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DÍAZ DÍAZ RÖNNER, RÖNNER, María Adelia. Adelia. Cara y cruz de la literatura infantil. infantil. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1!.
Parte I El escenario de la literatura literatura infantil De qué trata esta literatura " por qué importa saberlo Cuando se habla de los libros para chicos pareciera que necesariamente se interpusiesen y superpusiesen, imponiéndose a la consideración, múltiples aspectos ajenos a su especificidad. Un criterio equivocado lleva a sobrestimar la importancia del formato, el tamaño, la consistencia o el color. Cobran relieve cuestiones tales como él hecho de que en la tapa aparezcan personajes reconocibles fcilmente por los chicos !del tipo de los de "alt #isney o $eidi de lo que fi%uren nombres de autores fcilmente identificables por los %randes, que ya los han le&do de chicos. 'l bestsellerismo, asimismo, ha in%resado al circuito industrial en el rubro de la literatura infantil y juvenil( el caso ms saliente y suficientemente actual para ser conocido por todos es el que ha producido la serie )'li%e tu propia aventura)*. *
+as maniobras editoriales de esta serie de ori%en norteamericano y sus efectos sern tratadas ms adelante. c me interesa, simplemente, enunciar los aspectos que impiden una adecuada apro-imación al universo literario infantil ms %enuino.
an desprolijo manejo de los materiales literarios infantiles !por desconocimiento, por pereza, por mercar conspira contra la claridad de ideas, entendidas como factores de valoración y de e-perimentación que se les ofrecen a los chicos. ambién aportan su cuota de descontrol sobre esta situación las actitudes de los mediatizadores ms pró-imos( libreros y docentes/ padres y bibliotecarios. 0alvando las ló%icas e-cepciones, la desprotección del libro infantil es casi absoluta. esto debernos sumar !ya que estamos en esta enumeración de factores ne%ativos o contraliterarios o antilibros antilibros lo que llamar&amos eufem&sticame eufem&sticamente nte la )inhospitalidad) )inhospitalidad) de los medios de comunicación comunicación !diarios, revistas, radio y tevé!, su resistencia a aco%er a la cultura infantil, incluidos los libros, insertndola en un 1 espacio dedicado con e-clusividad a ella . 2ero, entonces, si no se trata de todo lo que he señalado anteriormente, cabe la pre%unta 3de qué trata la literatura para chicos4 2ues 5vamos al %rano ya6 rata de muchas cosas que nunca estn superpuestas. superpuestas. de las palabras y las multiformes multiformes que cada escrito les otor%a. 2orque la literatura trata del len%uaje y de sus resplandores en pu%na, si se me permite describir casi poéticamente el oficio de escribir. unque suene e-trava%ante, e-trava%ante, en pocas ocasiones se ubica al len%uaje como el prota%onista prota%onista espec&fico de una obra literaria infantil. 32or qué e-preso esta hipótesis de lectura4 2orque, en %eneral, se plurirramifica el tratamiento de un producto literario para los chicos abordndolo desde disciplinas que distraen del objetivo !y la especificidad, en suma de todo hecho literario( el trabajo con la len%ua que cada escrito formaliza. 7uienes hayan querido internarse, por primera vez, en el campo literario destinado a los chicos se%uramente se han visto enfrentados con los diversos ramales que se abren para describir o interpretar esta literatura. Usualmente dichos ramales sern la psicolo%&a y la psicolo%&a evolutiva, la peda%o%&a, la estética y la moral. l hacer estas consideraciones, no quiero ni debo esquivar, de nin%ún modo, el concepto de )época), que es el que determina la modernidad o no de ciertas ideas o conceptos o tendencias culturales que se manejan. ampoco, es obvio, pueden e-cluirse de nuestras consideraciones los cambios que sufre el presunto receptor8 lector8 consumidor, que actúa de manera no pasiva, a favor o en contra de lo que se le ofrece. esta altura de la e-posición, quiero enfatizar enfatizar que, se%ún mi convicción, convicción, la literatura literatura para chicos debe ser abordada desde la literatura, a partir del acento puesto sobre el len%uaje que la institucionaliza, interro%ando a cada uno de los elementos que la or%anizan, en tanto producto de una tarea escrituraria que contiene sus propias re%ulaciones internas. La superposición discipl inaria y traviesa
32or qué he destacado la perturbación que otras disciplinas provocan en el tratamiento de lo literario infantil4 +o he hecho porque estimo que el abordaje de los libros para chicos est entorpecido !me arries%ar&a a decir frustrado de antemano por una lectura arquet&pica por la que se les proh&be a los chicos insertarse en el mundo social y cultural. al arquetipismo se delinea en base a artificiosas concepciones que los %randes alzan como he%emónicas, escudndose mayormente en la ambi%9edad que el estadio de la propia infancia conlleva:. a) Primera intrusión: la psicología y la psicología evolutiva 1
2ese a la e-istencia de al%unos art&culos tendientes a comentar libros o lecturas infantiles en al%unos diarios y revistas del pa&s, no dejo de notar tan manifiesta ausencia en el privile%iado espacio de la cultura de los %randes, de suyo acotada y controlada con re%ularidad, y asistida por una cr&tica que marca y delimita su quehacer. :
$e tomado prestada la noción de ;ambi%9edad< de la francesa #enise 'scarpit, tal corno la incluye en su libro +a li&térature d=enfence
et de jeunesse, 2ar&s, 2.U..>., *?@*.
l mirar la literatura infantil desde la psicolo%&a evolutiva, abreviamos toda la escritura que la le%itima y construye porque, en un ademn interpretativo de carcter peli%rosamente abstracto, desconectamos al sujeto infantil de la realidad o entorno en el que est inserto. Una realidad que, en ri%or, tironea ms fuertemente quiz que la lo%iqu&sima esquematización se%ún los ritmos psicoevolutivos. 0& leo, por ejemplo, un te-to de +aura #evetach !y los convido a acompañarme en esta e-periencia llamado Monigote en la arena, no pienso, en primer lu%ar, a qué edad debo contarlo o leerlo. Auy simplemente, al leerlo me dejo arrollar y desenrollar por las múltiples im%enes que el te-to me aviva y por el placer o displacer qu e me causa. 'n ese momento, yo soy una lectora, y mi activi dad como tal se pone en marcha al leer ese te-to. Compradora8 lectora8 selectora, debo poner en marcha %radualmente mis funciones, y respetar, en consecuencia, sus respectivas modalidades. 7ue un moni%ote trazado en la arena esté deseoso de vivir y compartir su tiempo de vida8jue%o con otros elementos !viento, nubes, aves no confi%ura una historia inusual en un te-to literario, y menos en uno que esté destinado a los chicos. 2ero lo realmente fascinante y diferenciador con respecto a otras historias similares u homolo%ables, es el modo en que #evetach desenvuelve la vida de Aoni%ote hasta hacerla sentir dentro de nosotros como al%o vibrante, espléndido, único. +o ms trivial que puede e-presarse al cabo de la lectura es un 5qué buen ejemplo de vida6, y lue%o, ms refle-ivamente acaso, 5que suerte que no evitó que se borrase de la arena6B. a he olvidado las veces que he le&do o escuchado aquel cuento de #evetach, y siempre me produce un %oce formidable, y re%reso a ese candoroso pedi%9eñismo de querer o&rlo nuevamente. oda esta sencilla historia de una historia plena de palabras y al%o ms vale para ratificar y poner en escena el placer. Ae atrever a decir !en verdad siempre lo lanzo en mis clases que el placer que provoca lo bien hecho literariamente no tiene edad( aquello que es bueno de verdad resiste al tiempo. 2or lo cual retomo la postura de no medir un te-to literario tomando como único dato para evaluar sus bondades o sus conveniencias la consideración de si responde o no a los intereses infantiles comprendidos psicoló%icamente. 'ntiéndase que la perspectiva p sicoevolutiva para seleccionar lecturas o armar repertorios tiene su importancia, en tanto marco %eneral y, asimismo, es útil para determinar un )desde) que edad se su%iere tal o cual te-to. +a cuestión no es soslayar, minusvalorar o i%norar la importancia de los factores e-traliterarios a nuestro alcance, sino ponerlos en jue%o al servicio de la literatura y no al revés. Duestro conocimiento sobre psicolo%&a evolutiva ayud ar siempre a encajar en las necesidades e intereses probables de los chicos en lo que hace a temtica, personajes y desempeño lin%9&stico. Dos permitir ser ms hbiles, también, para ofertar8 recomendar un libro y para reconocer las potencialidades que dicho producto presenta y cómo activarlo en las manos de los chicos. 2or último, pido que, en favor de una adecuada interro%ación acerca de un libro, modifiquemos la pre%unta inicial )3para qué edad es4) por una ms ajustada a la totalidad que impone su lectura. b) Segunda intrusión: la pedagogía y sus excesos
+a peda%o%&a !3o tal vez deber&amos decir sus usuarios4 aporta una cuestión que, aunque no parezca, est a un tris de llevar al fracaso la elección y el disfrute de cualquier producto literario infantil( las utilidades que se pueden obtener del libro para educar mejor. Ae pronuncio contraria a esta malinterpretación d e lo peda%ó%ico
se%ún la cual toda manifestación e-presiva y comunicacional ejercida por el individuo debe necesariamente cumplir un servicio. 0i no se entiende que todo acto8 %esto8 señal8 artificio inventado por un individuo maniobra sobre al%una zona interior de al%uien8 otro, transformndolo de uno u otro modo, no hablamos por certeza de lo mismo. 'n ocasiones, un erróneo manejo de la peda%o%&a se torna en un ) peda%o%ismo) infecundo, en una suerte de patolo%&a de la educación. 2ocos se habrn su stra&do a esas %enerosas deformaciones p eda%o%izadoras en la escuela, en la universidad o a través de los medios masivos de información y entretenimiento. 'se vicio reduccionista reprime a mi criterio, la pluralidad de si%nificados que todo libro posee. 'l empecinamiento por educar de cualquier manera y a cualquier costo se encadena a una servidumbre que hace imposible el placer por lo que se oye o por lo que se lee. as& el e-quisito armazón de una obra literaria se hace cenizas y el lector lan%uidece a su lado, en %rado de irrecuperable. 2or lo e-puesto es fcil deducir que la vecindad entre esta falsa peda%o%&a y el didactismo literario e-isteJ . 'l didactismo y su discurso espec&fico han causado profundas distorsiones en la lectura del corpus literario infantil. ender&a, en este momento, a mostrar al%unas de las nociones ms habituales, que parten de la incómoda posición, enteramente ine-acta e injusta, en que nos coloca la imposición didctica. $ablar de una literatura didctica es un sin sentido. 32or qué, entonces, se ha insistido sobre su predominio en los libros infantiles4 2ues !y aqu& retornarnos a nuestro eje clave, la literatura!, porque se ha desplazado el eje por e-celencia de lo literario, su r%ido del te-to desp le%ado y puntual q ue se considera, para instalarlo en los objetivos enseñantes ele%idos por el operador8 enunciador8 docente. Keitero que la literatura es el te-to verbal establecido en un estatuto autónomo, la escritura, por lo que amojonarlo tras una lección o una l&nea didctica, con un sin par tufillo autoritario, es comprometer la polisemia o pluralidad d e si%nificacion es que el mismo te-to lit erario provee al probabl e lector y oyente del mismo. 'ste criterio nos apro-imar a lo disperso, lo inventado y lo tras%resor que todo hecho literario acarreaL. 0i obturamos este jue%o literario, lisa y llanamente estarnos poniendo dique al r&o &nte%ro que todo libro hace circular %enerosamente. 'n consecuencia, hablar del )mensaje) !ah, palabra tan estimada por los docentes! de un te-to literario implica asfi-iar la multivariedad que el mismo ofrece, y conduce al receptor8 multiplicador a manipular una única l&nea de sentido, encajonando el producto en forma unidireccional y otor%ndole, por ello, una monovalencia absoluta y comprendida como e-cluyente. Keitero que, s& no se acepta la variedad impuesta desde el te-to literario, recrudece una lectura de tipo esttico, donde no se produce la e-perimentación viva entre la len%ua del autor y la competencia lin%9&stica del lector u oyente. 0uspendo aqu& estos planteos pues los mismos sern reformulados cuando realicemos al%unas lecturas. c) tras intrusiones no menos importantes: !atendernos a la "tica y a la moral#
