Daniel Albarrán, Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice) Tomo II - 2a Edición, 2010.

January 4, 2018 | Author: Daniel Albarran | Category: Gospels, Mary, Mother Of Jesus, Daniel (Biblical Figure), Gospel Of Luke, Gabriel
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- Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice) – Tomo II -

Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice) - Tomo II -

P. Daniel Albarrán

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Título Original: Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice) Tomo II Autor: Daniel Albarrán ISBN 980121974 (obra completa) Depósito legal lf: 081-2005 200 353 (obra completa)

Escrito en Mérida, Venezuela Escrito en el mes de agosto de 2005. Con el visto bueno y aprobación (obra completa) del Obispo de la Diócesis de Barcelona Mons. César Ramón Ortega Herrera Portada: Foto tomada de la película Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli. (Foto No. 17, fascículo 9, edición basada en el film de Franco Zeffirelli, Editorial Bruguera, S.A., Barcelona, España, 1978). Segunda edición, 2010.

Prólogo

Hay muchas maneras de leer los textos de los Evangelios. Y, hay, muchas maneras de sacarles provechos. Todo depende de la postura que se adopte frente a ellos. En todos, igualmente, se sacarán beneficios, dependiendo de cómo se lean. En este libro, como en el primer tomo, tenemos una línea, como muchas pueden ser las líneas que se adopten para su lectura. Partimos de la metodología de la pregunta. Y, así, aplicamos, un poco, a nuestro entender y estilo, la duda metódica. Se trata de duda, como método, y desde esa manera, abordamos cada texto seleccionado. No se duda. Se cuestiona y se nos abre el entendimiento respecto a muchos pasajes de los Evangelios. Nos da nuestros resultados. Y, aquí, está el aporte, si es que en algo aporta, nuestra metodología. Por lo menos, nos descubre cosas, aparentemente ocultas, pero dichas en cada trozo seleccionado. Nos permite redescubrir. Y, esa, es nuestra riqueza. Hay limitaciones, por supuesto, y, muchas. Una, sería, el no tener acceso a los textos en su lengua original. Eso incluye el no saber absolutamente nada de esas lenguas. Y, eso agiganta las limitaciones. El texto al que tenemos acceso y del que nos valemos es de la traducción de la Biblia de Jerusalén. Si se incurre en malas interpretaciones, desde nuestras limitaciones, que son muchas, depende, en parte de la traducción porque nos ceñimos al texto y a sus hallazgos. Eso, como para justificar, si nuestras relaciones, comparaciones y análisis no sean conforme con el sentido auténtico de las Sagradas Escrituras.

- Prólogo -

No, por eso, sin embargo, nos limitaremos. Al contrario. Es importante aclarar, desde un comienzo, que esa tarea nos lleva a leer cada Evangelio en concreto, y, también los paralelos. Y, esa tarea, ya nos está enriqueciendo. Por lo menos, nos vemos obligados a leer una y otra vez cada Evangelio. Y, realmente, es una riqueza, que nada ni nadie nos va a quitar. Si el lector de este libro, del anterior y del siguiente, hace otro tanto, es de imaginar la cantidad de beneficios que estará adquiriendo. Otro detalle: no copiamos. Ahí, podría estar la originalidad. No se trata de hacer un resumen de lo que muchos autores dicen o hayan dicho. Por eso, no se encontrará ninguna referencia, o casi ninguna, a ningún autor o autoridad. La única autoridad bibliográfica será cada hallazgo y cada encuentro nuevo, en clave de relación con los textos analizados en concreto. En el caso de los hallazgos cada vez encontrados. En el caso de algunas referencias bibliográficas, pues, por supuesto, que no obviamos citarlos y referirlos, ya que es una obligación, porque nos valemos de sus influencias y aportes, como en algunas citas de autores de psicología, por ejemplo. El hecho de que tengamos, esas, y otras muchas limitaciones, no nos niega la posibilidad de que hagamos nuestros propios hallazgos, que ya serán para nuestro propio provecho. El lector de este libro no pone en peligro su fe en los Evangelios y su contenido. Tal vez, se beneficie y descubra cosas muy interesantes, que hacen que nos enamoremos más, y, cada vez más, de las Sagradas Escrituras, que es el motor principal de estos análisis. Hacemos una recomendación metodológica: si se lee un capítulo sin saber lo tratado en los anteriores, se corre el riesgo de no comprender la ilación de los datos y descubrimientos encontrados. Recomendamos la lectura de uno por uno en ascendente para poder

entender lo que se está descubriendo. Esa observación es muy importante.

Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» (Lucas 2, 13-14) Lucas 2,1-20: Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.

Ahora, nos dedicaremos, en el inicio de este nuevo tomo, a la aparición de los ángeles a los pastores. Seguimos la misma

- se juntó al ángel una multitud del ejército celestial -

metodología de las preguntas, como lo hemos hecho en el primer tomo. Esa va a ser nuestra brújula de guía. Preguntas y más preguntas, sin duda. Con sus respectivos hallazgos, teniendo, también la misma fuente, las Sagradas Escrituras. Muchos temas son posibles en este apartado: por un lado, los pastores; por otro, la Virgen María, quien “guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”; y, otros, que puedan surgir del relato del Evangelio de San Lucas. Pero, sólo nos dedicaremos a lo que hemos colocado como título del apartado, sobre todo a lo de “una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»”. Evitaremos, como en el primer tomo, espiritualizar los textos. Trataremos de hacer teología y ya con ello estará implícita la espiritualidad. Porque como dijimos entonces no hay espiritualidad sin teología; y, la teología es la verdadera base y fundamento de toda la espiritualidad. Vamos a los que vamos. Es decir, a preguntar desde el texto escogido.

Una multitud del “ejército celestial”: Así, pues, lo primero que llama la atención es la afirmación del evangelista de que “una multitud del ejército celestial, alababa a Dios.” Preguntas: ¿Qué querrá decir el evangelista con una multitud del ejército celestial? ¿A qué ejército se refiere? ¿Dios tendrá un ejército, más aún, una multitud de ejércitos? Sin embargo, el evangelista, precisa que es una multitud del ejército. Ese detalle podría

hacer pensar de inmediato que no se trataba de todo el ejército, sino de una multitud del mismo ejército, es decir, no todo el ejército, sino, una parte. ¿Cuál parte del ejército? ¿O, es que el ejército celestial estaba dividido: unos que adoraban y otros que no? Y en caso de que ese mismo ejército celestial estuviese dividido, ¿por qué estaría dividido? ¿Por qué la división, no obedecían al mismo al jefe que los congregaba como ejército? Preguntas, tal vez, sin sentido, pero lógicas, desde el mismo texto. Porque es evidente que hace suponer una división. Esto hace que el texto comience a ser interesante. ¿Cómo que no, si existe allí una clara distinción? ¿Qué estará queriendo decir San Lucas en su teología, desde el mismo comienzo de su evangelio? En eso consiste nuestra tarea: en tratar de encontrar en ese texto escrito lo que está oculto. Preguntas complicadas y que complican, sin duda. Pero, como queremos escudriñar, tenemos que buscar en los textos bíblicos anteriores a Lucas, qué hay, si las hay, algunas referencias a la idea de ejército celestial. Y, encontramos la primera sorpresa: no hay en toda la Biblia, ni antes, ni después, ninguna otra referencia a “ejército celestial”, por lo menos, en singular, como lo refiere el evangelista Lucas. Tampoco en plural, es decir, “ejércitos celestiales”. Por lo menos, de manera explícita. Esto complica las cosas. Eso nos lleva a preguntar: ¿Será esa referencia de “ejército celestial” sólo una expresión lucana? ¿Sólo será tema de su teología?

Alguna expresión parecida a “ejército celestial”: Pero, no podemos cerrar todavía la búsqueda, aún cuando ya sabemos de plano que no aparece alguna otra referencia en toda la

- se juntó al ángel una multitud del ejército celestial -

Biblia a “ejército celestial”. Tratemos, más bien, de descifrar esa expresión. Así, por ejemplo, si por “celestial” se refiere a “cielo” o “cielos”, descifremos, entonces, “ejército del cielo”, tanto en singular como en plural, para ver si por ese camino, se nos puede abrir la búsqueda, como tratando de relacionar la misma idea del evangelista. Y, en esa apertura, encontramos que sólo en el libro del profeta Daniel y en el de Sofonías, aparece “ejército del cielo”, por lo menos, en el Antiguo Testamento. En el primer caso del libro del profeta Daniel se trata de Nabucodonosor, y en el segundo caso, se trata de una visión del mismo profeta Daniel. Y, en el tercer caso, del propio Sofonías. ¿Qué hay de común en los tres casos y en caso de haberlo qué hay en relación a la afirmación del Evangelista San Lucas? En la primera aparición en el libro de Daniel se trata de volver a la realidad. Nabucodonosor vuelve a adquirir realeza y majestad y comenzó a alabar a Dios, como dueño y señor de todo, ante quien no se opone nada. Dice, así, el texto: Dn. 31-34: «Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al cielo, y la razón volvió a mí; entonces bendije al Altísimo, alabando y exaltando al que vive eternamente, cuyo imperio es un imperio eterno, y cuyo reino dura por todas las generaciones. Los habitantes todos de la tierra ante él, como si no contaran, hace lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano o decirle: “¿Qué haces?” «En aquel momento, la razón volvió a mí, y para gloria de mi realeza volvieron también a mí majestad y esplendor; mis consejeros y mis grandes me reclamaron, se me restableció en mi reino, y se me dio una grandeza todavía mayor. Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey del Cielo, porque sus obras todas

son verdad, justicia todos sus caminos; él sabe humillar a los que caminan con orgullo.»

En el segundo caso, del propio profeta Daniel, se trata de una visión: un carnero con cuernos, y de un macho cabrío que lo embiste y lo vence sin ningún tipo de resistencia. El macho cabrío crece a la plenitud de su poder y se hace poderoso. Y al final de la visión vio una especie de hombre. Dice el texto: Daniel 8, 5-17: Estaba yo cavilando, y he aquí que un macho cabrío vino de occidente, recorriendo la tierra entera sin tocar el suelo; este macho cabrío tenía un cuerno «magnífico» entre los ojos. Vino donde el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie delante de la puerta y corrió hacia él con todo el ardor de su fuerza. Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había nadie que librara al carnero de su mano. El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la plenitud de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron cuatro «magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo. De uno de ellos salió un cuerno, pequeño, que creció mucho en dirección del sur, del oriente y de la Tierra del Esplendor. Creció hasta el ejército del cielo, precipitó en tierra parte del ejército y de las estrellas, y las pisoteó con sus pies. Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, abolió el sacrificio perpetuo y sacudió el cimiento de su santuario y al ejército; en el lugar del sacrificio puso la iniquidad y tiró por tierra la verdad; así obró y le acompañó el éxito.

- Prólogo -

Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que decía al que hablaba: «¿Hasta cuándo la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?» Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después será reivindicado el santuario.» Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre, y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.»

Y, en el tercer caso, en el de Sofonías, hace referencia explícita a un exterminio de los que no hacen caso a Yahveh. Ahora bien, ¿Qué tienen que ver esos tres datos con la afirmación del Evangelista San Lucas, más cuando son las únicas referencias encontradas en el Antiguo Testamento? ¿Tendría San Lucas alguna otra referencia y que todavía no hemos encontrado hasta los momentos? ¿O, será, que, San Lucas está interpretando la explicación que Gabriel le da al profeta Daniel, en la segunda referencia, cuando dice: “Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre, y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.»”? ¿Será, que, San Lucas está

diciendo en su teología que ya es el tiempo del fin, siendo fiel al profeta Daniel? Respecto a “ejército del cielo” esas son las únicas referencias que hemos encontrado. Y, en el caso de que ampliemos la búsqueda

como “ejércitos del cielo”, en plural, sólo aparece una sola vez en el libro del Apocalipsis. Pero, no nos aporta nada, todavía. ¿Qué, entonces? ¿No habrá algún soporte escriturístico en el que se inspire el Evangelista Lucas? ¿Qué querrá decir, pues, “ejercito celestial”? Sigamos buscando. Veamos, como “ejército de Dios”. Tampoco. Ni siquiera una referencia. ¿Y, como “ejército de Yahveh? Sólo en el libro de Josué y en Éxodo. Pero, tampoco nos ayuda en nada. Con todas estas limitaciones en nuestra búsqueda no tenemos más que seguir explorando el segundo texto del profeta Daniel y en el que encontramos que parece ser que es la única fuente que tiene el Evangelista San Lucas. De hecho, el profeta Daniel refiere el nombre del ángel que le explica la visión. El ángel se llama Gabriel. Y en el libro del profeta Daniel aparece dos veces explicando la visión. También es curioso que el único evangelista que le da nombre al ángel es precisamente San Lucas. También se llama Gabriel. Y, también, aparece dos veces, por lo menos, identificado como Gabriel: una, en el caso de Zacarías, respecto a la concepción de Juan el Bautista, y, la otra, en el caso de la anunciación a la Virgen María y la concepción del niño Jesús.

Relación temática entre el profeta Daniel y San Lucas: a) El ángel:

- Prólogo -

¿Habrá alguna referencia en Lucas al profeta Daniel, o será el mismo hilo conductor de pensamiento, esta vez reinterpretado? Otro detalle importante es el hecho de que la expresión “el ángel del Señor”, igualmente, sólo aparece en el libro del profeta Daniel (Daniel 13, 59; 14, 34). También dos veces. En ningún otro libro del Antiguo Testamento aparece esa expresión, como tal. En los Evangelios, en San Mateo, cinco veces; y, en Lucas, dos veces; en San Juan, una. Sin embargo, referido como “el ángel”, sin ninguna otra identificación, son muchas las veces que aparece en ambos Testamentos. De hecho, en el anuncio a los pastores, no se identifica al ángel, ni especifica que sea del Señor, ni tampoco lo llama Gabriel. ¿Se trata, de manera implícita, del mismo ángel? Pareciera, porque lo llama “el ángel”, como diciendo que ya se sabe de quien se trata. Pero, volvamos a lo de “una multitud del ejército celestial”. ¿Por qué esa diferenciación? ¿A qué multitud se refiere, a un grupo de los que estaban en ese momento, o, al grupo completo del ejército celestial, que ya era toda una multitud? El Evangelista dice que se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial. Pareciera hacer una diferencia. Pareciera. Y, con esto se complican las cosas en este análisis. Pero, ¡cuidado con espiritualizar el texto! Nos alejaríamos de nuestra metodología y propósito. En todo caso, dos cosas son ciertas en este capítulo: la primera: es que no hallamos elementos bíblicos que nos ayuden a esclarecer lo que el evangelista San Lucas ha escrito en ese trozo de evangelio. Por lo menos, de manera fácil y sencilla. Y, la segunda: es que estamos interesados en descubrir por qué ha escrito el evangelista eso mismo que nos tiene sin solución. Por lo menos, hasta este momento.

¿Qué hacer? Buena pregunta. ¿Dejar hasta aquí, sin resolver nada? No parece justo. ¿Continuar? Sí; ¿pero, cómo, si se nos agotan todos los recursos? No perdamos la calma. Volvamos a lo que ya hemos caminado, y que nos perdone el poeta, “porque, es verdad que atrás queda la huella que nunca vamos a volver a pisar”. Pero, no vemos otra salida, sino, volver para encontrar en lo andado alguna pista de solución. Y, así, tenemos descubierto que Lucas pareciera inspirarse en el profeta Daniel. Así, como el profeta, el Evangelista utiliza el mismo nombre del ángel. Eso ya es algo útil. Lo otro que habíamos señalado, más bien resaltado y descubierto, es que en la interpretación que Gabriel le da al profeta Daniel, es que se trata de una figura de hombre, y que se trata del tiempo del Fin. Y, esto pareciera ser la segunda pista. Veamos en qué nos pueden ayudar esos dos elementos: Gabriel- y el tiempo del fin. Y, sí, que nos ayudan. Porque, por un lado está el sujeto: el ángel (o Gabriel) que es quien aclara o interpreta la visión dada al profeta Daniel. Por otro, la interpretación: se refiere al tiempo del fin. Por aquí, empieza a encontrarse la solución del posible problema que hemos encontrado en la afirmación del Evangelista San Lucas.

b) El tiempo del fin: la alabanza: ¿Qué hace Gabriel (o el ángel) en el texto del libro de Daniel?: Interpreta la visión. ¿Qué hace el ángel (se supone que Gabriel, aunque no lo dice) en el texto de San Lucas?: Anuncia la noticia del nacimiento del Mesías. Y, aquí, existe una gran pequeña diferencia: en Daniel, interpreta, y, en San Lucas, anuncia. Y en la interpretación

- Prólogo -

dada al profeta Daniel aclara que se trata del tiempo del fin. San Lucas, está haciendo realidad la interpretación del libro de Daniel. En San Lucas ya no se trata de una especie de hombre, como era lo que estaba viendo el profeta Daniel, sino de un hombre, real, concreto e histórico, que ha nacido en un lugar específico, con unas características específicas: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” Ahora, es un hecho, no una visión. Desde aquí, parece que empieza a tener solución el enigma de la expresión del Evangelista San Lucas. Ahora, el problema se presenta con la interpretación lucana del tiempo del fin, del profeta Daniel. ¿A qué tiempo del fin se refiere? ¿Al fin del mundo? No pareciera que por esos lados haya que ubicarse, ya que, estaba visualizado en el profeta Daniel de que se trataba de una especie de figura de hombre. ¿De qué tiempo del fin, entonces? Es, pues, cuando parece tener sentido que el Evangelista San Lucas, esté utilizando la afirmación: “Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» ” Sin embargo, no queda todo claro. Aunque, empieza a esclarecerse un poco, o por lo menos, a iluminarse la interpretación que estamos haciendo de la afirmación del Evangelista San Lucas. Porque el problema que estamos tratando de resolver, en caso de que sea un problema, es ¿qué hace una multitud del ejército celestial, justo, en ese momento de la noticia del ángel a los pastores? Y, la respuesta la encontramos, en el entre comas de la misma afirmación de San Lucas: “alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las

alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» ” Y, con ello, se cierra la interpretación y la aplicación actualizada del libro del profeta Daniel en la nueva aplicación teológica del libro de San Lucas. San Lucas, de esa manera, está actualizando la profecía del libro del profeta Daniel y está reafirmando que se trata del tiempo del fin. ¿Y, cuál es el tiempo del fin, o, en qué consiste? En que la Gloria a Dios, está en la paz a los hombres en quienes él se complace. Por eso, la alabanza de una multitud del ejército celestial. Y esa paz está representada en el niño que acaba de nacer y que es la alegría de la noticia comunicada a los pastores. Pero, quedan preguntas sin resolver: ¿Entonces, en qué quedamos, en la posibilidad de la división de una multitud del ejército celestial que alababa a Dios? ¿Estaban divididos, o, no? Porque, ¿pareciera evidente que al decir una multitud, estuviera haciendo una diferencia? ¿Por qué no dice toda la multitud? ¡Cuidado, sin embargo, con espiritualizar los textos bíblicos, muy en especial el que estamos analizando! Para que quedemos un poco satisfechos, aunque no del todo, digamos, que en una ojeada a todo el evangelista San Lucas, es sorprendente, descubrir, que uno de los temas preferidos del evangelista, es, precisamente, la constante referencia a la alabanza y la bendición a Dios, por parte de muchos de los personajes de su libro. Por citar algunos, por ejemplo: Zacarías, cuando se le soltó la lengua, en el nacimiento de Juan el Bautista (Lc. 1,64); Simeón y la profetisa Ana, en el Templo, cuando la presentación del niño (Lc. 2,28; 38); el paralítico de la camilla (Lc. 5,25-26); la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc. 7,16). Y, así, todos los otros casos del mismo Evangelio (13,13; 17,15; 18,43; 19,37; 24, 53). Ese dato constante en el Evangelio de San Lucas, también presente en el caso del anuncio a los pastores, ¿no obedecerá a un tema preferido en San Lucas? ¿No

- Prólogo -

tendrá un propósito específico, como el de resaltar la admiración y la alabanza a Dios, como tema recurrente en todo el Evangelio? Por otra parte, nos queda un vacío. Y, hay que reconocerlo: no encontramos datos en el Antiguo Testamento para tratar de comprender qué cosa significa “ejército celestial”. Podría interpretarse que se trata de toda la naturaleza que exulta, en el sentido teológico, no literal, de la noticia y del hecho del nacimiento del Mesías. Y, entonces, esa expresión adquiriría sólo una interpretación poética personal del Evangelista, con gran carga y contenido teológico interpretativo. Podría ser y es válido, en caso de que así fuese. Y, parece que así sea. Es una nota única en el Evangelista, sobre todo, cuando la admiración y la alabanza, es un tema siempre presente en todo el Evangelio de San Lucas.

c) El tiempo de la paz en el hombre: En todo caso, para quedarnos con algo útil de este apartado, ¿cómo podría leerse ese trozo del texto del Evangelio de San Lucas? Pues, ya lo ha afirmado el propio evangelista: que la gloria a Dios está en que en la tierra el hombre tenga la paz. Y, que esa paz, no es otra cosa, que el Mesías que acaba de nacer y de lo que son portadores de la noticia el ángel y una multitud del ejército celestial que exalta en alabanzas a Dios, por tan único acontecimiento teológico e histórico. Y, en caso de que sea la interpretación de la expresión “una multitud celestial”, la naturaleza, pues, entonces, la naturaleza está gozosa por tan único acontecimiento por parte del mismo Dios para con el hombre en la realidad del Mesías. ¿No parece como lógico ese razonamiento?

¿Y, el tiempo del fin, anunciado en el profeta Daniel? Pues, el Mesías, que ya es la máxima alabanza a Dios, y, con Él, la paz en los hombres en quien Dios se complace, como lo ha teologizado el propio evangelista en el anuncio y de la noticia a los pastores. Ahora, bien. ¿Y, qué tiene que ver esta manera de analizar el texto que acabamos de ver con el título de este libro: “Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice)”? Pues, mucho. Ya, que, existe en el texto de San Lucas, analizado aquí, un texto oculto, que está ahí, pero, que a veces, no se analiza con detalle, como lo hemos intentado y conseguido. ¿O, no? Pero, ¡cuidado con espiritualizar los textos sin su vinculación profundamente teológica!

La multiplicación de los panes

Mateo 14, 13-23: Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.» Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.» Él dijo: «Traédmelos acá.» Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.

- Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes...

Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

Nos dedicaremos en este apartado a la multiplicación de los panes. Y, si en los anteriores hemos hecho preguntas, en este nuevo, no tenemos otra opción. Y, en este trozo sí que hay cosas que preguntar. Muchas son, sin duda. La primera puede resultar un tanto atrevida: ¿En verdad, Jesús, realizó la multiplicación de los panes? Ya la pregunta puede resultar motivo de escándalo. Pero, no hay por qué escandalizarse. Tiene que ser la primera pregunta de rigor. ¿Cómo fue la multiplicación de los panes y de los peces? ¿En qué consistió esa multiplicación? ¿Los panes y los peces alcanzaron para todos los que estaban en ese momento? ¿Cuántos estaban? ¿En verdad eran unos 5.000 hombres? ¿Si, con los hombres iban sus esposas, y, si todos estaban casados, no serían, por medida pequeña, 10.000 personas; y, si, con los padres irían algunos hijos, por lo menos uno por pareja, no llegarían a 15.000 personas? Un stadium de fútbol sería, entonces, pequeño para tanta gente. ¿Tanta fue la multiplicación porque tanta era la gente presente? ¿Qué hay de fondo en el número que da el evangelista San Mateo? ¿En qué consistió, según el evangelista San Mateo, en clave teológica, la multiplicación de los panes y de los peces? Antes, hay que mirar a los otros evangelistas, para ver qué dicen al respecto, y comparar los datos.

Datos comparados en los mismos Evangelios:

Hay varios datos importantes de resaltar:

Primero: había mucha gente que seguía a Jesús. Segundo: la hora del día: Según San Mateo, al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado...” (Mateo 14,15); según San Marcos, era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado...” (Marcos 6,35); según San Lucas 9,12: “Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente...”

Tercero: Los discípulos le hacen notar a Jesús que es tarde: “Ya es hora avanzada”, según Marcos (Mc. 6, 35); la hora es ya pasada, según Mateo (Mt. 14, 15); en el evangelio de San Lucas los discípulos no hacen referencia a ninguna hora o circunstancia del tiempo; el evangelista San Juan no dice nada de sí los discípulos le habían percatado de la hora, más bien, anota que es Jesús quien se da cuenta de la cantidad de gente que está allí y se preocupa porque no hay para darles de comer a tantos (cfr. Jn. 6,5).

Cuarto: El lugar: Según San Lucas, fue en Betsaida (Lc. 9,10); según San Mateo y Marcos, en un lugar solitario, después de viajar en la barca, sin especificar el lugar (Mt. 14,13; Mc. 6,32); según San Juan, a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades (Jn. 6,1).

- Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes...

Quinto: circunstancias del sitio: En Mateo 14,15, en Marcos 6,35 y en Lucas 9,12: “El lugar está deshabitado”: coinciden con la descripción de las circunstancias del lugar donde estaban. En el Evangelio de San Juan no hay ningún dato respecto a las circunstancias del lugar.

Sexto: La sugerencia de los discípulos: Los discípulos le sugieren a Jesús que despida a la gente para que vayan a comprar comida: Mateo 14,15: “Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.” Marcos 6,36: “Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.” Lucas 9, 12: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.» El evangelista San Juan, no dice nada respecto a sí los discípulos le sugieren a Jesús la idea de que despida a la gente.

Séptimo: Respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos: En Mateo 14,16, Jesús se muestra negativo a la petición y sugerencia de que se vayan, y, además manda que los discípulos les den de comer: Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» En Marcos 6,37 y Lucas 9,13 Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.» No dice nada de la primera sugerencia, es decir, de que los despidiera. Y les pide que sean ellos quienes les den de comer a todos. En San Juan 6,5, Jesús es quien está preocupado por la cantidad de gente. Ningún discípulo le sugiere nada, sino que es

el mismo Jesús quien toma la iniciativa: “Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?»”

Octavo: Reacción de los discípulos ante la orden de Jesús: Reaccionan, según sus circunstancias: no tenían y se lo hacen saber. Y, con ello, muestran la despensa, lo que hay: Mateo 14, 17: “Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»” Marcos 6,37: “Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»” Lucas 9,13 “Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»” Juan 6,7: “Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»”.

Noveno: Gesto de los discípulos: No se niegan y presentan alternativas: En Mateo y Lucas, admiten que solo tienen cinco panes y dos peces. En Marcos y también en Lucas presentan la posibilidad de ir a comprar, aunque en Marcos, es más una pregunta que un ofrecimiento: pero en Lucas se presenta como ofrecimiento: En Marcos: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”; en Lucas: “a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. En Juan 6,8-9: “Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»”

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Décimo: La procedencia de los panes y de los peces: En Mateo y Lucas: “No tenemos más que cinco panes y dos peces.” No se precisa quien los tiene, sí ellos, los discípulos, o alguien de la gente. En Marcos 6, 38 “Él les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»” En Marcos, pareciera que eran los discípulos quienes tenían sus provisiones, porque dice, después de haberse cerciorado. Mientras que en San Juan, es un muchacho de entre la gente: “Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces””.

Undécimo: reacción de Jesús: En Mateo manda que le lleven los panes y los peces. Y ordenó que la gente se acomodara en la hierba, por grupos de cincuenta, según San Marcos. Todos coinciden que eran como unos 5.000 hombres, sin contar a mujeres y niños.

Duodécimo: la acción de Jesús: “Tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”. En Lucas, Marcos y Mateo, después de pronunciar la bendición, partió los panes, se los dio a los discípulos para que estos los repartieran entre la gente. Según San Juan, no los partió, sino que los repartió, por lo visto, Él mismo, porque no dice que se los dio a los discípulos para que los distribuyeran.

