BOZAL Desinterés y Esteticidad en La Crítica Del Juicio
July 6, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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s e n t i m e n t a l i d a d moderna del romanticismo emergente. En es a misma contraposición ya está sembrada, m e parece, la i n q u i e t u d y e l miedo sobre su posibilidad histórica. Pero el ingenuo no es el iluso. Por eso, no debemos pensar que se e n ga ñ a ron acerca de la posibilidad de limitación de la racionalidad técnica, clave de toda su posición. De ahí que debamos cerrar ese bello sueño con palabras que sean de los menjam i s m osí n,h o mb res que lola res C u oposición a n d o Goethe antes que la forjaron. B propusiera propusiera inevitable entreantes técnica, producción industrial y arte, expuso claramente lo que podría ser su posición ante el conjunto de tesis qu e constituía su clasicismo: «Termino estas consideraciones con el deseo de qu e p uedan se r útiles aquí y allá a algún individuo aislado, p ues la evolución en su totalidad sigue su camino con una f u e r z a irresistible» 93 -
Desinterés y esteticidad en la «Crítica d e l Juicio» Valeriano Bozal
AAVV; Estudios sobre la "Crítica del Juicio" , ,
Instituto de Filosofía CSIC, Madrid, 1990 p o c 7 - ) a c i
clara la dialéctica de los conceptos en juego; Sólo porque existió alguna ve z el el i n ge n u o es posible entonces la s en tim en taíid ad . Pero el s en tim en tal a s u m e como pleno el ideal d el clasicismo, sólo que s e siente históricamente --no t e ó r i ca me nt e — desvinculado de él. Sentimental no es por tanto el r o m á n t i c o , q ue transforma en el ideal clásico la teoría. 9 - 1 Cf . Escñts sur l art, pág. 96 .
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El giro, no sé si copernicano, qu e Kant intro duj o en el desarrollo de la estética con su su Crítica de l Juicio se llevó a cabo en el h o r i z o n t e de los conceptos que esa estética estaba conformando. El hecho es tanto más notable cuanto que un • \— • .-fexto kantiano precrítico, L o bello y lo sublime, había se guido aquel desarrollo evolutivo sin introducir excesivos cambios. El protagonismo concedido en la Crítica a la imaginación no es una novedad en el pensamiento estético del siglo VXI I I , baste pensar que un texto fundador llevaba este expresivo título: L os placeres d e la imaginac imaginación, ión, de J. Addison. Tras él, la imaginación estuvo prese nte en todas la s estéticas que se reclamaron del gusto, lo que es tanto como decir en todas la s estéticas d el siglo X V I I I . Inc luso un planteamiento su Laodistante al de A d d i s o n , el que expone Lessing en su coonte, recurre a la imaginación como el ámbito en el que actúan lo s «signos nat ur al es» y los «signos arbitrarios» § 6) . E l rechazo d el concepto, ce ntral en la la Crítica k antiana, cualesquiera que fuera la condición de l con ce pto, estaba ya en el pensam iento de Baum garten, y ell elloo hasta tal pun to que cabe p ensar en éste como su rasgo m ás característico frente
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utilida d en el caso de que tuviese alguna), se ofrecía a los sentidos y suscitaba agrado antes d e cualquier intervención intelectual, su placer parecía el más adecuado para satisfacer la s exigencias d el dominio d e lo estético.
objeto es bueno o no, objeto de la facultad d e razón, objeto de la voluntad. determinada por la razón, Podría hablarse a este respecto de dos tipos de deseo: un o inmediato, instintivo, lo agradable instintivo, que es propio de lo sensitivo, otro mediato, propio de la voluntad. El primero, o bien se pone al margen del juicio, o está mediado por la representación de la existencia d e objetos agradables, introduce la comparación y se decide por unos u otros. El segundo mediado por la referencia racional a fines, es efectivamente juicio, pero sometido el bien moral. sometido al más alto interés: interés: el moral. E l juicio de de gusto exige inmediatez en ambos aspectos, pero inmediatez en ante todo deber ser juicio, no pura entrega ni tampoco apreciación caprichosa y estrictamente personal sobre lo bonito o agradable de esto y aquello. El sujeto del juicio de gusto mantiene una actitud contemplativa, «indiferente en lo q u e toca a la existencia de un objeto», al margen de los conceptos pues no es juicio de conocimiento; pero más allá, también, de lo puramente «instintivo», pues es juicio, manifestación de suprema libertad § 5) .
Kant plantea la cuestión en términos m ás rigurosos en el seg undo parágrafo de la Crítica cuando define el interés como «l a satisfacción q ue unimos con la representación de la existencia de un objeto»2 , interés que se relaciona por tanto con la facultad d e desear y que se cumple con la satisfacción d e l deseo. Cuando afirmo que un objeto es agradable, por ejemplo el verde de los prados, cabe distinguir entre la sensación objetiva, como percepción de un objeto de sentido y el carácter agradable de la misma, sensación subjetiva, y tal es la distinción qu e suele hacer la estética d e corte empirista. M as el juicio sobre el objeto que provoca agrado, n o disgusto o desagrado), juicio en el que éste es agradable, disgusto expresa u n Ínteres y excita e l deseo hacia objetos semejantes: «n o es un mero aplauso lo que le dedico, sino que por él se despierta u na na inclinación», la satisfacción inclinación», y así la satisfacción en lo agradable es interesada § 3) .
«Interesada» dice a q u í lo siguiente: su su relación sensible co n el objeto está mediada por la representación de la existencia, actual o posible, de ese objeto y de llos os que son son él , semejantes) y es esa mediación la que introduce, como él, frente a los tópicos al uso, el Ínteres. Interés aquí en el deleite, en el goce, q u e prescindirá gustoso d e juicio alguno § 3 ), juicio d e gusto que no debe confundirse, precisamente, como sucedería, por el contrario, d e producirse e sa entrega, con el instinto. Interés práctico cuando lo agradable es colocado bajo principios de la razón y puede se r considerado bueno en cuanto objeto de Ja voluntad § 4). La razón refiere el objeto agradable a fines y nos dice, entonces, si el
A l distinguir lo agradable y lo bueno de lo bello, Kant ha que a la estética tradicional le servían para f u n d a m en ta r la universalidad del juicio de gusto y, dado que la s posiciones clasicistas — q u e basaban tras e l abandono d e las la universalidad en la adecuación a la idea—, la universalidad la idea—, es la mayor dificultad de la estética empirista3 Kant lleva el
eliminado factores
pensamiento estético hasta la duniversalidad juicio no podría ni elen límite: el agrado e todos ni endel la fundarse bondad de los fines, tópicos que se habían venido recogiendo en fórmulas del tipo «deleite y enseñanza». Este es el punto donde la tensión del carácter reflexionante d e gusto se acentúa más. Su parecido el juicio determigusto se más. Su parecido con el 3 D . Hume: «Sobre la norma del gusto» y «Sobre la delicadeza del gusto y la pasión», en La norma de l gusto y otros ensayos Valencia, Cuadernos Teorema 1980.
2 Trad. de M. García M ore nte , Madrid, Espasa Calpe 1977, 19843; traducción que utilizaré en adelante.
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«no ha actuado» , estamos en un mom ento epistemológicamente previo al concepto: sólo el volverse sobre sí poniéndose delante que es característico de la representación de la imaginación ha hecho de facticidad legalidad.
objetos «imaginados») se enfrentan a y distinguen distinguen de otros. El sujeto de conocimiento frente a otros sujetos, el «yo pienso» frente a otros posibles «yo» y frente a las cosas, indiferentes a cualquier «y o pienso». El libre juego de las facultades es el libre juego de la representación. Su s imágenes incitan a pensar sin que tal pensamiento pueda nunca se r concluido § 49).
Las interpretaciones de la teoría kantiana que afirman la cesura entre la imaginación y entendimiento no pueden convertir a éste en fundamento de la actividad de aquella, pues no tendría, «todavía», normas sobre qu é fundarla a m en os qu e presupongan el entendimiento y sus reglas, lo que destruiría la cesura inicialmente defendida). Po r el contrario, las interpretaciones qu e apoyan la continuidad imaginaciónentendimiento y acentúan el carácter procesual no segmentado de l conocer, o bien se inclinan po r la imaginación como creadora de esquemas que el entendimiento emplea — y este empleo «constituye precisamente el ser originario del entendimiento»— 4 , o bien se centran en una «raíz común» de
La representación de la im agin ación es la «experiencia de l yo mismo». Mas, como se ha señalado, tal experiencia lo es extiende a la aturaleza, a las cosas. La de la naturaleza, se se extiende la n aturaleza, las cosas. experiencia en general de la naturaleza exige exige un principio a priori que la haga posible. Ni el orden ni la finalidad — y distingo aquí con dos términos los que en el setecientos estaban mucho m ás próxim os que en nuestros días, por lo necesitar un único término — son cualidades cualidades de la qu e solía necesitar naturaleza, cualidades empíricas que la experiencia puede percibir. El orden y la finalidad no se encuentran en lo
intuición y entendimiento5 que no es otra cosa que esa capacidad de representación de la imaginaci imaginación. ón.
fragmentario y diverso que es propio de la experiencia sensible, y en modo alguno podemos encontrar causas finales en el movimiento de la naturaleza. La teleología es una condición de la experiencia de la naturaleza, un a condición transcendental.
C ualquiera que sea la interpretación qu e escoja, la representación lo es para el conocimiento en general, no para este o aqu el, es universal y posee posee un carácter formal. Necesaria, pasa, sin embargo, a un segundo plano, pasa desapercibida en los actos actos concretos de conocimiento, pero se pone en el primero cuando se prescinde del contenido singular de ta tales les actos: es entonces cuando el el sujeto se representa.
La s leyes generales de la naturaleza tienen su base en el en ten dim ien to — lo que no quiere decir que sean su proyecloss casos particulares ción— y es tarea de l juicio subsumir lo bajo tales leyes «dadas». Este subsumir es un determinar, po r lo que tales jucios son denominados determinantes. En la naturaleza se dan multitud de particularidades conectadas entre sí , conexión, relación suce siva, etc., que no pueden explicarse po r capricho o azar, lo que pondría en cuestión la unidad que implica la noción m i s m a de naturaleza y, consecuen tem en te, te, la posibilidad de su la posibilidad su experiencia ¿cómo hablar siquiera de una naturaleza si sólo hay fenómenos fragmentarios y diversos?): tal conexión debe hacerse según norma o ley, aunque cada uno de esos fenómenos se a para nosotros
Ahora bien, el tipo d e «conocer» qu e supone esta representación — y por eso no puedo hablar d e conocer en sentido fuerte, el propio de l entendimiento— no es el subsumir objetos bajo conceptos, sino crear imágenes en las que los etafísica 4 M. Heidegger: Kant y el prfócma de la m etafísica Cultura Económica, 1954, 3dVN
México, Fondo de V
F. Martínez Marzoa: Desconocida raíz común Madrid, Visor, La balsa de la Medusa, 1987.
contingente.
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