Matrimonio Por Error - Jennifer Probst

July 21, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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El comentario dio en el blanco. La expresión de Max se tensó como si le hubiera lanzado un desafío. Puesto que jamás había sido capaz de resistirse a uno, se quitó los zapatos. Carina contuvo una risilla tonta cuando lo vio colocarse con  

esmero manteniendo las distancias con ella.  —Bue  —B ueno, no, ¿¿qué qué te par paree ce ce?? Max suspiró.  —Me result re sultaa incr increíble eíble que e stem stemos os com pa para rando ndo ca cam m a s. Te ngo la im impre presión sión de estar en un anuncio de colchones. Carina empezó a saltar sobre el colchón, pero sin incorporarse.  —Es firm e, per peroo m ull ullido. ido. La Lass sába sábanas nas son c ar arísi ísim m as, segur seguroo que tiene tienenn m uchos hi hilo los. s. Y lo loss coj cojin ines es son perf perfec ectos tos..  —Los c oj ojines ines son espa espantos ntosos. os. A llos os hom hombre bress no nos gust gustaa n los ccoj ojines ines ni los almohadones, alm ohadones, son agobi agobiantes. antes.  —¿En  —¿ En ser serio? io?  —Sí,í, per  —S peroo eell grosor de dell colchón eess estupendo. Fi Firm rm e, per peroo lo bastante cóm odo  para…  par a…  —El sexo. Max tensó todos los músculos del cuerpo. Carina contuvo el aliento mientras lo veía volver la cabeza. Sus miradas se encontraron y fue consciente de que se estremecía el intenso deseo de colocarse sobrelasél,pupilas besarloy que en la boca el y dejarlo hacerpor lo que quisiera. Vio que se le dilataban tensaba mentón. Esperó. Se acercó un centímetro, asegurándose de que la camisa se le abriera para dejar a la vista parte del canalillo. Con gran disimulo para que el movimiento no pareciera deliberado, dobló una rodilla y la falda se le subió de forma indecente por el muslo. Se dejó envolver por su maravilloso olor a loción de afeitado, limón y jabón, que la embriagó con más fuerza que cualquier   perfum  per fum e de m a rc rca. a. La tensi ensión ón aum aumentó entó,, ca cargando rgando el aam m biente biente eent ntre re ellos ellos.. Carin ar inaa esperó.  —Iba a dec decir ir pa para ra dorm ir —re —repli plicó có Max, que se puso de lado pa para ra levantar leva ntarse se  m irarla ccon  mirarla on gest gestoo de desaprobación. Carina se sentía frustrada y molesta por el palpitante deseo que sentía entre los musl m uslos. os. Hizo Hizo un m ohín.  —Mentiroso —susurr —susurró. ó. Max se m ovi ovióó a la velocidad de la luz luz.. De repente, Carina se encontró tumbada de espaldas con él encima. Una de sus rodillas le presionó los muslos para que los separara. La atrapó por las muñecas y la obligó a levantar los brazos por encima de la cabeza mientras se colocaba sobre ella. Dejó la boca a escasos centímetros de sus labios al tiempo que sus ojos la miraban echando chispas, un fuego que prendió su deseo al instante. Carina se relajó bajo la fuerza de su dominio, ansiosa por entregarse a

su capricho y a su placer. Las fantasías eróticas ocultas en su mente cobraron vida y afloraron al instante.  — Cara Cara, estás jugando con fuego —le advirtió en voz baja, pero con un deje  

acerado—. Has desafiado a un hombre que juega en la liga profesional y tal vez acabes ac abes arre ar repi pint ntiiéndot éndote. e. Sus palabras le provocaron tal satisfacción que se le subió a la cabeza de golpe. gol pe. ¡P ¡Por or Dios Dios!! Estaba tan ca cachond chondaa que ib ibaa a derr derreti etirse rse aall llíí mismo. Eso era lo que deseaba, la parte sexual y dominante de Max, capaz de llevarla al orgasmo con un roce de sus maravillosos dedos. Levantó la barbilla y enfrentó su mirada sin flaquear.  —A lo m e j or y a he j ugado en la li liga ga prof profesional esional y m e ha gust gustado ado la experiencia.  —¿Quién  —¿ Quién m iente aahora hora?? —Max inclinó llaa ca cabeza beza y le m ordisqueó la ba barbill rbilla. a. Carina se estremeció y contuvo el gemido que amenazaba con abandonar su garganta. Max le le dio un lam lametón etón y ell ellaa arqueó la eesp spalda. alda.  —Tee c rees  —T re es c a paz de contr controlar olar el re resul sultado tado —si —siguió guió é l—, per peroo c ale alentar ntar a un hombre que te desea no es ac acons onsej ej able. T Tee ccreía reía m ás li list sta, a, niñ niña. a.  —¿Alguna  —¿ Alguna vez te has par parado ado a pensa pensarr que tal vez quiera quier a m ás de lo que un hombre puede soportar? —Sus atrevidas palabras no resultaron tan efectivas como pensaba porquehas Maxestado le mordisqueó el lóbulo de una arrancándole un jadeo—. Siempre equivocado, Max. No soy oreja, yo quien no puede manejarlos. —Lo miró con una enorme sonrisa, desafiándolo—. Son ellos quiienes nnoo ppueden qu ueden manej arm e a m í. Max levantó la cabeza. La tensión crepitaba en el aire.  —Vaa m os a de  —V descubr scubrirlo, irlo, ¿¿te te aapete petecc e? La besó be só en la boca. Fu Fuee un beso de de ca cast stig igo; o; uuna na lec lección ción ppar araa que apre aprendi ndier era; a; la expresión de un arte que dominaba: el control. Carin ar inaa se jjuró uró que le dem demos ostraría traría que eest staba aba equi equivocado. vocado. Sus ma manos nos le suje sujetaban taban con fuer fuerzza las muñec muñecas as m ient ientra rass segu seguíía besándo besándola, la, de modo que suplicó que la liberase. No obstante, lo que acabó suplicando fue más. Quería más mientras arqueaba la espalda para pegarse a él, mientras su lengua salía al encuentro de la de Max y su ansia por dominarla. Se rindió por completo  disfrutó de cada segundo que pasaba. Sintió que se le endurecían los pezones, que se tensaban contra la camisa. Sabía que estaba mojada, y trató de separar  más las piernas para que Max se acomodara entre sus muslos. Al final, lo escuchó mascullar una palabrota justo antes de que le subiera la falda para separar separ arle le las pier piernas nas todo lloo posi posibl ble. e. Siguió besándola en la boca mientras con la mano libre la acariciaba un muslo hasta detenerse sobre sus bragas mojadas. Carina gimió y le mordisqueó el labio inferior, alentándolo con su cuerpo y… De repent re pente, e, se encontró ssol ola. a.

Trató de recuperar el aliento y la cordura. Max permanecía de pie junto a la cama. La miraba con los ojos abiertos como platos por el horror y por algo más,  por algo a lgo peligroso y er eróti ótico co que ac acaa baba de c obra obrarr vida. Car Carina ina se sentó, se ec echó hó  

hacia atrás a trás el pelo enredado y no hiz hizo el m menor enor int intento ento ppor or ccol olocar ocarse se la rropa. opa.  —¿Qué  —¿ Qué ha sid sidoo e so? —m —maa sculló Max, fur furios ioso—. o—. ¡Se suponí suponíaa que debía debíass apartarme, apartarm e, no ppon onérm érm ela dura! dura! Carina replicó como un pitbull cabreado.  —¿Quién  —¿ Quién nar narice icess te cr cree e s que er eres es pa para ra desa desafia fiarm rm e y luego tira tirarr la toalla? Max, no me asustan tus demostraciones. Te he dicho que estoy lista para dar un  paso m á s.ios m  —¡Dios  —¡D mío! ío! Estás loc locaa y te está estáss busc buscando ando un pr problem oblemaa . N Noo puedo pue do m ás. Te sacaré saca ré un bbil illet letee para el prime primerr vuelo qu quee salga de aquí aquí.. Con el deseo aaún ún corr corriéndol iéndolee por las venas, Carina lo m miró iró y le sol soltó tó::  —¿Y  —¿ Y qué te gustar gustaría ía que le dij dijee ra a Michae Micha e l cua cuando ndo ll llee gue a c a sa? Max se dio media vuelta y se pasó los dedos por el pelo.  —Me m e rez re zco que Michae Michaell se eenter ntere. e. L Loo he tra traicionado. icionado.  —¡Por  —¡P or e l am or de Dios, vale y a ! Mi her herm m a no no tie tie ne por qué sabe saberr c on quién me acuesto. Estás actuando como si estuviéramos en la Edad Media y tuvieras que luchar para defender la pérdida de mi honor. Las pobres mujeres seguro queporjamás experimentaron un orgasmo por culpa de todos esos hombres  su afán defe nderlas. defenderlas. Max gimió como si estuviera dividido entre la risa y el espanto. Carina estaba disfrutando de su repentina pérdida de control mientras se esforzaba por  comprender cómo debía lidiar con ella. Max se aferraba a la imagen de la niña que conoció conoció en el ppasado, asado, pper eroo yyaa eera ra hora de que vier vieraa la reali re alidad dad y decidi decidier eraa si la quería. Si la deseaba.  —Tee va  —T vass a ccaa sa. Y Yoo m mee enc encaa rga rgaré ré de Michael. Micha el.  —No. —Se —Se le levantó vantó de la ccam am a , se aali lisó só llaa fa falda lda y se ccolocó olocó bien la ccam am isa—. o me voy a casa. He venido para aprender cómo se cierra un importante acuerdo comercial y eso es lo que haré. Pero quiero que reflexiones sobre una cosa, Max. Podemos disfrutar de una noche juntos. De una sola noche. Así li liber beram am os llaa te tensi nsión, ón, disfrutam disfrutam os del ssexo exo y después seguimos si siendo endo aam m igo igos. s. Max meneó la cabeza y retrocedió como si temiera que pudiera abalanzarse sobre él.  —No puedes pue des ha hacc er e so. No soy e l hombr hombree aadec decuado uado pa para ra ti. ti.  —Lo sé. —C —Caa rina de decidió cidió disi disim m ular e l dolor que le c ausa ausaban ban sus pa palabr labras as y aceptar el desafío de tenerlo una sola noche. Así podría saciar el deseo que la acompa ac ompañaba ñaba de desd sdee ha hacía cía aaños ños,, tra trass lloo cual pasaría pá pági gina—. na—. Y Yaa no est estoy oy colada  por ti ti,, per peroo tengo nec necesidade esidadess sexua sexuales les que m e gustaría satisfac satisfacer. er. Me ha hann  protegido durante dur ante toda la vida, pe pero ro y a soy una m uje uj e r hec hecha ha y der deree cha cha.. Es hora de que lo acept ace ptes. es.

La erección que sufría Max y el obvio conflicto que se libraba en su interior  le dieron la confianza que necesitaba. La deseaba. Pero tenía miedo de arriiesgarse. Carina se dec arr decantó antó ppor or pre presi sionarlo onarlo con llaa verdad.  

 —Voy a pasa  —Voy pasarr página página,, Max. Bus Buscc o una re relac lación ión sexua sexuall m adur aduraa que m e satisfaga. Nada a largo plazo. Acabo de extender las alas y ningún hombre va a cortármelas tan pronto. Tú y yo nos atraemos, nos respetamos y tenemos un vínculo que nos une. ¿Por qué no disfrutar de un rollo de una noche? En Las Vega egas. s. Dond Dondee na nadi diee nos descubr descubrirá. irá. Max apre a pretó tó llos os di dientes. entes. El deseo aardía rdía en e n sus oojj os. B Bien. ien. Lo había tentado. Eso eravio único que momento. Acortó la distancia separaba y lo vilo o ccont ontene ener r elnecesitaba aali liento. ento. El de pod poder er de su fe fem m ineidad ineidad vibraba enque su los iinterior nterior. .S Sonrió onrió despacio.  —Y ahor ahora, a, si no te im importa, porta, ¿puede puedess m a rc rchar harte? te? Me voy a la piscina. Lue Luego go nos vemos.  No esper e speróó a su rréé pli plicc a. Lo sac sacóó de llaa habit habitac ació iónn de un em pujón y ce cerró rró la puerta. Max observó al hombre sentado al otro lado de la mesa. Sus ojos eran tan fríos como Tenía firme en loslelabios. habíaarastro de tensiónlosni de en un sustiburón. muñecas ni enunlosrictus dedos mientras daba laNovuelta la carta. Una vez qu quee lo hi hizzo, se aacom com odó en la sil silla, la, ccogi ogióó el puro y le sonrió sonrió..  —Cua  —C uando ndo qui quiee ra ras. s. Max pasó por alto la provocación y se concentró en la jugada. Arrojó una fichaa a la m fich mesa. esa.  —Lo veo. —Le dio la la vue vuelt ltaa a su par paree j a de a ses y e sper speró—. ó—. C Cua uando ndo qui quiee ra ras. s. Saw awyy er Wells rio entre dientes dientes e imitó ssuu m movi ovim m iento iento.. Un trío trío..  —Joder..  —Joder  —Hacc ía m ucho que no nos veíam os, Max. He e cha  —Ha chado do de m enos tu sentido de dell humor. Y lo m humor. mal al que j uegas al póqu póquer er,, claro. Max se inclinó hacia delante y se encendió un puro. La elaborada mesa de  póquer,, cubie  póquer cubierta rta de fic ficha has, s, fform orm aba par parte te de los inusuales apose aposentos ntos de su viej o amigo. El mueble bar era igual de impresionante. En una sola estantería había vodka de varios sabores, botellas de ron y toda clase de licores que se le pudiera antojar a cualquier invitado. Las carísimas obras de arte que adornaban las  parede  par edess podrían riva rivali lizza r con las de un c olec oleccc ioni ionista. sta. Todo e staba dec decora orado do con intensos rojos y pinceladas de tonos tierra. Sawyer Wells era un hombre que adoraba la vida lujosa y se rodeaba de todo aquello que le reportaba placer sin  pedir disculpas disculpa s por eell llo. o.  —Estás int intenta entando ndo e m borr borrac achar harm m e pa para ra que firm e un m al a cue cuerdo rdo c on tu hotel.

Sawy er negó con ssuu rubi rubiaa ccabeza abeza al ttiem iempo po qque ue gol golpeaba peaba suavem suavem ente el pu puro ro  paraa li  par libra brarse rse de la ce ceniz niza. a. Su piel c lar laraa y sus oj os dora dorados dos lo hac hacían ían par paree c er un surfero o un príncipe aburrido. Hasta que se volvía y dejaba a la vista la cicatriz.  

Un corte muy feo en una mejilla que a veces quedaba oculto bajo su largo pelo. Max sabía que juzgarlo por su físico era una equivocación. Ese hombre había amasado él solo su fortuna, poseía un agudo sentido del humor y tenía un cerebro capaz ca paz de desafiar aall em presario má máss esp espabil abilado. ado.  —No es m i hotel. Solo m e enc encaa rga rgaré ré de gestionar e l Vene eneti tiaa n unos m ese esess más. Estoy levantando una nueva cadena para rivalizar con ese gilipollas de Trump. Max soltó una carcajada.  —En c uanto a tu ca capac pacidad idad pa para ra agua aguantar ntar la bebida bebida,, dej ém oslo en que es mejor que tu capacidad para jugar al póquer.  —Estoy segur seguroo de que has m a rc rcaa do las c a rta rtas. s. De Deber bería ía ha haber ber j ugado en el casino.  —No sé por qué, pe pero ro m e da que no te has queda quedado do eenn la pobre pobrezza por per perder  der  unoss cuant uno cuantos os mil miles. es. —S —Suu ca cara ra re reflej flejóó un re recuer cuerdo do ssobre obre el que Max jjam am ás habí habíaa intenta int entado do indaga indagarr. Se ha habí bían an ccono onocido cido en un yyate ate eenn Gre Grecia, cia, don donde de Max le había ec echado hado el ojo a una bonita que intentaba esquinazo unisma padre sobreprotector. El  problem a eprincesa m pezó c uando apa apare recc iódarle Sa wy e r c on laa m int intenc ención ión que él. Al final fue él quien se llevó a la princesa. Aunque la despachó al día siguiente y ambos acabaron con unos cuantos moratones, una resaca y una amistad que duraba desd de sdee ento entonces. nces. Cuando descubrió que Sawyer conocía a mamá Conte, la simpatía se convirtió en un profundo afecto, y eso los ayudó a mantenerse en contacto durante años. Sin embargo, aparte del éxito de Sawyer y de su condición de huérfano, Max no sabía nada más sobre él. Por suerte, le importaba muy poco. Tal como había aprendido por experiencia propia, el pasado de un hombre no hacía su futuro.  —¿Algún  —¿ Algún otro pla plann m ientra ientrass eestás stás aaquí? quí? —le pr pree guntó S Saa wy er er—. —. Ade Adem m ás de que yo y o ttee despl desplum ume, e, claro.  —Yaa te gust  —Y gustaa ría ría.. Voy a ce cenar. nar. Apostar Apostaréé a lgo. Y liber liberaa ré un poco de tensión con alg a lgui uien. en. Sawy er enarcó un unaa ce cejj a.  —¿Alguien  —¿ Alguien en pa particular rticular?? La imagen im agen de Car arin inaa apar aparec eciió fre frent ntee a sus oojj os. os. S Sol oltó tó una bocanada de hum humoo  paraa aalej  par lej a rla rla..  —No. Es mej m ej or aasí. sí. Su am ig igoo asint asintió ió con la ccabe abezza.  —Norm  —Nor m a lm lmee nte sí. Nadie sale her herido ido y todo el m mundo undo di disfr sfruta. uta. P Pee ro m e da la

impresión de que estás molesto por algo. Max resopló r esopló..  —No uses tus poderes podere s m máá gicos conm igo.  

 —Si te  —Si te asustas de e ll llos, os, es por aalgo. lgo. ¿¿Quier Quieree s que te busque c ompañía om pañía?? Max sonrió.  —Soy  —S oy c apa apazz de busca buscarm rm e una m uje uj e r, Sa wy e r. No nec necesito esito que m e pase pasess a las que tú descar descartas, tas, pper eroo grac gracias ias po porr eell ofrecimient ofrec imiento. o.  —Yaa te gust  —Y gustaa ría a ti tene tenerr la oportunidad de salir c on las m ujer uj eree s que y o descarto. ¿Recuerdas aquel viaje a París? Te conseguí una cita con una modelo y no  —Me fuiste capaz de m triunfar. gustaba ás la tuy tuya. a.  —¿Y?  —¿ Y? Me la tr traa j e a ca casa sa aaquella quella m isma noche noche..  —Sí,í, per  —S peroo se aacc ost ostóó conm igo el fin de se sem m ana sigu siguiente. iente.  —Caa brón.  —C Max se echó a reír al escuchar el insulto, dicho sin acritud. Sawyer había sido su compañero de aventuras en muchas ocasiones, tanto por la amistad que los unía como por el placer. Sintió un extraño vacío en las entrañas. Desde que Carina se había colado de nuevo en su vida, tenía la impresión de que la mayoría de sus relaciones y de sus actos carecían de relevancia. A su lado todo era más in intenso tenso signi significa ficati tivo. vo. ¿¿Qué Qué le eest staba aba pasando?  —¿S  —¿ Sya wy e r?  —¿Qué??  —¿Qué  —¿Alguna  —¿ Alguna ve vezz has que querido… rido… m máá s? Su am igo reuni reunióó llaa ba baraj raj a de nuevo y ordenó llas as fichas.  —¿Más  —¿ Más qué qué?? Max se encogió e ncogió ddee hom bros porque se se sent ntía ía un poco ridí ridículo. culo.  —Yaa sabe  —Y sabes. s. Más de la lass m muj ujee re res. s. Más de la vida. Sawy er dej ó ddee bara barajj ar y so sopes pesóó llaa pregun preguntta.  —Todavía  —T odavía no. Aunque e sper speroo que m e pase algún día. ¿P or qué, Max? ¿Quieres algo más? Se zzaf afóó de llaa pre pregun guntta ccon on uuna na ca carc rcaj aj ada fforz orzada. ada.  —No, solo lo lo he pr pregunta eguntado do por ccuriosid uriosidaa d. S Ser eráá m ej or que m e va vayy a .  —De a cue cuerdo, rdo, lo dis dispondré pondré todo par paraa ver verte te dentro de unas ccuanta uantass hora horass y te desplumaré. Max apagó el puro.  —¿Cu  —¿ Cuáá l es el dicho eese se tan ta n m maa nido? Ah, sí. De ilusi ilusión ón tam también bién se vive vive.. La risa de Sawy Sawy er re reso sonó nó en llaa eest stancia. ancia.

Tres horas después, Max se enderezó la corbata con disimulo y le pidió al asistente que comprobara el aire acondicionado. El sudor se acumulaba bajo su

traje y el picor resultante lo incomodaba. Intentó mantener la compostura y concentrarse en la negociación. Abrir una tienda en Las Vegas suponía un giro im portante portante y est estaba aba disp dispuest uestoo a triu triunfar nfar.. Al fi finn y al ca cabo, bo, llaa em presa eera ra su alm alm a  

  su corazón, el único componente de su vida que le reportaba una honda satisfacción y un gran orgullo. Se había pasado la vida entera ansiando experimentar experim entar dichas em emocio ociones nes m miientras trataba de dem ostrar ostrar su valí valía. a. El hecho de que su padre no lo hubiera valorado no significaba que los demás lo vieran de la misma manera. Su madre le había demostrado su amor y su apoyo todos los días. Y antes muerto que decepcionarla convirtiéndose en un desecho necesitado de terapia  pate  paterno. rno. psicológica, que encontraba la causa de su fracaso en el abandono El problema era la concentración. Cada vez que se concentraba en los negocios o se distraía jugando en el casino, escuchaba de nuevo la ridícula sugerencia de Carina, que suponía una burla para su cordura. Una noche. Nadie tenía por qué entera enterarse. rse. Pero él sí se enteraría. ¿Podría vivir con la culpa? ¿Sería esa única noche el comienzo de una serie de terribles acontecimientos a modo de castigo por haber   pensado  pensa do con la poll pollaa en luga lugarr de con la ca cabeza? beza? Las negociaciones comenzaron. Max sabía que Sawyer y su equipo estaban interesados, incluido famoso del Venetian, que se encargaba servicio de catering para las el bodas. Quechef estuvieran considerando la idea dedelabrir una tienda de La Dolce Maggie en el hotel era muy significativo, aunque Max se  perca  per cató tó de que el cliente al que pre pretendían tendían atr atraa er e ra el consum idor espor esporádic ádico, o, no las grandes celebraciones. Decidió que debía tratar el asunto con Michael,  peroo supuso que conta  per contarr c on una ti tiee nda a pie de ca call llee les ofr ofree c er ería ía a lgo de variedad. Y además sería un buen campo de pruebas. Pero antes de decidir  necesitaría calcular las estadísticas sobre el tipo de cliente y los hábitos de consum cons umo, o, y anot anotar ar las cifras. cifra s. Carina se mantuvo en silencio, tomando notas y escuchando con atención. Estaba llegando a una conclusión cuando Sawyer lo hizo mirar al otro lado de la mesa.  —Signorina  —S ignorina Co Conte, nte, es un plac placee r c onoce onocerr a la her herm m a na de Michae Michael.l. Estoy deseando tra trabaj bajar ar con us usted ted y con Max en el fut futuro. uro. Ella sonrió. Su cara se iluminó con una emoción genuina que todavía lo fa fascinaba. scinaba. Como si iinvi nvitara tara a todas las personas a vis visit itar ar su alma, alma , si sinn importarle importar le si dichas personas lo merecían o no. Max siempre se sentía especial cuando ella le  prestaba  pre staba ate atención nción y, de la m ism ism a m ane anera ra,, lo inundaba e l af afán án protector protec tor si veía que algui alguien quería aaprovecharse provecharse de eell lla. a.  —Graa cia  —Gr cias, s, señor Wells Wells.. Creo que La Dolce Maggie eenca ncajj a rá e stu stupenda pendam m ente en el hotel y estamos deseando dar el siguiente paso. Max soltó el aire y se puso en pie.

 —Ca baller  —Ca balleros, os, ha sid sidoo un plac placer. er. U Una na vez que haga hagam m os núm númer eros os y tenga tengam m os unas cifra cifrass con concr cretas, etas, regresar regresarem em os con un unaa rrespu espuesta esta para su oferta.  —Maximus,  —Maxim us, e s una ofe oferta rta j usta —dij —dijoo Sa wy e r e n tono cconciliador onciliador m ientra ientrass  

le estrechaba la mano—. No podemos renunciar a nuestro servicio de catering especializado, pero creo que los beneficios que obtendríais con una tienda en el vestíbul vestí buloo se serían rían importa important ntes. es. Max asintió con la cabeza y mantuvo una expresión reflexiva.  —Tee lo agr  —T agrade adezzco, pe pero ro no e sto stoyy segur seguroo de que la inve inversión rsión m mer eree zc a la pe pena. na.  —Acepta  —Ac eptarr la prim primer eraa ofe oferta rta que se ponía sobre la m e sa e ra ridículo y am bos lo sabían. también conocían el juego a la perfección. Max cogió los documentos, cerró cer ró elYmaletín maletí n yy… …  —En realidad, re alidad, Max, cr cree o que e s una ofe oferta rta m uy gene generosa rosa —ter —tercc ió Carina Carina,, que se acerc ac ercóó a eell llos os con m miira rada da pensati pensativa. va. Max se quedó pasmado e intentó transmitirle el mensaje de que no echara  por tierra tier ra el aacc uer uerdo. do. C Conocie onociendo ndo su ttaa lento con los núme números, ros, lo llógico ógico eera ra que y a hubiera consultado las estadísticas. Max soltó una risa forzada y la cogió de un  brazzo.  bra  —Por  —P or supuesto que lo es. Sa wy e r es un hom hombre bre generoso. gene roso. Ser eráá m e j or que noss mar no marchem chem os para no retras retrasar ar la ll llam am ada que y a hem os prog program ram ado. Sawyer se interpuso entre de ellos con habilidad y miró a Carina con una sonrisa afable. Un tiburón disfrazado pececillo en busca de una presa fácil.  —¡Menudo  —¡Me nudo talento ti tiene ene pa para ra los núm númee ros, signo signorina rina!! Me a legr legroo de que le resulte una oferta tan justa. Porque en el caso de Tribeca, por ejemplo, no recibieron una oferta semejante, ¿verdad? Según tengo entendido, se les ofreció una cantidad inferior a cambio de disfrutar de un lugar privilegiado desde el que  prom ociona ocionarr la c a dena dena.. ¡P ¡Pue uess eso eess lo que obte obtendrá ndránn en La Lass V Vega egas! s! Max abrió abrió llaa bo boca, ca, pero y a eera ra demasi dem asiado ado tarde. tarde.  —Ah, no sabía que e staba ust ustee d al tanto de e so —re —repli plicc ó Carina Carina,, que chasqueó la lengua—. Podremos alcanzar el margen mínimo de beneficios con un pequeño pequeño esfuerzo m ás. Cre Creoo que Mi Michae chaell est estar aráá m uy sati satisfecho sfecho ccon on ssuu oferta, al igual que que Max. Sawy er son sonrió rió y m iró a Max.  Merda rda» , p « Me pens ensóó él él.. Su so socia cia eenn períod períodoo de aaprendi prendizzaj e ac acababa ababa de eens nseñar eñarle le la bar barrig rigaa al ti tiburón burón,, que había aprovechado la oportunidad para darle un bocado mortal. Las negociaciones se habían acabado y el evidente regocijo de Sawyer lo confirmaba. Carina sonreía satisfecha como si acabara de cerrar un trato muy  benefic  bene ficioso ioso e ll llaa sol solaa en ve vezz de ha haber berlo lo estrope estropeado. ado. Max controló controló ssuu tem tempera peram m ento ento..  —Yaa ver  —Y veree m os, ¿¿ver verdad, dad, Saw Sawyy er er??  —Desde  —De sde luego.

Max aferró afe rró eell braz brazoo de C Car ariina con m más ás fuer fuerzza a m odo de advertencia.  —Vaa m os. —S  —V —See de despid spidió ió con un gesto de ccabe abezza y la aacc om ompañó pañó ha hast staa la sa sali lida da de la sala de conferencias, tras lo cual enfilaron el pasillo y llegaron al ascensor.  

Carina abrió la boca para decir algo, pero la expresión de Max debió de  bastar par paraa que se lo pensa pensara ra m ej or or.. La conf confusi usión ón se adue adueñó ñó de su rostro, per peroo guardó silencio mientras llegaban a su habitación, tecleaban el código de acceso  entraban en el salón. Max soltó el maletín, se quitó la chaqueta y la corbata y explotó.  —¿Qué  —¿ Qué has hec hecho? ho? Tiene Tieness un m á ster en Ge Gest stión ión y Adm Admini inistrac stración ión de Empresas ¿aun así reunión rompes la básica de toda Jamás, jamás digas en lay primera queregla están haciendo unanegociación? buena oferta. Acabas de darle tu aprobación a Sawyer y eso significa que ya no subirá. Nos has dejado sin margen de maniobra y ahora solo podemos aceptar o rechazar el acuerdo. —  Soltó una palabrota y empezó a pasear de un lado para otro—. Michael va a m atarm e. No cre creoo qu quee podam podamos os solu solucion cionar ar este este desastre de ni ningu nguna na m maner anera. a. Carin ar inaa se había quedado bl blanca anca.. Max la escuc escuchó hó ssus usurra urrarr eesp spantada: antada:  —  Dio, mi m i dispi dispiace ace . Lo siento mucho. No me he parado a pensar, creí que el acuerdo estaba cerrado, me emocioné y hablé antes de la cuenta. Max, yo tengo la culpa de todo. Asumiré las consecuencias. Max gimió gim ió..  —Ca rina  —Ca rina,, tú no sufr sufrirá iráss la m enor c onsec onsecuenc uencia. ia. Yo las a sum sumiré iré.. No debe debería ría haberte traído conmigo. Debería haberme asegurado de que no abrieras la boca   decirte que te limitaras a observar. Se me ha olvidado que la teoría y la  práctica  prá ctica e n la vida rree a l no ttiene ienenn nada que ve verr. Carina se plantó delante de él para detenerlo antes de que diera otro paso.  —No hac hacee fa falt ltaa que m e protej a s e n este asunto. Lo que he hec hecho ho ha sido inexcusable, me he dejado llevar por la emoción. Llamaré a Michael y le contar cont aréé lo qque ue ha pasado. Max respiró hondo e intentó calmarse. Gritarle a Carina no era una opción aceptable. Aunque él mismo le contara a Michael lo sucedido, el responsable final del trato era él, no Carina. Con voz más serena le dijo:  —Yaa se m e ocur  —Y ocurrir riráá algo. Todavía no hac hacee fa falt ltaa invol involucr ucrar ar a tu her herm m ano. ¿Por qué no vas a relajarte a la piscina mientras yo intento arreglar esto? Disfruta del hotel mientras estamos aquí. Aunque esperaba que ella respondiera con una sonrisa, lo que recibió fue un fuerte empujón que lo hizo retroceder un paso antes de recuperar el equilibrio. Los ojos oscuros de Carina lo miraban echando chispas y su cuerpo vibraba por  la ener energí gíaa cont contenid enida, a, aalg lgoo que le re recordó cordó a la noche que la be besó só..  —¡Cómoo te atr  —¡Cóm atree ves a tra tratar tarm m e com o si fue fuera ra una niña, Maxim Maximus us Gr Graa y ! —  masculló, con los puños apretados—. Deja de protegerme como si me echara a llorar cada vez que me meto en un problema. La he fastidiado y no hay excusa.

Tú no has hecho nada y estoy hasta el gorro de que intentes llevarte todas las culpas.  —¿Estás  —¿ Estás de brom a ? —Max m e neó la c abez abe za, e xaspe xaspera rado—. do—. ¿Te digo que te  

vayas a la dichosa piscina y tú vas y me gritas? Lo que me faltaba por oír. No estoy dispuesto a participar en tus jueguecitos ni a intentar entender lo que  buscas.  busca s. ¿Quier Quieree s que te tra trate te c om omoo a cua cualqui lquiee r otro e m plea pleado? do? Muy bien, considérate fuera de esta negociación. Mañana volverás a casa y te encargarás de los asuntos de la oficina mientras yo intento solucionar este marrón. ¿Mejor  así?  —Mucho m e jaba or. or. —La fur furia abandonado ndonado su rostro y la vio re retroc trocee der  m ient ientra rass ssee aabraz brazaba la cint cintura. ura.ia había aba De repent re pente, e, par parec ecíía m uy sol sola. Max sin sinti tióó un nu nudo do en la gar gargant gantaa por culp culpaa de la emoción, y su cuerpo le pidió a gritos que la abrazara.  —Lo siento, Max. —C —Car arina ina sol soltó tó una c ar arcc aj ada a m ar arga—. ga—. De Desde sde que em pecé a traba trabajj ar en la em presa te has pasado llos os días días in intent tentando ando ssol olucio ucionar nar m is m arrones. ar rones. Nece Necesi sito to un ttiiem po ppar araa pensar si este es el m mej ej or si siti tioo para m í.  —Caa rina  —C rina… … El Ella la negó con la la ccabeza, abeza, com compun pungi gida, da, y ca cam m inó desp despac acio io hhasta asta la puerta.  —No, no digas nada. nada . Ne Necc esito estar un ra rato to ssola. ola. Lue Luego go nos vem vemos. os. Antes de que pudieray decir más,suficiente. Carina sePara marchó. Max enterró la cara entre las manos deseóotra tenerpalabra la fuerza no estrangularla. Para no tocarla. Para enviarla lejos y no verse obligado a lidiar con la desquiciada maraña de emociones que lo abrumaba de repente. « Un Unaa nnoch oche.» e.» Se obligó a desterrar de su cabeza la tentadora imagen. Esperó un segundo. Y después fue tras ella. Carina estaba sentada a la barra del bar del casino, jugueteando con el borde de la servilleta situada bajo la copa de su martini de manzana. El precioso color  verde la relajaba, junto con el regusto ácido del combinado. Qué placentero le resultaba resul taba beber beberse se una ccopa opa por la tarde eenn Las Vegas, Vegas, don donde de la noche y el dí díaa se solapaban, sin que a nadie le importara. A lo mejor más tarde daba un paseo en góndol gón dolaa y les env enviaba iaba una fot fotoo a su ma madre dre y a sus hherm erm anas. S Seguro eguro qu quee se rreían eían m ucho al vver er a la benj benjam am in inaa de la fa fam m ili liaa eenn un ento entorno rno ttan an elegante. Contuvo un sollozo y apretó los dientes. ¡Dios, cómo odiaba llorar! Le traía m alos recuer re cuerdos dos de su ado adoles lesce cencia, ncia, cuando se dej dejaba aba ll llevar evar por esas em emocio ociones nes incontrolables. Venezia había heredado una belleza increíble, Julietta un intelecto feroz y ella un montón de emociones inútiles. Siempre era demasiado generosa, demasiado confiada, demasiado… imbécil. Siempre en el borde de la pista, observando cómo los demás se arriesgaban. Había pensado que el mundo

empresarial le daría un sentido a su vida y le indicaría el camino que tanto ansiaba encontrar. Un lugar donde por fin se sintiera a gusto y cómoda en su  propia piel. En ca cam m bio, lo que sentía e ra una tensión que le re resul sultaba taba c asi  

dolorosa. « Llo Lloriqueos, riqueos, llo lloriqueos, riqueos, llo lloriqueos.» riqueos.» Sonrió mientras su diosa interior tomaba las riendas y le daba un bofetón. La había fastidiado. A lo grande. Y tenía que solucionar las cosas en vez de hacer lo de siempre y permitir que Max interviniera y la protegiera. La derrota tenía un sabor amargo, pero pasaba mejor con la ayuda del martini. Después se pondría el disfraz di sfraz ddee m uj ujer eraaquí hecha ye nudo? dere derecha cha e iría a ha habl blar ar con Sawy Sawy er Well ells. s. A solas. solas.  —¿V  —¿ Viene ienes s por quí am me Contuvo un suspiro. Max se había sentado en el taburete que tenía al lado, habíaa pe habí pedi dido do uuna na ccer ervez vezaa y estaba espera esperando ndo su respu respuest esta. a.  —Max, ¿c uándo va vass a e nter nterar arte te de que no tiene tieness que protege protegerm rm e ? ¿¿Es Es que ni siquiera puedo sentarme aquí para emborracharme? Estoy sola. No hay hombres m alos alos.. Es me medi diaa tarde tarde.. V Vee a hace hacerr aallgo im im port portante. ante.  —Lo estoy e stoy hac haciendo. iendo. T Tra ratar tar de sac sacaa rte del desolador a bis bism m o de la depr depresión esión es importante. —Su sonrisa inocente hizo que Carina contuviera una carcajada. El simple hecho de estar en su órbita le licuaba el cerebro y minaba su determ determin inac ació ión. Levant Levantó ó laer copa ar arti tini ni y bebi bebió un ssorbo. orbo.  —Todos  —T odos cn.om ome e tem os error roree sdea lmprincipio. Noódebe debería ría habe haberte rte gritado —dij —dijoo Max.  —Eso es lo único único bueno bue no que ha hass hec hecho. ho.  —Vaa m os a a cha  —V chacc ar arlo lo a la cur curva va de apr aprendiz endizaj aj e y a pasar pa sar página página,, ¿de acuerdo?  —¿Y  —¿ Y qué pasa con eell tra trato? to?  —O bien bie n lo aacc epto o bien lo aarr rree glo. A lo m mee j or dej o que Sa wy er se m uer uerda da las uñas un tiem tiempo. po. Me da igual. igual. Su expresión preocupada desgarró el corazón de Carina. Tenía la impresión de haberlo dejado en la estacada. Aunque tenía un máster en Administración y Gestió Gest iónn de Em presas, habí habíaa com cometi etido do el err error or m ás bási básico co eenn el que podí podíaa incurrir  un principiante. Enseñar las cartas demasiado pronto. « Sí, bi bienve envenid nidaa a La Lass V Vega egas.» s.» Max deslizó la mano por la barra del bar y le aferró los dedos. Esa mano tan fuerte y cáli cá lida da le ccalm almóó lo loss nervio nervioss e hiz hizo que baj ar araa sus sus defe defens nsas as habit habituales. uales.  —Max, no estoy e stoy segur seguraa de que eesto sto sea lo m mee j or pa para ra m í.  —Acaa bas de e m pezar  —Ac pezar,, cara.  —Es m ucho m á s que e so. T Taa rdé m ucho tie tie m po e n apr aprende enderr a c ontrolar m is emociones para mostrar la imagen serena que se requiere en el ámbito empresarial. Aunque me gusta el desafío que supone, creo que jamás seré lo  bastante fue fuerte rte c om omoo par paraa triunfa triunfarr. En vez de dar darle le a a lgui lguien en una pata patada da en e l

culo cuando llama diciendo que está enfermo, lo que me apetece es llevarle un  poco de caldo. ca ldo. Max alargó un brazo y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. El  

tierno gesto le dio el valor suficiente para mirarlo a los ojos. Esos labios que  parec  par ecían ían ccince incelados lados esboz esbozaa ron una sonrisa.  —Nadie  —Na die quier quieree que dej e s de ser quien e re res. s. Dur Duraa nte estos m e ses has conquistado los corazones y la lealtad de todo el mundo. Y no porque seas un felpudo. Es porque eres especial y todos lo saben.  —Solo  —S olo iintentas ntentas ha hacc e rm e sentir m mee j or or..  —No. Esper Esperaba aba tene tener que c uidar niña con y muna ante antener nerla la a lej de cualquier problema. En r cambio, me de he una topado mujer quea dasabe exactamente lo que quiere y que intenta encontrar su camino. En lo referente a las relaciones tienes una fuerza especial. Sabes lo que se necesita y no te da miedo entregarlo. —Max clavó la vista en sus manos entrelazadas—. Y tenías razón sobre Robin. El halago la agradó.  —Me sorpre sorpr e nde que esté estéss de aacc uer uerdo do conm igo.  —A vece vec e s m e paso de la ra rayy a porque se m e olvi olvida da que e stoy tra tratando tando con  personas.  per sonas. Con pe persona rsonass que ccom omete etenn er error rores. es.  —Sí,í, per  —S pero oom mi problema esc ionar eese. se. . Lo m e j or que puede  —Lo tuy tuyo eisproblem fá fácil cil dea no solu soluc ionar. puedess hac hacee r e s re respi spira rar  r  hondo y alejarte de la situación. Puesto que tiendes a ser generosa, si te hacen una petición que te afecte a nivel emocional, di que te pondrás en contacto más tarde. Retrasa el momento de la decisión. De esa forma podrás evaluar la situación con más claridad y no acabarás entre la espada y la pared. ¿Lo ves lógico? Carin ar inaa asint asintió ió ddespac espacio io con llaa ccabe abezza.  —Sí.í.  —S  —Cua  —C uando ndo em pe pecé cé a tra trabaj baj ar c on Michae Michael,l, llaa ca cagué gué pe pero ro bie bien. n. Le entregué entr egué el informe equivocado a un empresario justo cuando íbamos a cerrar un acuerdo comercial. Le ahorré al tío medio millón de dólares. Lógicamente firmó el acuerdo ac uerdo ant antes es de que m mee diera ccuent uentaa del err error or..  —¿Qué  —¿ Qué hiz hizoo Mi Micc hae hael? l? Los ojos de Max Ma x se il ilum umin inar aron on con un bril brillo lo alegre alegre..  —Me puso de vuelta y m e dia. Me las hiz hizoo pa pasar sar c anuta anutas. s. Y después despué s pa pasam sam os  página y nunca ha vuelto a m e nciona ncionarr e l tem a ni m e lo ha ec echado hado en ca cara ra.. Te aseguro que que no he vuelt vueltoo a re regalar galar ot otro ro dól dólar ar de esa e sa form a. Carina se sintió más animada. El casino los rodeaba con su luz y su energía,  peroo e n ese m om  per omento ento se sentía c om ompletam pletam e nte a solas c on un hom hombre bre que  parec  par ecía ía sa saber ber lo que de debía bía de decir cir para par a aliviarle e l cora corazzón.  —Séé c óm  —S ómoo podría sentirm sentirmee m e j or or.. Hay Ha y algo que m e har haría ía olvidar que soy un

desastre.  —¿T  —¿ Te ngo que pr pree guntarte guntarte??  —Cee li  —C line ne D Dion ion ac actúa túa eesta sta noche noche..  

Max se estremeció.  —Cua  —C ualqui lquiee r otra c osa. Mi coc coche, he, m i diner dinero, o, m i per perro. ro. No m e obli obligues gues a escuchar escu char « My Heart Wi Willl Go O On» n» .  —Mmm  —Mm m … ¿¿Có Cóm m o es que sabe sabess el tí títul tuloo de la c a nción, Max? Él hizo como que no la había oído y le dio un trago a la cerveza. Apartó la m ano de la ssuy uyaa y Carina procuró no lamentar lam entar la pérdid pérdidaa de su cont contac acto to..  —V  —Vi i la la se pe pelí lícula cula,a, Titanic Carina echó reír. . Pero solo por la acción.  —Tee he pil  —T pillado. lado. V Vaa m os al espe especc tác táculo. ulo. Em Empiez piezaa a las siete.  —¿Có  —¿ Cóm m o sabe sabess que hay entr entrada adass disp disponibl oniblee s? Segur eguraa m ente el af aforo oro e sté completo. Ella resopló.  —Hazz lo que m e j or se te da  —Ha da.. Enc Encaa ndil ndilaa a alguna m uje uj e r indefensa. indefe nsa. Of Ofré réce cele le tu cuerpo. Y todos saldremos ganando.  —Vaa le. Siem pre y c uando la c onver  —V onversac sación ión quede za nja nj a da. La has fa fasti stidiado. diado. Lo arreglarem os y pas pasare arem m os ppági ágina. na. ¿¿De De acuerdo? Carina sonrió.  —De a cue cuerdo. rdo.  —Bien.  —B ien. Tengo unas c uanta uantass re reuniones, uniones, así que tóm tómaa te el re resto sto del día libre libre.. Iremos a cenar antes del espectáculo y así comprobaremos la calidad del restaurante del hotel.  —Pee rfe  —P rf e cto. Max arroj ar rojóó uno unoss cuanto cuantoss bi billlet letes es a la barr barraa y se levant levantó. ó.  —Intenta  —Inte nta no m mete eterte rte e n problem a s.  —Lass chica  —La chicass buena buenass no se m mete etenn en pr problem oblemaa s, ¿¿ver verdad? dad? Max le dirigió una mirada de advertencia y se marchó. Ella se quedó  bebiéndose  bebié ndose el m a rtini m mientra ientrass sopesa sopesaba ba sus opc opciones. iones. Si aalgo lgo tenía c lar laroo e s que tenía que arreglar las cosas por su cuenta, sin importar lo que le costase. Por  desgra desg racia, cia, eeso so ssig igni nificaba ficaba una cosa. Que tend tendría ría que aapartarse partarse de la ne negoci gociac ació ión. n. Acarició el borde de la copa con un dedo y contuvo un suspiro. Aun con su capacidad ca pacidad de cá cálcul lculo, o, ssus us er errore roress ssuperaban uperaban ccon on crec creces es a sus aciertos aciertos.. A lo m ej or  habíaa ll habí llegado egado el m mom omento ento de descubrir qu quéé quería hac hacer er de verdad, verda d, en vez de ser  un calco de los demás. Su alma ansiaba libertad y creatividad. ¿Y si La Dolce Maggie no podía ofrecerle lo que necesitaba? Otros pensamientos de esa índole pasaron por su cabeza, pero se concentró en lo único que podía controlar. En arreglar el marrón. Apuró el martini, cogió el bolso y regresó a la habitación para ponerse en contacto con Sawyer Wells.