Decimotercero: obligó a los discípulos a que se embarcaran: “Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.” (Mt. 14,22; Marcos 6, 45). Lucas no dice nada sobre la despedida, ni tampoco, de que obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla. Tampoco el Evangelio de San Juan. Podríamos seguir haciendo más comparaciones. Pero, quedémonos con las resaltadas hasta este momento, que ya son bastantes. Ahora, sometámoslas a preguntas. ¿Fue esa vez, la única, en que Jesús realizó la multiplicación? Esta pregunta es muy importante, porque, de hecho, según los Evangelios de San Lucas y de San Juan, Jesús, realizó sólo una multiplicación; mientras, que en San Marcos y San Mateo, dos fueron las multiplicaciones (cfr. Mt. 15, 32-39 y Mc. 8, 1-10, las otras dos). Pero no nos vamos a detener en esos datos. Bástenos referirlos, porque hay similitud en muchos de los detalles. El caso es esta multiplicación y a ella nos vamos a limitar para todas las preguntas posibles. Estamos claros, que había mucha gente.

Cuestionamientos sobre los datos encontrados: Era tarde: Vamos a la hora: era tarde: Aquí no se nos ocurre ninguna pregunta, por los momentos. Y, así, tenemos ya dos elementos básicos: mucha gente y era ya tarde. Tal vez, empezaría a oscurecer. Sin embargo, sería muy importante precisar, más o menos, la hora,

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porque en esas geografías, en épocas del año, comienza a oscurecer a eso de las nueve de la noche, según nuestros horarios. ¿Qué época sería: verano, invierno, primavera... ? Depende de cómo se escoja, podríamos determinar, qué tan tarde sería, aquel tarde de aquel día. Esto puede ser clave. El Evangelista San Juan sólo apunta que “estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos” (Juan 6,4). Luego, podría ser jueves o viernes, el día de la multiplicación de los panes y de los peces, de aquella tarde. Porque la Pascua se celebraba el día sábado, según la tradición judía. Volvamos a lo de que era ya tarde y era hora avanzada. San Marcos dice que era hora muy avanzada. Muy bien: ¿avanzada, para qué? ¿Para regresar en barca? Si era, como a las nueve de la tarde, según nuestros horarios y calendarios, ciertamente, representaría un peligro regresar a esa hora: tal vez la marea había subido, y representaba, realmente, un peligro. Tenían, entonces, motivos por los que preocuparse los discípulos. Así se lo hacen saber al propio Jesús los mismos discípulos: “Ya es hora avanzada”, según Marcos (Mc. 6, 35); la hora es ya pasada, según Mateo (Mt. 14, 15). Era tarde. Pero, ¿tarde para quien o quienes? ¿Para la gente que estaba allí, o, para los propios discípulos que tendrían que regresar en barca? ¿Para quién era tarde? ¿Por quiénes se preocupaban los discípulos, por la gente, o, por ellos mismos, que tendrían que cruzar en barca para regresar? Y, parece que este cuestionamiento, no está de más. Puede resultar clave. Tengámoslo presente para más adelante, porque parece que nos va a ser muy útil.

Los discípulos le hacen la observación a Jesús sobre la hora:

Por un lado los evangelistas van narrando y cuentan el detalle de que ya era hora avanzada, los evangelistas que dan esos detalles, por supuesto. Por otra, cuentan, que los mismos discípulos le hacen a Jesús la observación sobre la hora, que ya era avanzada. Ante esa observación, sugieren, que lo mejor es que Jesús los despida para que se vayan. Este detalle lleva a preguntar: ¿no era, en verdad, que quienes tenían preocupación eran los propios discípulos de Jesús? ¿Más bien, miedo, tal vez, pánico? ¿No sería una verdadera hazaña regresar tan tarde, es decir, en hora avanzada, en una barca?

Las circunstancias del sitio: El lugar está deshabitado. Ésta circunstancia hace que la situación sea más complicada todavía. Si se hace difícil al paso del tiempo en aquel sitio, porque ya es hora avanzada, no habrá otra alternativa que quedarse. Pero, hay un problema: el lugar está deshabitado. ¿Dónde van a dormir si no hay posadas ni cabañas, porque el lugar está deshabitado? ¿No habría posibilidad, en todo caso, de pasar, igual, allí la noche? ¿No podrían improvisar carpas y demás para dormir? Tal vez, el tiempo de la época del año hubiese sido importante precisarlo para poder determinar si era inconveniente quedarse toda la noche en el sitio. Además, nadie alega que ese sea el problema, sino, que no hay comida para tantos. Nadie alega respecto al dormir, ni cómo, ni dónde. Aunque, en el Evangelio de San Lucas hay una referencia a ese detalle, cuando dice: “Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.»” (Lucas 9, 12). El problema no es el alojamiento, porque no lo hay. El problema es que es tarde, y es preocupante el regreso, ya para la gente, ya para los mismos discípulos y Jesús. Tal

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vez, el mar era, en el fondo, el tema de la preocupación. Tal vez. A sabidas cuentas, ellos mismos eran pescadores, y con toda seguridad, sabrían de lo riesgoso del mar a esas horas del día. Quizás, por eso, la sugerencia e insistencia. El quedarse en el sitio está descartado, incluso para los mismos discípulos. De hecho, ninguno le dice a Jesús para que le diga a la gente que vayan a comprar comida y que vuelvan otra vez para seguir la reunión que tenían. Nadie presenta la posibilidad de ir y volver, sino de ir, e, irse, de manera definitiva. El quedarse y pasar la noche no está en las posibilidades. El sitio es deshabitado.

Respuesta de Jesús a la sugerencia de los discípulos: “Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» Él les dijo: «Dadles vosotros de comer.»” (cfr. Mateo 14,16; Marcos 6,37; Lucas 9,13). Con esa respuesta y salida de Jesús, ante la petición y sugerencia de los discípulos, ¿Jesús, estaría presentando la posibilidad de quedarse, porque dice “no tienen por qué marcharse”? Pero, tampoco presenta la idea de que se vayan a quedar. El problema, es el problema, en caso de haberlo, y, es que hay que darles de comer. No otro. Con esa respuesta Jesús no está contrariando a sus discípulos, porque no está diciendo que se van a quedar, sino que hay que darles de comer. Y hay que ingeniárselas para ello. ¿Pero, cómo, si no hay, nada más, que cinco panes y dos peces? Hay que ingeniárselas. Cinco panes y dos peces, pues, era irrisorio para tantos. Sin embargo, presentan una salida: ir a comprar. En Marcos 6, 37, la propuesta está hecha en forma de pregunta, y, suena, como, a la defensiva: “Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»” En

Lucas 9,13, la propuesta es más suave y suena como propuesta: “Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»”. El “a no ser” de Lucas suena como una posibilidad y como la salida válida. Es una lástima que ningún evangelista nos refiera el nombre o los nombres de los discípulos que se pusieron a la defensiva, en el caso del relato de San Marcos; o, en su caso, de los que hicieron la propuesta, según San Lucas. Simplemente, generalizan: “ellos”. Porque, en el caso de Marcos, tal vez, estarían diciendo ¿quién se va a atrever a cruzar el mar y volver, a estas horas? ¿No sería una locura, a estas horas, sobre todo al regreso con la comida, que se supone que será más tarde, todavía, y el viaje, no sería riesgoso? Tal vez, la defensiva en la que se colocan los discípulos, según San Marcos, era, más que justificada. Pero, Jesús, no estaba diciéndoles que fueran a comprar, sino que les dieran ellos de comer. Había que ingeniárselas. Esa era la respuesta de Jesús. El problema, era, ¿cómo, sí, solo, hay cinco panes y dos peces? Otro detalle importante, aunque no es el que más, es, que, por lo menos, tenían algún fondo económico consigo. Así se desprende de la versión de San Lucas: “a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Aunque, según San Marcos, podría interpretarse que ¿ir a gastar “doscientos denarios de pan para darles de comer”?, también, sería a la defensiva. Como diciendo: ¿Vamos a gastar de lo nuestro para darles a tantos? No dejará de haber alguien que ubique en este pasaje a Judas Iscariote como el autor de la defensiva. Pero, sería, realmente, demasiado forzada esa ubicación. Tampoco se trataría de que fuese de la caja chica que saldría el dinero. Tal vez, harían una colecta especial entre todos para resolver el problema, que era de todos. No se sabe. Eso, en el caso de que hubiese

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sido la salida ir a comprar. Pero, como no era, queda descartada esa posibilidad. El tema es que hay que resolver. Hay mucha gente, tienen hambre, y, es muy tarde. Pero hay que darles de comer. Hay que resolver.

Sobre la procedencia del pan y de los peces: Hemos notado en el décimo detalle comparativo (véase página 31) que en Mateo y Lucas, no se precisa quien los tiene, sí ellos, los discípulos, o alguien de la gente. En Marcos 6,38, pareciera, que eran los discípulos quienes tenían sus provisiones, porque dice, después de haberse cerciorado. Mientras que en San Juan, es un muchacho de entre la gente. Los cinco panes y los dos peces no salen de la nada. Allí había quien los tenía: ya de entre los discípulos, ya de entre la gente, ya un muchacho, en concreto, según San Juan. Hay cinco panes y dos peces. Por lo menos, hay algo, y, ya eso es mucho, aunque, poco, para tantos. Además, “Dios proveerá” (cfr. 2 Reyes 4, 1-7, 42-44; Ex. 16; Nm. 11). Jesús no crea los panes. No los hace aparecer como por arte de magia. Y, aún, cuando fuese magia, en algún lugar los tendría que tener. Porque el mago lo que hace es parecer fantasioso lo que ya tiene preparado de antemano y con su rapidez hace ver como real lo que no es sino preparado. Jesús no hace magia. Porque los panes y los peces están. Ahí están. Muy bien: los panes y los peces están. ¿Quién los tenía, los discípulos? ¿De qué tamaño eran los panes, e, igual, de qué tamaño eran los peces? Vamos a suponer que eran de los discípulos.

En el caso supuesto afirmativo de que eran de los discípulos, se supone que era la comida para trece personas, incluido el mismo Jesús. Entonces, los panes tendrían que ser lo suficientemente grandes para que alcanzara para trece personas, e, igualmente, los peces. Aunque, los peces, no serían tanta dificultad porque como eran pescadores y estaban en la orilla del mar, podrían apelar a sus artes de pescadores. Cinco panes para trece personas, significaría que de cada pan sacarían tres pedazos a la hora de la distribución, porque en una cuenta simple, sería trece dividido entre cinco, da, dos punto seis; es, decir, tres trozos de pan de un solo pan. Y, aún, así, sobraría dos pedazos de pan. De manera que si los panes eran lo suficientemente grandes, podrían comer los trece, incluido Jesús. ¿Y, los peces, de qué tamaño serían? Lo suficientemente grandes para poder comer trece personas. O, sea, que de un pescado comerían, por lo menos, seis o siete de los discípulos; y, con el otro, los restantes del grupo. Eso, en el caso, de que las provisiones hubieran sido de los mismos discípulos. ¿Y, si los panes y los peces eran de algún otro grupo familiar? Se aplicaría la misma regla, dependiendo de cuántos fuesen los integrantes del grupo. De allí, también, dependería el tamaño. ¿Y, si eran del muchacho que los ofreció, según el Evangelio de San Juan? Habría que preguntarse si el muchacho andaba solo o con su familia. Porque si andaba solo, el muchacho andaba muy bien equipado y prevenido. Pero, si andaba con su familia, pues, sería la comida de la familia. El hecho, es, que ya había panes y pescado. Había algo. La pregunta obligada es: ¿era la única persona o caso, o, no habría más gente que llevaría sus provisiones para el camino? Sería muy simple y simplista pensar que la gente no tomaría sus precauciones, al respecto.

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Sí es así, a estas alturas, tenemos que preguntar: ¿Significaría, entonces, que todos colocaron en común lo que llevaban como provisión familiar, solo, o de grupo, para que todos pudieran comer? ¿En eso consistió la multiplicación de los panes y de los peces? ¿Podría interpretarse como un ofrecimiento espontáneo del muchacho del que refiere el evangelista San Juan? ¿Cómo habría que interpretar la expresión del evangelista San Juan el “aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”? ¿Ese “aquí hay un muchacho”, qué estará diciendo: será, que más allá, hay otro, y, más acá, también, y, así, sucesivamente? ¿Ese “aquí hay un muchacho”, no sería el primer ofrecimiento de muchos ofrecimientos, después del el del muchacho? ¿La multiplicación, como tal, no sería que en ese sitio, deshabitado, y, a esas horas del día, muy avanzada la hora, con pocos recursos, a nadie le faltó nada porque todos colocaron en común lo que cada uno o por grupo llevaban? ¿Y, en ese detalle del compartir lo poco o mucho para todos, Jesús, tiene el liderazgo de hacer que todos, justamente, se abrieran a las necesidades de pan para todos, como consecuencia de su misma predicación, pues no estaba hablando del Reino de los Cielos y de sus características? “Dios provee”.

Sobre la bendición de los panes y la repartición: “Tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”. Así lo presentan Lucas, Marcos y Mateo. Hay un detalle importante de resaltar: no dice que se multiplicaron los panes; tampoco, dice que se reprodujeron. Dice que partió los panes: “partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente”.

Las preguntas son inevitables. ¿Por qué partió los panes? ¿Por qué los va a partir, si se supone que están multiplicados? ¿Y, si están multiplicados por qué no los da enteros para que a cada uno le toque un pan entero, igualmente? ¿Por qué tiene que partirlos? Y los partió, porque los partió, según Lucas, Marcos y Mateo, ¿en cuantos pedazos partió cada pan, por la mitad, en varios pedazos, en cuántos? ¿Cuántos pedazos salieron de cada pan: tres, dos, cinco? Igual con los pescados. ¿Si se trata de una multiplicación por qué tiene que partirlos para después repartirlos? ¿En qué consiste, entonces, la multiplicación de los panes? ¿O, multiplicación significa, en este caso, que con lo poco que había todos lograron comer porque rindió para todos? ¿O, multiplicación significa que todos fueron capaces de compartir lo poco o mucho que llevaban, que fue suficiente para todos, precisamente, por la generosidad y el desprendimiento de todos para con todos? Desde estos planteamientos, ¿cómo hay que interpretar el verdadero sentido teológico de la multiplicación de los panes y de los peces? ¿Tiene alguna connotación oculta el relato de la multiplicación de los panes y de los peces por parte de Jesús? Una cosa si parece clara, y, es que no tiene sentido que haya habido multiplicación, y, que después haya partido los panes. ¿Los panes se multiplicaron porque estaban multiplicados, en sí y como tal, o, porque al multiplicarse los trozos sacados de los panes fue suficiente para todos los que estaban en ese lugar? Para poder tener algo al que asirnos, no tenemos otra tarea, que regresar otra vez a los mismos Evangelios que narran la multiplicación, sobre todo al comienzo de cada relato. A lo que le precede porque ahí tiene que estar la clave de la respuesta a estos cuestionamientos.

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Así, preguntar al texto: ¿qué hacía Jesús? Les hablaba a la gente. Muy bien. ¿Pero, de qué les hablaba? Ahí está la respuesta: les hablaba del Reino de los Cielos. No se trata de organizar un cronograma de toda la vida y palabras de Jesús, porque es imposible, sobre todo en el sentido de una crónica, como ya lo hemos señalado en algunas otras oportunidades; pero, sí, es preciso ubicar en líneas generales toda la actividad de Jesús. Según el Evangelio de San Mateo le había hablado a la gente de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu...”(cfr. Mt. 5,1-12); les había hablado sobre que “vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo”(cfr. Mt. 5,13-14); les había hablado de ser mejores que los escribas y fariseos (cfr. Mt. 5,20 ss.); les había hablado de la limosna en secreto y del Padre nuestro (cfr. Mt. 6); del abandono en la Providencia (cfr. Mt. 6,25 ss.); les había hablado de la regla de oro: “todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esa es la Ley y los Profetas” (Mt. 7, 12); les había hablado de poner en práctica todas las palabras que habían escuchado de su boca, y les había hablado del hombre prudente que había construido sobre roca (cfr. Mt. 7, 21-27); les había hablado en parábolas: del sembrador, de la levadura, del trigo y de la cizaña, del grano de mostaza; del tesoro y de la perla; de la red (Mt. 13, 1-51), y, todas las había comparado con el Reino de los Cielos. ¿Y, no sería todo ello una preparación para que se realizara el efecto de la multiplicación de los panes y de los peces? ¿Qué era el Reino de los Cielos, si no, una apertura al otro, un abrirse al otro como a un prójimo, un semejante? ¿Y, no sería, en ese lugar deshabitado y sin más comida que la poca que cada uno pudiera tener, la ocasión de ponerse en práctica, precisamente, todo lo que venía hablándoles? ¿En qué pudo consistir, verdaderamente, la multiplicación de los panes?

¿Cuál es el sentido teológico y de la predicación de Jesús, en ese justo momento, de la multiplicación de los panes y de los peces? ¿Será la de una manifestación de su poder sobre unos panes y unos peces, inanimados? ¿O, será, más bien en el poder de su palabra para ablandar aquellos corazones y mentes de manera que llegaran a compartir lo mucho o poco que tenían, para que todos pudieran comer? ¿Cuál es el sentido teológico de su palabra y predicación, como resultado de su actividad, en el hecho de la multiplicación de los panes y de los peces de aquel día, en lugar deshabitado y sin provisiones? ¿Dónde podría estar lo maravilloso de la multiplicación? ¿Sí, (suponemos solamente) no fue en esa apertura al otro, no sería, más bien, un fracaso de todo lo que venía predicando y enseñando? ¿Dónde estará lo maravilloso de esa multiplicación? ¿En qué consistió, verdaderamente, la multiplicación? En todo caso, ahí están todos los datos. Y, volvemos a la insistencia de siempre: ¡cuidado con espiritualizar demasiado los textos porque nos perdemos el fondo teológico! Tampoco es que se está negando la multiplicación. Nos libre Dios, de semejante atrevimiento.

Sobre el regreso de los discípulos: “Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.” (Mt. 14,22; Marcos 6, 45). Recordemos lo que habíamos dicho en forma de preguntas sobre el temor de los discípulos de la hora avanzada (véase página 33). Decíamos que, aparentemente, el temor de la hora avanzada era justificado para los discípulos. Aquí, en este versículo, podríamos encontrar una respuesta: “Inmediatamente obligó a los discípulos a

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subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.” Llama la atención el que obligó a los discípulos: ¿tenían miedo del regreso a esas horas, y, más tarde, que antes? ¿Por qué tenía que obligarlos? ¿Acaso, no tenían razones justificadas? Eran pescadores y sabían de las bondades del mar, pero, también de sus nobondades, más, si era tarde para el regreso.

A modo de conclusión: ¿Hubo, o, no, multiplicación de los panes y de los peces? Sin duda, que la hubo. Así, nos lo refieren los Evangelios. ¿Pero, en qué consistió la multiplicación? Ahí queda la pregunta. Nos quedó un detalle, sin embargo, por resaltar: la bendición de los panes y de los peces, por parte de Jesús. Ese simbolismo está relacionado con la institución de la Eucaristía y hay allí un preanuncio a ella, en la Última Cena, porque según el Evangelio de San Juan 6, 4: “estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos”. Pero, ese tema lo dejamos para otro apartado.

«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños”

Lucas 10: 21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 22 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» 23 Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! 24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»

Este pasaje del Evangelio de San Lucas (y su paralelo, Mateo 11, 25-27), ciertamente, ha inspirado muchas páginas de reflexión. Existe en él una gran dulzura y un no sé qué de cosas bonitas que inspiran paz.

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Haremos otro tanto, como hasta ahora, con este apartado y extracto del Evangelio de San Lucas. Llamará la atención, a estas alturas, que casi no se analiza los textos del Evangelio de San Juan. Pero, hay que decir que el Evangelio de San Juan hay que mirarlo con una lupa muy especial, porque existe en él muchos textos con una gran carga de como de odio, que en lo personal, sorprenden. Habrá que dedicarle todo un apartado especial y exclusivo al Evangelio de San Juan, a su debido tiempo, para descubrir, por qué esa su posición. Sólo se trata de una simple apreciación artificial. Pero, será, cuando será. Ahora, es este extracto del Evangelio de San Lucas.

Observación sobre la metodología de nuestro libro: En nuestra constante observación siempre hemos alertado de evitar la espiritualización de los textos, para no perdernos de su contenido teológico. En este, volvemos a la insistencia, pero, con más fuerza, porque, se tiene que hacer demasiada lucha, porque lo primero que se nos asoma, no es otra cosa, que espiritualizarlos, precisamente, por la dulzura que inspira el texto entresacado. De hecho, después de leer ese pedacito, se queda con un sabor bonito. Y, aquí, puede resultarnos la tendencia de espiritualizar su contenido. Aunque, tampoco podemos olvidar que a mayor teología, mayor espiritualidad, porque van juntos. Pero, más espiritualidad tiene que tener de fondo y fundamento una auténtica teología. Evitaremos a toda costa la separación y buscaremos su complementariedad. No nos va a ser fácil, en este apartado. Trataremos de ser fiel, en la medida que podamos, de mantenernos fiel a la metodología trazada desde un principio.

Elementos de resaltar del extracto de San Lucas: • •

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En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.»

Hubo que resaltarlo todo. Por más que se intentó separar y descomponer el extracto, no se pudo y no se puede. Precisamente, porque todo es muy bonito. Definitivamente.

Datos del mismo Evangelista para preguntar: a) En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo: Es tan bonito, que ya el mismo Evangelista lo calificó antes de colocar lo que Jesús iba a decir: “En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo...”. Ya, el Evangelista lo está diciendo todo con esa sentencia preliminar: “se llenó del gozo del Espíritu Santo.”

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¿Qué podemos preguntar que ya no esté dicho por el mismo Evangelista? ¿Con ese sello, qué se puede preguntar? Pareciera, como que se nos limita toda posibilidad de preguntas. Pero, como queremos evitar lo que siempre hemos querido en nuestra metodología, hagamos de atrevidos, y, realicemos preguntas, muy a pesar de todo. A pesar de como que se nos cierran las posibilidades, hay, en la misma sentencia del Evangelista una pequeña puerta por la que podemos tratar de abrir las preguntas. Dice el Evangelista: “en aquel momento, se llenó...”. Si dice en aquel momento, se puede entender que en otros momentos, no. ¿Es decir, entonces, que no siempre, Jesús, estaba lleno de gozo en el Espíritu Santo? Y, ya, esa puerta nos comienza a abrir muchas otras puertas más. ¿Por qué, justo, en ese aquel momento? ¿Y, sí fue justo en ese aquel momento, que se llenó de gozo en el Espíritu Santo, en qué otros momentos, no estaba lleno de gozo en el Espíritu? ¿Es posible, entonces, que Jesús, no estaba todo el tiempo de su vida, lleno de gozo en el Espíritu? ¿Será eso lo que nos estará queriendo decir el Evangelista? Porque, pareciera que se hiciera una diferencia. Así, por lo menos, pareciera notarse en la propia sentencia del Evangelista. Miremos al mismo Evangelio para ver en dónde, en cómo y cuándo, se da y se repite esa misma referencia de que se llenó de gozo en el Espíritu Santo. Sí es que se da. Y, en caso que se repita, buscar los parecidos y las diferencias. Y, no aparece como tal, en todo el resto del Evangelio, ni antes, ni después. Por lo menos, referido a Jesús, propiamente dicho. Ya que cuando se habla del nacimiento de Juan el Bautista hay una referencia al gozo por el nacimiento de Juan, y, Juan estará lleno del Espíritu Santo (cfr. Lc. 1, 14-15). Y, en Lucas 4,1, en las tentaciones, dice, que “Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto...”. Pero no dice nada respecto

a lleno de gozo en el Espíritu Santo. Dice lleno del Espíritu Santo, mas, no “de gozo”, que es lo que, por ahora, nos está llamando la atención y dedicación. Se podría alegar que es ser demasiado detallista y que es una exageración pretender buscar y encontrar con exactitud una referencia tal. Y, que, todavía más: es, una pérdida de tiempo. No se quita razón. Pero, esos detalles nos han ayudado a descubrir cosas muy interesantes en nuestros apartados anteriores. Así, que, sigamos perdiendo el tiempo, si es que se llegase a considerar esa posibilidad en nuestra metodología, hasta, ahora, muy útil, respetando esa opinión, por supuesto. Y, aquí, ya nos ubicamos a la defensiva como en el caso de la multiplicación de los panes, según el Evangelio de San Marcos (véase página 34 y siguiente). ¿Entonces, qué querrá decir San Lucas con se llenó de gozo en el Espíritu Santo? 1. Lleno de Espíritu Santo:

Traigamos, en todo caso, las dos citas encontradas en el mismo Evangelio de San Lucas, sobre lleno de Espíritu Santo, y, comparémosla con la cita que nos tiene interesados. “Lleno de Espíritu Santo” (cfr. Lc. 1, 14-15; 4,1), una, en el caso de Juan el Bautista, y, la otra, en las tentaciones de Jesús. También, la cita del texto que estamos analizando: “En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo...” (Lc. 10, 21). Aquí, podría haber alguna diferencia, y, tal vez, esté la clave. Tal vez. Algo nos dice que existe una diferencia. En el caso de Juan el Bautista dice que estará lleno de Espíritu Santo (cfr. 1,15), y en las tentaciones, también, lleno de Espíritu Santo (cfr. 4,1). ¿Qué hay de diferente? Aparentemente, nada. ¿Algún otro personaje, según San Lucas, estaba, o, era lleno de Espíritu

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Santo? Sí; el sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista (cfr. Lc. 1, 67-79), cuando escribió el nombre que deberían ponerle al niño, y se le soltó la lengua, exultando en alabanzas a Dios con el famoso cántico de Zacarías: Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

Esta nueva cita nos lleva a descubrir que tres personajes estaban llenos de Espíritu Santo en el Evangelio de San Lucas: Juan el Bautista, Zacarías, su padre; y, Jesús. Según el mismo Evangelio, se puede notar la diferencia entre los tres: dos, Juan y Jesús, estaban llenos de Espíritu Santo; mientras, que, Zacarías quedó lleno para profetizar y para la alabanza a Dios. La diferencia parece ser que la de Zacarías había sido por ese momento, no para siempre desde ese momento. Esa diferencia es útil e interesante. Y la alabanza de

Zacarías parecer ser estar en función de Jesús, a través del niño Juan, que acababa de nacer, pues ya lo dice el texto lucano al final del cántico de Zacarías: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc. 1, 76-79).

Este hallazgo, realmente, es interesante. 2. Tres personajes llenos de Espíritu Santo, según San Lucas:

Tres personajes, según San Lucas, estaban llenos de Espíritu Santo: uno, momentáneo y circunstancial, y, dos, por lo visto, permanentes. Y, de los dos permanentes, uno en función del otro. Juan, en función de Jesús. Ya lo dice y exalta el cántico de Zacarías, al decir: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos...” (Lc. 1,76). Nos quedan los dos que están llenos de Espíritu Santo: Juan y Jesús. Este hallazgo y descubrimiento nos lleva a preguntar: ¿Ese estar lleno de Espíritu Santo, al que se refería cuando el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, estará (cfr. Lc. 1,15), será en igualdad de condiciones que Jesús? Esto ya es tarea de los teólogos de profesión, indagar las diferencias. Aunque, podríamos señalar la que se desprende del mismo cántico de Zacarías: “pues irás delante del Señor para preparar sus caminos”. Eso ya podría condicionar lo permanente en Juan el Bautista. La condición sería “para preparar sus caminos”. Pero, eso es tarea de los teólogos de oficio y de encargo expreso de la Iglesia, como Magisterio. En todo caso, nos resulta útil,

- Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes...

notarlo y diferenciarlo, en caso de que sea válida la diferencia anotada aquí. ¿En el caso de Jesús, existe alguna posibilidad de condicionamiento en cuanto a lo permanente sobre lo lleno de Espíritu? Ya la pregunta es un atrevimiento, pero, igual hay que hacerla para hacer justicia con los tres. Para tranquilidad de todos, no encontramos, ninguna referencia en el mismo Evangelio de San Lucas, nada que parezca condicionar a Jesús, respecto a lo de lleno de Espíritu. Además, si los otros dos, Juan y Zacarías, estaban en función de Jesús, no se ve por qué tiene que haber algunas condiciones para Jesús, que era y es el centro hacia el que giraba todo, ya Juan, ya Zacarías. Pero, había que hacer justicia. Y estamos parejos. En caso, de que hubiese empezado a haber una muestra de susto al respecto, hay que descartarla. ¿Y, en los otros evangelios, qué? Buena pregunta y buena puerta que se abre. Intentemos abrirla del todo, a ver, a dónde nos conduce. En Mateo, no hay ninguna referencia: ni lleno de Espíritu Santo, ni, se llenó de Espíritu Santo. En Marcos, tampoco. En el Evangelio de San Juan aparece como “lleno de gracia y verdad”, referido al Hijo, a Jesús: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1, 14). Pero, no aparece nada respecto a lleno de Espíritu. Así, que abrimos la puerta, y no nos condujo a ningún lado, respecto al tema que estamos tratando. Es una puerta que conduce a una calle ciega, respecto al tema que nos ocupa, por lo menos, a la manera como lo estamos tratando en este apartado. Sólo Lucas, según hemos descubierto. Y, eso, es bastante y por de más útil.

b) «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lc. 10, 21-22).

