la vi. —¡Oh! ¡Hola! —espeto. La matriarca Drakos me sonríe, brindando por mí con la copa de vino en la mano. Sonrío. —Parece que ambas queríamos una bebida más tranquila que un coctel completo. Solo me devuelve la sonrisa, asintiendo. Y de repente, se me ocurre que la razón por la que nunca hemos tenido una conversación, ni siquiera en la boda, es que no habla español. Le sonrío con curiosidad. —Entonces, ¿cómo va tu noche? La mujer mayor sonríe y asiente. —Óchi tóso kaló óso esý. ¡Allá aftó symvaínei giatí den me gámisan móno sto bánio ton episkeptón! Eh… Se ríe, sonriéndome y tomando un sorbo de vino. Correcto, entonces, eso es un no en español.

—Tú... no hablas español, ¿verdad? —me aventuro

158

Dimitra sonríe ampliamente, su rostro se ilumina. —¡Español! ¡Sí! ¡Nueva York! ¡Muy bueno! Luego asiente hacia la silla contra la pared junto a ella y le da unas tentadoras palmaditas con la mano libre. Sonrío y asiento mientras camino y me siento junto a mi abuela política. —Entonces, soy tu nueva nieta política. —Arqueo mis cejas hacia ella, sonriendo irónicamente—. Qué suerte tienes —agrego sarcásticamente—. Apuesto a que no tenías idea del dolor de cabeza que sería para tu nieto. Sonríe, todavía asintiendo. —Probablemente estés sonriendo porque crees que me enamoraré de él y que les daré muchos bebés. Pero simplemente no sucederá. Lo siento. No es verdad. Dimitra sigue sonriendo. —Acabo de tener el sexo más alucinante de mi vida en tu baño de visitas con tu nieto —suelto—. Quiero decir, como sexo tipo wow. ¿Ya sabes? Sonríe, asintiendo de nuevo. Me río, sonriendo mientras choco mi vaso con el de ella. —Bueno, salud, Dimitra. De repente, un gran hombre asoma la cabeza en la habitación: Kratos, el residente gigante de Drakos. Sus cejas se elevan cuando nos ve a Dimitria y a mí sentadas, pero luego sonríe. —¿Lista para la cena, ya-ya? ¿Étoimoi gia deípno? Dimitra suspira, poniéndose de pie y bebiendo lo último de su vino de una sola vez. Creo que ella y yo podríamos llevarnos a las mil maravillas. Incluso si su nieto es un gruñón con un ego tan grande como el suyo... sí. Le da una palmadita en el brazo a Kratos y sale sola. Mi cuñado se gira para sonreírme. —¿Tuviste una buena charla con ya-ya? —Oh, fantástica.

159

Sonríe mientras ambos entramos en fila a la biblioteca, donde una enorme mesa fue hermosamente acomodada, con todos los demás ya sentados a su alrededor. Eilish me lanza una mirada de “¿dónde diablos has estado?” y lucho contra el sonrojo que sube a mi rostro mientras tomo el único asiento vacío en la mesa, justo al lado de Ares, por supuesto. Los camareros sacan platos de comida y sirven vino. De repente, se escucha el sonido de una cuchara chocando contra una copa de vino. Cuando miro hacia arriba, levanto una ceja cuando veo a Dimitra de pie en la cabecera de la mesa. —Todos callados —gruñe Hades—. Ya-ya quiere dar un discurso. Callie, quien está sentada a mi otro lado, se ríe mientras se acerca. —Oh hombre, ya-ya adora sus grandes discursos. —Tendrás que traducirme —le susurro antes de girarme mientras Dimitra se aclara la garganta. —Quiero agradecerles a todos los miembros de ambas familias por estar aquí esta noche. Lo dice en perfecto español. Que. Me. Aspen. Por. Los. Dos. Lados. —Y quiero decir, salud por la familia, por el futuro y... —Se gira, mirándome fijamente mientras me encojo, rezándole a todo lo que es sagrado para derretirme en un charco y filtrarme por las grietas en el piso— . Por enamorarse. Me guiña un ojo. —Y por muchos bebés, por supuesto. Está jodiendo conmigo. —Estamos muy felices de darle la bienvenida a una chica tan buena como Neve a nuestra casa y a nuestra familia, como esposa de nuestro querido Ares. Sí. Está jodiendo conmigo totalmente. Ares se inclina, su boca junto a mi oído. —¿Crees que todavía pensaría que eres una buena chica si supiera que acabas de tener sexo contra la pared del baño con tus propias bragas metidas en la boca?

Sus labios provocan mi lóbulo de la oreja.

160

—Dime —gruñe—. ¿Aún puedes sentir mi semen dentro de ti? ¿O ya está goteando por tu...? Sigo sonriéndole al resto de la mesa mientras empujo mi puño hacia sus bolas. Pero me detiene en seco, su agarre retuerce mi mano mientras niega. —Empieza a gustarme demasiado cuando juegas sucio, querida. Todos comenzamos a comer, cuando de repente un sonido de repique de un celular suena atravesando el murmullo de la conversación. Ares frunce el ceño, mirando a Hades mientras su hermano menor se estremece y saca un teléfono tímidamente del bolsillo de su chaqueta. —Sin teléfonos en la mesa, tonto —bromea Callie—. Reglas de ya-ya. —Sí, lo sé, lo sé —murmura Hades, lanzándole a su abuela una tímida mirada—. Lo siento, ya-ya, olvidé que no estaba en silencio… Sus ojos se posan en su teléfono. Y lentamente, toda su cara se queda quieta. —Hades —murmura Ares—. Pon el maldito teléfono… —Tenemos que encender las noticias. Toda la mesa parece confundida cuando Hades se pone de pie, mirando a Cillian. Ares frunce el ceño. —Infiernos. Hades estamos en medio de… —Ahora, Ares —sisea Hades, con una mirada fría en su rostro. Cruza corriendo la habitación, presionando un botón en un control remoto que desliza una de las estanterías a un lado, revelando una pantalla plana detrás. El resto de nosotros nos miramos nerviosos mientras nos levantamos y nos dirigimos allá mientras Hades enciende las noticias. Un gran logotipo de una cadena de noticias llena la pantalla y un dramático tema musical se reproduce debajo antes de que un familiar presentador se aclare la garganta y asienta a la cámara. —Bienvenidos de nuevo al programa. Si nos acaban de sintonizar, estamos a punto de ir en vivo a la prisión de máxima seguridad ADX Florence en el condado de Freemont, Colorado…

Algo dentro de mí se tensa y se vuelve helado.

161

—Donde estamos a punto de ponernos cara a cara, por primera vez desde su encarcelamiento, con el hombre más peligroso de Estados Unidos. Oh, Dios. No. Siento una presencia detrás de mí. Poniéndome rígida, giro mis ojos hacia un lado y echo un vistazo por encima de mi hombro para ver a Cillian con un severo rostro viendo a la pantalla con puro odio. —Sería mejor si no vieras… —me murmura. La pantalla pasa a otro reportero. Está sentado en una habitación de rígido metal, en una silla de acero atornillada al piso de cemento. Se ve nervioso como el infierno, como Clarice Starling la primera vez que conoció a Hannibal Lecter. El reportero se aclara la garganta. —Buenas noches. Recibimos un permiso especial del Departamento de Justicia de Estados Unidos para llevarles esta exclusiva entrevista en persona con el hombre más peligroso de América… Mis ojos se cierran con fuerza. Siento que estoy a punto de caer. De repente, Eilish está justo a mi lado, su mano agarra la mía y la aprieta con fuerza para consolarme. —Seamus O'Conor. La puerta detrás del reportero se abre. Mi visión se tuneliza, bloqueando todo a mi alrededor hasta que todo lo que veo es a los dos guardias que conducen, esposado, al oso de hombre con barba plateada, cabello largo plateado y una mirada de pura maldad que brilla en sus ojos cuando de repente se mueven hacia arriba para ver por el cañón de la lente de la cámara. Y justo en mi alma. Por primera vez en quince años, aunque sea a través de un televisor, estoy cara a cara con el monstruo. Con mi monstruo.

162

Hades silba, sacudiendo la cabeza mientras ajustan las esposas del hombre mayor en la pantalla para que esté esposado a su silla, que también está atornillada al piso a una distancia segura de la del reportero. —El diablo. La voz de Dimitra es fría y viciosa, sus ojos se entrecerraron en la pantalla. —Bienvenido, señor O’Conor —lanza el reportero en su entrevista en la televisión—. Ahora, era un asesino a sueldo de la mafia irlandesa, ¿es así? Mi monstruo sonríe ampliamente, dientes blancos y relucientes colocados en una mandíbula que incluso podría ser hermosa si no fuera pura maldad. —No. Era un artista. El reportero mira nervioso a la cámara y vuelve a aclararse la garganta. —Bien. Por supuesto. Bueno... Una de las razones por las que queríamos hablar con usted hoy es que, aunque ha habido llamados públicos para que nunca sea liberado, parece que estará en libertad condicional el próximo mes. Se siente como si me hubieran arrancado los pulmones. Me ahogo, de repente incapaz de respirar, y vacilo, solo Eilish y Cillian me salvaron de caer al suelo. Qué. MIERDA. Giro la cabeza, mi rostro pálido y horrorizado cuando me encuentro con los ojos de mi tío. —¿Lo sabías? —No. —Sacude la cabeza sombríamente, sus ojos fríos—. No, no lo sabía. —Saca su teléfono antes de darme una dura pero reconfortante mirada—. Haré algunas llamadas. ¿Estás bien? Asiento, tragando. —Lo estaré. —Cuando vuelvo a la televisión, todavía apretando la mano de mi hermana con fuerza, atrapo a Ares mirándome con curiosidad. Frunce el ceño, pero aparto mi vista de él, de vuelta al monstruo en la pantalla.

163

—Ahora, señor O’Conor, si lo liberan, ¿qué hará? ¿Empezar de nuevo? ¿Vivir una nueva vida? Estoy seguro de que los quince años que lleva encarcelado le dieron mucho tiempo para pensar… El monstruo comienza a reír. Bajo al principio, luego más y más fuerte, hasta que ruge con una carcajada que le hace temblar el vientre y echa hacia atrás su cabeza de melena plateada. Incluso los endurecidos guardias de la prisión detrás de él parecen aterrorizados. Deberían estarlo. Lentamente, el monstruo deja de reír. Se ríe, limpiándose una lágrima de su ojo antes de que su mirada se dirija directamente a la cámara. —Si me liberaran —gruñe con su marcado acento irlandés—. Lo primero que haría sería perseguir a las cucarachas que me pusieron aquí. El entrevistador frunce el ceño. —Eh, señor O'Conor, creo que lo que quise decir fue… —Les cortaría la garganta a todos. Y. A. Cada. Maldito… —Señor O'Conor, por favor... —… Kildare ahí afuera. La biblioteca se queda en silencio. Y puedo sentir los ojos de toda la familia Drakos girando lentamente para mirarnos a Eilish y a mí. Castle se acerca a mí, su rostro sombrío. En la televisión, los labios de Seamus se curvan en una demoníaca sonrisa directamente a la cámara. —Y empezaría contigo —gruñe, sonriéndome directamente, como si pudiera verme a través de la lente de la cámara de la estación de noticias— . Sí, contigo —dice con voz áspera—. No puedo esperar a ver cómo has crecido, Neve. Me ahogo, mi corazón se me sube a la garganta. —¿Qué diablos es esto? —gruñe Ares, lanzando su mirada hacia mí, una mirada que no puedo leer en sus ojos mientras me apuñalan. Le devuelvo la mirada, muda, impotente. —Sí... Si estos idiotas son suficientemente generosos como para dejarme salir. —Seamus se ríe en voz baja—. Iré por ti, Neve. —Su sonrisa se hace más amplia y con más dientes, y su mandíbula se aprieta con fuerza.

164

Y luego sucede. Tan rápido que todos en la celda y viendo la televisión realmente saltan. Seamus ruge, doblando toda su fuerza contra las esposas. Se sostienen, pero la silla a la que están unidas no. El metal gime y se rompe cuando los brazos de la silla truenan, todavía unidos a sus muñecas. Y de repente, la transmisión en vivo es pura carnicería. Gira, usando una de las piezas del brazo de la silla de metal esposado a su muñeca como arma, estrellándola contra la horrorizada cara del reportero. Vuelve a girar, balanceándolo en el cuello de uno de los guardias, haciendo que la sangre salpique por la pared antes de estrellar su puño contra la cara del segundo guardia. Las sirenas se disparan. Las luces rojas parpadean en el fondo cuando Seamus gira, corpulento y sonriendo demoníacamente. Agarra la cámara de su trípode, levantándola salvajemente hacia su lascivo y sonriente rostro hasta que su imagen llena la pantalla. —Iré por ti, Neve. —Se ríe, sus ojos se clavan en mi corazón—. Y te haré sangrar. La toma se ensancha y se sacude locamente cuando aparta la cámara de su rostro. Luego, la puerta detrás de él se rompe, y una legión de policías antidisturbios entra atropelladamente, derribando a Seamus al suelo antes de que la cámara se apague. La biblioteca se queda en silencio. Mi visión se nubla. Y luego me desmayo.

19

165

D

ARES

espués de eso, la cena termina. Hades se encarga de sacar a todos los que no son Drakos inmediatos o de la familia Kildare. Me quedo con Neve donde la acosté en un sofá en el salón después de que se volviera catatónica. Cuando ese maldito psicópata de mierda amenazó en la televisión en vivo con matarla. Algo se ata en un nudo de odio y violencia dentro de mí. Y, sin embargo, a pesar de toda la furia en mí en busca de una vengativa liberación, hay más, una parte de mí que no está envuelta en gruñidos de ira y de furia viciosa. Una parte de mí que no puede apartar los ojos de Neve mientras descansa durmiendo en el sofá. Oh, esa furia sigue ahí. Sé quién es Seamus O'Conor. Sería difícil encontrar a alguien en nuestro mundo que al menos no haya oído hablar de él. Quiero decir, Cristo, solíamos intercambiar historias sobre “el Ejecutor” cuando éramos niños, tratándolo como a un hombre del saco de la vida real, tratando de asustarnos unos a otros para no poder dormir. Pero, ¿qué diablos está haciendo rugiéndole a Neve a través de una maldita entrevista de televisión con que la hará sangrar? Es una pregunta que está más allá de mí. Pero obtendré respuestas, y las obtendré ahora. La puerta se abre y se cierra. Miro hacia arriba para ver a Calliope caminando hacia mí. Frunce el ceño mientras se acerca al sofá donde Eilish y yo nos hemos mantenido cerca de Neve. —¿Como está? —Todavía desmayada, pero estará bien. ¿Cómo está ya-ya? Mi hermana asiente. —Está bien. Asustada. Pero está en su habitación en el balcón con una copa de ouzo. Dijo que quería estar sola.

166

Miro hacia el otro sofá y a mis hermanos, quienes asienten ante lo que acaba de transmitir nuestra hermana. Los párpados de Neve parpadean, su ceño se frunce y, lentamente, la veo volver a la conciencia. —Eh, tú. —Eilish, quien tampoco se ha apartado de Neve, sonríe ampliamente mientras mira el rostro de su hermana—. ¿Cómo te sientes? Neve gime mientras se sienta con cautela y parpadea más despierta. —No lo sé —murmura. Sus ojos se deslizan hacia un lado, y se tensa cuando me ve sentado en el borde del sofá, con mi mirada fija en ella. Su ceño se frunce—. ¿Qué? —murmura con desdén. Antes de que pueda decir algo, la puerta del salón se abre y Cillian entra, seguido de Castle. Mi mandíbula rechina mientras me pongo de pie. —¿Qué diablos fue eso? Los sobrenaturales ojos verdes del irlandés aterrizan primero en mí, luego se deslizan hacia Hades, Kratos, Callie y Eilish. —Era Seamus O'Conor. —No jodas —espeta Hades—. Pero, ¿qué diablos estaba haciendo llamando a Neve...? —Sí —interrumpo, girándome hacia Cillian—. A mí también me gustaría mucho saber qué demonios estaba haciendo el Ejecutor en la televisión amenazando con matar a mi esposa. La mirada de Cillian pasa de mí a su sobrina. Frunzo el ceño, volteándome para ver a Neve asentir en silencio hacia él, y luego él asiente en silencio de vuelta. —¿Bien? —gruño. Cillian se queda en silencio por un minuto antes de caminar hacia la ventana y abrirla un poco. Se apoya contra la pared, saca un cigarrillo de una pitillera plateada que lleva en el bolsillo del pecho y se lo desliza entre los labios. Callie frunce el ceño. —No puedes fumar en…

167

Cillian enciende su cigarrillo con el movimiento de su reluciente Zippo plateado. Mi hermana lo mira fijamente, luego me ve con la boca abierta. Solo niego. Escoge tus batallas. Y en este momento, las respuestas son mi primera prioridad. A mi lado, Hades resopla. —Lo que sea. Esa vieja mierda es una historia de fantasmas de todos modos. Y está en la prisión más jodidamente dura del país. Así que se joda. Que incluso intente atacarnos con las pelotas que crea que está... —No se puede jugar con Seamus O'Conor —gruñe Cillian en voz baja, silenciando a mi hermano. Mi mirada gira hacia donde está parado junto a la ventana. Da una calada en silencio a su cigarrillo, el cereza ilumina su rostro y sus penetrantes ojos. —El Diablo Irlandés. El Ejecutor. Llegó como capitán de pelotón en el IRA durante los disturbios. De regreso en Irlanda, acumuló treinta y siete muertes confirmadas, y apostaría que al menos el doble de no confirmadas. Fue antes de que fuera dado de baja con deshonra por, y cito, conducta cruel y bárbara en el campo. Todo está en silencio mientras el irlandés mayor deja que su letal mirada verde recorra lentamente todos los rostros de la habitación. —¿Tienes alguna idea del tipo de horrible mierda que tienes que hacer para que el puto IRA piense que eres demasiado extremo? Hades empieza a abrir la boca, pero le disparo una fría mirada para que se calle. —Después de eso, se dirigió a Estados Unidos, donde sus… servicios especializados estaban en demanda. Se convirtió en el principal asesino a sueldo en Boston, Nueva York y Chicago, y durante los siguientes veinte años más o menos, su recuento de asesinatos fue de cientos. Hades silba en voz baja. —Oh, recién estoy empezando —gruñe Cillian en voz baja—. Como sabes, Declan, el padre de Neve y Eilish, era mi medio hermano, a través de mi padre Brendan y de sus... impropiedades. Hades resopla.

—Entonces, tu papá tuvo mucho sexo. ¿Cómo es relevante?

168

Cillian sonríe levemente. —Tal vez deberíamos sacar un tablero de ouija y preguntarle a tu madre cómo es relevante. Mierda. Puedo ver por el brillo en los ojos de Cillian que decir eso no se trató tanto de insultarme a mí ni a mis hermanos, de lo que se trató era de sacarnos de quicio, porque Cillian es así de imbécil. Mantengo mi calma. Calliope lo mira fijamente, pero también mantiene la calma. Hades y Kratos, sin embargo, caen en la trampa. Los dos maldicen violentamente mientras se ponen de pie para abalanzarse sobre Cillian. —Suficiente —ladré concisamente. Mis dos hermanos me ven, pero hacen lo que les digo y se detienen. Giro mi mirada hacia Cillian—. ¿Crees que podríamos dejar de molestarnos unos a otros durante cinco segundos para que puedas decirnos qué diablos está pasando? Una pizca de maliciosa sonrisa se burla de los labios de Cillian. Pero asiente. —Por supuesto. —Continúa—. La madre de Declan, la amante de mi padre, era Sheila… —da una lenta calada a su cigarrillo y luego exhala mientras su ceño se profundiza—, O'Conor. La comprensión me golpea. —Estás bromeando. Cillian niega. —No, no lo hago. Sheila O'Conor, como en la hermana de ese psicópata Seamus O'Conor. Supondré que no eres un completo idiota e investigaste a nuestra familia y la legitimidad de Declan como Kildare antes de que alguno de nosotros llegara a esta tregua. Lo hice. Brendan Kildare, el padre de Cillian, tuvo un hijo, Declan, fuera de su matrimonio, antes de que naciera Cillian. Cuando apareció Cillian, obviamente se convirtió en el siguiente en la línea a heredar el trono Kildare. Pero el Consejo Irlandés de Clanes, que es una especie de órgano rector de

169

la mafia irlandesa, acordó legitimar a Declan, el medio hermano, como un Kildare y no como un O'Conor, a pesar de que Sheila y Brendan nunca se casaron. Extraño, pero a sus ojos mantenía una presencia de “Kildare” al timón en Nueva York mientras Brendan, y más tarde Cillian, se ocupaban del imperio en el Reino Unido y Europa. —Te refieres a cómo el consejo legitimó a tu medio hermano como a un Kildare, para manejar las cosas aquí en Nueva York. Cillian asiente. —Exactamente. El padre de Declan, Neve y Eilish… —Frunce el ceño— . Quien también resulta ser sobrino de Seamus O'Conor. Mierda. De alguna manera, me perdí eso en mi investigación sobre la familia Kildare, antes de que el arreglo para casarme con Neve siguiera adelante. Obviamente, vi que el apellido de Sheila era O'Conor. Pero, quiero decir, joder, hay como un millón de jodidos O'Conor, y Mc-Thises y Mc-Thats con los irlandeses. Y no se anunciaba exactamente que el hermano de Sheila fuera el mismísimo diablo. El hermano de Sheila... y el maldito tío abuelo de Neve. Lentamente, deslizo mis ojos hacia donde todavía está sentada en silencio y quieta como una piedra en el sofá. Su rostro tiene una palidez que no es solo porque se desmayó. Y sus ojos tienen este miedo frío, apenas contenido. No la culpo. Ese jodido psicópata que acaba de decirle a la televisión nacional que quiere matarla es su jodida sangre. —Esa conexión familiar —gruñe Cillian—, es la única razón por la que... los métodos de Seamus fueron tolerados mientras lo fueron. Mi hermana traga con dificultad. —¿Qué métodos fueron? —Callie… —gruño en voz baja. Se vuelve hacia mí, frunciendo el ceño. —¿Qué? Quiero saber. Cillian se encoge de hombros. —Además de que Seamus es un psicópata desquiciado y trastornado…

170

—Bueno, apuesto a que ustedes dos tienen mucho en común, entonces —murmura Hades, sonriendo con suficiencia ante su propio humor. Cillian ve a mi hermano con una larga, delgada y fría mirada que me hela la sangre, y ni siquiera estoy en el lado receptor de ella. Lentamente, sus ojos se deslizan hacia Neve. Frunzo el ceño, viendo un intercambio de miradas secretas entre los dos. Cillian hace una pausa. Cuando Neve asiente en silencio, se aclara la garganta. Pero mis ojos permanecen en mi esposa. Y todas las cosas que no está diciendo en alto en este momento. —Seamus también es un fanático religioso. —Continúa Cillian—. Es una de las razones por las que el IRA se lavó las manos con él, y el Consejo de Clanes finalmente puso su maldito pie en sus métodos aquí en EE. UU. Seamus no solo iba tras un objetivo. Iba tras sus jodidas familias. Sus esposas, sus hijos... La mano de Eilish se desliza por el sofá para sostener la de su hermana con fuerza. —Vio su método de “sangrar a los inocentes”, y lo digo en serio literalmente, como una reparación a Dios por las malas acciones de las personas a las que fue contratado para matar. Callie se estremece, su rostro palidece. La mandíbula de Kratos se aprieta mientras niega con la cabeza, gruñendo algo con disgusto que no puedo entender. Pero rápidamente, dejé de ver a Callie. Y a Kratos. Y a Cillian. Miro a Neve y me pregunto por qué se ve tan jodidamente pálida en este momento. Vacía. Fría. Como si un fantasma arrastrara sus uñas por su espina. —Desafortunadamente, cuando el consejo actuó, fue demasiado poco y demasiado tarde. Dejaron suelto al diablo y no pudieron enviarlo de vuelta al infierno con un simple chasquido de dedos. Seamus se volvió rebelde, comenzó a tratar de construir su propio imperio. Y fue entonces cuando el consejo realmente puso su pie en el suelo. Cuando no dobló la rodilla. Cillian le da otra lenta calada a su cigarrillo, mirando por la ventana.

171

—Declan hizo un trato con el FBI para llevarles a Seamus para que pudieran encerrarlo a cambio de hacerse de la vista gorda ante cualquier negocio Kildare aquí en Nueva York. La habitación se queda en silencio. Mierda. Ahora ese es un jodido chisme que nunca supe. Los ojos de Hades se entrecierran. —¿Estás jodiendo…? —No apruebo delatar —gruñe Cillian—. En absoluto. Pero esto era diferente. Esto estaba volviendo a poner el mal encarnado en la caja de Pandora. Y Declan no hizo el trato solo. Fue sancionado por el consejo, que lo vio como una última medida para derribar a Seamus. Se encoge de hombros. —De todos modos, así es como… —No es todo. Todos nos sobresaltamos, volteándonos para ver a Dimitra de pie en la puerta, luciendo sombría, encontrándose con la mirada de Cillian. —Ese no es el final de la historia, señor Kildare. Neve se estremece. La mandíbula de Cillian se mueve mientras sus ojos parpadean con fuego verde. —No, no lo es —sisea en voz baja—. Seamus se enteró de lo que pasó. Se las arregló para escapar de la primera prisión en la que lo tenían. Luego de la segunda, y… El rostro de Neve se está convirtiendo en puro terror, sus ojos están nublados y distantes, como si estuviera a punto de desmayarse de nuevo. Frunzo el ceño, acercándome a ella y dejando caer una mano en su hombro. Se estremece violentamente, jadeando y lanzando su mirada hacia mí. —No fue mi intención asustarte —murmuro en voz baja, quitando mi mano de su hombro. —De todos modos, lo atraparon de nuevo —dice Cillian en tono cortante, continuando con su lección de historia—. Y esta vez, tiraron su trasero en ADX Florence y aventaron la llave. Mientras estuvo allí, puso a cuarenta prisioneros y a siete guardias en tumbas.

172

Podrían haber oído caer un alfiler cuando Cillian da una última calada a su cigarrillo y lo apaga en una maceta en la mesa junto a la ventana. Sus ojos atraviesan la habitación a través de la bruma del humo. —Seamus O’Conor no es el diablo. Es de quien el Diablo es lo suficientemente inteligente como para huir y esconderse. Kratos silba bajo, su rostro sombrío mientras niega. —El hombre que fue la noche de la boda… Todos los ojos en la habitación se vuelven hacia Neve cuando finalmente abre la boca. Frunzo el ceño, y aunque tengo esta extraña atracción por tocarla, aunque solo sea para poner mi mano en su brazo o algo así, me resisto. —Cuando levantó el arma, dijo “El Seiceadóir te dice hola”. Cillian le lanza una mirada, pero lo ignora. —El Seiceadóir es gaélico para el ejecutor. Mis ojos saltan a los de Cillian. Y está justo ahí, en toda su cara. Lo sabía. Veo jodidamente rojo mientras cruzo la habitación, hasta que estoy cara a cara con él. —Lo sabías —siseo peligrosamente—. Escuchaste lo que dijo ese hijo de puta antes de que le cortara la garganta. —Tal vez —dice Cillian en voz baja, ese borde delgado y letal en su voz— . ¿Y? —¡¿Y no pensaste en decir algo?! —Lo hice —gruñe de regreso—. Entonces decidí no hacerlo. —¿Por qué diablos no? —Porque no era asunto Drakos. Era asunto Kildare. —Todo el punto de esto —gruño—. Era combinar nuestro negocio… —Se refería a cosas que no te conciernen —sisea Cillian—. Y aunque estoy muy agradecido por la forma en que reaccionaste, lo que sucedió en tu boda nunca se repetirá. Era la única carta de Seamus, y apuesto a que ha estado esperando jugarla durante años. Mi sangre se vuelve caliente cuando mi ceño se frunce.

—¿Por qué Neve?

173

Cillian me ve a los ojos, pero su mirada no revela nada. —Respóndeme, hijo de… —Cuida tu tono, Dios de la Guerra —murmura débilmente. —¿Y si sale? —susurra Calliope, su rostro palidece. —No lo hará. —Hades niega—. Es el maldito ADX Florence. Hay una razón por la que llaman a ese lugar el Alcatraz de las Montañas Rocosas. No escapas. Nadie lo ha hecho y nadie lo hará nunca. Es imposible. Castle y Cillian comienzan a discutir con mis hermanos sobre las medidas de seguridad de la puta prisión y cómo podrían verse comprometidas, y Seamus y su aparente habilidad para proyectar su poder fuera de las paredes, como en la recepción de la boda. Apenas los escucho. Apenas puedo ver directamente a través de la ira y la furia que palpita dentro de mí, como una bomba en un temporizador a punto de estallar. Poco a poco me doy cuenta de que mi ira no está dirigida únicamente a Cillian por no contarme antes sobre la conexión con Seamus, o sobre lo que dijo el asesino en la boda. No estoy enojado porque no me lo informaran, o porque toda esta conexión con la familia Kildare se volvió diez veces más letal. Estoy enojado porque la idea de que Neve sufra algún daño es... La confusión retuerce mis entrañas. Intolerable. Y es un efecto secundario del matrimonio falso con Neve Kildare que nunca vi venir. —Ares. Cillian, Castle, Eilish y mi hermana se dan la vuelta alrededor de Neve, con Dimitra mirando desde la distancia, su rostro aún lleno de preocupación, mientras Hades y Kratos me llevan a un lado. —Esto es más de para lo que nos inscribimos —sisea Hades en voz baja, volviéndose para mirar a través de la habitación a la espalda de Cillian—. Como jodidamente más.

174

—Estoy de acuerdo. —La mandíbula de Kratos rechina—. Seamus O’Conor es un maldito monstruo. Esas malditas historias que solíamos inventar cuando éramos niños no están tan lejos de la verdad. En todo caso, son más dóciles. ¿Sabes lo que ese hijo de puta solía hacerle a la gente? Hades frunce el ceño. —Sí, matarlos, Kratos. En grandes números. Nuestro otro hermano niega. —Me refiero a cómo los mató. —Su rostro se oscurece—. Solía colgar a las familias de sus objetivos y crucificarlos honestamente. Mi nariz se retuerce con disgusto antes de que mis ojos se precipiten a través de la habitación. A Neve. —A la mierda con eso —murmura Hades—. Ares, esto realmente no es lo que esperábamos. Si ese maldito monstruo tiene una deuda que quiere que paguen los irlandeses, debería ser entre él y ellos solos. Ahora, también habrá un objetivo en nuestras espaldas. Me giro para dirigirle una fría mirada. —¿Y qué debemos hacer exactamente al respecto, Hades? Su mandíbula se aprieta. —Solo digo, si está detrás de Neve... ya sabes... Se ahoga cuando lo agarro por el cuello y lo golpeo contra la pared detrás de él. —¿Quien es mi ESPOSA? —gruño salvajemente—. En caso de que lo hayas olvidado. Hades me mira, apartando mis manos antes de enderezarse la camisa. —Relájate —murmura—. Solo decía. —Por favor, hazte un favor y nunca lo vuelvas a decir. Levanta una ceja con curiosidad hacia mí antes de que su mirada se dirija a Neve. Entonces de vuelta a mí. —Está bien, está bien —murmura, levantando las manos a modo de disculpa y viéndome—. No quise decir una mierda, ¿de acuerdo? Respiro lentamente, asintiendo.

175

—Llevaré a Neve de vuelta a mi casa. La seguridad aquí se reforzó, ¿verdad? Kratos asiente. —Sí, estamos bien. Le doy a mis dos hermanos un fuerte abrazo antes de ir a besar a Dimitra en la mejilla. —No pasará nada, ya-ya. Ella levanta sus ojos hacia los míos. Están oscuros y preocupados. —Él era material de las historias de fantasmas para ti y tus amigos — dice en voz baja—. Pero viví el reinado de terror de ese monstruo en esta ciudad. Cillian no se equivoca, engonós. Seamus O'Conor no es el Diablo. Es el que hace correr al Diablo. Mi mandíbula se aprieta. —Bueno, estás a salvo aquí. Y no saldrá de Florence. Es imposible. ¿Y esta libertad condicional sin sentido? —Frunzo el ceño y niego—. Pediré algunos favores, en caso de que alguien en esa junta de libertad condicional esté lo suficientemente loco como para considerar liberar a ese hijo de puta. Sonríe nerviosamente, acariciando mi mano. —Vete a casa, Ares. Cuida a tu esposa. Cuando todos comienzan a irse, Neve y yo finalmente nos miramos a los ojos. Se muerde el labio mientras me acerco a ella. —Vamos. Vámonos a casa y... —¿Podemos…? —Su ceño se frunce—. ¿Podemos ir a tomar una copa o algo? ¿Hablas en serio, mujer? —Podemos tomar una copa en mi… en nuestra casa. —Sé que podemos hacerlo. Yo solo… me sentiré atrapada si vamos directamente a casa ahora mismo. Necesito salir. —Neve… —Mira, cierras la puerta con llave y escuchas death metal hasta que te sangran los oídos cuando necesitas concentrarte y escapar, ¿verdad? Sonrío irónicamente.

176

—Bueno, yo necesito el murmullo de la conversación de un pub a mi alrededor y un poco de whisky en la mano. Me mira a los ojos, todavía mordiéndose el labio. —Ese hijo de puta está detrás de los muros más seguros del mundo, Ares. No vendrá por mí. —Fue tras de ti. —Mi ceño se frunce—. Y ya que estamos en el tema... —¿Podemos dejarlo? Arrugo la frente. Y ya que estamos en el tema, me gustaría saber POR QUÉ irá tras de ti, cuando tuviste tanto que ver con su encarcelamiento. —Ares —susurra—. Por favor. Perderé la puta cabeza si nos vamos a casa ahora mismo. Estoy acostumbrada a estar fuera de casa en el mundo. ¿Podemos por favor simplemente tomar una copa en algún lugar? Mi mandíbula rechina mientras dejo que la idea se filtre en mi cabeza. —Bien —finalmente gruño de mala gana—. Bien. Pero llevaremos seguridad. —Mientras mantengan la distancia. Asiento. Los dos nos quedamos callados. —Entiendes que estoy eligiendo dejar ir algunas de estas preguntas. Por ahora. Neve sonríe con una sonrisa pálida y torcida. Se acerca y aprieta mi mano. —Gracias.

20

177

H

ARES

ay bares irlandeses en Nueva York, y hay bares irlandeses en Nueva York. Los primeros están llenos de cursi mierda “irlandesa”: antiguos anuncios falsos de Guinness, tréboles por todos lados, las mismas cuatro cervezas de barril. Hacen una fortuna el día de San Patricio. Este último es el tipo de lugar en el que es mejor que no pongas un pie a menos que luzcas el papel y seas el papel. Afortunadamente, The Banshee, donde Neve insiste en ir, es de lo primero. No hay tipos de IRA de la vieja escuela que la miren de reojo o que la conversación se detenga en seco cuando entras. No, este lugar es la versión de Disney World de un pub irlandés, lleno de hípsters, amigos de finanzas y neoyorquinos de todos los días que tenían ganas de tomar Guinness o un whisky esta noche. Tiene el cursi trébol de cuatro hojas y la mierda de Erin Go Bragh en las paredes, y moderna música de indie rock sonando. Me siento completamente fuera de lugar. Los lugares con múltiples televisores, tipos con camisetas deportivas chocando los cinco cada vez que anota el equipo correcto, y una maldita campana que el cantinero hípster sigue sonando cada vez que alguien pide una ronda de tragos no son exactamente mi tipo de lugares. Prefiero una experiencia de bebida más sofisticada. Un código de vestimenta. Tenue iluminación. Sometido. Elegante. Recatado. El Banshee, en West Village, es el polo opuesto de todo eso. Divertidamente, también es tan jodidamente Neve que no puedo evitar sonreír y negar cuando entramos. —Toma una de esas cabinas. Llevaré bebidas para nosotros. Neve se desvanece entre la multitud, en su elemento, dirigiéndose hacia la barra. Empujo a un lado a un par de ruidosos fanáticos de los Knicks y agarro la última cabina de vinilo verde oscuro no reclamada a lo largo de la pared.

178

Es una multitud más grande de lo que me gustaría, dados los eventos del día. Pero tengo hombres afuera y a otro vigilando la entrada trasera del callejón. Y de nuevo, ese psicópata hijo de puta está encerrado en la prisión más segura del mundo. Estaremos bien. El estado de ánimo y el color general de Neve mejoraron en el viaje hasta aquí. No se ve tan fría y cerrada como antes. Es como si se hubiera sacudido la sombra que se cernía sobre ella desde la transmisión de televisión. Mis pensamientos se desvían de nuevo al lugar a donde se fue mi cabeza cuando toda esa mierda pasó hoy. Cómo mi reacción inmediata fue verla. Asegurarme de que estaba bien. Protegerla. No había esperado eso. Hay una parte de mí que quiere decir que así soy. O al menos en quien me convertí desde que ascendí al trono. Pero es una evasión. Es la excusa fácil. También está jodidamente mal. Porque no soy ese tipo. No a menos que la persona en problemas sea familiar. ¿Si fuera Callie, ya-ya o cualquiera de mis hermanos quien estuviera siendo amenazado de esa manera? Irrumpiría en el infierno para asegurarme de que estuvieran a salvo. Claro que sí. Sin embargo, aparte de la familia, no puedo pensar en ningún otro caso, especialmente en otra mujer, en el que me haya acercado a este nivel de viciosa protección. Con Neve, es más fuerte que cualquier cosa que haya sentido. Esta necesidad de protegerla. De gruñirle al mundo hasta que retroceda cuando se acercan demasiado. Para ahuyentar a las sombras y mantener a raya a los demonios. ¿Qué carajos me pasa? Frunzo el ceño, alejando esos pensamientos. Demasiado complejos. O al menos, estoy demasiado sobrio para sumergirme en esas aguas en este momento. En cambio, dejé que mi mente divagara incluso antes, antes de ese monstruo en la televisión. Arrastrando a Neve al baño de invitados. A perderme en ella.

179

Sonrío como un lobo ante el recuerdo, girándome para escanear a través de la multitud, mi mirada la busca. Mi pulso se acelera cuando veo su brillante cola de caballo de color rojo jengibre en la barra. Y luego, rápidamente, esa oleada de... algo... dentro de mí cuando la veo se convierte en otra cosa. Algo negro. O tal vez verde. Mi presión arterial se dispara cuando la veo echar la cabeza hacia atrás, riéndose estridentemente de algo que dice el presumido e inconformista cantinero con el cabello despeinado y el aspecto de chico bonito. Neve sonríe ampliamente, y veo jodidamente rojo cuando se inclina sobre la barra y abraza al chico antes de levantar las bebidas que deja y vagar de regreso a nuestra mesa. —Sé que tu penthouse solo tiene un whisky escocés vintage de mil dólares. —Se ríe sarcásticamente mientras se desliza en la cabina frente a mí—. Pero aquí, bebemos Jameson. —Neve sonríe mientras desliza el vaso de whisky irlandés con hielo sobre la mesa hacia mí—. Sláinte. Silenciosa, sombríamente, todavía cavilando sobre los confusos e indeseados sentimientos de tales celos posesivos, tomo mi vaso y me bebo la mitad. Neve levanta una ceja, mirándome mientras toma un sorbo de la suya lentamente. —Oh, ¿qué está pasando? Mis ojos saltan a los de ella. —¿Quién era ese? Sus cejas se juntan. —¿Quién era quién? Giro la cabeza y deliberadamente deslizo mi mirada a través del pub hacia el imbécil detrás de la barra. Neve suelta una carcajada, lo que solo me hace desear aún más caminar hasta allí y desfigurar al tipo. —¿El cantinero? Oh, solo es Jack. Mis dientes rechinan. —¿Quién diablos es Jack?

180

Neve me ve fijamente, una mirada medio confusa, medio divertida burlándose de sus labios. —Es el cantinero. —Para ti, quiero decir —gruño. —¡Oh! —Sonríe ampliamente—. Ah, no es nada. Solía ser su estrella porno personal. Ya sabes, cosas realmente sucias, sin restricciones. Compartido con sus amigos, bukkake. Esa clase de cosas. Me sonríe mientras mi mandíbula se aprieta con fuerza. Cuando no me estremezco ni le devuelvo la sonrisa, la de ella vacila un poco. —Estoy... bromeando... ¿si no fue claro? —Quién. Es. Neve pone los ojos en blanco. —Oh, Dios mío, ¿en serio? Es un viejo amigo, relájate. Crecí viniendo a este vecindario todo el tiempo. Conozco a Jack desde que solía venir aquí con una identificación falsa en la secundaria. Tranquilo. Hago mi mejor esfuerzo para lograr un casual encogimiento de hombros mientras vuelvo a ver a Neve. Quien obviamente no lo está comprando. —Jesús —murmura, sonriéndome—. Imagina si fuéramos una pareja real. Tendría que empezar a advertirle a cualquier hombre que incluso me mirara que corriera para salvar su vida. Una pareja real. Necesito poner mi cabeza en orden. Tomo el resto de mi bebida y me pongo de pie. —Iré al baño. —Cuidado. —Sonríe—. Allí no hay toallero ni limpiabotas. ¿Crees que sobrevivas? Le doy una mirada, mordiéndome la sonrisa cuando se ríe. Mi nariz se arruga con disgusto cuando entro al baño. Grafiti cubre las paredes. Huele a jodida orina. Y una sola barra de luz fluorescente parpadea sobre un espejo roto y un lavabo mugriento. Jesús. Es por lo que bebo en putos bares con clase.

