Книга чудес - El libro de las maravillas

September 22, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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 IBRO DELAS MVI

 

KORNEI CHUOVS

L IBRO DE LAS MVIL Ilustraciones: A KANEVSKI Y. VASNTSOV V KNASHEVICH V SUEEV

[

EDITORAL PROGRESO MOSCU

 

EL TELÉFONO

1 Repica el teléfono, Me acerco al instante. “¿Quién es?”, yo pregunto. “Soy el elefante”. “¿De dónde me llama, quisiera saber?” “De casa del camello. ¿De dónde va ser?” “¿Y qué es lo que quiere?, ¿café?, ¿hierba mate?” “Ni lo uno ni lo otro. Quiero chocolate”. “¿Para quién lo quiere?” “Pues para mi chico”. “¿Y le mando mucho?” “Diez libras y pico. Si me manda más, el muy picarón, puede indigestarse de algún atracón”.

2

Llama el cocodrilo desde el río Nilo: “¡Querido doctor, hazme ese favor! Mi hijo y mi mujer chanclitos de goma quisieran tener”. “Espera, ¿acaso la otra semana no envié dos pares?... Fue por la mañana...” “Los que tú me enviaste la otra semana nos los merendamos de muy buena gana. Ahora esperamos con ansia los tres que envíes seis pares. ¡Ya ves!”

© Traducción al español Editorial Progreso 1974

 

3 Los lebratos blancos llamaron también. “¿No tendrá usted guantes que nos queden bien?” Más tarde llamaron los sabios monitos: “¿Podría enviarnos usted dos libritos?”  4 Llamó luego el oso, rugiendo furioso. “Deje de rugir. ¿Qué quiere pedir?” El oso rugía; yo no le entendía. “¡Hu-u-u! ¡Hu-u-u!” Pero qué y por qué. ¡no lo sé! “Déjese ya de gritar, cuelgue el auricular”.

 

5 Las grullas me dieron la murga: “Envíe doctor una purga. De ranas nos hemos hartado y el vientre tenemos hinchado”. 6 Llama el chancho: “Doctor, ¿no tendrá un ruiseñor? Un servidor y el ruiseñor podríamos cantar un cántico en su honor”. “¡Ni hablar! ¡No, señor! ¡Nunca con los chanchos canta el ruiseñor!”

7 Otra vez el oso: “¡Salve a la foca! ¡Ayer un erizo se tragó la loca!”

 

8 Esa algarabía dura todo el día. Tin-tin-tin, tin-tin-tin. Ora llama el gato, ora el puercoespín. Dos gacelas, hace poco, casi me volvieron loco. “¿Cierto que en la feria el columpio ha ardido y que el tiovivo también se ha perdido?” “¿Qué decís, gacelas? ¡Ni que fuerais lelas! Nada, nada ha ardido, nada se ha perdido. ¡Todo sigue igual! ¡Todo está normal!”

 

Pero no escuchaban y vociferaban: “¿Cierto que en la feria el columpio ha ardido y que el tiovivo también se ha perdido?” ¡Mira que son lelas esas dos gacelas! 9 Ayer, aún oscuro, me llamó el canguro: “Diga, por favor, ¿vive ahí el condor?” Le grité indignado: “¡Está equivocado! ¡Ha marcado mal, llame a la central!”

 

10 En tres noches no he dormido, estoy rendido. Dormirme ya debería, aun de día... Pero a la primera cabezada, ¡otra llamada!

“¡Socorro, doctor, doctor!” “¡Hable claro, por favor!” “Es mi primo hermano, cayó en un pantano...” “Quién?” “¡Mi primo Hipopó! Rodó y se cayó. Y... ¡qué va!, ¡ni para aquí ni para allá! Si no viene pronto se hundirá el muy tonto”. ¡Pobre Hipopó! ¡Qué puedo hacer yo! “¡Bueno! ¡Corro, corro! ¡Corro en su socorro!”

 

11 ¡Menudo trabajo costó sacar del pantano a Hipopó!

 

 

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AYMEDUELE

1 Aymeduele, el buen doctor, mitiga cualquier dolor. Acuden los animales a curarse de sus males, el gusano y la raposa, la vaca, el lobo, la osa... A todos quita el dolor Aymeduele, el buen doctor. 2 Llega la raposa muy de sopetón. “Me clavó la abeja su largo aguijón”. Llega luego el perro y dice infeliz: “El tonto del gallo me pico la nariz”. © Traducción al español Editorial Progreso 1974

 

Llega mamá liebre, al final del día. “¡Ay, a mi lebrato lo pilló el tranvía! ¡Mi pobre lebrato está ahora cojito, porque dos patitas le cortó el maldito!” Le dice Aymeduele: — “¡Deja de llorar! En menos de nada lo voy a operar. Otras dos patitas coseré al lebrato. Correrá tu hijo igual que hace un rato”. La liebre el lebrato llevó al buen doctor. Lo llevó cojito, con mucho dolor; otras dos patitas le cosió al instante y quedó el lebrato sanito, flamante. La liebre, contenta se pone a bailar, y ríe, y grita a todo gritar: “¡Gracias, Aymeduele, por tus buenas manos! ¡Corre mi lebrato como sus hermanos!”