ndando el escenario que me propone la literatura infantil no puedo dejar de lado unas palabras del cubano Mosé Aart& E*@J:!*@?JF para que las consideremos. #icen as&!. )Do decirles a los niños ms que la verdad para que no les sal%a la vida equivocada). 32edanter&a4 3Nmnipotencia4 3'l nefasto autoritarismo de un adulto sobre los chicos, otra vez4 Aart&, acaso, 3es un predicador para salvarnos de los errores de la vida o, en J
B
$ay una tendencia predominante a alterar los finales tristes bajo prete-to de aliviar la tensión dramtica sobre el receptor del relato Eintrusión psicoló%icaF. 7uien as& lo hace no es justo con la tensión propia del te-to y con la *ó%ica que dentro suyo se corporiza, ine-orable. Considero que se produce, al modificar forzadamente los finales, una distracción !en su acepción de desviardelpeli%rosa de la realidad tal como se plantea en la ficción. Caperucita Roja, cuento tradicional del si%lo GHII, es uno de los casos ms claros al respecto, si tornamos en cuenta las posteriores resurrecciones de que fue objeto.
's ló%ico que debamos entender por ello que los dos discursos o formas de leer e interpretar que poseen la peda%o%&a y la didctica, claramente definidos, deben siempre preservar su autonom&a disciplinaria y, ms todav&a, no se debe olvidar que la se%unda se subordina a la problemtica atendida por la primera. Un modelo palpable de resolución reduccionista lo constituye el =anlisis y comentario de te-tos) escolar, que manifiesta crudamente la formación del no lector y la retórica del discurso del poder en el territorio de lo literario. L odo te-to literario produce y %ermina un espacio multiplicante de la realidad, de la sociedad en la que se ve y de la suerte de dispora pasional que autor y lector inau%uran a partir del mismo. Un libro, sin rodeos, es una zona de resonancia estrictamente ecoloidal, a veces, de los diferentes discursos sociales que se formalizan en una escritura literaria
verdad, es un le%&timo preocupado social4 Confieso que, si no se tratara de Aart&, podr&amos opinar sencillamente que el mercado infantil es muy tentador para los predicadores y embusteros. Una buena e-plicación de la actitud pontificante de Aart& la arroja >ryda 0chultz de Aantovani al justificarlo corno )hijo de su si%lo, que cree en la ciencia y en el pro%reso, piensa que el verbo ha sido dado al hombre para instrumento y ejercicio del esp& ritu( la palabra debe ser, y es, en "l, acto moral)O. +os cuatro números de $a %dad de ro !revista mensual que duró desde julio hasta octubre de *@@? y era editada en Dueva orP e-plicitan con claridad la propuesta ética de Mosé Aart&, vi%oroso defensor y prota%onista de la liberación de su pa&s y, también, de las libertades individuales y sociales de e-presión. 7uien recorra contemporneamente los contenidos de cada una de las revistas publicadas observar el ri%or de su conducta para con sus coetneos y la firme convicción de desempeñar un papel como educador o vehiculizador de ideas sobre un sector social, el de los chicos, con impecable responsabilidad y coherencia. 'sta última, basada en la fuerza de la libertad, en el conocimiento del entorno real y en la necesidad de enfrentar honradamente, sin torceduras, a la vida. 'l ejercicio de vida martiano no es cuento, en tanto él mismo puso el cuerpo para llevar adelante su pro%rama ético. 'l hacer y el ser que forjaba nos parecen veros&miles todav&a en los tiempos actuales. #e nin%una manera este tramo del escrito pretende ser una ponderación e-a%erada o tendenciosa de la obra de Aart& dedicada a los chicos. 0encillamente me parece que es uno de los ejemplos ms transparentes de un trabajo sustentado en una ética convincente y humanizante. Dosotros, ustedes y yo, en carcter de lectores modernos, podemos observar, en nuestra actualizada lectu ra, un envejecimiento de su propuesta literaria. 2or ejemplo, la interpretación se-ista de la infancia en cuanto marca desde el 2rólo%o a $a %dad de ro qué conviene a las niñas y qué a los niños, predotndolos de definidas actitudes para tina definida sociedad del si%lo GIG/ pero, desde otro punto de vista, lo que Aart& propone es la bella aventura de hablarles a los chicos desde códi%os éticos convalidados p or modelos que resultan heroicos por su misma prctica. 'ntonces 3la ética que muestra y desarrolla Aart& est ya muerta4 Do, no es eso. +os diferentes tiempos permiten estrenar otras escalas de valores y cada creador establece, al elaborar su producto, su propio pro%rama a-ioló%ico, el conjunto de valores que mejor lo e-presan ante los dems. 0&, en cambio, est lan%uideciente su particular modo de hablarles a los chicos de determinada manera, con determinadas formas de discurso. N sea, en definitiva, que los chicos para quienes aquella revista martiana fue inventada ya no son sus lectores porque no se sienten prota%onizados en esos sentimientos ni en esos modelos, procer&sticos o no, e-puestos en ella. Cada una de las elecciones éticas que elabore un creador ser vlida en tanto y en cuanto esté le%itimada por sus consumidores probables. 'sta le%itimación, se entiende, no contradice los entrecruzamientos que se produzcan entre el creador y sus consumidores, y que son altamente necesarios para hacer estallar mejor las múltiples si%nificaciones de las que hablamos anteriormente. +os libros !y todos los te-tos literarios as& lo e-i%en. dF %l <imo codo de las intrusiones: la morali'ación de los moralidades Un rumbo oblicuo toma nuestra peculiar literatura infantil cuando se la mira desde sus utilidades o servicios morales o moralizadores. Cuesta mucho descartar el criterio de las lecturas )edificantes) que, en efecto, est encadenado con la concepción de literatura para chicos a la que se nos ha acostumbrado. 'l discurso didctico que apunta hacia la moral o, la moraleja en%endra verdaderos desconsuelos, ya que desbarata el placer por el te-to literario !en su %rado de %ratuidad y tras%resión permanente para los incipientes lectores. +os educadores, padres o docentes, ter%iversan a menudo la dirección plural de los te-tos para consumarlos en una zona uni taria de moralización. Duevamente, enfati zo, lo literario s e subordi na a la
ejemplificación de pautas consa%radas que tienden peli%rosamente a homo%eneizar las conductas sociales desde la infancia. N, sencillamente, su%ieren que se las acate sin nin%una cr&tica. #esde hace mucho, el didactismo !moral y reli%ioso recorre los libros destinados a los chicos, a tal %rado que muchos !escritores y educadores creyeron que era un in%rediente indispensable en la literatura infantil. #ada la secularización de este criterio, se ha ido olvidando que son las instituciones !llmense escuela, i%lesia, sociedades literarias, universidades las que %eneran sus propios discursos morales/ que no hay una única dirección didctico!moral sino que cada institución emite su propio aparato. esta circunstancia, que no podemos dejar de considerar, nos remite al campo del poder. #e una u otra forma, retornaremos a estos conceptos que dan vuelta en torno de las instituciones de diversa &ndole y del poder que las mismas ejercen. 3Cómo detectar el peso moralizador en un te-to literario para chicos4 'n la literatura de los %randes siempre sospechamos que hay moralizadores detrs del escrito. Clara que los %randes, escritores y lectores, se hacen car%o de ello, tanto de aceptarlos como de rechazarlos. 2or eso mismo es que los %randes presumen de %randes. +os te-tos de la literatura infantil, en cambio, asaltan a lectores y oyentes ms vulnerables, con menos posibilidades de entrar o salir de la propuesta ofrecida. Qraciosamente, podr&amos decir que los chicos no pueden usar mucho las puertas del mundo pero que son fuertemente ventilado s por las corrientes de aire que los %randes producen con sus portazos. Créase o no, poco tiene que ver esto con una metaforización de las relaciones entre chicos y %randes +a detección de lo moralizante para los chicos se manifiesta en el empleo de cierta len%ua y ciertos s&mbolos artificiosos, que repiten los modismos o actitudes que los %randes quieren mantener !utilizando a los chicos especularmente, como aportar&an@ #orfman y Aattelart!, en una clara maniobra para se%uir vinculados con el tiempo por venir y ejercer poder sobre él. 'dulcorado, sin conflicto, ese len%uaje artificioso fabrica una zona de la no culpa, de la inocencia. +a historia, que la literatura infantil de tono moralizador desarrolla y pro%resa, culmina con una )abuenización), donde se levantan los deberes y los principios éticos provenientes del sector he%emónico, el de los adultos, que quieren as& proyectarse ahistóricamente. #e esta manera la literatura infantil consa%rada forja sus propias trampas, su propia rutina, sus propios clichés. Como t oda literatura, al fi n, pero con mayor violencia y con un enorme ejercicio del poder. +a literatura para los chicos se convierte as& en un definido 2a&s de los rquetipos?. Momento final de esta parte casi una disculpa
'ntiendo que es en%orroso deshilvanar los hilvanes que ajustan las consideraciones e-puestas, ms todav&a cuando no han sido apuntaladas por muestras literarias que despejen ambi%9edades. Dada ms ajeno a mi intenció n que eludir demost rar, con lectura de te-tos, l o que ar%umento o lanzo como hipótesis, pata que as6 podamos reformular al%unos conceptos que todos conocemos, o advertimos, y que %eneralmente se utilizan pero que muchas veces es necesario sacudir o contrastar para lue%o reinsertarlos en el mundo de hoy( el de la cultura y el de los chicos. ampoco he querido que en este libro dejaran de moverse las tensiones y distensiones que se ne%ocian en una clase viva. 0in embar%o, el libro me obli%a a e-poner un compacto marco de trabajo, donde fi%uren las problemticas ms recurrentes para el tratamiento sistemtico de la literatura infantil. @
? O
'l subrayado el m&o.