Corresponde, ahora, a la alabanza pronunciada por Jesús, una vez que se llenó de gozo en el Espíritu Santo: “Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.” Y, la revelación inmediatamente posterior del mismo extracto. 1) El texto seleccionado de Lucas está en conexión con el cántico de Zacarías:

En esta alabanza de Jesús al Padre, encontramos una estrecha relación con Zacarías y su cántico. A Zacarías, lleno de Espíritu Santo, se le soltó la lengua, que hasta ese momento estaba torpe por no haber creído en el anuncio del ángel, y exulta en alabanzas a Dios, por el hijo, que le acababa de nacer y de quien profetizaba lo que profetizaba. Ahora, Jesús, una vez que se llenó de gozo en el Espíritu Santo, exclama lo que exclama, según el Evangelio de San Lucas. Y,

- Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes...

hay una gran relación y unidad. Pareciera, más bien, que una completa y complementa a la otra. Veamos los datos: En el caso de Zacarías, hay un cántico maravilloso de alabanza por el hijo que le acaba de nacer. Pero, el hijo le causa la alegría que le causa, y cómo habría de causarle, sobre todo a su edad, y, cuando las circunstancias le eran adversas desde el punto de vista de la naturaleza humana, no es tanto por el hijo, que ya es bastante motivo de alegría. Sino, por lo que el hijo representa para él como sacerdote del antiguo rito judío, y, como verdadero hombre de fe. El nacimiento de un hijo, a su edad, y con su mujer pasada de tiempo de fecundación, también por la edad, ya era motivo, más que suficiente, para estar alegre y contento. Pero, el hijo representaba para él el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su pueblo. El gozo que Zacarías experimenta, o que por lo menos, lo que resalta el Evangelista San Lucas, está en que será grande porque será quien preparará el camino a la Luz que va a venir. Volvamos al cántico de Zacarías, como tal. No tenemos otra que volver a él, para entender esa estrecha relación (Lc. 1, 67-79): Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días.

Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

Zacarías, se dirige, entonces, al niño, a su hijo, y lo exalta diciéndole: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios...”. Lo alaba, ciertamente, pero, porque será grande por la misión que tendrá, escogido por Dios, para cumplir las promesas. ¡Cómo habría sido, realmente, la alegría y el júbilo de aquel anciano! Y, el evangelista San Lucas coloca en su boca el cántico de la alabanza y de la alegría porque se acerca el camino, se acerca la luz: “una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. 2) En relación al Mesías:

La alegría, según el Evangelista San Lucas, está en el gozo del nacimiento, ciertamente, pero, en relación al cumplimiento de las promesas hechas por Dios al pueblo de Israel. Y, las promesas están en única relación con el Mesías, con Jesús. El niño Juan, después llamado el Bautista, hijo de Zacarías y de Isabel, su mujer, y, el mismo Zacarías, son importantes porque están en relación con el cumplimiento de las promesas. Por eso, esos dos personajes, Zacarías, primero, y, después, Juan, su hijo, están llenos de Espíritu Santo. Ahora, se entiende, por qué el Evangelista San Lucas, hacía esa

- Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes...

conexión y les daba esa característica específica, y, también única en todo su evangelio. En el relato del nacimiento de Juan el Bautista está la preparación del entorno mesiánico inmediato de la revelación que va a realizar Jesús, en el propio San Lucas, cuando, ahora, se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y, también, como Zacarías, exulta en alabanzas al Padre, y, dice: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lc. 10, 21-22).

Justo en el cántico de Zacarías está la explicación de las alabanzas al Padre, por parte de Jesús, de esconder sus cosas a los sabios y entendidos, y habérselas revelado a los pequeños. Pero, eso no es todo. Viene de inmediato la revelación y el esclarecimiento total de lo que se anunciaba en el cántico de Zacarías, por parte del mismo Jesús, según el juego metodológico en la mentalidad del Evangelista San Lucas: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Es decir, el Evangelista, está colocando en la manifestación y alabanza de Jesús al Padre, la clave de la Revelación, del que es instrumento su propio Evangelio.

3) Comprensión y esclarecimiento de la metodología de San Lucas:

Ahora, se entiende el por qué es el único Evangelio que habla de tres personajes que estaban llenos del Espíritu Santo. Obedece a una metodología teológica. ¡Qué grande este evangelista San Lucas, definitivamente! Sobre todo, que gran conocimiento y dominio de las Sagradas Escrituras, del autor del Evangelio de San Lucas, porque en ese cántico de Zacarías están incluidas todas las expectativas del antiguo pueblo de Israel. El autor del Evangelio de San Lucas, coloca en boca de Zacarías, todo el resumen de las esperanzas mesiánicas del pueblo de Israel. Y, así, como con el cántico del Magnificat, coloca en labios de la Virgen, que no es de la Virgen, sino un procesado de Lucas de todas las Escrituras respecto al Mesías, otro tanto, hace con la escena del nacimiento de Juan el Bautista, con miras al Mesías, como tal. De hecho, en el cántico de Zacarías, que no es suyo, sino un procesado del autor del Evangelio de San Lucas, hay un compendio ideológico y continuado de los salmos 41, 105, 111; del libro del Levítico 26, 42, del libro del Génesis 22, 16-18, del libro de Miqueas 7, 20, del libro de Isaías 40, 3, del libro de Jeremías 6,14; 11,5, de Isaías 40, 3, del libro de Zacarías 3, 8, del libro Los Números 24, 17... y muchos otros.

c)

Otros detalles del mismo extracto de San Lucas:

Había llamado la atención en el comienzo de este capítulo el que el evangelista colocara en su relato “se llenó del Espíritu Santo”. Hemos indagado y hemos hecho nuestros propios hallazgos. Muy útiles. Nos hacíamos las preguntas que nos hacíamos. Algunas quedaron satisfechas, otras, no. Pero, nos ha ayudado lo que hemos

- Yo te bendigo, Padre... porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes...

descubierto. Para gloria de Dios y beneficio nuestro, sin la menor duda. Sobre todo, que conseguimos no espiritualizar los textos, cosa que nos preocupaba sobremanera. Menos mal. Pero, hay, algunos detalles que valen la pena, por lo menos, referirlos, antes de dar por terminado este capítulo. Uno de esos detalles es sobre se llenó. Ya no del Espíritu Santo, porque, quedó, si no, del todo, por lo menos, algo resuelto y entendido. Y, eso es bastante. El detalle al que se quiere referir es sobre se llenó. Así, en sentido general. Resulta que ojeando el mismo Evangelio de San Lucas tiene sentido el se llenó del propio Evangelio. Y, aparece varias veces el se llenó, ya no del Espíritu Santo, como tenemos dicho, sino de odio, de rabia, de temor, de alegría. Y, con ese hallazgo, parece, entonces tener sentido que el propio evangelista detallara que Jesús se llenó del Espíritu Santo, como para diferenciar de qué se llenó, a diferencias de qué se llenó con otros elementos distintos del Espíritu Santo, ya no Jesús, sino, algunos personajes del mismo Evangelio. Veamos: En el caso de la curación del paralítico de la camilla: Lucas 5, 26: El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.» En el caso de la tempestad calmada: Lucas 8, 25: Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?» En el caso de los ritos de purificación: 11,38-39: Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos,

purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. En la entrada a Jerusalén: 19, 35-37: Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Sólo como referencia, nada más.

El Evangelio de San Juan: (algunos elementos que llaman la atención)

En un apartado anterior habíamos dicho que nos llamaba la atención ciertas maneras especiales del Evangelio de San Juan (página 45 y la anterior) y que considerábamos la posibilidad de dedicarle todo un capítulo a ese Evangelio, para descubrir esa su manera peculiar de algunas maneras de ver, que parecieran, como contradictorias. Como nuestra metodología nos ha ayudado mucho, hasta los momentos, vamos a dedicarnos exclusivamente a todo el Evangelio de San Juan, mirando y resaltando esos detalles que sorprenden en una mirada rápida. Tal vez, esa apreciación inicial, no sea, más, que una falsa apreciación. Pero, en todo caso, estamos como obligados a escudriñar para comprender. Y, también, sorprendernos, en caso de que haya sorpresas. Y, no debería, menos, de haberla, con seguridad.

Condiciones para leer cualquier libro:

a) En sentido general: Cuando nos disponemos a leer cualquier libro hay que tener siempre un mundo de consideraciones, como: el estilo, el tema, el recurso literario, el origen del autor, sus tendencias, su metodología al

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – escribir, y, un sin fin de elementos. Y, con cada autor y cada libro, hay que hacer siempre esa lista general, tanto, antes, como después de su lectura. Después hay que hacer varias paradas, mientras se va leyendo, para re-ubicar, cada vez, todas las posibles impresiones que nos va causando y generando cada cosa, ya sea nueva, ya constante, en todo su recorrido. Esas paradas son necesariamente obligatorias para poder comprender tanto lo que se lee, como al autor y su línea. Esa tarea hay que hacerla con todos los libros que se leen. Porque, no es lo mismo leer La Divina Comedia de Dante que leer un libro de historia seria, o leer el Principito de Saint Exupery, como leer El Capital de Marx y Engels. Son dos estilos y recursos muy distintos. Cada libro tiene perspectivas distintas, en este caso comparativo, y, en todos los casos posibles. Esa precisión nos evitaría muchos inconvenientes interpretativos sobre cada libro y cada autor. Igual, se aplica a Dan Brow y sus dos famosos libros, sobre todo, El Código Da Vinci, que ha dado tanto qué decir, a muchos, y que dirá más de lo que no se capta de esta novela, que por de más, está decir, que es realmente una belleza, y, no tiene nada de escandaloso, y, sí, mucho de fascinante. Porque hay que leerla bajo la óptica de novela, aunque a su decir, tiene sus críticas. Y tiene que tenerlas porque por eso se es autor de algo. Igual se trata de lectores. Hay quienes leen lo que otros han dicho de lo que han leído y repiten, muchas veces, sin verdaderos conocimientos de fondo de lo que verdaderamente se puede tratar en tal o cual libro, de cualquier autor. Algunos repiten lo que otros han dicho. Otros, por el contrario, se han tomado, con respeto, como debe ser, la tarea de leer y tienen la autoridad de conocer con propiedad el asunto, si no, a fondo, por lo menos, con más conocimiento. Esos poseen un cierto juego de libertad en el conocimiento específico del libro o de los temas.

Eso mismo se aplica a los mismos Evangelios. No es lo mismo leer los Evangelios sinópticos, en conjunto y por separado, que leer el Evangelio de San Juan. Cada uno tiene un estilo, un orden, un propósito, una metodología propios. Ya se ha hecho notar en el capítulo anterior con el Evangelio de San Lucas: tiene unas especificidades que son propias de San Lucas, o su autor. Y, esas especificidades hacen la diferencia. Llegar a descubrirlas es ya una riqueza personal de quien tenga el atino de hacerlo. Otro tanto, sucede con el Evangelio de San Juan. Hay que leerlo, sólo, bajo la temática de San Juan el Evangelista. Pero, humildemente, leerlos. No es que haya que leerlos con humildad, sino tener la humildad de leerlos, que es distinto. Sabedores de esa peculiaridad nos dedicaremos a todo el Evangelio de San Juan. La tarea no es fácil. No lo ha sido con los otros extractos anteriores. Pero ha valido la pena. De eso, ni la menor posibilidad de dudas.

b) Peculiaridades del Evangelio de San Juan: Para ubicar algunos elementos hay que decir que el Evangelio de San Juan, a pesar de que habla del mismo personaje, Jesús, es muy distinto de los otros tres Evangelios. Su línea direccional es muy teológica. No es que los otros tres no lo sean. Sino, que, es más especulativa del sentido teológico, hecho, que hace que haya que leerlo bajo una lectura, especialmente, teológica. ¿O, sea, que hay que ser peritos en teología para leer y comprender el Evangelio de San Juan? Tampoco, es, para que exageremos. Y, como su línea es esa, en el Evangelio de San Juan, cobran mucho valor los verbos que usa, en el caso de algunas afirmaciones

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – propias suyas, u otros elementos, también únicos de su estilo, como ciertas posturas o actitudes de algunos personajes. Así, por citar un ejemplo: en la resurrección de Jesús, cuando Pedro entra al sitio donde habían colocado a Jesús, encontró el sudario y las vendas con características, únicas de su estilo y metodología. Dice así el texto: “Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte” (Jn. 20, 6-7). Ese detalle tiene una simbología teológica, propia del Evangelio de San Juan: “las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte”. El mismo hecho de que Juan no entrara hasta que Pedro no entrara, tiene, una rica simbología, que hay que leerla bajo la óptica general de todo el Evangelio de San Juan. A ese entresacado, colocado como ejemplo ilustrativo, habría que hacerle un sin fin de preguntas, tales, como: ¿Por qué no estaban juntos el sudario y las vendas, y, en lugar aparte? ¿Qué estará diciendo con esa descripción el Evangelista: habrá alguna relación a la muerte biológica o teológica, o, teológicamente, qué hay de fondo en esa distinción y detalle? Eso obliga a que hay que leer el Evangelio de San Juan bajo su óptica y comprender cada detalle que él busca resaltar. Esa es su metodología y obedece a un patrón teológico, único y propio. Aunque, algunos comentaristas, como, los autores de Comentario Bíblico “San Jerónimo”, afirman que se trata de un 1 detalle propio de San Juan, como testigo ocular de la tumba vacía . Pero eso no quita que se trate de analizar ese extracto para nuestras riquezas personales, sí es que hay algunos detalles por descubrir; y, si

1

Cfr. Autores varios, “Evangelio según San Juan”, en Comentario Bíblico “San Jerónimo”, Tomo IV, Nuevo Testamento II, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1972, pp. 532-522.

no los hay, ya también es una riqueza el comprobarlo, pero, igualmente, nos dará sus beneficios. Y, eso hay que saberlo. Y, hay que hacerlo notar. San Juan tiene una línea teológica de conjunto, porque no se deslinda de las Sagradas Escrituras, ni tampoco de los otros tres evangelistas; pero, tiene, la suya. Muy peculiar, que obliga a tenerlo siempre presente. Hechas estas observaciones, dediquémonos a lo que queremos: a algunas impresiones fuertes negativas que se desprenden del Evangelio de San Juan. Para buscar, preguntar, descubrir y comprender.

1) Algunos extractos de carácter fuerte y tal vez negativo del Evangelio de San Juan: a) En el prólogo: La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron (Jn. 1, 9-11).

Al final del prólogo, que es todo el encuadre teológico del Evangelio de San Juan, hay una afirmación del autor que vale la pena resaltar, no en el sentido de impresión negativa, sino de referencia, porque, esa va a ser la clave de todo el Evangelio: “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn. 1, 17-18). Todo lo que se sabe de Dios es porque el Hijo único lo ha contado. Esto es clave. Marquémoslo porque nos va a ser muy útil.

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – b) En la elección de los primeros discípulos: Los dos discípulos le oyeron hablar así (a Juan el Bautista) y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, “Maestro” - ¿dónde vives?» (Jn. 1, 37-38). c) En las bodas de Caná: Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» (Jn. 2, 1-4). d) En el Templo y en Jerusalén: Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.» Los judíos entonces le replicaron diciéndole: ¿”Qué señal nos muestras para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.» (Jn. 2, 13-16, 18-19).

“Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre”(Jn. 2, 23-25).

e) En la conversación con Nicodemo: “Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre... El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.”(Jn. 3, 12-13, 18-20). f) Después de la multiplicación de los panes: “Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado ”(Jn. 6,

25-26). g) Respecto a Judas Iscariote:

“Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.» Hablaba de Judas, hijo de

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los Doce” (Jn.

6, 70-71). Este pasaje y afirmación es contradictorio con el versículo 65 del mismo capítulo 6, pues, dice: «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Hagámoslo resaltar porque nos puede ser útil. No se sabe. El mismo evangelista, ya no colocando palabras fuertes en Jesús, sobre Judas Iscariote, dice como narrador de los acontecimientos, en otro pasaje, que Judas era un ladrón: Jn. 12, 3-6: “Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella”.

En la última Cena-Judas: “Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»”(Jn. 13, 9-11). h) Otros pasajes intermedios: -- “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis?” (Jn. 8, 44-46).

-- “Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Jn. 10, 7-9).

2) Intento de comprensión del por Evangelista en esas maneras fuertes:

qué

del

Hay que reconocer que las impresiones que nos habíamos hecho sobre algunos aspectos del Evangelio de San Juan, esta vez, después, de esta lectura obligada para encontrar los datos que queríamos resaltar, ya, no se ven como tan negativas. Y, se ven, hasta cierto punto, como lógicas para la época en que fueron escritas. Se supone. Teniendo en referencia lo que resaltábamos del prólogo, en su parte final, se entiende, ahora, que el Evangelio de San Juan no tiene otro objetivo que demostrar, en su estilo, que se trata del Hijo único de

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – Dios, que es la única revelación. Esa es la constante de todo su Evangelio: Es recurrente todo el Evangelio a la misma idea de la revelación de Dios en el Hijo: el que me ve, ve al Padre que me envió. Es la idea insistente del Evangelista.. “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn. 1, 17-18). Es recurrente todo el Evangelio a la misma idea de la revelación de Dios en el Hijo: el que me ve, ve al Padre que me envió. Es la idea insistente del Evangelista. Y, ya lo había precisado en el mismo prólogo. De manera que el desarrollo no es otra cosa que el prólogo explicado de varias maneras.

a. El Evangelio de San Juan resumido en la misma idea del prólogo: Así encontramos que se puede resumir todo su contenido, en las siguientes ideas: El Padre y el Hijo son una misma cosa. El Hijo conoce al Padre y sabe lo que el Padre quiere. El Hijo es enviado por el Padre para que el hombre tenga acceso a la verdad. El Hijo no dice nada por su cuenta, sino que todo lo que dice y hace es porque el Padre le ha encomendado. Ver al Hijo es ver al Padre, porque son una misma cosa. Sin embargo, el Paráclito, será el encargado de explicar al mundo todo lo que ha dicho el Hijo del Padre. El paráclito dependerá del Hijo, no podrá venir hasta que el Hijo no haya cumplido su tarea y misión. El Paráclito tomará de lo que el Hijo tiene que hacer, sólo, y sólo desde ese momento es que tendrá su actividad, y, con ello, será glorificado el Padre en el Hijo, y el Hijo en el Padre, porque el Paráclito convencerá al mundo del pecado, en el que se hallaba el mundo, y del que ha liberado el Padre en el Hijo como una

misma obra, ya que el Hijo hace lo que el Padre le ha mandado realizar: traer la luz, porque él mismo es la luz. Y, a través de la Cruz. Un detalle importante de resaltar es el grito que coloca el Evangelista en boca de Jesús, y con ello destacamos la importancia de la relación que hemos realizado. Dice el texto: “El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado” (7, 3739). Resaltando: “Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado” (7,39).

b. El Evangelio de San Juan: un judío para judíos: Desde ese esquema resumido, es, que se entiende, en parte, las referencias negativas del Evangelista San Juan de su Evangelio. San Juan está insistiendo que Jesús, es el Mesías, y les está diciendo a sus propios conciudadanos, a los judíos, de varias maneras que es La Luz, y que en Él se cumplen las Escrituras y “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn. 1, 17-18). “Yo soy” es la constante que utiliza el Evangelista San Juan en boca de Jesús. “Yo soy”, aparece a cada momento en todo el Evangelio. Y, como esa es la insistencia, prácticamente, y, como, por lo visto, no creen, es cuando se dan algunas expresiones un tanto sorprendentes, desde el punto de vista negativo. Es cuando hay expresiones y referencias fuertes hacia los fariseos. Tal vez, de allí,

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – nos venga la herencia de cuando pensamos en los fariseos pensamos en gente con algunas características un poco negativas, que muchas veces no les favorecen. Tal vez.

b. Preguntas e inquietudes a los extractos en este apartado: ¿Pero, en el caso de las Bodas de Caná, cómo se explica esa respuesta, tan, aparentemente, dura hacia su propia madre? ¿Igual, no se puede aplicar con la referencia a Judas Iscariote y que apuntábamos como contradictoria, ya que si Dios lo había escogido, pues, “nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”, cómo se explica que después, Jesús, llame a Judas “un diablo”? ¿Entonces, qué hacía entre ellos, sí Jesús sabía que era lo que dice que era? El caso sorprende es, que de los cuatro Evangelios, es Juan el único que hace esa referencia de llamar “un diablo” a Judas Iscariote. Ya nos hacíamos esa misma pregunta en el primer tomo y nos preguntábamos en la posibilidad de la existencia de algún roce personal entre estos dos personajes. Más, cuando es la única vez que aparece en toda la Biblia esa expresión. Como nuestra metodología consiste en preguntar y preguntar, hagamos de atrevidos, en este momento preciso, sí es que preguntar es de atrevidos. ¿Al decir “un diablo” estará queriendo decir que había otros diablos en el grupo? Porque si dice “un” o “uno”, pues, diera la impresión que había otros, ¿o, no? Podría ser lógico. ¿Por qué, en el caso concreto de Judas Iscariote, es un diablo, por el hecho de la traición, también, no se le aplicaría la misma expresión al mismo Pedro? ¿Entonces, Pedro, sería, también “un diablo”? Esta pregunta, sí, que puede sonar atrevida. Pero, suena lógica y justa, ¿o, no?

En el caso de ser válida la manera de preguntar, ¿quiénes serían los otros diablos? ¿Los fariseos? ¿Los que no creían en Jesús como el Mesías y se resistían a creer en su palabra y ver en Él al enviado del Padre? Sí es, así, entonces, se entiende la expresión referida a Judas Iscariote como de un diablo. Porque había otros. Ahora bien. ¿Quién ha dicho que Judas Iscariote no creía en Jesús? Esto sí que se pone interesante. Y, eso, que estábamos pensando que casi no había preguntas para este capítulo. ¿La expresión “un diablo” podría ser sinónimo de traidor? ¿O, esa expresión, es sinónimo de incrédulos a la palabra de Jesús? Porque, sí es la segunda manera, entonces, ya todos, merecerían esa expresión, y eso, desde el mismo prólogo del Evangelio de San Juan, pues dice, que “La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron” (Jn. 1, 9-11). Y, sí es la primera, ¿entonces qué hacía Judas Iscariote en el grupo de los Doce, y, que el mismo Jesús no lo descartara, desde un principio? Para buscar más y preguntar: ¿Esa expresión es, realmente, expresión de Jesús respecto a Judas Iscariote, o es elaboración teológica del autor del Evangelio de San Juan? Si nos cobijamos con el texto del prólogo del Evangelio de San Juan, pareciera, ser, más bien, elaboración del autor del Evangelio. Pareciera. Y esta manera de considerar es una simple apreciación. No una afirmación. Y, volvemos a colocarnos a la defensiva, como en el caso del Evangelio de San Marcos en la multiplicación de los panes, en caso de que sea válido uno y otro análisis.

A modo de conclusión: ¿Con qué nos quedamos, entonces?

- Algunos elementos que llaman la atención del Evangelio de San Juan – Esta pregunta, sí que está difícil. Porque no hay opción. Pues, con todo el Evangelio de San Juan, incluido el prólogo y todo. De lo contrario, si seguimos la línea del autor del Evangelio de San Juan, nos pondrían el calificativo que le dieron a Judas Iscariote. Y, pedir al Paráclito que nos ilumine el entendimiento de toda la acción y la palabra de Jesús, el Mesías. Amén.

La parábola de la Cizaña Mateo 13, 24-30: Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” Él les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»

Las parábolas que los Evangelistas nos dan, por parte de Jesús, son como la nota especial de la enseñanza de Jesús. En ellas, hay mucha dulzura, hay muchas ideas sugestivas, que nos transportan a mundos mentales de un contenido psicológico maravilloso, que vale la pena dedicarle un apartado.

No haremos un análisis de cada una, desde nuestra metodología, sino de algunas, como la de la cizaña y el trigo.

Notas preliminares: Para este capítulo nos valemos de las influencias de muchos autores, aunque no los citemos como de consulta. Pero, no vamos a negar su influencia. Así, no podremos negar que en algo nos determinan autores como Dan Brow, Osho, Carlos Vallés, Freud, y, otros muchos, sobre todo, en la línea de la psicología práctica, que abundan en la actualidad. Aunque, es de suponer que para el lector versado, en este momento estará revoloteando la pregunta sobre Dan Brow y dirá en qué nos influencia. Si, nos detenemos y citamos su libro Ángeles y Demonios, pues, no podremos negar, que, ciertamente, abre muchos caminos. Aún, su libro El Código Da Vinci. Y, no podremos negar que nos ayuda. Porque, no necesariamente, los que nos influencian y ayudan, de alguna manera, tengan que hablar de la Biblia o de religión. Por caminos paralelos, al fin y al cabo, todos están en búsqueda de la verdad sobre el “fenómeno humano”, para citar una expresión tehilderiana. Hoy, por hoy, por caminos paralelos, existe una gama de autores muy extensa que aborda el tema de fondo de la parábola de la cizaña y del trigo. Sobre todo, a nivel de psicología práctica y profunda. Así, muchos hablan del ying y del yang, otros, que el hombre es de Marte y la mujer de Venus; y, en esta línea están resaltando el tema de los opuestos, y, que son complementarios y necesarios. Y esto ya está implícito en la parábola de la cizaña y del trigo. Freud, por ejemplo, nos habla del consciente-inconsciente, de allí la importancia de los sueños (como realidad onírica) para nuestras vidas, pues, nos están liberando. En donde los opuestos se necesitan y

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parábola del trigo y de la cizaña –

complementan. Los opuestos no son antagonismos, sino, complementarios y necesarios. Gracias a estos autores que pululan en las casas editoriales de nuestros días, y que son tan leídos, están, sin saberlo, tal vez, ahondando en la parábola de la cizaña y del trigo. Gracias a ellos puede entenderse mejor esta parábola. ¡Cómo, negar, entonces, su influencia! Yo, mismo, he escrito un libro en el año 1990, titulado El viaje (filosofía de la ambigüedad), pero, no he tenido la valentía de publicarlo, por temor a malas interpretaciones, y que se haya en esta línea de pensamiento. Valdría la pena decidirse, al respecto.

Nuestros patrones culturales han entorpecido la comprensión de la parábola de la cizaña y el trigo de los Evangelios: No podemos negar que ciertos patrones de comportamiento social de ciertas épocas han entorpecido la comprensión sobre la verdad del fenómeno humano. Así, por ejemplo, se nos ha insistido tanto, a veces, sobre la cultivación y formación de virtudes, en contra de defectos, que muchas veces, hasta tenemos temor y vergüenza de admitir que tenemos errores y defectos que afean nuestra personalidad. Pero, si tenemos en cuenta lo que dice y lo que contiene la parábola de la cizaña y del trigo, nos veremos obligados a ir en contra de esa formación cultural. Y, la de enfrentarnos con nosotros mismos, respecto a esos criterios.