181

Estoy en el urinario cuando se abre la puerta y escucho a dos tipos entrar detrás de mí. —Hermano, mierda santa. —Se ríe uno del otro—. Debes estar hasta las rodillas en la vagina trabajando detrás de la barra en un lugar como este. Me pongo rígido, mis ojos se enfocan con láser en la desgastada pared de azulejos frente a mí. El segundo hombre, quien supongo ahora es el infame Jack, se ríe cuando lo escucho orinar en el inodoro detrás de mí. —Quiero decir que es un concierto duro, pero alguien tiene que hacerlo, ¿verdad? El primer tipo suelta una carcajada. —Hombre, tengo que venir aquí más a menudo a esta hora de la noche. —Sí, hermano, el talento se vuelve irreal tan tarde a veces. —¡Amigo! —espeta el tipo número uno—. ¿Ves a Neve Kildare por ahí? Jack silba. —Claro que sí. También se ve genial. Aprieto los dientes. Luego me recuerdo que no es un crimen que otro hombre encuentre atractiva a mi falsa y concertada esposa. Sin embargo, si sigue hablando, podría cometer uno. —¿Quién es el imbécil con el que está? Jack resopla. —No lo sé, hombre. Podría ser algún tipo de cosa de la mafia. Conoces a su familia. —Sí, cierto. —El segundo chico se ríe—. Bueno, quienquiera que sea, espero que tenga un segundo pene. Ambos se ríen a carcajadas, en alto. —¡Dos penes desnudos KILDARE! Ambos cantan prácticamente al mismo tiempo que mi visión comienza a teñirse de rojo. Lentamente me subo la cremallera, moviéndome hacia el lavabo para lavarme las manos. En el espejo roto, puedo ver a Jack saliendo del cubículo y al segundo tipo orinando en el urinario que acabo de desocupar.

182

—¡Hombre! —Jack se ríe. No puedo creer que tú y Leery hicieran esa mierda con ella esa noche. El segundo tipo se ríe mientras termina de orinar. —Amigo, estaba tan malditamente perdida. Deberíamos haber traído a todo el maldito equipo de fútbol y hacer correr un tren en… Ambos se quedan en silencio cuando me estiro y cierro la puerta del baño con un áspero chasquido. —Amigo, ¿qué estás...? Empiezo a arremangarme las mangas. El segundo tipo sin nombre se aclara la garganta. —Oye, amigo, ¿te podemos ayudar? Qué… Ambos se ponen rígidos cuando me vuelvo para verlos, y sus ojos se dan cuenta de que soy “ese imbécil con Neve”. —Mira, hermano… —Dilo otra vez. Jack traga. Él y el otro chico se miran nerviosos. —¿Q-qué? —Di lo que acabas de decir otra vez —gruño en voz baja—. Sobre Neve Kildare. Imposible que pudieran ponerse aún más pálidos. —Mira, hombre. —El segundo tipo me mira con nerviosismo—. Hace mucho tiempo… Me muevo hacia él. Se estremece, tropezando hacia atrás hasta que golpea una pared. —¡Fueron solo algunas fotos, hombre! No hay daño, no… Mi puño golpea su estómago, doblándolo mientras grita de dolor. Cuando trata de levantarse de nuevo, lo golpeo en la cara con tanta fuerza que siento que su nariz se rompe bajo mi puño. Grita de dolor, la sangre le cae por la cara. Lo golpeo de nuevo. Y otra vez. Y otra vez.

183

Lo golpeo hasta que el dios de la ira palpitante, gruñendo y vicioso dentro de mí se retira lo suficiente como para que en realidad no lo mate. Solo entonces me detengo. Mis hombros se agitan, mis dientes desnudos mientras escupo al pedazo de mierda que lloriquea en un charco de su propia orina y sangre en el piso del baño. Me dirijo a Jack, quien ahora está presionado en la esquina más alejada del baño, con una mirada de abyecto terror en su rostro. —De qué estaba hablando. —Mira, hombre —espeta Jack—. He trabajado aquí mucho tiempo. No quiero ningún problema… —Entonces empieza. A hablar. —¡Hubo una fiesta! —murmura, temblando—. Como, hace cinco años. Ni siquiera estaba allí, yo solo... —Habla. —Un grupo de personas con las que Neve fue a la secundaria todavía vienen aquí. Quiero decir, todos solían venir de fiesta aquí con identificaciones falsas de la escuela, así que sigue siendo su lugar. Y, ya sabes, escucho historias… —Dímelas —digo con frialdad. Se estremece, temblando mientras me ve con cautela. —¿Están realmente casados? —No te lo preguntaré de nuevo. —¡Alguien tomó fotos! —espeta mientras doy un paso hacia él. Una furia salvaje me atraviesa. Fotos. —Cuáles. Malditas. Fotos. Estoy jodidamente hirviendo: una bomba de napalm burbujeante y temblorosa a punto de detonar y destruir toda una manzana de la ciudad. —¡Solo… él y otro tipo! —lloriquea Jack, encogiéndose más profundamente en la esquina—. ¡Es todo lo que sé! ¡Nunca las he visto! Sólo escuché… —QUÉ.

Jack traga, su cara cenicienta.

184

—Aparentemente había fotos… de ella y de ellos. Su mirada se aleja de la mía. Sus manos están temblando. —Como, en fotos de ella... con ellos. En un solo movimiento, doy vueltas, retrocedo y pateo al pedazo de mierda en el suelo tan fuerte como puedo en las costillas. Jack se estremece cuando retrocedo de nuevo. Tengo muchas ganas de lastimarlo. Quiero lastimar al mundo ahora mismo. Pero me contengo. Los dejo temblando y lloriqueando en el baño, salgo y vuelvo al bar. Neve levanta la vista de su vaso vacío cuando me acerco como un maldito demonio del infierno. Su sonrisa cae, y su ceño se frunce. —Qué… —Nos vamos jodidamente. —¿Qué? Ares, acabamos de llegar… —Sí. Y ahora nos iremos, maldita sea —gruño con saña, agarrando su muñeca y tirando de ella detrás de mí. No es hasta que salimos que logra liberar su brazo de mi agarre, alejándose de mí. Cuando me vuelvo hacia ella, levanta una mano y sacude la cabeza. —Está bien, ¿qué carajos? Vas al baño durante cinco minutos y sales como si estuvieras listo para matar a alguien. —Su mirada cae sobre mis ensangrentados nudillos. Sus ojos se abren—. ¿Qué diablos le pasó a tu…? —No soy dueño de tu pasado, Neve —siseo en voz baja—. Pero no necesito oír hablar de eso en los baños de los pubs. Nos iremos a casa. Ahora. Su ceño se frunce. —¿Qué pasó? —Vamos. —¡No! —Planta sus pies, mirándome—. ¡Porque no tengo idea de qué diablos estás hablando! ¡¿De mi pasado?! Ares, mientras andabas con la mitad de Londres, yo tuve un maldito novio, ¿de acuerdo? Uno increíblemente deslucido, clasificado G, vainilla…

—No necesito escuchar que mi esposa fue jodidamente etiquetada por...

185

Su cara se pone blanca. Entonces, se vuelve lívida. —Muchas gracias —sisea en voz baja. —¿Sí? —chasqueo—. ¿Por jodidamente qué? —¡Por recordarme uno de los peores momentos de mi vida, imbécil! Me encanta recordar la vez que me asaltaron mientras estaba completamente borracha. Muchas gracias, Ares. Mierda. Comienza a alejarse furiosa por la acera. Cuando la alcanzo y agarro su brazo, se vuelve hacia mí mientras se libera de mi agarre. —Neve… —¡Neve nada! ¡¿Está bien?! —A la mierda que lo es. Dime. Se estremece, con lágrimas en sus ojos. —¿Ellos te…? —No. Niega con decisión, mordiéndose el labio con saña. Sus ojos se elevan hacia los míos, con una mirada que no puedo descifrar. —Cuando tenía diecinueve años, estuve en una fiesta con un grupo de personas con las que había ido a la secundaria. Ni siquiera bebí tanto. Tal vez me resbalé con algo, me drogaron, no lo sé. Todo lo que sé es que, al día siguiente, había… fotos. Una niebla roja nada en mi visión. Neve se abraza a sí misma, apartando la mirada. —Estos dos imbéciles que conocí en la secundaria, Mike Jennings y Greg Leery, me tomaron fotos mientras estaba inconsciente. —Qué clase de fotos —gruño. Los ojos de Neve se cierran y traga con dificultad. —Subieron mi falda. Con mi camiseta levantada. El resto de la niebla se convierte en una nube de muerte. Mis manos se cierran en puños a mis costados mientras mis dientes rechinan. Neve ve hacia otro lado.

186

—Y unos pocos de ellos con su… —Niega, su labio se adelgaza hasta convertirse en una línea—. Con sus penes afuera, agitándolos cerca de mi cara y esas cosas. Con un solo movimiento, doy la vuelta, golpeando con el puño la señal de alto detrás de mí con tanta fuerza que se parte por la mitad. Cuando me vuelvo hacia ella, su rostro está inmóvil, sus ojos fijos en los míos. —¿Cuáles fueron las consecuencias? Niega. —No hubo ninguna. Los mataré. —Quiero decir, sí, más o menos, unas pocas. El padre de Greg y el mío iban a hacer negocios juntos. Entonces ya sabes… La miro con asquerosa incredulidad. —¡¿Entonces no pasó nada?! Su boca se vuelve pequeña. —El papá de Greg escribió un gran cheque. —Me refiero a los dos idiotas que te asaltaron. Neve vuelve a apartar la mirada. —Mira, Ares, fue hace mucho tiempo en el pasado. Y las fotos no eran digitales, gracias a Dios. Usaron una de esas cosas desechables… —Quédate aquí. —Ares, espera... Pero ya estoy regresando a The Banshee. E instantáneamente, veo al pedazo de mierda que acabo de pisotear en el baño, ahora sentado desplomado en un taburete de bar bebiendo una cerveza con una ensangrentada bolsa de hielo en su rostro. Ni siquiera tengo que empujar a la multitud a un lado. Es como si acabara de entrar empuñando un hacha o un bate de béisbol. Toda la multitud se aparta de mí cuando me acerco a él. El pequeño hijo de puta se da la vuelta en su taburete, con los ojos muy abiertos por el horror mientras trata de alejarse. Demasiado tarde.

187

Chilla como un cerdo atascado cuando lo agarro por el cuello, lo tiro del taburete y lo arrastro físicamente atravesando la barra. Afuera, ya está suplicando por su vida cuando lo empujo a los pies de Neve. Su cara se pone blanca. —¿Mike? —Su mirada se fija en la mía—. ¿Qué diablos es…? —¡Neve! —tartamudea Mike, sollozando en el suelo—. ¡Por favor! ¡Dile! Dile que solo fue una broma, ¿verdad? ¡Quiero decir que éramos jodidos chicos! Los chicos hacen bromas tontas, ¿no es así? —¿Es este uno de ellos? —siseo en voz baja. Sus ojos se posan en el hombre que solloza en el suelo. Medio espero que me diga que está bien. O que mienta. O que haga algo muy “Neve-ish” como insultarlo y luego decirme que deberíamos irnos, y luego dejarlo así. Pero, en cambio, aprieta la mandíbula y, lentamente, veo la misma expresión en su rostro que observé cuando la vi convertirse en la oscura reina que es, cuando estaba vistiendo a Ezio en la fiesta. —Sí —sisea—. Este es Mike Jennings. Es uno de los imbéciles que se aprovechó de mí cuando estaba borracha, tal vez incluso me drogó. Y luego tomó fotos de su maldito pene junto a mi cara. Sus ojos se elevan hacia los míos, con una mirada de pura malicia en ellos. —No lo mates. Tres palabras, con las siguientes tácitas siendo “pero haz lo que quieras”. —Intentaré dar lo mejor de mí. Repartí algo de dolor en mis días. Envié a hombres al hospital y a muchos más a sus tumbas. En otras palabras, repartí mi parte justa de palizas. Sin embargo, esta será una para los libros de récords. Golpeé al saco de lloriqueante mierda en la acera una y otra vez y lo jodí. Lo golpeé con cada gramo de mi rabia, con cada gota de mi furia por lo que le hizo hace tantos años. Lo golpeé incluso cuando los transeúntes al azar en la calle me gritan que me detenga. Me encogí ante los dos tipos que intentaron detenerme, empujándolos hacia atrás con un gruñido sediento

188

de sangre en mis labios antes de girarme y continuar convirtiendo a Mike en un pedazo de carne ablandada y ensangrentada. Y probablemente habría seguido pulverizándolo hasta que fuera un maldito cadáver, si no fuera por la suave mano que de repente tocó mi mejilla. Me estremezco, girando con ferocidad en mis ojos. Solo para darme cuenta de que es Neve. —Ares —dice en voz baja—. Tenemos que irnos. —No he terminado con… —Viene la policía. Asiente a una frenética mujer al otro lado de la calle, gritando la dirección en la que estamos parados afuera en un teléfono. —Tenemos que irnos. Ahora. Suelto mi agarre del cuello de un Mike inconsciente. Mis ojos todavía están fijos en los de Neve mientras me giro y acaricio su rostro. Posesivo. Celoso. Inquebrantablemente. El momento se congela así por no sé cuánto tiempo, ambos nos miramos a los ojos en esa acera afuera de The Banshee. Entonces nos vamos. Pero algo es diferente cuando trotamos a la vuelta de la esquina y subimos al auto que nos espera. Algo cambió mientras conducimos sin decir palabra por la ciudad de regreso a mi ático. O al menos, yo soy diferente. Porque dejé la versión de mí que todavía se decía a sí mismo que había algo fingido en todo esto allá atrás en los charcos de sangre en esa acera. Mi mano se desliza por el asiento trasero. Mis dedos se entrelazan con los suyos, apretando con fuerza. Y ella los aprieta mientras conducimos hacia la noche.

21

189

E

NEVE

n cierto momento, mientras el auto gira por la Décima Avenida, su mano se desliza a través del asiento trasero hacia la mía. Nuestros dedos se entrelazan, y me estremezco cuando lo siento tomar mi mano y darme un reconfortante apretón. Estamos en silencio de camino a casa. Estoy aturdida y más que un poco horrorizada por lo que acabo de presenciar. Cuando reproduzco la forma en que Ares arrastró a un Mike ya ensangrentado fuera de The Banshee y procedió a golpearlo hasta la mierda allí mismo en la acera, no puedo decir de cuál de las dos formas me sacan las tripas. Por un lado, estoy terriblemente excitada. Estoy emocionada y excitada por el salvajismo que acabo de presenciar. La furia totalmente desenfrenada del hombre a mi lado. El hombre que viste con elegantes trajes a medida. Quien gobierna un imperio con cabeza nivelada y con una concentración inquebrantable. Pero también un hombre que acabo de ver convertirse en un completo animal, con dientes gruñendo y sed de sangre en los ojos. El hecho de que todo fuera por mí, por mi “honor” de alguna manera lo hace aún más emocionante. Lo sé, lo sé... pelear por el honor de una mujer es un concepto ridículamente anticuado y más que un poco sexista. Pero todavía es ardiente como el pecado de ver. Por otro lado, en el polo opuesto. La otra forma en que mi instinto tira de mí, cuando pienso en la brutalidad que acabo de ver en esa acera, es hacia el miedo. Y es tan real como la atracción por esa letal brutalidad. Estoy atrapada en algún lugar entre dos condenaciones. La mitad de mí desea mucho al hombre que casi mata a alguien frente a mí con sus propias manos. La otra mitad muy bien podría estar aterrorizada por el

190

hombre con el que estoy casada. De la oscuridad y el salvajismo en él que solo capté completamente esta noche. —Neve. Me estremezco, sobresaltada. —¿Qué? —Estamos en casa.

Adentro, me quedo en la sala de estar mientras Ares se aleja por el pasillo hacia el dormitorio. Me miro las manos y me estremezco, mi respiración se detiene. Hay sangre en ellas. La sangre de Mike, ahora mancha mi piel por sostener la mano de Ares en el auto aquí. Siento una horrible sensación de revolcón en el estómago mientras corro hacia el fregadero de la cocina. Temblando, con un nudo frío en el estómago, rápidamente lleno y luego bebo un vaso de agua para estabilizar mi estómago. Mierda. Ahora también hay sangre en el vaso. Estremeciéndome, empiezo a lavarlo en el fregadero, limpiándolo de la sangre antes de ponerlo en la rejilla de secado. El agua sigue corriendo mientras me miro las manos. Inmediatamente, empiezo a restregarlas con fuerza, una y otra vez, hasta que están crudas por el agua caliente y el jabón y estoy segura de que se fue hasta la última molécula de sangre. Solo entonces cierro el agua y agarro el borde de la encimera de mármol. Fuera, maldito lugar. Puede que me haya lavado la sangre literal de las manos. Pero no las hace limpias. He estado empujando la idea a los rincones más recónditos de mi cabeza todo el camino a casa. Pero no desaparecerá, incluso si elegí no pensar en ello. —Eso. —Como en lo que le dije a Ares justo antes de que golpeara a Mike frente a mí.

191

Podría haber mentido y dicho que era un Mike diferente. Casi lo hice. Quiero decir, odio a ese hijo de puta por hacer lo que él y Greg me hicieron esa noche. Es posible que en realidad no me hayan violado. Pero aun así me violaron. Sabía muy bien lo que estaba implícito cuando Ares preguntó: “¿este es uno de ellos?”. Me estaba buscando para aprobar el castigo de Mike. Para confirmar su paliza. Podría haberme ido. Negar que fuera Mike. Pero no lo hice. De hecho, lo firmé en gran medida. “No lo mates”. Ambos sabíamos muy bien lo que eso significaba. No lo mates, pero lastímalo. Hiérelo gravemente, incluso. Y peor aún, no quise decir “no lo mates porque no se lo merece” o “porque no quiero eso para él”. Fue porque parecía un puente demasiado lejano en términos de posibles consecuencias o repercusiones legales. Tiemblo mientras me veo las manos. Nuevamente, limpias... pero no limpias al mismo tiempo. Mis ojos se cierran mientras tomo una inhalación temblorosa. Mis manos están sucias. Y estoy bien con eso. Trago mientras camino por el ático aún oscuro, hacia las ventanas con Nueva York y el río Hudson desplegados ante mí. Entonces escucho los pasos de Ares detrás de mí. Puedo sentirlo y escucharlo caminar más cerca, hasta que sé que está a solo unos metros de distancia. —¿Qué fue eso? —susurro en voz baja, sin darme la vuelta. —Qué fue… —Sabes de qué estoy hablando. O sabes a qué me refiero. —Eso —gruñe—. ¿Yo defendiendo lo que es mío? Me pongo rígida, temblando cuando empiezo a girar. —No soy tu… Mis ojos se abultan, mis palabras se apagan y luego fallan por completo.

192

Ares está desnudo, su cuerpo acanalado y cincelado reluciente y chorreando agua de la ducha. Su pene cuelga grueso, pesado y poderoso entre sus esculpidos y musculosos muslos. —Yo… Gimo cuando cierra la distancia entre nosotros, jadeo cuando me sujeta con fuerza contra el vidrio en mi espalda y toma mi mandíbula posesivamente. —Y siempre defenderé, y nunca me disculparé por defender, lo que es mío. Un acalorado escalofrío se riza y juega atravesando mi centro. Mi pulso se acelera mientras lo miro desafiante a los ojos. —Y de nuevo, no soy tu… —¡Como el carajo si no lo eres! Su boca desciende hacia la mía con tanta fuerza que duele. Tan fuerte que sus labios me magullan, me quitan el aliento y casi me hacen caer de rodillas solo por el calor. Gimo contra él, estremeciéndome y aferrándome a él mientras me pierdo en sus labios. Su lengua asalta mi boca, destruyendo cualquier posible defensa que me quede mientras se sumerge dentro. Gimo mientras le devuelvo el beso, mi lengua baila con la suya mientras lo siento jalar de los tirantes de mi vestido por mis hombros. Jadeo, mi mano se desliza en su espeso cabello y lo agarro con fuerza mientras su boca se mueve ardientemente por mi mandíbula hasta mi cuello. Gruñe, mordiéndome con fuerza mientras aúllo en una mezcla de placer y dolor. Gime en mi piel, lamiendo el tierno lugar donde acaba de morder mientras gimo con entusiasmo. Tira del vestido hacia abajo, deslizándolo sobre mis pechos hasta que mis pezones se arrastran eléctricamente sobre su pecho desnudo. El vestido se desliza de mis caderas, cayendo a un charco a mis pies. Todavía no estoy usando bragas. No desde hace horas, cuando me las arrancó mientras me penetraba como un animal en el baño y me amordazaba con ellas. El calor y temerario deseo surgen atravesándome como fuego líquido. Las dos mitades de mí están en guerra entre sí: un lado aterrorizado por el

193

salvajismo apenas contenido en este hombre, el otro total y completamente electrizado y excitado por él. Mientras sus dientes raspan mi piel, y sus poderosas manos me levantan por la cintura para sujetarme contra el vidrio, y mientras mis muslos se extienden alrededor de sus acanaladas caderas, me doy cuenta de que no tengo que elegir un bando. Puedo tener ambos. Con él, siempre serán ambos. Poder y lujuria. Miedo y emoción. Pecado y salvación. Me ahogo, arrullándome suave y ansiosamente cuando siento su gruesa e hinchada cabeza deslizarse entre mis labios. —¿Estás empapada por mi culpa o por lo que hice frente a ti? Me estremezco, ahogándome con mi propia respiración cuando sus ojos se clavan en los míos a través de la oscuridad del ático. Es como si hubiera estado leyendo mis pensamientos. Ha estado dentro de mi cabeza todo este tiempo, escuchando todo. —Yo-yo no sé lo que tú… —Sí, lo haces —gruñe. Grito mientras me provoca, arrastrando su pene arriba y abajo de mis labios hasta que estoy temblando por todas partes. —¿Tu bonita vagina está mojada para mí, porque quieres que deje de molestarte y te penetre sin sentido con cada duro centímetro de este grueso pene? Me estremezco, gimiendo mientras mis ojos se ponen en blanco. —¿O estás tan jodidamente húmeda y desordenada para mí porque verme soltarme, verme dejar caer la fachada que oculta el salvajismo dentro de mí, te hace querer que te penetren más fuerte de lo que nunca te han penetrado en tu vida? Mi boca se abre en un quejumbroso, suplicante y desesperadamente ansioso gemido cuando hunde su cabeza en mí. —O —raspa en mi cuello—. O tal vez es…

194

—¡Ambos! —Dejo escapar la palabra vergonzosamente, estremeciéndome y temblando cuando lo siento gemir en mi cuello. Sus dientes se arrastran por mi piel hasta que siento que me muerde mi oreja. —Jodida chica mala. Oh, joder, sí. Se conduce hasta las bolas dentro de mí con un movimiento de sus caderas, enterrando cada centímetro de su hermoso pene dentro. Grito, mis muslos se sujetan alrededor de sus caderas y mis ojos se ponen en blanco. Mi cabeza cae contra el vidrio, mis uñas rasguñan su espalda mientras Ares sale completamente y luego embiste de nuevo contra mí. Gimo mientras agarra mis muñecas, manteniéndome presionada contra la ventana con su cuerpo y con su pene. Me sujeta las muñecas por encima de la cabeza y gimo cuando sus labios se aplastan contra los míos. Sus caderas giran, entrando y saliendo de mí, penetrándome contra la ventana mientras mantiene mis manos inmovilizadas. —¿Esto se siente suficientemente real para ti? —gruñe sombríamente en mi oído. Me estremezco, jadeando cuando comienza a penetrarme aún más fuerte y sin piedad. Y sé exactamente a qué se refiere. “Imagina si fuéramos una pareja real”. —Ares… —Quiero que me escuches, carajo. Gira dentro de mí, haciéndome gemir y ronronear. —Esto puede haber comenzado como una alineación política. Pero no te equivoques, maldita sea —dice con voz áspera—. Eres jodidamente mía. Mi núcleo se aprieta. Mi cuerpo comienza a derretirse contra él, mi pulso ruge mientras mis ojos se ponen en blanco de placer. —Eres jodidamente mía, Neve —gruñe salvajemente, golpeando dentro de mí hasta que todo mi mundo comienza a disolverse en puro éxtasis—. Y puedes seguir y advertirle a cualquier hombre que veas que ni siquiera te mire. Será mejor que escuchen. ¿Porque si no lo hacen? Grito cuando la mano que sujeta mis muñecas se mueve hacia abajo y se clava en mi cadera. La otra se desliza por mi cuerpo, pellizcando y retorciendo uno de mis pezones antes de que sus dedos se envuelvan

195

alrededor de mi garganta. Mis ojos se abultan, mi cuerpo instantáneamente ondula de placer cuando empiezo a alcanzar mi punto máximo. —Si no lo hacen —gruñe—, les haré un agujero en el pecho y te penetraré frente a ellos mientras se desangran, para que sus últimos pensamientos en esta tierra sean saber lo jodidamente MÍA que eres. Y de repente, dejo ir la noción de que estar excitada por el salvajismo y la brutalidad de Ares esta noche está “mal” o que me folle. Quiero decir, tal vez esté mal y me folla. Pero lo que me golpea como una tonelada de ladrillos es que simplemente no me importa. Lo abrazo. Me entrego al mal. Al salvajismo. A lo sucio. Y me rindo al puro hedonismo de ser penetrada hasta un centímetro de mi vida por el mismísimo dios de la guerra. Mis muslos se sujetan con fuerza alrededor de sus caderas mientras sus dedos aprietan mi garganta lo suficiente para hacer que todo sea más. Cada gruñido contra mi oído me convierte en fuego líquido. Cada roce de sus labios contra mi piel se siente como puro pecado. Y cada embestida de su hermoso pene se siente como si estuviera penetrando mi alma. —Córrete para mí —dice con voz áspera en mi oído—. Córrete para mí sabiendo que quemaré el maldito mundo solo para tenerte en las cenizas. Mi visión se oscurece. Mis ojos se ponen en blanco cuando la ola comienza a barrerme y a estrellarse contra mí. —Córrete para mí sabiendo que mataré por ti. Pero sobre todo, Neve — gruñe, embistiendo su pene tan jodidamente profundo que me estrello contra el borde—. Córrete para mí porque eres jodidamente mía. Me toma un segundo darme cuenta de que el gemido que escucho en mis oídos soy yo, gritando mientras todo mi cuerpo entra en erupción por él. Mis tobillos se cierran alrededor de sus caderas. Mi respiración se ahoga cuando sus dedos se aprietan. Mi piel se siente como si hubiera sido electrificada y luego prendida en llamas mientras mi cuerpo gira contra el suyo. El orgasmo explota profundamente en mi centro, incinerándome de adentro hacia afuera mientras me aferro a él por mi vida. Ares gime, mordiendo con fuerza mi cuello y enviándome en espiral en órbita antes de que su boca se aplaste contra la mía de nuevo.

196

Su pene late densamente dentro de mí, y gimo cuando siento su semen derramándose profundamente, una y otra y otra vez. Soy vagamente consciente de su mano saliendo de mi garganta. De ser llevada hasta el dormitorio con mis piernas todavía envueltas alrededor de él, su pene todavía enterrado en mí hasta el final. De él finalmente deslizándose fuera de mí, y de su semen goteando por mis muslos mientras me voltea sobre mi estómago en la cama y se desliza sobre mí. De la deliciosa y pecaminosamente sensación caliente de él hundiendo su pene aún duro profundamente en mí desde atrás y tomándome de nuevo. Y de correrme, una y otra vez, hasta que el sol comienza a ascender. Pero todavía no ha terminado. Todavía no he terminado. Recién estamos comenzando.

22

197

L

ARES

a recepcionista me sonríe cortésmente pero con cautela al otro lado del escritorio.

—Lo siento, señor. El concejal Leery está extremadamente ocupado. Me temo que tendrá que concertar una cita y volver más tarde, ¡señor! A la mierda. Hice un pasajero esfuerzo para hacer esto de la manera agradable. Pero la manera no tan agradable es mucho más divertida. —¡Señor! Ignoro las protestas de la recepcionista, paso junto a ella y abro la puerta de su oficina. El concejal levanta la vista rápidamente de su escritorio, con el ceño fruncido por la confusión. —¡Señor! No puedes simplemente… —La recepcionista ve a su jefe más allá de mí—. Lo siento, concejal Leery, él solo... —Te llamará cuando te necesite. Cerré la puerta con firmeza en su cara y eché el cerrojo. Es una pena que Leery no pueda ver el futuro para hacer eso antes de que llegara. Lentamente, me vuelvo para sonreírle con una aguda y depredadora sonrisa al concejal Leery. También conocido como Greg Leery. El mismo Greg Leery que fue a la escuela con Neve. El mismo Greg Leery que, junto con el puto Mike Jennings, la emborracharon, la drogaron o lo que sea, y luego usaron una cámara Polaroid para tomar depredadoras fotografías de su cuerpo inconsciente. Subirle la falda. Con la camiseta levantada. De su jodido pene moviéndose junto a su cara, como un completo jodido degenerado. Hoy, ese mismo Greg Leery es el concejal Leery, cuyo distrito de Manhattan incluye el Lower East Side, SoHo, South Street Seaport, TriBeCa y Washington Square. No está nada mal.

198

Actualmente me está viendo como si tuviera tres cabezas. Hasta que lentamente, la comprensión lo golpea y esa tonta y confundida mirada en su rostro cae como un ladrillo mientras conecta los puntos. Empieza a palidecer. —Espera… —¿Sabes quién soy? Traga, su rostro se vuelve del color de la ceniza. —Te hice una pregunta. Greg abre la boca e inmediatamente la cierra de nuevo. Está bastante claro que se enteró de la visita de su pequeño amigo Mike a la sala de emergencias hace dos noches. Y supongo que encontrarse cara a cara con el maldito ángel de la muerte, también conocido como yo, lo tiene a un nanosegundo de cagarse en los pantalones. —Mira, yo-yo no estoy buscando problemas… —Bueno, es una pena. Sonrío levemente mientras cruzo la oficina hasta que estoy de pie sobre su escritorio, mirándolo. —Porque los acabas de encontrar. Está demasiado ocupado mirándome a la cara con horror para ver venir el final. Mi puño golpea su rostro, tirándolo de lado de su silla y arrojándolo al suelo mientras bala de terror. Me dirijo a su lado del escritorio justo cuando pelea por levantarse. Otro puño en la cara le derriba el trasero. No he terminado. Joder, apenas estoy empezando. Golpeo a Leery por tercera vez, asegurándome de que sea un gusano que lloriqueé y que se retuerce en el suelo antes de hacer lo que sigue. Que es desabrocharme los pantalones y sacarme el pene. El rostro de Greg se vuelve blanco, sus ojos se agrandan con horror mientras me mira. —¡Wow! ¡WOW, hombre! ¡Cálmate! No soy gay ni nada… El dorso de mi mano lo golpea en la mandíbula. —Cierra la puta boca. Lo miro mientras agito mi pene en su cara.

199

—No se siente bien, ¿verdad? Que te obliguen a tener intimidad cuando no la quieres. O cuando no puedes decir si la quieres o no. Traga con recelo, como si fuera a vomitar. —Mira, era un chico, hombre. Estábamos bebiendo… —Inventa otra patética excusa y te juro por Dios que te tiraré por la ventana. Su boca se cierra de golpe. —Las fotos —gruño. Cuando Greg no dice nada, pongo los ojos en blanco mientras me vuelvo a meter y me subo la cremallera. —Ahora sería un buen momento para empezar a hablar, idiota. Niega con la cabeza vigorosamente. —¡Se fueron! —espeta—. ¡Las quemé hace años! ¡Lo juro! Quiero creerle. Tengo tantas ganas de creerle. Porque haría esto mucho más fácil. Pero no hay manera de que esté diciendo la verdad. Hice mi tarea sobre Greg. Viene de una larga línea de cabrones con mentalidad política que están dispuestos a hacer lo que sea necesario para tomar el poder. Tiene un tío abuelo que cumplió condena por fraude y malversación de fondos en Nueva Jersey. Otro primo en la cárcel ahora mismo en Florida, por aceptar sobornos como senador estatal. Y por mucho que quiera pensar en el propio Greg como un imbécil y un retardado, en realidad no es estúpido. Se puede comprar un título universitario en Harvard. Eso, y el hecho de que su padre asistió allí, habría convertido a Greg en un candidato seguro para la admisión, incluso si fuera tonto como un saco de martillos. Pero no lo es, y obtuvo un sobresaliente en Harvard. También estuvo entre los mejores de su clase cuando obtuvo su título de abogado en Georgetown. En pocas palabras: Greg es inteligente y demasiado inteligente políticamente, y tener potencial suciedad en la familia Kildare vale demasiado. Está demasiado hambriento de poder para dejar pasar algo así. —Si tengo que preguntarte de nuevo, Greg, te cortaré las bolas. Sus ojos saltan. —Lo juro por Dios…

200

Grita cuando lo agarro por el cuello, lo levanto y lo empujo sobre su escritorio. Le bajo los pantalones y los calzoncillos, y el concejal Gregory Leery casi tiene un ataque al corazón cuando saco una navaja y apoyo el borde contra la parte inferior de sus arrugados testículos. —¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios, por favor…! —Greg. Ahora sería un buen momento para comenzar a decirme la... —¡La caja fuerte! —espeta, sollozando—. ¡En la caja fuerte! ¡En el fondo de esa esquina, junto a la ventana! Suspiro lentamente. —Estoy decepcionado, Greg. —¡Por favor! —grita—. ¡Por favor! ¡Lo siento tanto! Yo… —Ve y ábrela. Ahora. Se tropieza con él mismo y se pelea con los pantalones bajados hasta los tobillos. Abrió la sección inferior de la esquina para revelar una caja fuerte y marcó rápidamente la combinación para abrirla. Un segundo después, vuelve a tropezar y a caer sobre sus pantalones para empujar un sobre manila en mis manos. Lentamente, levanto mis ojos hacia los suyos. —¿Son las únicas? Asiente violentamente, un caparazón de hombre, con lágrimas en los ojos. —¡Lo juro por Dios, hombre! —Si estás mintiendo, la próxima cuchilla que llevaré a tu patético pene será una motosierra. ¿Entiendes? Greg está a punto de romperse el cuello, de asentir tan rápido. —Greg, te daré un trabajo. Hoy nunca pasó. Hace dos noches con tu pequeño amigo Mike tampoco sucedió. Y te estoy poniendo a cargo de mantenerlo así, por cualquier medio que sea necesario. ¿Entendido? Asiente aún más rápido. —¡Por supuesto! —Su ceño se frunce—. Pero quiero decir, Mike… —Ahora será tu trabajo mantenerlos a ambos en silencio. Me importa un carajo cómo lo hagas. ¿Comprendido?

—Por supuesto, señor Drakos.

201

Me giro para irme, luego hago una pausa. —Ah ¿y Greg? —¿Sí? Giro hacia atrás y le rompo la nariz con mis nudillos ya magullados. Se ahoga, grita y se tambalea hacia atrás mientras se agarra la cara que brota. —Si alguna vez vuelves a hablar, comentar, ver, acercarte o incluso pensar en mi esposa, volveré y me iré con tus bolas en un frasco. No espero una respuesta antes de salir por la puerta.

Neve levanta la vista del libro que ha estado leyendo en el sofá cuando entro. Asiento hacia el libro de bolsillo en su mano con curiosidad, y lo levanta para mostrármelo. —Fuked Sideways. Lo he leído como nueve veces, pero me encanta Bastian Pierce. Niego, sonriendo internamente. —Sabes que tuvo sexo con una de sus estudiantes, ¿verdad? Neve pone los ojos en blanco. —Se casó con una de sus alumnas. —¿Está bien? Me saca la lengua. —Creo que es romántico. Sus ojos se posan en mi mano y su rostro se tensa. —Ares… —La cara de Neve se levanta hacia la mía—. Hay sangre en tu... —Ven conmigo. Frunce el ceño cuando cruzo el ático y abro la puerta de cristal que da al espacioso patio, pero me sigue. Afuera, abro la tapa de la fogata, enciendo

202

el gas y luego dejo caer una cerilla encendida. Las llamas florecen calientes y parpadeantes mientras se para a mi lado. —Qué estamos… Saco el sobre de mi chaqueta y se lo muestro. Neve frunce el ceño. —¿Qué es eso? —Lo último de ellas. —Lo último de qu… Su cara se pone blanca, y traga pesadamente mientras arrastra sus ojos hacia los míos. —¿Greg? —susurra tranquila. Asiento. —Las mantuvo como palanca, creo. Asiente y se estremece, abrazándose a sí misma. —¿Acaso tú…? —No. No, no las vi. Asiente en silencio. —Gracias. ¿Tú... quiero decir, podría yo...? Le entrego el sobre. La observo mientras lo abre y saca unas Polaroids. La repugnancia, el odio y la vergüenza inundan su rostro antes de que extienda la mano y tome su barbilla. —Cuando estés lista —murmuro. Asiente, tragando mientras ve una vez más las fotografías que tiene en la mano antes de devolverlas al sobre. Vuelve los ojos al fuego que ruge frente a nosotros y con un solo movimiento las deja caer en las llamas. Su mano encuentra la mía, nuestros dedos se entrelazan. Estamos juntos, observando cómo se incendia el sobre y luego los parpadeantes colores de neón de los productos químicos Polaroid a medida que se curvan hasta convertirse en fundida escoria. Lentamente, Neve se gira y se hunde en mí, envolviendo sus brazos alrededor de mí y abrazándome fuerte. —Gracias —susurra en mi pecho mientras la abrazo por la espalda.

—No tienes que agradecerme.

203

—Bueno, lo haré de todos modos. Porque por supuesto que lo hará. Es incapaz de dejarlo sin hacer una respuesta rápida o decir la última palabra. Poco a poco me doy cuenta de lo mucho que me gusta eso de ella.

23

204

—¿E

NEVE

stás bien? —¡Mierda! —espeto, sobresaltándome por el sonido de la voz de Eilish en el segundo en que entro por la puerta.

Me da una tímida mirada. —Lo siento, no fue mi intención asustarte. ¿Viste mis mensajes de texto? —No. Frunce el ceño. —¿En serio? —Sus ojos caen deliberadamente hacia mi mano, que sostiene mi teléfono. El calor se cuela en mi cara. —Lo siento, tuve muchas cosas en mente. Ni siquiera miré esta cosa en todo el viaje. Porque todavía estaba temblando y dolorida de la mejor manera posible por el sexo francamente animal que tuve con Ares justo antes de venir aquí. En un momento, salía de la ducha envuelta en una toalla para cepillarme los dientes. Al momento siguiente, irrumpió, me arrancó la toalla, me inclinó sobre el tocador y me dijo: —Mira cómo te penetro como a una chica mala. Sí. Literalmente todavía estoy mojada pensando en eso. Es por lo que pasé todo el viaje hasta aquí viendo por la ventana del asiento trasero, ignorando por completo mi teléfono. Le sonrío débilmente a mi hermana. —¿Qué pasa? Sus labios se tuercen.

—Escuché que Mike Jennings fue al hospital.

205

Trago, trato de mantener mi rostro neutral. —¿Oh? —Sí, alguien le dio una paliza. —Eh. Bueno, que se joda. —Ah, de acuerdo. Pero yo solo estaba... —Levanta una ceja—. Ya sabes. Preguntándome. —¿Preguntándote? —Fuiste... ya sabes ¿tú? Sonrío con curiosidad a Eilish. —¿Si abordé a Mike Jennings afuera de The Banshee y lo golpeé hasta convertirlo en una pulpa sangrienta? No, Eilish. Lo siento. En secreto, no soy Batman… —Nunca dije que sucedió en The Banshee. Mierda. Ni siquiera trato de dar marcha atrás. Estamos demasiado cerca para que lo intente, y está bastante claro que Eilish ya tiene una idea de lo que sucedió. —Yo… —Bien —murmura en voz baja—. Me alegro de que Ares lo haya enviado al hospital. Debería haber ocurrido hace cinco años. Pero, ¿estás bien? Sonrío irónicamente y asiento. —En realidad, sí. Eso… —¿Fue un cierre? —Algo así, sí. Sonríe. —Oye, Castle me llevará al campus de Columbia para un recorrido. ¿Quieres venir? Eilish también se encuentra actualmente en la NYU, terminando su licenciatura. Pero acaba de recibir la pre aceptación en la ultra competitiva Escuela de Negocios de Columbia para la escuela de posgrado. Porque es así de sabelotodo.