 

9

Sawy er enca encajj aba en La Lass V Vegas. egas. C Car arin inaa cont controló roló ssus us nner ervi vios os mientras él ava avanz nzaba aba  por su despa despacc ho c om omoo un e norm e fe feli lino. no. Le e strec strechó hó la m ano y la invi invitó tó a sentarse, como si hubiera decidido jugar con la comida antes de darle un mordisco. Y, joder, parecía capaz de morder. Exudaba sexo a raudales, pero tenía algo que la acojonaba muchísimo. Le recordaba al vampiro rubio de True lood , con esa pálida belleza y esos abrasadores ojos ambarinos capaces de hipnotizar a cualquier mujer inocente. Sus voluptuosos labios tenían una mueca cruel y su cara era un compendio de duras líneas, con pómulos afilados y una feísim feísi m a cciicat ca triz que ib ibaa desde la fre frent ntee hast ha staa la m ej ill illa. La cicatriz aum aumentaba entaba su  peligroso atr atraa ctivo. Lleva Llevaba ba el pe pelo lo lar largo, go, c a si c om omoo Mi Micc hae hael,l, per peroo no lo su suficient ficientee pa para ra rec recogérselo ogérselo en un unaa ccol oleta. eta. Había hecho los deberes y conocía lo principal sobre él. Sawyer Wells poseía una exitosa cadena hotelera que había comprado y que exprimió para conseguir  el máximo beneficio. Después, sucedió algo y pasó al siguiente desafío. El Venetian era su nuevo juguete, uno que se tomaba muy en serio, pero corría el rumor de que tenía intención de levantar una cadena de hoteles de lujo por todo el país. Viajaba a Italia con frecuencia y Max parecía mantener con él una relación que iba más allá de los negocios ocasionales. Se sentó al otro lado del enorme escritorio de teca y echó un vistazo a su alrededor. encontraba en la última planta del Venetian. Unos ventanales Su quedespacho ocupabansetoda la pared ofrecían una panorámica de la ciudad en toda su extensión, y le recordó más a una suite que a un lugar de trabajo, con muebles de teca, librerías y un bar. Las paredes estaban adornadas con unos cuadros preciosos, una intrigante mezcla de paisajes y de temas eróticos. Observó las siluetas de una pareja desnuda y abrazada envuelta en sombras. La sencilla sensualidad despertó algo en su interior, provocándole el anhelo de estudiar el cuadro. Al percatarse de que él la pillaba mirándolo, se ruborizó.  —¿T  —¿ Te gust gustaa eell ar arte, te, Carina? Car ina?  —Mucho. Pint P into. o. Sawyer se sentó en el sillón de cuero emplazado detrás del escritorio y la miró con expresión pensativa.

 —Inte resante  —Intere sante —m —murm urm uró—. ¿¿De De for form m a pr profe ofesion sionaa l?  —No, dej é de lado la pintura pintura pa para ra ter term m inar e l m áste ásterr. Aunque la ec echo ho de menos.  

 —No deber de berías ías nega negarr una par parte te de tu alm almaa . C Con on el tiempo tiem po ac acaa bar baráá m urie uriendo ndo o se enquistará en tu interior hasta que te la extirpes. —Su expresión se ensombreció como si estuviera luchando contra una imagen del pasado—. La vi vida da es e s dem demasiado asiado cort cortaa para estar lam lamentánd entándos osee luego.  —Sí.í. —La extr  —S extraa ña c onver onversac sación ión la a lt lter eró. ó. Jode Joder, r, ¿lo que había e n la esta estancia ncia adyacente era una cama enorme? ¿Y por qué de repente estaba pensando en que adem áse ngo de dorm dormi ir eenn conta ella ella tam bién hacía ía undo ot otra rass del cos cosas? as?  —Te  —T m uchos contactos ctosbién en hac el m a rte rte.. Si a lguna vez te a pete petecc e hacerr una eexpo hace xposi sición ción sser eriia, díme dímelo lo.. Mi m ar archante chante eess capa capazz de captar c aptar el e l talento talento al instante. Lo miró, extra extrañada. ñada.  —Nuncaa ha visto mis obra  —Nunc obras. s.  —Tee ngo buen inst  —T instint into. o.  —Lo tendré en m e nte. —C —Caa rina cr cruz uzóó las pier piernas. nas. La m ira irada da de Sa wy e r se desvió a la extensión de piel desnuda que la falda dejaba al descubierto y siguió un curso curso ascendente. S Suu adm admiración iración pare parecía cía si sincer nceraa y no la convertí convertíaa eenn un m er eroo objeto. Su vo vozz ronca evocaba m añana añanass ddee sába sábanas nas arr arrugadas ugadas y piel piel desn desnuda. uda.  —Es un plac placer er disfrutar de este m om omee nto cconti ontigo. go. Mi aayy udante m e ha dicho que querías hacer un trato. ¿Max se va a reunir con nosotros? Carina se pasó las manos por la falda, inspiró hondo y se atrevió a dar el salto.  —No, Max no sabe que he venido. Me gust gustaa ría que m a ntuvi ntuvier eraa e sta conversación en secret secre to. Sawyer ladeó la cabeza. Ella contuvo el aliento y se preguntó si ese hombre sería capaz ca paz de ver hast hastaa eell int interior erior de su alm alma. a.  —Qué int inter eree sante sante.. Nor Norm m alm ente m e nega negaría ría,, dado que tú no diriges las negociaciones, pero me ha picado la curiosidad. Aunque no puedo prometerte que no le hablaré a Max de esta conversación si no estoy de acuerdo con tus intenciones. Carina asintió con la cabeza antes de replicar:  —Por  —P or supuesto. Que Quería ría dec decirle irle que m e voy de La Lass Ve Ve gas y que a bandono la mesa de negociaciones. En su su car caraa aapare pareció ció uuna na expresió expresiónn ext extraña raña y fugaz fugaz..  —¿T  —¿ Te han de despedido? spedido?  —No, señor Wells.  —Saa wy er  —S er,, tut tutéé am e .  —Com  —C omoo quiera quieras, s, S Saw awyy e r. Él se mantuvo en silencio y Carina no añadió nada más. Al cabo de un

momento lo vio esbozar una sonrisa renuente y se felicitó por haber ganado esa insignificante escaramuza.  —¿Es  —¿ Es tod todoo lo que quer querías ías de decir cirm m e?  

 —La c ifra que te di eess eerr rrónea ónea.. Max y a m e ha dicho que no ha habrá brá a c uer uerdo do si insistes en ceñirte a mis estimaciones. No hay suficiente margen de beneficios  paraa dar e l salto a La  par Lass Ve gas, sobre todo si vam os a c om ompetir petir c on tu propio servicio de catering. Sawy er la obs obser ervó vó en si silenci lencio. o. Una extraña sensac sensaciión ssee aapod poderó eró de ell ella. a. Era como si estuviera catalogando sus secretos para decidir si la desafiaba o no. Lo vi vioo —¿ unir unirLo lassabe y emMi ascde los ensativo..  —¿Lo Mic hae hael? l? dedos con gesto ppensativo  —Todavía  —T odavía no.  —Entiendo.  —Enti endo. Así que te e li lim m inas de la ec ecuac uación ión por si así puede puedess salvar el acuerdo.  —Exacto.  —Exa cto. No podr podrás ás util utiliz izaa r m i er error ror e n contra de Ma Maxx o de m i her herm m a no.  —¿Cree  —¿ Creess que a m ena enazzar aría ía a tu her herm m a no? ¿Que te usar usaría ía de peón par paraa consegui cons eguirr m ás benef benefiicios cios?? ¿Que lo presi presionaría onaría par paraa que se cciiña a esa cifra o de lo contrario te despida? Carin ar inaa alz alzóó llaa barbil barbilla la y se negó a aacobardar cobardarse. se.  —Por  —P orysupuesto. Ere Eres s un hom negoc negocios. ios. De e star tu lugar lugar,, llam ar aría ía a Michael le exigiría ceñirse a bre esa de cantidad, porque de loe ncontrario no habría trato. Le diría que su hermana la ha fastidiado y que tiene que cumplir. —Hizo una pausa—. Pero si lo presionas al respecto, dimitiré. Sawy er pare pareció ció ssorprendi orprendido. do.  —¿Llega  —¿ Llegaría ríass a tanto por sa salvar lvar el aacc uer uerdo? do?  —Sí.í. Y señor Wells  —S Wells… …  —Saa wy er  —S er,, ins insist istoo en que m e tutee tutees. s.  —No voy de ffaa rol. Se pe perc rcató ató de que trataba de cont contener ener una so sonris nrisa. a.  —Qué int intriga rigante. nte. De Desde sde luego que has ccom ompli plica cado do m mucho ucho la lass cosa cosas. s. El alivio se apoderó de ella. Por fin había hecho algo beneficioso para la empresa. Al menos Max podría empezar desde cero y su hermano no se vería en una situación comprometida.  —Estoy segur seguraa de que e ncontra ncontrará ráss un plan a lte lte rna rnati tivo. vo. P a re recc es c apa apazz de adaptarte a cualq c ualqui uier er cosa.  —Voy  —V oy a dec decirte irte a lgo, C Caa rina rina:: tu eerr rror or no im impedir pediráá que la negoc negociac iación ión sig sigaa su curso.  —Graa cia  —Gr cias. s.  —Sin  —S in em emba bargo, rgo, ccre reoo que m e debe debess algo por eeste ste deta detall llee .  —¿Có  —¿ Cóm m o dice dices? s? Lo vio esbozar una sonrisa y se quedó sin aliento al captar la ardiente

sensualidad de sus ppár sensualidad árpados pados entornados.  —Saa l conm  —S conmigo igo esta noc noche. he.  —¿Có  —¿ Cóm m o?  

 —Que salgas cconm onmigo. igo. A m enos que Max y tú seá seáis is pa pare rejj a.  Negó  Ne gó con la ca cabeza beza ccon on exc excesivo esivo énf énfaa sis sis..  —No, Max y y o no som somos os par parej ej a. ¿Por qué quie quiere ress salir conm igo? La voz de Sawyer destilaba sorna al contestar:  —Eress una m uj  —Ere ujee r guapa y ti tiee nes a gallas. Te invi invitar taréé a c enar ena r y despué despuéss daremos una vuelta por el club. intentó m uyCarina gra grande. nde. ¿¿O O no?averiguar Resopl esopló. ó. qué tramaba. Era muy atractivo, pero le quedaba  —No cre c reaa s que voy a conf confesa esarte rte m ás se secc re retos tos..  —Tee sube  —T subesti stim m as. ¿A las siete?  —Voy  —V oy a ccena enarr te tem m pra prano no y a ver un espe espectá ctáculo culo ccon on Max.  —Pue  —P uess despué después. s. A las diez diez.. Una vez más Sawyer esperó en silencio. Una contenida sexualidad brotaba de él en oleadas. ¿No ¿No er eraa j usto usto lloo que nec necesi esitaba? taba? ¿Un hombre que la desea deseara ra y que no tuviera miedo a decírselo? En vez de sentarse junto a Max mientras escuchaba cómo Celine cantaba al amor no correspondido, podría conocer mejor a don Rubio, Alto y Sexy… y tal vez poner un poco celoso a su futuro rollo de una noche, ¿no? Sawy er sol solttó uuna na carc carcaj aj ada y m eneó llaa ca cabez beza. a.  —Eress incr  —Ere incree íbl íble. e. Ha Hacc ía m ucho que no tenía que e sfor sforzza rm e tanto par paraa consegui cons eguirr que una m uje ujerr se tome unas cop copas as conm conmig igo. o.  —Una copa ante antess de la ccena ena.. En el ba barr. A las seis.  —Hecc ho.  —He Carina regresó a su suite para ducharse y cambiarse de ropa. Sin saber muy  bien cóm c ómo, o, su m maa y or er error ror em pre presar sarial ial ha había bía aacc a bado ofr ofree cié ciéndole ndole una cita con un tío cañón. Iba a disfrutar de una última noche en Las Vegas antes de volver a casa y pens pensaba aba aprovecharla al máximo. A la m ierda Celine Dion. Carina atravesó las puertas del famoso bar V y buscó a Sawyer. La elegante y sensual decoración del local encajaba con su estado de ánimo. Divanes dobles de cueroo sal cuer salpi pica caban ban el bar, y y a se ha habí bían an ccong ongrega regado do vvar ariios ggrupo ruposs para probar sus sus  popularess m ar  populare arti tinis nis.. Unos m ura urales les de c ristal blanc blancoo le c onfe onfería ríann int intim imidad idad a la estancia. est ancia. Era el si siti tioo perfe perfecto cto para toma tomarse rse una ccopa opa antes ddee su ce cena na con Max. La condujeron enseguida a una mesa situada en un rincón, donde Sawyer la esperaba espera ba de pi pie. e. Le gus gustaba taba vesti vestirse rse de negro, un col color or que le sentaba m uy bien. bien. Alto y elegante, el pelo le llegaba a la altura de los hombros y enmarcaba los

rasgos de su cara. Lo envolvía un aura peligrosa que la intrigaba. Pidióó un m Pidi mar arti tini ni ssucio ucio y em pez pezaron aron a char charllar ar..  —¿Qué  —¿ Qué te ha par paree cido La Lass V Vega egass hasta aahora hora??  

Carin ar inaa gest gesticul iculóó para abar abarca carr la sala.  —¿Qué  —¿ Qué podría dis disgust gustaa rm e? Me he pasa pasado do toda la vida enc encee rr rraa da e n Bérgamo, así que esto me parece un menú degustación después de sobrevivir a  base de ga gall lletitas etitas salada saladas. s. Sawy er so sonrió nrió..  —He e stado e n Mi Milán lán m ucha uchass vec vecee s y conozco a tu m a dre dre.. Siem pre m e ha gus —Llevo gustado tado la tra tranqui lidad dad casa. sa. a. P er anquili Bérga Bérgam m odeentu eca l alm eroo he vivido vivido c on tre tress her herm m a nos m a y ore oress sobreprotectores y me costaba experimentar cosas nuevas y emocionantes. Estoy disfrutando de mi primer sorbito de libertad.  —La li liber bertad tad eess una be bebida bida eem m bria briagador gadora. a. —Sus ojos br bril illaba labann con eexpre xpresión sión  picarona  pica rona—. —. Como e l prim primee r sorbo de un buen vino. Su sabor e s m ucho m ás explosivo si lleva años reposando. Carina cogió el palillo con las aceitunas y sacó una. La mirada de Sawyer se clavó en el movimiento de su boca con evidente interés.  —Eress un poeta  —Ere poeta,, Saw Sawyy e r We ll lls. s. ¿¿Quién Quién lo iba a dec decir? ir? ¿¿De De qué conoc conocee s a m i madre?  —Nos conocim c onocimos os ha hacc e años. Me sac sacóó de una sit situac uación ión delica delicada da y le prom e tí mi lealtad. Enarcó una una ccej ej a aall es escucharlo cucharlo..  —¿V  —¿ Vas a e xpli xplica carm rm e los deta detall llee s?  —No. Carina sonrió.  —See guro que has leído el m anua  —S anuall de ins instruc truccione cioness de las m uje uj e re res. s. Nos encantan enc antan los m mis isterios. terios.  —Cre  —C reía ía que os enc encaa ntaba re recc om omponer ponernos. nos. S Salva alvarnos rnos de nosot nosotros ros m ismos.  —Ta m bién, pe  —Ta pero ro poc pocas as ve vecc e s nos ddee j áis. Sin inti tióó un esca escalo lofr frío ío en la eespalda spalda por la re repenti pentina na pa pasi sión ón que vio en los oojj os de Sawy er. er. S Sí,í, ese hom hombre bre le quedaba m uy grande. Era un ma maestro estro ddee la seducción, mientras que ella tenía que ir a clases particulares para novatos. Aun así, la  batall  bata llaa se sensual nsual y su rá rápido pido iingenio ngenio la aatra traían, ían, aunque a unque ta tam m bién la aasust sustaa ban.  —¿V  —¿ Vas a ha hablar blarle le a Max de nuestra cita? Escuchar su nombre la devolvió a la realidad. Le temblaron los dedos.  —Sii m  —S mee pre pregunta. gunta. Sawyer captó el movimiento y se inclinó hacia delante. El olor a madera y a almizcle la envolvió con su sensualidad.  —Háblam  —Há blam e de tu re relac lación ión con Max.  —Es el m ej or a m igo de m i he herm rm a no. Crec Crecim imos os j untos y sigu siguió ió a Michae Michaell a

ueva York para abrir La Dolce Maggie.  —¿Am  —¿ Am igos de la infa infancia ncia??  —Sí.í. ¿¿A  —S A qué vie vienen nen ta tantas ntas pre preguntas guntas sobre Max?  

Sawy er la m miiró.  —¿T  —¿ Te ha pue puesto sto su m mar arcc a ? Estuvo a punto de atragantarse al escuchar la pregunta.  —¿Có  —¿ Cóm m o?  —¿Os  —¿ Os está estáis is ac acost ostaa ndo?  —No, y no cr cree o que se seaa asunto tuy tuyo. o.  —No de berías deber ías tene tener r m iedo deUna ha hace cer r c ualquier pre pregunta, gunta, Car Carina. ina. N No o solo er eres es guapa, sino también inteligente. combinación peligrosa. Quiero asegurarme de que estás libre. Su voz grave la envolvió en un mar de posibilidades. Ese hombre la deseaba. ¿Por qué no estaba encantada y lo invitaba a subir a su suite? Dichoso Max. De alguna algu na m aner aneraa se ha habí bíaa quedado atasca atascada da eenn ssuu enam oram ient ientoo iinfanti nfantil,l, y eso llaa cabreaba.  —Estoy li libre bre.. Y eesto stoyy c ansa ansada da de habla hablarr de Max. Sawyer extendió un brazo y le cogió una mano. Una corriente muy  placee nter  plac nteraa la recor re corrió, rió, per peroo nada par parec ecido ido a la abr abrum umaa dora e m oc oción ión que sentía cuando laostocaba. Aunquec re noo estaba pensando enar Max mucho  —YaaMax  —Y som somos dos. Aunque reo que tengo que dej arte te mniar archa charr si menos. quiere quier e s ir a tu cena cena.. Carina ladeó la cabeza y su melena cayó sobre un hombro.  —Todavía  —T odavía no. Los labios labios ddee Sawy er esbozar esbozaron on una son sonrisa. risa.  —No, todavía no. ¿Qué pintas?  —Ree tra  —R tratos. tos. Miem bros de la fa fam m il ilia, ia, bebé bebés, s, anim ale ales… s… Me enc encaa nta ver m ás allá de la superficie de las personas para capturar algo que ellos nunca ven. Me recuerda rec uerda a la descripci descripción ón qque ue hac hacee m i cuñ cuñada ada de sus sus fot fotos os..  —Soy inca  —Soy incapaz paz de pint pintaa r un m onigot onigotee , per peroo adm iro el a rte rte.. Recuer Rec uerdo do que e n mi primer viaje a Italia me embriagué de arte. Casi me sacaron a rastras de la galería de los Uffizi porque no me iba.  —Sí,í, yyoo he e stado re  —S recor corrie riendo ndo esa e sa ga galer lería ía toda la vida vida.. La primer prim eraa ve vezz que vi la capilla Sixtina, me puse a llorar como una Magdalena.  —¿Nunc  —¿ Nuncaa ha hass quer querido ido pi pintar ntar de fform orm a prof profee sio siona nal? l? El anhelo se apoderó de ella, un anhelo agrio y feroz. Cuanto más contemplaba su futuro en La Dolce Maggie, más lloraba su alma por algo di dist stin into. to. Ti Titu tubeó, beó, sin saber hasta qué punt puntoo debía confe confesarse sarse con éél.l.  —Sí,í, per  —S peroo nunca he ccre reído ído en m míí lo lo suficie suficiente. nte. Sawy er asin asinti tióó con la ccabeza. abeza.  —Séé lo que quier  —S quieres es de decc ir ir..

El silencio vibró entre ellos cuando vieron que surgía la posibilidad de una am is istad tad y tal vvez ez al algo go má más. s. Carina sonrió.  

 —Anda , hábla  —Anda, háblam m e de dell gl glaa m uroso m mundo undo hot hotee ler lero. o. Charlaron durante una hora, ha hast staa que ll llegó egó eell mom ento de re reuni unirse rse ccon on M Max ax  paraa la c e na. Saw  par Sawyy er le cogió c ogió llaa m a no.  —Caa rina  —C rina,, m e gust gustar aría ía que te re reunier unieras as c onm onmigo igo despué después. s. T Tee enseñar ense ñaréé e l club  podem  pod em os iirr a bail bailar ar si te apetec apetece. e. Ti Titu tubeó. beó. La ne nece cesi sidad dad que Max le provocaba se eenfre nfrent ntaba aba a la tent tentac aciión qu quee tenía delante.  —No e stoyy segur esto seguraa —susurr —susurró. ó.  —Tee eesper  —T speraa ré en el el T Taa o. Tú dec decides. ides. Sawy er la bes besóó en llaa m ej illa y se ma marchó. rchó. Las fant fa ntasí asías as del pasado se eenfrentaban nfrentaban a su ppre resent sente. e. Había llegado el momento de elegir. Carina se dirigió al vestíbulo, donde Max la esperaba. La expresión de su cara al verla marcó el ambiente de toda la velada. Se quedó boquiabierto cuando vio el vestido que llevaba y se le tensó la cara.  —No puede puedess poner ponerte te e so —susu —susurr rró, ó, fur furioso ioso—. —. P or el a m or de Dios, Ca Carina rina,, ese vesti vestido do es… es…  —Mmm  —Mm m , con un « Estás m muy uy guapa guapa»» ha habría bría ba bastado. stado. Se volvió loca nada más ver el Versace. Un sinfín de finas tiras cruzadas le tapaban los pechos de forma sensual, de modo que era imposible saber dónde acababa ac ababa la ttela ela y dón dónde de em pez pezaba aba la piel. Tenía el corte a la ccin inttura y la falda de vuelo caía hasta el suelo de forma asimétrica. Además, el color melocotón le sentaba muy bien a su tono de piel. Se hizo la depilación brasileña en el spa, y aunque había gritado, el dolor había merecido la pena. Se dejó el pelo suelto y solo se había puesto unos gruesos brazaletes dorados que le otorgaban el aspecto de una una eescl sclava ava m uy sex sexy. y. El hecho de que Max se hubiera quedado mudo bien valía el precio que había  pagado.  paga do. Y fue m ucho m e j or ccuando uando por fin se dio la vue vuelt lta. a. Max masculló algo. El vestido le dejaba la espalda al aire justo hasta el inicio de la curva del trasero. Había comenzado la noche con un juego perverso que  pensaba  pensa ba ga ganar. nar. Le hiz hizoo el sigui siguiente ente c om omenta entario rio por eenc ncim imaa de dell hombr hombro: o:  —Sii no ttee gust  —S gusta, a, siem pre m e lo pue puedes des quitar quitar.. Max ni abrió la boca. El restaurante, Canaletto, estaba a rebosar, pero los condujeron sin dilación a una acogedora mesa junto a la plaza de San Marcos. Los maravillosos tonos crema y las brillantes luces le conferían al lugar una elegancia muy íntima, y

además podía verse el Gran Canal, por donde pasaban las góndolas, y se escuchaban varias conversaciones en voz baja. Con la sensación de estar en Venecia, Carina se relajó y pidió una copa de montepulciano, tras lo cual disfrutó  

de su sabor tan terrenal. Cualquier cosa era mejor que ponerse a parlotear como una idiota. ¿Por qué Max siempre parecía tan… perfecto? Mientras que Sawyer era la  personi  per sonific ficac ación ión del sexo y del peligro, Max le re recor cordaba daba a un play boy distinguido, con una elegancia y un encanto innatos. Se había quitado el traje y llevaba una camisa de seda azul oscuro, unos chinos y unas botas de cuero de tacón bajo. reloj, uncuando Vacheron Constantin, brillócoger comola la plata pulida alrededor de Su su muñeca extendió la mano para copa de vino y  beberr un bue  bebe buenn sorbo. El plan era sencillo. Emplear el tiempo durante la cena para seducirlo. Por  desgracia, se dio cuenta de que Max había decidido seguir su propio plan: recordar rec ordar los los vi viej ej os ttiem iempos pos..  —¿Rec  —¿ Recuer uerdas das c uando ll llee vaste a ca casa sa a e se c hico del c olegio y Micha Michael el y y o te seguimos hasta el Sam’s Cafe? —Meneó la cabeza como si fingiera estar  recordándolo—. Nos escondimos en los arbustos y cuando él se inclinó para  besarte  besa rte,, Micha Michael el se le e chó e ncim a. Le dio tal sust sustoo que te dej ó plantada y tuvimos que llevarte de vuelta a casa. El recuerdo seguía escociéndole. La humillación de que Michael la siguiera con su compinche había coartado muchísimo su vida sentimental.  —¿Y  —¿ Y qué quier quieres es de decir cir con eeso? so? —pre —preguntó guntó con seque sequedad. dad.  —Lo siento, sol soloo m e he ac acorda ordado do de lo sobreprotec sobre protector tor que es tu her herm m ano. ada más má s. Entendido. Hablar de su hermano desde luego que había matado sus ganas de seducción. Además, también servía de recordatorio de lo que se jugaban. Tenía que subir las apuestas. Bebió otro sorbo de vino, se lamió los labios y sonrió.  —He tenido una ccit itaa con Saw Sawyy er e sta noche noche.. Max la miró fijamente. La expresión asombrada de su cara aumentó la confianzaa que tení confianz teníaa en sí m mis ism m a.  —¿De  —¿ De qué eestás stás habla hablando? ndo? ¿Sa wy e r te ha invit invitaa do a sa sali lir? r?  —Sí.í.  —S Max apretó los dientes, una muestra típica de enfado masculino.  —¿Cu  —¿ Cuáá ndo?  —Fui  —F ui a ver verlo lo a su despa despacc ho. Le dij dijee que pensa pensaba ba re reti tira rarm rm e de las negociac negoci acio iones nes debi debido do a m i error y que la cifra que di es imposi imposibl ble. e. Lo escuchó mascull m ascullar ar una palabrota palabrota m uy soez soez..  —See suponía que ibas a dej a r que y o lo ssolucionar  —S olucionara. a. Carina alzó la barbilla. —Max, si com c omee to un er error ror,, lo sol soluciono. uciono. A e stas aalt ltura urass y a debe debería ríass sabe saberr eso

  Max, si com c omee to un er error ror,, lo sol soluciono. uciono. A e stas aalt ltura urass y a debe debería ríass sabe saberr eso de mí m í. Max se frotó la frente con los dedos.  —Lo sé. sé . P Pee ro oj ojaa lá no ccre reyy e ra rass que debe debess eenfr nfree ntar ntarte te a l m mundo undo tú sola par paraa  

demostrar tu valía. El comentario fue como un mazazo. La conocía bien, sí, más íntimamente que cualq cua lqui uier er ot otro ro hom hombre. bre.  —Bue  —B ueno, no, y a e stá stá hec hecho. ho. Sa wy e r ha ac accc edido a que m i eerr rror or no aafe fecc te a las negociaciones.  —¿T  —¿ Te sentist sentistee obli obliga gada da a salir ccon on él? ¿Te pr presionó? esionó?  —No. Me apete alapetec c ía ha hace rlo. Max pegó espalda alcerlo. respaldo de la silla, alejándose de ella.  —Saa wy er te viene m uy gra  —S grande, nde, Car Carina. ina. No te aace cerque rquess a éél.l. Aunque Max le estaba diciendo lo mismo que su cabeza, la cabreó de todas formas.  —Yaa no sabe  —Y sabess lloo que m e vie viene ne gr grande ande.. ¿¿De Desde sde ccuá uándo ndo somos aam m igos igos??  —Desde  —De sde ha hace ce lo bastante ccom omoo par paraa sa saber ber que no eess ade adecc uado pa para ra ti. ti.  —¿Y  —¿ Y quién lo es? Max pareció enfurruñarse al escuchar el desafío y se concentró en su copa de vino. Aunque esperaba que los celos lo descolocaran, una vez más había re rehui huido do la provoca provocación ción y se ha habí bíaa esc escondi ondido do tras su re reto torc rcid idoo senti sentido do del hono honorr.  —Vaa m os a ccaa m biar de te  —V tem m a , ¿¿vale vale??  —Clar  —C laro. o. Hoy m e he he hecho cho la de depil pilac ación ión brasileña brasileña.. Max se atragantó con un trozo de pan. Con los ojos llenos de lágrimas,  preguntó  pre guntó en voz baj a :  —¿T  —¿ Te está estáss riendo de m í? No va vayy as dicie diciendo ndo por aahí hí esas ccosas. osas. El sudor que apareció en su frente le indicó a Carina que se sentía incómodo  por otros moti m otivos. vos.  —¿P  —¿ P or qué no? Si ins insist istee s e n tem as de c onver onversac sación ión que m e hac hacen en queda quedar  r  como una niña, supongo que tendré que recordarte que soy una adulta. —Le guiñó gui ñó un oj ojo—. o—. ¿¿Quiere Quieress ver verlo lo?? Max se ruborizó.  —No. Y no dej e s que nadie lo vea vea.. —S —See re rem m ovió e n e l a siento—. Estás ugandoo con fuego y no pi ugand piensas ensas en las consecuencias.  —Vaa m os a re  —V repasa pasarr las opcione opcioness si te par paree c e. —Leva —Levantó ntó una m ano y fue contando con los dedos—. Los dos somos adultos responsables. Nos sentimos atraídos el uno por el otro. Solo será por una noche. Y luego pasaremos a otra cosa. cos a. ¿Qué ¿Qué prob probllem a se m mee eescapa? scapa? El camarero les llevó sendos platos de lubina chilena a la sal. El acompañamiento de patatas yukon se servía aparte con aceite, ajo y especias. Pinchó un trocito de pescado y gimió al degustar la maravillosa textura y la

cruj ient ientee pi piel. el.  —Joder,, qué bue  —Joder bueno no está —dij —dijo. o.  —Lo sé. La polenta eestá stá pre prepar paraa da eenn su punt punto. o. P Prué ruébala bala c on el tom tomate ate..  —Vaa le.  —V  

Comieron en reverente silencio un rato, sumidos en un coma inducido por el  placee r de la ccom  plac omida. ida. Al fina final,l, M Maa x se aanim nimóó a rree tom tomar ar la conver c onversac sación. ión.  —Pee rm ít  —P ítee m e eenum numer eraa rte todos los m oti otivos vos por los que no de debem bem os ttee ner una aventura.  —De una noc noche. he.  —Lo que tú digas. En prim primee r lugar lugar,, tu her herm m ano c onfía en m í pa para ra que te  protej a y per perder dería ía cconfianza. onfianza. se segundo gundo luga lugtécnicamente a r, nue nuestras stras m trabajas adr adree s se cconoce onocen se subirían por lassuparedes. EnEn tercer lugar, para mín yy  podría traspa tr aspasar sarse se la bar barre rera ra laboral. labora l.  —Micc hae  —Mi haell y nuestra nuestrass m adr adree s nunca se ente entera raría rían. n. Nuestra Nue stra re relac lación ión de trabajo no se vería afectada, ya que yo estaría en otro departamento. ¿Por qué no darnos el homenaje? ¿No sería mejor que tú fueras mi primera experiencia sexual y no algui alguien en a qui quien en no cconoz onozco? co? Max sintió que la rabia le brotaba en oleadas.  —No despe desperdic rdicies ies tu virgini virginidad dad por esa gil gilipol ipollez lez según la c ual las m ujer uj eres es tienen que vivirlo todo enseguida. Debería ser algo especial, con alguien a quien quieras. No malgastarla en una aventura sin futuro. La respuesta es no. Puedes discutir, intentar engatusarme y tentarme todo lo que quieras. No pienso acos ac ostarm tarmee cont contig igoo ni ttener ener una ave avent ntura ura que pod podría ría aarruin rruinar ar nuest nuestra ra am istad. istad. No  pienso corre cor rerr eese se rriesgo. iesgo. Carina sintió un anhelo salvaje en el estómago que acabó atenazándole la garganta. No iba a funcionar. Su fantasía de una noche era eso, una fantasía. En el fondo no valía lo suficiente para que Max se arriesgase. Otra experiencia que demostraba que no era la clase de mujer capaz de volver loco a un hombre comoo para que quebrar com quebraraa to todas das las reglas. Ni ssiq iqui uier eraa m edio des desnud nuda, a, de desp spués ués de haber pisoteado su orgullo. Por el amor de Dios, si incluso sus intentos de seducción habían acabado reducidos a una conversación lógica sobre los pros y los contras de mantener una aventura. La humillación se apoderó de ella. Ansiiaba m eterse eenn llaa ccam Ans am a, taparse la ca cabez bezaa y llorar llorar.. T Tal al com comoo hhabía abía hecho en incontables ocasiones en el pasado, cuando se daba cuenta de que Maximus Gray am ás llaa desea desearía ría con llaa m is ism m a pasió pasiónn qque ue ella lloo des desea eaba. ba. Su sueño se alejó flotando como en una nube, como si fuera un espejismo. Max la miraba con preocupación. Esa expresión con la que siempre la miraba y que j am ás podrí podríaa sati satisfac sfacer er,, ni ssiiqui quier eraa roz rozar ar,, sus má máss os oscura curass fa fant ntasías asías.. Tal vez otra persona pudiera hacerlo. Una imagen de Sawyer apareció en su mente. Un hombre que se interesaba  por ella c om omoo m uje uj e r, no ccom omoo aam m iga de la inf infanc ancia. ia. Con ééll podría expe experim rimenta entar  r 

lo que anhelaba. A lo mejor había llegado el momento de dar un salto hacia lo desconocido. Estaba harta de acostarse sola noche tras noche. Se sentía sola e in insati satisfec sfecha ha con aapena penass veint veintis iséis éis años. ¿¿Era Era trist tristee o no? Se li lim m pi pióó los labi labios os con la ser servil villeta leta m uy despac despacio io y se obli obligó gó a sonre sonreír ír..  

 —Supongo que la de  —Supongo decc isión isión yyaa eestá stá tom tomaa da.  —Cré  —C réee m e , es m ej or pa para ra todos. todos. Asintió con la cabeza al escucharlo.  —Lo entiendo. Pe P e ro quier quieroo que m e pr prom omee tas una ccosa. osa.  —¿El  —¿ El qué? Carin ar inaa alz alzóó la bar barbi bill llaa y lo miró a los los oj ojos. os.  —Dé  —Déj j am e ir ir.. Max parpadeó.  —Siento  —S iento habe haberte rte a lt ltee ra rado, do, cara. Por favor, dime que no he perdido tu amistad. Es muy importante para mí. Se obligó a contener las lágrimas que le quemaban los ojos.  —Nuncaa m e per  —Nunc perder deráá s del todo. E Enn cie cierta rta for form m a cr creo eo que siem siempre pre for form m ar aréé  parte  par te de tu vida. P er eroo y a no puedo seguir c on e sto sto.. Nec Ne c esito continuar c on m i vida y tomar decisiones por mí misma, con mis reglas. Esta noche tú has decidi dec idido do cortar los los llazo azoss que nos unen. unen. Ha Hass perdido el dere derecho cho a dec decid idir ir con quién m e aacuest cuesto. o. Max apretó los labios y se inclinó sobre la mesa.  —P or ffaa vor, no m  —Por mee digas que va vass a de deshonra shonrarte rte par paraa vengarte venga rte de m í. Se le eescapó scapó uuna na ca carca rcajj ada ccare arent ntee de hu hum m or or..  —  Dio, qué arrogant ar rogantee ere eres. s. Au Aunqu nquee tienes m mot otiv ivos os ppar araa ccre reer er eso porque porque te he dado mucho poder. Pero se acabó. No pienso dormir sola esta noche. Y no será  porque vay a a deshonr deshonraa rm e, ca cabrón. brón. Se rá porque voy a busca buscarr lo que he deseado durante mucho tiempo: un hombre que me haga estallar de placer y me lleve a los lugares que me muero por visitar. Un hombre que me abrace, que me  provoque orga orgasm smos os y que com pa parta rta la noche conm igo. Tú has re renuncia nunciado do a hacerlo hace rlo esta no noche. che.  —Caa rina  —C rina,, no. Echó la silla hacia atrás y se levantó.  —Sii te queda un poco de re  —S respeto speto por m í, déj a m e tra tranquil nquilaa . Me lo m er erezco, ezco, Max. —Sol —Soltó tó llaa se servil rvilleta—. leta—. Gracias Gra cias por la ccena ena..  —Espera.  —Esper a. Se detuvo al escucharlo. Los segundos pasaron. El sonido del bullicioso restaurante flotaba a su alrededor: el tintineo de los cubiertos y de las copas, las risas y el chapoteo de las góndolas que surcaban el agua. Esperó mientras él  parec  par ecía ía lucha lucharr c ontra sus dem onios onios.. Se per perca cató tó de que a par paree cía un tic tic ne nervioso rvioso en su mentón. Habían llegado a un punto de no retorno. Tenía la sensación de que se le iba a

salir el corazón del pecho mientras esperaba a que tomase una decisión final. Esas facciones tan marcadas adoptaron una expresión apesadumbrada antes de que abriera la boca. Sus palabras quedaron suspendidas en el aire como un  bocadil  boca dillo lo de tebe tebeo, o, en bla blanco nco ha hasta sta que eell ar arti tista sta dier dieraa la últim últimaa pinc pincela elada. da.  

Max cerró la boca. Asintió con un gesto seco de cabeza y ella observó a un desconocido sin emociones tomar una decisión.  —No volveré volver é a m olestar olestarte. te. Se le formó un nudo en la garganta al escuchar esas palabras, pero mantuvo la com compos postu tura ra.. Mi Mientras entras se alej aba, se negó a eechar char la vi vist staa atrás. ¿Qué había hecho? Max contempló los platos de la mesa y se aferró a los resquicios de su cordura. Cogi Cogióó la copa de vin vinoo y la apuró antes de hac hacer er un gest gestoo para que se la rellenasen. La velada se había convertido en un desastre y ni siquiera estaba seguro de dónde venía el pánico que lo atenazaba. Había tomado la decisión correcta. Joder, la única posible. Era imposible que se acostara con Carina una sola noche, le arrebatara la virginidad y luego siguieran como si nada. ¿Por qué no podía entenderlo? « No pi pienso enso ddorm ormir ir ssol olaa eest staa noche.» Sawyer. Esas últimas palabras de Carina lo atormentaban. ¿Buscaría a su amigo para demostrar que iba en serio? ¿Se sentía atraída por él? ¿Qué quería decir con eso de « os oscuros curos ddeseos eseos»» y « fant fantasí asías» as» ? Apret Apretóó llos os pu puño ñoss ssob obre re el regazo, regazo, atormentado por una sucesión de imágenes. Carina desnuda con otro hombre. Carina gimiendo con llaa ca cabez bezaa ec echada hada hacia aatrás, trás, mordiéndo mordiéndose se eese se sensu sensual al labi labioo inferior mientras un desconocido la penetraba. Carina susurrando el nombre de otro. Luchó contra la rabia y la locura que lo amenazaban y se ordenó tranquilizarse. Sí, Carina hablaba mucho, pero dudaba que fuera a llevarlo a cabo. ca bo. S Seguram eguram ente ccoqu oquetear etearía ía un poco, bai bailaría laría e inclus inclusoo besaría a algu alguien ien para satisfacer su curiosidad. Solo tenía que mantener las distancias mientras la vigilaba. No interferiría y ella ni lo vería siquiera. Cuando acabara el experimento, volverían a Nueva York, tal vez allí se calmarían las aguas. Saldría con algún chico correcto, digno de ella, sin compl com plej ej os os.. Al Algui guien en agra agradabl dable, e, j oven y re resp spetabl etable. e. No con un ttío ío m ay or, cín cínico ico y retorcido con fobia al compromiso como él. Estar con ella de cualquier modo garant gara ntiz izaba aba eell ddesastre. esastre. Le har haría ía daño, al algo go qque ue j am ás se perdonaría. P Perde erdería ría la am is istad tad y el respeto de Mi Michae chael,l, y su trabaj o. Una aventura de una noche no valía la pena. Ni siquiera con una mujer que calmaba calma ba ssuu al alm m a y hacía qque ue ans ansiiara ser m ej or hhombre. ombre.

 

10

 —¿Te  —¿ Te lo has pasa pasado do bien ccee nando ccon on Max? Carina estaba sentada en un reservado situado en la parte superior del club Tao. Sawyer la estaba esperando en la puerta donde se encontraba la famosa estatua de Buda de seis metros. Se asombró por el extremo contraste entre la obvia sexualidad y la relajante espiritualidad que ofrecía el lugar, pero supo que había tomado la decisión correcta. Unas chicas casi desnudas se bañaban en las enormes bañeras de mármol, llenas de pétalos de rosa. Las paredes pintadas de rojo y la luz de las velas estimulaban los sentidos. Era un lugar para dejarse llevar y perder las inh inhib ibici iciones. ones. La m mús úsica ica hip-hop hip-hop ssumía umía en un trance fre frenéti nético co a la multitud, pero Sawyer la cogió del codo y la guio hasta la planta superior, donde la invitó a pasar a un reservado oculto tras unas gruesas cortinas de terciopelo. Habían servido champán en unas altísimas y delicadas copas. La estancia estaba llena de ramos de flores cuyo olor impregnaba el aire. En su santuario, que obviamente estaba insonorizado, no se escuchaba la música. La pregunta le  provocóó un esc  provoc escaa lofrío eenn la eespalda. spalda.  —Sí,í, no ha e stado m al. —B  —S —Bee bió un sorbo de c ham pán m ientra ientrass su acompañant acom pañantee se la com comíía ccon on llaa m irada. La intensidad controlada de sus ojos la incomodó, pero se negó a dejarse acobardar. historia. Sawyer Wells iba a tener suerte esa noche, como ella. Fin de la La mirada de Max había cerrado definitivamente la puerta de su pasado en común.  —¿En  —¿ En qué eestás stás pensa pensando? ndo? La pregun pre guntta la sac sacóó del ttra rance. nce.  —En nada. nada .  —¿Estás  —¿ Estás segur seguraa ? La verdad palpitaba entre ellos. De repente, el inocente coqueteo había tomado una velocidad de vértigo. Sawyer esperó su respuesta como si supiera que la pregunta teníaposibilidades… connotaciones yimportantes. se extendía frente ella con sus infinitas estaba hartaLa de noche ser el segundo plato de losa

hombres. En ese momento iba a disfrutar de su libertad y de las posibilidades que teníaa ante eell tení lla. a. En eesa sa oc ocasión asión nnoo se eequi quivoca vocaría ría aall elegir elegir..  —Estoy segur segura. a. Sawyer esbozó una sonrisa y de repente se acercó a ella. Su calor sensual la  

rodeó.  —Me alegr a legro. o. Esta noc noche he quier quieroo dar darte te plac placee r. Ni siqui siquiee ra re recue cuerdo rdo ccuándo uándo ffue ue la última última vez qque ue m e se sentí ntí tan in intrig trigado ado por una m ujer uj er.. Carina sintió un escalofrío en los brazos. Se bebió varias copas de champán, hasta que sintió un placentero zumbido en los oídos y el mundo perdió su nitidez. Percibió que la noche llegaba a su fin y que acabaría en su cama, y comenzó a hablar.  —¿Tra  —¿ Traee s a todas las m uje uj e re ress a tu club pa para ra seducirlas? seduc irlas?  —No. La m a y oría de e ll llaa s in intentan tentan se seducirm ducirm e a m í.  —¿Có  —¿ Cóm m o lo hac hacee n? Sawy er rio ent entre re dientes. dientes.  —Tee sorpre  —T sorprender ndería. ía. P e ro e s m ej or no habla hablarr de otra otrass m ujer uj eres. es. ¿Te gusta gusta la música? ¿Te gusta bailar?  —Sí.í.  —S  —¿Quier  —¿ Quieree s que ba bajj e m os a eecc har harle le un vist vistaa zo al cclub? lub? El plac placer er la inun inundó, dó, hac haciéndol iéndolaa vibra vibrarr.  —Me enca e ncantar ntaría. ía. Sawy er la prec precedió edió mient mientra rass ssalí alían an de la estanci estanciaa a travé travéss de las corti cortinas, nas, ttra rass lo cual bajaron la escalera y se internaron en la sala principal. La música que se escuchaba por los altavoces era un hip-hop subido de tono. Excitada por el alcohol, Carina enlazó un brazo con el de Sawyer mientras avanzaban sin dificultades entre la multitud. Había muchas chicas contoneando las caderas, vestidas con minifaldas de lentejuelas y tacones altísimos. Los hombres aferraban caderas y glúteos, y se movían como si quisieran demostrar   pública  públi cam m ente sus habilid habilidaa des. La Lass luce lucess se enc encee ndían y se a paga pagaban ban de for form ma intermitente. En el aire flotaba la erótica mezcla del sudor de esos cuerpos medio desnudos y del perfume. Carina sintió que algo se desataba en su interior y se liberaba. La libertad corrió por sus venas, prendiendo un fuego que la abrasó mientras  bailaba.. Saw  bailaba awyy er la a gar garró ró par paraa pega pegarla rla a su cue cuerpo rpo y ella le e chó los br braa zos a l cuello. Sus cuerpos se rozaban, se frotaban, se alejaban y volvían a unirse al ritmo de la música. Su maravilloso olor la incitaba a dar el último paso. Cerró los ojos. Sawy er le enterró los dedos en eell ppelo elo y le di dijj o al oí oído: do:  —Vee n a m i habitac  —V habitación. ión. El deseo de decir que sí le provocó un cosquilleo en los labios. Abrió los ojos. Necesitaba más tiempo para decidir. Pasó por alto su pregunta

 si  sigui guióó bail bailando, ando, dej dejando ando que el rit ritm m o de la m úsica úsica se adueñara de eell lla. a. Su mirada se cruzó con la de los penetrantes ojos azules del hombre que estaba est aba detrás de S Sawy awy er er.. Max.  