Cuando en algunas actividades de grupo se hace autopresentaciones nunca se oye de los defectos de quien se presenta. Nadie dice de sí mismo que es iracundo o con tendencia a la ira, con facilidad. O, que es perezoso para tales o cuales actividades. Y, así, por el estilo. O, cuando en algún grupo, alguien tiene la osadía de mostrarse tal como es, aún, con su impulsividad, no dejará de haber alguno que lo llame a calmarse o a que se domine. Porque hay que dominarse. Porque es muy feo que vea y se descubra que tiene defectos, en tal o cual, aspecto concreto de su personalidad. Y, sí, esa persona afectada, no tiene la suficiente fuerza en sí mismo, llega a sentirse culpable, porque lo han hecho sentir culpable. Definitivamente, ciertos patrones culturales, no hacen más que ocultar y ocultarnos. ¿Dónde queda la parábola de la cizaña y del trigo? Queda incompleta, porque, sólo hay que cultivar el trigo. Leía alguna vez a una autora de un libro sobre psicología emotiva y resaltaba que nuestros defectos no están como añadidos para entorpecernos y afearnos. Sino, que nuestros defectos están en función de nuestro propio crecimiento como personas. Nuestros defectos, o nuestros lados oscuros, para dulcificar la expresión, están como en el otro lado de la balanza, precisamente, para hacer contrapeso a lo bueno, y, lograr, así, el justo equilibrio. Porque, aún lo negativo es positivo para nosotros mismos, en función de crecimiento. ¿Y, no es eso lo que ya nos está diciendo la parábola de la cizaña y del trigo? ¿Si no, qué, pues? Ahora bien: como nuestra metodología no es espiritualizar los textos entresacados, porque nos alejaríamos de su contenido teológico, y, por ende, netamente humano, dediquémonos de lleno a la parábola que queremos analizar, y, que ya nos está dando beneficios.

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parábola del trigo y de la cizaña –

Elementos útiles, tal vez nuevos (re-descubriendo), de la parábola del trigo y de la cizaña: Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” Él les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»

a) Otra parábola les propuso: En el capítulo 13 del Evangelio de San Mateo aparecen siete parábolas. Aparecen otras en otras partes del mismo Evangelio, pero, hay en este capítulo una colección de parábolas, y cada una tiene un contenido humano de fondo, con un elemento teológico común, que las une: el Reino de los Cielos. Pero, cada parábola tiene un contenido humano distinto, una de otra. Como la de la cizaña y el trigo tiene un contenido psicológico, desde nuestros criterios y maneras de ver, muy especial, como ya

hemos estado señalando, haremos todo lo posible para enriquecernos desde ella y con ella. Por eso, es importante, precisar, con el subtitulado resaltado, de que se trata de una parábola de entre otras. “Otra parábola les propuso”, dice el Evangelista. Esa precisión es importante ya que no se le puede dar a todas las parábolas de este Evangelio el mismo trato. Cada una exige un trato exclusivo y especial. A ésta le daremos un trato especial: desde el punto de vista de la psicología, aún, sin ser expertos en psicología. Pero no es necesario ser experto en psicología, ya que la psicología trata de comprender la mente y su comportamiento humano, aunque, no se tenga título ni licencia para hablar profundamente de la psicología, no se nos va a negar, que por participar de la condición humana, ya se está autorizado para tratar de entendernos. Así, sin ser expertos, somos los únicos que podemos entender nuestros recovecos humanos, mentales. Y, esta parábola ya tiene unos elementos que nos van a ser muy útiles. “Otra parábola les propuso”.

b) «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo...” En otra parábola anterior, también habla de un sembrador que sembró semilla en el campo: cayendo en varios tipos de tierras (cfr. Mt. 13, 3-9). En esa parábola el contenido, pareciera, tener otras funciones, distintas a la que tenemos dispuesta para nuestro apartado. En esta parábola, en concreto, se trata de buena semilla. Ya lo específica el mismo Evangelista: “un hombre que sembró buena semilla en su campo”. ¿Cuál es el campo? ¿Cuál es la semilla? Habla de la cualidad de la semilla: buena semilla.

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parábola del trigo y de la cizaña –

Cuando se va a sembrar semilla, se supone, que se prepara el terreno. No dice que el terreno fue preparado. Aunque, queda sobreentendido, ya que, sí, es su campo, es de imaginar que queda por supuesto, que el campo lo conocía y sabía de todas sus bondades y de lo que era capaz de producir, para poder atinar la semilla que iba a sembrar. ¿O, no? ¿O, iba a perder tiempo y trabajo con la semilla en su terreno y campo específicos? Esa pregunta puede ser clave. El campo era bien conocido por el sembrador. Esa condición y cualidad del campo queda ya determinado y precisado con la semilla que iba a sembrar, ya que era buena semilla. A tal campo, tal semilla. Y, a tal semilla, tal campo. Queda esclarecido, desde un comienzo de la parábola. ¿O, no? El campo era bueno. También la semilla. Por eso se sembraba semilla buena en ese campo. Muy interesante, sin duda, esta relación. ¿De quién era el campo, suyo o prestado? Suyo, según se precisa desde un comienzo de la parábola. ¿Cómo era el campo? Está de más, decirlo: bueno, porque la calidad de la semilla lo determina. El Evangelista no hace detalles del campo, por lo menos, en esta parábola. Aunque en la anterior, Mt. 13, 3-9, hay una especificación. ¿El campo es el mundo? ¿El campo es la creación? No pareciera haber alternativa, tan sólo, que hubiese estado hablando de otra realidad que no estuviese esclarecida en la misma parábola. Y, no parece que esté implícita otra realidad. Por lo menos, no hay datos para pensar lo contrario.

c) Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue.

La semilla era buena. También el campo. Pero, vino su enemigo sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Aquí la cosa se pone interesante: ¿O, sea, que tenía enemigos el dueño de ese campo tan bueno? Pues, según, la parábola; sí. Si tenía enemigos. ¿Sí tenía enemigos, y los tenía, está resaltado, por qué, entonces, no tomó todas las previsiones del caso? ¿Por qué no colocó centinelas y guardias para que vigilaran y evitarse con que su tierra no tuviera lo que él no había sembrado, sino, puro trigo? ¿O, era, que no sabía que tenía enemigos y fue una sorpresa saber que los tenía? Si su tierra era tan buena, lo más lógico de pensar, es que los vecinos, le tuviesen envidia. ¿Entonces, por qué no tomó las previsiones? ¿Dónde estuvo el descuido, en los empleados, o, en el propio dueño? Tal vez, en ambos. Quizás, más en los empleados, porque ¿por qué se duermen? Está puede ser la clave. Anotémosla.

d) Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Es lógico: había trigo, y, también, cizaña, sembrados. Aquí no hay para donde coger, como se dice. ¿Descuido de quién? Ellos habían sembrado trigo, pero, el enemigo, cizaña. Y estaba creciendo juntos, porque era lo que estaba sembrado.

e) Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”

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parábola del trigo y de la cizaña –

Con la pregunta de los siervos de aquel amo se están justificando, y con ello, se están acusando con la excusa: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”. El amo podría acusarles de irresponsables, ¿no era, acaso, su tarea, el estar vigilantes de lo que se había sembrado? Van a dárselas, ahora, de que no saben por qué: por su descuido. Pero, el amo no dice nada negativo, ni les reprocha absolutamente nada. ¡Qué interesante esa postura del amo! Ahí va a estar la clave de esa parábola tan maravillosa.

f) Él les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” “Algún enemigo ha hecho esto.” ¡Ajá! ¿Luego, entonces, reconoce que tenía enemigos? Buena respuesta, para los siervos, porque, así, ya no tienen tanta responsabilidad, que digamos. Así, ellos, evitarían menos reproches, en caso de que pudiesen presentarse. Y, en parte, la responsabilidad, era, en mayor peso, para el propio amo. Porque, sí sabía que tenía enemigos, ¿por qué no los alertó de manera especial para prevenir? Ya, es asunto del amo, no de los siervos. Esa respuesta del amo, definitivamente, les favorece a los siervos, en caso que quisieran sentirse culpables, que, muy en el fondo se sentían. Porque, ¿si no se sentían algo responsables, cómo se explica que su pusieran a la defensiva con la pregunta, entre comillas, de: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”. La respuesta del amo los tomó desapercibidos. No la esperaban. Los sorprendió: “Algún enemigo ha hecho esto.”

g) Dícenle los siervos: vayamos a recogerla?”

“¿Quieres,

pues,

que

La respuesta del amo los tomó por sorpresa. Ahora, había que mostrarse diligentes y fundamentosos, por lo menos, para, ganar puntos con el amo. De allí, que se mostraran tan dispuestos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” ¿Ahora, sí; no? ¡Ya, para qué! Pero, se puede ir a recogerla y se quita el problema. Tal vez, para enmendar su descuido, que, por donde se vea, era su descuido. ¿O, no? Y, con ello, vuelven a acusarse. Pero, por lo menos, se estaban mostrando voluntariosos y dispuestos. Una manera de reconocer su falla. Pero, el amo los vuelve a sorprender.

h) Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo”. ¡Vaya¡ ¡Vaya! (como expresión de sorpresa, no del verbo “ir”). No hace falta. Dejen que el trigo y la cizaña crezcan juntos. No hace falta que arranquen la cizaña, no sea, que el mal sea mayor. Es mejor que crezcan juntos. Tranquilos, todo a su debido tiempo. ¡Guao! (expresión, también de sorpresa). Y, perdonen, que repita esta última expresión de sorpresa: ¡Guao! Y, muchos ¡Guao! El amo los volvió a sorprender. ¡Guao! Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»

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parábola del trigo y de la cizaña –

Aproximaciones interpretativas del sentido teológico de la parábola del trigo y de la cizaña: Definitivamente, la sorpresa, tiene que ser la impresión final, después de la lectura de la parábola que estamos desglosando. ¡Cómo, negar tanta dulzura y cosas bonitas en esta parábola! ¡Cómo, no intuir cosas sabrosas en esta parábola! ¡Cómo no dejar de sentir hasta ganas de llorar! ¡¿Cómo, no, por favor?!

Teología de los opuestos: Por caminos distintos otros ya lo han intentado y conseguido, como decíamos al comienzo de este capítulo. Otros, por caminos paralelos, han llegado, sin saberlo, tal vez, a la profundidad de lo que ya está dicho en este extracto del Evangelio de San Mateo. Tal vez, no estén haciendo referencia directa a esta parábola, pero, nos están ayudando a comprenderla. ¡Cómo cerrarse y no descubrir que lo están haciendo y lo hacen con mucho atino! El trigo-la cizaña. Precisamente, los opuestos. Tal vez, el ying-yang, de otros autores, o lo femenino-masculino, también de otros autores, como Osho, Dan Brow, hasta el mismo Simon Freud, que tanto espanta y asusta a mucha gente. El trigo-la cizaña. Lo bueno-lo malo, como complemento, no como antagónicos. La virtud-defecto. En esto nos están ayudando, realmente, muchos, cuando ya lo tenemos en la misma Biblia. De hecho, todo en la Biblia es teología de los opuestos. Miremos, nada más, el principio del libro del Génesis:

Génesis 1 1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. 3 Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. 4 Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; 5 y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero.

Ya, en ese solo extracto del libro del Génesis hay varios opuestos: cielos-tierra; luz-oscuridad; día-noche. Si seguimos, sólo con el libro del Génesis, seguimos encontrando los opuestos: Tierra-mares (seco-agua, Gn. 1,10); AdánEva; macho-hembra (cfr. Gn. 1,27); árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn. 2,9); Edén-desierto; Abel-Caín... En los mismos Evangelios: luz-tinieblas (cfr. prólogo de San Juan), verdad-mentira, verdadengaño (Jn. 1,47; 8, 44...), subir-bajar (Jn. 1,51), carne-espíritu (Jn. 3,6, y otros muchos), Padre-Hijo (cfr. todos los Evangelios), siervoamo; asalariado-dueño; nacimiento-muerte; luz (vida)-tiniebla (muerte); vida-muerte; viejo-nuevo; señor-esclavo, oír-guardar, ver-no ver, oír-no oír, entender-no entender, vid-sarmiento, siervo-amigo, poblado-desierto, uno-legión, judío-pagano, cruz-vida, cruzresurrección. Y, así, en toda la Biblia. Para no seguir detallando los opuestos, citemos, el libro del Eclesiastés, en donde hay un gran resumen de los opuestos, con el famoso de tiempo-tiempo (tiempodestiempo), y, así, queda todo aclarado: Eclesiastés 3 (sin obviar todo el capítulo 2 del mismo libro del Eclesiastés, por supuesto): 1 Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:

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2 Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. 3 Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. 4 Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. 5 Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. 6 Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. 7 Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. 8 Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz. 9 ¿Qué gana el que trabaja con fatiga? 10 He considerado la tarea que Dios ha puesto a los humanos para que en ella se ocupen. 11 El ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo; también ha puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin. 12 Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida. 13 Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios. 14 Comprendo que cuanto Dios hace es duradero. Nada hay que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema. 15 Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es. Y Dios restaura lo pasado. 16 Todavía más he visto bajo el sol: en la sede del derecho, allí está la iniquidad; y en el sitial del justo, allí el impío. 17 Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra.

18 Dije también en mi corazón acerca de la conducta de los humanos: sucede así para que Dios los pruebe y les demuestre que son como bestias. 19 Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad. 20 Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. 21 ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra? 22 Veo que no hay para el hombre nada mejor que gozarse en sus obras, pues esa es su paga. Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él?

¿Entonces, por qué, no ver lo que ya está claro? ¡Qué maravillosa es la parábola del trigo y de la cizaña! Nos está recordando la realidad de los opuestos, queridos por Dios. ¿Será esa la enseñanza que en la parábola se nos está dando con la actitud y postura desconcertantes del amo, según la parábola? ¿Sí, es, así, por qué, entonces, asumir la actitud defensiva de los siervos del amo? ¿Hay cizaña, cuál es el problema? Tiene que haberla. ¿Tenemos cosas de nuestra personalidad que desdicen de nosotros? Tiene que haberlas. ¿Todo tiene que ser pura virtud? ¿Y, entonces, la parábola del trigo y de la cizaña? ¿Los opuestos, son, una contradicción con la naturaleza humana? ¿Y, entonces, la parábola del trigo y de la cizaña? Muchos, ya, lo han comprendido. Hasta el cine ha dado pasos agigantados al respecto: ¿No están haciendo películas, sobre todo en dibujos animados, que son tan especiales y refrescantes, de la Bella y la Bestia, del jorobado de Notre Dame, por citar algunas películas? ¿No se trata de resaltar, precisamente, los opuestos?

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¿Y, los opuestos, no aparece, ya, en la parábola del trigo y de la cizaña? ¿Entonces? Terminemos, como debe terminar este capítulo: Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»

Nota final: A este respecto, de la realidad de los opuestos, que, es ya, una teología, y de toda la Biblia, hay que reconocer el gran adelanto que están haciendo los que pertenecen a Alcohólicos Anónimos. Una de sus estrategias, es que quien pertenece a esta agrupación de sanación interior, antes de hablar, tenga que reconocer que es alcohólico. Y, así se presentan, después de decir sus nombres, se identifican como “alcohólicos”. ¿Y, eso, los hace menos? Al contrario, es el inicio, para que con sólo fuerza de voluntad comience el inicio de su sanación: reconocer la cizaña, pero, también el trigo. ¡Y, cuántos frutos no está dando! Ya lo dice Freud, en el caso concreto de los sueños, que hay que preguntarle al que soñó lo que significa su propio sueño, porque lo sabe, aún, cuando no lo haya descubierto conscientemente. Porque el sueño es la elaboración inconsciente (liberación-revelación) de lo

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que nos sucede conscientemente . ¿Por qué tanto susto con Freud, y, junto con él, de otros tantos autores? ¿Entonces? ¿La oración del Padre nuestro, no es, ya, la oración de los opuestos: “hágase Tu voluntad, así, en la tierra, como en el cielo”, pidiendo, que, así, como en la Naturaleza, ya se hace esa unión, se 2 haga, justo, en nosotros? Nos alegra saber, a estas alturas, que ya hemos indagado sobre estas realidades, con intuición de poeta, que, muy en el fondo, no es otra cosa que teología. Nos alegra y anima a 3 seguir perdiendo el tiempo, tal vez, para otros, mas no para nosotros . Aunque, se podía alegar, a este punto, diciendo que lo que se está es haciendo auto-propaganda y promoción de los propios libros. No se niega, sin embargo. Pero, es la de reconocer, que, aún cuando se sea un total desconocido, no por ello, no se ha caminado por estos caminos. El ser conocido ya no depende del autor, porque se carece de los recursos económicos para promover una edición a lo grande. Pero, no por eso, no significa que no se esté caminando por donde se está caminando. Una cosa no determina a la otra. Todo lo contrario, este libro, es una prueba. Tampoco, es una limitante, porque se hace lo que se puede y se está haciendo. Lo segundo depende de un golpe de 1

Cfr. Freud, S., Introducción al psicoanálisis: los sueños; consciente e inconsciente en Metapsicología; Nuevas aportaciones al psicoanálisis: sueño y ocultismo, en Obras Completas Tomos I-II. Cfr. Vallés, Carlos, Ligero de equipaje, Tony de Mello un profeta para nuestro tiempo; Carlos Vallés, Vivir con alas, ángeles en la Biblia y en la vida. Cfr. Puche, José Daniel, Despierte su conciencia. 2

Cfr. Albarrán, D., Así en la Tierra como en el cielo (reflexiones de poeta sobre el Padre nuestro). 3

Véase, también, del mismo autor, Preguntas y respuestas de todo cristiano inquieto, El piar de un gorrión, En los sueños se nos dan respuesta de la vida diaria, Los Dos (filosofía de la historia) (novela); también, El Viaje (filosofía de la ambigüedad), no publicado, pero que el autor facilita para su lectura.

-La

parábola del trigo y de la cizaña –

suerte publicitaria, o de quien se arriesgue a invertir en esta tarea, que ya no es empresa del autor, sino de quien tenga los modos y las maneras. Aunque, no se niega, la aspiración, ni se oculta. Esta última nota es la prueba evidente. Pero, ahí, se aplicaría, también otra parábola: la de los talentos enterrados: ya que quien va a invertir quiere el ciento por uno y va a querer multiplicar lo que siembra. Y, es justo, que, así sea. ¿O, no? Y, ahí, surge otro opuesto: gasto-ganancia, pues los opuestos, no son antagónicos, sino que complementan y se necesitan. Terminemos, aplicando un opuesto: comienzo-fin. Fin de este capítulo, aunque no agotado. ¿O, sí?

El final de los tiempos: ¿Será universal?

Lucas 17, 30-36: Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.» Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?» Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.»

Hay temas que han preocupado en toda la historia de la humanidad: la muerte. ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? ¿Qué será de la vida, después de la vida? ¿Cómo será, qué será, será? Y, aquí, sí, que encontramos versiones como soluciones sean posibles de imaginar. Hay quien presenta “castillos”, unos fundamentados, hasta en datos bíblicos; otros, basados, en la pura suposición e imaginación. Depende de lo que se presente, ayudará

para manipular, o, para concientizar. En muchos de los casos, la manipulación, está a flor de piel. La historia escrita recoge la historia real, en muchos de los casos. Aquí, se podría referir la historia de las famosas indulgencias, en un tiempo histórico concreto, que dio tanto, también, separaciones y divisiones. Hay que ubicar, necesariamente a Lutero, que, inevitablemente, generó lo opuesto. Pero, aún, así, ha sido positivo para no olvidar que esa realidad, no es más, que un misterio. Autores nuevos, como Karl Rahner, han aportado muchas cosas interesantes, al respecto, siendo fiel al misterio del misterio. El silencio, dice, debe ser la auténtica posición frente a esa realidad. Y, para ello, se necesita, tener mucha humildad para no auto-presentarnos como conocedores de interpretaciones que no dejan de ser pura subjetividad, distanciándose de la auténtica interpretación escatológica 4 del después de la muerte . No nos vamos a meter por esos caminos, del después de la muerte. Es un misterio. Todo lo que se diga de más, no dejará de ser pura imaginación. No contribuiremos a ninguna manipulación, al respecto. El silencio, ante el misterio. ¡Chito! (tal vez esta expresión muy venezolana de mandato absoluto de silencio, venga del “stare zitto” del italiano, permanecer en silencio, más aún, de mandato de quedarse callado, autoritariamente). ¡Chito! (no hay más qué decir, se acabó: ¡en silencio!, con sentido autoritario).

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Cfr. KARL RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, Editorial Herder, Barcelona. Cfr.

EUSEBI COLONER, Dios no puede morir, Una aproximación histórico-crítica a la teología radical, Editorial nuova terra, Barcelona, 1970 (p.179). Jorge Siegmund, Dios, editorial Verbo Divino, España, 1969. También, de manera muy especial, la Encíclica El Esplendor de la Verdad.

-El final de los tiempos: ¿será universal? –

El misterio del final: A pesar del silencio que se tiene que optar antes la gran realidad de la vida, la muerte, no deja de existir, por ello, grandes preocupaciones de cómo será el final. ¿Cómo será? ¿Será un final catastrófico el final? ¿El final será para todos igual, sin ninguna diferencia, será universal? ¿Se acabará el mundo en el sentido netamente humano y vital? Estas preocupaciones tienen a muchos muy preocupados, sobre todo, a muchos dirigentes religiosos. De allí, sus grandes masificaciones. Y, al respecto, no hay distinción entre algunas de las religiones, incluidos, algunos líderes católicos, aunque, pareciera, que ya se está poniendo los pies en la tierra, y son escasos los que lo hacen. ¿Cómo será el final? Es la gran pregunta. Dependiendo de la postura que se asuma frente a ella, será, o, la manipulación, o, la toma de conciencia. Aunque, la toma de conciencia, no puede ser, sino, el hecho de la realidad de la muerte. Y, la realidad de la muerte, desde la visión del hombre de fe. De allí, su comportamiento moral, del bien y del mal, en relación a Dios y al prójimo. Esa es la tarea de las religiones en el mundo, sobre todo de la Iglesia Católica y todo lo que ella profesa y promulga: la dignidad de la persona humana, por sobre todo, como “imagen y semejanza de Dios”, con todo lo que eso implica.

La muerte: un hecho: La muerte es una realidad. No hay vuelta de página. Es. Preocupe, o, no. Es. Negarlo, es, una simple y llana tontada. Es. Tarde o temprano. Es. Ni negarla como en el caso del nihilismo (Nietzche), ni ocultarla o disimularla, como en el caso de algunas

tendencias modernas (cfr. Joseph Ratzinger, Teología de la muerte, en Escatología, Auer/Ratzinger, Curso de Teología Dogmática, Tomo IX, Editorial Herder, Barcelona, 1980, pp. 74-79). Quizás, por eso, es que existe la gran preocupación, de, sí será pareja para todos, de un solo sopetón. ¿Será universal, de una sola vez? Quizás, como para consolarnos, es que se cuestiona sobre su posibilidad de que sea de una sola vez, para todos, sin excluir a nadie, en la que todos la experimenten el mismo día y al mismo tiempo. Tal vez, muy en el fondo, sea eso lo que nos preocupa, o, lo, que, en el fondo-fondo nos gustaría que fuera. Ya que nos vamos a morir, y será, ¿el día que nos toque, por qué no les toca a todos, por igual? Pareciera, más bien, que fuese como un deseo de que ese día se acabe el mundo de manera definitiva para todos. Ya, de hecho, se nos habrá acabado para nosotros cuando nos toque. Y, como ya se nos ha acabado, sería, como cuestión de justicia, que se acabe para todos de manera universal y general. Es como una manera de consolarse. Pero, ¡ay!. Las cosas son como son. Es. Entonces, visto así, la idea de la muerte universal, en un solo día y tiempo simultáneos, no es otra cosa, que nuestro deseo de que ese nuestro día, sea el día universal, de todos, por parejo. No nos hagamos ilusiones. Y, es, cuando no dejará de haber quienes fundamenten, aun en la misma Biblia, la realidad de la muerte pareja, es decir, universal. Pero, hay datos que desdicen de esa idea. La idea que está implícita en el entresacado inicial de este capítulo afirma lo contrario. Veamos. Lucas 17, 30-36: Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.

-El final de los tiempos: ¿será universal? –

«Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada.»

La muerte, será universal, pero individual: La muerte será para todos. Ahí lo universal de la muerte. Pero, la muerte, el momento, como tal, será individual. Ya está dicho en la afirmación del Evangelista: “uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada”. ¿Si la realidad de la muerte, fuese el mismo día para todos sin distinción, entonces, por qué el evangelista dice que uno será tomado y el otro dejado? Está claro. Será individual. No hay más qué decir. Está dicho. O, como se dice entre nosotros, cuando en una conversación queremos estar autorizados por otro interlocutor: “¡dígalo, ahí!”. Y, a veces, el interpelado, no tiene alternativa que decir: “¡está dicho!”. Como queriendo decir, está evidente, no hay más. Ya está dicho, y con ello, se convierte el interlocutor en el testigo y testimonio y autoridad de lo que se está conversando. ¡Dígalo, ahí!, pues. ¡Está dicho!. Si el interlocutor asiente y dice esa expresión, es señal de que no tiene elementos para decir lo contrario en lo que lo impelan. ¿O, no? ¿Entonces, por qué hacemos manipulación, fundamentada, o, no, de algo que ya está dicho? ¿O, no... ¡dígalo, ahí!?

¿Cómo, que, no? Ya está dicho en el extracto del Evangelio de San Lucas. “¡Está dicho!”... Porque, no hay más qué decir. 1 Y, ¡Chito! Se alegará, entonces, que es muy fuerte la manera de este apartado. Y, que, es agresivo. Pareciera, ¿pero, qué se puede decir? Más, es repetir la historia que se quiere evitar repetir. No hay más qué alegar. Está dicho. Terminemos, con la expresión típicamente venezolana de absoluto y definitivo, de cerrar una conversación o un tema: “No hay más nada qué decir”, y con ello referimos la colección de Ángel Rosenblat, Buenas y malas palabras, en donde se analiza esa expresión, típica venezolana, para diferenciarla de la expresión española de “nada más”, porque en Venezuela, el “más nada”, tiene carácter de absoluto y definitivo en el cierre de una conversación (cfr. Ángel Rosenblat, ¿Más nada o nada más?, en Buenas y malas palabras, Tomo I, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1982, pp. 52-55). “¡Está dicho!”...

1

En Venezuela “chito” es una expresión acompañada del gesto de llevarse un dedo a la boca para manda y exigir silencio. [ El chito (también conocido como tángana, tanga, tuta, etc. ) es un juego popular que consiste en lanzar un disco metálico (tejo, tanga, tostón, etc.) contra un cilindro (o pieza similar tallada de madera llamada chito o tanga) a una distancia de 22 metros, encima del chito se coloca una moneda.

Las tentaciones en el desierto

Lucas 4, 1-14: Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.» Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya.» Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.» Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»

- Las tentaciones en e desierto – Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.» Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno. Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.

Nos encontramos con una página de los Evangelios muy rica, desde todo punto de vista: humano, psicológico, bíblico, teológico, espiritual, existencial. Aunque, con que se diga teológico, ya encierra todas las connotaciones que intentamos separar. Porque, lo teológico, es teológico, precisamente, por es de valor universal, sobre todo, humano. No se opone humano a teológico. Lo teológico, está en función del hombre. Luego, no se opone. Lo confirma y lo revaloriza. El valor de los opuestos, como ya referíamos (véase página 85). Haremos otro tanto, como hasta ahora. Sigue en pie nuestra metodología y que nos ha dado tantos beneficios. Esa será nuestra bandera, como siempre. Preguntas, y, más preguntas, y sin temor de preguntar. ¿Qué mal hacemos? Todo lo contrario. El día en que al ser humano se le acabe la pregunta, deja de ser humano, como nos lo dice Karl Rahner, y, también, algunas Encíclicas de la Iglesia, como, El Esplendor de la Verdad, porque pierde el horizonte y el sentido de su existencia, que no es, otra cosa, que pregunta.

Datos de resaltar del respectivas preguntas:

extracto

escogido

y

sus

a) Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto...