riel #or&rnan y rmando Aattelart, Para leer al Pato (onald , Ruenos ires, 0i%lo GGI, *?O1,
Dicols Kosa en su art&culo =0e-o y creación( 0artre y Qenet) !Incluido en Cr&tica y si%nificación, Ruenos ires, Qalerna, *?OSdeldonó estas refle-iones para que yo me apoyara lar%amente.
2or eso he cre&do que el primer paso consist&a en abordar los múltiples discursos disciplinarios que se entremezclan en nuestro espec&fico espacio literario, a fin de privile%iar la materia esencial que nos ha reunido( la literatura y sus escritos. $e omitido a propósito, para %anar en vivacidad, sostenes biblio%rficos elaborando de este modo un ejercicio activo de lectura como si todo fuera un fle-ible rincón de refle-iones y opiniones nacidas de una auténtica prctica sin%ular.
In!reso a las traiciones Las cacer"as y sus rumbos
'l libro es una trampa, una cautivante celada para un lector astuto. 0in embar%o, en %eneral, la condición de )astucia) no est desarrollada en el lector, quien cae en una jaula o en un pozo repleto de palabras que lo aturden confundiéndolo. 'n ri%or, los dueños de la astucia son pocos( el editor, el director de la serie o de la colección dentro de la empresa editorial, el que escribe y es responsable del producto literario. veces, los cr&ticos. odos ellos poseen diferentes técnicas de cacer&a, que no son dif&ciles de reconocer si es que el lector est prevenido y reconoce las pistas que le arrojan a lo lar%o de su lectura. 3$asta qué punto los escritores aceptan o no las directivas de los editores4 3$asta qué %rado los editores se hacen car%o de sus publicaciones4 0on cuestiones apasionantes. 0in embar%o, no interesa en este trabajo ahondar en las pol&ticas editoriales cuyos productos constituyen un apasionante circuito cultural 0olamente trataremos el tema tan%encialmente en cuanto conven%a a nuestros planteos o a nuestro modo de leer los libros. 'n verdad, me preocupa el comprador 8 el lector 8el consumidor 8el multiplicador que no atina a probar una adecuada cacer&a en los libros para saber hasta qué punto est o no de acuerdo con lo transmitido librescamente y qué consume de ese proceso industrial encabal%ado en la cultura. 2arto, en esta tarea de armar al lector de libros para chicos, de una inicial conjetura que consiste en creer que no se sabe leer el libro que se tiene entre manos. 3'n qué se basa este principio conjetural4 2ues en la conformidad de recibir el libro y no mirarlo inte%ralmente, en no recorrer sus modos de construcción u or%anización. ser&a ahora el momento de pre%untar qué es eso de mirar un libro bien. Heamos se%uidamente cómo debernos hacer de ello, paso a paso. odo libro est bien planteado si su titulo es claro y sintetiza lo fundamental de su contenido Ea veces, claro est, el t&tulo puede estar desple%ado en un subt&tuloF. +as tapas ylas contratapas, las solapas y el &ndice permiten al lector un primer acercamiento a aquello que est adentro. 'n al%unos de esos espacios mencionados es posible que se hallen los datos biobiblio%rficos del autor y, si lo hubiere, del ilustrador, a fin de que el lector sepa como desde dónde insertar a los mismos, coetneos o no, dentro de una producción literaria o %rfica. 'stas primeras miradas se dir&a que justifican aquel dicho que aconseja )andar con pies de plomo), ya que el lector, paso a paso en tan candoroso lectura, obtendr importante información para una mejor comprensión de las premisas culturales que se le proponen desde afuera hacia adentro. s&, el lector sabr quiénes son el editor responsable, el autor, el ilustrador, el traductor/ el número de ediciones e impresiones que ha tenido ese te-to y, en caso de que el libro forme parte de una serie o colección, quiénes estn a car%o de la misma y qué otros t&tulos han publicado. unque parezca balad& no es inútil informarse de la fecha de publicación !hablamos de la primera edición dada a conocer, por supuesto pues la misma nos permitir ubicar a la obra " a sus responsables en su
correspondiente momento cultural y literario. Con esos datos, también podremos sopesar mejor el aprovechamiento que los sujetos intervinientes han hecho de lo que les ofrec&a su época. +as diversas versiones de un mismo t&tulo licuadas a cabo por distintas editoriales nos permitirn reconocer el empobrecimiento o la robustez de al%unas de ellas, a las que, con se%uridad, no sab&amos sacarles el ju%o o que, quiz, distorsionaron nuestro conocimiento con respecto a una obra. 0e%uramente cada uno de nosotros cuenta en su haber con libros pésimamente mal conocidos a ra&z de ciertas mutilaciones sufridas en su recorrido editorial. Uno de los casos ms claros es el archiconocido Pinoco del italiano Carlo Collodi, que casi todos hemos le&do en relativamente pocas p%inas, salteando aventuras y empequeñeciendo a los varios personajes que lo puebl an. modo de apost illa a%re%arla que, en este caso, se unilateralizó su sent ido ori%inal a piacere en las diversas traslaciones realizadas por las industrias editoras. este libro le puedo sumar el del danés $ans Christian ndersen, %l patito *eo, que, %racias a sus presumibles utilidades escolares, es conocido en brev&smas l&neas. l%unas colecciones de lecturas para chicos ubican sus producciones, adems, con un )a partir de ... años) !el caso de la colección infantil de la editorial 'l teneo, diri%ida por Qraciela 2erriconi, por ejemplo, en nuestro pa&s o un lo%otipo que, se%ún la posición de s us fi%uras, identifica si se trata de un te-to para protectores, lectores escolarizados o lectores juveniles !el caso de los libros de la editorial lfa%uara! o poner las edades de los lectores posibles de sus t&tulos en la misma tapa convidante, como lo hace la editorial Nrión en su serie )+a +echuza), diri%ida por 2oldy Rird. a establecimos en la primera parte de este trabajo que esas su%erencias cronoló%icas atienden siempre a responder a los intereses profundos de los chicos, pero el lector adulto, mediatizador y comprador, sabr fle-ibilizar las mismas cuando lo considere adecuado para sus lectores infantiles.*S #l!unas traiciones al incauto lector
'ste cap&tulo hablaba de )traiciones). a ellas voy a remitirme para que se comprenda ms vastamente el dilo%o confuso que se puede entablar entre un libro y su lector. Heamos, entonces, 3quién traiciona a quién( el lector al autor o el autor al lector4 's posible que concluyamos que ambos son traicionados, de manera diferente. 0i tomamos como modelo un libro, porque 5o tenemos cerca, a nuestro alcance, %l patito Coletón de Aartha 0alotti** , y hacemos la lectura tal como he indicado, desprender&amos al%unas observaciones muy claras para este sencillo estudio. Coincidiremos, en primer lu%ar, en que el subt&tulo )JS cuentos para Mard&n de Infantes) es atrapante y muy tentador para una maestra jardinera que debe iniciar de inmediato sus tareas como docente de 2reescolar. 'ste primer señuelo apela, precisamente, a la necesidad qu e tiene el maestro de 2reescolar de activar o motivar a los chiquitos. 'l libro sur%e, en consecuencia, como una auténtica panacea, en la que Tnicamente se descubren soluciones y nin%una interro%ación. +amentablemente, me permito e-presar. 'l imperativo de sus obli%aciones lleva al maestro a desechar partes sustanciales del libro para utilizar los breves te-tos que lo conforman. %l patito Coletón lleva una Introducción que e-plicita sobradamente los *S
Decesito aclarar que estas peli%rosas yacaso 2erversas acciones 2or 2arte de las editoriales se deben a una le%islación %eneralizada y descontrolada por la que, pasados cincuenta años de fallecimiento del autor es posible tornar su obra y editarla sin el pa%o de derechos intelectuales. 'l descontrol est evidenciado por la 2roliferación de ediciones piratas y por la adulteración de la materia prima. 7ue todo el mundo *, convierta en dueño de una obra literaria me parece formidable, pero que se la maneje antojadizamente es absolutamente deleznable y roza con la delincuencia. **
Aartha 0alotti, %l patito Coletón+ - cuentos para .ardín de /n*antes, Ruenos ires, Quadalupe, ERiblioteca 2eda%ó%icaF, *?O:.