Sentado a la barra del bar, alejado de la multitud, solo, observándola. Estaba a  punto de aarr rree pentirse pentirse,, porque pa para ra e ll llaa sol soloo existí existíaa éél,l, per peroo er eraa de dem m a siado tar tarde de y debíaa dej debí dejarlo arlo ma marchar rchar..  —Síí —l  —S —lee sol soltó tó de repe r epente nte a Saw awyy er. Esperó a que él la besara. En cambio, la apartó un poco para mirarla a los ojos. Y después se dio la vuelta lentamente.  —Vám  —Vá m onos. —Ca rina asi le ado aagar garró ró una m a no y tiró tiró de él pa para ra sacar sac arlo lo de la pist pistaa de bail bai le, pero y a —C eera ra adem asiado tarde. tarde. Max estaba frente a ella y su cuerpo vibraba por la furia que lo invadía. Su reacción la excitó de inmediato y sintió que se le humedecían las bragas. Todo su cuerpo cuer po cobraba vi vida da baj o su do dom m in inio io..  —¿Qué  —¿ Qué nar narice icess está pasa pasando? ndo? —pre —preguntó guntó Ma Max, x, dirigié dirigié ndose a Saw awyy er er,, per peroo ella se interpuso entre ambos.  —Nada  —Na da de tu incum incumbenc bencia ia —m —maa sculló—. Ha Hass prom etido que m e dej ar arías ías tranquila. Sawyer miró a su amigo con expresión severa.  —Tranquil  —Tra nquilo, o, a m igo. No está estáis is saliendo y m e ha dej a do c lar laroo que e stá disponible.  —Es la herm he rm ana de Micha Michaee l, por el aam m or de Dios.  —¿Y?  —¿ Y? T Tam am bién e s una m uje uj e r her herm m osa c apa apazz de ele elegir gir a sus a m ante antes. s. Creo que esta esta noche y a ha hec hecho ho su elecc elecció ión. n. Max extendi extendióó un bbra razzo y agar agarró ró a Sawy er por el cuello cuello de la ca cam m isa. isa.  —Voy  —V oy a m ata atarte rte,, jjoder. oder. Sawyer no tuvo tiempo para reaccionar. El demonio interior de Carina cobró vi vida da y se abalanz abalanzóó hacia Max, al qque ue em e m pujó ccon on fuerz fuerza. a.  —¡Noo ti  —¡N tiene eness der derec echo! ho! —gr —grit itó—. ó—. Dé Déjj anos tra tranquil nquilos. os.  —Caa rina  —C rina,, no sa sabes bes lo que e stás ha hacie ciendo. ndo. —Max zar zarande andeóó a Saw awyy er er,, víctim víctimaa de un arrebato arre bato de ira, algo qque ue j am ás le había había vis visto to hace hacerr aant ntes. es.  —Yaa basta  —Y basta.. —Sawy er se za fó a l ins instante tante de las m anos de Max y se apa apartó rtó de él—. Carina, preciosa, siéntate aquí un momento. Ahora mismo vuelvo. Necesito hablar habl ar con Max.  —Pee ro…  —P  —Por  —P or ffaa vor vor.. Temblando por la vorágine de emociones contenidas, Carina asintió fugazmente con la cabeza y se sentó en el taburete más cercano, desde donde obser obs ervó vó cómo S Sawy awy er se llevaba llevaba a Max a rrastras. astras. ¿Por qué se ccom omport portaba aba de eesa sa manera? No la deseaba lo suficiente como para acostarse con ella, pero se

negaba a darle la oportunidad de hacerlo con otro. El juego enfermizo en el que estaban enzarzados desde hacía unos meses la tenía hecha un lío. Acabó una canción. Y luego otra. Observó cómo la multitud se entregaba a la música y bajó de un salto del taburete. Al cuerno con Max. Al cuerno con  

Saw awyy er. er. Al cue cuerno rno con todos todos.. Iba a bailar. Cam inó hast hastaa la pi pist staa de bail bailee y se dej ó lllevar levar por la m úsica. úsica. Max estaba acostumbrado a lidiar con un amplio abanico de emociones. Cuando  por fin fue louna basta bastante m ay or c om omo o par para a desc descubrir ubrir lay ver verdad dad sobre padr padree , experimentó irante demoledora. Una furia malévola caótica que lesuretorcía las entrañas y lo ahogaba. Así fue como usó su juventud para hacerse valer. Lo  bastante com o par paraa que su pa padre dre a ca cabar baraa buscá buscándolo ndolo y lo rrec econocie onociera ra com o su hijo. Cuando descubrió que había fallado por segunda vez, experimentó el am argo ar go ssabor abor de la derrota, llaa pena y el deseo ddee venganz venganza. a. Pero nada podía compararse con lo que había sentido al ver a Carina en los  brazzos de Sawy e r.  bra Siguió a su amigo hasta su reservado, donde aún flotaba en el aire el perfume de Carina. Flexionó y estiró los dedos varias veces, mientras jadeaba como un  boxea dor que hubiera lucha  boxeador luchado do diez a saltos y se nega negara ra a ac acaba abarr fue fuera ra de combate.  —¿Qué  —¿ Qué te tra traes es eentre ntre m a nos con Car Carina? ina? Sawyer se alisó las arrugas de la camisa y lo miró a modo de advertencia.  —El único m oti otivo vo por e l que m e has toca tocado do e s porque y o lo he perm per m itido. itido. Una vez nada m ás, am amig igoo mío. No m e pong pongas as m más ás a prueba.  —No tienes tiene s de dere recc ho a toca tocarla rla y soy ca capaz paz de dar darte te una tunda ccom omoo la que te di hac hacee di diez ez años. En los los llabio abioss de Sawy er aparec apar eció ió el aso asom m o de una sonri sonrisa. sa.  —Ah, lo recue re cuerdo. rdo. P Pee ro eenn aque aquell entonce entoncess yyoo esta estaba ba bor borra racho. cho. A Aquella quella ve vezz te llevaste a la chica. Como siempre, no te duró mucho. Esta vez creo que has llegado dem demasi asiado ado tarde. Max empezó a pasearse de un lado a otro de la estancia para no liarse de nuevo a puñetaz puñetazos os con su am igo igo..  —Escúcham  —Escúc ham e bien. Es m muy uy ingenua ingenua,, y e s llaa her herm m ana peque pequeña ña de Mi Micc hae hael.l. S Sii la tocas, apare aparece cerá rá aaquí quí nada m ás enterar enterarse se y converti convertirá rá tu vi vida da en un iinfierno. nfierno. Sawy er agit agitóó un unaa m ano para restarle importancia al asun asunto to..  —Sii veo una m uje  —S uj e r que m e gusta, no m e aasust sustoo con ffac acil ilidad. idad. Sob Sobre re todo si si es una mujer digna de luchar por ella. ¿Tú no has pasado página? Me he asegurado de preguntar preguntarle le varias vece vecess y m e ha dicho dicho que no hhay ay nada eent ntre re vosot vosotros. ros.  —¡Por  —¡P or supuesto que no ha hayy nada nada!! Jam ás tra traicionar icionaría ía a Mi Micc hae haell ni ha haría ría algo

 par a j oder  para oderle le la vida a Carina Carina.. Sawy er er,, tú ll llee vas un eesti stilo lo de vida dist distint intoo de dell suy suyo, o, estás a años luz de lo que ella conoce. Se merece algo mejor de lo que podemos darle tú o yo. y o. Nece Necesi sitta una re relació laciónn est estable. able. Sawyer lo observó un rato en silencio. Esos ojos oscuros lo atravesaron con  

certeza, poniendo en entredicho las tonterías que acababa de soltar por la boca.  —Caa rina no m  —C mee ha dicho eenn ningún m mom omee nto que quie quiera ra una re relac lación ión a lar largo go  plazo.  plaz o. D Dee hec hecho, ho, ccre reoo que busca todo lo ccontra ontrario. rio. Siem Siempre pre has dis disfr frutado utado sie siendo ndo la parte dominante de tus relaciones. ¿Por qué en mi caso tiene que ser distinto?  Merda! rda! ¡Carina es  —En m i vida no todo gira a lre lrededor dedor del poder y del sexo.  Me virgen!  —¿P P or seña da tanto m iedo¿¿La su ha virgini virginidad? dad? Creo tú la valoras as mcon á s que ella. —¿ —Lo squé eñaló lótecon un ddedo—. edo—. La has sm mirado irado bien? que En cua cuant ntoovalor m mee hice las riendas de la situación, prácticamente se derritió en mis manos. Tiene tendencias su sum m isas isas y le iirá rá m ej or con un hhombre ombre dominant dominante, e, con algui alguien en ca capaz paz de expandi expandir  r  su suss llímit ímites. es. Por re regl glaa gene genera rall pref prefiero iero m muj ujer eres es m más ás experim experimentadas, entadas, pper eroo C Carina arina está pidiendo a gritos disfrutar de una experiencia sensual. Solo necesita al hom ho m bre aadecuado decuado..  —Ese hom hombre bre no e re ress tú. Antes j a m á s había habíass cr cruz uzaa do la línea línea e n los negocios. Teníamos un acuerdo sobre la mesa. Sawy er ccam am inó inó hhasta asta llaa bar barra ra y si sirvi rvióó do doss copas de coñac coñac..  —Ca rina y a no fform  —Ca orm a pa parte rte de la negoc negociac iación. ión. Ha aabandona bandonado. do.  —Sí,í, per  —S peroo si sigue gue form f orm a ndo par parte te de la eem m pre presa. sa. Sawy er le entregó llaa ccopa opa y Max llaa aapuró puró ddee un so sollo ttra rago. go.  —Hoy m e ha c onfe onfesado sado algo —dij —dijoo Saw awyy er er—. —. P a re recc e esta estarr a punto de tomar una decisión sobre su continuidad en la empresa o la posibilidad de  buscarse  busca rse un futuro dist distint into, o, aaunque unque no e sto stoyy segur seguroo de que sea c onsciente de ello.  —Sonrió—.  —S onrió—. Es una vam pire piresa sa a tra trapa pada da e n un e nvolt nvoltorio orio inoce inocente. nte. Una vez que descubra la pasi pa sión ón qu quee lleva lleva dent dentro, ro, será impar imparable. able. La idea de que Carina hubiera mantenido una conversación tan íntima con Sawyer irritó a Max. Soltó la copa con fuerza sobre la mesa y se pasó los dedos  por el pelo. ¿Qué nar narice icess eestaba staba pasa pasando? ndo? S See a fe ferr rróó a lo único que se le ocur ocurrió rió  paraa m a ntene  par ntenerr eell control.  —Com  —C omoo la toque toques, s, ll llam am a ré a Mi Micc hae haell esta m ism ism a noche noche.. Él te aarr rruinar uinaráá y y o te mandaré al hospital. Sawyer estalló en carcajadas, una reacción que lo enfureció aún más.  —¿T  —¿ Te has esc escucha uchado? do? C Car arina ina no eess un j uguete ni una posesión. Es una m uje uj e r  adulta. Pero creo que tú ya lo sabes. Lo que pasa es que no quieres verla así  porque de e sa m a ner neraa se te a c aba abará ránn las eexcusa xcusas. s. —Mene —Meneóó la ca cabeza—. beza—. Ma Max, x, te ha dado fuerte. Normalmente iría a por lo que deseo sin importarme las consecuencias, sobre todo tratándose de una mujer tan magnífica como Carina. Es in ingenua genua y seduct seductora ora a la vez vez.. Posee un alma generosa y pura. M Mer erec ecee la pena

luchar por ell ella. a. —De repe repent nte, e, eell bu buen en hum humor or lo abandon abandonóó y cont contin inuó uó con un dej dejee desafiante—: El único motivo por el que voy a apartarme de ella es por la cara que ha puesto al verte. Aunque siente cierta atracción por mí, solo es algo superficial. Es a ti a quien desea. —Se apartó y masculló un taco—. No me gusta  

hacer de suplente. Resuelve esta situación, porque de lo contrario tarde o temprano yo mismo probaré suerte con ella. Max se sitió sitió abrum abrumado ado por la aangus ngusti tia. a. N Noo podría re resi sist stirse irse a sus enca encanto ntoss ot otra ra vez. Si ella intentaba seducirlo de nuevo, se lanzaría a las llamas del infierno y asumiría las consec consecuencias. uencias. El úni único co re recurso curso qu quee le quedaba para par a sacársela sacá rsela de la cabeza era tirársela una y otra vez, disfrutar de su cuerpo ardiente y mojado. En su interior se libraba una lucha entre el intenso deseo que sentía por ella y su código moral. Sawyer acortó la distancia que los separaba como si se hubiera percatado de su dilema y le aferró un hombro.  —¿La  —¿ La dese deseas? as? Max miró a su amigo de hombre a hombre y decidió sincerarse con él.  —Sí.í. P er  —S eroo si c edo, esta estaré ré traicionando tra icionando todo a quello e n lo que cr cree o. Una relació relac iónn entre noso nosotros tros nun nunca ca funcio funcionará nará.. Es dem demasi asiado ado buena pa para ra m í. Sawy er asin asinti tióó con la ccabeza. abeza.  —Nadie  —Na die puede adivinar e l futuro. Supongo que depe depende nde de lo m ucho que estés dispuesto a apostar. La cabeza de Max era un torbellino de pensamientos. Al final ganaron los demonios, que despertaron en él un deseo y una excitación que no había experimentado experim entado ja jam m ás. Los iint nterm erm in inables ables m meses eses de tens tensió iónn lo habí habían an ll llevado evado a un  punto en el e l que y a solo pod podía ía pe pensar nsar e n hac hacee rla suy suyaa . En hundirse e n su olor y su calor. En sentir esos labios separados bajo los suyos mientras le enterraba los dedos en el pelo. En escuchar su risa y sus gemidos, y en ser el hombre que por  fin la la aadent dentra rara ra en eell pplacer lacer.. En reclam arla sol soloo po porr una noche y toca tocarr eell par paraíso aíso.. Sin m ás palabras, sal salió ió del reser reservado vado y fue a bus busca carla. rla.  No tardó ta rdó m ucho eenn da darr con ella. Ya no eestaba staba e n eell tabure taburete. te. La loca locali lizzó eenn la  pista  pis ta de baile entr entree un gr grupo upo de hom hombre bress y m ujer uj eres es sumidos sum idos en un m undo eetí tíli licc o donde la música lo regía todo y la oscuridad enmascaraba las realidades del día. En Las Vegas, Vegas, la noche si siem em pre ganaba. Le brillaba la piel bajo las cambiantes luces. El sudor le corría por el cuello y descendíaa ha descendí hast staa su canali canalill llo. o. La vi vioo ec echar har la ccabeza abeza hacia aatrás trás y gira girar, r, y contuvo contuvo el aliento al comprender que Sawyer tenía razón. Carina exudaba el poder de la diosa, que era evidente en la sonrisa que esbozaban sus labios, en sus ojos cerrados y en sus incitantes caderas. El vestido se agitaba con sus movimientos, dejando a la vista sus muslos desnudos. De repente, supo que moriría si no la hacía suya. Todos los caminos que había tomado en su vida lo habían llevado a ese

m ome oment ntoo y a esa m uje ujerr qu quee tení teníaa fre frent ntee a ééll. Se aace cerc rcóó a ell ella, a, le afe aferró rró las cader caderas as y la pegó a ééll sin sin del deliica cadez dezaa alg a lguna. una. Carina abrió los ojos al instante y soltó el aire de golpe. Su erección era más que evidente a través de sus pantalones y su intención era que Carina se  

 per catar  perca taraa de la int intee nsi nsida dadd de su dese deseo. o. La m uy péc pécora ora no lo re recc ibi ibióó c on los  brazzos abier  bra abiertos tos nnii con una sonrisa. En cambio, resopló y levantó la barbilla.  —Ni de coña. c oña. V Vee a busca buscarte rte alguna ca cam m ar arer eraa guapa guapa.. ¿¿Dónde Dónde está Sa wy e r? En ese m om omento ento compre comprendi ndióó que la cosa no iiba ba a ser ffác ácil il,, pero sí ddiv iver erti tida. da.  —Aquí no. Supér Supéralo. alo. Carinanec resopló nuevo no cedió ni untúápice.  —No nece e sit sitoo de super supera a rlo,yMax. Ya que no er eree s e l hom hombre bre que busco, ¿por  qué no te te apar apartas? tas? Max sonrió, sonrió, iinclin nclinóó la ca cabez bezaa y le m mordis ordisqueó queó la sensib sensible le cur curva va de dell cuello. La recorrió un escalofrío. Él levantó una mano y pasó la palma sobre sus enhiestoss pezo enhiesto pezones, nes, que sobresalían ba bajj o eell vesti vestido. do. « ¡Grac ¡Graciias, Di Dios os m ío!» , excl exclam am ó para sus adent adentros ros al com compro probar bar que no ll lleva evaba ba suj sujetador etador..  —La he fast fa stidi idiado. ado. Saw awyy er m e ha hec hecho ho ver lo gil gilipol ipollas las que he sid sido. o. Al negar lo mucho que te deseo. Al negar lo que hay entre nosotros. —Le acarició de nuevo los pezones con el pulgar—. Ya no pienso huir más. Carin ar inaa se ne negaba gaba a re rendi ndirse. rse.  —Mentiroso. Va s a ll lleva evarm rm e a m i habitac habitación ión y a m ete eterm rm e en la ca cam m a. A decirme que me sentiré mejor por la mañana mientras tú te das palmaditas en la espalda por haber alejado a la inocente Carina del lobo malo. Que te den, Maxim Maxi m us Gray. V Voy oy en bus busca ca de Sawy er er.. Se dio la vuelta entre sus brazos para marcharse, pero él la obligó a girar de nuevo y, tras aferrarle los glúteos con fuerza, la pegó a su cuerpo. En esa ocasión se bebió bebió ssuu jjadeo adeo al a l bbesar esarla la en la boca. La música lo dominaba todo mientras le introducía la lengua en la boca, explorando expl orando cada rin rincón cón para hace hacerle rle saber qui quién én eest staba aba al m mando. ando. En cuesti cuestión ón de segundos, Carina se derritió entre sus brazos y le enterró los dedos en el pelo. Max se tomó su tiempo para dejarle claras sus intenciones y después le puso fin al beso muy despacio. Se percató de que le temblaba el labio inferior.  —¿Max?  —¿ Max?  —Caa riño, y o soy e l lobo  —C lobo m malo. alo. Y aahora hora y a puede puedess iirr subiendo a tu habit habitaa ción. Carin ar inaa no se m movi ovió. ó.  —¿P  —¿ P or qué ahor ahoraa ? Max cerró los ojos con fuerza para negar la verdad, pero ella se merecía m ás. Cuando llos os abrió por fin, le per perm m it itió ió qu quee lo vviera iera todo. todo.

 —P orque te de  —Porque deseo. seo. P Porque orque siem siempre pre te he de desea seado, do, C Caa rina rina.. No te m e re rezzco. N Noo m erez er ezco co esta noche, pero la id idea ea de que te to toque que ot otro ro hombre m e de desq squi uicia. cia. Ver su sonrisa fue como recibir un puñetazo en el pecho.  —Bue  —B ueno, no, entonce entoncess vale vale.. Vá Vám m onos.  

La sacó a rastras de la pista de baile, y cogidos de la mano atravesaron el casino, dejando atrás los sonidos de las máquinas tragaperras. Pasaron junto a la multitud congregada en torno a la ruleta que estaba animando a un hombre vestiido con un vest unos os ssucio ucioss vaqueros cort cortados ados y una ca cam m iseta iseta de m anga ccorta, orta, y que tenía delante un montón de fichas. Pasaron junto a la barra de madera de cerezo del bar, llena de parejas ataviadas con esmoquin y relucientes vestidos, que  bebía  bebían c ócte ócteles de c olores fosf fosforitos. oritos. Una vez e n el aasce scensor, Max int introduj o la tarjetan en la les ranura. Tras llegar a la suite, se dirigió lansor, habitación deroduj Carina. Ambos guardaron silencio ya que el momento para hablar había quedado atrás. Era el momento de la acción. Max tardó un instante en abrir la puerta de la habitació habi taciónn y cuando por fin lloo llogró, ogró, entró y ce cerró rró de una patada. Había soñado muchas veces con seducir a Carina Conte. Desde que había regresado a su vida con la fuerza de un ciclón, había pasado muchas noches masturbándose y sintiéndose culpable por hacerlo pensando en ella. Casi todas sus fantasías empezaban introduciéndola con suavidad en el sexo. Muchos  preli  pre lim m inar inaree s, besos delica delicados dos y una lenta pene penetra tracc ión. Ve las titi titilantes, lantes, m úsi úsicc a romá ntiica y un románt unaa ca cam m a grande y m ull ullida. Esa noche lo incitaba ncitaba la urgencia de dominarla, re reclam clam ar arlla y darle placer placer.. La estampó contra la pared, le levantó el vestido y la besó. Tenía la piel ardiendo, y se tragó sus gemidos mientras le introducía la lengua en la boca. Sabía a champán, a chocolate y a un embriagador cóctel de pecado. Le mordisqueó el labio inferior y le aferró los glúteos para pegarla más a él. A su alrededor todo daba vueltas al tiempo que luchaba por hacerse con el control que normalmente exhibía en el dormitorio. Jamás había experimentado un deseo tan intenso de  poseer,  posee r, de rec re c lam a r, de hac hacee r suy a a una m uje uj e r.  —Vaa s a pa  —V paga garr ccaa ro ha haber ber j ugado cconm onmigo, igo, prec preciosa. iosa. T Tee nlo prese presente. nte. Ella arqueó la espalda y Max captó el olor de su deseo. Lo invadió la satisfacción al ver la reacción que habían provocado sus palabras. Le gustaban los preliminares verbales, una de sus actividades favoritas. Dejó un reguero de  besos y m ordiscos por su ccuello uello m ientra ientrass le sepa separa raba ba m á s las pier piernas nas par paraa tener  tene r  un mej me j or aacc cceso. eso. S Suu in inocente ocente virgen le di dioo un m mordi ordisco sco en eell lóbu lóbulo lo ddee una orej a.  —Hasta  —Ha sta aahora hora todo han sid sidoo pala palabra brass y poca a cc cción. ión. Max sonrió. Y le bajó las bragas.  —Orgasm  —Or gasm o núm númer eroo uno. Te da daré ré lo que de ve verda rdadd quier quieres es c uando te di discul sculpes pes por ser tan descar descarada. ada.  —Empiez  —Em piezaa . Y lo hizo. La penetró con un dedo mientras le acariciaba el clítoris con el

 pulgar. S  pulgar. Sint intió ió que su fluj flujoo le m oj ojaba aba la m a no y aña añadió dió un ssee gundo dedo aall tiem tiem po que acariciaba su vagina y seguía moviendo el pulgar en torno al clítoris. Carina gritó y se removió entre sus brazos, exigiéndole algo más, reaccionando como no debería reaccionar una mujer sin experiencia. Le clavó las uñas en los hombros  

mientras se corría y gritó con todas sus fuerzas, en las garras del orgasmo. Max obser obs ervó vó at atentam entamente ente su cara m ientra ientrass ssee rretorcía etorcía de placer, place r, consci consciente ente de que su  pollaa palpitaba por la nece  poll nec e sid sidaa d de ll llee gar al final fina l y ha hace cerla rla suy suyaa . En ca cam m bio,  prolongó el m om omento ento de e ll llaa dil dilata atando ndo las c ar aricias icias y m a nteniendo un ritm ritmoo suave. Carina se desplomó contra él y se vio obligado a luchar contra sí mismo  paraa m a ntene  par ntenerr eell control.  —Dios —murm urmr. uró con un gem ido. Aún le tem blaba el cue cuerpo rpo por los re rescoldo scoldos s del—m place placer Max la besó be só en los llabios abios,, aansi nsioso oso po porr pr probarla obarla de nue nuevo. vo.  —Ha sido m ar aravillos avillosoo —dijo eell llaa .  —Todavía  —T odavía no he aaca cabado bado cconti ontigo. go. ¿¿He He oído alguna disculpa? Carin ar inaa esboz esbozóó una son sonrisa risa satis satisfe fecha cha..  —No cr cree er erás ás que m e he pasa pasado do todos e sto stoss años espe espera rando ndo solo pa para ra esto, ¿verdad?  Dio, ¿de dónde había salido?  —Siem  —S iem pre has sid sidoo una niña m ala ala.. Va m os a j ugar ugar,, ¿te a petec pete c e? —I —Inc ncli linó nó la cabeza y encontró un pezón que le chupó a través de la seda. Usó la lengua para humedecer la tela, y después la apartó y succionó. Al mismo tiempo le acarició el clítoris con suma delicadeza para aumentar la tortura y no tardó en tenerla adeando adea ndo ent entre re sus sus braz brazos os y ar arqueando queando llaa espald espaldaa para que le diera m ás—. ¿¿Li List staa  paraa disculpa  par disculparte rte??  —Sí.í.  —S  —Dem  —De m a siado tar tarde. de. Yo te diré c uando estoy listo listo pa para ra ac acee ptar tus disculpas.  —Le chupó c hupó el pezón con fue fuerza rza y lo ac acar arició ició con la le lengua, ngua, tra trass lo c ual se dispuso a hacer lo mismo con el otro. La torturó y la llevó al borde del abismo, hasta que Carina abandonó el orgullo y le suplicó. Escucharla pronunciar su nombre como si fuera una letanía fue impactante y despertó en él un súbito afán posesivo. Una caricia más sobre el clítoris, un mordisco en el pezón y Carina experimentó un segundo clímax. Se estremeció entre sus brazos y se lo entregó todo. Demasiado excitado para continuar con el juego, Max le bajó la cremallera del vestido y se lo quitó. Su glorioso cuerpo lo dejó asombrado. Pechos generosos coronados por pezones del color de los rubíes. La suave curva de sus caderas y de su abdomen. Esa piel morena y el pubis sin vello, tras la depilación con la que tanto lo había torturado. Tenía los labios húmedos y rosados. Masculló un taco y la levantó en volandas. Tras dej arla eenn llaa ccam am a, se desnudó desnudó y colo colocó có un con condón dón a los pies pies de la cam a. Ella se mantuvo inmóvil, observándolo con una mirada ávida que se la puso

todaví odavíaa m ás dura.  —Eress tan guapo… —susurr  —Ere —susurró. ó. Max meneó la cabez ca bezaa y se reuni reunióó con el ellla eenn llaa ccam am a.  —No, tú sí que e re ress una pre preciosidad. ciosidad. Super uperaa s c on c re rece cess cua cualqui lquiee r fa fantasía. ntasía.  

Pero todavía me tienes que pagar lo mucho que me has torturado con la depilación. Carina le acarició la espalda, los glúteos y los muslos. El suave roce de sus manos y de sus uñas puso a prueba su aguante. Por Dios, era posible que no durara mucho más, pero la deseaba excitada y mojada, para que no sintiera el m enor dol dolor or cuando llaa pene penetrara trara..  —¿  —¿T e gust gusta? a? pasión y se dejó embriagar por el olor a coco de su loción La Tbesó con corporal.  —Necc esito iinvestigar  —Ne nvestigar m ás a fondo. Ellaa abr Ell abrió ió llos os oj ojos os com comoo plato platos. s.  —Orgasm  —Or gasm o núm númee ro tre tres. s.  —Max, no cre c reoo que… ¡¡Dios! Dios! Le separó los muslos y enterró su boca entre ellos. No había ni rastro de vello que mancillara la perfección de esa femineidad que en ese momento estaba a su merced. Dejó una lluvia de besos húmedos sobre su sexo, por sus muslos y por su abdomen. Usó los dedos para separarle los labios y la saboreó. Los gemidos de Carina eran frenéticos y fueron música para sus oídos. Su saborr ter sabo terrena renall y alm almiz izcleño cleño lo abrumó, y se bebió hhast astaa la úl últi tim m a got gota. a. Cada vez que la penetraba con la lengua, cada lametón al clítoris era una muestra de lo mucho que apreciaba su regalo. Carina no tardó en correrse de nuevo y Max supo que ya no podía más. Con dedos temblorosos, cogió el condón y abrió el envoltorio. Se lo puso y la penetró. Los ojos oscuros de Carina tenían una expresión confusa y aletargada. Su cuerpo cuer po aún se cconv onvul ulsi sionaba onaba eenn las garra garrass del orgasmo.  —Nena,  —Ne na, m íra íram m e. Ella lo intentó.  —Tú ganas, gana s, lo siento. Su grandeza lo desarmó. ¿Conocería alguna vez a una mujer semejante a ella? ¿Lo dejaría lisiado para el resto de su vida, mientras perseguía a alguien que  pudiera dar darle le tanto ccom omoo le eestaba staba da dando ndo C Car arina? ina?  —¿List  —¿ Listaa par paraa m á s?  —Sí.í. Enséña  —S Enséñam m e lo que he e stado per perdiéndom diéndomee . Max la penetró apenas un centímetro más. Y otro. Carina se aferró a sus hombros, pidiéndole más. La frente se le llenó de sudor y la insoportable agonía le tensó los músculos. Dios, estaba muy mojada y excitada pero no quería hacerle daño. Un centímetro más y habría llegado a la mitad. Si no moría

 prim ero.  primer o.  —¡Joder!  —¡Jode r! —gimió Carina Carina—. —. Más. Maxim Maximus us Gr Graa y, déj ate de gil gilipol ipollec leces. es. ¡Mét ¡M étem emela ela ya! Max apre a pretó tó llos os di dientes. entes. S See ar arm m ó de valor valor.. Y se hund hundió ió hast hastaa el fondo dentro de  

ella. « Mía.» Su cuerpo lo acogió y se cerró en torno a él como el satén mojado. Era el  paraíso  par aíso y e l infier infierno no a la vez ve z. Carina le rodeó rode ó las c a der deras as con las pier pierna nass y le clavó los talones. Echó la cabeza hacia atrás en la almohada, pidiéndole más. Y él se lo dio. Ella lo estrechaba cada vezunque se firme movía,querodeándolo su calor y aumentando su deseo. Impuso ritmo pronto se con convirtió en un frenesí de pasión. Desesperado, trató de mantener el control para ir más despacio, pero ella no se lo permitió. Gritó, suplicó y exigió hasta que Max cedió  le dio lo que ambos deseaban. Carina lo estrechó con fuerza y explotó. Y él la siguió al instante. El orgasmo lo dejó hecho polvo mientras gritaba su nombre. Se tumbó junto a ella y la instó a apoyar la cabeza en su brazo, tras lo cual tiró de la sábana para que lo loss cubriera a am bos bos.. B Besó esó su pelo pelo enre enredado. dado. Su vi virge rgenn ac acaba ababa ba de vol volar arlo lo ttodo odo en peda pedazzos. Carina se despertó después de haber dormido como nunca antes. La habitación seguía a oscuras y había perdido la noción del tiempo. Le dolían los músculos, tal como le sucedía después de una agradable sesión matinal en el gimnasio. Se desperezó y golpeó un pecho musculoso. Max. En su su cam cama. a. « ¡S ¡Síí!» La inundó la alegría. Se había pasado toda la vida preguntándose cómo sería tener a Max en la cama todo para ella. Y la realidad superaba con creces la ficción. Era un amante salvaje y feroz que exigía en la misma medida que se entregaba. Con razón no había sentido el menor deseo de perder antes la virginidad. La ternura y las buenas maneras no la excitaban. Pero el fuego y el dominio de de Ma Maxx sati satisfac sfacían ían algo que ni ssiq iquiera uiera sabía que poseía. Sent Sentía ía eell cuer cuerpo po tan sati satisfecho sfecho y agot agotado ado com o el cora corazzón. Esa noche había sido sido un regalo ddee propo proporciones rciones épi épica cas. s. Pensar en eell ma mañana ñana le resultaba doloroso, pero al menos tendría ese precioso recuerdo y habría obtenido obt enido un profundo conocim conocimiento iento de su alm alma. a.  —No m e digas que está estáss pre prepar parada ada par paraa e l vigésim vigésimoo c uar uarto to asa asalt lto. o. —Max

gi gim m ió y tiró ddee eell llaa par paraa ccol olocar ocarlla sobre éél.l. Su pelo negro estaba alborotado. La incipiente barba que asomaba en su mentón aumentaba el sensual atractivo de su labio inferior. ¡Las cosas que era capaz de hacer con esos labios, por favor! Enterró la cara en su pecho. Sintió sus  

duros músculos en la mejilla y el cosquilleo del vello en el mentón. Le acarició los bíceps y aspiró el delicioso olor a sexo, jabón y hombre.  —Esos ocho años a ños de dife difere rencia ncia hac hacen en eestragos, stragos, ¿¿ver verdad? dad? Max gruñó y le dio una palmada en el culo. Ella gritó, pero el agradable picor  del gesto la excitó todavía más, de modo que se removió sobre su repentina erección.  —Eres  —Ere s unallos niña mgos ala ala..que ¿¿Es Es voy posi posible ble domar te? com o ese,  —S  —Si i todos todos os ca casti stigos a rreedom cibirarte? son ese , espe espero ro que no. Max parpadeó parpade ó con la par parsi sim m oni oniaa de un depre depredador dador despu después és de una si siest estec ecit ita. a.  —Es posible que nec necesite esite a lgo m máá s de ti tiem em po pa para ra re recc uperar uper arm m e entr entree polvo  polvo,  pol vo, ppero ero soy ca capaz paz de eechar char uno unoss cuanto cuantoss ssin in veni venirm rmee abaj o. Carina sintió un cosquilleo en el estómago y un delicioso escalofrío en la espalda. espald a. Jam Jamás ás se ca cans nsar aría ía de él, nnii en la ca cam m a ni fuera de eell lla. a.  —Eso es porque has pr praa ctica cticado do mucho. m ucho. D Dam am e tiem po y ver veráá s. Él sonrió, le enterró los dedos en el pelo y tiró de ella para besarla.  —Explotador  —Explot adora. a. —La besó a c oncie onciencia ncia,, pero per o c on una lentit lentitud ud que le dej ó claro que no tenía prisa, aunque su cuerpo le dijera lo contrario—. Necesitas un  baño para pa ra relaj re laj ar e sos músc músculos. ulos. No quier quieroo que aaca cabes bes de dem m a sia sia do dolo dolorida rida..  —¿Qué  —¿ Qué hora es?  —Todavía  —T odavía no ha am a nec necido. ido. No hay re reloj lojee s eenn la habitac habitación ión y m e da igual. Eres mí m ía hast hastaa el am amanece anecerr. La orden, pronunciada a la ligera, hizo que se le endurecieran los pezones. Tras darle una última palmada en el culo, Max se levantó de la cama y entró en el baño. Al cabo de un momento Carina escuchó el sonido del agua.  —Siem  —S iem pre he quer querido ido usa usarr la bañe bañera ra de hidrom hidromaa saj es, pe pero ro m e ha pare par e cido muy triste hacerlo solo. —Regresó de nuevo junto a la cama, desnudo, y le tendió una mano. La barba le daba un aire canalla y le recordaba a los sensuales  piratas  pira tas de la lass novelas rrom omáá nti nticc as que tanto llee gust gustaba aban—. n—. V Ven en cconm onmigo. igo. Carin ar inaa sal salió ió de la ccam am a a rrastras, astras, llevándo llevándose se la sábana. Max sonrió.  —Ni habla hablarr. —Le a rr rraa ncó la sába sábana na de las m a nos y re recor corrió rió su c uer uerpo po desnudo con la mirada—. Estás demasiado buena como para que te tapes con una sábana de hotel. Carina desterró el súbito arranque de pudor y lo siguió hasta el baño. Max caminaba con una elegancia masculina que enfatizaba su culo, duro como una  piedra.. S  piedra See le hiz hizoo la boc bocaa agua al pe pensar nsar e n hinca hincarle rle e l di diente ente a eesos sos m músculos. úsculos. Caminó descalza sobre el reluciente suelo de mármol, mientras sonaban las

sensuales notas del rythm and blues que había elegido Max. El altísimo techo del cuarto de baño, donde estaban situadas las luces, le recordó a unos baños de la Antigüedad. En la pared opuesta había un espejo gigantesco. Max la acompañó hasta el borde de la bañera y la ayudó a entrar. El agua  

caliente y el vapor le relajaron por completo los músculos. Las burbujas estall est allaban aban a su alrededor, dej dejando ando en el e l aire un m ar aravil avillloso oso ol olor or a lavand lavanda. a. Después Max cerró el grifo y se plantó frente a ella en su gloriosa desnudez. ¡Por Dios! Le recordaba a la orgullosa estatua de David. Músculos que  parec  par ecían ían e sculpidos eenn los hom bros y e n los br braa zos, que tenía en j a rr rraa s. Su piel morena relucía por el sudor. Tenía el pecho salpicado de vello oscuro que descendía hasta convertirse líneaenfatizaba estrecha por estómago másmuslos, abajo. Había separado los pies y en la una postura el su contorno de ysus otorgándole un aura de poder y elegancia. Tanto desnudo como vestido, era un hombre que se sent sentía ía cóm cómodo odo consi consigo go mismo. La m irada de Car arin inaa se detu detuvo vo en su erección y sintió que se ruborizaba por primera vez.  —Ah, veo que todavía te queda algo de ve vergüe rgüenz nzaa . Va m os a ase asegura gurarnos rnos de que desaparezca por completo antes de tu siguiente orgasmo. El erótico comentario la excitó y le endureció aún más los pezones. Max soltó una ronca carcajada y se metió con ella en el agua. La aferró por las caderas y la instó con facilidad a sentarse sobre él con la espalda pegada a su torso para  poder aca ac a ric riciar iarle le los pec pechos hos y pelliz pellizca carle rle de vez en c uando los pezones. Carina gimió y se removió. La fricción de sus cuerpos bajo el agua y el roce de sus  partes  par tes m máá s íínti ntim m a s llaa esta estaban ban volviendo loca loca..  —¿Max?  —¿ Max? Él le apartó el pelo del cuello para darle un mordisco.  —Tieness ta  —Tiene tantas ntas zonas e róge rógenas nas que no quie quiero ro per perder derm m e ninguna. En tu ccaa so, la ropa deber debería ía ser dec declarada larada il ilegal. egal. S Sii ppor or m míí fuera fuera,, iirías rías si siem em pre de desn snuda. uda. Ella se echó a reír, pero Max le estaba haciendo algo tan placentero entre las  piernas  pier nas que a cabó ca bó jjaa dea deando. ndo.  —Com  —C omoo dem a sia sia do. Jul Julietta ietta y Ve nezi neziaa sie siem m pre está estánn a die dieta ta pa para ra m ante antener nerse se delgadas. Él le dio un apretón en los pechos.  —Por  —P or eso no ti tiee nen par partes tes divertidas c on las que j ugar. Car Carina, ina, hazm hazmee ca caso, so, no hay una mujer que me haya puesto tan cachondo como me pones tú. Tus curvas inspi inspira rann el er erot otis ism mo m más ás aartí rtíst stico ico y m iles iles de orgasmos. Sus palabras le parecieron tan sinceras y claras que algo en su interior se relaj ó. S Separ eparóó llas as pi pier ernas nas para fa facil cilit itar arle le el acce ac ceso so..  —Cre  —C reoo que m er eree c es una re recc om ompensa pensa por eesa sa aafirm firm a ción.  —Cre  —C reoo que la a ce ceptar ptaréé a hora m ismo. —De re repente pente,, se leva levantó ntó y la ins instó tó a  ponerse  poner se de rodill rodillaa s. La posición posición ttan an vul vulnera nerabl blee la excit excitóó y se m ojó todaví todavíaa m ás. En ese m ome oment ntoo

atisb ati sbóó su iim m agen eenn el espej espejoo de la par pared. ed. Max mascull m ascullóó algo y sus sus m miradas iradas se entrelaz entrelazar aron on a través del espej espejo. o. Carin ar inaa no rec recono onocía cía a la m muj ujer er que tení teníaa delant delante. e. De Desn snuda. uda. Arrodi Arrodill llada. ada. Con el pelo alborotado, los labios enrojecidos y una mirada soñadora en los ojos. Max  

 par ecía  parec ía un gue guerr rree ro a punto de rrec eclam lam ar a su m muj ujer. er. Lo obs obsee rvó ccoger oger un condón  ponérselo  ponérse lo..  —¿T  —¿ Te gust gustaa m ira irar? r? —La pre pregunta, gunta, for form m ulada con voz rronca onca,, le ar arra ranc ncóó un gemido a Carina, que asintió con la cabeza mientras se preguntaba por qué ansiaba hacerlo todo con él esa noche hasta quedar agotada y saciada—. Esa es m i ch chiica. Agárra Agárratte a la bañera bañera.. aferró al calentarla resbaladizo borde Maxcon le acarició el culoCarina como se si quisiera para algodey mármol después blanco. se la metió una firme embestida. El placer era demasiado intenso. Carina se aferró con más fuerza a la bañera mientras él se movía con frenesí. El chapoteo del agua en la bañera y la imagen del espejo, espej o, él re reclam clam ándol ándolaa desde atrá atrás, s, llaa in inexorable exorable aascensi scensión ón al clí clím m ax… to todo do se mezcló y se convirtió en un infierno. Los ojos de Max parecían negros por  compl com pleto eto cuando llaa m iró a tra través vés del es espej pej o.  —Eress m  —Ere mía, ía, Car Carina. ina. Rec Recuér uérdalo. dalo. Le introdujo una mano entre los muslos. Se la metió hasta el fondo. Y Carina Carina se ccorrió orrió.. Se estremeció y se dejó llevar por el éxtasis. Los estremecimientos de los músculos, esa mezcla de placer y de dolor que le provocaba la tensión de los  pezones y del palpitante c lí lítoris… toris… todas e sas sensa sensacc iones la a rr rraa straron strar on hasta un mundo nuevo que jamás había experimentado. Sus dedos seguían aferrados al escurridizo borde de la bañera mientras su cuerpo intentaba mantener el equilibrio y se preguntaba si Max la habría dejado tocada de por vida. ¿Cuántos años había pasado soñando con algo que jamás podría haber  imaginado? Los besos delicados con los chicos jamás le habían llegado al alma. Se había excitado a veces con ciertas caricias y había experimentado orgasmos con algunos dedos masculinos y con los suyos. Pero Max le llegaba a lo más hondo y sacaba a relucir sus fantasías más eróticas. Exigía más que las respuestas educadas. El sexo era sucio, sudoroso y estaba lleno de deliciosas contra cont radi dicc ccio iones nes que j am ás habría pensado qu quee exis existí tían. an. Ya nunca se conformaría con menos. ¡Oh, la mujer que podía llegar a ser  teniendo a su lado al amante adecuado! De repente, la abrumó el cansancio y se relaj ó cont contra ra Max, flo flotand tandoo en un unaa m ar area ea de pl plac acer er.. Después de de ccompa omparti rtirr un baño y una bot botell ellaa de agua, C Car arin inaa est estaba aba sentada sentada en eell regazo de Max, en la elegante chaise longue. El fuego crepitaba en la chimenea

 estaban envuelto envueltoss en el cáli cá lido do abraz abrazoo de una m anta. C Car arin inaa aapoy poyóó llaa ccabeza abeza en el hombro de Max y suspiró. El silencio intensificó la sensación de intimidad y el ví vínculo nculo que exi e xist stía ía eent ntre re ellos. ellos. C Car arin inaa dij dij o en voz bbaj aj a:  —Cre  —C reoo que quier quieroo dej a r La Dolce Maggie.  