Jesús, lleno de Espíritu Santo. Siguiendo el recorrido del Evangelista San Lucas, se sobre entiende, porque antes había sido bautizado por Juan. El Evangelista resalta ese detalle y lo refiere, justo, antes, de las tentaciones. Aquí, surgen de inmediato, las preguntas: ¿O, sea, que antes, Jesús, no tenía el Espíritu Santo? ¿El Espíritu Santo, que descendió sobre Jesús, en forma corporal, como una paloma, como nos los refiere el mismo Evangelista (cfr. Lc. 3, 22), estaba condicionando a Jesús, para el antes y el después? Si comparamos con los paralelos, es decir, Mateo 3, 13-17 y Marcos 1,911, encontramos una diferencia. En Lucas, hace referencia, a que fue engendrado hoy, es decir, en ese momento, pareciera. En Marcos 1, 11 y en Mateo 3, 17: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.» ¿Cuál es la diferencia entre esas dos maneras de presentar el mismo acontecimiento del bautismo en el Jordán, y de la voz del cielo? En la de Lucas, pareciera, que es en ese momento, que es engendrado, y en los otros dos, ya era el Hijo, amado, y, en quien se complace. ¿Entonces, era, ya, el Hijo, o, en ese momento, es que se engendra? Pareciera, hacerse una diferencia. La diferencia pareciera estar en el recurso escriturístico, que utilizan en cada caso. Lucas, utiliza el salmo 2,7, en donde aparece la idea del Siervo; mientras que San Mateo y San Marcos, utilizan como fuente de referencia a Isaías 42, en donde aparece la idea de Rey (cfr. la nota que hace la Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, del año 1975, al respecto, p. 1463). En el Evangelio de San Juan la referencia es de Juan el Bautista (Jn. 1, 2934): Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.»

- Las tentaciones en e desierto – Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.” Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»

b) Era conducido por el Espíritu en el desierto... Este detalle es muy importante resaltarlo: conducido... en el desierto. ¿Dónde suceden las tentaciones? En el desierto. ¿Por qué en el desierto, y, no, en la ciudad? ¿Es que en la ciudad no hay posibilidad de tentaciones, sí, es, que quería pasar por las tentaciones? ¿Y, si en la ciudad, o sitio poblado, no hay posibilidad de tentaciones, entonces, por qué se va, justo, al desierto? ¿Qué significa, en clave bíblica y teológica, el desierto? ¿Tenía, Jesús, necesidad de irse al desierto? ¿Y, sí tenía necesidad de irse al desierto, qué iba a hacer? ¿El desierto, no es, precisamente, eso, desierto? ¿A hacer, qué? Esto puede servirnos como clave. Resaltémosla. Pueda que aquí esté la clave. No se sabe. Pero, hay contradicción, aparentemente. Pero, en esa aparente contradicción, ¿no se irá a repetir la teología de los opuestos, como habíamos descubierto, anteriormente? ¿Será opuesto desierto a ciudad? ¿Habrá, justo, ahí, una teología de los opuestos? ¿O, será, más bien, desierto-tentación, como uno de los opuestos, implícitos en la Biblia?

Era conducido por el Espíritu: El caso es que Jesús era conducido por el Espíritu en el desierto. Sin embargo, surge un detalle interesante, según se desprende del relato y de la frase entresacada: Jesús, estaba en el desierto. Pero, no estaba sólo. Tenía la conducción del Espíritu. Entonces, no estaba tan sólo. Le acompañaba el Espíritu. No eran tan desierto, el desierto, para Jesús. Tenía compañía. Nada, más, y, nada, menos, que el Espíritu Santo. Así, cualquiera se retira al desierto, se podría alegar. ¿Significa, entonces, que se puede ir al desierto, con todo y todo, siempre y cuando se sepa que se cuenta con la asistencia del Espíritu Santo? ¿Qué significa contar con la asistencia del Espíritu, justamente, en el desierto? ¿Qué significa conducido por el Espíritu? ¿Qué estará diciendo el Evangelista con esa frase de conducido por el Espíritu en el desierto? ¿No habrá implícita una aplicación de los opuestos, y que nos ha sido tan útil haberlo descubierto, en esa frase del evangelista? ¿Un opuesto, no será, conducido-dejado? ¿Entonces, no estará implícito en conducido, su opuesto, es decir, dejado, abandonado? ¿No estará implícito otro opuesto en conducidodesierto? ¿Sí, se está conducido, ya no se está tan desierto, el desierto; o, sí? Tal vez, ahí, está la clave. Tal vez. ¿Qué se entiende por el Espíritu, en el entresacado que hemos hecho de San Lucas? Hagamos todas las preguntas posibles a por el Espíritu: ¿Quién conduce a Jesús? El Espíritu. Estamos claros. Pero, ¿qué es el Espíritu o quien es el Espíritu, a quien representa?

- Las tentaciones en e desierto –

1) El Bautismo en el Jordán, ayuda y la clave de la interpretación: Si tenemos presente las diferencias entre los tres evangelistas, respecto del bautismo de Jesús; Jesús, recibe el Espíritu en el bautismo en el Jordán. Y la voz que sale del cielo confirma y afirma que Jesús, es el Hijo amado, tanto en la metodología de los autores, ya siervo, ya Rey. Si tenemos en consideración ese detalle, ahí, está la clave para entender, quién es el Espíritu, o qué representa: es la confirmación de que Jesús es el Hijo amado, en quien se complace el Padre: yo te he engendrado hoy, dice San Lucas. El Espíritu tiene esa finalidad: confirmar al Hijo, por la voz del Padre. El Espíritu, en sí, como tal, hubiera quedado incompleto, si no lo confirma la voz. Estamos en un punto muy delicado. Incluso, justo, para cometer una herejía, o, mantenerse en el dogma de la fe de la Iglesia. Un paso en falso, y nos queman en la hoguera, por decirlo, de alguna manera. Pero, no hay de qué temer, porque estamos ajustados a la fe de la Iglesia, a la que nos sometemos, con sumisión de fe.

2) El Espíritu: clave: Entonces, el Espíritu se convierte, desde entonces, en la confirmación del Hijo por el Padre, justamente, en el Bautismo, según la mentalidad de los evangelistas. El Espíritu, no es otra cosa que la confirmación, y, con ello, la plenitud del Padre en el Hijo por el Espíritu. Por lo menos, desde las perspectivas de los Evangelios, en el caso concreto del Bautismo en el Jordán. Y, esto es, pura teología bíblica, en el caso concreto del bautismo, según

los Evangelios. Desde entonces ya no se puede hablar del Padre, del Hijo y del Espíritu, por separados, porque quedó confirmado en el Bautismo en el Jordán, que son una misma realidad: el Hijo confirmado y ratificado por el Padre en el Espíritu. El espíritu es la conexión existente entre el Padre y el Hijo, y, desde, entonces, ya el Espíritu no puede separarse, ni entenderse, sino con el Padre y el Hijo, pues es su confirmación. ¿Y, para qué todo este rodeo? Pues para poder comprender la afirmación del Evangelista San Lucas, al decir, justo, antes de las tentaciones, que Jesús, era conducido por el Espíritu en el desierto. Y, es clave, porque, al preguntarnos quién es el Espíritu, tenemos que decir, que la confirmación del Padre en el Hijo, que era conducido en el desierto. Con más razón, para sostener, que no estaba sólo; más, aún, también estaba el Padre. Hasta aquí, hemos avanzado bastante, y, todo, desde los hallazgos. Que ya lo habían hecho los teólogos. Pues, sí. Pero, para nosotros, pareciera una novedad. Y, lo más sabroso, es que nos suena como si lo hubiésemos descubierto nosotros. Por eso, que adquiere la nota de que sea nuestro, aunque, es la herencia de la fe la Iglesia. Pero, no nos quiten el sabor de sentirnos descubridores de mundos nuevos, aunque, no lo seamos, en verdad. ¿Qué representa, desde nuestros hallazgosdescubrimientos, el Espíritu? La confirmación del Hijo por el Padre. Muy bien. ¿Pero, esa confirmación está en función de qué o de quiénes? ¿En función del Padre, y, eso, para qué, en qué se beneficia? En caso de beneficiarse. ¿Cuál es su beneficio y provecho? ¿Se beneficia el Hijo, en qué, y, para qué, en caso de beneficiarse? Igual se aplica al Espíritu. ¿En qué se benefician? Y la respuesta la encontramos en el mismo evangelio de San Lucas: en que la gloria a Dios, está, en que el hombre tenga paz, como ya

- Las tentaciones en e desierto – habíamos analizado en un capítulo anterior. Paz, que se personifica en el Hijo, precisamente.

3) Conducido por el espíritu: cumplimiento del auténtico sentido de historia: ¿Entonces, cuál es el sentido de conducido por el Espíritu, que nos tiene hasta el fondo, en este análisis? Diera la impresión de que esa frase está haciendo referencia al sentido auténtico de la historia. No al sentido histórico de la historia, que sería la sucesión cronológica, sino, al sentido teológico de la historia, más, aún, del sentido teológicohistórico de las Sagradas Escrituras. Sí. A eso. Ya, en el hecho teológico del bautismo de Jesús en el Jordán, se está confirmando el sentido teológico de la historia de las Sagradas Escrituras. El Padre confirma (el Espíritu) en el Hijo su plan de salvación para el hombre. Allí, queda plasmado que se trata de la historia teológica: para que el hombre tenga paz. La paz, es el culmen de la historia. Y, esa paz, ya ha empezado. Por eso, el anuncio del ángel a los pastores y las alabanzas de la multitud celestial del Evangelio, precisamente, de San Lucas. Se está cumpliendo el sentido teológico de la historia de la Salvación, no de Dios solo, sino del hombre-Dios, como ser, también histórico, y, también, teológico. Y, así, sin saberlo, vuelve a hacerse presente en nuestros descubrimientos, la aplicación de un otro opuesto: historia-teología; existencia-teología; confirmación-historia. Ya no como opuestos, en el sentido estricto, sino como complementarios, como habíamos descubierto que tenía el valor de los opuestos, desde nuestros análisis.

Y, así, la sospecha que habíamos colocado de la existencia de un supuesto opuesto en espíritu-desierto, pasa, ahora, a la confirmación de la existencia definitiva de ese opuesto: desiertoconducido; desierto-guiado, con un carácter maravilloso del auténtico sentido de la historia. Porque, hay, allí, justo, allí, en esa afirmación del Evangelista San Lucas, una confirmación de la historia-historia e historia-teología, adquiriendo, con ello, la historia, un valor único y sorprendente. Precisamente, por la conducción del Espíritu. Entonces, se entiende, la afirmación del Evangelista: Jesús era conducido por el Espíritu en el desierto. Precisamente, porque el Espíritu es la confirmación de la historia, y, con ello, de la teología, en donde historia y teología, no se oponen, sino que se complementan. Y, es, entonces, que en el desierto, Jesús, no puede caer en las tentaciones, porque está siendo conducido por el Espíritu, es decir, por la confirmación de la historia Dios-hombre, teologíahumanidad. Y, no puede caer, porque, Jesús, no había perdido la comprensión de la historia, pues contaba con la confirmación, que se daba, precisamente, por el Espíritu. Sólo, así, se entiende el relato del bautismo de Jesús en el Jordán, y, con ello, implícitamente ligado y unido el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús confirmaba la historia del Padre. Y, con ello, queda ya la fórmula de la Trinidad: Jesús-confirmación-Padre; o, en términos más elevados: Hijo-Espíritu-Padre, independiente-mente de cómo se barajé, la posición del Padre y del Hijo. No importa, el resultado es el mismo: la historia. En donde el Espíritu, definitivamente es la clave de la confirmación, o la confirmación misma.

- Las tentaciones en e desierto – Tenemos que volver a la cita que nos tiene tan entusiasmados para re-leerlas desde los descubrimientos hechos. Verán, que, ahora, tiene otro sabor y otro sentido, quizás, el auténtico: Lucas 4, 1-14: Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.» Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya.» Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.» Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.» Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.

Las tentaciones, como tal: Ya, para qué nos vamos a dedicar a las tentaciones, si todo quedó aclarado. Jesús, con el auténtico sentido de la historia, por la conducción del Espíritu, las superó. Sí estaba claro de lo que quería, porque lo quería el Padre, confirmado en el Espíritu, está de más conjeturar porque ya la verdad está esclarecida. Su claro sentido y conocimiento de la historia, también su historia, porque era la historia del mundo-Dios, Dios-hombre. Ya lo teologizaba-humanizaba el Evangelista San Mateo 1, 23: “Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre “Emmanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros.» De todas maneras para no quedar como desagradecidos, refiramos, solamente, las tentaciones, sin entrar en detalles, pues quedó todo iluminado por el análisis que se hizo: Sintió hambre (primera tentación): Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.» El poder (segunda tentación): Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.

- Las tentaciones en e desierto – Si, pues, me adoras, toda será tuya.» Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.» Tercera tentación: Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.» Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

En todas, y, cada una, tenía claro el sentido de la historia. Sabía a qué venía: a cumplir la historia. La teologíahumanidad; Dio-hombre; paz-hombre. El evangelista, al final, sin embargo, deja abierta la posibilidad de otra tentación: hasta un tiempo oportuno: en el Huerto de los Olivos, vísperas de la Pasión, Muerte, Resurrección. Otro opuesto: muerte-resurrección. La misma manera de terminar el relato tiene una teología de los opuestos: ahora-después (acabada-tiempo oportuno).

Aplicación teológica-histórica para nuestras vidas de las tentaciones de Jesús en el desierto: La diferencia entre Jesús y nosotros, está, en que, nosotros, sí perdemos el sentido de la historia. Perdemos el sentido del pasado y del futuro. Perdemos nuestro sentido del ayer, y, con ello, el de

mañana. El presente está representado por cada ocasión. Y, es, en el presente, justamente, ahí, donde se nos pierde el sentido de nuestra historia. Y, es, cuando, entonces, se nos presenta el cambio de rumbo, de brújula, de situaciones. Se nos olvida mirar atrás, donde está el sentido de nuestra auténtica historia. Y, chupulún, los problemas en que nos metemos. Entonces, los lamentos y ayes. ¿Dónde está el problema? Nuestro sentido de la historia. Nuestras amnesias respecto a nuestro ayer, en donde se hicieron grandes o pequeñas decisiones u opciones. Ahí, está la diferencia. Sin embargo, para consuelo, miremos la parábola del trigo y de la cizaña, que analizamos en un apartado anterior. ¡Qué reconfortante, entonces, esa parábola! Es, entonces, cuando este libro se convierte en especial, con su gran descubrimiento de las riquezas teológicas. ¡Cómo negar, pues, que vale la pena que perdamos el tiempo, en esta pérdida de tiempo! Como es evidente que Jesús no perdió el sentido de la historia, y con ello, de la suya propia, y, no podía perderla, desde nuestros análisis; pero, como, también es evidente, que nosotros, sí la perdemos, reconfortémonos con los mismos detalles de las tentaciones, relatadas por el Evangelista San Lucas, teniendo en cuenta algunos elementos de utilidad, como los siguientes:

1) El desierto: ¿Dónde suceden las tentaciones? En el desierto, nos refería el Evangelista San Lucas. ¿Qué se puede entender por en el desierto? Ya la palabra lo está diciendo: en nuestras necesidades, en nuestras carencias, en nuestros momentos “de estar necesitados de”. Por ahí nos va a venir. Justo por ahí. Cada cual las sabe: tal vez de pan.

- Las tentaciones en e desierto – ¿Qué se podría entender por pan? Lo que nos alimenta, definitivamente. ¿Y, qué nos alimenta? Por un lado, el pan material, propiamente, dicho. Pero, por otro, los otros panes: el afecto, la seguridad, la estima, la alegría, la diversión, el ser tomados en cuenta, el sentirnos importantes, la familia... Por ahí, se nos asoma el desierto, y, por ahí se nos puede ir la pérdida del sentido de la historia.

2) Lleno de Espíritu Santo, Espíritu en el desierto...

era conducido por el

Habíamos dicho que el Espíritu es la confirmación en el Hijo por el Padre. Tal vez, aplicado a nosotros, desde las perspectivas del Evangelista San Lucas, esa constante confirmación de nuestra historia, de nuestro ayer, que será el mismo mañana, nos ayudará, a no perder el auténtico sentido de nuestro presente histórico. Mirar atrás, de vez en cuando. ¡Oh, perdón! Estamos dando recetas. No es nuestra tarea. Para eso existen tantos libros de psicología práctica y vivida que abundan por todas partes. ¡Perdón! Nuestra tarea era hacer teología. Más de ahí, es perder, justamente, la perspectiva ¡Epa, pues! Terminemos con la parte final del mismo Evangelista analizado en este capítulo: Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno. No es muy halagador que digamos. Pero, es. Y que nos asista, igualmente, el Espíritu, para confirmar, precisamente, cuando estemos en la tentación del Huerto de los Olivos, que es donde se volvió a

presentar la tentación a Jesús. Sin olvidar, que todo termina y se completa, nada, más, y, nada, menos, que en la Cruz. ¡Que el Espíritu nos asista! Amén. ¿Y, sí nos vemos envueltos en la tentación y sucumbimos? Tenemos a Pedro y a Judas Iscariote, como modelo y ejemplos teológicos-humanos. Pedro, no perdió las perspectivas y volvió a su camino. ¿Judas Iscariote? Ahí, la diferencia.

Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios Mateo, 22, 15-22:

Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.» Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron.

Hemos abordado en los capítulos anteriores temas delicados: las tentaciones en el desierto, por ejemplo. Hemos salido bien parados. Y, hemos sacado nuestros provechos personales. A pesar de que estábamos en las fronteras de la herejía (cfr. 105 y siguientes). Toda herejía siempre está sobre el tema de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una falsa interpretación sobre el Hijo, y se

rompe la unidad. Pero, no sucedió nada de lamentar. Gracias a la Santísima Trinidad. Menos mal.

Nota preliminar: tema muy delicado: El presente capítulo, aunque, no nos lleva a las fronteras de la herejía-dogma, es un tema muy delicado. Porque se adentra entre los límites de religión-poder, o, para, precisar más, Religión-Estado. En el tema anterior, lo menos que pudiese haber pasado, era pasar a manos de la inquisición (cosa que ya no se aplica), o, al Departamento de la Doctrina de la Fe, para que justificáramos, en caso de que hubiese algo no conforme a la fe de la Iglesia, o, para retractarse. Pero, no hubo tal peligro. Pero, en el tema que estamos por comenzar, lo menos, que nos puede pasar, es ganarnos algunas hostilidades, tanto de un lado, como del otro. Y, entonces, no se sabrá que podría ser mejor, si ir a justificar lo dicho, anteriormente, ante el Departamento de la Fe, o, dar razones para explicar los posibles malentendidos, que se pueda presentar, tanto, de uno, como de otro. Pidamos la asistencia del Espíritu Santo, quien es el que confirma, la aplicación del auténtico sentido de historia. Con el Espíritu Santo, y su asistencia, se confirma la historia (ya lo hemos visto y analizado). Tal vez, nos vayamos a ir de lleno al desierto, como Jesús. Esperemos no sucumbir y salir siempre asistidos por el Espíritu Santo, como salió, Jesús, según el relato del Evangelista que analizábamos.

1. )

Precisión de las fronteras:

En temas tan delicados, como el presente, es preciso, antes de todo precisar cuáles son los caminos que se pretenden caminar. Aunque, está de más, decirlo, ya, que sabemos que nuestro ruta es la teología

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

desde los textos de los evangelios que entresacamos. Pero, es importante, volverlo a recordar. Esa es nuestra ruta: la teología subyacente de cada extracto. Más allá, más acá, no es nuestra tarea. Sí esa es nuestra ruta, no tememos irnos al desierto, porque algo nos dice que nos está asistiendo el Espíritu Santo, para no desviar nuestra historia. Es decir, nuestro ayer y nuestro mañana. El presente, ciertamente, va a determinar la posibilidad de un cambio de rumbo. Nuestro ayer, es decir, lo que se ha tratado, en los temas anteriores de este libro, ha sido, la teología subyacente en los entresacados. Se ha permanecido fiel. Desde ese ayer, miramos el futuro, es decir, los temas siguientes y no perdemos las perspectivas de nuestra historia, en este caso, de lo que motiva estas páginas. Entonces, vamos confiados al desierto, porque nos asiste el Espíritu Santo. ¿Puede sonar a arrogancia lo dicho, inmediatamente, anterior? No se ve, por qué tiene que sonar de esa manera. Se trata de aplicar lo que hemos ido aprendiendo. ¿Si no, entonces, para qué nos hemos dedicado a tanto, sino para nuestro propio enriquecimiento? En otras palabras nos estamos aplicando nuestra propia medicina. ¿O, no? Así, a lo que vamos: al desierto. Y con el que vamos: con el Espíritu Santo y su asistencia. ¿Se presentarán las tentaciones? De seguro. Pero, nos asiste quien nos asiste, con el más claro sentido de la historia, por lo menos, en este libro. Imposible que sucumbamos. Imposible. ¿Jesús sucumbió? Tenía claro el auténtico sentido de la historia. ¿Y, en Jesús, no se plenifica el hombre y el hombre no se explica desde Jesús, precisamente, por su valor teológico-humano? Además, si no aplicamos, eso mismo que hemos ido descubriendo, entonces, estamos perdiendo el tiempo. Para algo tiene que servirnos todo lo andado, hasta ahora.

2. Elementos del entresacado y sus posibles aplicaciones: a) Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”. Aquí hay muchos datos interesantes. Por un lado, los que envían y para qué los envían. Tienen un propósito claro: “Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra” (Mt. 22, 15), dice en el versículo anterior al que pretendemos desglosar, ahora. Hay un objetivo: sorprenderlo con sus propias palabras. Está claro: una trampa. Se podría decir, igualmente, que se está repitiendo la historia teológica de las tentaciones en el desierto, pero de una manera bastante sutil y delicada. De la claridad de Jesús, de su misión, iba a depender, también, su respuesta. Y el tema era muy delicado: rayaba las fronteras de la religión y del gobierno. Por el lado religioso, por lo visto, Jesús, estaba muy claro. Van a comprobar, qué tanto. Por eso, se mezclan los intereses. Se junta el poder del poder de los que representaban la religión, con el poder del gobierno. Frontera muy delicada, sin duda. Por un lado, los fariseos, quienes eran los que representaban la autoridad de la religión, se hallan perdidos. Hay que acudir a otro poder. Hay que hacer alianzas, a ver, sí, con nuevas fuerzas, juntas, esta vez, Jesús, está tan firme como parece. Una tentación.

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

La alianza, ya la está diciendo el Evangelista San Mateo: “Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle”, lo que le dicen. Los herodianos, no eran otra cosa que los representantes de Herodes. Y, Herodes, era quien estaba en el gobierno. La alianza estaba haciendo su primera estrategia: ir juntos. No sea que vea a la autoridad civil, y, caiga en contradicciones. ¿Qué más testigos podrían ser mejor que los propios del gobierno: los herodianos, para después aferrarse a las propias palabras de Jesús, como su propia condena, y no tuviese, sino abogados acusadores? Todo perfecto: religión y gobierno en una unidad estratégica. Y, con ello, no importa las fronteras: no las hay. Hay un mismo fin, olvidando cada cual su rol. Pero, estrategia es estrategia, y, “en el amor y la guerra todo se vale”, como se dice. ¿Y, qué le dicen a Jesús? Pues, el resultado de la alianza: representantes de la religión-gobierno. Todo por la misma causa.

b) “Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”. Aquí, en este sub-apartado, hay un paralelismo con las tentaciones en el desierto. Está la alabanza del que presenta la ocasión, pero con el efecto que se está esperando. Se le ablanda, primero, con un reconocimiento, y, se queda a la espera, de los resultados del ablandamiento. ¿No es eso mismo lo que se da cuando en el desierto el diablo le dice a Jesús: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan; «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»?(cfr. Lucas 4, 1-14).

¿No se repite el mismo efecto del ablandamiento, en los dos casos? En las tentaciones, el ablandamiento, está en: “porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Y en el caso presente esta en: “sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas”. Y, así, también se repite la historia en el caso del Génesis 3, 4-5: “Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» El efecto del ablandamiento, sin duda que tiene que dar muy buenos resultados. Se ablanda con una alabanza y en la alabanza viene el efecto del veneno. Había qué esperar. La alabanza condiciona. Como eres justo, esperamos que hagas justicia. En el caso del Evangelio de San Mateo: sabemos que no haces distinción y que eres veraz. Hay que esperar que la alabanza haga todo su efecto, llegue a lo más profundo, y nos dé lo que estamos esperando: tomarlo por sorpresa. Inteligentes, sin duda. ¡Qué gran estrategia, sin duda! Vuelve a relucir el tema de la historia y de su comprensión. Un paso en falso y los resultados. Un paso en firme, y, también, sus resultados. Ya, la segunda parte de la estrategia estaba en juego. La primera, ir los dos poderes juntos. La segunda, la alabanza, precisamente, de los poderes unidos. ¿Qué más se podía esperar, si ya había el reconocimiento, tanto del gobierno, como de las autoridades que representaban la religión? “Sabemos que no haces distinción y que eres veraz”. Lo sabemos, tanto, el poder del gobierno, como el poder de los representantes de la religión. Lo sabemos. Lo reconocemos.

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

Hay que esperar el efecto. Entonces, esperando que la alabanza haga su trabajo, viene la pregunta. Pero, ya está condicionado por la alabanza. Por lo menos, debería estarlo. ¡Qué gran diferencia la de Jesús con nuestras historias! Pero, ¡qué parecidos, también!

c) Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Ahí le va la pregunta. Conteste, ahora. Es de imaginarse la emoción que ya estarían sintiendo porque los dos pasos de la estrategia, para ubicarla como una sola, estaban siendo aplicadas.

d) Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis?” “Una cosa, es una cosa; y, otra cosa, es otra cosa.” Cada cosa tiene su lugar. No vayamos a confundir las cosas. La historia es la historia: tiene siempre presente tres elementos inseparables: pasado, presente y futuro. Se repite lo que habíamos señalado en el capítulo de las tentaciones en el desierto. Perder el sentido auténtico de la historia, en el nivel que sea, es catastrófico. No lo iba a perder, Jesús, quien es el verdadero sentido de la auténtica historia del hombre, como ser teológico-histórico. En Él se entiende y se explica la historia del hombre, porque es pasado, presente y futuro, al mismo tiempo. Él es la historia, al fin y al cabo. Porque es su comprensión. Ahí, les va la respuesta. Sólo en ese sentido. Ni, más; ni, menos.

e) Mostradme la moneda del tributo.» Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» ¿Están muy claros en lo que pretenden, verdad, vamos, a ver, “de quién es esta imagen y la inscripción”? Ellos fueron por una pregunta y salieron preguntados. Ese no era el juego. Pero, hay que esperar, porque, todavía no se ha comprometido, que es lo que se espera. Parece que mordió el anzuelo. Hay que contestarle. Parece que con la ayuda que se le va a dar, se va a conseguir a lo que se fue. Y, ni cortos ni perezosos, como se dice, responden. Ya casi está el trabajo. Hay que darle la ayuda y rápido. Por lo menos, ya cayó en el juego de las palabras. Y, eso, puede ser la pista de que ya se logró el objetivo. Hay que esperar. Con calma. Ya está. A punto.

f) Dícenle: «Del César.» Aquí habría que imaginar a los herodianos, ya contentos. Y, también a los enviados de los fariseos. La alianza. Valió la pena. Casi, por lo menos. Ya entró en el juego. Pero, hay que esperar. Por lo menos, ya identificó la moneda, y, eso, es bastante. Ya está listo. Ahí viene la respuesta. Abran los oídos. Estén atentos. Anoten lo que va a decir. Hay que ser muy precavidos. No hay que perder ni una palabra. Atención.

g) Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.»

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

Si la moneda tiene la imagen del César y también su inscripción, ¿qué están esperando? Llévensela al César porque es suya. Le pertenece. Tal vez, se le perdió. ¿Qué hace eso que es de él, aquí? Llévenselo. ¿Qué esperan? Devolvédselo al César. Una de dos: o se le extravió al César, y él no lo sabe, o, alguno, de entre ustedes se la pilló. Devolvédselo al César. ¿Qué están esperando? Y, con ello, se podría interpretar, o, que había en el grupo alguien de mano rápida, o, que, había malamañosos entre los enviados de los fariseos y/o de los herodianos. ¿Estaba diciendo, Jesús, según el entresacado, que no pagaran o que sí pagaran? Estaba diciendo que sí esa moneda era del César, y era, porque tenía su imagen y su inscripción, era porque le pertenecía. Hay que hacer algo, al respecto. Devolvédselo al César.

h) Y lo de Dios a Dios: ¿Qué tiene que ver Dios con eso? Lo de Dios es de Dios. Y lo de Dios es la historia, y en la historia es donde se realiza la obra de Dios. ¿Entonces? Cada cosa en su lugar. Al César lo que a él le pertenece: la moneda. No metan en esto a Dios, que no tiene nada que ver. Y, denle a Dios, lo que es suyo: la historia. Historia de la que no lo va a desviar una pregunta con doble intención y con estrategias de unidad, perdiendo cada cual su rol en la historia: los herodianos, son los herodianos, y representan el poder del gobierno; y, los representantes de la religión, a lo suyo. Cada uno en su lugar.