propósitos que llevan a Aartha 0alot ti*1 a escribir esta obra. 'n la misma se e-presa concretamente que el cuento es )una herramienta de trabajo en el Mard&n) y, ms tarde, se desprende el papel de orientación que la maestra jardinera debe cumplir para con el pequeño, a fin de ayudarlo a ubicarse en el mundo. Cuando leemos las condiciones e-i%ibles en Un cuento para el Mard&n !a%rupadas en una especie de declo%o notarnos %ruesas contradicciones en la puesta en prctica, o sea en los te-tos !los cuentos que el propio libro incluye. As all de los cuidados con respecto a la brevedad y al uso de pocos personajes, con los que podemos acordar atinadamente, su r%en al%unas fórmulas q ue intri%an y preocupan. 'scribe Aartha 0alotti que el cuento debe 0estar escrito en lengua oral culta01 0no tener descripciones para no 2uerer ense3ar nada01 0no tener literatura0 , para rematar %raciosamente con )tener ternura, poes&a, belleza). Do he podido dejar de subrayar los puntos @ y ? de su códi%o escriturario porque estimo que los mismos producen inquietantes paradojas. 'n lo referente al tipo de len%ua a emplear, me ur%e enfatizar que ese instrumento debe emplearlo el escritor para dialo%ar, para encontrarse, para li%arse en un mismo re%istro con s u receptor, en este caso un pequeño d e Mard&n. 'l hablante creativo o sea el escritor, debe obli%atoriamente convocar las resonancias del hablante a quien destina su producto. +a asequibilidad de su len%ua no implica, en nin%ún caso, la utilización de vul%arismos, de e-presiones %roseras, de barbarismos, pero s& debe rondar lo coloquial yfamiliar para fortalecer la competencia lin%9&stica de su consumidor en formación y desenvolver un coprota%onismo con sus personajes a través de la len%ua actual. Una auténtica )len%ua oral culta) dentro de un te-to dejar&a definitivamente mudos a los chiquitos, quienes se sentir&an inhibidos para e-presarse a su manera. +a len%ua en uso, esa que todos hablamos puede ser le%itimada desde la literatura, y lo es. 'ncapsular a la len%ua y su uso para los chicos es convertir a aquélla en puro alambique academicista y en una herramienta ms propia de museos de la palabra que palanca vital de comunicación. l declarar tan tajantemente la no inserción de elementos descriptivos en los cuentos, se coartan las posibilidades de recrear un espacio, el mbito donde se mueven los personajes principales. 0in embar%o, sabemos con certeza que a los chicos les apasiona, sin saber por qué. que el te-to les ofrezca ciertos detalles con que nutrir su fantas&a. 2orque, adems, un escritor se permitir su%erir un sinf&n de pistas a lo lar%o de su escrito que importarn en el placer total de lo escuchado. Cuando lle%amos al punto de ne%ar la enseñanza que aportan los cuentos de 0alotti, quedo francamente paralizada. Do es para menos. 0i me han se%uido hasta este momento, se darn cuenta de que, al leer la Introducción, ya he le&do !fiel a la rutina de lectura que he establecido anteriormente el &ndice, que se titula )&ndice temtico), y por el que he sospechado que los temas conducen a un determinado centro de interés. +as correlaciones estn claras( )'l barrio EtemaF ;'l %ato que fue preso< EcuentoF educación vial Ecentro de interésF/ 'squema corporal EtemaF ;Rertino y sus perritos< EcuentoF proporción 8 espacio Ecentro de interésF) y as& sucesivamente. unque en al%unos casos se omita el centro de interés, el objetivo es evidente, como en el caso de )$istoria EtemaF!;+a espada voladoraiel a su intención, ha elaborado los te-tos de los cuentos privile%iando el discurso didctico, obteniendo de esa manera una suerte de rutina ar%umental que justifica el mensaje. unque sean loables sus pretensiones peda%ó%icas, el medio utilizado !los b reves te-t os n arrativos! s on nad a ms y nada menos q ue una estafa para los pequeños que quieren )meter el cuerno) en ellos. #e all& que hablramos de )toma del saber) o control, mar! cando una considerable distancia entre el productor !la 0alotti , en el ej emplo e-puesto! y los receptores, los pequeños del Mard&n. 2odr&a e-cusarse la postura de 0alotti ubicndola en el conte-to de una época en la cual se privile%iaba enormemente la enseñanza de los valores morales, pero el ar%umento resultar&a débil, pues, entonces, 3dónde ubicar&amos a un Mosé Aart&, a un Conrado Dalé Ko-lo, a un Mavier Hillafañe o a un 'nrique Ranchs, férreamente instalados en la literatura4 'specialmente si apreciamos que han trajinado desde fines del si%lo pasado hasta la década del =JS del actual. +a servidumbre a un códi%o peda%o%izante hace de %l patito Coletón un libro!herramienta para la educación de la conducta infantil/ jams ser, en consecuencia, un libro literario. Como vemos, los casamientos forzados !pese a las buenas intenciones que los impulsan! se consumen en s& mismos o producen hartura sin haber siquiera probado bocado. 0in embar%o, el libro anda dentro de un circuito comercial y cae bajo los ojos del maestro de Mard&n. 0i éste no ha trabaja! do sobre los conceptos de educación infancia 8 sociedad 8 literatura es muy posib le que cai%a en la trampa que se le abre. 'l trabajo de )motivación) y de )jue%o) seudocreativo lo seduce y pone manos a la obra para )trabajar) con el material que le ofrece %l patito Coletón+ 0u%erirla, en este tramo de mis observaciones, la necesidad de cotejar esa suerte de teor&a literaria para Mard&n de Infantes urdida desde la Introducción por la propia autora con los cuentos, con el objetivo de comprender la falacia que los abarca. #nticuerpos para la trai ción
*1
l comentar este libro me veo obli%ada a dejar sentado mi profundo respeto por la tarea peda%ó%ica emprendida en Ruenos ires por Aartha 0alotti, una de las pioneras en introducir la literatura infantil, de acuerdo con su criterio de época, como un elemento necesario para desarrollar las actividades creativas de los chicos. 0u tarea desde el Instituto Rernasconi y, posteriormente, desde el Instituto 0UAA ha sido realmente interesante para todos los que nos dedicarnos a esta rama espec&fica de la +iteratura.
'l maestro, en su papel de vehiculizador cultural y social, traicionarla as& una de las posibilidades ms fecundas que la escritura le ofrece op¶mente su potencial m%ico e inconformista. 'l educador incurrirla as& en una doble traición( traición a la literatura y traición a los chicos.