Max le acarició la espalda como si quisiera consolarla.  —Cué  —C uéntam ntamee . ¿¿Es Es por los er error roree s que ha hass com e tido? tido?  —No, es es m mucho ucho m á s. C Cre reoo que y a no soy fe feli lizz. Él se tensó.  —¿P  —¿ P or m i culpa?  —No, idi idiota. ota. La c ulpa e s m ía. No sé si eenca ncajj o en e l m undo eem m pre presar sarial. ial. H Hee intentado que eso me día gustara. que selasmeoficinas den bientanlospequeñas, números no quiera hacer tras Pero día. Odio las significa ventas y que las hojas hoj as de cálculo cá lculo.. No tengo eell in inst stint intoo aasesin sesinoo que te tenéis néis Ju Juli lietta etta y tú. Max soltó el aire de golpe. Tardó un rato en hablar.  —No sé si Mic Mic hael hae l va a a ce ceptar ptar tu dec decisi isión. ón.  —Yaa , lo sé. Todavía no he ll  —Y llee gado a una c onclusión firm e . Me lo pensa pensaré ré mejor y seré sincera conmigo misma.  —¿Qué  —¿ Qué quier quieres es ha hacc er si ttee va vas? s? Carin ar inaa su susp spiró iró y se ac acurrucó urrucó ccont ontra ra él.  —No estoy segur seguraa . Retom Retomar ar la pint pintura ura e n ser serio. io. Enc Encontra ontrarr e l m odo de compaginar aquello que se me da bien con algo más creativo. Ya no me asusta explorar las opciones.  —Caa rina  —C rina,, te re respalda spaldaré ré dec decidas idas lo que dec decidas. idas. Creo que hac hacee s un tra trabaj baj o fantástico fantást ico en La Dol Dolce ce Magg Maggie. ie. Pe Pero ro nec necesi esitas tas sser er fe feli lizz. T Tee lo mere me rece ces. s.  —Graa cia  —Gr cias. s. Sintió una punzada de melancolía. Por fin tenía la impresión de estar con alguien que la entendía, pero la noche estaba a punto de acabar. El tiempo pasaba con rapidez. El alba pronto iluminaría el horizonte y la devolvería a la realidad. Ya sabía que no había un futuro para ellos. Aunque pudieran ganarse el apoyo de Michael, Max le había dejado claro que no estaba interesado en una relación estable, sobre todo con ella. Se mantenía bien resguardado tras las defensas que había erigido durante su infancia y esgrimía la diferencia de edad, la familia y un mont m ontón ón de obst obstác áculo uloss m más ás pa para ra ra racionali cionalizzar su decisión. decisión. El Ella la lo oodiaba, diaba, per peroo se negaba a luchar. Se merecía a un hombre que la quisiera lo bastante como para enfrentarse a todo por conseguirla. Carina desterró el vacío que se extendía por  su int inter erio iorr y se j uró qu quee lo su supera peraría. ría.  —¿P  —¿ P or qué nunca habla hablass de tu padr padree ? Las manos de Max se detuvieron sobre su espalda. Esperó a que le contestara. Tras unos segundos reanudó las caricias.  —Porque  —P orque todavía m e due duele. le. Su descarnada sinceridad la estremeció. Levantó la cabeza y le colocó una

m ano en llaa m ej illa.  —Séé que se fue despué  —S despuéss de que na nacie ciera ras. s. Sé que er eraa sui suizzo, m uy ric ricoo y que conquistó a tu madre a la antigua usanza. Pero nunca me has explicado qué tipo de relación tienes con él… si has llegado a buscarlo o has hablado alguna vez con  

él. Carina sabía que estaba en el límite. Lo normal era que Max se retirara a un lugar seguro y le ofrec ofreciera iera una eevasi vasiva. va. S Siiem pre eevi vitaba taba habl hablar ar de su pasado pasado y ni su madre ni Michael lo mencionaban jamás, aunque Max formaba parte de la familia. Y en ese e se m mom omento ento le entregó el ssegund egundoo regalo de la no noche. che.  —Te aando ños cque uando dec decidí idía busca buscarlo. rlo. Ha Hasta starae ntonce ntonces ha había dej j ado  pasa —T  pasar r ele nía ti tiem emveintiún po eesper sperando suce sucedier diera a lgo. Que llega llegara una c asrta rta. . bía U Unn re rde e galo. Una nota. nota. Al fin final al com comprendí prendí que jjam am ás se pondría pondría en cont contac actto conmigo y decidí que era yo quien tenía que dar el paso. Me parecía raro que un rico empresario suizo desapareciera sin dejar rastro. Siempre me pregunté si había estado involucrado en algún escándalo y quería protegerme. Incluso pensé que estaba muerto. Carina sintió que se le rompía el corazón al escuchar su tono de voz. Lo rodeó con los brazos para darle calor y siguió escuchándolo.  —Lo encontr e ncontréé e n Londr Londres. es. Result Resultóó se serr un bor borra racho cho a l que le daba igual todo. o había un pasado pa sado exóti exótico co ni nin ninguna guna eexcusa xcusa legíti legítim m a.  —¿Ha  —¿ Hablaste blaste ccon on él?  —Sí.í. Me rec  —S re c onoció cua cuando ndo m e a ce cerqué rqué a él en el ba barr. P er eroo pasó de m í. N Noo me quiso cuando era pequeño y no me quería como adulto. Me dio el dinero y creía cre ía qu quee ccon on eso er eraa sufici suficiente. ente. Carina se preguntó qué se sentiría al experimentar el rechazo de un  progenit  proge nitor, or, la falt fa ltaa del pa pasado sado eenn ccom omún, ún, la ffalta alta de re recue cuerdos. rdos. Con ra razzón Max se m antení anteníaa si siem em pre ais aislado lado.. C Con on raz razón ón nu nunca nca habí habíaa querid queridoo ar arriesg riesgar arse se a m antener  una relación permanente.  —Pee ro al ffinal  —P inal logré pasa pasarr página página.. Estaba ca cansado nsado de vivi vivirr m i vida pe pendiente ndiente de un fantasma que jam j am ás había exis existi tido. do. Me m mar arché ché de Lond Londre ress al dí díaa sig sigui uiente ente  nunca  nu nca he m irado ra do at atrá rás. s. Ambos sabían que eso era mentira. Todo el mundo miraba atrás. Pero de m om omento ento ddec eciidi dióó darle eesp spac acio io..  —Cre  —C reoo que tu m madr adree lo perdonó. Cre Creoo que eenn cie cierto rto m modo odo todavía lo qui quiee re re.. Max incli inclinó nó llaa ca cabez bezaa y la m miró iró..  —No. Mi madre ma dre nunca lo m mee nciona nciona.. ¿¿P P or qué c re reee s eso? Ella levantó una mano y le enterró los dedos en el pelo.  —Porque  —P orque te tuvo a ti ti,, tú fuist fuistee lo que ééll le de dejj ó. Y todo m mer eree c ió la la pena por ti, Maxim Maxi m us Gray. Algo relució en sus ojos, una emoción que jamás había visto antes en él. Una

ternura que se extendió por su interior como la miel y que la derritió por entero. Lo besó en la boca. Con un gemido ronco, Max le introdujo la lengua y la  besó con pasión. Carina le ac acar arició ició una pantorr pantorril illa la c on el talón y ca cam m bió la  postura  post ura del ccuer uerpo. po. Al hac hacer erlo, lo, se per percc ató de que se le ha había bía pue puesto sto dura dura..  

 —Joder , a lgún día ser  —Joder, serás ás un m ar arido ido e stup stupee ndo. —P —Pronunc ronunció ió las pala palabra brass sin ser consciente de lo que decía y soltó un taco—. Mierda, ya sabes a lo que me refiero. Que no se te suba a la cabeza. Esto es solo sexo.  —Graa cia  —Gr ciass por rrec ecorda ordarm rm e m i us usoo y m i propósi propósito. to. Carin ar inaa baj bajóó una m mano ano hast hastaa su ent entre repi pier erna na y se la rodeó ccon on llos os ddedos, edos, ttra rass lloo cual empezó a acariciársela. Él gimió y se dejó hacer hasta que sintió que le  palpitaba m ano. El poder de exc excit itar arlo lo hasta ese punto hi hizzo que le hir hirvier vieraa la sangre sang re en en laslavenas.  —Nena,  —Ne na, m e eestás stás m maa tando. Se deslizó por su cuerpo, se sentó a horcajadas sobre sus piernas e inclinó la cabeza.  —Todavía  —T odavía no, per peroo lo haré haré.. Se la metió en la boca y la rodeó con los labios. Su olor y su sabor la excitaron, y pasó un buen rato dándole placer mientras él soltaba un sinfín de  palabrota  pala brotass que la pusi pusier eron on toda todavía vía m á s ccac achonda. honda. De re repente pente,, Ma Maxx se incorporó incorpor ó  la agar a garró ró por los braz brazos os antes de que pudiera protest protestar. ar.  —Un condón c ondón —m —maa sculló—. Y Ya. a. Carina obedeció con cierta torpeza, pero logró ponérselo al cabo de unos segundos. Con un movimiento rápido, él la levantó y se la colocó sobre las caderas. En cuanto lo tuvo dentro, lo olvidó todo salvo el afán de sentirlo todavía más. Max levantó levantó llas as ca cadera derass para im impon poner er el ritm ritm o, pper eroo ella ella pe perdi rdióó llaa pa paciencia ciencia y se hizo de nuevo con el control. Lo montó con un frenesí arrollador, hasta que se corrieron juntos. Después se desplomó sobre él, derretida y satisfecha, y se  preguntó  pre guntó si ser sería ía ca capaz paz de c am inar a lgún día. O de hac hacee r a lgo sin pensa pensarr e n Maxim Maxi m us Gray.  —¿Dónde  —¿ Dónde nar narice icess has aapre prendido ndido a hac hacee r eeso? so? Carina contuvo una risilla al escuchar el tono enfurruñado de la pregunta, si  bien físicam física m ente par paree cía m uy satisfec satisfecho. ho.  —No puedo pue do dec decírtelo. írtelo. Me da m uc ucha ha ve vergüe rgüenz nzaa .  —Llevam  —Lleva m os di diez ez orga orgasm smos. os. A esta estass altura alturass la ve vergüe rgüenz nzaa no existe.  —Con  —C on un plátano. En vez de reírse, Max enarcó una ceja.  —Joder,, eeso  —Joder so m mee pone pone.. Carina se echó a reír encantada y reconoció que a lo mejor todavía estaba un  poco enam e nam ora orada da de Max. Un poco.

Desterró la repent re pentin inaa oleada de eem m oció oción. n. No, j am ás adm itirí itiríaa o pronun pronunciaría ciaría esas palabras de nuevo. No desde desde la noche en la que quem ó el hechiz hechizoo de aam m or y soñó con casarse con el hombre al que amaba con toda el alma, el cuerpo y el corazón.  

En cam ca m bi bio, o, gguardó uardó si silencio lencio.. S See limit limitóó a be besarlo sarlo en llaa ccar araa y a eest stre rechar charlo lo con fuerza. fuerz a. Y a esp espera erarr el am anece anecerr.

 

11

Las cortinas se habían quedado descorridas. La tenue luz del amanecer entraba por las ventanas, recordándole que la noche había acabado. Max miró de reojo a la mujer que tenía al lado. Dormía  profundam  prof undam e nte y sus suave suavess ronquidos conf confirm irmaa ban e l a gotam gotamiento. iento. ¿Qué demoni dem onios os ib ibaa a hace hacer? r? ¿De Dejj arle ar le una nota? ¿Ir en busca de un ccaf afé? é? ¿¿Analiz Analizar ar con ell e llaa lo sucedido po por  r  la noche? ¿Guardar silencio? Las interminables opciones se extendían ante él, y  puesto que era e ra un hom hombre bre,, estaba esta ba ga gara ranti ntizza do que eelegiría legiría la incorr incorrec ecta. ta. Su abundante melena se extendía sobre la almohada como un ángel oscuro. Se percató de que tenía marcas en las estaban mejillashinchados. y en el cuello, de la irritación provocada por su enrojecidas barba. Sus labios Sintiófruto una  punzaa da de c ulpa. ¿Se ha  punz había bía pa pasado sado con e ll llaa ? En ningún m om omee nto la había vis visto to como a una virgen. Todos sus movimientos habían dejado claro que poseía una sexualidad abierta y desinhibida. Carina era el sueño erótico de cualquier  hombre: una chica inocente con el cuerpo y el alma de una vampiresa. En la cama se comportaba con una honestidad que confirmaba que se entregaba al m áximo. Lo mismo que en eell rest restoo de las face facetas tas ddee su vi vida. da. Un regalo escaso y valioso. Un regalo del que no era merecedor. Un regalo que jamás le pediría que le entregara de nuevo. un era vacío desolador, pero see negó examinar emoción fondo. Tal Lo vezabrumó lo mejor ducharse, vestirse ir en abusca de unla café para aCarina. Reflexionaría acerca de lo mucho que significaba para él. Analizaría el cambio radical que habían supuest supuestoo las ho horas ras y horas que había pasado haciendo el am or  con ella. Y después se repetiría por qué tenían que ponerle fin a lo que había entre ellos ellos.. A m enos que… La posibilidad apareció ante él. ¿Y si continuaban con la relación? Carina en su cama. Salir a cenar con ella. Seducirla y quitarle poco a poco su traje de ej ecut ec utiv iva. a. Tra Trabaj bajar ar codo con codo. A lo m ej or funcio funcionaba. naba. A lo m ej or or.. Michael Conte y su familia lo inspiraban para dar lo mejor de sí mismo.

Después de averiguar que su padre los había abandonado, necesitaba apoyarse en algo que no le fallara. Su palabra. Su honor. Su fiabilidad. Esos conceptos lo eran todo para él y lo definían como persona. Si Michael descubría que se había acostado con Carina, cabía la posibilidad de que no volviera a confiar en él, algo que podría de dest stroz rozar arlo lo..  

 Nunc a per  Nunca perm m it itiría iría que eso suc sucee dier dieraa . Adem ás, ¿¿qué qué po podí díaa ofre ofrece cerle? rle? Car arec ecía ía de llaa ccapac apacid idad ad em ocio ocional nal ppara ara darle a Carina lo que merecía. Algún día le pediría un anillo. Niños. Un compromiso de  por vida. Y é l sol soloo podía da darle rle e l m om omento: ento: sexo del bueno, com pa pañer ñerismo ismo y respeto. A la larga, C Car arin inaa se ca cans nsar aríía de sus chorra chorradas das y pasaría págin página. a. O peor, ¿y si acababa haciendo algo que la hiriera? Muchos años antes había jurado que amás haríaddeli nada herir unaesamujer. Elabilid corazón dem demasiado asiado elica cado doque y nopudiera qquería uería ccar argar gar accon on re resp spons onsabil idad. ad. femenino era Era extraordi extraordinaria naria eenn ttodo odoss llos os as aspectos pectos y estaba fuer fueraa de su alca alcance. nce. Una vez tom tomada ada la de decis cisió ión, n, ssali alióó de la ca cam m a y ca cam m inó inó hast hastaa eell bbaño. año. Se sorprendió al escuchar que alguien llamaba a la puerta. Aguzó el oído y escuchó que la llamada se repetía. Joder, ni siquiera eran las seis de la mañana. Com omoo no qu quer ería ía desper despertar tar a Car arin ina, a, se pus pusoo lo loss ca calz lzoncil oncillos los y abr abrió ió llaa pue puerta. rta.  No daba da ba ccré rédit ditoo a lo que ve veían ían sus oj ojos. os. Mamáá Cont Mam ontee eest staba aba en la puerta.  —¿Maxim  —¿ Maximus? us? El tiempo se ralentizó mientras su mente registraba la sorpresa que se refllej aba en eell ros ref rosttro de m am á Cont onte. e. El resto ddee los los acontecimiento acontecimientoss ssucedieron ucedieron como si estuviera atrapado en una película que narrara una catástrofe, a cámara lenta y de forma surrealista. La madre de Carina miró el número de la puerta entrecerra entrece rrando ndo llos os oojj os y despu después és m miró iró el ttroz rozoo de papel que tení teníaa en la m ano.  —Saa bía que tú tam bién esta  —S estabas bas e n La Lass Ve gas, pero per o e sta e s la habitación habitac ión de Carina. Max pasó por alto los desbocados latidos de su corazón y abrazó a la mujer  con fuerz fuer za.  —Mam á Con Conte, te, qué sorpr sorpree sa m á s aagra grada dable. ble. N No, o, eesta sta es es m mii habitac habitación. ión. De Dejj a que me m e vis vistta y ahora m ismo salg salgoo a bus busca carte rte para llevar llevarte te con C Car ariina. Estuvo Est uvo a punt puntoo de salirle bien llaa j ugada. La muje m ujerr ec echó hó la ccabez abezaa hacia atrás y so solltó uuna na ca carca rcajj ada.  —Qué tont tontoo er eree s, no m e m olesta que e stés en ropa int intee rior rior.. —P —Paa só por su lado y entró en la suite. Una vez allí, se quitó la rebeca—. En verano tenía la costumbre de pasearme desnuda por mi casa. —Se acercó al sofá para dejar la rebeca rebe ca en eell respal respaldo— do—.. V Vee a ca cam m biar biarte te si qui quiere eres. s. Se tropezó con un zapato de tacón y su mirada siguió el zigzagueante reguero de ropa. Se Se aace cercó rcó a la puerta corredera qu quee daba acc acceso eso al ddormit ormitori orioo y qu quee eenn ese momento estaba abierta. Max siguió la mirada de mamá Conte. Un liguero de encaje. Un tanga

minúsculo. Su camisa. Quiso cerrar la puerta para detenerla, pero la mujer ya estaba frente al dormitorio. El suave ronquido subió de volumen y se convirtió en un ronquido en toda regla. Los rizos oscuros de Carina contrastaban con el blanco níveo de la  

almohada. Mam Mam á Co Cont ntee se ac acerc ercóó ddesp espacio acio a llaa ccam am a y m iró a su hhiij a. Desnuda. De repente, la película recuperó la velocidad normal y Max salió del trance. Se colocó frente a la cama y extendió los brazos para evitar que la mujer atacara a Carina en un arranque de furia maternal.  —  Dio mio, mamá Conte, no es lo que piensas. Bueno, es lo que piensas, pero tú no tenías por qué verlo.  Dio, lo siento, lo siento mucho. —Siguió balbuceando hastaa que ccompre hast omprendi ndióó qu quee ha habí bíaa rregre egresado sado a la adol adolesce escencia. ncia. Los ojos oscuros de la mujer lo miraron como si intentaran comprender lo que sucedía. Los segundos pasaron. Y al final mamá Conte asintió con la cabeza como si hubiera tomado una decisión.  —Maximus,  —Maxim us, lléva llévam m e a tu dorm dor m it itorio. orio. Ahora m ismo. Te nem os que habla hablarr. —  Se acercó a la puerta—. Tienes un minuto para cambiarte y salir de aquí. Y no despiertes a Carina. La puerta puerta corredera se ce cerró rró tras el ellla. Max se pasó los dedos por el pelo, con la sensación de que estaba sumido en el infierno. Empez Em pezóó a sud sudar ar de golpe. golpe. La m mej ej or am ig igaa de su ma madre, dre, que lloo habí habíaa ccui uidado dado comoo si ttam com am bi bién én ffuera uera su hi hijj o, est estaba aba sent sentada ada fre frent ntee a él, m medit editando ando en sil silencio. encio. o había abierto la boca desde que llegaron a su habitación. Se había limitado a indicarle que se sentara y lo había dejado que se cociera en su propio sudor  durantee di durant diez ez minut minutos os.. Mam Mamáá Cont ontee habí habíaa cr criado iado a ccuatro uatro hi hijj os y habí habíaa enterra enterrado do a su marido. Era una mujer delgada, pero de porte firme. Ella misma había levantado La Dolce Famiglia, con su talento y esfuerzo, y había pasado de ser un establecimiento familiar a convertirse en una de las mayores cadenas de  pastelería  pastele ríass eenn IItalia. talia. Lleva Llevaba ba e l pe pelo lo ccanoso anoso re recogido cogido en un m oño eenn la nuca nuca,, un  peinado  peina do que resaltaba re saltaba las eelega legantes ntes y m ar arcc ada adass lí línea neass de su rostro. H Había abía de dejj ado el bastón apoyado contra la pared. Llevaba zapatos ortopédicos, con gruesos cordones y su suelas elas qu quee la ay udaban a andar andar.. En su puñet puñeter eraa vida vida le ha habí bíaa asus asustado tado ttanto anto uuna na m uje ujerr m ay or or..  —¿Ha  —¿ Hace ce c uánto ti tiee m po que eestáis stáis juntos? Max no sabía si le le saldría la voz del cuerpo, cue rpo, per peroo log logró ró ccont ontestar: estar:  —Solo  —S olo ha si sido do esta noche noche.. Esper Esperába ábam m os que nadie lo desc descubrie ubriera ra.. No queríamos hacerle daño a nadie.

  Mmm Mm m … F Frunc runció ió el ce ceño ño . ¿¿Lo Lo plane planeaa ste ste is?  —¡No!  —¡N o! No, aam m bos sabe sabem m os que no nos cconviene onviene m a ntene ntenerr una re relac lación. ión. P Por  or  supuesto, había atracción entre nosotros, pero pensé que seríamos capaces de controlarnos. Carina se enfadó conmigo y Sawyer Wells me dejó claro que iba tras ella y…  

 —¿Sa wy e r Well  —¿S Wellss está aaquí? quí? Max asi a sinti ntióó con la ccabe abezza.  —Sí,í, ahora dirige eell V  —S Vene eneti tiaa n.  —Mmm  —Mm m… S Sigue. igue.  —Bue  —B ueno, no, Saw awyy er y y o dis discc uti utim m os por Carina y despué despuéss las cosa cosass se descontrolaron, y lo siento mucho. Haré lo que me pidas para enmendar la situación. Mamá Conte extendió un brazo y le dio unas palmadas en una mano. Sus labios esbozar esbozaron on una sonrisi sonrisill lla. a.  —Sí,í, Maxim  —S Maximus, us, lo sé. Siem pre has sido un bue buenn cchico. hico. U Unn poc pocoo rree belde belde,, pe pero ro de buen corazón. corazón. M Michael ichael se enfa enfadará dará,, pero hare harem m os que entre eenn raz razón. ón.  —Me m a tar taráá —gimió Max.  —Qué tont tontee ría ría.. No voy a pe perm rm it itir ir que te m ate ate.. P Pee ro te tenem nem os que or orga ganiz nizaa rlo todo ya. Es demasiado tarde para hacer que tu madre venga, aunque harás lo mismo que hizo Michael. A finales de año organizaremos una preciosa boda en el ardí ar dínn en B Bér érgam gamo. o. La alarma interna de Max saltó al instante.  —Llam a ré a c asa y diré que quer queríais íais fuga fugaros. ros. La Lass oportunidades en La Lass Vegas son infinitas. ¿Por qué no? La gente se casa aquí a todas horas y las bodas son precio prec iosas, sas, ¿¿ver verdad dad que sí? sí? « ¿Boda? oda?»»  —Podéis  —P odéis te tener ner e l pa papele peleoo pr pree par paraa do pa para ra esta tar tarde de y a sí tendr tendréis éis tie tie m po de elegir una capilla. De todas formas, mañana tengo que regresar a Nueva York. Michael se molestó cuando le dije que antes de ir a Nueva York quería pasar por  Las Vegas, pero siempre he querido ver esta ciudad. ¿Sabes si actúa la cantante Celine Celi ne Dion? Max la miró en silencio. ¿Qué boda? ¿Por qué estaban hablando de Celine Dion?? Si se hubiera ce Dion ceñid ñidoo aall pl plan, an, ha habría bría llevado a Car arin inaa al dichoso concier concierto to,, la habría dejado en su habitación y jamás se habría metido en semejante lío. Sin embargo, la idea de no acariciar su piel, de no provocarle otro orgasmo, le  parec  par ecía ía aabrum brum ador adora. a.  —Estás haciendo hac iendo lo cor corre recto cto de desde sde eell punt puntoo de vista m mora oral.l. T Todo odo saldrá bien. La contundencia de las palabras de mamá Conte lo golpeó con fuerza. La habitació habi taciónn pare pareció ció iincli nclinarse, narse, girar y detenerse de nuevo. Esperaba que se casara con Carina. Apenas podía respirar por el nudo que sentía en la garganta.  —Un mom m omee nto. C Cre reoo que ha hayy un m maa lentendido.

Mamá Conte ladeó la cabeza y siguió mirándolo.  —Sí,í, he  —S hem m os dor dorm m ido j untos untos,, per peroo no esta estam m os eenn Ita Itali liaa . En Estados Unidos, a vecess pasan est vece estas as cosas y la re rellac aciión no va m ás allá. —S —See rio y tuvo tuvo llaa im impresi presión ón de que parecía un villano de película, de que era una risa malévola—. Por   

supuesto que seguiremos siendo amigos y eso, pero no podemos casarnos. La m adr adree de Car arin inaa se tensó. S Suu expre expresi sión ón se tornó géli gélida da y Max si sint ntió ió qque ue se le para paraba ba eell coraz corazón. ón.  —¿P  —¿ P or qué no, Maxim Maximus? us? « Mierda, mierda, m ierda, mierda…»  —¡Porque  —¡P orque no soy lo bastante bueno par paraa Carina Carina!! Mi hora horario rio de tra trabaj baj o es imposible, soy inestable y ella necesita descubrirse a sí misma. A mi lado se sentiirá atrapa sent atrapada, da, esto estoyy segurí segurísi sim m o. Nece Necesi sita ta un ho hom m bre que si siente ente la ca cabez bezaa a su lado, que la cuide y con el que pueda tener hijos. Alguien más adecuado para ella. Alguien que no sea yo. Se hizo un tenso silencio. El pánico le atenazó las entrañas. Era imposible que se casara con Carina. Le arruinaría la vida y le rompería el corazón. No quería relacio relac iones nes largas. No quería ccom ompromiso promisos. s. Mamá Conte extendió un brazo, le cogió una mano y le dio un apretón. Sus delica deli cados dos dedos lo af aferr erraron aron de form a im imperios periosa. a.  —Tee e quivoca  —T quivocas. s. Ere Eress pe perf rfec ecto to par paraa Carina Carina,, siem siempre pre lo has sid sido. o. Lo que sucedió anoche solo ha servido para acelerar las cosas, lo que estaba destinado a suceder. —Sonrió—. Y ahora ya basta de tonterías. Formas parte de la familia, como siempre. ¿Qué ridiculez es esa de que le vas a arruinar la vida? Ya va siendo hora de que sientes la cabeza con la mujer que necesitas. Es tu pareja ideal.  —Pee ro…  —P  —¿V  —¿ Vas a de dece cepciona pcionarr a tu m madr adree solo porque está estáss m muer uerto to de m miedo? iedo? El tono acerado de mamá Conte atravesó la neblina y fue al meollo del  problem a. Su m a dre j a m ás leva levantar ntaría ía de nuevo la c abe abezza si se llega llegara ra a saber  sabe r  que se había acostado con Carina y no se había casado con ella. Arruinaría su reputación y todo aquello que tanto esfuerzo les había costado construir. La fiabilidad, el honor, su hogar. Estaría haciendo lo mismo que hizo su padre. Desentenderse de su responsabilidad. Humillar de nuevo a su madre en la  pequeña  peque ña ciuda ciudadd que por fin la había ha bía per perdonado. donado. Sí, nadie se c asa asaba ba por habe haber  r  mantenido relaciones sexuales, pero una vez que se descubriera, se produciría una catástrofe. Carina y su madre acabarían arrastradas por el fango. Carina no querría regresar nunca a su casa. Y él no sería capaz de mirar a su madre a los ojos. La única opción tomó forma frente a sus ojos tan clara como el cristal. El matrimonio. Tenía que casarse con Carina. Era la única forma de enmendar la situ situac ació ión. n. S Suu hono honorr se lo exi exigía gía y eso er eraa lo úni único co que le queda quedaba. ba.

Lo inundó una extraña calma. Había probado la fruta prohibida y debía reclamarla de forma permanente. Carina sería su esposa y no había nada que hacer. Al dar ese paso entraría a formar parte de una familia a la que siempre había  

querido. Pero ¿a qué precio? ¿Qué tipo de marido sería para Carina? Jamás la merecería, pero ¿sería capaz de demostrar que nunca se parecería a su padre? Debía serlo. Agradeciido po Agradec porr eell hhec echo ho de no hhaber aberse se derr derrum umbado bado em emocio ocionalme nalment nte, e, aasi sint ntió ió con la cabez ca bezaa y to tom m ó un unaa decisi decisión. ón.  —Sí.í. Pe  —S Pero ro dé déjj am e ha hace cerlo rlo a m i m modo. odo. Car Carina ina se nega negará rá a ca casar sarse se cconm onmigo igo ssii cree que la estamos obligando. Ya sabes lo testaruda que es.  —Tieness ra  —Tiene razzón. V Vee a pe pedírselo. dírselo. Ha Hazzla ffeliz eliz.. Eso es lo úni único co que im importa. porta. Sus palabras lo conmovieron hasta lo más hondo. El pánico amenazó con adueñarse de él.  —¿Y  —¿ Y si no lloo consigo? Mamáá Cont Mam ontee eext xtendi endióó llos os bbrazo razoss y le to tom m ó llaa ccar araa ent e ntre re sus sus m manos anos arrugadas. Esos ojos oscuros lo miraban con una serenidad y un conocimiento a los que él ansiiaba af ans aferra errarse. rse.  —¿Cree  —¿ Creess que pe perm rm it itiría iría que Carina se c asa asara ra con alguien que no la m er erec ece? e? ecesitas confiar más en ti mismo, Maximus. Necesitas confiar en que vales mucho y en que no te pareces en absoluto al hombre que te abandonó. Te he visto crecer y estoy orgullosa de ti. De las elecciones que has hecho y de cómo has cuidado de tu madre. —Le dio un pellizco en la mejilla como si fuera un niño  pequeño—.  peque ño—. Sé e l hom hombre bre y el m ar arido ido que e stoy stoy segur seguraa de que puede puedess lle lle gar a ser, cariño ca riño.. Ace Acept ptaa eest stee rregalo. egalo. Max se estremeció y luchó para no perder la compostura. Las protestas que  podría haber ha ber expr expresa esado do m murie urieron ron eenn su gar garganta ganta..  —Ahora ba bajj ar aréé a desa desayy unar. V Vee n a busc buscaa rm e ccuando uando eestés stés pre prepar parado. ado. Max la observó marcharse y tomó una honda bocanada de aire. Después esperó un segund segundoo y fue a despertar a su futu futura ra esposa. esposa. Carina eescuchó scuchó uuna na voz a lo llej ej os, os, pero est estaba aba sum sum ida ida eenn un agra agradabl dablee y re relaj lajado ado sueño por las endorfinas provocadas tras las horas de fabuloso sexo. Gimió sin apartarse de la almohada y se desperezó. La voz de Max se escuchó más cerca, así que se di dioo la vuelta.  —Bue  —B uenos nos dí díaa s. La voz de Max era ronca, erótica, y encajaba perfectamente con la imagen que ofrecía esa mañana. El pelo le caía desordenado sobre la frente. Esos sorprendentes ojos azules brillaban con una mezcla de emociones que era incapaz de interpretar, así que decidió tirar de él para besar sus labios esculpidos.

La aspereza de su barba fue un contraste delicioso contra su piel. Max titubeó un in inst stante, ante, com c omoo si no su supi pier eraa ccóm ómoo debía re respo sponder nder.. Y al a l final ssee lanz lanzóó a por todas. Se tumbó encima de ella y la besó como un amante apasionado. Con la  

lengua en su boca y el cuerpo sobre el suyo. Sabía a hombre excitado, aunque también distinguió su propio sabor en sus labios, tras haber pasado tantas horas haciendo el amor. Al final se apartó de ella y la miró con una sonrisa.  —Tus buenos días son me m e j ore oress que los míos. m íos. Carina rio y le acarició una mejilla.  —Estoy de aacc uer uerdo do contigo. ¿¿Dónde Dónde e stá m mii ca café fé??  —Ahora m ismo voy a por éél.l. Me he entr entrete etenido nido un poco. Es que ante antess quer quería ía  pre guntarte una ccosa.  preguntarte osa.  —Tranquil  —Tra nquilo. o. —El cor corazón azón ssee le pa paró ró de golpe, pe pero ro Car Carina ina sa sabía bía lo que eestaba staba a punto de decirle. Intentó con desesperación ser la primera en hablar—. Nos toma omarem rem os un café, nos vvest estiirem os y j am ás m mencio encionarem narem os lloo de anoche. M Max, ax, no quiero que te preocupes. Esto es lo que yo quería y puedo manejarlo. —Se obligó a reír—. Es estupendo sentirse como una mujer de mundo estadounidense. Como una mujer que usa a un hombre para su propio placer y que después lo aparta a un lado. Otra fantasía que puedo tachar de la lista. Por raro que pareciera, no vio alivio alguno en sus ojos. En cambio, Max se apartó de ella y se sentó en el borde de la cama. Clavó los ojos en sus piernas y se negó a enfrentar su mirada.  —Caa rina  —C rina,, las re reglas glas han ccam am biado. Al me m e nos par paraa m í. La confus c onfusió iónn llaa aabrumó brumó de re repent pente. e. Se in incorporó corporó y se apa apartó rtó el ppelo elo enredado de la la ca cara. ra.  —¿De  —¿ De qué eestás stás habla hablando? ndo? Max carraspeó y la m iró.  —Quieroo que te ca  —Quier cases ses cconm onmigo. igo. Carin ar inaa parpadeó.  —¿Estás  —¿ Estás loco? Se dio cuenta de que le temblaba la mano cuando se tocó la frente. ¿Estaba nervioso? ¿Había tenido un momento de bajón porque se había tirado a la hermana herm ana pequ pequeña eña de su m ej or am amiigo go??  —Solo  —S olo tú se sería ríass capa c apazz de pre preguntar guntar e so de después spués de e scuc scuchar har una proposición matrimonial. No, estoy muy cuerdo. No quiero fingir que entre nosotros no ha  pasado  pasa do nada nada.. Estam os en La Lass Ve gas. Nue Nuestro stro destino e s esta estarr j untos untos.. Va m os a casarnos. Carina se había pasado la vida soñando con escuchar esas palabras de los labios de ese hombre. ¿No era la fantasía de todas las mujeres escuchar una declaración después de haber pasado una noche de inmenso placer con alguien? Era el final perfecto de cualquier película o novela romántica que se preciara.

Así que que ¿p ¿por or qué no rrea eacc ccion ionaba aba lanz lanzándose ándose a sus bra brazzos y diciéndol diciéndolee que sí? Porque su instinto le decía que había gato encerrado. ¿Por qué ese cambio tan repentino? ¿Cómo era posible que hubiera pasado en tan solo veinticuatro horas de rechazar el compromiso a proponerle matrimonio? Hizo oídos sordos a la voz  

de la Carina juvenil que le susurraba que eso era lo de menos y en cambio escuchó a la C Carina arina m más ás m madura adura y sen sensat sata. a.  —Mmm  —Mm m … m e siento hala halagada gada,, de ver verdad. dad. P e ro si has dec decidi idido do no oc ocult ultar  ar  nuestra nuest ra relación, re lación, ¿¿por por qué no llimitarnos imitarnos a sali salirr j unt untos? os? Él negó con la cabeza. De forma vehemente.  —No quiero quier o salir cconti ontigo. go. Su aura palpitaba con su poder masculino y su tendencia dominante, urgiéndola a aceptar su propuesta. Joder, esa faceta controladora de su carácter  la ponía ponía a ccien. ien. ¿¿Quién Quién lo hhabr abría ía ima imagi ginado? nado?  —He e sper speraa do toda la vida par paraa esta estarr segur seguroo y a hora no quiero e sper speraa r. Siempre has dicho que sentías algo por mí. Vamos a hacerlo. Vamos a casarnos y a em e m pez pezar ar una vi vida da j unt untos os.. « Vam os a hacer hacerllo.» o.» Carina tragó saliva y trató de hablar aunque se le había desbocado el corazón.  —¿A  —¿ A qué viene este c a m bio tan ra radica dical? l? Habíam Ha bíamos os eestablec stablecido ido cie cierta rtass rree glas. Una noche juntos y luego pasaríamos página. Dijiste que no querías sentar la cabeza. Sacaste a colación la diferencia de edad, a Michael, a mi familia y a tu costumbre de ir de flor en flor. ¿Qué está pasando? Max se se ccol olocó ocó so sobre bre eellla en un abrir y ce cerra rrarr de ojos y la besó. Le sos sostu tuvo vo llaa cabeza entre las manos y reclamó sus labios, explorando con la lengua el interior  de su boca hasta que ella se dejó llevar y le clavó las uñas en los hombros. Se estremeció abrumada por la lujuria y se derritió entre sus manos. Max se apartó de repent re pentee y la m miró iró a los ojos con un unaa eexpresi xpresión ón ddominant ominantee y m uy tentadora.  —He c am biado de opini opinión. ón. Te dese deseo, o, por com pleto y a todas hora horas. s. No m e hagas suplicar. Dime que te casarás conmigo. Carina separó los labios para decirle que sí. ¿Por qué no? Había pasado la noche más increíble de su vida con el hombre al que siempre había deseado. Estaban en Las Vegas, donde sucedían las cosas más desquiciadas y las bodas repentinas eran la norma. ¿Y si Max había descubierto que la quería durante las largas horas de la noche? Al fin y al cabo, ¿no era ese el único motivo por el que querría casarse con ella? A m enos que… Se le re reto torc rcieron ieron llas as eent ntra rañas ñas al ca caer er en la ccuent uentaa de algo en lloo que no qu quer ería ía ahondar. Pero esa era la nueva Carina y no era tan tonta como para creer que Max Gray había sucumbido de repente al bichito del amor como para estar  di dispu spuesto esto a rrenunciar enunciar a su li liber bertad. tad. Lo alejó de un empujón y se sentó en la cama para mirarlo con expresión

Lo alejó de un empujón y se sentó en la cama para mirarlo con expresión seria. Su cara mostraba una determinación firme, como si se enfrentara a un acuerdo empresarial que necesitaba cerrar. Carina siguió su instinto y decidió  ponerlo  poner lo a prue prueba ba..  —Graa cia  —Gr ciass por la proposición, Ma Max, x, per peroo m e gust gustaa n las cosa cosass ta tall ccom omoo e stá stá n.  

Vamos a ver a dónde nos lleva esto. No es necesario que nos precipitemos casándo ca sándonos nos despu después és de haber pasado un unaa noche loca. El pánico brilló al instante en esos ojazos azules. Max apretó los dientes.  —¿Me  —¿ Me has esc escucha uchado? do? ¡T ¡Tee estoy pidi pidiee ndo que te c ase asess c onm onmigo! igo! Te e sto stoyy diciendo que eres la mujer de mi vida y que quiero hacer lo correcto, hoy m is ism m o. V Vam am os a com eter una lo locura cura y a ccasarnos asarnos en Las V Vegas. egas. Nuest Nuestro ro dest destin inoo era que estu estuvi viésem ésem os junt juntos os y por fin lloo he ccompre omprendi ndido. do. Se inclinó hacia delante y Carina supo que acabaría seduciéndola. Que acabaría engatusándola y le diría que sí con los labios y con el corazón antes de que pudiera analizar a fondo lo que estaba sucediendo. Su instinto de supervivencia hizo que se apartara de él y se sentara abrazándose las rodillas en un intento por mantenerlo alejado.  —¿P  —¿ P or qué ahor ahoraa ? Max levantó levantó las ma manos nos en señal de derr derrot ota. a.  —¿P  —¿ P or qué no ahor ahoraa ? Anoc Anoche he ccom ompre prendí ndí que no puedo estar e star sin ti ti.. La desolación más gélida se adueñó de sus entrañas. Max estaba mintiendo. Había tensado los músculos como si estuviera preparado para un asalto de boxeo. A su alrededor se levantaba un muro defensivo, todo lo contrario de lo que sucedería con un hombre relajado que estuviera junto a la mujer que amaba. Además, Adem ás, em pez pezóó a pa pasearse searse de un llado ado para otro, otro, ot otra ra señal de nerviosi nerviosismo. smo. ¿Qué era lo que se le escapaba? Max no actuaba así movido por la culpa. Más  bien lo hacía hac ía por pá pánico, nico, ccom omoo si e stu stuvier vieraa atr atraa pado y … Atrapado. Carin ar inaa tragó ra gó ssali aliva va pa para ra deshacer deshace r eell nudo nudo qu quee sent sentía ía en la garganta.  —¿Quién  —¿ Quién lo ha de descubie scubierto? rto? Max se quedó helado. Se pasó los dedos por el pelo. Paseó un poco más de un lado para otro.  —No sé de qué e stás ha hablando. blando. A Acc abo de pedirte que te ccaa ses cconm onmigo igo y m e estás interrogando como si fuera un prisionero de guerra. Perdona si estoy un  poco confundido. c onfundido.  —¿Mi  —¿ Micc hae hael? l? ¿Ha ll llam am ado aall hot hotee l?  —No. Escúc Escúcham ham e . No quiero volver a ca casa sa y lim lim ita ita rm e a salir c onti ontigo. go. Quiero que esto sea una relación estable. Quiero vivir contigo, dormir contigo y trabaj ra bajar ar cont contig igo. o. Es lloo corre correcto, cto, nnena. ena. « Es lo correcto correcto.» .» Carina se apretó con más fuerza la sábana en torno al pecho y se esforzó por 

m antener la ccordura. ordura. Le tem blaban blaban los dedos dedos,, pero log logró ró dec decir: ir:  —Max, c om omoo no m e c uente uentess la ver verda dadd ahor ahoraa m ismo, te j uro que m e da un ataque. Me lo debes. Él se dio media vuelta, pero los músculos de su espalda evidenciaron la tensi ensión ón qu quee lo em embargaba bargaba.. Tras sol solttar una fea fe a palabrot palabrota, a, se volvi volvióó para m irarla.  