Los herodianos a representar el poder y a gobernar; y, los representantes de la religión, a ser instrumentos religiosos, para lo que deben estar. No pierdan el sentido de su historia. Cada cual a lo suyo. Y déjense de unidades que no van. Son dos realidades distintas. No cuadra. Y, así, Jesús, está dando una lección, otra vez, de historia y de su auténtico sentido. Y, está colocando en su lugar a cada grupo. Y, vuelve, Él mismo, a ratificar su historia. Una cosa queda clara, de esa respuesta de Jesús, que no tiene nada de ofensiva, y, sí, mucho de aleccionadora: y es que cuando los representantes de lo religioso, desvían su ruta y su historia, tienen que convertir y hacer alianzas de unidad, que no tiene nada que ver con lo religioso. Lo religioso es redimensionar la historia humana desde la perspectiva de la fe. Bajo esa sola luz. Y, así, está deslindando lo auténticamente religioso del poder de los que ostentan la religión. ¿O, no es eso, uno de los elementos que se desprenden del texto analizado?

i) Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se fueron. ¿De qué se quedarían maravillados? ¿De sí mismos, de su caer en la cuenta de que cada cosa a su lugar, o, de que los desenmascaró respecto a la moneda que era del César?

Nota final: ¿Se habrá hecho teología en este análisis? ¿O, se ha tomado partido por uno, o, por otro? No se trataba de apoyar a uno o a otro, sino de encontrar elementos útiles para nuestra vida. Entonces, se ha hecho teología. Lejos de todo parentesco con

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

parecidos a realidades distintas que las propias, de las de cada uno, porque ése es el sentido de teología-historia. En el caso de las alianzas se vuelve a aplicar un opuesto, pero, con la diferencia, de que allí, se le suma un antagónico. Y es donde está el problema de las alianzas. Apliquemos un opuesto en el fenómeno de la existencia histórica de las alianzas: alianza, es igual a dar-recibir. Y, entre el dar y el recibir hay más, implícitamente, recibir que dar. Entonces, se interpone, el dar-recibir-recibir; se cede en algo, en función de más recibir que lo que se cede. El ceder lo condiciona la doble carga que supone el recibir. De allí, que sea dar-recibir-recibir. Entonces, el segundo elemento, se hace, implícitamente repetitivo, y, por consiguiente, en el repetitivo, está lo que hace que sea antagónica la realidad de las alianzas. Y, eso, aplicado a todas las esferas de la vida. En esa doble carga de unos de los elementos de la auténtica y sana relación de los opuestos, como complementarios y necesarios, queda condicionado por la repetición, de uno de los elementos. Y, ya no se complementan, sino que se condicionan. En la relación de los opuestos, desde el punto de vista de nuestros descubrimientos, hasta ahora, para que sea verdaderamente teológico-humano, tiene que existir un solo elemento, en relación al otro, que lo opone, y, lo complementa. De allí, su necesidad implícita. Un opuesto, no es solo. Porque ya no sería opuesto. Necesita el elemento que lo opone, pero no como antagónico, sino como el que lo explica y lo plenifica. ¿En el caso de la alianza implícita de los fariseos y los herodianos, como dos realidades opuestas de poder, la religiosa y la de gobierno, existe, desde nuestras perspectivas descubiertas en los mismos evangelios, la relación de los opuestos? ¿No se da en esa relación una repetición de uno de los elementos de la relación? ¿En el poder de los herodianos no hay

implícitamente una repetición de la relación poder, en el poder de los fariseos? ¿No se está dando ya una falla que debilita la relación de los opuestos, tan necesaria y complementaria, en poder-poder? ¿En ese poder-poder, dónde está su opuesto, que tendría que ser, necesariamente, obediencia? ¿En la relación de los opuestos, como verdaderamente opuestos, no tendría que ser poder-obediencia? ¿Existe en la alianza, del texto que entresacamos, la relación de los opuestos poder-obediencia? Pareciera, que no. Si resulta válido, y resulta, desde nuestros descubrimientos para nuestras riquezas personales, lo que se está diciendo, ¿no hay carencia de la verdad en esa relación de los opuestos? ¿Y, si hay, carencia de verdad, hay mentira, o por lo menos, medias verdades y medias mentiras? Si hay medias y medias, de parte y parte, ya no hay opuestos. Porque en el “medias” y “medias” (verdades y mentiras), hay otro elemento que se repite. Esas “medias” en vez de ser la fortaleza, se convierte, inmediatamente, en la propia debilidad de la relación de la alianza entre los herodianos y los fariseos. Las “medias” existentes entre parte y parte, hace, justamente la realidad de las alianzas. Y las alianzas, desde este análisis, son una deformación de los opuestos, porque en vez de fortalecerlo, lo debilita. Ante la realidad de la alianza de los herodianos y de los fariseos, vuelve, a salir airoso la realidad de los opuestos, que sí aplica, nuevamente, Jesús: Verdad-mentira. Y esa auténtica relación de los opuestos aplicada por Jesús, ante la pregunta de la alianza, que ya estaba débil en relación a la realidad de los opuestos, queda descubierta. De allí, tal vez, que se hayan retirado sorprendidos y admirados. De allí, la sorprendente respuesta de Jesús: Denle al César lo que es suyo, la moneda. Y, a Dios, lo que es de Dios. ¿Qué es de Dios? La historia.

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

¿Qué es del César? La moneda. Devuélvansela. Cada uno con lo suyo. Si de Dios es la historia, pues, es imposible que Jesús, el máximo interprete de la historia, se opusiera y se contradijera. Menos con preguntas que no tienen el sentido que debería tener. ¿Preguntan: que, sí hay que pagar, y, si, con pagar, no se ofende a Dios? Son dos cosas muy distintas. Son dos poderes muy distintos. No había que confundirlo ni mezclarlo con preguntas que no mostraban más que una realidad: una alianza. Entonces, Jesús, les corrige la relación de los opuestos que ya estaba deficiente en sí misma. Le hacen una pregunta, fruto de sus realidades, que, no eran, sino antagónicas, es decir, contradictorias. La pregunta era con la manipulación de un solo elemento de una auténtica relación de opuestos. La pregunta era sobre poder-poder. El César como poder frente a Dios como poder. Eran dos cosas distintas y diversas entre sí. Faltaba el elemento que hiciera que ese opuesto fuera verdaderamente un opuesto. Entonces, con la respuesta, Jesús, está complementando el elemento faltante de la relación de los opuestos: A Dios, lo de Dios; al César, lo del César. No tiene que ver una autoridad con la otra. Son dos autoridades distintas. A cada una la obediencia que a cada una se le debe. A Dios, lo de Dios; al César, lo del César. Cada cosa en su lugar. ¡Verdaderamente sorprendente! Volvamos, para terminar, que ya es justo y necesario, sobre la posibilidad de caer en la tentación con nuestra ida al desierto, que hacíamos al comienzo de este capítulo (página 116 y siguiente). ¿Hemos perdido el sentido de la historia con este análisis? ¿Nos ha asistido el Espíritu Santo en el desierto? Si miramos la historia: pasado y futuro con el elemento que los une que es el presente,

pareciera que no ha dejado de asistirnos el Espíritu. ¿Es arrogancia? No; sino asistencia del Espíritu porque nos hemos mantenido fiel al sentido de la historia del propósito de este libro: hacer teología, desde los textos entresacados para nuestros provechos personales. Y se ha hecho.

“Vosotros sois la sal de la tierra... «Vosotros sois la luz del mundo”

Mateo, 5, 13-19:

«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.

Los descubrimientos son la referencia del progreso:

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

¿Qué sería de nuestra civilización si el hombre no hubiese hecho los grandes descubrimientos que ha realizado en su transcurrir por la historia? ¿Qué estuviese pasando con nuestras relaciones humanas si el hombre no hubiese descubierto-inventado el fuego, la rueda, la pólvora? Algunos son descubrimientos, otros son inventos. ¿Qué estuviese pasando? Otra historia de la historia sería, por supuesto. Pero, ¿cómo sería nuestros comportamientos, más animales, más civilizados? ¿Mas, qué; menos, qué? Otra historia sería la que se contara. No se puede negar los beneficios de los inventos-descubrimientos realizados por el hombre. Y, esos hallazgos-encuentros, han determinado el transcurrir de la historia del hombre, para bien, o para mal. Más para bien. Esos descubrimientos-inventos se han convertido en el punto de referencia obligada para la historia. La han determinado. Al punto de que se habla de un antes de y de un después de, como puntos de referencias, porque han permitido el cambio de comportamientos y de maneras de concebir, re-concibiendo la historia, cada vez, con cada cosa nueva. Se revierten a favor del hombre. Igual, nosotros, en este libro. Hemos realizado nuestros descubrimientos. No se ha inventado nada, por supuesto. Solo se trata de descubrimientos. Y, esos nuestros descubrimientos, nos marcan y nos transforman, como tiene que ser todo nuevo descubrimientohallazgo. Así, hemos descubierto la realidad de los opuestos. Al punto que pareciéramos que somos los únicos que lo hemos descubierto. Igual, sucedió con la pólvora y la rueda, ya los chinos las estaban trabajando y utilizando desde hacía mucho tiempo. No era nada nuevo, aunque poco conocidos.

También nosotros. Hemos descubierto la existencia teológicahumana de los opuestos. Y, pareciera, que somos los primeros. Ya sobre este camino están andando muchos. Pero, para nosotros, es nuevo. Pareciera. Y nos ha determinado. Tanto nos ha determinado que no hemos hecho otra cosa que utilizarlo desde que lo descubrimos. A cada momento hacemos referencia a ese hallazgo, que pareciera nuestro. Pero, ya los chinos estaban utilizando la pólvora y la rueda desde hacía mucho tiempo. Otro tanto, nos está sucediendo con la aplicación del sentido teológico-histórico de las tentaciones de Jesús en el desierto. No hacemos otra cosa que acudir a lo que para nosotros es nuestro hallazgo. ¿Nuevo? Para nosotros; si. Tanto nos ha determinado, que, ahora, no sabemos mirar los textos de los Evangelios, sino desde esa manera nueva, aparentemente, para nosotros. ¿Otros ya lo han hecho? Sin duda. Pero, déjennos, disfrutar y determinar de nuestros propios hallazgos. En eso consiste la satisfacción de saberse y sentirse descubridores. Por lo menos, déjennos morir con el engaño, que nos está haciendo tanto bien.

“Vosotros sois la sal de la tierra...” y su aplicación teológica, desde nuestros hallazgos: Todo se ilumina desde los descubrimientos. Hay un antes y hay un después. La historia cambia, desde ese momento histórico. Se crea una línea divisoria entre el antes y el después: lo que se descubre en concreto. Desde, entonces, lo descubierto se aplica para todo y en todo. Se pone de moda. Está de más decir, que se nos ha convertido de moda, para nosotros lo que hemos descubierto. Se viene aplicando. Tal vez, con

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

exageración. Pero, la moda, no es otra cosa que una exageración en el uso de cualquier cosa nueva, hasta que no crezcamos para saber descubrir su uso y su utilidad, y sepamos darle el justo valor. Para eso se requiere tiempo. Los beneficios de las modas, el uso de lo nuevo, están en que nos ayudan a facilitar las cosas que antes se nos eran fatigosas. Los celulares, por ejemplo. Se pusieron de moda y había que tener uno para estar a la par con los aconteceres modernos de la historia. No usarlo, era, estar en el antes. Todos tenían uno. Al paso del tiempo, los celulares, ya no eran moda, sino una necesidad. Nos han facilitado muchas cosas que antes nos tomaba días, tiempo y fatiga. ¿Quién no tiene uno, por ejemplo? ¿No lo ha determinado y transformado? Eso requiere algunos sacrificios para mantenerlo activo, pero es el costo de la actualización y de sus beneficios. Igual, con las computadoras. Eso mismo se aplica con nosotros. Apliquemos la moda, que no es otra cosa que el uso de los nuevos adelantos, que en el caso concreto, son los contenidos descubiertos en las páginas anteriores de este libro. ¿Qué hemos descubierto? La aplicación bíblica-teológica de las riquezas de los opuestos. Y la aplicación bíblica-teológica del auténtico sentido de la historia. Eso mismo nos facilitará, y nos está facilitando muchas cosas de la vida, para nuestro propio beneficio. Nos hará más fácil muchas cosas, como los celulares, las computadoras, los carros, y un sin fin de cosas nuevas, que, está de más decir, que determinan y han determinado, al punto, de depender de esos nuevos hallazgos. Por eso determinan, porque transforman y cambian al facilitar muchas cosas. Ese descubrimiento, apliquémoslo al entresacado que queremos analizar en este capítulo. Y, que ya, nos está haciendo muy extensa su justificación.

Pero, que se nos va a hacer muy sencilla, porque sí se le aplica lo descubierto, ya el mismo entresacado está explicado desde las páginas anteriores. Apliquemos el uso del celular: es decir, el uso de lo descubiertoinventado. Será muy sencillo: solo marcar el número y esperar respuesta, siempre y cuando haya saldo. Y a hablar para comunicarnos que es el objetivo del aparato. ¿Muy sencillo, verdad? Igual con el extracto del Evangelio de San Mateo. Tenemos el extracto: el celular. La condición es que tenga saldo y esté activo, si no, no se hará la comunicación. Tenemos la necesidad, por eso tenemos el teléfono; tenemos que tener saldo, es la condición. Ya tenemos el extracto: apliquemos la tecnología. Ya tenemos el entresacado. Por sí solo, no vale, igual el celular. ¿De qué sirve tenerlo si no tiene saldo y está activo? Apliquemos la tecnología, lo descubierto para nuestro beneficio. El teléfono: “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.” El saldo, es decir, la actualización y el saldo: el sentido de la historia que hemos descubierto que resalta Jesús, y nos hace redescubrir, según los análisis anteriores de este libro. Ese es el saldo. Vamos a agotar toda la tarjeta. Vamos a comunicarnos, que es lo que se quiere. ¿Entonces, para qué el teléfono y para qué el entresacado del Evangelio de San Mateo? Para comunicarnos. Y la comunicación tiene que ser muy fácil. Y es. Ya que si se aplica el sentido de la auténtica historia descubierto en las tentaciones de Jesús en el desierto y ratificado en la alianza de los herodianos y lo fariseos, Jesús, nos está diciendo, en el entresacado de San Mateo, que no olvidemos el sentido de la historia. Por eso nos está diciendo que

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

“Vosotros sois la sal de la tierra”. Pero ser sal conservando las características de la sal. De lo contrario, “mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres”. ¿No estará diciendo el Evangelista, que Jesús, nos está recordando que no se puede perder jamás el sentido auténtico de la historia? Pareciera. Y si se sigue con la idea de la aplicación de lo descubierto, ¿no queda clarita la interpretación, que ya de por sí, nos resulta fácil? ¿Lo hemos descubierto nosotros? No. Pues ya la Iglesia lo viene aplicando desde hace mucho tiempo. ¿Qué es la Encíclica Christifidelis laici, si no, aunque teniendo de fondo inicial de relación la parábola del amo que salió a contratar obreros, a distintas horas del día, concertando con cada grupo en un denario? ¿O, sea, que era mejor leer la Encíclica citada y lo comprendíamos, de una vez por todas? A veces, no es suficiente leer esos y muchos documentos oficiales de la Iglesia. Es necesario, un poquito más. Muchas veces esos documentos se leen, y hay que leerlos. Pero, tenemos que reconocer que nos sobrepasa y no tenemos la suficiente capacidad de entenderlos a plenitud. Lo que sí es seguro, que ahora, desde estos encuentros muy nuestros, pero que son viejos, porque son la línea constante del Magisterio de la Iglesia, tal vez, podamos entenderlos un poquito más. Con toda seguridad volvemos a esos documentos, para leerlos, de nuevo y otra vez, y, entenderemos muchas cosas que ya estaban dichas y descubiertas. Se aplica la idea de la pólvora y de la rueda con lo de la China. Esa es la insistencia al recordar cuando hemos tenido la oportunidad de que no hay peligro de alejarnos de la auténtica interpretación de los textos, ya, que por caminos, tal vez, más fatigosos, pero, más gratificantes y satisfactorios, hemos llegado a lo que ya la Iglesia ha comprendido

siempre. Se habla del sentido auténtico del Magisterio de la Iglesia. Todos los documentos que de él salen están enmarcados bajo la línea de la inspiración para su auténtica interpretación, de la que el Magisterio de la Iglesia, es garante. Y le asiste el Espíritu Santo. Tampoco se trata de negar que a nosotros nos ha asistido. Porque, si no nos ha asistido, significa que hemos sucumbido en la tentación. Y, por consiguiente, hemos cambiado nuestra historia, por lo menos, con la de este libro, y, en este libro. Pero, la prueba de que también nos ha asistido, es que llegamos a donde llegamos; y vemos que ya antes habían pasado, y hacía mucho tiempo. Hemos descubierto lo que ya estaba descubierto y enseñado en los Documentos oficiales (véase todas las Encíclicas y todos los documentos oficiales de la Iglesia). No hay nada nuevo. Apliquemos, al respecto, la misma enseñanza del libro del Eclesiastés, sobre la realidad de los opuestos. Pareciera ser que el libro del Eclesiastés es el libro especial de los opuestos por excelencia, según nuestros hallazgos. Dice el Eclesiastés: 1, 9-10: “Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol. Si algo hay de que se diga: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron.” De allí, que no está en peligro la fe. Por lo menos, no debería estarlo. Ni siquiera en su más mínima sospecha. Lo que ha movido ha sido siempre la fe. Nunca su duda, sino su comprensión. Y, ahora, con elementos convincentes y coherentes para nuestros limitados entendimientos. Lo que sí queda claro, que ahora, los documentos como las Encíclicas, van a tener mejor comprensión, porque como hemos caminado mucho, tal vez, para llegar al mismo destino: la comprensión. Con toda seguridad, la Encíclica sobre el Espíritu Santo, Dominum et vivificantem, va a tener nuevos sabores, porque no nos

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

habríamos percatado de detalles, que, desde ahora, tal vez, estemos en alguna poquita más de capacidad. No se sabe. Hay que volver a leerlos. No hay alternativa. Ahora, es un imperativo existencial para nuestro propio provecho. No queda, más que decir y aplicar que la misma metodología aplicada con la comparación del teléfono, a la siguiente idea del entresacado del Evangelio de San Mateo: “Vosotros sois la luz del mundo”. ¿Qué decir que ya no esté dicho? ¿Cómo no aplicar lo que hemos aprendido y encontrado hasta ahora, a esta cita, y, a todas las posibles citas de los Evangelios? En el caso de que apliquemos lo de los opuestos, que nos ha sido tan útil, a esta dos sub-citas del Evangelio de San Mateo, tenemos que decir y repetir que se dan la realidad de los opuestos. Veamos: vosotros-mundo (entendiendo por mundo ellos, los del mundo); vosotros (luz)-mundo (tinieblas). Y en el caso de la sal, también: saltierra, sal-desvirtuar (si pierde sus propiedades). ¿Qué queda de esas relaciones? ¿Qué se desprende de esas relaciones de esos opuestos encontrados en las dos sub-citas del Evangelio de San Mateo? Queda: luz, sal de la tierra, para dar sabor. ¿Y cual es la permanente? La historia. Ser lo que cada cual es en su rol, sin perder el rumbo ni el camino. Vuelve a repetirse la constante de la historia y de la que Jesús es su constante referencia en los Evangelios. Y en la que San Mateo, vuelve a insistirnos: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” ¿Cuál cumplimiento? La de la historia. En el caso de Jesús, la suya propia, y, en el caso nuestro, la nuestra. Sólo así se dará fiel cumplimiento a la Ley y a sus Profetas, que no es abolida, sino

confirmada, en Jesús, y, en nosotros. Pero historias que no son sino la misma: humano-teológico. Porque la grandeza de lo teológico está en que está, en la relación a los opuestos, como el elemento de la relación. No es teológico-teologico. Tampoco humano-humano. No hay opuestos. Y no hay elementos de relación. Si fuera humano-humano, faltaría la clave, que es la fe. Entonces se acabarían las posibilidades de las preguntas. El hombre estaría sin sentido en la historia. Nos libre Dios, de semejante atrocidad (cfr. página 100 y siguientes). Igual si fuese solamente teológico-teológico: ¿en qué se beneficiaría Dios? Pero la gloria a Dios, no es otra cosa que el hombre tenga paz. Y la paz del hombre está representada y es el mismo Jesús, confirmado por el Espíritu como habíamos ya señalado en su oportunidad (el primer capítulo).

Sea vuestro lenguaje: “Sí, sí”; “no, no”...

Mateo, 5, 37:

“Sea vuestro lenguaje: “Sí, sí”; “no, no”: que lo que pasa de aquí viene del Maligno.”

¿Qué podemos decir que ya no esté dicho? Invitamos a que se aplique lo que hemos descubierto y aplicado en todos los capítulos anteriores. No será nada difícil si se ha captado todo. Así como Jesús en la multiplicación de los panes podía poner a prueba todo lo que venía enseñando y haciendo (cfr. página 35, antes y después); así, guardando las distancias, pongamos a prueba todo lo que está dicho en este libro, con sus encuentros y hallazgos (cfr. página 130). No será nada difícil. Si el lector lo ha captado y re-descubierto, hará de manera muy sencilla la relación de los opuestos y del auténtico sentido de la historia, que ha sido el descubrimiento en este libro.

-“Vosotros sois la sal de la tierra... la luz del mundo” –

No hay “más nada qué decir”, al respecto (véase también la referencia que hacíamos, entonces, sobre la expresión, cfr. página 97 y siguiente).

La parábola de la higuera

El otro día, en la lectura del Evangelio del domingo, leíamos la parábola de la higuera. Y en el análisis que hacíamos del contenido de la parábola hicimos unos descubrimientos muy sorprendentes, partiendo de la aplicación de la búsqueda de los opuestos y de la aplicación de las contradicciones, contenidos en esa parábola. Dice el texto: Entonces les contó esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada. Así que le dijo al viñador: “Mira, ya hace tres anos que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar terreno?” “Señor – le contestó el viñador –, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en delante de fruto; si no, la cortaré.”» (Lucas 13:6-9). En esta parábola, decíamos ese domingo, hay algunas contradicciones que nos van a ayudar a comprender muchas cosas útiles para la vida. Para empezar es importante precisar que al decir que hay contradicciones, se trata de un método de estudio y de

análisis, y no de cerrarnos herméticamente al contenido y a la enseñanza implícitas en el texto que se analice. Ya se usó por Aristóteles, y hoy se usa en matemáticas, como método de trabajo, dando resultados maravillosos. Pero no sólo porque se use en fórmulas y se aplique en la práctica, sino porque es notorio que en la parábola de la higuera hay aparentes contradicciones. No por eso es para escandalizarse. Al contrario, es para adentrarnos y fascinarnos de los hallazgos en su contenido. Los primeros datos contradictorios en la parábola son. Dice: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada.” ¿Dónde está la contradicción? En que en los viñedos lo que se cultiva son uvas. Y es lógico que si se va a buscar a un viñedo los frutos, éstos tengan que ser uvas. Por otro lado, los que trabajan en el viñedo, es decir, los viñadores, estén preocupados por las uvas. No de otra cosa. Que en ese viñedo haya una mata de higos, no es lo más importante para los viñadores, sino las uvas. De manera que el dueño de la finca si fue a buscar higos, era lógico que no los encontrara, ya que los viñadores cuidaban y se esmeraban era por las uvas. A lo mejor, ni se habrían percatado de la existencia de la higuera. Con toda seguridad la higuera habría dado frutos en tiempos de cosecha de higos, y quizás, los viñadores ni se habrían dado cuenta de ello. Es clarita la primera contradicción. La segunda es que, cuando fue a buscar fruto en la mata de higos, no encontró. No está la contradicción en que no hubiera higos, sino en que, quizás, fue a buscar higos en tiempos en que la mata no estaba dando frutos. Tal vez, el dueño de la finca fue a buscar higos en destiempo. Es decir, en tiempo en que no era tiempo de cosecha de higos. Por eso, no encontró frutos en la mata. No se le puede pedir a la naturaleza lo que ella por su ciclo normal no produce. Tal vez, el error

-La parábola de la higuera -

estaba en el dueño de la finca, que se equivocó en la fecha en que fue a buscar higos. Por otro lado, respecto a la segunda contradicción es que los viñadores como no eran sino viñadores y no higueros o cuidadores de higos, lo lógico era que estuviesen muy pendientes de las matas de uva. De manera, que si sabían que el dueño iba a venir a la finca, lo más natural era que ellos tuviesen todo el cuidado posible de que las matas de uvas estuvieran esplendorosas y bonitas, para que el dueño se sintiera satisfecho de la inversión que había hecho al tener viñedos. En esa contradicción puede pensarse que la higuera no es responsable de no estar dando frutos a destiempos, sino en que el dueño fue cuando no era el tiempo oportuno. ¿Dónde está el error? Pareciera que en el dueño y no en la higuera. La otra contradicción, y que sería la tercera, es que el dueño llevaba tres años empeñado en lo mismo. Llevaba tres años yendo a buscar frutos en la higuera. ¿Si el tiempo de higos es en febrero y marzo, por decir algo como referencia relacional, por qué no va encontrar frutos si va en otro tiempo que es el indicado? Por lógica nunca los va a conseguir. ¿Dónde está, entonces, la contradicción? Quizás en el destiempo del fruto de la higuera y la venida del dueño de la finca. Todo a su debido tiempo… Está más que clarito. Debe sumarse a ese detalle, el hecho de que si la mata de higo era “macho” o “hembra”, ya que si era macho, nunca iba a dar fruto. En el caso de las tres veces que fue el dueño a recoger higos, ¿no fue capaz de darse cuenta si era capaz la mata de dar o no higos? Elemental ese detalle a tener en alta consideración. Pero, la gran contradicción en el desarrollo y contenido de la parábola es que el dueño de la finca tomó la determinación de cortar la mata de higo. Así lo dice el texto: “¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar

terreno?”. Ciertamente, era el dueño y podía disponer. Pero, ¿y los detalles elementales que se deberían tener en cuenta para tal decisión? Y, no solo con eso, hasta en la decisión que había tomado el dueño de la finca, hay otra contradicción, y es que el viñador le refuta, diciendo: “Señor – le contestó el viñador –, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en delante de fruto; si no, la cortaré.” Fue contrariado llevándole la contraria en la decisión. O sea, que el dueño fue refutado, y fue desautorizado por el empleado. Otra contradicción… Ahora bien… En ese llevar la contraria por parte del viñador queda implícito un reconocimiento. Y es que el viñador reconoce de inmediato que no le ha dedicado tiempo suficiente a la mata de higos. No era su trabajo, sino de viñador. No tenía por qué dar razón de la higuera. Tal vez, ni se había dado cuenta de ella. Tal vez, sí habría dado frutos en el tiempo oportuno. Pero, cabría la pregunta: ¿Qué hace una mata de higos en un viñedo? Más aún: ¿son compatibles la higuera y el viñedo? ¿Pueden crecer juntos en un mismo suelo, al mismo tiempo? ¿No absorberá el viñedo todo el terreno y sus componentes químicos naturales del suelo, y la higuera quedará estéril porque no es posible crecer junto a las uvas? ¿Sabría eso el dueño de la finca? Porque el hecho de que fuese el dueño y que hubiese invertido en el viñedo, no significa que fuese un experto en esos menesteres agrícolas, tanto de la especie de las uvas, como de los higos… Parece lógico… Entonces, las contradicciones se ven claritas en la parábola de la higuera. ¿Qué estará queriendo decir esta maravillosa parábola? En seguida se contestará que se trata de la conversión. De hecho, ese es el contexto de la parábola, leída en el tercer domingo de la Cuaresma, y ese es el antes, cuando el evangelista nos cuenta que Jesús les preguntó en forma de reproche a los que fueron a contarle que

-La parábola de la higuera -

Herodes había mandado a matar a unos galileos que estaban haciendo sus sacrificios en el templo. Dice el evangelio de ese día: En aquella ocasión algunos que habían llegado le contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan. ¿O piensan que por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan.» (Lucas 13:1-5) Ese es el contexto y el “a propósito” de la parábola, pues de inmediato viene colocada la parábola, toda ella llena de contradicciones. Y tenía que estar llena de contradicciones ya que en el mismo contexto que nos las presentan está lleno, igualmente, de contradicciones. Ya que Jesús, por lo menos en el estilo del evangelista, dice una cosa, y enseguida se contradice en eso que quiere refutar. Veamos: el motivo es que hay unos galileos que fueron asesinados. Eso es lo que le cuentan a Jesús. Entonces, Jesús dice que no crean que fueron asesinados porque eran más pecadores que todos los demás galileos, primero, y después que los demás habitantes de Jerusalén, en la segunda referencia. Pues no. No eran más pecadores. Hasta ahí todo va bien, en esa relación. Pero viene la contradicción… al decir que a todos les va a pasar lo mismo, si no se arrepienten… O sea, que sí eran pecadores. Al igual que los que fueron a llevarle la noticia en cuestión. Hay allí una contradicción: ¿Por fin… eran o no pecadores? Entonces, los mataron por eso, y es

un castigo… es lo que pareciera decir. Y si no se arrepienten, van a sufrir lo mismo… No es un escándalo que haya contradicciones en esa parábola. Al contrario. Ahí radica la enseñanza y la lección. Si de principio no nos alarmamos que descubramos esas evidentes contradicciones, y si con todo y ello, nos mantenemos en la búsqueda, vamos a encontrar las sorpresas de la maravilla de la Palabra de Dios. La cosa no queda ahí. Hay que buscar en las mismas Sagradas Escrituras. Y así, se encuentra así en el libro de Génesis 3,3 que Adán y Eva se cubrieron con hojas de higuera, después de haber comido del árbol del bien y del mal. Dice el texto: “Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores”. En Deuteronomio 8,8 y en los versículos anteriores y posteriores (8,5-7, 9), vemos que el higo era una muestra de bendición, además de representar la prosperidad y el poderío, según se desprende de Miqueas 4,4. Así lo dice, en el primer caso, el libro de Deuteronomio: Date cuenta, pues, de que Yavé tu Dios te corregía como un hombre corrige a su hijo, y guarda los mandamientos de Yavé tu Dios siguiendo sus caminos y temiéndole. Pues Yavé tu Dios te conduce a una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y 1 granados, tierra de olivares, de aceite y de miel , tierra donde el pan que comas no te será racionado y donde no carecerás de nada; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el bronce.