3#e qué modo puede el maestro de Mard&n y otros sustraerse a los ries%os traicioneros de al%unos libros4 0implemente, ejercitndose como lectores, a partir de la desconfianza primera que todo te-to creado para el manipuleo literario debe, necesariamente, despertar. a se sabe que no podemos e-i%ir que los chicos sean cr&ticos de la realidad e investi%adores lúcidos de la misma si el maestro no se ha entrenado previamente para interro%ar lo que les propone. Kecordemos que la escuela es, o deber&a ser, una fbrica de pre%untas. +a suma de ambas traiciones, nacidas de diferentes circunstancias, como aqu& he señalado, produce implacablemente el destierro de la literatura. 2eor aún, la lan%uidez que e-perimentarn los lectores y oyentes de nuestras propuestas tender a convertirlos muy rpidamente en no lectores. +ancé a propósito la palabra )estafa) para el caso en que damos cuentos con el fin de imponer una lección o de desarrollar un centro de interés o bien para realizar actividades absolutamente ajenas al mbito de la palabra. $e necesitado inscribir en el territorio de las traiciones esta prctica de servicio que se le impone a lo literario, y que lo literario jams pidió, con la esperanza de reconvertirla. 2ensémoslo, para aflojar las tensiones que impone la marcha sobre un único carril !el didctico 8 moral! y para mejor %ozar de la deleitable y precisa distensión que debe producirse al tratar un libro o un escrito literario desde la pluralidad si%nificativa arrojada %enerosamente por la literatura. De la inmutabilidad $istó rica al valor
vancemos un paso ms. 'l recuento de las traiciones en el seno de la literatura destinada a los chicos es innumerable. $asta aqu& estuve dando vueltas en torno a dos elementos que se interrelacionan fuertemente( el del uso y el valor otor%ados a una obra literaria. l plantear la traición, hice hincapié en una de sus caras, posiblemente la ms obvia, la del uso o puesta en servicio que dos sectores !escritores y maestros! pueden hacer de una obra literaria. 'cho al camino el término complementario para que no quede enterrado y se soslaye por comodidad o por pereza refle-iva( el del valor y los usos del valor. Cada autor literario, para elaborar su escrito, parte de una especie de punto de acuerdo que supone compartir con el lector y que incluye hechos, lu%ares, presunciones y también valores y jerarqu&as de valores. 0e%ún ese tcito acuerdo, los valores supuestamente compartidos estarn contenidos, por ejemplo, en los objetos o seres ideales que se emplean en el te-to escrito para incitar a la acción !aparecen en la idea de )justicia), en las )hadas), en los talismanes! y la jerarquización de los mismos depender de la inserción del te-to en la prctica histórica de la comunidad donde se lo consuma. 'n la literatura infantil la cuestión de los valores es especial! mente central " suele suceder que persistan ciertos valores privile%iados como si se desconociesen los rumbos ideoló%icos que el tiempo descorre en forma implacable. 0on en cierto modo valores con%elados. 'stimo que los ejemplos ms contundentes del tema estn dados por el importante lote de los vul%armente llamados )cuentos tradicionales), a pesar de que la amplia confianza que supone el haberlos conocido desde muy pequeños hace comúnmente imposible la relectura de los mismos o su reformulación en cuanto a la validez o no de sus contenidos intr&nsecos. Do nos interesa ac dilu cidar si se t rata de te-tos populares, posteriormente transcriptos, des%ajados de una literatura m&tica y oral acaso, simbolizadora, o solamente la traslación de los miedos del hombre en las distintas fases de su evolución. Una formidable biblio%raf&a al alcance de ustedes permite conocer las diversas perspectivas que el tema del cuento fol Plórico y popular ha tomado yque merecen ser conocidas. Ae atrae, sin duda, de todo ese corpus Eun verdadero cuerpo edificado por los pueblos para hacer o&r sus voces, al finF, su permanencia, su incesante revalorización y su incre&ble inmortalidad !o sea su inmutabilidad! hasta nuestros d&as. 3caso es posible que se sosten%an, sin ms, te-tos producidos#" aprobados entonces por
los contemporneos! durante los si%los GH, GHI y GHII4 3's que mbitos socioculturales diferentes se homolo%an a través del tiempo4 Do soy una lectora de aquellos tiempos, pertenezco al si%lo GG y me acojo a los múltiples sistemas codificados que lo enmarcan " lo tipifican. Interro%o, entonces, cómo es posible que ese mundo cerrado, forjador de arquetipos éticos y estéticos, manique&sta, conservador, descrito en esos cuentos, todav&a conmueva. 2ronto sur%en respuestas de distinta &ndole para tal interro%ación =omaré dos de las que tenemos al alcance, decididamente entendibles por todos. +a primera la brinda la psicolo%&a/ la se%unda, el campo mismo de la literatura para chicos. *. #esde la psicolo%&a, el aporte ms vlido ha sido el presentado por el doctor Rruno Rettelheim en su libro Psicoan4lisis de los cuentos de bodas:
'n la Introducción, este médico austr&aco nacionalizado norteamericano e-plica por qué ha ele%ido los cuentos tradicionales, o de hadas espec&ficamente lue%o de recorrer todo lo publicado para chicos en los 'stados Unidos, cuando todo lo considerado le pareció insulso e insuficiente para incitar a los lectores infantiles a producir las simbolizaciones ms elementales. $eredero y practicante de las teor&as freudianas, Rettelheim considera que los te-tos tradicionales operan sobre el inconsciente infantil permitiendo a los chicos e-pulsar conflictos ms dramticos( inse%uridad, búsqueda de alicientes vitales, temor a la muerte " a las contin%encias de la vida, causalidad y analo%&a vistas desde fuera de s& mismos. 0e%ún Rettelheim, esos reconocimientos posibilitan la adquisición para los chicos de un lu%ar en el mundo!, no se escamotean los peli%ros que trama la vida aunque se les otor%a la esperanza activa de sobrellevarlos felizmente. +a confianza que donan los cuentos populares o de maravilla, por los que transcurre ficcionalmente la vida, con sus miserias y sus triunfos, permite a los chicos lectores y oyentes aprender las dificultades que se les presentarn. 'l tempo narrativo, basado primordialmente en la reincidencia de lo ternario, no es en vano, como tampoco el duelo entre prota%onista y anta%onista, entre lo heroico y lo antiheroico, el cautivante entrecruzamiento de lo malo y de lo bueno que e-ponen los mismos. criterio de Rettelheim, el lote de cuentos escritos especial! mente para los chicos burla el dramatismo que conlleva la vida, banalizando enfermizamente su problemtica &ntima. Hal%a como apostilla importante e inevitable que este trabajo de Rettelheim sur%e debido a su e-periencia con niños autistas tratados por él. #e todos modos, creo que el estudio desde el psicoanlisis frena un tanto a los descontrolados detractores de los cuentos maravillosos de ori%en! popular. 0irva esta ocasión también para comentar que el analista Rettelheim se basó para su investi%ación en los te-tos ori%inales, sin las adulteraciones que allanan artificiosamente las asperezas de la vida, y éste es un dato fundamental para contraponer a quienes ofrecen nada ms que ficciones )felices) a los chicos. 1. 2or otro lado, los cuentos tradicionales pueden contemplarse bajo la perspectiva de la creación literaria, campo en el que han ocurrido hechos muy peculiares. $ay escritores que han empleado a manera de prete-to el corpus armado de los cuentos tradicionales( su morfolo%&a, en el sentido que le otor%a Hladimir 2ropp*: y la rendición de una lección de vida cotidiana. Qracias a ello, los héroes han sufrido un proceso de desheroización, lo%rando que sean vistos de carne y hueso, distantes de la afectación o de la portación de estereotipos ético!culturales( el verdadero prota%onismo ha sido trasladado al lector, al consumidor del producto. 'n esos cuentos se evitan las soluciones m%icas o llevadas a cabo por un deus ex macina y se promueve, en cambio, la búsqueda de soluciones por uno mismo, arries%ando el propio criterio ante los hechos. *:
H. 2ropp, Morpoloiíe du conte, 2ar&s, 0euil, *?OS. E$ay versión en españolF.
Dos pre%untamos ahora, 3a qué se deben las modificaciones si no vulneran la matriz primaria de donde proceden4 2or supuesto que las modificaciones s e ori%inan en que el lector, la sociedad, las costu mbres, los mitos y la ritualidad primi%enio de la e-istencia han variado con el tiempo. +as reinvenciones o esa suerte de mise au point del producto nacen desde el creador ante su modo de enfrentarse con el mundo/ el creador es el primer lector y le%itima su visión de las cosas mundanas desde la escritura. +ector él mismo, instalado en el si%lo GG, se diri%e a sus contemporneos repleto de resonancias anti%uas e inquieto por acciones y situaciones nuevas. Con mayor o menor acierto y olvido encontrar&amos una buena cantidad de escritores que han trabajado a partir de ese deslumbrante e ine-cusable material literario( >ryda 0chultz de Aantovani, Aar&a 'lena "alsh. 'lsa Rornemann, +aura #evetach, Qraciela Aontes, 'ma "olf, Qustavo Koldn, >ernando 0orrentino. +a lista puede !y debe, necesariamente! en%rosarse. Do caben en este espacio las valoraciones criticas, o sea las nuevas pre%untas acerca del te-to producido, pues me interesa únicamente mostrar que si%ue viva y moliente una estructura de base popular con su estupendo acento puesto en la historia, en eso que vul%armente describir&amos corno el qué va pasando, qué se nos est contando ah&, e-puesta sin inocencia al%una y vinculante con su probable consumidor *B. 2ero todos ellos, y ms que ellos, convalidan un modo de leer la literatura " de hablarles a los chicos, permitiendo as& un constante reflorecimiento sur%id o de manera tan sencilla( cont ar la poca y sabia cosa que cada uno es. Aas no siempre es tan creativo y tan responsable este tipo de semantización de lo escrito para provecho de la literatura infantil. Una lista mucho ms e-tensa podr&a hacerse de quienes han convertido a la literatura infantil en una e-cusa para pania%uar sus conciencias adultas chantajeando la complacencia de los chicos lectores con dulzuras y %azmoñer&as a todas luces represoras de la invención. Ntra vez asistimos a una cacer&a inhbil que ha montado su propio len%uaje y se ha ple%ado a los tics con los que se identifica a una infancia vacua e ine-istente. Una falsa actitud de proteccionismo disfraza, en verdad, el accionar omnipotente de sus escritos, las ansias de he%emonizar una zona tan vida y compleja como es la infancia en s&. 'l desacierto de este tipo de literatura descansa en construir para los chicos un universo incontaminado y sin a%resiones, esto es, sin historia y sin historicidad, y por el que se cuelan las mercader&as que los %randes 8 los escritores desean preservar/ lo de%radante, di%moslo, es la ausencia de asidero, la atemporalidad, la in%ravidez por donde se destilan situaciones francamente inveros&miles. 0in embar%o, es posible pulsar los ms claros sentimientos de los chicos y modularlos poéticamente sin establecer tutelajes desde la moral, sino en %enuino convite a encontrar el placer por debajo, por encima, dentro de las palabras. al un 'nrique Ranchs en Para contar al ermanito5, quien en brev&simos relatos ensaya vincularse honradamente con los chiquitos, empleando una len%ua que se desaf&a a s& misma constantemente y permite que se introduzcan los chicos en una literatura que se deja tomar con una transparencia incre&ble. al un Mavier Hillafañe en %l gallo pinto+ que rumbea en forma e poes&a los hechos ms triviales y donde, ms all de la mera armura fónica, deja que los chicos se suban a cada poema para asomarse a un casamiento entre bichos o a trotar con un burro. *B
claro que he utilizado la e-presión )sin inocencia) porque ya hemos e-plicitado la toma de partido que realizan ambos actores de una lectura, literaria o no( el productor 8 autor y el lector 8 consumidor. 0i caracterizamos a la literatura corno el entrecruzamiento de pasiones !el te-to propiamente dicho como la e-presión de esa pasión! jams podr&a inmiscuirse una m&nima %ota de inocencia. ambién a%re%arla que, si en la literatura ha! bitan las mentiras por e-celencia, el lector est e-i%ido a reconocer el acuerdo preliminar que reúne a las mentiras con las palabras que las pronuncian. *J 'nrique Ranchs, 2ara contar al hermanito, Compilación introducción y notas de Aar&a de los Vn%eles 0errano, Ruenos ires, Quadalupe, *?@J.