 

3 Llega el chacal como un rayo, galopando sin desmayo. “Aquí tiene un telegrama. Hipopótamo lo llama”.

 

“En África le esperamos. Salve a nuestras criaturas. En su ayuda confiamos. Saludos y mil venturas”. “¿Han enfermado? ¿Es verdad? ¡Oh, qué gran calamidad!” “¡Sí, sí, sí, de escarlatina, de gripe y de tos ferina, de paludismo, bronquitis, difteria y apendicitis!... ¡Corra, corra, buen doctor, dése prisa, por favor!” “Está bien, volando iré y a los chicos curaré. ¿Dónde vivís, en el llano o quizá en algún pantano?”

 

“Vivimos de mar a mar, en Togo y Madagascar, y a orillas del Limpopo, donde están Hipó y Popo

 

4 El buen Aymeduele saltó de su asiento, por bosques y prados corre como el viento. “¡Limpopo!” — repite casi sin cesar, y todo su anhelo lo pone en llegar. La nieve y el viento lo empujan atrás. “Vuélvete, Aymeduele, que no llegarás”. Y cae Aymeduele, no puede seguir. “¡Se acabó —exclama—, se van a morir!” Pero en ese instante, de atrás de unos pinos, se acercan dos lobos y dicen muy finos: “Monta, Aymeduele, y agárrate bien, que te llevaremos en un santiamén”. Galopa Aymeduele, vuela como el viento. “¡Limpopo!” —repite a cada momento.

 

5 Se ve Aymeduele ante el mar anchuroso que ruge y que brama furioso. Las olas, muy altas, ¡qué horror!, se quieren tragar al doctor. “¡Ay!, si de pronto yo me hundo en este mar tan profundo, ¿quién curará de sus males a los pobres animales?”

 

“Monta — dice una ballena, acercándose a la arena —, que, como un barco gigante yo te llevaré adelante”. Monta Aymeduele en el pez. “¡Limpopo!” — dice otra vez.

 

6 Los montes le cierran el paso al doctor, que trepa por ellos bañado en sudor. Cada vez más altos y más fatigosos, clavan en el cielo sus picos riscosos. “¡Ay!, si no puedo llegar, nadie los podrá salvar. ¿Quién curará de sus males a los pobres animales?? Dos águilas acudieron y a Aymeduele le dijeron: “¡Monta, doctor, de corrida! ¡Llegaremos en seguida!” Monta Aymeduele al instante, “¡Limpopo!”, dice anhelante.

 

7 En África, en África, en el gran Limpopo llorando lo espera

“Digan, por favor, ¿dónde está el doctor?”

nuestro buen Hipopó.

con gran dolor de tripas.

Bajo una palmera, observando el mar, en África espera lleno de pesar. ¿Llegará el doctor en algún vapor?

El avestruz y sus crías llevan llorando tres días. ¡Ay, cuántas enfermedades! ¡Ay, cuántas calamidades! Ictericia y bronquitis, difteria y apendicitis, sarampión y escarlatina, viruela y tos ferina...

Los rinocerontes y los elefantes por llanos ycargantes: montes preguntan

 

Los hipopótamitos comieron muchas pipas y están muy enfermitos

Todos gimen: "¡Qué ¿Por qué no viene el dolor! doctor?

El tiburón, apenado, en la arena se ha tumbado, porque a sus pobres hijitos les duelen los dientecitos. ¡Dos semanas sin dormir! ¿Cuánto se puede sufrir?

 

El desgraciado saltón tiene una dislocación. Como no puede saltar, lloriquea sin parar: “¡Aymeduele!, ¿dónde estás? ¡Ven, que ya no puedo más!”

8 Un pájaro grande se acerca volando. Todos en la orilla se quedan mirando. Y ven que Aymeduele agita la mano y saluda a todos contento y ufano. Todos los enfermos gritan con fervor: “¡Viva Aymeduele! ¡Viva el buen doctor!”

 

El águila vuela en lo alto del cielo y al poco, veloz, se posa en el suelo. Aymeduele corre, y en las barriguitas a los tragoncetes les da palmaditas. Y para curarles de la indigestión, a cada enfermito le tiende un bombón. A los tigrecitos se acerca rayados ydea lomos los camellitos corvados, y les da a todos

 

con muy buenos modos, leche condensada, una cucharada. Diez noches seguidas pasa sin dormir,

 

diez noches seguidas, de ir y venir. Diez noches seguidas a los animales cura las heridas y libra de males.