—Nah, adelante.

206

—¿Segura? Ese lugar genial de Pho que te gusta está a la vuelta de la esquina. Me dirijo a Castle. —Estoy segura de eso. Ustedes diviértanse. Cillian quería hablar conmigo de todos modos. Castle asiente y luego levanta una ceja. —¿Debería enviarle una canasta de vino y queso de agradecimiento a tu esposo por lo que creo que debería? Hago un movimiento de cierre a través de mis labios. Sonríe sombríamente. —Entendido. A la mierda con esas pequeñas manchas de mierda.

—Escuché que el concejal Leery fue afectado bastante bien el otro día. —¿En serio? ¿Así estaba? Cillian sonríe. —En su propia oficina, incluso. Qué lujoso. —Vaya. ¿Tal vez se tropezó? Mi tío sonríe. —¿El Dios de la Guerra, supongo? Levanto un evasivo hombro. —Bien —gruñe—. Es algo que tu padre debería haber hecho hace cinco años. Mi ceño se frunce. —Espera. ¿Sabías... sobre eso? —Así es. Mi cara arde mientras veo hacia otro lado. —No tienes nada de qué avergonzarte o arrepentirte, Neve — murmura—. Esos pequeños de mierda obtuvieron lo que les correspondía,

207

bueno, en realidad, en mi humilde opinión, solo obtuvieron alrededor de un tercio de lo que debería haberles correspondido. Pero es un buen comienzo. Desliza un cigarrillo entre sus labios y luego me observa. —¿Te importa? Niego antes de que lo encienda con un movimiento rápido de su Zippo. —Tu padre y yo... no estábamos de acuerdo en ciertas cosas aquí y allá. —Lo sé. Cillian me sonríe en silencio. Sabe que lo sé, íntimamente. —Lo que pasó con Leery y Jennings… es algo en lo que éramos polos opuestos. Pero cayó dentro de un negocio familiar, no de un negocio comercial, por lo que permití que se desarrollara como lo hizo en ese entonces. Pero en retrospectiva, siempre me arrepentí de no haber hecho más en ese momento. Quiero que sepas eso. Le sonrío, negando con la cabeza. —No estaba en ti hacer algo. E hiciste mucho por mí —añado con un pequeño escalofrío. Cillian asiente, obviamente sabiendo de lo que estoy hablando. Me ve pensativo mientras lentamente le da una calada a su cigarrillo. —Él no lo sabe, ¿verdad? Ares, quiero decir. Sobre la historia completa con O'Conor. Niego. —No —murmuro—. ¿Por qué, debería hacerlo? Cillian niega. —No es lo que quise decir. No se trata de estrategia ni de negocios. Depende de ti decírselo o no. —Podría ayudar, dado lo que está pasando. Ya sabes, ¿algo de contexto? Su ceño se frunce. —Hay muchos otros contextos para tomar en serio que a Seamus y sus amenazas. Solo pregunté por curiosidad, no para presionarte a hacer algo,

208

Neve. —Frunce el ceño un poco más profundo—. Ya te pedí demasiado de todos modos. Sonrío, negando con la cabeza. —No es como si me hubieras desterrado a la luna o me hubieras encerrado en prisión, sabes. —No, pero hice que mi sobrina se casara con un hombre al que consideró un enemigo de su familia durante la mayor parte de su vida, sin su consentimiento y sin siquiera opinar sobre el asunto. —Espero un lujoso y escandalosamente caro regalo de Navidad para compensarlo. Se ríe en voz baja. —¿Cómo está el Dios de la Guerra, de todos modos? Mi mente instantáneamente regresa a mi aliento empañando el espejo del baño, mis dedos arañando el mármol mientras las manos de Ares agarraban mi trasero y se enredaban en mi cabello. A su cuerpo frotándose contra el mío mientras su grueso y hermoso pene me penetraba hasta el borde de la cordura y hasta que me corrí gritando su nombre. —Bien —murmuro—. Está bien. Levanta una ceja, pero no me presiona. Probablemente sea algo bueno. Hay un silencioso golpe en la puerta de la oficina y Owen Foley la abre y asoma la cabeza. Me sonríe mientras Cillian asiente, llamándolo para que se acerque. Owen se sienta a mi lado y se acerca para acariciarme la mano. Cillian se aclara la garganta. —Quería hablar sobre el elefante sediento de sangre en la habitación, por así decirlo. Y pensé que Owen debería sentarse. Asiento, sonriéndole al hombre mayor a mi lado. —Mira, en resumen, querida —Owen se encoge de hombros—, ese idiota en Colorado no irá a ninguna parte. No quiero que pierdas el sueño por toda la mierda psicópata que hizo en la televisión en vivo el otro día. Sonrío débilmente. —Oh, no estoy preocupada.

209

Con la mano en el corazón, estoy un poco preocupada. No salto por mis propias sombras ni reviso los armarios antes de acostarme preocupada. Pero esa omnipresente y persistente tenue nube de preocupación. Como el mismo ruido de fondo, la preocupación por tener cáncer de piel o ser atropellada por un automóvil. De acuerdo, tal vez sea más como un punto intermedio. —Bien. No lo estés. —Owen frunce el ceño—. Tengo algunos… amigos en el Departamento de Justicia, así como en los Sheriffs Federales. Seamus está en solitario bajo vigilancia las veinticuatro horas. Ahora es oficialmente el recluso más fuertemente custodiado del país. Cillian asiente. —Le pediré a Ares que duplique su seguridad en el penthouse, no obstante. Arrugo la frente. —¿Incluso con todo eso? —Nunca hay nada de malo en ser demasiado cauteloso. Este matrimonio fortalece a ambas familias. Pero también enoja a nuestros enemigos, quienes podrían verlo como una toma de poder. —Lo cual es. Me sonríe, asintiendo. —Lo cual es. Además, la gente de Owen nos ayudará con la seguridad, y sus contactos en Florence ADX estarán muy atentos a ese maldito maníaco. También pediré mis propios favores para asegurarme de que se niegue esa obscena audiencia de libertad condicional.

—Te debo una disculpa. Nuestra reunión terminó y Owen acaba de irse. Miro con curiosidad a Cillian mientras me entrega una bebida. —¿Por? Su rostro se oscurece. —Por hace quince años.

—No —niego—. No, yo te debo…

210

—Nunca debí haberte pedido que hicieras lo que hiciste, Neve — murmura en voz baja—. No tenía derecho a hacerlo. Eras una maldita niña. Trago. —Alejó al monstruo, ¿no? Asiente. —Entonces estoy de acuerdo con eso. Miro a media distancia, tomando un sorbo de mi bebida. —No hay nada por lo cual disculparse. Te debo tanto… —Nunca me lo agradezcas. Pero lo hago. Porque le debo mi vida a Cillian.

Ares está en el balcón leyendo cuando regreso al penthouse. Observo desde adentro por un momento, sonriendo cuando me doy cuenta de en qué libro está completamente absorto. —Atrapado. Frunce el ceño, girando la cabeza cuando salgo. Sonrío mientras muevo mi barbilla hacia la rústica copia de Fucked Sideways que rápidamente trata de esconder. —Vaya, vaya. Supongo que ahora hay dos fans de Bastian Pierce en la casa. Pone los ojos en blanco. —Morbosa curiosidad. En su lugar, podría ver la serie de Netflix. Hago una mueca. —Oh Dios, por favor no lo hagas. Redefine la frase “basada en” de formas horribles. Se ríe. Entonces su ceño se frunce. —¿Qué está sucediendo?

211

—Nada. —Me encogí de hombros, mirando hacia otro lado—. Estaba en la casa con mi tío hablando de… —¿Seamus? Me estremezco, asintiendo. Siento que Ares se mueve detrás de mí y sus manos se posan suavemente sobre mis hombros. Cierro los ojos y respiro temblorosamente. —Necesito decirte algo. Me giro para verlo. —¿Se refiere a por qué exactamente ese maldito animal te nombró específicamente en televisión nacional? —Sí —murmuro—. Lo hace. —¿Quiero una bebida? Niego, alejándome para sentarme en el banco que corre a lo largo de la barandilla del patio. —Neve, no necesitas decirme nada que no… —Soy la que lo puso en prisión. Miro hacia el Hudson, pero siento que Ares se queda quieto y frío detrás de mí. —No, Neve —gruñe finalmente en voz baja—. No. Ese psicópata se puso donde está. Es un maldito monstruo. Está exactamente donde pertenece. Niego, abrazándome a mí misma mientras todo empieza a burbujear dentro de mí, como un negro maremoto. Tengo que hacer esto. Quiero hacer esto. —Cuando mi padre hizo ese trato con el FBI que mi tío mencionó el otro día… Cuando lo vendieron al FBI a cambio de hacerse de la vista gorda con los asuntos Kildare… Me estremezco. —Neve… —Seamus se enteró. Se suponía que era un acuerdo sellado, pero alguien, de alguna manera, se lo filtró. Fue justo antes de que saliera del primer lugar donde lo habían clavado. Lo atraparon horas después y lo

212

arrojaron a una instalación de máxima seguridad. Pero luego también se escapó de ella. Y no lo atraparon de inmediato esa vez. La negra ola comienza a estrellarse sobre mí. Cierro los ojos con fuerza, temblando cuando el terror que empujé hacia abajo durante tantos años comienza a romper las paredes que construí alrededor. —Tenía nueve. Nuestra niñera en ese momento nos había llevado a Eilish y a mí a un parque cerca de la casa. Teníamos seguridad, pero no fue suficiente. Me giro para ver a Ares observándome con una mirada fría, afligida y vengativa en el rostro. —Eilish estaba en los columpios y yo estaba jugando en el tobogán cuando llegó Seamus. Mató a cinco guardias, incapacitó a dos más, y… — Dejo caer los ojos—. Y me secuestró. —Jesús —gruñe Ares en voz baja. Es hora de irse, pajarito... —No recuerdo la mayor parte… Supongo que lo bloqueé. Pero me fui por dos días. Mi papá... siempre se vio a sí mismo como “por encima” del mundo de la mafia y siempre estaba tratando de ser respetado por la gente rica “normal” con la que se codeaba. Así que trató de encontrarme a través de todos los canales legales, sin éxito. Pero luego mi tío voló hasta aquí. Y Cillian es, bueno, Cillian. Mi rostro se oscurece cuando levanto los ojos hacia Ares. —Cillian rastreó a cualquiera que alguna vez hubiera estado remotamente asociado con Seamus, y luego los torturó hasta que descubrió dónde estaba. Ares se arrodilla frente a mí, sus ojos sin parpadear y feroces mientras sostienen los míos. —Yo estaba en el oeste de Pensilvania. Seamus tenía un antiguo escondite allí: una choza de caza en el bosque. Ahí es a donde me llevó. Las lágrimas pican en mis ojos, pero las seco con enojo. —¿Toda esa locura que Cillian estaba diciendo sobre los métodos de Seamus? ¿Cómo “sangraba a los inocentes”?

—Hijo de puta... —gruñe Ares en voz baja.

213

—Esa parte sí la recuerdo —me atraganto. Tengo lagunas del secuestro en sí y de la parte en la que me llevó atada y amordazada en la parte trasera de su furgoneta todo el camino hasta su cabaña de caza. Pero la parte donde me ató... —Me ató a una puta cruz —escupo—. Y usó un rotulador rojo para marcarme aquí, y aquí… Aturdida, toco primero una muñeca, luego la otra. —Y aquí… Arrastro un dedo directamente por mi vena yugular. —Neve… Las manos de Ares toman las mías. Me estremezco, pero me aferro a él con fuerza mientras mis ojos caen. —Así es como Cillian me encontró. Seamus estaba fuera para joder a quién sabe qué, y mi tío entró por la puerta. Me cortó y llamó a la caballería para esperar a que Seamus regresara. Excepto que el trato con el FBI era demasiado grande para rechazarlo. Y su trato era específicamente para Seamus vivo. Así que mi padre permitió que eso sucediera. En lugar de enviar hombres Kildare para sacrificar a Seamus como el animal que era, el FBI apareció y lo agarró cuando regresó a la cabaña de caza para terminar lo que había comenzado. Ares gruñe en voz baja, negando con la cabeza mientras sus manos aprietan las mías. —Tú no lo pusiste en prisión, Neve —sisea—. Eras una maldita niña… —Testifiqué contra él. Las palabras se me ahogan. —En su juicio a puerta cerrada. Tenían mucho sobre él. Pero todo era circunstancial, y gran parte eran rumores. Había tanta gente que sabía de sus crímenes, pero todos estaban tan aterrorizados de él que nadie habló realmente. Llegó a un punto en el que existía la posibilidad de que se retiraran todos los cargos de asesinato y solo cumpliera condena por secuestro. En cuyo caso, podría haber sido liberado por buen comportamiento en cinco años o menos.

“Nunca debí pedirte que hicieras lo que hice, Neve”.

214

Me estremezco cuando mis ojos se elevan hacia los de Ares. —Cillian me dijo sin rodeos lo que estaba pasando. Mis padres estaban furiosos porque, por supuesto, estaban tratando de ocultármelo todo lo que podían. Pero... tenía razón. Cillian, quiero decir. Me dijo en términos muy claros que Seamus quedaría en libertad a menos que pudieran culparlo de todas esas muertes. Entonces… Trago, respirando temblorosamente mientras mi mirada atraviesa la de mi esposo. —Así que mentí. Subí al estrado de los testigos y mentí. Les conté todo lo que Seamus se había jactado de sus asesinatos mientras me tenía cautiva. Cillian me había llenado con muchos de los detalles del caso y lo regurgité todo en el estrado de los testigos. El rostro de Ares se oscurece de rabia. —Hijo de puta —dice con voz áspera—. Eras una niña, Neve —dice bruscamente—. Tu tío no tenía el puto derecho de ponerte en ese… —Lo haría de nuevo —siseo, mi voz fría—. Lo haría una y otra y otra vez. Si me lo pidieran un millón de veces siempre haría exactamente lo mismo. —Mis labios dibujan una línea—. No me siento mal por mentir. No es sobre eso. Mis mentiras pusieron a un monstruo en el agujero al que pertenece. El único problema es que él lo sabe. —Y es por lo que me mencionó específicamente. Porque sabe lo que hice. Sabe que habría salido si no hubiera sido por mí. Jadeo cuando Ares de repente me atrae hacia él, envolviéndome en sus poderosos brazos. Me tenso por un momento. Pero luego, lentamente, me doy cuenta de lo mucho que he estado conteniendo los escalofríos y las lágrimas. Y no es hasta que estoy envuelta en su abrazo que me doy cuenta de que puedo dejarlo ir. Que estoy a salvo con él. Que no tengo que esconder ninguno de mis demonios ni de mi oscuridad de él.

215

Las calientes lágrimas salen gruesas y rápidas cuando presiono mi rostro contra su pecho. Ares simplemente me mantiene así, acariciando mi cabello mientras me abraza con fuerza. —Nunca dejaré que te pase algo —gruñe en voz baja en mi oído—. Nunca. Me estremezco contra él, sorbiendo las lágrimas. —Es más para lo que tú y tu familia se inscribieron, Ares. Todo esto fue un movimiento de negocios, y la jugada más inteligente ahora es que tu familia rompa sus lazos con la mía, y los corte rápidamente antes de que haya consecuencias que caigan sobre… —Eres mi esposa. Me pongo rígida, temblando mientras me alejo de su pecho. Mis ojos se elevan hacia los suyos, frunciendo el ceño ante la intensa y feroz mirada en sus ojos. —¿Qué? —Nunca dejaré que nada te pase, Neve —murmura, levantando su mano para acunar mi cara—. Porque eres mi puta esposa. No por negocios. Y no solo temporalmente. Tiemblo cuando me acerca. —De por vida. Jadeo cuando sus labios golpean feroz y brutalmente los míos, derritiéndome y succionando el aire de mis pulmones. —Y nada cambiará eso.

24

216

ARES

—¡¿P

erdiste completamente la cabeza?! Callie me lanza una mirada de “ahora te toca” cuando me giro para ver a Dimitra en la puerta.

—Ya-ya… —No me digas “ya-ya” —espeta, caminando por la sala de estar hacia donde he estado jugando al ajedrez con mi hermana. Le lanzo una sorprendida mirada a mi abuela. Me devuelve la mirada. —¿Y bien? —Ya-ya, no estoy seguro de lo que se supone que debo decir porque no estoy seguro de lo que estamos hablando… —Sabes que soy miembro de la junta directiva de la Asociación de Planificación y Desarrollo del SoHo, ¿no? Sí. Tal como lo sé, forma parte de una docena de otras juntas de planificación, zonificación, mejoras de la ciudad y caridad. Uno, lo disfruta como una excusa para salir. Dos, está genuinamente interesada en ayudar a construir un Nueva York mejor, especialmente para los inmigrantes. Y no menos, su influencia en estos tableros hace que la familia Drakos gane mucho dinero. —Sí, estoy seguro de que lo sabes. —Sonríe sombríamente—. Bueno, ¿sabes quién más está en esa misma junta directiva, con la que estaba cultivando un trato muy lucrativo para que las empresas de construcción propiedad Drakos se encargaran de la remodelación de las torres de Canal Street? —No, ya-ya, no lo sé. Entonces, ¿por qué no me lo dices...? —El concejal Greg Leery. La sonrisa desaparece de mi rostro. Dimitra me ve aún más duro. —¡¿Y bien?!

Trato de parecer inocente mientras estoy de pie.

217

—¿Y bien qué? —No te atrevas a darme la rutina de “quién ¿yo?” —¿Quién diablos es Greg Leery? —murmura Callie detrás de mí. —Nadie. —¡Un funcionario de la ciudad que tu querido hermano mandó al hospital! —escupe Dimitra al mismo tiempo que yo. Callie hace una mueca. —¿Enviaste a un concejal al hospital? Pongo los ojos en blanco. —No lo mandé al hospital. Le rompí la nariz en el mejor de los casos. Pero maldita sea, lo enviaré al hospital, ahora que decidió hablar al respecto. —Oh, está allí, muy bien —espeta Dimitra—. Nariz rota, tabique torcido y un seno medio roto. Resisto el impulso de mencionar que al menos el concejal al que le encanta tomar fotos invasivas de chicas desmayadas todavía tiene los testículos pegados a su cuerpo. —Y no habló en absoluto. Literalmente. Fui a verlo cuando escuché que había tenido un accidente, y el hombre casi tuvo un ataque al corazón cuando entré. Literalmente, no abrió la boca para hablar, sin importar lo que le preguntara. Me muerdo una sombría sonrisa. —No soy estúpida, Ares —murmura—. Puedo sumar uno y uno y obtener dos. Entonces, vuelvo a preguntarte —dice mi abuela, mirándome fijamente—. ¿Qué tienes que decir al respecto? Hay una pausa. —Nada —gruñí finalmente—. No tengo nada que decir, y eso incluye una disculpa. Lo siento pero no lo siento. —¡Ares! —gime—. ¡Eres el jefe de esta familia ahora! ¡No se te puede ver entrando a las oficinas de los funcionarios de la ciudad y golpeándolos en la cara! —No estoy planeando que sea una ocurrencia regular —respondo bruscamente—. Era un asunto personal único que tenía que ver con Neve…

218

—¡No me importa si tuvo que ver conmigo! ¡Ares, no puedes comportarte de esta manera! ¡Eres el rey ahora! ¡Y esta familia desciende de los espartanos! Suspiro. —Ya-ya… —Drakos es dragón, en caso de que hayas olvidado tu lengua materna. —No he… —Somos la Casa del Dragón, Ares, y no puedes... Callie se ríe detrás de mí. También empiezo a sonreír, a pesar de mí mismo. Dimitra nos observa a los dos. —Exactamente qué es tan divertido, ¿puedo preguntar? Callie se ríe. —Nada, ya-ya. Es solo que está este programa de televisión… —No veo la televisión. —Lo cual está bien, pero cuando dices Casa del Dragón, es lo que la gente pensará… Dimitra la silencia con una mirada antes de volverse hacia mí. —Eres el rey, Ares. Y ahora que usas esa corona, debes superar los pequeños problemas personales. Mi temperamento estalla. Mis labios se curvan. —Ya-ya… —Ahora, lamento escuchar sobre cualquier disputa que Neve tenga con ese hombre. Pero es un importante socio comercial … —¡Y ella es mi ESPOSA! —rugo La habitación se queda en silencio y quietud. —Es mi esposa. —Continúo—. Y corona o no, reino o no, siempre la pondré a ella, a su seguridad y a su bienestar primero. Siempre. Y si tienes un problema con eso… —Mis labios se adelgazan—. Entonces qué malditamente malo. Porque yo soy el jefe de esta familia, ya-ya. No tú. Podrían haber oído caer un alfiler. Dimitra sostiene mi feroz mirada, observándome fijamente mientras pasan los segundos.

Y luego, lentamente, sus labios se curvan en una sonrisa.

219

Esperen ¿qué? Sonríe, moviéndose hacia mí y de repente me abraza. Luego se aparta, estira la mano y me da unas palmaditas en la mejilla. —Buen chico. Me preguntaba cuándo dejarías de mentirte. Me guiña un ojo, gira y se dirige a la puerta. —Ah, ¿pero Ares? —Se da la vuelta, con el ceño fruncido—. Querrás arreglar las cosas con Ezio Adamos más temprano que tarde. Se suponía que firmaría contratos hoy con el concejal Leery para ese desarrollo de usos múltiples en el puerto marítimo. Ha estado apostando bastante por eso, creo. —Sonríe—. Bueno, los veré a ambos en la cena. La puerta se cierra detrás de ella. —Amiiiiiigo… Me giro para ver a mi hermana sonriéndome mientras se toca la sien. —Acabas de ser Ya-yeado tan jodidamente duro.

Tengo una videollamada rápida con Deimos antes de la cena. Se está haciendo tarde en Londres, pero mi hermano siempre ha sido un poco noctámbulo. También es el segundo al mando más efectivo que podría haber pedido, a pesar de ser el tercer hermano más joven después de Hades y Kratos. Pero Hades es, bueno, Hades. Y Kratos no tiene interés ni paciencia para el liderazgo. Deimos nació con un don para mantener el orden. Aunque, a decir verdad, supongo que al menos la mitad de la razón por la que las cosas van tan bien al otro lado del charco es porque mi hermano tiene una manera de asustar a la gente. Se ha sugerido que tal vez vive demasiado a la altura de su tocayo del dios del pavor y del terror. Me inclinaría a estar de acuerdo. Después de la llamada, me dirijo a los jardines, donde Dimitra decidió que comamos al aire libre esta noche. Neve, su hermana, su tío, Castle, Owen Foley y algunos otros de nuestro lado ya están allí. Esta cena familiar

220

conjunta es algo que Dimitra decidió que será un evento habitual de los domingos como medio para reunirnos a todos. Mis ojos escanean la pequeña multitud. Mi pulso se acelera, y no puedo ocultar la sonrisa en mi rostro mientras busco ansiosamente a Neve. —¡Lo intenté contigo! Frunzo el ceño y me giro bruscamente cuando escucho la voz de Ezio al otro lado de uno de los setos. —¿¡Pero esto!? ¡Está demasiado lejos! —Tienes que bajar la voz cuando me hables, señor Adamos. Sonrío ante la autoritaria nota en la voz de mi esposa. —Oh, ¿tengo qué hacerlo ahora? —responde Ezio. —Lo tienes que hacer —dice Neve—. De hecho, sería mejor si mantuvieras la boca completamente cerrada. Sonrío aún más ampliamente. Ezio se ríe con frialdad. —Encuentro eso divertido, viniendo de ti. —¿En serio? ¿Por qué? —Porque, por lo que entiendo, la única razón por la que tu esposo se convirtió en un completo cavernícola con Leery es porque parece que no pudiste mantener la boca cerrada con el concejal hace cinco años. Ni con él ni con su amigo. Mi rostro se retuerce en una máscara de rabia mientras rodeo el seto. —Señor Adamos... Ezio no me ve venir mientras escupe a los pies de Neve. —No. Te hablaré como la imbécil que eres... Ezio grita cuando lo agarro por los tobillos, lo levanto por el borde del edificio y lo dejo colgando allí, boca abajo, cuarenta pisos sobre Central Park South. —Dame una maldita razón —gruño—. ¡UNA maldita razón para no soltarte!

221

—¡Ares! —chilla Ezio, con los ojos muy abiertos mientras me mira aterrorizado—. ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Ten compasión! ¡Piensa en nuestra historia! Puedo oler el alcohol desde aquí. Pero no me importa si está borracho. Me importa una mierda si todavía está de duelo y enojado por su hijo. Me importa una mierda la forma en que le acaba de hablar a Neve. —¡¡Ares!! —gime—. ¡¡Por favor!! —¡Ares! —Kratos me está sacudiendo, tratando de arrastrar mis brazos hacia atrás, para empujar a Ezio hacia el borde. Pero a pesar de toda su fuerza, soy inamovible como un acantilado mientras fulmino con la mirada hasta la muerte al hombre cuya vida está literalmente en mis manos. —¡Ares! —me ruge Kratos—. ¡Piensa esto jodidamente! ¡Es tráfico de hora pico allá abajo! ¡¿Lo dejarás caer frente a tres mil testigos?! Por favor. Con la furia rugiendo dentro de mí en este momento, lo haré frente a un millón de testigos. —Ares. A través del miasma rojo que se arremolina en mi visión, vuelvo a la realidad y me volteo al escuchar el suave sonido de su voz. Mis ojos se aclaran cuando se fijan en los de Neve. —No hagas esto —dice suavemente, poniendo una mano sobre mi apretado brazo—. No por mí. Por favor. La asesina niebla roja se disipa. Parpadeo y luego me giro para ver a Ezio. Gruñendo, tiro de él hacia atrás y lo empujo al suelo a mis pies. Solloza, obviamente tan borracho como aliviado de que le den una segunda oportunidad de vida. —¡Gracias! —llora, agarrando mi pierna—. Gracias, Ares… —Vete. Estás acabado. Parpadea hacia mí. —A partir de este momento, hasta nuevo aviso, que te prometo nunca llegará, la familia Adamos queda prohibida y excluida de todos los negocios Drakos. Cualquier color que quedara en la cara de Ezio se drena por completo.

222

Sí, por borracho que esté, entiende la gravedad de lo que acabo de decir. No lo estoy sentenciando a muerte, aunque debería hacerlo. Y no le estoy declarando la guerra a la familia Adamos. Pero la excomunión no es algo que alguien en nuestro mundo maneje a la ligera. De ahora en adelante, la familia Adamos está efectivamente en un estado vasallo. Les pagarán sus cuotas a la familia Drakos, pero no participarán en ninguna toma de decisiones, consejos ni nada de eso. Es básicamente el peldaño más bajo en la escalera antes de que tu lealtad se rompa y tu familia se convierta en enemiga. Vete a la mierda y muere, Ezio. Ni siquiera lo pelea. Medio porque probablemente todavía se está cagando en los pantalones por haber estado colgado en la calle. Y en parte porque entiende, incluso asustado, borracho y emocionalmente destrozado, lo fino que es el hilo del que está colgando en este momento. —Si alguna vez le vuelves a hablar así a mi esposa, no hay poder en la tierra ni en el cielo que me impida asegurarme de que beses esa acera la próxima vez. ¿Soy claro? Ezio se derrumba por completo, sollozando y balbuceando mientras asiente y se disculpa una y otra vez. Me dirijo a Kratos. —Saca esta mierda de mierda de aquí. Asiente mientras agarra al hombre rastrero y llorón y se lo lleva. —Ah ¿y Kratos? Me mira. Me giro para nivelar mis ojos con los de Neve. Su rostro está sonrojado. Sus ojos son salvajes y feroces. Y el fuego de los propios dioses crepita entre nosotros. —Por favor, dile a ya-ya que, lamentablemente, no podremos quedarnos a cenar esta noche.

25

223

H

NEVE

ay una sensación justo antes de que caiga un rayo. La atmósfera se espesa y se siente cargada. Se te eriza el vello de la nuca y casi puedes saborear la energía en el aire.

Es la sensación que corre por mis venas y por mi electrificada piel cuando Ares y yo tomamos el ascensor para bajar desde el penthouse Drakos. Estamos parados, viendo al frente mientras los pisos pasan. Ni siquiera nos estamos tocando, pero está ahí, como una tormenta a punto de azotar un ventoso campo. Como un tsunami a punto de estrellarse contra la rocosa costa. En un momento, el costado de su mano roza la mía. Casi gimo, solo por el pequeño toque. Así de cargado está todo. ¿Y si en realidad tomara mi mano en este momento o, Dios me ayude, me besara? Le arrancaría los pantalones, me empalaría en su pene y me correría incluso antes de llegar al vestíbulo. Pero no me toca, y mucho menos hace otra cosa. Probablemente porque lo sabe. Cinco segundos después de la caricia, las puertas se abren y entramos en el vestíbulo. De hecho, gimo bajo cuando su mano toma la mía. Cuando me arrastra atravesando el vestíbulo, a la calle y a la parte trasera del auto de lujo que espera. El chofer todavía está cerrando la puerta del pasajero cuando Ares se estira y aprieta el dedo contra el botón que cierra la pantalla de privacidad entre el conductor y nosotros. El tiempo se detiene mientras observo cómo la maldita cosa se eleva, tortuosa y lentamente. Cada nervio de mi cuerpo está atento. Cada neurona de mi cerebro está pidiendo a gritos que la toquen. Ser tomada. Ser penetrada. La partición hace clic suavemente cuando se cierra. Y de repente, todo vuelve a máxima velocidad. En un solo movimiento, antes de que pueda decir o hacer algo, Ares gira hacia mí, toma mi cara y cierra su boca contra

224

la mía. Gimo, temblando y estremeciéndome mientras gruñe en mis labios, devorándolos. Me empuja hacia abajo en el asiento, y todavía estoy buscando a tientas la cremallera en la parte trasera de mi vestido cuando cae al suelo, me sube el vestido hasta la cintura y mete los dedos en mis bragas. —Ares... Tira del resbaladizo lazo por mis piernas, jalándolo con un gruñido de frustración antes de empujar mis rodillas hacia atrás y separarlas. Gimoteo, estremeciéndome, cuando siento sus dientes rozar la parte interna de mi muslo. Le da un mordisco a mi carne, haciéndome gritar y gemir al mismo tiempo. Justo cuando el escozor de sus dientes se registra por completo en mi mente, su boca se adentra entre mis piernas. Su lengua arrastra mis labios y grito cuando el placer explota a través de mi centro. —Oh, mierda... Ares... Gruñe dentro de mí, su lengua serpentea dentro mientras gimo de placer. Mis ojos se ponen en blanco por lo profundo que va su lengua: es como si me estuviera penetrando con ella mientras mi cuerpo se retuerce y suplica por más. Entonces su lengua se arrastra hasta mi clítoris, y gimo cuando sus labios envuelven el dolorido capullo. Me devora sin piedad, girando su lengua sobre mi palpitante botón. Gimo salvajemente, mis caderas se sacuden y giran debajo de él, empujándose ávidamente contra su boca por más. Gruñe, presionando mis rodillas más hacia atrás. Y de repente, grito cuando su palma golpea fuerte mi trasero. Gimoteos y gritos por más caen espontáneamente de mis labios mientras arrastra su lengua arriba y abajo de los labios de mi vulva y la gira alrededor de mi clítoris mientras me azota una nalga, luego la otra. El agudo y brillante escozor de su palma mezclado con el embriagador y sensual placer de sus labios envolviendo mi clítoris me ahoga en éxtasis mientras gimo impotente bajo su toque. Ares arrastra dos dedos sobre mis resbaladizos labios antes de hundirlos lentamente en mí hasta donde pueden llegar. Jadeo, con los ojos en blanco de placer.

225

—Puedo sentir esta codiciosa vaginita apretando mis dedos tan jodidamente fuerte —raspa contra mi muslo, pellizcando mi piel de nuevo y haciéndome jadear. Mis ojos se agrandan cuando siento un tercer dedo introduciéndose en mí, haciendo que mi cuerpo se estremezca de placer. —Eso es, aprieta —gime mientras los acurruca contra mí—. Y piensa en lo jodidamente llena que te sentirás cuando sea mi pene el que haga que esta pequeña vagina gotee sobre los asientos. Sus dedos entran y salen de mí, llenándome hasta lo que se siente como mi límite. Es decir, hasta que pienso en lo que dijo. Tiene razón. Su pene es mucho, mucho más grande, y la idea de que lo hunda en mí en este momento me tiene arañando el asiento debajo de mí. Su boca se arrastra sobre mi clítoris, su lengua se arremolina a su alrededor mientras me penetra con los dedos. La ola se vuelve más caliente y grande, y cuando vuelve a azotarme el trasero mientras gira su lengua sobre mi clítoris, me rompo. Grito en el hueco de mi brazo cuando el orgasmo estalla atravesándome. Mis caderas se elevan y rozan su boca y sus dedos en ondas espasmódicas, todo mi cuerpo se retuerce y luego se derrumba en el asiento. Ni siquiera tuve tiempo de respirar antes de que me dé la vuelta, me incline sobre el asiento y se mueva detrás de mí. Gimo desesperadamente cuando tira hacia abajo de la parte superior de mi vestido, liberando mis pechos antes de empujar el dobladillo hasta mi cintura. Escucho el tintineo de su cinturón y cremallera. Entonces, de repente, estoy furiosa gimiendo cuando siento la caliente, gruesa e hinchada cabeza de su pene entre mis labios. Su mano agarra un puñado de mi cabello, retorciéndolo contra mi cuero cabelludo mientras se inclina sobre mí para acercar sus labios a mi oído. —Ahora, penetra ese pene como si lo dijeras en serio. Mis ojos se ponen en blanco, mi respiración se ahoga. Y luego, estoy meciendo mis caderas hacia atrás y sintiendo mi empapada vagina tragarse cada centímetro de él. El grito sale de mis labios y no hay nada que pueda hacer para detenerlo o calmarlo. Ares gime, clavándose profundamente en mí antes de

226

que su mano apriete de nuevo mi cabello. Tira de mi cabeza hacia arriba, arqueando mi espalda mientras se desliza solo para embestir contra mí. Mis gemidos y quejidos de placer llenan el asiento trasero del auto con chofer mientras ambos comenzamos a movernos juntos, yo empujando mi trasero contra su hermoso pene, y Ares siseando de placer mientras me penetra duro, una y otra vez. Su otra mano se mueve hacia arriba, y cuando siento sus dedos en mis labios, abro ansiosamente la boca para succionarlos dentro con avidez. Al instante, me doy cuenta de que son los mismos dedos con los que me estaba penetrando. Y es tan jodidamente sucio y ardiente saborearme en ellos que casi me corro allí mismo. Gimo, tarareando y chupando furiosamente sus dedos mientras su hinchado pene se sumerge en mí una y otra vez. Los espeluznantes y húmedos sonidos de mi vagina siendo embestida con su pene, y los sucios sonidos de sus abdominales golpeando mi trasero, llenan el asiento trasero. Su mano deja mi boca, agarrando mis dos muñecas y forzando mi mejilla contra el asiento. Gimoteo cuando Ares tira de mis brazos detrás de mi espalda, sujetando mis muñecas con una mano en la parte baja de mi espalda mientras mantiene su agarre en mi cabello. Las posiciones son totalmente dominantes, controladoras y posesivas. Y tan jodidamente buenas. El placer se ahoga en mi boca contra el cojín del asiento. Me siento total y completamente poseída. Y es esa absoluta falta de control lo que hace que mi cuerpo se contorsione, ondule, se retuerza y se estremezca hacia una explosiva liberación. —Tu dulce y pequeña vagina está ordeñando mi gran pene gordo tan jodidamente fuerte, Neve —gruñe Ares—. Tratando de exprimir cada gota de semen de mis bolas como una codiciosa chica. Giro la cabeza para gritar de placer en el asiento, mi espalda se arquea cuando el bombeo comienza a temblar y a retumbar en lo más profundo de mí, listo para estallar. —¿Es lo que quieres, chica codiciosa? ¿Quieres que mi pene llene tu vaginita de semen? ¿Quieres litros de agua goteando por tus jodidos muslos para no olvidar de quién eres?

227

El éxtasis truena atravesándome y mi visión se vuelve blanca mientras mi rostro se hunde bajo el peso del placer que está arrancando sin piedad de mi cuerpo. Ares golpea dentro de mí, sus manos se retuercen en mi cabello y sujetan mis brazos detrás de mi espalda mientras me pongo rígida. Los dedos de mis pies se curvan. Estoy justo en el borde. —Córrete para mí, Neve. Muéstrame cómo una buena zorra viene por el gordo y jodido pene de su marido. Santo. Maldito. Dios. Mi mundo explota cuando caigo al precipicio. El orgasmo atraviesa mi centro, torciendo y contorsionando mis músculos mientras sufro espasmos y grito en el asiento. Ares gime, empujando profundamente mientras su pene se hincha aún más y más grande, antes de que, de repente, se corra conmigo. La sensación de su caliente semen derramándose dentro de mí en gruesas cuerdas me hace temblar mientras otro clímax me atraviesa, hasta que de repente me quedo sin fuerzas, agotada. Y todo se oscurece.

—Neve. »Neve. »¡NEVE! Jadeo, sobresaltándome cuando su mano toma mi rostro. Parpadeo, mis cejas se fruncen mientras miro alrededor. Todavía estamos en el auto. Pero ya no estoy inclinada sobre el asiento. Estoy acurrucada en un ovillo en su regazo, con su chaqueta a mi alrededor. Levanto los ojos, sonrojándome cuando veo el preocupado rostro de Ares mirando el mío. —Hola —espeto, riendo como si estuviera borracha. Sus cejas se elevan, y una se arquea. —Me acabas de asustar, Neve. Pensé que estabas teniendo una convulsión.

—Nope —digo arrastrando las palabras perezosamente.

228

Me siento completamente libre. Completamente desatada. Pecaminosamente relajada. Y estoy bastante segura de que acabo de tener el orgasmo más grande y explosivo de mi vida. También estoy bastante segura de que me desmayé temporalmente por correrme tan fuerte. —No fue una convulsión. —Me río como si estuviera drogada, mordiéndome el labio mientras me estiro para presionar un dedo en sus labios—. Pero… yo… eso… —Le doy una torcida sonrisa—. Vaya. Los labios de Ares se curvan en la mirada más engreída que he visto en alguien. —No dejes que se te suba a la cabeza. —Me río. —Demasiado tarde. Se inclina y gimo suavemente, tomando su rostro mientras me besa profundamente. Mi lengua baila con la suya, mi cuerpo se estremece y anhela estar aún más cerca de él. Entonces, de repente, me doy cuenta de algo. El auto no se mueve. Frunciendo el ceño, me alejo y miro a través de las ventanas polarizadas. Estamos estacionados frente a nuestro edificio. Me sonrojo ferozmente cuando mis ojos saltan a los suyos. —¿Exactamente cuánto tiempo hemos estado aquí? —No mucho. —Me sonríe—. Desde que te penetré tan fuerte que te desmayaste. Pongo los ojos en blanco, sonrojándome profundamente. —Probablemente deberíamos entrar. —Estoy de acuerdo —gruñe, inclinándose para rozar sus labios con los míos—. Pero no porque tenga prisa por dejar este auto. Sonrío. —¿Por qué entonces? —Porque te penetraré de nuevo, y cuando lo haga, te quiero boca arriba, en nuestra cama, con tus piernas sobre mis hombros.

Oh.

229

El calor inunda mi centro mientras lo beso lentamente. Cuando me retiro, los dos nos vestimos rápidamente antes de salir del auto y correr, riendo, hacia el edificio. Jadeo cuando Ares me golpea contra la pared del ascensor, besándome profundamente mientras comienza a ascender. Gimoteo cuando su mano se desliza debajo de mi vestido y dentro de mis bragas. —Puedo sentir mi semen goteando de tu vagina —murmura en mi oído. Gimo, aferrándome a él mientras comienza a tocarme de nuevo, frotando mi clítoris con su pulgar. —Disfrutaré usando mi pene para empujarlo todo adentro. Lo agarro y lo beso acaloradamente. El ascensor suena al abrirse y entramos a trompicones en el penthouse. Pero entonces, el ascensor suena de nuevo. Y otra. Y otra vez. —Espera. Es mi teléfono —gruñe. Algo suena de nuevo. —Y ese es el mío. Nos separamos, él saca su teléfono del bolsillo de sus pantalones, yo saco el mío de mi bolso. Aparentemente, tener sexo alucinante en el asiento trasero tiene una forma de desconectarnos de todo. Mis ojos saltan. Joder, mi teléfono está lleno de notificaciones: de Eilish, de Cillian, de Castle. —Neve. —Santa mierda —frunzo el ceño—. ¿Qué pasa con todos los textos…? —Neve. —Y los correos electrónicos… —NEVE. La frialdad en su voz me sobresalta, atrayendo mi atención. Instantáneamente, mi piel hormiguea cuando veo la dura y feroz mirada en su rostro. —Qué está sucedi…

—Seamus O'Conor acaba de escapar de la prisión de Florence.