 —Tu ma m a dre e stá aaquí. quí. Ent Entró ró eesta sta m maña añana na eenn la ha habit bitaa c ión y nos pi pill lló. ó. Carin arinaa j adeó y m eneó llaa ca cabez beza. a.  —  Dio, no. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Cómo es posible que nos haya encontrado?  —Quería  —Que ría pasa pasarr un día e n La Lass V Vee gas y ver verte te antes a ntes de coge cogerr un vue vuelo lo par paraa ver  a tu hermano. Michael le dio el número de tu habitación. La mente se le abotargó mientras sopesaba las distintas posibilidades, todas horribles. Con razón Max le había propuesto matrimonio. Si su madre lo había  presio  pre siona nado do pa para ra que hicier hicieraa lo que dicta e l honor, Max se doblega doblegaba ba de inmediato. Se le retorcieron las entrañas por la ira y la humillación. Ni siquiera  podía tene tenerr un rollo de una noche dec decente ente.. ¿Qué otra m ujer uj er pa pasaba saba una noche loca de sexo y tenía que enfrentarse a la furia de su madre al día siguiente? Los nervios hicieron que empezara a sudar y de repente deseó estar vestida y sola. En cam ca m bi bio, o, se obli obligó gó a ha habl blar. ar.  —Ahora lo eenti ntiendo. endo. —S —Suu risa a m ar arga ga re resonó sonó en la sil silee nciosa habitac habitación—. ión—. ada como una madre sobreprotectora para inspirar una proposición m atrimoni atrimonial. al. No ttee pre preocupes, ocupes, yyoo m mee eencar ncargo go ddee todo odo.. ¿¿Dónd Dóndee eest stá? á?  —Desay  —De say unando.  —Baa j a ré par  —B paraa ha hablar blar con eell llaa y lo ac aclar laraa ré todo. ¿Me ¿Me de dejj a s sol solaa unos m minut inutos os  paraa ve  par vesti stirm rm e , por ffaa vor? Max se acercó a la cama y se arrodilló en el suelo. El corazón le dio un vuelco, dividido entre la emoción y la traición al ver la expresión pétrea de su rostro. Qué fácil le resultaba tratar de conquistarla con falsos halagos que no significaban nada para él. ¿De verdad la creía tan tonta como para lanzarse de cabez ca bezaa a un m matrim atrimoni onioo sol soloo por gra grati titu tud? d? ¿En tan poca consi consider derac ació iónn la tenía?  —Caa rina  —C rina,, tene tenem m os que ccaa sar sarnos. nos. Ella abrió mucho los ojos.  —Joder,, no. No tene  —Joder tenem m os por qué c asa asarnos. rnos. Estam Estamos os en Estados Unidos y e l simple hecho de haber pasado la noche juntos no significa que tengamos que legaliz egalizar ar nuest nuestra ra si sittuación. ¡Ni ssiq iqui uier eraa m e apetece apetec e ca casarm sarmee cont contig igo! o! Max dio un respingo, pero siguió en sus trece.  —Tu m a dre no ac acepta eptará rá otra c osa. Tu fa fam m ilia ilia lo de descubr scubrirá irá y e so aarr rruinar uinaráá tu reputació reputac ión. n.  —Me alegr a legro, o, le ha hace ce fa falt ltaa un poc pocoo de ccolor olor..  —Esto no ti tiene ene gra gracc ia. Mi m a dre tam bién se entera ente rará rá y esto la a fe fecta ctará rá mucho.

Se sintió sacudida por una oleada de emociones. Al cuerno con Max. Cerró los ojos con fuerza y suplicó poder despertarse de esa pesadilla.  —Lo super superar aráá —dij —dijo—. o—. Ha Hare rem m os que los de dem m á s lo entienda entiendan. n. No nos afectará afe ctará ni en B Bér érgam gamoo ni aquí aquí..  —No puedo hac hacer erle le e so a m i m a dre dre.. No puedo per perm m itir itir que c re reaa que le he  

dado la espalda a todo lo que valoro. No hay alternativa. Carin ar inaa abr abrió ió llos os ojos de nue nuevo. vo.  —Joder,, sí que la ha  —Joder hay. y. Max, nec necee sit sitoo que te va vayy a s. P Por or fa favor vor.. De Dejj a que hable con mi m i ma madre dre y te prom eto qque ue lo arre arregl glar aréé todo. todo. ¿¿V Vale? Max la observó en silencio a la luz de la mañana y acabó asintiendo despacio con la cabeza. Se alejó de la cama con elegancia. Sus últimas palabras de advertencia le acariciaron los oídos.  —Vee a ve  —V verla rla.. P Pee ro y a sé que no supondrá dife difere rencia ncia a lguna. La puerta que unía sus habitaciones se cerró. Carina se levantó de un salto, esforzándose por superar el pánico, y se vistió a la carrera. Sus doloridos músculos protestaron con fuerza mientras se ponía los vaqueros y un top de tirantes negro, tras lo cual se recogió el pelo en un moño. Después se puso unas chanclas, se lavó los dientes y bajó al restaurante del hotel. El elegante comedor tenía techos abovedados e increíbles ventanales. Atravesó la estancia principal con sus mesas llenas de bandejas humeantes con las distintas opciones para desayunar o almorzar, suficientes para satisfacer todos los gustos y caprichos. Los chefs, ataviados con sus gorros blancos, la saludaron inclinando la cabeza mientras ella buscaba a su madre. Por fin su mirada se detuvo detu vo en una m muj ujer er m ay or sent sentada ada sola sola en la terr terraz aza, a, ccon on tres tres plat platos os ddelant elante. e. Al lado de la mesa descansaba su bastón tallado. Sintió una punzada en el corazón al ver esa cara tan familiar que había sido su apoyo durante toda la vida. Su madre le sonrió y tiró de ella para darle un beso. Olíía a j ara Ol arabe be de arce y a to tost stada ada de canela.  —Caa rina  —C rina,, ccaa riño, eenn la vida ha había bía vist vistoo ta tanta nta c om omida. ida. Ni un Gr Gran an Canal fa falso lso tan bonito.  —Hola, m a m á . —S —See sentó fr free nte a ella—. ¿Qué ha hace cess aquí?  —Quería  —Que ría ver verte te antes ante s de irm irmee a c asa de Mi Micc hae hael.l. Y tam bién tenía m ucha uchass ganas de conocer la famosa ciudad de Las Vegas. ¿Quién iba a imaginar que existiese exist iese tanto gl glam am our eenn m mit itad ad de dell desi desier erto to??  —Pue  —P uess sí. Espe Espero ro poder a com pa pañar ñarte te hoy par paraa verlo ver lo todo. P er eroo a ntes tengo una noti noticia cia m muy uy em ocionant ocionante. e.  —¿Ah,  —¿ Ah, sí?  —Max y y o vam os a ccaa sar sarnos. nos. Carina lo soltó así sin más. Su madre era una curtida jugadora de póquer. Su cara ca ra se il ilum umiinó y uni unióó llas as m manos anos encantada, ccon on fi fingi ngida da aalegrí legría. a.  —¡No!  —¡N o! No sabía que e stu stuvier vieraa is saliendo. Cariño, e sto stoyy m uy c ontenta. Ya

verá s cuando ssee lo cuent verás cuentee a tu tuss herm hermanas. anas.  —¿De  —¿ Deber beríam íam os espe espera rarr y ca casar sarnos nos en IItalia talia o nos ca casam sam os aquí?  —Aquí, defini def initi tivam vam e nte. Mira qué sit sitio. io. ¡Es el lugar per perfe fecc to para una boda boda!!  —Mam á , y a va vale. le. La aludida ni parpadeó. Se limitó a mirarla con esos penetrantes ojos oscuros  

que no demostraban ni pizca de remordimiento.  —¿A  —¿ A qué te re refie fiere res? s?  —Séé lo que ha pa  —S pasado, sado, m a m á . Ha Hass desc descubier ubierto to que a noche m e a costé con Max y lo has obl obliigado a pedi pedirm rm e que m mee ca case se ccon on él. ¿¿C Cómo ha hass po podi dido do hace hacerlo rlo?? ¿Cómo has podido obligar a un hombre a que se case conmigo como si solo fuera responsabilidad suya? Su madre suspiró y apartó el plato que tenía delante. Se tomó un momento m ient ientra rass bbebía ebía un ssorbo orbo ddee ccaf aféé eexpreso. xpreso.  —Caa rina  —C rina,, no pre pretendía tendía e ngaña ngañarte rte.. Creí que ser sería ía m á s rom ántico que Max te  pidiee ra m a trim  pidi trimonio onio ssin in que te eenter nteraa ses de m i inter interve vención. nción. Carina jadeó.  —¡Per  —¡P eroo tu int inter ervenc vención ión e s cr crucia ucial! l! A ver si puedo e xpli xplicc ár ártelo. telo. Max y y o hemos pasado la noche juntos pero no queremos mantener una relación estable. o somos compatibles como pareja. Al convertirlo en una cuestión de honor, lo estás obligando a tomar una decisión que no quiere tomar. Él y yo solucionaremos esto a nuestro modo. Si guardas el secreto, nadie tiene por qué enterarse. Nadie sufrirá. La mujer que había criado a cuatro hijos y que había construido un imperio entrecerró los ojos y se inclinó hacia delante. Carina se estremeció bajo su mirada dictatorial.  —No entiende entiendess nada nada.. Te ha hass a costa costado do c on Max. No os he educ educado, ado, ni a Maximus ni a ti, para que rehuyáis vuestras responsabilidades. El hecho de que estés en Estados Unidos no significa que tengas que abandonar tus valores. Debem os enme enmendar ndar la si situ tuac aciión. El coraz cora zón le latí latíaa con tanta fue fuerza rza que le aatronaba tronaba los oíd oídos. os. R Respiró espiró hondo y trató de enfocar el tema como si fuera una negociación empresarial que tuviera que ganar a to toda da ccos osta. ta. Por desgrac desgraciia, su madre ma dre eera ra el opos oposit itor or m más ás fuer fuertte ccon on el que se había enfrentado. enfr entado.  —Mam á , nada m ás lej os de m i intenc intención ión que hac hacee rte sufr sufrir, ir, per peroo esta e s m i vi vida. da. No puedo casarm e ccon on M Max. ax. Debe Debess ent entenderlo. enderlo.  —¿P  —¿ P or qué qué??  —¡Porque  —¡P orque no! P orque no nos que quere rem m os de e sa m ane anera ra.. P orque el hec hecho ho de que dos personas se acuesten no significa que tengan que comprometerse de por  vida. Su m madr adree cruz cr uzóó lo loss brazo brazoss por delante del pec pecho ho y dij dij o con voz géli gélida: da:  —Entiendo.  —Enti endo. En ese c aso, conté contéstam stamee a una pre pregunta. gunta. Si está estáss disp dispuesta uesta a

hace rm e daño y a burlarte de tod hacerm todoo aquell aquelloo qu quee te he eens nseñado eñado a va valo lora rar, r, de tod todas as las reglas morales y éticas en las que tu padre y yo siempre hemos creído,  prom éte étem m e que m e dir dirás ás la ve verda rdad. d. La abrumó la vergüenza. Apretó los dedos con fuerza al tiempo que asentía con la la ccabeza. abeza.  

 —Te lo prom eto. P  —Te Pre regúntam gúntamee lo que quie quiera ras. s.  —Caa rina Con  —C Conte, te, m íra íram m e a los oj ojos os y dim dimee since sincera ram m e nte que no quier quieres es a Max. El aire abandonó sus pulmones como si acabaran de golpearla en el pecho. Miró Mi ró a su m madre adre con una m mez ezcla cla de horror y ali alivi vio. o. « Di Dillo y y a est está.» á.» Solo tenía que decirle que no quería a Max y el problema quedaría resuelto. Sí, se sentiría culpable y su madre se llevaría una decepción, pero no los obligarían a casarse. No habría una relación falsa ni votos ficticios ni un afecto que en e n re realid alidad ad nin ninguno guno de los dos ssentía. entía. « No. Qui Quier ero. o. A. M Max.» ax.» Abrió la boca. Ante ella pasaron todos los años que había estado bajo el cuidado de su madre. Después de que su padre muriera, los cimientos de su mundo cedieron y le resultó difícil recuperar el equilibrio. Michael la ayudó. Pero su madre era la roca que los mantuvo firmes a todos. Con un puño de hierro y un corazón de oro  puro, se m a ntuvo a su lado todas las noche nochess m ientra ientrass e lla lla llora lloraba, ba, c ontándole historias sobre su padre, sin temor a hablarle del hombre que había sido el amor  de su vida. Superó su dolor con honestidad y un coraje que ella se juró imitar en su honor. Estaba a punto de pronunciar las palabras, pero su corazón le decía a gritos que era una m menti entirosa. rosa. Habí Habíaa ll llegado egado a una eencrucij ncrucijada ada vit vital. al. Su m madre adre seguí seguíaa eesp spera erando ndo.. C Confi onfiaba aba en que le dije dijera ra la verdad. Confi Confiaba aba en quee fuer qu fueraa si sincera ncera cons consiigo mis mism m a y en qu quee j am ás actuara por cobardí cobardía. a. Seguía enamorada de Max. La certeza de ese hecho la golpeó con fuerza. El dolor y la desesperanza la arrastraron cual tsunami que lo destrozara todo a su paso. Se le quebró la voz mientras decía:  —No puedo. pue do. Su m madre adre extend extendió ió un braz brazoo para darle un apre apretó tónn en una m ano.  —Lo sé. sé . Si Siem em pre lo has quer querido. ido. Y ccom omoo lo sé sé,, de debo bo obligaros a c a sar saros os y tú debes intentar encontrar el camino. Max siente algo profundo por ti, cariño mío. o permitiré que le dé la espalda a sus sentimientos ni te negaré esta oportunidad. Si no accedes, llamaré a la madre de Max. Se lo contaré todo a Michael y ocasionarás más daño del que te puedes imaginar. Porque me destrozarás el corazón.

Carina tenía el corazón en un puño y se sentía completamente agotada. Las ganas de luchar la abandonaron y se desplomó en la silla. Ansiaba echarse a llorar como si fuera una niña y buscar el consuelo en el regazo de su madre. Pero ya era una mujer adulta y debía asumir las consecuencias de sus decisiones.  

 No tenía a lt ltee rna rnati tiva. va. Tenía que casarse con Max. Aunque Aunq ue lo hi hiciera ciera a rega regañadi ñadientes. entes. Carina llamó a la puerta de la habitación de Max. Su débil corazón explotó por la lujuria y por un sentimiento mucho más  prof undo ccuando  profundo uando ééll abr abrió ió y se aapar partó tó par paraa dej a rla pasa pasarr. Menos m a l que se había vestido, aunque la ropa no lo tapara mucho. Llevaba unos pantalones cortos azules muy bajos de cintura, lo que dejaba a la vista un trocito de sus abdominales. La camiseta de manga corta del mismo color estaba muy desgastada desg astada y se ce ceñí ñíaa a sus sus hhom ombros bros y a su ttorso orso com comoo ssii fuer fueraa una am ante. Luchó contra el impulso de pegarse a él y aspirar su olor: una mezcla de abón y café con una sutil nota almizcleña. Se había duchado y tenía el pelo húmedo, húme do, apar aparttado de la fre frent nte. e.  —¿Y  —¿ Y bien? — —T Tenía un pie de desca scalz lzoo sobre e l ot otro. ro.  —Tee nías ra  —T razzón. Quier Quieree que nos ca casem sem os. Carina esperó que soltara una palabrota. Que tuviera un repentino ataque de  pánico.  pánic o. Cualquier cosa que le ofr ofree c ier ieraa una e xcusa par paraa destroz de strozaa rle el c ora orazzón a su madre y aceptar la penitencia. En cambio, Max asintió con la cabeza como si lo su supi pier eraa de antem antemano. ano.  —Me lo im imaa ginaba ginaba.. ¿Quiere ¿Quieress ccaa fé fé?? —S —Seña eñaló ló la m esa que había pre prepa para rado do eell servicio de habi ha bitaciones. taciones. Levantó las tapas de las bandejas y dejó a la vista huevos revueltos y tostadas. Junto a un jarrón que contenía una solitaria rosa de tallo largo descansaba des cansaba una una ccafe afettera era.. Carin ar inaa sufrió un arra arranqu nquee tem tempera peram m ental ental..  —No, ¡no quier quieroo c af aféé , j oder oder!! Y tam poco quier quieroo un m a rido que no e stá enamorado de mí. ¿De verdad estás dispuesto a hacerlo? ¿Estás dispuesto a acabar atrapado en una relación que ni siquiera has elegido tú? Max levantó su taza y la miró con atención. Su rostro le recordó a una m áscara áscara,, compl completame etament ntee ca carent rentee de em oci oción ón..  —Sí.í.  —S  —¿P  —¿ P or qué qué?? Lo vio vio beber un ssorbo orbo ddel el hume humeante ante ca café fé..  —Porque  —P orque es lo cor corre recc to.

La ira se apod a poderó eró de ell ellaa y est estall alló. ó.  —¡Vete  —¡V ete a la m ier ierda, da, Max! Me c asa asaré ré contigo, per peroo no voy a ser tu marioneta. Recuerda que esto no lo he buscado yo. No necesito ni tu lástima ni tus buenas intenciones. Ya he tenido mi noche perfecta y no necesito otra.

 

El día pasó envuelto en una especie de neblina. La capilla La Capella era un lugar inspirado en la Toscana que les pareció muy adecuado. Sus tonos tierra, su reluciente suelo de mármol pulido y sus  bancos  banc os de c aoba le re recc orda ordaba bann a su hogar. Carina se puso e l senc sencil illo lo ve vest stido ido  blancoo y lar  blanc largo go de Ve ra Wa ng c on los dedos entum entumec ecidos idos.. Su m a dre le e staba arreglando el pelo como si se tratara de una boda de verdad, atusándole los rizos  paraa que m antuvier  par antuvieraa n la for form m a . Cuando le coloc colocóó eell velo eenn la c abe abezza y la par parte te delantera le cubrió la cara, nadie vio que se le llenaban los ojos de lágrimas. Siempre había imaginado que sus hermanas estarían a su lado, y que recorrer rec orreríía el pasi pasilllo hhasta asta el alt altar ar para ca casarse sarse ccon on un hombre que la qui quisi sier era. a. En cam ca m bi bio, o, ssee de dettuvo en el vano ddee la puer puerta ta y por fin compre comprendi ndióó cóm cómoo se sent sentíía su cuñada cuando intentaba controlar sus ataques de pánico. Tenía el estómago revueltoo y habí revuelt habíaa eem m pez pezado ado a sudar, de form a que le picaba tod todoo el cuerpo. En el aire flotaba una música de órgano muy ñoña. Carina dio un paso atrás con sus zapa zapatos tos C Ciccotti iccotti,, que tenían diez centí centím m etros de tacón e incrust incrustac acion iones es de diamantes y sintió deseos de echar a correr. Joder, se convertiría en una novia averdaderos, la fuga. Encontraría un camión de reparto al que subirse y viviría una gran aventura. Se Se cam c am biar biaría ía el nnombre ombre,, llevaría llevaría una vi vida da encubierta y … Su mirada se cruzó con la de Max. Su pose y el aura que lo rodeaba exudaban control. Esos ojos azules como el océano la atravesaron y le dieron la fuerza necesaria para tomar una bocanada de ai a ire re.. Y otra m ás. S Suu m madre adre la to tom m ó del braz brazoo con firm firmez eza, a, levantó el bbastó astónn y enfiló el largo pasillo. Sin apartar ni un momento la mirada de sus ojos, Max la instó a seguir  caminando hasta que estuvo a su lado, frente al altar. Era el epítome de la  per  perfe fecc cción ión en masc ulina. na. Llevaba un elegante im impec pecable able e sm smoquin oquin negr negroo ccon on toques de roj o  una rosa em nasculi el oja ojal. l. S SuuLleva port porteebaeera ra y atl atléti ético. co. Lo escuchó pronunciar sus votos sin titubear lo más mínimo. La seriedad del momento contrastaba enormemente con la impulsividad de la decisión que habían tomado. De alguna manera, no le pareció real hasta que pronunció los votos. Se le trabó la lengua cuando le llegó el turno de hablar. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Podía casarse con un hombre que no la quería? Las preguntas le atravesaron la mente, creando el caos a su paso. En la capilla se hizo el silencio. Su madre ladeó la cabeza y esperó. Sentía el rugido de la sangre en los oídos y se tambaleó.

Max la ayudó a guardar el equilibrio con delicadeza. Lo vio asentir despacio con la cabeza, animándola a que dijera las palabras. Exigiéndole que diera el salto.  —Síí qui  —S quiee ro. Max le puso en el dedo el e l anil anillo lo ddee diam diam antes de tres qui quilates. lates. « Soy ssuuy a.»  

Sintió la calidez de sus labios, aunque el beso fue casto. Un final formal para unaa ccere un erem m on oniia que lo loss cam biaría biaría para siem siem pre. Sawyer les ofreció un comedor privado. Un grupo de música muy conocido interpretó clásicos italianos mientras se daban un festín consistente en platos de  pasta, vino y dist distint intos os ca canapé napés. s. La tar tarta ta er eraa una cr crea eación ción del c hef re repost postee ro de dell hotel, en honor a ellos. Las siguientes horas pasaron como si Carina lo observara todo desde el exterior. Sonrió cuando fue necesario. Llamó a la madre de Max y a su familia  paraa dar  par darles les la noti noticc ia. Se obli obligó gó a chillar de ale alegría gría m ientra ientrass habla hablaba ba c on sus hermanas, y describió un romance secreto entre ellos que le provocó un nudo en la garganta. Max no la tocó en ningún momento. Apenas la miró mientras  bailabann c om  bailaba omoo m anda andaba ba la tra tradición. dición. Carina bebió cha cham m pán sin par paraa r e n un esfuerz esfue rzoo por olvi olvidar darlo lo todo todo hasta que por ffin in ssubi ubier eron on a su habit habitac ación ión.. La eno e norm rmee cam a parecía burl burlarse arse de ell ella. a. La noche anteri anterior or aún fl flot otaba aba eenn el aire o tal vez todo fuera producto de su imaginación. Max estaba delante de ella, ataviado con su impecable esmoquin, tan guapo y tan cerca, pero a la vez tan lej os os.. S Suu cuer cuerpo po ssee derriti derritióó baj bajoo el ardient ardientee de deseo seo de su mira mirada. da.  —Es nuestra noche de boda bodas. s. Carina se imaginó quitándose el vestido de novia y las bragas. Separando las  piernas.  pier nas. Se im imaginó aginó que Max inclinaba la c abez abe za par paraa c hupar huparla la y lam er erla la hasta que por fin la penetrara y la ayudara a olvidar todo salvo lo que sentía cuando estaba est aba con él. Cogió la botella de champán de la cubitera y una copa mientras se quitaba los zapa apatos tos.. Sonrió Sonrió de for form m a burlo burlona. na.  —Por  —P or nosotros, Maxie. Buena Buenass noche noches. s. En un arranque temperamental, se despidió con un gesto y se marchó con el cham pán. Una vez en su habi habittac aciión cer cerró ró la puerta con ll llave. ave. Se apoy ó cont contra ra la  pared,  par ed, aaún ún con eell vesti vestido do de novia. Y lloró.

 

12

Dos sem semanas anas despu después és Max ssee dio cuent cuentaa de que su vida vida y a no er eraa la m ism ism a. Le gustaba el orden y la sencillez. Su dormitorio reflejaba su estilo de vida, a que estaba lleno de muebles de madera de cerezo y decorado de forma casi espartana. En ese momento los tonos oscuros quedaban equilibrados por  explosivas pinceladas de color: una alfombra naranja sobre el suelo de madera, un pañuelo pañuelo rosa so sobre bre el pomo de la puerta, lo loss fra frascos scos ddee perfum e y los los zzapatos apatos en un rincón… Su cuarto de baño olía a pepino, melón y jabón. Su cuchilla de afeitar había abandonado el armarito, reemplazada por botes de cremas y lociones. Cuando  baj ó la esc escale alera ra a ra racc ol hac hacia e l salón, se fijó fij ó en las re revis vistas tas de cotill cotille e os desperdigadas pordeel csofá junto aia unas cuantas novelas románticas. Cogió una  paraa c oloca  par olocarla rla en la e stanter stantería, ía, per peroo dec decidi idióó ec echar harle le un vis vistazo tazo.. De Después spués de leer  lee r  una escena en concreto, se preguntó por qué le ardía la cara. La puso en el estante est ante a toda toda pris prisaa y entró en la cocina. Estaba vacía, salvo por las miguitas de pan que había sobre la encimera de granito blanco, como si las hubiera dejado un ratoncillo. Siguió el reguero por el  pasillo,  pasill o, ha hasta sta la par parte te tra traser sera. a. Carina había dec declar laraa do que esa sala ac acristalada ristalada e ra su nuevo nuevo llugar ugar de trabaj o y pasaba larga largass horas all allíí dent dentro. ro. Max ll llam am ó a la puerta  la abrió. La vio de lausaba sala, bañada por lapara luz, con la vista clavada en un negro. Ya en quemitad él solo ese espacio guardar cosas, Carina se lienzo había apropiado del lugar demostrando una vorágine organizativa. Las cajas habían desaparecido, los estores habían volado y el papel de la pared había sido arrancado. En ese momento la estancia había cobrado una nueva vida y se había convertido en el refugio de un artista con el sol que entraba a raudales por los ventanales y que se reflejaba en las paredes color melocotón, y con los incontables estantes llenos de material de pintura. Dado que había conectado el hilo musical, se escuchaba a Beyoncé cantado sus sensuales letras a pleno  pulmón.

Los dedos de Carina aferraban un pincel cargado de verde musgo, y su delantal ya estaba manchado de color y de carboncillo. Las paredes estaban decoradas con bocetos básicos donde se atisbaban distintas siluetas, y también había intentado pintar un paisaje, pero lo había dejado a la mitad. Llevaba el pelo recogido en un moño descuidado en la coronilla. Tenía los labios apretados, con una expresión concentrada, viendo algo que todavía no estaba plasmado, una  

imagen que quería revelar, y Max se sintió fascinado por esa mujer a la que nunca había visto. Rocky estaba roncando bajo un rayo de sol junto a la ventana. El mejor amigo de un hombre se había pasado al lado oscuro sin pensarlo. La encantadora de animales que Carina llevaba dentro había hipnotizado al perro por  completo, y el animal la seguía fielmente de una estancia a otra, confirmando cuál era su preferenci prefere ncia. a. En cuestión de dos semanas Carina le había puesto la vida patas arriba. Era  bastante de desorde sordenada nada c on sus c osas. De Dejj a ba la pasta de dientes de destapada stapada,, se quitaba los zapatos junto a la puerta y parecía incapaz de alcanzar la cesta de la ropa sucia cuando lanzaba la ropa. Descubrió que Carina compartía su pasión por las series policíacas con tram ra m as fore forens nses es y algú algúnn que ot otro ro re reali ality ty sobre sobre de desast sastre res. s. A veces vece s ssee sentaban sentaban ccon on Rocky junto a ellos, bebían vino y veían la tele sumidos en un maravilloso silencio. Las comidas de alta cocina con la que le gustaba experimentar por fin contaban cont aban ccon on ootro tro ppar arti ticipant cipante, e, y descubri descubrióó m más ás pl plac acer er al crea cr earr plat platos os ppar araa ella. ella. Por supuesto, se pasaba los días esperando el ataque de pánico que se apoderaría de él al comprender que su antigua vida se había acabado y que estaba atado a una sola mujer para siempre. Supuso que experimentaría rabia, resentimiento o puro terror. Pero desde la desastrosa noche de bodas, cuando Carina le arrojó sus propias palabras a la cara, había decidido mantener las di dist stancias. ancias. Habían alcanz alca nzado ado una trém ula ula tregua y se trataban ccon on llaa cordial cordialid idad ad  el respeto más absolutos. Se dijo que era un alivio que Carina no lo presionara  paraa c om  par ompar parti tirr una fa falsa lsa int intim imidad. idad. Aunque tam poco había espe espera rado do que ella se mostrara tan resentida por el matrimonio. Ya no lo necesitaba de ninguna manera, algo evidente en su repentina decisión de asegurarse de si quería o no seguir segu ir trabaj ando en La Dol Dolce ce Maggi Maggie. e. Carina no habí habíaa vuel vuelto to a hablar del tem temaa , dado que no habían surgido grandes problemas, tal vez decidiera seguir  adelante.  —¿Carina  —¿ Carina?? El corazón le dio un vuelco cuando ella se volvió. Con el pelo medio suelto alrededor de la cara, un restregón de carboncillo en la mejilla y el delantal manchado de pintura, no se parecía a la mujer con la que trabajaba. Sus  pantalones  panta lones c ortos de dejj aba abann a l desc descubierto ubierto buena par parte te de sus pier piernas nas m ore orenas nas y las uñas pintadas de rojo cereza destacaban en sus pies descalzos. Lo miró con el ceño ce ño fruncido fruncido..

 —¿  —¿Qué ? MaxQué? cambió de postura y tuvo la sensación de haber regresado a la adolescencia.  —¿Qué  —¿ Qué está estáss pi pintando? ntando?  —No lo sé m uy bien. —La vio hac hacer er ese m ohín tan suy suyoo que c ada vez le gustaba más—. Lo que pinto normalmente no me satisface. Es como si buscara  

algo más, pero todavía no sé de qué se trata.  —Lo conseguirá conse guirás. s.  —Con  —C on el tiem tiempo. po. —Hiz —Hizoo una pa pausa—. usa—. ¿Quer ¿Querías ías aalgo? lgo? Jo Joder, der, ¿por ¿por qu quéé se sent sentía ía com comoo un iim m bécil bécil?? Pe Perseguí rseguíaa a su m muj ujer er en busca del contac cont acto to m ás breve. Carra Carrasp speó. eó.  —Estoy pre prepar paraa ndo la ccee na. P Pee nsé que te gustar gustaría ía ha hace cerr un de desca scanso. nso.  —¿Te im  —¿T importa porta guar guarda darm rm e un plato? Ahor Ahoraa no pue puedo do par parar arm m e.  —Clar  —C laro. o. No tra trabaj baj es m ucho.  —Vaa le.  —V Su réplica, distante y distraída, lo cabreó. ¿Por qué le molestaba tanto que los hubieran obligado a casarse? Él también había sacrificado su vida.  —¿Estás  —¿ Estás li lista sta pa para ra la inaugurac inaugur ación ión dentro de dos sem ana anas? s? Ha Hass hec hecho ho un gra grann trabajo preparándolo todo. A lo mejor hay que trabajar hasta tarde durante los  próximos  próxim os dí días. as. Carina agitó una mano en el aire, como si hubiera caído en la cuenta de que se le había olvidado decirle algo importante.  —Ah, se m e ha olvidado de decc írtelo: voy a de dejj ar e l puesto. Max se balance ba lanceóó sob sobre re los los ttalones. alones.  —¿Có  —¿ Cóm m o dice dices? s? La vio pasarse los dedos por el pelo y un ramalazo de rojo le manchó varios mechones.  —Lo siento, iba a dec decírtelo írtelo a ntes. Ya no m e va. Ha Hablar blaréé con Mi Micc hae haell mañana. Me quedaré todo el tiempo que me necesites, hasta que consigas una ayudante adecuada. La sorpresa lo mantuvo inmóvil. ¿Cuándo lo había decidido? Desde que volvieron de Las Vegas, Carina había seguido trabajando en la oficina, aunque habíaa re habí reduci ducido do su suss horas. R Rea eali lizzaba to todo do el trabaj o que se le encom endaba, per peroo era evidente que el entusiasmo que demostraba en el pasado había disminuido. El estómago le dio un vuelco ante la idea de no verla más en la oficina, pero también lo embargó el orgullo. La imagen de la noche que pasaron juntos lo torturaba. Desnuda entre sus brazos, Carina le había confesado sus emociones de una forma que lo hizo sentirse valorado. En ese momento ella tomaba decisiones sola sin pestañear. Experimentó un profundo anhelo, pero no supo cómo afrontarlo.  —¿Y  —¿ Y qué vas a hac hacee r?

Carin ar ina brillantes brillde antes por, la oción.  —V  —Voy oya son asonrió tr traarió bajcon ar elos n laojos tienda Alexa Alexa, enem Loc Locos os por los Li Libros. bros.  —Intere  —Inte resante sante.. Sabía que Alexa nec necesitaba esitaba a y uda a hora que va a tener tene r e l segundo niño, niño, pero no tení teníaa ni iidea dea de que ha habí bías as visi visitado tado la lib libre rería. ría.  —Me pasé a princ principi ipios os de sem ana par paraa e c har harle le una m a no. Es m alísi alísim m a en contabil cont abilid idad ad y habí habíaa m eti etido do llaa pata hast hastaa eell fon fondo. do. Le dije que le ec echaría haría un oj ojoo a  

los libros de contabilidad, pero después de pasar allí unas cuantas horas, me di cuenta de que m e encanta e ncanta ese si sittio io.. Max sonrió al escuchar su entusiasmo. Su habilidad para dejar de ser una ejecutiva controlada y convertirse en una mujer llena de vida y amor lo so sorpre rprendí ndíaa const constantem antemente. ente.  —Es com pre prensib nsible. le. La Lass li libre brería ríass son la m e zc la per perfe fecc ta de negocios negoc ios y creatividad.  —¡Exacto!  —¡Exa cto! Voy a tra trabaj baj ar e n prá prácc ti tica cass las próxim próximas as sem ana anass y a proba probarr a ver qué tal. Se sintió muy orgulloso de ella.  —Lo hará har á s de m a ra ravil villa, la, ccom omoo todo lloo que ha hace ces. s.  —Graa cia  —Gr cias. s. Se miraron fijamente. Quería acortar la distancia que los separaba, tanto física como mental. Al fin y al cabo, se había casado para toda la vida. Conectaban de form a eesp spec ectacul tacular ar en el sexo. ¿Por qué tenía que renunciar a esa  parte  par te de su re relac lación? ión? El deseo crepitó entre ellos cobrando vida, y vio que Carina inspiraba hondo. La tensión aumentó y se le puso dura, dispuesto al instante para entrar en acción. La idea de tumbarla tumba rla sobre sobre la mesa m esa de tra trabaj bajoo y hun hundi dirse rse eenn su húme húmeda da ccali alidez dez lo excitó como a un semental. Dio un paso hacia delante, con los ojos oscurecidos  por las prom pr omee sas. Ellaa le dio llaa espalda. Ell  —Graa cia  —Gr ciass por ve venir nir a ve verr ccóm ómoo iba. Será m ej or que vuelva al tra trabaj baj o. Max se mordió la lengua para no soltar un taco después de semejante corte. ¿Cuánto iba a durar esa situación? ¿Iba a seguir castigándose y castigándolo a él  por habe haberse rse vist vistoo obli obligados gados a ca casar sarse? se? A lo m e j or debe debería ría e nseña nseñarle rle lo que se  perdía,  per día, la bue buena na pa pare rejj a que ha hacc ían eenn la ccaa m a . A lo m ej or había ll llegado egado el m mome oment ntoo de seducir a su m muj ujer er.. Esperó un momento, pero Carina ya se había puesto manos a la obra y atacaba el lienzo oscuro con pinceladas rápidas. La dejó al sol, sola, y se  preguntó  pre guntó qqué ué te tenía nía que hac hacee r. ¿Qué se le esca escapaba? paba? Carina analizó la imagen que tenía delante. Técnicamente las sombras y las

estructuras eran impecables, pero le faltaba ese elemento desconocido. Ese  punti  puntito. to. Se desentumeció el cuello rotándolo despacio antes de mirar a su alrededor. ¿Qué hora era era?? Hac Hacía ía m mucho ucho qu quee ha habí bíaa oscure oscurecido cido y la úl últi tim m a ve vezz que Max fue a verla era la hora de la cena. Su reloj le confirmó que llevaba varias horas  pintaa ndo.  pint  

La frustración la estaba poniendo de los nervios. Era muy duro volver a pintar  después de varios años sin hacerlo. La pintura fue algo para lo que dejó de tener  tiempo cuando se centró en conseguir el máster, con la esperanza de que una  buena c ar arre rera ra prof profee sio siona nall ac acaa ll llaa ra las voces voce s que la instaba instabann a ccre rear. ar.  No. La Lass voce vocess había habíann vuelto… a lo gra grande. nde. Sin e m bar bargo, go, su téc técnica nica e staba oxidada y sus trazos habituales carecían de personalidad. El taller de arte en el que por fin se había inscrito la había ayudado a reconectar con las habilidades  básicas.  básica s. E Entre ntre su nue nuevo vo tra trabaj baj o e n Loc Locos os por los Libros y la pint pintura ura,, su vida por  fin parecía haber tomado el camino correcto. Ya era hora. Salvo por el m matrim atrimoni onioo por er error ror.. El recuerdo de Max en el estudio le quemaba los párpados. Era la  personi  per sonific ficac ación ión de la sexua sexuali lidad dad y del dese deseoo m á s a rdie rdiente. nte. Le había c ost ostaa do la misma vida darle la espalda, pero no había tenido más remedio. Si la había tomado por su cachorrito fiel, dispuesta a acudir a su llamada cada vez que chasqueara los dedos, iba a llevarse una sorpresa. Perseguirlo durante toda la vida era agotador. Había llegado el momento de recuperar su vida y decidir qué hacer con esa re rellación ación.. Suspiró y se miró. Uf, sí, estaba hecha un desastre. Rocky levantó la cabeza tras pasar horas durmiendo y bostezó. Se echó a reír y se arrodilló para acariciarlo, rascándole la barriga hasta dar con ese punto en el que empezó a m over eell rabo de puro pl plac acer er..  —Cre  —C reoo que eesto stoyy ce celos losoo de m i per perro. ro. Levant Leva ntóó la vis vista. ta. Don C Cañón añón estaba en la pue puerta rta de dell est estudi udioo con un tarr tarroo en las m anos. Ll Lleva evaba ba unos Levi’s bbaj aj os de ccin intu tura ra y una sencill sencillaa ccam am iseta iseta blanc blancaa que se ceñía c eñía a su m muscul usculoso oso ttorso. orso. Iba de desca scalz lzo. o. Su cuerpo cobró vida de repente, dispuesto para jugar. Lo miró con expresión recelosa.  —Roc  —R ockky siem siempre pre ser seráá lo prim primee ro pa para ra m í. ¿¿Qué Qué es eeso? so? Un brillo travieso apareció en los ojos de Max. Se le aceleró el corazón al verlo.  —Hass traba  —Ha trabajj a do m muc ucho. ho. S See m e ha ocur ocurrido rido tra traee rte a lgo que te suba eell azúc azúc ar.  —Qué am a ble.  —¿A  —¿ A que sí? ¿Quier Quieree s proba probarlo? rlo? Carina miró el tarro con los ojos entrecerrados antes de clavar la vista en Max.

 —¿  —¿Qué Qué es?te.  —Chocola  —C hocolate. La palabra brotó de sus labios como crema caliente. El estómago le dio un vuelco al escucharla. Max movió las caderas y la recorrió con una mirada ardiente, desde la coronilla hasta los pies descalzos. Carina intentó carraspear,  peroo tenía la boc  per bocaa sec seca. a. E Ese se hom bre de deber bería ía eestar star pr prohibi ohibido. do. S See obli obligó gó a ha hablar blar..  

 —No tengo ham ha m bre bre..  —Mentirosa. Se ccabre abreóó al escucharlo.  —No pienso j ugar a esto c onti ontigo, go, Max. ¿P or qué no te vas va s a hac hacer er lo que m ej or se te da? V Vete ete a salv salvar ar a alg a lgui uien en que lo necesit necesite. e.  —No quiero quier o a na nadie die m máá s. Las palabras la quemaron como una llama. Echó la cabeza hacia atrás y apretó los dientes.  —¿Y  —¿ Y qué quier quieres? es?  —A ti ti.. Ahora Ahora.. De Desnúdate. snúdate. Carina se quedó paralizada.  —¿Qué  —¿ Qué?? Como un depredador, se acercó a ella con una elegancia innata, sin dejar de mirarla. Carina cerró los puños mientras respiraba con dificultad. Max se detuvo delante de ella. Sintió un ramalazo de energía tras otro, exigiéndole que le hiciera caso. Algo en su interior cobró vida y la instó a obedecer. Madre del amor  hermoso, ¿por qué se ponía tan cachonda cada vez que le daba una orden? ¿Y por  qué se moría por obedecer?  —Voy  —V oy a dec decirte irte todo lo que quiero, Carina Carina.. Estas últ últim imaa s se sem m ana anass he e sta sta do en mi cama solo, con una erección que no había forma de bajar. No paro de  pensarr e n aque  pensa aquell llaa noche noche,, una y otra vez, y de pre preguntarm guntarm e de cuántas cuá ntas for form m as di dist stin intas tas puedo ccons onseguir eguir que te ccorra orras. s. El deseo se apoderó de ella. Sintió que los pezones se le endurecían contra el sujetador hasta un punto casi doloroso. Sometiéndola a su hechizo, Max inclinó la cabeza hasta que quedó a escasos centímetros de su boca. Su olor la envolvió, haciendo que le diera vueltas la cabeza. Max le colocó el pulgar sobre el labio infer nferio iorr y se lloo aca acarició rició..  —Séé que está  —S estáss c abr abree ada ada.. Sé que la he c a gado. P er eroo te dese deseoo tanto que m e estoy vol volviendo viendo lloco. oco. ¿¿P P or qué no ccom ompar parti tirr eest sto? o? Sus palabras contenían una verdad que ella se moría por creer. Porque era tot otalm almente ente cciierto er to.. S Sentí entíaa su ere erecc cció iónn cont contra ra el m mus uslo lo y su cuerpo lo des desea eaba ba con c on desesperación. Ansiaba disfrutar de una sesión de sexo salvaje, orgásmico y satis sat isfa factori ctorio. o. Nada m más. ás. Nada m enos. Como aquella noche. Carina titubeó al borde del abismo. ¿Sería capaz de jugar a algo tan peligroso

a sabiendas de que seguía albergando sentimientos él? del caballete. Con Max extendió un brazo y cogió un pincelporlimpio m ovi ovim m ient ientos os llento entoss y prec precis isos os,, le aaca carició rició llaa m ej ill illa con el pin pince cel.l. S See est estre rem m ec eció ió  por la c a ric ricia ia y sus ter term m inaciones inac iones ner nervios viosaa s chisporr chisporrotea otearon ron com o el ac aceite eite hirviendo.  —Di que sí. Porque Por que quie quiero ro j ugar.  

Le fallaron las rodillas como en el tópico más predecible. Se preguntó si también se desmayaría o si la palmaría cuando por fin la besara. El deseo corría  por sus venas ve nas y palpitaba e n su cclí lítoris toris de tal for form m a que solo quedó una re respuesta spuesta  posible.  posi ble.  —Sí.í.  —S Los dedos de Max procedieron a desatarle el delantal para tirarlo al suelo. A continuación, le quitó la camiseta. Max contempló su sujetador negro con expresión lujuriosa y la rodeó con los brazos. Siseó al sentir que se lo desabrochaba con c on habil habilid idad ad y que el deli delica cado do encaj e ca caía ía a sus pi pies. es. S Sus us ggrandes randes manos le cubrieron los pechos, levantándoselos, acariciándoselos, hasta que le arrancó un gemido ronco. Sin detenerse siquiera, Max deslizó los dedos hacia abajo y le desabrochó los pantalones cortos. Le bajó la cremallera. Y se los quitó. Intentó no jadear mientras se quedaba delante de él con el minúsculo tanga negro. Un intenso rubor le cubría las mejillas. Max inclinó la cabeza y la besó. Con pasión, sin reservas, con lánguidas caricias de su lengua. El sabor a menta y a café la intoxicó hasta que se pegó a él y le mordisqueó los labios a modo de cast ca stig igo. o. C Cuando uando Max se apa apartó, rtó, un bri brill lloo salvaj salvajee ilum iluminaba inaba sus oj ojos os az azul ules. es.  —Joder,, eere  —Joder ress pre preciosa. ciosa. D Dee j a que te m ire ire.. Medioo borrac Medi borracha ha por eesa sa m irada aardi rdiente, ente, se qui quitó tó el ttanga. anga. Max la la m iró uunn bu buen en ra rato to,, to toca cando ndo con ddedos edos vvorac oraces es ca cada da par parte te de su cuerpo que quedaba desnuda ante sus ojos. Saber que él seguía vestido aumentaba su excitación y la mojaba cada vez más, al igual que la impresión de que la estaba dominando por completo. Con una sonrisa satisfecha, Max se llevó una mano al  bolsil  bols illo lo y sac sacóó un largo pa pañuelo ñuelo de seda seda.. Carina abrió mucho los ojos al verlo.  —¿V  —¿ Vam os a rree cr cree ar Cincuenta sombras de Grey ? —susurró. Max se echó a reír.  —  Dio, te adoro. Podemos hablar del tema. Esta noche solo quiero taparte los ojos para una cata. ¿Confías en mí? Titubeó antes de recordarse que solo se trataba de su cuerpo, que solo era sexo.  —Sí.í.  —S Sintió la frescura de la tela sobre los ojos mientras él la ataba sin apretar. La oscuridad la engulló. Tardó un momento en encontrar el equilibrio. Utilizó el

olfato el calor para ylocalizarlo. el oído escuchó que se yabría algo,corporal seguidodedeMax un siseo del frufrú Aguzó de la ropa. Su cuando voz ronca junto al oído.  —Ree láj a te y dis  —R disfr fruta. uta. Dim Dimee qué hue hueles. les. Inspiró hondo y el maravilloso olor le arrancó un gemido.  —Chocola  —C hocolate. te.  