'n uno y otro ejemplo !hay ms, por cierto! los chicos se dan de lleno con te-tos provocativos que funcionan como verdaderos banquetes en los cuales los hospitalarios anfitriones son los chicos mismos*L. %na e&presión del travestismo literario
$ay tristes lectores y hay peli%rosas lecturas. #e una de estas últimas trataré se%uidamente. Un escritor! desafortunadamente hay otros semejantes a él! ha e-acerbado una actitud )interesada) desde la literatura, catequizando y adoctrinando a los chicos para que rescaten un mundo que, a su entender, est roto. #esoi%amos, bien a propósito, la fecunda e-presión de que los chicos son el pasaporte al futuro y revisemos los valores de di! versa &ndole que el autor traslada al te-to/ podremos reforzar al%unos puntos de vista tendientes a remozar la prctica de la literatura para chicos. +a literatura de la decadencia y la desvalorización del presente no es nueva/ ha sido cantada" contada por muchos auto! res, desde 'nrique 0antos #iscépolo hasta los filósofos europeos de la primera pos%uerra, pasando por l a cinemato%raf&a norteamericana po sterior a Hi etnam. 0ob re ese leitmotiv, el de la pérdida de valores, se borda el te-to del que nos vamos a ocupar. 'l escritor en la mira !y, enfatizo, empleado como modelo ms determinante! es 'milio *:reda, autor del libro Cuentos para espacionautas E2lus Ultra, *?@LF. Duevamente nos encontramos con una especie de Introducción que abre las puertas para un refle-ivo comentario. +a misma se titula )Carta a espacionautas) y a la brevedad nos darnos cuenta de que est destinada a ser le&da por los compradores y no por sus probables lectores, los chicos. 0i aquellos compradores !padres, docentes, bibliotecarios y otros mediatizadores culturales sobre los que maniobran las industrias editoriales! advierten los ries%os de sus enunciados, estarn preparados para reconocer la fuerza de las contradicciones que se desprenden de ese te-to preliminar o de la totalizadora ener%&a de una moral reli%iosa do%matizante. +a redacción de esta ficcional )Carta) est ubicada )en el espacio e-traterrestre, invierno del año **.??@.@JJ del planeta ierra). vanzando en la lectura de la misma y superando conceptos corno )escribir es, de al%ún modo, reelaborar lo que se lee) o )la ima%inación no reconoce l&mites, al i%ual que los sueños), hallamos la justificación de esta obra citando leemos que )el escenario de cada cuento, los personajes, han cambiado sus papeles, sus vestuarios, sus decorados, para permitirnos crecer en el universo fantstico que, corno la poes&a, es una comunidad de sueños). +a tentación del subrayado no decae en mi mano, me consuela la relectura de esos tres elementos en tan estridente relación( fantstico !poes&a ! sueños. Un tr&o que da muchos dolores de cabeza a los cr&ticos de la literatura infantil ar%entina en %estación. +os personajes que estn alterados en sus espacios naturales son nada menos que personajes de los cuentos populares( Caperucita, Rlancanieves, $ansel y Qretel, la Rella, Cenicienta, Qato con Rotas, 2ul%arcito, a los que se a%re%an licia, de Carroll, y 2inocho, de Collodi. 32or qué es que considero %roseras todas las alteraciones que ha cometido4 2ues porque lo popular tiene un si%no o una identificación determinada por su tiempo !la historia! y por sus valores !su idearlo!, por sus fluctuaciones socioeconómicas y culturales as& como por la manifestación de sus propias luchas por el poder, que son imposibles de i%norar. 'n una ju%ada que pareciera tapar lo esencial de esos personajes populares en su especificidad, Rreda presume de mesianismo en su afn de recomponer el mundo. *L
'ste convite se realiza, indudablemente, desde la verosimilitud que caracteriza a las puestas en escena de los autores. Ae interesar&a recomendar el trabajo sobre lo veros&mil de zvetan odorov titulado )+o veros&mil que no se podr&a evitar), incluido en el libro colectivo sobre +o veros&mil ERuenos ires, iempo Contemporneo, *?OSF. +a recomendación su%iere un punto de partida para reformular criterios bsicos en la producción literaria en %eneral, pero que concierne particularmente a una prctica de la escritura destinada a los niños.
'n uno de los cuentos )'l cient&fico loco del espacio), observamos claramente cómo, detrs de la e-cusa de la ima%inación infantil, el cient&fico8Eel autorF transfiere su herencia moral en lar%os parlamentos, casi monoló%icos, con el objeto de sanear al hombre a través de su hijo 8 el lector infantil 8 el comprador. 'scrita en primera persona, la historia se inicia con un viaje propuesto para romper la rutina de sentarse ante el televisor. s& leemos que )sub& a la nave cósmica de la ima%inación y, sin rumbo fijo, me lancé al espacio e-traterrestre). ras su viaje, arriba a un pequeño planeta donde solamente hay una casa !la del cient&fico!, un rbol y un perro. l sentirse i nterrumpido, el cient &fico e-cl ama )con tono d e reproche( !37uién osa perturbarme en el laboratorio de mis pensamientos4 37uién es el que se ha atrevido a pisar el jard&n de mi laboriosa conciencia4 37uién es el que %olpea a la puerta de mi esp&ritu inquieto4). +a respuesta que se e-i%e lle%a( )#isculpe, señor, usted no me conoce. $e lle%ado a este rincón de mi ima%inación para hablar un poco con usted. 'stoy cansado de monolo%ar frente al televisor. 7uiero que me enseñe el rito m%ico del dilo%o o, por lo menos, al%o nuevo, diferente.) +as respuestas a su problema le lle%arn a %ranel desde ese anciano, dueño absoluto de la )morada de la fantas&a). +ue%o de e-plicar que lo cient&fico no es )fantstico), enuncia su último invento, la >raternolo%&a, )ciencia que tiene por objeto descubrir la hermandad de todas las criaturas del universo. 0u método principal est basado en la analo%&a). #e all& en ms se suceden todas las formas analó%icas ms disparatadas, por las que se e-plica que todo se une( %ato 8 rosa/ hormi%as 8 abejas/ piedras 8almendras/ maestra 8 lechuza( uvas 8 luna/ cucarachas 8 cerdos. 'n conjunto, las enseñanzas del cient&fico llevan a demostrar la invalorable función de la naturaleza en cada lu%ar y en cada especie, oponiéndose a la acción del hombre, )el único inventor de basura del universo). nte la inquietud de su interro%ador 8 el lector infantil 8 el comprador, el cient&fico da soluciones para superar los males del mundo aconsejndole que )tienes que tirar para afuera la tapita del e%o&smo. +a ener%&a comenzar a brotar a borbotones... 'l amor es la única ener%&a ina%otable y cuyos yacimientos no tienen fin). oda esta tanda de enseñanzas volcadas a un pequeño oyente del 2rofesor Aa- 7ueloco, el cient&fico impecable de la historia, demuestra su falsedad o su ajenidad cuando se reinserta en el mundo cotidiano, en su circunstancia doméstica( la vida junto a una mam que, sonriente, le responde( )$ijito, esa carrera Ela >raternolo%&aF no e-iste). +a distancia entre esta historia, nacida de los sueños proba!les de un f&sico cualquiera con sus fantas&as presuntas y los elementos qu e cifra la realidad es notable. 32or qué el te-to, en tanto te-to literario. no convence un pice4 0encillamente porque la voz del adulto Eel autorF est impre%nando todo el espacio de las interro%aciones probables de los lectores infantiles, si recordamos el carcter monoló%ico que mantiene la obra que tuvimos bajo nuestros ojos, en una clara muestra de la dominación, del imperio del cient&fico sobre el niño. #el mismo modo y en la misma medida en que lo hac&a el televisor !del que el chico pretenda escapar! el te-to de Rreda lo asfi-ia, esclavizndolo. N sea, la palabra actúa como %rillete de la libertad. +os chicos suponen, %racias a la fantas&a desencadenada po r Rreda, que estn huyendo de un mal que no tiene voz le%itimada, pero caen en las fauces vidas de un adulto plenamente convencido de que puede resolver los males humanos bajo las mscaras que la literatura, %enerosamente, le brinda. M's cuestiones sobre la peli!r osidad te&tualizada
+os trabajos sobre la literatura infantil han insistido lar%amente en que los libros que se les ofrecen a los chicos deber&an evitar causar frustraciones o semifrustraciones que puedan invadirlos impiadosamente. 2recisamente para evitar tales desen%años prematuros !que pueden crear zonas de profunda autodesconfianza!