230

Y el mundo se desdibuja a mi alrededor.

26

231

NEVE DESPUÉS DE TRES SEMANAS.

P

asamos tres semanas bajo un confinamiento total. Todos los Kildare, obviamente, pero también la familia Drakos. Ares y yo nos refugiamos en el penthouse. Nos traen comida y cualquier otra cosa que necesitemos. La presencia de guardias en el vestíbulo, alrededor de cada entrada y patrullando el edificio en pisos aleatorios se triplica. Se convierte en un problema con varios otros de los residentes extremadamente ricos en otras unidades, hasta el punto de que hay una reunión para discutir la “presencia criminal y la persistente amenaza de peligro en la propiedad”. Al final, Ares resuelve ese problema en particular comprando literalmente los condominios de los residentes que hacen un escándalo al respecto. El verdadero inconveniente, y es uno grande, es que apesta estar lejos de todos durante tanto tiempo. No puedo visitar a Eilish, y ella no puede visitarme. Es lo mismo con Callie, y se ha vuelto muy cercana a Eilish y a mí. Pero sé que así es como tiene que ser, hasta que el Ejecutor sea recapturado. Hace dos semanas, tomé la consciente decisión de dejar de ver o leer las noticias. Se volvió demasiado: casi todas las historias eran sobre la historia de violencia de Seamus, o su tiempo en la cárcel donde era igual de violento, o sus amenazas hacia mí en la televisión en vivo. Si no era eso, eran varios “expertos” generalmente exagentes del orden público, especulando sobre dónde podría estar. O peor y aún más inquietante, sobre cuánto tiempo podría pasar antes de que intentara cumplir la amenaza que hizo en televisión.

232

Afortunadamente, la prensa no sabe con certeza por qué me quiere muerta. No conocen el trato que hizo mi padre con el FBI. Ni sobre mi secuestro cuando tenía nueve años. Ni sobre mi testimonio como el último clavo en el ataúd de Seamus. Todo fue sellado hace quince años. Entonces, la mayoría de los medios de comunicación llegaron a la conclusión de que Seamus está loco e irracional. Pero aun así, evitar las noticias es importante por el bien de mi estado mental y emocional. De hecho, hay una ventaja en toda esta situación: pasé tres semanas completamente encerrada con mi esposo, el Dios de la Guerra. Quien también resulta ser el dios del sexo, tocando mi cuerpo como un virtuoso del violín y haciéndome correr más fuerte y más explosivamente de lo que realmente sabía que el cuerpo humano fuera físicamente capaz. Entonces, eh, sí. Esa parte es buena. Esa parte es muy buena. —Abre las piernas. ¿Mencioné lo jodidamente buena que es esta parte? Estoy acostada en medio de nuestra cama, con los ojos vendados, desnuda, con el calor corriendo por mi rostro por lo más expuesta que me siento debido a la almohada debajo de mi trasero, levantando mis caderas. ¿Y ahora quiere que me abra de piernas? Excitante. Como. El. Pecado. Cuando dudo, de repente jadeo cuando siento que su mano golpea suavemente la parte interna de mi muslo. No fue un golpe fuerte, pero con la fuerza suficiente para hacerme temblar y gemir. Así que hago lo que dice. Siento que Ares se mueve hacia abajo con una pierna, jugueteando con las puntas de sus dedos sobre mi piel hasta que su gran mano se envuelve alrededor de uno de mis tobillos. Lo envuelve con algo sedoso y me estremezco cuando lo siento apretarlo. —Ares… —Shh. Palpita con calor cuando sube por esa misma pierna. Y justo cuando las yemas de sus dedos están a milímetros de tocarme donde necesito

233

desesperadamente que me toque, se mueven hacia la otra pierna. Gimo de frustración, mis caderas se retuercen mientras juega con el otro tobillo. Cuando envuelve más seda alrededor de esa y tira con fuerza, de repente, me pongo rígida. —Espera, ¿qué estás? Ares... Gimo cuando siento que su peso se mueve sobre la cama, y las yemas de sus dedos suben por mis costillas para jugar con un pecho. Hace bailar su toque sobre mi pezón, girando un dedo alrededor del pezón rosa pálido, dolorosamente duro. Mi espalda se arquea de placer mientras un largo suspiro sale de mis labios. Justo cuando lo hace, su toque deja mi pecho. Desliza sus manos hacia abajo hasta una muñeca, y me estremezco cuando la empuja bruscamente por encima de mi cabeza y la enrolla con una tercera seda alrededor. El calor late en mi centro. Me está atando. Por un microsegundo, casi grito. Hay un momentáneo destello de puro pánico cuando mi cuerpo se tensa y mi mente reproduce pesadillas de mi pasado. De alguien más atándome, pero no para jugar conmigo. No para darme placer como lo está haciendo Ares. Para cortarme. Para hacerme sangrar. Para matarme. —Malo. Mi ceño se frunce mientras mi cuerpo se tensa. —¿Q-qué? —Malo. —Gruñe la palabra bajo en mi oído mientras su toque se arrastra a mi otra muñeca—. Es tu palabra de seguridad. Sé lo que estás pensando en este momento, Neve —murmura en voz baja—. Sé a dónde va tu mente. Pero sabes quién soy. Sabes dónde estás. Y sabes que no es entonces y que no soy él. Trago, permitiendo que mi corazón deje de latir. Asiento en silencio. —No estoy haciendo esto para enviarte de regreso a ese lugar, Neve. Estoy haciendo esto para liberarte de eso.

234

La cuarta pieza de seda se desliza sobre mi muñeca, tira con fuerza. Y por segunda vez en mi vida estoy totalmente indefensa, atada y a merced de un hombre. Pero justo cuando pienso eso, y anticipo que el terror regresará corriendo... no es así. Porque tiene razón: este no es ese momento ni ese lugar. Y él no es el monstruo de mi infancia. Estoy en un lugar que me ha hecho sentir como en casa, no como una choza. Las ataduras son de sensual seda, no de áspera cuerda. El toque contra mi piel es la suave caricia de un amante, no la afilada navaja de un monstruo. Y aunque siento que debería aterrorizarme, no es así. No, no es miedo lo que corre por mis venas en este momento. Es pura y desenfrenada lujuria. Me estremezco cuando juega con sus dedos sobre mi piel, haciéndome gemir cuando toca un pezón de nuevo. —Si se vuelve demasiado… —No lo es. —Jadeo mientras su mano se desliza suavemente sobre mi estómago, empujando más abajo—. Más. —Si lo hace, sin embargo. Sólo di la palabra. Di malo, y terminará. Se cortarán los nudos, se quitará la venda de tus ojos y dejaré de tocarte. —No quiero que vuelvas a hacer eso —murmuro en voz baja. —Hacer ¿qué? —Dejar de tocarme. Me sobresalto, gimiendo cuando de repente siento sus labios contra mi oreja. —Bien. Porque tendré dificultades para quitarte las manos de encima. Gimo cuando su mano se desliza hacia abajo para tomar mi vagina. Un dedo se arrastra perezosamente a través de mis húmedos labios como el rocío, rodando sobre mi clítoris mientras jadeo de placer. El peso sobre la cama cambia de nuevo y me estremezco acaloradamente cuando siento sus manos rozar mis muslos, seguidas por su aliento. —Ares...

235

Su boca zumba contra mi vagina, su lengua me lame. Grito, elevando las caderas contra su boca mientras el placer me estremece. Su lengua se arremolina en lentos y agonizantes círculos alrededor de mi clítoris, hasta que mi cuerpo está descaradamente, violentamente corcoveando contra su boca. Mantiene la provocación, una ola cálida y lenta me inunda. Luego arrastra su lengua hacia abajo, separando mis labios con sus dedos antes de hundir su lengua dentro de mí. Gimo de placer, los ojos en blanco debajo de la venda. —Sí… Gruñe, la retumbante sensación vibra atravesándome mientras su lengua se arrastra atravesando mis pliegues. Ares toma mi clítoris entre sus labios, girando la punta de su lengua alrededor del dolorido capullo hasta que le suplico, en voz alta, que me haga correrme. A lo cual, solo se ríe sombríamente. —Oh, tendrás que rogar más que eso, mi esposa. Su lengua se sumerge en mí de nuevo, haciéndome chillar mientras me esfuerzo contra mis ataduras. Vuelve a lamer mi clítoris, aumentando el placer hasta que estoy segura de que me correré en ese mismo momento. Que es, por supuesto, precisamente cuando retrocede, dejándome hecha un tembloroso, gimoteante y quejumbroso lío. —¡Por favor! —gimo. Sus dientes muerden la parte interna de mi muslo y grito. Su pulgar rueda sobre mi clítoris mientras su lengua entra y sale lentamente de mí. Luego se mueve hacia abajo. Mis ojos sobresalen detrás de la venda, mi boca se afloja. —¿Dónde estás…? Oh mi maldito Dios… Su lengua toca mi trasero y fuegos artificiales explotan en mi cabeza. La punta se arremolina lentamente alrededor de mi anillo, enviando puro fuego y relámpagos a través de cada nervio de mi cuerpo. Un inhumano gemido de placer se derrite de mi boca, mi cuerpo se pone rígido y luego completamente flojo mientras lame mi lugar más privado. —Santa mierda... Ares... —Te gusta mi lengua allí, ¿no? Una chica tan sucia.

236

Gimoteo, asintiendo mientras me derrito en la felicidad. Su pulgar rueda lentos y deliberados círculos alrededor de mi palpitante clítoris mientras su lengua traza el mismo patrón contra mi trasero. Agarra mis nalgas con fuerza, abriéndome más y dándole a su lengua un acceso más profundo. Gimo de placer, mis caderas se mueven tanto como pueden contra su boca. —Buena chica. Casi me corro en el momento en que lo dice. Hay algo tan increíblemente malo, casi una blasfemia, en que me llame buena chica mientras está haciendo algo tan malvado y malo en mi cuerpo. —¿Mi chica buena quiere correrse? —gruñe Ares. Me quejo de placer, asintiendo vigorosamente. Mis caderas se mueven solas, rodando y arqueándose contra su lengua. La yema de su pulgar frota círculos sobre mi clítoris y gimo cuando hunde dos dedos en mi vagina. —¡Por favor! —Jadeo sin aliento, perdida y ahogándome en una neblina de placer. Ares se aleja de repente, haciéndome gemir en protesta antes de sentir su peso cambiar. Me estremezco cuando lo siento moverse, como si estuviera arrodillado... ¿junto a mi cabeza? ¿Detrás de mi cabeza? ¿A ambos lados de…? —Entonces será mejor que abras la boca como una buena chica. Entonces es cuando siento la gruesa e hinchada cabeza de su pene deslizarse húmedamente por mis labios, y me doy cuenta de que está arrodillado a horcajadas sobre mi cara. Ansiosa, desenfrenadamente, abro la boca y envuelvo mis labios alrededor de su pene. Ares sisea de placer. —Joder, sí, solo así —gime—. Qué buena chica. Una pequeña chupa penes tan bonita. Instantáneamente se me ocurre que si fuera literalmente cualquier otro hombre en el mundo llamándome así, lo mordería. Duro. Entonces usaría mi palabra segura, le diría que se fuera a la mierda con un martillo y me iría. Pero con Ares, es como echarle gasolina al fuego. Porque con él, es diferente. Cuando me llama buena chica, cuando me alaba así, me dan

237

ganas de derretirme. O de explotar en puro éxtasis. Y ahora me doy cuenta de que cuando empuja las cosas hacia una dirección más oscura y sucia, tiene el mismo poder sobre mí. Tal vez incluso más. Justo ahora, con esas palabras, sin siquiera tocarme, fue como si acabara de pasar su lengua por mi clítoris. Gimo profundamente cuando me doy cuenta. Gimo, chupando la gruesa e hinchada cabeza de su pene metido entre mis labios. y girando mi lengua a su alrededor. Y se hincha aún más, y cuando gime, es la misma sensación que su alabanza con palabras. —Dilo otra vez —gimo en voz baja mientras deslizo momentáneamente mi boca de él. Se ríe oscuramente, enviando escalofríos a través de mi cuerpo. Siento que me toca, siento sus dedos arrastrándose a través de mis resbaladizos labios para hacer rodar mi clítoris. —¿Es lo que tiene a tu vagina tan mojada y desordenada para mí? — gruñe Ares—. ¿Qué te digan lo linda que eres mientras mi gran pene gordo está estirando esos hermosos labios? Tengo espasmos, casi corriéndome mientras frota mi clítoris en lentos círculos. Ares se ríe sombríamente de nuevo. —Abre la boca, hermosa —dice con voz áspera—. Abre esa boca y muéstrame lo buena que puedes ser una pequeña zorra para mi pene mientras hago que tu linda vaginita se corra para mí. Se mueve de nuevo y grito cuando su boca cubre mi vagina. Su lengua se arremolina alrededor de mi clítoris mientras lo succiona entre sus labios, sus dedos se curvan dentro de mí. Su pulgar traza círculos alrededor de mi trasero mientras baja sus caderas, empujando su pene entre mis ansiosos labios. Gimo, chupando y sorbiendo húmedamente su hinchada cabeza. Mi lengua se arrastra y baila alrededor de la coronilla, saboreando la forma en que se vuelve aún más grande y duro en mi boca. Puedo saborear la dulzura de su líquido preseminal mientras gruñe, penetrando superficialmente mi boca mientras devora mi vagina. Mi mundo comienza a desdibujarse, mi cuerpo se derrite en fuego líquido hasta que ya ni siquiera puedo pensar. Todo lo que puedo hacer es tararear y gemir salvajemente alrededor de su pene, lamiendo la bulbosa cabeza con entusiasmo mientras su boca y sus dedos me empujan al borde.

238

El sollozo de placer atraviesa mi cuerpo, destrozando cada terminación nerviosa y convirtiéndome en fuego. Suelto un grito ahogado de placer a su alrededor mientras el orgasmo explota a través de mi centro. Mis caderas se elevan, empujándose ansiosa y desesperadamente hacia su boca mientras su lengua y sus dedos ponen mi mundo patas arriba. Ares sisea, y gimo mientras empuja su pene profundamente en la parte posterior de mi garganta. Ruge, empujando su mano hacia abajo para agarrar un puñado de mi cabello justo cuando comienza a correrse. La emoción de su fuerza, de estar bajo su control y de su poder sobre mí en este momento es como el napalm. Y cuando siento su pene palpitar entre mis labios, empiezo a explotar de nuevo. Su semen se derrama sobre mi lengua, y estoy tragándome ansiosamente hasta la última gota mientras mis labios se estiran alrededor de él y mi propio orgasmo se convierte en otro, hasta que mi mundo se vuelve borroso en los bordes. Después de eso, me quedo fláccida. Ni siquiera puedo pensar con claridad mientras me derrumbo en las sábanas en un estado de felicidad y de una neblina orgásmica. Soy vagamente consciente de que Ares deshace los lazos de seda en mis muñecas y tobillos. De que desliza la almohada debajo de mí antes de tomarme en sus brazos. Cuando finalmente abro los ojos, lo veo flotando sobre mí, su mirada clavada en la mía. No decimos una palabra. No porque no sepamos qué decir, sino porque no tenemos por qué hacerlo. Todo lo que hay que decir está escrito allí mismo, en nuestras caras. Me asusta muchísimo. También me dan ganas de gritar de pura alegría. Y me dan ganas de quedarme en este momento para siempre, envuelta en sus brazos y perdida en su mirada feroz. Su mano toma mi mejilla mientras se inclina. Me sonrojo, alejándome. —Debería cepillarme los dientes… —¿Crees que me importa eso un carajo? Nuestras bocas se juntan, su lengua empuja instantáneamente entre mis labios para arremolinarse con la mía. Gimo desesperadamente, le devuelvo el beso y me saboreo en su lengua, mientras hace lo mismo. Es intensamente íntimo. Y no quiero que se detenga nunca.

239

No quiero que nada de esta extraña y maravillosa realidad que construimos a nuestro alrededor se detenga. Jamás.

Al día siguiente, por primera vez en mucho tiempo, tenemos que vestirnos, después de que uno de los capitanes de Ares llama para avisarle que tenemos una visita. Cillian. Cinco minutos después, vestido con vaqueros negros y una camiseta negra, Ares le está abriendo la puerta a mi tío. Entro en la principal sala de estar desde el dormitorio, tratando de ocultar el rubor en mis mejillas mientras me subo la cremallera de una sudadera con capucha. Pero, estoy segura de que en cuanto los ojos de Cillian se posen en mí, lo sabe. Simplemente no se puede ocultar un rubor que ahora es prácticamente permanente. Un segundo hombre sigue a Cillian adentro. Por un segundo, frunzo el ceño, tratando de ubicarlo. Entonces hace clic. —Este —gruñe Cillian, volviéndose hacia Ares y luego señalando al hombre mayor y guapo con traje que está a su lado—, es Shane Dorsey, del FBI. Ares levanta una ceja. —¿Exactamente de qué se trata esto? —Sorpresa. Estás bajo arresto. —Sonríe sarcásticamente Cillian. —Gracioso. El agente Dorsey se aclara la garganta y le tiende la mano a Ares. —Shane es un amigo de la familia —explica Cillian mientras los otros dos hombres estrechan sus manos bruscamente. El agente Dorsey se gira para sonreírme. —Qué bueno verte de nuevo, Neve.

240

Veo el parpadeo de la sombra en el rostro de Ares, y la forma en que su mandíbula rechina peligrosamente. Se afloja un poco cuando me muevo a su lado y deslizo mis dedos en los suyos. —El agente Dorsey fue mi agente de manejo después de… antes. Cillian asiente sombríamente. —Personalmente, hubiera preferido pasar una semana completa a solas con ese hijo de puta y divertirme un poco con un cuchillo especial para filetes. Pero Declan le dio a Shane aquí el golpe de su vida cuando le permitió detener a Seamus. A cambio, Shane, quien ahora es jefe interino del área metropolitana de Nueva York, es quien se hace la vista gorda ante toda la actividad Kildare aquí. Los ojos de Ares se estrechan. —Deberías haberlo matado cuando tuviste la oportunidad. Shane levanta un hombro, con una mirada sombría en su rostro. —No hay argumento aquí. Cillian tiene razón. Llevar a ese imbécil hizo mi carrera en el FBI. Pero en retrospectiva, lo cambiaría todo por retroceder en el tiempo y poner una bala en la cabeza de ese psicópata. Ares asiente con aprobación ante eso. —De todos modos, quería que ambos escucharan esto en persona. — Cillian se vuelve y le da la palabra al jefe del FBI, quien se aclara la garganta. —Todavía no hacemos público esto, pero ambos deben saber que la Oficina rastreó a Seamus O’Conor cruzando la frontera hacia México ayer por la mañana. Desearía que la noticia fuera... más. Desearía que estuviera muerto, o atado a la parte delantera de un cohete que volara hacia el sol. Pero aun así, en el momento en que lo escucho, cierto peso se me quita de los hombros. Es como si mis pulmones se abrieran un poco más por primera vez desde que escuché sobre su escape. Ares frunce el ceño. —¿Estás seguro? Shane sonríe sombríamente. —El FBI no trata con ilusiones ni conjeturas, señor Drakos. Usó papeles falsos, obviamente. Pero lo captamos tanto en cámara como a través

241

de varios testigos presenciales cruzando a México. Fue directamente a la sucursal principal del Banco Santander en Juárez y se fue con dos maletas con las que no entró. Mis ojos se agrandan y mi respiración se vuelve más rápida. Mi mano aprieta la de Ares. —Hay una serie de cuentas que no pudimos confiscar de O’Conor cuando fue arrestado. Cuentas con diferentes nombres, diferentes identidades corporativas. México no es las Islas Caimán, pero si les pagas a los ejecutivos o a los directores bancarios correctos, obstruirán incluso al FBI durante al menos un par de décadas. Una de esas cuentas estaba en el Banco Santander, por una suma de treinta millones de dólares estadounidenses. A partir de ayer, esa cuenta fue cerrada. —¿Y eso significa? —gruñe Ares débilmente. El agente Dorsey sonríe levemente. —Significa que este imbécil se fue, señor Drakos. La Oficina cree que el escenario más probable es que O'Conor se dirija a algún lugar sin tratado de extradición con EE. UU. y viva el resto de su miserable vida borracho en una playa. Santa mierda. Más y más levantamientos de peso de mis hombros. Mi corazón comienza a acelerarse. —Pensé que acababas de decir que la Oficina no hacía muchas ilusiones ni conjeturas —gruñe Ares. Dorsey se ríe. —No es una ilusión, señor Drakos. Es nuestra teoría oficial. Mire, al hombre no le quedan conexiones en EE.UU. Todos están muertos, o lo quieren muerto, o lo venderían felizmente por algo de esa dulce inmunidad de la Oficina. O'Conor tiene treinta mil en efectivo, nada para él aquí... —Creo que fue bastante claro en televisión nacional sobre algunos asuntos pendientes aquí —sisea Ares. Shane asiente, volteándose para darme una rápida mirada. —Mire, no estoy diciendo que deba dejar sus puertas abiertas. Y, por supuesto, mantendré algunos de nuestros extracontables activos vigilando a Neve. Pero mi opinión profesional es que el truco en la televisión fue una

242

deliberada táctica para aislarse. Quienquiera que lo liberó usó el hecho de que estaba en aislamiento para… —Disculpa ¿qué? El miedo desnudo hunde sus garras en mi corazón. Shane se gira para darme una sombría mirada. —Lamento las contundentes noticias. Pero sí. Definitivamente tuvo ayuda. Usaron una falla de seguridad en la instalación de confinamiento solitario dentro de Florence para dejarlo escapar. —¿Quién diablos son “ellos”? —gruñe Ares. Dorsey suspira. —Treinta millones compran muchos amigos, señor Drakos. Lo estamos investigando. Pero quienquiera que sea, no tendrá ninguna venganza contra Neve. Es más probable que sea un equipo de mercenarios a sueldo. —Entonces… —Frunzo el ceño, tragando—. Ahora ¿qué? —Diría que se mantenga tan segura como la haga sentir cómoda, Neve —gruñe Shane—. Tiene que vivir su vida. El hecho es que O'Conor está fuera del país con dos maletas literalmente llenas de dinero en efectivo y sin ninguna razón lógica para querer regresar. También está en la parte superior de la lista de los más buscados de Estados Unidos. Todos los agentes fronterizos y agentes de la ley del país lo están buscando. Si fuera un apostador, mi dinero estaría en ese imbécil sentado en una playa de Vietnam con un nombre falso en su pasaporte y un coctel en la mano mañana por la noche. Parpadeo, mi pulso se acelera. Se acabó. Sí, si Seamus no está muerto, todavía está por ahí. Pero saber que ya cruzó una frontera, posiblemente del otro lado del planeta, con todo ese dinero, y escuchar la teoría de Shane sobre que Seamus quiere que lo dejen en paz como parte de un plan de escape de alguna manera hace que el peso sobre mis hombros se aleje. Es como si finalmente te mostraran la parte inferior de tu cama y vieras que el monstruo que has estado imaginando acechando allí todas las noches es solo una vieja camiseta. Cillian se aclara la garganta.

243

—Mantendré un completo equipo de seguridad con ustedes por ahora, por supuesto. Pero dejaré que ustedes dos decidan cómo les gustaría proceder en términos de encierro y todo eso. El agente Dorsey le da la mano a Ares y luego me da un reconfortante pero profesional abrazo mientras mi esposo lo ve con la mirada muerta. Entonces Dorsey y mi tío se van, dejándonos a Ares y a mí solos. Todavía estoy parada allí en silencio y entumecida tratando de procesar todo mientras Ares se me acerca por detrás y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura. Me estremezco cuando baja la boca para besar mi cuello. —Lo que sea que quieras hacer, lo haremos —gruñe—. Si quieres regresar al mundo, puedes hacer eso… Me giro para arquear una ceja hacia él. Frunce el ceño. —Está bien, podrás hacer eso con una escolta armada en la sombra. O podemos quedarnos encerrados aquí para siempre. Sonrío. —¿Para siempre? Se encoge de hombros. —Si quieres. Sonrío, retorciéndome en sus brazos para enfrentarlo. —Mira, no me malinterpretes. Estar encerrada aquí durante semanas contigo ha sido… —¿Un intento? ¿Esclarecedor? ¿Desencantado? Me río. —Iba a decir el cielo, si fuera agotador. Sonríe como un lobo. —Pero… —Pero no eres un periquito —termina Ares por mí en voz baja—. Lo sé. Y tampoco eres mi princesa en una jaula dorada, por mucho que me guste como suena eso. Sonrío, negando con la cabeza. Ares suspira.

244

—Entonces de vuelta al mundo en general será. Con un guardia de sombra. —Su ceño se frunce—. Ni siquiera intentes pelear conmigo en eso. Me sonrojo, sonriéndole. Me sonríe de regreso. —Entonces —gruñe Ares—. ¿A dónde vamos esta noche para que pruebes por primera vez la libertad en tres semanas? Y, por favor, ni se te ocurra sugerir The Banshe. Me muerdo el labio, una mano sube para trazar perezosamente un dedo sobre su duro pecho a través de su camiseta. Un rubor se arrastra en mi cara. —¿Qué pasa si empezamos todo esto de la libertad mañana? Su ceja se arquea. —Está bien. ¿Y esta noche? —Esta noche… —Me sonrojo mientras me pongo de puntillas para acercar mis labios a su oreja—. Esta noche, ¿qué tal si me vuelves a hacer lo que hiciste antes y me muestras exactamente cuánto soy tu princesa en una jaula dorada? Me estremezco y gimo mientras sus manos se deslizan ansiosamente hacia abajo para agarrar mi trasero posesivamente, apretando mi cuerpo contra el suyo. Un bajo gruñido retumba en su pecho. —¿Quieres que te vende los ojos de nuevo? Trago, asintiendo. —¿Y que te ate? Asiento de nuevo, gimiendo cuando una de sus manos se desliza hacia arriba para agarrar un puñado de mi cabello en la nuca. Ares gime, fuego parpadea en sus ojos mientras su boca desciende a mi cuello. —Espero que estés usando bragas. Se me corta el aliento. —Por qué… —Porque necesitarás que te las meta en la boca para evitar despertar a la mitad de la maldita ciudad antes de que termine contigo esta noche.

27

245

Y

ARES

así la vida, como dicen en las películas, vuelve a la normalidad. En su mayoría, al menos. Todavía tengo un pequeño ejército de guardias siguiendo a Neve donde quiera que vaya. Pero después de tres semanas encerrados en nuestro penthouse, empieza a salir de nuevo al mundo. Las emociones que surgen en mí cuando pienso en ello están en conflicto, por decir lo menos. Por un lado, lógicamente sí: es un alivio saber que la amenaza contra ella efectivamente desapareció. Mi propia gente investigó un poco, y el agente Dorsey estaba diciendo la verdad: el Departamento de Justicia de EE. UU. tiene antecedentes de que Seamus cruzó la frontera con México y desapareció en Juárez. La historia con su escape también se verificó. Por impenetrable e ineludible que sea Florence ADX, Seamus y a quienquiera que haya contratado encontraron un punto débil: una falla en el horario programado de los guardias que vigilan a los prisioneros en ultra aislamiento. Todavía se está investigando cómo lograron introducir un dispositivo explosivo en esa celda de aislamiento y hacer algunos agujeros en un par de paredes. Pero usaron una ventana de “apagón” de diez segundos para colocar las cosas en su lugar sin ser vistos. Así que sí, por un lado, me alegro de que haya cierto grado de seguridad con Neve pudiendo salir ahora. Para visitar a su hermana y a Callie. Para volver a clases en el campus. Y lo más importante, para vivir su vida con un poco menos de miedo. Pero, por otro lado, no tenerla toda para mí en el ático durante semanas, solo nosotros dos aislados del resto del mundo, apesta. Existe la posibilidad de que me haya acostumbrado demasiado a tenerla encarcelada conmigo, sin nada que hacer en todo el día, excepto ver cuántas veces puedo hacer que se corra antes de que no pueda caminar.

246

Sin embargo, es solo mi propio egoísmo hablando. En general, sé que es bueno que vuelva a salir. Pero no significa ni por un segundo que haya bajado la guardia. Incluso si el FBI está seguro de que Seamus está bebiendo gin tonics en una playa del sudeste asiático en algún lugar. Asiento mientras Hades y yo entramos en la oficina de Cillian. Cillian y Owen Foley asienten. Neve, junto con su pequeño ejército de guardias, está en clase. Eilish y Callie están haciendo un recado en algún lugar, con Castle a cuestas. Que es exactamente por lo que elegí este momento para esta pequeña reunión. Porque Neve está claramente disfrutando de su nueva libertad. Está sonriendo más. Está respirando mejor, sabiendo que ese monstruo se fue. Excepto que no estoy tan convencido de que lo haya hecho, y tampoco Cillian. Pero ninguno quiere preocuparla con eso. Queremos dejarla ser feliz. Hades y yo nos sentamos en el sofá frente a los dos irlandeses mientras Cillian enciende un cigarrillo. —¿Entonces? Cillian asiente mientras da una lenta calada. —Los dispositivos fueron fabricados profesionalmente. Está hablando de las tres bombas que le permitieron a Seamus escapar solo en Florence: una que hizo un agujero en la pared de su celda y dos más que tenían la intención de provocar el caos y la carnicería dentro del recinto, y provocaron un motín en la prisión. Lo que cubrió su huida. —¿Eso es de Dorsey? Cillian niega. —No. El FBI todavía cree que alguien logró fabricar artefactos explosivos dentro de la misma prisión. Porque las bombas se construyeron deliberadamente para que se vieran así: todas las partes eran mierda que podías encontrar en el interior, si sabes lo que estás haciendo. —¿Pero no lo eran? Niega. —No.

Arrugo la frente.

247

—¿Dorsey sabe eso? —Shane es un buen activo para mi organización. Pero hay una tácita regla de que no nos pisamos los dedos de los pies, profesionalmente hablando. No me dice cómo manejar mi negocio. No le digo que contrate a mejores expertos en explosivos que puedan ver que esos dispositivos fueron hechos a medida para que parecieran hechos en casa. Pero tuve a mi propia gente investigando todo eso, porque huele a mierda, y quiero saber quién la cagó. Por así decirlo. Hades y yo nos miramos. —Hay algo más —murmura Owen, tomando un sorbo del whisky en su mano—. Seamus no es el único que falta en Florence. Mi ceño se frunce. —¿Disculpa? —Tuvo ayuda. —Bueno, no la jodas —gruñe Hades—. Pero comieron mierda al salir cuando entraron los guardias. Se refiere a los cinco guardias y diez prisioneros que murieron durante el motín que Seamus diseñó para enmascarar su escape. Owen niega. —No. Alguien más. Se mantiene en secreto, incluso para nosotros. Dorsey es un buen hombre, pero hay cosas que no puede o no quiere contarnos. —¿Estás diciendo que falta más de un preso en la prisión más segura del país y nadie habla de eso? —gruño. —Si y no. —Owen toma otro sorbo de su bebida—. Originalmente, Florence los contó a todos, incluidos los cuerpos. Excepto que dos de esos cuerpos no eran prisioneros ni guardias allí. Mi hermano frunce el ceño. —¿Eh? Cillian asiente. —Un par de don nadies. Traficantes de drogas de bajo nivel. Fueron golpeados y luego asesinados; ya estaban muertos antes de que terminaran

248

en Florence. Quien haya colocado esos explosivos también los tiró allí. Los cuerpos debían cubrir el hecho de que otros dos prisioneros escaparon con Seamus, y para asegurarse de que el conteo de cabezas saliera correcto después de que se calmara el polvo. Mis dientes rechinan. —¿Así que tiene a dos malditos tipos ahí fuera con él? —No. Levanto una ceja. Cillian le da otra lenta calada a su cigarrillo. —Los tuvo. —Exhala humo—. Al menos, durante unos ochenta kilómetros. Ambos fueron encontrados muertos en la parte trasera de un antiguo almacén, junto a la incendiada furgoneta de lavandería de la prisión en la que escaparon. Hades niega. —Así que los mató. —Mucho. Mi hermano frunce el ceño. —¿Pero no quemó los cuerpos con la furgoneta? —No. —Cillian arquea una ceja—. Los desangró hasta morir. Una fría sensación se arrastra sobre mi piel. Mi mente recuerda los horrores que escuché sobre el monstruo que una vez quiso hacerle lo mismo a una Neve de nueve años. —Estaban atados en cruces improvisadas —murmura Cillian en voz baja—. Y con cortes: en las muñecas, en la arteria femoral, en la yugular. Todos acuchillados. Como trató de hacer con Neve. —¿Dorsey está al tanto de eso? —Me sorprendería si no lo estuviera —gruñe Cillian—. Pero, de nuevo, nuestra relación es… de varias capas. —¿Investigaste a los dos tipos con los que salió? ¿Sus afiliaciones? Cillian ve a Owen, quien asiente. —Un poco. —¿Y? —gruño.

—Bueno, todavía estamos investigando…

249

—Pues busca más duro —gruño. El irlandés mayor frunce el ceño y mira a Cillian. Pero el tío de Neve simplemente se encoge de hombros. —Escuchaste al griego —gruñe—. Busca más duro. Haz lo que sea necesario. Averigua quiénes carajos eran y con quién mierda pueden haber estado afiliados. Owen asiente, termina su bebida y se pone de pie. Me dirijo a mi hermano. —¿Ese oficial de Seguridad Nacional todavía te debe ese favor? Hades sonríe débilmente. —Lo hace. —Cóbralo. Quiero saber qué tienen los federales sobre esos dos. —En eso. Mi hermano sigue a Owen hasta la puerta. Cuando Cillian y yo estamos solos de nuevo, se recuesta en el sofá, juntando los dedos. —Neve te lo dijo, ¿verdad? Acerca de Seamus, quiero decir. —Lo hizo —gruño—. Y gracias. —Nadie necesita que se le agradezca por hacer lo que debe por la familia. Es justo lo que tú haces. Nos sentamos en silencio por un momento. —¿De verdad crees que estamos bien con eso? —le pregunto—. Quiero decir, ¿esta teoría de que Seamus se fue a Vietnam o a dónde sea? Cillian toma una lenta respiración. —Creo que Owen y Dorsey tienen razón. Seamus es un psicópata, pero no es que haya hecho lo que hizo por los irlandeses por pura caridad. Lo hizo por la sed de sangre, sí. Pero también le pagaron como a un puto rey por sus servicios. Cuando cayó, ese dinero se movió muy rápido en el extranjero, o en esas otras cuentas de las que Dorsey habló. Cillian se encoge de hombros, exhalando. —El hombre estaba pensando en morir solo en una celda sin ventanas de uno y medio por uno medio metro. Ahora está fuera, sentado en una

250

playa con cerca de treinta millones en el bolsillo. Está loco, pero no es estúpido. —¿Qué hay de enojado, sin embargo? —siseo—. ¿Qué hay de vengarse de la mujer a la que le dijeron que mintiera en un estrado de testigos a la edad de nueve años? Los ojos de Cillian se estrechan por el borde de mi voz. —Sucede que sé a ciencia cierta que Neve no se arrepiente de eso. Pero aun así… —Tenía jodidos nueve años, Cillian —siseo. —¡Y ese maldito lunático casi la mata! —gruñe de regreso—. ¡¿Crees que hice lo que hice solo para joderla?! —escupe—. Porque no es así. Tomé esa decisión porque si había alguna posibilidad de que ese monstruo saliera, sabía que ella estaría en peligro. Ladro una fría risa. —¡Bueno, pues aquí estamos! Sus ojos se clavan en los míos de esa manera inquietantemente psicópata que tiene a veces. —¿Sabes cómo me las arreglé para encontrarla, hace tantos años? —Sí, se los sacaste a golpes a los viejos amigos de Seamus. Cillian sonríe levemente. —¿Sabes lo que le hace el ácido fluorhídrico a un hombre? Mi mandíbula se aprieta. —Sé que puede... quemarte. Sus labios permanecen apretados en una maníaca y desagradable sonrisa mientras ve su antebrazo izquierdo pensativo. —Te derrite la piel. Luego el músculo. Luego los mismísimos huesos. —Vuelve su mirada hacia mí—. Un hombre te dirá casi cualquier cosa cuando está atado y observa cómo su mano se disuelve en nada más que agua con gas. Me trago una mueca. —O te dirá lo que crea que quieres que te diga —contraataco. Cillian se encoge de hombros.

251

—Sí. Podría hacerlo. ¿Pero cuando son diez? ¿Y todos están contando la misma historia? —Sonríe—. Bueno... es una historia a la que podrías empezar a prestarle atención. “Cillian rastreó a cualquiera que alguna vez hubiera estado remotamente asociado con Seamus, y luego los torturó hasta que descubrió dónde estaba”. Jesús. Y aquí estaba pensando que había roto algunos cráneos o cortado algunos dedos. Aprieto la mandíbula mientras observo al jefe de la familia Kildare, completamente tranquilo, sentado frente a mí en la mesa, todavía con esa fría y calculadora sonrisa. —Si crees por un segundo que tomaré a la ligera algo de esto o las preocupaciones de seguridad de mi sobrina, entonces te invito a pensar malditamente de nuevo —dice entre dientes—. Porque no hay un método que no usara, ni línea que no cruzara, para proteger a mi familia. Mis ojos se encuentran con los suyos. —Tampoco lo hay para mí. Y no lo hay. No hay horror que no dudara en cometer, ni ejército que no tomara por mi cuenta. No hay nada que no hiciera para mantener a la mujer de la que ahora me doy cuenta me enamoré completamente, para evitar que sea lastimada.

28

252

—U

NEVE

f, no puedo. Espera, está bien, te lo reenviaré. Ares, a más de cuatro mil ochocientos kilómetros de distancia en Londres, se ríe al otro lado del teléfono.

—Vaya, vaya. Toda esa dura charla, y eres demasiado cobarde para… —No seas idiota. Sonrío mientras lo digo. Esta coqueta y mordaz broma entre nosotros es algo que he llegado a esperar durante todo el día. La mayoría es en persona, por supuesto. Durante el desayuno o el café. Cuando nos reunimos para almorzar. Por la noche durante la cena, o mientras vemos algo en la televisión. En la cama, entre él haciéndome explotar con su boca, sus dedos o su pene. Actualmente, sin embargo, y hasta mañana, nuestras bromas solo han sido por teléfono. Ares está en Londres hablando con su hermano Deimos, asegurándose de que las operaciones Drakos allí funcionen sin problemas. Fui invitada, casi arrojada sobre su hombro y transportada físicamente a su jet privado, pero desafortunadamente, me quedé atrapada aquí para hacer mis exámenes parciales. En concreto, mi temido examen de Política Urbana. Mi calificación para el examen fue enviada por correo electrónico ayer, y el mensaje aún está sin leer en mi bandeja de entrada. Porque tiene razón: a pesar de toda mi dura charla, me estoy volviendo demasiado loca para abrirlo. Por eso acabo de reenviarle el correo electrónico de la profesora Martell a Ares para que lo lea por mí. —¿Por favor? Solo ábrelo. Sácame de mi miseria. —Sabes que lo hiciste bien. —¡No! Es por lo que te ruego que por favor solo… —Bien, bien. Espera. —Se aclara la garganta—. Bien, lo tengo.

—¡¿Y?!

253

Ares se ríe. —Déjame leer… oh. Bien… Exhala lentamente. Me estremezco. —¿Bien? —Malas noticias. Se me cae el estómago. —¡¿Estás malditamente bromeando?! ¿Qué tan malo es? —Oh, lo siento, quise decir malas noticias porque tendrás que admitir que tenía razón. Lo superaste. Noventa y siete por ciento de mierda. El aire sale de mis pulmones cuando caigo literalmente de rodillas sobre la alfombra de la sala. —¡Eres un absoluto idiota! Ares se ríe, lo que me hace sonreír. Porque soy una gran idiota. Y porque aparentemente me estoy enamorando por completo de mi falso marido. Ups. —¡¿Hablas en serio?! —Sí, hablo en serio. Ábrelo tú misma si no me crees. Noventa y siete por ciento. Ah, también dice que obtuviste la mejor calificación de la clase. Sonrío, abro el correo electrónico en mi teléfono y lo miro. Tiene razón. Obtuve la maldita calificación más alta de la clase. Chupa un pedo, Candace. —¡Santa mierda! Se ríe. —Estoy tan orgulloso de ti. Una torcida sonrisa curva las comisuras de mis labios. —¿Suficientemente orgulloso para que subas al avión en este mismo segundo para volver a casa? Gime.