9 ¡Ya ríen, ya gritan, alegres y ufanos, Limpopo! ¡Ya están todos buenos, ya están todos sanos. Limpopo! ¡Ya brincan y corren con gran alegría, Limpopo! ¡Ya pasan felices la noche y el día, Limpopo! Hace un guiño el tiburón, como un chico juguetón, y se ríe a carcajadas que son como campanadas.

 

Los cuatro hipopótamitos y todas las demás fieras ríen con tan fuertes gritos que sacuden las palmeras. Ríe Hipó, ríe Popo: ¡Hipó-popo, Hipó-popo! y el hipopótamo va gritando acá y allá: el doctor “¡Viva Aymeduele, que cura cualquier dolor!”

 

¡VIVA EL AGUA Y EL JABON!

La frazada se escapó, la sábana echó a volar, y la almohada, por el cuarto saltaba a todo saltar. Tendí la mano a la vela, y en la estufa se metió, y el libro, como una rana, bajo la cama brincó. Intenté desayunar y me acerqué al samovar, pero huyó, el muy barrigón, como del gato el ratón.

 

¡Oh! ¿qué es esto? ¿Qué sucede? ¿Por qué en torno todo rueda, brinca, corre, salta y vuela? Las planchas tras los botines, los botines tras las botas, las botas tras la correa: todo rueda, todo corre, todo brinca y todo vuela.

Sale un lavabo muy feo de la alcoba de mamá y dice con gesto serio, lo mismito que papá: — ¡Ah, muchacho, muchachote! Pero ¡qué barbaridad! Pareces un carbonero; mira y te convencerás: tienes tiznada la cara, y en la nariz un manchón,

 

y tanta mugre en las manos que escapó tu pantalón. Muy de mañana, a la aurora, se lavan los ratoncitos, los gatitos, los patitos, todos los animalitos. Sólo tú no te has lavado y sigues todo tiznado. Por eso tus calcetines escapan tras los botines.

Soy Bienlava, el Gran Lavabo, de los lavabos señor y de esponjas y estropajos director. Si llego a ponerme bravo y lo ordeno a mis soldados, en tropel acudirán cientos, miles de lavabos y con enorme alboroto y tremenda algarabía a las aguas del canal te echarán con alegría. Golpeó la palangana y gritó: "¡Kará-Barana!"

 

Se pusieron los cepillos a restregarme furiosos, repitiendo, como grillos fastidiosos: — Lo lavaremos entero con esmero, con esmero. Este niño quedará limpio, limpio de verdad. Saltó el jabón a mi pelo cual una avispa lo haría y me enjabonó en un vuelo. ¡Ay, qué picazón sentía!

Del estropajo furioso escapé como de un oso. Y me siguió el estropajo calle arriba y calle abajo. Salté la verja del parque con mucho valor y arte. Y el estropajo maldito me siguió como un mosquito. Por fortuna se acercaba mi querido Cocodrilo, que a sus hijitos contaba un bello cuento del Nilo,

 

y al estropajo espantó cuando mis apuros vio. Pero luego protestó y me dijo, pero luego se irritó y me dijo: — Te irás a casa en seguida. ¡pero ahora! y te darás un buen baño de una hora. Quiero verte aseadito, quiero verte arregladito sin demora.

Por la calle corriendo salí  y al lavabo de casa volví. Con jabón, con jabón, con jabón, con jabón sin descanso me lavé y las manchas de la cara una a una me quité.

 

Al instante, el pantalón vino a mí muy retozón. Las tortas dieron un grito: — ¡Aquí estamos, amiguito! El bocadito corrió y en mi boca se metió.

Luego vino mi buen libro, y el cuaderno le siguió. La aritmética, con brío, bonita danza bailó. Y Bienlava, el Gran Lavabo, de los lavabos señor y de esponjas y estropajos director, se me acercó bailarín y me dijo cariñoso: — Así me gustas: al fin, Hmpio, lavado, lustroso. ¡Y era hora, chiquitín, que te viera tan hermoso! Hay que lavarse, amiguito, cuantas veces haga falta. No puedes, si no estás limpio mantener la frente alta.

 

¡Que viva el jabón de olor, y el peine del tocador, y la pasta que los dientes, nos deja tan relucientes! Hay que mojarse, bañarse, zambullirse, enjabonarse,

 

en la tina, en el baño, en la artesa, en el río, en el arroyo, en la presa y en el agua azul del mar. Gritemos todos a una, muy fuerte, a todo pulmón: Viva el agua y el jabón!