es que muchos escritores han eliminado de sus escritos los dei ex macina, es decir =aquell os personajes que lo recomponen todo armoniosamente aunque estén fuera del jue%o ló%ico que la ló%ica de la historia requiere. +as soluciones que provienen de afuera, sin la ayuda, la comprensión o la elaboración del niño receptor, tienden a debilitar a ese mismo receptor, convirtiéndolo en un sujeto dependiente de los reacomodamientos planeados por otros. +os toscos maquillajes de los personajes y de los escenarios de los cuentos de Rreda nos enfrentan a su manifiesta peli%rosidad. l emplear personajes reconocibles por los chicos, pone en escena una situación de boicot al cuento mismo, en pos, se%ún él, de modernizar los tratamient os anti %uos. 0in embar%o, sacudir un plumero sobre lo conocido por los chicos para volcarle encima, impiadosamente, monser%as de tono moral y reli%ioso, subrayando !desde afuera, por supuesto! los espacios del bien y del mal en forma ine-orable, no hace ms que quebrar, mutilar, descomponer un fermento m&tico y simbolizante que merece ser conservado tal cual. Cuando hemos hablado de los cuentos populares trasladados lue%o para uso de los chicos= desde la psicolo%&a y desde la creación literaria hemos propiciado que se respete lo sustancia l de esos cuentos. Consideramos que lo razonable es presentar un corpus literario popular y anónimo que pueda e-plicarse en su verdadera importancia, ubicndolo en un tiempo, un lu%ar y una a-iolo%&a que brotan del mismo. +as adulteraciones cometidas por Rreda !u otro acaso! ter%iversan brutalmente el sentido de los cuentos populares, apoyndose en el discurso didctico, alias el discurso del saber y la autoridad. Do hay en ellos recreación %enuina esos te-tos no apuestan a los tiempos que viven los chicos*O sino que, por el contrario, se limitan a obli%arlos a escuchar las palabras de los adultos, ajenas, y mientras la len%ua de los chicos est ausente, irremediablemente ausente *@. +os te-tos de 'milio Rreda se inscriben, arries%ar&amos, en una literatura que corre ries%o %rave de desliteraturizarse como efecto de un proceso de tradicionalización. ()ué es esto de la tradicionalización literaria*
$e levantado el concepto de tradicionalización no solamente por Rreda sino también por otros escritores para chicos que abusan de los elementos constitutivos de los cuentos estrictamente tradicionales para subvertirlos, reduciéndolos a un orden mezquino y nada creativo. radicionalizar implica, a mi entender, pasar por sobre la historicidad y la ideolo%&a que las diversas concepciones literarias del valor y de la función contienen puntualmente y que los relato s ponen en escena. Do hay dudas de que la %enerosa h ospitalidad de l a literatura infantil aloja una enorme cuota de permisividad, dada su aparente aideolo%ización y su acriticisrno verdadero. odo lo cual ! reforzando lo establecido en p%inas anteriores! señalar&a la necesidad de o peradores de control a fin de construir un territorio li n%9&stico y literario que concierna a los chicos. esta tarea, enfatizo, no es cosa de chicos. Como se ha podido observar, si se ha se%uido el hilo de estas refle-iones, uno puede tornarse traidor sin darse cuenta, se di! r&a incluso que con la mejor buena voluntad, y a ello contribuye el derroche de )tradicionalizaciones) que impre%nan todo el universo cultural infantil y que no se limitan a los cuentos de *O
para Creatividad en las puestas literarias y a%%iornamiento en los contenidos es el que provee el italiano Qianni Kodari en sus Cuentos *?OSF, en los que emplea también much&simos personajes de aquellos viejos relatos, recapturndolos a la atención de los lectores. Un escritor como Kodari lo%ra, adems, animar a un lector en aquello que ya conoce, que le es familiar, rein%resndolo al placer de o&r. *@ Un raro Epor lo inencasillable para los ortodo-osF libro de Mulio Cortzar, 0ilvalandia EMulio Cortzar 8 Mulio 0ilva, Ruenos ires, r%onauta, *?@BF propone, por el contrario, una ju%ada entre adultos !Cortzar escritor y 0ilva pintor! capaces de sintonizar con los lectores de ms de diez años y de cualquier edad, porque Cortzar %ozL mucho palabreando los te-tos plsticos de 0ilva. Hal%a esta apostilla para rebautizar esa zona de lo ima%inario Infantil descubierta en la escritura madura de Cortzar, que se revela incre&blemente libre, desatada, como festejando cada tina de las palabras y a todo lo que ellas movilizan. jugar Elfa%uara,
ori%en popular sino incluso a los que, ori%inados corno $eidi o 2inocho en un te-to de autor, han sido vaciados de su cuerpo primi%enio para sostenerse fantasmalmente, contrariados en el tiempo y alejados de los conflictos ori%inales que les dieron vida. Ae arries%ar&a incluso a decir que este particular fenómeno de la tradicionalización no solo abarca personajes o situaciones sino que también cierta )rutina) del escrito infantil, nacida, justamente, de la desprolija !jams azarosa! utilización de al%unos elementos narrativas tradicionales. Do cabe d uda de q ue e-iste una forma de escribi r para niños que ms s e p arece a una bolsa de lu%ares comunes que a la creación de un espacio abierto a la creatividad y al in%enio despertados para el %oce infantil. Incluso los escritores acostumbra! dos al mane o del público adulto son seducidos por estas )tradicionalizaciones) cuando escriben para un público infantil. 2uestos en esa situación, muchos escritores reproducen los tics que suelen or%anizar el te-to infantil y confeccionan un escrito abundante en esquematismos y en artificiosidades, con asuntos y personajes previsibles, provisto de una len%ua insi%nificante, es decir desconte-tualizada del universo lin%9&stico infantil*?. #e all& que me remita nuevamente al e-trava%ante ejemplo del escrito cortazariano ya mencionado en la nota anterior, donde el escritor obtiene al%o as6 como una lubricidad ma%n&fica de su oficio de escriba porque trans%rede sobradamente, palabra tras palabra, y nos empapa op¶mente con su humor. Kara ocasión en que al%uien es niño sin estar enfermo de aniñamiento. 'sta tradicionalización, que atempera y desinfla los conflictos hasta vaciarlos, anulndolos !a%re%ndoles un tratamiento estil&stica rutinario y sobreacumulativo de lu%ares comunes! podr&a entenderse también como uno de los meandros de neocolonialismo cultural diri%ido a los chicos. 0er&a acaso una de las formas ms habituales que emplea el sector imperializante !el de los %randes! para dialo%ar con el sector colonizado, el de los chicos. Nbtener una artificioso )abuenización) es el destino de una bien lo%rada tradicionalización( freno 8 represión 8 censura 8 auto! censura pareciera ser la ms adecuada serie paradi%mtico que la define. #esde esa postura, el productor de te-tos literarios infantiles manifiesta un templad o discurso fascista1S. Pasos $acia una+literaturiz ación+ de la literatura infantil
's posible que el concepto de )tradicionalización) que hemos e-puesto sea una suerte de sustituto o complemento de otras cate%or&as propias del corpus literario infantil. >altar&a, es evidente, redefinir ese modo de producción )tradicionalizante), inscribiéndolo en una serie 8 sinta%ma donde se pusiese en evidencia su articulación con otras cate%or&as propias del corpus. 'n todo caso dejo este embrionario filón, proponiendo que se lo recorra y que se inda%ue acerca de sus posibles vi nculaciones con la histori a, la ideolo%&a., la literatura en %eneral y la industrialización del libro en nuestro pa&s. l menos estimo que son varias las cuestiones que, a partir de al%unas interro%aciones, pue! dan sur%ir y hacer menos evanescente el tratamiento de esta literatura infantil que nos ocupa. 30er prudente de mi parte arries%ar al%unas ideas para )literaturizar) la lectura de te-tos infantiles4 0upon%o que si y asumo tal ries%o desde mi propia actividad como lectora que entiende que leer es un hecho cultural, aunque parezca una %racia decirlo. 1* *?