254

—Eso desearía. Excepto que tengo esta reunión con los italianos esta noche con Deimos. Mañana, sin embargo, seré todo tuyo. Sonrío. —Y yo soy toda tuya. —Sé que lo eres. Después de despedirnos y colgar, estoy sentada en el sofá tratando de averiguar qué hacer conmigo misma cuando mi teléfono vuelve a sonar. Esta vez, es Callie. —Hola… —¡Felicidades! Mis cejas se arquean. —¿Por? —¡Acerca de tu medio término de Política Urbana! ¡La mejor de la jodida claseeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, nena! Parpadeo. —Espera, ¿cómo…? —Acabo de llamar a Ares por otra cosa y lo soltó. Mis labios se curvan en una tonta sonrisa. —¿Lo hizo? —Estaba muy entusiasmado al respecto. Ustedes dos me enferman. Me sonrojo, poniendo los ojos en blanco. —Entonces, ¿qué haremos esta noche? —¡¡Felicitaciones!! —Escucho a Eilish gritar de fondo. Sonrío. —¿Dónde están, chicas? —Conduciendo por el centro de la ciudad. El tráfico apesta —gime Callie—. Pero, definitivamente limpia tu agenda esta noche. —¿Por? —Porque celebraremos, idiota. Me río.

255

—Bien. Siempre y cuando no terminemos borrachas y súper descuidadas en un club en Brooklyn esta vez. Puedo oírla a ella y a Eilish murmurando entre sí antes de que Callie se aclare la garganta. —Sin promesas. Sólo despeja esta noche, ¿de acuerdo? ¡Y felicidades de nuevo!

—Está bien, solo un poco más. Trago, mi cara sonrojada mientras Eilish y Callie me guían fuera de un ascensor y por un pasillo. El sonrojo es por dos razones: una, porque estoy emocionada y un poco nerviosa por el lugar al que me llevarán. Fue maravilloso poder volver a clases y prácticamente ir a donde quiero en las pasadas tres semanas. Pero, todavía hay esta sensación de picazón e incomodidad a veces cuando salgo. Como si me siguieran o me vigilaran. Aparte de las colas que Ares tiene sobre mí que cree que no sé, eso es. Pero sé que ese sentimiento es solo mi propio trauma de hace quince años. Y sé que se irá. Sin embargo, la segunda razón por la que estoy sonrojada es escandalosamente vergonzosa, y nunca se la diría a Callie ni a Eilish ni en un millón de años. Pero la verdad es que estos días, gracias a Ares, el tacto de la tela sobre los ojos, o de la cuerda de seda en las muñecas y los tobillos me excita. Me prende. Me enciende. Vete a la mierda, Pavlov. —Está bien, de verdad, ¿dónde estamos? Eilish se ríe, tirando de mi brazo y llevándome más adentro… donde sea que estemos. Después de recogerme en el penthouse, las dos me vendaron los ojos y luego me llevaron por ahí durante al menos media hora. Podríamos estar en Nueva Jersey o en Connecticut ahora, por lo que sé. —Está bien, aquí estamos.

256

Oigo una puerta desbloquearse y abrirse. Luego, silencio total. Incluso alrededor de los bordes de la venda de los ojos, puedo decir que estoy caminando hacia la oscuridad total. —Está bien, en serio, ¿dónde...? Eilish de repente me quita la venda de los ojos. Las luces se encienden cegadoramente, y prácticamente salto con un pie en el aire cuando una multitud de personas me grita: —¡SORPRESA! —¡Mierda! Me estremezco, trago aire y obligo a mi corazón a salir de mi garganta. Luego parpadeo, sonriendo mientras veo a la multitud de rostros familiares que me sonríen: Cillian, Castle, Hades y Kratos, y todo un grupo de personas de mi clase de Política Urbana. Entonces vuelvo a parpadear y me doy cuenta de que, a pesar de haber conducido con una venda en los ojos, apenas me alejé quince metros del penthouse. Estoy al otro lado de la calle, en mi antiguo apartamento. Está desprovisto de muebles a excepción de algunas sillas y sofás: todo el lugar se configuró como un club. Las luces de cadena están cubiertas por el techo. La música suena de los altavoces. Incluso hay una maldita máquina de humo que cubre el piso con niebla mientras las pulsantes luces bombean al ritmo de la música: Madonna, por supuesto. Miro a mi alrededor y me río cuando me doy cuenta de que mi viejo mostrador de la cocina se convirtió en una barra, con un sonriente Jack de The Banshee sirviendo bebidas detrás. Cillian sonríe mientras se acerca para darme un abrazo y un beso de felicitación en la mejilla. También lo hacen un melancólico Hades y un Kratos que parece verdaderamente emocionado. Un grupo de mis compañeros de clase vienen a charlar sobre mi calificación más alta. Castle, por supuesto, me jode el cabello. —Felicidades, niña. Todo es asombroso. Excepto que la única persona con la que más me encantaría celebrar esta noche no puede estar aquí. Porque está en Londres.

257

Pero luego Eilish, Callie y algunos otros de mis compañeros de clase me arrastran a la pista de baile y, antes de que me dé cuenta, estoy perdida en la diversión. En cierto punto, me alejo y me dirijo a la barra de la cocina. Jack me da una débil sonrisa mientras me pasa un coctel. —Oye, solo quería decir que lamento mucho toda esa mierda con Mike y Greg. Frunzo el ceño cuando ese recuerdo particularmente desagradable sale a la luz. Pero lo sacudo. —Está bien… —Realmente no lo está. —Su boca se tuerce—. Neve, no solo digo esto por con quién estás casada. Quiero decir, te conozco desde hace años. Como, solo pensé que eran una especie de herederos del tipo de fondos fiduciarios de fraternidad, ¿sabes? No tenía ni idea… —Jack, está bien. En serio. Jack niega. —Bueno, que se jodan los dos. Terminé con ellos y están en la lista negra de The Banshee, te lo prometo. Sonrío. —¿Estás bebiendo esta noche? —¿Podría ser persuadido? ¿Tal vez? —Entonces anímate a seguir. Sin resentimientos. Sonríe mientras se sirve un trago y lo choca contra mi coctel. —Salud. Y gracias, Neve. Una hora o dos y un par de copas más tarde, me lo estoy pasando genial. Todos lo hacemos. Y se siente como algo más que una simple celebración porque me haya ido bien en un examen. Miro y veo la forma en que Hades sonríe con Castle, la forma en que mi hermana y Callie bailan como locas. La forma en que incluso Cillian se ve extrañamente a gusto, sentado solo bebiendo un whisky, completamente relajado. No es solo honrar mis resultados parciales. Es un colectivo soplo de aire fresco después de todo el asunto de Seamus. Es una celebración del hecho de que nuestras dos familias son en realidad más fuertes y mejores juntas de lo que éramos como enemigos.

258

Y mientras miro a mi alrededor, suspiro de felicidad al darme cuenta de cuál es ese sentimiento que tengo en el pecho. Esperanza. Mi teléfono suena. Lo saco de mi bolso y sonrío cuando abro el mensaje de texto. Ares: Felicidades, esposa. Yo: Gracias, esposo. Sonrío aún más cuando presiono enviar. Me gusta escribir esa palabra: esposo. También me gusta decirla. Ares: Siento de nuevo no poder estar allí. Yo: No lo hagas. Tienes trabajo, lo entiendo. Ares: Te estás divirtiendo ¿espero? Yo: Montones. Todo el equipo está aquí. Incluso consiguieron que Jack hiciera de cantinero. Hay una momentánea pausa antes de que responda. Ares: No me gustas cerca de él. Pongo los ojos en blanco. Yo: Y corta la posesiva rutina del marido gruñón. Jack es inofensivo, lo prometo. Ares: Puede que no estemos de acuerdo en eso. Muerdo mi labio. Pero luego empiezo a escribir el mensaje de todos modos, sabiendo que podría tener consecuencias. En realidad, espero que lo haga. Yo: Ya sabes, esta cosa celosa/posesiva es en realidad un poco excitante. Debería hablarte de los hombres con los que salgo más a menudo... Ares: Por tu bien, tal vez no debieras hacerlo. Mi núcleo se aprieta. Maldita sea, realmente hace calor cuando se pone así. Ares: Y por el bien de tu trasero. Sonrío con picardía.

Yo: ¿Y de qué se debe preocuparse mi trasero?

259

Yo: Específicamente. Ares: De estar inclinado sobre mi rodilla con tus bragas bajadas hasta las rodillas mientras te azoto hasta que tu empapada vagina haga un desastre en mis pantalones. Mierda. Estoy mojada. Instantáneamente. Lo que por supuesto significa que lo provocaré aún más. Porque entre las bebidas, el baile, la adrenalina y ahora los mensajes sucios con él, a estas alturas estoy que ardo. Yo: ¿Eso es todo? Y aquí yo que estaba preocupada. Ares: Cuidado. Yo: ¿De? Ares: Crees que viste mi límite de lo que te haré. Apenas rompiste la superficie. Me estremezco acaloradamente. Yo: Entonces, ¿la otra amenaza para mi trasero son las palabras y hablar un gran juego? Anotado. Su respuesta viene tan rápido que mi pulso salta. Y cuando lo leo, salta de nuevo mientras el calor se acumula entre mis muslos. Ares: La amenaza adicional para tu trasero es que te ponga de rodillas, con las manos atadas a la espalda, y te penetre hasta que puedas sentirme en tu garganta. Mis ojos se agrandan. Mi piel hormiguea por todas partes. Mis bragas se humedecen. Mierda. ¿Por qué es tan escandalosamente ardiente? Después de unos segundos, cuando puedo pensar con claridad otra vez, respondo. Yo: Gran charla. Ares: Gran pene. Espero que tu trasero esté listo para eso. Me estremezco, jadeando mientras le sonrío al brillo del teléfono. Yo: Te deseo tanto. Ares: Lo sé. Yo: Mañana parece estar lejos.

Ares: Una chica tan ansiosa y buena.

260

Yo: Detente. Ares: Oh, ¿te estoy haciendo mojarte en tu propia fiesta? Yo: Seria, jodidamente empapada. Ares: Muéstramelo. Me sonrojo profundamente, temblando, pero no respondo todavía. Ares: Muéstrame lo húmeda que vuelvo ese pequeña vagina. —¡Oye! ¿Qué estás… bieeeeeen. VAYA. Me sobresalto, me doy vueltas y me sonrojo como una loca cuando veo la expresión de sorpresa en el rostro de Eilish. Sus ojos están muy abiertos. —No vi nada. Lo juro. Mi cara arde como el sol mientras me estremezco, viéndola. Porque está claro que vio al menos las últimas líneas de mi sucio intercambio con Ares. Eilish también se sonroja. —Está bien, tal vez vi un vistazo. —Sonríe—. Entonces... ¿supongo que las cosas se están poniendo bastante serias con tu esposo? Resoplé una incómoda y avergonzada risa. —Supongo que tal vez podrías decir eso. Sonríe. —Por lo que vale, realmente me gusta. El calor hierve a fuego lento en mi centro. —A mí también. —¿Qué están haciendo aquí? —suelta Callie mientras se une a nosotras en el sofá. —Solo Neve sexteando con tu hermano. —¡No lo hacía! Callie resopla y hace una mueca. —¡Eww! ¡Qué asco! —Lo hacías totalmente. —Se ríe Eilish antes de volverse hacia Callie— . ¡Y oye, chica, tú preguntaste!

261

—Y lamento mucho haberlo hecho. —Callie se estremece—. ¡Vamos, vayamos a bailar! Empiezan a arrastrarme de regreso a la pista de baile. Pero me alejo por un segundo para volver a mis mensajes de texto. Yo: Lo siento, me obligaron a volver a bailar. Ares: Trata de no gotear por tu muslo. Yo: Dice el hombre que me mojó toda. Ares: Culpable. Yo: Diviértete en tu tonta reunión. Tendré que encontrar a alguien más con quien bailar ahora. Sé que lo estoy presionando. Y me encanta la emoción que me da. Ares: Si te acercas a Jack, te juro que lo arruinaré, volaré allí ahora mismo y lo lanzaré a través de la maldita ventana antes de penetrarte sin sentido en la superficie más cercana frente a todos. El calor late en mi centro. Yo: ¿Lo prometes? Termino con una carita de guiño por si acaso.

Es pasada la una de la mañana cuando finalmente nos vamos. Cillian y Castle se fueron hace mucho tiempo cuando Hades y Kratos ayudan a Callie, a Eilish, a Jack y a mí a sacar a todos de mi antiguo lugar. Mi hermana y Callie me acompañan al otro lado de la calle y me dan las buenas noches en la puerta principal. Entonces, estoy sola mientras el ascensor me lleva al penthouse. Todavía estoy zumbando por las bebidas y todo el baile cuando salgo al oscuro apartamento. Las luces de Manhattan brillan a través de las ventanas mientras me quito los tacones y camino por el piso hasta el carrito del bar para tomar una copa. Mi cabello se pega a mi cara y mi piel aún brilla con el sudor de todo el baile. Sonrío mientras sorbo mi whisky y contemplo la ciudad que nunca duerme. Fue una noche perfecta. Una vez más, lo único que faltó fue…

262

Jadeo, dejo caer el vaso a la alfombra y grito cuando me agarran por detrás. Mi grito es amortiguado por algo que me metieron en la boca mientras me tiran hacia atrás y boca abajo en el sofá. Cada nervio de mi cuerpo grita. Estoy a punto de intentar pelear por mi propia vida cuando me doy cuenta de algo. Mi boca fue rellenada con encaje. Es uno mi ropa interior. Y el poderoso y masculino agarre que me sujeta al sofá tiene un olor que conozco muy bien. Gimoteo y me quedo quieta mientras Ares me sube la falda y me baja las bragas, inclinándome sobre el brazo del sofá. Empuja bruscamente su mano entre mis piernas. —Veamos si todavía estás jodidamente mojada para mí. Alerta de spoiler: lo estoy. Mucho. Gime mientras sus dedos acarician mis resbaladizos labios antes de hundir dos de ellos en mí. Me estremezco, gimiendo en la mordaza cuando escucho su cremallera y cinturón. Su palma azota mi trasero con fuerza, haciéndome gritar mientras sigue toqueteando mi mojada vagina, los húmedos sonidos se mezclan con el escozor de su palma en mi trasero hasta que me duele. —Es lo que sucede cuando juegas con un hombre como yo, esposa. Agarra un puñado de mi cabello mientras desliza sus dedos de mi vagina. Gimo en las bragas cuando siento que la enorme e hinchada cabeza de su pene se alinea con mi entrada. Gruñe, embistiéndome con un poderoso golpe que me pone de puntillas. Gimo de placer, jadeando cuando agarra mis muñecas y las jala hacia la parte baja de mi espalda. Y luego, mi moreno, peligroso y hermoso esposo procede a penetrarme hasta la médula. Una mano permanece enredada en mi cabello mientras la otra sigue sujetando mis muñecas contra mi espalda mientras me golpea contra el brazo del sofá. Su gran y hermoso pene entra y sale de mí, llenando el penthouse con húmedas bofetadas lascivas que suenan mientras grito en éxtasis.

263

Su mano deja mi cabello y su palma golpea mi trasero. Sus pesadas bolas rebotan contra mi clítoris mientras sus abdominales golpean mi espalda baja. Y de repente, toda la noche de estar excitada por él explota. Grito en el encaje cuando empiezo a correrme, el orgasmo me desgarra atravesándome. Puedo sentirme apretando y sujetando su grosor hasta que gime y se entierra cada centímetro dentro de mí. Su caliente semen se derrama dentro de mí, sus manos me agarran con tanta fuerza que sé que dejará deliciosas marcas en mi piel. Nos sostiene allí, ambos temblando y jadeando antes de tomarme en sus brazos. Me giro, lo beso con locura mientras mis piernas se envuelven alrededor de su cintura. Gime, me devuelve el beso y levanta mi trasero. Su pene se centra, todavía duro mientras me empuja una vez más y me lleva por el pasillo hasta el dormitorio. —Llegaste a casa —murmuro, gimiendo mientras pruebo su boca con avidez. —Siempre volveré a casa contigo. Ambos nos congelamos, a mitad de camino a través de la puerta del dormitorio. Nuestros ojos se encuentran y algo sin palabras pasa entre nosotros, algo con lo que ambos hemos estado bailando durante semanas: el hecho de que todo se volvió en mucho más de lo que se suponía que era. En mucho más. Y estoy muy, muy de acuerdo con eso.

29

264

—E

NEVE

stá bien, es hora —la profesora Martell asiente mientras suena el timbre—. Durante el fin de semana, quiero que todos comiencen con The Power Broker de Robert Caro. Un colectivo gemido resuena en toda la clase mientras todos nos ponemos de pie. —No me importa si lo leyeron anteriormente para otra clase o en la licenciatura. Ábranlo, comiencen en la página uno y quiero notas y puntos de discusión en al menos cuatro capítulos para el próximo martes. Mierda. Comencé ese libro una media docena de veces antes. Nunca pasé del capítulo dos. No es que sea un mal libro, al contrario, ganó un Pulitzer en los setenta. Ni siquiera es el tema, el explanificador de la ciudad de Nueva York e imbécil general de hombre, Robert Moses. Pero es una lectura tan pesada y laboriosa. Como tratar de leer una impenetrable pared. Supongo que es apropiado teniendo en cuenta de quién trata la biografía. Robert Moses fue un planificador urbano y funcionario público que ejerció un enorme poder en esta ciudad en los años veinte y treinta, y prácticamente inventó la idea de la intermediación de poder en Nueva York. También era un cabrón racista y hambriento de poder. Pero divago. Me paro con el resto de la clase y empiezo a empacar mis cosas. Incluso con esta tarea sorpresa de lectura del fin de semana, una sonrisa se dibuja en mi rostro. Tengo una hora para llegar a casa, vestirme e, idealmente, tener sexo tontamente con mi esposo antes de que estemos en la casa Kildare para una conjunta cena familiar. —¿Neve? ¿Un momento antes de que te vayas? Me muerdo la mueca y el gemido cuando la profesora Martell me fija con una mirada sobre el mar de estudiantes que salen. Me demoro, mi bolso

265

colgado sobre mi hombro antes de dirigirme hacia su podio cuando el último estudiante sale, dejando la sala de conferencias en silencio. Cuando estamos solas, me ve con frialdad. Se apoya en el podio, tamborileando los dedos en el borde. —Bien —dice, aclarándose la garganta y mirándome por encima del borde superior de sus gafas—. ¿Supongo que viste tu calificación de mitad de período? Me sonrojo un poco, asintiendo. —Lo hice. Y gracias, profesora, por… —No me lo agradezcas. No califico por bondad o caridad, Neve. Las calificaciones que doy, contrariamente a la creencia popular, estoy segura, no son castigos ni regalos. Muerdo la comisura de mi labio inferior entre mis dientes, sin saber por qué estamos teniendo esta discusión. No puedo evitar sentir que viene un “pero”. —No, obtuviste esa calificación porque te la ganaras, Neve. —La profesora Martell se encoge de hombros—. Felicidades. Y bien hecho. Estoy orgullosa de ti. Parpadeo con fuerza, como si me hubieran abofeteado. La profesora Martell también capta la mirada atónita, porque arquea una ceja mientras me sonríe. —¿Sabes por qué fui tan dura contigo este año? ¿Porque eres una perra en un viaje de poder? Niego. —No es porque sea una perra, por cierto. Mi rostro palidece ante su aparente habilidad para leer mi mente. —No quiere decir que no pueda ser una perra. Pero, vamos —me guiña un ojo—. Todas tenemos nuestros momentos, ¿no? Sonrío débilmente, todavía no segura de a dónde va esto. —Y no es por tu familia. No me anduve con rodeos por tu apellido. —Mi familia es una gran parte de lo que soy, profesora. Asiente.

266

—Lo cual está bien. Pero la familia no te define. Confía en mí. Mi padre era un cobrador de deudas a tiempo parcial para la familia criminal Pinelli y un idiota abusivo a tiempo completo. Mi madre murió en prisión después de matarlo a tiros. Cosa que se merecía, por cierto. Parpadeo. Jesús. —Entonces, sí, sé un par de cosas sobre familias complicadas con equipaje, Neve. Suspira, cruzando los brazos sobre su pecho. —Fui dura contigo porque tú más que nadie en esta clase este año tienes mucho potencial. ¿Te dolerá que tu familia y la familia de tu esposo ejerzan una cantidad increíble de poder con el gobierno local? Por supuesto que no. Es política para ti. Pero aparte de todo eso. Tienes tanta energía y pasión reprimidas dentro, y fui dura contigo porque no tenías ni idea de cómo enfocar esa pasión. Fuiste imprudente y te faltó dirección. Es por lo que siempre te señalé y monté tu trasero. La miro. Pero luego, frunzo el ceño cuando lo que acaba de decir hace clic. —Dijo que era imprudente y carecía de dirección. —Lo eras. —Asiente, sus labios se curvan ligeramente en las comisuras—. Y luego, algo cambió en ti hace un par de meses. Es como si hubieras aprendido a concentrar toda esa pasión, energía y talento. Realmente alcanzaste tu ritmo. Sonrío irónicamente. —Bueno, entonces supongo que un agradecimiento está en orden. Resopla. —No para mí, no. Arrugo la frente. —Pero… —Lo que sea que haya hecho clic contigo, Neve… no fui yo, aunque detesto admitirlo. No tomaré el crédito por canalizar tu concentración porque no creo haberlo hecho. Arquea una ceja.

—Pero alguien lo hizo.

267

Mi expresión se mantiene neutral. Pero por dentro, estoy sonriendo. Porque estoy pensando en cierta persona que tal vez tuvo más que un pequeño papel que desempeñar para ayudarme a encontrar ese enfoque al darme límites para ayudar a canalizar mi salvaje naturaleza. Alguien que me pone en tierra tanto como me eleva. Alguien que parece encajar perfectamente con los crudos bordes de mi personalidad. Alguien con quien me casé, y del que me enamoré. —Gracias, profesora —le digo en voz baja. Sonríe. —Tienes un semestre más después de este, ¿no? Asiento. La profesora Martell me mira. —Daré una clase de lectura avanzada sobre política urbana y vivienda pública el próximo semestre. —Me sonríe—. A menos que te haya asustado, me encantaría verte tomarla. Creo que te daría algunas nuevas e interesantes perspectivas. Una sonrisa tuerce mis labios. —Quizás lo haga. —Bien. —Me guiña un ojo y luego golpea el borde de su podio—. Ahora, ve a disfrutar tu fin de semana. Y no lo olvides... cuatro capítulos de The Power Broker. Buscaré tus puntos de conversación en particular.

Ares se ríe mientras su brazo se entrelaza con el mío. —¿Realmente dijo que eras imprudente y que carecías de dirección? Le entrecierro los ojos. —¿Estás diciendo que estaba equivocada? —Oh, joder no. Te clavó allí. Hago una mueca, golpeando juguetonamente su brazo mientras se ríe. Entonces estoy jadeando y sonrojándome cuando agarra mi muñeca y nos hace girar a ambos, de modo que ahora estoy inmovilizada contra su pecho.

268

Levanto la vista hacia sus penetrantes ojos oscuros con motas doradas. Como siempre, mi corazón se acelera un poco más. —Bueno, también dijo que aparentemente, alguien me ayudó a canalizar esa “imprudente energía”. Sonríe. —Mmm. Me pregunto quién podría ser. —No dejes que se te suba a la cabeza. —Demasiado tarde. Me río mientras me estiro para besarlo allí mismo en la acera. No hace ni treinta minutos, estaba besando a este hombre con mucho más fervor, gimiendo su nombre y arañando su espalda mientras me penetraba contra la pared de cristal de la ducha. Me sonrojo, todavía sintiendo el latido y el delicioso dolor de él entre mis piernas. —¿Vamos? Sonrío. —Vamos. Vuelvo a engancharle el brazo y seguimos caminando el último cuarto de manzana hasta la casa de los Kildare. Mi teléfono suena, y cuando abro mi bolso para verlo, mi ceño se arruga con perplejidad. Jack me está llamando. De nuevo. Es la tercera vez hoy. Lo cual es extraño porque incluso si tenemos los números del otro desde quién sabe cuándo, no es como si habláramos por teléfono. Nos ponemos al día cuando lo veo en The Banshee, principalmente, y es todo. Considero responder. Pero luego pienso en la amenaza de Ares de tirarlo por la ventana si tuviera un amistoso baile con el pobre. Sonrío y luego me estremezco. La sobreprotección casi cómica de mi esposo y sus viciosos celos son a la vez divertidos y deliciosa, pecaminosamente atractivos. Al final ignoro la llamada, cierro mi bolso y me vuelvo hacia él. —Está bien, entonces, detenme si esto es raro. Pero, hay una chica muy linda en mi clase que también es súper alta. Me preguntaba si ella y Kratos podrían tener… —¡NEVE!

269

Grito cuando Ares de repente me agarra dolorosamente fuerte y me levanta. Mi cabeza se tuerce casi a cámara lenta, y mis ojos se agrandan al ver un golpeado Honda Civic que se precipita sobre la acera y que la cruza. Dirigiéndose directamente hacia nosotros. Con un gruñido, Ares nos jala a ambos detrás de las escaleras delanteras de una casa de piedra rojiza. Grito ante el horrible y desgarrador sonido del metal retorciéndose y chillando cuando el auto choca con fuerza contra el otro lado de los escalones. Mi pulso se acelera y mi corazón late con fuerza mientras giro mi cabeza hacia él. —¿Qué diablos fue…? La explosión es ensordecedora. Puedo sentir el calor en mi cara cuando Ares me tira al suelo, su cuerpo se aplasta sobre el mío, la bola de fuego atraviesa el aire por encima de nosotros. Las sirenas están sonando. La gente al otro lado de la calle está gritando. Yo estoy gritando.

Cinco edificios más allá de la escena de la explosión, estoy sentada en los escalones de la entrada de la casa en la que crecí. Eilish está a mi lado, abrazándome tan fuerte que casi me duele. Me estremezco y sonrío mientras me giro para ver sus aterrorizados ojos. —Estoy bien, Eils. Ni siquiera puede hablar. Solo niega, luciendo enferma, con una mirada lejana en los ojos, imaginando un mundo donde Ares y yo no esquivamos el auto que obviamente se dirigía directamente hacia nosotros. Que luego explotó como una bomba. Porque era una bomba. Me estremezco, mirando la carnicería en la calle. Policías y bomberos están por todas partes. También están tanto los hombres Kildare como los Drakos, quienes ven a todas partes como agentes del servicio secreto.

—¿Cómo estamos, niña?

270

Me giro para sonreírle irónicamente a Castle mientras me entrega una taza de café. —Mucho mejor ahora, gracias —gimo, tomando la taza con gratitud. La mirada de Castle se eleva hacia la calle. Aprieta la mandíbula y puedo ver la furia ondeando en su mandíbula. —No puedes estar vigilándome todo el tiempo, sabes —digo en voz baja. Su mandíbula simplemente se cierra aún más fuerte. Sé por qué está tan furioso. No estuvo allí para salvarme cuando sucedió. —Ares… —Acaba de subir unas diez posiciones más en mi libro —gruñe Castle. Se gira para darme una mirada feroz—. Me alegro de que estuviera contigo. Sonrío, dejando que mi mirada se desvíe por la calle hacia donde Ares está sentado en el guardabarros trasero de una ambulancia. El técnico de emergencias médicas que ha estado vendando la herida de metralla en su antebrazo asiente mientras termina. Inmediatamente, Ares se pone de pie y cruza la calle hacia mí. —Hola —murmuro, temblando cuando Eilish me suelta y mi esposo me abraza con fuerza. —Deberías ver a uno de los EMT… —Estoy bien. —Sonreí, levantando mis ojos hacia los suyos—. Gracias a alguien que es un lunático y usa su propio cuerpo como escudo humano. Ares no sonríe ante mi broma, luego se sobresalta cuando una pesada mano golpea su hombro. Levanta la vista hacia donde Castle asiente bruscamente hacia él. —Tengo la sensación de que no quieres que te agradezcan —gruñe mi viejo guardaespaldas—. Pero, gracias de todos modos. Ares solo asiente y me acerca más a él. El teléfono de Castle suena, alejándolo mientras frunzo el ceño hacia mi esposo. —¿Te estaban dando una transfusión? Cuando estuvo en la ambulancia antes, cuando lo estaban vendando, noté que tenía una línea en el brazo. Ares niega.

271

—No. Cada vez que descubren que soy del tipo O negativo, siempre me recuerdan amablemente lo solicitada que es. Eilish parece escandalizada. —¿Incluso cuando acabas de sobrevivir a la explosión de un auto? Ares levanta un hombro. —Yo la ofrecí. Podría ser mejor, ya que tienen el equipo para eso en la ambulancia de todos modos, ¿verdad? Mis labios se curvan con curiosidad. —¿Eres realmente O-negativo? Asiente y sonrío. —Yo también. No es el tipo de sangre más raro, pero si eres O-negativo, solo puedes recibir otra sangre O-negativa. No tengo idea de por qué, pero saber que tenemos eso en común trae un brillo a mi corazón. Ares sonríe. —Me alegro de tener a un respaldo durmiendo a mi lado. Sonrío. Cuando miro hacia la calle, trago nerviosamente cuando veo a mi tío acercándose, con una mirada fría en su rostro. Castle está con él, junto con Shane Dorsey, quien lleva una pañoleta pequeña roja y blanca. Ares se pone rígido, dándole a Cillian toda su atención cuando se detiene frente a nosotros. —Dime que me equivoqué acerca de que el auto nos apuntó — murmura Ares. Los ojos de Cillian se posan en los míos. Luego sacude la cabeza lentamente. —No. —Aprieta la mandíbula mientras saca un cigarrillo de su pitillera plateada, lo desliza entre sus labios y lo enciende hábilmente. El agente Dorsey se aclara la garganta. —El auto estaba claramente preparado para explotar. Nada loco, pero suficiente acelerador y explosivos para destrozarlos a ambos. Puedo sentir la furia palpitando bajo la piel de Ares mientras prácticamente tiembla de ira a mi lado.

272

—Quién —dice con voz áspera. Las venas de su cuello se destacan mientras su mandíbula rechina con saña. Dorsey mira a mi tío. Cillian le da una lenta calada a su cigarrillo, sus ojos fijos en mí. Finalmente, asiente. —Muéstrales. Las cejas de Dorsey se elevan. —Cillian, es bastante espantoso… —Y no son chicos. Muéstraselo. Los ojos de mi tío todavía están fijos en los míos mientras Dorsey se aclara la garganta y se acerca un poco más. Levanta la hielera de plástico en sus manos y se detiene. —De verdad, si alguno de ustedes es aprensivo... vería hacia otro lado. Abre la tapa. Me armo de valor. Aun así, cuando veo lo que hay dentro, casi vomito. —Maldita sea —gruñe Castle, tirando rápidamente de Eilish hacia él y apartando la cara de la espeluznante vista que tenemos ante nosotros. Hay una mano dentro de la hielera. En concreto, una mano, muñeca y parte de un antebrazo, ennegrecidos por el fuego. Casi vuelvo a vomitar cuando el olor a carne quemada llega a mi nariz. Justo cuando me estoy volviendo hacia el pecho de Ares, algo me golpea. Y me detiene en seco. Mi cabeza gira hacia atrás, mis ojos fijos en la mano. —Neve. Trago un bulto cuando mi mirada se encuentra con la de Cillian. Ambos entendemos lo que estamos viendo. —Podríamos hacer algunas pruebas para estar seguros —dice Dorsey en voz baja—. Pero el tatuaje sugeriría... —Es él. Ares gira su cabeza hacia mí mientras ahogo las palabras. Mis ojos están pegados al espectáculo de terror dentro de la hielera. No porque quiera ver una mano amputada. Sino porque no puedo apartar la mirada de esta mano cortada.

La que pertenece a Seamus O'Conor.

273

—Estás segura de que es… —Segura —me atraganto, mi garganta se aprieta. La mano está carbonizada y la piel ennegrecida. Pero no hay duda del tatuaje. Nunca podría olvidarlo. Todavía lo veo en mis pesadillas. Cuentas de rosario envueltas alrededor de la muñeca, con una cruz goteando sangre y perforada con agujeros de bala en el dorso de la mano. La mano de Seamus. Estoy viendo la jodida mano de Seamus. —Los demás restos no son más que cenizas en lo que era el asiento del conductor —murmura Dorsey—. Pero la explosión envió esta parte al otro lado de la calle. Asiente antes de volverse hacia Cillian mientras Ares me abraza. —Si estás segura de que es él... —Es él —susurro bajo. Dorsey asiente. —Entonces creo que es seguro decir que todo esto realmente terminó. Terminó. Me estremezco y respiro con dificultad mientras el agente Dorsey cierra la hielera. A todo un capítulo de pesadilla de mi vida. Ares todavía me abraza fuerte, como si fuera a desmoronarme en cualquier momento. Pero no lo hago. ¿Porque por primera vez en quince años? Ya no tengo miedo. Se acabó. La pesadilla realmente terminó.

30

274

E

ARES

lla está tratando de mantener su cara como una máscara, algo que estoy seguro de que su padre le inculcó, junto con otras cien “reglas de compromiso” especialmente cuando se trata de negociar acuerdos que pueden valer cien millones de dólares en su nombre. Es buena en eso. Sé lo que sigue. Dirá que primero necesita conversar con Ricardo. Debatirá y discutirá. Elegirá algún aspecto arbitrario de los términos que presenté para quejarse y lamentarse. Y luego, cuando vea el más mínimo movimiento en las comisuras de los labios de Lucía Bolinaro, sabré que tenemos un trato. Lucía suspira, frunciendo ligeramente el ceño. Su uña con manicura golpea la mesa del comedor de mi ático. —No lo sé, Ares. Contengo una sonrisa. Sí, aquí está el titubeante autobús, justo a tiempo. —Quiero decir, mira, no es que esté diciendo que no. Yo solo... —Se encoge casualmente de hombros, la mirada neutral permanece en su rostro—. Bueno… Es un buen comienzo para un trato. Diré eso. Mierda. Es un trato de oro sólido, para nuestras dos familias. Y lo sabe muy bien. Pero de nuevo, es buena en esto. —Tendré que hablar con mi padre, por supuesto. Asiento. —Por supuesto. Aprecio que no depende de ti. Solo estás aquí para transmitirle información. Es un tiro bajo, pero funciona. Puedo ver el destello de ira en sus ojos antes de que se lo trague.

275

Hecho: cuando, no si, hacemos este trato, será un trato entre Lucía y yo. Ricardo verá los detalles después del hecho, pero sé muy bien que este es su trato. Aunque se supone que es un secreto. —Está el pequeño asunto de cubrir los costos operativos de seguridad… —¿Qué pasa con eso? —pregunto suavemente. Aquí es donde elige un problema aleatorio sobre el detalle para insistir. Porque incluso si el trato está lleno de diamantes, es de mala educación no quejarse al menos a medias de algo, algo así como que es de mala educación no regatear en un mercado callejero en Atenas o del Cairo. —Bueno, si entiendo esto, ¿cubriremos todos los costos de eso? Me encojo de hombros. —Eres la exportadora y son tus barcos y aviones, moviendo tu carga, así que… —Nuestra carga. Niego. —No. Hasta la entrega, es tuya. Entonces se volverá nuestra. La protección está en ti. Puede ser tu propia gente, un tercero... cualquiera en quien confíes para hacer el trabajo. Pero está en tu moneda de diez centavos. Las uñas perfectamente hechas de Lucía golpean la mesa de nuevo. Lentamente, sus ojos se levantan hacia los míos, con una sonrisa en sus labios. —Interesante. —¿Qué parte? Ríe. —No el trato. Me refiero a ti. Cuando frunzo el ceño, ella niega con la cabeza. —No mentiré, Ares. Cuando nos sentamos por primera vez en una mesa muy diferente para comenzar estas negociaciones, te tenía marcado. O pensé que lo hacía. No mierda. Explica el atuendo ridículamente revelador que usó en esa primera reunión, sin mencionar prácticamente todas las veces que hemos estado juntos desde entonces, incluso en mi propia fiesta de compromiso.

Obviamente, no funcionó. Porque no soy idiota.

276

—Sé que me tenías. Ríe. —Tal vez la mitad lo sabía. Sí, te había catalogado como el príncipe hastiado de la familia. El playboy que nunca estuvo destinado a ser rey y que fracasaría. ¿Pero ahora? —Se encoge de hombros—. Puede que no hayas nacido para ser rey, Ares. Pero eres bastante bueno gobernando ahora. Mi ceño se frunce. —Gracias. Creo. —De nada, pero no estoy segura de que seas quien merezca el elogio. Lucía sonríe cuando le doy una inquisitiva mirada. —Estoy hablando de tu esposa, Ares. Creo que es seguro decir que la familia Drakos obtuvo mucho más de lo que esperaban en su pequeño acuerdo con los Kildare. Mi afecto permanece plano, pero por dentro, estoy sonriendo ampliamente. Porque Lucía no se equivoca en lo más mínimo. Sí, tal vez crecí y di un paso al frente para desempeñar el papel que nunca debí hacer. Para colocar la corona que se suponía que nunca debía usar en mi cabeza. Pero si Lancelot descubrió cómo ser Arthur después de todo, no lo hizo solo. No es como si Neve me sentara y me diera lecciones sobre cómo liderar el imperio Drakos, o me mostrara con el ejemplo. Pero hay algo en ella. Hay una extraña alquimia cuando ella y yo estamos juntos. Aparte, nos hemos pasado la vida abriéndonos camino a golpes por el mundo usando nuestra terquedad y nuestras lenguas rápidas como arietes contra cualquier puerta con la que nos encontremos. Juntos, somos las llaves de esas puertas. No se requiere llamar. —Bueno, de cualquier modo. —Lucía suspira mientras se recuesta en su silla. Sus ojos sostienen los míos por otro segundo antes de que se levante abruptamente y marche hacia el área de la cocina del penthouse. —¿Hay algo que necesites? Me ve mientras abre el refrigerador Sub-Zero.

277

—¿Supongo que el jefe del imperio Drakos tiene al menos una botella de champán enfriada en la nevera? Asume correctamente. —Hay una botella de Pol Roger ahí dentro... —La encontré. Todavía estoy frunciendo el ceño cuando Lucía regresa a la mesa del comedor junto a la ventana y deja la edición de Winston Churchill de 1999 Pol Roger y dos flautas. Abre la botella con destreza con un sordo pop y me mira mientras sirve. —¿Puedo suponer que estamos bebiendo por la razón que creo que estamos bebiendo? —Bueno, como dije, por supuesto que necesito consultar esto con mi padre… —No, no lo necesitas. Lucía se permite una pequeña sonrisa mientras empuja una copa en mi dirección y levanta la suya. —Por una fructífera asociación. Choco mi copa con la de Lucía, ambos sonreímos mientras tomamos un sorbo. Un acuerdo de ciento diez millones de dólares, que se pagarán en los próximos cinco meses. Sí, seguro que puedo jodidamente brindar por eso. —¿Te importa si me cambio aquí? Me dirigiré directamente al aeropuerto después de esto. Asiento hacia el pasillo que conduce a la suite principal. —Siéntete libre. —Gracias. Lucía desaparece con una pequeña bolsa por el pasillo. Estoy de pie junto a la ventana, mirando la ciudad y permitiéndome sonreír. Lucía tiene razón. La familia Drakos obtuvo más de lo que esperaba cuando me casé con Neve Kildare. Yo obtuve más de lo que esperaba. No solo conseguí una esposa y firmé un tratado de paz.

Tengo una socia.

278

Una igual. Alguien que haga mis pasos más fáciles y mi corazón más ligero. Alguien a quien amo. Incluso si no he descubierto cómo decirle eso todavía. El clic de unos tacones altos me saca de mis pensamientos. Cuando me doy la vuelta, Lucía ya no lleva su traje formal y lleva algo más apropiado para una lujosa fiesta en el jardín. —Me dirijo a casa de mi padre —explica encogiéndose de hombros—. Está organizando los quince años de mi prima pequeña. —Felicidades. Sonríe, toma su copa y se mueve hacia donde estoy parado. —Salud de nuevo. Por los hijos e hijas que ocupan los tronos de sus padres. Me río. —Y ganan un montón de dinero juntos. Lucía se ríe mientras choca su copa con la mía. Que es exactamente el momento en que se abre la puerta del apartamento y entra mi esposa. Inmediatamente, mi altísimo estado de ánimo cae como una roca cuando veo la furia ardiendo en su mirada, la furia que dice que espera que el napalm pueda salir de sus ojos para poder engullir a Lucía en llamas. No hace falta decir que me doy cuenta de lo horrible que parece estar pasando el rato solo, bebiendo champán con una mujer que, obviamente, Neve todavía ve como a una rival. Sin embargo, está equivocada. No hay una mujer en el mundo que pueda tocar a la que me casé en términos de mi atención y deseo. Sonrío mientras me muevo hacia ella. —Cómo estuvo la clase… —Genial —murmura rotundamente. —¿Champán? Estamos celebrando. —Puedo ver eso.