 —Muy bien. Ahor Ahoraa prué pruéba balo. lo. Le derramó una gotita en la lengua. El sabor, entre amargo y dulce, explotó en su boca y le provocó un subi subidón dón de azúcar azúcar..  —Mmm  —Mm m . —S —Saa có la lengua y se la lam m ió el labio iinfe nferior—. rior—. De Deli licioso. cioso. Max se quedó sin aliento.  —Me toca. toca . Carina abrió la boca, a la espera, pero no sucedió nada. En cambio, le sorprendió la suave caricia del pincel contra un pezón. Se sacudió, por la sorpresa, pero Max insistió con movimientos incitantes, hasta que le cubrió el  pezón de chocola c hocolate. te. Car Carina ina jjaa deó m ientra ientrass se tensa tensaba ba por la eexpec xpectac tación. ión.  —Pre  —P recc ios iosaa —m —murm urm uró él. Sint intió ió su lengua c aliente y húm húmee da m ientra ientrass la lamía hasta que ella arqueó la espalda y se aferró a sus hombros a fin de no caerse. La excitación se había apoderado de su cuerpo hasta un punto doloroso y estaba empapada—. Tienes razón, nena. El chocolate está delicioso.  —Caa brón.  —C Su ca carc rcaj aj ada ronca le pus pusoo lo loss nervi nervios os a flor de piel. piel.  —Vaa s a pa  —V paga garr por eso. Y lo hizo. Max le pintó el otro pezón y se lo chupó, acariciándoselo con la lengua hasta que le pidió clemencia. El pincel se convirtió en un instrumento de tortura y de placer. Max le pintó una línea entre los pechos y le hundió la punta del pincel en el ombligo. Lamió la línea. Le mordisqueó el abdomen y los muslos. Sintió su ardiente aliento entre las piernas, pero pasó de sus súplicas para investigar la sensible curva de su rodilla, de su pantorrilla e incluso del tobillo. Carina se convirtió en un torbellino de sensaciones agónicas. La cabeza comenz com enzóó a dar darle le vu vuelt eltas, as, atrapada en la os oscuridad curidad y gui guiada ada a tra ravés vés de ca cada da vall vallee   de cada montaña por el sonido de la voz de Max o por las caricias de sus manos. Jadeó mientras se acercaba a un grandioso orgasmo, justo al borde del  precipicio,  pre cipicio, a la espe espera ra de su siguie siguie nte orde orden. n.  —Por  —P or ffaa vor vor.. Y Yaa no aaguanto guanto m máá s. Max la silenció silenció y le pint pintóó los llabios abios con eell chocolate. A Acto cto seguido llaa besó con c on ansiaa y ardor, ccompa ansi omparti rtiendo endo el amar am argo go y a la ve vezz dul dulce ce sabor sabor.. La ffrust rustra ración ción hhiz izoo que a Carina se le llenaran los ojos de lágrimas. De repente, Max la levantó en volandas. Escuchó cómo los pinceles caían al suelo y también que se volcaban algunos botes. La colocó sobre una superficie dura, que no tardó en comprender  que se tra trataba taba de su me mesa sa de dib dibujo. ujo.

 —Caa o!  —C si hhee m os tter erm m inado. P Pee ro todavía fa falt ltaa un lugar que no he sabor saborea eado. do.  —¡N  —¡No!  —Oh, sí. —Le sepa separó ró los m musl uslos os y le ator atorm m entó el c lítoris lítoris ccon on el pince pincel,l, ccon on el que después la penetró. Carina se clavó las uñas en las palmas de las manos mientras luchaba por  m ant antener ener la ccord ordura. ura.  

Lo siguiente que sintió fue su boca. Gritó y se corrió como una loca mientras los espasmos sacudían su cuerpo. Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando alcanzó el clímax y él la sujetó contra la mesa, obligándola a experimentar cada oleada de placer hasta que todo terminó. Carina escuchó que algo se rasgaba y después un taco. Y acto seguido, Max la penetró. La suave penetración la devolvió a la cima, y en esa ocasión Max voló con ella cuando se corrió por segunda vez. El tiempo se detuvo. Pasaron horas, minutos, segundos… El pañuelo de seda se aflojó y ella parpadeó. Su cara fue lo primero que vio. Cejas gruesas. Pómulos afilados. Un mentón duro como el granito, sensual, y unos labios voluptuosos que habrían hecho llorar  a Miguel Ángel. Max sonrió.  —¿T  —¿ Te ha gustado eell choc chocolate? olate? Consiguió soltar una carcajada.  —Qué cabrón ca brón eere res, s, lloo sabe sabes, s, ¿¿no? no? Ch Christi ristian an G Gre reyy a tu lado eess un af aficionado. icionado. Max se echó a reír.  —Pue  —P uede de que nuestros aapellido pellidoss se pa pare rezzc an, pe pero ro y o nunca diría « Nos vem os luego uego,, nena» . Se quedó boqui boquiabier abierta. ta.  —¡Tee lo has leído!  —¡T Max pareció ofenderse.  —Lo he leído en Twitt wittee r. Y no se te ocur ocurra ra c abr abree ar arm m e o te tortura torturaré ré con un  bote de nata nata.. Carina se preguntó si estaba mal de la cabeza. Porque esa idea le resultaba muy emocionante. Max la ayudó a bajar de la mesa y le apartó el pelo de la cara con gesto cariñoso. El apresurado acuerdo al que había accedido cristalizó de repente en la mente de Carina. Una vez libre de los deseos de su cuerpo, se preguntó si acababa de hacer un pacto con el diablo. Su desnudez aumentaba la sensación de vulnerabilidad. ¿De verdad creía posible separar el sexo de lo que sentía por ese hombre? El pánico le atenazó el estómago.  —Max…  —Esta noche no, nena nena.. —C —Com omoo si se dier dieraa c uenta de su dil dilem em a , la cogió e n  brazzos—. Voy a ll  bra llee var varte te a la ca cam m a . Te de dem m ostrar ostraréé qué otra otrass habilidade habilidadess he aprendido leyendo novelas eróticas.

Carin ar inaa se af afer erró ró a él y decidi decidióó no iins nsis isti tirr eenn el tem tem a.  —¿Carina  —¿ Carina y tú ttee néis problem a s? Se habían reunido en el despacho. Los enormes ventanales estaban orientados hacia el jardín y a través de ellos escuchaban el zumbido de las abejas y el  

 borboteo de dell a gua del ar arroy roy o. Michae Michaell le ofr ofree ció una copa de c oñac y se sentaron en los sillones de cuero. La estancia inspiraba calma y serenidad, con esas estanterías que cubrían las paredes hasta el techo, las lámparas rojas de estilo art déco y el piano de media cola emplazado junto a la pared más alejada. El ol olor or a ccuero, uero, a papel y a cera c era de naranj naranjaa flot flotaba aba eenn el ambient ambiente. e. Después de que Carina le contara a su hermano que pensaba dejar la empresa, Michael le había dicho a Max que quería hablar con él a solas cuando salieran del trabajo. Max accedió, a sabiendas de que había llegado el momento de airear aire ar algu algunos nos asunt asuntos os.. En el ai aire re flotaban flotaban dem asiadas me ment ntiras iras y y a se eest staba aba cansando.  —¿P  —¿ P or qué lo pregunta preguntas? s?  —Es la her heree der deraa de dell ne negocio gocio fa fam m il iliar iar.. No la he pre presion sionaa do hasta a hora  porque suponí suponíaa que nec necesitaba esitaba sac sacaa rse lo de dell ar arte te del c uer uerpo. po. Ahor Ahoraa quier quieree trabajar con Alexa en la librería, y eso me preocupa. Pienso nombrarla mi segunda al mando en La Dolce Maggie. Es su legado. Max sint sintió ió uunn nud nudoo en la ga garganta rganta al eescucharlo. scucharlo. La sangre tiraba m ucho y él no la tenía. Daba igual que se hubiera dejado la piel para que la empresa fuera un éxito. Aunque lo acogieran como si fuera de la familia, jamás lo considerarían como tal, aun habiéndose casado con Carina. Si Michael no quería que se hiciera con el timón, había llegado el momento de volar a otros pastos. Crear algo propio. Pero ni de coña iba a dejar que su amigo presionara a su mujer. Su voz sonó tan gélida como una botella helada de Moretti.  —Olvídaa lo, M  —Olvíd Micha ichaee l. No qui quier eree tra trabaj baj ar e n la eem m pre presa sa y no va a hac hacee rlo. Michael agitó una mano en el aire, acostumbrado como estaba a salirse con la su suyy a.  —Pue  —P uedes des aayy udar udarm m e a c onvenc onvencee rla rla..  —No. Micha Mi chael el lo miró sin ddar ar cr crédito édito..  —¿Có  —¿ Cóm m o? Max se levant leva ntóó del si sill llón ón y ac acortó ortó llaa dist distanc ancia ia que los ssepa epara raba. ba.  —He dicho que no. Es fe feli lizz pint pintando. ando. Y par paraa que lo sepa sepas, s, es incr increíble. eíble. Car Carina ina tiene talento y pasión, y le hemos dicho demasiadas veces que solo es una afición. Ahora mismo está descubriendo quién es y me encanta verla. Y si no soy lo bastante bueno para ti porque no cuento con tu preciosa sangre en las

venas, ha el llegado el momento me Micha Mi chael se sac sacudi udió ó com o side lo que hhubi ubier eraa vaya. golpea golpeado. do. Scusa? ¿De  — Scusa?  ¿De qué ha habl blas? as?  —Dale  —Da le tu pre precc ios iosaa em pre presa sa a Maggie o a tus hij hijos. os. Ya m e he har hartado tado de esperarr a ser lo bbast espera astante ante bueno. —S —See le eescapó scapó un unaa ccar arca cajj ada seca seca—. —. E Ess curio curioso so,,  peroo por fin entiendo qué ha sentido Carina todos eesto  per stoss años. Ahor Ahoraa entiendo lo  

que es intentar intentar eest star ar a la alt altura ura pero no consegui conseguirlo rlo nu nunca. nca. Dé Déjj ala tranqui tranquila. la. Dej a que sea quien quiere ser, sin que le digamos lo que nosotros queremos que sea. Michae Mi chaell ssol oltó tó la copa eenn llaa m esit esitaa aauxi uxili liar ar y lo m iró fi fijj am ente.  —No sabía que pe pensaba nsabass así. ¿¿P P or qué no lo hhaa bías dicho aantes? ntes?  —Quería  —Que ría hac hacee rm e vale valerr sin tene tenerr que de depende penderr de nuestra a m ist istad. ad. Michael soltó una retahíla de tacos muy imaginativos.  —Dur ante todo este ti  —Durante tiee m po he c ontado c on tu pre presenc sencia ia sin c uestionar tu  posición.  posi ción. P orque e re ress de la fa fam m il ilia, ia, Maxim Maximus. us. Mi he herm rm ano, m i aam m igo, m mii m ano derecha. Tu puesto en la empresa nunca ha peligrado. Pero nunca se me ha ocurrido formalizarlo por escrito. Mi dispiace dispiace . Lo corr corregiré. egiré. La sencillez de su aceptación lo dejó pasmado. Durante todo ese tiempo el  problem a no había sido que no m e re recie ciera ra lo que tenía. El problem a había radicado en la costumbre masculina de perseguir un objetivo sin hablar  abiertamente de sus sentimientos. Ante sus ojos apareció el sueño por el que tanto habíaa traba habí trabajj ado. S Sol oloo ttenía enía que extend extender er la mano m ano y hace hacerlo rlo reali realidad. dad. Había llegado llegado la hora de pon poner er to todas das llas as ca cartas rtas so sobre bre la m esa.  —Me ac a c ost ostéé con tu her herm m a na eenn La Lass V Vee gas. Las palabras resonaron r esonaron com comoo un ca cañon ñonaz azoo en m itad itad de una ig iglesi lesia. a. Michae Mi chaell ladeó ladeó la ca cabez beza. a. El trino trino de un páj aro entró po porr la vent ventana ana abierta.  —¿A  —¿ A qué te re refie fiere res? s? Os ccaa sasteis en La Lass V Vee gas. Max se metió las manos en los bolsillos y miró al hombre a quien quería como a un herm herm ano.  —Antes de ca casar sarnos. nos. Tuvi Tuvim m os una aaventura ventura de una noche noche.. Michael se levantó del sillón y atravesó la alfombra oriental color vino. Aunque mantuvo la expresión impertérrita, la rabia brillaba en sus ojos.  —¿T  —¿ Te acost ac ostaa ste c on e ll llaa ante antess de c asa asaros? ros? ¿Dura ¿Durante nte un viaj e de negocios negoc ios al que os envié?  —Pue  —P uess sí sí..  —Pee ro ¿l  —P ¿laa quer querías ías lo ssufic uficiente iente ccom omoo par paraa ccasa asarte rte con eell llaa ?  —No. Tu m a dre nos desc descubrió ubrió a la m aña añana na sigu siguiente iente y nos conve convenció nció de que nos casáramos. Michael masculló:  —¿Ni  —¿ Ni siqu siquier ieraa quier quieree s a m i her herm m ana ana?? ¿¿Y Yo c onfiaba en ti y tú la has tra tratado tado comoo a una de tus am com amantes antes baratas? —Baj —Baj ó la voz y añadió con ttono ono am amenazant enazantee  —: Quie Quie ro todos llos os detalles.

 —No. Michael dio un respingo.  —¿Qué  —¿ Qué aca ac a bas de dec decirm irmee ? Max se mantuvo firme.  —Yaa no e s a sunt  —Y suntoo tuy tuyo. o. Lo que suce sucede de e ntre Carina y y o e n nuestro matrimonio es cosa nuestra. Consideraba que debía contarte la verdad, pero no  

 pienso ay a y udar udarte te a c onvenc onvencee r a m i esposa de que c am bie de opini opinión ón aacc er ercc a de la empresa. Necesita encontrar su propio camino, y yo la respaldo incondicionalmente. La expresión que vio en los ojos de su amigo le dolió más que una cuchillada.  —¿Có  —¿ Cóm m o te atr atree ves a habla hablarm rm e así? C Confia onfiaba ba en ti par paraa que prote protegier gieras as a m i hermana y la has utilizado. Te casaste con ella sin amor y te has burlado de nuestra amistad. —Le temblaba la mano cuando agitó un dedo en el aire—. Me has roto el cora c orazzón. Max se acordó de la escena de  El padrino padrino, y de repente supo lo que debió de sentir Fredo. Me rda, menudo follón. Miró a Michael a los ojos y asumió la culpa. o le quedaba alternativa. Sentía la imperiosa necesidad de proteger a Carina de cualquier cualqu ier m al, de defe defenderla nderla por una vez vez..  —Lo siento, Michael. Michae l. Nunca fue m i int intee nción ha hace certe rte daño. P er eroo eesto sto es aalgo lgo entre Carina Carina y y o, no ti tiene ene que ver cont contig igo. o.  —¡Estaba disp dispue uesto sto a da darte rte un puesto per perm m a nente e n la e m pre presa! sa! A hace hac e rte socio. ¿Así es como le demuestras tu lealtad y tu respeto a mi familia? Max reprimió la la ra rabi biaa e in intent tentóó ma mant ntener ener la calm calma. a.  —Taa m bién eess m  —T mii fa fam m il ilia. ia. Car Carina ina eess m mii esposa.  —No sé si podre podrem m os seguir tra traba bajj ando j untos untos,, Maxim Maximus. us. No a sí. sí. Y no sin confianza. El sueño de ser socio explotó como un castillo de fuegos artificiales, y los  pedazzos ccay  peda ay e ron de desper sperdigados digados a su aalre lrededor. dedor. A lo lo m e j or si eexpli xplica caba ba m e j or la situ situac ació ión, n, Mi Micha chael el podría entende entenderlo. rlo. Podrían discutir discutir de opciones y …  No. La noche anterior había estado entre esos sedosos muslos y había dormido abrazado ella. Carina conseguía volverlo locoque de se deseo y hacerlo reír, y lo aconsoló cuando le hablóenfadarlo, de su padre. Hacía sintiera vivo, completo. Adoraba sus largas cenas, las conversaciones sobre el trabajo y verla con su perro. No pensaba traicionar la frágil confianza existente entre ellos al venderla para conseguir un puesto en la empresa. Michael ya no tenía derecho sobre la vida de Carina.  Ni sobre la suy a. Max sol soltó tó una car carca cajj ada ccar arente ente de humor humor.. Darse ccuent uentaa de que le daba igu igual al no ser socio soc io lloo alteró.  —Me da igual.

 —Scusa?

 —Si dice  —Si dicess que y a no puede puedess seguir tra trabaj baj a ndo conm igo, lo e nti ntiee ndo. Carina me importa más. Michae Mi chaell lo lo m miiró ccon on llos os oojj os ent entre rece cerra rrados dos..  —¿Qué  —¿ Qué está estáss di dicc iendo?  —No m e ha hagas gas socio. De Despíd spídee m e. Me da igual. Pe P e ro no te e ntrom ntrometa etass eenn la  

vida de Carina y déjala tomar sus propias decisiones, incluyendo lo que suceda en nuestro matrimonio. Salió del despacho sin mirar atrás, dejando en el aire sus bruscas palabras. A la mierda con todo. Estaba harto de mentir y de disculparse por su mal comportamiento. Ya habí habíaa he hecho cho am bas cosas de sob sobra ra para toda toda la vid vida. a.

 

13

Se había acostado con Max. De nuevo nuevo.. Carina volvió a casa después de su turno en Locos por los Libros, y condujo golpeando el volante con los dedos mientras intentaba encontrarle sentido a la situación. Detestaba la falsa propuesta de matrimonio, forzada por su madre. Sin embargo, el deseo que veía en los ojos de Max le licuaba el cerebro hasta el  punto de que solo queda quedaba ba la nece ne cesid sidaa d de re rendirse. ndirse. El cue cuerpo rpo de Max nunca mentía. ¿Por qué no iba a disfrutar de ese aspecto de su relación? Estaban casados ca sados,, po porr eell am amor or de Dios Dios.. Una vocecilla le gritó la verdad. Porque seguía interior seguí enam enamorada orada de él. Siempre lo había estado. Siempre lo estaría. Como una cruz que llevara a la espalda, nunca había superado lo que sentía por Max. Añadir el sexo a la ecuación complicaba el asunto. No tendría la misma capacidad para mantener  sus defensas y ser la mujer fuerte y controlada que necesitaba ser con desesperación. Era curioso que en otros aspectos de su vida se sintiera… distinta. Más fuerte. Dejar La Dolce Maggie había sido difícil. Seguro que Michael seguía creyendo que podía convencerla para volver. Julietta la llamó enseguida para intentar que cam ca m bi biase ase de opi opini nión. ón. Es Esas as cconv onver ersacion saciones es la cconv onvencieron encieron de que había toma tomado do la decisión correcta. Su técnica mejoraba a marchas forzadas, y el taller de  pintura  pint ura por fin cconfirm onfirm ó que de debía bía aatra travesa vesarr sus bar barre rera rass y pintar pintar lo que le pe pedía día el alma. Los cuadros eróticos que vio en el despacho de Sawyer la habían atraído, y las imágenes que brotaban de su pincel hacían que se encogiera de vergüenza, pero también hacían que se sintiera orgullosa. ¿Quién iba a decir que sería una mujer que ansiaba un amante dominante y una artista a quien le encantaba la erótica? Incluso su trabajo en la librería calmaba algo en su interior. Al trabajar con libros por fin había encontrado la mezcla perfecta entre negocios y creatividad;

adem ás, di disfrut sfrutaba aba de sus ddot otes es contabl contables es al ay udar a Alexa. Ojalá su matrimonio no hubiera empezado con falsos pretextos, porque en ese caso c aso ttodo odo sería perf perfec ecto to.. ¿Estaba loca por continuar junto a Max? ¿Por qué no hacía las maletas y se largaba? La lenta tortura de estar con él y no conseguir lo que necesitaba era  brutal. A llaa m ier ierda da con todo. Se m a rc rchar haría. ía. Seguir eguiría ía con su vida vida.. Escuc Escucha haría ría un  

montón de canciones de mujeres rabiosas, se liaría la manta a la cabeza y  borraa ría su pasa  borr pasado do con un eenorm norm e salto al vac vacío. ío. « Ment entiiros rosa.» a.» La vocecilla de su interior se echó a reír, encantada. Todavía no estaba  prepar  pre paraa da. Una ll llam am it itaa de e sper speraa nz nzaa la m a ntenía anc anclada lada e n la ca casa, sa, e n la vida de Max. ¿No decían que eso era lo que mantenía con vida durante años a víctimas de tortura? La esperanza de escapar, de que los rescatasen. Sí, su destrozada alma no estaba lista para renunciar al sueño de tener al hombre a quien quería. La idea de no volver a ver su preciada cara lo convertía en un imposible. Al menos de momento. Suspiró al llegar a la casa. Aparcó en el camino de entrada circular y recorrió el sendero pavimentado. Los frondosos rosales y los altos pinos creaban un paisaje místico en torno a la mansión de Max. Una hilera de fuentes diminutas se extendía junto al camino que se adentraba en el jardín y el borboteo del agua la tranquilizó. Le encantaba sacar el caballete a la piscina y pintar. Repasó su agenda y calculó que podría dedicarse a dibujar bocetos durante una hora antes de tener que volver a la tienda para el siguiente turno. Sacó las llaves del bolso. La palom palom a ccay ay ó del delant antee de ell ella. a. Carin ar inaa se aapartó partó de un sal salto to,, horrori horrorizzada, aall ver que la palo palom m a blanca blanca ca caía ía del cielo y se estrellaba contra el suelo. Movió una patita y levantó la cabeza antes de dejarla dej arla caer ca er de nuevo y qu quedarse edarse in inm m óv óviil.  —¡Dios  —¡D ios m ío! Soltó las cosas y se arrodilló. Seguía respirando. Seguía viva. Iba anillada, y en la chapa tenía un número grabado. Con dedos temblorosos comenzó a examinarla, con cuidado para no hacerle daño. Tenía un ala torcida, rota. Las  patitas par paree cía cíann esta estarr bien. No e ncontró re resto stoss de sangr sangree e n el suelo, per peroo no abría los ojos. Cogió la paloma y la acunó entre sus brazos para meterla en la casa. Buscó una toalla vieja sin pérdida de tiempo y la colocó en el centro. Parpadeó para librarse de las lágrimas, llamó al veterinario e hizo una rápida búsqueda en internet para saber qué procedimiento seguir. Después cogió cogió el tteléfono eléfono y m ar arcó. có.  —Max, nec ne c esito que ve vengas ngas a ca casa. sa. N Nec ecesito esito ay uda.

 —V  —Voy oylapar para a aall llá. á.cación Cortó com comuni unica ción y esperó a que Max lllegase. legase.  —¿Qué  —¿ Qué te pa pare recc e? Carina miraba la paloma, metida en una especie de pecera, con el ala  

firmemente sujeta al cuerpo. Tenía los ojos abiertos, pero algo velados, como si aún no supiera qué había pasado. Max leyó el número de la anilla y lo anotó en un trozo de papel.  —Me pare pa recc e que hem os hec hecho ho todo lo pos posibl ible. e. El vete veterina rinario rio ha dicho que no tiene heridas internas, así que el ala debería curarse bien, tras lo cual podremos devolverla. Voy a buscar el número de la anilla a ver si podemos ponernos en contacto con el dueño. Carina se frotó las manos mientras observaba respirar a la paloma. Max la abrazzó y la in abra invi vittó a pe pegarse garse a su ppec echo, ho, don donde de pudo asp aspirar irar su fa fam m iliar iliar aarom roma. a.  —See recupe  —S re cupera rará rá.. No dec decim imos os que e re ress una e nca ncantadora ntadora de anim animaa les por  nada.. S nada Sii tiene tiene una oportu oportunid nidad ad de ponerse bien, bien, eess grac gracias ias a ti. Sonri onrióó al escuc escuchar har esas palabras, que re reconocían conocían su ppuest uestoo com comoo enca encant ntadora adora de ani a nim m ales dent dentro ro de la ffam am il ilia. ia. S See rrelaj elaj ó un mom momento ento con contra tra su calor, envuel envuelta ta en su abrazo protector.  —Siento  —S iento habe haberte rte obli obligado gado a salir de dell tra trabaj baj o. Max la besó en e n la cor coroni onill lla. a.  —Me alegr a legroo de que m e llam ar aras as —m urm uró éél.l. El consuelo se tornó en pasión. Sentía su erección contra el muslo. Carina se tensó y el ambiente se cargó de tensión sexual. Dios, lo deseaba muchísimo. Quería arrancarle esa corbata roja tan sexy, ese traje de raya diplomática, subirse a su regazo y montarlo hasta olvidarlo todo. Quería olvidar que se había visto obligado a casarse con ella y que no la quería como ella ansiaba. Lo recordó lamiéndole el chocolate de los pezones y entre los muslos; abrazándola con ternura durante la noche, como si supiera que necesitaba algo más. Inspiró con sequedad sequedad y lo apar apartó tó..  —No. Max apretó los puños y apartó la mirada. Se tensó por entero, pero Carina aguantó en silencio con paciencia.  —Lo siento. Puedo Pue do espe espera rarr ha hasta sta que eestés stés li lista. sta. Es que… te eecc ho de m e nos. El corazón le dio un vuelco al escucharlo. Lo puso verde en silencio mientras temblaba de rabia.  —Y una m ier ierda. da. E Ecc has de m e nos llleva levarr la lass rienda riendass de eesta sta re relac lación. ión. Echa Echass de menos tenerme detrás de ti, jadeando como una perra en celo, mientras tomas todas las decisiones. No me vengas con tonterías y no finjas que había algo más. Max frunció el ceño. ce ño.

 —No pienso tolecho tole ra rarr del quemteund rree baj s de eesa sabreada, m ane anera —repli —renoplicó có éél l bajes conesfr frialdad—. ialdad—. Ti Tienes enes to todo do el dere derecho undo o a eestar ca cabrea da,rapero nos re rebaj a aam m bos bos.. Las cosas han han ccam am biado. biado. Carin ar inaa m eneó la ccabeza, abeza, ssin in ddar ar crédi cré dito to..  —Nada  —Na da ha c am biado. Lo único disti distinto nto entre nosot nosotros ros eess el se sexo. xo. Lo de dem m á s es una mentira como una catedral.  

Max se tensó antes antes de que su expresi expresión ón ssee ensombre ensombreciera ciera..  —Ahora e stam stamos os ca casados. sados. ¿No podem os ava avanz nzaa r? No som somos os unos desconocido descono cidoss y tam tampoco poco pu puede ede de decirse cirse que no ttenem enem os cosas en com común. ún. El últi últim m o vesti vestigi gioo de ccont ontrol rol se eesfum sfumóó y Car arin inaa estall estalló. ó.  —¿Dónde  —¿ Dónde c oño eestá stá m i ffinal inal fe feli lizz de cue cuento nto de hada hadas, s, Ma Max? x? S Soñaba oñaba con una  proposición de m atr atrim imonio onio de ver verda dad, d, c on un hom hombre bre a rr rrodil odillado lado dela delante nte de m í declarando unos sentimientos reales. ¿Y qué fue lo que conseguí? Buenas intenciones, responsabilidad y unos cuantos orgasmos. —Las siguientes palabras salieron de su boca con brusquedad—. ¿Tanto deseas acostarte conmigo? ¿Con qué te está chantajeando mi madre ahora? ¿O es que quieres acostarte conmigo  paraa de  par dejj ar arm m e eem m bar baraa zada y a sí tene tenerr un he here reder dero? o? Esos ojos azules la miraron furiosos y la despedazaron con una frialdad que la estremeció.  —Voy  —V oy a pe perdona rdonarte rte por e se c om omee ntar ntario. io. Esta vez. Ta m bién voy a dej a rte tranquila, pero ten en cuenta una cosa: cuando considere que ya has tenido tiempo de sobra, vendré a por ti. —Esbozó una sonrisa cruel—. Y te prometo que m e su supl pliicar carás ás m más. ás. Max salió dando un portazo. Era un ca capul pullo lo iint ntegr egral. al. Max miró las escaleras y escuchó los acordes de Rihanna que vibraban en el aire. Habían pasado dos días desde la discusión. Carina mantenía las distancias y lo trataba con una educación gélida que lo volvía loco. También trabajaba turnos m uy largos ar gos en Locos po porr los Li Libros bros,, se enc encer erra raba ba eenn su est estudi udioo y evit evitaba aba la ce cena. na. Una soledad de la que nunca había sido consciente impregnaba su casa. Aunque la energía de Carina se extendía por las habitaciones, ansiaba el contacto directo, una conversación de verdad. Echaba de menos su risa, su entusiasmo y su ingenio. Echaba de menos todo lo relacionado con ella. Rocky pasaba más tiempo con Carina que él.  No debe debería ría habe haberla rla pre presion sionaa do. Cu Cuaa ndo se dej ó a abr abrazar azar c on tanta naturalidad, su aroma lo envolvió y se le subió a la cabeza. La suavidad de sus curvas contra su torso. La sedosa caricia de sus rizos. Se sintió abrumado por el impulso de arrastrarla al dormitorio y poseerla de nuevo. Algo que en ese instante se le antojaba el peor de los momentos.

Gim Gi m ique ó. « necesitaba, Im Imbécil bécil»» , sseela di dijhabía j o. Enamenazado. vvez ez de com compo portars rtarse e ccon on ca cabez beza a y endarl darle e el tiempo Sí, desde luego que aquel momento no estaba pensando con la cabeza de arriba, y no tenía excusa. Su sentiida declara sent declaración ción ac acerc ercaa del « final feliz de cuento de hadas» se llee había grabado a fuego en la cabeza y le había destrozado el corazón. ¿Eso le había hecho? ¿Le había robado todas las ilusiones y todos los sueños?  

Siempre había temido que algún día acabaría rompiéndole el corazón. Cierto que se vio obligado a casarse con ella, pero ¿por qué no le parecía tan malo? ¿Por  qué ansiaba volver a casa para verla aunque fuera un ratito? Carina se merecía m uchí uchísi sim mo m más. ás. S Siin em bargo, ttenía enía que conform conformar arse se con él. La depresión se apoderó de él. A la mierda con todo. Prepararía la cena y la obliigaría a m antener una cconv obl onver ersación sación.. Se dirigió al dormitorio, se quitó el traje y se puso unos vaqueros y una camiseta negra. Sirvió dos copas de merlot y decidió preparar el pollo en salsa que tanto le gustaba a Carina. Los pasos de preparar la cena lo tranquilizaron. La cocina fue diseñada a medida, con encimeras de granito blanco, un frigorífico enorme, un horno de piedra para pizzas y una cocina de gas. En el centro de la estancia se emplazaba una isla con el fregadero, una zona de trabajo independi ndependiente ente y una barr barraa par paraa los desay uno unos, s, con ttaburetes aburetes de cue cuero ro ac acol olchado. chado. Cogió unas cuantas cacerolas de cobre, les echó aceite de oliva y comenzó a cortar los los ttoma omates tes y las ccebol ebolllas. Diez m in inut utos os después después ell ellaa baj bajóó la esca escalera lera y se detuvo en la puerta de la cocina.  —Me voy. No m e espere espe ress leva levantado. ntado. Sol oltó tó el cuchil cuchillo lo y apoy ó llaa ccader aderaa eenn llaa eencime ncimera ra..  —Estoy pre prepar paraa ndo la ccee na. ¿Adónde va vas? s?  —A la librer librería. ía.  —Quédate  —Qué date un poco m ás. Tie Tienes nes que c om omee r aantes ntes de un turno largo. la rgo. Carin ar inaa cam ca m bi bióó el peso ddel el cuer cuerpo po ddee un pie a otro, claram ente tent tentada. ada.  —No puedo. pue do. C Com omer eréé aalgo lgo en la ccaf afete etería ría..  —Solo  —S olo ti tiee nen ape aperiti ritivos vos y tú nec necesitas esitas proteína proteínas. s. P or e l am or de Dios, te  prom eto que no tendrá tendráss que pa pasar sar m ucho tiem po en m i prese presencia ncia.. S Siéntate iéntate..  —No…  —Que te sientes. Carina sacó un taburete y se sentó. Su respuesta inmediata le recordó a su sumisión en el dormitorio y le provocó una erección instantánea. Pasó el pollo a un plato, lo cubrió con la salsa y lo dejó en la encimera con un tenedor. Carina atacó el plato con su habitual entusiasmo, emitiendo esos gemiditos de placer tan suyos. Cambió de postura al escucharla, para aliviar la incomodidad.  —¿Ha  —¿ Hass ave averigua riguado do algo de nue nuestra stra pa palom lomaa ?  —Síí —re  —S —respondi spondióó ella—. El núm númee ro de la a nil nilla la m e ha lle lle vado hasta un criador que está a unos ochenta kilómetros de aquí. Es una paloma mensajera,

una paloma bravía. llama participar en lasenc carreras de  palom  palomas as m e nsaj e ra ras, s,Se pe pero ro la mGabby. a nda deNo vezsuele en cuando cua ndo c on algún encar argo go pa para ra que no pierda facultades. Él y unos amigos forman parte de un club y supongo que todas todas llas as palo palom m as re regresar gresaron on me menos nos Gabby. E Est staba aba m uy preocupado. Max se llenó el plato y se sentó en el taburete enfrente de ella.  —No sabía que había c a rr rrer eras as de palom palomas as m e nsaj e ra rass —dij —dijo—. o—. ¿V ¿Vaa a venir   

a recog rec ogerla? erla? Carin ar inaa bebió un poco de vino antes de ccont ontestar: estar:  —No, le he e xpli xplica cado do lo que hem os he hecho cho y lo da dañada ñada que tiene tiene Ga Gabby bby e l ala, y ha accedido a dejar que la cuide hasta que se haya curado. Después puedo so solt ltar arlla para vuel vuelva va a ca casa sa vol volando. ando. S Sii hhay ay probl problem em as en su rec recuperac uperació ión, n, vend vendrá rá a recogerla en coche, pero creo que ya está mucho mejor. Está despierta y  parec  par ecee da darse rse c uenta de lo que pa pasa. sa.  —¿Cu  —¿ Cuáá nto ttiem iem po ti tiene ene que pa pasar sar hasta que la libere liberes? s?  —Entre dos y tre tress sem a nas, de dependie pendiendo ndo de cóm o eevolucione. volucione. —Una sonrisa le iluminó la cara—. El dueño me ha dicho que solía llevar cartas entre parejas separada separ adas. s. ¿¿A A que eess genial? Le devolvió la sonrisa.  —Muchísim  —Muchísi m o. P Pee ro te tenn cuida cuidado, do, nena nena.. S Siem iem pre te eenca ncariña riñas. s. Carin ar inaa fr frunció unció llaa nar nariz iz..  —Lo sé, pero pe ro ccom omoo es un pá pájj ar aro, o, supongo qu quee no m e pa pasar saráá nada nada..  —Clar  —C laro, o, cla claro. ro. ¿Qué m e dice dicess de la aardill rdillaa ? A Carina se le escapó una carcajada.  —¡Se m e había olvi olvidado! dado! P e ro eenn aque aquell entonce entoncess er eraa pe pequeña queña.. Resopló al esc escucha ucharla rla y pinchó pinchó otro troz trozoo de pol pollo lo con eell tenedor tenedor..  —Le pusi pusiste ste Chi Chipp por la ser serie ie de dibuj dibujos os anim animaa dos de D Disney. isney. Creo que fingió hacerse daño en una pata. La pusiste en el cobertizo con su propia guarida. Con razón raz ón es esaa rata no qu quería ería m arc archarse. harse.  —No la llam e s ra rata. ta. Er Eraa m uy ti tiee rna rna.. No se quedó que dó m muc ucho ho ti tiee m po.  —Pue  —P uess yyoo ccre reoo que eera ra un mal m al bicho. N Nos os m mordía ordía a Michae Michaell y a m í ca cada da vez que intentábamos jugar con ella. Después invitó a sus amigas ratas a una fiesta y nos daba miedo incluso entrar a coger las bicis. Los ojos oscuros de Carina brillaban y su precioso rostro se relajó.  —Mi padr padree se enf enfaa dó m uchísim uchísimo. o. Hicie Hicieron ron a guj gujee ros en las par parede edess y am ont ontonaron onaron m mont ontañas añas de nuece nueces. s. M Mee obl oblig igóó a desh deshac acerm erm e de Chi Chip. p.  —Estuvist  —Estuv istee var varios ios días ll llora orando. ndo.  —Me cuesta c uesta dej ar m a rc rcha harr a m is ser seree s quer queridos idos.. La sorprendente confesión resonó en la cocina. Carina dio un respingo, ya que era evidente que lamentaba haber pronunciado esas palabras, y después clavó la vista vista eenn el plato plato.. Max habló en voz baj a.  —Lo sé. Pe P e ro siem pre pa pare recc en volve volverr a ti. ti.

a rlevantar laa ccon cabeza. Max impulso denoacariciarle la mCarina ej illa illa ysedenegó borra borrar su ttris risttez eza on bbesos esos. . Enreprimió cam bio, bio, el ssirvi irvió óm más ás vi vino y ca cam m bió bió de tem tem a.  —¿Có  —¿ Cóm m o va tu tra trabaj baj o? ¿Sigues pint pintando ando rretr etraa tos tos?? Carin arinaa pus pusoo uuna na car caraa m uy rara rara..  —Más o menos. m enos. Estoy proba probando ndo con aalgo lgo nuevo.  

 —Te ngo un m  —Te montón ontón de ccontac ontactos tos en eell m mundo undo del aarte rte,, Car Carina. ina. Me enc encaa ntar ntaría ía concertarte una cita con un marchante. Si le gustas, tal vez se pueda organizar  una exposición… Carin ar inaa ne negó gó con llaa ccabeza abeza entre bocado y bocado.  —No, grac gra c ias. V Voy oy a hac hacee rlo a m i m maa ner neraa . Max se tragó la frustración y se recordó que necesitaba demostrar que tenía éxitoo po éxit porr sí so sola. la. Él y a ccreía reía eenn ell ella. a. P Pero ero Carina nece necesi sitaba taba cree cr eerr eenn sí m ism ism a.  —De acuer ac uerdo, do, re respeto speto esa dec decisi isión. ón. P er eroo sabe sabess que no tiene tieness que tra trabaj baj ar  tantas horas en Locos por los Libros, ¿verdad? Alexa le ha dicho a Michael que eres increíble, pero haces dobles turnos cada dos por tres. Ya no te veo nunca.  —Necc esito el dinero.  —Ne Ladeó la cabeza al escucharla.  —Proc  —P rocede edess de una de las fa fam m il ilias ias m máá s rica ricass de IItalia. talia. Y Yoo tam poco aando ndo cor corto to de dinero y eres mi mujer. ¿Para qué narices tienes que trabajar por dinero? Carin ar inaa alz alzóó la ba barbil rbilla la ccon on ese gesto ttestarudo estarudo que lo vol volvía vía loco.  —Micc hae  —Mi haell eess ric rico. o. Tú e re ress ric rico. o. Yo no. P uede que tenga un fondo fiduc fiduciar iario io muy jugoso, pero voy a hacerlo sin ayuda, como todos los demás. Si para ello tengo qque ue trabaj ar m ás tturnos urnos de la cuenta, no pienso pienso quej quejar arm m e. Max se mordió la lengua para no soltar un taco.  —La fam fa m il ilia ia se ocupa de los suy os. Lo que e s suy suyoo e s tuy tuyo. o. ¿P or qué no lo entiendes? Carin arinaa resop resoplló de form formaa m uy po poco co fe fem m eni enina. na.  —Por  —P or e l m mismo ismo m oti otivo vo por el que tú no eenti ntiee ndes lo que se siente al ffra racc asa asar  r  en todo lo que has intentado. Se quedó boquiabierto al escucharla.  —¿F  —¿ Fraca ra casar sar?? Ha Hass tenido éxit éxitoo en todo lo que has toca tocado. do. Carin ar inaa repli re plicó có con voz ggélid élida: a:  —No soy tont tonta, a, Max. Que sepa sepass que no vas a conse conseguir guir lle lle var varm m e a la c am a mintiéndome. No conseguí ser una gran cocinera como mi madre. No se me dan  bien los ne negocios gocios c om omoo a Jul Julietta ietta y a Micha Michael. el. Y doy pena e n todo lo que tiene tiene que ver con estilo personal, belleza o moda, al contrario que Venezia. No me insultes. Se le partió el corazón al escucharla. Esa maravillosa mujer llena de vida creía que no valía nada. En su interior se libró una lucha entre el deseo de estrangularla y el deseo de besarla. Sin embargo, acabó tragando saliva para

desh deshac acer er seltenido nu nudo do qque ue tení tenía eenn llaalogar gargant ganta a y le en di dijj oesta llaa ver verdad. dad.Carina  —Has  —Ha éxito ena todo im importante portante vida, Carina.. Co Conn la gente gente.. Con los animales. Con el amor. Todo lo demás es insignificante, que lo sepas. Pero Pe ro no ttee da dass cuent cuenta. a. Ella se quedó paralizada. Sus apasionados ojos oscuros se abrieron como  platos por la sorpr sorpree sa. La cone conexión xión eentre ntre e ll llos os ccobró obró vida, ar ardiente diente y brill brillaa nte, y  

el ambiente se tensó por la emoción. Max soltó el tenedor y extendió los brazos hacia ell e lla. a. Carina se levantó de un salto y retrocedió varios pasos.  —Tee ngo que irm e . Gr  —T Grac acias ias por la ce cena. na. Sali alióó corriendo de la cocina y lo dej dejóó so solo lo y vacío. Unos días más tarde Carina analizaba con ojo crítico los cuadros que tenía delante. El taller de pintura la había orientado con las formas y le había enseñado varias técnicas que la habían ayudado a alcanzar un nivel superior. Su profesor  incluso le comentó que debería buscarse a un representante, sobre todo si completaba una serie de pinturas. Sintió un escalofrío en la espalda. Una exposici expos ición ón sería m ucho m más ás que sali salirr de dell arm ario com o aspi aspira rant ntee a ar arti tist sta. a. Sería desnu des nudarse darse y gri grittar « Mi Miradm radme» e» en m miitad de Ti Tim m es S Squ quare are.. Por supuesto, el verdadero problema era su familia. Su comprensivo y  bienintee nciona  bienint ncionado do grupo m máá s ce cerc rcano, ano, que c re reía ía que tenía ta talento lento per peroo que pintaba  por a fic fición. ión. Ni una sola vez había c onfe onfesado sado que su alm a le pedía a gritos una oportunidad para convertirse en artista profesional. El arte era algo muy respetado en Bérgamo, pero los negocios eran reverenciados, sobre todo en el caso de las pastelerías de La Dolce Famiglia que dirigía la familia Conte. Carin ar inaa se m ordi ordisq squeó ueó el labi labioo in infe ferio riorr y firm firmóó el cua cuadro dro en una eesq squi uina. na. Su primer cuadro oficial terminado. Y si alguien lo veía, la tomarían por una guarra. Los tra trazzos resa resalt ltaba abann sob sobre re un fondo gris gris os oscur curoo que lanz lanzaba aba sombras sombr as sobre la  parej  par ej a. El e ndure ndurecc ido pezón de la m uj ujer er re revela velaba ba su e xcitac xcitación, ión, y su c ar araa llamaba la atención del espectador con un éxtasis puro, como si estuviera conteniendo un orgasmo. El hombre estaba de espaldas y ocultaba el resto del cuerpo desnudo de la mujer. Tenía los músculos tensos y un tatuaje en la parte superior del hombro izquierdo, con forma de serpiente. La ventana situada en la  parte  par te der deree cha del c uadr uadroo ins insinuaba inuaba c ier ierta ta tende tendencia ncia a l voy e rism rismoo al ade adentra ntrarse rse en su mundo sensual, mientras que la brillante luz del sol y la cordura quedaban al otro lado del cristal. Apretó Apre tó llos os pu puños ños y después agitó llos os dedos poco poco a poco. El dol dolor or que sentí sentíaa en la muñeca le indicó que había estado pintando durante horas. Tenía los nervios a flor de piel por la emoción. Era bueno. Lo sentía en el estómago, sentía esa

satisfacción que hacía mucho que no experimentaba. Desde en la universidad. Había estado luchando contra su instinto, de modoque queempezó solo pintaba retrato retra toss pl planos anos qque ue la dej aban ffría. ría. El atávico erotismo que veía en su cuadro la sorprendía. ¿Quién iba a decir  que Max arrancaría las puertas de su alma y destrozaría los muros? Adiós a las creac cre acio iones nes pul pulcra crass y ló lógi gica cas. s. En cuant cuantoo vi vioo lo loss cuadros del despacho de Sawy er er,,  

supo que necesitaba investigar más y pintar desnudos. Daba igual lo que pasara con su trabaj traba j o, al m menos enos ser sería ía honesta. C Con on su natu natura ralez leza. a. Con su suss deseos. Co Conn sus anhelos. Con sus fantasías. Ya eera ra hora. Limpió los pinceles, guardó las pinturas acrílicas y se quitó el delantal. Había llegado el momento de darle un premio a Rocky y de ver cómo seguía Gabby. Había invitado a su familia a cenar, y esperaba poder echarse una siesta al sol antes de que llegar llegaran. an. Gabby la saludó con el habitual zureo, que adoraba. De hecho, temía el momento de verse obligada a liberarla. Los brillantes e inteligentes ojos de la  palomaa la ll  palom llee vaba vabann a pensa pensarr e n una com pli plica cada da hist historia oria y un pa pasado sado e xóti xótico co que a ella le encantaría conocer. A lo mejor podría hablar con su dueño antes de soltarla. Comprobó que el vendaje siguiera en su sitio, le dio de comer y sacó la  pecee ra rec  pec re c onver onverti tida da a l pa pati tioo tra traser sero. o. La pis piscc ina olí olím m pica esta estaba ba rode rodeaa da por una extensa vegetación, por palmeras importadas y por iris de intensos tonos rojos y morados, de modo que los nadadores parecían estar en un lago tropical. Rocky salió sal ió al ppati atioo si sinn m miira rarr siq siqui uier eraa a Gabby y se tumbó jjunt untoo a ella ella en una tumbona. Carina se sentó en la hamaca de madera, flanqueada por sus mascotas, con una copa de merlot en la mesa, mientras disfrutaba del borboteo del agua y del silbido del viento. Una sensación de paz se apoderó de ella. Les dijo unas cuantas tonterías a Gabby y a Ro Rock cky, y, hhasta asta qu quee eem m pez pezar aron on a ce cerrá rrársele rsele llos os ojos oj os..  —¿Carina  —¿ Carina?? Su nombre brotó de esos labios como miel mezclada con caramelo, dulce, deliciosa y embriagadora. Sonrió y alzó la cara, demasiado relajada como para levantar los brazos. El delicioso olor a hombre, jabón y colonia almizcleña flotaba en la brisa.  —¿Mm  —¿ Mmm m? Unos dedos le ac acar arici iciar aron on llaa m ej il illa la con deli delica cadez deza. a. P Pegó egó llaa ccar araa a esa cáli c álida da m ano y le besó llaa palm palma. a. Escuchó uunn murm ull ullo.  —Caa riño, se aavec  —C vecina ina una torm tormenta enta.. De Deber berías ías eentra ntrarr.  —Vaa le. —S  —V —See despe despere rezzó, anhe anhelando lando que él la desnuda desnudara ra,, le sepa separa rase se los muslos y entrara hasta el fondo. Se le tensaron los músculos por la emoción. Le mordisqueó la fuerte muñeca y suspiró—. Sabes bien. Hueles bien.