 

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HAN ROBADO EL SOL

Paseando por el cielo un día, el sol tras una nube se ocultó. La liebre a la ventana se asomó y resultó que nada se veía. Y las comadres urracas corrieron por los sembrados para contar a las grullas todo lo que había pasado: “¡Qué desgracia! ¡Qué dolor! ¡El cocodrilo se ha tragado el sol!”

 

Sólo tinieblas había, como si de noche fuera, quien en la calle estuviera de fijo se perdería. Llora el pobre gorrioncito: “¡Sal, solecito, cuanto antes! Sin luz, no se ve el granito, ¡y nos moriremos de hambre!” Y lloran las liebrecitas, pues se han perdido en el prado y no encuentran su casita por mucho que la han buscado. Sólo los cangrejos, con ojos saltones, se arrastran sin dar tropezones. Y tras la montaña, allá en el barranco, los lobos aúllan infundiendo espanto. Temprano —brillan aún los llaman con fuerza a la puerta dos respetables carneros; ¡Tan-tan, amigo, despierta!

 

“¡Salid, fieras, ahora mismo y venced al cocodrilo! ¡Hay que obligar al avaro a devolver lo robado!” Pero los llamados se echan a temblar: “¿Cómo vamos a luchar? Tiene espantosos colmillos... ¡Cualquiera le quita a ése el solecillo!” Y se van corriendo en busca del oso: “¡No te chupes más la pata, perezoso! ¡Sal al momento de tu guarida, que hay que ayudar al sol en seguida!”

 

Pero el oso, por lo que sea,

no tiene muchas ganas de pelea. Va y viene junto al pantanito llorando y llamando a sus nietecitos; “¿Dónde estáis, patudos condenados? ¿Por qué a este viejo habéis abandonado?” Y la osa madre, muy desconsolada, busca a los ositos alzando las ramas: “¿Dónde, hijitos míos, os habéis metido? ¿Acaso al barranco os habéis caído? ¿O es que fieros perros malvados en estas tinieblas os han devorado?” Busca por el bosque todo el día, desolada, sin hallar a sus crías. Sólo negros buhos en sus escondrijos la miran con ojos redondos y fijos.

 

 

Pasó por allí una liebre y le dijo al oso viejo:

Ya no pasarás cuidado: Tus nietos vendrán vendrán de nuevo, Patudos y cariñosos, diciendo:

“¿Cómo no te da vergüenza llorar igual que un conejo?” Ve, patizambo encogido, a buscar al cocodrilo. Aráñale, despedázalo y arranca de sus fauces el sol. Y cuando el sol rescatado brille sereno en el cielo,

“¡Aquí nos tienes abuelo!” El oso se levantó, un rugido lanzó y hacia el Río al punto corrió.

Tan fresco y tranquilo, en el Río Grande está el cocodrilo. Entre sus colmillos afilados, rojo como el fuego, brilla el sol robado. Se acerca el oso despacio y toca al bicho en el brazo: “¡Oye tú, malhechor, suelta ahora mismo al sol!

 

Mira, como no lo hagas, de fijo que me las pagas. Te partiré por la mitad, para que aprendas a no robar. ¡El mundo a oscuras has dejado y estás tan fresco ahí tumbado!” Pero el cocodrilo suelta carcajadas tan tremendas que hasta los árboles tiemblan. Y dice, sin vergüenza alguna: “Si quiero, ¡me tragaré también la luna!”

Enfurecido, el oso un rugido espantoso lanza y sobre su enemigo se abalanza. ¡Cómo le aprieta y zarandea!, demandando con calor. “¡Devuélvenos ahora mismo nuestro sol!” El cocodrilo, muy asustado, chilla a grito pelado. Mas, al abrir la boca colmilluda, el sol se le ha escapado y hacia el cielo ha volado. Ya va hacia los espacios azules acariciando los arbustos y las hojitas de los abedules.

 

¡Viva el dorado solecito! ¡Y viva el cielo, tan azulito! Los pajarillos empiezan a gorjear, y los escarabajillos a volar. Y en el prado, soleado, se ponen las liebres a brincar. Mirad a los nietecitos. Peludos, cariñositos, han acudido corriendo: “¡Aquí nos tienes, abuelo!” Las liebres y las ardillas, los los cchi hico coss y la lass cchi hiqu quililla las, s, ¡ todos, locos de contento, besan y abrazan al viejo: Gracias por el solecillo que nos has devuelto!”

 

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¡Viva el agua y el jabón! trad. de J. Vento Han robado el Sol trad. de A. Herráiz El teléfono trad. de J. Vento Aymeduele trad. de J. Vento

К. Чуковский «Книга чудес» на испанском языке

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