279

Casi sonrío ante la expresión de su rostro. A la bola de labios finos y pelirroja pura furia irlandesa con la que me casé. Pero no tengo deseo de morir, así que no lo hago. —Ven —murmuro mientras me inclino para besarla. Lo permite... apenas... pero sus labios aún están apretados—. Siéntate y tómate una copa. —Mi boca roza su oído, mi voz baja—. Acabamos de concretar los detalles de un loco trato. —¿Y es todo lo que concretaste? —dice con frialdad. —Hasta ahora —gruño en su oído, ignorando su directa acusación—. Pero déjame deshacerme de nuestra invitada y podremos cambiar fácilmente… —¡Qué bueno verte de nuevo! —Neve me empuja, su voz gotea empalagoso sarcasmo mientras le sonríe robóticamente a Lucía. La princesa del cartel sonríe con cautela y un poco menos robóticamente. —Qué bueno verte también, Neve. Ares solo estaba… —Es tan divertido. —Se ríe Neve—. Casi no te reconocí cuando entré, con tus senos colgando y todo eso. Jesús jodido Cristo. La boca de Lucía se aprieta. Miro a Neve cuando se gira para sonreírme. —Debería ir a tomar mi vuelo. —Lucía deja su copa y se aclara la garganta antes de volverse hacia Neve—. Eres una mujer muy afortunada, lo sabes. Pero… —Adiós. Lucía sonríe, ignorando la fulminante mirada de Neve. —Pero, él es un hombre aún más afortunado, por tenerte. —Se gira, dirigiéndose a la puerta—. Ares, haré que mi gente le envíe a la tuya el acuerdo formal para su firma. Pero sí, estamos de acuerdo en todos los términos. Te hablaré pronto. Cuando la puerta se cierra, me doy la vuelta para dirigirle una fría mirada a Neve. Quien, por supuesto, simplemente se vuelve y me dice una inocente mirada de “¿quién, yo?”.

La veo.

280

—Eso, para tu información, fue la culminación de una negociación de tres meses por un acuerdo de ciento diez millones de dólares. En caso de que tengas curiosidad. —Oh, tenía curiosidad. Pero más sobre lo que esa perra estaba haciendo en nuestra casa a solas contigo. Lentamente, mi mirada se rompe cuando una sonrisa retuerce mis labios. Movimiento equivocado. Porque de inmediato, la cara de Neve se vuelve de un enojado tono más profundo de púrpura. —Lo siento, ¿es jodidamente divertido? —No —niego mientras me muevo hacia ella—. No, no lo es. Es solo que me gustas así. —¿Cómo, imbécil? —Irracionalmente celosa. Sus ojos se estrechan. —Vete a la mierda. Sonrío. —Casi pensaría que te gusto. Los labios de Neve se fruncen, el carmesí inunda sus mejillas. —No te pongas... lindo —murmura. Me acerco aún más, hasta que estoy suficientemente cerca como para tomar sus manos entre las mías. —No hay una mujer en este planeta que pueda desviar mi atención de ti. —Ni siquiera las hermosas y sexys princesas del cartel con grandes… —Ninguna. Malditamente. Sus labios se fruncen, su mandíbula rechina mientras ve hacia otro lado. —Te desea, y es jodidamente obvio, y ni siquiera lo ves. —No, no lo hace. Creo que estuvo tratando de jugar conmigo antes, pensando que podría ser un blanco fácil para sesgar los términos

281

comerciales a favor de su familia. —Levanto un hombro—. Pero, no lo hice, y no lo haría. Porque solo tengo ojos para una mujer. ¿Está bien? Los dientes de Neve muerden su labio inferior. —Bien. Pero ponte en mis zapatos. Quiero decir que eres quien amenazó con volar de regreso desde Londres y tirar a un platónico amigo mío por la ventana si siquiera sugería bailar con él. Y luego llegué a casa y la encontré aquí, vestida como una jodida supermodelo, bebiendo champán a solas contigo. Tomo su rostro, levantando su barbilla. Esta vez, cuando la beso suavemente, no me reprende con los labios apretados. Se derrite en mí, su lengua baila con la mía antes de retirarse. —No solía ser así, sabes— murmura. —¿Cómo? —Como una psicópata celosa y necesitada. Sonrío. —No eres necesitada. —Estoy un poco necesitada. Sin embargo, solo cuando se trata de ti. —Bueno, definitivamente no eres una psicópata. Soy el que hizo las amenazas de la ventana, ¿recuerdas? Sonríe, acercándose. —Tengo una idea —murmuro en sus mechones rojos—. Tenemos esta botella abierta de Pol Roger. Digo que ordenemos comida china y veamos películas tontas mientras la terminamos. —¿Qué tan tonto estás dispuesto a ponerte? —¿Tal vez Adam Sandler? Resopla. —Esfuérzate más, amigo. Estamos hablando de Jim Carrey de mediados de los noventa. Me río profundamente mientras beso su cabeza. —Tenemos un trato.

282

Tres horas después, casi terminamos con la comida china, con The Mask y estamos en medio de Ace Ventura. También casi terminamos con nuestra segunda botella de champán. Me levanto y me dirijo a la cocina para traernos un poco de agua para no pagar demasiado caro por todas esas burbujas mañana. Desde la cocina, veo el teléfono de Neve encenderse en el sofá junto a ella. Lo recoge perezosamente. Instantáneamente, su rostro esboza una sonrisa y escribe algo antes de volver a dejarlo en su regazo. Mientras lleno los vasos de agua, veo que el teléfono se enciende de nuevo. Neve lo recoge de nuevo, todavía sonriendo. Pero entonces, algo cambia. Su ceño se frunce y su rostro de repente se pone serio. —¿Quién es? Sus ojos saltan a los míos cuando doy un paso atrás en el área de la sala de estar. —¿Qué? —¿A quién le escribes? —A nadie. Mi ceño se frunce. ¿Qué? —No me estoy entrometiendo, solo tenía curiosidad. Parecías preocupada. —Bueno, no lo estoy —dice rápida y concisamente—. Y no es nadie. Está bien, qué carajos está pasando. —Mira, solo quiero asegurarme de que todo esté bien. Con quién estás… —No es asunto tuyo —espeta. Mi mandíbula se aprieta. —Está bien, está bien, relájate. Dejo los vasos de agua en la mesita de café frente al sofá. Sin embargo, cuando vuelvo a sentarme a su lado, Neve se levanta. Hace un gran espectáculo estirando y tirando de su cabello en una cola de caballo antes de volver a sentarse. A unos tres metros de mí.

283

Vuelvo a poner la película. Mientras empieza, me doy la vuelta para verla a hurtadillas. Está de vuelta en su teléfono, su rostro frío como la piedra iluminado por la pantalla mientras escribe furiosamente. A la mierda. Me estiro y toco su pie descalzo. Neve salta, jadeando cuando sus ojos se clavan en los míos. —¿Estás bien? —Estoy bien —espeta. No, no lo estás. —¿Podrías por favor decirme qué pasa? —Nada, ¿de acuerdo? Escribe algo más antes de que, de repente, se ponga de pie de nuevo. —Saldré un rato. Mis cejas se fruncen. —¿Disculpa? —Dije que saldré. —Son las once y media. Se encoge de hombros de una manera extraña y fría que solo me confunde más. —¿Y? —Neve, ¿qué diablos está pasando? —¡Nada, Ares! —chasquea—. Volveré pronto, ¿de acuerdo? Se marcha por el pasillo hasta el dormitorio. Qué. Maldita. Mierda. Aprieto los dientes, mirando tras ella. ¿Qué, todavía está enojada porque Lucía estuvo aquí? No. Estaba bien hasta que alguien le envió un mensaje de texto. Y ahora, de repente, se volvió fría y me excluye, y se va. Todavía estoy viendo con el ceño fruncido el sofá cuando Neve de repente sale disparada de nuestra habitación. Sus ojos están lívidos, su boca forma una viciosa línea y su cabello rojo se abre en abanico detrás de ella como un asteroide apocalíptico. —Neve, ¿qué...?

—En realidad —dice con frialdad, con pura furia en la voz—. ¿Sabes

284

qué? —Neve… —No volveré. Estoy de pie, mis dientes rechinando. —¿Disculpa? —¡Vete a la mierda, Ares! La miro. —Lo jodidos está mal con… —¿Conmigo? ¡¿CONMIGO, Ares?! —grita—. Oh, no lo sé, ¿tal vez estoy enojado porque me casé con un maldito mentiroso? —¿De qué diablos estás hablando? Su rostro se pone absolutamente lívido. —Estoy hablando de las malditas bragas que ciertamente no son mías tiradas en el piso de nuestro baño, maldito imbécil. Mierda. —Está bien, espera. No es lo que piensas… —No —gruñe con frialdad—. Ni siquiera te atrevas a intentarlo. Corre hacia la puerta. Llego allí primero, plantándome entre ella y la puerta mientras la miro. —Neve… —Quítate como el infierno de mi camino. —Lucía se cambió allí para ir al aeropuerto. Estoy seguro de que se cayeron de su maleta o algo así. Neve se ríe con frialdad. —Vaya. Realmente debes pensar que soy una idiota. —¡¿Escucharás lo que estás diciendo?! —chasqueo—. ¿De verdad crees, dado todo lo que hemos pasado, dado el tiempo que me conoces, dado el fuego cuando tú y yo estamos juntos, que yo… —Muévete. Me ve con tanta dureza y con tanto veneno que me estremezco.

—Neve…

285

—Quítate de mi puto camino, Ares. Lentamente, me hago a un lado. Neve pasa junto a mí y abre la puerta de un tirón. —¿A dónde diablos vas? —Afuera. —¿A dónde? —¡No lo sé, imbécil! —sisea—. Tal vez iré a buscar el piso del baño de alguien para dejar mi puta ropa interior. Una furia pura y viciosa estalla en mi pecho, burbujeando a través de mis dientes descubiertos y mis ojos llameantes. Es tan evidente en mi rostro que incluso Neve titubea por un segundo. Pero luego se traga eso, mirándome. —¿Sabes lo que es realmente divertido, Ares? —chasquea—. De hecho pensé que estaba enamorada de ti. Jodidamente hilarante, ¿verdad? Todavía estoy parpadeando sorprendido cuando atraviesa la puerta y la cierra de golpe detrás. De hecho, pensé que estaba enamorada de ti. Quiero ir tras ella. Quiero arrastrarla de regreso aquí. Pero no resolverá una mierda. No cuando está tan jodidamente enojada. Necesito permitirle explotar por algo. Tal vez tomar un trago o desahogarse con su hermana, o la mía, para el caso. En cualquier caso, tiene a mis hombres siguiéndola. Estará bien. Aprieto los dientes, paseando por la habitación, obligándome a no ir tras ella en este momento. Dejarla sacar su rabia. Dejar que se calme y se dé cuenta de lo equivocada que está con respecto a la situación. Todavía no tengo ni puta idea de qué la irritó en primer lugar, o quién le envió un mensaje de texto. Pero me ocuparé de esa parte después de que podamos hablar racionalmente. Una hora. Tiene exactamente una hora para calmarse. Entonces la agarraré y la arrastraré de regreso aquí. Aprieto los dientes mientras camino por la habitación. Me preparo un trago. Intento volver a poner la maldita película.

286

Solo lo duro treinta y cinco minutos después de que se marcha antes de estar seguro de que perderé la cabeza. Saco mi teléfono para enviarle un mensaje de texto. Yo: Donde mierda estás. Justo cuando lo envío, suena mi teléfono. —¿Neve? —No, es Hades. —¿Qué? —respondo bruscamente. —Joder, ¿ya escuchaste? Mis cejas se fruncen. —¿Escuchar qué maldita cosa? —Mierda. Mis ojos se estrechan. —¿Qué, Hades? —Mira, no quiero ser quien te diga esto… —No estoy de humor para tonterías, Hades. Entonces, ¿de qué diablos estás hablando…? —Los escoltas de Neve acaban de llamarme. —¿Por qué a ti? —Probablemente porque tenían miedo de decírtelo directamente. Me pongo rígido y mi mandíbula se tensa mientras mi sangre comienza a arder más caliente. —Dime qué pasa. Hades se aclara la garganta incómodo. —Hades… —Neve se fue de The Banshee con ese cantinero amigo suyo, Jack, hace unos diez minutos. Simplemente entraron juntos a su apartamento. Mira hombre, yo… Cuelgo. Entonces casi arranco la puerta principal de las bisagras al salir, puro odio y muerte zumban en mis venas.

31

287

—M

NEVE

ira, lo siento mucho, Neve… —Cállate.

Estoy tan enojada, tan absolutamente furiosa, que apenas puedo hablar. —Neve… —Solo CÁLLATE, Jack. Se detiene en la puerta principal de su edificio, sacando las llaves de su bolsillo. —Hablo en serio, Neve. No fue mi idea. Lo juro. Me giro hacia él. —¡¿Entonces por qué estás haciendo esto?! —Yo... —Se estremece, evitando mis ojos—. Mira, estoy en problemas. Financieramente, quiero decir. Y me sacarán de ahí. —¿Con mi dinero? —chasqueo. Jack le da una avergonzada mirada. —Neve, no es nada personal. Mira, tienes toneladas de dinero, y cuando les pagues, destruirán las fotos… —¡¿Como las “destruyeron” antes?! Jack exhala con tristeza mientras ve hacia otro lado para abrir la puerta. Mi teléfono suena. Cuando lo saco, mi corazón se rompe cuando veo un mensaje de texto de Ares. Ares: Dónde mierda estás. Prácticamente puedo sentir su presencia a través del teléfono y me parte el corazón. Sí, estaba furiosa cuando dejé el apartamento hace un momento. Pero no fue solo por encontrar esas jodidas bragas en el piso del baño. Ya estaba

288

nerviosa, con mis emociones corriendo tan calientes que estaba a punto de explotar incluso antes de poner los ojos en ellas. Mientras Jack abre la puerta, veo mi teléfono, mis ojos se posan en los últimos mensajes de texto que llegaron antes de los de Ares hace un momento. Los de Greg Leery, diciéndome que todavía tenía más de esas fotos. Diciéndome que vaya a The Banshee con doscientos mil dólares. Inmediatamente. O las fotos terminarían en línea. Los que decían que si le decía a mi esposo, o a cualquier otra persona, lo que estaba pasando, esas fotos mías se volverían virales en una hora. Ese era mi estado mental cuando entré al baño para encontrar la ropa interior de la maldita Lucía Bolinaro metida hasta la mitad debajo del tocador flotante. Y dado lo cerca que estaba de romperme, me envió cayendo al borde del modo psicópata a gran escala. Ni siquiera bajé al vestíbulo desde el penthouse cuando casi me desmorono y corrí hacia Ares para disculparme. Sé que ésta loca idea de él escabulléndose con Lucía, que obviamente es solo una socia comercial, es solo mi propia inseguridad hablando. Y sé que solo lo acusé ahora porque estaba al borde de un colapso mental después de recibir los mensajes de texto de Greg. Después de asegurar esas últimas fotos, volveré a Ares. Lo abrazaré, le explicaré todo y le diré que lo amo. Pero primero, tengo que hacer esto. Sin palabras, ignorando los patéticos intentos de Jack de intentar parecer una víctima secundaria en todo esto, lo sigo por los tres tramos de escaleras hasta su apartamento. Me da una última tímida mirada antes de abrir la puerta y entrar. Instantáneamente, me tenso cuando Greg y Mike se levantan del pequeño sofá de Jack. Odié a esos dos durante tantos años. Pero es solo ahora, estando cara a cara con ellos nuevamente, en un espacio pequeño y confinado nada menos, que me doy cuenta de que no es solo odio lo que siento cuando se trata de ellos. Es miedo. Es posible que estos dos imbéciles no hayan tenido sexo conmigo ni me hayan agredido físicamente. Pero aun así me violaron. Todavía me tomaron fotos íntimas mientras estaba inconsciente. Sin mencionar las

289

nauseabundas con sus penes cerca de mi cara como una especie de repugnante sesión de porno amateur. Ambos todavía lucen rostros magullados. Mike, de Ares dándole una paliza fuera del Banshee. Y Greg, presumiblemente, aunque Ares nunca me contó los detalles, de cuando mi esposo recibió las supuestas “últimas” fotos de él antes. —Hola, Neve —se arriesga Greg. —Jódanse los dos. Sonríe, como si apenas estuviera reprimiendo una broma o sugerencia grosera. Mi estómago da vueltas. —¿Trajiste el dinero? —Sí. Me enfurezco mientras veo el bolso colgado casualmente sobre mi hombro. No es como si fuera al cajero automático y sacara doscientos mil de camino a The Banshee, incluso si tengo esa cantidad en mi fondo fiduciario. Pero he visto a Ares abrir la caja fuerte del dormitorio media docena de veces. Conozco la combinación. Me siento terrible por tomarlo sin pedírselo, especialmente después de la forma en que lo excluí y luego exploté con él. Pero cuando todo esto termine, me aseguraré de que recupere ese dinero. Mike hace un movimiento para acercarse. Pero sostengo la bolsa con fuerza, dando un paso atrás de él. —¿Tienes las fotos? Greg asiente, saca un sobre blanco de su chaqueta y lo agita. —Estas realmente son las últimas. —Es lo que dijiste la última vez. —Te juro que es verdad —murmura Greg—. Tienes mi palabra. —Tu palabra significa mierda para mí. Se encoge de hombros. —Entonces tendrás que confiar en mí. De la misma manera que confiamos en que no le contarás nada de esto a tu idiota marido. Me burlo de él.

—¿Y qué me impide hacer eso?

290

—Nada. Pero diré esto. —Greg me mira—. Tengo el oído tanto del alcalde como del comisionado de policía. Si ese psicópata griego se acerca a Mike o a mí, haré que la ciudad abra una investigación a gran escala sobre las familias Drakos y Kildare. Dile a Ares sobre esto, y destrozaré sus mundos. ¿Crees que tu hermana tendrá la oportunidad de seguir yendo a la escuela de negocios de Columbia después de que todos los trapos sucios de tu familia terminen salpicados en las noticias? Trago, el odio fluye de mis ojos a los suyos. Greg solo se encoge de hombros. —Es lo que es, Neve. Ahora, ¿haremos esto o no? Mis dientes rechinan. —Lo haremos. Extiendo la mano mientras saco la bolsa de mi hombro. Greg me entrega el sobre blanco sellado mientras Mike arranca la bolsa de dinero de mi agarre. Los observo a los dos abrir la bolsa de un tirón y comenzar a manosear las pilas de dinero en efectivo mientras entro en la cocina de Jack. Sin decir palabra, enciendo su estufa de gas, toco la llama con la esquina del sobre y luego la dejo caer en su fregadero. Observo con fría y helada furia cómo el papel se quema. Luego, las Polaroids dentro se curvan y humean en apagados colores cuando los productos químicos se incendian. Observo hasta que las llamas se apagan por completo antes de girarme para dirigirles una escalofriante mirada a los tres chicos. —¿Feliz? —chasqueo. Mike me sonríe. —Feliz. Es un placer hacer negocios contigo, Neve. —Vete a la mierda. —Sacudo la cabeza con enojo, conteniendo las lágrimas y la emoción—. Son un par de jodidas excusas repugnantes de seres humanos, espero que lo sepan. Greg se encoge de hombros. Me burlo de ellos. —¿Y ahora te las arreglaste para involucrar a Jack en esta mierda? ¿Porque necesita el dinero? La boca de Greg se abre.

—¿Es lo que te dijo?

291

Jack le lanza una mirada rápida. —Leery, vamos, hombre… —Jack está bien, Neve. Mierda, se gana la vida coqueteando con todas esas chicas hípster en The Banshee. Jack traga. —Amigo, suficiente… —Está metido en esto, porque siempre lo ha estado. Mi rostro palidece mientras me giro lentamente para ver a Jack mirando al suelo, viéndose extremadamente incómodo. —¿De qué mierda está hablando? —siseo en voz baja. Jack se encoge de hombros y mira hacia otro lado. Mike se ríe. —Neve, vamos. ¿Quién diablos crees que tomó esas fotos esa noche? Se siente como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Me estremezco, ahogándome un poco cuando mis ojos vuelven a Jack. Jack, quien ha sido mi amigable cantinero favorito durante años. Jack, a quien siempre consideré un buen amigo. Jack, quien ha estado en mi maldita casa. —¿Jack…? —me ahogo. Deseo tanto que no sea verdad. Pero cuando levanta la vista con una mirada horrible y de náuseas en el rostro, sé que Greg no está mintiendo. —Hijo de puta —susurro. —Neve, lo siento tanto. Todo el mundo estaba bebiendo. Y, ya sabes, sabía que estaba jodido. Pero Leery dijo que solo era una broma y… —Todos están muertos. Deja de balbucear cuando las palabras salen brutalmente de mis labios. Me giro para dirigirle una cruel mirada a Greg. —¿Alguno de ustedes honestamente piensa que tengo miedo de sus patéticas amenazas? La sonrisa cae de sus labios cuando él y Mike se miran. —Neve, si crees que estoy mintiendo…

—Oh, no lo hago. Creo que eres una broma, en realidad.

292

Terminé. A la mierda esto, y a la mierda ellos. Solo mi familia tiene el suficiente poder para cerrar cualquier mierda que Greg crea que podría provocar. ¿Pero con la alianza de Kildare y Drakos? No será simplemente cerrado. Será enterrado. Literalmente. —Creo que todos son jodidas bromas patéticas —siseo—. ¿Tienen alguna puta idea de lo que significa amenazarme a mí y a mi familia? ¿O qué significa amenazar a la familia con la que me casé? No importa las dos familias juntas. —Me río con frialdad cuando Greg, Mike y Jack se ponen un poco más pálidos—. ¿De verdad crees que sigo siendo una adolescente al que le dan un maldito chupete? —Mis labios se curvan peligrosamente— . Porque no lo soy. Ahora soy una maldita reina, estúpidos pedazos de mierda. Greg traga con dificultad, moviéndose nerviosamente sobre sus pies. —Bien, bien. Espera. Mira, está hecho, ¿de acuerdo? Todos podemos marcharnos... —Estás equivocado. —Le sonrío fríamente mientras cuadro mis hombros—. De hecho, estás tan jodidamente equivocado que en realidad es divertido, Greg. No. “Me alejé” de esto hace años. Luego otra vez el mes pasado. Pero luego fuiste lo suficientemente estúpido como para caminar de regreso a eso otra vez. —Niego—. No, imbéciles, su última oportunidad de “irse” fue cuando mi esposo los golpeó a ambos. Eso fue todo. Fue su tarjeta de borrón y cuenta nueva. ¿Pero ahora? Mis labios se curvan en una peligrosa sonrisa. Mi pulso ruge con poder, venganza y la absoluta ausencia de miedo. —¿Ahora? Los matará a todos. —No, no lo hará. La voz detrás de mí es como una cuchilla cortando mi garganta y mis cuerdas vocales. Es la voz de mis pesadillas. La voz de la muerte misma. La voz de un monstruo. En cámara lenta, observo la confusión y luego el miedo retorciéndose en los rostros de los tres hombres frente a mí. Empiezo a darme la vuelta,

293

toda lento y asustada, como si me estuviera moviendo a través de nieve hasta la cintura. Cuando finalmente veo a quién están mirando, el suelo se cae debajo de mí. Seamus O'Conor. Todavía muy vivo, y todavía muy con dos manos. —No, él no lo hará —gruñe de nuevo con una voz escalofriante y dura— . Pero yo lo haré. El arma en su mano se eleva. Mis manos vuelan hasta mi cara, pero luego está disparando más allá de mí: tres tiros, todos disparados con el sonido más suave del mundo, con una mirada sin emociones en su rostro. Tres cuerpos caen al suelo detrás de mí. Pero no puedo ver hacia otro lado. No puedo respirar, ni hablar, ni siquiera parpadear mientras mi monstruo me sonríe con pura maldad. —Hola, pajarito. Es hora de irnos.

32

294

L

ARES

o negro en mi corazón es tan oscuro como la noche mientras miro el frente del edificio de apartamentos de Jack. La última pizca de mi autocontrol trató de convencer al resto de mí de que no trajera un arma. Pero a la mierda eso. Aun así, cuando meto la mano en mi chaqueta para tocar la 9 mm en su funda, sé que será principalmente por el factor de intimidación. Si mato a este hijo de puta por poner sus manos sobre mi esposa esta noche, será exactamente como lo prometí: a través de una maldita ventana. Sin embargo, en el fondo, sé que tiene que estar pasando algo más aquí. Tal vez algunas mujeres reaccionarían de esa manera: escaparían con otro chico en el momento en que hay un pequeño malentendido. Pero no Neve. Podrá ser tempestuosa. Podrá ser una fuerza de la maldita naturaleza, como un maldito huracán, cuando se enoja. Pero esta no es ella. Conozco a mi esposa. La conozco tal vez incluso mejor de lo que ella misma, y esto no cuadra. Además, estaba todo el asunto de su extraño comportamiento en el teléfono antes de que encontrara esas malditas bragas en nuestro baño. No. Algo pasa. Algo está potencialmente muy mal también. Bien. Sea lo que sea, estoy a punto de averiguarlo. Antes de entrar, me dirijo hacia el SUV negro donde dos de mis muchachos, los que llamaron a Hades, están acampados después de seguir a Neve y a Jack hasta aquí. Estoy seguro de que Hades también está en camino, a pesar de que le advertí que se mantuviera alejado. Probablemente para asegurarse de que no haga algo increíblemente tonto como matar a Jack a la vista de una cámara de seguridad o de un policía o algo así. No hay promesas sobre eso todavía. Pero Hades aún no está aquí. Bien. Quiero que se quede así.

295

Me acerco sigilosamente a la ventana abierta de la puerta del pasajero, sin dejar de vigilar el edificio de Jack. —Ustedes dos quédense aquí. Si mi hermano aparece, manténganlo aquí. ¿Entendido? Cuando ninguno me responde, mi ceño se frunce mientras arrastro mi mirada lejos del edificio del hijo de puta. —Dije, ¿está jodidamente…? Oh mierda Ambos hombres todavía están abrochados en sus asientos, sus barbillas descansan contra sus pechos... … con sangre mojada y brillante resbalando por sus cortadas gargantas y empapando la parte delantera de sus camisas. Salgo disparado al instante, corriendo hacia la puerta principal del edificio de Jack mientras suena el bajo gemido de una alarma. Destrozo la puerta principal con un talón contra la cerradura y entro a la carrera. Una de las puertas del apartamento del primer piso se abre de golpe y un tipo mayor canoso sale corriendo blandiendo un bate de béisbol con el logo de los Mets estampado en él. Cuando ve el arma en mi mano, se pone rígido. —Mira, amigo, no quiero ningún… —Jack… —gruño, dándome cuenta de que no tengo idea de cuál es el apellido del hijo de puta—. El cabrón cantinero inconformista —siseo—. Dónde. El hombre asiente rápidamente, apuntando su bate hacia la escalera. —¡Tercer piso! ¡Número tres-cero-siete! Subo corriendo las escaleras de dos en dos, el miedo desnudo y frío me corta las venas. Corro por el pasillo y golpeo la puerta de Jack con todo mi peso detrás de mi hombro, astillándola. Me congelo mientras me derramo dentro y veo… Oh, Cristo. Hay tres cuerpos en el suelo. La sangre se acumula debajo de los tres y salpica la pared detrás de ellos. Jack, Mike Jennings y el concejal Greg Leery.

—¡NEVE!

296

Rujo mientras tropiezo a través del pequeño apartamento. Pero no hay señales de ella. Ni en el dormitorio, ni en el baño del tamaño de un armario, ni en el diminuto rincón de la cocina. No está aquí. Veo rojo y mi visión es borrosa cuando saco mi teléfono y marco su número. Lo escucho sonar y se me cae el corazón cuando veo que su teléfono se enciende en el suelo junto a sus llaves, rodeado por el charco de sangre. Mierda. Cuando escucho el crujido de pasos detrás de mí, salgo de mi frío miedo en un nanosegundo. Giro, mostrando los dientes y con el arma en alto, solo para encontrarme cara a cara con Castle. Sus ojos dejan los míos para ver la carnicería detrás de mí. —Jesús, jodido Cristo —murmura. Su mirada vuelve a mí, sus ojos cautelosos—. ¿Tú? Lentamente niego. Castle frunce el ceño. —Ya puedes bajar tu puta arma, Ares. La mantengo justo donde está, apuntándole. —¿Qué estás haciendo aquí y cómo llegaste aquí tan rápido? Sus labios se curvan. —Tómalo con calma. Le di un botón de pánico para su llavero cuando todavía estaba en la secundaria. Envía una alerta a mi teléfono. Lo apretó hace diez minutos. Mis fosas nasales se ensanchan. La furia mezclada con el miedo desnudo y devorador por la seguridad y el bienestar de Neve nubla mi visión y adormece mis sentidos hasta que me doy cuenta de que Castle está gritando mi nombre. —¡Dije ARES! Parpadeo, arrancándome de la neblina. —No soy tu enemigo, Ares —sisea—. Baja el arma y vamos a encontrarla.

297

Trago y mi mano cae a mi costado justo cuando pasos retumban subiendo las escaleras. Castle y yo giramos y nos agachamos detrás de la puerta con las armas desenfundadas. De repente, Hades, Kratos y Cillian entran a la carga en el apartamento, con Owen Foley jadeando detrás de ellos. Cillian se detiene en seco, observando los cuerpos. Lentamente, su mirada se mueve hacia mí. —¿Dónde diablos está mi sobrina, Ares? Mis labios se adelgazan. —No lo sé. Pero estoy a punto de destrozar esta jodida ciudad para encontrarla. —Me dirijo a mis hermanos—. Todos afuera. Quiero toda esta maldita ciudad al revés y revisada de adentro hacia afuera. Derriben puertas. Usen la fuerza que tengan para hacerlo. —La encontraremos —gruñe Hades. —Tengo hombres abajo ahora —gruñe Cillian—. Diles que te dije que es un código rojo. Te darán la ayuda que necesites. Kratos y Hades salen corriendo del apartamento. Me dirijo a Cillian. —Ese amigo tuyo del FBI… ¿Cuánto poder ejerce? —¿Qué necesitas? —murmura Cillian. Necesito que cierre todos los puntos de salida de la maldita ciudad. Quiero policías o agentes en cada jodido puente y túnel. Que lo traten como una alerta de persona desaparecida a gran escala donde la persona desaparecida es el puto presidente de Estados Unidos. Cillian asiente sombríamente antes de que él y Castle corran detrás de mis hermanos. Estoy a punto de irme también cuando una mano aterriza en mi brazo. —Ares ¿un momento? Me giro para apretar los dientes hacia Owen. —No tengo un puto momento. En caso de que te lo hayas perdido, alguien acaba de secuestrar a mi puta esposa… —Que es precisamente por lo que necesitas escuchar esto. —Los ojos de Owen se dirigen a la puerta abierta—. No quise decir esto frente a tus

298

hermanos y arriesgarme a que la ira nublara tu capacidad de recuperar a Neve sana y salva. O frente a Cillian, por la misma razón. —Llega al maldito punto, Owen —gruño. —¿Sabes dónde está Ezio Adamos? Lo miro fijamente, enfriándome. —Ahora mismo, en este mismo momento, quiero decir. —No tengo ni puta idea. Owen traga. —En efecto. Ares, siento decir esto, pero creo que Ezio estaba trabajando con Seamus. Lo miro. —Eso es imposible. —Como mencionó Cillian, soy amigo de cierto oficial de Seguridad Nacional que me debe algunos favores… —¿Y? —chasqueo. —Y los dos hombres que escaparon con Seamus y que terminaron muertos habían recibido recientemente dinero en cuentas extraterritoriales, un millón cada uno. —Mira mis ojos cuidadosamente—. Ambos depósitos procedían de empresas ficticias propiedad de la familia Adamos. Todo sigue quieto. Un zumbido comienza a gemir en mis oídos mientras mi sangre se convierte en fuego. —Entonces comenzaremos en la casa de Ezio —siseo. Donde le cortaré la puta piel. Giro hacia la puerta. —Ares, en realidad hay algo más que debes saber. Me doy la vuelta para ver a Owen luciendo aún más pálido. —¿Qué? Traga. —Hace aproximadamente una hora, la policía de Nueva York respondió a una llamada de un restaurante al lado de un salón de tatuajes en el Lower East Side, quejándose de un olor.

Owen traga de nuevo y se aclara la garganta.

299

—Encontraron dos cuerpos. Llevaban muertos unas dos semanas. —Owen, ¿cómo diablos es relevante? Continúa, como si no hubiera dicho una palabra. —El artista del tatuaje estaba atado al estilo de la crucifixión y se había desangrado por los cortes en sus muñecas y cuello. Se me acelera el pulso. —Y el segundo cuerpo era un hombre mayor, atado… amordazado… — Los labios de Owen se dibujan en una línea—. Y le falta una mano. La realidad me golpea en la cara. Miro a Owen, luego a los cuerpos en el suelo, mientras el suelo cede bajo mis pies. Los tres cuerpos con limpios disparos, estilo ejecución, justo en el centro de la frente, con un segundo disparo en la parte posterior de la cabeza después de que estaban abajo por si acaso. Limpios asesinatos. Muertes profesionales. Santa mierda. Ese monstruo no está muerto en absoluto. Y ahora, regresó para terminar lo que le impidieron hacerle años atrás a la mujer que amo. —Tenemos que irnos, ahora. Empiezo a dirigirme a la puerta. —Oh, Ares. Una última cosa. El metal perfora mi cuello justo cuando veo hacia Owen. Mis párpados revolotean y mi boca se afloja cuando algo frío comienza a arrastrarse instantáneamente hacia abajo. Owen se aleja de mí, la jeringa aún en su mano mientras me desplomo contra el marco de la puerta. —¿Qué… carajos…? —Pareces cansado, Ares —dice Owen meditativamente—. Creo que todo este estrés te está afectando. —Hijo de puta… —Creo que será mejor que te acuestes. Todo el apartamento se tuerce cuando mis piernas ceden.

Estoy fuera antes de tocar el suelo.

300

33

301

D

NEVE

icen que la historia se repite. También las pesadillas. Por favor. Aquí no. No otra vez.

Cada parte de mi cerebro grita que no puede ser real. Que debo estar soñando, atrapada en una febril pesadilla. Schick. Ssschick. No es un sueño febril. La forma en que el sonido del cuchillo que se afila contra una piedra al otro lado de la habitación enviando helados escalofríos sobre mi piel es prueba de ello. La forma en que mi estómago cae al suelo, y la forma en que el miedo amenaza con asfixiarme hasta la muerte, es prueba de ello. No. No estoy soñando. Es la realidad, y estoy jodidamente despierta. Me estremezco en la silla a la que estoy atada. La cabaña es incluso más pequeña de lo que la recordaba. Los únicos muebles son la silla en la que estoy sentada, en la que está sentado él, y una mesa pequeña, con la piedra de afilar, unos cuantos garrafones de agua, una caja de herramientas y un pequeño botiquín de primeros auxilios. La cabaña también está más sucia de lo que recuerdo. También se está desmoronando: el techo sobre mí se está hundiendo, las ventanas están tapiadas con clavos oxidados y las tablas del piso chirrían incluso si apenas cambio mi peso en la silla. Como acabo de hacer. Ante el revelador crujido, el hombre al otro lado de la habitación que afila su cuchillo se detiene. Se da la vuelta y me trago puro terror cuando sus ojos gris acero se clavan en los míos. —Recuerdas este lugar, verdad, pajarito? Pajarito.

302

Hace quince años, me llamó de la misma manera. En la misma cabaña, después del mismo viaje, en una camioneta similar. Sé que estamos en el mismo lugar. El problema es que dudo que alguien más lo sepa. Tiemblo, tratando con todas mis fuerzas de no mostrar miedo mientras Seamus me sonríe. Pero cuando sonríe más, sé que fallé. —Ah, bien. Lo recuerdas. Trago nerviosamente cuando sus ojos se clavan en mí, su mano se levanta para empujar su largo cabello detrás de su oreja. Una vez más, en circunstancias muy diferentes, en alguna realidad alternativa, Seamus O'Conor podría considerarse un hombre guapo. Es alto y de hombros anchos, con caderas delgadas y musculosas y poderosos brazos. Me refiero a que el hombre tiene más de sesenta años, y parece que podría enfrentarse a tipos de la edad de Ares. Su cabello es más largo de lo que era hace tantos años, plateado y liso, ahora hasta los hombros. Pero la barba, del mismo color de una bala o de una navaja que sus ojos y cabello, sigue siendo corta y recortada. En realidad, ni siquiera es una realidad alternativa en la que Seamus podría considerarse guapo. Antes de obligarme a no volver a ver esos inquietantes rincones de Internet, vi muchos nauseabundos “clubes de fans” obsesionados con él. Foros enteros de mujeres en su mayoría, pero también de algunos hombres, que adulaban a este monstruo. Los mismos tipos que fetichizan a Dahmer y a Bundy. Este hombre es un horror en el mundo. Y, sin embargo, hay personas que pasaron los últimos quince años utilizando abogados para solicitar una visita conyugal con él. La humanidad puede ser más oscura que tus peores pesadillas una vez que ves detrás de cortinas como esa. Los dientes de Seamus se vuelven blancos antes de volver a su espada. Me estremezco cuando lo arrastra lentamente sobre la piedra de afilar, una y otra vez. Schick. Ssschick. —Me lastimaste, pajarito.

Cuando no digo nada, hace una pausa con su navaja.

303

—Les cantaste una canción tan bonita hace tantos años, a todos esos abogados y a ese juez. —Se vuelve hacia mí, sus dientes brillan de nuevo antes de que sus ojos se estrechen—. Qué pequeño montón de mentiras. No importa que fuera la verdad. Que realmente hubiera matado a todas esas personas de una manera tan horrible y brutal. Ambos sabemos que lo que dije en la corte no era cierto. Así como ambos sabemos que mis mentiras son las que lo encerraron. —Me cortaste las alas, pajarito —murmura en voz baja, mirándome con frialdad. —Si hubiera podido cortarte la cabeza, lo habría hecho. Sonríe ampliamente cuando grazno las palabras. —Ahhh, qué fuego tan encantador en ti. —Se ríe en voz baja—. Será de la sangre de mi hermana en tus venas, ¿no? —Sus ojos se vuelven viciosos— . Ciertamente no es de los venenosos Kildare. Si pudiera separar los dos en tu torrente sanguíneo, lo haría. —Se encoge de hombros, sonriendo mientras hace girar la navaja quirúrgicamente afilada en su mano—. Lástima que no sea posible. De repente, escucho el crujido de los neumáticos de un automóvil afuera. Mi corazón se eleva y mis ojos se lanzan hacia la puerta. Pero cuando Seamus solo se ríe entre dientes mientras regresa a su piedra de afilar, la fantasía de que estoy a punto de ser rescatada se derrumba. Afuera, el motor se apaga. Escucho puertas abrirse y cerrarse, y luego un silbido, un forcejeo y un gruñido que se acerca más y más. La puerta se abre de golpe. Al principio, cuando veo a Owen Foley entrar de espaldas a la cabaña, mis esperanzas vuelven a dispararse por las nubes. Hasta que mi esperanza se convierte primero en confusión y luego en pavor cuando me doy cuenta de por qué camina hacia atrás. Por qué está resoplando y trastabillando, y tiene la cara roja. Por qué apenas me mira. Está arrastrando a un Ares inconsciente y atado. No. Owen jadea un poco más mientras arrastra a Ares por los tobillos hacia la cabaña. Se vuelve para ver a Seamus. —Podrías ayudar, joder —espeta enojado.

—Podría.

304

Pero Seamus no se mueve de su silla. Owen lo mira un poco más antes de arrastrar a Ares al centro de la habitación y dejarlo caer en un montón antes de arrastrarse para cerrar de golpe la puerta de nuevo. Ahí es cuando Seamus finalmente se levanta. Gira los hombros, respirando antes de recoger su cuchillo y caminar hacia el hombre que amo que yace desplomado en el suelo. —¡No te atrevas a tocarlo! —siseo. Seamus hace una pausa mientras se agacha junto a Ares. Me mira, sonriendo sádicamente. —¿Quieres decir así? Pasa la punta de su cuchillo por el antebrazo de Ares, abriendo la piel. No es un corte profundo: no está destinado a serlo. Tiene la intención de hacerme daño mientras lo veo hacer sangrar a mi esposo. Ares se mueve un poco, no se despierta, solo gime bajo, con los ojos aún cerrados. —¡ALEJATE DE ÉL! Seamus se ríe, mirándome mientras lleva la navaja a la manga de la camisa levantada de Ares y la limpia. Luego se pone de pie y vuelve a la mesita con la piedra de afilar. Schick. Ssschick. Arrastro mis ojos hacia Owen, quien está haciendo todo lo posible por no verme. —Owen… —grazno. Se estremece. Finalmente, su mirada se arrastra hacia la mía. —¡Ayúdame! Detrás de él, Seamus se ríe en voz baja. Owen lo mira fijamente. Cuando se vuelve hacia mí, su rostro es oscuro. —Lo siento, Neve. Pero así es como tiene que ser. Me estremezco, mirándolo con una mezcla de horror e incredulidad. —¡¿Qué?! Owen, ¿por qué estás…?