 Dio, me estás matando.  —  El sueño difuminó sus buenas intenciones y sus ideas. Parpadeó y levantó los  brazzos. Le a par  bra partó tó los m mee chone choness de la fr frente ente.. Rec Recorr orrió ió ccon on los de dedos dos la ar arroga rogante nte nariz nar iz,, los suave suavess y volupt voluptuosos uosos llaa bios bios..  —Eress guapísi  —Ere guapísim m o —m —musit usitó—. ó—. De Dem m a siado par paraa m í. ¿¿V Ve rda rdad, d, Max?  —A la m ier ierda. da. N Noo soy un santo.  

Los labios de Max se apoderaron de los suyos. Cálidos, habilidosos, bebieron de su boca como si estuviera saboreando un vino caro. Su sabor le explotó en la lengua y gimió, entregándose a él por completo. Max la besó largo y tendido, con caricias ca ricias llentas entas e int interm erm in inables, ables, hhast astaa que se der derrit ritió ió en llaa ham hamac acaa y sint sintió ió qque ue eell deseo la empapaba. Cuando por fin Max levantó la cabeza, ella supo que había ganado. Esperó a que la cogiera en brazos y la llevara al dormitorio. En ese m ome oment ntoo y a le daba igu igual. al. Alguien llamó al timbre. El sonido hizo que Rocky se levantara de un salto y comenzara a ladrar. Carina regresó a la realidad de golpe, con dureza, y se incorporó. Max meneó la cabeza.  —Voy  —V oy a m a tar a quien sea que hay a venido —ase —aseguró, guró, y se m a rc rchó hó por la cristalera crist alera tra rass m mirarla, irarla, frust frustra rado. do. Carina se levantó de la hamaca. Se preguntó si el destino había intercedido  paraa salva  par salvarla rla.. ¿¿Cuánto Cuánto ttiem iem po podría rresisti esistirr ha hasta sta volver a su ca cam m a? La voz de su cuñada le llegó a través de la puerta, de modo que inspiró hondo para tranquilizarse. Estaba a salvo de la tentación de momento. Durante un tiempo. Maggie apareció con su enorme barriga y con aspecto de sentirse muy incómoda y cabreadísima. El vestido de punto negro le llegaba a las rodillas, y las cha chanclas nclas adornadas con ppedre edrería ría re reso sonaban naban cont contra ra el suelo suelo de m már árm m ol. ol.  —Sii no sale  —S salenn y a, Carina Carina,, te j uro que m e los sac saco. o. —Entró e n e l salón, se colocó colo có j unt untoo al bord bordee de un si sillló lónn y se dej ó ca caer er de esp e spaldas. aldas. Carina sospechaba que no volvería a levantarse a menos que echaran mano de una grúa. Sol oltó tó un unaa risi risill llaa y aña añadi dióó una not notaa de hum or. or.  —See gura  —S guram m e nte sea la sem a na que viene viene,, Maggie. Y Yaa ffalta alta poco. poc o. Maggie la fulminó con la mirada y aceptó el vaso de agua con gas y limón que le ofreció ofre ció M Max. ax.  —No, de eso nada nada.. A Ayy e r m ismo fui aall m méé dico y m e dij dijoo que no ha había bía ni una  Niee nte. Están muy a gustito ahí dentro. Tienen contracción a la vista. Nada.  Ni comida, duermen bien y practican kárate cuando se aburren. ¿Por qué iban a salir? —Gimió—. No querría someterme a una cesárea a menos que fuera necesario nece sario,, pero ccreo reo que será la úni única ca opci opción. ón. T Tiienen que sent sentirs irsee am enazado enazadoss o no saldrán nunca.

Carina lesegur dio unas  —Estoy segura a quepalmaditas e n m e nosendelacmano. inco días tendr tendráá s a dos bebé bebéss per perfe fecc tos y sanísimos entre los brazos. Recuerda que a Alexa le pasó lo mismo. Se retrasó dos sem semanas anas con el pri prim m ero.  —Sí,í, aque  —S aquell lloo fue la lec leche. he. N Nick ick c asi se ffue ue aall hos hospit pitaa l ssin in ella. Max le llevó una taza de té a mamá Conte y se sentaron junto al crepitante  

fuego.  —Sí,í, algo he oído, es un cclásico.  —S lásico. ¿¿Có Cóm m o está A Alexa lexa?? —pre —preguntó guntó é l.  —Bien.  —B ien. Lleva Llevaron ron a Lily a Barr Barrio io Sé sam o este fin de sem ana ana.. Ya sabe sabess lo obsesionada que está con Elmo. —Un relámpago atravesó el cielo, seguido de un trueno que sonó cercano y amenazador—. Creo que esta noche habrá una buena torm ormenta. enta. Oj Ojalá alá no le pil pille le a Mi Michae chaell de ca cam m ino. ino. V Vaa con retraso re traso..  —Sí,í, iba a ir e n ccoche  —S oche a Manha Manhatt ttaa n pa para ra una re reunión, unión, pe pero ro se de deca cantó ntó por el tren. Hoy hay una protesta gorda en Wall Street y no quería pillar atascos. Debería Deber ía est estar ar bi bien. en. Maggiee se ffrot Maggi rotóó llaa eenorme norme barriga.  —No sé si podré ce cenar nar siq siquier uieraa . He tenido m molesti olestiaa s to todo do el día. Los acordes ac ordes de « Sexy Black lack»» re reso sonaron naron en llaa eest stancia ancia y Maggi Maggiee int intentó entó cogerr su bol coge bolso. so.  —Es Micha Michael. el. No aalca lcanz nzo. o. Carina sacó el móvil rosa fucsia y se lo dio. La conversación de Maggie inclu ncluyy ó m muchos uchos ttac acos os y palabras de consu consuelo. elo. Por ffiin colg colgó. ó.  —No os lo vais a cr cree eerr. Ha Hayy un apa apagón gón enor enorm m e e n la c iudad y todos los trenes vienen con retraso. No podrá salir hasta dentro de unas horas. Carin ar inaa se m ordis ordisqueó queó eell labio. labio.  —¿Estará  —¿ Estará bien? ¿Ha Hayy poli policía cía?? ¿Dónde e stá aahora hora m ismo? Maggie suspiró.  —Está c om omiendo iendo e n La Mia Casa. Es un peque pequeño ño re restaura staurante nte ita ita lia lia no al que o iba mucho y ahora lo he convertido en adicto. Conozco a Gavin, el dueño. Cui uidar daráá bi bien en de Mi Micha chael. el.  —Menos m al. En fin, podéis queda quedaros ros a dorm ir a quí si quer queréé is. Os agasajare agasaj arem m os con un un ddesay esay un unoo casero po porr la m mañana. añana. Mamá Conte resopló.  —Yoo pre  —Y prepar parar aréé el desa desayy uno, Carina Carina.. Ec Echo ho de m enos no coc cocinar inar par paraa la familia y creo que me estoy oxidando. Esta noche tendremos fiesta de pijamas. M ike ? —preguntó Maggie.  —¿P  —¿ P odem os ver  Magic Mike Max enarcó una ceja.  —Me pare pa recc e que a m am á Co Conte nte no le gustar gustaráá eesa sa pe pelí lícula cula..  —¿P  —¿ P or qué qué?? —pre —preguntó guntó llaa aaludi ludida da—. —. ¿¿De De qué va va??  —De e strípers m asc asculi ulinos nos —contestó Maggie—. Es buena buena.. Mamáá Cont Mam ontee pa pare reció ció me medi ditarlo tarlo..

 —C  —Cre o que probar obaréé a ver verla. la. Maxreo gim gimió ió.. pr  —Voy  —V oy a m ata atarr a Michae Michael.l. Las horas pasaron volando entre buena conversación, risas y comida. Michael llamó de nuevo para ver cómo estaba Maggie y para confirmar que se encontraba bien, pero anunció que seguramente no podría salir de la ciudad hasta  

 prim eraa hora del día sigu  primer siguiente. iente. Maggie apoy ó los pies sobre un coj ín y se arrebuj arr ebujóó con una colcha. Max po porr ffin in ce cedi dióó y les perm iti itió pon poner er la película, película, pero se arrepintió enseguida cuando las tres mujeres comenzaron a babear con la  primer  prim eraa eesce scena. na. L Lanzó anzó palom palomit itaa s de m a íz a la pa pantalla ntalla pa para ra distra distraer erlas. las. Maggie soltó soltó un su suspi spiro ro sa sati tisfec sfecho ho cua cuando ndo ac acaba abaron ron los cré crédi dito tos. s.  —Me enca e ncanta nta eesa sa pe peli li —dec —declar laró—. ó—. Es muy m uy prof profunda. unda. Max resopló r esopló..  —Es porno para pa ra c hica hicas. s. Me siento sucio por habe haberla rla vist visto. o.  —Estás cabre ca breaa do porque la prota no se ha quit quitaa do la ropa ropa..  —Ree speto m  —R máá s a las m uj ujer eres es de lo que vosot vosotra rass re respetáis spetáis a los hom hombre bres. s.  —Sí,í, clar  —S claro, o, lo que tú di di… … ¡A ¡Ay, y, Dios! Carina miró a Maggie. El espanto más absoluto se reflejaba en su cara. Parec Pa recíía aalluci ucinada nada m miient entras ras m miiraba hacia abaj o.  —Cre  —C reoo que he roto agua aguas. s. La mancha que se extendía por el sofá lo confirmó. Maggie se frotó la  barriga  bar riga..  —Cre  —C reía ía que e ra indi indige gesti stión, ón, per peroo a hora cr creo eo que he e stado de parto par to todo e l día. —Miró a los presentes, aterrada. Carina se quedó petrificada. Max contuvo el aliento. Mamá Conte se levantó del sofá con una son sonrisa risa tra tranqui nquila. la. S Sus us ojos oscuros re relu lucían. cían.  —Vaa s a te  —V tener ner a tus bebé bebés, s, Marghe Margherita rita —dij —dijo—. o—. Y todo ssaa ldrá bien. A Magg Maggie ie se le ll llenar enaron on llos os oojj os ddee lágrim lágrimas as y m eneó la ccabez abezaa con fuer fuerzza.  —Micc hae  —Mi haell no está —susurró—. Lo ne necc esito. Mamáá Cont Mam ontee le ccogi ogióó am bas m manos anos y les ddio io un apretón apretón..  —Lo sé. P ue uesto sto que son gem elos, e stará staráss var varias ias hora horass de par parto. to. Llega Llegará rá a tiempo. Conozco a mi hijo y sé que hará todo lo necesario para estar junto a ti cuando cua ndo llleguen leguen los bbebé ebés. s.  —Tee ngo m  —T miedo. iedo. Mamáá Cont Mam ontee se ec echó hó a re reíír.  —¡Pues  —¡P ues c lar laroo que ti tiene eness m iedo! Es una de las c osas m ás a ter terra radora dorass que harás en toda la vida. Estamos aquí contigo, Margherita. Ahora tienes una familia  no vamos a dejarte sola. Maggie inspiró hondo. Asintió con la cabeza. Y después cogió el móvil.  —Vaa le. V  —V Voy oy a ll llaa m a r a Mi Micc hae haell y luego aall m méé dico. Ma Max, x, ¿¿puede puedess pre prepar paraa r el coche? Carina, ¿puedes buscar algunas cosas para llevarme al hospital? Un

cepillo de unasebata, camisetas, cosas  —Voy.  —V oy.dientes, —Carina leva levantó ntó del sofá y aasí. rr rraa stró a Max con ella. Su m ar arido ido tenía esa expresión tan graciosa que ponían los hombres cuando estaban aterrados, como si una sola palabra pudiera provocar que Maggie tuviera contra cont racc ccio iones nes y se pusi pusier eraa a grit gritar—. ar—. ¿¿Max? Max?  —¿Eh?  —¿ Eh?  

 —Inte nta hac  —Intenta hacer erlo lo m ej or que Nick Nick,, ¿vale vale?? S Saa c a el c oche y lla lla m a a Alex y a ick.. Diles lo que ick que está pasando. pa sando. ¿¿P P odrás ha hace cerlo? rlo?  —Clar  —C laro. o.  —No te vay as sin nosotras. —S —Suu e xpre xpresió siónn ate aterr rraa da le provoc provocóó una punz punzada ada de ternura. Le cogió las manos y entrelazó sus dedos. Max parpadeó, sorprendido, y ella sonrió—. Hoy vamos a ver cómo nacen nuestros sobrinos. No nos perdamos un solo momento, ¿vale? Max inclinó la cabeza y la besó. Fue una caricia muy leve, un suave roce contra sus labio labios, s, un re recor cordatorio datorio de que no estaba sol sola. a.  —Tieness ra  —Tiene razzón. Gra Gracia ciass por rrec ecordá ordárm rm elo. La soltó y desapareció por el pasillo.

 

14

 —¡Quie ro la epidura  —¡Quiero epidural! l! Maggie no gimoteó, ni chilló, ni lloriqueó. Se limitó a exigir la epidural con firmeza y malhumor hasta asustar a todas las enfermeras de la planta. Max sostenía el cubo de Rubik, el objeto que Maggie había elegido para concentrarse,   Carina le reconocía el mérito. Cada vez que aparecía una contracción en el monitor, Max la animaba a respirar y a que se concentrara en el cubo. Aceptó sus palabr palabrot otas as y sus iinsu nsult ltos os si sinn pestañea pestañearr y sin sin flaque flaquear ar.. Cuando se levantó para ir en busca de un vaso de cubitos de hielo, Maggie cogió el cubo de Rubik que él había dejado junto a ella y lo arrojó al otro lado de la habi haLa bitación. tación. única persona a la que Maggie parecía escuchar era a mamá Conte. Su madre no la mimaba ni toleraba su mal comportamiento, pero no se movió en ningún momento de su lado y con un tono de voz sereno le habló sobre los nacimientos de sus cuatro hijos y sobre lo especial que había sido cada uno de ellos ell os.. Maggi Maggiee la escuc escuchaba haba entre ccont ontra racc cció iónn y cont contra racc cció ión. n. Hast Hastaa que ll llegaba egaba la siguiente. Carin ar inaa sac sacóó a Ma Maxx de la ha habi bitación tación un iinst nstante. ante.  —¿V  —¿ Va a ll llega egarr Mi Micc hae hael? l? —le pre preguntó— guntó—.. Ha Hace ce hora horass que lo avisam os y la úl últi tim m a vez que com probaron llaa dilat dilatac ació ión, n, yyaa ca casi si estaba li list staa para em puja pujarr. Max se pasó los dedos por el pelo y cambió el peso del cuerpo de un pie a otro.  —Me ha envia enviado do un m ensa ensajj e diciéndom e que espe espera ra llega llegarr ante antess de una hora. Esto es una pesadilla. Michael y Alexa se van el mismo día. Carina, esto se me da fatal. Maggie tiene ganas de matarme.  —No, el proble problem m a e s que los dolore doloress son agónic agónicos os y su m ar arido ido no está a quí. Pero Pe ro a falta de Michael, ttúú er eres es la m ej or opció opción, n, M Max. ax. Habé Habéis is sido sido am amig igos os ddesde esde  pequeños.  peque ños. Max gimió gim ió..  —¿P  —¿ P or qué y a no se e sti stila la deste desterr rraa r a los hom hombre bress e n la sala de e sper speraa ?

Mier Mi erda, da, no tend tendré ré que m mirar irar ccuando uando em puje puje,, ¿¿verdad? verdad?  —Oy e, tú, que la que ti tiene ene que ec echar har dos ser seree s hum humaa nos por la vagina e s Maggie. Échale un par porque te necesita. Las palabras de Carina atravesaron poco a poco su cerebro. Se enderezó y asintió asint ió con la ccabe abezza.  —Lo siento. Ya Ya eestá. stá.  

Mientras las contracciones se sucedían cada vez con más frecuencia en el monitor, Maggie masculló:  —Pee dí una puta eepidura  —P pidurall y la quier quieroo ahor ahoraa m ismo.  —Esa lengua lengua,, Ma Marghe rgherita rita —dijo m am á Con Conte—. te—. Estás ta tann dilatada que no te  puedenn poner la eepidural,  puede pidural, lo que tiene tieness que ha hace cerr eess em puj pujaa r.  —No sin Micha Michaee l. —Apr —Apretó etó los dientes y j ade adeó—. ó—. No pienso e m puj pujar ar hasta que llegue llegue Mi Micha chael. el. Su madre le limpió el sudor de la frente.  —Llegará  —Llega rá de dentro ntro de poc poco. o.  —No pienso echa e charr otro polvo en la vida. ¡O ¡Odio dio el sexo! Carina se mordió el labio inferior y se dio media vuelta. Mamá Conte asintió con la la ccabeza. abeza.  —No te culpo. c ulpo. La voz de Ma Maxx re rest stalló alló com comoo un láti látigo go en la habit habitac ació ión. n.  —Maggie, m íra íram m e. Con Concc éntr éntraa te e n m i c a ra c uando lle lle gue la siguiente siguiente contracción. Voy a contarte una historia.  —Odio los los cue cuentos ntos de ha hada das. s.  —Esta es es m más ás bie bienn una a ventura de a c ción. V Voy oy a c ontar ontarte te ccóm ómoo nos hi hicc im imos os am igo goss M Miichael y y o. Maggie pareció un poco interesada. Max se sentó en la silla situada junto a la cam ca m a y se in incli clinó nó hhac acia ia delant delante. e. El m moni onito torr pit pitóó y él em pez pezóó a ha habl blar ar::  —Nuestras  —Nue stras m a dre dress siem siempre pre fue fueron ron buena buenass am igas, a sí que prá práctica cticam m ente crecimos juntos. Un día nos llevaron al parque y descubrimos una especie de tobogán gigantesco. Creo que tendríamos unos seis años. El caso es que nos  peleaa m os par  pele paraa ver quién llega llegaba ba a ntes aarr rriba. iba. Micha Michaee l er eraa un poco poc o m máá s baj o que o, pero era más rápido, que fue una mutuamente competición igualada. Fuimos subiendo mientras tratábamos de así entorpecernos al más puro estilo de  El  Señor de las Moscas, y resultó que los dos llegamos arriba a la vez. —Max meneó la cabeza mientras lo rememoraba—. Recuerdo el momento en el que nos miramos. Como si acabáramos de comprender que éramos amigos de verdad y que lo hacíamos todo juntos. Y después nos empujamos para ver quién ti tira raba ba al a l ot otro. ro. Maggie se esforz e sforzóó por rrespirar espirar..  —¿Estás  —¿ Estás de ccoña? oña? ¿¿Estaba Estabais is llocos ocos o qué qué?? ¿Qué pasó?  —Que los dos nos c aím os y nos par parti tim m os un bra brazzo. El m mismo. ismo.

Mamáá Cont Mam ontee re resop sopló ló,, dis disgust gustada ada..  —La m a dre de Max y y o ll llee vába vábam m os ape apena nass un m inut inutoo habla hablando ndo cua cuando ndo escuchamos gritar a estos dos. Estaban en el suelo, y había sangre por todos lados. Creo que estuve a punto de desmayarme. Corrimos para ver qué les  pasaba  pasa ba,, y desc descubrim ubrimos os que e staba stabann ll llora orando ndo y rie riendo ndo aall m ismo tiem tiem po, com o si hubieran ganado alguna competición importante.  

Max sonrió.  —Nos pusi pusiee ron esc escaa y olas idéntica idénticass y nos hac hacíam íam os llam llam ar « her herm m anos de hues ueso» o» . Carin ar inaa pus pusoo los ojos oj os en blanco.  —Ah, y a . En vez de « her herm m a nos de sangr sangree » , e ra rais is he herm rm a nos de hueso. La verdad, creo c reo que er erais ais un ppar ar de idiot idiotas. as. Maggie empezó a llorar. Carina sintió que se le partía el corazón al ver a su cuñada y deseó poder solucionarlo todo.  —No va a llega llegarr a ti tiem em po, ¿¿ver verdad? dad? —preguntó Maggie. Max se incli inclinó nó ssobre obre la ccam am a y la m miiró. Eso Esoss feroc feroces es oj ojos os az azul ules es le ordenar ordenaron on quee fuer qu fueraa fuerte.  —Maggie, a hora m ismo e so eess lo de m e nos. Me tiene tieness a m í. Apóy ate e n m í  piensa  pi ensa que Mi Michae chaell es m mii hher erm m ano gem elo. Ut Util ilíz ízam am e y pon ponte te m manos anos a la obra  paraa que estos ni  par niños ños nazca nazcan. n. No m mee apa aparta rtaré ré de tu lado. La m atro atrona na ent entró ró para eexam xamiinarl narla. a.  —Vaa m os a ve  —V ver, r, ccaa riño, ¿¿ee stam stamos os li listos stos par paraa em puj pujaa r? Maggie solloz sollozó. ó. Est Estiró iró un brazo y tom tom ó la m ano de Max.  —No me m e sue suelt ltee s, ¿¿vale vale??  —Nuncaa .  —Nunc  —Sí,í, cr  —S cree o que eestoy stoy li lista. sta. Carina y su madre se mantuvieron a un lado de la cama, el opuesto al que ocupaba Max. El paso del tiempo pareció detenerse mientras los segundos se convertían en minutos. Maggie empujó, gruñó y soltó pestes por la boca. Cada empujón movía un poco más a los gemelos, pero ella acabó apoyada en la almohada, exhausta. Jadeó en busca de aire con la cara roja y el sudor  corriéndole  —No puedo. puepor do.las Nosienes. puedo m ás.  —Sí,í, amore mio. Más.  —S Carina se llevó los dedos a los labios al ver que su hermano entraba en la habitación. Con porte confiado y decidido, ocupó el lugar de Max y le dio un apretón a su mujer en las manos. Tras besarla en las mejillas y en la frente, le dijo algo al oído y ella asintió con la cabeza. Al instante, se incorporó otra vez y empujó.  —Yaa veo la c a beza. V  —Y Viene iene e l prim primer ero. o. Maggie, un eem m puj pujón ón m máá s, que se seaa bie bienn grande. ¡Aprieta fuerte y em puja puja!! —S —See eescuchó scuchó uunn qu quej ej ido mient mientra rass C Car arin inaa veía

al arrugado recién nacido llegar al mundo. El bebé retorció su resbaladizo y enrojecido cuerpecito y soltó un alarido—. Es un niño. —La matrona dejó al  bebé sobre la ba barr rriga iga de Maggie m ientra ientrass tod todos os habla hablaban ban a la ve vezz. Maggie sol solloz lozóó  tocó a su hijo.  —Es precioso. pre cioso. Dios mío.  —Caa riño, toda  —C todavía vía no he hem m os aacc aba abado do —le re recc ordó la m atr atrona ona con voz alegr alegree  

 —. Aquí viene viene e l segundo. Un em puj pujón ón m máá s, Maggie. Maggie soltó un rugido y apretó los dientes. El segundo segundo bebé ll llegó egó aall m mundo undo..  —¡Otro  —¡O tro niño! F Fee li licc idade idadess m mam am á y papá papá.. T Tené enéis is do doss ni niños ños guapísi guapísim m os. Carin ar inaa obs obser ervó vó asombra asombrada da ccóm ómoo su hher erm m ano to toca caba ba a los los ni niños ños m ara aravi vill llado, ado, con los ojos húmedos por las lágrimas. Su madre reía encantada. La habitación se convirtió en un torbellino de actividad mientras pesaban a los bebés, los medían y los envolvían en mantas con gorritos a juego. Mientras limpiaban y atendían a Maggi Maggie, e, Michae Michaell cogi cogióó a sus hi hijj os y les habló habló..  —Os presento pre sento a E Ethan than y Luk Luke. e. Su madre extendió los brazos para coger a Luke, al que empezó a mecer y a hablarle en italiano. Carina le dio un beso a su cuñada en la mejilla.  —Maggie, lo has he hecc ho ge genial nial —susurró—. Siento m mucho ucho que Alexa no ha hayy a  podido e star cconti ontigo. go. S Séé que la ha hass ec echado hado de m enos. Maggie le sonrió.  —No, Carina Carina,, m e a legr legroo de que hay a s sido tú. El de desti stino no ha quer querido ido que fuerass ttúú quien fuera quien m e ac acom ompañara pañarass ho hoy. y. T Tee qui quier eroo desde que te ccono onocí cí y te he vis visto to florec flo recer er hast hastaa conv converti ertirte rte en una m uje ujerr prec preciios osa. a. Eres m i hherm erm ana de verdad y m e gust gustar aríía que ffuera uerass llaa m adrina de Luk Luke. e. La alegría la invadió hasta dejarla convertida en un manojo de emociones. Asintió con la cabeza, incapaz de hablar. Su madre se acercó y le puso a Luke, envuelto en la m antita, antita, eenn los bra brazzos que eell llaa había eextendi xtendido. do.  —Tee pr  —T pree sento a tu aahij hijado, ado, Luk Luke. e. Carina contempló esa carita arrugada. El bebé estaba haciendo un puchero con esa boquit boquitaa tan perf perfec ecta. ta. B Baj aj o el go gorro rro rosa y az azul ul asoma asomaban ban un unos os me mechones chones de pelo oscuro. su vivía piel sedosa con dedos le decía tonterías. Era un Acarició milagro que y respiraba, el frutotrémulos del amormientras de dos personas. Parpadeó Pa rpadeó para li librarse brarse de las lágri lágrim m as y levant levantóó llaa ccabeza. abeza. Max la estaba mirando. Sus ojos azules se oscurecieron por un deseo visceral que atrave a travesó só llaa dist distanc ancia ia y se le cclavó lavó en eell cora corazzón. C Cont ontuvo uvo el ali aliento. ento. Y esperó. Max estaba enamorado de su mujer. La observó desde desde lej os. os. C Car arin inaa eest staba aba m ec eciend iendoo al bebé, m movi oviendo endo el cuerpo

hacia delante y hacia atrás, ese ritmo tan ancestral quey lo lasdesga mujeres  par  parec ecían ían pose poseer. er. Una em ociónsiguiendo de desconoc sconocida ida le a tena tenaz zó las eentra ntrañas ñas desgarr rró, ó, dejando tras de sí una ensangrentada carnicería. Le palpitaba la cabeza y se le había secado la boca como si se hubiera pasado toda la noche bebiendo. La verdad se reveló ante él con la fuerza arrolladora de una epifanía del Apocalipsis. La quería.  

Siempre la había querido. Por eso ninguna otra mujer parecía encajar en su vida. Ah, sí, había sido muy fácil culpar a otros factores. A su carrera  profee sio  prof sional. nal. A su nec necesidad esidad de li liber bertad tad y de vivi vivirr ave aventura nturas. s. A su e dad. La Lass excusas excus as se am amon ontton onaron aron de llaa m isma m anera qu quee lo hhacía acía eell nnúme úmero ro de m muje ujeres res con el que salía, todas iguales. Salvo Carina. Ella había sido su única constante. Su amiga. Su amante. Su alma gemela. Presenciar el parto de Maggie había limado todas las aristas de su interior. Había puesto en tela de juicio sus gilipolleces y su falso sentido del honor, del orgullo y de la supuesta respetabilidad. De repente, las cosas no tenían nada que ver con parecerse a su padre. Tenían que ver con el hecho de poseer el valor  suficiente para luchar por la mujer que amaba tal como ella era. Tenían que ver  con entregarse por ent e ntero ero a ell ellaa pa para ra que eligi eligier era. a. Jamás le había dado una oportunidad a Carina. Durante todos esos años había establecido reglas que lo mantuvieron alejado y seguro. Hasta su matrimonio se  basaba  basa ba en una falsa fa lsa proposición que ridiculiz ridiculizaa ba los ver verdade daderos ros sentim sentimientos ientos que albergaba alb ergaba por llaa úni única ca m uje ujerr ccon on la la que enca encajj aba. Caminó despacio mientras todo daba vueltas a su alrededor y se detuvo junto a ella. Tras observar al bebé, le levantó la barbilla a Carina y la miró di dire rectam ctamente ente a los ojos oj os..  —Acom  —Ac ompáña páñam m e a c a sa. El Ella la parpadeó. par padeó.  —¿P  —¿ P or qué qué??  —Tee lo pido por fa  —T favor vor.. V Vee n conm igo. Carin ar inaa tomó una eent ntrec recort ortada ada bocanada de aire y asi asint ntiió con llaa ccabeza. abeza.  —Vaa le. —De  —V —Dejj ó a L Luk ukee eenn los bra brazzos de m am á Conte. Michae Mi chael l sse rcóó m a Max le pu puso so unaNo m mano ano uniscuiré hombro.  —Gr  —Gra a cia cias, s,e aace acerc m igo ío. Teynías ra raz zón. m e en inm inmiscuiré m ás e ntre vosot vosotros. ros. o solo eres mi socio, sino también mi hermano, y siempre has estado ahí cuando lo lo he nece necesi sitado tado.. Pe Perdónam rdóname. e. Max lo abrazó y le dio unas palmadas en la espalda.  —Con  —C on la fam fa m il ilia ia no hac hacee fa falt ltaa pe pedir dir per perdón. dón. Fe lic lic idade idades, s, papá papá.. Volvere olver e m os m ás ttarde. arde.  —Sí.í.  —S Max guio guio a Car Carina ina hasta que sa sali lier eron on del hos hospi pital tal y guarda guardaron ron si silencio lencio durante el trayecto en coche a casa. Aunque la miró varias veces, ella mantuvo la vista

clavada al fre frent e, ccon on expresi expresión ón reflexiv reflexiva. a. junto a la piscina, flanqueada por sus Cuando lante, descubrió dormida esa tarde animales, estuvo a punto de postrarse de rodillas frente a ella. Su preciosa cara estaba relajada a la luz del sol, tenía los labios húmedos y separados, y su erótica  belleza lo golpe golpeóó con la fue fuerza rza de un puñeta puñetazzo. R Ree spondi spondióó a su voz y a sus caric ca ricias ias de inmediato, demostrando que su subconsciente ya sabía que era suya. Si  

Maggie no los hubiera interrumpido, en ese momento estaría enterrado en su húmedo y estrecho cuerpo, convenciéndola de que ese era su lugar. Con él. Siempre.  Necc esitaba c onvenc  Ne onvencee rla de la ver verdad dad de a lguna m ane anera ra.. N Nee ce cesit sitaba aba vincular  de nuevo su cuerpo al suyo y después suplicarle que no se marchara. Suplicarle que lo perdonara perdonara.. Era la última oportunidad para que ese matrimonio se convirtiera en uno de verdad. Carina necesitaba poner fin a su matrimonio. En eso estaba pensando mientras miraba por la ventanilla del coche. Había alcanzado esa conclusión mientras Ethan y Luke llegaban al mundo. Estaba viviendo una mentira. Lo quería todo con Max… pero jamás lo tendría. Y la razónn era m uy sencil razó sencilla. la. M Max ax nunca podría querer quererlla com comoo ell ellaa nece necesi sitaba, taba, así qque ue habíaa ll habí llegado egado la hora de dej arlo m mar archar char.. Percibía que Max quería comunicarle la decisión que había tomado. A lo mejor por fin se ponían de acuerdo y se separaban como amigos, de modo que  podrían lidia lidia r ccon on las conse consecue cuencia nciass de la m ej or fform orm a posible. Max aparcó el coche con mucha m ucha pri prisa sa al llllegar a casa y la aacom compañó pañó ppor or el cam ca m in inoo de entrada hast hastaa la puerta. Una vez ddentro, entro, llee orde ordenó nó a Ro Rock ckyy que dej ar araa de ladrar y el perro lo obedeció al instante. Se sentó en el suelo y gimoteó, ofreciendo la imagen del cachorro triste que sabía que ella tenía un problema aunque aunq ue no vveía eía la forma de ay ud udarla. arla. Carina respiró hondo con el corazón acelerado.  —Max, c reoo que…  —S  —Sube. ube. cre Sintió un nudo en la boca del estómago. Por Dios, qué sexy era. Tenía un aspecto casi primitivo, respirando por la nariz y con los ojos relucientes por la  pasión. Se le e ndure ndurecc ier ieron on los pez pe zones y sint sintió ió un dese deseoo doloroso. Inte Intentó ntó ha hablar blar,,  peroo tenía un nudo eenn la garga  per ga rganta, nta, de m odo que ccaa rr rraa speó aantes ntes de de decc ir:  —No. Max, tene tenem m os que habla hablarr. No puedo seguir a sí contigo, no lo soporto. Esto no funciona.  —Lo sé. Estoy a punto de aarr rree glar glarlo. lo. S Sube. ube. Sintió que el vello de los brazos se le ponía de punta. Max la aferró de un

 bra  braz zo y la guio ha hast staa dominaba la e scaler sca lera. a. us pie piess obe obedec on casi ha hasta stairritante. que ac acaaCarina bar baron on en ehizo n el dormitorio. La cama la Sestancia condecier un ieron aura oídos sordos a su desbocado corazón y se volvió para mirarlo, con los brazos cruzados por delante del pecho.  —¿Y  —¿ Ya está estáss conte contento? nto? ¿Estás li listo sto par paraa dec decirm irmee c uál es tu nuevo plan magistral? ¿Vas a decirme cómo vas a arreglar este fracasado matrimonio y  

nuestra desastrosa relación en el dormitorio? Max se desgarró la parte delantera de la camisa de un tirón. Carina tragó al ver esos músculos tan marcados. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Sí, tenía una tableta de chocolate completa. A su lado, Channing Tatum parecía gordo. ¿Qué estaba haciendo ella? ¿Qué estaba haciendo Max? No, no iba a echar otro polvo con ese hombre. Se le había ido la pinza por completo si la creía tan tonta.  —No voy a aacc ost ostaa rm e cconti ontigo, go, Max. Estás loco si cr cree e s que va vam m os a volver a la casi ca sill llaa de salida. Él se quitó los zapatos usando los pies.  —Ah, sí que vam os a ac acostarnos. ostarnos. Ahor Ahoraa m ismo. He sido sido un im imbéc bécil il a l esperar tanto tiempo y no demostrarte lo que sentía. Podríamos tener una conversación agradable y tranquila en la cocina, pero no creerías ni una sola  palabra  pala bra que salier salieraa de m i boca boca.. —Se de desabr sabrochó ochó los pantalones, los dej ó ccaa er e n torno a sus pies y los alejó de una patada. Su erección era evidente bajo los calzoncillos—. Así que lo haremos de un modo mejor. —Su mirada la tenía atrapada cont contra ra la pare pared— d—.. Desnú Desnúdate. date. Carina jadeó. Su cuerpo respondió al desafío, listo para jugar con esa  perfe  per fecc cción ión m asc asculi ulina na e n toda su gloria, per peroo se a fe ferr rróó a su par parte te ra racc ional. Lo observó con expresión clínica, aunque era evidente que se trataba de una pose.  —No, grac gra c ias. Cu Cuaa ndo estés lis listo to par paraa ha hablar blar,, avísa avísam m e. Max sol solttó un unaa ccarc arcaj aj ada ronca y erót erótiica.  —Mi dulce Carina Carina.. ¿Quién iba a pensa pensarr que te gust gustaa ba j ugar duro? P er eroo te gusta. Otro motivo por el que eres perfecta para mí, mi alma gemela. Necesito una mujer que no se doblegue, una mujer que me desafíe en todos los aspectos, so sobre bre todo todo en la ca cam m a. —La atrapó contra la par pared ed y le m mordi ordisq squeó ueó el ló lóbul buloo de un una a orej a.e.S Su u cáli cálido ali ento llaa eaacar cari ició ció—. —. Una a mccol uje ujer r ccuy uya alma pura y ados qu quee sepa re írse. reírs Una mdoujer ujal erient queo me m cconq onqui uist ste. e. Un —Le olocó ocó lasama manos nos sea en los cost costados  comenzó a juguetear con los tirantes de su camiseta. Un tironcito por allí, otro  por all a llá. á. Carin ar inaa cont contuvo uvo uunn gem gemid idoo de de deseo, seo, decid decidid idaa a m antenerse ffirme irme.. S Sii ganaba ese asa asalt ltoo si sinn ce ceder der,, podrí podríaa sa sali lirr por la puerta con eell orgul orgullo lo iint ntac acto. to.  —Voy  —V oy a dem ostrar ostrarte te que e re ress la única m uje uj e r que quiero de la única m a ner neraa que sé. Nena, has levantado demasiadas barreras. Es como sortear un campo de minas, y sé que todo es culpa mía. Pero tu cuerpo no puede mentirme. Y el mío tampoco miente.

Le un tirón a la camiseta, por el Susdio pechos quedaron libres, ydesgarrándosela él se los tomó con lascentro. manos y le acarició los enhiestos pezones mientras le daba un beso ávido en la boca. Un tirón y acabó sin  pantalones  panta lones c ortos y sin bra bragas, gas, lo que la dej ó desnuda dela delante nte de él. La  brusquedad  brusque dad de sus ac actos tos llaa exc excit itóó tanto que sinti sintióó que le ccaa ía un hili hilill lloo de fluj flujoo por  el muslo. Sin embargo, se concentró y se mordió el labio.  

Max se apartó. Sus ojos azules lucían un gris tormentoso mientras le  pellizcc aba los pezones con la fue  pelliz fuerza rza suficie suficiente nte c om omoo pa para ra que le doli dolier eraa . Fue incapaz de contener el gemido que se escapó por sus labios.  —No vas a ponér ponérm m elo fá fácil, cil, ¿ver verdad? dad? —m —murm urm uró Max—. Me pa pare recc e bien. Me gustan los retos. La instó a volverse y la atrapó entre sus muslos. Con el torso pegado a su espalda, frotó la erección contra su sexo.  —Caa brón —dij  —C —dijoo ella.  —See par  —S paraa m á s llaa s pi piee rna rnas, s, por favor fa vor..  —Que te de den. n. Él le separó las piernas usando un pie hasta que la tuvo abierta y vulnerable. Carina ar ina si sint ntió ió qque ue se ruboriz ruborizaba aba al oler la eevi videnc dencia ia de su dese deseo. o. Los dedos de Max se deslizaron por su trasero y le dieron un apretón. Ella trató de zafarse, pero lo escuchó reírse.  —¿T  —¿ Te pone ccaa chonda chonda??  —Joder,, no.  —Joder  —Mentirosa. Los dedos de Max descendieron y ella arqueó la espalda. Apretó los puños y adeó mientras intentaba recuperar el control. El hecho de tener una mejilla apoyada en la fría pared y la impotencia de la posición multiplicaron su deseo. Ese hombre reclamaba su corazón y su alma, pero ¿cómo era posible que conocier conoci eraa sus fantasí fantasías as m más ás secr secretas? etas? La aaca carició rició y la to tortu rturó ró hast hastaa cconv onvertirl ertirlaa eenn un ser salvaje, dispuesto a hacer cualquier cosa para llegar al orgasmo. Le besó la nuca, se la mordisqueó y la lamió, tras lo cual descendió por su espina dorsal mientras se frotaba contra ella con un ritmo que la estaba volviendo loca.  —Quiero…  —Quier nec nece easit sito…  —Lo sé,o… pre prec c ios iosa . o… P er eroo e s la hora de la verdad. ver dad. Dim Dimee que m e per pertene tenecc es. Que siem siem pre m e has pert pertenecid enecido. o.  —No. Cuando Max le frotó el clítoris, se le doblaron las rodillas. Aunque él la sostuvo con un brazo, siguió acariciándola sin piedad hasta llevarla al borde del abismo.  —Dímee lo.  —Dím Sintió un sollozo atascado en la garganta. Estaba tan cerca… el orgasmo estaba justo a la vuelta de la esquina, el placer era tan intenso que se le licuó el

cerebro. hacia las caderas.  —Tee Presionó  —T odio, Maxim Maximus us atrás Gra Gray. y.con T Tee odio. Los labios de Max se deslizaron por su húmeda mejilla.  —Tee quier  —T quiero, o, Ca Carina rina.. ¿Me oy es? T Tee quiero. —De —Dejj ó de ac acar ariciar iciarla la y la ins instó tó a  ponerse  poner se de punti puntill llaa s—. Y ahor ahoraa ccórr órrete ete par paraa m í. Le introdujo los dedos hasta el fondo y siguió acariciándola con frenesí.  