1

Las negrillas son mías, para resaltarlo.

-La parábola de la higuera 2

En cuanto a Miqueas , dice: Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yavé será asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos, acudirán naciones numerosas y dirán: Venid, subamos al monte de Yavé, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos. Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yavé. El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de Yavé Sebaot ha hablado!

Por cuanto los higos y las uvas eran tan importantes en la agricultura judía, los profetas, al reprender el pecado, advertían al pueblo que las viñas y las higueras serían destruidas. Cuando señalaban la prosperidad por la obediencia, prometían una cosecha abundante de las 2 especies (Is. 36:16; Jl. 1:7; Am.4:9). La falta de higuera, podría verse como un castigo, como se puede ver en el caso de la protesta que el pueblo de Israel le hace a Abrahan en Números 20, 1-5: Los israelitas, toda la comunidad, llegaron al desierto de Sin el mes primero, y se quedó todo el pueblo en Cadés. Allí murió María 2

Véase también Zacarías 3,10. Según el Evangelio de San Juan, Natael estaba debajo de un higuera cuando Jesús lo llama. Véase Sn. Juan 1, 48-49. Siguiendo la misma idea: Natael, según la afirmación de Jesús, era un hombre fiel. Dice el texto: “Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez.” (Jn. 1, 47).

y allí la enterraron. No había agua para la comunidad, por lo que se amotinaron contra Moisés y contra Aarón. El pueblo protestó contra Moisés, diciéndole: «Ojalá hubiéramos perecido igual que perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh. ¿Por qué habéis traído la asamblea de Yahveh a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestros ganados? ¿Por qué nos habéis subido de Egipto, para traernos a este lugar pésimo: un lugar donde no hay sembrado, ni higuera, ni viña, ni ganado, y donde no hay ni agua 3 para beber? »

Es abundante la referencia al higo en el Antiguo Testamento, fruta muy conocida. Con los higos se hacían pan y torta; además de 4 servir de medicina . Sin descartar, por supuesto, que la higuera servía de sombra debajo de la que se podía descansar, cosa que significaba prosperidad y bendición. Por ejemplo, en el caso de Natanael, a quien Jesús llama, estaba debajo de la higuera (cfr. Sn Jn. 2, 45-51). Estos elementos agrandan más las contradicciones, ya que si la higuera era señal de bendición y prosperidad, el que la higuera no diera frutos, podría verse como un castigo profético. Es decir, anunciado como reproche del pecado. Y en este caso, el que el dueño decidiera mandar a cortar la mata, era para confirmar la decisión de castigo por la desobediencia, que es la clave de la interpretación en este caso. ¿Qué hay de fondo, entonces, en la parábola de la higuera? La sorpresa. Intentemos verla. Tal vez no la veamos. Pero hagamos el intento. ¿Será que nos está hablando exclusivamente de la necesidad de la conversión, porque si no, nos va a suceder lo mismo que a los 3 4

El subrayado es mío.

Véase algunas de las referencias bíblicas donde aparece que era muy conocido el higo: Num. 13, 23; 1 Sam. 25,18; 1 Sam. 30, 12; 2 Rey. 2, 20; 1 Cron. 12, 41; Neh. 13, 15; Tob. 1,7; Jud. 10, 7; Is. 38, 21; Jer. 8, 13; 24,1-5; 24, 17 .

-La parábola de la higuera -

galileos y a los habitantes de Jerusalén? Es posible. ¿Entonces, Dios si castiga por ser pecadores? Ese día nos preguntábamos eso y muchas cosas más. Y partiendo de la maravillosa experiencia de los opuestos que aplicábamos como método de estudio, acudimos a todo lo que nos sirviera de ayuda para buscar y encontrar respuesta. La respuesta la encontramos sorpresivamente en un cuento. Se dice que un campesino estaba muy molesto con Dios, porque no había hecho que su cosecha ese año no se diera como se esperaba. Todo por falta de agua y porque el tiempo de verano y sequía fueron muy intensos y largos. Peleó con Dios. Entonces Dios le concedió al campesino que por el año siguiente pudiese disponer del clima a su antojo en bien de su tierra. El campesino se puso muy contento y así dispuso que durante ese año, todo el tiempo fuese lluvia. Al cabo de pocos meses el campesino veía cómo florecían sus sembrados. Todo lo que había sembrado estaba más verde y frondoso. Las matas estaban, de hecho, más grandes y bonitas. El campesino estaba muy satisfecho y se decía que Dios, sin duda, se había equivocado. Que era mejor la lluvia. Llegó el tiempo de la cosecha. Contrató obreros para recoger los frutos. Cuando recogía el maíz, las mazorcas estaban grandes, pero fofas. No tenían consistencia. Prácticamente no servían para nada, escasamente para alimentar a las gallinas. El campesino se disgustó sobremanera pero comprendió que había hecho falta el verano, tiempo duro y árido, pero necesario para que las plantas echen raíces y se entierren más en el suelo. Y sobre todo, que ese tiempo de sequía, hacía que las plantas se fortalecieran y los frutos adquirieran consistencia y maduraran como tienen que madurar. ¿Qué querrá decirnos la parábola de la higuera que no dio frutos? ¿Qué Dios nos va a pedir frutos a destiempos y que va a venir

a recoger frutos cuando no hay tiempo de cosecha? ¿Qué tenemos que dar fruto en la tierra en donde estamos plantados? Tal vez, sí. Tal vez, no. Ahí está lo maravillosamente contradictorio de esa parábola. Que en las contradicciones está la lección. Si los evangelios están para la vida diaria, entonces, ¿no será que nos está diciendo que en la contradicción está diciendo que todos los tiempos son necesarios, aún cuando sean difíciles y duros como los veranos y las sequías? Porque si Dios viene a buscar frutos a destiempos, pues tiene que encontrar que no hay frutos… Simplemente, no los hay. Y no los puede haber. Ahí está la clave de la contradicción de que no haya encontrado higos durante tres años seguidos, tiempo en que ha estado viniendo para la finca. Porque no es que la higuera deba sentirse culpable de no dar higos. Sí los da, pero en su momento oportuno. En el inoportuno, pues ya es problema del dueño de la finca y del viñador, que no los han recogido. Y con ello como que se le quita responsabilidad a la higuera. Aquí está una novedad, tal vez, en este análisis. Porque pareciera que nos encanta sentirnos culpables y hasta nos aprovechamos de esa misma parábola para gozarnos en esa culpabilidad, que visto desde ahora, no tiene la higuera. En todo caso, tal vez el viñador. Que viéndolo bien, tampoco, porque ese no era su trabajo. ¿Dónde está, entonces, el error o la equivocación? Tal vez en el propio dueño de la finca, que viene a buscar cuando no hay, y donde no hay. Y que no puede haber… Imposible… Esto es, realmente, una novedad que hemos descubierto en la parábola de la higuera. En cuanto al destiempo de ir a buscar higos en la higuera hay otro pasaje del Nuevo Testamento, en el Evangelio de San Marcos, en donde aparece una higuera y un destiempo. Es en Marcos (11,12-14). Dice:

-La parábola de la higuera -

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que 5 no era tiempo de higos . Entonces le dijo: ¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti! Y sus discípulos oían esto.

Y en ese pasaje vuelve a aparecer otra gran contradicción, ante las palabras de Pedro que le indican a Jesús, que, de hecho, la higuera que había maldecido, ahora de regreso, estaba ceca. La contradicción vuelve a aparecer, porque Jesús habla de la oración y del perdón, pero maldice a una higuera que no estaba dando higos, porque no era tiempo, como lo señala el mismo evangelista, al decir “es que no era tiempo de higos”. El texto de Marcos (11, 21-25) dice: Pedro, recordándolo, le dice: ¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca. Jesús les respondió: Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar" y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas.

Pero, ¿qué le había hecho la higuera, además no era tiempo de higos, como lo señala el evangelista? Ese destiempo del pasaje de Marcos parece repetirse en la parábola de la higuera del Evangelio de San Lucas. Y la contradicción también. Porque “Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras 5

Las negrillas son mías, para resaltarlo.

ofensas”. Pero, inmediatamente anterior había maldecido y marchitado a la mata de higo. ¿Había perdonado y mostrado comprensión, mas aún, cuando no era tiempo de cosecha, como lo dice el evangelista? Un detalle interesante es que el evangelista San Lucas no refiere ese pasaje de la maldición de la higuera, que refieren Marcos y Mateo (cfr. Marcos 11,12-14, 21-25; Mateo 21, 18-22); y la parábola de la higuera es exclusividad del evangelista San Lucas. ¿Será el mismo hecho, contado en unos como un acontecimiento, y en Lucas como una comparación? Ciertamente, que no se pueden leer los Evangelios como una secuencia cronológica, pero de que hay contradicciones, las hay. Pero, no porque las haya significa que debemos escandalizarnos. Mas bien, tenemos que adentrarnos para sorprendernos. Volvamos a la parábola ¿Es más que la conversión, cosa aparentemente clara en la parábola? Sin duda, que es más que eso. Es existencialmente bella y reconfortante esta parábola. Es una maravilla. Sin negar para nada el tema principal que es la urgencia de dar frutos, por supuesto. Cosa evidente. Por eso el análisis de esta parábola para esta colección, porque aparece en los Evangelios, y lo leemos cada vez, pero no lo analizamos como lo hemos hecho aquí. Porque dice muchas cosas realmente interesantes, por eso digo en el subtítulo entre paréntesis de la colección “pero que no se dice”, al querer sostener que está clarito pero que no lo hemos profundizado. Un último detalle para precisar, es que no necesariamente el personaje de la parábola, o sea, el dueño del viñedo sea Jesús, o en su defecto, Dios. Con ello queda aclarado un poco el contenido. Era una parábola. No una referencia biográfica o algo parecido. Una comparación con su respectiva lección y catequesis.

-La parábola de la higuera -

Realmente maravilloso el contenido contradictorio de la parábola de la higuera… Y gracias, Señor, por esas contradicciones. Dános fuerza para comprender que también es necesario el verano y la sequía porque en ellos nos fortalecemos… Y ayúdanos a no sentirnos culpables de no dar frutos a destiempos, porque la naturaleza y la existencia no son contradictorios, y si lo que nos lleva a profundizar la parábola de la higuera, con la que hemos quedado maravillosamente sorprendidos… Y fascinados.

La parábola del hijo pródigo

Existen pasajes de los Evangelios que nos sorprenden por su riqueza, tanto de imágenes, como de lecciones. El pasaje de la parábola del hijo pródigo es uno de ellos. Vamos a intentar adentrarnos. Dejémonos invadir de todas las sorpresas. Busquemos todos los recovecos que nos permita la osadía de estar inquietos, y veamos por qué caminos nos puede llevar. Lo primero que tenemos que hacer, ciertamente, es colocar el texto que vamos a estudiar. Dice: Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le

-La parábola del hijo pródigo -

entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba

muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»( San Lucas 15, 1-3. 11-32).

Personajes de la parábola del hijo pródigo: Son cuatro los personajes activos en la parábola: el padre de los dos muchachos, el hijo menor, el hijo mayor; y el mozo, a quien el hijo mayor le pregunta, cuando regresa del campo y oye la fiesta. Hay otros personajes implícitos, por lo menos dos o tres grupos: los amigos con quienes el hijo menor despilfarró su herencia, por un lado. Por otro, las malas mujeres, en quienes gastó la herencia, según lo dice el hijo mayor,. Hay que sumar también al dueño de los puercos, donde fue a trabajar el hijo menor. Deberíamos contar también a los puercos, por supuesto. Existe otro personaje implícito, y no nombrado para nada, pero que se supone en la parábola, y es la madre de los dos muchachos, y la esposa del hombre que tenía los dos hijos. Para nada se le nombra, pero es de suponer que juega un papel, aunque sea sumiso.

Actitud de cada uno de los personajes de la parábola del hijo pródigo: Cada uno de los personajes, ya sea de manera individual, ya de manera grupal, tiene un comportamiento en esta parábola. El padre: El padre de los dos hijos, tiene varias actitudes: la primera es la de ser sumiso y obediente a la voluntad y decisión del hijo menor. No contradice para nada la iniciativa del hijo menor. Le respeta su

-La parábola del hijo pródigo -

decisión. Y por el contrario, accede a su petición, al repartir, de hecho la herencia. También le respeta su decisión de irse, con herencia y todo. La otra actitud del padre es activa, ya que, según se desprende de la parábola, estaba pendiente del regreso de su hijo. Lo dice el texto: “cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió”. Lo que podría pensarse que el padre estaba pendiente todos los días esperando si veía venir al hijo de regreso. Actitud activa y pasiva al mismo tiempo. Porque al estar pendiente, lo hacía estar activo y ansioso; pero, pasiva, porque esperaba que la iniciativa, igualmente, de regresar la tomara el mismo hijo, que, así, como se fue; así, regrese, pero por iniciativa suya, en ambos casos. Y aquí, se podría encontrar un opuesto: lo que quería el padre, por un lado; pero, lo que respetaba, por otro, independientemente de lo que le hubiese gustado. Bonito ese detalle de los opuestos, en el padre del hijo menor. Y esa actitud pasivamente activa del padre hace que la parábola sea muy enternecedora, por lo menos, en esa primera parte. Quiere una cosa, pero respeta. No impone. Deja hacer. Pero espera que las cosas se den por si solas, sin forzarlas. Su amor de padre así lo hace sufrir y respetar, al mismo tiempo. Tal vez. Pero, antes de avanzar en la actitud del padre, quedémonos un tiempo en esta parte de la parábola. Preguntemos a la misma Biblia y a la costumbre del pueblo de Israel para descubrir qué elementos habrían de ser de utilidad para comprender estos elementos evidentes en la parábola, pero ocultos para nuestros ojos. Así, preguntémonos la edad del hijo menor, y de por qué le pide a su padre lo que le corresponde de la herencia. ¿Por qué esa exigencia del hijo, y por qué esa sumisión del padre? ¿Qué le favorecía al hijo, para actuar así; y que le obligaba al padre para

acceder a la petición del hijo? ¿El padre no podía negarse a la solicitud del hijo? En el caso del hijo menor, ¿podría vérsele como un hijo rebelde, al exigirle al padre la parte de la herencia, primero; y, después, por el hecho de marcharse? Si se le consideraría un hijo rebelde, el padre podría apelar a la ley que le permitía hacerse 1 respetar. Dice e libro de Deuteronomio (21, 18-21) , que: Si un hombre tiene un hijo indócil y rebelde, que desobedece a su padre y a su madre, y no les hace caso cuando ellos lo reprenden, su padre y su madre lo presentarán ante los ancianos del lugar, en la puerta de la ciudad, y dirán a los ancianos: "Este hijo nuestro es indócil y rebelde; no quiere obedecernos, y es un libertino y un borracho". Entonces todos los habitantes de su ciudad lo matarán a pedradas. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes, y todo Israel, cuando se entere, sentirá temor. ¿Sería este el caso, con el hijo menor de la parábola? ¿Sería por eso que el papá prefirió quedarse callado, porque, de lo contrario tendría que denunciarlo? Y denunciarlo, significaría la muerte de su hijo, según la ley. Tal vez, era mejor para el padre que se fuera. Por lo que se desprende de la parábola, el hijo menor entraba en la clasificación de los denunciables, porque dice que “derrochó su fortuna viviendo perdidamente”, según la parábola; es decir, que era “un libertino y un borracho”, según lo que determinaba el libro de Deuteronomio. Por otro lado, el hijo podría haber salido indócil y rebelde, como consecuencia de no haber aplicado las máximas en la educación, ya que según el libro del Eclesiástico (30, 7-13). Dice: 1

Véase también Proverbios 23, 22.

-La parábola del hijo pródigo -

El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas. Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino. Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas; juega con él, y te traerá pesares. No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes. No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores. Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él amargura de alma. Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza. Este elemento implícito en la parábola es realmente muy interesante. Sobre todo, por el silencio y la sumisión del padre, respecto a la solicitud del hijo. ¿No sería, más bien, un reproche para el padre, la actitud rebelde del hijo? ¿No estaría recogiendo la cosecha de la crianza de su hijo, y la rebeldía del hijo, no sería una evidencia de la mala crianza del padre? Esto es novedoso. Ahora parece que el padre, tiene las de perder, desde estos nuevos elementos. Más que interesante, sin duda. Si es así, como pareciera serlo en nuestro descubrimiento, entonces, la actitud del padre era doblemente activa, y de pasiva no tiene nada. Podría verse como pasiva porque se somete a la petición del hijo; pero, podría verse como terriblemente activa, al tener que ceder inevitablemente a la voluntad del hijo, porque si no, el resultado final tendría que ser la muerte del hijo. Pero, si estaba mal criado, no era por falta de amor. Ahí podría estar el lado débil del papá, que se confirma en el hecho de que deja que su hijo se vaya. Porque prefiere

verlo irse que verlo muerto. ¡Maravilloso! ¡Sorprendente! Prevalece el amor de padre, por sobre todo. Entonces, era preferible que el hijo se fuera. Era mejor verlo partir. Eso explica la actitud aparentemente pasiva del padre, por un lado; y, por otro, la salida del hijo. Eso también explica el silencio del hermano mayor. Porque podría ser un reconocimiento implícito del comportamiento del hermano menor, que a todas estas, podría ser, como dice el libro de Deuteronomio, una desvergüenza para el padre. El hijo menor: La actitud del hijo es siempre la misma. Es decidido en lo que hace. Quiere la herencia que le corresponde y habla sobre ella, porque es su derecho. Además, pide adelanto de lo que le toca para irse de la casa. Llama la atención el carácter decidido del h ijo menor. Tal vez, tendría mucho de rebeldía. El solo hecho de pedir la herencia y de marcharse indican, sin duda, que quería ser independiente. Aquí surgen muchas preguntas y cuestionamientos: ¿Dónde estaba lo malo en quererse independizar de la familia? ¿No podría verse esa manera del muchacho menor, como un comportamiento de madurez, a pesar de todo? En este punto de las preguntas, podría relacionarse el deseo de ser independiente del hijo menor, con la experiencia del éxodo. Si es así, ¿entonces, dónde estaba lo malo, si, más bien, se trataba de seguir un patrón de conducta vivida y experimentada por todo el pueblo, como el hecho de salir? Se presentan de inmediato los opuestos, en esta parte de la parábola, por parte del hijo menor: quedarse-salir; obedienciadesobediencia; sumisión-independencia. Y si se aplica lo de la experiencia del éxodo, entonces, estaría el siguiente opuesto: esclavitud-liberación, que es la clave misma del éxodo. En su caso,

-La parábola del hijo pródigo -

¿se trataría de una liberación, cosa que implicaba una salida de la casa del padre? ¿No sería eso mismo la experiencia del jardín del Edén, incluyendo la expulsión, como realidad necesaria, por eso el éxodo? En el caso de encontrar parentesco con la experiencia del Jardín del Edén, estaría aplicándose la libertad. Pero con una diferencia en la parábola, y es que el hijo menor no fue expulsado, sino que fue su iniciativa el partir. Por otro lado, están los siguientes planteamientos: en el caso de que sea viable el relacionar esa salida del muchacho con la experiencia del éxodo, sería posible y exacta la relación diferencial, como es lógico, siempre y cuando el muchacho hubiese invertido lo que le había dado el padre como herencia, para surgir, y ser totalmente independiente; pero no fue así. Ya que lo gastó todo y “derrochó su fortuna viviendo perdidamente”, como dice la parábola. No invirtió materialmente hablando; no se niega, que a nivel de experiencia personal, con toda seguridad, habría de ser una experiencia grandísima. Por lo menos, pudo comparar y comprender la diferencia de vida, de la de antes, a la de ahora como extranjero y empleado ajeno. Por los elementos de la propia parábola, sin duda, que el hijo menor, era mala conducta. Por un lado, se atreve a contrariar a su padre; por otro, se va de la casa; después, derrochó todo. Aquí hay que anotar que “pródigo” significa una persona que es generosa y dadivosa, que es disipador, gastador, que desperdicia su hacienda en gastos inútiles (es fácil ser pródigo con la fortuna ajena), que gasta sin moderación. Así, por lo menos, aparece definido en la Enciclopedia 2 Espasa-Calpe . 2

En todo el Antiguo Testamento aparecen solo tres veces la palabra “pródigo” (2 Sam. 23, 20 y 1 Cron. 11, 22, referidos a Benaías, pródigo en fuerza y en heroísmo). La tercera aparece en Eclsiástico 16, 11, referido a Dios, pródigo en ira. Y en el Evangelio de San Lucas, en el capítulo 15, cuando habla de la parábola, el titulado

Aquí es donde aparece el otro grupo de los personajes de la parábola. Son los amigos con quienes gastó su fortuna el hijo menor, incluyendo las “malas mujeres”, como dijera el hijo mayor. Es con este grupo que el hijo menor se ha mostrado pródigo; es decir, generoso, dadivoso, gastando lo que era suyo porque era la parte de la herencia, pero que no le había costado, sino al padre. Finalmente, termina cuidando cerdos, cosa abominable para un judío, contrariando aún más el orgullo de la familia y del padre. El hijo al trabajar en tierra extranjera y criando cerdos, completa su rebeldía en contra de la familia. Contraría así a la familia haciendo todo lo contrario del orgullo de su comunidad, aun los preceptos religiosos, que era, entre otras cosas, criar cochinos, animal que no comía. Trabajaba en lo que era abominable para un judío. Esto aumenta y completa la total rebeldía del muchacho hacia su familia y su padre. Es sobre este punto que el muchacho menor recapacita. Punto crucial en su orgullo y dignidad. Comienza a sentir la añoranza de la casa del padre. Ciertamente, es por causa del hambre. Pero es el hambre lo que le hace recapacitar sobre sus principios y que por conveniencia, le hacen pensar en sus orígenes. Y podría decirse que se pudo haber aplicado la norma de Deuteronomio 23, 18-19, al recordar tal vez, que le decía que: “No llevarás a la casa de Yahveh tu Dios don de prostituta ni salario de perro, sea cual fuere el voto que hayas hecho: porque ambos son abominación para Yahveh tu Dios ”. En ese momento estaría comenzando en el muchacho el auto-encuentro. El volverse sobre sí mismo. Comienza, entonces, a planificar su regreso. Se podría estar aplicando a sí mismo el cruel descubrimiento de la verdad expresada en la experiencia sabia de sus mayores y contenida en la catequesis familiar de lo aprendido, por ejemplo en el libro de aparece como “el hijo perdido y el hijo fiel”, y el subitulado dice “el hijo pródigo” (véase Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1975).

-La parábola del hijo pródigo 3

Eclesiástico 9,6 , o el libro de los Proverbios 29, 3, donde se aconsejaba, que “el que ama la sabiduría, da alegría a su padre, el que anda con prostitutas, disipa su fortuna”. Tal vez, en esa experiencia del hambre y de necesidad, vuelve el recuerdo de sus orígenes: de la familia, del templo, de su religión, del hogar, de las tradiciones. Ronda la idea y la decisión del retorno. Un elemento tenía el muchacho a su favor, a este punto de nuestro análisis. Ese elemento era la certeza del cariño que le tenía el padre. Quizás, por e so era que actuaba como estaba actuando desde un principio. Sabía que el padre tenía su debilidad frente a él: lo amaba, lo quería. Y, quizás, este sería el punto débil del padre; y, a la vez, el punto fuerte del hijo. Se valía de esa realidad. Estaba seguro. Se podría decir que el hijo menor, tal vez, por ser el menor, era el consentido. Y podría decirse, muy a la ligera, por supuesto, que manipularía al papá. El caso es que el muchacho se dice a sí mismo lo que le va a decir al papá cuando regrese: “Padre…”, con la consiguiente parte del discursito que iba a decir para terminar de ablandar el corazón del viejo: “he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. El muchacho menor, el pródigo, la pensaba muy bien. Todo lo calculaba. Nada lo dejaba al azar. Se las sabía todas, como se dice. Volvía a aparecer su astucia. Le diré “Padre”, dice el texto que se dijo que iba a decir. Y enseguida la segunda parte del chantaje “ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Con la primera confesión y reconocimiento lo ablandaría. Y con la segunda parte, lo chantajearía. El viejo no aguantaría tantas emociones juntas, en un mismo momento. Y remataría, por si la segunda no hiciera el efecto esperado, con la tercera, que sería infalible: “trátame como a uno de tus jornaleros”. Con todos estos tres pases y elementos, el muchacho 3

“A prostitutas no te entregues, para no perder tu herencia”

volvería a ponerse al viejo en la palma de la mano, en caso de que hubiese algún distanciamiento. Pero, estaba seguro que todo le era favorable. Todo parece indicar que así era. Por eso el muchacho pide la parte de la herencia. Sabía que se la iban a dar. Tal vez, estaba muy seguro de que el padre no iba a ser capaz de aplicar lo que mandaba la norma del libro de Deuteronomio, de denunciarlo. Quizás, por eso mismo, el muchacho tomó la determinación, igualmente, de regresarse a la casa. Porque sabía que su padre lo iba a recibir. El muchacho menor, tal vez, sabía esa verdad. Por eso actuaba como actuaba, en ambos casos: en la de irse, y en la de regresarse. Podría pensarse también, por otra parte, de las muchas partes que ya tiene en nuestro análisis, en que la salida y la partida del muchacho no fue de mala manera; si no, ¿cómo se explicaría que él pensase mínimamente en regresar y en esperar que lo recibieran? Esta sería una carta bajo la manga que el muchacho tenía. Y se iba a valer de eso para entrar por lo bajito a la casa del padre, con el pretexto de que lo recibiera como un empleado más. Inteligente, sin duda. Por ahí iría poco a poco ganándose a los que trabajarían en la casa, y con posible seguridad, volvería a ganarse al padre… Queda como en tela de juicio el verdadero arrepentimiento del muchacho. Porque lo que determina la decisión de regresarse a la casa, es el hecho de que está pasando hambre. Así lo dice la parábola: “Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. El arrepentimiento es consecuencia del hambre. Se

-La parábola del hijo pródigo -

podría decir, que es más conveniencia y necesidad que dolor de conciencia, que es una de las claves del arrepentimiento. A este punto de nuestro camino, llegamos a una relación muy interesante. Porque tenemos que relacionar el hambre que tenía el muchacho de la parábola, con el hambre del pueblo de Israel, cuando lo del éxodo. Y no solamente con el caso de la protesta del pueblo en contra de Moisés, sino también con la experiencia del árbol del bien y del mal, del que comieron Adán y Eva. Entonces, las preguntas que nos hacíamos anteriormente, al respecto, cobran sentido y razón. Porque se ve la relación que existe, de hecho, entre la parábola del hijo pródigo con el Éxodo, y la experiencia del árbol prohibido. Esto es una gran sorpresa. En el caso del éxodo, los israelitas protestan contra Moisés. Dice el libro del Éxodo, que, “toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. Los israelitas les decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos! Vosotros nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea.» (Ex. 16, 2-4). Parece sarcástico e irónico que hayamos descubierto que lo que origina las ganas de regresar del hijo menor de la parábola del hijo pródigo, sea el hambre. No pareciera que fuera un dolor de corazón o un cargo de conciencia respecto a la ofensa realizada al padre, sino que, más bien, fuera el dolor producido por el hambre. Lo de la ofensa al padre, pareciera que es la excusa y el pretexto justificado para fundamentar el regreso, porque, como dice el texto, fue, primero y principalmente el hambre. Ya que si del muchacho dependiera, a él “le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer”. La cosa estaba bien fea para el muchacho. Viene, entonces, la comparación. Y todo respecto a

la comida. No de otra cosa. Así lo dice el texto: “Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre”. En la casa de su padre hay comida de sobra. Estaba pasando hambre. No es justo. Mejor se regresa. Y se regresa. Y se encuentra una conexión con la experiencia del Éxodo, definitivamente. Ahora bien: ¿dónde está lo malo que así sea; es decir, que sea el hambre lo que origina y conlleva la toma de decisión de regresar? Si se está cómodo y bien, no hay necesidad. Mientras que si se carece, se siente la pobreza, la necesidad y la urgencia. Sobre todo, que se lleva a comparar que antes se estaba mejor. Y, ¿por qué no regresar? Mas, si se sabe que el cariño es seguro por parte del padre. Todo se daba para poder regresar. Se estaba pasando trabajo y hambre. Antes estaba mejor. Ahora no. No lo corrieron de la casa. Se fue porque quiso, por iniciativa propia. El padre no lo botó. Además, es el hijo menor. Con toda seguridad el consentido. No hay otra que regresar. Y también la excusa se prestaba para que el regreso fuese un éxito: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Todo a favor del regreso. No había que esperar. Lo dice la parábola: “Se puso en camino adonde estaba su padre”. Lo demás se da por sí sólo: “cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”. Por lo visto, las cosas salieron mejor de lo que se esperaba. Fiesta y todo por el regreso. Un último detalle del regreso a la casa. El detalle es que el muchacho no hizo completa la confesión de “arrepentimiento” al papá, al regreso. La parábola dice que el muchacho cuando recapacitó y se dio cuenta de la diferencia suya con la de los empleados de su casa, y que era el hambre, porque esa fue la comparación… el

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muchacho se hizo esta reflexión para decírsela al papa: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Había un reconocimiento de haberse equivocado, y ponía una condición: “ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Pero cuando el papá sale y le da el abrazo y los besos, como que se dio cuenta, que era mejor omitir esa otra parte del discurso que se había preparado. Esa condición estaba de más y no hacía falta. Y, entonces, lo único que le dijo al papa, fue: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Lo de ir a ocupar el puesto como un empleado o jornalero, en ese momento, ya no le era atractivo. Volvía a estar seguro de su punto fuerte, y que era el punto débil del papá: estaba seguro de que lo amaba. Y hasta se podría decir que volvía a aprovecharse. Todo le salía bien al hijo menor. Sin duda. El hijo mayor: Ahora veamos al hijo mayor. Este muchacho pareciera tener todas las de perder, inicialmente. Las cosas parecen no favorecerle. Y todo porque es el hijo mayor, entre otras cosas, y por la actitud que asumió cuando regreso el hermano menor. Por lo general, se toma partido desde un comienzo. Se engrandece el amor del padre y su preferencia desmedida por el hijo menor. Desde nuestro análisis, no se deja uno de sorprender al ver lo inteligente, astuto y decidido que era el hijo menor. Sorprendentemente calculador. Y todo le salía de maravilla. Ser el hijo menor tenía sus ventajas. Y más en aquella familia, por lo visto.

No sucedía lo mismo con el hijo mayor. Sobre todo, cuando se trata del regreso del “pequeño de la casa”. El no haber querido entrar, de buenas a primeras a la casa, tras la música y la fiesta, le crean una mala impresión. Le crean mala fama. Casi siempre se piensa que era un egoísta. Pero, veamos qué hay de sorprendente y novedoso en el comportamiento del hijo mayor. Y ver, si tenía o no razón para asumir la posición que tomó cuando lo del regreso del hermano. Comencemos del comienzo. ¿Qué ventajas tenía ser el primogénito en una familia judía? ¿Qué obligaciones, deberes y derechos tenía ser el hijo mayor? Para empezar, es que tenía que ser el modelo de la familia. Tenía que ser el ejemplo a seguir. Tremenda responsabilidad. En cuanto a los derechos, el primogénito tenía derecho a la herencia, aun cuando fuera hijo de una mujer que no amara. Pero si fuera el primogénito, por el solo hecho de serlo, ya le correspondía detentar el derecho de la progenitura, según el libro de Deuteronomio 21, 15-17. Decía la norma: Si un hombre que tiene dos mujeres, ama a una y a la otra no, y las dos le dan hijos, pero el primogénito es hijo de la mujer que no ama, cuando reparta la herencia entre sus hijos, no podrá considerar como primogénito al hijo de la mujer que ama, en perjuicio del verdadero primogénito. Él deberá reconocer como primogénito al hijo de la mujer que no ama, dándole dos partes de todo lo que posee, porque este hijo es el primer fruto de su vigor, y por eso le corresponde el derecho de primogenitura. Eso, en caso de que el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo haya sido hijo de una mujer no amada. Porque ese detalle no

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lo especifica la parábola. Era simplemente el hijo mayor. Aquí cabría inmediatamente una pregunta: ¿sería esa realidad la que no le daba seguridad al hijo mayor, en relación al padre; y, en cambio, si la pudiese haber tenido el hijo menor? ¿No tendría ya el hijo mayor una desventaja respecto al hermano menor, que era evidente, que gozaba de la predilección del papá? Porque no se puede negar que hay en el hermano mayor una cierta pasividad, desde un comienzo. Sólo se le ve activo al final, aparentemente según la parábola. Tal vez, cuando sus beneficios y sus conveniencias se ven perjudicadas. Tal vez. Y es aquí cuando se descubre una natural rivalidad, que podría estar plasmada en la experiencia bíblica de Caín y Abel. Porque hasta en ese relato es clara la preferencia por uno de los dos por parte de Dios. Y vuelve a repetirse en la parábola del hijo pródigo la preferencia por el hijo menor, como en el caso de Caín y Abel, siendo el mayor Caín (Gen. 4, 1-2) y el preferido Abel. ¿No se estará repitiendo, teológicamente, el contenido de la revelación del libro del Génesis? ¿Habrá conexión con el contenido de la parábola, específicamente en el caso de los dos hijos y de la evidente preferencia por uno de ellos? En la parábola el hijo mayor sale favorecido porque en el libro de Génesis, Caín se toma las cosas más en serio. Mientras que en la parábola del hijo pródigo, simplemente, el muchacho se negó a entrar a la fiesta. No más. La postura del hijo mayor es de admirar, desde este nuevo enfoque, por lo menos, en este momento. Ya que el hijo mayor muestra su inconformidad con la realidad que estaba pasando en su casa, y con su papá, al decirle, que: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres,

le matas el ternero cebado”. ¿Dónde está lo malo que el muchacho mayor manifestara su malestar? ¿No estaría resaltándole al padre el hecho de su fidelidad y sumisión, que podrían verse como bondad de hijo? ¿No sería, acaso, el hijo bueno, el hijo modelo? ¿No estaría, reclamando que no había sido valorado por su ejemplo? ¿Va a tener preferencias y va a ser injusto, si de comportamiento se trata, y por méritos ya tiene más que suficientes para merecer todo el respeto y consideración? ¿Estaba, o no estaba en su derecho de decir lo que dijo al buscar poner las cosas en sus respectivos lugares; y los lugares eran que, el hermano menor era un despilfarrador y mal hijo; en cambio, él, el mayor, era el ejemplo y el modelo de la familia? Se complica la parábola. Pero nos abre nuevos horizontes. Pareciera que prevalecieran las contradicciones, tanto en el caso de Caín y Abel, como en el c aso del hijo mayor y el hermano menor, en relación a la preferencia del padre. Es evidente que no encuadran con lo debe ser lógico en el orden de las cosas. Esta puede ser la gran sorpresa del contenido de la parábola del hijo pródigo, sobre todo, teniendo en cuenta que el único evangelista que cuenta esta parábola es San Lucas. Y conociendo la temática de este autor no es de extrañar su rica y entrelazada relación compendiada con todo el Antiguo Testamento. De hecho, es propio del evangelio de San Lucas encontrar compendios comprensivos del Antiguo Testamento colocados como continuación en su temática cristológica. Así, encontramos en el evangelio de San Lucas, en el caso de la Virgen María, por citar uno, una estrecha conexión con los textos del Antiguo Testamento (1 Sam. 2, 1-10), que en la temática de San Lucas es 4 continuación y prolongación .

4

Véase, por ejemplo la continuidad de Salmos 2, 18; Isaías 61, 10; Levítico 18, 3; Salmos 18, 3;; Isaías 40, 29; Salmos 113, 9; Isaías 54, 1; 2 Reyes 5, 7; Deuteronomio 32, 39; Sabiduría 16, 13; Tobías 131, 2; Job 9, 6; 38, 6; Salmos 98, 9

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Es, en todo caso, desconcertante el rompimiento de toda lógica humana el procedimiento de Dios, en el caso de sus preferencias. Ya queda pautado así desde un comienzo con la historia de Caín y Abel y la preferencia de Dios. Pareciera que se confirmara con la aplicación profunda de la parábola del hijo pródigo. Y hasta se pudiera encontrar alguna conexión con el libro de Job, al relacionar a Job con el hermano mayor, en una injusticia a todas vista más que clara. Si es así, es, entonces, una sorpresa maravillosa lo que contiene esta parábola. Entonces, el tema principal de la parábola del hijo pródigo es la contradicción de Dios, según los parámetros humanos. Porque se rompe toda lógica. El hermano mayor, como victima y afectado en sus patrones de comportamiento, no es otra cosa que el mismo Job, a quien le cometen una gran injusticia. Y esto es un misterio que no tiene respuesta ni explicación. Sorpresa de sorpresas. Ahora se podría entender lo que dice el libro del Eclesiástico 39, 1-4, cuando dice que las parábolas son 5 enigmas , y que hay que intentar penetrar en ellos. Y esta parábola es más que un enigma. Es un hechizo que envuelve y subyuga al comprender lo que se está comprendiendo para quedarnos cada vez más sorprendidos. Desde nuestro análisis, ciertamente, esto es un descubrimiento y una maravillosa sorpresa. Además, se trata de oír y no oír, de ver y no ver, por eso el significado profundo de las parábolas, como responde Jesús a sus apóstoles de por qué hablaba en parábolas, según el mismo San Lucas 8, 10 y sus paralelos, aplicándose una vez más un opuesto, como patrón de interpretación. Pero, volvamos en lo que íbamos. Por otra parte, por ser el hijo mayor gozaba de la progenitura. Pero no por eso era una garantía, porque la podía perder, como en el caso de Jacob y Esaú (Gen. 27). Y este nuevo elemento vuelve a 5

Véase Salm. 78,2

colocarnos en un hallazgo que nos hace ver la parábola del hijo pródigo con más respeto y admiración. Precisamente, porque hay muchos elementos implícitos y fascinantes. Es, entonces, cuando comienza a aparecer un personaje no nombrado para nada en la parábola, y que es posible su existencia, desde estas nuevas perspectivas. Es el puesto de la mujer o de las mujeres del padre de los dos hijos de la parábola del hijo pródigo. Porque, no es de descartarse la posibilidad de que hayan sido hijos en diferentes madres. Eso es posible. Pero, en el caso de que no haya sido así, sino que ambos hayan sido de una misma madre, no podemos pasar por alto la experiencia de la usurpación de la progenitura en el caso de Esaú, a quien le fue robada por parte de Jacob, con total y absoluta complicidad y obra de la madre, Rebeca. ¿Y, si en el caso de la parábola del hijo pródigo, la madre se confabularía a favor del hijo menor, en desventaja hacia el hijo mayor? Esa posibilidad abre mucho camino. Y ayuda a comprender un poco al hermano mayor. No tanto porque el hijo menor le hubiese usurpado la progenitura al hermano mayor, sino porque el menor se hubiese adelantado para sacar ventaja, como ventaja había sacado Jacob en la historia de la bendición de Isaac a Esaú, como iniciativa y obra de Rebeca, la madre. Se complican las cosas. Pero abren horizontes para comprender, tal vez, un poco al hermano mayor. Tal vez, el hijo mayor debería pasar de ser juzgado como egoísta, a ser visto, más bien, como victima de las circunstancias. Y ¿qué relación habrá de fondo con el libro de Job, en donde el personaje también es victima de 6 una injusticia? Job reclama su derecho. También lo hace el hijo mayor de la parábola. Las cosas no estaban claras, según Job. Tampoco para el hijo mayor. Y eso que ambos eran modelos y 6

Véase el libro de Daniel Albarrán, Los zapatos de Job, Impreso en los talleres de Impre -Spres, Puerro la Cruz, 2010.

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ejemplos. ¿No estará latente la misma idea en ambos casos? Pareciera que si. A este punto surgen muchas preguntas y cuestionamientos: ¿Será lo de que la misericordia de Dios, en el caso del padre de los dos muchachos, es un misterio? ¿Será que se sigue la idea en la parábola de la aparente injusticia de Dios, como en el caso de Caín y Abel, en cuanto a lo de la preferencia del sacrificio que estos hacían? Una cosa queda clara: la astucia. En el caso de Esaú y de Jacob, con la ayuda de Rebeca, la madre. ¿Habrá alguna relación con la exclusión del hijo mayor de Abraham en la esclava, en el caso de Ismael e Isaac, en donde la madre de Isaac expulsa a la madre de Ismael (Gn. 16:1-4, 15)? También queda claro la astucia del hijo menor, respecto a la manipulación del padre. El caso es que el hijo mayor manifiesta su inconformidad con el comportamiento de su padre, en relación al hijo menor, y no quiere entrar a la fiesta. No quiere sumarse en la celebración. Y, entonces, le habla al padre en forma de reproche al marcar distancia, poniendo las cosas en su justo lugar. Le dice, en forma de reproche “ese hijo tuyo”. Como diciendo: “ese si es hijo tuyo; yo no”; “ese es tu consentido”. Suena a reproche. Yo no cuento para ti. Y aquí, aparece en otra forma la misma expresión que Caín usa cuando Dios le pregunta por Abel, según Génesis 1, 8-9. Dice: “Caín, dijo a su hermano Abel: «Vamos fuera.» Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. Yahveh dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»”. Se marca la distancia en ambos casos. Porque en ambos casos se trata, igualmente, de progenitura, como de preferencias. Tal vez, la preferencia determinaba la progenitura. Y en ambos casos, se veía una injusticia.

La experiencia bíblica del guardar distancia para hacer la diferencia también se da en el caso de Adán y Eva, cuando después de haber comido del árbol del bien y del mal, Adán se desmarca de Eva y le dice a Dios: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.” (Gen. 3,9). Ese distanciamiento se repite en la parábola del hijo pródigo. El reproche del hijo mayor puede verse también como una bofetada, no en sentido literal, por supuesto, sino como ofensa o reclamo al propio padre. Podría verse también como si le estuviera diciendo: ese hijo tuyo, que es muy distinto a mí, y que es mala conducta, es así, porque tú lo malcriaste. Por eso es así. Por eso actúa así. Tú eres el culpable. Y podría verse un reclamo y un recordatorio, según se dijo, que podría ser la máxima del libro del Eclesiástico (30, 7-13), al recordarle la sentencia: “Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino. Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas; juega con él, y te traerá pesares. No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes”. Esa posibilidad comprometía más al padre. Porque, o lo recibía, o no lo recibía. Si no lo recibía, tenía que denunciarlo, según la ley. Y lo amaba, por sobre todo. Consentido o no, era su hijo, el menor. Era mejor recibirlo. Volvía a ganar el hijo menor. Y volvía a perder-ganando el padre. Y con ello, vuelve un opuesto, de lo que es muy común en las Sagradas Escrituras. Si el padre no lo recibía tenía que denunciarlo. Eso significaría la muerte del hijo y el reconocimiento por parte del padre de haberlo mal criado. Una doble afrenta para el padre. Un doble dolor, entre ellos el fracaso como padre. Era mejor recibirlo. Era mejor hacer una fiesta por su regreso. O sea, era mejor hacer como si el hijo se había ido de viaje sin haber dado problemas en la casa, y hacer fiesta porque había regresado. Así todo quedaba arreglado. Recibe al hijo y queda bien con la sociedad, porque, de lo contrario tiene que reconocer que

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su hijo menor es mala conducta y mala cabeza. Vuelve el hijo menor a sacar ventaja y vuelve a salir airoso y con las suyas. Inteligente y astuto, sin duda, el muchacho menor. Mucho. Y lo coronan con anillo y sandalias nuevas, para colmos de la contradicción. Como diciendo, para remates de males, en la ironía que ya contiene la viveza y la astucia del hijo menor, en detrimento del derecho burlado del hermano mayor. Como para sacarle en cara al hermano mayor que era clara la burla. Y descarada. Triste y cruel para el hermano mayor. Un nuevo elemento aparece en el final de la parábola, que es muy bonito y útil de resaltar, a pesar de toda las contrariedades para el hermano mayor. Es el hecho de la afirmación y confirmación del papá hacia el hijo mayor, al decirle: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo”. Con esa afirmación podría considerarse dos cosas: por un lado, que el hijo mayor no haga problemas, porque, si es por la progenitura, él la tiene segura por ser el hijo mayor. Muy bonita confirmación que debería darle mucha seguridad al hijo mayor. Por otra parte, podría considerarse la idea de que ya la herencia está repartida. Es decir, ya el hijo menor se llevó lo suyo; y lo que queda es todo del hijo mayor, porque la herencia había sido repartida cuando el menor había hecho la petición. Había repartido la herencia. A cada uno le había dado lo que correspondía. Y lo que quedaba era del hijo mayor. ¿Dónde estaba el problema que el hermano mayor estaba haciendo, entonces, podría estar diciéndole esas cosas al papá? Como diciéndole: “No seas tontito, muchacho…. Quédate tranquilo, que todo lo tuyo está seguro”. Además, sería una petición por parte del padre al hijo mayor de que comprendiera el aprieto en que se hallaba él como padre, pues no podría denunciar a su hijo menor. Esa parte de la parábola es muy tierna y consoladora para el muchacho mayor. Y aquí vuelve a aparecer el personaje de Job, que al final es restituido en todo. Bonito. Hermoso ese descubrimiento

implícito de la parábola del hijo pródigo. Entonces, tiene estrecha relación esta parábola con el libro de Job. No se puede negar. Esta confirmación de esa conexión entre Job y el hijo mayor nos entusiasma, porque se estaba presentando esa relación con mucha timidez y temor. Pero no se puede negar que están en la misma conexión. Para alegría en este estudio y análisis. Viene la parte final de la parábola. El hermano mayor coloca las cosas en el orden que tenían que estar. Entre “ese hijo tuyo” y él, el hermano mayor, hay una gran diferencia. Por eso marca la distancia. La hay. Entonces, aparece el padre, que ya le ha pedido que “por favor, que entienda que la cosa es muy complicada”, que seda, que acepte al hermano. Por eso le dice: “porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”. En esa afirmación del papá, hay ya una petición doble. “Si lo aceptas y lo recibes como tu hermano, me haces un favor a mí”, casi pareciera que le estuviera diciendo. Porque si no lo acepta, hay que explicar que no se fue de viaje de buena manera, sino que era mala conducta, y, entonces, por consecuencia legal, también el padre va a tener que dar cuentas a la justicia de los ancianos del pueblo. Todo dependía del hermano mayor. Ahora, las cosas cambian de perspectiva y de enfoque. Ahora, es el hermano mayor el bueno. Y al decir el bueno, es en todo el sentido de la palabra, aun cuando la primera idea que nos hacemos del hermano mayor es que es egoísta. Pero no. Es el bueno. Por eso “su padre salió e intentaba persuadirlo”, dice la parábola. Ahora bien, ¿A persuadirlo de qué; a convencerlo de qué; a hablar de qué; a pactar qué? Es el colmo. Además de todo lo que se la ha hecho en su perjuicio… Pero, en algo tiene el padre las de perder en esa situación, respecto al hijo mayor. Esto hace ver al padre doblemente comprometido, como se hallaba Dios frente a Job, en su no explicación de por qué lo había puesto en la situación que lo tenía, si

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Job, era en todo un hombre ejemplar. No está malo ser bueno. Aquí hay que reconsiderar la postura que asumimos frente al hijo mayor, que siempre ha tenido las de perder, frente a la astucia y viveza del hijo menor. Siempre hemos mirado como egoísta al hermano mayor. ¿En verdad, lo era? ¿Dónde está el mal de ser bueno, y el hijo mayor era bueno y fiel, con todo y todo? Igual que en el caso de Job… ¿Dónde está su mal, en la fidelidad? ¿No es, acaso, la fidelidad referida a la relación pueblo escogido-Yahveh; y no era fiel, acaso, Job en su situación, como fiel el hijo mayor de la parábola? ¿Dónde está el mal que se le atribuye al hijo mayor? En esta última parte de la parábola del hijo pródigo hay una reminiscencia bíblico-teológico que es necesario resaltar. Al padre decirle al hijo mayor “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo”, hay implícitamente una conexión con la experiencia del Jardín del Edén, en donde a Adán y a Eva les estaba permitido todo (Génesis 2, 7-10, 15-17), pero donde existía el recordatorio del árbol prohibido, del que no deberían comer. En este punto de la parábola el padre está haciéndole al hijo un recordatorio, que es teológico: Cuidado, no pase el límite. Cuidado hijo. Todo te está permitido. Eres el dueño, pero párate. Frénate. Eres libre, sin embargo. Por eso, “su padre salió e intentaba persuadirlo”. Y se está repitiendo teológicamente la experiencia bíblica del Jardín del Edén y la experiencia del pecado. A este punto, el hijo mayor estaba en toda la frontera, entre el recordatorio del árbol prohibido y su libertad de escoger. Momento sublime es este el de la parábola. Si es bonito y enternecedor el recibimiento y el abrazo del padre y del hijo menor en el regreso; es sublime el momento del encuentro del padre con el hijo mayor. Por eso dice la parábola que “su padre salió e intentaba persuadirlo”. Ahora le correspondía al hijo mayor decidir. Es entonces, cuando en este momento de la parábola debe irrumpir, pero

tipo fanfarria repetitivamente, nada más, la sonata in fuga de Joan Sebastian Bach, o el aleluya de Händel, porque es el momento culmen y de éxtasis de la parábola del hijo pródigo. Y es para llorar, para enmudecer, porque hemos llegado a lo máximo, como si fuese una pieza musical de esos clásicos que posee la humanidad como patrimonio cultural. Porque es un patrimonio cultural también la parábola del hijo pródigo; es decir, le corresponde a todas las culturas y civilizaciones de todos los tiempos. Por eso es patrimonio. A partir de ahí comienza el silencio descendente del espíritu que ha disfrutado toda la secuencia de las notas musicales entretejidas sabiamente, en manos de una mente prodigiosa que las enlaza para llevarnos al éxtasis, y desde ahí retornar suavemente y con dulzura a la cotidianidad de la vida diaria, pero transformados interiormente por el influjo penetrante de la gloria experimentada en la experiencia recién vivida de amor eterno… Maravillosa la parábola del hijo pródigo. Y maravilloso este auto-encuentro en ese encuentro maravilloso… Justo aquí debería sonar la fanfarria musical para resaltar la parte más importante de la parábola. Aquí está lo máximo y la plenitud de la parábola, a pesar de lo enternecedor que pueda resultar el abrazo ente el padre e hijo menor, y en lo mucho que se ha insistido en ese detalle. En ese momento del abrazo habría que aplaudir por la jugada perfecta del hijo menor. Le había salido todo muy bien. Todo bien calculado. Y mejor de lo que se esperaba. Una jugada perfecta de astucia y de inteligencia. Pero, en el momento del diálogo ente el padre y el hijo mayor habría que levantarse y aplaudir a rabiar, con los pies y con las manos, al mismo tiempo, con chiflido y y griterío alborozado, porque es el diálogo y el encuentro entre el bien y el bien y el uso de la libertad, en donde vuelven a encontrarse el Creador y la criatura, para redimir la historia de Adán y Eva, con el recordatorio del Jardín del Edén, para ser dueños otra vez del Jardín, de donde se había sido expulsado. Y todo en clave de misterio para

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quedar enmudecido como lo quedara Job (42, 2-6), frente al apabullamiento de Dios por el misterio de lo creado y con su reconocimiento humilde y realista, al decir: Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable. Era yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro. Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza. Y todo termina en suspenso. No dice la parábola que el hijo mayor hubiese aceptado entrar a la fiesta. Queda en el supuesto. Y todo queda bajo el suspenso del misterio, como misterio es todo el misterio de la vida… como es un misterio el éxito de la astucia e inteligencia del hijo menor de la parábola del hijo pródigo y del sufrimiento del hermano mayor, ante un hecho palpable de injusticia… repitiéndose la fuerza del opuesto de éxito-fracaso… En donde, el éxito ha sido del hijo menor, y el fracaso del hermano mayor de la parábola… Y donde pareciera que se resaltara la celebración del exitoso, del astuto….

A modo de conclusión: 1. La parábola del hijo pródigo es una sorpresa. 2. Parte de la sorpresa está en que el proceder de Dios es un misterio. Misterio, que puede verse como una injusticia. 3. Parece haber referencia temática entre la parábola del hijo pródigo y la experiencia del libro de Job. Además, parece existir conexión con la experiencia de Caín y Abel en la

rivalidad declarada por la progenitura, como en el caso, igualmente, de Jacob y de Esaú. 4. Parece que la parábola del hijo pródigo rompe los parámetros y medidas de la lógica humana. Por eso, el misterio, aparentemente injusto, pareciera ser el tema central de la parábola. Parece que el evangelista Lucas tuviera en mente esa verdad real de la vida, como misterio. Además, de sacarle en cara a los judíos su certeza moralista, como en el caso del relato de la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18, 914). 5. A partir de este estudio y análisis se comprende que “pródigo” significa una persona que es generosa y dadivosa, que es disipador, gastador, que desperdicia su hacienda en gastos inútiles (es fácil ser pródigo con la fortuna ajena), que gasta sin moderación. Así, por lo menos, aparece definido en la Enciclopedia Espasa-Calpe. En este sentido, siempre cuando decimos “hijo pródigo”, por lo general pensamos en persona arrepentida que vuelve a su casa a pedir perdón. Pero, eso no quiere decir “pródigo”. 6. A lo mejor nos ayude a comprender muchas cosas de la parábola del hijo pródigo este estudio realizado aquí.

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