305

—¡Porque se suponía que sería yo! —ruge. Se fue el Owen Foley, normalmente un poco borracho, de rostro rubicundo y rápido con las bromas sucias que conocí toda mi vida. El hombre que me mira con odio en los ojos es un extraño que nunca antes había conocido—. Se suponía que sería el rey de Nueva York, Neve —gruñe de nuevo—. Se suponía que sería yo. Trago, temblando mientras lo miro. —Owen, yo… —Nunca te hablaron de tu abuela, ¿verdad? La historia se silenció cuando dio a luz a ese bastardo al que llamaste padre. Luego fue enterrado para siempre, una vez que su precioso hijo, engendrado por un hombre que ni siquiera se molestó en dejar a su esposa por ella, fue declarado Kildare. Lo miro fijamente, sin seguirlo realmente. —Se suponía que me casaría con Sheila O'Conor. Mi corazón salta. Sheila como mi abuela, la mujer con la que el padre de Cillian tuvo una aventura antes de que naciera el propio Cillian, lo que resultó en mi padre. —Debería haber matado a Brendan en el momento en que comenzó a tratar de encantarla. Pero fue demasiado rápido para manejar esa magia que Kildare llama el Consejo de Clanes que tanto adora adular. Luego siguió regresando, una y otra vez, hasta que finalmente logró meterse en su cama. Owen se burla de mí. —Cualquiera más, y no lo habría pensado dos veces antes de ponerle una bala. Pero era el jefe de la magnífica familia Kildare. El mismo rey se dignó tener sexo con la mujer que me prometieron. Y cuando quedó embarazada de tu padre, el consejo disolvió el acuerdo de compromiso entre nosotros. Owen saca una botella de su bolsillo, sus ojos enojados mientras toma un codicioso sorbo de ella. —Declan fue un O'Conor primero, por supuesto. Después de todo, su padre estaba casado con otra mujer y su propia concepción fue un escándalo. Pero entonces Brendan y su verdadera esposa, Moira, tuvieron a Cillian de vuelta en Irlanda. Y ahora que tenía un verdadero heredero, Brendan solicitó al consejo que cambiara el apellido de Declan a Kildare,

306

para que pudiera crecer y actuar como príncipe del segundo imperio estadounidense Kildare aquí en Nueva York. Sus ojos se clavan furiosamente en mí. —Ese estaba destinado a ser mi reino. Ya lo había decidido el consejo cuando acordaron mi matrimonio con Sheila. Los Foley y los O'Conor eran las dos familias irlandesas más poderosas de Nueva York en ese momento. Un matrimonio que los uniera habría creado una verdadera dinastía, conmigo sentado en el trono. Y todo estalló en llamas cuando tu maldito abuelo metió su jodido pene en… —Mi hermana, sí —gruñe Seamus en voz baja, girándose para lanzarle una fulminante mirada a Owen—. Lo sé. Y me estoy cansando de tus balidos. —Se pone de pie, girando el cuchillo en su mano. Owen le devuelve la mirada. —¿Bien? ¿Te irás ahora? Seamus sonríe maliciosamente. —¿A dónde vas, mi gordo amigo? Owen ignora el insulto. —A lidiar con Cillian. Mis ojos se amplían. Owen lo atrapa y se encoge de hombros. —Es lo que es, Neve. Cumplí mi sentencia. Actué como el número dos de la familia Kildare toda mi vida. ¡Me lo deben! —¿Qué quieres decir con lidiar con Cillian? —me ahogo. La boca de Owen se adelgaza. —Los Foley son la principal familia vasalla de los Kildare, Neve. Y el consejo sigue siendo muy patriarcal, me temo. En ausencia de un heredero Kildare varón… —Sonríe—. Yo ascenderé al trono. Así que Cillian necesita ser eliminado. —Pero yo… Mi boca se cierra de golpe antes de que pueda decir “pero estoy casada con el heredero masculino de Kildare técnicamente”. Owen lee mis pensamientos. Sus ojos bajan a Ares, luego se deslizan de nuevo a mí. —En efecto. Lo siento, Neve.

No.

307

Mis ojos saltan, mi pulso ruge. —¡NO! Owen me ignora y se gira para ver a Seamus. El propio monstruo está apoyado contra la viga de madera que sostiene la hundida mitad del techo de la cabaña. —¿Bien? Las fuerzas Kildare están repartidas por los cinco condados ahora mismo. Nunca habrá un mejor momento para atacar. Si te vas ahora, podrás estar en la ciudad en menos de cinco… —Me ocuparé de él más tarde. Owen frunce el ceño. —No, nuestro acuerdo fue llevar a Neve a sembrar la disidencia y el caos entre las filas Kildare. Entonces ve a eliminar a Cillian. Luego vuelves aquí y eliminas a Ares. Así es como tomaré el poder… —Dije que más tarde —responde Seamus con saña, haciendo que Owen se estremezca y dé un paso atrás—. Después de que me haya ocupado de ella. Mi sangre se convierte en hielo cuando los ojos de Seamus se deslizan hacia los míos. Sus labios se curvan maliciosamente mientras hace girar la hoja pensativamente en sus manos. La cara de Owen se pone blanca. —No —sisea—. No, no la lastimarás. Ese no era nuestro plan. Seamus se ríe en voz baja. —Ese no era tu plan. Yo encuentro los planes... tediosos. Confinados. Comienza a empujar a Owen, moviéndose hacia mí. El irlandés mayor se mueve frente a él, bloqueando su camino y colocándose en la cara de Seamus. —Yo te liberé, maldito idiota. Seamus sonríe fríamente. —En efecto. ¿Ya te arrepientes de tus elecciones? Owen está de espaldas a mí, y observo cómo sus manos se deslizan hacia el arma metida en la parte trasera de sus pantalones.

—Seré el rey de esta ciudad, hijo de puta...

308

Grito cuando el brazo de Seamus sale rápidamente y las palabras de Owen se convierten en un horrible gorgoteo húmedo cuando la navaja corta su cuello. Vuelvo a gritar mientras la sangre salpica la puerta y la pared antes de que el cuerpo de Owen se derrumbe en el suelo junto al de Ares. La cabaña está en silencio excepto por mi acelerado corazón. Seamus se ríe bajo mientras limpia suavemente la navaja con un pañuelo de su bolsillo. Su mirada cae al cuerpo de Owen. —¿Te sientes como un rey ahora? De repente, se precipita hacia mí. Pateo y grito cuando se mueve detrás de mí, pero es mucho más fuerte que yo y no sirve de nada. Me estremezco cuando lo siento cortar algunas de mis ataduras. Entonces estoy jadeando cuando me arrastra de vuelta a la pared detrás de mí. —Entonces vi el cielo abierto, y he aquí, ¡un caballo blanco! El que lo monta se llama Faihfull y True, y con justicia juzga y pelea. Me empuja contra la pared y, de repente, empuja uno de mis brazos contra ella. Una áspera cuerda se enrolla a su alrededor, y cuando se tensa, me quedo rígida. Oh, Dios, no… —Sus ojos son como llamas de fuego, y sobre su cabeza hay muchas diademas; y tiene un nombre inscrito que nadie conoce sino él mismo. Seamus murmura las palabras del libro de Apocalipsis en un reverente susurro, su voz fría y brutal. —Está vestido con una túnica teñida en sangre, y el nombre con el que es llamado es La Palabra de Dios. Estoy entumecida, congelada en un abyecto terror cuando agarra mi otro brazo y lo empuja contra la pared también, también extendido lejos de mi cuerpo. También hay una cuerda allí que se tensa antes de que se arrodille y comience a atarme los tobillos a la pared de madera a mi espalda. No, no es una pared. Me está atando a un maldito crucifijo. —Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino fino, blanco y puro, lo seguían en caballos blancos.

—Por favor…

309

Seamus se ríe, sonriéndole demoníacamente a mi congelada y aterrorizada cara. —Disfrutaré escuchándote rogar, pajarito. Levanta la mano; el Ejecutor levantando su hacha. La navaja brilla como la muerte misma cuando la baja lentamente a la desnuda y suave piel de mi muñeca. —De su boca sale una afilada espada para herir a las naciones, y las regirá con vara de hierro; pisará el lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso. En su manto y en su muslo tiene inscrito un nombre, Rey de reyes y Señor de señores. La punta de su cuchillo se desliza suavemente sobre mi piel, convirtiéndome en hielo mientras el horror explota a través de cada nervio de mi cuerpo. Así no es como esto termina. Así no puede ser como termine. Mi mirada se dirige hacia la puerta, como si fuera a abrirse mágicamente con ayuda a raudales. Pero permanece cerrada, y mis ojos se posan en el hombre que todavía está inconsciente en el suelo, sangrando ligeramente por el brazo. Nunca le dije que lo amaba. Seamus da un paso frente a mí, bloqueando mi vista de Ares cuando sus ojos se encuentran con los míos. —La sangre de los inocentes, pajarito —murmura con mirada trastornada en los ojos. Luego sonríe levemente—. O tal vez de los no tan inocentes. No… Me duele cuando la navaja corta mi carne. Muerdo con fuerza, apretando la mandíbula, negándome a darle la satisfacción de escuchar mi dolor. Seamus sonríe, sus ojos muy abiertos con una entusiasta hambre mientras corta otra línea a través de mi muñeca. La sangre comienza a derramarse en oscuras cintas de mis venas. Oh Dios…

310

Seamus se santigua antes de volverse hacia el otro brazo extendido. La hoja también me corta allí, una, dos veces, abriendo mi suave piel y dejando que el rojo corra por mi brazo y salpique el suelo. Da un paso atrás, sonriendo, y luego se gira. Y finalmente rompo mi silencio cuando patea a Ares con fuerza en el estómago. —¡NOOO! Mi esposo gime, sus párpados se mueven. Seamus se vuelve hacia mí. —Es una pena. Parece que le gustaría dormir hasta tarde hoy. Tenía la esperanza de que pudiera verte morir antes de su mismo… —¡Aléjate de ella! Seamus gira. Mis ojos pasan de él, mi corazón da un vuelco cuando veo a Ares. Está sobre una rodilla, tiene los ojos llorosos y desenfocados, y parece que una fuerte brisa podría derribarlo. Todavía tiene una mano enredada en la cuerda que lo estaban atando. Pero la otra está libre. Y está sosteniendo el arma de Owen Foley. —Dije que te alejes como la mierda… Seamus comienza a reírse. —Ahh, el principito dragón está despierto. —Se ríe en voz baja—. Ni siquiera puedes ver bien, ¿verdad? —Bastante directo. Libérala de una puta vez, ahora. Seamus sonríe. —Interesante elección de palabras. Ares hace una mueca, sus ojos se cierran a medias antes de obligarlos a abrirse y a enfocarse. —Dije… Todo sucede tan rápido que ni siquiera tengo tiempo para gritar. En un momento, Seamus se está riendo bajo. Al siguiente, corre hacia Ares como un tren de carga fuera de control. Veo los labios de mi esposo curvarse y su dedo apretar el gatillo del arma. Pero Seamus tenía razón. Apenas puede pararse, y mucho menos ver con claridad.

311

El disparo se rocía en el techo cuando Seamus se estrella contra él. Grito cuando el hombre mayor arranca el arma de la mano de Ares con un demoníaco aullido. Saca las piernas de debajo de él y grito cuando Ares cae al suelo con un gemido. Instantáneamente, Seamus lo tiene por detrás, arrastrándolo para ponerlo de pie, con un brazo alrededor del cuello de Ares. El cañón del arma está atascado contra su cuello. —Ahora, pequeño dragón… —sisea Seamus con frialdad. Mi visión comienza a nublarse. Trago con dificultad, me doy vuelta, mi cara se siente blanca y húmeda mientras veo la vida salir de mis muñecas cortadas. —Ahora, Drakos —murmura Seamus—. Puedes ver cómo la sangre de los inocentes lava los pecados de los malvados. La habitación comienza a oscurecerse. —Ahora podrás verla morir.

34

312

M

ARES

e despierto cegado, con un dolor abrasador por todas partes. Me duele la cabeza, y creo que mis costillas podrían estar rotas. Parpadeo, mi visión solo funciona a medias, en el mejor de los casos. La sangre fluye de un largo aunque poco profundo corte en mi brazo, acumulándose lentamente pegajosa y cálida debajo de mí. ¿Dónde diablos estoy? Mi mente se agita en horas extras, tratando de juntar las piezas. Recuerdo haber buscado a Neve. Recuerdo encontrar a los hombres que la habían estado siguiendo, muertos en su auto. Recuerdo a los tres hijos de puta arriba en el apartamento de Jack, también muertos. Y luego, de repente, la última pieza vuelve a mí. Owen. Intento moverme, pero no puedo. Ni siquiera puedo ver más de tres centímetros delante de mí, porque mi visión todavía está borrosa por lo que sea que ese imbécil me inyectó. Mis labios se curvan. Cuando lo encuentre… Mis ojos de repente se enfocan alrededor de un pie frente a mí. Es Owen, con los ojos muy abiertos y viendo fijamente al techo mientras yace junto a su arma en un charco de sangre, con la garganta abierta. Alguien está hablando. Recitando. ¿Citando? Frunzo el ceño, tratando de ubicar la voz y las palabras, pero no puedo. Por un segundo, tengo escenas retrospectivas de mi padre arrastrándonos a la iglesia, donde el ortodoxo sacerdote de línea dura hacía llover fuego y azufre sobre nosotros, pecadores, tanto en griego como en español. Es lo que estoy escuchando ahora mismo. Es Revelaciones. Mis ojos comienzan a cerrarse mientras la oscuridad intenta arrastrarme hacia abajo de nuevo. Pero de repente algo duro golpea mis

313

doloridas costillas, haciéndome gruñir y estremecerme, despertándome un poco. La voz vuelve a hablar. Esta vez, no me permitiré volver a dormir. Obligo a mis ojos a permanecer abiertos. Los obligo a enfocarse en las dos figuras al otro lado del sucio suelo frente a mí, una paseándose, la otra simplemente de pie allí con los brazos abiertos. De repente, todo se enfoca. Y quiero gritar. Veo a Neve: con terror en su rostro, con sangre cayendo al suelo por cortes que parecen enojados en sus muñecas. Mi mirada gira hacia el hombre que camina frente a ella. Seamus. De repente todo se vuelve claro. Y de repente, con una fuerza de explosiva adrenalina que nunca imaginé que un humano podría poseer, logro moverme. Todavía puedo sentir la cuerda mordiendo mis muñecas, sujetando mis brazos detrás de mi espalda. Pero aprieto los dientes y tiro, ignorando el dolor de la cuerda cortándome. La sangre empapada en el suelo debajo de mí, la mía, y probablemente la de Owen también, cubre la cuerda y mis muñecas, volviendo todo resbaladizo y pegajoso. Mis músculos se hinchan y, de repente, tengo un brazo libre. Mi mano se desliza húmeda sobre el charco de sangre, mis dedos pegajosos mientras se doblan alrededor del frío metal del arma de Owen. El dolor estalla a través de mí cuando me tambaleo sobre una rodilla, levanto el arma y le apunto al hombre que la está lastimando. —Aléjate de ella. Se gira. Neve también, sus ojos saltones cuando su mirada se encuentra con la mía. —Dije que te alejes como la mierda… Seamus comienza a reír en voz baja. —Ahh, el principito dragón está despierto —gruñe—. Ni siquiera puedes ver bien, ¿verdad? —Bastante directo. Libérala de una puta vez, ahora.

Su ceja se levanta.

314

—Interesante elección de palabras. Mi mandíbula se aprieta. —Dije… Mierda. Me embiste como un toro. Apunto lo mejor que puedo, considerando que mi visión está completamente jodida en este momento. Pero no es lo suficientemente buena. Me golpea justo cuando aprieto el gatillo, y el tiro se dispara hacia el techo. Entonces, se acabó el jodido juego. Mi adrenalina se va. También mi agarre en el arma, cuando O'Conor me la arranca de la mano. Su brazo rodea mi cuello con fuerza desde atrás, asfixiándome mientras sujeta mi espalda contra su pecho. Gruño y trato de empujar un codo hacia atrás. Pero ese brazo todavía está enredado en la cuerda. El arma de repente presiona mi cuello, y me quedo quieto. —Ahora, Drakos —sisea Seamus con frialdad—. Podrás ver cómo la sangre de los inocentes lava los pecados de los malvados. No. —Ahora podrás verla morir. NO. Mis ojos se encuentran con los de Neve. Empiezo a abrir la boca, para decirle que todo estará bien. Para decirle que la amo. Una de esas es la cosa más verdadera que he sabido. Hay una buena posibilidad de que la otra sea una mentira. —Neve… La sangre está saliendo de sus venas demasiado rápido. Los cortes son profundos, y literalmente estoy viendo cómo el color y la vida desaparecen de ella ante mis ojos. Se está muriendo. Se está MURIENDO. —Y ejecutaré gran venganza sobre ellos con furiosas reprensiones.

315

Seamus comienza a recitar versículos bíblicos en mi oído nuevamente. Apenas estoy escuchando. Todo lo que estoy haciendo es ver a la mujer que amo. —Y sabrán que soy el Señor, cuando ponga mi venganza sobre ellos. Es la mujer que amo. Y no la veré morir jodidamente. Cavo profundo. Canalizo todo lo que me queda dentro y me obligo a moverme. Saco uno de mis brazos del agarre de Seamus. Mi mano vuela hacia arriba, agarrando su mano y el arma que sostiene con resbaladizos y ensangrentados dedos. Seamus se ríe bajo en mi oído. —¿Qué crees que puedes…? Uso todo lo que queda en el tanque para un movimiento. Mi brazo tira, arrancando el cañón del arma de mi cuello y empujándolo contra mi hombro. Mi mano ensangrentada se desliza sobre la de Seamus. Mi dedo se dobla alrededor del suyo, sobre el gatillo. Te amo, Neve. Seamus ruge cuando se da cuenta de lo que estoy a punto de hacer. —¡No…! Te amo. Mis ojos se cierran. Y mi dedo aprieta tan fuerte como puedo. El disparo es ensordecedor y me golpea con tanta fuerza que siento como si me hubiera atropellado un tren. Tanto Seamus como yo volamos hacia atrás cuando la bala me atraviesa y entra en él, los dos colapsamos enredados en el suelo. Al principio, no puedo moverme. Parpadeo, sin escuchar nada más que el zumbido en mis oídos y sin sentir nada en absoluto. Entonces viene el dolor. Duro. Aturdido, mi mirada se desvía perezosamente hacia un lado, hacia la irregular herida de bala que me atraviesa justo al sur de mi hombro. Mi

316

brazo de ese lado se siente inútil, y estoy bastante seguro de que mi clavícula está destrozada. También estoy bastante seguro de que no tengo mucho tiempo antes de desangrarme. Necesito moverme rápido. Solo le doy a Seamus la más breve de las miradas. Está claro que está muerto por el enorme agujero sangrante en el pecho, justo sobre su corazón. Escupo en su cuerpo mientras me tambaleo hacia la mesa, hacia el kit de herramientas y al botiquín de primeros auxilios, rezándole a Dios para que no sea demasiado tarde. No puedes estar muerta. No dejaré que estés muerta. Agarro lo que necesito de ambos, haciendo que la mesa se derrumbe mientras vuelvo a cruzar la cabaña. Neve perdió el conocimiento cuando la alcanzo, su piel es tan translúcidamente blanca que puedo ver el azul de sus venas. Mi visión comienza a nublarse mientras envuelvo sus muñecas con tanta gasa como puedo, seguido de tantas capas de cinta adhesiva del rollo que saqué de la caja de herramientas. No la salvará. Pero malditamente bien podría comprarle algo de tiempo. Uso el cuchillo de Seamus para cortarla. Me quedan cero fuerza ya que mi propia herida derrama mi sangre vital en el suelo. Uso mi cuerpo para amortiguar su caída, llevándonos a ambos al suelo en un montón. Busco a tientas, mareado, perdiendo la vista cuando encuentro una vena en mi inútil brazo. Luego en el de ella. Ambos somos O-negativos. Clavo una de las agujas en mi vena. La sangre comienza a fluir incluso antes de que gire la manguera de goma en el extremo del catéter. Conecto la otra aguja al otro extremo del tubo antes de hundirla en su brazo. Esto tiene que funcionar. Joder, tiene que hacerlo.

317

Me arrastro junto a ella, ambos acostados de lado, cara a cara, rodeados de sangre y muerte. Despierta. Tienes que despertar, carajo. Tienes que despertar porque te amo. Incluso si no me despierto. Cuando veo la herida abierta en mi hombro, estoy bastante seguro de que no lo haré. Pero está bien. Todo estará bien si ella vive. Mis párpados comienzan a caer. La habitación comienza desvanecerse a mi alrededor. Puedo sentir mi pulso cada vez más débil.

a

Despierta, amor. Obligo a mis ojos a permanecer abiertos, apretando los dientes mientras mantengo mi mirada fija en sus inmóviles ojos. Buscando desesperadamente movimiento. Cualquier cosa. Un maldito milagro. El aire se siente frío. Mi pulso se siente como jarabe. Mi visión comienza a oscurecerse. Y luego de repente. De repente. Los párpados de Neve parpadean. Tiemblan, el movimiento se precipita debajo de ellos. Y luego, lentamente, sus ojos se abren. —¿Ares? Sonrío mientras mi visión se vuelve gris. Está bien. Ella estará bien. —Te amo. Las palabras se deslizan de mis resecos labios mientras todo se vuelve negro. Ella estará bien. Es todo lo que importa ahora.

35

318

A

NEVE

penas puedo moverme. Apenas respirar. La habitación da vueltas vertiginosamente, mi visión se va interrumpiendo mientras me aferro a la conciencia. Pero estoy viva.

Estoy viva. Excepto que en este momento, no estoy segura de querer estarlo. —Por favor… La palabra croa de mis labios, agonizante ceniza de un fuego. Puedo sentir calientes lágrimas en mis ojos, desdibujándolos mientras lo miro. Ares está tirado en el suelo a mi lado, frente a mí. Sus ojos están cerrados, y me esfuerzo tanto como puedo para ver cualquier señal posible de que esté respirando. Cada vez que capto el más leve movimiento de sus labios, o el más mínimo indicio de una elevación en su pecho, mi corazón da un vuelco. No puede morir. No puede malditamente morir. La habitación entra y sale de nuevo mientras me estremezco, usando mis últimas reservas de energía para empujar mi mano por el ensangrentado suelo hacia él. Milímetro a milímetro, mis dedos se arrastran lentamente hacia él. Finalmente, mis nudillos rozan los suyos. —Ares... Mi cuerpo está frío. Mi mirada cae en la aguja en mi brazo, y en el tubo que serpentea a través de Ares, donde otra aguja está tomando su sangre y poniéndola en mí. Quiero arrancármela. Quiero evitar que este hombre derrame sus últimas gotas de vida en mí. Para salvarme. No quiero ser salvada si lo dejo atrás.

319

Me esfuerzo. Me esfuerzo tanto para alcanzarlo con la otra mano. Pero todavía está apoyada contra la suya, y simplemente no se mueve. Me estoy enfriando. Creo que podría estar muriendo. Creo que podríamos estar muriendo. —Ares... por favor... Las palabras son hojas de papel que soplan en un vendaval. —Por favor despierta. Su pecho se queda quieto. Se queda quieto. —Por favor —exhalo, una lágrima se desliza por mi rostro—. Por favor despierta. Te amo… No se mueve. Mi corazón comienza a partirse por la mitad mientras mi visión se desvanece, luego se apaga. Después de eso, todo lo que sé es el contacto de sus nudillos con los míos. Entonces eso también desaparece.

Luces parpadean. Alguien está tocando algo. No, rompiendo. Martilleando. Alguien ruge, gritando las palabras, sean las que sean. El grito llega de nuevo, más cerca ahora, pero aún amortiguado, como si gritara a través de una almohada. —Neve… Las luces parpadean de nuevo, atravesando la oscuridad a mi alrededor por un momento. Quiero decir algo. Quiero pedir ayuda y decirle a la voz que sí, que estoy aquí abajo, en el fondo de esta oscuridad, pero no puedo. No puedo moverme. No puedo hablar una palabra. Pero de repente puedo sentir los nudillos de Ares de nuevo, rozando los míos. —¡Neve!

320

Alguien está diciendo mi nombre. Y entonces tengo la sensación de ser tocada. Manos están sobre mí, haciéndome rodar. Mi mano se desliza lejos de la de Ares. Se siente como ser rasgada por la mitad. Quiero gritarles a las manos para que lo ayuden. Que me dejen y que lo ayuden. Pero no llegan las palabras. Es como si estuviera flotando en un inframundo entre el agua y la tierra firme. O entre la vida y la muerte. —¡Ella está aquí! ¡Tráiganlo aquí! ¡VÁYAN! Más gritos. Más manos tocándome mientras algo cae al suelo a mi lado. Luces brillantes en mis ojos. Alguien está diciendo mi nombre una y otra vez. —¡Métela en el auto! —No podemos moverla... —Métela en ese maldito auto o te arrancaré la maldita cabeza aquí mismo. Manos me agarran, levantándome. Mi cabeza cuelga hacia un lado y, de repente, lo miro a él, a Ares. —No... Me estoy alejando de él. Está tirado allí, inmóvil, luciendo tan desgarradoramente pálido. Por favor, no me alejen de él. Mi visión comienza a desvanecerse, luego mis ojos se abren una vez más, aterrizando en él mientras se aleja de mí. Entonces todo se vuelve negro. Y mi corazón realmente se rompe.

36

321

L

ARES

a oscuridad me consume. Me rodea, llenando mis sentidos y llevándome más y más profundo, hasta que es todo lo que sé. Así es como se siente cruzar.

Una parte de mí duele cuando su rostro nada en el ojo de mi mente, luego retrocede lentamente. Puedo sentir que me hundo aún más profundo, sabiendo que incluso si quisiera pelear no puedo, ya no. De repente siento un toque. Una calidez. Piel, rozando los nudillos de mi mano. Y la sensación de hundimiento se detiene, como si ese leve y ligero toque fuera un salvavidas enganchado alrededor de mi alma, reteniéndome. Manteniéndome en algún lugar entre la vida y la muerte. El tiempo pasa. Segundos, minutos. ¿Eones? No tengo ni puta idea. El tiempo no existe aquí en el vacío entre el ser y el no ser. En cierto punto, escucho sonidos. Voces, tal vez. O simplemente los fantasmas y demonios de mi pasado hambrientos de mí en el infierno. Esperándome. El amortiguado sonido vuelve, como una voz hablada a través de un océano. Entonces el toque contra mi mano desaparece. La línea de vida se rompe. Me hundo sin ataduras y sin peso en la oscuridad. Entonces me traga entero.

BIP. Bip.

322

Me estremezco en el profundo y oscuro abismo. Un puntito de luz tintinea en la oscuridad. Ni siquiera es luz. Sólo una débil y palpitante sugerencia de luz. Pulsátil, como un parpadeo en la pantalla de un radar, o en un latido… Mi corazón latiendo. De repente, se siente como si estuviera flotando y saliendo de la negrura como la tinta. Bip. Bip. La luz parpadea con más frecuencia ahora. Más brillante. Y comienza a persistir, como el sol saliendo lentamente en lugar de solo los pequeños pinchazos de luz que perforan la oscuridad. Entonces, todo a la vez, es cegadoramente brillante, haciéndome estremecer cuando el aire, aire real, inunda mis pulmones. Estoy jodidamente despierto. El caos y el pánico me clavan las garras. Me ahogo, mi cuerpo entra en pánico cuando me doy cuenta de que hay algo alojado en mi garganta. —¡Ares! Puedo escuchar la voz diciendo mi nombre. Pero no puedo ver nada excepto la cegadora luz blanca que brilla en mi alma. Gruño, ahogándome mientras mis manos se mueven hacia mi boca. Bueno, una lo hace. La otra duele como un hijo de puta, y no importa lo que mi cerebro le diga que haga, permanece inmóvil. La mano que llega a mi boca agarra el tubo de plástico que me metieron en la garganta. —¡¡Ares!! ¡¡No!! ¡Infiernos! ¡¡Deténganlo!! No. No hay nada que me impida sacar este maldito tubo de mi garganta. Gimo, haciendo una mueca de dolor mientras tiro de la maldita cosa para liberarla. Tengo arcadas, me retuerzo cuando sube la bilis e inmediatamente siseo cuando el dolor me atraviesa las costillas. —¡Ares! Quédate jodidamente abajo, herm… Me agito ante la voz, lanzando un salvaje puñetazo que no golpea nada. La luz comienza a sangrar en los bordes, oscuras figuras flotan en la niebla

323

blanca a mi alrededor. Agarro las figuras de nuevo, antes de que haya un suave agarre en mi muñeca, empujándola hacia abajo. —Tienes que detenerte, Ares. Hago una pausa, mi pulso se acelera y los pitidos a mi alrededor suenan como una alarma. Conozco esa voz. Mis ojos parpadean y mi pulso se acelera cuando la niebla comienza a despejarse. Mientras los últimos remanentes del purgatorio, o del limbo, donde sea que estuve, se me escapan. De repente, estoy muy despierto. Parpadeo, conteniendo el aliento mientras veo dos caras familiares, llenas de preocupación. Hades, y el suave toque en mi brazo sosteniéndome pertenece a mi hermana. Cuando logro concentrarme en ambos, el alivio inunda sus rostros. —Santa mierda, hombre... —se ahoga Hades. Callie comienza a llorar, y ni siquiera me importa el dolor que me apuñala mientras me abraza con fuerza. —Dónde… —Estás en el Hospital General de Allegheny. —Dónde… Hades frunce el ceño, como si estuviera siendo lento y no lo entendiera. —En Pittsburgh, hombre. En la clínica local a la que Cillian te llevó. Te trajo aquí en helicóptero tan pronto como… Mis labios se curvan cuando mi mano sana se eleva y araña su brazo, tirando de él más cerca. —¿Dónde diablos está Neve? Hades ve a mi hermana. —¿DÓNDE CARAJOS... —¡Está aquí, Ares! —Callie asiente rápidamente, tomando mi mano entre las suyas—. También está aquí. Se está recuperando.

324

Mi corazón salta. La máquina a mi lado suena como un puto contador Geiger en Chernóbil. Mis ojos se mueven de un lado a otro, y por primera vez veo la gran variedad de tubos, cables, sensores y otras mierdas que me conectan a la pila de máquinas junto a mi cama. —Estabas en muy mal estado cuando te trajeron —se ahoga Callie—. Ambos lo estaban. Yo… Nosotros… Se ahoga cuando las lágrimas inundan su rostro. —Pensamos que estabas muerto —murmura Hades en voz baja, su rostro sombrío mientras deja caer una mano en mi hombro bueno. Mi mandíbula se aprieta cuando mis ojos se encuentran con los suyos. —¿Dónde está ella? Él frunce el ceño. —Descansando. Los médicos dicen que estará... ¡Ares! Se mueve para detenerme cuando empiezo a sentarme en la cama. Mierda. Todo me duele. Mucho. Mi abdomen se siente como si hubiera sido atropellado por un tanque. Y mi brazo... Frunzo el ceño cuando me giro para verlo de verdad. Joder, eso no es bueno. Parpadeo, luchando por asimilar todos los vendajes, tubos, gotas intravenosas y el dispositivo con forma de jaula que mantiene mi hombro y brazo izquierdos inmóviles. Claramente estoy tomando un montón de analgésicos. Aun así, cuando trato de doblar el hombro, la agonía es casi abrumadora. —¡Ares, detente, hombre! —sisea Hades, tratando de que me vuelva a acostar—. En caso de que lo olvidaras, ese maldito maníaco te disparó. —No, no lo hizo. Empujo sus manos lejos, apagando el dolor punzante que casi me hace vomitar. Balanceo mis piernas sobre el borde de la cama, ignorando a mis hermanos mientras me gritan. —¡Detente, hombre! — Hades sisea, tratando de desenroscar mis dedos del lado de la cama. —¡Ares! ¡Por favor! —grita Callie, tratando de hacerme retroceder. Los sacudo a ambos con un gruñido feroz.

325

—Iré con mi puta esposa —siseo, mi mirada los apuñala a ambos—. Pueden dejarme arrastrarme hasta allí y tal vez desangrarme en el camino. O pueden jodidamente ayudarme. De cualquier manera, me levantaré de esta maldita cama. Callie me mira, sus labios apretados. Hades suspira pesadamente. —Qué idiota tan terco de mierda —gruñe—. Bien. —Hades… Ve a nuestra hermana. —Oye, si quieres restringirlo físicamente, adelante. Ella nos mira a los dos antes de finalmente apretar los dientes. —Maldita sea. Ambos claramente no están contentos con eso, pero me ayudan a ponerme de pie. La habitación da vueltas. La máquina detrás de mí comienza a tener un ataque de mierda antes de que tome los tubos, las vías intravenosas y los sensores conectados a mi cuerpo y metidos en mis venas y comience a arrancarlos. De ninguna jodida manera dejaré que Neve me vea con todos estos tubos. —Jesús, Ares... —murmura Hades mientras las máquinas detrás de mí tienen un aneurisma colectivo y luego se quedan en silencio. Trago. —Vamos. Lenta, dolorosamente, medio camino, medio me arrastro fuera de la habitación y por el pasillo. —Ares... Me giro ante la nueva preocupación en la voz de Callie. Miro mi herida y veo la sangre filtrándose a través de los vendajes que la cubren. Mierda. —Sigue —gruño. Seguimos.

326

—Oye, ¿qué quisiste decir con “no, él no lo hizo”? —Hades me mira de soslayo mientras paso arrastrando los pies junto a un paciente de aspecto horrorizado con muletas—. Seamus te disparó... —No me disparó —gruño—. Yo me disparé. El rostro de Hade palidece mientras me mira. —¿Qué? Gimo. —Solo llévame a… —¡Señor Drakos! —Un atónito enfermero se coloca frente a nosotros, agitando las manos y sacudiendo la cabeza violentamente—. ¿¡Qué demonios estás haciendo!? —Sus ojos saltan a mis dos hermanos—. ¡¿Ustedes dos están locos?! ¡Tiene que estar acostado en la cama! —Muévase —gruño. —¡Señor Drakos! Su herida se está reabriendo… Va a detenerme. Hades estira un brazo. —Me lo pensaría dos veces antes de tratar de convencerlo ahora mismo. El enfermero mira entre Hades y yo. —Necesita… —Necesito ver a mi esposa. Y será mejor que tenga a un puto ejército escondido en su trasero si quiere cambiar eso. —Me dirijo a Callie y Hades— . Vamos. Pasamos a empujones al enfermero, quien sigue gritándome. Lo ignoro mientras mis hermanos me conducen a la vuelta de la esquina y a otra habitación. Hades abre la puerta y se me sube el corazón a la garganta cuando la veo. —¡Ares! Ignoro el grito de mi hermana mientras me libero de ellos y medio corro, medio caigo por la habitación hasta que me estrello contra el costado de la cama de Neve. Sus ojos se abren y todo su rostro se arruga instantáneamente cuando su mirada encuentra la mía. —Ares...

327

Solloza mientras la aprieto contra mí, abrazándola fuerte, como si nunca fuera a soltarla. Beso su frente y su cabello mientras llora en mi pecho y se aferra a mí. —Te amo —siseo en su cabello—. Te amo, te amo, te amo… —Yo también te amo. La amo. También estoy perdiendo el conocimiento. Las luces se desvanecen y, de repente, me desplomo sobre ella mientras todo vuelve a oscurecerse.

37

328

—H

ARES

ola, Ares, ¿cómo estás?… —Hades se apaga cuando no respondo. Puedo oírlo moviéndose rápidamente a mi lado. Su mano aterriza en mi brazo bueno, sacudiéndome ligeramente—. ¿Ares? No respondo. Mantengo los ojos cerrados, prácticamente mordiéndome la lengua para no decir nada. Hades me sacude de nuevo. —¡Ares! Todavía no me muevo. —¡ARES! El pánico estalla en su voz. —¡¡ENFERMERO!! —ruge—. ¡ENF…! Bufo. Se gira hacia atrás, con el rostro blanco de terror. Entonces sus ojos se estrechan de repente cuando hace clic. —Eres un completo idiota de mierda —gruñe mientras le sonrío—. No. De ninguna manera, hombre. —Me mira—. No, vete a la mierda, no es genial, no es ni un poco jodidamente divertido. —Es un poco divertido. Me mira con dagas. —Eres un imbécil. —Está bien, tal vez. Lo siento. Lástima que no obtendrás el trono después de todo. Pone los ojos en blanco. —Si alguna vez soy el que esté sentado en la parte superior, todos estaríamos jodidos de todos modos, así que dispárenme. —Se ríe—. Tal vez no lo hagas a través de tu propio maldito cuerpo esta vez, maldito psicópata. ¿En que estabas pensando?

—¿Quieres decir que no es así como se supone que debes hacerlo?

329

—Como si fuera a importarte. Le sonrío. Simplemente niega y me devuelve la sonrisa. Han pasado dos semanas desde que me desperté por primera vez. Esa primera semana estuve en el Hospital General de Allegheny en Pittsburgh. Dicen que fue bastante regresar e irme por un tiempo. Primero, cuando me trajeron con un agujero en el pecho y había perdido casi la mitad de mi sangre. Luego, cuando me desperté y exigí ver a Neve, terminé conmigo arrancándome los puntos, causándome una masiva hemorragia interna y haciendo enojar al equipo de médicos que habían pasado diecinueve horas en la cirugía curándome cuidadosamente la primera vez. También me las arreglé para contraer una infección de Dios-sabe-qué había en todo el mugriento piso de la cabaña. Pero ahora estoy mejorando y estoy de regreso en Nueva York. Ambos lo estamos, aunque Neve fue dada de alta hace una semana. La puerta se abre detrás de mi hermano. Instantáneamente, una sonrisa se extiende por mi rostro cuando mis ojos se encuentran con los de mi esposa. Estuvo a mi lado casi cada minuto cuando ambos estábamos sanando. Quiero decir literalmente a mi lado. No permitió que me trasladaran a mi propia habitación de hospital por nada, ya fueran amables sugerencias o demandas directas. Simplemente no lo hizo. Eventualmente, en parte debido también a la escalofriante mirada psicópata de Cillian que cerró cualquier posible retroceso, creo, terminaron simplemente moviendo otra cama a su habitación y empujándolas una al lado de la otra. Desde que regresamos a Nueva York y le dieron el alta, todavía ha estado conmigo casi cada minuto de cada día. La mano de Neve encuentra la mía mientras se apoya en la cama. Gimo mientras tiro de ella hacia abajo, mis labios se pegan a los de ella y se fijan allí. —Jesús, consigan una maldita habitación. Miro a mi hermano.

330

—Tengo una habitación. Estás en ella, es todo. Siéntete libre de cambiar eso en cualquier momento, por cierto. Hades se ríe, negando con la cabeza. Neve me sonríe. —Cillian está afuera con el agente Dorsey. —Su ceño se frunce con preocupación—. Solo si estás listo, eso es. —Estoy listo. Hagámoslo. Una gran parte de mí quisiera fingir que todo lo que pasó en esa cabaña fue una pesadilla. Que lo inventé, y luego volví a despertar a la realidad. Estoy seguro de que un psiquiatra diría que es el PTSD hablando. Pero sucedió. Y ahora, se acabó. O al menos, terminará una vez que hable con Shane Dorsey, le dé una declaración oficial que pueda llevarle a sus superiores y cierre los libros de todo esto para siempre. Neve sonríe, inclinándose para besarme suavemente. Mi mano se entrelaza con la de ella, mis dedos rozan los bordes de las vendas en sus muñecas. Tendrá cicatrices, pero se desvanecerán. Tendrá el trauma de lo que nos pasó a los dos. Pero también se desvanecerá, y yo estaré allí, cada minuto de cada día, para que siga adelante. Para abrazarla si el terror alguna vez se apodera de ella. Estará bien. Ambos estaremos bien. Me darán de alta hoy, probablemente justo después de que hable con Dorsey, que es una de las razones por las que estoy ansioso por terminar la entrevista. Todavía necesitaré mucho reposo en cama en casa, y el yeso y el aparato ortopédico en mi hombro permanecerán allí mientras mi clavícula rota y los desgarrados ligamentos se curan. Pero llegaré allí. Quiero decir, dudo que alguna vez me convierta en el zurdo mariscal de campo estrella para la NFL ahora. Pero es su pérdida. Neve sonríe, acariciando mi cara y besándome de nuevo antes de alejarse. Camina hacia la puerta y asoma la cabeza. Un segundo después, se vuelve hacia mí mientras su tío, Shane Dorsey y Castle entran detrás de ella. Cillian asiente hacia mí.