'n e-to%raf&as, la se%unda parte de este libro, hallaremos la cr&tica a 6urmila, la ermosa, publicado por Aarco #enevi en *?@L, un ejemplo de la ficcionalización del relato infantil, entendiendo por ;ficcionalización< !y pensando en todos los #enevi que irrumpen en el discurso literario infantil! esa suerte de travestismo del ima%inario adulto para consumo Infantil. 1S Kecobrando los sentidos de servilismo y poder que el mismo desencadena y a los que ya me he referido antes. 1* ;...as& dir&a que leer es hacerse car%o de una espacialidad/ lue%o, dir&a que leer es apropiarse no de la espacialidad que se pone ante la vista sino del proceso que le ha permitido confi%urarse y, por lo tanto, del sentido que se ha depositado en dicho proceso al que podemos llamar, esquemticamente, ;escrituraue dada a conocer en las Mornadas de Kefle-ión sobre +iteratura y eatro para Diños11 bajo el t&t ulo )'li%e tu propia aventura( 3quién es el responsable4) Aontes no se detiene en el tratamiento acabado de los con! tenidos por ser esto lo ms claramente cuestionable/ se limita a describirlos como estereotipos ni siquiera revestidos de carne literaria, meros esqueletos, premisas, postulados). punta ms bien a desarticular la oferta desde el punto de vista del receptor, seducido ante la abundante insistencia de ser )el único responsable). Contundente, Aontes asevera que )estos libros socavan dos cimientos clave de la literatura( el compromiso Ela responsabilidadF y la memoria). Con respecto al primero, acordamos en que )toda escritura es una toma de posición) y el compromiso se jue%a tanto desde el lector corno desde el escritor. 'n esta colección tal compromiso se halla e-pl&citamente dele%ado, )e-presamente anulado) en el empleo de los finales múltiples, que revela abiertamente la ausencia de respuesta, la ne%ativa a )meter el cuerpo), a contener la historia producida. 'n su carcter de escritora, y as&! mismo de lectora, Aontes considera esa irresponsable multiplicidad de opciones como )una violación de la intimidad de la lectura y un despojamiento del amparo que el te-to, con su compro! miso final, proporciona E...F) Ke%resando al rol que fin%idamente se le hace desempeñar al lector, Aontes estima que )se lo hace creer que son sus decisiones. 'n realidad, se le imponen situaciones y hasta una =personalidad=. #etrs de la aparente consulta se da una imposición a%resiva. del tipo publicitario, 'ntre él presente del indicativo y el imperativo hay solo un matiz). 'n cuanto al se%undo de los pecados %raves, la memoria, destacados por la escritora, descansa en la temporalidad que conllevan los actos de escribir y de leer. )'n realidad !dice Aontes refiriéndose a los lectores de estos libros con opciones! el lector est una y otra vez frente a opciones pero no lo%ra articular una historia porque nada lo invita a la memoria. 'st siempre lanzado hacia el final, no lo%ra construir un pasado, de modo que nunca posee nada, no es dueño de una historia. Cada alternativa acuciante vuelve a despojarlo. +os cap&tulos ya le&dos desaparecen, se volatilizan, sólo est el presente, que desaparecer al punto... +a franca iracundia de Qraciela Aontes en defensa de la literatura " en contra de libros que atentan contra ella nos ayuda a enfatizar ciertas ideas que he volcado a lo lar%o de estas p%inas( no permitir!o al menos estar i%ualmente, que leer es producir toda movilización de ener%&as relativas a lo que la actividad de la escritura puede suscitar y que posiblemente no puedan ser despertadas por otro tipo de est&mulos, por último, dir&a que leer es transformar lo que se lee, que deviene, de este modo, un objeto refractado, interpretado, modificado/ de todo ello se desprende, por lo tanto, que la lectura es sólo tina instancia de la comunicación, que se evade, por su autonom&a como prctica, del circuito comunicativo que es, en el fondo, en su teor&a bsica, un esquema de transacción( emisor, receptor, mensaje/ pues no( el lector, si realmente hace al%o al leer, es solamente receptor de un est&mulo, con el cual inicia una acción mucho ms compleja que, al desarrollarse !y por ese solo hecho! desvirtúa ese difundido prejuicio acerca de que lo que se lee es mecnica! mente un mensaje que, a su turno, no es de nin%una manera un objeto invariable, como en principio lo dar&a a entender el esquema emisor!mensaje!receptor.) >ra%mento de un su%erente libro de apoyo escrito por Doé MitriP, $a lectura como actividad, Aéjico, 2remia 'ditora, *?@S. 22 'stas Mornadas tuvieron lu%ar en el Centro Cultural Ciudad de Ruenos ires en diciembre de *?@L y fueron or%anizadas por K de, Qonzlez.
alerta! el ) lavado de manos) de los responsables, es decir los %randes 8 los escritores, traducidos en el travestismo y en los discursos autoritarios que proceden de posturas ideoló%icamente definibles como contrabando cultural. 'n cuanto al tipo de )libros por encar%o), se%unda forma de esa contraliteratura que he señalado, también valen por su rédito comercial y porque el profesionalismo de los invitados a participar en el producto no despierta casi nin%una sospecha ni presupone se%undas intenciones. 0educidos por una buena oferta editorial, reconocidos escritores para chicos se ;esfuerzan< para dar credibilidad a conductas, acciones y valores que suponen inmanentes en sus receptores infantiles. Dotablemente, el discurso aut oritario se hace presente una vez ms! la materia tratada, o a e-poner, se torna ms y ms 2obre recayendo en una rutina arquet&pica de la infancia y en un modelo de escritura que se devora a si mismo. 's la moda siempre viva de los )*SS cuentos y poes&as), a car%o de profesionales del escrito que se atreven a e-acerbar su oficio, con los ries%os de calidad que incorporan, hacia un único objetivo( el entretenimiento de los chicos. 2aralelo al )buen ne%ocio) marcha la indiferencia pasiva de sus probables lectores infantiles por esta clase de libros %ordos desde los que se les dosifica qué y cómo deben leer. Creo, en ri%or, que la buena conciencia de los %randes también e-iste. sus manifestaciones en el campo de la literatura para los chicos se observan vivos, plurales en sus dimensiones si%nificativas. 3Cules ser&an, entonces, esos actos responsables donde el escritor y los chicos entablan un dilo%o en el que conver%en talentosamente4 Creo que si barajamos al%unos de los personajes creados por escritores capaces de sondear hondamente las im%enes interiores latentes o reconocibles en ese estadio que abarca la infancia, nos ser&a ms sencillo definir la literatura que nos ocupa. Usaré pocos ejemplos pero suficientemente claros como para que ustedes puedan entender la razón de tales elecciones. omemos en primer lu%ar al >elipito acatún del cuento )+a 2lapla), de Aar&a 'lena "alsh, incluido en el libro Cuentopos de 7ulub&+ 's la historia de un borrón en el cuaderno de >elipito ! la famosa plapla! y de lo que sucede alrededor de ese error( el desconcierto de >elipito y la t ernura de la maestra, que %uarda en secreto esa e-trava%ante plapla, con lo cual deja le%itimado que, aunque )las letras estn hechas para quedarse quietas una al lado de la otra), a veces, de súbito, pueden aparecer las plaplas. "alsh adulta e-iste para dar sentido a cada uno de los movimientos que >elipito y plapla realizan, pero lo hace sin invadir. 2or el contrario, deja que >elipito se sorprenda al m-imo con esa letra recién nacida !se hablan, la muestra a los dems! y lle%ue a entender por si mismo la linealidad e-i%ida por las letras. Katita, sin%ular hero&na de 8istoria de Ratita, de +aura #evetach, es el se%undo ejemplo ele%ido. 32or qué4 2orque Katita es, simplemente un personaje peculiar, que crece desde la cotidianeidad y desde la afirmación de su propia personalidad. 2ara muchos es éste el primer escrito feminista de nuestra literatura infantil, ya que es Katita la que opera su propio destino, conquistando su derecho a vivir tal como lo ha ele%ido. Katita es una hero&na moderna sin proponérselo. #evetach, en cambio, propuso un sentido definido a su escrito en el que cabe el error en mitad de la búsqueda y el encuentro de un complementario !Katón Katón, su pareja final! sin asfi-ias, preservando la mutua libertad de realización personal y concertndose en la formación de la pareja y en la educación de los hijos. #evetach moderniza un viejo cuento tradicional y, sin abandonar los trucos rituales, caracter&sticos de estos relatos, lo con! vierte en al%o muy diferente. #ebo advertir que este tipo de cuento es temido por al%unos, ya que fortalece la autonom&a, dado que no ri%e nin%una protección m%ica ms que el propio criterio de la prota%onista y no concluye felizmente por obli%ación sin o por la fuerza de convicción de lo qu e se narra. Harios ser&an los te-tos de Mavier Hillafañe que servir&an para la propuesta que estarnos desarrollando. Ae deten%o en %l caballo celoso+ Dada ms y nada menos que una historia d e amor en la que se s ufre, se viaja, se
producen hallaz%os incre&blemente enriquecedores para cualquier clase de lector, %rande o chico. Una sociedad entre lo humano y lo animal, entre el sueño !ma%istral abridor de ilusiones! y lo m%ico, que permite ver lo intan%ible. Caballo, su prota%onista, resume %ran parte de la concepción del mundo que tiene el titiritero Hillafañe( libre, solidario y creativo. 'l inocente madeo de Qraciela Aontes se alza visible en el escenario de la literatura infantil contempornea. As all de la fantas&a empleada como transporte de una realidad social a%resiva y sin soluciones, tocamos a fondo la poética de la honestidad !la del lector yla de la autora, puestas a prueba por el te-to mismo! desde una prctica literaria comprometida con su tiempo. 0uspendida queda una interro%ación a la sociedad( 3qué se hace para inte%rar a los diferentes, a los que )piadosamente) mar%inamos4 Cuatro miras que apuntan a un lector infantil, y no tanto, privile%iando la capacidad de liberación que tienen las palabras si%nificativas y no hurtndole el cuerpo a temticas comúnmente trajinadas por los chicos el amor y las falsas elecciones/ el error y la fuerza para superarlo=/ el soñar como instancia inte%radora del hombre en el universo y las )diferencias) que la sociedad actual no lo%ra absorber saludablemente. Cada uno de estos ejemplos literarios revela y pone en es! cena una len%ua disfrutable, placentera por los resplandores que %enera, acrecentando espléndidamente los espacios interiores del lector. Insisto.! una len%ua si%nificativa que provoca instantneamente un acto de apropiación de las cosas de que se habla, acercndolas con palabras que resuenan en el lector. Una len%ua potente, que da poder a quien la recibe y le otor%a el derecho a producirla por s& mismo. 0on sólo cuatro ejemplos. 'sta parcela de )ele%idos) puede y debe acrecentarse indudablemente. +a actual producción editorial en nuestro pa&s nos pone al alcance una variedad interesante de t&tulos y nuevos escritores, que nos incitan al buen ejercicio de nuestra calidad de lectores cautelosos. Njal que toda esta pretensión de )literaturizar) definitiva! mente la literatura infantil, problematizando su saber y su poder, su lectura y su escritura, sus intermediarios !institucionalizados o no!, alcance una interpretación clara y fecunda. 'n ri%or, ese ha sido mi mayor anhelo al conjeturar un libro ima%inndolo una clase vibrante, corpórea, pasional. 7ue las diferentes propuestas de lectura del corpus literario destinado a los chicos haya planteado la necesidad de sacar punta a nuestro oficio de lectores 8 s electores 8 multiplicadores, el único y fundamental objetivo de hacer de esta literatura para chicos, sin vueltas, la mejor de todas.
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