Carina gritó mientras el placer la sacudía en oleadas y la hacía pedazos. Max la levantó en volandas, la dejó sobre la cama y se puso un condón. Después, se la metió. « Mía.» Carina le rodeó las caderas con las piernas, le clavó los talones en la espalda   se entregó por completo. Max la penetró hasta el fondo hasta que tuvo la impresión de que no había nada más que él. La llevó hasta el borde del abismo de nuevo y la lanzó al vacío. Su calidez y su fuerza la rodeaban. Carina flotó y se percató de forma distraída del clímax de Max. La oscuridad la engulló sin que se apartara de él, y a no tuvo tuvo que seguir pensa pensando. ndo. Max le apartó el pelo sudoroso de la cara y apoyó una mejilla en la suya. Tenía una mano en torno a un pecho y un muslo entre los de Carina. Su olor lo impregnaba por entero. Se preguntó por qué había tardado tanto en comprender  que la quería. Por fin entendía por qué había evitado el amor en el pasado. Sí, le había asustado el compromiso por culpa de su padre, le asustaba la posibilidad de tener sus genes, le asustaba hacer sufrir a una mujer como había sufrido su m adre durant durantee todo todoss eso esoss años años.. Pe Pero ro la ra razzón fun fundam damental ental era m uy sencil sencillla. Miedo. Su corazón ya no le pertenecía. ¿Así era como se había sentido Carina durante tantos años? ¿Había sentido la tortura, el temor y la alegría de querer  estar en la presencia de otro? Aunque daría su vida por ella, la decisión no era solo suya. Carina estaba acostada a su lado, su cuerpo le pertenecía, pero su mente estaba mucha, mucha distancia.  —¿En  —¿ En quéaeestás stás pensa pensando? ndo? —susu —susurr rró. ó. Carin ar inaa le levantó una m mano ano y le besó llaa pa pallm a.  —En lo importa im portante nte que e re ress par paraa m í. S Siem iem pre que te ve veía ía eentra ntrarr c on Micha Michael el  por la puer puerta, ta, m e pre preguntaba guntaba c óm ómoo ser sería ía sentirse quer querida ida por ti. ti. Ha Hacc e r el a m or  contigo. Vi el desfile de mujeres con las que salías y rezaba para que llegara mi turno. Por ffin in m e ha ll llegado, egado, pero m mee da m iedo aprovec aprovecharlo. harlo. Max la instó a volverse para mirarla a la cara. Esos ojos de color chocolate re rebosaban bosaban de tri trist steza eza y vul vulner nerabili abilidad, dad, hasta tal punt puntoo que le par parti tióó el ccora orazzón.  —Tee quier  —T quiero. o. Y no te lo digo por hac hacer er lo cor corre recto cto o porque no quier quieraa

convertirme en ninguna alguien otra comomujer. mi padre. Quiero una vida contigo, y no me conformaré con Carina no se movió. No reaccionó a sus palabras. El pelo rizado y oscuro le caía por la cara, revelando su obstinada barbilla, sus generosos pómulos y su larga nariz. Era fuerte, guapa y perfecta. Lo asaltó el pánico, acelerándole el  pulso,  puls o, que le aatronó tronó los oídos oídos..  

 —Ca rina  —Ca rina,, por fa favor, vor, e scúc scúcham ham e. Nunc Nuncaa pensé que fue fuera ra lo basta bastante nte bueno  paraa ti  par ti.. Ya fue fuera ra por m i eedad, dad, por nuestra nuestrass fa fam m ilias ilias y por todo lo que cr creía eía que era.. Aho era Ahora ra veo que so soyy ca capaz paz de pasar pasarm m e eell rest restoo de la vi vida da hac haciénd iéndot otee ffeli elizz por  haberte casado c asado conmigo conmigo.. Dem ostrando ostrando que ttee m ere erezzco.  —Yoo tam bién lo qui  —Y quiee ro, Ma Max, x, per pero… o…  —¿Qué  —¿ Qué?? El silencio de Carina le crispó los nervios y deseó que todo acabara en un final feliz. ¿Qué más podía ofrecerle? ¿Qué más podía querer ella? Observó su caraa y la m iró a lo car loss oojj os de form formaa penetrant penetrante. e. Y entonces lo supo.  —No me m e ccre rees. es. Ella dio un respingo.  —Quieroo ccre  —Quier reee rte rte.. Inc I nclus lusoo ccre reoo que esta vez lo dice dicess eenn se serio. rio. P Per eroo j a m á s m mee libraré de la sensación de que algo va a pasar para estropearlo todo. Lo siento,  peroo no par  per paroo de pre preguntar guntarm m e por qué m e ele elegis giste. te. Cu Cuaa ndo te m iro, m e inunda la alegría y no sé qué hacer con todas las emociones que siento por ti. Me da la impresión de que sigo teniendo dieciséis años y que lo único que quiero es complacerte, o al menos arrancarte una sonrisa. Max sintió que se le helaba la piel. En cierto modo, el problema no radicaba solo en él. Radicaba en los traumas emocionales de Carina y en su baja autoestima. ¿Podría vivir así, reconfortándola constantemente o preocupándose  por la posi posibil bilidad idad de que desa desapar paree cie ciera ra a ca causa usa de sus iinsegur nseguridade idades? s? Dio, qué lío más grande. ¿Cómo era posible que no viera lo especial que era? ¿Cómo era  posible  posi ble que no com pre prendier ndieraa que é l no llaa m e re recía cía??  —Caa rina  —C rina,, y a no som somos os niños. ¿¿No No va siendo hor horaa de que lo asim asimil iles es y de que te des cuenta de cómo ven losNecesito demás?que —Latú verdad golpeó de repente y se sentó—. Aunque tienesterazón. salgas lo a mi encuentro. Necesito unaa m uje un ujerr que crea en m mii am or por por ell ella, a, qu quee se m mant antenga enga fi firm rmee a m i lado y qu quee no tema la posibilidad de que algo me aleje. Necesito a una mujer fuerte y valiente. —Apretó los dientes y tomó una decisión—. Tú eres todo eso, amor  mío. Y mucho más. Pero hasta que no te lo creas, no tendremos la menor  oportunidad.  —Lo sé. —S —See le quebr quebróó la voz voz.. Co Conn a gil gilidad, idad, Carina se leva levantó ntó y se plantó desnuda frente a él. Lo miró con una expresión decidida en sus ojos, y también con cierta lástima, lo que le atravesó el corazón—. Por eso no puedo estar contigo

ahora mismo. Necesito saber si soy autosuficiente antes de aceptar esta oportunidad. Lo siento mucho, Max, pero voy a dejarte. Salió del dormitorio y Max se quedó solo mirando la puerta que ella había cerrado al salir, preguntándose si alguna vez se sentiría completo de nuevo,  preguntándose  pre guntándose qué suce suceder dería ía a c onti ontinuac nuación. ión.

 

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Alexa acunaba al pequeño Ethan con un brazo mientras se sentaba en el futón am ari ar ill lloo li lim m ón. S Suu m mirada irada rrec ecorrió orrió el apartam ento con expresión expresión ttierna. ierna.  —No puedo c re reee r lo rá rápido pido que pa pasa sa e l tie tie m po —dijo. Su a bult bultaa dís dísim imoo vient vientre re tens tensaba aba la cam iset setaa prem am á que ddeclaraba eclaraba que era una « Mam á de un  bebé Loc Locoo por los Libros» —. No te imagina im aginass la c antidad de vino que hem os  bebido en e n este aapa parta rtam m ento. Maggiee m ecía Maggi ec ía a Luk Lukee m ient ientras ras le daba eell ppec echo ho y re reso sopl plóó al escucharla.  —Ni cuá cuántas ntas citas de Alexa a ca cabar baron on en desa desastre. stre. Te j uro que el vino er eraa necesario. Alexa y Maggie se echaron a reír mientras Carina ajustaba el lienzo sobre el quee trabaja qu trabajaba. ba.  —En fin, y o y a he e m pezado bien. Mis vi viee rnes rne s por la noc noche he cconsi onsisten sten en pe peli liss románticas rom ánticas y una botell botellaa de vino ttint into. o.  —No ti tiee nes por qué pasa pasarr de nuestra nuestrass c ena enass de los vier viernes, nes, Carina —dij —dijoo Alexa—. De todas maneras, Max casi nunca aparece. Desde que lo dejaste, Michael dice que se pasa el día dando vueltas por la oficina, arrasando con todo,  que se parece parec e a la señ señori oritta Havi Havish sham am en esa eeno norm rmee m ansi ansión ón ssuy uya. a. Carina meneó la cabeza.  —No, m e viene bien. He ava avanz nzaa do m ucho con m is c uadr uadros. os. —C —Clavó lavó la mirada en el que tenía delante, el último de la serie, y contuvo las lágrimas—. Pero lo echo de menos. Maggie suspiró.  —Lo sé, cariño, ca riño, per peroo c re reoo que hicist hicistee lo cor corre recto. cto. Lleva Llevass c olgada de Max toda la vida y todo ha girado siempre en torno a lo que podías hacer por él. El matrimonio es algo mutuo. Tienes que ser fuerte tú sola antes de poder ser fuerte unto a otra persona. Alexa mi m iró a su am amig iga, a, alucin alucinada. ada.  —Joder,, qué pr  —Joder profundo. ofundo.

Maggie sonrió.  —Graa cia  —Gr cias. s. He esta estado do pra pracc ti ticc ando la sensa sensatez tez para pa ra c uando ffue uese se m adr adree .  —En fin, y o y a te dij dijee que busca buscaba ba un socio igualit igualitar ario io par paraa Loc Locos os por los Libros —dijo Alexa—. Tú serías perfecta, y así no tendría que preocuparme de que Maggie Maggie hi hiciera ciera algú algúnn tu turno rno y m e espant espantar araa a los los cli clientes. entes. Y Yaa m e he puest puestoo en contacto con un abogado. Podemos tener el contrato listo en cuanto te decidas. La emoción le provocó un nudo en el estómago. Por primera vez había  

descubierto un talento que la hacía ganar dinero y que también la hacía feliz. En ese m om omento ento,, con el cuadro final ddee la colecc colecciión, estaba prepar preparada ada pa para ra da darr ot otro ro gran salto. Había llamado a Sawyer y un marchante iría a ver su trabajo. Estaba advertida de que el hombre era brutal y de que si no había posibilidad de venta, se lo diría sin tapujos. Ella estaba emocionadísima, quería sinceridad y sabía que si su trabajo no estaba a la altura, se esforzaría más para la siguiente oportunidad. Por fin su vida comenzaba a tomar forma, a encarrilarse. La pena era qu quee eechaba chaba de m menos enos a su mar mariido do.. Sin él parecía faltarle algo de forma permanente. Desde que lo dejó, Max no se había puesto en contacto. Habían pasado diez días muy despacio, tanto que creyy ó vol cre volverse verse lo loca ca si no veí veíaa de nuevo su car cara. a. Max aato torm rm entaba sus ssueños ueños ppor  or  la noche, pero también la atormentaba de día. Consiguió volcar casi toda su rabia en su trabajo, con la esperanza de que la cruda pasión de sus retratos calara en los espectadores. Era curioso cómo un corazón destrozado despertaba la inspiración. Carin ar inaa regre regresó só al ppre resent sente. e.  —Me enc encaa ntar ntaría ía ser socia de Loc Locos os por los Libros —ase —aseguró—. guró—. Gr Graa cia ciass por  confiar en mí, m í, Alexa.  —¿Estás  —¿ Estás de guasa guasa?? Has tra trabaj baj ado com o una m ula y ha hass de dem m ostrado tu valía. Yo no re regalo galo nada. Maggie asintió asintió con la ccabe abezza.  —Es un trozo trozo de pan con los niños y c on los per perros, ros, per peroo un tiburón tiburón en los negocios. Carina se echó a reír.  —Me alegr a legroo de sa saber berlo. lo.  —Bue  —B ueno, no, ¿c óm ómoo le va a Ga Gabby bby ? P a re rece ce cur curaa da por com pleto —com entó Maggie. Carin ar inaa m iró llaa pa palo lom m a, que zzurea ureaba ba eenn su ja jaul ula. a. A Gabby le gus gustaba taba escuc escuchar  har  el trino trino de los páj pájar aros os qque ue había eenn lo loss árbol árboles es del exterior y parecía pare cía ccont ontenta enta ccon on quedarse a su lado. Sin embargo, Carina sabía que casi había llegado el momento de liberarla. El ala se le había curado por completo y su dueño quería recuperarla. Una punzada de incertidumbre se apoderó de ella. A lo mejor  Gabby nece necesi sittaba m ás ttiem iempo. po. A lo m ej or ttodaví odavíaa no est estaba aba pre prepara parada. da.  —Pronto  —P ronto podrá volar volar.. Alexa sus suspi piró. ró.

 —Me enc enca a ntar ntaría ía. tene tenerr una palom a de m a scota, pe pero ro segur seguraa m ente los per perros ros se pondrían c elosos. celosos Maggie resopló r esopló..  —Sí,í, m e im  —S imaa gino a m i he herm rm a no ccon on un páj a ro… Casi se c a rgó e l pe pezz. Se ría un desastre absoluto. Alexa le sacó sac ó la lengu lengua. a.  

 —En fin, tenem tene m os que irnos. S Solo olo quería queríam m os ver cóm o estaba estabas. s. Carina se despidió de sus sobrinos con besos. Maggie le dio un apretón en la m ano y le di dijj o:  —Ree c uer  —R uerda da que e stam stamos os ahí si nos nec necesitas. esitas. A c ualquier hora hora..  —Graa cia  —Gr cias, s, chic chicas. as. Carin ar inaa las vio ma marc rcharse harse con tri trist stez eza. a. De Desp spués ués re regresó gresó al trabaj o. Carina cortó la llamada con dedos temblorosos. Tenía una exposición. Soltó un grito eufórico y comenzó a dar saltos, bailoteando y meneando el trasero como una loca. El marchante había destrozado su trabajo y había señalado cada aspecto que haría imposible una venta. Ella aceptó las críticas con la barbil barbilla la en aalt lto, o, de buena ga gana. na. Le dij dij o que se eesforz sforzar aríía m ás la próxi próxim m a vez vez.. El hom hombre bre aasi sint ntiió con llaa ccabeza, abeza, llee dej ó su tarj tarjeta eta y se fue. Una semana más tarde Sawyer la llamó con la noticia de que su amigo era incapaz de sacarse su trabajo de la cabeza. Quería que probara algunas cosas, que creara otro cuadro original, y así le daría una oportunidad. Tuvo la sensación de que unas burbujas de gas se le subían a la cabeza, como si pudiera volar. Carina m iró ssuu B Bllac ackkBerr erryy y se detuv detuvoo en un núme número. ro. Queríaa ll Querí llam am ar a Max.  No a su m adr adree , ni a Mi Micc hae haell ni a Maggie. Que Quería ría lla lla m ar a su m a rido, quien seguramente dejaría de serlo en breve. El mismo que le había dicho que pintara  paraa se  par serr ffee li lizz, eell que le ha había bía dicho que ella eera ra m ucho m á s de lo que se cr cree ía. Alguien llamó a la puerta. Con el a punto salírsele pecho, decidió el destino le había enviado unacorazón respuesta. Si sedetrataba de del Max, correría a susque brazos y le suplicaría  perdón.  per dón. F Fue ue a la pue puerta rta y la aabrió. brió. Su madre estaba al otro lado. Baj ó lo loss hombros, per peroo consi consigui guióó esboz esbozar ar una sonrisa sonrisa aalegre legre..  —Hola, m a m á . Me aalegr legroo de que hay a s venido. T Tee ngo una noticia eestu stupe penda. nda. Su madre le dio un beso en la mejilla y entró. Su bastón resonaba en el ray ado ssuel ueloo ddee m madera. adera.  —Cué  —C uéntam ntamee la, pa pare rece cess fe feli lizz. Carina no se hizo de rogar. El orgullo que vio en la cara de su madre satisfizo

algo —S e nasu en interior .  —Sa bíainter queior.triunfa triunfaría ríass c on tus cua cuadros. dros. Ha Hass e stado m uy conc concee ntra ntrada da e stas últimas semanas. ¿Puedo verlos? El pánico le puso los nervios a flor de piel.  —Esto… te los ense enseñar ñaréé c uando hay a ter term m inado. P odrá odráss ver verlos los e n la exposición.  

Su ma madre dre m meneó eneó llaa ccabez abeza. a.  —Lo siento, Car Carina, ina, por e so he venido a ver verte. te. Es hora hor a de volver a c asa asa.. Me iré a finales de semana.  —Oh. —La exc exclam lam ac ación ión sonó trist tristee incluso a sus oídos oídos.. Se había acostumbrado a tener a su madre cerca. Las cenas de los viernes eran eventos  bulliciosos  bull iciosos y, com o si fue fuera rann una par paree j a divorcia divorciada, da, Max y ella alter alternaba nabann los viernes para darse la oportunidad de estar con la familia. Con un suspiro, su m adre apoy ó el bas bastó tónn en el so sofá fá y se sent sentó—. ó—. ¿Te eencuent ncuentra rass bi bien, en, m mam am á?  —Clar  —C laroo que sí. S Solo olo estoy c a nsada y li lista sta pa para ra volver a m i ca casa. sa. Carina sonrió y se sentó junto a su madre. Le cogió la mano arrugada y se la apretó con fuerza. Unas manos que horneaban, acunaban bebés y enjugaban lágrim ágrimas. as. Unas m manos anos qu quee habí habían an eerig rigid idoo un iim m perio am amasando asando past pastaa y haciendo m alabar alabariismos con una docena de pelot pelotas as a la vez vez..  —Lo entiendo. Te Te voy a eecc har m uc uchís hísim imoo de m enos.  —¿Tú  —¿ Tú esta estará ráss bi biee n si sinn m mí? í? ¿Quier Quieree s vol volver ver a ccasa asa?? Le besó la la m ano a su madre.  —No. Estoy c re reaa ndo m i hogar a quí, c on m is re reglas. glas. Me siento m ás fue fuerte rte.. Más como una mujer que sabe lo que quiere y menos como una niña. Su madre suspiró.  —Porque  —P orque te han pa partido rtido el c ora orazzón. Así es com o se m a dura dura.. No e s a lgo ni  bueno ni ma m a lo. Es lloo que ees. s.  —Sí.í.  —S  —Pee ro te  —P tengo ngo que de decc irte aalgo lgo de Maxim Maximus. us.  —Mam á .  —Caa ll  —C llaa y e scuc scucha ha.. Cu Cuaa ndo eera rass pe pequeña queña,, m ira irabas bas a e se niño ccon on eell ccora orazzón en ojos. Sabíajoven que para ti era amor verdadero, no un eraslosdemasiado y Maximus es un buen chico. Suenamoramiento. trabajo consistíaPero en  protegerte  protege rte ha hasta sta que fue fuera rass una m uj ujee r. Y lo hiz hizo. o. —S —Sonrió onrió por el re recc uer uerdo—. do—. Siempre me fijé en cómo te miraba. Cuando creía que nadie se daba cuenta y estaba a salvo. Con una expresión añorante y cariñosa que me henchía el corazón. Sabía que era necesario que pasara el tiempo para que todo funcionara entre vosotros. Sé que hubo decepciones, pero eran necesarias para llegar hasta este punto. Cuando os encontré aquella mañana, mencioné el matrimonio por un motivo muy concreto: sabía que Max necesitaba un empujoncito. Le tenía demasiado miedo a Michael, a vuestra relación pasada. Hacía falta algo que

rompiera esa barrera y pudierais tener una yoportunidad. Puede yoque lo sugiriese, pero ese hombre hace lo que quiere, por más sentido del que honor tenga, jamás te habría pedido matrimonio de no haberlo querido. Max te quiere. Pero Pe ro ahora te to toca ca a ti toma tomarr una dec decis isió ión. n. Ti Tienes enes que ser lo bast bastante ante fuer fuerte te com comoo  paraa ll  par llega egarr a é l y pedirle que te quiera quiera.. Va s a tene tenerr que a rr rriesga iesgarte rte.. Todos creem cre em os en tti.i. ¿No es ho hora ra de que crea cr eass en ttii mis mism m a?  

 —No lo sé, ma m a m á. D Dee ve verda rdadd que no lo sé. Su m madr adree sol soltó tó un un hond hondoo sus suspi piro ro y m iró por la ventana ventana..  —Esperaba  —Esper aba que las cosa cosass suce sucedier dieran an de otra for form m a, pero per o no había pensa pensado do que fueras tan testaruda. Tuve el mismo problema con Michael y con Maggie, aunque con ellos al final todo salió bien. Carin ar inaa ladeó la ca cabez beza. a.  —¿Qué  —¿ Qué quier quieres es de decc ir? Su m madre adre se ec echó hó a re reír ír..  —Ay,  —A y, Dios, c uando se pre presentar sentaron on y m e dij dijee ron que esta estaban ban c a sados, supe que mentían. También supe que eran perfectos el uno para el otro, así que me encargué de que el sace sacerdo rdotte ffuera uera a la ccasa. asa. Carin ar inaa se quedó bo boqui quiabierta. abierta. S Suu m madre adre habí habíaa enfe enferm rm ado y habí habíaa pedi pedido do qu quee Maggie y Michael se casaran delante de ella. Increíble. Y todo el tiempo su m adre habí habíaa sabido la verdad y habí habíaa planeado ganarles la parti partida. da.  —Eress despiada  —Ere despiadada da.. ¿¿P P or qué no m mee ha habías bías ccontado ontado nada de todo eesto? sto?  —Soy  —S oy m a dre dre.. Ha Hacc e m os to todo do lo nec necesa esario rio por nue nuestros stros hi hijj os cua cuando ndo nec necee sitan sitan un empujoncito. Ahora solo me queda rezar para que Julietta mire a un hombre  no a una hoja de cá cálcul lculo. o. Carina se echó a reír al escucharla.  —Bue  —B uena na sue suerte rte —le dij dijo, o, aabra brazzándola ándola.. La envolvió el fa fam m iliar iliar olor a pa pasteles, steles, a polvo polvo de talco y a ccons onsuelo uelo,, re reconfortánd confortándol olee eell alma alma—. —. T Tee qui quiero, ero, m am á.  —Y y o a ti, m mii pre precc ios iosaa niña niña.. Se quedaron abrazadas un rato, hasta que Carina se sintió lo bastante fuerte  paraa de  par dejj ar arla la m a rc rchar. har. Había llegado llegado eell mom ento ento.. Carin ar inaa est estaba aba en eell ext exterior erior con Ga Gabby bby en eell bbrazo razo.. El sol le calentaba la piel, haciendo brillar las plumas blancas de la paloma.  —Tee quie  —T quiero, ro, bonita. —Le a ca caric rició ió el suave pec pecho. ho. La paloma ladeó la cabeza y zureó como si supiera que se estaba despidiendo. Carina titubeó. Sabía que jamás volvería a ver a Gabby, sabía que volaría vol aría hac hacia ia ssuu ho hogar gar y que llaa dej aría aatrás trás uuna na vez cura curada. da. Se le encendió la bombilla de repente y la luz estalló en su cerebro. Max la quería.

¿No había dudado de sí misma durante demasiado tiempo? ¿Cuándo llegaría el momento de aferrar su felicidad con ambas manos, con la conciencia de que estaba a la altura de Maximus y de todo lo que él podía ofrecerle? Esas semanas sin él le habían demostrado que era capaz de estar sola. De perseguir sus sueños. De fracasar y no desmoronarse. De declarar lo que quería sin miedo. Podía vivir sin él, pero no quería hacerlo.  

Su marido la quería, pero necesitaba a una mujer que estuviera a su altura. Ella nunca había creído en sí misma lo suficiente para entregárselo todo, siempre habíaa teni habí tenido do m miedo iedo ddee que Max se diera cuenta de que no er eraa lo bbast astante ante buena. Las palabras de su madre resonaron en su cabeza hasta que empezó a darle vueltas. « ¿No es hhora ora de que cre creas as en titi m is ism m a? a?»» Sí.  —Es hora de vola volar, r, G Gabby. abby. Carina levantó el brazo. Las alas de la paloma se extendieron antes de que el animal echara a volar. Se elevó con elegancia por el cielo, con las alas blancas recortadas sobre la oscuridad de los árboles, y la observó hasta que se perdió de vista. El nudo en su estómago se disolvió. Sintió que una nueva certeza crecía en su interior. Confiaba en su instinto y se había dado cuenta de que era hora de seguir  adelante. Era hora de ser la m ujer uj er que siem siem pre había estado ddesti estinada nada a ser ser.. Era hora de reclamar reclam ar a su m arid arido. o.

 

16

Max alzó la vista para leer el cartel situado sobre la entrada de la galería de arte emplazada en el SoHo. El nombre de Carina estaba escrito con una letra muy artística, y las alegres tiras de luces blancas que adornaban el exterior llamaban la atención de los curiosos. Tomó una bocanada de aire y esperó poseer la fuerza suficiente para aguantar aguant ar lo que llee eesp sper eraba aba eesa sa noche. La invitación a su primera exposición fue una sorpresa y una ironía a la vez. El orgullo lo abrumó. Su talentosa y guapa esposa por fin sabía lo mucho que valía, pero él no estaba a su lado para celebrarlo. Sin embargo, no podía dejar   pasa r la oportunidad de ve  pasar verla rla una vez ve z m á s en todo su esplendor esplendor.. Ne Necc esitaba ver su trabajo mientras recordaba cómo le había hecho el amor en su estudio tras cubrirlaa de cchocol cubrirl hocolate. ate. Los remordimientos le provocaron un nudo en las entrañas. Abrió la puer puertta y entró. El lugar lugar er eraa gra grande nde y am pli plio, con col columna umnass bl blanca ancass qque ue separa separaban ban el espacio en zonas zonas cuadrada cuadradas. s. S See ha habí bíaa dis dispues puesto to uuna na bar barra ra y los cam ar areros eros paseaba paseabann entre los asistentes ofreciendo champán, vino y una variedad de canapés. La gente se movía en grupos, charlando y riendo mientras avanzaban. Su mirada se dirigió de inmediato al rincón de la derecha, casi como si hubiera presentido que Carina estaba allí allí.. La vio echar la cabeza hacia atrás y reír por algo que le había dicho un hombre. Llevaba un vestido largo negro que relucía bajo la luz. Se había recogido el pelo en la coronilla, domando esos rizos oscuros, pero sabía muy bien que  bastaría  bastar ía c on quit quitaa rle una sola horquill horquillaa par paraa que e sa sedosa m ele elena na le c ay e ra sobre los hombros con salvaje abandono. En sus ojos brillaba una alegría interior   una confi c onfianz anzaa que j am ás había visto visto en ell ella. a. Sí. Era feli fe lizz sin él. Tragó saliva para librarse de las emociones y se dio media vuelta para ver la

 prim eraa obr  primer obraa . El asombro asom bro lo par paraliz alizó. ó. Esperaba encontrar retratos con alma y corazón, con esa calidez que Carina siempre lograba imprimirle a los trabajos que él había tenido la suerte de contemplar. Lo que tenía delante parecía obra de otro artista diferente. Eran obras realizadas con trazos gruesos y toscos, en color negro, gris y alguna que otra pincelada de rojo. Parejas en distintas posiciones eróticas. Una  

mujer con la espalda arqueada contra la pared mientras su amante le besaba los  pechos.  pec hos. Los cue cuerpos rpos eexudaba xudabann una se sensualidad nsualidad de desca scarna rnada da sin resul re sultar tar ordinar ordinarios, ios,  la ventana que tenían a la derecha se asemejaba a un espejo entre la intimidad  el mundo exterior. El espectador contemplaba la escena como un voyeur que imaginara perfectamente lo que estaba sucediendo, pero que se veía obligado a no apartar la vista. Según avanz avanzaba, aba, Max ccompre omprendi ndióó que la pare parejj a de los cuadros m mantení anteníaa una relación complicada. El rostro de la mujer reflejaba en un lienzo la vulnera vul nerabi bili lidad dad y el deseo m mient ientras ras m iraba a su am amante. ante. El pper erfil fil del ho hom m bre sol soloo demostraba una fuerte determinación y un carácter firme. En otro se los veía con las frentes juntas y los labios apenas separados, con los ojos entornados de formaa que el eesp form spec ecttador se veía obl oblig igado ado a ima imagi ginar nar lo que eest staban aban pe pens nsando. ando. Max observó todos los cuadros con una avidez que rara vez sentía. El trabajo era extraordinario y comprendió que su mujer poseía un talento apasionado y  profundo,  prof undo, c apa apazz de re revolucionar volucionar el m undo del a rte rte.. Lo que tenía dela delante nte e ra e l comienzo de una larga y exitosa carrera. Con razón Sawyer parecía tan em ocio ocionado. nado. Habí Habíaa descubi descubierto erto a la próxi próxim m a est estre rell lla. a. La gente pasaba a su alrededor e intentó incluirlo en sus conversaciones. Los camareros se pararon varias veces para preguntarle si quería algo. Él no contestó. Se limitó a zambullirse en el trabajo de Carina y tuvo la impresión de haber descubierto esa última parte de su alma que ella mantenía oculta. En ese m om omento ento llaa tenía delant delante. e.  Dio, cómo cóm o llaa quería. Había llegado temprano para no encontrarse con Alexa, Nick, Michael y Maggie. Su plan era ridículo y típicamente masculino: colarse, ver su trabajo, torturarse y escabullirse sin aacost ser visto. em borrac borracharse harse ccon on ssuu perro costado ado a Después sus pies. pies. de eso, tocaba volver a casa y  —¿Max?  —¿ Max? Su voz fue música en sus oídos. Ronca como la de una Eva seductora. Dulce com o la de un áángel. ngel. Apretó los dientes dientes y se volv volvió ió.. Ella le sonrió con tanta calidez que creyó que iba a abrasarlo. Un deseo  primit  prim itivo ivo corr corrió ió por sus vvee nas, pe pero ro luchó ccontra ontra ééll y logró devolve devolverle rle la sonrisa.  —Hola, Carina. Car ina.  —Hass venido.  —Ha Encogió un un hombr hombro. o.

 —Te nía que ver  —Te verlo. lo. ¿Por qué lo miraba con esa avidez? ¿Para torturarlo?  —Me alegr a legro. o. ¿¿Qué Qué opinas? Cuando habló, lo hizo con voz desgarrada.  —Son…  —S on… lo son ttodo. odo. Carina parpadeó para alejar las lágrimas y él sintió que le arrancaba otro  

trozo de corazón. Cuando acabaran de hablar, no quedaría nada de él.  —No has ha s vis visto to el úl últi tim m o. Está aall llí,í, expue expuesto sto en sol solit itar ario. io.  —Caa rina  —C rina,, no puedo. T Tengo engo que irm irme. e.  —¡No,  —¡N o, Max, por ffavor avor!! N Nee ce cesit sitoo ense enseñár ñártelo. telo. ¿Eso era el amor? ¿Un dolor paralizante y arrollador que parecía dejarlo sin aire en los pulmones? Se mordió la lengua para no protestar por segunda vez y asintió asint ió con la ccabe abezza.  —Vaa le.  —V La siguió hasta la parte posterior de la sala y después subió unos cuantos escalones. La galería se abría en ese punto, acogiendo una zona apartada donde exponer una obra especial. El cuadro colgaba del techo en todo su esplendor. Max di dioo un paso adelant ade lantee y alz alzóó la vista. vista. Era él é l. El tí títu tulo lo lo dec decía ía bi bien en cclaro laro en la par parte te super superio ior: r: « Maximus» . C Con on el torso torso desnudo. Descalzo. Los vaqueros le caían por las caderas. Tenía la cara difuminada y oculta por las sombras, pero estaba de frente al espectador, sosteniendo su mirada. Su rostro mostraba un torbellino de emociones. En sus ojos relucía un poder demoledor. Verse así lo emocionó y le llegó al alma. Porque en esa mirada lo distinguió todo. Vulnerabilidad. Determinación. Un  puntito  punti to de aarr rroganc ogancia. ia. De Deseo. seo. Y la ca capac pacidad idad de am a r. Se volvió con el corazón en un puño. Carina estaba frente a él. Esos ojos negros como el azabache lo miraban con adoraciión y con una fuerza qu adorac quee j am ás habí habíaa vis visto to en eellla.  —Max, te quier quiero. o. Siem pre te he quer querido, ido, per peroo nec necesitaba esitaba quer queree rm e a m í misma para poder ofrecerte lo que te mereces. No sé si es demasiado tarde, pero te si me das otra oportunidad, me quedaré a tu gemela. lado y seré mujer  queprometo estabasque buscando. Porque yo soy esa mujer. Tu alma La la cuestión nunca ha sido sido si y o vol volver vería ía a tu llado. ado. La pre pregunt guntaa ees: s: ¿vol volver verás ás tú al m mío ío?? En su interior estalló la alegría, que corrió por sus venas. Soltó una especie de carcajada mientras la estrechaba entre sus brazos.  —Nuncaa m e he m ar  —Nunc arcc hado, cara. Reclamó sus labios y la besó con pasión y ternura, como si estuvieran sellando sell ando los vot votos os que pronunciaron eenn Las V Vega egass m mese esess antes. De re repent pente, e, se vio vio rodeado por to toda da la ffam am ilia. ilia. M Max ax se encont encontró ró eenn m mit itad ad del círculo mientras Michael y Nick le daban palmadas en la espalda y Alexa y

Maggie se limpiaban las lágrimas. Por fin estaba en casa. De verdad.  —Yaa era  —Y er a hora de que volvi volviee ra rais is a eestar star j untos untos.. —Alexa sol solloz lozó—. ó—. Y Yaa no podía so soport portar ar m ás tant tantoo dram a. Los vi vier ernes nes po porr la noche em pez pezaban aban a ser un coñaz coñazo. o. Max arrimó a Carina hacia él y rio.  —Lo soluciona solucionare rem m os esta se sem m a na. Fiesta eenn nuestra ca casa. sa.  

El marchante se acercó a la carrera y los interrumpió. Su rostro no demostraba su habitual seriedad.  —Esto… Carina Carina,, ¿¿puedo puedo ha hablar blar contigo un ssee gundit gundito? o?  —Clar  —C laro. o. —Besó a Max eenn los labios y se alej a lej ó. Tr Traa s una c onver onversac sación ión en voz  baj a, rree gre gresó só con una expr expree sión asom bra brada—. da—. H Hee hec hecho ho una ve venta. nta. Max sonrió.  —No m e sorpr sorpree nde. Tu tra trabaj baj o m e ha dej ado aluc alucinado. inado. P er eroo ser seráá m ej or  que em pece pecem m os os.. V Vas as a pin pintar tar m ucho má máss y nece necesi sito to insp inspirarte. irarte. El Ella la se echó ec hó a re reír ír y le enterró los dedos en eell ppelo. elo.  —Pue  —P uess m maa nos a la obr obraa —susurr —susurró. ó. Max miró a la mujer que quería. A su esposa. A su alma gemela. A su eternidad.  —Vaa m os a ccaa sa.  —V Carina yacía entre las sábanas arrugadas, exhausta, saciada y más feliz que nunca.  —¿T  —¿ Te rindes y a ? El Ella la levantó levantó llaa ccabeza abeza un centí centím m etro y la dej dejóó ca caer er de nuevo.  —Jam ás. Sol Soloo nec necee sit sitoo un m minut inuto. o. Max rio entre dientes y se levantó de la cama. Lo escuchó caminar hasta el vestidor y regresar. Hasta su nariz llegó ese olor almizcleño tan suyo, y se excitó de nuevo. Su marido la había convertido en una ninfómana en toda regla, y no  podía estar e star m á s contenta contenta..  —Tee ngo un re  —T regalo galo pa para ra ti ti.. hizosuque se sentara. La parte más infantil de su persona se derritió ante la ideaEso de que m marido arido llee hiciera un regalo.  —¿Ah,  —¿ Ah, sí?  —Aj á . Lo tenía guar guardado. dado. Co Conn la e sper speraa nz nzaa de que re regre gresar saraa s y poder  dártelo. Era una caja rectangular envuelta con un papel rojo intenso. Carina se m ordi ordióó el labi labioo iinferior, nferior, enca encant ntada, ada, y la m miró iró..  —¿Qué  —¿ Qué es?  —Ábrela  —Ábr ela,, nena nena.. Ella arrancó el papel como si fuera una niña el día de Navidad y levantó la

tapa. Contuvo Con tuvo el aliento. En el papel de seda blanco descansaba un par de zapatos. Y no eran unos zapatos cualquiera. Eran unos zapatos de tacón de diez centímetros con diamantes. Hechos de cristal. Levantó uno y contempló el brillo de las piedras preciosas. La puntera  

descubierta les otorgaba un toque sexy y el delicado cristal era muy suave al tacto.  —Dios mío, m ío, M Max, ax, te has supe supera rado. do. S Son on pre preciosos. ciosos.  —En una oca ocasi sión ón m e dij dijist istee que no ha habías bías c onseguido e l fina finall fe feli lizz que deseabas. Se Se m e ocurrió qu quee pod podía ía com pensarte re regalánd galándot otee un par de zapatos ddee Cenicienta. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se sorbió la nariz.  —Joder,, Maxim  —Joder Maximus us G Gra ray. y. ¿Quién iba a pensa pensarr que baj o e se ca capar paraa zón e xis xistí tíaa un hombre hombre tan rom románti ántico? co?  —Tee quie  —T quiero, ro, Car Carina. ina.  —Yoo tam bién te quier  —Y quiero. o. Max unió la frente a la de Carina y se juró que nunca más permitiría que su m uj ujer er pus pusiera iera en duda lo qque ue sentí sentíaa por ell ella. a.

 

Epílogo

Maggie suspiró y echó un vistazo por el salón.  —¿Ha  —¿ Hayy dem a siados ni niños ños en eesta sta ha habit bitac ación ión o ssolo olo m mee lo pa pare recc e a m í? Carina se echó a reír y le metió el chupete a María en la boca. Su llanto se cortó en seco mientras succionaba con ansia. Lily correteaba por el salón con su  peluche  peluc he de Dor Doraa la Explora Exploradora dora m ientra ientrass e l peque pequeño ño Nick chillaba de fondo. Et Ethan han y Luk Lukee est estaban aban eenn llas as ham ac acas, as, rec recién ién com comiidos y con el pañal li lim m pio. pio.  —Esperaa a que Max y y o nos sum  —Esper sumem em os. Tendrem endr em os que hac hacer er una c ade adena na de niñeras para poder ver la luz del sol con nuestros maridos.  —¿Estás  —¿ Estás em ba bara razza da? —exc —exclam lam ó Alexa Alexa.. Tenía una taz tazaa de j ugu uguete ete eenn llaa m ano y fing fingió ió beber té m mient ientra rass Li Lilly re reía. ía.  —No, todavía no eestam stamos os pr pree par paraa dos. Estoy tra trabaj baj ando e n otra e xposi xposición ción y Max tiene la inauguración de otra pastelería. Ahora mismo estamos disfrutando so solo los. s. De hec hecho, ho, dent dentro ro de un m mes es irem os a Itali Italiaa pa para ra pasar una tem porada. Los dos echamos de menos a nuestras madres. Maggie suspiró.  —Yoo tam bién ec  —Y echo ho de m e nos a m a m á Co Conte. nte. P er eroo los niños son dem a siado  pequeños  peque ños par paraa eell vi viaj aj e . ¿¿Có Cóm m o le va a Jul Julietta? ietta? ¿Sigue sin ssaa lir lir ccon on nadie? nadie ?  —Mi herm her m a na ti tiene ene m uy m a la opini opinión ón de dell se sexo xo opue opuesto. sto. P Par arec ecee c onvenc onvencida ida de que un hombre le quitará el control de su vida e intentará que deje su  profee sió  prof sión. n. Es terca terc a . Alexa se echó e chó a re reíír.  —A lo lo m e j or nec necesita esita un hec hechiz hizoo de am or or.. La Madr Madree Tier Tierra ra pa pare recc e que fue  bastante gene generosa rosa con Ma Maggie ggie y c onm onmigo. igo. Maggie le tiró un peluche, que le dio en la cabeza. Alexa le sacó la lengua. « Hechi Hechizzo de aam m or or.» .» Carin ar inaa sinti sintióó que eell dest destino ino llee roz rozaba aba la eespald spalda. a. Abrió los oj oj os com o plato platoss al recordar rec ordar la noche eenn llaa que hiz hizoo llaa ffogat ogataa y ar arroj rojóó el papel a las lllam lamas. as. Un papel quee ccon qu onttení eníaa un ssol oloo nnombre: ombre: « Maxi axim m us Gray » .

Se le puso el vello de punta y abrazó con más fuerza a María en busca de calidez.  —Esto… ¿c ¿c hica hicas? s? ¿De qué e stá stá is hablando? C Cuando uando Ma Maggie ggie m e dio el li libro bro de hechizos hechiz os,, m mee dijo que eera rann chorrada chorradass y que nadi nadiee lo us usaba. aba. Alexa se de dest ster ernil nilló ló ddee la risa.  —¡La lec leche! he! La señor señorit itaa Maggie por fin adm ite ite la verda ve rdadd y re reconoc conocee que hizo lo del hechizo antes de casarse con Michael. ¡Al final caen hasta las torres  

m ás alt altas! as! Maggie se encogió de hombros.  —¿Qué  —¿ Qué m ás da? Sí, e s una coinc coincidenc idencia. ia. P e ro Carina se deshiz deshizoo del libro libro de hechizos y ahora está felizmente casada con Max. Así que es una de esas coincidencias raras que nuestros maridos aparecieran después de que le  pidiéé ram  pidi ra m os ay uda a la Ma Madre dre Tier Tierra ra.. Carin ar inaa tragó sali saliva. va.  —Tee m e ntí  —T ntí,, Maggie.  —¿Qué  —¿ Qué quier quieres es de decc ir?  —Que sí hi hice ce e l hec hechiz hizo. o. V Var arias ias noc noches hes de después spués de que m e dier dieraa s el libro, m mee escapé esca pé al bos bosque que y com compl pleté eté eell ciclo ciclo.. Quem Queméé m i ppapel apel en una fogata. Se hizo el silencio. Incluso los niños parecieron darse cuenta de que se avecinaba algo gordo. Además, los dibujos animados de  Max y Ruby incre ncrem m entaron esa sensación sensación..  —¿Hiciste  —¿ Hiciste una li lista sta c on todas las c ualidade ualidadess que quer querías ías en un m ar arido? ido? —  susurró Alexa—. ¿Max encaja con Carin ar ina a las m iró y tragó ssali aliva. va. la lista?  —No escr e scribí ibí las cua cuali lidade dades. s. S Solo olo escr escribí ibí su nom nombre bre e n el pa pape pel.l. Maggie dio un respingo como si hubiera visto un fantasma. Alexa se recostó en el sofá sofá azul azul y m eneó la ca cabez beza. a.  —La m a dre que… El he hecc hiz hizoo funciona. func iona. Maggiee se eechó Maggi chó a rreír, eír, pero tení teníaa ccierto ierto dej dejee incré incrédul dulo. o.  —Im posi posible. ble. Menuda tont tontee ría esta estam m os pensa pensando. ndo. Me eestáis stáis asust asustaa ndo.  —¿Dónde  —¿ Dónde e stá el libro, C Caa rina rina?? ¿Se lo ha hass dado a alguien m ás?  —No, lo tengo e n la e stantería stanter ía c on un m ontón de c osas. No m e he deshe deshecho cho de él. Alexa las m miró iró con los ojos oj os bri brill llantes. antes.  —Creoo que de  —Cre deber beríam íam os hac hacee r que ese li libro bro aaca cabar baraa en las m a nos de a lgui lguiee n. Y me refiero a ttuu hherm erm ana.  —¿Qué  —¿ Qué?? Jul Julietta ietta nunca har haría ía un he hechiz chizoo de a m or or.. Es la sensa sensata ta de la fa fam m ilia. ilia. o funcionaría. —Hizo una pausa—. ¿O sí? Maggie se dio un unos os gol golpec pecit itos os en eell m mentón. entón.  —Intere  —Inte resante sante idea idea.. Ca rina va a Ita Itali liaa dentro de un m e s. A lo m ej or puede asegurarse de que Julietta complete el hechizo. Así saldremos de dudas. Dos

veces podría ser una coincidencia. Tres podría ser difícil, pero posible. Cuatro vece s sería la confirm veces confirmac ació iónn defini definiti tiva. va. Carin ar inaa las miró. T Tenían enían razó razón. n. S Suu herm ana se mer m erec ecía ía esa clase de fe feli licidad, cidad,   si hacer un hechizo de amor conducía a Julietta en la dirección correcta, m erec er ecía ía llaa pena intentarlo ntentarlo..  —Lo haré har é . Maggie cogió tres copas de vino, sirvió el oloroso chianti y las repartió.  

Alzaron las copas y sonrieron.  —Salute.  —Sal ute.

Carin ar inaa bebió. Los niños jugaban y dormían. Las mujeres charlaban y reían. Los hombres se pasaban por el salón para algún que otro beso o comentario. Cuando Carina miró a su marido, este le sonrió con tal ternura y pasión que se sintió completa. El matrimonio por error había terminado dándole todo lo que había soñado. Su final feliz.

 

Agradecimientos

Los escritores sabemos que no creamos un gran libro sin un gran equipo detrás. El equipo de Gallery ha sido increíble en todos los sentidos a fin de asegurarse de que este libro salía en el tiempo previsto sin sacrificar la calidad. Tengo que agradecer especialmente a mi editora, Lauren McKenna, que me presionó de formas form as que ni se m mee ha habí bían an pasado po porr la ca cabez beza, a, que m mee sos sosttuvo la m ano y que consiguió que este libro fuera lo mejor posible. Me enorgullece formar parte de tu equipo y estoy ansiosa por crear más libros maravillosos juntas. ¡Tú eres Mickey y yo soy Rocky!

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