Castle arquea una ceja.

331

—Oh bien, te ves un poco menos como una mierda hoy. —Basta, me harás llorar. Sonríe. Cillian es el que llegó a nosotros primero. Bueno, él y Castle juntos. Y ni un segundo demasiado pronto, tampoco. Tenían a un médico con ellos que estaba seguro de que si nos movían a Neve y a mí, nunca lo lograríamos. Pero estoy bastante seguro de que las probabilidades estaban en el inodoro, ya sea que nos quedáramos en la cabaña o nos arriesgáramos a correr hacia un hospital local. Al final, parece que la fortuna favorece a los valientes. Por supuesto, no solo fue suerte o la fortuna a la que le tengo que agradecer, o al tiempo de Cillian para llegar a nosotros. Estaba muy cerca de la muerte cuando llegaron allí: sin pulso, con los labios azules, ido completamente. Pero afortunadamente, Neve y yo no somos los únicos con sangre tipo O negativo. Castle también la tiene. Y es a quien realmente le debo mi vida. Ese gran idiota me sacó de la cabaña, me tiró en el asiento del pasajero del auto y me dio una transfusión de sus propias venas mientras nos llevaba al hospital local. Es la única razón por la que todavía estoy aquí. Cuando entra en la habitación, es la primera vez que lo veo desde que me desperté. Antes de que pueda decir algo, niega. —No. —¿Por qué no? Castle se encoge de hombros. —No le agradeces a la familia. Neve aprieta mi mano mientras Cillian camina hacia mí. —¿Estás listo para hacer esto? No precisamente. Pero estoy tan listo como nunca lo estaré. —Seguro.

Sus ojos sostienen los míos.

332

—A pesar de las poéticas palabras de Castle —gruñe en voz baja—, gracias por hacer lo que hiciste por ella. Asiento. —Lo mismo para ti. Sus labios se curvan en una sonrisa normal, al menos tan normal como es para Cillian. Dorsey se aclara la garganta. —Bueno, ¿deberíamos hacer esto? —Vamos.

Media hora después, entre Cillian, Neve, Castle y Shane, yo mismo, elaboramos una declaración “oficial” bastante fantástica. Una que deja dentro todo lo que debe, pero deja fuera todo lo que nos pueda lastimar. La parte sobre Neve siendo chantajeada con esas fotos, por ejemplo, se omite. Desafortunadamente, también la parte en la que Owen Foley nos traicionó a todos por una oportunidad de poder. Pero ya no importa. Owen está muerto, y lo único que dejaría ese dato sería arrojar luz sobre la familia Kildare de una manera que ninguno de nosotros quiere ni necesita. Así que mi declaración oficial es que Owen fue solo otra víctima de la desquiciada violencia al azar de Seamus. Resulta que el FBI está más que feliz de minimizar las consecuencias y el público conocimiento de cualquier daño colateral de la fuga de O'Conor. Ah, y la declaración oficial tiene a Dorsey como el tirador que derribó a Seamus. Dorsey obtiene un aumento de salario y título por eso, las familias Drakos y Kildare obtienen otro pase y probablemente incluso mejores beneficios del FBI con su nueva posición, y la Oficina se jacta de haber derrotado a un loco asesino en serie. Agradable, ordenado, y todos se irán felices a casa.

—Bueno, eso será todo, entonces.

333

Dorsey se pone de pie y me da la mano sana. —Por cierto, un gran tiro. —Me sonríe. Cuando se va, Cillian cierra la puerta y se vuelve hacia mí. —Hay algo más que deberías saber. Jesús, ¿de verdad? —Sobre cómo llegamos a ti, quiero decir. Es ciertamente algo que me he estado preguntando. Pero en el caos de las pasadas dos semanas, en las que me centré principalmente en Neve, dejé que se desvaneciera. Cillian se aclara la garganta. —Digamos que si tienes la costumbre de repartir bonos de Navidad, es posible que desees reservar uno grande para el señor Adamos. Mis cejas se arquean con incredulidad. —¿Para Ezio? Asiente. —Resulta que ha estado tratando de descifrar el código de acceso del antiguo teléfono de su hijo. Finalmente tuvo éxito hace unas dos semanas y encontró un archivo de audio. —Los ojos de Cillian se estrechan—. Es una grabación de la reunión donde murieron mi hermano Declan y tu tío Vasilis, así como el hijo de Ezio. Arrugo la frente. Los dedos de Neve se entrelazan con los míos, apretando, y ve a su tío con una mirada que dice que tampoco escuchó eso todavía. —Tenían una tregua sobre la mesa. Y luego entró Owen, hizo una broma pesada y les disparó a todos: A Declan, a su lugarteniente Eamon, a Vasilis y al hijo de Ezio, Jason. Santa mierda. Cillian niega, sus ojos feroces. —Conocí a Owen casi toda mi vida. Escondió su verdadero yo todo el tiempo. Guardaba ese jodido rencor por el hecho de que mi medio hermano se convirtiera en Kildare y se apoderara de Nueva York durante décadas. Y ese era su plan: joder la tregua, crear una guerra, esperar a que cayeran los

334

cuerpos, tal vez ayudar con eso, y luego tomar el trono. El cabrón incluso tenía una propuesta ya redactada y lista para presentarle al consejo: una petición para que él asumiera el cargo de jefe de las operaciones irlandesas en Nueva York. Mi agarre se aprieta en la mano de Neve. —Pero cuando ustedes dos evitaron la guerra casándose —continúa Cillian—, Owen cambió de táctica. Utilizó a algunos hombres que tenía dentro de Florence, así como algunos músculos rusos pagados, para liberar a Seamus. Mis ojos se estrechan. —¿Rusos? ¿Como en la Bratva? El rostro de Cillian es sombrío, pero no dice nada. —Lo estoy investigando —gruñe Castle—. Si termina apuntando en esa dirección, le haremos una pequeña visita a Gavan Tsarenko. Mierda. A pesar de lo poderosa que es la alianza de Kildare y Drakos, la idea de meterse en una pelea con el jefe de operaciones de Nueva York para Reznikov Bratva no es exactamente atractiva. Bueno, cruzaremos ese puente cuando sea necesario. —De todos modos —gruñe Cillian, deslizando un cigarrillo entre sus labios pero por una vez sin encenderlo mientras cruza los brazos sobre su pecho—. Ezio escuchó ese audio y comenzó a seguir a Owen sin parar, buscando hacer un caso blindado antes de llevártelo a ti o a mí. Cuando vio a Owen meter tu inconsciente trasero en la parte trasera de un auto, reaccionó. Me lo dijo. Mierda. Y casi tiro al tipo de un techo. Tomo nota para llamarle al jefe de la familia Adamos y arreglar todo esto de una vez por todas, sin mencionar expresar mi más profunda gratitud, en el momento en que salga de aquí. Bueno, no en el minuto. Primero, con la clavícula rota y herida de bala en el hombro o no, llevaré a mi esposa a nuestra cama, le arrancaré la ropa y me daré un festín con ella.

335

Los médicos vienen una vez más para recordarme por millonésima vez que tome mis medicamentos y haga mi fisioterapia y toda esa mierda. Y después de todo eso, me voy... saliendo por la puerta principal, con la ayuda de la mujer que amo. La que casi pierdo. La que nunca dejaré ir. Fuera del hospital, Eilish, Callie, Hades, Kratos, incluso Deimos, quien voló desde Londres, me están esperando, junto con ya-ya, por supuesto. Hay abrazos por todas partes, lágrimas y risas. Y lo observo todo casi desde fuera de mi cuerpo, como un observador viendo suceder lo imposible: rivales que se convierten en aliados. Enemigos que se convirtieron en familia. Y allí, rodeado de esa familia mezclada, me dirijo a mi esposa. Sonrío cuando sus labios se curvan hacia arriba en las comisuras. Mi mano buena toma su rostro mientras mis ojos se encuentran con los suyos. Le digo que la amo, y es lo más verdadero que he dicho en mi vida. Me dice que también me ama. Nuestros labios se juntan y el mundo se derrite. El sol brilla. Y es un nuevo día.

Epílogo

336

NEVE Un mes después:

—¿D

isculpa, qué? Callie suspira en el teléfono.

—¿Por qué todos siguen reaccionando de esa manera? Eilish y Kratos dijeron exactamente lo mismo cuando se los dije. Sentada en el sillón en el balcón del ático, niego, mirando las luces que parpadean en West Side. —Porque es un poco loco. —¿Qué? ¿Por qué? Sonrío. —Callie, ni siquiera puedes beber legalmente en un bar todavía, ¿y estás hablando de comprar uno? —Nadie en mi familia puede volar un jodido avión tampoco, pero tenemos un jet privado. Pongo los ojos en blanco. —Callie... —Neve —imita mi tono. Niego, sonriendo aún más ampliamente ante su confianza y convicción. —En serio quieres comprar The Banshee. —No, todo es una elaborada y mal pensada broma. —Suspira—. Sí, en serio quiero comprar The Banshee. ¿Por qué es tan difícil aceptarlo para todos? Escuché entre rumores que los dueños del bar irlandés quieren venderlo. Supongo que ya estaban al final de su cuerda con el lugar. Y cuando su cantinero principal apareció muerto después de que un negocio de drogas salió mal...

337

Oh. Sí. Es otra parte de la verdad que se escondió debajo de la alfombra hace un mes. Habría sido bastante fácil decir la verdad: que Seamus O'Conor asesinó a Mike Jennings, al concejal Greg Leery y a un cantinero llamado Jack Phillips. Pero también me habría puesto en escena. Y habría generado preguntas sobre por qué estaba allí, lo que habría llevado a más preguntas sobre Ares golpeando a dos de los tres hombres muertos no hace mucho tiempo. Por no hablar de las fotografías. Al final, Ares decidió que ninguna parte de eso, especialmente la parte en la que mi nombre y cualquier malicioso rumor sobre mí podría muy bien ser arrastrado a la prensa, necesitaba salir a la luz. Entonces, la escena del crimen fue manipulada para que pareciera que un negocio de drogas salió mal, como si Mike y Greg estuvieran tratando de comprarle coca a Jack, pero luego las cosas se complicaron cuando el “socio comercial” de Jack decidió quedarse con las drogas y el dinero, disparándoles a los otros tres en proceso. Ese “socio comercial” que obviamente no existe, todavía está prófugo y es una persona de gran interés para la policía de Nueva York. Les deseo la mejor de las suertes en su búsqueda. De todos modos, sí, los propietarios de The Banshee ahora tienen muchas ganas de vender. Y parece que mi cuñada está buscando comprar. —Mira, el precio es razonable, y el lugar no necesita prácticamente nada de dinero. Quiero decir que está listo para usarse. Me río en silencio. —Callie, ¿qué sabes de bares irlandeses? —¿Suficiente? —murmura—. No tanto como tú, te lo concedo. —Se aclara la garganta—. Por eso quiero que seas mi socia comercial en esto. La sonrisa cae de mi boca. Mis ojos se agrandan. —Disculpa ¿qué? —Dame una buena razón por la qué carajos no lo serías. Bufo. —¿Porque es jodidamente loco? —Umm, te casaste falsamente con mi hermano para detener una pelea de la mafia. ¿Segura que quieres empezar a hablar de ideas locas?

Sonrío, negando con la cabeza.

338

—Está bien, ¿qué tal si me queda otro semestre de la escuela de posgrado? —No te estoy pidiendo que vendas bebidas. Solo quiero tu inteligencia. —Callie, Eilish es la que tiene mentalidad empresarial. —Oh, lo sé. Por eso ya se lo pedí. —Bueno, ella diciéndote que no debería ser una buena indicación de que tal vez no sea lo mejor… —Sí, pero… —Callie se aclara la garganta—. No dijo que no. Mis cejas se arquean. —¿Eilish está dentro? Puedo escuchar a mi cuñada sonriendo a través del teléfono. —Sí. Mierda. Es una maldita idea loca. Es imprudente, mal planeada y ridícula. También suena divertido como el infierno. Me sobresalto cuando la puerta de vidrio del patio detrás de mí se abre. Me giro y sonrío cuando veo salir a Ares. Asiente interrogativamente al teléfono. Lo tapo con la mano y vocalizo “Callie”. —Al menos estás pensando en ello, ¿no? Me río. —Digamos que está dando vueltas en mi cabeza. —¿Qué quiere? —murmura Ares, viniendo detrás de mí y besando mi cuello. Me estremezco, fundiéndome con él como siempre, sintiendo mi pulso acelerarse antes de escabullirme. Le sonrío cuando frunce el ceño y levanto un dedo. —Di que sí. ¿Por favor? —Callieee… —¡Vamos, Neve! ¿Tú, yo y Eilish? ¡Seríamos increíbles en eso! O un choque de trenes. —Sólo hay una forma de averiguarlo.

Me muerdo el labio.

339

—Di que sí... —Déjame pensar en ello. ¿Pensarlo de verdad, tal vez de la noche a la mañana? —Está bien, está bien, está bien. ¿Almuerzo mañana? Eilish tiene un plan de negocios redactado que te mostraríamos cuando inevitablemente balbucearas al respecto. Pongo los ojos en blanco. —No estoy balbuceando. Solo quiero pensarlo bien. —Bien, bien, bien. ¿Almuerzo a la una en Maison Premiere mañana? —Hecho. Callie chilla. —No te arrepentirás de esto. ¡Estoy tan emocionada! —Callie, dije que pensaría en... —Sí, sí, sí, por supuesto. Está bien, adiós. Cuelga. Yo también, negando con la cabeza y sonriendo mientras me vuelvo hacia Ares. —¿Qué diablos fue eso? —Callie quiere comprar The Banshee conmigo y Eilish. Solo me mira. —Loco, ¿verdad? Ares se pasa los dedos por la mandíbula pensativamente. —Quiero decir... —Se encoge de hombros—. No es la idea más loca en la historia del mundo. Lo miro boquiabierta con curiosidad. —¿De verdad crees que es una idea inteligente que Eilish, tu hermana y yo tengamos un maldito bar irlandés? —Creo que tienes el conocimiento y el temperamento para lidiar con la junta de licores y cualquier otra agencia de la ciudad. Creo que Eilish tiene la mente empresarial para manejar la parte trasera de las cosas. Y creo que Callie es un maldito petardo listo para estallar, y honestamente suena como

340

una salida extrañamente constructiva para ella. Además, creo que sería una gran propietaria de un bar. O al menos una suficientemente atrevida. Sonríe ante la atónita mirada en mi rostro. —Así que sí. Quiero decir, si los números funcionan y el precio es correcto. Y, por supuesto, si es algo que realmente quieres hacer. Entonces sí, pude verlo. Se mueve cerca de mí. Su brazo izquierdo todavía está en un cabestrillo, lo que odia. Pero los médicos y su fisioterapeuta dicen que está logrando grandes avances en la curación y que tiene casi el movimiento completo de su hombro hacia atrás. A veces, la idea de que este hombre se disparó a sí mismo para salvar mi vida es absolutamente loca para que la comprenda. También es frecuentemente un loco excitante. Mi pulso se acelera cuando se acerca a mí, su mano quita un mechón de cabello de mi cuello antes de que sus labios desciendan para besar la tierna piel allí. Sí, ahora sería uno de esos momentos de activación. Mis muslos se aprietan mientras agarro su camisa y lo tiro contra mí, necesitando más. Necesitándolo. Necesitando todo de él. Ares gime. —Cenaremos en casa de Dimitra en unos veinte minutos. Empiezo a desabotonar su camisa. Un bajo gruñido retumba en su pecho, y me estremezco cuando su mano buena se desliza alrededor de mi cadera para acunar mi trasero. —Bueno —ronroneo, besando alrededor de su pecho mientras abro lentamente su camisa—. Dimitra disfruta hablar sobre enamorarse y tener muchos bebés. Mi mano se desliza hasta sus pantalones y me estremezco. Está tan jodidamente duro. Y estoy tan jodidamente mojada. —Bebés, ¿eh? —murmura, dejándome sin aliento mientras tira de mi falda. Su mano se desliza dentro de mis bragas, haciéndome gemir mientras las baja hasta mis rodillas.

—Eh, ajá…

341

Gimo cuando sus pantalones bajan y su grueso pene salta libre en mis ansiosas manos. Se hunde en el sillón, tirando de mí a horcajadas sobre sus caderas mientras sus labios rozan los míos. —Nunca está de más practicar. —Exactamente —gimoteo mientras guío su pene hacia mi ansiosa y húmeda vagina y me hundo sobre él. No hace falta decir que llegamos tarde a la cena.

342

Capítulo Adicional Proporcionado Por El Autor

—E

ARES

spera, ¿entonces es todo? Elsa se ríe levemente, empujando sus anteojos sobre su nariz antes de sonreírle a mi esposa.

—Eso y un considerable cheque. Pero sí. ¡Es todo! —Espera, carajo. Pongo los ojos en blanco, girándome para arquearle una ceja hacia mi hermana. —Como, en es realmente todo. ¿Es nuestro? —Es todo suyo, señorita Drakos. Y así, mi esposa, mi cuñada y mi hermana son dueñas de un bar irlandés. Elsa mantiene su habitual compostura tranquila, profesional y algo bibliotecaria. Neve, Eilish y Calliope colectivamente pierden su mierda absoluta. Los tres chillan y saltan del sofá, abrazándose y sonriendo como locas. Neve gira, agarrándome por el cuello y besándome profundamente. Se aleja con una sonrisa y un guiño, volviéndose hacia una Elsa con la cara roja. —Señorita Guin, muchas gracias por facilitar todo esto. —En serio —dice Callie—. ¡Eres la mejor! ¡Incluso bajaste su precio! Elsa se ríe, metiendo el único y diminuto mechón de cabello rubio blanquecino en su moño de negocios. —Bueno, creo que Eilish merece el crédito por eso, en realidad. — Asiente a la hermana de Neve, quien sonríe y se encoge de hombros. —Oigan, ¿qué puedo decir? Una vez que me di cuenta de que tenían la bolsa en esa otra propiedad suya, los “vendedores motivados” adquirieron un nuevo significado. —Sí, chica, y fuiste a la puta yugular con eso. —Se ríe Callie.

343

Me río, dándole un codazo a Neve mientras abraza a su hermana. Durante las negociaciones con los ahora antiguos propietarios de Banshee, se descubrió que también eran copropietarios de un edificio residencial en Harlem. Excepto que la otra copartícipe de esa propiedad acababa de estar implicada en una operación de contrabando de mano de obra que básicamente traía mujeres vietnamitas esclavizadas para trabajar en un montón de salones de uñas de su propiedad. Cuando ese hijo de puta se dio a la fuga, los dueños del Banshee de repente se pusieron patas arriba con esa hipoteca. Y Eilish se fue por la garganta negociando a la baja el precio de venta del bar. No hace falta decir que se jodieron con la manguera. Aunque no me siento tan mal. La verdad es que no me siento nada mal, teniendo en cuenta que en la primera sentada, uno de esos cabrones decidió coquetear con los ojos con mi mujer delante de mí. La única razón por la que no se comió su propio escroto ni se aventó desde un tejado es porque quería este trato para Neve, Eilish y Callie. —Está bien, celebraremos. —Sonríe Neve—. ¿Cena esta noche? ¿Todos? ¿Las familias? —Definitivamente —dice Eilish. —Obviamente estoy adentro. ¿Algún lugar con excelentes cocteles? Suspiro profundamente, girándome para ver a mi hermana que aún tiene veinte años. —¿En serio? —Oh, Dios mío, Ares —gime Callie—. La apariencia de director de escuela no te queda bien. Maldita sea. Ahora tengo un bar. —Primera regla del negocio: no agotes tu propio producto. Callie pone los ojos en blanco. —Sí, estamos hablando de cerveza y whisky aquí, imbécil. No de cocaína. Me encojo de hombros y me giro hacia Eilish. —¿Me respaldas aquí? Ella se ríe, abrazando a Callie. —Te daré un cosmo esta noche.

344

—Solo ten cuidado con el señor Narc por allá —murmura Callie, mirándome. Los cinco nos ponemos de pie, pero me aclaro la garganta. —Señorita Guin, si tienes un minuto. —Me dirijo a Neve—. ¿Te alcanzo? Ella sonríe, acercándose para besarme lentamente. —¿Me llamarás cuando termines? Sonrío. —Por supuesto. Ella, Eilish y Callie se van. Cuando se cierra la puerta de la oficina que tengo en Drakos, me río y niego mientras Elsa y yo nos sentamos. —¿Crees que me arrepienta de haberle dado luz verde a esto? Ella ríe. —No creo que tengas nada de qué preocuparte. La ubicación es excelente, tiene una clientela incorporada. Si encuentran un buen gerente general, no puedo verlas tan mal en eso. Además, honestamente lo consiguieron por canción. Eilish le dará una oportunidad a Columbia por su dinero en el otoño. Sonrío, hundiéndome de nuevo en el sofá. Luego me aclaro la garganta y levanto los ojos hacia la abogada que está frente a mí. —¿Cómo la tratan Crown and Black en estos días? Veo la sonrisa en los labios de Elsa antes de que se ponga su máscara profesional. —Maravilloso, gracias. Soy muy afortunada de haber sido socia… —Elsa. Deja de hablar, levantando una ceja. —No tienes la suerte de convertirte en socia del bufete de abogados más prestigioso del país a los veintisiete años. Sus mejillas se sonrojan. —Eres jodidamente buena por haberte convertido en socia del bufete de abogados más prestigioso del país a los veintisiete años. Se permite una pequeña sonrisa mientras asiente. —Gracias, señor Drakos.

—Ares está bien.

345

Se encoge de hombros con una sonrisa. —Hábitos profesionales. —Entonces, eres feliz allí. —Sí. —Qué tan feliz. Los labios de Elsa se curvan mientras me ve. —Podemos seguir adelante y pasar directamente a la pregunta que estás buscando si quieres, Ares. Sonrío. Es una respuesta tan de Elsa. —Bien, dejémonos de tonterías. Creo que eres una abogada fantástica. Pero me gustaría dejar de compartirte con Crown and Black. Quiero que seas la abogada personal de la familia Drakos. Oficialmente. —Y por personal, por supuesto, también te refieres a profesional. ¿Puedo suponer que mi trabajo implicaría un poco más que certificar tus declaraciones de impuestos o evitar que tu hermano pague sus multas de estacionamiento? Mi sonrisa se ensancha mientras asiento. —Un poco más complicado que el estacionamiento de Hades en las entradas, sí. Pero, creo que disfrutarías el trabajo, y sé que serías buena en él. Y estoy dispuesto a triplicar tu salario y tu tarifa por hora para conseguirte. Las cuidadas cejas de Elsa se arquean sobre los ojos color avellana, asomándose por encima de los gruesos marcos de sus anteojos. —Vaya, vaya, es una oferta impresionante. —Y estoy abierto a la negociación —gruño—. Es lo mucho que quiero que trabajes para nosotros. Elsa suspira, tamborileando los dedos sobre las carpetas de archivos en sus manos. —Déjame pensarlo. Gimo. —Suena como una buena manera de decir que no.

Ríe.

346

—No es un no definitivo. Sin embargo, debería moderar las expectativas diciéndote que todavía es un probable no. Sin ánimo de ofender, por supuesto. —Absolutamente ninguno tomado. Quiero que quieras trabajar con nosotros, no que te sientas obligada. —Y agradezco que comprendas la distinción entre los dos. Ambos nos paramos, dándonos la mano a través de la mesa justo cuando la puerta se abre de golpe. Hades entra, y su rostro instantáneamente se amarga cuando ve a Elsa. —¿Qué estás haciendo aquí? Jesucristo. —Estábamos terminando una reunión de negocios, en realidad —le siseé deliberadamente. —Y yo me estaba yendo —murmura profesionalmente hacia mi hermano.

Elsa

débil

y

aun

así

—No quieres que todos esos gatos en casa pasen hambre, supongo. Elsa lo ignora y se gira para estrecharme la mano. —Un placer como siempre, Ares. Pasa rápidamente junto a mi hermano hacia la puerta. Cuando se va, y la puerta se cierra detrás de ella, Hades se vuelve para darme un exagerado encogimiento de hombros. —¿Fue algo que dije? Mis ojos se estrechan. —¿Hay alguna razón en particular por la que eres tan idiota con ella? Estoy tratando de que venga a tiempo completo como nuestra abogada oficial, para los negocios. Hades gime, poniendo los ojos en blanco. —¿Ella? ¿La mismísima reina del hielo? —Si recibes vibraciones frías de ella, es porque eres un maldito imbécil con ella, siempre. —Bueno, es una perra. Me habla como si fuera un bebé.

—Eres un bebé.

347

Hades se voltea, hundiéndose en el sofá que Elsa acaba de dejar libre. —Y podría ser que simplemente esté cansada de que la molestes para que limpie tus desastres. Frunce el ceño. —¿Te habló de las multas de estacionamiento? —Hades, paga tus jodidas multas. O simplemente, no sé, no te estaciones donde no se supone que debes hacerlo. —Ares… —Es una de las mejores litigantes del país, imbécil. Y sigues pidiéndole que pague multas de estacionamiento de mierda. —¿Y? Es abogada. Es literalmente su trabajo. —Y es como pedirle a Lebron James que te ate los tenis porque los usas mucho. Déjalo ir. Suspira. —Ella solo me molesta. —Porque tú la molestas. —No, hombre, es más que eso. Toda esa tensa vibra de maestra de escuela mil ochocientos me rechina. Es tan mojigata. Mis dientes rechinan mientras lo miro. —Intentaste coquetear con ella y te rechazó. —Tal vez, no lo sé. Lo observo. —Ares, coqueteo con todas. Es difícil hacer un seguimiento. Niego. —Bueno, mantente al tanto de conservar tu maldita boca cerrada alrededor de ella. Sería un bateo increíble para nuestro equipo a tiempo completo. —Eso no sucederá, Ares. ¿Ella? ¿Hablas en serio? Actuó como si estuviera infringiendo la ley simplemente revisando el contrato de venta del Banshee. ¿Crees que tiene algún deseo de presentarse en la corte representando a una conocida familia criminal?

—Es litigante, no abogada litigante. No irá a los tribunales en absoluto.

348

—¿Eh? —Olvídalo. Solo aléjate de ella si te molesta tanto. Pero deja de sacudir la puta jaula. —Bien, bien. Me pongo de pie, abrochándome la chaqueta antes de dirigirme a la puerta. —Oh, y celebraremos esta noche. Toda la familia. —Suena bien. Envíame un mensaje de texto cuándo y dónde. —Servirá. ¿Y Hades? —Me giro para sonreírle a mi hermano—. Paga tus malditas multas de estacionamiento.

La cena es simplemente divertida. Sí, todavía nos reunimos todos casi cada dos semanas en las casas Drakos o Kildare para tener grandes cenas familiares. Pero es genial salir todos como un solo grupo. Terminamos en La Brasserie, anteriormente llamado Les Halles y en el famoso restaurante de Anthony Bourdain, descanse en paz, porque Kratos está obsesionado con su libro Kitchen Confidential y últimamente se considera un chef aficionado. Además, porque la comida allí es jodidamente increíble. Brindamos por la familia y el amor, por nuevos comienzos y por nuevos negocios juntos, comenzando con The Banshee. Ya-ya le hace prometer a Callie que mantendrá el ouzo detrás de la barra. E incluso Cillian hace un brindis extrañamente conmovedor y humano. Lentamente, la mesa se reduce, hasta que finalmente, solo estamos Neve y yo en el bar, tomando una última copa. —Estuvo divertido. —Sonríe, inclinándose para descansar su cabeza en mi hombro—. Este lugar es increíble. —¿Qué piensas… deberíamos cambiar el concepto del divertido bar irlandés que acabas de comprar para incluir excelente cocina francesa y un menú de degustación del chef?

Resopla.

349

—No. Guinness, whisky, pop-rock de los noventa en la máquina de discos, cariño. —Se gira para sonreírme—. ¿Y qué es eso de deberíamos? Me río. —Eres tú. Eres toda tú, amor. —Gracias. —Pero tengo una sorpresa para ti. —¿Oh? Sonrío. —¿Terminaste con esa bebida? Me río cuando mi esposa bebe lo último de su vino. —Lo hice ahora. —Vamos. Frunce el ceño mientras me levanto. —¿A dónde vamos? —¿Por qué no me sigues y lo averiguas?

David suspira, con los hombros caídos mientras extiende una mano. —Bueno, entonces es tuyo. No me siento mal por David. Sí, se inclinó sobre un barril en la venta de The Banshee. Pero también es idiota y, obviamente, uno de esos idiotas que compra un bar casi exclusivamente para intentar echar un polvo. —De hecho, lo es. —Me giro hacia Neve, asintiendo hacia la llave que cuelga del dedo de David. Cuando la toma, le sonrío. El imbécil junto a David, Jerry, se burla. Mis ojos se estrechan. Jerry es el loco suicida que tuvo la estupidez o la audacia de recorrer a Neve con los ojos y babear sobre su trasero durante la primera reunión para discutir la compra de The Banshee. Tiene suerte de que no lo haya usado en una lección sobre la gravedad, pero aquí está tentando al destino.

—¿Algo que te gustaría agregar? —le siseo débilmente.

350

Jerry palidece, a pesar de que lo veo tragarse lo que sea que estaba tratando de escapar de sus labios. —No, está bien. Jerry no era realmente consciente de quién era durante esa primera reunión. Esa falta de información fue subsanada desde entonces. —No, señor, señor Drakos. Fue un placer hacer negocios con ustedes dos. Él y David se ven uno al otro, luego miran hacia el frente del oscuro bar afuera del cual estamos parados. —Muchos buenos recuerdos de este lugar. —Suspira David. Se gira para sonreírle a Neve—. Pero creo que está en buenas manos. Trátalo bien. —Planeo hacerlo. Cuando los dos cabezas huecas doblan la esquina arrastrando los pies, me vuelvo para sonreírle. Ella sonríe de oreja a oreja, girando el llavero alrededor de su dedo. —¿Deberíamos esperar a Callie y a Eilish? Quiero decir… —Creo que deberías abrir la puerta. Se ríe, girando con la cara sonrojada y deslizando la llave en la cerradura. La puerta se abre y entramos en el vacío bar, cerrando la puerta detrás de nosotros. Neve silba. —Vaya. Realmente no puedo creer que estemos haciendo esto. —Yo sí. Y estoy orgulloso de ti. Pone los ojos en blanco. —Es solo un tonto bar. No es un multimillonario imperio mafioso. —Está bien, primero, es un gran bar. —Me aclaro la garganta—. Quiero decir, para uno sin código de vestimenta ni área VIP. —O para un limpiabotas, o un toallero en el baño. ¿Crees que podrás manejar eso?

351

—¿Estás cien por ciento en contra de un chico de toallas? Quiero decir, creo que en serio podría hacer cosas por los negocios… Me interrumpo cuando se ríe y se arroja a mis brazos, besándome profundamente. Gruño, mis brazos la rodean mientras le devuelvo el beso, moviéndola hacia atrás por el suelo hasta que su trasero golpea la barra. —Estoy orgulloso de ti, lo sabes. —Lo sé —murmura, sonriéndome en la oscuridad del bar—. Y gracias. —Sus dientes se arrastran por su labio inferior. El fuego brilla en sus ojos verdes—. Sabes… —Probablemente deberíamos inaugurar el lugar. El calor inunda sus mejillas mientras asiente. —Creo que es una muy buena idea… Gime mientras aprieto mi boca contra la suya, besándola salvajemente. Estoy tan jodidamente orgulloso de esta mujer. Y es un infierno de afrodisíaco. O tal vez solo es ella. O ambos. O a quién le importa ahora. Neve gime cuando mi boca cae sobre su cuello, mordiendo y chupando la tierna carne allí mientras sus caderas giran contra las mías. Mis manos se deslizan sobre ella, agarrando su trasero y moviéndose hacia arriba para tomar uno de sus senos a través de su parte superior. Gime, estremeciéndose cuando encuentro un pezón a través de la tela de su blusa y el encaje de su bra, retorciéndose y tirando de él mientras su espalda se arquea. Me agarra la cara y me besa con avidez mientras mis manos lentamente y luego con saña abren su blusa. Se encoge mientras le quito el sostén, mi boca cae para envolver mis labios alrededor de un rosado y erecto pezón. —Joder, cariño... —arrulla, gimiendo mientras mi lengua y mis dientes alternan entre suaves lametones y pequeños afilados mordiscos. Mi mano se desliza entre sus muslos, moviéndose debajo de su falda mientras se estremece y gime. —Tan jodidamente húmeda para mí —gruño, volviendo a su boca mientras mi dedo se arrastra sobre sus desordenadas bragas. —Culpable —gime.

—¿Y qué debemos hacer al respecto?

352

Neve se estremece cuando engancho mis dedos en el refuerzo de sus bragas y las tiro hacia abajo. Caen por sus piernas, antes de que, de repente, esté chillando cuando la levanto por las caderas y la dejo en la parte superior de la barra. —Ares... —He estado esperando probarte desde que firmaste ese contrato hoy — gruñí. Tomo un puño de su cabello de su nuca, la atraigo hacia mí y la beso con rudeza—. No esperaré más. Me dejo caer entre sus piernas, separando sus muslos y adentrándome entre ellos. Los sonidos que hace cuando toco su vagina siempre me vuelven loco. Pero esta noche, por alguna razón, hace aún más calor. Tal vez sea el orgullo que siento por esta mujer, que se hará cargo de este negocio con la intención de convertirlo en algo grandioso. Tal vez sea lo ilícito de hacer esto en el mismo bar que acaba de comprar. Sea lo que sea, cuando mi lengua se arrastra lentamente a través de sus húmedos y resbaladizos labios, el sonido que sale de su boca hace que mi pene gotee líquido preseminal en mis malditos pantalones. Gruñí, tocándola profundamente y luego envolviendo mis labios alrededor de su hinchado clítoris. Mientras chupo y giro mi lengua rodeándolo, me agacho para liberar mi dolorido pene. Gimo, acariciando mi longitud lentamente mientras conduzco mi lengua profundamente en su pequeña vagina. —Oh, Dios mío, Ares... Gruño en su vagina, lamiendo su clítoris más y más rápido; levantando mi mano para hundir dos dedos en ella. Neve comienza a temblar y a estremecerse, deshaciéndose en la barra mientras su cuerpo se estremece y se tensa. Mi lengua se arrastra sobre su clítoris. Mis dedos acarician profundamente su punto G. Y cuando se viene, se lleva todo lo que no he penetrado con ella. Dejo caer mi mano de mi palpitante pene, lamiendo y chupando su clítoris mientras grita mi nombre y se corre con fuerza contra mi lengua. Y apenas estamos comenzando. Todavía está temblando y jadeando por aire cuando me pongo de pie, la tiro de la barra, la hago girar y la aprieto contra ella.

353

—Oh, joder, ssssssssssí… —sisea de placer mientras tiro de su falda y uso mi rodilla para empujar sus muslos. Casi rasgo mi camisa, agarro mi pene y alineo la hinchada y goteante cabeza contra sus rosados e hinchados labios. Neve se da vuelta, jadeando, sus ojos salvajes con lujuria y necesidad mientras se fijan en los míos. —¿Qué… qué estás esperando? —gime. Sonrío con avidez. —Por la palabra mágica —gruño, haciéndola temblar mientras agarro su largo cabello rojo en un puño y muevo su cabeza hacia atrás. Mis labios y dientes rozan su oreja—. Estoy esperando que digas por favor. Juro que casi se corre de nuevo así, solo por mis palabras y por mi cabeza rozando su palpitante clítoris. —Ares... —Neve… —¡Por favor! —se ahoga—. ¡Por favor, joder, joder, joder! Jadea, sus dedos de los pies se curvan y su espalda se arquea mientras conduzco cada centímetro de mi gordo pene hasta el fondo de su pequeña y apretada vagina. Gimo, girando profundamente en su aterciopelado cielo, arrastrando mis dientes sobre su hombro. Agarro su trasero con fuerza, posesivamente, manteniéndola sujeta a la barra mientras lentamente arrastro mi brillante pene casi hasta el final. Gimo por la forma en que sus rosados labios se aferran a mí con tanta ansiedad. —Tu pequeña vagina es tan codiciosa por mi pene —digo con voz áspera, haciéndola gemir mientras jugueteo con mi cabeza arriba y abajo de su abertura. Pero cuando vuelvo a entrar, con fuerza, se ahoga de placer, arañando la barra mientras me deslizo profundamente. Entonces, no hay nada que nos detenga. Golpeo contra ella, lleno de esta loca necesidad de reclamarla aquí, en este lugar que hará suyo. Como si necesitara que las propias paredes supieran cada vez que entre en ella que es mía. Mi pene entra y sale de su mojada vagina, los sonidos de nuestro sexo llenan la barra lascivamente y se mezclan con sus guturales gemidos y mis gruñidos de placer. Tiro su cabello hacia atrás, exponiendo su cuello a mis dientes y labios. Mi mano se desliza hacia arriba para pellizcar y torcer sus pezones, luego

354

hacia abajo para azotar su trasero mientras la penetro contra la barra, una y otra vez, hasta que puedo sentir el sudor goteando por mi espalda. —¿Tienes alguna idea de lo que me haces? —gimo en su oído, sintiéndola apretarse a mi alrededor—. Dios, te amo jodidamente. Es como dejar caer una cerilla en gasolina. Neve se corre como un arma que se dispara, su codiciosa vagina se aferra a mi pene como si estuviera tratando de ordeñar el semen de mis bolas. Sigo, penetrándola y penetrándola una y otra vez, perdiéndome por completo en ella cuando vuelve a correrse. —Harás que me corra —le susurro al oído—. Esa linda vagina me hará explotar. —¡Me correré! Cuando tiene espasmos a mi alrededor por tercera vez consecutiva, y su vagina ondula arriba y abajo a lo largo de mi pene, estoy acabado. Con un rugido, me entierro dentro de ella, mis bolas se aprietan mientras mi semen sale de mi pene. Nos quedamos así, mis caderas meciéndose lenta y suavemente, enviando ondas a través de ambos hasta que no podemos soportarlo más. Diez minutos más tarde, estamos acurrucados en una de las cabinas verdes, nuestra ropa extendida debajo de nosotros, mi chaqueta sobre nosotros y una bebida en cada una de nuestras manos. —Sigamos y no les mencionemos los detalles de recoger las llaves esta noche ni a Eilish ni a Callie. —¿No? —Me encojo de hombros—. Iba a señalarles el lugar exacto en el bar donde te corriste en toda mi cara... Me río cuando Neve se gira para darme un puñetazo en el brazo. Me giro, tomo su mandíbula, inclinándome para besarla. —Estoy jodidamente orgulloso de ti, ¿sabes? —Bueno, yo estoy bastante enamorada de ti, ¿sabes? —Me devuelve la sonrisa. Ahora eso es algo por lo que puedo alegrarme. —Yo también te amo —murmuro, acercándola y chocando mi copa con la suya—. Salud.

—Sláinte.

355

FIN

356

Vicious Hearts Dark Hearts #2

Haré cualquier cosa para salvar a mi familia. Incluso si eso significa casarse con el mismo diablo.

Cillian Kildare es un monstruo envuelto en encanto y sofisticación. Un hermoso psicópata con venenos en las venas y el sadismo impulsando cada latido de su frío corazón. Cuando me envían a matar al vicioso jefe de la mafia irlandesa para saldar una deuda de mi pasado, se supone que es simple. Se vuelve mucho menos simple cuando Cillia me atrapa y se abre paso en mis secretos más oscuros y mis deseos más desviados. Ahora, capturada y atada como un juguete de prisionero, tiene nuevos planes para mí: un matrimonio impío de inconvenientes. Me protegerá de mi pasado. Y durante seis meses, le daré mi cuerpo, mi alma y mi sumisión, voluntaria o no. Es solo físico. Un contrato y nada más. Pero el diablo, como dicen, está en los detalles. Y si no tengo cuidado, este demonio pronto podría abrirse camino hacia otra cosa:

A mi corazón.

357

Jagger Cole

Un lector ante todo, Jagger Cole se inició en la escritura romántica escribiendo varias historias de fan-fiction hace años. Después de decidir colgar sus botas de escritor, Jagger trabajó en publicidad haciéndose pasar por Don Draper. Sin embargo, funcionó lo suficiente como para convencer a una mujer fuera de su liga para que se casara con él, lo cual es una victoria total. Ahora, es papa de dos princesitas y un rey de una reina, Jagger está encantado de volver al teclado. Cuando no está escribiendo o leyendo libros de romance, se le puede encontrar trabajando con madera, disfrutando de un buen whisky y asando al aire libre, llueva o truene. Puedes encontrar todos sus libros en www.jaggercolewrites.com

358

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF